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A. Guiddens - Sociologia

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CAPITULO I

SOCIOLOGÍA: PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS


Vivimos hoy —a finales del siglo xx— en un mundo que es enormemente preocupante
pero lleno de las más extraordinarias promesas para el futuro. Es un mundo pletórico de
cambios, marcado por la terrorífica posibilidad de una guerra nuclear y por los
destructivos ataques de la tecnología moderna al entorno natural. Sin embargo, tenemos
posibilidades de controlar nuestro destino, de conformar nuestras vidas para lo mejor,
cosa harto inimaginable para generaciones anteriores. ¿Cómo surgió este mundo? ¿Por
qué son nuestras condiciones de vida tan diferentes de las de nuestros antepasados?
¿Qué direcciones tomará el cambio en el futuro? Estas cuestiones son la preocupación
primordial de la sociología, una disciplina que, por consiguiente, tiene que desempeñar
un papel fundamental en la cultura intelectual moderna.
La sociología es el estudio de la vida social humana, de los grupos y sociedades. Es una
empresa cautivadora y atrayente, al tener como objeto nuestro propio com portamiento
como seres humanos. El ámbito de la sociología es extremadamente amplio, desde el
análisis de los encuentros efímeros entre individuos en la calle hasta la investigación de
los procesos sociales mundiales. Unos pocos ejemplos permitirán que nos formemos
una impresión inicial sobre su naturaleza y objetivos.

¿De qué trata la sociología? Algunos ejemplos


Amor y matrimonio
Por qué se enamoran y se casan las personas? La respuesta parece obvia a primera vista.
El amor expresa una atracción física y personal que dos individuos sienten el uno por el
otro. Hoy en día, muchos de nosotros podemos ser escépticos ante la idea de que el
amor «es para siempre», pero el «enamorarse», nos inclinarnos a pensar, deriva de
sentimientos y emociones humanos universales. Parece del todo natural que una pareja
que se enamora desee formar un hogar, y que busquen su realización personal y sexual
en su relación.
Sin embargo, este punto de vista, que parece ser evidente de por sí, es de hecho bastante
raro. La idea del amor romántico no se extendió en Occidente hasta fecha bastante
reciente, y no ha existido jamás en la mayoría de las otras culturas. Sólo en los tiempos
modernos el amor, el matrimonio y la sexualidad se han considerado íntimamente
ligados entre sí. En la Edad Media, y durante siglos después de ella, las personas se
casaban sobre todo para perpetuar la posesión de un título o de una propiedad en las
manos de la familia, o para tener hijos que trabajaran la granja familiar. Una vez
casados, puede que en ocasiones llegaran a ser compañeros muy unidos; sin embargo,
esto sucedía después del matrimonio, pero no antes. Existían relaciones sexuales fuera
del matrimonio, pero en éstas no intervenían demasiado los sentimientos que asociamos
con el amor. El amor se consideraba «en el mejor de los casos, como una debilidad
necesaria, y, en el peor, como una especie de enfermedad» (Monter, 1977, p. 123).
El amor romántico hizo aparición por vez primera en los círculos cortesanos, como una
característica de las aventuras sexuales extramaritales en las que incurrían los miembros
de la aristocracia. Hasta hace unos dos siglos, estaba totalmente con finado a tales
círculos, y se mantenía específicamente separado del matrimonio. Las relaciones entre
el marido y ‘la mujer en \os ei anstoci a menudo eran frías y distantes..., comparadas,
claro está, con nuestras expectativas matrimoniales actuales. Los ricos vivían en grandes
casas. Cada uno de los esposos tenía su propio dormitorio y sus sirvientes; puede que
raras veces se vieran en privado. La compa tibilidad sexual era una cuestión de azar, y
no se consideraba relevante para el matrimonio. Tanto entre los ricos como entre los
pobres, era la parentela quien tomaba la decisión del matrimonio, no los individuos
interesados, que tenían poco o nada que decir al respecto (éste sigue siendo el caso en
muchas culturas no occi dentales actuales).
Como vemos, ni el amor romántico ni su asociación con el matrimonio pueden
entenderse como características «dadas» de la vida humana, sino que están confor
madas por influencias sociales más amplias. Estas son las influencias que los soció
logos estudian y que se hacen sentir incluso en experiencias que, en apariencia, son
puramente personales. La mayoría de nosotros ve el mundo desde el punto de vista de
nuestras propias vidas. La sociología demuestra la necesidad de adoptar una perspectiva
mucho más amplia sobre las razones que nos llevan a actuar como lo hacemos.

Salud y enfermedad
Normalmente consideramos la salud y la enfermedad como cuestiones relaciona das
únicamente con la condición física del cuerpo. Una persona siente molestias y dolores o
tiene fiebre. ¿Cómo podría tener esto algo que ver con influencias más amplias, de tipo
social? Sin embargo, los factores sociales tienen de hecho un efecto profundo sobre la
experiencia y la aparición de las enfermedades, así como sobre el modo en que
reaccionamos a la enfermedad. Nuestro mismo concepto de «enfer
medad» como mal funcionamiento físico del cuerpo no es compartido por todas las
sociedades. Otras sociedades piensan que la enfermedad, e incluso la muerte, están
producidas por hechizos, no por causas físicas susceptibles de tratamiento (Evans
Pritchard, 1950). En nuestra sociedad, los miembros de la Chri Science recha
zan muchas de las ideas ortodoxas sobre la enfermedad, en la creencia de que en
realidad somos seres espirituales y perfectos hechos a la imagen de Dios, y que la
enfermedad proviene de un mal entendimiento de la realidad, de «admitir el error».
El tiempo que uno puede esperar vivir y las probabilidades de contraer enfer
medades graves como afecciones cardíacas, cáncer o neumonía están muy influidos
por características sociales. Cuanto mejor posición económica tengan las personas,
menores son las probabilidades de que sufran enfermedades graves en un momento
cualquiera de sus vidas. Además, existen roles sociales muy definidos acerca de
cómo se espera que nos comportemos cuando caemos enfermos. Una persona en-
ferma queda excusada de muchos o de todos los deberes normales de la vida coti diana,
pero la enfermedad tiene que ser reconocida como «lo suficientemente grave»
para que pueda exigir estas ventajas sin ser criticado o reprendido. Es probable que
si se piensa que alguien sufre sólo de una forma de debilidad relativamente benigna,
o su enfermedad no se ha identificado con precisión, se considere a esa persona un
«enfermo fingido», sin que realmente tenga el derecho de sustraerse a las obliga ciones
diarias (Segal, 1976; Cockerham, 1986).

Otro ejemplo: crimen y castigo


La terrorífica descripción reseñada a continuación relata las horas finales de un
hombre ejecutado en 1757, acusado de planear el asesinato del rey de Francia. El
desdichado individuo fue condenado a que se le arrancara la carne del pecho, pier nas y
brazos, y a que se vertiera sobre las heridas una mezcla de aceite hirviendo,
cera y azufre. A continuación, cuatro caballos tenían que tirar de su cuerpo y des
pedazarlo, y las partes desmembradas habían de ser quemadas. Un oficial de la
guardia dejó el siguiente relato de los sucesos:
El verdugo introdujo un hierro en el caldero que contenía la poción hirviente, que
derramó
generosamente sobre cada herida. A continuación, se ataron al cuerpo del condenado las
cuerdas que iban a ser uncidas a los caballos, y se ataron las cuerdas a los caballos, que
fueron situados frente a los brazos y piernas, uno en cada miembro [ Los caballos dieron
un fuerte estirón, tirando cada uno en línea recta de un miembro; cada caballo era
guiado por un verdugo. Después de un cuarto de hora volvió a repetirse la misma
ceremonia, y finalmente, después de varios intentos, hubo de cambiarse la dirección de
los caballos de la siguiente manera: los que estaban en los muslos se pusieron hacia los
brazos, con lo que se rompieron los brazos por las articulaciones. Esto se repitió varias
veces sin éxito.
Después de dos o tres intentos, el verdugo Samson y el que había usado las pinzas
sacaron cada uno un cuchillo del bolsillo y cortaron el cuerpo por los muslos en lugar de
seccionar las piernas por las articulaciones; los cuatro caballos dieron un estirón y se
llevaron tras ellos las piernas: primero la derecha, y a continuación la otra. Luego se
hizo lo mismo con los brazos, los hombros y los cuatro miembros; fue necesario cortar
la carne casi hasta el hueso.

Los caballos, dando un fuerte tirón, se llevaron primero el brazo derecho y luego el otro.
(Foucault, 1979, pp. 4-5.)
La víctima se mantuvo viva hasta la separación final de sus miembros del torso. Antes
de la época moderna, los castigos como éste no eran infrecuentes. Como
John Lofland ha escrito, describiendo las formas de ejecución tradicionales:
Las ejecuciones históricas de épocas anteriores estaban calculadas para maximizar el
período de agonía del condenado y su conciencia durante éste. Aplastar hasta la muerte
mediante una carga progresivamente pesada situada sobre el pecho, romper al
condenado en la rueda, la crucifixión, el estrangulamiento, la hoguera, el cortar tiras de
carne, apuñalar partes no vitales del cuerpo, estirar y cuartear, y otras técnicas
semejantes consumían períodos de tiempo bastante prolongados. Incluso el
ahorcamiento fue una téçnica de efectos lentos du rante la mayor parte de su historia.
Cuando simplemente se retiraba el carro de los pies del condenado o la trampilla se
abría sin más, el condenado era estrangulado lentamente, y antes de sucumbir se retorcía
durante varios minutos E.. .1 para abreviar esta lucha, el verdugo a veces se ponía bajo
el patíbulo para tirar de las piernas del condenado. (Lofland, 1977, p. 311.)
Las ejecuciones frecuentemente se llevaban a cabo frente a extensas audiencias, práctica
que persistió hasta bien entrado el siglo XVIII en algunos países. A los condenados a
muerte se les paseaba por las calles en un carro abierto, para que se encaminaran a su fin
como parte de un espectáculo con buena publicidad, en el que las multitudes aclamarían
o abuchearían, según su actitud hacia cada víctima en particular. Los verdugos eran
celebridades públicas, y en ocasiones tenían la fama y seguimiento que se prodiga a las
estrellas de cine en los tiempos modernos.
Hoy en día encontramos estos modos de castigo totalmente repelentes. Pocos de
nosotros podemos imaginar el divertirnos con el espectáculo de la tortura o la muer te
violenta de alguien, sean cuales sean los crímenes que hubiera podido cometer. Nuestro
sistema penal está basado en el encarcelamiento más que en infligir dolor físico, y en la
mayoría de los países occidentales la pena de muerte se ha abolido por completo. ¿Por
qué cambian las cosas? ¿Por qué sentencias de encarcelamiento reemplazan a formas de
castigo más antiguas y violentas?
Es tentador suponer que en el pasado la gente simplemente era más brutal, y que
nosotros nos hemos humanizado. Pero para un sociólogo, esta explicación no es
convincente. El uso público de la violencia como método de castigo estuvo esta blecido
en Europa durante siglos. Las personas no cambian súbitamente sus actitu des hacia
tales prácticas «sin más ni más»; intervienen influencias sociales más am plias,
relacionadas con importantes procesos de cambio que se dieron en ese perío do. Las
sociedades europeas se estaban industrializando y urbanizando. El antiguo orden rural
estaba siendo rápidamente reemplazado por un orden en el que cada vez más gente
trabajaba en fábricas y talleres, trasladándose a las áreas urbanas en expansión. El
control social sobre las poblaciones urbanas no podía mantenerse mediante los antiguos
métodos de castigo, que, basados en establecer un ejemplo temible, sólo eran
apropiados en comunidades reducidas y estrechamente entreteji das, en las que se
presentaban pocos casos.
Las prisiones se desarrollaron como parte de una tendencia general hacia el
establecimiento de organizaciones en las que los individuos se mantenían «encerrados y
apartados» del mundo externo, como una forma de controlar y disciplinar su
comportamiento. Entre los que eran encerrados al principio no sólo se contaban
delincuentes, sino vagabundos, enfermos, personas sin empleo, débiles mentales y
locos. Las prisiones sólo de forma gradual empezaron a separarse de los manicomios y
de los hospitales para los enfermos físicos. En las prisiones se suponía que los
delincuentes se «rehabilitaban» para convertirse en buenos ciudadanos. El castigo del
crimen se orientó a crear ciudadanos obedientes en vez de mostrar públicamente a los
demás las terribles consecuencias que se siguen de la mala conducta. Lo que ahora
consideramos como actitudes más humanas hacia el castigo tendieron a se guirse de
estos cambios, y no a causarlos en primer término. Los cambios en el tratamiento de los
delincuentes forman parte de los procesos que barrieron los ór denes tradicionales
aceptados durante siglos. Estos procesos crearon las sociedades en las que vivimos hoy.

Implicaciones: la naturaleza de la sociología


Consideremos ahora los ejemplos discutidos hasta el momento. En cada uno de los tres
casos —amor, matrimonio y sexualidad, salud y enfermedad, y castigo del crimen—
hemos visto que los que podrían considerarse sentimientos humanos «na turalmente
dados» están sin embargo impregnados de la influencia de factores so ciales. Una
comprensión de las formas sutiles, aunque complejas y profundas, en las que nuestra
vida refleja los contextos de nuestra experiencia social es básica para la perspectiva
sociológica. La sociología se centra muy especialmente en la vida social en el mundo
moderno —el mundo creado por los radicales cambios de las sociedades humanas
ocurridos a lo largo de los dos últimos siglos, más o menos.

El cambio en el mundo moderno

Los cambios en las formas de vida humana en las dos últimas centurias han sido de muy
gran alcance. Nos hemos acostumbrado, por ejemplo, al hecho de que la mayoría de la
población no trabaje en el campo, a que viva en ciudades grandes y pequeñas más que
en reducidas comunidades rurales. Pero esto jamás sucedió hasta la era moderna.
Virtualmente, durante toda la historia humana, la inmensa mayoría de las personas
tenían que producir sus propios medios de subsistencia, y vivían en pequeños grupos o
comunidades aldeanas reducidas. Incluso en el culmen de las civilizaciones
tradicionales más desarrolladas —como la antigua Roma o la China tradicional—
menos de un 10 por 100 de la población vivía en áreas urbanas, y todos los demás
estaban empleados en la producción de alimentos. Hoy, en la mayoría de las sociedades
industrializadas, estas proporciones se han invertido casi por com pleto: generalmente
más de un 90 por 100 de la población vive en áreas urbanas, y sólo un 2 o un 3 por 100
trabaja en la producción agrícola.
No han cambiado sólo los aspectos externos de nuestras vidas; estas transforma ciones
han alterado y continúan alterando de forma radical los aspectos más perso nales e
íntimos de nuestra existencia cotidiana. Para ampliar un ejemplo anterior, la difusión de
los ideales del amor romántico estuvo fuertemente condicionada por la transición desde
una sociedad rural a una sociedad urbana e industrializada. Cuando la gente se trasladó
a las áreas urbanas y comenzó a trabajar en la producción industrial, el matrimonio dejó
de estar motivado principalmente por razones econó micas, por la necesidad de
controlar la herencia de las tierras y de trabajar en el campo como una unidad familiar.
Los matrimonios «arreglados» —fijados mediante las negociaciones de los padres y
familiares— se hicieron cada vez menos comunes. Cada vez más individuos fueron
iniciando las relaciones matrimoniales sobre la base de la atracción emocional y con la
finalidad de buscar una satisfacción personal. La idea de «enamorarse» como la base
para contraer un vínculo matrimonial se formó en este contexto. (Para una discusión
más detallada, ver capítulo 12: «Parentesco, matrimonio y familia».)
De forma similar, antes’del surgimiento de la medicina moderna las concepciones
europeas sobre la salud y la enfermedad eran semejantes a las que se encuentran en
muchos países no occidentales. Los métodos de diagnóstico y tratamiento mo dernos,
junto con la conciencia de la importancia de la higiene en la prevención de las
enfermedades infecciosas, datan sólo de comienzos del siglo XIX. Nuestras opi niones
actuales sobre la salud y la enfermedad surgieron formando parte de trans formaciones
sociales más amplias que influyeron en numerosos aspectos de las creen cias acerca de
la biología y la naturaleza.
La sociología tiene sus comienzos en los intentos de ciertos pensadores de en tender el
impacto inicial de las transformaciones que acompañaron a la industriali zación en
Occidente, y sigue siendo la disciplina básica que se ocupa del análisis de su naturaleza.
Nuestro mundo de hoy es radicalmente diferente al de épocas ante riores; la tarea de la
sociología es ayudarnos a entender este mundo y su futuro probable.

Sociología y «sentido común»

La práctica de la sociología incluye el obtener conocimiento sobre nosotros mis mos, las
sociedades en las que vivimos y otras sociedades distintas de las nuestras en el espacio y
en el tiempo. Los hallazgos de la sociología alteran y a la vez contribuyen a nuestras
creencias de sentido común acerca de nosotros mismos y de otros. Consideremos la
siguiente lista de afirmaciones:
1. El amor romántico es parte natural de la experiencia humana, y por tantó
se encuentra en todas las sociedades, en estrecha conexión con el matrimonio.
2. La duración de la vida de las personas depende de su constitución biológica
y no puede estar demasiado influida por las diferencias sociales.
3. En epocas anteriores la familia era una unidad estable, pero hoy hay una
gran aumento en la proporción de «hogares rotos».
4. En todas las sociedades habrá personas desgraciadas o deprimidas; por
consiguiente, porcentajes de suicidio tenderán a ser los mismos en todo el mundo.
5. La mayoría de las personas en todas partes concede valor a la riqueza ma terial y
tratarán de prosperar si hay oportunidades para hacerlo.
6. Durante toda la historia humana se han librado guerras. Si hoy nos enfren tamos a la
amenaza de la guerra nuclear, esto se debe a que los seres hu manos tienen instintos
agresivos que siempre encontrarán una salida.
7. La difusión de los ordenadores y la automatización en la producción indus trial
reducirá en gran medida la jornada laboral media de la mayoría de la población.

Todas estas afirmaciones son erróneas o cuestionables, y el ver por qué, nos ayudará
a entender las preguntas que plantean —y tratan de responder— los sociólogos en su
trabajo. (En capítulos posteriores analizaremos con mayor detalle estos puntos.)

1. Como hemos visto, la idea de que los vínculos matrimoniales deben basarse en el
amor romántico es reciente, y no se encuentra ni en la historia anterior de las sociedades
occidentales ni en otras culturas. En realidad, el amor romántico es casi desconocido en
la mayoría de las sociedades.
2. El tiempo de vida de las personas se ve afectado de forma muy definida por las
influencias sociales. La razón es que los modos de vida social actúan como «filtros» de
los factores biológicos que causan enfermedades, debilidad o muerte. Por ejemplo, los
pobres suelen tener menos salud que los ricos, porque por lo general tienen peores
dietas, llevan una existencia de mayor desgaste físico y tienen acceso a servicios
médicos inferiores.
3. Si retrocedemos hasta los primeros años del siglo pasado, la proporción de niños que
vivían en hogares con un solo padre natural era probablemente tan elevada como lo es
hoy, pues muchas personas morían jóvenes, sobre todo las mujeres en el parto. La
separación y el divorcio son hoy la causa principal de los «hogares rotos», pero el nivel
global no es muy diferente.
4. Las tasas de suicidio no son ciertamente las mismas en todas las sociedades. Incluso
si consideramos únicamente los países occidentales, encontramos que las tasas de
suicidio varían de forma considerable. La tasa de suicidio del Reino Unido, por
ejemplo, es cuatro veces superior a la de España, pero sólo un tercio de la de Hungría.
Las tasas de suicidio aumentaron de modo bastante drástico durante el principal período
de industrialización de las so ciedades occidentales, durante el siglo XIX y comienzos
del XX.
5. El valor que numerosas personas en las sociedades modernas atribuyen a la riqueza y
al «prosperar» es en su mayor parte un desarrollo reciente. Está asociado a la
emergencia del «individualismo» en Occidente, el énfasis que tendemos a situar en el
logro individual. En muchas otras culturas se espera que los individuos pongan el bien
de la comunidad por encima de sus propios deseos e inclinaciones. La riqueza material
con frecuencia no tiene una con sideración muy alta en comparación con otros valores,
como los religiosos.
6. Lejos de tener un instinto de agresión, los seres humanos no tienen instintos en
absoluto, si «instinto» significa un modelo de comportamiento fijo y he redado.
Además, a lo largo de la mayor parte de la historia humana, cuando se vivía en
pequeños grupos tribales, la guerra no existía en la forma que vino a tener
posteriormente. Aunque algunos de estos grupos eran agresivos, muchos no lo eran. No
había ejércitos, y cuando se producían escaramuzas era frecuente que las bajas fueran
deliberadamente evitadas o limitadas. La amenaza de la guerra nuclear en la actualidad
está vinculada a un proceso de «industrialización de la guerra» que es uno de los
aspectos principales de la industrialización en general.
7. Este supuesto es bastante diferente de los otros, pues se refiere al futuro. E buenas
razones para que la idea haya de acogerse como mínimo con cautela. Las industrias
plenamente automatizadas son todavía bastante poco numerosas y aisladas, y los
trabajos eliminados por la automatización pueden ser reemplazados por otros creados en
otras partes. Aún no podemos estar seguros. Una de las tareas de la sociología es
examinar con rigor la evidencia real disponible sobre tales cuestiones.
Obviamente, los hallazgos sociológicos no siempre contradicen las concepciones de
sentido común. Las ideas de sentido común muchas veces suministran intuiciones sobre
el comportamiento social. Sin embargo, es necesario insistir en que el soció logo ha de
estar dispuesto a preguntarse con respecto a cualquiera de las creencias sobre nosotros
mismos, por muy preciadas que nos sean: ¿son las cosas de verdad así? Al hacerlo, la
sociología también contribuye al «sentido común» de cualquier momento y lugar.
Mucho de lo que consideramos sentido común, «algo que todo el mundo sabe» —por
ejemplo, que el porcentaje de divorcio ha aumentado mucho durante el período
transcurrido desde la Segunda Guerra Mundial—, se basa en la obra de sociólogos y
otros científicos sociales. Es necesaria mucha investigación de tipo regular para
producir material de año en año sobre las pautas de matrimonio y divorcio. Lo mismo
puede decirse de numerosísimas áreas de nuestro conocimien to de «sentido común».

Preguntas sociológicas: fácticas, comparativas, de desarrollo y teóricas

Preguntas fácticas
Algunas de las preguntas que se plantean e intentan responder los sociólogos son en
gran medida fácticas. Como somos miembros de una sociedad, todos nosotros tenemos
ya un cierto grado de conocimiento fáctico sobre ella. Por ejemplo, en nuestra sociedad
todos somos conscientes de que hay leyes que se supone que hemos de observar, y que
ir en contra de ellas es arriesgarse a sufrir una sanción penal. Pero es muy probable que
el conocimiento del individuo corriente sobre el sistema legal y la naturaleza y tipos de
la actividad delictiva sea esquemático e incompleto. Muchos aspectos del delito y la
justicia precisan una investigación sociológica directa y sistemática. Podríamos
preguntar, por ejemplo: ¿qué formas de delincuencia son más comunes? ¿Qué
proporción de personas implicadas en conductas delictivas es detenida por la policía?
¿Cuántas de éstas resultan culpables y son encarceladas? Las preguntas fácticas son a
menudo mucho más complicadas y difíciles de responder de lo que uno podría pensar.
Por ejemplo, las estadísticas oficiales sobre la delin cuencia son de dudoso valor para
indicar el nivel real de actividad criminal.

Preguntas comparativas
La información fáctica sobre una sociedad, por supuesto, no nos dirá hasta qué punto
estamos tratando con un caso inusual y no con un grupo de influencias muy general.
Los sociólogos muchas veces plantean preguntas comparativas, relacionan do un
contexto social dentro de una sociedad con otro o contrastando ejemplos tomados de
diferentes sociedades. Por ejemplo, hay diferencias significativas entre los sistemas
legales de Gran Bretaña y la Unión Soviética. Una pregunta compara tiva típica podría
ser: ¿en qué medida varían las pautas de conducta delictiva y actividad policial entre
ambos países? (De hecho, entre ambos se han encontrado importantes diferencias.)

Preguntas de desarrollo
En sociología hemos de considerar no sólo las sociedades existentes en las rela ciones
que tienen entre sí, sino también hemos de comparar el presente y el pasado. Las
preguntas que los sociólogos plantean a este respecto son preguntas sobre desarrollo.
Para comprender la naturaleza del mundo moderno tenernos que considerar formas de
sociedad preexistentes, y también hemos de estudiar la dirección principal que han
tomado los procesos de cambio. Así podemos investigar, por ejemplo, cómo se
originaron las primeras prisiones (cuestión que hemos tratado anteriormente).

Preguntas teóricas
Las investigaciones fácticas —o lo que los sociólogos generalmente prefieren llamar
empíricas— se ocupan de cómo suceden las cosas. Sin embargo, la sociología no
consiste en una mera recopilación de hechos, por importantes e interesantes que puedan
ser. También deseamos saber por qué ocurren las cosas, y para hacerlo hemos de
aprender a plantear preguntas teóricas, a fin de lograr interpretar correctamente los
hechos descubriendo las causas de cualquier tema en el que se centre un estudio
particular. Sabemos que la industrialización ha tenido una influencia fundamental en el
surgimiento de las sociedades modernas. Pero, ¿cuáles son los orígenes y las
condiciones previas de la industrialización? ¿Por qué encontramos diferencias entre las
sociedades en sus procesos de industrialización? ¿Por qué se relaciona la
industrialización con cambios en las formas de sanción penal o en los sistemas de
familia y matrimonio? Para responder a tales preguntas hemos de de sarrollar un
pensamiento teórico. Las teorías implican la construcción de interpretaciones abstractas
que pueden utilizarse para explicar una amplia variedad de situa ciones empíricas. Una
teoría sobre la industrialización, por ejemplo, se ocuparía de identificar los rasgos
principales que tienen en común los procesos de desarrollo industrial, y trataría de
mostrar cuáles de estos procesos son los más importantes para explicar ese desarrollo.
Por supuesto, las preguntas factuales y teóricas nunca pueden separarse completamente.
Sólo podemos desarrollar enfoques teóricos váli dos si somos capaces de contrastarlos
mediante el estudio empírico.

Necesitamos teorías que nos ayuden a explicarnos los hechos. Al contrario de lo que
afirma el dicho popular, los hechos no hablan por sí solos. Muchos sociólogos trabajan
fundamentalmente sobre cuestiones empíricas, pero si su investigación no es guiada por
algún conocimiento teórico es muy improbable que su obra sea esclarecedora. Esto
puede aplicarse incluso a la investigación que se lleva a cabo con objetivos
estrictamente prácticos.
La «gente práctica» tiende a sospechar de los teóricos, y puede que les guste pensar que
tienen los pies «muy en la tierra» y que no necesitan prestar atención a ideas más
abstractas. Sin embargo, todas las decisiones prácticas requieren ciertos supuestos
teóricos subyacentes. Alguien que lleva un negocio, por ejemplo, puede tener en muy
poco la «teoría». Sin embargo, todo enfoque de la actividad empre sarial implica
supuestos teóricos, incluso aunque en muchas ocasiones no se formulen. Así, puede
suponer que la principal motivación que tienen sus empleados para trabajar duramente
es el nivel de salarios que reciben. Esta no es sólo una inter pretación teórica de la
conducta humana; es además una interpretación equivocada, como la investigación de la
sociología industrial tiende a demostrar.

Consecuencias previstas e imprevistas de la acción humana


Los sociólogos establecen una distinción importante entre los propósitos de nues tra
conducta —lo que pretendemos hacer— y las consecuencias imprevistas que ésta
produce. Los propósitos por los que hacemos las cosas pueden ser muy diferentes de las
consecuencias producidas. Esto nos permite entender muchas cosas acerca de las
sociedades. Las escuelas se fundan, por ejemplo, con el propósito de enseñar técnicas de
lectura y escritura y para permitir que los niños adquieran nuevos cono cimientos. Sin
embargo, la existencia de escuelas también tiene consecuencias que no se reconocen o
pretenden tan claramente. Las escuelas mantienen a los niños fuera del mercado de
trabajo hasta que tienen una cierta edad. El sistema escolar tiende también a aumentar
las desigualdades, canalizando a los estudiantes hacia trabajos diferentes de acuerdo con
su capacidad académica.
Es muy probable que la mayoría de los cambios principales en la historia no se
pretendieran. Antes de la Revolución rusa de 1917 varios grupos políticos intentaron
derrocar el régimen existente. Ninguno de ellos, sin embargo —incluyendo el par tido
bolchevique que finalmente llegaría al poder—, anticipó el proceso de revolu ción que
ocurrió de hecho. Una serie de tensiones y luchas secundarias produjeron un proceso de
transformación social mucho más radical de lo que nadie en principio intentara llevar a
efecto (Skocpol, 1979).
Algunas veces, la conducta emprendida en vista de un objetivo particular tiene
consecuencias que impiden el logro de ese objetivo. Hace algunos años, en Nueva York
se introdujeron leyes que obligaban a los propietarios de edificios en deterioro en áreas
de renta baja a que se ajustaran a un estándar mínimo. La intención era mejorar el nivel
básico de viviendas disponibles para los sectores más pobres de la comunidad. De
hecho, el resultado fue el contrario. Los propietarios de viviendas en mal estado las
abandonaron por completo o las destinaron a otros usos, de manera que se produjo una
escasez aún mayor de viviendas satisfactorias (Sieber, 1981, p. 64). Podemos encontrar
un ejemplo comparable volviendo al caso de las prisiones y asilos. Durante los últimos
años, en Gran Bretaña y en otros países occidentales el proceso de mantener personas
encerradas y apartadas de la comunidad se ha invertido parcialmente. En un esfuerzo
por crear una <asistencia comunitaria» para los delincuentes y los enfermos mentales,
algunas de las personas con finadas en prisiones y hospitales psiquiátricos han sido
puestas en libertad para que vivan en el mundo exterior. Sin embargo, hasta cierto punto
los resultados se han vuelto en contra de los reformadores liberales que apoyaron la
innovación. Muchos de los anteriores pacientes mentales se han encontrado viviendo en
una extrema pobreza, incapaces de adaptarse al nuevo ambiente al que han sido
lanzados. Para ellos las consecuencias han sido desastrosas.
La continuidad y el cambio en la vida social han de entenderse como una «mez cla» de
consecuencias previstas e imprevistas de las acciones de las personas. La sociología
tiene la tarea de examinar el equilibrio resultante entre la reproducción y la
transformación de la sociedad. Una sociedad no es un objeto mecánico, como un reloj
o un motor, que se «mantiene en marcha» porque integra un conjunto de fuerzas. La
reproducción de la sociedad tiene lugar porque hay una continuidad en lo que las
personas hacen de día en día y de año en año, y en las prácticas sociales que siguen. Los
cambios se producen en parte porque las personas pretenden que ocurran, y en parte —
como indica el ejemplo de la Revolución rusa— por las con secuencias que nadie prevé
o pretende.

¿Qué nos puede enseñar la sociología de nuestras propias acciones?


Como individuos, todos nosoiros conocemos muchas cosas sobre nosotros mis mos y
sobre las sociedades en que vivimos. Nos inclinamos a pensar que entendemos bien por
qué actuamos como lo hacemos, sin necesidad de que los sociólogos nos lo digan. Hasta
cierto punto esto es verdad. Sin embargo, este autoconocimiento tiene fronteras muy
definidas, y una de las tareas principales de la sociología es mostrar cuáles son.
Sobre la base de la discusión sostenida hasta el momento, podemos aclarar con cierta
facilidad la naturaleza de estas fronteras. Como hemos visto antes, las perso nas emiten
numerosos juicios de sentido común sobre ellos mismos y sobre otros, juicios que
pueden resultar erróneos, parciales o mal informados. La investigación sociológica
ayuda a definir las limitaciones del conocimiento de nosotros mismos y al mismo
tiempo «retroalimenta» el conocimiento de nosotros mismos y de nuestro entorno
social. Otra contribución esencial de la sociología reside en mostrar que, aunque todos
nosotros entendemos bastante bien lo que hacemos y por qué lo hacemos, a menudo
sabemos muy poco acerca de las consecuencias de nuestras acciones. Las consecuencias
no pretendidas y no previstas de nuestras acciones afec tan todos los aspectos y
contextos de la vida social. El análisis sociológico explora las delicadas y sutiles
conexiones entre los rasgos intencionales y no intencionales del mundo social.

Estructura social y acción humana


Un concepto importante que nos ayuda a comprender estas conexiones es el de
estructura social. Los entornos sociales en los que existimos no consisten en meras
agrupaciones casuales de acontecimientos o acciones. Existen regularidades subya
centes, o pautas, de los modos de comportamiento de las personas y de las relacio nes
que tienen entre sí. El concepto de estructura social se refiere a estas regulari dades.
Hasta cierto punto es útil representarse las características estructurales de las sociedades
como si semejaran la estructura de un edificio. Un edificio tiene paredes, un piso y un
tejado, cj en su conjunto le dan una «forma» particular. Pero la metáfora puede ser muy
equívoca si se aplica de modo demasiado estricto. Las estructuras sociales se
constituyen de acciones y relaciones humanas: lo que les confiere a éstas su pauta es su
repetición a través de períodos de tiempo y distancias en el espacio. Así, en el análisis
sociológico las ideas de reproducción social y de estructura social están íntimamente
ligadas. Hemos de entender las sociedades hu manas como edificios que en todo
momento son reconstruidos por los mismos ladri ¡los que las componen. Las acciones
de todos nosotros están influidas por las carac terísticas estructurales de las sociedades
en las que crecemos y vivimos; al mismo tiempo, recreamos (y también, hasta cierto
punto, alteramos) esas características estructurales en nuestras acciones.

Desarrollo de una perspectiva sociológica

Aprender a pensar sociológicamente significa cultivar las facultades de la imagi nación.


Estudiar sociología no puede ser un proceso rutinario de adquisición de conocimiento.
Un sociólogo es alguien capaz de liberarse de la inmediatez de las circunstancias
personales. El trabajo sociológico depende de lo que Wright Mills, en una frase célebre,
denominó la imaginación sociológica (Mills, 1970). La mayoría de los libros de texto
sobre sociología, de hecho, llaman la atención sobre ese tér mino. Sin embargo —a
diferencia del propio Milis—, normalmente lo emplean con escasa imaginación.
La imaginación sociológica precisa, sobre todo, el poder «pensar tomando distancia»
frente a las rutinas familiares de nuestras vidas cotidianas para poder verlas como si
fueran algo nuevo. Consideremos el simple acto de beber una taza de café. ¿Qué
podríamos decir, desde un punto de vista sociológico, sobre este hecho de
comportamiento, aparentemente tan carente de interés? La respuesta es: muchísimas
cosas.
En primer lugar, podríamos señalar que el café no es simplemente una bebida que ayude
a mantener la asimilación de líquidos del individuo. Tiene un valor simbólico como
parte de unos rituales sociales cotidianos. A menudo, el ritual asociado con el beber café
es mucho más importante que el acto de consumir la propia bebida. Por ejemplo, dos
personas que conciertan «tomarse un café» juntas probablemente estarán más
interesadas en encontrarse y charlar que en consumir lo que beban. La bebida y la
comida son en todas las sociedades ocasiones para la interacción social y la ejecución de
rituales, y éstos son un riquísimo objeto de estudio sociológico.
En segundo lugar, el café es una droga que contiene cafeína, la cual tiene un efecto
estimulante en el cerebro. La mayoría de las personas de la cultura occidental no
considera que los adictos al café «consuman droga». La razón de este hecho es una
cuestión sociológica interesante. Como el alcohol, el café es una droga «socialmente
aceptable», mientras que, por ejemplo, la marihuana no lo es. Sin embargo, hay culturas
que toleran el consumo de marihuana, pero son desfavorables al café y al alcohol. (Para
una discusión más detallada de estas cuestiones, ver capítulo 4:
«Conformidad y desviación».)
En tercer lugar, el individuo que bebe una taza de café está encadenado a una serie
extremadamente complicada de relaciones sociales y económicas que se extien den por
todo el mundo. La producción, transporte y distribución de café requieren transacciones
continuadas entre muchas personas a muchos miles de kilómetros de quien se bebe el
café. El estudio de estas transacciones globales constituye una tarea importante de la
sociología, puesto que muchos aspectos de nuestras vidas se ven ahora afectados por
comunicaciones e intercambios comerciales mundiales.
Finalmente, el acto de beber una taza de café presupone todo un proceso de desarrollo
económico y social pretérito. Junto con muchos otros componenentes de la dieta
occidental ahora corrientes —como el té, los plátanos, las patatas y el azúcar blanco—,
el café sólo vino a ser ampliamente consumido a partir del siglo XIX. Aunque el café se
originó en Oriente Medio, su consumo masivo data del período de la expansión colonial
occidental de hace un siglo y medio. Casi todo el café que bebemos en los países
occidentales en la actualidad proviene de áreas (Sudamérica y Africa) que fueron
colonizadas por europeos.
Desarrollar la imaginación sociológica significa usar materiales de la antropología (el
estudio de las sociedades tradicionales) y de la historia, además de los de la sociología.
La dimensión antropológica (el estudio de las sociedades tradicionales) de la
imaginación sociológica es vital, pues nos permite ver qué caleidoscopio de formas
diferentes de vida social humana existe. Al contrastar éstas con las nuestras,
aprendemos más acerca de lo distintivo de nuestras pautas específicas de conducta. La
dimensión histórica de la imaginación sociológica es igualmente fundamental:
Sólo podemos captar la naturaleza distintiva de nuestro mundo actual si podemos
compararlo con el pasado. El pasado es un espejo que el sociólogo debe sostener para
entender el presente. Todas estas tareas implican el «pensar distanciándonos» de
nuestras propias costumbres y hábitos para desarrollar un entendimiento más profundo
de ellos.
Hay todavía otro aspecto de la imaginación sociológica: de hecho, aquel en el que Mills
ponía mayor énfasis. Se refiere a nuestras posibilidades para el futuro. La sociología nos
ayuda no sólo a analizar las pautas existentes de vida social, sino a ver algunos de los
«futuros posibles» abiertos para nosotros. El ejercicio imaginativo del trabajo
sociológico puede que no sólo nos muestre qué es lo que ocurre, sino también qué
podría ocurrir en caso de intentar producir algún efecto. A menos que estén basados en
una comprensión sociológica informada de las tendencias actuales, nuestros intentos
para influir en los desarrollos futuros serán ineficaces o frustrados.

¿Es la sociología una ciencia?

La sociología ocupa una posición destacada entre un grupo de disciplinas (entre las que
también se incluyen la antropología, la economía y lás ciencias políticas) que
generalmente se denominan ciencias sociales. ¿Pero podemos estudiar realmente la vida
social humana de una forma «científica»? Para contestar a esta: pregunta, antes que
nada hemos de entender las principales características de la ciencia como forma de
empresa intelectual. ¿Qué es ciencia?
La ciencia es el uso de métodos sistemáticos de investigación, pensamiento teórico y
examen lógico de argumentos para desarrollar un cuerpo de conocimiento sobre un
objeto particular. El trabajo científico depende de una mezcla de pensamiento
osadamente innovador y de la disposición y el control cuidadosos de la evidencia para
apoyar o desechar hipótesis y teorías. La información y las ideas acumuladas durante
el estudio y el debate científicos son siempre, hasta cierto punto, tentativas: abiertas a
la revisión, o incluso a ser descartadas totalmente, a la luz de nuevas pruebas o
argumentos.
Cuando preguntamos «es la sociología una ciencia?» queremos decir dos cosas:
«es posible configurar esta disciplina siguiendo de cerca el modelo de los procedi
mientos de la ciencia natural?» y « la sociología esperar alcanzar el mismo tipo de
conocimiento preciso, bien fundamentado, que los científicos naturales han desarrollado
con respecto al mundo físico?». Estas preguntas siempre han sido en alguna medida
controvertidas, pero durante un largo período la mayoría de los sociólogos respondió de
forma afirmativa. Sostenían que la sociología puede, y debe, asemejarse a la ciencia
natural en sus procedimientos y en el carácter de sus descubrimientos (una perspectiva
que a veces se conoce como positivismo).
Esta concepción se considera ahora ingenua. Igual que el resto de las «ciencias»
sociales, la sociología es una disciplina científica en el sentido de que implica méto dos
de investigación sistemáticos, el análisis de datos, y el examen de teorías a la luz de la
evidencia y de la discusión lógica. El estudiar los seres humanos, sin embargo, es
diferente de observar los sucesos del mundo físico, y ni el marco lógico ni los
descubrimientos de la sociología pueden entenderse adecuadamente desde las
comparaciones con la ciencia natural. Al investigar la vida social tratamos con activida
des significativas para las personas que se dedican a ellas. A diferencia de los objetos
de la naturaleza, los seres humanos son seres auto conscientes que confieren sentido y
finalidad a lo que hacen. No podemos siquiera describir la vida so con exactitud a
menos que ante todo captemos los significados que las personas aplican a su conducta.
Por ejemplo, para describir una muerte como «suicidio» es necesario saber algo sobre
qué es lo que la persona en cuestión pretendía cuando murió. El «suicidio» sólo puede
producirse cuando un individuo trata deliberadamente de au todestruirse. Si una persona
se pone accidentalmente delante de un coche y muere no puede decirse que haya
cometido un suicidio; esa persona no deseaba la muerte.
El hecho de que no podamos estudiar los seres humanos exactamente igual que los
objetos de la naturaleza es, en ciertos aspectos, una ventaja para la sociología; en otros,
crea dificultades con las que no tropiezan los científicos de la naturaleza. Los
investigadores sociológicos se benefician de poder plantear preguntas directa mente a
aquellos a los que estudian: otros seres humanos. Por otra parte, las personas que saben
que sus actividades se están estudiando muchas veces no se comportarán del mismo
modo en que lo hacen normalmente. Por ejemplo, cuando los individuos contestan
cuestionarios, consciente o inconscientemente pueden dar una imagen de ellos mismos
que difiere de sus actitudes usuales. Pueden incluso tratar de «ayudar» al investigador
dándole las respuestas que creen que desea.
Objetividad

Los sociólogos aspiran al distanciamiento en su investigación y pensamiento teórico,


intentando estudiar el mundo social sin prejuicios. Un buen sociólogo tratará de dejar a
un lado los prejuicios que pueden impedir que las ideas o las pruebas se examinen con
imparcialidad. Pero nadie está totalmente libre de prejuicios sobre todos los temas, e,
inevitablemente, sólo hasta cierto punto es posible desarrollar tales actitudes con
respecto a cuestiones muy disputadas. Sin embargo, la objetividad no depende única, ni
siquiera fundamentalmente, de la perspectiva de los investigadores concretos. Tiene que
ver con métodos de observación y discusión. Aquí el carácter público de la disciplina
tiene una importancia esencial. Como los descubrimientos y los informes de la
investigación están disponibles para su examen —se publican en artículos, monografías
o libros— los demás pueden comprobar las con clusiones. Las afirmaciones sostenidas
sobre la base de los descubrimientos de la investigación pueden examinarse de forma
crítica, y otros pueden desechar las in clinaciones personales.
De este modo, la objetividad en la sociología se alcanza sustancialmente median te los
efectos de la crítica mutua entre los miembros de la comunidad sociológica. Muchos de
los objetos estudiados en la sociología están sujetos a controversia, pues to que
conciernen directamente a disputas y luchas de la propia sociedad. Pero mediante el
debate público, el examen de las pruebas y de la estructura lógica de los argumentos,
estas cuestiones pueden analizarse de forma fructífera y eficaz (Ha bermas, 1979).

La importancia práctica de la sociología

Comprensión de las situaciones sociales


La sociología tiene muchas implicaciones prácticas para nuestra vida. El pensa miento y
la investigación sociológico contribuyen en la práctica a la elaboración de políticas y a
la reforma social de muchas maneras evidentes. La más directa es, simplemente,
haciendo comprender de forma más clara o adecuada que antes una situación social.
Esto puede ser en el nivel del conocimiento fáctico, o mejorando la forma de captar por
qué ocurre algo (en otras palabras, mediante la comprensión teórica). Por ejemplo, la
investigación puede poner de manifiesto que vive en la pobreza una proporción de la
población muy superior a lo que antes se creía. Evidentemente, cualquier intento de
fomentar mejores niveles de vida tendrá mayores oportunidades de éxito si se basa en
una información precisa y sin deficiencias. Sin embargo, cuanto mejor entendamos por
qué sigue siendo tan difundida la pobreza, tanto más probable es que puedan llevarse a
cabo con éxito políticas en contra de ella.

Conciencia de las diferencias culturales


Una segunda forma en que la sociología ayuda en la elaboración práctica de políticas es
ayudando a fomentar una mayor conciencia cultural por parte de los diversos grupos
sociales. La investigación sociológica proporciona un medio de ver el mundo social
desde una diversidad de perspectivas culturales, ayudando por tanto a acabar con los
prejuicios que los grupos tienen los unos sobre los otros. Es imposible elaborar una
política hábil sin tener una refinada conciencia de los cambian tes valores culturales.
Las políticas prácticas que no se basen en una conciencia informada de los modos de
vida de aquellos a los que afectan tienen muy pocas expectativas de éxito. Así, un
asistente social blanco que trabaje en una comunidad antillana de una ciudad británica
no podrá ganarse la confianza de sus miembros sin desarrollar una sensibilidad hacia las
diferencias culturales que a menudo separan a los negros y a los blancos en Gran
Bretaña.

Valoración de los efectos de las políticas


En tercer lugar, la investigación sociológica tiene implicaciones prácticas por lo que se
refiere a la evaluación de las iniciativas políticas. Un programa de reforma práctica
puede simplemente fracasar en lo que se refiere al logro de los objetivos de quienes lo
concibieron, o acarrear una serie de desagradables consecuencias no pretendidas. Por
ejemplo, en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial se construyeron
grandes bloques de viviendas en los centros urbanos de muchos países. Estaban
pensados para proporcionar viviendas de elevado nivel a grupos de ingresos bajos de las
áreas suburbiales, y ofrecían servicios comerciales y de otro tipo muy próximos. Sin
embargo, la investigación mostró que muchos de los que se trasladaban desde sus
viviendas anteriores a los grandes bloques de apartamentos se sentían aislados y
desgraciados. Los elevados edificios y los centros comerciales peatonales se
deterioraron rápidamente, y se convirtieron en lugares que favorecían los atracos y otros
crímenes violentos.

El aumento del autoconocimiento


En cuarto lugar, y en ciertos aspectos esto es lo más importante de todo, la sociología
puede enseñarles a los grupos sociales cosas sobre ellos mismos, aumentar su
autoconocimiento. Cuanto más sepan las personas sobre las condiciones de su propia
acción, y sobre el funcionamiento de su sociedad en general, tanto más probable es que
puedan influir en las circunstancias de su propia vida. No es necesano que pensemos
que la única tarea práctica de la sociología es la de ayudar a quienes elaboran las
políticas —es decir, a los grupos poderosos— a tomar decisiones informadas. No
siempre puede suponerse que quienes están en el poder piensen en los intereses de los
menos poderosos o privilegiados al elaborar sus políticas. Grupos informados por sí
mismos pueden responder de forma eficaz a las políticas que lleven a efecto los
funcionarios del gobierno u otras autoridades, y pueden por tanto tomar iniciativas
políticas propias. Grupos de «autoayuda» (como Alcohólicos Anónimos) y
movimientos sociales (como los movimientos de mujeres) son ejemplos de asociaciones
sociales que tratan de producir directamente reformas directas. (Ver capítulo 9: «Grupos
y organizaciones».)

El papel del sociólogo en la sociedad


¿Deben los mismos sociólogos defender de forma activa y llevar a efecto acciones
públicas en favor de programas prácticos de reforma o cambio social? Hay quienes
defienden que la sociología puede preservar su objetividad sólo si quienes la practican
son cuidadosamente neutrales en controversias morales y políticas, pero no hay razón
alguna para pensar que los estudiosos que se quedan al margen de los debates de
actualidad sean necesariamente más imparciales que otros en su examen de las
cuestiones sociológicas. Existe un nexo insoslayable entre el estudio de la sociología y
las exigencias de la conciencia social. Nadie que tenga conocimientos sociológicos
puede ser inconsciente de las desigualdades que existen hoy en el mundo, la falta de
justicia social en muchas situaciones sociales o las privaciones sufridas por millones de
personas. Sería extraño que los sociólogos no tomaran posición sobre las cuestiones
prácticas, y sería tan ilógico como poco práctico intentar prohibirles que recurrieran a su
conocimiento sociológico al hacerlo.

Comentarios para concluir


En este capítulo hemos visto la sociología como una disciplina en la que dejamos a un
lado nuestra concepción personal del mundo para observar con mayor atención las
influencias que conforman nuestras vidas y las ajenas. La sociología surgió como una
empresa intelectual definida con el temprano desarrollo de las sociedades in
dustrializadas modernas, y el estudio de tales sociedades sigue siendo su principal
interés. Sin embargo, los sociólogos también se preocupan de una amplia gama de
cuestiones relativas a la naturaleza de la interacción social y a las sociedades huma nas
en general. En el siguiente capítulo, investigaremos la diversidad de la cultura humana,
atendiendo a los enormes contrastes entre las costumbres y los hábitos que siguen
pueblos diferentes. Para ello, precisamos embarcarnos en un viaje de exploración
cultural alrededor del mundo. Tenemos que volver a seguir intelectualmente los viajes
que Cristóbal Colón, el capitán Cook y otros aventureros emprendieron cuando
partieron en sus azarosos viajes por el globo. Como sociólogos, sin embargo, no
podemos considerarlos únicamente desde el punto de vista del explorador —como
viajes de «descubrimiento»—, pues estas expediciones iniciaron un proceso de
expansión de Occidente que tuvo un impacto dramático en otras culturas y en el
posterior desarrollo social del mundo.

Resumen
1. La sociología puede definirse como el estudio sistemático de las sociedades humanas,
prestando un énfasis especial a los modernos sistemas industrializa dos.
2. La sociología surgió como intento por entender los trascendentales cambios que han
ocurrido en las sociedades humanas a lo largo de los dos o tres últimos siglos. La
industrialización, el urbanismo y nuevos tipos de sistemas políticos están entre los
rasgos importantes del mundo social moderno.
3. Los cambios implicados no son sólo cambios a gran escala. Se han producido
modificaciones esenciales también en las características más íntimas y perso nales de la
vida de las personas. El desarrollo del énfasis en el amor romántico como base del
matrimonio es un ejemplo.
4. Los sociólogos investigan la vida social planteando preguntas claras e inten tando
encontrar sus respuestas por medio de la investigación sistemática. Estas preguntas
pueden ser fácticas, comparativas, de desarrollo o teóricas. En la investigación
sociológica es importante distinguir entre los resultados pretendidos y no pretendidos de
la acción humana.
5. La práctica de la sociología implica la capacidad para pensar de forma imaginativa y
para distanciarse de las ideas preconcebidas sobre las relaciones sociales.
6. La sociología tiene vínculos íntimos con otras ciencias sociales. Todas las ciencias
sociales se ocupan de la conducta humana, pero se concentran en aspectos diferentes de
la misma. Los nexos entre la sociología, la antropología y la historia son
particularmente importantes.
7. La sociología es una ciencia en el sentido de que implica métodos sistemáticos de
investigación y la evaluación de teorías a la luz de las pruebas y de la discusión lógica.
Pero no puede configurarse siguiendo directamente el modelo de las ciencias naturales,
pues el estudio de la conducta humana es diferente en aspectos fundamentales del
estudio del mundo natural.
8. Los sociólogos intentan ser objetivos en sus estudios del mundo social, abor dando su
trabajo sin prejuicios. La objetividad no solo depende de las acti tudes del investigador,
sino también de la evaluación pública de la investi gación y de la teoría, que forma parte
esencial de la sociología como disci plina académica.
9. La sociología es un objeto de estudio con importantes implicaciones prácti cas. Puede
contribuir a la crítica de la sociedad y a la reforma social práctica de diversas maneras.
En primer lugar, la comprensión perfeccionada de un cierto conjunto de circunstancias
sociales muchas veces nos ofrece una mejor oportunidad de controlarlas. En segundo
lugar, la sociología proporciona los medios de aumentar nuestra sensibilidad social,
permitiendo que las políticas
en la enda de los valores sociales divergentes En tercer lugar, podemos investigar las
consecuencias (pretendidas y no pretendidas) de la adopeión de programas políticos
concretos. Finalmente, y esto quizá sea lo mas importante, la sociología proporciona
autoconocimiento, ofreciendo a los grupos y a los individuos una mayor oportunidad de
alterar las condicio nes de su propia vida.
Parte II

CULTURA, INDIVIDUO E INTERACCION SOCIAL

En esta parte del libro comenzamos nuestra exploración del diversificado campo de la
sociología centrándonos en las interconexiones entre el desarrollo individual y la
cultura y analizando los principales tipos de sociedades en los que los seres humanos
viven hoy día o han vivido en el pasado. Nuestras personalidades y perspectivas están
fuertemente influenciadas por la cultura y la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Al
mismo tiempo, en nuestro comportamiento cotidiano recreamos y reconstruimos ac
tivamente los contextos cultural y social en los que tienen lugar nuestras actividades.
En el primer capítulo de esta parte (capítulo 2) examinamos la unidad y la diver sidad
de la cultura humana. Consideramos los modos en los que los seres humanos se
asemejan y difieren de los animales, y analizamos el espectro de variaciones existentes
entre distintas culturas humanas. La diversidad cultural humana empezó a estudiarse
como resultado de los cambios que han alterado o destruido muchas de las culturas en
las que las gentes vivieron antes de la época moderna. Se presenta un esbozo de dichos
cambios, y se contrastan los principales tipos de sociedades que son hoy domi nantes
en el mundo con aquellas que les precedieron.
El siguiente capítulo (capítulo 3) versa sobre la socialización, concentrándose en los
procesos que atraviesa el niño hasta convertirse en adulto. Hasta cierto punto, la
socialización continúa a lo largo de toda la vida del individuo, por lo que estudiar la
socialización conileva además analizar el ciclo de las generaciones —las relaciones
cam biantes entre jóvenes, adultos y viejos.
El el capítulo 4 examinamos el modo en el que las personas interactuan entre sí en la
vida cotidiana, prestando especial atención a los sútiles, aunque profundamente im
portantes, mecanismos que los individuos utilizan para interpretar lo que otros dicen y
hacen en sus encuentros cara a cara. El estudio de la interacción social puede decir
nos mucho sobre los contextos más amplios en los que vivimos.
El capítulo 5 pasa a examinar otros procesos sociales más amplios, empezando por el
estudio de la desviación y el crimen. Podemos aprender mucho sobre el modo
decomportamiento general estudiando las excepciones —aquellas personas cuyo
comportamiento se desvía de los esquemas generalmente aceptados.
El ultimo capitulo de esta parte (capitulo 6) trata el problema del genero, analizando
de qué modo las condiciones sociales cambiantes han afectado la posición de las
mujeres y los hombres en las sociedades modernas. Este capítulo incluye asimismo un
análisis de la naturaleza de la sexualidad, centrándose en las principales influencias
que gobiernan los esquemas de comportamiento sexual.
CAPITULO 2

CULTURA Y SOCIEDAD
El encuentro de las culturas
Hace alrededor de medio siglo los habitantes de las islas del Pacífico occidental
empezaron a construir elaborados modelos de aeroplanos de madera de grandes
dimensiones. Horas y horas de paciente labor se emplearon en su construcción, aunque
ninguno de ellos había visto nunca un avión de cerca. Los modelos no estaban
diseñados para el vuelo, eran de una importancia vital para los movimientos religiosos
dirigidos por los profetas locales. Los líderes religiosos proclamaban que si se
celebraban ciertos ritos, el «cargamento» caería del cielo. El cargamento con sistía en
los bienes que habían traído los europeos a las islas para su consumo propio. Entonces
desaparecerían los blancos y los ancestros de los nativos retorna rían. Los isleños creían
que como resultado de practicar con fe ciertos ritos iba a llegar una nueva era en la cual
disfrutarían de la riqueza material de los intrusos blancos manteniendo sus modos de
vida tradicionales (Worsley, 1970).
¿Por qué surgieron estos «cultos cargo»? Se originaron a raíz del enfrentamiento entre
las ideas y costumbres tradicionales de los isleños y los modos de vida intro ducidos a
través de la influencia occidental. La riqueza y el poder de los blancos no eran difíciles
de apreciar, y los isleños terminaron asumiendo que los misteriosos objetos volantes que
repartían las riquezas de que disfrutaban los intrusos eran la fuente misma de tal
riqueza. Desde el punto de vista de los isleños era lógico in tentar controlar los aviones
por medios religiosos y rituales. Al mismo tiempo esta ban tratando de proteger y
preservar sus propias costumbres amenazadas por la llegada de los colonizadores.
El conocimiento que los isleños poseían de los modelos de comportamiento y de la
tecnología occidentales era relativamente escaso; interpretaban las actividades de los
europeos en términos de sus propias creencias y de su posición en el mundo. En este
sentido, sus reacciones eran similares en casi todas partes antes de la época moderna.
Incluso los habitantes de las grandes civilizaciones en el pasado eran va gamente
conscientes de los modos de vida de otros pueblos. Cuando los explorado res y los
mercaderes occidentales viajaron por mar a zonas remotas del globo en los siglos XVI y
xvii consideraban a aquellos con los que entraron en contacto como «bárbaros» o
«salvajes».

Primeros contactos con otras culturas


Los europeos que viajaron a las Américas en el siglo XV iban buscando gigantes,
amazonas y pigmeos, la Fuente de la Eterna Juventud, mujeres cuyo cuerpo nunca
envejecía y hombres que vivían cientos de años. Las imágenes familiares de los mitos
europeos tradicionales les ayudaron a guiarse en los viajes emprendidos. Los indios
americanos eran vistos inicialmente como criaturas salvajes, más afines a los anima les
que a los seres humanos. Paracelso, científico del siglo xvi, representó Amé rica del
Norte como un continente poblado por criaturas que eran mitad hombre, mitad bestia.
Ninfas, sátiros, pigmeos y salvajes eran seres sin alma surgidos de la tierra de modo
espontáneo. El obispo de Santa Marta en Colombia, Sudamérica, describía a los indios
locales «no como hombres sin alma racional sino salvajes de los bosques, razón por la
cual no podrían poseer nunca ninguna doctrina cristiana, ninguna virtud ni ningún tipo
de aprendizaje» (Pagden, 1982, p. 23).
Por el contrario, los europeos que establecieron contacto con el Imperio chino durante
los siglos xvii y xviii fueron tratados con desdén por sus gobernantes. En 1793, el rey
Jorge III de Inglaterra envió una misión comercial a China para pro mover el
intercambio comercial. A los visitantes «bárbaros» se les permitió estable cer varios
puestos comerciales en China, así como beneficiarse de los lujos que el país pudiera
proporcionarles. Los propios chinos, se les decía a los visitantes, esta ban poco
interesados en lo que los europeos pudieran ofrecerles: «Nuestro Imperio Celestial
posee todas las cosas en abundancia y no carece de ningún producto dentro de sus
fronteras. No hay, por tanto, ninguna necesidad de importar las manufacturas de
bárbaros extranjeros a cambio de nuestros productos.» Una solicitud de permiso para
enviar misioneros occidentales a China encontró la respuesta: «La distinción entre
chinos y bárbaros es estricta, y la petición de su embajador de que sus bár baros
obtengan total libertad para expandir su religión no es en modo alguno razo nable»
(Worsley, 1967, p. 2).
El abismo entre el Oriente y el Occidente era de tales dimensiones que cada uno tenía
las creencias más extrañas sobre el otro. Por ejemplo, incluso en época tan tardía como
finales del siglo xix era ampliamente compartida en China la idea de que los
extranjeros, y particularmente los ingleses, morirían de extreñimiento si se viesen
privados de ruibarbo. Hasta hace dos siglos nadie poseía la «visión global» del mundo
que ahora damos por supuesto.
Uno de los primeros y más dramáticos encuentros entre occidentales y otras culturas
ocurrió en la tardía fecha de 1818. Una expedición naval inglesa que iba en busca de un
paso hacia Rusia entre la isla Baffin y Groenlandia, dentro del círculo ártico, tuvo un
encuentro fortuito con los esquimales polares. ¡Hasta ese día los esquimales habían
pensado que eran los únicos habitantes del mundo! (Oswalt,
1972, p. 23).

El concepto de cultura
En este capítulo trataremos de la unidad y la diversidad de la vida y la cultura humana.
El concepto de cultura, junto al de sociedad, es una de las nociones más ampliamente
utilizadas en sociología. Cultura se refiere a los valores que comparten los miembros de
un grupo dado, a las normas que acatan y a los bienes materiales que producen. Los
valores son ideales abstractos, mientras que las normas son prin cipios definidos o
reglas que las personas deben cumplir. Las normas representan el «hazlo» y el «no lo
hagas» de la vida social. Así, la monogamia —ser fiel a la pareja de un único
matrimonio— es un valor prominente en la mayoría de las sociedades occidentales. En
otras muchas culturas se permite que una persona tenga varias esposas o varios maridos
simultáneamente. Las normas de comportamiento en el matrimonio incluyen, por
ejemplo, el modo en que se espera que los maridos y las esposas se comporten para con
sus cónyuges. En ciertas sociedades, se espera que un esposo o una esposa mantengan
una estrecha relación con sus suegros; en otras, se espera que mantenga una marcada
distancia respecto a ellos.
Cuando utilizamos la palabra «cultura» en nuestra conversación cotidiana mu chos
piensan en ella como equivalente a «los aspectos más elevados de la mente» —arte,
literatura, música y pintura. El empleo que de ella hacen los sociólogos incluye tales
actividades, pero también otras. Cultura se refiere a la totalidad del modo de vida de los
miembros de una sociedad. Incluye el modo de vestir, sus costumbres matrimoniales y
la vida familiar, sus modelos de trabajo, las ceremonias religiosas y sus pasatiempos.
Cubre además los bienes que crean y que adquieren significado para ellos— arcos y
flechas, arados, fábricas y máquinas, ordenadores, libros, viviendas.
«Cultura» se distingue conceptualmente de «sociedad», pero existen estrechas
conexiones entre ambas nociones. «Cultura» alude al modo de vida de los miembros de
una sociedad dada —sus hábitos y costumbres, junto a los bienes materiales que
producen. «Sociedad» se refiere a los sistemas de interrelaciones que ponen en con tacto
a los individuos que comparten una cultura común. Ninguna cultura puede existir sin
una sociedad. Pero, por la misma razón, no puede haber una sociedad carente de cultura.
Sin cultura no seríamos «humanos» en absoluto, en el sentido en que normalmente
empleamos dicho término. No tendríamos una lengua con la cual expresarnos ni un
sentido de autoconsciencia, y nuestra habilidad para pensar y razonar se verían
notablemente limitada— como veremos a lo largo de este capí tulo y del capítulo 3
(«Socialización y ciclo vital»).
El tema central de este capítulo y del siguiente es la herencia biológica versus la
herencia cultural de la humanidad. Las preguntas relevantes son: ¿Qué es lo que
distingue a los seres humanos de los animales? ¿De dónde proceden nuestras carac
terísticas típicamente humanas? Son preguntas cruciales para la sociología porque
sientan las bases de todo el campo de estudio. Para responderlas deberemos analizar
tanto lo que los seres humanos tienen en común como las diferencias entre las distintas
culturas.
Las variaciones culturales entre seres humanos están ligadas a los distintos tipos de
sociedad, y seguidamente estableceremos una comparación entre las principales formas
de sociedad que pueden identificarse tanto en el pasado como en el presente. A lo largo
del presente capítulo la atención se centrará en el modo en que el cambio social ha
afectado el desarrollo cultural humano —concretamente desde los tiempos en que los
europeos empezaron a exportar sus modos de vida alrededor del mundo.

La especie humana
A pesar de los enfrentamientos y los malentendidos que se produjeron, la cre ciente
intrusión de los occidentales en otras partes del globo permitió comprender, de forma
gradual, lo que los seres humanos comparten en cuanto especie, así como las
variaciones en la cultura humana (Hirst y Wolley, 1982). Charles Darwin, pastor de la
Iglesia de Inglaterra, publicó su obra El origen de las especies en 1859, después de dos
viajes alrededor del mundo a bordo del Beagle de Su Majestad la Reina. Partiendo de
sus detalladas observaciones de las distintas especies animales, Darwin elaboró una
visión del desarrollo de los seres humanos y de los animales muy distinta de las
mantenidas hasta entonces.
Como hemos visto, no era infrecuente en esa época que la gente creyera en seres mitad
bestia mitad hombre, pero tras los hallazgos de Darwin dichas posibilidades quedaron
completamente descartadas. Darwin aspiraba a encontrar una continuidad de desarrollo
entre los animales y los seres humanos. Según él, nuestras caracterís ticas humanas
emergieron de un proceso de cambio biológico que se remonta a los orígenes de la vida
en la Tierra, hace más de tres mil millones de años. La visión que Darwin tenía de los
humanos y de los animales era para muchos más difícil de aceptar incluso que aquella
de las criaturas mitad bestia mitad hombre. Puso en acción una de las teorías más
debatidas, y también más persuasivas, de la ciencia moderna: la teoría de la evolución.
Evolución
Según Darwin, el desarrollo de la especie humana se produjo como resultado de un
proceso aleatorio. En muchas religiones, incluida la cristiana, se considera que los
animales y los seres han sido creados por voluntad divina. La teoría evolucio nista, por
contraste, concibe el desarrollo de las especies animales y humana como desprovisto de
intencionalidad. La evolución es resultado de lo que Darwin llamó selección natural. La
idea de la selección natural es sencilla. Todos los seres orgá nicos necesitan alimentos y
otros recursos, tales como protección frente a las incle mencias del tiempo, para
subsistir, pero no existen suficientes recursos para mante ner a todos los tipos de
animales que existen en un momento dado, dado que su prole es más extensa que la que
el medio es capaz de alimentar. Los mejor adaptados al medio sobreviven, mientras que
otros, menos capaces de soportar sus adversidades, perecen. Algunos animales son más
inteligentes, más rápidos o tienen un mayor alcance visual que otros. En la lucha por la
supervivencia poseen ventaja sobre los menos dotados. Viven más tiempo y son capaces
de procrear, transmitien do sus cualidades a las generaciones siguientes. Han sido
«elegidos» para sobrevivir y reproducirse.
Existe un proceso continuo de selección natural debido al mecanismo biológico de la
mutación. Una mutación es un cambio genético casual que altera las caracte rísticas de
algunos individuos de una especie. La mayor parte de las mutaciones son o bien
perjudiciales o bien inútiles en términos de su valor para la supervivencia, pero algunas
proporcionan al animal una ventaja competitiva sobre los demás: los individuos que
poseen los genes mutantes tenderán a sobrevivir a expensas de los que carecen de ellos.
Este proceso explica tanto los cambios menores dentro de una especie como los grandes
cambios que llevan a la desaparición de especies enteras. Por ejemplo, hace muchos
millones de años aparecieron reptiles gigantes en diversas regiones del mundo. Su
tamaño se convirtió en un handicap, mientras que los cam bios que sufrieron otras
especies menores les proporcionaron capacidades adaptati vas superiores. Los primeros
ancestros de los humanos se encontraban entre estas especies con una mayor capacidad
adaptativa.
Aunque la teoría de la adaptación ha sufrido modificaciones desde la época de Darwin,
lo esencial del planteamiento darwiniano aún sigue siendo ampliamente aceptado. La
teoría evolucionista nos permite adquirir un conocimiento claro sobre el surgimiento de
las diferentes especies y de sus relaciones entre sí.

Seres humanos y simios


Hoy día está generalmente admitido el hecho de que la vida tuvo su origen en los
océanos. Hace unos cuatrocientos millones de años aparecieron las primeras criaturas
terrestres. Algunas de ellas evolucionaron hasta convertirse en grandes reptiles, y fueron
más tarde desplazadas por los mamíferos. Los mamíferos son criaturas de sangre
caliente que se reproducen mediante intercambio sexual. Aunque los mamíferos eran de
un tamaño mucho menor que los grandes reptiles eran más inteligentes y más hábiles.
Los mamíferos tienen una mayor capacidad de aprendi zaje por medio de ¡a experiencia
que otros animales, y esta capacidad ha alcanzado su máximo desarrollo en la especie
humana. Los seres humanos pertenecen a un grupo de mamíferos superiores, los
primates, que tuvieron su origen hace unos se tenta millones de años.
Nuestros parientes más cercanos entre las especies animales son el chimpancé, el gorila
y el orangután. Se dice que, al conocer el contenido del discurso sobre la evolución de
Darwin, la esposa del obispo de Worcester dijo: « de los monos? Querido, esperemos
que no sea cierto. Pero si fuera cierto, esperemos que la noticia no se difinida.» Como
muchos otros desde entonces, la dama malin terpretó lo que la evolución implica. Los
seres humanos no somos descendientes de los monos; los humanos y los monos han
evolucionado a partir de grupos de especies ancestrales mucho más primitivas que
vivieron hace muchos millones de años.
Los antepasados de los seres humanos fueron primates que caminaban en posición
erguida y que tenían un tamaño aproximado al de los actuales pigmeos. Su cuerpo era
probablemente poco peludo, pero en otros aspectos se parecían más a los monos que a
los humanos. Otros tipos de homínidos (seres pertenecientes a la familia humana)
existieron entre ese período y el surgimiento de la especie humana como la conocemos
hoy. Los seres humanos con una apariencia idéntica a la actual en todos los sentidos
aparecieron hace unos cinco mil años. Existe una evidencia clara de que el desarrollo
cultural precedió a, y probablemente conformó, la evo lución de las especies humanas.
Es prácticamente seguro que el empleo de herra mientas y el desarrollo de formas de
comunicación más o menos elaboradas, junto con la formación de comunidades
sociales, jugó un papel central en el proceso evolutivo. Ofrecía unos valores de
supervivencia mucho mayores para los ancestros de la especie humana que para otros
animales. Los grupos que los poseían eran capaces de dominar su medio de un modo
mucho m eficaz que aquellos que carecían de dichos instrumentos. Sin embargo, con el
surgimiento de la especie humana el desarrollo cultural propiamente dicho se
intensificó.
Debido a las líneas paralelas de desarrollo, la especie humana comparte una serie de
características con otros primates. La estructura física del cuerpo humano es similar en
casi todos los aspectos a la de los monos. Al igual que los seres humanos, los monos
tienden a vivir en grupos sociales, poseen cerebros proporcionalmente grandes al
tamaño del cuerpo y atraviesan por un período en el que las crías de penden de los
adultos.
Sin embargo, los seres humanos difieren apreciablemente de sus parientes más
cercanos. Los seres humanos tienen una posición erguida, mientras que los monos están
encorvados. El pie humano difiere notablemente de la mano, mientras que en la mayor
parte de los monos ambos se asemejan. El cerebro humano es considera blemente
mayor, en relación al cuerpo, que el cerebro de los monos más inteligen tes. Mientras
que el período de dependencia infantil entre los animales superiores es de dos años o
menos, en los seres humanos se prolonga hasta los siete u ocho años.

Naturaleza y ambiente
Sociobiología
Aunque reconocieron la continuidad evolutiva entre los animales y los humanos, hasta
hace poco la mayoría de los biólogos tendían a sobrevalorar las cualidades distintivas de
la especie humana. Los sociobiólogos que ven un estrecho paralelismo entre el
comportamiento humano y animal, han desafiado esta postura. El término sociobiología
proviene de los escritos del norteamericano Edward Wilson (Wilson, 1975, 1978). Se
refiere a la aplicación de principios biológicos a la explicación de las actividades
sociales de todos los animales sociales, incluyendo a los seres huma nos. Según Wilson,
muchos aspectos de la vida social humana se basan en nuestro componente genético.
Por ejemplo, algunas especies animales han elaborado rituales de cortejo por los que se
llega a la unión sexual y a la reproducción. El cortejo y el comportamiento sexual
humanos, según los sociobiólogos, implican por lo general ntuales similares, basados
asimismo en características innatas. En la mayor parte de las especies animales, por
poner un segundo ejemplo, los machos son de may tamaño y más agresivos que las
hembras, y tienden a dominar al «sexo débil». T vez tos factores genéticos expliquen
por qué en todas las sociedades humanas q conocemos los hombres tienden a ocupar
posiciones de mayor autoridad que 1 mujeres. Según Wilson y sus discípulos, al
demostrar que muchos aspectos del co portamiento humano están genéticamente
programados, la sociobiología irá poco poco absorbiendo a la sociología y a la
antropología en una disciplina única de bas biológica.
Las dudas que han despertado estas ideas han sido ampliamente debatidas e los últimos
años (Sahlins, 1976; Caplan, 1978; Montagu, 1980; Wiegele, 1982; Kit cher, 1985).
Pero aún no se han resuelto. Los científicos se dividen en dos campos dependiendo en
cierta medida de su educación. Los autores que se inclinan por 1 perspectiva
sociobiológica se han formado con más frecuencia en la biología que e las ciencias
sociales, mientras que la gran mayoría de los sociólogos y antropólogo se muestran
escépticos ante las afirmaciones de la sociobiología. Probablemente s saber acerca de
las bases genéticas de la vida humana sea escaso, y lo mismo ocurr con los biólogos en
cuanto a la investigación sociológica y antropológica. Cada un de las partes encuentra
dificultades para comprender en todas sus dimensiones 1 fuerza de los argumentos
propuestos por la otra parte.
Algunas de las pasiones que desató en el pasado el trabajo de Wilson se ha calmado, y
ahora parece posible realizar una apreciación razonable. La sociobióloga es importante
—pero más respecto a lo que ha mostrado de la vida de los animales que por lo que ha
demostrado sobre el comportamiento humano. Combinados con los estudios de los
etólogos (biólogos que llevan a cabo «trabajo de campo» en grupos animales, más que
estudiar a los animales en circunstancias artificiales como zoos o laboratorios), los
sociobiólogos han sido capaces de demostrar que muchas especies animales ejercen una
considerable influencia sobre los miembros individua les de la especie. Por otro lado,
existe escasa evidencia que demuestre que la he rencia genética controla formas
complejas de la actividad humana. Las ideas de los sociobiólogos sobre la vida social
humana son, por ello, meramente especulativas. Nuestro comportamiento, sin duda, está
genéticamente influido, pero nuestra dotación genética, como miembros de la especie
humana, probablemente condiciona únicamente las potencialidades y los límites de
nuestras acciones, no el contenido propiamente dicho de lo que hacemos.

Instintos
La mayor parte de los biólogos y los sociólogos comparten la idea de que los seres
humanos no tienen «instintos». Tal afirmación contradice no sólo la hipótesis de la
sociobiología sino también lo que la gran mayoría de la gente corriente cree:
¿No es cierto que existen numerosas cosas que hacemos de un modo instintivo? S
alguien da un golpe, ¿no parpadeamos o nos asustamos? De hecho, éste no consti tuye
un ejemplo de instinto si el término instinto se emplea con precisión. Para la biología y
la sociología, un instinto es un modelo complejo de comportamiento de terminado
genéticamente. Los rituales de cortejo de muchos de los animales inferiores son
instintivos en el sentido aludido. El espinoso (un pequeño pez de agua dulce), por
ejemplo, tiene un complicado sistema de rituales que deben ser cumpli dos tanto por el
macho como por la hembra para que se produzca el apareamiento (Tinbergen, 1974).
Cada pez produce una elaborada serie de movimientos, a los que responde el otro,
dando lugar a una compleja «danza de apareamiento». Se trata de una configuración
genética para el conjunto de la especie. Un guiño o un rápido movimiento con la cabeza
como respuesta espontánea y anticipada a un golpe es un acto reflejo y no un instinto.
Es una respuesta simple, no un modelo elaborado de comportamiento. Referirse a ello
como a un «instinto» en sentido técnico es un error.
Los seres humanos nacen con una serie de reflejos básicos del tipo de la reacción de
guiñar el ojo, la mayor parte de los cuales parecen tener un valor de supervi vencia
evolutivo. Los bebés humanos, por ejemplo, chupan un chupete o cualquier otro objeto
similar. Un niño pequeño alza los brazos en busca de apoyo cuando pierde
repentinamente el equilibrio, y retira la mano bruscamente cuando toca una superficie
muy caliente. Obviamente, cada una de estas reacciones es útil para adap tarse al medio.
Los seres humanos poseen además una serie de necesidades biológicas. Nuestra nece
sidad de alimento, bebida, de sexo y de mantenimiento de ciertos niveles de temperatu
ra corporal poseen una base biológica. Pero el modo en que estas necesidades se sa
tisfacen o se manejan varían enormemente entre —y dentro— de las distintas culturas.

Por ejemplo, todas las culturas tienden a poseer algún tipo de comportamiento
estandarizado de cortejo. Esto está claramente relacionado con la naturaleza uni versal
de las necesidades sexuales, pero su expresión en diferentes culturas —inclu yendo el
acto sexual en sí mismo— varía enormemente. La posición normal del acto sexual en la
cultura occidental es con la mujer tumbada boca arriba y el hombre encima de ella. Esta
posición resulta absurda en otras sociedades, en las quç el acto se realiza con el hombre
tumbado mirando la espalda de la mujer, con l mujer encima del hombre o en otras
posiciones. Los modos por los que la gente busca satisfacer sus necesidades sexuales
responden, por tanto, a una aprendizaje cultural y no a una determinación biológica.
Sin embargo, los humanos son capaces de dominar sus necesidades biológicas por una
serie de medios que no parecen tener paralelo entre los animales. Los místicos
religiosos son capaces de ayunar durante largos períodos. Los individuos pueden elegir
permanecer solteros durante parte o la totalidad de su vida. Todos los animales,
incluyendo a los seres humanos, muestran una tendencia hacia la au toconservación
pero, a diferencia de otros animales, los humanos pueden actuar deliberamente en contra
de esa tendencia, arriesgando sus vidas haciendo monta ñismo u otras arriesgadas
azañas, incluso suicidándose.

Diversidad cultural

La diversidad de la cultura humana es asombrosa. Los valores y las normas de


comportamiento varían enormemente de una cultura a otra, y a menudo contrastan
notablemente con lo que los habitantes de las sociedades occidentales consideran
«normal». Por ejemplo, en Occidente actualmente se considera que el asesinato
deliberado de bebés y niños constituye uno de los peores crímenes. Pero en la cultura
china tradicional a menudo se estrangulaba a las niñas al nacer porque se consideraban
un lastre más que una ventaja para la familia.
En Occidente comemos ostras y no gatitos o cachorros de perro, pero éstos constituyen
auténticas exquisiteces en algunas partes del mundo. Los judíos no co men cerdo,
mientras que los hindús comen cerdo pero rechazan la carne de vaca. Para los
occidentales besarse es una manifestación normal del comportamiento se xual, pero en
otras muchas culturas dicha práctica es desconocida o se tacha de desagradable. Todos
estos rasgos distintos del comportamiento son aspectos parcia les de amplias diferencias
culturales que distinguen unas sociedades de otras.
Las sociedades pequeñas (como las sociedades «de cazadores y recolectores», que serán
tratadas más adelante en este capítulo) tienden a ser culturalmente uni formes, mientras
que las sociedades industrializadas son culturalmente diversas, e incluyen numerosas
subculturas distintas. En las ciudades modernas, por ejemplo, existen muchas
comunidades subculturales que viven unas de otras. Gerald Suttles realizó un trabajo de
campo de un suburbio de la zona oeste de Chicago. Solamente en este barrio encontró
numerosas comunidades subculturales: portorriqueños, ne gros, griegos, judíos, gitanos,
italianos, mexicanos y sudamericanos. Cada uno de estos grupos tenía su propio
«territorio» y modo de vida (Suttles, 1968).

Identidad cultural y etnocentrismo

Toda cultura contiene sus propios modelos de comportamiento, los cuales resul tan
extraños para aquellos con otro bagaje cultural. Podemos tomar como ejemplo
a los Onacirema, grupo descrito en una célebre investigación de Horace Miner (1956).
Miner concentró su atención en los elaborados rituales corporales que acompañan
a la ceremonia matrimonial entre los Onacirema, rituales de extrañas y exóticas
características. Su descripción merece ser citada en toda su extensión:

La creencia fundamental que subyace a todo el sistema parece ser que el cuerpo humano es feo y que su
tendencia natural es hacia el debilitamiento y la enfermedad. Encarcelado en este cuerpo, la única
esperanza del hombre es poder apartarse de estas características me diante el uso de las poderosas
influencias del ritual y de la ceremonia. Cada hogar tiene uno o más altares dedicados a este fin E...]. El
lugar central del altar lo ocupa una caja o cofre construido en la pared. En este cofre se guardan
numerosos amuletos y pociones mágicas sin los que ningún nativo cree poder sobrevivir. Estas
preparaciones las elaboran diversos espe cialistas. Los más poderosos son los curanderos, cuya asistencia
debe recompensarse con múltiples regalos. Sin embargo, los curanderos no proporcionan las pociones
curativas a sus clientes, sino que deciden sobre los ingredientes y luego los escriben en una lengua
antigua y secreta. Esta escritura la comprenden únicamente los curanderos y los herbolarios, quienes, a
cambio de otro regalo, proporcionan los amuletos necesarios [...
Los Onacirema sienten al mismo tiempo un horror casi patológico y una gran fascinación por la boca,
cuya condición se cree que tiene una influencia sobrenatural en todas las rela ciones sociales. Si no fuera
por los rituales de la boca creen que se les caerían los dientes, que sus encías sangrarían, que las
mandíbulas se reducirían, que sus amigos les abandonarían y que sus amantes les rechazarían. Creen
también que existe una fuerte relación entre las características orales y morales. Por ejemplo, existe una
ablución ritual de la boca de los niños -que se supone mejora su fibra moral.
El ritual corporal cotidiano general incluye un rito bucal. Además de ser sumamente puntillosos con el
cuidado de la boca, este rito conlleva una práctica que resulta repulsiva para el no iniciado. Me contaron
que el ritual consiste en insertar una pequeña brocha de pelo de perro en la boca, junto con ciertos polvos
mágicos, y en mover la brocha con una serie de gestos formales. (Miner, 1956, pp. 503-4.)

¿Quiénes son los Onacirema y en qué parte del mundo viven? Usted mismo podrá
responder a esta pregunta e identificar la naturaleza de los rituales corporales descritos,
simplemente deletreando «Onacirema» de atrás hacia delante. Práctica mente todas las
actividades cotidianas parecerán extrañas si son descritas fuera de contexto, en lugar de
verse como parte del modo de vida total de un pueblo. Los rituales de aseo occidentales
no son más ni menos extraños que las costumbres de cualquier grupo del Pacífico que se
saca los dientes frontales con el fin de embelle cerse, o de ciertas tribus sudamericanas
que se introducen aros en los labios para resultar más protuberantes, ya que creen que
ello realza su atractivo.
- No podemos entender estas prácticas y creencias separadamente de las culturas mas
amplias de las que forman parte. Una cultura ha de estudiarse a partir de sus propios
significados y valores —un presupuesto clave de la sociología. Los sociólogos se
esfuerzan por eludir el etnocentrismo, el cual consiste en juzgar otras culturas con los
criterios propios. Dado que las culturas humanas son tan variadas no resul sorprendente
que aquellos que provienen de una cultura encuentren dificultad a hora de aceptar las
ideas o el comportamiento de los habitantes de otras cultura El ejemplo del «culto
cargo» que iniciaba este capítulo ilustra la dificultad de un cultura para desenvolverse
dentro de otra distinta. En sociología, tenemos que as gurarnos de que nos deshacemos
de nuestros antifaces culturales para así poder ve los modos de vida.de otros pueblos sin
prejuicios.

Universales culturales

Dentro de la diversidad del comportamiento cultural humano existen ciertos ras gos
comunes. Cuando éstos se encuentran en todas, o prácticamente todas, las so ciedades
reciben el nombre de universales culturales (Oswalt, 1972; Friedl, 1981 Hiebert, 1976).
No existe ninguna cultura conocida sin una lengua gramaticalment compleja. Todas las
culturas poseen alguna forma reconocible de sistema familiar, en el cual existen valores
y normas asociados al cuidado de los niños. La institucjó del matrimonio es un universal
cultural, así como también lo son los rituales religio sos y los derechos de propiedad.
Además, todas las culturas tienen alguna forma d prohibición del incesto —la
proscripción de relaciones sexuales entre parientes cer canos, como padre e hija, madre
e hijo, o hermano y hermana. Los antropólogo han identificado toda una variedad de
universales culturales —incluyendo la exis tencia del arte, la danza, el adorno corporal,
los juegos, el regalo, la diversión y la reglas de higiene (Murdock, 1945).
Debido a las numerosas variaciones existentes dentro de cada categoría, pued decirse
que hay menos universales de los que parecen deducirse de la lista anterior.
Consideremos, por ejemplo, la prohibición del incesto. Lo que se entiende por incesto
en diferentes culturas varía considerablemente. En la mayor parte de los casos se
considera incesto a las relaciones entre miembros de la familia inmediata, pero para
numerosos pueblos ésta incluye a primos y, en algunos casos, a todo aquel que lleve el
mismo apellido. Han existido sociedades en las que se ha permitido, al menos a una
pequeña proporción de la población, ejercer prácticas incestuosas. Fue el caso, por
ejemplo, de la clase dominante en el antiguo Egipto.

Lenguaje
Nadie discute el hecho de que la posesión del lenguaje es uno de los atributos culturales
humanos más distintivos, común a todas las culturas (aunque se hablen muchos miles de
lenguas diferentes en el mundo). Los animales se pueden comuni car entre sí, pero
ninguna especie animal posee un lenguaje desarrollado. Ciertos primates superiores
pueden desarrollar habilidades lingüísticas, pero solamente de un modo muy
rudimentario. A uno de los más famosos chimpancés que la sociología haya conocido,
Washoe, se le enseñó un vocabulario de más de cien palabras utili zando el lenguaje de
signos para sordos (Gardner y Gardner, 1969, 1975). Washoe también sabía construir
unas cuantas frases rudimentarias. Por ejemplo, podía decir «Ven abrazo-quiere perdón
perdón», que significa que quería disculparse por haber hecho algo que no debía.
Los experimentos llevados a cabo con Washoe fueron mucho más satisfactorios que los
realizados con otros chimpancés, de ahí la fama de Washoe en la literatura sociológica.
Sin embargo Washoe se mostró incapaz de retener cualquier regla gra matical y de
enseñar a otros chimpancés lo que sabía. Incluso después de varios años de instrucción
su capacidad lingüística estaba muy por debajo de la de un niño de dos años. Todo
adulto competente en el empleo de la lengua tiene un vocabulario de miles de palabras y
es capaz de combinarlas según reglas de una complejidad tal que los lingüistas emplean
toda su carrera intentando encontrar cuáles son (Linden, 1976; Seidenberg et al., 1979).

Habla y escritura
Todas las sociedades utilizan el habla como vehículo del lenguaje. Sin embargo, existen
sin duda otros modos de «transmitir» o «expresar» el lenguaje; sobre todo, la escritura.
La invención de la escritura marcó un cambio radical en la historia del hombre.
Comenzó siendo el dibujo de listas. Se hacían marcas en madera, arcilla o piedra para
dejar constancia de hechos significativos, objetos o personas. Por ejemplo, una marca, o
en ocasiones un dibujo, para representar los campos que poseía una familia o un grupo
de ellas (Gelb, 1952). La escritura comenzó siendo un medio de almacenar información,
íntimamente ligado a los requisitos adminis trativos de los antiguos estados y
civilizaciones (este tema será tratado en detalle más adelante en este mismo capítulo).
Una sociedad que posee escritura puede «situarse a sí misma» en el tiempo y el espacio.
Es posible almacenar los documentos que dan cuenta del pasado, así como reunir
información sobre los hechos y las actividades del presente.
La escritura no es simplemente la plasmación del habla en papel o en cualquier otro
material duradero. Constituye un fenómeno de interés en sí mismo. Los docu mentos o
textos escritos poseen cualidades en parte distintas de la palabra hablada. El impacto del
habla está siempre y por definición limitado al contexto en el cual se pronuncia. Las
ideas y las experiencias se pueden transmitir de una generación a otra en culturas sin
escritura, pero sólo si se repiten con regularidad y se trans miten oralmente. Por otro
lado, los textos pueden perdurar durante miles de años, y a través de ellos el pasado
puede llegar hasta nosotros, en cierto sentido, «direc tamente». Esto explica por qué la
investigación documental es tan importante para los historiadores. Interpretando los
textos legados por las generaciones pasadas los historiadores tratan de reconstruir sus
vidas. Los textos bíblicos, por ejemplo, cons tituyen un documento imprescindible de la
historia occidental durante los últimos dos mil años. Aún podemos leer y admirar las
obras de los grandes dramaturgos de la antigua Grecia.

Semiótica y cultura material


Los símbolos que utilizan el habla y la escritura constitüyen la vía principal p la que se
construyen y expresan los significados culturales, pero no son la únic Tanto los objetos
materiales como los distintos aspectos del comportamiento puede emplearse para
generar significados. Un «significante» es todo aquel transmisor
significado —toda serie de elementos utilizada para producir comunicación. L sonidos
del habla son significantes, así como lo son las marcas hechas en papel en otro material
al escribir. Sin embargo, también se consideran significantes vestido, las pinturas o los
signos visuales, las costumbres alimenticias, el modo d construir o arquitectura y otros
muchos rasgos materiales de la cultura (Hawkes 1977). Los estilos de vestir, por
ejemplo, ayudan normalmente a marcar las dife rencias entre sexos. En nuestra cultura,
hasta hace relativamente poco las mujere solían vestir falda y los hombres pantalones.
En otras culturas ocurre lo contrario las mujeres visten pantalones y los hombres falda
(Leach, 1976).
El análisis de los sistemas semióticos —significados culturales no verbales— abr un
campo fascinante para la sociología y la antropología. El análisis semiótico puede
resultar muy útil al comparar distintas culturas. El hecho de que los significado
culturales sean simbólicos no permite contrastar el modo en que se estructuran la
diferentes culturas. Por ejemplo, los edificios de las ciudades no son simplementc
lugares en los que la gente vive y trabaja. A menudo poseen un carácter simbólico En
las ciudades tradicionales el templo o iglesia principal estaba generalmente si tuado en
terreno elevado o próximo al centro de la ciudad. Simbolizaba la influencia
todopoderosa que se suponía a la religión sobre la vida de las personas.
Es obvio que la cultura material no es sólo simbólica, sino que también es vital para
satisfacer las necesidades físicas —en forma de herramientas o de tecnología empleada
para obtener alimentos, construir armamento, construir hogares, etc. Las variaciones en
la cultura material aportan los principales medios de clasificación de los distintos tipos
de sociedades a lo largo de la historia, pues el modo en que las personas se organizan
para satisfacer sus necesidades básicas influye en casi todos los demás aspectos de la
cultura. Pasamos ahora a establecer una comparación entre las diversas formas que
adopta la sociedad humana.

Tipos de sociedad premoderna

Los exploradores, los comerciantes y los misioneros que viajaron durante la gran época
de los descubrimientos en Europa se encontraron con gentes muy distintas. Como ha
señalado el antropólogo Marvin Harris:

En algunas regiones —Australia, el Artico, los cabos del sur de Sudamérica y Africa— se encontraron
con grupos que aún vivían como los antepasados europeos de la era de piedra olvidados hace mucho
tiempo, esparcidos por enormes territorios, con una movilidad geogra fica constante, viviendo
completamente de la caza de animales y de la recolección de plantas salvajes. Estos cazadores-
recolectores parecían pertenecer a una especie extrafla y amenazada. En otras regiones —los bosques del
este de Norteamérica, las selvas de Sudamérica y el este de Asia— encontraron poblaciones más densas
que normalmente habitaban en poblados más o menos permanentes, que vivían del cultivo y la ganadería
y que estaban compuestas de una o dos grandes estructuras comunales, pero también en ellas las armas y
las herramien tas eran reliquias de la prehistoria.
El resto de lo que encontraron los exploradores fueron estados e imperios completamente desarrollados,
liderados por déspotas y clases gobernantes y defendidos por ejércitos perma nentes. Eran estos grandes
imperios, con sus ciudades, monumentos, palacios, templos y tesoros, los que habían atraído a Marco
Polo y a Colón al otro lado del océano en un primer momento. Estaba China: el mayor imperio del
mundo, un vasto y sofisticado reino cuyos líderes despreciaban a los «bárbaros de rostro rojo» que
suplicaban en nombre de débiles reinos más allá de los confines del mundo civilizado. Y estaba la India:
una tierra donde se veneraba a las vacas y donde las desiguales cargas de la vida se repartían de acuerdo a
lo que cada alma había merecido en su encarnación previa. Y después estaban los estados e imperios
nativos americanos, un mundo en sí mismos, cada uno con sus artes y religiones distintas: los incas, con
sus grandiosas fortificaciones de piedra, los puentes voladizos, elabo rados graneros y una economía
estatal; y los aztecas, con sus dioses sedientos de sangre y alimentados a base de corazones humanos y su
búsqueda incesante de nuevos sacrificios. (Harris, 1978, pp. 13-14.)

Esta aparentemente ilimitada variante de sociedades premodernas puede agru parse en


tres grandes tipos, a los cuales se hace referencia en la descripción de Harris: cazadores
y recolectores (a los que se refiere Harris), sociedades agrarias y pastoriles más amplias
(que incluyen la agricultura o el cuidado de animales domés ticos) y las civilizaciones
no industriales o estados tradicionales. Examinamos a con tinuación las principales
características de cada uno de ellos.

Cazadores y recolectores
Durante toda su existencia en este planeta, excepto una mínima parte, los seres humanos
han vivido en pequeños grupos o tribus, a menudo no superiores a treinta o cuarenta
personas. El primer tipo de sociedad estaba constituido por cazadores y recolectores. En
lugar de sembrar cosechas o cuidar animales, estos grupos se gana ban la vida con la
caza, la pesca y la recolección de plantas salvajes comestibles. Las culturas cazadoras y
recolectoras aún existen en algunas partes del mundo como las selvas de Brasil o Nueva
Guinea, pero la mayoría han sido destruidas o absor bidas por la expansión mundial de
la cultura occidental, y aquellas que sobreviven es muy improbable que permanezcan
intactas mucho más tiempo (Wolf, 1983). En la actualidad menos de un cuarto de
millón de personas en el mundo sobreviven básicamente de la caza y la recolección —
sólo el 0,001 por 100 del total de la población mundial.
Las investigaciones de los antropólogos en los últimos cincuenta años han apor tado
abundante información sobre las sociedades cazadoras y recolectoras. Tomando en
cuenta la diversidad de la cultura humana, debemos tener cuidado a la hora de
generalizar incluso sobre un solo tipo de sociedad, aunque ciertas caracter*sticas
comunes de las comunidades cazadoras y recolectoras las diferencian de otros tipos
(Bicchieri, 1972; Diamond, 1974; Schrire, 1984).
Comparados con otras sociedades más extensas —particularmente los modernos
sistemas industriales— existe una escasa diferencia entre los grupos de cazadores y
recolectores. Los cazadores y recolectores se desplazan continuamente; dado que
carecen de animales o de medios mecánicos de transporte pueden transportar con ellos
escasos bienes o posesiones. Los bienes materiales que necesitan se limitan a armas para
la caza, herramientas para cavar y construir, y trampas y utensilios para cocinar. No
existe, por tanto, mucha diferencia en el número o el tipo de posesiones materiales entre
los distintos miembros de la sociedad. Las diferencias de posesión o rango suelen
limitarse a las diferencias de edad y sexo. Los hombres son prácti camente siempre los
cazadores, mientras que las mujeres se dedican a la recolección de semillas salvajes, a la
cocina y al cuidado de los hijos. Los «ancianos» —los más viejos y con mayor
experiencia en la comunidad— tien por lo general voz y voto en las decisiones más
importantes que afectan al grupo. De la misma forma que existe escasa diferencia entre
los miembros de la comunidad en cuanto a riqueza se refiere, las diferencias de poder
son también mucho menores que en otras socieda des más amplias. Las sociedades de
cazadores y recolectores son normalmente «par ticipativas» —todos los adultos varones
se reúnen a la hora de tomar decisiones importantes o de enfrentarse a una crisis.
Los cazadores y recolectores no se desplazan de un modo completamente errá tico. La
mayoría poseen territorios fijos, dentro de los cuales migran cada año. Numerosas
comunidades cazadoras y recolectoras carecen de miembros estables; a menudo las
personas se cambian de campamento o bien los grupos se dividen y se unen a otros del
mismo territorio.

Los pigmeos Mbuti


De los centenares de descripciones sobre sociedades cazadoras y recolectoras que se han
escrito nos detendremos en una nada más para ilustrar su modo de vida: la sociedad de
los pigmeos Mbuti (pronunciado «Mubuti»), que viven en una zona de Zaire, en Africa
Central (Turnbull, 1983; Mair, 1974). Los Mbuti viven en una zona de muchos bosques
de difícil acceso para los forasteros. Conocen el bosque a la perfección y en él se
encuentran a gusto. Hay abundante agua, plantas salvajes comestibles y animales para
cazar. Las casas de los Mbuti no son viviendas perma nentes, y están hechas con hojas
recubriendo una estructura de ramas. Se pueden montar en cuestión de horas, y se
abandonan cuando los Mbuti se trasladan —cosa que ocurre continuamente, ya que
nunca están más de un mes en un mismo sitio.
Los Mbuti viven en bandas pequeñas constituidas por cuatro o cinco familias. Las
bandas constan de una serie de miembros permanentes, pero nada impide que un
individuo ouna familia abandone un grupo y se una a otro. Nadie «dirige» una banda —
no existen jefes. Los hombres de más edad tienen el deber, sin embargo, de acallar los
«ruidos» —riñas y peleas— que los Mbuti creen que perturban a los espiritus del
bosque. Si un conflicto llega a ser realmente serio, los miembros de una banda se
dividen y se unen a otra. Los Mbuti fueron estudiados por primera vez en los años
sesenta, cuando su modo de vida tradicional aún estaba intacto. Desde entonces ha
sufrido profundas transformaciones. El mundo exterior se ha internado más y más en los
bosques, y los Mbuti están siendo absorbidos por la economía del dinero de los
poblados que rodean el perímetro de los bosques. He hecho una descripción de su modo
de vida en tiempo presente pero ahora se encuentran al límite de la extinción. Lo mismo
puede iecirse de los ejemplos de otros tipos de pequeñas sociedades tradicionales de las
que hablaremos más adelante en este capítulo.

¿Las primeras «sociedades de la abundancia»?


A diferencia de los Mbuti, la mayoría de las sociedades cazadoras y recolectoras que
siguen existiendo están confinadas en zonas inhóspitas. Cabe la posibilidad de que
dichos grupos vivan al borde del hambre, ya que el medio es demasiado duro como para
proporcionar más que lo mínimo imprescindible para subsistir. Los ca zadores y
recolectores han ido siendo expulsados de las regiones más fértiles del mundo, y el
hecho de que se encuentren en una situación en la que la supervivencia es una lucha
constante ha llevado a muchos científicos a suponer que siempre vivie ron en
condiciones de escasez material. Pero lo más probable es que no fuera así en el pasado.
Un destacado antropólogo, Marshall Sahlins, ha llamado a los caza dores-recolectores
las «sociedades opulentas originales», porque tenían más de lo necesario para satisfacer
sus necesidades (Sahlins, 1972). Los antiguos cazadores y recolectores que vivían en las
regiones más hospitalarias del mundo no tenían que emplear la mayor parte del día en el
trabajo, «dedicados a la producción». Es probable que muchos trabajasen una media de
horas al día inferior a las que tra bajan los empleados de las modernas fábricas y
oficinas.
Los cazadores y recolectores apenas si tienen interés en crear una riqueza ma terial más
allá de lo estrictamente necesario para abastecerse de lo imprescindible. Sus principales
preocupaciones son normalmente los valores religiosos y las activi dades ceremoniales
y los rituales. Muchos cazadores y recolectores participan regu larmente en elaboradas
ceremonias, y muchos de ellos emplean una gran parte de su tiempo preparando los
vestidos, las máscaras, el maquillaje u otros objetos sa grados utilizados en tales
rituales.
Algunos autores, especialmente los que han estado influidos por la sociogiología, han
relacionado la preeminencia de la caza en estas sociedades con los impulsos humanos
universales hacia la guerra, pero, de hecho, las sociedades de cazadores y recolectores
parecen ser escasamente belicosas. Los instrumentos utilizados para la caza son rara vez
empleados como armas contra otros humanos. Ocasionalmente pueden producirse
peleas entre diferentes grupos, pero tienen por lo general una escasa trascendencia: las
bajas son mínimas o nulas. La guerra en el sentido mo derno del término es
completamente desconocida entre los cazadores y recolectores, quienes carecen de
guerreros especialistas. La caza es en sí misma y sobre todo una actividad cooperativa.
Los individuos pueden salir a cazar solos, pero casi siempre comparten los resultados de
la caza —por ejemplo, la carne de un cerdo salvaje o un jabali— con el resto del grupo
Los cazadores y recolectores no son meramente gentes «primitivas» cuyo modo de vida
carece por completo de interés para nosotros. Estudiar su cultura nos per mite ver más
claramente que algunas de nuestras instituciones están lejos de ser rasgos «naturales» de
la vida humana. Sin duda, no debemos idealizar las circuns tancias en las que han vivido
los cazadores y recolectores, pero, a pesar de todo, la inexistencia de guerras, la
ausencia de desigualdades importantes de riqueza y poder y el énfasis en la cooperación
más que en la competencia constituyen todos ellos advertencias instructivas sobre el
hecho de que el mundo creado por la moderna civilización industrial io es
necesariamente sinónimo de «progreso».
Sociedades de pastores y agrarias
Hace unos veinte mil años, ciertos grupos de cazadores y recolectores empezaron a
dedicarse a la crianza de animales domésticos y al cultivo de trozos fijos de tierra como
medio de supervivencia. Las sociedades de pastores son aquellas que dependen
básicamente de la ganadería doméstica, mientras que las sociedades agrarias siem bran
cosechas (practican la agricultura). Numerosas sociedades poseen economías pastoriles
y agrarias mixtas.

Sociedades de pastores
Dependiendo del medio en el que vivan, los pastores crían y guardan vacas, ovejas,
cabras, camellos y caballos. Hoy día siguen existiendo numerosas sociedades pastoriles,
concentradas básicamente en áreas de Africa, el Medio Este norteame ricano y Asia
central. Estas sociedades se encuentran normalmente en regiones con extensas praderas
o en los desiertos y las montañas. Dichas regiones no se prestan a una agricultura
productiva, aunque pueden alimentar a diversos tipos de ganado.
Por lo general, las sociedades de pastores migran entre diferentes áreas según los
cambios estacionales. Dado que poseen transporte animal atraviesan distancias mucho
mayores que los pueblos cazadores y recolectores. De acuerdo a sus hábitos nómadas
los habitantes de las sociedades de pastores no suelen acumular cuantiosas posesiones
materiales, aunque su modo de vida es más complejo en términos materiales que el de
los cazadores y recolectores. Ya que la domesticación de animales proporciona un
aporte regular de alimento, estas sociedades suelen ser más amplias que las
comunidades de cazadores y recolectores. Algunas sociedades de pastores agrupan a un
cuarto de millón de personas o incluso más.
Al recorrer grandes espacios de territorio los pastores entran en contacto con otros
grupos. Con frecuencia comercian, y se asocian para la guerra. Muchas culturas
pastoriles han sido pacíficas, con el único deseo de atender a su ganado y de participar
en los rituales y las ceremonias de la comunidad. Otras han sido notable mente
guerreras, y obtenían lo necesario para subsistir en las conquistas y mediante el saqueo,
además del cuidado de animales. Las sociedades pastoriles muestran mayores
desigualdades de riqueza y poder que las comunidades cazadaras y recolectoras. En
concreto, los jefes, los líderes tribales o los señores de la guerra a menud ejercen un
considerable poder personal.
E. E. Evans-Pritchard, que estudió a los Nuer, una sociedad del sur de Sudár en Africa
(Evans-Pritchard, 1940), proporcionó una descripción clásica de una sc ciedad de
pastores. El sustento de los Nuer depende principalmente de la cría d vacas, aunque
también siembran cosechas. Viven en poblados separados entre sí d cinco a veinte
millas. En los años treinta, cuando Evans-Pritchard realizó su estudic los Nuer eran unos
200.000 en total. Todos hablaban la misma lengua y seguían la mismas cóstumbres,
pero carecían de una autoridad política central o de cualquie forma de gobierno. Los
Nuer se dividen en tribus que a veces colaboran entre sì pero por lo general viven
separados.
Cada tribu posee su propia porción de tierra, delimitada normalmente por arrc yos. Sin
embargo, la tierra no tiene para los Nuer una excesiva importancia má allá del hecho de
que constituye el lugar donde apacentar el ganado. Una parte de año, durante la estación
seca, la pasan en campamentos cercanos a las lagunas. Grai parte de la vida de los Nuer
está ligada a su ganado, el cual es en muchos sentido central en su cultura. Sienten un
profundo desprecio por los pueblos vecinos qu poseen escaso o ningún ganado. Cada
una de las etapas principales de la vida —na cimiento, entrada en la madurez,
matrimonio y muerte— está marcada por rituale relacionados con el ganado. A los
hombres se les llama a veces por el nombre d su buey favorito y a las mujeres por el de
la vaca favorita que ordeñan.
En ciertas ocasiones las tribus Nuer guerrean entre sí, aunque también creai alianzas
para enfrentarse al enemigo. Del mismo modo que viven para su ganad guerrean en su
nombre —por ejemplo, atacan a los cercanos Dinka, otra socieda pastoril, para robarles
sus rebaños. Un dicho Nuer dice así: «Ha muerto más gent por una vaca que por
ninguna otra causa».

Sociedades Agrarias
Se cree que las sociedades agrarias surgieron aproximadamente en la mism fecha que
las de pastores. En un momento dado los grupos de cazadores y recolec tores empezaron
a sembrar sus propias cosechas en vez de recolectar simplement las que crecían salvajes.
Esta práctica se utilizó por vez primera como lo que ho se conoce por «horticultura», en
la que se cultivan pequeños huertos mediante pe queños azadones e instrumentos para
cavar. Muchos pueblos en el mundo sigue dependiendo básicamente de la horticultura
para sobrevivir.
Al igual que el pastoreo, la horticultura proporciona un suministro de alimento más
seguro que la caza o la recolección y permite, por tanto, abastecer a comuni dades más
amplias. Dado que no son nómadas, las culturas que viven de la horti cultura pueden
acumular stocks de posesiones materiales mayores que las de la comunidades de
cazadores y recolectores. Una vez que los grupos se han asentado en un territorio
pueden crear vínculos comerciales y políticos con otros poblados.
El comportamiento guerrero es común entre las sociedades hortícolas, aunque nivel de
violencia tiende a ser menos pronunciado que entre algunos grupos de pastores.
Aquellos que siemban casechas no suelen ser diestros en las artes del combate. Los
hombres de las tribus pastoriles nómadas, por el contrario, pueden agruparse en
ejércitos provocadores.
Los Gururumba son una tribu de Nueva Guinea con más de mil miembros que viven en
seis poblados (Newman, 1965). En cada poblado hay varios huertos valla dos.
Diferentes familias poseen terrenos dentro de estas áreas valladas. Todos, adul tos y
niños sin excepción, se ocupan del cuidado de las tierras, aunque los hombres y las
mujeres son responsables de distintos tipos de frutos y vegetales. Cada familia posee
más de un terreno y cultiva diferentes plantas en las distintas épocas del año, con lo que
aportan un sustento consistente. La cultura Gururumba comporta un complicado sistema
de intercambio de regalos ceremonial entre las familias a través del cual se puede lograr
prestigio dentro de la comunidad. Así, la gente tiene unos huertos en los que siembran la
cosecha que satisfará sus necesidades cotidianas y otros en los que siembran cosechas
«de prestigio». Las cosechas «de prestigio» re ciben mayor cuidado que las ordinarias.
Los Gururumba también crían cerdos, pero no como fuente alimenticia sino como
objetos para el intercambio de regalos designados para conseguir un status en la
comunidad. Cada pocos años se celebra una gran fiesta del cerdo, en la que cientos de
cerdos se sacrifican, se cocinan y se otorgan como regalo. Como ocurre en los grupos de
pastores, existe entre los Gururumba una desigualdad mayor que en las culturas
cazadoras y recolectoras. Los jefes y los líderes de las tribus juegan un papel destacado,
y existen marcadas diferencias entre las riquezas materiales que poseen las personas.

Civilizaciones no industriales o estados tradicionales


Aproximadamente desde el año 6000 a. C. en adelante tenemos evidencia de sociedades
de mayores dimensiones que las hasta entonces conocidas, contrastando de diversos
modos con los tipos anteriores (Bums y Ralph, 1974). Estas sociedades se basaban en el
desarrollo de las ciudades, presentaban desigualdades muy pronun ciadas de riqueza y
poder y estaban asociadas con la ley de los reyes o emperadores. Debido al hecho de
que conocieron la escritura y el florecimiento de la ciencia y el arte, son llamadas con
frecuencia civilizaciones. Sin embargo, y puesto que desarrollaron un gobierno más
estructurado que ninguna otra forma de sociedad, el término estados tradicionales
también se emplea para referirse a ellas.
La mayoría de los estados tradicionales eran asimismo imperios; sus dimensioi fueron
fruto de la conquista y de la incorporación de otros pueblos (Eisenstadt, 1963; Claessen
y Skalnik, 1978; Kautsky, 1982). Esto era cierto, por ejemplo, para los casos de China y
Roma tradicionales. En su cima, en el siglo 1 d. C., el Imperio romano se extendió
desde Bretaña, en el noroeste de Europa, hasta más allá del Medio Oriente. El Imperio
chino, que duró más de dos mil años, hasta el umbral del presente siglo, cubría la mayor
parte de la inmensa región del este de Asia hoy ocupada por la China moderna. Hoy día
no existe en el mundo ningún estado tradicional. Aunque algunos, como China y Japón,
permanecieron prácticamente intactos hasta comienzos del siglo XX, todos han sido
destruidos o absorbidos por sistemas màs modernos.
Los primeros estados tradicionales se desarrollaron en el Medio Oriente, sobr todo en
las fértiles orillas de los ríos (Kramer, 1959). El Imperio chino data del añ 2000 d.C., un
momento en el que también existían poderosos estados en los terri torios que hoy
ocupan India y Pakistán. Existió un cierto número de estados tradj cionales en México y
Latinoamérica, como los aztecas de la península de México los incas del Perú. El
establecimiento del estado inca se remonta a un siglo ante de la llegada del conquistador
español Cortés, quien desembarcó en América de Sur en 1519 con un pequeño ejército
de hombres. Mediante alianzas con otras tribu nativas hostiles a los incas, logró con
extremada rapidez la caída del Estado inca su anexión a España. El suyo fue el primero
de una serie de encuentros entre la influencias occidentales y los estados tradicionales
que eventualmente conducirían su total desaparición.

Los mayas
Como ejemplo de estado tradicional nos referiremos a una tercera civilizaciór
americana, la de los mayas, que vivieron en la península de Yucatán, próxima a golfo de
México. La civilización maya floreció entre los años 300 y el 800 d.C. Lo mayas
levantaron complejos centros religiosos rodeados por sus hogares, todos cons truidos en
piedra. Los santuarios religiosos adoptaron la forma de inmensas pirámi des, en la cima
de las cuales existía un templo. En Tikal, la mayor de estas pirámi des, la ciudad
circundante albergaba a unos 40.000 habitantes. Se trataba del prin. cipal centro
administrativo —de hecho, la capital— del estado maya.
La sociedad maya estaba gobernada por una clase aristocrática de guerreros-sa cerdotes.
Eran los más altos dignatarios religiosos de la sociedad, aunque también eran líderes
militares, y lucharon en guerras constantes con los grupos cercanos. L mayoría de la
población estaba constituida por campesinos a los que se exigía un proporción de su
producción para los gobernantes aristócratas, los cuales vivían e condiciones de relativo
lujo.
No se sabe con certeza por qué desapareció la civilización de los mayas, pero 1 más
probable es que fuesen conquistados por las tribus vecinas. En la época en qu llegaron
los españoles, el Estado maya, había desaparecido hacía mucho tiempo

Rasgos del estado tradicional


El estado tradicional ha sido el único tipo de sociedad en la historia, antes de
surgimiento del industrialismo moderno, en el que una proporción significativa d la
población no estaba directamente implicada en la producción de alimentos. E las
comunidades cazadoras y recolectoras, así como en las sociedades pastoriles agrarias,
existía una sencilla división del trabajo. La principal división de tareas er la existente
entre hombres y mujeres. Por contraste, en los estados tradicionale existía un sistema
ocupacional más complicado. Aún había una estricta división de trabajo por sexos, y las
tareas de las mujeres estaban confinadas al hogar y lo campos. Sin embarlo,. epue jp
hombres asistimos al surgimiento de. uu tq pecializadas, como es el caso del mercader,
el cortesano, el administrador del go bierno y el soldado.
Existía además una elemental división de clases entre los grupos aristocráticos y el resto
de la población. El gobernante era la cabeza de una de las «clases domi nantes» que
poseía el derecho exclusivo de acceder a las más altas posiciones socia les. Los
miembros de esta clase vivían por lo general en unas condiciones de confort material y
lujo considerables. Por el contrario, las condiciones para la mayor parte de la población
eran frecuentemente muy duras. La posesión de esclavos constituía un rasgo común a
estas sociedades.
Un número reducido de estados tradicionales surgieron a raíz del comercio, en cuyo
caso estaban gobernados por mercaderes, pero la mayoría se establecieron mediante una
conquista militar o conllevaron una concentración sustancial de fuer zas armadas
(McNeill, 1983; Mann, 1986). Los estados tradicionales asistieron al crecimiento de
ejércitos profesionales, anticipando así los modernos tipos de orga nización militar. El
ejército romano, por ejemplo, fue un cuerpo de hombres alta mente disciplinado y con
un entrenamiento intensivo, y constituyó la base sobre la cual fue posible la expansión
del Imperio romano. En los estados tradicionales en contramos además el comienzo de
la mecanización de la guerra. Las espadas, las lanzas, los escudos y el equipo para el
asedio empleados por el ejército romano fueron manufacturados por artesanos
especialistas. En las guerras desatadas entre los estados tradicionales, y entre estos
estados y las tribus «bárbaras», las bajas fueron mucho más numerosas de lo que habían
sido hasta entonces.

Sociedades en el mundo moderno

Los estados tradicionales han desaparecido totalmente de la faz de la Tierra. Aunque las
sociedades cazadoras y recolectoras, así como las agrarias y de pastores continúan
existiendo en algunas regiones, sólo pueden encontrarse en territorios relativamente
aislados —y, en muchos casos, incluso estos últimos ejemplos super vivientes se están
desintegrando. ¿Qué ha ocurrido para que se hayan destruido las formas de sociedad
que dominaron toda la historia hasta hace dos siglos? La res puesta, en una palabra, es
la industrialización: el surgimiento de la producción me cánica, basada en el uso de
fuentes de energía inanimada (como el vapor o la electricidad). Las sociedades
industrializadas son radicalmente diferentes en muchos sentidos de cualquier tipo de
orden social previo, y su desarrol!o ha tenido conse cuencias mucho más allá de sus
orígenes europeos.

Las sociedades industrializadas


La moderna industrialización tuvo su origen en Inglaterra, como resultado de la
Revolución industrial iniciada en el siglo XVIII. Este es en realidad un nombre
taquigráfico que se aplica a una compleja serie de cambios tecnológicos que afecta ron a
los medios por los que las personas se ganaban la vida. Estos cambios impli caron la
invención de nuevas máquinas (como la máquina de hilar jenny, que sus tituyó al telar),
el aprovechamiento de fuentes de energía (especialmente el agua y el vapor) para la
producción y el empleo de la ciencia para mejorar los métodos de producción. Dado que
los descubrimientos y las invenciones en un campo repercuten en otros, el ritmo de
innovación tecnológica en las sociedades industrializadas es extremadamente rápido
comparado con el de los sistemas sociales tradicionales.
Un rasgo distintivo de las sociedades industrializadas es que la práctica mayoría de la
población empleada trabaja en fábricas y oficinas, en lugar de en la agricultura. Incluso
en los estados tradicionales más avanzados, únicamente una mínima propor ción de la
población no se dedicaba al trabajo de la tierra. El nivel de desarrollo tecnológico
relativamente rudimentario sencillamente no permitía que más de una pequeña minoría
quedara libre de las tareas rutinarias de la producción agrícola. Por contraste, en las
sociedades industrializadas sólo de un 2 a un 5 por 100 de la población trabaja en la
agricultura, y su trabajo proporciona alimentos para el resto.
Las sociedades industrializadas están también mucho más urbanizadas que cual quier
otro tipo de sistema social tradicional. En algunos países industrializados, más de un 90
por 100 de las personas viven en pueblos o ciudades donde se encuentran casi todos los
trabajos y donde se crean continuamente nuevas oportunidades de empleo. El tamaño de
las grandes ciudades es mucho mayor que el de los asenta mientos urbanos de las
civilizaciones tradicionales. En estas nuevas áreas urbanas la vida social es más
impersonal y anónima que antes, y muchos encuentros cotidia nos se producen con
extraños y no con personas conocidas a nivel personal. Las organizaciones a gran
escala, como las corporaciones de negocios o las agencias gubernamentales, llegan a
influir en la vida de todos sin excepción.
Otra característica de las sociedades industrializadas concierne a sus sistemas políticos,
mucho más desarrollados e intensivos que las formas de gobierno de las sociedades
tradicionales. En las civilizaciones tradicionales las autoridades políticas (monarcas o
emperadores) tenían una escasa influencia directa en las costumbres y los hábitos de la
mayor parte de sus súbditos, quienes vivían en núcleos locales autosuficientes. Con la
industrialización se aceleraron el transporte y las comunica ciones, favoreciendo con
ello una comunidad «nacional» más integrada. Las sociedades industrializadas fueron
los primeros estados nacionales. Los estados nacionales eran comunidades políticas
con «fronteras» claramente delimitadas entre sí, y no las vagas «áreas fronterizas» qué
solían separar a los estados tradicionales. En los estados nacionales los gobiernos
disfrutan de amplios poderes sobre numerosos aspec tos de la vida de los ciudadanos,
creando leyes que tienen una aplicación universal para aquellos que viven dentro de sus
fronteras.
La tecnología industrial no se ha visto en modo alguno limitadaen su aplicación a los
procesos pacíficos del desarrollo económico. Desde las fases iniciales de la
industrialización los modernos procesos de producción han tenido un empleo militar, lo
que ha alterado radicalmente los modos de librar las guerras, creando armamento y
formas de organización militar mucho más avanzados que los que poseían las culturas
no industriales. Una fuerza económica, una cohesión política y un poder militar
superiores subyacen a la expansión aparentemente ilimitada de los modos de vida
occidentales por todo el mundo durante los dos últimos siglos.
Si un gran número de sociedades y culturas tradicionales ha desaparecido, ello fueron
capaces de resistir el impacto de la combinación de poder industrial y ilitar que
desarrollaron los países occidentales. El concepto de poder —y una noción
estrechamente vinculada a él, la de ideología— son de capital importancia i sociología.
Por poder se entiende la habilidad de determinados individuos o upos para imponer sus
preocupaciones e intereses, incluso allí donde otros oponen sistencia. El poder implica
en ocasiones el empleo directo de la fuerza, pero va prácticamente siempre acompañado
por el desarrollo de ideas (ideologías) que jus t las acciones de los poderosos. En el caso
de la expansión occidental los vasores justificaron sus actividades al verse a sí mismos
como «civilizadores» de s pueblos «bárbaros» con los que entraron en contacto.

Los tres «mundos»

Desde el siglo xv hasta comienzos del xx los países occidentales fundaron co nias en
numerosas áreas previamente ocupadas por sociedades tradicionales, em eando su
fuerza militar superior allí donde se consideró oportuno. Aunque prác amente la
totalidad de éstas colonias han conseguido hoy su independencia, el oceso de
colonialismo cambió el mapa social y cultural del globo. En ciertas regiones, como
Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda, pobladas exclusivamente r comunidades de
cazadores y recolectores, los europeos se convirtieron en la población mayoritaria. En
otras áreas, incluyendo la mayor parte de Asia, Africa y idamérica, las poblaciones
locales continuaron siendo mayoritarias. Las sociedades rtenecientes al primero de estos
tipos, como la de Estados Unidos, se han indus ializado. Las pertenecientes a la segunda
categoría se encuentran por lo general a i nivel de desarrollo industrial muy inferior, y a
ellas se refiere la noción de ciedades del Tercer Mundo.

Sociedades del Tercer Mundo


Las sociedades del Tercer Mundo incluyen a China, India, la mayoría de los tíses
africanos (como Nigeria, Ghana o Argelia) y de Sudamérica (por ejemplo, Brasil, Perú
o Venezuela).
En los países del Tercer Mundo existe un bajo nivel de industrialización, y la mensa
mayoría de la población se dedica a la producción agrícola. Por el hecho que muchas de
estas sociedades se encuentran al sur de los Estados Unidos y de uropa, a menudo se
alude a ellas con el término «el Sur» en contraste con «el Norte», más rico e
industriajizado. Aunque incluyan pueblos que continúen viviendo estilo tradicional, los
países del Tercer Mundo son muy diferentes de las formas eexistentes de cultura
tradicional. Poseen sistemas políticos derivados de, o dise idos de acuerdo a, los
instaurados por primera vez en las sociedades europeas —es decir, se trata de estados
nacionales. Mientras que la mayor parte de la población utiflúa viviendo en áreas
rurales, muchas de estas sociedades están experimentando i rápido proceso de
urbanización. Y aunque la agricultura sigue siendo la actividad económica
predominante, a menudo las cosechas están destinadas a los mercados

población, dedicando un enorme esfuerzo a generar suficientes recursos para pro


porcionar a sus ciudadanos al menos un nivel de vida mínimamente adecuado.
En el capítulo 1 señalábamos que el foco principal de la sociología era el estudio de las
sociedades industrializadas —el Primer y Segundo Mundo. Como sociólogos,
¿podemos ignorar entonces el Tercer Mundo, dejando este ámbito a la antropolo gía?
Desde luego que no. Los tres Mundos se han desarrollado en interconexión uno con
otro, y hoy están más íntimamente ligados de lo que lo han estado nunca. Los que
vivimos en sociedades industrializadas dependemos de numerosas materias pri mas y
productos manufacturados provinientes de países del Tercer Mundo. A la inversa, las
economías de la mayor parte de los estados del Tercer Mundo dependen de las redes
comerciales que los ligan a Jos países industrializados. Unicamente podremos
comprender en su totalidad el orden industrializado si situamos a las sociedades del
Tercer Mundo como telón de fondo —en las cuales vive, de hecho, la mayor parte de la
población mundial. (Para un estudio más detallado del tema, ver capítulo 16: «La
mundialización de la vida social».)

(Cuadro Comparativo)
Tipos de sociedades humanas

Características principales y Período de existencia

Sociedades cazadoras y recolectoras


Constan de un reducido número de per sonas que vive de la caza, la pesca y la
recolección de plantas comestibles. Existen pocas desigualdades en estas socieda des;
las diferencias de rango o posición se limitan a la edad y el sexo.
Desde hace 50.000 años hasta la actualidad, aunque se encuentran al borde de la
desaparición total.

Sociedades agrarias
Sociedades basadas en pequeñas comunidades rurales que viven de la caza, la pes ca y
la recolección de plantas comestibles, sin pueblos o ciudades. El modo principal de
ganarse la vida es mediante la agricul tura, a menudo suplementada por la caza y la
recolección. Estas sociedades están marcadas por desigualdades de mayor peso que
entre los cazadores y recolecto r y están gobernados por jefes.
Sociedades dependientes de la cría de ani males domésticos para la subsistencia ma
terial. Su tamaño varía desde unos cientos de personas hasta millares. Las sociedades de
pastores están marcadas por distintos tipos de desigualdades, y están goberna das por
jefes o reyes guerreros.
.
Desde hace 12.000 años hasta la actuali dad. La mayoría ha pasado a formar parte de
entidades políticas mayores y está per diendo su identidad distintiva.

Sociedades de pastores
Sociedades dependientes de la crìa de animales para la subsistencia material. Su tamaño
varìa desde unos cientos de personas hasta millares. Las sociedades de pastores estàn
marcadas por distintos tipos de desigualdades, y estàn gobernadas por jefes y reyes
guerreros.
El mismo espacio de tiempo que las sociedades agrarias. En su mayor parte, las
sociedades de pastores también forman parte actualmente de estados mayores, y sus
formas de vida tradicionales se están deteriorando.

Estados o civilizaciones tradicionales


En estas sociedades la agricultura conti núa siendo la base principal del sistema
económico, pero existen ciudades en las que el comercio y la manufactura están
concentrados. Los estados tradicionales al canzan en ocasiones enormes dimensiones,
incluyendo a millones de personas, aun que la mayoría solían ser pequeños com parados
con las grandes sociedades actua les. Los estados tradicionales constan de un aparato de
gobierno propio (de ahí su nombre), liderado por un rey o un emperador. Existen
importantes desigualdades entre las clases.
——
Desde el año 6000 a. c. hasta el siglo XIX. Todos los estados tradicionales han desa
parecido en la actualidad.

Sociedades del Primer Mundo

Sociedades basadas en la producción industrial, en las que juega un importante papel la


libre empresa. Unicamente una mínima proporción de la población traba ja en la
agricultura, y la mayoría de la gente vive en pueblos y ciudades. Existen grandes
desigualdades de clase, aunque son menos pronunciados que en los esta dos
tradicionales. Estas sociedades consti tuyen comunidades políticas o estados na cionales
independientes.
Desde el siglo XVIII hasta la actualidad.

Sociedades del Segundo Mundo


Sociedades con una base industrial pero cuyo sistema económico es de planifica ción
central. Sólo una reducida proporción de la población trabaja en la agricultura, y la
mayoría de la gente vive en pueblos y ciudades. Existen marcadas desigualda des de
clase, aunque el objetivo de los gobiernos marxistas de estas sociedades es crear un
sistema «sin clase». Al igual que los países del Primer Mundo, los del Segundo Mundo
constituyen comunidades políticas o estados nacionales independientes.

Desde principios del siglo XIX (tras la Revolución Rusa de 1917) hasta la actualidad.

Sociedades del Tercer Mundo


Sociedades en los cuales la mayoría de la población trabaja en la agricultura y vive en
áreas rurales, empleando básicamente métodos de producción tradicionales. Sin
embargo, parte de la producción agrícola se vende en los mercados mundiales. Al gunos
países del Tercer Mundo poseen sis temas de libre empresa, mientras que otros se rigen
por la planificación central. Las sociedades del Tercer Mundo, como las del Primer
Mundo y las del Segundo, cons tituyen entidades políticas o estados na cionales
independientes.
Desde el siglo XVIII (como áreas colonizadas) hasta la actualidad.

Conclusión

Las sociedades del Primer, Segundo y Tercer Mundo son todas ellas diferentes de los
tipos tradicionales de orden social que predominaron en el mundo durante miles de
años, hasta hace aproximadamente dos siglos. Las exploraciones que los viajeros
occidentales realizaron alrededor del globo desencadenaron una serie de procesos de
cambio que han destruido numerosas culturas premodernas. Pero aún existe una enorme
diversidad cultural, tanto dentro como entre las distintas socie dades. Como seres
humanos tenemos toda una serie de características en común, pero también estamos
fuertemente influidos por los valores y los hábitos culturales de las sociedades en las
que vivimos. En el siguiente capítulo, consideraremos algu nos de los procesos que
afectan a nuestro desarrollo individual desde la infancia y a lo largo de las fases
posteriores de la vida.
Resumen
1. La cultura consiste en los valores que posee un cierto grupo, las normas que siguen y
los bienes materiales que crean.
2. La especie humana surgió como resultado de un largo proceso de evolución
biológica. Los seres humanos son parte de un grupo de mamíferos superio res, los
primates. La evidencia parece confirmar el hecho de que el desarrollo cultural precedió,
y probablemente modeló, la evolución de la especie huma na.
3. La sociobiología es importante principalmente por sus aportaciones al campo del
comportamiento animal; las ideas de los sociobiólogos sobre la vida social humana son
de un alto nivel especulativo. Nuestro comportamiento está ge néticamente influido,
pero nuestra dotación genética probablemente condi ciona únicamente las
potencialidades de nuestro comportamiento, no el con tenido en sí mismo de nuestras
actividades.
Los seres humanos carecen de instintos en el sentido de modelos complejos de
comportamiento no aprendido. Un conjunto de reflejos simples, más u serie de
necesidades orgánicas son características innatas del individuo hun
no.
5. Las formas de comportamiento halladas en todas, o prácticamente todas, culturas se
denominan universales culturales. La lengua, la prohibición
incesto, la institución del matrimonio, la familia, la religión y la propied son los
principales tipos de universales culturales, pero dentro de estas tegorías generales
existen numerosas variaciones en los valores y los moc
de comportamiento de las distintas sociedades.
6. Se pueden distinguir diversos tipos de sociedades premodernas. En las ciedades
cazadoras y recolectoras, la gente no siembra cosechas ni cría 1
nado, sino que vive de ,la recolección de plantas y de la caza de animal Las sociedades
de pastores son aquellas en las que la cría de animales mésticos proporciona el principal
medio de vida. Las sociedades agrar dependen del cultivo de terrenos fijos. Las
sociedades agrarias de mayo
dimensiones y más desarrolladas forman estados o civilizaciones tradicional
7. El desarrollo y la expansión de Occidente condujo a la conquista de nun rosas zonas
del mundo, alterando de un modo radical sistemas sociales culturas con un profundo
arraigo.
8. En las sociedades industrializadas la producción industrial (cuyas técnias emplean
también para la producción de alimentos) se convierte en la b
principal de la economía. Los países industrializados del Primer Mundo cluyen a las
naciones de «Occidente», además de Japón, Australia y Nw Zelanda. Los países del
Segundo Mundo son sociedades industrializadas gidas por gobiernos comunistas. Los
países del Tercer Mundo, en los vive la inmensa mayoría de la población mundial,
fueron en su casi totalic áreas anteriormente colonizadas. La mayoría de la población
trabaja en producción agrícola, parte de la cual se dirige a los mercados mundiales.

Conceptos básicos
Cultura / normas
sociedad / poder / valores / ideología
Términos importantes
Evolución, mutación, sociobiología, instinto, subcultura, etnocentrismo, universales
culturales, semiótica.
Lecturas complementarias.

Ruth BenediCt, Patterns of Culture (Nueva York: Mentor Books, 1946). Edición en
castella no: El hombre y la cultura Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1967. Un estudio
clásico sobre las diferencias culturales: recomendable.
Kenneth Bock, Human Nature and History: A Response to Sociobiology (Nueva York:
Co lumbia University Press, 1977). Una crítica de las aspiraciones de la sociobiología.
Jack Goody, The Domestication of the Savage Mmd (Cambridge: Cambridge
University Press, 1977). Un análisis del impacto de la escritura y la alfabetización en el
desarrollo cultural.
Edmund Leach, Culture and Communication: The Logic by which Symbols are
Connected (Cambridge: Cambridge University Press, 1976). Edición en castellano:
Cultura y Comu nicación, Madrid, Siglo xx 1988. Una disertación sobre la naturaleza
del simbolismo cultural.
Raymond Williams, Culture (Glasgow: Fontana, 1981). Una disertación general de gran
uti lidad sobre el concepto de cultura.
Peter Worsley, The Three Worlds: Culture and World Development (Londres:
Weidenfeld and Nicolson, 1984). Un análisis de las conexiones entre el Primer, el
Segundo y el Tercer Mundo.
CAPITULO III
SOCIALIZACIÒN Y CICLO VITAL

Los animales inferiores en la escala evolutiva, como es el caso de la mayor parte de las
especies de insectos, son capaces de valerse por sí mismos desde muy poco después de
nacer con escasa o ninguna ayuda de los adultos. No existen generacio nes entre las
especies inferiores, ya que el comportamiento de los «jóvenes» es prácticamente
idéntico al de los «adultos». Sin embargo, a medida que vamos su biendo en la escala
evolutiva estas observaciones se aplican cada vez menos; los animales superiores tienen
que aprender modos apropiados de comportamiento. En tre los mamíferos, los jóvenes
están en muchos casos totalmente indefensos cuando nacen y necesitan el cuidado de
los mayores, y el niño es el más indefenso de todos ellos. Un niño no puede sobrevivir-
sin ayuda de un adulto al menos durante los cuatro o cinco primeros años de vida.

La socialización es el proceso por el cual el niño indefenso se va convirtiendo


gradualmente en una persona autoconsciente y capaz de conocer, diestra en las formas
de la cultura en la que ella o él ha nacido. La socialización no es un tipo de
«programación cultural» por la cual el niño absorbe, de un modo pasivo, las influen cias
n las que él o ella entra en contacto. Todo recién nacido tiene necesidades o exigencias
que afectan al comportamiento de los responsables de su cuidado.
La socialización pone en contacto a las diferentes generaciones (Turnbull, 1984). El
nacimiento de un niño altera las vidas de aquellos que son responsables de su crianza —
quienes, a su vez, atraviesan por nuevas experiencias de aprendizaje. La paternidad liga
normalmente las actividades de los adultos a las de los niños para el resto de las vidas
de ambos. Las personas mayores siguen siendo padres cuando se convierten en abuelos
aunque, por supuesto, entablan otra nueva serie de rela ciones que conectan a las
diferentes generaciones entre sí. Aunque el proceso de aprendizaje cultural es mucho
más intenso durante la infancia y la niñez temprana de lo que es después, el aprendizaje
y el amoldamiento continúan durante todo el ciclo vital.

En las secciones que siguen a continuación seguiremos desarrollando el tema de


«naturaleza» versus la «crianza» introducido en el capítulo anterior. Analizaremos a
primer lugar el desarrollo del individuo humano desde la infancia hasta la tem rana
niñez, identificando los principales estadios de cambio que se producen. Di ersos
autores han aportado distintas interpretaciones teóricas sobre cómo y por qué )S niños
se desarrollan como lo hacen; haremos una descripción y una comparación ntre ellas.
Por último, trataremos los principales grupos y contextos sociales que ifluyen en la
socialización durante las diversas fases de la vida de los individuos.

Niños «no socializados»

¿Cómo serían los niños si, por alguna razón, crecieran sin la influencia de los dUItOS?
Obviamente ninguna persona podría criar a un niño apartado de la influen :ia humana a
modo de experimento. Sin embargo, han existido varios polémicos asos de niños que
pasaron los primeros años de su vida apartados del contacto tumano normal.
Empezaremos este capítulo con dos de estos casos, antes de pasar ti estudio de modelos
más ortodoxos de desarrollo infantil.
El «niño salvaje de Aveyron»

El 9 de enero del año 1800 una extraña criatura surgió de los bosques cercanos ti pueblo
de Saínt-Serin en el sur de Francia. Excepto por el hecho de que caminaba m posición
erecta se asemejaba más a un animal que a un humano, pero pronto ue identificado
como un niño de unos once o doce años. Unicamente emitía estridentes e
incomprensibles chillidos. El niño parecía carecer del sentido de la higiene )ersonal y
evacuaba donde y cuando le parecía. Fue conducido a la policía local y, nás tarde, a un
orfanato cercano. Al principio trató de escapar constantemente y ‘udo ser retenido no
sin dificultades, y se negó a llevar ropas rasgándolas tan pronto orno habían terminado
de ponérselas. Ningún padre le reclamó jamás.
El niño fue sometido a un detallado examen médico en el que no se identificó inguna
anormalidad digna de destacarse. Cuando se le puso delante de un espejo areció que era
capaz de ver su imagen pero no de reconocerse a sí mismo. En una casión trató de
alcanzar a través del espejo una patata que había visto reflejada a él. (La patata estaba,
de hecho, sostenida por alguien detrás de su cabeza.). Después de varios intentos, y sin
volver la cabeza, cogió la patata por encima de su Dmbro. Un sacerdote que observaba
al niño a diario y que describió el incidente la patata al que hemos aludido escribió:

Todos estos pequeños detalles, y muchos otros que podríamos añadir, prueban que este niño ) carece
totalmente de inteligencia ni de capacidad de reflexión y razonamiento. Sin em irgo, nos vemos obligados
a reconocer que, en todos los aspectos que no tienen que ver m sus necesidades naturales o la satisfacción
de su apetito se percibe en él un comporta iento puramente animal. Si tiene sensaciones no desembocan
en ninguna idea. Ni siquiera ede compararlas unas con otras. Podría pensarse que no existe conexión entre
su alma o mente y su cuerpo. (Shattuck, 1980, p. 69; ver también Lane, 1976.)

Más tarde, el niño fue trasladado a París, donde se llevó a cabo un intento sistemático de
transformarle «de bestia en humano». El esfuerzo resultó parcialmen te satisfactorio.
Aprendió a utilizar el retrete, accedió a llevar ropa y aprendió a vestirse solo. Pero no le
interesaban ni los juguetes ni los juegos, y nunca fue capaz de articular más que un
reducido número de palabras. Hasta donde sabemos por las detalladas descripciones de
su comportamiento y sus reacciones, la cuestión no estaba en que fuese retrasado
mental. Parecía que o no deseaba dominar totalmente el habla humana o que era incapaz
de ello. Con el tiempo hizo escasos progresos, y murió en 1828 a la edad de cuarenta
años.

Genie
No podemos saber el tiempo que vivió sólo en los bosques el «niño de Aveyron» o si
sufría o no algún defecto congénito que le impidió desarrollarse como un ser humano
normal. Sin embargo, existen ejemplos recientes que apoyan algunas de las
observaciones hechas sobre su comportamiento. Un caso muy reciente lo proporcio na
la vida de Genie, una niña de California que estuvo encerrada en una habitación desde
que tenía aproximadamente un año y medio hasta los trece (Curtis, 1977). El padre de
Genie retuvo a su esposa, que se estaba quedando ciega, prácticamente confinada en la
casa. La principal conexión de la familia con el mundo exterior era a través de un hijo
adolescente que iba a la escuela y hacía la compra.
Genie tenía un defecto de cadera de nacimiento que le impidió aprender a andar bien, y
su padre le pegaba a menudo. Cuando Genie tenía veinte meses parece ser que el padre
decidió que era retrasada y «la encerró» en una habitación con las cortinas corridas y la
puerta cerrada con llave. Permaneció en dicha habitación durante los siguientes nueve
años, y sólo veía a los otros miembros de la familia cuando le traían la comida. A Genie
no se le enseñó a asearse, y estuvo parte del tiempo atada, desnuda, a una sillita de niño.
A veces, de noche, la soltaban, pero sólo para meterla en una prenda represora, un saco
de dormir en el que sus brazos quedaban inmovilizados. Así atada, la metían en una
cuna con una maila metálica a los lados y una manta de red por encima. De algún modo
consiguió, en estas tremendas circunstancias, soportar el paso de las horas, los días y los
años. Apenas si tuvo oportunidad de escuchar alguna conversación entre los otros
miembros de la casa. Si intentaba hacer algún ruido o llamar la atención, su padre le
pegaba. Este no le habló nunca, y ladraba o emitía ruidos de animales si ella hacía algo
que le molestaba. Carecía de juguetes propios de su edad o de otros objetos con los que
ocupar su tiempo.
En 1970 su madre escapó de la casa, llevándose a Genie con ella. La situación de la niña
llegó a oídos de un trabajador social y la niña fue ingresada en la sala de rehabilitación
de un hospital infantil. Cuando llegó al hospital no podía mante nerse en posición
erecta, correr, saltar o trepar, y sólo era capaz de andar arras trando torpemente los pies.
Un psiquiatra la describió como «no socializada, primi tiva, apenas humana». Sin
embargo, una vez en la sala de rehabilitación Genie hizo progresos relativamente
rápidos. Aprendió a comer normalmente y a asearse, y accedió a vestir como los demás
niños. Pero permanecía callada casi todo el tiempo, excepto cuando se reía, con una risa
aguda y «artificial». Se masturbaba constante mente en situaciones públicas, negándose
a abandonar el hábito. Más tarde vivió como hija adoptiva en casa de uno de los
doctores del hospital, y fue desarrollando gradualmente un vocabulario bastante amplio,
suficiente para emitir un número limitado de frases elementales. Pero su dominio del
lenguaje n progresó más allá del de un niño de tres o cuatro años.
El comportamiento de Genie se estudió intensivamente y se le hicieron una serie de
tests a lo largo de un período de siete años. Estos parecían indicar que no era imbécil y
que no sufría ningún otro defecto congénito. Parece que lo que le ocurrió a Genie, al
igual que al «niño de Aveyron», es que cuando accedió al contacto humano había
sobrepasado la edad en la cual los niños ya han realizado el apren dizaje del lenguaje y
de otras habilidades humanas. Probablemente existe un «Pe ríodo crítico» para el
aprendizaje del lenguaje y de otras habilidades complejas, después del cual es
demasiado tarde para llegar a dominarlos completamente. El «niño salvaje» y Genie
proporcionan una idea aproximada de lo que sería un niño «no socializado». Ambos
retuvieron numerosas actitudes «no humanas» aunque, a pesar de las privaciones que
sufrieron, ninguno demostró ningún vicio duradero. Respondieron de inmediato a los
que les trataron con cuidado, y adquirieron un nivel mínimo de las habilidades humanas
ordinarias.
Sin duda, hay que tener cuidado a la hora de interpretar casos de este tipo. En cada uno
de estos ejemplos es posible que quedase sin diagnosticar una anormalidad mental. Por
otra parte, las experiencias a las que fueron sometidos los niños pudie ron causar daños
psicológicos que les impidieron dominar las habilidades que la mayoría de los niños
adquieren a una edad mucho más temprana. Aun así, existe una similitud suficiente
entre estas dos historias, así como con otras que se conocen, para poder sugerir cuán
limitadas estarían nuestras facultades si careciéramos de un amplio período de
socialización temprana.
Pasamos ahora a tratar diredamente las fases tempranas del desarrollo del niño. Con ello
podremos comprender mejor los procesos por los cuales el niño llega a ser reconocible
como «humano».
El desarrollo temprano del niño
Desarrollo de la percepción
Todos los niños nacen con la capacidad de realizar ciertas distinciones percep tuales y
de responder ante ellas (Richards y Light, 1986). Antes se pensaba que el recién nacido
se veía abrumado por una masa de sensaciones que era incapaz de diferenciar. En una
famosa observación, el psicólogo y filósofo William James es cribió: «El bebé, que de
repente se ve dotado de ojos, orejas, nariz, piel y de entrañas, lo siente todo como una
floreciente y excitante confusión» (James, 1890). Para la mayoría de los estudiosos del
comportamiento infantil este relato ya no resultaría adecuado, pues incluso los recién
nacidos reaccionan de un modo selectivo a su ambiente.
Desde la primera semana miran con mayor interés una superficie decorada (rayas,
círculos concéntricos o una imagen de un rostro) que una superficie lisa con vivos
colores. A la edad de un mes estas capacidades perceptivas son aún débiles, y las
imágenes que se encuentran a más de treinta centímetros se ven borrosas. De ahí en
adelante las capacidades visuales y auditivas aumentan rápidamente. A los cuatro meses
aproximadamente un bebé puede ver perfectamente i una persona que se está moviendo
por la habitación. La sensibilidad para el tacto y el placer que proporciona el calor están
presentes desde el nacimiento.

Llanto y sonrisa
Del mismo modo que los bebés responden selectivamente al ambiente, los adul tos
discriminan entre los modelos de comportamiento del bebé asumiendo que éstos
proporcionan claves de lo que ella o él quiere o necesita. Se considera que el llanto
indica hambre o incomodidad, y la risa y ciertas expresiones faciales alegría. Este
mismo reconocimiento concibe dichas respuestas como acciones sociales del niño. Los
presupuestos culturales, sin embargo, están profundamente arraigados en este proceso.
El llanto es un buen ejemplo. En la cultura occidental el bebé está física mente separado
de la madre la mayor parte del día, en una cuna, en un cochecito o en un parque. Por
ello, el llanto suele ser una señal de que el niño necesita atención. En otras muchas
culturas el recién nacido pasa la mayor parte del día, durante muchos meses, en contacto
directo con el cuerpo de la madre, quien lo lleva atado a sí. En estas culturas la madre
sólo prestará atención a los ataques de llanto que se consideren emergencias. Los
movimientos de retorcimiento del bebé son considerados como la señal principal de que
necesita alimento o algún cuidado con creto (Liederman, Tulkin y Rosenfeld, 1977).
Las diferencias culturales también se manifiestan en las distintas interpretaciones de la
risa. Todos los bebés normales sonríen, en determinadas circunstancias, un mes o seis
semanas después de nacer. Un bebé sonreirá ante la imagen de una cara que tenga dos
puntos en lugar de ojos. También sonreirá ante un rostro humano tanto si se oculta la
boca como si no. La risa parece ser una respuesta innata, no aprendida, ni siquera
provocada, al ver una cara sonriente. Una de las razones por las que podemos estar
seguros de ello es que los niños que nacen ciegos empiezan a sonreír a la misma edad
que los niños que ven, aunque no hayan tenido oportu nidad de copiar a otros. Las
situaciones en las que se considera la risa como apro piada, sin embargo, varían de una
cultura a otra, y esto está relacionado con las reacciones tempranas que los adultos
tienen ante la respuesta sonriente de los bebés. Los bebés no tienen que aprender a
reírse, pero sí tienen que aprender cuándo y dónde se considera oportuno hacerlo. Así,
por ejemplo, los chinos sonríen en luga res «públicos» con menos frecuencia que los
occidentales —por ejemplo, al recibir a un desconocido.
Niños y madres
Un bebé es capaz de distinguir a su madre de otras personas cuando tiene unos tres
meses (Schaffer, 1970). El bebé aún no reconoce a la madre como persona; responde a
ciertas características, probablemente los ojos, la voz y el modo de cogerlo. El
reconocimiento de la madre se muestra en reacciones como la de dejar de llorar sólo
cuando ella (y nadie más) coge al niño, sonreírle a ella más que a nadie, levantar los
brazos o dar palmas para marcar la entrada de la madre en la habitación o, una vez que
el niño puede moverse solo, gatear hacia ella. Las dife rencias culturales influyen a la
hora de determinar las reacciones que tienden a producirse regularmente. En el estudio
de una cultura de Uganda, Ainsworth vio que era infrecuente que las madres y los hijos
se abrazasen, se acariciasen o se besasen, mientrasque dar palmas para demostrar placer,
tanto la madre como el hijo, era mucho más frecuente que en las familias occidentales
(Aisnworth, 1977).
EL apego del bebé a su madre sólo se manifiesta a partir de los siete meses. Antes, la
separación de la madre no ocasionará ninguna protesta específica y el bebé aceptará a
otros cuidadores sin mostrar cambios en los niveles normales de respues ta. A esa
misma edad aproximadamente los niños empiezan a sonreír a ciertos individuos, pero
no de un modo indiscriminado. En este mismo estadio un bebé empieza a ver a la madre
como una persona especial. El niño sabe que la madre existe incluso cuando está
ausente, y es capaz de tener algún tipo de imagen de ella. Esto implica además el
comienzo de la experiencia del tiempo, ya que el bebé tiene memoria de la madre y es
capaz de anticipar su regreso. Los bebés de ocho o nueve meses pueden buscar objetos
ocultos, demostrando así que entienden que los obje tos tienen una existencia propia,
independientemente de que estén o no a la vista en un momento dado.
Selma Fraiberg ha ilustrado magníficamente esta fase del comportamiento infan til en
un trabajo destinado a informar a los padres sobre el crecimiento de los niños.

¿Tiene usted un bebé de seis o siete meses que le arranca las gafas? Si es así, no necesita estos consejos.
Quítese las gafas cuando el niño trate de arrebatárselas, métaselas en el bólsillo o guárdelas detrás del
almohadón del sofá ( no olvide dónde las escondió!). No se moleste en hacerlo a hurtadillas, deje que el
niño le vea esconderlas. No irá a buscarlas. Se quedará mirando fij amente el lugar en que las vio por
última vez —en su nariz— y luego perderá interés en el problema. No busca las gafas porque no puede
siquiera imaginarse que existen cuando no las ve.
Cuando el bebé tenga unos nueve meses no confíe ya en los viejos trucos. Si ve que usted se quita las
gafas y las esconde detrás del almohadón del sofá moverá el almohadón y se precipitará sobre las gafas.
Ha aprendido que un objeto puede ocultarse a la vista pero que ¡sigue existiendo! Puede seguir los
movimientos de su mano hasta el lugar de escondite e ir a buscarlas allí. Este es un enorme paso en el
aprendizaje que raramente pasará inadvertido para los padres cuyas gafas, pendientes, pipas, plumas y
llaveros no solamente les son arre batados sino que además peligran. Los padres que tienen bebés en este
estadio de desarrollo están poco interesados en los aspectos teóricos del problema aquí expuesto, pero una
teoría siempre puede reportar beneficios. Todavía tenemos más trucos en la manga.
Probemos con éste: deje que el niño le vea esconder las gafas detrás del almohadón. Déjele que las
encuentre, persuádale para que se las dé y escóndalas detrás de otro almoha dón. Ahora está confuso.
Buscará las gafas detrás del primer almohadón, en el primer es condite, pero no irá a buscarlas al segundo
escondite. Esto significa que el bebé conoce la existencia de las gafas aunque estén escondidas, pero
únicamente en un lugar, el primer escondite donde su búsqueda tuvo éxito. Cuando el niño no encuentra
las gafas debajo del primer almohadón insiste en su búsqueda allí mismo, pero no se le ocurre buscarlas
en el segundo escondite o en cualquier otro lugar. Un objeto aún puede desaparecer. Al cabo de unas
semanas proseguirá su búsqueda, ahora ya en los dos escondites, por lo que está en camino de descubrir
que se puede mover un objeto de sitio pero que conserva su existencia permanente. (Fraiberg, 1959, pp.
49-50.)
Los primeros meses de vida de un niño son un período de aprendizaje también para la
madre. Las madres (y otros cuidadores, como los padres o los hijos mayores) aprenden
a recibir la comunicación que les envía el niño a través de su comporta miento y a
responderles de un modo apropiado. Algunas madres son mucho más sensibles a estas
indicaciones que otras, y las diferentes indicaciones tienden a en fatizarse, al igual que
la reacción ante ellas, en diversos ámbitos culturales. La «lectura» que hacen las madres
del comportamiento de sus hijos influye notable mente en el modelo de interacción que
se establece entre ellos. Por ejemplo, una madre puede considerar la inquietud del niño
coma indicador de fatiga, y meter al niño en la cama. Otra puede interpretar el mismo
comportamiento como indicación de que el niño necesita entretenerse. A menudo las
madres proyectan sus propios estados de ánimo en el bebé, por lo que una madre que
tenga dificultad en mantener una relación de cariño estable con su hijo percibirá
agresividad y rechazo hacia ella por parte del bebé.
El nacimiento del cariño hacia individuos específicos marca un umbral funda mental en
la socialización. La primera relación, normalmente entre madre e hijo, se convierte en
algo en lo que se invierten fuertes sentimientos, y sobre la base de la cual comienzan a
producirse complejos procesos de aprendizaje social.

Desarrollo de respuestas sociales


La relación entre hijo, madre y otros cuidadores cambia hacia el final del primer año de
vida del bebé. El niño no sólo empieza entonces a hablar, sino que se pone de pie —la
mayoría de los niños aprenden a andar hacia los catorce meses. En su segundo y tercer
años los niños desarrollan una creciente capacidad de comprensión de las interacciones
y las emociones de otros miembros de la familia. El niño apren de a agradar y a
desagradar a los demás. Los niños de dos años se entristecen si uno de los padres se
enfada con el otro, y abrazará a uno de ellos si se muestra preocupado de un modo
visible. Un niño de la misma edad es también capaz de tomar el pelo a un hermano o a
los padres.
A partir del primer año los juegos comienzan a ocupar gran parte de la vida del niño. Al
principio suelen jugar solos, pero poco a poco van requiriendo a otros para jugar con
ellos. Mediante los juegos los niños mejoran su coordinación corporal y amplían su
conocimiento del mundo adulto. Ensayan nuevas habilidades e imitan el
comportamiento de los adultos.
En un estudio pionero, Mildred Parten estableció una serie de categorías de desarrollo
de los juegos que sigue vigente (Parten, 1932). Los niños pequeños em piezan con
juegos independientes y solitarios. Incluso estando con otros niños juegan solos, sin
prestar atención a lo que otros hacen. A esto le sigue la actividad paralela, en La que el
niño copia lo que otros hacen aunque se trate de intervenir en sus actividades.
Posteriormente (a la edad de tres años más o menos), los niños parti cipan cada vez más
en juegos asociativos, en los que coordinan su comportamiento al de otros. Cada niño
sigue actuando como él o ella quiere, pero presta atención y responde a lo que hacen los
demás. Más tarde, hacia los cuatro años, los niños se implican en juegos cooperativos
—actividades que exigen que cada niño colabore con los demás (como jugar a «mamás
y papás»).
Desde el primer año hasta los cuatro o cinco, el niño aprende además disciplina y
autorregulación. Esto significa, por un lado, aprender a controlar las necesidades físicas
y a desenvolverse de un modo apropiado en relación a ellas. Los niños apren der a ser
aseados (un p’roceso largo y difícil) y aprenden a comer con corrección. Aprenden
además a «comportarse» en los distintos contextos de su actividad, par ticularmente
cuando interactúan con adultos.
Cuando tiene aproximadamente cinco años el niño se ha convertido en un ser
prácticamente autónomo. El o ella no es sólo un bebé, sino que además es casi
independiente en lo que se refiere a las rutinas elementales de la vida en casa y está
preparado para aventurarse en el mundo exterior. Por primera vez el individuo en
crecimiento es capaz de pasar largas horas lejos de sus padres y no preocuparse por ello.

Afecto y pérdida
Ningún niño podría alcanzar dicho estadio sin los años de cuidado y protección que les
dedican los padres u otros cuidadores. Como se dijo anteriormente la rela ción entre el
hijo y la madre es de una importancia decisiva durante las fases más tempranas de la
vida del niño. Las investigaciones señalan que si, por alguna razón, esta relación se ve
alterada, pueden producirse graves consecuencias. Hace unos treinta años el psicólogo
John Bowlby realizó una investigación que mostraba cómo un niño pequeño que no
experimentase una relación estrecha y de cariño con su madre tendría problemas de
personalidad en el futuro (Bowlby, 1951). Bowlby sos tenía que un niño cuya madre
muere poco después de nacer, por ejemplo, padecerá ansiedades que tendrán un impacto
a largo plazo en él o en su carácter futuro. A ésto se le llamó teoría de la privación
materna, y desde entonces ha dado lugar a numerosas investigaciones sobre el
comportamiento infantil. Los resultados aporta dos por Bowlby fueron confirmados por
diversos estudios sobre algunos primates superiores.

Primates aislados
Harry Harlow llevó a cabo varios célebres experimentos consistentes en criar monos
rhesu.s separados de sus madres y explorar, así, las ideas anticipadas por Bowlby.
Aparte del hecho de estar aislados del contacto con otros, todas las demás necesidades
materiales de los monos estaban satisfechas. Los resultados fueron muy impactantes: los
monos criados en aislamiento mostraron un elevado nivel de perturbación
comportamental. Cuando se les juntó con otros monos normales y adultc se asustaban o
se mostraban hostiles y rechazaban cualquier interacción con ello Pasaban la mayor
parte del tiempo acurrucados en una esquina de la jaula, y s postura recordaba a la de un
ser humano que padeciese retracción esquizofrénica Se mostraban incapaces de
aparearse con otros monos y, en la mayoría de los caso no pudieron aprender. Las
hembras que fueron inseminadas artificialmente presta ron muy poca atención, cuando
no ninguna, a sus pequeños.
Para poder saber si la ausencia de la madre era lo que producía estas anorma lidades,
Harlow crió a varios monitos en compañía de otros de la misma edad. Esto monos no
mostraron ningún signo de perturbación en su comportamiento posterior Harlow extrajo
la conclusión de que lo imprescindible para el desarrollo normale es que el mono tenga
la oportunidad de crear vínculos con otros, independientement( de que la madre sea o no
unos de ellos (Harlow y Zimmerman, 1959; Harlow Harlow, 1962; Novak, 1979).

Privación en los niños


No podemos presumir que lo que ocurre con los monos ocurra igualmente con los niños
(Harlow nunca sugirió que sus resultados demostraran nada concluyente sobre la
experiencia humana). Sin embargo, las investigaciones realizadas con niños muestran
ciertos paralelismos con las observaciones que Harlow llevó a cabo, aun-:
que demostrar las consecuencias a largo plazo que la privación tiene en la infanci es
obviamente muy difícil (dado que el experimento resulta impensable). Los estu dios con
niños suelen concluir que lo importante para la seguridad del niño es el desarrollo de
modelos consistentes de vínculos emocionales tempranos. No tiene que ser
necesariamente con la madre, por lo que el término <‘privación materna» es, en cierto
modo, inexacto. Es la oportunidad de establecer estrechas y estables relacio nes
emocionales con al menos otro ser humano durante la infancia y la niñez tem prana lo
que resulta relevante. Los efectos inmediatos de la privación de tales vín culos en los
niños pequeños han sido documentados. Las investigaciones sobre niños internados en
hospitales han mostrado que la perturbación emocional está más pro nunciada en los
niños entre seis meses y cuatro años. Los niños de más edad tienden a sufrir con menos
dureza y durante un período más corto. Las reacciones de los niños pequeños no se
deben únicamente a los efectos de encontrarse en un ambiente extraño; no se producen
las mismas consecuencias si la madre u otros cuidadores están presentes continuamente
en el hospital.

Influencias a largo plazo


Mientras que la evidencia sobre las influencias a largo plazo es más ambigua, en general
parece que la privación de estrechos vínculos tempranos produce a menudo
perturbaciones comportamentales de carácter duradero. Solamente en casos extre mos,
como el del niño de Aveyron y el de Genie, los niños han estado casi total mente
aislados del contacto con otras personas. Por ello no podemos pretender encontrar aquí
una demostración de las profundas perturbaciones que padecían los animales de
Harlow. Sin embargo, existe abundante evidencia que señala que los fli sin vínculos
estables durante la infancia padecen retrasos lingüísticos e inte lectuales y que
posteriormente tienen dificultadeS para establecer relaciones estre chas y duraderas con
los demás. La reversibilidad de estas características es cada vez más difícil después de
los seis u ocho años.

La socialización del niño


El argumento original de Bowiby, que dice que «el amor de la madre en la infancia y la
niñez es tan importante para la salud mental como las vitaminas y las proteínas para la
salud física» (Bowlby, 1951, p. 62), ha sido refutado en parte. No es el contacto con la
madre lo que resulta decisivo, ni tampoco simplemente la carencia de amor. La
seguridad proporcionada por el contacto regular con una per sona familiar es también
importante. Así, podemos concluir diciendo que el desa rrollo social humano depende
de un modo fundamental de la formación temprana de vínculos estables con otras
personas. Este es un aspecto clave de la socialización para la mayoría de la gente en
cualquier cultura, aunque su naturaleza concreta y sus consecuencias varían de una
cultura a otra.

Teorías generales del desarrollo del niño

El trabajo de Bowiby se concentró en aspectos concretos del desarrollo del niño, sobre
todo en la importancia de los vínculos emocionales entre los bebés y aquellas personas
que se ocupan de su cuidado. ¿Cómo debemos aproximarnos a otros rasgos del
crecimiento infantil, especialmente al surgimiento del sentido del self —la con ciencia
de que el individuo posee una identidad propia, separada de los demás? Durante los
primeros años de vida el niño es poco consciente de las diferencias entre los seres
humanos y los objetos materiales de su entorno, y carece totalmente de la conciencia de
sí mismo. Los niños no empiezan a utilizar conceptos tales como «yo», «mi» y «tu»
hasta los dos años o más. Sólo de un modo gradual llegan a comprender que los demás
poseen identidades, conciencias y necesidades propias y distintas de las suyas.
El problema del surgimiento del self ha sido ampliamente debatido, y el enfoque varía
según la perspectiva teórica que se adopte. Hasta cierto punto, ello se debe a que las
principales teorías sobre el desarrollo infantil destacan diferentes aspectos de la
socialización. El trabajo del gran psicólogo y fundador del psicoanálisis, Sig mund
Freud, se concentra fundamentalmente en cómo los niños logran controlar sus
ansiedades, así como en los aspectos emocionales del desarrollo infantil. El filósofo y
sociólogo americano George Herbert Mead presta atención principalmente a cómo los
niños aprenden a emplear los conceptos de «yo» y «mi». El estudioso suizo del
comportamiento infantil Jean Piaget trabajó sobre numerosos aspectos del desarrollo
infantil, pero sus escritos más conocidos versan sobre el tema de la cognición —el
modo en que los niños aprenden a pensar sobre sí mismos y sobre su entorno.

Freud y el psicoanálisis
Sigmund Freud, un médico vienés que vivió entre 1856 y 1939, no sólo influy de un
modo determinante en la formación de la psicología moderna; fue una de L principales
figuras intelectuales del siglo xx. El impacto de sus ideas se ha dejad sentir en el arte, la
literatura y la filosofía y, obviamente, en las ciencias social humanas. Freud no fue
simplemente un estudioso del comportamiento humano, sin que se implicó en el
tratamiento de pacientes neuróticos. El psicoanálisis, la técnic terapéutica que creó,
consiste en que los pacientes hablen libremente acerca de su vidas, particularmente
sobre aquello que recuerden de sus más tempranas experiencias. Freud creía que lo que
gobierna gran parte de nuestro comportamiento es el inconsciente, y que el modo de
enfrentarnos a nuestras ansiedades en la más tem prana edad persiste en la madurez. La
mayoría de estas experiencias de la primer infancia se pierden en nuestra memoria
consciente, aunque son la base sobre la qu se establece nuestra autoconciencia.

Desarrollo de la personalidad
Según Freud, el bebé es un ser exigente y poseedor de una energía que no e capaz de
controlar debido a su indefensión esencial. Un bebé debe aprender qu sus necesidades o
deseos no pueden verse siempre satisfechos de modo inmediat
—un doloroso proceso. Desde el punto de vista de Freud, los bebés no sólo tiene
necesidad de alimento y bebida, sino también de satisfacción erótica. Freud n sostenia la
idea de que los bebes tuvieran deseos sexuales al mismo modo que Io niños mas
mayores o los adultos Lo «erotico» se refiere a una necesidad genera de contacto
corporal estrecho y placentero con otros (La idea no esta tan alejad de los experimentos
de Harlow y de la literatura sobre vínculos infantiles. Los bebé tienen, de hecho,
necesidad de un estrecho contacto con otros, incluyendo los abra zos y las caricias.)
Según lo describe Freud, el desarrollo psicológico humano es un proceso qu conlieva
grandes tensiones. El bebé aprende progresivamente a controlar sus impul sos, pero
éstos permanecen como poderosas motivaciones en el inconsciente. Freuc distingue
varios estadios típicos en el desarrollo de las capacidades del bebé y de niño. Presta
particular atención a la fase —alrededor de los cuatro o cinco años— en la cual la
mayoría de los niños son capaces de renunciar a la compañía constant de sus padres y
entran en un mundo social más amplio. Freud llama a esta fase e estadio edípico. Los
tempranos vínculos que los bebés y los niños pequeños esta blecen con sus padres
poseen un elemento erótico evidente, en el sentido expresad más arriba. Si se permitiese
que dichos vínculos perdurasen y siguiesen desarrollán dose, a medida que un niño
fuese madurando físicamente se sentíria sexualment implicado con el padre del sexo
opuesto. Esto no ocurre porque los niños aprendex a reprimir los deseos eróticos hacia
sus padres.
Los niños pequeños varones aprenden que no pueden permanecer «atados a la faldas de
su madre». Según Freud, el niño experimenta un profundo rechazo haci su padre,
porque el padre disfruta de la posesión sexual de su madre. Esta es libase del complejo
de Edipo. El complejo de Edipo se supera cuando el niño reprime tanto sus vínculos
eróticos con su madre como el rechazo hacia su padre (casi todo ello ocurre a nivel
inconsciente). Ello marca un estadio decisivo en el desarrollo del self autónomo, porque
el niño se ha desprendido de su temprana dependencia con respecto a sus padres,
particularmente a su madre.
El retrato que hizo Freud del desarrollo femenino es mucho menos elaborado y más
oscuro. Cree que se produce algún tipo de proceso inverso al hallado en los varones. La
niña reprime sus deseos eróticos hacia el padre y supera su rechazo inconsciente a la
madre esforzándose en ser como ella —ser «femenina». Desde la perspectiva de Freud,
el modo en el que los niños hacen frente al complejo de Edipo influye profundamente
en sus posteriores relaciones, sobre todo en las relaciones sexuales, en las que se
involucra el individuo.

Críticas
Las teorías de Freud han sido muy criticadas y han encontrado a menudo reac ciones
hostiles. Algunos han rechazado la idea de que los niños tengan deseos se xuales, así
como la tésis que sostiene que aquello que ocurre en la infancia y en la niñez temprana
crea modos de enfrentarse a la ansiedad que perduran toda la vida. Las críticas
feministas han visto la teoría de Freud demasiado centrada en la expe riencia masculina,
prestando poca atención a la psicología femenina. Pero las ideas de Freud continúan
ejerciendo una poderosa influencia. Incluso si se rechazan las ideas de Freud en su
totalidad, algunas de ellas son probablemente muy válidas. Es prácticamente seguro que
existen aspectos inconscientes en el comportamiento hu mano que se apoyan en los
modos de enfrentarse a la ansiedad creados por primera vez durante la infancia.

La teoría de G. H. Mead
La formación y la trayectoria intelectual de G. H. Mead (1863-193 1) fue en mu chos
sentidos diferente a la de Freud. Mead era fundamentalmente filósofo, y pasó la mayor
parte de su vida dando clases en la Universidad de Chicago. Escribió bastante poco, y la
obra por la que es más conocido, Mmd, Self and Society (Espìritu, persona y sociedad)
(1934) fue, de hecho, una recopilación que sus alumnos realizaron a partir de sus notas
de clase y otras fuentes. Considerando que constituyen la base de una tradición general
de pensamiento teórico, el interaccionismo simbólico, las ideas de Mead han tenido un
enorme impacto en la sociología. (Para un tratamiento más amplío del interaccionismo
simbólico, ver capítulo 22: «El de sarrollo de la teoría sociológica».) Pero la obra de
Mead aportó además una inter pretación de las principales fases del desarrollo infantil,
prestando particular aten ción al nacimiento de la noción de self.
Existen interesantes similitudes entre las visiones de Mead y las de Freud, aun que
Mead ve la personalidad humana menos sometida a tensiones. Según Mead, los bebés y
los niños pequeños empiezan a desarrollarse como seres sociales imitando las acciones
de aquellos que les rodean. El juego es una de las formas que adopt En el juego, como
se dijo anteriormente, los niños pequeños imitan lo que adultos hacen. Un niño hará
pasteles con barro si ha visto cocinar a un adulto cavará con una cuchara después de ver
a alguien cuidar del jardín. Los juegos los niños evolucionan desde la mera imitación a
otros juegos más complejos en que un niño de cuatro o cinco años juega el papel de un
adulto. Mead llama a e adoptar el papel de otro —aprender lo que significa estar en el
pellejo de otro. en este estadio cuando los niños adquieren un sentido desarrollado del
self. Se d cuenta de que son agentes independientes —el «mi»— viéndose a través de
los ojos de los demás.
Según Mead, tenemos conciencia de uno mismo cuando aprendemos a distingt el «mi»
del «yo». El «yo» es el bebé no socializado, una serie de necesidades deseos
espontáneos. El «mi», según el empleo que Mead hace del término, es el yo social. Los
individuos desarrollan la autoconciencia, dice Mead, al verse a sí mismo como los ven
otros. Tanto Freud como Mead se concentran en el proceso por cual el niño, cuando
tiene alrededor de cinco años, se va convirtiendo en un agen autónomo, capaz de
comprenderse a sí mismo y de desenvolverse fuera del contexto familiar inmediato.
Para Freud ello es fruto de la fase edípica, mientras que para Mead es el resultado de la
capacidad para desarrollar la autoconciencia
Un estadio posterior del desarrollo infantil, según Mead, aparece cuando el niñ tiene
ocho o nueve años. Es la edad en la que los niños empiezan a participar e juegos
organizados, abandonando el <(juego» asistemático. Es entonces cuando niño empieza a
comprender los valores y la moralidad por los que se rige la vi social. Para aprender los
juegos organizados uno debe entender las reglas del jueg así como las nociones de
justicia y de participación equitativa. En este período niño aprende a captar lo que Mead
llama el otro generalizado —los valores y ¡ reglas morales reinantes en la cultura en la
cual se está desarrollando. Este período es algo posterior para Mead que para Freud,
pero, una vez más, existen ciar similitudes en sus ideas sobre este punto.
Las ideas de Mead son menos controvertidas que las de Freud. No contiene ideas tan
chocantes, y no dependen de la teoría de un sustrato inconsciente de la personalidad. La
teoría del desarrollo de la autoconciencia en Mead ha sido, merecidamente
enormemente influyente. Por Otro lado, las ideas de Mead nunca se publicaron de un
modo integrado, y resultan útiles como visiones sugerentes màs que aportar una
interpretación general del desarrollo infantil.

Piaget: desarrollo cognitivo


La influencia de la obra de Jean Piaget no ha sido menor que la de Freud Nacido en
Suiza en 1896, Piaget pasó la mayor parte de su vida como director d un instituto para el
desarrollo intantjl en Ginebra. Publicó un extraordinario númen de libros y de artículos
científicos, no sólo sobre desarrollo infantil sino tambiéi sobre educación, historia del
pensamiento, filosofía y lógica. Mantuvo su prodigios producción hasta justo antes de
su muerte en 1980.
Aunque Freud daba tanta importancia a la infancia nunca estudió a los niño
directamente. Su teoría fue elaborada sobre la base de las observaciones realizadas en el
curso del tratamiento psicoterapéuticO aplicado a sus pacientes adultos. Mead tampoco
estudió el comportamiento de los niños, y elaboró sus ideas en el contexto de la
discusión filosófica. Piaget, por contraste, pasó gran parte de su vida obser vando el
comportamiento de los bebés, los niños pequeños y los adolescentes. Basó gran parte de
su trabajo en la observación detallada de un número limitado de inviduos y no de
grandes muestras. No obstante, sostenía que sus principales hallaz gos eran válidos para
el desarrollo infantil en todas las culturas.

Las fases de desarrollo cognitivo


Piaget puso mucho énfasis en la capacidad del niño para dar sentido al mundo de forma
activa. Los niños no absorben información de un modo pasivo, sino que seleccionan e
interpretan lo que ven, oyen y sienten del mundo que les rodea. A partir de sus
observaciones con niños, así como de los numerosos experimentos que realizó sobre su
modo de pensar, llegó a la conclusión de que los seres humanos atraviesan distintos
estadios de desarrollo cognitivo, como por ejemplo aprender a pensar sobre sí mismos y
sobre su medio. Cada estadio conileva la adquisición de nuevas capacidades y depende
de la conclusión satisfactoria del estadio precedente.
La primera fase es la sensomotriz, que se extiende desde el nacimiento hasta los dos
años. Hasta la edad de cuatro meses un bebé no es capaz de diferenciarse a sí mismo del
entorno. Por ejemplo, el niño no se da cuenta de que sus propios movi mientos hacen
que los bordes de la cuna parezcan ruido de cascabeles. No diferencia a los objetos de
las personas, ni es consciente de que hay cosas que existen fuera de su campo de visión.
Como muestran las investigaciones a las que ya nos hemos referido, los bebés aprenden
gradualmente a distinguir a las personas de los objetos, hasta darse cuenta de que ambos
tienen una existencia independiente de sus per cepciones inmediatas. Piaget denomina a
este estadio sensomotriz, porque los bebés aprenden básicamente tocando los objetos,
manipulándolos y explorando físicamen te su entorno. El logro principal de este estadio
es que el niño llega a comprender que su entorno posee propiedades distintas y estables.

La siguiente fase, llamada estadio pre-operativo, es aquella a la que Piaget dedicó el


grueso de su investigación. Este estadio dura desde los dos años hasta los siete, edad en
la que el niño adquiere un dominio del lenguaje y es capaz de emplear palabras para
representar objetos e imágenes de un modo simbólico. Un niño de cuatro años utilizará
el movimiento de su mano, por ejemplo, para representar el concepto de «avión». Piaget
denomina a esta fase pre-operativa porque los niños aún no son capaces de utilizar su
capacidades mentales en desarrollo de forma sistemática. En este estadio los niños son
egocéntricos. Para Piaget este concepto no alude al egoísmo sino a la tendencia del niño
a interpretar el mundo exclusivamente en términos de su propia posición. Ella o él no
comprenden, por ejemplo, que otros vean los objetos desde una perspectiva diferente de
la suya. Mirando un libro, el niño preguntará sobre una imagen, sin darse cuenta de que
la persona que está enfrente sólo puede ver las pastas del libro.
Los niños en el estadio pre-operativo no son capaces de mantener conversaciones
lógicas con otro. En el habla egocéntrica lo que dice un niño está poco relaciona con lo
que el interlocutor anterior dijo. Los niños hablan en presencia de otn pero no entre sí
como los adultos. Durante esta fecha de desarrollo los niños tienen una comprensión
general de las categorías de pensamiento que los adult dan por sentadas: conceptos
como casualidad, velocidad, peso o número. Si un ni ve que se echa agua de un
recipiente alto y estrecho a otro bajo y ancho, él o e no entenderá que el volumen de
agua es el mismo, y concluirá que hay menos ag porque el nivel de agua es más bajo.

Un tercer estadio, la fase operativa concreta, va desde los siete años hasta F once.
Durante esta fase los niños dominan nociones lógicas abstractas. Pueden m nejar ideas
como casualidad sin mucha dificultad. Un niño en este estadio de de rrollo reconocerá el
falso razonamiento contenido en la idea de que el recipien más ancho contiene menos
agua que el más estrecho, aunque los niveles de ag sean diferentes. Es ahora capaz de
realizar las operaciones matemáticas de mul plicar, dividir y restar. Los niños en este
estadio son mucho menos egocéntricos. el estadio pre-operativo, si se le pregunta a una
niña « hermanas tienes contestará correctamente que «una». Pero si se le pregunta «
hermar tiene tu hermana?» probablemente responderá que «ninguna» porque no puede
vi se a sí misma desde el punto de vista de su hermana. El niño en la fase operati
concreta es capaz de responder a esa pregunta correctamente y sin dificultad.

Desde los once a los quince años se encuentra lo que Piaget llama el período operativo
formal. Durante la adolescencia, el niño en crecimiento puede entenc ideas hipotéticas
y con un alto grado de abstracción. Cuando se enfrentan a problema pueden reconocer
las distintas vías para resolveilo y pensar sobre el teóricamente para hallar una solución.
El joven en el estadio operativo formal capaz de comprender por qué ciertos tipos de
preguntas son capciosas. A la pregur « criaturas son al mismo tiempo caniches y
perros?», el niño podrá dar o la respuesta correcta (la respuesta es «caniches»), pero él o
ella entenderán por q la respuesta es correcta y sabrán apreciar su humor.

Según Piaget, los tres primeros estadios de desarrollo son universales; pero todos los
adultos alcanzan el estadio operativo formal. El desarrollo del pensamier operativo
formal depende en parte de los procesos de escolarización. Los adult con un nivel
educativo limitado tienden a seguir pensando en términos más conc tos y conservar
amplios restos de egocentrismo.

Críticas
Margaret Donaldson ha cuestionado la idea de Piaget de que los niños son m cadamente
egocéntricos comparados con los adultos (Donalson, 1979). Las tar que Piaget impuso a
los niños que estudiaba partían, según ella, de una posti adulta y no se expresaban en
términos que fueran comprensibles para ellos. egocentrismo es igualmente característico
del comportamiento adulto en ciertas tuaciones. Para demostrarlo, citó un pasaje de una
autobiografía del poeta britán Laurie Lee, en el que describía su primer día en el colegio
cuando era pequeño. Me pasé el día agujereando papeles, luego me fui a casa con un
humor de perros.
« pasa, cariño? ¿No te gustó el colegio, entonces?»
«No me dieron ningún regalo.»
« regalo? ¿Qué regalo?»
«Dijeron que me darían un regalo.»
«Bueno, no creo que lo hicieran.»
« que lo hicieron! Me dijeron, “Tú eres Laune Lee, ¿no? Bueno, sientate ahí a esperar el
regalo.” Estuve allí sentado todo el día pero nunca me lo dieron. No pienso volver allí.»
(Lee, 1965, p. 50.)

Como adultos tendemos a pensar que el niño no h entendido bien, con un tono cómico,
las instrucciones del profesor. Pero a un nivel más profundo, señala Do naldson, el
adulto no ha comprendido al niño al no reconocer la ambigüedad de la frase «sit there
forthe present» (en inglés «present» significa presente y regalo). El adulto, y no el niño,
es culpable de egocentrismo.
La obra de Piaget también ha sido muy criticada en relación a sus métodos. ¿Cómo
podemos generalizar a partir de los hallazgos basados en observaciones de un pequeño
grupo de niños que viven en una ciudad concreta? Pero, en términos generales, las ideas
de Piaget se han visto corroboradas por una gran cantidad de investigaciones que se han
llevado a cabo gracias a ellas. Los estadios de desarrollo que identifica son
probablemente más flexibles de lo que él admitía, pero muchas de sus ideas son
aceptadas por la mayoría.

Conexiones entre las teorías


Existen grandes diferencias entre las teorías de Freud, Mead y Piaget; aún así es posible
elaborar una idea del desarrollo infantil conectando las teorías.
Los tres autores aceptan que, en los primeros meses de vida, un bebé no com prende
bien la naturaleza de los objetos o las personas de su entorno, ni tampoco su identidad
propia. A lo largo de los dos primeros años aproximadamente, antes de dominar las
habilidades lingüísticas, la mayor parte del aprendizaje del niño es inconsciente porque
no tiene aún conciencia del self Freud probablemente tenía razón al sostener que los
modos de enfrentarse a las ansiedades formados durante este temprano período —
relacionado, en concreto, con la interacción con la madre y el padre— continúan siendo
importantes en el posterior desarrollo de la personali dad.
Es probable que los niños aprendan a ser seres autoconscientes a lo largo del proceso
propuesto por Mead —la diferencia entre un «yo» y un «mi». Sin embargo, los niños
que han alcanzado un sentido del self conservan modos de pensar egocén tncos, como
señalaba Piaget. El desarrollo de la autonomía del niño probablemente conlieva
dificultades emocionales mayores de lo que tanto Mead como Piaget pare- cian creer, y
es precisamente en este punto donde las ideas de Freud resultan par ticularmente
relevantes. El ser capaz de enfrentarse a las ansiedades tempranas puede influir en que
el niño tenga una trayectoria satisfactoria a lo largo de los estadios cognitivos
posteriores marcados por Piaget. Las tres juntas, estas teorías explican mucho sobre
cómo llegamos a ser seres sociales, con conciencia de uno mismo y capaces de
interactuar con otros con nor malidad. Sin embargo, los autores se centran en exceso en
la socialización durante la infancia y la niñez y ninguno de ellos presta la suficiente
atención a los contextos sociales en los que tiene lugar la socialización —una tarea a la
que nos vamos a dedicar a continuación.

Agentes de socialización
Podemos referirnos a los grupos y a los contextos sociales dentro de los cuales se
producen importantes procesas de socialización con el término agentes de socia
lización. En todas las culturas, la familia es el principal agente de socialización del
niño durante la infancia. Pero en estadios posteriores de la vida del individuo entran en
juego otras muchas agencias socializadoras.

La familia
Considerando que los sistemas familiares varían ampliamente en las distintas culturas,
el espectro de contactos que experimenta el niño no es, en absoluto, el mismo en todas
ellas. La madre es normalmente el individuo más importante tras el nacimiento del niño,
pero, como ya hemos señalado, la naturaleza de las relacio nes establecidas entre
madres e hijos está influida por la forma y la regularidad de dicho contacto. Esto
depende, por lo tanto, del carácter de las instituciones familiares y de su relación con
otros grupos sociales.

En las sociedades modernas la socialización más temprana se produce dentro de un


contexto familiar reducido. La mayoría de los niños británicos pasan los primeros años
de vida dentro de una unidad doméstica compuesta por la madre, el padre
tal vez uno o dos hijos más. Por contraste, en otras muchas culturas las tías, los tío y los
nietos son a menudo parte de un único hogar, y cuidan incluso a los niños má pequeños.
Pero dentro de la sociedad británica existen numerosas variaciones e cuanto a la
naturaleza de este contexto. Algunos niños crecen en hogares con lo padres únicamente,
a otros los cuidan dos agentes maternos y paternos (padre divorciados y sus padrastros).
Una elevada proporción de mujeres con familia tra baja fuera de casa y regresa a su
trabajo relativamente pronto después del nacimien to de sus hijos. A pesar de estas
variaciones, la familia sigue siendo la principa agencia de socialización desde la
infancia a la adolescencia, e incluso después —e una secuencia de desarrollo que
conecta a las generaciones.
Las familias ocupan diferentes «posiciones» dentro de las instituciones generale de una
sociedad. En las sociedades más tradicionales, la familia en la que se nac determina en
alto grado la posición social del individuo para el resto de su vida. E las modernas
sociedades occidentales, la posición social no se hereda al nacer de 1 misma manera.
Aún así, la región y la clase social de la familia en la que nace u individuo afectan
profundamente a los modelos de socialización. Los niños adopta formas de
comportamiento características de sus padres o de otros individuos d vecindario o la
comunidad. En diferentes sectores de las sociedades a gran escala se encuentras
distintos modelos de educación y de disciplina, junto a valores o expectativas variables.
Es fácil comprender la influencia de los distintos tipos de experiencias familiares si
pensamos en la vida de, digamos, un niño que ha crecido en una familia negra pobre
que vive en un barrio decadente de una ciudad comparada con la de otro niño que haya
nacido en una familia blanca adinerada en un barrio blanco. Se han hecho muchos
estudios sociológicos que describen estas diferencias con mayor detalle.
Sin duda alguna pocos niños, si es que alguno, sencillamente adoptan sin cues tionárselo
la apariencia de sus padres. Esto es particularmente aplicable al mundo contemporáneo,
en el que el cambio está a la orden del día. No obstante, la propia existencia de una
diversidad de agencias socializadoras crea muchas divergencias en la apariencia de la
generación de los niños, la de los adolescentes y la de sus padres.

Relaciones entre pares


Otra agencia socializadora es el grupo de pares. Los grupos de pares son grupos de
amigos de niños que tienen la misma edad. En algunas culturas, particularmente en las
pequeñas sociedades tradicionales, los grupos de pares se formalizan por niveles de
edad. Cada generación tiene ciertos derechos y responsabilidades que varían a medida
que aumenta la edad. (Los sistemas por grados de edad están normalmente limitados a
los varones.) Existen a menudo ceremonias o ritos espe cíficos que marcan la transición
de los individuos de un nivel de edad a otro. Los que pertenecen a un grado de edad
concreto mantienen normalmente un contacto estrecho y amistoso durante toda la vida.
Una serie típica de estos niveles de edad sería niñez, grupos de jóvenes, grupos adultos,
primera vejez y senectud. Los hom bres no cambian de nivel como individuos, sino
como grupos enteros.
La importancia de la familia en la socialización es obvia, ya que la experiencia del
recién nacido y del niño se modela exclusivamente dentro de ella. Resulta menos
evidente, especialmente para los que vivimos en las sociedades occidentales, lo im
portantes que son los grupos de pares. Incluso careciendo de grados de edad, los niños
mayores de cuatro o cinco años pasan normalmente mucho tiempo en com pañía de
amigos de la misma edad. Dada la elevada proporción actual de mujeres trabajadoras,
cuyos hijos pequeños están juntos en la guarderías, las relaciones entre pares son más
importantes hoy incluso que anteriormente, y las escuelas son una de las principales
influencias. Las teorías de Mead y Piaget enfatizan con razón la importancia de las
relaciones entre pares. Piaget pone un particular énfasis en el hecho de que las
relaciones entre pares son más «democráticas» que las que existen entre un niño y sus
padres. La palabra «par» significa «igual», y las relaciones de amistad que se establecen
entre los niños pequeños tienden a ser relativamente igualitarias. Un niño enérgico o
físicamente fuerte puede tratar de dominar a los demás. Pero dado que las relaciones
entre pares se fundan en el consentimiento mutuo y no en la dependencia inherente a la
situación familiar, tiene que existir el toma y daca. Piaget señala que, debido a su poder,
los padres son capaces (en distintos grados) de inculcar códigos de conducta en sus
hijos. Por contraste, en los grupos de pares un niño descubre un contexto de interacción
distinto, en el que pueden sopesar y explorar las reglas de conducta.
A menudo la relaciones entre pares continúan siendo importantes a lo largo d la vida de
una persona. Particularmente en aquellas zonas donde no existe much movilidad, los
individuos pueden formar parte de la misma pandilla o conservar mismo grupo de
amigos durante toda la vida o parte de ella. Incluso allí donde est no ocurre, las
relaciones entre pares suelen tener un fuerte impacto más allá de niñez y la
adolescencia. Los grupos informales de gente de edades aproximadas e el trabajo.y en
otros contextos tienen normalmente una notable importancia en formación de las
actitudes y el comportamiento de los individuos.

Escuelas
La escolarización es un proceso formal: existe un curriculum de asignaturas qu se
estudian. Pero las escuelas son, además, agencias de socialización en otros sen tidos más
sutiles. Paralelamente al curriculum formal existe lo que algunos sociólo gos llaman un
curriculum oculto que condiciona el aprendizaje de los niños (ve:capítulo 13:
«Educación, comunicación y medios de comunicación»). Se espera qu los niños
aprendan a estar callados en clase, que lleguen puntuales a clase y que res peten las
reglas de la disciplina escolar. Se les exige que acepten y respondan a autoridad del
personal docente. Las reacciones de los profesores también afectan las expectativas que
los niños tienen de sí mismos. Estas se enlazan, con el tiempo con sus experiencias
laborales cuando terminan la escuela. Los grupos de pares s forman a menudo en la
escuela, y el sistema de juntar a los niños en clases de acuer do a la edad refuerza su
impacto.

Medios de comunicación de masas


Los diarios, los semanarios y las revistas florecieron en Occidente a partir d finales del
siglo XVIII, pero entonces poseían un pequeño número de lectores. Sól un siglo después
dicho material impreso llegó a formar parte de la experiencia cotidiana de millones de
personas influyendo en sus actitudes y opiniones. La expansión de los medios de
comunicación escritos se vio pronto acompañada por la comu nicacjón electrónica. Los
niños británicos pasan un tiempo equivalente a cien día de colegio al año viendo la
televisión. Los adultos la ven prácticamente lo mismo Un estudio mostró que si un
noticiario en televisión difiere del relato de un perió dico, el doble de gente creerá la
versión televisada (Roper Organization, 1977 página 4).
Se han llevado a cabo numerosas investigaciones tratando de analizar la influe cia de
determinados programas de televisión, o tipos de programas, sobre las act tudes de
niños y adultos. La mayor parte de estas investigaciones no son conclusiv en sus
implicaciones. No se ha logrado un acuerdo, por ejemplo, sobre la influenci de las
imágenes de violencia en el comportamiento agresivo de los niños. Pero n se puede
dudar del hecho de que los medios influyen profundamente en las actitud y visiones de
la gente. Aportan toda una variedad de informaciones que los indivi duos no recibirían
de otro modo. Los periódicos, los libros, la radio, la televisión, las películas, la música y
las revistas populares nos ponen en un estrecho contacto con las experiencias de
aquellos de los que, sin ellos, apenas si tpndríamos conciencia.
Existen pocas sociedades en la actualidad, incluso en las culturas más tradicio nales, que
permanezcan completamente aisladas de los medios de comunicación. La comunicación
electrónica es accesible incluso para aquellos que son completamente analfabetos, y en
las zonas más aisladas del Tercer Mundo es muy común encontrar a gente que tiene
radio, o incluso aparatos de televisión.
Otros agentes socializadores
Existen tantas agencias socializadoras, además de las mencionadas, como grupos o
contextos sociales en los que los individuos pasan gran parte de sus vidas. El trabajo es
en todas las culturas un lugar primordial en el que operan los procesos de socialización,
aunque sólo en las sociedades industriales grandes masas de per sonas «salen a
trabajar», es decir, van diariamente a lugares de trabajo alejados de sus casas. En
comunidades tradicionales mucha gente cultiva la tierra cerca de donde viven o tienen
talleres en el propio hogar. El «trabajo» en dichas comunidades no está tan claramente
separado de otras actividades como lo está para la mayoría de los miembros de la fuerza
de trabajo en las sociedades occidentales actuales. En los países industrializados, «salir
a trabajar» por primera vez marca una transición mu cho más importante en la vida de
un individuo de lo que significaba entrar en la actividad laboral en las sociedades
tradicionales. El entorno laboral exige a menudo requisitos nuevos, como ajustes en la
apariencia o el comportamiento de la persona. Aunque la comunidad local suele influir
menos en la socialización en las sociedades modernas que en otros tipos de órdenes
sociales, no llega a ser aún algo irrelevante. Incluso en las grandes ciudades existen
bastante a menudo grupos y organizaciones de vecinos —como asociaciones
voluntarias, clubes e iglesias— fuertemente organi zados que influyen con mucha
fuerza en las ideas y las actividades de sus miembros.

Resocialización
Bajo determinadas condiciones los individuos adultos pueden experimentar una
resocialización, caracterizada por la ruptura de valores y modelos de comportamien to
previamente aceptados y por la subsiguiente adopción de otros radicalmente di ferentes.
Una circunstancia en la que esto podría ocurrir es el caso de un individuo que entra en
una organización carcelaria —un manicomio, una prisión, un cuartel o cualquier otro
lugar donde está separado del mundo exterior y sometido a una disciplina y unas
exigencias nuevas y estrictas. En situaciones de gran estrés los cambios de apariencia y
personalidad que acarrea pueden alcanzar dimensiones dra máticas. Del estudio de tales
situaciones críticas se extraen, de hecho, numerosas ideas sobre los procesos ortodoxos
de socialización.

El comportamiento en un campo de concentración


El psicólogo Bruno Bettelheim ha proporcionado una famosa descripción de 1
resocialización entre personas que fueron internadas en campos de concentración ei
Alemania por los nazis a finales de los años treinta y en los cuarenta. La narraciól se
basaba en parte en sus experiencias personales de los períodos que pasó internad en dos
de los más famosos campos, Dachau y Buchenwald. Las condiciones de 1 vida en el
campo eran espantosas. Los prisioneros eran sometidos a torturas físicas a constantes
abusos verbales, a una severa escasez de alimento y de otras provisiones elementales
para sobrevivir. Como psicoterapeuta práctico, Bettelheim estaba habi tuado a ver a las
personas cambiar de imagen y de comportamiento de un modo bastante radical como
respuesta al tratamiento. Pero los cambios que experimenta ban los prisioneros a raíz de
las enormes tensiones de la vida en el campo erai mucho más radicales y rápidas. En los
campos, Bettelheim escribió: «Yo [ y cambios muy rápidos no sólo en el
compórtamiento sino también en la personalidad cambios muchísimo más acelerados y
a menudo mucho más radicales de lo qu conseguiría cualquier tratamiento
psicoanalítico». (Bettelheim, 1986, p. 14.)
Según Bettelheim, todos los prisioneros experimentaban cambios en la persona lidad,
cambios que seguían una secuencia concreta. El propio proceso inicial de internamiento
era perturbador, pues las personas eran arrancadas sin piedad de su familias y amigos y
sometidas, a menudo, a torturas ya en su desplazamiento haci el campo. La mayor parte
de los prisioneros nuevos trataban de resistir el impact de las condiciones del campo e
intentaban conservar las formas de conducta asocia das con sus anteriores vidas, pero
esto se demostró ser imposible. El miedo, la priva ción y la incertidumbre hacían que las
personalidades de los prisioneros acabaran quebrándose. Algunos prisioneros se
convertían en lo que los demás llamaban Mu- selmanner, «cuerpos andantes», ap?
rentemente carentes de voluntad, iniciativa 0 interés en su propio destino. Estos
hombres y mujeres morían pronto. Otros se comportaban como niños, perdiendo el
sentido del tiempo y la habilidad de «pensar hacia delante», y con marcados cambios de
ánimo ante sucesos aparentemente tri viales.
Aquellos que estuvieron en los campos más de un año —los «viejos prisione ros»— se
comportaban de distinta manera. Los viejos prisioneros experimentaron procesos de
resocialización por medio de los cuales fueron capaces de enfrentarse a las brutalidades
de la vida en el campo. En ocasiones eran incapaces de recordar nombres, lugares o
sucesos de sus vidas anteriores. Las personalidades reconstruidas de los viejos
prisioneros se desarrollaban por imitación de la apariencia y el com portamiento de los
mismos individuos a los que habían encontrado tan repugnantes la primera vez que
llegaron al campo: los propios guardias del campo. Imitaban el comportamiento de los
guardias e incluso llegaban a utilizar harapos tratando de copiar sus uniformes.
Bettelheim escribió:
Los viejos prisioneros sentían una gran satisfacción si durante los dos recuentos diarios de prisioneros se
les había prestado atención o se les había dirigido un enérgico saludo. Se ;entían orgullosos de ser tan
duros, o más duros aún, que la SS. En su identificación fueron tan lejos como para llegar a copiar las
actividades de ocio de las SS. Uno de los juegos practicados por los guardias consistía en averiguar quién
podía resistir ser golpeado durante más tiempo sin emitir la más mínima queja. Los prisioneros copiaron
este juego, como si no recibiesen ya los suficientes golpes como para tener que repetir la experiencia
como un juego. (Bettelheim, 1986, p. 158.)

«Lavado de cerebro»
Respuestas y cambios paralelos han sido señalados en otras situaciones críticas
—por ejemplo, en el omportamiento de individuos sometidos a interrogatorios for zosos
o «lavados de cerebro». En las fases iniciales de dichos interrogatorios el individuo trata
de resistir las presiones a que se ve sometido. Después, él o ella parecen retroceder a un
estadio infantil. La resocialización se produce cuando se desarrollan los nuevos rasgos
de comportamiento, modelados de acuerdo a la figura autoritaria en dicha situación: el
interrogador. Como señala William Sargant, que ha estudiado numerosos tipos de
situaciones críticas: «Una de las consecuencias más horribles de estos crueles
interrogatorios, según describieron las víctimas, es que de repente empiezan a sentir
afecto por el interrogador que ha estado tratándoles con severidad.» (Sargant, 1959, p.
192.)
Lo que parece que ocurre en las situaciones críticas es que el proceso de socia lización
se ve «forzado a retroceder». Las respuestas socializadas se desmantelan, y el individuo
experimenta unas ansiedades similares a las que siente un niño al verse privado de la
protección paterna. La personalidad del individuo sufre así una rees tructuración
efectiva. Los cambios radicales en la personalidad y el comportamiento apreciados en
situaciones críticas representan un caso extremo de las características normales de la
socialización en otras situaciones. La personalidad, los valores y la apariencia de las
personas no son siempre «fijos», sino que varían en relación a las experiencias a lo
largo del ciclo vital.
Un ejemplo ilustrativo bastante reciente es la experiencia de los jóvenes ameri canos
que fueron enviados a luchar a Vietnam en los años sesenta y principios de los setenta.
Bajo las presiones extremas de la lucha en una selva extraña, contra un enemigo
determinado y muy astuto, mucho soldados sufrieron cambios en su per sonalidad
similares a los descritos por Bettelheim y Sargant. Se resocializaron bajo las duras y
brutales condiciones en las que se encontraron. A su regreso a los Estados Unidos
después de la guerra, los veteranos del combate tuvieron que en frentarse a un proceso
de resocialización —de vuelta en un mundo pacífico para el que ahora estaban mal
equipados.

Las etapas de la vida


Las diversas transiciones por las que atraviesan los individuos a lo largo de su vida
parecen, a primera vista, estar determinadas biológicamente —desde la infancia a la
madurez para terminar en la muerte. Sin embargo, las cosas son mucho más complejas.
Las etapas de la vida humana son de naturaleza social tanto como na tural. Están
influenciadas por las diferencias culturales así como por las circunstan cias materiales
en las que vive la gente en determinados tipos de sociedades. Por ejemplo, en el mundo
occidental actual la muerte se suele relacionar con la vejez porque la mayoría de la
gente vive durante setenta años o más. Sin embargo, en las sociedades tradicionales
moría más gente joven de la que sobrevivía hasta la vejez.

La infancia
Para los que vivimos en sociedades modernas, la niñez es un estadio diferenciado y
concreto de la vida. Los «niños» son distintos de los «bebés» y de «los que em piezan a
gatear». La niñez se sitúa entre la infancia y el comienzo de la adolescencia. Pero el
concepto de niñez, como tantos otros aspectos de nuestra vida social actual, no surgió
hasta hace dos o tres siglos. En las sociedades tradicionales, los jóvenes pasaban
directamente de una prolongada infancia a realizar trabajos dentro de la comunidad. El
historiador francés Philippe Aries argumenta que la «niñez», como una fase separada
del desarrollo, no existía en la Edad Media (Aries, 1973). En las pinturas de la Europa
medieval, los niños eran retratados como «pequeños adultos», con rostros maduros y el
mismo estilo de vestuario que los mayores. Los niños realizaban las mismas tareas y
actividades que los adultos, y carecían de los juguetes o juegos que nosotros
actualmente consideramos normales.
A comienzos del siglo XIX, en Gran Bretaña y en la mayoría de los países occi dentales
los niños empezaban a trabajar a una edad que ahora parece muy tempra na. De hecho,
siguen existiendo muchos países en el mundo en los que los niños trabajan la jornada
completa, a menudo en circunstancias físicas de gran dureza
—minas de carbón, por ejemplo (UNICEF, 1987). La idea de que los niños tengan sus
derechos propios, y la noción de que el empleo de mano de obra infantil sea moralmente
repugnante, constituyen desarrollos relativamente recientes.
Algunos historiadores, continuando la perspectiva propuesta por Aries, han su gerido la
idea de que en la Europa medieval la mayoría de la gente era indiferente, si no hostil, a
sus hijos. Sin embargo, otros han rechazado esta idea, que no se sostiene si atendemos a
las culturas tradicionales que existen actualmente. La ma yoría de los padres, y
particularmente las madres, casi con toda certeza crearon los mismos tipos de vínculos
con sus hijos que los que se establecen actualmente. No obstante, debido al largo
período que ocupa la «niñez’> en la actualidad, las socie dades modernas están, de
algún modo, más centradas en la niñez que las tradicio nales. Tanto la paternidad como
la condición de hijo se han diferenciado más con respecto a otros estadios de lo que lo
estaban en las comunidades tradicionales.
Parece posible que como consecuencia de los cambios que se están produciendo en las
sociedades modernas la «niñez» se esté viendo erosionada como un status concreto.
Algunos observadores han sugerido que los niños ahora «crecen tan rápi do» que el
rango separado de la niñez está disminuyendo de nuevo (Suransky, 1982; Winn, 1983).
Por ejemplo, incluso los niños bastante pequeños ven la misma canti dad de programas
de televisión que los adultos, familiarizándose así mucho antes con el «mundo adulto»
que las generaciones precedentes.

La adolescencia
La existencia de «adolescentes» es un concepto específico de las sociedades mo rnas.
Los cambios biológicos experimentados en la pubertad (el momento en el iie una
persona es capaz de tener una actividad sexual adulta y de reproducirse) n universales.
Pero en muchas culturas esto no produce el mismo grado de confudiòn e incertidumbre
que entre los jóvenes occidentales de hoy. Cuando existe un istema de grados de edad,
por ejemplo junto a una serie de ritos particulares que eñalan la transición de una
persona a la madurez, el proceso de desarrollo ÇS exual resulta por lo general más
sencillo de llevarSe a cabo. Los adolescentes de as sociedades tradicionales tienen
menos que «desaprender» que los de las socieda les modernas, ya que el ritmo de
cambio es más lento. Llega un momento en el ue nuestros hijos tienen que dejar de ser
niños: tienen que abandonar SUS juguetes ‘ romper con SUS objetivos infantiles. En las
culturas tradicionales, donde los niños trabajan junto a los mayores, este proceso de
«desaprender» es normalmente mucho menos estricto.
La particularid de ser un «adolescente)> en las sociedades occidentales está relacionada
tanto con la expansión generalizada de los derechos del niño como con el proceso
educativo formal. Los adolescentes tratan a menudo de copiar las formas de los adultos
pero son tratados por la ley como niños. Puede que quieran trabajar, pero están
obligados a ir al colegio. Los adolescentes están «a medio camino» entre la infancia y la
madurez, y crecen en una sociedad sujeta a continuos cambios.

La edad adulta
La mayoría de los adultos occidentales jóvenes pueden aspirar hoy en día a disfrutar de
la vida hasta la vejez. En la época premoderna pocos podían confiar en un futuro tal. La
muerte por enfermedad, a causa de una plaga o por accidente era mucho más frecuente
en todos los grupos de edad que hoy y las mujeres en particular corrían un gran riesgo
debido a la elevada tasa de mortalidad entre los recién nacidos.
Por otro lado, algunas de las tensiones a las que nos vemos sometidos eran menos
pronunciadas en épocas anteriores. Las personas mantenían por lo general un contacto
más estrecho con sus padres y otros parientes que en las actuales po blaciones flotantes,
y sus horarios de trabajo eran los mismos que los de sus proge nitores. En la actualidad,
las principales incertidumbres han de resolverse en el matrimonio, la familia y otros
contextos sociales. Tenemos que «hacernos» nuestra vida en mayor grado que en el
pasado. La creación de vínculos sexuales y maritales, por ejemplo, depende actualmente
de la iniciativa y la selección individual, no están fijadas por los padres. Esto representa
una mayor libertad para el individuo, pero la responsabilidad también origina tensiones
y dificultades.
Dar la «imagen de ser una persona que mira al futuro» cuando se es de mediana edad
tiene una particular importancia en las sociedades modernas. La mayoría de la gente no
espera «hacer lo mismo durante toda su vida» omo le ocurría, a la mayor parte de la
población en las culturas tradicionales. Los hombres y mujeres que se han dedicado a
una carrera profesional es probable que encuentren insatis factorio el nivel alcanzado y
busquen nuevas oportunidades cuando tienen una edad media. Las mujeres que han
pasado su temprana madurez cuidando de los hijos, y cuyos hijos se han ido de casa, es
posible que se sientan inútiles. El fenómeno de la «crisis de los cuarenta» es muy real
para mucha gente de edad media. Una per sona puede pensar que ha tirado todas las
oportunidades que la vida le había ofre cido, o que nunca alcanzará las metas que
persiguió desde la infancia. Pero no hay razón para que los cambios por los que se
atraviesa conduzcan inevitablemente a la resignación o a la desesperación; desprenderse
de los sueños infantiles puede resul tar una liberación.

La vejez
En las sociedades tradicionales a los viejos se les tenía un profundo respeto. En
. las culturas con grados de edad, los «viejos» tenían normalmente la última palabra en
cuestiones importantes para toda la comunidad. En las familias, la autoridad tanto del
hombre como de la mujer aumentaban por lo general con la edad. En las sociedades
industrializadas, por el contrario, las personas mayores tienden a perder autoridad bien
entre su familia o en la mas amplia comunidad social Una vez ret*rados del trabajo
pueden disfrutar de menos dinero que en toda su vida Al :o tiempo, se ha producido un
enorme incremento en la proporción de la po blación de más de 65 años. Sólo una de
cada 30 personas en Gran Bretaña en el año 1900 era mayor de 65; hoy, la proporción
es uno de cada cinco. El mismo tipo cambio se ha producido en todos los países
industrializados avanzados. (Ver ca pítulo 18: «Población, salud y envejecimiento».)
La transición al grado de la vejez en una cultura tradicional marcaba a menudo el
pináculo del status que un individuo —al menos entre los hombres— podía alcanzar. En
las sociedades industrializadas la jubilación suele tener las consecuencias opuestas. Sin
los hijos y apartados del sector económico, no resulta sencillo para las nas mayores
conseguir que el período final de sus vidas sea gratificante. Antes pensaba que aquellos
que sabían enfrentarse a su vejez lo hacían recurriendo a sus recursos personales, y
preocupándose menos por las gratificaciones externas que iera ofrecerles la vida social.
Aunque esto pueda ser verdad en ciertas ocasiones, irece que en una sociedad en la que
muchos gozan de buena salud en su vejez una sión «que mira hacia el exterior» debería
empezar a extenderse. Los que están irados podrían encontrar una renovación en lo que
se ha llamado la «tercera edad» (la que sigue a la niñez y la madurez), en la cual
comienza una nueva etapa de educación,

Muerte y sucesión de las generaciones

En la Europa medieval la muerte era más visible de lo que lo es hoy. En el lundo


moderno la mayoría de la gente muere en los recintos cerrados de los hos ‘tales,
aislados de contacto con sus parientes y amigos. Hoy, la muerte es conside

rada por mucha gente en Occidente como el final de la vida individual, no como parte
del proceso de renovación de las generaciones. El debilitamiento de las creen cias
religiosas también ha alterado nuestras actitudes ante la muerte. La muerte es para
muchos un tema del que no se habla. Se presupone que a las personas les asusta la
muerte, y por ello los médicos y los parientes suelen esconder la verdad a un enfermo
deshauCiado.
Según Elisabeth Kubler-R0S5, el proceso de adaptación ante la inminencia de la muerte
es un proceso comprimido de socialización que incluye varios estadios (Kubler-ROss,
1975). El primero es la negación: el individuo rehúsa aceptar lo que ocurre. El segundo
estadio es la ira, particularmente entre aquellos que mueren jóvenes y que sienten rencor
por verse privados de la mayor parte de la vida. Le sigue el estadio de negociación. El
individuo hace un contrato con el destino, o con una deidad, para morir pacíficamente si
se le permite vivir para poder presenciar un acontecimiento significativo concreto, como
una boda o un cumpleaños en la familia. Posteriormente, el individuo cae con
frecuencia en una depresión. Final mente, si se sobrepone a este estado, ella o él pasará
a la fase de aceptación, en la cual se logra una actitud de paz ante la proximidad de la
muerte.
Kubler-Ross señala que cuando le pregunta a su audiencia qué es lo que más temen de
la muerte, la mayoría de las personas responden que temen lo descono cido, el dolor, la
separación de los seres queridos o sus proyectos inacabados. Según ella, estas cosas son
sólo la punta del iceberg. Prácticamente todo aquello que aso ciamos con la muerte es
inconsciente, y esto tiene que salir a la luz si queremos ser capaces de aceptar la muerte.
De un modo inconsciente, la gente no puede concebir su propia muerte más que como
una entidad maligna que viene a castigarles —que es lo mismo que se piensa
inconscientemente de las enfermedades graves. Si consi guen ver que ésta es una
asociación irracional —que, por ejemplOs ser un enfermo terminal no es un castigo por
las malas acciones—, el proceso se facilita (Kubier Ross, 1987).
En las culturas tradicionales, en las que los hijos. los padres y los abuelos viven a
menudo en la misma casa, se tiene normalmente una conciencia clara de la cone xión de
la muerte con la sucesión de las generaciones. Los individuos se sienten parte de una
familia y de una comunidad que vive indefinidamente, con indepen dencia de la
transitoriedad de la existencia personal. En tales circunstancias, puede verse la muerte
con menos ansiedad que en las circunstancias sociales individualistas y sometidas a
cambios acelerados del mundo industrializado.

Socialización y libertad individual

Dado que el entorno cultural en el que nacemos y alcanzamos la madurez tiene tanta
influencia en nuestro comportamiento podría parecer que carecemos de indi vidualidad
o de voluntad propia. Se podría pensar que simplemente nos acoplamos a unos moldes
preestablecidos que la sociedad tiene preparados para nosotros. Al gunos sociólogos
escriben sobre la socialización —je incluso sobre sociología en general!— como si ése
fuera el caso, pero esa visión es totalmente errónea. El hecho de que desde el
nacimiento hasta la muerte estemos inmersos en la interacción con otros condiciona, sin
ninguna duda, nuestra personalidad, nuestros valores y el com portamiento que
desarrollamos. Pero la socialización también es el origen de nuestra propia
individualidad y de nuestra libertad. En el curso de la socialización cada uno desarrolla
un sentido de la identidad propio y la capacidad de pensar y actuar de un modo
independiente.
Este punto se ilustra fácilmente con el ejemplo del aprendizaje del lenguaje. Nadie
inventa el lenguaje que aprendemos de niños, y todos estamos constreñidos por reglas
fijas del uso lingüístico. Al mismo tiempo comprender el lenguaje es uno de los factores
básicos que hacen posible nuestra autoconciencia y creatividad. Sin lenguaje no
seríamos seres autoconscientes y viviríamos más o menos en el aquí y ahora. El
dominio del lenguaje es necesario para la riqueza simbólica de la vida humana, para
poder percibir las características individuales propias y para nuestro dominio práctico
del entorno.
Resumen

1. La socialización es el proceso por el cual, mediante el contacto con otros seres


humanos, el indefenso bebé llega a ser de un modo gradual un ser humano capaz de
conocimiento y consciencia, diestro en las formas de una cultura y un entorno dados.
2. La obra de Sigmund Freud sugiere que el niño pequeño aprende a ser un ente
autónomo sólo cuando aprende a equilibrar las exigencias del entorno con los deseos
apremiantes provenientes del inconsciente. Nuestra habilidad para la conciencia se
construye, dolorosamente, sobre la represión de los impulsos inconscientes.
3. Según G. H. Mead, el niño percibe que es un agente independiente viendo a otros
actuar con él de una manera normal. En un estadio posterior, al entrar en los juegos
organizados, al aprender las reglas de los juegos, al niño llega a comprender al «otro
generalizado»: valores generales y reglas morales.
4. Jean Piaget distingue varios estadios básicos en el desarrollo de la capacidad del niño
para dar sentido al mundo. Cada estadio conlleva la adquisición de nuevas capacidades
cognitivas y depende de la conclusión satisfactoria del anterior. Según Piaget, estos
estadios de desarrollo cognitivo son rasgos uni versales de la socialización.
5. Las agencias de socialización son grupos o contextos estructurados dentro de los
cuales tienen lugar importantes procesos de socialización. En todas las culturas la
familia es la principal agencia socializadora del niño durante la infancia. Otras
influencias incluyen los grupos de pares, la escuela y los medios de comunicación.
6. El reconocimiento de la necesidad de la escolarización formal disminuye el control
que la familia y los grupos de pares ejercen sobre los procesos de socialización. Educar
significa enseñar de un modo deliberado hábitos y va lores. La escuela también educa
de otros modos más sutiles, inculcando ac titudes y valores vía el «curriculum oculto».
7. El desarrollo de los medios de comunicación ha ampliado el abanico de agencias
socializadoras. La expansión de los medios impresos se vio luego acompañada por el
uso de la comunicación electrónica. La televisión ejerce una particular y poderosa
influencia, alcanzando a personas de todas las edades a intervalos regulares diariamente.
8. En determinadas circunstancias que implican una marcada alteración en el entorno
social de un individuo o grupo, las personas pueden experimentar procesos de
resocialización. La resocialización se refiere a una reestructura ción de la personalidad y
las actitudes, consecuencia de situaciones de gran confusión o tensión.
9. La socialización continúa a lo largo de todo el ciclo vital. En cada una de las fases de
la vida se tienen que realizar una serie de transiciones y superar una serie de crisis. Esto
incluye enfrentarse a la muerte como la conclusión de la existencia personal.

Conceptos básicos
socialización / autoconciencia / inconsciente
Términos importantes
privación materna / fase operativa formal
cognición / agencias de socialización
psicoanálisis / familia
complejo de Edipo / grupo de pares
interacción simbólica / niveles de edad
yo social / curriculum oculto
el otro generalizado/ medios de comunicación
fase sensomotriz / resocialización
fase pre-operativa / organización carcelaria
egocentrismo / situaciones críticas / fase operativa concreta

Lecturas complementarias

Philippe Aries, Cenrurjes of Chjld/zood (Harmondsworth: Penguin, 1973). Una


disertación clásica —aunque controvertida— del surgimiento histórico de la «infancia»
como fase diferenciada del desarrollo humano.
N. Dickson (cd.), Living in the 80s: What Prospecis for the Elderly? (Mitcham: Age
Concern, 1980). Un panorama general de los problemas que la tercera edad debe
afrontar en las sociedades modernas.
C. Kenks (cd.), The Sociology of Childhood (Londres: Batsford, 1982). Un útil
panorama general de la infancia desde una perspectiva sociológica. Elisabeth Kübler-
Ross, Living with Death and Dying (Londres: Souvenir Press, 1987). Emo tivo relato de
diversas actitudes frente a la muerte.
Martin Richards y Paul Light (eds., Children of Social Worlds (Cambridge: Polity
Press, 1986). Compilación de artículos acerca de la investigación de los contextos
sociales del desarrollo del niño.
CAPITULO 4
INTERACCION SOCIAL Y VIDA COTIDIANA

Dos personas pasan una al lado de la otra en la calle. Ambas intercambian una breve
mirada, captando rápidamente el rostro y la forma de vestir de la otra. A medida que se
acercan y en el momento en que se cruzan tuercen la mirada evitando los ojos del otro.
Lo que aquí ocurre sucede millones de veces cada día en las pequeñas y grandes
ciudades del mundo.
El hecho de que los paseantes intercambien una mirada rápida y luego tuerzan la mirada
cuando están muy próximos ejemplifica lo que Erving Goffman (1967, 1971) llama la
desatención amable que prestamos a los demás en numerosas ocasio nes. La
desatención amable no es en absoluto lo mismo que ignorar a la otra per sona. Cada
individuo indica al otro que se da cuenta de su presencia, pero evita cualquier gesto que
pudiera considerarse demasiado atrevido. Prestar desatención amable a otros es algo que
hacemos de un modo más o menos inconsciente pero tiene una importancia fundamental
en nuestra vida cotidiana. Por ella las personas se indican entre sí que no hay razones
para sospechar de las intenciones de los demás, mostrarse hostil con ellos o evitarles de
algún otro modo (Goffman, 1963).
La mejor forma de percibir la importancia de lo anterior es pensar en ejemplos en los
que no se aplica. En ciertas ocasiones una persona puede mirar fijamente a otra, dejando
que su rostro exprese abiertamente una emoción concreta. Esto sólo ocurre
normalmente entre los amantes, los miembros de una familia o los amigos Intimos, o
también cuando una persona se enfada con otra. Los extraños o los que se encuentran
casualmente, ya sea en la calle, en el trabajo o en una fiesta, prác ticamente nunca
mantienen la mirada de otro de esta manera. Mirar fijamente a alguien puede ser
interpretado como un indicativo de una intención hostil. Sólo cuando se está en
presencia de dos grupos muy antagónicos podría un extraño actuar de ese modo. Se dice
que los blancos sureños en Estados Unidos dirigían «miradas de odio» a los negros que
pasaban a su lado.
Incluso en una conversación íntima entre dos amigos éstos tienen que tener cuidado en
cómo miran al otro (Goodwin, 1981). Los individuos demuestran aten ción e
implicación en una conversación mirando con una cierta regularidad a los ojos del otro,
pero no manteniendo fija la mirada. Mirar a alguien con demasiada intensidad puede
tomarse como un signo de desconfianza o, como mínimo, de falta de comprensión de lo
que dice el otro. Pero una de las partes implicadas en las conversación no consigue
captar la mirada de la otra en ninguna ocasión, puede parecer que esta última actúa de
un modo evasivo, sospechoso o, por lo menos, peculiar.

Estudio de la vida social cotidiana

¿Por qué habría de preocuparse uno por aspectos aparentemente triviales del
comportamiento social? Pasar junto a alguien en la calle o intercambiar unas pala bras
con un amigo pueden parecer actividades menores y carentes de interés, cosas que
hacemos infinidad de veces al día sin necesidad de pensar en ellas. De hecho, el estudio
de tales formas de interacción social aparentemente insignificantes es de enorme
importancia en sociología, y, lejos de carecer de interés, es una de las áreas más
absorbentes de la investigación sociológica. Existen dos razones por las que el estudio
de la interacción social cotidiana es tan importante.

1. Las rutinas de la vida diaria, que nos enfrentan a constantes interacciones cara a cara
con otros, constituyen el grueso de nuestras actividades sociales. Nuestras vidas están
organizadas en torno a la repetición de esquemas simi lares de comportamiento día tras
día, semana tras semana, mes tras mes e incluso año tras año. Pensemos, por ejemplo,
en lo que hicimos ayer y an teayer. Si fueron días laborables, con toda probabilidad
usted se levantó a la «misma hora de siempre» (una rutina importante en sí misma). Tal
vez fuese a clase bastante temprano e hiciese el mismo trayecto que hace prác ticamente
todos los días hasta el colegio o la universidad. Probablemente comió, como suele
hacer, con unos amigos, volviendo después a clase o a estudiar por la tarde. Más tarde,
volvió a casa y tal vez salió por la noche con otros amigos. Sin duda, las rutinas que
seguimos cada día no son idén ticas, y nuestros modelos de actividad durante los fines
de semana contrastan por lo general con los de los días laborables. Si se produce un
cambio im portante en la vida de una persona —como terminar la universidad o con
seguir un trabajo— tienen que producirse forzosamente alteraciones profun das en las
rutinas diarias. Sin embargo, nonnalmente se establece una nueva serie de hábitos
regulares. Por tanto, nuestras rutinas cotidianas y las inte racciones en las que nos
sumergen estructuran y modelan lo que hacemos. Podemos aprender mucho de nosotros
mismos como seres sociales y sobre la vida social estudiando estas rutinas.
2. El estudio de la interacción social en la vida cotidiana ilumina significativos aspectos
de los sistemas e instituciones sociales más amplios. Todos los sis temas sociales a gran
escala, de hecho, dependen de los modelos de interac ción social en los que estamos
inmersos en el curso de nuestra vida diaria. Es fácil de demostrar. Tomemos de nuevo el
caso de dos extraños que pasar uno junto al otro en la calle, el tipo más fugaz de
interacción que podamo imaginar. Tomar este suceso separadamente puede tener escasa
relevanci directa para otras formas de organización social más permanentes y a grar
escala. Pero cuando tomamos muchas interacciones de este atipo ya no ocurn lo mismo.
Un espectro enormemente amplio de rasgos de la vida social s crea a través de la
desatención amable y de otros instrumentos interactjvo
mediante los cuales nos relacionamos con otros. En las sociedades moderna:
la mayoría de la gente vive en pequeñas y grandes ciudades, interactuand
constantemente con otros a los que no conocen personalmente. La desaten ción amable
es uno de entre los muchos mecanismo que da a la ciudad, cor sus masas hiperactivas y
sus innumerables contactos impersonales y efímeros el carácter que tiene.
Volveremos sobre este asunto al final del capítulo, pero antes debemos atende a la
naturaleza de la interacción social en la vida cotidiana y hablar de las caracte rísticas no
verbales (expresiones faciales y gestos corporales) que todos utilizamo cuando
interactuamos con los demás. Pasaremos después a analizar el lenguaje co tidiano o
habla: cómo usamos el lenguaje para comunicar a los demás los significa dos que
pretendemos expresar. Después nos centraremos en el modo en el que est estructurada
nuestra vida por las rutinas diarias, prestando particular atención cómo coordinamos lo
que hacemos en el tiempo y el espacio.

Comunicación no verbal
La interacción social implica, numerosas formas de comunicación no verbal: el
intercambio de información y significados mediante las expresiones faciales, los ge tos
y los movimientos del cuerpo. A la comunicación no verbal se le llama e ocasiones
«lenguaje del cuerpo», pero esto puede conducir a error porque, de hi cho, utilizamos
los gestos no verbales para eliminar, amplificar o expandir lo q decimos mediante
palabras.

Rostro y emoción
Uno de los aspectos principales de la comunicación no verbal es la expresid facial de la
emoción. Paul Ekman y sus colegas han elaborado lo que ellos llama el Sistema de
Códigos de la Actividad Facial (FACS) para describir los movimient de los músculos
faciales que producen ciertas expresiones (Ekman y Friesen, 197 Mediante este sistema
han intentado dotar de cierta precisión a un área que se preS a las interpretaciones
inconsistentes o contradictorias, dado que existe poco acuenj sobre cómo identificar y
clasificar las emociones. Charles Darwin, el creador de teoría de la evolución, sostenía
que los modos básicos de expresión emotiva son lj mismos para todos los seres
humanos. Aunque algunos han rechazado tal afirn ción, las investigaciones de Ekman
entre gentes con experiencias culturales ml diferentes parecen confirmarla. Ekman y
Friesen llevaron a cabo un estudio de una comunidad aislada en Nueva Guinea cuyos
miembros no habían tenido con anterio ridad prácticamente ningún contacto con los
occidentales (Ekman y Friesen, 1971). Las expresiones faciales de seis emociones
(alegría, tristeza, enfado, asco, miedo y sorpresa) que aparecieron en otros estudios entre
gentes muy diferentes también se dieron entre los miembros de esta cultura
Los juicios expuestos por la comunidad de Nueva Guinea sobre diferentes emociones,
como muestran las fotografías de expresiones faciales, se acercaban bastante a los
obtenidos en otras investigaciones Según Ekman, dichos resultados apoyan la idea de
que las expresiones faciales de la emoción, y sus interpretaciones, son in natas al ser
humano. Sin embargo, reconoce que su evidencia no lo demuestra de un modo
concluyente, y podría ser que estuvieran implicadas experiencias de apren dizaje
cultural ampliamente compartidas. Además, las conclusiones de Ekman están apoyadas
por otros tipos de investigación. Eibl-Eibesfeldt estudió a seis niños que nacieron sordos
y ciegos para ver si sus expresiones faciales eran las mismas que las de los individuos
normales ante situaciones emocionales concretas (Eibl-Eibesfeldt, 1972). Encontró que
los niños sonreían cuando realizaban actividades placenteras, levantaban las cejas a
modo de sorpresa cuando olían un objeto con un olor extraño y fruncían el ceño cuando
se les ofrecía insistentemente un objeto desagradable. Dado que era del todo imposible
que hubieran visto a otros comportarse de ese modo, parece derivarse el hecho de que
estas respuestas son innatas.
Utilizando el sistema FACS, Ekman y Friesen identificaron varias de las acciones
musculares faciales en los niños recién nacidos que mostraban las expresiones de
emoción de los adultos. Por ejemplo, los niños parecen producir expresiones faciales
similares a las expresiones de asco de los adultos (apretando los labios y frunciendo el
ceño) como respuesta a los sabores amargos. Pero aunque las expresiones faciales de
emoción parecen tener ciertos aspectos innatos, los factores individuales y cultu rales
influyen en la forma exacta que adoptan los movimientos faciales, así como los
contextos en los que dichas expresiones se juzgan apropiadas. Cómo sonríe la gente, por
ejemplo, los movimientos precisos de los labios y de otros músculos faciales, así como
la duración de la sonrisa, todo ello varía ampliamente entre las distintas culturas
(Birdwhistell, 1971).
No sabemos de ningún gesto o postura que adopte el cuerpo que caracterice a todas, o a
la mayoría, de las culturas. Por ejemplo, en algunas sociedades, la gente asiente cuando
quiere decir que «no», al contrario que nosotros. Una serie de gestos que se utilizan
comúnmente, como la acción de señalar, no parecen existir en ciertos pueblos (Buil,
1983). Otros gestos empleados con frecuencia en otros lugares son desconocidos en la
cultura anglo-americana. Un gesto denominado «atornillar la mejilla», en el que se hace
rotar el dedo índice estirado sobre la mejilla, se utiliza en ciertas partes de Italia como
gesto de elogio. Este gesto es desconocido en otros lugares de Europa.
Al igual que ocurre con las expresiones faciales, los gestos y las posturas del cuerpo se
emplean continuamente para «redondear» las palabras, además de para comunicar
significados cuando no se diga nada. Las impresiones no verbales que «arrojamos» —
que expresamos sin darnos cuenta— indican a menudo que lo que decimos no es
exactamente lo que queremos decir. Sonrojarse es tal vez el ejemplo más obvio, pero
existen innumerables indicadores más sutiles que podemos captar Las expresiones
faciales genuinas tienden a desaparecer después de cuatro o cinca segundos, y una
sonrisa o una muestra de sorpresa que durase más podría impIica decepción. Como
cualquiera de las formas de habla o actividad alrededor de la cuales está construida
nuestra vida cotidiana, los gestos y las posturas del cuerp pueden utilizarse para
juguetear, mostrar ironía o escepticismo. Una expresión facia de sorpresa que durase
demasiado, por ejemplo, puede usarse a propósito como un parodia para mostrar que el
individuo no estuviera efectivamente sorprendido por un hecho o acontecimiento,
aunque tuviera razones para estarlo.

«Rostro» y cultura
Podemos hablar de «rostro» en un sentido más amplio de lo que lo hemos hecho hasta
ahora, refiriéndonos a la estima que los demás sienten por alguien. En la vida social
diaria solemos prestar mucha atención a proteger o «salvar» nuestra «imagen». Gran
parte de lo que llamamos «cortesía» o «etiqueta» en las reuniones sociales consiste en
atender a ciertos aspectos del comportamiento que pudieran llevarnos a una «pérdida de
imagen». No se comentan ni se hace referencia a los episodios del pasado de un
individuo o a ciertos rasgos personales suyos que pudieran resultarle embarazosos. Se
evitan las bromas sobre la calvicie si uno se da cuenta de que alguien lleva peluquín, a
menos que los que están implicados se conozcan mucho (Goffman, 1969, p. 228). El
tacto es un tipo de instrumento protector que se utiliza con la expectativa de que, como
respuesta, las debilidades de uno no se expongan en público. Por tanto, nuestra vida
cotidiana no «ocurre» sencillamente. Sin darnos cuenta, en la mayoría de los casos,
todos mantenemos, con más o menos habilidad, un control estricto y constante sobre las
expresiones faciales, las posturas del cuerpo y los gestos de nuestra interacción con los
demás.
Algunas personas son especialistas en el control de las expresiones faciales y en
organizar con sumo tacto la interacción con los demás. La habitualidad de los di
plomáticos, por ejemplo, implica dicha especialización. Un buen diplomático debe ser
capaz —dando siempre la apariencia de facilidad y comodidad— de interactuar con
otros cuyas ideas no comparte, o incluso las encuentra deleznables. El grado de éxito
con el que esto se lleve a cabo puede afectar el destino de naciones enteras. Una
diplomacia diestra puede, por ejemplo, reducir las tensiones entre naciones y evitar la
guerra.

Reglas sociales, conversaciones y habla

Aunque hay muchos rasgos no verbales que empleamos de modo rutinario en nuestro
comportamiento y al intentar encontrar sentido al de los demás, la mayor parte de
nuestras interacciones se realizan mediante el habla y la conversación. Los sociólogos
siempre han compartido la idea de que el lenguaje es fundamental en la vida social.
Recientemente, sin embargo, se ha desarrollado un enfoque que se preocupa
básicamente por cómo usa la gente el lenguaje en los contextos ordinarios de la vida
cotidiana. La mayor parte del uso lingüístico es, de hecho, habla —inter cambio verbal
accidental— producida en conversaciones informales con otros. El estudio de las
conversaciones ha estado profundamente influido por la obra de Goff man, y el propio
Goffman escribió sobre el tema. Pero la figura más importante en este tipo de
investigaciones es Harold Garfinkel, el fundador de la etnometodología (Garflnkel,
1984).
La etnc;metodología es el estudio de los «etno-métodos» —los métodos populares o de
los no expertos— que la gente emplea para dar sentido a lo que hacen los demás, y
particularmente a lo que dicen. Todos aplicamos una serie de métodos para dar sentido a
nuestras interacciones con otros, métodos que utilizamos sin prestarles nonnalmente una
atención consciente. Sólo podemos dar sentido a lo que se dice en las conversaciones
conociendo el contexto social que se esconde detrás de las palabras. Pensemos en la
siguiente conversación (Heritage, 1984, p. 237):
A: Tengo un hijo de catorce años.
B: Ya, me parece bien.
A: También tengo un perro.
8: Oh, lo siento.
¿Qué le parece que está pasando? ¿Qué relación hay entre los participantes en la
conversación? Podemos comprender lo que decían, y por qué, con cierta facilidad
cuando adivinemos o nos digan que es una conversación entre un posible inquilino y un
casero. La conversación adquiere entonces sentido y resulta «obvia». Pero sin conocer
el contexto social las respuestas del individuo B no parecen guardar relación con las
afirmaciones de A. Parte del sentido está en las palabras, y parte está en el contexto
social que asoma en el habla. Contextualizada, la conversación adquiere sentido y su
significado resulta obvio.

Concepciones compartidas
Las formas más intrascendentes del habla cotidiana presuponen un conocimiento
compartido y complejo que los participantes «ponen en juego». Obviamos este he cho,
pero incluso la charla más simple es tan compleja que ha resultado imposible hasta hoy
programar incluso los ordenadores más sofisticados para que puedan con versar con los
seres humanos como lo hacemos entre nosotros. Las palabras em pleadas en el habla
cotidiana no tienen significados precisos, y nosotros «fijamos» lo que queremos decir, o
el sentido de lo que se dice, por unas presunciones implí citas que lo apoyan. Si una
persona le pregunta a otra: « hiciste ayer?», no existe una respuesta obvia a las palabras
empleadas en la pregunta. Un día es mu chos tiempo, y seria lógico que alguien
respondiese: «Bueno, me desperté a las siete y dieciséis minutos. A las siete y dieciocho
me levanté, fui al cuarto de baño empezé a lavarme los dientes. A las siete y diecinueve
abrí la ducha...» Sabemos el tipo de respuesta que requiere la pregunta según la persona
que pregunta, el tipo de acti vidades que hacemos juntas normalmente, lo que la persona
hace en un día concreto de la semana, y muchas otras cosas.

Los experimentos de Garflnkel


Las «expectativas de fondo» con las que organizamos las conversaciones ordina nas
fueron señaladas por algunos de los experimentos que Garfinkel realizó con estudiantes
voluntanos Se les pedía a los estudiantes que entablaran una conversa cion con un
amigo o un pariente insistiendo en que debía aclararse el sentido de los comentarios
triviales. No debían descuidarse las observaciones intrascendentes o los comentarios
generales, sino que debía tratarse de aclarar su significado preciso. Si alguien dijese
«Que pases un buen día», debía respondérsele «Bueno, ¿en qué sentido exactamente?»,
etc. Una de las transcripciones de una conversación decía así:
(S agitó su mano alegremente.)
S: 6 tal estás?
E: ¿Cómo estoy en relación a qué? Mi salud, mi dinero, la escuela, la tranquilidad de
espíritu, mi...
S: (Rojo de ira y de pronto fuera de sí) ¡Mira! Sólo trataba de ser cortés.
Francamente, me
importa un pimiento cómo estás.
(Garfinkel, 1963, p. 222)

¿Por qué se enfada tanto la gente cuando no se siguen aparentemente conven ciones
menores del habla? La respuesta es que la estabilidad y el significado de nuestra vida
social cotidiana dependen del hecho de que compartimos presupuestos culturales
implícitos sobre lo que se dice y su porqué. Si no fuéramos capaces de darlos por
supuestos resultaría imposible la comunicación significativa. A cualquier pregunta o
contribución a una conversación debería seguirle un extenso «procedi miento de
investigación» del tipo que se les pidió a los sujetos de Garfinkel que emplearan como
respuesta a los comentarios cotidianos, y la interacción sencilla mente se rompería. Lo
que a primera vista parecían ser convenciones del habla sin importancia han resultado
ser fundamentales para el propio entramado de la vida social, y es por ello que su
infracción es tan seria.
Debemos darnos cuenta que en la vida cotidiana lüs personas, en ocasiones, aparentan
ignorar deliberadamente las concepciones implícitas requeridas para in terpretar una
afirmación, una observación o una pregunta. Esto puede hacerse para desairar al
contrario, para reírnos de él, para crear situaciones embarazosas o para llamar la
atención sobre un doble significado de lo que se haya dicho. Considérese, por ejemplo,
esta conversación clásica entre un padre y su hijo adolescente:
P: ¿A dónde vas?
T: Por ahí.
P: ¿Qué vas a hacer?
T: Nada.
Las respuestas del adolescente son claramente las opuestas de las de los volun tarios de
los experimentos de Garfinkel. En lugar de hacer preguntas inesperadas,
adolescente se niega totalmente a responder apropiadamente —diciendo en rea lidad «
en paz!». La pregunta inicial tendría una respuesta diferente con otra persona y en otro
contexto, a saber:
A: ¿A dónde vas?
B: Sólo voy a dar una vuelta.
B «malinterpreta» deliberadamente la pregunta de A para producir, mediante la ironía,
preocupación o frustración. La comedia, las bromas y la agudeza se apoyan en tales
malinterPretaciones de los presupuestos implícitos del habla. No existe nada
amenazante en ello mientras las partes implicadas reconozcan la intención de pro vocar
risa.

Tipos de habla
Es una experiencia interesante escuchar una cinta grabada o leer una transcrip ción de
una conversación en la que ha participado uno. Las conversaciones son mucho más
fragmentadas, vacilantes y agramaticales de lo que mucha gente cree. Cuando hablamos
normalmente tendemos a pensar que lo que se dice está muy pulido, porque
inconscientemente «rellenamos» el contexto de las palabras inter cambiadas, pero las
conversaciones reales son bastante diferentes de los relatos de ficción de las
conversaciones de las novelas, en las que los personajes utilizan frases bien construidas
y con una gramática correcta. Véase la siguiente secuencia carac terística de las
conversaciones en la vida real (Heritage, 1984, p. 236).
E: Oh honey that was a lovely luncheon 1 shoulda ca:lled
you s:soo ner but 1 : lo:ved it. It w’s just deli:ghtfu :1
M: Oh::: Well
M: 1 w’s gla r dyou .- (carne).
E: L’nd yer f: ifiiends’re so da:rl:ng,=
M: —Oh::: :it w’z:
E: e—that P a:t isn’ she a do: :11?
M: i Ye— h -isn’S she pretty,
(.)
E: Oh: she’s a beautiful girl.=
M: =Yeh ¡ think she’s a pretty gir—l.
E: Oh querida ha sido una comida deliciosa debería-verte lla:mado
pero me 1 : en:cantó. Fue sencillamente deli:cio r Sa. 1
M: L Oh::: —1 [
M: Estoy muy conten .rto de que 1
E: L y tus: a J migos-on tan ca:riño:sos, =
M: = Oh::::ha sido:
E: L y-esa p J a:t ¿no es una mu : :ñeca?
•M: ¡S-i es m uy guapa,
(.)
E: Oh: es una chica preciosa.=
M: = Sa yo creo es una chic-a muy bella.
Claves:
[ El que habla lo hace al mismo tiempo que el otro.
que Cursivas representan énfasis en una parte de un hecho, palabra o frase, como un
cambio en la agu deza de la voz o en el tono.
= Indica que se sigue hablando sin hacer pausa, aunque una .persona le quite la palabra
a la otra. Indica una breve pausa, con cambios de énfasis o entonación, dentro de una
palabra.
() Indica una pausa más larga de lo habitual entre partes de una palabra o frase.
Ninguna de las partes en la conversación termina una frase. Interrumpen al otro, hablan
al mismo tiempo o dejan palabras «colgando en el aire».
Como en el caso de la obra de Goffman sobre desatención amable, se podría pensar que
el análisis de las conversaciones ordinarias es relativamente marginal en relación a los
objetivos principales de la sociología; de hecho, muchos sociólogos han criticado
duramente la investigación etnometodológica por esta razón. Pero algunos de los
argumentos esgrimidos para demostrar por qué la obra de Goffman es de tanta
importancia para la sociología se aplican igualmente a la etnometodolo gía. El estudio
del habla cotidiana ha mostrado lo difícil que es lograr el dominio del lenguaje que
utiliza la gente común. Las inmensas dificultades implicadas a la hora de programar
ordenadores para hacer lo que los humanos hacen sin esfuerzo alguno demuestra el
nivel de complejidad. Además, el habla es un elemento esencial de todos los ámbitos de
la vida social. Las cintas del caso Watergate del presidente Tixofl y sus secretarios eran
sencillamente una transcripción de la conversación, pero ormaban parte del ejercicio del
poderal más alto nivel (Molotch y Boden, 1985).
lapsus corporales y lingüísticos
gritos de respuesta
Ciertos tipos de manifestaciones no constituyen habla propiamente dicha, sino que
consisten en una serie de exclamaciones, ø lo que Qoffman ha llamado gritos de
respuesta (Goffman,198 Pensemos en alguien que dice « después de volcar o de tirar
algo. « nos puede parecer una respuesta refleja sin interés ante un pequeño accidente,
como cerrar los ojos cuando alguien mueve una mano bruscamente hacia la cara de otra
persona. No es, sin embargo, una respuesta in voluntaria como la anterior, y se presta a
un análisis detallado que ilustra las carac terísticas generales de nuestras acciones como
seres humanos. Que ese « no es una reacción involuntaria ante un pequeño desastre lo
demuestra el hecho de que la gente no suele hacer esa exclamación cuando está sola. «
se dirige normal mente a los otros que están presentes. La exclamación les demuestra a
los que presencian el hecho desafortunado que el lapso ha sido menor y momentáneo,
no algo que deba dar lugar a dudas sobre el control del individuo sobre sus acciones.
« sólo se utiliza en situaciones en las que ocurren pequeños desastres, no grandes
accidentes o calamidades —lo que también demuestra que la exclamación es parte de
nuestro dominio de los detalles de la vida social. Más aún, la exclama ción podría muy
bien hacerla alguien que presenciara el lapso en lugar del individuo protagonista. El « se
puede utilizar para avisar a alguien al mismo tiempo que se demuestra que el accidente
no se considera indicativo de la incompetencia del responsable. « es normalmente un
sonido seco, pero el «Hop» se puede prolongar en determinadas situaciones. Se
extenderá el sonido para cubrir el mo mento crítico de una tarea; o un padre emitirá un «
o un « al lanzar a un niño a los aires. El sonido cubre la frase breve en la que el niño
puede sentir una falta de control, para darle seguridad, y sirve además para dar a
entender que se comprenden los gritos de respuesta.

Todo esto puede sonar muy artificial o exagerado. ¿Para qué preocuparse de analizar
una manifestación tan inconsecuente con tanto detalle? ¿Seguro que pres tamos tanta
atención a todos los aspectos de lo que decimos o hacemos como sugiere el ejemplo?
Por supuesto que no —a nivel consciente. El punto crucial, sin embargo, es que damos
por supuesto, en nosotros y en los demás, un control constante y enormemente
complicado de nuestra apariencia y de nuestras acciones. En las si tuaciones de
interacción no se espera de nosotros que estemos simplemente «pre sentes» en la
escena. Los demás esperan de nosotros, y nosotros de ellos, que pongamos en
funcionamiento lo que Goffman llama la «alerta controlada». Una parte fundamental de
«ser humano» consiste en demostrar continuamente a los de más nuestra competencia y
habilidad en las rutinas de la vida cotidiana. Errores lingüísticos
« es una respuesta a un pequeño accidente físico. Todos cometemos erro res
gramaticales y de pronunciación en el curso de las conversaciones, las conferen cias, los
discursos y otras situaciones de habla. En sus investigaciones sobre la «psi copatología
de la vida cotidiana», Freud analizó numerosos ejemplos de tales lapsos lingüísticos
(Freud, 1975). Según Freud, ningún error al hablar, incluyendo las pa labras mal
jronunciadas o incorrectamente colocadas, el tartamudeo o el trabarse, son accidentales.
Todos ellos son síntomas de conflictos internos asociados con el modo en que el
inconsciente influye en lo que decimos y hacemos conscientemente. Los errores
lingüísticos tienen la motivación inconsciente —por motivos o sentimien tos que
guardamos a nivel inconsciente pero que reprimimos en nuestra mente cons ciente— o
bien son el resultado de nuestro intento frustrado por evitarlos. Estos incluyen a
menudo, pero ni mucho menos siempre, asociaciones sexuales. En lugar de
«organismos» uno puede decir «orgasmo» En un ejemplo que da Freud se le hizo a una
persona la siguiente pregunta « que regimiento esta su hijo’)» Ella contestó: «Con el
42.° Regimiento de Asesinos» (Morder en alemán, en lugar de la ‘ que intentaba decir,
Morser, que significa «Morteros»).
Como en otros casos de malinterpretaciones de acciones o del habla, los errores
lingüísticos son a menudo cómicos y se podrían tomar como bromas. La diferencia
reside simplemente en si el hablante trataba o no conscientemente de decir las alabras
que dijo. Los errores lingüísticos derivan de otros tipos de lenguaje <dna ropiado», que
Freud también cree que está motivado inconscientemente —como iando una persona es
incapaz de ver que lo que dice tiene un doble significado. sto también se puede tomar
como una broma si se hace deliberadamente, pero, no ser así, constituyen lapsos en la
producción controlada del habla que espera s de las personas.

Una de las mejores maneras de ilustrar este punto es fijarse en los lapsos del
a en los locutores de radio y televisión. El lenguaje de los locutores no es como
ordinario, porque no es espontáneo sino que está escrito. Se espera que sea más
perfecto» que el habla común, dicho con menores vacilaciones y articulado con una
*ayor claridad. Cuando, por ejemplo, los locutores de los noticiarios se traban o .acen
ruido al tragar saliva resulta mucho más visible que en las conversaciones rdinarias.
Pero los locutores cometen errores lingüísticos que, sin duda, resultan p o que poseen
«la única y verdadera» naturaleza sobre la que Freud llamó .a atención. A continuación
ofrecemos varios ejemplos de mala pronunciación (Goff san, 1981).
?s Closing our TV Church of the Air, let me remind al! of our listeners thai time
wounds al! heals. Icierre de nuestra emisión televisiva de Iglesia en e! Aire, permítanme
que les recuerde a dos los oyentes que el tiempo hiere todas las curas.
Li the Dominion network of the Canadian Broad Corping Castration.
es el canal Dominion de la Castración Corporativa de Emisoras Canadienses. ViceroYs
— if you want a good choke.
Virreyes, S quieren un buen atascador.
Beat the egg yolk and then add the milk, then slowly blend in the sifted flour. As you do
you can see how the mixture is sickening.
Bata la yema del huevo y añada a continuación la leche, luego vaya mezclando
lentamente la harina tamizada. Irá viendo cómo la mezcla se vuelve repugnante.
Otros ejemplos pertenecen la categoría de «lenguaje inapropiado», en los que en tra un
doble sentido:
Ladies who caTe to drive by and drop off their clothes will receive prompt attention.
Las damas que se presenten y dejen su ropa recibirán mayor atención.
Folks, try our confortable beds. 1 personally stand behind every bed we se!!.
Amigos, prueben nuestas cómodas camas. Yo estoy personalmente detrás de cada una
de las que vendemos.
The loot and the car were usted as stolen by the Los Angeles Police Departmeflt.
El botín y el coche fueron registrados como robados por el Departamento de Policía de
Los
Angeles.
And here in Hollywood it is rumoured that the former movie starlet is expecting her
fifth child ¡ti a month.
Y aquí, en Hollywood, se rumorea que la mencionada estrella de cine espera su quinto
hijo en un mes.
Solemos reírnos más de los errores verbales cuando les ocurren a los locutores (o a los
profesores en clase) que cuando suceden en una conversación ordinaria. Se supone que
los locutores y los profesores son especialistas en la producción del lenguaje sin errores.
Lo cómico no está solamente en lo que se dice, o lo que se dice mal, sino en el
desconcierto que muestra el locutor durante una actuación poco afortunada. Pasemos
temporalmente a centrarnos en el «individuo ordinario» que se esconde detrás de la
niáscara del puro profesionalismo.
Rostro, cuerpo y discurso en la interacción
Hagamos un resumen de lo que hemos visto hasta ahora. La interacción cotidia na
depende de sutiles relaciones entre lo que expresamos con nuestro rostro y nues tros
cuerpos y lo que expresamos mediante las palabras. Utilizamos las expresiones faciales
y los gestos corporales de otros para ampliar lo que dicen verbalmente y para
comprobar su sinceridad. Casi sin darnos cuenta todos tenemos un estrecho y constante
control de las expresiones faciales, la postura y los movimientos corporales en nuestra
interacción diaria con otros.
A veces, sin embargo, cometemos errores verbales que, como muestra el ejem plo de
Freud de los «asesinos», revela instantáneamente lo que —consciente o in
conscientemente— queríamos mantener oculto. Muchos de los errores lingüísticos
poseen una «única y verdadera» cualidad, como «la mezcla se vuelve repugnante» en el
ejemplo de la masa para el bizcocho, del cual el locutor probablemente piensa que es
poco apetecible: los errores verbales muestran a menudo sin nosotros darnos cuenta los
verdaderos sentimientos.
El rostro, el manejo de nuestro cuerpo y el lenguaje, por tanto, se emplean para expresar
ciertos significados y para ocultar otros. Además, organizamos nuestras actividades en
los contextos de la vida social para lograr los mismo fines, como veremos en seguida.
Encuentros
En muchas situaciones sociales nos encontramos con lo que Goffman llama in teracción
no focalizada. La interacción no focalizada ocurre siempre que los indivi duos en una
situación concreta muestran conciencia mutua de la presencia del otro. Este es el caso
de cualquier situación en la que se reúne un grupo grande de per sonas, como una calle
abarrotada, un teatro o una fiesta Cuando los individuos están en presencia de otros,
incluso si no están hablando directamente con ellos, entablan continuamente
comunicaciones no verbales. A través de su aspecto físico, de sus movimientos y
posturas, de sus gestos faciales y fisicos, comunican a los demás ciertas impresiones
La interacción focalizada ocurre cuando los individuos atienden a lo que los otros &cen
o hacen. Aunque un individuo esté de pie solo, en una fiesta por eemplo, la interacción
de todos los que están allí presentes incluye comunicación tanto focalizada como no
focalizada. Goffman llama a una unidad de interacción focalizada un 1ro, y gran parte
de nuestra vida cotidiana consiste en continuos encuentros otros individuos —familia,
amigos, compañeros de trabajo— que frecuentemen te tienen lugar sobre un fondo de
interacción no focalizada en presencia de otros la misma escena. Las tertulias, la
discusión formal, los juegos y los contactos Ordinarios cara a cara (con los cobradores,
los camareros, los dependientes, etc.)

i ejemplos de encuentros.
Los encuentros siempre necesitan «introducciones», mostrando con ello que se
icarta la desatención amable. Cuando los extraños se encuentran y empiezan a ar —por
ejemplo, en una fiesta— el momento de romper la desatención edu es siempre
arriesgado, ya que pueden producirse malentendidos sobre la na reza del encuentro que
se está produciendo (Goffman, 1971, pp. 214-221). Así, ncuentro de miradas puede ser,
en primer lugar, ambiguo y tentativo. Una ona puede actuar entonces como si no tuviera
intención de realizar ningún mo Vimiento directo, como si no se aceptase la apertura.
En la interacción focalizada los individuos se comunican tanto a través de sus
expresiones y gestos faciales como por las palabras que intercambian. En este contexto,
Goffman distingue entre las expresiones que los individuos «ofrecen» y aquellas que
«se les escapan». Las pri meras son las palabras y las expresiones faciales por medio de
las cuales intenta producir ciertas impresiones en los demás. Las segundas se refierçn a
otro tipo de claves que se utilizan para asegurarse de la sinceridad o veracidad de una
persona. Por ejemplo, el dueño de un restaurante escucha con una cortés sonrisa decir a
sus clientes lo mucho que les ha gustado la comida que les han servido. Al mismo
tiempo, ella o él percibirá si comen o no a gusto la comida, si dejan mucho o poco en el-
plato y el tono de voz en el que expresan su satisfacción.

Contextos y situaciones
La vida cotidiana está constituida por una serie de encuentros con otros en diferentes
contextoS y situaciones. Todos nos encontramos con gente y hablamos con diferentes
personas en el curso de un día cualquiera. Una mujer se levanta, desayuna con su
familia y tal vez acompaña a los niños a la escuela, deteniéndose brevemente para
intercambiar algún comentario irrelevante con una amiga en la verja de la escuela. Se va
a trabajar en coche, y lo más probable es que escuche la radio. Durante el día se
comunica con compañeros y visitantes en conversaciones efímeras y reuniones
formales. Es probable que cada uno de estos encuentros esté separado por «señales», o
lo que Goffman llama corchetes, que distinguen los epi sodios de interacción focalizada
de los de interacción no focalizada que se producen entre tanto (Goffman, 1974).
En aquellas situaciones en las que las personas están próximas, como en una fiesta, los
que mantienen una conversación controlarán su tono de voz y se situarán de tal manera
que creen un «corríllo» separado de los demás. Pueden colocarse uno frente a otro, por
ejemplo, dificultando a los demás que se entrometan hasta que ellos decidan terminar o
«suavizar los bordes» de su interacción focalizada cambian do de posición en la
habitación. En situaciones más formales se utilizan una serie de instrumentos
compartidos para marcar el comienzo y el fin de un encuentro o fase de interacción
particular. Para marcar el comienzo de una obra de teatro, por ejemplo, suena un timbre,
se apagan las luces y se levanta el telón. Al final de un acto o de la función se encienden
las luces de la sala y cae el telón.
Las señales son por lo general particularmente importantes cuando un encuentro es
especialmente divergente de las convenciones ordinarias de la vida cotidiana o cuando
exista ambigüedad sobre «lo que está pasando». Cuando alguien posa des nudo en una
clase de arte, él o ella no suelen desvestirSe delante del grupo ni vestirse en su presencia
al final del encuentro. Desvestirse y vestirse en privado permite exponer y ocultar el
cuerpo en un breve espacio de tiempo. Ello marca los límites del episodio, e implica que
está privado de las connotaciones sexuales que pudiera tener en otras situaciones.
En espacios muy reducidos como los ascensores resulta difícil, si no imposible, crear
una unidad de interacción focalizada. Ni los demás pueden, como harían en otras
situaciones, mostrar fácilmente que «no están escuchando» —aunque sea la mínima
parte de— la conversación que se está manteniendo. También resulta di para los
extraños no ser vistos «mirando a» otros más directamente de lo que miten las normas
de la atención cortés. Así, en los ascensores la gente adop menudo una actitud
exagerada de «no estar escuchando» o «no estar observanc mirando fijamente al vacío o
a los botones del ascensor — cualquier parte m a los demás! Las conversaciones se
suelen suspender o se limitan a breves con tarios. De un modo similar, si varias
personas están sentadas hablando y un interrumpida para que acuda al teléfono, los
demás no pueden mostrar una t desatención, por lo que empezarán una conversación
vacilante e intrascend (Goffman, 1963, p. 156).
Manejo de la presentación
Goffman y otros autores que han escrito sobre interacción social emplea menudo
expresiones del teatro al analizar la interacción social. El concepto de social,
ampliamente utilizado para este propósito (y de un modo más general) sociología,
surgió en un escenario de teatro. Los roles son expectativas socialm definidas que sigue
una persona de un status o posición social dada. Ser profe por ejemplo, supone ocupar
una posición específica; el rol del profesor consist actuar de una determinada manera
con sus alumnos. En el modelo dramatúr:
que emplea Goffman, la vida social se concibe como si fuera una representaciól actores
en el escenario —o en muchos escenarios, dado que nuestro modo de aci depende del
rol que estemos jugando en un momento dado. La gente es muy sible a cómo les ven los
demás, y utiliza muchas formas de manejo de la presenta para asegurarse de que los
demás reaccionan como ellos desean. Aunque est hace a veces de una manera calculada,
es una de esas cosas que normalmente fizamos sin prestar una atención consciente. Una
persona viste y se comporta diferente manera cuando va a una reunión de negocios que
cuando está relaj con sus amigos viendo un partido de futbol

Región anterior y posterior


Goffman señala que gran parte de la vida social se puede dividir en regia
anteriores y regiones posteriores. Las regiones anteriores son las situaciones o cuentros
sociales en los que los individuos juegan papeles formales o institui ‘—son «actores en
escena». Las regiones posteriores son aquellas en las que se sui los esfuerzos y uno se
prepara para la interacción en situaciones de máxima for lidad. Las regiones posteriores
son como el espacio «entre bastidores» de un te o las actividades de «detrás de la
cámara» en el cine. Mientras están a salvo «de del escenario», la gente se relaja y da
rienda suelta a los sentimientos y estilo comportamiento que manejan con cuidado
cuando están «en escena». Así, una marera puede ser el vivo retrato de la cortesía
cuando sirve a un cliente e comedor de un restaurante, pero transformarse en la más
gritona y atrevida cuadesaparece tras las puertas de la çocina. Probablemente hay pocos
restaurantes en los que a la gente le gustaría comer si pudieran ver lo que pasa en la
cocina.
Las regiones posteriores permiten «la profanación, los comentarios sexuales abier tos,
apretones disfrazados [ ropas informales y corrientes, posturas “descuidadas” tanto
sentados como de pie, el empleo de un slang o de un lenguaje poco formal, el murmurar
y gritar, la agresividad juguetona y “tomar el pelo”, la desconsidera ción para con el
otro en acciones menores pero potencialmente simbólicas, acciones individuales de
poca importancia como tararear, silbar, comer chicle, eructar o ven tosear» (Goffman,
1969, p. 128).
El trabajo en equipo conileva a menudo crear y preservar las representaciones en las
regiones anteriores. Así, dos políticos destacados del mismo partido podrían llegar a
poner en práctica un show de solidaridad y amistad ante las cámaras de televisión
aunque se detesten mutuamente. Una mujer y su marido pueden tener cuidado de
ocultar sus peleas ante los niños, preservando un frente de armonía, y discutir con
dureza una vez que los niños están tranquilamente acostados.

Adopción de roles: exploraciones íntimas


James Henslin y Mae Briggs estudiaron un tipo de encuentro muy específico y de gran
delicadeza: lo que ocurre cuando una mujer visita al médico para hacerse un examen
ginecológico (Henslin y Briggs, 1971). La mayoría de los exámenes gi necológicos los
hacen hombres. La experiencia está llena de ambigüedades y situa ciones embarazosas
potenciales para ambas partes. Los hombres y las mujeres de la cultura occidental están
socializados para pensar que los genitales son la parte más privada del cuerpo, y para
concebir, y particularmente sentir, que los genitales ajenos están normalmente asociados
con los encuentros sexuales íntimos. Muchas mujeres se apuran tanto ante un examen
ginecológico que se niegan a ir a la consulta incluso cuando existe una razón médica de
peso para hacerlo.
Henslin y Briggs analizaron el material recogido por Briggs, una enfermera com
petente, sobre .un gran número de exámenes ginecológicos. Interpretaron los resul tados
señalando que existían varias fases. Adoptando la metáfora dramatúrgiCa, sugirieron
que cada fase podía ser tratada como una «escena» distinta, en la que los papeles de los
actores variaban a medida que avanzaba la trama. El «prólogo» es la entrada de la mujer
en la sala de espera preparándose para asumir el papel de paciente, descartando
temporalmente su identidad en el exterior. Una vez en la consulta adopta el papel de
«paciente» y comienza la primera escena. El doctor adopta unos modelos profesionales,
pero trata a la paciente como persona decente y competente, manteniendo contacto con
la mirada y escuchando cortésmente lo que tiene que decir. Si decide que es necesario
un examen, se lo dice a la paciente y sale de la habitación; la «escena primera» ha
terminado.
Al salir el médico entra una enfermera. Ella es un importante «tramoyista» en la escena
principal que va a empezar a continuación. Calma cualquier preocupación que pueda
tener la paciente, actuando tanto de confidente —sabe las «cosas por las que las mujeres
tenemos que pasar»— como de colaboradora en lo que viene des pués. De un modo
crucial, la enfermera contribuye a transformar a la paciente de «persona» en «no
persona» para la escena principal: un cuerpo parte del cual va ser examinado, no un ser
humano completo. La enfermera no sólo supervisa mie tras la paciente se desviste, sino
que se apropia de ciertos aspectos que un individi controlaría en circunstancias
normales. Así, recoge la ropa de la paciente y la dob] A la mayoría de las mujeres no les
gusta que su ropa interior esté a la vista cuan regrese el médico, por lo que las
enfermeras se aseguran de evitar que sea así. G a la paciente hasta la camilla y la cubre
casi completamente con una sábana am de que vuelva el médico.
La escena central da comienzo en este instante, con la enfermera y el médi presentes. La
presencia de la enfermera ayuda a asegurar que la interacción eni el médico y la
paciente carece de connotaciones sexuales, y proporciona un testi legal en el caso de
que el médico fuera acusado de conducta poco profesional. examen procede como si la
personalidad de la paciente estuviera ausente —la sába:
que la cubre separa el área genital del resto del cuerpo, y su posición no le permi ver los
procedimientos del examen. Salvo por algunas preguntas de carácter médi el doctor la
ignora, sentado en un taburete y fuera de su vista. La paciente colabo en convertirse
temporalmente en una «no persona», no iniciando ninguna conver ción y reduciendo los
movimientos al mínimo.
En el «intervalo» entre esta escena y la siguiente la enfermera vuelve a jugar papel de
tramoyista, ayudando a la persona a volver a ser de nuevo una «persol completa». En
esta unión pueden volver a entablar conversación, en la que la ciente mostrará su alivio
de que la revisión haya concluido. Una vez que se
vestido y arreglado, la paciente está preparada para enfrentarse a la escena fin El médico
vuelve a entrar, y al contarle los resultados del examen trata ya a paciente como a una
persona completa y responsable. Con sus modales cortese profesionales enfatiza el
hecho de que sus reacciones no se han visto alteradas el contacto íntimo que le ha sido
permitido con su cuerpo. El «epilogo» se rep senta cuando ella abandona la oficina del
médico y recupera su identidad en mundo exterior.
Encuentros y espacio personal
En la cultura occidental, en la mayoría de las ocasiones la gente mantiene distancia de al
menos un metro cuando entablan una interacción focalizada
otros. Cuando están de pie uno junto al otro, incluso si no participan en el mis
encuentro, puede que estén más juntos. Existen diferencias culturales en la defi ción de
espacio personal. En Oriente Medio, por ejemplo, las personas están fl malmente más
juntas de lo que se considera aceptable en Occidente. Los occid tales que visitan esa
región del mundo pueden sentirse desconcertados ante di proximidad física inesperada.
Edward T. Hall, que ha trabajado intensamente en la comunicación no ver distingue
cuatro zonas dentro del espacio privado. La distancia íntima, de h cincuenta
centímetros, está reservada a muy pocos contactos sociales. Unicame aquellos que
tienen relaciones en las que se permite el contacto corporal regu mente —como entre
padres e hijos o entre amantes— operan dentro de esta zdel espacio privado. La
distancia personal (desde cincuenta centímetros hasta un metro aproximadamente) es el
distanciamiento normal en los encuentros con amigos y personas más o menos
conocidas. La distancia social, desde un metro hasta tres metros y medio, es la distancia
que normalmente se mantiene en las situaciones formales d interacción como es el caso
de las entrevistas. La cuarta zona es la de la distancia pública, superior a tres metros y
medio, preservada para aquellos que actúan ante una audiencia.
En la interacción ordinaria las zonas más llenas son las de la distancia íntima y la
personal. Si estos espacios son «invadidos», la gente trata de recuperar su espacio. Una
mirada fija puede querer decirle al otro « o de lo contrario empu jará al intruso con el
codo. En aquellos casos en los que las personas se ven forzadas a una proximidad
mayor de la que sería deseable se debe establecer algún tipo de frontera física, como
cuando un lector sentado en una mesa de una biblioteca pú blica marca físicamente un
espacio privado amontonando libros a su alrededor (Hall, 1959, 1966).

Interacción en el tiempo y en el espacio


Viendo de qué modo se distribuyen las actividades en el espacio —y en el tiem po—
resulta fundamental analizar los encuentros así como llegar a conocer los as pectos
básicos de la vida social en general. Toda interacción está, sin duda, locali zada —
ocurre en un lugar concreto y tiene una duración específica. Nuestras accio nes en el
curso de un día tienden a estar «divididas en zonas», tanto en el tiempo como en el
espacio. Así, por ejemplo, la gente que va a trabajar pasa una «zona»
—digamos, desde la 9 h hasta las 17 h— de su tiempo diario trabajando. Su tiempo
semanal también se divide en zonas: es probable que trabajen los días laborables y que
pasen los fines de semana en casa, alterando entonces los modelos de sus acti vidades.
El tiempo que se pasa en el trabajo implica normalmente movimientos espaciales —una
persona que viaja de su casa al trabajo probablemente cogerá un autobús desde una zona
de la ciudad hasta otra, por ejemplo, o tal vez viva en las afueras. Por tanto, cuando
analizamos los contextos en los que tiene lugar la inte racción social resulta de gran
utilidad analizar los movimientos de las personas en la dimensión espacio-temporal. A
medida que nos desplazamos por las zonas tem porales del día, a menudo nos estamos
moviendo además en el espacio.
Los geógrafos sociales han introducido la útil e intrigante noción de convergencia
espacio-temporal para analizar de qué modo afectan el desarrollo social y el cambio
tecnológico a los esquemas de actividad social. La convergencia espacio-temporal se
refiere al modo en el que, con las mejoras en los sistemas de transporte, las distan cias
«encogen». Así, el tiempo empleado en viajar desde la costa este hasta la oeste de los
Estados Unidos se puede calcular en términos de las tasas variables de mo vihdad que
resultan posibles con los avances en los métodos de transporte. A pie, el viaje dura cerca
de dos años; a caballo, ocho meses; en carreta, cuatro meses; en tren en 1910, cuatro
días; en coche, dos días y medio; en avión de línea regular, cinco horas; con el
transporte aéreo más rápido, unas dos horas; en nave espacial, sólo unos minutos
(Janelle, 1968; Carlstein et al., 1978). Los modos de vida soci se reorganizan totalmente
con una convergencia espacio-temporal creciente que afei ta a las vidas de todos
nosotros. Muchos de los bienes que usamos, y gran parte d los alimentos que comemos,
por ejemplo, se transportan a grandes distancias, in cluso desde el otro lado del mundo.
Esto ha contribuido a producir una interdepen dencia mundial mucho mayor. (Ver
capítulo 16: «La mundialización de la vida so cial».)
Podemos entender cómo se organizan las actividades sociales en el tiempo y e el
espacio por medio del concepto de regionalización, el cual se refiere al modo eil que la
vida social se divide en zonas tanto en el tiempo como en el espacio. Tome mos el
ejemplo de una cas,a privada. Una casa moderna está regionalizaaa en habi taciones,
pasillos y descansillos, si hubiera más de una planta. Estos diversos espa cios de la casa
no son simplemente áreas físicamente separadas, sino que estái «zonalizadas» en el
tiempo y en el espacio. El salón y la cocina se usan principal mente durante las horas de
luz, y los dormitorios de noche. La interacción que s produce en estas diversas
«regiones» está limitada por divisiones tanto espaciale como temporales. Algunas áreas
de la casa constituyen las «regiones posteriores» por lo que las «actuaciones» se
encuentran en las restantes. Una casa entera, en ui período dado de la semana, puede
convertirse en una «región posterior», com puede ocurrir también con los caminos en el
tiempo y en el espacio trazados en e exterior. De nuevo estos asuntos han sido captados
por Goffman con una enorme belleza:
Un domingo por la mañana una casa entera puede usar la valla que rodea el recinto
doméstico como límite dentro del cual se permite un relajamiento en la ropa y en las
tareas civiles, extendiendo por todas las habitaciones la informalidad que está
normalmente limitada a la cocina y los dormitorios. Además, en los barrios americanos
de clase media, por las tardes la línea entre el parque infantil y la casa puede ser
definida como zona entre bastidores por las madres, las cuales se pasean en vaqueros,
zapatillas y con muy poco maquillaje... Y, desde, luego, una región estrictamente
definida como región anterior para la realización re gular de una rutina concreta con
frecuencia funciona como región posterior antes y después de cada representación, ya
que en momentos así las estructuras fijas pueden sufrir reparacio nes, restauraciones y
arreglos, o los actores pueden vestir trajes de ensayo. Para poder ob servar esto sólo
tenemos que echar un vistazo a un restaurante, una tienda o una casa unos minutos antes
de que estos lugares se abran al comenzar el día. (Goffman, 1969, p. 127.)

El tiempo del reloj


En las sociedades modernas la división en zonas de nuestras actividades está
fuertemente influenciada por la experiencia de los relojes y del tiempo del reloj. Sin
relojes, y sin la medida precisa de las actividades —y, consecuentemente, su coor
dinación en el espacio—, las sociedades industrializadas no podrían existir (Wright,
1968; Mumford, 1973). La medida del tiempo por los relojes está hoy es tandarizada en
el globo, posibilitando los complejos sistemas de transporte y comu nicaciones
internacionales de los qu dependen nuestras vidas actualmente. El tiempo mundial
estandarizado no se introdujo hasta 1884, en una conferencia de nacio nes que se
celebró en Washington. El globo estaba entonces dividido en veinticuatro zonas con una
hora de diferencia entre cada una, y fue entonces cuando se fijó el comienzo exacto de
un día universal (Zerubavel, 1982).
Los monasterios fueron las primeras organizaciones que trataron de establecer un orden
en las actividades de los residentes a lo largo del día y de la semana, una práctica que
surgió en una época tan temprana como el siglo X Hoy no existe prácticamente ningún
grupo u organización que no lo haga y cuanto mayor es el número de gente y de
recursos implicados más preciso tiene que ser el ordenamien to. E Zerubavel (1979)
demostró lo anterior en un estudio de la estructura temporal de un gran hospital
moderno. Un hospital tiene que funcionar las veinti cuatro horas del día, y coordinar el
personal y los recursos es una tarea altamente compleja. Por ejemplo, la mayoría de las
enfermeras trabajan en turnos preestable cidos de guardias, pasando por los diferentes
sectores del hospital, y tienen también que alternarse entre los turnos de día y de noche.
Todos estos individuos, así como los recursos que necesitan, tienen que coordinarse
tanto en el tiempo como en el espacio.

Geografía temporal
Un modo muy interesante de analizar las actividades a través del tiempo y del espacio
fue el desarrollado por el geógrafo social sueco Torsten Hagerstrand (Ha gerstrand,
1973; Carlstein et al., 1978). Hagerstrand denomina a su enfoque geogra fía temporal,
aunque estudia, de hecho, los movimientos espacio-temporales. El enfoque de la
geografía temporal mira al entorno físico (avenidas, edificios, calles, barrios) en el que
se desarrollan las actividades sociales y describe el modo en el que este entorno influye
en —y es influido por— los movimientos diarios y sema nales de los individuos y
grupos. Podemos dibujar un mapa de las rutas que realizan diariamente los individuos
—lo que hace la gente, en qué momentos del día y dón de— en el curso de un día o una
semana típicos.
Podemos poner un ejemplo muy simple. Dos individuos, llamémosles A y B, viven en
barrios diferentes de una ciudad. Sus rutas espacio-temporales a lo largo de un día les
llevan a contactar en un punto X durante un tiempo —pueden coincidir en un café o
restaurante y hablar— después del cual sus rutas divergen, cuando cada uno se va a
realizar sus actividades en lugares distintos. Recogiendo las actividades típicas resulta
bastante sencillo construir una imagen espacio-temporal de sus vidas. De este modo
podemos reproducir el mosaico de actividades en el tiempo y en el espacio que
componen la vida de los barrios y de las comunidades urbanas (ver fig. 3).

Límites espacio-temporales
Podemos entender algunos de los factores que influyen en el esquema de vida urbana
identificando rasgos simples, pero esenciales, de la vida humana que afectan al modo en
que están organizados el tiempo y el espacio. Tres tipos de límites
de una comunidad o sociedad. El poder que tiene la gente para vivir donde desea, por
ejempl° está limitado por sus recursos económicos. La mayoría de la gente desearía
vivir en barrios de casas elegantes y lujosas, pero únicamente unos cuantos tienen los
medios para hacerlo. Los planes urbanísticos también limitan el tipo de viviendas que se
pueden construir en las distintas áreas urbanas.
Como ilustración de cómo estos conceptos ayudan a realizar los estudios empí ricos
podemos tomar un proyecto de investigación planteado desde la perspectiva de la
geografía temporal en la ciudad de Newcastle en Nueva Gales del Sur, Aus tralia. El
proyecto investigó algunos de los problemas que se planteaban para crear un nuevo
centro de salud de la comunidad en un área socialmente mezclada a unas catorce millas
del centr’ de la ciudad. Cuando se creó el centro los responsables no se dieron cuenta de
que mucha gente de la zona a la que estaba destinado el centro tenía turnos de trabajo.
Muchos más pacientes de los previstos acudían al centro antes de las 7 h, o después de
las 17 h. Al mismo tiempo, la mayoría de los clientes presumían que el centro estaría
abierto y que podrían acceder a sus facilidades a las horas normales.
El centro tuvo que enfrentarse entonces con problemas de capacidad limitada y de
acoplamiento. Era difícil encontrar personal que pudiera trabajar fuera de las horas
normales; los que se prestaban a hacerlo podían encontrarse sin transporte a
determinadas horas desde el barrio donde vivían. Se encontraron con serias dificul tades
a la hora de establecer un horario de los servicios del centro: en algunos períodos del día
el centro estaría medio vacío y habría poco trabajo, mientras que en otros momentos —
concretamente hacia el final del día y justo al final de la semana— el centro estaría tan
abarrotado de gente que el personal no iba a dar abasto. Por el estudio de las rutas
espacio-temporales de un determinado número de trabajadores y de clientes del centro,
los investigadores pudieron determinar el origen de los problemas. Sugirieron además
una serie de mejoras que se podrían introducir para aliviar los problemas por medio de
una distribución más sistemática de los recursos (Parkes y Thrift, 1980, pp. 271-272).

Distribución de zonas
La distribución de actividades en el tiempo y el espacio en el último sigló apro
ximadamente —particularmente en los últimos tiempos— ha estado influida por lo que
se ha llamado la colonización del tiempo. Los procesos de migración espacial a, o entre,
las ciudades se han visto acompañados por una «migración» a las zonas temporales de
la noche y la madrugada. Como señala Murray Melbin:
La última gran oleada de inmigración humana se está produciendo en el tiempo: una
expan sión de la actividad insomne durante las veinticuatro horas del día. Hay más
turnos de trabajo en las fábricas, mayor cobertura policial, un mayor uso del teléfono a
todas horas. Hay más hospitales, farmacias, vuelos aéreos, hostales, restaurantes
abiertos todo el día, locales de alquiler de coches y estaciones de gasolina y de
reparación, boleras y estaciones de radio siempre en funcionamiento. Existen más
servicios de emergencia como turismos particulares cerrajeros, casas de empeño,
suicidios y con el juego que se ofrecen incesantemente. Aun distintos individuos
participan en estas actividades por turnos, las organizaciones implica están
continuamente activas. (Melbin, 1978, p. 100.)
Melbin estima que en Estados Unidos después de la medianoche hay unos trei millones
de personas activas, excluyendo a los que se praparan para irse a la car Incluso durante
las «profundidades de la noche» —de tres a cinco de la madrugad unos diez millones de
personas están levantados y realizando alguna actividad.
Estos cambios, sin duda, tienen siempre implicaciones espaciales y se ven af tados por
los diversos tipos de límites que influyen en la distribución de zo] espacio-temporal. Las
actividades nocturnas de un área exigen procesos corresp dientes durante el día en otras
regiones. Por ejemplo, un avión que viaja de no llegará a su destino muy temprano por
la mañana, requiriendo la movilización los servicios del aeropuerto y de los enlaces de
transporte. Las organizaciones ( contribuyen al aumento del nivel de actividad durante
las horas nocturnas y madrugada se enfrentan al tipo de límites de acoplamiento
mencionados en la vestigación del centro de salud de la comunidad en Newcastle.
Un investigador estudió la organización espacio-temporal de diversas zonas centro de
Boston en Estados Unidos. Los ciclos de utilización de los barrios inclu cuatro
categorías.
1. Uso continuo. áreas incesantes.
2. Evacuación: vacías por la noche.
3. Invasión: especialmente activas por la noche.
4. Desplazamiento: variable del día a la noche.
Determinadas áreas, como ciertos barrios residenciales próximos al centro de
-ciudad, son utilizados más o menos continuamente por un gran número de person
aunque las actividades que allí se realizan varían en las diferentes fases del ci diano El
area de negocios se queda practicamente vacia de noche Las zonas bcio son invadidas
por la noche y a primeras horas de la mañana, pero están pr licamente vacías durante el
día. Varias zonas en los márgenes de la ciudad c on tanto negocios como
entretenimientos experimentan la sustitución úna población por otra al final del día
(Lynch, 1976).

La vida cotidiana en la perspectiva cultural e histórica


! Algunos mecanismos de la interacción social analizados por Goffman, Garfinl
Otros parecen ser universales; pero otros muchos no lo son. La aportación eñales» para
delimitar la apertura y el cierre de los encuentros, por ejemplo, i duda característica de
la interacción humana en todas partes. En todos los ag nientos humanos se encuentran
además diversos medios empleados para orga los encuentros —como mantener el
cuerpo apartado de los demás cuando ma un «nudo» conversacional. Pero en muchos
aspectos nuestra vida cotidi las modernas sociedades occidentales es muy diferente de la
de los habitantes
tras culturas. Por ejemplo, algunos aspectos de la desatención cortés son irrelev tes en el
comportamiento de los miembros de sociedades de pequeñas dimensiones, donde no
hay extraños y muy pocos lugares, por no decir ninguno, donde haya al mismo tiempo
más de una docena de personas. La mayor parte de la obra de Goffman sobre
desatención amable y otros aspectos de la interacción se ocupa fun damentalmente de
las sociedades en las que el contacto con extraños es corriente.
Nuestra vida cotidiana ha sido modelada en muchos aspectos fundamentales por los
cambios asociados a la industrialización, el proceso de urbanización y el desa rrollo de
los estados modernos. Un ejemplo servirá para demostrar algunos contras tes entre la
interacción en las sociedades modernas y en las sociedades tradicionales. Una de las
culturas menos desarrolladas en términos de la tecnología existente en el mundo es la de
los !Kung (también conocidos como los bosquimanos), que viven en la zona de
Bostwana y Namibia del desierto del Kalahari, en el sur de Africa (Lee, 1968, 1969) (el
signo de exclamación alude a un sonido seco que se hace antes de pronunciar el
nombre). Su modo de vida está cambiando por las influencias externas, pero vamos a
centrarnos en sus esquemas tradicionales.
Los !Kung viven en grupos de unas treinta o cuarenta personas, en asentamientos
temporales cerca de las charcas. Los alimentos escasean en su medio, y deben des
plazarse a grandes distancias para encontrarlos. En esos paseos emplean la mayor parte
del día. Las mujeres y los niños suelen permanecer en el campamento, pero a menudo
todo el grupo pasa el día caminando. Los miembros de la comunidad se dispersan a
veces en un área concreta de unas 100 millas cuadradas en el curso del día, regresando
al campamento de noche para comer y dormir. Puede ocurrir que los hombres salgan
solos o en grupos de dos o tres durante casi todo el día. Pero hay una época del año en la
que sus rutinas diarias cambian: la estación invernal de las lluvias, cuando el agua es
abundante y el alimento mucho más fácil de con seguir. La vida cotidiana de los !Kung
durante esta época está centrada en torno a las actividades rituales y ceremoniales, en
cuya preparación y representación consu men la mayor parte del tiempo.
Los miembros de la mayoría de los grupos !Kung nunca ven a nadie que no conozcan
razonablemente bien. Hasta que los contactos con el exterior se hicieron más frecuentes
en los últimos años, ni siquiera tenían una palabra para designar al «extraño». Mientras
que los !Kung, y particularmente los hombres, pueden pasar gran parte del día fuera de
todo contacto con otros, no existe apenas posibilidad de intimidad en la comunidad. Las
familias duermen en recintos abiertos y endebles, y prácticamente todas sus actividades
se hacen en público. Nadie ha estudiado a los !Kung con las observaciones de Goffman
sobre la vida cotidiana en mente, pero es fácil darse cuenta de que su trabajo tiene una
aplicación limitada para la vida social de los !Kung. Por ejemplo, existen pocas
oportunidades de crear regiones anteriores y posteriores. El «cerramiento» de diversos
agrupamientos o encuentros mediante las paredes de una habitación, edificios separados
con distintas funciones y los di ferentes barrios de las ciudades, son aspectos de la vida
cotidiana en las sociedades modernas que están muy alejados de las actividades de los !
Kung.
Tommy Carlstein ha analizado aspectos de la vida social de los !Kung utilizando los
conceptos de la geografía temporal (Carlstein, 1983). Al igual que los cazadores y los
recolectores, señala, los !Kung se enfrentan a un conflicto espacio-temporal entre el
almacenamiento de alimentos y la movilidad social que afecta a la naturaleza de su vida
cotidiana. Cuanta más comida almacenen para protegerse de los tiempos de escasez más
atados están a un lugar. Pero si tuvieran que concentrar sus activi dades en un lugar fijo
sus recursos alimenticios se verían mermados porque no podrían viajar lo
suficientemente lejos como para encontrar la comida que necesitan. Los !Kung soportan
este dilema de un modo que le da a su estilo de vida la forma que tiene. Se limitan a
trasladar el campamento cuando es necesario.

Tiempo
FIGURA 4.—El ámbito de movilidad posible en el espacio en el curso de un día. El
prizma A denota una cultura dependiente del desplazamiento a pie para su movilidad
física. El prisma B denota una cultura que posee animales domésticos para el transporte.
Fuente: T. Caristein, Time Resources, Society and Ecology: On Ihe Capaciiy for Human
interaction in Space and Time (Londres: Allen and Unwin, 1983), p. 75.
Se puede representar la distribución de la movilidad en el espacio a lo largo de un día
mediante un prisma (ver fig. 4). Suponiendo que los !Kung hubiesen vivido en las
regiones desérticas del norte de Africa, donde los camellos permiten una gran
movilidad, el prisma tendría una gran amplitud lateral. Un incremento de la movi lidad
espacial puede tener consecuencias drásticas para el modo de vida de un pue blo. Por
ejemplo, la introducción del caballo entre los indios americanos de las llanuras les
permitió cazar manadas de bisontes. Ello alteró su estilo de vida mate rial, el cual,
subsecuentemente, provocó cambios en algunos de los principales há bitos y
costumbres.

Microsociología y macrosociología

El estudio del comportamiento cotidiano en situaciones de interacción cara a cara recibe


el nombre de microsociología. La macrosociología es el análisis de los sistemas
Sociales a gran escala, tales como una compañía de negocios, el sistema político o el
orden económico. La macrosociología incluye además el análisis de los procesos de
cambio a largo plazo, como el desarrollo de la industrialización. A primera vista podría
parecer que los análisis micro y macro están alejados entre sí. Pero, de hecho, están
íntimamente relacionados (Knorr-Cetina y Cicourel, 1981; Giddens, 1984), como ha
tratado de demostrar este capítulo.
El análisis macro es esencial si intentamos comprender la base institucional de la vida
cotidiana. El modo de vida de las personas está profundamente afectado por el marco
institucional más amplio dentro del cual existe, como resulta obvio cuando se compara
el ciclo cotidiano de las actividades de una cultura como la de los !Kung
Espacioon la vida en un entorno urbano occidental. Como hemos señalado, en las socie
dades modernas estamos constantemente en contacto con extraños. De hecho, el término
«extraño» ha perdido el significado que tenía antes. Un extraño era, lite ralmente, una
«persona extraña» que venía de «fuera». Los individuos que hoy en día viven en un área
urbana se encuentran constantemente con otros a los que no conocen personalmente. En
esas circunstancias, los límites entre la interacción no focalizada, y la focalizada se
cruzan con mucha más frecuencia. El habitante de la ciudad tiene que iniciar y romper
constantemente las interacciones con personas a las que no conocía previamente.
Los estudios micro son necesarios para poder llegar a comprender los modelos
institucionales más amplios. La interacción cara a cara es claramente la base prin cipal
de todas las formas de organización social, independientemente de sus dimen siones.
Supongamos que estamos estudiando una corporación de negocios. Muchas de las
actividades de la compañía podrían ser estudiadas en términos del compor tamiento de
sus miembros en las situaciones cara a cara. Podríamos analizar, por ejemplo, la
interacción de los directores en la sala de juntas, a la gente trabajando en las distintas
oficinas o a los trabajadores en la planta de ventas. Por este medio no lograríamos
componer una imagen de toda la corporación, ya que muchos de los vínculos
implicados no ponen en contacto directo a las personas. A través del ma terial impreso,
las cartas, el teléfono y los ordenadores numerosas conexiones tras cienden la
inmediateZ de la interacción personal. Pero sí podríamos contribuir de un modo
significativo a la comprensión del funcionamiento de la organización.

Resumen
1. Muchos aspectos aparentemente triviales de nuestro comportamiento coti diano, una
vez analizados, revelan complejos e importantes aspectos de la interacción social. Un
ejemplo es la mirada: mirar a otros. En la mayor parte de las interacciones el contacto
con la mirada es fugaz. Mirar fijamente a otra persona podría interpretarSe como signo
de hostilidad, en ciertas oca siones de amor. El estudio de la interacción social es un
área fundamental en sociología que evidencia muchos aspectos de la vida social.
2. El rostro humano refleja numerosas expresiones diferentes. Se acepta co múnmente
que los aspectos básicos de la expresión facial de la emoción son innatos. Los estudios
comparativos de culturas demuestran similitudes bas tante aproximadas entre los
miembros de culturas diferentes en la expresión facial y en la interpretación de las
emociones que se reflejan en el rostro humano.
3. En un sentido más amplio, el término «rostro» también puede referirse a la estima
que despierta un individuo en los demás. Generalmente, en la inte racción con los
demás nos preocupa «mantener la imagen»: proteger nues tra autoeStima.
4. Al estudio del habla y la conversación ordinaria se le denomifla etnOmeto dología,
un término acuñado por primera vez por Harold Garfiflkel. La et nornetodología es el
estudio de los diferentes modos por los que nosotros, interpretamos activamente —
aunque normalmente dándolo por supuesto— lo que los demás dicen o hacen.
5. Podemos aprender mucho sobre la naturaleza del habla mediante los «gritos de
respuesta» (exclamaciones) y por el estudio de los errores lingüísticos (lo que ocurre
cuando la gente pronuncia mal o emplea por error palabras y frases). Los errores
lingüísticos son a menudo cómicos, y están estrechamen te relacionados con el ingenio
y las bromas.
6. La interacción no focalizada es la conciencia mutua que los individuos tienen de otra
persona en grandes aglomeraciones, pero con la cual no llegan a entablar una
conversación. La interacción focalizada, que puede dividirse en diferentes encuentros —
o episodios de interacción—, ocurre cuando dos o más individuos atienden directamente
a lo que otro u Otros dicen o hacen.
7. La interacción social se puede estudiar de un modo revelador aplicando el modelo
dramatúrgico: el estudio de la interacción social como si los implica dos fueran actores
en el escenario, con unos decorados y unos papeles que representar. Como en el teatro,
en los distintos contexto de la vida social suelen existir marcadas distinciones entre las
regiones anteriores (el escena rio) y las regiones posteriores (donde los actores se
preparan para la repre sentación y descansan después).
8. Toda interacción social está situada en el tiempo y en el espacio. Podemos analizar el
modo en que nuestra vida cotidiana está «distribuida en zonas» en el tiempo y en el
espacio simultáneamente fijándonos en cómo las acti vidades se realizan durante
períodos de tiempo concretos y simultáneamente conllevan movimientos espaciales. La
geografía temporal proporciona uno de los medios de documentar lo anterior.
9. El estudio de la interacción cara a cara se denomina microsociología —por contraste
con la macrosociología, que estudia grupos más amplios, institu ciones y sistemas
sociales. Los análisis micro y macro están íntimamente relacionados y se complementan
mutuamente.

Conceptos básicos
encuentro / posición social / rol social
desatención amable/ comunicación verbal / región anterior
no habla/ conversación / etnometodología / gritos de respuesta / interacción no
focalizada / interacción focalizada / modelo dramatúrgico
región posterior / espacio personal / convergencia espacio-temporal
regionalización / tiempo del reloj / geografía temporal
microsociología / microsociología

Lecturas complementarias

Paul Drew y Anthony Wootton, Erving Goffman: Exploring the Interaction Order
(Cambrid ge: Polity Press, 1988). Una colección de artículos sobre los principales
aspectos de la
obra de Goffman.
Erving Goffman, The Presentation of Self in Everyday Life (Harmondsworth: Penguin,
1969).
Edición en castellano: La presentación de la persona en la vida cotidiana Buenos Aires,
Amorrortu, 1971. Uno de los más importantes trabajos de Goffman, en el que estudia
cómo los individuos organizan la interacción con otros con el fin de provocar una deter
minada imagen en los demás.
Erving Goffman, Behaviour in Public Places (Nueva York: Free Press, 1963). Un
análisis de
los rituales desarrollados por los individuos en situaciones públicas de interacción.
«Symposium on Erving Goffman», Theory, Culture and Society, vol. 2, n.° 1 (Winter
1983).
Una serie de artículos críticos sobre la obra de Goffman.
Henn Lefebvre, Everyday Life in the Modern World (Londres: Allen Lane, 1971). Un
ensayo
sobre cómo el cambio social en la actualidad ha alterado la naturaleza de la vida
cotidiana.
E. Livingstone, Making Sense of Ethnomethodology (Londres: Routiedge and Kegan
Paul, 1987). Una obra general sobre etnometodología, de gran utilidad, con una clara
exposi ción de sus ideas básicas.
E. P. Thompson, «Time, work discipline and industrial capitalism», Pas and Present, 38
(1967). Un célebre análisis de las conexiones entre la industria moderna y la regulación
del tiempo.

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