Década Infame y El Retorno Al Coloniaje
Década Infame y El Retorno Al Coloniaje
Década Infame y El Retorno Al Coloniaje
Este periodo comprende los años de fraude, corrupción, elitismo y entrega del patrimonio
nacional a manos de los imperios. La etapa se inicia con el golpe de Estado que derrocó a
Yrigoyen (6/9/1930) y finaliza con el golpe de Estado del 4 de junio de 1943. Durante ese
tiempo la oligarquía argentina no dudó en entregar la soberanía nacional a Inglaterra (su
principal aliada) manteniendo al pueblo trabajador en condiciones de miseria. Es durante esta
etapa en que la desocupación alcanzó cifras nunca antes vistas. Empieza a predominar el juego
(quiniela clandestina, carreras de caballo, etc.) ya que el trabajo escaseaba y no había formas
de sobrevivir, más que recurriendo al azar y al “mangazo” o “garrón”. Es la época en que
Enrique Santos Discépolo escribe sus tangos más amargos (“Tres esperanzas” 1933, “Yira, yira”
1930, “Martirio” 1940, “Cambalache”, 1934) y aparecen otros tales como "Al mundo le falta un
tornillo" (1933) de Enrique Cadícamo, "Acquaforte" (1932) de Pettorosi, Catán y "Las 40"
(1937), de Francisco Gorrindo. El nombre con que se conoce este período fue puesto por el
periodista nacionalista José Luis Torres.
Las causas del golpe se encuentran en dos grandes aspectos. Por un lado el económico:
Yrigoyen había asumido su segundo período en 1928, demostrando que su caudillismo seguía
intacto y que las mayorías confiaban en él, pero su gobierno se vio acosado por una gran crisis
a nivel mundial. Para empezar le tocó afrontar una fuerte caída de los precios agrarios. A esto
se sumó en la caída de la bolsa de Nueva York en 1929, lo que terminó por aumentar la crisis
que se vivía en el país. La oligarquía ganadera no estaba dispuesta a tolerar un nuevo reparto
de la renta agraria diferencial y desde el diario La Nación descalificaba al presidente. No hay
que olvidar la cuestión petrolera, donde EEUU e Inglaterra disputaban posiciones en Argentina
y estaba prevista la nacionalización del recurso, lo que se lograría de acuerdo al número de
diputados que Yrigoyen podía llegar a reunir el mes en que se dio el golpe.
Por otro lado, en el aspecto político, al odio inquebrantable de la oligarquía hacia los sectores
populares, se sumó el nacionalismo oligárquico (los primos “pobres” de la oligarquía vacuna)
que se preocupaban más por el sindicalismo y el anarquismo que por la intromisión británica
en los resortes económicos del país. Estos “nacionalistas” sentían un gran desprecio por las
masas yrigoyenistas y acusaban al radicalismo de ser una “chusma” que mediante el voto
había permitido la entrada de esa “gentuza” en el quehacer político (años después odiarán al
peronismo). Por lo tanto estaban en contra del voto universal y querían volver a un sistema
elitista, en donde la política y las decisiones de gobierno pasaran por gente “bien”. Desde el
plano ideológico, estos sectores nacionalistas estaban tomados por el discurso reinante en la
Europa de entreguerras y la conducción de Mussolini les resultaba un modelo a imitar, sobre
todo por sus temores ante el supuesto “comunismo” argentino (la derecha ve fantasmas en
todos lados).
El nacionalismo oligárquico ya se había estrenado en política con los crímenes cometidos por la
Asociación del Trabajo, la Liga Patriótica y otros grupos encargados de reprimir en forma
parapolicial a los extranjeros, judíos, comunistas, sindicalistas y socialistas de base. Criticaban
duramente a Yrigoyen por su tolerancia hacia los obreros y fueron quienes empezaron a
empujar el carro del golpe de Estado. A esto hay que sumarle que el partido de gobierno, la
UCR, estaba dividida entre personalistas (yrigoyenistas) y antipersonalistas (alvearistas). Estos
últimos tenían más puntos en común con el conservadorismo (Partido Demócrata Nacional, o
sea el partido de la oligarquía) que con el radicalismo. Y por si fuera poco, Yrigoyen debió
soportar el acoso del Partido Socialista, siempre dispuesto a fugarse mentalmente y a estar
pendiente de lo que pasara en Europa y no en nuestro país. En realidad, tanto los
conservadores como los socialistas y los antipersonalistas tenían un mismo ideario: liberales en
lo económico y elitistas en lo político, con gran desconfianza hacia los sectores populares; unos
por paternalistas y otros por “ilustrados”. La debacle del gobierno de Yrigoyen comenzó con
las elecciones legislativas. Si bien ganó en el interior del país, perdió la Capital Federal frente a
los Socialistas independientes (quienes aprovecharon la fractura del radicalismo).
El golpe de Estado
El 6 de septiembre de 1930, el torpe Uriburu dio el golpe de Estado. La casa de Yrigoyen fue
saqueada y el presidente detenido y trasladado a la Isla Martín García. La idea de Uriburu era
instalar un modelo altamente represivo, con ley marcial y tribunales militares para juzgar a
civiles que se opusieran al gobierno de facto. No dudó, más tarde, en darle carácter oficial a un
grupo para-policial (Legión Cívica, quienes desfilaron junto al ejército regular). Contó, como
vimos, con el apoyo inicial de una gran parte de lo sectores civiles (los eternos perdedores en
las urnas). Como ocurriría 25 años más tarde, los militares nacionalistas oligárquicos fueron los
idiotas útiles, ya que sirvieron de punta de lanza para el golpe, pero luego serían despojados
de todo por el sector más liberal del ejército. Uriburu será, entonces, el representante del
nacionalismo oligárquico. Su idea era instalar un régimen corporativo al estilo de Mussolini. Sin
embargo, los planes del sector liberal del ejército liderado por Agustín P. Justo eran mucho
más ambiciosos: disfrazar el régimen de fraude con el traje de una democracia “formal”
(aparente) para evitar la izquierdización de los sectores del trabajo.
Para lograrlo, Justo contaba con el apoyo de los antipersonalistas, los socialistas
independientes y el conservadurismo. Sólo era cuestión de esperar el debilitamiento de
Uriburu. En cuanto a las designaciones ministeriales hay que decir que Uriburu nombró como
ministro del interior al súper reaccionario y ultraderechista Matías Sánchez Sorondo. En el
ministerio de Hacienda se instaló (como subsecretario) Raúl Prebisch y en Agricultura el
responsable fue Horacio Becar Varela. La mayoría de los ministros estaban ligados a las
grandes empresas capitalistas extranjeras y a las petroleras (también extranjeras) y por su
fuera poco, cuatro de los designados pertenecían a la Sociedad Rural. A poco de comenzar el
gobierno de facto, empezaron a llegar los negociados.
Las concesiones del Estado estaban vinculadas a gente del gobierno y de sus socios. La política
represiva del gobierno se manifestaba en expulsiones de sindicalistas extranjeros, tortura,
cárcel, creación de la picana eléctrica y persecución al radicalismo yrigoyenista. Este gobierno
fue el que asesinó a Severino Di Giovani, el activista anarquista. Mientras tanto el plan de
Uriburu era modificar la constitución, eliminar el sufragio universal y reemplazarlo por el voto
calificado. Para ello convocaría a elecciones escalonadas (a modo de experimento). Hubo en el
medio un intento rebelde en contra del gobierno, encabezado por el general yrigoyenista
Severo Toranzo, pero rápidamente fue sofocado. La primera elección fue la de la Provincia de
Buenos Aires (abril de 1931), pero para sorpresa de Uriburu, el triunfador fue el radicalismo.
Con la derrota en las urnas el gobierno de Uriburu no tardó en caer. El dictador anuló las
elecciones (debido al triunfo radical) y convocó a nuevos comicios para fin de año. Por eso
hubo un nuevo intento revolucionario encabezado por el ex edecán de Yrigoyen, coronel
Pomar, quien se sublevó en la provincia de Corrientes. Una vez más el movimiento fue
vencido.
Debido al fraude que ya empezaba a reinar, la U.C.R. decidió abstenerse de participar en las
elecciones, lo que dejó el camino libre a los conservadores, quienes junto a los radicales
antiyrigoyenistas (antipersonalistas) y socialistas independientes dieron forma a lo que se
llamó la "Concordancia". Alvear diseñó una “abstención” que en ese momento era totalmente
funcional al fraude. La abstención solo valía si se adoptaban formas de resistencia
revolucionaria. Pero en cambio, Alvear dejaba así el camino libre a los conservadores (directa o
indirectamente sería parte del fraude). Yrigoyen en cambio reclamaba concurrir con cualquier
candidato: personalista o antipersonalista. La cosa era participar, porque era evidente que el
pueblo seguía siendo radical y se podía obtener la victoria, pero Don Marcelo bajó los brazos y
la suerte del radicalismo quedó echada. La "Concordancia" llevó como candidato presidencial
al general Agustín P. Justo (quien ya había movido las piezas para desplazar del poder a
Uriburu). Frente a ellos se presentó la Alianza Civil (demócratas progresistas y socialistas) con
la fórmula Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto. Pero estos no se presentaban como
antagonistas del régimen, sino como parte de él. Así lo explicaba Lisandro de la Torre:
“Nosotros venimos en verdad a salvar a la revolución, porque somos los intérpretes de su
espíritu popular (...) ¿Quién, que no fuera un insensato, pretendería restaurar el régimen
depuesto?”
Justo asumió el 20 de febrero de 1932, en medio de una gran crisis a nivel mundial, con caída
de las exportaciones, escasez de dinero, desocupación y falta de inversión. Las grandes
potencias entraban en un programa extremadamente proteccionista, con el fin de salvar sus
industrias y su comercio. La oligarquía ganadera argentina veía desplomarse los precios y las
exportaciones de carnes, por eso no dudó un momento y decidió entregar el país a manos de
los ingleses, con tal de salvar su estilo de vida y su derroche.
En julio de 1932 Inglaterra instrumenta sus políticas proteccionistas a gran escala. Y así,
reunidos en Ottawa los representantes británicos, deciden gravar con altos impuestos a los
productos extranjeros y a toda producción que viniera de fuera de los límites del Imperio (ésta
política se aplicaría no solo en la Isla, sino en todas las colonias británicas). Con este plan, los
países que mantenían comercio con Inglaterra en calidad de proveedores de materias primas,
pasarían a un segundo plano y verían reducidas sus ventas. De igual manera, Australia y
Canadá decidieron proteger su producción y venta de carnes (y su trigo). Argentina sentiría el
impacto de estas decisiones. Fue así que el vicepresidente Julio A. Roca (hijo) viajó a Inglaterra
para cerrar un acuerdo comercial que le daba aire a la oligarquía ganadera a cambio de
entregar la soberanía económica del país. La comitiva argentina se completaba con
“representantes” de nuestro país que en realidad eran empleados de las grandes compañías
inglesas (ferrocarriles, bancos, etc.). El tratado contemplaba el mantenimiento de la cuota de
carne (es decir: la cantidad de carne que Inglaterra compraría a Argentina), pero entregaba el
manejo financiero y el crédito a manos inglesas. También las compañías británicas estarían
protegidas y beneficias por descuentos, exenciones impositivas, etc. Las empresas de
transporte inglesas cobraban altísimas tarifas a los productores locales con el in de reventar las
incipientes industrias argentinas y beneficiar a los productos ingleses.
De esta manera pagaba más un kilo de azúcar de Tucumán a Buenos Aires que de Londres a
Buenos Aires. El ingenio argentino había creado el colectivo, pero este resultaba muy
competitivo para los trenes ingleses, por eso el gobierno de Justo benefició a los británicos
creando la Coordinación de Transportes que asfixiaba a los empresarios nacionales. La
creación del Banco Central fue otra estrategia de dominación inglesa. El directorio del Banco
estaba integrado por poderosos banqueros ligados a los ingleses. El Banco tenía el manejo de
nuestra moneda, del cambio y del crédito y por lo tanto decidía a quien y para qué se le
entregaban los préstamos. Esto condicionaba el desarrollo de los pequeños y medianos
emprendimientos nacionales que quedaban sepultados por las empresas inglesas. No había
dudas: Argentina estaba de rodillas (no sería la última vez). El propio vicepresidente lo decía
sin vergüenza: “Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista
económico, una parte integrante del Imperio británico”. Como parte de la política
conservadora el ministro Hueyo rebajó los sueldos de la administración pública. En 1933 un
grupo de radicales yrigoyenistas (civiles y militares) intentaron una revolución en Paso de los
libres (Corrientes), pero fueron sofocados. La lideraba el coronel Bosch y entre otros
participaba Arturo Jauretche.
A estas entregas alevosas del patrimonio nacional se sumó el escándalo de las carnes. Casi
todo el manejo quedaba en manos de los frigoríficos ingleses y norteamericanos. El 85% de las
exportaciones estaría controlada y decidida por ellos y solo el 15% de las exportaciones podían
ser de los ganaderos nacionales. Por eso, Lisandro de la Torre (como representante de los
ganaderos del litoral que habían quedado fuera del negocio de la carne) comenzó a realizar
una serie de denuncias sobre la presión de los grandes monopolios de la carne. Estas
investigaciones lo llevaron a de la Torre a descubrir documentación secreta en la que constaba
el negociado y las grandes sumas de dinero que resultaban de ello. Cuando se trató el tema en
el senado la oligarquía recurrió a un sicario para asesinar a Lisandro de la Torre, solo que el
asesino (Ramón Valdéz Cora) terminó quitándole la vida en plena sesión del Senado de la
Nación a Enzo Bordabehere, compañero de banca de Lisandro de la Torre. Sucedió el 23 de
julio de 1935.
Las trampas electorales recibirían el nombre de “fraude patriótico”, porque evitaba la llegada
de las “chusmas radicales” al poder, tal el caradurismo de los conservadores y sus socios, que
disfrazaban de patriotismo una corrupción anti democrática. El fraude tenía sus variantes. Por
un lado estaba el viejo recurso de apretar a los votantes que se sabían que eran adversarios de
los conservadores. Esto se hacía en plena calle o en cercanías de las mesas, revólver en mano.
Pero había otro método: cambiar los votos. Esto se hacía en el correo central, que era adonde
iban las urnas. Allí los empleados sacaban los votos de las urnas y los reemplazaban por
boletas de los conservadores. Falta mencionar el “acaparamiento de libretas”. Los patrones de
estancia les quitaban sus libretas de enrolamiento a los peones y empleados del campo, se los
llevaban y hacían firmar en las mesas electorales, todos esos votos iban para los
conservadores. De allí viene el famoso “ya votaste”, cuando alguien se presentaba a votar y se
le comunicaba que su voto ya había sido emitido por él.
Además de los negociados de las carnes y las exenciones impositivas a las compañías inglesas,
hubo episodio que marcaron la época por su resonancia. Uno de los principales casos de
coimas y corrupción fueron las concesiones hechas a las compañías de electricidad CHADE
luego CADE). Las concesiones en la ciudad de Buenos Aires se resolvían con coimas para los
concejales de los partidos principales (incluso Alvear aconsejaba “votar” por la concesión…
teniendo 100.000 para dar el sí). Luego se supo que la empresa aportaba a las campañas de
ambos partidos. Las concesiones se aprobaban a plazos eternos (en 1936 se planeaba dar el
monopolio de la concesión hasta 1996).
A esto se sumó el escándalo de la venta de tierras del Palomar, en la que por una avivada
financiera (otra vez los intermediarios) se vendían tierras sobrevaluadas y el estado las
adquiría sin chistar dejando amplios retornos a los intermediarios. El fraude se hizo así: una
señora quería vender sus tierras al Colegio Militar, pero el precio fue rechazado por los peritos
oficiales que lo consideraban excesivo. Apareció un intermediario que le compró (sin poner un
peso) las tierras la señora y al mismo tiempo las negociaba con autoridades militares a casi el
doble del valor acordado con la dueña. Obtuvo el pago del Estado, luego abonó a la dueña y
así, sin poner un peso se hizo de una suculenta ganancia (aproximadamente 1 millón de
pesos).
Para coronar esta época de corrupción, fraude, coima y entrega del patrimonio nacional,
estalló el escándalo de los “niños cantores” (1942), que en el sorteo de la Lotería Nacional
cantaron un número (que ya habían comprado los “vivos” que idearon la maniobra) y no el
que había salido.
En todo este período la mayoría de los partidos eran parte de la farsa. Solo en 1935 un grupo
de radicales yrigoyenistas decidió oponerse al fraude, naciendo entonces FORJA (Fuerza de
Orientación Radical de la Joven Argentina), quienes dieron batalla al régimen, impugnando sus
políticas entreguistas, sus fraudes y denunciando su corrupción y su entrega ante el
imperialismo.
Justo gobernó entre 1932 y 1938. Llegó el tiempo de la "sucesión" y Justo pensaba en retornar
en 1944 (no había reelección), entonces quería dejar a alguien que le cuidara el sillón. De
manera que mediante el fraude fue elegida la fórmula Roberto M. Ortiz - Ramón Castillo. Ortiz
era un radical antipersonalista que había ocupado cargo en el gobierno de Alvear. Castillo, por
su parte, era conservador (Partido Demócrata Nacional). La candidatura de Ortiz fue lanzada
en la Cámara de Comercio Británica, lo que daba una idea de los intereses que respaldaban a
los gobernantes durante este fraudulento período. La Segunda Guerra Mundial fue el telón de
fondo del gobierno conservador, que optó por la neutralidad no tanto por una cuestión de
política exterior independiente, sino porque Gran Bretaña necesitaba seguir abasteciéndose de
carnes, y una participación argentina en la guerra no le era conveniente porque los barcos con
carnes serían considerados enemigos por los alemanes. La Segunda Guerra Mundial dividió a
parte de la opinión pública (sobre todo, los sectores medios) entre aliadófilos (simpatizantes
de los "aliados") y "germanófilos" (simpatizantes de Alemania y del Eje en general). Esta
división también estaba en las filas del Ejército.
Las mutuas presiones para intervenir o no en la guerra tenían sus efecto sobre el presidente.
Ortiz enfermó gravemente y en 1940 prácticamente ya había delegado el poder en Castillo.
Este decidió mantener la neutralidad y presionado por una parte del ejército tomó algunas
medidas de carácter nacionalista. El sector liberal del ejército (los "justitstas") presionaba por
una intervención en la guerra. Castillo tambaleaba entre estas presiones. El descontento
general por la situación económica y el fraude político hizo que el sector nacionalista del
ejército temiera un "avance" comunista debido a las protestas y reclamos. Finalmente, al
acercarse las fechas de elecciones, se supo que era intención del régimen postular al industrial
salteño Robustiano Patrón Costas. Ante esto, el sector nacionalista del ejército que temía que
se acentuara el descontento social y una intervención en la guerra se decidió al golpe, el 4 de
junio de 1943.
Se abría una nueva etapa en la historia política, cargada de incertidumbres ya que nadie sabía
que rumbo tomarían los acontecimientos. Dentro del ejército convivían diversas tendencias y
por eso tanto aliadófilos como germanófilos desconfiaban de la política exterior futura. Por
otra parte la mayoría de los partidos políticos tardó en pronunciarse respecto al golpe ya que
no sabían que sector prevalecería dentro de las fuerzas armadas.
Durante los trece años de fraude, las masas habían sido apartadas del escenario político y una
elite se había repartido los cargos y las funciones en el Estado mediante el fraude y las coimas.