Textos 1r Trimestre (CAS)
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La verdad científica, la verdad física, posee la admirable cualidad de ser exacta, pero es
incompleta y penúltima. No se basta a sí misma. Su objeto es parcial, es sólo un trozo del
mundo y además parte de muchos supuestos que da sin más por buenos; por tanto no se apoya
en sí misma, no tiene en sí misma su fundamento y raíz, no es una verdad radical. Por ello
postula, exige integrarse en otras verdades no físicas ni científicas que sean completas y
verdaderamente últimas. Donde acaba la física no acaba el problema; el hombre que hay detrás
del científico necesita una verdad integral, y, quiera o no, por la constitución misma de su vida,
se forma una concepción completa del universo. Vemos aquí en clara contraposición dos tipos
de verdad: la científica y la filosófica. Aquella es exacta pero insuficiente; ésta es suficiente
pero inexacta.
Qué es filosofía (1929), Ortega y Gasset.
En relación con todos los sentidos en general ha de entenderse que «sentido» es la facultad
capaz de recibir las formas sensibles sin la materia al modo en la cera recibe la marca del anillo
sin el hierro ni el oro: y es que recibe la marca de oro o de bronce pero no en tanto que es de
oro o de bronce. A su vez y de manera similar, el sentido sufre también el influjo de cualquier
realidad individual que tenga color, sabor o sonido, pero no en tanto que se trata de una realidad
individual, sino en tanto que es de tal cualidad y en cuanto a su forma. El órgano primario es,
por su parte, aquel en el cual reside semejante potencia [«facultad»].
§ 15. Los pasos por los cuales la mente alcanza distintas verdades. Inicialmente los sentidos
dan entrada a ideas particulares y llenan el receptáculo hasta entonces vacío, y la mente,
familiarizándose poco a poco con algunas de esas ideas, las aloja en la memoria y les da
nombres. Después, procediendo más adelante, la mente las abstrae, y poco a poco aprende el
uso de los nombres generales. De este modo, la mente llega a surtirse de ideas y de lenguaje,
los materiales propios para ejercitar su facultad discursiva [lógica, racional], y el uso de la
razón aparece a diario más visible, a medida que esos materiales, que la ocupan, aumentan.
Pero aunque habitualmente la adquisición de ideas generales, el empleo de palabras generales
y el uso de la razón tengan un desarrollo simultáneo, no veo que en modo alguno se pruebe por
eso que esas ideas sean innatas.
He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies,
que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas
comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en
nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines
filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o denominación general.
Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas impresiones,
empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión,
pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos,
o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas,
que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia cuando reflexionamos
sobre las sensaciones o movimientos arriba mencionados.
La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo
puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces.