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Un instante de locura
Un instante de locura
Un instante de locura
Libro electrónico140 páginas2 horas

Un instante de locura

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Información de este libro electrónico

Cole se había convertido en su regalo de Navidad

Anna Wesley no aguantaba que alguien estuviera solo en Navidad, ni siquiera su nuevo ayudante, Cole Mansfield, el hombre que trataba de conseguir su puesto en la empresa. Sin embargo, lo invitó a cenar con su familia, lo cual fue un gran error. Anna jamás había presentado a ningún hombre a su familia, así que lo trataron como si fuera su novio. Pero lo peor fue que Cole se metió en el papel de lleno... y a ella no le importó nada.
Una aventura con la jefa era algo impensable para Cole, sobre todo con el secreto que ocultaba. Pero, rodeada de su familia, Anna se convirtió en otra persona muy diferente a como era en el trabajo. Y era una mujer a la que Cole deseaba con todas sus fuerzas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 ago 2012
ISBN9788468707716
Un instante de locura
Autor

Darlene Gardner

While working as a newspaper sportswriter, Darlene Gardner realized she'd rather make up quotes than rely on an athlete to say something interesting. So she quit her job and concentrated on a fiction career that landed her at Harlequin/Silhouette, where she's written for Temptation, Duets and Intimate Moments as well as Superromance. Visit Darlene on the web at www.darlenegardner.com

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    Vista previa del libro

    Un instante de locura - Darlene Gardner

    Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2003 Darlene Hroback Gardner. Todos los derechos reservados.

    UN INSTANTE DE LOCURA, Nº 1349 - agosto 2012

    Título original: Cole for Christmas

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Publicada en español en 2004

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

    Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

    ® Harlequin, logotipo Harlequin y Harlequin Deseo son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    I.S.B.N.: 978-84-687-0771-6

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversión ebook: MT Color & Diseño

    www.mtcolor.es

    Capítulo Uno

    De no haber sido por Bobblehead Santa, Anna Wesley no estaría metida en aquel lío.

    Estaba junto al escritorio, en el despacho de Marketing de Skillington Ski Shops, sujetando una muñeca de plástico y, por primera vez, no se sorprendió de cómo se le movía el cabello blanco.

    Con la otra mano, jugueteaba con la borla del gorro de Papá Noel que su familia esperaba se pusiera para la cena de Nochebuena ese mismo día.

    Nadie esperaba que llevara a Bobblehead Santa con ella.

    Nadie se enteraría si llevara una botella de vino en lugar de la muñeca que haría que su abuelo se riera de verdad.

    Pero no, no podía hacer las cosas de la manera más fácil. En lugar de ir directamente a casa de sus padres, había tenido que regresar al despacho a recoger la estúpida muñeca.

    Eran casi las siete de la tarde. Todo el mundo debería haberse marchado para disfrutar de lo que para Anna era la noche más mágica del año: Nochebuena, una noche llena de expectativas y milagros que había que pasar rodeado de familiares y amigos.

    Así estaría ella si no hubiera visto que había luz en el despacho de Cole Mansfield.

    Quizá, el personal de la limpieza se la había dejado encendida, aunque nunca había sucedido antes.

    La luz no significaba que su asistente de Marketing, quien se había mudado de Pennsylvania a San Diego hacía menos de un mes, estuviera trabajando a esas horas.

    Cuando Anna se disponía a salir, oyó el ruido de una impresora. «Maldita sea», pensó.

    –No será el fantasma de Navidad ¿verdad? –preguntó mirando a Bobblehead Santa–. No todo el mundo celebra estas fiestas. A lo mejor es judío. O budista. O pagano –pero entonces recordó que, por la mañana, su asistente llevaba una corbata roja con árboles de Navidad y que tocaba música cuando la apretaba–. Eso no significa nada, el árbol navideño era una tradición pagana –dijo en voz alta–. De acuerdo, iré a mirar –y se dirigió al despacho.

    Se detuvo junto a la puerta, respiró hondo, llamó tres veces y la abrió.

    Cole estaba en su escritorio, con la corbata aflojada y la camisa arremangada. Se sobresaltó al verla y se deshizo de lo que estaba mirando en la pantalla del ordenador.

    Cuando se volvió para mirar a Anna, tenía cara de inocente y ella supuso que no quería que viera a qué estaba dedicando su tiempo.

    –Hola, jefa –dijo con una sonrisa–. Creía que ya no quedaba nadie en la oficina –su cabello oscuro estaba despeinado, como todos los días a esas horas de la tarde, y las gafas que llevaba no ocultaban el atractivo de sus ojos azules. Era alto y corpulento.

    Anna escondió la muñeca detrás de su espalda y trató de mostrar profesionalidad.

    –Técnicamente, no sigo aquí. Me marché al mediodía como todos los demás. Lo mismo que te dije que hicieras –dijo ella.

    Cole se encogió de hombros.

    –¿Qué puedo decirte? Soy rebelde.

    Ella asintió y trató de no sentirse amenazada por el hecho de que él estuviera trabajando hasta tarde.

    Otro supervisor quizá no hubiera contratado a Cole, sobre todo porque parecía demasiado cualificado como para desempeñar el papel de asistente.

    Pero el negocio de Skillington Ski estaba estancado, y Anna no podía permitirse dejar pasar al candidato que la ayudaría a conseguir que los entusiastas de los deportes de invierno de Pennsylvania compraran en la pequeña cadena de tiendas de la que era directora de Marketing.

    Además, tenía que admitir que admiraba la manera en que había dicho lo que pensaba. Había conocido a muchos mentirosos en la vida y admiraba a la gente que era sincera acerca de quiénes eran y qué querían.

    Anna quería mantener su empleo. No sólo era buena en ello, sino que le gustaba casi tanto como la Navidad.

    No tenía intención de permitirle a Cole Mansfield que se quedara con él.

    –No estarás trabajando a estas horas ¿verdad? –preguntó él.

    –En Nochebuena no –dijo ella, confiando en que se enterara de que ese día había hecho una excepción. Trabajaría las horas que fueran necesarias para mantener el empleo–. Me olvidé unos informes que quería revisar durante las fiestas.

    –¿Te has acordado de atar el reno a un poste antes de entrar?

    –¿Perdón? –dijo ella.

    Él puso una amplia sonrisa y le señaló la cabeza.

    «Oh, no», pensó ella, y con un movimiento se quitó el gorro de Papá Noel y lo agarró con la mano que escondía la muñeca. Sin querer, presionó el botón que la muñeca tenía en la espalda.

    –Llévame en trineo –dijo la muñeca.

    –¿Has dicho algo? –preguntó Cole arqueando una ceja.

    –Por supuesto que no –dijo ella–. No he oído nada.

    –He oído algo –dijo él, e inclinó la cabeza hacia un lado como para mirar detrás de Anna–. Creo que ha sonado detrás de tu espalda.

    –Tonterías –apretó la muñeca con fuerza para asegurarse de que no se le caería.

    –Ho, ho, ho –gritó la muñeca.

    Cole sonrió.

    –Sabía que lo había oído –dijo Cole con una sonrisa.

    Resignada, Anna le mostró la muñeca.

    –Pensé que a mi abuelo le haría mucha gracia, ¿de acuerdo? –dijo ella, y se sorprendió de estar dando explicaciones. La jefa era ella.

    –Muy mona –dijo él, pero estaba mirando a Anna en lugar de a la muñeca.

    «¿Qué está pasando?», se preguntó ella, al sentir que se ponía colorada y tenía un nudo en el estómago. Era como si estuviera en otra realidad donde Cole coqueteaba con ella y ella reaccionaba ante él. Como una mujer reacciona ante un hombre sexy.

    Pero no podía ser. Siempre se habían comportado de manera correcta el uno con el otro. Él quería el trabajo que ella adoraba. Anna no se sentía atraída por él. Y no se permitiría estarlo.

    –¿En qué estás trabajando? –preguntó ella–. Hemos trabajado tanto antes de Navidad que pensé que habías entendido que no hacía falta que regresaras hasta el dos de enero.

    –Tengo algunas ideas para un folleto nuevo. Pensé que era mejor desarrollarlas antes de que se me olvidaran.

    Sacó un papel de la impresora. Al agacharse, los músculos de su espalda se marcaron a través de su camisa.

    –Esto puede esperar hasta después de las vacaciones. No puedo dar mi aprobación a nada hasta entonces.

    –Lo sé, pero es más fácil concentrarse cuando la oficina está vacía. Hasta que entraste, no había ninguna distracción –le dijo mirándola fijamente.

    Otra vez estaba coqueteando con ella. No podía ser cierto. Tenía que haberse imaginado el tono meloso de su voz. El hecho de estar a solas con él en Nochebuena debía de haberle afectado el cerebro.

    «Márchate», se dijo a sí misma.

    Pero no podía moverse. No antes de averiguar lo que había ido a descubrir. Sabía que no debía preguntar, pero las palabras manaron de su boca antes de que pudiera contenerlas.

    –¿No tienes planes para esta noche?

    –No –dijo él.

    ¿Qué quería decir con eso? Todo el mundo tenía planes para las Navidades, incluso las personas que no las celebraban. Reunirse con la familia y los amigos era lo propio.

    Pero Cole Mansfield era de California y hacía un mes que había aceptado el trabajo en Skillington. Un mes durante el que todo el personal de marketing había trabajado hasta tarde todos los días, para realizar la campaña de ventas navideñas. Cole no había tenido tiempo de hacer amigos.

    –Sin duda, debes de tener familia –dijo ella, mirándolo fijamente.

    –Estoy soltero –dijo él.

    –Me refería a tu familia inmediata –explicó Anna–. Ya sabes, hermanos, hermanas...

    –No tengo –la interrumpió.

    –Y padres. Seguro que tienes padres.

    Él soltó una carcajada.

    –Tengo padres. Dos parejas de padres.

    –¿Y ninguna de ellas te ha invitado a cenar?

    –No.

    Anna trató de disimular su asombro.

    –Pero con dos padres y dos madres... Al menos alguno de ellos querrá tenerte cerca en Navidad.

    –Lo habrían querido, pero están de vacaciones.

    –¿Juntos?

    –Separados –se rió–. No somos tan modernos.

    –Por casualidad, no pensarías pasar esta noche... –le tembló la voz y se aclaró la garganta. «No lo digas», pensó–. ¿Solo?

    –Solo no. Voy a quedarme con Jimmy Stewart.

    Anna se sintió aliviada y agradeció en silencio que existiera su amigo Jimmy.

    –Me sorprendería si esta noche no pusieran It’s a Wonderful Life. Aunque me gustaría más ver a Jimmy en Rear Window o en Vértigo.

    Anna estuvo a punto de gritar. Cole se refería a Jimmy Stewart, el actor. Puso cara de horror.

    –¿Qué pasa? ¿No te gusta Hitchcock?

    –Me encanta, pero no pasaría la Nochebuena viendo sus películas –admitió ella.

    –Entonces, ¿qué vas a hacer esta noche? «Márchate», se ordenó ella, «márchate ahora que puedes».

    –Voy a

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