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Textos 1r Trimestre (CAS)

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TEXTOS PRIMER TRIMESTRE

A continuación presentamos unos fragmentos filosóficos correspondientes a la temática


del trimestre, como muestra representativa de los ejemplos que podrían salir en el
examen.

Lo que en un comienzo lanzó a los hombres a la reflexión filosófica fue la admiración; al


principio, admirados por los fenómenos más comunes; luego, avanzando poco a poco y
planteándose problemas mayores intentaron explicarse los cambios de la Luna y los relativos
al Sol y a las estrellas, finalmente a la formación del universo.

Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia. Por lo tanto, si


filosofaron para huir de la ignorancia, está claro que buscaban el saber en vista del
conocimiento y no por alguna utilidad. Un hecho lo prueba: esta disciplina comenzó a buscarse
cuando ya existían casi todas las técnicas que estaban relacionadas con las necesidades, el
bienestar o el placer. Es, pues, evidente, que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que
la consideramos la única ciencia libre, pues solo la estudiamos por ella misma. Así pues, todas
las ciencias son más necesarias que ésta; pero mejor, ninguna.

Metafísica, Aristóteles (384-322 a.C.)

La verdad científica, la verdad física, posee la admirable cualidad de ser exacta, pero es
incompleta y penúltima. No se basta a sí misma. Su objeto es parcial, es sólo un trozo del
mundo y además parte de muchos supuestos que da sin más por buenos; por tanto no se apoya
en sí misma, no tiene en sí misma su fundamento y raíz, no es una verdad radical. Por ello
postula, exige integrarse en otras verdades no físicas ni científicas que sean completas y
verdaderamente últimas. Donde acaba la física no acaba el problema; el hombre que hay detrás
del científico necesita una verdad integral, y, quiera o no, por la constitución misma de su vida,
se forma una concepción completa del universo. Vemos aquí en clara contraposición dos tipos
de verdad: la científica y la filosófica. Aquella es exacta pero insuficiente; ésta es suficiente
pero inexacta.
Qué es filosofía (1929), Ortega y Gasset.

En relación con todos los sentidos en general ha de entenderse que «sentido» es la facultad
capaz de recibir las formas sensibles sin la materia al modo en la cera recibe la marca del anillo
sin el hierro ni el oro: y es que recibe la marca de oro o de bronce pero no en tanto que es de
oro o de bronce. A su vez y de manera similar, el sentido sufre también el influjo de cualquier
realidad individual que tenga color, sabor o sonido, pero no en tanto que se trata de una realidad
individual, sino en tanto que es de tal cualidad y en cuanto a su forma. El órgano primario es,
por su parte, aquel en el cual reside semejante potencia [«facultad»].

Acerca del alma (ca. 350 a.C.), Aristóteles.

§ 15. Los pasos por los cuales la mente alcanza distintas verdades. Inicialmente los sentidos
dan entrada a ideas particulares y llenan el receptáculo hasta entonces vacío, y la mente,
familiarizándose poco a poco con algunas de esas ideas, las aloja en la memoria y les da
nombres. Después, procediendo más adelante, la mente las abstrae, y poco a poco aprende el
uso de los nombres generales. De este modo, la mente llega a surtirse de ideas y de lenguaje,
los materiales propios para ejercitar su facultad discursiva [lógica, racional], y el uso de la
razón aparece a diario más visible, a medida que esos materiales, que la ocupan, aumentan.
Pero aunque habitualmente la adquisición de ideas generales, el empleo de palabras generales
y el uso de la razón tengan un desarrollo simultáneo, no veo que en modo alguno se pruebe por
eso que esas ideas sean innatas.

Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), J. Locke.

He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies,
que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas
comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en
nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines
filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o denominación general.
Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas impresiones,
empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión,
pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos,
o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas,
que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia cuando reflexionamos
sobre las sensaciones o movimientos arriba mencionados.

Investigación sobre el entendimiento humano (1740), D. Hume.

La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo
puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces.

Desde este Escorial, rigoroso imperio de la piedra y la geometría donde he asentado mi


alma, veo en primer término el curvo brazo ciclópeo que extiende hacia Madrid la sierra del
Guadarrama. El hombre de Segovia, desde su tierra roja, divisa la vertiente opuesta. ¿Tendría
sentido que disputásemos los dos sobre cuál de ambas visiones es la verdadera? Ambas lo son
ciertamente, y ciertamente por ser distintas. Si la sierra materna fuera una ficción o una
abstracción o una alucinación, podrían coincidir la pupila del espectador segoviano y la mía.
Pero la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa,
fatalmente, en el universo. Aquélla y éste son correlativos, y como no se puede inventar la
realidad, tampoco puede fingirse el punto de vista.

La verdad, lo real, el universo, la vida -como queráis llamarlo- se quiebra en facetas


innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha
sabido ser fiel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna seducción de cambiar su retina por
otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo. Y viceversa: cada hombre tiene una
misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo
ve otra. Somos insustituibles, somos necesarios (…). Dentro de la humanidad cada raza, dentro
de cada raza cada individuo es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un
tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles. La realidad, pues, se ofrece
en perspectivas individuales.

El espectador (1927), J. Ortega y Gasset.

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