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LOS MARCADORES MORALES DE LA DISCUSIÓN SOBRE
EXPERIMENTACIÓN ANIMAL
Dr. Carlos Naconecy
Filósofo
Oxford Centre for Animal Ethics
Conferencia pronunciada en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú, 2013.
INTRODUCCIÓN
La cuestión que aquí nos ocupa es objeto de una discusión inflamada. La controversia
acerca de la ética de la experimentación con animales (de aquí en adelante, sólo
"experimentación animal") no gira alrededor del valor de su fin (promover la vida/salud
humana) pero, reside en la legitimidad de los medios para alcanzarse ese fin (por el uso de
animales). Sin embargo, el despecho de la rivalidad fuertemente basada entre la
comunidad biomédica y los pensadores de la defensa animal (llamados aquí de
"animalistas") en el que suena al uso de lo modelo animal, hay algunos puntos en
consonancia entre las partes. Los puntos de convergencias serían los siguientes: pocas
personas negarían que el hacer ciencia consiste en un emprendimiento humano
fundamental y necesario, y que es debido a la ciencia biomédica que hay menos
sufrimiento y muerte (humana) en el mundo. Pocos científicos negarían que, si la
investigación con animales acaba por perjudicar tales criaturas y si su objetivo es la mejora
de la vida humana, el tema, por su naturaleza, dé a conocer cuestiones éticas. Pocos
investigadores también dirían que la palabra "sufrimiento" no se aplica al reino animal. No
es por otra razón que las personas se horrorizan al ver animales vivos con cabezas
abiertas, grapas en el cuerpo y cosas del género. Por fin, pocos se pondrían en contra que
la promoción de la vida/salud humana es una tarea extremadamente importante.
Sobre esta muestra, cabe ahora ubicar el terreno donde se dará el análisis emprendido a
continuación. Podemos decir que la discusión acerca de la ética de la experimentación
animal involucra dos factores determinantes:
(i) Validación empírica de los argumentos científicos.
(ii) Diferencias de premisas éticas.
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El objetivo de esta comunicación estará restricto al segundo de esos dos tópicos. En otras
palabras, él pasará a lo largo de la tesis de que la investigación en animales produce
conocimiento valioso, cuya aplicación al caso humano puede ser generalizada, o, al revés,
si lo modelo animal es una representación científicamente inadecuada del que podría
ocurrir con nosotros. Por lo tanto, el análisis no se asomará sobre los datos estadísticos
que, supuestamente, dan apoyo a la investigación (según los investigadores) o la
derrumban como modelo útil en la investigación biomédica (según los animalistas).
Trataremos, en vez de eso, sólo de los marcadores de naturaleza ética de esa discusión.
Como en la mayoría de los debates sobre las diversas áreas acerca de las cuales la Ética
Animal tendría algo a decir, encontraremos una colección de posiciones aparentemente
irreconciliable, cuyos adeptos casi siempre las toman como verdades autoevidentes e
irrefutables. Ocurre que muchos de los puntos que pasan esa discusión están implícitos,
sean ellos de concordancia o de discordancia. Esta comunicación no pretende incendiar
ese debate con nuevos argumentos, pero, antes, traer alguna claridad a él, iluminando los
puntos ciegos del tema e identificando las premisas subyacentes a las divergencias de
opinión. El objetivo aquí es suministrar un mapa filosófico de esa discusión en beneficio de
aquellos que se hallan envueltos en ella, de una forma o de otra.
Dicho eso, la cuestión de fondo que basará todo nuestro análisis puede ser formulada de la
siguiente manera: si probar una nueva substancia química en un ojo de una persona atada
es considerado inmoral, ¿lo que justifica usar un conejo para eso? Si infectara alguien a la
fuerza para descubrir la cura de la malaria es prohibido según los principios de la Bioética
(medica), ¿por qué es permitido hacer eso con un primate?
EN El QUÉ INVESTIGADORES Y ANIMALISTAS SE PONEN EN CONTRA
Podemos contrastar los siguientes puntos de divergencia - en términos morales - entre los
partidarios del uso de animales en la investigación y aquellos que critican tal uso. Son ellos:
1. Sobre el estatus moral de los animales en comparación con el estatus moral de los
humanos
La gran mayoría de los investigadores y del público laico cree que los animales tienen
(algún tipo de) estatus moral. Eso significa suponer que haya una diferencia (moral) entre
rasgar un cojín por placer y cortar en pedazos un ratón por placer; entre guardar un juguete
de plástico en un cajón y mantener un ratón dentro de una caja – no de la perspectiva de
quien hace eso, pero sí, de aquel que sufre esas acciones. En otras palabras, cuanto más
(ontológicamente) próximo esté el animal de una cosa, en este sentido, más pequeño será
el estatus moral a él atribuido.
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El investigador, sin embargo, a pesar de admitir que animales tienen, de hecho, algún
estatus moral, dirá que este estatus es (bien) menor del que sus críticos suponen. Por otro
lado, de la parte de los animalistas, el estatus moral de un ratón es considerado igual o
ligeramente inferior al de un humano. Por esta razón, los primeros creen que es
moralmente legítimo usar animales en favor de la mejoría/longevidad de la vida humana,
mientras que los segundos admitirían ese uso sólo en aquellas mismas circunstancias en
las cuales la utilización de personas (humanas) también estaría justificada.
Importa resaltar aquí que esa discordancia en la atribución de estatus moral, humano
versus animal, se constituye precisamente el propio punto filosófico originario a partir del
cual se erguen todas las demás áreas de desacuerdo, a ser inventariadas a continuación.
2. Sobre la contribución de las investigaciones en los descubrimientos científicos
El investigador dirá que la mera posibilidad de que la investigación con animales traiga
importantes contribuciones para la Medicina ya es éticamente suficiente para justificarla.
El animalista dirá que es preciso mucho más que eso para legitimar la investigación, o sea,
es preciso que el uso de animales sea decisivo para la obtención de resultados biomédicos
importantes.
3. Sobre lo que se entiende por "real necesidad" de un medicamento/producto nuevo
El investigador dirá que nuevos medicamentos/productos son importantes, aunque no
esenciales, pues beneficiémonos que haya a nuestra disposición un abanico de
alternativas, tanto de remedios contra la gripe cuanto de nuevos batones.
El animalista irá decir que sólo las medicaciones que salvarán vidas son necesarias y que
el beneficio que se obtiene por las investigaciones puede hasta ser grande, pero no es, en
su mayor parte, indispensable a nosotros.
4. Sobre quién debe pagar por la imprudencia humana
El animalista dirá que los animales no deben pagar la cuenta por la cura de las
enfermedades humanas que son oriundas sólo de nuestra elección por ciertos
comportamientos imprudentes y fácilmente evitables, tales como el cáncer de pulmón,
provocado por el tabaco, enfermedades cardíacas, oriundas de dietas inadecuadas o aún
la SIDA, decurrente de una práctica sexual no segura.
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El investigador dirá que es su obligación ayudar las personas bajo riesgo de muerte,
cuando haya medios para eso, no importando que ellas mismas hayan puesto
voluntariamente bajo tal riesgo, o no.
5. Sobre quien tiene la obrigación de justificar el uso de animales en investigación
El animalista toma como presupuesto moral que es (prima facie) ilegítimo usar animales en
laboratorios, jugando la carga de una justificación rigurosa y detallada para aquel científico
que pretende utilizarlos.
El investigador no reconoce esta carga y cree que él esté invertido en esta cuestión: es su
crítico que debe tener el trabajo de explicar por qué no utilizar cobayas en la Biomedicina.
6. Sobre la adecuación de las actuales directrices éticas en la investigación animal.
El investigador dirá que la protección dada actualmente a los animales de investigación es
adecuada y que la experimentación animal no suscita mayores cuestiones morales, desde
que se respete correcto patrón mínimo de cuidado en el trato de las cobayas. Tal
normalizado mínimo sería garantizado por la existencia de comités de ética dentro de las
instituciones y reglado básicamente por el principio de los "3R's".
El animalista responderá que las reglamentaciones corrientes acerca de la ética de la
experimentación animal son insuficientes, a punto de permitir procedimientos claramente
abusivos.
7. Sobre la protección moral a ser dada a la vida de un animal
El investigador, tras leer Peter Singer, puede conceder que el dolor animal es moralmente
equivalente al dolor humano, creyendo, sin embargo, que el valor de nuestra vida sea
moralmente (muy) superior al de la de ellos. De ahí, el investigador concluirá que estarían
éticamente justificados todos los experimentos que contribuyeran para la longevidad/salud
humana, desde que los animales envueltos reciban anestesia o analgesia durante los
procedimientos. No sería el caso, entonces, exigir una justificación moral fuerte para el
abate de un animal por un método indoloro. Por esta razón también, el investigador dirá
que el mal que causamos a los animales de laboratorio es un mal muy más pequeño del
que parece ser.
Para el animalista, no sólo el sufrimiento (innecesario), pero el propio hecho del animal
venir a morir en función de los procedimientos también tiene gran peso moral.
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8. Sobre los derechos de los animales
El animalista puede conceder que, aunque los propagados beneficios de la
experimentación animal han sido exagerados por sus defensores, algunas veces ella trae
resultados ventajosos para nosotros- pero, no obstante, esos eventuales beneficios no son
moralmente aceptables, una vez que ellos envuelven la violación sistemática de los
derechos (morales) de los animales. La idea es a de que todo y cualquiera sujeto de
investigación, sea él humano o no, debe ser protegido por los mismos dispositivos de
protección, morales y legales. Con base en este principio, una investigación, digamos,
sobre los efectos de la privación materna en cerdos de creación sería prohibida por la
misma razón que no se admitiría separar una madre humana de su hijo sólo para estudiar
los efectos de esa separación en la psicología del niño.
El investigador, por su parte, responderá que la idea de que los animales de investigación
tienen derechos, derechos estos que son violados por ocasión de los procedimientos
científicos, es simplemente absurda.
9. Sobre la interpretación del criterio del "consentimiento informado"
El animalista dirá que, si el criterio del "consentimiento informado" rige las directrices éticas
mundiales en cuanto a la investigación con seres humanos, exactamente el mismo criterio
debe ser aplicado cuando el sujeto de investigación sea, por ejemplo, un ratón - aunque tal
criterio necesite ser, obviamente, adaptado (mutatis mutandis) a las contingencias
cognitivas de ese animal, contingencias estas que limitarían su comprensión en cuanto al
experimento. Dicho en términos prácticos, si el animal muestra con su comportamiento una
fuerte aversión al que él está prestes a someterse, es razonable interpretar que el ratón
está respondiendo al intento del investigador con un sonoro "no".
El investigador responderá que el criterio del "consentimiento informado" simplemente no
se aplica a la investigación con animales, por la fulminante razón de que un ratón es, a
rigor, incapaz de dar o negar su consentimiento, libre y esclarecido, a cualquier cosa en
este mundo.
10. Sobre el "argumento de la casa en llamas"
El argumento en cuestión es basado en el siguiente dilema: si usted estuviera en una casa
en llamas y, al correr para la puerta a fin de salvar su propia vida, percibiera que tiene
tiempo sólo para salvar o su perro que está en un cuarto o un niño que está en otro cuarto,
¿cuál de ellos usted salvaría?
El investigador dirá que, ya que en situaciones–límite como esa, de matar o morir, estamos
moralmente autorizados a dar prioridad a los humanos en detrimento de los animales, se
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sigue que la misma prioridad debe favorecernos en las situaciones más triviales – y eso
justifica lo que hacemos a los animales en los laboratorios; o sea, "nosotros primero,
después ellos".
El animalista, por su parte, observará que aquello que parece ser correcto a hacerse en
circunstancias aisladas y excepcionales no nos compromete a adoptar una perspectiva
semejante en el que suena a las prácticas rutineras o instituciones consolidadas. El juico
que se hace acerca de casos extremos no es automáticamente transferible al que se hace
comúnmente. Eso sería tan indebido cuánto inferir que, se estamos legitimados a restringir
la libertad de ciertas personas, en casos excepcionales, entonces estamos justificados a
prender cualquier uno, de forma ordinaria y rutinera. O se es moralmente correcto matar en
legítima defensa, entonces también es moralmente correcto matar de modo sistemático,
cualquiera que sea.
LAS TENSIONES EN LA LÓGICA QUE MUEVE LA INVESTIGACIÓN
Como es posible percibir, la defensa moral de la experimentación animal - usualmente
basada en un cálculo de coste-beneficio (en el cual el bien generado a los humanos
supuestamente supera el mal provocado a los animales) - implica ciertos puntos cruciales
de tensión normativa, que pasan todo el debate en esta área. A continuación, pasaremos a
explorar más detalladamente lo que parecen ser los puntos decisivos en esa discusión
entre opositores y defensores de lo modelo animal.
1. "Cuanto más próximo a nosotros un animal está, más útil es, y más antiético es usarlo"
Animales se asemejan a los humanos en algunos aspectos y se diferencian por otros
aspectos. El dilema ético céntrico que desafía la moralidad de la experimentación es lo que
cuanto más aprendemos a partir de las ciencias biológicas y comportamentales, más
semejanzas esperamos ver entre humanos y otras especies; mayor, por lo tanto, será
nuestra motivación para continuar a hacer investigación con animales a fin de entender
mejor a nosotros mismos. Pero, a la vez - y ahí reside la inconsistencia -, es exactamente
esa semejanza próxima que crea una carga mayor de responsabilidad por parte del
investigador frente a sus cobayas. En otras palabras, cuánto mayor sea el compartir de
características encontradas entre un mono y un bebé humano, más útil será lo modelo
animal y más difícil será explicar por qué es correcto probar una nueva vacuna en el mono y no en el bebé. Mientras más semejanza haya entre la psicología de un niño y de un
chimpancé, más éticamente cuestionable será el uso del primate como modelo de prueba
para las necesidades emocionales infantiles. El dilema en cuestión ya fue detectado por
varios filósofos:
“Idealmente, lo que se quiere es un animal que se asemeje a los seres
humanos muy próximamente, pero cuyo uso no represente ningún de los problemas
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éticos que el uso de humanos representaría. Es difícil ver como el investigador
pueda tener ambos.”1
Los investigadores son atrapados en una trampa lógica: con el objetivo de
defender la utilidad de la investigación, tienen que enfatizar las semejanzas entre
animales y humanos, pero con el objetivo de defenderla éticamente, necesitan
enfatizar las diferencias. El problema es que no se puede tener los dos caminos.”2
"Es muy difícil sostener, por un lado, que animales son muy parecidos a
nosotros y, por otro lado, negar que deberíamos tratarlos como nos gustaría que nos
trataran.”3
La mejor estrategia de fuga de este dilema, por parte del investigador, sería obviamente
negar que haya un verdadero dilema. Él diría que, por más que un animal se asemeje al
ser humano, tanto en el sentido físico, comportamental o psicológico, tal semejanza aún es
moralmente irrelevante: ¡los seres humanos tienen alguna cosa (muy) especial que falta a
los animales! Este punto nos conduce al próximo tópico.
2. "Si P es (moralmente) superior a Q, entonces P está (moralmente) justificado al ¿qué
mismo?"
Admitiendo que una forma de vida cualquier P es moralmente superior a otra forma de vida
Q, ¿lo que podemos inferir de eso en términos de ética práctica? ¿Qué prerrogativas se
deducen de ahí?
No será preciso aquí enfrentar la cuestión filosófica acerca de que propiedad ontológica
supuestamente separa humanos de no humanos, de modo exclusivo y excluyente. De
cualquier forma, la tradición filosófica, inspirada por el pensamiento de Kant, usualmente
interpreta la superioridad humana como superioridad moral, dada por nuestra capacidad de
conducir la propia vida a través de principios que la norteen (o por el hecho de pertenecer a
una especie en la cual esa capacidad es normal). Otro rasgo distintivo de la condición
humana, relacionado con esa libertad en el sentido kantiano, sería nuestra capacidad de
identificar y seguir proyectos que den una orientación a nuestra vida. O aún la capacidad
de preocuparnos con el significado de nuestra vida, de buscar un sentido de inmortalidad,
una experiencia de transcendencia, o algo equivalente. Ratones y conejos no serían
capaces de nada de eso. Para fines de argumentación, admitamos que esa búsqueda por
una "vida con sentido" no sería aún un atributo de la psicología de ningún animal. A partir
de ese rasgo distintivo, el investigador avanzaría el siguiente argumento:
1
2
TAYLOR, A. Animals & Ethics. Peterborough: Broadview Press, 2003, p.13.
RACHELS, J. Created from animals: the moral implication of Darwinism. Oxford: Oxford University Press, 1990, p.220.
FOX, M.A. Antivivisectionism. In: BEKOFF, M. (Ed.). Encyclopedia of Animal Rights and Animal Welfare. Westport:
Greenwood Press, 1998, p.74.
3
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(1) La vida humana es una forma de vida superior a la animal.
(2) Experimentos deben ser realizados para preservar o mejorar la (calidad
de) vida de las formas superiores de vida - aunque comprenda el sacrificio de las
formas inferiores.
(3) Por lo tanto, la experimentación animal es legítima - aunque comprenda el
sacrificio de la vida (o de la calidad de vida) animal.
Nótese, inicialmente, la importancia de la primera premisa en ese argumento. Nuestra
sociedad, en esta y en otras cuestiones prácticas, se mueve por una lógica de costebeneficio. En ese prisma utilitarista, la vida humana debe ser considerada de mucho mayor
valor que la vida animal, a fin de equilibrar cuantitativamente el colosal sufrimiento y la
gigantesca destrucción de vidas saludables – algo cómo 115 millones de animales son
usados anualmente en el mundo (o 200 de ellos por minuto). Esa disposición axiológica
fuertemente vertical es lógicamente necesaria para hacer con que la utilidad de los ítems
de consumo y del conocimiento adquirido a través de lo modelo animal sobrepuje todo ese
inmenso valor destruido.
Como respuesta al argumento anterior, en primer lugar, hay que destacarse que
paulatinamente las investigaciones por parte de las ciencias de la vida, bajo una óptica
evolucionaria, van poniendo en jaque la singularidad ontológica de cualquiera trazo
humano distintivo – el comportamiento moral incluso – en favor de una visión de continuum
sobre el reino Animalia. En segundo lugar, es algo paradoxal pensar que es la propia
capacidad moral del más fuerte, o su superioridad espiritual, que justifica la explotación del
más débil.
De cualquier modo, no sería filosóficamente muy arriesgado defender que la vida humana y
la vida de un ratón no tienen un igual y mismo valor – tesis cuya defensa extrapolaría el
espacio de esta comunicación. El punto crucial, sin embargo, es lo que una forma de vida
superior (humana) no está automáticamente autorizada, en el sentido moral, a disponer, en
todos los aspectos imaginables, de las formas de vida inferiores (animales). [52]
Cualesquiera que sean las diferencias moralmente relevantes a punto de hacer que la vida
humana sea más valiosa del que la vida de un ratón, eso no legitima que intereses
humanos no vitales (basados en meras preferencias) sean prioritarios sobre los intereses
vitales de los animales (basados en necesidades). En otras palabras, es falaz el argumento
"P es (moralmente) superior a Q, entonces P está (moralmente) justificado a explorar Q en
cualquier aspecto". El máximo que podemos inferir de la premisa inicial, como criterio de
toma de decisión inter especies, sería "Preservar prioritariamente P y después Q" – en vez
de "Usar Q para beneficiar P".
Consideremos el caso del uso de conejos como modelo de pruebas para productos
oftalmológicos. Supongamos que el producto en cuestión sea un colirio para combatir el
glaucoma, patología esta que puede llevar alguien a la ceguera. El punto anterior daría
margen al siguiente argumento:
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(1) Mi vida (humana) es más valiosa que la vida de un conejo.
(2) La ceguera impide el ejercicio de una vida plena (mía y la del conejo).
(3) Por lo tanto, la pérdida de la visión es un infortunio más grande para mí
que lo es para el conejo.
(4) Se concluye que:
(a) No siendo posible preservar ambas, se debe priorizar la visión humana, o,
(b) Puedo (moralmente) cegar al conejo para que yo mismo no quede ciego.
Nótese la diferencia relevante en este caso: un animalista deduciría (a), mientras que un
investigador concluiría que (b).
3. Criatura que sufre versus criatura que se beneficia
En la perspectiva de los investigadores, la ética de la experimentación animal se resume al
principio de que el uso de animales es justificable siempre que los beneficios a los
humanos (y a los animales) suplantaren los males causados a sus víctimas. Teniendo esto
en cuenta, el problema moral estaría aparentemente resuelto desde que se mostrara que la
humanidad se encontraría en una situación peor si no fuera por el uso de lo modelo animal.
Por esta razón, el argumento pro-investigación depende de la idea de que tenemos un
número suficiente de personas beneficiándose de la experimentación, a punto de
contrabalancear lo que se hace a los animales. Sin embargo, eso no concluye la cuestión,
pues no basta sólo mostrar la validez del abordaje de coste-beneficio: hay que preguntarse
se es moralmente aceptable que un individuo se beneficie del daño que él causa a otro
individuo. Con la salvedad de los relativamente pocos casos de terapéutica veterinaria, la
categoría de las criaturas que paga el coste de la experimentación (animal) no es la misma
que se beneficia de ella (nosotros).
Pruebas de maquillaje para los ojos, protectores solares o sprays para cabellos serían los
casos típicos aquí. Todos esos productos podrían, en principio, hasta causar ceguera.
Obviamente, la pérdida de la visión para una persona sería una desdicha terrible. Y la tarea
de la Biomedicina es minimizar tal riesgo. ¿Cómo? Envolviendo un grupo de criaturas
(conejos, digamos) que no va a beneficiarse de cosméticos o de protectores solares. Ese
raciocinio, sin embargo, no vale cuando se trata de personas. De hecho, sería algo
extremadamente lograble si alguien se sometiera a un daño (por ejemplo, la retirada de un
riñón) a fin de beneficiar otra persona (que recibiría tal riñón en un trasplante). Pensamos,
sin embargo, que es moralmente equivocado exigir que alguien se someta a un
procedimiento de esa naturaleza. La idea aquí, en suma, es la de que una criatura no debe
ser obligada a sacrificarse por el bien de otra.
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Mark Rowlands trata de este punto ofreciendo su criterio de la "posición imparcial"
(inspirada en la idea de "posición original" de John Rawls). Se trata de una experiencia de
pensamiento en la cual el agente, desconociendo si nacerá como animal o como ser
humano, se pregunta "¿qué tipo de mundo a mí me gustaría vivir?". Según Rowlands, en la
posibilidad de nacer como un animal cualquiera y, por lo tanto, candidato a ser
viviseccionado en un laboratorio, sería irracional escoger principios bioéticos que
permitieran lo que se hace hoy con los animales de investigación.
El punto aquí es incorporar la idea de equidad inter especies. No sabiendo a que especie
zoológica yo vendría a pertenecer, yo tendría que preocuparme, igualmente, tanto con los
intereses de las personas a ser beneficiadas con las investigaciones cuanto de los
animales utilizados en ellas. Rowlands observa que, en esta situación imaginaria, no
escogeríamos un principio moral que autorizara perjudicar una criatura, a la fuerza, a fin de
que otra criatura no fuera perjudicada o para mejorar su estado. En otras palabras, si yo
pudiera nacer en el cuerpo de un ratón, yo rechazaría de antemano lo que él llama de
"principio de la transferibilidad de daños”. Y si eso es así en esta situación imaginaria,
habremos llegado a principios de justicia inter especies a ser aplicados en nuestro mundo
real.
Ton Regan, por su parte, también avanzó el principio moral de que riesgos no son
transferibles a aquellos que no escogieron voluntariamente asumir ellos. En la obra The
Case for Animal Rights, él ilustra esa idea del siguiente modo: si yo practico ala-delta, yo
asumo ciertos riesgos, incluso lo de lastimar mi cabeza en alguna caída. Mi interés de
minimizar ese riesgo me lleva a usar un casco durante la práctica de ese deporte. Ora,
usted, que no practica ala-delta, no puede ser forzado a servir de cobaya en las pruebas de
seguridad de diferentes tipos de cascos: serían los propios practicantes de ese deporte que
deberían probar tales equipamientos, a fin de reducir los riesgos que ellos mismos corren.
El problema moral consiste en coaccionar otros individuos a descubrir, en contra de su
voluntad, cuáles riesgos serían esos o cual la forma de los reducir. El caso de la
investigación con animales no sería diferente. Dice Regan:
"Perjudicar a otros o poner otros en riesgo de daño, de modo coercitivo, sea
humano o animal, con el objetivo de identificar o minimizar los riesgos de quienes
voluntariamente eligieron correr tales riesgos, es violar los derechos de los humanos
o de los animales en cuestión”.4
4. Criterios diferentes para "sufrimiento necesario": animal versus humano
En el dominio de la investigación con seres humanos, un principio asiente en Bioética
desautoriza (prima facie) un investigador a someter una persona, recurriendo a lo uso de
fuerza, a un procedimiento destinado a beneficiar otra persona. Sin embargo, en tratándose
4
REGAN, T. The Case for Animal Rights. Berkeley: University Of California Press, 1983, p.378.
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de investigación con animales, las cosas cambian radicalmente: ellas son realizadas aun
cuando los animales no se muestran "deseosos" en participar de la investigación, además
de que muy raramente un animal se beneficia del conocimiento posiblemente obtenido por
la experiencia. Hay que justificarse entonces el abandono de ese criterio crucial de la
Bioética cuando aplicado al caso animal.
La respuesta típica del investigador a esa crítica es la de que (i) hay muchos proyectos de
investigación significativos, cuyas cuestiones levantadas sólo pueden ser respondidas a
través de lo modelo animal y que (ii) los animales sólo son usados cuando eso es
absolutamente necesario. Pensemos en una investigación que implique la producción de
un sufrimiento severo, digamos, cuando se induce un tumor o una infección en un ratón. Un
animalista va a clasificar ese experimento como un evidente acto de crueldad. Crueldad es
definida como la imposición de sufrimiento innecesario a otro individuo. El término-clave,
por lo tanto, es "necesario". Lo que define si algo es necesario o innecesario es la
naturaleza de aquello que es buscado por la acción, es decir, el beneficio que de ella
resulta. La cuestión filosóficamente interesante es si estamos moralmente justificados a
tener un padrón de necesidad para el sufrimiento humano y tener un otro padrón para el
sufrimiento animal. Si eso es así, un punto neurálgico de esa discusión sería repensar
enteramente la interpretación del concepto de "necesario" en el contexto de la investigación
con animales.
5. Derechos humanos versus derechos animales
Lo que el movimiento de defensa animal propone con la noción de derechos (morales y
legales) de los animales es tan solamente la extensión de la misma protección que
nosotros recibimos en la sociedad y en la ley. La experimentación con animales, según
esta perspectiva, debería ser reglada por los mismos criterios que la Bioética prescribe
para la investigación con seres humanos. Esa extensión de la moral, de la esfera humana
para el universo animal, resultaría, conforme la formulación de S. F. Sapontzis, en los
siguientes principios:5
Experimentos con animales pueden (moralmente) ser realizados solamente en los
siguientes casos:
(i) en aquellas criaturas que consienten de modo libre y esclarecido en participar;
(ii) cuando, en aquellos casos que ultrapasan la habilidad del animal en
comprender como el experimento (probablemente) afectará sus intereses, un tutor,
al determinar que la participación en el experimento sería (probablemente)
inofensiva o benéfica para el animal, consiente en esa participación de modo libre y
esclarecido; o
5
SAPONTZIS, S.F. Morals, Reason, and Animals. Philadelphia: Temple University Press, 1987, p.226.
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(iii) cuando conducir la investigación en esos animales sea el único modo
disponible de obtener un beneficio claro, actual, gigantesco y extremadamente
necesario a punto de sobrepujar, con creces, los sacrificios implicados en el
experimento - y cuando ese sacrificio sea minimizado y distribuido equitativamente
entre aquellos que probablemente se beneficiarán de la investigación (tal cláusula
vetaría los casos en que un animal, como individuo o como especie, no necesita de
la investigación: por ejemplo, una investigación sobre cáncer de pulmón por el
tabaco en un ratón, ya que el propio animal no fuma cigarrillos).
Tom Regan, por su parte, insiste taxativamente que, aunque la experimentación animal
traiga importantes beneficios a los seres humanos, apelar para tales beneficios en la
discusión es irrelevante, en virtud de que los experimentos violan frontalmente los derechos
de los animales. Se trata de una mera cuestión de consistencia moral, según él: tampoco
podemos coaccionar seres humanos a participar de investigaciones, por más que se
aprendiera con los resultados de eso. Debido a esa violación clara de derechos, la práctica
de la experimentación tendría que ser abolida aunque se perdieran los beneficios que ella
traería en el futuro, aunque nosotros fuéramos más perjudicados con eso del que los
propios animales, y aunque el número de personas (y animales) a ser beneficiadas con la
continuación de las investigaciones excediera el número de animales víctimas de ella. En
suma, según Regan, envolver animales en experiencias es simplemente equivocado, aun
trayendo beneficios reales, porque es injusto: Tratarlos como si su valor fuera reductible a
su utilidad para los intereses humanos, aunque sean intereses humanos importantes, es
los tratar injustamente", dice él.
6. ¿Si la experimentación animal es éticamente problemática, aceptar sus beneficios
también lo es?
Si tiene sentido decir que el uso de animales en la investigación biomédica es moralmente
inapropiado o injusto en su gran parte, eso significa que, ¿aceptar y utilizarse de los
resultados obtenidos de esa investigación también es inapropiado o injusto?
Volvamos al caso concreto mencionado anteriormente: alguien con el diagnóstico médico
de glaucoma. El principal tratamiento del glaucoma consiste en la administración de colirios
oftalmológicos. Por costumbre, tales colirios deben ser probados en animales antes de ir
para el mercado farmacéutico. De entre otros animales, conejos son usados para eso. La
droga es goteada en los ojos de ese animal, que no recibe anestesia y es impedido de
cerrar sus párpados. La idea es la de que una eventual inflamación, úlcera, hemorragia o
hasta ceguera aparezca antes en el ojo del animal del que en el ojo de una persona. Los
conejos, además que (sufran y) tengan su visión dañada en esos procedimientos, también
son abatidos tras las pruebas, para análisis de los resultados. Ocurre que la rechaza en
usar esos colirios por parte de un paciente con glaucoma significaría potencialmente
encaminarse para la ceguera irreversible. Obviamente, la ceguera sería un resultado
trágico para cualquier persona (y para conejos), en virtud de la gran pérdida de
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oportunidades que ella acarrea y de la reducción drástica de la calidad de vida de quien
pierde la visión.
Ora, si la mutilación, sufrimiento y muerte a que sometemos esos animales en los
laboratorios son, por cualquier razón, éticamente condenables, entonces ¿beneficiarse del
uso de esos colirios probados significa ser connivente con esa misma injusticia? ¿Un
paciente con glaucoma, que abrazara la causa de los derechos de los animales, estaría
obligado a hacer un boicot ético, pagando el precio o arriesgando a perder la visión con
eso? Regan acordaría, a propósito, que no basta responder que infelizmente aún no
encontramos alternativas disponibles para la utilización de animales a lo largo de la
fabricación de colirios para patologías oculares. Él diría que el valor inherente de los
animales no desaparece sólo porque fallamos en encontrar tales alternativas. Julian
Franklin, alineado a la misma corriente filosófica, es categórico al afirmar que la respuesta
moralmente correcta, en este caso, sería rechazar el beneficio médico que el uso de
animales puede traernos (aunque un paciente muera en nombre de los derechos de los
animales).
En suma, aquel que ve legitimidad en la causa animal está expuesto al siguiente desafío:
sacrificar, digamos, la propia visión, o incluso la vida, a fin de evitar una complicidad pasiva
con la violación de los derechos de los animales. ¿Sería sólo cumplir, con resignación,
nuestra obligación moral de no beneficiarse de una injusticia? ¿O se trataría, en vez de
eso, de una acción supererogatoria, es decir, algo evidentemente noble y muy loable, pero
que excede nuestro deber moral ante los animales?
7. ¿Si la experimentación animal es éticamente problemática, la ganaderia también lo es?
¿El esquema de justificación del uso de animales como sujetos de investigación puede ser
automáticamente transferido para otras formas de uso - digamos, como comida? ¿Si la
experimentación con animales es éticamente problemática, lo cuánto de nuestra costumbre
de alimentarnos de ellos también lo es? Dicho de otro modo, ¿cómo se relaciona la
justificación de la búsqueda por conocimiento biomédico a través de lo modelo animal con
la legitimación de nuestros intereses culinarios/dietéticos/nutricionales?
De cualquier forma, dentro de la Ética Animal, la cuestión de la experimentación se
distingue de la cuestión vegetariana por algunos aspectos importantes:
(i) del total de animales utilizados en los laboratorios y para consumo humano, los animales
para comida corresponden a 99,9% del todo (se estima en más de 150 billones/año el
número de criaturas muertas en el mundo para nuestra alimentación) ;
(ii) la búsqueda por conocimiento ofrece, en tesis, una justificación moral más fuerte del
que la búsqueda por una satisfacción culinaria o dietética, ya que
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(iii) actualmente, no es punto de disputa científica acerrada el hecho de que el común de la
gente en este planeta puede vivir, y vivir bien, sin el consumo de carne. El tema de la
experimentación animal, por otro lado, es mucho más dependiente de la argumentación
técnica acerca de la utilidad científica de lo modelo animal para la adquisición de
conocimiento biomédico;
(iv) teóricamente, sería posible crear y comer animales con sufrimiento mínimo o nulo,
mientras que algunos de las pruebas con cobayas consisten exactamente en imponer dolor
y sufrimiento a ellas como parte inherente de los propios procedimientos.
8. La inconsistencia moral humana: perros como compañía y perros para pruebas
Hay que reconocerse otra inconsistencia en el que concierne a lo modelo ético vigente en
nuestra sociedad en relación a los animales. Nosotros, seres humanos, admitimos ciertas
especies de animales en la esfera de nuestros relacionamientos sociales, afectivos y
emocionales. Perros constituyen el grupo más representativo aquí. Hay, por ejemplo,
millones de perros de la raza Beagle actualmente en el planeta desempeñando el papel de
animales de compañía de un tutor humano. Como legítimos miembros de una familia, esos
perros sientan en los sofás, reciben cariños, duermen en las camas y escuchan
confidencias. Pero, de ahí la inconsistencia, nosotros también removemos algunos otros
millones de esos perros de la esfera de nuestras relaciones afectivas, en la medida en que
esa raza canina es de más utilizada para las pruebas de laboratorio. De ese modo, nuestro
tratamiento de perros Beagle como mascotas y nuestro tratamiento de perros Beagle como
objetos de vivisección revelan reglas de conducta contradictorias, opuestas entre sí. Hay,
obviamente, otros ejemplares de esa lógica doble: elijo un perro como mi compañero
doméstico y escojo un cerdo como mi cena. A propósito, Gregory Smulewicz-Zucker señala
que la mera conciencia de esa arbitrariedad de nuestra visión moral en relación al mundo
animal suministraría la propia base de nuestra obligación de hacerla más éticamente
consistente.
¿EN DIRECCIÓN A UN CAMBIO DE PARADIGMA?
Siendo hoy la investigación con animales lo modelo que orienta el trabajo de los científicos
biomédicos, lo que equivale decir, el paradigma que vigora actualmente, valdría oír lo que
Thomas Kuhn habría de decir acerca de su eventual ruptura, tal como eso aparece en su
obra clásica "La Estructura de las Revoluciones Científicas", obra que popularizó las
nociones de "paradigma" y de "cambio de *paradigma".
Un paradigma, en el sentido explicitado por Kuhn, es dado por el conjunto de creencias que
constituyen la orientación, el abordaje estándar vigente, en la cual las teorías científicas
pueden ser probadas y evaluadas. La ciencia de la experimentación animal, como otras,
supone un determinado cuadro conceptual, donde lo modelo animal es considerado algo
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necesario para el avance del saber biomédico. Si Kuhn está correcto, tendríamos un
eventual cambio de este paradigma en respuesta a la acumulación de anomalías y
dificultades, que no podrían ser más resueltas a la luz de lo modelo vigente. En ese
momento, tal modelo entraría en un periodo de crisis, y un nuevo y rival paradigma
emergería. Un ejemplo de eso sería el pasaje de la física de Aristóteles para la física de
Newton. En ese, como en otros escenarios, los científicos son forzados a repensar las
premisas que producen un cúmulo de problemas, tales como fenómenos inexplicables,
resultados insuficientes y errores crasos, sustituyendo, por fin, um modelo teórico por otro.
Importante notar que Kuhn pretendió dar cuenta tan solamente de paradigmas operando
dentro de las ciencias (naturales). Sin embargo, como bien observa Greg Goodale,
"aunque Kuhn haya enfocado en la ciencia y no en la ética, en términos de
práctica humana, los dos conceptos están inextricablemente relacionados.
Científicos no practican su oficio en un vacio ético [...]. La investigación biomédica
debe de ser sobre el mejoramiento de la vida. En virtud de ser sobre la vida, ella no
es sólo un emprendimiento científico, pero también un emprendimiento ético. Por lo
tanto, el paradigma ortodoxo de la investigación biomédica debe hacerse inestable
como resultado de un cambio de tendencias en las creencias de la sociedad acerca
de la medicina ética".
Hay, sin embargo, otras complejidades en los procesos de cambio de los modelos que
basan las relaciones entre el más fuerte y el más débil dentro de nuestra sociedad.
Acordémonos que, antes de la práctica de la experimentación animal, otra institución – la
esclavitud (africana) - también ya históricamente aprobó que un grupo se beneficiara de la
explotación de otro grupo de víctimas. Con la abolición de la esclavitud, hubo un fuerte
cambio en cuanto a lo modelo socioeconómica entonces vigente. ¿Y lo que propició tal
cambio? Hay quien piense que el fenómeno fue gracias a una espiral creciente de
sensibilidad moral y de indignación popular acerca de los abusos sufridos por los negros.
Otra interpretación da cuenta que la esclavitud acabó simplemente porque ella dejó de ser
viable (ya no era más económicamente ventajoso traficar/mantener esclavos). En faz de
eso, la creatividad humana habría buscado y encontrado alternativas para lo que hasta
entonces sólo personas movidas por el látigo eran capaces de hacer. En esa ocasión, no
siendo más necesario el uso de la mano de obra esclava en la sociedad, la propia
institución de la esclavitud pasó a ser vista por el público como algo fuertemente inmoral.
La tesis aquí es a de que nuestras actuales creencias acerca de la crueldad y de la
desigualdad son, de hecho, contingentes a las circunstancias históricas de un tiempo y
lugar - y no el mero resultado de una visión moral más evolucionada.
Actualmente, debemos reconocer que atribuir a los animales el estatus de "sujeto de
derechos morales plenos" o el estatus de "no propiedad" implicaría una acción colectiva de
coste económico y social extremadamente alto. Es justamente tal impacto práctico que
contribuye, en cierta escala, para la recepción negativa del discurso animalista hoy. Eso
cambiará si no fueran más atendidos los intereses de los grupos dominantes, el uso de lo
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modelo animal dejar de ser lucrativo o modos alternativos de encuadrar los fenómenos
biomédicos llamen la atención y despierten el interés de los investigadores - o aún se una
tensión interna insoportable sea generada en el interior del cuerpo social, en términos de
sensibilidad moral, a favor de los animales de laboratorio. Ocurriendo eso, la plantilla
animal no más estaría adaptada a sus circunstancias y su contexto, lo que estimularía la
creatividad biomédica a buscar otros medios para resolver los mismos problemas. Llegado
ese momento, podremos, quizá, reconocer que la ciencia biomédica se benefició de la
experimentación animal hasta nuestros días, pero que la investigación futura no
necesariamente debe seguir el mismo camino.