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Tesis El Velorio Del Angelito

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Escuela de Historia

El rin rin del angelito.


El velorio del angelito como un elemento de resistencia de
los sectores populares. Siglo XIX, Santiago.

Estudiante: Ana Paula Aceituno Zamorano


Profesora guía: Ivette Lozoya

Tesis para optar al Grado de Licenciada en Historia con Mención en


Estudios Culturales.
Santiago, 2016.
Dedicatoria

Ya se va para los cielos Las mariposas alegres


ese querido angelito de ver el bello angelito
a rogar por sus abuelos alrededor de su cuna
por sus padres y hermanitos. le caminan despacito.
Cuando se muere la carne Cuando se muere la carne
el alma busca su sitio el alma va derechito
adentro de una amapola a saludar a la luna
o dentro de un pajarito. y de paso al lucerito.

La tierra lo está esperando Adónde se fue su gracia


con su corazón abierto dónde fue su dulzura
por eso es que el angelito porque se cae su cuerpo
parece que está despierto. como la fruta madura.
Cuando se muere la carne Cuando se muere la carne
el alma busca su centro el alma busca en la altura
en el brillo de una rosa la explicación de su vida
o de un pececito nuevo. cortada con tal premura,
la explicación de su muerte
En una cuna de tierra prisionera en una tumba.
lo arrullará una campana Cuando se muere la carne
mientras la lluvia le limpia el alma se queda oscura.
su carita en la mañana.
Cuando se muere la carne
el alma busca su diana
en los misterios del mundo El rin rin del angelito.
que le ha abierto su ventana. Violeta Parra.

2
Agradecimientos

A mi abuela, por amarme como no debería y apoyarme cuando nadie lo hacía.


Para Nicolás, por enseñarme el sentido de la felicidad y la perseverancia.
Finalmente le agradezco a la vida por haberme puesto en el camino a la Sasha,
porque en mi yacen todas sus enseñanzas, y en su cuerpo perdido todas mis
esperanzas.

3
Índice

Introducción ............................................................................................................... 6
Capítulo I: Un acercamiento desde la Historia Cultural: La resistencia de los
sectores populares .................................................................................................. 10
Aproximación teórico metodológica acerca de la Historia Cultural. ........................ 11
Sobre modernidad y resistencia. ............................................................................ 12
Un nuevo escenario en el Santiago decimonónico. ............................................... 18
Capitulo II: Contexto histórico y político en vías a la modernidad ..................... 24
Debates ante la modernidad. ................................................................................. 25
La resistencia de los sectores populares. .............................................................. 29
Otras manifestaciones de religiosidad popular. ...................................................... 31
Capitulo III: El velorio del angelito ......................................................................... 38
El velorio del angelito en el contexto nacional ........................................................ 42
La transición del velorio .......................................................................................... 45
El Canto a lo Divino. ............................................................................................... 50
Capitulo IV: Sociabilidad y religiosidad popular .................................................. 55
La modernización de la Iglesia ............................................................................... 60
La actitud de la Iglesia ante el velorio. ................................................................... 61
Conclusiones: ¿Resistieron? ................................................................................. 64
Anexo: Cuentos PRODEMU .................................................................................... 67
Relatos de velorios de angelitos ............................................................................ 67
El Angelito .............................................................................................................. 67
El cantarito de lágrimas. ......................................................................................... 69
Una plegaria para el angelito ................................................................................. 71
Anexo: Colección FUCOA....................................................................................... 74
Relatos de velorios de angelitos ............................................................................ 74
El entierro del angelito............................................................................................ 74
El angelito .............................................................................................................. 78
“Muerte del Angelito” .............................................................................................. 81
El plan del angelito ................................................................................................. 83

4
Volando va el angelito ............................................................................................ 87
“Velorio de Angelito” ............................................................................................... 95
El ruego del angelito............................................................................................. 100
Ángel sin alas ....................................................................................................... 102
Bibliografía ............................................................................................................. 106
Artículos ............................................................................................................... 106
Capítulos .............................................................................................................. 106
Colección ............................................................................................................. 106
Cuentos ................................................................................................................ 107
Libros ................................................................................................................... 107
Periódicos ............................................................................................................ 108
Tesis..................................................................................................................... 108
Recursos electrónicos .......................................................................................... 108
Gráficos ................................................................................................................ 108

5
Introducción

La presente investigación busca indagar la resistencia cultural de los sectores


populares, analizando como expresión de esta resistencia el ritual del velorio del
angelito, y las acciones de represión en su contra llevadas a cabo desde el Estado, la
Iglesia y la prensa de la época hacia fines del siglo XIX en la ciudad de Santiago.
Tal represión puede ser comprendida si se analiza la temporalidad abordada, la
cual inicia en la década de los sesenta durante el siglo XIX, y se extiende hasta
principios del mil novecientos. Momento que fue paralelo al proceso de
modernización desarrollado y dirigido en Chile por la aristocracia nacional, siendo
respaldado por el modelo de reproducción capitalista en el cual primaba la
producción material y el progreso económico en desmedro de la permanencia de la
tradición. Se buscaba entonces coartar a los sectores populares a través del
disciplinamiento laboral por medio de la proletarización, pero además promoviendo
un patrón cultural con miras hacía las pautas europeas, proceso que pretendía
transmutar las creencias y formas de sociabilización de las clases populares. Estos
cambios terminan produciendo una problemática social que llevaría a tensionar la
relación entre el Estado y los sectores populares.
Desde este escenario entonces se derivan las dos grandes interrogantes que
estructuran este trabajo. ¿Cómo el Estado intento modernizar a los sectores
populares?, ¿de qué manera los sectores populares actuaron frente a la imposición
de una unidad religiosa-cultural por parte del Estado?
La relevancia de estas interrogantes radica en que este trabajo se enmarca dentro
de las fronteras de los estudios de la Historia Cultural, y en este escenario se espera
que la investigación permita la comprensión de la mantención de las prácticas
culturales y religiosas tradicionales del bajo pueblo, por medio de la permanencia de
este ritual funerario, en un contexto de incipiente modernización de los patrones
culturales de la sociedad santiaguina. Es en este contexto donde la finalidad del
presente proyecto de investigación pretende ser un rescate de esta práctica funeraria
y en general de las prácticas culturales de los sectores populares, las cuales se
desarrollaron dentro de un contexto de profundos cambios para las tradiciones del

6
mundo popular, permitiendo aquello una reinterpretación de sus creencias con
respecto a su carácter identitario y reivindicativo. Un aporte relevante desde el
ámbito disciplinario es posicionar al velorio del Angelito como un ejemplo de esta
resistencia cultural por parte de los sectores populares, en la medida en que su
práctica genera identidad, a la vez que permite la comprensión desde una
perspectiva más cultural del proyecto modernizador de los sectores liberales y su
imposición hacía los grupos subalternos.
Derivado de lo anterior, el principal objetivo de esta investigación es comprender
las formas a través de las cuales los sectores populares se resistieron a los procesos
de modernización, por medio de un análisis de las acciones represivas hacia las
prácticas de religiosidad popular.
La hipótesis principal del trabajo pretende demostrar la resistencia que los
sectores populares impusieron frente a la modernidad, mediante la mantención de
prácticas tradicionales, como lo fue el velorio del angelito. Ideales culturales opuestos
a los aceptados por las altas clases sociales citadinas, quienes con el apoyo de la
Iglesia le quitaron el sustento religioso a este ritual, debido a que la mencionada
práctica ritualista entra en completa contradicción con los ideales culturales que el
Estado pretendía difundir mediante su proyecto de imposición cultural-religiosa
durante todo el periodo del estudio.
En lo que se refiere a los aspectos metodológicos se espera elaborar un texto de
carácter interpretativo a partir del análisis de fuentes primarias. Estas fuentes
provienen por un lado desde la prensa de la época, y por el otro de relatos en
primera persona sobre el velorio del angelito pertenecientes a los cuentos de la
Fundación Para el Desarrollo de la Mujer (PRODEMU), y la Fundación de
Comunicaciones, Capacitación y Cultura del Agro dependiente del Ministerio de
Agricultura que se ubican en el Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares
(ALOPT) de la Biblioteca Nacional, los cuales serán utilizados para complementar el
aspecto descriptivo y sus aportaciones al posterior análisis del ritual. Además, en
términos específicos se pretende luego del análisis de las fuentes caracterizar el
ritual, analizar los discursos de poder respecto a las prácticas de religiosidad popular,
e interpretar las representaciones artísticas que sobre el ritual se realizan.

7
Iniciado este análisis el primer capítulo comienza explicitando la postura de los
sectores populares y su sentido de resistencia ante las implicancias que tiene el
desarrollo del proyecto modernizador para ese sector de la sociedad. Continuando
con el apartado de los alcances metodológicos acerca de la Historia Cultural se
desprenden las aportaciones que desde esta perspectiva histórica se puede aportar
al análisis del velorio. Luego se abordan los conceptos teóricos de resistencia y
modernidad, para iniciar un breve preámbulo sobre los alcances políticos del
proyecto modernizador.
En el siguiente capítulo el énfasis esta puesto inicialmente en las consecuencias
producidas por la promulgación de las llamadas Leyes Laicas, y en el cambio de
paradigma de la sociedad, en especial la santiaguina frente a los procesos de
modernidad sobre el cambio en las mentalidades con respecto a los patrones de
comportamientos y creencias culturales de la clase dirigente. De manera que a modo
de tensionar el nuevo escenario latente en el país el subsiguiente apartado relaciona
este contexto frente a otras manifestaciones de carácter religioso de los sectores
populares y en él se manifiesta el accionar del Estado y la prensa para delimitar su
reproducción en el corto y mediano plazo. En especial se hace referencia a
manifestaciones como la fiesta de la chaya en el norte y el característico modo que
tenía hasta el s. XIX la celebración de la Navidad en la Alameda de las Delicias por
parte de los sectores populares. Sin embargo, la tensión que se presenta
evidentemente al mencionar estos dos paralelismos en la realidad en que se estaba
desarrollando en un mismo espacio y temporalidad da cuenta del modo en que un
conjunto de actores, entre ellos el Estado y la prensa mayoritariamente, desarticulan
y reprimen el festivo modo de la religiosidad de los sectores populares.
En el tercer capítulo se aborda por completo el ritual del velorio del angelito, se
comienza describiendo el inicio y la expansión del velorio en España, y su llegada a
Latinoamérica para luego abordar las características propias del ritual en el ámbito
nacional. En el espacio rural emergen las particularidades que producto de la
migración campo-ciudad tensionaran la persistencia del velorio en el contexto
citadino.

8
Concluyendo este subcapítulo se incluye un apartado sobre las representaciones
folclóricas del velorio, con un énfasis en profundidad sobre el Canto a lo Divino y su
relevancia en el contexto del velorio, que viene a reivindicar el sustento religioso que
tiene este ritual para los sectores populares.
Finalmente el cuarto y el último capítulo permiten adentrarse en el análisis de los
sectores populares al identificar al sujeto popular, tanto así como su identidad y
pautas de sociabilidad. Posteriormente se continúa un subcapítulo identificando el
proceso de transformación en que se vio envuelta la Iglesia en estas últimas décadas
del siglo, para más adelante caracterizar la oposición que mantiene frente a las
manifestaciones de religiosidad de los sectores populares a través de la postura que
se desprendieron de los sínodos.
Por lo tanto la disposición de los capítulos obedece al desarrollo del conflicto entre
modernidad y tradición desde un punto de vista cronológico, permitiendo un análisis
general de lo anteriormente expuesto, para finalmente enfatizar en las respuestas a
las iniciales preguntas expuestas por esta investigación.

9
Capítulo I: Un acercamiento desde la Historia Cultural: La
resistencia de los sectores populares

La historiografía nacional ha constatado la relación problemática entre


modernización y tradición desde la segunda mitad del siglo XIX en Chile y América
Latina, y respecto a esto se han realizado variados estudios donde se analizan las
expresiones que tiene esa tensión. Aun así es posible seguir indagando las formas
en que los sectores populares desarrollan prácticas culturales al margen de la
modernidad y en tensión con dicho proceso. De acuerdo con lo anterior, ejemplificar
esta problemática mediante el velorio del Angelito permite a la presente
investigación desde la perspectiva de la Historia Cultural evidenciar, y contrastar el
avance de la modernidad en contraposición de las manifestaciones provenientes
desde los sectores populares.
Estas manifestaciones toman relevancia en cuanto un acercamiento historiográfico
permite identificar las tradiciones reproducidas por el bajo pueblo como
catalizadoras ante los avatares de la modernidad. La resistencia a modificar sus
pautas de conducta es un claro ejemplo ante tal situación, a modo de integrar al
análisis una interpretación de los argumentos que llevan a los sectores populares a
los mantenimientos culturales que se evidencian en una misma sociedad pero
diferenciadas por su origen económico-social, se ha privilegiado centrar la
comprensión del concepto de resistencia como un indicador de la palpable tensión
entre modernidad y tradición.
Por otro lado, es de vital importancia reconocer los aportes que desde la historia
de la religión puedan lograr a contribuir a este trabajo a la hora de analizar las
manifestaciones de religiosidad popular, en específico del velorio del angelito del cual
no se puede disociar el carácter religioso que le han otorgado los sectores populares.

10
Aproximación teórico metodológica acerca de la Historia Cultural.
Desde la perspectiva de la Historia Cultural es pertinente distinguir a su objeto de
estudio como “algo” en extremo mutable, por lo mismo es necesario “decir que la
historia cultural no tiene esencia. Solo puede definirse en términos de su propia
historia” (Burke, 2000, p.15). Las consideraciones que se tengan para definir este
enfoque historiográfico apuntan a que

la historia cultural coloca en lugar central la cuestión de la articulación de las


obras, representaciones y prácticas con las divisiones del mundo social que, a
la vez, son incorporadas y producidas por los pensamientos y las conductas.
Por fin, ella apunta, […], sino a comprender como, toda transformación en las
formas de organización y de ejercicio del poder, supone un equilibrio de
tensiones específicas entre los grupos sociales al mismo tiempo que modela
unos lazos de interdependencia particulares, una estructura de personalidad
particular1.

En este aspecto y para efectos de este trabajo, en lo que tenga relación con el
alcance teórico que se rescata desde la Historia Cultural su aporte permite bifurcar el
sentido de la relevancia del velorio del angelito hacia dos grandes direcciones. La
primera de ellas es en un sentido material, debido al estado único e invaluable en
que se mantiene hasta el día de hoy el velorio, como una tradición desconocida para
las nueva generaciones y en evidente retroceso por el contexto actual en que se
encuentra la mantención de las tradiciones, incluso de la misma religión, entre otros
aspectos, además y considerando sus particularidades de reproducción que más
adelante se detallarán, existen otras implicancias folclóricas ligadas a este tipo de
manifestaciones culturales, en especial la relacionada con el llamado Canto a lo
Divino, que en definitiva permiten clasificar a este ritual como parte importante de la
cultura popular de nuestro país. Por otro lado y a consecuencia de lo anterior, se
considera un aspecto proveniente de la cultura inmaterial, y está es la red de

1
Chartier, Roger. (1996). El mundo como representación. Historia cultural: entre la práctica y
representación. Barcelona. Gedisa, p.10.

11
relaciones cotidianas que sustentan la reproducción en el tiempo del velorio del
angelito, más aun cuando adquiere un sentido de resistencia frente a la imposición
de una unidad religiosa-cultural.
En la misma línea el tratamiento que desde la Historia Cultural se realiza del
sujeto de estudio permite situarlo en relevancia siempre y cuando se presente como
un articulador más de los acontecimientos dentro de un conglomerado en la
sociedad. ”Por su parte, considera al individuo, no en la libertad supuesta de su yo
propio y separado, sino en su inscripción en el seno de las dependencias recíprocas
que constituyen las configuraciones sociales a las que él pertenece” (Chartier, 1996,
p.10). Lo interesante de destacar es el tratamiento supeditado hacia la acción de este
sujeto en cuanto integrante de un organismo mayor mediante por el cual actúa y se
le valora, lo que se triangula más adelante con lo expuesto por Salazar, quien estima
al sujeto popular como parte de un grupo social determinado en donde coexisten
pautas sociales y morales paralelas a las impuestas desde el patriciado, que
vendrían a constituir una moral equivalente que reproducen los sectores populares al
margen del orden establecido.

Sobre modernidad y resistencia.


La aproximación teórico conceptual que engloban las categorías de modernidad y
resistencia se manifiestan opuestas entre sí, porque en la práctica representan
intereses e ideales contrarios frente a los actores sociales quienes las reproducen, y
que se mantienen en la misma situación de antagonismo por pertenecer a distintos
estratos sociales, significando esto último en el contexto de la investigación la
reproducción en la cotidianeidad, en el pensar e interpretar la realidad de una
manera completamente antagónica.
Es el caso del concepto de resistencia, esté como tal viene a explicar la actitud
reflejada por los sectores populares ante la imposición de una unidad religiosa-
cultural. En este sentido su significado representa una intransigencia hacia el orden y
la homogeneidad, formas por las cuales se impuso el modelamiento de las clases
populares, por lo tanto para materializar el concepto de resistencia se requiere

12
previamente de un acto de opresión, una acción impositiva ante la cual los sectores
populares se vean forzados a soportar determinadas situaciones desfavorables.
Tales situaciones pueden explicarse siguiendo los fundamentos de James Scott,
para quien tal situación de resistencia se genera ante el discurso público de
dominación.

Si, en términos muy básicos, entendemos que el discurso público comprende


un ámbito de apropiación material […], un ámbito de dominación y
subordinación públicas […] y, finalmente, un ámbito de justificación ideológica
de las desigualdades (por ejemplo, la explicita visión del mundo, religiosa y
política, de la élite dominante), quizá podamos entender que el discurso oculto
[refiriéndose a la actitud de los dominados mediante el discurso público]
comprende a su vez las reacciones y las réplicas que se hacen al margen de
ese discurso público2.

Estas reacciones ante el discurso público vendrían a representar acciones de


resistencia por parte de los subordinados, en este caso caracterizados como los
sectores populares, quienes tras padecer del sometimiento de la dominación generan
una respuesta ante tal situación.

En ese nivel, la resistencia requiere de una réplica más compleja, una réplica
que vaya más allá de las prácticas fragmentarias. En otros términos, quizás
mejores: la resistencia contra la dominación ideológica requiere una
contraideología –una negación- que ofrecerá realmente una forma normativa
general al conjunto de prácticas de resistencia inventadas por los grupos
subordinados en defensa propia3.

Tal negación frente a las acciones de subordinación en contra del velorio del
angelito se representa por un lado ante la perpetuidad del velorio en un contexto

2
Scott, James. (2003). Los dominados y el arte de la resistencia. México D.F. Era, p.140.
3
Ibídem, p.146.

13
recesivo de cara a las prácticas tradicionales, pero además por el sustento
argumentativo que los sectores populares reproducían mediante las prácticas que
simbolizan la religiosidad popular. Es incuestionable que detrás de las acciones de
religiosidad popular existe todo un aparataje de creencias y simbolismos culturales,
incluso folclóricos que son paralelos y hasta desconocidos para la clase dominante,
quienes mediante la opinión publica los desacreditaron y barbarizaron, ante lo cual
los sectores populares reaccionaron con intransigencia, manteniendo estas
manifestaciones incluso en periodos que desbordan los años de estudio del presente
trabajo.
Tales manifestaciones se enmarcan dentro de una sociedad en la cual coexistan
distintas formas de percibir lo que se entiende por cultura. En este sentido, cuando
se habla de resistencia se pretende defender lo que para los sectores populares
tenía significancia como elementos de reproducción cultural, ósea, la llamada cultura
popular comprendida como un

sistema de significados, actitudes y valores compartidos, así como de formas


simbólicas a través de las cuales se expresa o se encarna. La cultura es, en
este sentido, parte de un modo de vida […]. Con respecto a la cultura popular,
parece preferible definirla inicialmente en sentido negativo como cultura no
oficial, la cultura de los grupos que no formaban parte de la élite, las “clases
subordinadas” tal como las definió Gramsci4.

A partir de esta idea, la resistencia de las prácticas culturales promueve la


permanencia en el contexto social que acabamos de presentar, de simbolismos que
existen detrás del ritual del velorio del angelito, representado en las estructuras
mentales que mantenían los sectores populares, traídos desde el campesinado hacia
la ciudad, y que eran contrarias a las nuevas pautas europeizantes mantenidas en la
ciudad por la clase dominante.
La resistencia es puesta en acción cuando se contraponen estos modos de
pensamiento y estructuras que se dan paralelamente en la sociedad, en este caso

4
Burke, Peter. (2010). La cultura popular en la Europa moderna. Madrid. Alianza, p.29.

14
ese grupo social justamente es el que está fuera de la participación del Estado, y
paralelamente se está construyendo como actor social, pero bajo los parámetros de
su clase. Es decir, rememora lo que a su parecer le otorga identidad, mezclando con
ello sus propias concepciones con respecto a su realidad y/o cosmovisión, para ligar
y configurar sus estructuras mentales a una creación que le es propia como clase
social; la religión popular.
Complementando la anterior conceptualización es necesario hacer lo mismo
desde el otro lado de la vereda, introduciendo la categoría de modernidad para
profundizar el análisis desde la perspectiva de la elite santiaguina frente a esta
resistencia. Primeramente es necesario distinguir que tras el proyecto modernizador
que se definirá a continuación existe un sustento ideológico, el cual es posible
visualizar a través de cambios en los modos de comportamiento, prácticas y
costumbres que fueron absorbidos de manera temprana por la aristocracia nacional y
de las cuales esta investigación nose hace cargo, pero considera pertinente
mencionar porque son el inicio de una transformación mayor al marcar una
diferenciación sociocultural dentro de una misma sociedad entorno a las pautas de
reproducción mantenidas por un estrato social el cual se esforzó por imponer.
Entonces aquellas transformaciones que modelaron el comportamiento y
pensamiento de la aristocracia serán agrupadas para el entendimiento de este
trabajo bajo el concepto de modernidad.

Cuando se hace referencia a la modernidad bajo el contexto latinoamericano


está puede ser comprendida como una experiencia de ruptura impuesta a los
sectores medios y bajos desde el Estado, esto debido a la expansión que el
capitalismo evidencio en América Latina. Cambios que se profundizaron con mayor
énfasis durante el siglo XIX, los cuales repercutieron en la región en diversos ámbitos
más allá de lo económico, uno de ellos es el espacio sociocultural de los sectores
populares, donde está dirigido nuestro enfoque. Este modelo económico modifico
algo más que los flujos de exportación de materias primas en el continente, las
relaciones sociales en sus formas y espacios sufrieron amplias modificaciones,
debido a las cuales los sectores populares se vieron forzados a suprimir

15
percepciones de mundo hasta entonces conocidas por ellos, para adaptarse o ser
adaptados.

Miles de hombres y mujeres del mundo “subalterno” cortaron durante las


décadas intermedias del siglo XIX sus vínculos con la hacienda, la comunidad,
la plantación o el oficio para desplazarse hacia las ciudades en crecimiento,
los puertos, las obras publicas o los campamentos mineros, y también hacia
formas más capitalistas de agricultura o ganadería […] Sin descontar el efecto
desestabilizador que ese solo hecho ya debió tener sobre personas
acostumbradas a un ritmo de vida donde la permanencia era mucho más
“natural” que el cambio, lo cierto era que el nuevo desarraigo era de un orden
mucho más profundo: nuevas formas de trabajar y relacionarse con
empleadores y compañeros de labor; nuevas condiciones materiales y
sociales de vida; nuevas formas de agruparse y ser catalogados en el orden
social; nuevos patrones simbólicos y culturales; nuevas formas de concebirse
a sí mismos y su lugar en el mundo-en fin, toda una identidad social nueva
que ciertamente no había nacido de una opción personal5.

En este sentido al hablar del proyecto modernizador se está haciendo referencia a


las intencionalidades detrás de la puesta en marcha del modelo capitalista en
América Latina. Sus repercusiones son muchas, pero las que se consideran para
esta investigación radican en que unido al capitalismo viene una imposición de
proyectar al país adoptándolo a los intereses económicos tanto de extranjeros como
de nacionales, y en ese sentido la universalización de la economía permite también
la expansión de las expectativas que se tenían frente a este modelo económico. Por
lo tanto, la idea de progreso visto como solo una forma posible, la idea de cultura
vista solo como la reproducción de las pautas dictadas en Europa y homogenizadas
por el resto del mundo llegan a América Latina y se instalan como las únicas vías en
el camino hacia el progreso, para el éxito de nuestro país y el continente entero.

5
Pinto, Julio. (2000). De proyectos y desarraigos: La sociedad latinoamericana frente a la experiencia
de la modernidad (1780- 1914). En: 19th. INTERNATIONAL CONGRESS of Historical Sciences: Oslo,
Noruega, 6-13 de agosto de 2000. Santiago. Universidad de Santiago de Chile, p.1- 28.
http://www.oslo2000.uio.no/program/papers/s17/s17-valejos.pdf. Recuperado el 14 de enero de 2016

16
Al mando de estas transformaciones se encontraba el Estado representado en la
clase oligárquica, con marcadas tendencias políticas hacia el sector liberal, quienes
pusieron en marcha el proyecto modernizador. De esta manera, se articula con
representación estatal, un proyecto que permite organizar a la sociedad mediante
una serie de herramientas modernizadoras.

En Chile el escenario es el mismo, se piensa desde las capas políticas e


intelectuales de vanguardia movilizadas por marcadas influencias extrajeras desde el
viejo continente verdaderos proyectos civilizadores, de disciplinamiento y
homogenización del conjunto de la sociedad, con especial énfasis en las clases
subalternas. Pretendiendo generar una sociedad que transite camino hacia el
progreso y la modernidad, imponiéndose desde la perspectiva liberal producto de
los avances que el capitalismo género en el país.

No era ya el momento de la propuesta, sino el momento de llevar a cabo el proyecto,


es decir, de modelar la sociedad chilena en la perspectiva del progreso y la
civilización moderna, lo cual significo que en las décadas finales del siglo XIX se
plasmó una determinada estructura política, económica, social y cultural que
expresaba la plena instauración del capitalismo, como signo de la inclusión del país
en la modernidad. El profundo proceso de transformaciones estructurales que en
todos los ámbitos se pone en marcha, hizo extenderse en la elite oligárquica la
sensación de haber logrado dar al país un orden que inevitablemente iba a
conducirlo a un futuro de progreso6.

La llegada de la modernidad además, trajo consigo marcadas influencias


extranjeras que incidirán en el país en la medida que estas comienzan a tener
cabida en los nuevos patrones de conductas de las clases acomodadas, para luego
ser reproducidas por el resto de la población. De manera que costumbres y

6
Santa Cruz, Eduardo. (1998).Conformación de espacios públicos, masificación y surgimiento de la
prensa moderna en Chile siglo XIX. [en línea] Red de bibliotecas Virtuales de CLACSO. Santiago.
Universidad Arcis, Centro de Investigaciones Sociales. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Chile/di-
uarcis/20120919044919/santa1.pdf. Recuperado el 2 de octubre de 2015.

17
tradiciones que constituían la cotidianeidad de la época Colonial y más tardíamente
los inicios de la República, quedaron relegadas a un segundo plano por las altas
esferas de la sociedad, las cuales inician tempranamente la apropiación de los
nuevos patrones culturales y sociales que traía consigo la modernidad.

Se trataba de ciertos consensos básicos al interior de la elite, especialmente


en el terreno económico y con resistencias tradicionalistas progresivamente
derrotadas en lo ideológico-cultural. En general, se coincide en destacar como
algunos de sus componentes a la libertad y la soberanía individuales; el
laicismo racionalista y en la cultural cotidiana, el afrancesamiento y la
apropiación de modelos europeos.7

Por ende, la modernidad viene a constituir las consecuencias de la


implementación del proyecto modernizador, en cuanto repercute en las pautas
conductuales de la aristocracia chilena y desde ahí hacía bajo a las siguientes capas
sociales imponiéndose y homogenizando el desarrollo en sociedad de las normas,
pautas y criterios que como ciudadanos debiesen tener, expresar y pensar. Por lo
tanto, en una sociedad que comienza a regirse por nuevos parámetros culturales y
económicos, la permanencia de rituales como el velorio del Angelito se contradice
con lo propuesto desde el Estado, reflejado en el proyecto modernizador.

Un nuevo escenario en el Santiago decimonónico.


Debido a lo anterior se configura un fin de siglo en la ciudad de Santiago donde
confluyen tres actores relevantes con posiciones opuestas ante los nuevos cambios
socioculturales que enfrenta el país representados en el Estado, la Iglesia y los
sectores populares. El primero de ellos como ya se ha mencionado fue un propulsor
del proyecto modernizador con apoyo de la clase dirigente e inversionistas
extranjeros, promoviendo una aristocracia citadina invadida por las pautas
dictaminadas por la modernidad. Del mismo modo para la Iglesia las nuevas
políticas de Estado reflejaron incipientes cambios que significaron modificaciones en

7
Ídem.

18
los patrones de conductas de la población en general, enfrentándose a un contexto
en donde debieron ceder parte de su poder ante estos nuevos ideales.

El discurso deja de ser unánime, aunque el de las iglesias se mantiene en lo


esencial, y se puede afirmar que aún responde las interrogantes de la mayoría
de los hombres en el campo e incluso en las regiones urbanas; no obstante,
las ciudades fueron los primeros lugares de su abandono masivo. Los
discursos de las ciencias y de las filosofías positivistas cuestionan la
revelación y proponen certezas nuevas, escamoteando la hegemonía a los
presupuestos religiosos8.

Ante este escenario la Iglesia entra en conflicto con la nueva forma de construir
sociedades que proponen los Estados Nacionales, estos comienzan abrirse camino y
a disputarle un lugar a la Iglesia dentro de la sociedad, en la medida que promueve
nuevas formas de sociabilidad, enmarcadas dentro de una modernización de las
antiguas tradiciones y costumbres, mayores libertades individuales y aceptación de
otros cultos. Sin embargo, esto no quiere decir por ningún motivo que la clase política
dejase de lado su credo religioso, menos fue así por parte de las clases medias y
populares.
El cambio va más allá de la mera práctica religiosa, la secularización se enmarca
dentro de la problemática de limitar el poder que la Iglesia había adquirido como
única figura de transición entre el poder colonial y la consagración de la República,
por ende

Debemos tener presente en estos debates que todas las críticas que se
formularon a favor o en contra de la Iglesia, se concentraron en los aspectos
institucionales de la religión católica, es decir, los que conciernen al derecho

8
Vovelle, Michel. (1998). Historia de la muerte. Cuadernos de Historia n°18. Santiago. Departamento
de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile.

19
de Patronato, al cobro excesivo de los derechos de entierro o a la negación de
sepultura a los no creyentes.
En cambio, la Iglesia entendida como una comunidad de fieles, que apuntaba
a la praxis de la doctrina a través de las manifestaciones de la religiosidad
colectiva, no produjo combates tan violentos, ya que, finalmente, muchas de
las costumbres religiosas, desde ir a la iglesia a orar o visitar la tumba familiar
el día de Todos los Santos, pasaban a ser compartidas por el espectro social
santiaguino en algún determinado momento.
El enfrentamiento más duro y directo se presentó durante la década de 1870,
época de gestación de la ruptura de 1883. Fue justamente este periodo el que
consolido lo que hemos denominado el proceso de secularización oficial, es
decir, un conjunto de leyes, reglamentos y otras disposiciones legales del
Estado, que poco a poco despojaron de su contenido religioso a las
principales actividades y ceremonias católicas9.

De este modo el papel que venía pregonando la Iglesia en la sociedad queda


relegado a los asuntos religiosos, quitándole el peso a la relevancia en los asuntos
políticos que hasta entonces mantenía, permitiendo de manera indirecta que las
modificaciones en materia legislativas que el Estado promovía vinieran a
respaldar la modernización hacia un Estado laico en las próximas décadas,
ratificando la secularización entre estas dos entidades.
Por otro lado, para los sectores populares estas discusiones quedan fuera del
alcance de sus propios intereses. Debido al distanciamiento que hay entre la práctica
religiosa institucionalizada por la Iglesia, y la interpretación y reproducción del credo
por parte de los sectores populares, quienes resintieron los cambios de mantener la
tradicionalidad campesina en un espacio convulsionado por los cambios antes
mencionados. “La latente contradicción entre la religión oficial y la religión popular,
presente desde los orígenes de la sociedad colonial, se hace ahora explícita,
violenta, pública, política, abriéndose una grieta que continuará creciendo hasta

9
León, Marco Antonio. (1997). Sepultura Sagrada, Tumba Profana. Los espacios de la muerte en
Santiago de Chile, 1883-1932. Santiago. Lom, p.45.

20
finales de la época oligárquica”. (Salinas, 1991, p.148) Lo que a la larga significaría
que las prácticas por ellos reproducidas fueran contraponiéndose con los intereses
dictados tanto por el Estado como por la Iglesia.
Los sectores populares veían a la Iglesia como una canalizadora de los
intereses de la clase dominante, a pesar que las fisuras provocadas por la
secularización impidieran a la Iglesia actuar como un actor protagónico en temas
políticos, esto no los había distanciado como articuladores de la
sociedad, manteniendo el orden social establecido hasta entonces, con lo cual se
seguía marcando un propio distanciamiento entre la religiosidad del pobre y la del
rico.
Concluyendo el análisis del contexto podemos afirmar que los cambios
introducidos por los liberales se orientaban a fomentar un Estado que se acomodase
a los intereses propios de su clase, de tal manera que el capitalismo llegado al país
unas décadas atrás encontró un cimiento estatal que jugo a favor de los intereses
tanto de inversionistas extranjeros y nacionales, quienes aceptando el nuevo sistema
económico albergaron con apremio los nuevos cambios sociales y culturales que
esté traía consigo, fomentando así los nuevos patrones de la modernidad.
Paralelamente al desarrollo de lo anterior, podemos comprender la nula cabida
que la clase política le otorgó a la participación e integración en su proyecto a los
sectores populares. Mientras estos grupos siguieron manteniendo sus tradiciones
culturales y religiosas propias del ámbito rural, en la ciudad su reproducción adquirió
otras características, en un espacio hostil y represivo, pues la resistencia que
opusieron al iniciado proceso de modernidad que el Estado propicio por lo que
queda del siglo XIX y principios del XX desencadenara una larga tensión entre el
Estado y el bajo pueblo, debido a que la mantención de sus tradiciones eran
características de una identidad que intentaba subsistir imponiéndose a los propios
intereses del Estado.
Es en este contexto donde parece pertinente cuestionar el trasfondo de los
cambios anteriormente mencionados, ya que reflejan un problema mayor dentro de
esta sociedad divida. Efectivamente frente al escenario de la modernidad coexistió
una tensión entre estos dos sectores sociales, de la cual podemos distinguir una

21
primera etapa, la cual es abarcada por esta investigación, en donde se ven
enfrentadas de un modo indirecto/directo una concepción de mundo impositivo,
encumbrado en lo más alto de la esfera social, y que desea decantar hacía las otras
capas sociales, entre ellas el bajo pueblo, representante fiel del tradicionalismo
cultural. Y digo que esta colisión es de una manera indirecta/directa, porque en un
principio se enfrentaron los argumentos que cuestionaban aquellas prácticas
tradicionales de los sectores populares tratándolas de barbáricas, y propiciadoras del
alcoholismo y conductas alejadas de la moralidad, para luego pasar al accionar
represivo de aquellas festividades y ritualidades de mano de las autoridades
policiales, la opinión pública, incluso la misma Iglesia.
A lo largo de esta investigación se considerará la perspectiva de los sectores
populares, por ello es pertinente interrogar desde esta mirada cuales fueron aquellos
modos por los cuales el Estado reacciono de forma impositiva frente a las capas
bajas de la sociedad, y por defecto analizar la manera en que estos sectores
reaccionaron ante la imposición religiosa-cultural.
Entendiendo el contexto cultual de la época, la investigación promueve abordar
un vacío historiográfico respecto a la resistencia y manifestaciones culturales de los
sectores populares.
El proyecto modernizador trajo diversos cambios sociales, entre ellos la
proletarización de los sectores populares, la cual afectó la estructura de las
relaciones sociales, lo que comenzó a evidenciarse con un profundo quiebre
respecto a las concepciones pre-modernas que aún atesoraban estos grupos. Es allí
donde estos rituales se contraponen abiertamente con el ideal de la sociedad liberal
e incipientemente moderna, que la oligarquía pretendía construir, por esta razón, es
oportuno hablar de un modelo cultural que pretendía imponer la modernidad, que se
confrontaban con las representaciones y manifestaciones populares.
Desde esta perspectiva se comienza a comprender la existencia de una sociedad
fragmentada en la cual conviven por un lado los liberales, quienes imponen ideales
en torno al positivismo, la racionalidad y el progreso. Y por otro, los sectores
populares quienes mantenían prácticas de raigambre colonial, dotadas de
supersticiones vinculantes a las tradiciones del mundo rural, o siguiendo la idea de

22
Salazar, quien representa esta dualidad de pensamiento frente aún mismo espacio
urbano en su conjunto. Pues en una misma ciudad coexistían dos maneras distintas
de reproducción social, entendidas una como la “ciudad bárbara” y la “ciudad
culta”10.
Expuesta esta situación es comprensible analizar que las dinámicas sociales
entorno a la tensión entre la instauración de las pautas entorno a la modernidad y la
mantención de las tradiciones populares se llevaron a cabo de forma hegemónica por
parte del Estado y la elite santiaguina hacía los sectores populares. Por ende, nos
parece pertinente cuestionar ¿Como el Estado intento modernizar a los sectores
populares? Pues resulta relevante analizar la asimétrica posición de poder que
mantenía el Estado frente a este grupo social subalterno, y las reacciones que desde
allí se derivaron. Relacionado con la anterior interrogante, es menester preguntar
desde la otra cara de la moneda ¿De qué manera los sectores populares actuaron
frente a la imposición de una unidad religiosa-cultural por parte del Estado?
Considerando que el ritual del Angelito representa un elemento de resistencia
cultural de estos sectores, es posible que alrededor de su práctica se encuentren
presentes manifestaciones dotadas de identidad y pertenencia que contrasten con el
ideal que el Estado deseaba imponerles, por ende la respuesta derivada de la
anterior pregunta pretende evidenciar las acciones que ejercieron los sectores
populares frente a la incipiente imposición de la modernidad.

10
Idea desarrollada por Gabriel Salazar refiriéndose a la distancia espacial e ideológica, que los
sectores acomodados comenzaron a tomar a medida que las clases populares emigraron a la capital,
desbordando el desarrollo urbanístico hasta ese entonces pensado solo para las clases acomodadas.
Salazar, Gabriel. (2000). Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular
chilena del siglo XIX. Santiago. Lom, p.237.

23
Capitulo II: Contexto histórico y político en vías a la
modernidad

Iniciada la década de los 60´ durante el siglo XIX en Chile comienza el periodo de
gobernabilidad de los sectores liberales. Consecuencia directa de esta transición
partidista son los debates que se iniciaron a nivel parlamentario, y que
posteriormente orientaran la dirección política del Estado Republicano.

Durante la segunda mitad del siglo XIX buena parte de los debates entre
liberales y conservadores estuvieron marcados por temas asociados a la
educación, la política inmigratoria, la acción del gobierno frente a los conflictos
sociales y la relación del Estado con la Iglesia; pero nunca se cuestionó el
modelo social que se impuso en el país después de la Independencia 11.

Este nulo cuestionamiento se debió a que se mantuvo y profundizo el modelo


social, a pesar de que políticamente el mandato del país había variado –de
conservadores a liberales-, lo que en la práctica no significó grandes cambios
vinculantes a la doctrina de los ideales ilustrados12 que este sector decía seguir. Más
bien enfatizó en el mismo modelo de sociedad diferenciada por la estratificación de
clases sociales, con pocas oportunidades de ascenso social, la cual comenzaba a
redefinirse en función de las pautas europeizantes y homogeneizadoras.
Pautas de sociabilización reflejadas en el debate legislativo, donde se
materializaron estos ideales ilustrados a modo de propiciar libertades individuales
que llegasen a hacerse efectivas con proyectos constitucionales tales como la

11
Pinto, Jorge. (2008). Proyectos de la Elite Chilena en el Siglo XIX. [en línea]. Alpha Revista de
Artes, Letras y Filosofía, Universidad de los Lagos, Facultad de Humanidades y Arte. N° 27.
http://www.scielo.cl/pdf/alpha/n27/art09.pdf Recuperado el 5 de enero de 2016.
12
María Angélica Illanes (2003), señala al respecto la puesta en práctica de los principios ilustrados
por parte de la aristocracia republicana. “Dicha ilustración tomaba, poco a poco, el rostro de una elite
normativa, moralizadora y excluyente; en su nombre esta elite asumía su finalidad histórica: la de
cimentar el nuevo orden social republicano legitimando su propia cultura como cultura dominante.
Depositaria de la moral, de la civilización antibarbarie, impulsora del progreso, gente bien, culta y
refinada, su luminosidad debía imponerse en la sociedad, encausando sus destinos”. En Chile Des-
centrado. Formación socio-cultural republicana y transición capitalista (1810- 1910). Santiago. Lom,
p.96.

24
libertad de culto, y el Decreto de cementerios, próximo a la idea de laicidad desde el
Estado y más tardíamente con la promulgación de las llamadas Leyes Laicas en el
gobierno de Santa María, como una manera de evidenciar la nueva visión que se le
pretendía dar a la conducción del Estado, alejándolo de los rezagos coloniales que
hasta ese entonces se perpetuaban mediante el poder que la Iglesia mantenía.
Lo que en la práctica se evidencia como un cambio en la construcción de un
Estado modernizador, modificando la participación de la Iglesia en los asuntos del
Estado, y la percepción que se tenía de antiguas tradiciones religiosas comienzan a
transformarse, tanto para la aristocracia citadina como para las clases populares. Los
cambios que desde el Estado se propiciaban, fomentaban la extirpación de
todo misticismo que pudiera estar ligado a las prácticas religiosas, las cuales eran
vistas de una forma peyorativa por parte del Ejecutivo, en la medida que se
contrarrestaban con el progreso y avance del proyecto modernizador que se
impulsaba desde el Estado, por este motivo prácticas como el velorio del Angelito
fueron estigmatizadas como barbáricas y reprimidas por la sociedad, la prensa y el
Estado.

Debates ante la modernidad.


A consecuencia de lo anterior durante el periodo de los mandatos liberales se
pensó proyectar el país por medio del disciplinamiento, con el fin de ordenar y
civilizar a la población que estaba fuera de las clases acomodadas, es decir, a los
sectores populares. De tal modo se dio inicio a la supresión de todas aquellas
conductas arraigadas en los sectores bajos que venían perpetuándose desde la
Colonia y que en el siglo XIX se descuadran del contexto progresista que imperaba
en las sociedades latinoaméricas, recientemente iniciadas en el capitalismo. De este
modo, las expresiones de sociabilidad de estos sectores cercanas a lo carnavalesco
y a la juerga, manifestadas en celebraciones públicas como la fiesta de chaya,
ramadas, navidades, entre otras, para la segunda mitad del siglo XIX estaban en
profunda transformación debido a la modernización ideada desde el Estado.

25
Las influencias de una elite liberal obnubilada por Europa que buscó
incesantemente modernizar –bajo los patrones de este modelo- las
costumbres y prácticas culturales. Aparte de constituirse en el referente de
sociedad, para la elite nacional, sus habitantes representan el ideal humano,
que posibilitara gobernabilidad y progreso13.

Por lo tanto, es posible en este contexto identificar certeros rasgos de una


incipiente modernidad que se estaba comenzando a desarrollar en Latinoamérica,
pues son evidencias de esto el ordenamiento cultural o siguiendo la definición de
Milton Godoy entendida como el disciplinamiento cultural. Una misma idea con
diferentes nombres, la cual engloba el mencionado sometimiento de los sectores
populares por medio de los aparatos estatales. Tras esta acción, la intencionalidad
de las clases dominantes era mantener la dirección de la nación bajo los ideales de
progreso, por medio del sometimiento y la toma de control sobre el destino de los
sectores populares mediante la represión de sus manifestaciones religiosas de
carácter popular, promoviendo la extirpación de prácticas de sociabilización alejadas
de la modernidad, tales como el velorio del angelito.
Sin embargo, se deben considerar otros hechos que propiciaron un descenso en
la práctica del velorio del angelito, y que son causas indirectas frente a la
intencionalidad del Estado. Una de estas causas es el reflejo de la modernización en
los avances científicos de la época, los cuales influirían indudablemente en la
continuidad del velorio. Durante esta época existía una alta tasa de natalidad y
mortalidad infantil, esta última tasa explica la gran cantidad de niños fallecidos, pero
también la propagación del velorio mismo. “De lejos, la mortalidad infantil de la
capital de Chile era la más alta de América Latina”. (Salazar, 2000, p.259), no se
manejan cifras oficiales desde el Estado ya que al revisar los Censos de la época
esta era una variable que no se consideraba como preocupable para el porvenir del
país, situación que refleja quizás la despreocupación por las mínimas condiciones de

13
Godoy, Milton. (2007) ¡Cuando se sacaran la máscara!: Fiesta, carnaval y disciplinamiento cultural
en el Norte Chico. Copiapó, 1840-1900. [en línea]. Revista HISTORIA, Pontificia Universidad Católica
de Chile. Vol. 1, n°40. http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-
71942007000100001. Recuperado el 15 de febrero de 2016.

26
vida a las que estaban expuestas las clases populares y la escasa acción política y
gubernamental por mejorarlas.
Al acercarse las últimas décadas del s. XIX se hicieron eco de estas
preocupaciones diversas instituciones sociales, es sabida la postura de la Iglesia a
través de la encíclica Rerum Novarum14, y su llamada a fomentar las obras de
caridad hacia los sectores más desprotegidos.

Chile: tasa de mortalidad infantil, neonatal y postneonatal. 1915-2000

Chile: tasa de mortalidad infantil, neonatal, postneonatal 1915-2000


300
Tasa de mortalidad infantil (por mil nacidos

250

200
vivos)

150 Infantil
Neonatal
100
Postneonatal
50

0
1915

1975
1920
1925
1930
1935
1940
1945
1950
1955
1960
1965
1970

1980
1985
1990
1995
2000

Año

Elaboración Propia: Fuente: INE.

Desde el punto de vista académico, la preocupación por estas miserables


condiciones representa una consecuencia de las repercusiones políticas y sociales
que la llamada Cuestión Social dejo en Chile, resultado de lo anterior son las
constantes preocupaciones que la sociedad médica en general manifestó ante tal
situación, como las reflejadas en los dichos del médico Orrego Luco, “si se añade la
mortalidad de párvulos, que alcanza en Chile a la cifra inverosímil de un sesenta por
ciento, según los cálculos menos abultados,” (Orrego Luco, s/a, p.44), considerando

14
Se le considera la primera encíclica social de la Iglesia Católica, promulgada por el Papa León XIII
el 15 de mayo de 1891.

27
además que para la época la tasa de natalidad eran igual de elevadas, la cantidad de
menores fallecidos era preocupable. Del mismo modo la situación empeora, en
zonas periféricas y en localidades rurales desde donde se expandió este ritual,
debido a las grandes distancias y los pocos recursos disponibles para la atención
médica, esto último afectando también a los sectores populares que residían en la
ciudad. “A diferencia de los sectores más pudientes, en este contexto social de
obreros y desamparados, no se gozaba, con seguridad, de un auxilio hospitalario o
familiar en el caso de un accidente o tragedia” (León, 1997, p.137). Además cabe
considerar que la cercanía hacia la atención médica desde los sectores populares no
era muy cercana, sobre todo en las zonas rurales, donde era más común acudir a la
curandera o yerbatera del pueblo en una primera instancia. “Como el centro
asistencial más próximo estaba muy lejos y era difícil de alcanzar, supusieron que los
remedios suministrados por la meica con su colección de hierbas medicinales, iba a
ser suficiente” (Colección FUCOA, ALOTP. Biblioteca Nacional. El entierro del
angelito. Caja 50, carp. 221, ficha 1134). La poca rapidez con que sé acudía a los
centros asistenciales posiblemente pudo haber incidido en el aumento de la tasa de
mortalidad infantil, al igual que la consideración de las mismas tasas estadísticas
puede relevan otra realidad. Cabe destacar que las cifras tanto del grafico como las
tentativas expuestas por Orrego Luco no consideran la totalidad de niños fallecidos
que, posiblemente pudieron ser candidatos para ser velados como angelitos. Esto,
porque la tasa de mortalidad infantil, neonatal y postneonatal15 no se extiende más
allá del año de vida de los párvulos, y en la religión popular persiste la creencia que
la inocencia de estos niños es prolongable hasta los siete años de edad, incluso
existe un relato del velorio de un niño de nueve años16. Por lo tanto, el universo de
posibles angelitos pudo ser mucho mayor de lo que demuestran las cifras, lo que
traería como consecuencia posible que el mismo velorio del angelito estuviese más
propagado de lo que es posible demostrar hoy en día.

15
La tasa de mortalidad infantil considera a mortalidad de niños menores de un año. En cambio el
indicador de la mortalidad neonatal considera a los infantes fallecidos durante los primeros 27 días de
vida. Por último, la tasa de mortalidad posnatal enumera la cantidad de fallecidos entre los 28 y los
primero 365 días de vida. Los tres indicadores se calculan por cada 1,000 nacidos vivos durante un
año determinado.
16
Colección FUCOA, ALOTP. Biblioteca Nacional. El plan del angelito. Caja 25, carp. 101, ficha 4272.

28
La resistencia de los sectores populares.
Son reconocidas por toda Latinoamérica las diferentes expresiones de
tradicionalismo referente a la religiosidad popular, ejemplos hay varios, el mismo
velorio del angelito se ha documentado con diferentes acepciones según el lugar de
procedencia. Pero en relación a la continuidad de la religión popular es posible
mencionar que comenzó a verse amenazada en cuanto el permanente conflicto entre
modernidad y tradición inicio de la mano del incipiente capitalismo instaurado en el
continente y más específicamente en el país con la llegada de los ideales liberales.
Al ser la clase acomodada quien se influencio más tempranamente con los nuevos
cambios, la mantención de la tradición y modernidad se diferenció además entre
quienes se resistían por clases sociales, incluso según Salazar por género, ya que
los nuevos patrones socioculturales fueron promovidos ampliamente por el espectro
femenino burgués

La expansión comercial del patriciado acerco lenta pero firmemente las


mujeres patricias al cosmopolitismo de los mercaderes y las alejó de la
tradición localista, hispano-colonial. En oposición, las mujeres del pueblo, que
no evolucionaron por encima sino por debajo de la expansión mercantil, no
solo permanecieron fieles a la tradición cultural criolla, sino que, además,
promovieron el desarrollo de nuevas formas de sociabilidad popular y de
expresión cultural17

De este mismo modo para la historiadora María Angélica Illanes “el problema del
ordenamiento social no constituye solo una temática del ámbito político, económico,
legal o institucional. Es también producto de las relaciones culturales a través de las
cuales, históricamente, la sociedad dominante intenta disciplinar los grupos
populares según sus propias pautas valóricas y de distinción social.”18 Illanes
además plantea que la élite se propone por un lado legitimar sus propios valores

17
Salazar, Gabriel. (2000). Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad
popular chilena del siglo XIX. Santiago. Lom, p.260.
18
Illanes, María Angélica (2003). Chile Des- centrado. Formación socio-cultural republicana y
transición capitalista (1810- 1910). Santiago. Lom, p.95.

29
culturales con el fin de que fueran los únicos fundamentos de la cultura dominante,
pero además se esmeran en reprimir la expansión cultural de los sectores populares
sobre el espacio público19. A pesar de aquello, el deseo por el control, el progreso y
el orden se vieron en parte diezmados en sus esfuerzos, ya que los sectores
populares opusieron franca resistencia ante tal tentativa.
Resistencia tal, que se comprende desde la distinción e importancia cultural que
se le otorga a las representaciones de mundo que cada sector mantenía,
representaba y exteriorizaba a diario. Que en el caso de los sectores populares
guardaban ciertas particularidades, o en palabras de Salazar

En la sociabilidad popular el código conductual regía sobre el conjunto del


“bajo pueblo”, constituyendo una moralidad colectiva en la cual las mujeres
[…] desempeñaron un papel central, abierto, que hizo posible el entendimiento
general de unos y otras y de todos “los de abajo”, hasta fundirse en un mismo
agente social e histórico, perfectamente reconocible desde arriba, y sobre
todo, desde afuera20.

En otras palabras, se hace referencia al actuar de los sectores populares bajo sus
propias reglas, tanto conductuales como sociales. “El pueblo chileno, todavía rural en
sus espacios públicos y privados, y aún más en sus espíritus y sentimientos
colectivos” (Salinas, 2006, p.86) trasladaba del contexto rural una moral alternativa a
la imperante en la ciudad, la cual se fue reconociendo como perteneciente a estos
sectores, y concordante a su cultura tan propia y llena de tradiciones, pero que en el
ámbito urbano colisionaba de forma directa con el proyecto del Estado.
Como consecuencia de lo anterior, se mantuvo en este periodo una constante
tensión que termino derivando en una lucha y represión hacía las prácticas
culturales de los sectores populares, las cuales se comenzaron a visualizar como
contrarias al proyecto modernizador tras la masiva llegada de campesinos/as hacía
los centros urbanos, quienes contrastaban con la reproducción cultural iniciada en la

19
Ibídem, p.97.
20
Salazar, Gabriel. (2000). Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad
popular chilena del siglo XIX. Santiago. Lom, p.328.

30
capital y su consecuente profundización en los modos culturales traídos desde
Europa al continente21. Es así como la lucha estaba servida para que en el presente
contexto existiera un desenlace adverso con respecto a la mantención y proyección
de estas representaciones. Escenario que es posible anticipar como desfavorable
para los sectores populares, en cuanto el sujeto que reprime y mantiene una
situación de hegemonía por encima del resto de la sociedad representado en el
Estado y su aparato gubernamental, perpetúa esta acción que es posible demostrar
en diversos espacios de sociabilidad del bajo pueblo, tanto públicos como privado,
pero también existe y es documentable en artículos de prensa un cambio en las
mentalidades de la clase dominante, donde la represión busca abrirse paso a un
nuevo modelo de conductas en los sectores populares que permita dirigir al conjunto
de la sociedad guardando las divisiones de clase, hacia el progreso, fin último para la
época en el escalafón de superioridades sociales.

Otras manifestaciones de religiosidad popular.


Un ejemplo significativo de aquello es la transición experimentada en las
festividades populares analizadas por Milton Godoy en Copiapó. Tras la fiesta de la
Candelaria – por la cual profesaban gran devoción los mineros de la zona-,
proseguía la preparación para los días del Carnaval o popularmente conocida como
la fiesta de la chaya22, la cual antecedía a los días de cuaresma. Aquella celebración
carnavalesca marcaba una distinción transitoria en el orden, en cuanto alteraba el
sistema social de jerarquías con el que se organizaba la ciudad de Copiapó, pues en
la festividad se simulaba igualdad social durante su festejo, debido a la libertad de
acción entre sus participantes. Desatando una juventud contenida que daba píe a
realizar infracciones limitadas bajo el anonimato de la multitud y las máscaras. Pero

21
Para profundizar en este tema consultar la obra de Manuel Vicuña La belle epoqué chilena (2001).
Santiago. Sudamericana Chilena.
22
La fiesta de la chaya es una celebración que tiene su origen en la América Precolombina,
proveniente de la cultura diaguita, relacionada con la época de la cosecha en el mes de febrero, el
carácter festivo de esta celebración se vincula con la figura alegre y picaresca del Dios Pujllay
perteneciente a la mitología Diaguita. Su nombre proviene del quechua, siendo la chaya sinónimo del
rocío. Rociar, era una de las actividades que se realizaban en esta fiesta, elemento que perduraba
aún hasta finales del s. XIX. Donde la presencia del alcohol y el carácter carnavalesco y descontrolado
eran sinónimo de esta festividad, en la cual participaban mayoritariamente los sectores populares.

31
la hipótesis aquí propuesta es contraria a la visualización de esta celebración como
un quiebre en contra del orden establecido, sino más bien todo lo contrario, ya que
evidencia una válvula de escape hacía la presión social consentida por las
autoridades, para dar descanso a los sectores populares permitiéndoles llevar a cabo
estas formas de divertimento pero a la vez, para que estos pudiesen volver a su
rutina de opresión de manera más dócil. Tales prácticas fueron reprimidas a medida
que avanzaba la centuria decimonónica, el primer intento de aquello fue bajo los
gobiernos conservadores, estos criticaban en el discurso la mantención de la chaya,
pero en la práctica coexistía un acuerdo consensuado por las ganancias recibidas de
la instalación de las chinganas, tanto para la Iglesia como el municipio. Con los
gobiernos liberales el panorama se agudizó, pues era de esperarse que los sectores
populares desistieran de sus formas de celebración alejadas de la ortodoxia cristiana,
y que la costumbre de celebrar se iría modificando paulatinamente a medida que
estos sectores se fuesen educando, y percibiendo como cercanos al modelo de
sujeto impulsado por el proyecto modernizador, siendo una consecuencia de esta
transformación los modismos culturales contrarios al atraso he inferioridad del mundo
incivilizado que representaba Latinoamérica en comparación con Europa. De este
modo, el contexto fue propicio para desarrollar el disciplinamiento cultural, ante la
resistencia al cambio que manifestaron los sectores populares, y el permanente
contacto que la elite de Copiapó mantenía con el Viejo continente, derivado de las
exportaciones de minerales y la llegada de diversos extranjeros a la zona, lo que
incentivaba la reproducción de modismos conductuales europeizantes tendientes al
orden y la homogeneidad. Hecho que llevo a finales de siglo al apaciguamiento de la
chaya con el apoyo de las autoridades locales y la prensa, además de su prohibición
mediante el Código civil. Controlando los espacios de sociabilidad popular
(bodegones y chinganas), sanciones que finalmente lograron su cometido, incidiendo
en el comportamiento de estos sectores, hechos que se pueden sustentar en relatos
de prensa que recoge el autor, donde se anuncia en definitiva, y a consecuencia de
lo anterior la muerte de la chaya. “Está claro que el carnaval no se acabó pero sí fue
civilizado, domesticado, en sus expresiones más rotundas […]. Pero después de
iniciado el proceso de disciplinamiento cultural que analizamos, no había vuelta

32
atrás” (Godoy, 2007, p. 28-29). Llevando este análisis de las manifestaciones de
religiosidad popular a un contexto urbano, es posible distinguir ciertos paralelismos
en el actuar represivo del Estado con respecto a la fiesta de la chaya. Comparando el
disciplinamiento cultural experimentado en Copiapó y las festividades
correspondientes a la Navidad en la ciudad de Santiago, mediante el modus operandi
del Estado que se ejecuta en contra de estas manifestaciones de sociabilidad del
bajo pueblo, estos comportamientos son entendidos como foráneos, alejados de lo
que representa la sociabilidad chilena, distinguible y más cercana para la élite a lo
occidental, tendiente a la introspección de las emocionalidades, sobre todo en los
espacios púbicos. Por lo tanto el carácter bacanal que representaba la celebración
del 24 y 25 de diciembre a lo largo de las Alamedas de las Delicias hacía finales del
siglo XIX debía ser erradicado, ya que en palabras de Lastarria “la Alameda, tan
extensa como es, no puede servir a las delicias de todos los vecinos, sino solamente
a los caballeros que “con decoro y decencia” ocupan una o dos cuadras de aquel
paseo de una legua” (Salinas, 2006, p.87). A pesar de los desacuerdos que traían al
debate el espíritu que debía regir en esta celebración, los sectores populares
siguieron otorgándole un tinte carnavalesco a la Navidad, a pesar de que los
primeros decretos en contra de la venta de alcohol por parte de los puestos que allí
se instalaban datan de 1848. Para entonces esta celebración se desarrollaba alejada
de los parámetros de celebración familiar y recogimiento espiritual que hoy día
conocemos, para dar paso a un masivo festejo donde los sectores populares se
reunían entorno a sus cocinerías, festejando con música y algarabía, conformando
verdaderas fondas a lo largo de esta avenida, que contrastaba con la visión de una
elite santiaguina deseosa de trasmitirle a esta celebración un carácter religioso
vinculante con Occidente y ya no tan dionisiaco, alejado de los excesos, evitando así
el repliegue de conductas que desbordan en el desorden, para dar paso a una
Navidad de igual modo como era costumbre en Europa23.

23
Salinas hace alusión a los dichos del diario El Chileno, 24 de diciembre de 1902. “Deseamos
sinceramente que la hermosa y poética fiesta de Navidad vaya tomando entre nosotros ese carácter
delicado, familiar y tierno que reviste en todas las naciones europeas”, Salinas citando al periódico El
Chileno, 24 de diciembre de 1902. Salinas, Maximiliano. (2006). Comida, música y humor. En: R,
SAGREDO. y C, GAZMURI. Historia de la vida privada en Chile. El Chile moderno de 1840 a 1925
Tomo II. Santiago. Taurus, p.108.

33
Concluyendo la época finisecular “las élites administrativas locales debieron
reconocer a cabalidad que no podían crear o consolidar una nación más o menos
moderna –con un Estado <<en forma >> oligárquica- sin poner atajo a la vitalidad
popular expresada“, (Salinas, 2006, p.105) de manera que la represión comenzó a
exteriorizarse en decretos que prohibiesen el expendio de bebidas alcohólicas y el
emplazamiento de fondas, además de los alusivos artículos en la prensa donde
queda de manifiesto la continua vinculación de tales excesos con situaciones de
violencia propia de estos sectores, según estos, que naturalizan su condición de
inferioridad ante tales conductas carnavalescas. Situando la continuidad de esta
celebración durante las primeras décadas del siglo XX es posible ver el cambio
originado por la élite, visible en un alejamiento de las manifestaciones carnavalescas
por partes de los sectores populares, quienes fueron replegados de la Alameda, pues
allí la Navidad había sido aburguesada.

Se estaba implantando en Occidente –en su esencia más profunda- una


sociedad policíaca, donde los conductores del pueblo –y no solo el pueblo- no
podían estar entregados a los placeres y a los excesos de la comida, la
bebida, a los placeres y groserías de la carne, al espíritu de la fiesta24

Propiciando el repliegue de estas conductas por parte de los sectores populares


de los espacios públicos, de modo tal que aquella jovialidad demostrada en
situaciones como las recién analizadas fue decantando ante la represión.
Tal represión se extendió hacía la conducta orgiástica de los sectores populares
en otras manifestaciones como las Fiestas Patrias25, y en general con los modismos
de representación festiva que el bajo pueblo solía reproducir, heredero de una cultura
mestiza entre lo indígena y lo Andaluz, las cuales contrastaban en un tiempo
finisecular con la construcción de un Estado moderno. Por ello, quienes se
proclamaron conductores y dirigentes de la Nación se distanciaron de tales prácticas

24
Ibídem, p 109
25
El sometimiento en la conducta popular durante las Fiestas Patrias es un tema trabajado por
Maximiliano Salinas (2006). Comida, música y humor. En R, SAGREDO. & C, GAZMURI. Historia de
la vida privada en Chile. El Chile moderno de 1840 a 1925 Tomo II. Santiago. Taurus.

34
y reprodujeron las que consideraron acorde a su proyecto de gobernabilidad,
encaminado hacia el progreso social, el cual sería conseguido por medio del
disciplinamiento y la homogeneidad cultural, de modo tal que la construcción de
simbolismos culturales que uniesen a la gran mayoría permitiría formar identidades
vinculadas entre sí con el ideal de Nación y el proyecto modernizador que se
esperaba concretar.

La elite aristocrática –a cargo de la administración de la riqueza y del poder


públicos- se autoproclamó como la clase heroica y sabía que debía imponer la
identidad de su propia historia, que debía ser forzada y forzosa historia de la
seriedad, o la seriedad de la historia26

Por lo tanto, y siendo concordantes con su discurso, el accionar por parte del
Estado fue represivo en cuanto volcó su preocupación para delimitar los espacios
que los sectores populares podían compartir con la elite, pero además censuro la
propia practica festiva, y por ende su permanencia en el tiempo, siendo la legalidad
usada como una herramienta para tales objetivos. Así fue, como una seguidilla de
decretos y prohibiciones municipales apoyados por la prensa de la época y la Iglesia,
al igual como había sucedido con la chaya, lograron neutralizar las celebraciones de
noche buena para dar paso a una festividad que es recordada por su apaciguado
carácter totalmente opuesto a los festejos organizados por los sectores populares.
Los ejemplos anteriores manifiestan una sociabilidad popular de carácter
religioso festivo, en una época en que fueron reprimidas o transformadas,
apartándolas del espacio público. Como se dijo anteriormente estos mecanismos de
represión encierran un aparataje legislativo contenido en decretos, prohibiciones
locales, policiales y hasta un apartado en el Código Civil, con los cuales se esperaba
extirparlos de raíz, pero la mayoría de las veces esto no ocurrió así. Es más, muchas
veces coexistían en paralelo varias prohibiciones, pero las manifestaciones en
realidad no habían cambiado su condición desbordada. “La verdad es que por
entonces el control aristocrático se hacía cada vez más estrecho. Las

26
Ibídem, p.105.

35
manifestaciones culturales plebeyas pasaron a ser sospechosas” (Ibídem, p.107). La
diferencia pudo ser visible finalizando el siglo XIX, donde el Estado y la élite
comprendieron el escenario en que se encontraban, debido al contacto producido por
el capitalismo mundial, consciente de las influencias económicas producidas en
Latinoamérica una arista no menor fueron los cambios conductuales que se
desencadenaron dentro de la elite aristocrática, la cual adoptó, teniendo como punto
de influencia al continente europeo, siguiendo sus pautas en sus representaciones
sociales, tanto a nivel íntimo como en los espacios públicos.
La consecuencia que aquello es visible en lo anteriormente analizado si se
considera el repudio de la herencia cultural que es suplantada por modismos y
mentalidades ajenas a la realidad nacional. De manera que el disciplinamiento
cultural vino a transformar tales conductas en favor del proyecto modernizador, y
más profundamente en favor de los intereses de esta élite, deseosa de querer ser
parte de un país lo más europeizado posible.
El repaso por estas manifestaciones permite analizar el actuar que el Estado tuvo
con estas celebraciones desarrolladas en el ámbito público, pero frente a la
reproducción de tales manifestaciones en un espacio íntimo como lo es velorio del
angelito, la situación no parece ser distinta.
No solo se reprimieron prácticas populares en torno al orden público como
acabamos de ver, sino que estas restricciones se ampliaron al mundo privado de las
familias subalternas, un ejemplo claro de esto es el velorio de angelito. Ante este
ritual se ejerce una dominación vinculada al espacio íntimo familiar, es decir, hacia
la vida privada de los sectores populares desde donde el Estado cree y ejerce un
sentido de la dominación efectiva, que propicia la supresión del carácter festivo de
velorio, propiciando dicha represión el inicio de la homogenización de la práctica
religiosa.
La apelación a la desarticulación del velorio del Angelito por parte de la clase
dirigente se instaura desde la vereda de lo barbárico, apoyado en el énfasis
desarticulador de los instaurados Estados Nacionales, desde donde se reniega y se
destruye toda vinculación cultural con los grupos existentes anterior al orden
republicano y fortalecidos por la concepción de la élite aristocrática de aceptar y

36
reproducir todo los modismos occidentales. Situación demostrada anteriormente en
festividades religiosas públicas, donde la única respuesta encontrada desde los
sectores populares fue la resistencia.

37
Capitulo III: El velorio del angelito

Un claro ejemplo de otras manifestaciones de religiosidad popular presente en el


inconsciente colectivo de la población rural se evidencia en una práctica funeraria
documentada desde principios del siglo XIX, un ritual inmortalizado como el velorio
del angelito. Tradición naciente del sincretismo cultural debido a la presencia arábica
en el territorio español, desde donde se extendió por lugares como la región
Andalucía cercana a la costa del mediterráneo y se propago hacia otras regiones
españolas, para luego llegar a Latinoamérica tras el proceso de Encuentro de
Culturas.

Imagen n°1: José María López Mezquita. El velatorio. Velorio con


acompañamiento de música y baile flamenco, España. 1910.

Este ritual funerario consistía en el velorio de un infante menor de siete años,


generalmente si la criatura tenía edad para ser bautizada se le entregaba el primer
sacramento en vida, el significado de esté simboliza la purificación mediante el

38
perdón de los pecados a través del ritual de inmersión en el agua27. Al morir el
infante se creía que este iba directo al cielo a la usanza de los ángeles por la
ausencia de pecados y la inocencia de su alma. ”Los niños son ángeles hasta los
siete años, y si mueren antes de cumplirlos, van indudablemente al cielo”. (Vicuña,
1915, p.176). Desde el cielo el angelito intercederá por sus familiares para que
ninguna tragedia o enfermedad los dañara. Durante el velorio los familiares “se van
entreteniendo y dándose valor convencidos que el Angelito ahora está en el cielo
hablara por todos ellos ante el Señor” (PRODEMU. s/u. El angelito). Consecuencia
de esta presunción es la caracterización de los menores como angelitos, a los cuales
se les adornaba a su semejanza, por lo que eran ataviados con una túnica blanca de
mangas largas, en su cabeza iba una corona de flores, eran maquillados con carmín
en sus pómulos para disimular la palidez de la defunción, y en la espalda para
facilitarle el vuelo hacia el cielo se le colocaban unas alitas, así lo describen los
diversos relatos que respaldan esta investigación, donde caracterizando a un
angelito uno de ellos explica. “Angelito, estoy vestido de organzas y envuelto en un
chal bordado a crochet” (Colección FUCOA, ALOTP, Biblioteca Nacional. El ruego
del angelito. Caja 10, carp. 37, ficha, 1408). El cuerpo del angelito era acomodado en
una de las habitaciones de la casa, la cual era ambientada para facilitarle la
ascensión al angelito como relata Chavarría, (1997).

Generalmente se usa la sala principal de la casa la que es despejada de todo


tipo de muebles y adornos que ésta tenga, sin embargo, suele decorarse la
pared con una sábana blanca en la que pondrán flores, estrellas de papel
plateado, angelitos, mariposas y otras estampitas. […] En otros casos desde
las manos del angelito hacia el techo, se hace una escalera de papel,

27
“El Santo Sacramento es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu
(“vitae spirtualis ianua”) y la puerta que abre paso al acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo
somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y
somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”. Catecismo de la Iglesia Católica.
(s/a). Segunda parte la celebración del misterio cristiano. Segunda sección: Los sacramentos de la
iniciación cristiana. Articulo 1 El sacramentos del Bautismo. (s/p).
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c1a1_sp.html. Recuperado el 15 de mayo de 2016.

39
simulando su ida hacia el cielo; ésta es puesta a la altura del pecho del
angelito28

Se elegía un lugar donde colocarlo a la vista de todos, a veces su cuerpo era


acomodado en un ataúd blanco. Se decoraba la escena, el lugar elegido podía ser
una mesa, una silla o cualquier objeto que pudiese ser transformado en un altar tan
engalanado como el mismo infante.

Recuerdo a mi hermanito Carlos Enrique entre las flores, sentado en la silla de


mimbre. Vestía una túnica de color blanca, y a la altura de sus hombros
emergían dos alitas prontas a emprender el vuelo. Sobre su cabeza una
corona de papel celofán descansaba, y en sus pequeñas manitas inertes dos
cardenales rojizos completaban su marchitada magia29

En sus manos se ponía un ramillete junto a una cruz o rosario, lo rodeaban


siempre tres velas, lo importante de la decoración del altar es que posee un
significado al relacionarse estos tres elementos con “la Santísima Trinidad; Padre,
Hijo y Espíritu Santo”30. La decoración del velorio “era una representación popular del
ascenso a la Gloria” (Salinas, 1991, p.252) del angelito, por ende todo lo que se
relaciona con ornamentación no se deja al azar al configurar parte importante del
credo religioso de los sectores populares.
Por otro lado el ambiente del velorio era experimentado como una verdadera
celebración, este no puede estar más alejado de la experiencia de la muerte como lo
entienden las culturas occidentales, “porque al no temerle [a la muerte], simboliza un
entendimiento positivo de la muerte y un optimismo por la vida dejando a un lado los

28
Chavarría, Patricia (1997) Canto, palabra y memoria campesina. Santiago. Fondart, c. p. Palma,
Claudia. (2011). Velorio de Angelito y Canto a lo Divino. El significado de la muerte infantil dentro de
un ritual campesino. Tesis para optar al grado de licenciado de Antropólogo Social. Santiago.
Universidad Academia de Humanismo Cristiano, p.83.
29
Colección FUCOA, ALOTP, Biblioteca Nacional. Velorio del Angelito. Caja 9, carp.36, ficha 1398.
30
Chavarría, Patricia. (1997), c. p. Palma, Claudia. (2011). Velorio de Angelito y Canto a lo Divino. El
significado de la muerte infantil dentro de un ritual campesino. Tesis para optar al grado de licenciado
de Antropólogo Social. Santiago. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, p. 86.

40
pequeños prejuicios y tropezones que te da la vida.” (Colección FUCOA, ALOTP,
Biblioteca Nacional. El angelito. Caja 47, carp. 203, ficha 10370). En este sentido se
glorifica la muerte del infante, debido a su naturaleza vinculada con la inocencia, lo
que le permite pasara a una mejor vida sin tener que experimentar los dolientes
pasos hacia el cielo o el infierno que le esperarían en el caso de los adultos. Su
figura es entendida como la de un ángel al cual se le está celebrando por días
enteros su transición al cielo y como tal, este ritual exige aceptar estas reglas
carnavalescas del juego, obligando, por así decir, a trasmutar la pena en alegría, el
dolor en gozo, el sufrimiento en consolación eterna. “El folklore del velorio del
Angelito es, al respecto, exigentísimo. El llanto esta censurado” (Salinas, 1991, p.
252). Es por esto que del velorio se alejan todas las sensaciones de tristeza y pena,
también fundamentando en el descanso del infante en el más allá, por esto era
común en la época escuchar frases como; “El <<angelito>> pena mucho en el cielo
cuando su madre lo llora demasiado” (Vicuña, 1915, p.174). Desde esta perspectiva
se explica entonces el ambiente de alegría y celebración ante la muerte de un menor,
sobre todo como un argumento que ayuda a darle tranquilidad a la familia: Si “la
madre que quiere que su hijo, muerto de corta edad, vaya al cielo, debe bailar al día
siguiente del entierro” (Ídem), o frases donde se glorifica al angelito entorno a su
pureza por el desconocimiento del pecado, “por eso no necesitaba de rezos para
salvarse. El entra derechito al cielo, y allí lo recibe San Pedro en persona. No hay
que llorar entonces, sólo recordar las cosas buenas y pedirle que ruegue a Dios por
todos nosotros” (Colección FUCOA, ALOTP, Biblioteca Nacional. Ángel sin alas. Caja
3, carp. 12, ficha 448). En este sentido al adentrase en la organización y estructura
interna de reproducción del velorio del angelito es visible que detrás de cada acción
hay un sustento religioso popular que confluye finalmente para dotar de sentido y a la
vez emocionalidad a esta tradición popular.

41
El velorio del angelito en el contexto nacional
En relación al contexto chileno esta ritualidad adopta características propias del
folclore nacional al desarrollarse con mayor ahínco en las zonas rurales del país.

Imagen n°2: Manuel Antonio Caro Olavarria, El Angelito. Velorio de un infante en el


ámbito rural. Chile, 1873.

Desde antes de 1800 en algunas zonas del Valle Central se recordaba al


morir un niño la leyenda del Cantarito de Lágrimas, cuya versión original venía
de España. Una de las tradiciones, que aún se conservan en los pueblos del
centro y del sur es la de los angelitos. Niños a los cuales se les debe cantar y
rezar al morir como una forma de enviarlos al cielo. Es probable que esta
tradición provenga de la idea que si un niño es llorado o se lamenta su muerte
no podrá alcanzar el reino de Dios por lo que deberá permanecer eternamente
en el purgatorio.31

31
Cuentos PRODEMU. s/u. El Angelito.

42
Pronto la idiosincrasia nacional fue transformando este ritual, o por lo menos así
lo demuestra el relato del escritor Baldomero Lillo, quien describe que cerca de la
localidad de Nahuelbuta

la fiesta que mayor éxito alcanzaba era la celebración del velorio de un


angelito. Cuando moría en la montaña un niño de corta edad, los padres lo
llevaban a casa del Chispa (dueño de la posada) quien mediante el pago de
algunas monedas quedaba dueño del cadáver hasta el instante del entierro,
que tenía lugar tres o cuatro días después del fallecimiento. Durante este
intervalo se cantaba, se bailaba y se bebía en torno a la criatura, no
interrumpiéndose la orgía sino cuando el estado de descomposición de los
restos hacía indispensable proceder a la sepultación inmediata32

De modo que en algunas partes del sur de Chile el velorio del angelito se
vinculaba con un aspecto económico, en donde el cuerpo del angelito adquiría un
valor comercial debido a que los padres de los infantes entregaban su cuerpo a los
dueños de las cantinas, quienes se convertían en verdaderos empresarios fúnebres.
En otras ocasiones el angelito es acomodado como el centro de las donaciones
monetarias para financiar el velorio

una coronita de flores blancas de papel ciño su blanca frente y la manita


derecha la acomodaron por encima de la faldita, vuelta hacia arriba, en forma
de cuchara, así como ponen las manos los que piden limosna. Era para eso…
las dádivas en monedas serían dejadas en su pequeña manita33

El dinero obtenido por lo familiares era gastado en la celebración y el velorio del


infante, esta situación se corresponde con la posición económica de los padres del
angelito, quienes generalmente no podían costear los gastos del velorio, la fiesta y el

32
Lillo, Baldomero. (1971). El Angelito. En: B, LILLO. Relatos Populares. Santiago. Nascimiento,
p.188-189.
33
Colección FUCOA, ALOTP. Biblioteca Nacional. El entierro del angelito. Caja 18, carp.75, ficha
3035.

43
entierro, pero en algunas ocasiones recibían ayuda de familiares quienes se
organizaban para correr con los gastos, incluso “en otras ocasiones se colocan
billetes para comprar el vino como símbolo de cooperación con el angelito”. (Palma,
2011, p.83). Comúnmente eran los padrinos y familiares cercanos quienes se
encargaban de costear los gastos producidos por el velorio, cuando los padres no
podían. “Los padrinos compraron el alba la que es un vestido y un par de alas
blancas” (Colección FUCOA, ALOTP. Biblioteca Nacional. Muerte del angelito. Caja
37, carp. 158, ficha 8080). Muchas veces relata Chavarría (1997) esta situación era
un reflejo de la condición socioeconómica de la familia pues se evidenciaba en las
vestimentas y decoración del ritual34, analizando de esta manera que la reproducción
de esta tradición abarco todos los estratos socioeconómicos de la sociedad chilena
hasta inicios del siglo XIX, así lo demuestra el relato de un joven extranjero que fue
testigo del velorio:

Hace unas cuantas noches, el mayordomo o capataz de la estancia celebró


en sus piezas, que están inmediatas a la casa, una tertulia o fiesta campestre.
Invitó a todos sus amigos y vecinos y les brindó con música y baile, vino y
cena, pasando toda la noche en gran holgorio y algazara con ocasión de la
muerte de su hijo único, un niño cuyo cadáver permaneció expuesto en la
parte más visible de la habitación. Presencie una vez la misma ceremonia en
casa de una familia muy respetable de Concepción. […] El objeto que allí más
llamaba la atención era una figura sumamente adornada con flores y cintas,
sentada en un banco colocado sobre una especie de altar, con muchas luces
encendidas delante, a la cual se dirigían a menudo los que no bailaban. […]
Calcúlese el indescriptible horror y repulsión que sentí cuando al acercarme
para verla, pude cerciorarme de que esa imagen era la de un niño muerto. Se

34
Chavarría, Patricia (1997), c. p. Palma, Patricia (2011) menciona que la corona de flores que lleva
puesta el angelito a veces puede ser de monedas, y permite reflejar la condición socioeconómica de la
familia del infante. Velorio de Angelito y Canto a lo Divino. El significado de la muerte infantil dentro
de un ritual campesino. Tesis para optar al grado de licenciado de Antropólogo Social. Santiago.
Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

44
me asegura que no siempre la madre se mezcla con la muchedumbre, sino
que a veces se sienta en un rincón a llorar35. (Sic)

Es evidente que la experiencia expuesta es ajena al contexto occidental de dónde


provenía el autor, pero gracias a este relato es visible identificar la versatilidad de la
práctica, la cual era reproducida sin distinción social (presencie una vez la misma
ceremonia en casa de una familia muy respetable de Concepción). Costumbre que
durante el curso del siglo XIX fue cambiando drásticamente como se menciona en el
capítulo anterior por las transformaciones culturales europeizantes que adoptan las
elites, a las cuales se resisten los sectores populares.

La transición del velorio


En el bajo pueblo persisten las manifestaciones de religiosidad a pesar del
cambio espacial de reproducción (del rural al citadino), situación altamente influyente
para el destino y continuidad final del velorio, ya que el contexto poblacional de
Santiago según el historiador Armando de Ramón (1985) y José Luis Romero (1997)
había experimentado variados cambios desde mediados de siglo. Se encontró un
análisis, el cual estima que la ciudad había crecido un 33% entre los años 1865 y
1885, expandiendo su superficie total a 11 hectáreas por año, todo esto producto del
crecimiento migratorio debido al éxodo campo-ciudad, (De Ramón, 1985 y L.
Romero, 1997, c. p. S. Serrano, 2008, p. 280).

Aunque este tipo de ceremonias eran más comunes en el ámbito rural,


muchas de ellas se trasladaron a Santiago con motivo de los desplazamientos
de población, los cuales se encargaron también de conducir ideas y
costumbres arraigadas en la vida campesina36

35
Coffin, John. (1898). Diario de un joven norte-americano detenido en Chile durante el periodo
revolucionario 1817-1819. Santiago. Imprenta Ercilla, p. 97-98.
36
León, Marco Antonio. (1997). Sepultura Sagrada, Tumba Profana. Los espacios de la muerte en
Santiago de Chile, 1883-1932. Santiago. Lom, p.140.

45
Entonces, cuando el contexto espacial en que se desarrollaba esta tradición
cambia geográficamente hacía la metrópolis, el velorio del angelito adquiere cambios
sustantivos, comenzando a formar parte exclusivamente de una cultura popular,
transformándose particularmente en una práctica identitaria de una clase social. Pero
a la vez, esta tradición contrasta con las nuevas pautas sociales y culturales que se
desarrollaban de la capital.
Producto de la inmersión de Chile en el mercado mundial, la modernización
condujo al país a una potente industrialización y tecnificación, lo cual trajo como
consecuencia en el plano social una indiscutida modernidad en las practicas
socioculturales de los grupos dominantes, influencias traídas desde el viejo
continente que modificaron ampliamente las costumbres practicadas hasta entonces,
aferrándose al cosmopolitismo y la opulencia.

Este proceso de cambio (y vale la pena subrayar que fue un proceso) en las
formas de vida y en la mentalidad de la aristocracia criolla, ha sido vinculado
por distintos historiadores al auge reactivador de la industria salitrera, y a la
paulatina incorporación en el núcleo dirigente de los nuevos magnates de la
minería, del comercio y de las finanzas. También a la incorporación estructural
de la región en el sistema capitalista mundial, y al consiguiente aumento del
intercambio material y cultural con los países que por entonces estaban en el
centro del sistema: Francia, Inglaterra y Alemania37

De esta forma la modernidad entendida como una experiencia vital38, confluye


paralelamente en un mismo espacio con prácticas altamente tradicionalistas, que
contrastan con los cánones de una sociedad mentalizada ante la idea de un progreso
constante. “Se trata de una experiencia vital contradictoria, puesto que la
modernización ofrece para los individuos oportunidades nuevas, pero lleva también,
sobre todo para las comunidades tradicionales peligros y desafíos” (Ídem). Es en

37
Subercaseaux, Bernardo. (1988). Fin de Siglo: La época de Balmaceda: modernización y cultura en
Chile. Santiago. Aconcagua.
38
El concepto de experiencia vital se vincula a la propuesta de José Joaquín Brunner. (1986): Debates
sobre la modernidad y el futuro de América Latina. En: PROGRAMA SOBRE el futuro de América
Latina (PROFAL) de Unitar. Caracas, Venezuela, 6 de junio. FLACSO. p.1-63.

46
este contexto que pasada la mitad del siglo XIX esta ritualidad vio amenazada su
continuidad, en la medida que la elite de la época ponía en práctica los ideales
ilustrados enmarcados dentro del liberalismo, quienes encaminaban a la sociedad
hacía el progreso por la vía de la razón y la ciencia, en contraste hasta entonces con
la conducción religiosa que había tenido el país.
Influenciada por llegada de los ideales modernos la clase dominante comenzó a
desestimar el velorio del angelito en los funerales de sus infantes. Pero además tomo
una actitud combativa con respecto a la continuidad de su práctica por parte de las
otras clases sociales.

La dimensión orgiástica del velorio de Angelito fue combatida con acritud y


horror por las élites nacionales de la segunda mitad del ´800. A lo largo de
todo el país, la prensa periódica, expresión de la agresiva civilización urbana,
denuncio la bacanal, la barbarie, la fiesta popular39.

Es así, como esta práctica comenzó a ser repudiada por las altas clases sociales,
quienes mantenían el control estatal, estos criticaban las prácticas entorno a este
rito, argumentando en su contra los disturbios que se generaban en torno al él,
producto de la ingesta de alcohol. Situación que podemos ver expuesta en la prensa
de la época

Una costumbre que debe desaparecer. - En la tarde de hoy tuvimos


oportunidad de ver, en la avenida de la Recoleta, a una partida de hombres i
mujeres que caminaban en dirección al cementerio, llevando en brazos, uno
de ellos, un anjelito lleno de adornos.
Supimos que esta comitiva había estado celebrando anoche el anjelito con
bailes i cantos, en un conventillo en la calle del Cenquion.

39
Salinas, Maximiliano. (1991). Canto a lo Divino y religión popular. Santiago. Rehue, p.290.

47
I por lo visto no desaparece aun de nuestro pueblo la añeja costumbre de
celebrar los velorios de párvulos con bailes i cantos que jenerlmente terminan
en borracheras i pendenales40. (Sic)

Esta represión no fue solo ideológica, sino que también fue física, en la medida en
que la mentalidad de la clase dominante fue cambiando con dirección hacia un
proyecto civilizador, el otro sector de la sociedad siguió perpetuando las costumbres
de antaño. ”La civilización urbana estaba introduciendo en el ´800 todo un nuevo
sentido de la muerte, del cadáver, y de sus celebraciones religiosas. Lo campesino,
lo rural, es lo bárbaro” (Ibídem, p.291). Ante la opinión publica las medidas represivas
estaban justificadas y eran apoyadas por la elite, quien mantuvo en alza las
reclamaciones contra esta manifestación. Además, la Iglesia también se unió a la
persecución del velorio del Angelito de manera radical, abogando al rechazo de esté
debido a las repercusiones que fueron tomando las prácticas religiosas, pero además
quitándole todo el respaldo que esta creencia popular pudiera tener en sí. “La
actitud del arzobispado de Santiago hacia 1900 fue, en general, mucho más dura.
Prácticamente le negó toda validez religiosa a la fiesta popular, reduciéndola a una
simple borrachera” (Ibídem, p.293). Como se dijo anteriormente, la represión se
manifestó no solo como una crítica social y religiosa hacía prácticas que rozaban lo
profano por estos círculos, sino también policial, según Salinas esta comenzó a
hacerse efectiva hacia el año 1880, a los motivos que ya mencionamos, se sumaba
la conducta social que pudieron tener los participantes del velorio, esto debido al
ambiente festivo que allí se vivía y a la excesiva ingesta de alcohol, que terminaban
provocando conductas poco decorosas, las cuales fueron altamente reprimidas y
documentadas en diversos diarios del país.
Podemos evidenciar que por un lado se distancia esta tradición en la praxis de las
clases acomodadas y de la misma Iglesia, para pasar a formar parte del repertorio de
prácticas sociales de los sectores populares.

40
Los Debates, Santiago. 21 de Mayo de 1887.

48
Lo que sí podemos percibir, es un distanciamiento mayor de las clases
populares respecto de esa Iglesia institucionalizada […] En este contexto
social, tomo forma la secularización oficial de la década de 1870, que
pretendió lograr una definición de ámbitos para la Iglesia y el Estado, además
de facilitar el lugar para quienes, permeables a las nuevas ideas, comenzaban
a discrepar de la normativa establecida por el discurso católico 41

Al parecer los nuevos cambios que se introdujeron tanto en el Estado, como el


apego de las clases dominantes hacía los nuevos parámetros culturales, incidieron
en un distanciamiento para con el resto de la sociedad, la cual mantuvo ciertas
prácticas o tradiciones culturales como la recién expuesta, como una manera de
mantener viva la identidad cultural que hasta entonces seguían reproduciendo. En
una misma ciudad, como anteriormente se citó a Salazar, coexistían una ciudad
bárbara y una ciudad culta, diferenciadas no solo por dos concepciones ideológicas,
sino por dos concepciones de una misma religión.

Las leyes económicas que regían la expansión de la “ciudad bárbara”


parecían ser más liberales que las de la “ciudad culta” y, sobretodo,
culturalmente más coherente. Pues el peonaje urbano mantuvo por más de un
siglo su fidelidad a la cultura campesina y a los patrones de producción y
consumo de la clase popular en su conjunto42.

Acogiéndonos a esta idea, percibimos el contraste en las apreciaciones


culturales de ambas clases sociales aquí expuestas, sin embargo identificamos un
problema, no es la diferencia existencial y paralela de costumbres practicadas
psíquica y exponencialmente, sino en las contradicciones que ambas cosmovisiones
poseen, y como una en la medida en que transcurre el curso del tiempo va
permeando a la otra, hasta hacerla desaparecer.

41
León, Marco Antonio. (1997). Sepultura Sagrada, Tumba Profana. Los espacios de la muerte en
Santiago de Chile, 1883-1932. Santiago. Lom, p.46.
42
Salazar, Gabriel. (2000). Labradores, peones y proletarios: formación y crisis de la sociedad popular
chilena del siglo XIX. Santiago. Lom, p.253.

49
Para comprender la oposición de los sectores populares a que su fe religiosa,
expresada de manera carnavalesca, se viera afectada por la modernidad es
necesario entonces, adentrarse en las pautas y valoraciones que este sector le
otorgaba a la religión en su diario vivir.
La división de la práctica religiosa en la sociedad chilena a finales del s. XIX
puede explicarse por el sentido que estos sectores le otorgaban tanto a la religión
misma, como a sus representaciones y/o manifestaciones. Es decir, la elite, en
particular la santiaguina estableció parámetros concretos, entre los público y lo
privado, y en ellos se desarrollaba concordantemente el estilo burgués, en oposición
a los sectores populares quienes no distinguían por un lado los espacios de
sociabilidad como lo hacía la elite, ni mucho menos la relación separatista entre
religión y diversión. Por el contrario, cada representación, manifestación,
peregrinación, velorio, y un sinfín de etcéteras era una oportunidad de celebrar
estrepitosamente la festividad que significa la experiencia de la fe.

El Canto a lo Divino.
En lo referente a las manifestaciones de religiosidad popular es muy frecuente
encontrar expresiones folclóricas que reflejen desde una perspectiva artística las
creencias religiosas de los sectores populares, es el caso del llamado Canto Popular.
Perteneciente a una rama del folclore, por el cual a través de sus letras se realiza
una mención a la realidad nacional, enfocada mayoritariamente a las vivencias de los
estratos socioeconómicos más bajos y a sus cotidianeidades particularmente en el
ámbito rural. El Canto popular engloba diferentes clasificaciones de canticos, existe
el Canto a lo Divino, a lo Humano, y a lo Poeta. Su diferenciación radica en la
organización de su estructura (decima) o por la clasificación de su temática,
recordemos que muchas veces la composición de estos Cantos, “es tanto literatura

50
como interpretación simbólica del mundo”43, es poesía y música a la vez, de ahí su
amplia difusión por medio de la Lira popular44.

El Canto a lo Poeta, el que en palabras simples se define como poesía


cantada, se divide en dos tipos: Canto a lo Humano y Canto a lo Divino, donde
el primero está referido a temáticas profanas como distintos sucesos que
estaban ocurriendo, historias amorosas, fusilamientos, homicidios, entre otros;
y el segundo se refiere a temas religiosos que se desarrollan en diferentes
festividades de tipo sacro, tales como novenas, Velorios de Angelito,
matrimonios, vigilias, etc. Quienes se dedican a este tipo de poesía se
designan como cantores, poetas populares o payadores45.

En lo relevante a este trabajo cabe profundizar en el estudio del Canto a lo Divino,


ya que es este tinto de Canto el que acompaña al angelito en su transición hacia el
cielo. Este en particular tiene una composición religiosa como lo menciona la cita
anterior especializándose en seis fundamentos

Los poetas populares distinguen seis “fundamentos” (temas) principales en el


canto a lo divino: los versos por “Creación de Mundo”, los de “Fin de Mundo”,
lo por “Historia Sagrada” (Antiguo y Nuevo Testamento), los por “Nacimiento
de Cristo”, los por “Pasión y Muerte” y los por “Despedida de Angelito46.

Según los dichos de Pedro Yáñez, payador

43
Memoria Chilena. Canto a lo Divino. [en línea] <http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-
3320.html> Recuperado el 16 de mayo de 2016.
44
La Lira Popular son una serie de versos impresos y distribuidos en las zonas urbanas en los
sectores más humildes a finales del s. XIX y principios del s. XX, difundiendo por este medio la poesía
popular.
45
Palma, Claudia. (2011). Velorio de Angelito y Canto a lo Divino. El significado de la muerte infantil
dentro de un ritual campesino. Tesis para optar al grado de licenciado de Antropólogo Social.
Santiago. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, p.34.
46
Memoria Chilena. Canto a lo Divino. [en línea] <http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-
95606.html> Recuperado el 22 de mayo de 2016.

51
El “Canto a lo Divino” se realiza en una rueda de 8 a 12 poetas populares que
cantan sus decimas durante toda la noche, con motivo de la “Cruz de mayo”,
alguna fecha religiosa o el velorio de un “angelito”. Cuando termina la vigilia se
toma desayuno y comienzan algunos desafíos a cantar “A lo Humano”, que al
igual que el canto a lo divino, son decimas compuestas con anterioridad 47

En el contexto del velorio, el Canto a lo Divino es ampliamente conocido por su


funcionalidad, que era la de acompañar al angelito en su tránsito hacia la Gloria
celestial. De modo que el cantor popular junto con un guitarrón (instrumento
constituido de veinticinco cuerdas), ameniza el ritual y acompaña a la familia. Este
cantautor personificaba según Salinas el papel de sacerdote dentro del ritual 48, ya
que en la medida que interpreta sus canciones se comienza a entender el sentido tan
particular en esta tradición del cantautor, el cual personifica la experiencia del
angelito a través de sus versos, en los cuales se expresa a tranquilidad de la
ascensión por parte del infante. ”El Angelito, que habla siempre en primera persona
en las tonadas de “Despedimiento” (en la voz maravillada del poeta), hace la
permanente invitación a abandonar el dolor, el llanto y transformarlo en gozo y
alegría”. (Salinas, 1991, p.260). A continuación se detalla un Canto a lo Divino
extraído de la publicación de Salinas (1991) del conocido poeta popular Daniel
Meneses en donde se explaya la orgiástica experiencia del velorio del angelito.

Adiós mi madre querida


ya se le va su hijo amado,
no llore ni tenga pena
que voy a ser perdonado.

Adiós, fragante azucena

47
Educar Chile. El canto popular chileno. [en línea]
<http://www.educarchile.cl/ech/pro/app/detalle?id=91505>. Recuperado el 17 de julio de 2016.
48
Salinas, Maximiliano. (1991). Canto a lo Divino y religión del oprimido en Chile. Santiago. Rehue, p.
257.

52
por lo vistosa y bonita
y a usted le digo, mamita,
no llore ni tenga pena.

El Hacedor me ha llamado
a fin de que me mejore
por eso, madre no llore,
Que voy a ser perdonado.

Mamita no tenga pena
porque ya me voy a ir
no haga lo de Magdalena
que fue una niña orgullosa
y la Virgen bondadosa
vendrá hacerle compañía49

En el verso anterior queda expuesta la intención por parte del poeta de


representar al angelito en primera persona, ya que en el Canto a lo Divino permite
personificar al infante de manera directa con la intencionalidad se inspirar
tranquilidad a los padres por la muerte de su hijo, ya que a través del Canto se refleja
la experiencia del velorio como un camino hacia un lugar mejor, alejado de las
complejidades del mundo terrenal que le hubiesen deparado al menor.

El poeta popular dirige esa transición distanciando su representación folclórica


como un espectáculo para quienes van acompañar a la familia a despedir al
angelito, más bien sus cantos están dirigidos frontalmente al niño (los poetas
populares se sitúan frente a él o ella para dedicarle los versos), pues su participación
de carácter principal en el velorio permite la unión entre lo terrenal y lo celestial
49
Salinas, Maximiliano. (1991). Canto a lo Divino y religión del oprimido en Chile. Santiago. Rehue,
p.260-261.

53
incidiendo en las mentalidades de sus participantes, quienes otorgaban al Canto a lo
Divino la efectividad de la llegada del angelito al cielo.

54
Capitulo IV: Sociabilidad y religiosidad popular

Para comprender las derivaciones que conducen al reflejo de manifestaciones


como lo son el velorio del angelito, la fiesta de la chaya y tantas otras más es
necesario profundizar tanto en las pautas de sociabilidad como en los fundamentos
religiosos que sustentan estas prácticas dentro de los sectores populares.

Al ahondar en las relaciones de sociabilización del bajo pueblo, es necesario


identificar al individuo articulador de este grupo, en este caso personificado en el
sujeto popular. Caracterizado por un accionar alejado de los rígidos modelamientos
teóricos que lo sitúan como un actor forjado por las estructuras sociales y políticas
sino más bien todo lo contrario, pues el sujeto popular debe entenderse como un ser
que no presenta determinación ni definición en su acción, ya que constantemente se
encuentra en una situación de “estar siendo”. “El sujeto popular no tiene una
identidad fija, sino que está reformulándose a partir de la experiencia acumulada
desde la base, pero también de las percepciones que la elite tiene de ellos y de las
funciones que el Estado, la Iglesia y, más contemporáneamente los medios de
comunicación social le han asignado”50, es así como la identidad de los sujetos
aparece definida en la acción, por eso es que “están siendo”. Esta visión propuesta
por Salazar y Pinto (1999) reconoce la dialéctica del accionar social que diversifica
las experiencias, percepciones y modos de representación de la vida social, todo lo
cual influye en la constitución de identidades y culturas heterogéneas 51, configuradas
por los constantes cambios que se evidenciaban en esta época, a los cuales los
sujetos populares se fueron adecuando y configurando una identidad rupturista que
se posicionaba frente una sociedad dominadora y respetuosa del orden establecido
como grupo social capaz de resistir ante el orden homogeneizador.

La conducta adoptada por los sectores populares frente a la sociedad


decimonónica, estuvo marcada por “una serie de transformaciones, trastocando o
50
Salazar, Gabriel y Pinto, Jorge. (1999). El sujeto popular. En Historia contemporánea de Chile.
Tomo II. Santiago. Lom, p.96.
51
Salazar, Gabriel y Pinto, Jorge. (1999). El sujeto popular. En Historia contemporánea de Chile.
Tomo II. Santiago. Lom.

55
reforzando los elementos constitutivos de la identidad popular”. (Lozoya, 2014, p. 63)
Del mismo modo, y en un periodo como el analizado en donde los cambios políticos
y sociales están en constante ebullición, las conductas adoptadas por estos sectores
se configuraron en función del nuevo contexto modernizador.

Del análisis de las conductas privadas y algunas incluso públicas, resulta


evidente que los sectores populares no quieren, o no están en condiciones de
respetar el ideal social construido por los sujetos e instituciones dominantes y
por lo tanto hacen constante la violación a la <<normalidad>> definida por la
elite52.

Es así como paralelamente los sectores populares “construyen su identidad al


margen de la institucionalidad y la moralidad de la elite “(Ibídem, p.64), constituyendo
representaciones fuera del mundo legal y social instalado por la elite aristocrática.
“Es por ello que al aproximarnos a las manifestaciones de religiosidad de los sujetos
populares, lo estamos haciendo en cuanto estas son expresión de un modelo cultural
específico y dan cuenta, además, de formas de sociabilidad particulares” (Goicovic,
2006, p.140). Esta construcción en los sectores populares proviene de siglos
anteriores y para comprender su significado en necesario entender el origen de la
religiosidad popular. “Para hablar de religiosidad popular, me voy a referir a la religión
cristiana, pero no a toda ella, sino a la católica y a la resultante de la evangelización
en Chile, consecuencia de la acción catequista entre los campesinos mestizos y en
especial la que se focaliza en la actividad cantora popular”. (Fernández, 2003, p.14)
En este mismo contexto se “cuentan con la participación activa de la Iglesia que
promueve y logra peregrinaciones numerosas de fieles” (Ídem), relación que se ira
modificando con la cercanía del fin de siglo.

52
Lozoya, Ivette. (2014). Delincuentes, bandoleros y montoneros. Violencia social en el espacio rural
chileno (1850-1870). Santiago. Lom, p.63.

56
Es interesante constatar la unión intrínseca que existía muy inicialmente entre
religión popular y el fomento a las relaciones sociales alrededor de estas
peregrinaciones. “En ellas el pueblo encuentra además, la oportunidad de adquirir
bienes, identicarse colectivamente con la comunidad degustando comidas especiales
[…] y participando en galanteos y renovación de viejas amistades” (Ídem). Ahora, el
tránsito entre la religión oficial y la popular puede caracterizarse por la forma de
instauración de la cristiandad en el continente latinoamericano.

La evangelización se concebía como una empresa militar que justificaba la


fuerza contra los paganos. En estas condiciones se produjo un
distanciamiento entre adoctrinados y cristiandad imperial, por la dificultad de
asimilar un mensaje religioso vinculado a la violencia y opresión. La
catequización era superflua. […] Sin embargo la perseverancia de los
sacerdotes y misioneros hizo que recurrieran a nuevos métodos para atraer a
los indígenas; como aprovechar la música en sus composiciones tradicionales
para enseñar los misterios de la religión. […] También se recomendó hacer
referencia a los libros que circulaban, ya que el contenido de estos influía en
el tono y modalidad de la poesía tradicional y popular53.

De esta manera se unen dos aspectos primordiales que le dan vida al concepto de
religiosidad popular; el sustrato religioso y las representaciones de carácter
folclórico54. Por medio de estos aspectos “el acercamiento verdadero del Evangelio
con las poblaciones paganas se produjo a través del contacto con las formas de la
religión popular ibérica” (Ibídem, p.18), región española desde donde se exportaron
variadas manifestaciones religiosas, entre ellas el velorio del angelito.

De este modo es perceptible como la religión encuentra un nicho de expresividad


a través del folclor, siendo evidente en el caso del velorio a través del reflejo de los

53
Fernández, Maricarmen. (2003). Velorio de angelito: muerte inocente. Tesis para optar al grado de
Licenciado en Diseño Gráfico. Santiago. Universidad Finis Terrae, p.15.
54
“Se reconocen como folklóricas aquellas manifestaciones en que la actividad es organizada
espontáneamente por la gente en respuesta a sus necesidades religiosas, como es el caso del velorio
de angelito”. Fernández, Maricarmen. (2003). Velorio de angelito: muerte inocente. Tesis para optar al
grado de Licenciado en Diseño Gráfico. Santiago. Universidad Finis Terrae, p.14.

57
canticos a lo Divino que en honor del angelito compusieron diversos folcloristas
nacionales.

Por otro lado, la cercanía que estas manifestaciones tienen con los sectores
populares comienza hacerse vidente cuando

una minoría ilustrada comenzó en este periodo a expresar una nueva forma
de religiosidad, que consistía en una vida basada en la tradición y la fe, más
centrada en la razón y la idea del progreso, […]. El conflicto teológico se
evidencia entre la elite criolla y la población mestiza, considerada por esta
como ignorante, disparatada, supersticiosa y pagana. A fines de siglo la
sociedad chilena está divida en dos clases antagónicas; los aristócratas ricos
y los plebeyos pobres55

Tal división se acentuaría durante el siglo XIX, identificándose la religión popular


con los sectores bajos de la sociedad, sobre todo por ser estos quienes mantuvieron
sus tradiciones intactas luego de la masiva migración campo-ciudad. Del mismo
modo, el sustento religioso que existe tras la religiosidad popular es coherente con
dicha identidad rupturista y de resistencia manifestada por los sectores populares
ante el canon oficial

Entendemos la sabiduría popular como el esfuerzo interpretativo del mundo


llevado a cabo por los sectores oprimidos y reprimidos oficialmente en la
sociedad, en vistas a la construcción de un mundo antagónico e inverso al
impuesto por el sistema de dominación. La sabiduría popular constituye, así,
en términos fundamentales, el reverso de la ideología dominante, la respuesta
antitética a la interpretación oficial del mundo.

55
Fernández, Maricarmen. (2003). Velorio de angelito: muerte inocente. Tesis para optar al grado de
Licenciado en Diseño Gráfico. Santiago. Universidad Finis Terrae, p.22.

58
Si la ideología oficial es la cristiandad hispano-católica, la sabiduría popular
resistirá en las formas paganas. Si más tarde la ideología dominante es una
cristiandad ilustrada, la sabiduría popular se mostrará como un cristianismo
supersticioso. En fin, si la ideología oficial es la modernidad civilizante, la
sabiduría popular aparecerá como bárbara, atrasada o inculta56

Debido a esto gran parte de las manifestaciones religiosas de los sectores


populares se caracterizan por un sentido carnavalesco, evidenciando en ellas una
alegría desmedida por situaciones en las que el mundo occidental se mostraría
generalmente retraído y cauto a evidenciar su emocionalidad, más aún en espacios
públicos como lo son por ejemplo las fiestas religiosas como la chaya, y la
celebración de Navidad que anteriormente se mencionaron, y más significativamente
el velorio del angelito. Además, es indiscutible la separación entre la práctica
religiosa y los sujetos populares sin considerar la figura de la Iglesia Católica como
una institución que pretende modelar e influenciar el accionar de quienes profesan el
catolicismo.
Dicha religiosidad en la práctica cumple una doble misión, al “poner a los sujetos
en contacto con sus creencias y, además proporcionarles un espacio de reunión y
sociabilización comunitaria” (Goicovic, 2006, p.140). En este sentido el espacio de
sociabilidad que se genera entorno a la religión popular es compartido y construido
por los sectores populares, permitiendo reforzar la idea del ethos popular,
identificable en conductas y creencias transformadas por el sincretismo cultural57 que
fueron adoptadas por estos sujetos. Sin duda esta sociabilidad popular marca un
quiebre con el orden establecido, pues a través de ella se manifiestan conductas

56
Salinas, Maximiliano. (2000). La Sabiduría campesina y popular chilena del siglo XIX. En el cielo
están trillando. Para una historia de las creencias populares en Chile e Iberoamérica. Santiago.
Universidad de Santiago, p.27-44.
57
Para Salinas es preciso ser consciente de la mixtura cultural Iberoamérica que se desencadeno tras
los procesos que colisionaron en el encuentro entre europeos y los pueblos indígenas y/o africanos.
La fe del pueblo proviene “de tiempos remotos, de épocas pretéritas, de la Edad Media o el
Renacimiento europeo, de las tradiciones indígenas de América o negras del África, de los agitados
siglos coloniales […] Los portadores privilegiados de estos tesoros de la dicha y la bienaventuranza
son la gente común y corriente, los hombres, las mujeres y niños de todos los días y de todos los
tiempos”. Salinas, Maximiliano. (2000). En el cielo están trillando. Para una historia de las creencias
populares en Chile e Iberoamérica. Santiago. Lom, p.21.

59
fuera de los cánones impuestos por la Iglesia para profesar el dogma católico, pero
además se desbordan los parámetros de homogenización y orden decimonónico, y
por ende el proyecto modernizador.

La modernización de la Iglesia
Cuando una sociedad transita el camino de la modernidad parece indispensable
separar el plano político del religioso, en el caso chileno se intentó delimitar la
influencia de la Iglesia en los asuntos estatales, debido a la vinculación de la Iglesia
Católica como una institución “supersticiosa y como un obstáculo para la
modernización de la cultura y la sociedad” (Stuven, 2014, p.189), más aún cuando
desde el Estado existe una influencia de corte liberal como el de la década de los
sesenta.

Pero muy alejado de este contexto, en sus inicios el Estado republicano


consideraba a la religión como “el pilar fundamental en el proceso de consolidación
de la institucionalidad republicana, en la preservación del orden social y en la
definición de cultura o “civilización” que la clase dirigente buscaba inculcar en la
nueva nación” (Stuven, 2014, p.189). Sin embargo y a medida en que el siglo fue
avanzando, hubieron nuevas voces dentro de la política que estimaron necesario
excluir la voz de la Iglesia de los asuntos políticos, con el fin de constituir una nación
republicana en su máxima expresión, alejada de lo que fue en sus primeros años, y
su indudable vínculo con la monarquía colonial. Son innegables en esta época los
esfuerzos desde el Estado para llevar a cabo el proceso de secularización, pero es
necesario dirimir en cuanto al logro efectivo de este, ya que no se concretó
legalmente sino hasta entrado el siglo XX58, y en la práctica es posible asociar más
cercano el proceso histórico al de laicización.

Definir este proceso como secularización exigiría entender que la sociedad


chilena estaba en condiciones de emprender un proceso lineal de progresiva
marginación y reclusión de lo religioso al ámbito privado, característico de la

58
En 1925 el Estado de Chile recién estipula en su Constitución la separación de la Iglesia Católica.

60
modernidad. Lo que sucede es más bien una recomposición de lo religioso al
quedar ausente de ciertas instituciones o funciones sociales, políticas y
económicas, pero no por ello de su presencia en la cultura y en lo político.59

De modo que tras la culminación de los debates por la promulgación de las leyes
laicas y su eventual puesta en marcha, la sociedad chilena evidencio un cambio con
respecto al rol que la Iglesia debía jugar en el ámbito público, pero este nunca fue el
restarse como participante de los asunto contingentes del país. De modo tal que el
resultado de aquella laicización fue una institución eclesiástica que se adecuo a los
cambios que vinieron como consecuencia de la instauración en Latinoamérica sobre
todo, del proyecto modernizador y la propia modernidad, pero sin que esto significase
una fuga de creyentes católicos ni muchos menos alejarse de su relevancia como
actor social dentro de la opinión pública.

La actitud de la Iglesia ante el velorio.


En referencia a la actitud de la Iglesia con relación a las manifestaciones de
religiosidad popular y en lo que respecta al velorio del angelito cabe mencionar que
desde el año 1854 en el Sínodo60 de Ancud se ha referido en contra de este ritual. En
aquella reunión o por lo menos así lo menciona Salinas se denunció al velorio del
angelito “como una práctica abusiva, inmoral, escandalosa” (Salinas, 1991, p.256),
opinión que se volvió a replicar en la junta que se llevó a cabo el año 1894 en la
misma ciudad. Iniciando el siglo XX la actitud del Arzobispado de Santiago se
radicalizo. ”Prácticamente le negó toda la validez religiosa a la fiesta popular,
reduciéndola a una simple borrachera” (Ibídem, p.257), pero finalizando la década
del veinte, en el año 1918 la misma entidad arzobispal representada por el Vicario
General de Santiago, Manuel Antonio Román celebraba la supuesta extinción del

59
Stuven, Ana María. (2014). La religión en la esfera pública chilena: ¿Laicidad o Secularización?
Santiago. Universidad Diego Portales, p.190.
60
Un Sínodo en el lenguaje eclesiástico puede corresponder a un concilio o asamblea de variadas
autoridades religiosas sean estos obispos, vicarios, etc.

61
velorio. Cabe mencionar respecto a lo anterior que la Iglesia se cuadro con el Estado
y la prensa ante la opinión pública para reprimir la mantención de esta práctica. “La
Iglesia católica, jerárquica, le proporciona a esta sociedad señorial un sostén
ideológico y político de primera magnitud, junto al Estado, primero imperial hispánico,
y después ante la República oligárquica (hasta la separación Iglesia-Estado en
1925)” (Salinas, 1991, p.274). Los intereses creados entorno a la religión oficial se
ven sobrepasados por la reproducción de la religiosidad popular, altamente extendida
y practicada por las clases populares. El modo quizás más cercano que la Iglesia
tenía para desacreditar al velorio era atacar el argumento religioso que los sectores
populares le otorgaban, más aún si de esté se desprendían posteriormente
borracheras y peleas producto de la ingesta de alcohol vinculado al carácter festivo
que sustentaba al ritual.

¿Las razones que la Iglesia tenía para ir contra de esta práctica? Pueden ser
muchas y muy obvias. Efectivamente el aparato argumentativo de la religiosidad
popular es contrario a los supuestos teológicos que rigen la práctica del catolicismo,
dicha religiosidad es una creencia extendida alrededor no solo de los sectores
populares en el contexto urbano sino que profundamente arraigada en el sector rural.

Este catolicismo, proceso de hegemonía religiosa de una elite patriarcal y


autoritaria, fue, al fin, un modelo de cristianismo urbano, destinado a controlar
y reprimir la religión y cultura rurales, tarea que venía a significar atacar el
mundo campesino tanto de Europa como del Nuevo Mundo61.

Además, el aparato argumentativo detrás de esta religiosidad popular


indudablemente es contradictorio con el orden social impuesto por la Iglesia en
Latinoamérica, se puede dejar abierta a especulación si quizás sea este uno de los
factores que expliquen el grado de permanencia de estas creencias populares en

61
Salinas, Maximiliano. (1991). Canto a lo Divino y religión del oprimido en Chile. Santiago. Rehue,
p.275.

62
Chile y el resto del continente, ya que son directamente vinculantes con las
desigualdades sociales que las propias clases populares experimentan.

Es visible aquí siguiendo la idea de Salinas las dualidades que representan por un
lado la contraposición de la religión, entre la oficial y la popular, entre la seriedad y lo
carnavalesco62. Sin duda desde esta perspectiva se podría explicar la compleja
organización interna que reinaba dentro de estos sectores, oponiéndose incluso a lo
impuesto desde un plano celestial Los sectores populares conscientes de que la
religión oficial “puede definirse como un tipo peculiar de religiosidad elitista, que
acentúa los rasgos jerárquicos, paternalistas de autoridad” (Ibídem, p.274), se
contraponen a la perpetuidad de lo establecido desde la Iglesia y desde el Estado por
medio de la práctica de manifestaciones como el velorio del angelito, en virtud de su
desigual condición frente a la sociedad resquebrajando y reproduciendo un nuevo
modelo de reproducción.

62
Ídem.

63
Conclusiones: ¿Resistieron?

Las primeras afirmaciones realizadas en este trabajo proponían una resistencia por
parte de los sectores populares ante la imposición de una unidad religiosa-cultural
por parte del Estado, siendo este apoyado ante la opinión pública por la Iglesia y la
prensa. Ante tal situación se propusieron interrogantes para dilucidar el modo en que
el Estado reprimía las manifestaciones de religiosidad popular de los sectores
subalternos, medidas que finalmente son representadas bajo acciones represivas,
las cuales se comprobaron fueron sostenidas durante todo el periodo de estudio,
sirviéndose el Estado de los mecanismos policiales y jurídicos para restringir el
comportamiento festivo que caracterizaba a los sectores populares, quienes
mantenían en su universo mental practicas festivas entorno a la religión, siendo estas
sustentadas por una visión del funcionamiento del mundo al revés, en comparación
con el modelo de orden imperante.

Con esto pretendo diferenciar el imaginario y las representaciones de mundo que


proyectaban y reproducían en sus comportamientos los sectores populares, es decir,
si la partida de un infante hasta nuestros días representa una situación de tristeza y
desconsuelo, los sectores populares supieron revertir esta lectura de la realidad para
encontrar un sustento en sus manifestaciones religiosas que mantuviera el velorio del
angelito como una ceremonia con un sustento religioso dentro de sus pautas de
sociabilidad popular de características festivas.

Sin embargo, la actitud frente a esta represión por parte de los sectores populares
fue paulatina. Evidentemente existe una imposición efectiva hacia este tipo de
prácticas, pero en relación a la incidencia que tuvo tanto el Estado, la Iglesia y la
prensa es pertinente cuestionar su alcance. Por un lado, el Estado sirviéndose de la
proletarización de las clases bajas logró integrarlas al proyecto modernizador y por
ende a sus pautas de alineación, situación mediante la cual los sectores populares
sirvieron como mecanismo efectivo por medio del trabajo para reproducir el modelo
capitalista y por ende resquebrajar hasta cierto punto la reproducción y mantención

64
de sus prácticas religiosas. Pero también es cierto que el descenso en la práctica
funeraria del velorio del angelito no es del todo atribuible a la acción represora de los
tres organismos antes mencionados (Estado, Iglesia y prensa), hay otros factores
que condicionaron su desaceleración. Como por ejemplo, la paulatina baja en las
tasas de mortalidad infantil que fueron causa de las políticas de Estado en materia de
salud al evidenciar las paupérrimas condiciones de higiene y salubridad de los
sectores populares frente a situaciones como La Cuestión Social, hecho que
repercutió positivamente en un considerable descenso en las tasas de defunción de
infantes por el resto del siglo XX.

A todo esto se le debe considerar además el cambio paradigmático en la


conducción del Estado y la relevante participación de las clases medias en la política.
Lo que propiciara en las siguientes décadas un vuelco en el enfoque de las lógicas
partidistas, en donde las necesidades de la población se hacen parte de las
exigencias por parte de los votantes hacia los candidatos, estás reflejada en una
serie de políticas públicas que fueron promulgadas durante las primeras décadas del
siglo XX63.

Con respecto al ámbito religioso, la práctica de la religión católica también se ha


ido transformando, actualmente la actitud de la Iglesia dio un giro de 180°, esto si se
considera que actualmente el Vaticano reconoce el aporte que la religiosidad popular
a causado en la propagación y mantención del credo religioso en épocas en que
cada vez más feligreses desisten de considerarse creyentes

En su Asamblea Plenaria de Mayo del 2002, la Iglesia Católica con sus


Obispos trató un tema de enorme belleza: la religiosidad popular. Los obispos
tienen un gran respeto por esta expresión, en la cual reconocen una sabiduría
popular que aporta mucho a nuestras culturas. Y han querido agradecer a los

63
Creación de la Caja de Retiro y Montepío, 1915. Ley de Indemnizaciones sobre Accidentes del
Trabajo, 1916. Ley de Descanso Dominical y Salas Cunas, 1917. Ley de Instrucción Primaria
Obligatoria, 1920, entre otras.

65
santuarios del país por el servicio que prestan a los peregrinos y por la fe que
en ellos se renueva cada día64

Postura totalmente contraria a la evidenciada en las páginas anteriores donde la


Iglesia a pesar de quitarle el sustento religioso al velorio del angelito siguió
reproduciéndose e incluso pasada la segunda mitad del s. XX todavía es posible
encontrar testimonios de la permanencia en zonas rurales del ritual. Ante lo cual no
nos queda más que decir que tanto, la experiencia ritualista de este tipo de
manifestación de religiosidad popular siguió reproduciéndose, así como la
permanencia en el universo interpretativo de los sectores populares, signo
inequívoco de la mantención de esta religiosidad popular que permanece presente
en el inconsciente colectivo.

64
Pedro Ossandón, Pbro. Seminario Litúrgico 10 de noviembre de 2002, c. p. Fernández,
Maricarmen. (2003). Velorio de angelito: muerte inocente. Santiago. Universidad Academia de
Humanismo Cristiano.

66
Anexo: Cuentos PRODEMU
Relatos de velorios de angelitos

El Angelito
Encima de una modesta mesa de campo en la que a diario acoge, entre risas,
alabanzas, tristezas ante todo acontecimiento del diario vivir, ahora ésta misma mesa
en un nuevo rol de servicio sobre ella será colocado el Angelito envuelto con su
mejor ropita y con todas las medallitas habidas en la casa, éstas cuelgan alrededor
de su cuello y manitas, rodeándolo con hileras de velas como lágrimas burbujeantes
y sonoras al chisporroteo de los intrusos mosquitos, y a muy poca distancia de la
mesa velatoria en redondela se agrupan familia, amigos y vecinos sentados en
bancos de madera, sillas de paja y pisos de totora, al principio en un gran silencio y
emotivos suspiros y miradas de dolor que poco a poco van conversando y a la vez
tomándose grandes pausas de silencio.

El colorido de la habitación es gris, como el aire que se respira, unos pequeños


ramos de flores con improvisadas cintas de papel de gran colorido dan un toque de
vida y claridad a la habitación.- En otro rincón de la pieza un gran basurero acoge
ollas y teteras en espera del delicioso mate con malicia y el infaltable oloroso café de
higos, el vapor de los tiestos hace moverse a las mujeres motivo para que el silencio
sea rompido por unas de las vecinas haciendo recuerdos de las gracias y gorgeos
del Angelito aduciendo que por todas estas virtudes el Angelito no era para este
mundo sino que para el cielo; así van transcurriendo las horas, horas de silencio, de
dolor sin esperanzas, de sollozos inagotables que por momentos se aquietan ante el
respetado comentario de una vecina que dice que no se debe llorar al Angelito para
que no pase por el Purgatorio y se vaya de un solo viaje al lado del Señor, esta
conversación trata de unir los pensamientos logrando empezar las respectivas
oraciones, canticos y también para hacer un alto; tomarse un tiempo para compartir
los mates ya cebados que aroman la habitación con el olor a menta, cedrón y azúcar
que nada.

67
Así poco a poco los ánimos cambian y a la conversación se pone animada
haciendo nuevamente recuerdos de los hechos imaginativos relacionados al Angelito
como, que los perros habían aullado porque veían la muerte, otros comentan haber
oído el grito muy raro de un pájaro que solo se [sic] siente gritar cuando alguien va a
morir. Así entre relato y relato se van entreteniendo y dándose valor convencidos que
el Angelito ahora está en el cielo hablara por todos ellos ante el Señor. Se puede
percibir en sus almas el calor de la ternura y la inocencia de la comprensión con todo
ese sentido místico se van calmando las penas.-Empieza a atardecer siguen
llegando otros vecinos con las cantoras que de inmediato nose hacen de rogar en
mojar sus gargantas con el gloriado65 especialmente preparado para este triste
momento, uno a uno van mostrando sus cánticos que según ellas son cantos a lo
divino para que el Angelito se vaya sonriendo al lado del Señor, el tiempo parece que
no transcurriera, en medio del fogón ahora cuelga la olla de fierro generosamente
llenada con el sabroso gloriado, así pasen al anochecer con la inocencia y misticidad
de los canticos pasan infaltables relatos de aparecimientos, hasta de haber visto al
diablo.

Afuera empieza a aclarar y la neblina parece que enlutara todo, la casa, el patio,
los árboles, nadie hace alarde de moverse, el acompañamiento debe continuar y a
eso del medio día el amarillento sol de otoño trae un poco de consuelo para
prepararse [sic] a partir junto a la carretera que llevara al Angelito a su descanso
eterno. El trayecto es largo se van uniendo poco a poco el resto de los vecinos,
caminan en silencio sobre la tierra húmeda y el barro negro que parece enlutar el
camino, más adelante el verde amarillento de los arboles a ambos lados del camino
van produciendo una tenue tranquilidad, armonía y paz que los hace sentirse más
aliviados en el último adiós al Angelito...

65
Es una bebida alcohólica que se consumía especialmente en el velorio del angelito. Su elemento
básico era el aguardiente, acompañado de azúcar, canela y clavos de olor.

68
El cantarito de lágrimas.
Desde antes de 1800 en algunas zonas del Valle Central se recordaba al morir un
niño la leyenda del Cantarito de Lágrimas, cuya versión original venía de España.
Una de las tradiciones, que aún se conservan en los pueblos del centro y del sur es
la de los angelitos. Niños a los cuales se les debe cantar y rezar al morir como una
forma de enviarlos al cielo. Es probable que esta tradición provenga de la idea que si
un niño es llorado o se lamenta su muerte no podrá alcanzar el reino de Dios por lo
que deberá permanecer eternamente en el purgatorio.

He aquí la historia narrada por las abuelas y leída muchas veces en los Cuentos
de Calleja.

“Vivían en una pequeña ciudad una madre con su hija. Ambas se querían mucho,
pues la madre no tenía más que a esta niña como fruto de su matrimonio y, sin ella
no podía estar ni vivir.

Por aquellos tiempos se produjo una terrible epidemia en el país, la que se


propago entre los niños. Desgraciadamente también se contagió aquella criatura tan
amada por su madre y cayó en cama enferma de muerte.

Tres días y tres noches estuvo la madre velando (sic), llorando y rezando al lado
de su querida hija, pero esta murió. Entonces, la madre, que estaba sola en toda la
tierra de Dios, sintió un cruel e inexplicable dolor y no comía ni bebía; no hacía más
que llorar y derramar sus lágrimas sin consuelo, y así se le pasaron tres días y tres
noches. Cuando llegó la tercera noche en su incesante amargura, estando todavía al
lado del lecho de muerte de su hija, cansada de derramar lágrimas y de tanto dolor,
perdidas las fuerzas se quedó dormida junto a la cama. Entonces, se abrió la puerta
suavemente y la madre, que había sentido un vientecillo a su lado, abrió los ojos y
vio delante de ella a su difunta hija. Esta se había convertido en un celestial ángel y
sonreía dulcemente mostrando un rostro inocente y más hermoso aún por la
transfiguración. En sus pequeñas manos tría un cantarito que estaba rebosado de un
cristalino líquido. La niña se acercó a la madre, se sentó en el lecho y le dijo:

-¡Oh, mi querida madrecita, no me llores más!

69
Mira en este cantarito están tus lágrimas, las que has vertido por mí durante tantos
días; el ángel de la aflicción las ha reunido e este cántaro de cristal. Si lloras por mí
solo una lagrima más, se derramará el cantarito y yo no tendré ya descanso en la
sepultura ni bendición en el cielo. Por esto querida madrecita, no llores más a tu hija,
porque ha subido a la región de la vida eterna, es dichosa y son ángeles sus
compañeros de juego.

Con estas palabras desapareció la difunta niña y la madre al comprender el


mensaje de su hija no lloró más. No quería turbar el descanso del sepulcro ni su paz
en el cielo.

70
Una plegaria para el angelito
Ya hacía más de tres días y tres noches que se encontraba en la misma posición
en el mismo sitio inerte, ensimismado en no querer hablar, tieso y ligeramente
azulado.

Su cara profundamente pálida con el ligero tinte azul no sobresalía en gran


medida con el atuendo, ni con la luz que en penumbra regía el ambiente, más bien
se confundía entre los difusos girones de tela puramente blanca, los hilos de seda,
los bordes de satín, las cuencas de pétalos marchitos, los pájaros de gasa, las
hermosas y brillantes alas de papel crepe, los tirones de piel que se mezclaban, que
parecían huir, que llenaban el cuarto de pececillos mojados, que lo envolvían todo,
que rodeaban en forma agobiante su pequeño cuerpo y lo hacían difuso, lo
transformaban alado y lo hacían más patético.

Ya hacía más de tres noches y tres días se encontraba en la misma posición y el


olor a carne descompuesta invadía todos los rincones de la casa y amenazaba con
inundarlo todo, despertando en forma rauda y feroz el moho del encierro, al olor de
las flores podridas, de comida podrida, de estómagos satisfechos, de llantos
contenidos, de caracoles marinos pegados en las puertas, de lombrices asumagadas
asomándose detrás de las cortinas.

Sabía que no debía llorar, sabía que esta debía de ser una fiesta para el angelito,
sabía que él estaba bien, y tenía la seguridad que todo lo estaría, como pasa todo
en la vida, como pasa el tiempo, como pasa el recuerdo, como pasa el amor. Sin
embargo había algo que no sabía… no sabía por ejemplo: porque su corazón se
oprimía, no sabía por ejemplo como se podía contener tanta angustia, tanta rabia,
tanta aflicción, no sabía porque su alma se partía en mil pedazos, no sabía cómo
contener tanto dolor.

Escucho por fin su propia voz y se dio cuenta que cantaba y no cantaba ningún
salmo o una plegaria, cantaba una canción de cuna, especie de cueca, especie de
rumba.

Sin querer sonrió, sonrió con ironía y sonrió con cansancio.

71
Tanto servir y servir platos se le habían entumecido las manos y o podía aplaudir
llevando el ritmo de la melodía como los demás parientes.-¡Diablos! –nunca pensó
que se podían tener tanos parientes, juntos los de ella con los de Manuel sumaban
más de cien. Quizás había aumentado algo al número a partir del último velorio.

Cruzó las manos y por un momento sintió temor y si dañaba con sus
pensamientos al niño, so este en aguas de su llanto no encontraba el camino… el
camino a Dios Padre Todo Poderoso. Amén.

Por supuesto que todo estaba bien era lo correcto, la usanza, Manuel no lloraba,
parecía inquebrantable, sin embargo tenía el rostro contraído en un expresión
profunda, tanto años encima tan de pronto, que caen como cae el chorro de agua
helada, tantos surcos en la cara que se le venían de golpe, pero él no lloraba.

Sabía que estaba bien pero, porque estaba bien, no, estaba mal, claro que estaba
mal, sabía que no volvería a jugar con él, sabía que no podría amamantarlo y sabía
el gran vacío que la casa tendría sin él y…

¿Por qué estaba bien?...

Dios te salve María llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tu eres,
bendito es el fruto…

…bendito es el fruto de tu vientre… de tu vientre… de tu vientre… de tu vientre… de


tu vientre infinito rodeado de flores, marcado de amor, que llenas el alma de la
madre, que llenas el fruto de su vientre y la llenas de dolor.

No llorar, no llorar, caer, desfallecer, mi pequeño, por mi pequeño, por el pezón


dormido, por la leche agra y por la gente y por la fiesta y por los besos, y por las
miradas de lastima y por mis pechos secos y por mi vientre enfermo, huir, huir,
destrozar todo aquello que vez para no ver, para estar ahí, para abrazarlo, para
sentirlo mío, para sentir su lánguido cuerpecito frio, frio, solo mío, y llorar, por fin
llorar, porque seguramente mi angelito, mi pequeño niñito me espera, esperara su
beso de buenas noches y si yo no lo beso no podrá irse en paz…

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Manuel permaneció inmóvil, negro, todo negro, negro su traje, negra su alma,
blanca su piel… Ambos observamos lentamente la hilera de hormigas que subían por
su pequeño cuerpo, como lo abrazaban en manchas voraces, las manos, los ojos el
sexo, las hermosas y brillantes alas de papel crepe, ninguno de los dijo nada, pero
ambos en silencio nos miramos y sin percibir siquiera nuestra callada tristeza ambos
lloramos.

73
Anexo: Colección FUCOA
Relatos de velorios de angelitos

El entierro del angelito


(Relato basado en hechos verídicos)

En tiempos no muy lejanos, en una localidad rural de la zona Central de nuestra


Patria, sucedieron los hechos que a continuación se narran.

Debido a las circunstancias de aquella época, morían muchos infantes de corta edad,
ate todo por falta de higiene en los alimentos y diarreas de los tórridos veranos.

Así le sucedió a Pedro Ponce y su mujer Auristela. Contaban con un buen número
de hijos de todas las edades, sin embargo el menos, de solo 3 años, enfermó
gravemente. Como el centro asistencial más próximo estaba muy lejos y era difícil de
alcanzar, supusieron que los remedios suministrados por la meica con su colección
de hierbas medicinales, iba a ser suficiente.

El destino decidió otra cosa, el pequeño Juan cerró sus ojos para siempre,
produciendo una pena y llanto enorme de deudos, familiares y amigos.

Según la costumbre en nuestros campos, la temprana muerte a corta edad del


pequeño Juan le aseguraba de inmediato un lugar en el cielo, transformándose en
“angelito”.

El velatorio de un “angelito” es una costumbre que sigue sus propios designios, y


se diferencia fundamentalmente del de una persona adulta. De antemano el profundo
dolor y congoja es acompañado por la alegría de tener un “angelito” en la familia, y
por lo tanto se procede de acorde a las costumbres que vienen por muchas
generaciones. Son una mezcla de creencias ancestrales de los pueblos originarios
con el catolicismo traído por los españoles, que se ha adaptado en el curso de los
siglos generando hábitos inspirados en un conjunto de creencias autóctonas y fe
cristiana.

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El acontecimiento se transforma de luto estricto, en fiesta y jolgorio de guitarras y
cantos. Fluye el pisco y el vino o la chicha. De vez en cuando se interrumpe la
música, para dar paso a pena intensa. Comienzan ruidosos llantos de las “lloronas”
con intensas manifestaciones de dolor muy visible. Nuestro Juanito, vestido y
apoyado a la pared. Hay flores y velas por doquier, y los pequeños párpados se
encuentran abiertos, sujetos con palitos de fósforos.

Su carita y ojitos se encuentran adornados con pétalos de cardenales y rosas en


forma de círculos alrededor de ojitos, pómulos y mejillitas.

Frente a esta mesa se une en un solo todo, luto, lloronas, jolglorio, guitarras y
cantos. Hay un ir y venir de parientes, amigos, vecinos, todos desean ver al
“angelito”, y participar del evento, en dolor y alegría, invitados a participar, comer y
consumir trago abundantemente.

El velatorio-fiesta en este caso duró 2 días y dos noches. Al segundo í a era hora
de pensar en el entierro. Los compadres de don Pedro se habían acercado al
cementerio parroquial muy antiguo y no dependiente de la autoridad civil del pueblito
cercano. El cura párroco escogió junto con ellos un lugar apropiado y bien delimitado.
Expresó claramente que el pequeño cementerio estaba sobrepoblado de muertos
sepultados en el correr de tanto tiempo, comenzando desde la época colonial. Lo
cual no permitía error en el lugar exacto de la sepultura.

A temprana hora fueron enviados 4 deudos con palas, para preparar la sepultura.
Todos ellos con pasos inciertos y claras señales de los excesos etílicos, debido al
tiempo prolongado de su participación en los hechos.

Luego se formó el cortejo frente a la casa de don Pedro Ponce y su mujer


Auristela. Los deudos tras el carro con el pequeño féretro banco, montados en un
automóvil de arriendo, seguido por un bus rural destartalado y un tractor tirando un
coloso, los asientos de fardos de paja.

Al ser bajado el ataúd pequeño del carro funerario, todos lloraban, y se escuchaban
sollozos intensos. No estaba claro que si de pena o “mona llorada”. El grupo ingresa

75
al camposanto, y se acerca a la tumba excavada por los deudos enviados como
vanguardia.

Con anterioridad y al llegar a la tumba, los cuatro excavadores habían cumplido


con su cometido. Pero, en que forma!

De antemano, gracias a los grados etílicos, habían equivocado por dos metros el
lugar exacto indicado por el cura párroco. AL cavar, se habían encontrado con lo
siguiente:

En primer lugar un ataúd completo, el cual abrieron para inspeccionar su


contenido.

Igual le sucedió a un pequeño ataúd de niño, el cual no solo deserto la curiosidad


de los cavadores, sino también de algunos asistentes al entierro. A un lado de la
tumba se encontraban, cuidadosamente ordenados, una calavera y los huesos de un
enterrado aparentemente sin ataúd. De sus bienes materiales solamente quedaban
los zapatos…

Al otro lado de la tumba, el cuadro era el siguiente: al excavar habían cortado un


esqueleto en forma longitudinal por la mitad, de manera que habían colocado los
huesos de una mitad en el borde de la tumba, mientras que la otra mitad, incluida la
espina dorsal, se podía observar perfectamente insertada en la pared recién
cavada…

Al encontrar el cortejo esta escena dantesca, se produjo de inmediato un silencio


absoluto y una paralización colectiva. Que hacer ahora? Todos se arremolinaban
alrededor del sitio del suceso, nadie sabía cómo actuar…

Quien podía salvar la situación? Don Pedro Ponce miraba a su alrededor


suplicando ayuda, consultándose con parientes y compadres. Reinaba la más
completa y caótica desorientación…

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Al final, y por vieja costumbre, discurrieron al el mayordomo del predio, presente,
que por la autoridad mayor a la mano, era el único en condiciones de poder
aconsejar y ayudar en esta disyuntiva…

“Ño Alberto: que hacemos?” No Alberto frunció las cejas, y pensó como salir de esta
encrucijada. Dar aviso a la autoridad era peligroso y completamente desaconsejable,
llamar al cura párroco menos todavía. Todo ello traería consecuencias no
previsibles… y por suerte el cortejo se encontraba solo en el camposanto.

Así que, después de algunos minutos aconsejó: “pongamos el “angelito” en el


fondo de la tumba, y volvamos a colocar cuidadosamente ataúdes y huesitos
alrededor, y tapamos todo, y queda como antes. Y aquí no ha pasado nada, y se
terminó el problema…

Así se hizo, y todos se retiraron satisfechos del cementerio. Y como paso ya más
firme se encaminaron al infaltable “quitapenas”.

77
El angelito
Por planes de vida tuve que venir a Chonchi a estudiar al Instituto del Mar William
desde, una isla, Melinka, ubicada en la XI Región. Acá descubrí nuevas creencias,
costumbres, tradiciones y por supuesto innumerables historias que nunca había oído.

Debido a que estaba muy, muy lejos de mi casa tenía que quedarme todo el año
en el internado y a veces mis compañeros me invitaban a pasar el fin de semana en
sus casas.

Una de estas visitas la realice a Lemuy, una isla que colinda y se separa por el
Canal Yal, respecto del pequeño poblado de Chonchi en la isla de Chiloé, a la casa
de Cristian Barría, “K-po” como le decimos en el colegio, el cual me llevó al hogar de
su abuelo don Epifanio Barría, quien, en una lluviosa tarde de invierno me contó la
siguiente historia:

Cuando un niño nace, todo el mundo dice que un nuevo angelito ha llegado a la
tierra. Si este angelito por esas casualidades del acontecer, fallece, que si bien es
cierto, es una tragedia tremenda y muy penosa, la gente en vida no tenía capacidad
para discernir entre lo bueno y lo malo, por lo tanto no cometió pecado alguno. Eso
es lo que pensaría cualquier persona ajena a Chiloé, sin embargo, los habitantes de
Isla Suit tenían otro modo de pensar…

Isla Suit es una isla de Chiloé, en la cual la mayoría de los habitantes son
descendientes de indígenas (huilliches). Es una sociedad sin grandes diferencias,
ellos son muy unidos. Enfrentar las bravuras del mar chilote y las lluvias torrenciales
e incesantes del clima de Chiloé (sic), sin aparente temor. Son capaces de salir
adelante u de no perder la confianza en sí mismos y por supuestos, celebrar sus
innumerables creencias que sean transmitido de generación en generación dando
paso así a la incesante hermandad y unidad que existe en estas bellas islas de la
décima región las cuales siempre tienen una historia o creencia que contar. Una de
estas creencias era la de “El Angelito” que se trataba de un bebé y su ángel interno.
La historia es la siguiente:

78
Cuando un bebé nace en la Isla Suit es la novedad del pueblo y en cosa de
minutos todos los pobladores están en casa del bebé, felicitando a los padres y
llevando todo tipo de regalos para la familia, sin embargo, Alex es un isleño que no
lograba tener un hijo con su esposa y se tenía que conformar con la felicidad del
resto de los padres. Todas las noches le pedía al señor que lo ayude y le dé un hijo,
hasta que un día sucedió, su mujer quedó embarazada, Alex no lo podía creer, su
felicidad revoloteaba por todo su cuerpo y se preparó para ser un buen padre.
Pasaron los meses y su hijo nació, era un varón un bebé hermoso, Alex no podía
estar más contento, lo besaba, lo cargaba, lo acariciaba y a los tres días de nacido lo
sentó entre sus piernas y por algo inexplicable al saber de Alex y su comunidad, su
bebé murió. A pesar de toda la pena que sentía, Alex tuvo que seguir con sus
creencias y realizar la fiesta de “EL Angelito”.

Es una fiesta que dura cuatro días, en el primer día el bebé se le arregla como si
estuviera vivo y se pasea por toda la isla, la gente lo pide tenerlo un ratito en sus
hogares y así poder estar protegida de todo mal ya que el angelito resguarda las
casas por donde pasa. Al segundo día se le hace una ceremonia en la iglesia y toda
la gente del pueblo le ofrece un regalo como agradecimiento por estar cuidando sus
hogares. Al tercer día al bebé se le baña y se le viste con el más elegante de todo el
pueblo y se le sienta en una mesa junto a una pared, en un lugar de privilegio de la
casa donde será la fiesta porque eso sucede al tercer día, una fiesta, para que el
angelito pueda dejar su cuerpo, descansar en paz y hacerle el bien ha alguien que lo
necesite. Al cuarto día se forma un pequeño dialogo entre las familias para ver quien
tiene el angelito en su hogar y cuando deducen quien es el dichoso, que no sé cómo
lo hacen porque es un secreto e tradición, que a conseguido que el angelito se quede
en su casa cuidándola y resguardándola los demás lo felicitan y se alegran mucho
porque saben que el alma de ese bebé está obrando de buena forma y sirviéndole de
alegría a una persona que lo necesita.

Por esta razón la gente es muy unida y cada vez que ocurre una ceremonia como
esta en la isla, mirada desde lejos, en una noche clara de luna llena, se ven
pequeñas lucecitas que arriban al cielo como si el angelito fuera a conocer su misión

79
que debe realizar en su pueblo, es un momento mágico que solo hay que verlo para
poder explicarlo.

Según Don Epifanio la primea vez que el vio esto, era un niño, quedo atónito, sin
palabras, luego, después de mucho correr el tiempo, el, al igual que Alex, tuvo que
realizar esta ceremonia, según me contó, y dice que es lo más profundo y emotivo
que puede hacer un padre en honor a su hijo.

Como cuenta el abuelo de mi amigo K-po, un chilote no le teme a la muerte ya que


ellos dicen que es un pequeño paso a la vida eterna, porque al no temerle, simboliza
un entendimiento positivo de la muerte y un optimismo por la vida dejando a un lado
los pequeños prejuicios y tropezones que te da la vida.

Hoy en día, al atardecer, mirando el conjunto de islas del archipiélago de Chiloé,


de pronto, parecieran irradiar una luz de esperanza en la gente en sus costumbres y
tradiciones. Conocer sus historias y sus innumerables creencias que por supuesto
dicen mucho en relación a como es la vida de un chilote.

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“Muerte del Angelito”
Sara era buena pero pobre y tenía 6 hijos, Adela, Fanny, Juan, Carlos, Víctor,
Hugo Pancho y el menor Antonio, simplemente llamado “Toño”.

Emilio era el marido de Sara, trabajaba en la granja de don Pedro quien era un
ricachón que tenía como 5 lechugas ¡Que se yo! Pero Pedro tenía como 180
animales o más y tenía ¡Nose cuantas cosas más! Y el salario de Emilio era $3.000
no más.

Bueno la vida de Sara igual era feliz ya que tenía una familia. Un día Sara se dio
cuenta que estaba embarazada de nuevo. Le dijo a la partera:

Mamita Leo, estoy embarazada ¿Me podrías ayudar cuando nazca, el Niño?

- Te ayudare como siempre.


- Gracias.- dijo Sara.
Sus hijos no sabían lo que iba a pasar y su madre le contaría cuando ya hubiera
nacido el niño que una cigüeña lo trajo de Paris.
Un día de Noviembre Sara estaba con dolor de parir y mando a Emilio a llamar
partera. Cuando llegó la mamita leo mando traer agua caliente, lavatorio y otras
cosas más.
Emilio mandó a jugar a los niños al patio pero los muy pillos calladitos y
agachados se pusieron debajo de la cortina en la pieza del lado para tratar de ver. En
realidad no vieron pero escucharon -¡Ay! ¡Ay!.
-Luego escucharon llantos de guagua y se miraron sorprendidos y se fueron
corriendo a la casa de los vecinos a avisarle que había acido un niño.
El niño fue muy hermoso y ponto lo bautizaron, los padrinos fueron amigos de
Sara, esto lo hicieron para dejara de ser moro y sea hijo de Dios.
Luis Hernán como le pusieron fue creciendo y haciéndose un niño habiloso a
pesar de que su madre lo mudara muy apretado como una momia, para que sus
piernas nose enchuecaran, bueno, todos en el campo lo hacían así.
Antes del año Luis Hernán se paraba en un corralito de madera que su papá le
hizo.

81
Cuando Adela entraba a la casa con su vecinita Marcia el niño movía sus brazos
feliz:
¡Marcha, marcha!- le decía en el idioma de niño.
Los otros hermanos se hacían los lesos porque decían - ¡Oh! Qué lindo el niño
que llegó de Paris.
Una madrugada Luis Hernán amaneció enfermo, vomitaba su comida y tenía
diarrea. Su madre le dio agua de menta y de paico pero fue inútil. Luego lo llevo
donde la meica y le dijo: Sra. Rita mi hijo está enfermo ¿Qué hago?
-No llores, yo lo mejorare- le dijo cuándo Sara estaba revuelta de lágrimas – hay que
quebrarle el empacho- dijo la meica nuevamente. Y lo puso de guatita en su rodilla
buscándole el hueso de su colita.
Ella dijo- sonó clarito cuando le quebré el empacho. Luego lo santiguo por el mal de
ojo.
Después de rezar y todo, le dijo- tendrá que tomar todas las hierbas, que te di.
Pasaron días y el niño no mejoro. La vecina le dijo que lo llevara al hospital, lo
llevó y el doctor dijo tendremos que hospitalizarlo.
Al devolverlo no era el mismo niño que antes.
Una noche Adela durmió con Luis Hernán y su madre se quedó toda la noche
despierta pero llorando y al amanecer el niño murió de a poco y dio un suspiro y
murió completamente.
Su madre lloraba infinitamente, las vecinas vinieron a ayudar y arreglaron la pieza
donde iban a velar al niño. Los padrinos compraron el alba la que es un vestido y un
par de alas blancas.
En una mesa con un mantel blanco colocaron la silla y sentaron al niño de cara
cenicienta y por los bordes adornaron con flores, le cantó con una guitarra hasta el
amanecer un canto del pueblo canciones tristes y bonitas.
Sara dijo más tranquila – Él se irá al cielo pero su corazón, se quedara en el mío.

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El plan del angelito
No era fácil mantenerse en pie luego de tan extenuante caminata, sabía que debía
llegar al pueblo al cual había ido destinada para cumplir con el objetivo del programa
y las fuerzas me empezaban a flaquear. La sombra de un frondoso sauce sirvió para
retomar energía, me recosté un instante, mis ojos se cerraron vencidos por el sueño,
el frio golpeo mi cara horas más tarde, al mismo tiempo, una cálida voz me instaba a
levantarme:

Señorita ¿Despierte, que está haciendo aquí? ¿Es tan tarde para que ande sola?.
Me dijo sentenciosamente.

Me levante apresuradamente y observe a la mujer, en su rostro agrietado por los


años se notaba una infinita bondad que termino por aquietar mi ánimo.

Soy la nueva coordinadora del programa para la mujer campesina. Le dije, llegue
hoy por la mañana, pero en el pueblo donde me dejo el bus no había movilización a
esa hora y un hombre dijo que debía caminar para llegar a mi destino,

¿Usted es la mujer que estaban esperando? Me pregunto extrañada, pero avisaron


que llegaría el próximo lunes.

No puede ser, dije confundida mi jefe despacho el telegrama hace dos días
avisando de mi llegada.

Comprendí entonces que nadie, estuviese esperándome en el paradero.

Empecé a sospechar que me esperaban dificultades, el paisaje que se descubría


ante mis ojos era misterioso y parecía decirme que los siguientes días seria de total
hermetismo.

Debe apurarse me sugirió la mujer, la llevare al pueblo acompáñenme.

Admire su destreza para caminar, y una sonrisa se dibujó en mi rostro al pensar


como sería mi vida si tuviese su edad.

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Apresure mi paso y allí ante mis ojos se habría un singular paisaje, casas de
adobes ennegrecidos formaban una hilera de construcciones antigua, el centro lo
ocupaba una cancha d tierra cuya simetría parecía haberse esfumado con el tiempo,
a su lado una construcción amplia, de no ser por la vieja cruz que se erguía en la
parte delantera, nadie apostaría que era una capilla.

¿Dónde queda la escuela? Pregunte- ansiosa por darme una ducha y poder comer
algo, pues mi estómago me avisaba continuamente, de lo poco generosa que había
sido durante la mañana.

Me volví buscando una respuesta de mi acompañante, pero había desaparecido,


intente ubicarla entre las viejas viviendas, pero solo la sensación de paz que había a
mí alrededor, denotaba su presencia.

El griterío infantil que se produjo detrás de unos caseríos antiguos me alerto sobre
la ubicación del colegio, encamine mis pasos hacia allá y mi asombro fue mayúsculo
al observar que a diferencia de la casa de adobes, la escuela completamente de
madera se levantaba majestuosa.

¡Buenas tardes! Me dirigí a unos niños que corrían formando círculos.

Necesito hablar con el profesor, explique.

¡Señorita la buscan! Gritaban en coro.

En el umbral de la puerta apareció una joven mujer a juzgar por su tarto hacia los
chicos, supuse que sería maestra.

¡Vayan a sus casas criaturas! Les dijo, con un tono severo desmentido por sus
gestos cariñosos, al mismo tiempo que avanzaba a mi encuentro.

¿Buenas tardes señorita?-disculpe la bulla, es que estos niños son un remolino de


energía, añadió resignada.

Me presente sin antes disculparme, por los equívocos que se habían producidos
en relación con mi llegada.

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Bienvenida a Chilcal, me dijo amablemente.

Nos encaminamos hacia la parte trasera del recinto donde se me indico la


habitación que ocuparía. El lugar aunque humildemente amoblado, destacaba por la
prolijidad con que había sido limpiado.

La cena es a las ocho me recordó la maestra, ala esperamos en el comedor.

Le agradecí su preocupación, me dispuse a desempacar y puntualmente me


presente. La comida fue agradable y la jornada se extendió hasta muy tarde; allí me
entere que el pueblo debía su nombre a unas plantas que los vecinos llamaban
Chilcas que crecían copiosamente a orillas del único río de aquella zona.

Ya en mi dormitorio, la fatigosa jornada termina por sumirme en una apacible


sueño. Al amanecer, el ruido de los pájaros y aves de corral me recordaron que me
esperaba un arduo trabajo.

Me dirigí a la oficina donde un lastimero sollozo proveniente de la sala principal,


llamó mi atención, intente volver a mi pieza pero la voz de la maestra me detuvo.

¡Espere! Necesito hablar con Usted.

Dígame respondí intrigada.

No podre acompañarle a visitar la gente, señorita- como habíamos acordado


acababa de fallecer Jaimito, unos de mis alumnos y debo acompañar a sus padres a
la ceremonia del velatorio.

No se preocupe le señale, si quiere la acompaño.

Gracias me respondió y me llevo ante la madre que lloraba desconsoladamente.

Trabajamos arduamente todo el día, me asombro tanta religiosidad y solidaridad,


pero mayor asombro me causo la ceremonia que se llevó a cabo durante la
madrugada, ya que la gente se congrego en el mismo lugar, en el día anterior me
había encontrado la señora que me condujo al pueblo extrañamente la gente se fue
colocando en círculo y cada uno sostenía una vela encendida, que en medio de la

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sorprendente oscuridad que se presentaba en esa oportunidad, le daba al momento
una mística e inquietante visón.

Participe silenciosamente de aquella ceremonia con la convicción de que al día


siguiente serian respondidas todas mis interrogantes que a decir verdad, eran
muchas.

Desperté tarde, y al dirigirme de nuevo a la casa del difunto la mujer que me


encontró en el camino, estaba junto a otras mujeres rezando. Denotaba una gran
tristeza, el paño negro que cubría su cabeza indicaba a juzgar por la apariencia que
le afectaba, sobremanera aquel episodio.

Quise hablarle, pero su gesto de abstracción me indicó que no conseguiría sacarle


palabra alguna.

Se preparó entonces el traslado del difunto al cementerio, varios hombres


construyeron una carreta improvisada, para esa ocasión, según supe el cementerio
quedaba en Canela Baja, pueblo en el cual me había dejado el bus.

Partió el cortejo e intente separarme del grupo, disminuyendo mis pasos, y para mi
sorpresa la señora se acercó.

Él ahora se va derecho al cielo. Tuvo su despedida, es un angelito.

Señalo conmovida.

¿Por qué la ceremonia de anoche en ese lugar?, pregunte ansiosa.

Unas de la primeras familias que llego a este sector, comenzó a relatarme la


abuelita: Era una pareja joven, lucharon por tener un hijo durante varios años, hasta
que un día la esposa le comunica a su marido que van a ser padres, la alegría fue
inmensa. Los años siguientes los padres intentaron dar todo por ese hijo, pero al
cumplir los 9 años su salud empezó a decaer una noche el niño ardía en fiebre y la
madre acudió a los vecinos para solicitad ayuda.

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Volando va el angelito
Era pasado el tiempo de cosechas cuando, una mañana de Marzo, tibio aún, llega
a la galería asoleada de sus patrones, a la hora de servir el desayuno, Estela, la
cocinera de la casa, llorando y secando sus lágrimas con ambos antebrazos, en
forma alternada pues estas no cesaban de escurrir por sus enrojecidos ojos.

-Qué te pasa Estela? Le preguntan sus patrones a una voz.

-¡Se murió mi guagüita! Dice rompiendo en sollozos.

-¿Cómo?! A qué hora por Dios!

-En la mañana cuando desperté pa´ darle pecho, me la corrí pál cuerpo y ya estaba
heladita, muerta yá, quizás a qué hora fue, se murió solita, son llorar siquiera, a lo
mejor fue mi culpa, ¡cómo no me di cuenta…es que no estaba enferma…no sé qué
“jué” lo que pasó!-¿Qué quieren pál desayuno?

¡Deja eso mujer por Dios y vamos de inmediato a verla dice Doña Elena, la patrona,-
¡ Que desayuno ni que nada!- ¿Ya lo sabe tu mamá?

-Le mandé avisar con el Tolo, ¡se acuerda que ella misma me la recibió cuando la
tuve y me la había pedío de ahijá”?- Sí pues Estela.

Llegaron a la pieza donde estaba el “angelito” y le destaparon, para revisarlo


tratando de encontrar algún indicio que explicara su muerte tan inesperada. La Sra.
Elena vio una gran mancha negruzca y redondeada alrededor del ombliguito, sin
duda alguna está era una evidencia de un derrame interno cuya pérdida de sangre la
llevó a una anemia y está a una placida muerte sin dolor: - por eso la pobrecita de
dos meses apenas, no lloró y su triste madre no se dio cuenta de lo ocurrido. Elena
se lo explico claramente para aminorar su dolor y sentimiento de culpa que tenía
abatida a la joven mujer.

A doña Elena le impacto bastante lo del derrame, pues no había visto en su vida,
como vio en la pequeña guagua, cuando nació 2 meses atrás , la forma como fue

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tratado el ombligo después de separarlo de la madre en el parto y la rapidez con que
este estuvo seco y se desprendió solo en tres días; ¿Cómo fue?

Echaron un puñado de ceniza negra hecha de un pedazo de tejido de lana rojo


quemado y que a la misma Elena le fue conseguido para tal efecto, cuando nació la
pequeña que no alcanzó a ser bautizada y que desde la madrugada de ese día de
Marzo, pasó a ser “angelito” o “Juanita de Dios” como les llaman en el campo a los
bebés que no tuvieron un nombre bautismal y murieron moros.

Taparon al “angelito” y mandaron al Tolo a comprar un pedazo de lienzo blanco


para confeccionar el “albita”, traje que engalanará a este “angelito” que abandonó la
vida sin previo aviso.

Llega la abuelita, Doña Carmen, con paso cansado, lento, como no queriendo
llegar a lo que irremediablemente tiene que aceptar: encontrarse con su pequeña
nieta muerta de improvisto. Su cara muestra una mueca de dolor y llanto contenido y
se abraza a Estela, quien rompe en sollozos al sentir la pena que también trae su
madre, matrona, comadre y abuelita de la niña.

Consiguen en las casas patronales una mesa cuadrada de mimbre, bastante


antigua, para instalar al “angelito” en tanto se pueda. Doña Carmela toma el pedazo
de lienzo y pide tijeras. Empieza a trabajar el precioso trajecito blanco haciendo
hoyitos, recortes en ángulos y piquitos, con ellos va formando hermosos dibujos
repetidos al hacer dobleces en el género en cuatro capas y al ir corriendo con
destreza la tijera, obtiene como resultado un maravilloso encaje de unos 20cms., de
ancho y que va a morir en el ruedo del vestido. Toma el resto que le queda y le hace
un par de cortes muy precisos: aparta los pedazos exactamente iguales y con ellos
da forma a dos preciosas alitas, las que, con mucho cuidado va aplisándolas,
quedando estas terminadas en punta, perfectas. Las deja a un lado y el vestidito le
hace un corte en semicírculo en la parte de arriba, lo puntea en piquitos como
terminación con hoyitos intercalados y forma con él, el cuello. Cose los costados de
abajo hacia arriba, dejando un par de huecos sin coser, que servirán de mangas.
Pasa un hilván doble a la altura de la cintura, éste al tirar la hebra, apreta hacia la

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cintura y con esto da una gran amplitud al ruedo del “albita”. Este trabajo no se debe
coser a máquina, solo se hace a mano con aguja y su nombre lo toma por la
blancura del alba. Doña Carmen mientras cose, mira de reojo a su hija y está,
sentada flácida y muy pálida, parece una estatua desencajada: con sus enormes ojos
negros abiertos en una mirada sin un objetivo en particular, solo suspira profundo de
vez en cuando, con sus pensamientos perdidos en su propia pena. A la abuela se le
caen unos lagrimones al ver por lo que está pasando su hija y a lo mejor por revivir lo
mismo que pudo haber pasado ella en su juventud.

Manuela, una vecina que había llegado a acompañar no hacía mucho rato, ve caer
las lágrimas de Carmela, encima de la delicada prenda y rápidamente se la quita
diciéndole en tono de reproche:! No comadrita usted no puede seguir haciendo el
albita porque si la sigue mojando el “angelito” no va a poder subir ni volar al cielo, las
lágrimas no lo van a dejar, así es que mejor yo se la termino, falta poco que coser.

Doña Carmen da rienda suelta al al ahogado llanto…! Pobrecita si ni siquiera la


bautizamos!...¿ “aonde” irá a parar mi angelito?

-No lloren por favor, rogó Manuela, eso es malo, perturba al “ángel”. El vestido fue
terminado y quedo realmente hermoso. Se lo pusieron a la niña sujetándola: le
fueron cosidos los hombros y las alitas las prendieron al traje por detrás, con sus
puntas hacia arriba para facilitarle el vuelo.

El “angelito, fue sentado en la mesa de mimbre, pintada su pequeña boquita con


un poco de carmín fue lo que adorno sus pálidas mejillas: una coronita de flores
blancas de papel ciño su blanca frente y la manita derecha la acomodaron por
encima de la faldita, vuelta hacia arriba, en forma de cuchara, así como ponen las
manos los que piden limosna. Era para eso… las dádivas en monedas serían
dejadas en su pequeña manita. Sus ojitos al morir no los cerró, así es que quedo con
la mirada clavada hacia arriba allá donde ella tenía que viajar pronto según como
siguiera, según la tradición, el velorio de “angelito” cumpliendo con todos los ritos y
costumbres usados de siempre…

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Llega a la capilla, Jorge, un joven pueblerino que estaba de visita donde Elena, y
que al oír del “angelito”, fue por unas velas y puso en un tarrito de lata con arena, la
encendió y con mucha prudencia y respeto, la colocó a los pies de “Juanita de Dios”
bien centrada en relación a flores y todo que adornaba el blanco mantel que cubría la
mesa de mimbre.

Salta Doña Carmen como empujada por un resorte, a la vez que le grita a
congojada…! No haga eso Don Jorgito, saque esa vela de ahí!

El joven quedó como suspendido en el aire y todavía con su brazo estirado,


enrojeció y titubeando contesta… ¿qué hice de malo?... quería ponerle una velita
solamente…

-¡Ahí no pues Don Jorgito! ¿no vé que si “usté” pone la vela debajo de los pies del
“angelito” él no va a poder llegar al cielo “porque al volar, la llama de la vela la va a
quemar por sus “mesmos” pies y se va arder sin poder seguir subiendo”. Jorge en
ese momento solo sintió que estaba “como pollo en corral ajeno”. Le arrebataron la
vela y la pusieron por detrás del cuerpecito, frente al torso, detrás de la cabeza; pero
bien a la orilla de la mesa…! Aquí si pues, perdone usted y muchas gracias por
preocuparse!

Elena, la buena patrona, mando a hacer un lindo cajoncito blanco, a la medida y


de buena madera de raulí, para que pudieran colocar cuanto antes al “angelito”.
Encargó encarecidamente que el trabajo fuera rápido pero bien hecho, pues su
premura era grande.

Cuando la capilla estuvo llena de flores, coronitas, y las mujeres un poco más
tranquilas, una de ellas va a conseguir con Elena… que preste su guitarra para
llevarla al velorio, ¡es pa´ cantarle al angelito no más, señora!... Llevo el instrumento
a la pequeña pieza donde todos estaban esperándola y Doña Carmela la tomó
suavemente y comenzó por reafinarla. Tirando sus cuerdas, tin-tin las delgadas, tan-
tan las gruesas, hasta que llegó al punto justo de afinación por “media-música”. (Mi-
re bemol-la-mi-la-mi). Empezó a pulsar las metálicas cuerdas que dieron sonido
como de campanitas y empieza a cantar una canción al “angelito” que partía al cielo,

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cuando nuevas lágrimas corren copiosas por sus mejillas, a pesar de que ella sabía
que el “angelito” que se vá, es motivo de alegría, la pobre viejita no pudo contener su
llanto y su canto pareció más bien, un lastimoso gemido con melodía…

Manuela de nuevo interviene: tomándole la guitarra con suavidad, le pide –No


toque con pena comadre Carmen! ¿no ve que eso tampoco le permite subir al cielo
al “angelito”?, ¡ las lágrimas son malas y usted no deja de llorar …más encima es la
abuelita!

-¡Es que tengo tanta pena… y quiero cantarle a mi “angelito”!

-Si usted quiere comadre… yole canto, sé canciones muy lindas para “ellos”, no llore
más y yo lo hago en su nombre. ¿ por cuál “finar” está?

-Por “media-música”?.

-Ah… pero yo voy a tocar por “trasporte”, es más alarmante el sonido aionia la
guitarra de nuevo y sale otro “son” al pulsar las cuerdas, muy parecido al anterior,
pero más lleno el acorde, además muy sonoro, puesto que atravesado sobre las
cuerdas y por encima del cuello de la guitarra.

Rasguea suave y su canto dice así…

Dichosos padres y madres

que echan “Ángeles al cielo”

la dicha de los padrinos que buena mano tuvieron.

Cuando muere un inocente

el padre y la madre lloran

y el “Ángel” se pone triste

cuando le quitan la Gloria.

Que ganarán con sentir…

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Cuando Dios manda la muerte

Sabiendo que es una dicha

Cuando muere un inocente.

Donde habrá mayor Deidad

Que sepa la Gloría Estable,

Echar “ángeles” al cielo

Dichosos padres y madres.

Que glorioso el “Angelito”

Que se halla pisando en alto

Gloria al Padre, Gloria al Hijo,

Gloria al Espíritu Santo.

Terminada la conmovedora canción tan bien ejecutada, se levanta un grupo para ir


a preparar una buena cazuela de pollos con chuchoca, como era tiernos esta estuvo
en poco rato: después de servírsela “matearon” en rueda. A todos los concurrentes
les fueron servidas sendas copitas de enguindado y como es lógico fluye una
animosa conversación, esta, reiterativa, pues al que llegaba se le contaba con lujo de
detalle, como había muerto la pequeña y que… a lo mejor no fue por lo del ombligo,
sino que tiene que haber “sío” un ataque al “celebro” lo que le dio ¿no ve que tiene
vista “clavá p´atrás”? Eso fue y no lo que dice Doña Elena, ella no sabe de estas
cosas.

En la tarde trajeron el pequeño ataúd blanco, que fue pintado y secó rápido…
Elena fue´ toda orgullosa a entregarlo a los padres de “Juanita de Dios”, y cuál no
sería su sorpresa y desengaño cuando se dio cuenta de que éste solamente iba ser
usado por el “ángel” en el momento de llevarlo al cementerio y ni un minuto antes. El

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velorio seguiría igual que antes, con el “angelito” sentado en la mesa, su mano
recibiendo monedas que servirían para comprar vino para ponches: su pequeña
carita pintarrajeada… sus ojitos abiertos mirando al infinito, como esperando que
“Tatita Dios” le dijera… ¡Ya… “angelito” “Juanita de Dios...“ estai lista pa´subir al
Cielo… el valle está limpio, sin nubes ni viento…sube …sube… aquí te estoy
esperando… aleta…aletea!

Alguien comenzó a rezar en voz baja por fuera de la casa, circundando la capillita,
la gente estaba toda bajo la sombra del parque y por entre sus frondosos árboles
dijeron haber escuchado un suave aleteo ¿paso una paloma? Dijo Elena,…no
sé…algo paso con ruido de alas… y justo en ese momento el rezador decía…Digo la
una que es una

en nombre de Jerusalén

la Virgen parió en Belén

y siempre ha quedado pura.

Todo el mundo lo asegura

que ella quiso padecer

por su infinito poder

digo la una que es una…

Se pierde en la tarde la voz del rezador en tantas vueltas alrededor de la casa,


pues solo él sabía por lo que estaba pidiendo… estaba correteando al Malo, para
purificar al “angelito moro”.

Elena muy impresionada a la vez que conmovía con todo lo que estaba pasando,
también cantó bajito una oración que en ese momento le inspiró aquella inolvidable
situación, vivida por ella por primera vez en su vida y que le coló muy hondo, por eso
ella dijo así… como completando lo que faltaba.

“Angelito yo te quiero

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Abre tu mano encogida

Toma con ella al Lucero

Vuela con él a otra vida”.

“Borra el color de tus labios

Saca el rubor de mejillas

Que Dios tan bueno y tan sabio

Igual te dará su Silla”.

-¡Ahora seguramente …VOLANDO VA EL ANGELITO…

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“Velorio de Angelito”

Feliz glorioso angelito

Las noches te vengo a dar, y te vengo a saludar

Bello blanco palomito.

Yo te veo tan bonito tan lindo y tan adornado,

saludo al altar sagrado, saludo la hermosa mesa,

yo saludo esta grandeza

ángel bello adornado.

El rasgueo de la guitarra traspuesta, y el contenido de los versos del canto,


hicieron brotar en la mente del viejo Marcelino” uno de los momentos vividos que lo
dejó marcado a muy temprana edad. Y esta es una de las principales razones por la
que se dedicó a “pueta” el resto de su existencia, y poder entregar el “Canto a lo
Divino” o el “Canto a lo Humano” donde lo requerían.

-Todo empezó una mañana de invierno, en la que hacía frío.-dijo el “viejo


Marcelino”.- Por entonces no tendría más de tres años.- agregó.

De repente desperté, y muy sorprendido quedé, por la escena que se desarrollaba


ante mis ojos de niño. Mi madre sentada en un rincón de la pieza, lloraba
desconsoladamente por la prematura muerte de mi hermano de cinco meses.

La meningitis traicionera se lo había arrebatado de su regazo, y ahí lo tenía sobre


la mesa, sentado en la sillita de mimbre que me había regalado mi padrino Jorge.

Como haciendo los momentos más tétricos, el “terrenal de las charillas” azotaba
con furia las paredes de la casa esa madrugada del mes de Julio; y amenazaba con
despegar las vigas del techo en cualquier momento a las fonolitas alquitranadas.

-No tengan miedo- decía mi padre.

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-No se volarán, porque puse unos tirantes de alambre bien firmes.-

Mi abuela no decía nada, y solo se limitó a descolgar de la pared un ramo bendito,


que había recibido en la misa de Semana Santa. Grano a grano dejó caer el trigo y
las hojas de olivo sobre el carbón rojizo del brasero.

-Para que deje de correr el viento.- Murmuró.

Cosa increíble, esté ritual tan sencillo tuvo su efecto positivo. El “terrenal de las
chacrillas” cesó, ya no daba sus embates incansables contras las cosas del sector
que se interponían a su desenfrenado galope.

A partir de ese instante, empezaron a llegar los vecinos más cercanos. Algunos
por mera curiosidad, y otros intentando mitigar con palabras de consuelo el dolor de
la familia.

Recuerdo a mi hermanito Carlos Enrique entre las flores, sentado en la silla de


mimbre. Vestía una túnica de color blanca, y a la altura de sus hombros emergían
dos alitas prontas a emprender el vuelo. Sobre su cabeza una corona de papel
celofán descansaba, y en sus pequeñas manitas inertes dos cardenales rojizos
completaban su marchitada magia

Mi hermano era un angelito, y de un momento a otro partiría al cielo

Adiós lucero del alba

Aurora de la mañana

Adiós hermanos y hermanas,

No me lloren tengan calma,

Adiós padre, adiós hogar

Adiós árbol de dulzura,

adiós madre ternura

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no llore tenga consuelo

le digo al entrar al cielo

adiós agua limpia y pura.

Se le veló durante toda una noche, y en el transcurso de ella se le dio de comer y


de beber vino caliente o gloria „o para el frío a los cantores y demás acompañantes.

Al día siguiente lo colocaron dentro de un cajón blanco, y como las tres de la tarde
hicieron su funeral. A mí no me llevaron porque era muy pequeño -dijeron- Además
no entendía estas cosas. Pero igual sentí nostalgia al verlo alejarse rumbo al
camposanto por la calle “Bellavista.”

Adiós hermano menor.

Adiós compañía presente

que hasta aquí hoy llegaron.

Yo le digo adiós cantores

que aquí me han cantado.

Como una paloma andante

que hoy emprendió su vuelo

les pido que tengan consuelo

Porque a la gloria me voy

adiós le digo desde hoy

porque ya me voy al cielo.

Y eso no es todo, lo que a continuación detallaré es verdad. ¡Créame o no! Pero


les juro que es verdad.

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No habían transcurrido más de dos días de los funerales, era de noche. Apenas se
apagó la luz de la vela para prender el viaje por la pradera al sueño, cuando
inconscientemente miré la cortina de la ventana de la pieza. Y como les dije
anteriormente ¡créame o no!, en ella se proyectó una guagua cogiendo flores en un
jardín muy hermoso. Estas se movían en ondulaciones, formando olitas, como si
estuviesen recibiendo la acción del viento.

Curiosamente la contemplé un buen rato, ya l no darme una explicación lógica a lo


que veía empecé a sentir miedo. Grité fuertemente, y por mi culpa ninguna de la
familia pudo dormir esa noche.

Esta aparición se volvió a repetir las siguientes noches, apenas se apagaba la luz,
y ahí estaba la visión en la cortina de la ventana. Como consecuencia me enfermé, y
empecé a enflaquecer de una manera preocupante. Me llevaron al doctor, y al
hacerme los exámenes correspondientes no encontró la casusa de ella… estaba
desahuciado por la ciencia médica; y lo peor seguía empeorándome en la cama.

Hasta que un día mi abuela se acercó a la cama, llevándome tres cogollos de


palquis entre los dedos de su mano derecha. Me acurrucó en su falda, y con mucho
cuidado los fue pasando por todo el cuerpo. A medida que los pasaba, se entregaba
a rezar profundamente una oración, y hacia la señal de la cruz con las ramitas
naturales.

Santo remedio. Gracias a sus rezos me recupere totalmente; y de mi casa espantó


a la señorita pelá que se llevó lejos a su guadaña de la muerte.

También gracias a ella estoy aquí presente, para contarles estas vivencias a
ustedes.

Ángel glorioso y bendito,

verde cogollo de olivo

en la gloria eternal

ya ha sido admitido.

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De la gracia revestido

se encuentra este angelito,

con el corazón contrito

desde esta alta posesión

en la celestial mansión

se le ve muy derechito

Al finalizar estos versos, veo deslizarse lágrimas por la mejilla del “viejo
Marcelino”. Agacha la cabeza, y guardando un profundo silencio se queda triste
mirando el suelo.

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El ruego del angelito
Angelito, estoy vestido de organzas y envuelto en un chal bordado a crochet. Mi
cabeza esta demarcada por un gorro de punto que señala, justo en medio de mi
frente, el nacimiento de mi nariz pequeña y fría.

Me he quedado con los ojos abiertos y una turbiedad que, poco a poco, va
llenando mis pupilas y opaca el blanco azulado de mis escleróticas.

Rígido, como un soldado en revista, rodeado de velas y flores, contemplo desde


mi altar, los rezos que doña Trini dice desde el fondo de su abultado abdomen y que
hacen vibrar el luto palpitante de su grandes pechos flácidos, apenas sujetos por
pequeños botones de concheperla, que me dejan ver, a través de la transparencia de
su blusa, su carne rosada e inmaculada de besos por más de treinta años.

Mi madre, con un velo que le presto su hermana, mira el suelo de tierra rociado
con agua que llenaron de pétalos de rosas blancas, suspirando y llorando, no quiere
mirarme ni escuchar ya nada.

Y yo, exhibido a la gente en medio de interminables rezos, lo único que deseo es


partir, terminar con esta situación que no me deja cerrar los ojos, y me obliga a
seguir mirando este mundo que ya no es el mío. Mejor sería estar sepultado en la
húmeda tierra y la oscuridad.

Mis ojos no quieren seguir mirando el ronroneo de voces que repiten lo que dice
´ñatrini, ni los chistes que dicen en el fondo del patio los hombres arrimados a una
fogata, en la que diviso en llamas la cabecera de mi cuna.

Quiero que me dejen en esta suerte terrible.

No entiendo el dolor cerca de la conformidad, ni el dolor alcohólico de las rosas


centelladas por el calor amarillo de las brasas.

Soy un motivo de desconsuelo de ironía y de unión que no pretendo.

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Déjenme quedarme en esta muerte inesperada y lastimera que ya no tiene nada
que ver con la ventura de la vida. Soy el angelito que quiere cerrar sus ojos, sus
oídos y su corazón a lo que no le asignaron de vida.

Soy culpable… Aquí está mi cuerpo pequeño, disponed de él, pero pronto. Mejor
sería estar con mis brazos en cruz tendido en la infinidad del cielo.

Déjenme partir, déjenme partir… déjenme partir a mi soledad disconforme y


callada, déjenme partir, déjenme partir….

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Ángel sin alas
“Misiá Tatito”, le llamaban cariñosamente en aquel pueblo entre dos quebradas.
Era una mujer de edad indefinida, eternamente vestida de negro. Hasta los más
antiguos del lugar aseguraban recordarla exactamente igual desde pequeños. La
creían poseedora del secreto de la eterna juventud, y no parecían estar muy errados,
pues Misiá Tatito lucía un rostro blanco e imperturbable, libre de arrugas y un cabello
que aún no conocía la nieve del tiempo. Sin embargo, algo en su mirada y en su
modo de ser denunciaban la carga de años que llevaba a cuestas. Era lo que bien
pudiéramos llamar una “bruja buena”.

Vivía sola en una humilde casa de tablas, en la que una mezcla de paja y barro
impedía que el viento se colara por as innumerables rendijas. Dos piezas componían
la vivienda; una destinada a dormitorio y otras más amplia que hacía las veces de
comedor –consulta. En la primera, lucía una cama solitaria tendida a ras de suelo y
un pequeño velador hechizo, en medio del cual resaltaba un vaso roto con una vela
en si interior, cuya espelma se había adueñado del piso de tierra circundante. En
tanto, en la segunda pieza era posible ver en un rincón una mesa artesanal llena de
múltiples artefactos indefinibles: piedrecillas de todos los colores y tamaños, yerbas
aromáticas, trozos de géneros, pajillas y un mazo de viejas cartas, entre muchas
otras cosas. Los muros disimulaban su blanca desnudez de cal con unos cuantos
dibujos infantiles amarillos por el tiempo, regalo otorgado sin duda por más de algún
chiquillo agradecido a quien Misía Tatito le curó un mal. Sin embargo, lo que más
llamaba la atención del conjunto era una gran imagen de la Virgen al lado de la cual
se erguía un pequeño esqueleto perfectamente conservado. Era este último el único
recuerdo que tenía de su otrora querido compañero: Rondín, su fiel perro.

Muchos comentaban en el pueblo que sin duda ella tenía la cama como siempre la
adorno, puesto que verdaderamente no necesitaba dormir, deambulando por las
noches convertida en extraño pájaro. Yo la observaba desde lejos, y nunca pude
imaginarla como tal. Sin embargo le rehuía, temiendo que al malo me pudiera hacer.

Siempre tenía gente que acudía a consultarla, y ella recetaba con paciencia
inigualable a cada una la infusión de yerba exacta para la cual o cual dolencia.

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También predecía el futuro leyendo las cartas, quitaba el mal de ojo u oficiaba de
“cantora” en los velorios de angelitos. Algunos le temíamos, otros la amaban, pero
todos de alguna u otra forma agradecíamos su presencia entre nosotros.

Recuerda aquella tarde que acompañé a mamá al velorio del angelito de la familia
Rosales. El pequeño Raulito, de 8 meses de edad, parecía un pálido muñeco
rígidamente sentado en una silla puesta sobre una mesa y adornada como un trono.
Entre sus manos sin vida entrelazaron guirnaldas de flores, y otras tantas colgaban
de su blanco ropaje. Sus labios dibujaban la dulce sonrisa de quienes descansan en
paz, ajenos al dolor y a la miseria humana.

-El (sic) angelito es un ser puro, que no conoció el pecado –decía Misia Tatito,- por
eso no necesitaba de rezos para salvarse. El entra derechito al cielo, y allí lo recibe
San Pedro en persona. No hay que llorar entonces, sólo recordar las cosas buenas y
pedirle que ruegue a Dios por todos nosotros.-

Luego entono hermosas canciones en honor al angelito, que yo trataba de repetir


junto a otros niños. Mientras tanto, en un rincón de la cocina un grupo de señoras ya
maduras mate a orillas de un generoso brasero, comentando las últimas novedades
del pueblo.

Los hombres, como de costumbre, formaban grupo aparte, degustando bien


seguido el vino tinto -pal „frío- aseguraban que alguno que había bebido más de la
cuenta rompía a llorar inconsolablemente recordando viejas penas. Misiá Tatito le
reprendía entonces con una sola mirada, y el envalentonado volvía a guardar la
compostura como por arte de magia.

Así transcurría el tiempo en el viejo poblado escondido entre dos quebradas, hasta
que algo vino a perturbar la rutina diaria. Sin razón aparente comenzaron a
enfermarse varios niños. La fiebre hacía arder sus cuerpos convulsos y unas
manchas indefinibles las cubrían casi por completo. Era invierno, y los caminos
intransitables nos mantenían aislados de la ciudad más cercana, como solía ocurrir
cada año. Misiá Tatito multiplicó entonces sus esfuerzos; las infusiones de yerbas
eran repartidas casa por casa y ella misma atendía a cada pequeño enfermo.

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Yo le observaba desde lejos aquella tarde, hasta que un terrible dolor de cabeza
caso hizo estallar mis sentidos durante algunos minutos, convirtiéndose luego en una
hoguera que hacía arder cada milímetro de mi cuerpo. Inútil era tratar de recordar
algo más, pues, la inconsciencia me cubrió con su negro velo.

Siete días pasaron antes que la muerte decidiera soltarme de entre sus garras. Al
abrir los ojos pude ver una imagen borrosa y enlutada junto a mí, que poco a poco
cobró nitidez: Misiá Tatito, más pálida que nunca. Su rostro acusaba el enorme
cansancio por haber permanecido todo aquel tiempo a mi lado, mojando mi frente
con paños húmedos, dándome de beber gota tras gota sus infusiones de hierbas y
rezando incesantemente.

-Ya volviste a este mundo criatura -me dijo- tomando mis manos entre las suyas –
Gracias Señor-.Desapareció luego en silencio, deslizándose como una sombra más
en medio de la noche.

Apenas mis débiles piernas lo permitieron me encamine a darle las infinitas


gracias por sus cuidados. La encontré sola, mirando hacia el horizonte, repasando
las cuentas del rosario. Me acerqué despacio, depositando un tímido beso un su
mejilla. Misiá Tatito reacciono entonces estrechándome fuertemente contra su
corazón. Lloré, lloré mucho, y solo después de un largo rato, que pareció
interminable le dije -¡gracias!-.

Continúe visitándola diariamente, descubriendo en ella algo nuevo y hermoso


cada vez. –Dios mío pensé.- Misiá Tatito es un ángel, solo que no tiene alas.

Un día, que quiero borrar de mi mente, sucedió algo que marcó para siempre mi
corta existencia. La puerta de la casa de Doña Tatito estaba abierta de par en par, y
la penumbra apenas dejaba ver en su interior. Un quejido lejano me sobresaltó e
inmediatamente comencé a ubicar su procedencia. Cuando mis ojos lograron
acostumbrarse a la oscuridad, pude verla, y mi corazón se detuvo violentamente,
para luego emprender una loca carrera dentro de mi pecho. Allí estaba Misiá Tatito,
tirada en el suelo y bañada en sangre. Esta fluía de su cabeza y formaba ya
pequeños charcos en el piso de tierra.

104
-Hija- musitó – vete a casa, y ruega a Dios por esta vieja.
Recuerdo que me acerqué a ella rápidamente, tratando de limpiar con mi vestido
su ensangrentado cuerpo. Las abundantes lágrimas que derramé ayudaron de
alguna manera a cumplir con aquella dolorosa tarea. Sin embargo, todo fue inútil, y
de pronto un suspiro profundo me indico que Misiá Tatito había emprendido viaje
hacia la eternidad.
Corrí en busca de ayuda, tropezando a causa de mi borrosa mirada, hasta llegar a
casa. Allí en enteré que un grupo de personas del pueblo la había culpado por la
enfermedad que atacó a los niños. Más de alguno juró haberla visto cuando se
convertía en pájaro y volaba sobre el techo de las viviendas. Otro dijo haberla oído
invocando al diablo y ofreciendo sacrificios en su honor. Así fue como decidieron
cobrar venganza por su propia mano, apedreándola hasta que “el mal espíritu” la
abandonara.
Misiá Tatito, el ángel sin alas. Cómo pudo la gente olvidar con tal facilidad cada
uno de tus desvelos, tus oraciones, tu infinita bondad. Desde la pequeñez del sitio
que ocupo en la tierra te invoco, pidiéndote que ruegues por cada uno de aquellos y
de nosotros. Tú, que estás tan cerquita de Dios puedes hacerlo, porque los seres
puros entran derechito al cielo, mi dulce ángel sin alas.

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Bibliografía

Artículos
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disciplinamiento cultural en el Norte Chico. Copiapó, 1840-1900. Revista HISTORIA,
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Capítulos
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Vovelle, Michel. (1998) .Historia de la muerte En Cuadernos de Historia n°18.

Colección
Colección FUCOA, ALOTP, Biblioteca Nacional.

106
Cuentos
Cuentos PRODEMU, ALOTP, Biblioteca Nacional.

Libros
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Periódicos
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