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Libro electrónico129 páginas1 hora

Hecha para él

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Información de este libro electrónico

Alguien estaba a punto de echarle el lazo a aquel policía
Erin Weber insistía una y otra vez en que ella y Trent Barrett no estaban hechos el uno para el otro. Trent no era más que un rompecorazones al que ella quería evitar a toda costa, pero su hermana Leigh tenía unos planes muy diferentes que incluían emparejarlos fuera como fuera. Casualmente pronto surge un problema que solo una veterinaria como ella y un sheriff como él podrían solucionar trabajando juntos... o incluso casándose.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 feb 2016
ISBN9788468780016
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    Hecha para él - Liz Jarrett

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2002 Mary E. Lounsbury

    © 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Hecha para él, n.º 1360 - febrero 2016

    Título original: Meant for Trent

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Publicada en español en 2003

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones sonproducto de la imaginación del autor o son utilizadosficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filialess, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N: 978-84-687-8001-6

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    TRENT Barrett, insisto en que detengas a Erin Weber inmediatamente. Es una ladrona y debe estar en la cárcel —gritó Delia Haverhill cruzándose de brazos—. Arréstala ahora mismo.

    Trent se rascó la barbilla y observó a la mujer de mediana edad que tenía ante él. Delia no era precisamente la persona más amable de Paxton, Texas. La verdad, era de lo más desagradable.

    Sin embargo, como jefe de policía, no podía hacer caso omiso a su queja. Además, era la primera vez que Delia clamaba que arrestaran a alguien. Tal vez tuviera razón. Tal vez hubiera algo de verdad en lo que le estaba diciendo.

    —¿Por qué no me cuentas cuál es el problema y quién es Erin Weber? —le pidió con calma esperando que la mujer también se tranquilizara—. Así podremos decidir qué es mejor hacer.

    Por desgracia, Delia siguió gritando.

    —Ya te he dicho lo que hay que hacer —bramó la mujer apoyándose en su mesa—. Tienes que detener a Erin Weber. Levántate de esa mesa y ven conmigo. Te mostraré quién es y lo que ha hecho. No te vas a creer la cara que tiene. Tuve la gentileza de ir con mi nieto el sábado pasado a ver su tienda y me lo paga robándome a mi Pookie. Y, por si eso fuera poco, lo tiene fuera de su tienda. Se merece la cárcel.

    Trent creía conocer todo el argot habido y por haber, pero no tenía ni idea de lo que era un pookie.

    —¿Se puede saber qué es un pookie?

    —Levanta el trasero de la silla y te lo enseño.

    Trent obedeció a regañadientes.

    —Delia, tengo una reunión con el alcalde en una hora.

    La mujer arrugó el ceño.

    —¿Y me lo dices a mí, que te he cambiado los pañales?

    Ann Seaver, su secretaria, eligió ese preciso momento para entrar. Habiendo oído el último comentario, enarcó una ceja y estuvo a punto de reírse.

    Trent sacudió la cabeza y suspiró.

    —Sí, sí, no suspires, que bien que te cuidaba. No te dejaba llorar hasta que te durmieras. Te dormía en brazos, cantándote nanas.

    Ann se tuvo que tapar la boca con una mano para no soltar una carcajada. Estupendo, seguro que no iba a ser la única en reírse de aquello. Trent se la imaginó contándoselo a sus compañeros de la comisaría. Iba a ser el hazmerreír de la ciudad.

    —Vamos, Delia. Enséñame qué es el pookie ese —le indicó rodeando la mesa—. Ya has hablado suficiente de mí por hoy.

    Delia asintió y fue hacia la puerta sin una sola sonrisa.

    —¿Y tú de qué te ríes, jovencita? —le dijo a Ann—. Me parece recordar que a ti también te he cambiado los pañales unas cuantas veces.

    Ann se puso roja como un tomate y aquella vez fue Trent el que se rio. Aquello era lo que tenía de bueno vivir en una ciudad pequeña. La gente sabía cosas vergonzosas sobre uno, pero uno también las sabía sobre los demás.

    —¿Cuánto tiempo vamos a tardar, Delia? —le preguntó mientras cruzaban la calle.

    —Lo que tardes en leerle sus derechos antes de detenerla. Vamos —contestó la mujer con determinación.

    Trent se puso las gafas de sol y la siguió. No le gustaba que le dieran órdenes, pero era mejor tenerla contenta.

    —¿Qué es el pookie ese que te ha robado esa mujer?

    —Para empezar, no es una cosa. Se llama Pookie. Ten cuidado con lo que dices, Trent.

    —Perdón —dijo confundido.

    —Para seguir, la mujer que me lo ha robado es la que ha abierto la tienda de animales en Collier Street. Obviamente, sospeché de ella en cuanto Pookie desapareció.

    Para entonces, habían llegado a la calle en cuestión y Delia estaba señalando una tienda.

    —Ahí está Pookie, expuesto para que lo vea toda la ciudad. Desde luego, Erin tiene una cara que se la pisa.

    Trent miró en la dirección de su dedo y sonrió. Pookie era un conejo de plástico de esos que se ponían en los jardines. Estaba viejo y hecho polvo. No debía de costar más de un par de dólares.

    Sin embargo, Delia estaba de los nervios, como si fuera un animal de verdad.

    —Entra y detenla —insistió.

    Trent se quitó las gafas y miró a su alrededor. Como era de esperar, se estaba empezando a formar un corro de curiosos. En Paxton no solía pasar nunca nada, así que era fácil que aquello sucediera. Decidió que era mejor entrar y hablar con la tal Erin Weber cuanto antes.

    —Detenla, detenla, detenla —gritó Delia cruzándose de brazos de nuevo, muy segura de sí misma.

    Maldita manera de empezar el día.

    Con una ausencia total de entusiasmo, Trent abrió la puerta de la tienda de animales y entró.

    —¡Quieto! —gritó una voz de mujer.

    Trent obedeció y desenfundó su arma. En ese momento, una mujer menuda de pelo moreno salió corriendo hacia él.

    —No se mueva. Va a asustar a Brutus. Casi lo pisa. Lo tiene justo al lado del pie izquierdo —lo acusó—. ¿No lo ha visto o qué?

    Obviamente, no. Miró a su alrededor, sin ver qué o quién era Brutus. Después de lo de Pookie, no estaba muy seguro de querer saberlo. ¿Una serpiente? ¿Una tarántula?

    Miró hacia el suelo y vio que el tal Brutus era una bola de pelo, así que suspiró aliviado.

    —¿Qué es?

    —Un cachorro de perro —contestó la mujer—. ¿Qué iba a ser?

    Trent observó al animal, que era blanco con dos manchas alrededor de los ojos.

    —Podría haber sido un conejo.

    La mujer se agachó y tomó al cachorro en brazos.

    —¿Un conejo? No, hombre, no, ¿cómo vas a ser tú un conejo, cosita? Tú eres una monada, ¿verdad?

    Brutus emitió unos ladriditos de júbilo, como si supiera que lo estaban piropeando. Trent pensó que la mujer había hecho bien en llamarlo Brutus porque toda ayuda le iba ser poca a aquel animalito.

    —¿Lo puedo ayudar en algo? —le preguntó la mujer.

    —Soy Trent Barrett, jefe de policía de Paxton —se presentó él extendiendo el brazo. La mujer le estrechó la mano con fuerza.

    —Erin Weber, soy la propietaria de Precious Pets —dijo ella dejando al cachorro en el suelo.

    El animal se apresuró a ir a por los cordones de los zapatos de Trent.

    —Eh, chucho, estate quieto.

    —Brutus no es ningún chucho.

    —No lo he dicho ofensivamente —se disculpó Trent.

    —Chucho es una palabra que no tiene nada de bueno —le rebatió—. Aunque lo he sacado de la perrera, Brutus es un perro muy digno.

    Trent miró al animal, que seguía mordiendo los cordones de sus mejores botas.

    —¿De verdad tiene pedigrí? —sonrió.

    —Por supuesto —contestó la mujer, muy seria.

    Trent intentó dejar de sonreír, pero no lo consiguió.

    —Lo tendré en cuenta.

    En ese momento, dieron unos cuantos golpes en el cristal de la puerta.

    —¿La has detenido ya? —gritó Delia.

    Erin arrugó el ceño.

    —¿Quién es esa?

    —Delia Haverhill. ¿La conoce?

    —Sí, nos conocimos el fin de semana pasado.

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