El desarrollo del activismo autodenominado
“Pro-Vida” en Argentina, 1980-2014
José manuel morán Faúndes*
Resumen: La jerarquía católica y algunas
iglesias evangélicas se han erigido como fuertes actores opositores a los derechos sexuales y
reproductivos en América Latina. Junto a éstas, diversas ong autodenominadas “Pro-Vida”
han comenzado a adquirir protagonismo en este
activismo conservador, operando en la arena de
la sociedad civil de maneras que trascienden lo
religioso. El presente artículo tipifica las dinámicas de configuración de estas organizaciones
en Argentina. Mediante el análisis de 140
ong, propone una distinción analítica de tres
olas por las cuales éstas habrían atravesado,
considerando las transformaciones en sus estrategias de incidencia e identidades públicas.
Abstract: The Catholic hierarchy and certain
evangelical churches have emerged as strong
opponents of sexual and reproductive rights in
Latin America. Moreover, various ngos calling
themselves Pro-Life have begun to play a key
role in this conservative activism, operating in
the arena of civil society in ways that transcend
religion. This article describes the dynamic configuration of these organizations in Argentina.
Through the analysis of 140 ngos, it proposes
an analytical distinction of the three stages they
have undergone, considering the changes in
their advocacy strategies and in their public
identities.
Palabras clave: conservadurismo, religión, “Pro-Vida”, sociedad civil, sexualidad, Argentina.
Key words: conservatism, religion, Pro-Life, civil society, sexuality, Argentina.
L
a sexualidad constituye un campo dinámico sujeto a transformaciones constantes. A los modelos que asumían lo sexual exclusivamente
dentro de los límites de la heterosexualidad, la conyugalidad, la monogamia y la procreación, se han impuesto en las últimas décadas formas
que se han desanclado de mandatos reproductivos y matrimoniales. La
masificación de nuevas tecnologías reproductivas y no reproductivas desarrolladas en las últimas décadas ha incitado transformaciones radicales
en las prácticas sexuales generalizadas en nuestras sociedades (Plummer,
2003). Asimismo, las luchas iniciadas en la década de los años setenta por
sectores excluidos de la ciudadanía con base en su género y expresiones
* Doctor en Estudios Sociales de América Latina por la Universidad Nacional de
Córdoba. Docente visitante, Universidad de Antofagasta, con apoyo del Programa mece
Educación Superior. Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de Córdoba. Temas de especialización: género, sexualidad, movimientos conservadores. Caseros 311, primer piso, 5000, Córdoba, Argentina.
D. R. © 2015. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología 77,
núm. 3 (julio-septiembre, 2015): 407-435. México, D.F. ISSN: 0188-2503/15/07703-03.
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sexuales, organizados en torno de las agendas de los feminismos y la
diversidad sexual, han logrado politizar la sexualidad y validar nuevos paradigmas que desplazan lo sexual desde el terreno de lo natural y lo dado
hacia el plano del poder (Femenías, 2009; Pecheny y De la Dehesa, 2009).
Codificadas bajo la noción de los derechos sexuales y reproductivos,
los feminismos y la diversidad sexual han buscado consolidar una agenda
sexual superadora tanto de los marcos jurídicos que han instituido un
orden legal discriminatorio, como de las estratificaciones sociales basadas
en una jerarquía sexual excluyente (Bellucci, 1997; Miller, 2000). Bajo
su alero confluyen diversas demandas como la legalización del aborto,
el matrimonio entre personas del mismo sexo, el acceso a métodos anticonceptivos modernos, el reconocimiento de cuerpos e identidades
desmarcadas del binario hombre/mujer, entre muchas otras.
En América Latina, la agenda de los derechos sexuales y reproductivos ha puesto en entredicho la hegemonía del orden sexual defendido
por los sectores más tradicionalistas. Entre estos últimos, los asociados
con la jerarquía de la Iglesia católica, así como con las facciones más conservadoras del protestantismo, han comenzado a ver cuestionadas sus más
profundas convicciones en torno de la moral sexual. En este escenario,
estos sectores religiosos han reaccionado buscando impactar políticamente
con el fin de frenar el avance de las agendas feministas y de la diversidad
sexual (Htun, 2003; Vaggione, 2005; Jones y Vaggione, 2012). Así, lejos de
cumplirse los presagios de las teorías de la secularización que auguraban
el debilitamiento y/o privatización de la religión en la modernidad, las
religiones se han “desprivatizado” y mantenido un rol protagónico en la
política contemporánea (Casanova, 1994). La religión ha devenido en un
actor clave en el delineamiento de ciertas políticas, y es precisamente en
la política sexual donde su presencia se ha intensificado en los últimos
años (Vaggione, 2009).
Pese a este rol protagónico que juegan la jerarquía católica y algunas
iglesias evangélicas en la oposición a la agenda de los derechos sexuales
y reproductivos en América Latina, desde los años ochenta se ha venido
conformando un activismo en rechazo a las demandas de los feminismos
y movimientos por la diversidad sexual que trasciende el actuar de estas
iglesias (Vaggione, 2005; Dides, 2006; Mujica, 2007; Soares Jurkewicz,
2011). Aunque no excluye a ciertos líderes religiosos, en este activismo
confluyen sectores académicos, actores parlamentarios, movimientos
laicos cristianos, agrupaciones civiles, entre otros, todos comprometidos
con una cosmovisión restrictiva de lo sexual.
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La diversidad de actores que hacen parte de este activismo ha tendido
a confluir bajo el rótulo de “Pro-Vida”, emulando a las agrupaciones “ProLife” conformadas en Estados Unidos durante los años setenta (Luker,
1984). Bajo esta nominación autoimputada, estos actores sostienen una
agenda común centrada en la defensa de un orden sexual conservador,
basado en la heterosexualidad, el matrimonio, la monogamia y la reproducción. Así, más allá de sus alianzas y rupturas, si la política de los
feminismos históricamente ha buscado abolir el sistema patriarcal de
dominación y poder, mientras los movimientos por la diversidad sexual
han deconstruido los códigos heteronormativos sedimentados en nuestras
sociedades, los actores autodenominados “Pro-Vida” se han orientado en
una dirección contraria. De este modo, han conformado lo que podemos
denominar como un “activismo heteropatriarcal”. Al enfatizar la característica heteropatriarcal de su agenda, este concepto permite observar
cómo su política sexual se orienta a reproducir estos sistemas de poder
basados en relaciones asimétricas de género y sexualidad. Sostienen desde
aquí políticas de dominación masculina y heterosexual, confinando a las
mujeres al espacio de lo reproductivo y a las expresiones no heterosexuales a lugares marginales del tejido social.
Por otro lado, enfatizar la idea de “activismo” permite dar cuenta de
un fenómeno caracterizado por una intensa dedicación al impacto de la
vida pública. Bien se podría objetar que en una región fuertemente
heredera de códigos patriarcales y heteronormativos como es América
Latina se torna difícil caracterizar a estos sectores desde los sistemas
de poder que reproducen, ya que toda la cultura hegemónica posee
elementos heteropatriarcales, y éstos no serían exclusivos de estos actores. Sin embargo, la caracterización de estos sectores como un activismo
heteropatriarcal busca destacar que, más allá de la transversalidad con
que estos dos sistemas de poder han permeado históricamente la cultura
latinoamericana, estos actores transforman al patriarcado y la heteronormatividad en una agenda de intervención política y social.1 No se trata
de que toda configuración patriarcal y/o heteronormativa sea parte de su
agenda, sino de comprender que ésta se configura a través de elementos
heteropatriarcales que buscan ser inscritos en el orden político.
1 Recupero esta idea del trabajo de Juan Marco Vaggione (2010), quien señala que
una característica relevante de los fundamentalismos religiosos es que éstos transforman
al patriarcado en un eje de intervención política.
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Si bien los actores que actualmente confluyen en la defensa de esta
política sexual conservadora son diversos, una de las formas de acción
estratégica más relevantes que ha adquirido el activismo heteropatriarcal
en los últimos años ha sido la conformación de organizaciones no gubernamentales (ong). Aunque la religión continúa teniendo influencia en
el ámbito de la generación de políticas sexuales, el accionar de diversas
ong autodenominadas “Pro-Vida” ha resultado un enclave priorizado
en la oposición a los derechos sexuales y reproductivos, sosteniendo una
política sexual en consonancia con las de las iglesias conservadoras, pero
apelando a acciones, formas de presentarse públicamente y legitimidades
distintas a las de estas últimas (Vaggione, 2005; Mujica, 2007; Morán
Faúndes, 2011; Sgró Ruata, 2011; Peñas Defago y Morán Faúndes, 2014).
Pese al auge de las ong autodenominadas “Pro-Vida” en la región, han
sido escasas las investigaciones que han abordado este fenómeno. En
contraste con la amplia literatura estadounidense que ha analizado los
orígenes y las bases de estas organizaciones (Petchesky, 1984; Luker, 1984;
Saltzman Chafetz y Dworkin, 1987), sus estrategias (Krishnan y Den Dulk,
2002; Hoover y Den Dulk, 2004; Meyer y Staggenborg, 2008; Fetner,
2008; Munson, 2008; Blee y Creasap, 2010), su composición (Wilcox y
Gómez, 1990; Cuneo, 1995; Maxwell y Jelen, 1996), entre otros ejes, en
América Latina los estudios acerca de estos actores son aún incipientes.
En general, si bien la literatura regional no ha ignorado la relevancia
de estas organizaciones como nuevos actores políticos, ha tendido a
focalizarse mayormente en la acción y los discursos vinculados con las
iglesias y lo religioso en torno de las políticas sexuales (Htun, 2003; Dides, 2006; Jones y Cunial, 2012; Carbonelli, Mosqueira y Felitti, 2011;
Esquivel, 2013), relegando a un segundo plano las formas de organización
y acción estratégica específicas de las organizaciones autodenominadas
“Pro-Vida”.2
Tomando esto en consideración, en el presente artículo reconstruyo
las dinámicas de configuración de estas ong en Argentina. Para dichos
efectos, destaco en un primer momento las implicaciones del uso de la
sociedad civil para este activismo, para luego profundizar en las transformaciones estratégicas que han adoptado a lo largo de su desarrollo
desde la década de los años ochenta hasta la actualidad. En este sentido,
2 En contraste, los trabajos de Vaggione (2005), Mujica (2007), Sgró Ruata (2011)
y Peñas Defago y Morán Faúndes (2014) han avanzado en profundizar ciertos aspectos
teóricos y empíricos de estas ong.
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“Pro-vida”
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propongo una distinción analítica de tres momentos u olas por las cuales
estas organizaciones habrían atravesado.
Esta investigación fue realizada mediante el uso de metodologías
cualitativas y cuantitativas. Las fuentes primarias consultadas fueron:
a) entrevistas en profundidad a 13 miembros de ong autodenominadas
“Pro-Vida” en Argentina realizadas entre 2010 y 2014; b) sitios web de las
ong bajo estudio, y c) material documental e informativo producido por
estas ong. Se realizó además una revisión de prensa escrita nacional, de
los diarios Clarín, Página 12 y La Nación, entre los años 2000 y 2011. A
partir de los datos generados, se efectuó además un mapeo de ong, complementándolo con un rastreo on line mediante descriptores específicos
de búsqueda y la aplicación de la técnica de bola de nieve para acceder
a otras organizaciones que no fueron halladas en la primera exploración.
las ong autodenominadas “Pro-vida” y la Priorización
de la arena de la sociedad civil
La conformación de ong abocadas a la defensa de una política sexual
conservadora ha representado una estrategia priorizada en los últimos
años por el movimiento autodenominado “Pro-Vida”. En Argentina, si
bien los líderes católicos y de algunas iglesias evangélicas ejercen presiones directas sobre los sectores políticos con el fin de participar en la
diagramación de las políticas sexuales (Htun, 2003; Jones y Cunial, 2012;
Soares Jurkewicz, 2011), las ong alineadas con la agenda sexual de estas iglesias han cobrado un fuerte protagonismo en las últimas décadas
(Vaggione, 2005). Mediante estrategias de lobby (González Ruiz, 2006;
Mujica, 2007), convocatorias a marchas y actos públicos (Sgró Ruata,
2011; Rabbia e Iosa, 2011), acciones de judicialización (Vaggione, 2009;
Peñas Defago y Morán Faúndes, 2014), entre otras, estas organizaciones
han buscado frenar el avance de la agenda de los derechos sexuales y
reproductivos desde la arena de la sociedad civil.
A diferencia de otras organizaciones no lucrativas, como las universidades, las agrupaciones deportivas, los sindicatos o las iglesias, esto
es, organizaciones preocupadas primordialmente por los intereses de
su propia membresía, las ong pueden ser consideradas, independientemente de su estatus jurídico, como redes de ciudadanos/as libremente
asociados/as que carecen de autoridad estatal y que persiguen un bien
que presentan como común o público (Berger, 2003). Así, las ong
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José manuel morán Faúndes
autodenominadas “Pro-Vida” representan actores que se presentan en
el espacio público como representantes de intereses que se asumen a
sí mismos como relevantes para el conjunto social. En este contexto, el
activismo heteropatriarcal ha configurado una movilización que se debate políticamente mediante un fuerte accionar de ong alineadas con
la política sexual defendida por las iglesias conservadoras, pero que se
presentan públicamente como defensoras de intereses que van más allá
de los de la comunidad religiosa. De este modo, este proceso responde a
una estrategia de movilización colectiva que busca trascender lo eclesial
y legitimarse como una forma de participación democrática capaz de
lograr un mayor impacto social y político.
En un contexto regional de transformaciones sociales en el que la sociedad civil ha adquirido un creciente protagonismo, la presencia de ong
responde a una forma en la que el activismo heteropatriarcal se adapta
a los contextos propios de las democracias latinoamericanas contemporáneas. Como señala Nuria Cunill Grau, el actual protagonismo de la
sociedad civil radica en su capacidad para movilizar “sectores sociales y a
la opinión pública en temas de interés público para influir en la dirección
de las políticas […] teniendo como base a la propia democracia” (2007:
120). Así, la conformación de ong autodenominadas “Pro-Vida” supone
una forma directa de actuar mediante el uso de los canales abiertos y
legitimados tras los procesos post-dictatoriales. Con esto, la incidencia
política de estos sectores se sitúa en un terreno propiamente democrático, a partir de una imagen y una legitimidad distintas a las que pueden
tener en ocasiones los líderes religiosos u organizaciones civiles que velan
principalmente por los intereses de su membresía.
En ciertos contextos, este desplazamiento que logran algunas de
estas ong, que se desanclan de la imagen proyectada socialmente por
las iglesias, les permite incluso apelar a discursos que podrían ser fácilmente cuestionados en caso de ser emitidos por líderes religiosos. Por
ejemplo, en el caso argentino la jerarquía de la Iglesia católica ha sido
cuestionada ampliamente por su colaboración con la última dictadura
militar (1976-1983). Algunas de dichas ong, a pesar del vínculo y la
articulación que mantienen con esta iglesia, han comenzado a sostener
estratégicamente su política sexual conservadora a partir de argumentos
basados en retóricas vinculadas con la condena a las violaciones a los
derechos humanos ocurridas durante la dictadura (Felitti, 2011; Gudiño
Bessone, 2012). Su forma de presentarse públicamente como entidades
disociadas de determinados sectores religiosos cuestionados por sus roles
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en los procesos antidemocráticos les permite proyectar una imagen alejada, al menos de manera parcial, de estas controversias. De este modo,
se acoplan a los marcos discursivos en los que se construyen actualmente
algunas democracias latinoamericanas, al usar las narrativas de derechos
humanos como una estrategia orientada más a promover su moral sexual
que a comprometerse con los procesos de condena a las dictaduras.
Usando el terreno de la sociedad civil como arena de disputa e incidencia política, las ong autodenominadas “Pro-Vida” se mueven en
campos de acción diversos e impactan en múltiples espacios de la vida
social y política. Así, analizar las formas que adoptan estas organizaciones
en el espacio público argentino es una tarea compleja, ya que las estrategias, los ámbitos de intervención y las formas de presentarse públicamente
que han adoptado son múltiples.
el desarrollo de las ong autodenominadas
en argentina: las tres olas
“Pro-vida”
Si bien la presencia pública de las ong autodenominadas “Pro-Vida” ha
tomado relevancia, en especial tras la politización que han adquirido
en la última década algunos temas como el aborto3 o el matrimonio
igualitario,4 sus orígenes en Argentina son anteriores a la inscripción de
estos temas en la agenda pública. Durante la década de los años ochenta, los movimientos feministas y por la diversidad sexual comenzaban a
adquirir lentamente protagonismo en la vida social y política local, con
agendas marcadas por la lucha por la igualdad de género y la prevención
del vih/sida, respectivamente. Otros temas, como la legalización del aborto o los derechos de la diversidad sexual, no entrarían de manera fuerte
en la agenda de estos movimientos sino hasta las décadas posteriores
(Brown, 2008; Pecheny y De la Dehesa, 2009).
En estos contextos, se comenzarían a configurar también las primeras ong autodenominadas “Pro-Vida” en el país. Si bien algunas de
éstas fueron fundadas en la primera mitad del siglo xx, sus agendas en
ese entonces aún no se centraban necesariamente en temas de sexuali3
En Argentina el aborto es ilegal, salvo en determinados casos de no punibilidad
contemplados en el artículo 86 del Código Penal, a saber: para evitar un peligro para la
vida o la salud de la mujer y/o si el embarazo proviene de una violación.
4 En 2010 fue aprobada en Argentina la ley que habilitó el matrimonio entre parejas
del mismo sexo, tras un intenso periodo de politización y debate.
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dad. Como indican Fortunato Mallimacci y Verónica Giménez Béliveau
(2007), en las décadas de los años veinte y de los años treinta el Vaticano promovió lo que denominó como “catolicismo integral”, esto es, un
llamado a la comunidad de fieles a ocupar espacios políticos, sindicales,
universitarios, profesionales, entre otros, llevando el catolicismo a toda
la sociedad. En este marco nacen en Argentina organizaciones como el
Consorcio de Médicos Católicos (Buenos Aires, 1929) o la Corporación
de Abogados Católicos (Buenos Aires, 1935), con el fin de promover el
catolicismo en espacios profesionales. Recién a finales del siglo xx, estas
ong se incorporarían al naciente activismo autodenominado “Pro-Vida”
adaptando sus agendas en consonancia con la priorización de la agenda sexual que comenzó a impulsar el Vaticano en este periodo. Así, las
agendas de estas organizaciones mutaron, adaptándose a los propósitos
del naciente movimiento.
Otras de las actuales ong autodenominadas “Pro-Vida”, si bien se
crearon durante la última dictadura militar (1976-1983), no se constituirían sino hasta retornada la democracia en 1983. Así, el desarrollo
de estas ong no ha sido lineal ni unívoco, sino que se ha acomodado de
diversos modos a los procesos sociopolíticos que ha atravesado el contexto
local. La gráfica 1, en la siguiente página, muestra de modo general su
desarrollo en Argentina. Tras un mapeo general, fueron halladas 140
ong autodenominadas “Pro-Vida” en el país, la mayoría de las cuales
permanece vigente. Entre éstas, se logró relevar la información del año
de la fundación de 63.6% del total de las organizaciones mapeadas.
Frente al incipiente proceso de creación de ong entre los años ochenta
y noventa, a partir del siglo xxi se acentúa esta dinámica, precisamente en
un periodo en el que la demanda por el aborto legal ingresó con mayor
fuerza en la agenda política y en el que se aprobaron una serie de iniciativas favorables a los derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, a
partir de 2010 se observa una virtual “explosión” de ong, muchas de las
cuales se formaron como reacción ante el debate en torno del matrimonio
igualitario aprobado dicho año.
Es posible pensar en al menos tres grandes fases u olas a partir de
las cuales se han desarrollado las ong autodenominadas “Pro-Vida” en
Argentina si consideramos el tipo de acciones estratégicas privilegiadas
por éstas: una primera ola enmarcada en los años ochenta y principios
de los noventa, asociada con acciones culturales y asistenciales orientadas
principalmente a oponerse al aborto; una segunda que va desde el inicio
de los años noventa hasta 2010, vinculada con la adopción de estrategias
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de incidencia política y una complejización de sus identidades públicas,
y una tercera ola que surge en 2010 y perdura hasta hoy, caracterizada
por la creación de espacios de federalización de estas organizaciones.
Lo que marca la distinción entre cada ola no es una ruptura radical con
las anteriores, sino el surgimiento de nuevas formas de identificación y
acción estratégica, o la intensificación de modos de acción que en etapas
anteriores eran marginales o excepcionales. De este modo, en cada ola
siguen apareciendo organizaciones con características similares a las de
las fases anteriores, pero se conforman además otras con modos de operar
distintos a los observados previamente.
gráFica 1
Fundación de ong autodenominadas “Pro-vida” en argentina,
según quinquenios (valores absolutos)
35
32
30
25
20
14
15
10
13
10
6
5
5
5
4
0
Antes de
1980
1980-1984 1985-1989 1990-1994 1995-1999 2000-2004 2005-2009 2010-2014
N=89 (ong a las que se accedió a su fecha de fundación).
Fuente: Elaboración propia.
Primera ola: las primeras
ong
y su impacto cultural y asistencial
Tras la experiencia estadounidense de conformación del movimiento
“Pro-Life” en los años setenta, se configurarían en los años ochenta
las primeras ong argentinas autoidentificadas como “Pro-Vida”, como
ProFamilia (Buenos Aires, 1983), Movimiento Familia y Vida (Tucumán,
1983), Grávida (Buenos Aires, 1989), ProVida San Luis (San Luis, 1989),
Fundación Argentina del Mañana (Buenos Aires, 1989) y Portal de Belén
(Córdoba, 1991). Estas primeras ong concentraron centralmente sus
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José manuel morán Faúndes
acciones en la temática del aborto. En una época en la que la interrupción
del embarazo aún no ingresaba de manera fuerte en la agenda pública,5
estas organizaciones conservadoras surgieron de un modo “preventivo”,
contrariamente a lo ocurrido en Estados Unidos, donde las organizaciones “Pro-Life” habían sido creadas en un momento de alta politización
del tema (Munson, 2008). Sólo a partir de principios del siglo xxi los
temas asociados con la diversidad sexual ingresarían en la agenda de
estas organizaciones de manera más fuerte, en consonancia con los incipientes debates que comenzaron a gestarse públicamente en torno de
estas temáticas.6
En términos generales, las primeras ong autodenominadas “Pro-Vida”
intentaron defender su posición mediante la búsqueda de impactos de
carácter simbólico y cultural, orientados a incidir sobre las opiniones,
percepciones, ideas y creencias sociales vinculadas con la sexualidad, la
reproducción y las prácticas en estos ámbitos. La Fundación Argentina
del Mañana, creada con el objetivo de influir en los contenidos programáticos de los medios de comunicación, es un ejemplo paradigmático de
esto. Mediante diversas estrategias, como el envío de cartas a canales
de televisión, presentaciones al Comité Federal de Radiodifusión
(Comfer), o el establecimiento de alianzas con las empresas auspiciantes
de ciertos programas televisivos, esta ong durante más de 20 años ha
buscado incidir en los contenidos de los medios de comunicación de Argentina, intentando acomodar los mismos a los lineamientos de la moral
sexual católica e impactar en las subjetividades de la población.
Otras acciones estratégicas llevadas a cabo por las primeras ong
autodenominadas “Pro-Vida” se enfocaron en labores vinculadas con la
asistencia de sectores poblacionales específicos, principalmente a mujeres
embarazadas de escasos recursos, con el fin de evitar que aborten. En
un contexto latinoamericano en el que las políticas neoliberales de los
años ochenta comenzaban a quitarle protagonismo al Estado como una
entidad capaz de abastecer de ciertos servicios básicos a los sectores más
desfavorecidos de la población, políticas que serían aplicadas en Argentina
con especial fuerza durante el gobierno de Carlos Menem entre 1989 y
5 Aunque a finales de los años ochenta algunas organizaciones feministas argentinas
comenzaron a incluir el aborto en sus agendas, no fue sino hasta la década de los años
noventa que este tema se haría más visible en la agenda pública argentina (Bellucci,
1997; Brown, 2008).
6 En especial a partir del debate y la aprobación de la Ley de Uniones Civiles de la
Ciudad de Buenos Aires en 2003.
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“Pro-vida”
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1999, muchas ong autodenominadas “Pro-Vida” se presentaban a sí mismas como una alternativa ante la desprotección estatal. El asistencialismo
se transformaba así en una forma privilegiada por algunas de estas ong
para lograr un impacto social sobre sectores poblacionales específicos,
teniendo como fin principal no necesariamente el desarrollo de las personas asistidas o la superación de las condiciones de vulnerabilidad, sino
evitar que mujeres embarazadas recurriesen a un aborto. En palabras de
un militante de una de estas agrupaciones, entrevistado en el marco de
la presente investigación:
¿A quién vamos a ayudar nosotros, principalmente? Y ahí decidimos que
tenían que ser las mujeres más desamparadas […] Algunas mujeres pueden
necesitar casa, casa-comida, otras pueden necesitar atención médica, otras
pueden necesitar atención jurídica también, en fin. Otras, ir a conversar
con los padres para explicarles la situación y que tienen que recibir al hijo.
Otras, hablar con los patrones para que no las echen. Es decir, las problemáticas son diversas. Entonces, la idea es ser la mano amiga que necesita
cualquier mujer embarazada en situación de conflicto para que no aborte
(activista “Pro-Vida”, 2010).
En este contexto, agrupaciones como Grávida o Portal de Belén se crearían a finales de los años ochenta y principios de los noventa, al comienzo
de las reformas neoliberales de Menem, con el objeto de albergar y/o
asistir a mujeres embarazadas y evitar que abortasen.
Además, una notoria característica de las ong autodenominadas “ProVida” que surgieron en esta primera ola fue su fuerte impronta católica.
En un periodo en el que aún no se vislumbraba de manera importante
una militancia civil evangélica similar, las organizaciones creadas en los
años ochenta y principios de los noventa estuvieron fuertemente atravesadas por la retórica y la influencia de la jerarquía vaticana, y muchas se
presentaban en el espacio público como abiertamente católicas. Algunas
de éstas nacieron al amparo de organizaciones católicas internacionales
que comenzaron a operar en la región en los años ochenta. Human Life
International, una organización católica creada en Estados Unidos en
1981, fue una de las más importantes en este sentido. Entre sus objetivos institucionales se encuentra la capacitación de líderes que defiendan
la posición de la jerarquía católica en materia de sexualidad, así como la
promoción de organizaciones orientadas a estos mismos fines (Vida
Humana Internacional, 2011). Bajo su alero comenzaron a articularse
diversas organizaciones en distintos países de América Latina, todas con
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el común denominador de defender la moral sexual promovida desde el
Vaticano (González Ruiz, 2006; Mujica, 2007).
Por supuesto, no todas las ong autodenominadas “Pro-Vida” en
Argentina que se configuraron en los años ochenta fueron conformadas
dentro del circuito de Vida Humana Internacional. Sin embargo, esta organización contribuyó al auge de algunas ong y potenció el activismo de
otras, favoreciendo la conformación de una primera ola de organizaciones
que, en su mayoría, se adscribieron a una explícita identidad católica.
Segunda ola: incidencia política y nuevas identidades públicas
A diferencia de la etapa anterior, en esta segunda ola que se iniciaría
a mediados de los años noventa comenzaron a surgir organizaciones
autodenominadas “Pro-Vida” abocadas no sólo a impactar social y culturalmente, sino además políticamente, priorizando la incidencia en
espacios legislativos, ejecutivos, judiciales e incluso de política internacional.
La politización que comenzó a adquirir el tema del aborto a partir de
los años noventa en Argentina (Brown, 2008), en especial tras la creación
del grupo Madel (Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad) en
1994, así como la transnacionalización de los derechos sexuales y reproductivos, implicó una rearticulación de estas organizaciones con el fin de
contrarrestar el avance de los movimientos feministas y por la diversidad
sexual. Durante la década de los años noventa, las conferencias internacionales de Naciones Unidas (en especial la Conferencia Internacional
sobre Población y Desarrollo de 1994 y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995), en las que comenzaron a tratarse con fuerza
temas como la salud y los derechos sexuales y reproductivos, constituyeron instancias de alta priorización política y visibilización de las agendas
feministas (Álvarez, 1998). Estos espacios marcaron también un momento
de intensa movilización por parte de los sectores conservadores religiosos
a nivel global, que configuraron formas de activismo orientadas a resistir
el reconocimiento internacional de los derechos sexuales y reproductivos.
El Vaticano estableció en ese momento alianzas con algunos Estados que
apoyaron su política sexual (Argentina entre ellos). A esta articulación
se sumaron una serie de ong que desde ese entonces han apelado a un
activismo internacional en defensa de un modelo sexual restrictivo (Buss
y Herman, 2003). En este marco, surgieron en Argentina algunas ong
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el
desarrollo del activismo autodenominado
“Pro-vida”
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autodenominadas “Pro-Vida” que comenzaron un trabajo de incidencia
política en espacios internacionales. Así, por ejemplo, en 1994 se conformó en Buenos Aires la ong católica Familias del Mundo Unidas por la
Paz (Fampaz), que participaría en 1995 en la reunión preparatoria para
la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing, representando la posición católica contraria al reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos.
Del mismo modo, a partir de los años noventa y comienzos del siglo
xxi empezaron a conformarse una serie de ong a lo largo del país que
incorporaron entre sus acciones estrategias de impacto local en espacios
políticos de toma de decisión. Estas organizaciones comenzaron paulatinamente a desarrollar acciones de lobby, seguimiento de proyectos de
ley, asesoramiento a legisladores/as provinciales y nacionales, recolección
de firmas con el fin de solicitar la modificación de determinadas leyes o
políticas, e incluso la presentación de candidaturas a cargos de elección
popular. ong como la Unión de Entidades por una Vida Más Humana
(Mendoza, 1995), S.O.S. Vida (Chaco, 1998), Pro-Vida (Buenos Aires,
2000), la Fundación 25 de Marzo (Córdoba, 2002), el Centro de Bioética,
Persona y Familia (Buenos Aires, 2009), entre muchas otras, constituyen
sólo algunos ejemplos de esto. Además, en esta etapa algunas de las
organizaciones fundadas en los años ochenta y principios de los años
noventa rearticularon sus estrategias con el fin de incorporar la acción
política entre sus actividades, como en los casos de Portal de Belén, la
Fundación Argentina del Mañana o ProFamilia.
Además del impacto en espacios políticos de toma de decisión, a comienzos del siglo xxi algunas organizaciones comenzaron a desarrollar
estrategias de judicialización. La reforma constitucional de 1994 habilitó
por primera vez a organizaciones civiles a interponer acciones judiciales
bajo la figura del amparo colectivo (Peñas Defago, 2010). A partir de
esto, y especialmente tras la finalización del gobierno de Carlos Menem,
la judicialización comenzaría a ser extensamente utilizada por diversas
ong autodenominadas “Pro-Vida”, con el fin de congelar la aplicación de
determinadas políticas o de evitar el acceso a ciertos derechos sexuales
y reproductivos garantizados por ley (Peñas Defago y Morán Faúndes,
2014).
Como señala Mala Htun (2003), en América Latina las ventanas de
oportunidades para la aprobación de políticas favorables a los derechos
sexuales y reproductivos se suelen dar en contextos políticos de tensión
entre la jerarquía vaticana y el gobierno de turno. Si en los años noven-
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ta las políticas públicas y las legislaciones en materia sexual estuvieron
por lo general marcadas por una impronta conservadora en virtud de
la alianza entre la jerarquía católica y el gobierno de Menem, la ruptura
de esa alianza en la siguiente década (en especial durante el mandato de
Néstor Kirchner) implicó un giro en la política sexual argentina, favorable
a la agenda de los derechos sexuales y reproductivos. Aunque muchas
de las demandas de los feminismos y los movimientos por la diversidad
sexual aún siguen pendientes, la promulgación de la Ley de Salud Sexual
y Procreación Responsable en 2002, la aprobación en 2006 de las leyes
de contracepción quirúrgica y de educación sexual integral, la promulgación del matrimonio igualitario en 2010, la aprobación de la Ley de
Identidad de Género en 2012, entre otros, son algunos ejemplos de los
avances en materia de género y sexualidad que ha vivido Argentina en
los últimos 10 años. En este panorama, diversas ong autodenominadas
“Pro-Vida”, como Portal de Belén, la Fundación 25 de Marzo, Mujeres
por la Vida, el Consorcio de Médicos Católicos, la Corporación de Abogados Católicos, ProFamilia, Vitam, entre muchas otras, comenzarían
a privilegiar un fuerte proceso de judicialización contra los derechos
sexuales y reproductivos ante la pérdida de las alianzas con el poder
ejecutivo nacional.
La segunda ola del activismo autodenominado “Pro-Vida”, iniciada
a partir de los años noventa, marca también un desplazamiento en términos de las identidades públicas que asumen estas ong. Algunas de
éstas comenzarían a identificarse con sectores poblacionales puntuales,
especialmente bajo las categorías de “jóvenes” y/o “mujeres”. En este
marco nacieron organizaciones como la Fundación Argentina para la
Mujer (Buenos Aires, 1998), el Movimiento Cívico de Mujeres (Buenos
Aires, 1999), Jóvenes por la Vida (Buenos Aires, 2003), Jóvenes Autoconvocados por la Vida (Córdoba, 2004), entre otras. En el caso específico
de las ong autodenominadas “Pro-Vida” que se presentan en el espacio
público como organizaciones de mujeres, la estrategia toma la forma de
una resistencia a los discursos feministas y a la inscripción de la mujer
como el sujeto político histórico de estos movimientos. Estas organizaciones, sin embargo, asumen una visión de las mujeres y los hombres que
tiende a establecer diferencias esencialistas entre ambos. Así, promueven
un discurso de igualdad en términos de oportunidades, pero reproducen
la desigualdad de género mediante estereotipos basados en la idea de la
mujer como menos racional que el hombre y destinada a la maternidad
y la crianza.
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“Pro-vida”
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Muchas de las ong de mujeres autodenominadas “Pro-Vida” han incluido entre sus acciones estratégicas intervenciones en los Encuentros
Nacionales de Mujeres Autoconvocadas que se realizan desde 1986 en
Argentina.7 Siguiendo las directrices emanadas desde la misma jerarquía católica local (Tarducci, 2005), miembros de organizaciones como
la Comisión de Defensa de la Vida, fundada en Jujuy en 1993, o la ong
Vitam de Mendoza, han participado de diversos modos en estos espacios.
El giro en las identidades públicas de estas ong también estuvo
marcado por transformaciones respecto de la identificación religiosa de
las mismas. Por un lado, en esta segunda ola comenzaron a crearse las
primeras organizaciones que reunirían en su seno no sólo a activistas
católicos/as, sino también a evangélicos/as conservadores/as. Incluso algunas comenzaron a surgir bajo una específica identidad religiosa evangélica, como fue el caso de la Asociación Argentina de Abogados Cristianos,
creada en 2001, o la ong Plan 1.5 (Córdoba, 2009). Sin embargo, las
agrupaciones específicamente evangélicas son aún minoritarias dentro
de este activismo, como se observa en la gráfica 2, en la siguiente página.
Las transformaciones en la identidad pública confesional también
se han traducido, en algunos casos, en borrar toda identificación con lo
religioso. Si en la primera ola, salvo escasas excepciones, la gran mayoría de las organizaciones autodenominadas “Pro-Vida” se autodefinían
como católicas, en las décadas siguientes comenzaron a surgir una serie
de ong desligadas de una identidad públicamente confesional. Son los
casos de la Asociación Civil PorVenir (Santa Fe, 2004), Elegimos la Vida
(Buenos Aires, 2005), el Centro de Bioética, Persona y Familia (Buenos
Aires, 2009), entre muchas otras.
De este modo, hoy en Argentina las organizaciones autodenominadas
“Pro-Vida” se presentan en el espacio público de manera heterogénea,
algunas apelando a una explícita identidad confesional, sea católica o
evangélica, o bien a una identidad desligada de lo religioso, como se
observa en la tabla 1, en la siguiente página.
Sin embargo, la presencia de ong autodenominadas “Pro-Vida” basadas
en la fe y de otras carentes de identificación religiosa no debe reducirse a
un simple binario religioso/secular. Las formas en las que la religión atraviesa a estas agrupaciones son complejas. Observando la conexión entre las
7 Estos encuentros han sido organizados por grupos feministas en distintos lugares
del país. Como documenta Mónica Tarducci (2005), fue en el encuentro de 2002 realizado en la ciudad de Salta cuando por primera vez se pudo observar la presencia de
mujeres católicas dispuestas a imponer una visión moral conservadora en los talleres.
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José manuel morán Faúndes
gráFica 2
ong autodenominadas “Pro-vida” en
argentina,
según identidad religiosa Pública
Evangélica
10.2%
Sin dato
3.4%
Católica
86.4%
N=59 (ong con identidad religiosa pública).
Fuente: Elaboración propia.
tabla 1
identidad religiosa Pública de ong autodenominadas “Pro-vida”
n
%
Con identidad religiosa pública
59
42.1
Sin identidad religiosa pública
32
22.9
Sin dato
49
35.0
Total
140
100
N=140. Fuente: Elaboración propia
identidades públicas institucionales que adquieren estas organizaciones en
esta segunda ola, y la religiosidad de sus miembros y dirigentes, es posible
sistematizar esta relación en tres grandes categorías analíticas:
1. “Religiosidad institucionalizada”: estas ong corresponden a aquellas cuyos miembros se adscriben a una religión específica que se plasma
explícita y públicamente como una característica identitaria de la organi-
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desarrollo del activismo autodenominado
“Pro-vida”
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zación. Tal es el caso de las organizaciones exclusivamente católicas que
comenzaron a adscribirse al movimiento en su primera ola, y de aquellas
que siguieron este modelo luego de los años ochenta, como Fundar, el
Consorcio de Médicos Católicos, la Corporación de Abogados Católicos, la
Fundación 25 de Marzo, el Centro de Investigaciones de la Problemática
Familiar, entre otras. En el plano evangélico, por su parte, se encuentran
organizaciones como la Asociación Argentina de Abogados Cristianos,
Mujeres Cristianas Marplatenses Alfa, o la Fundación Red Para el Mundo.
2. “Religiosidad interiorizada”: corresponden a aquellas ong cuya
membresía y/o dirigentes se adscriben a una religión específica y están
comprometidos/as con las líneas de ésta en materia de política sexual,
a pesar de que la identidad pública de la organización no se presenta
como religiosa. Dado esto, la denominación “religiosidad interiorizada”
se refiere al uso de una identidad institucional secular que se conecta con
una concreta religiosidad interna de la membresía. En esta clasificación es
posible encontrar organizaciones como el Centro de Bioética, Persona y
Familia, por ejemplo. Esta organización se suele presentar públicamente
como una ong asociada con el campo de la ciencia y el derecho, y los
discursos que esgrimen sus miembros en los espacios de incidencia política remiten por lo general a elementos exclusivamente seculares. Sin
embargo, esta ong fue creada y es dirigida por militantes del Movimiento Fundar, una organización reconocida por el arzobispado de Buenos
Aires y conformada exclusivamente por católicos/as que “trabajan en la
evangelización de la cultura” (Lafferriere, s/f). Así, pese al compromiso de
los/las dirigentes de esta ong con la visión y posición de la jerarquía
de la Iglesia católica, lo confesional muchas veces es minimizado en el
momento de presentarse en el ámbito público, consecuentemente con la
idea de “secularismo estratégico” presentada por Juan Marco Vaggione
(2005). En este concepto, se asume que la adopción de una posición secular responde a una estrategia para lograr una mayor incidencia en el debate político y penetrar espacios que difícilmente podrían ser permeados
por un discurso basado expresamente en la fe y los dogmas religiosos.
Así, muchas ong que se encuentran en esta categoría tienden a ocultar
estratégicamente en el espacio público el elemento religioso que congrega a su membresía, con el fin de lograr un mayor impacto político. Sin
embargo, también se encuentran aquí otras organizaciones que tienen
una identidad institucional secular, pero cuyos militantes no necesariamente esconden sus creencias personales en el momento de presentarse
en el espacio público, sino que la desplazan a un segundo plano para
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privilegiar argumentaciones seculares, tal como indica un militante de
una de estas ong:
Vimos que nuestra intervención en cuanto laicos podía estar sustentada en
una disciplina propia como es la bioética, que nos daba en los debates públicos una legitimación desde un saber específico interdisciplinario distinto
al rótulo de “católico”, que nunca se oculta. De hecho, verás que llevo una
crucecita en mi solapa y nunca la oculto […]. No es que sea una estrategia
de camuflar, claramente no. Es una estrategia de decidir aportar lo específico […]. Entonces, la verdad es que si yo como abogado o como jurista o
como especialista en bioética y derecho, tengo que ir a hablar al Congreso,
de hecho he ido muchas veces, voy desde ese lugar de argumentación (activista “Pro-Vida”, 2014).
3. “Des-identificación religiosa”: corresponde a las ong autodenominadas “Pro-Vida” que presentan una identidad institucional aconfesional
y cuya membresía no se adscribe a una única religión particular. Esto
no significa que representen agrupaciones ateas (de hecho, en Argentina no
existen ong autodenominadas “Pro-Vida” que se autoproclamen ateas),
sino que en estas ong el elemento religioso es minimizado en el plano
identitario tanto de la organización como de sus miembros, de tal modo
que la organización carece de identificación religiosa específica y admite
militantes provenientes de diversos cultos o que no profesan religión
alguna. Dado esto, este tipo de ong favorecen una suerte de “ecumenismo inclusivo” entre sus miembros, esto es, la participación de militantes
católicos y evangélicos, pero también de activistas sin una necesaria
adscripción religiosa. Organizaciones como Por-Venir (Santa Fe, 2003),
Jóvenes Autoconvocados por la Vida (Córdoba, 2004), o Elegimos la Vida
(Buenos Aires, 2005) son ejemplos de este tipo de ong. En palabras de
una activista perteneciente a una ong de este tipo:
[La organización] a la que yo pertenezco no tiene identidad religiosa ni política. Nosotros somos, hay miembros de profesión católica, evangélica, hay
chicos que no profesan religión […]. Qué quiero decirte con esto: hemos
entendido que el único requisito para entrar [a la organización] es entender
que la vida es un bien valorable que trasciende la fe que cada uno profesa
(activista “Pro-Vida”, 2012).
Estas tres categorías corresponden a tipos ideales cuyo fin es sólo
presentar de manera sintética las formas que adquiere hoy la relación
entre el fenómeno religioso y las ong autodenominadas “Pro-Vida”
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desarrollo del activismo autodenominado
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existentes en Argentina. A través de éstas, es posible advertir la imposibilidad de calificar inmediatamente a este movimiento como netamente
religioso (Munson, 2008), ya que en su interior se articulan elementos religiosos y seculares que complejizan la relación de estos sectores
con la religión.
Tercera ola: federalización y ecumenismo civil
La aprobación del matrimonio entre parejas del mismo sexo en julio de
2010 marcaría un punto de inflexión dentro del desarrollo del activismo
autodenominado “Pro-Vida” en Argentina. La oposición a la reforma legal
movilizó a gran parte del movimiento contrario a los derechos sexuales
y reproductivos (Sgró Ruata, 2011; Jones y Vaggione, 2012), que logró
una importante articulación a niveles provinciales, pero también nacional.
Si por un lado muchas de las ong que habían trabajado centralmente
en torno de la temática del aborto desplazaron su agenda con el fin de
oponerse al matrimonio igualitario (Morán Faúndes, 2011), por otro lado
la politización del debate sobre el matrimonio generó un exponencial
aumento de este tipo ong a lo largo del país, muchas de las cuales fueron
creadas durante el proceso de discusión del proyecto legislativo o tras su
aprobación, como una reacción al mismo. Ejemplo de esto último son
las ong S.O.S. Familia (Catamarca, 2010), Frente Joven (Buenos Aires,
2010), Salvemos la Familia (San Juan, 2010), Familia Viva (Jujuy, 2010),
entre otras.
La derrota política que supuso para estos sectores la aprobación del
matrimonio igualitario detonó la necesidad dentro del activismo heteropatriarcal por establecer iniciativas estratégicas orientadas a fortalecer
las articulaciones entre las ong, y capitalizar la movilización lograda en
contra de la reforma legislativa. El exitoso modelo que significó la creación en 2006 de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales
y Trans (Falgbt), que nucleó a una serie de organizaciones abocadas a la
sanción del matrimonio igualitario (Rabbia e Iosa, 2011), así como
la inscripción del aborto en la agenda pública lograda desde 2005 por la
Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito,8
despertó en las ong autodenominadas “Pro-Vida” el interés por conso8 Esta iniciativa reúne a diversas organizaciones feministas y de mujeres de Argentina en favor del aborto legal. Ver Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal,
Seguro y Gratuito, 2015.
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José manuel morán Faúndes
lidar una instancia institucional de articulación común de carácter nacional. Dado esto, a modo de resistir estas demandas de manera articulada,
a partir de 2010 se crearía la Red Federal de Familias, con el fin de lograr
un mayor impacto en las agendas políticas nacionales y provinciales.
La Red Federal de Familias nace entonces reuniendo a diversas ong
bajo un ideario común, basado en una agenda fundada sobre cuatro puntos: 1) la defensa de la vida humana desde la fecundación; 2) la defensa
del matrimonio entre varón y mujer; 3) el respeto del fin de la vida “natural”, y 4) la defensa del derecho irrenunciable de los padres a educar
a sus hijos. Así, más allá de las identidades religiosas o partidarias de las
ong, la participación de cada una dentro de la Red Federal de Familias
está condicionada al compromiso con estos “mínimos comunes”. Esta
política de mínimos comunes le ha permitido nuclear tanto a organizaciones católicas como evangélicas, y se ha establecido como una instancia
de coordinación que logra superar eventuales diferencias fundadas sobre
cosmovisiones teológicas o sobre asperezas políticas de base religiosa.
A nivel de sus cúpulas, la jerarquía católica y las iglesias evangélicas argentinas mantienen desde hace años tensiones respecto de la
inscripción de la dirigencia evangélica en un espacio público marcado
tradicionalmente por lo católico. Aunque durante la discusión del matrimonio igualitario los líderes religiosos católicos y evangélicos lograron
establecer alianzas a nivel de sus cúpulas y coordinar acciones conjuntas
para defender una política sexual conservadora, esta alianza no supuso
necesariamente la superación de los temas que han dividido históricamente a ambos sectores en el país (Jones y Cunial, 2012). En cambio, a
nivel de las ong autodenominadas “Pro-Vida” estas fracturas han buscado
ser minimizadas por los/las militantes, especialmente mediante la conformación de la Red Federal de Familias, manteniendo relativamente al
margen las disputas entre los líderes de cada iglesia:
También cuidamos de no llevar un mensaje como corporativo. No es que
somos la Iglesia y todos pensamos igual. De alguna forma, la misma Iglesia
a veces, cuando toma posiciones que son intransigentes, termina cortando
el diálogo […]. La Red [Federal de Familias] no es confesional, lo que tiene
es un respeto porque a cada organización de origen se [le] respeta su identidad (activista “Pro Vida”, 2012).
De este modo, tras la aprobación del matrimonio igualitario, las mismas
ong autodenominadas “Pro-Vida” se han reorganizado con base en lo que
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puede denominarse un “ecumenismo civil”, esto es, una alianza en la
que se ha buscado constituir un activismo que deja de lado las tensiones
entre las religiones a partir de la articulación en torno no de una identidad religiosa, sino de una agenda compartida. Este ecumenismo a nivel
de ong, si bien se concreta de manera fuerte en 2010, tiene sus orígenes
algunos años antes, con la conformación de las primeras organizaciones
que se presentaron en el espacio público sin una identidad religiosa en
particular, en lo que denominé anteriormente como “des-identificación
religiosa”. Sin embargo, el ecumenismo civil puede considerarse como un
paso más en la dinámica de articulación de estas organizaciones, ya que
no sólo relega a un segundo plano la identidad religiosa para lograr una
articulación entre ong adscritas a distintas religiones, sino que además
explicita una agenda de mínimos comunes que favorece la inclusión de
organizaciones religiosas diversas en una misma entidad federalizada.
A partir de la conformación de la Red Federal de Familias, las ong
autodenominadas “Pro-Vida” han gestado espacios de encuentro e intercambio a nivel nacional (mediante la organización de congresos en
lugares como Mendoza, Salta y Córdoba); han desarrollado declaraciones conjuntas acerca de temáticas vinculadas con la sexualidad; han
emprendido una campaña para recolectar firmas con el fin de presentar
al congreso de la nación un proyecto de Ley de Protección Integral de la
Familia mediante la figura de la iniciativa popular, y han articulado una
campaña a nivel nacional para que los órganos legislativos de cada ciudad
del país la declaren “ciudad Pro-Vida”, entre otras acciones. Asimismo,
han generado coordinaciones a niveles provinciales, mediante la conformación de colectivos que operan como delegaciones de la Red Federal
de Familias en distintas provincias: Córdoba en Red, Red Familia Buenos
Aires, Agrupación de Entidades por la Familia (Mendoza), Red Familia
y Vida Corrientes, Red Federal de Familias de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Red de Familias Entrerrianas, Red Familia Rosario y Red
Salta. Sin embargo, aún es muy pronto para evaluar de manera rigurosa
sus acciones y posibilidades futuras, lo que obliga a mantener una atenta
mirada analítica sobre este proceso de federalización.
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José manuel morán Faúndes
discusión
La sociedad civil ha sido una arena altamente priorizada por el movimiento autodenominado “Pro-Vida” argentino para impactar en la
política sexual local, enfrentando directamente la postura defendida por
los movimientos feministas y por la diversidad sexual. En este terreno, la
conformación de ong ha constituido una de las formas más importantes
que ha adoptado este movimiento en las últimas décadas. La relevancia que han adquirido estas organizaciones no sólo radica en el sostenido aumento en su número que se ha evidenciado a lo largo de los años,
sino además en la diversificación de sus acciones estratégicas a través
del tiempo.
Las tres olas que bosquejé dan cuenta precisamente de la complejidad
que han adquirido estas ong desde los años ochenta hasta la actualidad.
Mientras las primeras se abocaron centralmente a la temática del aborto
desde acciones asociadas con el asistencialismo y el impacto cultural, durante los años noventa y la primera década del siglo xxi sus acciones se
diversificaron, entrando al campo político y orientándose a otros temas
asociados con la política sexual del país. En la actualidad, el proceso de
federalización que han instituido mediante la conformación de la Red
Federal de Familias ha logrado articular a estas organizaciones a lo largo del territorio nacional en un proceso cuyas consecuencias aún son
inciertas. Así, los datos analizados dan cuenta de que este fenómeno de
“ongización” del movimiento no sólo perdura hasta hoy, sino que se ha
radicalizado desde la aprobación del matrimonio igualitario en 2010.
A finales de los años noventa, Sonia Álvarez (1998) propuso el término
“ongización” para referirse a la manera como los movimientos sociales
en general han priorizado la conformación de ong que buscan lograr
ciertos impactos sociales y políticos mediante la institucionalización, la especialización y la profesionalización de su trabajo. En términos generales,
esta dinámica ha sido vista desde una perspectiva crítica desde la teoría
de los movimientos sociales, dado que las ong muchas veces terminan
actuando como organizaciones “neo” o “para”, en vez de “no” gubernamentales. Siguiendo a Evelina Dagnino (2003), la posición privilegiada
que endosa el Estado a las ong, caracterizándolas como “las” representantes de la sociedad civil, ha hecho que abandonen su vínculo orgánico
con los movimientos sociales, reemplazándolo por un nexo que las hace
responsables sólo frente al Estado y las agencias internacionales que las
financian. Esto se ha traducido en una limitación de sus discursos y ha
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desarrollo del activismo autodenominado
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mermado la radicalidad de sus demandas y sus posibilidades de adoptar
una política que desafíe las injusticias y exclusiones reproducidas por las
estructuras estatales, jurídicas y económicas.
Sin embargo, esta perspectiva crítica con la que diversas posturas
dentro de la teoría de los movimientos sociales analizan el proceso de
“ ong ización” puede suponer algunas limitaciones en el momento
de observar este mismo proceso dentro del movimiento autodenominado
“Pro-Vida”. La dinámica de “ongización” no parece haber “domesticado” las demandas y acciones de este movimiento, precisamente porque
dichas demandas no suponen una oposición a las formas de dominación
o de exclusión política y económica que son denunciadas por otro tipo
de movimientos sociales. Y es que la causa del activismo heteropatriarcal
no apunta sus dardos contra un sistema de poder que produce desigualdades (como es el patriarcado o la heteronormatividad para los sectores
feministas y/o por la diversidad sexual), o contra las instituciones que
han reproducido históricamente estos regímenes de poder y dominación
(como el Estado o el capitalismo). Por el contrario, su agenda desde el
comienzo ha buscado impactar en las instituciones jurídicas y políticas
para que reproduzcan una moral sexual conservadora alineada con
ciertas estructuras de dominación tradicionales. Así, su objetivo no es
generar un nuevo mapa de relaciones de poder, sino conservar o, en
última instancia, restituir el mapa tradicionalmente hegemónico de
relaciones patriarcales y heteronormativas. De ahí que el proceso
de “ongización” de este movimiento, en su búsqueda por impactar sobre
el Estado, la ley y las prácticas sexuales, no ha restringido su agenda u
objetivos, pues su proyecto político no es necesariamente contrario a la
normalización de los cuerpos y subjetividades llevada a cabo históricamente por el Estado y sus instituciones. De este modo, la aplicación del
concepto de “ongización” para comprender el proceso de creación
de estas organizaciones en el interior del activismo heteropatriarcal implica asumirlo sin esa carga crítica a la que la teoría de los movimientos
sociales lo ha asociado, sino más bien como un término analítico-descriptivo que permite observar la forma en que el movimiento ha privilegiado
la conformación de ong como una estrategia de impacto político y social.
Una segunda acepción del concepto de “ ongización” ha sido la
acuñada por Vaggione (2005), quien lo ha aplicado para referirse a los
modos en los que la religión se ha revitalizado en los últimos tiempos
mediante la acción de organizaciones de la sociedad civil que se movilizan en defensa de las doctrinas religiosas sostenidas por determinadas
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iglesias. Al aplicarlo al caso del movimiento autodenominado “Pro-Vida”,
el concepto resulta de suma utilidad para explicar el surgimiento y la
actuación de organizaciones que se adscriben explícitamente a una específica cosmovisión religiosa, como una suerte de “brazo civil” de ciertas
iglesias. Sin embargo, sus límites radican en que no permite capturar del
todo las formas no religiosas que han adquirido ciertas organizaciones
del movimiento.
Siguiendo a Ziad W. Munson (2008), es posible observar que si bien la
religión efectivamente atraviesa a este movimiento, existen dimensiones
y formas de expresión dentro del mismo que van más allá de lo religioso. En primer lugar, como mostré en las líneas precedentes, algunas
ong han buscado conformar una militancia que trascienda la religión,
minimizando o borrando lo religioso como forma de presentarse en el
espacio público. Precisamente, las ong que denominé bajo el concepto de
“des-identificación religiosa” han incitado a una articulación entre activistas creyentes con otros/as que no necesariamente se adscriben a alguna
religión, mostrando con esto la dificultad de asociar automáticamente la
causa del movimiento con un fundamento netamente religioso. Asimismo, sus discursos se han desacoplado de las ideas religiosas, apelando a
argumentaciones seculares asociadas principalmente con el derecho y la
ciencia (Vaggione, 2009; Morán Faúndes, 2012; Lemaitre, 2012).
Adicionalmente, es posible dar cuenta de que aunque la jerarquía
católica y algunas iglesias evangélicas conservadoras son parte activa del
activismo contrario a los derechos sexuales y reproductivos, el movimiento
autodenominado “Pro-Vida” no es una mera extensión de estas iglesias.
La articulación que se ha ido afianzando en los últimos años tras la creación de la Red Federal de Familias, aunando en un mismo espacio a ong
católicas y evangélicas, ha permitido a estas organizaciones desligarse de
los roces históricos que atraviesa la relación entre la jerarquía católica
argentina y las iglesias evangélicas, y avanzar en articulaciones políticas
al margen de las disputas que pueda haber entre las iglesias y los propios
líderes religiosos. De este modo, no es posible pensar en el movimiento
autodenominado “Pro-Vida” como algo netamente religioso. Antes bien,
siguiendo la propuesta de Munson (2008), es necesario concebir a este
movimiento y a la religión como dos dimensiones que, si bien se superponen en muchos niveles, se separan en otros.
Indagar la manera en que operan las ong autodenominadas “ProVida” en el espacio público permite reconocer las diversas formas en que
la oposición a los derechos sexuales y reproductivos se ha readaptado
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desarrollo del activismo autodenominado
“Pro-vida”
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estratégicamente a las reglas de las democracias. No obstante, si bien es
posible considerar como legítimos a estos actores en la arena democrática, ello no implica una imposibilidad de cuestionar y someter a revisión
crítica las posiciones que sostienen, en tanto que perpetúan un orden
sexual jerárquico y restrictivo (Vaggione, 2014). El desafío entonces radica en desentrañar los juegos de poder que se esconden bajo retóricas
de derechos humanos, científicas, médicas, entre otras, articuladas por
las ong autodenominadas “Pro-Vida”, considerando especialmente el
impacto que tienen en la vida de las personas.
bibliograFía
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Recibido: 11 de julio de 2013
Aceptado: 11 de abril de 2015
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