Doctrina y Jurisprudencia Penal #42
Doctrina y Jurisprudencia Penal #42
Doctrina y Jurisprudencia Penal #42
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EN SU ARTÍCULO 71 C), ACOGIÉNDONOS A ESTA EXCEPCIÓN QUE
EXPRESAMENTE DISPONE: “ ARTÍCULO 71 C. ES LÍCITO, SIN
REMUNERAR NI OBTENER AUTORIZACIÓN DEL TITULAR, TODO
ACTO DE REPRODUCCIÓN, ADAPTACIÓN, DISTRIBUCIÓN O
COMUNICACIÓN AL PÚBLICO, DE UNA OBRA LÍCITAMENTE
PUBLICADA, QUE SE REALICE EN BENEFICIO DE PERSONAS CON
DISCAPACIDAD VISUAL, AUDITIVA, O DE OTRA CLASE QUE LE
IMPIDAN EL NORMAL ACCESO A LA OBRA, SIEMPRE QUE DICHA
UTILIZACIÓN GUARDE RELACIÓN DIRECTA CON LA DISCAPACIDAD
DE QUE SE TRATE, SE LLEVE A CABO A TRAVÉS DE UN
PROCEDIMIENTO O MEDIO APROPIADO PARA SUPERAR LA
DISCAPACIDAD Y SIN FINES COMERCIALES”.
1. INTRODUCCIÓN
En esta inteligencia, este trabajo tiene por objeto analizar tres de los principales
problemas de legitimación que —en mi modo de ver las cosas— plantea para el
sistema penal la situación de emergencia sanitaria que atraviesa nuestro país con
motivo de la pandemia ocasionada por la irrupción del virus COVID-19. Ciertamente
los problemas que ha despertado el coronavirus para el Derecho en general y de
modo particular para el Derecho penal son de lo más variados, motivo por el cual
aquí —con cierta arbitrariedad— se han agrupado aquellos que estimo son los más
relevantes desde la perspectiva de legitimidad del poder penal del Estado y con
incidencia práctica en el testeo de los niveles de libertad ciudadana.
El primero de ellos viene dado por el análisis del marco normativo de la
emergencia y la necesidad de establecer si el mismo supera el test de
constitucionalidad. Básicamente, si los distintos Decretos de Necesidad y Urgencia
(DNU), en cuanto imponen el aislamiento social y obligatorio de la población,
resultan compatibles con la axiología liberal de nuestro sistema constitucional.
En segundo lugar, se trata de establecer si los tipos penales convocados para ser
implementados en dicho contexto de emergencia sanitaria —de modo especial el
artículo 205 del Código Penal— resultan constitucionalmente aceptables y, en caso
afirmativo, cuál debería ser el alcance de su implementación e interpretación para
considerarse constitucionalmente válidos a la luz del principio de proporcionalidad
y ultima ratio del Derecho penal.
Como podrá apreciarse, se trata de tres grupos de casos que nos enfrentan con
cuestiones que exceden la mera legalidad y nos instalan en discusiones de fondo
que hacen al ámbito de legitimidad material del sistema.
Me permito agregar que el DNU bajo estudio no tipificó —de manera directa—
ningún tipo penal autónomo para enfrentar la epidemia, sino que remitió a tipos
penales ya existentes en nuestro sistema penal. Menciono expresamente de
manera directa dado que, al tratarse el artículo 205 del CP de un tipo penal en
blanco (como luego se analizará) necesariamente el DNU en estudio ha venido a
integrarlo, lo cual genera todo un debate en torno a la exigencia de legalidad penal.
En el ámbito internacional puede mencionarse que el Tribunal Constitucional
Federal Alemán, en Sentencia del 7.04.2020, tuvo ocasión de validar medidas de
restricción de derechos de reunión en lugares públicos y afirmó la obligación
constitucional del Estado de proteger la vida y la salud de las personas como dos
valores fundamentales que legitiman la limitación temporaria de derechos, toda vez
que en lugares públicos se aumentaba el riesgo de infectados y muerte 10.
Este panorama permite concluir que las normativas de emergencia dispuestas por
el PEN legitiman —de momento y dadas las circunstancias tenidas en cuenta al
momento de su dictado— la validez del contexto que dieron lugar a su razón de ser.
Sin embargo, es importante tener presente que el análisis constitucional es
esencialmente dinámico. Esto significa que determinado contexto que legitimó la
validez de una normativa puede devenir inconstitucional en otro contexto. Dicho de
manera más directa: operado el cierre de fronteras y organizado el sistema de salud
para evitar su colapso, la limitación sine die de la libertad ambulatoria deviene
inconstitucional por irracional14.
Los delitos contra la salud pública que han acaparado la atención con motivo de
la pandemia del COVID-19 plantean todos los problemas clásicos de legitimidad
propios del debate penal. En efecto, aquellos nos introducen a pleno en el debate
sobre la tutela penal de bienes jurídicos supraindividuales —salud pública—, tipos
penales de peligro abstracto15, delitos agravados por el resultado16y leyes penales
en blanco donde resulta, cuanto menos problemático —en términos de lesividad—
identificar el bien jurídico protegido.
El artículo 205 del CP establece que "(...) será reprimido con prisión de seis meses
a dos años, el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes,
para impedir la introducción o propagación de una epidemia".
Antes de ingresar en los problemas concretos que plantea entre nosotros esta
disposición, me parece ilustrativo comentar la experiencia italiana con motivo de la
crisis producida por el COVID-19. Los italianos han regulado un esquema normativo
de emergencia y en tal contexto se ha tipificado un delito ad hoc para sancionar
penalmente el incumplimiento de las medidas de contención del COVID-19, con
expresa remisión a la pena de arresto de hasta tres meses prevista para la
contravención regulada en el artículo 650 del CP.
Finalmente, cabe destacar que el tipo penal aquí analizado constituye un claro
ejemplo de ley penal en blanco. En este tipo de leyes, el Legislador —en
determinadas materias— delega la descripción concreta de la conducta a sancionar
en un órgano especializado, por lo general, del Poder Ejecutivo, y solo se establece
la pena para dicho comportamiento27.
El campo penal económico permite dar una posible respuesta a ese interrogante.
En materia penal cambiaria la CSJN ha ido modificando su criterio con relación a la
aplicación retroactiva de normas extrapenales más favorables para el imputado.
Algunos de los tipos penales cambiarios presentan una estructura típica —en lo que
aquí interesa— muy similar al delito del artículo 205 del CP, de allí la importancia
de relevar el punto28. En el caso "Argenflora" se rechazó la aplicación del principio
de ley más benigna para modificaciones de normativas complementarias
posteriores más benignas de la ley penal cambiaria29. Posteriormente, en el caso
"Ayerza", dos votos en disidencia afirmaron que debía beneficiar al imputado la
variación de la normativa extrapenal más favorable30. Estos dos votos, luego,
configuraron la mayoría del Tribunal en el caso "Cristalux", donde la Corte estableció
que en el caso de leyes penales en blanco, como el Régimen Penal Cambiario,
corresponde la aplicación del principio de retroactividad de la ley penal más benigna,
principio que cuenta con jerarquía constitucional. Aclaró que el principio no resulta
aplicable de manera indiscriminada, sino dentro de un estricto margen de
razonabilidad31.
A ello debe sumarse una cuestión no menor vinculada con la caracterización como
temporales de determinadas leyes penales. Es decir, aquellas que tienen una
vigencia en el tiempo determinada por un plazo de vigencia estipulado. Es claro que
las normas extrapenales que integran el delito previsto en el artículo 205 del CP no
tienen una fecha de caducidad como caracterizan a aquellas; no obstante ello, es
posible afirmar que su vigencia se limita al propio contexto de emergencia sanitaria
que nos rige. Dicho con otras palabras, al cesar las condiciones de emergencia que
legitimaron su dictado, las mismas perderían su razón de ser y por ende su
operatividad, pero sería irracional considerar atípicos —retroactivamente— los
comportamientos que se vieron configurados mientras duraron las condiciones que
dieron lugar a su sanción.
El foco aquí pasa por determinar hasta qué punto y con qué alcance determinadas
prácticas procesales pueden llevarse a cabo sin lesionar derechos individuales de
las personas sometidas a proceso, lo cual nos reconduce a uno de los temas de
mayor trascendencia operativa para el Derecho procesal constitucional. Me refiero
al debate sobre la posibilidad de disponer de determinadas garantías judiciales
recurriendo al consentimiento del imputado para tener por legítimo el acto procesal
practicado. Por otra parte, de ser esto legítimo en el plano de los principios, será
preciso determinar bajo qué requisitos aquel consentimiento torna disponibles
determinadas garantías judiciales33.
"Si hubiere motivo para presumir que en determinado lugar existen cosas
vinculadas a la investigación del delito, o que allí puede efectuarse la detención
del imputado o de alguna persona evadida o sospechada de criminalidad, el juez
ordenará por auto fundado el registro de ese lugar".
2º) Se denunciare que personas extrañas han sido vistas mientras se introducían
en una casa o local, con indicios manifiestos de ir a cometer un delito.
3º) Se introduzca en una casa o local algún imputado de delito a quien se persigue
para su aprehensión.
4º) Voces provenientes de una casa o local anunciaren que allí se está
cometiendo un delito o pidan socorro.
Con relación al encuadre sistemático del consentimiento, cabe tener presente que
el único supuesto donde el Legislador lo menciona expresamente para legitimar un
allanamiento es en el marco previsto en el artículo 225 del CPPN, pero siempre
sujeto a la existencia de una orden judicial previa que legitime la diligencia. La norma
mencionada establece que:
A ello debe sumarse que, en el marco de los tipos penales tipificados en el CP, el
domicilio se encuentra protegido en dos niveles. El primero frente a la intromisión
de particulares y el segundo frente a la intromisión del Estado.
"Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, si no resultare otro delito
más severamente penado, el que entrare en morada o casa de negocio ajena, en
sus dependencias o en el recinto habitado por otro, contra la voluntad expresa o
presunta de quien tenga derecho de excluirlo".
"Se impondrá la misma pena e inhabilitación especial de seis meses a dos años,
al funcionario público o agente de la autoridad que allanare un domicilio sin las
formalidades prescriptas por la ley o fuera de los casos que ella determina".
Como puede notarse, se trata de dos delitos independientes y que tienen como
destinatarios y niveles de configuración dos modalidades y alcances bien distintos.
Por el primero se protege la morada entendida como el ámbito de privacidad de su
titular y se privilegia la voluntad de quien tiene derecho a excluir, siendo éste el
marco regulador de la tipicidad penal. Es decir, aquí el consentimiento del titular del
derecho a la exclusión es la clave para la operatividad del delito. Mientras que, en
el segundo tipo penal, el consentimiento no tiene ninguna relevancia y el foco de la
tipicidad está puesto en el funcionario (delito especial) que allanare un domicilio sin
las prescripciones previstas por la Ley o por fuera de los casos excepcionales que
ella determina. Dicho de otra manera, no aparece ninguna referencia a la voluntad
o consentimiento del titular del derecho de exclusión.
Ahora bien, si por fuera de esta interpretación prioritariamente ius privatista del
problema, se entiende que el ámbito de tutela de las reglas que regulan el
allanamiento de morada y sus excepciones tiende a proteger algo más que la
privacidad del titular del derecho de exclusión, las conclusiones serán otras. Me
refiero a entender que aquello que aquí se busca regular y proteger no es la mera
intimidad de quien se ve afectado con una diligencia de semejante envergadura;
sino que aquello que está en juego es el debido proceso como garantía judicial,
entendida ésta no sólo como derecho del particular frente al Estado, sino como
deber de éste para con aquel.
En esta inteligencia, puede concluirse que aquello que está en juego —tanto en
el ámbito de las reglas del procesal penal como en la tipificación del allanamiento
ilegal del artículo 151 del CP— es la protección del debido proceso legal. De ser
esto así, como aquí se postula, estamos frente a una garantía judicial indisponible
por parte del ciudadano, ya que aquella opera como un deber para el Estado y no
como un mero derecho —eventualmente disponible— del sometido a proceso.
I. INDIVIDUALIZACIÓN DE LA RESOLUCIÓN Y
PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
1. Los hechos
Dos días después de la publicación de la ley el penado egresa del recinto penal
en razón del beneficio otorgado, trasladándose a su domicilio, información
comunicada debidamente a Gendarmería. Asimismo, el beneficiario está obligado
a informar a Gendarmería a través de reportes diarios el correcto cumplimiento de
la medida concedida.
Concluye la Corte:
En esta segunda parte del comentario se abordan cuatro puntos. En primer lugar,
se describe someramente el contexto en el que tiene lugar la sentencia. Se enfatiza
la necesidad de tener en consideración al momento del juzgamiento el carácter
de ultima ratio del derecho penal, especialmente en un escenario complejo y
variable como es el de una pandemia.
2. Contexto de la sentencia
3. La Ley Nº 21.228
Por último, el título tercero regula disposiciones generales. Aquí cabe mencionar
el artículo 15 que establece algunas excepciones para otorgar los beneficios
consagrados en los dos títulos anteriores. Se trata de algunos delitos en relación
con los cuales no puede concederse ninguno de ellos. La lista es numerosa y
variada. Algunos son: el secuestro en algunas de sus modalidades (artículo 141
incisos 3º, 4º y 5º del Código Penal), la sustracción de menores, la asociación ilícita
(en las circunstancias del 293 y 294 del Código Penal), la violación, la violación de
menor de catorce años, la violación con homicidio, el parricidio, el femicidio, el
infanticidio, conductas terroristas según la Ley Nº 18.314, el genocidio, los crímenes
de guerra o de lesa humanidad, entre otros.
Con relación al empleo de esta última, la defensa señala que el recurrente debía
emitir cuatro reportes diarios. Gendarmería indica que, en las infracciones
producidas antes del 5 de junio, el penado se observaba "como ausente y sin
contacto" en la plataforma. Por eso, se intentó hacer contacto con él por otras vías
a fin de orientarlo en el uso correcto de la plataforma. La defensa, por otro lado,
esgrime que el recurrente tuvo complicaciones de conexión y señal en su domicilio.
Además, tuvo problemas de suministro de electricidad, lo que resulta muy relevante,
pues si no se tuviera el dispositivo móvil recargado, ninguna de las herramientas de
reconocimiento y verificación serviría, especialmente el GPS por su elevado gasto
de batería. Por último, afirmó que la plataforma tendría un margen de error muy alto.
Para cerrar este apartado se enuncian algunas de las limitaciones técnicas que
tienen las plataformas que se basan en la geolocalización por GPS, como es el caso
de la utilizada por Gendarmería67. Esto puede resultar importante ya que la defensa
señala que la app habría presentado problemas de esta naturaleza lo que podría
haber influido en la decisión de la Corte. El principal reproche que se eleva en contra
de esta tecnología es su precisión. El margen de error para situar con exactitud la
ubicación espacial del usuario varía según concurran distintos elementos
contextuales y puede alcanzar unos cuantos metros de diferencia 68. Esto se torna
especialmente problemático cuando el usuario se encuentra confinado en un recinto
de escasos metros cuadrados y en una zona de alta densidad poblacional, donde
existen muchas residencias en un espacio reducido. Lo mismo puede decirse si el
usuario se encuentra en un lugar donde la fuerza de la señal entre los teléfonos y
las torres celulares es débil.
5. El derecho a defensa
Por último, en el caso que se comenta se pueden identificar al menos dos pasos.
En primer lugar, la Corte de Apelaciones estima que, en atención a los posibles
problemas técnicos que puede tener este tipo de plataformas, los que fueron
enunciados anteriormente, y las dificultades del medio del beneficiario,
condicionados por el contexto de pandemia, el relato del imputado era creíble, por
lo que no fue descartado por los juzgadores. Si efectivamente existieron tales
impedimentos, el beneficiario y su defensa no tenían cómo saber sino después, en
la audiencia del 6 de junio, que se le atribuían los incumplimientos del 27 y 30 de
mayo. De ahí que puede colegirse que tales circunstancias, debido a las razones
recién expuestas, vulneraban su derecho a defensa.
I. INDIVIDUALIZACIÓN DE LA RESOLUCIÓN Y
PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
1. Antecedentes
1. Respecto del tráfico ilícito de órganos, que "entre los meses de noviembre de
2003 y agosto de 2004 un sujeto que se desempeñaba como tecnólogo médico en
el Hospital del Salvador, en beneficio propio y con fines ajenos a los del
establecimiento, obtuvo y retiró en diversas oportunidades unidades de
hemoderivados desde el Banco de Sangre de ese centro asistencial, sin contar con
la autorización ni conocimiento de la respectiva jefatura y contraviniendo órdenes
expresas y verbales en tal sentido, trasladando los productos sanguíneos a la
consulta o 'Clínica Oncológica Ltda.' (...) lugar donde se realizaban consultas
médicas oncológicas, quimioterapias, punción lumbar, transfusiones de sangre y
aplicaciones endovenosas de medicamentos".
A lo anterior cabría señalar que la Corte, según se deja ver de la sentencia, habría
añadido como sustentos fácticos de la decisión: i) que las vías de contagio del virus
de la enfermedad denominada Hepatitis B serían cuatro, a saber, a) parenteral,
b) sexual, c) perinatal o vertical, y d) horizontal, a través del contacto de personas
infectadas (C. 16º); ii) que no resulta posible determinar ni el foco infeccioso, es
decir, el presupuesto o punto de partida del brote epidemiológico investigado, que
pudo ser sangre contaminada o virus VHB depositado en algún elemento material
existente en la consulta del condenado, ni la forma o vehículo en que este pudo
llegar al recinto, que pudo ser la sangre o elementos hematológicos aportados por
Miguel Manosalva o en la sangre original de alguno de los menores eventualmente
infectado, ni la época de la primera contaminación de alguno de los trece menores,
que pudieron haberse infectado con el virus antes o después del año 2002 (C. 22º);
iii) siendo todas las hipótesis racionalmente posibles, contrastadas ellas con el único
nexo aparente entre los trece menores, que es haber sido atendidos en la consulta
del doctor Quintana, posibilitan concluir, en mayor o menor medida, que esta última
circunstancia no tiene por qué ser determinante de una presunción de culpabilidad
(C. 24); iv) que no existe ninguna acción u omisión diseminadora de gérmenes
precisa, concreta ni determinada imputable al encausado Quintana, por el contrario,
de lo obrado en el proceso se desprenden múltiples y graves presunciones que
permiten tener por establecido que el procesado Quintana efectivamente dio
cumplimiento a la normativa sobre Precauciones Universales con Sangre y Fluidos
Corporales en los procedimientos médicos aplicados a los menores en cuestión, de
manera que el brote infeccioso pudo provenir de una o varias de las múltiples
hipótesis de incerteza señaladas en los considerandos 22º) y 23º), ninguna de ellas
atribuible necesariamente a Quintana (C. 27º).
Por su parte, el voto disidente, que estuvo por confirmar la sentencia de instancia,
argumentó en sentido opuesto, apreciando la concurrencia de suficientes
antecedentes para dar por acreditada la relación causal entre el hecho atribuible —
a título de imprudencia— al médico y el foco de contagio de los niños. Tal aserto se
justificaría por el número de casos similares, lo que permite descartar que tales
sucesos se "hayan producido debido a otras causas diversas de las atenciones
médicas periódicas que con imprudencia temeraria el acusado practicó a los
ofendidos" (C. 2º del voto disidente), sea en relación a las transfusiones de sangre
y demás acciones intrusivas en el cuerpo de los niños en la consulta, utilizando el
médico con infracción de deber, un procedimiento ajeno a los que demanda la lex
artis, en especial considerando las patologías de las víctimas menores de edad.
A juicio del disidente, la ausencia de una pericia que determine aquel vínculo de
relación causal no impide determinar su existencia ni la responsabilidad del
acusado, puesto que ello podía alcanzarse con las presunciones precisas, graves,
múltiples y concordantes, reunidas en el proceso. En opinión de quien disiente, la
pretensión de certeza o verdad absoluta, que fluye del voto de mayoría, debía ceder
frente a la noción probabilística, la que permite concluir "sin duda alguna" (sic) que
las atenciones médicas fueron las que en realidad causaron los contagios virales a
los niños y niñas víctimas del actuar del acusado.
Se trata, desde luego, de una decisión acertada. Y ello no solo porque, como se
aprecia del fallo de instancia, en términos hermenéuticos, es la que más se ajusta
a la historia de la Ley Nº 19.451, que distinguió entre órgano, por una parte, y sangre
y tejidos, por la otra; sino también porque, si se consideran las definiciones
internacionales a este respecto —básicamente la que da la Organización Mundial
para la Salud72como la de la Directiva 2004/23/CE del Parlamento Europeo y del
Consejo73—, se advierte que, detrás del bien jurídico protegido en estas materias —
y a pesar de lo discutible que podría ser, por su carácter paternalista 74—, lo que
subyace es la protección de órganos integrantes del cuerpo humano, más o menos
relevantes, que cumplen determinadas funciones fisiológicas, y no de sangre y otros
tejidos.
Tal aserto no deja de ser sorprendente por dos cosas: primero, porque nada
impedía —desde luego no lo hacía el principio de congruencia ni una exigencia
procesal de no lesión a la ultra petita— que la sentencia se hubiera pronunciado
igualmente sobre una imprudencia temeraria, toda vez que esa es una cuestión
de quaestio facti, no de quaestio iuri; y, segundo, porque ya en esos entonces
Etcheberry había propuesto una limitación en la aplicación del inciso segundo del
artículo 317 del C.P., en relación con el artículo 316 del mismo cuerpo, excluyendo
precisamente la hipótesis de mera negligencia, que es precisamente la que
subsistiría, a juicio de la Corte, en la especie76.
Algo similar cabría decir respecto de lo señalado por Etcheberry, en términos que
no se aprecia ningún fundamento convincente para limitar la punibilidad de la
imprudencia en el supuesto del artículo 317 del C.P. únicamente a los casos donde
se aprecie una imprudencia temeraria, no solo porque no hay en la historia de la ley
—con el valor hermenéutico que ello pudiera tener— un argumento concluyente en
tal sentido, sino porque la norma no distingue en absoluto, y además una mera
negligencia con infracción de reglamento podría ser suficiente, en cuanto peligro,
para justificar su punibilidad. Lo anterior, desde luego, sin perjuicio de las
valoraciones penológicas que, en concreto, el juez pueda hacer considerando el tipo
de imprudencia en uno u otro caso.
A este respecto, nuestra doctrina no ha sido pacífica. Por un lado, Etcheberry nos
reenvía a su definición de enfermedad de los delitos de lesiones —con un claro
componente individual y no definible en su relevancia 83—, con lo que bastaría que
la diseminación del germen patógeno tuviera aptitud para enfermar solo a una
persona para satisfacer la exigencia típica. Por otro, Londoño nos propone que el
objeto de la intención —la enfermedad— tenga una dimensión extensiva de
patología, o sea, equivalente a una epidemia, algo así como lo que dispone el
artículo 438 del C.P. italiano o el artículo 369 del C.P. colombiano, normas que, en
todo caso, la mencionan expresamente. En mi opinión ninguna de estas propuestas
es satisfactoria.
A este respecto, como bien lo observa Vargas, la cuestión interesante del fallo
dice relación, ya no con una cuestión sustantiva, sino que más bien probatoria, en
cuanto a que a juicio de la mayoría no se habría acreditado la relación causal por
no haberse verificado en la especie una conducta que le antecede, no pudiéndose,
en concreto, determinar la imputación del hecho84.
La cuestión de la prueba del nexo causal, al igual que en lo que sucede en todo
lo que se refiere al ámbito probatorio, resulta compleja y enmarcada en un contexto
de evidente incertidumbre. Como se sabe, en razón de la lógica inserta en el
proceso de formación de las decisiones judiciales —en especial en materia penal,
que descansa en particular en razonamientos abductivos e inductivos—, no resulta
posible alcanzar certezas racionales sobre la ocurrencia de ningún hecho y en ello
la relación causal no constituye una excepción. También en el caso del nexo causal,
y en ello el voto de minoría tiene razón, aunque luego se contradice, nos
encontramos dentro del ámbito del razonamiento probabilístico, en virtud del cual
toda hipótesis sobre los hechos (y, por tanto, también la hipótesis que afirma la
existencia de un nexo causal entre dos eventos individuales) tendrá un cierto grado
de corroboración, mayor o menor85. La cuestión entonces descansa en determinar
cuándo es posible dar por corroborada esa relación de nexo causal, y ello, como se
sabe, es una cuestión vinculada al estándar de prueba.
Desde luego, e independiente de las diferencias que uno pueda tener respecto de
la valoración de la prueba, el estándar utilizado por el adjudicador para determinar
la prueba suficiente para dar por probado el supuesto de hecho, y descartar las
hipótesis alternativas no consistentes con la absolución del acusado, que por lo
demás debe ser considerado a la luz del estándar de convicción del antiguo sistema
procesal penal, fue particularmente riguroso y ello merece ser destacado, como
también el esfuerzo interpretativo de la sentencia para comprender que el concepto
de riesgo —en especial en los delitos de peligro, como el que acá se discute—,
incluso en sede de reproche imprudente, tiene una relación directa y primaria con la
tipicidad y, en particular, ello se expresa en la relación causal entre conducta y un
suceso exterior, en este caso de la diseminación.
5. Conclusión
En este último punto, fuera de lo ya dicho, son dos aspectos los que merecen ser
destacados. Por una parte, la aproximación del fallo, sea en la decisión de mayoría
como en el voto de minoría, sobre el concepto de Tatbestand, el hecho de que, en
palabras de Viganò, constituye el primer escalón del delito, cuya función específica
es aquella de incorporar el disvalor ligado a la lesión o a la puesta en peligro de un
bien jurídico. Un disvalor que, y esto es lo relevante, debe estar relacionado con una
conducta externa, algo común tanto al acto doloso como al imprudente 86. Incluso en
este último caso, la justificación de la pena descansa en que se pueda realizar un
reproche personal al sujeto por un hecho suyo, y que no basta únicamente que la
conducta sea objetivamente capaz de aumentar el riesgo desaprobado en la norma,
sino que aquel debe tener un vínculo causal con lo pretendido en ella, como en la
especie, con la diseminación de agentes patológicos. La ausencia de tal hecho
como atribuible al sujeto, que fue lo que finalmente decidió el voto de mayoría, debe
ser suficiente para impedir la condena.
I. INDIVIDUALIZACIÓN DE LA RESOLUCIÓN Y
PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
La Fiscalía estimó que los hechos antes descritos configuraban el delito tipificado
en el artículo 318 del Código Penal, de ahí que solicitó la imposición de una pena
de multa de 6 UTM para el requerido, sujetando la tramitación al procedimiento
monitorio, en aplicación del inciso tercero introducido por la Ley Nº 21.24087.
Ello porque la ley efectúa una remisión a las normas higiénicas y de salubridad de
manera abierta e indeterminada, lo que hace posible que la integración se realice
acudiendo a diversas fuentes, sean ellas legales, reglamentarias e incluso
instrucciones y órdenes, siempre y cuando hayan sido publicadas por la autoridad
en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio. En seguida, porque hace una remisión
a las normas que declaran esa siuación de catástrofe, epidemia o contagio 101.
Poner en peligro la salud pública constituye una acción descrita por sus
consecuencias, lo que hace posible imaginar varias formas alternativas de
realización siempre que conduzcan a él102. El cómo se alcanza ese resultado de
peligro es una cuestión que queda abierta a diversas concreciones, siempre y
cuando resulten idóneas y suficientes para materializarlo. La agregación de esta
frase en el tipo penal del artículo 318 del año 1969103, da cuenta de que el legislador
quiso incorporar un elemento conductual al tipo distinto de la mera infracción de las
normas sanitarias.
La ley no solo describe la conducta a partir de sus consecuencias, sino que fija
criterios de delimitación que tienen que ver con una especial situación de peligro
para la transmisión de enfermedades en que ella se despliega: uno en que se ha
declarado una situación de catástrofe, epidemia o contagio. En tales hipótesis se ha
constatado un peligro por la autoridad competente, lo que conlleva una declaración
que crea un estado normativo de excepción en el que, entre otros, se admite la
limitación de derechos y garantías individuales y que conllevan desde un punto de
vista público, la habilitación para el ejercicio de potestades extraordinarias.
Finalmente, la ley exige que esa conducta tenga lugar por la infracción de normas
higiénicas y de salubridad debidamente publicadas, infracción que no es causa
suficiente de la puesta en peligro concreto que crea el imputado, precisamente
porque, de interpretarse así, la expresión poner en peligro y la modificación legal
que la incorporó expresamente como elemento típico, se volverían superfluas.
Lo anterior parece justificado, además, si se tiene en cuenta que en tiempo en
catástrofe o pandemia, las normas sanitarias dispuestas por la autoridad
competente y que son publicadas, son de lo más variadas, y no todas ellas dicen
relación directa o indirecta con comportamientos estadísticamente peligrosos para
la salud pública. Basta, para tales efectos, con echar una mirada a las diversas
normas dictadas desde el decreto de alerta sanitaria104.
No solo el tenor literal de la norma es relevante para estos efectos, sino que lo es
también la historia de la disposición. No puede olvidarse que el artículo 318 del
Código Penal fue modificado en plena pandemia de COVID-19105, cuando se
encontraba vigente la discusión del carácter abstracto o concreto del delito de
peligro del que daba cuenta la disposición vigente y que la modificación legal se
inició precisamente motivada por concretos actos de desobediencia de las medidas
sanitarias dispuestas en el contexto de la pandemia, como da cuenta la historia de
la Ley Nº 21.240106. Pese a la pretensión de algunos de los parlamentarios, el tenor
literal de la disposición —en lo que dice relación con la conducta— no fue
modificado, lo que en mi entender debe ser entendido como expresión de la decisión
normativa de mantener la exigencia de la puesta en peligro concreto como elemento
definitorio de la conducta típica.
Si, como aquí se dice, el tipo penal exige un plus de desvalor108, este viene dado
precisamente por la puesta en peligro a la salud pública en el caso concreto. Ello
impide comprender que baste con la sola infracción de las normas sanitarias que se
hayan publicado para que se configure en el delito en una situación de peligro
declarado.
3. Algunos de los riesgos de la aplicación del artículo 318 del Código Penal
a la simple infracción de normas sanitarias en tiempo de pandemia
Frente a la dramática situación social y sanitaria que vivimos, no es extraño que
se haya acudido al derecho penal —con su contenido especialmente gravoso y
simbólico— para desalentar comportamientos que, se teme, desborden los
mecanismos ordinarios de control. Los costos de ello son altos, y pueden apreciarse
a simple vista.
Para hacer aplicable el artículo 318 del Código Penal frente a la mera infracción
de normas sanitarias, se ha debido defender una interpretación que se aparta del
tenor literal de la norma y prescinde de la necesaria coordinación con el sistema
administrativo sancionador sanitario, con base en argumentos ad hoc, que
difícilmente pueden ser sostenidos con vocación universal.
Resulta curioso que se pretenda que la eficacia del sistema penal y procesal penal
pueda mantenerse si es que se le entrega la enorme carga de gestionar los riesgos
del incumplimiento de las normas sanitarias, incluso cuando ello sucede en
circunstancias excepcionales.
I. INDIVIDUALIZACIÓN DE LA RESOLUCIÓN Y
PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
"el día 23 de abril del año 2020 en horas de la noche a las 22.38 horas
aproximadamente el imputado Y.A.V.V. fue sorprendido por personal de
Carabineros, transitando en la vía pública en la intersección, en la calle Colo Colo
de la comuna de Pucón sin mantener autorización o salvo conducto que justificara
su permanencia en el lugar incumpliendo de este modo la Resolución Sanitaria
Exenta Nº 202 de fecha 22 de marzo del 2020, dictada en virtud de las facultades
otorgadas por el Decreto Nº 104 de fecha 18 de marzo del 2020 que establece
Estado de Catástrofe en nuestro país, por lo cual la autoridad dispuso la obligación
de todos los habitantes de la República de permanecer como medio de
aislamiento en su residencia entre las 22 y las 05 horas del día siguiente a partir
del 22 de marzo del 2020 y con un plazo indefinido".
"El día 26 de mayo del año 2020 a las 23.40 horas aproximadamente, el imputado
Y.A.V.V. fue sorprendido por personal de carabineros de la comuna de Pucón
transitando en la vía pública, en la intersección de prolongación Colo Colo esquina
pasaje Lanín, sin mantener autorización o salvo conducto que justificara su
permanencia en el lugar incumpliendo de este modo una vez más la Resolución
Sanitaria Exenta Nº 202 de fecha 22 de marzo del 2020, dictada en virtud de las
facultades otorgadas por el Decreto Nº 104 de fecha 18 de marzo del 2020 que
establece Estado de Catástrofe en nuestro país, por lo cual la autoridad dispuso
la obligación de todos los habitantes de la República de permanecer como medida
de aislamiento en su residencia entre las 22 y las 05 horas del día siguiente a
partir del 22 de marzo del 2020 y de manera indefinida. Con su actuar en todos
estos hechos y desobediencia a las reglas sanitarias y a juicio del Ministerio
Público el imputado puso en peligro la salud pública frente al riesgo de contagio
para sí mismo o para terceros del virus COVID 19 que hasta esta fecha afecta a
nuestro país y que sirve de base y sustento para la dictación de todas las normas
antes referidas".
Por último, el tercer hecho al que hace referencia el Ministerio Público por el cual
fue objeto de formalización es el siguiente:
"Con fecha 10 de mayo del año 2020 aproximadamente a las 02.19 horas, el
imputado Y.A.V.V. se encontraba en la vía pública calle Camino al Volcán Km 3,
comuna de Pucón, momento en que fue controlado en Carabineros quienes
constataron que el imputado se encontraba a esa hora, como dije en la vía pública
sin salvo conducto que lo habilitara al efecto u otra justificación que implicara su
presencia en la vía pública, lo anterior atendido la resolución del Ministerio de
Salud, Resolución Exenta Nº 202 del 2020, en conjunto con la Nº 217 del 2020,
que prohíbe a todos los habitantes permanecer en la vía pública entre las 22 y las
05 hrs del día siguiente, por lo tanto, en este contexto el imputado se encontraba
infringiendo la normativa del 318".
Con fecha 27 de mayo, tras la formalización, el Juez Titular del Juzgado de Letras
y Garantías de Pucón decretó la prisión preventiva. Dicha medida es recurrida de
amparo por la defensa del imputado y rechazada por la Corte de Apelaciones de
Temuco en causa rol Nº Amparo 84-2020, quien decidió mantenerla.
Así, por ejemplo, a propósito del delito de incendio del 475, quien lleva a cabo un
incendio en un edificio donde no había ninguna persona no puede ser sancionado
por el delito de peligro concreto del 475 Nº 1 porque nunca estuvo en concreto
peligro la vida de alguien. En su defecto, deberá recurrirse al 476 Nº 1 que tiene una
pena menor justamente por tratarse de un delito de peligro abstracto al no exigir
ningún peligro para la vida de alguien.
Pues bien, en el caso del artículo 318 y a propósito de los estragos de la pandemia
la doctrina ha vuelto a discutir sobre esta norma. Así, Londoño en una reciente
publicación critica la falta de fundamentación del 318 en relación con las normas
administrativas restrictivas de libertad como la cuarentena o toque de queda. Señala
que no parece lógico considerar el mismo argumento de peligro para la salud para
imponer sanciones administrativas y a la vez fundamentar la sanción por el artículo
318. Según Londoño, para aplicar el artículo 318 faltaría algo más que el peligro al
que hacen referencias las normas dictadas por la autoridad115.
La pertinente crítica de Londoño refleja algo que se viene intuyendo hace unas
décadas a propósito de los delitos de peligro abstracto: que son normas
administrativas tipificadas penalmente donde la distinción de ese plus de dañosidad
penal a veces simplemente no será posible de materializar.
En efecto, bajo la concepción del delito como lesión física de un objeto, mientras
más alejada se encuentre una conducta de la lesión, más complejo será
fundamentar el injusto de esa conducta. En nuestro caso, la situación del artículo
318 refleja justamente esta fricción que suponen las nuevas formas de afectación a
situaciones o condiciones de seguridad valoradas positivamente (salud pública) con
los viejos y nucleares paradigmas del derecho penal que toman como punto de
partida para todo análisis el prototipo de delito de lesión y de resultado físico material
capaz de ser percibido por los sentidos.
Sin perjuicio de la necesidad de repensar la estructura básica del delito fuera
de los márgenes de su comprensión como lesiones fácticas de bienes, parece
posible fundamentar de todas formas la legitimidad del artículo 318 bajo los
presupuestos de los delitos de peligro de acuerdo con la moderna dogmática de
esta figura119. En efecto, si para los delitos de peligro abstracto basta con una
conducta que según la experiencia pueda ser considerada como peligrosa para uno
o más bienes jurídicos, no veo obstáculo en afirmar que el tipo penal del 318 cumple
con dicha exigencia a propósito de una realidad que podemos experimentar día a
día con innumerables resultados de muerte y afectaciones graves a un número
indeterminado de personas. No olvidemos que el bien jurídico protegido por el delito
del 318 es (como bien ha sostenido el propio Londoño 120) la salud pública entendida
como la salud individual de un número indeterminado de personas.
I. INDIVIDUALIZACIÓN DE LA RESOLUCIÓN Y
PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
Cabe en todo caso dejar sentado que los hechos no fueron objeto de debate por
la defensa en el procedimiento abreviado ni tampoco hubo discusión por el
Ministerio Público en su escrito de apelación. Aunque no se registran en la SJG de
Puente Alto, de la revisión de la carpeta virtual del Juzgado de Garantía, se puede
constatar que la acusación verbal se refirió a cinco hechos, todos circunscritos a
una misma descripción fáctica de la conducta:
El día 13 de abril del año 2020 a las 17:44 horas aproximadamente funcionarios
policiales efectuaban un patrullaje preventivo en intersección de Avenida Gabriela
Poniente con calle Coquimbo de la comuna de Puente Alto en el contexto de
prevención sanitaria por COVID-19 dentro del territorio y periodo de tiempo de
cuarentena decretada para la comuna de Puente Alto sorprendiendo al imputado
Jullians Pinilla Guzmán en compañía de otros dos sujetos en la vía pública sin
salvoconducto sanitario respectivo.
El día 16 de abril del año 2020 a las 11:30 horas aproximadamente funcionarios
policiales efectuaban un patrullaje preventivo en la calle De la Primavera [sic] con
Avenida Creta de la comuna de Puente Alto en el contexto de prevención sanitaria
por COVID-19 dentro del territorio y periodo de tiempo de cuarentena decretada
para la comuna de Puente Alto sorprendiendo al imputado Jullians Pinilla Guzmán
en compañía de otros sujetos en la vía pública sin salvoconducto sanitario
respectivo.
El día 8 de mayo del año 2020 a las 2:00 horas aproximadamente funcionarios
policiales efectuaban un patrullaje preventivo en la intersección de Mahuidanchi
con Pasaje Chadi de la comuna de Puente Alto en el contexto de prevención
sanitaria por COVID-19 dentro del territorio y periodo de tiempo de cuarentena
decretada para la comuna de Puente Alto sorprendiendo al imputado Jullians
Pinilla Guzmán en compañía de otros sujetos en la vía pública sin salvoconducto
sanitario respectivo.
El día 21 de mayo del año 2020 a las 18:15 horas aproximadamente funcionarios
policiales efectuaban un patrullaje preventivo en la intersección de Avenida
Gabriela Poniente con Coquimbo de la comuna de Puente Alto en el contexto de
prevención sanitaria por COVID-19 dentro del territorio y periodo de tiempo de
cuarentena decretada para la comuna de Puente Alto sorprendiendo al imputado
Jullians Pinilla Guzmán en la vía pública sin salvoconducto sanitario respectivo.
El día 29 de mayo de 2020, a las 03:00 horas aproximadamente, funcionaros
policiales efectuaban un patrullaje preventivo en la intersección de pasaje
Charwua con pasaje Antilhue de la comuna de Puente Alto en el contexto de
prevención sanitaria por COVID-19 dentro del territorio y periodo de tiempo de
cuarentena decretada para la comuna de Puente Alto sorprendiendo al imputado
Jullians Pinilla Guzmán en la vía pública sin salvoconducto sanitario respectivo.
Por otra parte, es relevante señalar que el imputado estuvo en prisión preventiva
por peligro para la seguridad de la sociedad, desde el 29 de mayo de 2020 hasta el
15 de junio de este mismo año. Por lo anterior, la SJG de Puente Alto, junto con
imponer una pena de multa por cada falta del 495 Nº 1 (5 UTM), tuvo asimismo por
cumplida la sanción con el mayor tiempo que estuvo privado de libertad 123. La
discusión que se presenta en la Corte gira primero en torno a la especialidad de la
figura del art. 318 respecto de la falta del art. 495 Nº 1. Determinada la especialidad,
la atención se dirige a la clase de peligro que recoge el art. 318, si es que se acepta
como un delito de peligro, según se expone y analiza a continuación.
El actual inciso 1º del art. 318124dispone: "El que pusiere en peligro la salud pública
por infracción de las reglas higiénicas o de salubridad, debidamente publicadas por
la autoridad, en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio, será penado con presidio
menor en su grado mínimo a medio o multa de seis a doscientas unidades tributarias
mensuales".
Por su parte, la falta del art. 495 Nº 1 castiga al "que contraviniere a las reglas que
la autoridad dictare para conservar el orden público o evitar que se altere, salvo que
el hecho constituya crimen o simple delito". Puede comprenderse la relación que se
hace de esta falta con el art. 318 CP, desde que ambas aluden a la infracción de
reglas dictadas por la autoridad. La relación tiene más sentido si falta el peligro para
la salud pública que el delito del art. 318 requiere. En ese caso se suele mirar tal
falta penal y descartar el delito.
Las órdenes podrían ser de carácter sanitario. El art. 496 Nº 1 exige que se trate
del incumplimiento de "órdenes particulares". En este sentido, se evidencia una
relación mayor de esta falta penal con el nuevo delito del art. 318 bis, que también
requiere la infracción de "una orden de la autoridad sanitaria". Sin embargo, las dos
figuras de faltas citadas describen las conductas desde la contravención de reglas
o de órdenes. La cuestión de constitucionalidad es más clara que la que puede
plantearse respecto de los delitos de los arts. 318 y 318 bis126, cuando la única
precisión en las faltas está en el art. 495 Nº 1, por la genérica referencia al orden
público, que es además un concepto jurídico indeterminado.
La Corte comienza con una noción del peligro abstracto que los "tratadistas"
contemplan, como aquéllos en los que no se requiere verificar una lesión o
menoscabo de un bien jurídico para que se consumen. Esto es cierto, pues no es
un delito de lesión. El que no se requiera probar una lesión no supone
necesariamente eliminar el peligro. De hecho, en los delitos de peligro concreto
tampoco se ha de constatar una lesión, pero se acepta como peligro real. El mismo
voto de mayoría señala que en el peligro concreto el tipo penal exige la creación de
un "peligro concreto y real". Sin embargo, opone este peligro al peligro abstracto
con base en la inexistencia de una lesión en este último. No advierte la resolución
que en el peligro concreto tampoco hay una lesión. El tribunal es poco claro sobre
este punto.
Tal idea de aptitud de riesgo general ex ante se apoya luego en argumentos que
derechamente dan por supuesta esta peligrosidad. Así, la mayoría del tribunal
señala inmediatamente a continuación, en el mismo considerando, que "la sola
transgresión de las medidas adoptadas por la autoridad a fin de evitar los
desplazamientos de las personas, transforman al hechor en un agente de peligro
para la salud pública, en cuanto pasa a ser un vector potencial de difusión y contagio
del virus".
El peligro que exige el art. 318 sería un riesgo ex ante no concreto, una
peligrosidad general, que parece existir por la sola trasgresión de las medidas
adoptadas por la Autoridad sanitaria. La mera infracción "transforma" al hechor en
un agente, "vector", de peligro para la salud pública. El peligro aparecería con el
incumplimiento de normas administrativas. Semejante consideración coincide con
una idea de peligro per se, por la clase de conducta realizada, que calza con las
nociones de peligro abstracto más conocidas y rechazadas: la idea de una
presunción de derecho del peligro o de la peligrosidad (concreta e incluso
genérica) o del peligro como ratio legis130.
La Corte destaca el riesgo de la conducta, aunque parece que sólo por pertenecer
a esa clase de conductas que incumplen normas sanitarias. Igualmente, algo
considera fuera de la sola trasgresión normativa. Primero, se ha de destacar la
consideración del agente como "vector potencial de difusión y contagio del virus",
que tiene sentido frente a la verificación de una posibilidad de difusión real, que no
ocurre si el sujeto no está contagiado (salvo el caso de la agravante, donde la
posibilidad de difusión ocurre por la publicidad del evento, por quienes pueden
llegar, y no necesariamente por el que convoca). Por eso, tal distinción del voto de
mayoría pierde sentido cuando señala que no importa si está contagiado o no, y
también cuando alude al peligro para el propio agente. ¿Hay difusión potencial del
virus si no se está contagiado?
Existe un riesgo real, aunque no coincide con el peligro concreto para bienes
individuales. Ocurre que hay otras nociones de peligro abstracto, que no se tienen
presentes o suelen confundirse. Tampoco se advierte suficientemente la distinción
entre peligrosidad, como aptitud ex ante de la conducta para perturbar algún bien
jurídico, y peligro, como situación de amenaza ex post para bienes jurídicos131. Hay
elementos en las consideraciones de la Corte que permiten distinguir ciertos
aspectos de peligro, junto con la idea de vector potencial de difusión y contagio, que
se destacan y analizan a continuación frente a la clase de delito de peligro de que
trata el art. 318.
La Corte precisa que la conducta acreditada, con los cinco incumplimientos, "ha
sido idónea potencialmente para provocar el contagio tanto propio como de
terceros", sobre todo cuando en tres oportunidades estaba con otras personas
"también vectores o propiciadores de contagio o trasmisión del virus" (considerando
séptimo). Sabemos que el Derecho, y específicamente el Derecho penal, interviene
cuando se afecta o puede afectar a otros y de manera relevante.
Aquí se propone interpretar la situación de peligro que contempla el art. 318 con
una tesis de puesta en peligro abstracta, que admite un peligro real respecto de
bienes colectivos como una situación de descontrol que escapa al agente y
configura un estado de amenaza que se advierte frente a la difusión del virus 140.
Una interpretación del art. 318 como delito de peligro concreto, como la que sigue
el voto disidente, ha de descartarse. El disidente recurre al tenor literal de la
disposición y admite una situación de riesgo real. Este solo hecho ha de destacarse.
Si bien no se exige la exposición de un bien individual que entra en contacto ex
post con una conducta peligrosa, es comprensible semejante consideración si se
parte de una noción de peligro abstracto como presunción (de derecho o legal) o
mera ratio legis. El rechazo de los delitos de peligro abstracto concebidos de este
modo es coherente con el resguardo de principios penales básicos, como la
proscripción de presunciones de responsabilidad y el principio de ofensividad, y
exigencias de imputación subjetiva mínimas. Así, es atendible la referencia a un
peligro concreto.
Por otro lado, la nueva incorporación del art. 318 bis ha supuesto reconocer que
el art. 318 contempla un delito de peligro abstracto; mientras que el art. 318 bis
incorporaría un delito de peligro concreto141. Si bien esta distinción es criticable, pues
también el art. 318 bis establece una situación de puesta en peligro abstracta para
la salud pública, su inclusión refuerza la determinación de una figura de peligro
abstracto y su delimitación es necesaria. Además de la propuesta de interpretación
sobre esta figura como puesta en peligro abstracta, se analizan someramente
algunos aspectos procesales relevantes.
Sin negar la posibilidad de que una persona pueda contagiarse al estar en la vía
pública (para lo que es indiferente si tienen o no permiso administrativo), la
determinación del delito no puede quedar relegada a la mera infracción de la regla
sanitaria, puesto que no habría diferencia con la infracción administrativa del Código
Sanitario; y el delito penal vendría a emplearse como prima ratio.
El solo hecho de caminar en la vía pública constituye una conducta cuyo riesgo
de contagio de enfermedades, en general, queda fuera de la consideración penal.
Calificar la conducta del no contagiado como potencial fuente de contagio, se presta
para confundir la protección de la "salud pública" con la afectación de la "salud
individual" de quien camina y es posible de ser contagiado. La intervención penal
sólo podría tener sentido si ese sujeto se convierte realmente en un vector, que
puede contagiar a otros y no por su sola afectación, con el castigo de auto daños o
auto peligros.
El peligro es necesario, aunque la mera constatación del riesgo es insuficiente; al
igual que lo es la sola la infracción de la regla sanitaria. Ambos elementos aislados
no alcanzan a completar los elementos típicos del art. 318 CP. Se requiere la
combinación de ambos factores.
Puede ocurrir que ese mismo médico esté contagiado de otra enfermedad grave,
pero que al no estar contemplada dentro de las reglas higiénicas o de salubridad, la
conducta no pueda ser objeto de reproche penal por esa vía, aplicándose los
criterios generales de "riesgo permitido" o "no prohibido", por la falta de imputación
objetiva en el contagio de enfermedades comunes como la gripe u otras graves que
no tienen tratamiento penal expreso.
Entonces, aquel que camina solo por la calle y sin contar con la autorización
respectiva, debiendo hacerlo, como en el caso que resuelve la sentencia
comentada, no pone por ese solo hecho en peligro la salud pública. Es relevante el
examen de todos los antecedentes del caso, especialmente la circunstancia de estar
en espacios abiertos y en posible contacto con otras personas.
Establecer los hechos precisos tiene especial relevancia para la sentencia, desde
que la proposición fáctica por la que fue condenado el acusado en procedimiento
abreviado y en la Corte (recalificando el delito) solo enuncia una conducta: ser
sorprendido por la policía "en la vía pública sin salvoconducto sanitario
respectivo"142. En el debate actual respecto de los márgenes de aplicación del
art. 318 CP, aunque hay diversas teorías, todas ellas exigen "algo más" que la mera
infracción administrativa. Los antecedentes adicionales para tal consideración no
están presentes en la descripción fáctica de la conducta imputada, ni en los registros
de la investigación, que, como dijimos, se completan solo con los partes policiales.
No encontramos antecedentes de contagio o de la presencia del virus siquiera en
un contexto situacional, por lo que las exigencias de "peligrosidad", "aptitud" o
"peligro real" no están realmente presentes en este caso. Se destaca, en todo caso,
la advertencia del contacto con otras personas en tres de las cinco oportunidades
en que se constató el incumplimiento de normas administrativas.
En el caso, los hechos que se tuvieron por probados no alcanzan, ni aun con la
aquiescencia del acusado respecto del procedimiento abreviado, a subsumirse
dentro de la conducta típica del art. 318 CP, como lo consigna la SCA San Miguel.
Desde esa base y de acuerdo con la calificación jurídica de "falta penal" según
constata el juez de la sentencia, llama la atención que el imputado se hallare privado
de libertad, cuando la norma del art. 124 CPP excluye para los casos de faltas
penales otra medida cautelar que no sea la citación 144. Aun entendiendo que el MP
haya formalizado por cinco hechos que calificó como delitos del art. 318 CP, está
bastante asentado que es el juez de garantía, y no el fiscal, quien debe verificar si
los hechos formalizados permiten tener por acreditada la proposición fáctica con
base en los antecedentes que aporta el mismo acusador. Dicho de otra manera, la
decisión de las medidas cautelares es una decisión jurisdiccional, que no se ve
constreñida por la decisión administrativa (propuesta de calificación
jurídica) contenida en el acto de la formalización de la investigación.
Entonces, resulta curioso que en este marco de pena se proceda a una medida
cautelar de la máxima intensidad, omitiendo una referencia obligada a la
improcedencia de la prisión preventiva contemplada en el art. 141 letra a) del CPP,
para los casos en que el delito estuviera sancionado únicamente con penas
pecuniarias, como es el caso de la falta penal del 495 Nº 1, cuyo castigo máximo es
de 1 UTM (aprox. $ 50.000).
La prisión preventiva no nos parece la solución para estos casos. Existen también
normas administrativas como la derivación del sujeto a una residencia sanitaria u
otras que pudieren cumplir con los propósitos que realmente se tienen en
consideración para los denominados "porfiados".
Vemos aquí como la discusión sobre la procedencia de la prisión preventiva se
circunscribió directamente hacia las hipótesis de necesidad de cautela,
exclusivamente en referencia a los parámetros del art. 140 letra c), obviando el
análisis previo los presupuestos materiales de la letra a), que según lo planteado
dan lugar a la inexistencia del delito por el cual se formaliza.
Octavo: Que de la propia redacción del artículo 318 del Código Penal, al señalar
'El que pusiere en peligro la salud pública...', se colige que se trata de un delito
de peligro abstracto, por ser su consumación instantánea, no siendo necesario
por ello que se haya ocasionado un daño efectivo a la salud pública ni tampoco
que exista un peligro concreto de que se efectúe, toda vez que el legislador no
empleó la expresión 'hiciera peligrar', sino 'pusiere en peligro'".
"(...) y, en ese sentido éste se alejaría de una noción colectiva y se relaciona con
la salud individual y que, en relación con lo anterior, los delitos contra la salud
pública han sido entendidos como delitos de peligro concreto y ello se verificaría
en el caso que el acusado estuviese contagiado con el virus COVID-19, pues de
esa forma, deambulando por la calle en un horario de prohibición de transitar,
generaría el riesgo de un posible contagio a las demás personas, lo que no ocurrió
en la especie, requiriéndose una idoneidad de lesionar el bien jurídico protegido,
debiendo tener la conducta, conforme al principio de lesividad, la aptitud suficiente
para poner en riesgo el bien jurídico tutelado, en la manera que exige el tipo penal,
no bastando una mera desobediencia a la autoridad.
Octavo: Que, al respecto se debe tener presente que el artículo 318 del Código
Penal, es claro y preciso en orden a asegurar, como bien jurídico protegido, la
salud pública, siendo este el objetivo del tipo penal, entendiendo éste como bien
jurídico colectivo o común y que denota un peligro general dado que afecta a las
personas sin considerar un bien jurídico individual en la concreción de la lesión y
ello emana del claro tenor de la regla de sanción, por lo que aparece evidente
que se trata de un bien jurídico supraindividual y de esta manera no requiere ni
exige un peligro concreto y como lo ha estimado la interpretación mayoritaria de
la doctrina y la jurisprudencia y que se aviene de mejor manera con su finalidad
y objetivo 'lo distintivo de los bienes jurídicos colectivos es que su afectación sólo
parece posible en el nivel de la peligrosidad abstracta'.
En efecto, se estima que el ilícito que contempla el artículo 318 de Código Penal,
corresponde a aquél que en doctrina se ha denominado de peligro abstracto el
que requiere que la ejecución del hecho constituya una infracción a las reglas
higiénicas o de salubridad debidamente publicadas por la autoridad sanitaria en
tiempo de catástrofe, epidemia o contagio y luego, que la acción que se ejecuta
es idónea para hacer peligrar la salud pública, pero ello no requiere
necesariamente que la persona padezca de alguna enfermedad o que deba estar
contagiado, como lo expresa la recurrente, debiendo entenderse que el elemento
propagador del virus es el ser humano, y ello hace necesario que la autoridad
sanitaria forzosamente haya dictado diversas resoluciones para evitar el contagio
y su diseminación, constando que precisamente fueron los imputados quienes,
con infracción de la ley, incumplieron la prohibición de salir a la vía pública en
horario que les estaba vedado, transgrediendo la medida sanitaria que propugna
la protección a la salud pública, y ello con independencia si se encuentran o no
contagiados de la enfermedad dado que también, al burlar la prohibición, existe
la posibilidad de contraer el mal, todo lo cual no puede sino determinar que la
conducta llevada a cabo por los infractores es idónea para poner en peligro la
salud pública, conformando el tipo penal que se encuentra contenido en el artículo
318 del Código del ramo que, atendido lo señalado, no puede sino considerarse
como de peligro abstracto, tal como lo determinó la Juez del grado.
"5º Que, tal como lo dijera esta misma sala con motivo de las causas roles
Nºs. 276, 301 y 302, todas 2020, antes de entrar al estudio del caso en particular
resulta interesante, a modo de introducción, consignar que el artículo 318 del
Código Penal se encuentra dentro de la clasificación de delitos de lesión y delitos
de peligro.
Los primeros se conocen como aquellos ilícitos en los que la realización del tipo
involucra de manera efectiva la lesión al bien jurídico protegido, mientras que en
los delitos del segundo grupo, para estar frente a ellos resulta suficiente con que
el sujeto activo haya puesto en riesgo el bien jurídico cubierto por la normativa
penal. A su vez, los delitos de peligro se subdividen en delitos de peligro abstracto
y peligro concreto, diferenciándose unos de otros según si se exige o no la
acreditación o verificación del peligro para el bien jurídico tutelado penalmente.
6º Que, la utilización del artículo 318 del código punitivo no ha estado exento de
polémica en cuanto a su aplicación, tanto así que por Oficio FN Nº 057/2020 del
Fiscal Nacional del Ministerio Público dirigido a los fiscales regionales, jefes y
adjuntos, jefes de gestión, asesores jurídicos, abogados asistentes de fiscal y
administradores de las fiscalías de todo el país, con la finalidad de impartir
criterios de actuación en delitos contra la salud pública entre otros, se precisó que
el artículo ut supra establece una figura de peligro concreto que sanciona al que
ponga en peligro la salud pública por infracción de las reglas higiénicas o de
salubridad, siempre que ello ocurra en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio
y que las referidas reglas hubieren sido debidamente publicadas por la autoridad.
8º Que, parece acertado por ahora encuadrar el artículo 318 del código
sancionatorio, en lo que se conoce como delito de idoneidad o de peligro
abstracto-concreto, es decir, no se está en presencia de un delito formal, ni uno
que requiera la acreditación de un peligro efectivo para alguien o algo
determinado, en otras palabras, se trata de una figura que supone la verificación
o acreditación de una determinada forma de peligrosidad o de idoneidad lesiva,
esto es, más que un situación de peligro per se, de una cuestión de peligrosidad
que debe ser acreditada en el proceso penal.
Se ha dicho que esta exigencia cumple fines de legitimación, pero por sobre todo
entrega y ofrece un sentido posible para objetivizar la 'puesta en peligro para la
salud pública'.
"Quinto: Que, antes de entrar al análisis del caso concreto resulta interesante, a
modo de introducción, precisar que el artículo 318 del Código Penal se encuentra
dentro de la clasificación de delitos de lesión y delitos de peligro.
Los primeros se conocen como aquellos ilícitos en los que la realización del tipo
involucra de manera efectiva la lesión al bien jurídico protegido, mientras que en
los delitos del segundo grupo, para estar frente a ellos resulta suficiente con que
el sujeto activo haya
puesto en riesgo el bien jurídico cubierto por la normativa penal. A su vez, los
delitos de peligro se subdividen en delitos de peligro abstracto y peligro concreto,
diferenciándose unos de otros según si se exige o no la acreditación o verificación
del peligro para el bien jurídico tutelado penalmente.
Sexto: Que, la aplicación del artículo 318 del Código punitivo no ha estado exento
de polémica en cuanto a su aplicación, tanto así que por Oficio FN Nº 057/2020
del Fiscal Nacional del Ministerio Público dirigido a los fiscales regionales, jefes y
adjuntos, jefes de gestión, asesores jurídicos, abogados asistentes de fiscal y
administradores de las fiscalías de todo el país, con la finalidad de impartir
criterios de actuación en delitos contra la salud pública entre otros, se precisó que
el artículo ut supra establece una figura de peligro concreto que sanciona al que
ponga en peligro la salud pública por infracción de las reglas higiénicas o de
salubridad, siempre que ello ocurra en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio
y que las referidas reglas hubieren sido debidamente publicadas por la autoridad.
Séptimo: Que, por una parte y siguiendo al autor Fernando Londoño Martínez, en
su trabajo '¿Responsabilidad penal para los infractores de cuarentena? Revisión
crítica de los artículos 318 y 318 bis del Código Penal (nueva Ley Nº 21.240): más
micro que macro...', el problema es que el artículo 318 del Código Penal, no
contiene un elemento objetivo de peligrosidad estadística, como si [sic] sucede
con otros delitos de peligro abstracto, tales como el delito de tráfico de sustancias
ilícitas y el manejo en estado de ebriedad, cuestión que conllevaría a buscar al
intérprete una alternativa que le confiera tal peligrosidad al mentado artículo, de
modo de reconocer cobertura sólo allí donde se verifique 'algo más' que la sola
infracción de las reglas típicas, pues, el mismo autor nos dice que de otro modo
el delito se torna puramente formal, anulándose el sentido práctico-operativo de
la fórmula 'peligro para la salud pública', entonces no basta la sola infracción de
las reglas higiénicas o de salubridad, debidamente publicadas por la autoridad,
en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio, sino que se debe exigir que
efectivamente esa desobediencia ponga en peligro la salud pública.
Por otra parte, cómo podría darse la exigencia de 'poner en riesgo la salud
pública', si el controlado no está contagiado, ni tampoco se verificó por la
autoridad aquella posible circunstancia, lo que llevaría —como ha ocurrido en
reiteradas oportunidades— a la detención de todo aquel que vive en situación de
calle, sancionando con ello la pobreza tal como se hacía de antaño al condenar
por el delito de vagancia y mendicidad.
Octavo: Que, parece acertado por ahora encuadrar el artículo 318 del Código en
comento, en lo que se conoce como delito de idoneidad o de peligro abstracto-
concreto, es decir, no se está en presencia de un delito formal, ni uno que requiera
la acreditación de un peligro efectivo para alguien o algo determinado, en otras
palabras, se trata de una figura que supone la verificación o acreditación de una
determinada forma de peligrosidad o de idoneidad lesiva, esto es, más que una
situación de peligro per se, de una cuestión de peligrosidad que debe ser
acreditada en el proceso penal.
Se ha dicho que esta exigencia cumple fines de legitimación, pero por sobre todo
entrega y ofrece un sentido posible para objetivizar la 'puesta en peligro para la
salud pública'.
Así las cosas, para poder sostener que nos encontramos frente a este tipo penal
debe analizarse la situación de hecho para determinar si existió dicha posibilidad
de poner en peligro la salud pública, lo que en el caso concreto (y en su redacción
anterior al 20 de junio de 2020), se presentaba sin dudas por circular por la vía
pública contagiado; pero no sólo de esa forma se comete el delito, debiendo en
cada caso analizar si de otra forma se puso en peligro la salud pública. Así las
cosas, la constatación del peligro concreto constituye una cuestión de hecho que
debe de ser ponderada y fundamentada, caso a caso, por el juez penal.
A este respecto cabe tener presente que la Pandemia que ahora nos queja es
una grave enfermedad, con un no bajo índice de letalidad, cuya propagación tiene
lugar en el contacto persona a persona, estando suficientemente documentado
desde una perspectiva médica que el distanciamiento social constituye la más
efectiva forma de evitar la propagación de la enfermedad y así detener su avance.
En ese entendido se decretó por la autoridad competente el toque de queda y la
cuarentena en esta ciudad para imponer vía autoridad dicho distanciamiento
social.
Bajo esa perspectiva sólo cabe concluir que se pone también en peligro la salud
pública realizando acciones que vayan en contra de dicho distanciamiento social,
como por ejemplo cuando se juntan varias personas sin adoptar las medidas que
aseguren dicho distanciamiento, desde que, atendida la forma de propagación de
la enfermedad y la cantidad de contagiados asintomáticos, hace que exista
verdadero riesgo de propagación de la pandemia en dicho caso.
Que por último cabe tener presente que en caso de ser sorprendido alguien en la
vía pública infringiendo cuarentena o toque de queda sin estar en alguna
circunstancia que pueda ser constitutiva del delito del artículo 318 del Código
Penal, no significa en forma alguna que aquello no será sancionado, desde que
queda a salvo la infracción que podrá cursar la autoridad sanitaria respectiva.
No es lógico sostener que la sola creación de la figura típica del artículo 318 bis
vuelva el delito del artículo 318 de ser un delito de peligro concreto a peligro
abstracto, cuando no se ha modificado ninguna parte de la norma en cuestión.
Así las cosas, para poder sostener que nos encontramos frente al tipo penal debe
analizarse la situación de hecho para determinar si existió dicha posibilidad de
poner en peligro la salud pública, lo que en el caso concreto (y en su redacción
anterior al 20 de junio de 2020), se presentaba sin dudas por circular por la vía
pública contagiado; pero no sólo de esa forma se comete el delito, pues este
concurre cada vez que se pone en peligro dicho bien jurídico, debiendo en cada
caso analizar si de otra forma se puso en peligro la salud pública. Por tanto, la
constatación del peligro concreto constituye una cuestión de hecho que debe de
ser ponderada y fundamentada, caso a caso, por el juez penal.
A este respecto cabe tener presente que la Pandemia que ahora nos queja es
una grave enfermedad, con un no bajo índice de letalidad, cuya propagación tiene
lugar en el contacto persona a persona, estando suficientemente documentado
desde una perspectiva médica que el distanciamiento social constituye la más
efectiva forma de evitar la propagación de la enfermedad y así detener su avance.
En ese entendido se decretó por la autoridad competente el toque de queda y la
cuarentena en esta ciudad para imponer vía autoridad dicho distanciamiento
social.
Bajo esa perspectiva sólo cabe concluir que se pone también en peligro la salud
pública realizando acciones que vayan en contra de dicho distanciamiento social,
como por ejemplo cuando se juntan varias personas sin adoptar las medidas que
aseguren dicho distanciamiento, desde que, atendida la forma de propagación de
la enfermedad y la cantidad de contagiados asintomáticos, hace que exista
verdadero riesgo de propagación de la pandemia en dicho caso.
Quinto: Así las cosas, considerando que en el presente caso los imputados fueron
formalizados por haber sido sorprendido en la vía pública circulando en un
vehículo estando en cuarentena, sin permiso que los habilitara a aquello, concurre
una situación de peligro a la salud pública que amerita aplicar la norma, desde
que los imputados derechamente no sólo circularon por la vía pública, sino que lo
hicieron en un vehículo y juntos los tres (además de otra persona que no fue
detenida), infringiendo derechamente el distanciamiento social, por lo que
concurre el presupuesto material respecto de este delito respecto de los tres
imputados. También concurren dichos presupuestos respecto del segundo delito
desde que se acreditó el porte del arma respectiva, sin que la defensa cuestione
los hechos.
Que por otro lado, atendida la circunstancia que respecto del delito del artículo
318 no se aprecia alguna circunstancia objetiva que haga en definitiva probable
aplicar una pena superior al mínimo legal, la cautelar solicitada y decretada
aparece excesiva, por lo que se revocara a este respecto de N.A.Á.O. y R.S.E.".
"10º.- Que ahora bien, enfrentado al argumento central del arbitrio en estudio que
mira a la modificación introducida por la Ley Nº 21.240 y que motivó un nuevo
instructivo del ente ya aludido señalando que se trata de un delito de peligro
abstracto, ya que 'los bienes jurídicos colectivos, —como la salud pública— a
diferencia de los bienes jurídicos individuales, no se encuentran expuestos a una
lesión empíricamente constatable, razón por la cual se acepta, modernamente,
que su afectación sólo puede ser captada, adecuadamente, a través de la
estructura de los delitos de peligro abstracto'. Sin embargo, tal argumento
colisiona con el tenor de la nueva legislación que no vino a alterar la descripción
de la conducta típica del ya mencionado artículo 318, sino que elevó las penas e
introdujo una circunstancia agravante y por su parte, a través del artículo 318 bis
creó una figura calificada de peligro concreto (riesgo de propagación), diferente
de la original del artículo 318 y que evidentemente no lo transforma por ello en un
delito de peligro abstracto, en tanto ambas disposiciones regulan dos situaciones
distintas en que el sujeto es capaz de propagar la enfermedad. En efecto,
aquellas en que el agente sabiendo que constituye un elemento propagador
infringe las medidas sanitarias, cae en el delito del artículo 318 bis, pero si incurre
en tales infracciones sin tener conocimiento de su enfermedad o de su calidad de
eventual propagador, podrá quedar comprendido dentro de la figura delictual
menos grave contenida en el artículo 318.
11º.- Que, empero, en ambos casos, sin lugar a dudas se requiere que el sujeto
no solo transgreda las medidas de prevención o control dispuestas por la
autoridad, sino que además se encuentre en condiciones de diseminar la
enfermedad, con o sin su conocimiento.
En este escenario, los hechos del requerimiento no dan cuenta que los sujetos
fuesen aptos para concretar un contagio respecto del virus patógeno, lo que
permite sostener que no resulta verificable una acción infractora idónea para
generar algún peligro de propagación que la legislación reprime. E., no resulta
suficiente para convocar la aplicación del artículo 318 del Código Penal la sola
circunstancia de transitar en la vía pública como parece entender el Ministerio
Público".
"13º) Que resulta imprescindible señalar, desde ya, que —excluida la hipótesis
de imprudencia temeraria, no imputada ni en el auto de procesamiento ni en la
acusación de autos— la sola existencia de la infracción de reglamentos no es
suficiente para tener por acreditada ni la existencia ni menos la autoría del
cuasidelito imputado al sentenciado Quintana, sino que para ello sería
imprescindible establecer al efecto la existencia de la mera negligencia, exigida
copulativamente con la referida infracción reglamentaria por el artículo 317 inciso
2º del Código Penal en concordancia con la norma del artículo 492 del mismo
cuerpo legal, como elemento esencial del tipo cuasidelictual imputado, de tal
manera de producirse a este respecto la convicción de los sentenciadores.
15º) Que sin lugar a dudas, para los efectos de lo recién dicho y a propósito del
hecho de la causa consistente en haberse producido 'un brote de hepatitis B en
una agrupación de a lo menos trece pacientes oncológicos', resulta también
imprescindible saber o determinar con certeza, cuál o cuáles son las vías o formas
de contagio del virus de la enfermedad denominada Hepatitis B, a la luz de los
conocimientos actuales de la ciencia médica.
16º) Que según el informe que rola a fojas 611, Ordinario Nº 2.947, de 6 de
septiembre de 2006, no objetado ni contradicho por ningún otro antecedente del
proceso, la señora Ministra de Salud de la República de Chile establece que las
formas de transmisión del virus de la Hepatitis B son cuatro: A) Parenteral: a
través de agujas, jeringas, dispositivos endovenosos como cánulas y fleboclisis,
y productos sanguíneos infectados; B) Sexual, a través de relaciones sexuales
con personas infectadas; C) Perinatal o vertical, esto es, de madre infectada al
hijo en el parto; D) Horizontal, a través de contacto con personas infectadas: el
virus puede permanecer estable hasta siete días en distintas superficies del
medio ambiente y, como consecuencia, infectar o contagiar a través de objetos
contaminados, pudiendo haber transmisión cruzada por las manos del personal
y/o uso compartido de insumos o equipos infectados. Se agrega que: E) Los
fluidos corporales en los que se puede encontrar el virus de hepatitis B son:
sangre y hemoderivados, semen, líquidos vaginales, saliva, lágrimas y leche
materna; F) Las agujas, jeringas y otro equipo endovenoso contaminado son
vehículos importantes del contagio, especialmente entre los toxicómanos; G) La
infección puede diseminarse por contaminación de lesiones cutáneas o por la
exposición de membranas mucosas a sangre infectante, vía que quizás
constituye una fuente importante de transmisión para el personal de salud, en
instituciones para retrasados mentales y en países menos desarrollados donde
el virus es endémico; H) Como factores de riesgo de la hepatitis B, fuera de los
casos de relaciones sexuales, señala: uso de drogas inyectables (el uso de
jeringas y / o agujas contaminadas es una importante vía de contagio),
transfusiones con sangre contaminada, y contacto cercano: la infección puede
producirse si la sangre de una persona infectada entra en contacto con las
membranas mucosas (ojos, boca, genitales) o con pequeñas heridas de otra
persona. Agrega que el virus puede transmitirse por instrumentos, equipos o
dispositivos médicos contaminados durante procedimientos médicos invasivos si
no se aplican las precauciones universales necesarias. I) En cuanto a la
determinación del origen de la transmisión del virus, señala: I.1) Que un treinta y
cinco por ciento de los casos son de origen desconocido, orientándose la
búsqueda de la causa por la presencia de factores de riesgo en el enfermo;
I.2) Existiendo un tamizaje en los bancos de sangre dirigido a la pesquisa activa
de enfermedades de transmisión sanguínea, se puede evitar la asociación entre
transfusiones y riesgo de contraer hepatitis B; I.3) Tampoco existe asociación
entre portación de virus por personal de salud y aquel riesgo.
18º) Que a fojas 674 rola en anexo de los informes y estudios recién examinados,
el texto de las Precauciones Universales con Sangre y Fluidos Corporales,
aplicables a la extracción de sangre, y, por analogía, a los procedimientos de
transfusiones, en el que se establecen las siguientes: A) El personal de salud
tomará las medidas para que durante todos los procedimientos no haya contacto
directo de su piel con la sangre de los donantes; B) Evitar pinchazos y cortes con
los artículos que hayan estado en contacto con la sangre de los donantes; C) Para
ello se tomarán al menos las siguientes medidas: C.1) Uso de guantes de látex
para realizar la punción y en todo momento en que se manipule sangre o artículos
con sangre; C.2) Los guantes serán cambiados entre donantes o entre punciones
si se contaminan durante el procedimiento; C.3) Evitar en todo momento que la
punta de la aguja se dirija a alguna parte del cuerpo del operador o de otra
persona distinta al donante; C.4) Eliminación de la aguja en un envase
impermeable resistente a las punciones tan pronto termine su uso, sin recapsular,
doblar o quebrarla; C.5) Los envases para eliminación de agujas deben estar
próximos al sitio de uso, a fin de evitar el traslado de agujas desnudas por grandes
distancias, y serán reemplazados apenas alcancen una altura similar al largo de
las agujas; C.6) Las agujas no serán manipuladas una vez eliminadas;
C.7) Lavarse las manos después de sacarse los guantes.
21º) Que en relación con tales hechos, los demás investigados en el proceso y el
verbo rector del tipo cuasidelictual penal atribuido al sentenciado Quintana,
conviene precisar que entiéndese por 'foco infeccioso' el 'núcleo activo o latente
de agentes patógenos en un medio apto para su supervivencia, multiplicación y
transmisión, que puede propagar enfermedades infecto-contagiosas', según
definición del artículo 55 del Código Sanitario. En tal sentido, el 'foco infeccioso'
sería el presupuesto o punto de partida del brote epidemiológico investigado, en
cuanto éste no puede nacer de la nada, sino que necesariamente debe derivarse
de la existencia del dicho foco.
22º) Que así establecido lo anterior, teniendo presente que el virus puede
permanecer activo (con propiedades contaminantes) más de siete días en un
ambiente propicio, que la enfermedad tiene un ciclo de incubación de sesenta a
ciento cincuenta días, y que los síntomas pueden aparecer (de seis semanas a
seis meses después del contagio) o no aparecer (puesto que 'una persona puede
estar infectada y pasar el virus a otras personas sin saberlo', como lo indica el
informe del Instituto de Salud Pública de fojas 645), forzoso es concluir que en la
especie no es posible determinar ni el foco infeccioso (que pudo ser sangre
contaminada o virus VHB depositado en algún elemento material existente en la
consulta de Quintana), ni la forma o vehículo en que éste pudo llegar al recinto
(pudo ser en la sangre o elementos hematológicos aportados por el procesado
Miguel Manosalva o en la sangre original de alguno de los menores
eventualmente infectado con anterioridad, con la cual se pudo haber infectado
algún implemento o pudo transmitirse a otro u otros menores allí tratados, según
lo expresado en el Considerando 16º), ni la época de la primera contaminación
de alguno de los trece menores de autos, que pudieron haberse infectado con el
virus antes o después del año 2002, en la referida consulta o en otro lugar.
24º) Que sin perjuicio de que todas las hipótesis señaladas son racionalmente
posibles en la especie, en tanto están basadas en los antecedentes y elementos
de convicción en cada caso señalados, todas ellas, contrastadas con el único
nexo aparente entre los trece menores infectados constituido por el hecho de
haber sido todos ellos tratados en diversas épocas o momentos en la consulta de
Quintana, posibilitan en mayor o menor medida concluir que esta última
circunstancia no tiene por qué ser determinante de una presunción de
culpabilidad cuasidelictual en su contra, dado que no se ha acreditado en autos
ni resulta presuncionalmente acreditable según lo obrado en el proceso ninguna
acción u omisión de diseminación de gérmenes concreta ni determinada en el
tiempo ni en sus circunstancias por parte del recurrente doctor Quintana. Por el
contrario, se puede fundadamente tener por acreditado, según los elementos de
convicción señalados en las letras A.1), A.2, B), B.1, B.2 y B.3 del Considerando
19º), todos ellos constitutivos de otras tantas presunciones que reúnen los
requisitos del artículo 488 del Código de Procedimiento Penal, que el doctor
Quintana —médico pediatra y oncólogo infantil competente y de prestigio
reconocido por los colegas y funcionarios que lo recomendaron a los padres de
los menores de autos— efectivamente cumplió a su respecto a cabalidad con las
Precauciones Universales con Sangre y Fluidos Corporales señaladas en el
considerando 18º), hecho este último debidamente afincado en los antecedentes
referidos en el considerando 19º) letras B), B.1, B.2) y B.3), constitutivos a su vez
de otras tantas presunciones judiciales revestidas de los requisitos exigidos por
el mencionado artículo 488".
Es claro, entonces, que en esta causa lo infringido es una norma de salud pública
y no una de conservación del orden público por lo que no cabe sino desestimarse
esta pretensión".
Por su parte el artículo 495 Nº 1 dispone: 'Serán castigados con multa de una
unidad tributaria mensual:
"8º.- Que tal como lo razona el juez base, la norma sanciona a quien 'pusiere en
riesgo la salud pública', y lo haga infringiendo reglas higiénicas o de salubridad
dispuestas por la autoridad en tiempos de catástrofe, epidemia o contagio. Luego,
se encuentra penado aquel acto que ponga en peligro la salud pública en relación
a las situaciones mencionadas, lo que evidentemente no se produce en la medida
que el individuo no se encuentre contagiado por la enfermedad, pues no resulta
posible que de esa manera se atente contra el bien jurídico resguardado o más
bien lo ponga en peligro.
[...]
"3.- Que sin perjuicio de lo anterior, en el presente caso, del análisis en particular
del artículo 318 citado, es posible considerar que nos encontramos en una
situación de una ley penal en blanco propiamente tal, pues a través de actos
administrativos emanados de la autoridad competente, que en el presente caso
fija el horario de prohibición de desplazamiento de las personas en la vía pública,
siendo estas resoluciones administrativas, disposiciones normativas que
contienen elementos que permites la imposición de la sanción, como lo es la
temporalidad del 'toque de queda', circunstancia fáctica que complementa o
determina el texto normativo legal a través de lo emanado de una autoridad
administrativa.
4.- Que en el presente caso, esta ley penal en blanco propia, que a través de una
norma administrativa que determina el horario de limitación de desplazamiento,
viene en integrar y complementar el tipo penal consagrado en el artículo 318 del
Código, por ello, formando parte del núcleo de la prohibición de la conducta
desplegada por el agente y que fundamenta la ilicitud de dicha conducta.
5.- Que por lo anterior, al ser modificada esta circunstancia temporal de comisión
del delito, es posible estimar que ya no existe, al menos en este preciso margen
de tiempo, correspondiente a una hora, le ilicitud del actuar que inicialmente se
encontraba prohibido por la norma legal en cuestión.
6.- Que dicha modificación horaria se llevó a efecto mediante Resolución Exenta
Nº 693/2020 del Ministerio de Salud, publicada en el Diario Oficial de fecha 21 de
agosto de 2020, que modificó la Resolución Exenta Nº 591 de 2020 del Ministerio
de Salud, reemplazando el primer párrafo del numeral 4 por el siguiente:
'4. Prohíbase a los habitantes de la República salir a la vía pública, como medida
de aislamiento, entre las 23.00 y 05.00 horas'.
7.- Que en este sentido, corresponde la aplicación de la ley penal más favorable
por aplicación del principio de proporcionalidad en sentido amplio, también
conocido como prohibición de exceso, pues si se dicta una ley que elimina la
punibilidad de un hecho, la pena impuesta por el mismo hecho —o que se
pretenda imponer— conforme a la anterior ley ya no cumpliría ningún efecto de
prevención general ni especial. En tal caso, no aplicar retroactivamente la nueva
ley supondría infringir el principio de proporcionalidad en sentido amplio o
prohibición de exceso, porque se mantendría —o se impondría— una pena que
no sería idónea para el fin de prevención de delitos, ni necesaria para el mismo
fin, ni proporcionada. Guillermo Oliver Calderón. '¿debe aplicarse la ley penal
intermedia más favorable?'. Revista de Derecho de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso XXV, 2004 [pp. 305-323].
Cuarto: Que, en todo caso los argumentos del recurso dicen relación
directamente con alegaciones del fondo que resultan impertinentes en este
arbitrio, máxime que el refiere que los hechos se corresponden con la falta
establecida en el artículo 496 Nº 1 del Código Penal, norma esta que no se aviene
con aquellos.
Cabe agregar, además, que el señor Fiscal manifestó en estrado que ambos
imputados han sido condenados con anterioridad por delitos que merecen igual
o mayor pena, y el imputado Yerco Miranda Bugueño, al momento de su
detención se encontraba con medidas cautelares vigentes.
PROCEDIMIENTO MONITORIO
"2º) Que si bien en esa resolución el tribunal no expresó las razones por las
cuales tal procedimiento le parecía menos favorable al imputado, encontrándose
obligado a fundamentarlo, al resolver el recurso de reposición presentado por el
Ministerio Público, señaló que 'en este caso este Juez entiende que tanto las
normas de carácter sustantivo y procesales no son en nada en beneficio del
imputado, por cuanto la Ley Nº 21.240 que modifica el artículo 318 del Código
Penal y permite la aplicación de un procedimiento monitorio respecto de dicho
delito, viene en aumentar las penas y permite que el imputado sin haber aceptado
los antecedentes de la investigación o bien responsabilidad en el hecho pueda
ser condenado por el respectivo Juez de Garantía como autor de un simple delito,
con todas las implicancias ulteriores que derivan de dicha condena al
sentenciado, lo que impide entender que la aplicación de dicha norma resulte en
una situación más favorable para el imputado'.
4º) Que, en cuanto a la modificación del artículo 318 del Código Penal, debe
distinguirse que en aquella disposición, se incluyeron, a través de la Ley
Nº 21.240, cuestiones de orden sustantivo y otras de orden procesal, teniendo
ambas un tratamiento disímil, desde que la norma procesal rige in actum,
habiéndose dispuesto por el legislador que se procediera en cualquier momento
conforme a las reglas generales del procedimiento monitorio, cuando el Ministerio
Público se limitara a pedir la sanción de multa.
"Tercero: Que el artículo 392 del Código Procesal Penal, que regula el
Procedimiento Monitorio, en su inciso quinto señala en forma expresa, que en la
hipótesis que el Juez de Garantía no considerare suficientemente fundado el
requerimiento o la multa propuesta por el fiscal, se proseguirá con el
procedimiento en la forma prevista en los artículos siguientes, esto es, conforme
a la reglas del procedimiento simplificado.
Cuarto: Que del tenor de la resolución impugnada es posible inferir, que sin que
haya mediado aún, un procedimiento de carácter contradictorio, el juez de la
instancia ha adoptado una de la posiciones doctrinarias que se discuten en torno
a la figura típica del artículo 318 del Código Penal, es decir, si corresponde a un
delito de peligro abstracto o concreto.
Sexto: Que conforme a lo razonado, esta Corte estima que el juez de la instancia
ha excedido las facultades que le otorga la norma del artículo 392 del Código del
ramo, toda vez, que si estimó que el requerimiento presentado por el persecutor
penal, no se encuentra suficientemente fundado lo que procede en derecho, no
es dictar el sobreseimiento definitivo del proceso, sino que, citar a la audiencia de
procedimiento simplificado regulada en los artículos 393 y siguientes del
ordenamiento procesal penal.
SALUD PÚBLICA
Décimo: Que siendo parte de los elementos del tipo penal, la normativa
reglamentaria de la autoridad que determina de forma explícita la restricción de
desplazamiento de todas las personas, imponiéndoles el toque de queda que
regía a nivel nacional y en la comuna de Calbuco, lugar en que se produjo la
detención, desde las 22:00 hasta las 05:00 horas del día siguiente y habiendo
sido ésta infringida por el condenado, se estima configurado el delito por el cual
fue condenado el encartado.
Octavo: Que, al respecto se debe tener presente que el artículo 318 del Código
Penal, es claro y preciso en orden a asegurar, como bien jurídico protegido, la
salud pública, siendo este el objetivo del tipo penal, entendiendo éste como bien
jurídico colectivo o común y que denota un peligro general dado que afecta a las
personas sin considerar un bien jurídico individual en la concreción de la lesión y
ello emana del claro tenor de la regla de sanción, por lo que aparece evidente
que se trata de un bien jurídico supraindividual y de esta manera no requiere ni
exige un peligro concreto y como lo ha estimado la interpretación mayoritaria de
la doctrina y la jurisprudencia y que se aviene de mejor manera con su finalidad
y objetivo 'lo distintivo de los bienes jurídicos colectivos es que su afectación sólo
parece posible en el nivel de la peligrosidad abstracta'".
"Sexto: Que la interpretación jurídica del artículo del Código Penal a la luz de los
principios del derecho penal, hoy inciso 1º, debe adaptarse a la evolución de la
ciencia y la técnica, en cuanto las reglas higiénicas o de salubridad que están
fijadas en este caso concreto por resoluciones dispuestas para los individuos que
habitan la comunidad nacional, con el objeto de proteger la salud individual a
propósito de la pandemia que padece la comunidad toda, que para la discusión
citada se inserta justamente cuando se refiere a las reglas 'publicadas por la
autoridad, en tiempos de catástrofe, epidemia o contagio', lo que sin duda, en
abstracto, o desde el punto de vista lógico, en cuanto a reflexiones al recto
entender pone en peligro el bien jurídico tutelado, puesto que dichas normas
están dirigidas a disminuir el contagio y específicamente la transmisión del virus,
en forma independiente de que la persona esté contagiada o no, e incluso hoy
por avance de la ciencia y la técnica, porte o tenga las defensas, pues incluso se
sostiene que quienes padecen el virus y no tienen síntomas también
potencialmente podrían generar un contagio, por ello debe entenderse que la
peligrosidad surge a propósito del desconocimiento de las reglas de higiene y
salubridad por las graves consecuencias que conlleva la exposición.
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Doctrina y Jurisprudencia Penal Nº 42
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