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La Legítima Defensa

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LA LEGÍTIMA DEFENSA

La legítima defensa es un acto, o una serie de actos, que se llevan a cabo


para repeler una agresión ilícita y no provocada contra bienes propios (o
excepcionalmente de terceros) y que sea racionalmente necesaria para detener o
impedir esa agresión y se efectúe con medios proporcionales a la gravedad del
daño. Esta figura se encuentra establecida en el Código Penal Venezolano en el
artículo 65 numeral 3º.

REQUISITOS DE LA LEGÍTIMA DEFENSA

El Código Penal, señala como requisitos de la legítima defensa:


a- Agresión ilegítima por parte del que resulta ofendido por el hecho;
b- Necesidad del medio empleado para impedirla o repelerla; y
c- Falta de provocación suficiente de parte del que pretenda haber obrado
en defensa propia.

a.- La agresión: La agresión es el primer requisito de la legítima defensa.


Sobre ella gira toda la eximente, ya que sin agresión sería impensable cualquier
defensa. Conviene, por tanto, precisar qué se entiende por agresión, o en otro
giro, contra qué conductas procede la legítima defensa.

En la doctrina y jurisprudencia tradicionales, la agresión se identifica con los


actos de fuerza material. Así, el TSJ sostiene que por agresión ilegítima
debemos entender el acometimiento o ataque físico o material de que una
persona hace víctima a otra. Este concepto supone una restricción que no se
justifica si se tiene en cuenta que la ley habla de agresión a la persona o derechos
de la persona, de manera que pueden ser objeto de agresión no sólo la vida y la
integridad corporal, sino todos los bienes jurídicos de la persona. Al respecto
resulta oportuno recordar que el delito de lesiones comprende no sólo el daño a la
integridad física sino también la lesión psicológica, de manera que incluso el
ataque a la persona supera el simple acometimiento físico, abarcando así las
ofensas, injurias, amenazas y cualesquiera otras formas de inmisión antijurídica.

Jiménez de Asúa, superando la también limitada interpretación


jurisprudencial española, ofrece la siguiente definición de la agresión ilegítima:
acto con el que el agente tiende a poner en peligro o a lesionar un interés
jurídicamente protegido. De acuerdo con esta definición, la agresión debe
provenir de un acto humano. En consecuencia, el ataque de un animal, las fuerzas
de la naturaleza, el acometimiento de quien está sometido a una fuerza irresistible
o en estado de inconsciencia, no constituyen agresión sino peligro, por lo que no
cabe la legítima defensa, pero sí el estado de necesidad. Por otra parte, la
agresión debe producir un peligro o lesión, actual o inminente, contra un bien
jurídicamente protegido y revelar una tendencia del agresor, es decir, voluntad de
ataque. Si falta la voluntad de ataque no hay agresión, como sucede en los casos
de inconsciencia y fuerza física. Del mismo modo, quedan fuera del concepto de
agresión los ataques aparentes, como las bromas, y aquellos casos en los que no
se tiene intención seria de consumar la amenaza. Situaciones de esta naturaleza
podrían generar error de prohibición pero no justificación.

La agresión debe ser ilegítima o, en un sentido más técnico, antijurídica, es


decir, contraria al Derecho. La agresión es antijurídica cuando el agredido no está
obligado a soportarla, o bien, cuando no está justificada. Por ejemplo, el ladrón
sorprendido infraganti que resiste a su captor, riñendo con éste, y le da muerte, no
puede alegar legítima defensa, puesto que el ataque que sufrió estaba justificado
precisamente por legítima defensa y no cabe legítima defensa contra actos
justificados. Tampoco cabe la eximente en el caso de la riña mutuamente
aceptada, en la que cada uno de los contendientes es agresor recíproco del otro.
No hay, en consecuencia, agresión y reacción defensiva, sino ataque y contra-
ataque. En cambio, sí hay legítima defensa cuando la reyerta sea motivada por la
defensa que de sí mismo haga la víctima.
La agresión además debe ser actual o inminente. Aunque el Código no
emplee estos términos, el tiempo hábil de la defensa está implícito en el texto
mismo de la ley, que habla de impedir o repeler la agresión: se repele lo actual y
se impide lo inminente. La ausencia de esta condición hace desaparecer la
legitimidad para dar lugar al llamado exceso extensivo en la defensa.

¿Puede una omisión constituir agresión? Si hemos apuntado que la


agresión comprende conductas que van más allá del simple acometimiento físico,
debemos, en consecuencia, aceptar la posibilidad de que existan agresiones
omisivas. Piénsese por ejemplo en el caso que el capitán de un buque o patrón de
embarcación o aeronave que abandona en lugar o playa desierta a individuos que
lleva a bordo. Al obligar por la fuerza al capitán a que tome el mando de la nave se
estará ejerciendo legítima defensa, pues es claro que su conducta omisiva es una
agresión a los intereses legítimos de las personas abandonadas.

b- Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla: La


necesidad de la defensa es una condición sine qua non para la existencia de esta
eximente y no debe confundirse con la simple inevitabilidad del mal que se trata de
impedir. Si la legítima defensa es una forma privilegiada de necesidad, debe
sujetarse a los requisitos generales del estado de necesidad, de modo que no
puede sacrificarse un bien superior para salvar otro insignificante.
La necesidad del medio empleado debe juzgarse en cada caso concreto
atendiendo a la imposibilidad de emplear otros medios, a la gravedad del ataque y
su irreparabilidad, al bien jurídico que se defiende y al resultado típico que surge
de la reacción defensiva. Sobre este requisito fundamental de la legítima defensa
Enrique Bacigalupo nos dice que para establecer si la reacción defensiva es o no
necesaria es preciso recurrir a un método hipotético-comparativo: debe
pensarse qué comportamientos podía ejecutar el agredido para repeler la
agresión o para impedirla y tomar en consideración el que hubiera causado
menos daños. Al mismo tiempo debe tenerse en consideración que ante la
agresión actual o inminente el atacado está en una situación de necesidad y
azoramiento que debe solventar con prontitud. Por ello conviene recordar las
palabras de Silvela, autor del primer Tratado de Derecho Penal español, quien
decía que en tal situación no puede exigirse al agredido: La suficiente
tranquilidad de espíritu para hacer los raciocinios, cálculos y comparaciones
que fácilmente se ocurren en la tranquilidad del gabinete.

De la misma manera que en la agresión se exige voluntad de ataque, en la


reacción debe existir ánimo de defensa. Este es un requisito que ha dado lugar a
controversias en la dogmática penal, pero que teniendo a la vista el Código Penal,
debe aceptarse sin reparos. En efecto, el texto legal nos dice: No es punible:...3º-
El que obra en defensa de su persona o derechos... Como modo adverbial que
es, la locución en defensa indica un modo de obrar, una finalidad o tendencia: el
animus deffensionis.

c- Falta de provocación del que hace la defensa: Este es un requisito


común de la agresión y la defensa, pues de igual manera supone una agresión no
provocada como una defensa ajena a la provocación. Provocar significa Desafiar
a alguien para que haga una cosa. Molestar a alguien para que se irrite . Hay
provocación cuando el agredido ha dado motivo a la agresión con su actuar
anterior o concomitante al ataque; pero no debe confundirse la provocación con
una conducta agresiva, pues en tal caso, el primer agredido actúa en legítima
defensa, y no hay legítima defensa contra legítima defensa.

Para excluir la legítima defensa, la provocación debe ser suficiente. Al


respecto Jiménez de Asúa advierte: Se ha de ser por demás prudente al
interpretar la suficiencia de la provocación... Si en un episodio del juego
hacemos una jugada sucia de ajedrez o de naipes y recibimos un insulto del
perjudicado y en nuestro apasionamiento sacamos un revólver para
contestar al que primero injurió, él no debe cruzarse de brazos por haber
provocado insuficientemente la agresión nuestra, sino que debe tener el
derecho de defenderse, y concluye el maestro español afirmando que el
problema de la determinación de la suficiencia de la provocación debe resolverse
mediante un proceso empírico-cultural. Díaz Palos por su parte señala: Lo difícil
es determinar esa suficiencia, esa causalidad, como siempre que se trata de
sorprender la eficacia causal de todo acto humano, en el que tanto juega la
constelación de condiciones que le acompañan.
Resulta claro que el provocador no queda obligado a soportar la agresión
desproporcionada del provocado, que siempre será ilegítima. Lo que sucede es
que la reacción defensiva no podrá entonces ampararse en legítima defensa, pero
sí queda a salvo la posibilidad de una defensa inculpable. Una vez más, Díaz
Palos nos ilustra diciendo que al provocador no puede exigírsele esperar
estoicamente la muerte, pues en la situación de apuro por él creada no se le
puede exigir impávido su sacrificio, aunque su obrar ya no puede ampararse
con el excelso manto de la justificación.

La provocación puede ser intencional, dolosa, y en tal caso no habrá


defensa legítima ni inculpable, pues estaríamos en presencia del llamado
pretexto de legítima defensa, que no puede absolver por ser una forma de
premeditación, una agresión buscada ex-profeso para cometer el delito
impunemente so pretexto de legítima defensa. Jiménez de Asúa ejemplificaba el
pretexto de legítima defensa diciendo que una en agresión provocada para
vengarnos de secretos resquemores contra otro a quien sabemos excitable;
si le excitamos o le provocamos con burlas, en voz baja, haciendo que el
individuo explosivo saque un arma, para así matarle con todas las
apariencias de una causa de justificación, no ejecutamos una defensa
legítima, sino que la hemos buscado como pretexto y no nos será
aprovechable.

Puede también ocurrir que la provocación haya sido culposa, negligente, es


decir, producida con la posibilidad de prever que desataría la agresión. En tal caso
queda excluida la legítima defensa pero sobrevive la defensa inculpable.
LOS SUPUESTOS DE LA LEGÍTIMA DEFENSA

1. En primer lugar, se trata de defender unos bienes propios


(excepcionalmente de terceros) amenazados por la agresión; sólo de defenderlos,
y por ende la acción de legítima defensa sólo cabe como respuesta a esa agresión
para detenerla, pararla, hacerla cesar y poner así a salvo los bienes amenazados.
Nunca puede servir para castigar una agresión sufrida o como medida de
represalia. Si su vecino le destruye a usted un cierto bien, la única acción de usted
en legítima defensa sería aquella que se limitara a tratar de evitar esa destrucción,
no la que, como réplica, consistiera en destruir usted a su vez un bien de su
vecino.
Este primer supuesto se formula jurídicamente con los verbos de `repeler',
`rechazar', cuyo significado es el de hacer cesar, parar, escudarse, protegerse.

2. El segundo supuesto es que la agresión que se trata de parar, desviar o


evitar con el acto de legítima defensa sea una agresión real y presente, no pasada
ni perteneciente a un eventual futuro, salvo si es inminente y obvia. De nuevo eso
excluye del ámbito de la legítima defensa cualquier represalia o retaliación, o sea
cualquier acto de venganza.
Sólo puede tratarse de una agresión que, ya iniciada, esté continuando
durante la realización del acto de legítima defensa, el cual cesa de ser tal
justamente en el momento en el que ya no prosiga la agresión; o bien se trate de
una agresión inminente y el acto de legítima defensa se limite a parar o evitar esa
agresión, cesando cuando ya no se vaya a producir; mas, si se trata de un peligro
inminente de agresión (y no de agresión efectivamente iniciada), ha de ser una
amenaza obvia, palmaria, objetivamente constatable; no, claro, de un peligro del
que haya indicios mas que no sea obvio.

¿Qué bienes son aquellos a cuya protección está encaminada la legítima


defensa?
Pueden ser la vida propia, la salud, la integridad corporal, pero también la
morada y hasta la propiedad. Ahora bien, para que la defensa de una propiedad
pueda ampararse bajo el rótulo de `legítima defensa' se requieren ciertas
condiciones. La doctrina jurídica y la jurisprudencia suelen ser restrictivas en
reconocer estatuto de legítima defensa a actos de defensa de la propiedad,
justamente para que no se vulnere el principio de proporcionalidad.

3. El tercer supuesto es que la agresión que se trata de hacer cesar con el


acto de legítima defensa sea ilegítima y no haya sido provocada. Por eso no se
pueden amparar nunca en la legítima defensa las acciones violentas que implican
riña entablada por ambas partes, como las reyertas entre bandas rivales.

De ahí que no quepa legítima defensa contra la legítima defensa ajena. Un


agresor no está autorizado a ejercer legítima defensa contra el agredido. Más
tampoco son actos de legítima defensa aquellos que efectúe un agresor aunque el
agredido, en represalia contra la agresión sufrida, ponga en peligro bienes del
agresor; ni siquiera si el agredido pone así en peligro bienes más esenciales del
agresor. P.ej., si A trata de violar a B y B, en represalia, y tras ponerse a salvo,
trata de matar a A, la acción de B ya no es de legítima defensa, sino una
represalia, una venganza, pero ha sido provocada. En tal caso, A podrá tal vez
invocar el estado de necesidad para defender su propia vida, mas no la legítima
defensa. Ahora bien, en el vigente derecho internacional público no se admite la
guerra llevada a cabo por un estado de necesidad, sino sólo por legítima defensa.

4. El cuarto supuesto es la necesidad racional. Sólo es acto de legítima


defensa aquel que sea necesario para repeler o rechazar la agresión, o sea para
hacerla cesar o esquivarla o escudarse de ella. Por ello, cuando se lleva a cabo un
acto violento de legítima defensa ha de poder determinarse, de manera
perfectamente comprobable y objetiva, qué daño propio se evita con ese acto y ha
de ser racionalmente demostrable que ese daño no se evita con otros medios
menos nocivos o violentos.
La necesidad de algo es la imposibilidad de la ausencia de ese algo.
Necesariamente 2+2=4 porque es imposible que 2+2 no sean 4. Cuando hay
varios modos de parar una agresión que sufrimos, el medio necesario es el menos
gravoso para el agresor o para un tercero.

5. El último supuesto es la proporcionalidad. En este punto la doctrina no es


unánime. La jurisprudencia española siempre ha tendido a exigir esta condición,
pero, bajo influencia de la doctrina alemana, algunos tratadistas han eliminado ese
requisito, al paso que todos aceptan los cuatro requisitos anteriores.
Sin embargo, el principio general de humanización del derecho sería
gravemente conculcado si se abandonara el requisito de proporcionalidad. Así, si
un ladrón está a punto de apoderarse de nuestra bicicleta, no cabe invocar la
legítima defensa para dispararle dejándolo herido, lisiado o muerto. Ni cabe, en
legítima defensa del honor propio, matar o herir a alguien que esté a punto de
revelar a los cuatro vientos una vergüenza oculta de nuestro pasado.

El principio de legítima defensa admite, desde luego, diversas matizaciones.


Puede ser una proporción aproximada, o incluso laxamente entendida. Lo que no
cabe es que se pueda calificar de `legítima defensa' un acto violento totalmente
desproporcionado con relación a la agresión que se trata de hacer cesar.

EXTENSIÓN DE LA LEGÍTIMA DEFENSA

a- BIENES DEFENDIBLES:

El Código Penal declara exento de responsabilidad al que obra en defensa


de su persona o derechos o de la persona o derechos de otro. Al hablar de
"derechos", no cabe duda de que la voluntad de la ley es amplia en cuanto a los
bienes susceptibles de defensa. Pueden defenderse, pues, no sólo la vida y la
integridad corporal sino también la propiedad, la libertad, el honor, etc.
Especial atención merece la defensa de los bienes patrimoniales, que
puede generar un conflicto entre bienes muy desiguales como son la propiedad de
un hombre y la vida de otro. Sobre este punto, las opiniones de los tratadistas
pueden dividirse en tres grupos:
a- Los que niegan el derecho a defender el patrimonio hasta llegar a la
muerte del agresor excepto cuando el ataque a los bienes venga
acompañado de peligro para la persona. En el fondo, esta teoría niega en
forma absoluta la posibilidad de defender los bienes con la muerte del
agresor, pues cuando existe riesgo para la persona es ésta la que se
defiende y no los bienes.
Esta postura, sostenida por Carrara, permitiría que se castigue como
homicida a quien dispara en el momento de la persecución contra el ladrón
que ha robado una parte importante de su capital o un documento del que
depende el porvenir de su familia.

b- Los que creen que todos los bienes jurídicos pueden defenderse por
cualquier medio, incluyendo la muerte del atacante. Esta es la opinión
dominante entre los autores alemanes. Franz Von Liszt señala que el bien
jurídico más insignificante puede ser protegido por medio de la muerte del
agresor. Ihering, quien por su parte considera que la legítima defensa es a
la vez un derecho y un deber, en su obra El fin en el Derecho dice: « Esta
protección que el individuo se debe a sí mismo no se refiere sólo a lo
que es, sino también a lo que tiene, porque tener es existir de más
completo modo».

Estas ideas pueden llevar a consecuencias censurables. Piénsese por


ejemplo en el caso de un niño que entra a robar frutas de los árboles de una finca
y es sorprendido por el propietario quien, por ser minusválido, no tiene otro medio
para evitar el robo que abrir fuego contra el ladronzuelo. Sería una terrible
injusticia absolver al homicida por legítima defensa de la propiedad, como Liszt y
un sector mayoritario de los autores alemanes parecen proponer con la afirmación
de que el bien más insignificante puede defenderse con la muerte del agresor.

c- Los que consideran que los bienes patrimoniales pueden defenderse aún
a costa de la vida del agresor siempre que se reúnan los requisitos de
necesidad y proporción en la reacción defensiva. Según esta posición, la
muerte o las lesiones sufridas por el ladrón serán legítimas cuando no
exista otro medio practicable y menos grave para evitar la agresión,
siempre que exista correlatividad entre el mal amenazado y el daño
causado para impedirlo. De esta manera, no se justifica un homicidio por la
sustracción de una cosa de poco valor (como las frutas en el ejemplo
anterior), pero sí procede la legítima defensa contra el robo de un bien que
represente un menoscabo patrimonial irreparable.

Esta última solución al problema de la defensa patrimonial se debe al aporte


hispánico y sobra decir que es la más justa.

En cuanto al momento de la defensa patrimonial debe tenerse en cuenta la


actualidad de la agresión. La defensa debe ser in continenti, non ex intervalo.
Pero, ¿hasta qué momento dura la agresión?. La opinión común de los autores es
que el ataque dura hasta que el ladrón se pone a salvo, de modo que puede haber
reacción defensiva contra el que huye pero no contra el que ha comenzado a
detentar la cosa robada o hurtada. Nuestra opinión es que, en el caso de la
defensa patrimonial, resulta más acertado conceder la eximente mientras el ladrón
esté infraganti, lo cual se refiere a aquél que fuere hallado en el acto mismo de
estar preparando el delito o de acabar de cometerlo, o fuere perseguido por
el clamor público como autor o cómplice del delito o se le sorprendiere con
las armas, instrumentos, efectos o papeles que hicieren presumir ser tal. (
Art. 248 C00P.).
Otro tema controvertido en la defensa patrimonial es el de los llamados
offendícula, que son defensas preventivas de la propiedad mediante dispositivos
mecánicos o electromecánicos que pueden resultar letales para el invasor: armas,
electrificación de cercados, trampas, etc. Al respecto se han elaborado tres
teorías:

a- La que niega la legítima defensa cuando no exista riesgo para las


personas. Esta no hace más que reproducir los argumentos ya conocidos
de que la defensa de los bienes materiales no puede dirigirse contra la vida
del agresor.
b- La que admite la legítima defensa si se cumplen las condiciones de
realidad de la agresión y necesidad y proporcionalidad del medio empleado
para repelerla.
c- La que considera que se trata del ejercicio legítimo de un derecho
derivado del dominio. El derecho de propiedad confiere al propietario el
derecho de usar y abusar de la cosa de modo absoluto y con exclusión de
los demás, de modo que puede preparar los medios de defensa que estime
convenientes para repeler un eventual ataque, y si el invasor muere o
resulta gravemente herido, su actuación es la causa eficiente del resultado
sufrido. Sin embargo, hay que recordar que el ejercicio de un derecho no
puede ser ilimitado. En el campo del Derecho Privado se ha desarrollado la
teoría del «abuso del derecho», de acuerdo con la cual el carácter absoluto
de la propiedad sufre excepciones cuando se ejercita abusivamente, sin
beneficio para su titular y con perjuicio para un tercero. En ese sentido, el
ejercicio del derecho de defensa de la propiedad no puede extenderse
ilimitadamente al empleo de medios que pongan en peligro la vida de las
personas. Ahora bien; los límites de la defensa patrimonial están dados por
el Derecho Público, que establece como requisitos de cualquier defensa la
realidad de la agresión y la necesidad racional del medio empleado.
En resumen, las defensas patrimoniales predispuestas son una forma sui
generis de la legítima defensa, siempre que se cumplan las condiciones generales
de la misma, de modo que sin necesidad y proporción no puede haber eximente.
Ambos requisitos deben examinarse en cada caso concreto, pues las
posibilidades que abre la moderna tecnología pueden ser empleadas no sólo en la
defensa sino en la agresión, y así lo demuestra la práctica.

En otro orden, la vieja discusión acerca de que si el conyugicidio in rebus


veneris es o no una forma de defensa del honor conyugal no tiene cabida en el
Derecho venezolano. En primer lugar, porque sabemos que el honor reside en los
actos propios y no en la conducta del cónyuge, y por otra parte, el Código Penal
contiene una disposición expresa sobre el conyugicidio por adulterio como
homicidio atenuado, regla especial que prevalece sobre la general. Lo más que
podría concederse es una causa de inculpabilidad por grave perturbación de la
conciencia, si es debidamente acreditada.

Por otra parte, es válido considerar que de acuerdo con la idea de que el
honor depende de nuestros propios actos, la violación no puede deshonrar a la
mujer, al hombre o al menor que han sido víctimas de este delito. Lo que se
defiende al repeler la agresión sexual son bienes mucho más elevados como la
autodeterminación sexual, que no es otra cosa que una forma de libertad, la
integridad físico-psíquica o hasta la vida misma, y por esta razón la muerte del
agresor será siempre una consecuencia legítima y proporcionada de la defensa, si
es además necesaria.

b. Personas intervinientes:

 El Sujeto activo:
La defensa propia puede realizarla cualquier persona humana aunque se
trate de un inimputable, puesto que si tiene capacidad de acción antijurídica es
correlativamente capaz de repeler una agresión ilegítima. Las personas jurídicas,
por el contrario, no pueden ser sujeto activo de la legítima defensa porque carecen
de capacidad penal.

La defensa de terceros puede actuarse en favor de toda clase de personas,


sean naturales o jurídicas. Estas últimas pueden ser defendidas en sus derechos,
particularmente en la propiedad. Los inimputables pueden ser defendidos del
mismo modo que pueden defenderse por ellos mismos. El feto, como portador de
un interés jurídicamente protegido, puede ser sujeto pasivo del delito y en
consecuencia procede su defensa. El cadáver, en cambio, no puede ser sujeto
paciente de la infracción penal y por eso, cuando se impide una profanación, lo
que se defiende es el sentimiento colectivo de respeto a los difuntos.
 
 El Sujeto pasivo:
La legítima defensa cabe contra cualquier agresor que tenga capacidad de
acción. Los inimputables tienen motivación, aunque ésta sea morbosa, y, por
ende, la defensa puede dirigirse en su contra. No procede, en cambio, la legítima
defensa contra el que está sometido a una fuerza física irresistible ni contra el
inconsciente. En tales casos hay estado de necesidad pero no legítima defensa, y
de igual manera ocurre con el ataque de una muchedumbre cuando no se puedan
individualizar los atacantes. Tampoco cabe la defensa contra el animal fiero o las
fuerzas de la naturaleza, a menos que el animal haya sido azuzado contra el
atacado o que las fuerzas naturales sean empleadas como instrumento de la
agresión.

Aunque el suicidio no esté tipificado como hecho punible, es lícito defender


a un tercero de su propio ataque, en consideración a las siguientes razones:
a- La vida es un derecho fundamental y como tal es inalienable, imprescriptible e
irrenunciable. Por eso, nadie tiene capacidad para atentar contra la vida, aunque
sea la propia.
b- No es necesario que la agresión que da origen a la defensa constituya delito,
basta con que sea un ataque ilegítimo contra un bien jurídicamente protegido.
EL ESTADO DE NECESIDAD

Es el peligro actual o inmediato para bienes jurídicamente pretejidos, que


solo puede evitarse mediante la lesión de bienes también jurídicamente tutelados,
pertenecientes a otra persona. Esta figura se encuentra establecida en el Código
Penal Venezolano en el artículo 65 numeral 4º.

Aun se discute en la doctrina la naturaleza jurídica del estado de necesidad;


para precisarla es indispensable distinguir si los bienes en conflicto son de igual o
diferente valor. Si el sacrificado es menor entidad el amenazado, se trata de una
causa de justificación; pero si el bien lesionado el mayor de valor que el salvado,
el delito se configura, excepto si concurre alguna otra circunstancia justificativa del
hecho desde el nacimiento. Si los bienes son equivalentes , el delito es inexistente
no por anularse la antijuricidad, sino en función de una causa de inculpabilidad, o
tal vez subsista la delituosidad del acto pero la pena no será aplicable si opera
alguna excusa absolutoria.

SUPUESTOS

DIFERENCIAS CON LA LEGÍTIMA DEFENSA

Para Carranca y Trujillo, el estado de necesidad difiere de la legitima


defensa en que constituye en si mismo una acción o ataque, en tanto a la defensa
es reacción contra- ataque, por ello se le ha llamado ataque legitimado en
oposición a la legitima defensa, y mientras que en el estado de necesidad de
lesión se cobre bienes del inocente, en legítima defensa recae sobre bienes de un
injusto agresor.
Además de tal diferencia, se señalan las siguientes:
 En la legítima defensa hay agresión, mientras en el estado de necesidad
hay ausencia de ella.
 La legitima defensa crea una lucha, una situación de choque entre un
interés ilegitimo y el otro licito y en el estado de necesidad no existe tal
lucha sino un conflicto entre intereses legítimos.

CUMPLIMIENTO DE UN DEBER

En el ordinal 1° del artículo 65 consagra la ley penal venezolana otra causa de


justificación, el cumplimiento de un deber o el ejercicio legítimo de un derecho,
señalándose textualmente que “no es punible el que obre en cumplimiento de un
deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, autoridad, oficio o cargo sin
traspasar los límites legales”.
Como se ha señalado en la doctrina, y a ello también hicimos referencia al tratar
de las causas de justificación en general y a la legítima defensa en particular,
todas las causas de justificación prácticamente pueden reducirse es esta causal
amplia que consagra nuestro código, según la cual se justifica el hecho típico
cuando es realizado en cumplimiento de un deber, con lo cual se estable, como
principio que responde a una exigencia lógica del sistema, que cuando el derecho
autoriza o faculta, impone o exige un determinado comportamiento, éste no puede
considerarse penalmente ilícito; de esta manera si en virtud de cualquier norma
jurídica, sea de derecho público o privado, una conducta es lícita, no puede a la
vez ser considerada como ilícita en el ámbito penal.
Al lado de las causas de justificación analizadas, figuran otras que también
privan a la conducta del elemento antijuricidad y por lo mismo imposibilitan la
Integración del delito. Se trata del cumplimiento de un deber y del ejercicio de un
derecho. Nuestro código establece en el Art. 65 en sus numerales 1º, como
excluyente de responsabilidad:
“Obrar en cumplimiento de un deber jurídico o en el ejercicio legítimo de un
derecho, autoridad, oficio o cargo, sin traspasar los límites legales.....y obrar
en virtud de obediencia legítima y debida. En este caso, si el hecho
ejecutado constituye delito o falta, la pena correspondiente se le impondrá al
que resultare haber dado la orden ilegal”.

EL EJERCICIO LEGÍTIMO DE UN DERECHO,


AUTORIDAD, OFICIO O CARGO
BIBLIOGRAFÍA

 BACIGALUPO, Enrique. Manual de Derecho Penal, Ed. Temis S.A., 1998.


 CLAUS Roxin. Derecho Penal Parte General, tomo I, Ed. Civitas, 2001
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Abeledo Perrot, 1979.
 JIMÉNEZ de Asúa. Tratado de Derecho Penal.
 LAJE Anaya. Defensa en legítima defensa.
 NUÑEZ. Manual de Derecho Penal,1987.
 REINHART Maurach-Heinz Zipf. Derecho Penal Parte General, Ed. Astrea de
Alfredo y Ricardo Depalma, 1994.
 PESSOA, Nelson. Legítima defensa, Ed. Mave, 2001.
 ZAFFARONI, Eugenio. Tratado de Derecho Penal Parte General tomo III, Ed.
Ediar, 1981.

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