Convivencia escolar y bullying: discursos de escolares adolescentes de un
establecimiento particular-subvencionado en la Región de Coquimbo, Chile.
School life and bullying: school adolescent’s discourses of a subsidized private establishment in the
region of Coquimbo, Chile.
Carlos Ibarra Ávila1.
Luis Varela Cerda2.
Resumen
La convivencia escolar y el bullying, hoy, son fenómenos altamente mediatizados.
Esfuerzos de diversos sectores sociales se han volcado con la intención de lograr mejoras
relacionadas a la experiencia educativa y al enfrentamiento de conflictos de convivencia y
violencia al interior de las instituciones escolares.
Mediante el análisis argumental del discurso se investigan los discursos de escolares
adolescentes en relación a la convivencia escolar y el bullying de un establecimiento
particular-subvencionado, en la región de Coquimbo, Chile.
Palabras Claves: Convivencia escolar; Bullying; Violencia escolar; Prácticas interacciónales; Análisis del
Discurso; escolares; adolescentes.
Abstract
School life and bullying, nowadays are highly mediated phenomena. Efforts of various
sectors of society have turned with the intention of achieving improvements related to the
educational experience and at the same time, to the conflict’s confrontation of coexistence
and violence within educational institutions.
By means of the perspective’s argumentative discourse analysis, school adolescent’s
discourses are investigated in relation to school life and Bullying of a subsidized private
establishment in the region of Coquimbo, Chile.
Keywords: Coexistence School; Bullying; School Violence; Interactional Practices, Discourse Analysis,
school, adolescents.
1
2
Psicólogo – mención Educacional, Lic. en Psicología Universidad Central de Chile. Email: c.ibarra.avila@gmail.com
Psicólogo – mención Educacional, Lic. en Psicología Universidad Central de Chile. Email: luisvarelac@gmail.com
DEFINICIÓN DEL PROBLEMA Y
PERSPECTIVA TEÓRICA
En nuestro país, el año 2011 se
impulsó la Campaña de Convivencia
Escolar propuesta por el Gobierno de
Chile a través del Ministerio de
Educación. Ésta busca incentivar el
respeto por los derechos de todos y cada
uno de los miembros de la comunidad
escolar, destacando la importancia de la
experiencia educativa. En los anuncios
del transporte público habían mensajes
publicitarios de esta campaña, como "hoy
aprendí que mi colación nunca es para
mí... lo que se aprende en el colegio
nunca se olvida"
(Campaña de
Convivencia Ministerio de Educación,
2011); un texto que analizándolo desde su
contenido, expresa claramente una
práctica de bullying, fenómeno que en los
últimos años ha acaparando un espacio en
la opinión pública volviéndose un evento
altamente
mediatizado,
y
que,
aparentemente, pareciera ser una de las
expresiones más habituales de violencia
que se viven en el sistema escolar, como
nos muestra el anuncio… ¿un posible
efecto discursivo?
“Chile lidera las cifras de bullying
en América Latina” (Senador Patricio
Walker, en prensa, 7 de Septiembre de
2010). El 10,7% de los escolares de
nuestro país declararon ser víctimas de
amenaza permanente y discriminación,
según un estudio realizado el año 2007
por la División de Seguridad Pública del
Ministerio del Interior de Chile
(Educarchile, 2009); cifra que alarma, ya
que el bullying, en tanto fenómeno
relacional, involucra diversos actores que
son parte de la comunidad educativa que
conforman, comprendiendo el bullying
como
un
problema
sistémico
(Lecannelier, 2007).
Evidencias actuales develan que
los distintos involucrados en el fenómeno
(bullying) experimentan consecuencias
tanto en su ajuste como en la adaptación
socio-emocional, por ejemplo
las
"víctimas"
suelen
expresar
manifestaciones tales como ansiedad,
depresión, baja de autoestima, tendencia a
consumir
drogas,
trastornos
psicosomáticos, evitación hacia el colegio
y las relaciones sociales, ideas suicidas y
en algunos casos suicidios reales. Por otro
lado, en los "agresores" esas tendencias
agresivas suelen ser crónicas, generando
daño hacia los otros y a la larga un
desajuste social grave. Por otra parte,
también se devela que los "testigos"
juegan un rol importante en el sistema
Bullying, al tener la posibilidad de
posicionarse en el rol de fomentadores o
inhibidores del maltrato (Hawker &
Bolton, 2000; Nansel et al., 2004;
Twemlow, Fonagy & Sacco, 2004; en
Lecannelier, 2007).
En virtud de las contingencias
sociales, podemos apreciar que en el
bullying no sólo se esgrima violencia
física y violencia relacional, sino que ha
traspasado el espacio interaccional
tradicional o convencional con el uso de
las nuevas tecnologías de información y
comunicación (NTICs), emergiendo el
ciberbullying como otra modalidad de
agresión e intimidación.
Así, aproximarse al bullying
entendido como un fenómeno relacional
permite
intentar
desarrollar
una
comprensión más global de la complicada
situación que conlleva la violencia dentro
del contexto escolar.
En la región de Coquimbo,
durante el período enero-diciembre del
año 2010, la Secretaría Regional del
Ministerio de Educación acusó recibo de
626 denuncias de maltrato, sin
posibilitarnos información de un desglose
del tipo de maltrato denunciado. Deyiré
Gallardo (conversación personal, 6 julio
de 2011) funcionaria de la oficina 600 de
la Seremía de Educación -quién otorgó
las cifras expuestas-, comenta que
<<...no existen en el sistema formas de
distinguir entre las denuncias de
maltratos, cuales son denuncias por
bullying, o por otros tipos de violencia >>.
Marcela Andrade, profesional de
la
Unidad
de
Supervisión
del
Departamento Provincial de Educación
Elqui del MINEDUC (conversación
personal, 6 julio de 2011), expresa que la
Secretaría no maneja cifras a nivel
regional respecto al bullying, que no
existen
equipos
o
departamentos
destinados a elaborar estudios; pero que
sin manejar cifras exactas de la región
(salvo los resultados de una encuesta
aplicada a nivel nacional en el SIMCE
2010 a estudiantes de 2º medio, un 24%
de incidencia en la región ante un
máximo de 34% en Región de Tarapacá),
el bullying se hace más habitual en liceos
de enseñanza media con una alta tasa en
establecimientos
del
tipo
particulares-subvencionados. Información
concordante con lo que nos expresó
Ximena Badilla, Coordinadora de
Educación de Educorp (conversación
personal, 6 julio de 2011), comenta que
hace 5 años que la Corporación trabaja
arduamente el tema de la convivencia,
promoviendo espacios de participación de
los distintos estamentos de la comunidad
educativa para idear estrategias y afrontar
las diversas situaciones de violencia que
se enfrentan en los colegios. Expresa que
el exceso de mediatización que se hace
del bullying por sobre el tema de la
violencia en un plano general provoca
<<un flaco favor >> a la convivencia, ya
que se tiende a catalogar a todo acto de
violencia y agresión como bullying, y a
los colegios municipalizados como el
terreno donde más sucede (conversación
personal, 6 julio de 2011), reproduciendo
y alimentando las habituales estructuras
de prejuicios culturales, cosa que dada la
información recabada respecto a la
región, dista de la versión de realidad que
nos ofrecen estos informantes.
Por ello el interés, y en ese sentido
nuestro problema de investigación son
los discursos de escolares adolescentes
en relación al bullying y la convivencia
escolar,
en
un
establecimiento
particular-subvencionado de la Región de
Coquimbo.
Contexto Educativo Chileno.
El sistema educativo chileno, a
través de su entidad el ministerio de
educación, se enmarca en la misión de
asegurar un sistema educativo, con la
visión de que este sistema sea equitativo y
de calidad, que contribuya a la formación
integral y permanente de las personas y al
desarrollo
del
país
(Mineduc,
Conviviendo mejor en la escuela y el
liceo. 2010).
En este sentido, vela por la
necesidad de educar a todas las personas
de forma integral, entregando mediante el
Currículo Nacional los elementos
obligatorios referidos a los objetivos
fundamentales verticales (OFV), que
soportan todo el conocimiento teórico y
técnico de la asignaturas, con el
conocimiento
del
ámbito
social
encasillado dentro de los objetivos
fundamentales
transversales
(OFT)
(Mineduc, 2010). Desde el currículum
nacional, la educación pone un énfasis
dentro de sus objetivos fundamentales
sobre una formación valórica y ética de
convivencia que promueva un desarrollo
de las relaciones dentro del contexto
educativo, y del cual deben hacerse parte
todos los actores de la institución en un
marco de tolerancia, respeto y comunidad
democrática (Mineduc, 2010).
En palabras de Arístegui, Bazán,
Leiva, López, Muñoz y Ruz: “la
convivencia no es solo funcional al logro
de aprendizajes de calidad (dimensión
instrumental) sino que es en sí misma un
fin formativo en cuanto posibilita la
construcción
de
persona
criticas
reflexivas y situadas, capaces de
contribuir con el desafío de la
transformación de la sociedad (dimensión
valórica)” (2005: 148).
Es por esto que se vuelve
necesario explorar el contexto en el que
emergen
las
comprensiones
de
convivencia (escolar) con el propósito de
lograr aproximarse a fenómenos sociales
como la violencia, en los diversos
contextos en los que emerge, y en
particular en este caso con el bullying y
poder analizarlo desde una mirada o
perspectiva interaccional.
Convivencia (Escolar)
“Entendemos por convivencia la
potencialidad que tienen las personas
para vivir con otras en un marco de
respeto mutuo y de solidaridad
recíproca” (Mineduc, 2010: 14). Es en
este escenario donde se establecen las
pautas de comportamiento que permiten
desarrollar las formas de interacción
ideales para poder crear una sociedad en
la que los miembros de ésta puedan
desenvolverse en un ambiente grato en el
que impere el respeto y la tolerancia por
la diversidad.
De acuerdo a lo anterior, se
presenta al sistema educativo, y a su
versión contextual: la escuela, como el
espacio donde se adquieren estos
principios y valores que permiten lograr
esta manera de relacionarse con el
mundo, donde además la familia y la
comunidad también deben participar en
este proceso, ya que representa la manera
en que se replican las formas de
comportamiento en todos los niveles de la
sociedad.
En otra versión, desde los prismas
de un representante del mundo intelectual
como
Humberto
Maturana:
“consideramos que la tarea central de la
educación es prestar atención, fomentar y
guiar a los niños en su crecimiento como
seres humanos responsables, social y
ecológicamente conscientes de que se
respeten a sí mismos” (Maturana, 1999:
40).
Dentro de este marco de reflexión,
sobre la implicación de la educación en la
transmisión y adquisición de valores
formativos de las personas para su
posterior desarrollo como ciudadanos
íntegros, es que el Ministerio de
Educación de Chile -dentro de los OFT
del currículum nacional- desarrolla una
política de convivencia escolar la cual
está orientada a llevar a cabo la tarea de
formación de los aspectos intelectuales,
éticos y socio-afectivos de los
estudiantes.
Como
expresa
este
fragmento: “…esta política cumplirá una
función orientadora y articuladora del
conjunto de acciones que los actores
emprenden y emprenderán en la
formación de valores de convivencia:
respeto por la diversidad; participación
activa en la comunidad; colaboración;
autonomía y solidaridad” (Mineduc,
2002: 22).
Además,
la
política
de
convivencia escolar incorpora dentro de
la actualización que se realizó el año
2010, tres criterios básicos que se
resumen en (Mineduc, 2010; p. 9):
•
La formación de los y las
estudiantes, como eje y soporte para la
construcción
de
una
convivencia
democrática.
•
El compromiso y la participación
de toda la comunidad educativa y,
también, de toda la colectividad local
(barrio, comuna).
•
La inclusión del conjunto de
actores e instituciones educativas y del
sistema escolar.
Esta
aproximación
al
entendimiento/comprensión
de
la
convivencia escolar hace alusión a la
participación de todos los miembros de la
comunidad educativa en el proceso de
construcción de los valores que se deben
asumir para conseguir este ideal de
convivencia, y de esta forma encarar los
conflictos que surjan como parte de este
entramado social, y no como fenómenos
aislados que se deben solucionar
aisladamente también, como la violencia
escolar y el fenómeno del bullying en
particular, “es más, la convivencia
escolar es un fin pedagógico en cuanto
despliega en los niños y jóvenes una
capacidad de pensamiento autónomo que
se hace cargo de la complejidades,
conflictos y contradicciones de la
experiencia educativa” (Aristegui y otros,
2005, pág. 148).
Dichas
contradicciones,
complejidades y conflictos de la
experiencia educativa se manifiestan en
expresiones distintas y diversas, de las
cuales nos referiremos a una en particular
a continuación.
Violencia escolar
Uno de los conflictos que se viven
al hablar de experiencia educativa es la
violencia, ésta ha sido un tema de interés
en cuanto se considera un fenómeno que
afecta a nivel social, lo cual le da una
connotación de importancia en el ámbito
de las relaciones y de cómo se desarrolla
en todos los niveles y esferas de la
sociedad.
Desde
comprensiones
provenientes del ámbito académico, la
mayoría de las acciones que abordan la
problemática de la violencia escolar las
entienden como fenómenos complejos,
incluyendo en sus determinantes las
condiciones socio estructurales como
institucionales en las cuales “los agentes
constituyen y/o reproducen sus hábitus,
subjetividades y, por ende, las pautas de
mediación con los otros” (Di Leo, 2008,
en Kornblit, 2008:31).
En
Latinoamérica,
la
problematización de la violencia escolar
es bastante reciente. La década de los 90
marca el punto de inflexión del interés de
los investigadores por el estudio de este
tipo de violencia. (Baeza, Guzmán y
Mardones, 2010). Estos autores relatan
que García y Madriaza, “indican que, en
diversos estudios latinoamericanos se ha
hallado una constante: muy pocos de los
resultados se extraen de investigaciones
exclusivas del fenómeno, sino que surgen
como extensiones de estudios de otra
índole que incorporan en algún grado la
percepción sobre violencia en las
escuelas” (Báez, Guzmán y Mardones,
2010:6).
Investigaciones en Chile, han sido
principalmente de carácter
más
descriptivo interpretativo,
como las
realizadas por García y Madriaza: “La
imagen herida y el drama del
reconocimiento: “Estudio cualitativo de
los determinantes del cambio en la
violencia escolar en Chile” (2005a) y
“Sentido y sinsentido de la violencia
escolar: análisis cualitativo del discurso
de estudiantes chilenos” (2005b), estos
autores señalan que “la violencia entre
los adolescentes cumple para éstos
diversas funciones orientadas a la
construcción
de
lazos
sociales,
configurando la subcultura de la
violencia, que señala de modo tácito el
deber ser o ‘ética social de los grupos’
que orientan el comportamiento en estas
situaciones”
(Baeza,
Guzmán
y
Mardones, 2010:12).
El concepto de violencia escolar
se refiere a toda situación de agresión,
abuso o maltrato que realiza una persona
o grupo. Puede manifestarse entre los
distintos actores de la estructura
educacional:
maltrato entre pares
(estudiante-estudiante; profesor-profesor,
etc.), agresión recibida por un superior
(profesor-estudiante,
director-profesor,
etc.), agresiones de un estudiante hacia un
profesor y/o coacciones ejercidas por la
institución escolar hacia sus integrantes
(Palomero y Fernández, 2001). Otros
autores expresan que “la violencia
escolar es cualquier tipo de violencia que
se da en los contextos escolares. Puede ir
dirigida hacia alumnos, profesores o
propiedades. Estos actos tiene lugar en
instalaciones escolares (aula, patio,
lavabos, etc.), en los alrededores del
centro
y
en
las
actividades
extraescolares)” (Serrano e Iborra, 2005:
11).
De acuerdo a esto no se debe
confundir y menos considerar a cualquier
tipo de violencia escolar como una forma
de abuso o bullying, ya que éste presenta
características particulares que lo
diferencian: “entrar en un conflicto con
alguien en el patio de recreo y terminar
en una pelea –verbal o física- si no ha
habido un verdadero desequilibrio de
poder físico, psicológico o social, es un
fenómeno indeseable, del que los
protagonistas
se
sentirán
pronto
culpables, y si son sensatos, pedirán
disculpas recíprocamente, pero esto no es
bullying” (Ortega, 2010; p. 17).
Bullying
Los modelos clásicos de la
agresión infantil explican toda la
conducta agresiva del niño, en términos
de rasgos violentos, predisposiciones de
personalidad, trastornos de conducta, etc.
pero, con el pasar del tiempo, las
investigaciones relacionadas al bullying
han demostrado que este es un fenómeno
sistémico, en donde “por Bullying se
incluye en primer lugar a la tríada
agresor/víctima/testigo, pero por sobre
todo, también son partícipes los
profesores, inspectores, autoridades del
colegio, las creencias, currículo y
reglamentos del mismo, y evidentemente
la familia” (Lecannelier, 2007; p.3).
Las principales características de
esta particular forma de violencia dan
cuenta que se provoca una asimetría de
poder la cual está dada por el uso
intencional de la violencia como medio
para establecer dicha asimetría (Ortega,
2010). Además tiene una modalidad de
funcionamiento,
o
un
patrón
interaccional, que tiende a ser repetitivo.
Fenómeno en el que, además, se establece
un circulo de victimización en donde el
agresor experimenta más poder y control
frente al grupo y ante una víctima que
experimenta cada vez menos poder y,
desamparo
con mayor
intensidad
(Lecannelier,
2007),
llegando
en
ocasiones a trágicos ribetes indeseables
como suicidios, eventos que hemos
vivido en la ultima década en el país.
Comprender el bullying como un
fenómeno sistémico implica concebir a la
escuela como un sistema abierto en el que
confluyen toda una serie de subsistemas
propios de las personas, requiere
comprenderlo como un fenómeno grupal
que involucra a todos los actores
(Salmiralli y colaboradores, 1996 En
Ortega, 2010). Salmiralli et al. (1996)
caracterizan diversos roles que son
adoptados dentro del sistema por sus
integrantes en los que señala, además de
la víctima y el agresor, otros roles como:
ayudante del agresor, reforzador del
agresor, espectador pasivo y defensor de
la víctima. “Los resultados demostraron
que muchos niños, en vez de apoyar a la
víctima, actuaban en diversas formas que
favorecían y mantenían el bullying” (en
Ortega, 2010: 86).
La violencia no es un algo innato
de los seres humanos, sino un hecho
cultural, por lo tanto aprendido, lo que
permite que pueda ser deconstruido en
favor de relaciones sociales pacíficas. Es
un fenómeno relacional y multicausal, ya
que se produce en el contexto de la
interacción social y no es posible atribuir
su origen a un solo factor (Mineduc,
2010: 36). El contexto de la escuela es un
espacio que permite el proceso de
socialización de los estudiantes y permite
obviamente su desarrollo en este aspecto,
por lo cual es de suma importancia poder
crear un ambiente de convivencia lo más
armónico y en donde se puedan
desarrollar estas redes sociales (Merino,
2008).
Si entendemos la comunidad
escolar o educativa como un amplio
sistema interaccional dentro del cual se
pueden identificar diversos subsistemas
que se entrecruzan y se comunican entre
sí y en relación con los cuales la escuela
constituye el ambiente (Palazzoli et al.,
1986), se asume entonces que la conducta
de cada individuo en cada subsistema está
en relación estrecha con la conducta de
todos los demás.
Al intentar estudiar la violencia en
el contexto escolar, se debe tener en
cuenta que las instituciones educativas
son espacios donde las relaciones de
poder y violencia atraviesan todas las
rutinas (Mayer, 2009). Toda relación
humana es una relación de poder; la
relación pedagógica, también y es
vehículo de la violencia simbólica que
implica la transmisión cultural (Deocare,
2011).
Según Mayer (2009), Bourdieu
afirma que la violencia simbólica consiste
en “la capacidad de imposición de
significados que se presentan como
legítimos desde una posición de
autoridad supuestamente neutral y
desvinculada del poder” (p.68). Esta
violencia se ejerce en el ámbito de la
producción, transmisión y circulación de
los significados en la vida social (Mayer,
2009).
En la pretensión de analizar este
particular tipo de relación social
(convivencia escolar) y una de las
manifestaciones más mediatizadas que
resultan (bullying), buscando generar
reflexiones sobre los efectos discursivos
en los relatos de escolares adolescentes en
relación al bullying y la convivencia
escolar, consideramos atingente referirnos
a la perspectiva que nos ofrece el
Socioconstruccionismo.
Socioconstruccionismo.
El socioconstruccionismo es un
movimiento en las Ciencias Sociales que
se levanta caracterizado como una
metateoría, un enfoque disciplinar y
epistemológico que dice cómo generamos
teoría; además como dispositivo de
conocimiento, hace su énfasis en la
mirada del investigador (Cañon, Peláez,
Noreña, 2005).
Ejerce su campo de acción en los
sistemas relacionales que se producen
entre las personas, y de cómo estos
articulan -por medio de la interacción con
los otros- los significados a sus
experiencias. Así, centra su base teórica
en la construcción discursiva de la
realidad. Dicha construcción se formaliza
a través del lenguaje y de la interacción
dialógica (Seguí, 2004), visualizando
desde esta perspectiva la cultura como un
sistema organizado de significados que da
coherencia a la realidad social así como a
las múltiples versiones de realidad que
coexisten en ella, así la realidad y el yo
encuentran sus orígenes a través de las
relaciones (Gergen, 1996; Perdomo,
2002).
de múltiples versiones cuya constitución
discursiva es esencial para la emergencia
del yo y las relaciones (Perdomo, 2002).
Así, a través de las relaciones
comunicativas se generan nuevos órdenes
de significado así como nuevas formas de
acción.
Aspecto
relevante
si
consideramos la finalidad formativa de la
convivencia y la necesidad de generación
de espacios reflexivos, autorreflexivos y
de autocomprensión al interior de las
comunidades (Aristegui y otros, 2005).
En el socioconstruccionismo no
existe separación entre el investigador y
lo investigado, desde los distintos planos
del conocimiento propone una visión
ontológica relativista en donde existen
múltiples versiones de la realidad
construidas
socialmente;
epistemológicamente propone que el
conocimiento se sustenta en la
interpretación de los discursos de los
actores sociales; y metodológicamente
hablando se vale de la hermenéutica y la
dialéctica en la búsqueda de conocer y
reconstruir los significados a partir de los
discursos de los actores sociales (Muñoz,
A., comunicación personal, Abril de
2010).
Análisis de Discurso.
Desde esta perspectiva no existen
formas privilegiadas de conocimiento de
la realidad. La función primaria del
lenguaje es la acción social, constitutiva
Así, en tanto método de
investigación, es que se aborda el análisis
del discurso a continuación: a modo de
contextualización de los elementos
teóricos que este involucra.
El
método
es
la
forma
característica de investigar, determinada
por la intención específica y el enfoque
teórico que lo orienta, por ello al
investigar
desde
la
perspectiva
socioconstruccionista en la indagación de
discursos, entendidos éstos como
conjunto de prácticas lingüísticas que
mantienen y promueven relaciones
sociales (Iñiguez, 2008), el Análisis del
Discurso se vuelve el método de
investigación idóneo para concretizar la
tarea que nos hemos dispuesto, ¿por qué
el AD (Análisis del Discurso) es el
método –a nuestro juicio- idóneo? En
primer lugar, a modo de ejemplo de cómo
el lenguaje construye “realidad” y
versiones de ésta, y de cómo la
intertextualidad en los discursos emerge
en lo cotidiano, es que frente a esta
pregunta, preferimos darle lugar a voces
que
responden
esta
interrogante
refiriéndose a sus ventajas (Iñiguez y
Antaki, 1994):
<<La
ventaja obvia del AD es que su
visión del lenguaje –la moneda común de
nuestra vida social– está ampliamente
aceptada. A diferencia de otros
tratamientos
más
restrictivos
en
Psicología Social, el AD no piensa en el
lenguaje como una mera marca del
propio grupo social, o como una pista
para la percepción personal (aunque
pueda ser ambas cosas). No ve el
lenguaje como una ventana que se abre
hacia las ideas que la gente tiene en la
cabeza,
como
ciertos
tipos
de
psicologistas querrían argüir; y todavía
menos la visión del lenguaje como una
serie de símbolos estáticos cuya
distribución estadística es, por sí misma,
significativa.
El AD asume el lenguaje tanto como
señal de una realidad social como una
forma de crearla. Aboga por un uso
dinámico del lenguaje, y es sensible a sus
efectos, no en el sentido de una reacción
mental transitoria, sino como un efecto de
la forma lingüística.
Para el AD, el lenguaje no existe “en la
cabeza”, existe en el mundo: el lenguaje
es más una forma de construcción que de
descripción de nosotros mismos. El AD
reconoce el mundo en el cual el/a
hablante vive, un mundo donde el habla
tiene efectos: donde no es indiferente
referirse a alguien como un/a “soldado”,
“guerrillero/a”,
“terrorista”
o
“luchador/a por la libertad”; o
denominar y/o autodenominar a una
organización como “anti-abortista” o
“pro-vida” >> (Iñiguez y Antaki, 1994).
El Análisis de discurso se presenta
como medio para llevar a la práctica el
lenguaje a modo de eje de comprensión y
estudio de los procesos sociales, el cual
"consiste en estudiar cómo estas
prácticas actúan en el presente
manteniendo y promoviendo estas
relaciones" (Iñiguez, 2003; p.89), en
nuestra intención: estudiar los efectos
discursivos en los relatos de escolares en
relación a la convivencia escolar y el
bullying de escolares adolescentes de un
establecimiento
particularsubvencionado. De esta manera, mediante
el análisis del discurso se busca sacar a la
luz el poder del lenguaje como una
práctica constituyente y regulativa de
nuestras relaciones y realidad.
METODOLOGÍA
Esta
es
una
investigación
cualitativa
de
tipo
descriptivo
interpretativo, orientada a la descripción
de los fenómenos sociales tal cual
suceden, comprendiendo desde nuestro
marco de referencia que el investigador es
parte activa en la construcción del
conocimiento, no buscando explicar sino
más bien comprender el fenómeno a
través del análisis y de la interpretación
que se realiza (Cañon, Peláez, Noreña,
2005).
Nuestra unidad de análisis y
observación son los discursos en torno a
la convivencia escolar y al bullying entre
escolares adolescentes dentro de un
establecimiento particular subvencionado
en la región de Coquimbo. La
observación
fue
herramienta
de
triangulación de cómo operan en la
interacción los discursos identificados.
Análisis de Discurso (Iñiguez, 2008)
como técnica de análisis de la
información, en el cual se ejecutaron las
siguientes fases o etapas:
Considerando
que
en
investigación cualitativa la información y
los datos son los que guían el muestreo,
se empleó el Muestreo Teórico como
estrategia muestral, una estrategia de
selección netamente secuencial
y
vinculada a la fase de interpretación de
los datos de una investigación
(Rodríguez, Gil y García, 1999: 140), así
basándonos en las necesidades de
información detectadas en los primeros
análisis se seleccionaron los casos
siguientes hasta alcanzar la saturación
teórica, la que marcó el fin de la fase de
trabajo de campo.
a) Establecimiento de los objetivos del
análisis: En nuestro caso Los discursos
en torno al bullying y convivencia
escolar.
Así, de un total de cuarenta
estudiantes que conformaban el primer
año medio del establecimiento, la muestra
se conformó de la siguiente manera:
N°
estudiantes
Entrevista
Grupal
Grupo
Focal 1
Grupo
Focal 2
Mujeres
Hombres
26
16
10
12
6
6
11
5
6
Entrevistas
Activo-Reflexiva,
Observación, Entrevista Grupal, Grupos
focales fueron las técnicas de recogida de
información empleadas durante la
investigación.
Se realizó un análisis argumental
de discurso, para el cual se empleó el
b) Búsqueda del material relevante: Los
relatos de los escolares adolescentes en
relación al bullying y la convivencia, así
como los relatos de los informantes en las
entrevistas pre eliminares, etc..
c) Identificación de los ejes temáticos
(temas centrales y/o reiterativos
presentes en el corpus): Consiste en
identificar la estructura argumentativa
dentro de cada eje, argumentos literales y
explícitos, pero también los más sutiles.
d) Análisis de los efectos discursivos:
Implicaciones del argumento que expone
en texto para las relaciones sociales que
se analizan.
Sumado a estas etapas se
considera como elementos de análisis la
identificación de recursos retóricos,
buscando poder identificar las diferentes
estrategias utilizadas por los informantes
a la hora de plantear sus posicionamientos
en las diferentes temáticas abordadas
durante la investigación. De esta forma, la
argumentación misma se presenta como
un trabajo de construcción; así
encontramos que “el proceso de
construcción de hechos intenta cosificar
las descripciones para que parezcan
sólidas y literales mientras el proceso
opuesto de destrucción intenta ironizar
las descripciones para que parezcan
parciales, interesadas o defectuosas en
algún sentido” (Potter, 1998: 142).
Los
recursos
retóricos
considerados por Potter (1998) son los
siguientes:
Intereses y acreditaciones: elaboración
de categorías que puede dar autoridad
para hablar o bien para resistir o socavar
una argumentación contraria apelando a
la gestión de conveniencias e intereses del
hablante. Son recursos usados para
desarrollar la identidad de los agentes que
producen descripciones para elaborar su
credibilidad.
Posicionamiento: recurso retórico que
busca
otorgar
veracidad
a
las
descripciones, construida a partir del
posicionamiento del narrador. Se pueden
distinguir dos tipos de narradores:
-El narrador protagonista, que al describir
los hechos hace participe al receptor de su
enfoque.
-El narrador testigo, que presentan los
hechos para que otros infieran lo que
pretenden.
Construcción
de
exterioridades:
elaboración de una descripción como si
fuera independiente del agente. Combina
diversos recursos como el uso de artículos
gramaticales
que
minimiza
las
intervenciones o acciones de los autores
de la descripción.
Articulación narrativa: es el control
selectivo del ámbito de objetos, sujetos y
eventos
a
considerar
en
una
argumentación, los cuales son articulados
a partir de secuencias descriptivas, cuyo
resultado es la construcción minuciosa de
una situación o contexto a partir de sus
detalles. Es la construcción de una trama
que otorga verosimilitud a un relato y
promueve un efecto en quien lo escucha.
Así la articulación de hechos en
una narración da cuenta de la diferencia
entre observación y evaluación, entre
descubrir los hechos y decir que
significan.
Manipulación ontológica: En este
recurso los significados flexibles y
abiertos de las palabras se convierten en
concretos y particulares en contextos
específicos. La selección de términos para
describir algo, implica una categorización
y con ello se puede criticar, elogiar,
neutralizar, etc. De esta manera se
manipula,
en
el
sentido
de
manejar/elaborar, la naturaleza de la
realidad.
Algunas formas particulares de
manipulación ontológica son los recursos
de:
Maximización y minimización: son
recursos usados para enfatizar casos
extremos, de esta manera utilizando
adverbios, adjetivos o categorías se puede
justificar o contradecir una conclusión.
Normalización y anormalización: lo
normal es lo regular, lo cotidiano; para
lograr este efecto se pueden usar listados
de tres elementos, adverbios, verbos en
plural entre otros elementos lingüísticos.
Tomando
en
cuenta
estos
elementos a la hora de categorizar la
información recopilada, es que podemos
identificar
las
diferentes
líneas
argumentativas e interpretar los efectos
discursivos en los relatos de los
estudiantes sobre las temáticas de
convivencia escolar, las relaciones
interpersonales y las conductas de
persecución y violencia entre pares.
RESULTADOS, CONCLUSIONES Y
DISCUSIÓN
Entre los resultados de la investigación se
encuentra la identificación de líneas
argumentativas en relación a la
convivencia escolar y las relaciones
interpersonales, y líneas argumentativas
en torno las conductas de persecución y
violencia entre pares. En relación a los
hallazgos en los relatos, se identificaron
cuatro líneas argumentativas, las cuales
dan cuenta de las diversas formas en que
los estudiantes construyen conceptos
relacionados con la convivencia escolar y
el bullying, además de evidenciar sus
prácticas interaccionales.
“EL MOLESTAR COMO FORMA DE
INTERACCIÓN”, principalmente hace
referencia a cómo los estudiantes
establecen
pautas
interaccionales
particulares
de
acuerdo
a
sus
contingencias y cómo son capaces de
tomar posicionamientos específicos con
el propósito de validar las practicas de
interacción que emplean. Otra de la líneas
argumentativas que se manifiesta es “SI
HAY CONFIANZA, NO HAY MUCHO
RESPETO”, la cual tomando en cuenta la
línea
anterior,
grafica
que
en
determinadas situaciones estas formas de
interacción que establecen como válidas,
se tensionan al entrar en juego los límites
de la confianza y el respeto.
Otra de las líneas emergentes es “EL
BULLYING MARCA AL SER HUMANO”,
donde se demuestra la forma en que se
construye el concepto de bullying, desde
una mirada alarmista, trágica y con
consecuencias negativas a modo de
resaltar que lo que ellos practican no es
bullying, y que sus prácticas no llegan a
ese nivel de complejidad y peligrosidad.
Por último otra de las líneas
argumentativas que se evidencian es “SI
NO CAMBIA EL OTRO, ¿POR QUÉ
TENGO QUE CAMBIAR YO?”, la cual
expone como se adoptan posturas
individuales ante las conflictivas que
surgen en la interacción y como la
transformación o el cambio de dichas
situaciones queda relegado a la otra
persona,
externalizando
su
responsabilidad.
Dentro
de
los
objetivos
establecidos en la investigación se
encuentra la identificación de matices de
género en las articulaciones discursivas
en los relatos de los estudiantes, donde
no
se
encontraron
diferencias
significativas que pudieran dar cuenta de
hallazgos relevantes en este aspecto, pero
es evidente en los relatos de los
estudiantes, que los hombres tienden a
normalizar y minimizar las situaciones en
que la convivencia se ve afectada por los
diferentes conflictos que surgen en la
interacción, por lo cual se justifican más.
En comparación con las mujeres que
tienden a afrontar más y hablar de los
temas conflictivos que sucedían en sus
interacciones, como por ejemplo referirse
con más profundidad al conversar acerca
del bullying en contraste a los hombres.
Este hallazgo se vuelve coherente y toma
sentido cuando se revisa el estudio hecho
a escolares de educación media en
Santiago de Chile sobre la percepción del
bullying, el cual revela que los hombres
son los que más justifican en
comparación con las mujeres (Contador,
2011), se entiende además de que según
la percepción de los estudiantes los
hombres están más involucrados en
episodios de bullying por lo cual se hace
necesario tener que justificar sus
prácticas.
De esta manera y teniendo en
cuenta estos elementos, es que se
interpretan los efectos discursivos de los
relatos de los estudiantes, de los cuales se
desprende la validación de un discurso
de poder en los jóvenes que se ve
representado por la forma en cómo se
establecen las practicas interaccionales,
donde el dominio y el control emerge
como la forma de hacer frente ante las
contingencias que exige el sistema en el
micro contexto de los jóvenes, el cual se
articula desde la comprensión de un
discurso hegemónico de la educación que
plantea la idea de homogeneidad en la
forma de visualizar a los estudiantes,
pero que en la práctica se ve contrastado
por los diversos fenómenos que emergen
en los contextos educativos. Donde los
conflictos en la convivencia escolar y el
bullying se instalan como consecuencias
de una cultura individualista y
competitiva
que
exige
adoptar
posicionamientos de dominación sobre
otro o ante situaciones especificas.
En relación a lo anterior se
interpreta otro efecto discursivo en los
estudiantes el cual refleja la negación de
poder, en el sentido de que si bien existen
y se mantienen prácticas que dan cuenta
de pautas interaccionales en los que se
observan ejercicios de dominación y
control, éstas se niegan a partir de
diferentes recursos retóricos como
normalizaciones y minimizaciones de los
eventos conflictivos. Esto se explica
debido a que los diversos actores que
participan del contexto educativo no se
hacen cargo de asumir la responsabilidad
que
conllevan
estas
prácticas
interaccionales y prefieren ocultar la
ocurrencia de fenómenos que alteren la
supuesta estabilidad que ejerce el discurso
hegemónico
que
establece
una
concepción de homogeneidad, por lo que
se vuelve necesario la negación de este
tipo de prácticas para no ser catalogados
ni estigmatizados, tanto a nivel
institucional como también por parte de
los estudiantes.
Lo anterior nos invita a pensar en lo
necesario que se hace promover en las
escuelas estrategias que generen reflexión
y auto comprensión sobre aspectos
valóricos al mismo nivel que los
contenidos
obligatorios;
generar
conciencia y responsabilidad sobre los
propios procesos, y propiciar la acción
educativa a través de la generación de
formas o alternativas de trabajo
colaborativo en lugar de las posturas
individualistas, que generan y fomentan
la competitividad vs el sentirse
competentes,
la
auto
exigencia,
frustración y agresividad.
“LA AUTORIDAD
JUEGO”
PUESTA
EN
¿Validar los discursos pero negar el
poder? Suena contradictorio, aunque
plantearlo no es ningún asunto
‘descabellado’, asumiendo que vivimos
en un mundo social complejo, incierto,
lleno de contradicciones y desafiante.
Comprendiendo el lenguaje como acción,
y discurso como un conjunto de prácticas
lingüísticas que mantienen y promueven
cierto tipo de relaciones sociales, es
posible argüir que las formas relacionales
que se establecen en el sistema educativo
y sus subsistemas, así como las prácticas
interaccionales
que
emergen,
se
promueven en el discurso hegemónico en
educación, así como a nivel social en su
totalidad, el cual se establece como un eje
articulador de las practicas educativas que
deben emplear en la enseñanza profesores
e instituciones, y el modo en que deben
aprender los estudiantes, un eje
articulador de los modos de ser y estar en
el contexto escolar.
Las modificaciones a la política de
convivencia (2010) establecida por el
Ministerio de Educación del Gobierno de
Chile, en base a las actualizaciones que
implicaron el trabajo de profesionales
vinculados a diversas disciplinas, caen en
un doble juego a la hora de volverlas
públicas y socializarse, generado a partir
de éstas las ‘dos caras’ que expresa el
discurso hegemónico, su discurso
manifiesto de una sociedad igualitaria en
donde la igualdad y el respeto por la
persona es un derecho inalienable de
cualquier ciudadano o futuro ciudadano, y
el discurso oculto que reconoce las
relaciones asimétricas, legitima las
diferencias y el poder de unos sobre otros.
Esta socialización, y la entrada en
vigencia de las actualizaciones a la
política de convivencia en nuestro país, se
traducen por un lado en una decisión y
por otro en un imperativo, que más allá de
alguna reflexión y/o transformaciones que
puedan implicar para cada contexto local,
deben ser aplicadas y cumplirse: ‘los
contextos escolares deben actualizarse’.
El poder social atribuible al estado
sobre el comportamiento moral de los
chilenos, en particular las instituciones y
organizaciones
del
‘mundo
adulto/trabajador’ es potente, anclado en
la autoridad que comporta lo político
normativo tanto en lo simbólico como en
lo manifiesto. Ya no solo los colegios
(municipales,
particulares
subvencionados o particulares) como
instituciones que cumplen con un servicio
al país, deben procurar que sus
estudiantes aprendan y ser instituciones
sustentables, también deben ser capaces
de promover una convivencia escolar
basada en relaciones de tolerancia,
respeto y comunidad democrática.
¿Cómo
promover
una
cultura
democrática, desde –o insertos en- una
cultura autoritaria que exhibe y despliega
su poder? Esta contradicción, o quiebre,
que emerge en este discurso hegemónico
dual que plantea la existencia de la
igualdad entre las personas pero que lo
que provoca es que se produzcan
diferencias y sobre todo desigualdades,
trae consigo otro desafío más para la
escuela, colegio o liceo que sea, en un
sistema educativo que en tanto subsistema
del macro sistema sociopolítico “Chile”
vive en lo incierto de un mundo donde las
leyes del mercado marcan la pauta de lo
cotidiano, un mundo sobrecargado de
oferta educacional donde todos prometen
cumplir con una ‘imagen’ deseable a los
estándares que el sistema educativo
construye desde los marcos de referencia
en los que se edifica. Así, promover una
ética convivencia desde el respeto y la
tolerancia,
promover
una
cultura
democrática termina siendo un imperante
a cumplir desde las exigencias de los
estándares resultantes por sobre una
decisión que emerja de las mismas
instituciones, desde la propia auto
comprensión, y desde la transformación
de la misma organización/comunidad
educativa.
En este escenario es inevitable que
las disonancias salgan a la superficie, que
los temas de convivencia escolar y
violencia vuelvan vulnerables a las
instituciones educativas, y al sistema en
su conjunto, y que gran parte de éstas
expresen resistencias al “abrir sus
puertas” a ser explorados desde estas
directrices. Ya sea como oferentes de un
producto, u organismos encargados de
velar por la calidad de este, “hay una
imagen que proteger”.
Si el discurso hegemónico dice
“toda persona es sujeto digno de respeto”,
expresa en su relato que las relaciones
que
establecemos
reconocen
las
diferencias en un marco de tolerancia y
mutua aceptación, aún así en la
convivencia escolar y en particular ante
los conflictos en esta, el respeto a la
autoridad emerge por sobre el respeto a
toda persona, evidenciando la jerarquía,
las diferencias y las desigualdades, así el
discurso manifiesto de “el poder no es
necesario” se tensiona y contrapone con
el discurso oculto de “el poder existe y se
ejerce”, y en esta contradicción el
discurso se quiebra. Así, a partir de este
doble discurso hegemónico se construyen
en la convivencia escolar prácticas
interaccionales de agresividad y poder en
los microcontextos de los jóvenes y así
mismo surge la externalización y
negación de prácticas que implican su uso
(y su abuso) como el caso del bullying.
Las implicancias de lo expuesto
pueden ser tan heterogéneas y complejas
como las versiones que construimos y con
las que cada uno de nosotros
configuramos nuestra realidad. Un punto
de partida e inflexión, a nuestro juicio, es
la reflexión a la que nos lleva respecto del
tipo de sociedad que tenemos.
La Educación, así como los demás
espacios culturales que componen la
experiencia en sociedad de todo
ciudadano, se ve expuesta a dos lógicas,
dos racionalidades que carecen de un
correlato integrador que se exprese en las
prácticas interaccionales resultantes en los
distintos subsistemas del entramado que
conforma el sistema social que somos.
Una lógica instrumental enfocada en el
resultado se contrapone a la lógica
valórica que busca construir a ciudadanos
íntegros, creativos y críticos que
contribuyan a la transformación social de
la sociedad (Arístegui y colaboradores,
2005). Así, estos dos ejes en los que se
levanta la ciudadanía no logran alcanzar
un punto de encuentro volviéndose un
ideal a alcanzar, pero en donde la
sobrevaloración de la adquisición de
conocimientos cognitivos y técnicos
provoca una formación educativa que
prioriza estos aspectos menoscabando
directamente la formación valórica, el
autoconocimiento y la integralidad de
esos futuros ciudadanos que durante doce
años, día a día van a sus escuelas, muchas
veces sin ser conscientes del sentido que
eso tiene; para que decir de aquellos que
por condiciones socio estructurales son
excluidos de estos doce juegos.
Este desbalance tiene un efecto
sobre el desarrollo socioafectivo en la
experiencia dentro del contexto escolar,
no sólo en el patio y los recreos sino que
muchas veces inmersa dentro de espacios
enfocados
a
la
enseñanza
de
competencias cognitivas y técnicas, como
podría ser matemáticas o historia por
nombrar una clase, en la cual
-relacionalmente- se establecen los límites
de respeto y confianza entre los jóvenes
en sus prácticas interaccionales desde
construcciones que minimizan los efectos
de acciones agresivas y de dominación
que violentan la experiencia escolar en las
distintas versiones del sistema escuela.
Así es posible que fenómenos como el
bullying y otras manifestaciones de
violencia escolar sean obviadas o
confrontadas con violencia, expresa o
simbólica, privilegiando estos modos
vinculares por sobre otras posibilidades
como las que el mismo currículo nacional
promueve.
Las relaciones asimétricas y
simétricas que estructuran la experiencia
educativa son vulnerables a transgredir
los límites de la ética de convivencia que
rige a todos los actores que conforman
una comunidad educativa, en deterioro de
las potencialidades de una experiencia
educacional vívida de respeto, tolerancia
y solidaridad recíproca, que facilite el
desarrollo emocional, físico, cognitivo,
artístico, ético moral y espiritual en los
miembros
de
dicha
comunidad,
idealmente ‘democrática’.
Este ideal
construido sobre los cimientos de una
ciudadanía, en base a un paradigma
individualista, se diluye en la validación
de los discursos de poder en los jóvenes,
en donde la agresividad y la frustración
junto a las sanciones y suspensiones
nutren
un
espiral
de
prácticas
interaccionales que mantiene y promueve,
y de paso naturaliza, una cultura del
silencio en relación a las situaciones de
maltrato, acoso, agresividad y violencia al
interior
de
los
establecimientos
educacionales.
“EL BULLYING Y SUS DESLINDES”
La validación de los discursos de
poder y la negación de éste como efectos
discursivos en los relatos de escolares
relacionados a la convivencia escolar y el
bullying configuran, respecto a este
último, una experiencia un tanto difusa y
confusa en los distintos actores
involucrados en el sistema educativo. Los
límites y la naturaleza de este objeto
social se desdibujan y se oculta,
relativizando la experiencia del bullying
en la convivencia, las relaciones, el
ambiente o en el clima escolar.
En los relatos de los jóvenes que
participaron en esta investigación, la
confianza se presenta como el eje en el
que se construyen y establecen las
relaciones,
posicionando
el
establecimiento de los límites en base a
esta construcción. Aún así, la valoración
que se establece de este elemento
adquiere una forma particular de
comprensión, la confianza se construye
como una posesión, un elemento que se
puede otorgar o no a un otro(a) en una
relación simétrica o asimétrica per se,
levantándose
como
un
elemento
diferenciador del grado de cercanía
relacional entre los involucrados y de las
posibilidades de acción de estos: dar
confianza, o no, es una transacción de
poder que habilita o inhabilita a los
sujetos a ser parte de ciertas formas
particulares de prácticas de interacción,
incluso aquellas basadas en la agresión,
las cuales se normalizan al surgir o ser
establecidas en base a este eje relacional.
Pero este elemento no es garantía ni
condición del respeto, incluso “si hay
confianza no hay mucho respeto”, aspecto
que ya tensiona la ética y la experiencia
de convivencia que se propone en el
sistema educativo a nivel nacional.
El bullying, con todas sus letras,
se configura como un fenómeno social
amenazante, “el bullying marca al ser
humano”, aún así refleja el discurso
hegemónico oculto expresando que el
poder existe y que es posible establecer
jerarquías
en
lugares
que
natural-y-culturalmente no están. Los
efectos del bullying en las víctimas son
construidos y/o comprendidos, tanto en la
teoría del mundo académico como por los
jóvenes de un establecimiento particular
subvencionado en la región de Coquimbo,
de maneras similares: consecuencias
afectivas negativas, depresión, evitación
hacia el colegio y las relaciones sociales,
y como caso extremo el suicidio.
Podríamos decir que los relatos en
ambos núcleos de inteligibilidad dan
cuenta de discursos sobre el bullying que
trascienden los significados subjetivos de
los participantes siendo estos compartidos
en una red simbólica más amplia que las
propias particularidades que la conforman
(Jubes, Lazo y Ponce, s/f). Aún así, el
bullying no es nítidamente reconocido, es
minimizado y al mismo tiempo
externalizado de los distintos espacios,
puesto ‘fuera’ de la experiencia de
quienes son interpelados. Incluso en
situaciones que podrían ser catalogadas
como bullying, la responsabilidad de
quienes realizan burlas, bromas, ofensas y
agresiones es externalizada a las
eventuales víctimas ya sea por factores o
características personales depositando en
ellas gran parte de la responsabilidad o
<<la culpa>> de ser atacados de tales
maneras.
Mediante el desarrollo de esta
investigación, de alcances descriptivos e
interpretativos, y el corpus de datos
recogidos durante ella, hemos podido dar
cuenta, a través del análisis argumental
del discurso, de la forma en cómo
accedemos a estos conjuntos de prácticas
lingüísticas que promueven y mantienen
cierto tipo de relaciones sociales (Iñiguez,
2008), en este caso, los discursos de los
estudiantes. Este abordaje nos permitió
develar las líneas argumentales desde las
cuales los participantes construyen en sus
relatos los fenómenos de Convivencia
Escolar y Bullying, así como interpretar y
describir los diferentes recursos retóricos
empleados
en
las
articulaciones
discursivas expresadas e identificadas en
sus relatos. Esto posibilitó una mayor
profundización
en
las
estrategias
utilizadas por los estudiantes, al
experienciar
la
diversidad
de
interacciones de las que formamos parte
en el desarrollo de la investigación.
Los diferentes recursos retóricos
empleados
y
los
distintos
posicionamientos emergen desde los
estudiantes al tratar las temáticas
abordadas por esta investigación en
espacios de conversación, los que
albergaron siempre como finalidad la
intención de generar y promover espacios
de reflexión y autocomprensión sobre las
propias prácticas y experiencias de los
participantes en las relaciones de los
distintos actores al interior de la
comunidad educativa en la cual esta
investigación se desarrolló.
En este sentido, lo que se
desprende de este tipo de análisis es que
permite dar cuenta de las diferentes
construcciones
que
realizan
los
participantes de su realidad y de cómo
comprenden y dan sentido a sus
experiencias, por lo que es posible
identificar los posicionamientos que
surgen ante ciertas situaciones, también
las formas que articulan sus narrativas,
utilizando recursos retóricos como
minimizaciones,
normalizaciones
y
externalizaciones en la elaboración de sus
relatos, permitiendo a través de esto
legitimar, validar ciertas argumentaciones
o, si es pertinente, derribar o desacreditar
argumentaciones contrarias.
Como se menciona, el bullying es
un fenómeno sistémico en el que se
involucran agresores, víctimas, testigos,
profesores, inspectores, autoridades, la
familia, las creencias, el currículo y los
reglamentos de los colegios; que se
soporta en el doble discurso hegemónico
y sus efectos en las construcciones de las
versiones de realidad que se configuran.
La
encuesta
nacional
de
estudiantes SIMCE 2010 establece un
promedio nacional de frecuencia de
situaciones vinculadas al bullying en los
establecimientos escolares de un 23,6%;
en la región de Coquimbo, el promedio
alcanza el 24%. En esta encuesta, la
heterogeneidad de las comprensiones se
hace evidente.
A la hora de la construcción del
‘indicador
de
bullying
del
establecimiento’, se seleccionan ítems
“más indicativos de Bullying” en base a
un análisis estadístico de situaciones
asociadas al fenómeno, construyendo
posteriormente un indicador estadístico
de la frecuencia de dichas situaciones en
los establecimientos. Más allá de las
críticas metodológicas que pueden surgir
respecto a si lo cuantificado responde al
fenómeno del bullying o no, desde una
óptica más amplia, la encuesta nacional
habla y manifiesta elevados niveles de
violencia escolar en las diversas regiones
del país, dos de cada diez estudiantes en
nuestra región dan cuenta de situaciones
de
violencia
escolar
en
sus
establecimientos.
‘Aterrizando este viaje’, consideramos
que dentro de las implicancias prácticas
de la política de convivencia en el
currículo nacional y local de cada escuela,
se
vuelve
necesario
operacionalizar/instrumentalizar
los
objetivos fundamentales transversales de
éstos para volverlos elementos de
enseñanza y por ende elementos de
aprendizaje al interior del sistema
educativo, como un posible camino en ‘la
hoja de ruta’ de un sistema que apunte
hacia la integración de las lógicas
instrumental y valórica en un todo
coherente para cumplir la misión que éste
se propone “asegurar un sistema
educativo, con la visión de que este
sistema sea equitativo y de calidad, que
contribuya a la formación integral y
permanente de las personas y al
desarrollo
del
país”
(Mineduc,
Conviviendo mejor en la escuela y el
liceo. 2010).
Una
formación
integral
y
permanente de las personas requiere
otorgar
un
lugar
en
la
formación/educación de los estudiantes,
profesores y autoridades a la dimensión
socioafectiva de la experiencia humana,
de forma expresa, que no la sitúe relegada
al aprendizaje vicario o por observación
que los estudiantes puedan alcanzar
mediante el ejemplo que los adultos
(docentes y funcionarios, así como las
familias) brindan dentro del contexto
escolar. Así puede ser posible que la
convivencia escolar se transforme en el
fin pedagógico que comporta, en cuanto
al despliegue en los niños y jóvenes de
una capacidad de pensamiento autónomo
que se haga cargo de las complejidades,
conflictos y contradicciones de la
experiencia educativa (Arístegui y
colaboradores, 2005); y que las
comunidades educativas logren alcanzar
ese objetivo común, trazado en la actual
Ley General de Educación, de contribuir
a la formación y el logro y aprendizaje de
todos los estudiantes para asegurar su
pleno desarrollo espiritual, ético moral,
afectivo, intelectual, artístico y físico.
Aristegui, Bazán, y colaboradores
(2005) plantean que “la convivencia no es
solo funcional al logro de aprendizajes de
calidad (dimensión instrumental) sino que
es en sí misma un fin formativo en cuanto
posibilita la construcción de persona
criticas reflexivas y situadas, capaces de
contribuir con el desafío de la
transformación de la sociedad (dimensión
valórica)”, así una sana convivencia al
interior de los contextos escolares locales
emerge si las particularidades de cada
entorno son consideradas a la hora de
establecer las formas de enfrentamiento a
las situaciones disruptivas y de conflicto.
Un plan de acción acorde es el desarrollo
de estrategias de autorregulación del
sistema y sus subsistemas, construyendo
una ética de convivencia naciente en las
propias comunidades, basada en la
experiencia cotidiana de los diversos
actores, construyendo un ambiente
basado en relaciones colaborativas en la
que el respeto tiene un significado
compartido reconociendo al otro como un
legítimo otro en la experiencia, y uno
mismo como sujeto digno de respeto.
La convivencia escolar y el
bullying, ambos fenómenos, son ámbitos
de investigación de gran significancia. La
relación entre la adquisición de
aprendizajes y la calidad del ambiente en
el que se hacen posibles se hace evidente.
Una
limitación
de
la
presente
investigación es el abordaje de estos
fenómenos en escolares en etapas del
desarrollo previas a la adolescencia, así
como la aproximación a la creación de
ambientes colaborativos al interior de los
contextos escolares, las cuales se
presentan como líneas de investigación
posibles a desarrollar. Un análisis
documental de la política de convivencia
y la campaña de convivencia escolar,
actualmente en vigencia, es otra línea de
investigación que puede contribuir a la
comprensión sociohistórica de estos
fenómenos y al desarrollo y creación de
nuevas formas de afrontamiento e
intervención.
También nos parece
interesante sondear a través de las
narrativas las construcciones de identidad
que emergen tanto en estudiantes,
docentes como podría ser toda la gama de
actores de una comunidad educativa en
relación a la convivencia y la violencia
escolar, así como las prácticas que se
establecen en sus relatos y los discursos
que las soportan.
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