Davide Carnevali
Davide Carnevali
Davide Carnevali
A partir de los años sesenta del siglo pasado, y especialmente en estos últimos
veinte años, el teatro paulatinamente se ha quitado de encima el peso de la
literatura teatral. La realización escénica ha dejado de considerarse expresión
contingente del drama y el espectáculo ha empezado a identificarse con el eje del
arte teatral, destronando a la escritura previa del texto por parte del autor. También
la teoría de teatro actual se ha adaptado al cambio —cuando ella misma no lo ha
impulsado— y ha ido desplazando su interés hacia una atención cada vez mayor
por el componente performativo del teatro. El caso de la tradición alemana es
ejemplar: de una teoría del drama como la de Peter Szondi, publicada en 1956 —
que analizaba los cambios radicales que se producían en el teatro europeo a
finales del siglo XIX y comienzo del XX, considerándolos desde el puro punto de
vista de la dramaturgia— se ha llegado algunos decenios después a las teorías
de Hans-Thies Lehmann (que justamente fue discípulo de Szondi en Berlín) sobre
el teatro postdramático y de Erika Fischer-Lichte sobre la estética de lo
performativo. Sendas líneas de investigación superan la tradición según la cual el
espectáculo sería mera representación del texto, para analizar a fondo el complejo
lenguaje de la escena. A partir de este punto de vista, la figura del autor se ve
invitada a replantearse algunas cuestiones; en primer lugar una cuestión formal,
ya que ahora no será el autor el único a quien le compita la autoralidad de la obra,
sino que ésta se repartirá entre él, el director y los performers; sucesivamente y
consecuentemente se plantearía un problema de definición: podría ser impropio
considerar el autor del texto teatral un autor dramático; más bien sería un autor
dramatúrgico, que no concibe su obra como acabada hasta que ésta se presente
materialmente delante del público. [...]
El éxito del ensayo de Lehmann Postdramatisches Theater ha estado
acompañado en estos años por un debate paralelo sobre del término
La naturalesa i el seu tremolor
«utilizador» del drama, y el drama es el objeto del que él se sirve, como una suerte
de «material ilustrado», para que el discurso avance. Bajo este punto de vista, una
de las grandes revelaciones del teatro brechtiano fue, precisamente, la invasión
de elementos semánticos —carteles, songs, vídeos— que podían no provenir de
la situación dramática, sino que actuaban con y sobre ella como elementos
formales. [...]
La decisión de bautizar a una estética como «de lo performativo» se
fundamenta en la voluntad de investigar la teatralidad en cuanto producto de los
actos de los performers, no volcados a «representar algo», sino a expresar su
propia materialidad. La línea teórica de Fischer-Lichte procede paralelamente a la
de Lehmann en el marco de la oposición [...] entre presentación y representación.
[...] También la propuesta de Fischer-Lichte se aleja del textocentrismo, esta vez
para identificar en la materialidad de la escena y en el gesto del performer el
núcleo del discurso sobre la teatralidad. Si con respecto al ámbito textual el
proceso de la creación y el de la recepción son totalmente distinguibles,
considerando la distancia que transcurre entre los dos momentos —la escritura
por parte del autor y la lectura o la visión del espectáculo por parte del receptor—
, con respecto al acto performativo creación y recepción acontecen
simultáneamente, sin que haya un intervalo temporal que permita una distinción
clara entre las dos etapas. [...]
Una definición mínima de teatro, generalmente compartida, afirma que para
que haya teatro es suficiente con la presencia simultánea de un actor y un
espectador. De este modo la relación in praesentia hace que creación y recepción
procedan siempre dependientes el uno del otro. Fischer-Lichte destaca en varias
ocasiones esta interdependencia: la co-presencia física (leibliche Ko-Präsenz) de
dos individuos implica necesariamente el establecerse de una relación física y de
una suerte de intercambio. En una estética de lo performativo ya no tiene sentido
considerar al creador-performer como «sujeto activo» y al espectador-receptor
como «sujeto pasivo»; por lo contrario, los dos deberían ser recibidos como una
nueva unidad dinámica. La unidad se mantendría por una suerte de flujo
energético que se crearía entre performer y espectador; este intercambio de
energía sería a priori una «fuerza» con posibilidad de intervenir en el espectáculo
La naturalesa i el seu tremolor