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Esta página queda intencionalmente en blanco. CLAUSEWITZ Y SOCIEDAD Una introducción biográfica a las lecturas neo-clausewitzianas BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO ESTRATÉGICO «AREIFÍLE» DIRIGIDA POR JESÚS ALBERTO SUÁREZ PINEDA I. TRATADOS Y MONOGRAFÍAS, 1 Motivo de la cubierta: La realización de la obra The Chasseur in the Forest, cuadro de Caspar David Friedrich, coincide con la Campaña de Otoño de 1813, cuando los Aliados avanzaron a Francia, pero antecede a la ocupación de París en abril de 1814. El cuadro sugiere imágenes kinestésicas de un caminante solitario que se interna en la profundidad del bosque, en medio de una sutil nevada. Sus movimientos son apenas perceptibles en la contigüidad de tres signos de desesperación y muerte: raíces muertas, ramas rotas y un cuervo avizor. A juzgar por su aspecto, un hombre de sable, con botas y la cabeza cubierta con un yelmo de cresta, se trata de un chasseur à cheval [cazador a caballo, soldado de los que formaban los batallones de tropas ligeras]. Su caballo no lo tenemos a la vista; al parecer está muerto. Ya no se divisa la fortaleza del cazador de otros tiempos. Envuelto en su guerrera verde, avanza solitario, a espaldas de su pasado, confundiéndose con la espesura del bosque alemán, en lontananza con su fe, rumbo a una probable muerte. Es uno más entre los otros miles de soldados franceses, alemanes o rusos que sobrevivieron a las atrocidades de las guerras napoleónicas. Se encuentra solo, sumido en su crisis y en conexión con la naturaleza. El cuadro pinta la soledad intrínseca de cada soldado en batalla y la terrible fragilidad de la condición humana en tiempos de guerra. CLAUSEWITZ Y SOCIEDAD Una introducción biográfica a las lecturas neo-clausewitzianas Philippe Dufort ESCUELA MILITAR DE CADETES “General José María Córdova” Bogotá, D. C., 2017 ESCUELA MILITAR DE CADETES “General José María Córdova” Directivos Director-Rector Brigadier General Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda Subdirector Coronel Hesnard Eduardo Ramírez Rojas Vicerrector Académico Coronel Oscar Rodrigo Moreno Moreno Jefe de Planeación y Coordinación Académica Teniente Coronel José Benjamín Perdomo Álvarez Área de Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación Teniente Coronel Sara Constanza López Moreno Jefe Sección Tecnología de la Información y Comunicaciones Teniente Coronel Luis Alejandro Moreno Unibio ÁREA DE INVESTIGACIÓN, DESARROLLO TECNOLÓGICO E INNOVACIÓN Directora del Área de I + D + i Teniente Coronel Sara Constanza López Moreno Editor Jesús Alberto Suárez Pineda Asesor Sello Editorial Helver Martín Alvarado Asesor Proyectos de Investigación Daniel Alfonso Botero Rosas Corrección de Estilo Felipe Solano Fitzgerald Diseño y Diagramación Rubén Alberto Urriago Gutiérrez Asistente Editorial July Tatiana Carranza Jiménez El Sello Editorial Esmic garantiza un riguroso proceso de selección y evaluación de los trabajos publicados. Esta obra ha sido sometida a una revisión por pares, realizada a instancias de los editores. Todas las revisiones fueron hechas por evaluadores externos especializados. This work has been peer reviewed through a process administered by the editors. All reviews were conducted by external expert referees. El autor autoriza a la Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova” para imprimir la versión en español de este manuscrito para efectos educativos sin ánimo de lucro. Dufort, Philippe, 1983. Clausewitz y sociedad. Una introducción biográfica a las lecturas neo-clausewitzianas / Philippe Dufort; traducción de Helver Martín Alvarado; estudio preliminar por Jesús Alberto Suárez Pineda; prefacio por Carlos Alberto Ospina Ovalle; posfacio por Jesús Alberto Ruiz Mora; coda por Armando Borrero Mansilla ― 1ª. ed. ― Bogotá: Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova”, 2017. 200 p.; 17 x 24 cm. ― (Colección Biblioteca de pensamiento estratégico Areifíle / dirigida por Jesús Alberto Suárez Pineda; I, 1). Incluye bibliografía, índice onomástico, índice de materias y glosario. ISBN 978-958-59627-3-6 Contenido: Carl von Clausewitz: De la guerra; sociedad y guerra; Filosofía de Guerra; vigencia de Clausewitz. 1. Clausewitz ― Biografía. 2. Clausewitz ― De la guerra. 3. Estudios sobre la guerra. 4. Naturaleza de la guerra. 5. Teoría de la guerra. 6. Tít. CDD: 303.66 (ed. 23) BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO ESTRATÉGICO «AREIFÍLE» DIRIGIDA POR JESÚS ALBERTO SUÁREZ PINEDA I. TRATADOS Y MONOGRAFÍAS, 1 Título: Clausewitz y sociedad - Una introducción biográfica a las lecturas neo-clausewitzianas Primera edición, 2016 © Philippe Dufort, 2016 © Traducción y notas: Helver Martín Alvarado, 2016 © Coordinador académico: Jesús Alberto Ruiz Mora, 2016 © 2017, de la presente edición en castellano para todo el mundo: Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova” Área de Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación Calle 80 Nº 38-00. Bogotá, D. C., Colombia Teléfono: (57+) 3770850 ext. 1104 Licencia Creative Commons: Atribución – No comercial – Sin Derivar Correo electrónico: selloeditorial@esmic.edu.co Cubierta: El Cazador en el Bosque, Caspar David Friedrich, óleo sobre lienzo, 66 x 47 cm, 1814. Impresión y encuadernación: Sello Editorial Esmic Tiraje de 500 ejemplares Impreso en Colombia - Printed in Colombia ISBN 978-958-59627-3-6 Los contenidos son responsabilidad de los autores. La Escuela Militar de Cadetes y la Université Saint Paul no se hacen responsables del contenido de los textos. Es responsabilidad plena de los autores. Este libro ha sido evaluado con un procedimiento de doble ciego – blind peer reviewed. Contenido ESTUDIO PRELIMINAR 19 EL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN PREFACIO INTRODUCCIÓN DEL AUTOR 41 43 49 CAPÍTULO I Estudios de crítica moderna EL PRIMER PERÍODO DE LA VIDA MILITAR DE CLAUSEWITZ 55 59 CAPÍTULO II Sociedad y guerra: Primeras experiencias de Clausewitz en batalla 63 CAPÍTULO III Las batallas de Jena y Auerstedt Lectura de Clausewitz sobre la «Gran catástrofe» de Jena-Auerstedt 69 72 CAPÍTULO IV Años de reformas: una revolución desde arriba 81 CAPÍTULO V Participación de Clausewitz en la comisión de reorganización militar 87 EL SEGUNDO PERÍODO DE LA VIDA MILITAR DE CLAUSEWITZ CAPÍTULO VI Clausewitz y la apelación conflictiva de las ideologías dinástica y nacionalista CAPÍTULO VII El último Clausewitz: ¿Genio puro o simplemente un intelectual crítico? La lectura de Clausewitz sobre la Campaña de Rusia y Waterloo Clausewitz y la estrategia La naturaleza de la guerra 93 97 107 108 110 115 10 PHILIPPE DUFORT EL TERCER PERÍODO DE LA VIDA MILITAR DE CLAUSEWITZ 119 CAPÍTULO VIII Últimos años de Clausewitz (1827-1831) CAPÍTULO IX De la experiencia histórica a la filosofía de guerra Relación antitética entre estrategia y política Relación antitética entre política y pasiones Relación antitética entre pasiones y estrategia 131 135 138 140 CAPÍTULO X Conclusión 147 CAPÍTULO XI Epílogo 151 123 POSFACIO por JESÚS ALBERTO RUIZ MORA Clausewitz, un pensador estratégico innovador para cien generaciones de intelectuales de la guerra Clausewitz, un pensador estratégico innovador La trinidad de Clausewitz como teoría de la guerra Clausewitz, el contradictor y sus contradictores La vigencia de Clausewitz en el nuevo orden mundial 155 159 161 162 165 169 CODA por ARMANDO BORRERO MANSILLA La vigencia del pensamiento de Carl Von Clausewitz Críticas de carácter ingenuo Críticas contra el estatalismo de la guerra Críticas de carácter antropológico La vigencia de Clausewitz ante la pregunta por los motivos de la guerra 175 179 179 180 182 183 ÍNDICE ALFABÉTICO DE MATERIAS 189 REFERENCIAS 195 COLOFÓN 201 LISTA DE ILUSTRACIONES Fig. 1. Fig. 2. Fig. 3. Fig. 4. Fig. 5. Fig. 6. Fig. 7. Facsímil de la portada de la edición príncipe de 1832, primera parte (erster Theil) de De la guerra (Vom Kriege), obra capital del general Carl von Clausewitz (hinterlassenes Werk des Generals Carl von Clausewitz), publicada en Berlín por el editor Ferdinand Dümmler. (Clausewitz, 1991, p. 1). Facsímil de la portada de la segunda edición (Zweite Aufgabe) de 1853, primera parte (erster Theil) de De la guerra (Vom Kriege), obra capital del general Carl von Clausewitz (hinterlassenes Werk des Generals Carl von Clausewitz), publicada en Berlín por la editorial Verlagsbuchhandlung (Ferdinand Dümmler). (Clausewitz, 1991, p. 2). Retrato más famoso del filósofo de la guerra Carl Philipp Gottfried von Clausewitz (17801831) pintado por Wilhelm Wach, 1830 (Schössler, 1991, p. 6). Retrato más famoso de Marie von Clausewitz, de soltera condesa Brühl (1779–1836), la mujer detrás de la publicación póstuma de De la guerra (Vom Kriege, 1832), escrita por su esposo, el general Carl von Clausewitz. Litografía de Ferdinand Dümmler, impresor de la edición príncipe. Reproducido en Bellinger (2016, p. 35). Retrato de Hew Strachan, profesor titular de la cátedra Chichele de Historia de la Guerra en la Universidad de Oxford, y director del programa Leverhulme sobre el «Carácter cambiante de la guerra» Logo del programa de investigación «Carácter cambiante de la guerra» (CCW, por sus iniciales en inglés), el cual estuvo conformado por un grupo interdisciplinario de expertos en humanidades y ciencias sociales de la Universidad de Oxford, financiados durante cinco años con el auspicio de la fundación Leverhulme Trust, en el Reino Unido. Desde su inicio en 2003 se ha venido estudiando el cambio y la continuidad en la realidad de la guerra desde una perspectiva social y política, a partir de la distinción clausewitziana entre “la naturaleza de la guerra, la cual tiene una continuidad esencial (constante en su integridad) y el carácter de las guerras particulares, que varían” (Strachan & Scheiper, 2011, p. 11; Clausewitz, 1908, p. 17, nota). Bombardeo de Maguncia (Mainz) por el ejército de Napoleón, quien derrota las tropas de la Primera Coalición (1792-1797) de Austria, Prusia, el Reino Unido, España y el Piamonte (Italia) contra Francia. La guerra cesa el 20 de julio de 1793, a consecuencia de la paz de Basilea. Ese mismo año, Clausewitz había sentado plaza de abanderado (cadete de cuerpo prusiano que llevaba la bandera en los actos de servicio (de ahí su denominación de Fähnrich ‘abanderado’), a los doce años de edad, en el regimiento de Infantería «Príncipe Fernando». La derrota se debió a una movilización general, levas en masa, reformas en el ejército francés, en el contexto de lo que Clausewitz llama «guerra absoluta». Grabado sobre cobre de la época por Johann Martin Will, citado por Schössler (1991, p. 18). 16 17 20 21 42 47 54 12 Fig. 8. Fig. 9. Fig. 10. Fig. 11. Fig. 12. Fig. 13. Fig. 14. Fig. 15. Fig. 16. Fig. 17. PHILIPPE DUFORT Retrato recientemente encontrado de Carl von Clausewitz. Durante más de un siglo y medio había estado en posesión de los descendientes de los hermanos de Carl. Artista desconocido. Colección privada de Bernd Domsgen/Olaf Thiel (Bellinger, 2016, p. 157). Caricatura británica que muestra la Primera Partición de Polonia en 1772. Catalina II de Rusia, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Leopoldo II, y Federico el Grande de Prusia están sentados a la mesa en la que se extiende un mapa de Polonia. De pie, detrás de ellos y mirando sobre sus hombros se están Luis XV de Francia y Carlos III de España. Jorge III de Gran Bretaña se encuentra dormido en su trono y desinteresado en los asuntos de Europa. En el lado izquierdo, se encuentra sentado el rey de Polonia Stanisław II Poniatowski, con la cabeza inclinada, llevando puesta su corona perdida, y con las manos atadas a la espalda. A su izquierda, se encuentra encadenado Selim III, el Gran Sultán de los turcos, acabado de derrotar por los rusos. Library of Congress Prints and Photographs Division,LC-USZ62-123023, Library of Congress, Washington, D. C. Reproducido en Bellinger (2016, p. 19). “Si no hubiera sido así y si Polonia hubiera sido un estado capaz de ofrecer alguna defensa, los tres estados no habrían procedido a su partición tan fácilmente, y aquellos poderes que estaban más interesados en mantener su integridad, como Francia, Suecia y Turquía, hubieran podido cooperar para su preservación en forma muy diferente. Pero si la preservación de un estado depende por entero de la ayuda exterior, esto evidentemente es pedir demasiado” (Clausewitz, 1960, VI.6, 5, p. 326). El emperador Napoleón Bonaparte durante la Batalla de Jena el 14 de octubre de 1806. Litografía atribuida a Jules Jacquet. Library of Congress Prints and Photographs Division, LC-DIG-pga-01688, Library of Congress, Washington, D. C. Reproducido en Bellinger, (2016, p. 72). Movimientos de los beligerantes alrededor de Jena y Auerstedt, del 13 al 14 de octubre de 1806. (Paret, 2009, p. 20). El general Gerhard von Scharnhorst, de quien Clausewitz aprendió el valor de los estudios históricos en la formación del carácter del soldado. Library of Congress Prints and Photographs Division, LC-USZ62-58870, Washington, D. C. Reproducido en Bellinger (2016, p. 85). Federico el Grande, grabado realizado entre 1786 y 1800. Library of Congress Prints and Photographs Division, LC-DIG-pga-03428, Library of Congress, Washington, D. C. Reproducido en Bellinger (2016, p. 17). El coronel Clausewitz en 1815, sentado a la mesa (izquierda) con el barón vom Stein y el general Gneisenau, figuras clave en el resurgimiento político y militar de Prusia. Ghyczy, Oetinger & Bassford (2001, p. 14). Retrato del emperador Napoleón y tres de sus mariscales cerca del camino de Pneva, el 8 de noviembre de 1812. Esbozo original realizado en vivo e in situ por un testigo presencial. Dibujo tardío de 1831-1834 por Christian Wilhelm von Faber du Faur (1780-1857). Retrato del general Gneisenau realizado por Marie von Clausewitz. ©Deutsches Historisches Museum, Berlin. (Bellinger, 2016, p. 169). En 1830, un año antes de su muerte se vislumbra el estallido de nuevas guerras en toda Europa. Clausewitz ejerce de nuevo como Jefe del Estado Mayor del único ejército que Prusia podía movilizar en ese momento, conducido por su buen amigo Gneisenau, ahora Mariscal de Campo, quien enferma y muere víctima del cólera el 23 de agosto de 1831; enfermedad que también arrebata la vida a Clausewitz el 16 de noviembre de 1831, cuando frisaba los 51 años de edad. Letra de Clausewitz, en un manuscrito que tiene por título (texto subrayado): «Ueber die künftigen Kriegs-Operationen Preußens gegen Frankreich» (Sobre las futuras operaciones de guerra de Prusia contra Francia). (Schössler, 1991, p. 99). 60 61 67 70 80 86 94 95 106 120 Clausewitz y Sociedad Fig. 18. La tumba de Marie y Carl von Clausewitz en Burgo, cerca de Magdeburgo (Alemania). Fotografía de Vanya Eftimova Bellinger. Fig. 19. La maravillosa trinidad (die wundeliche Dreifältigkeit) de Clausewitz entre Politik, estrategia y pasión como teoría de la guerra puede compararse con un juego de guerra que guarda un extraño parecido con el ROMP (Randomly Oscillating Magnetic Pendulum, péndulo magnético de oscilación aleatoria, un dispositivo inventado por la casa de juguetes Hog Wild Toys). La guerra es la comarca del azar y la incertidumbre: el arte de la estrategia (primer péndulo de derecha a izquierda). Esta teoría tiene en cuenta el elemento humano y concede un lugar a tres fuerzas vivas y morales: el gobierno, el estamento militar y el pueblo (péndulos restantes), donde interactúan la pasión (más bien propia de los pueblos cuyas pasiones se inflaman en la brutalidad de la guerra), el azar (propio de la creatividad estratégica de los generales y sus ejércitos) y la política (propio de los gobiernos). Fig. 20. La «maravillosa trinidad» de Clausewitz. Original del autor con fundamento en Clausewitz (i, 1, § 1 y 28). Nota del editor: citas de Clausewitz (α = 1960, β = 1984): «el todo en su íntima conexión» (1 α, , p 9; β, p. 37; § I.1); «el juego del azar y las probabilidades, que hacen de ella una actividad libre de emociones» (1 α, p. 26; β, p. 61; § I.28); «el carácter subordinado de instrumento político que hace que pertenezca al dominio de la inteligencia pura» (2 α, p. 26; β, p. 61; § I.28); «el odio, la enemistad y la violencia primitiva, que deben ser considerados como un ciego impulso natural» (3 α, p. 26; β, p. 61; § I.28). Fig. 21. Facsímil de la portada de la versión inglesa de Vom Kriege (On War, De la guerra, 2007) de Clasusewitz, publicada por Oxford World’s Classics (2007), traducida por Michael Howard y Peter Paret. La primera versión data de 1976 y apareció con el sello editorial Princeton University Press, de la Universidad de Princeton. “En una palabra, hasta las naciones más civilizadas pueden inflamarse con pasión en el odio recíproco” (Clausewitz, 1960, p. 10; 1984, p. 39). Fig. 22. Carl von Clausewitz (1780-1831). Busto de la US War College (Escuela de Guerra de los EE. UU.). Foto de Lothar W. Brenne-Wegener. El busto original se encuentra en la Führungsakademie der Bundeswehr (Academia Militar de la Defensa Federal), ClausewitzKaserne (Cuartel Clausewitz), Hamburgo, Alemania. “No porque modifique algo su naturaleza en cada caso concreto, podemos ver en la guerra simplemente un camaleón (…) sino que, constituye una maravillosa trinidad, (…) compuesta del poder primordial de sus elementos, del odio y la enemistad (…) de la probabilidad y el azar (…) y de un instrumento político” (Clausewitz, 1908, p. 51). Fig. 23. Yelmo de cresta prusiano. Nachrichten über Preußen in seiner grossen Katastrophe (Observaciones sobre Prusia en su gran catástrofe, 1888) de Carl von Clausewitz; prólogo de Jean Langendorf, publicado por la editorial Carolingia (Karolinger Verlag, Die Bibliothek von R ***, Biblioteca de la R ***). El libro fue escrito entre 1823 y 1824, cuando Clausewitz era director de la Academia General Militar (Allgemeine Kriegsschule) de Berlín, nombrado por el general Gerhard von Scharnhorst. Allí relata su experiencia personal de la derrota de Prusia en 1806 frente a la Grande Armée comandada por Napoleón. “Cuando, en el año 1806, los generales prusianos (…) se arrojaron [cerca de Jena] dentro de las fauces abiertas para la destrucción del orden oblicuo de Federico el Grande para arruinar el ejército (…) como nunca fue arruinado ejército alguno en el campo de batalla, ello se debió (…) a la más palmaria estupidez [del ejército prusiano] a que pueda haber conducido jamás la metodología (Clausewitz, 1960, p. 97; 1984, p. 165). Fig. 24. La Academia de Guerra de Prusia (Preußische Kriegsakademie) fundada en Berlín por Gerhard von Scharnhorst ―padre intelectual de Clausewitz― el 15 de octubre de 1810 13 121 139 134 146 150 156 14 Fig. 25. Fig. 26. Fig. 27. Fig. 28. PHILIPPE DUFORT como Escuela General de Guerra (Allgemeine Kriegsschule). Fue un centro de enseñanza superior para la formación de oficiales del ejército prusiano. Se conservó en su forma original hasta 1914. El general Gaston Bouthoul (1896-1980), fundador de la polemología, un intento teórico que busca explicar la naturaleza de la guerra y los motivos de la guerra. Es autor del libro La guerra (1971), donde niega la validez del axioma de Clausewitz de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios” (1984, p. 58), a partir de una crítica de la metodología misma utilizada por Clausewitz, aduciendo que la guerra no es un instrumento, sino que somos nosotros los instrumentos de la guerra. Su crítica de carácter culturalista es cuestionada en el presente ensayo, cuyo objeto de estudio es la discusión de tres grupos de críticas a este axioma, dedicado a la defensa histórica de la vigencia del pensamiento de Clausewitz. El general español Prudencio García Martínez también cuestiona el mencionado axioma de Clausewitz e intenta dar otra respuesta al interrogante de Bouthoul por los motivos de la guerra en su libro Ejército: presente y futuro (1975), donde cuestiona la visión bouthouliana en el capítulo cuarto (pp. 92-164). García propone un modelo matemático en el cual los factores causales de la guerra están determinados por su intensidad, desde la paz hasta la guerra, con arreglo por una parte a decisiones voluntarias de gobernantes y gobernados, y por otra a factores involuntarios de carácter imprevisible subordinados al azar. Sin embargo, en este ensayo se argumenta la vigencia de Clausewitz, luego de discutir que los factores causales de voluntariedad y de involuntariedad están presentes en las ideas de «intención hostil» y «sentimiento hostil» desarrolladas en la teoría trinitaria de Clausewitz (I.1, 3: 1990, p. 10; 1984, p. 39; Dufort, aquí mismo, capítulo 9). Cuervo y sangre sobre la nieve. Pierre Dufort, 1998. Óleo sobre lienzo. La alegría del cazador. Pierre Dufort, 2008. Pastel. 157 176 177 202 203 Mis investigaciones sobre los orígenes y la dinámica de innovación en estudios estratégicos no habrían sido posibles sin la cordial generosidad ofrecida por el personal de la Escuela Superior de Guerra de Colombia y la Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova”. En agradecimiento por las numerosas lecciones aprendidas a su lado, dedico este libro a los hombres y las mujeres en armas que luchan por la justicia y la libertad. Teniendo en cuenta mi fascinación por el legado de Carl von Clausewitz, creo que hacer su vida y obra más accesibles y comprensibles puede representar la mejor forma de pagar parte de la deuda que todavía tengo con ellos. Philippe Dufort Figura 1. Facsímil de la portada de la edición príncipe de 1832, primera parte (erster Theil) de De la guerra (Vom Kriege), obra capital del general Carl von Clausewitz (hinterlassenes Werk des Generals Carl von Clausewitz), publicada en Berlín por el editor Ferdinand Dümmler. (Clausewitz, 1991, p. 1.) Figura 2. Facsímil de la portada de la segunda edición (Zweite Aufgabe) de 1853, primera parte (erster Theil) de De la guerra (Vom Kriege), obra capital del general Carl von Clausewitz (hinterlassenes Werk des Generals Carl von Clausewitz), publicada en Berlín por la editorial Verlagsbuchhandlung Ferdinand Dümmler. (Clausewitz, 1991, p. 2.) Esta página queda intencionalmente en blanco. ESTUDIO PRELIMINAR por JESÚS ALBERTO SUÁREZ PINEDA Figura 3. Retrato más famoso del filósofo de la guerra Carl Philipp Gottfried von Clausewitz (1780-1831), pintado por Wilhelm Wach, 1830 (Schössler, 1991, p. 6). Figura 4. Retrato más famoso de Marie von Clausewitz, de soltera condesa Brühl (1779–1836), la mujer detrás de la publicación póstuma de De la guerra (Vom Kriege, 1832), escrita por su esposo, el general Carl von Clausewitz. Litografía de Ferdinand Dümmler, impresor de la edición príncipe. Reproducido en Bellinger (2016, p. 35). Esta página queda intencionalmente en blanco. ESTE LIBRO El autor de la presente obra es un espíritu de alta distinción; esa es la constante que se imprime con sello imborrable en todas las páginas de su breve introducción a Clausewitz. Ésta es una lectura variada y rica, armoniosa y múltiple como la carrera misma del autor. Teniente en uso de buen retiro del ejército canadiense y escolar de Cambridge, en Inglaterra ―donde se recibió con honores de Doctor en Estudios Políticos e Internacionales, en 2013, y un año más tarde, obtuvo un posdoctorado en la Université du Québec, en Montreal―, el profesor Philippe Dufort, miembro de la Escuela de estudios de conflictos de la Universidad Saint-Paul, empieza a ser conocido en Colombia como personalidad emérita y promitente, por sus conferencias impartidas en la Escuela Superior de Guerra y en nuestra Escuela Militar de Cadetes, y justamente apreciado porque ha vivido muchas de las páginas que ha escrito, como investigador in situ que ha tomado a Colombia como objeto de estudio en asuntos estratégicos. Con la maestría de un sabio, pese a su corta edad, Dufort propone nuevas lecturas de Vom Kriege (De la guerra), escrita por el general Carl von Clausewitz, cuya edición príncipe, que data de 1832, se publicó a instancias de su viuda, Marie von Clausewitz, un año después de que falleciera su esposo, fulminado por el cólera. Se cumplía así el deseo del difunto: Terminarla era su ardiente deseo, pero su intención no comunicarla al mundo durante su vida, y cuando yo me obstinaba en disuadirle de tal propósito, me respondía con frecuencia como en broma ó también como presintiendo una muerte prematura: «Tú la publicarás». Paret, 1968, p. 414. Quienes todavía no han leído De la guerra de Clausewitz, la lectura de las tesis defendidas por Dufort les permitirán ensayar su propia comprensión del consabido axioma que enuncia que la guerra es la mera continuación de la política por otros medios (Clausewitz, 1960, p. 24; 1984, p. 58, § I.24). Según Gerhard Ritter, Clausewitz tomó ese pensamiento “de la literatura científico militar de su tiempo” (Ritter, citado por Augstein, 1982, p. 87). En este sentido se orienta la conclusión de Dufort sobre el pensamiento de Clausewitz: “un análisis de sus escritos, tomados 24 PHILIPPE DUFORT en contexto, demuestra que las circunstancias personales, los círculos sociales politizados y las ricas influencias intelectuales, jugaron en conjunto un papel decisivo en su comprensión radical del fenómeno de la guerra” (p. 147). El libro presenta esta obra capital del pensamiento estratégico moderno en el contexto social-histórico en que vivió el filósofo de la guerra, a saber: las guerras napoleónicas y el campo cultural de los grandes estrategas del genio militar. De la guerra de Clausewitz, para los no iniciados, puede ser un libro de difícil lectura pero rumoroso de ideas brillantes para el lector atento ―y lo será todo aquel a cuyas manos llegue―, pero siempre firme y presente como el libro de Dufort, que logra vincular la suprema unidad del espíritu del autor con el siglo de Clausewitz. A pesar de la aparente heterogeneidad de los asuntos tratados en este maravilloso libro, y ello lo hace al alcance de los jóvenes cadetes que se inician en la carrera de las armas y desean comprender la magna aportación de este genio excepcional al pensamiento estratégico y a la historia de la guerra, sin perder el rigor científico y humanístico que caracteriza un proyecto de mayor aliento: exhortar a la lectura de su obra De la guerra. Clausewitz es un autor que en el medio académico colombiano ha sido y sigue siendo citado a menudo, a propósito de su axioma fundamental: la guerra es la continuación de la política por otros medios (Clausewitz, 2005, p. 7; p. 31, § I.24); pero pocas veces ha sido leído y mucho menos comprendido, como también ocurre en otros ámbitos culturales y castrenses del mundo (Naville, 1982, p. 65; 1984, p. 9; 1999, p. 7). El axioma clausewitzino aparece por primera vez como “la guerra no es más que la política del estado proseguida con otros medios” en una Nota de Clausewitz (1908, p. 18), escrita en Berlín el 10 de julio de 1827, año en que Clausewitz logró corregir el primer libro de su obra capital De la guerra, y que publicó su esposa Marie von Clausewitz, después de su propio prólogo a la primera edición (30 de junio de 1832). En esta Nota Clausewitz declara su intención de poner de relieve el carácter dual de la guerra (victorias militares y derrotas políticas del contrario), al establecer que la victoria sobre el enemigo puede lograrse bien por la aniquilación de su identidad política (Politik, es decir, disposiciones normativas, instituciones socio-políticas, o incluso relaciones internacionales), para ser sustituida por la del vencedor, o bien mediante la aceptación por parte del vencido del tratado de paz a conveniencia del bando victorioso. Esta doble modalidad de la guerra consiste: en aquella cuyo fin es el abatimiento del contrario, sea que lo aniquilemos políticamente ó simplemente lo dejemos indefenso para obligarle á la deseada paz, y en aquella en que sólo se pretende hacer unas conquistas en las fronteras de su reino, sea para conservarlas ó para hacerlas objeto 25 Clausewitz y Sociedad de un cambio beneficioso en el tratado de paz. Los puntos de paso de una á otra deben conservarse; pero en todo debe manifestarse la distinta naturaleza de ambas tendencias y su separación está en lo que tienen de incompatible. Además de esta diferencia, de hecho, debe fijarse de manera expresiva y exacta el punto de vista práctico, puesto que la guerra no es más que la política del estado proseguida con otros medios. Manteniéndose en este punto de vista ganarán nuestras consideraciones en unidad y todo se nos presentará claramente separado. Clausewitz, 1908, p. 17-8. La idea del carácter dual de la guerra fue el fruto de la reflexión y estudio de Clausewitz sobre la guerra durante varios años, especialmente en los últimos cuatro de su vida, de los doce que lo ocupó casi exclusivamente para escribir De la guerra. Presintiendo su muerte, consideró que los seis primeros libros debían ser corregidos en este sentido, de modo que el énfasis en la doble modalidad de la guerra apareciera clara a la vista en todas partes. En la corrección de cada capítulo, el carácter dual de la guerra sería más preciso en una orientación determinada y una aplicación particular, según una forma gradualista de entender la guerra absoluta. Pero la obra quedó inconclusa por la muerte inesperada del autor. Clausewitz no nos presenta una doctrina acabada de la guerra; considera que lo absoluto, lo llamado matemático en los cálculos del arte de la guerra, se funda sobre la base de una teoría más flexible acerca de la distinta intensidad del esfuerzo o acciones de guerra. Este punto de vista práctico llevó a Clausewitz a la distinción entre la naturaleza esencial de la guerra, que tiene una continuidad transhistórica, y el carácter variable de las guerras particulares (Strachan & Scheiper, 2011, p. 11). Tal es el legado de Clausewitz al pensamiento estratégico actual, plasmado en su forma dualista de entender la guerra absoluta, modelo que concibió tras pensar años enteros sobre este asunto y compararlo siempre con la historia de las guerras, en el contexto de la realidad sociopolítica de las campañas napoleónicas, superando con creces la tradición generalista de la historia para analizar cualquier supuesto bélico del presente. Con esto en mente, Dufort analiza el carácter dual de la guerra, según el cual las continuidades y las variaciones en la naturaleza de la guerra dependen de coyunturas histórico-sociales. Esta es precisamente el objeto de estudio del programa «Carácter cambiante de la guerra» (Changing Character of War, CCW) que financió durante cinco años (2003-2007) la fundación Leverhulme Trust, mediante convocatoria de investigación dirigida a universidades del Reino Unido, y que ganó la Universidad de Oxford. Los profesores Hew Strachan y Sibylle Scheipers editan el libro The Changing Character of War que compilan 26 PHILIPPE DUFORT los resultados de investigación de diversos autores que buscan comprender la realidad de la guerra básicamente desde la convergencia de tres puntos de vista acerca de la naturaleza de la guerra y su naturaleza cambiante: lo que ha cambiado y de qué forma ha ocurrido ese cambio (manifestaciones empíricas), de qué forma los enfoques y narrativas de la guerra influyen en sus percepciones de cambio y continuidad (construcciones conceptuales), y, por último, de qué forma el poder y el interés político influyen y son influidos por percepciones de cambio y continuidad en la conducción de la guerra (implicaciones políticas) (Strachan & Scheiper, 2011, p. 11). Según Dufort y pese a los detractores de Clausewitz, se precisa de una lectura crítica de su obra póstuma De la guerra, en aras de profundizar en la distinción clausewitziana entre la naturaleza de la guerra y su carácter cambiante, a la luz de nuevas perspectivas. Cabe ahora preguntar: ¿por qué Clausewitz no publicó en vida De la guerra (Vom Kriege), su obra capital? Los investigadores en estudios estratégicos defienden sus propias hipótesis de trabajo, según valoraciones múltiples de esta obra en la que la política tiene primacía entre los asuntos de la guerra. “¿Por tomar puntos de referencia demasiado estrictos? ¿Porque todavía no estaba madura, ante contradicciones muy visibles? ¿Porque temía la crítica despectiva de sus contemporáneos y compañeros de envidias? ¿Porque todavía no había concluido?” (Augstein, 1982, p. 86). La lectura neoclausewitziana de Dufort arroja luz sobre el asunto y para la resolución de tales interrogantes, entre otros de gran enjundia, de conformidad con los lineamientos del pensamiento político de la Escuela de Cambridge, lo que le permite aclarar el contexto social-histórico de la vida y obra del general Carl von Clausewitz, como soldado prusiano, teórico de la guerra, filósofo e historiador de la estrategia militar, y valiéndose por supuesto del programa carácter cambiante de la guerra, cuyas tesis principales sintetiza y aplica, con criterios pedagógicos y metodológicos. ¿Todo ello para qué? ¿Por qué recurrir al programa del carácter cambiante de la guerra? La respuesta de Dufort es clara y contundente: “Si el lector entiende la diferencia entre la definición sobre la naturaleza de la guerra en Carl von Clausewitz, su carácter cambiante y la teoría de la guerra que él propone, este libro habrá alcanzado su objetivo principal” (p. 51), de suyo arduo y complejo. Que el lector plantee sus propias hipótesis, después de leer a Clausewitz. Un enfoque histórico-social puede ser una alternativa apropiada para la comprensión de estos temas, a partir de valoraciones múltiples de la Ilustración del siglo XIX. “Clausewitz perteneció a aquel gran grupo de oficiales ilus- Clausewitz y Sociedad 27 trados que constituyó una parte distinguida del movimiento clásico germano. Escribió sobre educación, estética y carácter nacional, así como sobre temas profesionales, y a ratos cultivó la poesía” (Paret, 1968, p. 414). En términos simples, Clausewitz estudió la guerra desde las humanidades y las ciencias sociales, a través de su propia ontología, para “captar conjuntos muy específicos de experiencias humanas, incertidumbres cognitivas y fuerzas generativas que son elementos intrínsecos a la naturaleza de la guerra” (Dufort, aquí mismo, p. 51). Prefacio del general Ospina A partir de esta mirada contextual, el general Ospina presenta de manera somera la evolución del pensamiento estratégico de Clausewitz en las distintas etapas de su formación militar y de las situaciones difíciles que él mismo padeció, tales como la derrota del ejército prusiano por obra de Napoleón. Todo ello en aras de permitirle al lector una mejor comprensión del contexto social-histórico de Clausewitz, en tiempos en que reflexionaba sobre la guerra, con base en sus propios sentimientos y experiencias, además de ofrecer una explicación clara de las múltiples influencias que estructuraron el pensamiento de Clausewitz, distinguiendo los aspectos relevantes de su evolución en distintos momentos de su vida. También destaca la mirada original de Dufort y su maravillosa habilidad para presentar al lector del mundo moderno la vigencia de Clausewitz, mediante un análisis crítico del discurso del imaginario popular. Luego vemos dilucidar la etapa intermedia del pensamiento de Clausewitz, en el contexto político de su época ―la realidad del Estado dinástico de Prusia― y en relación con “la dificultad para desarrollar un concepto real de nación en armas le hicieron entender [a Clausewitz] lo poco prácticas que eran sus ideas iniciales y la incongruencia de un paradigma de guerra absoluta” (p. 44). El Filósofo de la Guerra cae en la cuenta de la influencia del poder político en la guerra y de la necesidad de establecer un “conocimiento estratégico innovador” (Dufort, p. 56). Posteriormente se presenta al Clausewitz maduro, en la que logra “trascender su concepción anterior respecto de las guerras napoleónicas” (p. 149). La agenda de trabajo es clara: “contextualizar la manera variable en que evoluciona su comprensión acerca de la guerra y que afecta a todo su pensamiento —al pasar de una visión absoluta en su juventud a una imagen instrumental en sus últimos años, después de asumir una perspectiva existencial el cenit de su carrera—” (p. 44). 28 PHILIPPE DUFORT Posfacio del coronel Ruiz El Posfacio del coronel Jesús Alberto Ruiz Mora, coordinador de la obra, inicia con una cita de Conan Doyle tomada de su obra Escándalo en Bohemia (1891), que posteriormente formó parte de Las Aventuras de Sherlock Holemes (1892), para poner en contexto al lector sobre la índole práctica de la teoría de la guerra. La acción ocurre desde el viernes 20 hasta el 22 de mayo de 1887. Holmes tiene 33 y Watson 40. Amén de estas pequeñeces, este relato revela el problema final de todo investigador: cotejar los datos referentes a los personajes y los acontecimientos que los envuelven. En cierta medida es una evocación de su primera novela, Estudio en escarlata (1887). Holmes tiene 27 y Watson 34. La vida de Sherlock Holmes está hecha de azar, pero su sustento depende de la ciencia de la deducción. El mensaje de la cita en cuestión parece ser el lema de su vida, enunciado ya en Estudio en escarlata: “Es una equivocación garrafal el sentar teorías antes de disponer de todos los elementos de juicio, porque así es como este se tuerce en un determinado sentido” (Doyle, 2016, p. 71). Tal es la primera intención y el primer pilar que estructura la obra de Dufort a propósito de Clausewitz que Ruiz se dispone a presentar, tratando en lo posible de poner a disposición del lector no experto en cuestiones bélicas lo esencial de Clausewitz como pensador estratégico innovador: su teoría trinitaria de la guerra, el contradictor y sus contradictores y su vigencia en el nuevo orden mundial. Ruiz comienza por discutir por qué es de gran valía el trabajo de Dufort entre los análisis críticos que se han ocupado del filósofo de la guerra. Aclara que el objetivo del libro no es desarrollar una nueva comprensión histórica de la vida y obra de Clausewitz, sino analizar las influencias sociales e intelectuales específicas que contribuyeron a su importante innovación estratégica plasmada en su obra cumbre, De la guerra. Con el lema de que Clausewitz ha sido un pensador estratégico innovador para cien generaciones de intelectuales de la guerra, Ruiz pone de relieve que la lectura de Clausewitz realizada por Dufort “es una nueva forma de acceder a las inagotables fuentes bibliográficas a propósito de una obra que ya cuenta con 184 años de existencia” (p. 160), al presentarlo desde una perspectiva «contextualista» que le permitió descubrir contrastes inadvertidos de su pensamiento estratégico, en los diferentes periodos de su vida. Asimismo, destaca la gran utilidad del esfuerzo investigativo de Dufort, titulado Clausewitz y sociedad, para el direccionamiento estratégico del proyecto educativo institucional del Ministerio de Defensa Nacional, por su carácter innovador, especialmente en el contexto de la formación del pensamiento Clausewitz y Sociedad 29 estratégico de los alumnos de la Escuela Militar de Cadetes, cuando esta obra sea incluida en el plan lector del currículo de nuestra alma mater. Considera, además, que “el estudio sistemático de esta obra, en la actual evolución de la doctrina militar de Colombia, ofrecerá un marco de referencia social-histórico, mediante un profundo análisis de los fundamentos filosóficos, político-económicos y socio-psicológicos que intervienen en el espectro de la guerra” (p. 160). Quiere demostrar que el pensamiento estratégico siempre demanda claridad y seguridad. Pero se percata de que la mente del estratega a menudo es asediada por la incertidumbre. Por ello se precisa la confrontación del pensamiento estratégico con la realidad de la guerra, un fenómeno transhistórico que se despliega como un acto de violencia para sujetar la voluntad del adversario, en beneficio de los intereses particulares del vencedor, quien busca desarmarlo y reducirlo a la esfera de su propio dominio político. Coda del profesor Borrero El profesor Armando Borrero Mansilla discute la cuestión de la vigencia de Clausewitz, en relación con la crítica a la visión antropológica de Gaston Boutoul sobre las causas de la guerra (Bouthoul, 1971), en torno a la pregunta de por qué la guerra se apodera de los pueblos en determinados momentos de la historia, como si fuese el desencadenamiento de un proceso irracional que se manifiesta periódicamente como un ritual de unidad, o «fiesta» de comunión de los pueblos, ligada a factores psicosociales y culturales, con fundamento en el intento de respuesta del general García (1975, pp. 92-164) al interrogante de Boutoul, el fundador de la escuela polemológica francesa. Se trata de un texto1 cuyo único punto de enlace con el libro de Dufort es la proposición: “De otra manera no se entendería la fórmula trinitaria de gobierno, pueblo y ejército” (Borrero, p. 185), que remitiría al lector al capítulo 9 del libro de Dufort, donde se analiza esta trinidad secundaria, en sus relaciones con la trinidad primaria (política, estrategia y pasiones), como una manera diferente de trascender las críticas aquí enumeradas por Borrero en su discusión sobre la vigencia del pensamiento de Carl von Clausewitz, en torno a tres de sus principales críticas: 1(A) Los títulos fueron añadidos por el editor con criterios de mediación pedagógica; la reconstrucción de citaciones incompletas se hizo, conforme a los protocolos de edición de nuestras publicaciones académicas. (N. del E.) 30 PHILIPPE DUFORT a) críticas de carácter ingenuo, arraigadas en el imaginario popular, tanto en el ámbito periodístico como académico, cuya tesis principal afirma que la guerra es el fracaso de la política, que, al parecer, se trataría de una paráfrasis de la posición compartida por Kofi Annan, quien alguna vez expresó: “si la guerra es el fracaso de la diplomacia, entonces… la diplomacia bilateral y multilateral es nuestra primera línea de defensa…” (Annan, 1997, § 8, párr. 5); b) críticas contra el estatalismo de la guerra, que niega la supremacía que ejerce el Estado sobre la guerra, según la caracterización de la guerra hecha por Clausewitz, centrada en el proceso de formación del Estado y del acuerdo político salido de la Guerra de los Treinta Años en el siglo XVII; c) críticas de carácter antropológico, en el sentido de la Historia de la guerra de John Keegan (1995), o de La guerra de Gaston Bouthoul (1971), quienes enfatizan el papel de la cultura y de lo psicosocial. Con respecto al intento de respuesta al interrogante de Bouthoul, Borrero se pregunta: “¿Son realmente iguales los motivos de guerra por siglos? ¿Las fatalidades geográficas bastan como factores?” (p. 184). Su posición es que los factores relativos a la cultura y a los ambientes psicosociales explican mejor la fase final del proceso de desencadenamiento de una guerra, en tanto que los factores relativos a la política explican las causas profundas. Discute que Clausewitz nunca ignoró que lo cultural y lo psicosocial eran un factor determinante en el proceso de desencadenamiento de una guerra (Clausewitz, 1984, pp. 38-40). En este sentido Clausewitz afirma: “En las luchas entre los hombres intervienen en realidad dos elementos diferentes: el sentimiento hostil y la intención hostil” (p. 39). El último de estos dos elementos se constituirá en uno de sus conceptos clave, reconociendo que se necesita del “sentimiento hostil” como factor decisorio de la guerra (p. 39), lo que finalmente lo llevará a concebir su teoría trinitaria de la guerra, como una interacción compleja entre gobierno, pueblo y ejército. Sin embargo, la nueva lectura que hace Dufort de la «maravillosa trinidad» de Clausewitz entre Politik, estrategia y pasión como teoría de la guerra se fundamenta en un enfoque democéntrico, en oposición al tradicional enfoque polemocéntrico, defendido por Borrero. Sin pretender mediar en esta discusión, Dufort puntualiza la conformación de la famosa trinidad clausewitziana en términos dialécticos. Sobre la traducción La traducción y notas son de Helver Martín Alvarado. Para las citas de Clausewitz, el traductor utilizó la versión íntegra al español de R. W. de Setaro, sic, según aparece en los créditos de las Ediciones Mar Océano, para las citaciones de De la guerra Clausewitz y Sociedad 31 (Clausewitz, 1960, edición identificada con la letra griega α, alfa, en las notas del traductor, y con la letra β, beta). Existe una edición abreviada de esta traducción, publicada por Labor / Punto Omega (Clausewitz, 1984 = β), acompañada por una traducción de la introducción que Pierre Naville escribiera para la versión íntegra al francés que hiciera su esposa, Denise Naville (Clausewitz, 1955), y de un epílogo escrito en 1965 por el mismo Pierre Naville. La edición abreviada fue la que utilizaron los profesores Ruiz y Borrero. Se trata de una de las mejores traducciones disponibles en español. ¿Quién era R.W. de Setaro? Una traductora inglesa que llegó a dominar el español con gran proficiencia, pese a no ser su lengua materna. Sin embargo, parece que hay un error en la atribución de la traducción (https://www.clausewitz.com/ mobile/cwzbiblspanport.htm). R.W. de Setaro (Raquel [Clara] Warschaver) era la hermana de Eva Flora Warschaver de Setaro, casada con Ricardo M. Setaro. Los tres fueron traductores de obras publicadas, pero la traductora de la obra que nos ocupa es F.W. de Setaro, como ella solía firmar sus trabajos, según informa su hijo Enrique, quien afirma que Flora Warschaver de Setaro (1912-2004) es la traductora del libro De la guerra (Clausewitz, 1960), versión íntegra que realizó en Buenos Aires, donde se encontraba radicada, a partir de la versión inglesa On War, realizada por O.J. [Otto Jolle] Matthijs Jolles (Clausewitz, 1943), pues Flora no sabía alemán. Matthijs Jolles era un refugiado de guerra alemán, especialista en traducción inglesa. Su traducción no incluye los tres textos introductorios de la versión inglesa: el prólogo (Foreword) del Coronel Joseph I. Greene, el prefacio (Preface) de Richard McKeon, y la introducción (Introduction) de Jolles), ni tampoco las dos notas de Clausewitz’s (Two Notes), ni el prefacio del autor (Preface). Tampoco traduce el índice de materias (Index). Hay versiones íntegras al español más completas, como la traducción al alemán de Carlos Fortea (Clausewitz, 2005), pero la traducción de F. W. de Setaro sigue ocupando un lugar destacado en las traducciones de Clausewitz al español. El texto original en alemán utilizado por Martín en sus notas de traductor es la edición de Ullstein: Vom Kriege. Hinterlassenes Werk. Ungekurzter Werk (De la guerra. Obra capital. Versión íntegra; Clausewitz, 1991). Frontispicio y colofón del libro: alegorías de la soledad y fragilidad del guerrero El frontispicio contiene la explicación semiótica de un cuadro que “pinta la soledad intrínseca de cada soldado en batalla y la terrible fragilidad de la condición humana en tiempos de guerra” (véase aquí mismo, p. 4). La referencia al cuervo en la expli- 32 PHILIPPE DUFORT cación del cuadro reproducido en la portada, The Chasseur in the Forest (El cazador en el bosque), de Caspar David Friedrich, es un signo de desesperación y muerte, función que también cumplen las raíces muertas, las ramas rotas y un cuervo avizor, en primer plano, que abandona un hombre de sable, con botas y la cabeza cubierta con un yelmo de cresta: se trata de un chasseur à cheval, es decir, un cazador a caballo, o soldado de los que formaban los batallones de tropas ligeras: Envuelto en su guerrera verde, avanza solitario, a espaldas de su pasado, confundiéndose con la espesura del bosque alemán, en lontananza con su fe, rumbo a una probable muerte. Es uno más entre los otros miles de soldados franceses, alemanes o rusos que sobrevivieron a las atrocidades de las guerras napoleónicas. Se encuentra solo, sumido en su crisis y en conexión con la naturaleza (véase frontispicio, p. 4). El colofón reproduce, contrapuestos, dos cuadros realizados por el padre del autor, Pierre Dufort. El rostro y la mirada del pintor tiene un sorprendente parecido a Cornelius Castoriadis, para quien la elucidación de la sociedad y la historia “solo pueden entenderse como una única y misma cuestión: la de lo histórico-social” (Castoriadis, 2013, p. 269). Pero en este punto Dufort es coherente con el pensamiento político de la Escuela de Cambridge, y se esfuerza por hacer un ejercicio genealógico aplicado al modo estratégico de pensar de Clausewitz, con el propósito de obtener una mejor comprensión contextual de la evolución de su pensamiento estratégico ‘en su propia dinámica’ occidental. Tenemos aquí, nuevamente, la imagen del cuervo (Corbeau et sang sur la neige, Cuervo y sangre sobre la nieve). El ave se posa en la nieve con mirada impertérrita. Rastros de sangre en derredor. Sabe que debe abandonar el lugar en cualquier momento, ante el desgarrador espectáculo. Todo cambia de aspecto, sin embargo, si pasamos del mundo de la alegoría al de la realidad de la guerra en el sentido de Clausewitz: la guerra es ante todo un hecho humano; o mejor aún: una forma de relación humana. Afirmamos ―escribía Clausewitz en un pasaje que entusiasmaba a Engels― que la guerra no es del dominio ni de las artes ni de las ciencias, sino que es un elemento de la contextura social. Constituye un conflicto de grandes intereses solucionado de manera sangrienta, lo que la diferencia de todos los demás conflictos. Antes de comparar la guerra con un arte cualquiera, cabría hacerlo con el comercio, que también es un conflicto de actividades e intereses humanos, e incluso se asemeja mucho más a la política, que a su vez puede considerarse, por lo menos parcialmente, como una especie de comercio en gran escala. Además, la política es la matriz en la que se desarrolla la guerra; sus lineamientos, aun rudimentarios, se esconden como los seres vivientes en sus embriones. (Clausewitz, trad. de Naville, 1984, p. 17; ver también Clausewitz, 1908, p. 150; 1984, p. 156; 1999, pp. 135-6; 2005, p. 106). Clausewitz y Sociedad 33 En su paroxismo, la guerra es la comarca del azar y de la incertidumbre. En una palabra, la guerra pertenece a un mundo contingente. La comprensión de la naturaleza y teoría de la guerra implica conocer la marcha de los acontecimientos guerreros, en un contexto social-histórico y con criterio táctico, con arreglo incluso a cálculos de probabilidad, si la teoría de la guerra todavía es incipiente o no ilumina lo suficiente el espíritu del estratega con fundamento en la verdad, para no entrar en contradicción con la realidad. En este sentido ha dicho muy bien Bonaparte, que muchos de los problemas que se presentaban a un general en jefe constituirían un tema de cálculo matemático digno de las facultades de un Newton o un Euler (Clausewitz, 1908, p. 90). Aquí se ponen en juego gran variedad de factores, la mayor parte de los cuales sólo puede valorarse con arreglo al «criterio táctico», en el sentido de ese ‘saber previsor’ que le permite al soldado apreciar la verdad o falsedad de una cosa, en materia de estudios estratégicos y políticos, para orientar a partir de lecciones aprendidas el actuar prudente del soldado, sobre la base de su buen juicio y experiencia que usa la práctica con fundamento en la buena teoría, de la cual es puerta y guía la doctrina militar, sin la cual nada se hace bien. En este punto el ilustre filósofo de la guerra dice: “No puede negarse que la práctica y el criterio cooperan eficazmente” (Clausewitz, 1908, p. 87). Sin aplicar la verdad de este principio, el soldado podría perder el juicio sin jamás hallar salida del laberinto en el que pueden haberlo sumido consideraciones y limitaciones desligadas de una práctica prudente. Las motivaciones más poderosas que le impulsan a un hombre para obrar con prudencia son producto de su saber previsor y ánimo. Estas dos capacidades guardan una relación de consistencia mutua, y configuran la resolución, firmeza, tenacidad y carácter del ‘genio guerrero’ estudiados por Clausewitz (1908, pp. 69-94). El segundo cuadro de Pierre Dufort (Le bonheur du trappeur, La alegría del cazador), reproducido en el anverso de la hoja que contiene la anotación del colofón, al final del libro, evoca el tema del cazador imbuido en una atmósfera de soledad invernal, en contraste con la soledad otoñal del cuadro El cazador en el bosque. Ambos andan a pie pero con rumbos distintos. El cazador a caballo es ahora un soldado de tropas ligeras de espaldas a la vida, con un pie en el estribo imaginado de su caballo muerto en el campo de batalla, y el otro en la tumba. La alegría del cazador es su propia soledad. En el momento menos esperado, la presa caerá en la trampa, y posiblemente le servirá de cena de navidad, al abrigo del hogar, donde la leña del bosque crepita en la chimenea para mantener el calor de los comensales. 34 PHILIPPE DUFORT Tenemos aquí, en otro sentido, un conflicto de supervivencia solucionado de manera sangrienta. “Pero la guerra no es la acción de una fuerza viva sobre una masa inerte (la no resistencia absoluta no sería guerra en forma alguna), sino que es siempre el choque entre sí de dos fuerzas vivas” (Clausewitz, 1984, p. 41). Ilustraciones La numeración de las figuras se identifica con el consecutivo del capítulo. Con excepción de las figuras 9.2 (“La maravillosa trinidad de Clausewitz”), realizada por Dufort, y 3.2 (“Movimientos de los beligerantes alrededor de Jena y Auerstedt el 13-14 de octubre de 1806”, cft. Paret, 2009, p. 20), que fueron incluidas en el libro originalmente por el autor, las catorce figuras restantes fueron escogidas por el editor para ambientar el texto con retratos, facsímiles de portadas y láminas de diversa índole alusivas al tema tratado en cada capítulo, especificando los créditos de las ilustraciones con la mayor minuciosidad posible. Clave de lectura clausewitziana propuesta por Philippe Dufort Carl von Clausewitz (1780-1831) todavía sigue despertando un gran interés en los estudios estratégicos. A partir de su lectura de Clausewitz, Raymond Aron llega a comprenderlo como el ‘Filósofo de la Guerra’ (Aron, 1983). La filosofía idealista ejerció en el joven Clausewitz una perdurable influencia en su pensamiento, época en que estudió las obras de Kant y discutió sobre Maquiavelo con Fichte, hasta los años en que escribió Vom Kriege (De la guerra, 1832) y ordenó sus argumentos con una dialéctica casi hegueliana (Paret, 1968, p. 414; Dufort, 2017, en prensa). Su influencia filosófica, por razón de su saber en asuntos estratégicos, es semejante a la superioridad intelectual o moral de otros grandes pensadores de la talla de un Thomas Hobbes en materia de soberanía del Estado, o incluso de un Adam Smith en teoría económica. Entre las obras señeras del pensamiento estratégico de todos los tiempos, Clausewitz forma parte de lo que podría denominarse la «divina tríada», junto con Sunzi (2006) y Tucídides (2010). Lo que distinguió a Clausewitz de otros pensadores estratégicos de su tiempo fue su genio excepcional para integrar el análisis lógico con su valoración realista de los asuntos políticos y militares, lo que le permitió una profunda lectura de la guerra. De la guerra no es una obra de lectura fácil, porque su autor fue mucho más que un estratega militar. Se trata del legado de un gran pensador estratégico, las luces Clausewitz y Sociedad 35 y las sobras del fenómeno de la guerra, sus horrores y sus estímulos. Generaciones completas de pensadores de los más diversos ámbitos de la actividad intelectual lo han leído. “El tipo tiene un sentido común que parece chispa”, decía Marx a Engels a propósito de Clausewitz (citado por Augstein, 1982, p. 90). Más tarde Lenin escribiría: “Clausewitz es uno de los tratadistas militares más profundos, uno de los más grandes, uno de los más notables filósofos e historiadores de la guerra, un escritor cuyas ideas esenciales se han convertido hoy en día en un fundamento incontestable de todo pensador” (Naville, en Clausewitz, 1999, pp. 8-9; 1984, p. 11; 1982, pp. 66-67). Ha tenido continuadores de derecha y de izquierda. El general Mac Arthur y Mao Tse-tung lo citan en sus obras. No así Stalin, quien lo criticó tajantemente. El objetivo de este libro, como se dijo antes, es introducir al lector en dos aportes esenciales de Clausewitz: su comprensión de la naturaleza de la guerra y la teoría de la guerra. Así, la comprensión de la clave del pensamiento clausewitziano, que se fundamenta en lo que denominó die wunderliche Dreifältigkeit (la maravillosa trinidad). La «trinidad», concepto teológico por antonomasia, se expone ahora en términos de la teoría de la guerra en el sentido de Clausewitz: la brutalidad de la guerra, la creatividad estratégica y la racionalidad política o, en el vocabulario más cercano al original, la interacción entre la pasión (más bien propia de los pueblos cuyas pasiones se inflaman en la brutalidad de la guerra), el azar (propio de la creatividad estratégica de los generales y sus ejércitos) y la política (propio de los gobiernos). No porque modifique algo su naturaleza en cada caso concreto, podemos ver en la guerra simplemente un camaleón, sino que, según el conjunto de sus manifestaciones, y en relación con las tendencias dominantes constituye una maravillosa trinidad, compuesta del poder primordial de sus elementos, del odio y la enemistad que pueden mirarse como un ciego impulso de la naturaleza, de la caprichosa influencia de la probabilidad y el azar, que la convierten en una libre actividad del alma, y de la secundaria naturaleza de un instrumento político, por la que recae puramente en el campo del raciocinio (Clausewitz, 1908, p. 51). Estas tres tendencias (pasiones, estrategia y política) se basan en la naturaleza de la guerra y son constitutivas de la teoría de la guerra. “El problema consiste, por lo tanto, en mantener a la teoría en equilibrio entre estas tres tendencias, como si fueran tres centros de atracción” (Clausewitz, 1984, p. 61). La maravillosa trinidad de la teoría de la guerra de Clausewitz fue especialmente concebida para permitirles a los comandantes militares una mejor comprensión de la naturaleza de la guerra e innovar en su práctica, sin negar su incertidumbre intrínseca. 36 PHILIPPE DUFORT Con la lectura de este libro queda claro que todo aquel que pretenda comprender la guerra seriamente ha de leer a Clausewitz. Se trata por cierto de una nueva guía de lectura de cómo deben ser estudiadas las ideas del Filósofo de la Guerra, haciendo una apelación a la prudencia que tenga eco de las propias advertencias de Clausewitz sobre los peligros de la innovación estratégica. Cronología aproximada de los principales escritos de Clausewitz Peter Paret (1976) encuentra tres etapas en la génesis de la obra De la guerra (Vom Kriege) que se identifican por «De la guerra I, II, III». 1813 1814 1816-1818 1819-1823 1820 1824-1825 1824-1830 1831 Der Feldzug von 1813 bis zum Waffenstillstand (La campaña de 1813 hasta el armisticio). Der Feldzug von 1812 in Rußland (La campaña de 1812 en Rusia), en parte. Der Feldzug von 1814 in Frankreich (La campaña de 1814 en Francia). Über das Leben und den Charakter des Scharnhorst (Sobre la vida y el carácter de Scharnhorst, 1832). Los seis primeros libros de Vom Kriege (De la guerra) y primera versión de los libros VII y VIII, de De la guerra II. Die Feldzüge Friedrich des Grossen von 1741-1762 (Las campañas de Federico el Grande de 1741-1762). Nachrichten über Preußen in seiner grossen Katastrophe (Observaciones sobre Prusia en su gran catástrofe). Tras 1824, Der Feldzug von 1812 in Rußland (La campaña de 1812 en Rusia), final. Revisión de De la guerra. De la guerra III. Diversos ensayos políticos. Ediciones y traducciones de De la guerra Las obras póstumas de Clausewitz fueron publicadas en Berlín entre 1832 y 1837. Los ocho primeros volúmenes estuvieron a cargo de su esposa Marie von Clausewitz (fallecida en 1836). Los dos últimos aparecieron al año siguiente. Clausewitz y Sociedad 37 Vols. 1-3 Vom Kriege (De la guerra). Vol. 4 Vols. 5-6 Der Feldzug von 1796 in Italien (La campaña de 1796 en Italia). Der Feldzüge in Italien und in der Schweiz (Las campañas en Italia y Suiza). Der Feldzug von 1812 in Rußland (La campaña de 1812 en Rusia), en parte; Der Feldzug von 1813 bis zum Waffenstillstand (La campaña de 1813 hasta el armisticio); Der Feldzug von 1814 in Frankreich (La campaña de 1814 en Francia). Der Feldzug von 1815 in Frankreich (La campaña de 1815 en Francia). Gustav Adolphus Feldzüge von 1630-1632 (Campañas de Gustavo Adolfo de 1630-1632); Historische Materialien zur Strategie (Colección de materiales históricos sobre estrategia); Turenne (Turena); Die Feldzüge Luxemburgs in Flandern von 1690-1694 (Las campañas de Luxemburgo en Flandes de 1690-1694); Einige Bemerkungen zum Spanischen Erbfolgekriege (Algunas observaciones sobre la Guerra de Sucesión española). Sobieski (Juan III Sobieski, rey de Polonia y gran duque de Lituania, 1629-1696); Krieg der Russen gegen Türken von 1736-1739 (La guerra de los rusos contra los turcos); Die Feldzüge Friedrich des Grossen von 1741-1762 (Las campañas de Federico el Grande de 1741-1762); Der Feldzug des Herzogs von Braunschweig gegen die Holländer 1787 (La campaña del conde von Braunschweig contra los holandeses); Übersicht des Krieges in der Vendée 1793 (Panorama de la guerra 1793 en la Vendée). Vol. 7 Vol. 8 Vol. 9 Vol. 10 Las obras que llevan por título Hintelassene Werke über Krieg und Kriegsführung (Obras capitales sobre la guerra y Dirección de la guerra) no están completas. No incluyen, entre otras: Memorandum sur la Kriegsschule (Memorando de la Escuela de Guerra, 1819), Über das Leben und den Charakter des Scharnhorst (Sobre la vida y el carácter de Scharnhorst, 1832), ni Nachrichten über Preußen in seiner grossen Katastrophe (Observaciones sobre Prusia en su gran catástrofe, 1888) Traducciones íntegras consultadas Al italiano Clausewitz, Karl von (1942/1970). Della guerra (traduzione di Ambrogio Bollati ed Emilio Canevari; con una cronologia della vita dell’autore e dei suoi tempi, un’antologia critica e una bibliografía a cura de Edmondo Aroldi). Roma: Arnoldo Mondadori Editore. 38 PHILIPPE DUFORT Al inglés Clausewitz, Karl von (1943/1950). On war (translated from the German by O.J. Matthijs Jolles). New York: The Modern Library. [ La traducción de Jolles originalmente fue publicada por Random House en 1943 y reimpresa por Greene’s Infantry Journal Press en 1950. Durante la Segunda Guerra Mundial, Greene’s Infantry Association lo puso a disposición de los soldados a una módica suma de $1.45 dólares]. Clausewitz, Carl von (1976). On War, translated from the German by Michael Howard and Peter Paret. Princeton: Princeton University Press. [En la actualidad es una de las mejores ediciones en lengua inglesa, con tres ensayos introductorios firmados por Peter Paret, Michael Howard y Bernard Brodie junto con el comentario de este último titulado Una guía para la lectura de De la guerra]. Al francés Clausewitz, Carl von (1955). De la guerre (traduction intégrale par Denise Naville; préface de Camille Rougeron; introduction de Pierre Naville. Paris: Les édition de minuit. [La introducción de Pierre Naville, titulada Carl von Clausewitz y la teoría de la guerra ha sido traducido al español en Naville, 1982, con el seudónimo de Paul Rossel, pp. 65-82, y en Naville, 1984, pp. 9-33; en el epílogo de esta obra se publica “Clausewitz en la actualidad”, que Pierre Neville publicó en enero de 1965]. Al español Clausewitz, Karl von (1960). De la guerra (versión íntegra por R.W. de Setaro [léase F. W. de Serrato]). Buenos Aires: Ediciones Mar Océano. [Publica íntegros los ocho libros que comprende la obra, es una de las mejores traducciones en español]. 611 p., 1 h.; en encuadernación de tapa blanda, con breve nota editorial de la obra en las dos solapas de la cubierta. Clausewitz, Carl von (2005). De la guerra (edición íntegra; traducción del alemán por Carlos Fortea). Madrid: La esfera de los libros. [Última versión íntegra al español a la que tuvimos acceso, muy cuidada. Estudio preliminar por Gabriel Cardona; prólogo a la primera edición por Marie von Clausewitz; nota y prefacio del autor; cuatro apéndices: cronología, principales batallas citadas en este libro, mapas e índice onomástico]. 740 p.; encuadernación de tapa dura. Clausewitz y Sociedad 39 Clausewitz, Carlos von (1978). De la guerra (traducción del Ejército de España). Madrid: Ediciones Ejército. [Traducción realizada por el editor de Ediciones Ejército, a partir de la de Seguí y Barbero (edición de 1908), cuyo estilo el traductor ha tratado de seguir, hablando en plural mayestático de primera persona: “incluso en las partes que por primera vez hemos traducido al castellano” (p. 8), como reconoce él mismo, luego de aclarar que aparte de la traducción de Seguí y Barbero no consideró “necesario y oportuno citar otros trabajos que hemos consultado”. Al parecer el traductor desconoció la excelente traducción al castellano realizada por la traductora inglesa F. W. de Serrato, publicada en Argentina por Ediciones Mar Océano]. 766 p., 1 h., en papel biblia y en encuadernación de tapa dura. Traducciones parciales al español Clausewitz, Carlos von (1908). De la guerra (versión directa del alemán por Abilio Barbero y Juan Seguí; prólogo de Juan García Benítez; con introducción de la quinta edición alemana del conde Schlieffen, prólogo a la primera edición por María de Clausewitz, prólogo de Clausewitz y dos notas suyas; se publican íntegros los tres primeros libros). Madrid: Imprenta de la Sección de Hidrografía. [Traducción hecha con esmero y pulcritud; se destaca por su fidelidad y calidad literaria por los tenientes de Estado Mayor Barbero y Seguí de la Escuela Superior de Guerra (1893‐1936) de España. Se anuncia (p. 42, n. 1) un segundo tomo inédito, en nota al pie que remite al lector al capítulo primero del libro cuarto]. 270 p., 1 h., encuadernación en cuero. Clausewitz, Karl von (1984). De la guerra (trad. R. W. de Setaro [léase F. W. de Serrato], cedida por Ediciones Mar Océano, Buenos Aires). Barcelona: Labor / Punto Omega. [Esta edición publica íntegros los tres primeros libros, se incluye un resumen de los libros cuarto y quinto, del libro sexto se incluye solo el capítulo 26, y de los libros séptimo y octavo se reproduce el capítulo primero de cada uno de ellos. Contiene dos textos de Pierre Naville, traducidos del francés: a) Carl von Clausewitz y la teoría de la guerra (Introducción, pp. 9-33), traducción de Bernardo Muniesa Brito y publicada originalmente como introducción de la versión íntegra francesa (Clausewitz, 1955, pp. 19-37), realizada por su esposa Denise Naville; b) Clausewitz en la actualidad (Epílogo, pp. 333-342), traducción de Javier Fernández de Castro, a partir de un texto que Pierre Neville publicó en enero de 1965]. 345 p., 2 h.; encuadernación de tapa blanda, sin solapas. 40 PHILIPPE DUFORT Clausewitz, Carl von (2010). De la guerra (trad. Celer Pawlowsky). Madrid: Tecnos. [La traducción se hizo a partir de la versión inglesa On War, editada y traducida por Michael Howard y Peter Paret (Clausewitz, 1976). En esta edición se reproduce el ensayo introductorio firmado por Bernard Brodie titulado Apunte biográfico. Carl von Clausewitz y De la guerra, y su comentario Una guía para la lectura de De la guerra], que forman parte de los tres ensayos introductorios firmado por Peter Paret, Michael Howard y Bernard Brodie, contenidos en Clausewitz 1976. Capítulos traducidos: libro I completo; libro II: 1-5, sin traducir: 6; libro III completo; libro IV: 1-4 y 11-12, sin traducir: 5-10 y 13-14; libro V: 4 y 14-16, sin traducir: 1-3, 5-13 y 17-18; libro VI: 1-3, 6-8, 15-19 y 21-26, sin traducir: 4-5, 9-14, 20 y 27-30; libro VII: 1, 6-7, 13, 15-18, 20 y 22; libro VIII: 7-8, sin traducir: 1-6 y 9]. 531 p., 10 h., encuadernación en pasta blanda, con breve biografía del autor en las dos solapas. Ediciones alemanas modernas consultadas de De la guerra Clausewitz, Karl von (1991). Vom Kriege: hinterlassenes Werk, ungekurzter Text. Franfurt; Berlin: Ullstein Sachbuch. Clausewitz, Karl von (2011). Vom Kriege: Ausgewält und herausgegeben von Helmut Werner. Hamburg: Nikol Verlag. EL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN: CARÁCTER CAMBIANTE DE LA GUERRA (2003-2007) Figura 5. Retrato de Hew Strachan, profesor titular de la cátedra Chichele de Historia de la Guerra en la Universidad de Oxford, y director del programa Leverhulme sobre el Carácter Cambiante de la Guerra. PREFACIO El legado de Clausewitz ha sido interpretado desde diversas perspectivas y por diferentes autores. Historiadores como Russell Weigley insistían en que la “política tiende a convertirse en un instrumento de la guerra en vez de ser al contrario”. En el otro extremo, historiadores como Martin van Creveld y John Keegan objetan cualquier tipo de racionalización que tomase por base el concepto clausewitziano referente a la naturaleza de la guerra, tras argumentar que “la guerra es solamente el reflejo de culturas, sociedades y épocas” (Echeverria II, 2007, pp. 56-7). En Clausewitz y sociedad: una introducción biográfica a las lecturas neo-clausewitzianas, Philippe Dufort ofrece una nueva mirada no sólo a la obra de Clausewitz, sino también a los cambios de personalidad del general prusiano durante su experiencia vital como soldado, afectado por toda una serie de contingencias externas. Como concluye el mismo Dufort, “un análisis de sus escritos, tomados en contexto, demuestra que las circunstancias personales, los círculos sociales politizados y las ricas influencias intelectuales, jugaron en conjunto un papel decisivo en su comprensión radical del fenómeno de la guerra” (p. 147). A partir de esta mirada contextual se considera en detalle la evolución de Clausewitz mediante las diversas etapas que formaron parte de su vida y su carrera militar, y en las que padeció situaciones difíciles tales como la derrota del ejército prusiano por obra de Napoleón. La perspectiva propuesta tiene consecuencias importantes. Primero, le permite al lector comprender las diversas circunstancias que Clausewitz tuvo en consideración para entender mejor el problema de la guerra con base en sus propios sentimientos y experiencias. Segundo, ofrece una explicación clara de las múltiples influencias que estructuraron el pensamiento de Clausewitz en distintos momentos de su vida, señalando de forma pormenorizada todos los aspectos que divergen entre ellos. El enfoque original de este libro también brinda al lector un conocimiento exacto del mundo moderno, en donde las ideologías radicales han pretendido movi- 44 PHILIPPE DUFORT lizar a miles de seguidores. Téngase en cuenta, por ejemplo, la discusión sobre “la idea de utilizar la narrativa nacionalista [que congregó a] la Francia revolucionaria con el fin de mejorar las capacidades de combate del Ejército prusiano” (p. 88). Un nuevo contrato entre el pueblo y el soberano exigía de la población cumplir con “las exigencias monárquicas federicianas en la ejecución obediente y competente de las órdenes” (Paret, 2007, p. 96, citado por Dufort), pero a cambio el “deber de la población de servirle al monarca con pasión se daría sólo con la condición de que el rey asimismo encarnara los intereses de la nación” (p. 88). De acuerdo con Dufort, estos factores claramente aparecen como los ejes clave que llevaron a Clausewitz a la conclusión de que el hecho de cambiar la relación entre sociedad y Estado era de vital importancia en el modo de adelantar la guerra. A este respecto, el entusiasmo y afán por una guerra absoluta, apoyada en la movilización del pueblo y las transformaciones sociales, fue una de las ideas centrales en el período inicial de la carrera militar de Clausewitz. Posteriormente, en una fase intermedia, Clausewitz avanzó a un estadio diferente de su pensamiento. La realidad del Estado dinástico en su país y la dificultad para desarrollar un concepto real de nación en armas le hicieron entender lo poco práctico que resultaban sus ideas iniciales y la incongruencia de un paradigma de guerra absoluta. Esto lo impulsó a enfocar sus reflexiones sobre el papel de la ideología en el desarrollo de un “conocimiento estratégico innovador”, aspecto que se convirtió en uno de sus mayores legados intelectuales. En su último período, el Clausewitz maduro se concentró más en el desarrollo de una teoría de la guerra y ya no tanto en la idea de vengarse de los franceses. Al integrar los métodos críticos modernos, tales como la lógica dialéctica hegeliana, Clausewitz logró “trascender su concepción anterior respecto de las guerras napoleónicas” (p. 149). En su libro Clausewitz and Contemporary War [Clausewitz y la guerra contemporánea], Antulio J. Echevarria II, uno de los llamados neo-clausewitzianos y director de investigación en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos, explica cuán difícil es leer la obra del general prusiano, en parte por “los cambios de modelo, algunas veces abruptos y en otras más sutiles, que dejan a los lectores con impresiones contradictorias” (Echevarria II, 2007, p. 1). Estas dificultades son asimismo el reflejo de los cambios de personalidad de Clausewitz, que van desde sus días como oficial entusiasta, ansioso por combatir al imperio napoleónico, hasta llegar a ser luego un filósofo que trataba de crear una teoría de la guerra coherente, racional y comprensible. Dufort describe esos cambios complejos al advertir al lector que para entender los textos del filósofo de la guerra es necesario “contextualizar la manera variable en Clausewitz y Sociedad 45 que evoluciona su comprensión acerca [de ella] y que afecta a todo su pensamiento —al pasar de una visión absoluta en su juventud a una imagen instrumental en sus últimos años, después de asumir una perspectiva existencial en el cenit de su carrera” (p. 51). De esta manera, “el lector estará mejor preparado para tratar con las diversas contradicciones que pueden presentar los textos de Clausewitz y las implicaciones que ello pueda tener para la estrategia” (p. 51). La emergencia de amenazas asimétricas alimentadas por ideologías extremistas y enraizadas en antiguos agravios ha dado una cara nueva al concepto tradicional de guerra. Tal vez el rasgo más atractivo de esta cara nueva, de acuerdo con varios investigadores, es el fin del paradigma trinitario concebido por Clausewitz. Se dice que han aparecido nuevas formas de pensar que han reemplazado las viejas ideas. Mary Kaldor así como John Keegan y Martin van Creveld, argumentan que el concepto de guerra de Clausewitz permanecía encerrado en el marco del conflicto Estado-Estado, hasta el punto de desatender por completo las guerras no estatales. Incluso van Creveld va más allá de esto al criticar al general prusiano, aduciendo que su alcance era limitado en razón de haber fijado de modo exclusivo su atención en la forma bélica estatal; por tanto, ahora sus ideas ya no podrían ser relevantes para el estudio de conflictos que involucren actores no estatales. El libro de Dufort, aunque no pretende mediar en esta discusión académica, bosqueja lo que probablemente se podría caracterizar como uno de los rasgos más importantes del trabajo de Clausewitz: la “maravillosa trinidad” entre Politik, estrategia y pasión como teoría de la guerra. Su libro le presenta al lector la evolución de las ideas y la filosofía de Clausewitz, tras contextualizar y distinguir el surgimiento progresivo de varios logros suyos que son claves para los estudios estratégicos. Lo más importante aquí es que Dufort puntualiza la conformación de la famosa trinidad clausewitziana en términos dialécticos. La primera relación dialéctica es la problematización de la interdependencia entre política y estrategia: “la concepción dialéctica suscitada a partir de esta cuestión en el libro viii con el que se cierra De la guerra es de donde nace una nueva relación antitética entre estrategia y política, que inspiró todo el pensamiento de Clausewitz” (p. 135); lo cual destaca el peso del vínculo conflictivo que enlaza al gobierno con el pueblo. La segunda relación dialéctica es la que se da entre política y pasión, donde las políticas, como restricción para la naturaleza humana del escalonamiento de la guerra, tienen el riesgo de ser reprimidas mediante el odio generado por la misma guerra y la violencia. La tercera relación dialéctica tiene que ver con la antítesis entre las medidas gubernamentales y las pasiones del pueblo (pp. 138 y 141). La presentación que hace Dufort de la trinidad clausewitziana —dirigida a los profesionales de la guerra— 46 PHILIPPE DUFORT efectivamente no permite comprender mejor la estrategia orientada al pueblo más que en términos modernos y según un punto de vista que se podría denominar «enfoque democéntrico», en oposición al tradicional «enfoque polemocéntrico». Para concluir, debo decir que el libro de Dufort no sólo presenta una forma original de entender la obra de Clausewitz, sino que a su vez ofrece herramientas interesantes que trascienden en mucho el simple examen academicista, puesto que se aventura a hacer una aplicación de la teoría para los tiempos modernos y en los ambientes no convencionales y complejos de los campos de batalla de los años recientes. Mediante el análisis de la evolución de Clausewitz, Dufort formula cuestiones pertinentes que se podrían plantear para entender mejor el mundo actual: “¿Cuál es el papel de la ideología en la construcción del pensamiento estratégico innovador? ¿Cómo la sociedad percibe al estratega cuando produce dicho conocimiento que está relacionado con la movilización de las fuerzas sociales?” (p. 149). En este sentido, el aporte más significativo de la introducción de Dufort al pensamiento clausewitziano es proporcionarnos, de una forma directa y concisa, nociones críticas para responder a estas preguntas. General (r) Carlos Alberto Ospina Ovalle Ex-comandante General de las Fuerzas Militares de Colombia Figura 6. Logo del programa de investigación «Carácter cambiante de la guerra» (CCW, por sus iniciales en inglés), el cual estuvo conformado por un grupo interdisciplinario de expertos en humanidades y ciencias sociales de la Universidad de Oxford, financiados durante cinco años con el auspicio de la fundación Leverhulme Trust, en el Reino Unido. Desde su inicio en 2003 se ha venido estudiando el cambio y la continuidad en la realidad de la guerra desde una perspectiva social y política, a partir de la distinción clausewitziana entre “la naturaleza de la guerra, la cual tiene una continuidad esencial (constante en su integridad) y el carácter de las guerras particulares, que varían” (Strachan & Scheiper, 2011, p. 11; Clausewitz, 1908, p. 17, nota). Esta página queda intencionalmente en blanco. INTRODUCCIÓN DEL AUTOR Algunos de los estrategas occidentales más destacados del siglo xx, como Helmuth von Moltke, Alfred von Schlieffen, Basil Henry Liddell Hart y el Coronel Harry Summers, entre muchos otros, llegaron a un entendimiento parcial de la obra del general Carl von Clausewitz. En el mismo sentido, algunos científicos sociales tales como Martin van Creveld (1991), Hans M. Enzensberger (1994), Robert D. Kaplan (1994), Mary Kaldor (1999) y Herfried Münkler (2005) participaron de distintas maneras en popularizar la idea de una ruptura cualitativa radical en los hechos de guerra ocurridos desde finales del siglo pasado. Lo «novedoso» de las guerras del siglo xxi era así descrito como el fin de la guerra interestatal «clausewitziana», tras ser reemplazada o bien por luchas primitivas no estatales, o bien por la ausencia de convicción, o en fin por la privatización de los enfrentamientos bélicos. Muchos de los autores que han escrito sobre las «nuevas guerras» menospreciaron a los pensadores que les precedieron y ofrecieron una aproximación no-histórica de lo «novedoso» en las guerras contemporáneas2. La obra Las nuevas guerras de Mary Kaldor (2001), además de haber anunciado la muerte (teórica) de Clausewitz, recibió gran atención en los departamentos de ciencia política a causa de oponer a la guerra regular Estado-céntrica, las guerras «irregulares» financiadas por actores no estatales. La guerra tuvo cambios drásticos después de la Guerra Fría: ya no era un instrumento dirigido por alguna política en particular, sino un fenómeno caótico y sin sentido, administrado en su avidez por los llamados «señores de la guerra». Se puede afirmar que la mayoría de los detractores de Clausewitz no han leído De la guerra3 con el debido cuidado y han confundido varias consideraciones ontoló2 Véase el estudio de Mats Berdal (2011) para una evaluación crítica de las hipótesis históricas, económicas, motivacionales y prácticas en la literatura especializada acerca de las «nuevas guerras». 3 (i) En adelante, para todas las citas directas de Clausewitz especificaremos entre paréntesis el libro, el capítulo y el parágrafo o sección, añadiendo luego el número de página de la versión más completa de la obra en nuestro idioma: Clausewitz, Carl von (1960). De la guerra (R. W. de Setaro, trad.). Buenos Aires: Ediciones Mar Océano. Además, siempre en nota al pie, se dará el texto alemán original con el número de página de la 50 PHILIPPE DUFORT gicas y teóricas. Semejante falla obviamente no les impidió hacer contribuciones significativas. Sin embargo, las visiones estratégicas y los respectivos análisis sobre la guerra de parte de quienes se han inscrito en esta nueva tendencia, seguían siendo débiles en lo fundamental por una mala interpretación de los cambios radicales en los enfrentamientos bélicos de los últimos años, además de pasar por alto las continuidades y las variaciones en su naturaleza que dependen de las coyunturas históricas. La literatura de las nuevas guerras, no obstante sus limitaciones, tuvo un impacto constructivo importante: introdujo la renovación de los estudios empíricos, históricos y teóricos sobre el carácter cambiante de la guerra. En medio de este interés renovado, un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford ganó el auspicio del Leverhulme Trust en el Reino Unido para crear un programa de investigación de cinco años. Desde su inicio en 2003, el proyecto «Carácter cambiante de la guerra» (CCG)4 abordó el tema bélico desde una perspectiva social y política e incorporó a expertos de las áreas del derecho, la filosofía, la política y la historia. A través del programa, estos especialistas “se encontraron avanzando hacia un vocabulario común, menos relacionado con sus disciplinas particulares y más con la guerra en sí” (Strachan & Scheipers, 2011, p. 2). Sobre esta base, los investigadores del proyecto CCG ofrecieron respuesta a una serie de interrogantes cuyo interés radica en estar estrechamente relacionados con el cambio y continuidad de los acontecimientos que giran en torno a la realidad de la guerra: «sus manifestaciones empíricas (lo que ha cambiado y de qué forma ha ocurrido ese cambio), sus ‘construcciones’ conceptuales (de qué forma nuestros enfoques y narrativas acerca de la guerra impactan nuestras percepciones de cambio y continuidad) y, por último, sus implicaciones políticas (de qué forma el poder y el interés político influyen y son influenciados por percepciones de cambio y continuidad en la práctica de la guerra)» (Strachan & Scheiper, 2011, p. 11). Un gran mérito del proyecto CCG fue revaluar la distinción clausewitziana entre “la naturaleza de la guerra, la cual tiene una continuidad esencial (constante en su integridad) y el carácter de las guerras particulares, que varían” (Strachan & Scheiper, 2011, p. 11). En ruptura con los defensores de la «novedad» en la guerra, este proyecto regresó al estudio del «cambio» en la guerra. Más fundamentalmente, muchos investigadores del proyecto CCG también revaluaron el examen de la «naturaleza» perenne de la guerra (e.g., Strachan, 2007). Para efectos pedagóedición que hemos tomado como referencia: Clausewitz, Carl von. (1991). Vom Kriege: hinterlassenes Werk, ungekurzter Text. Frankfurt / Berlin: Ullstein Sachbuch. (N. del Trad.) 4 (ii) «Changing Character of War» (CCW), abreviado así en el texto original por sus siglas en inglés (N. del Trad.) Clausewitz y Sociedad 51 gicos este breve texto se enfoca en sintetizar las percepciones «neo-clausewitzianas» presentadas por el proyecto CCG de una forma fácilmente comprensible, mediante el uso de una narrativa biográfica, pensando siempre en los lectores militares de habla castellana. En términos simples, Clausewitz expuso la necesidad de aprehender la guerra a través de su propia ontología —es decir, luego de captar conjuntos muy específicos de experiencias humanas, incertidumbres cognitivas y fuerzas generativas que son elementos intrínsecos a la naturaleza de la guerra—. Este libro tiene un objetivo pedagógico de gran importancia para los estrategas militares: entender los conceptos fundamentales que le permitan a la mente humana estudiar la guerra de una forma que sea compatible con su experiencia directa o conducta. Si el lector entiende la diferencia entre la definición sobre la naturaleza de la guerra en Carl von Clausewitz, su carácter cambiante y la teoría de la guerra que él propone, este libro habrá alcanzado su objetivo principal. Además, si el enfoque biográfico puede contextualizar la manera variable en que evoluciona su comprensión acerca de la guerra y que afecta a todo su pensamiento —al pasar de una visión absoluta en su juventud a una imagen instrumental en sus últimos años, después de asumir una perspectiva existencial en el cenit de su carrera—, el lector estará mejor preparado para tratar con las diversas contradicciones que pueden presentar los textos de Clausewitz y las implicaciones que ello pueda tener para la estrategia. Los más fervientes lectores de esta corta introducción a la vida y pensamientos del «filósofo de la guerra», se percatarán de que es en los pasajes finales de su obra donde se contextualiza y comprende la paradoja del modo en que la política puede ser el principio dominante que a la vez determina y abarca la guerra, según la formulación más famosa que aparece en el libro viii: “la guerra simplemente es una continuación del intercambio político con intervención de otros medios” (Clausewitz, viii, 6, B, p. 565)5. En realidad, la política es solamente uno de los componentes interdependientes de la intuición teórica más profunda expresada en De la guerra: 5 (iii) «der Krieg ist nichts als eine Fortsetzung des politischen Verkehrs mit Einmischung anderer Mittel» (p. 674). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. Esta tesis aparece en estrecha conexión con lo que líneas antes se dice sobre el sentido de la guerra en tanto que unidad de elementos contradictorios cuya serie de acciones pertenecen a la experiencia real: «Pues esta unidad es la idea de que la guerra sería sólo una parte del intercambio político; por lo que de ningún modo es una cosa independiente en sí misma» [Diese Einheit nun ist der Begriff, daß der Krieg nur ein Teil des politischen Verkehrs sei, also durchaus nichts Selbständiges]. Obsérvese que a la luz de esta definición, tal como lo señala Bernard Brodie en su comentario a la traducción inglesa (1989, p. 705), volvemos al argumento que el general prusiano había anunciado ya en forma de aforismo en el capítulo inicial del libro i: «La guerra es una continuación de la política por otros medios» [Der Krieg ist eine bloße Fortsetzung der Politik mit anderen Mitteln] (Clausewitz, i, 1, §24). En efecto, la parte B del libro viii tiene el elocuente título: «La guerra es un instrumento de la política» que sintetiza y a la vez va más allá de la célebre tesis discutida por Clausewitz desde el inicio de la obra. (N. del Trad.) 52 PHILIPPE DUFORT la «maravillosa trinidad»6 que Clausewitz nos presenta en el libro i entre el «ciego impulso natural», «el juego del azar y las probabilidades» y el «dominio de la inteligencia pura» (1, § 28, pp. 25 y s.). En contra de la opinión sostenida en el único axioma clausewitziano conocido por la mayoría de los oficiales en cualquier ejército, si hay una cosa que la guerra no es, debe pensarse en todo menos en algo que sea por naturaleza; es un instrumento político, no una simple continuación de la política. Una de las tendencias de Clausewitz era reflexionar en series de tres elementos (terna, tríada, trinidad, etc.). La connotación cristiana es evidente y deliberada para este descendiente de una familia cuyos integrantes fueron por varias generaciones pastores luteranos. Como veremos, su trinidad de la guerra va mucho más allá de la guerra trinitaria algo simplista de Martin van Creveld. De hecho, la cuestión más importante respecto de la trinidad clausewitziana, no es interrogarse por sus elementos constituyentes —sc., pasión, razón y oportunidad—, sino por aquello que pueda entenderse como su unidad mística: “¿Qué es Dios en torno de lo cual se unen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?”. Al respecto, Strachan afirma (2014, pp. 50-1): “La respuesta, una vez formulada la pregunta, sin duda resulta evidente. Es la guerra en sí, cuyo elemento esencial (...) es la violencia”. Entender las sutilezas de la obra de Clausewitz es mucho más que un desafío intelectual apasionado. Es la piedra angular necesaria que le permite a la mente humana navegar por entre las contingencias extremas de la guerra; es preciso dejar este ejercicio absolutamente crítico al desarrollo de un tipo de mentalidad estratégica, y que a la vez caracteriza las más brillantes mentes estratégicas pasadas y por venir. Las páginas que siguen exponen de qué modo Clausewitz reflexionó sobre las circunstancias cambiantes de la sociedad europea posrevolucionaria a comienzos del siglo xix. Su pensamiento se concentró en la inigualable eficacia de la naciente ideología nacionalista para desatar la violencia de un pueblo en guerra, en una época cuando solamente se pedía una obediencia competente debida a los miembros del ejército. Aunque él mismo era un nacionalista alemán, al final de su vida Clausewitz fue capaz de entender con cierta frialdad la importancia de «del espíritu cambiante de su época» para la transformación de la guerra. El ejército prusiano —que él ayudó a reformar— cumplió un papel crucial para derrotar a Napoleón. Con este objetivo en mente, Clausewitz ha estudiado las transformaciones sociales que resultaron de la Revolución Francesa. Él mismo tuvo un papel principal en las reformas del sistema de gobierno prusiano —que daría a los ejércitos reacciona6 Clausewitz utilizó el adjetivo wunderlich par describir la trinidad. Howard y Paret (1976) lo tradujeron por ‘remarcable’ (remarkable) con el efecto de subestimar la fuerza del epíteto cual serial mejor rendido por las palabras ‘maravillosa’ o ‘miraculosa’ considerando sus connotaciones místicas (véase Strachan, 2007, pp. 177-82). Clausewitz y Sociedad 53 rios la misma eficacia que le permitió a Napoleón conquistar Europa—, mientras se restringía al mínimo cualquier posibilidad de cambio de orden emancipatorio o estructural. Semejante trayectoria, que resume esta introducción biográfica, le permitió convertirse en uno de los más brillantes pensadores acerca de la guerra. Solamente a través de una mezcla de experiencia práctica, estudio de la historia e intuiciones teóricas, alguien sería capaz de alcanzar una comprensión óptima de la guerra y el arte de su conducción. Si este libro no puede proporcionar lo primero, seguramente puede darle al lector alguna luz para clarificar lo segundo. Figura 7. Bombardeo de Maguncia (Mainz) por el ejército de Napoleón, quien derrota las tropas de la Primera Coalición (1792-1797) de Austria, Prusia, el Reino Unido, España y el Piamonte (Italia) contra Francia. La guerra cesa el 20 de julio de 1793, a consecuencia de la paz de Basilea. Ese mismo año, Clausewitz había sentado plaza de abanderado (cadete de cuerpo prusiano que llevaba la bandera en los actos de servicio, (de ahí su denominación de Fähnrich ‘abanderado’), a los doce años de edad, en el regimiento de Infantería «Príncipe Fernando». La derrota se debió a una movilización general, levas en masa, reformas en el ejército francés, en el contexto de lo que Clausewitz llama «guerra absoluta». Grabado sobre cobre de la época por Johann Martin Will, citado por Schössler (1991, p. 18). CAPÍTULO I Estudios de crítica moderna Este tipo tiene un common sense que raya con la genialidad. Karl Marx sobre Clausewitz7 El historiador militar estadounidense Peter Paret8 destacó cuan curioso es el hecho de que varios investigadores y estrategas aún concedan a Clausewitz un lugar inusualmente importante en sus actuales reflexiones. Paret también afirmó que “de seguro más que Montesquieu continúa estando presente en la discusión de la separación de poderes en el gobierno, o incluso más que Adam Smith en la teoría económica moderna” (2009, pp. 139, 141). En efecto, el legado de Clausewitz tiene una influencia perdurable sobre el pensamiento estratégico occidental y no-occidental. Su comprensión de la guerra y la estrategia llegó más allá de los tratados doctrinales efímeros producidos por otros militares durante el ejercicio de su profesión. Así que él es conocido en todas partes como el «Filósofo de la Guerra» (Aron, 1983). Según el punto de vista de Paret, “vale la pena escuchar a Clausewitz [...] por ejemplificar en su obra teórica e histórica hasta dónde podemos liberarnos de las ataduras del pensamiento tradicionalmente aceptado acerca de una de las realidades todavía dominantes de la condición humana” (Paret, 2009, p. 143; las cursivas son mías). En otras palabras, los escritos de Clausewitz ilustran las posibilidades y beneficios de cuestionar formas de pensar aceptadas sobre la guerra y la estrategia. Al resaltar 7 «Der Kerl hat einen common sense, der an Witz grenzt». Posdata agregada por Marx en su carta a Engels, fechada el 11 de enero de 1858. Cf. Marx-Engels Werke [MEW] (1963), Berlin: Dietz Verlag, xxix, p. 256. El texto es citado según la traducción inglesa usada por Semmel (1981, p. 66) —las cursivas no están en el original alemán, sino que son añadidas por este último autor—. 8 Mi interés por Clausewitz tomó forma en respuesta a las estimulantes Conferencias Lees Knowles, dictadas por Peter Paret durante mi primer período académico en la Universidad de Cambridge en 2008. Dichas conferencias fueron publicadas más tarde en 2009 bajo el título The Cognitive Challenge of War (Princeton: Princeton University Press). Mi reacción frente a sus ideas se convirtió en un capítulo de la tesis doctoral que presenté como trabajo de grado, por recomendación de mi director de tesis, el Dr. Tarak Barkawi, quien me aconsejó confrontar los argumentos de Paret directamente. 56 PHILIPPE DUFORT este aspecto de su pensamiento, muchos lectores reconocidos, incluyendo al mismo Paret, han observado de qué forma las ideas adoptadas por Clausewitz estaban impregnadas de las nociones crítico-dialécticas de la Prusia de comienzos del Siglo XIX (Aron, 1983, p. 153; Gallie, 1979; Gat, 1989; Herberg-Rothe, 2000; 2007, pp. 121-122; Paret, 2009, p. 139). Este libro sugiere que las inclinaciones críticas de Clausewitz pueden explicar —al menos en parte— su interés permanente con respecto a lo que Paret se refería como “las ataduras tradicionalmente aceptadas del pensamiento” acerca de la estrategia. En esta misma línea de pensamiento, este libro apunta a introducir a estrategas oficiales y civiles en el conocimiento de la vida y pensamiento de Carl von Clausewitz. Lo que se busca es presentar de una manera simple y concisa la riqueza y complejidad de su legado. Buscar las raíces del genio estratégico en la obra de Clausewitz podría ser el camino equivocado para empezar a cuestionar cualquier innovación en el campo de la estrategia. ¿Cabría esperar que la influencia perdurable de Clausewitz se debe no tanto a la calidad intrínseca de su trabajo, sino a que las generaciones subsiguientes de intelectuales estratégicos no han asimilado las nociones críticas que le permitieron hacer una lectura tan profunda acerca de la guerra? Nuestro objetivo aquí no es deducir cuáles son las raíces del genio estratégico a partir de sus propios escritos, sino más bien buscar el modo en que Clausewitz llegó a producir un conocimiento estratégico innovador, y esto con miras a liberar el pensamiento estratégico de su dependencia clausewitziana. En otras palabras, la lectura de su obra y el uso de sus palabras clave, deberían permitirnos ir más allá de Clausewitz. El enfoque contextualista adoptado aquí propone que las ideas de mayor originalidad escritas por Clausewitz no fueron el producto de un genio inalcanzable. Más bien, se debe pensar que eran comunes entre los círculos militares en los que se desenvolvía nuestro autor y sus teorías se hicieron eco igualmente de los debates que habían surgido entre sus contemporáneos. En alguna medida, el genio de Clausewitz ha de ser «des-esencializado» y evaluado por su capacidad para informar en sus escritos todo lo referente con algunas características específicas de los oficiales intelectualmente más innovadores de su tiempo. El objetivo de este libro no es desarrollar una nueva comprensión histórica de la vida y obra de Clausewitz. El argumento defendido por mí —según el cual el genio de Clausewitz respecto a la innovación estratégica no pudo ser algo innato, sino que dependió de influencias sociales e intelectuales específicas— se desarrolla a partir de un examen de los estudios neo-clausewitzianos del CCG (Echevarria II, 2007; Paret, 2007; 2009; Strachan y Herberg-Rothe, 2007; Herberg-Rothe, 2007; Clausewitz y Sociedad 57 Strachan, 2007). Todos estos autores han elaborado una comprensión acreditada de las ideas de Clausewitz, tras considerarlas en su propio contexto (Herberg-Rothe 2007, p. 2). Este trabajo apunta a realizar una síntesis de aquellas piezas más destacadas entre los estudios neo-clausewitzianos, reunidos en una narrativa biográfica coherente que ayudará a su difusión en las Escuelas del Ejército, además de estar dirigida al público en general. Los trabajos de Herberg-Rothe (2007), Paret (2007, 2009) y Strachan (2007) son las tres fuentes secundarias cuyos lineamientos fueron utilizados para el tipo de análisis adoptado en este libro. Ellos han considerado las batallas de Jena/Auerstedt (1806), la Campaña de Rusia (1812) y Waterloo (1815) como los puntos de referencia clave que ejercieron mayor influjo sobre las ideas desarrolladas por Clausewitz. Aquí se reproduce tan sólo la estructura argumentativa para así aislar, a partir de cada interpretación, la relación entre el genio estratégico clausewitziano y su ambiente social e intelectual. Este ejercicio también me permitirá subrayar la causa de que las instituciones castrenses parezcan estar desde entonces en contra de las prácticas de crítica, identificadas por mí como la principal fuente del pensamiento estratégico innovador en la obra de Clausewitz, a pesar de sus claras ventajas militares. El primer período biográfico cubre el ascenso profesional de Clausewitz, según los rangos para oficiales en el ejército prusiano, durante las primeras Guerras Napoleónicas. Este período va desde las campañas de 1792–1793 hasta su experiencia personal tras la «Gran Catástrofe»: la derrota de Prusia en 1806 frente a la Grande Armée comandada por Napoleón. Una vez examinado el contraste entre la rápida evolución de la Francia Revolucionaria y la rigidez del Estado dinástico prusiano, Clausewitz, y otros compañeros oficiales suyos, obtuvieron una comprensión profunda del papel determinante que pueden ejercer gobiernos y sociedades cambiantes (o estáticos) sobre el carácter de la guerra. De este modo, los oficiales más innovadores comenzaron a cuestionar la relación entre el carácter cambiante de la guerra y la evolución de las sociedades que la constituyan. Concretamente, esta última inclinación intelectual en Clausewitz se combinó con su gran lealtad por el rey de Prusia, su enemistad belicosa contra los franceses y sus sentimientos nacionalistas precoces como ciudadano alemán. Semejante escenario ideológico lo llevó a él y a otros oficiales a proponer cambios en la política prusiana para adelantar una forma de guerra absoluta contra Francia. Era absoluta en el sentido de que toda la sociedad (en sus esferas económica, política, educativa, etc.) debía ser instrumentalizada y movilizada a la luz de una estrategia totalitaria encaminada a derrotar a la Grande Armée. En la preparación de ese plan 58 PHILIPPE DUFORT Clausewitz y los otros burócratas y oficiales pro-reforma previeron y discutieron las transformaciones sociales necesarias que podrían mejorar las capacidades del gobierno prusiano para organizar una ofensiva contra Napoleón. El tema de estos debates entre los reformistas encontró su vía propia en lo que nos hemos referido aquí como el elemento esencial del legado clausewitziano. Durante el segundo período de su vida, que inicia con la Campaña de Rusia de 1812, Clausewitz se vio afectado por toda una serie de aflicciones políticas y profesionales. Su traspaso a las filas del ejército ruso en 1812 para combatir contra la Grande Armée —y los cuerpos prusianos aliados— más tarde demostraría ser fatal para alcanzar algún ascenso en la jerarquía militar. Fue en este difícil período que la autoridad moral y emocional de la dinastía prusiana comenzó a perder algún peso en el espíritu de Clausewitz. También se desilusionó progresivamente y se volvió mucho más escéptico de su propio ideal referente a una nación alemana en armas, postura crítica que se fue cada vez afianzando hasta su muerte. Este desapego le permitió a Clausewitz cambiar la convicción inicial que compartió con sus compañeros oficiales reformistas, en un conocimiento estratégico innovador. Finalmente, fue durante los cuatro últimos años de su vida que Clausewitz de modo manifiesto incorporó en sus escritos los métodos críticos que tomó prestados de la filosofía alemana de su época. Esta influencia le ayudó a plantear su teoría de la guerra más allá de su propia experiencia como militar activo. Fue durante este período—marcado por el desapego ideológico y una aproximación sociológica a la guerra— que desarrolló los pensamientos y reflexiones que lo hicieron posteriormente famoso. En resumen, nuestro argumento es que el pensamiento estratégico innovador que encontramos en Clausewitz tiene sus raíces en el estimulante ambiente social e intelectual del autor, no en un tipo de genialidad innata. Como lo sugirió Paret (2009, p. 143) la importancia de conocer la vida y obra de Clausewitz para entender a los estrategas innovadores, yace en establecer el momento justo para iniciar el estudio de las prácticas asociadas que nos permitirán liberarnos “de las ataduras del pensamiento tradicionalmente aceptado”. EL PRIMER PERÍODO DE LA VIDA MILITAR DE CLAUSEWITZ ASCENSO PROFESIONAL, ÉPOCA DE CADETE EN LAS CAMPAÑAS DE 3-1792 Y SU EXPERIENCIA PERSONAL EN LA «GRAN CATÁSTROFE» 12 A 25 AÑOS (1793-1806) Figura 8. Retrato recientemente encontrado de Carl von Clausewitz. Durante más de un siglo y medio había estado en posesión de los descendientes de los hermanos de Carl. Artista desconocido. Colección privada de Bernd Domsgen/Olaf Thiel (Bellinger, 2016, p. 157). Figura 9. Caricatura británica que muestra la Primera Partición de Polonia en 1772. Catalina II de Rusia, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Leopoldo II, y Federico el Grande de Prusia están sentados a la mesa en la que se extiende un mapa de Polonia. De pie, detrás de ellos y mirando sobre sus hombros se están Luis XV de Francia y Carlos III de España. Jorge III de Gran Bretaña se encuentra dormido en su trono y desinteresado en los asuntos de Europa. En el lado izquierdo, se encuentra sentado el rey de Polinia Stanisław II Poniatowski, con la cabeza inclinada, llevando puesta su corona perdida, y con las manos atadas a la espalda. A su izquierda, se encuentra encadenado Selim III, el Gran Sultán de los turcos, acabado de derrotar por los rusos. Library of Congress Prints and Photographs Division,LC-USZ62-123023, Library of Congress, Washington, DC. (Bellinger, 2016, p. 19). “Si no hubiera sido así y si Polonia hubiera sido un estado capaz de ofrecer alguna defensa, los tres estados no habrían procedido a su partición tan fácilmente, y aquellos poderes que estaban más interesados en mantener su integridad, como Francia, Suecia y Turquía, hubieran podido cooperar para su preservación en forma muy diferente. Pero si la preservación de un estado depende por entero de la ayuda exterior, esto evidentemente es pedir demasiado” (Clausewitz, 1960, VI.6, 5, p. 326). Esta página queda intencionalmente en blanco. CAPÍTULO II Sociedad y guerra: Primeras experiencias de Clausewitz en batalla El primer período de la vida de Clausewitz que se abordará discute su lectura de la derrota prusiana en 1806 por obra de Napoleón y los años posteriores de reforma en Berlín. Ante todo, este capítulo cubre el desarrollo inicial de la guerra tal como lo experimentó Clausewitz, describiendo de qué modo él y sus contemporáneos leyeron la derrota de Jena en ese año. Concluye considerando las políticas que surgieron de estos análisis estratégicos durante los años de reforma en Prusia. Este capítulo tiene asimismo como objetivo contextualizar la inclinación intelectual de Clausewitz por el estudio de la guerra en relación con sus estructuras sociales que la conforman. Creemos que esta última característica de su pensamiento estratégico existió de manera difusa entre una cierta facción de los oficiales prusianos y contribuyó decisivamente para el avance del conocimiento estratégico más innovador de la época. En 1793, el cadete (Fahnenjunker) Carl von Clausewitz, de 12 años de edad, participó en la confrontación entre los ejércitos del Nuevo y el Antiguo Régimen al interior de las trincheras que sitiaban Mainz (Strachan, 2007, pp. 29, 37). Fue allí, en las trincheras fangosas de Mainz, donde el Clausewitz adolescente experimentó por primera vez toda la energía nacional francesa orientada hacia la guerra. Aunque Clausewitz no dejó evidencia escrita de su primera experiencia en combate, más tarde en De la guerra escribió que desde 1792 “el peso enorme de todo el pueblo francés, que en esa época estaba trastornado por el fanatismo político, se echó encima sobre nuestras espaldas” (Clausewitz, vi, 30; α, p. 482; citado por Strachan, 2007, p. 37). Este joven dedicó el resto de su vida a entender y luchar contra el ejército revolucionario francés. Las primeras guerras revolucionarias (1792-1795) develaron sólo algunos de los cambios en la guerra que aparecerían durante la vida de Clausewitz (Paret, 2009, 64 PHILIPPE DUFORT p. 78). De hecho, hasta 1789, los ejércitos prusiano y francés eran notoriamente similares. Ambos eran instrumentos de las monarquías, al tiempo que continuaban siendo esencialmente aristocráticos. Los puestos de los oficiales se basaban en las relaciones mantenidas con la corte y se reservaban para la nobleza, mientras que las tropas se componían de mercenarios extranjeros o campesinos pobres reclutados por la fuerza (p. 78). Además, la función principal de los ejércitos era ampliar las capacidades financieras e institucionales del Estado en el seno de su entonces ámbito territorial (Tilly, 1992). Las diferencias comenzaron a surgir al final de las campañas de 1792 y 1793. Aún antes de la Revolución Francesa, el pensamiento militar europeo estaba siendo influido por las guerras en América9. August Neidhardt von Gneisenau, por ejemplo, fue un veterano de la guerra de independencia americana que regresó de su servicio entre las fuerzas de su majestad con ideas de transformación de la doctrina militar y del pensamiento político. Este converso al liberalismo fue más tarde uno de los oficiales más influyentes en las reformas militares prusianas (White, 1996, p. 202). Algunos líderes franceses —tales como Lafayette, Berthier10, Dumas y Jourdan— regresaron de las colonias inglesas, donde ensayaron con prácticas militares no ortodoxas (Strachan, 1983, pp. 31-2)11. Sin embargo, la presencia de estas ideas innovadoras entre los círculos militares europeos no contaron con un respaldo 9 Al inicio de las Guerras Revolucionarias, las «tropas irregulares» estaban presentes en la mayoría de fuerzas armadas europeas. Sus restringidas tropas con frecuencia eran reclutadas entre «talentos nativos» tales como los Highlanders o los hussars húngaros (Clausewitz i, 3-7, pp. 10–13; Paret, 1966, pp. 28–48). 10 El general Louis-Alexandre Berthier llegaría a ser el asistente más valioso de Napoleón como su jefe de estado mayor desde el inicio de la Campaña Italiana (1796) hasta su primera renuncia (1814). 11 En los frentes francés y británico, la experiencia de ambos en las maniobras de guerra de guerrillas con los indígenas colonizados y la del primero en su rol de colonos contra las tropas británicas durante la Guerra de los Siete Años o su participación en la Guerra Americana, fueron inspiraciones que más tarde se conocerían como las «innovaciones» tácticas de las guerras napoleónicas (Clausewitz i, 6 y 7, pp. 12 y s.; Howard, 1976, p. 78). Tanto la Guerra de Independencia como la Guerra de los Siete Años influenciaron la forma en que los europeos hicieron más tarde la guerra. Por ejemplo, la Batalla del Río Monongahela el 9 de julio de 1755 —que inició la Guerra de los Siete Años en Norte América, o la ‘Guerra de Franceses e Indios’ como se conoce en los Estados Unidos— es representativa del impacto alcanzado entre los europeos, tras su primer contacto con el modo de hacer la guerra por parte de los indígenas. El comandante británico, el Mayor General Edward Braddock, tenía confianza de que sus 2000 soldados —en su mayoría regulares— no encontrarían resistencia alguna de «unos salvajes». «En realidad, estos salvajes pueden ser un temible enemigo para tus inexpertas milicias americanas», dijo en broma Braddock a Benjamin Franklin, «pero sobre las fuerzas regulares del Rey […] es imposible que causen alguna impresión» (citado en Horn, 2007, p. 3). El día de la batalla, aproximadamente 600 indígenas y 254 colonos franceses emboscaron a los británicos. Deslizándose entre los árboles, mataron a los oficiales a fuego de tiro. Los británicos —disparando a ciegas— fueron diezmados y forzados a huir colectivamente en pánico. Estas diferencias en la forma de hacer la guerra y la simbiosis efectiva de los franceses con los indígenas nativos explican en parte cómo una colonia francesa de 60.000 habitantes resistió de hecho los ataques de millón y medio de británicos pertenecientes a las 13 colonias durante una guerra que duró aproximadamente dos años. Clausewitz y Sociedad 65 unánime; la aceptación de estos puntos de vista dependió en gran medida de la flexibilidad de las respectivas instituciones militares. La Ley francesa de 1791 que instituía nuevas tácticas de infantería omitió el uso de la infantería ligera y dejó espacio para la improvisación en un ejército de hombres libres enardecidos por el idealismo jacobino (Strachan, 1983, p. 32). La vaguedad resultante permitió la disolución de columnas completas en enjambres de soldados de avanzada (Paret, 2009, pp. 13-4). El general prusiano Gerhard von Scharnhorst posteriormente analizó este período en su ensayo titulado Acerca de las tácticas de infantería12: En el ínterin los ejércitos franceses, obligados por la situación en que se encontraban y ayudados por su genio nacional, habían desarrollado un sistema práctico de tácticas que les permitían combatir en terreno llano o agreste, en orden abierto o cerrado, pero sin tener conciencia de su sistema (…) consiguieron triunfar por su ordenación abierta y sus tirailleurs [soldados de avanzada]. La infantería ligera de las fuerzas francesas aumentó del 4 al 23 %, entre 1789 y 1795 (Strachan, 1983, p. 41). Más allá de emplear tirailleurs y columnas de ataque, no obstante, sus movimientos de ofensiva generalmente terminaban en un desordenado pánico debido a la falta de experiencia entre los comandantes. Además, la falta de líderes experimentados empeoró las cosas, puesto que los oficiales de la época pre-revolucionaria fueron reemplazados progresiva, aunque rápidamente durante el Terreur, período en el que cualquier falta podía ser motivo para ir a la guillotina (Paret, 2007, pp. 24-31). Al mismo tiempo, el uso prusiano de soldados de avanzada permaneció como algo marginal y se consideró una forma inferior de hacer la guerra. “El orden abierto era social y políticamente inaceptable en Prusia” (Strachan, 1983, p. 31). La doctrina federiciana —estrategia de aproximación a partir de un conjunto estrictamente definido de maniobras y reforzamiento de una disciplina férrea en las jerarquías— había sido elevada a estatus de necesidad ideológica en los círculos militares. Sin embargo, fue durante las guerras de la Cuarta Coalición (1806-1807) que en realidad se reconfiguró la relación entre guerra y sociedad, emanada del nuevo sistema de gobierno francés. Prusia, y con ella Clausewitz, participaron en las campañas de la Cuarta Coalición contra la Grande Armée de Napoleón. Las prácticas de reclutamiento establecidas, la selección de oficiales por meritocracia y una mayor disciplina y habilidades dentro de los rangos ahora distinguían claramente 12 El ensayo de Scharnhorst está traducido al inglés en Paret (1966, Apéndice 1, p. 258). 66 PHILIPPE DUFORT las fuerzas francesas de sus contrapartes prusianas. Más que nada, se fomentó un nuevo objetivo político en las guerras napoleónicas: el derrocamiento de los otros sistemas de gobierno de Ancien Régime europeos. El objetivo revolucionario de estas guerras era la destrucción13 de las capacidades militares de tipo reaccionario. Como lo anota Strachan, “por primera vez —según lo observó Clausewitz— las guerras entre Estados civilizados se pelearon más allá del punto donde el frente derrotado se pudiera mantener a sí mismo” (2007, p. 75). Combinado con el élan nacional de los ejércitos revolucionarios, Francia aprovechó con éxito “la voluntad política para propósitos estratégicos” (Keegan, 1993, p. 553). Como Clausewitz no dejaría de resaltar, las victorias militares francesas hicieron eco en el espíritu de las masas inmersas en la revolución. Estas transformaciones en curso no fueron más evidentes que en el día 14 de octubre de 1806, en las batallas decisivas de Jena y Auerstedt, donde las mutaciones del ejército francés en estrategia y táctica militares se desplegaron en pleno. Clausewitz participó de manera activa en aquellas batallas y posteriormente reflexionó sobre el hecho de que las tropas prusianas se encontraron “al mismo dios de la guerra” en Jena encarnado en la persona de Napoleón. Estas experiencias fueron fundamentales en el desarrollo del pensamiento estratégico de Clausewitz. Para el joven Clausewitz, que presenció la confrontación entre los ejércitos del Nuevo y el Antiguo Régimen, los eventos en Jena y Auerstedt demostraron que el principal problema de las fuerzas prusianas era lo inadecuado que fue la actitud rígida de los generales prusianos, a causa de haber sido incapaces de adaptar sus tácticas y estrategias a la forma cambiante de la guerra (Craig, 1964, p. 26; Herberg-Rothe, 2007, p. 17; Paret, 2009, p. 10; White, 1996, p. 174). Tras analizar la estrategia prusiana, el primer problema que enfrentó fue el impacto producido por la ideología conservadora en el nivel táctico y la manera como esto impedía adelantar un estudio de la guerra centrado en la sociedad. Ambas batallas representan una digresión necesaria para entender la forma en que Clausewitz experimentó y entendió la confrontación entre los ejércitos del Nuevo y el Antiguo Régimen (Paret, 2009). 13 De acuerdo con esta observación, Clausewitz en su primera etapa apoyó el principio de la destrucción como método militar (véase Herberg-Rothe, 2007, p. 4). Figura 10. El emperador Napoleón Bonaparte durante la Batalla de Jena el 14 de octubre de 1806. Litografía atribuida a Jules Jacquet. Library of Congress Prints and Photographs Division, LC-DIG-pga-01688, Library of Congress, Washington, D. C. Reproducido en Bellinger, 2016, p. 72. Esta página queda intencionalmente en blanco. CAPÍTULO III Las batallas de Jena y Auerstedt14 A comienzos de octubre de 1806, Napoleón movilizó su Grande Armée al norte, hacia Sajonia, sin un conocimiento preciso de las posiciones o intenciones del enemigo. Compuesto por 120.000 hombres, el ejército de Napoleón estaba dividido en tres columnas y su objetivo era someter a toda Alemania. Frente al rápido avance francés, el Duque de Brunswick, comandante de las fuerzas prusianas, decidió emprender la retirada en vísperas de la batalla (Paret, 2009, p. 16-7). Sus tropas se habían reunido en Jena y Weimar (figura 11), a unos 225 kilómetros al sur de Berlín; en la retirada dejó 40.000 hombres al mando del príncipe Hohenlohe, en una meseta al oeste de Jena para proteger los flancos durante la retirada (Paret, 2009, p. 20). Brunswick también dejó 15.000 hombres bajo el comando del general Rüchel, a unos 17 kilómetros al oeste, para vigilar Weimar y actuar así como reserva (Anderson, 1913, p. 42; Paret, 2009, p. 20). El 13 de octubre, Napoleón ordenó colocar a los tirailleurs15 (soldados de avanzada) “frente a las líneas enemigas en las diferentes fortificaciones ubicadas en las montañas” (Brunker, 1913, p. 72). En las primeras luces de la mañana siguiente, Napoleón efectivamente lanzó un ataque sobre la retaguardia prusiana bajo una 14 La siguiente descripción de las batallas de Jena y Auerstedt recurre en gran medida al examen que de ellas hicieron Petre (1907), Anderson (1913), y, más recientemente, Paret (2009, pp. 1-32). 15 Los tirailleurs fueron utilizados de forma intensiva por los generales franceses quienes algunas veces recurrieron a batallones de infantería ligera completos para combatir en débandade. Aunque sus fusiles de chispa livianos les permitían poca precisión, el objetivo de los soldados de avanzada era atacar y flanquear las tropas enemigas, permitiendo que la infantería en masa maniobrara y atacara. Del lado prusiano, después del reinado de Federico el Grande, se trató de transformar los batallones de fusileros. (Paret, 1966, pp. 96-97). Las fuerzas Jäger nativas fueron las precursoras de esta tendencia muchos años antes de Jena (Paret, 1966, pp. 106 y s.). Scharnhorst, el gran reformador, había intentado ejercer alguna influencia sobre las nuevas órdenes del príncipe Hohenlohe, emitidas en 1803, las cuales contenían una sección titulada Sobre el uso del tercer grado como tirailleurs. Sin embargo, para la época de la campaña de Jena, estos todavía parecían una infantería en línea, por maniobrar en orden cerrado, o, cuando mucho, tras despachar un cuarto de las tropas como soldados de avanzada. Antes de las reformas prusianas de 1806, las intenciones de Scharnhorst de desarrollar los tirailleurs se diluyeron, retrasaron y finalmente no se hicieron efectivas (Paret, 1966, pp. 103 y s.). 70 PHILIPPE DUFORT Figura 11. Movimientos de los beligerantes alrededor de Jena y Auerstedt, del 13 al 14 de octubre de 1806. (Paret, 2009, p. 20). densa niebla —al creer de modo erróneo que se encontraría con el cuerpo principal del ejército prusiano (Anderson, 1913, p. 8)—. De hecho, las tropas prusianas, bajo el mando del príncipe Hohenlohe, fueron superadas en una proporción de 2 a 1 por aproximadamente 96.000 soldados franceses presentes en el campo central de la batalla (Petre, 1907, p. 175). Después de tres horas de combate, estos últimos lograron tomar la parte anterior de la meseta; hacia el final de la conflagración, las tropas francesas utilizaron el espacio ganado para su despliegue (Petre, 1907, pp. 149, 176). Al abrir fuego de forma concéntrica diezmaron a sus adversarios, quienes, ya vulnerables, estaban reunidos esperando refuerzos. Un batallón de granaderos reportó: “[la] imposibilidad de contrarrestar el fuego devastador de los tirailleurs enemigos, hizo perder la compostura a los hombres” (citado por Paret, 1966, p. 112). Las tropas prusianas solamente pudieron disparar a ciegas contra su adversario, que encontró protección en los jardines contiguos y en los campos de patatas o por detrás de los muros del pueblo más cercano (Petre, 1907, p. 137). “[Las tropas] se volvieron blancos fáciles” (Paret, 2009, p. 23). Además, los uniformes inconfundibles de los oficiales prusianos —al estilo federiciano y, a Clausewitz y Sociedad 71 menudo, con largos penachos de colores— demostraron ser fatales bajo al fuego francés y los soldados de avanzada. Los dogmas federicianos solían exigir un ataque con bayonetas en este punto (Paret, 2009, p. 23). Sin embargo, el frente prusiano probablemente estaba esperando los refuerzos de Rüchel provenientes de Weimar antes de enfrentar a las tropas francesas en choque directo (Anderson, 1913, pp. 42-43). Estas fuerzas de reserva nunca llegaron a tiempo. En vez de ello, cubrieron los pocos kilómetros que separaban Jena de Weimar en cinco horas, marchando tranquilamente de una forma ordenada y ortodoxa. Clausewitz, que conocía personalmente al general Rüchel, posteriormente lo describió como un “ácido concentrado de prusianismo puro”, y como alguien que creía en la aplicación de la táctica federiciana “para superar cualquier cosa que hubiera surgido de esa Revolución impropia de un militar” (Clausewitz citado por Paret, 2009, p. 23). Mientras Napoleón estaba dirigiendo el combate en Jena, su tercera columna, al mando del Mariscal Davout, avanzó al norte y luego al suroeste hacia Auerstedt (ver figura 11). En la mañana del 14 de octubre, Davout buscó asaltar a los adversarios de Napoleón por la retaguardia y no esperó encontrarse con el cuerpo principal del ejército prusiano —en el que se encontraba Clausewitz como parte del batallón del príncipe Augusto— a unos 21 kilómetros de Jena (Petre, 1907, p. 174). Dentro de la espesa niebla que se extendía por la ciudad, ambos bandos estuvieron obligados a formarse bajo fuego cuando se encontraron. Los combatientes enviaron sus tropas, pero esta vez eran los prusianos los que superaban en proporción de dos a uno a los franceses (p. 154). A pesar de la ventaja numérica de los prusianos, su control se deterioró rápidamente. Davout aprovechó su mayor capacidad de maniobra al momento de organizar sus tropas, mientras que los prusianos, incapaces de protegerse, continuamente lucharon por desplegarse en orden cerrado (Anderson, 1913, p. 51). Después de varios ataques prusianos fallidos, Davout sacó ventaja de una oportunidad poco usual para hacer una ofensiva por los dos flancos sobre un enemigo que casi tenía el doble de su fuerza (Petre, 1907, p. 179). El terreno agreste y los soldados de avanzada franceses, guarnecidos en casas y huertos, desordenaron y acorralaron a los grupos cerrados del ejército prusiano (Paret, 2007, p. 125; Petre, 1907, p. 157)16. 16 Si alguna maniobra fue relativamente exitosa en las filas prusianas, fue precisamente la que involucraba al mentor intelectual de Clausewitz, el no-ortodoxo general von Scharnhorst (1755-1813). Scharnhorst se desplegó entonces para estabilizar el flanco izquierdo prusiano. Mientras tanto en el flanco derecho, Clausewitz 72 PHILIPPE DUFORT Como en Jena, los prusianos fueron derrotados por las tropas de Napoleón cerca de Auerstedt. Clausewitz tomó el mando del batallón en retirada por varios días durante la persecución francesa que siguió después. Esta fue la unidad militar más grande que Clausewitz comandó en su vida. Sin embargo, la incesante persecución y la ruptura de la cadena de suministros causó que miles de hombres desertaran cada día. Cuando los 15.000 soldados restantes se retiraron con el rey de Prusia, Clausewitz y las tropas del príncipe Augusto fueron separados del cuerpo principal y finalmente fueron obligados a rendirse (Anderson, 1913, p. 76). Como lo resumió Paret (2009, p. 5), en estas batallas “se enfrentaron dos sistemas de guerra y el sistema convencional de reclutamiento, entrenamiento y combate no solamente fue derrotado…”, sino incluso “destruido”. Desde la perspectiva de Clausewitz, la «Gran catástrofe» —tal como denominó a las batallas de Jena-Auerstedt— sin duda alguna marcó la derrota de la tradición militar de Federico el Grande frente al método más flexible de hacer la guerra llevada a cabo por Napoleón (pp. 104-105). Lectura de Clausewitz sobre la «Gran catástrofe» de Jena-Auerstedt Después de considerar los eventos que tuvieron lugar en Jena-Auerstedt —los cuales dieron como resultado el hecho de que Prusia se convirtiera en un satélite francés— Clausewitz concluyó que allí intervinieron dos factores críticos (Herberg-Rothe, 2007, p. 17). El primer factor lo constituyeron los cambios sociales producidos por la Revolución Francesa. Estos cambios fueron aprovechados por el genio estratégico de Napoleón, quien consideró y creó todas las condiciones necesarias para que se dieran tales transformaciones de gran alcance en el desarrollo de la guerra (p. 17). El segundo factor fue la incapacidad de los líderes políticos y militares prusianos para entender la importancia sociocultural de los cambios producidos por la Revolución. En lugar de reaccionar adecuadamente adelantando sus propios cambios militares, su miopía los llevó a mantener fijos los dogmas anacrónicos de Federico el Grande. Posteriormente, Clausewitz relató así lo ocurrido en su análisis de la «Gran catástrofe»: “algunos ancianos, de espíritu marchito por una larga paz, con ideas atadas por una cinta roja, no pudieron encontrar solución alguna” (Clausewitz, 1922, p. 599). Igualmente añadió en De la guerra: tomó el mando de un tercio de su batallón —el único entrenado para copiar las tácticas francesas— y conformó líneas de soldados de avanzada para cubrir la retirada en formaciones compactas (Paret, 2007, p. 125). Clausewitz y Sociedad 73 Cuando, en 1806, los generales prusianos (...) se arrojaron de lleno en las fauces abiertas de la destrucción por utilizar el equivocado orden de batalla de Federico el Grande, esto no fue simplemente un modo de proceder que había sobrevivido, sino fue el resultado de la pobreza de espíritu más extrema a la que pudo haber conducido alguna vez la metodología. (Clausewitz, ii, 4; α, p. 97; β, p. 16517; citado por Herberg-Rothe, 2007, p. 16) La evaluación realizada por Clausewitz de la derrota prusiana en Jena y Auerstedt lo llevó a examinar la ideología, la estrategia, la táctica y las sociedades que las generan. A través de la experiencia de las guerras napoleónicas, según lo observó, muchos estrategas en toda Europa comprendieron el cambio y les “pareció, de hecho, que todos los errores debían ser inculpados al arte de la guerra. Era evidente que, al estar confinada por la costumbre y el hábito dentro de un círculo de nociones estrechas, [todos] se vieron luego sorprendidos por las posibilidades que encontraron fuera de este círculo, pero que, sin duda no están fuera de la naturaleza de las cosas” (Clausewitz viii, 6, B; α, p. 570; β, p. 327)18. A la luz de los pasajes anteriores, Clausewitz estaba especialmente interesado en cuán flexible y creativo podía ser un comandante a la hora de adaptarse a los nuevos cambios producidos en la guerra. Así analizó los fundamentos ideológicos que influenciaron las opciones tácticas de los comandantes prusianos. En último término, la atención dada por Clausewitz a los fundamentos socio-culturales del pensamiento militar ya se podía observar en sus primeros escritos. Demostró ser una parte esencial de su rico e innovador legado19. Efectivamente, esto reafirma que las ideas innovadoras de Clausewitz respecto de la estrategia y la guerra se deben contextualizar e interpretar en atención a la dimensión ideológica que es propia de la estrategia. La relación entre ideología y estrategia no fue la única idea que germinó en el pensamiento de Clausewitz después de su experiencia en Jena-Auerstedt. Su obser17 (iv) Als im Jahre 1806 die preußischen Generale […] sämtlich mit der schiefen Schlachtordnung Friedrichs des Großen sich in den offnen Schlund des Verderbens warfen, war es nicht bloß eine Manier, die sich überlebt hatte, sondern die entschiedenste Geistesarmut, zu der je der Methodismus geführt hat […] (p. 97). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 18 (v) [...] schien es freilich, daß aller falsche Kalkül der Kriegskunst zur Last falle. Es war offenbar, daß sie, durch die Gewohnheit in engere Kreise der Begriffe eingeschränkt, überfallen worden war durch Möglichkeiten, die außerhalb dieser Kreise, aber freilich nicht außerhalb der Natur der Dinge lagen. (p. 564). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 19 Dos semanas antes de la derrota prusiana, Clausewitz con cierta osadía le expresó sus frustraciones a su prometida: “La probabilidad se habría convertido en certeza, la esperanza se habría vuelto convicción si yo tuviera total libertad para conducir toda esta guerra y organizar los ejércitos como los entiendo” (Clausewitz, citado por Aron, 1983, p. 15). Este pasaje revela la ira de Clausewitz contra el dogmatismo ideológico de los generales prusianos (p. 15). No obstante, su limitada autoridad durante la batalla le permitió poner en uso innovaciones tácticas que reflejaban las prácticas francesas. La insatisfacción de Clausewitz no quedó restringida a su poca influencia sobre las estrategias y tácticas implementadas en el campo de batalla. 74 PHILIPPE DUFORT vación directa de la Francia revolucionaria lo impulsó a analizar la influencia de la sociedad sobre el carácter cambiante de la guerra. En realidad, tras ser capturado por el ejército francés, Clausewitz tuvo que acompañar al príncipe Augusto durante un año de cautiverio en Francia. Este viaje lo llevó de Nancy a Soissons y finalmente a París. Clausewitz observó que la movilización francesa no solamente incluía a los jóvenes aptos para el servicio en el ejército. En efecto, todos los ciudadanos franceses eran convocados para el servicio militar permanente, tal como estaba decretado en la levée en masse (leva masiva). Las mujeres y hombres casados se reclutaban para la producción de suministros; los inválidos y ancianos vociferaban públicamente su odio por los enemigos de la República, reforzando así el entusiasmo (HerbergRothe, 2007, p. 18). Su observación de la leva masiva subrayó la inseparabilidad de la fuerza moral y sus aspectos ideológicos y emocionales (p. 18). La fuerza moral —enraizada en un sentimiento profundo de identidad— emergió como algo igualmente importante tanto en la preparación con vistas a la guerra como en la adquisición de los bienes materiales necesarios. Clausewitz advirtió también que un sistema de gobierno revolucionario entrelazaba factores como el reclutamiento, la moral y el sentido nacional de patriotismo20. Durante este período, Clausewitz se dio cuenta de que, si se tuviera la posibilidad de una revancha, esta tendría que venir por el lado de una nación alemana naciente, ya que el Estado dinástico prusiano rígido e incompetente no podría haberse adaptado en absoluto para derrotar al ejército francés pos-revolucionario (Paret, 2007; Herberg-Rothe, 2007, p. 18). No fue el desastre de Jena-Auerstedt como tal lo que impulsó a Clausewitz a desviar su atención del Estado dinástico prusiano hacia la “nación alemana como sujeto que emprende la guerra” (HerbergRothe 2007, p. 18; ver también Strachan, 2007, p. 47). Más bien, fue su deducción del hecho de que las victorias de Napoleón se sustentaban en la movilización de la nación francesa como soldat-citoyens [soldados ciudadanos]; una conclusión que animó a Clausewitz a estudiar los modos de construir el proyecto de una nación alemana. Considerada como un medio para intensificar el esfuerzo en la guerra, esta ideología nacionalista se convirtió en un aspecto clave de su pensamiento estratégico. 20 Otra consecuencia de este tiempo en cautiverio —lo cual a menudo ha sido desatendido— fue que dicha estancia no alteró su odio por los franceses. Por el contrario, reafirmó el carácter belicoso de su nacionalismo alemán (Strachan, 2007, p. 46), lo cual le generó un sentimiento profundo de enemistad y humillación que afectaría y distorsionaría sus análisis hasta el momento en que empezó a redactar De la guerra. Más adelante, Clausewitz volvió sobre estos sentimientos en sus escritos en un admirable esfuerzo de autocrítica y dedujo de ahí aspectos importantes para su teoría de la guerra, como lo veremos más adelante. Clausewitz y Sociedad 75 En realidad, la estadía de Clausewitz en Francia lo convenció de la necesidad de una teoría de la guerra exitosa que pudiera transformar la política prusiana. Clausewitz inicialmente intentó que esta teoría produjera la misma forma de «guerra absoluta» observada en 1806 en contra de los franceses. Además, vio en el método de guerra de Napoleón el primer ejemplo socio-histórico de «guerra absoluta»; esta fue, para Clausewitz, una confrontación bélica que había sido liberada de sus ataduras políticas, diplomáticas y sociales (Herberg-Rothe, 2007, p. 139). Durante los años siguientes de reformas, Clausewitz asimismo trató de preparar las condiciones necesarias en la sociedad prusiana para replicar lo que observó por primera vez en 1793: Se creyó entonces que era decisivo para una guerra civil contar con un ejército auxiliar de tamaño moderado; así el peso enorme de todo el pueblo francés, que en esa época estaba trastornado por el fanatismo político, se echó encima sobre nuestras espaldas. (Clausewitz, vi, 30; α, p. 48221; citado por Strachan, 2007, p. 37) Definiendo el ideal militar como una forma irrestricta de guerra, Clausewitz identificó las causas de la derrota en sus tardías Consideraciones sobre la base de una serie de “condiciones sociales, culturales y actitudes específicas más que por la incompetencia de las instituciones militares y civiles” (Paret, 2009, p. 75). También estimó diferentes estrategias posibles para introducir este nuevo potencial militar en el seno de la política prusiano-germánica. Tal como eran, los órdenes socio-político tradicional y el económico-militar seguían siendo incapaces de producir semejante éxito, encontrando solamente fracasos cuando llegaron a enfrentarse a los nuevos métodos de guerra provenientes del Estado francés ya transformado. De esta manera, Clausewitz contempló la posibilidad de una «revolución alemana», y no porque estuviese fundamentalmente motivada por la emancipación de la gente o para redactar una constitución, sino más bien como un medio para producir el éxito militar. Jena, y la conmoción que provocó en Prusia, le enseñó que la guerra podría estimular las transformaciones que eran absolutamente necesarias para derrotar a Francia (Strachan, 2007, p. 76). Esta observación estaba en línea con su teoría aún en ciernes, la cual dentro de este período se enfocaba en fórmulas para ser exitoso en la guerra moderna (p. 76). En una carta de finales de 1806, Clausewitz expuso sus preferencias para generar un cambio en Prusia y el resto de Alemania: 21 (vi) Man glaubte, mit einer mäßigen Hilfsmacht einem Bürgerkrieg den Ausschlag zu geben, und wälzte sich die ungeheure Last durch politischen Fanatismus aus seinen Angeln gehobenen französischen Volkes auf den Leib. (p. 576). Pasaje traducido con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 76 PHILIPPE DUFORT Ustedes quieren una revolución. Yo no me opongo a ello, pero ¿no sería mucho más fácil producir semejante revolución más que en la constitución civil o en la constitución del Estado, en medio del movimiento y la vibración de todas las partes que se producen a causa de la guerra? (Clausewitz, citado por Herberg-Rothe, 2007, p. 19). Aquí Clausewitz expresó una comprensión existencial de la guerra, es decir, la guerra como un medio para transformar, o constituir la identidad de su respectiva sociedad y estructura de gobierno (p. 19)22. En conjunto, su odio visceral contra Francia hizo que Clausewitz asumiera una posición extremadamente radical —si no paradójica— para un oficial prusiano. Mientras permanecía leal al rey, comprendía la necesidad de iniciar transformaciones revolucionarias en la sociedad prusiana con el fin de prevalecer en las contenciones geopolíticas. En mayo de 1809 escribió: ‘En esta gran revolución general (la cual, dicho sea de paso, no necesita ser una Revolución Francesa) (…) solamente los reyes que puedan captar el verdadero espíritu de esta gran reforma, tal vez podrán retener el poder’ (citado por Aron 1983, p. 27). Tal como lo mencionó Aron (1983, p. 28), esta era “la contradicción que padecía un conservador en una época revolucionaria” (ver también Herberg-Rothe, 2007, p. 21). Aunque Clausewitz en un sentido instrumental abrazaba los medios revolucionarios, estaba animado por un deseo nacionalista de venganza contra Francia. Las fuerzas que surgían de las transformaciones socio-históricas revolucionarias eran lo que le interesaba, no los ideales revolucionarios per se. En adelante y en correspondencia con su lectura de Jena, Clausewitz centró su atención en la sociedad alemana y en alcanzar la victoria militar mediante una transformación institucional (es decir, mediante reformas de carácter doctrinal y social)23. La política y lo político estaban ambos subordinados a la primacía de los imperativos de la fuerza; es decir, para el primer Clausewitz, la política debe 22 Clausewitz no solamente consideró los ideales nacionales y revolucionarios como el medio que se debía utilizar con el fin de lograr la victoria militar contra Napoleón, sino que también creía que la propia guerra facilitaría operar estas profundas transformaciones en la sociedad. El oficial prusiano identificó el poder ilimitado de la guerra en su movimiento dialéctico junto con sus respectivas formas de gobierno en construcción; en otras palabras, las sociedades cambiantes modelan la guerra, pero la guerra también transforma las sociedades y las formas gubernamentales de constitución política. 23 Conforme se resaltará más adelante, el cambio social, en calidad de medio para la guerra, habría de permanecer en el centro de las acciones políticas y las reflexiones militares. Fue durante este período inicial que Clausewitz regresó a Maquiavelo y creía en la primacía de la fuerza sobre la vida política. “La demostración de Napoleón de la superioridad que tenía esa fuerza sobre los ideales armados inadecuadamente se oponía a la declaración atemporal de Maquiavelo de que esta era la naturaleza propia de la política […] Napoleón fue alguien único, solamente en la medida en que se adaptó a los medios que estaban a disposición de todos” (Paret, 2007, p. 177). Clausewitz y Sociedad 77 ajustar sus instituciones e identidad para satisfacer las demandas suscitadas ante la forma de guerra absoluta que Napoleón había sacado a la luz. En consecuencia, su objetivo ideal y práctico fue poder dar rienda suelta a la energía latente de la nación alemana para materializar una guerra absoluta real contra los invasores franceses (Herberg-Rothe, 2007, pp. 26, 147)24. Las ideas que inspiraron estas críticas de Clausewitz al Antiguo Régimen surgieron de sus experiencias personales durante las guerras revolucionarias (Paret, 2009, p. 106). En una palabra, Clausewitz concluyó su lectura de la «Gran catástrofe» de JenaAuerstedt, afirmando que existían tres factores primordiales para construir una fuerza militar capaz de derrotar a Napoleón. Estaba convencido de que: 1) suprimir la actitud rígida de los viejos generales era un prerrequisito necesario; 2) para fomentar el espíritu nacional alemán se debían operar cambios en la sociedad dinástica prusiana y, finalmente, 3) sólo la guerra podría adelantar tales transformaciones. No obstante, Clausewitz no fue el único en desarrollar ideas innovadoras como resultado de sus propias experiencias. Antes de que Clausewitz fuera conocido en Berlín, una facción de la intelligentsia prusiana ya se había conformado, pues creía que “la reforma militar iba de la mano con la reforma política” (White, 1996, p. 193). Las guerras revolucionarias habían convencido al mentor de Clausewitz, el general Gerhard Johan David Scharnhorst, de la necesidad de hacer reformas sociales apoyadas en las ideas de la Ilustración. Para Scharnhorst, la fuerza militar prusiana dependía de dar a la “gente derechos ante la ley”, “emancipar a los siervos” y “proporcionar sistemas universales de educación” (p. 193). La visión estratégica de Scharnhorst “había asimilado las ideas de la Ilustración en un contexto militar” (Strachan, 2007, p. 40). Los reformistas como Scharnhorst estaban convencidos de que “liberalizar [política y económicamente] a Prusia podría rescatarla en pro de una revigorización [de sus instituciones] y el pago se haría en el campo de batalla” (p. 40). Scharnhorst, por ejemplo, no era un demócrata pero creía que la democracia «tenía sentido militar» porque “los ciudadanos con derechos individuales 24 Al replicar las acciones de Napoleón, Clausewitz (iv, 11) aconsejaba concentrar todas las fuerzas en un punto focal: “Así como los rayos del sol se unen en el foco del espejo cóncavo en una imagen perfecta y producen el máximo de calor, del mismo modo las fuerzas y circunstancias de la guerra son enfocadas en la gran batalla para producir un máximo efecto concentrado” (α, p. 201) [Wie sich die Strahlen der Sonne im Brennpunkt des Hohlspiegels zu ihrem vollkommenen Bilde und zur höchsten Glut vereinigen, so vereinigen sich Kräfte und Umstände des Krieges in der Hauptschlacht zu einer zusammengedrängten höchsten Wirkung] (p. 241). El Clausewitz de la primera etapa buscaba activamente crear las condiciones necesarias para desatar una violencia extrema sobre el enemigo como instrumento racional para lograr el éxito militar. Fueron estos primeros pensamientos los que le valieron a Clausewitz la denominación de “el Mahdi de la masacre mutua y masiva” que le diera Liddell Hart (Liddell Hart, 1942, p. 120). 78 PHILIPPE DUFORT lucharían por proteger esos derechos” (White, 1996, p. 196)25. Scharnhorst reveló esta perspectiva estratégica de forma irónica cuando argumentó en favor de las unidades independientes de soldados de avanzada: Los conservadores preguntaban: ¿qué evitaría que los soldados salieran corriendo? La respuesta vino en forma de libertad política. Los soldados permanecerían en sus puestos, argumentaron los reformistas, no sólo como resultado de la disciplina, sino porque eran leales al Estado, el Estado que garantizaba su libertad política. El argumento polarizó a los reformistas y a los conservadores. Los reformistas asumían la democracia no como un ideal jeffersoniano, sino porque aumentaba la efectividad militar. Los conservadores rechazaban la mayor efectividad militar en nombre de la estabilidad política. Era algo de lo más irónico. (p. 202). Esta ironía era compartida por unos pocos. La misma paradoja estaba en el corazón de la mayoría de las reformas sociales que estaban siendo consideradas por los círculos políticos y militares prusianos durante aquellos años (Ford, 1965, pp. 137-145). Clausewitz también mantuvo algunas veces tales posiciones paradójicas, y las ideas que en los años siguientes de reformas institucionales fueron introducidas en Prusia resultaron de gran importancia en su vida y para el desarrollo de su propio trabajo (Herberg-Rothe, 2007, p. 80). Por lo demás, Clausewitz no fue la única mente maestra que estaba por detrás de las propuestas liberales que salieron de los círculos militares como lo han sugerido muchos (McElwee, 1974, p. 30). Él se unió a los esfuerzos de los reformistas prusianos que hasta ese momento habían defendido la idea de transformar no sólo las doctrinas militares ya anacrónicas de Federico el Grande, sino también la sociedad y la política prusiana con el fin de prepararse para organizar las próximas campañas contra Napoleón (White, 1996, p. 200). Por muchos años antes de la aparición de Clausewitz, el general Scharnhorst había sido una figura prominente al poner en cuestión la supremacía de los conservadores en los círculos militares. Scharnhorst, como plebeyo, abogaba por una educación amplia y diversificada para todos los oficiales. Era ridiculizado por los Junkers —los aristócratas terratenientes que controlaban el ejército y creían que ser oficial era el privilegio natural de la nobleza—: “Las universidades, libros y diarios eran algo para la clase media” (White, 1996, pp. 197-8). La mente de Scharnhorst, nutrida por Rousseau y otros filósofos de la Ilustración, atrajo a los pensadores militares más entusiastas 25 Ya en 1798, Scharnhorst había publicado un artículo (Las razones principales del éxito de los franceses en las guerras revolucionarias) que reflejaba esta actitud. Dicho documento bosqueja el contexto que rodeaba la transformación institucional del ejército francés y la declaró como producto de un verdadero cambio social (Paret, 2009, p. 80 y s.). Clausewitz y Sociedad 79 hacia su propio círculo social. Scharnhorst finalmente pasó a ser el presidente de la Sociedad de Estudios Militares, un grupo de reforma militar muy concurrido en Berlín, que posteriormente se convirtió en el foro de discusión para las reformas del ejército prusiano (Paret, 2009, p. 80). La Sociedad de Estudios Militares se reunía todos los miércoles a las 5 de la tarde, “pidiendo [siempre] a los oficiales que presentaran trabajos sobre la naturaleza cambiante de la guerra” (White, 1996, pp. 198-9). Muchos de esos trabajos respaldaron la idea de constituir toda una línea de mosquetes para incluir batallones flotantes. Aunque algunos Junkers asistían a la Sociedad Militar, la mayoría de los oficiales más antiguos no podían tolerar las ideas poco ortodoxas de Scharnhorst (p. 199)26. En la Sociedad de Estudios Militares, Scharnhorst reclutó las mentes más críticas que lo acompañarían en los años siguientes de reforma. Allí, Scharnhorst acogió al Coronel August von Gneisenau, que había combatido en las filas del servicio hessiano junto con las fuerzas británicas durante la Guerra de Independencia Americana y había regresado a Prusia como liberal convertido (White, 1996, p. 202). Aparte de la Sociedad de Estudios Militares, la Escuela de Guerra (Kriegschule) fue otro de los centros de influencia más importantes en Prusia, bajo la tutela de Scharnhorst. La utilizó como “terreno de cultivo para oficiales de mentalidad reformista” (White, 1996, 203)27. Fue allí donde Scharnhorst convocó a Clausewitz para que se uniera al ethos reformista en 1801, cuando este era un teniente de 21 años, ubicado en el puesto más alto de su clase (Paret, 2009, pp. 80, 109). Dicho encuentro es significativo porque Clausewitz en ese entonces se refería a Scharnhorst como su padre intelectual (p. 82). En suma, Clausewitz formó su pensamiento en lo relativo a la innovación estratégica, al considerar la ineptitud de los oficiales prusianos más viejos, así como su renuencia a reemplazar la doctrina federiciana como resultado de una cultura conservadora en el cuerpo de oficiales. Además, no era el único en su empeño porque en Berlín existía un grupo de oficiales eruditos influenciados por las ideas de la Ilustración. El mentor intelectual de Clausewitz, el general Scharnhorst, dirigía ese movimiento. Los escritos de Clausewitz sobre la relación entre cambio social y transformación en las formas de la guerra se hicieron eco de los debates de la Sociedad de Estudios Militares. Scharnhorst posteriormente instó a Clausewitz a ser miembro de la burocracia militar prusiana para que participara en su gran proyecto de reforma del ineficaz Estado dinástico. 26 Para un análisis en profundidad de la Sociedad de Estudios Militares [Militärische Schriften] ver White (1989). 27 Scharnhorst finalmente nombró a Gneisenau como Director de la Escuela de Guerra. Figura 12. El general Gerhard von Scharnhorst, de quien Clausewitz aprendió el valor de los estudios históricos en la formación del carácter del soldado. Library of Congress Prints and Photographs Division, LC-USZ62-58870, Washington, D. C. Reproducido en Bellinger (2016, p. 85). CAPÍTULO IV Años de reformas: una revolución desde arriba Después de la derrota en Jena-Auerstedt, los oficiales conservadores perdieron su influencia sobre el rey, mientras que los reformistas se posicionaron en lo más alto de la corte (White, 1996, p. 227). En octubre de 1807, el rey creó un Ministerio de Reforma y nombró al barón Karl vom und zum Stein —bien conocido por el rey por su defensa inquebrantable de reformas importantes— como director de esta empresa28. Desde octubre de 1807 hasta noviembre de 1808, esta institución permaneció bajo el liderazgo de Stein. Durante ese período, el Ministerio de Reforma estuvo compuesto por tres comités principales. Uno era la «Comisión Inmediata», que servía como gobierno interino y supervisaba todo el proceso de reforma. El segundo era la «Comisión para la Consecución de la Paz», que tenía la responsabilidad de concertar los términos de la paz con los franceses. El tercero era la «Comisión de Reorganización Militar» (CRM), que tenía la responsabilidad de adelantar las correspondientes reformas dentro del ejército (Gray, 1986, pp. 75-6; Paret, 2009, pp. 85-87). Durante la administración de Stein, los reformistas intentaron provocar una transformación socio-económica profunda y radical en Prusia —en otras palabras, iniciar toda una revolución desde arriba (Gray, 1986, p. 8; ver también Teschke, 2003)—. Los primeros escritos de Clausewitz reflejan el espíritu intelectual de aquellos oficiales prusianos (convertidos en burócratas) que trataban de reformar su Estado, su ejército y su sociedad en las primeras décadas del siglo xix. Tras haber 28 Fue durante la retirada en Memel (en el extremo oriental de Prusia) frente al avance continuo de la Grande Armée de Napoleón que Federico Guillermo III nombró por primera vez a Karl August von Hardenberg como ‘Primer Ministro’ en abril de 1807. La mayor parte de su breve ejercicio en el cargo estaría dedicada a salvar al Estado prusiano de la devastación. Debido a sus opiniones patrióticas y reformistas, Napoleón explícitamente solicitó el retiro de Hardenberg (véase Ford, 1965, para un análisis detallado). 82 PHILIPPE DUFORT participado en campañas anteriores contra el ejército revolucionario francés, previeron los retos que impondría la era napoleónica, tales como el rápido desarrollo respecto al uso táctico de la infantería ligera29. Ese pequeño grupo de oficiales —que conformaron también la Comisión de Reorganización Militar (CRM) a cargo de Stein— estuvo bajo la tutela del el general Scharnhorst. Como el historiador Peter Paret observó, el hecho de que tres de los seis integrantes de la Comisión no tuvieran ancestros nobles acreditados “no los convertía en innovadores radicales, pero esto apenas tuvo alguna influencia” (2009, p. 86). Aquellos eran hombres que habían experimentado personalmente las restricciones de la tradición dinástica en asuntos militares. El mismo Scharnhorst explicó sus intenciones a Clausewitz con respecto a la CRM en una carta de noviembre de 1807: “Para destruir las antiguas formas, quitar las ataduras de los prejuicios, guiar y promover nuestro resurgimiento sin inhibir el libre crecimiento de la nación —nuestro trabajo no puede ir más allá de eso” (citado por Paret, 1966, p. 119)—. Así pues, se comprometieron a abolir “las ataduras de los prejuicios”, a destruir “las viejas formas” y a crear una nación alemana. Clausewitz solicitó a Scharnhorst un puesto dentro de la Comisión de Reorganización Militar tras regresar de Francia en noviembre de 1807 (Strachan, 2007, p. 48). Aunque de inmediato comenzó con colaboraciones indirectas, sólo fue a partir de febrero de 1809 que Clausewitz se convirtió en el asistente personal de su mentor, apoyando los esfuerzos de Scharnhorst por convencer al rey y a la administración prusiana de la necesidad de adelantar “no sólo reformas militares, sino también hacer cambios sustanciales en las instituciones políticas de la monarquía” (Paret, 2007, p. 115). De hecho, durante este período de deberes administrativos, Clausewitz dedicó todas sus energías a ayudar a su maestro como jefe de su gabinete30. Desde esta posición subordinada, Clausewitz participó activamente en la tarea de reformar las instituciones absolutistas en Prusia durante la era de las guerras napoleónicas. Para los reformistas, los cambios necesarios tendrían que afectar muchos aspectos de la política prusiana, incluyendo la agricultura, los privilegios de la nobleza, la educación, la disciplina militar y hasta la base misma de la legitimidad 29 Al igual que muchos otros reformistas, en su vida Clausewitz tuvo que lidiar con una difícil contradicción. Como conservador permanecería profundamente ligado —casi feudalmente— al monarca, pero su propia clarividencia histórica le dictaba no negarse a la influencia de la Revolución Francesa en la guerra, y ello suponía la necesidad de adelantar profundas reformas liberales en nombre de la eficacia militar (Aron, 1983, p. 55). 30 Cargo que ejercería hasta que renunció para ingresar al ejército ruso a comienzos de la campaña de 1812. Aunque el de Scharnhorst no era más que un pequeño grupo de oficiales, su tarea tuvo gran influencia en la evolución posterior de la política prusiana en línea con el modelo francés posrevolucionario. Clausewitz y Sociedad 83 del gobierno monárquico. Algunas propuestas fueron puramente militares (ej., la organización del ejército) mientras que otras medidas tenían que ver con la estructura de las esferas sociales y políticas (ej., las fuentes de pie de fuerza o la selección de oficiales); otras se relacionaban con ambas (ej., la disciplina militar) (Paret, 2009, pp. 87, 92-7). Sin duda, este período de servicio público activo afectó profundamente el pensamiento de Clausewitz y sus escritos posteriores sobre la relación entre guerra y política. En realidad, la consideración de cuestiones sociales y militares —que fue algo omnipresente en el pensamiento estratégico de Scharnhorst— resonó en las ideas revolucionarias de Clausewitz respecto a la supremacía de la política sobre la guerra (p. 87). La empresa reformista buscó amplios proyectos liberales para el Estado prusiano, abogando por cambios más allá de las reformas militares con el objetivo de transformar un cuerpo aristocrático anticuado y rígido en una sociedad de ciudadanos libres (Strachan, 2007, pp. 47–8). Dentro del Estado, los reformistas intentaron, sin éxito, crear un sistema constitucional que habría de reemplazar el absolutismo. Tal proyecto era intolerable para los círculos conservadores: “aún con la amenaza de una invasión francesa” no estarían de acuerdo con limitar sus privilegios en nombre de los imperativos bélicos (White, 1996, p. 205). También trataron —con éxito limitado— de aumentar las relaciones de los ciudadanos con el Estado en diferentes ámbitos, proponiendo crear instancias oficiales de representación (Gray, 1986, p. 118). El Edicto de Emancipación de octubre de 1807 llevó por fin a su término la servidumbre, los privilegios feudales y muchas distinciones formales clasistas dentro del Estado. Por un tiempo la dinastía favoreció la agenda de los reformistas contra los intereses de los nobles, impulsada por la necesidad de crear una nueva forma de guerra. En esa época los reformistas trataron de reemplazar el rígido control económico de la estructura de clase corporativista de corte federiciano con un modelo liberal de movilidad social al estilo de la Gran Bretaña. Esto habría de sustituir “la economía de un campesinado ligado a la tierra, de artesanos vinculados a gremios, y de una barrera insuperable que restringía el flujo de capital entre las ciudades y el campo”, lo que promovería luego una agricultura capitalista (Gray, 1986, pp. 1 y 9)31. 31 De hecho, la comercialización de la agricultura ya era un proceso socio-histórico bien adelantado en el momento de la ejecución de las reformas. En 1805, Prusia suministró casi la mitad de las importaciones de granos que llegó a necesitar Gran Bretaña en su fase inicial de industrialización (Gray, 1986, p. 25). Cuando Napoleón cerró el comercio exterior con Gran Bretaña en noviembre de 1806 mediante el Bloqueo Continental, le dio un golpe fatal a la muy dependiente economía rural prusiana (p. 25). En este contexto, los reformistas trataron de avanzar aún más en la transición agrícola liberal. 84 PHILIPPE DUFORT La administración de Stein promulgó reformas para liberar la agricultura del sistema corporativista semi-feudal de orden restrictivo, ampliando los mercados de los cultivos y la comercialización agrícola. Entre los muchos obstáculos del mercado, se encontraba el hecho de que el sistema corporativista limitaba los flujos de capital de las áreas urbanas a las rurales, asegurando así que el manejo de las tierras permaneciera controlado por la aristocracia. Mediante la abolición de las bases jurídicas del mayorazgo32, las políticas de Stein permitieron la disolución de grandes haciendas feudales, con el fin de impulsar las propiedades individuales. Esta superación de la servidumbre conllevó una doble división de las tierras feudales. La primera mitad permaneció en manos de los aristócratas —grandes haciendas explotadas por terratenientes— y la otra mitad se concentró en manos de los campesinos más prósperos. El proceso de emancipación concluyó con una mayor urbanización, porque causó el desplazamiento de un número importante de personas, representado por el resto de siervos sin tierra. En concreto, la revolución prusiana desde arriba creó las condiciones en Prusia necesarias para instituir el modelo económico británico mediante la transición a un capitalismo rural y con correspondientes ganancias en la producción agrícola (Teschke, 2003, p. 12; Gray, 1986, p. 157). Clausewitz aprendió mucho de los reformistas mientras ayudaba a Scharnhorst durante la primera redacción de sus escritos (Strachan, 2007, p. 48). Clausewitz comentó en ese momento que la reforma militar descansaba “sobre un nuevo concepto de nación, una conciencia social diferente, un nuevo pensamiento económico y una relación civil distinta con el gobierno —tanto en sus postulados como en sus objetivos” (p. 48). A los ojos de los reformistas, todas estas transformaciones liberales significaban crear unas fuerzas sociales vivas y alistar a Prusia para la guerra (Strachan, 2007, p. 47). La mente de Clausewitz, considerando estas reformas sociales solamente desde el punto de vista de su eficacia militar, estuvo orientada por el mismo principio que el de los otros reformistas: “(…) desde la Paz de Tilsit, cualquiera que deseara restaurar el Estado prusiano debía pensar sólo en preparar una reanudación de la lucha, sólo en eso y nada más que en eso” (Clausewitz citado por Paret, 2007, p. 215). En resumen, y al igual que el resto de sus compañeros, Clausewitz creía que la reforma militar implicaba fundamentalmente adelantar 32 (vii) Un mayorazgo se refiere a “la limitación de la herencia de propiedad a ciertos herederos por un número de generaciones de modo que las propiedades permanezcan dentro de un grupo particular, por lo general, una familia” (Oxford Dictionary, 2013). [De acuerdo con María Moliner en su Diccionario del uso del español, el mayorazgo hace referencia al “patrimonio familiar que, según institución antigua que prevalece aún en algunos sitios, se transmite siempre al hijo mayor”. En otras palabras, este acto garantiza que en el futuro la posesión de las propiedades del padre quede circunscrita al círculo familiar] (N. del Trad.). Clausewitz y Sociedad 85 también una reforma social. Así que su atención estuvo enfocada en crear las condiciones necesarias que comprometerían a toda la sociedad, movilizando la nación entera hacia la guerra. Bajo la perspectiva de los reformistas, tales modificaciones eran vitales para el éxito militar, porque en su mente no había ninguna posibilidad de que Prusia pudiera derrotar a Napoleón sin ellas. Figura 13. Federico el Grande, grabado realizado entre 1786 y 1800. Library of Congress Prints and Photographs Division, LC-DIG-pga-03428, Library of Congress, Washington, D. C. Reproducido en Bellinger (2016, p. 17). CAPÍTULO V Participación de Clausewitz en la Comisión de Reorganización Militar La mentalidad liberal que caracterizó a los reformistas, orientada hacia la eficacia militar, también trajo consigo cambios profundos en las instituciones militares. Actuando como Primer Asistente del General Scharnhorst, el entonces Ministro de Guerra y jefe de la Comisión de Reorganización Militar (CRM), Clausewitz ayudó a crear un ejército nacional inspirado en el modelo francés que derrotó al ejército de Prusia en 1806. Mientras ocupaba estos cargos, Clausewitz presenció el curso seguido por la política de las reformas institucionales: la retórica de la corte, la oposición conservadora, la obligatoriedad de los compromisos, etc. Este fue el contexto en el que se desarrollaron sus ideas sobre la relación entre guerra y política pública. La mayoría de los éxitos obtenidos por la CRM dependió mucho de “la visión y la determinación de Scharnhorst, suavizada mediante una considerable sutileza política” (Paret, 2009, p. 88). En realidad, Scharnhorst minimizó la naturaleza innovadora de sus propuestas para convencer a sus adversarios. Paradójicamente, utilizó una retórica que reafirmaba la continuidad refiriéndose a predecesores genuinos o presuntos —sugiriendo especialmente filiaciones inexistentes con las prácticas de Federico el Grande— para romper efectivamente con los dogmas sociales y militares federicianos (p. 88)33. La retórica de Scharnhorst ejemplificaba las dificultades que enfrentaban estos oficiales intelectuales innovadores en el contexto de una corte dinástica conservadora; el legado federiciano era más que una doctrina militar, pues formaba parte del cuerpo de oficiales y de la ideología de la corte y su identidad política. 33 Es interesante observar la similitud entre el uso de la idea del legado federiciano por parte de Scharnhorst y la representación de Skinner de las estrategias utilizadas por los pensadores políticos canónicos para redefinir una concepción política evaluativa (Skinner, 2000, p . 104; 2002b, 3: p. 141; 2002a, 1: p. 153). 88 PHILIPPE DUFORT Los reformistas se dedicaron mucho a pensar acerca de una sociedad en revolución, sin confrontar directamente el orden dinástico del rey. Encontraron en el interior de la naciente ideología nacionalista una narrativa de reemplazo adecuada para las ideas revolucionarias como base para transformar las fuerzas militares prusianas (Paret, 2009, p. 102; White, 1996, pp. 231-2). En esta línea de pensamiento, y como respuesta al dilema de una revolución conservadora de parte de los reformistas, se unieron todos para crear una ‘dictadura educativa’ [Erziehungsdiktatur] (Herberg-Rothe, 2007, p. 20). Clausewitz y otros gestores de la reforma argumentaron en favor del servicio militar obligatorio y la educación pública; el servicio militar temporal y el sistema de educación tenían como objetivo difundir la identidad nacional. Los reformistas importaron la idea de utilizar la narrativa nacionalista para la movilización general desde la Francia revolucionaria con el fin de mejorar las capacidades de combate del ejército prusiano. Sin embargo, este era un nacionalismo despojado de su radicalismo revolucionario, aceptable para los de tendencia monárquica, porque la cohesión nacional más allá de las clases no amenazaba necesariamente el poder del soberano. No obstante, esta narrativa cambió la relación entre el pueblo y el Estado —donde este último se convirtió en la encarnación institucional autorizada de la nación—. Este nuevo contrato pedía más de la población que “las exigencias monárquicas federicianas de la ejecución obediente y competente de las órdenes” (Paret, 2007, p. 96). El deber de la población de servirle al monarca con pasión se daría con la condición de que el rey asimismo encarnara los intereses de la nación. La gente tenía que defender a su nación con vigor y entusiasmo; a cambio, el rey debía dedicarse a mantener los principios éticos inherentes al ideal de una nación alemana. Por lo demás, los reformistas comprendieron la función de una identidad que fuese sentida profundamente y el papel que juega en la guerra, animada así por una convicción ideológica. En tanto bosquejaba los planes de una insurrección nacional para resistir la ocupación francesa, Scharnhorst pensó en movilizar al pueblo invocando el ideal nacional alemán. La inspiración para este modo de guerra revolucionario fue la guerra de guerrillas hecha contra los franceses en la península española, en la Vendée, en el Tirol y en Austria. Aunque las unidades autónomas habían sido parte ya de la doctrina prusiana34, el rey no podía estar de acuerdo con planes militares que le dieran un poder de acción tan independiente al pueblo. Le disgustaban las 34 El general Johann David Ludwig Graf Yorck von Wartenburg dijo en su Instrucción para los ejercicios de campaña de las tropas ligeras para el año 1811 que “la táctica de la infantería ligera consiste en la capacidad de combinar apropiadamente en cualquier situación dada, de acuerdo con las circunstancias y el terreno, el movimiento Clausewitz y Sociedad 89 posibles consecuencias disruptivas que podría tener una ciudadanía armada para el orden dinástico. El rey, que no quería enfrentar las repercusiones del discurso nacionalista, rechazó estos planes. Así que los reformistas no pudieron definir la política exterior de Prusia. Sin embargo, tuvieron éxito en la reestructuración de las fuerzas militares. Clausewitz tuvo su primer cargo como docente desde octubre de 1810 hasta la primavera de 1812. En sus conferencias sobre «guerras pequeñas» (o de guerrilla), Clausewitz presentó los enfoques tácticos flexibles de Scharnhorst a los futuros generales prusianos. Scharnhorst, a su vez, integró parte de sus conferencias en los nuevos reglamentos del ejército (Paret, 2007, p. 187; 2009, p. 90). El Reglement de 1812 fijó estos nuevos métodos de batalla en la doctrina prusiana y los incluyó en el interior de un sistema coherente: El comandante de batallón organiza la disposición de las compañías y guía sus movimientos en general. Los comandantes de compañía utilizan las ventajas específicas que el terreno ofrece para sus objetivos, deciden cuáles escuadras o secciones deben combatir, refuerzan o reducen la línea de combate de acuerdo con el curso de la acción, seleccionan una posición ventajosa para las secciones cerradas desde la cual estas puedan apoyar fácilmente la línea de combate, etc. Una compañía de fusileros debe estar entrenada para desarrollar deprisa una línea de combate desde cualquier formación cerrada y para formarse nuevamente en línea o en columna. (Reglement prusiano de 1812, citado por Paret, 1966, p. 186). Para aumentar la flexibilidad táctica, el comando y el control se trasladaron de nivel de batallón a nivel de compañía. Se les enseñó a las tropas a “desplegarse en profundidad, en una serie de enjambres, escuadras, columnas y líneas de combate”, en lugar de hacerlo como un frente lineal rígido y unidimensional (Paret, 1966, p. 152). Esta nueva doctrina militar sintetizaba las reformas liberales más amplias diseñadas para transformar la política prusiana. Comparable con los cambios en la sociedad prusiana en general, el campo de batalla servía como un lugar para celebrar el valor y la astucia individuales, engendrar un sentimiento nacional y abandonar las ortodoxias federicianas y demás. En 1807 los reformistas habían establecido derechos iguales para los rangos de oficiales con base en el mérito: “solamente un ejército compuesto de todas las clases podría infundir en la sociedad una mayor conciencia nacional, ayudar a unir la dinastía con la nación, y explotar las energías populares” (Paret, 1966, p. 134). en formación cerrada con un fuego de alta precisión que solamente se puede lograr en orden abierto” (citado por Paret, 1966, p. 167; énfasis en el original). 90 PHILIPPE DUFORT La CRM también recomendó la completa abolición del castigo físico (p. 127). Las perspectivas de Scharnhorst sobre las terceras filas compuestas de soldados de avanzada se convirtió en doctrina oficial en 1809, “con las advertencias reiteradas de que en su entrenamiento y empleo se debe descartar todo lo formal y mecánico en favor de la naturalidad y el libre ejercicio de la inteligencia individual” (p. 151). En la confluencia de lo político y lo militar, estas instrucciones delineaban un sistema táctico novedoso para el ejército prusiano. Las reformas tuvieron en cuenta otro de los proyectos de Scharnhorst. Aunque aparentemente respetaba el límite de 42.000 soldados impuesto en Tilsit al ejército prusiano, Scharnhorst reiteradamente proponía la introducción de un servicio militar universal (Brunker, 1913, p. 4). Adaptó así un sistema militar francés que era apropiado para la política dinástica: la Guardia Nacional. Después de un corto período de entrenamiento, los soldados pobres eran trasladados a una reserva popular [Landwehr], respaldada por toda la población masculina [Landsturm] mientras que los soldados ricos y educados formaban las compañías de voluntarios [Jäger] (Paret, 1966, p. 137)35. Esto le permitió a Prusia preparar un ejército grande a pesar de las restricciones militares francesas impuestas en Tilsit (Brunker, 1913, p. 5). Aun así, el proyecto de Scharnhorst fue más allá, tras aumentar sólo la capacidad numérica del derrotado ejército prusiano. Debido a la oposición de la nobleza, la idea de los reformistas de una conscripción universal —sin importar la clase social— sólo sería acogida en 1813, y exclusivamente por el tiempo que durara la guerra. Aunque Scharnhorst pretendía que fuera una medida permanente, este sistema satisfizo su objetivo de movilizar “las energías físicas y morales de toda la nación durante el período en que estuviera vigente” (Scharnhorst & Gneisenau citado por Paret, 1966, p. 138). En una época en que la Grande Armée comenzó a disminuir su flexibilidad táctica y se redujo la proporción de tirailleurs en favor de una máxima concentración de masas en columnas de choque, las fuerzas prusianas abandonaron las líneas federicianas y revolucionaron su doctrina. Desarrollaron aún más la primera estrategia napoleónica, atribuyendo poderes a los niveles inferiores y aumentando su flexibilidad táctica. Fue este ejército prusiano revolucionado de cariz «napoleónico» —combatiendo en orden abierto— el que derrotaría a los ejércitos franceses entre 1813 y 1815 y dominaría la Europa del siglo xix (Paret, 1966, pp. 210-211). 35 La terminología alemana se refiere a la defensa del país. En la Prusia del siglo xix, se refería a una milicia en rebelión con el fin de defender el país. Fue instituido por edicto real el 17 de marzo de 1813 y estaba conformada por todos los hombres prusianos aptos entre los 18 y los 45 años que no estuvieran incorporados en el ejército regular. Clausewitz y Sociedad 91 La visión doctrinal no ortodoxa de los reformistas se institucionalizó progresivamente en forma de doctrinas de filas abiertas e instituciones de corte liberal (Paret, 2009, p. 102). Sin embargo, estas ideas disruptivas enfrentaron una fuerte oposición de los sectores conservadores de la política prusiana. Stein, Scharnhorst, Clausewitz y los otros miembros del partido de reforma estuvieron motivados, y en parte enceguecidos, por el naciente nacionalismo liberal prusiano. Para estos liberales —herederos de la Ilustración— esta “nueva filosofía política se había probado poco y su potencial parecía inagotable para los reformistas prusianos” (Gray, 1986, p. 11). Debido a su propio patriotismo enardecido y odio por los franceses, los reformistas —incluyendo aquí a Clausewitz— habían sobreestimado la difusión del ideal nacional dentro de la Prusia del siglo xix (Paret, 2007, pp. 236 y s.). En los años siguientes los reformistas idealistas se dieron cuenta de “las lecciones amargas de las limitaciones del liberalismo: las aristocracias no desaparecen como resultado de edictos gubernamentales” (Gray, 1986, p. 11). En realidad muchos de estos planes nunca se materializaron —y algunos nunca se conceptualizaron completamente— porque Stein fue retirado del cargo solamente 13 meses después por sus sucesores, quienes carecían de su nivel de determinación. No obstante, el último episodio de las guerras napoleónicas más tarde comprobaría que las reformas sociales y militares eran eficaces en términos del propósito proyectado: la preeminencia geopolítica de Prusia. Después de que llegó a ser eliminada la amenaza externa de Napoleón, el rey, y detrás de él, las fuerzas sociales prusianas del conservatismo, reversaron las ahora innecesarias reformas para traer de regreso un status quo más aceptable. Con todo, este periodo ilustra hasta qué punto el interés por la estructura de gobierno francesa y prusiana y la relación entre cada sociedad y su respectiva forma de hacer la guerra no era exclusivo de Clausewitz. Este interés era algo compartido por los miembros más innovadores del Ministerio de Guerra prusiano, incluyendo a Gneisenau36 y a Scharnhorst, quienes intervinieron activamente en la Comisión de Reforma Militar (Strachan, 2007, p. 50). Mirando a los gobiernos de sus vecinos, estos hombres intentaron desarrollar una cultura ciudadana y fomentar una identidad nacional como la francesa, y generar reformas económicas como las británicas. El traspaso de estas aspiraciones a la escritura, le permitió a Clausewitz desarrollar su pensamiento sobre la posible emancipación de la guerra de las limitaciones establecidas por una política federiciana rígida. Antes que nada, el objetivo de los reformistas era crear un Estado-nación alemán idealizado que pudiera adelantar una 36 Al igual que Scharnhorst, August Wilhelm Neidhardt von Gneisenau tenía más edad y rango que Clausewitz. Era uno de los «héroes» más reconocidos de la guerra de 1806. No obstante, entablaría amistad con Clausewitz por su opinión compartida respecto a la preparación de la guerra (Strachan, 2007, p. 50). 92 PHILIPPE DUFORT guerra absoluta contra Napoleón. Esta creencia fue asimismo el núcleo del principio clausewitziano que establece que las formas de hacer la guerra son el resultado de la naturaleza de las políticas en contienda y de sus estructuras ideológicas subyacentes (Paret, 2009, p. 119). Años más tarde, Clausewitz escribió sobre el tema: Esta unidad es la idea de que la guerra sería sólo una parte del intercambio político; por lo que de ningún modo es una cosa independiente en sí misma. (…) Sostenemos (…) que la guerra simplemente es una continuación del intercambio político con intervención de otros medios. Decimos ‘con intervención de otros medios’ a fin de afirmar con ello al mismo tiempo que este intercambio político no cesa en el curso de la guerra misma, no se transforma en algo diferente, sino que en su esencia, continúa existiendo, cualquiera sea el medio que utilice, y que las líneas principales a lo largo de las cuales se desarrollan los acontecimientos de la guerra y a las cuales están ligados, son sólo las características generales de la política que se prolongan durante toda la guerra hasta que llegue la paz (Clausewitz, viii, 6, B; α, p. 565-6; β, pp. 320-1)37. Este pasaje, que contiene su axioma más famoso, no fue el resultado del ingenio innato de Clausewitz. Más bien representa de manera destacada los debates que Clausewitz había observado durante su participación en el partido de reforma. Aunque Clausewitz se ganó el reconocimiento de ser el filósofo de la guerra, la anterior tesis inspiradora fue, de hecho, entendida claramente por varios de sus colegas militares. Los reformistas del ejército prusiano, que en verdad llegaron a ser conscientes de las limitaciones autoimpuestas resultantes de la mentalidad conservadora, también fueron capaces de entender el efecto que la transformación social podría tener sobre las fuerzas militares, al tiempo que pudieron crear propuestas innovadoras para la reforma del Estado. En resumidas cuentas, fueron estas tendencias críticas las que permitieron que los reformistas produjeran proposiciones estratégicas tan innovadoras. Sus experiencias de guerra y la serie de reformas los llevaron a enfocarse en el impacto sobre la eficacia militar que es propia de los gobiernos en guerra (de tipo dinástico o republicano) y en sus ideologías más representativas (el conservatismo social y el feudalismo, los ideales revolucionarios o el ideal del ciudadano ilustrado). 37 (viii) Diese Einheit nun ist der Begriff, daß der Krieg nur ein Teil des politischen Verkehrs sei, also durchaus nichts Selbständiges. […]. Wir behaupten […] der Krieg ist nichts als eine Fortsetzung des politischen Verkehrs mit Einmischung anderer Mittel. Wir sagen mit Einmischung anderer Mittel, um damit zugleich zu behaupten, daß dieser politische Verkehr durch den Krieg selbst nicht aufhört, nicht in etwas ganz anderes verwandelt wird, sondern daß er in seinem Wesen fortbesteht, wie auch seine Mittel gestaltet sein mögen, deren er sich bedient, und daß die Hauptlinien, an welchen die kriegerischen Ereignisse fortlaufen und gebunden sind, nur seine Lineamente sind, die sich zwischen den Krieg durch bis zum Frieden fortziehen (p. 674). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) EL SEGUNDO PERÍODO DE LA VIDA MILITAR DE CLAUSEWITZ AFLICCIONES POLÍTICAS Y PROFESIONALES, LA CAMPAÑA DE 1812 EN RUSIA PARA COMBATIR CONTRA LA GRANDE ARMÉE DE NAPOLEÓN Y DESARROLLO DE SU POSTURA CRÍTICA FRENTE A LAS IDEOLOGÍAS DINÁSTICA Y NACIONALISTA 31 A 46 AÑOS (1812-1827) Figura 14. El coronel Clausewitz en 1815, sentado a la mesa (izquierda) con el barón vom Stein y el General Gneisenau, figuras clave en el resurgimiento político y militar de Prusia. (Ghyczy, Oetinger & Bassford, 2001, p. 14). Figura 15. Retrato del emperador Napoleón y tres de sus mariscales cerca del camino de Pneva, el 8 de noviembre de 1812. Esbozo original realizado en vivo e in situ por un testigo presencial. Dibujo tardío de 1831-1834 por Christian Wilhelm von Faber du Faur (1780-1857). Esta página queda intencionalmente en blanco. CAPÍTULO VI Clausewitz y la apelación conflictiva de las ideologías dinástica y nacionalista La Campaña de Rusia fue el segundo período seminal en la vida y pensamiento de Clausewitz. Durante esta época, abiertamente abandonó su lealtad al orden dinástico con el fin de abrazar sin limitaciones el nacionalismo alemán (Paret, 1976, p. 232). La vida de Clausewitz durante la Campaña de Rusia ejemplificó la forma en que este ideal nacional influyó al cuerpo de oficiales prusianos, al transformar en concreto su pensamiento estratégico y planes de guerra. Sin embargo, una vez que se debilitó la amenaza representada por Napoleón y los conservadores rápidamente favorecieron una reversión de las reformas nacionales prusianas, Clausewitz se volvió cada vez más sarcástico con respecto a este ideal de nación. Dicho período de desencanto es importante porque subraya de qué forma la inclinación crítica de Clausewitz iba a la par con una reducción en su creencia de la autoridad dinástica y la ideología nacionalista. Asimismo, muestra cómo este desencanto colectivo — no un ingenio propio— ayudó a hacerlo uno de los pensadores estratégicos más brillantes de su generación. La decepción de Clausewitz por el Estado dinástico y el ideal nacional desemboca directamente en la cuestión de la relación entre su capacidad de innovación (o ingenio) y sus cambiantes creencias ideológicas. Si regresamos a 1812, en la mayoría de ministerios europeos se dijo que la guerra entre las fuerzas de Napoleón y la Rusia zarista sería probable, si no inevitable (Paret, 2007, p. 213). Si ocurría una invasión a Rusia, el ejército francés dependería de Prusia para suministros y líneas de comunicación; así que la confiabilidad de la monarquía prusiana se hizo vital para Napoleón (Paret, 2007, p. 213; White, 1996, p. 236). Tras las presiones diplomáticas, Prusia salió de su neutralidad oficial y se alió con Francia. Uniéndose a los preparativos para invadir a Rusia, Federico Guillermo III aportó 20.000 de sus soldados a la Grande Armée. Esto marcó el 98 PHILIPPE DUFORT fin de las reformas militares (Paret, 1966, p. 191). Cuando el monarca se alió con Napoleón, Clausewitz percibió esta decisión como cobarde y una traición descarada al pueblo alemán. Scharnhorst fue destituido por el rey y Clausewitz renunció a su puesto poco después (Paret, 2007, p. 215; Aron, 1976, p. 50). De acuerdo con la conclusión de Paret (1976, p. 232), este episodio selló el fin de la fe de Clausewitz en el Estado dinástico como estructura política (y de guerra) capaz de defender los más altos intereses de la nación. El Estado dinástico, juzgó Clausewitz, sólo estaba preocupado por sus intereses parroquiales e inmediatos y no deseaba adoptar las medidas necesarias para responder a los imperativos militares de la época, por el temor de la nobleza a perder sus privilegios. La transformación política de Clausewitz es evidente en su Memorial de fe, escrito y en circulación antes de que terminara el acuerdo franco-prusiano. Este documento era una especie de apología de los oficiales más radicales —principalmente desde el movimiento de reforma— que desaprobaban la decisión del rey y continuaban siendo seguidores devotos de una política beligerante hacia Francia (Paret 2007, p. 215). El Memorial de fe fue seminal porque reveló el punto de quiebre intelectual entre la lealtad de Clausewitz y la adhesión hacia el viejo orden y su ideal de una nación alemana en guerra (Herberg-Rothe, 2007, pp. 20-1). El texto de Clausewitz revela una visión estratégica distorsionada por una ideología nacionalista frustrada38 —una visión idealizada de la unión entre el pueblo y estado definida en términos de sus respectivos deberes morales39—. Al echar por tierra la autoridad del rey como representante de la nación40, Clausewitz indirectamente generó dudas acerca de la autoridad de Federico Guillermo iii cuando el rey entregó la independencia de Prusia al emperador francés. Clausewitz rindió pues una lealtad condicionada al rey, por su renuencia a tomar las medidas necesarias para garantizar la independencia de Prusia, y calificó a la clase alta y a los funcio- 38 Enfrentado con la incapacidad de su rey —“que actuaba cobardemente”— y con el Estado dinástico “corrupto” que personificaba la nación alemana y lo conducía a la guerra contra Francia, Clausewitz acabó por considerar al ejército como la única encarnación posible para la nación durante el período de reforma (Strachan, 2007, pp. 51-2). 39 Aunque esta visión parece convencional en la época moderna, a comienzos del siglo xix vincular intrínsecamente la legitimidad del Estado con el pueblo representaba una ruptura liberal clara con la ideología absolutista. Esta última define la legitimidad del monarca como algo dado por intervención divina y que, en tanto tal, encuentra así el deber unilateral de los sujetos a obedecer y servir al monarca. 40 Esta expresión se cita en Strachan (2007, p. 55). Ver también Strachan (2007, pp. 199-200, n. 36) para las fuentes. Clausewitz y Sociedad 99 narios del gobierno como los elementos más corruptos de la sociedad (Paret, 2007, pp. 216-18)41. El Memorial de fe terminaba con una discusión de las opciones estratégicas y tácticas para resistir la invasión francesa. Los planes de guerra propuestos por Scharnhorst y Clausewitz no estaban diseñados para proteger los intereses parroquiales del Estado dinástico junto con los de la nobleza; por el contrario, abogaban por armar al pueblo a toda prisa para emprender una guerra de guerrillas contra los ejércitos de Napoleón de forma similar a los ataques de Tirol y la Península Ibérica. Hicieron así un primer llamado a la resistencia nacional contra Francia42. Adaptando los planes de guerra a la ideología nacionalista, deseaban crear una milicia para unir al pueblo y al ejército en la insurrección (p. 52). Reconociendo una derrota esperada, Clausewitz, no obstante, argumentó que: (…) incluso la destrucción de la libertad después de una lucha sangrienta y honorable ha de garantizar el resurgimiento del pueblo. Esta es la semilla de vida que un día traerá el renacimiento del pueblo. Es la semilla de vida que un día producirá un árbol con raíces firmes. (Memorial de fe de Clausewitz, citado por Strachan, 2007, p. 54). Clausewitz deseaba crear una nación alemana a cualquier precio, incluso mediante una guerra que inicialmente podría traer una derrota para Prusia. En su Memorial de fe argumentó que la guerra era una parte natural de las relaciones humanas, e incluso que las derrotas contenían fuerzas regeneradoras vitales en el ciclo de vida de una nación. De acuerdo con los planes de Scharnhorst y de Clausewitz, esta ideología nacional, por ende, tendría que transformar el objetivo y la forma de la guerra. Tales planes de guerra, innovadores en su naturaleza, partían del supuesto de 41 Posteriormente, demostrando ser extremadamente dañino para su propio ascenso profesional, Clausewitz hizo muchos enemigos por sí mismo a raíz de sus posturas ideológicas nacionalistas y críticas al rey cuando se distanció de la nobleza prusiana reaccionaria. El rey separó a Clausewitz de los pocos oficiales que protestaban contra su decisión de crear una alianza con Francia y continuó su hostilidad hacia él (Paret, 2007, p. 220). Clausewitz después culparía a la querella entre su perspectiva y la del rey como el motivo principal de lo que él juzgó fue su «titubeante» carrera (Strachan, 2007, p. 67). 42 El historiador Hew Strachan (2007, p. 54) ha sostenido que el Memorial de fe resaltaba, desde una perspectiva conceptual, que la noción existencial de guerra era un aspecto importante del pensamiento de Clausewitz en esa época. En dicho texto, Clausewitz consideró que la guerra era una fuerza generadora que podía transformar radicalmente la política prusiana para dar a luz a la nación y, en últimas, causar su encarnación en un Estado nacional. Obviamente, la consideración de «la destrucción de la libertad después de una lucha sangrienta y honorable» en favor del «renacimiento del pueblo» entraba en conflicto con los intereses a corto plazo del rey. De hecho, esta visión culminó en abierta contradicción entre la lealtad incondicional hacia el monarca y el Estado prusiano existente (p. 52). Strachan (p. 54) legítimamente agregó que fue a través de esta apreciación romántica y ultranacionalista del poder disruptivo de la guerra que Hitler se apropió más tarde al Clausewitz de esta época en Mein Kampf. El último Clausewitz que se encuentra en De la guerra se distancia radicalmente de sus ideas existenciales sobre la guerra que caracterizan esta época. 100 PHILIPPE DUFORT que aquel cambio previo permitiría pasar de una ideología dinástica a una ideología nacional en el pueblo alemán, que todavía no se reconocía a sí mismo como tal. Después de esa primera tentativa fallida de insurrección, con el ejército francés instalado en Berlín y cualquier esperanza de resistencia prusiana contra Napoleón desaparecida, Clausewitz eligió entre sus dos lealtades en conflicto y salió de la ciudad el 31 de marzo de 1812, reuniéndose con Scharnhorst en Silesia. Al igual que otros nacionalistas radicales, abandonó formalmente su puesto menos de un mes después para ingresar al servicio militar ruso con el fin de luchar contra Napoleón, aun si esto implicaba paradójicamente combatir contra las tropas prusianas (Paret 2007, p. 219). Su desconocimiento de la lengua rusa lo relegó a varias posiciones secundarias desde las que observó el avance de Napoleón hacia Moscú y su posterior retirada. Amargado, aislado y soportando el duro retiro en Rusia padeció de gota, dolores dentales y perdió parte de su cabello (Strachan, 2007, p. 56). Combinado con sus propias dificultades, el espectáculo de la retirada de la agonizante Grande Armée dejaría una cicatriz en la memoria de Clausewitz: “Si mis sentimientos no se hubieran endurecido o al menos mitigado, el horror y el choque emocional me habrían enloquecido, y no podré pensar en ello sin terror por muchos años” (Carta a su esposa, citada en Strachan, 2007, p. 58). Al sufrir de depresión, la Campaña de Rusia tendría una influencia negativa en su salud física y mental (p. 56). No obstante, él tuvo una participación en sus eventos más significativos, lo que suscita reflexión. Clausewitz no era el único oficial que luchaba por conciliar su ideología nacionalista con la obediencia dinástica. De hecho, esta tensión ideológica parece haber tenido una influencia sustancial sobre el curso de la guerra, ilustrada por un incidente importante que ocurrió durante la Campaña de Rusia. En realidad, los rusos hicieron varios intentos por convencer al contingente prusiano —bajo el mando del general Yorck 43— de romper su alianza con Francia. Sin embargo, Yorck no deseaba tomar esta iniciativa sin la aprobación de Berlín. Un giro operacional permitió las negociaciones oficiales y Clausewitz actuó como emisario entre los dos bandos. Cuando las fuerzas francesas se retiraban de Moscú, derrotadas por el invierno, los rusos introdujeron su guardia de avance entre las fuerzas en retirada 43 Clausewitz se refiere a Yorck —el mismo que activamente desarrolló y escribió el Reglement de 1812 con Scharnhorst (véase nota 34)— en su campaña de 1812 en Rusia: “El general Yorck era un hombre de cincuenta y tantos años, distinguido por su valentía y competencia militar. En su juventud había servido en las colonias danesas; es decir, había visto el mundo y ampliado su perspectiva mental” (citado por Paret, 1966, p. 235). Bajo su mando, el contingente prusiano tuvo muchos éxitos dentro de la campaña de la Grande Armée antes de su retirada de Moscú en noviembre. Clausewitz y Sociedad 101 del cuerpo principal francés y el contingente prusiano, el cual fue el último en retirarse en la Navidad de 1812. Aunque Yorck podía haber forzado su salida, esta situación más bien conveniente justificaba las negociaciones, ya que, al menos en el papel, su contingente aparecía separado del cuerpo principal francés. Después de una discusión con Clausewitz, Yorck le agarró la mano y dijo: “Me tienes” (Paret, 2007, p. 230). Contra la voluntad del rey, Yorck estuvo de acuerdo y firmó un pacto de neutralidad por dos meses. “Él también había puesto la nación antes que el monarca” (Strachan, 2007, p. 59). Además, este evento tuvo un impacto significativo sobre la Campaña de Rusia y demostró el papel creciente del nacionalismo en los asuntos militares. Con los soldados prusianos neutralizados, Napoleón no pudo formar una línea defensiva, y tuvo que retirarse a Alemania finalmente (Paret, 2009, p. 54). Aunque el rey continuaba apoyando la alianza, Yorck decidió actuar por su cuenta (Paret, 1966, p. 192). Esta acción tuvo, como dijimos, un impacto crucial en la Campaña de Rusia de Napoleón porque el contingente de 14.000 soldados de Yorck podía haber detenido fácilmente el avance de los rusos y haber permitido que los franceses armaran un nuevo ejército en Alemania Occidental. La neutralidad de Yorck les permitió a los rusos continuar la guerra en el occidente (p. 192). Clausewitz más tarde recordó en sus Memorias de la campaña rusa que “no se puede negar que la decisión de este general tuvo consecuencias enormes, y con toda probabilidad aceleró considerablemente el resultado final” (citado por Paret, 1966, p. 195). Yorck explícitamente ignoró las órdenes de Berlín y luego rompió la neutralidad para volverse contra los franceses, y en los meses posteriores, las fuerzas prusianas y rusas persiguieron al ejército de Napoleón hacia Prusia oriental. En línea con las propuestas del Memorial de fe de Clausewitz escrito el año anterior, los habitantes de Prusia oriental se movilizaron en una fuerza de reserva [Landwehr] y una guardia local [Landsturm] para reforzar el contingente de Yorck. Desde Königsberg, Stein, el antiguo ministro de reforma, emprendió una campaña contra la «rígida lealtad monárquica» de la provincia y promovió la movilización de todos los hombres aptos contra los invasores (Paret, 2007, p. 231)44. Como resultado de esta segunda tentativa de insurrección, Prusia oriental se involucró en una guerra de facto contra los franceses, a pesar del apoyo del rey a la alianza. Fue solo en marzo de 1813 que el rey se enfrentó con la irrefutable realidad de una guerra entre sus tropas y una 44 Parece que Clausewitz participó activamente en la movilización. El historiador militar, Peter Paret (2007, p. 231), identificó rastros de esta participación en el periódico Königsberg que imprimía órdenes para oficiales subalternos y las enviaba a Clausewitz para misiones militares. 102 PHILIPPE DUFORT pequeña parte del pueblo en armas, se unió a la resistencia en Silesia y oficialmente le declaró la guerra a Napoleón (p. 59). Los reformistas radicales reforzaron oficialmente la unidad de nación, ejército y monarquía que habían imaginado antes (p. 59). La conscripción universal se convirtió en ley en febrero de 1813 y el esquema de movilización Landwehr/Landsturm fue promulgado para todo el territorio. Sin embargo, la adhesión a la ideología nacional todavía no estaba tan extendida, al contrario de lo que los reformistas creían. En realidad, enceguecidos por su fe nacionalista, Scharnhorst y Clausewitz idealizaron los sentimientos patrióticos de la población y sobreestimaron la influencia que tenía realmente el nacionalismo alemán entre los habitantes: Actuaban como portavoces de actitudes que todavía no tenían gran extensión sino que apenas estaban emergiendo en la sociedad prusiana, a menudo en respuesta a su propia propaganda y estructuras de gobierno. Los meses que con frecuencia se han denominado período de levantamiento nacional contra los franceses, encontraron a Scharnhorst y a sus asociados, como en años anteriores, luchando por su propia concepción de Estado y sociedad en medio de una nobleza antagonista, una burguesía hostil y una población desconcertada en las ciudades y el campo (Paret, 2007, pp. 236 y s.)45. No sólo la insurrección general no se materializó, sino que también los que tomaron las armas resultaron ser militarmente irrelevante (Paret, 2009, p. 97). La autoridad del ideal nacional en la mente de Scharnhorst y Clausewitz los engañó pensando que toda la población seguiría el llamado a una insurrección. Asimismo, este último episodio de la vida de Clausewitz ilustra cómo las certezas ideológicas pueden distorsionar los planes estratégicos innovadores. Sin embargo, a pesar de este último fracaso militar, los reformistas nacionalistas habían inculcado las transformaciones sociales e institucionales necesarias en las fuerzas militares prusianas para aparejar las fuerzas vivas de un nacionalismo naciente (ej., un sistema educativo y un entrenamiento militar reformados). El ejército prusiano, como para los otros triunfos de las guerras de la Sexta coalición (1812–1814) y la Séptima coalición (1815), pudo entonces movilizar grandes números y combatir a Napoleón de acuerdo con doctrinas tácticas flexibles. Pero las ideas de los reformistas —que Clausewitz compartía con muchos otros oficiales innovadores— perdieron vigencia en Prusia y en toda Europa después de la derrota de Napoleón en Waterloo en 1815 (Schroeder, 1996, pp. 517–582; 45 Aunque Strachan (2007, p. 55) argumentaba siguiendo la misma línea que Paret, también observó que Clausewitz predijo el fracaso de dicho plan, pero creía que el «espíritu nacional» sería salvado por tales sacrificios de guerra. Clausewitz y Sociedad 103 Paret, 2009, p. 103; Taylor, 1994, pp. 91–104; White, 1996, pp. 271–292; Wood, 1964, pp. 6–48). Los legisladores dinásticos trataron de restaurar el orden nacional e internacional del siglo xviii hasta donde fuera posible. Las clases reaccionarias consideraban la restauración de sus privilegios más importante que las ganancias potenciales que podrían surgir de las energías nacionalistas tal como las dejaron al descubierto los revolucionarios franceses. Nadie había olvidado que el nuevo método de guerra francés estaba diseñado específicamente para revertir el par sociedad dinástica/orden interestatal (Howard, 1976, p. 94). En 1816, sólo un año después de la derrota de Napoleón en Waterloo, la proporción de campesinos autorizados para obtener títulos de propiedad se redujo en dos tercios, un cambio que favoreció a los más prósperos (Gray, 1986, p. 152). El estado prusiano también contrarrestó el plan soldat-citoyen de Scharnhorst, a través del cual los súbditos podían llegar a ser ciudadanos libres a cambio de defender a su país (Paret, 2009, p. 103). Su majestad, Federico Guillermo III, no cumplió sus promesas políticas. En especial, jamás aprobó la constitución que los reformistas habían estado solicitando desde Jena (Paret, 2009, p. 103). Pero esa puerta se cerró definitivamente en 1819, cuando el entonces ministro de cultura, Wilhelm von Humboldt, le presentó un proyecto de constitución al rey, una iniciativa que los conservadores movilizaron con éxito para destituir a los liberales civiles y a los militares reformistas. La constitución proyectada proponía que los soldados le juraran lealtad a la constitución y no a la dinastía. Los conservadores le pidieron al rey que rechazara esta medida. El golpe final del rey a la era política de reformas fueron los Carlsbad Decrees, que descartaban cualquier limitación adicional a los poderes dinásticos (Craig, 1964, pp. 77–79; Ford, 1965, p. 303; White, 1996, pp. 276 y s.). Tal lo infirió Paret (2009, p. 103), “cuando regresó la paz, los seguidores de Scharnhorst fueron neutralizados políticamente”. La inversión de las reformas militares también comenzó rápidamente. Aunque, entre 1815 y 1819, muchos comandantes del ejército prusiano eran antiguos estudiantes de Scharnhorst: Hermann von Boyen como ministro de Guerra, Clausewitz como nuevo director de la Kriegsschule [Escuela de Guerra], y Grolman como jefe de Estado Mayor (Craig, 1964, pp. 68–79), durante ese mismo período, los oficiales conservadores conformaron sociedades —como lo había hecho Scharnhorst una década antes de Jena— a manera de contra-movimiento (White, 1996, p. 276). El cambio ideológico prusiano de regreso al conservatismo tuvo un gran impacto en la organización de las fuerzas militares y los nuevos favoritos del rey hicieron todo lo posible por revertir las reformas y regresar al estado anterior al 104 PHILIPPE DUFORT proyecto de Jena (Paret, 2007, p. 103). El élan nacional regresó al “tono ceremonial, de entrenamiento y de barraca que había prevalecido hasta 1806” (Paret, 1966, p. 220). El Reglement de infantería reformado de 1812 de Yorck fue juzgado de una forma demasiado simplista y el estado mayor regresó a los ensayos de desfile y los vastos juegos de guerra. El rey incorporó a la mayoría de los Landwehr en el ejército regular, haciendo que el ministro de Guerra renunciara en protesta. Sin embargo, algunas de las reformas militares de 1807–1813, tales como la conscripción y la organización, se mantuvieron en su lugar (p. 220). El éxito de la guerra contra Napoleón demostró la eficacia de las ideas innovadoras de los reformadores y, paradójicamente, restituyó los poderes de la nobleza conservadora, que se apresuró a enterrar los cambios obtenidos. La retórica de la reforma prusiana no se volvería a escuchar nuevamente durante toda la vida de Clausewitz. En lo que respecta a la carrera profesional de Clausewitz, el rey había rechazado reincorporarle al servicio prusiano en 1813. Clausewitz vivió los últimos años de las guerras napoleónicas, anclado en su uniforme ruso. Actuó una vez más como asistente de Scharnhorst, nombrado ministro de Guerra de facto para preparar las últimas campañas contra Napoleón46. Con el resto de su unidad, Clausewitz finalmente fue incorporado al servicio prusiano justo antes de la batalla de Waterloo («belle alliance», tal como la llamó Clausewitz). Por sus acciones en Waterloo, Clausewitz posteriormente había sido culpado por excesiva precaución. No aprovechó la ocasión de distinguirse (Strachan, 2007, p. 65). Esta sería su última oportunidad de mando en una operación militar a gran escala. Mediante la combinación de los obstáculos políticos, personales y profesionales que padeció, el período de posguerra encontró a Clausewitz desilusionado del Estado y de la posibilidad de alcanzar su idea de nación. Clausewitz se hizo pues menos idealista y más irónico: “hacia el final de las guerras napoleónicas, su objetividad y sus energías analíticas habían madurado completamente, y habían derrotado la tensión emanada de la arrogancia nacional con la que de joven había respondido a la humillación de Prusia y la suya propia” (Paret, 2007, p. 136). La muerte de Scharnhorst en 1814 obsesionó a Clausewitz. Con el último fallecimiento de su otro amigo, Gneisenau, “la depresión de Clausewitz se hizo cada vez más profunda” (Strachan, 2007, pp. 61, 67). Para 1815 el conservatismo renaciente 46 Poco después de su nombramiento como ministro de Guerra, Scharnhorst murió de una herida de batalla infectada. Clausewitz y Sociedad 105 lo mantuvo alejado de la política y lo aisló aún más (Paret, 2009, p. 133). Sus dificultades personales lo retiraron de la sociedad y de sus pasiones de antaño. Lo más importante es que este período de la vida de Clausewitz puso de relieve los beneficios de identificar la facción reformista y la oposición que encontró de los sectores conservadores en las fuerzas militares y la sociedad para entender la dinámica social y los fundamentos ideológicos que engendran la innovación en la planeación estratégica. En realidad, una vez queda dibujado el perfil de los reformistas es posible identificar lo que distinguía su pensamiento de sus opositores conservadores; es decir, la consideración del cambio social como componente intrínseco de la planeación estratégica. Figura 16. Retrato del general Gneisenau realizado por Marie von Clausewitz. ©Deutsches Historisches Museum, Berlin. (Bellinger, 2016, p. 169). En 1830, un año antes de su muerte, se vislumbra el estallido de nuevas guerras en toda Europa. Clausewitz ejerce de nuevo como jefe del Estado Mayor del único ejército que Prusia podía movilizar en ese momento, conducido por su buen amigo Gneisenau, ahora mariscal de Campo, quien enferma y muere víctima del cólera el 23 de agosto de 1831; enfermedad que también arrebata la vida a Clausewitz el 16 de noviembre de 1831, cuando frisaba los 51 años de edad. CAPÍTULO VII El último Clausewitz: ¿Genio puro o simplemente un intelectual crítico? Desde 1818 hasta 1830, Clausewitz fue el director de la Escuela de Guerra en Berlín. En esta posición relativamente distante tenía más tiempo para sus propios estudios. También interactuaba con otros investigadores: “el hombre de acción, el soldado profundamente politizado, que vivía en el centro de eventos importantes, se convirtió en un académico, meditabundo y más indiferente” (Strachan, 2007, p. 75). Entre 1823 y 1827, Clausewitz también analizó las batallas de Jena, Moscú y Waterloo47. El Clausewitz que escribió De la guerra —menos romántico, chouvinista y emocional— emergió durante esta fase académica. El tercer período de su vida se destaca por el papel clave que tuvieron los métodos críticos en el desarrollo de sus ideas más innovadoras. Tales métodos le permitieron a Clausewitz superar sus preconcepciones ideológicas respecto a las acciones bélicas y la estrategia y proponer una nueva teoría de la guerra. En este sentido, el siguiente análisis de su obra capital, De la guerra, propone que las ideas más innovadoras de Clausewitz fueron el producto de romper con las limitaciones ideológicas de su propio contexto intelectual. La desilusión de Clausewitz por la inversión de las reformas exorcizó cualquier esperanza o fe de que el Estado-nacional alemán, idealizado alguna vez, llegaría a cumplirse. Como lo entendió el erudito historiador Hew Strachan de Oxford (2007, p. 66), “llegó a ser menos impetuoso y más reflexivo, menos un alemán nacionalista y más un liberal prusiano”. De igual forma, el historiador militar Peter Paret (2007, p. 256) señaló que durante este período el estilo de Clausewitz “se hizo gradualmente muy diferente, menos emocional, más objetivo y algunas veces casi 47 En Observaciones sobre Prusia durante la Gran catástrofe (1823-1825), Historia de la Campaña de Rusia (1824-1825), La Batalla de Waterloo (1827-1828). Al respecto, ver lo dicho por Herberg-Rothe (2007, p. 37). 108 PHILIPPE DUFORT impasible”. Este fue el comienzo de una etapa importante en la vida de Clausewitz en la cual su obra se distanció radicalmente de sus primeras convicciones ideológicas. Más adelante consideraremos con más detalle de qué forma tal estado de ánimo impactó profundamente su capacidad para producir conocimiento estratégico innovador. La lectura de Clausewitz sobre la Campaña de Rusia y Waterloo Entre 1823 y 1827, Clausewitz pasó así algunos años analizando los eventos de Jena, Moscú y Waterloo, y posteriormente describió lo que él entendía como “la teoría de las grandes guerras, o estrategia conforme suele definírsela” (citado por Strachan, 2007, p. 106). En esta fase, su interés por la investigación es claramente restrictiva, al excluir la política y el combate, para enfocarse en la “conducción de una campaña en el interior del teatro de la guerra” (Strachan, 2007, p. 106). Con base principalmente en su experiencia vivida de la guerra, este ambicioso ejercicio intelectual estableció los lineamientos de la relación entre táctica y estrategia. Las conclusiones fueron reproducidas en los libros centrales que componen De la guerra (Strachan, 2007, p. 107). Estas ideas lo empujaron al terreno de la innovación estratégica, mucho más allá de las aproximaciones convencionales asumidas por los pensadores estratégicos de su generación. Como observó el historiador británico Sir Michael E. Howard (1976, p. 96), el pensamiento de Clausewitz en 1823 no era nada diferente del de sus contemporáneos, tales como Henri de Jomini o Karl-Wilhelm von Willisen. Todos ellos estaban escribiendo al tiempo cuando los legisladores dinásticos rechazaron el potencial estratégico de una población armada, por no querer pagar el precio de semejante transformación social, aparte de los revolucionarios o los nacionalistas. Howard (p. 96) señaló también que los estrategas militares obedecieron dicha norma, desarrollando varios currículos novedosos en las escuelas del ejército. Hacían esto con objeto de volver a centrar la formación en torno a materias estrictamente militares y suprimiendo así la mayoría de los factores sociales e ideológicos que explicaban los éxitos alcanzados durante las guerras napoleónicas48. No obstante, 48 Como un todo, estos estudios ciertamente señalan que el análisis crítico de la estrategia que inspiró a Clausewitz acercó la educación y la guerra en sus relaciones mutuamente constitutivas. Curiosamente, al igual que para los oficiales que realizaron estos análisis, los primeros historiadores que enfatizaron dicha relación eran liberales (ej., Johann Gustav Droysen). Si los historiadores nacionalistas estudiaron este aspecto de la realidad (ej., Hans Delbrück y Friedrich Meinecke), fueron los historiadores más importantes de la tradición marxista quienes refinaron el estudio de la relación entre guerra y educación (ej., Friedrich Engels y Franz Mehring). Clausewitz y Sociedad 109 no podían simplemente borrar de los estudios estratégicos las transformaciones militares que tuvieron lugar durante las últimas dos décadas del conflicto. En este limitado contexto, los pensadores estratégicos que lograron ganar alguna influencia con las autoridades fueron aquellos que produjeron conocimiento estratégico, al subrayar continuidades —es decir, prolongamientos entre las maniobras desarrolladas alrededor de los dogmas federiciano y napoleónico— con el fin de identificar principios nomotéticos de estrategia (p. 96). Las obras clásicas de estrategia tales como Précis de l’art de la guerre [Compendio del arte de la guerra] (1838) de Jomini, Theorie des grossen Krieges [Teoría de las grandes guerras] de Willisen [1840] y Operations of War [Operaciones de guerra] de Hamley [1866], han de ser analizadas bajo esta luz (p. 96). Clausewitz emprendería la redacción de De la guerra con el mismo objetivo —descubrir los grandes principios de la estrategia—, pero él enfatizó las diferencias entre la guerra del Antiguo Régimen y cada una de las grandes campañas de la era napoleónica, en lugar de atender a las continuidades (Strachan, 2007, p. 101). Esta perspectiva lo llevó a preguntas más amplias que involucraban la relación entre sociedad, política y estrategia (Howard, 1976, p. 96). Esta nueva orientación ocurrió entre 1818 y 1827, mientras fue el director de la Escuela de Guerra. Durante este tiempo Clausewitz escribió los libros ii a vi pertenecientes a De la guerra, textos que están, por lo tanto, inspirados predominantemente en sus análisis de las campañas napoleónicas (Strachan, 2007, cap. 2). Siguiendo un análisis que atiende de modo exhaustivo al contexto, Strachan (2007, p. 154) creía que Clausewitz probablemente esperó culminar De la guerra con el libro vii (Sobre el ataque). Aquí la teoría de Clausewitz habría encontrado realidad en el apogeo del modelo napoleónico —la práctica ideal de la estrategia da como resultado la guerra absoluta—. Sin embargo, esto nunca ocurrió después de que Clausewitz identificara una contradicción en su proyecto teórico general. Este momento de crisis resulta interesante para el análisis, ya que muestra la forma en que Clausewitz, al momento de enfrentar las contradicciones de su proyecto, recurría a metodologías críticas para resolver tales tensiones, lo cual tuvo implicaciones importantes para todo su esfuerzo intelectual: impulsó a Clausewitz a integrar herramientas analíticas reflexivas a los estudios estratégicos. Las derrotas de Napoleón en Rusia y Waterloo hicieron que Clausewitz reconsiderara sus propias prescripciones normativas que promovían el despliegue de fuerzas ilimitadas, en la medida en que estas no necesariamente garantizaban la victoria (Herberg-Rothe, 2007, p. 31). Ante evidencias históricas tan contundentes, se había visto en la necesidad de reconsiderar su comprensión de la guerra. 110 PHILIPPE DUFORT Su lectura de la Campaña de Rusia lo llevó a postular una ley estratégica antiética: la superioridad de la defensa. Además, la derrota de la Grande Armée de Napoleón cuando se enfrentó a las inclemencias del invierno ruso, confirmaba el hecho de que la realidad bélica imponía serias restricciones a la posibilidad de una guerra absoluta. Con esto en mente, hacia 1827 Clausewitz concibió la fricción como una parte esencial de la naturaleza de la guerra: “La acción en la guerra es un movimiento en un medio resistente” (i, 7; α, p. 60; β, p. 112)49. Se dio cuenta así de las inconsistencias de su propia teoría; era preciso explicar entonces la tensión entre la realidad inherente a la guerra limitada y su forma absoluta (Herberg-Rothe, 2007, p. 81). Hasta este punto, Clausewitz solamente deseaba demostrar que podía y debía ocurrir una forma absoluta de guerra. Ahora, sin embargo, su proyecto teórico inicial —centrado en su comprensión anterior de la guerra bajo una forma absoluta— estaba colapsando, debido a su análisis de la Campaña de Rusia (Herberg-Rothe, 2007, p. 31). Percatarse de que la fricción estaba en la naturaleza de la guerra fue un cambio importante en la evolución de su pensamiento, porque implicó que se transformara su concepto de guerra absoluta real en una paradoja. La guerra absoluta no podía existir en la realidad. Clausewitz necesitaba ir más allá de su fascinación inicial por una visión idealizada de una forma de guerra absoluta con objeto de incorporar las limitaciones inherentes a la guerra en su marco teórico. De su lectura en torno a la Campaña de Rusia, en principio desarrolló su legado en el campo de los estudios estratégicos refinando sus conceptos innovadores para planear grandes campañas. Posteriormente, Clausewitz entendió que necesitaba tomar distancia de las cuestiones estratégicas porque debía identificar primero el rasgo esencial de la naturaleza de la guerra en su auténtica realidad y complejidad. Clausewitz y la estrategia50 Una consecuencia de su lectura de la Campaña de Rusia fue el haber notado que la guerra estaba compuesta por tres elementos o niveles: política, estrategia y táctica. Este enfoque, novedoso en su época, le permitió por primera vez aclarar 49 Strachan (2007, p. 153) enfatizó este punto, subrayando que Clausewitz primero escribió sobre la fricción en De la guerra, en medio de la campaña de 1812 en Rusia [Das Handeln im Kriege ist eine Bewegung im erschwerenden Mittel, p. 78] (N. del Trad.). 50 La discusión sobre las secciones relativas a la estrategia y la naturaleza de la guerra se inspiran en gran medida en Strachan (2007, cap. 3). Clausewitz y Sociedad 111 los conceptos de táctica y estrategia y desarrollar algunas de sus principales formulaciones estratégicas. Las implicaciones teóricas de esta discusión solamente aparecieron cuando redactó el libro vii años después. Abordemos estas dos discusiones por separado. Por una parte, la dialéctica entre estrategia y táctica ocupó su mente hasta 1827 durante la redacción de los libros centrales contenidos en De la guerra. Clausewitz (ii, 1; α, pp. 66-7; β pp. 120-122; ver también iii, 1; α, p. 121; β, pp. 201-202; iii, 10; α, p. 147; β, pp. 239-240; vi, 30, α, pp. 472-3) fue el primero en concebir la estrategia en su sentido moderno como “la doctrina sobre el uso de las contiendas para alcanzar el objetivo de la guerra” (ii, 1; α, p. 66; β, pp. 120-122)51 Clausewitz centró su atención en la estrategia justo en esa etapa de su proceso de escritura porque creía que era algo inherentemente nuevo en la guerra moderna. En principio, había mencionado en una carta fechada en 1817 que no había encontrado rastro de estrategia antes del reinado de Luis XIV (1643-1715) y solamente en formas bastante rígidas (VII, 16; α, p. 511; VIII, 3, B, α, pp. 549-551).. Los ejércitos se habían hecho más grandes y los generales necesitaban planear y consolidar una estrategia como uno de los aspectos más importantes de la guerra (Clausewitz, viii, 1; α, p. 537), y también como un asunto de escala, pues “[a]hora la estrategia tiene como dominio el territorio de grandes masas de personas, extensas áreas y largos períodos de tiempo” (vi, 4; α, p. 31852; ver también v, 5; α, p. 237-8; vii, 19; α, p. 518-9). Es importante entender que la noción de estrategia apenas estaba emergiendo en aquella época. En ese momento, la mayoría de referencias a la estrategia remitían a la táctica, mientras que hoy el gobierno tiende a utilizarla para aludir a toda clase de políticas en tiempos de paz. La comprensión de la estrategia de Clausewitz es tanto más limitada cuanto más clara, y dio su coherencia a un texto como De la guerra porque abarcaba la triada de tiempo, espacio y masa para decidir cuándo y dónde debía lucharse una batalla y con qué fuerzas. El punto focal de la estrategia era la conducción de una campaña en el interior de un teatro de guerra, no el objetivo general de la guerra, y era, por ende, un asunto de generales, no de políticos. Tampoco estaba relacionado con el combate en sí, aunque eso no significaba que la estrategia necesariamente dejara de operar cuando comenzara la batalla. La estrategia era lo que daba sentido al combate; explotaba el éxito en el campo de batalla y creaba las condiciones para la siguiente confrontación, mientras que la victoria por Trad.) 51 (ix) […] die Strategie die Lehre vom Gebrauch der Gefechte zum Zweck des Krieges (p. 84). (N. del 52 (x) Nun nimmt […] die Strategie das Gebiet der großen Massen, Räume und Zeiten ein […] (p. 372). La traducción ha sido modificada. (N. del Trad.) 112 PHILIPPE DUFORT sí misma se obtenía mediante el combate y, en consecuencia, era un asunto de la táctica. (Strachan, 2007, pp. 106 y s.; véase también Stoker, 2016). Respecto de la táctica, Clausewitz la pudo definir años atrás cuando escribió en una carta de 1811 que la táctica era “la doctrina del uso de las fuerzas armadas en batalla” (citado por Strachan, 2007, p. 108); la definición en De la guerra es casi idéntica: “la doctrina del empleo de las fuerzas armadas en combate” (Clausewitz ii, 1; α, p. 66; β, pp. 120-122)53. De la guerra no contempla directamente el “uso de las fuerzas en combate” aparte de algunas anotaciones en el libro v, capítulo 4, sobre los usos y el valor de las tres armas. En efecto, Clausewitz (ii, 4; α, pp. 93-4; β, pp. 159-160) creyó que esto era un asunto de rutina y doctrinas fijas: “Las tácticas elementales son estudiadas diez veces más a menudo —y mucho mejor— por los sargentos” (citado por Strachan, 2007, p. 118). No obstante, estudia la “táctica superior” (de la misma forma que la “gran táctica” de Jomini) en el libro iv. Al escribir los primeros libros que componen De la guerra, Clausewitz (ii, 2, § 34; α, p. 84; β, pp. 146-7) ya había definido la relación entre estrategia y táctica en su análisis de fines y medios en cualquier conflicto, estableciendo que los medios de la estrategia son los fines de la táctica (la victoria en las batallas o el éxito táctico), mientras que los fines de la estrategia (imponer la voluntad propia) es el instrumento de la política que apunta hacia su fin último (la paz). Las maniobras estratégicas solamente obtienen su propósito a través del efecto táctico, o bien si se obliga al enemigo en el campo de batalla, o bien si la amenaza de combate provoca otras respuestas. Clausewitz rechazó lo que hoy denominamos “nivel operacional” entre táctica y estrategia porque era absolutamente necesario distinguir con claridad entre dos niveles “esencialmente diferentes”, mientras se reconoce que “táctica y estrategia son actividades que se permean entre sí en el espacio y en el tiempo” (Clausewitz ii, 1; α, p. 71; β, pp. 128-129)54. En el libro vi sobre la defensa en De la guerra (caps. 8, α, pp. 330-1; 12, α, pp. 358-362; 15, α, p. 371; 16, α, pp. 377-8; ver también v, 18, α, pp. 301-2 y vii, 2, α, pp. 489-90) ya aclaraba por qué era tan importante esta distinción, pues exploraba la importancia de la defensa estratégica y la ofensiva táctica y viceversa. Los ejércitos se podían comprometer en maniobras defensivas a gran escala para evitar una invasión, mientras que al mismo tiempo se lanzaban 53 (xi) […] die Taktik die Lehre vom Gebrauch der Streitkräfte im Gefecht […] (p. 84). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 54 (xii) Taktik und Strategie sind zwei in Raum und Zeit sich einander durchdringende […] (p. 90). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) Clausewitz y Sociedad 113 agresivamente en las batallas a nivel táctico. Los éxitos tácticos y defensivos también se podían explotar en favor de la ofensiva estratégica. Según Clausewitz, el estatus estratégico ofensivo/defensivo estaba determinado por el territorio nacional; cualquier ejército que estuviera presente en el territorio de otra nación estaba a la ofensiva con independencia de la forma en que se hubiera conducido la guerra a nivel táctico. El legado más importante con respecto a la estrategia proviene de la redacción del libro viii, cuando Clausewitz desarrolló completamente su noción de plan de guerra. Al comienzo, se aproximó a esta cuestión desde una perspectiva puramente estratégica, tras haber definido el plan de guerra en el libro vi como “la fuente de todos los planes de ataque y defensa de menor grado, y lo que determina sus líneas principales; en realidad, frecuentemente un plan de guerra no es nada más que un plan para atacar o defender el teatro de guerra principal” (Clausewitz vi, 2755, según el texto enmendado por Strachan, 2007, p. 207). Un teatro de guerra está definido en términos de tiempo y espacio como “un área auto-contenida dentro de la cual la estrategia puede ser ejercida en el curso de una campaña” (Strachan, 2007, p. 131). El capítulo con el que cierra De la guerra, se titula Plan de guerra cuando el propósito es la destrucción del enemigo y establece el principio básico clausewitziano de hacer una campaña en tres fases: El primer principio consiste en determinar el peso del poderío del enemigo, haciéndolo derivar de la menor cantidad posible de centros de gravedad a uno solo, si esto pudiera hacerse; en limitar el ataque contra estos centros de gravedad a tan pocas actividades importantes, si se puede, con preferencia a una; y, por último, en mantener a todas las actividades secundarias lo más subordinadas, de ser factible. En una palabra, el primer principio es el siguiente: actuar en lo posible con la máxima concentración (Clausewitz viii, 9; α, p. 578)56. 55 (xiii) Damos a continuación la traducción que ofrece de Setaro para este pasaje junto con la versión del texto original en alemán: “Habiendo tratado de los medios defensivos más importantes, podríamos tal vez contentarnos con dejar que en el último Libro, que estará dedicado al ‘Plan de guerra’ se discuta la forma en que estos medios están relacionados con el plan de defensa considerado como un todo, porque todo plan secundario, ya sea de ataque o de defensa, se origina en este plan y está determinado por él en sus características principales; y además, en muchos casos, el plan de la guerra misma no es nada más que el plan del ataque o la defensa del principal teatro de guerra” (α, p. 444) [Wir könnten uns vielleicht begnügen, von den wichtigsten Verteidigungsmitteln gesprochen zu haben, und die Art, wie sich dieselben an den ganzen Verteidigungsplan anknüpfen, erst im letzten Buch berühren, wenn wir von dem Kriegsplan sprechen; denn nicht nur wird von diesem jeder untergeordnete Plan von Angriff und Verteidigung ausgehen und in seinen Hauptlineamenten bestimmt werden, sondern in vielen Fällen wird der Kriegsplan selbst nichts anderes sein als der Angriff oder die Verteidigung auf dem hauptsächlichsten Kriegstheater] (p. 528). (N. del Trad.) 56 (xiv) Der erste ist: das Gewicht der feindlichen Macht auf so wenig Schwerpunkte als möglich zurückzuführen, wenn es sein kann, auf einen; wiederum den Stoß gegen diese Schwerpunkte auf so wenig Haupthandlungen als möglich zurückzuführen, wenn es sein kann, auf eine; endlich alle untergeordnete Handlungen so untergeordnet 114 PHILIPPE DUFORT En otras palabras, es preciso (i) identificar el centro de gravedad del enemigo; (ii) concentrar todas las fuerzas en un combate decisivo y (iii) dar prioridad a esta sola operación. El segundo principio consiste simplemente en realizar esta tarea tan rápido como sea posible. Al parafrasear el texto tenemos que la “primera tarea” — afirma— “al planear una guerra es identificar los centros de gravedad del enemigo, y si es posible identificar su origen hasta llegar a uno solo”. “La segunda tarea” — señala enseguida— “es asegurar que las fuerzas que se utilicen contra ese punto se concentren para la ofensiva principal”. En otras palabras, el centro de gravedad está en la confluencia de la estrategia y la táctica, ya que la estrategia se enfoca en la concentración de las fuerzas más óptimas para el logro de la victoria. La conceptualización más elaborada de este concepto sólo vino después de 1827, una vez emprendida la redacción del libro viii, donde desarrolló completamente su noción de plan de guerra. Esta discusión llevó, pues, a este soldado-intelectual a concentrar su atención en la dialéctica presente entre política y estrategia. A decir verdad, vino a darse cuenta de que el centro de gravedad “se desarrollaba a partir de las condiciones políticas y económicas de cada nación beligerante” (Strachan, 2007, pp. 132 y s). Sus estudios históricos le demostraron que el centro de gravedad podía estar representado en el ejército, en una ciudad capital o incluso en las alianzas. De una parte, la capital francesa en 1814 y 1815 fue el centro crítico de gravedad de Napoleón, a diferencia de las monarquías de Europa, dado que no era únicamente el centro de los poderes estatales, sino también la sede de los entes y partidos políticos. Napoleón podría haberse recuperado de su derrota militar, si hubiese actuado antes para contar con recursos a través de la escena política establecida en París. Por lo tanto, la persecución después de Waterloo en el centro de París merecería el mismo análisis estratégico que la batalla misma. De otra parte, romper las alianzas entre las monarquías de Europa fue su mejor oportunidad de victoria, ya que su cohesión era lo que les daba una superioridad numérica. De ahí en adelante, la política y los gobiernos ya no serían los únicos factores determinantes de la guerra, según el modo en que Clausewitz estableció su axioma más famoso, sino que se convirtieron en una parte constituyente e integral de esta. Entonces él estaba ya listo para emprender la obra que a la postre lo convirtió en el «filósofo de la guerra», al definir su naturaleza. als möglich zu halten. Mit einem Wort, der erste Grundsatz ist: so konzentriert als möglich zu handeln (p. 689). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) Clausewitz y Sociedad 115 La naturaleza de la guerra Como lo hemos mencionado, el proyecto de Clausewitz entró en una crisis fundamental después de su análisis de la Campaña de Rusia, al darse cuenta de que la guerra absoluta sólo era posible en teoría debido a la idea de fricción que aparecía como resultado de este análisis histórico. En última instancia, él pudo franquear este período de crisis intelectual por recurrir a la dialéctica de forma más sistemática e incorporar métodos críticos inspirados en el hegelianismo57. La dialéctica solamente apareció de una forma mínima en los libros centrales que conforman De la guerra, en términos de una oposición entre táctica y estrategia o entre defensa y ataque. Durante esta etapa, tuvo que soslayar estas últimas oposiciones para incorporar la dialéctica fundamental entre estrategia y política. Tenemos aquí un nuevo problema general que llevaría a Clausewitz a definir la naturaleza esencial de la guerra, identificando otras características fundamentales mediante el estudio de un gran número de guerras contemporáneas y pasadas. Clausewitz (i, 1, § 2; α, p. 9; β, pp. 37-38) definió el objetivo de la guerra de la siguiente forma: “La guerra es un acto de fuerza para obligar al adversario a hacer nuestra voluntad”58. Por ende, la condición de existencia necesaria de la guerra no es el ataque, sino la defensa y la resistencia de un oponente a la voluntad propia. El combate es el instrumento que uno utiliza en esta forma de relación para lograr la sumisión del oponente. Por un lado, el genocidio o la dominación no se pueden entender como guerra. Por otro, la victoria no se puede reducir únicamente a la completa destrucción física del ejército contrario (aunque Clausewitz discute las ventajas de esta opción muchas veces en De la guerra). No obstante, sus palabras suponen la aniquilación del ejército contrario como el mejor medio para conseguir la victoria. Según Clausewitz, los ejércitos derivaban su efectividad táctica del orden y, en consecuencia, la destrucción podría significar que habían perdido su cohesión más allá de un punto en el que se pudieran recuperar (Strachan, 2007, p. 137). Uno de esos rasgos esenciales de la naturaleza era su reciprocidad: la guerra ha sido una forma de relación humana, parte de la existencia social del hombre como 57 Sobre la relación entre Clausewitz y Hegel véase Herberg-Rothe (2000, pp. 49–84). Observemos que Clausewitz ya había recurrido a una relación dialéctica entre la ofensiva y la defensiva. No obstante, hasta este punto —tras escribir los libros ii a v— se había enfocado en su propia experiencia de las guerras napoleónicas para entender la naturaleza de la guerra absoluta y no había utilizado el método dialéctico combinado con un análisis histórico, tal como lo hizo en el libro vi. En realidad, el método dialéctico todavía está ausente en la mayor parte de los libros ii a v, a excepción de la relación entre táctica y estrategia (Strachan, 2007, pp. 84 y 107). 58 (xv) Der Krieg ist also ein Akt der Gewalt, um den Gegner zur Erfüllung unseres Willens zu zwingen (p. 17). (N. del Trad.) 116 PHILIPPE DUFORT el comercio o la política, pero a diferencia de estos intercambios, el conflicto bélico se ha resuelto siempre con derramamiento de sangre (ii, 3, § 3; α, p. 91; β, pp. 156-7). Este es un punto que muchos de los lectores de Clausewitz han olvidado: una vez que la guerra empieza, su reciprocidad puede generar su propia cadena de reacciones, sobrepasando el propósito original o generando otros nuevos. Como en muchos conflictos, el objetivo político original que suscitó la guerra puede resultar luego insignificante y se pueden generar otros distintos, ya que ambas partes pueden ser abrumadas por odios y pasiones y llevar así a un escalamiento creciente de la violencia. El efecto de la reciprocidad es lo que se ha dado en llamar hoy escalada a los extremos, la cual es otra característica esencial de la naturaleza de la guerra que puede ser provocada por pasiones o por necesidad estratégica. En ambos casos, si un beligerante se niega a aumentar la intensidad de su esfuerzo, la fuerza superior de su adversario lo abatirá. Es un principio que Clausewitz acentuó en el libro i: “es necesario que aquel que utilice [la] fuerza [física] con crueldad, sin retroceder ante el derramamiento de sangre, obtenga una ventaja sobre su adversario, siempre que este no haga lo mismo” (1, § 3; α, p. 10; β, pp. 38-9)59. Clausewitz no habría usado el término «escalada» en su propia obra si no se hubiese referido a una serie de metáforas extraídas de la mecánica, incluso llamando a la cadena de eventos que conducen a ello «rueda de trinqueta», o «sistema de péndulos y contrapesa». Esta relación recíproca —que involucra elementos objetivos y subjetivos— empuja de forma inexorable a las partes comprometidas en la guerra hacia los extremos. La intensidad de la violencia en el combate no tiene límite teórico, mientras que la guerra absoluta continúa siendo el referente que un estratega debe tener en mente al ponderar los peligros potenciales derivados del conflicto. La incertidumbre resulta siendo exacerbada en el ambiente de contingencia radical que caracteriza el combate en la guerra. En este sentido, la guerra es una situación excepcionalmente difícil de aprehender para el estratega, ya que debe enfrentar los cuatro elementos que constituyen la “atmósfera en que se desarrolla, el peligro, el esfuerzo físico, la incertidumbre y el azar” (i, 3; α, p. 43; β, pp. 86-7)60. De ahí que el ingenio del comandante del ejército esté relacionado con el “poder del intelecto” para encarar la guerra como “el terreno de la incertidumbre; tres cuartas partes de las cosas sobre las cuales se basa la acción en la guerra, yacen en 59 (xvi) so muß der, welcher sich [der physischen] Gewalt rücksichtslos, ohne Schonung des Blutes bedient, ein Übergewicht bekommen, wenn der Gegner es nicht tut (p. 18). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 60 (xvii) [...] die vier Bestandteile […] aus denen die Atmosphäre zusammengesetzt ist, in welcher sich der Krieg bewegt, auf die Gefahr, die körperliche Anstrengung, die Ungewißheit und den Zufall (p. 58). (N. del Trad.) Clausewitz y Sociedad 117 la bruma de una incertidumbre más o menos grande (…) La guerra es el terreno del azar” (p. 40)61. Por esta razón, Clausewitz comparaba la guerra con un juego de cartas62. Puesto que Clausewitz centraba su análisis en la difícil realidad de la guerra, en todas las etapas de su vida sostuvo que la estrategia necesitaba instalar la táctica en el núcleo de sus reflexiones. Es preciso reconocer que la batalla es el propósito último de la estrategia. Esta posición asoció su nombre, entre muchos de sus lectores, a un tipo de abordaje directo. En realidad, sobre esta base, posteriormente Liddell Hart hizo caso omiso de la posición clausewitziana en favor de una aproximación indirecta, esto es, en favor de la idea de superar tácticamente al adversario. Para Clausewitz “este modo de pensamiento había condenado el esquema de conducción de la guerra en el siglo xviii, a causa de la persecución de objetivos poco entusiastas” (Strachan, 2007, p. 119). Además, tal como se suele imaginar, “existe en la concepción de maniobra una eficacia surgida de la nada, por así decir, o sea, de un estado de equilibrio, sólo mediante los errores que se incita al enemigo a cometer”63, según escribió con cierto sarcasmo en De la guerra (vii, 13; α, p. 503; sobre esto ver también iv, 3, α, p. 172; 4, α, pp. 174-5; vi, 8, α, pp. 335-6). Clausewitz valoraba la batalla porque, en última instancia, tenía en su mente la idea de que la guerra no era “ninguna cosa distinta al combate” (carta a Gneisenau, 1811, citado por Strachan, 2007, p. 127). A partir de esto, Clausewitz identificó los elementos primordiales de la estrategia en el capítulo 2 del libro iii: elementos morales, físicos, matemáticos, geográficos y estadísticos. Todos los cinco se intercalaron en este capítulo específico, pero allí y en otros pasajes pertenecientes a De la guerra, solamente dos llegaron a destacarse: el moral y el físico. Dado que el carácter individual y el valor de cada ser humano en la organización de los ejércitos pierde importancia en la guerra moderna, Clausewitz consideró que, sólo una moral superior o el factor de los grandes números, podrían 61 (xviii) [...] das Gebiet der Ungewißheit; drei Vierteile derjenigen Dinge, worauf das Handeln im Kriege gebaut wird, liegen im Nebel einer mehr oder weniger großen Ungewißheit. […]. Der Krieg ist das Gebiet des Zufalls (p. 58). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 62 “Vemos, pues, que, desde el principio, el factor absoluto, o matemático como se lo llama, no encuentra en parte alguna base segura en los cálculos del arte de la guerra. Desde el comienzo existe un juego de posibilidades y de probabilidades, de buena y de mala suerte, que aparece en todos los hilos, grandes o pequeños, de su trama y hace que de todas las ramas de la actividad humana, sea la guerra la que más se parece a un juego de naipes” (Clausewitz, i, 1, § 21, p. 22). [Wir sehen also, wie von Hause aus das Absolute, das sogenannte Mathematische, in den Berechnungen der Kriegskunst nirgends einen festen Grund findet, und daß gleich von vornherein ein Spiel von Möglichkeiten, Wahrscheinlichkeiten, Glück und Unglück hineinkommt, welches in allen großen und kleinen Fäden seines Gewebes fortläuft und von allen Zweigen des menschlichen Tuns den Krieg dem Kartenspiel am nächsten stellt] (p. 32). 63 (xix) [...] in dem Begriff des Manövrierens eine Wirksamkeit, welche gewissermaßen aus nichts, d. h. aus dem Gleichgewicht, erst hervorgerufen wird durch die Fehler, welche man dem Feinde ablockt (p. 601). Seguimos la traducción empleada con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 118 PHILIPPE DUFORT definir el resultado de lo que denominamos como «guerras simétricas». Enfatizó que la relevancia de la moral acabó siendo totalmente abandonada por sus contemporáneos, mientras que la importancia de la masificación quedó bien entendida. Clausewitz había subrayado la dimensión subjetiva de la práctica de la guerra y rechazado los manuales que estipulaban reglas fijas para ejecutarla: ¿La teoría debe dejarnos aquí y continuar elaborando conclusiones y prescripciones absolutas? En este caso no tiene aplicación práctica. La teoría debe tener en cuenta el elemento humano y conceder un lugar al valor, a la intrepidez y hasta la temeridad. En el arte de la guerra hay que actuar con fuerzas vivas y morales, de donde resulta que lo absoluto y lo seguro no pueden ser alcanzados; siempre queda un margen para lo accidental, tanto en las grandes cosas como en las pequeñas. (Clausewitz, i, 1, § 22; α, p. 22; β, p. 56)64. Situar la lucha y los factores subjetivos (tales como la identidad) en el centro de la guerra, es algo que tiene implicaciones importantes. Una de ellas es de carácter vital con respecto a la naturaleza de la guerra: al entrar en una situación de guerra se crea un estado de cosas cualitativamente diferenciado, donde el potencial para conmocionar la sociedad se lleva al extremo, ya que las identidades e instituciones que se honran en la guerra pueden perder todo atractivo después de sufrir la derrota en la batalla (Barkawi & Brighton, 2011). El cambio radical en la relación entre la adhesión emocional de Clausewitz con el monarca y el Estado dinástico es una buena ilustración individual del poder subversivo de la guerra para transformar radicalmente la sociedad en general65. El combate como el acto más fundamental de relación social durante la guerra deja a todas las instituciones, normas y certidumbres expuestas a varios peligros. Todas ellas literal o simbólicamente pueden hacerse pedazos. En términos generales, el reto para la mente razonable de un estratega como Clausewitz a la hora de comprender la guerra como fenómeno vivo, reconociendo que su naturaleza ha sido extremadamente incierta y dependiente de la subjetividad humana, más tarde conformaría la teoría de la guerra que desarrolló durante los últimos años de su vida. 64 (xx) Soll die Theorie ihn hier verlassen, sich in absoluten Schlüssen und Regeln selbstgefällig fortbewegen? Dann ist sie unnütz fürs Leben. Die Theorie soll auch das Menschliche berücksichtigen, auch dem Mut, der Kühnheit, selbst der Verwegenheit soll sie ihren Platz gönnen. Die Kriegskunst hat es mit lebendigen und mit moralischen Kräften zu tun, daraus folgt, daß sie nirgends das Absolute und Gewisse erreichen kann; es bleibt also überall dem Ungefähr ein Spielraum, und zwar ebenso groß bei dem Größten wie bei dem Kleinsten (pp. 32 y s.). (N. del Trad.) 65 Esto también se podría aplicar a la transformación radical por la que se vieron afectadas la identidad y la sociedad americanas como consecuencia de la derrota de la Guerra de Vietnam, Korea o Irak (Barkawi, 2008). EL TERCER PERÍODO DE LA VIDA MILITAR DE CLAUSEWITZ CUATRO ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA, ORDENACIÓN DE SU MANUSCRITO INACABADO DE DE LA GUERRA Y REDACCIÓN DE SU TEORÍA DE LA GUERRA (LIBRO I) 47 A 51 AÑOS (1827-1831) Figura 17. Letra de Clausewitz, en un manuscrito que tiene por título (texto subrayado): «Ueber die künftigen Kriegs-Operationen Preußens gegen Frankreich» (Sobre las futuras operaciones de guerra de Prusia contra Francia). (Schössler, 1991, p. 99). Figura 18. La tumba de Marie y Carl von Clausewitz en Burgo, cerca de Magdeburgo (Alemania). Fotografía de Vanya Eftimova Bellinger. Esta página queda intencionalmente en blanco. CAPÍTULO VIII Últimos años de Clausewitz (1827-1831) Cuatro años antes de su muerte, el muy distanciado Clausewitz —ahora dedicado a la escritura en solitario—, por efecto de su análisis de las principales campañas de Napoleón, se dio cuenta de que debía revisar una vez más el texto completo de su obra magna, De la guerra. Antes de terminar esta dispendiosa tarea, Clausewitz murió de cólera en 1831 a la edad de 51 años. Como lo hemos mencionado, fue en 1827 que Clausewitz descubrió las inconsistencias de su primera teoría de la guerra y las relativas a la tensión entre la realidad inherente a la guerra limitada y su forma absoluta. Hasta aquí, y desde los libros ii al v, sólo había considerado su propia experiencia de las guerras napoleónicas en su comprensión sobre la naturaleza de la guerra absoluta. Forjado a partir de una nueva comprensión instrumental de la guerra, el análisis de las últimas campañas napoleónicas en el libro vi le permitió ver las incongruencias en este modelo de guerra ideal. La guerra absoluta en realidad no era posible debido a la fricción; tampoco la guerra tenía un carácter unitario. Así, concluyó que la guerra podía también ser caracterizada por objetivos limitados. En este sentido, la guerra debía tener un carácter instrumental por cuanto necesitaba interactuar con diferentes contextos dinámicos que le conferían un carácter cambiante. También era preciso que la estrategia oscilara entre formas limitadas y absolutas, aproximándose “más cerca una de la otra, según las circunstancias” (Clausewitz vi, 28; α, p. 460)66. Clausewitz lo resumió con estas palabras: 66 (xxi) sich in der Mehrheit der Fälle den Feldherrn zwischen beiden Richtungen, nach Maßgabe der Umstände der einen oder anderen näher, denken muß (p. 547). (N. del Trad.) 124 PHILIPPE DUFORT La guerra no es solamente un verdadero camaleón, por el hecho de que en cada caso concreto cambia en algo su carácter, sino que es también una maravillosa trinidad, si se la considera como un todo, en relación con las tendencias que predominan en ella (i, 1, § 28; α, p. 25; β, p. 61)67. El pensamiento único de guerra absoluta necesitaba ser abandonado y reemplazado por una trinidad, es decir, por su propia teoría de la guerra, que en el capítulo siguiente se examinará con mayor detalle. Pero antes de hacerlo, algo más necesita decirse acerca de la conversión de Clausewitz a un uso más sistemático de los métodos dialécticos. Como lo ha sugerido Strachan (2007, pp. 154-157), en el libro vi de De la guerra, hacia el final del capítulo 8, Clausewitz escribió un comentario importante. Llegó a ser consciente de que este libro68 —caracterizado por la dialéctica entre defensa y ataque— lanzaba su trabajo lejos de los usuales principios de estrategia nomotéticos, conduciéndolo a “investigar simplemente en sus relaciones más íntimas lo que ha existido desde hace tiempo, para reducirlo a sus elementos más simples” (vi, 8; α, p. 340)69. Dicho de otro modo, el uso de los métodos dialécticos llevó a Clausewitz a escribir una teoría de la guerra, no un simple tratado de la estrategia exitosa. En el libro vi, Clausewitz comenzó a usar el método crítico dialéctico sistemáticamente. Explicó esta elección de la siguiente forma: Debemos recordar una vez más a nuestros lectores que, a fin de dar mayor claridad, distinción y fuerza a nuestras ideas, hemos tomado como tema de nuestro tratamiento la antítesis completa de los extremos de cada lado, pero que en la guerra el caso concreto se encuentra entre estos dos extremos y sólo es influido por uno de estos extremos, según el grado en que se acerque a uno o al otro (vi, 30; α, pp. 481-2)70. 67 (xxii) Der Krieg ist also nicht nur ein wahres Chamäleon, weil er in jedem konkreten Falle seine Natur etwas ändert, sondern er ist auch seinen Gesamterscheinungen nach, in Beziehung auf die in ihm herrschenden Tendenzen eine wunderliche Dreifaltigkeit (p. 36). (N. del Trad.) 68 De acuerdo con Strachan (2007, p. 202), la traducción inglesa de Howard y Paret se refiere más generalmente a De la guerra como texto completo, pero “unseres Buches” bien puede hacer referencia al libro vi —una traducción que destaca con mayor precisión el punto de giro que representa dicho libro en el pensamiento de Clausewitz—. [… das längst Vorhandene in seinem innersten Zusammenhange zu untersuchen und auf seine einfachsten Elemente zurückzuführen, p. 402]. 69 Esta nota de 1827 también es citada por Strachan (2007, p. 79). 70 (xxiii) Wir müssen nämlich wieder darauf aufmerksam machen, daß wir, um unseren Vorstellungen Klarheit, Bestimmtheit und Kraft zu geben, nur die vollkommenen Gegensätze, also die äußersten jeder Weise zum Gegenstand unserer Betrachtung gemacht haben, daß aber der konkrete Fall des Krieges meist in der Mitte liegt und von diesem äußersten nur in dem Maße beherrscht wird, als er sich ihm nähert (p. 575). (N. del Trad.) Clausewitz y Sociedad 125 El uso de este tipo de dialéctica para entender la diversidad de las formas de guerra estaba directamente estructurado a la luz de la noción hegeliana de «antítesis», en la cual se presupone la unidad de los opuestos (Strachan & Scheipers, 2011, p. 13)71. Esta nueva práctica crítica, en último término, le permitió desarrollar sus argumentos estratégicos innovadores, esto es, su ya célebre teoría de la guerra. Como consecuencia de su nueva concepción de la guerra, Clausewitz se embarcó en la tarea de revisar el manuscrito de la obra en su totalidad72. Los problemas emergentes (la naturaleza inherentemente limitada de la guerra real) y algunas nuevas consideraciones (como la fricción) revelaron de qué forma el proyecto de Clausewitz para explicar la guerra había alcanzado un punto álgido. Su enfoque crítico —desconectado de fuertes creencias ideológicas y utilizando métodos filosóficos— lo lanzó lejos del proyecto inicial de escribir una teoría de la guerra universal en su forma absoluta. A comienzos de 1827, y con base en sus estudios históricos desarrollados en el libro vi, Clausewitz se dio cuenta de que las guerras reales tenían una pluralidad de formas: podían servir para objetivos diferentes y adoptar formas limitadas (Strachan, 2007, pp. 71-73). Esto dio paso a la conclusión del libro i, en su parágrafo 11, El objeto político aparece de nuevo en el primer plano. Clausewitz reconsideró así las consecuencias relativas a la existencia de una pluralidad de formas de confrontación para su teoría sobre una guerra absoluta en la primera mitad del libro i, capítulo 1. Strachan (2007) dedicó un estudio completo a analizar el orden y el encadenamiento lógicos que Clausewitz siguió en De la guerra, según una discusión pormenorizada de su estructura y estilo de redacción. Strachan concluyó —por las notas del autor y la formulación de una hipótesis de lectura hecha sobre la evolución de sus ideas— que lo más probable era que Clausewitz haya revisado el libro viii73 después de completar el libro vi y, luego, revisó profundamente el libro i. Según este análisis y frente a contradicciones, el libro i contiene las ideas más maduras del autor74. 71 Herberg-Rothe (2007, p. 129) también identificó la forma en que Clausewitz caracterizaba su dialéctica más importante: “Si dos conceptos forman una antítesis lógica verdadera, en la cual uno es complementario del otro, cada uno está fundamentalmente implícito en el otro”, aclarando que lo que se entendía por tal noción de complementariedad en el siglo xix se refería a “lo que se debe agregar a la fracción para que sea igual a 1”. El análisis de la defensa y el ataque en la Campaña de Rusia fue el primer ejemplo de lógica dialéctica en la obra de Clausewitz (p. 131). 72 Antes de terminar esta tarea, Clausewitz murió de cólera en 1831, a la edad de 51 años. 73 Precisamente, el libro viii contiene un capítulo titulado Guerra absoluta y guerra real. 74 Sobre esta secuencia específica véase Strachan (2007, p. 73). Véase también Paret (2009, pp. 117–120) para una lectura contraria, aunque menos convincente, al dar mayor preferencia a las conclusiones del libro viii. 126 PHILIPPE DUFORT Las formas pasadas, presentes y futuras de cualquier conflicto no estaban contenidas en su totalidad dentro de las guerras napoleónicas —las que él enfrentó en su vida y de las que se había servido para escribir los capítulos centrales que aparecen en De la guerra—. De ahí en adelante, la noción de guerra en la obra de Clausewitz sólo quedaría anudada en lo abstracto: “Esta unidad es la idea de que la guerra sería sólo una parte del intercambio político; por lo que de ningún modo es una cosa independiente en sí misma”. (Clausewitz, viii, 6, B; α, p. 565; el énfasis en el original). En realidad, justo al final de su vida, Clausewitz todavía consideraba que la guerra absoluta era un ideal, pero solamente en teoría, como referencia que se ha de recordar al momento de planear estrategias. En calidad de profesor, fue esta noción referencial de guerra absoluta la que deseaba desarrollar en su aspecto teórico, para ser utilizada luego en el uso práctico de la planeación estratégica. Escribir acerca de la guerra no se puede disociar de su práctica —en otras palabras, para el filósofo de la guerra, un interés cognitivo en comprender la guerra continúa siendo solamente un método para mejorar la eficacia en el combate real, mediante un mejor entrenamiento de sus profesionales—. Clausewitz comprendió que, con el fin de alcanzar una teoría de la guerra de índole universal, era preciso elevarse por encima de la experiencia propia. Como lo demostró Strachan (2007, p. 73), no fue coincidencia que una nota escrita en ese mismo año (1827) anunciara el desarrollo de su idea más famosa, con la que habría unificado todas las formas de guerra reales: Aparte de esta diferencia que existe de hecho entre las guerras, además debemos establecer expresa y exactamente el punto de vista, no menos necesario en la práctica, a partir del cual la guerra se asume como nada más que la continuación de la política por otros medios (nota de Clausewitz en 1827, traducida por Jolles, 1943, p. xxix, citada en Strachan, 2007, p. 73)75. Al reescribir la historia de Napoleón, el gran genio de la estrategia (y a quien también se refirió como el «dios de la guerra»), Clausewitz logró considerar el papel que tuvo la política76 en sus derrotas militares. Concluyó que cada objetivo político requería 75 Aquí se prefiere la traducción de Jolles a la de Howard y Paret (1976, p. 69), ya que enfatiza de qué modo “la diferencia que existía de hecho entre las guerras” obligó a Clausewitz a reconsiderar su enfoque inicial con respecto al concepto de guerra absoluta. 76 El análisis clausewitziano del papel de la política tiene que entenderse en el sentido de una serie de disposiciones socio-políticas internas y un contexto diplomático interestatal. El concepto de Clausewitz de Politik es bastante espinoso y es una cuestión problemática en De la guerra. Incorpora una pluralidad de significados sobre la idea de poder, entendido o bien como disposiciones normativas, o bien como instituciones socio-políticas o bien como relaciones internacionales. Este embrollo terminológico es en gran parte responsable del estado “auto-contradictorio” presente en De la guerra justo desde «el momento mismo de la muerte de su Clausewitz y Sociedad 127 una escala diferente de esfuerzo. Esta perspectiva le permitió enfocarse en las fallas de las operaciones que conformaban las estrategias de guerra extrema adelantadas por Napoleón. En esta línea de pensamiento, el último Clausewitz se acercó desde entonces a la estrategia napoleónica, asumiendo una perspectiva imparcial —en contraste con sus primeras convicciones en torno a la ‘obligación’ de reproducir e emprender una guerra absoluta contra Francia—. Durante la redacción del libro vi, la noción de guerra existencial también desapareció tanto de su obra como de sus reflexiones, al ser reemplazada por una concepción instrumental. En el Memorial de fe, escrito en 1812, como se mencionó más arriba, sin razón alguna juzgó que la guerra era un deber existencial para la nación: “incluso la destrucción de la libertad después de una lucha sangrienta y honorable ha de garantizar el resurgimiento del pueblo”. En el libro vi, la insurrección ya no era una unión mítica entre el pueblo y el Estado, sino “simplemente otro medio más en la confrontación”. Con cierta frialdad, afirma sobre la guerra del pueblo en armas que: En la mayoría de los casos, la nación que hace un uso acertado de este medio, adquirirá una superioridad proporcional sobre aquellos que desprecian su uso. Si esto es así, entonces el único problema consiste en ver si esta nueva intensificación de la violencia en la guerra es, en conjunto, saludable o no para la humanidad, problemas estos que serían casi tan fáciles de solucionar como el de la guerra misma. Dejamos ambos problemas para los filósofos (Clausewitz, vi, 26; α, p. 439)77. El contraste es evidente. Para Clausewitz, la noción de guerra había perdido ya su connotación mítica, al estar antes viciada por su ideal de emancipación nacional. Sin negar su potencial generador (es decir, su capacidad para producir nuevas políticas e identidades), la guerra fue posteriormente un simple instrumento que respondía a las demandas contingentes de las políticas de Estado. autor». (Echevarria II, 1995; Herberg-Rothe, 2007). Es solamente por una discreta consideración de la noción de Politik en Clausewitz que De la guerra se puede acceder/asimilar radicalmente, y entonces puede perder su atractivo poético para los estrategas en razón de las interpretaciones hechas ad infinitum. Llevar a cabo dicha consideración exigiría un esfuerzo teórico renovado cuya reconstrucción ha de hacerse partir del legado crítico fundamental de Clausewitz, pero con base en los hallazgos de la ciencia social contemporánea. Aunque prometedor, este último empeño sobrepasa en buena medida los objetivos y la extensión de este libro de carácter introductorio. 77 (xxiv) In der Allgemeinheit der Fälle würde dasjenige Volk, welches sich desselben mit Verstand bediente, ein verhältnismäßiges Übergewicht über diejenigen bekommen, die ihn verschmähen. Ist dem also, so kann nur die Frage sein, ob diese neue Verstärkung des kriegerischen Elementes der Menschheit überhaupt heilsam ist oder nicht; eine Frage, die sich wohl ganz so beantworten dürfte wie die Frage über den Krieg selbst —wir überlassen beide den Philosophen (p. 521). 128 PHILIPPE DUFORT Siguiendo esta senda, Clausewitz más tarde redefinió el objetivo militar en conformidad con la definición instrumental de la guerra que caracteriza el pensamiento del último Clausewitz. Hizo esto —ya no como defensor del principio de aniquilación de Napoleón como procedimiento militar— sino simplemente estableciendo que las fuerzas armadas deben ser destruidas, es decir, que deben ser colocadas en estado tal que no puedan continuar la lucha. Aprovechamos la oportunidad para explicar que la expresión ‘destrucción de las fuerzas militares del enemigo’ debe ser siempre interpretada sólo en este sentido (Clausewitz, i, 2, p. 27)78. En sus trabajos ulteriores, Clausewitz intentó unificar la comprensión instrumental de la guerra, según una pluralidad de formas, y colocó a la política en el punto focal de su pensamiento. Este período entre 1827 y 1831, fue cuando escribió los libros i y viii de su magna obra, y en el que también desarrolló su teoría de la guerra que lo hizo merecedor de una fama perenne (véase Strachan, 2007, pp. 150 y 177). 78 (Clausewitz, i, 2, p. 27). [Die Streitkraft muß vernichtet, d. h. in einen solchen Zustand versetzt werden, daß sie den Kampf nicht mehr fortsetzen kann. Wir erklären hierbei, daß wir in der Folge bei dem Ausdruck »Vernichtung der feindlichen Streitkraft« nur dies verstehen werden.] (p. 38). Figura 19. La maravillosa trinidad (die wunderliche Dreifaltigkeit) de Clausewitz entre Politik, estrategia y pasión como teoría de la guerra puede compararse con un juego de guerra que guarda un extraño parecido con el ROMP (Randomly Oscillating Magnetic Pendulum, péndulo magnético de oscilación aleatoria, un dispositivo inventado por la casa de juguetes Hog Wild Toys). La guerra es la comarca del azar y la incertidumbre: el arte de la estrategia (primer péndulo de derecha a izquierda). Esta teoría tiene en cuenta el elemento humano y concede un lugar a tres fuerzas vivas y morales: el gobierno, el estamento militar y el pueblo (péndulos restantes), donde interactúan la pasión (más bien propia de los pueblos cuyas pasiones se inflaman en la brutalidad de la guerra), el azar (propio de la creatividad estratégica de los generales y sus ejércitos) y la política (propio de los gobiernos). Esta página queda intencionalmente en blanco. CAPÍTULO IX De la experiencia histórica a la filosofía de guerra La filosofía de la guerra de Clausewitz se podría sintetizar en dos contribuciones de singular importancia: (i) la definición de la naturaleza de la guerra que ya hemos recorrido en sus líneas generales y (ii) el desarrollo de una teoría de la guerra a través de la cual se pueden caracterizar todas las guerras reales. Este último capítulo apunta a esquematizar su teoría de la guerra —es decir, intenta esbozar la implicación compleja de analizar una guerra real por medio de la «maravillosa trinidad» clausewitziana—. Tal proyecto quedó resumido en las observaciones con las que se cierra el capítulo 1 del libro i, titulado Resultado para la teoría [Resultat für die Theorie], que a continuación nos permitimos citar in extenso: La guerra, por lo tanto, no solamente es un verdadero camaleón, por el hecho de que en cada caso concreto cambia en algo su carácter, sino que también es una extraña trinidad, si se la considera como un todo, en relación con las tendencias que predomina en ella. Esta trinidad la constituyen el odio, la enemistad y la violencia primitiva de su esencia, que deben ser considerados como un ciego impulso natural; el juego del azar y las probabilidades, que hacen de ella una actividad libre de emociones; y el carácter subordinado de instrumento político que hace que pertenezca al dominio de la inteligencia pura. (…) Estas tres tendencias, que se manifiestan con fuerza de leyes, reposan profundamente sobre la naturaleza del sujeto y al mismo tiempo varían en magnitud. Una teoría que insistiera en no tomar en cuenta a una de ellas o en fijar una relación arbitraria entre estas, caería en tal contradicción con la realidad que, por lo mismo, debería ser desechada inmediatamente. El problema consiste, pues, en mantener a la teoría en equilibrio entre estas tres tendencias, como si fueran tres centros de atracción. 132 PHILIPPE DUFORT En el libro que trata de la teoría de la guerra [sc., libro ii] nos proponemos investigar la manera de resolver tal problema del modo más satisfactorio. Pero esta definición de la concepción de la guerra se convierte para nosotros en el primer rayo de luz que ilumina los fundamentos de la teoría, que separará por primera vez sus rasgos principales y nos permitirá distinguirlos (Clausewitz, i, 1, § 28; α, pp. 25-6; β, p. 61)79. Ya hemos abordado antes la naturaleza de la guerra. A través del estudio del proyecto teórico de Clausewitz —esto es, su maravillosa trinidad— podemos ahora pasar a comprender cómo la guerra “en cada caso concreto cambia en algo su carácter”, sin alterar en nada su naturaleza. Esta es la mayor contribución teórica de Clausewitz. Sin embargo, el filósofo prusiano murió antes de hacer una revisión a fondo del libro ii y, en consecuencia, la teoría de la guerra quedó allí expuesta de una forma no sistemática. Las primeras versiones de los pensamientos de Clausewitz se entremezclan con otras redacciones más tardías80. En este último apartado nos proponemos presentar las tres bases dialécticas que componen aquella extraña trinidad. El autor es plenamente consciente de la extrapolación que impone sobre los textos de Clausewitz, pero está convencido de que el filósofo de la guerra habría avalado este ejercicio que apunta a considerar y traducir su teoría de un modo que resulte factible su uso práctico para los que actúan en guerras reales. La presentación que sigue es una sistematización exploratoria de la teoría de la guerra en la obra de Clausewitz que busca facilitar su asimilación entre los lectores que orientan su trabajo hacia la práctica. Extrapola en muchos aspectos los escritos de Clausewitz per se81. 79 (xxv) Der Krieg ist also nicht nur ein wahres Chamäleon, weil er in jedem konkreten Falle seine Natur etwas ändert, sondern er ist auch seinen Gesamterscheinungen nach, in Beziehung auf die in ihm herrschenden Tendenzen eine wunderliche Dreifaltigkeit, zusammengesetzt aus der ursprünglichen Gewaltsamkeit seines Elementes, dem Haß und der Feindschaft, die wie ein blinder Naturtrieb anzusehen sind, aus dem Spiel der Wahrscheinlichkeiten und des Zufalls, die ihn zu einer freien Seelentätigkeit machen, und aus der untergeordneten Natur eines politischen Werkzeuges, wodurch er dem bloßen Verstande anheimfällt. […]. Diese drei Tendenzen, die als ebenso viele verschiedene Gesetzgebungen erscheinen, sind tief in der Natur des Gegenstandes gegründet und zugleich von veränderlicher Größe. Eine Theorie, welche eine derselben unberücksichtigt lassen oder zwischen ihnen ein willkürliches Verhältnis feststellen wollte, würde augenblicklich mit der Wirklichkeit in solchen Widerspruch geraten, daß sie dadurch allein schon wie vernichtet betrachtet werden müßte. Die Aufgabe ist also, daß sich die Theorie zwischen diesen drei Tendenzen wie zwischen drei Anziehungspunkten schwebend erhalte. Auf welchem Wege dieser schwierigen Aufgabe noch am ersten genügt werden könnte, wollen wir in dem Buche von der Theorie des Krieges untersuchen. In jedem Fall wird die hier geschehene Feststellung des Begriffs vom Kriege der erste Lichtstrahl, der für uns in den Fundamentalbau der Theorie fällt, der zuerst die großen Massen sondern und sie uns unterscheiden lassen wird. (pp. 36 y s.). Seguimos la traducción propuesta por de Setaro, con ligeras modificaciones. (N. del Trad.) 80 Además de la edición que completaron sus familiares después de su muerte en 1831 para publicar De la guerra. 81 El lector ha de consultar siempre De la guerra para captar el estado inacabado del manuscrito y los riesgos de sacar conclusiones tan específicas como las deducidas en este apartado. Herberg-Rothe (2009) también expuso la trinidad de Clausewitz en términos de su dialéctica interna, mientras enfatizaba la oposición que Clausewitz y Sociedad 133 Incluso si el libro ii que leemos en De la guerra quedó incompleto, Clausewitz escribió en el libro i una síntesis teórica original que supera las lecciones de su propia experiencia (Strachan, 2007, p. 151). Ello le permitió abrir el campo de una filosofía de guerra. Por medio de su teoría que constituye la «maravillosa trinidad», Clausewitz identificó tres tendencias principales —azar, razón y pasión— que como imanes se interrelacionan en tres polos dialécticos fundamentales. Esta estructura básica de su teoría de la guerra constituía un todo que debería permanecer “en equilibrio entre estas tres tendencias, como si fuesen tres centros de atracción” (Clausewitz, i, 1, § 28; α, p. 26; β, p. 61). Así, los tres polos que definen su dialéctica trinitaria como teoría de la guerra son el odio, la enemistad y la violencia primitiva de su esencia, que deben ser considerados como un ciego impulso natural; el juego del azar y las probabilidades, que hacen de ella una actividad libre de emociones; y el carácter subordinado de instrumento político que hace que pertenezca al dominio de la inteligencia pura (p. 26)82. La «maravillosa trinidad» o teoría de la guerra de Clausewitz indiscutiblemente representa su más grande legado con su caracterización de la naturaleza de la guerra (figura 20). La teoría clausewitziana es de índole praxiológica. Ello significa que solamente tiene sentido mientras sea utilizada en la práctica. Por lo tanto, el lector de Clausewitz debe tratar de entender su situación en relación con una guerra real, entendiendo primero los tres polos dialécticos a un nivel teórico y, luego, identificando a qué corresponden estos polos en su propia situación concreta como combatiente, como estratega. Dicha situación estará más cerca de un polo de la trinidad que del otro y una o dos relaciones dialécticas podrían ser más estructurantes que otras frente a las dinámicas en juego presentes en este específico contexto/momento. Es el lector quien debe participar de este análisis práctico, según un acceso cognitivo a la complejidad del contexto ofrecido mediante la teoría de la guerra desarrollada por Clausewitz. cuenta entre sus mayores elementos de carácter no intermedio. Al querer responder el reto teórico de las «nuevas guerras», no obstante su propósito tiene otro objetivo, a saber, describir el carácter cambiante de las guerras contemporáneas. Incluso calificó su propia interpretación como semejante a “la maravillosa trinidad clausewitziana en cuanto sistema coordinado de guerra y conflicto violento”. 82 Véase también Herberg-Rothe (2007, pp. 124-130) sobre el uso de la noción de «polaridades» en Hegel y empleada por otros intelectuales en Berlín. 134 PHILIPPE DUFORT Figura 20. La «maravillosa trinidad» de Clausewitz. Original del autor con fundamento en Clausewitz (i, 1, § 1 y 28). Nota del editor: citas de Clausewitz (α = 1960, β = 1984): «el todo en su íntima conexión» (1 α, , p 9; β, p. 37; § I.1); «el juego del azar y las probabilidades, que hacen de ella una actividad libre de emociones» (1 α, p. 26; β, p. 61; § I.28); «el carácter subordinado de instrumento político que hace que pertenezca al dominio de la inteligencia pura» (2 α, p. 26; β, p. 61; § I.28); «el odio, la enemistad y la violencia primitiva, que deben ser considerados como un ciego impulso natural» (3 α, p. 26; β, p. 61; § I.28). La «maravillosa trinidad» emerge así del intento de Clausewitz por implementar tres relaciones dialécticas con intención de estructurar su teoría de la guerra. Le seguiremos la pista a cada una de estas tres formas dialécticas en su orden usando ilustraciones del libro i. Antes de emprender la exposición de la estructura de esta trinidad, Clausewitz dejó en claro que ya le había dado la espalda a su teoría previa de la guerra exitosa83 y relegó su noción de guerra absoluta a ser tan sólo un punto de referencia abstracto para ser usado en la práctica. Efectivamente, el parágrafo 10 del capítulo 1, titulado 83 Tal como lo hemos visto, el primer Clausewitz entendía una teoría de la guerra a la manera de un imperativo para desatar las fuerzas de la guerra de sus restricciones de orden institucional y luego producir una guerra absoluta real. En el capítulo 1 del libro i, el último Clausewitz hace un cambio hacia una noción instrumental de lo bélico, al considerar los objetivos de la guerra limitada y la limitación que implica la fricción. Clausewitz y Sociedad 135 Las probabilidades de la vida real toman el lugar de lo extremo y lo absoluto exigidos por la teoría anuncia a este respecto: De este modo, todo el campo de la guerra deja de estar sujeto a la ley estricta de las fuerzas compelidas hacia el punto extremo. Dado que no se busca ni se evita ya lo extremo, se deja que la razón determine los límites del esfuerzo, y esto sólo puede ser hecho por la ley de las probabilidades, de acuerdo con los datos suministrados por los fenómenos del mundo real (Clausewitz, i, 1, § 10, α, p. 15; β, p. 46)84. En contraste con la aproximación estrictamente instrumental del primer Clausewitz en torno a la política —entonces concebida como meras limitaciones socio-políticas a la escalada de la guerra y a la liberación de las fuerzas brutales del pueblo en la guerra— el pasaje citado muestra que, por el contrario, el último Clausewitz estaba también interesado en las implicaciones del objetivo político que es propio de la guerra dentro de la multiplicidad de sus formas. Relación antitética entre estrategia y política En principio, la concepción dialéctica suscitada a partir de esta cuestión en el libro viii con el que se cierra De la guerra es de donde nace una nueva relación antitética entre estrategia y política, que inspiró todo el pensamiento de Clausewitz. Esto explica el fuerte contraste con los capítulos intermedios, enfocados más bien en la relación antitética entre táctica y estrategia (Strachan, 2007, p. 108). De ahí en adelante, política y estrategia aparecen ligadas de una forma contradictoria. Desde Jena y los años de reforma, Clausewitz consideró el papel de la política solo para eliminar las limitaciones que ella había impuesto sobre la estrategia —o sea, como orden político que remite a las ideologías y las instituciones de carácter sociopolítico—. El cuerpo central del texto que compone De la guerra está atravesado por tal problemática. A partir de 1827 —y por vez primera en el libro viii— la política tiene que limitar la estrategia. Tanto más una intención política resulte ser autoritaria por sobre la guerra, cuanto más la guerra se habrá de distanciar de su propia esencia, esto es, de la guerra absoluta abstracta (Strachan, 2007, pp. 150 y 177). Pero la guerra podría invertir esta dominancia por el hecho de imponer su propia dinámica natural a la política a través de la escalada a los extremos y el aumento de 84 (xxvi) Auf diese Weise wird dem ganzen kriegerischen Akte das strenge Gesetz der nach dem Äußersten getriebenen Kräfte genommen. Wird das Äußerste nicht mehr gefürchtet und nicht mehr gesucht, so bleibt dem Urteil überlassen, statt seiner die Grenzen für die Anstrengungen festzustellen, und dies kann nur aus den Daten, welche die Erscheinungen der wirklichen Welt darbieten, nach Wahrscheinlichkeitsgesetzen geschehen. (p. 24). (N. del Trad.) 136 PHILIPPE DUFORT la pasión en las personas. Aquí el libro viii viene a introducir la primera dialéctica fundamental de una teoría de la guerra (Clausewitz, viii, 6, B, pp. 565 y s). La idea fue, después, importada al libro i como la relación antitética entre estrategia y política que resultó ser clave para consolidar su filosofía de la guerra85: Vemos, por lo tanto, que la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de esta por otros medios (Clausewitz, i, 1, § 24; α, p. 24; β, p. 58)86. Así que la estrategia depende de la política. Y, como tal, la política tiene un efecto restrictivo inherente sobre la naturaleza de la guerra, privándola (con la fricción) de alcanzar su forma absoluta en la realidad. Mientras desarrollaba esta idea, Clausewitz especificó lo que él mismo entendía por política aquí. En su papel restrictivo, consideró que la política: une y reconcilia dentro de sí todos los intereses de la administración interna y también los de la humanidad y todo aquello que la mente filosófica pueda traer a colación, porque no es nada en sí misma, sino una mera representación de todos esos intereses hacia otros Estados (Clausewitz, viii, 6, B; α, p. 567)87. En otras palabras, los intereses externos y la ideología de la administración determinan la estrategia88. Esta posición está en las antípodas de la comprensión inicial de Clausewitz sobre la relación entre estrategia y política89. En realidad, tal como lo hemos visto, en sus escritos previos acerca de la guerra absoluta, la noción compleja de estrategia apuntaba exactamente a su opuesto —que era liberar la guerra de las ataduras 85 El parágrafo 11 del libro i se abre con la conclusión del libro viii. Clausewitz reconsideró así las consecuencias de la pluralidad de formas de la guerra para su teoría de guerra absoluta en la primera mitad del libro i, capítulo 1. 86 (xxvii) So sehen wir also, daß der Krieg nicht bloß ein politischer Akt, sondern ein wahres politisches Instrument ist, eine Fortsetzung des politischen Verkehrs, ein Durchführen desselben mit anderen Mitteln. (p. 34). (N. del Trad.) 87 (xxviii) Daß die Politik alle Interessen der inneren Verwaltung, auch die der Menschlichkeit, und was sonst der philosophische Verstand zur Sprache bringen könnte, in sich vereinigt und ausgleicht, wird vorausgesetzt; denn die Politik ist ja nichts an sich, sondern ein bloßer Sachwalter aller dieser Interessen gegen andere Staaten. (p. 676). (N. del Trad.) 88 Aquí «política» hace referencia al objetivo político de la guerra [der politischen Zweck des Krieges, p. 25] que promulga un gobierno —o cualquier otro tipo de beligerante— mediante una evaluación razonable (Clausewitz, i, §§ 9-11; α, pp. 15-17; β, pp. 46-8 /24-26; §23; α, p. 23; β, pp. 57-8 /34). En otros textos, especialmente los de los años de reforma, Clausewitz alude a Politik en términos de orientación de partido o disposición institucional en un sistema de gobierno. 89 Como se expuso, esto resulta de un análisis comparativo de las diferentes formas de guerra —«desde la guerra de exterminio al mero estado de vigilancia armada» (Clausewitz, i, 1, § 11, p. 17) [von dem Vernichtungskriege hinab bis zur bloßen bewaffneten Beobachtung] (p. 26). Clausewitz y Sociedad 137 impuestas por la política90 y así movilizar las fuerzas vivas de la sociedad en la guerra—. Clausewitz reconoció dicha tensión91 en el interior de su propia perspectiva y, sin embargo, no rechazó su apreciación hecha durante los años de reforma. Sobre esto dijo: “Pero el objetivo político no es, por ello, regla despótica; debe adaptarse a la naturaleza de los medios a su disposición, y de tal modo, cambiar a menudo completamente, aunque se le debe considerar siempre en primer término” (Clausewitz, i, 1, §23; α, p. 23; β, pp. 57-8)92. Para conciliar estas dos posiciones antitéticas, colocó al estratega como el sujeto de la relación dialéctica que media entre la política y la estrategia: El arte de la guerra en general, y el jefe que la conduce en cada caso particular, pueden exigir que las tendencias y los planes políticos no sean incompatibles con estos medios, y esta exigencia no es insignificante, pero por más que reaccione poderosamente en casos particulares sobre los designios políticos, debe considerársela siempre como una modificación de estos: el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra constituye el medio, y el medio no puede ser nunca considerado separadamente del objetivo (i, 1, §24; α, p. 24; β, p. 58)93. La mayor aspiración de quien concibe una estrategia, en consecuencia, es leer los procesos históricos que transforman la sociedad y movilizar los medios potenciales que esta pueda suministrar. En el libro viii Clausewitz estableció primero este vínculo entre transformación social y estrategia, justo cuando analizaba las repercusiones de la Revolución Francesa en los modos de adelantar la guerra: Solamente si la política se hubiera elevado hacia una apreciación justa de las fuerzas que habían despertado en Francia y de las nuevas relaciones en el estado político de Europa, la política podría haber previsto las consecuencias que habían de sobrevenir con respecto a las grandes características de la guerra; y sólo por este camino podría 90 Pero la política en este caso se entiende como reformas internas: “Si la política [Politik] es justa, es decir, si logra sus fines, sólo podrá afectar a la guerra favorablemente, en el sentido de esa política. Allí donde esa influencia se desvía del fin, la causa ha de buscarse sólo en una política equivocada” (Clausewitz viii, 6, B, p. 569) [Ist die Politik richtig, d. h. trifft sie ihr Ziel, so kann sie auf den Krieg in ihrem Sinn auch nur vorteilhaft wirken; und wo diese Einwirkung vom Ziel entfernt, ist die Quelle nur in der verkehrten Politik zu suchen] (p. 678). 91 Sin duda, la política como limitación sobre la materialización de la forma ideal de la naturaleza de la guerra en su escalada extrema es claramente contradictoria con el proyecto reformista de Clausewitz y su comprensión inicial del papel de la política en dar rienda suelta a las fuerzas del pueblo en la guerra. 92 (xxix) Aber der politische Zweck ist deshalb kein despotischer Gesetzgeber, er muß sich der Natur des Mittels fügen und wird dadurch oft ganz verändert, aber immer ist er das, was zuerst in Erwägung gezogen werden muß. (p. 36). (N. del Trad.) 93 (xxx) […] das kann die Kriegskunst im allgemeinen und der Feldherr in jedem einzelnen Falle fordern, und dieser Anspruch ist wahrlich nicht gering; aber wie stark er auch in einzelnen Fällen auf die politischen Absichten zurückwirkt, so muß dies doch immer nur als eine Modifikation derselben gedacht werden, denn die politische Absicht ist der Zweck, der Krieg ist das Mittel, und niemals kann das Mittel ohne Zweck gedacht werden. (p. 34). (N. del Trad.) 138 PHILIPPE DUFORT haber llegado a adoptar un punto de vista correcto sobre el alcance de los medios necesarios y el mejor uso que podía hacerse de ellos (Clausewitz, viii, 6, B; α, p. 571)94. Siempre desde el seno de esta antítesis95, al considerar a Clausewitz en lo relativo a su trayectoria y contexto propios, sin duda aquí la estrategia es restablecida —no negada— tal como en el caso de las reformas sociales. De un lado, permanece la tensión entre el papel de la política como factor esencial que determina la conducción de la guerra y la política como acción total de la guerra, que es lo que la desata, hasta donde lo permitan las fuerzas explosivas que contiene. Pero, de otro lado, en medio de todo está el estratega, o el estratega filósofo96. Tal es la primera dialéctica y el primer pilar que estructura su concepción de la trinidad bélica (véase de nuevo figura 20). Relación antitética entre política y pasiones La segunda dialéctica opone la política —como «inteligencia directora» o razón pura (Clausewitz viii, 6, B; α, p. 56897; Herberg-Rothe 2007, p. 165)— a las pasiones. De un lado, esta razón encarna el espíritu de la época y dicta la identidad e ideología del pueblo. En tiempos bélicos, esta misma razón define los objetivos de la guerra en consecuencia. Pero, para Clausewitz, la guerra absoluta —en su forma abstracta/ideal— tiene su propia naturaleza y dinámica, y puede sobrepasar los objetivos de la política a través de la escalada a los extremos: 94 (xxxi) Nur wenn die Politik sich zu einer richtigen Würdigung der in Frankreich erwachten Kräfte und der in der Politik Europas neuentstehenden Verhältnisse erhob, konnte sie das Resultat vorhersehen, welches für die großen Lineamente des Krieges daraus entstehen würde, und nur auf diese Weise auf den notwendigen Umfang der Mittel und die Wahl der besten Wege geführt werden. (p. 681). 95 Considerar a Clausewitz como el precursor de la separación contemporánea —y subordinación— de lo militar y el gobierno civil es una interpretación sesgada y anacrónica. Dicha promesa de la división de tareas entre los militares (guerra) y los políticos (política) es claramente regresiva en relación con su propuesta general de entrelazar la estrategia y la política de manera dialéctica. 96 Clausewitz se aventuró a calificar lo que un estratega filósofo podría considerar como la forma más alta de estrategia, aunque en la traducción inglesa de Paret y Howard se haya vertido esta expresión como “thoughtful strategist” [estratega atento], el texto original en alemán remite a un matiz de carácter filosófico [philosophischen Strategen] (Clausewitz, viii, 6, B, p. 680). Al comentar la índole del genio militar escribió: “Evidentemente estamos acostumbrados a pensar en el soldado simple y eficiente como lo opuesto a los hombres meditativos [...] y que destacan por su formación intelectual” (Clausewitz, i, 3, p. 51) [Freilich ist man gewohnt, den einfachen tüchtigen Soldaten als einen Gegensatz zu denken zu den meditativen [...] und den in Bildungsschmuck]. (p. 68). 97 (xxxii) die Intelligenz (p. 677). Clausewitz y Sociedad 139 La guerra de una comunidad (…) surge siempre de una circunstancia política, y se pone de manifiesto por un motivo político. Por lo tanto, es un acto político. Ahora bien, si en sí misma fuera un acto completo e inalterable, una manifestación absoluta de violencia, como tuvimos que deducir de su concepción pura, desde el momento en que se pone de manifiesto por la política, tomaría el lugar de la política y como algo independientemente de ella, la dejaría a un lado y sólo se regiría por sus propias leyes; del mismo modo que cuando se dispara una mina, no es posible ya cambiar su rumbo hacia ninguna otra dirección fuera de la marcada en los ajustes previos (Clausewitz, i, 1, §23; α, p. 23; β, p. 57)98. Aquí Clausewitz introdujo la dialéctica entre estas dos tendencias contradictorias: la dominancia de la política como un conjunto de restricciones para la guerra y la pasión como “una fuerza explosiva” en el contexto bélico. En forma de antítesis, prosiguió luego de replantear la limitación que es propia de las guerras reales que resistirían la tendencia inexorable hacia los extremos: Como hemos visto, la guerra en el mundo real, no es un acto extremo que libera su tensión en una sola descarga […] La guerra es, por así decirlo, una pulsación regular de violencia, de mayor o menor vehemencia, y que, en consecuencia, libera las tensiones y agota las fuerzas en una forma más o menos rápida o, en otras palabras, conduce a su objetivo con mayor o menor rapidez. Pero siempre tiene duración suficiente como para ejercer, durante su curso, una influencia sobre ese objetivo, de modo que su dirección puede cambiar en uno y otro sentido. En resumen, puede durar lo suficiente como para estar sujeta a la voluntad de una inteligencia directora (Clausewitz, i, 1, §23; α, p. 23; β, pp. 57-8)99. Semejante relación dialéctica entre pasión y razón/política constituye el segundo pilar fundamental de su trinidad bélica. La política puede definir el objetivo de la guerra cuando lo dicta a sus estrategas, pero el despliegue de la fuerza brutal del pueblo que instrumentalizan los militares puede provocar una transformación radical de las identidades e ideologías y, como consecuencia, alterar tanto lo político 98 (xxxiii) Der Krieg einer Gemeinheit [...] geht immer von einem politischen Zustande aus und wird nur durch ein politisches Motiv hervorgerufen. Er ist also ein politischer Akt. Wäre er nun ein vollkommener, ungestörter, eine absolute Äußerung der Gewalt, wie wir ihn uns aus seinem bloßen Begriff ableiten mußten, so würde er von dem Augenblicke an, wo er durch die Politik hervorgerufen ist, an ihre Stelle treten als etwas von ihr ganz Unabhängiges, sie verdrängen und nur seinen eigenen Gesetzen folgen, so wie eine Mine, die sich entladet, keiner anderen Richtung und Leitung mehr fähig ist, als die man ihr durch vorbereitende Einrichtungen gegeben. (p. 33). (N. del Trad.) 99 (xxxiv) Der Krieg der wirklichen Welt ist, wie wir gesehen haben, kein solches Äußerstes, was seine Spannung in einer einzigen Entladung löst [...] so ist er gewissermaßen ein Pulsieren der Gewaltsamkeit, mehr oder weniger heftig, folglich mehr oder weniger schnell die Spannungen lösend und die Kräfte erschöpfend; mit anderen Worten: mehr oder weniger schnell ans Ziel führend, immer aber lange genug dauernd, um auch noch in seinem Verlauf Einfluß darauf zu gestatten, damit ihm diese oder jene Richtung gegeben werden könne, kurz, um dem Willen einer leitenden Intelligenz unterworfen zu bleiben (pp. 33-4). (N. del Trad.) 140 PHILIPPE DUFORT como el objetivo de la guerra. A título de ejemplo de esta dinámica compleja que implica la maravillosa trinidad, una guerra limitada por razones geopolíticas entre naciones vecinas puede convertirse en una guerra total después de que las pasiones que generan la exaltación del combate y el dolor de los sacrificios embrazan a la razón política. El movimiento de las pasiones así puede quebrantar las instituciones y las ideas políticas que parecían inmovibles antes de la guerra100. Esto tiende a empujar la guerra de aquí para allá desde un razonamiento limitado a una ferviente escalada (ver de nuevo figura 20). Relación antitética entre pasiones y estrategia Una tercera dialéctica entre las pasiones y la esfera de la estrategia (es decir, la tensión entre el ámbito de la probabilidad y del azar, de un lado, y el ámbito de la identidad, de la emoción y de la moral, de otro) se da en la trinidad ideada por Clausewitz, si bien queda sin desarrollar en el libro i. La dirección inicial de la dialéctica —el papel de las pasiones y la moral para comenzar a planear la estrategia— es un tema central en la vida intelectual del pensador prusiano101. La interrelación entre estrategia y pasiones emerge al comienzo del libro i, mientras son introducidos los otros dos primeros componentes de la trinidad: la política y las pasiones. Se argumenta que la política materializa su fascinación sobre el acto bélico en el momento mismo de la determinación de los “límites del esfuerzo” que sea necesario hacer —y la correspondiente escala de ataque por adoptar— con miras a obtener el “objeto político de la guerra” (Clausewitz i, 1, §§ 10 y 11; α, pp. 15-6; β, pp. 46-8)102. En esa etapa, el estratega debe “deducir” sus planes en relación con las pasiones del adversario, y actuar en consecuencia “de acuerdo con la ley de las probabilidades”, cuyos “datos” son suministrados por “la situación real” (i, 1, § 10): Un mismo objetivo político puede producir reacciones diferentes, en diferentes naciones y aun en una misma nación, en diferentes épocas. Por lo tanto, es posible dejar que el objetivo político sirva como norma, siempre que tengamos presente su influencia sobre las masas a las que debe afectar. Corresponde considerar, pues, la naturaleza de estas masas (i, 1, § 11; α, p. 16; β, p. 47, las cursivas en el original)103. 100 El poder de subversión social de la guerra toma raíces en esta incertidumbre ontológica fundamental. 101 Ver los ejemplos del libro iii, capítulo 17 y del libro vi, capítulo 6 (citados también en Strachan, 2007, pp. 182 y s.). 102 (xxxv) “die Grenzen für die Anstrengungen” […] “der politische Zweck des Krieges” (p. 25). (N. del Trad.) 103 (xxxvi) Ein und derselbe politische Zweck kann bei verschiedenen Völkern, oder selbst bei ein und demselben Volk, zu verschiedenen Zeiten ganz verschiedene Wirkungen hervorbringen. Wir können also den Clausewitz y Sociedad 141 Clausewitz continúa luego aludiendo a lo que ha de ser examinado como el resultado más esperable de una acción recíproca entre dos pueblos: “pueden existir tales tensiones y tal cúmulo de sentimientos hostiles que un motivo para la guerra, insignificante en sí mismo, puede llegar a generar, no obstante, un efecto totalmente desproporcionado, como es el de una verdadera explosión” (Clausewitz, i, 1, § 11; α, p. 16; β, pp. 47-8)104. Según lo hemos mostrado en nuestro estudio, Clausewitz llegó a ser plenamente consciente del papel cumplido por las pasiones en la guerra, desde que lo observara así a la edad de 12 años en las trincheras de Mainz. Clausewitz hace de la consideración y del cultivo de las pasiones que provocan una moral alta una tarea esencial del estratega (e inversamente con el enemigo). Así que para Clausewitz, la pasión del pueblo —como fuerza explosiva o moral— es una consideración central en la guerra y su instrumentalización bajo la forma del desencadenamiento de la fuerza brutal del pueblo se convertirá en una parte fundamental de la planeación estratégica105. La orientación antitética de la dialéctica se discute mediante la presentación del tercer componente principal que forma parte de la trinidad —“el juego del azar y las probabilidades, que hacen de la guerra una actividad libre de emociones”—, es decir, el dominio propio del estratega frente a la incertidumbre de la acción en la guerra. Al exponer el atributo moral que hace virtuoso a un comandante capaz de producir planeación estratégica en este ambiente de contingencia extrema, Clausewitz (i, 1, § 22; α, p. 22; β, p. 56) observó cómo “en el arte de la guerra hay que actuar con fuerzas vivas y morales” y que el comandante no está excluido de semejantes determinantes de orden emocional (Strachan, 2007, p. 126). Durante la presentación relativa al atributo moral de un genio militar, Clausewitz (i, 3; α, politischen Zweck nur so als das Maß gelten lassen, indem wir uns ihn in Einwirkungen auf die Massen denken, die er bewegen soll, so daß also die Natur dieser Massen in Betrachtung kommt (p. 25). (N. del Trad.) 104 (xxxvii) Es können […] sich solche Spannungen, eine solche Summe feindseliger Elemente finden, daß ein an sich sehr geringes politisches Motiv des Krieges eine weit über seine Natur hinausgehende Wirkung, eine wahre Explosion hervorbringen kann (pp. 25 y s.). (N. del Trad.) 105 A la luz de lo expuesto en el libro iii, capítulo 4, Los principales poderes morales, Clausewitz anota: «En consecuencia, no puede negarse que la influencia del espíritu nacional y el hábito de un ejército hacia la guerra proporcionan una mayor esfera de acción […]. El espíritu nacional de un ejército (entusiasmo, fervor fanático, fe, opinión) se pone de manifiesto sobre todo en la guerra de montaña, donde todo el ejército, hasta el soldado raso, queda librado a sus propias fuerzas. Por esta razón, las montañas son los mejores terrenos de campaña para los soldados rasos» (Clausewitz iii, 4, p. 130) [Es ist also nicht zu leugnen, daß, wie die Sachen jetzt stehen, dem Volksgeist und der Kriegsgewohnheit des Heeres ein um so größerer Spielraum bleibt [...]. Der Volksgeist des Heeres (Enthusiasmus, fanatischer Eifer, Glaube, Meinung) spricht sich im Gebirgskriege am stärksten aus, wo jeder sich selbst überlassen ist bis zum einzelnen Soldaten hinab. Schon darum sind Gebirge für Volksbewaffnungen die besten Kampfplätze] (p. 159). 142 PHILIPPE DUFORT pp. 39-40; β, p. 82)106 discutió también los efectos de motivaciones positivas tales como “el patriotismo [o] el entusiasmo de cualquier clase”107. Este atributo “es más bien una emoción, un sentimiento, que una condición permanente (…); a veces acrecienta el poder [de la inteligencia], pero también a menudo le causa perplejidad” (i, 3, p. 40)108. Por medio del retorno de sus convicciones previas acerca de una guerra absoluta, Clausewitz evocó de forma reflexiva su propio entusiasmo que empañaba aquellas opiniones de antaño: Todo cambia de aspecto, sin embargo, al pasar del mundo abstracto a la realidad. En la abstracción, todo permanecía supeditado al optimismo; era preciso concebir que ambos campos no sólo se inclinarían por la perfección, sino también por lograr conseguirla (i, 1, § 6; α, p. 13; β, pp. 42-3; las cursivas son mías)109. Esta cita ilustra cómo la avidez reflexiva de Clausewitz había ganado la partida sobre sus lecturas deformadas por sus ideales ideológicos y abstractos, tras la penumbra de las guerras napoleónicas. Como lo hemos expuesto ya, tal revisión fue el resultado de un análisis a posteriori de la Campaña de Rusia. En ese momento superó su fascinación por Napoleón. Su «optimismo» previo de lograr una guerra total de revancha contra un enemigo idealizado se había desvanecido para 1827. Luego volvió sobre sus pasos para refutar lo que entonces supuso era la naturaleza de la guerra absoluta en Napoleón antes de la Campaña de Rusia. El trabajo inicial de Clausewitz —siguiendo su propia línea de pensamiento— estaba enceguecido por sus pasiones patrióticas ocultas bajo una teoría de la guerra idealizada. En el siguiente capítulo, Clausewitz señaló que el atributo mental es un factor de peso —en el nivel táctico, pero esencialmente en el nivel estratégico110— “que no pierde su equilibrio ni aún a impulso de los estímulos más violentos” (Clausewitz i, 3; α, 106 (xxxviii) [...] kann der Mut aus positiven Motiven hervorgehen wie Ehrgeiz, Vaterlandsliebe, Begeisterung jeder Art (p. 54). (N. del Trad.) 107 Clausewitz (i, 3, p. 44) asimismo discute el atributo referente a la ambición. De forma muy similar al tratamiento que le dio Maquiavelo al atributo de un príncipe exitoso, procede a ofrecer una redefinición retórica de la ambición desde la comprensión común y peyorativa del término que se hace manifiesta en la expresion alemanas Ehrgeiz [codicia de honores] hacia Ruhmsucht [deseo de gloria] que implica una aprobación normativa (p. 60). 108 (xxxix) [...] steigert ihn zuweilen, verblendet ihn aber auch oft (p. 54). (N. del Trad.) 109 (xl) Anders aber gestaltet sich alles, wenn wir aus der Abstraktion in die Wirklichkeit übergehen. Dort mußte alles dem Optimismus unterworfen bleiben, und wir mußten uns den einen wie den anderen denken, nicht bloß nach dem Vollkommenen strebend, sondern auch es erreichend (p. 21). (N. del Trad.) 110 Ver lo dicho por Strachan (2007, pp. 126-7), quien pone el énfasis sobre el nivel estratégico. Vid. también Clausewitz (i, 1, 3, p. 52) para la observación de que “las políticas de estado en sus relaciones más elevadas” [die höheren Staatsverhältnisse] (p. 70) requieren una mayor perspicacia. Clausewitz y Sociedad 143 p. 46; β, p. 91; las cursivas en el original)111. La estrategia que instrumentaliza las pasiones (moral) y las pasiones que tuercen al pensamiento estratégico (identidad e ideología): esa es la tercera y última relación dialéctica que estructura la trinidad concebida por Clausewitz (ver por última vez la figura 20). El primer capítulo termina con la teoría de la guerra clausewitziana como «maravillosa trinidad» compuesta de pasión, razón y juego de las probabilidades —“el todo en su íntima conexión” (i, 1, § 1; la cursiva en el original)—, según la forma en que Clausewitz la concibió. Esta trinidad es una síntesis esquemática de la dialéctica entre los componentes principales que estructuran su teoría de la guerra, lo cual es sólo la ilustración de lo que él luego representó mediante la trinidad mejor conocida de pueblo, gobierno y ejército112. La trinidad de modo persistente ha inspirado tanto a hombres de Estado como a estrategas desde la primera publicación del libro en 1832. Por una parte, la trinidad abarca algunas de las cuestiones teóricas más fundamentales que encaran los estadistas y los estrategas cuando se enfrentan con la realidad de la guerra. Como queda ilustrado en esta trinidad de orden concreto, la relación de los gobiernos con los estrategas —quienes son tanto funcionarios como consejeros— implica desafíos normativos que han preocupado a investigadores y empleados públicos desde entonces. El exsecretario de Estado y general de cuatro estrellas Colin Powell recurrió a la trinidad no abstracta de pueblo, gobierno y ejército en el momento de comprender lo que terminó saliendo mal en la Guerra de Vietnam. Los cuestionamientos de Powell respecto a la fijación del objetivo político en la guerra y su corolario en términos de esfuerzos militares todavía resuenan en el momento de la retirada de las tropas de Estados Unidos de Irak y Afganistán. Cuando se tiene a la vista estas opciones, la consideración del apoyo de la pobla111 (xli) [...] ein starkes Gemüt ist ein solches, welches auch bei den heftigsten Regungen nicht aus dem Gleichgewicht kommt (p. 61). (N. del Trad.) 112 Se ha creído equivocadamente que esta última versión representa la esencia del legado de Clausewitz, mientras que su trinidad original deja abierto el análisis a otras formas de gobierno y es más abstracta y contingente en sus relaciones. En efecto, la mayoría de militares profesionales conoce esta trinidad secundaria y dependiente de actores precisos en la guerra (pueblo, ejército, gobierno) —como ocurre en Penser la guerre de Aron (1976), en Summers (1982) o en van Creveld (1991)—. Sin embargo, esto sigue siendo una lectura sesgada de la trinidad de Clausewitz, una vez que dicha trinidad conformada por actores formales es el fruto de aquella trinidad más fundamental de atributos morales que son definitorios y operativos en su teoría de la guerra: tres tendencias que cambian de manera continua las características de la naturaleza de la guerra (pasiones, incertidumbre de combate, subordinación como instrumento de la política [razón]) (Strachan, 2007, p. 178). Tal como Clausewitz explicó su relación (i, 1, § 28, pp. 25 y s.), tales tendencias no son fijas, sino dinámicas. HerbergRothe (2007, p. 6) convincentemente refutó la comprensión jerárquica y adaptativa de Summers y van Creveld en lo relativo a sus elementos y organización: “Pese a la posibilidad de aplicar estos ejemplos de uso [pueblo, ejército, gobierno], no puede haber duda de que Clausewitz definió la trinidad de una forma diferente y en un sentido mucho más amplio, menos contingente y más conceptual”. 144 PHILIPPE DUFORT ción —en términos de política exterior y de patriotismo desapasionado— aún hoy constituye un tema central para quienes hacen las políticas. Por otra parte, la maravillosa trinidad ha inspirado a los estrategas más innovadores en muchos aspectos. Primero, las proposiciones clausewitzianas estimularon la evaluación compleja del papel cumplido por las sociedades a la hora de hacer la guerra. Si se lo entiende a través de dos trinidades enfrentadas con centros de gravedad a menudo distintos, los planes de guerra abarcan la cobertura de medios, el activismo o la política partidista, la planeación de presupuestos e incluso el entretenimiento y la cultura. En realidad, fomentar el nacionalismo (o cualquier otra identidad ideológica) para servir al propósito de la movilización belicosa es todavía un aspecto central de los conflictos contemporáneos, ya sea en países como Colombia, Afganistán, EE.UU., Israel/Palestina o, en Egipto, tras los acontecimientos de la «primavera árabe»113. Segundo, la distorsión en la organización estratégica por el «espíritu del tiempo» (pasiones o ideologías) ha tenido consecuencias importantes sobre el resultado de varias guerras. Por poner un ejemplo, Porter (2009) recurrió a la trinidad para exponer los mitos coloniales hoy reformados dentro del último «cambio cultural» en el pensamiento militar. La identidad «clausewitziana» de los estrategas occidentales —imaginados como soldados profesionales combatiendo en una forma ordenada y racional— los lleva a proyectar la «alteridad» sobre sus enemigos como «un eufemismo para estereotipos simplistas» bajo el rótulo de antropología militar114. Esta falta de reflexividad todavía está en la raíz de crasos errores en la planeación estratégica. El uso de los tres tipos fundamentales de tensión dialéctica ideados por Clausewitz para apreciar la situación concreta de la guerra, continúan siendo válidos como herramienta cognitiva crítica que permite evitar tales dificultades. En resumen, el esquema de la trinidad ofrece diferentes puntos de acceso a los investigadores, legisladores y estrategas que deseen apreciar sus propios objetos de estudio desde una perspectiva original. Ese es el legado de Clausewitz que, tras su muerte, ha fascinado a los grandes pensadores de la estrategia, de acuerdo con sus respectivas preocupaciones e intereses. Todas las generaciones de estrategas —de 113 (xlii) En su libro Redes de indignación y esperanza (2012) Manuel Castells ha hecho una aproximación sociológica al fenómeno de la «primavera árabe» en donde se toma en cuenta el uso colectivo de las nuevas tecnologías en el contexto de la guerra civil y la violencia revolucionaria. En especial, ver los capítulos 2 y 3 del libro para los casos de la revolución egipcia y los levantamientos árabes, respectivamente. (N. del Trad.) 114 Porter recurrió a la lectura de Shultz y Dew sobre los enemigos de Somalia (2006, pp. 5 y s., citados por Porter 2009, p. 68) para ponerla como el ejemplo paradigmático de las tergiversaciones generadas por el enfoque de las nuevas guerras: “los caciques de tribus y clanes no empleaban la guerra como instrumento político calculado y de sangre fría […] más bien se luchaba por propósitos y deseos psicosociales”. Cfr. Kaldor (1999) quien se presenta como la punta de lanza de la perspectiva de las nuevas guerras. Clausewitz y Sociedad 145 Moltke a Powell, pasando por Mao— buscaban ideas refrescantes e innovadoras con base en sus lecturas selectivas de una obra tan vasta y rica como De la guerra. Su comprensión parcial y el distinto énfasis puesto en este o aquel punto de la dialéctica clausewitziana solamente subrayan la influencia ejercida por su particular «espíritu del tiempo» en el que vivieron. La temprana muerte de Clausewitz dejó su obra magna en un estado incompleto y contradictorio. Sus contribuciones más destacadas —la guerra como la continuación de la política por otros medios y la maravillosa trinidad— aparentemente permanecen en una tensión recíproca. El primer aporte impuso la primacía fundamental de la política por sobre la guerra, mientras que el último incluía la política sólo como una de las tres tendencias que definen su teoría de lo bélico. Es solo hasta ahora que los estudios contextualizados han expuesto las ideas de Clausewitz en sus propios términos. No obstante, bastó con que De la guerra revelase las contradicciones inherentes a los procesos socio-históricos, las identidades, las emociones y las ideologías a los que se enfrentan las investigaciones adelantadas sobre estrategia, para asegurarle a su autor la talla mundial de genio entre los pensadores estratégicos occidentales de los últimos siglos. Figura 21. Facsímil de la portada de la versión inglesa de Vom Kriege (On War, De la guerra, 2007) de Clasusewitz, publicada por Oxford World’s Classics (2007), traducida por Michael Howard y Peter Paret. La primera versión data de 1976 y apareció con el sello editorial Princeton University Press, de la Universidad de Princeton. “En una palabra, hasta las naciones más civilizadas pueden inflamarse con pasión en el odio recíproco” (Clausewitz, 1960, p. 10; 1984, p. 39). CAPÍTULO X Conclusión Más probablemente en razón de que sus objetivos prácticos son a corto plazo, los estudios estratégicos no han incorporado integralmente el legado crítico de Clausewitz. Hoy en día, los esfuerzos recientes en los estudios clausewitzianos han identificado y explicado las raíces de las contradicciones más profundas en la obra de Clausewitz, pero como pensadores estratégicos, todavía tenemos que aventurarnos más allá de las propias líneas trazadas por el filósofo de la guerra de una manera satisfactoria. Tras seguirles la pista a las condiciones socio-históricas y personales que llevaron al nacimiento de De la guerra, uno puede ver las múltiples dinámicas divergentes que contribuyeron a acrecentar la fértil mentalidad estratégica de Clausewitz. El examen de los estudios clausewitzianos anteriores que ponen en contexto su obra —una vez proporcionan el escenario social, político y personal como una especie de lente a través de la cual es posible apreciar su trabajo— ha demostrado que el pensamiento innovador excepcional de Clausewitz no debe interpretarse como el fruto de un ingenio inalcanzable. Por el contrario, un análisis de sus escritos, tomados en contexto, demuestra que las circunstancias personales, los círculos sociales politizados y las ricas influencias intelectuales, tuvieron en conjunto un papel decisivo en su comprensión radical del fenómeno de la guerra. Tomados transversalmente, los diferentes períodos de su vida ponen de manifiesto dos contribuciones esenciales al pensamiento estratégico innovador que podemos derivar de la teoría de la guerra de Clausewitz, a saber, i) la consideración de varias dimensiones que constituyen la sociedad como los elementos intrínsecos de la planeación estratégica y ii) la especial atención prestada a los impedimentos ideológicos en la evaluación del cambio social. Durante los años en torno a las batallas fundamentales de Jena y Auerstedt, Clausewitz puso el acento en el papel que tuvieron el cambio social y las reformas institucionales. A través de estas últimas, él pretendía mejorar la eficacia con miras a 148 PHILIPPE DUFORT adelantar una guerra absoluta contra los franceses. Creyó así que la estrategia debía ser concebida como algo dependiente de la relación entre dos políticas complejas y cambiantes; el objetivo de la preparación de la guerra era desencadenar las fuerzas de la sociedad para llegar al estado de guerra absoluta. Clausewitz desarrolló ideas relacionadas con la transformación de la sociedad —incluso hablaba de una revolución— con el fin de transformar, cultivar y entonces instrumentalizar todas las fuerzas sociales vivas. La consideración de los diversos niveles que componen la sociedad (educación, reforma de tierras, élites, etc.) es una característica clave de su reflexión. Lejos de ser aisladas, tales ideas estaban difundidas entre los círculos reformistas y continuaron estrechamente vinculadas al desarrollo posterior de su pensamiento innovador. Se dio inicio a otro período después de 1812, cuando la fe de Clausewitz en el nacionalismo alemán estaba en su punto más álgido. Se enfrentó y opuso a la sumisión del gobierno dinástico de su majestad al imperio de Napoleón. Como lo analizó Strachan (2007), las contingencias que anudaron su vida y su carrera, combinada con el caos político europeo, hicieron que Clausewitz abandonara su fe nacionalista tras sucesivas desilusiones. Después de padecer varias dificultades personales y políticas, Clausewitz se desilusionó del Estado dinástico y de su querida concepción de una nación alemana en armas, lo que motivó un cierto desapego emocional hacia su propio ideal115. Esta situación de soledad y amargura le permitieron a Clausewitz, el “estratega filósofo”116, desarrollar eventualmente la habilidad para elevar su teoría más allá de su experiencia personal y el espíritu patriótico de la época. Al ir más allá de su antigua ideología nacionalista, Clausewitz descubrió las incongruencias presentes en su primera teoría de la guerra absoluta. De ahí en adelante, entendió el papel práctico y la influencia distorsionante de la ideología y las pasiones dentro de sus propias investigaciones. Esta fase sugiere que la identidad y la ideología tienen una función capital en la producción de un conocimiento estratégico innovador. 115 En realidad, el análisis fructífero de los eventos históricos de las guerras napoleónicas se vuelve posible en el pensamiento de Clausewitz, en razón de las profundas perturbaciones que acosaron su espíritu desde 1812. Posteriormente, vivió con una serie de padecimientos físicos, a consecuencia de sus campañas, que nunca se curaron, y lidió también con una larga depresión, que pudo ser el resultado de un trauma de guerra. Constantemente, se quejaba de su falta de oportunidades y fracaso profesional. 116 Clausewitz se aventuró a calificar lo que un estratega filósofo podría considerar como la forma más alta de estrategia, aunque en la traducción inglesa de Paret y Howard se haya vertido esta expresión como “thoughtful strategist” [estratega atento], el texto original en alemán remite a un matiz de carácter filosófico [philosophischen Strategen] (Clausewitz, viii, 6, B, p. 680). Al comentar la índole del genio militar escribió: “Evidentemente estamos acostumbrados a pensar en el soldado simple y eficiente como lo opuesto a los hombres meditativos [...] y que destacan por su formación intelectual” (Clausewitz, i, 3, p. 51) [Freilich ist man gewohnt, den einfachen tüchtigen Soldaten als einen Gegensatz zu denken zu den meditativen [...] und den in Bildungsschmuck]. (p. 68). Clausewitz y Sociedad 149 El tercer período se desarrolló durante los últimos años de su vida, cuando construyó su comprensión de la naturaleza de la guerra y su teoría más lograda acerca de la guerra, trabajo por el cual Clausewitz fue considerado un genio. Las particularidades de su ambiente intelectual y social —no el ingenio natural— se han de ver como la base para el análisis complejo que sirve de telón de fondo a De la guerra. Tal como se lo ha descrito en este libro, la obra revolucionaria de Clausewitz se gestó bajo la influencia de las corrientes crítico-filosóficas de la época. Su teoría de la guerra se estructuró a partir de la aplicación a la estrategia de los métodos críticos que estaban en boga a principios del siglo xix, tales como la lógica dialéctica propuesta por Hegel (Aron 1976, p. 153; Herberg-Rothe, 2007, pp. 121-122; Paret, 2009, p. 139). Estas filosofías estimularon la actitud reflexiva de Clausewitz y le permitieron trascender su concepción anterior respecto de las guerras napoleónicas. En suma, el estudio de la obra de Clausewitz desde una perspectiva contextualista suscita algunas cuestiones importantes. ¿Cuál es el papel de la ideología en la construcción del pensamiento estratégico innovador? ¿Cómo la sociedad percibe al estratega cuando produce dicho conocimiento que está relacionado con la movilización de las fuerzas sociales? ¿De qué forma pueden ayudar los métodos críticos al “estratega filósofo” y servir de apoyo al pensamiento estratégico innovador? Todas estas preguntas dan una idea más clara sobre lo que podría ser una agenda de investigación encaminada a exponer los rasgos que caracterizan la mente de los estrategas más innovadores. Estos rasgos no son la marca exclusiva de un ingenio innato. Por el contrario, se pueden describir como un conjunto de buenas prácticas replicables en la producción del conocimiento estratégico innovador. Aunque hay mucho por aprender del filósofo de la guerra, las respuestas a estas preguntas no se encuentran en los intrincados caminos presentes en su obra magna, sino en el estudio directo de las prácticas militares de estrategas excepcionalmente innovadores. Figura 22. Carl von Clausewitz (1780-1831). Busto de la US War College (Escuela de Guerra de los EE. UU.). Foto de Lothar W. Brenne-Wegener. El busto original se encuentra en la Führungsakademie der Bundeswehr (Academia Militar de la Defensa Federal), Clausewitz-Kaserne (Cuartel Clausewitz), Hamburgo, Alemania. “No porque modifique algo su naturaleza en cada caso concreto, podemos ver en la guerra simplemente un camaleón (…) sino que, constituye una maravillosa trinidad, (…) compuesta del poder primordial de sus elementos, del odio y la enemistad (…), de la probabilidad y el azar (…), y de un instrumento político” (Clausewitz, 1908, p. 51). CAPÍTULO XI Epílogo Los estudios contextualistas clausewitzianos del proyecto Carácter Cambiante de la Guerra (CCG) que se recogen en este texto han sugerido varios índices respecto a las características individuales que están ligadas a la innovación estratégica. Lo más importante es que este análisis de la vida y obra de Clausewitz proporciona una mirada a los aspectos determinantes que pueden entorpecer la producción de un conocimiento estratégico innovador y cómo es posible estudiarlos. En efecto, es importante observar que las turbulentas propuestas de los reformistas prusianos rápidamente chocaron contra los intereses provinciales de la dinastía real y la nobleza. Clausewitz, junto con otros reformistas, tuvo que enfrentar una fuerte oposición por parte de tales círculos conservadores. Además, las mismas facciones reaccionarias buscaban activamente revertir las reformas liberales promulgadas a causa de la guerra. Como lo enfatizó Howard (1976, p. 96), el curso de los operativos militares europeos de la época posnapoleónica y los tratados castrenses contemporáneos hicieron caso omiso de las diferencias cualitativas entre la guerra del Antiguo Régimen y la guerra prusiana de la era reformista. Ello fue el resultado directo de los esfuerzos explícitos de la nobleza por ocultar el legado intelectual de los reformistas. En consecuencia, las ideas de los reformistas —y la interpretación coherente ofrecida por el mismo Clausewitz117— fueron rechazadas durante más de un siglo. Algunos de los pensadores más destacados de los siglos xix y xx, sufrieron los efectos de esta amnesia planeada. Paret resaltó el hecho de que el conde Schlieffen —jefe del Estado Mayor alemán a comienzos del siglo xx— reconociera la ineficacia táctica 117 Aquí me refiero al Clausewitz que lanzó una advertencia contra una tradición que “se convertía en una rutina que negaba los tiempos cambiantes” (Paret, 2009, p. 74) y abogaba por reformas sociales en favor de la preparación de la guerra. 152 PHILIPPE DUFORT del ejército prusiano en la batalla de Jena de 1806. Sin embargo, concluía que la derrota se debió más a la carencia de liderazgo, que a lo anticuado de la doctrina: Ante la afirmación de los reformistas militares después de 1806 en el sentido de que el ejército no se podía modernizar sin cambiar la sociedad y el Estado, Schlieffen un siglo más tarde respondió poniendo el énfasis sobre la estrategia (militar) y el liderazgo, excluyendo el problema de la sociedad y el gobierno (…). Quizá no pudo haber estado consciente de hasta qué punto las creencias arraigadas afectaban sus interpretaciones del presente y el pasado. (Paret, 2009, pp. 31-2). En el imaginario de la interpretación de Schlieffen, la invitación de Clausewitz para abolir las barreras analíticas entre guerra y civilización continuó siendo ignorada por la mayoría de sus lectores118. Si se logran identificar algunos aspectos determinantes en la producción de conocimiento estratégico innovador a partir de la vida de Clausewitz, otros rasgos pueden funcionar exactamente de manera distinta. En realidad, continúa siendo importante subrayar que las fuerzas reaccionarias en Europa borraron activamente de la tradición estratégica y la vida militar todas las características que hicieron de los reformistas prusianos estrategas con un perfil tan innovador. A este respecto, se podría decir que los estudios estratégicos han luchado por mantener una tradición «crítica», siendo continuamente forzados a someterse a la ortodoxia conservadora. Este tipo de análisis abre la puerta para identificar los hallazgos hechos por los pensadores que innovan en el terreno de la estrategia e, inversamente, hallar los impedimentos sociales e ideológicos que son propios de esta especie de innovación. Un análisis similar se podría aplicar en forma heurística a varios contextos con el fin de entender mejor los factores que han estimulado la innovación estratégica en dominios más específicos. Como ejemplo podría mencionarse la campaña contrainsurgente británico-malaya que suscitó gran controversia entre los círculos militares. Sin embargo, pocos se fijan en el hecho de que antes de la llegada del politizado general sir Gerald Templer en 1952 muy poco se había logrado, porque el ejército británico dirimió la cuestión en términos estrictamente militares. Su predecesor, el mayor general Charles Boucher, describió su intención como el intento de “fracturar la concentración insurgente” (citado por Nagl, 2002, p. 67). Nagl (2002, p. 80) anotó que aun si los oficiales subalternos llegaron a impulsar algunos cambios en Malasia antes de la llegada de Templer, “el mando de los niveles alto y medio 118 Frederich von Bernhardi y Berhard Schwertfeger fueron dos de los representantes, entre varios otros, de esta sesgada «tradición clausewitziana», quienes escribieron en la víspera de la Gran Guerra (véase Paret, 2009, pp. 132-138 para el análisis de esta literatura). Clausewitz y Sociedad 153 evidenció una marcada resistencia al cambio”. Nagl agregó que su rigidez intelectual los hacía permanecer “atrincherados en su deseo de luchar en Malasia como lo habían hecho en Europa”. La experiencia político-militar del General Templer es un factor clave en el desarrollo de las estrategias complejas que el ejército británico aplicó bajo su mando en Malasia (Kiszely, 2006, p. 16). Las diferencias en los escenarios ideológicos y sociales de los estrategas clave son de importancia capital al momento de comprender su inclinación por la innovación. Y así parece que hay más en los estudios estratégicos de lo que la tradición estratégica pueda querer reconocer. Según hemos visto, Clausewitz obtuvo su fama perenne por la aplicación a la estrategia de los métodos críticos que estaban en boga a principios del siglo xix, tales como la lógica dialéctica (Aron, 1976, p. 153; Herberg-Rothe, 2007, pp. 121-2; Paret 2009, p. 139)119. Estos fundamentos le permitieron hacer el análisis complejo que animó todas las ideas revolucionarias presentes en su obra. Como ha señalado Paret (2009, p. 138) en relación con los lectores modernos de Clausewitz, las ambigüedades dialécticas eran intelectualmente cómodas en el tiempo de Hegel y Fichte, pero tales nociones resultaron luego áridas para la “generación materialista y positivista” nacida en el siglo xx. Esta última tradición estratégica evitó completamente aquellos temas, mientras siguió siendo dependiente de la inspiración innovadora y crítica del método dialéctico —es decir, por su referencia constante a un libro como De la guerra—. Aunque rico, complejo y estimulante, el contexto intelectual de Clausewitz no estaba permeado sólo por un nacionalismo rampante, sino también por todas aquellas tendencias «filosóficas» contemporáneas. En muchos aspectos, por sus sesgos inherentes, estas últimas han sido discutidas y superadas por el pensamiento moderno y posmoderno. Hay poca duda de que una base informada en las teorías críticas contemporáneas podría ser invocada con objeto de revitalizar los conocimientos estratégicos reflexivos concebidos por Clausewitz y liberar los estudios estratégicos de su dependencia clausewitziana. 119 Su dialéctica demostró tanto las limitaciones de la teoría como su potencial, mientras a la vez tomaba en cuenta la materialidad de las sociedades beligerantes —entendidas estas últimas como comunidades humanas que compiten y están involucradas en una relación conflictiva de carne y hueso sin negar el espíritu de la época (o Zeitgeist)—. Esta página queda intencionalmente en blanco. POSFACIO por JESÚS ALBERTO RUIZ MORA Figura 23. Yelmo de cresta prusiano. Portada de una edición moderna del libro de Clausewitz titulado Nachrichten über Preußen in seiner grossen Katastrophe (Observaciones sobre Prusia en su gran catástrofe, 2001) de Carl von Clausewitz; prólogo del Dr. Peter Ungelter del Institut für vergleichende Taktik (Instituto de Táctica Comparada), publicado en Viena y Leipzig por la editorial Carolingia (Karolinger Verlag, Die Bibliothek von R ***, Biblioteca de la R ***). El libro fue escrito entre 1823 y 1824, cuando Clausewitz era director de la Academia General Militar (Allgemeine Kriegsschule) de Berlín, nombrado por el general Gerhard von Scharnhorst (publicado en 1880 en la colección escritos sueltos de historia de la guerra, editados por el Estado Mayor en 1880, Sección 2 de Historia de la Guerra, cuaderno 10, Berlín, 1880). Allí relata su experiencia personal de la derrota de Prusia en 1806 frente a la Grande Armée comandada por Napoleón. “Cuando, en el año 1806, los generales prusianos (…) se arrojaron [cerca de Jena] dentro de las fauces abiertas para la destrucción del orden oblicuo de Federico el Grande para arruinar el ejército (…) como nunca fue arruinado ejército alguno en el campo de batalla, ello se debió (…) a la más palmaria estupidez [del ejército prusiano] a que pueda haber conducido jamás la metodología (Clausewitz, 1960, p. 97; 1984, p. 165). Figura 24. La Academia de Guerra de Prusia (Preußische Kriegsakademie) fundada en Berlín por Gerhard von Scharnhorst ―padre intelectual de Clausewitz― el 15 de octubre de 1810 como Escuela General de Guerra (Allgemeine Kriegsschule). Fue un centro de enseñanza superior para la formación de oficiales del ejército prusiano. Se conservó en su forma original hasta 1914. Esta página queda intencionalmente en blanco. CLAUSEWITZ, UN PENSADOR ESTRATÉGICO INNOVADOR PARA CIEN GENERACIONES DE INTELECTUALES DE LA GUERRA Es un error capital teorizar antes de tener datos. Sin darse cuenta, uno empieza a deformar los hechos para que se ajusten a las teorías, en lugar de ajustar las teorías a los hechos120. Arthur Conan Doyle, 2016, p. 286 Un título como Clausewitz y sociedad: una introducción biográfica a lecturas neo-clausewitzianas, de Philippe Dufort, es a propósito para llamar la atención del lector más casual. Conforme se avanza en la lectura, se van haciendo cada vez más patentes y profundos el interés por este trabajo sui generis y la curiosidad por leer De la guerra, debida a Clausewitz, publicada de manera póstuma, en el año1832, por su esposa y su cuñado. La obra de Dufort es de gran utilidad para los estudios militares. El autor hace una lectura crítica de las experiencias bélicas franco-prusianas del siglo xix, para encontrar nuevos rasgos de orden ontológico y epistemológico de la guerra, cuyo resultado refleje modelos aplicables en el escenario actual de la confrontación en el marco de una generación moderna de la guerra. “El objetivo de este libro ―dice Dufort― no es desarrollar una nueva comprensión histórica de la vida y obra de Clausewitz” (p. 56). Su argumento discute que “el genio de Clausewitz respecto a la innovación estratégica no pudo ser algo innato, sino que dependió de influencias sociales e intelectuales específicas” (p. 56). Luego de examinar el estado del arte de los autores que han elaborado una comprensión contextual de las ideas de Clausewitz, Dufort dice sin rodeos cuál es el objetivo principal de la obra: Este trabajo apunta a realizar una síntesis de aquellas piezas más destacadas entre los estudios neo-clausewitzianos, reunidos en una narrativa biográfica coherente que ayudará a su difusión en las Escuelas del Ejército, además de estar dirigida al público en general. (Dufort, p. 57). Resaltar este aspecto del pensamiento de Clausewitz, al igual que los elementos crítico-dialécticos de la Prusia de comienzos del siglo xix, le confiere a la obra un no sé qué aire de viveza y determinación. Esto revela en su autor un investigador 120 (B) “It is a capital mistake to theorize before one has data. Insensibly one begins to twist facts to suit theories, instead of theories to suit facts”. A Scandal in Bohemia, p. 163. (N. del E.) 160 PHILIPPE DUFORT de firmes convicciones teóricas, como muchas veces el lector puede notar por el modo en que defiende su argumento, con fundamento en evidencias contextuales contundentes de diversa índole sobre la realidad interpretada. El trabajo de Dufort ocupa a la sazón un lugar preeminente entre los análisis críticos que se han realizado sobre la vida y obra del Filósofo de la Guerra. Busca explicar los conceptos fundamentales que le permiten a la mente del estratega estudiar la guerra, desde sus propios sentimientos y experiencias. Hace una valoración múltiple de los enfoques utilizados por Clausewitz para una comprensión de la guerra, al tiempo que explica de una manera clara las diferentes perspectivas que estructuraron su pensamiento en las distintas fases de su vida, abordando claramente las divergencias entre ellas. Busca que los estudiosos de la obra entiendan de una forma más natural la relación causal entre la guerra y otros componentes de orden político-social que intervienen en el marco histórico de esta. Podrá entonces advertirse que explorar a Clausewitz desde dimensiones poco conocidas, como lo hace el profesor Dufort, es una nueva forma de acceder a las inagotables fuentes bibliográficas sobre una obra que ya cuenta con 184 años de existencia. Así, Clausewitz ha sido un pensador estratégico para cien generaciones de la guerra. La obra de Dufort lo presenta en un contexto social-histórico, y descubre contrastes inadvertidos de su pensamiento estratégico, en los diferentes períodos de su vida. Se trata de un texto actual e innovador que presenta las ideas de Clausewitz, en su propia dinámica histórica, permitiendo a los analistas contemporáneos de la guerra una consulta positiva y metódica, ágil y robusta. El estudio sistemático de esta obra, en la actual evolución de la doctrina militar de Colombia, ofrecerá un marco de referencia social-histórico, mediante un profundo análisis de los fundamentos filosóficos, político-económicos y socio-psicológicos que intervienen en el espectro de la guerra. Para el caso del alma mater del Ejército colombiano, la inclusión de esta obra en el plan lector del currículo de la Escuela Militar de Cadetes fortalecerá con creces la formación del pensamiento estratégico de sus alumnos. El esfuerzo investigativo de Dufort puede inspirar también el direccionamiento estratégico del proyecto educativo institucional del Ministerio de Defensa Nacional, por lo que respecta a las Fuerzas Militares de Colombia, en aspectos que tienen que ver con investigación, desarrollo, innovación y excelencia educativa, implementando una herramienta ágil de consulta que ayude a dilucidar una fundamentación ontológica de las ciencias militares, a partir de una lectura innovadora de una obra cumbre del pensamiento estratégico de todos los tiempos: De la guerra (Vom Kriege), del general Carl von Clausewitz, un soldado ilustrado que dedicó los últimos doce años de su vida a escribirla. Clausewitz y Sociedad 161 Clausewitz, un pensador estratégico innovador Todos los análisis de Clausewitz respecto del mundo de la guerra estuvieron siempre rodeados por la perplejidad. En sus escritos, se evidencia una ansiedad permanente por demostrar que el pensamiento estratégico siempre demanda claridad y seguridad. Sin embargo, se percató de que la mente del estratega a menudo es asediada por la incertidumbre. Esa incertidumbre lo llevó también a una confrontación de su pensamiento estratégico con la realidad. A pesar de que Clausewitz creía que todo pensamiento es como un diálogo interior, nunca negó el pensamiento estratégico del afuera. Su teoría de la guerra se despliega en el paradigma de la trinidad de la guerra (gobierno, pueblo y ejército). Esto posibilita que el pensamiento estratégico se conciba en una perspectiva crítica, tal como lo entiende Dufort: “En otras palabras, los escritos de Clausewitz ilustran las posibilidades y beneficios de cuestionar formas de pensar aceptadas sobre la guerra y la estrategia” (p. 55). Por esta vía, Clausewitz se consolidará como un analista original de la relación entre la guerra y la política, dándole una preponderancia a lo político como elemento consustancial de la existencia de la guerra, también descubre que el núcleo de la teoría de las relaciones civiles-militares se manifiesta en las sociedades prodemocráticas del siglo xviii. Clausewitz propone una teoría de la guerra transhistórica: “la guerra es, en consecuencia, un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario” (1984, p. 38). Esta definición puede concebirse como una constante universal que ha caracterizado la dinámica misma de la historia de la guerra. Así, teóricamente podría pensarse en un uso ilimitado de la fuerza, para desarmar al enemigo, “y este desarme es, por definición, el propósito específico de la acción militar; reemplaza al objetivo y en cierto sentido prescinde de él como si no formara parte de la propia guerra” (p. 38). La combinación de teorías clásicas con nuevos postulados es posible, sin que lo novedoso convierta lo antiguo en anacrónico. Esto pareciera a toda costa un contrasentido. Sin embargo no lo es, en el escenario estratégico de la guerra, tal como lo aduce el profesor Philippe Dufort en la última de las conclusiones de su libro. El estudio de Clausewitz desde una perspectiva contextualista suscita interrogantes cruciales, como por ejemplo: ¿Cuál es el papel de la ideología en la construcción del pensamiento estratégico innovador? ¿Cómo la sociedad percibe al estratega cuando produce dicho conocimiento que está relacionado con la movilización de las fuerzas sociales? ¿De qué forma pueden ayudar los métodos críticos al «filósofo-estratega» y servir de apoyo al pensamiento estratégico innovador? (p. 149). 162 PHILIPPE DUFORT Estos interrogantes, planteados a la luz de un proceso de conocimiento histórico-científico, pueden caracterizarse como buenas prácticas replicables en la producción de conocimiento estratégico innovador. El capitán de corbeta José Horacio Guiaquinta, distinguido oficial de la Armada Argentina, afirmó: “Difícil es ser un filólogo de la obra de Clausewitz, pues interpretarla más allá de su tiempo, no es tarea fácil, ante el discurso actual y la complejidad de su obra” (2000, p. 804). Vale la pena arriesgarse por descubrir rasgos poco o nada observados de su contenido y obtener las mejores enseñanzas, con el fin de ajustar lo fundamental de este antiguo tratado de la guerra, a estudios neo-clausewitzianos. La trinidad de Clausewitz como teoría de la guerra A finales del siglo xviii, el ambiente y la conducta de la guerra en Europa fueron transformados a partir del surgimiento de un ejército de masas que puso en práctica nuevas tácticas de combate, organización y mística combinadas con avances tecnológicos como el uso de los cañones, dando con ello un salto significativo en la guerra, elevándola a un alto nivel de renovación e intensidad. Por supuesto el gran artífice y ejecutor de este fenómeno fue Napoleón, quien sirvió de modelo para los posteriores análisis de Clausewitz, pero sobre todo como inspirador de su revolucionaria teoría, lo cual le permitió ampliar su visión respecto de un intangible que iba más allá del desarrollo material de la guerra. Al observar el carácter cambiante de la guerra, Clausewitz busca clarificar su naturaleza misma. Concibe una teoría de la guerra que le permita una mejor comprensión de su esencia y un análisis estratégico que propenda a pasar del estudio de la naturaleza general del fenómeno de la guerra o, como él afirma, pasar de la guerra absoluta a la guerra real, y viceversa, en un movimiento de confrontación dialéctica. Esta tarea origina la posibilidad de plantear valiosos cambios que efectivamente ocurrieron a nivel estratégico: Los medios eran mayores y por lo tanto los fines también lo fueron. Aunque Napoleón nunca desarrolló sus bases teóricas estratégicas o tácticas, se basó en cinco principios: objetivo (el aniquilamiento), masa sobre los flancos y retaguardia del enemigo, desequilibrio físico, corte de líneas de abastecimiento del enemigo y protección de las propias líneas de retirada y de comunicaciones” (De Vergara, 2008, p. 2). Si se mira en detalle estos principios de Napoleón, a plena vista puede deducirse que todos ellos fueron imaginados dentro de un plano eminentemente físico y mate- Clausewitz y Sociedad 163 rial, es decir, completamente inspirados en la maniobra militar, pero en ningún momento ideó un principio que tuviese que ver con el plano de lo político, asunto que Clausewitz estudió con profundidad. Uno de los elementos innovadores de Clausewitz, en relación con el gran fenómeno estratégico que Napoleón hizo florecer en Europa, fue haber concebido lo que él mismo denominó «maravillosa trinidad» [Clausewtitz, 1908, p. 51], constituida por tres tendencias: a) “el odio, la enemistad y la violencia primitiva”; b) “el juego del azar y las probabilidades”; y c) “el carácter subordinado de instrumento político” (p. 51). El último de estos tres aspectos interesa al gobierno, por ser la más racional de las tendencias, “si consideramos la política como la inteligencia del Estado personificado” (p. 60), con arreglo a la doctrina clausewitziana de que “todas las guerras deben ser consideradas como actos políticos” (p. 59), así como el segundo interesa al pueblo afectado por las pasiones que enciende la guerra, y el tercero al general y su ejército. En este orden de ideas, Clausewitz no reduce la guerra solamente a la maniobra militar, sino que considera a la guerra no como algo independiente sino como un instrumento político, lo que por supuesto va más allá de un mero acto político. Tal es la guerra, tal el jefe que la dirige y tal la teoría que la rige. (…) La guerra (…) surge siempre de una circunstancia política, y se pone de manifiesto por un motivo político. Por lo tanto, es un acto político. (…) Como hemos visto, la guerra, en el mundo real, no es un acto extremo que libera su tensión en una sola descarga; es la acción de fuerzas que no se desarrollan en todos los casos en la misma forma y en la misma proporción, pero que en un momento dado se elevan hasta el extremo suficiente como para vencer la resistencia que les opone la inercia y la fricción, mientras que por el otro son demasiado débiles para producir efecto alguno (Clausewitz, 1984, p. 57). Así, la visión política de la guerra se constituye en el punto de vista principal, desde el cual deben ser examinadas la guerra y su teoría, a la que hay que mantener en equilibrio entre las otras dos tendencias (las pasiones propias de la brutalidad de la guerra y la estrategia para la conducción de la guerra en un mundo contingente). La falta de armonía entre la política y la conducción de la guerra puede llevar a ideas falsas, como fue el caso de muchos de los contemporáneos de Clausewitz que lo malinterpretaron, creyeron que lo que este quería ofrecerles era “(…) un tomo complejo y filosófico sobre la naturaleza de la guerra y su dificultad en conducirla, a menos a que se poseyera un genio militar natural para ver a través de las incertidumbres y las ambigüedades que impregnaban a la guerra” (De Vergara, 2008, p. 4). La 164 PHILIPPE DUFORT razón por la cual el objetivo de la guerra deducido de la teoría no siempre concuerda con la guerra real reside en la diferencia entre Napoleón y Clausewitz. El objetivo definido por Dufort en su libro es dilucidar la comprensión de la naturaleza de la guerra y la teoría de la guerra en Clausewitz. El argumento defendido por él es que “el pensamiento estratégico innovador que encontramos en Clausewitz tiene sus raíces en el estimulante ambiente social e intelectual del autor, no en un tipo de genialidad innata” (p. 68). Este argumento se desarrolla a partir de un examen de los estudios neo-clausewitzianos del carácter cambiante de la guerra. La idea del profesor Dufort en Clausewitz y sociedad es “realizar una síntesis de aquellas piezas más destacadas entre los estudios neo-clausewitzianos, reunidos en una narrativa biográfica coherente que ayudará a su difusión en las Escuelas del Ejército, además de estar dirigida al público en general” (p. 57). Con base en el análisis de tres fuentes secundarias seleccionadas (Herberg-Rothe, 2007; Paret, 2007, 2009 & Strachan, 2007), en el primer capítulo se identifican dos puntos de referencia clave que ejercieron mayor influjo sobre las ideas desarrolladas por Clausewitz. En el primer período biográfico (capítulos ii-vi), Dufort analiza la manera como Clausewitz estudió la maniobra táctico-operativa de la ejecución militar de la guerra, soportado, durante las primeras guerras napoleónicas. Durante el segundo período de la vida de Clausewitz, que inicia con la Campaña de Rusia de 1812 (capítulos vii-viii), la autoridad moral y emocional de la dinastía prusiana comenzó a perder algún peso en el espíritu de Clausewitz, volviéndose “mucho más escéptico de su propio ideal referente a una nación alemana en armas, postura crítica que se fue cada vez afianzando hasta su muerte” (p. 58). En el último capítulo (ix), Dufort aclara los dos grandes aportes del proyecto filosófico de Clausewitz de su obra inconclusa De la guerra, resumido en las observaciones con las que se cierra el capítulo 1 del libro i, titulado Resultado para la teoría, que el mismo Clausewitz consideró ya terminado: La filosofía de la guerra de Clausewitz se podría sintetizar en dos contribuciones de singular importancia: (i) la definición de la naturaleza de la guerra que ya hemos recorrido en sus líneas generales y (ii) el desarrollo de una teoría de la guerra a través de la cual se pueden caracterizar todas las guerras reales. Este último capítulo apunta a esquematizar su teoría de la guerra —es decir, intenta esbozar la implicación compleja de analizar una guerra real por medio de la «maravillosa trinidad» clausewitziana (p. 131). En este orden de ideas, el libro profundiza en la comprensión del pensamiento clausewitziano de la «maravillosa trinidad», es decir, la estrecha relación que existe entre la política, el estamento militar y el pueblo; todo ello, guardando coherencia con Clausewitz y Sociedad 165 su axioma primordial acerca de que la guerra es “la continuación de la política por otros medios”, analizado en los capítulos anteriores. La trinidad, en efecto, constituye el núcleo de la teoría de la guerra de Clausewitz desde la primera publicación del libro en 1832: “el esquema de la trinidad ofrece diferentes puntos de acceso a los investigadores, legisladores y estrategas que deseen apreciar sus propios objetos de estudio desde una perspectiva original” (p. 145). Clausewitz, el contradictor y sus contradictores Clausewitz creía que “la guerra no pertenece al campo de las artes o de las ciencias, sino al de la existencia social” (Clausewitz, 1984, pp. 156-7). La guerra es una combinación entre ciencia y arte. Por ello la estudió en contextos interdisciplinarios, identificando sus factores morales, físicos, matemáticos, geográficos y estadísticos. Sus críticos tuvieron bastante resonancia, especialmente después de la Primera Guerra Mundial. Contrario a Clausewitz, creían que la conducción de la guerra debía tener el rigor de las ciencias exactas, cuyo resultado daría una victoria cabal, soportada en un estado de supuesta comprobación científica. “Clausewitz era antagónico al espíritu mecanicista y newtoniano que caracterizaba a estrategas militares como, por ejemplo, von Bülow y Antoine-Henri Jomini, quienes pensaban hacer la guerra con leyes científicas invariables, fórmulas algebraicas y principios geométricos” (Schuster, 2010, p. 5). Sin embargo, como pensadores estratégicos que eran, bien vale la pena propiciar, en términos de justicia, procesos conciliatorios, que de manera dogmática permitan dirimir entre las contradicciones de De la guerra y las objeciones de sus detractores, por supuesto sin justificar las primeras, pero tampoco para que las segundas deroguen las primeras. En el segundo capítulo de su obra De la guerra, Clausewitz habla de las numerosas dificultades que ofrece la conducción de la guerra (ii.6; 1984, p. 132). Para muchos estrategas, analistas y observadores actuales, esta afirmación fue profética, en la medida en que ven a Clausewitz como el gran filósofo de la guerra. Sus detractores, en cambio, critican esta obra, aduciendo que hoy no representa más que una fascinante palabrería de género épico o una pieza de la historiografía militar, escrita cuando los franceses atravesaron Prusia. Sin embargo, la guerra en ese entonces no iba más allá del alcance de los cañones. El profesor Dufort ha basado parte de su análisis en revisar a los contradictores más ácidos de Clausewitz, entre ellos algunos connotados estrategas occidentales de finales del siglo xix y xx, pero también algunos científicos sociales. Sin duda que Napoleón y Clausewitz son la génesis de los avances de la guerra moderna y 166 PHILIPPE DUFORT que las batallas de Napoleón y los análisis de Clausewitz impulsaron avances en el mundo de la estrategia y la táctica cuyos resultados cambiaron la humanidad. “Desde la perspectiva del general Rupert Smith, el pensamiento de Napoleón y Clausewitz formaron las bases del paradigma de la guerra industrial interestatal. Sin embargo, algunas de las brillantes reflexiones del general prusiano son válidas para el nuevo paradigma de la guerra en medio de la población” (Segura, 2012, pp. 76-77). Distinguidos analistas a través de la historia han leído y juzgado la obra de Clausewitz, tales como políticos, militares, sociólogos, filósofos, politólogos, entre otros. Marx, Lenin y Mao lo leyeron con entusiasmo; Bernard Brodie, estratega militar estadounidense conocido como el arquitecto inicial de la estrategia de disuasión nuclear, catalogó a De la guerra como el libro más grande de la historia; Schuster lo considera como el verdadero filósofo de la guerra que logró comprender su naturaleza: Clausewitz tuvo la gran particularidad de erigirse al rango de verdadero filósofo de la guerra. Es el único que pudo desentrañarla en su esencia, al no confinarse en la descripción fenomenológica de las operaciones militares y analizar el espíritu político y del pueblo que determina la forma e intensidad de esta. Con Clausewitz la guerra reveló ser lo que realmente es, o sea, un proceso que nunca puede ser disociado de lo que lo provocó: lo político, el cual invariablemente incluye lo humano (Schuster, 2010, p. 2). En este punto Dufort es contundente: “Es solo hasta ahora que los estudios contextualizados han expuesto las ideas de Clausewitz en sus propios términos” (p. 155); Asimismo Dufort reconoce que críticos recalcitrantes, tales como Moltke, Schlieffen, Liddell Hart y Harry Summers, “llegaron a un entendimiento parcial de la obra del general Carl von Clausewitz” (p. 59) y que algunos científicos sociales también contradictores de Clausewitz, como fue el caso de Creveld, Enzensberger, Kaplan, Kaldor y Münkler difundieron la tesis de una ruptura cualitativa radical en los hechos de guerra ocurridos desde finales del siglo pasado. Lo «novedoso» de las guerras del siglo xxi era así descrito como el fin de la guerra interestatal «clausewitziana», tras ser reemplazada o bien por luchas primitivas no estatales, o bien por la ausencia de convicción, o en fin por la privatización de los enfrentamientos bélicos (Dufort, p. 49). En términos del general Rupert Smith, se trata más bien de la emergencia de un nuevo paradigma: la guerra en medio de la población, con un objetivo diferente: producir un cambio en las mentalidades de las personas. Clausewitz y Sociedad 167 El general Smith señala que el nuevo paradigma de la guerra en medio de la población no es mejor que el antiguo, sino que solo es diferente. (…) La guerra en medio de la población se relaciona con ganar la batalla de voluntades. El objetivo no es destruir y dominar físicamente, sino producir un cambio en las mentes de las personas” (Segura, 2012, p. 77). El coronel Harry Summers, autor de varias lecturas críticas clausewitzianas, especialmente dedicadas a analizar la teoría del estratega prusiano y uno de los contradictores examinados por Dufort, citando a Clausewitz señala: “las actividades correspondientes a la guerra están divididas en dos clases principales: aquellas que sólo constituyen preparativos para la guerra y aquellas que son la guerra misma” (Clausewitz, 1984, p. 128, citado por Summers, 1982, p. 4). En ese orden de ideas toma como ejemplo las fallas políticas más grandes que rodearon la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, mientras que la segunda parte examina el procesamiento real de la guerra en el teatro de operaciones. Summers pretende demostrar que el gran fracaso de los EE. UU. en la Guerra del Vietnam estuvo fundamentado en que los militares que condujeron la maniobra militar fueron con una concepción estratégica diferente a la de los políticos que direccionaron la confrontación en esta guerra, teniendo como resultado indiscutible la derrota. Entre los científicos sociales que menciona Philippe Dufort, se destaca Mary Kaldor, quien afirma que la teoría de Clausewitz fue reemplazada a finales del siglo xx por luchas primitivas no estatales, dándose con ello la ausencia de convicción, o la privatización de la guerra. Mary Kaldor (2010) se pregunta: ¿Puede ser el pensamiento clausewitziano en una época en que las concepciones absolutistas del Estado-nación están dando paso a los acuerdos multilaterales complejos y aun cuando las guerras entre Estados nacionales están siendo suplantadas por nuevos tipos que involucran actores no estatales? 121 (p. 271; traducción propia). Kaldor argumenta que la noción de guerra absoluta, la tendencia interna de la guerra llevada a los extremos, aspecto considerado como el núcleo de la teoría clausewitziana, ya no es aplicable. Las guerras de hoy, a diferencia de las guerras europeas de los siglos xix y xx, son concluyentes, de larga duración y tienen una tendencia a extenderse. Mi argumento 121 (C) “Can Clausewitzean thinking be applied in an era when absolutist conceptions of the nation state are giving way to complex multilateral arrangements and when wars between nation states are being supplanted by new types of warfare involving nonstate actors?” (N. del E.). 168 PHILIPPE DUFORT es que esto es debido a que estas guerras tienen una diferente naturaleza interior (p. 271, traducción propia)122. Dufort remite en la Introducción al libro de Berdal (2011), como referente para una evaluación crítica de las hipótesis históricas, económicas, motivacionales y prácticas en la literatura especializada acerca de las «nuevas guerras»: “Muchos de los autores que han escrito sobre las «nuevas guerras» menospreciaron a los pensadores que les precedieron y ofrecieron una aproximación no-histórica de lo «novedoso» en las guerras contemporáneas” (p. 59). Entre los contradictores prominentes antiguos de Clausewitz también están los ingleses John Keegan y Liddell Hart. Keegan niega el axioma clausewitziano de la guerra como continuación de la política por otros medios; lo considera incompleto, reduccionista y muy inconsistente: “La guerra no es la continuación de la política por otros medios. El mundo sería más fácil de entender si fuese cierto este axioma” (Keegan, 1995, p. 21). Según Keegan, para muchas sociedades la guerra ofrece otras funciones de carácter religioso, entre otros aspectos culturales, distintos de una función meramente política. Liddell Hart fue otro crítico acérrimo de Clausewitz, como lo menciona Keegan, “Liddell Hart hace responsable directo a Clausewitz de la carnicería de la Primera Guerra Mundial” (1995, p. 73; 1993, p. 48); lo acusa de ser un defensor simplista de la “guerra absoluta” y de empujar a los ejércitos a una batalla de confrontación hasta la destrucción. Hart pensaba también que Clausewitz había reducido el propósito de la estrategia cuando había definido el empleo de las batallas como medios hacia la obtención del objeto de la guerra. (…) se oponía a la ‘aproximación directa’, porque decía que moverse directamente contra el enemigo le permitía a este consolidar su equilibrio, tanto físico como psicológico (De Vergara, 2008, p. 9). Sin embargo, creemos que el pensamiento estratégico innovador de Clausewitz todavía no ha sido superado. Su vigencia continúa en el complejo ámbito de las «nuevas guerras» de Occidente, no solo como un referente antitético sino en particular como el Filósofo de la Guerra de todos los tiempos, junto con Sunzi (2006). 122 (D) “Today’s wars, by contrast to the European wars of the 19th and 20th centuries, are inconclusive, long lasting and have a tendency to spread. My argument is that this is because these wars have a different inner nature”. (N. del E.) Clausewitz y Sociedad 169 La vigencia de Clausewitz en el nuevo orden mundial Los tiempos cambian y la doctrina militar evoluciona, no hay duda. Las relaciones internacionales han evolucionado y por consiguiente la estrategia. El nuevo orden mundial ha posibilitado nuevos estilos para el ejercicio de la hegemonía y por supuesto han impactado en la conducción de la guerra, que sin desconocer su carácter político, la política misma propicia espacios innovadores para que otras formas de poder diferentes del militar marquen la pauta en el dominio que aplican unos Estados a otros menos poderosos. Durante la Guerra Fría los enfrentamientos entre las potencias hegemónicas se producían en zonas alejadas de sus núcleos centrales. Los intereses de quienes detentaban el máximo poder se dirimían en territorios de aquellos de menor grado de poder relativo. Esta situación provocaba que los Estados más débiles reaccionaban negociando distintos tipos de alianzas para aumentar su poder y tener posibilidades de intervenir en las decisiones para tratar las crisis (Durán, 2014, p. 1). El nuevo orden mundial plantea una confrontación con unas características absolutamente disimiladas, en las que el tradicional concepto de la disuasión militar ha quedado rezagado a planos terceros, por cuanto es imprescindible en el marco de este análisis considerar tres aspectos demasiado puntuales: “a) los métodos comerciales han desplazado los métodos militaristas, b) la lógica del conflicto será expresada por la gramática del comercio, c) la distribución del territorio se convierte en distribución de tiempo (...) el eje estratégico militar ha cedido terreno ante la valoración del eje económico en torno al cual se entretejen las estrategias políticas que hacen hoy más que nunca que “la guerra sea la continuación de la política por otros medios” (Clausewitz, 1984, p. 58). El presidente Barack Obama en un discurso en la Academia Militar de West Point (2014, mayo 28) estableció su doctrina militar en el sentido de que las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos tradicionalmente han sido el martillo de la política exterior de la nación, sin embargo no todos los problemas de los EE. UU. suelen ser clavos: “Just because we have the best hammer does not mean that every problem is a nail” (Solo porque tengamos el mejor martillo no significa que todos los problemas se reducen a puntillas”. Estados Unidos se inclinará por una “acción colectiva” (collective action) con sus aliados en lugar de “aventuras militares” (military adventures)). Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, en el sentido clausewitziano, ningún jefe de Estado puede desconocer el arte militar, como un 170 PHILIPPE DUFORT complemento a su calidad de comandante en jefe que las constituciones democráticas le asigna. De ahí que la guerra deba ser planeada por los jefes de Estado en términos de actitudes y fijación de metas; estos aspectos parten del conocimiento que se tenga de las propiedades y funciones de los ejércitos (Santos, 2004, p. 21). Armando Borrero, a su vez muestra cómo en el caso colombiano los excesos de violencia han contribuido a eliminar y oscurecer esas fronteras de lo político, no obstante lo cual, la política sigue existiendo en el conflicto, si bien revestida de mala política, se propone, retomando a Clausewitz y ante la ausencia del Estado en ciertas zonas del país, un mayor uso de la defensa como estrategia de guerra (2003, p. 23). Tradicionalmente la relación de los políticos que son los gobernantes con los militares que conducen la maniobra de la guerra, impone el sometimiento a unas líneas y normas de conducta, cuyo diseño y aplicación ha preocupado por siempre tanto a investigadores como a funcionarios civiles. Desde entonces, tiene preponderancia la mencionada teoría de las relaciones político-militares, cuyo suceso histórico ha estado marcado, según Samuel Huntington (1995), por la mutua dependencia y una recíproca necesidad entre uno y otro (civiles-militares), por lo complejo para estabilizarse en sus respectivos campos de acción. La relación político-militar es importante por razones de gobernabilidad. Si entre militares y civiles existe un concepto de sociedad diferente, esto puede ser un problema, especialmente si los militares piensan que los civiles no son muy eficientes gobernando, cosa que en ciertas ocasiones puede ser efectivamente cierta. Pero también debe darse una nueva corriente de pensamiento estratégico, que le imprima a la estrategia nacional armonía en las relaciones político-militares para un adecuado planeamiento de la guerra, al igual que la sinergia suficiente para la obtención de resultados eficaces, sin que la conducción militar torpedee los objetivos políticos, sin que la dirección política obstaculice la consolidación de los objetivos militares. En la actualidad los estrategas están inmersos en el maremágnum de numerosas innovaciones en materia de tecnología militar y de diversas dimensiones axiológicas de la doctrina militar frente a la guerra, a lo largo de casi dos siglos de lecturas clausewitzianas. Todo ello, por supuesto, también es producto del cambio histórico experimentado por la sociedad contemporánea, de las transformaciones en la política y de los avances tecnológicos. Es indiscutible que la guerra como fenómeno sociológico se transforma a la par con los cambios antropológicos relacionados con las conductas estratégicas del estamento militar. Sin embargo, el surgimiento de nuevas generaciones de la guerra no implica que deban relegarse al olvido el estudio Clausewitz y Sociedad 171 de los clásicos del pensamiento estratégico. La guerra no deja ni dejará de ser el poder fuerte para defender o imponer los intereses del Estado, la guerra es inherente a la historia de la humanidad. La guerra es una realidad transhistórica, en el sentido de Clausewitz. Clausewitz es sin duda uno de los pensadores estratégicos innovadores que más ha contribuido a la teoría de la guerra moderna, constituyéndose en un hito histórico extraordinario. Hoy día, De la guerra sigue siendo un buen referente para estrategas militares y políticos. El profesor Armando Borrero justifica la vigencia del pensamiento de Carl von Clausewitz cuando afirma que “más allá de las guerras entre Estados nacionales, puede extenderse al análisis de la confrontación entre partidos políticos o clases sociales (…) la guerra, aun si denota polaridad y fragmentación, aun si es exacerbada y continua, sigue siendo fundamentalmente política” (Borrero, 2003, p. 23). La guerra como instrumento político es también el medio con que los Estados utilizan el poder de la violencia para obligar al contrario a acatar su voluntad. Sin embargo, cabe destacar que en la actualidad no siempre el uso de la violencia es el medio más adecuado. Clausewitz aportó a Occidente los mejores fundamentos de pensamiento estratégico innovador en la conducción de la guerra. La vigencia de su obra sigue siendo perenne, considerada en sí misma y en sus relaciones principales. La valoración de sus postulados ha de hacerse desde una dimensión ontológica, en sus relaciones con la política y la ética. Dos de sus postulados afirman que la naturaleza de la guerra es realmente política, y que la teoría de la guerra se funda en la trinidad gobierno, ejército, pueblo. Hoy también decimos que la naturaleza de la guerra es política, aun cuando surjan propiedades emergentes en materia de ciencia, tecnología e innovación, pero “(…) en definitiva, es una tarea que posibilita pensar la política y la ética críticamente. Precisamente en esta tarea crítica marcada por la ontología, la crítica y la historia genealógica, el análisis de la forma de guerra resulta crucial para pensar políticamente el presente” (Fortanet, 2009, p. 22). Pensar la política y la ética de manera crítica desde una dimensión ontológica de la guerra significa asumir un enfoque social-histórico que permita comprender el carácter cambiante de la guerra. Una mirada ontológica de los conflictos también implica considerar las emociones políticas de los pueblos afectados por la brutalidad de la guerra. La vida en sociedad implica para los ciudadanos ajustar sus individualidades a las generalidades de la sociedad, a la hora de hacer un análisis intrínseco de la vida, la guerra cobra un valor fundamental, pues es una de sus mayores amenazas. No puede iniciarse un combate sin pasiones guerreras. 172 PHILIPPE DUFORT En una palabra, hasta las naciones más civilizadas pueden inflamarse con pasión en el odio recíproco. (…) Repetimos por lo tanto nuestra afirmación: la guerra es un acto de violencia y no hay límite para la aplicación de dicha violencia. Cada uno de los adversarios fuerza la mano del otro y esto redunda en acciones recíprocas que teóricamente llegarán a los extremos. Esta es la primera acción recíproca que se nos presenta y el primer extremo (Clausewitz, citado por Girard, 2010, p. 27)123. Además del carácter subordinado de la guerra como instrumento político y de su violencia primitiva inherente ―que inflama las pasiones incluso de las naciones más civilizadas―, son indefinidos y diversos los factores que deben ser considerados en las relaciones contingentes de la guerra, en las que intervienen el juego del azar y las probabilidades, pues muchos de estos factores pueden ser calculados estudiando las estadísticas internacionales más serias (Bouthoul, 1971, analizado por Borrero en la Coda del presente libro), para comprobar la verdad en todas las circunstancias concomitantes. Por ello Clausewitz afirma: “Napoleón tenía completa razón cuando decía que muchas de las decisiones que tiene que tomar un general constituyen un problema de cálculo matemático, que no sería indigno del talento de un Newton o de un Euler” (Clausewitz, 1984, p. 102). Pero si se entiende que la guerra como fenómeno forma parte del devenir social-histórico de los pueblos que participan de una misma cultura ―unas mismas instituciones políticas que los gobiernan e interactúan entre sí para alcanzar sus intereses comunes―, es preciso comprender la vida como fenómeno histórico, social y político. Søren Kierkegaard, filósofo danés del siglo xix, afirmó en su Diario íntimo: “la vida solo es posible vivirla mirando hacia adelante, pero tan solo puede ser comprendida mirando hacia atrás” (Kierkegaard, 1955, p. 121)124. Ahora bien, si se hace una analogía entre la premisa de Kierkegaard y el estado actual del fenómeno de la guerra, podría decirse que para comprenderlo en la actualidad aun a pesar de sus transformaciones, indiscutiblemente hay que volver a Clausewitz. 123 (E) El traductor de Girard, Luciano Padilla, sigue al traductor de Clausewitz, R. W. de Setaro, con pequeñas variaciones, salvo en la expresión: “la guerra es un acto de fuerza” (Clausewitz, 1984, pp. 39 y 40), que se traduce con mayor acierto por “la guerra es un acto de violencia” (Clausewitz, 2005, p. 19). El original en alemán dice: “mit einem Wort: auch die gebildetsten Völker können gegeneinander leidenschaftlich entbrennen […] Wir wiederholen also unseren Satz: der Krieg ist an Akt der Gewalt, und es gibt in der Anwendung derselben keine Grenzen; so gibt jeder dem anderen das Gesetz, es entsteht eine Wechselwirkung, die dem Begriff nach zum äußersten führen muß. Dies ist die erste Wechselwirkung und das erste Äußerste, worauf wir stoßen” (Clausewitz, 1991, pp. 18-19). Las cursivas de la traducción española son de René Girard. (N. del E.) 124 (F) “Es verdad lo que dicen los filósofos: la vida solo se comprende hacia atrás. Pero es necesario comprender el otro principio: se vive hacia adelante”. Esta traducción de María Angélica Bosco del Diario ha sido efectuada de la versión italiana de Cornelio Fabro. Ver Kierkegaard, Diario 1842-1844 (a cura di Cornelio Fabro, Brescia, Italia, Morecelliana, 1962, vol. I), p. 392, § 749, iv A 164 (N. del E.). Clausewitz y Sociedad 173 Diversos analistas se interrogan por qué la vigencia de Clausewitz. El ensayo del profesor Dufort intenta comprender cómo Clausewitz llegó a producir un conocimiento estratégico innovador, sin pretender deducir cuáles son las raíces del genio estratégico a partir de sus propios escritos, sino más bien a partir de la lectura crítica de su obra y el uso de sus palabras clave, que deberían permitirnos ir más allá de Clausewitz. ¿Cabría esperar que la influencia perdurable de Clausewitz se debe no tanto a la calidad intrínseca de su trabajo, sino a que las generaciones subsiguientes de intelectuales estratégicos no han asimilado las nociones críticas que le permitieron hacer una lectura tan profunda acerca de la guerra? (p. 56). En el prefacio de Clausewitz y sociedad, el general Ospina Ovalle afirma con acierto que Philippe Dufort ofrece una nueva mirada no sólo a la obra de Clausewitz, sino también a los cambios de personalidad del general prusiano durante su experiencia vital como soldado, afectado por toda una serie de contingencias externas. Como concluye el mismo Dufort, “un análisis de sus escritos, tomados en contexto, demuestra que las circunstancias personales, los círculos sociales politizados y las ricas influencias intelectuales, jugaron en conjunto un papel decisivo en su comprensión radical del fenómeno de la guerra” (p. 147). Han transcurrido cerca de 185 años desde la muerte de Clausewitz (1831) y la publicación póstuma de su obra De la guerra (1832), en la que el investigador de este gran fenómeno de la incomprensión humana estableció sus fundamentos con la maestría de un genio, constituyéndose en uno de los mejores tratados sobre ciencia y arte de la guerra que hasta el momento se han escrito. Su vida entera estuvo dedicada a la confrontación, en un principio como combatiente de primera línea, luego como oficial de campo y por último como estratega y analista; puede decirse entonces que batalló en tres escenarios de la guerra: primero, en el territorio físico de la batalla, allá en la trinchera; segundo, al mando de pequeñas y medianas unidades; y tercero, como asesor de Estado Mayor, recomendando desde la estrategia las mejores alternativas para el logro de la victoria. Toda su vida estuvo dedicada a entender y combatir al ejército revolucionario francés. Pero a pesar de las muchas batallas que hubo de pelear, hay una que aún continúa después de su muerte: Clausewitz se sigue leyendo desde los más diversos conflictos de visiones. Con todo, su vigencia es perdurable como pensador estratégico innovador que ha sido objeto de estudio por más de cien generaciones de intelectuales de la guerra. ¿Cuál es la vigencia de Clausewitz en los estudios militares? He aquí un asunto 174 PHILIPPE DUFORT espinoso de dilucidar. La introducción biográfica a lecturas neo-clausewitzianas, de Philippe Dufort, será un buen punto de partida en las discusiones académicas en nuestra alma mater del Ejército colombiano. Así, sea esta la ocasión para motivar al estudio de este clásico de la guerra, especialmente en el ámbito de las ciencias militares, la estrategia, las ciencias políticas, las relaciones internacionales, la geopolítica, la seguridad y la defensa, así como también en el de las ciencias sociales y disciplinas afines. En la medida en que el tiempo transcurra y la confrontación no desaparezca, la premisa de Clausewitz permanecerá vigente, pues la guerra como fenómeno social es un universo que sumado a la incertidumbre e indefinición de quienes participan en esa descomunal obra de la incomprensión humana, hacen que se prolongue en el espacio y en el tiempo. CODA por ARMANDO BORRERO MANSILLA Figura 25. El general Gaston Bouthoul (1896-1980), fundador de la polemología, un intento teórico que busca explicar la naturaleza de la guerra y los motivos de la guerra. Es autor del libro La guerra (1971), donde niega la validez del axioma de Clausewitz de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios” (1984, p. 58), a partir de una crítica de la metodología misma utilizada por Clausewitz, aduciendo que la guerra no es un instrumento, sino que somos nosotros los instrumentos de la guerra. Su crítica de carácter culturalista es cuestionada en el presente ensayo, cuyo objeto de estudio es la discusión de tres grupos de críticas a este axioma, dedicado a la defensa histórica de la vigencia del pensamiento de Clausewitz. Figura 26. El general español Prudencio García Martínez también cuestiona el mencionado axioma de Clausewitz e intenta dar otra respuesta al interrogante de Bouthoul por los motivos de la guerra en su libro Ejército: presente y futuro (1975), donde cuestiona la visión bouthouliana en el capítulo cuarto (pp. 92-164). García propone un modelo matemático en el cual los factores causales de la guerra están determinados por su intensidad, desde la paz hasta la guerra, con arreglo por una parte a decisiones voluntarias de gobernantes y gobernados y por otra a factores involuntarios de carácter imprevisible subordinados al azar. Sin embargo, en este ensayo se argumenta la vigencia de Clausewitz, luego de discutir que los factores causales de voluntariedad y de involuntariedad están presentes en las ideas de «intención hostil» y «sentimiento hostil» desarrolladas en la teoría trinitaria de Clausewitz (i.1, 3: 1990, p. 10; 1984, p. 39; Dufort, aquí mismo, capítulo 9). Esta página queda intencionalmente en blanco. LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE CARL VON CLAUSEWITZ El pensamiento de Carl von Clausewitz siempre ha estado en medio de las polémicas. No podía ser de otra manera para una obra que intenta develar la esencia de la guerra, un fenómeno social que aparece como inasible para las ciencias humanas: tal su complejidad. Las polémicas versan, unas sobre el carácter político de la guerra y el alcance de la afirmación de Clausewitz; otras, sobre las consideraciones relativas al modo de hacer la guerra: los actores, la estrategia, la táctica, los ejércitos y los teatros de la contienda. Se puede aventurar, con algún grado de atrevimiento que el lector disculpará, cómo los énfasis en uno u otro campo de las polémicas más conocidas, nacen de lecturas diferentes, inacabadas casi siempre o tomadas de segunda mano. Entre los autores más citados y menos leídos, Clausewitz ocupa lugar de privilegio. En los últimos tiempos, descalificar a Clausewitz se ha convertido en algo así como una moda. Los diversos grupos de críticas obedecen a múltiples motivaciones; provienen desde la lógica, desde la crisis del Estado nacional o desde la metodología misma utilizada por Clausewitz, y especialmente, a partir de las ambigüedades introducidas por las traducciones de la definición clausewitziana de la guerra. Así, las críticas más relevantes, que niegan la validez del axioma de Clausewitz de que “la guerra es la mera continuación de la política por otros medios” (1984, p. 58) se pueden clasificar en tres grupos: a) críticas de carácter ingenuo porque no resisten un análisis lógico; b) críticas que se concentran en el estatalismo (supremacía del Estado) de la caracterización de la guerra hecha por Clausewitz; y c) críticas de origen culturalista, que cuestionan las causas mismas de las guerras. La discusión de estos tres grupos de críticas constituye el objeto de análisis del presente estudio. Críticas de carácter ingenuo Las críticas de carácter ingenuo están muy arraigadas en el imaginario popular, no sólo en el ámbito periodístico, sino incluso en el medio académico. Su tesis principal afirma que la guerra es el fracaso de la política. Se trataría, al parecer, de una paráfrasis de la posición compartida por Kofi Annan, quien alguna vez expresó: “si la guerra es el fracaso de la diplomacia, entonces… la diplomacia bilateral y 180 PHILIPPE DUFORT multilateral es nuestra primera línea de defensa (…)” (Annan, 1997, § 8, párr. 5)125. Tal como lo expresa Annan, la proposición es correcta porque la política cobija tanto la diplomacia como la guerra. La diplomacia es la forma agonal de la política entre Estados. Si la forma agonal fracasa, se presenta la posibilidad de que la forma polemial (guerra) reemplace a la agonal (diplomacia). Aquí, las dos partes de la proposición están en balance: la diplomacia es política llevada adelante por medios pacíficos, los del diálogo y el debate, y la guerra es política hecha con la utilización de la fuerza armada. Al cambiar la palabra «diplomacia» por «política», el balance se pierde y se sugiere entonces una diferencia radical entre política y guerra. Pero quien hizo el parafraseo inicial y quienes lo defienden (extensamente) de buena fe, no caen en la cuenta de que, en sana lógica, la frase trastocada corrobora la definición en vez de refutarla. Si la política fracasa (en este caso entendida como si la política se limitara al intercambio agonal) entonces la guerra asume la tarea de sacar adelante los objetivos. ¿Cuáles objetivos? Obviamente, los que la política no pudo alcanzar. O sea: política y guerra tiene los mismos objetivos y la misma finalidad. Sólo cambia el método. La guerra es la política por otros medios y entonces el crítico acaba, nolens volens, aceptando la definición de Clausewitz. Críticas contra el estatalismo de la guerra Este grupo de críticas niega la supremacía que ejerce el Estado sobre la guerra, según la caracterización de la guerra hecha por Clausewitz. Al respecto, Martin van Creveld señala, con razón, en su obra Transformation of War (1991, pp. 36-37) que la guerra como la describe Clausewitz, se focaliza en el Estado. La asociación política que hace la guerra es el Estado y sólo esta asociación es la considerada en el libro De la guerra (Clausewitz, 1984). Hasta aquí Creveld está en lo cierto. Pero una obra es también producto de su tiempo. Clausewitz experimenta la guerra en uno de sus momentos cenitales, momento que él comprende y es una compresión de tal claridad, que llevará hasta modificar sus lealtades y su conducta militar cuando se convierte en un doble patriota: pone las lealtades bajo una luz nueva en 125 (G) “If war is the failure of diplomacy, then surely diplomacy, both bilateral and multilateral, is our first line of defence. Any experienced Commander will tell you that without a strong defence, you cannot conduct an offence. The world today spends billions preparing for war. Shouldn’t we spend a billion or two preparing for peace?” [“Si la guerra es el fracaso de la diplomacia, entonces... La diplomacia, bilateral y multilateral, es nuestra primera línea de defensa. El mundo, hoy en día, gasta miles de millones preparándose para la guerra; ¿no deberíamos gastar uno o dos mil millones preparándonos para la paz?”]. Kofi Annan, séptimo secretario general de las Naciones Unidas (1997-2006). Premio Nobel de Paz (2001). (N. del E.) Clausewitz y Sociedad 181 1812, rechaza la alianza de su soberano con Napoleón y se pone al servicio del zar de Rusia. La decisión tiene visos de tragedia, pero descubre la comprensión del carácter nuevo de la guerra, el de la guerra nacional y popular. Peleará por Prusia, no por el rey. Clausewitz es testigo del tiroteo de Valmy y saca las conclusiones pertinentes. Es la consolidación del Estado nacional y el nacimiento de las guerras nacionales, de “la nación en armas”. Después de los sucesos de Valmy, la esencia política de la guerra se encarna en el Estado, pero también Valmy representó la transición de la guerra dinástica a la guerra popular. Las milicias de Marsella que llegan a Valmy, son realmente el pueblo en armas, con himno y todo, que llega a reforzar al ejército regular. Se mencionó la conciencia clara de Clausewitz sobre el fenómeno (lo vivió también en Jena y en su tiempo de prisionero de los franceses). El resultado en su conducta, es clave para entender el pensamiento del autor, fue el apartamiento del ejército prusiano cuando su soberano se alió con Napoleón contra el Zar de Rusia. Clausewitz consideró inmoral servir en el ejército mientras durara la alianza forzosa de Prusia (forzada por el tratado de Tilsit en 1807) con Bonaparte. Pidió la baja junto con un grupo de oficiales en la misma posición y se unió al ejército del Zar. Allí sirvió como oficial del Estado Mayor de Kutúzov y pasó por la experiencia, digna de una tragedia, de enfrentar en Borodino a las tropas de Napoleón en cuyas filas servía su propio hermano. En 1815, derrotado Bonaparte, Clausewitz vuelve al ejército prusiano con el grado de coronel, tras el perdón del rey. ¿Qué movió a Clausewitz? Él vio claro que la nueva forma de la guerra subvertía el orden de las monarquías. Entendió que su rey no veía dónde estaba el verdadero enemigo. Pero también Clausewitz es prisionero del cambio: antepuso su lealtad a la monarquía, lealtad en abstracto y en general, a la lealtad a un monarca de carne y hueso. Es decir, iba en la misma corriente de las transformaciones, las que llevaban al súbdito a convertirse en ciudadano, con una lealtad enfocada no en un monarca y en una dinastía, sino en una entidad más abstracta, más un sentimiento y una identidad, vale decir, la idea de la nación. La Revolución Francesa y Napoleón eran el fin del orden que él defendía, pero ese mismo desorden que causaban, subversivo si se quiere, lo arrastró a la lucha contra su propio Estado. Ya en 1792 estaba trazado el destino futuro de la guerra. En Jena y en Auerstedt Napoleón llegó al cenit. Ni más ni menos fue el tratado de Tilsit en 1807. Cinco años más tarde comenzó la caída. Pero la guerra siguió adelante con sus nuevas caras: movilización social interna, las armas convertidas en derecho de los ciudadanos y no en deber de súbditos, y ejércitos de masas. En el siglo siguiente 182 PHILIPPE DUFORT se recogería la cosecha: la guerra popular emergió para poner en cuestión al regular. El Estado perdió la titularidad exclusiva de la guerra y ésta se hace en nombre de Estados en germen, o de partidos políticos, o de clases sociales, o de otros grupos de identidad común: ¿deja de ser política por no ser estatal? La respuesta no puede ser distinta de reconocer que lo esencial en Clausewitz es la concepción de la guerra como la política misma, independientemente de que la haga el Estado u otro tipo de asociación política. La política trasciende al Estado. Una guerra de liberación nacional es política. Una guerra revolucionaria es política. Una guerra entre facciones, sin fundamento nacional que se disputan el poder, es política. Lo importante, lo trascendental de la definición de Clausewitz es el hecho de ser la guerra la política misma, no que la haga el Estado. Esta diferencia se relaciona con un punto muy importante y es el de las diferentes y muy variadas lecturas que se han hecho de Clausewitz. Como sucede con muchos autores grandes, a Clausewitz lo leyó y entendió mejor la izquierda revolucionaria que sus herederos conservadores en la propia Alemania, o que los estrategas británicos y franceses del siglo xix y de principios del siglo xx. La focalización de Clausewitz es, pues, el resultado del proceso de formación del Estado y del acuerdo político salido de la Guerra de los Treinta Años en el siglo xvii. Clausewitz, a caballo entre los siglos xviii y xix, es producto de la Ilustración, del Romanticismo y por contraste, de la Revolución Francesa y de las guerras napoleónicas. La filosofía hegeliana le aportó el método. Pese a ser admirador de Kant, no siguió el espíritu liberal del pacifismo propuesto por el filósofo de Königsberg. Su visión del papel del Estado en guerra tiene que ser vista desde esa perspectiva y también, de la otra vertiente poderosa que es la tradición del Estado prusiano, allí donde el Estado fue llevado a un grado de abstracción más alto. Recuérdese a los reyes Hohenzollern, quienes se definieron a sí mismos como “los primeros servidores del Estado” y no como lo hiciera en Francia Luis XIV, el rey como el Estado mismo, principio proclamado en una frase que dista de ser sólo soberbia: es una constatación del modelo francés de monarquía absoluta y centralismo político. Críticas de carácter antropológico El tercer grupo de críticas se puede calificar de culturalista. Obras como la de John Keegan, Historia de la guerra (1995) o la de Gaston Bouthoul, La guerra (1971), enfatizan el papel de la cultura y de lo psicosocial. Este grupo es más complejo por una razón: es una crítica que se interna en las arenas movedizas de las verdades a Clausewitz y Sociedad 183 medias. Es verdad que la cultura está presente y que también lo está el factor psicosocial. Pero están presentes en una parte y en una temporalidad específica de la explicación del problema, y no en el conjunto entero. Lo cultural y lo psicosocial valen para la expresión del proceso de desencadenamiento de una guerra. Clausewitz no lo ignora (Clausewitz, 1984, pp. 38-40). Sabe que la “intención hostil”, uno de sus conceptos clave, necesita del “sentimiento hostil” para materializar la decisión de la guerra (p. 39). Son dos momentos distintos. Clausewitz elige el primero como rasgo distintivo de su definición: a) la intención hostil es el momento de la decisión política de ir a la guerra, decisión que requiere de una precisión de los objetivos por alcanzar y de un cálculo de probabilidades (p. 102). Es un proceso racional (no necesariamente acertado ni libre del todo de interferencias subjetivas) que toma en cuenta una evaluación de la situación que obliga, o parece obligar, a la guerra; b) el sentimiento hostil es el momento del desencadenamiento de emociones y sentimientos que movilizan a una sociedad para aceptar y apoyar la guerra (p. 102). La vigencia de Clausewitz ante la pregunta por los motivos de la guerra Una distinción muy útil para poner en su lugar las aproximaciones a las causas de las guerras, es la que hace el general español, entonces coronel, Prudencio García, en el capítulo cuarto de su libro Ejército: presente y futuro (1975), que lleva por título “Un intento de respuesta al interrogante de Bouthoul” (pp. 92-164). La pregunta de Bouthoul a la que alude el general García, es: “las rivalidades entre naciones vecinas son, a menudo, fatalidades geográficas. Los motivos de pelea son los mismos durante siglos. No obstante, resultan alternativamente soportables o insoportables. A veces están apaciguados y, de pronto, se inflaman. ¿Por qué?” (1975, p. 2). Gaston Bouthul, el fundador de la escuela polemológica francesa, se aproxima a la guerra con mirada antropológica y la asimila a la “fiesta” —en el sentido antropológico del concepto—, es decir, un ritual de unidad, de comunión de un pueblo. Por supuesto la obra de Bouthoul va más allá, pero es el “sentido” que le da a la guerra: su desencadenamiento es un proceso irracional. García comienza por destacar la dificultad de la pregunta e intenta una respuesta limitada a un nivel cualitativo —factorial, aproximado, por supuesto—. Pero al intentar matematizar el problema (el ensayo da cuenta de un modelo matemático en el cual los factores de la guerra se mueven a lo largo de una curva normal, según su intensidad, desde la paz hasta la guerra), el autor hace primero una clasificación de los factores causales de la guerra y los ordena de la siguiente manera: 184 PHILIPPE DUFORT (…) empecemos previamente por dividir los factores causales de la guerra en dos grandes grupos: factores de voluntariedad, es decir, aquellos que dependen plenamente de la libre decisión voluntaria y soberana de los hombres (gobernantes y gobernados) y factores de involuntariedad, es decir, aquellos otros que, por su carácter imprevisible y subordinado al azar, o por su procedencia derivada de otros procesos incontrolados, desencadenados quizá largo tiempo atrás y súbitamente agudizados, escapan en mayor o menor medida a la voluntad de los hombres, pero cuya incidencia se manifiesta, pese a ello, tan decisiva en una coyuntura dada que resulta determinante para el estallido del conflicto (García, 1975, pp. 3, 93-94). En este punto está Clausewitz presente: los factores causales de voluntariedad son su campo. Es la guerra como medio para un fin. En el otro grupo de factores, los de involuntariedad, se postula la guerra, no como un medio, sino como un fin en sí misma: “Oscuro fin, que se disfraza de medio” (1971, p. 116), según las palabras de Bouthoul. “La guerra no es un instrumento, sino que somos nosotros los instrumentos de la guerra. La guerra nos apresa y se hace a través de nosotros. Si se analizan la mayoría de las guerras, parecen tan absurdas o tan poco voluntarias como una epidemia o un delirio” (p. 116). La visión bouthouliana, es bastante discutible. Parece como si la guerra fuera una entidad independiente que se apodera de los pueblos en determinados momentos de la historia. Es como una necesidad que aparece periódicamente. La pregunta misma que genera su respuesta, no convence. ¿Son realmente iguales los motivos de guerra por siglos? ¿Las fatalidades geográficas bastan como factores? Lo primero que viene a la mente es la enorme cantidad de variables, y el balance entre estas, que intervienen en el desencadenamiento de una guerra. Es conveniente advertir que hasta la época cuando Bouthoul desarrolla su obra, las fatalidades geográficas tenían un peso mayor que en la actualidad. Pero aun así, el argumento parece débil. Si se examina la historia con atención, las similitudes en la apariencia, no lo serían tanto en la realidad. Pero de la pregunta de Bouthoul nace la posibilidad de diferenciar, no sólo los factores de voluntariedad y de involuntariedad, sino el alcance explicativo de uno y otro grupo de factores. Los factores de voluntariedad y, los que más adelante, García llama factores decisorios, para distinguirlos de los coyunturales, son el campo de las causas últimas de las guerras, (el campo de la “intención hostil” de Clausewitz). Los factores de involuntariedad y los coyunturales (de coyuntura prolongada o de efecto instantáneo) explican mejor los fenómenos emocionales, “el sentimiento hostil” siempre presentes en la etapa de desencadenamiento de las guerras. Clausewitz se centra en el proceso racional de quienes deciden la guerra, pero no ignora que debe tenerse en cuenta el ánimo popular para la toma de la decisión, bien sea que Clausewitz y Sociedad 185 preexista un sentimiento de hostilidad o que se lo estimule para tenerlo como factor de movilización, aceptación y apoyo. De otra manera no se entendería la fórmula trinitaria de gobierno, pueblo y ejército (ver aquí mismo, capítulo 9). La manera como aborda el general García el problema, permite ver que las tesis no son excluyentes. Ningún observador negará la existencia de factores aleatorios en el estallido de las guerras. Las coyunturas de tensión prolongada generan malestar y climas de enfrentamiento. Los incidentes de “efecto instantáneo” pueden provocar el efecto “bolas de nieve” que se transforman en “avalanchas”. Pero no se puede negar que lo aleatorio es mucho más manejable por métodos agonales, cuando no existe “intención hostil” en los competidores. En cambio, si uno o los dos bandos, tienen entre sus cartas para jugar, la de la guerra, lo polemial se puede abrir paso con mayor facilidad. El campo de la consideración racional de ir a la guerra o de la posibilidad de esta como una entre más opciones, explica el comienzo del recorrido por la antesala de la guerra. Este recorrido puede tener pasos de hostilidad variable antes de llegar a las armas. Los objetivos se pueden buscar por medio de la demostración de fuerza, por la amenaza explícita o por la procuración de alianzas. Pero cuando se avanza en esos métodos coercitivos, se juega con fuego. En ese punto entran a cumplir un papel mayor los factores de coyuntura y los incidentes incontrolados. El campo de estudio de los factores psicosociales y culturales es fértil para explicar la fase de desencadenamiento. Muchas veces un mal cálculo de las fases de disuasión o de intermediación, hace que el camino a la guerra quede sin control y las presiones psicosociales y políticas rebasen los presupuestos objetivos. Un grupo dirigente que considere la opción de la guerra, se ocupa, por supuesto, de aclimatar la idea y de exacerbar el sentimiento de hostilidad contra el enemigo elegido. Pero en todos los casos, los factores decisorios tienen la primacía. Los motivos de enfrentamiento pueden permanecer por mucho tiempo, pero las decisiones racionales pueden contenerlos y hasta desactivarlos. Desde luego, pueden también convertir nimiedades en motivos de guerra. La Primera Guerra Mundial, por ejemplo, fue y el acuerdo de los investigadores que se ocupan del tema es unánime, perfectamente evitable. Los errores de apreciación, las políticas previas equivocadas y una dosis muy elevada del “pensar con el deseo”, llevaron a la catástrofe. Pero la decisión fue fruto de cálculos racionales. El trabajo del general García va más lejos del sólo intento de matematizar el proceso que lleva de la paz a la guerra: da una pista promisoria para los estudios polemológicos, consistente en mostrar cómo los factores relativos a la política explican las causas profundas y cómo los factores relativos a la cultura y a los 186 PHILIPPE DUFORT ambientes psicosociales explican mejor la fase final, la del desencadenamiento, esa fase en la que parece incontenible marcha hacia el enfrentamiento armado. Clausewitz sobrevive, para decirlo metafóricamente, al intento de respuesta a la pregunta de Gaston Bouthoul. Los factores decisorios de la guerra son los de voluntariedad. Prima la decisión racional, pero la racionalidad no es absoluta. Los factores irracionales intervienen, están presentes y cumplen su papel, o no serían, entonces, humanos con emociones, quienes hacen la guerra. ÍNDICE ALFABÉTICO DE MATERIAS por JESÚS ALBERTO SUÁREZ PINEDA Esta página queda intencionalmente en blanco. ÍNDICE ALFABÉTICO DE MATERIAS Alianzas políticas, cambios en las, producidas por la derrota de una nación, 99 (n. 41), 100, 101, 114, 169, 181, 185 Arte de la guerra, 25, 73, 109, 117 (n. 62), 118, 137, 141, 173 Auerstedt, batalla de, 34, 57, 66, 69-79 Batalla, propósito último de la estrategia, 117 Bouthoul, Gaston (1896-1980), general francés, fundador de la escuela polemiológica francesa, una aproximación para explicar la naturaleza de la guerra con mirada antropológica, expuesta en su libro La guerra (1971), 29, 30, 172, 176 (retrato, fig. 25), 177 (interrogante de, fig. 26), 182, 183, 184, 186 Brunswick, duque de, 69 Bülow, Dietrich Adam Heinrich von (1757-1807), general prusiano, 165 Carácter cambiante de la guerra (Changing Character of War, CCW), programa de investigación que busca comprender la realidad de la guerra, desde la convergencia de tres puntos de vista: dinámicas de cambiado, influencia de las narrativas en percepciones de cambio y continuidad, interacción entre el poder político y percepciones de cambio y continuidad; patrocinado por la fundación Leverhulme Trust que funcionó durante cinco años (2003-2007), liderada por la Universidad de Oxford, 25, 26, 41, 42 (Hew Strachan, director del programa), 42 (fig. 5) 47 (logo), 50, 57, 74, 151, 162, 164, 171 Catalina II de Rusia (1729-1796), Catalina la Grande, emperatriz de Rusia, 61 (fig. 9) Clausewitz, Carl von (1780-1831), filósofo de la guerra; retrato del general, 20 (fig. 3); pensador estratégico innovador, 124, 126, 127, 129 (fig. 19), 145, 148 (n. 116), 149, 153, 161-162; retrato recientemente encontrado de, joven, 60 (fig. 8); retrato de 1815, sentado a la mesa, del coronel, 94 (fig. 14); su vida militar, primer período (1793-1806, de los 12 a los 25 años), 59-92; segundo período (1812-1827, de los 31 a los 46 años), 92-118; tercer período (18271831, de los 47 a los 51 años), 119-145; estudios contextualistas de, programa de investigación Carácter Cambiante de la Guerra, prospectiva, 151-153; pensador estratégico innovador para cien generaciones de intelectuales de la guerra, 159-174; vigencia de su pensamiento, análisis de las perspectivas del general Bouthoul y del general Prudencio García, 175-186; su caligrafía, 120 (fig. 17); su tumba, 121 (fig. 18); Clausewitz, Frau Marie von, esposa de Carl von Clausewitz, y la mujer detrás de la publicación póstuma de De la guerra 21 (retrato), 23, 24, 37, 38, 106 190 PHILIPPE DUFORT Combate, encuentro bélico, el acto fundamental de relación social durante la guerra, 44, 63, 70, 71, 72, 88, 108, 111, 114, 116, 118, 140, 172; cómo mejorar su eficacia, 89, 112, 115, 126, 162; intensidad de la violencia, incertidumbre y pasiones guerreras, 116, 117, 143 Conocimiento estratégico innovador, 27, 44, 56, 148, 149, 151, 152, 162, 173 Crítica moderna, estudios de, 55-58 Davout, mariscal, 71 De la guerra (Vom Kriege), obra cumbre de Clausewitz, publicada de manera póstuma, portada de la edición príncipe de 1832, publicada por su viuda Marie von Clausewitz, 16 (fig. 1); portada de la segunda edición de 1853, 17 (fig. 2) Decisión por las armas, ley suprema de la guerra, su apelación no puede ser rechazada, a menos que por acto de cobardía, 98, 99 (n. 41), 101, 181, 183, 184, 185, 186 Defensa, su superioridad respecto del ataque, 110, 138; su importancia, 141; su importancia como estrategia de guerra, 30, 61 (fig. 9), 90 (n. 35), 112, 113 (n, 55), 115, 124, 125 (n. 71), 150 (n. 22), 160, 170 (como estrategia), 174, 180 (n. 125) Destrucción, de las capacidades militares del enemigo, primer objetivo de la guerra, 66 (n. 13), 113, 128 (n. 78), 168; por «destrucción» se entiende colocarlas en estado tal que no puedan continuar la lucha; no se limita a la simple destrucción física del ejército enemigo, 73, 115, 156 (fig. 23), sino que aparece del mismo modo implícita necesariamente la destrucción de la fuerza moral, incluso la destrucción de la libertad después del combate, 99 (n. 42), 115, 127 Disposición del ejército, en paz y en guerra, 89 División, de las tareas militares, 138 (n. 95) Encuentro, cada una de las unidades de combate, 79 (Clausewitz, 1960, I.2, p. 33), véase combate Energía, en la guerra, física y moral, 82, 90; nacionalista o popular, 63, 77, 89, 103; analíticas, 104 Estrategia (militar), el uso de la estrategia para alcanzar el objetivo de la guerra, 45, 51, 55, 56, 75, 87 (n. 33), 107; definición en sentido moderno, 111; de la guerra y sus relaciones con la táctica, 16, 66, 73 (n. 19), 108, 110, 111, 179; su interdependencia con la sociedad, la política y la ideología, 45, 46, 73, 109; sus cinco elementos primordiales (morales, físicos, matemáticos, geográficos y estadísticos), 117; algunas de sus variantes, absoluta y limitada, 123; de aproximación, 65; de disuasión nuclear, 166; defensiva y nacional, 170; política, 169; prusiana, 66; totalitaria, 57; su relación con el liderazgo, 152; su relación antitética con la política, 135-138; su relación antitética con las pasiones de la guerra, 140-145, 163; su relación con la naturaleza de la guerra, 110 (n. 50), 115-118, 168; su representación, principios, teoría y práctica, 108 (n. 48), 109, 110-114, 166, 169, 173, 174 Federico Guillermo III, el Gran Elector (1620-1688), 81 (n. 28), 97, 98, 103 Federico II, el Grande, (1712-1786), rey de Prusia, retrato, 86 (fig. 13); 95 (fig. 154), 36, 37, 61 (fig. 9), 69 (n. 15); doctrinas militares anacrónicas, 72, 73, 78, 87; orden oblicuo, 164 Fernando, príncipe (1721-1792), 54 (fig. 7) Física, dicho de la guerra: véase energía; véase destrucción, 115; fuerza, 116 Fricción, en guerra, 110 (n. 49), 115, 123, 125, 134 (n. 83), 136, 163 Fuerza moral, su importancia en la guerra, 74, 76 (n. 22) Fuerzas, ilimitadas, poder ilimitado de la guerra, 76 (n. 22), 109, 161; militares prusianas, tropas, 66, 69, 70, 72 (n. 16), 100, 101, 102; su reestructuración, 70, 88, 90, 97, 102, 103, 105; enemigas, 69 (n. 15); su destrucción, 113, 115, 128 (n. 78), fuerzas sociales vivas y morales: el gobierno, el estamento militar y el pueblo, 34, 84, 102, 118, 119 (fig. 19), 137, 141, 148 Clausewitz y Sociedad 191 García Martínez de Murguía, Prudencio, general español, autor del libro Ejército: presente y futuro (1975), contradictor de Clausewitz, 29; su retrato, 177 (fig. 26), 183, 184, 185 Genio, guerrero, 33; genio estratégico, 56, 57, 72, 126, 145, 159, 173; genio militar, 24, 138 (n. 96), 141; 148 (n. 116), 164; genio nacional, 65; genio puro, excepcional, dicho de Clausewitz, 34, 107, 149, 159, 173 Grande Armée, ejército de Napoleón I, 57, 58, 65, 69, 81 (n. 28), 90, 93, 97, 100 (n. 43), 110, 156 (fig. 23) Gravedad, centro de, 113, 114, 144 Guerra, α) su naturaleza, 115-118, como «acto de fuerza para obligar al adversario a hacer nuestra voluntad» (Clausewitz, I.2: 1960, p. 9; 1984, pp. 37-8), de modo que su condición necesaria de existencia, no es el ataque, sino el plan de defensa considerado como un todo para lograr la sumisión del oponente, «porque todo plan secundario, ya sea de ataque o de defensa, se origina en este plan y está determinado por él en sus características principales» (véase nota 55, p. 113); objeto de estudio del programa «Carácter cambiante de la guerra» (véase): su carácter dual de continuidades (realidad transhistórica, la acción recíproca de destruir al enemigo), 28, 128 (n. 78), 161 y variaciones (carácter de las guerras particulares, que varían), 24, 25, 47; carácter vital, como choque entre sí de dos fuerzas vivas, de naturaleza incierta y dependiente de la subjetividad humana, que genera un conflicto bélico recíproco que se resuelve siempre con derramamiento de sangre, 32, 34, 115-116, 118, 200, 2001 (Clausewitz, II.3,3; 1960, 91; 1984, 156-7); α’) definiciones: existencial, 76, 117, 99 (n. 42), 127; instrumental, 27, 45, 51, 123, 127, 128, 134 (n. 83), 135; α’’); sus formas de confrontación: absoluta, 25, 27, 44, 54 (n. 7), 57, 75, 77, 92, 109, 110, 115 (n. 57), 116, 123, 124, 126 (n. 75), 127, 134 (n. 83), 135, 136 (n. 85), 138, 142, 148, 162, 167, 168; limitada, 110, 123, 125, 135 (n. 83), 140; moderna, 77, 111, 165, 171; nacional y popular, 181; real, 126, 131, 133, 161, 164; real y absoluta, contraste, 125 (n. 73), 162 (cfr. Clausewitz, VIII.2; 1960, pp. 539-541); β) su carácter cambiante: β’) como efecto del conflicto bélico recíproco entre dos fuerzas vivas que produce una escalada a los extremos de la violencia, provocada por pasiones o por necesidad estratégica, 116 (Clausewitz, I.3; 1960, 10; 1984, 38-9) y β’’) como elemento de la contextura social, determinado por la atmósfera en que se desarrolla, o ambiente de contingencia radical que caracteriza el combate de la guerra (el peligro, el esfuerzo físico, la incertidumbre y el azar), 116 (Clausewitz, I.3; 1960, 43; 1984, 88-7); γ) «maravillosa trinidad» de Clausewitz como su teoría de la guerra, 129-145 (Clausewitz, I.1, 1 y 28), que descansa sobre las relaciones innumerables que influyen sobre ella, provenientes de las ideas, las emociones y circunstancias prevalecientes en un momento determinado, 134 (fig. 20), configurando «el todo en su íntima conexión» (Clausewitz, I.1; 1960, 9; 1984, 37), compuesto del poder primordial de sus elementos triádicos: 1) las pasiones o «el odio, la enemistad y la violencia primitiva, que deben ser considerados como un ciego impulso natural» (Clausewitz, I.28, 1960, 26; 1984, 61); 2) la estrategia o «el juego del azar y las probabilidades, que hacen de ella una actividad libre de emociones» (Clausewitz, I.28; 1960, p. 26; 1984, p. 61); 3) la política o «el carácter subordinado [de la guerra] de instrumento político que hace que pertenezca al dominio de la inteligencia pura», libre de todo apasionamiento (Clausewitz I.28; 1960, p. 26; 1984, 61); γ’) «trinidad principal», 35, o la interacción compleja entre el odio de los pueblos cuyas pasiones se inflaman en la brutalidad de la guerra, el azar propio de la creatividad estratégica de los generales y sus ejércitos y la política de los gobiernos frente a la guerra, por la que recae puramente en el campo del raciocinio, como una especie de «álgebra de la acción» (Clausewitz, I.3, 1960, 11; 1984, 39); versus γ’’) «trinidad secundaria» de gobierno, pueblo y ejército, 29, 30, desarrollada por los autores del Posfacio, 159-174, y la Coda, 179-186, del presente libro; γγ’) la interacción entre política y la estrategia militar determinan 192 PHILIPPE DUFORT la guerra como instrumento de la política o acto puramente racional de un gobierno y generan reformas sociales de una sociedad como medio; γγ’’) la interacción entre la política y las pasiones de un pueblo inflamadas por la brutalidad de la guerra determinan los nuevos objetivos, o intención hostil, que resultan de del odio recíproco entre los beligerantes, o sentimiento hostil predominante de origen emocional, y de las coacciones de la violencia; γγ’’’) la interacción entre las pasiones y la estrategia militar determinan la fuerza moral y la instrumentalización de la fuerza bruta por parte de un ejército, que pueden mirarse como un ciego impulso de la naturaleza, la ambición y la ideología. ¿Por qué recurrir al programa del carácter cambiante de la guerra? La respuesta de Dufort es clara y contundente: “Si el lector entiende la diferencia entre la definición sobre la naturaleza de la guerra en Carl von Clausewitz, su carácter cambiante y la teoría de la guerra que él propone, este libro habrá alcanzado su objetivo principal” (p. 51). Ilimitadas, véase fuerzas. Jena, batalla de, 34, 57, 63, 66, 67 (fig. 10), 69-79, 81, 103, 104, 107, 108, 135, 147, 151, 156, 181 Jomini, Antoine-Henri, teniente general (1779-1869), 108, 112, 165, autor del libro Précis de l’art de la guerre [Compendio del arte de la guerra] (1838), 109 Landstrum, guardia local, en alemán, 101, 102 Landwehr, milicia, fuerza de reserva, en alemán, 90, 101, 102, 104 Limitada, véase guerra Milicia (Landwehr), reserva popular, 90, 101, 102, 104 Moral, véase fuerza; morales, elementos, 117 Napoleón I (1769-1821), emperador de los franceses, gran genio de la estrategia, 27, 43, 52, 53, 54 (fig. 7), 57, 58, 63, 64 (n. 10), 65, 66, 67 (fig. 10), 69, 71, 72, 73, 74, 75, 76 (nn. 22-23), 76 (n. 23), 77 (24), 78, 81 (n.28), 83 (n. 31), 85, 91, 92, 93, 95 (fig. 15), 97, 98, 99. 100, 101, 102, 103, 104, 108, 109, 110, 114, 123, 126, 127, 128 (n. 78), 142, 148, 156 (fig. 23), 162, 163, 164, 165, 166, 172, 181; «el dios de la guerra», como genio estratégico, 66, 126; en la batalla de Jena, 67 (fig. 10), 69-79; cerca del camino de Pneva, 95 (fig. 15) Napoleónicas, guerras, atrocidades de las guerras, 4 (motivo de la cubierta), 24, 32, 44, 57, 64 (n. 11), 66, 73, 82, 91, 104, 108, 115 (n. 57), 123, 126, 142, 148 (n. 115), 149, 164, 182; campañas, 25, 109, 123 Objetivo político, influencia del, sobre el propósito militar, 66, 116, 126, 135, 136 (n. 88), 137, 140, 144 Ofensiva, ataque, 58, 65, 71, 113, 114; táctica, 112; estratégica, 113; ofensiva y defensiva, dialéctica, 115 (n. 57) Orden de batalla, 73 Peligro, en guerra, 116, 118; peligros, de la innovación estratégica, 36 Plan de guerra, 113 (n. 55), 114 Población, fidelidad al rey de la, 44, 88; carácter de la, afecta la capacidad de proporcionar subsistencia a un ejército, 90, 102, 108, 166, 167 Polemología, teoría de la guerra, del general Bouthoul, 176 (fig. 25) Polemológica, escuela francesa, teoría de la guerra del general Bouthoul, opuesta a la teoría de la guerra de Clausewitz, 29, 183, 185 Polonia, repartición de, 61 (fig. 9) Prusia, 27, 37, 54, 56, 57, 61 (fig. 9), 63, 65, 72, 75, 77, 78, 79, 81 (n. 28), 82, 83 (n. 31), 84, 85, 87, 89, 90 (n. 35), 91, 94 (fig. 14), 97, 98, 99, 101, 102, 104, 106 (fig. 16), 107 (n. 47), 120 (fig. 17), 156 (fig. 23); Academia de Guerra, 157 (fig. 24) Clausewitz y Sociedad 193 Prusiano, Estado, 81 (n. 28), 83, 84, 99 (n. 42), 103, 182; Ejército, 27, 43, 44, 52, 57, 70, 71, 79, 88, 90, 92, 102, 103, 151, 156 (fig. 23), 157 (fig. 24), 181; cresta prusiana, yelmo, 4, 32, 156 (fig. 23), doctrina prusiana, 88, 89; política prusiana, 57, 75, 78, 82 (n. 30), 89, 91, 99 (n. 42); sociedad prusiana, 75, 76, 89, 102; reforma, 104; Reglament, 89 Resistencia, 34, 64 (n. 11), 99, 100, 102, 115, 153, 163 Revolución Francesa, guerras de la, influencia en el «espíritu cambiante de la época», con la participación del pueblo en esta guerra: la nación entera intervino en ella, 52 (α, 479, 552); fuerzas de nuevo tipo y de poderío abrumador, de las cuales nadie había tenido la menor idea, introducidas por los franceses en la conducción de la guerra (α, 570); cambios sociales producidos por estas guerras, aprovechados por el genio estratégico de Napoleón, y desestimados por los líderes políticos y militares prusianos, 64, 72, 76, 82 (n. 29); su transformación social en sus relaciones con la estrategia, 137; en el contexto subversivo de las guerras napoleónicas, 181, 182 Rüchel, Erns von (1754-1823), general prusiano, 69, 71 Rusia, campaña de, Napoleón en, 97, 107 (n. 47), 108, 110, 115 (n. 71), 142, 181 Scharnhorst, Gerhardt Johann David von (1752-1837), teniente general prusiano, 36, 37, 65 (n. 12), 69 (n. 15), 71 (n. 16), 77, 78 (n. 25), 79 (n. 27), 80 (fig. 12), 82 (n. 30), 83, 84, 87 (n. 33), 88, 89, 90, 91, 92, 98, 99, 100 (n. 43), 102, 103, 104 (n. 46), 156 (fig. 23), 157 (fig. 24) Silesia, resistencia en, 100, 102 Táctica, el uso de las fuerzas armadas en combate, 64-66, 71-73, 88-90, 99, 102, 108, 110-117, 135, 151, 162, 166, 179 Teatro de la guerra, 108 Teoría de la guerra, en Clausewitz, su naturaleza praxiológica, 143; la «maravillosa trinidad» como teoría de la guerra, 26, 28, 30, 33, 35, 44, 45, 51, 58, 74 (n. 20), 75, 107, 118, 119, 123, 124, 125, 126, 128, 129 (fig. 19), 131-145, 147, 148, 149, 150 (fig. 22), 161, 162, 164, 165, 171 Territorio, puede ser objeto de ataque, 102, 111, 113, 169 Tilsit, paz de, 84, 90, 181 Valmy, tiroteo de, 181 Valor, de cada ser humano en la organización de los ejércitos, 89, 112, 117, 118, 171 Waterloo, batalla de, 57, 102, 103, 104, 107 (n. 47), 108, 109, 114 Weimar, 69, 71 Yorck von Wartenburg, Johann David Ludwig Graf (1759-1830), general prusiano, 88 (n. 34), 100 (n. 43), 101, 104 Esta página queda intencionalmente en blanco. 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COLOFÓN 202 PHILIPPE DUFORT “La guerra no es el conflicto o la lucha de dos elementos cualesquiera de la naturaleza: es ante todo un hecho humano, exactamente, «una forma de relación humana», y como tal incluye el concepto global de los conflictos humanos potenciales, en los que los elementos de ruptura, la violencia, tiende permanentemente a extremarse, constituyendo el momento supremo del conflicto entre los hombres, su paroxismo, sin que su naturaleza misma se desligue en ningún momento de la naturaleza de los hombres” (Naville, 1984, p. 17; Clausewitz, 1984, p. 156). “La guerra no pertenece al campo de las artes o de las ciencias, sino al de la existencia social. Es un conflicto de grandes intereses, resuelto mediante derramamiento de sangre, y solamente en esto se diferencia de otros conflictos” (Clausewitz, 1984, pp. 156-7). “(…) [la] doble modalidad de la guerra consiste: en aquella cuyo fin es el abatimiento del contrario, sea que lo aniquilemos políticamente o simplemente lo dejemos indefenso para obligarle a la deseada paz, y en aquella en que sólo se pretende hacer unas conquistas en las fronteras de su reino, sea para conservarlas o para hacerlas objeto de un cambio beneficioso en el tratado de paz” (Clausewitz, 1908, p. 17). Figure 27. Corbeau et sang sur la neige Pierre Dufort, 1998 Huile sur toile 30 cm x 30 cm Atelier du peintre Figura 27. Cuervo y sangre sobre la nieve Pierre Dufort, 1998 Óleo sobre lienzo 30 cm x 30 cm Taller del pintor “Se encuentra solo, sumido en su crisis y en conexión con la naturaleza” (Duforf, aquí mismo, frontispicio, p. 4)”. 203 Clausewitz y Sociedad “Pero la guerra no es la acción de una fuerza viva sobre una masa inerte (la no resistencia absoluta no sería guerra en forma alguna), sino que es siempre el choque entre sí de dos fuerzas vivas” (Clausewitz, 1984, p. 41). “No puede negarse que la práctica y el criterio cooperan eficazmente” (Clausewitz, 1908, p. 87). Figure 28. Le bonheur du trappeur Pierre Dufort, 1998 Crayons sur papiers 30 cm x 30 cm Atelier du peintre Figura 28. La alegría del cazador Pierre Dufort, 2008 Pastel 30 cm x 30 cm Taller del pintor Editado por el Sello Editorial Esmic de la Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova” en enero de 2017. Se impuso en caracteres Adobe Garamond de 11 puntos y se imprimió sobre papel bond de 70 gramos en los talleres del Sello Editorial Esmic. Bogotá, Colombia Escuela Militar de Cadetes 110 años construyendo nación Patria, honor, lealtad Acreditación institucional de alta calidad conferida por el Ministerio de Educación Nacional.