Se publica en Sobre Cervantes, coordinado por Diego Martínez
Torrón, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, en
prensa.
Daniel Eisenberg
8 Brookview Court
Clifton Park NY 12065
daniel.eisenberg@bigfoot.com
¿Qué escribió Cervantes?1
Daniel Eisenberg
Mi tema puede causar sorpresa. ¿Es posible que no
sepamos qué escribió Cervantes? ¿No está decidido desde
hace mucho tiempo? ¿No se puede simplemente visitar una
librería, o una biblioteca, coger una edición de sus
Obras completas, y tomarla como fidedigna?
No se puede, desgraciadamente. Hay pocas ediciones
de las Obras completas de Cervantes. Ni en francés ni
inglés existen.2 (Igual de sorprendente, dicho sea de
paso, es que hay comedias de Cervantes sin estrenar
hasta la fecha.) Si uno reuniera y confrontara las
varias ediciones de las Obras completas de Cervantes, se
vería que difieren entre sí en bastantes detalles.
Y no hay tema más importante. Si no sabemos lo que
escribió Cervantes, no se pueden sacar conclusiones
válidas, y en la medida en que existe la incertidumbre,
1
Basado en “What Did Cervantes Write?”, 47th Annual Cervantes Lecture, Fordham University, 30 de abril de 2003.
Incorpora varios cambios y añadiduras importantes posteriores a aquella conferencia. Tengo que reconocer que,
aunque tomamos posturas muy diferentes, repaso mucho del mismo territorio que José Montero Reguera, “La obra
literaria de Miguel de Cervantes (Ensayo de un catálogo)”, Cervantes (Alcalá de Henares: Centro de Estudios
Cervantinos, 1995), pp. 43-74.
2
Sí hay en italiano Tutte le opere, Milano, 1971, traducidos por Franco Meregalli. No lo he visto; por la ficha en
WorldCat parece limitarse a las obras en prosa.
toda la crítica literaria sobre sus obras es también
incierta.
¿Hay algún criterio objetivo que se pueda aplicar al
problema? Desgraciadamente, este criterio no se ha
descubierto hasta la fecha.
El texto de Don Quijote
Algunos dirán: “Cervantes escribió Don Quijote, y
esto me basta, es lo que importa”. Es una posición
defensible, aunque no la mía. Y no hay duda importante
sobre la composición cervantina de Don Quijote. Ahora
bien, igual que pasa a menudo con Shakespeare, en la
periferia de los estudios cervantinos, o al margen de
ellos, hay varios escritores de mala muerte que han
propuesto teorías ridículas, como la autoría del Quijote
por el traductor Shelton. No merecen nuestra atención.
Todo cervantista de relieve, desde personas muy humildes
hasta las vacas sagradas, está de acuerdo en que Miguel
de Cervantes - el que conocemos, pues hubo más de uno escribió Don Quijote.
Pero mientras existe el acuerdo sobre la composición
cervantina de Don Quijote, no lo hay sobre este Don
Quijote que Cervantes escribió. Cervantes escribió Don
Quijote, de acuerdo, pero ¿qué Don Quijote?
Ofrezco dos ejemplos, uno de poca importancia y otro
de mucho mayor.
El primer ejemplo se encuentra en el capítulo 6 de
la Primera Parte, cuando el cura y el barbero, los
amigos de Alonso Quijano, revisan y expurgan su
biblioteca. Después de elogiar la novela valenciana
Tirante el Blanco, se encuentra lo que Diego Clemencín
llamó “pasaje el más oscuro del Quijote”: “por su estilo
es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los
caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen
testamento antes de su muerte, con estas cosas de que
todos los demás libros deste género carecen. Con todo
eso, os digo que merecía el que le compuso…pues no hizo
tantas necedades de industria, que le echaran a galeras
por todos los días de su vida”.
Así reza la edición príncipe de Don Quijote, de
enero de 1605. La segunda edición de Cuesta, de hacia
mayo de 1605, cambia “con estas cosas” a “con otras
cosas”, y “el que le compuso” a “el que lo compuso”.
¿Qué escribió Cervantes? “Estas” y “le”, ¿son
erratas, errores de los tipógrafos? ¿O son innecesarias
o incluso adulteraciones del texto de Cervantes, las
correcciones de mayo?
Examinemos lo que hacen los editores modernos. La
edición de John J. Allen sigue la primera.3 Schevill y
Bonilla cambian “estas” a otras”, anotando su cambio, y
aunque no cambian “le”, advierten en una nota que la
lectura es dudosa.4
Luis Murillo, en su edición, se queda con “estas”,
pero cambia “le” a “lo”.5 Francisco Rodríguez Marín,
acaso el editor menos responsable de todos, acepta los
dos cambios, a “otras” y a “lo”.6 Así que tenemos
representadas cada una de las cuatro posibilidades:
“estas” y “le”; “estas” y “lo”, “otras” y “le”, y
“otros” y lo”.
Ahora bien, lo que me molesta más que los cambios en
sí es que ni Murillo ni Rodríguez Marín nos comunican, a
pesar de ser éste un pasaje comentadísimo, que ha
cambiado el texto. Sí nos lo anotan Schevill y Bonilla,
y es por esta honradez suya por lo que he sido durante
3
Don Quijote de la Mancha, ed John Jay Allen, 2 tomos (Madrid: Cátedra, 1977), I, 123.
4
Don Quijote de la Mancha, ed. Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla, 4 tomos (Madrid: [los editores], 1928-41), I, 101.
En línea: http://users.ipfw.edu/jehle/wcdq.htm (25 de mayo de 2003).
5
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, ed. Luis Andrés Murillo, 2 tomos (Madrid: Castalia, 1973), I, 117.
6
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rodríguez Marín, 10 vols. (Madrid: Atlas, 1947-49),
I, 206.
varios años campeón de su edición. Tampoco Allen y los
otros que siguen la edición príncipe nos comunican que
hay varias opiniones sobre el texto del pasaje, y que el
de la segunda edición de Cuesta varía con respecto al de
la primera.
Mientras estamos con este pasaje famoso, quisiera
señalar otra corrección hecha por un celoso editor
moderno. En todas las ediciones de que hemos hablado el
texto reza “merecía el que lo compuso, pues no hizo
tantas necedades de industria, que le echaran a galeras
por todos los días de su vida”. El libro contiene
necedades, según el texto: el que el caballero muere en
su cama y hace testamento, por ejemplo. Pero el autor no
se proponía escribir de esta forma, al menos según
Cervantes, quien pensaba que Tirante fuera castellano y
del siglo dieciséis. Y como no se propuso escribir una
obra de humor (“no hizo tantas necedades de industria”),
sino una obra seria, y lo hizo pésimamente, pues a las
galeras con él.7
Pero en la edición de Robert Flores, publicada con s
larga, numeración de líneas y un gran alarde de
escrupulosidad, se suprime el “no”: “hizo estas
necedades de industria”. ¿Por qué el cambio? Flores sí
lo hace constar en apéndice que lista variantes y
correcciones, pero no nos da ni una sola palabra para
justificarnos un cambio tan tajante.8
¿Qué escribió Cervantes? Ya comenzamos a percibir la
problemática.
7
Defiendo esta interpretación, y presento la bibliografía de los muchos artículos anteriores, en “Pero Pérez the Priest
and His Comment on Tirant lo Blanch”, MLN, 88 (1973): 321-330, y después recogido en Romances of Chivalry in the
Spanish Golden Age, prol. Martín de Riquer (Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1982), pp. 147-158. En mi página
personal: http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg (25 de mayo de 2003). Todas los textos citados aquí que figuran en mi
página personal figurarán dentro de poco en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaAutor.html?Ref=2987&portal=54.
8
Don Quixote de la Mancha. An Old-Spelling Control Edition based on the First Edition of Parts I and II, 2 tomos
(Vancouver: University of British Columbia Press, 1988), I, 59 - pero hay que exa minar la lista de correcciones, pág.
xliv, para saber que hubo cambio.
Otro ejemplo, mejor conocido y más importante. En la
primera edición el jumento de Sancho, su “rucio”,
desaparece y reaparece a calladas. Se comenta su
ausencia, pero no se ausenta, es decir nada en el texto
nos explica qué ha pasado.
Se discuten estos errores en los capítulos 3 y 4 de
la Segunda Parte, cuando se examinan los altibajos de la
Primera. Se pone la culpa en el impresor. En la segunda
edición de Cuesta de la primera parte, encontramos
sendos pasajes sobre el robo del jumento por Ginés de
Pasamonte, “embustero y grandísimo maleador” (II, 4), y
sobre su recuperación. Sin embargo, estos pasajes no
están en lo que parecería ser “su lugar” en la segunda
edición de Cuesta. Es decir, el rucio es robado en el
capítulo 23, pero en el capítulo 25, Sancho todavía lo
tiene.
¿Quién escribió estos pasajes de la segunda edición,
y los colocó en lugar equivocado? Según Murillo, “no
puede dudarse de que este pasaje sea de la pluma de
Cervantes” (I, 279, nota 5). No hay que buscar mucho
para aprender que sí se puede dudar. Por pura casualidad
metí la mano en la edición de Vicente Gaos, y dice lo
siguiente: “A partir de la 2a ed. se intentó remediar el
olvido y la inconsecuencia de su autor mediante añadidos
y enmiendas que resultan insatisfactorios y que es
dudoso que procedan directamente de Cervantes”.9
¿Por qué llamó Cervantes la atención a estos errores
relacionados con el jumento, si los había corregido? Mi
respuesta es que los pasajes en que llamó la atención a
los errores, son anteriores a mayo de 1605, cuando
apareció el texto corregido.10 Todo lo cual conlleva un
9
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, ed. Vicente Gaos, 3 vols. (Madrid: Gredos, 1987), I, 457, n. 44.
10
“El rucio de Sancho y la fecha de composición de la Segunda Parte de Don Quijote”, Nueva Revista de Filología
Hispánica, 25 (1976), 94–102. Con importantes puestas al día, en mi Estudios Cervantinos (Barcelona: Sirmio, 1991),
pp. 143-152, y en mi página http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg.
problema consecuente: si fue Cervantes quien corrigió
los errores, ¿por qué no quitó de la Segunda Parte los
pasajes donde se discuten?
Hay dos alternativas: un texto adulterado por otra
mano, o un Cervantes descuidado.
Nótese también que el editor de Cervantes no tiene
ninguna solución perfecta. Si se imprime el texto como
estuvo en la edición príncipe de 1605, sin los pasajes
añadidos, se queda con una versión del texto
desaparecida desde mayo de 1605, sobre la cual bastantes
cervantistas opinan que no representa las últimas
intenciones de su autor. Sí se imprime según la segunda
edición de Cuesta, la discusión en los capítulos 3 y 4
de la Segunda Parte no tiene sentido. Si se colocan los
pasajes añadidos en notas, como hacen Murillo y Gaos,
entonces se da un texto que ningún contemporáneo de
Cervantes leyó, y se dirige la atención del lector hacia
los errores.
El único comentario favorable que he oído jamás
sobre la edición de Hartzenbusch, de mediados del siglo
XIX, y que también se aplica a la de Allen, es que
colocó el pasaje sobre el robo del rucio donde “debe de
estar”, o mejor dicho donde ocasiona menos
contradicciones, es decir en el capítulo 25, después del
último pasaje con Sancho en su jumento, y antes de su
queja por el robo.
¿Importa todo eso? Sí, mucho. Nuestra posición en
esta controversia tiene implicaciones. ¿Corrigió
Cervantes su texto con cuidado? ¿Podemos suponer que
todo lo que se encuentra en el texto, incluidos los
errores, está allí porque Cervantes quería que
estuviera? ¿En servicio de qué propósito hace Cervantes
que Sancho se queje del robo del Rucio, que no le ha
sido robado? Un cervantista norteamericano que no voy a
nombrar, contesta afirmativamente.11 Si Cervantes creó
este “error” adrede, no es tan fácil aceptar otros
problemas menores en el texto como errores de los
cajistas.
Otro ejemplo. La mujer de Sancho Panza goza de
varios nombres en el texto. La primera vez que aparece,
Sancho la llama Juana Gutiérrez, pero en la frase
siguiente, Mari Gutiérrez. ¿Un apodo? ¿Tiene sentido? El
texto no lo aclara. En el capítulo V de la Segunda
Parte, a la mujer de Sancho ahora la llaman Teresa
Panza, aunque según ella, “a buena razón me habían de
llamar Teresa Cascajo”, su nombre de soltera. ¿Se
confundió Cervantes? ¿Fue tan descuidado que se
recordaba mal del nombre de la mujer de Sancho?
En el capítulo 59 de la Segunda Parte, cuando Don
Quijote y Sancho se enteran de la publicación del
Quijote de Avellaneda, le critican por llamar a la mujer
de Sancho exactamente como fue llamada en el capítulo I,
7: Mari Gutiérrez. “‘Se desvía de la verdad en lo más
principal de la historia porque aquí dice que la mujer
de Sancho Panza mi escudero se llama Mari Gutiérrez, y
no llama tal, sino Teresa Panza; y quien en esta parte
tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en
todas las demás de la historia’. A esto dijo Sancho:
‘¡Donosa cosa de historiador! ¡Por cierto, bien debe de
estar en el cuento de nuestros sucesos, pues llama a
Teresa Panza, mi mujer, Mari Gutiérrez!’”.
¿Cómo lo explicamos? ¿Se olvidó del nombre de la
mujer de Sancho? El subrayado que este nombre fue “lo
más principal de la historia” sugiere que Cervantes
quería llamar la atención a este error, recalcarlo, y
que cambió el nombre de la mujer de Sancho, en el
capítulo II, 5, para que la continuación de Avellaneda
11
Según este cervantista muy conocido, es porque Cervantes quisiera que experimentáramos nosotros la confusión
acerca de la realidad que siente Don Quijote.
fuera más falsa. Conllevaría la conclusión que Cervantes
conociera la obra de Avellaneda casi desde el principio
de su composición de la Segunda Parte, o acaso que el
capítulo II, 5, designado “apócrifo”, fuera un añadido.
El punto en que Cervantes conoció la obra de Avellaneda
es un dato importantísimo para la interpretación de la
Segunda Parte.
Y por último, y con eso acabo con ejemplos tomados
de Don Quijote, ¿cuál fue el nombre verdadero del
protagonista? En la primera edición de la Primera Parte,
en el primer capítulo, encontramos que se llamaba
“Quixada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia
en los autores que deste caso escriven; aunque, por
conjeturas verosímiles, se dexa entender que se llamaba
Quexana”. Pero al fin de la Segunda Parte, ya es “Alonso
Quixano, a quien mis costumbres me dieron renombre de
Bueno”, lo que al principio del libro no es ni siquiera
una posibilidad.
En la primera edición, su nombre más probable fue
“Quexana”. En la segunda edición de Cuesta, su nombre
más probable fue “Quixana”. ¿Quién hizo tal cambio?
¿Qué escribió Cervantes? Intentar contestar esta
pregunta nos lleva al borde del caos. Se puede decir 1)
que las discrepancias no son de Cervantes, que el texto
ha sido profanado o mal tratado - es lo que cree R. M.
Flores - ó 2) estas discrepancias son de Cervantes,
quien no se tomó el cuidado necesario para evitar o
eliminarlas, ó 3) son de Cervantes y se tomó mucho
cuidado para que allí figuraran, por algún motivo que no
conseguimos percibir. Soy de la escuela del “Cervantes
descuidado”, pero muchos cervantistas son de otra
opinión, y el descuido tampoco puede explicar todos los
problemas.
Por ejemplo, hay una clarísima evidencia de cuidado
cervantino y texto profanado. Sancho, en el capítulo 32
de la Segunda Parte, usó “cirimonias” en vez de
“ceremonias” (“que estas tales cirimonias y jabonaduras
más parecen burlas que agasajos de huéspedes”). Una
palabra altisonante, que no sabe pronunciar
correctamente. Pero el cajista lo identificó como un
error, y cumpliendo con su deber, sin percibir el
propósito del autor, lo corrigió y dejó “ceremonias”.
Sólo sabemos que había existido porque la duquesa más
adelante se refiere al error, y en forma que el cajista
tenía que respetarlo (“las ceremonias o cirimonias como
voz dezís”, II, 32).
Basta de ejemplos de Don Quijote. Quisiera ser mago,
con una vara mágica para crear un texto correcto, sin
dudas, que todos aceptarían gustosamente. Claro que no
soy mago. Bienvenidos al mundo confuso de los estudios
cervantinos.
Espero que perciban que si un detalle como el nombre
de la mujer de Sancho puede tener implicaciones enormes,
cuando pasamos a discutir obras enteras, las
implicaciones son aun más enormes. En este campo también
reina la confusión.
Obras ¿perdidas?
A Cervantes le gustaba discutir sus obras, incluidas
las que escribía o pensaba escribir. Por ejemplo, en la
Primera Parte de Don Quijote hay una referencia a un
manuscrito de “Rinconete y Cortadillo”, texto que en
efecto aparece en 1613 en las Novelas ejemplares. De
este y otros ejemplos podemos concluir que la
información sobre sus proyectos, comunicada en sus
prólogos y dedicatorias, es fidedigna.12 Hay, entonces,
12
Daniel Eisenberg, La interpretación cervantina del “Quijote”, trad. Isabel Verdaguer (Madrid: Compañía Literaria,
1995), pp. 39-40: “En sus prólogos y dedicatorias Cervantes a menudo comentaba sus proyectos literarios, y siempre
que podemos probar sus declaraciones vemos que son ciertas. En el prólogo de La Galatea, ‘otras [obras] offresce
para adelante de más gusto y de mayor artificio’ (I, L, 10-11), ‘empresas más altas y de mayor importancia’ (I, xlviii,
7-8), y ciertamente las ofreció. Al final de la Primera Parte de Don Quijote, dijo que si esa obra alcanzaba su objetivo,
‘se animará a sacar y buscar otras [obras], si no tan verdaderas, a lo menos, de tanta invención y passatiempo’ (II,
402, 10-12), y también lo hizo. En el prólogo de las Novelas ejemplares Cervantes afirmó que los lectores verían
primero ‘con brevedad dilatadas, las hazañas de don Quixote y donaires de Sancho Pança’, después los Trabajos de
obras que no cabe duda de que Cervantes escribiera—al
menos dice que las escribió—pero que no tenemos. En el
siglo XVIII, tal fue la situación con su obra teatral
más famosa hoy día, La Numancia, mencionada en el
Prólogo de sus Ocho comedias y ocho entremeses pero no
recuperada hasta 1784.13 También afirma haber escrito Los
tratos de Argel y La batalla naval. El trato de Argel en singular - apareció con La Numancia, pero todavía nos
falta La batalla naval, sin duda de tema lepantino.
Éstos eran los primeros redescubrimientos de textos
cervantinos, y se publicaron sin el examen que
recibirían si se hubieran descubierto en la desconfiada
actualidad. A nadie se le ocurrió que pudieran ser
pastiches.
Podemos aceptar que escribió una comedia llamada La
batalla naval. En la “Adjunta al Parnaso”, un apéndice
en prosa a su Viaje del Parnaso, le pregunta Pancracio
de Roncesvalles: “¿Ha compuesto alguna comedia?” y
contesta “Sí, …muchas; y, a no ser mías, me parecieran
dignas de alabanza, como lo fueron Los tratos de Argel,
La Numancia, La gran turquesca, La batalla naval, La
Jerusalem, La Amaranta o la del mayo, El bosque amoroso,
La única y La bizarra Arsinda, y otras muchas de que no
me acuerdo”. Así que Cervantes escribió éstas y “otras
muchas” comedias, que no tenemos.
Persiles, y finalmente las Semanas del jardín (I, 23, 18-20); publicó en un período de dos años la Segunda Parte de
Don Quijote, seguida de Persiles. En la dedicatoria de Ocho comedias y ocho entremeses dijo que Don Quijote tenía
‘calçadas las espuelas en su segunda parte para ir a besar los pies a V.E.… Luego irá el gran Persiles, y luego Las
semanas del jardín, y luego la segunda parte de La Galatea, si tanta carga pueden llevar mis ancianos ombros’ (I, 11,
12-14 y 19-22). Don Quijote siguió inmediatamente después, y Cervantes escribió en su prólogo, ‘esperes el Persiles
que ya estoy acabando y la segunda parte de Galatea’ (III, 32, 5-6), y en la dedicatoria dijo que terminaría los
Trabajos de Persiles y Sigismunda ‘dentro de quatro meses, Deo volente’ (III, 34, 12); murió seis meses más tarde,
después de terminar el Persiles.” (La numeración se refiere a la edición de las Obras completas de Schevill y Bonilla,
Madrid, 1914-41.)
13
Viage al Parnaso, compuesto por… Publícanse ahora de nuevo una tragedia y una comedia inéditas del mismo
Cervantes: aquella intitulada “La Numancia”: ésta “El trato de Argel”, Madrid: A. de Sancha, 1784.
Recientemente un hispanista italiano propuso que una
comedia recién descubierta, La conquista de Jerusalén,
fuera la perdida Jerusalem—así, con “m”.14 No estoy de
acuerdo. ¿Por qué? Porque los títulos no coinciden.
Porque La conquista de Jerusalén ensalza a un francés,
Godofre de Bullón, y Cervantes jamás elogia a ningún
francés. La obra no contiene ni un solo soldado español
ni una referencia a España, y ello no es compatible con
el patriotismo expresado en La Numancia y Trato de
Argel, comedias supuestamente contemporáneas a La
Jerusalem. Según Arata, La conquista de Jerusalén
“podría considerarse la primera adaptación española de
la Gerusalemme liberata” de Tasso,15 y adaptar obras de
otros escritores, sobre todo extranjeros, es exactamente
lo que Cervantes no hace nunca.16 Es decir, mi criterio
es que no coincide con las obras conocidas de Cervantes.
Aunque Cervantes sí escribió una comedida perdida
titulada La Jerusalem, según el pasaje ya citado, esto
no implica que tenga que tratar de las cruzadas. Podría
tratar, por ejemplo, de “el emperador Heraclio, que
entró con la Cruz en Jerusalén” (Don Quijote, I, 48).17
Se ha sugerido que sea de Cervantes una comedia
llamada La soberana virgen de Guadalupe y sus milagros,
14
Stefano Arata, “‘La Conquista de Jerusalén’, Cervantes y la generación teatral de 1580”, Criticón, 54 (1992), 9-112;
“Notas sobre ‘La Conquista de Jerusalén’ y la transmisión manuscrita del primer teatro cervantino”, Edad de Oro, 16
(1997): 53-66.
15
Arata, “Conquista” 23.
16
Más todavía, Cervantes siempre prefería a Ariosto sobre Tasso. Sobre la actitud cervantina hacia Tasso, véase mi
“Cervantes y Tasso vueltos a examinar”, en mi Estudios cervantinos (Barcelona: Sirmio, 1991), pp. 37-56, disponible
en mi página Web http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg.
17
No me he puesto a pesquisar sino superficialmente la figura de Heraclio (610–641), pero parece tener muchos
atractivos para Cervantes. “Hay que destacar del gobierno de Heraclio, la creciente importancia de la iglesia en la vida
de la gente, la gran religiosidad alcanzada por el pueblo, como nunca antes había sucedido, y que fue en gran parte
causa de las victorias obtenidas.… La reliquia de la Vera Cruz robada por los persas fue devuelta solemnemente por el
propio emperador a la ciudad de Jerusalén” (http://www.imperiobizantino.com/heraclio.html, 30 de mayo de 2003).
También la mención en el Capítulo I, 48 de Don Quijote nos permite percibir, en todavía otro tema, las investigaciones
(lecturas) de Cervantes, en este caso sobre la historia de Bizancio.
y grandezas de España, aunque hoy en día no tiene mucho
apoyo.18 En cambio, nos consta que Cervantes escribió,
por encargo, como “negro” o escritor contratado y
pagado, una Relación de las fiestas que en Valladolid se
hicieron al nacimiento de nuestro Príncipe. En 1620
junto a este título aparece citado su nombre, y menos
explícitamente, se alude a su autoría en un soneto
atribuido a Góngora.19 En efecto, en 1605, en Valladolid,
donde Cervantes estaba, apareció una anónima Relación de
las fiestas aludidas. Algunos de los cervantistas
creemos que se trata del texto cervantino. Hasta ahora,
sin embargo, no he conseguido que un estudiante la edite
y estudie como tesis. Probablemente se reproducirá en la
revista de la Cervantes Society of America. Lo que no se
puede negar es que Cervantes escribió todo un libro que
no figura en sus Obras completas. La cuestión pendiente
es si corresponde realmente al texto publicado en 1605.
Acaso Cervantes se refiere a esta obra, entre otras,
cuando dice de sí mismo al principio de las Novelas
ejemplares, que es autor de “obras que andan por allí
descarriadas, y quizá sin el nombre de su dueño”. Estas
palabras, un tipo de queja, han abierto la puerta para
muchas sugerencias impertinentes.
A mediados del siglo XIX apareció una obra en su día
famosa, El buscapié, una falsificación que pretendió ser
un comentario sobre Don Quijote.20 Hay un texto, “La tía
18
Sobre la atribución de esta obra, véase José Montero Reguera, “Hacia una revisión de las atribuciones teatrales
cervantinas: La soberana virgen de Guadalupe, y sus milagros, y grandeças de España”, en Actas del Tercer
Congreso Internacional de Cervantistas (III-CINDAC), ed. Antonio Bernat Vistarini (Palma de Mallorca: Universitat
de les Illes Balears, 1998), pp. 611-617.
19
Daniel Eisenberg, “Repaso crítico de las atribuciones cervantinas”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 38
(1990), 477–492, y después incluido en mi Estudios cervantinos (Barcelona: Sirmio, 1991), 83–103. Con bastantes
retoques en mi sitio Web, http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg, 25 de mayo de 2003.
20
Véase Manuel Fernández Nieto, En torno a un apócrifo cervantino: “El buscapié” de Adolfo de Castro.
Ampliación de la conferencia pronunciada en la cátedra Adolfo de Castro del Excmo. Ayuntamiento de Cádiz el 8
de noviembre de 1973, con motivo del 75 aniversario de la muerte de Don Adolfo de Castro (Madrid: sin editor,
1976).
fingida”, que ha sido presentada y defendida como una
decimotercera novela ejemplar. Descubierto y publicado
en el siglo XVIII, hasta la fecha, más de 200 años
después, todavía los cervantistas discutimos su
autenticidad. Personalmente creo que sí es cervantino.21
Hay el “Entremés de los romances”, cuyo protagonista
enloquece por lectura de romances, y cuyos vínculos con
Don Quijote son evidentes. En eso, en su filiación con
el texto cervantino, estamos todos de acuerdo. Se ha
defendido como el primer borrador de Don Quijote. Pero
acuerdo no hay en cuanto a su autoría, ni incluso si es
anterior a Don Quijote, y entonces una fuente o
bosquejo, o posterior y un derivado.22 Respecto a varios
otros entremeses, se ha defendido la autoría
cervantina.23
Hay un poema sin título, conocido como la “Epístola
a Mateo Vázquez”, supuestamente enviado desde Argel y
una tercera parte de cuyos versos coinciden con una de
las comedias argelinas de Cervantes. En el último número
de la revista Cervantes, Geoffrey Stagg defiende su
autenticidad.24
Yo mismo he propuesto, por las coincidencias de
pensamiento, conocimiento y con Cervantes, que han
dejado a otros “sumidos en la perplejidad”, que la
21
Hace poco, José Luis Madrigal ha defendido su autenticidad, con las mismas técnicas que usé para establecer
(para mí al menos) la autenticidad del diálogo que creo un fragmento de las Semanas del jardín (“De cómo y por qué
‘La tía fingida’ es de Cervantes”, Artifara 2 [2003], http://www.artifara.com/rivista2/testi/tiafingida.asp, 9 de julio de
2003). Menciona “un exhaustivo y modélico repaso del estado de la cuestión”.de Jorge García López, en su edición
de las Novelas ejemplares (Barcelona: Crítica, 2001), que no he visto.
22
Geoffrey Stagg repasa la historia de la controversia sobre esta obra en “Don Quijote and the ‘Entremés de los
romances’: A Retrospective”, Cervantes 22.2 (2002): 129-150; seguido de una edición del entremés en las páginas
151-174. Los dos disponibles en línea: http://www2.h-net.msu.edu/~cervantes/csa/bcsaf02.htm, 25 de mayo de 2003.
23
Dámaso Alonso, “El hospital de los podridos” y otros entremeses alguna vez atribuidos a Cervantes. Madrid:
Signo, 1936; nueva ed., Madrid: Mayo de Oro, 1987.
24
“The Curious Case of the Suspect Epistle”, Cervantes 23.1 (2003): 129-150. Estará disponible en
http://www2.h-net.msu.edu/~cervantes/csa/bcsas03.htm, aunque no lo está al momento de escribir estas líneas.
Topografía e historiografía general de Argel puede ser
de Cervantes, y no de Antonio de Sosa, a quien
recientemente se ha atribuido.25
Las obras inacabadas en prosa
El tiempo no me alcanza para hablar de todos estos
textos posiblemente cervantinos. Vamos a detenernos en
las obras posiblemente más importantes, sus novelas, es
decir las extensas obras de ficción.
En la dedicatoria de Persiles y Sigismunda,
publicado póstumamente en 1617, se refiere a tres obras
en prosa de que no disponemos. Una es la Segunda Parte
de La Galatea, su novela pastoril, inacabada como es
típico del género.26 Hay una alusión a la Segunda Parte
en el “escrutinio de la librería” de Don Quijote:
“Muchos años ha que es grande amigo mio esse Cerbantes,
y se que es mas versado en desdichas que en versos. Su
libro tiene algo de buena inuencion; propone algo y no
concluye nada. Es menester esperar la segunda parte que
promete” (Don Quijote I, 6).
De momento no tengo nada que decir de esta Segunda
Parte de La Galatea. Sí me interesa discutir los otros
dos textos en prosa.
El “famoso Bernardo”
En esta dedicatoria Cervantes también se refiere a
su “famoso Bernardo”. Es una de dos obras que estaban
casi terminadas: “todavía me quedan en el alma ciertas
reliquias y asomos”.
25
“Cervantes, autor de la Topographía e historia general de Argel, publicada por Diego de Haedo”, Cervantes 16.1
(1996): 32-53, en línea en http://www2.h-net.msu.edu/~cervantes/csa/bcsas96.htm (26 de mayo de 2003).
26
Es decir, era costumbre no acabar las obras con un desenlace total, y se hablaba de una continuación tuviera o no
el autor intención de escribirla. Véase “The Pseudo-Historicity of the Romances of Chivalry”, primero en Quaderni
Ibero-Americani 45-46 (1974-75), 253-259, entonces en Romances of Chivalry in the Spanish Golden Age, pp. 119129.
Sobre esta obra, a pesar de su estado inconcluso,
sabemos dos cosas: su título era Bernardo (acaso una
versión breve de un título más extenso, como Persiles),
y que fue “famoso”, merecedor de fama. Pero de estos
escuetos datos podemos extraer mucho. El único Bernardo
famoso en tiempos de Cervantes fue Bernardo del Carpio,
héroe de la llamada “Reconquista”. El Bernardo de
Bernardo de Balbuena trata de Bernardo del Carpio.
En el Siglo de Oro español, Bernardo fue el héroe
medieval arquetípico. Hoy pensamos inmediatamente en
Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, cuando pensamos en el
heroísmo medieval castellano, pero esta posición del Cid
es mucho más reciente de lo que se suele reconocer. Es
resultado del apoyo y publicaciones de Menéndez Pidal,
quien recorrió la ruta del Cid en su viaje de bodas, y
publicó la primera edición filológica del Cantar.
Incluso el “título” Cantar de Mio Cid es de Menéndez
Pidal. Esta obra fue casi desconocida, y desde luego
inédita, en época de Cervantes; se publicó por primera
vez en 1779. El Cid conocido en tiempos de Cervantes era
el mucho menos ejemplar héroe de romances y crónicas.
No, el gran héroe medieval en el Siglo de Oro era
Bernardo del Carpio. Don Quijote lo confirma: “Decía él,
que el Cid Ruydiaz había sido muy buen caballero; pero
que no tenia que ver con el Caballero de la Ardiente
Espada… Mejor estaba con Bernardo del Carpio” (Don
Quijote I, 1).
Tiene mucho sentido la selección de Bernardo del
Carpio como tema para una obra cervantina. Fue un
caballero andante histórico, no falso como Amadís de
Gaula y sus descendientes. Valía la pena que los jóvenes
leyeran sobre él. Fue un héroe casto, sin novia, sin
dama, en gran contraste con Roldán: “[e]l valiente don
Roldan, cuando halló en una fuente las señales de que
Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de
cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó los arboles,
enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores,
destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró
yeguas, e hizo otras cien mil insolencias dignas de
eterno nombre y escritura” (Don Quijote I, 25).
Roldán, según esta cita, fue ridículo, fuera de
control, todo menos admirable. ¿Qué se esperaría de un
héroe francés? Bernardo del Carpio era un héroe español
- y una figura histórica, o al menos así se creía. Un
patriota, mostró que España podría defenderse contra los
moros sin ayuda francesa. Todos sabemos que Roldán murió
en Roncesvalles. Pero la cita continúa: “Mejor estaba
con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había
muerto a Roldan” (Don Quijote I, 1). ¡Franceses, fuera!
Según las fuentes disponibles en el siglo XVI, como
la historia de Esteban de Garibay, Bernardo del Carpio
no era sólo un héroe. Era quien comenzó la Reconquista,
la restauración del país suyo y de Cervantes a su
verdadera religión y verdadera gloria. Probablemente
esto fuera en la batalla de Clavijo, con la aparición de
Santiago, cuya función sería igual a un mago de los
libros de caballerías.27
El punto de partida para Don Quijote son las
deficiencias de los libros de caballerías. Cualesquiera
otros temas que estén presentes en la obra – sería otra
conferencia tratar de ellos – su tema, constatado
repetidas veces, al principio y al final, son los
defectos de los libros de caballerías existentes. Libros
que no deberían de leerse, libros mal escritos y sobre
todo, mentirosos.
El sabio canónigo toledano sabe cómo escribir un
libro de caballerías mejor, y da su receta en el
capítulo 47 de la Primera Parte de Don Quijote. “Yo, a
27
Sobre la figura de Bernardo en tiempos de Cervantes, véase mi “El Bernardo de Cervantes fue su libro de
caballerías”, Anales Cervantinos, 21 (1983), 103–117, después incluido como el capítulo 2 de La interpretación
cervantina del “Quijote”, dis ponible en http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg/interpret/ICQindic.htm (25 de mayo de
2003).
lo menos”, replicó el canónigo, “he tenido cierta
tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en
él todos los puntos que he significado, y si he de
confesar la verdad, tengo escritas mas de cien hojas”
(Don Quijote I, 48). Todos los cervantistas estamos de
acuerdo (¡rara unanimidad!) en que esta obra inacabada el “buen” libro de caballerías - es una referencia a un
proyecto cervantino. Creo que este perdido libro de
caballerías de Cervantes, el libro de caballerías
verdaderas - fue su “famoso Bernardo”.
Y no acabó la obra. Si es la obra mentada por el
Canónigo en 1605, y le faltan “ciertas reliquias y
asomos” en 1615, Cervantes la había abandonado, igual
que el Canónigo con el libro suyo. ¿Por qué? La
explicación del Canónigo, leído con cuidado, dice que un
verdadero libro de caballerías no tendría éxito en el
mercado. Acaso, ya que sabemos que Cervantes disputaba
con editores el valor de sus obras,28 un potencial editor
como Francisco de Robles le había dicho que no le
interesaba publicarlo, que perdería dinero. Acaso
también, aunque el canónigo no lo dice, Cervantes se
enteró de cómo la historiografía de la época llegó a
considerar a Bernardo tan ficticio como Amadís.
Las semanas del jardín
Nos queda una obra perdida en prosa y quisiera
dedicar el resto del tiempo que me queda a ella, la más
misteriosa, la que más veces se medita: su Semanas del
jardín. Tan encantador es el título que dos novelistas
contemporáneos - Goytisolo y Sánchez Ferlosio - lo han
usado para obras suyas.29 Esta obra perdida ha sido
28
“Los trabajos del biógrafo cervantino”, Cervantes 23.1 (2003), 235-249, sobre todo la p. 239; disponible en
http://www2.h-net.msu.edu/~cervantes/csa/bcsas03.htm.
29
También existe el libro de José Gabriel, “Las Semanas del jardín”; España y América vistas a través de un
desconocido libro de Cervantes (Santiago de Chile: Ercilla, 1937).
siempre mejor conocida que el “famoso Bernardo”:
Cervantes menciona Las semanas tres veces, mientras que
el Bernardo sólo una. Pero como el Bernardo, se trata de
una obra de la que le quedaron “en el alma ciertas
reliquias y asomos”.
Entre los textos atribuidos a Cervantes hay un
fragmento de Las semanas, publicado en 1874. Se
encuentra en la Bibliografía de la literatura hispánica
de José Simón Díaz, bajo manuscritos posiblemente
cervantinos, pero por la mayor parte del siglo XX nadie
examinó su autenticidad.
Una parte del problema con esta obra es que el
fragmento tiene que ser autógrafo. Para hacer esta
aserción me baso en las revisiones del texto. {{INCLUIR
AQUÍ UNA ILUSTRACION, UNA PAGINA DEL MANUSCRITO, pág.
177 de mi libro sobre las Semanas del jardín.}} Selanio
ofrece sus opiniones, y dice, líneas 19 y 20, “como no
son leyes de Dios ni del rey, podéis segu[ir] la que más
os agradare”. Pero encima de la línea y en el margen, de
la misma mano, hay palabras añadidas: “como no son leyes
de Dios ni del rey, que pueden ob[li]garnos a la guarda
y cumplimiento dellas, sino opiniones y muy varias,
podéis…”. Hay otras correcciones parecidas. En la misma
mano, “profundas raíces” se hace “profundas y arraigadas
raíces”; “las pobres camas” tachado, y en su lugar “el
blando heno”.
Estas pequeñas pinceladas son correcciones
estilísticas que sólo el autor haría. Aun si hubiera
editores en los siglos XVI y XVII - y no los hubo, no en
el sentido de hacer tal clase de revisión - un editor
cambiaría más que estos menudos detalles.
¿Qué escribió Cervantes? ¿Tenemos aquí a un
Cervantes quien pule cuidadosamente su escrito?
Este texto tiene que ser autógrafo, copiado y
enmendado por su autor. Y si su autor es Cervantes,
entonces es un autógrafo cervantino. Su único autógrafo
literario.
Los manuscritos de La Numancia y Los tratos de Argel
no son autógrafos. Tampoco lo son los manuscritos de “La
tía fingida”, ni los perdidos manuscritos alternativos
de “El celoso extremeño” y “Rinconete y Cortadillo”.
Sólo tenemos dos cartas y unos documentos de sus tiempos
de comisario, sin interés literario alguno.
Así que sugiero que este texto no es sólo un texto
perdido de Cervantes, es su único autógrafo literario.
Una tremenda tesis.
Ahora bien, ¿por qué creo que este texto es
cervantino? Sobre este tema he escrito un libro, y sobre
el proceso de preparar y publicar el libro, en sí
novelesco, un artículo. Esbozaré mi enfoque, y entonces
les explicaré lo que sabemos del contenido de la perdida
Semanas del jardín.
Pero quisiera subrayar que yo no fui quien descubrió
este manuscrito. Lo descubrió y publicó en 1874 el gran
falsario Adolfo de Castro, autor de “El buscapié”.
Tampoco soy el primero en sugerir que sea un trozo de
las Semanas del jardín; lo sugirieron, aunque de manera
muy tímida y a escondidas, los grandes editores Schevill
y Bonilla, en 1922.30 Pero en ninguna edición de Persiles
y Sigismunda, hasta la publicación de mi libro sobre el
fragmento, se mencionó que se había sugerido un texto
fragmentario que pudiera corresponder a esta obra
mencionada en la dedicatoria. Lo que he hecho es
estudiarlo, trazar su historia moderna, reconstruir la
obra total en el grado en que el fragmento lo permite,
defender su atribución a Cervantes, y editar el texto,
junto con una reproducción del manuscrito. Espero que
30
Sobre la historia del texto, y un extenso argumento a favor de su autenticidad, véase mi libro “Las semanas del
jardín” de Miguel de Cervantes (Salamanca: Diputación, 1988), también disponible en mi página Web,
http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg.
reconozcan el riesgo profesional que involucra editar un
nuevo texto cervantino, y poner una reproducción del
manuscrito que creo autógrafo a la vista de todos los
filólogos y paleógrafos del país.
El parto de este libro también fue harto difícil.31
Aunque recibió reseñas favorables de López Estrada32 y
Antonio Cruz Casado,33 y al parecer una aprobación de
Martín de Riquer,34 ninguna reseña en mi propio país fue
favorable, y la reseña que más veces se cita - sería
interesante analizar por qué las reseñas negativas de
este libro se mencionan más que las positivas - es la de
Carlos Romero.35 También se supone que la identificación
de un supuesto texto perdido de Cervantes, aun si fuera
por un norteamericano enloquecido, merecería una noticia
en la prensa. Pero no la hubo; personalmente envié el
ejemplar de reseña a Cambio 16, y no apareció nada. Lo
cual tomé como un apoyo, muy amargo, de la corrección de
mi tesis; supongo que si me hubieran podido poner en
ridículo, entonces habría aparecido una reseña.
También, por dos años seguidos propuse para las
reuniones anuales de la Cervantes Society of America una
comunicación sobre este descubrimiento, o supuesto
descubrimiento, y no fue aceptada. En cambio, fue
31
Sobre su historia véase “The Story of a Cervantine Discovery”, Manuscripts, 45 (1993), 13-21, disponible en mi
página http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg (25 de mayo de 2003).
32
“Las fronteras de Cervantes: ¿Las Semanas del jardín restituidas?”, Ínsula, 516 (1989), 4.
33
“Una recuperación: Las semanas del jardín, de Miguel de Cervantes”, Anales Cervantinos, 30 (1992), 163–173;
también en el Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, 122 (1992), 297–
302 y en Angélica, 2 (1992), 239–248. Disponible en mi página http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg.
34
Conversación personal. En poco tiempo después de mi libro recibí el nombramiento como Académico
Correspondiente en EE.UU. de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, sin duda por recomendación de
Riquer.
35
Confronto Letterario, 7 (1990), 219–223.
ponencia plenaria ante la Association of Hispanists of
Great Britain and Ireland.36
¿Por qué creo que este texto es cervantino? Porque
los temas tratados coinciden exactamente con los
intereses de Cervantes, y no con los de ningún otro
autor clásico. Puedo decir que conozco en cierta medida
la prosa del Siglo de Oro, cuyas varias manifestaciones
- pastoril, “bizantina”, picaresca, aunque no me gusta
ésta como categoría literaria37 - han sido algo
exploradas por la crítica. Intenté encontrar a otro
posible autor, pero las tres posibilidades que encontré
todos están vinculados ya con Cervantes: son Fray Luis
de León, Antonio de Torquemada, y Cristóbal Suárez de
Figueroa. Éste abiertamente reconoce que imitaba a
Cervantes, y Fray Luis y Torquemada son autores que nos
consta que Cervantes había leído.
Voy a darles un pequeño resumen del contenido de Las
semanas del jardín.38 El fragmento que tenemos es un
extracto, un capítulo, al parecer copiado a causa de su
belleza y su tema, la vida del campo. Contiene muchas
referencias a cosas que habían ocurrido antes de esta
escena, y algunas alusiones a cosas que pasarían en días
siguientes. De todo ello he reconstruido, en parte, la
obra perdida.
El fragmento presenta una discusión entre un hombre,
Selanio, y una mujer, Cilenia, quienes se encuentran al
aire libre una tarde. Está en forma de diálogo, como el
“Coloquio de los perros”. Podría fácilmente tratarse de
36
“The Cervantine Canon and the Semanas del jardín”, Manchester, 28 de marzo de 1987.
37
Véase mi “Does the Picaresque Novel Exist?” Kentucky Romance Quarterly, 26 (1979): 203-219, que también puede
leerse en mi página personal, http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg.
38
Mi edición modernizada de este texto puede leerse en mi página personal (http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg) y
en el Proyecto Cervantes 2001
(http://www.csdl.tamu.edu/cervantes/english/ctxt/eisenberg/Semanas_del_jardin.html), los dos verificados el 25 de
mayo de 2003. Esta versión contiene correcciones, como al final se especifican, comparada con la publicada en mi
libro.
un jardín o parque. En otras ocasiones habían estado
presente otras mujeres, participando en discusiones que
pasaron por un período de tiempo.
El tema principal de la obra es “la Verdad”, la cual
es hija de Dios. Y en ello ya hay un argumento para la
autoría cervantina, pues ningún autor español, de ningún
período, trata el tema de la verdad tan extensamente
como Cervantes. El punto de partida de Don Quijote es la
importancia de la verdad en los libros: “ninguna
[historia] es mala como sea verdadera” (Don Quijote, I,
9). “La verdad es hija de Dios” es un refrán, que se
encuentra en Persiles y Sigismunda (III, 10).
Selanio tuvo la buena ventura de tener contacto con
la Verdad, aunque parece que esto no era frecuente y
había ocurrido hacía tiempo. Durante una visita de la
Verdad a Selanio, la Verdad se encontraba denostada en
la ciudad, donde vive Selanio; por ello la abandonó y
buscó refugio en el campo. Cilenia había oído de Selanio
la historia de su contacto con la Verdad, gracias al
cual él había ganado “crédito de verdadero”. Al escuchar
las “excelencias” de la Verdad había quedado Cilenia muy
impresionada, y salió en su búsqueda.
La búsqueda parece haber sido prolongada, aunque “la
Verdad es tan bien contentadiza y afable, que de
quienquiera que la busque se deja hallar” (1:17-18).39
Cilenia la encontró cuando "no pensaba ni podía
imaginar" y "al tiempo que más desconfiad[a] estaba"
(2:10–13), evidentemente "en el despoblado, desierto de
todo bien" (4:26).
Igual que uno puede llevar a Cristo dentro de sí, en
Las semanas del jardín encontramos que se puede llevar a
la Verdad, hija de Dios, dentro de uno también, “dentro
en su corazón y cuerpo” (1:20-21). El encuentro con la
Verdad está descrito en términos que sugieren el
39
Estas cifras se refieran a la página y línea del manuscrito. Véase mi edición del texto, citada en la nota anterior.
misticismo: quien la encuentra recibe “tan crecido
contentamiento” que apenas puede soportarlo (2:10-28).
Ya que Cilenia ha tenido este encuentro con la
Verdad, y ahora lleva esta Verdad divina dentro de sí,
es “una mujer verdadera”, y es entonces apropiado que
Selanio tiene “sacrificad[as] la voluntad y el alma” a
su amor. Así que tenemos una solución literaria a un
problema perenne, el conflicto entre el amor humano y el
divino.
Éste es el contenido de la obra. En este fragmento,
se centra en la superioridad de la vida del campo sobre
la de la ciudad. Selanio repasa las categorías de
hombres que viven infelices. Algunos navegan por todo el
mundo para encontrar tesoros, perlas. Otros buscan oro
en la tierra, y este oro sólo divide padres y hijos,
hace enemigos de los amigos, y corrompe el gobierno (“la
justicia”). Otros, cuya “inclinación” les lleva a busca
trabajos en el gobierno, “sin tener respeto a si tienen
suerte, entendimiento y capacidad para hacerlo o no, y
al mal y desabrimiento que debajo de aquella capa de
autoridad y mando está encubierto” (7:18-21). Se
acordarán del comentario de Sancho, durante su discusión
con la Duquesa: “he visto más de dos asnos ir al
gobierno” (II, 33).
“Otros hay que a fuerza de brazos, y a costa de
mucho cuidado, estudio y trabajo, procuran alcanzar
opinión de cortesanos pláticos, graciosos y discretos, y
sabe Dios y aun muchos de los hombres, si les llegan un
poco al cabo y se apura el fundamento de su saber, si le
hallarán colgado en el aire, sin columna ni cimiento
sobre que estribe más que la vana opinión de quien los
tiene por privados” (7:25-30). Y Selanio continúa con
una serie de gente que está llena de ignorancia y
presunción, aunque hace excepción de “los hombres
dedicados al servicio y culto divino, que déstos y de la
perfección de su vida y ventura no puedo, debo ni quiero
tratar” (10:10-11). Igualmente, en sus obras Cervantes
se abstiene de criticar a los religiosos, los monjes y
monjas, grupos poderosos en la España de su tiempo,
aunque hay varias sugerencias que tenía mucho que decir.
Según Selanio, el hombre que realmente es feliz es
el “que, dándose a la moral filosofía, y viviendo como
cristiano filósofo, se contenta con lo que da la
naturaleza, y tiene conocimiento de las causas por sus
efectos, y de tal suerte está prevenido, que ningún caso
que le suceda, próspero ni adverso, le altera, admira ni
espanta, teniendo las cosas por venir como presentes, y
las presentes como pasadas” (10:14-18). Este hombre, si
vive en el campo, tiene experiencias parecidas a las de
la Edad de Oro descrita por Don Quijote: “suelto y
desembarazado, con…el zurrón con la pobre y sabrosa
comida al lado, cruza y atraviesa los montes, valles y
setos, sin que le impidan los ríos ni aspereza de
montañas a seguir y perseguir la caza, sustentando su
cabaña de la que cada día mata, recreando y regocijando
su ánimo con esparcir por el aire, al son de su rabel o
mal compuesta zampoña, sus rústicas cantilenas, tomando
sabor y gusto de mirar las silvestres luchas de los
toros y de los roncos bramidos que van dando los
vencidos, y del manso rumiar de las mansas ovejas y el
descuido con que pacen la verde y menuda hierba, y del
recatado sueño de los mastines que las guardan y
defienden de los dañosos lobos.… Conténtase con cubrir
su fuerte, sano y bien ejercitado cuerpo con las pieles
de sus ganados, y echarse debajo de los frondosos
árboles. Satisface a la hambre y necesidad corporal con
las silvestres frutas que dellos coge, sembrando la
hierba que tiene por mesa de las bellotas, castañas y
nueces que con sus brazos derrueca, con que queda más
satisfecho y contento que los príncipes y señores con la
diversidad de viandas que sirven en sus curiosas mesas,
porque come con hambre, y tiene siempre consigo la salsa
de San Bernardo, y no le falta tampoco la blanca y
sabrosa leche con que remoja el duro pan que trajo del
aldea. Bebe con apetito y gana el agua limpia, fresca y
pura que corre por las pizarrosas gargantas y arenosos
arroyos, bebida con el vaso de Diógenes, que le da mayor
satisfacción y gusto que la que en los poblados se bebe
en los de oro y plata, curiosa y ricamente labrados, sin
tener más apetito ni deseo que de lo que tiene presente,
ni darle otra cosa cuidado más que llevar su ganado al
pasto más cercano y que sabe es más fértil y abundante,
y buscar lugar fresco y de arboledas donde sestear en
verano, con agua para abrevar su manada, y solanas
reparadas de los helados vientos para el invierno”
(10:30-11.29). Si tuviera esta vida, dice Selanio,
“arrebatado de causa en causa, llegara hasta contemplar
la suma alteza de la universal y principal, que es el
sumo hacedor de todo lo criado, y con cuán soberana
majestad y grandeza lo crió, y que con tan maravilloso
orden y concierto lo rige y gobierna, ordenando y
dividiendo los tiempos y dando movimiento a los cielos,
para que con él, acercándose y alejándose el sol,
influya virtud en la tierra para criar, sazonar y
madurar los frutos della, con que se sustenta la humana
generación y todas las especies de animales, a quien
ordenó sirviese todo. Y destas consideraciones viniera,
mi señora, a sacar algún rastro, luz y conocimiento de
la fragilidad y miseria de la vida presente, con que
descansara mi alma, viendo que la salida della había de
ser principio de descanso” (13:30-14:8).
Éstos son unos extractos del elogio de la vida del
campo que Selanio presenta a su señora Cilenia durante
la discusión. Como el “Coloquio de los perros”, en otro
día, el texto nos dice a la conclusión, volverán a
hablar, los papeles se cambiarán, y Cilenia contará a
Selanio sus sin duda equivocadas razones para preferir
“la vida de corte y ciudades”.
Aquí acaba mi charla sobre qué escribió Cervantes.
Les regalo un texto que probablemente ninguno de Uds. ha
leído, que en mi opinión, es fragmento de una obra
perdida de Cervantes. No sé si estarán de acuerdo
conmigo. Espero que sí, pero para mí el hecho importante
es que, después de años de estudio del texto a solas, he
convencido a mí mismo, and “esto me basta para la
seguridad de mi conciencia” (Don Quijote, I, 49). Si
estoy loco, como Don Quijote, al menos es una locura
feliz, con un nuevo texto cervantino para estudiar.