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ActAs del XVIII congreso nAcIonAl de ArqueologíA chIlenA Sociedad Chilena de Arqueología 2012 ACTAS DEL XVIII CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA CHILENA Editor Sociedad Chilena de Arqueología ISBN 978–956–0000–00–0 Diseño, diagramación e impresión Gráica LOM Ltda. Concha y Toro 25 Fonos: (56–2) 672 2236 – (56–2) 671 5612 Actas del XVIII congreso nacional de Arqueología chilena lA PresencIA del IncA y lA IncorPorAcIón de tArAPAcá Al tAwAntInsuyo (norte grAnde de chIle) Mauricio Uribe1, Simón Urbina2 y Colleen Zori3 Resumen La formación del imperio Inca sigue siendo materia de conocimiento y discusión en Tarapacá, por lo que presentamos un estudio sintético de sus expresiones materiales a través de uno de sus asentamientos emblemáticos, Tarapacá Viejo, el cual desde la Pampa del Tamarugal (Yunga) articuló las tierras altas y la costa de la región. Nos interesa analizar la arquitectura incaica, ofrecer información artefactual y ecofactual depositada por la ocupación, así como datos históricos, estratigráicos y cronológicos precisos. Todo esto con el propósito de contribuir con información novedosa e inédita a las discusiones sobre las lógicas y estrategias tanto económicas como ideológicas implementadas por el Tawantinsuyo en la región y con las áreas vecinas. En suma, nuestra expectativa es que el registro arqueológico de Tarapacá Viejo aporte al debate crítico de las clásicas dicotomías entre dominio directo o indirecto, territorial o hegemónico, derivado de los modelos de verticalidad andina. Palabras Clave: Tarapacá Viejo, imperio Inca, control vertical, verticalidad invertida, Contisuyo. Abstract The coniguration of the Inca Empire in Tarapacá, located in Northern Chile, is still a matter of investigation and discussion. In this paper we present a synthetic study of the material expressions of the Inca at an emblematic settlement, Tarapacá Viejo, in which populations of the Pampa del Tamarugal, or Yunga, articulated with peoples of the highlands and desert coast of this region. We combine different architectural, artefactual and ecofactual information recovered from Inca deposits at Tarapacá Viejo, as well as precise historic, stratigraphic and chronological data. The purpose of this investigation is to contribute new and previously unpublished information to the debate regarding the economic logic and ideological strategies implemented by the Inca in Northern Chile and neighboring areas. In sum, we expect that the archaeological record at Tarapacá Viejo will contribute to a critical discussion of the classic dichotomies between direct or indirect and territorial or hegemonic domination, derived from Andean models of verticality. Key Words: Tarapacá Viejo, Inca Empire, Vertical control, Inverted verticality, Contisuyo. Introducción sobre el Inca en Tarapacá Hasta hace muy pocos años la continuidad entre la historia prehispánica tardía y colonial de Tarapacá se había mantenido subordinada a la investigación efectuada previo a la década de 1980 (Núñez 1979). Esto, a pesar de la riqueza arqueológica generada por sus centenarias relaciones interétnicas macroregionales, la administración incaica y la invasión hispana posterior (Núñez y Dillehay 1995 [1978], Núñez 1984, Odone 1994, Uribe 1999-2000). En años recientes, al reiniciar los estudios en la temática se constataron: (1) deiciencias en la periodiicación tardía de la región de Tarapacá, (2) la carencia generalizada de nuevos documentos publicados sobre los Incas y el período Colonial Temprano, y (3) la falta de datos contemporáneos sobre localidades 1 indígenas y el elenco de las principales autoridades étnicas; todo lo cual hizo permanecer en un estado difuso los procesos históricos locales y regionales, de igual modo que las transformaciones geopolíticas generadas por la expansión del Tawantinsuyo y la ocupación hispana en Tarapacá (Parsinnen 2003, Urbina 2009 y 2010, Odone 2009). Efectivamente, a partir de la segunda mitad del siglo XVI d.C. la documentación peninsular sobre Tarapacá se percibe de forma desagregada, especialmente las crónicas (Vivar 1979 [1556]), ofreciendo informaciones fragmentarias o parciales sobre la población local e informando sólo del paso de los conquistadores por el territorio tarapaqueño durante las primeras décadas de la Colonia. Es por esta razón que hemos retomado una mirada histórica e interdisciplinaria, denominándola operativamente arqueología colonial de Tarapacá (Urbina 2010) con Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago. mur@uchile.cl Instituto de Ciencias Sociales, Universidad Austral de Chile, Valdivia. simon.urbina@uach.cl. Becario CONICYT, Programa de Doctorado en Etnohistoria, Universidad de Chile. 3 Cotsen Institute of Archaeology, University of California, Los Angeles. colleen.zori@ucla.edu. 2 218 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d. el in de reevaluar críticamente distintos aspectos de la historia ocupacional de asentamientos indígenas tardíos como Tarapacá Viejo, los cuales fueron activamente utilizados durante el Horizonte Inca y parte del régimen hispano (Trelles 1991). Es así como el estudio de la fuentes documentales de la encomienda temprana de Lucas Martínez Vegazo (Larraín 1975, Trelles 1991), al igual que las características arqueológicas y locacionales, envergadura y diseño incaico de este sitio (Adán y Urbina 2005, Uribe y Urbina 2010, Zori 2010), permiten sugerir la posibilidad de un caso de “verticalidad invertida” (Cfr. Murra 2002 [1972, 1975]) durante inicios del período Colonial, lo cual habría tenido antecedentes prehispánicos debido a que Tarapacá Viejo aparecería centralizando el tributo de una vasta región, entre la costa del Pacíico y el altiplano adyacente (Urbina 2010, Urbina y Uribe 2010). En segundo lugar, y derivado de lo anterior, el hecho de que la arquitectura del asentamiento, redeinida como íntegramente de factura incaica y considerando su gran escala (Cfr. Núñez 1984; Urbina 2010: 2005), señalan que probablemente este sitio constituyó un centro articulador de una territorialidad (sub) provincial dentro del Tawantinsuyo, la cual sería coherente con su importancia durante los inicios de la encomienda española. Instalaciones incaicas de las tierras altas de Tarapacá (ca. 3.800 m.s.n.m.) Una primera consideración respecto de las instalaciones incaicas conocidas en Tarapacá es la distribución que éstas presentan desde el punto de vista regional. Debido a que la investigación arqueológica se ha concentrado en las tierras altas orientada por los sesgos del modelo de verticalidad, se cuenta con escasos registros en la costa, de los valles y quebradas precordilleranas. Por su parte, en los valles bajos se documenta principalmente el caso de Tarapacá Viejo (L. Núñez 1979, P. Núñez 1984, Adán y Urbina 2005, Urbina 2010), mientras que en el altiplano se han estudiado las localidades de Incaguano, Collacagua, Huasco, Collahuasi y Miño, ubicados entre Isluga y las nacientes del Loa (Niemeyer 1962, Reinhard y Sanhueza 1982, Castro 1992, Lynch y Núñez 1994, Romero y Briones 1999, Berenguer 2007, Berenguer y Cáceres 2008, Urbina 2009, Berenguer et al. 2010, Uribe 2010). Comparativamente, se aprecia una verdadera escasez de asentamientos en las tierras bajas respecto de aquellos localizados en el altiplano; no obstante, se debe recordar que en la Cordillera de la Costa, frente a Iquique, se ubica la única Capacocha conocida fuera de las tierras altas de todo el imperio (Cfr. Checura 1977)4. En este sentido, el altiplano ha sido objeto de prospecciones arqueológicas más sistemáticas5 gracias a investigaciones cientíicas y estudios de impacto ambiental relacionados con el desarrollo de la gran minería. Pues bien, ciertamente estas mismas actividades mineras coincidirían con un interés expreso del imperio incaico por las tierras cordilleranas durante los siglos XV y XVI, pues fueron parte de los motivos declarados de su expansión al Collasuyo (Rafino 1995) y, durante la conquista hispana, uno de los objetivos principales de la economía colonial. Aquí los Incas habrían instalado una de sus principales arterias longitudinales con dirección a las nacientes del Loa en Miño (Berenguer 2007), abriendo una ruta de conexión entre Tarapacá, Lipez y Atacama, lugar donde se ubicarían importantes asentamientos (p. ej., Incaguano, Collacagua 18 y 19, Collahuasi 37, Miño 1 y 2), (Urbina 2009, Berenguer et al. 2010, Uribe 2010). Dichas instalaciones incaicas ubicadas en las tierras altas, poseen inversiones arquitectónicas disímiles que oscilan entre 36 y 195 estructuras que se traducen a su vez en tamaños que varían entre 0,09 há en Miño 2 y alrededor de 0,4 há ediicadas en el caso Collahuasi 37 (Urbina 2009, Urbina y Uribe 2010). En cuanto a las categorías de sitio, Incaguano, Collahuasi 37 y Miño 1 corresponden a instalaciones inca-mixtas; mientras que Miño 2 se 4 Esta Capacocha se ubica a 905 msnm. en la cumbre más alta del cerro Esmeralda, en el sector norte de la quebrada de Huantaca, al sur del cerro Huantajaya, mina prehispánica de plata a la cual parece haber estado asociado el sacriicio humano de una joven y una niña.“Las 104 piezas del ajuar y ina terminación tanto de las cerámicas como de los textiles, los depurados diseños, el símbolo esvástico de las fajas, los brazaletes de oro y plata, así como las tres conchas de Spondylus princeps princeps conirmarían para la momia de Esmeralda su riqueza o privilegiada posición social” (Checura 1977: 140). 5 No obstante, la reciente prospección sistemática de la costa sur de Iquique ha identiicado un total de 1.307 yacimientos arqueológicos, de los cuales el porcentaje de sitios incaicos o del período Tardío es apenas un 1,15% (N=15) (Ajata y MéndezQuirós 2009). la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... considera como un sitio incaico puro o exclusivo. Por su parte, Collacagua 18 y 19 representan asentamientos locales arquitectónicamente intervenidos y reutilizados durante el período Tardío (Berenguer y Cáceres 2008, Urbina 2009, Uribe 2010). Uno de los elementos signiicativos en este conjunto de instalaciones, es la ocurrencia de los complejos Callanca-Cancha6 en los sitios Miño 1 e Incaguano, localizados, respectivamente, uno en el acceso Norte a Atacama, en las nacientes del Loa, y el otro en la ruta de conexión entre Bolivia (Carangas/Charcas) y las tierras bajas de Tarapacá (Berenguer et al. 2010). En complementación con Miño 1, Miño 2 también exhibe el complejo Callanca-Callanca, lo cual implica una importante inversión de estructuras techadas para la realización de actividades administrativas, ceremoniales y de albergue (Urbina 2009). Por su parte, en el altiplano norte de Tarapacá, Incaguano registró la única instalación dotada del complejo Callanca-Cancha7 en el altiplano tarapaqueño (Urbina 2009, Berenguer et al. 2010). La Callanca posee dimensiones moderadas (largo: 14,6 m, ancho: 5,4 m, supericie: 78,6 m2) y dos vanos trapezoidales que comunican a una plaza rectangular de 31 por 21 m (654 m2). En el altiplano sur, en cambio, Collahuasi 37 sólo presenta grandes estructuras de forma irregular que son funcionales a las actividades mineras, coherente con su emplazamiento, a modo de patios de tareastalleres (Canchas) y grandes corrales para albergue de camélidos (Lynch y Núñez 1994, Romero y Briones 1999, Urbina 2009). Como indica el estudio de Urbina y Uribe (2010), observamos que la infraestructura provincial incaica de las tierras altas de Tarapacá se caracteriza por una notable diversidad funcional, cuya historia constructiva se iniciaría con seguridad en un momento del siglo XIII d.C. (con la excepción del sector B6 de Collahuasi 37 [1040 d.C.]). Esto quiere decir que las distintas poblaciones asentadas en las tierras 6 Hyslop (1990) señala que el binomio Callanca-Cancha es característico del Chinchaysuyo. 7 Siguiendo a Hyslop (1990: 17), usamos el término Cancha para deinir la unidad básica de la arquitectura incaica. Se trata de un recinto amplio de planta rectangular en cuyo interior se emplazan tres o más ediicaciones en torno a un patio central (Cfr. Rafino 1981). El acceso a la cancha suele ser por un vano en el muro que deine a la estructura, y fueron usadas para actividades domésticas como también para palacios o templos. 219 altas de la región, así como aquellas aledañas que compartían este espacio producto de un sistema económico de complementariedad o interdigitación, son las que enfrentaron y negociaron la expansión del Tawantinsuyo. Esto se hace visible luego, con la ediicación de instalaciones de estilo incaico en Miño 2, instalaciones mixtas en Incaguano, Collahuasi 37 y Miño 1, asentamientos con remodelaciones moderadas como ocurrió en Huasco 1 y, inalmente, el uso sin modiicaciones de otros asentamientos locales (Collacagua 18, Huasco 2 y 4) (Berenguer y Cáceres 2008, Urbina 2009, Berenguer et al. 2010). Paralelamente, notamos que la ocupación más intensa registrada en las instalaciones incaicas de las tierras altas de Tarapacá se inicia en pleno siglo XV, extendiéndose hasta la segunda mitad del siglo XVII (Op. cit.), momento en el cual los asentamientos fueron progresivamente abandonados. Todo lo anterior, se desenvolvería dentro de un patrón de instalaciones acotadas en lo arquitectónico y con especializaciones funcionales dedicadas a la movilidad y recursos puneños como la ganadería y minería, los cuales debieron articularse con un asentamiento central que, de acuerdo al presente registro, no se ubicaría en el altiplano de Tarapacá; de ahí que nuestra opción propone un núcleo en las tierras bajas como el que caracterizamos a continuación. El asentamiento de Tarapacá Viejo: Un centro incaico de tierras bajas (ca. 1.450 m.s.n.m.) En nuestro estudio de la arquitectura de Tarapacá Viejo (Adán y Urbina 2005, Urbina 2010, Urbina y Adán 2009) se identiicaron 108 estructuras entre las que se incluyen grandes Canchas subdivididas en mitades (recintos 30/31, 64/69, 18/20, y 43/45), con diversas organizaciones internas (recintos 42, 11, 34 y 3) y estructuras interiores (igura 1). Se determinó una densidad de 36 estructuras por hectárea, un tamaño considerable respecto a los asentamientos de tierras altas considerando que la totalidad del asentamiento abarca cerca de 30.000 m2. La forma de los recintos reproduce un claro planeamiento ortogonal irregular en la terminología de Hyslop (1990), con estructuras de planta rectangular y subrectangular en un 96%, mientras que las plantas cuadrangulares y subcuadrangulares abarcan 220 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d. Figura 1: Levantamiento arquitectónico y topográico de Tarapacá Viejo, Quebrada de Tarapacá. el 4% restante. Respecto al tamaño de los recintos se distinguen dos rangos dominantes al modo de una distribución bimodal, entre los 20 y 40 m2 y aquellas de más de 60 m2, ambas con un 40% de frecuencia. Los recintos pequeños son inexistentes y sólo se observa un 12% para los tamaños comprendidos entre 10 y 20 m2. Las características de los muros en supericie son igualmente elocuentes en relevar rasgos arquitectónicos tardíos o incaicos (Uribe y Urbina 2009, Adán y Urbina 2010), como el muro doble con relleno con un 75% de frecuencia y el claro uso de revoque de barro que se mantiene en las estructuras 35, 36, 37 y 38, visibles por excavaciones practicadas con anterioridad. La planta permite identiicar dos patrones de estructuras compuestas. La primera de ellas al SW, se encuentra deinida por las Canchas subdivididas en mitades por muros dobles continuos. El acceso a ellas se produce por vanos desde las diferentes vías de circulación. Adosados a los muros NE y SE, se ediicaron estructuras de 20 a 30 m2. El segundo patrón de estructuras compuestas, en la sección NE del yacimiento, lo coniguran Canchas sin las subdivisiones en mitades de las unidades previas pero con variadas divisiones internas, muchas de ellas en bastante mal estado de conser- vación. En el extremo SW, donde se encuentran las unidades subdivididas, registramos para la cancha S (recintos 30/31) medidas de 50 x 36 m, mientras que para la cancha N (recintos 64/69), observamos un largo mayor cercano a los 62 m, aunque no es posible determinar si es la longitud inal por la alteración que presenta la planta en un extremo. Existen variaciones signiicativas en el tamaño de las estructuras, lo cual coincide con la deinición del trazado ortogonal en sitios incaicos más septentrionales (Hyslop 1990). Las vías de circulación son otro elemento notable del asentamiento. Identiicamos un camino central y otros longitudinales paralelos a éste; de éstos, el de más al S está acotado por las canchas y un muro de contención. Ambos presentan una orientación clásicamente cusqueña de 60° NE (N magnético), con un ancho entre los 4,0 m y los 4,2 m. Las calles transversales orientadas 335° NW, presentan anchos variables de 4,2 m, 3,9 m, 2,7 m y 3,85 m. Así, podemos airmar que Tarapacá Viejo reproduce con claridad el plan ortogonal incaico y la orientación de sus calles principales en 60º constituye un principio relevante de diseño imperial en asentamientos provinciales de primer orden (Hyslop 1990). la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... Excavaciones, cerámica y temporalidad A partir de esta base, se revisaron las colecciones de materiales cerámicos, arqueobotánicos, zooarqueológicos y malacológicos obtenidos de excavaciones realizadas previamente en el sitio. Estas muestras provienen de ocho áreas de excavación correspondientes a las estructuras 20 (área 1), 14 (área 2), 53 (área 3), 19 (área 4), 33 (área 5), 76 (área 6), 27 (área 7) y 6 (área 8). Al revisar la documentación de estas excavaciones (Zori 2009, 2010) se puede concluir de manera preliminar que Tarapacá Viejo habría sido inicialmente ocupado por poblaciones del Formativo Tardío (antes del 900 d.C.). Esta ocupación habría sido poco intensa, vale decir no implicó un asentamiento habitacional permanente a pesar de las relaciones a larga distancia identiicadas, distinguiéndose incluso contacto con poblaciones, posiblemente de los Valles Occidentales, dada la presencia de un par de fragmentos Tiwanaku. Sin embargo, las primeras construcciones signiicativas del sitio datarían del período Intermedio Tardío. Durante este lapso se habría iniciado la ocupación de este espacio preparando pisos sobre la capa estéril del suelo. Los pisos ocupacionales más profundos identiicados en los recintos 33, 27 y 53 datan de esta época, según fechados de radiocarbono entre 1.274-1.395, 1.289-1.405 y 1.290-1.420 cal. d.C. respectivamente. Lo anterior es coincidente con la mezcla de cerámicas locales y altiplánicas que ubican gran parte de la ocupación dentro de lo que se denomina como fase Camiña para la región (Uribe et al. 2007, Uribe y Sanhueza 2009), sin desconocer la posibilidad de una etapa inmediatamente anterior (fase Tarapacá). En cuanto a la cerámica en concreto, se caracterizó y comparó el material recuperado en recolecciones supericiales con aquel de otros sitios arqueológicos de la costa, la pampa, la sierra y el altiplano contemporáneos a Tarapacá Viejo (n=1.726 fragmentos). Al respecto, se pudo concluir que éste se diferencia de los demás por la menor frecuencia de la alfarería local (33%), y la importancia que alcanza el tipo Inca Local (IKL), que además se asocia a otros relacionados con la presencia incaica (Inca Cusco y Saxamar), conirmando la ubicación de este sitio en la época más tardía de la secuencia regional. Al mismo tiempo, destaca la mayor importancia de los tipos 221 altiplánicos preincaicos, generalmente asociados a una esfera más ceremonial que doméstica y la total ausencia de tipos foráneos procedentes de Atacama (aunque continúa la presencia de tipos de Arica). Por otra parte, la presencia de tipos asociados a tiempos coloniales tempranos conirma la ocupación del sitio en momentos tardíos y de contacto hispano-indígena. De esta manera, conirmamos que la principal ocupación se desarrolló en pleno período Tardío y con clara prolongación hacía el período Colonial Temprano (Cfr. L. Núñez 1979, P. Núñez 1984, Urbina 2010), lo cual es del todo consistente con las últimas dataciones absolutas obtenidas en un estrato profundo del recinto 14 (1413-1440 cal. d.C.) y de un estrato intermedio y superior del recinto 53 (1450-1650 y 1460-1660 cal. d.C.) (Uribe y Urbina 2010). Para estos momentos, entonces, se detectan cambios signiicativos en cuanto a la arquitectura y las actividades económicas en Tarapacá Viejo, seguramente como efecto directo de la incorporación efectiva al imperio. De este modo, se conirma que la mayoría del trazado observado actualmente fue modiicado durante esta época, utilizando un método constructivo distintivo al que se aprecia en ciertas estructuras abandonadas o destruidas durante la remodelación (Cfr. Núñez 1984, Zori 2009). Los muros de la nueva instalación incaica fueron construidos utilizando trincheras o zanjas donde se instalaron los bloques líticos fundacionales de soporte de las estructuras, una técnica que pareciera ser introducida por los albañiles estatales. Varias de las paredes descubiertas por las excavaciones fueron hechas con piedras de tamaño mediano, mientras que las fundaciones estaban formadas por bloques grandes dispuestos dentro de las trincheras que fueron cavadas en el estéril. Esta misma técnica pareciera haber sido usada para la construcción de otras paredes que datan de momentos coloniales posteriores. Además, aquí se usa mortero, revoque y la regularidad de las piedras demuestran que existió un alto grado de selección de los materiales, puesto que éstas fueron dispuestas cuidadosamente para dejar una cara externa relativamente plana. Adicionalmente, se detectaron cambios en el material cerámico, la producción textil, la explotación de recursos costeros y las cantidades de alimentos producidos en el sitio, como se expone a continuación. 222 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d. Arqueobotánica, zooarqueología y malacología: recursos y economía Se analizaron las muestras vegetales provenientes de las excavaciones estratigráicas referidas (Zori 2009), constituidas por cinco ítems principales: carporrestos, espinas, cañas o tallos, maderas (en gran cantidad, producto de actividades de talla) y artefactos (Vidal 2009). Los elementos cuantiicables alcanzan una cantidad total de 4.639 ejemplares. Las evidencias con mayor distribución corresponden a los endocarpos de Prosopis sp. con 3.580 unidades, pero también presente a través de sus vainas, espinas y muy probablemente también por su madera. La variedad de partes de esta especie responde a la diversidad de usos e indica la importancia de este recurso en las actividades cotidianas de los habitantes del asentamiento. El maíz se conforma como segundo vegetal de importancia en la dieta de estas poblaciones con 199 marlos y 390 cariopses, además de abundante presencia de sus tallos, hojas y espigas, correspondiendo al principal cultivo practicado por estos grupos. Por otra parte, planteamos a partir del hallazgo de algunas semillas de Erithroxylum (semilla de coca) que el cultivo de esta especie pudo haberse realizado en forma local, ya que la quebrada de Tarapacá cumpliría con los requisitos ambientales necesarios para su cultivo, aunque es probable que haya ocurrido principalmente bajo el estímulo del Inca. También las crónicas aportan a esta problemática y documentan el cultivo de coca en tiempos coloniales en sectores aledaños como el valle de Azapa (Hidalgo y Focacci 2004[1986]: 459-466). En esta dirección, la presencia de granos de trigo amplía la utilización de la aldea durante el período Colonial Temprano, conirmando su incorporación al sistema hispano de encomiendas (Trelles 1991). Respecto al material zooarqueológico (González 2009), se analizaron muestras supericiales y estratigráicas. En cuanto a la muestra de supericie se concluye que en Tarapacá Viejo se encuentra un predominio casi absoluto de restos de camélido. En 12 recintos recolectados se registra un 83% de restos de camélido (siempre con un NMI de un individuo). Ocasionalmente, se detectan restos de animal subactual (0,7%), ave (0,7%) o restos indeterminados adscritos a la familia Artiodactyla (15,3%). La presencia de animal subactual (burro y ovicáprido), además de las huellas de corte con sierra en un húmero de camélido avalan la ocupación de este sitio hasta tiempos históricos. Sin duda, la arqueofauna analizada conirma estas diferencias como cronológicas y permite además detectar modos diferentes de ocupación y uso del espacio donde el aprovisionamiento de animales para carga y/o consumo debió ser suplido por comunidades alteñas o haber sido sustentado por un fuerte desarrollo agrícola que proveyera el forraje necesario. Tarapacá Viejo, en este sentido, conforma una situación distinta a otros asentamientos contemporáneos debido a la aparente adopción, sui generis, del modelo agropastoril de tierras altas en un ambiente en el cual no existe la posibilidad de acceder a caza de animales menores tales como los roedores silvestres y donde incluso el manejo de rebaños de camélidos resulta un esfuerzo de gran magnitud. Por su parte, de las excavaciones se analizaron 1.743 fragmentos óseos. De éstos, 116 (6,6%) no pudieron identiicarse a nivel taxonómico, no obstante el 64,6% corresponde a restos de camélidos, conirmando que se trata de la taxa predominante. Junto con esto, también se volvieron a registrar restos de cánidos y mamíferos indeterminados, roedores, aves, moluscos y peces. La presencia de camélido es permanente en todas las áreas excavadas y en todos sus estratos; en cambio, la presencia de moluscos, de origen marino en su mayoría (aun cuando hay restos todavía sin identiicar que podrían variar lo indicado), es alta en sólo dos, muy acotada en una unidad y desaparece en otra. Los restos ictiológicos, por su parte, se asocian generalmente a la presencia de restos malacológicos. En suma, los recintos analizados se presentan muy diversos, lo que podría estar indicando la presencia de funcionalidades diferentes para cada uno de ellos, aunque la actividad generalizada referiría a épocas prehispánicas, especialmente vinculada al manejo de camélidos, pastoreo y/o caravanas, y relaciones con la costa desértica de interluvio (Tana/TilivicheLoa). Su presencia permite detectar la continuidad del sistema de intercambio entre regiones y suponer un probable recambio entre los centros poblacionales y posiblemente de las formas administrativas que participaron de este sistema estatal. Más detalladamente se analizó el material malacológico proveniente de las recolecciones de supericie (Valenzuela 2009). Observaciones iniciales indicaron una alta densidad de este material, principalmente restos de Choromytilus chorus, aunque también se observaron restos de Argopecten la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... purpuratus, Aulacomya ater, Tegula atra y venéridos; además, a partir de una recolección selectiva de material supericial se identiicó un fragmento y cuenta de ostión. Las recolecciones conirmaron las apreciaciones preliminares, pues de cinco recintos, todos presentaron exclusivamente restos de Choromytilus, entre los que hay nódulos, trozos y desechos de talla, con medidas que van desde 1,5 a 4 cm. Interpretamos estos hallazgos como una clara evidencia de que en este sitio se realizaron actividades vinculadas con la talla malacológica y que existió una especialización en la obtención y el trabajo de Mytílidos, la que podría estar en coincidencia con la ocupación prehispánica de la costa y sobre todo con la presencia del Inca en ambos ambientes (Adán y Urbina 2008, Urbina et al. 2012). A su vez, lo anterior, explicaría la importancia de restos malacológicos detectados en excavaciones y su relación con el alto manejo de camélidos que posiblemente apoyaban los traslados entre costa e interior. Grabados rupestres y expresiones simbólicas Un aspecto notable del asentamiento es la presencia de imágenes grabadas tanto en su entorno inmediato como en su interior (Vilches y Cabello 2006). De los 18 bloques grabados en Tarapacá Viejo, 15 se localizan en muros de estructuras o al interior de ellas, con un máximo de tres bloques por estructura. En algunas ocasiones los bloques poseen dos caras intervenidas, conformando un universo total de 22 paneles. De los tres bloques que no pertenecen a muros, uno se sitúa en una vía de circulación, aunque bien puede haber sido removido de una estructura; otro al interior de un recinto y el restante se encuentra aislado, fuera del asentamiento en la pendiente que baja a la quebrada seca donde se emplaza el campo de petroglifos de Tr-47 (Núñez y Briones 1967-68). La técnica de ejecución de los grabados es íntegramente el piqueteado poco profundo de líneas continuas que sólo en cuatro casos se extiende a raspado de áreas mayores. En general, sea cual sea la combinación de grupos o motivos, los paneles constan de pocas iguras que sólo en una ocasión logran ocupar el total de la supericie intervenida. Asimismo, las iguras no geométricas son más bien estáticas y 223 esquemáticas. Aun en compañía de otros motivos no logran evocar dinamismo ni sugieren escenas de tipo alguno. La orientación cardinal de los paneles revela una marcada preferencia por el NE (52,4%). En cuanto al tipo de representaciones se identiicaron tres grandes grupos: geométrico, antropomorfo y zoomorfo, entre los que el geométrico es sin duda el más popular (85,7%), estando presente de manera exclusiva en 16 paneles. Este grupo consiste principalmente en variaciones de un solo motivo correspondiente al círculo (p.ej., círculo concéntrico). En todo caso, independiente del tipo, abundan los paneles con una sola igura. Espacialmente, los bloques se concentran en su mayoría en los cuadrantes SW y NW que colindan con el campo de petroglifos (Tr-47) y, funcionalmente, se asocian a las canchas subdivididas de esta porción del sitio, lo que podría corresponder a espacios de uso familiar con la probable ocurrencia de actividades domésticas como rituales. Por lo tanto, en la relación entre arquitectura y arte rupestre, especial atención merece el motivo de bloques grabados con círculos concéntricos que más allá de su popularidad, son el sustrato o matriz que luego se establece en el exterior de los muros perimetrales que delimitan las canchas de Tarapacá Viejo, evocando un escenario particular para la práctica y el encuentro social (Adán y Urbina 2005). Textiles, sociedad y poder En este caso también se revisaron colecciones previas provenientes de supericie y excavaciones (43 y 150 fragmentos de piezas respectivamente), que desde el punto de vista de su funcionalidad corresponden a vestimentas (túnicas, taparrabos y mantas), complementadas con ornamentos (tocados y fecladuras) y artefactos no relacionados con el atuendo, sino con aspectos económicos (bolsas, sogas, Quipu) y rituales (Chuspas e Inkuñas) o ambos (hondas) (Agüero 2009). De esta manera, la mayor abundancia de tejidos de carácter económico fue coherente con una ocupación bicomponente generalizada del sitio. Al complementar los resultados del análisis general de los textiles y su distribución, es claro que las actividades económicas llevadas a cabo en Tarapacá Viejo fueron de almacenamiento, carga y transporte, junto a lo ya visto sobre la relevante 224 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d. presencia de camélidos y la capacidad habitacional de la instalación, dotada igualmente de una notable cantidad de patios y corrales de gran tamaño (Adán y Urbina 2005, Urbina y Adán 2009). En efecto, lo más notorio resultó ser la alta representación de las bolsas domésticas o contenedoras de alimentos, lo que sugiere una signiicativa producción (p. ej., agrícola y minero-metalúrgica) o actividad recolectora (p. ej., frutos arbóreos) excedentaria asociada a un tráico caravanero muy fortalecido para estos momentos. En efecto, no sólo los tejidos sino también la cordelería asociada, así como el emplazamiento del poblado junto a una ruta, aluden a actividades de transporte y carga de animales que en este sitio se remontarían a la ya mencionada fase Tarapacá (ca. 900-1.250 d.C.). Más interesante aún, pareciera que el Inca aprovechó esta organización y se asentó, integrando desde aquí la región al imperio, como lo demuestra la presencia de un Quipu y de tejidos estatales (Agüero y Zori 2007). En sitios contemporáneos ocupados por el Inca en el valle de Lluta se observaron prendas vinculadas con la costa de Arica y Tarapacá, indicando el amplio tráico interregional, a través de la costa o valle a valle, que se puso en práctica en esos momentos y conectó ambas regiones. También la escasa cantidad de tejidos reparados avala el luido acceso a la lana de camélido que debió tener este asentamiento. Por otra parte, los tejidos de algodón que se registran en las quebradas interiores hacia inales del Intermedio Tardío y durante el Tardío, a juzgar por su presencia en los niveles superiores del sitio, sugieren que su cultivo local fue probablemente intensiicado por el Inca conirmando un efecto signiicativo a nivel de la economía regional. De este modo, Tarapacá Viejo se habría consolidado como un importante centro administrativo como lo avala la presencia de fragmentos de Quipu, el caso más meridional documentado en Chile y en un contexto habitacional y no funerario. Consideraciones inales La documentación histórica que nos encontramos sistematizando de los siglos XVI y XVII d.C. (Odone 2009), a la par del material arqueológico que informamos en este trabajo, permiten airmar que durante el tiempo del Tawantinsuyo en los Andes Centro Sur, Tarapacá Viejo fue el asentamiento prehispánico más importante de la quebrada de Tarapacá y posiblemente de la región homónima, articulando los sitios de las tierras altas y su labor ganadera, el intercambio y la minería (Uribe y Urbina 2010). A nivel intra sitio, creemos que éste no fue destruido ni reemplazado por un nuevo asentamiento español, al modo de un “pueblo de indios” como señalaban estudios previos (Núñez 1984). El plan urbanístico incaico apreciable hoy en supericie se mantuvo inclusive durante el período Colonial Temprano, siendo abandonado hipotéticamente en el año 1717 debido a un aluvión o una epidemia que habría obligado a los habitantes a desplazarse a la ribera norte del río y fundar el actual pueblo de San Lorenzo (Núñez 1979: 182). Más bien, tres de los seis fechados absolutos conirman una ocupación preincaica acorde con el mobiliario tarapaqueño del período Intermedio Tardío presente en excavaciones, el cual puede inclusive remontarse antes del siglo IX d.C. como indica el registro cerámico y textil. Esta situación plantea una ocupación incaica y un ejercicio de su poder vinculado a la destrucción/ remoción/desmantelamiento de la arquitectura, lo cual debió signiicar una negociación políticamente activa y directa con las autoridades locales (Cfr. Cornejo 1999), permitiendo la remodelación de todo el perímetro del asentamiento y, a la vez, el uso de ciertos elementos, como los grabados rupestres, como parte de los muros de las nuevas estructuras (Vilches y Cabello 2006, Adán y Urbina 2005, Urbina 2010). En términos funcionales, es probable que la aldea y sus ocupantes ostentaran previamente un alto rango dentro de los asentamientos del valle, preeminencia que durante la ocupación incaica alcanza una escala regional según indica la documentación hispana a partir del año 1540 d.C. (Trelles 1991). Los estudios etnohistóricos informan especíicamente que su máxima autoridad, Tusca Sanga, controlaba parcialidades costeras, valles bajos e inclusive mantenía grados de ascendencia sobre autoridades de similar rango asentadas en Pica y otras localidades ubicadas en el valle alto de Tarapacá y en el altiplano colindante (Larraín 1975, Sanhueza 2008). La continuidad ocupacional de Tarapacá Viejo durante el período Colonial, conirma la gravitante participación del asentamiento dentro de la encomienda de Lucas Martínez en el siglo XVI, tal como indicaba Núñez (1984), conservando hasta el inicio del siglo XVIII su carácter administrativo. la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... Pues bien, según lo señalado, planteamos una evidente presencia incaica en las tierras bajas de Tarapacá, relacionada con un amplio y diverso espectro poblacional, en términos de iliación y proveniencia; sobre todo vinculado al manejo, negociación y tensión con la población local y de la costa, asentada previamente allí. A diferencia de los modelos que ven la política incaica como expresión de la lógica centro-periferia, donde se ubican enfoques como el dominio indirecto de Llagostera (1976) o la estrategia hegemónica de D’Altroy (2002), la evidencia de Tarapacá Viejo plantea una intervención bastante peculiar del imperio incaico; sin pretensiones de verticalidad o dominio desde las tierras altas, como usualmente se piensa para las poblaciones sometidas en los Andes Centro Sur, se trataría –utilizando aquel mismo lenguaje–, de una “verticalidad invertida” debido a que no se registran a nivel regional otros asentamientos en esta posición jerárquica (Urbina y Uribe 2010). El vínculo poblacional y el lujo 225 de bienes que arqueológica y documentalmente se aprecia con el resto de los Valles Occidentales y la costa del Pacíico (p. ej., Az-15 en Arica [Piazza 1981]), avalan la riqueza de la sociedad Yunga tarapaqueña antes y durante el Tawantinsuyo, así como durante el período colonial, la cual no es ajena a los procesos y relaciones con las sociedades de tierras altas a lo largo de toda su historia y gestan la posibilidad de acceder a la todavía poco conocida porción imperial del Contisuyo. Agradecimientos: Este trabajo se enmarca en el Proyecto VID SOC08/16-2 de la Universidad de Chile. Asimismo comprometen nuestra gratitud los proyectos FONDECYT 1030923, 1010327, 1050276 y Tarapacá Valley Archaeological Project (U. de Chile-UCLA). El segundo autor agradece al Dr. Jorge Hidalgo Lehuedé. Finalmente, a todos los colegas que cooperaron con los distintos análisis citados en el texto y a la comunidad de San Lorenzo de Tarapacá por su comprensión a nuestra labor. Referencias Bibliográicas Adán, L. y S. Urbina. 2005. Arquitectura, asentamiento y organización social en las quebradas tarapaqueñas durante los períodos tardíos. Análisis arquitectónico de los sitios Camiña-1, Laymisiña, Carora, Tarapacá Viejo, Caserones-1 y Jamajuga. Proyecto FONDECYT 1030923. Manuscrito en posesión de los autores. Historia Social Precolombina, Tomo 2, pp. 413-443. Editorial Brujas, Córdoba. –––. 2008. Historia arquitectónica de la localidad de Pisagua (I Región, Chile): una tradición olvidada en los períodos tardíos del área Pica-Tarapacá. En: Problemáticas de la Arqueología Contemporánea, compilado por A. Austral y M. Tamagnini, Tomo II: 723-734. Universidad Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto, Argentina. Berenguer, J.; C. Sanhueza e I. Cáceres. 2010. 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