Hostigados
Hostigados
Hostigados
FINANCIADO
POR LA
UNIÓN
EUROPEA
Fotos de Nahuel Alfonso
Las imágenes fueron tomadas en los barrios Villa 1-11-14, Villa 15- Ciudad Oculta
y Villa 20 Lugano, en la ciudad de Buenos Aires, durante 2015 y 2016.
02 Fotos
por Nahuel Alfonso
93 Bibliografía
96 Sobre esta publicación
1
Desigualdad y
violencia policial
-
Las relaciones entre policías y jóvenes
como un problema
-
012
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
1. Desigualdad
y violencia policial
Prefectos que detienen a dos jóvenes, amenazan con tirarlos al Riachuelo y los so-
meten a un simulacro de fusilamiento. Gendarmes que, ametralladora en mano, or-
denan a los adolescentes que después de las diez de la noche se recluyan en sus
casas. Policías chaqueños que no dejan salir a una comunidad Qom de su propio
barrio. Un pedido de documentos en Córdoba que siguió con robos y golpes a un
joven que terminó preso. Policías santafesinos acusados de desaparecer a tres jó-
venes cuyos cuerpos fueron encontrados flotando en las aguas del río Paraná. Un
suicidio en una comisaría mendocina después de una detención policial. Policías
bonaerenses que tienen fotos de chicos en sus celulares y tablets, los extorsionan,
los obligan a subirse a patrulleros sin identificación y les arman causas penales.
El foco principal del hostigamiento son los jóvenes varones pobres. También hay
algunas formas específicas que victimizan a mujeres jóvenes. Y existen casos de
hostigamiento a personas adultas y hasta a familias enteras.
Por las características de estas prácticas y las relaciones que las posibilitan, el
registro sistemático del hostigamiento policial es dificultoso. Es casi imposible
mostrar la magnitud del fenómeno a partir de indicadores cuantitativos directos.
Por eso, se vuelve imprescindible recurrir a instrumentos cualitativos. Esta publi-
cación toma como punto de partida el trabajo de campo realizado por los equi-
pos de investigación de los organismos mencionados en Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (CABA), conurbano bonaerense, La Plata, Mar del Plata, Rosario,
Mendoza y Resistencia (Chaco).
150 mil
Operativos de personas fueron
control poblacional interceptadas
Durante tres meses
en Capital Federal
y conurbano 450
sólo 450 personas
resultaron detenidas
(0,3%)
cumplir otro papel ligado, en el mejor de los casos, al control poblacional. Se trata
de la manifestación de un modo de pensar las políticas de seguridad que se foca-
liza en el control en los barrios y territorios que habitan las clases populares. Así,
se toman medidas que no afectan las dinámicas estructurales de los fenómenos
delictivos que se dice perseguir pero que sí funcionan como modo de gobierno
de los sectores populares mediante el empleo de las fuerzas federales y locales.
El hostigamiento policial debe ser pensado en las fronteras porosas entre lo legal
y lo ilegal, lo formal y lo informal. La violencia y el hostigamiento resultan de la
arbitrariedad en el ejercicio del poder policial; esto supone la puesta en juego de
normas, disposiciones y prácticas que no siempre son ilegales en sí mismas pero
que se utilizan de manera discriminatoria, abusiva y extorsiva.
1. “En tres meses hubo 450 detenciones”, diario La Nación, 21 de agosto de 2016. http://www.lanacion.
com.ar/1930157-en-tres-meses-hubo-450-detenciones
016
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
7.458
Detenciones por averiguación de
identidad realizadas entre 2012 y 2014
en la ciudad de Buenos Aires
2%
derivó en una causa penal
98%
de las personas fueron liberadas sin
que se les iniciara una causa
018
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Este panorama se agrava, aún más, con decisiones recientes que afectan de ma-
nera negativa la vigencia de derechos en el ámbito de la Ciudad de Buenos Ai-
res. Por un lado, el fallo Vera de diciembre de 2015, donde el Tribunal Superior
de Justicia de la ciudad habilitó a la policía a detener sin orden judicial sin más
motivo que la averiguación de identidad bajo supuestas facultades implícitas; es
decir, por fuera de cualquier norma
que explícitamente le otorgue esas fa-
cultades y sin límites o controles como
los de la ley 23.950 que regula la de-
Sin embargo, el tención por averiguación de identidad.
Los jueces que fallaron en este sentido
hostigamiento omitieron analizar los estándares fija-
policial es un dos por la Corte IDH y las obligacio-
problema que no es nes asumidas por el Estado Argentino
percibido como tal en el caso Bulacio vs. Argentina . De
hecho, omitieron por completo la exis-
por las autoridades.
tencia del Sistema Interamericano de
Derechos Humanos y las obligaciones
del Estado argentino. Por otra parte, el
Protocolo de actuación para la realización de allanamientos y requisas personales
del Ministerio de Seguridad de la Nación habilitó, en contradicción con el Código
Procesal Penal de la Nación, a las fuerzas de seguridad a detener y realizar requi-
sas sin orden judicial a partir del olfato policial y de información anónima.
Uno de los fenómenos que se reitera, y de manera más extendida en los barrios
pobres, son las interceptaciones policiales, las demoras y las detenciones sin or-
den judicial en las que no hay una situación de delito flagrante. A pesar de ocurrir
en las calles, a cualquier hora y a la vista de todos, la gran mayoría se vuelven
invisibles porque quedan por fuera de todo registro. Solo se pueden reconstruir a
partir de los relatos de quienes son víctimas y de otros actores que forman parte
de la trama barrial.
021
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Las detenciones por averiguación de identidad son una herramienta legal que
habilita la discrecionalidad del poder policial: en la práctica, los efectivos de las
distintas fuerzas usan el pedido de documentos para actualizar la relación de
poder, iniciar requisas, regular o prohibir hábitos. El uso discrecional y discrimi-
natorio de las detenciones por averiguación de identidad configura una forma de
hostigamiento que puede recaer sobre
cualquier joven en esos barrios y que
además abre la puerta a otras formas
de abuso policial. Entre 2013 y 2014,
Las detenciones por el Observatorio de Políticas de Segu-
averiguación de identidad ridad de la provincia de Buenos Aires
son una herramienta entrevistó a 600 jóvenes de entre 14 y
Esta encuesta evidencia, también, los sesgos de clase del hostigamiento policial:
los jóvenes de los sectores más pobres respondieron haber sido detenidos más
veces, con mayor intensidad e invasión de su privacidad y fueron golpeados insul-
tados y extorsionados con mayor frecuencia que aquellos de los sectores medios.
En las villas y barriadas del sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un modo
frecuente de realizar las interceptaciones son los controles vehiculares recurren-
tes que llevan adelante Prefectura y Gendarmería Nacional. Los agentes obligan a
los jóvenes a bajar del vehículo, les piden documentos, los hacen parar contra la
pared, los requisan y sacan fotos de sus pertenencias. Si a estas irregularidades
se suman los empujones y maltratos, el procedimiento, al final, nada se asemeja a
un mero control vehicular. Para algunos el control viene acompañado de un “pea-
je” obligatorio. Un chico que trabaja como delivery en una villa porteña contó que
cada vez que lo paraban tenía que entregar sus propinas diarias.
“Con la experiencia uno se da cuenta, como miran, como caminan, vos te das
cuenta”, contó un policía de la provincia de Chaco al referirse a esta supuesta
023
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
habilidad. Un ex comisario mendocino coincidió: “el 80% de los delitos son co-
metidos por personas que pueden identificarse por determinadas características
en la forma de vestir. Por ejemplo: gorra, zapatillas deportivas. En los autos en los
que se desplazan: autos modificados, con vidrios polarizados”.
El mismo policía platense explicó paso a paso el procedimiento que empieza con
un pedido de documentos y termina en una detención sin orden judicial: “Por ahí,
sirena, se frena la moto, se identifica, papeles, documento, se tira caja. Caja es
modular y pasar los datos por radio. Si tiene antecedentes salta ahí, se baja a de-
pendencia y se pide la plana del por qué tiene pedido de antecedentes”.
024
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Córdoba
fin de semana de razzia
1 “Cuando preguntaba por qué estaba preso, me hacían callar con un chirlo”, Archivo Infojus
Noticias, 4 de mayo de 2015.
025
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Mendoza
detenciones y razzias
Chaco
hostigamiento a militantes de movimientos
sociales y comunidades indígenas
Por otra parte, estas comunidades sufren una casi prohibición de salir
del barrio. Los habitantes de Cacique Pelayo contaron que cuando salen
los policías les piden documentación y los amenazan con detenerlos. La
práctica se hizo tan habitual y extendida que los jóvenes no quieren salir
del barrio para no tener problemas con la policía.
La prohibición de hábitos
Reunirse con otros en una esquina, estar en la calle en determinados horarios,
usar gorra o capucha, jugar ciertos juegos está prohibido, de manera arbitraria,
en algunos barrios. Las fuerzas de seguridad decidieron la proscripción de ciertas
costumbres de los jóvenes, aun cuando no son delitos ni contravenciones.
Para los jóvenes, la esquina del barrio representa un espacio de encuentro, donde
se producen y reproducen los vínculos entre ellos. Sin embargo, para algunos ve-
cinos estas juntas son uno de los aspectos que crean las condiciones para que el
delito se produzca. En palabras de un vecino: “los pibes no se pueden juntar más
desde que está Prefectura”.
Por otra parte, existe un ensañamiento particular con la ropa que suelen usar
los jóvenes. Gorras, mochilas, capuchas o zapatillas, en ciertas ocasiones,
están prohibidas.
Regulación de ilegalismos
Para los policías, ciertas irregularidades se convierten en una oportunidad para la
extorsión. Ocurre con el consumo de marihuana en espacios públicos o con los
pedidos reiterados de papeles vehiculares, especialmente en el caso de las mo-
tos. En muchas situaciones los jóvenes no tienen la documentación por diversos
motivos. Puede ser que sean motos prestadas, robadas o adquiridas de manera
informal. O bien no cuentan con el seguro, o los jóvenes circulan sin casco. Estas
irregularidades habilitan la interceptación policial, que en la mayoría de los casos
no se convierte en una detención y no queda registrada.
Las irregularidades son también la excusa para ejercer otras formas de abuso
policial. Como en el caso de Kevin, un joven de 17 años de un barrio del noroeste
del Gran Buenos Aires. El viernes 4 de noviembre de 2015 Kevin fue con su moto
hasta una carnicería a 15 cuadras de su casa. La moto había sido comprada por
su hermana mayor a través de Facebook. Tenía los papeles en regla pero no había
hecho aún el cambio de titularidad. En el camino a la carnicería, un móvil de la
Policía Bonaerense se le tiró encima para interceptarlo. Bajaron dos efectivos: un
varón y una mujer. El chico los conocía del barrio. Le pidieron que se apoyara en
el patrullero con las manos hacia atrás. Kevin obedeció. Una vecina, que observó
la situación le avisó a la madre del joven que se acercó hasta el lugar. Una vez
allí les preguntó a los policías qué sucedía y éstos le respondieron que “estaban
averiguando los números de la moto”. Como los policías decían que no se podían
ver los números, la madre de Kevin se ofreció a ir a buscar los papeles a su casa.
Cuando volvió, el móvil ya se había llevado a su hijo. La mujer fue hasta la comi-
saría y ahí no sabían nada del chico, que llegó varias horas después. Contó que lo
detuvieron y lo “pasearon” en el móvil policial por el barrio para exponerlo a la mi-
rada de todos. Mientras tanto, lo verdugueaban. Una vez en la comisaría, comen-
zaron a sacarle fotos. No le explicaron para qué eran, ni si lo acusaban de algún
hecho. Le preguntaron sus datos, le pidieron que respondiera “sin mirarlos”. Cada
tanto, “cuando anotaban cosas”, lo hacían salir de la sala y esperar en un rincón
que está al lado de las celdas. Cuando por fin lo liberaron, retuvieron su moto por-
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CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
que, según le dijeron, necesitaban “hacerle una pericia”. Le dijeron a la madre del
joven que podría pasar a retirarla en dos días pero cuando fue, la supuesta pericia
se había demorado dos días más. A pesar de que la moto no estaba involucrada
en ningún hecho y tenía los papeles en regla, nunca se la devolvieron.
Provocaciones y desafíos
El verdugueo
Negro de mierda, pelotudo, hijo de puta: existe un amplio repertorio de insultos,
burlas y humillaciones a través de los cuales los efectivos de las fuerzas de se-
guridad se dirigen a los jóvenes. El nombre popular que se le da a esta variante
de hostigamiento es “verdugueo”. Se trata de una forma abusiva instalada que no
trasciende ni da lugar a denuncias. Es parte de las interacciones diarias y se ob-
serva en distintas escalas de violencia policial. Puede limitarse a la violencia ver-
bal, pero en otras ocasiones escala hasta transformarse en amenazas o violencia
física, con distintos niveles de gravedad.
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CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Los jóvenes también relataron situaciones de destrucción y/o robo de las perte-
nencias personales en el marco de interceptaciones. “Me revisaron, me pegaron
y me sacaron las cosas. Me sacaron la plata, el teléfono y los cigarros, se los
llevaron. Lo sacaron ellos, lo pusieron ahí y me dijeron ‘andate’. Me tuve que ir
y se quedaron con las cosas. ‘¿Y mis cosas?’ le digo. ‘Son mías ahora’”, dijo un
adolescente bonaerense.
Estas prácticas violentas son aplicadas, por ejemplo, a los jóvenes que con-
sumen marihuana. Las víctimas contaron que los obligan a “tragar la pipa o el
porro”. En otros casos dijeron que los efectivos de seguridad les rompen o roban
los elementos necesarios para fumar. Por ejemplo, los papeles para armar un
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CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
cigarro. Cuando se trata de pequeñas cantidades de drogas, los agentes las sus-
traen sin llevar adelante el operativo correspondiente. No siguen ningún protoco-
lo formal. Entonces, los jóvenes creen que “se lo fuman ellos” ya que en ningún
lado queda asentado qué cantidad de droga se secuestró, a quién, dónde y en el
marco de qué operativo.
Violencia sexual
Chaco
más de mil denuncias en menos de un año
denuncias recibidas por la Secretaría de DDHH, Provincia de Chaco
enero 2015 - mayo 2016
3% 11%
derecho a la vivienda niños/as en riesgo
8%
violencia de género 18%
abusos asesoramiento / otros
bulling
4%
8% desalojos
persecución
laboral
4% 35%
hostigamiento comisarías apremios
policial
2%
discriminación
2% 5%
atención médica a detenidos
traslados
Naturalización
de las injusticias
Ante un hecho de hostigamiento, las víctimas y quienes las rodean muchas ve-
ces deciden no denunciar o visibilizar en base a experiencias anteriores ligadas al
miedo, a las represalias o simplemente a la falta de respuesta desde las agencias
estatales, incluso las judiciales. En ese sentido, hay una serie de situaciones que
no llegan a tomarse como “casos” y, así, quedan invisibilizadas.
Violencia institucional
y falta de acceso a la salud
A Elías lo balearon durante una detención por averiguación de identidad
en la Villa 21-24 de Barracas en 2014. Uno de los policías que lo detuvo
para pedirle documentos disparó su arma cuando el amigo de Elías salió
corriendo. En ese momento, tenía 25 años. Los disparos le perforaron la
vejiga y el intestino. Desde entonces depende de una bolsita sanitaria.
Nunca hizo la denuncia por lo que pasó. Cree que es parte de los riesgos
con los que puede convivir.
Meses después de ese episodio, en abril de 2015, Elías estaba en la
puerta de su casa cuando desde una camioneta de la Prefectura le
preguntaron si había visto pasar a una moto. Él respondió que sí y señaló
la dirección hacia donde se había ido el vehículo. Al rato, el móvil volvió
para detenerlo como sospechoso del robo de esa moto.
Lo detuvieron bajo la figura de averiguación de antecedentes: pasó cuatro
días preso en la comisaría 32. Durante la detención ilegal, lo golpearon. Fue
trasladado a la Alcaldía para exponer en sede judicial. Después, lo liberaron en el
barrio de Lugano a las 3 de la mañana. Tuvo que volver a su casa caminando, de
madrugada y con frío en una distancia de más de diez kilómetros.
Elías y sus familiares contaron el caso recién cuando fueron hasta la
sede del Programa ATAJO del Ministerio Público Fiscal que funciona en
el barrio. Buscaban asistencia para pedir las bolsas de colostomía que
el joven necesita por las heridas de la balacera. Como no tienen dinero
para comprarlas, el joven estaba usando unas bolsas de residuos y, por
eso, sufría de infecciones.
Hasta ese momento ni Elías ni su familia habían contado a un actor
institucional las violencias sufridas. Sólo y recién a partir de esta demanda de
asistencia en asuntos de salud es que la trama institucional pudo tomar nota
de los hechos y comenzar a gestionar diversas formas de intervención.
El caso de Elías ilustra las diversas violencias a las que está expuesto
un joven en una villa. Todas violencias que refieren a diferentes
responsabilidades del Estado: la violencia policial, la falta de recursos
hospitalarios y la desarticulación de las agencias del Estado en el territorio.
3
Prácticas extorsivas,
amenazas y armado
de causas
-
Violencia, extorsión y robos durante
las investigaciones policiales
Inteligencia ilegal
Las causas armadas
-
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CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
3. Prácticas extorsivas,
amenazas y armado de causas
Rosario
Castigo sin proceso judicial
Lucas vive en la periferia de Rosario. En la entrevista para esta
investigación, tenía la cara hinchada y vendas en la frente. Él dijo que
había tenido un accidente con la moto. Después, ante la insistencia de
los investigadores, contó que detrás de esas marcas habían estado los
puños de los gendarmes. Fue en junio de 2014, tras el desembarco y la
ocupación territorial de esta fuerza nacional en la ciudad santafesina.
Lucas contó que estaba con un amigo en un descampado en el fondo
del barrio e intentaron robarle una bicicleta a un hombre. De repente
aparecieron cuatro gendarmes. Su amigo logró esconderse y escapar,
mientras tanto los efectivos lo obligaron a él a devolver la bicicleta
robada. Después de eso vinieron golpes con la cachiporra y culatazos
en la cara y en todo el cuerpo. El amigo de Lucas logró avisarle a la
familia. Cuando una tía llegó, los agentes estaban limpiándole la sangre
de la cara y le dijeron que el chico se había caído. En un momento se
desmayó y perdió el conocimiento, por lo que no se acuerda nada más.
Según le contaron sus familiares, los gendarmes llevaron a Lucas hasta
su casa y luego sus tíos lo trasladaron en un remis al hospital. En el
hospital dijeron que había tenido un accidente en moto.
Axel tenía 22 años y vivía en el barrio Villa La Rana, en San Martín. Una tarde de
marzo de 2014 iba en auto cuando se cruzó con dos conocidos que le pidieron
que los acercara hasta la estación Florida para tomar el tren. Axel accedió y a los
pocos metros, los frenaron agentes en un móvil policial que decidieron llevarlos a
la comisaría 2° de Villa Ballester por “averiguación de antecedentes”. Cuando la
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CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Ángel Daniel Verón tenía 43 años al momento de su muerte. Antes había sido
detenido 23 veces en un lapso de dos años. Era un campesino dedicado a la
cría de chanchos que había sido desalojado junto con su esposa y sus diez hijos.
Por su situación habitacional, Ángel recorrió reparticiones del Estado sin obtener
respuesta, hasta que decidió armar una carpa al frente de la casa de gobierno
provincial. A partir de ahí se convirtió en un referente social y se unieron a él va-
rias familias. Así se conformó una agrupación dentro de la multisectorial (MTD)
llamada “No al Desalojo”. El 24 de septiembre del 2015, esta agrupación hizo un
corte parcial en la ruta nacional 11. Pasadas las 18 horas llegó al lugar personal
policial de la comisaría cuarta, la División de Infantería y el Cuerpo de Operacio-
nes Especiales (COE). Estaban dispuestos a reprimir la protesta. Ante la presen-
cia policial, la agrupación decidió replegarse y volver a sus viviendas. Pero los
policías comenzaron a perseguirlos. En ese contexto, detuvieron a Ángel junto a
su hermano Rogelio. Distintos testigos contaron que fueron arrastrados hasta un
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CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
camión policial, golpeados con patadas y palos. La familia perdió contacto con
los dos hermanos hasta que al día siguiente hicieron una presentación judicial y
les informaron que Ángel estaba hospitalizado en Resistencia. Cuando su esposa
fue a verlo, lo encontró esposado a la camilla en estado de coma inducido. Le
dijeron que había llegado “con las tripas afuera” producto de una grave herida en
el abdomen. El 19 de octubre, casi un mes después de la represión, Ángel mu-
rió. Las versiones oficiales apuntaban a “causas naturales” porque el certificado
de defunción emitido por el hospital Perrando habló de una “enfermedad” como
causal de fallecimiento. Cuando se exhumó el cuerpo, se supo que Ángel murió
por los golpes que recibió al momento y durante su detención. Tenía una herida
quirúrgica preexistente, que se agravó por efecto de la golpiza.
— No sé
vista del público listas con nombres de jóvenes y las fechas de sus cumpleaños.
En Rosario, dos jóvenes narraron cómo los agentes los amenazaban: cuando
cumplieran la mayoría de edad los iban a buscar para responsabilizarlos de un
delito. Ante esas amenazas, para dejar a su familia tranquila se presentaron de
manera espontánea en Tribunales. Como eran punibles porque tenían más de 16
años, el juez de menores dispuso que se los alojara en un instituto de detención
cerrado. Los jóvenes pasaron, primero, por la Comisaría 2da de Rosario donde
los golpearon y humillaron. A las pocas horas fueron trasladados al instituto y la
revisión médica se hizo ante personal penitenciario con funciones de seguridad
en el instituto y por el personal policial que realizó el traslado.
Los Láinez tenían cinco hijos: Martín, Diego, Juan, Francisco y Ariel. En un
lapso de cinco años uno murió, dos están detenidos en cárceles y otros
dos cumplen prisión domiciliaria con graves secuelas físicas a causa de
balas policiales.
Inteligencia ilegal
En la calle o en sus casas, aunque los jóvenes no lo sepan los policías les toman
fotos, de manera secreta, que muchas veces exhiben en las comisarías a la vista
de todos. En otras ocasiones los fotografían durante detenciones que no quedan
registradas. En todos los casos: lo hacen sin orden y control judicial. Esta infor-
mación recolectada ilegalmente por los efectivos policiales bajo el supuesto de la
investigación y esclarecimiento de delitos puede ser utilizada para ese fin, pero
también para producir pruebas falsas y desviar investigaciones o simplemente
para amenazar o extorsionar a jóvenes.
Esta práctica tiene una historia antigua. Parece ser un remedo deslucido de la vie-
ja tradición de cuño peligrosista que la Policía adaptó con la “vuelta al mundo” y
la “galería de ladrones”, a fines del siglo XIX, en las que se exhibía a los detenidos
en todas las comisarías de la Ciudad y también se los fotografiaba (“escrachaba”,
se decía por entonces en lunfardo). Una tradición que se vio revisitada en la zona
norte del Gran Buenos Aires en los primeros años 2000. La investigación por el
crimen de Guillermo “Nuni’” Ríos permitió conocer que un grupo de policías y ex
policías ligados a una comisaría de Don Torcuato y a una agencia de seguridad
privada llevaban un cuaderno con fotos y datos de jóvenes detenidos o demora-
dos y golpeados en más de una ocasión, e incluso algunos de ellos muertos en
falsos enfrentamientos.
En Morón, por ejemplo, los jóvenes contaron que cuando son demorados y tras-
ladados a dependencias policiales, les toman fotos, en particular de los tatuajes,
pero no queda ningún registro de todo es ese movimiento.
050
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Al mismo tiempo, hoy es común que los policías usen como prueba imágenes
que los propios jóvenes suben a redes sociales como Facebook. Lo hacen de
manera ilegal para producir reconocimientos o identificaciones por fuera del
procedimiento. Hubo casos en los que funcionarios judiciales convalidaron el
uso de estas imágenes.
En los últimos años aumentó la cantidad de denuncias y consultas por este tipo
de casos. Cuando la policía “arma causas”, los familiares y vecinos perciben el
hecho como una arbitrariedad insoportable y rompen con cierta naturalización de
la injusticia que existe en estos barrios. Este tipo de abusos se denuncia y visibili-
za más que otros que son tanto o más graves.
Condenado a perpetua
por una causa armada
Antonio tenía 18 años y vivía en Villa Palito, La Matanza. Para 2013,
Antonio consumía paco y, junto a otros jóvenes, eran “conocidos” por
el jefe de calle de la comisaría 1° de San Justo. Había sido detenido y
verdugueado por ese policía.
Entre 2008 y 2009, distintos casos emergieron para dar cuenta del problema. El
defensor penal juvenil de La Plata, Julián Axat, y el juez Luis Arias denunciaron
que niños y adolescentes eran usados por organizaciones criminales que incluían
a efectivos de la Policía Bonaerense.
Otra denuncia que puso en evidencia este mecanismo fue iniciada en 2009 por el
propio ministro de Seguridad de la provincia, el actual fiscal federal Carlos Stor-
nelli. Allí se indicó que jóvenes de La Matanza y Lomas de Zamora habrían sido
reclutados por la policía para cometer actos delictivos. También en esa causa hay
una denuncia correspondiente al partido de San Isidro, que tiene un nivel mayor
de detalle. En marzo de 2010 un joven denunció ante la Auditoría de Asuntos In-
ternos que lo detuvieron sin motivo, le retuvieron el vehículo y lo alojaron siete ho-
ras en la comisaría 9° de San Isidro, en la localidad de Boulogne. El mismo joven
había sido detenido por hurto dos meses antes por la misma dependencia. Los
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CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
propios policías le sugirieron que se contactara con un tal Pedro Avio para poder
recuperar el auto. Primero, Avio le pidió dinero a cambio, pero luego comenzó a
ofrecerle “unos trabajos”. El hombre se encargaría de que “le liberen la zona”. Ante
la denuncia realizada por el joven, Asuntos Internos se constituyó en la dependen-
cia policial. Allí verificaron que en ningún registro figuraba el secuestro del auto del
joven, sin embargo el vehículo estaba en la comisaría, sin faja de seguridad ni ele-
mento alguno que lo señalara como vehículo secuestrado. El comisario dijo que el
auto había participado “de una infracción de tránsito”. El joven tuvo que mudarse
porque después de su denuncia vió al jefe de calle de la comisaría de Boulogne
merodeando tres veces en un mismo día en su auto particular. Avio fue identifica-
do como un policía retirado que “actualmente es informante de la policía”.
Muchas veces estos policías aparecen asociados a la figura del “jefe de calle”,
aunque no siempre cumplen este rol. Para los distintos actores barriales el jefe
de calle es el encargado de manejar la recaudación ilegal que todas las comi-
sarías centralizan y también es el mediador principal con el mundo del delito
y de los informantes. “Mitad policía, mitad chorro”, lo describió un empleado
municipal de Morón.
El Siberiano llegó a los diarios en mayo de 2015 cuando una investigación judicial
desbarató a una banda de policías de la localidad de Munro que extorsionaba
comerciantes y protegía la venta de drogas en la zona. Las notas periodísticas se
hicieron eco de que el principal detenido, jefe de calle de la comisaría de Munro,
tenía como socio a un tal Siberiano. “Un policía que tiene los ojos claros” y que
“apretaba a los pibes que andaban robando y regulaban la venta de drogas en
distintos barrios, como la Villa Melo”1 lo describió la cobertura mediática. En los
barrios por los que pasó se lo acusa de distintos crímenes graves: el asesinato a
patadas de un joven de la Villa Melo, la muerte de un narco cuyo cuerpo fue “ti-
rado” a la jurisdicción vecina de San Martín, la balacera a un compañero que no
quiso pagarle 10 mil pesos, e incluso prácticas de “reclutamiento” y extorsión a
jóvenes que delinquen. También se lo acusa de proveer chalecos antibalas y ar-
mas a jóvenes para que salgan a robar.
4. Abusos, golpizas
y torturas
En las comisarías de todo el país, las violencias hacia las personas detenidas son
parte de las rutinas de los agentes policiales desde hace décadas. Los maltratos
que comienzan en la calle con la interceptación continúan durante el traslado en
móviles policiales y el paso por la comisaría. También en las garitas que sirven
como postas de las fuerzas de seguridad federales como Gendarmería o Prefec-
tura Naval los jóvenes de las villas porteñas denuncian que “los encierran para
molerlos a palos”.
Antes de que los liberaran, los jóvenes fueron víctimas de otro simulacro de fusila-
miento. “Corran por sus vidas y no miren para atrás”, les dijo uno de los prefectos
mientras les apuntaba. La denuncia pública del caso visibilizó la situación y siete
prefectos fueron detenidos después de estos hechos graves.
Lo que empezó con una intervención en defensa de otro joven terminó con una
causa en su contra como “robo en poblado y en banda”. Emiliano estuvo cuatro
días preso en dos comisarías. Primero en la comisaría 24, donde hizo los trámites
de ingreso pero los agentes le dijeron que
ahí “no lo podían tener”. Después lo lleva-
ron a la comisaría 30 de Barracas y, luego,
a Tribunales, donde contó que había sido
Si a mí no me maltratado, un médico certificó los golpes
y se abrió otra causa contra los prefectos
siguieron pegando por “apremios ilegales”. Lo liberaron a la
fue porque ellos madrugada en Lugano, lejos de su casa.
sabían que estaba Tuvo que pagar una caución de $6.000.
Casi la totalidad de las víctimas son varones (92%). Llama la atención el caso de
un nene de 10 años. La mayor cantidad de víctimas se registra entre los 16 y 17
años (67%). Otro dato relevante es que 9 de cada 10 son argentinos y el 87% con-
taba con documento al momento de su detención.
378 víctimas
género edad
8% 4%
mujeres (32) 9-13 años
29%
14 y 15 años
92% 67%
varones (346) 16 y 17 años
067
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Santa Fe
los números de la violencia policial
En Santa Fe, el Ministerio Público de la Defensa elabora su propio
Registro Provincial de Casos de Tortura, Tratos Crueles, Inhumanos y/o
Degradantes, Abuso Policial y Malas Prácticas y demás afectaciones de
Derechos Humanos de los demás componentes del Sistema Judicial.
Durante 2015, sólo en la circunscripción judicial de Rosario, se relevaron
un total de 274 víctimas de violencia institucional, 407 casos de torturas
y 15 casos de ejecuciones extrajudiciales. De las víctimas de violencia
institucional, 237 fueron varones y 20 mujeres. El 68% eran varones de
hasta 28 años. El informe coincide con lo que señalan otros estudios: las
víctimas de la violencia institucional son los chicos que promedian los
19 años. En cuanto a los victimarios, en la casi totalidad de los casos la
responsabilidad es atribuida a distintas áreas de la policía provincial, en su
mayoría de comisarías y del Comando Radioeléctrico (CRE). Sólo el 4%
de casos corresponde a Gendarmería.
Buenos Aires
las torturas de la Bonaerense
Entre enero de 2010 y agosto de 2015, la Defensoría de Casación de la
provincia de Buenos Aires registró 3 117 denuncias por maltratos contra la
Policía Bonaerense. Estas denuncias son recolectadas por los defensores
oficiales en sus entrevistas con los detenidos.
Buenos Aires
maltratados por ser pibes
En el marco de la causa que investigó la desaparición de Luciano Arruga,
otro joven detenido durante meses en la Comisaría 8° de La Matanza en
2009 contó en su declaración detalles del funcionamiento del castigo físico
y psicológico a los detenidos. Según su testimonio, los policías les pegaban
a los chicos menores y no a los adultos. En “muchas oportunidades se ha
maltratado a los pibes, se los ha querido engarronar por delitos que no han
cometido”, dijo en relación al armado de causas. Habló de verdugueo, de
dificultades para acceder a la atención sanitaria en casos de enfermedades:
“cuando pedís un remedio te hacen la guerra”. El mismo joven contó que vio
chicos que quedaron en el piso sin aire por golpes en la panza.
Mendoza
una detención fatal
Uno de los casos más extremos que se recolectó para esta investigación
tuvo consecuencias fatales y ocurrió en Mendoza. En la capital de esa
provincia, Ariel Vélez Cañizares pasó por alto con su moto un control policial
el 21 de enero de 2014 por la tarde. Los agentes lo detuvieron y trasladaron
a la comisaría 9 de Guaymallén. Un par de horas después, lo encontraron
muerto colgado con su pantalón de las rejas del calabozo donde estaba
alojado. Ese día uno de los hijos de Ariel debía ser operado quirúrgicamente
y eso lo tenía preocupado. La familia de Ariel no se explica cómo el joven que
no tenía antecedentes penales terminó preso y, menos aún, encuentra una
respuesta para el supuesto suicidio. En el marco de la investigación por su
muerte una necropsia psicológica arrojó que el joven tenía una fuerte relación
de afecto con su familia y no tenía tendencias suicidas. Una de las personas
detenidas en la comisaría ese día contó que escuchó gritos y después un
silencio total. Después de eso, los policías le dieron libertad inmediata al resto
de las personas detenidas en la delegación. No quedó nadie.
La causa judicial que investiga este caso aún está caratulada como
“averiguación de muerte”. La familia, que se constituyó como querellante a
través de Xumek, no está conforme con la actuación de la fiscalía.
069
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Siete años después de los hechos, tras varios reveses judiciales y la resistencia
explícita de los operadores judiciales a investigar las torturas, el caso llegó a jui-
cio ante el Tribunal Oral Criminal 3 de La Matanza en mayo de 2015. Durante el
debate oral quedó comprobado que Torales lo golpeó en el rostro y en el cuerpo
mientras otro funcionario policial lo retenía. Además, le dio de comer un sándwich
escupido y lo amenazó con llevarlo a la Comisaría 8ª de Lomas del Mirador “con
todos violines”; según el policía allí estaría alojado con hombres que podrían abu-
sar sexualmente de él. Cuando finalmente fue liberado, los testigos y el médico de
guardia del Policlínico de San Justo constataron sus lesiones.
En un primer momento la fiscal Celia Cejas había calificado estos hechos como
“severidades”, una figura que supone una intensidad menor del sufrimiento que
la tortura. Para lograr una calificación acorde a lo ocurrido, la APDH - La Matanza
070
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Durante el juicio oral, probar las torturas fue complejo porque no había testigos
presenciales y tampoco podían realizarse peritajes al cuerpo. Por todo esto, fue-
ron fundamentales los testimonios de su familia, del médico del Policlínico de San
Justo y de las personas que lo habían visto luego de esa detención. A través de
esos relatos, se pudo determinar que Luciano fue torturado: su sufrimiento psico-
lógico y las consecuencias que trajo en su trayectoria esa detención violenta. Esta
dimensión de lo sucedido no hubiese salido a la luz si el juicio se hubiese centrado
sólo en el análisis de las lesiones corporales, como suele ocurrir.
Córdoba
un pedido de documentos
que terminó en tortura y cárcel
5. Jóvenes
desaparecidos
Estos casos se agregan a otros ocurridos durante la década de 1990 que responden
a patrones similares. El más conocido es Miguel Ángel Bru, de 23 años, desapareci-
do el 17 de agosto de 1993 en la ciudad de La Plata quien, según se pudo establecer
a partir de diversos testimonios, fue torturado hasta la muerte en la comisaría novena
de esa ciudad. Su cuerpo nunca apareció. En diciembre de 1990, Andrés Nuñez fue
secuestrado por un grupo de policías bonaerenses quienes lo torturaron, lo asesina-
ron y ocultaron su cuerpo que fue encontrado cinco años después.
El cuerpo del chico de 23 años fue encontrado tres días después flotando
en las aguas del Paraná en el mismo lugar donde se ahogó. El fiscal que
lleva adelante la investigación, Miguel Moreno creyó en la versión policial
y estuvo a punto de cerrar la causa. La madre de Alejandro se presentó
como querellante y logró que eso no ocurriera.
6
Reducir
la violencia
-
La falta de respuesta estatal al problema
del hostigamiento policial a los jóvenes
-
081
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
6. Reducir
la violencia
Ante las diversas situaciones relatadas en este informe, cabe preguntarse por las
formas en las que el Estado en sus diferentes niveles -nacional, provincial, munici-
pal- aborda o responde a la problemática de las relaciones abusivas entre policías
y jóvenes de los barrios pobres.
El resultado del mapeo de las políticas destinadas a trabajar sobre estas relacio-
nes conflictivas, en la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires,
Chaco, Mendoza y Santa Fe, fue desolador. No existen estrategias específicas
para abordar este problema por parte de las autoridades con responsabilidad
política sobre la seguridad, es decir por parte de los ministerios o secretarías de
seguridad. Es más, el conjunto de situaciones que se relatan en este informe ni
siquiera es visualizado como un problema por las autoridades ni por los policías.
La cuestión para ellos, en todo caso, es la “delincuencia juvenil” y la única solu-
ción es más policía.
En otras áreas del Estado, existen agencias o programas que asumen el proble-
ma pero que no tienen una injerencia directa sobre las fuerzas de seguridad. En
el mejor de los casos pueden actuar recibiendo denuncias, visibilizando algunos
fenómenos, acompañando a algunas víctimas o colaborando en investigaciones
penales. Finalmente, existen operadores de otras políticas públicas que no tienen
que ver con la temática pero que, por interés y compromiso individual, terminan
interviniendo para mediar entre los policías y los jóvenes, sin contar con respaldo
institucional y a riesgo de exponerse a represalias de las fuerzas de seguridad. En
resumen: el Estado no lo asume como problema, no existen políticas específicas
y las mejores iniciativas son dispersas, fragmentarias o voluntaristas y, por todo
ello, de escaso impacto.
082
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
Por otra parte, es cada vez más evidente que muchas manifestaciones del hos-
tigamiento policial no son formas encapsuladas de abuso, sino que se integran
en tramas de violencia más amplias, a las que retroalimentan. En lugar de ser un
factor que contribuye a la seguridad y a la protección, esta violencia policial es
un engranaje fundamental de una violencia social más amplia. Por esto la pre-
vención de los abusos policiales hacia los jóvenes debe enmarcarse en políticas
más generales de reducción de la violencia en estos barrios, a través de la pre-
sencia permanente de distintos recursos y agencias del Estado que excedan a
las fuerzas de seguridad.
083
Lautaro
CELS hostigados violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares
ensayo fotográfico
POR M.A.F.I.A
Movimiento Argentino de Fotógrafxs
Intedependientes Autoconvocados
Para profundizar
Garriga Zucal, José (2010), “Se lo merecen. Definiciones morales del uso
de la fuerza física entre miembros de la policía bonaerense”, en Cuadernos
de Antropología Social n° 32, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de
Buenos Aires. Disponible en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/
violenciapolicial_garriga%20zucal.pdf
Telles, Vera Da Silva y Veloso Hirata, Daniel (2007), “Cidade e práticas urbanas:
nas fronteiras incertas entre o ilegal, o informal e o ilícito”, en Revista Estudos
Avançados, São Paulo, 21 (61). Disponible en http://www.revistas.usp.br/eav/
article/view/10274/11913
Publicación
Redacción: María Florencia Alcaraz
Diseño: Mariana Migueles
Edición de fotografía: Jazmín Tesone
Foto de tapa: M.A.F.I.A. Movimiento Argentino de Fotógrafxs Intedependientes Autoconvocados
Investigación
Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ): Ana Inés Mangano, Sofía Caravelos,
Analía Carrillo, Martín Massa, Carolina Salvador, Elisa Corzo
Asociación Pensamiento Penal (APP) y Universidad Nacional de Mar del Plata:
Belén Falduti, Cynthia Répoli, Natacha Mateo, Guillermina Laitano, Tobías Schleider,
Gabriel Bombini, Juan Tapia
Asociación Pensamiento Penal (APP) Chaco: Sergio Paulo Pereyra, Kevin Boss Nielsen.
Xumek: Lucas Lecour, Gonzalo Evangelista
Equipo de Antropología Política y Jurídica – Universidad de Buenos Aires: María Victoria
Pita, Florencia Corbelle, Ludmila Schoenle, Martín Locarnini
Cátedra de Criminología y Control Social – Universidad Nacional de Rosario: Eugenia Cozzi,
María Eugenia Mistura, Enrique Font, Marcelo Marasca, Marcia López Martin, Luciana Torres,
Natalia Agusti, Laura Fernández, Florencia Sánchez, Virginia Herrero, Leandro Luque
Fundación Igualar – Rosario: Agustín Parisi
Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS): Florencia Brescia, Juliana Miranda,
Florencia Sotelo, Victoria Darraidou, Agustina Lloret, Ignacio Bollier
Al escribir este texto intentamos hacerlo con un lenguaje inclusivo. Sin embargo, para
facilitar su lectura, no recurrimos a recursos como ‘@’, ‘x’ o las barras ‘os/as’. Deseamos
que se tenga en cuenta esta aclaración en aquellos casos en los que no pudimos evitar el
genérico masculino.
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Asociación Civil Centro de Estudios Legales y Sociales
Hostigados : violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares. - 1a ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires : Centro de Estudios Legales y Sociales-CELS, 2016.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-29080-7-2
1. Violencia Institucional. CDD 303.6091732
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