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staff
Directores
María Soledad Costantini | Leandro Pinkler
Editor General
Leandro Pinkler
Sección Letras
Editora
María Eugenia Romero
Asistencia
Eugenia Cesana | Ismael Pinkler
Corrección
Candelaria Artundo
Fotografías
María Gabriela Pellegrini
Diseño y diagramación
Agustina Zwiener
Producción Editorial
María Eugenia Romero
Impreso en
Gráfica Polar
Buenos Aires, Argentina.
Web Master
Alejandro Loredo Zuleta
Colaboran en este número
Esteban Ierardo | Bernardo Nante | Mariano Nante | Alejandro Patat | Claudia Fernández de
Greco | Pablo Williams | Dr. Luis Vera | Ricardo Horacio Elía | Daniel Alejandro Capano
entrevista
10 Bernardo Nante
Por Leandro Pinkler
23 El Círculo Eranos
thesaurus
100 Fragmentos de la Vita Nuova
Introducción por María Eugenia Romero
editorial
parte de la potencia del pensamiento nace del pensar lo que una época
ya no quiere o puede pensar. Los poderes del símbolo naufragan en el puerto de
la agitación moderna. El símbolo es velero hundido, debajo de las aguas superfi-
ciales. Y, como en todo tiempo, algunos espíritus exploradores, de piel sensible y
de ojos que sospechan tramas invisibles, gustan bucear hacia las riquezas hun-
didas. El símbolo, desde su mansión arcaica, es lo que reúne una individualidad
física, una montaña por caso, con una fuerza universal, sutil. La piramidal e
irregular elevación montañosa, su cumbre-vértice es lugar simbólico de cercanía
o encuentro entre el cielo y la tierra, entre los dioses inmortales y los hombres de
la mortalidad que tiembla. Pero que también invoca y venera.
En El hilo de Ariadna se asciende hacia el iluminante mediodía olvidado de lo
simbólico. El símbolo que reúne lo particular e individual con lo universal, al
hombre con el cosmos. La re-unión del latido humano con el vasto misterio pue-
de acontecer por varias vías: cierto pensar filosófico (el que no teme al enigma, a
la verdad que se oculta); el arte que responde con la obra creadora ante el asom-
bro frente a la presencia del aire y la estrella. Y la literatura, la religión, o el pen-
sar simbólico tradicional son también las figuras del salto del jaguar hacia una
realidad más intensa. Numinosa.
Cada renacer de El hilo de Ariadna (como este tercer renacer, este número dedicado
casi exclusivamente al genial Dante Alighieri) compone un nuevo cuerpo de jade
(fraguado por textos ensayísticos o eruditos, imágenes simbólicas, sendas filosó-
ficas, literarias, artísticas) que exploran parte de una luz extraña y oscura. Esa
luminosidad paradojal que abre a un saber de las profundidades que, tal como lo
elhilodeariadna
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Bernardo Nante
En el famoso texto Sobre los arquetipos del Inconsciente colectivo (1934) Jung habla de
la pobreza simbólica del mundo contemporáneo en contraposición a la riqueza de las
mitologías, las tradiciones sapienciales y las doctrinas secretas señalando de alguna
manera la necesidad de abrevar de estos tesoros de sabiduría.
Por eso mismo solo es posible comprender a Jung desde las fuentes, desde
las tradiciones. Y hay que recordar que la Alquimia se convirtió en el para-
digma fundamental de la elaboración junguiana; en las últimas décadas
toda su producción se sumerge más y más en las profundidades del simbo-
lismo tradicional, la tradición oculta de Occidente. Por eso Jung afirmaba
que el conjunto de los ricos símbolos de la Alquimia y el Hermetismo
configuraron el sueño de Occidente –su Tradición inconsciente– mientras
el Yo de Occidente se debatía en el cristianismo dogmático.
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pletarlo ; éste es el punto faltante para hablar definitivamente de una antropología junguiana
en sentido pleno. Porque justamente, el cuerpo sutil es el enclave donde
lo cosmológico y lo psicológico convergen, en tanto es a la vez un cuerpo
físico y psíquico1.
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En realidad cuando Jung dice que la noción de arquetipo ya estaba, y señala que
la tomó del contexto platónico y hermético, también esta concepción supone una
cosmología, una metafìsica.
Por cierto el concepto de arquetipo es uno de los que acercan a Jung a una
cosmología, abierta a una metafísica. Pero con esto hay que tener mucho
cuidado, porque cuando Jung habla de arquetipos, lo presenta como una
hipótesis, un concepto referido a una serie de experiencias. Jung no está
diciendo que el arquetipo tiene una realidad per se; de haberlo hecho, su
obra sería una teoría metafísica y no una psicología experimental: por eso
volvemos a preguntarnos ¿para qué la teoría junguiana? Hay ante todo
un cuidado metodológico, pero en última instancia, cuando Jung analiza
ciertas experiencias de convergencia entre lo interno y lo externo, sobre
todo en Mysterium Coniunctionis, cuando habla del saber absoluto del in-
conciente, cuando retoma el concepto de Unus mundus , en el fondo está
insinuando que ésta es la puerta –desde la modesta perspectiva empíri-
ca– hacia un cosmos, por lo tanto, a una idea de un mundo arquetípico.
En este puente que urdió Jung entre La Tierra Baldía del Occidente contempo-
ráneo y las tradiciones hay una complejidad de ideas, ¿cuál es de algún modo el
plexo principal, la via regia?
creo que los tradicionalistas no han leído bien ese aspecto de la obra de Jung.
Su crítica implica un desconocimiento o una falta de atención.
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De todas maneras lo que Guénon resalta en su obra es la necesidad de una per-
tenencia a una cadena de transmisión tradicional efectiva, una práctica activa en
el Hinduismo, el Budismo, el Sufismo…
estar en una Iglesia uno no desarrolla su propio proceso, sino que, sobre
todo en su versión exotérica, se toma la afiliación a una determinada Iglesia
como una manera de hacer todo el proceso con protección. Hay un riesgo
que involucra el proceso de individuación, al no estar bajo la seguridad de
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una institución o de un lugar o de un líder que trae todo solucionado.
De todos modos si bien Jung propone algo más que una mera teoría psi-
cológica y algo más que una mera práctica psicoterapéutica, de ninguna
manera podemos tomar la propuesta junguiana como una vía espiritual.
En todo caso sirve para dos cosas: puede ser una puerta para luego dar
un paso más, y también ayuda para explicar ciertos procesos psíquicos en
lenguaje contemporáneo. Jung habla del proceso de individuación en ge-
neral, por lo tanto puede servir a cualquiera que está haciendo su propio
camino, sin duda le dará elementos, respecto a la “sombra” y una cantidad
de sutilezas sobre cómo se comporta el inconsciente. Por supuesto que la
información más clara y amplia se encuentra en la propia tradición, pero
a veces no se dan todos los elementos psicológicos, y en ese sentido creo
que Jung arroja mucha luz.
Está claro desde sus comentarios que no es un movimiento religioso lo que Jung
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ha creado, pero desde una perspectiva práctica ha dejado muchos elementos con-
cretos que señalan una cierta metodología como la que Usted desarrolla en los
grupos de Vocación Humana.
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En Vocación Humana, lo que hacemos es brindar una formación con elemen-
tos teóricos y prácticos para el descubrimiento y desarrollo de la propia voca-
ción de vida. La vocación humana significa la vocación de ser uno mismo,
aprender a seguir el llamado concreto, que sólo uno puede escuchar . Es lo
que en la lengua de los griegos llamaban el daímon –el genius de los latinos–
que atiende a cada ser humano individual.
No damos doctrina sino elementos de las tradiciones como para que cada uno
vaya pensando, reflexionando sobra cuál es su propia cosmovisión profunda.
Si bien la vocación humana es un principio universal, es a la vez singular, se
da en forma única e irrepetible en cada uno…
Muchas veces se interpreta toda práctica de esta índole como un orientalismo . Pero
Jung dice –en Aion– que en Occidente la imagen del sí mismo como símbolo funda-
mental es Cristo.
De alguna manera, Jung considera que básicamente las iglesias están más
encerradas en el exoterismo y el proceso de individuación es un abordaje
que permitiría ir de lo exotérico hacia lo esotérico, aunque Jung no lo dice
en estos términos.
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Cuando Jung termina Psicología y religión, sostiene que vivimos en una época
en donde estamos abiertos a lo indeterminado, sin embargo, el dogma cris-
tiano, que sólo los necios van a criticar, esconde una gnosis. Lo que quiere
decir es que detrás de la simbólica exotérica hay un mensaje transformador, y
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eso es lo importante. Yo no diría que Jung creó una corriente espiritual, pero
sí implica una cosmovisión que va de lo exotérico a lo esotérico.
En este sentido, Jung fue además el centro del Círculo Eranos, la más fecunda re-
unión de las interpretaciones del simbolismo de lo sagrado.
Eranos es fundamental en el siglo XX. Sus integrantes son los autores a los
cuales les debemos un enlace entre lo académico y lo no académico. Tene-
mos a Heinrich Zimmer, Suzuki, Wilhelm, J. Campbell, Scholem, Mircea
Eliade. Se encontraron con Izutsu, por ejemplo que era de los jóvenes bri-
llantes. Buber estuvo y se fue mal. Tuvo una discusión con Jung.
En realidad, a la obra de Jung más importante no se la puede entender sin
el aporte de Eranos. Todo eso comienza a partir de la década del 30, es la
época más rica porque es cuando Jung se introduce en la Alquimia, hace
un salto clarísimo hacia lo espiritual.
En la primera etapa de Eranos, la figura central fue Jung, pero nadie puede
decir que todos eran junguianos. La mirada junguiana se caracteriza por
su amplitud, pero no por eso se puede caracterizar como junguiano a toda
persona que estudia el simbolismo tradicional… La otra figura central, como
sucesor, fue Henry Corbin. Ya en la década del 50 por razones de salud, Jung
no asistía a las reuniones del grupo y la figura que comenzó a tomar el lugar
nuclear fue Corbin. Después hubo una última época de decadencia.
Lo que tienen las decadencias es que se perpetúan con facilidad por la fuerza de la
inercia. Mucho de la expansión New Age da la evidencia de una sacralidad polimorfa
y una espiritualidad hueca.
La Fundación Vocación Humana fue creada para el estudio y el desarrollo de la vocación hu-
mana, que es vocación eminentemente espiritual e integradora de todas las potencialidades
del hombre, para bien de cada persona y de la comunidad.
Para ello se recurre al estudio de los saberes tradicionales de Oriente y Occidente y de aque-
llos aportes contemporáneos que rescatan la dimensión simbólica y sagrada del hombre.
En el marco del respeto al libre albedrío y a la identidad personal, genérica, cultural, política,
étnica y religiosa, se promueve que cada uno descubra y desarrolle la cosmovisión que de
fundamento a su lugar en el mundo, que lo oriente en su vida, que lo integre al prójimo y a
la sociedad y lo abra a la Trascendencia.
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El Círculo Eranos
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“[...]
Te invoco, Hijo que resplandeces en todo magisterio,
Filius philosophorum, para que enseñes a los hombres
Que ellos son Maestros en la Cámara del Medio.
Haz que siempre seamos espejo del Orden y de
La Sabiduría del Mundo, para los que la tiniebla
Es ya Aurora que surge,
Para los que el Mal y el Sufrimiento prometen flores,
Haz que nuestra ciencia del hombre sea humana,
Que nuestra vida y nuestra Alegría permanezcan
Eternamente por la ofrenda de nuestras noches y de nuestras contradicciones”.1
-A partir de 1934, las Actas fueron publicadas en 57 volúmenes bajo el título Eranos Jahrbuch, Zürich,
Rhein-Verlag, y cada contribución figura en alguna de las tres lenguas oficiales; alemán, inglés o
francés.
-En español se han publicado tres volúmenes antológicos:
K. Kerenyi, E. Neumann, G. Scholem y J. Hillman, Arquetipos y símbolos colectivos. Círculo Eranos I.
Barcelona, Anthropos, 1994.
E. Neumann, M. Eliade, G. Durand, H. Kawai y V. Zuckerkandl, Los dioses ocultos, Círculo Eranos II,
Barcelona, Anthropos, 1997.
C. G. Jung, W. F. Otto, H. Zimmer, P. Hadot y J. Layard, Hombre y sentido. Círculo Eranos III, Barce-
lona, Anthropos, 2004.
-Para una breve referencia en español sobre Eranos, particularmente en relación con Jung:
Andrés Ortiz-Osés, “Jung y Eranos” en A. Ortiz - Osés y P. Lanceros (dir.), Diccionario de Hermeneú-
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letras
dossier Dante
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Luigi Valli, traducción del Dr. Luis Vera | Ricardo H. Elía | María Eugenia Romero |
Daniel Alejandro Capano | Jorge Luis Borges
Por Alejandro Patat
La Divina Comedia:
una metáfora esencial
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Alejandro Patat es profesor adjunto de Literatura Italiana (UBA) e investigador de la Università per Stra-
nieri di Siena. En Italia publicó L’italiano in Argentina (2004), Un destino sudamericano y La letteratura
italiana in Argentina (2005). Actualmente está cuidando la edición en tres volúmenes de la Historia de
la literatura italiana de Alberto Asor Rosa para la Asociación Dante Alighieri (2006-2007).
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dante alighieri, florentino, compuso la divina comedia entre 1304 y 1321,
durante el largo exilio al que lo condenaron sus conciudadanos. En su presunta
Epístola XIII, Dante explica puntualmente que el objetivo final de su poema “es
apartar a los hombres de la infelicidad en la que viven y conducirlos al estado de
felicidad que esperan alcanzar”.
Para lograr tamaña empresa, Dante elaboró –con absoluta conciencia de la dimen-
sión sobrehumana de su proyecto y una vocación poética inclaudicable– una de las
obras más complejas y más bellas que haya conocido la literatura occidental.
Hay muchísimos estadios en la lectura de la Comedia que, lejos de ser simultáneos,
son graduales y progresivos. El primero y más sencillo consiste en ingresar literal-
mente en su historia, adentrándose en las aventuras que Dante-personaje empren-
de a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, junto a sus tres guías, Virgilio,
Beatriz y San Bernardo. El segundo implica detenerse en cada canto, cada verso y
cada palabra para desentrañar el sentido alegórico que dichas aventuras encierran:
comprender, en fin, que somos hombres libres, sujetos a la justicia del premio y
del castigo. El tercero, de orden religioso pero anticlerical, consiste en un ejercicio
espiritual, una práctica ascética que parte de la visión y la comprensión del mal y
del bien que habitan en nosotros y a nuestro alrededor. El cuarto –y entraríamos
en el resbaladizo terreno del esoterismo– sería penetrar lentamente en los secretos
que reserva la Comedia: la compleja red numerológica, la sucesión de profecías, la
interpretación de las verdades “ocultas”, la revelación de la Verdad.
Lo cierto es que, cualquiera sea el camino que elijamos, la Comedia es antes que
nada un viaje, y como tal, una metáfora esencial de nuestra vida. Viaje dúplice,
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Dante Alighieri sostiene un libro donde se leen las primeras líneas de la Divina Comedia. A la izquierda, la puerta del infierno,
la montaña del Purgatorio, y hacia atrás, el Paraíso, esto es los símbolos de los tres libros del poema. A la derecha de Dante está
Florencia, su ciudad natal. Fresco de la catedral de Florencia, 1465.
En este último sentido, el poema se nos impone como un monumento literario.
Bastaría mencionar sólo dos fenómenos constitutivos para justificar su grandeza:
la potencia del diálogo y la invención analógica. El diálogo –entre Dante y sus guías,
entre Dante y los muertos– está signado por la vitalidad: Dante-personaje no hace
sino hablar con muertos-vivos que, con su carga emotiva y su apego a la propia
experiencia, vitalizan el más allá y, paralelamente, dan sentido a nuestro paso por
la Tierra. Reconocer el timbre de esas voces, el modo en que cada una pronuncia
sintéticamente su pasado (el libro nos enseña que estaremos a salvo o perdidos para
siempre en función de un acto esencial de nuestras vidas) es distinguir los tonos
poéticos que se entrecruzan en el texto, su múltiple riqueza, su realismo trascen-
dente. Para ello, la Comedia exige que la leamos en voz alta, que declamemos o
susurremos fieles al drama de sus personajes. Así, desfilan ante nosotros la voz
protectora y restauradora de Virgilio, que sosiega el ánimo de Dante; las vibrantes
palabras de Francesca enamorada, entrecortadas por el sollozo (“Amor que no per-
dona que no amemos”); el tono polémicamente apasionado de Farinata degli Uber-
ti, el más digno enemigo del poeta (“Los tuyos fueron fieros adversarios / míos,
de mis antepasados y de mi parte”); el canto delicoso de Casella; la voz templada
y gruesa del bello Manfredi, conmovedora por su insospechado arrepentimiento
(“Horribles fueron mis pecados, / pero la Bondad Infinita es un abrazo / que es-
trecha a aquel que se Le entrega”); el tono medido y humilde de Oderisi; el timbre
nostálgico, aunque sabio y firme, de Cacciaguida, el antepasado de Dante, cuando
le anuncia el destierro (“Tú probarás cómo sabe a sal / el pan de otros y cuán duro
camino / el subir y bajar la escalera ajena”); y, en fin, el casto reproche de Beatriz
(“Mírame bien, bien soy, bien soy Beatriz”), que cuando le pregunta adustamen-
te al poeta si ha pecado, él, atribulado y llorando, asiente y susurra: “Sí…”.
Las analogías son el otro elemento que distingue a la Comedia por su fuerza
creativa. En el canto V del Infierno, la comparación de los adúlteros con las aves
(estorninos, grullas y palomas) no sólo suscita en el lector la acertada imagen
aérea de las incorpóreas almas libidinosas, definiendo respectivamente la asom-
brosa cantidad, el abominable “graznido” y la pasión que las devastó, sino que,
además, establece un orden previsto entre las infinitas facetas del mundo y
nuestros actos, entre el más allá y el mundo que nos rodea.
Poema mágico de endecasílabos perfectos, obra de síntesis en la que confluyen
armónicamente el mundo pagano y el imaginario cristiano medieval, la Divi-
elhilodeariadna
Como se advierte en estos versos que preceden al primer relato de los hechos
soñados por el peregrino en el Purgatorio, es necesario que el alma, para poder
manifestar su naturaleza divina, se aleje de la carne y los pensamientos del mun-
do. La visión es considerada divina de acuerdo a la concepción de que los sueños
son uno de los modos elegidos por Dios para manifestarse al verdadero profeta:
“Si quis fuerit inter vos propheta Domini, in visione apparebo ei, vel per somnium
loquar ad illum”
(Num. XII, 6)
noi alcuna parte immortale non fosse” (Conv. II, VIII, 11-21) [Digo que de todas las
bestialidades la más estulta, vil y dañosa es la de quien cree que después de esta
vida no hay otra vida [...] Además, vemos continua experiencia de nuestra inmor-
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talidad en las adivinaciones de nuestros sueños, las cuales no podrían existir si
no hubiera en nosotros una parte inmortal].
Llama la atención en estas palabras que Dante dé como premisa aceptada por
todos el carácter adivinatorio de los sueños. Así, sin atentar contra la siempre
anhelada verosimilitud de los hechos narrados, el poeta presenta aun antes de
sus sueños purgatoriales (y por ello de las palabras antes citadas) hechos cuya
veracidad depende del carácter adivinatorio de los sueños del alba: es el caso de la
invectiva contra Florencia que abre el canto XXVI del Infierno, donde el peregrino
sugiere, como prueba de la validez de su profecía, haber soñado la futura suerte
de la ciudad. Lo mismo ocurre en el relato del Conde Ugolino, cuyo sueño resulta
atroz precisamente por la creencia común de que habría de cumplirse.En su viaje
por el Purgatorio Dante tiene tres sueños matutinos, narrados en los cantos IX,
XIX y XVII. Los tres presentan una función común en la economía del poema.
En el sueño del canto IX, a Dante se le aparece un águila de alas de oro que lo rapta y
lo lleva hacia el fuego. Cuando se despierta, siente temor “come fa l`uom che, spaven-
tato, agghiaccia” [como el hombre que, asustado, queda helado] (v. 42): el hecho de
encontrarse en un lugar distinto al lugar en el que se había dormido, unido al sueño
recién soñado, estremece a Dante, que probablemente recuerda anteriores aventu-
ras en el Infierno (recuérdese en especial el miedo que Dante había sentido durante
el vuelo sobre la grupa del monstruo Gerión). Virgilio lo tranquilizará, explicándole
que mientras dormía ha sido transportado por Lucía hasta la puerta del Purgatorio
(vv. 49-63). Esta explicación, que hará a Dante “mutare in conforto sua paura” [cam-
biar por sosiego su temor], informará también al lector acerca del carácter veraz del
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Desde este punto de vista, puede notarse que el personaje de Dante, durante
la vida, no es capaz de interpretar con certeza sus sueños. En el canto XXX del
Purgatorio, Beatriz le recrimina, de hecho, no haber escuchado sus exhorta-
ciones al arrepentimiento (“Né l`impetrare ispirazion mi valse, / con le quali e in
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sogno e altrimenti / lo rivocai”, vv. 133-135 [Ni me valió / impetrar inspiración,
con la cual en sueño y de otras maneras lo llamé]). También los sueños que
narra Dante en la Vita Nova tienen siempre un significado en mayor o menor
medida percibido como oscuro: cuando sueña que una mujer santa le come el
corazón, decide al despertar escribir un soneto rogando “tutti i fedeli d`Amore
che giudicassero la mia visione” (VN III, 12-37) [a todos los vasallos de Amor,
que juzgaran mi visión]. Luego, en el sueño en el que a Dante se le aparece un
hombre llorando, vestido de blanco, declara al principio: “Allora, pensando alle
sue parole, mi parea che m`avesse parlato molto oscuramente” [Entonces, pensan-
do en sus palabras, me pareció que me había hablado muy oscuramente] (VN
XII, 7).
Así, es evidente que no sólo la capacidad de tener sueños veraces de origen
divino depende de una gracia particular, sino también que la capacidad de
interpretarlos correctamente requiere una disposición no común a todos los
hombres. El carácter cristiano de este don se sugiere en las palabras con las
que concluye Matelda luego de haberle explicado a Dante los fenómenos del
Paraíso Terrestre. La bella donna agrega un corollario ancor per grazia, es decir
independiente del pedido del peregrino:
Virgilio y Estacio son, junto con Dante, los destinatarios de estas palabras; las
reciben con una sonrisa, comprendiendo tal vez la propia misión providencial.
Su “sueño” pagano, inspirado por el Espíritu Santo, necesitaba de una gracia
ulterior para ser descifrado3. En términos que atañen a la experiencia onírica
referida por Matelda, podría decirse que a los poetas paganos les faltó la gracia
necesaria para interpretar sus propios sueños.
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elhilodeariadna
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Sogno y sonno como experiencias cotidianas
Además de los sueños veraces, que son prerrogativas de quien posee una gracia
particular, Dante usa con frecuencia el sueño (tanto el acto de dormir como la
producción onírica4) como experiencia común a todos los hombres, como térmi-
no de comparación a fin de acercar a la experiencia cotidiana del lector la extraor-
dinaria experiencia del viaje ultramundano.
En el Infierno, cuando Dante es reprendido por Virgilio y se avergüenza de una
manera difícilmente expresable, la imagen del sueño hace inmediatamente per-
ceptible al lector el estado de ánimo del peregrino:
[Como aquel que su desgracia sueña / que soñando desea estar soñando / de
modo que lo que es, como si no fuera, anhela.]
[así estaba yo, no pudiendo hablar / que deseaba excusarme, y sin embargo me
excusaba / y no creía estarlo haciendo.]
incapacidad del que sueña de distinguir sus visiones de la realidad. Los sueños
concebidos como ficciones y la potencial irrealidad de la que tiñen los hechos real-
mente vividos (motivo frecuente en muchas tradiciones literarias) constituyen, a di-
ferencia de los sueños veraces, una figura de notable actualidad. Sin embargo, esta
41
Estas palabras manifiestan la analogía de la noche con el error humano, que está
asociado con el carácter engañoso de los sueños. En el canto XXIX del Paraíso
Beatriz se referirá precisamente a los errores del conocimiento de los mortales a
través de la metáfora del sueño:
[De modo que allí abajo sin dormir se sueña / creyendo y no creyendo decir la verdad.]
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[¿Qué tienes que no puedes sostenerte / y hace más de media legua has venido /
con los ojos cerrados, tambaleándote, / como a quien doblega el vino o el sueño?]
del canto XVIII del Purgatorio, donde no es una visión sino una explicación de
Virgilio la que se vincula al estado de ánimo del peregrino. Éste, luego de llegar
a la cornisa de los acidiosos y liberarse de una duda, parece haberse contagiado
de su actitud sonnolenta:
43
per ch`io, che la ragione aperta e piana
sovra le mie quistioni avea ricolta,
stava com ´om che sonnolento vana
(85-87)
[Por lo que yo, que la razón abierta y llana / sobre mis dudas había recibido, /
estaba como quien somnoliento divaga.]
Da tema e da vergogna
voglio che tu omai ti disviluppe,
sì che non parli più com`om che sogna
(Purg. XXXIII 31-33)
[De temor y de vergüenza / quiero que ya te liberes / y así no hables más como
quien sueña.]
El símil más significativo que emplea la imagen del sueño es quizá el del último
canto del Paraíso:
Qual è colui che sognando vede,
che dopo ´l sogno la passione impressa
rimane, e l`altro a la mente non riede,
cotal son io, ch´e quasi tutta cessa
mia visione, e ancor mi distilla
nel core il doce che nacque da essa.
(58-63)
elhilodeariadna
[Como está aquel que soñando ve, / que después del sueño la pasión impresa /
queda, y el resto a la mente no regresa / así estoy yo, ya que casi toda se extingue
/ mi visión, y todavía me destila / en el corazón la dulzura que nació de ella.]
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El vacío en la memoria de los hechos soñados equivale, en la comparación, a la
inefabilidad de la visión beatífica, paralelismo que implica otro: el de la revela-
ción divina y lo que el hombre ha visto en un sueño que no se recuerda durante
la vigilia. Esta analogía nos enfrenta al misterio de la actividad onírica cuya acep-
tación distinguirá al escritor cristiano de los escritores paganos. En el punto más
inefable de su narración, en el ápice de la experiencia jamás vivida por un ser
humano vivo, Dante recurre al sueño con el propósito de hacer comprensible su
experiencia al lector también desde un punto de vista sensible, sugiriendo así la
posibilidad común a todos los hombres de alcanzar la salvación.
El sueño y lo inefable
En el canto XXXII del Purgatorio, Dante dedica dos tercetos a la imposibilidad de
describir su propio adormecimiento:
[Si yo pudiera retratar cómo durmieron / los ojos despiadados oyendo de Siringa,
/ los ojos a los que la vigilia costó tan caro; / como pintor que con modelo pinta,
/ dibujaría cómo me adormecí; pero que otro sea el que finja bien el sueño. / Por
eso paso a cuando me desperté.]
Es notable que sólo a esta altura del poema, es decir luego de que el peregrino se ha
dormido más de una vez en el viaje, el escritor haya decidido expresar con esta am-
plitud la inefabilidad del sueño. Según mi opinión, esta decisión debe relacionarse
con el carácter de anticipación que todo el episodio posee respecto de la visión bea-
tífica: varios elementos de este canto constituyen, efectivamente, un saggio del canto
XXXIII del Paraíso. La exclusiva atención de la mirada que el peregrino dirige a
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Beatriz (vv. 1-9 y 91-93), el encandilamiento que sufren sus ojos (vv. 10-15), la visión
de la renovación de la vedova frasca [planta deshojada] (vv. 52-60) sugieren una suer-
te de preparación del peregrino para afrontar la visión de Dios, su encandilamiento
y la contemplación de lo incomprensible.5 Este carácter anticipatorio se manifiesta
45
también en las estrofas que tratan de la inefabilidad del sueño, como justificación
dogmática del símil del sueño de Paraíso XXXIII: el hombre no puede recordar los
sueños que tuvo, por lo que no es capaz de describirlos con fidelidad. La renuncia a
hacerlo otorga verosimilitud a todo lo narrado, y distingue al escritor veraz, es decir
seguidor de la fe verdadera, de los paganos que se atrevían a describir el estado del
letargo. El paso de la vigilia al sueño, el estado del alma mientras uno duerme y los
sueños no recordados adquieren así el valor de lo inefable; la aceptación de la impo-
sibilidad de conocerlos es parte de la aceptación cristiana más general del misterio.
Los únicos sueños que merecen ser narrados son, para Dante, los veraces, cuya
correcta interpretación puede contribuir a la salvación del hombre.
1
Estas diferencias han sido puestas en evidencia por Gabriele Muresu en su ensayo “Il richiamo
dell´antica strega” (en Il richiamo dell`antica strega, Roma: Bulzoni, 1997), en el que entre otras cosas
demuestra, en contraste con toda la tradición crítica, que el peregrino tiene en la misma noche dos
sueños distintos. La observación de la disposición simétrica de los sueños del Purgatorio, basada
en los múltiplos del nueve, había siempre llevado a identificar la experiencia onírica narrada en
los últimos versos del canto XVIII con la que ocupa la primera mitad del canto XIX. Pero Muresu
demuestra que éstas no pueden constituir el mismo sueño, ya que la velocísima descripción del
primer adormecimiento está claramente ligada a los pensamientos diurnos (de hecho, tiene lugar
a medianoche), mientras que el carácter veraz del sueño narrado en el canto siguiente depende no
sólo de la hora matutina en el que suecede sino también del estado del alma desligado de éstos. La
colocación de evidente asimetría de este segundo sueño en la misma noche enfatiza, según el autor,
su diversidad respecto de los sueños narrados en los cantos IX y XXVII.
2
Las dos mujeres vistas por Dante en el sueño simbolizan, según la tradición crítica, la vida activa y la
vida contemplativa, y su presencia se concretará en el Edén, cuando Dante se encuentre con Matelda
y Beatriz, representadas respectivamente por Lia y Raquel.
3
El rol dramático de Virgilio será, como sabemos, el de iluminar a los demás sin poder ver su propia
salvación: Facesti come quei che va di notte,/che porta il lume dietro e sé non giova,/ma dopo sé fa le persone
dotte (Purg. XXII, 67-69) [Hiciste como aquel que camina de noche, / llevando una antorcha detrás
de sí, que no puede beneficiarlo / pero después de él hace sabia a la gente.]
4
En italiano antiguo la distribución de los términos sogno y sonno no es equivalente a la actual. Algu-
nos pasajes de la obra de Dante se interpretan de manera distinta según se atribuya a estas palabras
el significado de producción onírica o el del acto de dormir.
5
Recordemos que en este episodio Beatriz le anuncia a Dante su salvación eterna, refiriéndose pre-
cisamente a la brevedad de su presencia en el Edén: “Qui sarai tu poco tempo silvano; / e sarai meco
sanza fine cive/ di quella Roma onde Cristo è romano” (vv. 100-102) [Aquí tú serás silvano poco tiempo;
/ y serás conmigo para siempre ciudadano / de aquella Roma por la que Cristo es romano]. Y el
motivo del assaggio se encuentra, precisamente, en el complejo símil de los versos 73-84, en los que
elhilodeariadna
el despertar del peregrino se compara con la vuelta en sí de Pedro, Juan y Santiago después de la
transfiguración de Cristo. Dante interpreta este episodio bíblico como la visión de los fioretti del melo
/ che del suo pome li angeli fa ghiotti / e perpetue nozze fa nel cielo [flores del manzano / que su fruto
hace ansiar a los ángeles / y perpetuas bodas hace en el cielo].
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?
Por Pablo Williams
Pablo Williams es autor de una traducción en prosa de la Divina Comedia de próxima edición. Ha
publicado traducciones de poesía y prosa italiana y francesa (Pascoli, Sinisgalli, Zanzotto, Agam-
ben, Claudel, Valery, Bonnefoy) y trabajos sobre Virgilio, Rutilio Namaciano, Dante, D’Annunzio y
Pascoli en revistas especializadas.
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dispuestos a hablarme / por lo que caí en el error opuesto / al que encendió amor entre el
hombre y la fuente”. (Par. III,10-18), Dante se da vuelta pensando que a sus espaldas
están los rostros reflejados, y no ve nada. Beatriz le explica entonces que lo que
ha visto como reflejo es lo real: los rostros, le asegura, son verdaderas sustancias.
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“Como por vidrios transparentes o tersos / o por aguas nítidas y
tranquilas, / no tan profundas que el fondo sea oscuro, / vuelven los
contornos de nuestros rostros / tan débiles que una perla en blanca
frente / no llega menos rápido hasta nuestras pupilas, / así vi varios
rostros dispuestos a hablarme / por lo que caí en el error opuesto /
al que encendió amor entre el hombre y la fuente”
Los rasgos físicos ligeramente embellecidos de estos rostros no son solo signo de
imperfección –han incumplido sus votos–: materializan en su apariencia, aunque
en un orden menor, el esplendor de la gloria divina. Sí, Dante se inscribe aún en la
continuidad de la estética de Platón, para quien “la Belleza ha tenido esta prerrogati-
va, poder ser lo que se manifiesta más y lo que más atrae al amor” (Phaed.250,d).
Armonia, armonizzare
La música verbal de la poesía y la música del canto y los instrumentos son tam-
bién una realidad sensible, aparencial, pero Dante no solo percibe en ellas el
orden cósmico de la tradición clásica y pitagórica: la representación de la per-
cepción de estas músicas expresa intensas experiencias. La música para Dante
es sinónimo de armonía. Si el término armonia designa en el Convivio, el ordo,
la proporción bella de las partes de un todo, como la del cuerpo del hombre y
la de la misma música, en la Comedia, armonia significa, mas específicamente,
música polifónica, contrapunto.
El verbo armonizzare lo utiliza Dante en cambio sobre todo en referencia a la
música verbal, a la música de las palabras. “La Música es del todo relativa, como
se ve en las palabras armonizadas y en los cantos, en los que tanto mayor armonía
resulta cuanto más bella es la relación (Cv. II, XIII 23). Los cantos son aquí las
melodías vocales o instrumentales, las palabras armonizadas son las formas poé-
ticas susceptibles de ser musicalizadas, las melodías potenciales. En De vulgari
eloquentia se distingue entre la canción (cantio) como fabricatio verborum armo-
nizzatorum, es decir la música verbal poética (palabras bien combinadas, forma
elhilodeariadna
52
compone, según la armonía, las palabras para la modulación musical. A esa música
verbal se refiere también el célebre pasaje de Convivio sobre la traducción: “nin-
guna cosa armonizada por el vínculo musical se puede traducir de su lengua a otra
sin romper toda su dulzura y armonía” (Cv. I, VII, 14-15).
de su misión profética.
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Reflejos
En el universo de la Comedia las experiencias del peregrino se reflejan a menudo
en otras, contrastantes o análogas, que en un juego de anticipaciones, retrospec-
ciones y referencias alusivas construyen el pensamiento poético de la obra.
Así, una nueva imagen de audición imperfecta aparece en el mismo cielo de
Marte, cuando Cacciaguida saluda a su descendiente primero en latín, igua-
lándolo a San Pablo por su ascenso al cielo (donde, recordemos, el apóstol oyó
palabras arcanas que un hombre no es capaz de repetir (Cor.12,4.), y luego dice
cosas que resultan ininteligibles para Dante pero gozosas a su oído (Par XV,
36-48). Solo recién cuando el arco del ardiente afecto / se desahogó tanto que el
lenguaje descendió / hasta el blanco de nuestro intelecto / vuelve a hablar Cac-
ciaguida en una lengua comprensible. Aquí el contraste no es entre música y
lenguaje, sino entre lenguajes distintos que corresponden a distintas intensi-
dades del affectus de Cacciaguida.
Pero ambas experiencias auditivas, nos remiten a su vez, en las esferas del paraí-
so, desde el campo del oído a los escenarios del campo visual. Nos referimos al
fenómeno de la disolución de la figura humana, de un significado visual, en un
espacio luminoso que parece asumirla. Como el lenguaje del himno se pierde
en la música, en coincidencia con el goce y el affectus del peregrino, y como el
lenguaje de Cacciaguida sube a dimensiones incomprensibles al intensificarse
su propio affectus, de modo paralelo, Dante representa la disolución de la forma
humana de los bienaventurados en la luz, causada por el aumento de su gozo.
elhilodeariadna
Polifonías
A partir del cielo que sigue al de Mercurio, el de Venus, las siluetas humanas
han desaparecido del todo en su aura de luz. Pero estas nuevas, pequeñas luces
puras, acaso esféricas, destacan sobre el fondo luminoso del planeta del Amor
como la centella en la llama o, como en el contrapunto a dos voces, destaca sobre
el cantus firmus la otra voz que sube y baja por la escala musical: Y como en llama
se ve la centella / y como en la voz se discierne la voz / cuando una es firme y la otra
va y vuelve; / ví en esa luz otras luces / moverse en giros mas o menos veloces / al
modo, creo, de sus visiones internas (Par. VIII, 16-21). Si la silueta de Justiniano se
difuminaba en la luz, ahora las esferas uniformes aparecen sobre la luz general
de Venus con el contraste leve de los sonidos en la polifonía.
En la época de Dante, la polifonía, que había aparecido esporádicamente siglos
atrás en Europa se impone en Francia e Inglaterra. La polifonía religiosa planteó
la cuestión de la plena inteligibilidad de los textos litúrgicos y suscitó reacciones
en su contra tanto que el papa Juan XXII, contemporáneo de Dante, decidió li-
mitar la práctica de este nuevo arte. En Italia, la polifonía se aplicó en esos años
exclusivamente a textos profanos, pero Dante, para nuestra sorpresa, la imagina
en la Comedia practicada sobre himnos litúrgicos. Adelantándose al tiempo de
las grandes creaciones polifónicas imagina incluso una música a nueve voces,
el canto de los círculos angélicos. Conservador en tantos aspectos, Dante está
fascinado por esta ars nova.
La polifonía puede convertirse en la Comedia en imagen de un ordo perfecto
como el de la distribución de los bienes paradisíacos según los distintos méritos:
elhilodeariadna
“Diversas voces producen dulces notas / así diversas gradas en nuestra vida / produ-
cen dulce armonía entre estas ruedas”, le explica Justiniano al peregrino. (Par VI1,
24-126). Y la polifonía es siempre sinónimo de dolcezza: como por ejemplo en
56
“Diversas voces producen dulces notas
así diversas gradas en nuestra vida
producen dulce armonía entre estas ruedas”
Par, X,139: “...así vi la rueda gloriosa / moverse y responder voz a voz en armonía /
y en dulzura que solo es conocida / allá donde el gozo se eterniza”.
Ahora bien, la experiencia de la audición imperfecta del lenguaje producida por
la intensidad de la música en el cielo de Marte es claramente representada como
experiencia de la polifonía en el canto IX del Purgatorio. Cuando el peregrino
cruza la puerta del Purgatorio, relata el Dante-autor: Dirigí mi atención al primer
sonido confuso / y me pareció oír “Te Deum Laudamus” / por una voz mezclada al
dulce sonido. / Lo que oía me daba la impresión / misma que suele uno tener / cuando
se canta en polifonía, / que las palabras se entienden una vez sí y otra no. En el umbral
del Purgatorio el grandioso Te Deum polifónico que celebra la entrada del nuevo
peregrino es cantado por todas las almas purgantes del altísimo monte –y acaso
se suman los ángeles que custodian sus escaleras. Por una voz mezclada al dulce
sonido: la voz designa aquí la palabra, el dulce sonido, a través del símil, designa el
sonido polifónico que por momentos la ofusca, como ocurre en el cielo de Marte.
Amor– “suenan tan dulces” que mi alma, es decir mi afecto, arde por poder relatarlo
con la lengua, y como no lo puedo contar digo que el alma se lamenta de ello diciendo:
“ay, que no soy capaz”. Esta es la segunda inefabilidad, que la lengua no sigue por
57
completo lo que el intelecto ve. Y digo “el alma que escucha y que lo oye”: “ escuchar”
en cuanto a las palabras “oír” en cuanto a la dulzura del sonido.
La segunda inefabilidad es la de la excesiva dulzura del sonido de las palabras
inteligibles de Amor. Ahora bien, cuando Dante peregrino encuentra en la playa
de la isla del Purgatorio al fantasma de su amigo músico Casella, recién llegado
(en una barca prodigiosa conducida por un ángel navegante que desde lejos es
asimilado a Marte), le ruega que consuele su alma angustiada por el viaje in-
fernal. Casella canta entonces (probablemente con música propia) un amoroso
canto (canto de la lírica amorosa) que arroba al peregrino, a Virgilio y a las almas
recién llegadas: canta precisamente la canción glosada en el Convivio: “Amor
que dentro de mi mente habla / comenzó él tan dulcemente / que la dulzura aún me
suena adentro. / Mi maestro y yo y aquella gente / que estaba con él parecían tan
contentos / como si ninguna otra cosa nos tocara la mente” (Purg. II, 112-117). La ex-
trema dulzura del canto de Casella nos remite al comentario del Convivio: ¿Nos
sugiere Dante que la dolcezza sonora del lenguaje de Amor, que las palabras del
poeta no podían aferrar, es la que el músico expresa aquí en su canto monódico?
La música no expresada por el lenguaje poético, ¿traspasa a la música vocal?
El Amor que dentro de mi mente habla es el que dicta al poeta de la Comedia según
lo manifiesta el peregrino –poeta en la terraza de los golosos penitentes: “Yo soy
uno que cuando / Amor me inspira anoto y en el modo / que dentro de mí dicta, voy
expresando” (Purg XXIV, 52-54 ) responde Dante a Bonagiunta da Lucca, quien
ante la respuesta reconoce enseguida, en la poesía del florentino, el dolce stil
novo, el nuevo dulce estilo, donde dulce tiene ciertamente su resonancia musical.
elhilodeariadna
La extraordinaria melodía del himno que celebra la redención por la Cruz parece
impedir la comprensión de las palabras, y su poder adormece a Dante.
Al final del canto 31 del Purgatorio el hiato entre el lenguaje y la música alcanza
la máxima tensión, al confrontar Dante el poder de representación del poeta
59
inspirado –en referencia a su propio poder expresivo– y el poder mimético de la
música. Estamos en el momento de la gran alegoría en que las tres virtudes teo-
logales le ruegan a Beatriz que muestre a Dante la boca... , la segunda belleza que
ocultas. Beatriz se quita el velo y Dante poeta interrumpe el relato con esta de-
claración de inefabilidad: “¡Oh esplendor de viva luz eterna! / ¿Quién empalideció
tanto en la sombra / de Parnaso o bebió en su cisterna / y no parecería tener su mente
ofuscada / al intentar mostrarte cómo apareciste / allí donde armonizando el cielo
te representa / cuando en el aire abiertamente te libraste?” Podríamos parafrasear
estos tercetos admirables así: “¡Oh reflejo de la luz divina, ¿qué poeta esforzado o
inspirado no tendría sin embargo su mente ofuscada intentando representar como tú
apareciste en la boca de Beatriz, donde el cielo, es decir, Dios mismo, te representa
–donde la Luz eterna representa Su reflejo– en las palabras musicales que de esa boca
emanan, cuando emanaste de allí, directamente, liberándote en el aire?”. Por cierto
en esta interpretación nos apartamos de las lecturas tradicionales del verso 144,
là dove armonizando il ciel t’adombra (allí donde armonizando el cielo te represen-
ta), que entienden el là (allí) en referencia al paraíso terrestre.
Ese allí es, creemos, la boca de Beatriz. Dante contrasta aquí la capacidad de la
lengua poética humana, la propia lengua poética, con la lengua musical divina
de Beatriz, capaz sí de representar (adombrare), en tono menor, el reflejo de la
luz divina, que en el develamiento de la boca queda descubierta y se difunde
como una brisa en el aire. La belleza de la música verbal de Beatriz, originada
en el cielo, es la belleza inferior (en relación a la luz) de la armonía, de la propor-
ción de las partes, del orden de lo múltiple, es la mímesis de la superior belleza
(plotiniana) de la luz única, del isplendor di viva luce eterna .
La imprecisa música de la boca de Beatriz, nos recuerda su angelica voce (Inf.
II,103 ) y que la gentilissima es llamada por Lucía loda di Dio vera, verdadera glori-
ficación de Dios (Inf. II,105), por cuyo amor Dante se elevó sobre la volgare schiera,
es decir sobre todos los demás poetas en lengua vernácula. En el edén Dante
recupera de su Vita Nova la poética de la lode, la glorificación de Beatriz, como
posesión absoluta lanzada sobre la misma muerte (VN. cap. XVIII), y cumple
la promesa de decir de Beatriz lo que jamás se dijo de mujer alguna (VN. capítulo
final). En este instante de su develamiento Beatriz alcanza, creemos, una di-
mensión metapoética, metamusical: por un instante la obra descubre a la amada
como espejo de la mente de Dante poeta. La armonia de su boca (su música ver-
bal) es el horizonte utópico de la propia poesía de la Comedia.
elhilodeariadna
Eurídice de un nuevo Orfeo que vence esta vez a la muerte. A este mito, extra-
ñamente ocultado en la Comedia, pero que según Guglielmo Gorni subyace a su
estructura, alude el prólogo del Purgatorio: “Pero aquí resucite la poesía muerta
/ o santas Musas, ya que soy vuestro/ y aquí Calíope se levante un poco / acompa-
ñando mi canto con aquel sonido / cuyo golpe sintieron las míseras urracas / que
desesperaron de obtener perdón” (Purg. I, 7-12). Calíope, vencedora de las Piérides
en las Metamorfosis de Ovidio, es la madre de Orfeo y es invocada para asociar
su música instrumental a la poesía de la Comedia: su fuerza musical (heredada
por Orfeo) vivifica a la poesía de Dante al inicio de la cántica que culmina con la
resurrección poética de Beatriz.
El complemento donde armonizando el cielo te representa no es entonces un de-
talle ornamental, alude a un horizonte de perfección musical para el mismo
Poema y hace aparecer en el instante de la resurrección poética de Beatriz, su
lode, su glorificación objetivada en su propia figura.
na / a la cual deseando toda cosa / llega a ser lo que es”. Los dos tercetos comparan
el silencio del águila que goza del lenguaje divino que en ella se ha impreso con
La policroma ilustración del canto 18 del infierno de Dante es obra, ni más ni menos, que de Botticelli.
62 El canto 18 contiene la descripción de las dos primeras fosas del total de diez que constituyen el octavo
círculo infernal. En la fosa superior se encuentran los alcahuetes y los seductores, que en dos grupos
separados son perseguidos en loca carrera por demonios que los azotan ante los dos viajeros. En la fosa
inferior, los aduladores y las prostitutas están metidos en lodo putrefacto y apestosos excrementos.
el silencio de la alondra provocado por la extrema dolcezza (con su connotación
musical) de su propio canto.
En el cielo de Marte palabra y música contrastaban; la música llevaba la palabra
hacia un límite que no es el del silencio místico sino el de su propio dominio. En
el cielo de Júpiter la voz del águila se origina –en el símil– como música natural
e instrumental y culmina en un silencio que –en el segundo símil– es como el
silencio de la alondra causado por la propia música, un éxtasis musical. En el
cielo de Júpiter entonces una continuidad entre palabra y música responde al
hiato entre palabra y música del cielo de Marte, aunque sobre planos distintos,
el de lo narrado, las palabras del águila, y el de las imágenes de los símiles, las
músicas naturales y artificiales. Tenemos aquí otro juego de reflejos entre dos
experiencias del peregrino.
Existe una jerarquía de ritmos (numeri) que proceden todos de una armonía uni-
versal, y el goce del alma en los ritmos más bajos, corporales, es consecuencia de la
caída original. Pero así como la ciudad de Dios trasciende a la ciudad del Hombre,
el De Musica culmina en la celebración del Uno mas allá de toda métrica. En defi-
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nitiva, en San Agustín se impone un hiato entre música sensible e ideal, mientras
en la obra de Dante el hiato es entre lenguaje y una música sensible-ideal.
Señalemos también que la novedad del giro estético dantesco en el campo de
la representación de la música se muestra claramente en la relación que en el
Poema tiene la música con el tópico místico de la inefabilidad. Este tópico se
constituye, a partir del Purgatorio, en un elemento estructural de la Comedia.
Inefable es la luz de los ojos de Beatriz, la de los ángeles, la de los cielos y de los
bienaventurados, la luz divina. Son inefables, como vimos, los cantos de algu-
nos penitentes, de los bienaventurados y los ángeles. Aquí hemos subrayado dos
casos de inefabilidad musical: la que deriva de la incomprensión por parte del
personaje-poeta de ciertas músicas (ciertas note) y, la que resulta de la incom-
prensión que produce en el lenguaje cierta música o cierta polifonía en su dol-
cezza extrema. Nosotros nos hemos detenido en este segundo caso: se trata de
la sugestiva inefabilidad de un lenguaje que no cae en el silencio místico sino en
la música, en la música pura, al menos en la percepción del oyente. Ello sucede
en el Te Deum del monte del purgatorio y en el himno de los bienaventurados de
Marte. Como respuesta, el raptus final de los bienaventurados de Júpiter fluye
del lenguaje a la música (a través del símil) y de allí recién al silencio.
Ahora bien, la poesía, dice Dante nihil aliud est quam fictio rethorica musicaque
poita: no es otra cosa que ficción realizada con retórica y música (DVE II, IV 9). La
retórica, arte del Trivio, es el componente de las figuras del lenguaje, la músi-
ca, arte del Cuadrivio, es la música verbal y acaso el acompañamiento musical.
¿Partió Dante de la idea de la poesía para concebir los lenguajes musicales pa-
radisíacos? ¿Los imaginó en ese oscuro límite que existe en el poema entre el
sentido y el sonido? Un cúmulo de preguntas nos salen al paso. ¿Intuyó Dante
algún vinculo entre la interpretación polifónica y el texto poético? ¿Influyó en
él la práctica musical profana del Trecento italiano que se mueve sobre los textos
poético con total libertad? ¿Y podemos reproyectar sobre Dante la concepción
contemporánea de la poesía como el juego de la línea semiótica y la línea semán-
tica del lenguaje? Y en ese caso, ¿coincide para el poeta florentino en la poesía
la línea semiótica, musical con la línea semántica o se opone a ella, la interrum-
pe, la sobrepasa en la música pura? Con su extraordinario giro estético, todavía
Dante nos invita a pensar.
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Por Bernardo Nante
En el misterio de Dante
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Bernardo Nante es Doctor en Filosofía, especialista en la obra de Carl Gustav Jung e investigador
de la historia de las religiones. Es miembro del Comité Académico del Instituto Internacional de
Investigaciones Científicas de la Universidad del Salvador, codirector del Centro de Estudios Mito-
lógicos de la Academia del Sur, y miembro de la Asamblea del World Parliament of Religions, con
sede en Chicago, USA.
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Beatrice
en un sugestivo pasaje de la vita nuova, dante señala que luego de un sue-
ño o de una visión con su dama, se propuso escribir un soneto en el que, según
sus propias palabras; “...yo saludaría a todos los fieles de Amor (fedeli d’ Amore);
y rogándoles que juzgaran mi visión, les escribí a ellos aquello que había visto
en mi sueño”.1 Todos los poetas del Dolce Stil Nuovo - expresión empleada por
Dante en Purgatorio XXIV, 57, comparten esta celebración por el amor de una
dama bella, pura y luminosa (“la donna angelicata”), que lleva o manifiesta a la
Sabiduría, la Sapienza santa.
Los poetas stilnovisti 2 parecen responder al movimiento iniciático de los Fedeli
d’Amore, cuyos precursores ya están atestiguados durante el siglo XII particular-
mente en Provenza y en Italia, así como en otras regiones de Francia y en Bélgi-
ca. Los Fedeli d’ Amore utilizaban un lenguaje oculto (“parlar cruz”) inaccesible
al vulgo (gente grossa) y su búsqueda espiritual consistía en el culto de la “mujer
única” y la iniciación en el “misterio del amor”. Por cierto, todo ello surge en el
contexto de las diversas corrientes espirituales que, a partir del siglo XII, exaltan
el valor espiritual de la mujer y la condición psicagógica de lo Femenino, como
no se había hecho desde los gnósticos de los siglos II y III, aunque los estudio-
sos no siempre estén de acuerdo respecto de sus influencias recíprocas o de su
comunidad de origen3.
Ya en 1722 Biscione había intuido que los stilnovisti cantan con diversos nombres
a una misma “Beatrice”. Tal es una de las tesis del bello y controvertido estudio
de Luigi Valli: “Es verdad - sostiene el autor - que todas las mujeres del ‘dolce stil
nuovo’ son en realidad una única mujer, a saber, la Sabiduría santa, que en el uso
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especial del ‘dolce stil nuovo’ toma convencionalmente un nombre diverso para
cada amante y se llama Beatrice para Dante, Giovanna para Guido Cavalcanti,
Lagia para Gianni, Selvaggia para Cino y así para el resto”. 4
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Si bien el amor en Dante adquiere una cualidad beatífica que es diferente a la
que expresa Cavalcanti en tonalidades emotivamente más complejas, su canzone
“Donna me prega” demuestra una clara consciencia de lo que Jung denominó
el “anima” que en su modo superior es Sophia5. Este poema señala que el amor
se da cuando un hombre encuentra una mujer que corresponde con la imagen
ideal de amor pero cesa de existir cuando lo hace esa correspondencia6. La “mu-
jer única” reside en el alma, aunque sin identificarse con ella, como una forma
arquetípica anímica superior que enamora y lleva a lo alto. El concepto usual de
“proyección” propio de la psicología profunda se ve excedido por un concepto de
conocimiento por participación. No se trata de una mera disociación inconscien-
te, sino de una progresiva asimilación con el ser conocido y amado.
En un poema de otro stilnovista, Dino Compagni, leemos:
bién para los cuatro comentadores que escribieron entre 1324 y 1337.”12 En Vita
Nuova, Dante manifiesta haber conocido a su dama a los nueve años de edad,
pero el enigma de su identidad personal y sobre todo el de su vínculo espiritual,
florecido a través de encuentros oníricos y visionarios, se ve sobrepujado por el
misterio de su sentido. El caso de Dante, es en este aspecto análogo al de León
Tolstoi (1828-1910) y al de Vladimir Soloviev (1853-1900), pues los tres escrito-
res tuvieron una experiencia con lo femenino en su dimensión espiritual a la
edad de nueve años. Pero, desde el punto de vista de la identidad personal de la
amada, el caso de Dante se encuentra, por así decirlo, en un lugar equidistante
entre los dos autores rusos. Tolstoi tenía nueve años cuando vio por primera
vez a la pequeña Sonia Kolochine, de su misma edad; ello constituyó una reve-
lación celeste que jamás pudo olvidar y aunque alguna vez se propuso expresar
literariamente ese amor espiritual, su más grande amor, nunca llegó a hacerlo.
Soloviev, en cambio, buscó durante toda su vida comprender el sentido de aque-
lla aparición, durante una misa, de una radiante mujer, sin duda de naturaleza
puramente espiritual. Soloviev describió esta experiencia poéticamente y abocó
toda su vida a la busca de esta Sophía, que sólo con el tiempo pudo nombrar. En
el caso de Tolstoi no hay duda de que se trata de una niña de carne y hueso, en el
caso de Soloviev de una aparición espiritual, en el caso de Dante de ambos. Pero
desde la mirada de Sophía estas diferencias se diluyen.
Henry Corbin, que descubrió notables paralelismos entre los “Fedeli d’ Amore”
de Oriente y Occidente, basándose en la poesía de amor de ciertos sufis persas,
por ejemplo Ruzbehan (1128-1209), señaló acertadamente que constituye un fal-
elhilodeariadna
La interpretación esotérica
Cuando Virgilio recomienda a Dante que evite mirar a la espantable Medusa, no fian-
do de las manos de su discípulo, cubre con las suyas la mirada de Dante y agrega:
A este conocido pasaje se le han dado las más diversas interpretaciones y alcan-
elhilodeariadna
tica, agrega algunas precisiones sobre el carácter de la obra que “... puede decirse
polisémica (polysemos) ...” y si bien los tres sentidos no literales son en cierto
modo “alegóricos”, es evidente que el sentido anagógico orienta y subsume a los
anteriores21. Así, en los parágrafos 39 y 40 Dante señala que la Commedia no se
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llevó a cabo con fines especulativos sino con fines prácticos y que el propósito
es sacar a quienes viven en esta vida de su estado de desdicha para llevarlos a
un estado de beatitud22. La poesía no es sagrada porque trate sobre cuestiones
sacras, sino fundamentalmente porque procura una “mutación ontológica”, por-
que “consagra”. Un paralelismo puede servir para ilustrarlo; en el colofón de As-
hvaghosa (aprox. 80-150 d.C.) al Saundarânanda leemos: “Este poema, preñado
de la carga de la Liberación, fue compuesto por mí en modo poético, no con el
propósito de dar placer, sino con el de dar paz.”23
Por ello, Dante no sólo narra sus propias visiones, sino que transmite claves en
relación con los saberes y las virtudes que permiten atravesar las más sinies-
tras dimensiones del alma, para luego elevarla hasta alcanzar su “apoteosis”.
Siguiendo al Convivio, el Cielo Cristalino identificado con la Ética mueve este
cosmos que termina en el Empíreo, a su vez identificado con un reino de Paz
ajeno al mundo discursivo 24. Así, quien allí accede, ve su memoria y su palabra
excedidas; como reconoce la “Epístola XIII”: “[...] el autor [de la Commedia] pro-
sigue afirmando de haber visto algunas cosas que no puede referir quien ha des-
cendido de allí.(...) ‘el intelecto ahonda tanto en su anhelo’, que es Dios, ‘que la
memoria no llega a contenerlo’”25. Numerosos pasajes destacan la inefabilidad,
por ejemplo: “Ha visto, por tanto, según dice, algunas cosas ‘que, volviendo, no
sabe ni puede referir’”26 Pero tal situación se apoya además en la autoridad de
Platón, quien insinúa a través de metáforas que: “ ... muchas cosas vio con la luz
del intelecto que no supo expresar con un lenguaje adecuado.”27 Los paralelos
con La Commedia son evidentes: “En el cielo que más luz arrebata,/ estuve yo, y
vi cosas que decirlas/ no puede el que de allá hasta aquí desciende; Par. I, 4-6,
o, también: “Lo trashumano expresar per verba/ Posible no es; mas el ejemplo
baste/ A quien la gracia da tal experiencia,” (Par. I, 70-72). Pero, en los más altos
momentos, la misma memoria se ve excedida: “En adelante lo que vi supera/
Todo nuestro decir, que ante eso cede, / Y cede la memoria a tanto exceso”, Par.
XXXIII, 55-57. Más aún, palabra y concepto ya nada pueden: “¡Oh qué corto y qué
débil es el verbo/ para el concepto!, y éste, ante lo visto,/ es tanto, que no basta
decir ‘poco’” Par., XXXIII, 121-123.
El “sentido anagógico”, que sólo se descubre mediante una áskesis, debe com-
prenderse como aquella significación que se desprende y, a su vez, procura una
experiencia espiritual; “anagogé” significa acción o efecto de “conducir algo hacia
elhilodeariadna
de semejanza morfológica con los testículos y los testículos una relación causal
con la producción de semen, de allí no se sigue que los bulbos estén conectados
causalmente con la actividad sexual. Nada más cierto. Pero, si en el plano de la
realidad física, tal deducción lineal es falaz; en el plano de la realidad psíquica po-
76
dría darse que un sueño referido a bulbos aluda a testículos o a alguna cuestión
relacionada con la procreación. Esto no implica “psicologizar” la cuestión o redu-
cirla a un problema meramente subjetivo. Solamente proporciona un punto de
partida empírico para abrirnos a una posible realidad subyacente a sujeto-objeto,
al descubrimiento del unus mundus. 38. Esto significa que una indagación abar-
cadora de los fenómenos físicos y psíquicos quizás revele una trama de sentido
simpática que no está regida por una causalidad lineal. No es azaroso que Dante
se fuera aproximando a su visión trascendente de Beatrice a partir de una serie
de sueños y visiones que se registran en la Vita Nuova. Ese proceso no puede
explicarse meramente como una idealización producto de una proyección sub-
jetiva de Dante respecto de una niña o mujer determinada (supóngase Beatriz
Portinari), sino como una profundización de la dimensión simbólica y espiritual
de un principio espiritual que está presente, es fundante y trasciende tanto la
Beatriz de carne y hueso cuanto la Beatriz onírica o visionaria.
Sin embargo, Eco no duda en rechazar todo el pensamiento hermético en bloque,
en donde: “El universo se torna un gran Teatro de los Espejos donde cualquier
cosa refleja y significa a todas las otras”.39 Pero lo cierto es que la obra de Dante
consiste en una incursión cada vez más sutil en esas correspondencias que su-
gieren un mundo subyacente de sentido que se hace patente en el Más Allá y en
cuya geografía y acontecimientos confluyen los diversos estados del alma.
Si bien las denominadas geografías del “Más Allá” son en todas las culturas
simbólicas, en algunas de ellas se muestran abiertamente espirituales, es decir,
que explícitamente los acontecimientos reflejan o “son” el estado del alma de sus
habitantes. La circunstancia externa ya no se presenta disociada de la circunstan-
cia interna, el hombre virtuoso –en consonancia con su ser interno– vive en un
mundo feliz porque en algún sentido es ese mundo y similarmente el réprobo es
víctima de sus propios vicios. Por ello la muerte es un tránsito hacia la verdad;
aquello que la densidad del mundo corpóreo oculta, se revela en el más allá. Así,
en el Bardo Thödol, conocido en Occidente como El libro tibetano de los muertos,
las deidades apacibles y coléricas son la manifestación “externa” de las formas
de la mente del difunto, condicionadas por su buen o mal karma. Similarmente,
Guénon señala que Cielos e Infiernos son, respectivamente, estados superiores
e inferiores40.
Es sugestivo que esta idea conocida en plenitud desde una gnosis, vivenciada
elhilodeariadna
78
El cuerpo astral
La mayor parte de los personajes de la Divina Comedia, ángeles o almas separa-
das de sus cuerpos, son seres que Dante “ve” aunque en rigor debieran perma-
necer invisibles pues aparentemente no poseen cuerpo. La cuestión se plantea en
Purgatorio III, 28-33 42; cuando Dante advierte que - a diferencia del propio - el
cuerpo de Virgilio no arroja sombra, el Maestro le explica que los cuerpos de las
sombras al igual que los cuerpos diáfanos de las esferas planetarias, dejan pasar
los rayos solares.
Los comentaristas suelen contentarse con señalar que se trata del “alma”, cuan-
do, como surge claramente del texto, habla de “cuerpos”. Algunos comentarios
mencionan a Tertuliano, quien pese a defender la esencia espiritual del alma,
estaba persuadido – cercano en ello a los estoicos y contrario a los platónicos
– que el alma es una sustancia corporal43. Por cierto, debe descartarse que Dante
se adhiriera a una concepción teológica y filosófica tan débil y tan discutida pero,
menos aún, es lícito despachar la cuestión como mero producto de una licencia
poética. Dante admite que nos está vedado saber cómo la Alta Virtud forma los
cuerpos, pero ello no significa que no sea posible comprender qué son estos
cuerpos. El problema intenta resolverse en Purgatorio XXV y allí las observacio-
nes, por cierto medulosas, de un Bruno Nardi y de un Étienne Gilson no propor-
cionan una respuesta satisfactoria. Si bien estos mismos autores reconocen que
en términos generales no debe calificarse a Dante de tomista (Gilson) y que tal
el tomismo de Dante es una leyenda acuñada por los neotomistas (Nardi), sus
elhilodeariadna
son en todo más sutiles./Sin detenerse, por sí misma cae/a una u otra orilla, por
milagro:/allí conoce cuál será su ruta./Y después que el lugar la circunscribe,/la
virtud informativa en torno irradia/ cuanto lo hiciera ya en los miembros vivos;/
y como el aire, cuando está empapado,/a causa de los rayos que refleja/con di-
80
versos colores se matiza,/así el aire vecino toma luego/la forma que le impone
virtualmente/el alma retenida en esta etapa./Y semejante luego a la llamita/que
sigue al fuego por doquier él corre,/su forma nueva va con el espíritu.
El concepto de cuerpo sutil sugerido a través del relato poético de Dante, debe
comprenderse en el contexto del renacimiento de una “pneumofantasmología”
en la Edad Media, acaecido a partir del siglo XI. Si bien se ha estudiado la cues-
tión de la recepción y apropiación de este concepto, hasta donde sabemos la
cuestión aguarda aún un estudio de conjunto más prolijo. Respecto de Dante,
merecen mencionarse los trabajos de Klein, Agamben, Varela-Portas Orduña47,
aunque una aproximación esotérica le otorgaría un alcance mayor. Basta señalar,
por ahora, que el De Causis, y los textos de Macrobio (“luminosi corporis amictus”)
y de Boecio (leves currus) así como ciertos textos de Porfirio en San Agustín y
otros Padres de la Iglesia influyeron claramente sobre el concepto medieval de
cuerpo astral. Pero a ello debe agregarse la obra de Galeno y la interpretación que
ya en la antigüedad tardía se hacía de De generatione animalium 736b en donde
se menciona que el al pneuma almacenado en el esperma que lo torna fecundo
es “... análogo al elemento astral”. Más allá de la convergencia de influencias
clásicas, cristianas (vinculadas al cuerpo de resurrección como cuerpo de gloria),
e islámicas, es útil comprender, siguiendo a Dodds que el cuerpo sutil reconoce
en Dante al menos dos vertientes48.
Por una parte, un concepto fisiológico-sutil; una “pneumonología” que sostiene
la existencia de un “pneuma” (o varios) que manifiestan una organización cor-
pórea sutil penetra los cuerpos y gobierna sus funciones, su sostenimiento, cre-
cimiento, reproducción y sensaciones. Esta vertiente predomina en la medicina
griega y a partir del siglo III a. C. alcanza a Galeno, quien siguiendo a Posidonio
de Apamea menciona un pneuma luminiforme (photoeidé pneuma) como media-
dor de la visión49. La otra vertiente, neoplatónica, se inspira en Platón aunque
también en Aristóteles y concibe un vehículo o carro (óchema, harma, zeugos)
pneumático (pneumatikón) que posibilita al alma su peregrinaje cósmico.
Pero aquí las aguas se dividen; mientras que en el surco de Plotino, para Porfirio
el cuerpo sutil se adquiere en el camino de descenso planetario hasta llegar al
mundo sublunar y se descarta con su ascenso; para Jámblico, Hierocles, etc., el
vehículo sutil está vinculado permanentemente al alma. Por cierto, la contro-
versia gira en torno a la debatida cuestión en torno a la inmortalidad del alma
elhilodeariadna
La mirabile visione
La Vita Nuova es una recopilación de sonetos, baladas y canzoni precedidos y
seguidos de sendas aclaraciones en prosa que giran en torno al florecimiento
elhilodeariadna
del amor de Dante por Beatrice. Beatriz aparece inicialmente como una suerte
de visión: “[...] cuando a mis ojos apareció por vez primera la gloriosa dama de
mi mente [...]”.53 Beatriz aparece aún en vida como una visión que se recrea en
sueños y en experiencias espirituales cada vez más elevadas y, ya fallecida, las
82
“[...]
Las variaciones de su gozo se expresa por las de su luminosidad,
pues cuanto más felices son más brillan, así como las sombras son
más obscuras cuanto más tristes son”.
visiones son más intensas; Dante señala que muerta es aún más bella, pues “di-
venne spirital bellezza grande”54
La Vita Nuova desemboca en una última meditación sobre Beatriz que sigue al
último soneto. Allí Dante señala que después de escribir el soneto en el que “ ..
ve una dama [...] que por su esplendor el peregrino espíritu la mira.”55 le sobre-
vino una “admirable visión” (“una mirabile visione”) que lo llevó a callar sobre
su dama, Beatrice, hasta tanto pudiera cantarla más dignamente. Estas son las
palabras finales de la Vita Nuova:
“Después de este soneto, tuve una admirable visión, en la que vi cosas que hicie-
ron que me propusiera no decir más de esta bendita hasta que yo pudiera más
dignamente tratar de ella. Y para llegar a ello estudio cuanto puedo, así como ella
lo sabe de verdad. De modo que si pluguiere a aquel por quien todas las cosas
viven, que mi vida dure por algunos años, espero decir de ella lo que nunca fue
dicho de ninguna .Y después quiera aquel que es sire de la cortesía, que mi alma
puédase ir a ver la gloria de su dama. Es decir, de aquella bendita Beatriz, la cual
gloriosamente contempla el rostro de aquel qui est per omnia saecula benedictus.”
Pese a las reservas de Gilson56 y de tantos otros, fenomenológicamente puede
afirmarse que Dante relata experiencias. Lo confirma “En el cielo que más luz
arrebata,/ Estuve yo, y vi cosas que decirlas/ No puede el que de allá hasta aquí
desciende;” Par. I, 3-5. que se corresponde con II Cor., 12, 4. Por otra parte, en
Convivio II, 7, 7 Dante describe sus ascensos mentales como verdaderos raptos.
Varela-Portas de Orduña parece haber mostrado de modo fehaciente que la
elhilodeariadna
84
1
Vita Nuova, (note a cura di Lodovico Magugliani) Milano, Rizzoli Editori, 1952, III, 9, p. 12. Para una edición
española de Dante, véase Obras completas de Dante,(trad. N. González Ruiz), Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1973.
2
Cfr. Mario Marti (a cura di), Poeti del Dolce stil nuovo, Firenze, Le Monnier, 1969.
3
Los trovadores provenzales, inspirados en parte en la poesía árabe española, el ciclo del Grial, los cátaros,
convergen en este período y comparten con diversas claves y ropajes, la búsqueda de una gnosis mediada y
promovida por Sapientia o Sophía. Cfr Denis de Rougemont, El amor y occidente, Barcelona, Kairós, 1981 y su
referencia a Dante en pp. 109-120. No puede olvidarse la alquimia, corriente hermética subyacente durante la
Edad Media que retoma la idea gnóstica de la Sophía, si bien en ella confluye la concepción ortodoxa de Sapientia
Dei como la suma de las imágenes arquetípicas en el Espíritu de Dios. Cfr. Santo Tomás, Summa Theologica, I, q.
44, art.3. Para una visión del tema en la alquimia Cfr. C. G. Jung, Mysterium Coniunctionis en Gesammelte Werke,
Solothurn – Düsseldorf, Walter Verlag, 1995, vol 14/3 a cargo de M. L. von Franz, que incluye el texto alquímico
Aurora Consurgens atribuido a Tomás de Aquino. Con respecto al islam, cfr. supra nota 13.
4
Luigi Valli, Il linguaggio segreto di Dante e dei Fedeli d’ Amore, Roma, Casa Editrice Optima, 1928, p. 24.
5
Para una referencia junguiana al culto de la mujer y al culto del alma en Dante, Cfr. C. G. Jung, Tipos psico-
lógicos, Barcelona, Ed. Sudamericana, 1994, pp. 265 s, # 424 s.
6
Sin duda, el concepto psicológico de proyección como mera disociación psíquica no alcanza para explicar el
carácter psicagógico de Sophía, pues se trata de un conocimiento por participación altamente diferenciado.
Los conceptos de proyección activa, reflexión y recolección brindan una aproximación psicológica a esta cues-
tión de índole gnoseológica y metafísica. Para una buena síntesis de la cuestión –que puede encontrarse en
númerosos textos junguianos–, consúltese M. L. von Franz, Projection and Re-collection in Jungian Psychology.
Reflections of the Soul. La Salle & London, Open Court, 1997, particularmente los caps. 8 & 9, pp. 160 – 199.
Como señala Julius Evola, Metafísica del sexo, Madrid, Ediciones Heliodoro, 1981, p. 288, ello se vincula a la
“Eva oculta” hermética o alquímica, tal como aparece en textos de Manget y Dorn.
7
“La amorosa Madona Inteligencia / Que hace en el alma su residencia, / Que con su belleza me ha enamo-
rado.” Citado en Luigi Valli, Op. Cit., p. 79.
8
“[...] chi mi vede e non se ne innamora d’amor non averà mai intelletto”, Cfr. Dante, Rime, (ed. Carlo Signorelli),
Milano, 1957, poema XXV, p. 70. Cfr. el comentario en Pierre Ponsoye, “Intelletto d’Amore” Études Traditionne-
lles, Paris, Éditions Traditionnelles, mars-avril 1962, nr. 370 & mai-juin 1962, nr. 371. Por cierto, en Vita Nuova,
XIX, aparece el poema que comienza Donne ch’avete intelletto d’amore, aludido en Purgatorio XXIV, 51; allí la
sombra de Buonagiunta pregunta a Dante si ve en él a quien produjo esas rimas que así comienzan y Dante res-
ponde: ... “Yo soy uno que cuando / amor me inspira, anoto, y de este modo/ lo que él me dicta adentro significo.”
(Purgatorio, XXIV, 52-54). Cfr. Convivio, II, XV en donde Dante identifica a la Filosofía con una mujer, cuyos ojos
son sus demostraciones, pues dirigidos a los ojos del intelecto, enamoran al alma.
9
Pierre Ponsoye, Op. cit., nr. 370, p. 32.
10
Es sugestivo que el nombre “Dante”, mencionado aquí por única vez en toda la Commedia, sea pronuncia-
do por Beatriz. Sin duda Dante está adquiriendo su identidad verdadera, espiritual.
11
En este artículo, todas las traducciones de la Divina Commedia están tomadas de Dante Alighieri, la Divina
Comedia, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1972, 2 vols., traducción, prólogos y notas de Ángel J. Battistessa.
12
Ernst Robert Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, México, FCE, p. 535.
13
Henry Corbin, Avicenne et le récit visionnaire, Paris, Berg International, Éditeurs, 1979, p. 289. Para una
referencia más amplia sobre los “Fieles de Amor” en el sufismo, Cfr. En Islam Iranien. Aspects Spirituels et
Philosophiques. París, Gallimard, 1972, Tomo III: “Les Fidèles dámour. Shî’isme et soufisme.”
14
¡Vosotros que tenéis la mente sana, / observad la doctrina que se esconde /detrás del velo de los versos
raros! Inferno IX, 61-63.
elhilodeariadna
15
Parafraseamos el comentario de A. Battistessa, Op. cit., vol I, nota al verso Inferno II, 52, pp. 318-319.
16
Paul Diel, Le symbolisme dans la mythologie grecque, Paris, 1966, p. 97.
17
Dante, Convivio, II, i 3. El destacado es mío.
18
Santo Tomás, Summa Contra Gentiles, l. 1, c. 30 leemos: “Aliquis homo dicitur lapis propter duritiam
intellectus.” Diversa es la interpretación de las Rime pietrose de Dante que Elémire Zolla vincula a la “piedra 85
filosofal”. Cfr. Una introducción a la alquimia, Barcelona, Paidós, 2003, pp. 142-145.
19
Cfr. Antonio Enzo Quaglio, “Sopra i quattro sensi delle scriture” en Dante, Il Convivio, ridotto a miglior
lezione e commentato da G. Busnelli e G. Vandelli con Introduzione di Michele Barbi, Firenze, Felice Le
Monier, 1964, Parte I, pp. 240 – 242. Sobre la exégesis medieval en general no puede obviarse la obra capi-
tal de Henri de Lubac, Exegèse médiévale. Les quatre sens de l’ écriture, Paris, Aubier, 1959-1964.
20
“[...] el poema sacro / en el que han puesto mano cielo y tierra”. Cfr. Paradiso XXVIII, 62.
21
Dante parece sugerir en Convivio II, I, 8 que todos los sentidos no literales pueden considerarse “ale-
góricos”. Esta idea es explícita en la “Epistola XIII”, 22, pero allí estos sentidos diversos de los literales o
históricos, que pueden calificarse de “alegóricos”, son denominados “místicos”: “Et quamquam isti sensus
mystici variis appellentur nominibus, generaliter omnes dici possunt allegorici, cum sint a litterali sive
historiali diversi.” Seguimos la edición de Dante, Opere minori, vol II, sezione a cura di Angelo Jacomuzzi,
Torino, U.T.E.T., 1986, de acuerdo con la edición de Ermenegilgo Pistelli para Opere di Dante, testo critico
della Società Dantesca Italiana, Firenze, 1921.
22
“Epistola XIII”, 39: “[...] removere viventes in hac vita de statu miseriae et perducere ad statum felicitatis”.
23
Tomamos el paralelismo de Coomaraswamy, Ananda, “Ars sine scientia nihil” en Selected Papers. Tra-
ditional Art and Symbolism, (ed. Robert Lipsey), Delhi – Bombay – Calcuta – Madras, Bollingen Series,
Oxford University Press, 1986, pp. 229-230. Para una aproximación a Dante desde una convergencia de
las tradiciones de Oriente y Occidente, cfr. “Dos pasajes del Paradiso de Dante” en El Vedanta y la tradición
occidental, Madrid, Siruela, 2001, pp. 279-296.
24
Cfr. Convivio, II, xiii-xiv. En II, XIV, 19, se lee: “ Ancora: lo Cielo empireo per la sua pace simiglia la Divina
Scienza, che piena è di tutta pace; la quale non soffera lite alcuna d´oppinioni o di sofistici argomenti, per la
eccellentissima certezza del suo subietto, lo quale è Dio.” Cfr. Epístola XIII, 74 : “[...] in illo celo quod plus de
luce Dei recipit.”
25
Epístola XIII, 77.
26
Epístola XIII, 83.
27
Epístola XIII, 84
28
Jámblico, De Mysteriis, 3, 7. Aunque con un enfoque racionalista, esta idea se encuentra en G. Leibniz, quien
en su Tentamen anagogicum VII escribió que tanto los filósofos como los teólogos llaman anagógico a aquello que
conduce a la causa suprema. Cfr. Tentamen Anagogicum. Essay Anagogique dans la recherche des causes, ab initio
“Ce qui mene à la cause supreme cause est appelé Anagogique chez les Philosophes aussi bien que chez les
Theologiens” en Die philosophischen Schriften herausggeben von C. J. Gerhardt, 1965, p. 270
29
A las influencias más evidentes, cuyo recuento obviamos, se agregan las de la espiritualidad islámica, según
intentó demostrar Miguel Asín Palacios, La escatología musulmana en la Divina Comedia, Madrid, 1919, reeditado
en 1984 por Ed. Hiperión. Su hipótesis, basada particularmente en paralelismos con la obra de Ibn Arabi, se re-
afirma a partir de la identificación definitiva en 1949 del manuscrito del Libro de la escala de Mahoma, que retoma
hadices relacionados con el ascenso (mi´rây) de Mahoma al Más Allá, cuya traducción al español en el siglo XIII,
dispuesta por Alfonso X, motivó retraducciones inmediatas al latín y al francés. Cfr. E. Cerulli, Il ‘Libro della scala’
e la questione delle fonti arabo-spagnole della ‘Divina Commedia’, Ciudad del Vaticano, 1949.
30
Cfr. Epistola XIII, 64: “‘per universum penetrat et resplendet’: penetrat, quantum ad essentiam; esplen-
det, quantum ad esse.” Véase en particular todo el pasaje XIII, 53-65.
31
Dante menciona a Aristóteles, Metafísica, II, quien distingue la ciencia teórica cuyo fin es la verdad, de la ciencia
práctica cuyo fin es la obra. En Epistola XIII, 41 cita a Metafísica II, 1, 993b 23: “ad aliquid et nunc speculantur”; el
objetivo de La Commedia no es la especulación, sino un resultado concreto, pues los pensadores prácticos cuando
especulan se atienen a cosas y momentos particulares. Tal afirmación debe comprenderse en un doble sentido;
por una parte, el texto tiene un fin operativo, busca la transformación del lector y, por el otro, la filosofía implícita
se subordina a la especulativa o teórica. Este último reconocimiento se vincula con el hecho de que Dante se
llamó a sí mismo “filósofo” durante toda la vida, pero se consideraba un filósofo “doméstico” ; así, en la carta
dirigida a su amigo florentino se denomina “phylosophie domesticus”, cfr. Epistola XII, 6.
elhilodeariadna
32
Seguimos a. Francisco García Bazán, Aspectos inusuales de lo sagrado, Madrid, Trotta, 2000, p. 109.
33
Bruno Pinchard, art. Dante Alighieri, Dictionary of Gnosis & Wetern Esotericism, Wouter J. Hanegraaff (ed.) ,
Leiden-Boston, Brill, 2005, p. 297. En nuestro medio, la interpretación esotérica de Dante fue defendida por
Armando Asti Vera, “La metafísica de Dante” en Dante Alighieri, La Plata, Universidad Nacional de la Plata,
86 1966, pp. 87-94.
34
Nuestra aproximación es somera y la bibliografía sobre el tema es extensa. Cfr. Bruno Princhard, Op. Cit., p. 299.
35
Maria Pia Pozzato (a cura di), L’ Idea deforme. Interpretazioni esoteriche, Milano, Bompiani, 1989. Contiene
una introducción de Umbeto Eco y trabajos de otros siete colaboradores.
36
Por cierto, nuestro desarrollo es modesto y sólo pretende sugerir aquello que sólo podría demostrar una
obra de gran aliento.
37
M. P. Pozzato, Op. cit., p. 167. Es cierto que Croce habla de semejanza, pero no debe olvidarse que su
estudio no se centra en esta cuestión. Por otra parte, la afirmación de Croce es vehemente cuando sostiene
que las poesías de los stilnovisti: “parecen actos de un culto, cumplimiento de ritos, ceremonias, actos litúr-
gicos”. Cfr. Croce, Benedetto, La poesia di Dante, Bari, G. Laterza, 1921.
38
Aquello que Michel Foucault, Les mots et les choses, Paris, Gallimard, 1966,califica como prosa del mundo
signada por la simpatía, antes de perder su espontaneidad en razón de su oscura mezcla con la erudición,
es relevante desde el punto de vista de la psique, pues da cuenta de aquello que Jung denomina “[...] el reino
simpático del alma [...]”. La simpatía expresa por ende modos típicos de comportamiento psíquico que,
aunque no reconocidos del todo por el hombre contemporáneo, siguen operando al modo de aquello otro
que subvierte el orden de lo mismo. Más aún, da cuenta de fenómenos extrapsíquicos que Jung retoma en
sus estudios sobre la sincronicidad.
39
Umberto Eco, p. 14.
40
René Guénon, El esoterismo de Dante, Buenos Aires, Ed. Dédalo, 1976, p. 72.
41
Cfr. Francisco Diez de Velasco y Francisco García Bazán, El estudio de la religión, Enciclopedia Iberoame-
ricana de las religiones, Madrid, Trotta, 2002 y la bibliografía allí consignada.
42
Ahora si frente a mí nada se opaca,/ No te sorprenda más que el que los cielos/ No intercepten los rayos
que proyectan./ Para el tormento y el ardor del hielo/ Cuerpos cual éste la Alta Virtud forma,/ Mas nos veda
sepamos cómo lo hace.
43
Esta concepción se encuentra en su De Anima, compuesto entre los años 210 y 213 d.C. Cfr. c5 y comen-
tario en J. Quasten, Patrologia, Madrid, B.A.C., 1991, vol 1, pp. 585 s.
44
“La investigación de Gilson nos ha liberado definitivamente del error de creer tomista al autor de la Co-
media.” Curtius, p. 532 y que B. Nardi denomina la “leggenda, coniata dai neotomisti...”
45
Étienne Gilson, “Qu’est ce qu une ombre?” en Dante el Béatrice. Études dantesques. Paris, J. Vrin, 1974,
pp. 32, nota 8.
46
Étienne Gilson, “’Ombre’ et ‘luci’ dans la Dvine Comédie” en Dante el Béatrice. Études dantesques. Paris,
J. Vrin, 1974. En p. 53 admite que “Porfirio está más cerca de Dante en este punto que Servio.” Y en la p.
52, nota 10 se apoya en la referencia que respecto del cuerpo astral en Porfirio hace Franz Cumont en Lux
Perpetua, pp. 567-568.
47
Robert Klein, La forme et l’intelligible, París, 1970, particularmente pp. 31-60 en donde se refiere al “spirito
peregrino”, Giorgio Agamben, Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura occidental, Valencia, Pre-
Textos, 2001, particularmente pp. 159-189 y Juan Varela-Portas de Orduña, “Sobre el arrebatamiento de
Dante”, Cuadernos de Filología Italiana, n. 2, Madrid, Servicio de Publicaciones UCM, 1995.
48
E. R. Dodds, “The Astral Body in Neoplatonism” en Proclus, The Elements of Theology, Oxford, Clarendon
Press, 1992, pp. 313-321.
49
Cfr. Francisco García Bazán, El cuerpo astral, Buenos Aires, Obelisco, 1993, p. 32.
50
Sinesio de Cirene, De insomniis, (Patrologia graeca, 66, 1290). Cfr. Agamben, Op. cit., pp. 165-166.
51
Parafraseamos a Jacques Le Goff La naissance du Purgatoire Paris, Gallimard, 1981, p. 477
52
Op. cit., pp. 59 – 60. En la nota 24, p. 59 consigna los pasajes referidos a luce (más frecuentes), a lume y a otros
términos vinculados simbólicamente: lumera, lucerna, lampa, fulgore, splendore, foco, fiamma, fiammegiare.
53
Dante, Vita Nuova, II, p. 7.
54
Dante, Vita Nuova, Canzone IV.
elhilodeariadna
55
Dante, Vita Nuova XLI, p. 93.
56
E. Gilson, op. cit., p. 114.
57
Juan Varela-Portas de Orduña, “Sobre el arrebatamiento de Dante”, Cuadernos de Filología Italiana, n. 2,
Madrid, Servicio de Publicaciones UCM, 1995, p. 235.
58
“Inverted Tree”, p. 394 nota 42. 87
59
Coomaraswamy, Ananda, “Inverted Tree” en Op. cit., p. 394, nota 42.
Traducción y notas del Dr. Luis Vera
Roma, Casa Editrice Optima, 1928. Vol I & 1930,
Vol II (Discussione e Note Aggiunte)
Luigi Valli
Il Linguaggio Segreto di Dante e dei
“Fedeli d’Amore”
elhilodeariadna
88
la obra intenta rescatar una jerga secreta común a dante y al resto de los
poetas stilnovisti con el propósito de demostrar que, en un segundo o tercer nivel
de significación, sus textos aluden a ideas relacionadas con una doctrina iniciáti-
ca y con la vida de un círculo de iniciados. Asimismo, todas las mujeres exaltadas
por los poetas stilnovisti, responden a una única mujer, expresión de la Sabiduría
Santa, y estas mujeres designan el grupo de los Fedeli d’ Amore. Las poesías más
oscuras de estos poetas y especialmente las oscurísimas canzoni de Dante, así
como su Vita Nuova, están escritas en esta jerga y revelan una vida intensa y pro-
funda de amor por una idea mística considerada la verdadera revelación católica,
opuesta a la de la Iglesia carnal y corrupta.
Dante, continuando el juego de La vida Nueva (Vita Nuova) en la Comedia (Com-
media), pudo simbolizar claramente su Beatriz (Beatrice) como Sabiduría Santa
llegada a la tierra con las tres virtudes teologales , la que estuvo un día y debería
estar permanentemente sobre el carro de la Iglesia, porque fue hecho para trans-
portarla, mientras que ahora ese carro transporta su antítesis, la meretriz, ciencia
de las cosas divinas corrupta y sometida por el poder mundano.
Pues bien, sería inverosímil que contemporáneamente a Dante otro poeta hu-
biese cumplido una transfiguración análoga si en estas mujeres el carácter de
«símbolo de la Sabiduría Santa» no hubiere ya estado también desde el prin-
cipio. Tanto más extraño sería que estas dos mujeres: la Inteligencia de Dino
elhilodeariadna
Beatrice, como todos recuerdan, aparece vestida de rojo con manto verde, y velo
blanco. 2
No sólo, la Inteligencia tiene en su corona sesenta (poner atención, sesenta) bellí-
simas piedras, propiamente como se describía a Beatrice en una famosa canción
(que Dante recuerda y que, quizás no por casualidad, fue destruida) con otras
sesenta mujeres, lo que maravillaría si la primogénita y el prototipo de todas estas
mujeres irreales, es decir la mujer del Cantar de los Cantares no fuese ella igual-
mente la elegida entre sesenta reinas: «Sesenta son las reinas… una es mi paloma,
mi perfecta»3.
También aquí tenemos un hecho que según la interpretación tradicional resulta
extrañísimo como coincidencia y, en tanto considera la transformación de Bea-
trice, absurdo e inconveniente, mientras se vuelve clarísimo si se supone que es-
tas mujeres son también desde su origen simbolizaciones de la Sabiduría Santa.
La mujer de Dino Compagni en cierto punto se ha develado como la «amorosa
Señora Inteligencia». La Beatrice de Dante en cierto punto se ha develado como
Sabiduría santa; pero ya en las líricas había sido representada por otros como
sentada a la «fuente de enseñanza».
Una y otra eran también desde el principio Sabiduría o Inteligencia que, como vere-
mos, son la misma cosa.
Pero si reconsideramos un poco aquella canción que constituye, puede decirse,
la magna carta del «dolce stil nuovo», es decir la canción de Guido Guinizelli: Al
corazón gentil repara siempre (el) amor,4 encontraremos una indirecta pero clara
confirmación del hecho que estas mujeres son o mejor, esta mujer, es la «amo-
rosa Señora Inteligencia». En la quinta estrofa se establece una importantísima
similitud entre la «divina Inteligencia» y la bella mujer que es objeto del amor,
similitud que, a quien tenga un poco de oído fino (no naturalmente a la «gente
elhilodeariadna
90
Brilla la inteligencia del cielo
Del creador, más que a nuestros ojos el sol.
Ella percibe su hacedor más allá del cielo,
el cielo queriendo obedecerle quiere,
y alcanza al primero
del justo Dios gozosa aceptación:
así dar debería en verdad
la bella mujer, en cuyos ojos resplandece
de su gentil talento,
que nunca de obedecerle se libera.
El texto es un poco incierto, pero una cosa es segura, que aquí se dice que la
«amorosa Señora Inteligencia» (Compagni), es decir la Sabiduría santa que «glo-
riosamente mira en el rostro de Dios» (Dante), penetra dentro del pensamiento
divino; que como el cielo en todo eso que quiere sigue a la inteligencia divina
que le fue dada por guía; así la bella mujer en la que resplandece la voluntad pura
(el gentil talento) debería ser norma de aquéllos que la aman. En otros términos:
la bella mujer amada por el poeta cumple la misma función que la Inteligencia,
que se detiene para mirar a Dios y guía la criatura que en ella se asegura. La In-
teligencia del cielo guía el cielo según la voluntad de Dios. La Inteligencia (santa
Sabiduría) del hombre, debería guiar al hombre según la voluntad de Dios.
Y la canción de Guido Cavalcanti: Mujer me ruega es todo un oscuro tratado en
torno a esta «Inteligencia”, al amor que liga los hombres a ella, a la disimulación
a la cual son constreñidos los «Fieles de amor» (Fedeli d’amore): es todo un docu-
mento de la verdad del simbolismo. No sólo pero, una vez aclarada, ésa es la ates-
tación luminosa de cuanto hasta ahora se ha venido suponiendo porque entre
otras cosas, en cierto punto, afirmando en cristalinas palabras que Amor nace de
una forma «toma lugar y morada en el Intelecto posible», viene a decir claramente
que no es otra cosa sino el enlazarse del intelecto posible con la inteligencia activa,
es decir con la Sabiduría.
Cuando expongamos en su integridad y desligada de sus antiguos velos esa im-
portantísima canción, veremos mejor como este pensamiento se une con todo el
resto. En tanto téngase presente que en ella es dicho que:
elhilodeariadna
Amor
ven de forma visible que se comprende
que toma – en el posible intelecto
como en sujeto – lugar y morada.
91
Y que Guido Cavalcanti de esta manera viene a decir evidentemente de su amor
aquello mismo que Perez ha demostrado del amor de Dante, que propiamente ese
amor, no lo es de ningún modo por una legendaria Monna Vanna, inhallable en-
tre las inhallables, sino por esta misma mujer, la Sabiduría santa o la Inteligen-
cia activa, que Dante amaba y que para Dante se llamaba Beatrice y para Guido
Vanna o Giovanna y para Compagni abiertamente Inteligencia.
Así:
1) El amor de Dante Alighieri se revela en un cierto punto claramente como amor
por la «Sabiduría santa».
2) El amor de Dino Compagni se revela en un cierto punto amor por la «amorosa
Señora Inteligencia» que es algo bastante análogo.
3) El amor de Guido Guinizelli se manifiesta como amor por una mujer la cual
«debería confirmarse como la Inteligencia del cielo».
4) El amor de Guido Cavalcanti se manifiesta como algo que «toma lugar y mo-
rada en el Intelecto posible» es decir como intelecto activo o acto de la Inteligencia o
Sabiduría.
1
“catuia” = de Catai, región de la actual China en tiempos de Marco Polo.
2
En la Commedia las palabras son:
sovra candido vel cinta d’ uliva sobre cándido* velo, orla de olivo,
donna m’apparve, sotto verde manto dama me apareció, tras verde manto
vestita di color di fiamma viva. vestida de color de llama viva.
* del lat. Candidus: blanco
(XXX vs. 31-33, trad. Battistessa)
3
VI, 8.
elhilodeariadna
4
Al cor gentil rempaira sempre amore / En corazón gentil se refugia siempre amor
come l’ausello in selva a la verdura; / como el pájaro de la selva en la espesura
né fe’ amor anti che gentil core, / no fue amor antes que gentil corazón
né gentil core anti ch’amor, natura / ni corazón gentil antes que de amor, su natura.
92
elhilodeariadna
93
?
Por Ricardo Horacio Elía
Ricardo Horacio Elía es director del Departamento de Estudios Históricos del Centro Islámico de la
República Argentina. Especialista en Civilizaciones de Oriente y Occidente y su interacción políti-
ca, social, religiosa y cultural. Investigador en Estudios de la España andalusí, el Egipto mameluco
y la India mughal. Profesor invitado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA (Programa Alarife de Arte Islámico), Universidad
Nacional de Tres de Febrero (Instituto de Artes y Ciencias de la Diversidad Cultural), del Centro
elhilodeariadna
95
la teoría del sacerdote español asín palacios publicada en 1919 que se-
ñala los parámetros escatológicos musulmanes en la Divina Comedia de Dante
Alighieri se fue desenvolviendo como un verdadero hilo de Ariadna que permi-
tió progresivamente iluminar el laberinto dantesco hasta convencer a los espíri-
tus más contumaces.
El fenómeno de las influencias escatológicas musulmanas en la Divina Comedia
comenzó a ser tratado por distintos escritores desde fines del siglo XVIII. El
primero fue el padre español Juan Andrés (1740-1817) que lo trató en su obra
Origen, progresos y estado actual de toda la literatura publicada originalmente en
italiano, por Bodoni, en 7 volúmenes, entre 1782 y 1799.
Luego vendrían una serie de escritores franceses durante el siglo XIX. El primero
fue el historiador Antonine-Frédéric Ozanam (1813-1853) –líder del movimiento
católico y uno de los fundadores de la Sociedad de Saint Vicent de Paul (1833)–,
que lo destaca en su obra Essai sur la philosophie de Dante (1839). Otro fue Charles
Labitte (1816-1845) en La Divine Comédie avant Dante (Charpentier, París, 1858).
Edgar Blochet (1870-1937) publicó dos artículos fundamentales: « L’ascension
au ciel du prophète Mohammed » (Revue de l’histoire des religions, Leroux, París,
1899), y « Les sources orientales de la Divine Comédie» (Les littératures populai-
res de toutes les nations, t. 41, Maissonneuve, París, 1901; Phénix Editions, París,
1969). También sospechaba esta verdad el italiano Alessandro D’Ancona en su
obra I Precursori di Dante (Sansoni, Florencia, 1874).
El erudito italiano Enrico Cerulli (1898-1988) y el español José Muñoz Sendino
descubrirían en 1949 en la biblioteca Bodleian de Oxford y en la Nacional de
París, las traducciones latinas de “La escala de Muhammad”, confirmando así la
hipótesis de Asín Palacios sobre las fuentes musulmanas de la escatología de la
Divina Comedia, treinta años después de haber sido proclamada.
La tesis del arabista e islamólogo hispano, el padre jesuita Miguel Asín Palacios
(1871-1944), exhaustiva y brillante, abunda en un lujo de pruebas que descarta
toda duda al respecto. A partir de su publicación en 1919 desencadenó una po-
lémica de proporciones gigantescas que abarcó todas las latitudes. Numerosos
especialistas en la materia respaldaron los argumentos del sacerdote español,
entre ellos los arabistas e islamólogos británicos Sir Thomas Walker Arnold
(1864-1930) de la Universidad de Londres y Alfred Guillaume (1888-1965) de
la Universidad de Durham, el alemán Franz Babinger (1891-1967) de la Uni-
elhilodeariadna
mad citado en el Corán (Capítulo 17, versículo 1); la visita al cielo y al infierno en
la Epístola del Perdón del poeta y filósofo sirio Abu-l-’Ala al-Maarrí (979-1058); el
Libro del nocturno viaje hacia la Majestad del más Generoso y el Libro de las Revela-
ciones de La Meca del místico andalusí Ibn al-Arabi de Murcia (1165-1240).
97
La Divina Comedia conforma una fusión místico-escatológica cristiana y musul-
mana de dimensiones insospechadas.
El Libro de la Escala
El Libro de la escala de Mahoma (Siruela, Madrid, 1996) es una antigua versión
andalusí del Viaje Nocturno (en ár. Isra’) y la Ascensión o Escala (Mi’raÿ) del
Profeta Muhammad. Fue traducido directamente del árabe al castellano y latín
por Abraham alfaquí o «de Toledo», uno de los cinco más relevantes traductores
judíos de Alfonso X el Sabio, entre 1260 y 1280.
Precisamente, hacia 1260, cuando ya estaba terminada la traducción, Brunetto
Latini (1220-1294) era el embajador del partido güelfo de Florencia en la toleran-
te corte de Alfonso X el Sabio y muy probablemente haya obtenido una copia o
narración del Libro de la Escala. Ésta debe entonces haber llegado a manos u oí-
dos de Dante o de alguno de sus amigos eruditos en los años posteriores. Prueba
de ello es que un poeta toscano, Fazio degli Uberti (1305-1368), miembro de una
notable familia gibelina, cita el «Libro de la escala» en su poema enciclopédico
Dittamondo.
Dante y el Islam
El poeta florentino Dante Alighieri (1265-1321) redactó la Divina Comedia entre
1306 y 1320. El recorrido por las mansiones infernales y celestiales de la Divina
Comedia y del Libro de la Escala es prácticamente idéntico, sólo cambian los
nombres de los personajes. En la primera etapa Dante es guiado por el poeta lati-
no Virgilio, así como el Profeta Muhammad es orientado por el arcángel Gabriel.
Y así como sobre el umbral del Empíreo, San Bernardo reemplaza a Beatriz para
conducir al viajero hacia la Luz eterna (Paraíso, XXXI, 10-142; XXXIII, 1-39), así
también, en la suprema etapa del cielo musulmán, Gabriel se retira y el Profeta
asciende solo hacia la presencia divina sobre una corona luminosa (Libro de la
escala de Mahoma, XIX, p. 70).
Tampoco es ninguna casualidad que Dante reúna en su obra a personalidades
cumbres del Islam: desde el Profeta Muhammad y su yerno y sucesor, Alí Ibn
Abi Talib, pasando por Saladino, Alfragano, Albumassar, Alpetragio, Algacel,
Avicena y Averroes, hasta amigos de los musulmanes, como Federico II de Sici-
lia, Miguel Escoto y Siger de Brabante.
elhilodeariadna
thesaurus
Vita Nuova de Dante Alighieri
elhilodeariadna
100
la vita nuova fue escrita por dante en lengua vulgar, después de la muerte
de Beatriz, entre 1292 y 1293. Fue dedicada a su amigo, el poeta Guido Cavalcanti. El
título mismo sugiere ya la conexión paulina con el concepto de novus homo.
La muerte precipitada de Beatriz Portinari decide al poeta a registrar los episo-
dios extraordinarios de su vida en la que esta mujer lo transforma como poeta,
como hombre y como cristiano.
La Vita Nuova es, pues, un libro de la memoria, historia y conciencia de la propia
poesía de un Dante que ambiciona elevar la lengua vernácula a un nivel inalcan-
zado y que registra desde su primer poema escrito a los 18 años “A toda alma
cautiva y gentil corazón” (“A ciascun’alma presa e gentil core”) hasta el silencio
del capítulo final y el anuncio de una obra futura, en donde sí Dante estará listo
para cruzar un umbral2.
El libro es una autobiografía, la narración de un despertar espiritual por la acción
de una mujer, esta mujer-ángel, vehiculizadora, cuyas apariciones en el texto están
rítmicamente pautadas por el simbolismo alegórico del número 3 y sus múltiplos.
Es ella quien redefine la vida de Dante sacándolo de la confusión y la ignorancia.
La Vita Nuova es al mismo tiempo el manifiesto del Dolce Stil Novo, una teoría
de la poesía y una doctrina del Amor.
Son claros, entonces, los 2 ejes con los que trabaja el texto: la cuestión metafísica
o el despertar espiritual más una constante reflexión metapoética sobre la lengua
vulgar, las técnicas compositivas y las tradiciones literarias.
La obra está compuesta por 31 composiciones líricas y 42 capítulos en prosa
que funcionan como comentario, aportando el contexto narrativo y la reflexión
elhilodeariadna
metapoética.
Estructuralmente podemos identificar tres partes:
La primera, en la que Beatriz concede el saludo a Dante iniciando un efecto bea-
101
tificante sobre el amante que comienza su camino de salvación.
La segunda en la que Beatriz niega el saludo a Dante después de que éste alabe
a sus dos “mujeres pantalla de la verdad” (“donne schermo della veritate”), que
disimulan el objeto de su amor, siguiendo con la tradición literaria provenzal y
siciliana.
Asistimos al combate de amor en el corazón de Dante, a un momento de su-
frimiento y maduración que llevará a Dante a encontrar la beatitud sólo en las
“palabras” que alaban a su dama y que narran los efectos del Amor.
Aquí encontramos sus más famosos poemas, en diálogo con sus contemporá-
neos dolce stil novistas. “Mujeres que tienen intelecto de amor” (“Donne ch’avete
intelleto d’amore”) o “Amor y corazón gentil son una cosa” (“Amore e´l cor gentil
sono una cosa”).
La tercera parte comienza con el presagio y la posterior muerte de Beatriz.
Dante se explaya y manifiesta sentimientos de inmenso dolor.
La gentilísima “mujer de la ventana” se compadece de él.
Pero Dante es un “hombre nuevo” y dará entera prueba de ello. Sólo Beatriz
puede salvarlo.
Son los peregrinos, de paso por Florencia hacia Roma, los que logran despertar-
lo. Y Dante asume plenamente su propio camino de peregrinaje hacia Dios.
Por último, Dante tiene la visión de Beatriz en la gloria del cielo y decide no es-
cribir más hasta poder decir lo que nunca fue dicho. Lo hará recién en una obra
futura que será la Commedia.
Comienza a delinearse el problema de los límites del decir, el motivo de la inefa-
bilidad que será un tema central en la Commedia3.
A continuación presentamos una selección de fragmentos.
Incipit vita nova!
1
Los fragmentos fueron tomados, con expresa autorización del editor, de:
Dante Alighieri, Vita Nuova, Santiago Arcos Ed., traducción y notas de Roberto Raschella, Buenos
Aires, 2004.
2
Véase el tratamiento que hace Dante del Dolce Stil Novo en la DC, Inf.,V: episodo de Paolo y Fran-
cesca donde podemos advertir
los peligros de una lectura demasiado literal del D.S.N en detrimento de la lectura anagógica.
elhilodeariadna
III (II)
manos me parecía que tenía algo que ardía totalmente, y creí que me decía esas
palabras: “Vide cor tuum”.4 Y cuando hubo estado un tiempo, me parecía que
despertaba a la mujer que dormía, y tanto se esforzaba en su poder, que le hacía
comer lo que en su mano ardía, y ella comía temerosamente. Después, poco
103
permanecía su alegría en volverse amarguísimo llanto, y llorando así, estrechaba
a aquella mujer en sus brazos, y me parecía que con ella se iba hacia el cielo, y
entonces yo asumía tan grande angustia, que no pude sostener mi débil sueño, y
aun él se rompió, y desperté. Y de inmediato empecé a pensar y descubrí que la
hora en que esta visión se me había aparecido, era la cuarta de la noche pasada,
de modo que se ve claramente cómo fue la primera hora de las últimas nueve
de la noche. Pensando yo en lo que se me había aparecido, me propuse que lo
escucharan muchos de los famosos trovadores de aquel tiempo, y como yo había
conocido ya por mí mismo el arte de decir palabras por rimas, me propuse ha-
cer un soneto, en el cual saludaría a todos los fieles de Amor, y rogándoles que
juzgaran mi visión, escribí para ellos lo que había visto en mi sueño. Y entonces
empecé este soneto, que empieza: A toda alma cautiva.
de la amistad entre él y yo, cuando supo que era yo quien le había mandado aquel
soneto. El verdadero sentido de dicho sueño no fue visto entonces por nadie,
pero ahora resulta clarísimo para los más simples.
104
XII
parte donde pudieran ser escuchadas por ella, pero adórnalas de suave armonía,
y allí estaré cuantas veces sea preciso”. Y dichas estas palabras, desapareció, y mi
sueño se rompió. Así, acordándome, encontré que esta visión me había apareci-
do en la hora nona del día, y antes de salir del aposento, me propuse hacer una
105
balada,9 en la cual yo seguiría lo que mi señor me había mandado, y después
escribí esta balada, que empieza: Balada, yo quiero.
si perdonar le disgustara,
que por un mensajero me mande morir,
y verá que obedezco como un buen servidor.
Y le dirás a quien es de toda piedad clave,
106
antes de dejar de cortejarla,
que le sepa contar mis buenas razones:
“Por gracia de mi suave acento
queda tú aquí con ella,
y de tu siervo lo que quieras habla;
y si ella por tu ruego lo perdona,
procura que un bello semblante paz le anuncie”.
Gentil balada mía, cuando te guste,
parte hacia aquel lugar y allí encontrarás honor.
Esta balada se divide en tres partes: en la primera le digo a la balada adónde irá,
y la conforto para que vaya más segura, y digo en qué compañía debe ir, si quiere
hacerla segura y sin peligro alguno; en la segunda, digo qué debe hacer entender
ella; en la tercera, le permito ir cuando quiera, encomendando su movimiento
a los brazos de la fortuna. La segunda parte empieza allí: Con dulce sonido; la
tercera allí: Gentil balada.
Se me podría objetar diciendo que no se sabe a quién se dirige mi hablar en se-
gunda persona, porque la balada no es otra cosa que estas palabras que yo digo;
pero digo que entiendo salvar esta duda, aclarándola en este pequeño libro en la
parte todavía más dudosa;10 así debe entenderlo aquí el que aquí duda, o el que
aquí quisiera objetarme.
XIX
Sucedió después que pasando por un camino a lo largo del cual había un arroyo
muy claro, llegó a mí tal voluntad de decir, que empecé a pensar cómo lo haría; y
pensé que no era conveniente que hablara de ella, si no les hablaba a mujeres en
segunda persona, y no a cualquier mujer, sino solamente a las que son gentiles y
no simples féminas. Ahora digo que mi lengua habló en sí por sí misma movida,
y dijo: Mujeres que tienen intelecto de amor. Estas palabras las confié a la mente
con gran alegría, pensando tomarlas para mi comienzo; así que, de regreso a la
ciudad antedicha, pensando algunos días, empecé una canción con este comien-
zo, ordenada en el modo que se verá abajo en su división. La canción comienza:
elhilodeariadna
XX
elhilodeariadna
Después de que esta canción fue divulgada bastante entre la gente, así fue que
un amigo la oyó, y el deseo lo movió a rogarme que le dijera qué es Amor, tenien-
do acaso por las palabras que había oído una esperanza más que la merecida en
mí. De modo que, pensando que después de tal discurso era bueno hablar algo
109
de Amor, y pensando que el amigo merecía una respuesta, me propuse decir
palabras en las que trataría de Amor, y entonces dije este soneto, que empieza:
Amor y corazón.
Este soneto se divide en dos partes; en la primera digo de Amor en cuanto está
en potencia; en la segunda digo de él en cuanto de potencia se hace acto.12 La
segunda empieza allí: Belleza aparece.
La primera se divide en dos: en la primera digo en qué alma está dicha potencia;
en la segunda digo cómo esta alma y esta potencia se han transformado en ser,
y cómo una es a la otra como la forma a la materia. La segunda empieza allí:
Natura las hace. Después, cuando digo: Belleza aparece, digo que esta potencia
se transforma en acto, y después cómo se transforma en mujer, allí: Y lo mismo
hace en mujer.
XXVI
a verla, y así yo sentía admirable alegría. Y cuando ella estaba cerca de alguien,
tal honestidad llegaba a su corazón, que no se atrevía a levantar los ojos, y tam-
poco a contestarle el saludo, y de ello muchos, por haber tenido la experiencia,
podrían testimoniarle a quien no lo creyera. Ella caminaba coronada y vestida de
110
humildad, sin mostrar vanidad alguna por lo que veía y oía. Y después de que
pasara, muchos decían: “Esta no es mujer, más bien es uno de los bellísimos án-
geles del cielo!”. Y otros decían: “Es una maravilla: ibendito sea el Señor, que tan
admirablemente sabe obrar!”. Yo digo que ella se mostraba tan gentil y tan llena
de todas las gracias, que aquéllos que la miraban sentían una dulzura honesta y
suave, tal que no sabían relatar, y nadie había que pudiera mirarla y al instante
no necesitara suspirar. Estas y muchas más admirables cosas llegaban de ella
por su virtud, y entonces, pensando en ello y queriendo retomar el estilo de su
alabanza, me propuse decir palabras en las que daría a entender los admirables
y excelentes efectos de esa virtud, a fin de que los otros sepan de ella lo que las
palabras pueden hacer entender, y no solamente quienes la podían ver sensible-
mente. Entonces dije este soneto, que empieza. Tan gentil.
XLI (XLII)
Después, dos gentiles damas me pidieron que les enviara éstas mis palabras
rimadas, y entonces, pensando en su nobleza, me propuse hacer y enviarles una
nueva poesía, que agregaría a las otras, para cumplir con sus ruegos más honro-
elhilodeariadna
samente. Y entonces dije un soneto, que narra de mi estado, y se los envié acom-
pañado por el soneto anterior, y con otro que empieza: Vengan a oír.
El soneto que hice entonces, empieza: Más allá de la esfera, y tiene cinco par-
tes: en la primera digo adónde se dirige mi pensamiento, nombrándolo con el
111
nombre de algún efecto suyo. En la segunda digo por qué va allá arriba, es decir
quién lo hace caminar así. En la tercera digo lo que vio, es decir una mujer que
es honrada allá arriba, y entonces lo llamo “espíritu peregrino”, porque espiri-
tualmente va arriba, y como peregrino que está fuera de su casa, allí se queda.
En la cuarta digo que él la ve así, es decir en tal cualidad que ya no puedo enten-
derlo, es decir que mi pensamiento desciende a su cualidad en grado tal que mi
intelecto no puede comprenderlo, porque nuestro intelecto considera a aquellas
benditas almas como el ojo débil al sol, y así lo dice el filósofo en el segundo libro
de la Metafísica.13 En la quinta digo que, aunque no pueda llevar hasta ese punto
mi pensamiento, es decir a su admirable cualidad, al menos entiendo que todo
este pensamiento es sobre mi dama, porque yo oigo a menudo su nombre en
mi pensamiento, y al final de esta quinta parte digo “caras señoras mías”, para
dar a entender que son mujeres a quienes les hablo. La segunda parte empieza
allí: inteligencia nueva, la tercera: Cuando ha llegado; la cuarta: La ve de tal modo;
la quinta: Yo sé que habla. Y todavía se puede dividir aun más sutilmente, y más
sutilmente hacer entender; pero se puede pasar con esta división, y entonces no
me entretengo en dividirlo más.
112
XLII (XLIII)
1
Es decir en el año 1283.
2
“Yo soy tu señor”.
3
Durante toda la obra, se establece un sutil juego de correspondencia entre los sentidos de salud,
salvación y saludo. El saludo implica salud, y beatifica, es decir salva.
4
“Mira tu corazón”.
5
La palabra madonna, en algunos casos, es traducida como “señora”, “mi dama” o, de acuerdo al
contexto, ha sido conservada en el original italiano, de sutil significación.
6
Es decir Guido Cavalcanti, florentino también, gran amigo de Dante y figura de la escuela del dolce
stil novo. Cavalcanti vivió entre los años 1255 y 1300.
7
“Hijo mío, ha llegado el momento de dejar de lado nuestras ficciones, es decir, de no fingir más
amores por mujeres”.
8
“Yo soy como el centro de un círculo, desde donde todos los puntos de la circunferencia se encuen-
tran a igual distancia, pero tú no”.
9
Es decir, una composición ocn una breve estrofa inicial llamada ripresa, y un número variable de
estrofas.
10
Se refiere a la explicación de las personificaciones que aparecerá en el capítulo XXV.
11
El sabio es Guido Guinizelli, poeta holandés, de quien se conservan muy pocas obras, entre ellas la
célebre canción Al cor gentil ripara sempre amore. En este soneto, Dante parte con toda evidencia tanto
de dicha canción como de su doctrina, que relaciones el corazón con el amor gentil.
12
Se trata del tránsito de la potencia al acto, de acuerdo a Aristóteles, determinado por la aparición
elhilodeariadna
de la belleza.
13
Siempre Aristóteles.
14
Es el denominado “Primer Móvil”, de acuerdo a la teoría de Tolomeo.
15
“Quien es bendito por los siglos de los siglos”.
113
Por Daniel Alejandro Capano
Daniel Alejandro Capano, es Doctor en Letras. Ejerce la docencia universitaria (UBA, UCA, USAL).
Tiene a su cargo la cátedra de “Lectura Dantis” en la Asociación Dante Alighieri. Ha publicado
más de cien artículos y ensayos en volúmenes colectivos y en revistas especializadas del país y del
exterior. La editorial Biblos acaba de publicar su libro “El enigmático juego de la imaginación. La
poética de Antonio Tabucchi”.
114
Un libro, un sueño les revela
Que son formas de un sueño que fue soñado
En tierras de Bretaña.
Otro Libro haría que los hombres,
Sueños también, los sueñen.
(Jorge L. Borges, Infierno V, 129)
en sus corazones y produjo sus efectos al hacer que palidecieran sus rostros.
Pero el instante de sortilegio se produce cuando llegan a un pasaje: “Quando
leggemmo il disiato riso / esser basciato da cotanto amante / questi, che mai da
me non fia diviso, / la bocca mi baciò tutto tremante./ Galeotto fue ‘l libro e chi
116
117
elhilodeariadna
lo scrisse: / quel giorno più non vi leggemmo avante” ( vv. 133-138).
En cada verso de la escena se advierte un espíritu que palpita, que siente, que se
compadece de la suerte de los enamorados. El amor de Francesca y Paolo podrá
no ser legítimo, pero tiene grandeza, y esta grandeza surge del modo en que
Dante lo trató.
El acierto del poeta reside en que supo captar el instante en que dos personas que
se atraen, sin intentar refrenar sus sentimientos, se lanzan a vivir el momento
amoroso que los conducirá a la eternidad. La pareja de enamorados adúlteros,
triunfa en este canto de amor y piedad, más allá de la muerte.
Pero veamos ahora el modo en que la voz del poeta dialoga, borrando las barreras
temporales, con otros textos. Centrémonos en el acto de la lectura, disparador en
muchos aspectos de la producción textual.
Abrir un libro es penetrar en una dimensión en la que el lector atento se trans-
forma en un navegante intrépido. Guía el timón de la nave su enciclopedia in-
tertextual. Por el espacio literario viaja a través de rutas intrincadas de relaciones
evocadas por los meandros de la memoria. En el mar de las conexiones, el texto
alberga imágenes que obligan a ejercitar su habilidad mnemotécnica, por medio
de la cual se expresa en su mente el recuerdo de diversas lecturas que compa-
ra con las páginas que lee. Las encrucijadas son estímulos, fantasmas de otras
voces ya escuchadas, que asocia y confronta de acuerdo con su competencia de
lectura.
La materia prima de todo texto, como la del Canto V del Infierno, es la palabra, y
ésta lleva una carga de historicidad; es decir que ha sido empleada por el hombre
a lo largo de los distintos períodos de su larga evolución.
Del mismo modo, el texto literario, artefacto verbal armado con palabras, encierra
en sí pluralidad de lecturas previas, hechas por el autor y por el lector, que se re-
velan en el acto de leer. Como el narrador del cuento borgiano sentencia en una
postura extrema:“Hablar es incurrir en tautologías”. Y agrega: “La certidumbre de
que todo está escrito nos anula y nos afantasma” (Borges, O.C.,1974: 470).
Sin duda, la experiencia de lectura es un hecho dialógico en el que las voces de
otros textos hablan entre sí y con el lector, creando la ilusión de diálogo. Así,
Mijaíl Bajtín ha señalado que una novela está moldeada sobre citas de otros dis-
cursos, sobre el carácter dialógico de los enunciados, sobre los intertextos. En el
acto de leer, el lector no encuentra un lenguaje o estilo únicos sino que se enfren-
elhilodeariadna
piedad por ambos, y a Giovanni lo llamó Caín. Su joroba “lo obliga a ser la som-
bra siniestra que espía a los amantes, mientras ellos, ennoblecidos de belleza,
[...] juntas las frentes, entrelazadas las manos, leen un libro de Lanzarote”(144).
119
La fealdad de Giovanni actúa por contraste para destacar la belleza de Paolo y la
de Francesca. El inculpado agrega: “Que nadie sospeche que Paolo pueda ser
un lindo pisaverde, hábil para el falaz galanteo, pero necio y presumido, ni que
Francesca sea una holgazana sensual“(144). Señala también que la boca de Gio-
vanni puede temblar, pero en este gesto nadie vería voluptuosidad, sino que sería
un “belfo” repugnante, su temblor pérfido y monstruoso. En cambio, “los labios
de Paolo son como dos pétalos de rosa y embriagan a Francesca”(145).
La intención de Canegato es, pues, reivindicar la figura de Gianciotto, y, por
sentido traslaticio, reivindicarse. Denevi hace girar su discurso en torno del verso
107, “Caina attende chi a vita ci spense”. El texto del escritor argentino, actualiza
el de Dante. Como se ha advertido, entre Rosaura a las diez y el Canto V de la
Commedia se establece un juego de reenvíos alusivos, una referencialidad. El
novelista ha trabajado la materia prima proporcionada por Dante, a través de un
proceso de transposición temática, según la clasificación de Gérard Genette, en
el que el sentido se altera de forma deliberada al desplazar, en este caso, la focali-
zación de Francesca a la de Gianciotto. Denevi invierte la trama por medio de un
proceso antitético en que el punto de vista se traslada de un personaje a otro. Ha
operado una transvaloración sobre el sistema axiológico del hipotexto, a través
de un doble movimiento de valoración y de contravaloración en que el hipertexto
surge como un objeto nuevo y peculiar.2
Ahora bien, aunque el escritor en su novela evoca el texto dantesco, se debe
señalar también que echa mano de lo extratextual, ya que establece relaciones
sémicas con elementos de ese carácter, como es el aspecto físico de Gianciotto,
elhilodeariadna
124
125
elhilodeariadna
?
Por Jorge Luis Borges
afirma que la Comedia puede ser leída de cuatro modos. De esos cuatro modos,
uno es el literal; otro, el alegórico. Según éste, Dante sería el símbolo del hom-
bre, Beatriz el de la fe y Virgilio el de la razón.
127
La idea de un texto capaz de múltiples lecturas es característica de la Edad Me-
dia, esa Edad Media tan calumniada y compleja que nos ha dado la arquitectura
gótica, las sagas de Islandia y la filosofía escolástica en la que todo está discuti-
do. Que nos dio, sobre todo, la Comedia, que seguimos leyendo y que nos sigue
asombrando, que durará más allá de nuestra vida, mucho más allá de nuestras
vigilias y que será enriquecida por cada generación de lectores.
Conviene recordar aquí a Escoto Erígena, que dijo que la Escritura es un texto
que encierra infinitos sentidos y que puede ser comparado con el plumaje torna-
solado del pavo real.
Los cabalistas hebreos sostuvieron que la Escritura ha sido escrita para cada uno
de los fieles; lo cual no es increíble si pensamos que el autor del texto y el autor
de los lectores es el mismo: Dios. Dante no tuvo por qué suponer que lo que él
nos muestra corresponde a una imagen real del mundo de la muerte. No hay tal
cosa. Dante no pudo pensar eso.
Creo, sin embargo, en la conveniencia de ese concepto ingenuo, ese concepto
de que estamos leyendo un relato verídico. Sirve para que nos dejemos llevar
por la lectura. De mí sé decir que soy lector hedónico; nunca he leído un libro
porque fuera antiguo. He leído libros por la emoción estética que me deparan
y he postergado los comentarios y las críticas. Cuando leí por primera vez la
Comedia, me dejé llevar por la lectura. He leído la Comedia como he leído otros
libros menos famosos. Quiero confiarles, ya que estamos entre amigos, y ya que
no estoy hablando con todos ustedes sino con cada uno de ustedes, la historia de
mi comercio personal con la Comedia.
Todo empezó poco antes de la dictadura. Yo estaba empleado en una biblioteca
del barrio de Almagro. Vivía en Las Heras y Pueyrredón, tenía que recorrer en
lentos y solitarios tranvías el largo trecho que desde ese barrio del Norte va hasta
Almagro Sur, a una biblioteca situada en la Avenida La Plata y Carlos Calvo. El
azar (salvo que no hay azar, salvo que lo que llamamos azar es nuestra ignoran-
cia de la compleja maquinaria de la causalidad) me hizo encontrar tres pequeños
volúmenes en la Librería Mitchell, hoy desaparecida, que me trae tantos recuer-
dos. Esos tres volúmenes (yo debería haber traído uno como talismán, ahora)
eran los tomos del Infierno, del Purgatorio y del Paraíso, vertidos al inglés por
Carlyle, no por Thomas Carlyle, del que hablaré luego. Eran libros muy cómodos,
editados por Dent. Cabían en mi bolsillo. En una página estaba el texto italiano
elhilodeariadna
Digo es leída en voz alta porque cuando leemos versos que son realmente ad-
mirables, realmente buenos, tendemos a hacerlo en voz alta. Un verso bueno no
permite que se lo lea en voz baja, o en silencio. Si podemos hacerlo, no es un
verso válido: el verso exige la pronunciación. El verso siempre recuerda que fue
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un arte oral antes de ser un arte escrito, recuerda que fue un canto.
Hay dos frases que lo confirman. Una es la de Homero o la de los griegos que
llamamos Homero, que dice en la Odisea: “los dioses tejen desventuras para los
hombres para que las generaciones venideras tengan algo que cantar”. La otra,
muy posterior, es de Mallarmé y repite lo que dijo Homero menos bellamente:
tout aboutit en un livre, “todo para en un libro”. Aquí tenemos las dos diferencias;
los griegos hablan de generaciones que cantan, Mallarmé habla de un objeto,
de una cosa entre las cosas, un libro. Pero la idea es la misma, la idea de que
nosotros estamos hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos
hechos para la poesía o posiblemente estamos hechos para el olvido. Pero algo
queda y ese algo es la historia o la poesía, que no son esencialmente distintas.
Carlyle y otros críticos han observado que la intensidad es la característica
más notable de Dante. Y si pensamos en los cien cantos del poema parece
realmente un milagro que esa intensidad no decaiga, salvo en algunos lugares
del Paraíso que para el poeta fueron luz y para nosotros sombra. No recuerdo
ejemplo análogo de otro escritor, únicamente quizá en La tragedia de Macbeth
de Shakespeare, que empieza con las tres brujas o las tres parcas o las tres
hermanas fatales y que luego sigue hasta la muerte del héroe y en ningún
momento afloja la intensidad.
Quiero recordar otro rasgo: la delicadeza de Dante. Siempre pensamos en el
sombrío y sentencioso poema florentino y olvidamos que la obra está llena de
delicias, de deleites, de ternuras. Esas ternuras son parte de la trama de la obra.
Por ejemplo, Dante habrá leído en algún libro de geometría que el cubo es el
más firme de los volúmenes. Es una observación corriente que no tiene nada
de poética y sin embargo Dante la usa como una metáfora del hombre que debe
soportar la desventura : buon tetragono a i colpe di fortuna; el hombre es un buen
tetrágono, un cubo, y eso es realmente raro.
Recuerdo asimismo la curiosa metáfora de la flecha. Dante quiere hacernos sen-
tir la velocidad de la flecha que deja el arco y da en el blanco. Nos dice que se
clava en el blanco y que sale del arco y que deja la cuerda; invierte el principio y
el fin para mostrar cuán rápidamente ocurren esas cosas.
Hay un verso que está siempre en mi memoria. Es aquel del primer canto del
Purgatorio que se refiere a esa mañana, esa mañana increíble en la montaña del
Purgatorio, en el Polo Sur. Dante, que ha salido de la suciedad, de la tristeza y el
elhilodeariadna
horror del Infierno, dice dolce color d’ oriëntal zaffiro. El verso impone esa lenti-
tud a la voz. Hay que decir oriëntal:
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dolce color d’ oriëntal zaffiro
che s’ accoglieva nel sereno aspetto
del mezzo puro infino al primo giro.
Quisiera demorarme sobre el curioso mecanismo de ese verso, salvo que la pala-
bra “mecanismo” es demasiado dura para lo que quiero decir. Dante describe el
cielo oriental, describe la aurora y compara el color de la aurora con el del zafiro.
Y lo compara con un zafiro que se llama “zafiro oriental”, zafiro del Oriente. En
dolce color d’ oriëntal zaffiro hay un juego de espejos, ya que el Oriente se explica
por el color del zafiro y ese zafiro es un “zafiro oriental”. Es decir, un zafiro que
está cargado de la riqueza de la palabra “oriental”; está lleno, digamos, de Las mil
y una noches que Dante no conoció pero que sin embargo ahí están.
Recordaré también el famoso verso final del canto V del Infierno: e caddi come
corpo morto cade. ¿Por qué retumba la caída? La caída retumba por la repetición
de la palabra “cae”.
Toda la Comedia está llena de felicidades de ese tipo. Pero lo que la mantiene es
el hecho de ser narrativa. Cuando yo era joven se despreciaba lo narrativo, se lo
llamaba anécdota y se olvidaba que la poesía empezó siendo narrativa, que en
las raíces de la poesía está la épica y la épica es el género poético primordial,
narrativo. En la épica está el tiempo, en la épica hay un antes, un mientras y un
después; todo eso está en la poesía.
Yo aconsejaría al lector el olvido de las discordias de los güelfos y gibelinos, el
olvido de la escolástica, incluso el olvido de las alusiones mitológicas y de los
versos de Virgilio que Dante repite, a veces mejorándolos, excelentes como son
en latín. Conviene, por lo menos al principio, atenerse al relato. Creo que nadie
puede dejar de hacerlo.
Entramos, pues, en el relato, y entramos de un modo casi mágico porque actual-
mente, cuando se cuenta algo sobrenatural, se trata de un escritor incrédulo que
se dirige a lectores incrédulos y tiene que preparar lo sobrenatural. Dante no
necesita eso: Nel mezzo del cammin di nostra vita / mi ritrovai per una selva oscura.
Es decir, a los treinta y cinco años “me encontré en mitad de una selva oscura”
que puede ser alegórica, pero en la cual creemos físicamente: a los treinta y cin-
co años, porque la Biblia aconseja la edad de setenta a los hombres prudentes. Se
entiende que después todo es yermo, “bleak”, como se llama en inglés, todo es ya
elhilodeariadna
tristeza, zozobra. De modo que, cuando Dante escribe nel mezzo del cammin di
nostra vita, no ejerce una vaga retórica: está diciéndonos exactamente la fecha de
la visión, la de los treinta y cinco años.
No creo que Dante fuera un visionario. Una visión es breve. Es imposible una
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visión tan larga como la de la Comedia. La visión fue voluntaria: debemos
abandonar nos a ella y leerla, con fe poética. Dijo Coleridge que la fe poética es
una voluntaria suspensión de la incredulidad. Si asistimos a una representa-
ción de teatro sabemos que en el escenario hay hombres disfrazados que repiten
las palabras de Shakespeare, de Ibsen o de Pirandello que les han puesto en la
boca. Pero nosotros aceptamos que esos hombres no son disfrazados; que ese
hombre disfrazado que monologa lentamente en las antesalas de la venganza
es realmente el príncipe de Dinamarca, Hamlet; nos abandonamos. En el ci-
nematógrafo es aún más curioso el procedimiento, porque estamos viendo no
ya al disfrazado sino fotografías de disfrazados y sin embargo creemos en ellos
mientras dura la proyección.
En el caso de Dante, todo es tan vívido que llegamos a suponer que creyó en su
otro mundo, de igual modo como bien pudo creer en la geografía geocéntrica o
en la astronomía geocéntrica y no en otras astronomías.
Conocemos profundamente a Dante por un hecho que fue señalado por Paul
Groussac: porque la Comedia está escrita en primera persona. No es un mero
artificio gramatical, no significa decir “vi” en lugar de “vieron” o de “fue”. Sig-
nifica algo más, significa que Dante es uno de los personajes de la Comedia.
Según Groussac, fue un rasgo nuevo. Recordemos que, antes de Dante, San
Agustín escribió sus Confesiones. Pero estas confesiones, precisamente por su
retórica espléndida, no están tan cerca de nosotros como lo está Dante, ya que la
espléndida retórica del africano se interpone entre lo que quiere decir y lo que
nosotros oímos.
El hecho de una retórica que se interpone es desgraciadamente frecuente. La
retórica debería ser un puente, un camino; a veces es una muralla, un obstáculo.
Lo cual se observa en escritores tan distintos como Séneca, Quevedo, Milton o
Lugones. En todos ellos las palabras se interponen entre ellos y nosotros.
A Dante lo conocemos de un modo más íntimo que sus contemporáneos. Casi
diríamos que lo conocemos como lo conoció Virgilio, que fue un sueño suyo. Sin
duda, más de lo que lo pudo conocer Beatriz Portinari; sin duda, más que nadie.
Él se coloca ahí y está en el centro de la acción. Todas las cosas no sólo son vistas
por él, sino que él toma parte. Esa parte no siempre está de acuerdo con lo que
describe y es lo que suele olvidarse.
Vemos a Dante aterrado por el Infierno; tiene que estar aterrado no porque
elhilodeariadna
fuera cobarde sino porque es necesario que esté aterrado para que creamos en
el Infierno. Dante está aterrado, siente miedo, opina sobre las cosas. Sabemos
lo que opina no por lo que dice sino por lo poético, por la entonación, por la
acentuación de su lenguaje.
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Tenemos el otro personaje. En verdad, en la Comedia hay tres, pero ahora hablaré
del segundo. Es Virgilio. Dante ha logrado que tengamos dos imágenes de Virgi-
lio: una, la imagen que nos deja la Eneida o que nos dejan las Geórgicas; la otra,
la imagen más íntima que nos deja la poesía, la piadosa poesía de Dante.
Uno de los temas de la literatura, como uno de los temas de la realidad, es la
amistad. Yo diría que la amistad es nuestra pasión argentina. Hay muchas amis-
tades en la literatura, que está tejida de amistades. Podemos evocar algunas.
¿Por qué no pensar en Quijote y Sancho, o en Alonso Quijano y Sancho, ya que
para Sancho “Alonso Quijano” es Alonso Quijano y sólo al fin llega a ser Don
Quijote? ¿Por qué no pensar en Fierro y Cruz, en nuestros dos gauchos que se
pierden en la frontera? ¿Por qué no pensar en el viejo tropero y en Fabio Cáceres?
La amistad es un tema común, pero generalmente los escritores suelen recurrir
al contraste de los dos amigos. He olvidado otros dos amigos ilustres, Kim y el
lama, que también ofrecen el contraste.
En el caso de Dante, el procedimiento es más delicado. No es exactamente un
contraste, aunque tenemos la actitud filial: Dante viene a ser un hijo de Virgilio y
al mismo tiempo es superior a Virgilio porque se cree salvado. Cree que merecerá
la gracia o que la ha merecido, ya que le ha sido dada la visión. En cambio, desde
el comienzo del Infierno sabe que Virgilio es un alma perdida, un réprobo; cuan-
do Virgilio le dice que no podrá acompañarlo más allá del Purgatorio, siente que
el latino será para siempre un habitante del terrible nobile castello donde están
las grandes sombras de los grandes muertos de la Antigüedad, los que por igno-
rancia invencible no alcanzaron la palabra de Cristo. En ese mismo momento,
Dante dice: Tu, duca; tu, signore; tu, maestro... Para cubrir ese momento, Dante lo
saluda con palabras magníficas y habla del largo estudio y del gran amor que le
han hecho buscar su volumen y siempre se mantiene esa relación entre los dos.
Esa figura esencialmente triste de Virgilio, que se sabe condenado a habitar para
siempre en el nobile castello lleno de la ausencia de Dios... En cambio, a Dante le
será permitido ver a Dios, le será permitido comprender el universo.
Tenemos, pues, esos dos personajes. Luego hay miles, centenares, una multitud de
personajes de los que se ha dicho que son episódicos. Yo diría que son eternos.
Una novela contemporánea requiere quinientas o seiscientas páginas para ha-
cernos conocer a alguien, si es que lo conocemos. A Dante le basta un solo mo-
mento. En ese momento el personaje está definido para siempre. Dante busca
elhilodeariadna
ellos acuden. Dante nos dice: Quali colombe dal disio chiamate. Estamos ante dos
réprobos y Dante los compara con dos palomas llamadas por el deseo, porque
la sensualidad tiene que estar también en lo esencial de la escena. Se acercan a
él y Francesca, que es la única que habla (Paolo no puede hacerlo), le agradece
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que los haya llamado y le dice estas palabras patéticas : Se fosse amico il Re dell’
universo / noi pregheremmo lui per la tua pace,”si fuese amigo el Rey del universo
(dice Rey del universo porque no puede decir Dios, ese nombre está vedado en
el Infierno y en el Purgatorio), le rogaríamos por tu paz”, ya que tú te apiadas de
nuestros males.
Francesca cuenta su historia y la cuenta dos veces. La primera la cuenta de un
modo reservado, pero insiste en que ella sigue estando enamorada de Paolo. El
arrepentimiento está vedado en el Infierno; ella sabe que ha pecado y sigue fiel a
su pecado, lo que le da una grandeza heroica. Sería terrible que se arrepintiera,
que se quejara de lo ocurrido. Francesca sabe que el castigo es justo, lo acepta y
sigue amando a Paolo.
Dante tiene una curiosidad. Amor condusse noi ad una morte: Paolo y Fran-
cesca han sido asesinados juntos. A Dante no le interesa el adulterio, no le
interesa el modo como fueron descubiertos ni ajusticiados: le interesa algo
más íntimo, y es saber cómo supieron que estaban enamorados, cómo se
enamoraron, cómo llegó el tiempo de los dulces suspiros. Hace la pregunta.
Apartándome de lo que estoy diciendo, quiero recordar una estrofa, quizá la
mejor estrofa de Leopoldo Lugones, inspirada sin duda en el canto V del Infier-
no. Es la primera cuarteta de “Alma venturosa”, uno de los sonetos de Las horas
doradas, de 1922:
Un poeta inferior hubiera dicho que el hombre siente una gran tristeza al des-
pedirse de la mujer, y hubiera dicho que se veían raramente. En cambio, aquí,
“cuando iba mi habitual adiós a darte” es un verso torpe, pero eso no importa;
porque decir “un habitual adiós” expresa que se veían frecuentemente, y luego
“fue una vaga congoja de dejarte / lo que me hizo saber que te quería”.
El tema es esencialmente el mismo del canto V: dos personas que descubren que
están enamoradas y que no lo sabían. Es lo que Dante quiere saber, y quiere que
le cuente cómo ocurrió. Ella le refiere que leían un día, para deleitarse, sobre
elhilodeariadna
Dios está más allá de todo juicio humano y para ayudarnos a comprenderlo se
sirve de dos ejemplos extraordinarios: el de la ballena y el del elefante. Busca
estos monstruos para significar que no son menos monstruosos para nosotros
que el Leviatán y el Behemot (cuyo nombre es plural y significa muchos anima-
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les en hebreo). Dios está más allá de todos los juicios humanos y así lo declara
Él mismo en el Libro de Job. Y los hombres se humillan ante Él porque se han
atrevido a juzgarlo, a justificarlo. No lo precisa. Dios está, como diría Nietzsche,
más allá del bien y del mal. Es otra categoría.
Sí Dante hubiera coincidido siempre con el Dios que imagina, se vería que es
un Dios falso, simplemente una réplica de Dante. En cambio, Dante tiene que
aceptar ese Dios, como tiene que aceptar que Beatriz no lo haya querido, que Flo-
rencia es infame, como tendrá que aceptar su destierro y su muerte en Ravena.
Tiene que aceptar el mal del mundo al mismo tiempo que tiene que adorar a ese
Dios que no entiende.
Hay un personaje que falta en la Comedia y que no podía estar porque hubie-
ra sido demasiado humano. Ese personaje es Jesús. No aparece en la Comedia
como aparece en los Evangelios: el humano Jesús de los Evangelios no puede ser
la Segunda Persona de la Trinidad que la Comedia exige.
Quiero llegar, por fin, al segundo episodio, que es para mí el más alto de la Co-
media. Se encuentra en el canto XXVI. Es el episodio de Ulises. Yo escribí una
vez un artículo titulado “El enigma de Ulises”. Lo publiqué, lo perdí después y
ahora voy a tratar de reconstruirlo. Creo que es el más enigmático de los episo-
dios de la Comedia y quizá el más intenso, salvo que es muy difícil, tratándose de
cumbres, saber cuál es la más alta y la Comedia está hecha de cumbres.
Si he elegido la Comedia para esta primera conferencia es porque soy un hombre
de letras y creo que el ápice de la literatura y de las literaturas es la Comedia. Eso
no implica que coincida con su teología ni que esté de acuerdo con sus mitolo-
gías. Tenemos la mitología cristiana y la pagana barajadas. No se trata de eso. Se
trata de que ningún libro me ha deparado emociones estéticas tan intensas. Y yo
soy un lector hedónico, lo repito; busco emoción en los libros.
La Comedia es un libro que todos debemos leer. No hacerlo es privarnos del
mejor don que la literatura puede darnos, es entregarnos a un extraño ascetis-
mo. ¿Por qué negarnos la felicidad de leer la Comedia? Además, no se trata de
una lectura difícil. Es difícil lo que está detrás de la lectura: las opiniones, las
discusiones; pero el libro es en sí un libro cristalino. Y está el personaje central,
Dante, que es quizá el personaje más vívido de la literatura y están los otros per-
sonajes. Pero vuelvo al episodio de Ulises.
Llegan a una hoya, creo que es la octava, la de los embaucadores. Hay, en princi-
elhilodeariadna
pio, un apóstrofe contra Florencia, de la que se dice que bate sus alas en el cielo
y en la tierra y que su nombre se dilata en el infierno. Después ven desde arriba
los muchos fuegos y adentro de los fuegos, de las llamas, las almas ocultas de los
embaucadores: ocultas, porque procedieron ocultando. Las llamas se mueven
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y Dante está por caerse. Lo sostiene Virgilio, la palabra de Virgilio. Se habla de
quienes están dentro de esas llamas y Virgilio menciona dos altos nombres: el de
Ulises y el de Diomedes. Están ahí porque fraguaron juntos la estratagema del
caballo de Troya que permitió a los griegos entrar en la ciudad sitiada.
Ahí están Ulises y Diomedes, y Dante quiere conocerlos. Le dice a Virgilio su de-
seo de hablar con estas dos ilustres sombras antiguas, con esos claros y grandes
héroes antiguos. Virgilio aprueba su deseo pero le pide que lo deje hablar a él, ya
que se trata de dos griegos soberbios. Es mejor que Dante no hable. Esto ha sido
explicado de diversos modos. Torcuato Tasso creía que Virgilio quiso hacerse
pasar por Homero. La sospecha es del todo absurda e indigna de Virgilio porque
Virgilio cantó a Ulises y a Diomedes y si Dante los conoció fue porque Virgilio
se los hizo conocer. Podemos olvidar las hipótesis de que Dante hubiera sido des-
preciado por ser descendiente de Eneas o por ser un bárbaro, despreciable para
los griegos. Virgilio, como Diomedes y Ulises, son un sueño de Dante. Dante
está soñándolos, pero los sueña con tal intensidad, de un modo tan vívido, que
puede pensar que esos sueños (que no tienen otra voz que la que les da, que no
tienen otra forma que la que él les presta) pueden despreciarlo, a él que no es
nadie, que no ha escrito aún su Comedia.
Dante ha entrado en el juego, como nosotros entramos: Dante también está em-
baucado por la Comedia. Piensa: éstos son claros héroes de la Antigüedad y yo
no soy nadie, un pobre hombre. ¿ Por qué van a hacer caso de lo que yo les diga?
Entonces Virgilio les pide que cuenten cómo murieron y habla la voz del invisi-
ble Ulises. Ulises no tiene rostro, está dentro de la llama.
Aquí llegamos a lo prodigioso, a una leyenda creada por Dante, una leyenda superior a
cuanto encierran la Odisea y la Eneida, o a cuanto encerrará ese otro libro en que apa-
rece Ulises y que se llama Sindibad del Mar (Simbad el Marino), de Las mil y una noches.
La leyenda le fue sugerida a Dante por varios hechos. Tenemos, ante todo, la
creencia de que la ciudad de Lisboa había sido fundada por Ulises y la creencia
en las Islas Bienaventuradas en el Atlántico. Los celtas creían haber poblado
el Atlántico de países fantásticos: por ejemplo, una isla surcada por un río que
cruza el firmamento y que está lleno de peces y de naves que no se vuelcan sobre
la tierra; por ejemplo, de una isla giratoria de fuego; por ejemplo, de una isla en
la que galgos de bronce persiguen a ciervos de plata. De todo esto debe de haber
tenido alguna noticia Dante; lo importante es qué hizo con estas leyendas. Ori-
elhilodeariadna
hacía ya muchos años, pero la historia es la misma. Salvo que Ahab no está
movido por ímpetu noble sino por deseo de venganza. En cambio, Ulises obra
como el más alto de los hombres. Ulises, además, invoca una razón justa, que
está relacionada con la inteligencia, y es castigado.
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¿A qué debe su carga trágica este episodio? Creo que hay una explicación, la
única valedera, y es ésta: Dante sintió que Ulises, de algún modo, era él. No sé si
lo sintió de un modo consciente y poco importa. En algún terceto de la Comedia
dice que a nadie le está permitido saber cuáles son los juicios de la Providencia.
No podemos adelantarnos al juicio de la Providencia, nadie puede saber quién
será condenado y quién salvado. Pero él había osado adelantarse, por modo poé-
tico, a ese juicio. Nos muestra condenados y nos muestra elegidos. Tenía que
saber que de hacer eso corría peligro; no podía ignorar que estaba anticipándose
a la indescifrable providencia de Dios.
Por eso el personaje de Ulises tiene la fuerza que tiene, porque Ulises es un
espejo de Dante, porque Dante sintió que acaso él merecería ese castigo. Es ver-
dad que él había escrito el poema, pero por sí o por no estaba infringiendo las
misteriosas leyes de la noche, de Dios, de la Divinidad.
He llegado al fin. Quiero solamente insistir sobre el hecho de que nadie tiene de-
recho a privarse de esa felicidad, la Comedia, de leerla de un modo ingenuo. Des-
pués vendrán los comentarios, el deseo de saber qué significa cada alusión mitoló-
gica, ver cómo Dante tomó un gran verso de Virgilio y acaso lo mejoró traducién-
dolo. Al principio debemos leer el libro con fe de niño, abandonarnos a él; después
nos acompañará hasta el fin. A mí me ha acompañado durante tantos años, y sé
que apenas lo abra mañana encontraré cosas que no he encontrado hasta ahora.
Sé que ese libro irá más allá de mi vigilia y de nuestras vigilias.
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