Adler PsicologíaIndividual
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Según Adler, los sentimientos de inferioridad están siempre presentes como una fuerza
motivadora del comportamiento y son la fuente del esfuerzo humano. Así, escribió: “Ser
humano significa sentirse inferior” (1933/1939, p. 96). Dado que esta condición es común a
todos los seres humanos, no representa una señal de debilidad ni de anormalidad.
Compensación: Motivación para superar las inferioridades, para luchar por niveles
más altos de desarrollo.
El proceso comienza en la infancia. En esa etapa los niños son pequeños e indefensos, y
dependen totalmente de los adultos. Adler pensaba que los menores saben que sus padres
tienen más poder y fuerza y que es inútil tratar de resistirse o de enfrentarse a ellos. Por lo
mismo, desarrollan sentimientos de inferioridad frente a las personas más grandes y más
fuertes que les rodean.
Complejo de inferioridad: Estado que se presenta cuando un individuo no es capaz
de compensar sus sentimientos normales de inferioridad. Puede surgir de tres fuentes
durante la niñez:
o Orgánica: Las partes o los órganos defectuosos del cuerpo moldean la
personalidad por medio de los intentos por compensar el defecto o la debilidad.
Si no se tiene éxito, pueden llevar a un complejo.
o Mimos excesivos: Las necesidades o caprichos del niño son satisfechos y esto
crea la idea de que es la persona más importante en cualquier situación.
Encuentran un obstáculo que impide la gratificación y ahí surge el complejo.
o Descuido: Son niños con falta de amor y de seguridad, porque sus padres son
indiferentes u hostiles. En consecuencia, sienten que no valen nada, a veces
también experimentan ira y tienen mucha desconfianza.
Complejo de Superioridad: Estado que se presenta cuando un individuo compensa
exageradamente los sentimientos normales de inferioridad. Los sujetos que tienen este
complejo propenden a ser jactanciosos, vanidosos, egocéntricos y a denigrar a otros.
o Lucha por la superioridad: Hecho fundamental de la vida. Todos luchamos por
alcanzar la superioridad como meta última de nuestra existencia.
Finalismo Ficticio: Idea de que existe una meta imaginaria o potencial que dirige
nuestra conducta. Luchamos por ideales subjetivos que existen en nuestro interior.
Buscamos la superioridad o la perfección no sólo como individuos, sino también como
miembros de un grupo.
El estilo de vida
Estructura singular del carácter o patrón de las conductas y las características personales con
la cual cada quien busca la perfección. Los estilos básicos de vida son:
1. Tipo dominante: La actitud dominante o autoritaria con poca conciencia social. Se
comporta sin la menor consideración por los demás.
2. Tipo inclinado a recibir: Espera recibir satisfacción de otras personas y, por lo tanto,
se vuelve dependiente de ellas.
3. Tipo evasivo: No hace el menor intento por encarar los problemas de la vida. Al
soslayar las dificultades, esta persona evita toda posibilidad de fracasar.
4. Tipo socialmente útil: Coopera con otros y actúa de acuerdo con las necesidades
ajenas. Estas personas encaran los problemas dentro de un marco bien desarrollado
de interés social.
El interés social: Potencial innato para cooperar con la gente con el fi n de
alcanzar metas personales y sociales.
En general, Adler no era partidario de clasificar o tipificar así a las personas y explicaba
que había propuesto estos estilos de vida tan sólo para efectos didácticos.
La fuerza creativa del yo: La capacidad para crear un estilo adecuado de vida, creamos
nuestro yo, nuestra personalidad y nuestro carácter: Adler usaba indistintamente los tres
términos como sinónimos de estilo de vida. La existencia del libre albedrío es lo que
permite que cada uno cree un estilo de vida adecuado.
Orden de nacimiento
Una de las aportaciones más duraderas de Adler es la idea de que el orden de nacimiento es
una influencia social importante en la niñez a partir del cual construimos nuestro estilo de vida.
Aun cuando los hermanos tienen los mismos padres y viven en la misma casa, su ambiente
social no es idéntico.
El primogénito: Adler pensaba que todos los primogénitos resienten el choque del cambio
de su posición en la familia, pero que los que han sido demasiado consentidos sienten una
pérdida más grande. El grado de la pérdida dependerá de la edad que tengan cuando
aparece el segundo hijo. Adler descubrió que los primogénitos muchas veces se orientan
al pasado, están atrapados en la nostalgia y muestran pesimismo por el futuro. Como en
algún momento conocieron las ventajas del poder, siguen preocupados por él a lo largo de
toda su vida. Cuando crecen, los primogénitos pueden ser inseguros y hostiles, así como
buenos para organizar, concienzudos y rigurosos con los detalles y adoptan una actitud
autoritaria y conservadora. Adler decía que, con frecuencia, los neuróticos, pervertidos y
criminales eran primogénitos.
El segundo hijo: Desde el principio, los segundos tienen el punto de referencia del
primogénito. Siempre tendrán el ejemplo de la conducta del mayor como modelo, amenaza
o fuente de competencia. La competencia con el primogénito puede motivar al segundo
hijo, quien luchará por alcanzar y superar al mayor, meta que estimula su desarrollo motor
y su lenguaje. Los segundos hijos, como no han experimentado el poder, no se preocupan
mucho por él. Muestran más optimismo por el futuro y suelen ser competitivos y
ambiciosos, como lo fue Adler. La relación entre el primogénito y el segundo hijo puede
producir otros resultados menos beneficiosos.
El hijo menor: Los hijos menores, o los últimos, nunca sufren el choque de que otro los
destrone y, con frecuencia, son los consentidos de la familia, sobre todo cuando los
hermanos les llevan varios años. Movidos por la necesidad de superar a los hermanos
mayores, los pequeños muchas veces se desarrollan a gran velocidad. Con frecuencia son
triunfadores en aquello que deciden emprender de adultos.
Sin embargo, puede ocurrir lo contrario si los pequeños son demasiado consentidos y
creen que no necesitan aprender a hacer nada por sí mismos. Cuando crecen, estos niños
quizá conserven la indefensión y la dependencia de la niñez. Estas personas, como no
están acostumbradas a luchar ni a esforzarse, pero sí a que las cuiden, podrían tener
dificultad para adaptarse a la edad adulta.
El hijo único: Los hijos únicos nunca pierden la posición de primacía y de poder que
tienen en la familia. Como pasan más tiempo con adultos que un niño que tiene hermanos,
maduran pronto y manifiestan conductas y actitudes de adulto. Suelen tener problemas
cuando descubren que en territorios fuera del hogar, no son el centro de atención. No han
aprendido a compartir ni a competir. Si sus capacidades no les reportan suficiente
reconocimiento y atención, es probable que se sientan profundamente decepcionados.
Lo que Adler sugería es que resulta muy probable que ciertos estilos de vida se
desarrollen en función del orden de nacimiento en combinación con las interacciones
sociales tempranas. El yo creativo emplea estas dos influencias para construir el estilo de
vida.