Documento Sin Título
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La principal característica del viejo orden había sido la existencia de un comercio internacional
relativamente libre de restricciones. Tanto el capital como el trabajo eran libres de trasladarse a través
de las fronteras internacionales. El patrón oro se había propagado en todos los principales países
industriales y proporcionaba un mecanismo bien establecido para el ajuste de la balanza de pagos. El
equilibrio interno era considerado menos importante que el equilibrio externo.
En la cima del sistema económico internacional de la preguerra se encontraba GB. Aunque su posición
dominante peligraba a finales del siglo XX, Inglaterra era aún una potencia financiera mundial.
La primera baja de la gran guerra fue el patrón oro y el movimiento de capital. La convertibilidad de la
moneda fue suspendida por los países beligerantes, se cancelaron las nuevas emisiones de capital y
los antiguos préstamos fueron reclamados para equilibrar el balance de las instituciones financieras
europeas. Las repúblicas latinoamericanas sumamente dependientes de las finanzas de la balanza de
pagos con el mercado europeo sufrieron cuando los bancos europeos demandaron el pago de los
préstamos, lo que tuvo por efecto una crisis financiera interna.
La guerra en Europa también ocasionó el cese del flujo de inversiones extranjeras directas procedentes
del Viejo Mundo. EEUU aumentó la inversión directa en LATAM.
El mayor beneficiario de esta restricción fue EEUU que era ya el principal proveedor de México, Am.
Central y el Caribe. Con la guerra se convirtió en el mercado más importante para la mayoría de los
países latinoamericanos. La coincidencia de la apertura del canal de Panamá a comienzos de la guerra,
cuando el comercio transatlántico empezaba a hacerse peligroso y difícil, permitió a las exportaciones
de EEUU penetras los mercados de Sudamérica que antes habían sido aprovisionados por Europa. El
excedente del que disfrutaba EEUU en su intercambio de bienes y servicios con LATAM reflejaba su
ascenso como exportador de capital. Nueva York reemplazo a Londres después de la guerra como el
principal centro financiero internacional y las repúblicas latinoamericanas acudieron cada vez más a
EEUU para la emisión de bonos, préstamos del sector público e inversión extranjera directa.
América Latina no solo fracaso en ajustar su sector externo a las nuevas condiciones internacionales en
la década del 20, sino que incluso su dependencia de la exportación de materias primas aumento de
manera muy patente.
A finales de la década de 1920, el sector industrial se había desarrollado en algunas de las repúblicas
más grandes (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú) y también en las suficientemente
prosperas como para haber formado un vigoroso mercado interno (Uruguay). Incluso antes de la PGM,
el crecimiento basado en la exportación había generado en la mayoría de estas siete repúblicas un
mercado interior bastante amplio como para justificar la presencia de establecimientos manufactureros
modernos. Estas fábricas producían principalmente bienes de consumo perecedero (por ejemplo,
textiles) que podían competir con las importaciones gracias a aranceles que contenían ya un elemento
proteccionista. La PGM dio un mayor impulso a las manufacturas en unos cuantos países, mientras que
las importaciones escaseaban, pero el estímulo principal para la industria provino del crecimiento del
consumo interior.
El cambio estructural en la década de 1920 no originó la diversificación dentro del sector exportador.
Por el contrario, la composición de las exportaciones a finales de la década era muy parecida en el alto
grado de concentración a la que había existido en la víspera de la PGM.
La depresión de 1929
El comienzo de la depresión de 1929 se asocia con la quiebra de la bolsa de Wall Street en Nueva
York. Sin embargo, algunas señales llegaron antes a LATAM. En muchos casos, los precios de las
mercancías subieron verticalmente antes de 1929, aunque la oferta tendía a sobrepasar la demanda.
La quiebra de la bolsa movilizó una cadena de acontecimientos en los principales mercados
abastecidos por LATAM. Y, la consiguiente caída de los precios de las materias primas fue espectacular.
Entre 1928 y 1932 el valor unitario de las exportaciones cayó en más del 50%.
También cayeron los precios de las importaciones, cuando el descenso de la demanda mundial y la
caída en los costos produjo una doble presión en el valor unitario de los bienes vendidos en LATAM. Sin
embargo, los precios de las importaciones, por lo general, no cayeron más deprisa o tan abajo como lo
hicieron las exportaciones y los términos netos de intercambio cayeron bruscamente para todos los
países latinoamericanos entre 1928 y 1932 (dos excepciones: Venezuela con su petróleo y Honduras
con las bananas). Aunque todos los países afrontaron una caída en el precio de sus exportaciones de
bienes primarios, había un gran contraste respecto al volumen de sus exportaciones. Las más
afectadas fueron aquellas naciones que sufrieron una caída de los precios y de los volúmenes de
exportación, entre las que se encontraban Bolivia, Chile y México. El segundo grupo de países fue más
numeroso y experimentó un modesto descenso en el volumen de exportaciones. Este grupo (Argentina,
Brasil, Ecuador, Perú y toda América Central) producía una diversidad de materias primas agrícolas y
alimentos, cuya demanda no podía satisfacerse con las existencias disponibles. Un tercer grupo de
países experimentó un descenso muy pequeño en el volumen de exportación. Por ejemplo, Colombia,
aprovechando la confusión causada por el colapso del plan brasileño de valorización del café, consiguió
un pequeño aumento de sus exportaciones de café. En este último grupo también encontramos a
Venezuela y República Dominicana.
Aunque los precios de exportación e importación comenzaron a derrumbarse desde 1929, hubo un
“precio” que se mantuvo: el tipo de interés nominal fijo sobre la deuda externa pública y privada.
Mientras los demás precios caían, el tipo de interés real sobre esta deuda subía, aumentando la carga
fiscal y de la balanza de pagos para aquellos gobiernos preocupados por preservar su crédito en el
mercado internacional de capital por medio de un puntual pago del servicio de la deuda. El aumento del
peso real e la deuda hizo que un mayor porcentaje de las (decrecientes) exportaciones totales debiera
dedicarse a los pagos de la deuda.
Ningún país de LATAM escapó a la depresión de los años ’30, pero para algunos países el impacto fue
peor que para otros. La combinación más desastrosa consistía en un alto nivel de apertura, un gran
descenso del precio de las exportaciones y una disminución abrupta del volumen de las mismas. No es
sorprendente, entonces, que las naciones más seriamente afectadas fueran Chile y Cuba donde el
impacto externo fue más fuerte. Solo en circunstancias excepcionales se pudo mitigar el impacto
externo, aunque no pudo evitarse. Venezuela, por ejemplo, se benefició de su posición de productor de
petróleo con los costos unitarios más bajos en todo el continente americano.
El impacto externo asociado con la depresión de los años ’30 creó dos desequilibrios que los dirigentes
de cada nación tuvieron que afrontar urgentemente. El primero fue el desajuste externo creado por el
colapso de los ingresos de la exportación y el descenso de los flujos de capital; el segundo fue el
desajuste interno creado por la contracción del ingreso fiscal, que dio origen a un déficit presupuestario
que no pudo ser financiado con recursos externos.
Durante los años 20, las repúblicas latinoamericanas habían adoptado el patrón oro por primera vez
(como es el caso de Bolivia) o lo habían retomado (como Argentina). Se suponía que con el patrón oro
el ajuste al desequilibrio externo era automático. Sin embargo, el descenso del valor de las
exportaciones fue tan radical después de 1929 que no resultaba evidente que el equilibrio externo
pudiese reestablecerse automáticamente.
Aquellos países que trataban de seguir las reglas del patrón oro vieron que sus reservas de oro y
divisas caían rápidamente. De esta forma, países como Argentina, México y Uruguay suspendieron la
vigencia del patrón oro antes que GB decidiera dejar de vender oro y divisas, aunque Perú introdujo por
dos veces una nueva paridad con el oro. La mayoría de los países, no obstante, adoptó el control de
cambios en una forma u otra.
La decisión de GB y EEUU de abandonar el patrón oro forzó finalmente a las repúblicas a afrontar el
problema de la manipulación del tipo de cambio. Seis pequeñas repúblicas (Cuba, Guatemala, Haití,
Honduras, Panamá y la República Dominicana) vincularon sus monedas al dólar norteamericano
durante los años ’30; tres más (Costa Rica, El Salvador y Nicaragua) trataron de hacer lo mismo pero
se vieron forzadas a devaluar; incluso en Sudamérica, algunas de las naciones mas grandes hicieron
muchos intentos de vincular sus monedas a la libra esterlina o al dólar norteamericano. Argentina, con
cierto éxito, y Bolivia, trataron de vincular sus monedas a la libra esterlina a partir de 1934-1934. Brasil,
Chile, Colombia, Ecuador y México trataron todos de vincular sus monedas al dólar norteamericano a lo
largo de la década del 30.
En vista de la reluctancia a adoptar un genuino régimen flotante de tipos de cambio, la mayoría de los
países se vio forzada a confiar en otras técnicas para lograr el equilibrio externo. La más popular fue el
control de cambios y un sistema de racionamiento de las importaciones no basado en el precio.
A finales de 1932, se había restaurado el equilibrio externo en casi todas las repúblicas a un nivel
mucho más bajo de exportaciones e importaciones nominales y a un nivel ligeramente más bajo de
pagos nominales del servicio de la deuda. El logro del equilibrio externo, aunque penoso, era inevitable.
La mayoría de los países no podían pagar por las importaciones con su propia moneda, por lo que la
oferta de divisas establecía un límite para las importaciones disponibles una vez que las reservas
internacionales quedaran agotadas. En cambio, el equilibrio interno era una cuestión distinta, ya que un
gobierno podía siempre emitir su propia moneda para financiar el déficit presupuestario. Sólo en países
como Panamá, donde el dólar circulaba libremente y no había Banco Central, podía uno estar seguro
de que la consecución del equilibrio externo también suponía la del equilibrio interno.
La recuperación de la depresión
Como mencionamos, a partir de 1929 los programas de estabilización habían sido exitosos en restaurar
el equilibrio externo en casi todas las naciones hacia 1932; sin embargo, muchos países tuvieron
menos éxito en eliminar el déficit interno.
La recuperación de la depresión, en términos de PBI real, comenzó después de 1932, con las
excepciones menores de Honduras y Nicaragua. En los años siguientes de la década, todos los países
lograron un crecimiento positivo. Sin embargo, la velocidad de la recuperación variaba
considerablemente y también sus mecanismos. En particular, casi ningún país se basó exclusivamente
en la ISI para recobrarse y algunos simplemente dependieron del retorno de condiciones más
favorables a los mercados de exportación.
1. Recuperación rápida: Aumento de más del 50% del PBI desde el 30’ al 39’. Encontramos a
Brasil, México, Chile, Cuba, Perú, Venezuela, Costa Rica y Guatemala. La ISI es un mecanismo
importante de recuperación para la mayoría del grupo, excepto para Cuba, Guatemala y Venezuela.
Ejemplos:
• Venezuela: Su crecimiento se dio en base a las exportaciones de petróleo que tuvo una
creciente demanda en tanto recurso estratégico.
• Brasil: Su crecimiento devino del proceso de ISI iniciado y por cierta expansión y diversificación
de las exportaciones.
2. Recuperación media: Aumento de entre un 20% y un 50% del PBI en tal período. Encontramos
a Argentina, Colombia y El Salvador.
• Argentina: Las exportaciones bajaban, pero hubo un crecimiento sostenido del mercado interno
en base a las industrias básicas y la agricultura destinada para el mismo.
• Uruguay: Crecimiento debido a la ISI, que fue muy importante pero no logró contrarrestar la
declinación de las exportaciones que cayeron en valores nominales hasta 1940.
El contexto económico internacional en los años ’30 sufrió una serie de cambios que tuvieron un peso
importante en la suerte de cada una de las naciones latinoamericanas. El principal cambio en el sistema
mundial de comercio fue el incremente del proteccionismo. Sin embargo, pese al viraje hacia el
proteccionismo, el comercio mundial creció constantemente desde 1932 hasta que la nueva depresión
en EEUU hizo caer las importaciones norteamericanas y el comercio en 1938.
Populismo es un concepto que ha sido ampliamente usado en el análisis político contemporáneo y, sin
embargo, ha sido definido con poca precisión. Esto condujo a continuar utilizando el término en forma
puramente intuitiva o alusiva y renunciar a cualquier esfuerzo por desentrañar su contenido.
Podemos señalar cuatro enfoques básicos en la interpretación del populismo. Tres de ellos lo
consideran a la vez como un movimiento y como una ideología. Un cuarto lo reduce a un fenómeno
puramente ideológico.
Para un primer enfoque, el populismo es la expresión típica de una determinada clase social, y ésta
caracteriza tanto al movimiento como a su ideología. Por lo que según el caso concreto que se tenga en
mente se adjudicará el populismo a una clase social distinta. Por ejemplo, en LATAM, donde la
movilización de las masas urbanas ha adquirido con frecuencia connotaciones populistas, ha sido
considerado como expresión política e ideológica, ya sea de la pequeña burguesía, de los sectores
marginales o bien de la burguesía nacional, que necesita movilizar a las masas en el curso de un
enfrentamiento parcial con las oligarquías locales y el imperialismo. Los inconvenientes de este tipo de
interpretación saltan a la vista: elude el fenómeno que se intenta explicar, ya que si se quiere sostener
que existe al menos un rasgo en común entre las bases sociales de movimientos disímiles, y se desea
que ese rasgo sea el populismo, es evidente que la especificidad de este último debe encontrarse por
fuera de dichas bases sociales. Si, por el contrario, se restringe el uso del concepto a movimientos que
presentan una base social similar, se ha desplazado el campo del análisis, hemos pasado a explicar un
fenómeno distinto de ese “algo común” que se presenta en movimientos sociales diferentes.
Una segunda concepción, se puede denominar nihilismo populista, según la cual “populismo” es un
concepto vacío de contenido. En consecuencia debe ser eliminado del vocabulario de las ciencias
sociales y reemplazado por un análisis directo de los movimientos hasta ahora calificados de populistas
en función de su naturaleza de clase. Pero, aquí hay un problema no resuelto y es que el populismo no
es simplemente una categoría analítica, sino un dato de experiencia, es ese “algo común” que se
percibe como componente de movimientos de base social divergente. Por lo que este tipo de enfoque
resultó insuficiente y el “populismo”, pese a su indefinición conceptual, haya continuado gozando de
buena salud en las ciencias sociales
Una tercera concepción intenta superar estas dificultades a través de la restricción del término
“populismo” a la caracterización de una ideología y no de un movimiento. Los rasgos típicos de esta
ideología serían su carácter anti statu quo, la desconfianza en los políticos tradicionales, la apelación al
pueblo y no a las clases, etc. El complejo ideológico así formado sería adoptado por movimientos
sociales de bases distintas. Pero este tipo de análisis presenta dos insuficiencias:
• No se sabe el papel que el elemento estrictamente populista juega en una movilización social
determinada.
Finalmente, nos encontramos con la cuarta concepción, que es la concepción funcionalista del
populismo. Según esta, el populismo es un fenómeno aberrante resultante de la asincronía en los
procesos de tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad industrial. Esta es la concepción más
coherente y elaborada entre las anteriores. Para elaborarla se toma como ejemplo el modelo de
Germani, y el análisis del populismo que desde una perspectiva teórica similar ha efectuado Di Tella.
El proceso de desarrollo económico es concebido por Germani como el tránsito de una sociedad
tradicional a una sociedad industrial e implica tres cambios básicos: 1) modificación en el tipo de acción
social; 2) pasaje de la institucionalización de lo tradicional a la institucionalización del cambio; 3) paso
de un conjunto relativamente indiferenciado de instituciones a la creciente diferenciación y
especialización de estas. Las etapas transicionales se piensan bajo la forma de asincronía, o sea, la
coexistencia en una misma etapa de elementos pertenecientes a los dos polos de la sociedad
tradicional e industrial. Esta puede ser geográfica, institucional, de ciertos grupos sociales y
motivacional.
El ajuste entre estos elementos heterogéneos no se reduce a una mera coexistencia, sino que la
modernización de uno de ellos provocará cambios en los otros, aunque no necesariamente en una
dirección moderna. Así encontramos dos formas de “simbiosis”: el efecto demostración (hábitos y
mentalidades correspondientes a etapas más avanzadas de desarrollo se difunden en zonas atrasadas)
y el efecto fusión (ideologías y actitudes correspondientes a etapa avanzada, al ser interpretadas en un
contexto atrasado, tienden a reforzar los mismos rasgos tradicionales).
Otros dos conceptos claves son: movilización (proceso por el cual grupos anteriormente pasivos
adquieren un comportamiento deliberativo) e integración (aquel tipo de movilización en el que: 1) ésta
se lleva a cabo a través de los canales político institucionales vigentes y es así legalizada por el
régimen imperante; 2) el marco de legitimidad del régimen es implícita o explícitamente aceptado por
los grupos movilizados, que aceptan así las reglas del juego de la legalidad vigente).
Así, Germani elabora el marco teórico que le permite entender la emergencia de los movimientos
populistas. Este se establece mediante una comparación entre la experiencia histórica de la transición
en Europa y LATAM. En Europa e pueden ver dos etapas: la democracia con participación limitada (se
sientan las bases del Estado racional y del tipo de autoridad burocrático, existe libertad individual y un
Estado liberal, pero los derechos políticos están reservados a la burguesía ya que las clases populares
están ancladas a una mentalidad tradicional y no se integraron a las nuevas formas de sociedad) y la
democracia con participación total (las masas se integran a la vida política y a la vida urbana, pero lo
importante es que dicha movilización se dio a través del modelo de integración).
Así, la diferencia entre Europa y LATAM está en el distinto grado de correspondencia entre la paulatina
movilización de una proporción cada vez mayor de la población y el surgimiento de múltiples
mecanismos de integración (sindicato, educación, etc.) capaces de absorber esos sucesivos grupos.
La temprana incorporación de las masas a la vida política ha determinado una presión que ha rebasado
los canales de absorción y participación que la estructura política es capaz de ofrecer. La mentalidad de
dichas masas, debido a su insuficiente integración, se caracteriza por la coexistencia de rasgos
tradicionales y modernos. Por lo que los movimientos populistas constituyen una heteróclita
acumulación de fragmentos correspondientes a los paradigmas mas dispares.
Por otro lado, en el ensayo de Torcuato Di Tella se define al populismo como un movimiento político que
disfruta del apoyo de las masas de la clase obrera y/o campesinado, pero que no resulta del poder
organizativo autónomo de ninguno de estos dos sectores. También es apoyado por sectores ajenos a la
clase obrera que mantienen una ideología anti-statu quo. Es decir, las clases sociales están presentes
en el populismo pero no en tanto clases, hay una distorsión entre la su naturaleza de clase y sus formas
de expresión política. Esta distorsión se asocia con la asincronía, y, en el caso del populismo, esta
asincronía está dada por la revolución de las expectativas crecientes y el efecto de demostración.
Las masas elevan su nivel de aspiración. La radio, el cine, los ideales de los derechos del hombre y las
constituciones tienden a producir efectos mayores que los producidos en la experiencia europea. Pero
la expansión económica avanza con retraso, lastrada por la falta de capacidad organizativa, la
dependencia al capital, etc. Creciendo así las expectativas por encima de las posibilidades de
satisfacerlas.
b) En una masa movilizada como resultado de una revolución de las expectativas crecientes.
Como se ve, la concepción de Di Tella es tan teleológica como la de Germani: en uno de los polos está
la sociedad tradicional; en el otro, una sociedad industrial plenamente desarrollada. Es en la asincronía
en los procesos de tránsito de una a otra donde debemos buscar las raíces del populismo. El populismo
constituiría la forma de expresión política de los sectores populares cuando no han logrado consolidad
una organización autónoma y una ideología autónoma de clase. El peronismo, por ejemplo, ocupa una
posición intermedia en este continuum.
La primera objeción que se le hace a este análisis es que es cuestionable la adjudicación del populismo
a una etapa transicional de desarrollo. Experiencias populistas se han registrado también en países
“desarrollados”. Es cierto que en las metrópolis capitalistas las experiencias populistas son menos
frecuentes que en los países periféricos pero esto no es suficiente para concluir que la razón reside en
el diferente grado de desarrollo.
La segunda crítica está en que dado que los conceptos de ambos tipos de sociedad no han sido
construidos teóricamente, sino que son la resultante de la adición descriptiva de sus rasgos
característicos, no hay forma de entender la significación de un fenómeno más allá de señalar su
progresividad relativa.
De esta forma, el autor nos dirá que caemos en un círculo vicioso al no poder definir el populismo. Por
lo cual, nos propone preguntarnos si hay un núcleo común de sentido presente en todos los usos que
se han hecho del término “populismo”. Y, pese a la gran diversidad en los usos del término encontramos
en todos ellos la referencia común a un fundamento analógico que es el “pueblo”. Lo característico del
populismo sería la apelación al pueblo por encima de las divisiones de clase. Este enfoque peca a la
vez por exceso y por defecto: por defecto, por cuanto un discurso populista puede hacer referencia a la
vez al pueblo y a las clases; por exceso, porque no toda referencia al pueblo ocupa un lugar central en
el populismo. Acá vemos la ambigüedad del populismo ya que pueblo es un concepto que carece de
estatus teórico definido, pese a la frecuencia de su uso en el discurso político.
La pregunta ahora es si podemos considerar como populista a aquel tipo de discurso en el que
predominan las interpelaciones popular-democráticas. La respuesta es no, ya que numerosos discursos
ideológicos hacen referencia al pueblo, sin que pensáramos por eso en calificarlos de populistas. Lo
que transforma a un discurso ideológico en populista es una peculiar forma de articulación de las
interpelaciones popular-democráticas al mismo. El populismo consiste en la presentación de las
interpelaciones popular-democráticas como conjunto sintético-antagónico respecto a la ideología
dominante.
La ideología de la clase dominante consiste no solo en interpelar a los sujetos dominantes sino también
a las clases dominantes, para así poder neutralizar la posibilidad de un antagonismo de las clases
mismas. Y, el método para lograr esto consiste en transformar todo antagonismo en diferente, es decir,
absorber todo lo que es una simple particularidad diferencial y reprimir los elementos que tiendan a
transformar la particularidad en algún antagonismo. Así, entendemos que la presencia de elementos
populares en el discurso NO es suficiente para transformar este en populista, sino que el populismo
comienza en el punto en que los elementos popular-democráticos se presentan como una opción
antagónica frente a la ideología del bloque dominante. Sin embargo, esto no quiere decir que el
populismo siempre sea revolucionario. Es suficiente con que una clase requiera para asegurar su
hegemonía una transformación sustancial el bloque de poder para que una experiencia populista sea
posible. Por lo que podemos hablar de:
-Populismo de las clases dominantes: Cuando el bloque dominante atraviesa una crisis debido a que
una nueva fracción que intenta imponer su hegemonía no consigue hacerlo dentro de la estructura
existente de dicho bloque de poder, una de las soluciones puede ser un llamamiento directo por parte
de aquella a las masas para desarrollar su antagonismo frente al Estado. Por ejemplo, el nazismo
constituyó una experiencia populista y como todo populismo de clases dominantes, debió apelar a un
conjunto de distorsiones ideológicas (el racismo) para evitar que el potencial revolucionario de las
interpelaciones populares se reorientara hacia sus verdaderos objetivos. Este populismo es siempre
altamente represivo.
-Populismo de las clases dominadas: Aquí, la lucha ideológica consiste en expandir el antagonismo
implícito en las interpelaciones democráticas y en articularlo al propio discurso de clase. Acá podemos
encontrar a Mao.
En la Argentina anterior a la crisis de 1930 la clase hegemónica dentro del bloque de poder era la
oligarquía terrateniente, y el principio articulatorio fundamental de su discurso ideológico era el
liberalismo. En primer lugar, el liberalismo, en sus comienzos tuvo escasa capacidad de absorber la
ideología democrática de las masas e integrarla a su discurso. Democracia y liberalismo estaban
enfrentados. En segundo lugar, el liberalismo estuvo articulado al desarrollo económico y al progreso
material como valores ideológicos positivos. En tercer lugar, la ideología liberal estuvo articulada al
europeísmo, e decir, a una defensa de las formas de vida y los valores ideológicos europeos como
representantes de la civilización. Frente a ello, hubo un rechazo radical de las tradiciones populares
nacionales que fueron consideradas como sinónimos de atraso, oscurantismo y estancamiento. En
cuarto término, el liberalismo argentino fue una ideología consecuentemente antipersonalista. La
emergencia de líderes políticos nacionales que establecieran contacto con las masas fue siempre
mirada con desconfianza por el poder oligárquico.
Por otro lado, las ideologías populares presentan los rasgos opuestos. Es natural que la resistencia
popular se expresa en contenidos ideológicos antiliberales, que fuera nacionalista y antieuropeísta, que
defendiera a las tradiciones populares frente a las consecuencias corrosivas que para las mismas
acarreaba la expansión capitalista, que fuera consecuentemente personalista y se expresara a través
de líderes populares que representaran una política anti statu quo. En Argentina, la resistencia popular
antiliberal se alimentó de las tradiciones montones del siglo XIX, de los símbolos ideológicos del
federalismo opuesto al unitarismo europeizante de Buenos Aires.
La hegemonía oligárquica se impuso a través de una particular forma de articulación de las ideologías
que formalmente se lo oponían:
1) Ideología oligárquica como tal: Durante el mitrismo, el discurso político oligárquico de Buenos
Aires tenía una influencia mínima sobre el resto del país, por lo que debería afirmarse en l poder sobre
la base de la represión pura y simple. Más tarde, pacificado el país e iniciada su transformación
económica, el liberalismo afirmó su hegemonía a través de la ampliación constante de las bases
sociales del bloque de poder y de una absorción y neutralización crecientes de la ideología
popular-democrática de las masas. El primer paso se llevó a cabo a través de la cooptación de las
oligarquías del interior al bloque del poder. Esto culmina en 1880 con el ascenso de Roca a la
presidencia de la república.
2) La ideología del Partido Radical: La hegemonía no consiste en imponer una ideología uniforme,
sino en articular elementos ideológicos disímiles. Esto se ve en Irigoyen y el Partido Radical, en quienes
se da una perfecta síntesis entre liberalismo y democracia. Sin embargo, no vivimos todavía una
experiencia populista. El rasgo más notable del discurso político radical es la creciente presencia de
elementos popular-democráticos en el mismo; pero estos elementos permanecen en un mero nivel
emocional o retórico y no se articulan como totalidad coherente opuesta a la ideología liberal.
3) La ideología oligárquica no liberal: Lo que existe durante este período como esfuerzo
sistemático por crear una ideología antiliberal coherente estaba en las antípodas del populismo: se trata
del nacionalismo de derecha, que subrayaba en la tradición liberal lo que ésta tenía de autoritaria,
elitista, clerical y antipopular. Más tarde, en vísperas de la revolución de 1930, un nuevo elemento se
incorporará a esa tradición: el militarismo, ya que el ejército debía transformarse, para el nacionalismo
de derecha, en el agente histórico de la revoluciona antiliberal.
4) Las ideologías obreras: el rasgo más importante en la estructura ideológica de estos sectores es
que no existió el menor esfuerzo por parte de los mismos por articular las interpelaciones
popular-democráticas a su discurso político. El Partido Socialista razonaba en los siguientes términos:
el pleno desarrollo de una sociedad capitalista es la precondición para el pleno desarrollo de la clase
obrera, por lo que el Estado liberal era un proceso progresvio y que, como tal, debería ser apoyado.
El análisis de estos cuatro conjuntos ideológicos nos permite entender el sistema de alternativas
ideológicas de la Argentina pre-peronista. Estos cuatro elementos tomados en su conjunto formaban la
hegemonía oligárquica.
La década de los treinta asiste a cambios importantes en esta cristalización ideológica, que
preanuncian la declinación de la hegemonía oligárquica y el surgimiento de contradicciones nuevas en
el bloque de poder. Así, vemos la declinación de la hegemonía oligárquica reflejada en una crisis del
discurso político dominante. Esta es la brecha que abría, a nivel ideológico, la posibilidad del populismo.
El populismo consistirá, precisamente, en reunir el conjunto de las interpelaciones que expresaban la
oposición al bloque del poder oligárquico -democracia, industrialismo, nacionalismo, antiimperialismo-,
condesarlas en un nuevo sujeto histórico y desarrollar su potencial antagonismo enfrentándolo con el
punto mismo en el que el discurso oligárquico encontraba su principio de articulación: el liberalismo.
Al peronismo se lo suele comparar con otra experiencia populista latinoamericana: el varguismo. Sin
embargo, este reflejo un populismo insuficiente y fragmentario, que no logró constituirse en un lenguaje
político de dimensiones nacionales. El varguismo no fue populista. Osciló en un juego pendular: en los
momentos de estabilidad, el lenguaje político tiende a ser paternalista y conservador; en los momentos
de crisis, por el contrario, cuando los elementos conservadores de la coalición lo abandonan, se lanza
resueltamente por la vía del populismo, es decir, del desarrollo del antagonismo latente en las
interpelaciones democráticas.
Con el nombre de reforma universitaria se designa al primer movimiento moderno de los estudiantes
universitarios que originalmente exigía la democratización docente y la participación activa de los
jóvenes en la conducción de la universidad. Nació en Córdoba, Argentina. Un hecho importante de la
reforma tiene que ver con la solidaridad obrero-estudiantil y la consigna de unión entre ambos, en tanto
son los forjadores exclusivos de la sociedad del futuro.
En lo estrictamente universitario se cumplieron varios de los principios por los cuales se venía
luchando: coparticipación en el co-gobierno universitario, democratización de los procesos electorales
de la universidad, fortalecimiento de la autonomía universitaria.
Los sucesos de Córdoba no tardaron en desplazarse hacia los otros países del continente. El “Destino
americano” que los estudiantes argentinos habían intuido para la reforma universitaria se expresó en
poco tiempo como una violenta onda que sacudió primero a Perú, luego a Chile, más tarde a Cuba,
Colombia, Guatemala, Uruguay. Una segunda oleada, posterior a 1930, abarcará a Brasil, Paraguay,
Bolivia, Ecuador, Venezuela, México.
El primer eco de la chisma cordobesa se incendió en Lima, donde también reinaba el espíritu de la
colonia y era en las universidades donde encontraba su refugio ideal. El objeto de las universidades era
el de proveer de doctores o rábulas a la clase dominante. Y, en 1919, Alfredo Palacios en Lima
pronuncio un discurso que entusiasmó a la juventud peruana: “La reforma universitaria hay que hacerla
con los decanos o contra los decanos”. Meses después, como en Córdoba, un suceso banal detonó
una explosión que alcanzaría matices de enorme violencia y una importancia decisiva para el futuro
político del país. Ese suceso banal, comenzó con un conflicto que estudiantes tuvieron con un profesor,
pero los claustros estudiantiles miraban como ejemplo cercano a la Córdoba reformista. El entredicho
llevó, a la declaración de huelga de la facultad.
En 1916 había sido fundada la Federación de Estudiantes Peruanos y en su dirección primaban los
partidarios de Leguía. Los estudiantes fueron gestando un clima de agitación fortalecido por las noticias
de Argentina. La Federación interviene en la huelga nacional de los trabajadores que tuvo lugar en
1918 reclamando la jornada de ocho horas, el estudiante que tomó la iniciativa fue Haya de la Torre.
Este último ya en 1919 había sido electo presidente de la Federación de Estudiantes.
Tanto en Perú como en Argentina, como en toda América, la reforma universitaria será la forma más
radical de participación política que encuentra el despertar de posguerra de las capas medidas que
fueron sacudidas por un mundo en proceso de cambio revolucionario. La reforma universitaria había
encontrado en Perú, en un primer momento, el respaldo de aquellos sectores dominantes que se
enfrentaron a los grupos oligárquicos más tradicionales. Pero el impulso radical de los estudiantes no
podía ser absorbido por el grupo de Leguía que sustituyó al viejo clan como líder de las clases altas
aliadas con el imperialismo.
En casos como Perú, la reforma en las aulas no puede ser absorbida por las pocas permeables clases
dominantes. O es un capítulo de la reforma social o termina triturada por los intereses de los poderosos.
Así, ya en 1923, Leguía, el “maestro de la juventud” está abiertamente entregado a la oligarquía. Para
legitimar finalmente el apoyo clerical, decide consagrar la república al “sagrado corazón de Jesús”. Fue
este intento de colocar a Perú bajo la protección de Jesús lo que lanzó a los estudiantes a la calle en
unidad con otros sectores. Haya de la Torre ya era consciente de en la universidad no podía lograrse
mucho más y organizaba entonces la solidaridad estudiantes-obreros en las universidades populares.
Liderados por Haya de la Torre los estudiantes se volcaron contra la alianza de Leguía con el clero y
efectuaron un rapidísimo aprendizaje político. En medio de la conmoción, el arzobispo decidió
suspender las ceremonias pero ya Leguía había definido para siempre su imagen de dictador
latinoamericano. Haya de la Torre fue deportado y poco después, en México, creaba el APRA, el
producto más legitimo de la reforma universitaria.
Pero la contienda estudiantil ya estaba radicada en otros países del continente. Primero fue en Chile,
donde en 1920 se reunió la primera convención estudiantil. Se vivían vísperas electorales y fue
Alessandri quien se transformó en aliado objetivo el movimiento universitario. Los estudiantes en una
de las primeras manifestaciones buscaron el contacto con sus iguales del Perú. La represión se enseñó
sobre ellos violentamente “por traidores a Chile” y con el movimiento obrero que los acompañaba.
Sobre este clima, Alessandri ganó las elecciones pero no tardará en violar sus promesas y los
estudiantes, que consideraron su victoria como propia, en pasar a la oposición.
La influencia de la reforma puede ser vista en la década del 20 en toda LATAM. En otros países, el
poder de los conservadores se afianzaba sobre la base del terror, por lo que los movimientos
estudiantiles, como expresión radicalizada de la protesta de las clases medias, debieron sufrir la
persecución más feroz. Tales fueron los casos de Venezuela, Bolivia y Paraguay.
En Venezuela, gobernaba Vicente Gómez, una especio de monarca bárbaro. Durante su mandato la
Federación de Estudiantes fue disuelta cuatro veces. En esas condiciones, antes que pelear por
modificaciones universitarias era necesario concentrar las fuerzas en la lucha política. Sin embargo,
dicha lucha tenía como líderes a jóvenes universitarios. Así, la lucha política dejaba en segundo plano a
las reivindicaciones culturales. La reforma universitaria apenas tuvo en Venezuela otra resonancia que
la simple novedad periodística. Recién en 1940, con la muerte de Gómez, los estudiantes venezolanos
conseguirían implantar en las casas de estudios, por primera vez, los postulados de la reforma.
La repercusión de la forma universitaria en Cuba tuvo ciertos matices diferenciales. Nació directamente
inspirada por los sucesos de Argentina y Perú y como en el segundo de estos países, tuvo un éxito
efímero. Pero, de su fracaso, surgió un ala marxista que encontró a Mella como líder de repercusión
continental. Él fue el primero en criticar desde la izquierda a Haya de la Torre y del APRA.
En 1923 se reunió el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, del cual se creó la Confederación de
Estudiantes de Cuba, en cuyo programa figura la voluntad de lucha por los mismos principios que
enunció la juventud cordobesa en 1918, y que llevaron a renovar las universidades argentinas por
medio de la agitación revolucionaria. El Congreso también aprobó una declaración de deberes y
derechos del estudiante, esto le da una orientación más precisa a la reforma en comparación con
Argentina y Perú. El estudiante debe divulgar sus conocimientos entre la sociedad, principalmente entre
el proletariado manual, por ser éste el elemento más afín del proletariado intelectual.
1923 también fue el año en que se desterraba a Haya de la Torre y que Alvear intervenía las
universidades cordobesas. Por lo que Mella se preguntaba si los gobiernos latinoamericanos realmente
podrían abrazar los principios de la reforma universitaria, por lo que concluía que con lo que a Cuba se
refiere, es necesario primero una revolución social para hacer una revolución universitaria.
En Brasil por su parte, la rebelión juvenil de la década del veinte había adquirido un matiz único en
LATAM, cuya importancia solo saltaría a la vista a partir de la década del 30. La vanguardia de esta
generación que buscaba encarnar los ideales de una revolución democrática no estuvo en las aulas
sino en los cuarteles. El estudiantado se vuelca a mediados de la década del veinte en el apoyo a la
juventud militar y recién hacia finales del periodo plantea reivindicaciones específicamente
universitarias, a través de un programa de inspiración reformista.
Diez años después de los sucesos de Córdoba, toda América Latina había sido envuelta por la reforma
universitaria. En algunos países, la reforma había fructificado en la organización de un poderoso
movimiento estudiantil, el cual luego de haber conseguido avances importantes en la democratización
de la enseñanza, vivía una situación de reflujo ya que las estructuras de la sociedad no acompañaron
las luchas estudiantiles (caso argentino); en otros países, el fracaso de la reforma precipitó a los
estudiantes a la lucha política de masas y fueron líderes forjados en la lucha universitaria quienes
habrán de organizar a los nuevos partidos, como es el caso de Haya de la Torre con el aprismo
peruano. Solo quizá en Uruguay la reforma se integra con naturalidad al proceso político y los
estudiantes logran conquistas sin presionar demasiado.1930 abría un nuevo ciclo para la lucha de los
estudiantes y de las clases medias en general.
Las consignas de la reforma universitaria tendrán para el estudiantado no sólo un tono ideológico
cultural, sino también económico-social, lo que marca una diferencia con el caso argentino. La
asistencia libre, no era solamente una manera de castigar a los malos profesores y por lo tanto de
conseguir mejores niveles docentes. Sino que también se reflejaba como si el estudiante podía pasarse
todo el día en la universidad, era porque los privilegios de su familia lo liberaban de toda preocupación
material. El “cholo” debe trabajar para subvenir a sus necesidades.
En ese cuadro social se dará la reforma y posteriormente el APRA. No es extraño que dado un proceso
de movilización de las clases medias el papel de vanguardia para la agitación política y social caiga en
poder del estudiantado universitario.
Cuando el régimen de Leguía giró a la derecha, sobre el fondo de la conmoción creado por las luchas
universitarias y ampliado por las alianzas entre reformistas y obreros en universidades populares,
surgió la posibilidad de encuadrar a la lucha de masas en un movimiento organizado. Leguía, como ya
dijimos, destierra a Haya de la Torre, quien anclará en México. En 1924, Haya propone la creación de
una Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). El programa de la nueva organización poseía
algunas líneas fundamentales tales como: acción contra el imperialismo yanqui, la unidad política de
LATAM, etc. La proyección imaginada para el APRA era continental. La idea de Haya era concentrar en
el APRA a las fuerzas que a partir de 1918 habían luchado por los postulados reformistas y por la
extensión de esos postulados a las clases populares.
El instrumento de este frente debía ser precisamente el APRA concebido como un movimiento amplio
de carácter antimperialista que pretendía aglutinar a las fuerzas de la “nueva generación” bautizadas
políticamente en las jornadas reformistas. Hacia 1929 según los partidarios de Haya de la Torre existían
filiales de la organización en Paris, Londres, Buenos Aires, etc. Pero los intentos de mayor expansión
tuvieron lugar en la década del 30: se crearon partidos apristas en Cuba, México y Argentina. El propio
Partido Aprista Peruano es organizado recién en 1930, marcado el pasaje de un frente único a un
partido autónomo. De todas formas, la verdadera influencia del ideario aprista se ejerció sobre otros
partidos políticos nacionales que respondían a una concepción sobre la estrategia política de LATAM
similar a la de Haya.
Pero antes de llegar a tal expansión, Haya debió precisar su programa. Esa precisión va a formar parte
principal de la historia del surgimiento político de las clases medias latinoamericanas inauguradas a la
lucha de masas a través de la reforma universitaria. Así, la reforma no encontró un heredero político
más autentico que el aprismo de Haya de la Torre.
Haya va pasando, en los años de gestación de su ideología, del esquema frentista al partidario,
manteniendo, sin embargo, la estrategia policlasista. Este es uno de los puntos de ruptura con los
comunistas. Así, se va diferenciando progresivamente los elementos ideológicos ligados a la reforma
universitaria de aquellos vinculados a la flamante incorporación del marxismo a la organización.
Hacia 1930 Haya de la Torre ha elaborado ya el programa del APRA, no como movimiento continental
de agrupamiento antimperialista sino como partido político policlasista, a la manera del Kuomintang
(partido político nacionalista chino). El APRA, dice Haya, sostiene que antes de la revolución socialista,
los pueblos deben pasar por periodos previos de transformación económica y política. La revolución
proletaria vendrá después.
Para Haya, la lucha antimperialista podía encararse de dos maneras, resultando de dos puntos de vista:
el de una forma radical que implique la abolición del sistema capitalista o el de una formula transicional
que suponga la prevalencia del capitalismo y la restauración de la independencia latinoamericana
dentro de él. La primera perspectiva es rechazada por Haya ya que la destrucción de dicho sistema
debe producirse donde le capitalismo existe, en los centros mismos de origen y LATAM no era uno. El
camino aprista sería obtener la independencia económica de LATAM. Y a partir de esto, Haya elabora
su concepción del imperialismo en LATAM: es la última etapa del capitalismo en los pueblos industriales
pero representa en los pueblos latinos la primera etapa, el capitalismo latinoamericano nace con el
avenimiento del capitalismo moderno.
A partir de esto, se hace una distinción entre imperialismo extranjero y capital extranjero. Este último
aparece como necesario para el desarrollo de LATAM, el imperialismo extranjero en cambio es una
traba para su desarrollo, es esa clase de capital que interfiere en la política interna del país que lo
recibe, controlando la vida de la nación. Para eso, el APRA, planea un frente único de clases oprimidas
proyectado hacia el control del Estado, un Estado antimperialista, cuyo papel será condicionar al
capitalismo imperialista, sometiendo su imperativo de expansión.
Hacia 1918 el movimiento socialista era extremadamente débil en LATAM. Las organizaciones más
poderosas y de mayor influencia eran las argentinas, donde el partido socialista al comenzar la década
del 20 poseía fuerte representación parlamentaria. En los otros países de LATAM la difusión de ideas
marxistas era aun tarea de pequeños núcleos de obreros e intelectuales sin que sus formas
organizativas alcanzaran un nivel partidario.
Este incipiente movimiento apoya con las fuerzas que dispone al proceso de reformas encarado por los
estudiantes primero en Córdoba y luego en las otras ciudades latinoamericanas acercándole en
especial la solidaridad de los núcleos obreros que controlaba. Esta colaboración estaba dada por la
lucha común contra los grupos conservadores o las dictaduras militares.
Sera después de 1923, cuando la reforma busca su politización que la izquierda comienza su tarea de
crítica ideológica. La reforma era un movimiento de masas con contenido democrático y sus relaciones
con la izquierda no eran conflictivas sino complementarias. Sin embargo, cuando la reforma empezó a
tener una tentativa política de alcances más allá de los universitarios, estalló la polémica ideológica.
Así, comienzan ciertas criticas desde el marxismo hacia el movimiento reformista. Para Hurtado de
Mendoza, el movimiento estudiantil aunque aparezca como un fenómeno ideológico, no es más que el
resultado de los cambios profundo en la subestructura económica de la sociedad argentina. Así, se
explica la afinidad entre estudiantes y proletarios; ambos luchan por intereses económicos y de clase.
Ese interés de clase que subyace en la reforma no es más que “la proletarización de la clase media”. La
población de las universidades está formada por individuos de clase media; sus medios económicos
para permanecer en la universidad van desapareciendo y se borra así la perspectiva de un “título
salvador” que abrirá las puertas del “paraíso burgués”.
Para Haya de la Torre, el movimiento reformista del 18 era algo más profundo que una movilización de
las capas medias, era una suerte de prefacio para la revolución continental que debería manifestarse
con formas y contenidos distintos a los que podía imaginar el pensamiento europeizante.
Los desencuentros entre los jóvenes partidos comunistas y el movimiento estudiantil reformista se
revela en dos situaciones: en países como Argentina el peligro que acechaba el movimiento reformista,
de acuerdo con los comunistas, era el de burocratización que lo mantendría como un intento recluido en
el interior de si mismo, capaz de autosatisfacerse con la obtención de algunas ventajas académicas, sin
buscar una vinculación más o menos orgánica con las luchas obreras. Para otros países, de los que el
Perú sería un buen ejemplo, la crítica comunista no podía destacar el contenido que adquiría la
politización.
La critica contra los principios de la reforma llega hasta al APRA. Así, el camino del movimiento
antimperialista derivado de la reforma y el del movimiento comunista se desencontraban.
Hacia 1932, se lleva a cabo en Argentina el Segundo Congreso Universitario, un intento de los
dirigentes reformistas por replantear los contenidos de la reforma. Este también fue criticado por los
comunistas. Pero, sin embargo, treinta años después, la visión que los comunistas tenían sobre ese
congreso era distinta. Si entre 1918 y 1923 la izquierda acompañó la reforma, si entre 1925 y mediados
de la década del 30 la rechazo agresivamente como enemiga en una lucha hegemónica, a partir de
1935 la orientación volvió a cambiar, dando paso a la colaboración y el entendimiento. Este cambio de
enfoque estuvo dado por el ascenso del fascismo, por la necesidad de intervenir en aquella querella
internacional entre la democracia y el fascismo.
De Mella a Fidel
Fue a comienzos de la década del 60 que la teoría que atribuía a la insurgencia juvenil el carácter de
motor de los cambios revolucionarios recuperó su vigencia. No hay ejemplo más restallante de una
revolución de jóvenes que el cubano. Y no solo de jóvenes, sino de jóvenes universitarios que logran
derrocar una poderosa oligarquía política y poner en marcha un proceso de transformaciones sociales.
Las proyecciones ideales de la reforma universitaria, las ilusiones soñadas desde el Manifiesto de
Córdoba encontraban, en Cuba, su realización histórica.
La revolución cubana se puede vincular con todos los movimientos juveniles que marcaron la política
cubana, desde Marí a Mella y desde éste al propio Fidel. No hay otro escenario en el que esas
movilizaciones se hayan transformado en episodios políticos de significación decisiva para el resto del
país.
Cuba es el ultimo país latinoamericano en liberarse del colonialismo español en 1898. Esto pareciera
mostrar un retraso en iniciar un proceso similar al de las demás naciones, pero sin embargo este hecho
alcanzará una enorme repercusión para la historia interna de sus grupos dirigentes. Si las revoluciones
independentistas de principios del siglo XIX se hicieron en LATAM con un justificativo ideológico
marcado por el liberalismo europeo, en Cuba la independencia se nutre de una ideología más compleja.
Martí conocía el pensamiento de Marx.
La guerra con España además significo la presencia de un enemigo más poderoso: EEUU. Las
energías independentistas contra los españoles se volvieron de inmediato contra los norteamericanos.
Además, hacia los años 50, un programa Martiniano era un programa revolucionario para Cuba. Esto
no podía decirse en otros países de LATAM en relación con sus héroes nacionales porque la distancia
temporal separaba las luchas presentes de las de los orígenes, lo cual obligaba a una reelaboración de
perspectivas por más que se buscara una vinculación con las viejas tradiciones populares y
revolucionarias del momento de la lucha antiespañola.
Las universidades populares José Martí tuvieron desde el primer momento una tendencia a la
radicalización social de sus postulados más notorias que los peruanos. Ya que Mella en 1928 decía que
la universidad debe servir a la sociedad: “Cada estudiante, como profesor, es propietario de una cierta
riqueza de conocimientos. Si solamente la utiliza en su propio provecho es un egoísta, un individualista
imbuido del criterio del burgués explotador. (…) La universidad es un órgano social de utilidad colectiva
y no una fábrica donde vamos a buscar la riqueza privada con el título.” Esa era la filosofía que estaba
detrás de las universidades populares puestas en marcha por los reformistas cubanos.
La reforma universitaria cubana sigue un proceso similar al de otros países, pero logrará en 1933 una
victoria política que, aunque efímera, dará cuenta del peso que en esa sociedad adquiere el
gremialismo universitario. En un principio los estudiantes que en 1923 crearon la federación
universitaria obtienen las mejores académicas solicitadas bajo el gobierno de Zayas. En 1925, sin
embargo, se abre una época de represión bajo el gobierno de Machado que suprime las conquistas
reformistas, clausura la universidad y persigue al movimiento popular. En 1927, al sancionar Machado
una ley que le permitía mantenerse 10 años en el poder, los estudiantes crean el primer Directorio
Estudiantil Universitario, inaugurando una forma de expresión político autónoma de los estudiantes.
En 1933 ya la situación para Machado era insostenible. En el mes de agosto una huelga general
derroca a Machado; el poder es ocupado por un gobierno ligado a los EEUU pero sin fuerza suficiente
como para impedir la creciente movilización popular. El directorio estudiantil entra entonces en
negociaciones con un directorio de suboficiales del ejército entre quienes se hallaba el sargento Batista;
en septiembre el gobierno conciliador debe renunciar y “los estudiantes entregaron el poder,
prácticamente, al directorio estudiantil”. Es electo presidente el profesor de medicina Grau San Martin
“el presidente de los estudiantes”.
El ascenso de los estudiantes significo que el poder se desplazó de los partidarios del régimen
semicolonial a los nacional-reformistas y social-reformistas. Pero el entusiasmo de la rebelión
estudiantil victoriosa duró poco. Grau renunció y el sargento Batista, ya general, ocupa el poder que
había entregado a los candidatos del reformismo universitario. Pese a todo, la revolución del 1933
queda como un antecedente político notable en la historia de Cuba cuya herencia se recogerá, triunfal,
a mediados de la década del 50. Fue, además, el punto más alto que la movilización estudiantil alcanzó
en América Latina cuando la reforma echó a andar su proyección política.
Alrededor de veinte años después todo ello reaparecerá cuando Fidel Castro convoca a la lucha contra
Batista. Castro y sus amigos representaban al pensamiento martiano y no mentían cuando trazaban
una vinculación estrecha entre su lucha y la llevada a cabo por el prócer máximo del país. Castro, que
había sido dirigente universitario, encabeza a su ala juvenil más avanzada, en pugna con el sector que
busca la conciliación los partidos liberales.
La historia me absolverá, el alegato presentado por Castro ante los jueces que lo condenaron por el
asalto del Moncada, trae el recuerdo de los testimonios de la reforma. “Era una nueva generación
cubana con sus propias ideas la que se erguía contra la tiranía”. Esas “propias ideas” eran las que
venían proponiendo en distintas latitudes de LATAM los movimientos políticos nacionalistas
democráticos, que encontraban su génesis en esa explosión radical de las clases medias que fuera la
reforma.
Se podía considerar a Castro, hacia mediados de los 50, como un producto de la reforma y de la
tradición política que esta impulsó en América, y a su pensamiento, como heredado de la línea de
Martí, de los universitarios del 25, de la revolución de 1933 y del populismo de Chibás. Ese
pensamiento se manifestó de manera eficaz para nuclear a la mayoría del pueblo en la lucha
antidictatorial. Este es un punto central que hace a las particularidades de la conformación política e
ideológica de la alternativa cubana: aún en 1959 de las clases medias podía surgir un grupo coherente
que liderara un movimiento nacional popular muy radicalizado, organizara el combate abierto contra la
dictadura y llegar al triunfo con el apoyo de las masas populares urbanas y rurales. Lo que en otras
situaciones de LATAM era ya imposible, aparecía como factible en Cuba.
Toda la estructura productiva de Cuba giraba sobre la producción de azúcar. Fuera de la del azúcar no
existía virtualmente industria en Cuba. Los servicios estaban en manos del capital norteamericano y la
burguesía cubana se concentraba en los negocios inmobiliarios y de construcción y en la red de
intermediación comercial. La burguesía cubana tenía un carácter particular, carecía casi del todo de una
base económica independiente, le faltaba cohesión histórica y cultural, no tenía moral propia y poseía
una conciencia muy escasa.
Además, a las características anteriores habría que añadir una corrupción general del sistema política,
el desprestigio del ejercito y el escaso peso de la Iglesia. El movimiento 26 de Julio, creado por Castro,
adquirió caracteres arquetípicos de movimiento avanzado de capas medias en un país dependiente. La
composición de su grupo dirigente, su promedio de edades, el tipo de programa y su lenguaje lo
acercaban a otras experiencias anteriores: las de los grupos políticos nacidos de la reforma
universitaria.
La historia política cubana es una sucesión de desprendimientos hacia la izquierda dentro de los
partidos moderados, guiados por sectores juveniles. La posibilidad de que el castrismo no quedase
apresado en los mismos zigzagueos de la historia anterior radicaba, por un lado, en la ampliación de las
bases sociales de la rebeldía y por el otro en la búsqueda de puntos de contacto entre la tradición ideal
nacionalista revolucionaria y la tradición socialista. Así, la decisión del grupo revolucionario de sentar
las bases de su actividad en zonas rurales mediante la lucha guerrillera, adquirió con el tiempo una
importancia fundamental. El grupo urbano organiza y otorga conciencia a las masas rurales pero éstas,
a la vez, le insuflan una oposición irreductible al sistema y no sólo al gobierno.
Pero lo que interesa no es solo esta asociación física entre estudiantes y revolución. Más allá de ello,
como programa, como ideología inicial, el movimiento antibatistiano surge como una réplica de los
contenidos asumidos por el movimiento universitario en el continente cada vez que, desde 1918, intentó
proyectarse a la acción política. Hay una continuidad que puede trazarse desde Mella a Fidel. Porque
Fidel es Mella, pero es también el espíritu continental, bolivariano, nacional en el sentido de la “patria
grande”, que los estudiantes reincorporaron al debate político en los inicios de la década del 20 antes
que ningún otro sector social.
A principios de siglo, los ejércitos nacionales sufren un salto cualitativo. Bajo la influencia de diversos
factores, el “viejo ejército” desaparece y surge un “ejercito nuevo”. La modernización militar, que es
total, comienza por la “profesionalización” de la oficialidad. Esto de hacer del oficio militar una profesión
permanente (de tiempo completo, renumerada, que requiere estudios y una prolongada preparación
física e intelectual sujeta a normas burocráticas codificadas) es llevado a cabo por una reforma
mediante la cual se busca organizar a la “nación en armas”.
Las fuerzas militares tienen como razón de ser el empleo de la violencia legítima. De esto se
desprenden normas y un sistema de organización. Los valores corresponden por un lado al
funcionamiento de la institución y, por el otro, a sus funciones (los objetivos que se fija). Los primeros
valores mencionados derivan de la estructura piramidal, la centralización del mando, que posibilitan la
toma de decisiones en el combate. Los valores operativos responden a la finalidad y necesidad del
combate: ¿en nombre de quién combatimos? ¿por qué aquel es nuestro enemigo?
Los ejércitos se diferencian de todas las demás organizaciones por el hecho de ser instituciones casi
absolutamente “totalizantes”. Si bien los militares se hacen los civiles, el oficio de las armas no se
puede comparar con ningún otro. La diferencia entre civiles y militares, que es altamente valorizada en
el seno de la institución, se limita a la significación discriminatoria y unificadora de vestir el uniforme.
Las fuerzas militares son una organización coercitiva en donde la autoridad descansa sobre una
coacción tanto física como simbólica, no existen mecanismos formales de contrapoder y limitación de la
autoridad central. Tiene además cierta autosuficiencia, una capacidad de no necesitar recurrir a la
sociedad, como lo demuestra la existencia de médicos, músicos “militares”. Este aislamiento voluntario
tiene una función adicional, simbólica: a través de los ritos y mitologías, imágenes y métodos de
identificación, busca imponer el monopolio de la violencia y la necesidad del aparato de defensa.
Los mencionados valores organizativos parecen ser universales, pero sin embargo, la “ética militar” o
“sistemas simbólicos” de los ejércitos están condicionados por el entorno sociopolítico, mejor dicho,
corresponden al tipo de reclutamiento, armamento, estrategia, es decir, a la civilización de la que se
trata. Así, a un ejército de masas reclutado entre sectores rurales de bajo nivel cultural, corresponde la
exaltación del heroísmo, el honor. Estos eran los valores vigentes en los ejércitos occidentales cuando
los Estados latinoamericanos los adoptaron como maestros.
Los países de LATAM, en la mayoría de los casos adoptan el modelo militar occidental por fuera de
toda eventualidad de conflicto armado. La construcción de semejante organización requiere un buen
nivel de autosuficiencia, una socialización específica y fuerte de sus miembros permanentes, la
institucionalización de una carrera militar mediante una formación técnica continua, impartida en una
red de escuelas propias.
En todos los casos, incluso en aquellos donde los grupos dominantes lo permitieron a regañadientes,
como en Brasil, la formación de los ejércitos modernos tiene un carácter eminentemente funcional con
relación al nuevo papel de las periferias latinoamericanas en la economía mundial. Los ejércitos
modernizados son instituciones estatales que garantizan el orden, interior y permiten la explotación
pacífica de las riquezas mineras y agrícolas que Europa necesita. Como instituciones modernas,
transmiten al exterior (a los ojos de Europa) una imagen de seriedad y competencia que infunde
confianza en los inversionistas.
Con todo, no es verdad que la creación de esos ejércitos haya sido inducida por las metrópolis
económicas mundiales para mejor controlar sus fuentes de materias primarias; por el hecho de que, por
ejemplo, Inglaterra (primera potencia mundial de la época), no constituye un modelo militar y es sólo
proveedor secundario de cañones. Así también, Francia, que comparte con Alemania una especie de
monopolio de la exportación de tecnología militar, ocupa un lugar modesto en el comercio exterior de
las naciones latinoamericanas. Entonces, se podría hablar de un proceso dependiente pero dirigido
desde adentro y en respuesta a necesidades internas. El ejercito moderno, símbolo de progreso, es un
instrumento de centralización y, por consiguiente, de fortalecimiento e incluso construcción del Estado.
Dado que el prestigio de un ejército bien organizado y entrenado se refleja sobre el propio Estado, no
es casual que estas naciones extravertidas busquen instructores entre los dos ejércitos mas
prestigiosos del mundo de aquel entonces, entre 1880 y 1920: el francés y el alemán. Esos dos países
enemigos ofrecen sus servicios a todas las naciones que buscan reorganizar sus aparatos de defensa.
Están en juego sus influencias diplomáticas y comerciales, la expansión de su industria armamentista.
En esta áspera lucha militar y comercial, todos los medios son lícitos. Agentes secretos libran
campañas a través de la prensa local y recogen información sobre el “enemigo”. En Brasil, los
alemanes no vacilan en desacreditar el material francés, mientras que los franceses denuncian el
racismo de los oficiales alemanes, que se sienten a disgusto en una nación mestiza. La lucha por la
influencia y preponderancia militar coloca a los Estados latinoamericanos en una situación privilegiada,
que estos aprovechan en función de sus propias necesidades geoestratégicas. Sin embargo, es
necesario enfatizar que mediante la adquisición de técnica y armamentos, se produce una estrecha
independencia.
Si bien los tres adversarios de la Guerra del Pacífico (Chile, Perú y Bolivia) no fueron los primeros
Estados que acudieron a Europa para reorganizar sus ejércitos, sí lo hicieron de manera más completa
y total que otros. Chile adoptó la escuela alemana. En 1885, el gobierno chileno decide contratar a una
misión alemana para “profesionalizar” la fuerza de tierra. La guerra victoriosa demostró las debilidades
del aparato militar nacional y los peligros que siguen latentes, ya que Chile se siente rodeado de
enemigos: Perú no acepta la pérdida de la provincia de Tarapacá ni la ocupación de Tacna y Arica;
Bolivia, convertida en nación mediterránea, mantiene los ojos puestos en el puerto pacífico de
Antofagasta, su salida al mar perdida; Argentina, que prosigue su expansión en territorio patagónico,
aparece hostil a los ojos de la estrecha nación. El coronel Körner, jefe de la misión ya mencionada,
transformará el ejército de veteranos del Pacífico en una fuerza moderna, dotada de un cuerpo de
oficiales a la prusiana, de alto nivel y poseedor de gran prestigio en todo el continente. En 1906 culmina
el programa de reformas organizativas y de régimen interno, y el ejército chileno se ha vuelto un
auténtico reflejo del ejército alemán. Cuando se producen los enfrentamientos entre el presidente
nacionalista Balmaceda y la oligarquía parlamentaria, Körner y sus partidarios se posicionan en las filas
de los adversarios del Presidente, aunque el ejército en su conjunto permanece leal. Algunos ven en
ello la prueba de una orientación antinacional estrechamente vinculada a intereses europeos.
En la misma época, y claramente en respuesta al desafío chileno, Perú contrata una misión militar
francesa. Los franceses reorganizan e instruyen a los peruanos desde 1986 hasta 1940, con algunas
interrupciones. A diferencia de los alemanes en Chile, los oficiales franceses se mantienen al margen
de la vida política peruana, ejerciendo, no obstante, una influencia nada despreciable. El ejército
francés de la época, les interesa a los peruanos principalmente por sus aportes a la ciencia militar. Los
franceses insisten sobre todo en los transportes y comunicaciones, la presencia militar en el seno de la
población y el conocimiento del país.
Bolivia tarda más en reponerse de los trastornos de la guerra. En 1905, una misión militar francesa
privada reforma los programas de la Escuela Militar y la Escuela de Guerra. Pero a partir de 1910, la
Paz imita a Santiago y contrata a instructores alemanes.
En Argentina, que trata desde el comienzo de “profesionalizar” al cuerpo de oficiales, el ejército francés
es el espejo del argentino hasta 1904, pero el armamento es del viejo ejército alemán. Por eso se dice
que las preferencias extrajeras argentinas se caracterizan por su eclecticismo (trata de reunir,
procurando conciliarlos, valores, ideas, y demás de sistemas diversos). En 1900, se impone el prestigio
alemán. La Escuela Superior de Guerra nace bajo auspicios alemanes, los profesores son oficiales
provenientes del ejercito alemán. Los admiradores argentinos de la máquina militar prusiana siguen
analizando la guerra de 1870 desde el punto de vista alemán incluso después de 1918, como si
Alemania no hubiese sido la vencida en la PGM.
El proceso de germanización se completa a partir de 1904 con el envío masivo de oficiales argentinos a
efectuar prácticas en los regimientos del ejército imperial. En 1920, un agregado militar brasileño
sostiene que “la mitad de los oficiales argentinos ha pasado por la escuela o la tropa alemana”. La
admiración por el modelo alemán no conoce límites. En 1914, pocos oficiales argentinos pensaban que
la más formidable maquinaria bélica de la historia pudiese ser derrotada.
En Brasil, los oficiales aspiran a fortalecer el ejército nacional. El mal desempeño de este frente a los
campesinos rebeldes de Canudos, la desconfianza hacia la Argentina -su eterno rival en el
subcontinente- exigen la reorganización y puesta al día del equipo militar. Para ello, es necesario apelar
a Europa. Es lo que buscan alemanes y franceses. Desde fines de siglo, ambos países compiten en la
venta de cañones a Brasil. En 1906, el estado de San Pablo, contrata una misión francesa para
reorganizar e instruir “la fuerza pública”. Sin embargo, parece que Alemania se impondrá, gracias a una
hábil campaña propagandística. Entre 1905 y 1913, una treintena de oficiales brasileños pasa por las
filas del ejército alemán para recibir instrucción. En 1908, el mariscal Hermes de Fonseca, prestigioso
militar brasileño, es invitado por el gobierno imperial a asistir a las grandes maniobras; inicia
negociaciones en vista de contratar una misión militar. Pero en 1910, el mismo mariscal, invitado por el
gobierno francés, colmado de honores y atenciones, entierra el proyecto alemán aunque sin contratar
una misión francesa. La competencia entre ambas naciones corresponde a los altos intereses en juego.
Con todo, en 1919 se contrata una misión francesa.
Las compras de armas (francesas, claro está) permiten, en primer término, cerrar la brecha entre el
ejército brasileño y los demás países industriales. Pero la influencia francesa se nota sobre todo en la
organización, la enseñanza y las carreras. Los oficiales, que hasta ese momento recibían, en el mejor
de los casos, una educación libresca y muy intelectual, reciben a partir de entonces una sólida
formación militar a todos los niveles bajo la batuta de los instructores franceses. El viejo ejército, puesto
al día por los franceses, sufre una verdadera revolución. El mérito y la formación profesional rigen las
carreras.
La influencia francesa es profunda y duradera. Los discípulos brasileños del ejército francés no pierden
ocasión en recordar la deuda que han contraído con sus instructores, ni de expresar su admiración por
los prestigiosos oficiales que comandan la misión.
De esta forma, encontramos en casi todos los países el mismo afán por integrarse a la escuela
europea, en condiciones diferentes y en función de distintos parámetros: nivel de desarrollo, situación
geopolítica, grado de consolidación del Estado Nacional. Evidentemente, no todos los países pueden
contratar a las costosas misiones europeas. En ese sentido, debemos remarcar ese curioso fenómeno
de prusificación de “Segunda mano” que se produce en numerosos países del continente por
intermedio del ejército chileno. Ecuador, Colombia, El Salvador y Venezuela contratan misiones
militares chilenas para reorganizar y “europeizar” sus ejércitos nacionales.
Este despliegue de la presencia extranjera no deja de suscitar problemas en los ejércitos anfitriones. Al
principio, muchos se resisten a las misiones europeas. Algunos, por favorecer a una influencia militar
distinta, pero también hay muchos oficiales del “viejo ejército” que no ven con agrado la perspectiva de
volver a la escuela, ni de tener bajo su mando elementos que saben más que ellos, ni, sobre todo, de
que unos extranjeros vengan a inmiscuirse en los resortes internos de poder de la institución. Por su
parte, los “misioneros” vienen con el ánimo de transformar y dirigir todo, e incluso de ejercer
directamente el mando para aplicar mejor sus formas.
La barrera entre oficiales y suboficiales se vuelve más o menos infranqueable de acuerdo con el país
que se trate. En estos ejércitos formados en tiempos de paz, altamente burocratizados, la estratificación
social interna está perfectamente definida, y el mito del soldado que lleva en su mochila el bastón de
mariscal no tiene posibilidades de realizarse.
¿Quién puede ser oficial, quién llega a serlo realmente? Las exigencias de determinado nivel de
escolaridad constituyen aparentemente los únicos límites de un reclutamiento amplio. Si se exige
estudios secundarios completos, se puede suponer que la familia del cadete posee un nivel de ingresos
relativamente alto. En realidad, en los países de elevada tasa de analfabetismo (Guatemala, Perú,
Bolivia, etc.) el mero acceso a los estudios secundarios supone una fuerte discriminación. Muchos
oficiales eligen la carrera de las armas por razone económicas, porque los estudios militares son de
breve duración y en general gratuitos. Lo cual no significa que los oficiales sean reclutados entre las
clases más desposeídas ni que el ejército constituya un medio de ascenso social en todos los países.
El sistema de cooptación cerrada da lugar a una selección escasamente democrática con rasgos
sociales e incluso étnicos. Por ejemplo, en la Argentina, se aplica un criterio en las investigaciones de
moralidad efectuadas a las familias de los aspirantes, que eliminan implacablemente a los hijos cuyos
padres no se encuentran en “situación familiar regular”. A ello se agregan las entrevistas a los
aspirantes y los exámenes médicos eliminatorios, donde la fisonomía y el color de piel son más
importantes que la talla y la capacidad torácica. Así, la élite militar preserva su imagen. No todos los
regímenes poseen la franqueza del Estado Novo brasileño que, en 1942, prohíbe oficialmente el
ingreso a la Escuela Militar de los no católicos (judíos en particular), los hijos de inmigrantes y
opositores, los negros y los hijos de padres divorciados o unidos en concubinato.
Es común pensar que, como consecuencia del “adiestramiento” autoritario a que se lo somete y de las
características específicas de la institución a la que pertenece y que lo ha formado, el oficial se sitúa y
se determina con relación al ejército, más que a su grupo familiar de origen. Esto no significa que la
familia de origen no debe tenerse en cuenta: este factor condiciona la inserción del oficial en la
sociedad civil en la medida en que la familia constituye su principal y a veces única fuente de contactos
con el medio civil.
Se ha señalado muchas veces el contraste entre el medio rural y el medio urbano. En el ejército
peruano cada vez son menos los oficiales provenientes de Lima y más los cuadros nacidos en los
pequeños centros urbanos del “interior”. En el período 1955-1965 sólo el 18% eran limeños, mientras el
56% provenían de la sierra o de la selva amazónica. En Brasil, donde las guarniciones están
distribuidas de manera desigual, no es de extrañar que haya numerosos oficiales provenientes del
estado de Rio Grande do Sul, mientras que Sao Paulo, la capital económica, provee pocos militares.
Los estados del nordeste, pobres, económicamente atrasados, proveen un fuerte contingente de
oficiales.
Ante la escasez de documentación y la heterogeneidad social que reina en casi todos los ejércitos del
continente, se ha acuñado un lugar común: la mayoría de los oficiales latinoamericanos provienen de
las clases medias. Esta afirmación, aunque correcta, es de dudosa utilidad. En términos generales, las
clases populares tienen escasa representación en los cuerpos de oficiales pero no están ausentes. El
lugar oficial que se autodesignan los militares en la sociedad varía en función del papel político y el
prestigio social, pero por lo general se identifican con las capas superiores. La idea de que la autoridad
social heredada predispone para el mando goza de aceptación general, si bien a los grupos dominantes
de la nación les repugna enviar a sus hijos a los cuarteles. No obstante, los estados mayores se
esfuerzan por adecuar la personalidad de los futuros oficiales a sus aspiraciones sociales. Esto no
significa que lo logren.
En la Argentina anterior a 1945 sólo se conocía un caso de un coronel prestigioso de la clase obrera:
era un compañero de Perón, hijo de un obrero ferroviario. A fines de los ’60 se podría decir que en
Argentina un 25% de los efectivos pertenece a las capas “inferiores” o populares. En Chile, la única
investigación existente, basada en una muestra muy pequeña de 37 generales retirados, muestra un
9% de hijos de empleados. Es sabido que en Perú, donde el acceso siempre ha sido más fácil que en
otros ejércitos del continente, los oficiales provienen cada vez menos de las clases “blancas” de la
cúspide de la pirámide social, y cada vez más de “las clases inferiores y de tez oscura”.
Las clases superiores tradicionales no han dejado la carrera de las armas por completo en manos de la
plebe. En el mismo Perú, dos de los quince miembros de la junta “revolucionaria” de 1968 eran hijos de
“grandes familias”. En Brasil, las clases superiores tradicionales constituían un 20% de los efectivos de
la Escuela Militar entre 1941 y 1943. En la muestra chilena, el 66% son hijos de profesionales liberales
y hombres de negocios o agricultores. En la Argentina, abundan los grandes nombres en la alta
oficialidad y no están ausentes en las promociones del Colegio Militar. Las aristocracias locales o
nacionales se encuentran bien representadas en los grados superiores, junto a los hijos de los
inmigrantes. Por el contrario, a principios de los ’50, Perón trata de democratizar el acceso a los
institutos militares.
El contenido de enseñanza, de importancia cardinal en una profesión en la cual, a falta de guerra, las
promociones se efectúan por mérito a través de exámenes, trabajos prácticos y cursos de reciclaje, se
modifica a principios de siglo en el sentido de una militarización creciente y el desprecio por los estudios
civiles. La enseñanza se vuelve especializada y las materias civiles son mal vistas. Recién en los años
’50, en la Argentina, la obtención de un diploma universitario será mencionada en la foja de servicios de
un oficial como un mérito para la promoción, no como objeto de reprimenda o sanción. Hoy, por el
contrario, los programas se han “civilizado” a través de disciplinas tan poco marciales como la
economía política y la administración pública, vinculadas, por cierto, a las responsabilidades efectivas
de un sector importante de la oficialidad.
Si hubiera que resumir el reclutamiento social de los oficiales de los países latinoamericanos, diríamos
que los oficiales provienen en su mayoría de las capas intermedias acomodadas, las clases medias
bajas en ascenso o las clases altas en decadencia, aunque las clases superiores y populares no están
ausentes.
El autor recalca sobre el origen familiar del futuro general Perón, envuelto en el misterio. Juan Domingo
Perón pertenece a una “buena” familia de la provincia de Buenos Aires. Su abuelo era médico y un
destacado político conservador. Su padre, contra los deseos de la familia, rehúye la carrera universitaria
y se dedica a la explotación de un establecimiento rural. El hijo siempre prefiere hablar de su abuelo en
lugar de su padre y madre, gracias a lo cual sus enemigos lanzarán el rumor de un origen muy humilde
para desacreditarlo socialmente. Tras varios años con su familia en la lejana Patagonia (Chubut),
ingresa en un colegio distinguido de un barrio residencial de Buenos Aires. En síntesis, una buena
familia en decadencia: una de las vías de acceso a la clase media y fuente de vocaciones militares en
Argentina y otros países.
Paradójicamente, en los llamados ejércitos “profesionalizados”, la tropa está integrada por civiles.
Mientras que en el viejo ejército los soldados eran militares de carrera y muchos de los cuadros eran
aficionados, en el nuevo sucede lo contrario: cuadros profesionales permanentes, tropa transitoria y
civil. En la mayoría de los casos, fueron los militares quienes abogaron por la instauración del servicio
universal. El ideal de la “nación en armas” subyace en las reformas del aparato militar de principios de
siglo. El servicio universal tiene implicaciones políticas y sociales evidentes. El ejército, por donde
deben pasar en principio todos los ciudadanos, quiere ser la escuela de la nación, el crisol del
sentimiento nacional.
En muchas ocasiones se ha señalado la función del servicio militar como escuela de formación cívica y
moral. Generales han afirmado que muchos soldados aprenden a usar el cepillo de dientes en los
cuarteles. En el marco de la conscripción (servicio que se presta al Estado siendo soldado durante un
período de tiempo), el papel y responsabilidades del oficial adquieren una dimensión nacional y, por
consiguiente, política. En estas sociedades heterogéneas, el ejército cumple una función de integración
nacional, de formación de la ciudadanía.
Chile inaugura el servicio militar obligatorio en 1900, lo siguen Perú y Argentina en 1901, Ecuador en
1902, Bolivia en 1907 y Brasil apenas en 1916. El retraso brasileño merece ser analizado. La debilidad
del Estado central, unida a la aversión que profesan tanto las clases populares como la oligarquía por el
ejército federal no permiten antes de esa fecha que se sancionen leyes de conscripción por sorteo. Fue
necesaria una intensa campaña, realizada por oficiales y civiles prestigiosos en la coyuntura favorable
de la guerra mundial, para imponer el servicio obligatorio y suprimir la guardia nacional destinada al
servicio de los privilegiados, hecho que se produjo en 1918.
Los argumentos cívicos y militaristas en favor del servicio universal no carecen de interés. Olavio Bilac,
poeta patriótico, puso su prestigio literario al servicio de la propaganda por un “ejército nacional
democrático, libre, civil, de defensa y cohesión…”, un ejército de “ciudadanos soldados” “que sea del
pueblo”. Bilac sostiene que la “militarización de todos los ciudadanos” será la salvación de Brasil, que la
conscripción significará el “triunfo total de la democracia, la nivelación de las clases sociales”,
constituirá una “Escuela de orden, de disciplina, laboratorio de la dignidad individual y el patriotismo”.
De acuerdo con este poeta “Es la educación cívica obligatoria, el aseo obligatorio, la higiene obligatoria,
la regeneración física y muscular. Las ciudades están llenas de holgazanes, descalzos y harapientos,
enemigos de alfabeto y del baño, animales que del hombre sólo tienen la apariencia y la maldad. Para
esta hez de la sociedad, el cuartel será la salvación.”
Para la misma época, los portavoces militaristas de la clase política argentina emplean el mismo
lenguaje. “La redención del conscripto inculto, ignorante y perverso, argentino de nacimiento pero
bárbaro de condición, constituye un peligro para la estabilidad social y una amenaza a nuestra cultura”.
La introducción del servicio militar obligatorio, aunque por sorteo y con muchas excepciones, aumentan
rápidamente el numero de efectivos en todos los países. Sin embargo, el servicio dista de ser universal
y sólo es obligatorio para los que no pueden escapar. El sistema socialmente selectivo corresponde a la
lógica de sus funciones morales y cívicas: es a las clases desfavorecidas a quienes se debe educar a
integrar la nación, no a los hijos de los ricos. En todos los países existen numerosos motivos de
eximición: un diploma aquí, el carné de piloto en otra parte, bastan para eximir al hombre de su año en
el cuartel. Las excepciones basadas en criterios sociales, cuentan con la oposición de los oficiales. Es
significativo que fuesen suprimidas en la Argentina en 1943, estando el ejército en el poder. En el
mismo país, a principios de siglo, un jefe de cuerpo, exasperado por la discriminación social, exclamaba
ante la incorporación de cada contingente nuevo: ¡Qué extraño, este año sólo parieron los pobres! (un
tipazo).
El siglo XX presenta dos décadas muy bien diferenciadas: la de 1920 y la de 1960. Ambas
correspondes a tiempos de transgresión, innovación, crítica, compromiso, transformaciones y
expectativas. Comparten la desilusión por la democracia liberal y la confianza en la acción liberadora de
la máquina -como se dice en los veinte- y la técnica -como se dice en los sesenta.
Los años veinte son los del surgimiento de la cultura de las masas, que proyectan a éstas a niveles de
disfrute de bienes culturales como nunca antes, aunque, coherente con la matriz capitalista, se trata de
un acceso desigualmente distribuido, tanto en el interior de cada una de las sociedad como entre estas
en la escala interplanetaria. La producción en serie, el incremento del consumo y las innovaciones
tecnológicas en materia de medios de comunicación contribuyen decisivamente a los cambios
culturales, su difusión e inclusividad.
Si hay en el mundo una ciudad que se destaca en los veinte es Berlín. Junto con Paris, son las dos
únicas ciudades europeas con una vida artística rica y diversa sin igual.
Los años locos rompen con los moldes de la rígida e hipócrita moral victoriana. Por doquier, en el
occidente desarrollado, las mujeres buscan revancha de la tristeza de la guerra. No sólo estrenan el
derecho al sufragio, sino que se impone un cambio de moda, en el cual se destacan las polleras, el pelo
corto y los abrigos de pieles. Existe también un cambio en la cultura, con la aparición del charlestón, el
jazz, los bares clandestinos. El incremento de la productividad y de la producción en serie lanzan al
mercado automóviles, cigarrillos, ropas y cosméticos, complementados por el whisky de contrabando
(efecto de la prohibición de 1919).
En Berlín surge un nuevo tipo de mujer: una deportiva, liberada sexualmente. Se trata, en buena
medida, de uno de los resultados de la reforma sexual. La reforma brega por la distinción entre
sexualidad y procreación, propugna cursos de educación sexual en las escuelas, lucha por la
derogación de la penalización del aborto y del concubinato, reclama atención médica gratuita para las
enfermedades venéreas, elogia la cirugía estética, reclama la instalación de playas nudistas y la
apertura de centros de planificación familiar. La “nueva mujer” acude a los bailes y elige al hombre sin
ser catalogada “actriz” y/o “mujer fácil”. Claro es que ésta no es una situación generalizada entre las
mujeres, la mayoría de las cuales, pertenecientes a las clases medias y proletarias, vive en condiciones
difíciles y discriminatorias (sus salarios, en el caso de las trabajadoras, son entre 30% y 40% menores a
los de los hombres; su jornada laboral, incluyendo el trabajo doméstico en el hogar, llega a las
dieciocho horas).
Los veinte muestran, en fin, una especial atención por los niños: Jean Piaget publica en 1923 El
lenguaje y el Pensamiento del niño. Esa preocupación lo es igualmente de los sesenta, en este caso de
la pediatría: ahora, el objetivo es hacer felices a los niños.
Por otra parte, los sesenta están también repletos de transformaciones, incluso más que en los veinte.
Ellos traen: The Beatles, el flower power, el LSD, la píldora anticonceptiva, la despenalización de la
homosexualidad en varios países, las innovaciones musicales de Bob Dylan, los Rolling Stones, las
primeras canciones de Serrat, entre otros. Son los años del triunfo del jean y de la minifalda, el peinado
con spray, la inauguración de Brasilia, la aparición de Mafalda, el boom de la literatura latinoamericana,
la magia de Pelé.
Como en los veinte respecto de los afroamericanos, los sesenta del primer mundo se encuentra con
esos “otros” que son los pueblos del tercer mundo, tal como se aprecia en el terreno de la política. En
ésta, en efecto, descuellan la descolonización africana, la revolución argelina, la revolución cubana y su
proyección en las guerrillas latinoamericanas, la alianza para el progreso, los asesinatos de los
hermanos John y Robert Kennedy y de Martin Luther King. Son años de lucha por los derechos civiles
de los afroamericanos en los EEUU, la revolución cultural china, la “primavera de Praga”, las primeras
dictaduras institucionales de las fuerzas armadas, basadas en la doctrina de la seguridad nacional, la
guerra de los seis días, el golpe de los coroneles griegos y el de Khadafi en Libia, los “capítulos”
africano y boliviano del Che, su muerte alevosa y su conversión en mito. En ese contexto, la década se
cierra con formidables acciones de masas -como el mayo francés, la movilización de estudiantes
mexicanos, el Cordobazo-.
En el plano de las ideas se destacan la renovación católica impulsada por el Concilio Vaticano II, las
obras de Jean-Paul Sartre, el diálogo marxismo-cristianismo, la teología de la liberación, mientras en
América Latina florece un original desarrollo de las ciencias sociales.
Miradas desde la perspectiva latinoamericana, ambas décadas muestran una fuerte apuesta por
América Latina y su venturoso futuro, asociado a modificaciones estructurales, a la revolución. Este se
ve claramente con la reforma universitaria de 1918 o la revolución cubana. Ambas décadas comparten
la combinación de lo singular de la hora latinoamericana con la proyección de universalidad y la
apuesta a un mañana de rupturas conquistadas por la voluntad y por la acción.
Los años veinte en Latinoamérica son años de florecimiento cultural e intelectual, de audacias del
pensamiento, de esperanzas en el futuro. Son años de cambios, protestas e impugnaciones que varían
en las distintas situaciones nacionales. Si exceptuamos en caso mexicano, en el que la destrucción del
estado oligárquico es producto de un proceso revolucionario, en el resto de América Latina la ruptura es
gradual y más tardía. En este sentido, a lo largo de la década se registran movimientos políticos
conducidos, sobre todo, por las clases medias urbanas, referidos esencialmente a la extensión del
derecho de ciudadanía y a la participación en la toma de decisiones.
Son años contestatarios. La Gran Guerra ha provocado una ruptura de los paradigmas, las ideas y las
concepciones sobre la sociedad, la política, la civilización. La crisis del orden liberal lleva a drásticas y
dramáticas revisiones. Si Europa se “suicidaba” en una guerra, el concepto de civilización podía ser
puesto en tela de juicio. Algunos mascullan tristes y apocalípticos futuros, inaugurando una corriente de
pensamiento posibilista, nacionalista-reaccionaria, ligada a soluciones autoritarias y según la cual,
después de la guerra “Se vive como se puede”. Para otros, sobre los “escombros” de la guerra se abren
nuevas perspectivas para pensar originalmente las sociedades latinoamericanas. La Gran Guerra, la
revolución soviética, la revolución mexicana, remueven las certidumbres en las que se pensaba la
política (la matriz histórica e ideológica del pensamiento liberal), lo social (exclusión “natural” de las
mayorías), la economía (fragilidad del modelo primario exportador) y el mundo cultural (permeado de
“europeísmo” y cosmopolitismo).
Para los universitarios contestatarios inspirados en los principios de la Reforma Cordobesa, “el puro
universitario es una cosa monstruosa”. De allí las acciones en favor de la unión y lucha
obrero-estudiantil.
De las instituciones de la sociedad tradicional, la Universidad parecía un lugar confiable. Cumplía con la
formación de los cuadros dirigentes, profesionales e intelectuales demandados por una economía
expansiva. Sin embargo, es caja de resonancia y motor generador de cuestionamientos del orden que
le dio origen y legitimidad.
El criticismo juvenil encuentra un concepto continente: el de generación. “Hemos nacido bajo la égida
de la Reforma Universitaria. Ella ha provocado nuestra aparición en la vida pública haciendo que en el
transcurso de más de una década nos halláramos a nosotros mismos, nos reconociéramos como
generación, es decir, como hombres llegados para trabajar en común por ideas comunes” dice el
argentino Julio González. El marco contenedor de los intelectuales y políticos reformistas es
autorreferentemente generacional. Así, la “nueva generación” expresa una “nueva sensibilidad”
portadora de valores políticos, sociales, éticos y estéticos diferenciados de sus “padres”. Hacia finales
de la década, esta pertenencia generacional resulta insuficiente.
En ese contexto no extraña que la preocupación política se torne impostergable y que artistas e
intelectuales se hagan militantes políticos y/o pongan su obra al servicio del mensaje revolucionario.
Como es el caso de Diego Rivera, miembro del Comité Central del Partido Comunista Mexicano.
El compromiso con la política es la forma que algunos de los intelectuales latinoamericanos de los años
veinte encuentran para acceder a un mundo nuevo en un contexto marcado por la crisis.
El binomio Reforma-Revolución es otra polémica del período. Los horizontes, los tiempos y los sujetos
del cambio social son cuestiones de las polémicas Haya de la Torre/Mariátegui, expresivas de las
opciones reformistas y revolucionarias. Si para Haya la lucha contra el imperialismo antecede a
cualquier otra oposición, para Mariátegui el curso a seguir es más drástico. Aún cuando conserva la
idea de un frente policlasista, este debe ser obrero-campesino bajo un liderazgo decididamente
proletario. Para Hay, en cambio, el frente debe estar liderado por los sectores medios. El otro “parte
aguas” definitorio es el medio de transformación, para Mariátegui sólo es posible a través de la
revolución socialista; mientras que para Haya, antes de dicha revolución, los pueblos deben pasar por
períodos previos de transformación económica, política y quizás por una revolución social-no socialista-
que realice la emancipación nacional.
Otro rasgo destacado de las preocupaciones intelectuales del período es el de la reflexión de LATAM
como comunidad de destino y de proyectos. “Indoamérica” es el nombre que denotativa y
connotativamente da cuenta de esa reflexión, y permite una diferenciación del significado de otros
nombres y corrientes. Por ejemplo, el Hispanoamericanismo corresponde a la época colonial, el
Latinoamericanismo a la República y el Panamericanismo es la expresión imperialista yanqui.
Por otra parte, si hay una nota claramente distintiva de los sesenta latinoamericanos, ella es la
revolución cubana. De igual modo, es imposible escindir el boom literario que recorre toda la región y
hace célebres a autores y títulos que exaltan el realismo mágico. Existe también una renovación en el
interior de las ciencias sociales, dentro de las cuales es claramente perceptible la doble intención de
generar un pensamiento propio y de formar recursos humanos en la propia región. Revolución, realismo
mágico y ciencias sociales críticas constituyen un entramado de los sesenta. Esto pone en el centro del
debate y de la toma de posiciones una cuestión nada nueva, la del papel de los intelectuales: el deber
de todo revolucionario es hacer la revolución.
Al concluir la década del 50, con excepción de México y Brasil, las demás naciones revelan claros
indicadores de estancamiento, cuando no de regresión. Política y socialmente América Latina no
consigue afirmarse ni estabilizarse. Ni las dictaduras militares autocráticas, ni las expresiones
populistas, ni las excepciones democrático-liberales han podido conjurar crisis político-sociales
renuentes a toda solución más o menos consolidada, con cierta permanencia o continuidad.
De igual modo es imposible olvidar el fenómeno del boom literario que recorre toda la geografía de la
región y hace célebres autores y títulos que exaltan el realismo mágico que la caracteriza (entre ellos
Gabriel García Márquez, Guillermo Cabrera Infante, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Carlos Fuentes,
José Lezama Lima, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa, Augusto Roa Bastos); en otros casos la
escritura se hace denuncias de crímenes cometidos contra luchadores populares (Rodolfo Walsh, Elena
Poniatowska). Tampoco puede dejarse fuera la renovación en el interior de las ciencias sociales, dentro
de las cuales es perceptible la doble intención de generar un pensamiento propio y de formar recursos
humanos en la propia región.
Revolución, realismo mágico, y ciencias sociales críticas constituyen un entramado de los 60; el
entrelazamiento de las tres perspectivas pone en el centro de arte y de la toma de posiciones una
cuestión nada nueva, la del papel de los intelectuales, esto en el contexto de la revolución cubana, con
la idea de que el deber de todo revolucionario es hacer la revolución. El Congreso Cultural de La
Habana, reunido en 1968, define las funciones que se esperan de los intelectuales en la perspectiva
revolucionaria: "El intelectual puede servir a la lucha Revolucionaria desde diversos frentes: el
ideológico, el político, el militar. La actividad del intelectual resuelve por diversos caminos:
Proporcionando la ideología de las clases revolucionarias, participando en la lucha ideológica,
conquistando la naturaleza en beneficio del pueblo mediante la ciencia y la técnica, creando y
divulgando obras artísticas y literarias, y llegado el caso, comprometiéndose directamente en la lucha
armada.
Jean Franco está en lo correcto cuando señala que "no sorprende que esto haya producido una
conciencia culpable acerca de la verdadera responsabilidad del intelectual revolucionario"; no es raro
que muchos intelectuales elijan el camino de la guerrilla, renunciando a una carrera en el campo de
pertenencia original (fueron demasiados, muchos de ellos muertos en combate o desaparecidos por
acciones represivas).
En general, la conclusión a la que se arriba dicta un comportamiento político inequívoco: América Latina
ha sido feudal o mantiene residuos de ese pasado feudal, la tarea política es la revolución
democrático-burguesa; si en cambio, es capitalista y por añadidura dependiente, la revolución sólo
puede y debe ser socialista.
América Latina se encuentra, durante la segunda posguerra, en una coyuntura signada por el comienzo
del agotamiento de las respuestas que desde la década del 20 se han dado a las limitaciones del
modelo primario-exportador, y después del 29 a los desafíos por superar ésta. Quedan en evidencia las
debilidades estructurales de las economías del subcontinente; la gran mayoría de ellas -excepto Mex y
Br- revelan claros indicadores de estancamiento o regresión. Política y socialmente, América Latina no
consigue afirmarse o estabilizarse -excepto Mex-; ni las dictaduras militares autocráticas, ni las
experiencias populistas, ni las excepciones democráticos liberales, pudieron dar soluciones a las crisis
político-sociales con cierta permanencia o continuidad. La conjunción de crisis económica y crisis
política evidencia una conclusión elemental fuertemente resistida por las clases tradicionalmente
dominantes en la región: Los desequilibrios económico-sociales producen problemas políticos, las
tensiones aparecen en primer plano y no pueden ser resueltos con los tradicionales mecanismos de
ejercicio del poder. La situación se vuelve cada vez más difícil ya que la efímera bonanza de la guerra y
la posguerra acaba cuando el centro capitalista se recompone (se evidencia rápidamente con deuda
externa, balanzas de comercio y de pagos deficitarias, importación de insumos industriales, etc). A esto
se le suma el predominio norteamericano en expansión y la Guerra Fría que se torna universal.
La construcción del conocimiento científico social latinoamericano, la práctica de las ciencias sociales y
la aparición de instituciones dedicadas a ello, han sido partes de un proceso en el que el conocimiento
apuntado a la transformación de las sociedades. A su vez, el intento de impedir la práctica de esta
ciencia, está relacionado con la voluntad de impedir la transformación, o al menos aquella que afecta a
los grupos sociales dominantes.
Cuando Raúl Prebisch, Celso Furtado y otros pioneros del cepalismo plantean la búsqueda de la
especificidad de América Latina, encuentran la clave del subdesarrollo en la relación centro periferia, y
la solución en el desarrollo. Este a su vez se basa en la industrialización; procesos que son parte del
pasaje de sociedades tradicionales a sociedades modernas, la modernización es un proceso continuo
de superación creciente de valores, actitudes, etc, donde se destaca la racionalidad de los cambios y
de los nuevos valores socioculturales. Entre Prebisch, Germani y José Medina Echavarría la
modernización es entendida como un proceso susceptible de planificación, capaz de facilitar el tránsito
en tiempo y costos, estrategia que potencia el papel del Estado como actor principal del cambio.
Germani va a sostener que existen varios modelos de sociedad industrial y varios modelos de
transición; a su vez los cambios tienen un carácter asincrónico, y esa asincronía puede ser geográfica,
institucional, en los diferentes grupos sociales, motivacional. Otra certeza es que las sociedades
latinoamericanas son estructuralmente duales, es decir, en ellas coexisten dimensiones tradicionales
con dimensiones modernas.
Una derivación de esta concepción será la del colonialismo interno, cuya elaboración más sofisticada es
la del sociólogo mexicano Pablo González Casanova, qué explica que el colonialismo no es sólo
internacional sino que también puede ser intranacional, lo que significa una estructura de relaciones
sociales de dominio y explotación entre grupos culturales homogéneos, distintos; que se distingue de la
estructura de clases por ser una relación de dominio y explotación de una población con sus distintas
clases -propietarios y trabajadores- por otra población que también tiene distintas clases -propietarios y
trabajadores-.
Otra interpretación plantea la dicotomía en términos feudal y capitalista: una de las sociedades es
feudal y constituye el locus del conservadurismo social y político (tenientes, oligarcas, caudillos); la otra
es capitalista, locus del progresismo de los sectores modernos como la burguesía nacional, las clases
medias y el proletariado industrial. La tarea política es terminar con el feudalismo o sus resabios y
desarrollar un capitalismo progresista y autónomo; tarea que corresponde a la burguesía nacional,
diferenciada de la aliada al capital extranjero o imperialismo, o en otras interpretaciones, a las clases
medias urbanas.
Como muchos autores y trabajos lo proclaman, las alternativas, en definitiva, son dos: reforma (lo que
en el viejo lenguaje leninista se llamaba revolución democrático-burguesa) o revolución (socialista).
El gran aporte teórico-metodológico radica en centrar el papel de la estructura interna de las sociedades
capitalistas dependientes, cuyo proceso constitutivo es una doble dialéctica: La de su propia dinámica o
conflictividad de clases y la del proceso de internalización de los factores externos. La ruptura
dependentista se produce en un contexto político sin nada por la confrontación de las propuestas
antitéticas para el futuro de las sociedades de la región: por un lado, la estrategia de la Revolución
Socialista inspirada en la cubana; por otro lado, las reformas capitalistas propugnadas por la Alianza
Para el Progreso, definida por la administración de Kennedy en Estados Unidos.
La aplicación de la categoría dependencia comienza a ser objeto de fuertes críticas sobre todo en los
70, pero lejos de trabajarse en la dirección de superarlas, se tiende a su abandono.
En ambas décadas, los PC aparecen como una línea divisoria en los términos de la fragmentación de
las fuerzas de izquierda. En los 20, su posicionamiento frente a las fuerzas clásicas (socialismo y
anarquismo) y a las nuevas que surgen por entonces (aprismo, sandinismo) se traduce en expresiones
de franca condena, incluyendo cambios de posición -o sea, primero apoyan estos movimientos y desp
los acusan de traidores. Eric Hobsbawm tenía razón cuando decía que los bolcheviques en los años 20
cometen un "error fundamental al dividir permanentemente el movimiento obrero internacional". En los
60, los PC latinoamericanos, en el contexto del cisma sino-soviético, continúan alineados al PCUS (PC
de la URSS), lo que los coloca, ante los revolucionarios latinoamericanos, en el campo equivocado (ej,
no apoyan la Rev Cubana, y tmb muchxs dicen que esta es la razón por la cual al Che lo matan en
Bolivia).
Los 20 y 60 comparten la tensión entre lo rural y lo urbano, entre campo y ciudad, donde ésta es
portadora de valores modernizantes y progresistas -con la excepción del caso paulista de Brasil y con el
Cordobazo en Argentina. Sin embargo, los 60, introducen una novedad: la reivindicación del campo
supera la asociación con el indigenismo de los 20 y alcanza la consagración en tanto locus de
gestación de la revolución (con excepción de Uruguay, Brasil y Argentina, donde las ciudades tendrán
papeles más importantes).
Los 20 y los 60 aparecen apelaciones al hombre nuevo, que alcanzará su mayor elaboración en
algunos escritos del Che Guevara. Incluso el Che, encarna esa otra nota distintiva de los 20 y los 60: la
confianza en la capacidad transformadora del hombre, en primer lugar, por voluntad de cambio y el
optimismo por sobre todo, a pesar de que la razón y la inteligencia se inclinarán por el pesimismo.
Quizás es por esa combinación, que los 20 y los 60, constituyen las dos décadas más notables y
fascinantes del siglo XX.
El golpe que en noviembre de 1889 termina con la monarquía y la sustituye por el régimen político que
más tarde se conoce como la República Velha, prolongada hasta 1930, instaura una forma de
dominación oligárquica con singularidades propias, tales como la combinación equilibrada entre
poderes locales y poder central. Primó durante este período la política dos gobernadores, un
mecanismo de gobierno sustentado en alianzas y compromisos que le permitían al presidente fortalecer
el poder central y controlar al legislativo; y en la práctica operaba mediante el acuerdo de los grupos
oligárquicos de Sao Pablo y Minas Gerais, conocido también como la alianza del café con leche (los
núcleos dominantes paulistas y mineiros resuelven la sucesión presidencial alternándose hombres de
uno y otro origen, procurando aislar riograndenses). Estas, la política dos gobernadores y la política del
café con leche, son claves para la dominación oligárquica brasilera y se apoyan en el coronelismo
(binomio coronel/Estado).
En 1930, cuando se debe llevar a cabo la renovación presidencial por el fin del mandato del paulista
Washington Luís (1926-1930), éste viola el acuerdo y promueve la candidatura de otro hombre de Sao
Paulo, Júlio Prestes, levanta la oposición de Minas Gerais y Río Grande do Sul, a quienes se les suman
Paraíba y el Partido Democrático de Sao Pablo, formando la Alianza Liberal, con Getúlio Vargas a la
cabeza, gobernador de Rio Grande do Sul. El mayor énfasis de esta alianza está puesto en la defensa
de las libertades individuales, la amnistía de los tenientes y la llamada verdad electoral.
Así, la segunda mitad de la década de 1920 se caracteriza por la ruptura de la dominación oligárquica y
la fragmentación de ésta. Se ha marcado la supremacía y la precedencia de la crisis política sobre la
económica, pero no puede descuidarse que la industrialización y la urbanización están generando,
desde la PGM, cambios incompatibles con el pacto de dominación oligárquica. Como en otros países
de LATAM, entre los cuales buen ejemplo es Argentina, las burguesías que dominan oligárquicamente
se revelan incapaces de satisfacer las demandas de participación en las decisiones políticas.
Así, la crisis de la dominación oligárquica se asocia con la crisis de la democracia liberal. Puede decirse
que ambas crisis son sincrónicas, aunque no necesariamente superpuestas. Una u otra o ambas crisis
crean condiciones que hacen posible la aparición política de las masas, cuya manifestación
paradigmática es el populismo.
Brasil recibe una vez más el impacto de la crisis económica del centro del sistema capitalista. La de
1929-1933 afecta con mucha fuerza a la caficultura. Las elecciones de 1930 consagran el triunfo de la
fórmula situacionista, es decir, gana Prestes. Tras ellas, algunos miembros de la derrotada Alianza
Liberal comienzan a pensar en la posibilidad de una salida armada. La insurrección se prepara entre
marzo y octubre de 1930 y encuentra estímulo en el asesinato del gobernador de Paraíba, Joao
Pessoa, que ha sido el compañero de fórmula de Vargas. A su vez, algunos de los tenentes insurrectos
en |1924 ocupan cargos de importancia. En octubre comienza la insurrección y Vargas da a conocer un
comunicado explicando las razones del levantamiento: corregir los excesos políticos de Washington
Luís y sus políticas anti-crisis. “Estamos ante una contrarrevolución para readquirir la libertad, para
restaurar la pureza del espíritu republico”. Así, el ejército depone al presidente e instala un triunvirato
militar, el que accede a transferir el gobierno a Vargas. En noviembre, Vargas asume como Jefe de
Gobierno Provisorio.
“Los años veinte y treinta tienen un clima ideológico autoritario y antiliberal” produciéndose el auge de
las ideologías de derechas nacionalistas y antiliberales, aunque de manera muy heterogénea. Sin
embargo, tienen la suficiente identidad como para confrontar fuertemente con el liberalismo y el
socialismo (entendido como comunismo de inspiración soviética). Y si bien también hay una prédica
adversa a la democracia liberal formulada desde la izquierda, ella no tiene el mismo alcance que
aquella. Un punto nuclear de coincidencia entre las diferentes corrientes antidemocráticas de los años
1930 es su furibundo, casi irracional anticomunismo. Para quienes militan en ellas, el comunismo y los
comunistas reúnen en sí todos los componentes malignos, son portadores del odio, la peste, son
amorales, mentirosos, violadores, portadores de una ideología diabólica, son partidarios de la igualdad
y el amor libre, por tanto, enemigos de la familia. (un montón me parece)
Vargas ocupará el papel protagónico en la escena política brasileña durante el cuarto de siglo que va de
1930 a 1954, año del suicidio del líder gaucho. Durante ese lapso se puede hablar de cinco momentos
diferentes (en este texto solo se habla de los tres primeros momentos)
Después de octubre de 1930 confrontan varias propuestas autoritarias, de las cuales tres parecen ser
las más relevantes: la de los tenientes, la integralista y la del Estado Novo. El proyecto tenentista en el
plano político: Autoritario, estatista, corporativista y elitista; y en el plano socio-económico: Defensor de
los derechos y garantías para los trabajadores, postura pro al desarrollo siderúrgico, a la explotación
petrolera –más una estrategia de defensa militar que como genuino modelo industrialista- y el
incremento del intervencionismo.
En 1931, los oligarcas aperturistas y los tradicionales constituyen Frentes Únicas. Los Frentes pasan de
inmediato de la escala estadual a la federal en pos de ciertos objetivos como un nuevo código electoral
y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Así, Vargas tiene sus dudas frente a las opciones. Si
sus preferencias están más cerca de la posición centralizadora de los tenientes, su olfato político le
permite apreciar la fuerza del movimiento oligárquico y de la demanda constitucionalista. Su respuesta
resuelve la duda ya que decreta un nuevo código electoral y fija elecciones para elegir a los miembros
de la Asamblea. Los tenientes reaccionan generando hechos que terminan debilitando su posición.
Dentro de ese contexto se produce el levantamiento de Sao Paulo en 1932, encabezado por el Partido
Democrático y con importante participación de la clase media de la ciudad. Esta revuelta de lugar a una
guerra civil que se prolonga casi tres meses y produce unos 700 muertos.
En cierto sentido, la confrontación entre tenientes y oligarcas aperturistas marca una diferencia
sustancial en el adjetivo que acompaña al sustantivo democracia, que debe ser social para los primeros
y meramente política para los segundos. He aquí otra duda de Vargas.
Las elecciones para Constituyentes en 1933 otorgan un amplio triunfo a los partidos oligárquicos y una
representación minoritaria a los tenientes y algunas fuerzas aliadas. A fines del mismo año los tenientes
pierden también gran control político y también son desplazados en el plano militar. Los resultados de
las elecciones de 1933 y la propia composición de la Asamblea Constituyente marcan el claro
predominio de las fuerzas estaduales-federales sobre las nacionales-centralistas, lo que no es otra cosa
que el triunfo de la continuidad sobre el cambio, la persistencia de prácticas típicas de la República
oligárquica.
La Constitución mantiene la división tripartita de poderes, con un Ejecutivo unipersonal fortalecido con
mayores facultades, como por ejemplo, decretar el estado de sitio. Ese poder presidencial tiene límites,
es controlado por el Consejo Nacional, y además, el Legislativo ganó atribuciones. A la vez, se afirman
y amplían los derechos y garantías individuales y se establece la libre organización de los partidos
políticos y la autonomía de los poderes, de los estados y los municipios. Cabe destacar los avances del
capítulo dedicado al “orden económico y social” donde se establecía la intervención estatal en la
nacionalización de la explotación de las riquezas del suelo y subsuelo, participación en la
implementación de industrias estratégicas para la seguridad nacional y el desarrollo del país,
reconocimiento de la competencia del Estado para regular el mercado de trabajo y consagrar derechos
sociales (salario mínimo, la jornada máxima de trabajo, descaso dominical, vacaciones anuales pagas,
asistencia médica a los trabajadores, etc.)
Durante este período, se proliferan los partidos estaduales, dando muestra de una mayor articulación
de las demandas de importantes sectores de una sociedad más movilizada. La constitución no resuelve
las dudas ni las tensiones, tampoco lo hace el gobierno de Getúlio. Sólo dos formaciones alcanzan una
relativa dimensión nacional: la Acción Integralista Brasileña (AIB) y la Alianza Libertadora Nacional
(ALN), significativamente ubicadas en los polos opuestos del radicalismo político-social, el fascismo y el
comunismo, y capaces de captar militantes del tenentismo en disolución. El integralismo es otra de las
tres grandes corrientes autoritarias que confrontan en la década de 1930. Se podría decir que es un
movimiento fascista por cómo surge del análisis de la composición social de sus adherentes, el tipo de
organización, las motivaciones de adhesión de sus militantes, el sentimiento de solidaridad con los
movimientos fascistas europeos, etc. Organizativamente, el integralismo adopta una forma altamente
jerarquizada, con una jefatura carismática y autocrática y un notable uso de símbolos y de prácticas
rituales. La AIB se organiza como movimiento de masas urbanas, apela a ellas, las interpela, moviliza y
organiza.
La ALN es el segundo movimiento de masas urbanas. Se estructura sobre la base de la acción del ala
legalista del Partido Comunista y del liderazgo de Prestes. Es un frente de clases sociales. Participan
de ella representantes de grupos democráticos de la burguesía nacional, pequeñoburgueses,
trabajadores, militares del ala izquierda de los tenentes, grupos socialistas, etc.
Vargas utiliza con inteligencia la anticomunista formada por la movilización y los grupos de choque
integralistas y la norma legal dada por el Congreso. El ala revolucionaria del PC le brinda el
componente restante: una buena razón para proscribir a la ALN. El 5 de julio, aniversario del
levantamiento teniente del Fuerte de Copacabana, Prestes pronuncia un fuerte discurso antivarguista y
reclama un “gobierno popular realmente revolucionario y antiimperialista” y “todo el poder a la ALN”. El
12, el gobierno responde con la ocupación de ésta, la confiscación de documentación, la clausura de la
organización por seis meses y el encarcelamiento de dirigentes. E, interpretando que la vía legal se
cerró, el ala revolucionaria del PC organiza una insurrección en 1935. Inmediatamente, Vargas obtiene
una ampliación de los poderes especiales. El Congreso aprueba la declaración del Estado de sitio, y la
consecuente represión policial es intensa, desarticulando a todas las formaciones de izquierda y
encarcelando a miles de políticos, civiles, militares.
En ese clima, comienzan al mismo año, las primeras acciones para las elecciones de 1938. En 1937 se
forma la Unión Democrática Brasilera (UDB) que levanta la candidatura del gobernador paulista
Oliveira, del constitucionalismo liberal. Un segundo candidato es el antiguo tenentista de Almeida. Los
integralistas proclaman a Salgado, el movimiento se transforma en partido y acepta las reglas del juego
de la denostada democracia liberal. Esta tercera candidatura introduce una novedad sustancia: una
fuerza nacional movilizadora que define como enemigos al liberalismo, el socialismo, el capitalismo
internacional, el judaísmo y la masonería.
Las dudas de Vargas respecto de a quién apoyaría alimentan la confusión, lo que juega a favor del
presidente ya que algunos de sus allegados comienzan a pensar la posibilidad de la continuidad
getulista. Así se publica el Plan Cohen, que anunciaría una supuesta insurrección de izquierda, lo que
permitió justificar la ruptura de la legalidad jurídico-política. Así, el 10 de noviembre de 1937 se da un
golpe de Estado.
El nuevo golpe de Estado mantiene a Getúlio en el ejercicio del poder, clausura el Congreso, promulga
una nueva Constitución, instaura una dictadura, derrota al integralismo y profundiza cambios
estructurales de la sociedad brasileña.
El manifiesto del 10 de noviembre de 1937 es la partida de nacimiento del Estado Novo, una solución a
la crisis de dominación política oligárquica que no expresa ni las reivindicaciones de la vieja clase
dominante liberalizada, ni las demandas de transformación de los tenientes, ni es síntesis de unas y
otras. El Estado Novo resuelve parcial y temporalmente esa crisis. Sin embargo, puede decirse que el
Estado Novo no es sólo un nuevo Estado: es también un formidable paso adelante en el proceso de
construcción de un Estado Moderno, nacional, proceso realizado a partir de la cúpula estatal y de no de
la propia sociedad.
En ese sentido, la nueva Constitución, conocida como la polaca (por su inspiración en las Cartas de los
regímenes dictatoriales de Europa, en particular, como es obvio, la de Polonia), establece la
supremacía de la organización por sobre la participación. Crea una burocracia estatal con pretensiones
legislativa, un Poder Ejecutivo centralizado y fuerte, y un Legislativo pulverizado. De hecho, el
Congreso no será convocado jamás, al tiempo el presidente concentra numerosos derechos.
El nuevo orden político establecido se funda en una profunda crítica a los partidos políticos existentes
-suprimidos en diciembre de 1937- y a la propia democracia de partidos.
Los años anteriores, entre 1930 y 1937 habían sido de lucha por la dominación o hegemonía política,
durante los cuales, la fracturada clase dominante no logró articular una solución concertada, pero
tampoco que una fracción logre subordinar a las otras –como lo hacía la burguesía cafetalera durante la
República Velha-. Por lo que no sorprende que el Estado se termine fortaleciendo, elevándose por
encima de las clases y convirtiéndose en garante de las dominantes. El fortalecimiento del ejecutivo
aparece como condición de preservación del orden y, por lo tanto, de sobrevivencia de los grupos
dominantes, lo cual no implica que el Estado tenga la condición de “capturado”, característica del
período oligárquico. Por el contrario, adquiere un notable grado de autonomía.
El Estado Novo puede interpretarse como una revolución pasiva. Ese Estado cumple lo que Gramsci
denomina funzione piemontesa, según la cual el proceso de transformación es conducido por un Estado
que sustituye y dirige a las clases.
El Estado Novo abre una etapa de ISI que no es acompañada de transformaciones estructurales
agrarias. La sociedad se urbaniza, al tiempo que incrementa la complejidad de la división social del
trabajo. Se niega la existencia de partidos políticos y su reemplazo por uno único “el partido del Estado,
que es también el partido de la Nación”, o sea, reduce la diversidad a la unidad, no admite disidencia,
eliminando la necesidad de cuerpos intermediarios entre pueblo y gobernante.
Sin embargo, el proyecto autoritario estadonovista fracasa. Hacia 1942-1943 se acentúan las
demandas de democratización política, levantadas por una oposición divida en liberales, antiguos
núcleos oligárquicos regionales y los comunistas. Reaparecen los partidos políticos como expresión de
mediación entre el Estado y la sociedad civil. Se funda la Unión Democrática Nacional (UDN) y, el
propio Vargas afines a sus posiciones, alienta la formación del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB) y el
Partido Social Democrático (PSD). No obstante, Vargas no puede resistir a su oposición a la que se
suman las FFAA, y renuncia el 25 de octubre de 1945 a la presidencia.
UNIDAD 2. FAUSTO, BORIS: HISTORIA CONCISA DE BRASIL
Vargas llego al poder en octubre de 1930 y permaneció en él por un período de 15 años como jefe de
un gobierno provisional, presidente elegido por el voto indirecto y dictador. Se lo podría considerar
como la figura más expresiva de la historia política brasileña del siglo XX, tuvo una larga carrera
política. Fue fiscal de Estado, diputado provincial, líder de la bancada gaucha en la Cámara Federal,
ministro de Hacienda de Washington Luís y presidente electo de Río Grande do Sul. En 1930 llego a la
Presidencia de la República, encarnando una línea de acción distinta a la política oligárquica.
A comienzos de los años ’30, el Gobierno Provisional trataba de afirmarse dentro de mucha
incertidumbre. Esto se deba a, por ejemplo, las consecuencias de la crisis mundial. En el plano político,
las oligarquías de los Estados triunfantes intentaban construir el Estado en los viejos moldes, pero los
tenientes se oponían a esto y apoyaban a Vargas en su propósito de reforzar el poder central, aunque
los tenientes al mismo tiempo eran una fuerza difícil de controlar.
La Iglesia Católica fue una importante base de apoyo del gobierno. La colaboración entre la Iglesia y el
Estado no era nueva, ya que databa de los años veinte, pero ahora se volvía más estrecha. Un hito
simbólico de esa colaboración fue la inauguración de la estatua del Cristo Redentor. La Iglesia logró
que la masa de la población católica diera su apoyo al nuevo gobierno. A cambio, este último tomó
importantes medidas en favor de aquella, destacándose entre ellas un decreto que permitía la
enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
● Ámbito político: con la disolución del Congreso Nacional, Vargas no sólo asume el Ejecutivo sino
también el Legislativo, el de los Estados provinciales y los municipales. En 1931 se dictamina el Código
de los Interventores, cuando se hizo renunciar a todos los antiguos gobernadores, por lo que se
establece las normas que regirían la subordinación de los interventores con el poder central. También
limitó el área de acción de los Estados, a los cuales se les prohibía contraer empréstitos en el exterior
sin autorización del gobierno federal.
● Ámbito económico: el gobierno no abandonó ni podía abandonar el sector cafetalero, por lo que trató
de concentrar en sus manos la política del café. Pero había un problema de fondo: ¿qué hacer con la
parte de los stocks anuales y futuros que no encontraban ubicación en el mercado internacional? Para
esto, el gobierno compraría el café con una parte del ingreso por exportaciones; además, destruiría una
parte del producto. Así, se intentaba reducir la oferta y sostener los precios. Sin embargo, a mediados
de 1932 la situación financiera del país se volvió insostenible, se suspendieron los pagos de la deuda
pública externa y se reintrodujo el control de cambios.
Uno de los aspectos más coherentes del gobierno de Vargas fue la política de trabajo. Sus objetivos
principales fueron reprimir aquellos esfuerzos organizativos de la clase trabajadora urbana que se
ubicaban fuera del control del Estado y a la vez atraerla para que diera un apoyo generalizado al
gobierno. En cuanto al primer objetivo, se abatió la represión sobre los partidos y organizaciones de
izquierda (especialmente el Partido Comunista de Brasil). En cuanto al segundo objetivo, se creó el
Ministerio de Trabajo, Industria y Comercio, y, a ello, le siguieron leyes de protección al trabajador, el
control de los sindicatos por el Estado y la creación de órganos para arbitrar conflictos entre patrones y
obreros.
El gobierno también se preocupó por el problema de la educación. Su objetivo principal era formar una
elite más amplia e intelectualmente mejor preparada. Las medidas tendientes a crear un sistema
educativo y promover la educación tomaron otro sentido, partiendo ahora principalmente del centro a la
periferia. Así, la educación pasó a formar parte de la centralizadora visión general. En este sentido, la
creación del Ministerio de Educación y Salud marcó un hito fundamental. De igual manera, las
iniciativas en el área de la educación tenían una inspiración autoritaria.
En el ámbito de la enseñanza superior el gobierno intentó crear las condiciones necesarias para el
surgimiento de verdaderas universidades, que se dedicaran a la enseñanza y a la investigación. En
cuanto a la enseñanza secundaria, se trataba de comenzar a implantarla en el país, pues hasta esa
fecha no había pasado de ser un curso preparatorio para el ingreso a escuelas superiores.
El proceso político
El autor define al proceso político del período de 1930-1934 en torno al “tenentismo” y a la lucha entre
el poder central y los grupos regionales.
Con la victoria de la Revolución en 1930, los “tenientes” comenzaron a formar parte del gobierno.
Proponían una mayor uniformidad en la atención de las necesidades de las diversas regiones del país,
algunos planes económicos, la instalación de una industria básica y un programa de nacionalizaciones.
Para esto, hacía falta un gobierno federal centralizado y estable, lo cual difiere de los puntos de vista
liberales, ya que se defiende la elaboración de una constitución que estableciese la representación por
clase no individual.
En la lucha contra el predominio de las oligarquías estaduales, Vargas trató de utilizar como
instrumento a los cuadros tenentistas en dos regiones muy diferentes: el nordeste y San Pablo. En San
Pablo, la falta de habilidad del gobierno central contribuyó para que se desatara una guerra civil. Al
nombrar como interventor al teniente Joao Alberto, Vargas marginó a la elite paulista. El interventor no
resistió las presiones de San Pablo y del interior del propio gobierno, y renunció en 1931. Hasta
mediados de 1932 otros tres interventores se sucederían en el cargo, lo que demostraba la gravedad
del llamado caso de San Pablo.
Desde la dirección del Estado de San Pablo, los “tenientes” trataron de establecer una base de apoyo
para sus iniciativas. Su objetivo fueron las asociaciones de cafetales de escasa representatividad y los
sindicatos obreros.
Los “tenientes” tuvieron en su contra a la mayoría de la población de San Pablo, que gravitaba
ideológicamente en torno a la elite regional. Esta última defendía la constitucionalización del país a
partir de los principios de la democracia liberal. El estandarte de la constitucionalización y la autonomía
caló hondo en amplios sectores de la población. Eso se concretó con la formación del Frente Único
Paulista. En ese mismo año, el gobierno provisional promulga el Código Electoral, el cedía poder a las
presiones provenientes de Sao Pablo, Rio Grande do Sul y Minas Gerais. Entre sus innovaciones,
dispuso el establecimiento de la obligatoriedad del voto para ambos sexos y su carácter secreto, siendo
reconocido por primera vez el derecho al voto de la mujer –mientras que ejercieran una función pública
remunerada-Por otro lado, la elección para el legislativo sería proporcional, para garantizar la
representación de las minorías. Por último, con la creación de la Justicia Electoral, encargada de
organizar y fiscalizar las elecciones, el Código Electoral contribuyó bastante a estabilizar el proceso de
elecciones y reducir los fraudes.
En 1932, Vargas pareció dar otro paso en su intento de tranquilizar a San Pablo al nombrar a un
interventor civil y paulista: Pedro de Toledo. Sin embargo, este no contaba con gran prestigio dentro del
Estado, por lo que la región no se tranquilizó.
El Frente Único Gaucho, formado por varios partidos regionales, rompió entonces con Vargas. Lo cual
llevo a que los grupos que ya conspiraban en San Pablo aceleraran los preparativos para una
revolución que estallo en julio de 1932. El plan de los revolucionarios era lanzar un ataque fulminante
sobre la capital de la república, para poner el gobierno frente a la necesidad de negociar o capitular.
Pero el plan fracasó. A pesar de las divergencias con el poder central, las elites regionales de Rio
Grande do Sul y Minas Gerais no estaban dispuestas a correr el riesgo de enfrentarse militarmente
contra un gobierno al cual habían ayudado a subir al poder menos de dos años antes. San Pablo quedó
entonces prácticamente solo en su enfrentamiento con las fuerzas federales.
Una buena parte de la población paulista se identificó con la lucha por la constitucionalización del país y
con los temas de la autonomía y la superioridad de San Pablo frente a los demás Estados. Los
revolucionarios intentaron suplir sus evidentes deficiencias en armamento y municiones utilizando los
recursos del parque industrial paulista. También enviaron emisarios a los EEUU, en un intento de
comprar armas y aviones. Pero la superioridad militar de los partidarios del gobierno evidente. A pesar
del desequilibrio de fuerzas, la lucha duró casi tres meses y terminó con la rendición de San Pablo en
octubre de 1932.
La guerra paulista logró que el gobierno percibiera claramente la imposibilidad de ignorar a la elite
paulista. Y, por su parte, los derrotados comprendieron que tendrían que establecer algún tipo de
compromiso con el Poder Central.
El Gobierno Provisional decidió constitucionalizar el país y realizó elecciones para la Asamblea General
Constituyente en 1933. Hubo un aumento de la participación popular y de la organización partidaria,
surgieron partidos de las más diversas tendencias, aunque no se logró formar partidos nacionales, a
excepción de los comunistas y de la Acción Integralista.
El resultado de las elecciones evidenció la fuerza de las elites regionales. En julio de 1935 la Asamblea
Constituyente promulgó la nueva Constitución. Se asemejaba a su antecesora de 1891 al establecer
una república federal, pero a la vez presentaba varios aspectos nuevos. Su modelo de referencia era la
Constitución alemana de Weimar.
El nuevo texto incluía tres partes que no aparecían en las constituciones anteriores. Se referían a:
1) El orden económico y social, esta parte tenía intenciones nacionalistas. Preveía la nacionalización
progresiva de las minas, yacimientos minerales, que se consideraban básicos para la defensa
económica o militar del país. Los dispositivos de carácter social aseguraban la pluralidad y la autonomía
de los sindicatos, ocupándose también de la legislación laboral (prever prohibición de salarios
diferentes por motivos de edad, sexo y demás; salario mínimo; descanso semanal).
3) En lo que refiere a la seguridad nacional, todas las cuestiones serían examinadas por el Consejo
Superior de Seguridad Nacional. Además, se reafirmaba una norma que en la práctica casi no había
funcionado: el servicio militar obligatorio.
En 1934, es elegido –indirectamente- por la Asamblea Nacional Constituyente, Getulio Vargas como
presidente.
Pareciera que el país podría vivir bajo un régimen democrático. Sin embargo, poco más de tres años
después de ser promulgada la Constitución, esas esperanzas se vieron frustradas por el golpe del
Estado Novo.
Los movimientos e ideas totalitarias y autoritarias comenzaron a ganar fuerza en Europa a fin de la
PGM. La crisis mundial colaboró en el desprestigió de la democracia liberal, porque ésta estaba
asociada al capitalismo en el plano económico. El capitalismo, que había prometido igualdad de
oportunidades y abundancia, cayó en un agujero negro del cual parecía incapaz de salir. En vez de una
vida mejor, había traído empobrecimiento, desempleo y desesperanza. Así, en la década de 1920
surgieron en Brasil algunas pequeñas organizaciones fascistas. Pero un movimiento realmente
significativo nació recién en los ’30, cuando se fundó la Acción Integralista Brasileña (AIB), que se
definió a sí mismo como una doctrina nacionalista cuyo contenido era más cultural que económico, es
decir, ponía énfasis en la toma de conciencia del valor espiritual de la nación, asentado en principios
unificadores.
La corriente autoritaria ganó fuerza en el Brasil de los años ’30. La corriente autoritaria asumió
consecuentemente la perspectiva que se denomina modernización conservadora. O sea, desde este
punto de vista, en un país desarticulado como Brasil, el Estado debía ser el encargado de organizar la
nación para promover el desarrollo económico y el bienestar general dentro del orden. El Estado
autoritario podría fin a los conflictos sociales, a las luchas partidarias y a los excesos de la libertad de
expresión, que solo servían para debilitar al país.
Si bien existían rasgos comunes entre la corriente autoritaria y el integralismo totalitario, ambos no eran
idénticos. El integralismo pretendía lograr sus objetivos a través de un partido capaz de movilizar a las
masas descontentas y tomar por asalto al Estado. La corriente autoritaria apostaba al Estado antes que
al partido; no creía en la movilización masiva de la sociedad sino en la clarividencia de algunos
hombres.
El año 1934, estuvo marcado por reivindicaciones obreras y por la agitación en ciertas áreas de la clase
media. Debido a esto, en 1935, el gobierno respondió proponiendo la Ley de Seguridad Nacional (LSN).
La ley definió los crímenes contra el orden político y social, incluyendo la huelga de funcionarios
públicos, la provocación de actitudes hostiles en las clases armadas, incitación al odio entre las clases
sociales, etc.
En pocos meses, la ANL ganó bastante proyección. El gobierno, que ya venía reprimiendo las
actividades de la ANL, tuvo entonces una excelente razón para cerrarla. Esto se llevó a cabo por un
decreto, al que le siguieron varias detenciones. A partir de este momento, el PCB comenzó los
preparativos para una insurrección, cuyo resultado fue el intento de golpe militar de 1935. Sin embargo,
este fue un completo fracaso.
A finales de 1936, comienzan a definirse los candidatos para competir en la sucesión presidencias
previstas para enero de 1938. La apertura de la competencia política favoreció un relajamiento de las
medidas represivas. A lo largo de 1937, el gobierno intervino en algunos Estado y en el Distrito Federal
con el objetivo de prevenir posibles dificultades regionales. Sin embargo, faltaba un pretexto adecuado
para reactivar el clima golpista. Este llegó con el Plan Cohen. En 1937, un oficial integralista fue
sorprendido dactilografiando un plan de insurrección comunista. El autor del documento sería un tal
Cohen. Aparentemente, el “plan” no era más que una fantasía que debía ser publicada en un boletín de
la AIB, mostrando cómo sería una insurrección comunista y de qué manera reaccionarían los
integralistas. Esa insurrección provocaría masacres, saqueos, depredaciones, ataque a los hogares,
incendios en las iglesias, etc. El hecho es que la ficción del documento fue tomada como algo real,
pasando de las manos de los integralistas a las de la cúpula del Ejército.
Los efectos de la divulgación de este Plan fueron inmediatos. El Congreso aprobó por mayoría de votos
el Estado de guerra y la suspensión de las garantías constitucionales por 90 días.
EL ESTADO NOVO
El régimen fue implantado al estilo autoritario, sin grandes movilizaciones. El movimiento popular y los
comunistas habían sido anulados y no podrían reaccionar; por su parte, la clase dominante aceptaba el
golpe como algo inevitable y hasta beneficioso.
El Estado Novo no significó un corte radical con el pasado. Muchas de sus instituciones y practicas
venían tomando forma a lo largo del período 1930-1937. Pero a partir de 1937 esas prácticas se
integraron y ganaron coherencia. La tendencia centralizadora encontraba ahora su realización plena.
Los Estados pasaron a ser gobernados por interventores nombrados por el gobierno central y
escogidos según diferentes criterios. Los designados podían ser parientes de Vargas o militares. No
obstante, en los Estados de mayor importancia, se tomaba en cuenta a algún sector de la oligarquía
regional.
Desde el punto de vista socioeconómico, el Estado Novo representó una alianza de la burocracia civil y
militar y la burguesía industrial, cuyo objetivo inmediato era promover la industrialización del país sin
grandes conflictos sociales. Sin embargo, esta alianza no quiere decir que entre ellos existiera una
identidad de opiniones. El creciente interés que demostró Vargas a partir de 1937 en promover la
industrialización tuvo su correlato en la educación.
Por otro lado, aunque el poder formal e informal de las FFAA fuese muy amplio, no era algo absoluto.
Los militares no querían sustituir a las elites civiles ni tenían condiciones para hacerlo. La cohesión de
las FFAA giraba alrededor de un objetivo en común: la modernización del país por la vía autoritaria.
Pero en lo que respecta a la relación con las grandes potencias o a la definición de un proyecto de
desarrollo económico con mayor o menor autonomía, los puntos de vista de los militares variaban.
La política económica financiera del Estado Novo representó un cambio de dirección respecto a los
años 1930-1937. En ese primer período no existió una línea clara de incentivo al sector industrial. A
partir de 1936, el Estado lanzó con mayor decisión a una política de ISI por medio de la producción
interna y del establecimiento de una industria de base. Hasta 1942, la política de ISI se llevó a cabo sin
un planeamiento general, considerando a cada sector como un caso específico. El incentivo a la
industrialización fue asociado al nacional, pero Vargas evitó movilizar a la nación en una cruzada
nacionalista. Los casos del acero y del petróleo resultan significativos para comprender la política de
ISI.
En el campo financiero, el Estado Novo intentó llevar adelante una política basada en concepciones
conservadoras. Para enfrentar la crisis en la balanza de pagos, luego del golpe, Vargas suspendió el
pago de los servicios de la deuda externa, decretó el monopolio de la venta de divisas e impuso un
tributo sobre todas las operaciones cambiarias.
Política laboral
La política laboral del Estado Novo se puede ver bajo dos puntos. En primer lugar, aquellas iniciativas
materiales, y por otro lado, el de la construcción simbólica de la figura de Getúlio Vargas como protector
de los trabajadores. Con la Carta de 1937, fuertemente influenciada en la Carta del Lavoro –vigente en
ese entonces en la Italia fascista-; definió una serie de derechos laborales, la huelga y el lock-out o paro
patronal fueron prohibidos. Por otro lado, aquella estructura sindical se vio reforzada.
El Estado Novo introdujo una importa innovación en el campo de la política salarial. En 1940, se
estableció un salario mínimo que debía ser capaz de satisfacer las necesidades básicas del trabajador.
En sus comienzos, el salario mínimo tenía correspondencia con los objetivos expresados. Pero con el
correr de los años, se deterioró u se alejó de sus finalidades originales.
La construcción de la imagen de Vargas como protector de los trabajadores fue tomando forma a través
de distintas ceremonias y de la utilización reiterada de los medios de comunicación. La radio, por
ejemplo, sirvió para conectar al gobierno con los trabajadores. El ministro de Trabajo daba charlas
radiofónicas donde contaba la historia de las leyes sociales, presentaba casos concretos y a veces se
dirigía a una audiencia específica: jubilados, mujeres, etc. Con estos y otros elementos logró
construirse la figura simbólica de Vargas como dirigente y guía de los brasileños.
El régimen de 1937 no estaba dirigido solo a los trabajadores. Por el contrario, siempre trató de
construir una opinión pública que le fuera favorable, censurando las críticas e informaciones
independientes y elaborando su propia versión de la etapa histórica que atravesaba el país. En 1934,
se creó un Departamento de Propaganda y Difusión Cultural en el Ministerio de Justicia.
Además, a pesar de las detenciones, persecuciones y torturas que obligaron al exilio de intelectuales y
políticos (sobre todo de izquierda, pero también liberales), el Estado Novo no adoptó una actitud de
persecución indiscriminada. Sus dirigentes comprendieron bien la importancia de atraer e incorporar a
los sectores letrados. Así, tanto católicos como integralistas autoritarios e izquierdistas disfrazados
llegaron a ocupar diversos cargos.
El Estado Novo intentó transmitir su propia versión de la historia del país. Al referirse a la historia más
reciente, se presentaba a sí mismo como la consecuencia lógica de la Revolución de 1930. Establecía
un corte radical entre el viejo Brasil -desunido y dominado por el latifundio y las oligarquías-, y el Brasil
que había nacido con la revolución. Así, el Estado Novo habría concretado los objetivos revolucionarios
al favorecer la entrada del país a tiempos modernos a través de la búsqueda de sus propias raíces, de
la integración nacional y de un orden que no fuera perturbado por disputas partidarias.
En cuanto a la política externa, puede ser mejor comprendida si se considera al período 1930-1945 en
forma global. Los alineamientos y realineamientos de Brasil fueron el resultado de la interacción del
país con las grandes potencias. La crisis mundial acentuó la decadencia de la hegemonía inglesa y el
surgimiento de los EEUU como potencia. Al mismo tiempo, en 1933 surge otro competidor en la escena
internacional: la Alemania nazi. Frente a ese panorama, el gobierno brasileño adoptó una actitud
pragmática, que consistía en tratar de negociar con quien le ofreciese las mejores condiciones e
intentar sacar ventajas de la rivalidad entre las grandes potencias.
Hacia 1938 las relaciones entre ambos países –especialmente en el sentido diplomático- se ven
conmocionadas. Es eliminado el integralismo, y al mismo tiempo que se buscaba diferenciarse del
fascismo, se luchaba con grupos nazis hacia el sur del país. El embajador alemán, declarado persona
non grata, se ve obligado a abandonar el país.
Estados Unidos: El bloqueo inglés dificultará el comercio con el país nazi, y se da un mayor
acercamiento y crecimiento de los lazos económicos con el país norteamericano. Para quedar a fin con
el desarrollo del “coloso del norte” y con las ventajas que significaría, Vargas en sus Historia Argentina y
Latinoamericana II B.G discursos comienza a hablar de “Panamericanismo”.
Las elección de 1945 despertaron un gran interés en la población (aumenta la participación en las
mismas). La oposición fue sorprendida por la clara victoria de Eurico Gaspar Dutra (55% vs 35%)
–apoyado por Vargas- (hay que tener en cuenta que ganó tmb en os grandes estados, es decir, no
solamente con el apoyo de un solo sector, sino tmb con el apoyo de las ciudades) por encima del
brigadier Eduardo Gomes -prometía democracia y liberalismo económico, atrajo sectores de clase
media- (parecía el claro ganador hasta que Vargas apoya a Dutra). Esto demostró la fuerza del aparato
electoral montado por el Partido Social Demócrata (PSD) así como que Vargas aun contaba con alto
prestigio entre los trabajadores (además el antigetulismo se asociaba a los intereses de los ricos).
A su vez, Getulio fue elegido senador por varios Estados, optando finalmente por Rio Grande Do Sul.
Las elecciones legislativas fueron realizadas para la cámara y el senado, que, hasta que fuera
aprobada una constitución, se reunirían como congreso constituyente y luego funcionarían como
congreso ordinario.
Dutra asumió en enero de 1946 y en septiembre del mismo año fue promulgada la nueva constitución,
con una forma liberal democrática. Brasil fue definido como una república federal, con un sistema
presidencialista.
Sobre derechos y deberes: el derecho a votar fue conferido a los brasileños alfabetizados, de ambos
sexos y mayores de 18. Se establecieron criterios de aprovechamiento de los recursos minerales y de
la energía eléctrica. Respecto a la familia quedó establecido que esta se constituía por el casamiento y
el vínculo era indisoluble. Se concluyó en el no reconocimiento al derecho de huelga.
Durante su gobierno comenzó la represión hacia el Partido Comunista de Brasil (PCB) –a partir de 1961
Partido Comunista Brasileño-, por el crecimiento de cierta tendencia conservadora en el partido y
también causa de la modificación de las RRII entre las grandes potencias (EEUU vs URSS). Así, se
anuló al partido (1947), se intervienen sindicatos, y se anularon los mandatos de diputados, senadores
y concejales de ese partido (1948). Usan el comunismo como excusa para reprimir opositores.
-Política económica: el gobierno comenzó siguiendo un modelo liberal. Fue reprobada la intervención
estatal, y abolidos los controles que se establecieron en el Estado Novo. Se Dependía de la libertad de
los Estados y de la libre importación de bienes particulares –pero vamos a ver que tantas importaciones
hicieron que pinchara la industria nacional. Se buscó terminar con la inflación y llevar el país a un
desarrollo. La situación financiera de Brasil era favorable porque contaba con divisas acumuladas en el
exterior, de las exportaciones realizadas en los años de guerra. Pero la valorización de la moneda
brasileña favoreció una avalancha de importaciones de todo tipo que llevo casi al agotamiento de
divisas y no trajo consecuencia positiva alguna.
En 1947 se cambió la orientación de su la política económica (ante el fracaso del modelo liberal) para
responder a los problemas de la balanza de pagos, y se estableció un sistema de licencias para
importar (favoreciendo la importación de bienes esenciales, pero restringiendo la de bienes de
consumo), lo que favoreció el avance de la industria. Se dio una reducción del salario real (esto se
relaciona con la represión al sector sindical).
Las elecciones de 1947 en San Pablo había surgido una nueva fuerza, Ademar de Barros consiguió ser
elegido gobernador con el apoyo de los comunistas, y construyó su propia máquina partidaria: el
Partido Social Progresista (PSP), si bien no tenía la suficiente fuerza como para disputar la presidencia
de la república, podía hacer valer su poder político apoyando a uno de los candidatos, y en este caso
apoyo a Getúlio Vargas. Dutra se negó a apoyar la candidatura de Vargas y apeló al PSD, postulando a
un político de Minas Gerais prácticamente desconocido, mientras que la UDN (Unión democrática
Nacional) volvió a postular a Gomes.
Además de contar con el PTB y el PSP, tuvo el apoyo de una parte del PSD e incluso de la UDN. 50
gana las elecciones con el 48,7%, y asume el 31 de enero de 1951. La UDN (como todo partido de
derecha) intentó, sin caso, impugnar la elección (alegaban que sólo podía ser considerado ganador el
candidato que obtuviese la mayoría absoluta de los votos, pero esa exigencia no figuraba en la
legislación de la época; y a partir de allí, siempre que no ganaron, cuestionaron los resultados
electorales utilizando dudosos argumentos o reclamando la intervención de las fuerzas armadas).
Intentó nuevamente, ser árbitro en las diferentes fuerzas sociales y políticas en pugna Nombró un
gabinete conservador, con amplio dominio de figuras del Partido Social Progresista e intentó atraer a la
UDN. Como ministro de guerra nombró a un general cercano a la corriente nacionalista del ejército (en
este momento se había cristalizado una división ideológica en el ámbito de las fuerzas armadas entre
los nacionalistas y los entreguistas. Los nacionalistas defendían el desarrollo basado en la
industrialización, enfatizando en la necesidad de crear un sistema económico autónomo, independiente
del sistema capitalista internacional, es decir, con un Estado como regulador de la economía y como
inversor en áreas estratégicas, y en el plano de las RRII preferían un distanciamiento e incluso la
oposición a los Estados Unidos; los entreguistas, defendían una menor intervención del estado en la
economía, no le daban tanta importancia a la industrialización y afirmaban que el progreso del país
dependía de una apertura controlada al capital extranjero, además de defender el alineamiento con
Norteamérica en el combate mundial al comunismo, sobre todo en el contexto del comienzo de la
guerra de Corea -estos ganarían la dirección del club militar para 1952-) El gobierno promovió varias
medidas para incentivar el desarrollo económico enfatizando la industrialización. Se efectuaron
inversiones públicas en los sistemas de transporte y energía. En 1952 se crea el Banco Nacional de
Desarrollo Económico (BNDE) con el objetivo de acelerar el proceso de diversificación industrial. No
todo es color de rosa (?): se le presenta el problema de la inflación, cuyo promedio anual comienza a
aumentar a partir de 1948.
Vargas se encontraba entre dos posiciones, por un lado debía preocuparse por los trabajadores y el
costo de vida, pero por otro lado debía frenar esa gran inflación con medidas impopulares.
En 1953 modifica su gabinete, incorporando a Joao Goulart (Jango) –vinculado con los sindicatos y el
PTB- como ministro de trabajo. En ese mismo año se establece la confiscación cambiaria, que fijó un
valor más bajo para el dólar que recibían los exportadores de café cuando lo convertían en cruzeiros,
gracias a esta medida, el gobierno pudo desviar ingresos provenientes de las exportaciones de café
hacia otros sectores económicos, especialmente a la industria; esto provoca reacciones del sector
cafetalero, pero todos sus intentos de marchas fueron impedidas por el ejército.
Vargas nunca dejó de lado a los trabajadores. Terminó con el llamado certificado de ideología para la
participación en la vida sindical (libera el movimiento sindical), facilita el resurgimiento de movimientos
comunistas, entre otros. Pero Vargas ya no concentraba a todos los trabajadores: se dieron una serie
de huelgas -1953- que fueron debilitando el poder de Vargas, debido a esta liberación del movimiento
sindical y los problemas derivados del alza de costo de vida. Es en este contexto que Jango asumía en
el ministerio, y da respuestas a los reclamos de los huelguistas.
También es en este contexto en el que sale a la luz Janio Quadros, que en el mismo año es elegido
intendente de San Pablo, que más adelante será una figura principal en la política brasilera.
Comienza la desestabilización política. Entre los adversarios civiles del gobierno se encontraban la
mayoría de los integrantes de la UDN y de algunos partidos menores así como gran parte de la prensa.
Aquí también tomará importancia un ex comunista, Carlos Lacerda, que no sólo rompe con sus
compañeros sino que se transforma en uno de sus mayores enemigos, y comienza una campaña
antigetulista desde su diario, reclamando la renuncia del presidente. En este caldeado contexto también
se dará una manifestación de militares.
Es así que en 1954, Vargas reformuló el gabinete (lógicamente sustituye a Goulart porque era quien
tenía una tendencia más de izquierda, que antes había presentado un proyecto de aumento del 100%
de los sueldos –o sea, fue obvia la causa por la que lo sacaron). También nombra a un ministro de
guerra anti comunista.
A pesar de esto, Getulio se inclinó cada vez más a adoptar un discurso y medidas que chocaban con
los intereses de la clase conservadora. En lo económico siguió una línea nacionalista,
responsabilizando al capital extranjero por los problemas de la balanza de pagos; ante las vacilaciones
de las empresas productoras de energía canadienses y norteamericanos para realizar nuevas
inversiones, lanzó un proyecto de ley que creaba una empresa estatal para el sector: la electrobras
(1954). Sumado a esto, el ex ministro de relaciones exteriores, Joao Neves da Fontoura, da una
entrevista en la que concede consistencia a las críticas de la oposición: acusó al presidente y a Goulart
de haber firmado un acuerdo secreto con Argentina y Chile para frenar la presencia norteamericana en
el cono sur y para la implantación de una república sindicalista (teniendo en cuenta los lazos con la
Argentina de Perón); a su vez el aumento del 100% de los salarios mínimos hecho por Vargas el
primero de mayo de 1954 provocó una oleada de protestas.
A pesar de toda la oposición y las presiones, Vargas conseguía mantener el equilibrio en el poder. A la
oposición aun le faltaba un acontecimiento fuerte para deponer al presidente. Este se dio a partir del
mismo círculo íntimo de Vargas, cuando un fiel servidor -Fortunato- intento asesinar a la figura más
importante de la oposición, Lacerda –le sale mal y por error asesina al acompañante de Lacerda.
Vargas ahora tenía en su contra un acto criminal.
Vargas se resistía a renuncia, pero quedo claro que ya no contaba siquiera con el apoyo de las fuerzas
armadas, las cuales firmaron un manifiesto que exigía su renuncia. Luego de todo esto, el 24 de agosto
de 1954, Vargas se suicidó, pero antes de eso dejó una conmovedora carta de testamento a todos los
trabajadores, donde acusaba a los enemigos tanto internos como externos, presentándose como
víctima. Luego de esto la masa urbana salió a todas las calles, acusando a la oposición y a EEUU
(aumenta la popularidad de Getulio post mortem).
El ejército permite una salida legal de la crisis. Asume el vicepresidente, Café Filho, que a principios de
1955 renuncia por problemas de salud -en realidad se presume que también era parte de la
conspiración que ya vamos a ver-, entonces asume el presidente de la cámara de diputados, Carlos
Luz, que apoyaba abiertamente a los partidarios de un golpe militar, es así que el Ministro de Guerra, el
general Lott, ante las conspiraciones de Carlos Luz da un “golpe preventivo” -noviembre-, para permitir
que quienes habían ganado las elecciones de octubre de ese año, asumieran el enero siguiente.
Posteriormente, el Congreso Nacional declara presidente a Nereu Ramos, presidente del senado, ante
esto, aparece Café Filho, misteriosamente recuperado, a reclamar su puesto de presidente; a lo que el
congreso lo declara inhibido y ratifica la presidencia de Nereu Ramos. El congreso, a pedido de los
jefes militares, aprueba un estado de sitio. Estas medidas garantizaron la asunción de Juscelino
Kubitschek (JK) y Jango el 31 de enero de 1956.
Gobierno de Juscelino en Brasil, con una polit económica guiada por la CEPAL. Rol del Estado es
directriz para la economía. Criticado por sectores liberales. El Estado debe orientar las inversiones; tmb
a veces cumple roles empresariales, como por ej con la generación y distribución de energía en el caso
de Brasil (ej Petrobras). Expansión del proceso industrial como “cuello de botella” ya que en algún
momento no se podrá abastecer de energía a todas las industrias, por ello avanza Vargas en el control
del Estado en su 2do gob, que termina porque uno de su entorno participa en un acto delictivo y se lo
apunta, lógicamente, a él (1954), termina muerto un militar que estaba con un opositor, blablá, ver en el
texto. GOLPE DE ESTADO, Vargas se suicida. Asume el vice que renuncia por problemas de salud,
asume el pte de la cámara de diputados, que crea un gabinete totalmente opositor; mientras tanto en el
55 había elecciones… Participación recurrente de militares, lo hemos visto en toda la historia brasilera.
En 1955 lo que se va a dar es una especie de “golpe preventivo”, el ejército evita la movilización de las
otras ramas militares, y esto permite que quienes ganaron las elecciones asumieran, con el objetivo de
“avanzar 50 años en 5 años”. Tenían el pte de una rama y vice de otra, opositores entre sí. Políticas
desarrollistas. En el punto de vista económico fue un gob muy exitoso. Crecimiento económico, pero no
soluciona sus grandes problemas económico-sociales, sigue existiendo una gran franja de
desempleadxs porque estas nuevas industrias no necesitan mucha mano de obra, ya que son de alta
tecnología –distinto a la primer parte de la ISI donde era al revés- y por eso la CEPAL hace sus
reformas en los 60, ya que no son suficientemente dinámicas estas industrias en cuestión de absorción
de mano de obra
Para las elecciones de 1955, Juscelino se presentó como candidato del PSD de Minas Gerais,
encarando una de las vertientes del getulismo y consiguiendo el apoyo del PTB, con lo que renace la
alianza PTB-PSD que le había garantizado a Dutra el excelente resultado de 1945. En estas
elecciones Ademar de Barros con su PSP se anima a competir por la presidencia, y la UDN cansada de
perder con Gomes, opta por otro militar, Juárez Távora.
JK se planteó la necesidad de avanzar en el desarrollo económico a partir del apoyo del capital público
y privado. Y a pesar de jugadas sucias en la campaña (carta falsa que involucraba a Jango -que sería
el vice- y Perón para una supuesta revolución sindicalista), Juscelino gana las elecciones con el 36% de
los votos (Távora 30%, A. de Barros 26%) arriba al poder luego de una sucesión de presidencias. En
ese momento era posible votar presidente y vice de distintas listas, y Joao Goulart (Jango) es elegido
vicepresidente con una cantidad de votos ligeramente superior a la de JK.
JK pasó del nacionalismo al desarrollismo. Sus años pueden ser considerados de estabilidad política
(post Vargas). Fueron años de optimismo debidos a los altos índices de crecimiento económico y por el
sueño realizado de la construcción de Brasilia, bajo su política de “50 años en 5”.
Las fuerzas armadas garantizaron el régimen democrático dentro de los límites del orden y el combate
al comunismo (aunque existían grupos minoritarios de nacionalistas, algunos cercanos a los
comunistas, y otros “purificadores de la democracia”, golpistas –dentro de los cuales se ve la brecha
nacionalistas-entreguistas). Por ende la cúpula militar se había tranquilizado. Inició su gobierno
promoviendo la necesidad del “desarrollo y el orden”, objetivos compatibles con las fuerzas armadas.
Intentó responder a las reivindicaciones de los militares y mantener bajo control el movimiento sindical.
Se fue nombrando cada vez más militares en puestos políticos (ej. Petrobras y Consejo Nacional del
Petróleo). Uno de los principales exponentes del apoyo militar al gobierno de JK fue el antes
mencionado Lott.
En el plano político-partidario, se llevó a cabo un acuerdo entre el PSD y el PTB, que garantizó el apoyo
del congreso a los proyectos políticos. El rasgo común de estos dos fue el getulismo, aunque de modos
diferentes -PSD: con parte de los sectores dominantes del campo, la burocracia del gobierno, y una
burguesía industrial y comercial; -PTB: con una burocracia sindical, una parte de la burguesía industrial
más inclinada al nacionalismo y la mayoría de los trabajadores urbanos organizados. Para que esta
alianza funcionase ninguna de las dos debía radicalizar sus características. Ni lo conservador del PSD,
ni las grandes reivindicaciones del PTB. JK durante gran parte de su gobierno pudo poner límites a los
2 partidos. El lema de desarrollo y orden era afín al PSD; y en el plano social, no se opuso a los
intereses de la burocracia sindical y trató de limitar los estallidos huelguistas.
La política económica de JK fue definida en el programa de metas, el cual contaba con 31 objetivos,
distribuidos en 6 grandes grupos:
•energía,
•la construcción de Brasilia (llamada Metasíntesis) -con el objetivo de integrar mejor espacialmente al
país, especialmente al interior, además de dinamizar económicamente esa región y salir del eje Sao
Paulo-Rio de Janeiro.
Para vencer la rutina burocrática, el gobierno creó organismos paralelos a la administración pública del
momento y también nuevas entidades (ej. La superintendencia de desarrollo del nordeste -sudene- y la
novacap para emprender la construcción de Brasilia).
El gobierno de JK promovió una amplia actividad del Estado tanto en el sector de infraestructura como
en el incentivo de la industrialización; pero también asumió abiertamente la necesidad de atraer
capitales extranjeros, concediéndoles grandes facilidades, de este modo la ideología nacionalista
perdía terreno frente al desarrollismo. Los resultados de su programa fueron impresionantes, sobre todo
en lo industrial –entre el 55 y el 61 la ndustria creció un 80% descontando la inflación, y el crecimiento
per cápita del PBI de Brasil en esa época triplicaba al resto de Latinoamérica. La industria automotriz
alcanzo un éxito innegable, grandes empresas multinacionales -Volkswagen, General Motors, Ford, etc-
se concentraron en el ABC paulista (área del gran San Pablo que abarca los municipios de Santo
André, San Bernardo y San Cayetano); esta industria generó una concentración de obreros nunca
antes vista. Así nace una “civilización del automóvil”, aunque a costas del detrimiento del transporte
colectivo; y también es por esto que Brasil se volvió dependiente de la extendión y conservación de las
autopistas y del uso de derivados del petróleo en el transporte. Sus 5 años de gobierno son recordados
como un período de gran optimismo en la memoria colectiva, marcados por la construcción de Brasilia,
que fue aprobada por el congreso en 1956 e inaugurada el 21 de abril de 1960.
Los líderes sindicales, notaron lo difícil que era articular en un movimiento a los trabajadores con la
ajustada estructura oficial. Por lo tanto se crearon otros organismos paralelos, como el Pacto de Unidad
Intersindical (PUI) creado en San Pablo en 1955, el Pacto de Unidad y Acción (PUA) formado en Río de
Janeiro. Al contrario del PUI, el PUA actuaba en el sector público. Dicho organismo allanó el camino
para la formación de la CGT (Comando General de los Trabajadores) en 1962.
Problemas del periodo de JK: se concentraron el comercio exterior y en las fianzas del gobierno. Había
un déficit en el presupuesto federal, producto de los gastos gubernamentales que sostenían el
programa de industrialización y construcción de Brasilia, así como el deterioro del intercambio con el
exterior. Eso devino en un crecimiento de la inflación. A partir de esto se intentó elaborar un plan de
estabilización económica, que intentaba hacer compatible el combate a la inflación y al déficit público,
con los objetivos del programa de metas. Este plan provoco grandes reacciones, ya que nadie estaba
dispuesto a perder lo mínimo y por otro lado porque a muchos sectores le resultaba beneficiosa la
inflación.
Este periodo también contó con ciertas huelgas. Muchos se encontraban en contra del programa de
estabilización, ya que sospechaban de pretensiones imperialistas y temían que los asalariados sean los
únicos que sufrieran restricciones. De este conjunto de circunstancias resulto la ruptura del gobierno
con el FMI (ya que el único sector que apoyaría este acuerdo sería la UDN que de todos modos no lo
iba a votar), lo que equivalía al abandono del plan de estabilización. Esta ruptura provoco un cierto
apoyo a JK.
Para las elecciones de 1960, se postulan Ademar de Barros como candidato por el PSP, el PSD y el
PTB se unieron nuevamente para apoyar la candidatura del General Lott con Jango como
vicepresidente. Janio Quadros era propuesto como candidato por un pequeño partido con el apoyo de
Lacerda, la UDN dudó entre presentar una candidatura propia o apoyarlo, pero terminan apoyándolo.
Éste era independiente, criticaba la corrupción del gobierno y el desorden Financiero; sin tener un
programa definido y despreciando los partidos políticos atraía al pueblo con su figura popular y
amenazadora, prometiendo un castigo implacable a quienes se habían beneficiado con los negocios de
la corrupción; la preferencia por Quadros se hizo evidente desde los primeros tiempos de la campaña,
el candidato conseguía reunir en torno de sí las esperanzas de la élite antigetulista, del sector de la
clase media que esperaba la llamada moralización de las costumbres políticas, así como las de la gran
mayoría de los trabajadores.
Mientras tanto, Lott fue un candidato desastroso; no hablaba bien en público e intentaba asumir de
forma artificial el discurso getulista; resultaba desagradable para el PSD por su propuesta de conceder
el voto a los analfabetos; pero también resultaba desagradable para el PTB y la izquierda, por sus
críticas a Cuba y el comunismo.
Así, Quadros gana las elecciones con el 48% de los votos, pero Jango consiguió ser vicepresidente.
Asumió con esperanza el mando por primera vez en Brasilia, pero en 7 meses estas esperanzas se
vieron desvanecidas, por su renuncia que llevaría al país a una crisis política.
Janio comenzó a gobernar de forma desconcertante, ocupándose de temas de poca relevancia. Quiso
realizar cosas que agradaran a la izquierda y también a los conservadores, y en el camino termina
desagradando a ambas tendencias. Con respecto a política exterior, intenta tomar una 3er vía ante la
bipolaridad, pero hace cualquier cosa (apoya la Alianza Para el Progreso estadounidense, pero
condecora al Che Guevara cuando hace una visita a Brasilia ¿?)
En lo financiero anuncio un plan de estabilización ortodoxo para enfrentar los problemas heredados de
JK. Esto implicada una desvalorización de la moneda y la contención tanto del gasto público como de la
expansión monetaria. Se redujeron los subsidios al trigo y el petróleo, lo que genera un aumento del
100% del pan y el combustible.
Lógicamente las medidas fueron bien vistas por el FMI y los acreedores de Brasil; se contrajeron
nuevos empréstitos con EEUU, que contaron con el apoyo del presidente Kennedy. Janio era
considerado capaz de impedir que Brasil desembocase en un camino de inestabilidad que llevara al
comunismo.
El presidente no contaba con una base de apoyo político. Luego de ser acusado por Lacerda de
intentar hacer un golpe de estado, Janio renuncio a la presidencia, sin nunca aclarar el por qué.
A pesar de no contar con el apoyo de la mayoría de los sectores, la constitución no dejaba duda de que
debía asumir el vicepresidente Goulart. No obstante, el traspaso del mando quedó en suspenso debido
a una iniciativa de sectores militares que veían a Goulart como la encarnación de la república
sindicalista y la puerta de entrada a los comunistas. Cuando le toca asumir, Jango se encontraba en
una visita a la china Comunista, mientras que el presidente de la cámara de diputados asumía
provisionalmente la presidencia de la república, los ministros militares de Quadros vetaban la vuelta de
Jango a Brasil; sin embargo ese grupo no contaba con apoyo unánime de la cúpula militar. Se dio inicio
a la batalla de la legalidad (dist grupos militares se amenazaron con enviar tropas/navíos, ni sé si se
enfrentaron realmente), el congreso resolvió esto pasando de un sistema de gobierno presidencialista a
un parlamentarista, JG asumió la presidencia con poderes disminuidos. Este sistema no duró mucho
tiempo.
Política Social: durante este gobierno avanzaron los movimientos sociales y aparecieron nuevos
actores (con el trasfondo de los grandes cambios sociales que vivieron entre 1950 y 1964
–industrialización y crecimiento urbano). Se empezaron a movilizar los sectores olvidados del campo, lo
que amplió el mercado agropecuario y alteró las formas de ocupación de la tierra y su utilización. La
tierra comenzó a ser más rentable. Esto causó un descontento en la población rural, la cual fue
adquiriendo conciencia de su situación de extrema sumisión.
El movimiento rural más importante fue el de las ligas campesinas, que surgen a fines de 1955; se
proponían defender a los campesinos de la expulsión de la tierra, del aumento del precio de los
arrendamientos, y de la práctica del cambao por la cual el colono debía trabajar gratis un día por
semana para el dueño de la tierra. En 1961 se realizó el I Congreso Nacional de los Trabajadores
Agrícolas.
En 1963, Jango sanciona el estatuto del trabajador, el cual instituyo la libreta de trabajo para el
trabajador de campo, reguló la jornada laboral, el salario mínimo, el descanso semanal y vacaciones
pagas.
Otro sector que comenzó a movilizarse fue el de los estudiantes, quienes intervinieron en la política a
través de la UNE. Por otro lado, hubo cambios en la iglesia, que ahora se dividía en varias posturas;
muchos de sus integrantes comenzaron a darle importancia a los sectores populares y en lugar de
sostener un férreo anticomunismo, reconocían que la expansión comunista tenía que ver con las fallas
del capitalismo. Así existen sectores ultraconservadores (más cercanos a las cúpulas -obispos) y
aperturas a la izquierda por parte de la Juventud Universitaria Católica (JUC) que entró en conflicto con
la jerarquía eclesiástica; es de allí que nace Acción Popular (AP) en 1962, una organización con fines
revolucionarios, desligada de la jerarquía; que luego fue duramente reprimida por los gobiernos
militares.
Jango significó la vuelta al populismo, la base del modelo debería ser la colaboración entre el Estado
(que sería el eje articulador) los intelectuales políticos, la clase obrera organizada y la burguesía
nacional; la ideología básica era el nacionalismo y el objetivo eran las reformas sociopolíticas “de base”.
Se destacó la reforma agraria, que tenía por objetivo eliminar los conflictos por la tierra, garantizando el
acceso a la propiedad a los trabajadores del campo (mediante indemnizaciones y no con
expropiaciones propiamente dichas). Mientras que la reforma urbana, pretendía crear las condiciones
para que los inquilinos pudieran comprar casas en vez de alquilar. El voto, se extendió a los analfabetos
y a los grados inferiores de las FFAA; y algunas empresas de servicios públicos fueron estatizadas. A
partir de la acción del Estado, se buscaba modernizar el capitalismo (no un socialismo), reduciendo las
desigualdades sociales (en resumen, medidas nacionalistas de intervención mayor del Estado en la
vida económica, entre otras, que no consiguieron apoyo de las clases burguesas dominantes).
Los sindicales fueron fieles al modelo populista; y se componían por laboristas y comunistas que
actuaban junto al estado, encontrándose cada vez más politizados. En lo que respecta a las huelgas,
aumentaron en número y se desplazaron desde San Pablo hacia otras regiones y los paros tendieron a
concentrarse en el sector público. Los diferentes sectores, rurales, de izquierda y militares, se sumaron
a las protestas.
Post Revolución Cubana, el miedo a que la revolución comunista se extendiera era palpable; las
fuerzas armadas tuvieron un papel activo, su objetivo era derrocar al enemigo y garantizar la seguridad
y desarrollo de la nación, naciendo así la doctrina de la seguridad nacional, orientada desde el exterior,
se gestó en la Escuela Superior de Guerra (ESG) fundada en 1949 con asistencia norteamericana y
francesa. Es necesario destacar que a sus cursos no sólo asistían militares sino también civiles
–vínculo militares-civiles identificados por la visión de la ESG. A partir de ésta y de órganos financiados
por la CIA, surgieron las líneas de un régimen político que parecía capaz de controlar la subversión y
garantizar el desarrollo económico. A medida que el gobierno de Jango se radicalizaba y aumentaba la
inestabilidad del gobierno, se fue reforzando cada vez más la idea de un movimiento armado que ponga
fin al populismo y que pare el avance del comunismo.
El congreso aprobó la realización de un plebiscito para discutir qué sistema debía ser utilizado, de esta
forma se le dijo no al parlamentarismo y se volvió al sistema presidencialista en 1963. Goulart en su
gabinete eligió a representantes de la “izquierda positiva” para demostrar que intentaba enfrentar con
seriedad los problemas económicos y financieros.
La situación financiera era grave. La inflación volvió a aumentar. Con el objetivo de enfrentar los
problemas se lanzó el plan Trienal, que pretendía combinar el crecimiento económico, las reformas
sociales y el combate a la inflación. El plan dependía de la colaboración de los sectores que tenían voz
en la sociedad, pero esta colaboración no existió. El plan fracaso. La gota que rebalsó el vaso fue el
aumento del 70% del salario de los funcionarios públicos, lo que empeoró la situación, sumado a esto,
la inflación ya había llegado a un 25% en los primeros meses del año, y el crecimiento del PBI cayó. Es
así que JG reformulo el gabinete, para mostrar que no pretendía seguir un camino radical en lo
financiero.
Entre los militares crece la conspiración contra Jango. En septiembre de 1963 ocurre una revuelta de
sargentos y Cabos de la aeronáutica y de la Marina en Brasilia. A estas alturas la resolución de los
conflictos por vía democrática fue descartada por todos los actores políticos como algo imposible o
despreciable. La derecha sostenía que había que purificar la democracia.
Jango comienza a adoptar medidas excepcionales; influenciado por el dispositivo militar en 1963 le
propone al congreso decretar el estado de sitio alegando la necesidad de contener la agitación en el
campo y de restablecer el orden; mal recibida tanto por la derecha como por la izquierda, la propuesta
fracasó, y acrecentó la sospecha sobre las intenciones del gobierno. Antes de su caída, se da la última
gran huelga Obrera en San Pablo, la huelga de los 700mil.
El presidente, aconsejado por su círculo íntimo, tomó el camino equivocado: con el apoyo de los
dispositivos militar y sindical, el Presidente debía pasar por encima del congreso y comenzar a realizar
las reformas de base; para mostrar la fuerza del gobierno, reuniría grandes masas en una serie de
actos en los que se irían anunciando las reformas (1ro termina de nacionalizar la industria petrolera
–monopolio de la Petrobras-, 2do confisca propiedades subutilizadas -especie de reforma agraria-). Y a
ello se le suma una campaña mediática opositora. Luego del primer acto que anunciaba estas medidas,
se organiza la “Marcha de la Familia con Dios por la Libertad” por parte de grupos conservadores y
religiosos que llega a unas 500mil personas aproximadamente.
El presidente anunció más propuestas, entre ellas la de una reforma urbana. El golpe ya estaba en
marcha cuando el presidente fue a dar un discurso en la asamblea de sargentos en Río de Janeiro. El
1° de abril de 1964, el presidente del Senado declaró vacante el cargo de Presidente de la República,
en el momento en que Goulart realizaba un viaje de Brasilia a Porto Alegre, por lo que asumió el
presidente de la cámara de diputados, pero para aquel momento el poder ya se encontraba en las
manos de los comandantes militares.
Ya mucho tiempo atrás, la presencia de los militares en la política brasileña se inició con la
proclamación de la república, pero de alguna u otra manera los grupos con poder pudieron detenerlos:
En primer lugar, los oligarcas instaurando el sistema coronelista. Luego en 1930 los militares regresaron
con mayor fuerza y lideraron en gran parte las propuestas sobre la centralización política, la
industrialización y el nacionalismo. En segundo lugar, vemos que Vargas logró aprovecharlos y
controlarlos. Finalmente, en 1954 se dividieron en nacionalistas y populistas, liberales y conservadores.
La actitud más radical, adoptada en 1964 hacia el gobierno de Goulart, puede explicarse por el peligro
que la división ideológica representaba para la supervivencia de la organización militar; pero también en
la preparación para el gobierno que los liberales conservadores antigetulistas tuvieron en la Escuela
Superior de Guerra, donde se formaron en la doctrina de seguridad nacional y realizaron, junto a
técnicos civiles, estudios sobre los principales problemas nacionales. Por otro lado, se aproximaron a
dirigentes empresariales a través del Instituto de Investigaciones y Estudios sociales, organización que
luchaba contra el comunismo y en favor de la preservación de la propiedad privada.
Fases de la dictadura:
1. La primera abarca desde 1964 a 1968, correspondiente al gobierno de Castelo Branco y al primer
año de Costa e Silva; se caracterizó al principio por una intensa actividad represiva, seguida de indicios
de moderación. Con respecto a lo económico, fue un período de combate a la inflación, de considerable
descenso del poder adquisitivo del salario mínimo y de poco crecimiento.
2. La segunda, va desde 1968 a 1974, dominando los militares más autoritarios apoyados por el Gral
Garrastazu Médici. Básicamente, encerró los años más oscuros de la historia del país en lo que refiere
a las libertades civiles y políticas. “En este periodo se combinó la represión política más violenta de la
historia del país con índices de crecimiento económico nunca vistos”.
3. La tercera fase ocupó el período de 1974 hasta 1985, desde la asunción de Ernesto Geisel hasta la
elección indirecta de Tancredo Neves –presidente civil-. Se caracterizó desde un principio, por la
tentativa de Geisel de liberalizar el sistema en contra de la fuerte oposición de los órganos represivos,
proceso que continuo durante la presidencia del Gral Joao Batista de Figueiredo (1979-1985).
Paulatinamente se revocaron leyes represivas, y asimismo la oposición se dejaba oír ahora sin
represalias; mientras que económicamente los índices de crecimiento bajaron hasta puntos negativos a
comienzos de la década de 1980.
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Los instrumentos legales de la represión fueron los “actos institucionales” (AI) emanados de los
presidentes militares, siendo el primero firmado por Castelo Branco en abril de 1964. Formalmente se
mantuvo la Constitución de 1946 con varias modificaciones y el funcionamiento del Congreso.
Varias de las medidas del AI-1 tenían por objetivos reforzar el poder ejecutivo y reducir el radio de
acción del congreso.
Se decretó la suspensión durante 10 años de los derechos políticos de gran número de líderes
políticos, sindicales, intelectuales e incluso muchos militares: fueron suspendidas las inmunidades
parlamentarias, y se autorizó al Comando Supremo de la Revolución a revocar mandatos y suspender
los derechos políticos, se suspendieron por 6 meses las garantías sobre el carácter vitalicio de la
magistratura y la estabilidad del empleo de los funcionarios públicos en general. Se crearon a su vez,
varias comisiones investigadoras para aclarar supuestos delitos de corrupción y subversión,
destacándose las Averiguaciones Policiales Militares (IPMs).
Esos poderes excepcionales hicieron que se persiga a los adversarios del régimen, aplicando torturas y
prisiones. Siendo los estudiantes y las universidades objetivos prioritarios de la represión (ya el 1ro de
abril intervienen la UNE); la más violenta se concentró en el campo, especialmente atacando a las
personas cercanas a las Ligas Campesinas. Se intervinieron sindicatos y federaciones. Sacaron jueces
y legisladores de sus cargos y también a algunos gobernadores, la gran mayoría del PTB, ninguno de la
UDN.
En junio de 1964 el régimen militar dio un paso importante en el control de los ciudadanos con la
creación del Servicio Nacional de Informaciones (SNI), que tenía como objetivo principal "recolectar y
analizar información relativa a la Seguridad Nacional, contrainformación y a la información sobre
cuestiones de subversión interna", en la práctica, convirtió en un centro de poder casi tan importante
como el Ejecutivo, actuando por cuenta propia en la lucha contra el enemigo interno.
El AI-1 estableció la elección de un nuevo presidente por votación indirecta del Congreso Nacional. El
15 de abril fue electo el general Castelo Branco, quien tenía como objetivo instaurar una democracia
restringida, mientras que en lo económico, pretendía reformar el sistema económico capitalista
modernizándolo, lo que también servía para parar la amenaza comunista.
Se lanzó el programa de acción económica del gobierno (PAEG), con objetivo de enfrentar la
desastrosa situación económica financiera. El PAEG intento reducir el déficit del sector público, contraer
el crédito privado y comprimir los salarios, quiso controlar los gastos del Estado proponiendo una ley
que les prohibía contraer deudas sin autorización federal. Las finanzas de la Unión fueron equilibradas
por el mejoramiento de la situación de las empresas públicas, el corte de subsidios para productos
como el trigo y el petróleo y el aumento de la recaudación de impuestos; por lo que lógicamente se
aumentaron las tarifas de servicios y también el precio de la gasolina y el pan.
Comienzan a comprimirse los salarios, fijando fórmulas de reajuste por debajo de la inflación, lo que se
acompañó con medidas para impedir huelgas y facilitar la rotación de la mano de obra en beneficio de
las empresas; así se hizo imposible realizar huelgas, ya que estas dependían de una nueva ley de
huelgas que creaba exigencias burocráticas.
El gobierno terminó con uno de los derechos más valorados por los asalariados urbanos: la estabilidad
del empleo después de 10 años de servicio. Con respecto al campo, se promete una reforma agraria
que “queda en el papel” (se legisla pero no se realiza).
Se lanzó una campaña de exportación no sólo para productos agrícolas sino también para comenzar a
promover bienes manufacturados.
El PAEG alcanzo sus objetivos. Se redujo el déficit público y tendió a ceder la inflación, mientras que el
PBI volvió a crecer. El gobierno puede llevar a cabo sus objetivos ya que a través del autoritarismo no
permitía que las clases a las que perjudicaban se resistieran. El problema de la deuda externa se
resolvió momentáneamente, gracias al buen visto del FMI y a la ayuda de EEUU y la Alianza Para el
Progreso –con quien el gobierno se alineó, ej. de esto es el envío de tropas para la Inter-American
Peace Force para la guerra civil en República Dominicana en 1965-
En octubre de 1965, se realizaron elecciones directas en 11 estados; a esta altura, gran parte del
entusiasmo por la "revolución para purificar la democracia" había declinado, ahora no sólo era difícil ser
engañado por la propaganda sobre el fin de la corrupción, sino que además los bolsillos de la clase
media estaban vacíos.
A pesar del veto sobre determinados candidatos, la oposición euro en Estados importantes como
Guanabara y Minas Gerais; este resultado alarmó a los militares, los grupos de línea dura veían ahí una
prueba de que el gobierno era muy complaciente con sus enemigos y planteaban la necesidad de
implantar un régimen autoritario con control militar estricto del sistema de decisiones, que llevara más
lejos la lucha contra el comunismo y la corrupción. Es por esto que en octubre del 65, Castelo Branco
emitió el AI-2, el cual estableció que la elección para presidente y el vice sería realizada por la mayoría
absoluta del congreso nacional, en sesión pública y con voto nominal (elimina la elección directa). Se
reforzaron los poderes del presidente, que ahora podía emitir leyes-decretos en materia de seguridad
nacional. Se disolvieron los partidos políticos que se habían creado a finales del Estado Novo (ya que
los militares consideraban que el multipartidismo era uno de los factores responsables de las crisis
políticas), y sólo se organizaron dos: La alianza renovadora nacional ARENA, que agrupaba partidarios
del gobierno, políticos de la UDN y del PSD, y el movimiento democrático brasileño MDB que reunía a
la oposición con figuras del PTB y del PSD. Se aprobó una nueva constitución en 1967 la cual incorporo
los poderes ampliados del ejecutivo.
A su vez reformó el poder judicial, aumentando el número de jueces de los tribunales superiores para
destinar aquellos nuevos puestos a partidarios del gobierno. Se restringió el derecho a opinar y se
habilitó a los jueces militares para que juzgaran a civiles en causas relacionadas con la seguridad
nacional.
El grupo castelista no consiguió presentar un sucesor; fueron electos como presidente el gral Artur da
costa e Silva y como vice un civil udenista, Pedro Aleixo, que asumieron el mando en 1967. Costa e
Silva representó la línea dura y a los nacionalistas autoritarios de las fuerzas armadas quienes estaban
en contra de la política de acercamiento a EEUU.
Sin embargo tendió puentes a los sectores de la oposición y trató de oír a quienes discordaban;
incentivó la organización de sindicatos a cargo de líderes confiables (liberalización restringida).
Pese a esto se enfrentó a la oposición –principalmente la iglesia y los estudiantes- que venía
rearticulándose desde 1966. Mientras tanto, en Montevideo, los líderes exilados -Lacerda, Jango,
Kubitschek- formaron una alianza opositora, el Frente Amplio, el cual nunca llegó a la vía electoral. El
punto más alto de la convergencia de las fuerzas que luchaban por la redemocratización, fue la marcha
de los 100mil de junio de 1968.
Se sucedieron dos huelgas obreras bastante violentas (que fueron fuertemente reprimidas), en las
cuales habían incidido grupos de izquierda que sostenían la idea de la lucha armada como medio para
terminar con la dictadura. Se fueron organizando grupos de lucha armada, que se oponían al gobierno y
buscaban la restauración de la democracia, entre ellos la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR) y la
Alianza Libertadora Nacional (ALN). Gupos de este tipo comienzan sus primeras acciones en 1968
–colocan una bomba en un consulado estadounidense en San Pablo, expropian para reunir fondos-;
acciones que refuerzan las convicciones de la línea dura militar, poniéndole fin a la “liberalización
restringida” que había comenzado Costa e Silva, y tomando como excusa el discurso en el congreso de
Márcio Moreira Alves, considerado una ofensa para las FFAA y solicitándole al Supremo Tribunal
Federal que abra un proceso contra él.
Al sufrir el presidente un derrame que lo deja paralítico en 1969, los militares no permitieron que el
vicepresidente asumiese el gobierno como disponía la ley, y una Junta Militar toma las riendas del
poder
La izquierda radical comenzó a secuestrar a miembros del cuerpo diplomático extranjero para
intercambiarlos por prisioneros políticos; así la junta crea la pena de expulsión del territorio nacional,
aplicable a todo brasileño que se vuelva inconveniente, nocivo o peligroso para la seguridad nacional.
La pena de muerte nunca se aplicó formalmente, prefiriéndose las ejecuciones sumarias o como
consecuencia de torturas, presentadas como resultado de enfrentamientos entre subversivos y fuerzas
del orden o como desapariciones misteriosas.
Hasta 1969, el organismo de mayor responsabilidad en la utilización de la tortura fue el Centro de
Informaciones de la Marina (Cenimar). A partir de ese año, surgió en San Pablo la Operación
Bandeirantes (Oban), vinculada al II Ejército, cuyo radio de acción se concentró en el eje San Pablo-ll!o
de Janeiro. La Oban dio lugar a los DOI-CODI, siglas del Destacamento de Operaciones e
Informaciones y el Centro de Operaciones de Defensa Interna. Los DOI-CODI se extendieron a varios
Estados y fueron los principales centros de tortura del régimen militar.
México hacia 1920 era un país mayoritariamente rural. Había una significante concentración de la
población en las ciudades, por lo que en aquel momento la ciudad más poblada (la capital) contaba con
615.000 habitantes. Por el contrario, la gran mayoría de la población, población rural, vivía dispersa en
cerca de 60.000 localidades (pueblos, barrios, ranchos, rancherías, etc.)
Luego del triunfo del Plan de Agua Prieta en mayo de 1920, una de las prioridades de los militares y
políticos sonorenses que habían encabezado ese movimiento fue llegar a acuerdos con los numerosos
jefes militares que contaban con mando de tropas a lo largo del país. Los más importantes eran los
villistas, comandados por el propio Francisco Villa. Por distintas razones todos eran enemigos de
Carranza y ansiaban su caída. Durante su desempeño como presidente provisional, de la Huerta dedicó
sus esfuerzos a la pacificación. Así se inició la lenta tarea de los nuevos gobernantes de imponer un
dominio efectivo a lo largo y ancho del territorio nacional, lo cual era condición indispensable para
garantizar su permanencia en el poder.
Consecuencia del conflicto armado, se da el ingreso de las masas a la vida política. Todas aquellas
clases –bajas, pobres- que habían sido apartadas por el porfirismo y los regímenes liberales anteriores,
ahora tendrían conciencia de la influencia y el poder de sus movilizaciones. Tendrían una gran simpatía
con la revolución, la cual sería el argumento de peso para conseguir mejores condiciones de vida y
tratar de desterrar los abusos y agravios cometidos en su contra por los ricos y los poderosos.
Sin embargo, también hay que considerar que, durante el gobierno de Obregón, las relaciones con
EEUU atravesaron momentos de gran tensión, ya que dicho país no reconoció al nuevo gobierno
mexicano por “haber sido resultado de un levantamiento armado”. Del mismo lado se encontraban los
petroleros y mineros que rechazaban el art. 27 de la Constitución, que establecía la propiedad originaria
de la nación sobre el suelo y el subsuelo. La jerarquía católica se mostraba inconforme por el contenido
“anticlerical” de varios artículos de la Constitución: rechazaban la prohibición de hacerse de
propiedades y verse sometidos a la regulación gubernamental tanto en materia de culto como de
educación. Y, por su parte, los terratenientes, nacionales y extranjeros por igual, presionaban para
logran una indemnización por los daños causados por la guerra.
Al empezar la década de 1920, la situación política de la capital de la República era tensa. Varios
partidos políticos habían surgido en los años recientes: el Liberal Constitucionalista, el Nacional
Agrarista (antiguos zapatistas), el Laborista y el Cooperatista. Los diputados y senadores distaban de
ser peones sumisos de la voluntad presidencial, aunque sí buscaban aliarse con el Ejecutivo federal
para fortalecer sus posiciones políticas. Eran tiempos en los que el presidente de la República no
controlaba el Congreso, ya que tenía que negociar para que se aprobaran sus iniciativas de ley. El
poder presidencial apenas se estaba construyendo, no era la poderosa institución en que se convertiría
a fines de 1940.
Presidencia de Álvaro Obregón, 1920-1924.
Obtuvo diversos logros en su presidencia: sometimiento del ejército, impulsar el reparto agrario, echar a
andar una política educativa y lograr el reconocimiento diplomático de EEUU. Esto fortaleció al gobierno
federal frente a sus adversarios internos y externos. La influencia federal comenzó a extenderse en los
estados y municipios, mediante el reparto de la tierra, agua y bosques, y más tarde, mediante las
campañas educativas y de salud. Así, de a poco los vecinos fueron comprendiendo que la burocracia
federal podía convertirse en un valioso aliado para contrarrestar la influencia de caciques que se
oponían a cualquier cambio significativo en las formas de propiedad y control político. Pero a veces el
gobierno federal se aliaba con personajes poderosos para sacar ventaja.
Sometimiento del ejército: Este cuerpo debía ser el único armado del país por lo que se debía obligar a
los jefes militares con mando de tropas y grupos de fuerzas irregulares a disolverse o bien a someterse
a la cadena de mando de la jerarquía militar. El ejercito debía verse sujetado al presidente de la
república en turno. Obregón entendía que podía ser un arma de doble filo (su principal bastión o su
principal enemigo).
Reparto agrario: El reparto ejidal se vería intensificado. Las tierras ahora se entregarían no a los
ayuntamientos sino que a los vecindarios al pueblo, de manera gratuita; estas podrían ser heredadas
pero no hipotecadas ni rentadas ni vendidas, todo con el propósito de evitar futuros despojos y
acaparamientos; la suprema autoridad agraria era el presidente de la República, a quien se
subordinaban los gobernadores y demás autoridades locales; se compensaría a los propietarios
afectados mediante indemnización y no previa indemnización. Cabe destacar que más que impulsar la
actividad agrícola-ganadera, buscaba atraer el apoyo político de los agraristas. A pesar de la
intensificación del reparto, el latifundio se mantuvo intacto.
Política educativa: El gran promotor federal fue José Vasconcelos mediante la Secretaría de Educación
Pública (SEP). Uno de los principales propósitos de la SEP era combatir el analfabetismo que afectaba
a 77% de la población del país. Se organizó un sistema educativo en el país, el cual atribuyó a la
educación la responsabilidad de construir una identidad nacional y de forjar un nuevo hombre, sano,
moral y productivo por medio de la difusión de la lengua nacional y de un modo de vida homogéneo que
ponga fin a la diversidad del país. Con respecto a los indígenas, de diversas maneras se buscó
integrarlos al modelo de país que se pretendía, y a la respectiva civilización que esto demandaba.
El gobierno federal, además, intentaba poner en marcha una empresa cultural sin precedentes. La SEP
contrató a Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros para pintar los muros de
algunos edificios públicos. En esos murales se insistía en diversos episodios de las luchas populares,
entre ellos la Revolución de 1910, que se mostraba como la lucha de los más pobres y explotados por
alcanzar la justicia social; asimismo se subrayaba el compromiso del nuevo régimen político con esos
sectores mayoritarios.
Reconocimiento diplomático de EEUU: Se logró, a pesar de la oposición de los petroleros de EEUU, por
medio de un acuerdo (Tratados de Bucareli), el cual no fue aprobado por ambos congresos, en el cual
el gobierno mexicano se veía obligado a indemnizar a los propietarios estadounidenses perjudicados
por la guerra, y se garantizarían las antiguas concesiones petroleras y mineras, dejando sin efecto al
artículo 27 constitucional. A cambio, con el reconocimiento diplomático, el gobierno mexicano recibió el
respaldo de su principal cliente comercial y cada vez más poderoso país vecino, lo que significaba que
el gobierno de aquel país se comprometía a no apoyar a exiliados ni a enemigos mexicanos del
gobierno obregonista.
Hacia finales de 1923, se da una extensa rebelión militar, la cual mostró cuán frágil era todavía la
posición del gobierno de Obregón. Fue conocida a menudo como “delahuertista”, por el papel
desarrollado por el ex presidente De la Huerta. Obregón, tomando él mismo el cargo de las respuestas
militares, logró terminar con el conflicto; debido a las rápidas y hábiles maniobras militares desatadas
por las tropas leales, así como el apoyo considerable de agraristas armados y del gobierno
estadounidense. Así, el saldo fue favorable al gobierno obregonista. Por lo pronto, Calles vio allanado el
camino para alcanzar la Presidencia de la República, una vez que triunfo en las elecciones en julio de
1924. Obregón y Calles contaban con el reconocimiento diplomático de los gobiernos latinoamericanos,
latinoamericanos, europeos y del estadounidense, con el apoyo de grupos populares y milicias
irregulares, con el presupuesto federal y con el respaldo del ejército.
o Un discurso modernista, interesado en expandir los negocios privados, acompañó las ideas radicales
derivadas de la Revolución de 1910 pero también de la revolución bolchevique y del nacimiento de la
URSS, país con el que se establecieron relaciones diplomáticas en 1924. El discurso político de Calles
por momentos se mostró ideológicamente contradictorio. Siguiendo el legado popular de la revolución
mexicana (contra los terratenientes porfiristas), reivindicaba el nacionalismo (contra los capitalistas de
EEUU y GB) pero por otro lado buscaba por medio de un discurso modernista expandir los negocios
privados, y por último, reforzó su anticlericalismo (contra la Iglesia Católica).
o Calles buscó apoyo en el sector obrero urbano, por lo que estrechó relaciones con la Confederación
Regional Obrera Mexicana (C.R.O.M) y con el Partido Laborista.
Hacia 1926 la economía nacional comienza a decaer. Las adversidades crecieron cuando el gobierno
callista abrió dos frentes con rivales de gran poderío: por un lado, los capitalistas y el gobierno
estadounidense, y por otro los católicos. Los asuntos que causaron mayores fricciones con el vecino del
norte fueron la reforma agraria, la propiedad del subsuelo y el pago de la deuda externa. La economía
mexicana continuaba dependiendo del exterior. El país resintió la caída del precio del petróleo, causa
por la sobreproducción y por el descubrimiento de yacimientos en Venezuela.
Con el cambio radical del gobierno mexicano en la inversión extranjera, especialmente con la ley
reglamentaria de los derechos petroleros, las compañías petroleras, apoyadas por el gobierno de
Washington, se negaron a aceptar la nueva legislación y desafiaron al de México abriendo nuevos
pozos. Calles amenazó con enviar al ejército. Pero ni los estadounidenses ni el gobierno mexicano
deseaban una ruptura y menos llegar a las armas. Calles tuvo que conciliar y dar marcha atrás en su
política petrolera.
Por otro lado, el estallido de la guerra cristera, hacia fines de 1926, fue resultado de las tensiones
crecientes entre la jerarquía católica y un sector de católicos con los nuevos gobernantes, en particular
con Calles. El malestar católico provenía del rechazo a varios artículos de la Constitución de 1917. El
gobierno callista negaba su anticlericalismo pero en 1925 apoyó la fundación de la cismática Iglesia
Católica Apostólica Mexicana. como reacción, la católica forma la Liga Nacional Defensora de la
Libertad Religiosa.
La Liga Nacional comienza a realizar boicots en contra del gobierno con el fin de paralizar la economía
nacional. Calles respondió al boicot de la Liga con la ley que reformaba el código penal para el Distrito
Federal y territorios, mejor conocida como Ley Calles, que señalaba las penas para los delitos e
infracciones en materia de culto e imponía limites al ejercicio del ministerio religioso. En julio de 1926 el
episcopado suspendió el culto público e instó a los padres de familia a no enviar a sus hijos a las
escuelas oficiales; a su vez, el gobierno prohibió el culto privado y desató una verdadera persecución
contra las prácticas religiosas católicas y las escuelas clandestinas. En diciembre de 1926 la Liga
convocó a un levantamiento armado. Las hostilidades obligaron al gobierno federal a movilizar gran
cantidad de tropas hacia el occidente del país. Era una autentica lucha popular.
En medio de estos conflictos, en junio de 1926, Obregón manifestó su intención de volver a la silla
presidencial. En enero de 1927, en coincidencia con la guerra cristera, fue aprobada la reforma del
artículo 82 constitucional, que permitía una sola reelección presidencial, después de un intervalo de un
período de gobierno. Calles pareció conformarse, mientras que Morones manifestó su oposición a
Obregón y amenazó con impedir su arribo a la presidencia. Así, en 1927 los candidatos presidenciales
de partidos minoritarios fueron fusilados. En enero de 1928 se reformó de nuevo el art. 82 para ampliar
el periodo presidencial de cuatro a seis años.
A Obregón se atribuía la responsabilidad de los actos violentos del gobierno callista, en particular las
medidas anticlericales. Los rebeldes católicos enfilaron sus baterías contra él. En noviembre de 1927
Obregón sufrió un atentado, pero los responsables miembros de la Liga fueron fusilados. El fracaso no
desanimó a los radicales católicos y pocos días después de las elecciones que le abrieron la puerta a la
Presidencia, Obregón fue asesinado por un militante católico. Inmediatamente, se responsabilizó a
Morones que tenía una sabida animadversión contra Obregón, y así fue como Morones renunció.
Calles nombró a Emilio Portes Gil como secretario de Gobernación, quien por ley asumió la presidencia
en 1928.
Durante este período, en México emergen con gran fuerza numerosos movimientos artísticos. Los más
importantes de estos, han sido apoyados fervientemente por el Estado, quien buscaba promover a
través de aquellos, una identidad nacional y una educación cívica.
Los grupos que más resaltaron fueron los muralistas, los Contemporáneos y los Estridentistas;
suscitándose conflictos entre los últimos dos. Los contemporáneos, como ellos se definían, unidos por
su juventud y su afición por la literatura y arte europea, difundían autores extranjeros, combatían al
nacionalismo revolucionario, como también, escribieron críticas literarias, novelas, ensayos, etc. Por su
parte, el grupo de los Estridentistas, convirtieron el arte en un medio de combate y propuesta,
acercándose a los sectores populares; criticando a su vez a los contemporáneos, por su situación
privilegiada, su indiferencia por lo social, sus tendencias literarias ajenas y por momentos contrarias a la
revolución de la época, etc. Esto fue prueba de los conflictos que se daban entre los distintos grupos
artísticos más distinguidos y sus visiones.
Fue por medio de la S.E.P (Secretaría de Educación Pública) que el gobierno federal, se convirtió en
rector de un proyecto cultural a nivel nacional, que apoyaba el mejoramiento colectivo y que pretendía
normar la conducta de los mexicanos. El arte, por medio de revistas, por la difusión de los clásicos,
folletos de utilidad para los trabajadores, etc. debía prepararlos para ganarse la vida.
Por otro lado, el gobierno de Calles buscó impulsar a los pequeños productores agrícolas, buscando
moralizar a la población en general por medio de una religión cívica y de campañas diversas para
fomentar nuevos hábitos; se crearon diversas Escuelas Centrales Agrícolas para “fomentar pequeños
agricultores prósperos y modernos”.
Otro punto a resaltar, fueron las políticas de salud tomadas por el gobierno, entre las cuales se formuló
el Reglamento de Salubridad Pública en 1925, por otro lado se creó el Departamento de
Psicopedagogía de Higiene, y se tomaron diversas medidas para mostrar el vigor y la inteligencia de los
indígenas con el fin de incluirlos en la sociedad. De esto último se reveló el valor de la enseñanza
bilingüe y de la convivencia de las diferentes culturas.
Los miembros de las clases más adineradas, siguiendo a sus vecinos del norte, desarrollaron un gran
alcance con respecto a las innovaciones domésticas y las modas, que poco a poco se difundieron a
otros sectores de la sociedad. Aquí, el cine cobró una gran importancia. Como nos señala el autor, “En
contraste con la vida holgada de grupos minoritarios, las condiciones de vida de los trabajadores y en
general del grueso de la población no habían mejorado mayor cosa”.
El breve gobierno de Portes Gil enfrentó no sólo el comienzo de la Gran Depresión, sino que diversos
conflictos internos, como el religioso y el universitario. Por otro lado, intensifico fuertemente el reparto
de tierras, la persecución de comunistas y rompió las relaciones diplomáticas con la URSS.
Los obregonistas habían aceptado a Gil como presidente provisional a regañadientes. Pero la cuestión
no se resolvía del todo porque había que designar al nuevo mandatario que debía gobernar durante el
lapso que restaba del sexenio del extinto Obregón. En ese contexto, Calles y sus aliados tomaron la
decisión de crear un partido político que uniera bajo una sola bandera a la gran diversidad de facciones
que se ostentaban como revolucionarias. Así, en marzo de 1929 nació el Partido Nacional
Revolucionario (PNR). Pero casi al mismo tiempo, los militares más identificados con Obregón se
levantaron en armas contra el gobierno de Portes Gil, bajo el Plan de Hermosillo, para desplazar a
Calles. Una vez más, la sucesión presidencial conducía a la guerra civil. La rebelión fue sofocada en
menos de tres meses.
Uno de los rasgos más destacados del PNR es que estaba integrado por numerosos partidos
regionales y locales. El remedio parecía ser la centralización. El PNR fundó su propio periódico, El
Nacional.
El gobierno de Portes Gil enfrentó al menos dos retos adicionales: el conflicto religioso y el universitario.
Conflicto Universitario: Fue un conflicto que suscitó viejas tensiones entre la Universidad Nacional y el
gobierno federal, que puso en cuestión el lugar y carácter de la primera institución. Hubo conflictos
desde 1914, cuando estudiantes universitarios habían demandado la autonomía de la universidad
frente al gobierno, anhelando una institución desligada de los vaivenes de la política. Hacia 1929,
diversas huelgas de estudiantes tuvieron lugar en México, entre ellas se destaca la organización del
Comité de Huelga en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde participaron numerosos
vasconcelistas. Finalmente en 1929, se expide la ley que dotó a la Universidad Nacional de autonomía.
Conflicto con la iglesia: Hacia 1929, año donde se firmaron los arreglos entre el gobierno federal y los
representantes de la Iglesia Católica, las hostilidades eran latentes –y perduraron hasta 1938-, y
denotaban la inconformidad de numerosos grupos cristeros y católicos con respecto a la postura
gubernamental.
Superados estos conflictos, los esfuerzos se centraron en las elecciones presidenciales fijadas para
finales de noviembre de 1929. El candidato oficial Pascual Ortiz Rubio era visto como pelele de Calles.
José Vasconcelos se lanzó como candidato presidencial, con el respaldo, mas estruendoso que
numeroso, de grupos de profesionales y estudiantes universitarios y de otros grupos
predominantemente urbanos, todos contrarios a la hegemonía creciente de los callistas. Sin embargo,
Rubio resultó vencedor.
LA GRAN DEPRESIÓN.
-Con el denominado crack de la Bolsa de Valores de Nueva york, el pánico financiero se extendió por
las fronteras repercutiendo y provocando grandes daños en las economías vinculadas al mercado
internacional.
-Los precios de las materias primas se desplomaron, y México país que basaba su economía en la
exportación de minerales, productos agrícolas y ganaderos, sufrió de graves perjuicios; viendo su
comercio reducido a casi a la mitad. Los ingresos gubernamentales, que dependían de ese comercio,
se desplomaron en igual medida.
-Se estima que para 1932 más de 350.000 trabajadores habían perdido su trabajo. Otro efecto
significante fue el retorno de unos 300.000 migrantes, es decir, mexicanos que abandonaron o fueron
obligados a abandonar EEUU.
La Gran Depresión tuvo secuelas considerables. Una de ellas fue la importancia que cobraron las
luchas y organizaciones de los trabajadores, de los sindicatos y de su fuerza política, tanto en Europa
como en América. Otra más fue el ascenso del nacionalismo provocado por el derrumbe de las
expectativas e ilusiones puestas antes en el mercado mundial. Era la hora del proteccionismo. Salir de
la crisis obligaba a resguardase la competencia externa y a buscar nuevos modos de explotar los
recursos disponibles de cada país.
Este contexto reforzó las voces que insistían en el desarrollo del mercado interno y de la industria, en
lugar de la alicaída actividad agroexportadora. De hecho, durante la década de 1930, la industria fue el
motor de la economía. Así, surgieron campañas de propaganda encaminadas a promover el consumo
de productos nacionales y la “mexicanización” de la economía.
Radicalismo popular.
En el ámbito político mexicano ocurrió un fenómeno paradójico. Una vez consolidada su posición
después de aplastar la rebelión militar de 1929 y de ganar las elecciones, los gobernantes radicalizaron
su discurso, pero al mismo tiempo se volvieron más intolerantes con la diversidad política. Como nunca
antes se comenzó a usar términos como proletariado, lucha de clases, bolchevismo, imperialismo,
explotación del pueblo trabajador; dichas expresiones eran utilizadas por líderes radicales pero incluso
por algunos gobernantes.
Así, el gobierno de Portes Gil, por un lado, intensificó el reparto de tierras y dio cobijo al nicaragüense
Sandino ante la amenaza intervencionista de EEUU pero, por otro lado, desató una feroz persecución
de comunistas y rompió relaciones con la URSS. En otros casos, como el del presidente Rubio
(1930-1932), el lenguaje moderado coincidía con una postura política caracterizada por su alejamiento
de las clases populares y su interés creciente en favorecer a la clase empresarial. Muestra de ello fue el
intento de poner fin al reparto agrario, que solo se dio por terminado en algunos distritos. Lo cual dividió
a la “familia revolucionaria”. La dividió porque grupos de obreros, campesinos, maestros se
radicalizaron, impulsados también por el difícil entorno económico. Muchos creían que con la crisis del
29 se venía la caída del sistema capitalista y el advenimiento de un nuevo orden. Así fue como las
obras de Marx, Engels y Lenin se difundieron ampliamente, y el discurso radical influyó en el sistema
educativo al incorporarse el “socialismo científico” en ciertas instituciones federales.
Al comienzo de la década del ’30, los gobernantes se equivocaron al confiar que sólo por medio de un
radicalismo discursivo -particularmente anticlericalismo- bastaría para gobernar. Los radicales de
izquierda se opusieron, los trabajadores insistieron en sus demandas, los católicos y otros grupos
opositores de la derecha reaccionaron ante el anticlericalismo.
Además, el desaseo institucional que implicaba la presencia avasalladora del general Calles dañaba la
legitimidad del Estado posrevolucionario. Su presencia intervenía con el fortalecimiento de la figura
presidencial, ya que entraba y salía del gabinete y organizaba lo que parecía ser un gobierno paralelo.
Calles era el “Jefe Máximo” como alguien lo apodó, por tal razón a este periodo entre 1929-1935 se lo
conoce como “Maximato”. El presidente Rubio trató de poner fin a esa situación anómala pero se vio
obligado a renunciar en 1932. En su lugar, fue designado Abelardo L. Rodríguez, quien terminó el
tortuoso sexenio de 1928-1934 para el que había sido elegido el extinto Obregón.
El año 1933 fue clave, en grande medida porque las organizaciones populares expresaron su oposición
al grupo callista, y por lo mismo dieron pruebas de su independencia creciente frente al régimen. Se
formó la Confederación General de Obreros y Campesinos de México. A Cárdenas se lo veía como un
político progresista, por lo que la nueva organización se sumaría a la candidatura presidencial de
Cárdenas.
Ciertos grupos radicales influyeron en la elaboración del Plan Sexenal mediante el cual Calles pretendía
atar de manos al nuevo Presidente. Además, en lugar de cumplir los deseos de Calles, los delegados
de la convención del PNR establecieron un conjunto de políticas que pretendían otorgar una amplia
injerencia al gobierno federal en la economía y en la atención urgente de las necesidades sociales de la
población. Se expresaba el compromiso de hacer respetar el derecho a huelga, la contratación
colectiva, el pago del salario mínimo, etc. El gobierno federal debía ampliar su acción educativa, darle
un contenido socialista y dirigirla preferentemente a los trabajadores. Al igual que ocurría en otros
países, los redactores del Plan Sexenal buscaban hacer del Estado una palanca del desarrollo
económico y del cambio social y político. Ya no estaba en discusión si el Estado debía involucrarse en
la economía; más bien se discutía el rumbo y sentido de tal intervención.
También por otras razones fue importante el año 1933. Se creó el Banco Nacional Hipotecario y de
Obras Públicas, con el propósito de contribuir a financiar las obras de infraestructura urbana,
modernizar los servicios públicos y con ello mejorar la calidad de vida de los habitantes. También ese
año se avanzó en la discusión de la nueva legislación agraria, impulsada por grupos radicales.
La complejidad de la vida política del país puede apreciarse en el episodio que dio paso a la reforma
constitucional de octubre de 1934 en materia educativa. Se trataba de establecer la educación
socialista. Como expresión del ambiente ideológico, en parte sostenido por sectores radicales y en
parte por callistas, estudiantes, entre otros que impulsaron esta reforma, la cual despertó gran
oposición en el país, ya que se consideraba un intento de imponer un solo punto de vista en el sistema
educativo nacional y una continuación de los excesos anticlericales del gobierno nacional.
Ni bien asume el poder, tras ganar las elecciones con amplio margen, logró proyectar y realizar la
reforma constitucional que acabó con la inamovilidad de los ministros de la Suprema Corte de Justicia,
y por otro lado, terminó con los mandos militares identificados con el Jefe Máximo. Contar con la lealtad
del ejército era crucial.
En 1935, el conflicto entre Calles y Cárdenas no hizo más que agravarse. Las declaraciones de Calles
en las que criticaba la tolerancia y debilidad presidencial frente a los movimientos y huelgas obreras
encendieron los ánimos. Sin embargo, el antisindicalismo de los callistas fue un error porque se ganó la
animadversión de organizaciones obreras. La tensión se agravó porque los callistas presionaron sin
disimulo al Presidente. A mediados de junio, este sustituyó a los funcionarios callistas con personajes
que, más que Cardenistas, eran adversarios de Calles. La alianza de Cárdenas con personajes
enemistados con Calles sería patrón común, por lo que también se explica su acercamiento con la
jerarquía católica y el gobierno estadounidense.
Sin embargo, las verdaderas fuerzas de Cárdenas residían en las diversas agrupaciones populares
radicales que venían oponiéndose al Jefe Máximo y a los callistas desde varios años antes, es decir, las
organizaciones obreras lideradas por Toledano, las organizaciones agrarias lideradas por Graciano
Sánchez, los comunistas que recibían línea de Moscú, etc.
Calles y sus partidarios se quedaban solos. El gobierno cardenista empujó a fondo contra los callistas,
promovió la desaparición de poderes en varios estados. Los mandos militares callistas fueron
removidos y también varios políticos de esa filiación, entre ellos el propio Calles, quedaron fuera del
PNR. Cárdenas también recibió el apoyo del gobierno estadounidense, y en 1936, decidió expulsar a
Calles del país luego de un atentado contra un ferrocarril.
Con el general Calles volando hacía LA, California, llegó a su fin la hegemonía de los sonorenses sobre
el Estado mexicano, iniciada con el triunfo del Plan de Agua Prieta en 1920. De esto, podemos sacar
dos conclusiones:
1. Con el exilio de Calles, no sólo se impuso Cárdenas sino también la figura del presidente de la
República. Nunca más en el siglo XX se tuvo duda de que el presidente era quien gobernaba a plenitud,
y no un jefe alterno, máximo o superior.
2. La expulsión de Calles mostró que el país había madurado puesto que ya no se necesitaba de las
armas para resolver la sucesión presidencial ni de crímenes políticos para deshacerse de los
adversarios.
Resuelta la pugna con los callistas, Cárdenas quedó con las manos libres para recorrer un camino de
radicalismo desconocido hasta entonces. Así, pudo desplegar acciones que dieron profundidad al
radicalismo proveniente de la revolución de 1910, de la lucha subsecuente de los trabajadores del
campo y la ciudad y, también, de las ideas derivadas del marxismo y la experiencia soviética. Sin
embargo, ese radicalismo no evitó la expansión de las empresas privadas, en especial en el ramo
industrial y bancario.
El gobierno de Cárdenas tuvo desde un comienzo un entorno económico favorable. En ello influyó la
mejoría en los precios de algunos productos de exportación, así como el brusco cambio en la política
económica decidido también a partir de 1932. Se incrementó el gasto para estimular la economía, lo
mismo la oferta monetaria y con ello, el Banco de México se hizo del monopolio de la emisión de dinero.
Al abandonarse el patrón oro, el gobierno de México dejó de sostener la paridad cambiaria, y el público
comenzó a aceptar poco a poco los billetes del Banco de México. En suma, en el combate de la crisis
del 29 el Estado mexicano se hizo de importantes instrumentos económico-financieros que dieron
mayor solidez al propio Estado ya que amplió su capacidad de influir en la economía nacional. Además,
sin la carga de sostener un numeroso ejército, el gobierno federal pudo enfrentar mejor que antes los
gastos sociales y de promoción económica, como educación y salud.
En materia agraria, Cárdenas llevó el reparto ejidal a extremos, y aquella actividad seguiría siendo
apoyada por créditos rurales gubernamentales. La acción agraria se extendió a lo largo y ancho del
país. Se entregaban tierras con mayor celeridad y tierras de mucha mejor calidad que antaño. Era el
cumplimiento de un pacto político, más que de un proyecto económico. Ante semejante panorama,
ejidatarios y agraristas no dudaron en apoyar al gobierno federal. A lo anterior hay que sumarle la
expansión de la educación rural, de la salud y de las labores de orientación en trámites agrarios,
créditos y formación de cooperativas. El gobierno de Cárdenas tuvo como objetivo, extender la
educación federal. El número de escuelas se había elevado en aquellos años de 200 a más de 14.000,
lo cual contribuyo también a reducir el analfabetismo.
Como nunca antes la figura del Presidente de la República se hizo presente en las zonas rurales más
apartadas y pobres del país. Sumado a la CTM, Cárdenas se pudo imponer incluyendo a los
trabajadores del campo con la Confederación Nacional Campesina (CNC). En materia indígena, el foco
ya no era en sí cultural sino que económico, por lo que se llevaron a cabo políticas de tenencia de tierra
por ejemplo. A su vez, se tomaron varias medidas “indigenistas”, al multiplicarse los Centros de
Educación de Indígena y se creó el Departamento de Asuntos Indígenas para atender sus intereses,
necesidades y problemas.
Por otro lado, el accionar del gobierno se extendió hacia diversos sectores de la economía, como los
ferrocarriles, que fueron nacionalizados y luego entregados a la administración obrera. Era extraño que
el gobierno expandiera sus redes económicas, porque a partir del ’37 las buenas noticias económicas
se diluyeron cuando el precio de la plata se desplomó. Pero el gobierno mexicano, con una hábil
gestión diplomática y a cambio de nada prácticamente, logro que el gobierno de EEUU acrecentara sus
compras de plata, lo que le dio un respiro al gobierno cardenista.
El contexto internacional.
La guerra civil española sacudió al gobierno cardenista. México mantenía excelentes relaciones con
España, y se vio como inadmisible el amplio respaldo de la Italia fascista y de la Alemania nazi al bando
rebelde, por lo que no sólo significaba una intervención en asuntos internos de España, sino que
aquella amenaza totalizadora desde España podría extenderse a América. En México se veía con
temor desde el gobierno a este tema, ya que se hacían visibles grupos minoritarios que admiraban a
Franco, Mussolini y Hitler. El presidente Cárdenas expresaba que si no se le ponía freno “no estará
lejano el día en que la escuela de Hitler y Mussolini de sus frutos, pretendiendo una agresión a los
pueblos de América”.
En la Liga de Naciones, el gobierno de Cárdenas condenó el estallido de la guerra española y la
neutralidad de Francia, Inglaterra y EEUU. Esos países eran no intervencionistas solo cuando les
convenía, denunció el gobierno mexicano. Este último hizo lo que pudo, además del respaldo
diplomático, le vendió armas, apoyó el envió de fuerzas de voluntarios y acogió a miles de refugiados
españoles. En este sentido, se destaca el acercamiento de la posición de México más con la URSS que
con EEUU, por enviar aviones y armamento al gobierno legítimo español.
Al mismo tiempo México sostenía su tradicional política de no intervención en los asuntos de otros
países, por ejemplo, la manifestaba contra Italia cuando invadió Etiopia o con la URSS cuando invadió
Finlandia. El principio de no intervención era una postura dirigida a contrarrestar el expansionismo de
EEUU. Sin duda, el antiimperialismo era uno de los componentes esenciales del radicalismo mexicano.
Otro signo de independencia fue la decisión del gobierno de conceder asilo a Trotski. De todas
maneras, esto no significada una mala relación con el gobierno de EEUU. Al contrario, la administración
de Roosevelt pronto hizo pública su política del “buen vecino”, pretendiendo mejorar las relaciones con
los países de LATAM.
La educación y en general la cultura fueron ámbitos en los que tal confrontación adquirió una de sus
manifestaciones más claras. El proyecto gubernamental de promover una educación socialista causo
una gran división en la sociedad, si para algunos el propósito de ese tipo de educación era impulsar una
escuela comprometida con los principios revolucionarios y dar una lucha sin cuartel contra las fuerzas
retardatarias y los explotadores del pueblo, para otros como las organizaciones católicas y de padres
de familia, representaba un atentado inadmisible contra la libertad de creencias y los valores cristianos.
Era abierto el rechazo al monopolio del Estado educador, al ateísmo.
Del otro lado, revistas y medios de comunicación expresaban la oposición al radicalismo, a la educación
socialista, a los excesos “socializantes” que se apreciaban por ejemplo en la colectivización ejidal. La
revista Hoy era una de ellas, en la que además se manifestaban las simpatías por el franquismo y por
Hitler y Mussolini.
En el mundo de las letras predominó la literatura de tendencias proletarias como nueva forma de
combate y de demostración del mundo de las luchas de los trabajadores del campo y la ciudad. Las
películas de Hollywood continuaban ocupando las carteleras, aunque el cine mexicano parecía vivir
mejores épocas. En este predominaban el espíritu nacionalista y las miradas retrospectivas a la
Revolución.
Expropiación petrolera y fin del radicalismo.
Desde 1935 las relaciones entre trabajadores y dueños de las empresas petroleras se habían ido
deteriorando. Los trabajadores pretendían mejorar sus condiciones contractuales pero las empresas
petroleras extranjeras, sobre todo las de EEUU, se oponían. El conflicto llegó a la Corte Suprema de
Justicia a fines de 1937. A principios del año siguiente la máxima instancia judicial del país falló a favor
de los trabajadores. Los empresarios se negaron a acatar la resolución del más alto tribunal del país. Y
entonces se abrió el camino de la expropiación petrolera, para lo cual el gobierno federal disponía de la
ley de expropiación. Este fue el momento cumbre del radicalismo cardenista e incluso del radicalismo
mexicano del siglo XX. La medida de inmediato se ganó el respaldo de los más diversos sectores del
país, incluida la jerarquía católica. A pesar del intenso cabildeo de los petroleros extranjeros ante el
gobierno de EEUU y de la GB, el gobierno de México no sufrió represalias extremas aunque si rompió
relaciones con GB. El entorno internacional cada vez más tenso parecía cobijar la decisión de México.
De cualquier modo, hubo fuga de capitales y los dueños de las compañías petroleras dificultaron el
nuevo camino con el retiro del personal especializado y algunos equipos. Pero los trabajadores
mexicanos lograron salvaguardar la producción, refinación y distribución.
La expropiación petrolera marcó la cúspide del radicalismo cardenista e incluso del nacionalismo
derivado de la Revolución de 1910. Contó con un amplio apoyo nacional y una comprensión o
indiferencia internacional. Sin embargo, el rumbo gubernamental cambió. El principal indició de ello fue
la decisión de Cárdenas de no apoyar al radical Francisco Múgica, que fue su mentor político, como
candidato a Presidente. En su lugar, dispuso su apoyo a Manuel Ávila Camacho.
Al reparar en la profunda división que habían provocado las medidas de su gobierno en la sociedad
mexicana, Cárdenas no tuvo más opción que moderar el rumbo y tratar de consolidar los logros
alcanzados hasta entonces. Ante un entorno mundial cada vez más sombrío y en un país con
crecientes dificultades económicas el gobierno de Cárdenas y con él, el radicalismo iniciaron su
decadencia. Una franja de la oposición que podemos calificar de conservadora y católica acrecentaba
su presencia y beligerancia. En 1937 había nacido la Unión Nacional Sinarquista, integrada por grupos
del occidente del país vinculados con los cristeros, buscaban cobrar la factura de esa guerra y de los
arreglos con la jarquía católica de 1929, pero también con la educación socialista y el reparto agrario.
Otros opositores cuestionaban el partido en sí y la política exterior, recelaban la cercanía con la URSS e
incluso con EEUU.
Cárdenas apoyaba a Camacho pero a la vez se movían numerosas fuerzas opositoras que buscaban
un candidato capaz de darles unidad y coherencia. Lo encontraron en el general Almazán, quien recibió
el apoyo de diversas fuerzas opositoras al gobierno cardenista. De igual manera, Camacho, no sin
marrullerías como acarreos y robo de urnas, se impuso en las elecciones presidenciales. Cárdenas
pudo entregar el poder sin encontrar levantamientos armados y grandes movilizaciones a pesar de la
inconformidad extendida de los opositores y de grupos de la opinión pública. Esto fue muestra de que el
sistema político se encontraba más perfeccionado que en el pasado y que se podría lidiar con
sucesiones presidenciales pacíficas.
El estallido de la SGM y el ingreso de EEUU a la guerra tuvieron una profunda y positiva repercusión en
la economía mexicana. Propició la entrada de México de capitales repatriados y de capitales
extranjeros que buscaban protegerse de los vaivenes provocados por la guerra.
Su discurso oficial fue a favor de la “política de unidad nacional”, a lo que en 1942 convocó una
Asamblea de Acercamiento nacional, invitando a todos los expresidentes desde 1924. Por otro lado,
relegó el modelo socialista de educación de sus predecesores.
México a grandes rasgos se favoreció de la contienda armada internacional, bajo estrechas relaciones
con Roosevelt, firmó un acuerdo bilateral con México –para muchos críticos, desventajoso- que incluía
entre otras cosas, la venta exclusiva de toda la producción exportable de materiales estratégicos para la
guerra y de fibras duras, a cambio de la venta preferencial de materiales industriales norteamericanos
para el desarrollo de la industria en México. Por otro lado, EEUU redujo en un 20% la deuda externa de
México, a lo que el gobierno mexicano devaluó el peso a casi 5 pesos por dólar para que su vecino del
norte adquiera materias primas a un menor costo.
Desde 1930 hasta el golpe de estado a Salvador Allende en 1973, la política chilena comprendió un
caso único en Latinoamérica. En este período dispuso de una democracia electoral de la que formaban
parte partidos marxistas de relevancia, y entre el período de 1938 a 1952, gobernaron presidentes
radicales que contaron con el apoyo de socialistas y comunistas. Estos gobiernos multipartidistas
buscaron crecimiento industrial y la reforma social. Sin embargo, las raíces del subdesarrollo chileno ni
en el sector rural (dominado por los latifundios), ni en el sector externo (dominado por EEUU).
Hacia 1930, Chile era un país que dependía de su producción primaria de exportación, y especialmente
de sus relaciones con Estados Unidos; a lo referente a manufacturas para el consumo.
Desde 1932 hasta 1958 el sistema político de Chile fue adaptable y flexible a pesar de los conflictos
fundamentales entre los partidos tradicionales y los grupos declaradamente revolucionarios.
La depresión mundial afectó a Chile más que a cualquier otro país del mundo occidental, derrumbó el
comercio exterior al caer sus exportaciones e importaciones, y como consecuencia, contrajo y
disminuyó el presupuesto endeudadísimo del gobierno. Afecto el sector más importante de su
economía, es decir, la minería, bajando el valor de las exportaciones de cobre y nitrato un 89% en
apenas 3 años. Luego, la depresión rebotó del sector minero al agrícola al caer los precios mundiales
de los productos agrícolas. Afectó brevemente a las manufacturas. En 1932 casi la mitad de los puestos
de trabajo perdidos correspondían a la minería. Las clases alta y media se asustaban al ver como los
trabajadores parados, hambrientos y encolerizados se manifestaban, pedían limosna y formaban colas
para recibir alimentos gratuitos.
El dictador de Chile, Carlos Ibáñez, que asumió en 1927, al principio se aferró a las medidas ortodoxas
del laissez faire y mantuvo el patrón oro, aspiró a equilibrar el presupuesto, incrementó los impuestos y
recortó los gastos, lo cual trajo consigo una oposición burocrática, de las FFAA y de los empleados del
sector público. En 1931, también se suspendió el servicio de la deuda exterior y se impusieron controles
de cambios. Sin embargo, nada de esto fue suficiente. Los universitarios de clase media, profesionales
y empleados públicos sacaron su protesta a la calle. Frente a esto, que solo podía silenciarse
recurriendo a las FFAA, Ibáñez optó por demitir.
Con la caída de Ibáñez, se produjo la escisión de los partidos políticos tradicionales y surgieron nuevos
aspirantes al poder. El espectro político multipartidista se rehízo en el período 1931-1932 quedando
integrado por la izquierda (socialistas y comunistas), el centro (radicales y falangistas/democristianos) y
la derecha (liberales y conservadores).
La derecha y el centro se fundieron detrás de Montero, cauto abogado radical. Los conservadores y
liberales prefirieron a sus antiguos enemigos políticos para aislarse de alternativas de peor agüero. En
una convención de la izquierda, liberales y radicales desafectos, los demócratas nombrar al antiguo
presidente de la república en 1920-1925, Arturo Alessandri Palma. Los comunistas presentaron
candidatos también y trataron de ganarse los trabajadores. Sin embargo, Montero obtuvo una victoria
arrolladora con el 64% de los votos.
Sin embargo, la vuelta al poder de los grupos dirigentes establecidos no sirvió para poner remedio al
desastre económico, calmar la agitación que se advertía entre los izquierdistas o disipar el clima
general de temor. En junio de 1932 el comandante de la fuerza aérea derribó a Montero e instauró una
supuesta república socialista que el resto de las FFAA derrocó al cabo de 12 días. Luego de otro intento
de la república socialista llevado a cabo por el ex embajador de Ibáñez en los EEUU, las FFAA lo
derribaron y convocaron a nuevas elecciones para la presidencia y el Congreso.
Alessandri salió victorioso con el 55% de los votos. El presidente electo había cambiado poco desde
sus tiempos de reformador liberal después de la PGM. Pero el desplazamiento del electorado hacia la
izquierda le encontró situado en el centro y, por consiguiente, ello lo hizo aceptable a ojos de la
derecha. Una vez en el poder, Alessandri gobernó con los conservadores, los liberales y el ala derecha
del Partido Radical.
La legitimidad constitucional crecía nuevamente en Chile a partir de 1932, por la autoridad personal, el
mandato electoral y el éxito económico. Controló a los militares utilizando la rotación de los mandos,
retirando a los considerados conspirados y premiando a los leales. De igual manera, las heridas por la
condena pública del papel que habían desempeñado durante la dictadura y la depresión, por lo que la
mayoría de las FFAA se abstuvo de participar abiertamente en la política.
Por su parte, la reconstrucción económica se vio beneficiada por la reanimación gradual del mercado
internacional, especialmente de la demanda del cobre y los nitratos. El keynesianismo inconsciente
también facilitó la recuperación. El gobierno de Alessandri intentó alcanzar el equilibrio entre el
crecimiento y la estabilidad; favoreció las manufacturas, la construcción y la minería, lo cual hizo
descender el número de parados, y puso en marcha nuevos programas de construcción durante los
años 1936-1938.
Las cuestiones relacionadas al nacionalismo económico y a la justicia social estaban puestas en duda
debido a que dejo el control de la industria del nitrato en manos privadas, utilizó las ganancias que el
gobierno obtenía para reanudar el servicio de la deuda exterior y se negó a hacerse cargo de la
compañía de electricidad chilena, que era propiedad norteamericana y estaba mal administrada. Esto
hizo que la oposición izquierdista persistiera. A pesar de que el naciente frente popular presionó para
que se tomaran medidas antiimperialistas más enérgicas, Alessandri mantuvo las buenas relaciones
con los EEUU, al mismo tiempo que GB y Europa, quienes volvían a captar una porción del comercio
chileno. Tanto la izquierda como la derecha compartían el deseo de ampliar el comercio con EEUU y la
política del buen vecino de Roosevelt mejoró las actitudes del espectro político ante los EEUU. Hacia el
interior, crecía la oposición ante la neutralidad que adoptó el gobierno ante el conflicto español que
mostraba un sesgo favorable a Franco.
También hubo criticas hacia las restricciones de los precios de los alimentos y exportaciones, pero sin
embargo, la elite agraria toleraba el apoyo de Alessandri a la industria urbana porque claramente
también tenían intereses económicos en las ciudades; se dieron cuenta de que la expansión urbana
incrementaría el consumo de alimentos y materia prima; y además, conservaron el acceso especial a
los créditos y ferrocarriles públicos, impuestos bajísimos, etc.
Los partidos políticos que representaban a la clase alta trataron de aferrarse al poder recurriendo
principalmente a la liberalización y la aprobación graduales de medidas cada vez más estatistas. Los
conservadores se unieron ahora a los liberales contra el nuevo espectro del populismo y el socialismo.
Reformadores jóvenes del Partido Conservador, inspirados por el pensamiento católico reformista
procedente de Europa, crearon la Falange, que se convirtió en partido centrista independiente en el
decenio de 1940 y en el 1950 en el Partido Cristiano-Demócrata.
La depresión y sus consecuencias hicieron que las coaliciones multiclasistas, como el frente popular,
resultaran más atractivas a ojos de los trabajadores de las ciudades y las minas. Así, en el decenio de
1930 este fragmentario movimiento laboral urbano cobró fuerza y unidad.
El Partido Socialista unía las consignas combativas del marxismo al populismo. Se ganó muchos
seguidores en las ciudades entre los profesionales, los intelectuales y los estudiantes. Los socialistas
atraían a los trabajadores con imágenes revolucionarias y a los estratos medios con el planteamiento
evolutivo. Los comunistas, por su parte, empezaron a cambiar su estrategia y ampliar su base, poco a
poco fueron alejándose de los fanáticos que exigían una revolución proletaria inmediata.
En 1934-1935 los socialistas se habían adelantado a lo que luego sería el frente popular al formar en el
Congreso un bloque de la izquierda. Los comunistas habían empezado a suavizar el tono de sus
posturas revolucionarias de signo proletario; así, pasó a fomentar tácticas electorales en lugar de las
insurreccionales, las coaliciones de clase en lugar de los conflictos, la industrialización en lugar de la
socialización, el nacionalismo en lugar del internacionalismo. Y, a medida que Alessandri se tiraba más
a la derecha, el PCCh empezó a ganar partidarios de la idea del frente popular.
La nueva Confederación de Trabajadores de Chile (CTCh) también entró a formar parte del frente
popular. Fundada en 1936 como fruto de la nueva unidad de las izquierdas, la CTCh, juntaba sindicatos
de clase media y de clase trabajadora. Mejoró la solidaridad laboral, pero refrenó la militancia. Limitó las
exigencias de los trabajadores con el fin de facilitar las victorias electorales del frente popular. Por
medio de los trabajadores ayudaron a poner en marcha y sostener el frente popular.
Las logias masónicas también contribuyeron a soldar el frente popular. Al mismo tiempo, la Federación
Nacional de Estudiantes y muchos intelectuales prestaron apoyo al frente popular.
Por ser el mayor de los partidos afiliados al frente popular, los radicales asumieron el liderazgo del
mismo. El programa del frente popular prometía aumentar las libertades democráticas, generar la
modernización económica bajo la tutela del Estado, fomentar el nacionalismo económico y cultural y
asegurar el bienestar social para las clases medias y trabajadora. Abogó por la protección de la
industrialización y por la redistribución de las tierras agrícolas. “Chile para los Chilenos”.
Después de una dura batalla con los socialistas, los radicales colocaron a su candidato para la
presidencia del frente popular. Pedro Aguirre Cerda que procedía del ala derecha del Partido Radical.
Su defensa de la industrialización era uno de los pocos objetivos políticos que compartía con la
izquierda del partido. Aguirre Cerda triunfó en su campaña atrayendo a las clases media y trabajadora
sin asustar indebidamente a los ricos por su atractivo moderado que suavizaba el contenido reformista
de la coalición. La clave de su victoria sería la capacidad de los marxistas en lo referente a movilizar a
los trabajadores contra los tradicionales partidos gobernantes, despertar la conciencia de los
trabajadores y convencerlos de que no vendieses sus votos a la derecha.
La derecha también contribuyó, de cierta manera, a la victoria del Frente Popular, cuando nombró como
candidato a Gustavo Ross, que era el ministro de Haciendo de Alessandri. Este era el ejemplo de la
imagen rapaz de la clase propietaria. El frente popular le puso el apodo de “ministro del Hambre”. Los
hombres de negocios norteamericanos en Chile preferían a Ross. En vez de confiar en programas o en
la oratoria, la derecha esperaba triunfar gracias al funcionamiento de la maquinaria del partido.
Aseguraban que los partidos comprarían suficientes votos de la clase trabajadora como para vencer al
frente popular. Sin embargo, la vigilancia del frente popular y la creciente conciencia política de la clase
trabajadora complicaron el soborno de la derecha.
Más todavía que tácticas de la derecha, la existencia de una tercera opción obstruía el camino del
frente popular a la presidencia. La campaña personalista del exdictador Ibáñez no tenía probabilidad de
éxito, pero obtuvo votos que tal vez hubieran ido a Aguirre Cerda.
El frente popular obtuvo una victoria ajustada frente a la derecha en el ’38 con el 50,3% de los votos.
Muchos líderes derechistas aceptaron a regañadientes la derrota debido a las garantías de moderación
que dieron los vencedores, pero otros, conspiraron para anular el resultado por medio de acusaciones
de fraude electoral e incitando a las FFAA a hacerse con el poder. El frente popular legitimó su derecho
a la presidencia desmintiendo los rumores derechistas.
La victoria del Frente Popular logró el sueño radical de quitarle a la derecha todos los puestos clave del
gobierno. La izquierda obtuvo representación mínima: los socialistas recibieron unos cuentos puestos
de poca importancia en el gaviete y, para proteger al gobierno de las acusaciones derechistas de estar
bajo el control de los marxistas, los comunistas no recibieron ninguno. Sin embargo, los comunistas, los
socialistas y la CTCh vieron crecer el número de sus afiliados durante el período frentepopulista. Así,
las fuerzas marxistas obtuvieron un puesto reconocido en el sistema político.
Aguirre Cerda esperaba en esencia a un modelo de capitalismo estatal paternalista donde el gobierno
colabora con la empresa privada en la construcción de una economía mixta. En la política económica
influyeron factores internacionales más que internos; el comienzo de la SGM aceleró la producción
anual de manufacturas destinadas al consumo, amplió la esfera de acción del Estado central e hizo que
Chile pasara a depender más de EEUU que de Europa. Estas tendencias amortiguaron las campañas
marxistas.
Mientras que los partidos de derecha luchaban contra el frente popular porque este último ponía en
peligro su subsistencia política, otros grupos de la elite trataron de propiciar o neutralizar a los
gobiernos radicales de los años ’40. Así, una institución tradicional como la Iglesia católica apoyó el
Frente Popular. La Iglesia chilena adquirió la reputación de ser la más progresista de LATAM. El
arzobispo Caro dejó atónita a la elite abogando por la subida de los salarios, mejora de las condiciones
de vida de los trabajadores rurales, etc. Esta postura progresista tenía como objetivo reavivar la
influencia clerical entre las clases trabajadoras y contrarrestar la propagación del marxismo.
Durante el primer año de administración de Aguirre Cerda la sindicación marxista de los trabajadores
agrícolas amenazó con romper el acuerdo tácito que existía entre los terratenientes y el frente popular.
Aguirre Cerda hizo concesiones críticas a los terratenientes decretando que se suspendieran la
sindicación y las huelgas campesinas. A pesar de las protestas de la izquierda, todos los partidos del
frente popular y la CTCh consintieron que el gobierno suspendiera la sindicación agrícola.
Los industriales, por su parte, acogieron con agrado la CORFO y el apoyo que Aguirre Cerda prestaba
a su tibia versión del nacionalismo económico. Aunque seguían temiendo la intervención estatal, la
mayoría de los manufactureros se dieron cuenta de que el activismo del frente popular impulsaba la
empresa privada. Los industriales vieron que los conflictos sociales perdían fuerza si se mejoraban la
organización, la representación, la salud, la vivienda y la educación de los trabajadores. La garantía de
paz social que daba el frente popular hacía que la política de bienestar y el industrialismo fueran
compatibles.
Los avances de la organización de los trabajadores superaron el progreso material, toda vez que el
número de sindicatos legales casi se triplicó durante la administración de Aguirre Cerda.
Todos los partidos del frente popular crecieron, pero el PCCh creció de forma sumamente espectacular
gracias a que siguió una política moderada y puso una mordaza al descontento de los trabajadores. La
participación comunista en el gobierno tuvo por objetivo utilizar a la izquierda como participantes no
revolucionarios y subordinados en la política electoral.
En relación con los socialistas, estos se retiraron de la coalición de partidos a principios del ’41 aunque
permanecieron en el gabinete de Aguirre Cerda. Esto no fue porque estuvieran descontentos con la
escasez de reformas sociales introducidas por los radicales sino a causa de la discordia con los
comunistas. Les molestaba la competencia que les hacían los comunistas. En su postura cada vez más
negativa ante el PCCh se reflejaba una actitud correspondientemente positiva ante los EEUU.
Aunque Aguirre Cerda reunió un loable historial de reformas en comparación con administraciones
anteriores, sus logros no llegaron, ni mucho menos, a cumplir las promesas que hiciera en campaña.
Luego de la muerte de Aguirre Cerda, las políticas del Frente Popular durarían un decenio más. El
Partido Radical propuso a Juan Antonio Ríos Morales, identificado con la derecha anticomunista del
partido. Para evitar la vuelta de la derecha detrás de Ibáñez, comunistas, socialistas, demócratas, y
otros grupos apoyaron a Ríos, obteniendo el triunfo bajo la Alianza Democrática (AD).
De 1940-1945 aumenta la producción industrial. Las clases alta y media constituyeron los mayores
beneficiarios de la política de Ríos, quienes podían desarrollarse bajo el coste de vida que aumentaba
significantemente.
Chile rompe las relaciones con el Eje en 1943. Después del ataque contra Pearl Harbor, Chile había
titubeado en respaldar decididamente a los aliados porque los EEUU no podían garantizarle la
seguridad contra un ataque japones. Sin embargo, las presiones y los incentivos de los EEUU, así
como el mar de fondo de la opinión pública nacional contra el Eje, vencieron finalmente la tradicional
resistencia de Chile a verse envuelto en conflictos fuera de Sudamérica. No obstante, Chile
subvencionó la causa aliada al aceptar un precio artificialmente bajo para sus exportaciones de cobre a
los EEUU al tiempo que pagaba precios cada vez más altos por lo que importaba.
Debido a la mala salud de Ríos, otro radical de derecha, Alfredo Duhalde Vázquez, se hizo cargo
provisionalmente de la jefatura del ejecutivo a finales de 1945. Duhalde reaccionó de forma exagerada
a las huelgas fomentadas por los comunistas en las minas de nitrato y de carbón. El empleo de tropas
contra los huelguistas y los manifestantes causó derramamiento de sangre, oposición general a su
vacilante gobierno y batallas insólitamente encarnizadas entre los sindicatos socialistas y comunistas.
Los mismos partidos marxistas que habían forjado la unidad de los trabajadores en 1936 la demolieron
en 1946, cuando el fin de la SGM y el comienzo de la Guerra Fría desataron las hostilidades que
habían permanecido reprimidas.
Las elecciones extraordinarias que se celebraron en 1946 para substituir a Ríos en la presidencia
demostraron la metamorfosis política que se había producido entre los años ’30 y ’40 ya que las luchas
ideológicas y sociales se habían visto substituidas por las maniobras oportunistas en busca de ventajas
para los partidos. Sin embargo, el malestar político no se reflejaba sólo en la fragmentación de los
partidos y la escasez de nuevas opciones, sino también en la reducida participación de los comicios. En
1946 se convierte en presidente Gabriel González Videla, candidato de la Alianza Democrática (apoyo
comunista, socialista y democrático).
La creciente dependencia chilena de los EEUU contribuyó a que González Videla se volviese contra
sus aliados comunistas y del mundo laboral. Este alejamiento respecto de la izquierda también reflejó el
creciente conservadurismo de la clase media y el Partido Radical. Los sectores medios preferían utilizar
el Estado burocrático en vez de las coaliciones multiclasistas y la cooperación con el trabajo para velar
por sus intereses y protegerse de la inflación.
Los gobiernos radicales del decenio de 1940, en especial la administración González Videla,
continuaron beneficiando a la clase media mucho más que a los trabajadores. Y, con el fin de continuar
subvencionando a la clase media y a la muy costosa industria, González Videla apretó los tornillos a las
crecientes protestas de los partidos marxistas y el trabajo organizado en la posguerra.
Durante sus primeros meses en la administración los comunistas hicieron rápidos progresos en el
campo laboral, se pusieron a la vanguardia de las exigencias de los sindicatos y reanudaron la
organización de los campesinos, también tuvieron un mayor porcentaje electoral. Los grupos políticos y
económicos de signo conservador llegaron entonces a la culminación de su incesante campaña
destinada a persuadir a los radicales de librarse de sus socios marxistas. Cada uno de los gobiernos se
había inclinado más hacia la derecha. Finalmente los radicales cedieron ante las demandas de la
derecha porque estaban perdiendo votos mientras el PCCh los ganaba y porque querían adelantarse a
cualquier complot militar contra el gobierno expulsando a los comunistas. Por otra parte, años de
participación del Estado en el crecimiento del sector moderno habían tejido una red de intereses
comunes entre propietarios ricos y líderes radicales, muchos de los cuales siempre habían visto con
inquietud la colaboración con los comunistas. Se tomó la decisión de declarar al PCCh fuera de ley y
sofocar las exigencias de los trabajadores urbanos y rurales.
En 1947 los comunistas fueron expulsados del gabinete. Estos se desquitaron organizando propuestas
y huelgas, viendo una respuesta represiva del gobierno. Cuando grupos derechistas, especialmente la
Acción Chilena Anticomunista, pidieron que se tomaran medidas más severas, González Videla
prohibió el PCCh al amparo de la Ley para la Defensa de la Democracia. Si bien González Videla se
volvió contra el PCCh debido principalmente a consideraciones políticas y económicas de carácter
nacional, las presiones ideológicas propias de la Guerra Fría y los incentivos económicos de los EEUU
contribuyeron significativamente a que tomara tal decisión. Después de que el PCCh fuera declarado
ilegal, el gobierno norteamericano, agradecido aumentó sus empréstitos, sus inversiones y sus
misiones técnicas y firmó también un pacto de ayuda militar con Chile.
Al finalizar la era radical, la mayoría de los chilenos estaban desencantados con la política del frente
popular. Las contradicciones de los años cuarenta habían alcanzado el punto máximo con la
administración González Videla, en la que un presidente que prometía elevar a los trabajadores y
alcanzar la independencia económica había terminado reprimiendo a los trabajadores y abrazando a los
EEUU.
La clase rural, si bien no fue la más beneficiada, veía con buenos ojos la expansión de los mercados
urbanos, los impuestos bajos y el control de la mano de obra rural. La clase media supo apreciar el
crecimiento del estado y del nacionalismo moderado mientras que los trabajadores urbanos recibieron
beneficios de consumo, bienestar y sindicación superiores a los que le daban a otros grupos de clase
baja.