A. Guiddens - Sociologia
A. Guiddens - Sociologia
A. Guiddens - Sociologia
Salud y enfermedad
Normalmente consideramos la salud y la enfermedad como cuestiones relaciona das
únicamente con la condición física del cuerpo. Una persona siente molestias y dolores o
tiene fiebre. ¿Cómo podría tener esto algo que ver con influencias más amplias, de tipo
social? Sin embargo, los factores sociales tienen de hecho un efecto profundo sobre la
experiencia y la aparición de las enfermedades, así como sobre el modo en que
reaccionamos a la enfermedad. Nuestro mismo concepto de «enfer
medad» como mal funcionamiento físico del cuerpo no es compartido por todas las
sociedades. Otras sociedades piensan que la enfermedad, e incluso la muerte, están
producidas por hechizos, no por causas físicas susceptibles de tratamiento (Evans
Pritchard, 1950). En nuestra sociedad, los miembros de la Chri Science recha
zan muchas de las ideas ortodoxas sobre la enfermedad, en la creencia de que en
realidad somos seres espirituales y perfectos hechos a la imagen de Dios, y que la
enfermedad proviene de un mal entendimiento de la realidad, de «admitir el error».
El tiempo que uno puede esperar vivir y las probabilidades de contraer enfer
medades graves como afecciones cardíacas, cáncer o neumonía están muy influidos
por características sociales. Cuanto mejor posición económica tengan las personas,
menores son las probabilidades de que sufran enfermedades graves en un momento
cualquiera de sus vidas. Además, existen roles sociales muy definidos acerca de
cómo se espera que nos comportemos cuando caemos enfermos. Una persona en-
ferma queda excusada de muchos o de todos los deberes normales de la vida coti diana,
pero la enfermedad tiene que ser reconocida como «lo suficientemente grave»
para que pueda exigir estas ventajas sin ser criticado o reprendido. Es probable que
si se piensa que alguien sufre sólo de una forma de debilidad relativamente benigna,
o su enfermedad no se ha identificado con precisión, se considere a esa persona un
«enfermo fingido», sin que realmente tenga el derecho de sustraerse a las obliga ciones
diarias (Segal, 1976; Cockerham, 1986).
Los caballos, dando un fuerte tirón, se llevaron primero el brazo derecho y luego el otro.
(Foucault, 1979, pp. 4-5.)
La víctima se mantuvo viva hasta la separación final de sus miembros del torso. Antes
de la época moderna, los castigos como éste no eran infrecuentes. Como
John Lofland ha escrito, describiendo las formas de ejecución tradicionales:
Las ejecuciones históricas de épocas anteriores estaban calculadas para maximizar el
período de agonía del condenado y su conciencia durante éste. Aplastar hasta la muerte
mediante una carga progresivamente pesada situada sobre el pecho, romper al
condenado en la rueda, la crucifixión, el estrangulamiento, la hoguera, el cortar tiras de
carne, apuñalar partes no vitales del cuerpo, estirar y cuartear, y otras técnicas
semejantes consumían períodos de tiempo bastante prolongados. Incluso el
ahorcamiento fue una téçnica de efectos lentos du rante la mayor parte de su historia.
Cuando simplemente se retiraba el carro de los pies del condenado o la trampilla se
abría sin más, el condenado era estrangulado lentamente, y antes de sucumbir se retorcía
durante varios minutos E.. .1 para abreviar esta lucha, el verdugo a veces se ponía bajo
el patíbulo para tirar de las piernas del condenado. (Lofland, 1977, p. 311.)
Las ejecuciones frecuentemente se llevaban a cabo frente a extensas audiencias, práctica
que persistió hasta bien entrado el siglo XVIII en algunos países. A los condenados a
muerte se les paseaba por las calles en un carro abierto, para que se encaminaran a su fin
como parte de un espectáculo con buena publicidad, en el que las multitudes aclamarían
o abuchearían, según su actitud hacia cada víctima en particular. Los verdugos eran
celebridades públicas, y en ocasiones tenían la fama y seguimiento que se prodiga a las
estrellas de cine en los tiempos modernos.
Hoy en día encontramos estos modos de castigo totalmente repelentes. Pocos de
nosotros podemos imaginar el divertirnos con el espectáculo de la tortura o la muer te
violenta de alguien, sean cuales sean los crímenes que hubiera podido cometer. Nuestro
sistema penal está basado en el encarcelamiento más que en infligir dolor físico, y en la
mayoría de los países occidentales la pena de muerte se ha abolido por completo. ¿Por
qué cambian las cosas? ¿Por qué sentencias de encarcelamiento reemplazan a formas de
castigo más antiguas y violentas?
Es tentador suponer que en el pasado la gente simplemente era más brutal, y que
nosotros nos hemos humanizado. Pero para un sociólogo, esta explicación no es
convincente. El uso público de la violencia como método de castigo estuvo esta blecido
en Europa durante siglos. Las personas no cambian súbitamente sus actitu des hacia
tales prácticas «sin más ni más»; intervienen influencias sociales más am plias,
relacionadas con importantes procesos de cambio que se dieron en ese perío do. Las
sociedades europeas se estaban industrializando y urbanizando. El antiguo orden rural
estaba siendo rápidamente reemplazado por un orden en el que cada vez más gente
trabajaba en fábricas y talleres, trasladándose a las áreas urbanas en expansión. El
control social sobre las poblaciones urbanas no podía mantenerse mediante los antiguos
métodos de castigo, que, basados en establecer un ejemplo temible, sólo eran
apropiados en comunidades reducidas y estrechamente entreteji das, en las que se
presentaban pocos casos.
Las prisiones se desarrollaron como parte de una tendencia general hacia el
establecimiento de organizaciones en las que los individuos se mantenían «encerrados y
apartados» del mundo externo, como una forma de controlar y disciplinar su
comportamiento. Entre los que eran encerrados al principio no sólo se contaban
delincuentes, sino vagabundos, enfermos, personas sin empleo, débiles mentales y
locos. Las prisiones sólo de forma gradual empezaron a separarse de los manicomios y
de los hospitales para los enfermos físicos. En las prisiones se suponía que los
delincuentes se «rehabilitaban» para convertirse en buenos ciudadanos. El castigo del
crimen se orientó a crear ciudadanos obedientes en vez de mostrar públicamente a los
demás las terribles consecuencias que se siguen de la mala conducta. Lo que ahora
consideramos como actitudes más humanas hacia el castigo tendieron a se guirse de
estos cambios, y no a causarlos en primer término. Los cambios en el tratamiento de los
delincuentes forman parte de los procesos que barrieron los ór denes tradicionales
aceptados durante siglos. Estos procesos crearon las sociedades en las que vivimos hoy.
Los cambios en las formas de vida humana en las dos últimas centurias han sido de muy
gran alcance. Nos hemos acostumbrado, por ejemplo, al hecho de que la mayoría de la
población no trabaje en el campo, a que viva en ciudades grandes y pequeñas más que
en reducidas comunidades rurales. Pero esto jamás sucedió hasta la era moderna.
Virtualmente, durante toda la historia humana, la inmensa mayoría de las personas
tenían que producir sus propios medios de subsistencia, y vivían en pequeños grupos o
comunidades aldeanas reducidas. Incluso en el culmen de las civilizaciones
tradicionales más desarrolladas —como la antigua Roma o la China tradicional—
menos de un 10 por 100 de la población vivía en áreas urbanas, y todos los demás
estaban empleados en la producción de alimentos. Hoy, en la mayoría de las sociedades
industrializadas, estas proporciones se han invertido casi por com pleto: generalmente
más de un 90 por 100 de la población vive en áreas urbanas, y sólo un 2 o un 3 por 100
trabaja en la producción agrícola.
No han cambiado sólo los aspectos externos de nuestras vidas; estas transforma ciones
han alterado y continúan alterando de forma radical los aspectos más perso nales e
íntimos de nuestra existencia cotidiana. Para ampliar un ejemplo anterior, la difusión de
los ideales del amor romántico estuvo fuertemente condicionada por la transición desde
una sociedad rural a una sociedad urbana e industrializada. Cuando la gente se trasladó
a las áreas urbanas y comenzó a trabajar en la producción industrial, el matrimonio dejó
de estar motivado principalmente por razones econó micas, por la necesidad de
controlar la herencia de las tierras y de trabajar en el campo como una unidad familiar.
Los matrimonios «arreglados» —fijados mediante las negociaciones de los padres y
familiares— se hicieron cada vez menos comunes. Cada vez más individuos fueron
iniciando las relaciones matrimoniales sobre la base de la atracción emocional y con la
finalidad de buscar una satisfacción personal. La idea de «enamorarse» como la base
para contraer un vínculo matrimonial se formó en este contexto. (Para una discusión
más detallada, ver capítulo 12: «Parentesco, matrimonio y familia».)
De forma similar, antes’del surgimiento de la medicina moderna las concepciones
europeas sobre la salud y la enfermedad eran semejantes a las que se encuentran en
muchos países no occidentales. Los métodos de diagnóstico y tratamiento mo dernos,
junto con la conciencia de la importancia de la higiene en la prevención de las
enfermedades infecciosas, datan sólo de comienzos del siglo XIX. Nuestras opi niones
actuales sobre la salud y la enfermedad surgieron formando parte de trans formaciones
sociales más amplias que influyeron en numerosos aspectos de las creen cias acerca de
la biología y la naturaleza.
La sociología tiene sus comienzos en los intentos de ciertos pensadores de en tender el
impacto inicial de las transformaciones que acompañaron a la industriali zación en
Occidente, y sigue siendo la disciplina básica que se ocupa del análisis de su naturaleza.
Nuestro mundo de hoy es radicalmente diferente al de épocas ante riores; la tarea de la
sociología es ayudarnos a entender este mundo y su futuro probable.
La práctica de la sociología incluye el obtener conocimiento sobre nosotros mis mos, las
sociedades en las que vivimos y otras sociedades distintas de las nuestras en el espacio y
en el tiempo. Los hallazgos de la sociología alteran y a la vez contribuyen a nuestras
creencias de sentido común acerca de nosotros mismos y de otros. Consideremos la
siguiente lista de afirmaciones:
1. El amor romántico es parte natural de la experiencia humana, y por tantó
se encuentra en todas las sociedades, en estrecha conexión con el matrimonio.
2. La duración de la vida de las personas depende de su constitución biológica
y no puede estar demasiado influida por las diferencias sociales.
3. En epocas anteriores la familia era una unidad estable, pero hoy hay una
gran aumento en la proporción de «hogares rotos».
4. En todas las sociedades habrá personas desgraciadas o deprimidas; por
consiguiente, porcentajes de suicidio tenderán a ser los mismos en todo el mundo.
5. La mayoría de las personas en todas partes concede valor a la riqueza ma terial y
tratarán de prosperar si hay oportunidades para hacerlo.
6. Durante toda la historia humana se han librado guerras. Si hoy nos enfren tamos a la
amenaza de la guerra nuclear, esto se debe a que los seres hu manos tienen instintos
agresivos que siempre encontrarán una salida.
7. La difusión de los ordenadores y la automatización en la producción indus trial
reducirá en gran medida la jornada laboral media de la mayoría de la población.
Todas estas afirmaciones son erróneas o cuestionables, y el ver por qué, nos ayudará
a entender las preguntas que plantean —y tratan de responder— los sociólogos en su
trabajo. (En capítulos posteriores analizaremos con mayor detalle estos puntos.)
1. Como hemos visto, la idea de que los vínculos matrimoniales deben basarse en el
amor romántico es reciente, y no se encuentra ni en la historia anterior de las sociedades
occidentales ni en otras culturas. En realidad, el amor romántico es casi desconocido en
la mayoría de las sociedades.
2. El tiempo de vida de las personas se ve afectado de forma muy definida por las
influencias sociales. La razón es que los modos de vida social actúan como «filtros» de
los factores biológicos que causan enfermedades, debilidad o muerte. Por ejemplo, los
pobres suelen tener menos salud que los ricos, porque por lo general tienen peores
dietas, llevan una existencia de mayor desgaste físico y tienen acceso a servicios
médicos inferiores.
3. Si retrocedemos hasta los primeros años del siglo pasado, la proporción de niños que
vivían en hogares con un solo padre natural era probablemente tan elevada como lo es
hoy, pues muchas personas morían jóvenes, sobre todo las mujeres en el parto. La
separación y el divorcio son hoy la causa principal de los «hogares rotos», pero el nivel
global no es muy diferente.
4. Las tasas de suicidio no son ciertamente las mismas en todas las sociedades. Incluso
si consideramos únicamente los países occidentales, encontramos que las tasas de
suicidio varían de forma considerable. La tasa de suicidio del Reino Unido, por
ejemplo, es cuatro veces superior a la de España, pero sólo un tercio de la de Hungría.
Las tasas de suicidio aumentaron de modo bastante drástico durante el principal período
de industrialización de las so ciedades occidentales, durante el siglo XIX y comienzos
del XX.
5. El valor que numerosas personas en las sociedades modernas atribuyen a la riqueza y
al «prosperar» es en su mayor parte un desarrollo reciente. Está asociado a la
emergencia del «individualismo» en Occidente, el énfasis que tendemos a situar en el
logro individual. En muchas otras culturas se espera que los individuos pongan el bien
de la comunidad por encima de sus propios deseos e inclinaciones. La riqueza material
con frecuencia no tiene una con sideración muy alta en comparación con otros valores,
como los religiosos.
6. Lejos de tener un instinto de agresión, los seres humanos no tienen instintos en
absoluto, si «instinto» significa un modelo de comportamiento fijo y he redado.
Además, a lo largo de la mayor parte de la historia humana, cuando se vivía en
pequeños grupos tribales, la guerra no existía en la forma que vino a tener
posteriormente. Aunque algunos de estos grupos eran agresivos, muchos no lo eran. No
había ejércitos, y cuando se producían escaramuzas era frecuente que las bajas fueran
deliberadamente evitadas o limitadas. La amenaza de la guerra nuclear en la actualidad
está vinculada a un proceso de «industrialización de la guerra» que es uno de los
aspectos principales de la industrialización en general.
7. Este supuesto es bastante diferente de los otros, pues se refiere al futuro. E buenas
razones para que la idea haya de acogerse como mínimo con cautela. Las industrias
plenamente automatizadas son todavía bastante poco numerosas y aisladas, y los
trabajos eliminados por la automatización pueden ser reemplazados por otros creados en
otras partes. Aún no podemos estar seguros. Una de las tareas de la sociología es
examinar con rigor la evidencia real disponible sobre tales cuestiones.
Obviamente, los hallazgos sociológicos no siempre contradicen las concepciones de
sentido común. Las ideas de sentido común muchas veces suministran intuiciones sobre
el comportamiento social. Sin embargo, es necesario insistir en que el soció logo ha de
estar dispuesto a preguntarse con respecto a cualquiera de las creencias sobre nosotros
mismos, por muy preciadas que nos sean: ¿son las cosas de verdad así? Al hacerlo, la
sociología también contribuye al «sentido común» de cualquier momento y lugar.
Mucho de lo que consideramos sentido común, «algo que todo el mundo sabe» —por
ejemplo, que el porcentaje de divorcio ha aumentado mucho durante el período
transcurrido desde la Segunda Guerra Mundial—, se basa en la obra de sociólogos y
otros científicos sociales. Es necesaria mucha investigación de tipo regular para
producir material de año en año sobre las pautas de matrimonio y divorcio. Lo mismo
puede decirse de numerosísimas áreas de nuestro conocimien to de «sentido común».
Preguntas fácticas
Algunas de las preguntas que se plantean e intentan responder los sociólogos son en
gran medida fácticas. Como somos miembros de una sociedad, todos nosotros tenemos
ya un cierto grado de conocimiento fáctico sobre ella. Por ejemplo, en nuestra sociedad
todos somos conscientes de que hay leyes que se supone que hemos de observar, y que
ir en contra de ellas es arriesgarse a sufrir una sanción penal. Pero es muy probable que
el conocimiento del individuo corriente sobre el sistema legal y la naturaleza y tipos de
la actividad delictiva sea esquemático e incompleto. Muchos aspectos del delito y la
justicia precisan una investigación sociológica directa y sistemática. Podríamos
preguntar, por ejemplo: ¿qué formas de delincuencia son más comunes? ¿Qué
proporción de personas implicadas en conductas delictivas es detenida por la policía?
¿Cuántas de éstas resultan culpables y son encarceladas? Las preguntas fácticas son a
menudo mucho más complicadas y difíciles de responder de lo que uno podría pensar.
Por ejemplo, las estadísticas oficiales sobre la delin cuencia son de dudoso valor para
indicar el nivel real de actividad criminal.
Preguntas comparativas
La información fáctica sobre una sociedad, por supuesto, no nos dirá hasta qué punto
estamos tratando con un caso inusual y no con un grupo de influencias muy general.
Los sociólogos muchas veces plantean preguntas comparativas, relacionan do un
contexto social dentro de una sociedad con otro o contrastando ejemplos tomados de
diferentes sociedades. Por ejemplo, hay diferencias significativas entre los sistemas
legales de Gran Bretaña y la Unión Soviética. Una pregunta compara tiva típica podría
ser: ¿en qué medida varían las pautas de conducta delictiva y actividad policial entre
ambos países? (De hecho, entre ambos se han encontrado importantes diferencias.)
Preguntas de desarrollo
En sociología hemos de considerar no sólo las sociedades existentes en las rela ciones
que tienen entre sí, sino también hemos de comparar el presente y el pasado. Las
preguntas que los sociólogos plantean a este respecto son preguntas sobre desarrollo.
Para comprender la naturaleza del mundo moderno tenernos que considerar formas de
sociedad preexistentes, y también hemos de estudiar la dirección principal que han
tomado los procesos de cambio. Así podemos investigar, por ejemplo, cómo se
originaron las primeras prisiones (cuestión que hemos tratado anteriormente).
Preguntas teóricas
Las investigaciones fácticas —o lo que los sociólogos generalmente prefieren llamar
empíricas— se ocupan de cómo suceden las cosas. Sin embargo, la sociología no
consiste en una mera recopilación de hechos, por importantes e interesantes que puedan
ser. También deseamos saber por qué ocurren las cosas, y para hacerlo hemos de
aprender a plantear preguntas teóricas, a fin de lograr interpretar correctamente los
hechos descubriendo las causas de cualquier tema en el que se centre un estudio
particular. Sabemos que la industrialización ha tenido una influencia fundamental en el
surgimiento de las sociedades modernas. Pero, ¿cuáles son los orígenes y las
condiciones previas de la industrialización? ¿Por qué encontramos diferencias entre las
sociedades en sus procesos de industrialización? ¿Por qué se relaciona la
industrialización con cambios en las formas de sanción penal o en los sistemas de
familia y matrimonio? Para responder a tales preguntas hemos de de sarrollar un
pensamiento teórico. Las teorías implican la construcción de interpretaciones abstractas
que pueden utilizarse para explicar una amplia variedad de situa ciones empíricas. Una
teoría sobre la industrialización, por ejemplo, se ocuparía de identificar los rasgos
principales que tienen en común los procesos de desarrollo industrial, y trataría de
mostrar cuáles de estos procesos son los más importantes para explicar ese desarrollo.
Por supuesto, las preguntas factuales y teóricas nunca pueden separarse completamente.
Sólo podemos desarrollar enfoques teóricos váli dos si somos capaces de contrastarlos
mediante el estudio empírico.
Necesitamos teorías que nos ayuden a explicarnos los hechos. Al contrario de lo que
afirma el dicho popular, los hechos no hablan por sí solos. Muchos sociólogos trabajan
fundamentalmente sobre cuestiones empíricas, pero si su investigación no es guiada por
algún conocimiento teórico es muy improbable que su obra sea esclarecedora. Esto
puede aplicarse incluso a la investigación que se lleva a cabo con objetivos
estrictamente prácticos.
La «gente práctica» tiende a sospechar de los teóricos, y puede que les guste pensar que
tienen los pies «muy en la tierra» y que no necesitan prestar atención a ideas más
abstractas. Sin embargo, todas las decisiones prácticas requieren ciertos supuestos
teóricos subyacentes. Alguien que lleva un negocio, por ejemplo, puede tener en muy
poco la «teoría». Sin embargo, todo enfoque de la actividad empre sarial implica
supuestos teóricos, incluso aunque en muchas ocasiones no se formulen. Así, puede
suponer que la principal motivación que tienen sus empleados para trabajar duramente
es el nivel de salarios que reciben. Esta no es sólo una inter pretación teórica de la
conducta humana; es además una interpretación equivocada, como la investigación de la
sociología industrial tiende a demostrar.
La sociología ocupa una posición destacada entre un grupo de disciplinas (entre las que
también se incluyen la antropología, la economía y lás ciencias políticas) que
generalmente se denominan ciencias sociales. ¿Pero podemos estudiar realmente la vida
social humana de una forma «científica»? Para contestar a esta: pregunta, antes que
nada hemos de entender las principales características de la ciencia como forma de
empresa intelectual. ¿Qué es ciencia?
La ciencia es el uso de métodos sistemáticos de investigación, pensamiento teórico y
examen lógico de argumentos para desarrollar un cuerpo de conocimiento sobre un
objeto particular. El trabajo científico depende de una mezcla de pensamiento
osadamente innovador y de la disposición y el control cuidadosos de la evidencia para
apoyar o desechar hipótesis y teorías. La información y las ideas acumuladas durante
el estudio y el debate científicos son siempre, hasta cierto punto, tentativas: abiertas a
la revisión, o incluso a ser descartadas totalmente, a la luz de nuevas pruebas o
argumentos.
Cuando preguntamos «es la sociología una ciencia?» queremos decir dos cosas:
«es posible configurar esta disciplina siguiendo de cerca el modelo de los procedi
mientos de la ciencia natural?» y « la sociología esperar alcanzar el mismo tipo de
conocimiento preciso, bien fundamentado, que los científicos naturales han desarrollado
con respecto al mundo físico?». Estas preguntas siempre han sido en alguna medida
controvertidas, pero durante un largo período la mayoría de los sociólogos respondió de
forma afirmativa. Sostenían que la sociología puede, y debe, asemejarse a la ciencia
natural en sus procedimientos y en el carácter de sus descubrimientos (una perspectiva
que a veces se conoce como positivismo).
Esta concepción se considera ahora ingenua. Igual que el resto de las «ciencias»
sociales, la sociología es una disciplina científica en el sentido de que implica méto dos
de investigación sistemáticos, el análisis de datos, y el examen de teorías a la luz de la
evidencia y de la discusión lógica. El estudiar los seres humanos, sin embargo, es
diferente de observar los sucesos del mundo físico, y ni el marco lógico ni los
descubrimientos de la sociología pueden entenderse adecuadamente desde las
comparaciones con la ciencia natural. Al investigar la vida social tratamos con activida
des significativas para las personas que se dedican a ellas. A diferencia de los objetos
de la naturaleza, los seres humanos son seres auto conscientes que confieren sentido y
finalidad a lo que hacen. No podemos siquiera describir la vida so con exactitud a
menos que ante todo captemos los significados que las personas aplican a su conducta.
Por ejemplo, para describir una muerte como «suicidio» es necesario saber algo sobre
qué es lo que la persona en cuestión pretendía cuando murió. El «suicidio» sólo puede
producirse cuando un individuo trata deliberadamente de au todestruirse. Si una persona
se pone accidentalmente delante de un coche y muere no puede decirse que haya
cometido un suicidio; esa persona no deseaba la muerte.
El hecho de que no podamos estudiar los seres humanos exactamente igual que los
objetos de la naturaleza es, en ciertos aspectos, una ventaja para la sociología; en otros,
crea dificultades con las que no tropiezan los científicos de la naturaleza. Los
investigadores sociológicos se benefician de poder plantear preguntas directa mente a
aquellos a los que estudian: otros seres humanos. Por otra parte, las personas que saben
que sus actividades se están estudiando muchas veces no se comportarán del mismo
modo en que lo hacen normalmente. Por ejemplo, cuando los individuos contestan
cuestionarios, consciente o inconscientemente pueden dar una imagen de ellos mismos
que difiere de sus actitudes usuales. Pueden incluso tratar de «ayudar» al investigador
dándole las respuestas que creen que desea.
Objetividad
Resumen
1. La sociología puede definirse como el estudio sistemático de las sociedades humanas,
prestando un énfasis especial a los modernos sistemas industrializa dos.
2. La sociología surgió como intento por entender los trascendentales cambios que han
ocurrido en las sociedades humanas a lo largo de los dos o tres últimos siglos. La
industrialización, el urbanismo y nuevos tipos de sistemas políticos están entre los
rasgos importantes del mundo social moderno.
3. Los cambios implicados no son sólo cambios a gran escala. Se han producido
modificaciones esenciales también en las características más íntimas y perso nales de la
vida de las personas. El desarrollo del énfasis en el amor romántico como base del
matrimonio es un ejemplo.
4. Los sociólogos investigan la vida social planteando preguntas claras e inten tando
encontrar sus respuestas por medio de la investigación sistemática. Estas preguntas
pueden ser fácticas, comparativas, de desarrollo o teóricas. En la investigación
sociológica es importante distinguir entre los resultados pretendidos y no pretendidos de
la acción humana.
5. La práctica de la sociología implica la capacidad para pensar de forma imaginativa y
para distanciarse de las ideas preconcebidas sobre las relaciones sociales.
6. La sociología tiene vínculos íntimos con otras ciencias sociales. Todas las ciencias
sociales se ocupan de la conducta humana, pero se concentran en aspectos diferentes de
la misma. Los nexos entre la sociología, la antropología y la historia son
particularmente importantes.
7. La sociología es una ciencia en el sentido de que implica métodos sistemáticos de
investigación y la evaluación de teorías a la luz de las pruebas y de la discusión lógica.
Pero no puede configurarse siguiendo directamente el modelo de las ciencias naturales,
pues el estudio de la conducta humana es diferente en aspectos fundamentales del
estudio del mundo natural.
8. Los sociólogos intentan ser objetivos en sus estudios del mundo social, abor dando su
trabajo sin prejuicios. La objetividad no solo depende de las acti tudes del investigador,
sino también de la evaluación pública de la investi gación y de la teoría, que forma parte
esencial de la sociología como disci plina académica.
9. La sociología es un objeto de estudio con importantes implicaciones prácti cas. Puede
contribuir a la crítica de la sociedad y a la reforma social práctica de diversas maneras.
En primer lugar, la comprensión perfeccionada de un cierto conjunto de circunstancias
sociales muchas veces nos ofrece una mejor oportunidad de controlarlas. En segundo
lugar, la sociología proporciona los medios de aumentar nuestra sensibilidad social,
permitiendo que las políticas
en la enda de los valores sociales divergentes En tercer lugar, podemos investigar las
consecuencias (pretendidas y no pretendidas) de la adopeión de programas políticos
concretos. Finalmente, y esto quizá sea lo mas importante, la sociología proporciona
autoconocimiento, ofreciendo a los grupos y a los individuos una mayor oportunidad de
alterar las condicio nes de su propia vida.
Parte II
En esta parte del libro comenzamos nuestra exploración del diversificado campo de la
sociología centrándonos en las interconexiones entre el desarrollo individual y la
cultura y analizando los principales tipos de sociedades en los que los seres humanos
viven hoy día o han vivido en el pasado. Nuestras personalidades y perspectivas están
fuertemente influenciadas por la cultura y la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Al
mismo tiempo, en nuestro comportamiento cotidiano recreamos y reconstruimos ac
tivamente los contextos cultural y social en los que tienen lugar nuestras actividades.
En el primer capítulo de esta parte (capítulo 2) examinamos la unidad y la diver sidad
de la cultura humana. Consideramos los modos en los que los seres humanos se
asemejan y difieren de los animales, y analizamos el espectro de variaciones existentes
entre distintas culturas humanas. La diversidad cultural humana empezó a estudiarse
como resultado de los cambios que han alterado o destruido muchas de las culturas en
las que las gentes vivieron antes de la época moderna. Se presenta un esbozo de dichos
cambios, y se contrastan los principales tipos de sociedades que son hoy domi nantes
en el mundo con aquellas que les precedieron.
El siguiente capítulo (capítulo 3) versa sobre la socialización, concentrándose en los
procesos que atraviesa el niño hasta convertirse en adulto. Hasta cierto punto, la
socialización continúa a lo largo de toda la vida del individuo, por lo que estudiar la
socialización conileva además analizar el ciclo de las generaciones —las relaciones
cam biantes entre jóvenes, adultos y viejos.
El el capítulo 4 examinamos el modo en el que las personas interactuan entre sí en la
vida cotidiana, prestando especial atención a los sútiles, aunque profundamente im
portantes, mecanismos que los individuos utilizan para interpretar lo que otros dicen y
hacen en sus encuentros cara a cara. El estudio de la interacción social puede decir
nos mucho sobre los contextos más amplios en los que vivimos.
El capítulo 5 pasa a examinar otros procesos sociales más amplios, empezando por el
estudio de la desviación y el crimen. Podemos aprender mucho sobre el modo
decomportamiento general estudiando las excepciones —aquellas personas cuyo
comportamiento se desvía de los esquemas generalmente aceptados.
El ultimo capitulo de esta parte (capitulo 6) trata el problema del genero, analizando
de qué modo las condiciones sociales cambiantes han afectado la posición de las
mujeres y los hombres en las sociedades modernas. Este capítulo incluye asimismo un
análisis de la naturaleza de la sexualidad, centrándose en las principales influencias
que gobiernan los esquemas de comportamiento sexual.
CAPITULO 2
CULTURA Y SOCIEDAD
El encuentro de las culturas
Hace alrededor de medio siglo los habitantes de las islas del Pacífico occidental
empezaron a construir elaborados modelos de aeroplanos de madera de grandes
dimensiones. Horas y horas de paciente labor se emplearon en su construcción, aunque
ninguno de ellos había visto nunca un avión de cerca. Los modelos no estaban
diseñados para el vuelo, eran de una importancia vital para los movimientos religiosos
dirigidos por los profetas locales. Los líderes religiosos proclamaban que si se
celebraban ciertos ritos, el «cargamento» caería del cielo. El cargamento con sistía en
los bienes que habían traído los europeos a las islas para su consumo propio. Entonces
desaparecerían los blancos y los ancestros de los nativos retorna rían. Los isleños creían
que como resultado de practicar con fe ciertos ritos iba a llegar una nueva era en la cual
disfrutarían de la riqueza material de los intrusos blancos manteniendo sus modos de
vida tradicionales (Worsley, 1970).
¿Por qué surgieron estos «cultos cargo»? Se originaron a raíz del enfrentamiento entre
las ideas y costumbres tradicionales de los isleños y los modos de vida intro ducidos a
través de la influencia occidental. La riqueza y el poder de los blancos no eran difíciles
de apreciar, y los isleños terminaron asumiendo que los misteriosos objetos volantes que
repartían las riquezas de que disfrutaban los intrusos eran la fuente misma de tal
riqueza. Desde el punto de vista de los isleños era lógico in tentar controlar los aviones
por medios religiosos y rituales. Al mismo tiempo esta ban tratando de proteger y
preservar sus propias costumbres amenazadas por la llegada de los colonizadores.
El conocimiento que los isleños poseían de los modelos de comportamiento y de la
tecnología occidentales era relativamente escaso; interpretaban las actividades de los
europeos en términos de sus propias creencias y de su posición en el mundo. En este
sentido, sus reacciones eran similares en casi todas partes antes de la época moderna.
Incluso los habitantes de las grandes civilizaciones en el pasado eran va gamente
conscientes de los modos de vida de otros pueblos. Cuando los explorado res y los
mercaderes occidentales viajaron por mar a zonas remotas del globo en los siglos XVI y
xvii consideraban a aquellos con los que entraron en contacto como «bárbaros» o
«salvajes».
El concepto de cultura
En este capítulo trataremos de la unidad y la diversidad de la vida y la cultura humana.
El concepto de cultura, junto al de sociedad, es una de las nociones más ampliamente
utilizadas en sociología. Cultura se refiere a los valores que comparten los miembros de
un grupo dado, a las normas que acatan y a los bienes materiales que producen. Los
valores son ideales abstractos, mientras que las normas son prin cipios definidos o
reglas que las personas deben cumplir. Las normas representan el «hazlo» y el «no lo
hagas» de la vida social. Así, la monogamia —ser fiel a la pareja de un único
matrimonio— es un valor prominente en la mayoría de las sociedades occidentales. En
otras muchas culturas se permite que una persona tenga varias esposas o varios maridos
simultáneamente. Las normas de comportamiento en el matrimonio incluyen, por
ejemplo, el modo en que se espera que los maridos y las esposas se comporten para con
sus cónyuges. En ciertas sociedades, se espera que un esposo o una esposa mantengan
una estrecha relación con sus suegros; en otras, se espera que mantenga una marcada
distancia respecto a ellos.
Cuando utilizamos la palabra «cultura» en nuestra conversación cotidiana mu chos
piensan en ella como equivalente a «los aspectos más elevados de la mente» —arte,
literatura, música y pintura. El empleo que de ella hacen los sociólogos incluye tales
actividades, pero también otras. Cultura se refiere a la totalidad del modo de vida de los
miembros de una sociedad. Incluye el modo de vestir, sus costumbres matrimoniales y
la vida familiar, sus modelos de trabajo, las ceremonias religiosas y sus pasatiempos.
Cubre además los bienes que crean y que adquieren significado para ellos— arcos y
flechas, arados, fábricas y máquinas, ordenadores, libros, viviendas.
«Cultura» se distingue conceptualmente de «sociedad», pero existen estrechas
conexiones entre ambas nociones. «Cultura» alude al modo de vida de los miembros de
una sociedad dada —sus hábitos y costumbres, junto a los bienes materiales que
producen. «Sociedad» se refiere a los sistemas de interrelaciones que ponen en con tacto
a los individuos que comparten una cultura común. Ninguna cultura puede existir sin
una sociedad. Pero, por la misma razón, no puede haber una sociedad carente de cultura.
Sin cultura no seríamos «humanos» en absoluto, en el sentido en que normalmente
empleamos dicho término. No tendríamos una lengua con la cual expresarnos ni un
sentido de autoconsciencia, y nuestra habilidad para pensar y razonar se verían
notablemente limitada— como veremos a lo largo de este capí tulo y del capítulo 3
(«Socialización y ciclo vital»).
El tema central de este capítulo y del siguiente es la herencia biológica versus la
herencia cultural de la humanidad. Las preguntas relevantes son: ¿Qué es lo que
distingue a los seres humanos de los animales? ¿De dónde proceden nuestras carac
terísticas típicamente humanas? Son preguntas cruciales para la sociología porque
sientan las bases de todo el campo de estudio. Para responderlas deberemos analizar
tanto lo que los seres humanos tienen en común como las diferencias entre las distintas
culturas.
Las variaciones culturales entre seres humanos están ligadas a los distintos tipos de
sociedad, y seguidamente estableceremos una comparación entre las principales formas
de sociedad que pueden identificarse tanto en el pasado como en el presente. A lo largo
del presente capítulo la atención se centrará en el modo en que el cambio social ha
afectado el desarrollo cultural humano —concretamente desde los tiempos en que los
europeos empezaron a exportar sus modos de vida alrededor del mundo.
La especie humana
A pesar de los enfrentamientos y los malentendidos que se produjeron, la cre ciente
intrusión de los occidentales en otras partes del globo permitió comprender, de forma
gradual, lo que los seres humanos comparten en cuanto especie, así como las
variaciones en la cultura humana (Hirst y Wolley, 1982). Charles Darwin, pastor de la
Iglesia de Inglaterra, publicó su obra El origen de las especies en 1859, después de dos
viajes alrededor del mundo a bordo del Beagle de Su Majestad la Reina. Partiendo de
sus detalladas observaciones de las distintas especies animales, Darwin elaboró una
visión del desarrollo de los seres humanos y de los animales muy distinta de las
mantenidas hasta entonces.
Como hemos visto, no era infrecuente en esa época que la gente creyera en seres mitad
bestia mitad hombre, pero tras los hallazgos de Darwin dichas posibilidades quedaron
completamente descartadas. Darwin aspiraba a encontrar una continuidad de desarrollo
entre los animales y los seres humanos. Según él, nuestras caracterís ticas humanas
emergieron de un proceso de cambio biológico que se remonta a los orígenes de la vida
en la Tierra, hace más de tres mil millones de años. La visión que Darwin tenía de los
humanos y de los animales era para muchos más difícil de aceptar incluso que aquella
de las criaturas mitad bestia mitad hombre. Puso en acción una de las teorías más
debatidas, y también más persuasivas, de la ciencia moderna: la teoría de la evolución.
Evolución
Según Darwin, el desarrollo de la especie humana se produjo como resultado de un
proceso aleatorio. En muchas religiones, incluida la cristiana, se considera que los
animales y los seres han sido creados por voluntad divina. La teoría evolucio nista, por
contraste, concibe el desarrollo de las especies animales y humana como desprovisto de
intencionalidad. La evolución es resultado de lo que Darwin llamó selección natural. La
idea de la selección natural es sencilla. Todos los seres orgá nicos necesitan alimentos y
otros recursos, tales como protección frente a las incle mencias del tiempo, para
subsistir, pero no existen suficientes recursos para mante ner a todos los tipos de
animales que existen en un momento dado, dado que su prole es más extensa que la que
el medio es capaz de alimentar. Los mejor adaptados al medio sobreviven, mientras que
otros, menos capaces de soportar sus adversidades, perecen. Algunos animales son más
inteligentes, más rápidos o tienen un mayor alcance visual que otros. En la lucha por la
supervivencia poseen ventaja sobre los menos dotados. Viven más tiempo y son capaces
de procrear, transmitien do sus cualidades a las generaciones siguientes. Han sido
«elegidos» para sobrevivir y reproducirse.
Existe un proceso continuo de selección natural debido al mecanismo biológico de la
mutación. Una mutación es un cambio genético casual que altera las caracte rísticas de
algunos individuos de una especie. La mayor parte de las mutaciones son o bien
perjudiciales o bien inútiles en términos de su valor para la supervivencia, pero algunas
proporcionan al animal una ventaja competitiva sobre los demás: los individuos que
poseen los genes mutantes tenderán a sobrevivir a expensas de los que carecen de ellos.
Este proceso explica tanto los cambios menores dentro de una especie como los grandes
cambios que llevan a la desaparición de especies enteras. Por ejemplo, hace muchos
millones de años aparecieron reptiles gigantes en diversas regiones del mundo. Su
tamaño se convirtió en un handicap, mientras que los cam bios que sufrieron otras
especies menores les proporcionaron capacidades adaptati vas superiores. Los primeros
ancestros de los humanos se encontraban entre estas especies con una mayor capacidad
adaptativa.
Aunque la teoría de la adaptación ha sufrido modificaciones desde la época de Darwin,
lo esencial del planteamiento darwiniano aún sigue siendo ampliamente aceptado. La
teoría evolucionista nos permite adquirir un conocimiento claro sobre el surgimiento de
las diferentes especies y de sus relaciones entre sí.
Naturaleza y ambiente
Sociobiología
Aunque reconocieron la continuidad evolutiva entre los animales y los humanos, hasta
hace poco la mayoría de los biólogos tendían a sobrevalorar las cualidades distintivas de
la especie humana. Los sociobiólogos que ven un estrecho paralelismo entre el
comportamiento humano y animal, han desafiado esta postura. El término sociobiología
proviene de los escritos del norteamericano Edward Wilson (Wilson, 1975, 1978). Se
refiere a la aplicación de principios biológicos a la explicación de las actividades
sociales de todos los animales sociales, incluyendo a los seres huma nos. Según Wilson,
muchos aspectos de la vida social humana se basan en nuestro componente genético.
Por ejemplo, algunas especies animales han elaborado rituales de cortejo por los que se
llega a la unión sexual y a la reproducción. El cortejo y el comportamiento sexual
humanos, según los sociobiólogos, implican por lo general ntuales similares, basados
asimismo en características innatas. En la mayor parte de las especies animales, por
poner un segundo ejemplo, los machos son de may tamaño y más agresivos que las
hembras, y tienden a dominar al «sexo débil». T vez tos factores genéticos expliquen
por qué en todas las sociedades humanas q conocemos los hombres tienden a ocupar
posiciones de mayor autoridad que 1 mujeres. Según Wilson y sus discípulos, al
demostrar que muchos aspectos del co portamiento humano están genéticamente
programados, la sociobiología irá poco poco absorbiendo a la sociología y a la
antropología en una disciplina única de bas biológica.
Las dudas que han despertado estas ideas han sido ampliamente debatidas e los últimos
años (Sahlins, 1976; Caplan, 1978; Montagu, 1980; Wiegele, 1982; Kit cher, 1985).
Pero aún no se han resuelto. Los científicos se dividen en dos campos dependiendo en
cierta medida de su educación. Los autores que se inclinan por 1 perspectiva
sociobiológica se han formado con más frecuencia en la biología que e las ciencias
sociales, mientras que la gran mayoría de los sociólogos y antropólogo se muestran
escépticos ante las afirmaciones de la sociobiología. Probablemente s saber acerca de
las bases genéticas de la vida humana sea escaso, y lo mismo ocurr con los biólogos en
cuanto a la investigación sociológica y antropológica. Cada un de las partes encuentra
dificultades para comprender en todas sus dimensiones 1 fuerza de los argumentos
propuestos por la otra parte.
Algunas de las pasiones que desató en el pasado el trabajo de Wilson se ha calmado, y
ahora parece posible realizar una apreciación razonable. La sociobióloga es importante
—pero más respecto a lo que ha mostrado de la vida de los animales que por lo que ha
demostrado sobre el comportamiento humano. Combinados con los estudios de los
etólogos (biólogos que llevan a cabo «trabajo de campo» en grupos animales, más que
estudiar a los animales en circunstancias artificiales como zoos o laboratorios), los
sociobiólogos han sido capaces de demostrar que muchas especies animales ejercen una
considerable influencia sobre los miembros individua les de la especie. Por otro lado,
existe escasa evidencia que demuestre que la he rencia genética controla formas
complejas de la actividad humana. Las ideas de los sociobiólogos sobre la vida social
humana son, por ello, meramente especulativas. Nuestro comportamiento, sin duda, está
genéticamente influido, pero nuestra dotación genética, como miembros de la especie
humana, probablemente condiciona únicamente las potencialidades y los límites de
nuestras acciones, no el contenido propiamente dicho de lo que hacemos.
Instintos
La mayor parte de los biólogos y los sociólogos comparten la idea de que los seres
humanos no tienen «instintos». Tal afirmación contradice no sólo la hipótesis de la
sociobiología sino también lo que la gran mayoría de la gente corriente cree:
¿No es cierto que existen numerosas cosas que hacemos de un modo instintivo? S
alguien da un golpe, ¿no parpadeamos o nos asustamos? De hecho, éste no consti tuye
un ejemplo de instinto si el término instinto se emplea con precisión. Para la biología y
la sociología, un instinto es un modelo complejo de comportamiento de terminado
genéticamente. Los rituales de cortejo de muchos de los animales inferiores son
instintivos en el sentido aludido. El espinoso (un pequeño pez de agua dulce), por
ejemplo, tiene un complicado sistema de rituales que deben ser cumpli dos tanto por el
macho como por la hembra para que se produzca el apareamiento (Tinbergen, 1974).
Cada pez produce una elaborada serie de movimientos, a los que responde el otro,
dando lugar a una compleja «danza de apareamiento». Se trata de una configuración
genética para el conjunto de la especie. Un guiño o un rápido movimiento con la cabeza
como respuesta espontánea y anticipada a un golpe es un acto reflejo y no un instinto.
Es una respuesta simple, no un modelo elaborado de comportamiento. Referirse a ello
como a un «instinto» en sentido técnico es un error.
Los seres humanos nacen con una serie de reflejos básicos del tipo de la reacción de
guiñar el ojo, la mayor parte de los cuales parecen tener un valor de supervi vencia
evolutivo. Los bebés humanos, por ejemplo, chupan un chupete o cualquier otro objeto
similar. Un niño pequeño alza los brazos en busca de apoyo cuando pierde
repentinamente el equilibrio, y retira la mano bruscamente cuando toca una superficie
muy caliente. Obviamente, cada una de estas reacciones es útil para adap tarse al medio.
Los seres humanos poseen además una serie de necesidades biológicas. Nuestra nece
sidad de alimento, bebida, de sexo y de mantenimiento de ciertos niveles de temperatu
ra corporal poseen una base biológica. Pero el modo en que estas necesidades se sa
tisfacen o se manejan varían enormemente entre —y dentro— de las distintas culturas.
Por ejemplo, todas las culturas tienden a poseer algún tipo de comportamiento
estandarizado de cortejo. Esto está claramente relacionado con la naturaleza uni versal
de las necesidades sexuales, pero su expresión en diferentes culturas —inclu yendo el
acto sexual en sí mismo— varía enormemente. La posición normal del acto sexual en la
cultura occidental es con la mujer tumbada boca arriba y el hombre encima de ella. Esta
posición resulta absurda en otras sociedades, en las quç el acto se realiza con el hombre
tumbado mirando la espalda de la mujer, con l mujer encima del hombre o en otras
posiciones. Los modos por los que la gente busca satisfacer sus necesidades sexuales
responden, por tanto, a una aprendizaje cultural y no a una determinación biológica.
Sin embargo, los humanos son capaces de dominar sus necesidades biológicas por una
serie de medios que no parecen tener paralelo entre los animales. Los místicos
religiosos son capaces de ayunar durante largos períodos. Los individuos pueden elegir
permanecer solteros durante parte o la totalidad de su vida. Todos los animales,
incluyendo a los seres humanos, muestran una tendencia hacia la au toconservación
pero, a diferencia de otros animales, los humanos pueden actuar deliberamente en contra
de esa tendencia, arriesgando sus vidas haciendo monta ñismo u otras arriesgadas
azañas, incluso suicidándose.
Diversidad cultural
Toda cultura contiene sus propios modelos de comportamiento, los cuales resul tan
extraños para aquellos con otro bagaje cultural. Podemos tomar como ejemplo
a los Onacirema, grupo descrito en una célebre investigación de Horace Miner (1956).
Miner concentró su atención en los elaborados rituales corporales que acompañan
a la ceremonia matrimonial entre los Onacirema, rituales de extrañas y exóticas
características. Su descripción merece ser citada en toda su extensión:
La creencia fundamental que subyace a todo el sistema parece ser que el cuerpo humano es feo y que su
tendencia natural es hacia el debilitamiento y la enfermedad. Encarcelado en este cuerpo, la única
esperanza del hombre es poder apartarse de estas características me diante el uso de las poderosas
influencias del ritual y de la ceremonia. Cada hogar tiene uno o más altares dedicados a este fin E...]. El
lugar central del altar lo ocupa una caja o cofre construido en la pared. En este cofre se guardan
numerosos amuletos y pociones mágicas sin los que ningún nativo cree poder sobrevivir. Estas
preparaciones las elaboran diversos espe cialistas. Los más poderosos son los curanderos, cuya asistencia
debe recompensarse con múltiples regalos. Sin embargo, los curanderos no proporcionan las pociones
curativas a sus clientes, sino que deciden sobre los ingredientes y luego los escriben en una lengua
antigua y secreta. Esta escritura la comprenden únicamente los curanderos y los herbolarios, quienes, a
cambio de otro regalo, proporcionan los amuletos necesarios [...
Los Onacirema sienten al mismo tiempo un horror casi patológico y una gran fascinación por la boca,
cuya condición se cree que tiene una influencia sobrenatural en todas las rela ciones sociales. Si no fuera
por los rituales de la boca creen que se les caerían los dientes, que sus encías sangrarían, que las
mandíbulas se reducirían, que sus amigos les abandonarían y que sus amantes les rechazarían. Creen
también que existe una fuerte relación entre las características orales y morales. Por ejemplo, existe una
ablución ritual de la boca de los niños -que se supone mejora su fibra moral.
El ritual corporal cotidiano general incluye un rito bucal. Además de ser sumamente puntillosos con el
cuidado de la boca, este rito conlleva una práctica que resulta repulsiva para el no iniciado. Me contaron
que el ritual consiste en insertar una pequeña brocha de pelo de perro en la boca, junto con ciertos polvos
mágicos, y en mover la brocha con una serie de gestos formales. (Miner, 1956, pp. 503-4.)
¿Quiénes son los Onacirema y en qué parte del mundo viven? Usted mismo podrá
responder a esta pregunta e identificar la naturaleza de los rituales corporales descritos,
simplemente deletreando «Onacirema» de atrás hacia delante. Práctica mente todas las
actividades cotidianas parecerán extrañas si son descritas fuera de contexto, en lugar de
verse como parte del modo de vida total de un pueblo. Los rituales de aseo occidentales
no son más ni menos extraños que las costumbres de cualquier grupo del Pacífico que se
saca los dientes frontales con el fin de embelle cerse, o de ciertas tribus sudamericanas
que se introducen aros en los labios para resultar más protuberantes, ya que creen que
ello realza su atractivo.
- No podemos entender estas prácticas y creencias separadamente de las culturas mas
amplias de las que forman parte. Una cultura ha de estudiarse a partir de sus propios
significados y valores —un presupuesto clave de la sociología. Los sociólogos se
esfuerzan por eludir el etnocentrismo, el cual consiste en juzgar otras culturas con los
criterios propios. Dado que las culturas humanas son tan variadas no resul sorprendente
que aquellos que provienen de una cultura encuentren dificultad a hora de aceptar las
ideas o el comportamiento de los habitantes de otras cultura El ejemplo del «culto
cargo» que iniciaba este capítulo ilustra la dificultad de un cultura para desenvolverse
dentro de otra distinta. En sociología, tenemos que as gurarnos de que nos deshacemos
de nuestros antifaces culturales para así poder ve los modos de vida.de otros pueblos sin
prejuicios.
Universales culturales
Dentro de la diversidad del comportamiento cultural humano existen ciertos ras gos
comunes. Cuando éstos se encuentran en todas, o prácticamente todas, las so ciedades
reciben el nombre de universales culturales (Oswalt, 1972; Friedl, 1981 Hiebert, 1976).
No existe ninguna cultura conocida sin una lengua gramaticalment compleja. Todas las
culturas poseen alguna forma reconocible de sistema familiar, en el cual existen valores
y normas asociados al cuidado de los niños. La institucjó del matrimonio es un universal
cultural, así como también lo son los rituales religio sos y los derechos de propiedad.
Además, todas las culturas tienen alguna forma d prohibición del incesto —la
proscripción de relaciones sexuales entre parientes cer canos, como padre e hija, madre
e hijo, o hermano y hermana. Los antropólogo han identificado toda una variedad de
universales culturales —incluyendo la exis tencia del arte, la danza, el adorno corporal,
los juegos, el regalo, la diversión y la reglas de higiene (Murdock, 1945).
Debido a las numerosas variaciones existentes dentro de cada categoría, pued decirse
que hay menos universales de los que parecen deducirse de la lista anterior.
Consideremos, por ejemplo, la prohibición del incesto. Lo que se entiende por incesto
en diferentes culturas varía considerablemente. En la mayor parte de los casos se
considera incesto a las relaciones entre miembros de la familia inmediata, pero para
numerosos pueblos ésta incluye a primos y, en algunos casos, a todo aquel que lleve el
mismo apellido. Han existido sociedades en las que se ha permitido, al menos a una
pequeña proporción de la población, ejercer prácticas incestuosas. Fue el caso, por
ejemplo, de la clase dominante en el antiguo Egipto.
Lenguaje
Nadie discute el hecho de que la posesión del lenguaje es uno de los atributos culturales
humanos más distintivos, común a todas las culturas (aunque se hablen muchos miles de
lenguas diferentes en el mundo). Los animales se pueden comuni car entre sí, pero
ninguna especie animal posee un lenguaje desarrollado. Ciertos primates superiores
pueden desarrollar habilidades lingüísticas, pero solamente de un modo muy
rudimentario. A uno de los más famosos chimpancés que la sociología haya conocido,
Washoe, se le enseñó un vocabulario de más de cien palabras utili zando el lenguaje de
signos para sordos (Gardner y Gardner, 1969, 1975). Washoe también sabía construir
unas cuantas frases rudimentarias. Por ejemplo, podía decir «Ven abrazo-quiere perdón
perdón», que significa que quería disculparse por haber hecho algo que no debía.
Los experimentos llevados a cabo con Washoe fueron mucho más satisfactorios que los
realizados con otros chimpancés, de ahí la fama de Washoe en la literatura sociológica.
Sin embargo Washoe se mostró incapaz de retener cualquier regla gra matical y de
enseñar a otros chimpancés lo que sabía. Incluso después de varios años de instrucción
su capacidad lingüística estaba muy por debajo de la de un niño de dos años. Todo
adulto competente en el empleo de la lengua tiene un vocabulario de miles de palabras y
es capaz de combinarlas según reglas de una complejidad tal que los lingüistas emplean
toda su carrera intentando encontrar cuáles son (Linden, 1976; Seidenberg et al., 1979).
Habla y escritura
Todas las sociedades utilizan el habla como vehículo del lenguaje. Sin embargo, existen
sin duda otros modos de «transmitir» o «expresar» el lenguaje; sobre todo, la escritura.
La invención de la escritura marcó un cambio radical en la historia del hombre.
Comenzó siendo el dibujo de listas. Se hacían marcas en madera, arcilla o piedra para
dejar constancia de hechos significativos, objetos o personas. Por ejemplo, una marca, o
en ocasiones un dibujo, para representar los campos que poseía una familia o un grupo
de ellas (Gelb, 1952). La escritura comenzó siendo un medio de almacenar información,
íntimamente ligado a los requisitos adminis trativos de los antiguos estados y
civilizaciones (este tema será tratado en detalle más adelante en este mismo capítulo).
Una sociedad que posee escritura puede «situarse a sí misma» en el tiempo y el espacio.
Es posible almacenar los documentos que dan cuenta del pasado, así como reunir
información sobre los hechos y las actividades del presente.
La escritura no es simplemente la plasmación del habla en papel o en cualquier otro
material duradero. Constituye un fenómeno de interés en sí mismo. Los docu mentos o
textos escritos poseen cualidades en parte distintas de la palabra hablada. El impacto del
habla está siempre y por definición limitado al contexto en el cual se pronuncia. Las
ideas y las experiencias se pueden transmitir de una generación a otra en culturas sin
escritura, pero sólo si se repiten con regularidad y se trans miten oralmente. Por otro
lado, los textos pueden perdurar durante miles de años, y a través de ellos el pasado
puede llegar hasta nosotros, en cierto sentido, «direc tamente». Esto explica por qué la
investigación documental es tan importante para los historiadores. Interpretando los
textos legados por las generaciones pasadas los historiadores tratan de reconstruir sus
vidas. Los textos bíblicos, por ejemplo, cons tituyen un documento imprescindible de la
historia occidental durante los últimos dos mil años. Aún podemos leer y admirar las
obras de los grandes dramaturgos de la antigua Grecia.
Los exploradores, los comerciantes y los misioneros que viajaron durante la gran época
de los descubrimientos en Europa se encontraron con gentes muy distintas. Como ha
señalado el antropólogo Marvin Harris:
En algunas regiones —Australia, el Artico, los cabos del sur de Sudamérica y Africa— se encontraron
con grupos que aún vivían como los antepasados europeos de la era de piedra olvidados hace mucho
tiempo, esparcidos por enormes territorios, con una movilidad geogra fica constante, viviendo
completamente de la caza de animales y de la recolección de plantas salvajes. Estos cazadores-
recolectores parecían pertenecer a una especie extrafla y amenazada. En otras regiones —los bosques del
este de Norteamérica, las selvas de Sudamérica y el este de Asia— encontraron poblaciones más densas
que normalmente habitaban en poblados más o menos permanentes, que vivían del cultivo y la ganadería
y que estaban compuestas de una o dos grandes estructuras comunales, pero también en ellas las armas y
las herramien tas eran reliquias de la prehistoria.
El resto de lo que encontraron los exploradores fueron estados e imperios completamente desarrollados,
liderados por déspotas y clases gobernantes y defendidos por ejércitos perma nentes. Eran estos grandes
imperios, con sus ciudades, monumentos, palacios, templos y tesoros, los que habían atraído a Marco
Polo y a Colón al otro lado del océano en un primer momento. Estaba China: el mayor imperio del
mundo, un vasto y sofisticado reino cuyos líderes despreciaban a los «bárbaros de rostro rojo» que
suplicaban en nombre de débiles reinos más allá de los confines del mundo civilizado. Y estaba la India:
una tierra donde se veneraba a las vacas y donde las desiguales cargas de la vida se repartían de acuerdo a
lo que cada alma había merecido en su encarnación previa. Y después estaban los estados e imperios
nativos americanos, un mundo en sí mismos, cada uno con sus artes y religiones distintas: los incas, con
sus grandiosas fortificaciones de piedra, los puentes voladizos, elabo rados graneros y una economía
estatal; y los aztecas, con sus dioses sedientos de sangre y alimentados a base de corazones humanos y su
búsqueda incesante de nuevos sacrificios. (Harris, 1978, pp. 13-14.)
Cazadores y recolectores
Durante toda su existencia en este planeta, excepto una mínima parte, los seres humanos
han vivido en pequeños grupos o tribus, a menudo no superiores a treinta o cuarenta
personas. El primer tipo de sociedad estaba constituido por cazadores y recolectores. En
lugar de sembrar cosechas o cuidar animales, estos grupos se gana ban la vida con la
caza, la pesca y la recolección de plantas salvajes comestibles. Las culturas cazadoras y
recolectoras aún existen en algunas partes del mundo como las selvas de Brasil o Nueva
Guinea, pero la mayoría han sido destruidas o absor bidas por la expansión mundial de
la cultura occidental, y aquellas que sobreviven es muy improbable que permanezcan
intactas mucho más tiempo (Wolf, 1983). En la actualidad menos de un cuarto de
millón de personas en el mundo sobreviven básicamente de la caza y la recolección —
sólo el 0,001 por 100 del total de la población mundial.
Las investigaciones de los antropólogos en los últimos cincuenta años han apor tado
abundante información sobre las sociedades cazadoras y recolectoras. Tomando en
cuenta la diversidad de la cultura humana, debemos tener cuidado a la hora de
generalizar incluso sobre un solo tipo de sociedad, aunque ciertas caracter*sticas
comunes de las comunidades cazadoras y recolectoras las diferencian de otros tipos
(Bicchieri, 1972; Diamond, 1974; Schrire, 1984).
Comparados con otras sociedades más extensas —particularmente los modernos
sistemas industriales— existe una escasa diferencia entre los grupos de cazadores y
recolectores. Los cazadores y recolectores se desplazan continuamente; dado que
carecen de animales o de medios mecánicos de transporte pueden transportar con ellos
escasos bienes o posesiones. Los bienes materiales que necesitan se limitan a armas para
la caza, herramientas para cavar y construir, y trampas y utensilios para cocinar. No
existe, por tanto, mucha diferencia en el número o el tipo de posesiones materiales entre
los distintos miembros de la sociedad. Las diferencias de posesión o rango suelen
limitarse a las diferencias de edad y sexo. Los hombres son prácti camente siempre los
cazadores, mientras que las mujeres se dedican a la recolección de semillas salvajes, a la
cocina y al cuidado de los hijos. Los «ancianos» —los más viejos y con mayor
experiencia en la comunidad— tien por lo general voz y voto en las decisiones más
importantes que afectan al grupo. De la misma forma que existe escasa diferencia entre
los miembros de la comunidad en cuanto a riqueza se refiere, las diferencias de poder
son también mucho menores que en otras socieda des más amplias. Las sociedades de
cazadores y recolectores son normalmente «par ticipativas» —todos los adultos varones
se reúnen a la hora de tomar decisiones importantes o de enfrentarse a una crisis.
Los cazadores y recolectores no se desplazan de un modo completamente errá tico. La
mayoría poseen territorios fijos, dentro de los cuales migran cada año. Numerosas
comunidades cazadoras y recolectoras carecen de miembros estables; a menudo las
personas se cambian de campamento o bien los grupos se dividen y se unen a otros del
mismo territorio.
Sociedades de pastores
Dependiendo del medio en el que vivan, los pastores crían y guardan vacas, ovejas,
cabras, camellos y caballos. Hoy día siguen existiendo numerosas sociedades pastoriles,
concentradas básicamente en áreas de Africa, el Medio Este norteame ricano y Asia
central. Estas sociedades se encuentran normalmente en regiones con extensas praderas
o en los desiertos y las montañas. Dichas regiones no se prestan a una agricultura
productiva, aunque pueden alimentar a diversos tipos de ganado.
Por lo general, las sociedades de pastores migran entre diferentes áreas según los
cambios estacionales. Dado que poseen transporte animal atraviesan distancias mucho
mayores que los pueblos cazadores y recolectores. De acuerdo a sus hábitos nómadas
los habitantes de las sociedades de pastores no suelen acumular cuantiosas posesiones
materiales, aunque su modo de vida es más complejo en términos materiales que el de
los cazadores y recolectores. Ya que la domesticación de animales proporciona un
aporte regular de alimento, estas sociedades suelen ser más amplias que las
comunidades de cazadores y recolectores. Algunas sociedades de pastores agrupan a un
cuarto de millón de personas o incluso más.
Al recorrer grandes espacios de territorio los pastores entran en contacto con otros
grupos. Con frecuencia comercian, y se asocian para la guerra. Muchas culturas
pastoriles han sido pacíficas, con el único deseo de atender a su ganado y de participar
en los rituales y las ceremonias de la comunidad. Otras han sido notable mente
guerreras, y obtenían lo necesario para subsistir en las conquistas y mediante el saqueo,
además del cuidado de animales. Las sociedades pastoriles muestran mayores
desigualdades de riqueza y poder que las comunidades cazadaras y recolectoras. En
concreto, los jefes, los líderes tribales o los señores de la guerra a menud ejercen un
considerable poder personal.
E. E. Evans-Pritchard, que estudió a los Nuer, una sociedad del sur de Sudár en Africa
(Evans-Pritchard, 1940), proporcionó una descripción clásica de una sc ciedad de
pastores. El sustento de los Nuer depende principalmente de la cría d vacas, aunque
también siembran cosechas. Viven en poblados separados entre sí d cinco a veinte
millas. En los años treinta, cuando Evans-Pritchard realizó su estudic los Nuer eran unos
200.000 en total. Todos hablaban la misma lengua y seguían la mismas cóstumbres,
pero carecían de una autoridad política central o de cualquie forma de gobierno. Los
Nuer se dividen en tribus que a veces colaboran entre sì pero por lo general viven
separados.
Cada tribu posee su propia porción de tierra, delimitada normalmente por arrc yos. Sin
embargo, la tierra no tiene para los Nuer una excesiva importancia má allá del hecho de
que constituye el lugar donde apacentar el ganado. Una parte de año, durante la estación
seca, la pasan en campamentos cercanos a las lagunas. Grai parte de la vida de los Nuer
está ligada a su ganado, el cual es en muchos sentido central en su cultura. Sienten un
profundo desprecio por los pueblos vecinos qu poseen escaso o ningún ganado. Cada
una de las etapas principales de la vida —na cimiento, entrada en la madurez,
matrimonio y muerte— está marcada por rituale relacionados con el ganado. A los
hombres se les llama a veces por el nombre d su buey favorito y a las mujeres por el de
la vaca favorita que ordeñan.
En ciertas ocasiones las tribus Nuer guerrean entre sí, aunque también creai alianzas
para enfrentarse al enemigo. Del mismo modo que viven para su ganad guerrean en su
nombre —por ejemplo, atacan a los cercanos Dinka, otra socieda pastoril, para robarles
sus rebaños. Un dicho Nuer dice así: «Ha muerto más gent por una vaca que por
ninguna otra causa».
Sociedades Agrarias
Se cree que las sociedades agrarias surgieron aproximadamente en la mism fecha que
las de pastores. En un momento dado los grupos de cazadores y recolec tores empezaron
a sembrar sus propias cosechas en vez de recolectar simplement las que crecían salvajes.
Esta práctica se utilizó por vez primera como lo que ho se conoce por «horticultura», en
la que se cultivan pequeños huertos mediante pe queños azadones e instrumentos para
cavar. Muchos pueblos en el mundo sigue dependiendo básicamente de la horticultura
para sobrevivir.
Al igual que el pastoreo, la horticultura proporciona un suministro de alimento más
seguro que la caza o la recolección y permite, por tanto, abastecer a comuni dades más
amplias. Dado que no son nómadas, las culturas que viven de la horti cultura pueden
acumular stocks de posesiones materiales mayores que las de la comunidades de
cazadores y recolectores. Una vez que los grupos se han asentado en un territorio
pueden crear vínculos comerciales y políticos con otros poblados.
El comportamiento guerrero es común entre las sociedades hortícolas, aunque nivel de
violencia tiende a ser menos pronunciado que entre algunos grupos de pastores.
Aquellos que siemban casechas no suelen ser diestros en las artes del combate. Los
hombres de las tribus pastoriles nómadas, por el contrario, pueden agruparse en
ejércitos provocadores.
Los Gururumba son una tribu de Nueva Guinea con más de mil miembros que viven en
seis poblados (Newman, 1965). En cada poblado hay varios huertos valla dos.
Diferentes familias poseen terrenos dentro de estas áreas valladas. Todos, adul tos y
niños sin excepción, se ocupan del cuidado de las tierras, aunque los hombres y las
mujeres son responsables de distintos tipos de frutos y vegetales. Cada familia posee
más de un terreno y cultiva diferentes plantas en las distintas épocas del año, con lo que
aportan un sustento consistente. La cultura Gururumba comporta un complicado sistema
de intercambio de regalos ceremonial entre las familias a través del cual se puede lograr
prestigio dentro de la comunidad. Así, la gente tiene unos huertos en los que siembran la
cosecha que satisfará sus necesidades cotidianas y otros en los que siembran cosechas
«de prestigio». Las cosechas «de prestigio» re ciben mayor cuidado que las ordinarias.
Los Gururumba también crían cerdos, pero no como fuente alimenticia sino como
objetos para el intercambio de regalos designados para conseguir un status en la
comunidad. Cada pocos años se celebra una gran fiesta del cerdo, en la que cientos de
cerdos se sacrifican, se cocinan y se otorgan como regalo. Como ocurre en los grupos de
pastores, existe entre los Gururumba una desigualdad mayor que en las culturas
cazadoras y recolectoras. Los jefes y los líderes de las tribus juegan un papel destacado,
y existen marcadas diferencias entre las riquezas materiales que poseen las personas.
Los mayas
Como ejemplo de estado tradicional nos referiremos a una tercera civilizaciór
americana, la de los mayas, que vivieron en la península de Yucatán, próxima a golfo de
México. La civilización maya floreció entre los años 300 y el 800 d.C. Lo mayas
levantaron complejos centros religiosos rodeados por sus hogares, todos cons truidos en
piedra. Los santuarios religiosos adoptaron la forma de inmensas pirámi des, en la cima
de las cuales existía un templo. En Tikal, la mayor de estas pirámi des, la ciudad
circundante albergaba a unos 40.000 habitantes. Se trataba del prin. cipal centro
administrativo —de hecho, la capital— del estado maya.
La sociedad maya estaba gobernada por una clase aristocrática de guerreros-sa cerdotes.
Eran los más altos dignatarios religiosos de la sociedad, aunque también eran líderes
militares, y lucharon en guerras constantes con los grupos cercanos. L mayoría de la
población estaba constituida por campesinos a los que se exigía un proporción de su
producción para los gobernantes aristócratas, los cuales vivían e condiciones de relativo
lujo.
No se sabe con certeza por qué desapareció la civilización de los mayas, pero 1 más
probable es que fuesen conquistados por las tribus vecinas. En la época en qu llegaron
los españoles, el Estado maya, había desaparecido hacía mucho tiempo
Los estados tradicionales han desaparecido totalmente de la faz de la Tierra. Aunque las
sociedades cazadoras y recolectoras, así como las agrarias y de pastores continúan
existiendo en algunas regiones, sólo pueden encontrarse en territorios relativamente
aislados —y, en muchos casos, incluso estos últimos ejemplos super vivientes se están
desintegrando. ¿Qué ha ocurrido para que se hayan destruido las formas de sociedad
que dominaron toda la historia hasta hace dos siglos? La res puesta, en una palabra, es
la industrialización: el surgimiento de la producción me cánica, basada en el uso de
fuentes de energía inanimada (como el vapor o la electricidad). Las sociedades
industrializadas son radicalmente diferentes en muchos sentidos de cualquier tipo de
orden social previo, y su desarrol!o ha tenido conse cuencias mucho más allá de sus
orígenes europeos.
Desde el siglo xv hasta comienzos del xx los países occidentales fundaron co nias en
numerosas áreas previamente ocupadas por sociedades tradicionales, em eando su
fuerza militar superior allí donde se consideró oportuno. Aunque prác amente la
totalidad de éstas colonias han conseguido hoy su independencia, el oceso de
colonialismo cambió el mapa social y cultural del globo. En ciertas regiones, como
Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda, pobladas exclusivamente r comunidades de
cazadores y recolectores, los europeos se convirtieron en la población mayoritaria. En
otras áreas, incluyendo la mayor parte de Asia, Africa y idamérica, las poblaciones
locales continuaron siendo mayoritarias. Las sociedades rtenecientes al primero de estos
tipos, como la de Estados Unidos, se han indus ializado. Las pertenecientes a la segunda
categoría se encuentran por lo general a i nivel de desarrollo industrial muy inferior, y a
ellas se refiere la noción de ciedades del Tercer Mundo.
(Cuadro Comparativo)
Tipos de sociedades humanas
Sociedades agrarias
Sociedades basadas en pequeñas comunidades rurales que viven de la caza, la pes ca y
la recolección de plantas comestibles, sin pueblos o ciudades. El modo principal de
ganarse la vida es mediante la agricul tura, a menudo suplementada por la caza y la
recolección. Estas sociedades están marcadas por desigualdades de mayor peso que
entre los cazadores y recolecto r y están gobernados por jefes.
Sociedades dependientes de la cría de ani males domésticos para la subsistencia ma
terial. Su tamaño varía desde unos cientos de personas hasta millares. Las sociedades de
pastores están marcadas por distintos tipos de desigualdades, y están goberna das por
jefes o reyes guerreros.
.
Desde hace 12.000 años hasta la actuali dad. La mayoría ha pasado a formar parte de
entidades políticas mayores y está per diendo su identidad distintiva.
Sociedades de pastores
Sociedades dependientes de la crìa de animales para la subsistencia material. Su tamaño
varìa desde unos cientos de personas hasta millares. Las sociedades de pastores estàn
marcadas por distintos tipos de desigualdades, y estàn gobernadas por jefes y reyes
guerreros.
El mismo espacio de tiempo que las sociedades agrarias. En su mayor parte, las
sociedades de pastores también forman parte actualmente de estados mayores, y sus
formas de vida tradicionales se están deteriorando.
Desde principios del siglo XIX (tras la Revolución Rusa de 1917) hasta la actualidad.
Conclusión
Las sociedades del Primer, Segundo y Tercer Mundo son todas ellas diferentes de los
tipos tradicionales de orden social que predominaron en el mundo durante miles de
años, hasta hace aproximadamente dos siglos. Las exploraciones que los viajeros
occidentales realizaron alrededor del globo desencadenaron una serie de procesos de
cambio que han destruido numerosas culturas premodernas. Pero aún existe una enorme
diversidad cultural, tanto dentro como entre las distintas socie dades. Como seres
humanos tenemos toda una serie de características en común, pero también estamos
fuertemente influidos por los valores y los hábitos culturales de las sociedades en las
que vivimos. En el siguiente capítulo, consideraremos algu nos de los procesos que
afectan a nuestro desarrollo individual desde la infancia y a lo largo de las fases
posteriores de la vida.
Resumen
1. La cultura consiste en los valores que posee un cierto grupo, las normas que siguen y
los bienes materiales que crean.
2. La especie humana surgió como resultado de un largo proceso de evolución
biológica. Los seres humanos son parte de un grupo de mamíferos superio res, los
primates. La evidencia parece confirmar el hecho de que el desarrollo cultural precedió,
y probablemente modeló, la evolución de la especie huma na.
3. La sociobiología es importante principalmente por sus aportaciones al campo del
comportamiento animal; las ideas de los sociobiólogos sobre la vida social humana son
de un alto nivel especulativo. Nuestro comportamiento está ge néticamente influido,
pero nuestra dotación genética probablemente condi ciona únicamente las
potencialidades de nuestro comportamiento, no el con tenido en sí mismo de nuestras
actividades.
Los seres humanos carecen de instintos en el sentido de modelos complejos de
comportamiento no aprendido. Un conjunto de reflejos simples, más u serie de
necesidades orgánicas son características innatas del individuo hun
no.
5. Las formas de comportamiento halladas en todas, o prácticamente todas, culturas se
denominan universales culturales. La lengua, la prohibición
incesto, la institución del matrimonio, la familia, la religión y la propied son los
principales tipos de universales culturales, pero dentro de estas tegorías generales
existen numerosas variaciones en los valores y los moc
de comportamiento de las distintas sociedades.
6. Se pueden distinguir diversos tipos de sociedades premodernas. En las ciedades
cazadoras y recolectoras, la gente no siembra cosechas ni cría 1
nado, sino que vive de ,la recolección de plantas y de la caza de animal Las sociedades
de pastores son aquellas en las que la cría de animales mésticos proporciona el principal
medio de vida. Las sociedades agrar dependen del cultivo de terrenos fijos. Las
sociedades agrarias de mayo
dimensiones y más desarrolladas forman estados o civilizaciones tradicional
7. El desarrollo y la expansión de Occidente condujo a la conquista de nun rosas zonas
del mundo, alterando de un modo radical sistemas sociales culturas con un profundo
arraigo.
8. En las sociedades industrializadas la producción industrial (cuyas técnias emplean
también para la producción de alimentos) se convierte en la b
principal de la economía. Los países industrializados del Primer Mundo cluyen a las
naciones de «Occidente», además de Japón, Australia y Nw Zelanda. Los países del
Segundo Mundo son sociedades industrializadas gidas por gobiernos comunistas. Los
países del Tercer Mundo, en los vive la inmensa mayoría de la población mundial,
fueron en su casi totalic áreas anteriormente colonizadas. La mayoría de la población
trabaja en producción agrícola, parte de la cual se dirige a los mercados mundiales.
Conceptos básicos
Cultura / normas
sociedad / poder / valores / ideología
Términos importantes
Evolución, mutación, sociobiología, instinto, subcultura, etnocentrismo, universales
culturales, semiótica.
Lecturas complementarias.
Ruth BenediCt, Patterns of Culture (Nueva York: Mentor Books, 1946). Edición en
castella no: El hombre y la cultura Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1967. Un estudio
clásico sobre las diferencias culturales: recomendable.
Kenneth Bock, Human Nature and History: A Response to Sociobiology (Nueva York:
Co lumbia University Press, 1977). Una crítica de las aspiraciones de la sociobiología.
Jack Goody, The Domestication of the Savage Mmd (Cambridge: Cambridge
University Press, 1977). Un análisis del impacto de la escritura y la alfabetización en el
desarrollo cultural.
Edmund Leach, Culture and Communication: The Logic by which Symbols are
Connected (Cambridge: Cambridge University Press, 1976). Edición en castellano:
Cultura y Comu nicación, Madrid, Siglo xx 1988. Una disertación sobre la naturaleza
del simbolismo cultural.
Raymond Williams, Culture (Glasgow: Fontana, 1981). Una disertación general de gran
uti lidad sobre el concepto de cultura.
Peter Worsley, The Three Worlds: Culture and World Development (Londres:
Weidenfeld and Nicolson, 1984). Un análisis de las conexiones entre el Primer, el
Segundo y el Tercer Mundo.
CAPITULO III
SOCIALIZACIÒN Y CICLO VITAL
Los animales inferiores en la escala evolutiva, como es el caso de la mayor parte de las
especies de insectos, son capaces de valerse por sí mismos desde muy poco después de
nacer con escasa o ninguna ayuda de los adultos. No existen generacio nes entre las
especies inferiores, ya que el comportamiento de los «jóvenes» es prácticamente
idéntico al de los «adultos». Sin embargo, a medida que vamos su biendo en la escala
evolutiva estas observaciones se aplican cada vez menos; los animales superiores tienen
que aprender modos apropiados de comportamiento. En tre los mamíferos, los jóvenes
están en muchos casos totalmente indefensos cuando nacen y necesitan el cuidado de
los mayores, y el niño es el más indefenso de todos ellos. Un niño no puede sobrevivir-
sin ayuda de un adulto al menos durante los cuatro o cinco primeros años de vida.
¿Cómo serían los niños si, por alguna razón, crecieran sin la influencia de los dUItOS?
Obviamente ninguna persona podría criar a un niño apartado de la influen :ia humana a
modo de experimento. Sin embargo, han existido varios polémicos asos de niños que
pasaron los primeros años de su vida apartados del contacto tumano normal.
Empezaremos este capítulo con dos de estos casos, antes de pasar ti estudio de modelos
más ortodoxos de desarrollo infantil.
El «niño salvaje de Aveyron»
El 9 de enero del año 1800 una extraña criatura surgió de los bosques cercanos ti pueblo
de Saínt-Serin en el sur de Francia. Excepto por el hecho de que caminaba m posición
erecta se asemejaba más a un animal que a un humano, pero pronto ue identificado
como un niño de unos once o doce años. Unicamente emitía estridentes e
incomprensibles chillidos. El niño parecía carecer del sentido de la higiene )ersonal y
evacuaba donde y cuando le parecía. Fue conducido a la policía local y, nás tarde, a un
orfanato cercano. Al principio trató de escapar constantemente y ‘udo ser retenido no
sin dificultades, y se negó a llevar ropas rasgándolas tan pronto orno habían terminado
de ponérselas. Ningún padre le reclamó jamás.
El niño fue sometido a un detallado examen médico en el que no se identificó inguna
anormalidad digna de destacarse. Cuando se le puso delante de un espejo areció que era
capaz de ver su imagen pero no de reconocerse a sí mismo. En una casión trató de
alcanzar a través del espejo una patata que había visto reflejada a él. (La patata estaba,
de hecho, sostenida por alguien detrás de su cabeza.). Después de varios intentos, y sin
volver la cabeza, cogió la patata por encima de su Dmbro. Un sacerdote que observaba
al niño a diario y que describió el incidente la patata al que hemos aludido escribió:
Todos estos pequeños detalles, y muchos otros que podríamos añadir, prueban que este niño ) carece
totalmente de inteligencia ni de capacidad de reflexión y razonamiento. Sin em irgo, nos vemos obligados
a reconocer que, en todos los aspectos que no tienen que ver m sus necesidades naturales o la satisfacción
de su apetito se percibe en él un comporta iento puramente animal. Si tiene sensaciones no desembocan
en ninguna idea. Ni siquiera ede compararlas unas con otras. Podría pensarse que no existe conexión entre
su alma o mente y su cuerpo. (Shattuck, 1980, p. 69; ver también Lane, 1976.)
Más tarde, el niño fue trasladado a París, donde se llevó a cabo un intento sistemático de
transformarle «de bestia en humano». El esfuerzo resultó parcialmen te satisfactorio.
Aprendió a utilizar el retrete, accedió a llevar ropa y aprendió a vestirse solo. Pero no le
interesaban ni los juguetes ni los juegos, y nunca fue capaz de articular más que un
reducido número de palabras. Hasta donde sabemos por las detalladas descripciones de
su comportamiento y sus reacciones, la cuestión no estaba en que fuese retrasado
mental. Parecía que o no deseaba dominar totalmente el habla humana o que era incapaz
de ello. Con el tiempo hizo escasos progresos, y murió en 1828 a la edad de cuarenta
años.
Genie
No podemos saber el tiempo que vivió sólo en los bosques el «niño de Aveyron» o si
sufría o no algún defecto congénito que le impidió desarrollarse como un ser humano
normal. Sin embargo, existen ejemplos recientes que apoyan algunas de las
observaciones hechas sobre su comportamiento. Un caso muy reciente lo proporcio na
la vida de Genie, una niña de California que estuvo encerrada en una habitación desde
que tenía aproximadamente un año y medio hasta los trece (Curtis, 1977). El padre de
Genie retuvo a su esposa, que se estaba quedando ciega, prácticamente confinada en la
casa. La principal conexión de la familia con el mundo exterior era a través de un hijo
adolescente que iba a la escuela y hacía la compra.
Genie tenía un defecto de cadera de nacimiento que le impidió aprender a andar bien, y
su padre le pegaba a menudo. Cuando Genie tenía veinte meses parece ser que el padre
decidió que era retrasada y «la encerró» en una habitación con las cortinas corridas y la
puerta cerrada con llave. Permaneció en dicha habitación durante los siguientes nueve
años, y sólo veía a los otros miembros de la familia cuando le traían la comida. A Genie
no se le enseñó a asearse, y estuvo parte del tiempo atada, desnuda, a una sillita de niño.
A veces, de noche, la soltaban, pero sólo para meterla en una prenda represora, un saco
de dormir en el que sus brazos quedaban inmovilizados. Así atada, la metían en una
cuna con una maila metálica a los lados y una manta de red por encima. De algún modo
consiguió, en estas tremendas circunstancias, soportar el paso de las horas, los días y los
años. Apenas si tuvo oportunidad de escuchar alguna conversación entre los otros
miembros de la casa. Si intentaba hacer algún ruido o llamar la atención, su padre le
pegaba. Este no le habló nunca, y ladraba o emitía ruidos de animales si ella hacía algo
que le molestaba. Carecía de juguetes propios de su edad o de otros objetos con los que
ocupar su tiempo.
En 1970 su madre escapó de la casa, llevándose a Genie con ella. La situación de la niña
llegó a oídos de un trabajador social y la niña fue ingresada en la sala de rehabilitación
de un hospital infantil. Cuando llegó al hospital no podía mante nerse en posición
erecta, correr, saltar o trepar, y sólo era capaz de andar arras trando torpemente los pies.
Un psiquiatra la describió como «no socializada, primi tiva, apenas humana». Sin
embargo, una vez en la sala de rehabilitación Genie hizo progresos relativamente
rápidos. Aprendió a comer normalmente y a asearse, y accedió a vestir como los demás
niños. Pero permanecía callada casi todo el tiempo, excepto cuando se reía, con una risa
aguda y «artificial». Se masturbaba constante mente en situaciones públicas, negándose
a abandonar el hábito. Más tarde vivió como hija adoptiva en casa de uno de los
doctores del hospital, y fue desarrollando gradualmente un vocabulario bastante amplio,
suficiente para emitir un número limitado de frases elementales. Pero su dominio del
lenguaje n progresó más allá del de un niño de tres o cuatro años.
El comportamiento de Genie se estudió intensivamente y se le hicieron una serie de
tests a lo largo de un período de siete años. Estos parecían indicar que no era imbécil y
que no sufría ningún otro defecto congénito. Parece que lo que le ocurrió a Genie, al
igual que al «niño de Aveyron», es que cuando accedió al contacto humano había
sobrepasado la edad en la cual los niños ya han realizado el apren dizaje del lenguaje y
de otras habilidades humanas. Probablemente existe un «Pe ríodo crítico» para el
aprendizaje del lenguaje y de otras habilidades complejas, después del cual es
demasiado tarde para llegar a dominarlos completamente. El «niño salvaje» y Genie
proporcionan una idea aproximada de lo que sería un niño «no socializado». Ambos
retuvieron numerosas actitudes «no humanas» aunque, a pesar de las privaciones que
sufrieron, ninguno demostró ningún vicio duradero. Respondieron de inmediato a los
que les trataron con cuidado, y adquirieron un nivel mínimo de las habilidades humanas
ordinarias.
Sin duda, hay que tener cuidado a la hora de interpretar casos de este tipo. En cada uno
de estos ejemplos es posible que quedase sin diagnosticar una anormalidad mental. Por
otra parte, las experiencias a las que fueron sometidos los niños pudie ron causar daños
psicológicos que les impidieron dominar las habilidades que la mayoría de los niños
adquieren a una edad mucho más temprana. Aun así, existe una similitud suficiente
entre estas dos historias, así como con otras que se conocen, para poder sugerir cuán
limitadas estarían nuestras facultades si careciéramos de un amplio período de
socialización temprana.
Pasamos ahora a tratar diredamente las fases tempranas del desarrollo del niño. Con ello
podremos comprender mejor los procesos por los cuales el niño llega a ser reconocible
como «humano».
El desarrollo temprano del niño
Desarrollo de la percepción
Todos los niños nacen con la capacidad de realizar ciertas distinciones percep tuales y
de responder ante ellas (Richards y Light, 1986). Antes se pensaba que el recién nacido
se veía abrumado por una masa de sensaciones que era incapaz de diferenciar. En una
famosa observación, el psicólogo y filósofo William James es cribió: «El bebé, que de
repente se ve dotado de ojos, orejas, nariz, piel y de entrañas, lo siente todo como una
floreciente y excitante confusión» (James, 1890). Para la mayoría de los estudiosos del
comportamiento infantil este relato ya no resultaría adecuado, pues incluso los recién
nacidos reaccionan de un modo selectivo a su ambiente.
Desde la primera semana miran con mayor interés una superficie decorada (rayas,
círculos concéntricos o una imagen de un rostro) que una superficie lisa con vivos
colores. A la edad de un mes estas capacidades perceptivas son aún débiles, y las
imágenes que se encuentran a más de treinta centímetros se ven borrosas. De ahí en
adelante las capacidades visuales y auditivas aumentan rápidamente. A los cuatro meses
aproximadamente un bebé puede ver perfectamente i una persona que se está moviendo
por la habitación. La sensibilidad para el tacto y el placer que proporciona el calor están
presentes desde el nacimiento.
Llanto y sonrisa
Del mismo modo que los bebés responden selectivamente al ambiente, los adul tos
discriminan entre los modelos de comportamiento del bebé asumiendo que éstos
proporcionan claves de lo que ella o él quiere o necesita. Se considera que el llanto
indica hambre o incomodidad, y la risa y ciertas expresiones faciales alegría. Este
mismo reconocimiento concibe dichas respuestas como acciones sociales del niño. Los
presupuestos culturales, sin embargo, están profundamente arraigados en este proceso.
El llanto es un buen ejemplo. En la cultura occidental el bebé está física mente separado
de la madre la mayor parte del día, en una cuna, en un cochecito o en un parque. Por
ello, el llanto suele ser una señal de que el niño necesita atención. En otras muchas
culturas el recién nacido pasa la mayor parte del día, durante muchos meses, en contacto
directo con el cuerpo de la madre, quien lo lleva atado a sí. En estas culturas la madre
sólo prestará atención a los ataques de llanto que se consideren emergencias. Los
movimientos de retorcimiento del bebé son considerados como la señal principal de que
necesita alimento o algún cuidado con creto (Liederman, Tulkin y Rosenfeld, 1977).
Las diferencias culturales también se manifiestan en las distintas interpretaciones de la
risa. Todos los bebés normales sonríen, en determinadas circunstancias, un mes o seis
semanas después de nacer. Un bebé sonreirá ante la imagen de una cara que tenga dos
puntos en lugar de ojos. También sonreirá ante un rostro humano tanto si se oculta la
boca como si no. La risa parece ser una respuesta innata, no aprendida, ni siquera
provocada, al ver una cara sonriente. Una de las razones por las que podemos estar
seguros de ello es que los niños que nacen ciegos empiezan a sonreír a la misma edad
que los niños que ven, aunque no hayan tenido oportu nidad de copiar a otros. Las
situaciones en las que se considera la risa como apro piada, sin embargo, varían de una
cultura a otra, y esto está relacionado con las reacciones tempranas que los adultos
tienen ante la respuesta sonriente de los bebés. Los bebés no tienen que aprender a
reírse, pero sí tienen que aprender cuándo y dónde se considera oportuno hacerlo. Así,
por ejemplo, los chinos sonríen en luga res «públicos» con menos frecuencia que los
occidentales —por ejemplo, al recibir a un desconocido.
Niños y madres
Un bebé es capaz de distinguir a su madre de otras personas cuando tiene unos tres
meses (Schaffer, 1970). El bebé aún no reconoce a la madre como persona; responde a
ciertas características, probablemente los ojos, la voz y el modo de cogerlo. El
reconocimiento de la madre se muestra en reacciones como la de dejar de llorar sólo
cuando ella (y nadie más) coge al niño, sonreírle a ella más que a nadie, levantar los
brazos o dar palmas para marcar la entrada de la madre en la habitación o, una vez que
el niño puede moverse solo, gatear hacia ella. Las dife rencias culturales influyen a la
hora de determinar las reacciones que tienden a producirse regularmente. En el estudio
de una cultura de Uganda, Ainsworth vio que era infrecuente que las madres y los hijos
se abrazasen, se acariciasen o se besasen, mientrasque dar palmas para demostrar placer,
tanto la madre como el hijo, era mucho más frecuente que en las familias occidentales
(Aisnworth, 1977).
EL apego del bebé a su madre sólo se manifiesta a partir de los siete meses. Antes, la
separación de la madre no ocasionará ninguna protesta específica y el bebé aceptará a
otros cuidadores sin mostrar cambios en los niveles normales de respues ta. A esa
misma edad aproximadamente los niños empiezan a sonreír a ciertos individuos, pero
no de un modo indiscriminado. En este mismo estadio un bebé empieza a ver a la madre
como una persona especial. El niño sabe que la madre existe incluso cuando está
ausente, y es capaz de tener algún tipo de imagen de ella. Esto implica además el
comienzo de la experiencia del tiempo, ya que el bebé tiene memoria de la madre y es
capaz de anticipar su regreso. Los bebés de ocho o nueve meses pueden buscar objetos
ocultos, demostrando así que entienden que los obje tos tienen una existencia propia,
independientemente de que estén o no a la vista en un momento dado.
Selma Fraiberg ha ilustrado magníficamente esta fase del comportamiento infan til en
un trabajo destinado a informar a los padres sobre el crecimiento de los niños.
¿Tiene usted un bebé de seis o siete meses que le arranca las gafas? Si es así, no necesita estos consejos.
Quítese las gafas cuando el niño trate de arrebatárselas, métaselas en el bólsillo o guárdelas detrás del
almohadón del sofá ( no olvide dónde las escondió!). No se moleste en hacerlo a hurtadillas, deje que el
niño le vea esconderlas. No irá a buscarlas. Se quedará mirando fij amente el lugar en que las vio por
última vez —en su nariz— y luego perderá interés en el problema. No busca las gafas porque no puede
siquiera imaginarse que existen cuando no las ve.
Cuando el bebé tenga unos nueve meses no confíe ya en los viejos trucos. Si ve que usted se quita las
gafas y las esconde detrás del almohadón del sofá moverá el almohadón y se precipitará sobre las gafas.
Ha aprendido que un objeto puede ocultarse a la vista pero que ¡sigue existiendo! Puede seguir los
movimientos de su mano hasta el lugar de escondite e ir a buscarlas allí. Este es un enorme paso en el
aprendizaje que raramente pasará inadvertido para los padres cuyas gafas, pendientes, pipas, plumas y
llaveros no solamente les son arre batados sino que además peligran. Los padres que tienen bebés en este
estadio de desarrollo están poco interesados en los aspectos teóricos del problema aquí expuesto, pero una
teoría siempre puede reportar beneficios. Todavía tenemos más trucos en la manga.
Probemos con éste: deje que el niño le vea esconder las gafas detrás del almohadón. Déjele que las
encuentre, persuádale para que se las dé y escóndalas detrás de otro almoha dón. Ahora está confuso.
Buscará las gafas detrás del primer almohadón, en el primer es condite, pero no irá a buscarlas al segundo
escondite. Esto significa que el bebé conoce la existencia de las gafas aunque estén escondidas, pero
únicamente en un lugar, el primer escondite donde su búsqueda tuvo éxito. Cuando el niño no encuentra
las gafas debajo del primer almohadón insiste en su búsqueda allí mismo, pero no se le ocurre buscarlas
en el segundo escondite o en cualquier otro lugar. Un objeto aún puede desaparecer. Al cabo de unas
semanas proseguirá su búsqueda, ahora ya en los dos escondites, por lo que está en camino de descubrir
que se puede mover un objeto de sitio pero que conserva su existencia permanente. (Fraiberg, 1959, pp.
49-50.)
Los primeros meses de vida de un niño son un período de aprendizaje también para la
madre. Las madres (y otros cuidadores, como los padres o los hijos mayores) aprenden
a recibir la comunicación que les envía el niño a través de su comporta miento y a
responderles de un modo apropiado. Algunas madres son mucho más sensibles a estas
indicaciones que otras, y las diferentes indicaciones tienden a en fatizarse, al igual que
la reacción ante ellas, en diversos ámbitos culturales. La «lectura» que hacen las madres
del comportamiento de sus hijos influye notable mente en el modelo de interacción que
se establece entre ellos. Por ejemplo, una madre puede considerar la inquietud del niño
coma indicador de fatiga, y meter al niño en la cama. Otra puede interpretar el mismo
comportamiento como indicación de que el niño necesita entretenerse. A menudo las
madres proyectan sus propios estados de ánimo en el bebé, por lo que una madre que
tenga dificultad en mantener una relación de cariño estable con su hijo percibirá
agresividad y rechazo hacia ella por parte del bebé.
El nacimiento del cariño hacia individuos específicos marca un umbral funda mental en
la socialización. La primera relación, normalmente entre madre e hijo, se convierte en
algo en lo que se invierten fuertes sentimientos, y sobre la base de la cual comienzan a
producirse complejos procesos de aprendizaje social.
Afecto y pérdida
Ningún niño podría alcanzar dicho estadio sin los años de cuidado y protección que les
dedican los padres u otros cuidadores. Como se dijo anteriormente la rela ción entre el
hijo y la madre es de una importancia decisiva durante las fases más tempranas de la
vida del niño. Las investigaciones señalan que si, por alguna razón, esta relación se ve
alterada, pueden producirse graves consecuencias. Hace unos treinta años el psicólogo
John Bowlby realizó una investigación que mostraba cómo un niño pequeño que no
experimentase una relación estrecha y de cariño con su madre tendría problemas de
personalidad en el futuro (Bowlby, 1951). Bowlby sos tenía que un niño cuya madre
muere poco después de nacer, por ejemplo, padecerá ansiedades que tendrán un impacto
a largo plazo en él o en su carácter futuro. A ésto se le llamó teoría de la privación
materna, y desde entonces ha dado lugar a numerosas investigaciones sobre el
comportamiento infantil. Los resultados aporta dos por Bowlby fueron confirmados por
diversos estudios sobre algunos primates superiores.
Primates aislados
Harry Harlow llevó a cabo varios célebres experimentos consistentes en criar monos
rhesu.s separados de sus madres y explorar, así, las ideas anticipadas por Bowlby.
Aparte del hecho de estar aislados del contacto con otros, todas las demás necesidades
materiales de los monos estaban satisfechas. Los resultados fueron muy impactantes: los
monos criados en aislamiento mostraron un elevado nivel de perturbación
comportamental. Cuando se les juntó con otros monos normales y adultc se asustaban o
se mostraban hostiles y rechazaban cualquier interacción con ello Pasaban la mayor
parte del tiempo acurrucados en una esquina de la jaula, y s postura recordaba a la de un
ser humano que padeciese retracción esquizofrénica Se mostraban incapaces de
aparearse con otros monos y, en la mayoría de los caso no pudieron aprender. Las
hembras que fueron inseminadas artificialmente presta ron muy poca atención, cuando
no ninguna, a sus pequeños.
Para poder saber si la ausencia de la madre era lo que producía estas anorma lidades,
Harlow crió a varios monitos en compañía de otros de la misma edad. Esto monos no
mostraron ningún signo de perturbación en su comportamiento posterior Harlow extrajo
la conclusión de que lo imprescindible para el desarrollo normale es que el mono tenga
la oportunidad de crear vínculos con otros, independientement( de que la madre sea o no
unos de ellos (Harlow y Zimmerman, 1959; Harlow Harlow, 1962; Novak, 1979).
El trabajo de Bowiby se concentró en aspectos concretos del desarrollo del niño, sobre
todo en la importancia de los vínculos emocionales entre los bebés y aquellas personas
que se ocupan de su cuidado. ¿Cómo debemos aproximarnos a otros rasgos del
crecimiento infantil, especialmente al surgimiento del sentido del self —la con ciencia
de que el individuo posee una identidad propia, separada de los demás? Durante los
primeros años de vida el niño es poco consciente de las diferencias entre los seres
humanos y los objetos materiales de su entorno, y carece totalmente de la conciencia de
sí mismo. Los niños no empiezan a utilizar conceptos tales como «yo», «mi» y «tu»
hasta los dos años o más. Sólo de un modo gradual llegan a comprender que los demás
poseen identidades, conciencias y necesidades propias y distintas de las suyas.
El problema del surgimiento del self ha sido ampliamente debatido, y el enfoque varía
según la perspectiva teórica que se adopte. Hasta cierto punto, ello se debe a que las
principales teorías sobre el desarrollo infantil destacan diferentes aspectos de la
socialización. El trabajo del gran psicólogo y fundador del psicoanálisis, Sig mund
Freud, se concentra fundamentalmente en cómo los niños logran controlar sus
ansiedades, así como en los aspectos emocionales del desarrollo infantil. El filósofo y
sociólogo americano George Herbert Mead presta atención principalmente a cómo los
niños aprenden a emplear los conceptos de «yo» y «mi». El estudioso suizo del
comportamiento infantil Jean Piaget trabajó sobre numerosos aspectos del desarrollo
infantil, pero sus escritos más conocidos versan sobre el tema de la cognición —el
modo en que los niños aprenden a pensar sobre sí mismos y sobre su entorno.
Freud y el psicoanálisis
Sigmund Freud, un médico vienés que vivió entre 1856 y 1939, no sólo influy de un
modo determinante en la formación de la psicología moderna; fue una de L principales
figuras intelectuales del siglo xx. El impacto de sus ideas se ha dejad sentir en el arte, la
literatura y la filosofía y, obviamente, en las ciencias social humanas. Freud no fue
simplemente un estudioso del comportamiento humano, sin que se implicó en el
tratamiento de pacientes neuróticos. El psicoanálisis, la técnic terapéutica que creó,
consiste en que los pacientes hablen libremente acerca de su vidas, particularmente
sobre aquello que recuerden de sus más tempranas experiencias. Freud creía que lo que
gobierna gran parte de nuestro comportamiento es el inconsciente, y que el modo de
enfrentarnos a nuestras ansiedades en la más tem prana edad persiste en la madurez. La
mayoría de estas experiencias de la primer infancia se pierden en nuestra memoria
consciente, aunque son la base sobre la qu se establece nuestra autoconciencia.
Desarrollo de la personalidad
Según Freud, el bebé es un ser exigente y poseedor de una energía que no e capaz de
controlar debido a su indefensión esencial. Un bebé debe aprender qu sus necesidades o
deseos no pueden verse siempre satisfechos de modo inmediat
—un doloroso proceso. Desde el punto de vista de Freud, los bebés no sólo tiene
necesidad de alimento y bebida, sino también de satisfacción erótica. Freud n sostenia la
idea de que los bebes tuvieran deseos sexuales al mismo modo que Io niños mas
mayores o los adultos Lo «erotico» se refiere a una necesidad genera de contacto
corporal estrecho y placentero con otros (La idea no esta tan alejad de los experimentos
de Harlow y de la literatura sobre vínculos infantiles. Los bebé tienen, de hecho,
necesidad de un estrecho contacto con otros, incluyendo los abra zos y las caricias.)
Según lo describe Freud, el desarrollo psicológico humano es un proceso qu conlieva
grandes tensiones. El bebé aprende progresivamente a controlar sus impul sos, pero
éstos permanecen como poderosas motivaciones en el inconsciente. Freuc distingue
varios estadios típicos en el desarrollo de las capacidades del bebé y de niño. Presta
particular atención a la fase —alrededor de los cuatro o cinco años— en la cual la
mayoría de los niños son capaces de renunciar a la compañía constant de sus padres y
entran en un mundo social más amplio. Freud llama a esta fase e estadio edípico. Los
tempranos vínculos que los bebés y los niños pequeños esta blecen con sus padres
poseen un elemento erótico evidente, en el sentido expresad más arriba. Si se permitiese
que dichos vínculos perdurasen y siguiesen desarrollán dose, a medida que un niño
fuese madurando físicamente se sentíria sexualment implicado con el padre del sexo
opuesto. Esto no ocurre porque los niños aprendex a reprimir los deseos eróticos hacia
sus padres.
Los niños pequeños varones aprenden que no pueden permanecer «atados a la faldas de
su madre». Según Freud, el niño experimenta un profundo rechazo haci su padre,
porque el padre disfruta de la posesión sexual de su madre. Esta es libase del complejo
de Edipo. El complejo de Edipo se supera cuando el niño reprime tanto sus vínculos
eróticos con su madre como el rechazo hacia su padre (casi todo ello ocurre a nivel
inconsciente). Ello marca un estadio decisivo en el desarrollo del self autónomo, porque
el niño se ha desprendido de su temprana dependencia con respecto a sus padres,
particularmente a su madre.
El retrato que hizo Freud del desarrollo femenino es mucho menos elaborado y más
oscuro. Cree que se produce algún tipo de proceso inverso al hallado en los varones. La
niña reprime sus deseos eróticos hacia el padre y supera su rechazo inconsciente a la
madre esforzándose en ser como ella —ser «femenina». Desde la perspectiva de Freud,
el modo en el que los niños hacen frente al complejo de Edipo influye profundamente
en sus posteriores relaciones, sobre todo en las relaciones sexuales, en las que se
involucra el individuo.
Críticas
Las teorías de Freud han sido muy criticadas y han encontrado a menudo reac ciones
hostiles. Algunos han rechazado la idea de que los niños tengan deseos se xuales, así
como la tésis que sostiene que aquello que ocurre en la infancia y en la niñez temprana
crea modos de enfrentarse a la ansiedad que perduran toda la vida. Las críticas
feministas han visto la teoría de Freud demasiado centrada en la expe riencia masculina,
prestando poca atención a la psicología femenina. Pero las ideas de Freud continúan
ejerciendo una poderosa influencia. Incluso si se rechazan las ideas de Freud en su
totalidad, algunas de ellas son probablemente muy válidas. Es prácticamente seguro que
existen aspectos inconscientes en el comportamiento hu mano que se apoyan en los
modos de enfrentarse a la ansiedad creados por primera vez durante la infancia.
La teoría de G. H. Mead
La formación y la trayectoria intelectual de G. H. Mead (1863-193 1) fue en mu chos
sentidos diferente a la de Freud. Mead era fundamentalmente filósofo, y pasó la mayor
parte de su vida dando clases en la Universidad de Chicago. Escribió bastante poco, y la
obra por la que es más conocido, Mmd, Self and Society (Espìritu, persona y sociedad)
(1934) fue, de hecho, una recopilación que sus alumnos realizaron a partir de sus notas
de clase y otras fuentes. Considerando que constituyen la base de una tradición general
de pensamiento teórico, el interaccionismo simbólico, las ideas de Mead han tenido un
enorme impacto en la sociología. (Para un tratamiento más amplío del interaccionismo
simbólico, ver capítulo 22: «El de sarrollo de la teoría sociológica».) Pero la obra de
Mead aportó además una inter pretación de las principales fases del desarrollo infantil,
prestando particular aten ción al nacimiento de la noción de self.
Existen interesantes similitudes entre las visiones de Mead y las de Freud, aun que
Mead ve la personalidad humana menos sometida a tensiones. Según Mead, los bebés y
los niños pequeños empiezan a desarrollarse como seres sociales imitando las acciones
de aquellos que les rodean. El juego es una de las formas que adopt En el juego, como
se dijo anteriormente, los niños pequeños imitan lo que adultos hacen. Un niño hará
pasteles con barro si ha visto cocinar a un adulto cavará con una cuchara después de ver
a alguien cuidar del jardín. Los juegos los niños evolucionan desde la mera imitación a
otros juegos más complejos en que un niño de cuatro o cinco años juega el papel de un
adulto. Mead llama a e adoptar el papel de otro —aprender lo que significa estar en el
pellejo de otro. en este estadio cuando los niños adquieren un sentido desarrollado del
self. Se d cuenta de que son agentes independientes —el «mi»— viéndose a través de
los ojos de los demás.
Según Mead, tenemos conciencia de uno mismo cuando aprendemos a distingt el «mi»
del «yo». El «yo» es el bebé no socializado, una serie de necesidades deseos
espontáneos. El «mi», según el empleo que Mead hace del término, es el yo social. Los
individuos desarrollan la autoconciencia, dice Mead, al verse a sí mismo como los ven
otros. Tanto Freud como Mead se concentran en el proceso por cual el niño, cuando
tiene alrededor de cinco años, se va convirtiendo en un agen autónomo, capaz de
comprenderse a sí mismo y de desenvolverse fuera del contexto familiar inmediato.
Para Freud ello es fruto de la fase edípica, mientras que para Mead es el resultado de la
capacidad para desarrollar la autoconciencia
Un estadio posterior del desarrollo infantil, según Mead, aparece cuando el niñ tiene
ocho o nueve años. Es la edad en la que los niños empiezan a participar e juegos
organizados, abandonando el <(juego» asistemático. Es entonces cuando niño empieza a
comprender los valores y la moralidad por los que se rige la vi social. Para aprender los
juegos organizados uno debe entender las reglas del jueg así como las nociones de
justicia y de participación equitativa. En este período niño aprende a captar lo que Mead
llama el otro generalizado —los valores y ¡ reglas morales reinantes en la cultura en la
cual se está desarrollando. Este período es algo posterior para Mead que para Freud,
pero, una vez más, existen ciar similitudes en sus ideas sobre este punto.
Las ideas de Mead son menos controvertidas que las de Freud. No contiene ideas tan
chocantes, y no dependen de la teoría de un sustrato inconsciente de la personalidad. La
teoría del desarrollo de la autoconciencia en Mead ha sido, merecidamente
enormemente influyente. Por Otro lado, las ideas de Mead nunca se publicaron de un
modo integrado, y resultan útiles como visiones sugerentes màs que aportar una
interpretación general del desarrollo infantil.
Un tercer estadio, la fase operativa concreta, va desde los siete años hasta F once.
Durante esta fase los niños dominan nociones lógicas abstractas. Pueden m nejar ideas
como casualidad sin mucha dificultad. Un niño en este estadio de de rrollo reconocerá el
falso razonamiento contenido en la idea de que el recipien más ancho contiene menos
agua que el más estrecho, aunque los niveles de ag sean diferentes. Es ahora capaz de
realizar las operaciones matemáticas de mul plicar, dividir y restar. Los niños en este
estadio son mucho menos egocéntricos. el estadio pre-operativo, si se le pregunta a una
niña « hermanas tienes contestará correctamente que «una». Pero si se le pregunta «
hermar tiene tu hermana?» probablemente responderá que «ninguna» porque no puede
vi se a sí misma desde el punto de vista de su hermana. El niño en la fase operati
concreta es capaz de responder a esa pregunta correctamente y sin dificultad.
Desde los once a los quince años se encuentra lo que Piaget llama el período operativo
formal. Durante la adolescencia, el niño en crecimiento puede entenc ideas hipotéticas
y con un alto grado de abstracción. Cuando se enfrentan a problema pueden reconocer
las distintas vías para resolveilo y pensar sobre el teóricamente para hallar una solución.
El joven en el estadio operativo formal capaz de comprender por qué ciertos tipos de
preguntas son capciosas. A la pregur « criaturas son al mismo tiempo caniches y
perros?», el niño podrá dar o la respuesta correcta (la respuesta es «caniches»), pero él o
ella entenderán por q la respuesta es correcta y sabrán apreciar su humor.
Según Piaget, los tres primeros estadios de desarrollo son universales; pero todos los
adultos alcanzan el estadio operativo formal. El desarrollo del pensamier operativo
formal depende en parte de los procesos de escolarización. Los adult con un nivel
educativo limitado tienden a seguir pensando en términos más conc tos y conservar
amplios restos de egocentrismo.
Críticas
Margaret Donaldson ha cuestionado la idea de Piaget de que los niños son m cadamente
egocéntricos comparados con los adultos (Donalson, 1979). Las tar que Piaget impuso a
los niños que estudiaba partían, según ella, de una posti adulta y no se expresaban en
términos que fueran comprensibles para ellos. egocentrismo es igualmente característico
del comportamiento adulto en ciertas tuaciones. Para demostrarlo, citó un pasaje de una
autobiografía del poeta britán Laurie Lee, en el que describía su primer día en el colegio
cuando era pequeño. Me pasé el día agujereando papeles, luego me fui a casa con un
humor de perros.
« pasa, cariño? ¿No te gustó el colegio, entonces?»
«No me dieron ningún regalo.»
« regalo? ¿Qué regalo?»
«Dijeron que me darían un regalo.»
«Bueno, no creo que lo hicieran.»
« que lo hicieron! Me dijeron, “Tú eres Laune Lee, ¿no? Bueno, sientate ahí a esperar el
regalo.” Estuve allí sentado todo el día pero nunca me lo dieron. No pienso volver allí.»
(Lee, 1965, p. 50.)
Como adultos tendemos a pensar que el niño no h entendido bien, con un tono cómico,
las instrucciones del profesor. Pero a un nivel más profundo, señala Do naldson, el
adulto no ha comprendido al niño al no reconocer la ambigüedad de la frase «sit there
forthe present» (en inglés «present» significa presente y regalo). El adulto, y no el niño,
es culpable de egocentrismo.
La obra de Piaget también ha sido muy criticada en relación a sus métodos. ¿Cómo
podemos generalizar a partir de los hallazgos basados en observaciones de un pequeño
grupo de niños que viven en una ciudad concreta? Pero, en términos generales, las ideas
de Piaget se han visto corroboradas por una gran cantidad de investigaciones que se han
llevado a cabo gracias a ellas. Los estadios de desarrollo que identifica son
probablemente más flexibles de lo que él admitía, pero muchas de sus ideas son
aceptadas por la mayoría.
Agentes de socialización
Podemos referirnos a los grupos y a los contextos sociales dentro de los cuales se
producen importantes procesas de socialización con el término agentes de socia
lización. En todas las culturas, la familia es el principal agente de socialización del
niño durante la infancia. Pero en estadios posteriores de la vida del individuo entran en
juego otras muchas agencias socializadoras.
La familia
Considerando que los sistemas familiares varían ampliamente en las distintas culturas,
el espectro de contactos que experimenta el niño no es, en absoluto, el mismo en todas
ellas. La madre es normalmente el individuo más importante tras el nacimiento del niño,
pero, como ya hemos señalado, la naturaleza de las relacio nes establecidas entre
madres e hijos está influida por la forma y la regularidad de dicho contacto. Esto
depende, por lo tanto, del carácter de las instituciones familiares y de su relación con
otros grupos sociales.
Escuelas
La escolarización es un proceso formal: existe un curriculum de asignaturas qu se
estudian. Pero las escuelas son, además, agencias de socialización en otros sen tidos más
sutiles. Paralelamente al curriculum formal existe lo que algunos sociólo gos llaman un
curriculum oculto que condiciona el aprendizaje de los niños (ve:capítulo 13:
«Educación, comunicación y medios de comunicación»). Se espera qu los niños
aprendan a estar callados en clase, que lleguen puntuales a clase y que res peten las
reglas de la disciplina escolar. Se les exige que acepten y respondan a autoridad del
personal docente. Las reacciones de los profesores también afectan las expectativas que
los niños tienen de sí mismos. Estas se enlazan, con el tiempo con sus experiencias
laborales cuando terminan la escuela. Los grupos de pares s forman a menudo en la
escuela, y el sistema de juntar a los niños en clases de acuer do a la edad refuerza su
impacto.
Resocialización
Bajo determinadas condiciones los individuos adultos pueden experimentar una
resocialización, caracterizada por la ruptura de valores y modelos de comportamien to
previamente aceptados y por la subsiguiente adopción de otros radicalmente di ferentes.
Una circunstancia en la que esto podría ocurrir es el caso de un individuo que entra en
una organización carcelaria —un manicomio, una prisión, un cuartel o cualquier otro
lugar donde está separado del mundo exterior y sometido a una disciplina y unas
exigencias nuevas y estrictas. En situaciones de gran estrés los cambios de apariencia y
personalidad que acarrea pueden alcanzar dimensiones dra máticas. Del estudio de tales
situaciones críticas se extraen, de hecho, numerosas ideas sobre los procesos ortodoxos
de socialización.
«Lavado de cerebro»
Respuestas y cambios paralelos han sido señalados en otras situaciones críticas
—por ejemplo, en el omportamiento de individuos sometidos a interrogatorios for zosos
o «lavados de cerebro». En las fases iniciales de dichos interrogatorios el individuo trata
de resistir las presiones a que se ve sometido. Después, él o ella parecen retroceder a un
estadio infantil. La resocialización se produce cuando se desarrollan los nuevos rasgos
de comportamiento, modelados de acuerdo a la figura autoritaria en dicha situación: el
interrogador. Como señala William Sargant, que ha estudiado numerosos tipos de
situaciones críticas: «Una de las consecuencias más horribles de estos crueles
interrogatorios, según describieron las víctimas, es que de repente empiezan a sentir
afecto por el interrogador que ha estado tratándoles con severidad.» (Sargant, 1959, p.
192.)
Lo que parece que ocurre en las situaciones críticas es que el proceso de socia lización
se ve «forzado a retroceder». Las respuestas socializadas se desmantelan, y el individuo
experimenta unas ansiedades similares a las que siente un niño al verse privado de la
protección paterna. La personalidad del individuo sufre así una rees tructuración
efectiva. Los cambios radicales en la personalidad y el comportamiento apreciados en
situaciones críticas representan un caso extremo de las características normales de la
socialización en otras situaciones. La personalidad, los valores y la apariencia de las
personas no son siempre «fijos», sino que varían en relación a las experiencias a lo
largo del ciclo vital.
Un ejemplo ilustrativo bastante reciente es la experiencia de los jóvenes ameri canos
que fueron enviados a luchar a Vietnam en los años sesenta y principios de los setenta.
Bajo las presiones extremas de la lucha en una selva extraña, contra un enemigo
determinado y muy astuto, mucho soldados sufrieron cambios en su per sonalidad
similares a los descritos por Bettelheim y Sargant. Se resocializaron bajo las duras y
brutales condiciones en las que se encontraron. A su regreso a los Estados Unidos
después de la guerra, los veteranos del combate tuvieron que en frentarse a un proceso
de resocialización —de vuelta en un mundo pacífico para el que ahora estaban mal
equipados.
La infancia
Para los que vivimos en sociedades modernas, la niñez es un estadio diferenciado y
concreto de la vida. Los «niños» son distintos de los «bebés» y de «los que em piezan a
gatear». La niñez se sitúa entre la infancia y el comienzo de la adolescencia. Pero el
concepto de niñez, como tantos otros aspectos de nuestra vida social actual, no surgió
hasta hace dos o tres siglos. En las sociedades tradicionales, los jóvenes pasaban
directamente de una prolongada infancia a realizar trabajos dentro de la comunidad. El
historiador francés Philippe Aries argumenta que la «niñez», como una fase separada
del desarrollo, no existía en la Edad Media (Aries, 1973). En las pinturas de la Europa
medieval, los niños eran retratados como «pequeños adultos», con rostros maduros y el
mismo estilo de vestuario que los mayores. Los niños realizaban las mismas tareas y
actividades que los adultos, y carecían de los juguetes o juegos que nosotros
actualmente consideramos normales.
A comienzos del siglo XIX, en Gran Bretaña y en la mayoría de los países occi dentales
los niños empezaban a trabajar a una edad que ahora parece muy tempra na. De hecho,
siguen existiendo muchos países en el mundo en los que los niños trabajan la jornada
completa, a menudo en circunstancias físicas de gran dureza
—minas de carbón, por ejemplo (UNICEF, 1987). La idea de que los niños tengan sus
derechos propios, y la noción de que el empleo de mano de obra infantil sea moralmente
repugnante, constituyen desarrollos relativamente recientes.
Algunos historiadores, continuando la perspectiva propuesta por Aries, han su gerido la
idea de que en la Europa medieval la mayoría de la gente era indiferente, si no hostil, a
sus hijos. Sin embargo, otros han rechazado esta idea, que no se sostiene si atendemos a
las culturas tradicionales que existen actualmente. La ma yoría de los padres, y
particularmente las madres, casi con toda certeza crearon los mismos tipos de vínculos
con sus hijos que los que se establecen actualmente. No obstante, debido al largo
período que ocupa la «niñez’> en la actualidad, las socie dades modernas están, de
algún modo, más centradas en la niñez que las tradicio nales. Tanto la paternidad como
la condición de hijo se han diferenciado más con respecto a otros estadios de lo que lo
estaban en las comunidades tradicionales.
Parece posible que como consecuencia de los cambios que se están produciendo en las
sociedades modernas la «niñez» se esté viendo erosionada como un status concreto.
Algunos observadores han sugerido que los niños ahora «crecen tan rápi do» que el
rango separado de la niñez está disminuyendo de nuevo (Suransky, 1982; Winn, 1983).
Por ejemplo, incluso los niños bastante pequeños ven la misma canti dad de programas
de televisión que los adultos, familiarizándose así mucho antes con el «mundo adulto»
que las generaciones precedentes.
La adolescencia
La existencia de «adolescentes» es un concepto específico de las sociedades mo rnas.
Los cambios biológicos experimentados en la pubertad (el momento en el iie una
persona es capaz de tener una actividad sexual adulta y de reproducirse) n universales.
Pero en muchas culturas esto no produce el mismo grado de confudiòn e incertidumbre
que entre los jóvenes occidentales de hoy. Cuando existe un istema de grados de edad,
por ejemplo junto a una serie de ritos particulares que eñalan la transición de una
persona a la madurez, el proceso de desarrollo ÇS exual resulta por lo general más
sencillo de llevarSe a cabo. Los adolescentes de as sociedades tradicionales tienen
menos que «desaprender» que los de las socieda les modernas, ya que el ritmo de
cambio es más lento. Llega un momento en el ue nuestros hijos tienen que dejar de ser
niños: tienen que abandonar SUS juguetes ‘ romper con SUS objetivos infantiles. En las
culturas tradicionales, donde los niños trabajan junto a los mayores, este proceso de
«desaprender» es normalmente mucho menos estricto.
La particularid de ser un «adolescente)> en las sociedades occidentales está relacionada
tanto con la expansión generalizada de los derechos del niño como con el proceso
educativo formal. Los adolescentes tratan a menudo de copiar las formas de los adultos
pero son tratados por la ley como niños. Puede que quieran trabajar, pero están
obligados a ir al colegio. Los adolescentes están «a medio camino» entre la infancia y la
madurez, y crecen en una sociedad sujeta a continuos cambios.
La edad adulta
La mayoría de los adultos occidentales jóvenes pueden aspirar hoy en día a disfrutar de
la vida hasta la vejez. En la época premoderna pocos podían confiar en un futuro tal. La
muerte por enfermedad, a causa de una plaga o por accidente era mucho más frecuente
en todos los grupos de edad que hoy y las mujeres en particular corrían un gran riesgo
debido a la elevada tasa de mortalidad entre los recién nacidos.
Por otro lado, algunas de las tensiones a las que nos vemos sometidos eran menos
pronunciadas en épocas anteriores. Las personas mantenían por lo general un contacto
más estrecho con sus padres y otros parientes que en las actuales po blaciones flotantes,
y sus horarios de trabajo eran los mismos que los de sus proge nitores. En la actualidad,
las principales incertidumbres han de resolverse en el matrimonio, la familia y otros
contextos sociales. Tenemos que «hacernos» nuestra vida en mayor grado que en el
pasado. La creación de vínculos sexuales y maritales, por ejemplo, depende actualmente
de la iniciativa y la selección individual, no están fijadas por los padres. Esto representa
una mayor libertad para el individuo, pero la responsabilidad también origina tensiones
y dificultades.
Dar la «imagen de ser una persona que mira al futuro» cuando se es de mediana edad
tiene una particular importancia en las sociedades modernas. La mayoría de la gente no
espera «hacer lo mismo durante toda su vida» omo le ocurría, a la mayor parte de la
población en las culturas tradicionales. Los hombres y mujeres que se han dedicado a
una carrera profesional es probable que encuentren insatis factorio el nivel alcanzado y
busquen nuevas oportunidades cuando tienen una edad media. Las mujeres que han
pasado su temprana madurez cuidando de los hijos, y cuyos hijos se han ido de casa, es
posible que se sientan inútiles. El fenómeno de la «crisis de los cuarenta» es muy real
para mucha gente de edad media. Una per sona puede pensar que ha tirado todas las
oportunidades que la vida le había ofre cido, o que nunca alcanzará las metas que
persiguió desde la infancia. Pero no hay razón para que los cambios por los que se
atraviesa conduzcan inevitablemente a la resignación o a la desesperación; desprenderse
de los sueños infantiles puede resul tar una liberación.
La vejez
En las sociedades tradicionales a los viejos se les tenía un profundo respeto. En
. las culturas con grados de edad, los «viejos» tenían normalmente la última palabra en
cuestiones importantes para toda la comunidad. En las familias, la autoridad tanto del
hombre como de la mujer aumentaban por lo general con la edad. En las sociedades
industrializadas, por el contrario, las personas mayores tienden a perder autoridad bien
entre su familia o en la mas amplia comunidad social Una vez ret*rados del trabajo
pueden disfrutar de menos dinero que en toda su vida Al :o tiempo, se ha producido un
enorme incremento en la proporción de la po blación de más de 65 años. Sólo una de
cada 30 personas en Gran Bretaña en el año 1900 era mayor de 65; hoy, la proporción
es uno de cada cinco. El mismo tipo cambio se ha producido en todos los países
industrializados avanzados. (Ver ca pítulo 18: «Población, salud y envejecimiento».)
La transición al grado de la vejez en una cultura tradicional marcaba a menudo el
pináculo del status que un individuo —al menos entre los hombres— podía alcanzar. En
las sociedades industrializadas la jubilación suele tener las consecuencias opuestas. Sin
los hijos y apartados del sector económico, no resulta sencillo para las nas mayores
conseguir que el período final de sus vidas sea gratificante. Antes pensaba que aquellos
que sabían enfrentarse a su vejez lo hacían recurriendo a sus recursos personales, y
preocupándose menos por las gratificaciones externas que iera ofrecerles la vida social.
Aunque esto pueda ser verdad en ciertas ocasiones, irece que en una sociedad en la que
muchos gozan de buena salud en su vejez una sión «que mira hacia el exterior» debería
empezar a extenderse. Los que están irados podrían encontrar una renovación en lo que
se ha llamado la «tercera edad» (la que sigue a la niñez y la madurez), en la cual
comienza una nueva etapa de educación,
rada por mucha gente en Occidente como el final de la vida individual, no como parte
del proceso de renovación de las generaciones. El debilitamiento de las creen cias
religiosas también ha alterado nuestras actitudes ante la muerte. La muerte es para
muchos un tema del que no se habla. Se presupone que a las personas les asusta la
muerte, y por ello los médicos y los parientes suelen esconder la verdad a un enfermo
deshauCiado.
Según Elisabeth Kubler-R0S5, el proceso de adaptación ante la inminencia de la muerte
es un proceso comprimido de socialización que incluye varios estadios (Kubler-ROss,
1975). El primero es la negación: el individuo rehúsa aceptar lo que ocurre. El segundo
estadio es la ira, particularmente entre aquellos que mueren jóvenes y que sienten rencor
por verse privados de la mayor parte de la vida. Le sigue el estadio de negociación. El
individuo hace un contrato con el destino, o con una deidad, para morir pacíficamente si
se le permite vivir para poder presenciar un acontecimiento significativo concreto, como
una boda o un cumpleaños en la familia. Posteriormente, el individuo cae con
frecuencia en una depresión. Final mente, si se sobrepone a este estado, ella o él pasará
a la fase de aceptación, en la cual se logra una actitud de paz ante la proximidad de la
muerte.
Kubler-Ross señala que cuando le pregunta a su audiencia qué es lo que más temen de
la muerte, la mayoría de las personas responden que temen lo descono cido, el dolor, la
separación de los seres queridos o sus proyectos inacabados. Según ella, estas cosas son
sólo la punta del iceberg. Prácticamente todo aquello que aso ciamos con la muerte es
inconsciente, y esto tiene que salir a la luz si queremos ser capaces de aceptar la muerte.
De un modo inconsciente, la gente no puede concebir su propia muerte más que como
una entidad maligna que viene a castigarles —que es lo mismo que se piensa
inconscientemente de las enfermedades graves. Si consi guen ver que ésta es una
asociación irracional —que, por ejemplOs ser un enfermo terminal no es un castigo por
las malas acciones—, el proceso se facilita (Kubier Ross, 1987).
En las culturas tradicionales, en las que los hijos. los padres y los abuelos viven a
menudo en la misma casa, se tiene normalmente una conciencia clara de la cone xión de
la muerte con la sucesión de las generaciones. Los individuos se sienten parte de una
familia y de una comunidad que vive indefinidamente, con indepen dencia de la
transitoriedad de la existencia personal. En tales circunstancias, puede verse la muerte
con menos ansiedad que en las circunstancias sociales individualistas y sometidas a
cambios acelerados del mundo industrializado.
Dado que el entorno cultural en el que nacemos y alcanzamos la madurez tiene tanta
influencia en nuestro comportamiento podría parecer que carecemos de indi vidualidad
o de voluntad propia. Se podría pensar que simplemente nos acoplamos a unos moldes
preestablecidos que la sociedad tiene preparados para nosotros. Al gunos sociólogos
escriben sobre la socialización —je incluso sobre sociología en general!— como si ése
fuera el caso, pero esa visión es totalmente errónea. El hecho de que desde el
nacimiento hasta la muerte estemos inmersos en la interacción con otros condiciona, sin
ninguna duda, nuestra personalidad, nuestros valores y el com portamiento que
desarrollamos. Pero la socialización también es el origen de nuestra propia
individualidad y de nuestra libertad. En el curso de la socialización cada uno desarrolla
un sentido de la identidad propio y la capacidad de pensar y actuar de un modo
independiente.
Este punto se ilustra fácilmente con el ejemplo del aprendizaje del lenguaje. Nadie
inventa el lenguaje que aprendemos de niños, y todos estamos constreñidos por reglas
fijas del uso lingüístico. Al mismo tiempo comprender el lenguaje es uno de los factores
básicos que hacen posible nuestra autoconciencia y creatividad. Sin lenguaje no
seríamos seres autoconscientes y viviríamos más o menos en el aquí y ahora. El
dominio del lenguaje es necesario para la riqueza simbólica de la vida humana, para
poder percibir las características individuales propias y para nuestro dominio práctico
del entorno.
Resumen
Conceptos básicos
socialización / autoconciencia / inconsciente
Términos importantes
privación materna / fase operativa formal
cognición / agencias de socialización
psicoanálisis / familia
complejo de Edipo / grupo de pares
interacción simbólica / niveles de edad
yo social / curriculum oculto
el otro generalizado/ medios de comunicación
fase sensomotriz / resocialización
fase pre-operativa / organización carcelaria
egocentrismo / situaciones críticas / fase operativa concreta
Lecturas complementarias
Dos personas pasan una al lado de la otra en la calle. Ambas intercambian una breve
mirada, captando rápidamente el rostro y la forma de vestir de la otra. A medida que se
acercan y en el momento en que se cruzan tuercen la mirada evitando los ojos del otro.
Lo que aquí ocurre sucede millones de veces cada día en las pequeñas y grandes
ciudades del mundo.
El hecho de que los paseantes intercambien una mirada rápida y luego tuerzan la mirada
cuando están muy próximos ejemplifica lo que Erving Goffman (1967, 1971) llama la
desatención amable que prestamos a los demás en numerosas ocasio nes. La
desatención amable no es en absoluto lo mismo que ignorar a la otra per sona. Cada
individuo indica al otro que se da cuenta de su presencia, pero evita cualquier gesto que
pudiera considerarse demasiado atrevido. Prestar desatención amable a otros es algo que
hacemos de un modo más o menos inconsciente pero tiene una importancia fundamental
en nuestra vida cotidiana. Por ella las personas se indican entre sí que no hay razones
para sospechar de las intenciones de los demás, mostrarse hostil con ellos o evitarles de
algún otro modo (Goffman, 1963).
La mejor forma de percibir la importancia de lo anterior es pensar en ejemplos en los
que no se aplica. En ciertas ocasiones una persona puede mirar fijamente a otra, dejando
que su rostro exprese abiertamente una emoción concreta. Esto sólo ocurre
normalmente entre los amantes, los miembros de una familia o los amigos Intimos, o
también cuando una persona se enfada con otra. Los extraños o los que se encuentran
casualmente, ya sea en la calle, en el trabajo o en una fiesta, prác ticamente nunca
mantienen la mirada de otro de esta manera. Mirar fijamente a alguien puede ser
interpretado como un indicativo de una intención hostil. Sólo cuando se está en
presencia de dos grupos muy antagónicos podría un extraño actuar de ese modo. Se dice
que los blancos sureños en Estados Unidos dirigían «miradas de odio» a los negros que
pasaban a su lado.
Incluso en una conversación íntima entre dos amigos éstos tienen que tener cuidado en
cómo miran al otro (Goodwin, 1981). Los individuos demuestran aten ción e
implicación en una conversación mirando con una cierta regularidad a los ojos del otro,
pero no manteniendo fija la mirada. Mirar a alguien con demasiada intensidad puede
tomarse como un signo de desconfianza o, como mínimo, de falta de comprensión de lo
que dice el otro. Pero una de las partes implicadas en las conversación no consigue
captar la mirada de la otra en ninguna ocasión, puede parecer que esta última actúa de
un modo evasivo, sospechoso o, por lo menos, peculiar.
¿Por qué habría de preocuparse uno por aspectos aparentemente triviales del
comportamiento social? Pasar junto a alguien en la calle o intercambiar unas pala bras
con un amigo pueden parecer actividades menores y carentes de interés, cosas que
hacemos infinidad de veces al día sin necesidad de pensar en ellas. De hecho, el estudio
de tales formas de interacción social aparentemente insignificantes es de enorme
importancia en sociología, y, lejos de carecer de interés, es una de las áreas más
absorbentes de la investigación sociológica. Existen dos razones por las que el estudio
de la interacción social cotidiana es tan importante.
1. Las rutinas de la vida diaria, que nos enfrentan a constantes interacciones cara a cara
con otros, constituyen el grueso de nuestras actividades sociales. Nuestras vidas están
organizadas en torno a la repetición de esquemas simi lares de comportamiento día tras
día, semana tras semana, mes tras mes e incluso año tras año. Pensemos, por ejemplo,
en lo que hicimos ayer y an teayer. Si fueron días laborables, con toda probabilidad
usted se levantó a la «misma hora de siempre» (una rutina importante en sí misma). Tal
vez fuese a clase bastante temprano e hiciese el mismo trayecto que hace prác ticamente
todos los días hasta el colegio o la universidad. Probablemente comió, como suele
hacer, con unos amigos, volviendo después a clase o a estudiar por la tarde. Más tarde,
volvió a casa y tal vez salió por la noche con otros amigos. Sin duda, las rutinas que
seguimos cada día no son idén ticas, y nuestros modelos de actividad durante los fines
de semana contrastan por lo general con los de los días laborables. Si se produce un
cambio im portante en la vida de una persona —como terminar la universidad o con
seguir un trabajo— tienen que producirse forzosamente alteraciones profun das en las
rutinas diarias. Sin embargo, nonnalmente se establece una nueva serie de hábitos
regulares. Por tanto, nuestras rutinas cotidianas y las inte racciones en las que nos
sumergen estructuran y modelan lo que hacemos. Podemos aprender mucho de nosotros
mismos como seres sociales y sobre la vida social estudiando estas rutinas.
2. El estudio de la interacción social en la vida cotidiana ilumina significativos aspectos
de los sistemas e instituciones sociales más amplios. Todos los sis temas sociales a gran
escala, de hecho, dependen de los modelos de interac ción social en los que estamos
inmersos en el curso de nuestra vida diaria. Es fácil de demostrar. Tomemos de nuevo el
caso de dos extraños que pasar uno junto al otro en la calle, el tipo más fugaz de
interacción que podamo imaginar. Tomar este suceso separadamente puede tener escasa
relevanci directa para otras formas de organización social más permanentes y a grar
escala. Pero cuando tomamos muchas interacciones de este atipo ya no ocurn lo mismo.
Un espectro enormemente amplio de rasgos de la vida social s crea a través de la
desatención amable y de otros instrumentos interactjvo
mediante los cuales nos relacionamos con otros. En las sociedades moderna:
la mayoría de la gente vive en pequeñas y grandes ciudades, interactuand
constantemente con otros a los que no conocen personalmente. La desaten ción amable
es uno de entre los muchos mecanismo que da a la ciudad, cor sus masas hiperactivas y
sus innumerables contactos impersonales y efímeros el carácter que tiene.
Volveremos sobre este asunto al final del capítulo, pero antes debemos atende a la
naturaleza de la interacción social en la vida cotidiana y hablar de las caracte rísticas no
verbales (expresiones faciales y gestos corporales) que todos utilizamo cuando
interactuamos con los demás. Pasaremos después a analizar el lenguaje co tidiano o
habla: cómo usamos el lenguaje para comunicar a los demás los significa dos que
pretendemos expresar. Después nos centraremos en el modo en el que est estructurada
nuestra vida por las rutinas diarias, prestando particular atención cómo coordinamos lo
que hacemos en el tiempo y el espacio.
Comunicación no verbal
La interacción social implica, numerosas formas de comunicación no verbal: el
intercambio de información y significados mediante las expresiones faciales, los ge tos
y los movimientos del cuerpo. A la comunicación no verbal se le llama e ocasiones
«lenguaje del cuerpo», pero esto puede conducir a error porque, de hi cho, utilizamos
los gestos no verbales para eliminar, amplificar o expandir lo q decimos mediante
palabras.
Rostro y emoción
Uno de los aspectos principales de la comunicación no verbal es la expresid facial de la
emoción. Paul Ekman y sus colegas han elaborado lo que ellos llama el Sistema de
Códigos de la Actividad Facial (FACS) para describir los movimient de los músculos
faciales que producen ciertas expresiones (Ekman y Friesen, 197 Mediante este sistema
han intentado dotar de cierta precisión a un área que se preS a las interpretaciones
inconsistentes o contradictorias, dado que existe poco acuenj sobre cómo identificar y
clasificar las emociones. Charles Darwin, el creador de teoría de la evolución, sostenía
que los modos básicos de expresión emotiva son lj mismos para todos los seres
humanos. Aunque algunos han rechazado tal afirn ción, las investigaciones de Ekman
entre gentes con experiencias culturales ml diferentes parecen confirmarla. Ekman y
Friesen llevaron a cabo un estudio de una comunidad aislada en Nueva Guinea cuyos
miembros no habían tenido con anterio ridad prácticamente ningún contacto con los
occidentales (Ekman y Friesen, 1971). Las expresiones faciales de seis emociones
(alegría, tristeza, enfado, asco, miedo y sorpresa) que aparecieron en otros estudios entre
gentes muy diferentes también se dieron entre los miembros de esta cultura
Los juicios expuestos por la comunidad de Nueva Guinea sobre diferentes emociones,
como muestran las fotografías de expresiones faciales, se acercaban bastante a los
obtenidos en otras investigaciones Según Ekman, dichos resultados apoyan la idea de
que las expresiones faciales de la emoción, y sus interpretaciones, son in natas al ser
humano. Sin embargo, reconoce que su evidencia no lo demuestra de un modo
concluyente, y podría ser que estuvieran implicadas experiencias de apren dizaje
cultural ampliamente compartidas. Además, las conclusiones de Ekman están apoyadas
por otros tipos de investigación. Eibl-Eibesfeldt estudió a seis niños que nacieron sordos
y ciegos para ver si sus expresiones faciales eran las mismas que las de los individuos
normales ante situaciones emocionales concretas (Eibl-Eibesfeldt, 1972). Encontró que
los niños sonreían cuando realizaban actividades placenteras, levantaban las cejas a
modo de sorpresa cuando olían un objeto con un olor extraño y fruncían el ceño cuando
se les ofrecía insistentemente un objeto desagradable. Dado que era del todo imposible
que hubieran visto a otros comportarse de ese modo, parece derivarse el hecho de que
estas respuestas son innatas.
Utilizando el sistema FACS, Ekman y Friesen identificaron varias de las acciones
musculares faciales en los niños recién nacidos que mostraban las expresiones de
emoción de los adultos. Por ejemplo, los niños parecen producir expresiones faciales
similares a las expresiones de asco de los adultos (apretando los labios y frunciendo el
ceño) como respuesta a los sabores amargos. Pero aunque las expresiones faciales de
emoción parecen tener ciertos aspectos innatos, los factores individuales y cultu rales
influyen en la forma exacta que adoptan los movimientos faciales, así como los
contextos en los que dichas expresiones se juzgan apropiadas. Cómo sonríe la gente, por
ejemplo, los movimientos precisos de los labios y de otros músculos faciales, así como
la duración de la sonrisa, todo ello varía ampliamente entre las distintas culturas
(Birdwhistell, 1971).
No sabemos de ningún gesto o postura que adopte el cuerpo que caracterice a todas, o a
la mayoría, de las culturas. Por ejemplo, en algunas sociedades, la gente asiente cuando
quiere decir que «no», al contrario que nosotros. Una serie de gestos que se utilizan
comúnmente, como la acción de señalar, no parecen existir en ciertos pueblos (Buil,
1983). Otros gestos empleados con frecuencia en otros lugares son desconocidos en la
cultura anglo-americana. Un gesto denominado «atornillar la mejilla», en el que se hace
rotar el dedo índice estirado sobre la mejilla, se utiliza en ciertas partes de Italia como
gesto de elogio. Este gesto es desconocido en otros lugares de Europa.
Al igual que ocurre con las expresiones faciales, los gestos y las posturas del cuerpo se
emplean continuamente para «redondear» las palabras, además de para comunicar
significados cuando no se diga nada. Las impresiones no verbales que «arrojamos» —
que expresamos sin darnos cuenta— indican a menudo que lo que decimos no es
exactamente lo que queremos decir. Sonrojarse es tal vez el ejemplo más obvio, pero
existen innumerables indicadores más sutiles que podemos captar Las expresiones
faciales genuinas tienden a desaparecer después de cuatro o cinca segundos, y una
sonrisa o una muestra de sorpresa que durase más podría impIica decepción. Como
cualquiera de las formas de habla o actividad alrededor de la cuales está construida
nuestra vida cotidiana, los gestos y las posturas del cuerp pueden utilizarse para
juguetear, mostrar ironía o escepticismo. Una expresión facia de sorpresa que durase
demasiado, por ejemplo, puede usarse a propósito como un parodia para mostrar que el
individuo no estuviera efectivamente sorprendido por un hecho o acontecimiento,
aunque tuviera razones para estarlo.
«Rostro» y cultura
Podemos hablar de «rostro» en un sentido más amplio de lo que lo hemos hecho hasta
ahora, refiriéndonos a la estima que los demás sienten por alguien. En la vida social
diaria solemos prestar mucha atención a proteger o «salvar» nuestra «imagen». Gran
parte de lo que llamamos «cortesía» o «etiqueta» en las reuniones sociales consiste en
atender a ciertos aspectos del comportamiento que pudieran llevarnos a una «pérdida de
imagen». No se comentan ni se hace referencia a los episodios del pasado de un
individuo o a ciertos rasgos personales suyos que pudieran resultarle embarazosos. Se
evitan las bromas sobre la calvicie si uno se da cuenta de que alguien lleva peluquín, a
menos que los que están implicados se conozcan mucho (Goffman, 1969, p. 228). El
tacto es un tipo de instrumento protector que se utiliza con la expectativa de que, como
respuesta, las debilidades de uno no se expongan en público. Por tanto, nuestra vida
cotidiana no «ocurre» sencillamente. Sin darnos cuenta, en la mayoría de los casos,
todos mantenemos, con más o menos habilidad, un control estricto y constante sobre las
expresiones faciales, las posturas del cuerpo y los gestos de nuestra interacción con los
demás.
Algunas personas son especialistas en el control de las expresiones faciales y en
organizar con sumo tacto la interacción con los demás. La habitualidad de los di
plomáticos, por ejemplo, implica dicha especialización. Un buen diplomático debe ser
capaz —dando siempre la apariencia de facilidad y comodidad— de interactuar con
otros cuyas ideas no comparte, o incluso las encuentra deleznables. El grado de éxito
con el que esto se lleve a cabo puede afectar el destino de naciones enteras. Una
diplomacia diestra puede, por ejemplo, reducir las tensiones entre naciones y evitar la
guerra.
Aunque hay muchos rasgos no verbales que empleamos de modo rutinario en nuestro
comportamiento y al intentar encontrar sentido al de los demás, la mayor parte de
nuestras interacciones se realizan mediante el habla y la conversación. Los sociólogos
siempre han compartido la idea de que el lenguaje es fundamental en la vida social.
Recientemente, sin embargo, se ha desarrollado un enfoque que se preocupa
básicamente por cómo usa la gente el lenguaje en los contextos ordinarios de la vida
cotidiana. La mayor parte del uso lingüístico es, de hecho, habla —inter cambio verbal
accidental— producida en conversaciones informales con otros. El estudio de las
conversaciones ha estado profundamente influido por la obra de Goff man, y el propio
Goffman escribió sobre el tema. Pero la figura más importante en este tipo de
investigaciones es Harold Garfinkel, el fundador de la etnometodología (Garflnkel,
1984).
La etnc;metodología es el estudio de los «etno-métodos» —los métodos populares o de
los no expertos— que la gente emplea para dar sentido a lo que hacen los demás, y
particularmente a lo que dicen. Todos aplicamos una serie de métodos para dar sentido a
nuestras interacciones con otros, métodos que utilizamos sin prestarles nonnalmente una
atención consciente. Sólo podemos dar sentido a lo que se dice en las conversaciones
conociendo el contexto social que se esconde detrás de las palabras. Pensemos en la
siguiente conversación (Heritage, 1984, p. 237):
A: Tengo un hijo de catorce años.
B: Ya, me parece bien.
A: También tengo un perro.
8: Oh, lo siento.
¿Qué le parece que está pasando? ¿Qué relación hay entre los participantes en la
conversación? Podemos comprender lo que decían, y por qué, con cierta facilidad
cuando adivinemos o nos digan que es una conversación entre un posible inquilino y un
casero. La conversación adquiere entonces sentido y resulta «obvia». Pero sin conocer
el contexto social las respuestas del individuo B no parecen guardar relación con las
afirmaciones de A. Parte del sentido está en las palabras, y parte está en el contexto
social que asoma en el habla. Contextualizada, la conversación adquiere sentido y su
significado resulta obvio.
Concepciones compartidas
Las formas más intrascendentes del habla cotidiana presuponen un conocimiento
compartido y complejo que los participantes «ponen en juego». Obviamos este he cho,
pero incluso la charla más simple es tan compleja que ha resultado imposible hasta hoy
programar incluso los ordenadores más sofisticados para que puedan con versar con los
seres humanos como lo hacemos entre nosotros. Las palabras em pleadas en el habla
cotidiana no tienen significados precisos, y nosotros «fijamos» lo que queremos decir, o
el sentido de lo que se dice, por unas presunciones implí citas que lo apoyan. Si una
persona le pregunta a otra: « hiciste ayer?», no existe una respuesta obvia a las palabras
empleadas en la pregunta. Un día es mu chos tiempo, y seria lógico que alguien
respondiese: «Bueno, me desperté a las siete y dieciséis minutos. A las siete y dieciocho
me levanté, fui al cuarto de baño empezé a lavarme los dientes. A las siete y diecinueve
abrí la ducha...» Sabemos el tipo de respuesta que requiere la pregunta según la persona
que pregunta, el tipo de acti vidades que hacemos juntas normalmente, lo que la persona
hace en un día concreto de la semana, y muchas otras cosas.
¿Por qué se enfada tanto la gente cuando no se siguen aparentemente conven ciones
menores del habla? La respuesta es que la estabilidad y el significado de nuestra vida
social cotidiana dependen del hecho de que compartimos presupuestos culturales
implícitos sobre lo que se dice y su porqué. Si no fuéramos capaces de darlos por
supuestos resultaría imposible la comunicación significativa. A cualquier pregunta o
contribución a una conversación debería seguirle un extenso «procedi miento de
investigación» del tipo que se les pidió a los sujetos de Garfinkel que emplearan como
respuesta a los comentarios cotidianos, y la interacción sencilla mente se rompería. Lo
que a primera vista parecían ser convenciones del habla sin importancia han resultado
ser fundamentales para el propio entramado de la vida social, y es por ello que su
infracción es tan seria.
Debemos darnos cuenta que en la vida cotidiana lüs personas, en ocasiones, aparentan
ignorar deliberadamente las concepciones implícitas requeridas para in terpretar una
afirmación, una observación o una pregunta. Esto puede hacerse para desairar al
contrario, para reírnos de él, para crear situaciones embarazosas o para llamar la
atención sobre un doble significado de lo que se haya dicho. Considérese, por ejemplo,
esta conversación clásica entre un padre y su hijo adolescente:
P: ¿A dónde vas?
T: Por ahí.
P: ¿Qué vas a hacer?
T: Nada.
Las respuestas del adolescente son claramente las opuestas de las de los volun tarios de
los experimentos de Garfinkel. En lugar de hacer preguntas inesperadas,
adolescente se niega totalmente a responder apropiadamente —diciendo en rea lidad «
en paz!». La pregunta inicial tendría una respuesta diferente con otra persona y en otro
contexto, a saber:
A: ¿A dónde vas?
B: Sólo voy a dar una vuelta.
B «malinterpreta» deliberadamente la pregunta de A para producir, mediante la ironía,
preocupación o frustración. La comedia, las bromas y la agudeza se apoyan en tales
malinterPretaciones de los presupuestos implícitos del habla. No existe nada
amenazante en ello mientras las partes implicadas reconozcan la intención de pro vocar
risa.
Tipos de habla
Es una experiencia interesante escuchar una cinta grabada o leer una transcrip ción de
una conversación en la que ha participado uno. Las conversaciones son mucho más
fragmentadas, vacilantes y agramaticales de lo que mucha gente cree. Cuando hablamos
normalmente tendemos a pensar que lo que se dice está muy pulido, porque
inconscientemente «rellenamos» el contexto de las palabras inter cambiadas, pero las
conversaciones reales son bastante diferentes de los relatos de ficción de las
conversaciones de las novelas, en las que los personajes utilizan frases bien construidas
y con una gramática correcta. Véase la siguiente secuencia carac terística de las
conversaciones en la vida real (Heritage, 1984, p. 236).
E: Oh honey that was a lovely luncheon 1 shoulda ca:lled
you s:soo ner but 1 : lo:ved it. It w’s just deli:ghtfu :1
M: Oh::: Well
M: 1 w’s gla r dyou .- (carne).
E: L’nd yer f: ifiiends’re so da:rl:ng,=
M: —Oh::: :it w’z:
E: e—that P a:t isn’ she a do: :11?
M: i Ye— h -isn’S she pretty,
(.)
E: Oh: she’s a beautiful girl.=
M: =Yeh ¡ think she’s a pretty gir—l.
E: Oh querida ha sido una comida deliciosa debería-verte lla:mado
pero me 1 : en:cantó. Fue sencillamente deli:cio r Sa. 1
M: L Oh::: —1 [
M: Estoy muy conten .rto de que 1
E: L y tus: a J migos-on tan ca:riño:sos, =
M: = Oh::::ha sido:
E: L y-esa p J a:t ¿no es una mu : :ñeca?
•M: ¡S-i es m uy guapa,
(.)
E: Oh: es una chica preciosa.=
M: = Sa yo creo es una chic-a muy bella.
Claves:
[ El que habla lo hace al mismo tiempo que el otro.
que Cursivas representan énfasis en una parte de un hecho, palabra o frase, como un
cambio en la agu deza de la voz o en el tono.
= Indica que se sigue hablando sin hacer pausa, aunque una .persona le quite la palabra
a la otra. Indica una breve pausa, con cambios de énfasis o entonación, dentro de una
palabra.
() Indica una pausa más larga de lo habitual entre partes de una palabra o frase.
Ninguna de las partes en la conversación termina una frase. Interrumpen al otro, hablan
al mismo tiempo o dejan palabras «colgando en el aire».
Como en el caso de la obra de Goffman sobre desatención amable, se podría pensar que
el análisis de las conversaciones ordinarias es relativamente marginal en relación a los
objetivos principales de la sociología; de hecho, muchos sociólogos han criticado
duramente la investigación etnometodológica por esta razón. Pero algunos de los
argumentos esgrimidos para demostrar por qué la obra de Goffman es de tanta
importancia para la sociología se aplican igualmente a la etnometodolo gía. El estudio
del habla cotidiana ha mostrado lo difícil que es lograr el dominio del lenguaje que
utiliza la gente común. Las inmensas dificultades implicadas a la hora de programar
ordenadores para hacer lo que los humanos hacen sin esfuerzo alguno demuestra el
nivel de complejidad. Además, el habla es un elemento esencial de todos los ámbitos de
la vida social. Las cintas del caso Watergate del presidente Tixofl y sus secretarios eran
sencillamente una transcripción de la conversación, pero ormaban parte del ejercicio del
poderal más alto nivel (Molotch y Boden, 1985).
lapsus corporales y lingüísticos
gritos de respuesta
Ciertos tipos de manifestaciones no constituyen habla propiamente dicha, sino que
consisten en una serie de exclamaciones, ø lo que Qoffman ha llamado gritos de
respuesta (Goffman,198 Pensemos en alguien que dice « después de volcar o de tirar
algo. « nos puede parecer una respuesta refleja sin interés ante un pequeño accidente,
como cerrar los ojos cuando alguien mueve una mano bruscamente hacia la cara de otra
persona. No es, sin embargo, una respuesta in voluntaria como la anterior, y se presta a
un análisis detallado que ilustra las carac terísticas generales de nuestras acciones como
seres humanos. Que ese « no es una reacción involuntaria ante un pequeño desastre lo
demuestra el hecho de que la gente no suele hacer esa exclamación cuando está sola. «
se dirige normal mente a los otros que están presentes. La exclamación les demuestra a
los que presencian el hecho desafortunado que el lapso ha sido menor y momentáneo,
no algo que deba dar lugar a dudas sobre el control del individuo sobre sus acciones.
« sólo se utiliza en situaciones en las que ocurren pequeños desastres, no grandes
accidentes o calamidades —lo que también demuestra que la exclamación es parte de
nuestro dominio de los detalles de la vida social. Más aún, la exclama ción podría muy
bien hacerla alguien que presenciara el lapso en lugar del individuo protagonista. El « se
puede utilizar para avisar a alguien al mismo tiempo que se demuestra que el accidente
no se considera indicativo de la incompetencia del responsable. « es normalmente un
sonido seco, pero el «Hop» se puede prolongar en determinadas situaciones. Se
extenderá el sonido para cubrir el mo mento crítico de una tarea; o un padre emitirá un «
o un « al lanzar a un niño a los aires. El sonido cubre la frase breve en la que el niño
puede sentir una falta de control, para darle seguridad, y sirve además para dar a
entender que se comprenden los gritos de respuesta.
Todo esto puede sonar muy artificial o exagerado. ¿Para qué preocuparse de analizar
una manifestación tan inconsecuente con tanto detalle? ¿Seguro que pres tamos tanta
atención a todos los aspectos de lo que decimos o hacemos como sugiere el ejemplo?
Por supuesto que no —a nivel consciente. El punto crucial, sin embargo, es que damos
por supuesto, en nosotros y en los demás, un control constante y enormemente
complicado de nuestra apariencia y de nuestras acciones. En las si tuaciones de
interacción no se espera de nosotros que estemos simplemente «pre sentes» en la
escena. Los demás esperan de nosotros, y nosotros de ellos, que pongamos en
funcionamiento lo que Goffman llama la «alerta controlada». Una parte fundamental de
«ser humano» consiste en demostrar continuamente a los de más nuestra competencia y
habilidad en las rutinas de la vida cotidiana. Errores lingüísticos
« es una respuesta a un pequeño accidente físico. Todos cometemos erro res
gramaticales y de pronunciación en el curso de las conversaciones, las conferen cias, los
discursos y otras situaciones de habla. En sus investigaciones sobre la «psi copatología
de la vida cotidiana», Freud analizó numerosos ejemplos de tales lapsos lingüísticos
(Freud, 1975). Según Freud, ningún error al hablar, incluyendo las pa labras mal
jronunciadas o incorrectamente colocadas, el tartamudeo o el trabarse, son accidentales.
Todos ellos son síntomas de conflictos internos asociados con el modo en que el
inconsciente influye en lo que decimos y hacemos conscientemente. Los errores
lingüísticos tienen la motivación inconsciente —por motivos o sentimien tos que
guardamos a nivel inconsciente pero que reprimimos en nuestra mente cons ciente— o
bien son el resultado de nuestro intento frustrado por evitarlos. Estos incluyen a
menudo, pero ni mucho menos siempre, asociaciones sexuales. En lugar de
«organismos» uno puede decir «orgasmo» En un ejemplo que da Freud se le hizo a una
persona la siguiente pregunta « que regimiento esta su hijo’)» Ella contestó: «Con el
42.° Regimiento de Asesinos» (Morder en alemán, en lugar de la ‘ que intentaba decir,
Morser, que significa «Morteros»).
Como en otros casos de malinterpretaciones de acciones o del habla, los errores
lingüísticos son a menudo cómicos y se podrían tomar como bromas. La diferencia
reside simplemente en si el hablante trataba o no conscientemente de decir las alabras
que dijo. Los errores lingüísticos derivan de otros tipos de lenguaje <dna ropiado», que
Freud también cree que está motivado inconscientemente —como iando una persona es
incapaz de ver que lo que dice tiene un doble significado. sto también se puede tomar
como una broma si se hace deliberadamente, pero, no ser así, constituyen lapsos en la
producción controlada del habla que espera s de las personas.
Una de las mejores maneras de ilustrar este punto es fijarse en los lapsos del
a en los locutores de radio y televisión. El lenguaje de los locutores no es como
ordinario, porque no es espontáneo sino que está escrito. Se espera que sea más
perfecto» que el habla común, dicho con menores vacilaciones y articulado con una
*ayor claridad. Cuando, por ejemplo, los locutores de los noticiarios se traban o .acen
ruido al tragar saliva resulta mucho más visible que en las conversaciones rdinarias.
Pero los locutores cometen errores lingüísticos que, sin duda, resultan p o que poseen
«la única y verdadera» naturaleza sobre la que Freud llamó .a atención. A continuación
ofrecemos varios ejemplos de mala pronunciación (Goff san, 1981).
?s Closing our TV Church of the Air, let me remind al! of our listeners thai time
wounds al! heals. Icierre de nuestra emisión televisiva de Iglesia en e! Aire, permítanme
que les recuerde a dos los oyentes que el tiempo hiere todas las curas.
Li the Dominion network of the Canadian Broad Corping Castration.
es el canal Dominion de la Castración Corporativa de Emisoras Canadienses. ViceroYs
— if you want a good choke.
Virreyes, S quieren un buen atascador.
Beat the egg yolk and then add the milk, then slowly blend in the sifted flour. As you do
you can see how the mixture is sickening.
Bata la yema del huevo y añada a continuación la leche, luego vaya mezclando
lentamente la harina tamizada. Irá viendo cómo la mezcla se vuelve repugnante.
Otros ejemplos pertenecen la categoría de «lenguaje inapropiado», en los que en tra un
doble sentido:
Ladies who caTe to drive by and drop off their clothes will receive prompt attention.
Las damas que se presenten y dejen su ropa recibirán mayor atención.
Folks, try our confortable beds. 1 personally stand behind every bed we se!!.
Amigos, prueben nuestas cómodas camas. Yo estoy personalmente detrás de cada una
de las que vendemos.
The loot and the car were usted as stolen by the Los Angeles Police Departmeflt.
El botín y el coche fueron registrados como robados por el Departamento de Policía de
Los
Angeles.
And here in Hollywood it is rumoured that the former movie starlet is expecting her
fifth child ¡ti a month.
Y aquí, en Hollywood, se rumorea que la mencionada estrella de cine espera su quinto
hijo en un mes.
Solemos reírnos más de los errores verbales cuando les ocurren a los locutores (o a los
profesores en clase) que cuando suceden en una conversación ordinaria. Se supone que
los locutores y los profesores son especialistas en la producción del lenguaje sin errores.
Lo cómico no está solamente en lo que se dice, o lo que se dice mal, sino en el
desconcierto que muestra el locutor durante una actuación poco afortunada. Pasemos
temporalmente a centrarnos en el «individuo ordinario» que se esconde detrás de la
niáscara del puro profesionalismo.
Rostro, cuerpo y discurso en la interacción
Hagamos un resumen de lo que hemos visto hasta ahora. La interacción cotidia na
depende de sutiles relaciones entre lo que expresamos con nuestro rostro y nues tros
cuerpos y lo que expresamos mediante las palabras. Utilizamos las expresiones faciales
y los gestos corporales de otros para ampliar lo que dicen verbalmente y para
comprobar su sinceridad. Casi sin darnos cuenta todos tenemos un estrecho y constante
control de las expresiones faciales, la postura y los movimientos corporales en nuestra
interacción diaria con otros.
A veces, sin embargo, cometemos errores verbales que, como muestra el ejem plo de
Freud de los «asesinos», revela instantáneamente lo que —consciente o in
conscientemente— queríamos mantener oculto. Muchos de los errores lingüísticos
poseen una «única y verdadera» cualidad, como «la mezcla se vuelve repugnante» en el
ejemplo de la masa para el bizcocho, del cual el locutor probablemente piensa que es
poco apetecible: los errores verbales muestran a menudo sin nosotros darnos cuenta los
verdaderos sentimientos.
El rostro, el manejo de nuestro cuerpo y el lenguaje, por tanto, se emplean para expresar
ciertos significados y para ocultar otros. Además, organizamos nuestras actividades en
los contextos de la vida social para lograr los mismo fines, como veremos en seguida.
Encuentros
En muchas situaciones sociales nos encontramos con lo que Goffman llama in teracción
no focalizada. La interacción no focalizada ocurre siempre que los indivi duos en una
situación concreta muestran conciencia mutua de la presencia del otro. Este es el caso
de cualquier situación en la que se reúne un grupo grande de per sonas, como una calle
abarrotada, un teatro o una fiesta Cuando los individuos están en presencia de otros,
incluso si no están hablando directamente con ellos, entablan continuamente
comunicaciones no verbales. A través de su aspecto físico, de sus movimientos y
posturas, de sus gestos faciales y fisicos, comunican a los demás ciertas impresiones
La interacción focalizada ocurre cuando los individuos atienden a lo que los otros &cen
o hacen. Aunque un individuo esté de pie solo, en una fiesta por eemplo, la interacción
de todos los que están allí presentes incluye comunicación tanto focalizada como no
focalizada. Goffman llama a una unidad de interacción focalizada un 1ro, y gran parte
de nuestra vida cotidiana consiste en continuos encuentros otros individuos —familia,
amigos, compañeros de trabajo— que frecuentemen te tienen lugar sobre un fondo de
interacción no focalizada en presencia de otros la misma escena. Las tertulias, la
discusión formal, los juegos y los contactos Ordinarios cara a cara (con los cobradores,
los camareros, los dependientes, etc.)
i ejemplos de encuentros.
Los encuentros siempre necesitan «introducciones», mostrando con ello que se
icarta la desatención amable. Cuando los extraños se encuentran y empiezan a ar —por
ejemplo, en una fiesta— el momento de romper la desatención edu es siempre
arriesgado, ya que pueden producirse malentendidos sobre la na reza del encuentro que
se está produciendo (Goffman, 1971, pp. 214-221). Así, ncuentro de miradas puede ser,
en primer lugar, ambiguo y tentativo. Una ona puede actuar entonces como si no tuviera
intención de realizar ningún mo Vimiento directo, como si no se aceptase la apertura.
En la interacción focalizada los individuos se comunican tanto a través de sus
expresiones y gestos faciales como por las palabras que intercambian. En este contexto,
Goffman distingue entre las expresiones que los individuos «ofrecen» y aquellas que
«se les escapan». Las pri meras son las palabras y las expresiones faciales por medio de
las cuales intenta producir ciertas impresiones en los demás. Las segundas se refierçn a
otro tipo de claves que se utilizan para asegurarse de la sinceridad o veracidad de una
persona. Por ejemplo, el dueño de un restaurante escucha con una cortés sonrisa decir a
sus clientes lo mucho que les ha gustado la comida que les han servido. Al mismo
tiempo, ella o él percibirá si comen o no a gusto la comida, si dejan mucho o poco en el-
plato y el tono de voz en el que expresan su satisfacción.
Contextos y situaciones
La vida cotidiana está constituida por una serie de encuentros con otros en diferentes
contextoS y situaciones. Todos nos encontramos con gente y hablamos con diferentes
personas en el curso de un día cualquiera. Una mujer se levanta, desayuna con su
familia y tal vez acompaña a los niños a la escuela, deteniéndose brevemente para
intercambiar algún comentario irrelevante con una amiga en la verja de la escuela. Se va
a trabajar en coche, y lo más probable es que escuche la radio. Durante el día se
comunica con compañeros y visitantes en conversaciones efímeras y reuniones
formales. Es probable que cada uno de estos encuentros esté separado por «señales», o
lo que Goffman llama corchetes, que distinguen los epi sodios de interacción focalizada
de los de interacción no focalizada que se producen entre tanto (Goffman, 1974).
En aquellas situaciones en las que las personas están próximas, como en una fiesta, los
que mantienen una conversación controlarán su tono de voz y se situarán de tal manera
que creen un «corríllo» separado de los demás. Pueden colocarse uno frente a otro, por
ejemplo, dificultando a los demás que se entrometan hasta que ellos decidan terminar o
«suavizar los bordes» de su interacción focalizada cambian do de posición en la
habitación. En situaciones más formales se utilizan una serie de instrumentos
compartidos para marcar el comienzo y el fin de un encuentro o fase de interacción
particular. Para marcar el comienzo de una obra de teatro, por ejemplo, suena un timbre,
se apagan las luces y se levanta el telón. Al final de un acto o de la función se encienden
las luces de la sala y cae el telón.
Las señales son por lo general particularmente importantes cuando un encuentro es
especialmente divergente de las convenciones ordinarias de la vida cotidiana o cuando
exista ambigüedad sobre «lo que está pasando». Cuando alguien posa des nudo en una
clase de arte, él o ella no suelen desvestirSe delante del grupo ni vestirse en su presencia
al final del encuentro. Desvestirse y vestirse en privado permite exponer y ocultar el
cuerpo en un breve espacio de tiempo. Ello marca los límites del episodio, e implica que
está privado de las connotaciones sexuales que pudiera tener en otras situaciones.
En espacios muy reducidos como los ascensores resulta difícil, si no imposible, crear
una unidad de interacción focalizada. Ni los demás pueden, como harían en otras
situaciones, mostrar fácilmente que «no están escuchando» —aunque sea la mínima
parte de— la conversación que se está manteniendo. También resulta di para los
extraños no ser vistos «mirando a» otros más directamente de lo que miten las normas
de la atención cortés. Así, en los ascensores la gente adop menudo una actitud
exagerada de «no estar escuchando» o «no estar observanc mirando fijamente al vacío o
a los botones del ascensor — cualquier parte m a los demás! Las conversaciones se
suelen suspender o se limitan a breves con tarios. De un modo similar, si varias
personas están sentadas hablando y un interrumpida para que acuda al teléfono, los
demás no pueden mostrar una t desatención, por lo que empezarán una conversación
vacilante e intrascend (Goffman, 1963, p. 156).
Manejo de la presentación
Goffman y otros autores que han escrito sobre interacción social emplea menudo
expresiones del teatro al analizar la interacción social. El concepto de social,
ampliamente utilizado para este propósito (y de un modo más general) sociología,
surgió en un escenario de teatro. Los roles son expectativas socialm definidas que sigue
una persona de un status o posición social dada. Ser profe por ejemplo, supone ocupar
una posición específica; el rol del profesor consist actuar de una determinada manera
con sus alumnos. En el modelo dramatúr:
que emplea Goffman, la vida social se concibe como si fuera una representaciól actores
en el escenario —o en muchos escenarios, dado que nuestro modo de aci depende del
rol que estemos jugando en un momento dado. La gente es muy sible a cómo les ven los
demás, y utiliza muchas formas de manejo de la presenta para asegurarse de que los
demás reaccionan como ellos desean. Aunque est hace a veces de una manera calculada,
es una de esas cosas que normalmente fizamos sin prestar una atención consciente. Una
persona viste y se comporta diferente manera cuando va a una reunión de negocios que
cuando está relaj con sus amigos viendo un partido de futbol
Geografía temporal
Un modo muy interesante de analizar las actividades a través del tiempo y del espacio
fue el desarrollado por el geógrafo social sueco Torsten Hagerstrand (Ha gerstrand,
1973; Carlstein et al., 1978). Hagerstrand denomina a su enfoque geogra fía temporal,
aunque estudia, de hecho, los movimientos espacio-temporales. El enfoque de la
geografía temporal mira al entorno físico (avenidas, edificios, calles, barrios) en el que
se desarrollan las actividades sociales y describe el modo en el que este entorno influye
en —y es influido por— los movimientos diarios y sema nales de los individuos y
grupos. Podemos dibujar un mapa de las rutas que realizan diariamente los individuos
—lo que hace la gente, en qué momentos del día y dón de— en el curso de un día o una
semana típicos.
Podemos poner un ejemplo muy simple. Dos individuos, llamémosles A y B, viven en
barrios diferentes de una ciudad. Sus rutas espacio-temporales a lo largo de un día les
llevan a contactar en un punto X durante un tiempo —pueden coincidir en un café o
restaurante y hablar— después del cual sus rutas divergen, cuando cada uno se va a
realizar sus actividades en lugares distintos. Recogiendo las actividades típicas resulta
bastante sencillo construir una imagen espacio-temporal de sus vidas. De este modo
podemos reproducir el mosaico de actividades en el tiempo y en el espacio que
componen la vida de los barrios y de las comunidades urbanas (ver fig. 3).
Límites espacio-temporales
Podemos entender algunos de los factores que influyen en el esquema de vida urbana
identificando rasgos simples, pero esenciales, de la vida humana que afectan al modo en
que están organizados el tiempo y el espacio. Tres tipos de límites
de una comunidad o sociedad. El poder que tiene la gente para vivir donde desea, por
ejempl° está limitado por sus recursos económicos. La mayoría de la gente desearía
vivir en barrios de casas elegantes y lujosas, pero únicamente unos cuantos tienen los
medios para hacerlo. Los planes urbanísticos también limitan el tipo de viviendas que se
pueden construir en las distintas áreas urbanas.
Como ilustración de cómo estos conceptos ayudan a realizar los estudios empí ricos
podemos tomar un proyecto de investigación planteado desde la perspectiva de la
geografía temporal en la ciudad de Newcastle en Nueva Gales del Sur, Aus tralia. El
proyecto investigó algunos de los problemas que se planteaban para crear un nuevo
centro de salud de la comunidad en un área socialmente mezclada a unas catorce millas
del centr’ de la ciudad. Cuando se creó el centro los responsables no se dieron cuenta de
que mucha gente de la zona a la que estaba destinado el centro tenía turnos de trabajo.
Muchos más pacientes de los previstos acudían al centro antes de las 7 h, o después de
las 17 h. Al mismo tiempo, la mayoría de los clientes presumían que el centro estaría
abierto y que podrían acceder a sus facilidades a las horas normales.
El centro tuvo que enfrentarse entonces con problemas de capacidad limitada y de
acoplamiento. Era difícil encontrar personal que pudiera trabajar fuera de las horas
normales; los que se prestaban a hacerlo podían encontrarse sin transporte a
determinadas horas desde el barrio donde vivían. Se encontraron con serias dificul tades
a la hora de establecer un horario de los servicios del centro: en algunos períodos del día
el centro estaría medio vacío y habría poco trabajo, mientras que en otros momentos —
concretamente hacia el final del día y justo al final de la semana— el centro estaría tan
abarrotado de gente que el personal no iba a dar abasto. Por el estudio de las rutas
espacio-temporales de un determinado número de trabajadores y de clientes del centro,
los investigadores pudieron determinar el origen de los problemas. Sugirieron además
una serie de mejoras que se podrían introducir para aliviar los problemas por medio de
una distribución más sistemática de los recursos (Parkes y Thrift, 1980, pp. 271-272).
Distribución de zonas
La distribución de actividades en el tiempo y el espacio en el último sigló apro
ximadamente —particularmente en los últimos tiempos— ha estado influida por lo que
se ha llamado la colonización del tiempo. Los procesos de migración espacial a, o entre,
las ciudades se han visto acompañados por una «migración» a las zonas temporales de
la noche y la madrugada. Como señala Murray Melbin:
La última gran oleada de inmigración humana se está produciendo en el tiempo: una
expan sión de la actividad insomne durante las veinticuatro horas del día. Hay más
turnos de trabajo en las fábricas, mayor cobertura policial, un mayor uso del teléfono a
todas horas. Hay más hospitales, farmacias, vuelos aéreos, hostales, restaurantes
abiertos todo el día, locales de alquiler de coches y estaciones de gasolina y de
reparación, boleras y estaciones de radio siempre en funcionamiento. Existen más
servicios de emergencia como turismos particulares cerrajeros, casas de empeño,
suicidios y con el juego que se ofrecen incesantemente. Aun distintos individuos
participan en estas actividades por turnos, las organizaciones implica están
continuamente activas. (Melbin, 1978, p. 100.)
Melbin estima que en Estados Unidos después de la medianoche hay unos trei millones
de personas activas, excluyendo a los que se praparan para irse a la car Incluso durante
las «profundidades de la noche» —de tres a cinco de la madrugad unos diez millones de
personas están levantados y realizando alguna actividad.
Estos cambios, sin duda, tienen siempre implicaciones espaciales y se ven af tados por
los diversos tipos de límites que influyen en la distribución de zo] espacio-temporal. Las
actividades nocturnas de un área exigen procesos corresp dientes durante el día en otras
regiones. Por ejemplo, un avión que viaja de no llegará a su destino muy temprano por
la mañana, requiriendo la movilización los servicios del aeropuerto y de los enlaces de
transporte. Las organizaciones ( contribuyen al aumento del nivel de actividad durante
las horas nocturnas y madrugada se enfrentan al tipo de límites de acoplamiento
mencionados en la vestigación del centro de salud de la comunidad en Newcastle.
Un investigador estudió la organización espacio-temporal de diversas zonas centro de
Boston en Estados Unidos. Los ciclos de utilización de los barrios inclu cuatro
categorías.
1. Uso continuo. áreas incesantes.
2. Evacuación: vacías por la noche.
3. Invasión: especialmente activas por la noche.
4. Desplazamiento: variable del día a la noche.
Determinadas áreas, como ciertos barrios residenciales próximos al centro de
-ciudad, son utilizados más o menos continuamente por un gran número de person
aunque las actividades que allí se realizan varían en las diferentes fases del ci diano El
area de negocios se queda practicamente vacia de noche Las zonas bcio son invadidas
por la noche y a primeras horas de la mañana, pero están pr licamente vacías durante el
día. Varias zonas en los márgenes de la ciudad c on tanto negocios como
entretenimientos experimentan la sustitución úna población por otra al final del día
(Lynch, 1976).
Tiempo
FIGURA 4.—El ámbito de movilidad posible en el espacio en el curso de un día. El
prizma A denota una cultura dependiente del desplazamiento a pie para su movilidad
física. El prisma B denota una cultura que posee animales domésticos para el transporte.
Fuente: T. Caristein, Time Resources, Society and Ecology: On Ihe Capaciiy for Human
interaction in Space and Time (Londres: Allen and Unwin, 1983), p. 75.
Se puede representar la distribución de la movilidad en el espacio a lo largo de un día
mediante un prisma (ver fig. 4). Suponiendo que los !Kung hubiesen vivido en las
regiones desérticas del norte de Africa, donde los camellos permiten una gran
movilidad, el prisma tendría una gran amplitud lateral. Un incremento de la movi lidad
espacial puede tener consecuencias drásticas para el modo de vida de un pue blo. Por
ejemplo, la introducción del caballo entre los indios americanos de las llanuras les
permitió cazar manadas de bisontes. Ello alteró su estilo de vida mate rial, el cual,
subsecuentemente, provocó cambios en algunos de los principales há bitos y
costumbres.
Microsociología y macrosociología
Resumen
1. Muchos aspectos aparentemente triviales de nuestro comportamiento coti diano, una
vez analizados, revelan complejos e importantes aspectos de la interacción social. Un
ejemplo es la mirada: mirar a otros. En la mayor parte de las interacciones el contacto
con la mirada es fugaz. Mirar fijamente a otra persona podría interpretarSe como signo
de hostilidad, en ciertas oca siones de amor. El estudio de la interacción social es un
área fundamental en sociología que evidencia muchos aspectos de la vida social.
2. El rostro humano refleja numerosas expresiones diferentes. Se acepta co múnmente
que los aspectos básicos de la expresión facial de la emoción son innatos. Los estudios
comparativos de culturas demuestran similitudes bas tante aproximadas entre los
miembros de culturas diferentes en la expresión facial y en la interpretación de las
emociones que se reflejan en el rostro humano.
3. En un sentido más amplio, el término «rostro» también puede referirse a la estima
que despierta un individuo en los demás. Generalmente, en la inte racción con los
demás nos preocupa «mantener la imagen»: proteger nues tra autoeStima.
4. Al estudio del habla y la conversación ordinaria se le denomifla etnOmeto dología,
un término acuñado por primera vez por Harold Garfiflkel. La et nornetodología es el
estudio de los diferentes modos por los que nosotros, interpretamos activamente —
aunque normalmente dándolo por supuesto— lo que los demás dicen o hacen.
5. Podemos aprender mucho sobre la naturaleza del habla mediante los «gritos de
respuesta» (exclamaciones) y por el estudio de los errores lingüísticos (lo que ocurre
cuando la gente pronuncia mal o emplea por error palabras y frases). Los errores
lingüísticos son a menudo cómicos, y están estrechamen te relacionados con el ingenio
y las bromas.
6. La interacción no focalizada es la conciencia mutua que los individuos tienen de otra
persona en grandes aglomeraciones, pero con la cual no llegan a entablar una
conversación. La interacción focalizada, que puede dividirse en diferentes encuentros —
o episodios de interacción—, ocurre cuando dos o más individuos atienden directamente
a lo que otro u Otros dicen o hacen.
7. La interacción social se puede estudiar de un modo revelador aplicando el modelo
dramatúrgico: el estudio de la interacción social como si los implica dos fueran actores
en el escenario, con unos decorados y unos papeles que representar. Como en el teatro,
en los distintos contexto de la vida social suelen existir marcadas distinciones entre las
regiones anteriores (el escena rio) y las regiones posteriores (donde los actores se
preparan para la repre sentación y descansan después).
8. Toda interacción social está situada en el tiempo y en el espacio. Podemos analizar el
modo en que nuestra vida cotidiana está «distribuida en zonas» en el tiempo y en el
espacio simultáneamente fijándonos en cómo las acti vidades se realizan durante
períodos de tiempo concretos y simultáneamente conllevan movimientos espaciales. La
geografía temporal proporciona uno de los medios de documentar lo anterior.
9. El estudio de la interacción cara a cara se denomina microsociología —por contraste
con la macrosociología, que estudia grupos más amplios, institu ciones y sistemas
sociales. Los análisis micro y macro están íntimamente relacionados y se complementan
mutuamente.
Conceptos básicos
encuentro / posición social / rol social
desatención amable/ comunicación verbal / región anterior
no habla/ conversación / etnometodología / gritos de respuesta / interacción no
focalizada / interacción focalizada / modelo dramatúrgico
región posterior / espacio personal / convergencia espacio-temporal
regionalización / tiempo del reloj / geografía temporal
microsociología / microsociología
Lecturas complementarias
Paul Drew y Anthony Wootton, Erving Goffman: Exploring the Interaction Order
(Cambrid ge: Polity Press, 1988). Una colección de artículos sobre los principales
aspectos de la
obra de Goffman.
Erving Goffman, The Presentation of Self in Everyday Life (Harmondsworth: Penguin,
1969).
Edición en castellano: La presentación de la persona en la vida cotidiana Buenos Aires,
Amorrortu, 1971. Uno de los más importantes trabajos de Goffman, en el que estudia
cómo los individuos organizan la interacción con otros con el fin de provocar una deter
minada imagen en los demás.
Erving Goffman, Behaviour in Public Places (Nueva York: Free Press, 1963). Un
análisis de
los rituales desarrollados por los individuos en situaciones públicas de interacción.
«Symposium on Erving Goffman», Theory, Culture and Society, vol. 2, n.° 1 (Winter
1983).
Una serie de artículos críticos sobre la obra de Goffman.
Henn Lefebvre, Everyday Life in the Modern World (Londres: Allen Lane, 1971). Un
ensayo
sobre cómo el cambio social en la actualidad ha alterado la naturaleza de la vida
cotidiana.
E. Livingstone, Making Sense of Ethnomethodology (Londres: Routiedge and Kegan
Paul, 1987). Una obra general sobre etnometodología, de gran utilidad, con una clara
exposi ción de sus ideas básicas.
E. P. Thompson, «Time, work discipline and industrial capitalism», Pas and Present, 38
(1967). Un célebre análisis de las conexiones entre la industria moderna y la regulación
del tiempo.