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Erendira

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LA PRINCESA PURÉPECHA

ERÉNDIRA
Jessica Paola Martínez José

Ilustraciones
Ana Cristina Espinosa Ramos
Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas

Lic. Adelfo Regino Montes


Director General del Instituto Nacional de los
Pueblos Indígenas

Mtra. Bertha Dimas Huacuz


Coordinadora General de Patrimonio
Cultural y Educación Indígena

Itzel Maritza García Licona


Directora de Comunicación Social
La princesa purépecha Eréndira

Jessica Paola Martínez José

Ilustraciones
Ana Cristina Espinosa Ramos

Corrección de estilo
Azalea Isabel Monterrubio Jiménez

Edición
Ana Cristina Espinosa Ramos

Coordinación
Norberto Zamora Pérez

México, 2021
Hoy somos un país, pero hace 500 años el territorio estaba
dividido en pueblos, cada uno llamado Señorío; con sistemas
de vida y gobiernos muy diferentes uno de otro. Hasta que un
día, desde el mar llegaron los españoles sobre sus barcos. Eran
ambiciosos, buscaban riqueza y poder. Hubo un choque de
culturas; ellos portaban el fuego en sus armas, traían consigo
enfermedades y animales que para nuestros ancestros eran
desconocidos. Los recién llegados conquistaron Tenochtitlán,
lo que les facilitó avanzar hacia los distintos Señoríos, como el
Purépecha, que hoy conocemos como el estado de Michoacán.

Esta es la historia de la princesa purépecha Eréndira; dueña de


sí, dispuesta a defender hasta el final lo suyo, llena de orgullo y
siempre sonriente.

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Nombres: Fray Martin: Religioso
católico español.
Erendira: Princesa
Purépecha. Nuño de Guzmán:
Guerrero español.
Tangáxoan /Cazonci:
Gobernante del territorio
purépecha, padre de Lugares:
Erendira.
Tzintzuntzan: Capital
Nanuma: Líder de los del territorio purépecha.
guerreros purépechas.
Charatanga: Templo
Hernan Cortés: dedicado a la Diosa de la
Conquistador español. luna.

Cristobal de Olid: Patzcuaro: Isla ubicada


Conquistador español. en territorio purépecha.

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La princesa Erendira se encon- No estaba dispuesta a ceder sus tie-
traba de pie junto al Cazonci, se rras, su tesoro tan fácilmente ante
distinguía por su tranquilidad en los extranjeros. Era un hecho que
medio del completo caos que ha- debía pelear, ese era su destino;
bía en la gran sala de palacio. Los pero su padre, el Cazonci, no pare-
mensajeros eran el centro de aten- cía estar dispuesto a ir a la guerra.
ción, traían terribles noticias: Los
mexicas habían sido derrotados. Cuando la reunión terminó Eren-
Nadie podía creerlo “La gran Te- dira caminaba con gracia a través
nochtitlan, la gran ciudad, el cen- de los pasillos, hacía calor, pero
tro de todo” había caído. Algunos el viento se filtraba a través de las
murmuraban sobre una posible ventanas. Ahí Nanuma, uno de los
trampa, ya que después de todo más prestigiosos guerreros, salió a
los mexicas y purépechas no eran su paso.
del todo amigos. Pero lo más alar-
mante no era eso; el conquistador — ¿Cómo te encuentras el día de
extranjero, Hernán Cortés, convo- hoy, princesa?
caba al gobernante purépecha a — Pensativa – respondió Erendi-
una audiencia. ¿Qué era lo que ha- ra con una sonrisa.
ría el Cazonci Tangáxoan? — ¿Qué ideas revolotean en esa
bella cabeza? – preguntó el joven.
El corazón de Erendira ardía de — En si estarías dispuesto a pelear
amor por su pueblo, adoraba reco- por nuestro pueblo – dijo Erendira
rrer las calles de Tzintzuntzan, con- con el semblante sereno. Nanu-
versar con las otras mujeres de la ma se estremeció ante la idea de
nobleza, adentrarse en el bosque... pelear contra los extranjeros.

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Él le había pedido al Cazonci en tu deber yo haré el sacrificio de
más de una ocasión que le otor- mi libertad convirtiéndome en tu
gara a Erendira como esposa, pero esposa. – dijo Erendira, que con un
ella siempre se había negado. Así ademan se retiró de la presencia
que para merecer su amor, se ha- de Nanuma.
bía convertido en líder del ejérci-
to purépecha. Lo que Nanuma no Erendira temía que su padre no
comprendía es que Erendira anhe- quisiera ir a la guerra. Ella bien sa-
laba ser libre. bía que el penacho de Tangáxoan
había lucido más en las fiestas que
— ¿Por qué siempre me tratas en el campo de batalla. En su opi-
con tanto desdén?, bien sabes que nión el Cazonci no sentía amor por
soy el hombre que más te ama en sus tierras, y eso le aterraba ¿Qué
el mundo – dijo Nanuma. significaba que un gobernante no
— Y tú sabes que yo nunca he co- amara a su pueblo? Aun así, ella
rrespondido a ese amor. creía que si peleaban podrían ob-
— Si no contraes matrimonio, tener la victoria, ya les habían ga-
tendrás que ser sacerdotisa de la nado a los mexicas en un par de
diosa, pero si me aceptas como ocasiones, los purépechas eran
tu compañero de vida yo seré tu fuertes. Ahora la prioridad era que
esclavo. los extranjeros no llegaran a Tzint-
— Nanuma, eres un combatien- zuntzan porque si eso pasaba todo
te, hay cosas más dignas para ti el pueblo sería sometido a la escla-
que ser esclavo de una mujer. vitud.
— ¿A qué te refieres? – preguntó
Nanuma con el orgullo herido. Erendira decidió entonces orga-
— Meditalo, joven guerrero, nizar una ceremonia, con el objeti-
cuando lo entiendas y cumplas vo de avivar los ánimos en el pueblo

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y que los guerreros se decidieran pueblo comenzó a asustarse, pero
a luchar, el Cazonci cedió a la pro- Erendira siempre calmada miró a
puesta para complacer a su hija. Nanuma y le dijo:

Fue así como todos se reunie-


ron en fiesta alrededor del templo — Hoy es esta bestia, mañana tú
de Charatanga, la diosa de la luna. deberás sacrificar a los extranje-
Erendira, siempre sonriente cami- ros para que nuestro pueblo pue-
naba por las calles de Tzintzuntzan da vivir, sólo entonces seré tu re-
escuchando a la gente murmurar; compensa.
decidió entonces hablar con los
nobles más jóvenes sobre cómo los Nanuma sintió miedo al ver una
extranjeros no eran más que niños sonrisa dibujarse en el rostro de
con suerte, los purépechas, como Erendira. Luego observó cómo la
el pueblo guerrero que eran, tenían bestia era sacrificada ante la Luna.
muchas posibilidades de derrotar-
los. Los nobles se encontraban per- Al terminar la ceremonia llegaron
plejos ante las palabras de Erendi- mensajeros purépechas con terri-
ra y comenzaban a avivar valentía bles mensajes; Cristóbal de Olid se
en su interior. acercaba a Tzintzuntzan y traía con
él una gran tropa. Erendira se acer-
Cuando la luna estaba alta llegó có al Cazonci y le dijo:
el momento del sacrificio. Erendira
observaba, a su lado se posicionó –Padre, reuniré un ejército, de-
Nanuma, ambos vieron con sus ojos fenderé a nuestro pueblo; sé que
oscuros y profundos cómo los sa- podemos triunfar.
cerdotes traían consigo a una bes-
tia que emitía sonidos terribles. El

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Erendira caminaba orgullosa pondía pidiéndole el laurel de la
mientras observaba cómo los gue- victoria; pero al ver la falta de deci-
rreros se preparaban para pelear. sión en Nanuma Erendira se acer-
Ellos confiaban en ella y la escu- có a él.
chaban con esperanza.
— ¿Sabes qué creo que les falta a
—Si los españoles se apropian tus guerreros?
de nuestro pueblo ¡No quedará — Dime, princesa. – respondió él.
nada! son ambiciosos, la codicia — Un capitán que los guíe a la
los carcome. Nosotros no tendre- victoria. – dijo ella, y mientras se
mos a dónde ir y miraremos im- alejaba con elegancia soltó una
ponentes cómo ellos gozan de lo estridente carcajada.
que nos pertenece. ¡Esta es nues-
tra tierra! ¡Esta es nuestra rique- Nanuma con el orgullo heri-
za! ¡Aquí están nuestros muertos! do decidió que era el momento
¡Aquí habita nuestra historia! de ir al encuentro de los extranje-
ros. Mientras el ejercito purépecha
Así fue como los jóvenes de Tzint- marchaba al campo de batalla los
zuntzan ardieron de valor y ansia- profundos ojos negros de Erendira
ron defender con sus vidas la tierra observaban esperanzados y a sus
que por derecho, era suya. oídos llegó la voz de Nanuma di-
Por otro lado, entre los guerreros, ciéndole:
Nanuma buscaba siempre disfru-
tar de la belleza de Erendira quien —Regresaré victorioso, y enton-
ya no lo trataba con desdén. Él le ces nos casaremos.
hacía promesas de amor, ella res-

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Los purépechas llegaron al En palacio la noticia de la derrota
campo de batalla donde ya los ya se había extendido. El Cazonci
esperaba Cristóbal de Olid junto decidió huir rumbo a Pátzcuaro
a su ejército. Nanuma al frente antes de que los extranjeros
dio la orden de ataque, todos llegaran a la ciudad victoriosos,
comenzaron a correr hacia el Erendira no quería irse, pero sabía
enemigo. Al llegar a su encuentro que por el momento era lo mejor.
Nanuma observó ahora con más
claridad las armas extranjeras, las Al salir del pueblo miró atrás,
bestias que ellos montaban y sintió con impotencia observó todo el
mucho miedo. lugar, ahora desierto, sus lágrimas
comenzaron a descender mientras
La promesa de amor a Erendira junto a las mujeres, niños y gue-
se desvaneció rápidamente de su rreros vencidos, abandonaba la
pensamiento. La poca valentía que que fue alguna vez su tierra para
habitaba en su interior, se escurrió así salvar su vida, no sin antes
como agua y sin motivación prometer que regresaría, ese no
alguna, temeroso por su vida trató era el final.
de huir del campo de batalla, sin
importarle lo que pasaría, si sus
guerreros se quedaban sin alguien
que los guiara; pero no lo logró y
Cristóbal de Olid lo capturó. Sin líder,
el ejército purépecha sucumbió
ante los enemigos, hubo pocos
sobrevivientes que regresaron
derrotados a Tzintzuntzan.

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Cristóbal de Olid castigó la cobar- – ¡Debemos resistir! Hay algo que
día de Nanuma. Ya que no había ellos nunca podrán arrebatarnos
mujeres en Tzintzuntzan; hizo que y eso es nuestra valentía. Nuestro
junto a los demás hombres purépe- hogar está donde estamos todos
chas prepararan de comer y sirvie- juntos. No tendrán nuestro someti-
sen al ejército español. Pero a lo le- miento. No les entregaremos nues-
jos en Tenochtitlan, Cortés, aunque tra vida, nuestra existencia.
estaba complacido con todo el oro y
piedras preciosas que Cristóbal de Y el pueblo, que guardaba un gran
Olid había saqueado, se encontraba cariño hacia la princesa; decidió se-
intranquilo porque el Cazonci puré- guirla a la batalla. Se situaron en
pecha seguía fuera de su control por lo alto esperando a que el ejército
lo que ordenó que se le capturara. pasara. Cuando lo vislumbraron co-
menzaron a tirarles flechas, palos y
Cristóbal de Olid reunió un ejército piedras. Mientras los guerreros que
donde muchos hombres purépe- habían sobrevivido peleaban por
chas, traicionando a su gente, decidie- segunda vez en lo bajo. Nanuma
ron unirse. Al mando de ellos estaba miró a lo alto, se encontró con los
Nanuma quien sería recompensado ojos de Eréndira que lo veían con
con una mujer purépecha tras su mi- desdén formando una sonrisa iró-
sión, así que se puso en marcha pen- nica; escuchó su risa y cuando miró
sando en Eréndira. En Pátzcuaro ya a su alrededor se dio cuenta de que
todos sabían sobre el nuevo ataque su ejército estaba siendo derrotado
que se acercaba, pese a esto, sin sen- bajo el liderazgo de Eréndira. Una
tirse derrotada aún, Eréndira reunió a vez más Nanuma huyó.
toda la gente de su pueblo y los incitó
a pelear.

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Los purépechas en Pátzcuaro se primera persona de toda la región,
encontraban felices con su victoria. que montó un caballo. Cuando
Además de todo habían capturado el animal veía a la joven princesa
un caballo. Ellos creían que los relinchaba de gusto; ambos se
caballos eran como deidades o adentraban en el bosque por
bestias que los españoles montaban horas, eran inseparables, hasta el
en batalla, por eso se disponían a punto en que Erendira adaptó una
sacrificarlo en agradecimiento a habitación de su hogar sólo para
los dioses por no abandonarlos. que el animal durmiera dentro.
Pero Erendira solicitó a su pueblo
que se lo otorgaran como regalo a Tras un tiempo de paz, una
ella. Los purépechas incapaces de noche en que la luna se ocultaba;
negarle nada a la valiente princesa, la oscuridad dio oportunidad a
cedieron y se lo dieron como regalo. Nanuma de emboscar el hogar
de Erendira. Si ella no quiso ser
Aprendió a domar al blanco su esposa ahora la tomaría por
animal, lo alimentaba con sumo esclava. De la casa salió primero
cariño y después de un tiempo Tangáxoan, seguido de sus
éste permitió que ella lo montara. esposas que lloraban. El Cazonci
Los purépechas veían a Erendira lo observaba fijamente a Nanuma
dominar a la bestia, así fue cómo quien con un gesto ordenó a sus
ella les demostró que no era un hombres tomarlo prisionero.
dios, solo un animal que ellos
desconocían. De la casa a toda velocidad salió
Erendira montada en su caballo
Era una imagen bellísima; blanco, con el cabello largo y negro
causaba especial placer ver a la ondeando al viento se desvaneció
morena princesa cabalgar en en la profundidad de la noche
el blanco corcel. Erendira fue la logrando huir de Nanuma.

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Sin Erendira en Pátzcuaro para Cortés aceptó complacido. El
liderarlos; el gobernante decidió Cazonci, como muestra de su
rendirse. Fue llevado ante Cortés buena voluntad fue bautizado con
quien le mostró las ruinas de la el nuevo nombre de Francisco. De
gran Tenochtitlán como última regreso a Tzintzuntzan lo siguió fray
advertencia. El Cazonci podría Martín, que emprendió el camino
seguir gobernando al pueblo a pie junto al resto de los hombres.
purépecha, con la diferencia de
que ahora el extranjero lo tendría Apenas llegaron al pueblo
bajo su yugo. después de nueve días, lo primero
que hizo el fraile fue quemar a
Después de que el Cazonci vio los dioses, despojando al pueblo
las ruinas cedió ante el capricho de sus creencias. Fue entonces
del conquistador pero le pidió que que Erendira, orgullosa apareció
en su regreso mandara con él a un montada en su blanco corcel.
Fraile, esto como una estrategia; ya
que en la capital Tangáxoan notó —¡Purépechas! —exclamó con
que los españoles se doblegaban acento poderoso. — Antes vimos
ante los Frailes pidiendo perdón a los invasores que vinieron a
por sus pecados y que éstos eran arrebatarnos nuestros tesoros
menos crueles que los guerreros. y nuestras tierras; hoy miramos
El gobernante creyó que con el a estos hombres que llegan
fraile en Tzintzuntzan el pueblo a destruir nuestros dioses, a
tendría paz y no sería esclavizado imponernos una religión extraña.
severamente como había sucedido ¿En dónde quedarán nuestros
en Tenochtitlán. nombres, nuestra historia?

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Fray Martín la miró detenidamen- Así que Nuño de Guzmán conde-
te y ante la sorpresa de Erendira se nó a Cazonci. Lo arrastró en un ca-
arrodilló para orar mientras la prin- ballo y lo sentenció a la hoguera.
cesa cabalgaba de vuelta al bos-
que. El fuego guerrero de Erendira aún
ardía en ella, una llama así es im-
Los días posteriores a ese encuen- posible de apagar. Cuando llegó a
tro, transcurrieron en una extraña ella la noticia de que su padre ha-
paz. El pueblo purépecha se en- bía muerto, lideró un nuevo levan-
contraba cansado del mal trato que tamiento; una resistencia.
Cristóbal de Olid les había dado, y
con la presencia de fray Martin sin- Sabía que una nueva era había
tieron que todo comenzaba a cal- empezado para el pueblo purépe-
marse, él se convirtió en autoridad cha y montada en su caballo blan-
en la región, iba y venía evangeli- co; se adentró en la profundidad
zando y bautizando a los habitan- del bosque donde oculta junto a
tes. su gente siempre se resistió ante
el yugo español.
Pero el fraile sospechaba que el
Cazonci aún conservaba su anti-
gua religión a pesar de haber sido
bautizado, así que llamó a Nuño
de Guzmán, un guerrero español
que era famoso por su crueldad,
quien sospechaba también que
Tangáxoan (ahora Francisco) ocul-
taba la existencia de otros pobla-
dos purépechas y tesoros.

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México, 2021

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