Socio Debate
Revista de Ciencias Sociales
ISSN 2451-7763
Año 2-Nº 4
Diciembre de 2016
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¿Puede tener Macri un 2001?
Julián Zícari1
Recibido: 16-12-2016
Aceptado: 16-12-2016
Introducción: el pasado no es el presente
Marx por alguna parte observa que Hegel por alguna parte observa que todos
los grandes personajes y hechos de la historia se repiten, por así decirlo, dos veces.
Nietzsche por alguna parte observa que Zarathustra por alguna parte observa que
vivimos bajo una especie de hechizo cósmico, aunque sea como una ficción o
hipótesis, en la cual los instantes retornan una y otra vez, por lo que la historia no
podría ser entonces lineal sino únicamente circular. Sin embargo, si se presta atención
a cómo cada uno de estos pensadores replican las ideas de otros pensadores,
notaremos que no duplican simplemente lo previo. Marx recupera a Hegel pero para
agregar algo más: si bien le concede como una verdad que los hechos en la historia se
repiten, señala también que una primera irrupción histórica ocurre como una tragedia
mientras que en la segunda ya serían una farsa de la anterior, en consecuencia, por
más que la tradición de todas las generaciones muertas gravita como una pesadilla
so e el e e o de los vivos las transformaciones sociales no sa a su poesía del
pasado, si o sólo del futu o (Marx, 2003, pp. 33, 37). En el caso de Nietzsche, cuando
éste se disfraza de Zarathustra destaca igualmente otro hecho fundamental: si bien los
instantes están condenados a volver siempre como instantes, planteando así un
ete o
eto o de lo
is o
(ewige Wiederkehr des Gleichen), se produce
paradójicamente también un giro: lo
is o sólo puede retornar como lo dife e te ,
1
Lic. en Economía y en Historia. Especialista en Historia Económica. Magister en Historia Económica.
Doctorando en Ciencias Sociales (UBA). Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET).
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por lo tanto las repeticiones del pasado son más bien fuerzas para la vida y para el
presente que duplicando lo anterior crean así lo
uevo y dibujan un futuro por-venir.
Por todo esto, entonces, debe quedar más que en claro que ningún ciclo
histórico es igual a otro, ya que los cambios y procesos son siempre diferentes en sí
is os. “i e
a go, a pesa de ue u a la histo ia se da de
a e a idé ti a a
otros tiempos, no se puede descuidar tampoco que existen invariantes estructurales
que a veces desaparecen y luego reemergen, que hay elementos que en algunos
momentos –tanto hombres como programas- que se repiten en la historia y que
también hay lógicas que se conjugan de manera similar a otros hechos del pasado, por
lo que existen experiencias que en muchos casos vale la pena comparar para ubicar
exactamente cuán heterogéneas son entre sí. En este sentido, el actual gobierno de
Mauricio Macri tiene muchas similitudes al que encabezó Fernando de la Rúa entre
1999 y 2001, imponiendo dinámicas sociales, políticas, económicas y electorales que
resuenan cada vez con más fuerza. Por lo que, y teniendo en cuenta lo terrible que
resultó el fatídico año 2001 para los argentinos, vale la pena entonces comparar
algunos aspectos del pasado con el presente, preguntándonos si la situación actual
pudiera desembocar en otra crisis de similar envergadura a la del periodo previo y
también qué elementos del pasado permitirían vislumbrar un futuro diferente.
En función de estos puntos, este trabajo primero presentará una comparación
entre Cambiemos y la Alianza para poner en perspectiva a ambas coaliciones. Luego,
se intentará comparar los escenarios económicos de uno y otro caso, mientras que
posteriormente se compararán los escenarios internacionales. A continuación se harán
algunos comentarios con respecto a los liderazgos políticos y las dinámicas electorales,
para finalmente cerrar el escrito con algunas conclusiones al respecto.
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Cambiemos no es la Alianza
Es cierto que Cambiemos y la Alianza se parecen en muchos aspectos. Ambas
son formulas político-electorales que llegaron a la presidencia del país venciendo al
peronismo. Las dos son coaliciones encabezadas por un ex intendente porteño y en las
cuales la UCR (Unión Cívica Radical) ocupa un rol muy importante. Ambas tienen un
perfil ideológico de centro-derecha y asumieron con el fin de llevar adelante un
programa neoliberal. También es verdad que sendas coaliciones apuestan por el
capital concentrado, la apertura económica, el endeudamiento, la concentración de
ingresos, no tienen ambiciones distributivas, aplican ajustes salvajes que generan
desempleo, reducen salarios y hacen subir la pobreza, mientras que también ubican al
sector financiero y a los inversores externos como los principales actores económicos
de sus programas –por eso no sorprende para nada que sus propuestas económicas
sean muy valoradas por el FMI (Fondo Monetario Internacional)-.
De manera similar, es igualmente cierto que ambas coaliciones construyeron
sendas campañas electorales para acceder al gobierno de modo parecido. Así, las dos
pusie o é fasis e la lu ha o t a la o up ió , e alta o los valores republicanos
y el respeto a las normas, como también es verdad que ambas tuvieron un discurso
que buscó abiertamente desideologizar sus propuestas. Por su parte, es innegable que
ambas coaliciones comparten elencos de gobierno y que tienen ciertos líderes en
común: Patricia Bullrich, Elisa Carrió, Federico Sturzzeneger, Horacio Rodríguez Larreta,
Darío Lopérfido o Hernán Lombardi son tan solo algunas personas que se repiten en un
caso y en el otro. Por último, y por si fuera poco, los actores centrales de la Alianza han
otorgado un acalorado apoyo a los de Cambiemos. Por ejemplo, Fernando De la Rúa
dijo
o lo voté a Ma i
esto
o te to (El Destape 16/04/2016), mientras que
Domingo Cavallo opinó que Mau i io Ma i tie e el
ejo e uipo pa a go e a
(La
Nación 12/03/2015).
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Sin embargo, a pesar de todas las similitudes que pudiéramos trazar, debemos
decir que Cambiemos no es igual a la Alianza en su conformación y acceso al gobierno,
sino que es una coalición mucho más débil y precaria que esta última (aún cuando la
Alianza fue ya de por sí una coalición muy débil institucionalmente, lo que puede llegar
a complicar mucho el escenario del presidente Macri hacia el futuro). La Alianza fue
una coalición formada en 1997 entre la UCR y el Frepaso (Frente País Solidario) y
conquistó la presidencia recién dos años después, en 1999, mientras que Cambiemos
es una coalición formada también por la UCR, pero ahora aliada al Pro de Mauricio
Macri (Propuesta Republicana) y la Coalición Cívica (CC) de Elisa Carrió, siendo una
unión que se formó en 2015, el mismo año en que llegó al gobierno, sin haber tenido
ningún tipo de periodo de aprendizaje colectivo, experiencia o si quiera tiempo para
elaborar un programa común. En este sentido, debemos decir que la Alianza además
llegó de manera relativamente fácil al gobierno, que lo hizo de modo directo y con un
o se so afi
ativo de la so iedad ha ia sus a didatos: la Alia za t iu fó e la
primera vuelta electoral con el 48,37% de los votos contra el 38,27% que obtuvo el
segu do. Es de i , fue u a op ió
ue se afi
ó de
a e a positiva
en forma
prácticamente mayoritaria en el electorado. De modo menos favorable, el triunfo de
Cambiemos fue otro: ésta última coalición fue la segunda minoría en las elecciones
generales, en las que obtuvo el 34,15% frente al 37,08% del FPV (Frente para la
Victoria), y sólo pudo acceder al gobierno en una segunda vuelta muy peleada con un
triunfo con el que apenas logró revertir el resultado previo (Macri tuvo el 51,34% de
los votos contra el 48,66% de Scioli). Esto quiere decir que Cambiemos conquistó la
p eside ia o u
o se so egativo po so e su rival directo (pudiendo capitalizar
de cara al ballotage cierto hartazgo hacia el kirchnerismo e imponiendo en
consecuencia la idea de
alte ativa de se el
al
ue ha ía
e o
ue a
ia
, construyéndose así como la
f e te a la o ti uidad. Te ie do en cuenta los
antecedentes que los especialistas en ballotages destacan, un triunfo en dichas
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condiciones no es un dato menor, puesto que la mayoría de los presidentes en
América Latina que acceden al gobierno en forma similar y revierten el resultado de la
elección general terminan sus mandatos en forma anticipada, son proclives a tener
fuertes crisis institucionales o se enfrentan a situaciones de pronunciado desgobierno
y caos. Esto en parte se debe al desbalanceo de poder que implica controlar la
presidencia del país pero sin los recursos institucionales acordes, como por ejemplo el
Congreso, y porque quienes asumen de esta forma suelen llegar al gobierno con la
ilusión de tener un consenso y apoyo mayoritario del que en realidad carecen: el
sistema de ballotage impone una polaridad total que fuerza la creación de espejismos
mayoritarios, que en el mediano plazo demuestran ser muy precarios, por lo que los
gobiernos se vuelen muy inestables y propensos a sufrir crisis de gobernabilidad (Pérez
Liñan, 2009). Las escasas cuatro experiencias en los cuales no ocurrió algo así y en las
que el candidato de la segunda minoría conquistó la presidencia sin ver luego
interrumpido su gobierno de forma anticipada se debieron a factores que hoy el
gobierno de Cambiemos está muy lejos de tener: Leonel Fernández en la República
Dominicana de 1996 luego de salir segundo en la elección general construyó
inmediatamente después de vencer un gobierno de coalición con otros partidos
(formando el Frente Nacional Patriótico), creando así una mayoría parlamentaria con
lo que pudo llevar adelante su presidencia sin sobre saltos; Andrés Pastrana en la
Colombia de 1998 y Jorge Batlle en el Uruguay de 1999 revirtieron sus resultados en la
segunda vuelta proviniendo ambos de partidos de muy larga data, sumamente
estructurados y en países de fuerte tradición bipartidista lo que garantizó la
gobernabilidad; el caso de Néstor Kirchner en la Argentina de 2003 (que si bien no se
llegó a realizar la segunda vuelta por el abandono de Menem, que había resultado
primero en la elección general) accedió a la presidencia del país siendo la segunda
minoría de las elecciones presidenciales pero proviniendo del Partido Justicialista, que
era el partido que controlaba ambas cámaras del Congreso, la mayoría de los
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gobiernos provinciales y era cercano a los sindicatos, por lo que tuvo ciertas ventajas
para asegurar la paz en su gobierno. Macri, en contraste a estas experiencias, no hizo
acuerdos para ampliar su base parlamentaria, no viene de un partido estructurado ni
basado en el rígido bipartidismo y tampoco cuenta con un partido que garantice la
gobernabilidad, por lo que su panorama no es alentador.
Por su parte, además de un desigual modo de acceso al gobierno y de que esto
representa una severa desventaja para Cambiemos con respecto al caso de la Alianza,
con vistas al resto de los poderes institucionales la situación es todavía peor. De los
veinticuatro distritos del país, Cambiemos sólo gobierna cinco (tres en manos de la
UCR y dos en poder del Pro), cuando la Alianza contó con el control de ocho (siete
gobernados por la UCR y uno solo por el Frepaso). En la Cámara de Diputados de la
Nación la Alianza tuvo 119 diputados propios (83 de la UCR y 36 del Frepaso), sin tener
mayoría ni tampoco quórum propios en la Cámara y fue seguida muy de cerca por el
peronismo, que tuvo 100 diputados. Para el caso de Cambiemos, éste tiene sólo 92
diputados propios (43 de la UCR, 41 del Pro, 5 de la Coalición Cívica y 3 de otras
fuerzas) mientras que el peronismo es la primera minoría con 114 diputados. Es decir,
otra clara debilidad con respecto a la Alianza. En el Senado la cosa es sin dudas más
dura aún: mientras la Alianza tuvo 21 senadores propios (20 de la UCR y uno solo del
Frepaso) y el PJ tuvo 36, Cambiemos tiene sólo 16 senadores (9 por la UCR, 5 por el Pro
y 2 por la CC) y el peronismo cuenta ahora con 44.
De igual modo, la distribución de los cargos de poder y las decisiones parecen
ejercerse de manera diferente en un caso y en el otro. Si la Alianza originalmente
buscó presentarse como una sociedad más o menos equilibrada entre dos partidos
socios, en muy poco tiempo el radicalismo, que era el partido mayor, hegemonizó la
coalición y posteriormente desplazó al Frepaso a un lugar prácticamente inexistente:
en el primer gabinete de gobierno los frepasistas tuvieron muy poco peso –sólo
tuvieron dos ministerios de un total de diez, ocho secretarias (de 42) y cuatro
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subsecretarias (de 58) (Ollier, 2001)- para finalmente ser desdibujados como actor
decisorio a medida que avanzó el gobierno. Con respecto al caso de Cambiemos, la
situación es diametralmente otra, ya que aunque el radicalismo es el partido con
mayores aportes distritales e institucionales, está francamente relegado en la toma de
decisiones y en el vértice gubernamental: de los 20 ministerios que hoy tiene el
presidente Macri sólo cuenta con 3, mientras que los gerentes y CEOs de empresas
privadas sin vínculos partidarios ocupan 5, los provenientes del Pro son 9 y otros 3 son
de origen dispar, lo que implica un notorio desbalanceo de poder en desmedro de la
UCR y su aporte.
Sin embargo, a pesar de que Cambiemos en casi todos los planos parece ser
una fuerza política mucho más débil que la Alianza, sí cuenta con ventajas no menores.
La primera tiene que ver con la coherencia ideológica y programática con la que fue
conformada. Mientras la Alianza originalmente se presentó como una coalición de
centro-izquierda y de perfil progresista (asentada en figuras como Chacho Álvarez,
Raúl Alfonsín, Graciela Fernández Meijide, Rodolfo Terragno, Aníbal Ibarra o los
sindicalistas de la CTA), la coalición sucesivamente fue mutando hasta adoptar un
decidido perfil conservador y de derecha, primero con el control del gobierno con el
que se fue quedando de la Rúa y luego ya de manera más clara cuando Domingo
Cavallo asumió el Ministerio de Economía y el control casi total del gobierno.
Cambiemos, en cambio, nació ya como una coalición de derecha y neoliberal: el
liderazgo que ejerce el Pro en el espacio es totalmente dominante2, el influjo de Carrió
no es menor, mientras que esta vez fueron los líderes más derechistas y abiertamente
neoliberales de la UCR los encargados de llevar adelante el acuerdo (Ernesto Sanz,
Gerardo Morales y Oscar Aguad) y no el ecléctico magma que Alfonsín aglutinaba. En
segundo lugar, lo que parece ser hasta ahora la fortaleza más grande de Cambiemos
frente a la Alianza es que la primera tiene un claro e indiscutido líder, mientras que la
2
Sobre las características del Pro, ver Vommaro, Morresi, Bellotti, 2015.
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Alianza careció de ello. En esta dirección, una de las debilidades mayores de la Alianza
fue no haber tenido un liderazgo claro, lo que entorpeció la gestión y colaboró en que
dicha coalición entrara en guerra contra sí misma con vistas a la toma de decisiones y
los planes a llevar a cabo (de la Rúa se enfrentó rápidamente con el vicepresidente
Álvarez hasta que éste renunció a su puesto mientras que también el presidente tuvo
relaciones más de rivalidad que de cooperación con Alfonsín y la estructura de la UCR),
de manera opuesta, Mauricio Macri ejerce un liderazgo firme y vertical que parece
permitirle a Cambiemos tener un dinamismo y capacidad de respuesta mucho mayor
al aliancista, sin desatar hasta ahora rupturas ni enfrentamientos fratricidas.
Ni Massa ni Cristina son Duhalde
Por la notoria debilidad institucional que padece Cambiemos y que también
tuvo la Alianza, la relación con la oposición entonces se vuelve indispensable y no
puede ser un eje a desatender de ningún modo para aprobar las leyes en el Congreso y
asegurar la gobernabilidad. En este terreno, la Alianza tuvo un periodo inicial
esencialmente fácil: el PJ estaba dividido en la eterna disputa entre Menem y Duhalde,
los gobernadores peronistas de las provincias chicas habían forjado el Frente Federal
(en el que asomaron figuras como Rodríguez Saá, Kirchner, Puerta y Romero), mientras
que los tres gobernadores de las provincias grandes (Ruckauf, Reutemann y De la Sota
de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba respectivamente) también colaboraron en
fragmentar el liderazgo partidario. A su vez, el sindicalismo estaba dividió en dos CGT
u a ofi ial a a go de Dae
ot a
e elde
o du ida po Mo a o , el go ie o
tuvo un buen trato inicial de la CTA y además la Alianza logró sumar al espacio de
Cavallo a su gabinete. Sin embargo, a pesar de tener un espacio opositor y sindical en
dispersión, la vorágine de la conflictividad social y la velocidad asumida por la crisis
evitó que el gobierno pudiera dominar el terreno político, por lo que la Alianza terminó
siendo devorada por una compleja y multivariada cantidad de actores sociopolíticos en
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escena. Todo lo cual dificultó las negociaciones, complicó las alianzas y todos los
avances que se ganaron al acercarse a un actor se terminaban de perder al alejarse de
los otros. Con ello los pactos fueron difíciles y el gobierno quedó atrapado más de una
vez en situaciones imposibles de resolver. El terreno de la oposición para Cambiemos
parece ser, en principio, también difícil. El peronismo tiene menor cantidad de actores
esta vez y mantiene cierta coherencia en torno a tres claros polos. En primer lugar, se
encuentra el liderazgo kirchnerista que la ex presidenta Cristina Fernández parece
todavía conducir. Si bien este polo no luce con la envergadura y los consensos que
tuvo en otras épocas dentro del peronismo, lo que sí es claro es que todavía logra
retener una porción muy importante de poder y vínculos muy aceitados con otros
sectores sociales y políticos, por lo que no le sería imposible ser una oposición fuerte y
dominante de cara al futuro con capacidad de condicionar severamente al gobierno de
Macri. Un segundo polo dentro del PJ es el que representan los gobernadores,
intendentes y personas más conservadoras del partido. Este espacio es más difuso y
afloran varios hombres con intenciones de liderarlo (como el gobernador salteño Juan
Urtubey, Diego Bossio o Miguel Pichetto), es el más clásicamente pejotista y de
centroderecha, y por su plasticidad parece ser capaz de alinearse sin problemas con
quien emerja como nuevo líder del peronismo. Por último, no podemos descuidar el
ascendente de Sergio Massa (a quien tanto De la Sota como el gobernador de Córdoba
Juan Schiaretti parecen secundar), que aún con el control de 41 diputados propios del
Frente Renovador y una buena cantidad de intendentes, proyecta un futuro político no
menor, tal es así que Pichetto llegó a declarar que Si Massa gana en el 2017, va a ser
el uevo líde del pe o is o (Clarín 13/11/2016). Además, los sectores sindicales
parecen tener más indicios de convergencia que de separación que en el pasado, para
golpear juntos y mejor: al comenzar el año 2015 se unificaron los dos sectores de la
CTA y poco después la CGT reunificó a sus tres facciones en un triunvirato; mientras
que la líder opositora Margarita Stolbizer prefirió acercarse al grupo massista más que
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acceder a pactar con el gobierno de Macri. Es decir, por más que la resolución de la
crisis del 2001 haya logrado ser conducida con cierto éxito por Eduardo Duhalde
considerando las difíciles condiciones de las que partió, lo cierto es que su liderazgo
durante 2001 y 2002 fue excesivamente débil y precario, sin lograr nunca un apoyo
sólido o mayoritario ni siquiera dentro de su partido, y sólo devino presidente del país
ante la falta de opciones de mayor peso y con una resignación muy alta de parte de sus
pares. En la actualidad, el peronismo se encuentra mucho mejor estructurado que
durante el 2001, con una capacidad institucional, legislativa y territorial mayor, y quien
resulte tener la mejor performance en 2017 (ya sean las distintas variantes del
kirchnerismo, del massismo o del pejotismo) seguramente termine por adueñarse del
liderazgo mayoritario del partido, con lo que contará con una enorme capacidad de
condicionar al gobierno de Macri, volviendo al presidente muy dependiente de la
gobernabilidad que la oposición fuera capaz de darle.
Igualmente esto último, debemos decir que a poco de cumplirse el primer año
de gobierno de Cambiemos, tanto la situación legislativa como la gobernabilidad no
han sido grandes escollos. Mauricio Macri pudo anotarse varios éxitos en el Congreso:
pudo lograr el pago a los fondos buitre (hold outs), consiguió aprobar la designación de
dos nuevos miembros para la Corte Suprema, aplicó un ambicioso plan para blanquear
capitales y para recalcular los pagos a los jubilados y demostró tener una capacidad de
negociación muy alta en varios temas (especialmente con la CGT, con la cual logró
hasta ahora una paz social inédita). Empero, Cambiemos de todos modos no pudo
evitar algunos traspiés en el terreno parlamentario: tuvo un momento tenso cuando la
oposición se unificó y logró hacer aprobar una ley que duplicaba las indemnizaciones
laborales por seis meses (ley que el presidente Macri inmediatamente vetó) y también
con la ley de emergencia económica, el oficialismo no pudo lograr la modificación del
Ministerio Público Fiscal para destituir a la procuradora Alejandra Gils Carbó y tuvo
varios cortocircuitos para tratar el presupuesto, la ley de reforma electoral o para
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aprobar la ley de inversiones publico-privadas. En todo caso, y dejando de lado los
éxitos y fracasos legislativos, durante el primer año de gestión de cualquier gobierno –
más allá de su fortaleza institucional- es siempre esperable y lógico que pueda hacer
aprobar las leyes que considera más importantes para su proyecto político. Vale
recordar que la Alianza también logró durante su gestión grandes proezas legislativas a
pesar de no contar con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso: pudo
hacer aprobar la ley de reforma laboral, los presupuestos con recortes, los
supe pode es pa a Cavallo, la le de défi it e o, el estado de sitio
ego ia
o las
provincias para que aceptaran menores giros de los fondos de la coparticipación. En
consecuencia, los problemas pueden aparecer cuando el apoyo popular comienza a
desvanecerse, no se encuentran resultados y se entra en un año electoral, momentos
en los cuales la oposición suele ser más dura y menos complaciente con los
oficialismos. Por eso el verdadero interrogante para Cambiemos es si se logrará
mantener la tolerancia de la población y de sus rivales políticos hacia el futuro.
El 2016 no es el 2015
La evaluación del primer año de gestión del gobierno de Macri ofrece
resultados ciertamente paradójicos con respecto a lo que se esperó inicialmente para
él. En principio, porque el equipo de Cambiemos pudo tener, como dijimos, su primer
año sin problemas de gobernabilidad, tener una calma relativa, mucha tolerancia de la
oposición y niveles de aceptación en las encuestas bastante altos si se consideran las
medidas tomadas. Por ello, no está de más rescatar que la capacidad política de
Cambiemos demostró ser realmente muy alta y con éxitos innegables. Sin embargo, en
el terreno económico y de gestión del macrismo, que era donde se tenían expectativas
más altas, se obtuvieron hasta ahora resultados decepcionantes. Las primeras medidas
del gobierno fueron devaluar y sacar/reducir las retenciones de los bienes que
componen la canasta básica de alimentos, acelerando bruscamente la inflación, con lo
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que hizo caer los salarios durante 2016 y que millones de personas entraran a la
pobreza. Además, los recortes en el gasto público implicaron el despido masivo de
miles de trabajadores –algo replicado por muchos empresarios del sector privado- y
con ello creció mucho el número de desempleados en todo el país. En línea con lo
anterior, a los problemas de desigualdad y concentración de ingresos que conllevó el
shock económico inicial, el programa anti-inflacionario no sólo incumplió su meta de
tener una inflación del 25% para todo el año (excediendo con creces ese número, con
una inflación por encima del 40%), sino que se basó en subir bastante las tasas de
interés y abrir la economía con el fin de disciplinar los precios vía la competencia
externa, generando como su consecuencia directa el encarecimiento del crédito, el
endeudamiento a toda marcha del Banco Central y una lluvia de importaciones que
afe ta p ofu da e te a los p odu to es lo ales. Pa a ol o el ta ifazo de los
servicios públicos (con subas entre el 40 y el 900%) implicó un castigo durísimo tanto
para los asalariados como para los empresarios, encareciendo el nivel de vida y
haciendo subir fuertemente los costos de producción. De este modo, los efectos
agregados de la política económica de Cambiemos han provocado estragos
mayúsculos, con los que la situación marchó de mal en peor a lo largo del año: si se
prometió que los efectos negativos serían tan sólo pasajeros porque había una
pesada he e ia
e i ida
ue du a te el segu do se est e de
6 todo
cambiaría, la situación económica no mejoró sino que el país demuestra estar preso de
una profunda recesión de la que ahora no parece muy fácil salir.
Frente a este panorama, el gobierno realizó apuestas económicas que en todos
los casos demostraron estar erradas. La primera y más clara es suponer que gracias al
viraje y discurso efusivamente pro-empresario asumido sería suficiente para despertar
u a aute ti a lluvia de i ve sio es
ue hi ie a
e e el p odu to, si te e e
cuenta que por las características de la economía argentina es muy difícil –cuando no
francamente imposible- quebrar las tendencias recesivas por el lado de la oferta si la
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demanda se descuida como está ocurriendo. En esta dirección, las medidas más que
favorecer al empresariado en general, fomentar la producción local o crear las
condiciones para la inversión, causaron exactamente lo contrario: la apertura
económica y la reducción de salarios fueron un castigo para el mercado interno que no
produjeron otra cosa que bajas del consumo y desaliento de la demanda, el tarifazo y
la devaluación hicieron subir los costos internos mientras que la política monetaria
ortodoxa encareció el crédito fomentando la especulación financiera más que la
producción, lo que también desincentiva las inversiones. Un indicador de todo esto es
el quiebre que se produjo de miles de pequeñas y medianas empresas, el derrumbe de
las ventas, las cesantías masivas de personal y pronósticos de que este verano tendrá
una de las peores temporadas turísticas en años. En segundo lugar, por más que se
hubieran realizado las principales medidas de acuerdo al programa neoliberal y el
gobierno hubiera recibido acalorados elogios por parte del capital concentrado y del
FMI, lo cierto es que el país ha aumentado violentamente su déficit fiscal (que el
kirchnerismo dejó en el 1,5%, pero que en 2016 el gobierno de Cambiemos lo llevó por
encima del 5% y el año siguiente proyecta ser todavía peor) como consecuencia de la
quita/reducción de las retenciones y de la caída de la actividad económica. En tercer
lugar, el comercio exterior estuvo lejos de mostrar el desenvolvimiento esperado a
pesar de que los grupos agroexportadores fueron los más beneficiados por la política
oficial: las exportaciones no tuvieron de ninguna manera el repunte excepcional que se
prometió y el año próximo el mismo gobierno admite que habrá déficit comercial,
aunque no sólo por la caída de las ventas, sino sobre todo por el avance sin pausa que
tendrán las importaciones que está causando la apertura económica. Finalmente, la
política de endeudamiento sistemático por la que ha optado el oficialismo para evitar
desequilibrios mayores está volviendo a la economía argentina fuertemente
dependiente de los flujos financieros y del endeudamiento, lo cual puede convertirse
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en u a pode osa o
a de tie po ha ia el futu o
u a pesada he e ia a e i i
para futuras generaciones, algo casi tan grave como lo que ocurrió en el 2001.
El gobierno durante su campaña electoral había prometido que una vez
conquistada la presidencia del país se p odu i ía e la A ge ti a u a
aleg ía ,
ie t as ue los he hos de ost a o
po la ió pasó a vivi i
ediata e te u a
ue u a vez ue Ca
e ie te
evolu ió de la
ie os asu ió la
evolu ió de la t isteza . Es
decir, el grueso de la población ha vivido un muy mal 2016 y en casi todos los casos se
está peor que con respecto al 2015. Incluso los mismos funcionarios oficialistas, como
el jefe de gabinete Marcos Peña, han salido a reconocer que
6 fue du o pa a los
asala iados y que no se está mejor ahora en relación a cuando asumió Cambiemos
(Río Negro 16/11/2016). Así, el problema para el gobierno es que si la situación actual
es mala, las perspectivas no atisban a ser mejores para 2017, ya que por la dinámica
que han asumido las variables prácticamente el primer semestre del año también
sufrirán caídas o muchos sectores todavía estarán afectados por la recesión (ya que
están cayendo el consumo, la inversión, la construcción, la industria y el gasto público
de manera cada vez más pronunciada), haciendo que la recuperación –de producirsesólo ocurra durante la segunda mitad del año y que la misma resulte muy débil en un
doble sentido: será débil en la medida en que no logrará hacerse sentir con fuerza para
afrontar la campaña electoral próxima y, a la vez, porque por más que se crezca algo
en 2017 los valores ya no permitirán recuperar todo lo que se ha caído en 2016. Aún
más, aunque se cumplieran los pronósticos optimistas con respecto a un repunte
económico del 3% para el próximo año, ni el desempleo ni la pobreza descenderán –
incluso, lo más probable es que sigan es alza- ya que la capacidad instalada ociosa
actual es alta y los sectores con posibilidades de crecer son muy poco intensivos en
trabajo (tales como turismo, minería y energía, que fueron los sectores en los que
a o é fasis se puso e el
i i davos de Septiembre, el foro que el macrismo
realizó para captar inversiones). En suma, al gobierno de Cambiemos le será muy difícil
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tener una validación electoral en 2017 si es que el terreno económico sigue ofreciendo
números tan malos como los actuales o incluso empeoran de cara al futuro.
La economía de Trump no es la de Bush
Tras la victoria de Donald Trump el escenario internacional parece que se
convertirá en un escollo cada vez más peligroso y difícil de sortear con vistas al
mediano plazo. Aunque sin dudas, es verdad que todavía Trump no asumió la
presidencia de los Estados Unidos –por lo que no se conocen de forma certera sus
medidas- y es verdad también que el gobierno de Macri comenzó con el pie izquierdo
su relación con él: dijo que era un
idí ulo y que nunca alguien así podría ganar la
presidencia norteamericana, a la par que hizo abierta campaña por la candidatura de
la demócrata Hillary Clinton. Sin embargo, por más que Trump no haya asumido
todavía y que Macri hubiera empezado su relación protocolar en forma fallida, lo
cierto es que el triunfo del republicano descolocó fuertemente al gobierno de
Cambiemos con respecto a temas centrales, representando ello un escenario
económico que no fue vislumbrando inicialmente y que puede dañar en sumo grado
los ejes del programa macrista.
En este sentido, cuando en 2001 asumió el republicado George Bush (h) en el
gobierno norteamericano hubo cambios en el escenario internacional que afectaron
de lleno la situación argentina. El giro inicial de Bush, y que fue efectivamente
devastador para el gobierno de la Alianza, implicó terminar con la benevolencia hacia
el sector financiero que se venía tomando desde el norte y se pasó a adoptar como
uevo pila pa a los p esta os la teo ía del
o al haza d , lo
ue i pli ó u
endurecimiento de la política del FMI para países como la Argentina y el final de
crédito fácil. Sin embargo, a pesar de que la administración Bush fue una pesadilla para
de la Rúa y Cavallo en el 2001 –igual que para Duhalde en 2002 y que también tuvo
chispazos con Kirchner (2003-2007)-, lo cierto es que provocó cambios en el mediano
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plazo que fueron beneficiosos para el país: en el mismo 2001 en que asumió Bush, éste
hizo descender las tasas de la Reserva Federal del 6,5% al 2% en apenas un año y aplicó
–una vez producidos los atentados a las Torres Gemelas- un agresivo programa de
expansión del gasto público para financiar sus guerras en medio oriente, lo cual entre
otras cosas colaboró con que los precios de las materias primas subieran sin pausa
durante los 2000. En abierto contraste a todo esto, los planes de Trump señalan que
las tasas de interés no bajarán ni que los precios de las materias subirán como antaño,
sino que parecen que dañaran la situación del gobierno de Macri de por lo menos de
cinco maneras distintas. La primera, y quizás la más obvia, es que implica poner fin a la
lla ada Alia za Transpacífico , la ual sig ifi a a o st ui u
lo ue e o ó i o de
libre comercio liderado por Estados Unidos para contrarrestar el influjo de China en la
región. De esta forma, la Alianza Transpacífico había sido ubicada por el gobierno de
Macri como el modo más idóneo y rápido de expandir las exportaciones argentinas,
conseguir inversiones y ganar nuevos mercados, sin embargo, tras el triunfo de Trump
esa opción naufragó rápido: así como fue Barak Obama el que intentó construir dicho
bloque y fue su máximo promotor, fue también el mismo que una vez que se conoció
la victoria de Trump se encargó de desmantelarlo inmediatamente, sepultando al
bloque antes de nacer. En segundo lugar, el programa económico de Trump promete
tener un neto corte proteccionista que dificultará la colocación de productos en
Estados Unidos e implicará una repatriación de capitales e inversiones que
obstaculizará mucho que las inversiones se dirijan entonces a mercados emergentes
o o la A ge ti a. Po ello, si la p o etida lluvia de i ve sio es del
a is o
todavía no se produjo en el país, con el cambio de condiciones será infinitamente más
arduo o casi imposible que se produzca, perjudicando la estrategia de crecimiento de
Cambiemos. Además, lo que probablemente será muy duro para la Argentina tras el
giro proteccionista de Trump, es que la cerrazón económica impida que los principales
socios comerciales de Estados Unidos –como China o México- puedan seguir colocando
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sus productos allí, por lo que tendrán que redirigir sus exportaciones a otros destinos
como su consecuencia, entre ellos nuestro país, que sufrirá una descarnada
competencia, guerras de dumping y una fuerte presión para absorber dichos
productos. Así, tras la apertura económica local y el abaratamiento de los bienes
extranjeros, la Argentina seguramente resultará victima de todo ello y sufra una lluvia
de importaciones que castigue a la industria local y deteriore el balance comercial.
En tercer lugar, y en línea con lo anterior, el plan proteccionista de Trump, la
cosecha record que se espera en Norteamérica y el fortalecimiento del dólar hará que
los precios de las materias primas inevitablemente caigan, afectando por demás la
performance exportadora argentina y de todo el tercer mundo. En cuarto lugar, al
quedar desbaratada la opción de expandir las exportaciones o de conseguir
inversiones de Estados Unidos, la Argentina deberá replantear la estrategia de
inserción comercial de otro modo y fijar como su consecuencia otras prioridades, lo
que obligará a que el gobierno de Macri vuelva a considerar sus vínculos con China,
Rusia y Brasil, que hasta ahora no sólo fueron descuidados y desatendidos sino incluso
sufrieron tensiones y traspiés por demás. Por último, y quizás el punto que más
inquieta al equipo económico de Cambiemos, es que la victoria de Trump, de manera
opuesta a lo que ocurrió con Bush, hará subir las tasas de interés internacionales –ya
sea por vía del Departamento del Tesoro, vía la Reserva Federal o por ambas vías a la
vez-, encareciendo y dificultando la toma de deuda en el exterior. Esto último no es un
dato menor, pues el punto de apoyo central de todo el programa económico actual es
financiar los desequilibrios con una estrategia de endeudamiento masivo. En
consecuencia, si el pilar básico de la política económica ya era de por sí una estrategia
que dejaba al país muy vulnerable hacia el futuro y era insostenible en el largo plazo,
con el cambio de escenario la situación asume entonces niveles crecientemente
peligrosos, obligando al gobierno a dos caminos para dejar de depender de la deuda: o
bien realizar un recorte del gasto de hondas proporciones –algo que es inviable para
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2017 por ser un año electoral- o bien a subir los impuestos para que los ingresos del
Estado crezcan –algo que generaría igualmente conflictividad social, haría que el
gobierno se enfrente con el sector empresarial que ha sido hasta ahora el actor
discursivamente privilegiado, o llevaría a abortar definitivamente la chance de que la
economía se recupere-.3 Por todo esto, un ajuste de gran envergadura no se
proyectará para 2017 pero sí con altas chances para 2018 una vez pasadas las
elecciones, pero si se hace dicho ajuste como inevitablemente se pronostica, el castigo
político y social para la coalición Cambiemos será tan grande o quizás mayor al nivel de
recorte que el gobierno aplique (algo similar ocurrió con la Alianza cuando en 2001
aplicó la ley de déficit cero, que implicó rebajas para los jubilados y trabajadores
estatales del 13%, haciendo que el gobierno pierda las elecciones de Octubre, se
p oduz a el voto
o a
poste io
e te de la Rúa caiga).4
Más allá de todo esto, el escenario internacional no deja de prometer
circunstancias realmente malas para la Argentina de cara a 2017, puesto que otro de
los factores que despunta con perjudicar al país el año próximo es lo que suceda con
Brasil. En este caso, el principal socio comercial argentino tuvo ya un año económico
muy malo: su economía caerá por encima del 3% en 2016 y seguramente el desplome
sea igual o todavía mayor en 2017, puesto que el gobierno de Michael Temer dijo que
en lo próximo se realizarán ajustes del gasto todavía más grandes a los ya realizados
este año (Página 12 21/11/2016). De esta manera, la caída económica de Brasil no es
3
El haber descartado totalmente el triunfo de Trump si quiera como una opción factible llevó a que los
integrantes de Cambiemos tengan sus primeras batallas públicas, por ejemplo Elisa Carrió dijo al
respecto que con dicha victoria “e vie e tie pos os u os y que los e o es o etidos ha sido po
ulpa de i eptos (Tiempo Argentino 16/11/2016), haciendo clara alusión a la canciller Malcorra que no
calculó ese escenario. Por su parte, en un abrupto cambio de discurso, Diego Guelar salió a afirmar –
contrariamente a todos los gestos previos- que los Estados Unidos nunca tuvieron una centralidad en la
estrategia comercial argentina y que verdaderamente los países ás i po ta tes pa a osot os so , e
este o de : B asil Chi a (Ib.).
4
Para un análisis de las principales medidas económicas tomadas por la Alianza durante 2001 y de la
dinámica macroeconómica ver, Zícari (2014b), para un abordaje de las implicancias políticas del
resultado electoral de ese mismo año (Vilas, 2001; Zícari, 2014a; 2016c).
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un dato menor para el gobierno de Mauricio Macri con vistas a 2017 porque, según el
presupuesto que envió el oficialismo al Congreso, uno de los dos motores económicos
del crecimiento para ese año es –justamente- la recuperación brasilera y el
consecuente aumento de las ventas hacia ese país. Por lo tanto, si Brasil no logra
recuperarse como todo indica que no ocurrirá, la Argentina no sólo no podrá
incrementar sus exportaciones allí, sino que incluso éstas bajaran, contribuyendo
entonces con la parálisis económica local.
En todos los casos, y finalmente, otro problema que puede volverse
eventualmente letal para la estrategia económica de Cambiemos es qué hacer con
respecto al dólar. El tema de qué hacer con la divisa norteamericana no es sencillo por
múltiples motivos. Uno de ellos es que el dólar hasta ahora ha servido como una
medida de estabilización del sistema de precios luego de la brusca devaluación inicial,
utilizándose así como ancla anti-inflacionaria. El dólar se ha ubicado en torno a los 15
pesos y ha buscado ser una forma de generar previsibilidad y de alentar inicialmente
las exportaciones. No obstante ello, por la inflación acumulada en 2016 el valor de la
divisa ha perdido competitividad, resultando un valor progresivamente atrasado y
todavía más si no se mueve en el futuro. El tema es que la dinámica económica que se
ha instaurado está obligando a entrar en un dilema: el gobierno podría optar por
devaluar para recuperar la competitividad perdida, pero de hacer eso la dinámica de
precios nuevamente se dispararía arruinando todo su plan anti-inflacionario, como
también volvería a hacer subir el número de pobres, por lo cual otra opción para evitar
estas consecuencias es mantener el dólar en su valor actual, pero al precio de que siga
atrasado.5 Es decir, tendría que decidirse o bien a devaluar para reactivar la economía
y alentar así las exportaciones o bien por mantener la paridad actual para combatir la
inflación y evitar mayor conflictividad social, lo que señala que claramente es difícil
5
El diputado de Cambiemos Eduardo Conesa ya ha salido a sugerir que el dólar debería pasar de los 15
pesos a los 26 durante el 2017 para recuperar competitividad (Ámbito Financiero 16/11/2016).
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atender a ambos problemas a la vez.6 Todavía más, el nivel de endeudamiento tanto
interno (en pesos) como externo (en dólares) que ha asumido el gobierno está
construyendo una situación de precariedad cambiaria y financiera excesivamente alta:
con respecto al endeudamiento en pesos, en la actualidad los bancos locales tienen la
misma cantidad de billetes y monedas de los que circulan en toda la economía bajo la
forma de letras del Banco Central (lebacs), lo que ha hecho subir mucho la propensión
de riesgo del sistema bancario argentino a un posible default estatal –algo similar a lo
ocurrido en 2001 y que desembocó e el
o alito -; con respecto al endeudamiento
en dólares, y que se instauró compulsivamente por el gobierno para cubrir el déficit
fiscal y el comercial, ha hecho que la deudo-dependencia actual del país sea similar a la
de los ‘90 y a la del 2001, por lo que no se puede soslayar que los inversores pudieran
decidir no prestarle más dinero al gobierno, con lo cual –contemplando los dos canales
de endeudamiento que ha adoptado la política económica- ambas vías podrían
combinarse y alentar en consecuencia la no renovación de los créditos creando
corridas bancarias, que el Banco Central se quede sin reservas y forzar con ello a una
brusca devaluación que implante el caos económico y una disparada de la inflación.
Una situación de estas características no sólo se puede ver favorecida por la suba de
las tasas de interés internacionales que se dará en el futuro o porque el mercado
apueste por una devaluación al considerar que el dólar está atrasado, sino porque la
situación podría ser más explosiva todavía si es que el gobierno recibe un pésimo
resultado electoral en Octubre próximo y la conflictividad social escala por la mala
situación económica. De estar en un escenario como este, en el cual las fortalezas
políticas, institucionales, económicas, sociales o electorales de Cambiemos se
derrumben, junto a un clima externo excesivamente adverso, contribuirán a tener una
6
Otro eje de la política anti-inflacionaria que no se puede descuidar es que el plan apuesta, y necesita,
que la tasa de desempleo aumente para disciplinar la puja distributiva, lograr que los trabajadores
negocien en malas condiciones sus salarios en las paritarias, para así evitar que el salario se vuelva un
osto ue alie te la i fla ió o pe judi ue la o petitividad.
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coyuntura quizás tan mala como la del 2001. Así, si bien un contexto como este es
ciertamente hipotético, no se puede descuidar que todas las tendencias actuales lo
ha e
ada vez
ás fa ti le, p o osti a do e to es u a vi tual to
e ta pe fe ta .
Macri no es Menem ni es de la Rúa
La única experiencia neoliberal políticamente exitosa en el país fue la que llevó
adelante Carlos Menem. Durante sus años de gobierno (1989-1999), Menem logró
llevar adelante un decidido programa de reformas estructurales con las características
típicas del neoliberalismo: aplicó ajustes estatales, hizo subir el desempleo, privatizó
en forma masiva las empresas del Estado, abrió la economía, desindustrializó el país,
desreguló mercados, hizo crecer la pobreza, flexibilizó el trabajo, redujo salarios y
aumentó las desigualdades sociales. No obstante, y lo que verdaderamente sorprendió
a muchos especialistas, es que a pesar de todas las transformaciones realizadas el
grueso de la población validó su plan económico y lo acompañó en las urnas más de
una vez, permitiéndole incluso una reelección presidencial en 1995. Las explicaciones
que han intentado darse para entender cómo y por qué Menem logró construir el
consenso suficiente para no tener grandes desbordes sociales y conquistar el apoyo
plebiscitario que validara su programa a pesar de los claros perjuicios que causó a
grandes sectores de la población se centraron en tres ejes. El primero tiene que ver
con que Menem, al provenir del peronismo, contó con la persistencia de la identidad
peronista de los sectores populares, amén que los gobernadores del interior y el
sindicalismo cegetista le garantizaron una paz social que le hubiera resultado imposible
de alcanzar a cualquier otra persona por fuera del PJ. En segundo lugar, el trauma
social que representó la hiperinflación de 1989-1990 no fue menor, lo que implicó para
la población la conciencia de que la sociedad estadocéntrica que rigió por años el país
estaba definitivamente terminada, por lo que muchos sectores estuvieron dispuestos a
aceptar cualquier programa que pudiera poner fin a las épocas de caos. Finalmente,
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otros autores han puesto su énfasis en los resultados iniciales que Menem logró
alcanzar, los cuales si bien exigieron muchos sacrificios para la población, estos
terminaron por dar resultados palpables: la inflación pudo ser liquidada como
problema, el país se modernizó, mejoraron notablemente lo servicios públicos y las
incertidumbres militares y los grandes conflictos sociales tocaron a su fin. Por lo cual,
Menem logró ordenar el país, la economía, garantizar la democracia y el crecimiento
económico, lo cual permite entender por qué cosechó tantos apoyos (Gouarnalusse,
2011).
El programa macrista ciertamente es también neoliberal como el de Menem y
está condenado a generar las mismas desastrosas condiciones sociales que las
obtenidas por el riojano. Sin embargo, las diferencias entre Macri y Menem son
grandes: si bien ambos pueden ofrecer desventajas similares para la población, el
gobierno de Macri no tiene ninguna de las válvulas de reaseguro de las ofrecidas por
Menem. Macri no viene del peronismo, por lo que no hay identidad política que valga,
los gobernadores y sindicalistas no tienen por qué garantizarle la paz social por mucho
tiempo y su base de votantes puede darle la espalda con más prisa que pausa. Macri
tampoco fue precedido por un desastre económico o social como fue la hiperinflación,
por lo que la e usa de la he e ia e i ida o el pedido de pa ie ia a la po la ió
no podrán durar por siempre. En tercer lugar, lo que verdaderamente atisba debilitar
con más fuerza a su gobierno es el no tener nada tangible para ofrecerle a la población
de cara al futuro: el gobierno de Cambiemos no tiene servicios públicos ineficientes
con los cuales contrastar, la inflación de 2017 no será muy distinta a la de los años
kirchneristas ni el ordenamiento socioeconómico podrá ser tajante, sino que al
contrario la situación económica y social será peor que la del 2015 como dijimos. En
suma, el macrismo hasta ahora sólo le pidió esfuerzos a la población pero sin dar nada
a cambio o encontrar si quiera algún motivo que hiciera que todo hubiera valido la
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pena, todo lo cual puede ser un componente explosivo a la hora de la validación
electoral próxima.
Por su parte, una de las mayores fortalezas de Cambiemos con respecto a la
Alianza es, como dijimos, la de contar con un liderazgo claro y firme. Empero, esto que
puede aflorar como una ventaja es también una virtual debilidad, porque de la Rúa
podía se si di ado e
o ou
oludo , u
i útil o si ple e te o o u
tipo incapaz de llevar las riendas de una situación que una y otra vez se le fue de las
manos. En el peor de los casos, lo que le pareció desastroso a la población con
respecto a la de la Rúa no es que haya sido el causante de la crisis –muchos ni siquiera
piensan que el ex presidente la haya causado -, sino que no le perdonan que no haya
podido manejarla, por lo que, más bien, fue un mal gobernante que no pudo ni supo
qué hacer. Llama la atención al respecto que en la actualidad, y aún en el año 2001, se
acusara con verdadero odio a Domingo Cavallo como responsable de la crisis, puesto
que éste sí era identificado por la población como un hombre fuerte, de acción y que
era auténticamente capaz de revertir la situación cuando llegó al Ministerio de
Economía en Marzo de 2001. Es por eso que Cavallo todavía es señalado como el
máximo responsable de la crisis. Para el caso de Macri, los éxitos políticos y su fuerte
liderazgo hasta ahora han sido útiles para comprar tiempo y todavía sostener la
esperanza de que la economía funcionará en 2017. No obstante, si las promesas de
mejora no se confirman en lo próximo y la situación económica continúa estancada o
no se logra recomponer el delicado panorama social, sólo Macri pagará los costos de
no haber obtenido resultado alguno. Por lo que, de no empezar a tener éxitos
concretos, lo que es una virtud será una maldición: todo el malestar será culpa del
presidente sin encontrar entonces culpables sobre los cuales descargar los problemas
de gestión sin resolver (en este sentido, Prat-Gay tampoco es Cavallo como para
responsabilizarlo totalmente por una eventual crisis), recibiendo en consecuencia un
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castigo electoral de hondas consecuencias, castigo incluso que podría ser tan grave
como el que obtuvo de la Rúa en 2001 antes de caer.7
Conclusión: el 2017 no es el 2001
A lo largo de este escrito nos hemos preguntado si el gobierno de Mauricio
Macri puede estar reuniendo las condiciones para que se produzca en el futuro una
crisis similar a la del 2001. Así, en estas páginas señalamos que ningún ciclo histórico es
igual a otro, aunque tampoco pueden desconocerse que ciertas tendencias se parecen
demasiado a las del pasado, por lo que podrían generar consecuencias también
parecidas a las del pasado, aunque con especificidades propias.
De este manera, destacamos que el gobierno de Cambiemos es más débil
institucionalmente que el de la Alianza y que conquistó la presidencia con un ballotage
que creó la engañosa ilusión de tener una mayoría y consenso social del que en verdad
carece. De igual modo, la dinámica de la gestión gubernamental está entrando en un
peligroso circulo vicioso del cual resultará muy difícil salir: la falta de resultados
económicos hace caer el consenso, la situación social empeora día a día por lo que los
conflictos gremiales y sociales tenderán a subir, mientras que el crecimiento de la
desilusión con respecto a que el gobierno no logrará conquistar ningún éxito que
ofrecer puede hacer perder la paciencia ciudadana y vaticinar en consecuencia una
7
Edua do Duhalde advi tie do u es e a io si ila al voto o a ha señalado e ie te e te:
Tenemos que ayudar al Gobierno porque no hay otra alternativa. Si no quieren al que se fue (el
ki he is o i al ue está P‘O , esto puede se u
ue se va a todos , o o e di ie
e de
… Esto puede te i a e u a gue a ivil, e u a ata za, por lo tanto, yo le pido responsabilidad a
los di ige tes. No ha ee plazo de este Go ie o, si o díga e uié
(La política argentina
29/10/2016). Con un tono similar, el legislador porteño Gustavo Vera, amigo y vocero no oficial del papa
Francisco, temiendo un escenario parecido, dijo al diario El país de España: que el papa impedirá un
estallido so ial e la A ge ti a y que ayudará para que (Mauricio) Macri pueda concluir su mandato
en 2019 (El País 13/10/2016). Por su parte, poco después de sus declaraciones, Duhalde volvió a insistir
en sus pronósticos: Le tengo miedo al desplome del Gobierno, porque en cualquier momento puede
ha e p o le as. La ge te está al … “i Ma i pie de las ele io es, se o ta todas las posi ilidades
de inversión y todo se á i e tidu
e … El país e esita éditos del e te io si ga a la oposi ió el
país o se á o fia le pa a el posi le i ve so … A ge ti a puede e t a e u
o e to u difí il
(Clarín 11/11/2016).
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contundente derrota electoral en un contexto externo cada vez más adverso. Por ello,
ante el derrumbe de cualquier consenso político que se pudiera mantener en la
actualidad, la pérdida de confianza de los prestamistas expone peligrosamente al
gobierno ante el caos económico: se puede terminar el financiamiento, pueden haber
corridas bancarias en las que el Banco Central no logre refinanciar sus títulos, pueden
caer las reservas internacionales, existe una creciente fragilidad con respecto a una
disparada del dólar mientras que un ajuste de grandes proporciones se visualiza para
2018, todo lo cual –de concretarse este escenario- alentarán las corridas bancarias y el
rebrote inflacionario, sembrando el caos por doquier. En suma, los problemas
económicos podrán desatar problemas sociales, políticos, electorales e institucionales,
los cuales al alimentarse entre sí podrán hacer recrudecer los problemas económicos
una vez más, generando un efecto de bola de nieve cada vez mayor. El origen débil y
precario del que surgió el gobierno de Cambiemos expone al presidente Macri a
situaciones cada vez más difíciles de enfrentar sin tener ni los recursos institucionales
o las bases de apoyo suficientes para llevar a cabo su programa de gobierno. No es
casualidad que ante esta notoria debilidad los dirigentes de la CGT justifiquen su
reticencia a realizar un paro general contra el macrismo –aun cuando la situación
social y la caída del empleo se resienten cada vez más- para evitar ser
responsabilizados como los virtuales culpables del fracaso o caída del gobierno. Como
dijeren los líderes del triunvirato cegetista: No ue e os apa e e
alos ue ha e pa o
o deja go e a
o o los chicos
(La Nación 06/11/2016). Aunque también
aclararon los límites que puede tener la paciencia y la falta de resultados: Todo lo ue
hemos negociado (con el gobierno) es para tender un puente, un paliativo para llegar al
año que viene con una reactivación económica, pero si no funciona, inevitablemente
ha á u a
o f o ta ió
(Ámbito Financiero 18/11/2016), todo lo cual se está
plasmando en las marchas, paros y amenazas de enfrentamientos que está habiendo
sobre fin de 2016 y en pos de la ley de emergencia social. Siguiendo este punto, el
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encuestador Hugo Haime fue más categórico aún con respecto al difícil dilema de la
oposición para evitar que Cambiemos definitivamente naufrague: La di ige ia tie e
miedo de 2001. Y la gente también. Nadie quiere volver a 2001. Los gobernadores
piensan que si a Macri le va mal, les va mal a todos. Todos lo van a sostener a Mauricio
hasta el último día. Los gobernadores no quieren encontrarse con el 2001 porque saben
que se los lleva puestos también a ellos. La crisis de Macri es también la crisis de ellos.
El tema para la oposición y para el peronismo es cómo ganar las legislativas del año
ue vie e si po e e pelig o la go e a ilidad (La política online 06/11/2016).
Igualmente, y por más que sea importante que la oposición, el sindicalismo o los
gobernadores no quieran apostar por la caída del gobierno o de que estos sean
tolerantes , no se puede suponer que las crisis y las interrupciones de los gobiernos
dependan simplemente de la buena voluntad de algún actor en particular o de varios
de ellos, porque eso sería desconocer que el cóctel de crisis económica, conflictos
sociales, desempleo y derrota electoral son demasiado importantes por sí mismos
como para no generar consecuencias de fondo. Empero, tampoco es conveniente
exagerar, pues aunque el horizonte futuro verdaderamente sea malo y dibuje
presagios difíciles para el gobierno de Cambiemos, esto no necesariamente implica
que habrá estallidos, colapsos o una renuncia anticipada como la del 2001: podría
haber crisis y malestar pero sin quiebres y el gobierno de Macri llegar de todos modos
al 2019, si bien en un clima precario, débil y conflictivo, llegar al fin: la renuncia
anticipada sólo sería un caso extremo. Porque como dice Haime, nadie quiere volver a
vivir una crisis como la del 2001, en la cual hubo muchos muertos y la población fue
damnificada al por mayor, representado un naufragio colectivo y de las instituciones
horrible. Por eso mismo, como el pasado no ne esa ia e te se epite igual , existe la
chance de haber aprendido algo de la crisis reciente, porque si no, de no haber
aprendido nada de lo sucedido en 2001, entonces, sólo en ese caso, el pasado se
repetirá peligrosamente en el futuro.
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Bibliografía consultada
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