Dermatitis Atopica
Dermatitis Atopica
Dermatitis Atopica
La dermatitis atópica (DA) es una enfermedad inflamatoria crónica caracterizada por brotes
y remisiones que suele durar varios meses o años y afecta a más del 10% de la población
pediátrica, comprometiendo frecuentemente la calidad de vida de los pacientes y sus familias.
Marcha atópica: Teoría que describe la progresión de los desórdenes atópicos desde el
eczema en bebés a la rinitis alérgica en niños pequeños y finalmente la instalación de asma y
alergias alimentarias en niños mayores. No todos los pacientes con DA van a seguir esta
evolución.
Epidemiología:
En la actualidad no se cuenta en Argentina con estadísticas confiables sobre la incidencia y
prevalencia de la enfermedad.
En los estudios del ISAAC de 2009 y 2012, Sudamérica emerge como una región de alta
prevalencia, con un porcentaje de DA mayor al 15% en niños de entre 6 y 7 años de edad.
Ambos sexos se encuentran afectados por igual hasta los 6 años, y a partir de dicha edad la
prevalencia de DA en las niñas es mayor que en los varones.
La mayoría de los casos se presentan durante el 1er año de vida (60%), mientras que el resto
lo hace en 2 etapas diferentes: entre los 2 y los 12 años y desde la pubertad a la edad adulta.
Factores de riesgo:
1) Pertenecer a un nivel socioeconómico alto.
2) Poseer un grado de educación elevado.
3) Formar parte de familias pequeñas.
4) Vivir en zonas urbanas.
5) Tener familiares con la enfermedad.
6) Antecedentes personales o familiares de atopía.
Fisiopatología:
La DA es una enfermedad cutánea inflamatoria crónica caracterizada por una disfunción de
la barrera cutánea que desencadena un desequilibrio en la homeostasis epidérmica y que se
acompaña de diversas alteraciones en las funciones inmunológicas, tanto innatas como
adquiridas.
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3 factores claves:
Los hallazgos del examen físico incluyen lesiones cutáneas agudas y subagudas que se
observan con mayor frecuencia en lactantes y niños de corta edad y se caracterizan por ser
placas eritemato-pápulo-vesiculosas, intensamente pruriginosas, asociadas a excoriación y
exudado seroso. En lesiones de mayor tiempo de evolución puede observarse liquenificación.
Los signos clínicos clásicos son el eritema y la formación de pápulo-vesículas con cambios
secundarios como erosiones, alteraciones pigmentarias y aumento del grosor y cuadriculado
normal de la piel (liquenificación) producto del rascado continuo.
• Subagudas: pápulas y/o placas con discreto eritema, descamación y leve engrosamiento.
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- Tipos de presentación según edad:
I. Fase del lactante (3 meses a 3 años de edad). Las lesiones se localizan en mejillas,
cuello, superficies de extensión de los miembros y tronco. Suelen ser más exudativas
que en los niños mayores.
II. Fase infantil (3 a 10 años de edad). Tienen su localización característica en las zonas
de flexión y pliegues (principalmente cuello, pliegues antecubitales, huecos poplíteos).
III. Fase del adolescente: afecta particularmente el dorso de manos, párpados y zonas de
flexión.
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Complicaciones:
Las complicaciones más frecuentes de la DA surgen como consecuencias de las alteraciones
de la función de barrera cutánea y de las alteraciones inmunológicas que favorecen las
infecciones bacterianas y virales.
Las infecciones bacterianas son las más comunes y se pueden producir por Staphylococcus
aureus o Streptococcus b hemolítico del grupo A, ya sea en forma aislada o combinada. Se
manifiestan como formas de impétigo o foliculitis.
Diagnósticos diferenciales:
Dermatitis de contacto irritativa: Las lesiones, circunscriptas, se vinculan a un agente
irritante primario. Ej.: dermatitis simple del pañal.
Enfermedades eritematoescamosas: Psoriasis, pitiriasis rosada.
Escabiosis.
Impétigo (lesiones ampollares o costrosas).
Eczema herpético.
Dermatitis herpetiforme (DH): Manifestación cutánea de la celiaquía.
Evalúa 3 aspectos:
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b. Características clínicas (gravedad de las mismas): 0- ausente; 1- leve; 2- moderada; 3-
grave.
Tratamiento:
El objetivo del tratamiento no es la curación, sino el control de los signos y síntomas hasta
que la enfermedad remita.
El manejo del brote propiamente dicho y las medidas generales para que el mismo pueda
prevenirse o sea menos grave (tratamiento pro activo). Evitar los factores desencadenantes,
restablecer la función de barrera de la piel y mejorar la sintomatología durante los brotes.
El médico tratante debe facilitar la educación de los padres acerca de la enfermedad, los
factores desencadenantes, los tratamientos disponibles, los efectos adversos y el manejo
general para favorecer la adherencia al tratamiento y la mejoría del paciente.
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- Higiene de la piel y tegumentos:
La piel debe ser higienizada en forma suave para remover costras y reducir la colonización
bacteriana, para el mismo se recomiendan productos de higiene no irritantes que no
contengan moléculas que puedan actuar como alérgenos.
El baño debe ser templado y breve (5 minutos) ya que el exceso de calor y el contacto
prolongado con agua tienden a alterar aún más la barrera cutánea.
La piel se secará apoyando la toalla y sin frotar. Para retener la humedad cutánea es
aconsejable aplicar los emolientes dentro de los 3 minutos de terminado el baño.
- Emolientes:
Los emolientes son la base del tratamiento de mantenimiento, actúan mejorando la función
de barrera cutánea y ejercen un efecto ahorrador de corticoides.
Por esta razón se aconseja su uso 1 a 3 veces en el día sobre la piel sana y evitar su aplicación
en áreas inflamadas. Es aconsejable utilizar emolientes que no contengan en su composición
alérgenos proteicos que favorezcan el desarrollo de alergias en el paciente.
- Vestimenta:
Es recomendable el uso de ropa suelta, blanca o de colores claros, suave y de
algodón capaz de absorber el sudor.
La sudoración empeora el prurito por lo tanto los pacientes no deben sobreabrigarse.
Evitar el uso de suavizantes y otros productos perfumados.
Deben evitarse la lana, el nylon y otros géneros sintéticos.
Evitar las etiquetas de la ropa contactando con la piel del paciente, así como el
contacto con broches, y otros adornos que contengan níquel.
2) Alimentación:
Aquellos pacientes con DA moderada o grave que no responden al tratamiento habitual el
médico debe considerar la posibilidad de que un alérgeno alimentario pueda actuar como
factor desencadenante del brote.
Es por eso que es importante investigarla en niños con síntomas sugestivos de alergia
alimentaria, con cuadros clínicos que sugieran estar mediados por IgE (urticaria, angioedema,
asma, rinoconjuntivitis, anafilaxia), lactantes y niños pequeños con DA severa que no
responden adecuadamente al tratamiento.
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Si bien las alergias alimentarias presentan una prevalencia aumentada en los pacientes con
DA la evidencia actual no recomienda el uso de dietas de evitación en forma rutinaria en
pacientes no seleccionados.
3) Tratamiento farmacológico:
El médico deberá elegir el tipo de CT más adecuado según la zona anatómica y la extensión
del área a tratar.
Si bien los CT son considerados la primera elección para el tratamiento de la DA, deben
indicarse con cuidado en niños, especialmente en lactantes debido a la relación peso y
superficie corporal que presentan y a la inmadurez de la barrera cutánea.
El uso de vendajes húmedos sobre los medicamentos tópicos durante períodos cortos es
recomendable y seguro en casos crónicos con lesiones extensas y liquenificadas.
Los pacientes con signos clínicos de infecciones cutáneas bacterianas o virales deben ser
tratados rápidamente, ya que estas contribuyen al empeoramiento de la DA.
4) Otros tratamientos:
- Psicoterapia.
- Fototerapia (rayos UV): La fototerapia constituye un tratamiento de segunda línea en
la DA. Se reserva para casos con lesiones extensas o resistentes a los tratamientos
tópicos habituales y en niños mayores de 12 años.