Modulo 5 - Terapia Del Lenguaje
Modulo 5 - Terapia Del Lenguaje
Modulo 5 - Terapia Del Lenguaje
MÓDULO 5
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ÍNDICE
Han existido numerosas teorías (1) que intentan justificar el desarrollo del lenguaje
infantil, entre ellas se encuentran las que plantean que el lenguaje es una conducta
aprendida, dandole poco énfasis a lo biológico y más al ambiente (conductista), otras
señalan que el lenguaje tiene un origen innato, otras se refieren a que la maduración
del SNC es el pilar básico para el desarrollo del lenguaje (neurológica), algunos
autores le dan importancia a que existe una predisposición genética para el
aprendizaje del lenguaje, que es un instrumento social por excelencia, y otras teorías
hacen hincapié en lo biológico y lo social como causas del desarrollo del lenguaje
infantil, a pesar de todos los estudios realizados , todavía a todos asombra la
aparición en el niño de esa maravilla que es el lenguaje.
El retraso primario del desarrollo del lenguaje está caracterizado principalmente por
un retardo de la adquisición de las habilidades lingüísticas de acuerdo a la edad
cronológica, la mayoría de los autores está de acuerdo en que este diagnóstico se
hace por exclusión generalmente, es decir, es todo desarrollo enlentecido o
retrasado que no pueda ser puesto en relación con un déficit sensorial, motor,
cognitivo, ni con trastornos psicopatológicos ni con disfunciones
cerebrales evidentes. Por lo que se le llama también Retraso específico del lenguaje,
otros autores lo denominan Disfasia de desarrollo. Generalmente estos niños tienen
una comprensión aceptable del lenguaje y el trastorno se evidencia
fundamentalmente en el área expresiva, que puede tomar hasta los 2 a 2 y medio
años de edad en forma ligera, o hasta los 3 a 3 y medio años de edad en las
severas, pudiéndose resolver por lo general espontáneamente, con la permanencia
de algunas secuelas de tipo articulatorio o Tartaleador en los casos más prolongados
o severos, en forma general reiteramos tiene buen pronóstico.
El retraso secundario del desarrollo del lenguaje puede ser debido a diferentes
causas pero las que primero hay que descartar, pues son las que tienen peor
pronóstico, son las siguientes:
• Retraso mental: Es una causa bastante frecuente de retardo del desarrollo del
lenguaje, las conocidas relaciones entre éste y el pensamiento las
explican claramente. Dos rasgos caracterizan esta entidad: la demora
marcada en la aparición de las primeras palabras y la lentitud en la ulterior
organización lingüística en todos los niveles: pragmático, fonológico, sintáctico,
léxico y semántico por incoordinación psicomotriz, desinterés oral, inhabilidad
para captar las relaciones gramaticales, dificultades en la generalización de los
significados, fundamentalmente.
• Lesiones del SNC o Periférico como la Parálisis cerebral: Los trastornos de la
comunicación oral prevalecen en los niños más severamente afectados; la
mayoría de los niños con Parálisis cerebral sufren afectaciones motoras más
ligeras (hemiplejía, diplejia) sin trastorno de la comunicación relevante,
aunque se pueden observar grados ligeros de Disartria. Esta entidad provoca
primariamente un Retardo del desarrollo del lenguaje en los casos más graves
que en muchas ocasiones comprometen las capacidades cognitivas y
sensoriales, evolutivamente van adquiriendo vocabulario, sintaxis, y aspectos
pragmáticos conjuntamente con mejoría de la articulación, quedando algunos
pacientes con tratamiento logofoniátrico portadores de una Disartria
Como estos pacientes (los más graves) están tan afectados desde el punto de vista
motor pues existen afectaciones de los movimientos biológicos de la deglución,
masticación y succión lo que repercute en la adquisición adecuada de la articulación
de los sonidos, también es frecuente observar trastornos respiratorios por el
deficiente control neurológico de los músculos implicados en esta función primaria,
repercutiendo también en la voz y en el aire espiratorio, observándose disminución
de la intensidad vocal, resonancia nasal aumentada, timbre aereado, trastornos de la
entonación, etc. Otros síntomas frecuentes en estos pacientes es el babeo, el
deficiente control orofaríngeo, dificultades en la realización de las praxias orales, hay
que descartar trastornos auditivos, visuales, perceptuales, que pueden asociarse a
esta entidad lo que empeoran el pronóstico y alteraciones en el lenguaje extraverbal
(mímica facial coordinación ocular, lenguaje gestual, etc.)
El tratamiento tiene como objetivo trabajar diferentes áreas: praxias orofaciales,
respiración, control fonorrespiratorio, control fonoresonancial, discriminación auditiva,
articulación, voz, control orofaríngeo, masticación, estimulación sensoperceptual
general, vocabulario, sintaxis, pragmática, y estimular los logros lingüísticos
alcanzados generalizando lo aprendido en otros contextos. Existen otros casos muy
graves que se utilizan medios alternativos de comunicación consideramos con otros
autores que estos pacientes deben tener al menos intención y necesidad de
comunicación así como no tan afectada la cognición
• Alteraciones psíquicas como el Autismo: El retardo del desarrollo del lenguaje en
los niños autistas es lo que a veces lleva a consultar al médico, encontrándose
patrones deficitarios en articulación, sintaxis, semántica y pragmática del
lenguaje, una característica especial es el uso verbal y no verbal invariablemente
deficitario, otros síntomas verbales son la ecolalia, mal uso de pronombres, no
uso del lenguaje extraverbal, etc. El pronóstico para la adquisición del lenguaje en
estos niños es reservado, existiendo una regla empírica que los niños que no
hablan pasados los cinco años tienen un pronóstico negativo en lo tocante al
lenguaje y según algunos autores también se refieren a la inteligencia, aunque
hay casos no tan severos que pueden alcanzar mejoría en algunos aspectos
fonológicos, sintácticos, no tanto así en los aspectos semánticos y pragmáticos.
Siempre la atención precoz y el tratamiento adecuado según el caso van a dar
más probabilidades de adquisición de esta función psíquica superior.
Son varias las razones por las cuales se debe valorar el lenguaje infantil, en primer
lugar porque el habla es un indicador del desarrollo integral del niño, en segundo
lugar, para detectar las dificultades en este proceso y en tercer lugar, para determinar
los niños en riesgo así como para evaluar el progreso del niño sometido a
tratamiento.
Los primeros trabajos sistemáticos del análisis ontogenético del lenguaje datan
del siglo XVIII y principios del X X, consistían en una recopilación de observaciones
del lenguaje espontáneo de los propios hijos de los investigadores, siendo uno de los
más conocidos el famoso Charles Darwin (1877), aunque Dale (10), en su libro
señala sobre cierta “investigación” llevada a cabo por el Rey egipcio Psamético, en
años anteriores a 610 (A.C.. Todos estos estudios sobre el lenguaje se han ido
intensificando en el presente siglo, a partir de los psicólogos alemanes Stern y Stern
(1907), extendiéndose gradualmente a diversos aspectos del lenguaje y otras
lenguas, cuyo número ya alcanza los 40 idiomas, aunque son 15 los más estudiados.
Citaremos a continuación las principales pruebas de lenguaje infantil, sobre todo las
disponibles en español: El Illinois Test of Psycholinguistic Abilities (ITPA), la Batería
de Lenguaje de Spreen y Benton (SBM), La Prueba de lenguaje oral (MENH), la
Prueba de lenguaje oral de Navarra (PLON), la Batería de Exploración del lenguaje
para preescolares (BEL-P), las Escalas
de lenguaje de Reynell, Peabody Pictures Vocabulary Test, Escala Early language
Millestone (ELM) , Inventario McArthur de Desarrollo comunicativo, etc. Muchas de
estas pruebas han sido diseñadas en países de otros idiomas diferentes al español y
se han normado en diferentes poblaciones hispanoparlantes, pero que no se pueden
utilizar en nuestro país debido a que muchos de los estímulos utilizados no eran
aplicados a nuestra cultura, por lo que las normas presentadas en estos trabajos no
podrían ser utilizadas en la evaluación de nuestros niños..
Se debe tener en cuenta en la evaluación que existen diferencias individuales muy
importantes entre los niños, que un área del lenguaje puede funcionar mejor que otra
en un mismo sujeto, que hay que analizar los factores medio ambientales (tipo de
crianza, características de la familia, aspectos socioeconómicos, nivel educativo de
los padres, implicación de la familia en la intervención del niño, etc) y también hay
que considerar factores biológicos que también influyen en la evaluación y el la
intervención propiamente dicha ( déficits sensoriales, motores, aspectos genéticos,
malformaciones, etc.)
La evaluación del lenguaje consiste básicamente en una Historia clínica
Logofoniátrica ( Anamnesis, examen clínico-funcional del lenguaje, habla y voz,
examen del lenguaje extraverbal, examen físico de los órganos fonoarticulatorios) y la
aplicación de una batería de test estandarizados en nuestro país, con lo cual
obtenemos la información del perfil comunicativo del niño en todas sus áreas.
El examen clínico funcional del lenguaje consiste en la descripción del lenguaje
expresivo cuantitativo y cualitativo del niño (cantidad de palabras, calidad de las
mismas, fluencia verbal, uso de la comunicación no verbal, etc.) y del lenguaje
receptivo cuantitativo y cualitativo (audición, comprensión del lenguaje verbal y
extraverbal, etc.)
El examen clínico funcional del habla consiste en la descripción de la articulación de
los sonidos de las palabras, tanto en forma general como aislada, el tipo de
trastornos de pronunciación, la cantidad de fonemas alterados, la inteligibilidad del
habla, etc.
En el examen clínico funcional de la voz se precisan las características de los
principales atributos de la voz (tono, timbre, intensidad, resonancia y entonación)
El examen físico se realiza a los órganos fonoarticulatorios que intervienen en la
comunicación: fosas nasales, boca, faringe, laringe y oído. Se realiza un examen
funcional de estos órganos implicados en otras funciones biológicas primarias :
alimentación y respiración básicamente, por las relaciones entre estas funciones y el
habla , también se precisa si existe un buen control cefálico y del tronco y la
presencia o no de los reflejos orales así como un examen de los pares craneales que
intervienen en este proceso
Con relación a la alimentación, evaluamos las tres fases de la deglución: Fase oral,
faríngea y esofágica, así como las técnicas y dinámicas de la alimentación. En la fase
oral evaluamos cierre de labios para mantener alimentos dentro de la boca,
funcionalidad de labios para retirar los alimentos de la cuchara, uso funcional de la
lengua en este proceso, si existen limitaciones en los movimientos de protrusión,
laterales y verticales de la misma, si empuja con la lengua los alimentos fuera de la
boca, uso de la masticación adecuada, control mandibular y si existe una deglución
atípica.
Las dos fases siguientes evaluamos si existe regurgitación de alimentos por vía
nasal o bucal una vez realizada la deglución, tos o sofocación, retención de alimentos
en la faringe, etc. Generalmente en los niños con Parálisis cerebral la fase más
afectada es la oral ya que es voluntaria, las otras dos son involuntarias. En cuanto a
las técnicas y dinámicas de la alimentación precisamos si existen dificultades en el
uso correcto del vaso para tomar líquidos, la ablactación progresiva de semisólidos a
sólidos, el uso del biberón prolongado, la postura de la madre y el niño en el acto de
la alimentación.(11) En cuanto a la respiración precisamos tipo respiratorio que tiene
el niño, si existe una adecuada respiración nasal en silencio, control del aire
espiratorio, coordinación fonorespiratoria y fonoresonancial, tiempo de fonación.
-Hasta 23 meses:
• Sustantivos (expresión y comprensión)
Después de los 4 años de edad, en casi todos los aspectos analizados, más del 90%
de los niños responden totalmente a la encuesta de la gramática.
Para algunos autores como Brown (40) la longitud de la oración es considerada como
un índice del desarrollo gramatical infantil sin tomar en cuenta la edad, este autor
crea un método de medición de los morfemas empleados por el niño, llegando a la
longitud promedio de la oración. Nosotros no empleamos este método, simplemente
se anotó el mayor número de palabras por frase empleadas por el niño durante la
entrevista espontáneamente. Los resultados fueron los siguientes en el 50% de los
niños:
18 a 23 meses 3.57
24 a 29 meses 13.72
30 a 35 meses 16.33
36 a 41 meses 22.24
42 a 47 meses 23.67
48 a 53 meses 29.81
54 a 59 meses 31.44
Son suficientemente conocidos los sucesivos estadíos por los que, en general,
transcurre el lenguaje infantil, pero estas adquisiciones en la infancia no se producen
de manera lineal y uniforme, sino que pueden aparecer múltiples variables que
dificulten dichos procesos y, en consecuencia, perjudiquen el desarrollo global de las
capacidades del sujeto. Es entonces cuando la Estimulación temprana adquiere su
máximo interés y se convierte en una técnica no ya necesaria, sino absolutamente
imprescindible.
CONCEPTO
FUNDAMENTOS TEÓRICOS
También el Retraso del lenguaje puede ser de etiología primaria, llamado Trastorno
específico del desarrollo del lenguaje (TEDL), el cual se hace el diagnóstico por
exclusión, una vez descartadas las entidades y factores que causan
secundariamente un retardo del lenguaje en el niño. En la medida que se haga un
diagnóstico lo más precoz posible principalmente en los niños de alto riesgo de
presentar trastornos del desarrollo del lenguaje, pues se instaura un programa de
intervención temprana acorde a las características o perfil lingüístico que presente, el
niño una vez evaluado, el pronóstico, reiteramos, es mucho mejor.
Con relación a la Tartamudez, la Disfonía y la Hiperrinolalia por Fisura Palatina
también es importante el diagnóstico precoz, las orientaciones específicas oportunas
y la intervención lo más tempranamente posible .En este capítulo nos referiremos
principalmente al Retardo del desarrollo del lenguaje pero también tiene incluidos
orientaciones profilácticas para evitar la aparición de otros trastornos del habla y de la
voz, que se pueden perfectamente evitar o minimizar. La Hiperrinolalia por Fisura
palatina sí insistimos en la intervención precoz incluso antes de la intervención
quirúrgica, pues es necesario orientar a los padres y al equipo multidisciplinario sobre
las medidas a tomar en relación con la comunicación que generalmente está
afectada en estos niños.
Los métodos de intervención son heterogéneos, varían desde los más conductistas
hasta los más naturalistas, desde unas intervenciones de enfoque
limitado y corta duración a otras de enfoque más amplio y duradero y desde la
terapéutica aislada a modelos globales de programas curriculares.
El grupo más frecuente es el de la aplicación del método conductista que se
caracteriza por una secuencia específica de etapas programáticas y expectativas de
respuestas específicas; en los últimos años se ha fijado la atención en la
generalización de las destrezas linguísticas al uso
conversacional y ha surgido una tendencia paralela hacia los procedimientos de
tratamiento que destacan el lenguaje en el contexto de su utilización social, o
pragmática del lenguaje llamado método conversacional de intervención. Otros
Los métodos mixtos son los que tienen de ambos métodos anteriores, se trata de que
los objetivos aparezcan en contextos linguísticamente no ambiguos, creación de
métodos de evaluación para asegurarse de que las mejorías son por la intervención,
son estrategias basadas en la imitación, en el modelo presentado, con una
estimulación focalizada o concentrada a una determinada forma semántica, léxica,
fonológica o morfosintáctica, basadas también en la conversación por medio de
expansiones y reformulaciones (enunciados del adulto que completan los del niño en
los que se han omitido determinadas palabras y enunciados que corrigen los del niño
en los que se han producidos algunos errores fonológicos, sintácticos o léxicos,
respectivamente).
Los primeros requisitos imprescindibles para la intervención son la existencia de
deseos de comunicación y habilidades comunicativas básicas: atención conjunta,
juego referencial y ficticio, adaptación a los turnos de una actividad interactiva e
imitación.
Teniendo en cuenta las etapas del desarrollo del lenguaje del niño sano , las áreas
que lo integran y los resultados alcanzados en la investigación nacional realizada por
nuestra especialidad, nos hemos trazado un programa de Intervención temprana del
lenguaje, el cual consiste en actividades específicas programadas para las diferentes
áreas del lenguaje en desarrollo:
➢ Prelenguaje
➢ Articulación
➢ Morfosintaxis
➢ Lenguaje extraverbal
➢ Pragmática
PRELENGUAJ :
Adquisición cronológica de algunos hitos del prelenguaje:
➢ Vocalización refleja recíproca 2 meses
➢ Balbuceo: 2-3 meses
➢ Imitación de sonidos y gestos: 6-7 meses
➢ Emisión de las primeras palabras con sentido, significación e intención: 10-12
meses
Objetivos:
➢ Descubrir las posibilidades de comunicación por medio de sonidos y
gestos
➢ Desarrollar capacidad de percepción, discriminación y memoria auditivas
➢ Propiciar coordinación fonoarticulatoria y respiratoria
➢ Desarrollar motricidad de órganos fonoarticulatorios Actividades:
➢ Realizar las actividades del Programa Nacional “Educa a tu hijo”
➢ Estimulación sensorial general
➢ Reforzar los sonidos vocálicos emitidos por el niño
➢ Estimulación auditiva de sonidos verbales y no verbales
➢ Llamarlo por su nombre
➢ Juegos de gestos, sonidos y canciones
➢ Estimulación del vocabulario
➢ Estimular el uso de las primeras palabras
➢ Estimulación de logros linguísticos
➢ Ablactación adecuada
➢ Ejercicios prearticulatorios si es necesario
ARTICULACIÓN:
Teniendo en cuenta la adquisición cronológica de los fonemas ,el esquema de
ablactación y las funciones biológicas de alimentación y respiración, se debe trazar la
estrategia de intervención de esta área del desarrollo del lenguaje, primero
describiremos esta adquisición cronológica y luego plantearemos el programa de
intervención de esta área:
Adquisición cronológica de los fonemas :
➢ Hasta 23 meses: Vocales, P, M, F, B, T, D, N, CH, LL, Ñ, K
➢ De 24 a 29 meses: L, G, J
➢ De 30 a 35 meses: Lcompleja
➢ De 36 a 41 meses: S, R1
➢ De 42 a 60 meses: Resto de las R
Actividades:
LENGUAJE EXTRAVERBAL
El lenguaje extraverbal tiene diferentes funciones tales como facilitar el lenguaje
verbal, añadir el componente emotivo al racional, participar en la intencionalidad de la
comunicación, mantener el equilibrio interpersonal y social mediante gestos, miradas,
posturas y movimientos, entonación de la voz y reacciones afectivas
Objetivos:
➢ Captar la importancia de los movimientos corporales , faciales y vocales
de la comunicación
Actividades propuestas:
➢ Tareas de expresión facial
➢ Imitación de movimientos de animales
➢ Tareas de imitación de gestos y sonidos de diferentes profesiones
➢ Entonación de diferentes estructuras linguísticas (admiración,
interrogación , etc.)
➢ Tareas de preguntas y respuestas diferentes ante un mismo hecho o
cosa.
➢ Dramatizaciones, relatos, etc.
MORFOSINTAXIS Y S MÁNTICA.
Teniendo en cuenta la adquisición cronológica de las diferentes estructuras se
traza la estrategia a seguir:
Adquisición cronológica:
➢ Hasta 23 meses : Sustantivos y promedio de 3 palabras por frase
➢ De 24 a 30 meses: Adjetivos (comprensión), verbos , pronombres y
concordancia gramatical, promedio de 4 palabras por frase, numerales,
partes del cuerpo y funciones
➢ De 30 a 36 meses: Adjetivos (expresión), adverbios, preposiciones
➢ De 36 a 41 meses: Síntesis y más de 5 palabras por frase
➢ De 42 a 48 meses: Generalización
Objetivos:
➢ Enriquecer vocabulario
➢ Uso adecuado de elementos gramaticales y semánticos
➢ Enunciar frases y oraciones con orden lógico
➢ Emplear variedad de estructuras sintácticas
Actividades:
➢ Hablarle claro, correcto y responderle ampliando el enunciado emitido por el
niño
➢ Aprovechar todos los momentos de vigilia, relacionando el estímulo verbal
con el entorno
➢ Regla de oro: jugar
➢ Identificación y denominación de todos los elementos que pretendemos
incorporar
➢ Nominar objetos, personas y animales
➢ Nombrar palabras que designen acción
➢ Describir objetos, personas y animales
➢ Introducción de adverbios, pronombres, preposiciones, género y número
➢ Esquema corporal y orientación espacial
➢ Palabras relacionadas al gusto, olfato y tacto
➢ Introducción de categorías (animales, ropas, juguetes, medios de transporte,
alimentos, etc.)
➢ Repetir rimas, canciones, poesías
➢ Adivinar objetos, personas o animales por sus cualidades, adivinanzas
➢ Búsqueda de contrarios
➢ Identificar colores
➢ Repetición de frases dadas, tareas de encadenamientos de palabras,
descripción de láminas, terminación de frases a partir de una palabra
dada, localización de dibujos que mejor representen el significado de una
frase
➢ Inventar historias a partir de una palabra o frase, desarrollo de la imaginación
infantil (¿Qué pasaría si ...?), tareas de comprensión y
ejecución de órdenes de complejidad creciente
➢ Profilaxis para evitar trastornos de la fluencia verbal (Tartamudez)
➢ Estimular logros linguísticos y generalizar destrezas alcanzadas
PRAGMÁTICA:
La evolución de las intenciones comunicativas, llamadas también funciones
pragmáticas también van complejizandose a medida que crece el niño , siendo en
forma cronológica desarrollandose las funciones instrumental, reguladora e
interactiva del lenguaje
Objetivos:
➢ Usar el lenguaje funcionalmente
➢ Utilizar el lenguaje en sus diversas funciones
➢ Emplear el lenguaje verbal y extraverbal adecuadamente
➢ Fortalecer la vertiente comunicativa del lenguaje
Actividades:
➢ Tareas de identificación/emisión de órdenes
➢ Tareas de identificación/emisión de mensajes
➢ Tareas de reconocimiento/expresión de sentimientos,deseos, opiniones,
etc.
➢ Descripción de hechos, personas, acontecimientos, etc.
➢ Tareas de suposición de narración y conclusiones ante hechos determinados
➢ Tareas en que los niños deban demandar información, solicitar la
atención de otro, ruegos, juegos de roles, etc.
EVALUACIÓN DE LA ALIMENTACIÓN
Fisiología de la deglución:
Los procesos de fonoarticulación y deglución son dinámicos y dependientes de varios
factores, dentro de ellos, la integridad del SNC, de las estructuras orofaringolaríngeas
en ellas envueltas, la necesidad es un estado mental conservado, aparte de la
voluntad y motivación para la alimentación y la fonación.
La deglución envuelve un complejo grupo de estructuras interdependientes,
conectadas a un mecanismo neural, siendo un proceso dinámico de corta
duración y tiene la función de satisfacer los requisitos nutricionales. Normalmente
se traga entre 600 a 800 veces al día, aparte de satisfacer las necesidades
nutricionales, tiene la función de eliminar la saliva y mucus nasal, tiene
básicamente un control del tronco cerebral.
Se han distinguido didácticamente 3 fases en el proceso de deglución: oral, faríngea
y esofágica.
La fase oral tiene una actividad refleja inicial (secreción de saliva), un carácter
emocional (selección de alimentos y placer de comer), una actividad motora
voluntaria con control cortical y tiene a su vez dos fases: preparatoria y oral.
El mecanismo fisiológico del proceso de deglución se inicia en la fase
preparatoria, que se inicia a su vez, en el momento en que el alimento es colocado
en la boca, desde la captura del alimento por la oclusión de los labios hasta el
movimiento de la lengua necesario para la centralización del bolo. Para los alimentos
sólidos que exigen masticación, esa fase envuelve movimientos rotatorios y laterales
de la mandíbula y de la lengua en forma que el alimento sea mezclado con la saliva
transformándose en un alimento semiespeso, ocurre también un descenso del velo
del paladar casi en contacto con la base lingual que se eleva para evitar el pase de
alimentos a nasofaringe. La fase oral ocurre al poner el bolo alimenticio en la porción
central de la lengua, el acoplamiento de la punta y laterales de la lengua en el
reborde alveolar y el consecuente movimiento ánteroposterior de la lengua dirigiendo
el alimento para atrás, generando una presión negativa en la boca y la propulsión del
bolo para la faringe. Por el movimiento ondulatorio de la lengua, el bolo alcanza los
arcos palatinos y la fase faríngea es desencadenada por medio del reflejo de
deglución la fuerza ejecutora de la lengua.
Evaluación de la alimentación:
En la atención temprana, todos los niños deben ser evaluados previamente por el
Pediatra para poder conocer la valoración nutricional y descartar otras causas
generales o sistémicas que provoquen el trastorno de la alimentación, así como para
evaluar el proceso de la ablactación , si es correcta o no.
La evaluación de la alimentación debe realizarse en el horario de comida de los
niños, para poder observar cómo se lleva a cabo este proceso, por lo que se le dice
la madre previamente que traiga el almuerzo de su casa, así podemos precisar tipo
de alimentos que ingiere y la forma de presentación de éstos.
En primer lugar debemos realizar un examen físico de los órganos que participan en
la deglución: labios, boca, faringe, mandíbula, maxilar superior, etc., luego el examen
propiamente dicho del proceso de alimentación para llegar finalmente al diagnóstico
del trastorno, puede encontrarse en un mismo niño varios diagnósticos de los
mencionados, por ejemplo, un niño con Parálisis Cerebral de tipo cuadriparesia
espástica, presenta: Patrón postural inadecuado del niño y la madre durante la
alimentación, no control postural ni del tronco , disfagia de la fase oral y técnicas y
dinámica de la alimentación inadecuadas La evaluación tiene como objetivo principal
definir si necesita o no tratamiento, precisar objetivos del
tratamiento, definir técnicas a aplicar y realizar el pronóstico provisional. Deben
realizarse evaluaciones continuadas para
LENGUA:
MAXILARES :
Maxilar superior :
FARINGE:
REFLEJOS ORALES:
II .- EVALUACIÓN DE LA ALIMENTACIÓN
a.- Normal
b.- Deficiente
a.-Normal
b.-Deficiente
III.- RESPIRACIÓN
a.- Normal
b.- Hipersensibilidad de acuerdo a : Consistencia y textura de los alimentos
Temperatura
1.- Patrón postural anormal del niño y madre durante la alimentación 2.- No control
cefálico ni del tronco
3.- Disfagia de la fase oral de la deglución: a.- Incoordinación succión-deglución b.-
Incoordinación masticación-deglución c.- Funcionalidad de labios restringida d.-
Motricidad reducida de la lengua e.- Disfunción mandibular
4.- Disfagia de la fase faríngea de la deglución 5.- Disfagia de la fase esofágica de
la deglución.
6.- Técnicas y dinámica de la alimentación inadecuadas.
TERAPIA DE ALIMENTACIÓN
Los factores ortodóncicos que se mencionan como causa de babeo son las
maloclusiones, retrognatismo y prognatismo.
Existen otras causas como la obstrucción nasal mantenida (adenoiditis crónica)
y las infecciones respiratorias altas.
La adquisición del habla requiere que el niño sea expuesto al lenguaje y poseer el equipo
biológico necesario para descodificarlo y producirlo. Esto implica tener el aparato sensorial
adecuado para percibir la entrada del lenguaje, tener un cerebro que pueda descubrir y pueda
aprender la estructura subyacente del lenguaje y un aparato articulatorio que pueda
programarse para producir los sonidos del habla.
Los trastornos del lenguaje pueden aparecer si el niño tiene una inadecuada exposición al
lenguaje o si padece condiciones médicas que afecten las bases biológicas para el aprendizaje
de éste. Sin embargo, en la mayoría de niños que presentan dificultades del habla no aparece
ninguna causa obvia. Su oído es normal, la inteligencia no-verbal es adecuada, no hay ningún
trastorno físico o emocional que afecte al habla y el ambiente lingüístico de casa parece
correcto.
El origen del trastorno del desarrollo del lenguaje es aún desconocido. Se describió alrededor
de principios de siglo por un grupo de neurólogos que notaron similitudes entre los síntomas
observados en niños y aquéllos vistos en adultos afásicos después de sufrir lesiones focales del
cerebro. El término de disfasia del desarrollo fue propuesto para describir casos en donde las
dificultades del lenguaje parecían ser selectivas, y no eran explicables en términos de pérdida
de oído o de impedimento mental. Los términos como disfasia del desarrollo y afasia congénita
permanecen en Europa continental, pero en el Reino Unido y América del Norte han sido
reemplazados por expresiones como lenguaje específico y trastorno del lenguaje o trastorno
del desarrollo del lenguaje. Hay varias razones para que así sea. Una de ellas es que esas
etiquetas neurológicas pueden llevar a pensar que hay evidencias de una implicación
independiente a la base neurológica que explique el trastorno. Este diagnóstico no es realmente
una explicación, sino sólo es una descripción de la taquigrafía del problema. Otra razón para
rechazar una etiqueta como disfasia del desarrollo es que con este término parece que nos
refiramos a una sola condición, sin considerar que los niños con dificultades de lenguaje pueden
tener problemas extensamente diferentes.
2. Criterios diagnósticos:
a) DSM-IV e ICD-10:
En el DSM-IV el trastorno específico del desarrollo del lenguaje y el trastorno del habla,
normalmente se incluyen en el grupo de trastornos diagnosticados en la infancia o adolescencia.
El criterio diagnóstico que muestra el ICD-10 también incluye una categoría de trastornos de
desarrollo específicos del lenguaje y habla y hace una distinción dentro del trastorno de
articulación de lenguaje específico que es el trastorno del lenguaje expresivo y el trastorno del
lenguaje receptivo. También incluye bajo esta ancha categoría la afasia adquirida con epilepsia
(síndrome de Landau - Kleffner) y categorías adicionales de otro trastorno y el trastorno no
especificado.
El DSM-IV e ICD-10 distinguen entre trastornos que afectan sólo al lenguaje expresivo de
aquéllos donde se daña el lenguaje receptivo. Aunque la aplicación de esta distinción sea
razonable, se trata de una sobresimplificación, ya que los problemas receptivos implican
dificultades en la descodificación del lenguaje, produciéndose: fracaso para distinguir por
ejemplo entre 'el gato' y 'el dato', conocimiento limitado del significado de la palabra (Ej.
tratando; 'balla' y 'cerca' como sinónimos), problemas en la interpretación de construcciones
gramaticales complejas y una tendencia a ser literal. Igualmente pasa con la categoría de
trastorno del lenguaje expresivo donde se agrupan niños con dificultades diversas.
Aunque ambos sistemas de clasificación incluyen una categoría para los niños con problemas
específicos de la producción de sonidos del habla, el DSM-IV ha abandonado el término inicial
de trastorno del desarrollo de la articulación por el de trastorno fonológico. Esto refleja el
reconocimiento creciente de que tales dificultades son lingüísticas en lugar de tener un origen
motor. Normalmente el niño es físicamente capaz de producir sonidos correctos, pero tiene
problemas en aprender a clasificar sonidos. Por ejemplo, el niño no puede comprender que 'silla'
y 'sopa' empiezan con el mismo fonema (Bird & Bishop, 1992).
c) Clasificaciones basadas en criterios neurolingüísticos:
Una aproximación alternativa de clasificación ha sido adoptada por Rapin y Allen (1983) quienes
propusieron una nosología basada en la observación clínica de características lingüísticas de
deterioro del lenguaje. Esta clasificación no se restringe a los niños con trastornos del lenguaje
específicos, pues intenta que sea aplicable a todos los niños con dificultades del lenguaje,
independientemente de si otros trastornos están presentes, como podría ser el caso del autismo.
El tipo de trastorno más común que reconocen es el síndrome fonológico - sintáctico, donde
el niño tiene problemas en el aprendizaje del sistema de sonidos del lenguaje (fonología) y ha
limitado el dominio de estructuras gramaticales (sintaxis) en el lenguaje expresivo. La mayoría
de los niños que serían clasificados como casos de trastorno del lenguaje expresivo en el DSM-
IV encajaría en esta categoría.
Otro tipo diferente de trastorno expresivo es el síndrome deficitario léxico - sintáctico, donde
el niño habla claramente, pero tiene problemas para encontrar palabras y para la formulación de
oraciones. En este caso, el lenguaje del niño no parece evidentemente anormal, cosa que hace
que este tipo de problema puede pasarse por alto a menos que se usen valoraciones
estandarizadas.
Un tipo de trastorno de lenguaje receptivo poco común descrito por Rapin y Allen es la agnosia
auditiva verbal que se diagnostica cuando un niño con problemas de comprensión severos
tiene dificultad para interpretar sonidos del lenguaje. Muchos niños con afasia epiléptica
adquirida recibirían este diagnóstico, aunque el diagnóstico también se aplicaría a otros niños
con problemas de comprensión severos que tienen un trastorno de desarrollo.
Aunque la nosología propuesta por Rapin y Allen parece ser un paso hacia adelante a la hora de
redefinir la clasificación del trastorno del desarrollo del habla, cualquiera que intente aplicar este
sistema en el ámbito clínico se encontrará que los límites de diagnóstico permanecen
imprecisos. Varios estudios han encontrado que el perfil de deterioro del lenguaje ejecuta
cambios con niños maduros (Bishop & Edmundson, 1987a; Scarborough Dobrich, 1990; el
Whitehurst et al., 1991a), y es posible que alguno de los subgrupos que se han descrito
correspondan a los diferentes puntos en el desarrollo, en lugar de ser entidades clínicas
distintas.
Una entrevista no sólo ha de proporcionar información importante sobre las características del
niño, sino también dará cuenta del nivel de ansiedad paternal, la actitud hacia su hijo y a las
tendencias profesionales. No es extraño que los padres de niños primogénitos ignoren que el
progreso de su hijo es lento, hasta que el niño sale de la guardería y entra en la escuela, donde
la diferencia con las habilidades verbales de otros niños se pone de manifiesto.
Los padres deberían preguntar por el comportamiento específico del lenguaje, además de los
progresos generales. Un informe para los padres sobre la regresión de habilidades del lenguaje
es inusual pero potencialmente importante a observar, y debe tomarse en serio. Muchos niños
con desarrollo del lenguaje tardío también tienen otros trastornos del comportamiento, pero se
puede ignorar a menos que el padre sea cuidadoso.
La historia perinatal, médica y familiar puede proporcionar algunas pistas acerca de la etiología
del trastorno, aunque no es raro encontrar una historia tranquila en niños con trastorno del
desarrollo del lenguaje y habla. Pocos niños tienen una indicación clara de enfermedad
neurológica.
b. Examen físico.
Para el niño con problemas del lenguaje y habla es especialmente importante la realización de
un examen cuidadoso de la integridad estructural y funcional del aparato del habla. Se debe
estar alerta a la posibilidad de anomalías físicas como "submucus paladar izquierdo" que puede
interferir en la producción del habla.
Hacer muecas involuntarias, babear, las anomalías del reflejo del mordisco y el deterioro de
chupar y tragar son señales relevantes sobre la neurona motora superior. La mayoría de los
niños con un trastorno del habla causado por una enfermedad neurológica habrá tenido un
retardo en las habilidades motoras, con anomalías en el tono muscular, reflejos primitivos
persistentes y/o movimientos involuntarios.
c. Investigaciones médicas.
Hay relativamente pocos casos de trastorno del habla y del lenguaje en niños donde la evolución
estará significativamente influenciada por el resultado de pruebas de laboratorio o
investigaciones neurofisiológicas. Una excepción a ello aparece cuando las habilidades del
habla han retrocedido después de un período de desarrollo normal. Este tipo de evolución
sugiere una afasia epiléptica adquirida y debe comportar la realización de un completo
electroencefalograma (EEG) que incluya un registro de sueño. Aunque no puede haber ninguna
implicación directa para las investigaciones biológicas pueden ser de gran valor para
proporcionar a los padres una explicación del trastorno de su hijo o para disminuir los miedos
injustificados. Bishop (1987) nos dice que el análisis cromosómico raramente da hallazgos
positivos, siendo más probable que revele anomalías en niños con trastorno expresivo severo y
problemas del habla, si el lenguaje se describe como dispraxia, y si hay torpeza motora
asociada. Mediante procedimientos como la tomografía computada (CT) y la imagen de
resonancia magnética es improbable demostrar cualquier lesión del cerebro subyacente,
exceptuando los casos donde hay problemas de comprensión severos con problemas del
comportamiento asociados (Bishop, 1987).
d. Valoración de la audición.
El fracaso para descubrir la pérdida de oído es uno de los errores diagnóstico más serios que
aparecen en este campo y lleva a algunos profesionales a recomendar que todos los niños con
trastorno del lenguaje y del habla realicen previamente una evaluación del aparato auditivo. Sin
embargo, en muchos países semejante situación pondría una carga insostenible en los servicios
de audiología. Pero es peligroso confiar en las observaciones informales de la sensibilidad
perceptiva del niño aunque existan pruebas de "screening" de gran fiabilidad.
La timpanometría es otro procedimiento que se caracteriza por ser rápido y simple para evaluar
la función del oído, pero no es correcta la valoración por sí sola sin tener en cuenta otros
métodos, debido al alto porcentaje de casos en que se dan grabaciones anormales que solo
reflejan cambios transitorios con ausencia de una patología clara o deterioro significativo del
oído.
Algunos niños con trastorno del lenguaje receptivo muestran una marcada diferencia entre los
resultados de la prueba audiológica y las reacciones a los estímulos del oído fuera de la
situación de la prueba. Estos niños pueden mostrar una pobre discriminación entre estímulos
auditivos o reactividad inconstante a los sonidos, de una ocasión a otra, y aún si la audición es
adecuada en base a procedimientos como la electrocoleografía o respuestas cerebrales
evocadas, entonces se dictamina a menudo el diagnóstico 'de audición' normal remitiendo al
niño a otros especialistas. uando se observa este tipo de cuadro incoherente se deben
considerar otras posibilidades. La primera es que la valoración del audiólogo pueda ser inexacta
o incompleta. Negaciones falsas (es decir un diagnóstico de oído normal cuando en realidad
existe una pérdida de oído) no debería ocurrir cuando los hábitos del comportamiento auditivo
han sido realizado por un especialista calificado, pues los procedimientos se diseñan para
prevenir las suposiciones. Sin embargo, McCormick (1988a) encontró que había una alta
proporción de error en las pruebas de screenings que fueron administrados por individuos que
tenían un entrenamiento breve en su uso. Esta situación se puede mejorar mediante un buen
entrenamiento. Los métodos de Electrofisiología generalmente se consideran como muy
exactos, aunque son insensibles a la pérdida de oído por debajo de los 1000 Hz. Un diagnóstico
negativo falso probablemente aparece cuando se pone confianza en una sola medida de oído
periférico, como el reflejo acústico o la timpanometría (Berlín, 1978).
La segunda posibilidad a considerar es que el niño tenga una pérdida de oído progresiva.
Merece la pena repetir la exploración audiométrica al cabo de unos meses si el comportamiento
del niño continúa haciendo pensar en un oído pobre. Si no se pueden aplicar ninguna de estas
dos explicaciones, entonces se puede pensar que el niño tenga un deterioro del aparato auditivo
central.
El procesamiento del lenguaje implica la discriminación entre los estímulos transitorios con
espectros complejos, existiendo evidencia en el estudio animal de que las
lesiones corticales dañan tales discriminaciones, pero las técnicas audiométricas
convencionales todavía no evalúan esta habilidad, pues solo se le exige al niño que descubra si
un sonido ha ocurrido o no. Desgraciadamente no hay ninguna prueba estandarizada no-verbal
en niños, que pruebe las funciones de la audición. El diagnóstico de deterioro de la audición
central a veces se hace en base a las respuestas de oído anormales que, en adultos, se
conocen como indicativas de lesiones en la corteza auditiva. Éstos incluyen problemas de
comprensión o en el filtro del lenguaje y dificultades en la integración de sonidos auditivos de las
dos orejas (Jerger, 1964). Hay, sin embargo, peligros en el uso de pruebas que involucran
estímulos del habla para diagnosticar el deterioro auditivo central en un niño con lenguaje pobre.
En niños normales, la adquisición del lenguaje viene estrechamente ligado al desarrollo de otros
aspectos del comportamiento simbólico y comunicativo. Así, antes de que las primeras palabras
se produzcan, los gestos infantiles y la mirada realizan las funciones comunicativas para pedir o
mostrar. El niño normal es muy sociable, consciente del interés en los otros y busca ganar la
atención del cuidador siendo sensible a las respuestas comunicativas. La mayoría de los niños
con dificultades en la utilización de la comunicación verbal la compensarán con el uso de
métodos comunicativos no-verbales como son los gestos (el fracaso para esta compensación
sugiere la posibilidad de un trastorno autista).
La mayoría de las valoraciones del lenguaje en los niños pequeños incluyen algunos ítems que
tienen relación con el uso de la comunicación no-verbal.
Puede aparecer cierta reticencia en algunos psicólogos para usar las pruebas de inteligencia
con niños con daños en el lenguaje. Stark y Tallal (1981) muestran que 50 de 132 niños
referidos como casos de lenguaje específico y trastornos del habla tenían CI no
- verbal inferior a 85, con lo menos 10 de estos por debajo de 60. Existía la creencia de que las
habilidades innatas estaban enmascaradas por problemas del lenguaje. Sin embargo, estos
niños no mostraron ninguna evidencia de habilidades latentes cuando se probó el uso de
instrumentos estandarizados en poblaciones sordas. Parece que el CI no- verbal proporciona un
diagnóstico útil y información del pronóstico.
Muchos niños menores de 3 años son reticentes a hablar en presencia de extraños, hecho que
limita la habilidad de cooperación en pruebas de comprensión formal. Tradicionalmente, los
pediatras han confiado en las estimaciones paternales referentes a unos hitos críticos
conseguidos en el niño, pero recientemente ha habido descontento con tales índices globales,
junto al reconocimiento de que el informe paternal retrospectivo es a menudo inexacto. Esto ha
llevado a moverse hacia una valoración más detallada, donde los padres describen rasgos
actuales del comportamiento comunicativo. Para ello hay quienes utilizan la escala de
valoración del lenguaje temprano (OLMO), diseñada por Coplan et al. (1982) la cual
proporciona normas de desarrollo para un rango visual así como las habilidades de
comunicación verbales en niños de 0 a 36 meses.
Más recientemente, la valoración comprensiva del lenguaje temprano del Inventario del
Desarrollo Comunicativo McArthur ha estado desarrollado y estandarizado en niños que
aprenden idiomas diferentes. Los padres verifican palabras que su hijo pronuncia y entiende,
indicando el tipo de gestos y las acciones comunicativas utilizadas.
Coplan y Gleason (1988) notaron que pocos médicos son conocedores de la producción
correcta del lenguaje, y muchos tienen dificultad en el reconociendo tardío o articulación no-
convencional en niños pequeños. Ellos dirigieron un estudio donde se preguntó simplemente a
los padres ¿Como era de claro el lenguaje de su hijo? Es decir, cuánto del lenguaje de su niño
puede entender un extraño: (1) menos de la mitad; (2)
sobre la mitad; (3) los tres - cuartos; (4) todos o casi todos. Encontraron un aumento gradual en
la inteligibilidad, siendo casi completa en el 25% de niños de 2 años y subiendo al 90% a los 4
años. Por ello se recomienda que debiera enviarse los niños que puntúan por debajo del centil
10 respecto al nivel de edad correspondiente al terapeuta del lenguaje para así poder realizar
una evaluación detallada de éste. En la práctica, este criterio seleccionaría a cualquier niño que
estuviera en menos del 50% inteligible en 22 meses, menos del 75% inteligible a los 37 meses,
o totalmente inteligible a los 47 meses.
Aunque frecuentemente se dice que los padres son las mejores personas para evaluar la
competencia del lenguaje del niño pequeño se requiere mucha cautela en este apartado.
Muchos padres sobreestiman habilidades de comprensión verbales, porque el niño hace señales
comunicativas no-verbales y usa correctamente el contexto para interpretar lo que se dice.
Además, existen determinadas características paternales que se asocian al riesgo de trastornos
del lenguaje.
b) Niños de 3 a 6 años:
Los niños de esta etapa tienen mayor disposición para los tests formales, por lo que es
aconsejable pedir una valoración detallada del lenguaje al logopeda, aún así hay algunos
procedimientos rápidos y simples que pueden ser usados por aquéllos especialistas con
conocimiento lingüístico que permita conseguir una idea de cómo es la actuación del niño en
relación a otros compañeros de su misma edad.
Siempre que hay indicación de retraso o desviación en el lenguaje expresivo o del habla, es
necesaria la valoración más detallada del lenguaje e incluso de la comprensión. Si el objetivo
principal es diagnosticar si el niño tiene o no un problema, será apropiado poner énfasis en
pruebas estandarizadas que permitan comparar la actuación del niño con su grupo de edad. Si
el objetivo es hacer un diagnóstico basado en los criterios diagnósticos del DSM-IV o el ICD-10,
entonces sólo se necesitan evaluar tres aspectos de la función del lenguaje y habla: la
articulación, el lenguaje expresivo y la comprensión.
Las pruebas globales que evalúan la función del lenguaje expresivo y receptivo no dan un
mismo cuadro detallado de las habilidades del niño. Por ejemplo, algunos niños pueden obtener
una puntuación baja en una prueba del lenguaje expresivo al elabora frases gramaticalmente
simples cuando describen un dibujo; otros pueden usar términos
generales en lugar de los artículos del vocabulario específico; y otros pueden producir
pronunciaciones que son sólo aplicable a una situación.
Un trastorno de comprensión puede darse por varias razones, por ejemplo, la dificultad de
discriminar finamente el lenguaje, la falta de conocimiento del significado de palabras, la pobre
memoria para las frases largas, la dificultad de entender pronunciaciones complejas
gramaticalmente, o problemas en reflejar inferencias sobre lo que no se declara directamente.
La Prueba del lenguaje juvenil (Hammill et al., 1980) está diseñada para evaluar el lenguaje de
alto - nivel en adolescentes, exigiéndoles extraer el significando de textos largos, y contestar
preguntas que implican la realización de inferencias.
a) Test de I:
No nos hemos de dejar llevar por la confianza de los resultados de las pruebas de CI para
establecer la habilidad del lenguaje, pues las pruebas de CI Verbales se preocupan
predominantemente en probar el razonamiento y conocimiento verbal del niños, siendo
insensibles a deterioros gramaticales o al uso anormal del lenguaje. Aunque muchos niños con
trastorno del lenguaje tienen un CI verbal relativamente bajo, este no es necesariamente el caso
(Cohen et al., 1989; Haynes y Naidoo, 1991).
Algunos niños pequeños usan lenguaje, en apariencia, con sonidos sumamente sofisticados,
incorporando vocabulario y frases que normalmente se encuentran sólo en la
conversación del adulto. Es fácil caer en la trampa de determinar que ese lenguaje no es
problemático para esos niños. Sin embargo, el niño puede tener base para el aprendizaje por
imitación pero realmente su lenguaje formal puede ser reducido, reproduciendo estructuras
imitativas pero de las que carece del significado global.
Las pruebas de comprensión revelarán deterioros significativos. Por ejemplo, según el tipo de
lenguaje que muestre haría pensar en un diagnóstico de trastorno del pensamiento, pero más
allá puede indicar que el niño no ha entendido el significado de relacionantes simples tal como
'el porqué' y 'el pero' , usando éstos intercambiablemente para unir oraciones.
Con frecuencia, expertos que regularmente ven a niños con trastornos del lenguaje encuentran
difícil estimar el lenguaje de un niño respecto al nivel de su grupo de edad simplemente en base
a la observación informal. Es posible que la confianza en la observación clínica lleve a la
sobrestimación de las habilidades del lenguaje en el niño, de allí la importancia del contraste y
constatación con pruebas estandarizadas.
Algunos niños con daño en el lenguaje, especialmente los más grandes con rasgos clínicos de
síndrome semántico - pragmático pueden realizar muy bien una valoración formal, pero revelan
dificultades en la comunicación en situaciones más abiertas como la conversación. Las pruebas
estandarizadas son importantes, pero deben complementarse con otra información sobre cómo
el niño usa el lenguaje en interacciones cotidianas.
No existe ninguna prueba estandarizada para evaluar la competencia verbal de los niños
testada para usar versiones traducidas en otros idiomas. Así pues, el uso de ellas es un
procedimiento peligroso, debido a las diferencias que existen entre los idiomas.
f) Valoración inadecuada del lenguaje, lenguaje y oído niños CI bajo y/o síndrome
clínico.
Algunos clínicos parecen perder el interés una vez las habilidades del lenguaje del niño tienen
una explicación diagnóstica fuera del deterioro específico del lenguaje. Sin
embargo, aquéllos cuyos problemas del lenguaje ocurren en el contexto de otros trastornos
crean más preocupación que aquéllos con dificultades más selectivas. Hecox (1982) notó que
un cromosoma produce rasgos anormales en la estructura dismórfica, cosa que hace tomar una
tendencia a asumir que el niño es mentalmente retardado y esto se da como explicación
adecuada para el retraso en el lenguaje. Sin embargo, muchos de esos niños, incluyendo
aquéllos con síndrome de Down, tienen un alto riesgo para la pérdida de oído periférico, que
debe ser atendido y valorado como posible perturbador del lenguaje. Además los niños con
paladar izquierdo tienen un tipo de enfermedad de la oreja que puede afectar su habilidad
articulatoria.
La presencia de una base física para un trastorno del lenguaje no excluye la posibilidad de
dificultades del lenguaje adicionales, al contrario, los dos tipos de trastornos frecuentemente
coexisten. Es por ello importante, evaluar las habilidades del lenguaje que tengan pruebas de
comprensión que no involucren el lenguaje para cualquier niño que presenta dificultad de
lenguaje. Los niños con parálisis cerebral con impedimentos físicos severos pueden sugerir un
diagnóstico mayor. En un niño con control motor limitado y sin lenguaje, puede ser difícil
establecer si el problema es puramente de anartria o disartria, con habilidades del idioma
subyacentes intactas, o si hay dificultades más generales de comprensión del lenguaje. Hay
suficientes casos documentados de sobreestimación del potencial cognoscitivo y lingüístico de
individuos muy impedidos como para poder confiar solo con las impresiones iniciales.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
El primer problema para aquéllos que desean aplicar el criterio diagnóstico expuesto en el DSM-
IV o el I D-10 es el cómo cuantificar el lenguaje y habla respecto a la edad del niño. Un niño de
tres años puede decir 'el bato' por 'el gato', 'poeta' por 'pelota' sin que se considere que tiene un
trastorno, pero si daría causa de preocupación si éste persistiera hasta los 6 años. Estos
ejemplos están bastante claros, pero qué pasa cuando el niño todavía está diciendo 't' por 'k'. En
países angloparlantes hay una guía amplia de datos de investigación. Sin embargo, otros
idiomas contienen sonidos y construcciones gramaticales diferentes y en muchos casos poco es
conocido sobre los modelos animales de adquisición. En países donde no existe ninguna prueba
estandarizada conveniente, la evaluación del comportamiento verbal ofrecido por el DSM-IV y el
ICD-10 hace que se identifiquen los niños por debajo de los niveles de edad esperados. Donde
pruebas estandarizadas están disponibles, éstos tienen la base para cuantificar la anormalidad
del lenguaje en relación al grupo de edad. Es una práctica común convertir los resultados en
edad equivalentes que permiten encontrar la edad promedio obtenida.
Se puede evitar este problema usando pruebas de lenguaje estandarizadas para identificar a
niños cuyos resultados son estadísticamente anormales. Sin embargo, si confiamos en una
definición estadística del trastorno, creamos un nuevo dilema, porque entonces el predominio
del trastorno permanecerá constante en edades diferentes y culturas diferentes. Uno puede, por
ejemplo, alarmarse al oír que algunos estudios encuentran un 16% de niños con trastorno y
deterioro del lenguaje. Sin embargo, si la presencia del trastorno se define en términos del niño
que anota 1 desviación típica por debajo de la población, entonces ésta es exactamente la figura
de predominio que uno quiere obtener y permanecerá el mismo aun cuando el nivel del lenguaje
de la población entera aumente drásticamente. En el ICD-10 se considera que los niños más
grandes muestran mejora progresiva y esto implica que el diagnóstico del lenguaje específico y
el trastorno del habla puede ser apropiado en niños cuyos resultados en las pruebas estén en el
rango normal, pero quiénes previamente tenía dificultades particularmente severas con un
modelo anómalo de funcionamiento lingüístico.
Es bastante fácil identificar casos de impedimento mental severo donde el habla y las
habilidades no-verbales están por debajo del nivel de edad, pero hay mayor dificultad al hacer
un diagnóstico cuando un niño con dificultades del lenguaje tiene una inteligencia no-verbal que
se sitúa por debajo del nivel de edad pero no en el rango mentalmente impedido. Esta es una
situación muy común. Varios estudios longitudinales han encontrado que las puntuaciones en
las pruebas de CI no-verbales son dos a tres veces más bajas en niños con logros del lenguaje
pobres. Por ejemplo, en un estudio con niños de 7 años (Silva et al., 1984), 57 de 827 niños
fallaron en la prueba de articulación. El 10% estaban mentalmente impedidos, es decir, con I
menor de 70 y el 33% tenían CI entre 76 y 89.
Estos niños estarán incluido como casos de trastorno del desarrollo específico del lenguaje
según la definición que adoptemos. Algunos usan un punto de corte, en donde el niño debe
lograr algún nivel mínimo de habilidad no-verbal (Ej. un CI de 70) para determinar el criterio de
diagnóstico. Sin embargo, esto conlleva dos problemas. Si el punto de corte fijo es relativamente
bajo, hay peligro de incluir niños que no parecen tener una diferencia sustancial entre el
funcionamiento verbal y no-verbal. Para reflejar este problema podemos tomar un caso extremo:
podríamos incluir un niño con un CI no-verbal de 71 y una puntuación verbal de
69. Sin embargo, si el punto de corte fijo fuera más alto, entonces excluiríamos casos donde un
niño con un CI no-verbal bajo tiene un problema severo del lenguaje que es compatible con
funcionamiento global, por ejemplo un niño de
8 años con un CI no-verbal de 75 que es totalmente mudo.
Es posible usar la correlación entre prueba verbal y no-verbal para estimar la diferencia entre las
dos puntuaciones que son estadísticamente anormales. Según los datos usados por Silva
(1987), podemos calcular que alrededor del 6% de los niños se espera que obtengan unos
resultados por debajo de una desviación estándar en el Test de desarrollo del lenguaje de
Reynell en relación al CI obtenido en el Test de Wechsler para niños. Con el actual estado de
conocimiento, una regla útil para decidir cuándo hay un deterioro del lenguaje significativo
discordante con el CI sería el que el niño debe obtener una puntuación en una prueba de
lenguaje por lo menos 2 desviaciones estándar por debajo del normal, con una puntuación de CI
por lo menos 1 desviación estándar el lenguaje.
En muchos países el volumen de recursos educativos especiales se dirige a niños que muestran
habilidades no-verbal normales, cuando otros niños con niveles similares de trastorno del
lenguaje pueden estar recibiendo una pequeña ayuda del especialista, porque tienen pobres
medidas no-verbal. Esta diferencia podría justificarse si los niños con trastorno del lenguaje
específico demostraran ser cualitativamente diferente de aquéllos con dificultades más globales,
aunque esto no ha sido demostrado todavía.
Para aprender el lenguaje hablado, se ha de poder oír. Los niños con pérdida de oído congénita
profunda (más de 90dB) tienen gran dificultad para el aprendizaje del lenguaje hablado, incluso
cuando (excepcionalmente) hay uso de audífonos. Leer los labios no puede proporcionar la
misma información que el escuchar pues muchos sonidos (como m, p y
b) son visualmente indistinguible. No se puede desviar el deterioro de oído simplemente
enseñándole al niño a leer si el niño no tiene habilidades de lenguaje adecuadas para apreciar lo
que la forma escrita refleja. Según el grado de pérdida de oído será mayor la probabilidad que el
niño tenga un discurso inteligible, tenga éxito al leer los labios, muestre evidencia de usar el
discurso interior y adquiera habilidades de lectura funcionales (Quigley, 1978; Conrad, 1979).
La falta de conocimiento preciso sobre la relación entre la pérdida de oído menos severa y el
deterioro del lenguaje significa que habrá necesariamente un grado de
subjetividad en la decisión de si un trastorno del lenguaje observado puede atribuirse o no al
deterioro del oído. La mayoría de los niños designados como déficit parciales del oído tienen
déficits verbales y muchos autores sostienen que las pérdidas apacibles pueden tocar incluso a
una parte del lenguaje causando dificultades. En general, no es razonable atribuir dificultades
del lenguaje a la pérdida conductiva de oído asociada con otitis media, excepto cuando la
condición es crónica y incesante. La edad de la pérdida de oído es importante. Incluso unos
años de oído normal en la vida temprana puede representar una gran diferencia en el desarrollo
del lenguaje del niño.
El ICD-10 especifica que los niños con trastorno del lenguaje específico, muestran reciprocidad
social normal, juego simbólico normal, el uso de los padres para el consuelo, el uso normal de
gestos, apreciándose deterioros sólo en comunicación no-verbal. En contraste, las dificultades
del lenguaje en niños autistas son parte de un amplio deterioro social afectando a la
comunicación no-verbal así como verbal. edad temprana, los niños autistas no usan los gestos y
modelos de mirada para establecer la atención conjunta con otros.
Hay también varias características del propio lenguaje que distingue los dos tipos de trastorno,
como ha demostrado Bartak et al. (1975) en un estudio que compara a niños afásicos y autistas
receptivos. Rasgos del lenguaje identificados por valoraciones formales no distinguen
claramente los dos grupos.
Aunque existen diferencias claras entre los grupos bien definidos de niños afásicos autistas y
receptivos, esto no significa que los límites de diagnóstico estén claros. Bartak et al. (1977)
encontraron que algunos niños en su estudio comparativo o no podían ser clasificados como
autista o disfásicos, porque su comportamiento y lenguaje no se encontraban entre estas dos
categorías. Bishop (1989b) sugirió que el trastorno autista y el trastorno semántico - pragmático
pueden estar en un continuo. En ambos trastornos hay anormalidad de extensión y uso del
lenguaje, pero los niños autistas tienen deterioros comunicativos que son más severos y más
extensos.
En 1957, Landau y Kleffner describieron una forma rara de trastorno del lenguaje receptivo en el
que había deterioro en las habilidades del lenguaje previamente adquiridas asociadas con
anormalidades de EEG, y en algunos casos, convulsión. Al principio puede pensarse en
problemas de comprensión profundos y en niños sordos. El inicio normalmente está entre las
edades de 3 y 6 años, y puede ser gradual o agudo. El EEG puede revelar ondas punta en los
lóbulos temporales, sobre todo durante el sueño. En algunos casos, hay fluctuaciones en la
severidad del deterioro del lenguaje, normalmente,
asociada con actividad convulsiva subyacente.
En términos de clasificación, este trastorno está incluido entre los trastornos del desarrollo
adquiridos. El ICD-10 incluye la afasia epiléptica adquirida entre el trastorno del desarrollo del
lenguaje, aunque la naturaleza del trastorno sugiere estar incluido en un trastorno adquirido. Sin
embargo todavía ha de ser identificado un agente causal específico siendo diferente el
pronóstico a otros trastornos del lenguaje adquiridos en la infancia. Muchos niños que tienen el
inicio por debajo de los 5 años tienen problemas severos de comprensión que persisten en la
madurez y pueden entender sólo, un vocabulario hablado reducido de una persona familiar, a
pesar de años de esfuerzo terapéutico. Aunque hay casos excepcionales de recuperación, es
común encontrar que la medicación anticonvulsionante tenga éxito normalizando el EEG sin
mejora correspondiente en el funcionamiento del lenguaje (Deonna, 1991).
Puede haber dificultades para distinguir el trastorno de afasia epiléptica adquirida cuando existe
una historia de regresión, sobre todo, en el caso del ataque autístico tardío. Sin embargo, en los
casos clásico de afasia epiléptica adquirida el deseo de comunicarse se mantiene y el niño es
sensible socialmente conservando las habilidades no-verbales.
Hablando comúnmente, a menudo se tratan los términos de lenguaje y habla como sinónimos,
pero el uso más preciso restringe el significado del habla como la actividad de articulación de los
sonidos del lenguaje, considerando que el lenguaje se refiere a la comunicación de
pensamientos mediante el uso de unidades significantes combinados de una manera
sistemática. Los problemas de producción física del habla incluyen trastornos estructurales o
funcionales que afectan la lengua, los labios y el paladar, trastornos de la voz causados por
enfermedad o tensión de las cuerdas vocales, y ruptura de la secuencia fluida del rendimiento
del lenguaje, es decir el trastorno de fluidez.
Una pregunta de interés clínico es cómo las dificultades futuras del habla en niños pequeños
aparentemente normales pueden ser causadas por anomalías estructurales menores de la
articulación. Antiguamente, era común operar a los niños con un frenillo corto. La efectividad de
este procedimiento nunca se ha evaluado adecuadamente, entrando en desuso, con el aumento
del conocimiento de que las proporciones físicas articulatorias son características pobres
predictoras del habla, incluso en niños con desproporción del aparato articulatorio (Peterson-
Falzone,1982).
El término disartria abarca deterioros del habla que se producen por causas anatómicas y
neurológicas, pero en la práctica su uso se restringe a menudo a
dificultades del habla causadas por deterioro neurológico. Bronn (1985) proporciona una revisión
comprensiva de las condiciones neurológicas que pueden causar disartria en niños y pueden
indicar cómo el nivel de la lesión determina el alcance y naturaleza del deterioro motor que
muestra.
b. Trastornos de la voz
Una voz áspera o ronca puede ser indicativa de un proceso de enfermedad subyacente, pero
también puede interpretarse como la consecuencia de un abuso vocal, es decir gritar
excesivamente o toser. En casos extremos, los crecimientos benignos (nódulos vocales) puede
desarrollarse en los márgenes de los pliegues vocales. Aunque no amenazan la vida, tienen
consecuencias adversas para el funcionamiento pudiendo ser necesaria la supresión quirúrgica.
Los padres de niños con nódulos vocales informan que estos muestran una propensión
defensiva, poniéndose nerviosos cuando las cosas no van a su manera, desobedecen hasta
amenazan y se quejan de la injusticia de los otros. Tienen a menudo relaciones pobres con sus
compañeros y tienden a ser distractibles e inmaduros.
c. Trastorno de fluidez
El tartamudeando se diagnostica cuando hay una perturbación en el ritmo del discurso, con
vacilaciones, prolongaciones y repeticiones de sonidos en palabras cortas. Durante muchos
años se pensó que el tartamudo reflejaba impulsos emocionales antagónicos (Meyer, 1945).
Según la escuela cognitiva, el tartamudeo a largo plazo puede ser causado por un desarrollo
impropio de la fluidez, aunque los adultos presten más atención y intenten corregir el discurso
del niño.
De vez en cuando se remiten niños porque han dejado de hablar (mutismo), habiendo producido
previamente un lenguaje normal o casi normal. En este caso se han de considerar dos
alternativas bastante diferentes: (1) la pérdida de la habilidad del habla ha sido consecuencia de
una patología orgánica del cerebro (afasia adquirida); o (2) la habilidad del habla no ha
cambiado pero su uso se ha dañado como resultado de una perturbación socio-emocional. Este
segundo caso hace pensar en un mutismo selectivo o
electivo y se refiere a una condición psiquiátrica en la que el niño puede hablar, pero tan sólo lo
hace en presencia de un grupo íntimo. Ambos tipos de trastornos aparecen durante los años
preescolares y requieren formas bastante diferentes de tratamiento, siempre de acuerdo con la
realización del diagnóstico diferencial.
Puede pensarse que el diagnóstico diferencial de afasia es fácil porque la patología cerebral es
lo bastante severa para causar perturbación del lenguaje al igual que también debe producir
evidencia clara de deterioro neurológico. Sin embargo, esto no siempre es así, sobre todo en el
caso de la afasia epiléptica adquirida, donde una base orgánica puede ser difícil de demostrar.
El diagnóstico diferencial se hace en base a dos rasgos clave que separan el mutismo selectivo
de la afasia. En la afasia, la pérdida de discurso es evidente en todas las situaciones. En
cambio, en el mutismo selectivo, el fracaso para usar el discurso se da en situaciones
específicas y está intacto cuando hay unas circunstancias sociales con características
particulares. Normalmente, los niños con mutismo selectivo hablan cuando están solos con sus
amigos, y a veces con sus padres, pero no en la escuela, en situaciones públicas o con
extraños. En la afasia, los problemas se extienden más allá del uso del lenguaje hablado
dañándose en muchos casos la comprensión del lenguaje pudiendo mostrar pérdida de
habilidades de alfabetización en niños mayores. En cambio, los niños con mutismo selectivo
mostrarán competencia en el lenguaje hablado en ciertas situaciones (esto puede ser
confirmado consiguiendo que la familia grabe conversaciones en situaciones donde el niño
habla, o por observaciones a través de un espejo), no mostrando ningún deterioro de
comprensión, lectura o escritura. Si se presta una atención cuidadosa a estos dos rasgos clave,
normalmente no hay dificultad para hacer la distinción.
No es raro que aparezca un rechazo inicial para hablar cuando los niños empiezan la escuela.
Este fenómeno es particularmente común entre inmigrantes que aprenden un nuevo idioma. Sin
embargo, este rechazo inicial casi siempre remite sin la necesidad de intervención. El mutismo
selectivo persistente (más de 6 meses por lo menos) es mucho más raro, con una proporción de
sólo aproximadamente 0.7 por 1000.
Aunque la selectividad en el uso del habla es un rasgo distintivo que se requiere para el
diagnóstico, el deterioro del habla/lenguaje, la inmadurez del desarrollo y el deterioro
cognoscitivo constituyen factores de riesgo importantes, y es importante que la comorbilidad con
un trastorno del desarrollo del lenguaje no se pase por alto. No es sorprendente que niños con
ausencia de habilidad lingüística se muestre ansioso al hablar en situaciones públicas. Además,
es común en niños con mutismo selectivo mostrar comportamiento negativista o temperamental,
timidez, o tendencias oposicionistas, pobres relaciones con los compañeros y aislamiento social.
A menudo las familias no muestran ningún rasgo raro, pero la sobreprotección maternal parece
ser relativamente común.
La separación entre la habilidad del lenguaje y la inteligencia no-verbal está bien documenta en
la distrofia muscular de Durhenne, aunque no se entienda totalmente el mecanismo. Es
importante ser consciente de esta asociación, porque el retraso del lenguaje, asociado con
torpeza motora, puede ser el primer síntoma presentando (Kaplan et al., 1986) y fracasar al
hacer a un diagnóstico correcto.
Así como se ha reflejado que las proporciones de prevalencia dependen de la definición, este
estudio demostró los peligros de igualar anormalidad estadística con importancia clínica. Sólo
11 niños con retraso del lenguaje residual habían recibido alguna
terapia del lenguaje. Aunque es posible que la falta de intervención se debió en parte al aporte
de una inadecuada terapia del lenguaje, parece que en muchos casos estos niños no se
consideraron como causa de preocupación. El desarrollo del lenguaje temprano de estos niños
estaba por debajo del promedio en términos estadísticos. Sin embargo, ésta es una lógica
peligrosa, pues significa que podemos estar defendiendo tratamiento para una proporción
constante de niños, sin tener en cuenta si sus dificultades verbales son lo bastante severas para
interferir en la vida diaria y/o los logros académicos (et. DSM-IV). Necesitamos mejores maneras
de identificar a niños cuyos deterioros del lenguaje son verdaderamente determinantes. No es
posible dar estimaciones de prevalencia para estos trastornos pero parece claro que estarían
por debajo de los 15-25% según la información facilitada por algunos estudios recientes (Ej. el
Beitchman et al., 1986).
Sabemos que en la población normal hay variabilidad considerable en las edades de hitos de
desarrollo, y puede haber desigualdades bastante sustanciales entre aspectos diferentes de
maduración. Por ejemplo, algunos niños que tienen un desarrollo normal pueden llegar muy
tarde al inicio de la pubertad. Parece razonable suponer que habrá algunos niños que muestran
un retraso similar en el desarrollo del lenguaje, no debido a un trastorno subyacente sino que
simplemente ellos constituyen el extremo de la cola de una distribución normal del desarrollo del
lenguaje. Se esperaría que después de un inicio lento se desarrollaran normalmente, no siendo
un focos de preocupación de los terapeutas. Esta distinción entre el retraso y aquéllos con
verdaderos trastornos a veces se consideran como un contraste entre retraso del lenguaje
(correspondientes a la cola de la distribución normal) y trastorno del lenguaje. Esta distinción es
bastante fácil conceptualmente, pero el problema está en cómo distinguir estos subgrupos en la
práctica. En el ICD-10 se sugiere la utilización de cuatro criterio que proporcionan una indicación
clínica significativa del trastorno, a saber la severidad, curso, modelo y presencia de problemas
asociados. En términos de modelo de problemas, se sugiere a menudo que el niño con retraso
se parecerá a un niño normal más pequeño, considerando que el niño con trastorno tendrá un
lenguaje que no corresponde a cualquier fase normal del desarrollo. Además, se espera que el
niño con retraso del lenguaje siga un curso normal, considerando que el niño con trastorno
podría mostrar dificultades tempranas en el desarrollo.
La aprobación empírica de estas ideas sólo se han propuesto recientemente. Thal et al. (1991)
investigó a 10 niños que puntuaron por debajo del centil 10 respecto a la producción normal del
lenguaje entre los 18-32 meses. Seis de estos niños se situaron dentro del rango normal para su
edad cuando fueron visto después de 12 meses. El factor principal que distingue aquéllos con
problemas transitorios y persistentes era el nivel de comprensión: el retrasado tenía todos los
niveles normales de comprensión del lenguaje
en la primera evaluación. Otros investigadores han prestado atención en niños en los que se
restringen déficits del lenguaje expresivo. Fischel et a1. (1989) estudió un grupo de niños de 2
años que tenía un retraso sustancial en el lenguaje expresivo, pero con comprensión y habilidad
no-verbal normal. Cinco meses después del diagnóstico inicial, todos los niños alcanzaron una
mejora en la escala de vocabulario expresivo, encontrándose que uno de tres se situó en el
rango normal, uno de tres todavía mostraba un daño notable y el resto era intermedio. Estos
autores concluyeron que para los niños con vocabulario expresivo de 8 palabras o menos a los 2
años de edad es improbable la llegada a una mejora espontánea, pero consideran que aquéllos
con vocabulario más extenso normalmente mejoran.
Un reciente estudio realizado por el mismo grupo confirmó el pronóstico generalmente bueno en
el retraso del lenguaje expresivo específico. A un grupo de 27 niños que habían sido
diagnosticados como casos de retraso del lenguaje expresivo específico a los 2 o 3 años de
edad, se les pasó una batería de pruebas del lenguaje. Independiente de si los niños habían
iniciado o no un programa de tratamiento, se observó la mejora progresiva con la edad y en la
inmensa mayoría de niños desaparecía el problema alrededor de los 5 años. Estos resultados
contrastan con el trabajo reciente de Rescorla y Schwartz (1990), que estudiaron una muestra
de niños de 2 años con comprensión y inteligencia normal que estaban por debajo del nivel de
edad en una medida de lenguaje expresivo cuando fueron observados. Al llegar a los 3-4 años,
más de la mitad todavía tenía problemas expresivos mayores, con puntuaciones en estructura
del lenguaje por lo menos de 1,5 desviación estándar debajo de su nivel de edad. La mayoría de
estos niños tenían vocabulario expresivo de 8 palabras la primera vez que se evaluaron.
Rescorla y Schwartz defendieron que pueden persistir déficits expresivos en niños con retraso
del lenguaje, extrañándose que en otros estudios no fuera adecuadamente medida la estructura
del lenguaje.
El estudio longitudinal realizado por Bishop y Edmundson (1987a) mostró que casi la mitad de
una muestra de niños de 4 años con deterioro del lenguaje específico alcanzó a su grupo de
compañeros, manteniéndose hasta los 8 años de edad. No surgió ninguna diferencia cualitativa
en déficits del lenguaje entre niños cuyos problemas se resolvieron y aquéllos cuyos problemas
persistieron, aunque los deterioros iniciales del último grupo eran más severos y más probables
que incluyeran problemas de comprensión significativos.
Las implicaciones de estos estudios en la práctica clínica muestran que parece razonable un
pronóstico optimista para los niños de 2 años con retraso del idioma expresivo con inteligencia y
comprensión normal. Según los estudios longitudinales y familiares, los datos obtenidos por
Whitehurst sugieren que el retraso del lenguaje es distinto al tipo de trastorno más persistente.
En niños menores de 27 meses, las dificultades del lenguaje no ha de ser causa de
preocupación excepto donde haya problemas de comprensión o donde el vocabulario expresivo
se retrasa severamente (alrededor de 8 palabras o menos). Deben supervisarse
cuidadosamente todos los niños cuyos vocabularios expresivos consisten en menos de 50
palabras a los 24 meses. Si un niño todavía está por debajo de los límites normales a los 30
meses, entonces los datos de Rescorla y Schvcartz sugieren que la consecución espontánea no
es probable, y puede ser apropiado comenzar algún tipo de intervención.
Los datos de Bishop y Edmundson (1987a) distinguen a niños de 4 años que crecerán fuera de
sus dificultades de aquéllos a los que probablemente les persistirá el problema. En general,
niños que son capaces de relatar la esencia de una historia simple que han oído, aunque usen
un lenguaje simple, es predecible un buen resultado, considerando que aquéllos que no dan
cuenta del relato tienen un pronóstico más pobre. Los problemas fonológicos aislados
normalmente se resuelven alrededor de los 5 años, pero aquéllos que ocurren en asociación con
otras dificultades del lenguaje tienen un resultado más grave.
Un estudio realizado por Griffiths (1969) mostró que tres cuartos de los 49 niños que habían
asistido a una escuela residencial especializada en el lenguaje (la John Horniman School) tenían
el nivel de discurso y lenguaje dentro de los límites normales cuando llegaron a la edad de 7-16
años, pero muchos tenían dificultades educativas. El mejor resultado se encontró en aquéllos
que tenían dificultades predominantemente del discurso, y el más pobre para aquéllos que
tenían el función auditivo anormal y con problemas de comprensión.
Otro estudio reciente en una escuela residencial inglesa (Escuela de Casa de Alba), proporciona
una riqueza de datos sobre el resultado de los niños con un rango diferente de discurso y
trastorno del lenguaje. Se administraron pruebas de lenguaje estandarizadas a niños que
dejaban la escuela a los 13 años y se combinaron resultados para dividir a los niños que había
una adecuada comprensión del discurso en las interacciones cotidianas con otros, y aquéllos en
que persistían problemas que interferirían la comunicación. Alrededor de dos - tercios de los
niños estaba funcionando
dentro de los límites normales para la comprensión del lenguaje y habla cuando dejaron la
escuela, y simplemente la mitad fue valorado con un funcionamiento adecuado en términos de
producción del lenguaje. De 118 escolares, 62 podían reunirse normalmente con sus
compañeros, entendían instrucciones de clase, se expresaban coherentemente y participaban
lucrativamente en la educación normal. Sin embargo un 40% de niños todavía tenían notables
problemas de lenguaje cuando pasaron de su escuela especial, normalmente después de varios
años de terapia intensiva y educación. Posteriormente, se ha dirigido un seguimiento extenso
con 34 ex - alumnos que habían alcanzado la edad de 18 años. En él se obtuvo información en
la mayoría de los casos por entrevista telefónica con el ex - alumno o el padre. En sólo 3 casos
se expuso que no había ningún problema residual del lenguaje hablado o escrito. Las
dificultades de las que se informaron incluían los problemas en la pronunciación de palabras
largas, dificultad rellenando formularios y usando el teléfono, y dificultad en seguir películas. A
pesar de estos problemas, la mayoría de ellos tenían trabajo, con sólo 3 que no habían tenido
ninguna experiencia real de empleo estable.
Otros autores encontraron un pronóstico pobre a largo plazo para los trastornos receptivos del
lenguaje. Siguieron una muestra estudiada por Cantwell et al. (1989) cuando tenían 20 años.
Sólo la mitad de ellos tenía habilidades interactivas normales. La mitad mostraban un uso
anormal de la prosodia (es decir el diapasón y tono de discurso), aunque estos problemas eran
mucho menos marcado que aquéllos comparados con un grupo de individuos con autismo. Sólo
un tercio de la muestra estaba independizado de la familia, y un tercio había tenido en empleo
pagado continuo.
COMORBILIDAD
Cohen et al. (1989) evaluaron el discurso y el funcionamiento del lenguaje en 37 niños que
asistían a un ambulatorio clínico de salud mental. De los niños arbitrados solamente para un
problema psiquiátrico, 28% tenían un trastorno del lenguaje moderado o severo que no había
sido previamente sospechado o diagnosticado. Este hecho sugirió que los trastornos del
lenguaje tienden a ser pasados por alto en niños con comportamiento disociado, y
recomendaron realizar una exploración rutinaria del lenguaje en niños de poblaciones
psiquiátricas.
Hay muchas explicaciones que intentan explicar la asociación entre las dificultades del lenguaje
y los problemas psiquiátricos. Una posibilidad daría una explicación a ésta asociación sería que
el trastorno del lenguaje de por sí, causa problemas en el desarrollo del comportamiento. Una
razón común para pensar en ello, es que la frustración experimentada por el niño que no puede
comunicar produce comportamientos de acting - out. Prizant y Wetherby (1990) sugirieron que,
aun cuando el niño no experimenta una proporción alta de experiencias frustrantes, las
habilidades limitadas del lenguaje pueden afectar las respuestas a las situaciones cotidianas,
pues el lenguaje permite un bagaje respecto al pasado y los acontecimientos futuros que
pueden usarse para regular la excitación y los estados emocionales. Para el niño que no tiene
este armazón le puede ser difícil mostrar autodominio y satisfacción.
Otra de las posibilidades de explicación sería que las dificultades comunicativas del niño llevan
al rechazo social y/o el fracaso educativo, y estas experiencias negativas llevan a una baja
autoestima y problemas del comportamiento.
Por supuesto, estas posibles rutas que llevan del deterioro del lenguaje a trastorno del
comportamiento no son mutuamente exclusivas. Una nueva explicación propone que la
asociación entre dificultades del lenguaje y psicopatología refleja un eslabón causal de
perturbaciones emocionales en perturbaciones del lenguaje infantil. Esto puede darse si los
cuidadores evitan a aquel niño que se muestra irritable y/o frío y reducen así, la cantidad de
interacción comunicativa recíproca. Finalmente, se sabe que las madres de niños con problemas
de lenguaje informan de niveles altos de tensión, y puede ser ese estresor psicosocial que
también coexiste con el deterioro del lenguaje que lleva a trastornos psiquiátricos.
Prizant y Wetherby (1990) piensan que es una sobresimplificación el adoptar una postura
unidireccional de relación entre el lenguaje temprano y el desarrollo socioemocional. Creen que
el modelo transaccional de Sameroff y Chandlce (1975) proporciona un armazón más
satisfactorio para explicar esta relación. Según esta teoría, los resultados del desarrollo son el
resultado de las relaciones mutuas dinámicas del comportamiento del niño, las respuestas del
cuidador a su comportamiento y los factores medioambientales que influyen en el niño y el
cuidador.
Las asociaciones con trastornos del comportamiento varían según la naturaleza del trastorno del
lenguaje. Aunque los niños con trastornos puros del lenguaje expresivo muestran un
comportamiento más difícil que los niños del grupo control, en general las proporciones más
altas de trastorno son para los niños con problemas de comprensión.
Cantwell et al. (1989) siguieron el progreso de un grupo de 14 niños que fueron identificados
como casos de disfasia receptiva del desarrollo a la edad de 4-9 años. Después de 2-3 años, la
mayoría de los niños había conseguido aumentos significantes en habilidades del lenguaje, pero
todavía una proporción sustancial tenía relaciones pobres con los compañeros, no participando
en grupos sociales. unque en los niños disfásicos no se encontraron criterios de trastorno
autista, algunos de ellos mostraron comportamiento estereotipado repetitivo y falta de interés
para las relaciones sociales. En la madurez se reveló que alrededor de los 20 años estos sujetos
fueron aislados socialmente; fuera de un grupo total de 17 sujetos, 4 estaban casados y 2 tenían
una relación heterosexual íntima. Un tercero nunca había tenido una amistad íntima o una
relación de pareja, y un tercio había tenido sólo una amistad íntima pero ninguna relación de
pareja (Rutter et al., 1992). Estas observaciones lleva a pensar que el subconjunto de niños con
trastorno del lenguaje receptivo, puede tener un deterioro social que persiste aunque la
resolución de las dificultades de lenguaje mejoren.
Un hallazgo intrigante de este estudio de seguimiento fue que 3 de 25 varones con una historia
de trastorno del idioma receptivo severo desarrollaron una psicosis paranoica en la adolescencia
tardía. Es posible que el retraso del lenguaje y la psicosis sean las manifestaciones diferentes
de una obligación constitucional subyacente de trastorno. Alternativamente, la tensión del
aislamiento social y las dificultades de comprensión puede jugar un papel precipitador de
psicosis.
Es importante que se tengan en cuenta las relaciones con los compañeros al decidir una
directriz educativa para un niño con problemas lingüísticos. Las tendencias actuales para los
niños con necesidades especiales son el ser educados en la clase regular, pero tal integración
es meramente nominal si los niños permanecen aislados socialmente. Sería interesante usar
métodos sociométricos para evaluar cómo se integran socialmente los niños con problema
lingüísticos con otros niños en aulas normales.
2. Problemas de alfabetización
Varios estudios longitudinales de niños con problemas lingüísticos han encontrado una
adquisición pobre de habilidades literarias cuando el niños envejece. En estudios realizados por
varios autores se corrobora la posible existencia de un fuerte eslabón entre el retraso del
lenguaje temprano y los problemas de alfabetización pues el retraso del lenguaje es el indicativo
más temprano de inteligencia fronteriza. En estos estudios encontraron que entre un grupo de
niños con una historia de lenguaje específico y trastorno del lenguaje había variación
considerable en los resultados, y muchos niños anotaron en el rango normal de lenguaje y la
prueba de alfabetización a los 8 años de edad. La mayoría de los niños con logros de lectura
pobres tenía problemas de comprensión que afectaban a la comprensión tanto del lenguaje
escrito como oral. Este estudio confirmó que el retraso del lenguaje temprano, es un factor de
riesgo para los problemas literarios más tarde, pero sólo en los niños donde hay persistencia de
dificultades en el lenguaje oral.
3. Deterioro motor
Aunque pocos niños con trastorno del lenguaje específico y del habla muestran signos
neurológicos sí que se aprecia con frecuencia la existencia de torpeza motora. Robinson (1987)
observó que el 90% de los alumnos que asisten a una escuela especial para niños con trastorno
del lenguaje y habla anotaron en el rango de alteración en la Prueba de Deterioro motor (Stott et
al., 1984). Otros estudios experimentales han confirmado una asociación entre el trastorno del
lenguaje específico y los déficits motores. Existe el debate abierto sobre la cuestión de si esto es
una señal de inmadurez neuromotor o es indicativo de lesión neurológica o trastorno.
FACTORES DE RIESGO
1. Sexo
La información encontrada a raíz de una serie de niños con trastorno del lenguaje específico y
del habla se puede determinar la aparición de un mayor número de varones que de hembras.
Robinson (1987) encontró con 10 estudios que la proporción entre varones y hembras de 2,82
:1.
2. Ámbito familiar
Aunque pueden encontrarse trastornos del lenguaje específico y trastornos del habla en todo
tipo de circunstancias sociales, los niños con retraso en el desarrollo del habla que tienen más
probabilidad son los que provienen de familias grandes, los que viven en poblaciones pobres,
los que tienen padres con trabajo poco satisfactorio, cuando
aparecen niveles altos de tensión matrimonial, y problemas psiquiátricos (Fundudis et al.,
1979; el Beitrhman et al., 1986b).
ETIOLOGIA
Se desconoce la etiología del trastorno del lenguaje específico y el trastorno del habla, pero la
mayoría de expertos está de acuerdo que tales condiciones tengan una base orgánica, y no es
debido al resultado de estímulo verbal inadecuado de los padres. Una línea que corrobora estas
afirmaciones son los estudios realizados con niños cuyos padres son profunda y
congénitamente sordos. Estos niños raramente desarrollan problemas significativos del habla,
aunque el lenguaje hablado que ellos oyen está limitado en cantidad y calidad (Schiff - Myers,
1988).
El desarrollo del habla también podría estar fuertemente influenciado por situaciones normativas
diferentes. Pero vemos que niños de madres deprimidas raramente tienen dificultades
significativas del habla, a pesar de la ruptura de modelos normales de interacción madre - niño
y, aunque se ven dificultades del habla en niños de madres abusivas, los efectos parecen ser
pequeños y no específicos al lenguaje ( llen y Wasserman, 1985). Éstos resultados obtenidos
nos hace pensar que los factores medioambientales por sí solos son insignificantes. La
naturaleza del ambiente familiar de un niño puede influir en cuanto a la severidad y evolución del
trastorno. La programación del tratamiento ha de intentar que surjan un ambiente comunicativo
familiar óptimo, y evitar hacer sentir culpables a los padres de las dificultades de su hijo.
Se ha estudiado los efectos del la otitis media sobre el lenguaje y habla del niño. La
timpanometría ha permitido identificar más fácilmente a los niños con enfermedades del oído. En
los estudios epidemiológicos se han encontrado entre el 20 y el 50% de niños por debajo de los
4 años que tienen otitis. En la mayoría de los casos, la enfermedad se resuelve
espontáneamente, pero algunos niños han repetido episodios de otitis media, y en otros
desarrollan una condición crónica.
La otitis media recurrente tiende a una pérdida de oído conductiva que normalmente va de 15 a
40 dB. Durante muchos años se pensó que esto era poco como para tener alguna importancia
sobre el desarrollo. Sin embargo, Holm y Kunze informaron sobre déficits significativos en
pruebas de lenguaje con 16 niños con una historia de otitis media crónica, comparada con un
grupo control. La literatura en este sentido tiene constancia de que hay evidencias de efectos
perjudiciales a largo plazo en el desarrollo del lenguaje cuando aparecen episodios recurrentes
de otitis media, incluso cuando se ha vuelto a la normalidad.
Sin embargo, muchos de los estudios que analizan la asociación entre la otitis media recurrente
y el deterioro del lenguaje se basan en métodos inadecuados pues ellos confían sólo en
muestras clínicas de niños con otitis media. Como Bishop y Edmundson (1986) señalan, se ha
de diagnosticar y tratar la presencia de dificultades en la otitis media.
A pesar de la unanimidad existente sobre el eslabón causal entre otitis media y deterioros del
lenguaje, la percepción mayoritaria de los médicos concluye que es apropiado adoptar un
acercamiento agresivo al tratamiento de otitis media cuando se encuentra en un niño con
dificultades significativas del lenguaje.
2. Lesión cerebral
Mediante los estudios sobre adultos sabemos que las lesiones de áreas circunscritas en
el hemisferio izquierdo causan afasia, considerando que el daño en las áreas homólogas del
hemisferio derecho no afectan al lenguaje. Esto hace asumir que estas áreas del hemisferio
izquierdo son crítica para el desarrollo normal del lenguaje. Sin embargo, es un hecho ha
destacar que una lesión del cerebro habida que en un adulto le produce afasia severa y
persistente, puede aparecer en un niño con una afectación pequeña sobre el desarrollo del
lenguaje.
En los niños que han sufrido una cirugía en el hemisferio izquierdo, o aquellos con un ligero
retraso mental, hay evidencia de pequeñas consecuencias negativas en el trastorno del
lenguaje, cuando la lesión es adquirida tempranamente. Basser (1962) explicó que la buena
recuperación es posible en el niño porque el hemisferio derecho puede mediar funciones del
lenguaje si el hemisferio izquierdo se daña tempranamente. Sin embargo, cuando el niño es
mayor, el hemisferio derecho se compromete cada vez más a otras funciones cognoscitivas y se
hace menos capaz para procesar información verbal. Las lesiones bilaterales, por otro lado,
tendrán una prognosis pobre, porque la posibilidad o la compensación del hemisferio derecho es
reducida.
Una lesión adquirida del hemisferio izquierdo después de que el niño ha iniciado el habla a
menudo causará síntomas afásicos. Durante muchos años se pensó que las lesiones del
hemisferio izquierdo adquiridas en la niñez temprana y media, tenía una prognosis buena, si el
hemisferio derecho estaba lo suficiente intacto como para actuar en un papel
compensatorio. Sin embargo, los estudios recientes, usando pruebas regularizadas en lugar de
confiar en impresiones clínicas, permiten un pronóstico mejor, sobre todo para los niños
mayores de 6 años. En la mayoría de niños la recuperación tiene lugar en los primeros 3 meses
después de la lesión, con un progreso lento después de este período. Muchos niños tienen
dificultades persistentes y hacen un progreso académico lento, con un lenguaje particularmente
pobre.
En un estudio que sigue el progreso de 3 niños afásicos en la madurez se encuentra que a
pesar de la recuperación superficial de las habilidad de comunicación funcional, todos
continuaron teniendo dificultades en la adultez, limitándoles sus perspectivas de empleo. Los
problemas que se apreciaron fueron la lentitud en la comprensión escrita y el lenguaje oral, la
dificultad para interaccionar en la conversación con los amigos y la limitada habilidad para las
inferencias.
La cantidad limitada de lenguaje es el síntoma que aparece mayormente en el niño con lesión
en el hemisferio izquierdo y esto puede explicar porqué la detección de trastorno se hace más
difícil, pues es más fácil descubrir errores del idioma en un niño hablador que en uno que parece
tímido y monosilábico.
Desde la práctica clínica debe supervisarse tanto el resultado cognoscitivo como el resultado
físico después de la lesión cerebral en un niño. La valoración del curso regular de las
habilidades del lenguaje es esencial para identificar las áreas de intervención y pronóstico.
Aunque la lesión cerebral focal conlleve a la afasia en niños, no parece proporcionar una
explicación razonable para la mayor parte de los niños con trastorno del desarrollo del lenguaje,
donde no aparece ninguna evidencia de lesión típicamente neurológica. Sin embargo, técnicas
como los ultrasonidos muestran que lesiones cerebrales menores puede aparecer en niños que
aparecen como bebés normales, especialmente prematuros con peso neurológicamente bajo en
el nacimiento.
El desarrollo de técnicas de alta resolución cerebral han permitido examinar la estructura del
cerebro en vivo con mayor detalle. Aunque los estudios de niños con trastorno del desarrollo son
escasos, aquéllos que se han realizado, dan énfasis a que un cerebro puede ser
neurológicamente anormal, a pesar del hecho que no haya ninguna área de destrucción de
tejido.
Jernigan et al. (1991) realizó un estudio usando el análisis cuantitativo de MRI para contrastar
estructuras del cerebro en niños con trastorno del desarrollo del lenguaje con un grupo control y
un grupo de niños con retraso mental. De este estudio no hubo ninguna evidencia de lesión
estructural en los niños con lesión del lenguaje, pero el análisis cuantitativo reveló anomalías del
modelo usual de asimetrías cerebrales, más una disminución bilateral significativa en el tamaño
del área que corresponde a la corteza temporoparietal superior. Este estudio apoya la noción
que la base biológica del trastorno del desarrollo del lenguaje puede ser una anormalidad del
desarrollo neurológico temprano.
4. Factores genéticos
Aunque hay ciertas anomalías del cromosoma que se asocia con el lenguaje específico y el
trastorno del habla, sobre todo en aquéllos donde hay un cromosoma X extra, la mayoría de
niños con lesión del lenguaje tiene un cariotipo normal (Mutton y Lea, 1980; Friedrich et al.,
1982). Sin embargo, la agregación familiar del lenguaje y el trastorno del habla sugiere que el
genotipo juega un papel en el etiología del lenguaje específico y el trastorno del habla. Parece
improbable que el resultado del trastorno sea la imitación inadecuada del lenguaje de padres o
hermanos, porque otros niños no afectado coexisten a menudo en la misma familia. Pocas
genealogías familiares son tan claras como recientemente se describió en una familia de tres
generaciones con un modelo dominante de herencia de trastorno del lenguaje específico (Hurst
et al., 1990). Sin embargo, probablemente parece que esa constitución genética demostrará ser
un factor de riesgo para el trastorno del lenguaje y puede volverse manifiesto bajo ciertas
condiciones medioambientales.
Hay numerosos factores que pueden influir en el desarrollo del feto como por ejemplo las drogas
y las hormonas en el riego sanguíneo maternal, exposición a ionización, radiaciones y
infecciones. Un factor que se ha propuesto con un papel importante en el desarrollo de áreas del
lenguaje del cerebro es el nivel de testosterona en la circulación fetal. Geschwind y Galaburda
(1987) propusieron una teoría compleja que postulaba que los niveles altos de retraso del
desarrollo de testosterona en el hemisferio cerebral izquierdo, llevaba al retraso del lenguaje y al
trastorno del habla (tartamudeo, dislexia y trastorno del desarrollo del lenguaje).
Una observación que motiva este postulado es la diferencia entre sexos en la incidencia de
trastorno del lenguaje y habla. Hay evidencias pequeña sin embargo, para determinar la
influencia selectiva de testosterona en el desarrollo del hemisferio izquierdo.
INTERVENCIÓN
El momento idóneo para la intervención en este tipo de trastorno equivale a lo más pronto que
sea posible. La ventaja obvia de una intervención temprana es que se tiene la oportunidad de
actuar antes de que el trastorno sea mayor, pudiéndose evitar las consecuencias negativas que
se inician cuando los niños se dan cuenta del fracaso. Hay inconvenientes sin embargo, en la
intervención temprana. Muchos niños con retraso del habla temprano crecen fuera de sus
dificultades, siendo así que cuando más pequeño es el niño identificado mayor probabilidad
existe de resolverse el trastorno con un tratamiento. Esta afirmación se corrobora mediante dos
estudios controlados de intervención basados en niños de 2-3 año con retraso temprano del
lenguaje. En los dos
estudios se encontró que todos los niños tuvieron ganancias sustanciales, sin tener en cuenta el
qué tipo de tratamiento de llevó a cabo (Stevenson. et. al.,1982; el Whitehurst et al., 1991).
Algunos alegan que es mejor tratar a un niño que no puede necesitarlo que negarles tratamiento
a aquéllos que lo necesitan. Sin embargo, el tratamiento puede generar atención de los padres y
autoconsciencia en los niños. Cuando existe una situación de escasos recursos es importante
asegurar que el tratamiento sólo se dirige a aquéllos que realmente lo necesitan. Un punto a
tener en cuenta es que los padres necesitarán consejo y guía, incluso cuando la prognosis es
buena. Así pues, los objetivos que deben figurar en la intervención son, en primer lugar aliviar la
culpa o ansiedad dándose énfasis en que las dificultades del habla del niños no son causados
por factores ambientales del ámbito familiar; y en segundo lugar, intentar que los padres no se
transformen en el maestro del lenguaje del niño; y en último lugar, la aceptación alentadora del
esfuerzo comunicativo del niño, sea este de tipo verbal o no verbal. Las familias verbales y
articuladas pueden necesitar que se les haga consciente de la necesidad de reducir la velocidad
de la conversación, darle tiempo al niño con trastorno del habla para formular pronunciaciones, y
para acostumbrar al idioma simple a un niño que tiene problemas de comprensión.
EDUCACIÖN
En el pasado, la mayoría de las formas terapéuticas del trastorno del habla involucraron
habilidades del lenguaje por imitación y modelado. Para ello el terapeuta identificaba qué
aspectos del sistema del habla del niño estaban dañados y se focaliza en éstos para
proporcionar la oportunidad de trabajar selectivamente en las áreas de dificultad. El área donde
este funcionamiento todavía se usa es la que trata los problemas fonológicos. El objetivo es
identificar el modelo de errores que el niño hace, y entonces dar práctica extensa en la
producción de los sonidos.
En años recientes ha habido un movimiento lejos del programa estructurado, diseñado para
enseñar la competencia gramatical y el uso apropiado del lenguaje. Una razón para ello fue que
los terapeutas se desilusionaron al encontrar que niños que podrían producir un habla aceptable
en sesiones de la terapia, persistieron en el uso de su lenguaje dañado en situaciones naturales.
Webster y MrConnell (1987) sugirió que el
entrenamiento en el lenguaje estructurado puede impedir el desarrollo del lenguaje real porque
el alterar el ambiente lingüístico no anima a los niños para que lo usen para comunicar su
necesidad socialmente sino meramente para dar respuestas correctas al adulto. Esta conclusión
llevó a alejarse de las propuestas del entrenamiento estructurado del habla para empezar a
defender una política de estímulo del habla general. Se pensó que el estímulo del habla a
menudo se inicia en la guardería, donde hay oportunidad suficiente de mezclar al niño con otros
niños. Tizard (1983) cuestionó esta razón. Ella encontró que las madres amas de casa
acostumbraban a sus niños a un lenguaje mucho más complejo de lo que hicieron los maestros
de la guardería, y los niños usaron más a menudo el lenguaje para los propósitos complejos en
casa que en la escuela. Así, aunque en la guardería se produce mucho lenguaje, los niños
individuales experimentan menos intercambios comunicativos con adultos. Las guarderías
pueden proporcionar oportunidades abundante y estimulante y a la interacción social, pero son
lugares ruidosos donde el niño con trastorno del habla tiene que competir para la atención del
adulto con otros niños pequeños con habilidades del habla más sofisticadas. Recientemente se
han hecho esfuerzos buscar un equilibrio entre el entrenamiento didácticos y las técnicas más
naturalistas. El objetivo es encontrar un método para enseñar habilidades específicas en una
escena natural. Warren y Bambara (1989) demostraron que un tipo de acercamiento eficaz es
enseñando formas semánticas sintácticas específicas a los niños mentalmente retrasados, con
generalización buena de habilidades a otras escenas.
Los signos también son parte de la educación de niños con trastornos severos del habla. En
esta clasificación se incluirían aquéllos con disartria o anartria, y algunos casos de dispraxia.
Otros métodos de comunicación visual, como sería la comunicación informatizada también
puede usarse, aunque debe tenerse en cuanta las pobres
habilidades de alfabetización que tienen estos niños. La comunicación por signos
usa símbolos que permiten mantener un flujo de comunicación en los niños
pequeños que no pueden usar el lenguaje escrito.
Al igual que en otras áreas del desarrollo humano, en las teorías sobre el desarrollo
del lenguaje también ha habido debate sobre la importancia de los factores externos
y los internos en este proceso. Entre las influencias intrínsecas que se destacan
encontramos:
las características físicas de cada niño, estado de desarrollo del
mismo y otros atributos determinados genéticamente.
Las influencias extrínsecas durante la infancia están vehiculadas principalmente por la
familia:
las personalidades y estilos de cuidado de los padres y hermanos, el
estatus socio-económico de la familia y
la cultura donde el niño ha nacido.
Cada autor o teoría le ha dado mayor importancia a uno u otro polo.
Los inicios serios de realizar investigación sobre el lenguaje se dan a mediados del
siglo pasado. Los autores precursores en la misma se circunscriben dentro de la
Neurología. En 1861 Broca estudia los cerebros de dos pacientes que presentaban
pérdida de lenguaje y perturbación motora del habla. Tras estos estudios concluyó
que los hemisferios del cerebro eran asimétricos, y que el hemisferio izquierdo
contenía el centro del lenguaje en la mayoría de los hombres. El otro gran autor es
Carl Wernicke que en 1874 identifica el centro auditivo del habla en el lóbulo
temporal. Con este hallazgo diferencia el centro, encontrado por él, encargado de la
comprensión del habla, de la zona de su homólogo que se encargaba del habla
expresiva.
A lo largo del s. XIX se continuó con el esfuerzo de realizar un modelo de los procesos
y zonas que estaban relacionados con la producción del lenguaje. El advenimiento
de las dos grandes guerras será un campo muy importante para la evaluación de los
pacientes
que han sufrido pérdida del lenguaje o diferentes trastornos del habla. Con todo ello
se avanzará en la localización de las diferentes conductas humanas.
A esto respondió Chomsky con una crítica contundente Para él la capacidad del
habla está determinada genéticamente. Las propuestas innatistas atribuyen al niño
un conocimiento innato de las propiedades universales de las reglas lingüísticas y de
sus variaciones paramétricas; así como un conocimiento innato de los
procedimientos que le permitirá las reglas de su lengua. Para él, el habla adulta no
constituiría un modelo lingüístico adecuado por su alta frecuencia de errores y frases
inacabadas. Propuso que el niño genera sus propias reglas lingüísticas a partir del
análisis del habla que escucha a su alrededor.
Conceptos básicos
A menudo hay confusiones entre tres conceptos que la gente suele usar de forma
inadecuada.
Comunicación: Richards (1974) la define como algo que va más allá de la simple
interacción. Implica la idea de mutualidad, reciprocidad e intersubjetividad (Fdez.
Viader, 1992). Sería el intercambio de información con éxito adaptativo. La
comunicación tiene diferentes formas de expresión, entre ellas: el lenguaje, la
comunicación gestual,... Habla: Es la realización física y perceptiva del lenguaje. Es
la ejecución del lenguaje. Lenguaje: “Lenguaje es un sistema de códigos con la
ayuda de los cuales se designan los objetos del mundo exterior, sus acciones,
cualidades y relaciones entre los mismos.” Luria, 1977.
En el lenguaje actúan tal como podemos ver en el gráfico 1 toda una serie de
componentes neurofisiológicos que permiten la descodificación y elaboración del
mismo. Entre los principales, a grandes rasgos, podemos destacar:
- el sentido de la audición que permite escuchar lo que se nos dice.
- el cerebro y la corteza cerebral que permiten por una parte decodificar lo oído y
mandar órdenes a los órganos fonatorios para producir el lenguaje.
- órganos fonatorios que son los que permiten la producción sonora del lenguaje: es
decir el habla.
0
Gráfico 1: Componentes neurofisiológicos del lenguaje.
La orden motriz parte, por lo tanto, del córtex cerebral a nivel del área motriz primaria
(área de Broca). Una vez dada la orden, el sonido emitido por las cuerdas vocales
tras la exhalación del aire se caracteriza por la intensidad, el timbre y la altura. Boca
y faringe actúan de cajas de resonancia y permiten la formación de los fonemas.
Esto sería lo que formaría lo que conocemos por lenguaje expresivo, es decir la
producción del lenguaje o el habla. La conducta de expresión oral es constantemente
reajustada en función de informaciones auditivas.
Período prelingüístico
Este período iría desde el nacimiento hasta los 18-24 meses, en que la mayoría de
autores consideran que se da el paso hacia el lenguaje tal como lo conocemos. En este
período de dos años el crecimiento físico, que sigue cierto calendario madurativo, es
espectacular.
Durante los tres primeros meses de vida las rutinas ligadas a las necesidades del bebé y
el adulto comparten unos significados que permiten regular conjuntamente algunos de
sus comportamientos. En esta relación específica que hay entre el cuidador (madre u
otro miembro) y el niño, la madre empieza a enseñar inconscientemente el lenguaje.
Esto ocurre mediante el habla de estilo materno que parece seguir el desarrollo básico,
comenzando en el nivel más fundamental y haciéndose gradualmente más complejo a
medida que el niño crece. l habla de estilo materno se caracteriza por ser simple
estructuralmente (usa frases cortas, no subordinadas, no modificadores), hay un alto
grado de redundancia, el tono es alto, la prosodia exagerada, el léxico (palabras
utilizadas) son aquellas que están presentes en el entorno del niño, hay preguntas y
explicaciones sobre lo que la madre va diciendo o lo que el niño hace.
El habla de estilo materno suele aparecer hacia el tercer o cuarto mes, aunque puede
aparecer con anterioridad. Hasta entonces el niño captaba los ruidos que había a su
alrededor y lloraba o gritaba para dar a conocer su estado. La madre en esta época es
capaz de diferenciar los lloros y saber si se trata de hambre, sueño, ganas de jugar,
molestia,... Hacia los 6 meses el niño empieza a explorar los parámetros de su aparato
vocal para ver qué puede hacer. Aprenden a producir vocales abiertas y las primeras
consonantes. Con el balbuceo y el laleo, el niño va experimentando los sonidos.
También aparece una ecolalia, el niño parece un “loro” ante cualquier cosa que diga la
madre, repite como si estuviera jugando. Hacia el final de este primer período el niño
será capaz de decir las primeras palabras. En la tabla 2 podemos ver más claramente
los estadios del desarrollo vocal.
Período lingüístico
En esta etapa que va desde los 2 a los 5-7 años el niño adquiere en su totalidad el
lenguaje. A nivel físico el desarrollo se va desacelerando. El niño va adquiriendo cada
vez mayor número de habilidades motoras finas, hay un mayor contacto y adaptación
con su entorno más próximo. A nivel cognitivo el niño se sitúa, según Piaget en el
estadio preoperacional. Este período se caracteriza por el acceso progresivo a la
inteligencia representativa; cada objeto se representará por una imagen mental que lo
substituirá en su ausencia. En esta etapa se desarrollarán el lenguaje, el dibujo, el juego
simbólico. Los niños a partir de ahora podrán pensar de una forma ordenada, aunque en
un principio ciertos componentes puedan obstaculizar esta tarea como son:
- Egocentrismo: incapacidad de observar un punto de vista que no sea el suyo.
- Centración: incapacidad para separar lo propio del medio ambiente.
- Dificultad de transformación: una operación que cambia las reglas de algo.
- Reversibilidad: una acción que puede hacerse puede deshacerse.
Según Vila (1992), hacia los tres años han desaparecido las dificultades para pronunciar
diftongos y se produce un significativo progreso en las consonantes; aunque se
presentan errores con algunos grupos consonánticos, normalmente en torno a los 4
años el repertorio fonético está casi completo.
El léxico crece a un ritmo notable, duplicándose el vocabulario cada año. Empieza a
usarse el pronombre de tercera persona, aunque su dominio y usos no estarán
completos del todo hasta los 7 años. Los posesivos son comprendidos. Hacia los 2 años
aparecen las primeras combinaciones de 3 o 4 elementos, no siempre respetando el
orden. Las primeras interrogativas son preguntas de sí o no marcadas únicamente por la
entonación; luego aparecen con qué o dónde. A los 4 años dominan las construcciones
sintácticas simples. En los pronombres, la distinción del género es clara y consistente a
los 5 años; desde los 6 o 7, también lo es la de número. Mejora el uso de los tiempos y
modos verbales, aunque siguen siendo frecuentes las incorrecciones en los
condicionales o sunjuntivos. La sintaxis se hace cada vez más compleja con la
adquisición de los primeros usos de las subordinadas, las yuxtapuestas y las
coordinadas, si bien los verbos no siempre se ajustan correctamente. Hacia el final de
este período, la lectoescritura introduce al niño en una nueva dimensión de uso del
lenguaje y de acceso a los conocimientos elaborados culturalmente. Todo lo que hemos
dicho anteriormente queda mejor reflejado en la siguiente tabla (tabla nº3).
La adquisición del habla requiere que el niño sea expuesto al lenguaje y poseer las
características biológicas necesarias para descodificarlo y producirlo. Esto implica tener
el aparato sensorial adecuado para percibir la entrada del lenguaje, tener un cerebro que
pueda descubrir y pueda aprender la estructura subyacente del lenguaje y un aparato
articulatorio que pueda programarse para producir los sonidos del habla.
Los trastornos del lenguaje pueden aparecer si el niño tiene una inadecuada exposición
al lenguaje o si padece condiciones médicas que afecten las bases biológicas para el
aprendizaje de éste. Sin embargo, en la mayoría de niños que presentan dificultades del
habla no aparece ninguna causa obvia. Su oído es normal, la inteligencia no-verbal es
adecuada, no hay ningún trastorno físico o emocional que afecte al habla y el ambiente
lingüístico de casa parece correcto.
La adquisición del habla requiere que el niño sea expuesto al lenguaje y poseer el
equipo biológico necesario para descodificarlo y producirlo. Esto implica tener el aparato
sensorial adecuado para percibir la entrada del lenguaje, tener un cerebro que pueda
descubrir y pueda aprender la estructura subyacente del lenguaje y un aparato
articulatorio que pueda programarse para producir los sonidos del habla.
Así pues el desarrollo normal del lenguaje implica un desarrollo correcto de: órganos
fonatorios, órganos sensoriales, estructuras nerviosas centrales, capacidades
intelectuales y una afectividad adaptada.
El niño con un desarrollo normal del lenguaje tiene una base mental para la
transmisión adecuada de sus capacidades y podrá acceder a la lectura y escritura
debidamente. En cambio el niño con dificultades en el lenguaje acostumbra a tener
limitaciones en áreas académicas y sociales y dificultad para transmitir el
pensamiento de ideas y contenidos. Un tercio de los niños con dificultades de
lenguaje en la primera infancia tienen dificultades en la adquisición de lecto-escritura.
a) DSM-IV y ICD-10:
son superiores a las habitualmente asociadas a estos problemas (Criterio C). Si hay
un déficit sensorial o motor del habla o una enfermedad neurológica, deben
codificarse en el Eje III.
El trastorno fonológico incluye errores de la producción fonológica (esto es, de la
articulación) que comportan la incapacidad para producir correctamente sonidos del
habla, así como una serie de problemas fonológicos de índole cognoscitiva que
implican un déficit para la categorización lingüística de los sonidos del habla (p. ej.,
dificultad para seleccionar los sonidos del lenguaje que dan lugar a una diferencia
de significado). La gravedad oscila entre un efecto muy escaso o nulo sobre la
inteligibilidad del habla hasta un habla completamente ininteligible. Habitualmente,
se considera que las omisiones de sonidos son más graves que las sustituciones de
sonidos, las cuales, a su vez, son más graves que las distorsiones de sonidos. Los
sonidos que más frecuentemente se articulan mal son los de adquisición más tardía
en la secuencia del desarrollo (l, r, s, z, ch), pero en los sujetos de menor edad o
más gravemente afectados también pueden afectarse las consonantes y vocales de
desarrollo más temprano. El ceceo (esto es, la articulación deficiente de sibilantes)
es particularmente frecuente. El trastorno fonológico puede comportar asimismo
errores de selección y ordenamiento de los sonidos en las sílabas y palabras (p. ej.,
sol por los).
• Tartamudeo
La característica esencial del tartamudeo es un trastorno de la fluidez normal y
estructuración temporal del habla, que es inapropiada para la edad del sujeto
(Criterio A). Este trastorno se caracteriza por frecuentes repeticiones o
prolongaciones de sonidos o sílabas (Criterios A1 y A2).
También se observan otros tipos de alteraciones de la fluidez del habla, entre las
que se incluyen interjecciones (Criterio A3), fragmentación de palabras (p. ej.,
pausas dentro de una palabra) (Criterio A4), bloqueo audible o silencioso (p. ej.,
pausas en el habla ocupadas o no) (Criterio A5), circunloquios (esto es,
sustituciones de palabras para evitar palabras problemáticas) (Criterio A6), palabras
producidas con un exceso de tensión física (Criterio A7) y repeticiones de palabras
monosilábicas (p. ej., «Yo-yo-yo le veré») (Criterio A8). La alteración de la fluidez
interfiere el rendimiento académico o laboral, o la comunicación social (Criterio B). Si
hay un déficit sensorial o motor del habla, las deficiencias del habla son superiores a
las asociadas usualmente a estos problemas (Criterio C). Si hay un déficit sensorial
o motor del habla o una enfermedad neurológica, se codificarán también en el Eje
III. La intensidad del trastorno varía en función de las situaciones y a menudo es
más grave cuando se produce una presión especial para comunicar (p. ej., ser
preguntado en clase o entrevistado para conseguir un empleo). El tartamudeo suele
no producirse durante una lectura oral, cantando o hablando a objetos inanimados o
animales.
Clasificación según ICD-10 Trastorno específicos del desarrollo del habla y del
lenguaje:
b. Examen físico.
Para el niño con problemas del lenguaje y habla es especialmente importante la
realización de un examen cuidadoso de la integridad estructural y funcional del
aparato del habla. Se debe estar alerta a la posibilidad de anomalías físicas que
pueden interferir en la producción del habla.
Hacer muecas involuntarias, babear, las anomalías del reflejo del mordisco y el
deterioro de chupar y tragar son señales relevantes sobre la neurona motora
superior. La mayoría de los niños con un trastorno del habla causado por una
enfermedad neurológica habrá tenido un retardo en las habilidades motoras, con
anomalías en el tono muscular, reflejos primitivos persistentes y/o movimientos
involuntarios.
d. Valoración de la audición
El fracaso para descubrir la pérdida de oído es uno de los errores diagnóstico más
serios que aparecen en este campo y lleva a algunos profesionales a recomendar
que todos los niños con trastorno del lenguaje y del habla realicen previamente una
evaluación del aparato auditivo. Sin embargo, en muchos países semejante situación
pondría una carga insostenible en los servicios de audiología. Pero es peligroso
confiar en las observaciones informales de la sensibilidad perceptiva del niño aunque
existan pruebas de "screening" de gran fiabilidad.
Cuando un niño no da evidencia clara e inequívoca de oído normal en una prueba de
"screenig" entonces se requiere una valoración completa del audiólogo. Allí se
establece un correcto procedimiento para la evaluación del comportamiento auditivo
usando la audiometría del tono en niños de más de 3 años, pero estos son
inapropiados para niños más pequeños donde la concentración y cooperación son
menores.
Durante las últimas dos décadas, se ha inventado un tipo de procedimiento
electrofisiológico que permite proporcionar la estimación del umbral exacto en tales
casos. El método más conocido es la audiometría de la respuesta cerebral
evocada, una técnica en la cual se presenta un repetitivo clic o tono, y la respuesta
eléctrica en el cerebro se graba y se promedia a través de los múltiples estímulos.
Existe una buena correspondencia entre estimación del umbral basada en la
electrofisiología y los resultados obtenidos con la
audiometría. (Paning y Elberling, 1982).
Puede aparecer cierta reticencia en algunos psicólogos para usar las pruebas de
inteligencia con niños con daños en el lenguaje. Stark y Tallal (1981) muestran que
50 de 132 niños referidos como casos de lenguaje específico y trastornos del habla
tenían CI no-verbal inferior a 85, con lo menos 10 de estos por debajo de
60. Existía la creencia de que las habilidades innatas estaban enmascaradas por
problemas del lenguaje. Sin embargo, estos niños no mostraron ninguna evidencia
de habilidades latentes cuando se probó el uso de instrumentos estandarizados en
poblaciones sordas. Parece que el CI no-verbal proporciona un diagnóstico útil y
información del pronóstico.
Intervención
El momento idóneo para la intervención en este tipo de trastorno equivale a lo más
pronto que sea posible. La ventaja obvia de una intervención temprana es que se
tiene la oportunidad de actuar antes de que el trastorno sea mayor,
pudiéndose evitar las consecuencias negativas que se inician cuando los niños se
dan cuenta del fracaso. Muchos niños con retraso del habla temprano crecen fuera
de sus dificultades, siendo así que cuando más pequeño es el niño identificado
mayor probabilidad existe de resolverse el trastorno con un tratamiento. Esta
afirmación se corrobora mediante dos estudios controlados de intervención basados
en niños de 2-3 años con retraso temprano del lenguaje. En los dos estudios se
encontró que todos los niños tuvieron ganancias sustanciales, sin tener en cuenta el
qué tipo de tratamiento de llevó a cabo (Stevenson. et. al.,1982; el Whitehurst et al.,
1991). Algunos alegan que es mejor tratar a un niño que no puede necesitarlo que
negarles tratamiento a aquéllos que lo necesitan. Sin embargo, el tratamiento puede
generar atención de los padres y autoconsciencia en los niños. Cuando existe una
situación de escasos recursos es importante asegurar que el tratamiento sólo se
dirige a aquéllos que realmente lo necesitan. Un punto a tener en cuenta es que los
padres necesitarán consejo y guía, incluso cuando la prognosis es buena.
Así pues, los objetivos que deben figurar en la intervención son, en primer lugar
aliviar la culpa o ansiedad dándose énfasis en que las dificultades del habla del niños
no son causados por factores ambientales del ámbito familiar; y en segundo lugar,
intentar que los padres no se transformen en el maestro del lenguaje del niño; y en
último lugar, la aceptación alentadora del esfuerzo comunicativo del niño, sea este
de tipo verbal o no verbal. Las familias verbales y articuladas pueden necesitar que
se les haga consciente de la necesidad de reducir la velocidad de la conversación,
darle tiempo al niño con trastorno del habla para formular pronunciaciones, y para
acostumbrar al idioma simple a un niño que tiene problemas de comprensión.
Tartamudez:
Cuando se hace una intervención en la tartamudez los objetivos básicos serán el
aprendizaje de un patrón alternativo de habla lenta y alargada. Habrá que identificar
y localizar las señales de tensión para poder disminuirlos, reduciendo preocupación
y anticipación mediante técnicas cognitivas. Se harán ejercicios de control de la
tensión
general y local en la garganta para favorecer el habla correcta y sin tartamudeo y de esta
manera favorecer el habla espontánea.
Lo primero que se hará con el niño será establecer objetivos. Después se empieza a entrenar
primero en la lectura, donde es más fácil que el tartamudeo no se produzca, progresivamente se
empieza a entrenar un habla lenta y prolongada, manteniendo la prosodia normal. Se inicia el
entrenamiento con “lectura simultánea” y “en coro” junto con el terapeuta, un habla más lenta
reduce el tartamudeo, por tanto se animará al niño a hablar más lentamente, esto también
facilitará la formulación del lenguaje, los movimientos articulatorios, la coordinación e integración
de sistemas respiratorio, fonatorio y articulatorio. Se le enseña al niño a hablar a “cámara lenta”,
o “como una tortuga, el niño lee simultáneamente con el terapeuta con lo cual se establece la
fluidez del habla ya que el niño atiende más a la lectura del terapeuta que a la propia, se utiliza a
modo de juego, se entrena la lectura en voz alta para poder leer en clase. Durante la lectura
aparece tensión en la garganta, se le explica la consecuencia de esto, se le enseña el
“comienzo fácil”, se ensaya el patrón de habla en conversación. Se utilizará un estilo pausado,
con turnos de habla lentos y períodos de silencio frecuentes, se reduce el número de preguntas
directas y no se exige hablar. El comienzo fácil consiste en iniciar el habla con un comienzo
suave y gradual de la fonación y una espiración estable, se comienza a un nivel inaudible y se
va aumentando el tono de voz de forma gradual, es un contacto articulatorio blando, que reduce
la tensión en momentos de bloqueo. La prosodia se mantiene normal. Posteriormente, se
trabajará con entrenamiento en técnicas de relajación, como la técnica de Jacobson para niños,
ejercicios de respiración profunda. Se realizará una jerarquía de situaciones para valorar la
dificultad de sus interacciones comunicativas y se irá avanzando en la jerarquía con práctica
regular en la sesión y en casa, estas situaciones se trabajan a modo de desensibilización
sistemática.
• ¿Cuál es mi problema?
• ¿Qué es lo que voy a hacer?
• ¿Cómo lo estoy haciendo?
• ¿Qué voy a hacer ahora?
Se ayuda al niño a que tenga una actitud de control interno. Se puede utilizar la técnica del role-
playing dentro de la sesión, para que luego pueda trasladar lo aprendido a otras situaciones.
Más tarde se inicia práctica en casa, que en un inicio es de 5 minutos y que luego se aumenta el
tiempo progresivamente. Trabajan con
lectura, conversación y/o juego, se le ayudará a reducir la velocidad del habla, alargando los
sonidos iniciales, con turnos de habla lentos.
La orientación a los padres incluirá pautas y orientación, práctica diaria, modificar actitudes
y conductas, adaptar el lenguaje a las dificultades del niño, no atender continuadamente a
los errores del habla, observarlo cuando habla fluido. Se les hace hacer un registro de
situaciones de habla fluida y se les insta a aplicar la disciplina, pautas y responsabilidades en
la dinámica familiar tal y como corresponde a su edad y similar a la de los hermanos. En
definitiva se disminuye su preocupación y se le refuerza su colaboración.
Se debe tener en cuenta que la reeducación reinicia aprendizajes no establecidos, no son clases
para corregir o enseñar a mejorar, no es la continuación de la escuela, en las sesiones de
reeducación se incide sobre la totalidad del individuo, teniendo en cuenta su personalidad.
Teniendo en cuenta que todos los niños son diferentes y por tanto la enseñanza debe adaptarse
a las circunstancias de cada niño, a su psiquismo, a sus necesidades y a sus capacidades.
El niño debe recibir una atención especializada en un espacio y tiempo para él. Debe sentirse
aceptado, escuchado y valorado. Estableciéndose con él una relación de empatía, comprensión,
seguridad y complicidad donde se favorecerá la motivación, el deseo de aprender y la
autonomía.
La reeducación supone supone volver a educar, implica tener en cuenta: la conducta total del
niño, sus conocimientos previos, su grado de madurez , su medio ambiente, su dominio del
lenguaje, su nivel de expresión psicomotriz y el interés en sus expectativas personales.
Las actividades básicas a trabajar son: coordinación viso-motriz, percepción temporal y ritmo,
relajación, memoria, atención, estructuración del lenguaje y estructuración ideativa.
DESCRIPCION Y DIAGNOSTICO
Ι. DESCRIPCION Y DIAGNOSTICO
El término de Trastorno Específico del Lenguaje (TEL) o de Trastorno Específico del Desarrollo
del lenguaje (T DL) ha ido arrinconando el término de “disfasia” o “afasia del desarrollo” que
provocaba numerosos problemas de validez y consenso entre los distintos profesionales e
investigadores.
Problemas relativos a:
- La etimología de la palabra: afasia/ausencia de capacidad lingüística - disfasia/alteración de la
capacidad lingüística.
- La posible confusión y/o comparación indebida con los cuadros clínicos de la afasia o trastornos
adquiridos y, a su vez, con los modelos médicos derivados de estudios de afasia en adultos.
- La ausencia de una definición conductual consensuada y/o aceptada por todos los profesionales,
fundamentalmente en relación a los límites y contenidos de las categorías diagnósticas incluidas en
el término. Existen controversias con respecto al grado de severidad de los posibles cuadros
“disfásicos” y con el perfil lingüístico característico o prototípico del cuadro o cuadros con TEDL.
➢ La definición más consensuada de TEDL (Rapin y cols 1992, American Psyquiatric
Associatión 1995, American Speech Language Hearing Associatión, 1982) incluye los
siguientes criterios:
2. El problema puede afectar a todos, uno o algunos de los componentes del sistema
lingüístico (fonología, morfosintaxis, semántica y/o pragmática), reconociéndose por tanto el
carácter heterogéneo de los perfiles lingüísticos de los niños con TEDL y la posible
existencia de distintos subgrupos o categorías clínicas. Dada esta heterogeneidad y la
escasez de investigaciones controladas, se fomenta el análisis y descripción de los perfiles
lingüísticos individuales como elementos de referencia para identificar las distintas formas
de TEDL. La ASHA especifica que además “suelen presentar problemas de procesamiento
del lenguaje o de abstracción de la información significativa para almacenamiento y
recuperación por la memoria.
A. Severidad
B. Pronóstico
C. Desviación
D. Perfil lingüístico
E. Diagnóstico diferencial/diagnóstico concurrente
Entre otros, los criterios de gravedad o de discrepancia evolutiva que distintos autores han mencionado
son básicamente los siguientes:
Para algunos autores, con los que no estamos precisamente de acuerdo, habría que mantener
la antigua diferencia entre retraso simple del lenguaje (RL) y trastorno del lenguaje (TEL).
Mencionan como criterio básico diferencial el grado de severidad (el retraso implicaría un año o
año y medio de discrepancia y la disfasia cuando la discrepancia es mayor) con un patrón
evolutivo marcado por la aparición de primeras palabras después o alrededor de los 24 meses y
las primeras combinaciones hacia los 36 meses en el caso del RL, frente a los 30-36 meses
para las primeras palabras y los 48 para las primeras combinaciones en el caso de los TEL.
También mencionan el criterio de evolución o pronóstico y de especificidad del perfil lingüístico
que luego comentaremos. Aunque es evidente que existen diferencias significativas en el grado
de afectación y en el pronóstico de algunos niños con TEL, encontrándonos con casos
leves de buena evolución y/o con una recuperación que les acerca a la normalidad, dado el
actual estado de conocimientos y la necesidad o beneficios de incluir a todos los niños en
terapia del lenguaje no vemos acertado la utilización de dos etiquetas diagnósticas diferentes.
Actualmente se investiga más acerca de los llamados “hablantes tardíos”, niños que produce
menos de 50 palabras y/o emite pocas combinaciones de palabras a la edad de 24 meses pero
con una evolución aparentemente buena antes de los 30 meses. Luego hablaremos de estos
casos que quedarían claros para el diagnóstico sólo a partir de los 30-33 meses de edad.
Las distintas propuestas para definir los criterios de severidad-discrepancia con respecto al
desarrollo normal que define a los TELD son problemáticas debido a dos puntos fundamentales:
a) Dificultades ocasionadas por las limitaciones en los instrumentos de valoración existentes
(máxime en castellano) y, por lo tanto, para hacer inferencias fiables sobre los distintos grados
de severidad; fundamentalmente en el caso de niños pequeños o niños con graves problemas
de comprensión del lenguaje, así como para la evaluación de déficits residuales en adultos. b)
Frecuente desatención a la posible asincronía en el desarrollo de los distintos componentes ni al
valor de determinados patrones de desarrollo frente a otros. Como luego comentaremos con
más detenimiento, se debe atender a la diversidad de dimensiones del lenguaje afectadas, a la
posibilidad de que exista una disarmonía en el perfil de desarrollo, a la existencia de patrones
atípicos o desviados y a la concurrencia de otros problemas asociados. Puede ser peligroso
simplificar la decisión de si un niño debe acudir o no a terapia del lenguaje atendiendo
exclusivamente al rango de variación normal en la adquisición de primeras palabras. Los
criterios de severidad no tienen en cuenta la heterogeneidad de perfiles ni la posible existencia
de patrones desviados. c) Peligro de desatención terapéutica a niños con retraso mental debido
a que pueda darse una falta de discrepancia entre EM y E verbal. d) Evidencia de que la
discrepancia entre CI verbal y el CI no-verbal puede variar con el tiempo, además de que el
valor o interpretación clínica de las variaciones de un determinado nivel de desarrollo del
lenguaje con respecto a la norma debe ser diferente según la edad o etapa evolutiva del niño (la
significación del año o años de diferencia varia según la edad del sujeto, un año de retraso no
es lo mismo en un niño de 30 meses que en un niño de 8 años).
B. Pronóstico: Hace unos años era común considerar para el diagnóstico un criterio de
persistencia definido por la necesidad de que los problemas persistieran más allá de los 5-6
años (algunos autores 7-8 años). Sin embargo este criterio hacia imposible el diagnóstico
temprano, además de que los criterios de recuperación o de continuidad del trastorno dependen
mucho de las medidas o dimensiones que se tomen en cuenta en la evaluación. De hecho,
numerosos estudios indican como es frecuente que niños a los que se ha considerado como
totalmente recuperados a los 5 años, volvían a presentar problemas a los 6 ó 7 años, bien por
que se producía una desaceleración en el posterior desarrollo (discurso narrativo
fundamentalmente) bien porque aparecen
problemas cognitivos y de lectoescritura. Numerosos estudios indican que podrían persistir
secuelas importantes en un 60% de los casos (problemas lectoescritura, dificultades escolares o
de comportamiento, discurso narrativo y conversacional pobre..), aunque los trabajos publicados
son en ocasiones poco fiables y los resultados de los mismos a menudo dependen de las
medidas utilizadas y también de la población incluida en el estudio (criterios de diagnóstico o
inclusión utilizados). En todo caso, existe un acuerdo general que los sujetos con un retraso o
alteraciones en el desarrollo temprano del lenguaje tienen un riesgo más alto de presentar
posteriormente déficits verbales y dificultades residuales de aprendizaje y comportamiento. La
persistencia y alcance de dichos trastornos parece depender de la severidad,
dimensiones afectadas, patrones de adquisición y de la asociación con otros déficits
(retraso general, problemas motores, etc.), así como la calidad del entorno sociofamiliar y
la calidad-cantidad de terapia del lenguaje recibida. Parece que generalmente los niños que
sólo presentan dificultades fonológicas, sin que se vean afectados otros aspectos, tienen una
mejor evolución. Cuanto más áreas de funcionamiento lingüístico o comunicativo estén
afectadas podría ser peor el pronóstico. Así mismo la evolución es peor cuando existen déficit
de comprensión y/o cuando existen déficit semántico-pragmáticos. Existe un estudio de Wilson
y Risucci (1986, 1988) que indica peores resultados para la adquisición de la lectura en los
casos en que existe un trastorno o déficit de la memoria auditiva junto con déficit de
recuperación léxica. Un dato frecuentemente reflejado en la práctica clínica es que el nivel de CI
es un importante factor de predicción. Una buena calidad del entorno familiar y cultural, junto
con la posesión de capacidades cognitivas no-verbales adecuadas, o incluso por encima de la
media, optimizan el pronóstico. También se menciona como rasgo negativo para el pronóstico
que el cuadro de alteración del lenguaje persista más allá de los primeros años de escolaridad.
No estamos de acuerdo con la separación entre retraso simple del lenguaje y TEL fundada en
muchas ocasiones en razón del mejor o peor pronóstico. Para algunos profesionales los casos
de TEL tendrían una evolución lenta, frente a los casos que ellos diagnostican como retraso
simple del lenguaje (RL) y que evolucionarían muy rápidamente después de los 4 años de
edad.(RL serían los casos que se corregirían sin secuelas entre los 4-5 años de edad,
generalmente caracterizados por problemas de articulación, con aparición de primeras palabras
hacia los 2 años) Creemos que esta distinción entre RL y TEL, en función tanto de la mejor
evolución como a la severidad del trastorno, no ayuda al diagnóstico temprano ni es operativa
para el profesional que realiza la intervención. Algunos autores están intentando matizar entre
los TEL que tienen necesidades educativas transitorias y los que tienen necesidades educativas
permanentes pero esto no ayuda nada a hacer mejores diagnósticos diferenciales ni a saber
más de la heterogeneidad de los TEL; incluso para los defensores del término retraso del
lenguaje RL, es evidente que estos deben recibir intervención logopédica. Nos parece más
oportuna la diferenciación de “hablantes tardíos” (niños que presentan una adquisición lenta del
lenguaje expresivo pero dentro de los límites normales y de los que luego hablaremos) y los
niños con TELD.
E. Exclusión/ concurrencia. Aunque es aceptado que no se incluyan dentro de los TEDL los
trastornos del lenguaje secundarios a causas conocidas -defectos estructurales o
sensoriomotores del aparato del habla; pérdida auditiva duradera superior a 25-30 dB en
frecuencias conversacionales; daño cerebral o disfunción neurológica evidentes; retraso mental
(algunos mencionan CI de ejecución superior a
85) u otras psicopatologías o trastornos del desarrollo; ni por deprivación socioafectiva o
trastornos emocionales o conductuales primarios-, no siempre queda claro la posibilidad
de hacer diagnósticos concurrentes o al menos en que casos existe esta posibilidad.
Aunque las investigaciones al respecto son escasas e incompletas, parece claro que
podría coexistir el T L al menos con retraso mental, déficit sensorial o deficiencia
auditiva, defectos estructurales o sensoriomotores del aparato del habla (paladar
hendido, trastornos neuromotores..), problemas emocionales o conductuales (por
ejemplo el mutismo selectivo) y con deprivación socioambiental. En todos estos
casos, podemos establecer un diagnóstico concurrente cuando el trastorno del lenguaje
que se presenta es mayor de lo esperado o no puede explicarse sólo con un único
diagnóstico o al menos no son una causa directa suficiente. Es mucho menos claro o al
menos está menos consensuado en el caso de los TGD. Sí son del todo excluyentes
los daños cerebrales adquiridos en la niñez o en la vida adulta (afasias o daños
resultantes de una lesión cerebral localizada o a trastornos convulsivos).
Conclusiones
Los trastornos del desarrollo del lenguaje identificados en los años preescolares tienen una
fuerte relación predictiva con posteriores trastornos de aprendizaje; además del riesgo de
problemas de conducta y de personalidad. De ahí la importancia de detección e intervención
temprana.
Los perfiles más desviados o más severamente retrasados suelen ser sencillos de
diagnosticar (aunque en ocasiones no se analice siquiera esta desviación en la práctica), sin
embargo cuando las variaciones con respecto a la norma son menores, o en el caso de niños
muy pequeños, el diagnóstico y análisis de necesidades es más difícil de realizar. Aunque son
evidentes las ventajas de una detección/diagnóstico e intervención temprana, existe la dificultad
de la gran variación intersujeto antes de los 2 años de edad en relación a la adquisición del
lenguaje oral. A partir de los 2 años 6 meses la variación va siendo cada vez menor y el
diagnóstico diferencial es más fácil. En el rango de edad de los 12-18 meses, incluso hasta los
2 años ó 2 años 6 meses, existen retrasos transitorios o, quizás, mejor dicho, perfiles distintos
en relación a la adquisición del lenguaje. En esta etapa, en algunos niños, con adecuada
comprensión y habilidades comunicativas normales, el lenguaje expresivo aparece tarde o
emerge lentamente pero evoluciona luego positiva y espontáneamente sin que se observen
secuelas debidas a este comienzo más lento y/o
tardío. Este retraso transitorio se debería a la amplia variabilidad que se observa en la
población normal en la adquisición del lenguaje oral en esa edad, por lo que no serían retrasos
significativos. En estos
casos se aconseja, sin embargo, un seguimiento o supervisión durante 1 ó 2 años (hasta los 3
ó 4 años de edad) ya que generalmente no podemos asegurar si van a superar el retraso que
presentan con respecto a sus compañeros o si no van a presentar anomalías en el futuro.
Si tenemos que tener en cuenta, como dato significativo, que aquí no se incluirían aquellos
perfiles del lenguaje que mostrasen alguna anomalía, por ejemplo ausencia o limitada
respuesta al lenguaje, limitaciones o ausencia de actos comunicativos no- verbales, desarrollo
vocálico anómalo (por ejemplo niño de 18 meses sin jerga expresiva ni balbuceo normativo). A
edades tempranas es decisivo y/o muy importante tener en cuenta criterios de desviación o
asimetría. Es alarmante el hecho de que a menudo se simplifique la decisión de sí un niño debe
acudir o no a un especialista del
lenguaje atendiendo exclusivamente al rango de variación normal en la adquisición de las
primeras palabras. En edades tempranas, el proceso de toma de decisiones debe incluir una
valoración de sus habilidades de juego funcional y simbólico, conductas comunicativas
preverbales, desarrollo vocálico, habilidades de comprensión lingüística, habilidades de
lenguaje expresivo y posibles factores de riesgo de daño prenatal o perinatal. Es evidente que
si nos encontramos con varias dimensiones afectadas mayor probabilidad de que existe un
trastorno severo. Para aquellos niños con factores de riesgo adicionales, la intervención
temprana se hace aconsejable incluso si solo esta retrasado el lenguaje expresivo (por ejemplo
en el caso de síndromes genéticos)
Se han seguido distintos enfoques y distintas definiciones operativas del trastorno para
establecer subgrupos o clasificaciones del TEDL.
La clasificación posiblemente más citada y una de las más aceptadas es la realizada por
Rapin y Allen (1983, 1987; con una revisión de Rapin en 1996 que subdivide o reagrupa la
taxonomía original en tres grandes categorías clínicas) que indicamos a continuación y que
completamos en anexo 2:
C. Trastornos
del procesamiento de - Déficit léxico-sintáctico.
orden superior - Déficit semántico-pragmático * Discrepancias de
inclusión por su posible relación con los trastornos del espectro
autista.
Aunque esta clasificación es una aportación valiosa de cara a las investigaciones sobre los
TEDL, no queda claro si no pudiese existir un solapamiento entre los distintos subgrupos ni si
existe estabilidad de los subgrupos a lo largo del tiempo. Es decir, un mismo niño podría tener
características o problemas de uno o varios tipos y/o podría variar de subgrupo en distintos
momentos de su evolución o desarrollo. Es evidente que el propio proceso de desarrollo o
adquisición lingüística va marcando diferencias individuales en función de las estrategias
compensadoras utilizadas por el sujeto y las características del entorno. También parece que
los estudios para describir a los distintos subgrupos, fundamentalmente en relación a las
distintas dimensiones lingüísticas y comunicativas, han sido escasos o poco fiables por lo que
carecemos de criterios de inclusión claros. La inclusión en uno u otro grupo puede venir
determinada por el tipo de instrumentos utilizados en la evaluación (muestra de lenguaje
espontaneo versus pruebas estandarizadas, por ejemplo) Todo ello nos lleva a proponer una
clasificación más global, matizada por un análisis y descripción cuidada del perfil lingüístico y
comunicativo de cada alumno objeto de evaluación. Partiríamos de dos amplios subgrupos:
A. Trastorno especifico del desarrollo del lenguaje expresivo
Los criterios del DSM IV tienen el problema de la ambigüedad de los criterios (puntuaciones
del desarrollo del lenguaje sustancialmente por debajo de la capacidad no-verbal ) y el hecho
de integrar tanto los trastornos adquiridos como los evolutivos. No excluye la presencia de
déficit neurológicos. Otro problema es que describe pobremente los perfiles y/o reduce la
hetereogeneidad que se recoge en la clínica, además de que aboga por un continuo de
severidad entre el trastorno expresivo y el trastorno mixto (hecho totalmente discutible según
los datos de las investigaciones y de la clínica).
Repasando una visión integral y global de los trastornos del lenguaje en la infancia y el lugar
que ocupan en los mismos los TEDL, destacamos los siguientes subgrupos (ver anexo 3):
- Dificultades práxicas.
- Enuresis.
➢ Diagnostico diferencia.
Area cognitiva
Alteración actividades Mejores competencias de juego
imaginativas simbólico o de cualquier actividad
Inflexibilidad mental y imaginativa.
comportamental Menor frecuencia de inflexibilidad
Trastorno del sentido de la y/o menos acusada.
propia actividad y agentividad. Conductas funcionales
Dificultades de anticipación, autónomas – sentido del yo
representación de metas y proyectado al futuro.
planificación I no verbal ≅ CI social > CI
Mayor discrepancia entre verbal
verbal y CI no-verbal Menos frecuente retraso mental.
CI no-verbal > CI social ≥ CI Menos frecuente destrezas
verbal especiales.
Mas frecuente asociado a Retraso
mental (75%).
Mayor frecuencia de destrezas
especiales.
Déficit procesamiento secuencial
Dificultades de inhibición de RR Déficit procesamiento secuencial
Problemas de abstracción y de No hay o es menor problemas
metarepresentación. inhibición RR.
Hiperrealismo (dificultad para
prescindir de características No hiperrealismo.
físico-perceptivas) No problemas de coherencia
Problemas coherencia central. central.
Conducta:
Mayor frecuencia de Menor frecuencia. Intereses más
estereotipias, rituales, normalizados.
-Fenómenos contenidos limitados de
ritualistas pensamiento. Intereses poco
funcionales y limitados en
-Hipersensibilidad variedad…
estimular. Menor frecuencia de
Mayor frecuencia de hipersensibilidad estimular y/o
hipersensibilidad estimular y de más centrada en hipersensibilidad
dificultades de integración a estímulos auditivo.
intermodal.
1.4. PREVALENCIA Y ASPECTOS NEUROLÓGICOS:
a) Factores genéticos:
Las últimas investigaciones sugieren un origen genético para una parte
importante de los TEDL. Por un lado se han identificado bastantes familias en
las que existen varios miembros con TEDL y está claro que la probabilidad
aumenta cuando existen antecedentes familiares de TEL ( aunque los estudios
son poco objetivos, los datos apuntan a que la proporción de familiares de
primer grado estimados como disfásicos oscila entre el 23 y el 41%). Otro factor
que apoya la base genética es la mayor incidencia de varones. En relación a los
estudios con gemelos, aunque todavía son escasos, parece existir una tasa de
concordancia mayor entre gemelos monocigóticos (70% para los de sexo
masculino siguiendo criterios de DSM-III-R y 100% siguiendo criterios más
amplios.) frente a los dicigóticos (46%- 50%).
b) Anomalías cerebrales:
➢ Asimetría hemisférica con un “sobre-desarrollo” del hemisferio derecho
ocasionado en la vida embrionaria por la migración de ciertas neuronas del h.
Izquierdo.
➢ Anomalías en la corteza parietal superior, prefrontal y temporal, así como en
los núcleos diencefálicos.
1. Describa cada una de las causas del retraso secundario del desarrollo del
lenguaje.