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ESI en Clave Pastoral

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ESI en clave pastoral

Han pasado quince años desde la aprobación de la ley 26150/2006 sobre la ESI y todavía estamos
muy lejos de su puesta en marcha en todos los centros educativos. Especialmente en muchos
centros confesionales aun encontramos resistencias a su implementación y tratamos de disimular
las mismas, dada su obligatoriedad, con nombres y adaptaciones que, en muchas oportunidades,
no ayudan mucho al objetivo de la misma ley, conseguir que la Enseñanza Sexual Integral sea algo
normal en el proceso educativo y que está pueda ayudar en el proceso de maduración personal que
todos transitamos en el periodo escolar.

Desde nuestros más antiguos ancestros todo aquello que nos resulta desconocido, tabú, genera al
mismo tiempo temor, miedo, rechazo y atracción. La resistencia a la ESI se ha convertido, a lo largo
de todos estos años en un caballo de batalla que de cuando en cuando suele salir al combate,
empujado por los miedos, temores, ignorancias y conveniencias de turno. Justificamos la batalla con
pretextos religiosos, socio-políticos pero raramente por la ansiedad que - transitar terrenos que no
conocemos mucho - nos provoca.

Tal vez tiene que ver esto con el hecho de tener que reflejar nuestra propia vida, nuestra propia
vivencia de la sexualidad, cuando hablamos de ESI. Uno puede hablar de matemáticas y no sentirse
implicado personalmente, puede explicar geometría o lengua y mantener las propias vivencias al
margen, pero no podemos hablar de ESI asépticamente, sin que nuestra vida se vea reflejada y
expuesta, confrontada e interrogada. Somos seres sexuados y sexuantes, nuestra sexualidad
interrelaciona con todo y con todos, nos influye e influimos en el otro.

Este es un texto destinado a docentes o a personas que se interesan en la ESI y con el objetivo de
poder trabajarla adecuadamente, para que pueda alcanzar los objetivos con los que fue creada, más
allá de creencias, adhesiones políticas o sociales. Es un DERECHO de los alumnos y un DEBER del
sistema educativo poder promover la misma. La Ley no limita un techo máximo de lo que se puede
enseñar, pero sí señala un mínimo que no puede estar excluido, así que intentemos reflexionar en
las siguientes líneas como poder trabajar este tema.

Lo que vamos a compartir es algo simple: plantear algunas consideraciones para pensar y trabajar
la ESI en el centro educativo. Nacidas del trabajo con otros docentes, alumnos y familias de diversos
centros educativos son posibles caminos a considerar cuando abordamos el tema de la ESI de
manera transversal en la educación.

Situar la ESI en clave pastoral es un giro interesante y un lugar interesado desde el que acercarnos
a ella. Supone, es cierto, un tinte creyente que es inevitable, no podemos hacer pastoral al margen
de la fe. Pero al mismo tiempo evita y escapa del manido concepto de la ideología, en el que hemos
combatido estos años.

Pero las palabras, que no tienen dueño y son juguetonas con sus sentidos, pueden invitarnos
también a pensar lo que decimos.

No es lo mismo un “enclave” que hacer, mirar, pensar en “clave de”. De acuerdo a los diccionarios
un “enclave” es un “territorio geográfico y/o un grupo humano inserto dentro de otro con
características diferentes”. Dicho en argentino coloquial, un sapo de otro pozo metido en una charca
distinta. Para que algo mantenga las características de enclave, necesita mantener una identidad
propia, bien sea cultural, lingüística, étnica, religiosa, política o todas ellas juntas. Es como si
hubieras trasplantado un pedazo de selva en medio de nuestro propio parque, pero manteniendo
todas las características propias de esa selva en medio de la pampa, que es donde esta nuestro
parque. Requiere esfuerzo, dedicación, un gasto considerable de energía y trabajo, porque
precisamente lo que le hace ser un enclave es precisamente no perder la identidad que lo diferencia
del resto. Digamos que no pierde las mañas, nunca puede dejar de ser lo que es, por lo que el mayor
esfuerzo esta puesto en no inculturarse ni encarnarse. Hay muchos ejemplos de esto, de tipo
religioso (comunidades amish, cuáqueros, menonitas, …), étnico (judíos, colonias migrantes,
yazidies, rohingas…), políticos (territorios pertenecientes a otros países tipo Malvinas).

En ocasiones a la ESI la hemos sentido como un enclave, perteneciente al que sentimos como
contrario dependiendo de la orilla en que nos situemos. Para el mundo confesional, la ESI es una
suerte de enclave ideológico de aquellos que han sido definidos como contrarios a lo que creemos
y defendemos, una avanzadilla (de los que han definido como amenazantes movimientos político-
ideológicos contrarios a la familia y a la fe) en el exclusivo mundo de la educación confesional. Desde
ese amenazado mundo de la educación confesional hemos lanzado una ofensiva, que con distintos
nombres, ha creado un enclave, que podríamos resumir en “La Educación para el Amor”. Como si el
Amor fuera algo flotante en el universo que envuelve a la materia humana sin necesidad de
contactar con ella. Amor, afectividad, derechos, todo al margen de la sexualidad, sin nombrar lo
innombrable o disimulando, cuando no evadiendo, la realidad humana de cada uno de nosotros.

Sentir la ESI como enclave es empobrecerla y no dejar que pueda encarnarse en la vida de cada uno
de nosotros.

Por el contrario , cuando situamos algo “en clave”, estamos refiriéndonos a “algo que se hace a la
manera de otra cosa”. Por ejemplo podemos hablar de política en clave de humor, lo que supondrá
que nos reímos pero al mismo tiempo diremos aquello que pensamos y sentimos. Podemos también
hablar de política o de sociología en clave culinaria, por ejemplo, al decir que la sociedad puede ser
un batido o una ensalada de frutas. En las dos están las mismas frutas, pero en el primero, todo está
mezclado en una sola cosa, una sola textura, un único sabor nacido de la mezcla de todos. En la
ensalada podemos apreciar las texturas diferentes de las frutas, la acidez o la dulzura, los matices
de sabor.

Hacer algo, vivir, sentir, enseñar “en clave de..” supone por tanto inculturarse, encarnarse, decir
algo con otras formas y maneras que no son las que nosotros usábamos. Esto supone enriquecernos,
dejarnos influenciar, observar y al mismo tiempo influenciar y enriquecer al otro.

La ESI es importante que se trate en clave pastoral y que no se convierta en un enclave pastoral ni
ideológico, sea del signo político que sea o de cualquier religión. Tratarla en clave pastoral permitirá
enriquecer la ensalada de frutas, convertirla en un enclave dentro de la educación la transformará
en un batido más o menos digerible.

Dicho esto, a la hora de acercarnos al tema de la ESI en los centros educativos y situándonos en el
contexto de la Ley es importante tener en claro algunos conceptos y una palabra “clave” (de nuevo
la palabrita) en todo el proceso: CONSENSO

Hablar de ESI en clave humana, religioso – pastoral y educativa requiere consenso y huir de la
controversia. Las controversias son hijas del convencimiento de estar en posesión de la única verdad
o razón, (la mía) y sobrinas de la negación de la existencia de otras verdades o razones. Cuando
vivimos la vida como enclave vivimos en la controversia. Si, por el contrario, vivimos “en clave”
admitiremos que el otro puede tener mucho para enriquecerme, decirme, iluminarme,
contrastarme. Al menos, tanto como yo a el.

La ESI por tanto, es un modo de hablar de la sexualidad humana, de la obra de Dios, de acercarnos
a Dios en clave humana.

Y esto:

- Nos invita a contemplar, que es más que mirar, la Vida y la vida.


- Nos lleva a dialogar, lo que supone escuchar, aceptar y encontrarse con el otro.
- Nos sitúa en una orilla diferente a la que estamos acostumbrados.
- Nos enfrenta a la diversidad humana que es reflejo de un Dios diverso, tan diverso que nos
crea a cada uno a su imagen y ninguno somos igual a otro.

La principal dificultad a la hora de abordar el diseño y la puesta en marcha de un proyecto de ESI


reside en la disparidad de comprensión que tenemos sobre algunos temas relacionados con la
sexualidad y su complejo mundo. En dicha comprensión incorporamos, consciente o
inconscientemente, nuestros miedos, ausencias, prevenciones o bloqueos. Y cuando decimos A, no
todos entendemos lo mismo. De ahí que lo primero es ponernos de acuerdo mínimamente, de
manera consensuada, que entendemos como centro educativo, institucionalmente, por algunos
conceptos.

Dicho consenso tiene que contemplar, además, la posibilidad del disenso, pero teniendo en cuenta
que esto supone, coloquialmente dicho, “no remar en contra”. Es decir, puede que alguien del
equipo no esté de acuerdo con lo que se alcance como consenso, pero no puede socavar el objetivo
de ese consenso, tendrá que aceptar lo que se acuerde y “respetuosamente” mantenerse al margen,
sin intervenir socavando aquello que se acordó.

Alcanzar consensos nos dará seguridad en el camino de la ESI y al mismo tiempo fortaleza
institucional para trabajar este tema con toda la comunidad educativa (docentes, no docentes,
alumnos y familias).

Este consenso básicamente puede lograrse cuando se dialoga sobre algunos términos clave,
disputados en muchas ocasiones en su interpretación y que pueden llegar a cargarse
ideológicamente, dificultando su correcta comprensión y por ende, bloqueando el dialogo y el
trabajo con los destinatarios de nuestra formación.

Y aquí entra en la escena lo que otros, el Papa Francisco por ejemplo, denominó el “síndrome de
Babel”, que es la confusión que se origina al no entender lo que dice el otro. Este es el primer paso.
Pero el verdadero “síndrome de Babel” es no escuchar lo que dice el otro y creer que sé lo que piensa
la otra persona y qué es lo que dirá el otro. ¡Esta es la peste! “ (Papa Francisco, “La Teología después
de la Veritatis Gaudium en el contexto del Mediterráneo”, Nápoles 2019).

Evitar ese síndrome de Babel no es tan difícil, cuando hacemos las cosas “en clave”, porque eso
supone, recuerden, acercarse a otra manera de ver la vida e intentar entender desde ahí y en ese
punto aportar, teniendo en cuenta lo que hemos aprendido de ese acercarnos, lo que tengamos
que aportar, permitiendo que esa realidad nos empape. Es lo que se llama “inculturación” o si
prefieren otra palabra mas conocida “encarnarse”.

Judith Butler nos recordaba que “para saber vivir, uno tiene que saber cómo leer, y debería ser capaz
de desarrollar una interpretación de lo que lee”, (“Afterwood”, en E.T. Armour y S.M. St.Ville (eds)
Bodily Citations: Religion and Judith Butler, Columbia University Press, Nueva York 2006, p. 278). Y
ese es el espíritu de vivir en clave de, aprender como leer, interpretar lo que leemos de la vida del
otro, intentar entender lo que el otro vive, como vive y porque vive.

Pastoralmente hablando, que es la clave que estamos utilizando, la Teología debería darnos las
claves necesarias para leer desde la mirada creyente la realidad en la que vivimos y poder interpretar
esa lectura de modo tal que nos permita vivir la Vida a la que estamos llamados.

Sin embargo, no siempre es así cuando abordamos temas controversiales en la escuela, y de un


modo especial en una escuela confesional, el tema de la ESI se erige como un escollo hacia el que
todos navegamos intentando sortear y evitando chocar con el. En el fondo, la Teología católica se
desenvuelve hoy, en torno a este tema, en un querer y no poder, es un andamio construido sobre
patas inestables (paradigmas superados) con riesgo de derrumbe.

Por eso necesitamos reflexionar desde una Teología que alimenta y alienta una Pastoral que supone:

- Hacerse preguntas y buscar respuestas, para y desde el mundo de hoy, sin dejar de mirar el
camino recorrido en la historia. Una Teología viva no un fósil doctrinal, cuando algo no se
hace vida, se encarna, tiende a fosilizarse.
- De ningún modo puede convertirse en una Teología que convierte el depósito de la Fe en
una bóveda de seguridad y repositorio permanente de doctrina, sin posibilidad de dejarse
enriquecer por la vida cotidiana y de interpelar por un mundo que vive.
- Una Teología por lo tanto que se mueve en una cosmovisión cristiana y católica, no siendo
sinónimos ambos. Cristiana, con la actitud de Cristo, que se hace carne real y concreta, no
espiritualizada. Católica, en el sentido de válida para todos, con proyección universal,
exotérica (abierta, sin normas especiales) y no esotérica (misteriosa, cerrada, solo para
iniciados, con requisitos y normas especiales).
- Una Teología que tiende puentes y que trata de iluminar, con otros, el camino de la
existencia humana
- Una Teología que tiene que estar profundamente anclada en la vida y desde ahí aportar una
mirada trascendente

Necesitamos superar temores y desconfianzas, porque eso iluminará el camino por donde pueden
transitar nuestras reflexiones teológico-morales y evitará que caigamos en presupuestos que se
convierten en prejuicios. Lo que se desconoce atemoriza tal vez porque el lejano se advierte como
enemigo hasta que se acerca y se hace prójimo.

Necesitamos también entender que se entiende por sexualidad, genero, orientación sexual,
identidad, etc. para poder dar respuestas desde la Teología, una respuesta que no puede estar
basada únicamente en lo que siempre hemos dicho, por una razón principal, lo que se plantea hoy
nunca fue planteado de una manera tan diferente, amplia y diversa como hoy. Y esto supone
despojarse de la armadura de la certeza invencible.
Hay tantas nuevas preguntas hoy a las que la ESI en clave pastoral puede responder que resulta
necesario ponernos de una vez por todas a trabajar en ello:

- Hoy el problema no es tanto la formación sexual de nuestros alumnos, sino como pueden
manejar la gran cantidad de información sexual que poseen de manera tal que les ayude en
su formación y no se les indigeste.
- Cuando vivimos la ESI como enclave, se identifican la identidad personal sexual o identidad
y expresión de género, la intimidad afectiva que podríamos llamar orientación sexual y el
sexo biológico, como si todo fuera siempre y en todo momento algo inseparable, lo que
supone ignorar a seres humanos que ni lo viven ni lo sienten así, no pudiendo considerar
estas situaciones como perversas, como patologías o como desviaciones de un “orden
divino previamente establecido” y esto es así porque como el mismo Papa Francisco afirma
“…somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y
respetarla como ha sido creada…hay que ayudar a aceptar el propio cuerpo tal como ha sido
creado”. (LS 155, AL 56, 285). Entendernos como creación de Dios no nos permite
pensarnos como divinos experimentos fallidos.
- Si una persona nace con un sexo biológico, pero se siente, se asume plenamente y se
identifica con el sexo contrario, ¿no tiene que aceptarse como ha sido creado? ¿su
psicología, su capacidad de amar no son también parte de esa creación?, todos los
transgéneros, ¿no son creados por Dios tal como son?
- Se abren caminos antes impensables, preguntas para las que aún no hemos sabido
encontrar respuestas adecuadas. La vida consagrada, ¿es una opción posible para un
transgénero?, ¿Dios puede llamar a un transgénero? ¿Estamos preparados para ello?
Claramente no estamos preparados, nunca hasta ahora se había podido dar esa posibilidad,
pero ¿qué haremos si sucede? Los votos religiosos ¿solo pueden contemplarse desde la
heterosexualidad? ¿No puede ser llamado a la castidad sea cual sea la orientación sexual,
lo mismo que sucede con la pobreza o la obediencia, cualquier hombre o mujer? La
capacidad de amor es algo propio del ser humano, una dinámica que lo trasciende y lo abre
a la relación con otros, pero ¿es solo el amor heterosexual capaz de realizar esa dinámica?
- Ciertamente la apertura a la vida es algo que solo puede realizarse, de modo natural, en la
heterosexualidad, pero ¿cómo situarse ante las posibilidades que la ciencia y la tecnología
médicas hoy nos presentan? Un hijo nacido en un matrimonio, pero por fecundación
artificial ¿no es un don de Dios? Preguntas que surgen de la vida de cada día, situaciones
que se dan o pueden llegar a darse y para las que no estamos listos.

Es imperativo superar un planteo “a la defensiva” porque una Iglesia “en salida” necesitará
acercarse a otros areópagos y dar “razón de su esperanza”, intentando dentro de lo que se pueda
encarnar su fe en las culturas en las que vivimos. Una encarnación que supone tener en cuenta el
pensamiento de otros para poder exponer el nuestro. No es algo nuevo, lo hicimos durante siglos.
Evitar pasar de la encarnación a lo encarnado, porque no es lo mismo encarnarse que se nos encarne
un pelo. Lo primero puede ser divino, lo segundo muy doloroso.

Lic Alonso Sánchez Matamoros cmf

Córdoba, julio 2021

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