ESTUDIOS DEL TRABAJO N° 66
Julio-Diciembre 2023
Recibido: 16/09/2023/Aceptado: 20/12/2023
Con este ritmo loco, suena tremendo. La conciliación
conflictiva entre trabajo remunerado y actividades de cuidado
en la vida de docentes universitarias durante la pandemia de
COVID-19
Mariángeles Camusso
Resumen
Este artículo sintetiza algunas observaciones realizadas en el marco de la escritura de mi tesis de
Maestría en Estudios Culturales. El propósito general de la investigación llevada a cabo se centra
en indagar configuraciones de sentido en torno al trabajo doméstico y las tareas de cuidado, así
como las tensiones que estas producen en relación con la vida laboral entre docentes universitarias
en un contexto en el que conviven la institucionalización de luchas y discursividades feministas
con una alteración significativa de las rutinas de la cotidianidad por la pandemia de COVID-19.
Para esto hemos desarrollado un estudio exploratorio y descriptivo a partir de entrevistas a
docentes de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (en adelante RRII) de la
Universidad Nacional de Rosario (UNR) con el objeto de recuperar sus propias experiencias, así
como también percepciones y valoraciones de las transformaciones de la relación entre trabajo y
vida cotidiana durante el mencionado acontecimiento. Estas entrevistas se propusieron relevar un
recorrido que va de interrogantes generales en torno a la significancia de “lo doméstico” para el
colectivo de mujeres seleccionado a preguntas particulares sobre el impacto de la pandemia en
sus biografías profesionales. En esta primera aproximación compartiremos hallazgos relacionados
con la organización espacio temporal del trabajo docente en pandemia y la vinculación de estas
dimensiones con el uso de herramientas tecnológicas en un contexto de intensificación de los
trabajos de cuidado. Este trabajo se inscribe en un diálogo permanente entre las epistemologías
feministas y los estudios culturales, por una parte, y entre la economía feminista y el “giro
afectivo”, por otra. Entendemos que este contrapunto constante habilita una mirada plural, que
posibilita observaciones múltiples e intenta comprender lo común en la singularidad de las
experiencias.
Palabras clave: crisis de cuidado, pandemia, feminismo, docencia universitaria
At this crazy pace, it sounds tremendous. The conflicting
reconciliation of paid work and care activities in the lives of
female university teachers during the COVID-19 pandemic
Mariángeles Camusso
Abstract
This article synthesizes some observations made in the framework of writing my Master's thesis
in Cultural Studies. The general purpose of the research carried out focuses on investigating
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Los autores conservan sus derechos
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configurations of meaning around domestic work and care tasks, as well as the tensions that these
produce in relation to working life among university teachers in a context in which the
institutionalisation of feminist struggles and discursivities coexist with a significant alteration of
the routines of everyday life due to the COVID-19 pandemic. For this purpose, we have developed
an exploratory and descriptive study based on interviews with teachers from the Faculty of
Political Science and International Relations (hereinafter RRII) of the National University of
Rosario (UNR) in order to recover their own experiences, as well as their perceptions and
assessments of the transformations in the relationship between work and daily life during the
aforementioned event. The aim of these interviews was to explore a range of questions ranging
from general questions about the significance of “the domestic” for the selected group of women
to specific questions about the impact of the COVID-19 pandemic on their professional
biographies. In this first approach, we will share findings related to the spatial-temporal
organisation of teaching work during the pandemic and the link between these dimensions and
the use of technological tools in a context of intensified care work. This work is part of an ongoing
dialogue between feminist epistemologies and cultural studies on the one hand, and between
feminist economics and the “affective turn” on the other. We understand that this constant
counterpoint enables a plural gaze, which allows for multiple observations and attempts to
understand what is common in the singularity of experiences.
Key words: care crisis, pandemic, feminism, university teaching
Con este ritmo loco, suena tremendo.1 La conciliación conflictiva
entre trabajo remunerado y actividades de cuidado en la vida
de docentes universitarias durante la pandemia de COVID-19
Mariángeles Camusso2
Introducción
En este artículo3 partimos de considerar que la cuarentena ha sido, entre otras cosas, un
escenario eficiente para el reforzamiento de la división sexual del trabajo (Pateman, 1995)
1
Versos de la canción “Suena tremendo”, cantada por un grupo musical juvenil (Menudo) de los años 80.
2
Pertenencia institucional: Centro de Investigaciones Feministas y en Estudios de Género (CIFEG), Centro
de Investigaciones en Mediatizaciones (CIM), Universidad Nacional de Rosario (UNR) y Centro de Altos
Estudios en Ciencias Sociales (CAES)- Universidad Abierta Interamericana (UAI). Contacto:
mariangeles.camusso@gmail.com.
3
Este trabajo forma parte de mi tesis “La facu en casa. Conciliación y conflictividad entre trabajo
remunerado y actividades de cuidado en la vida de mujeres docentes universitarias durante la pandemia
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así como para su reaparición como tópico en la agenda mediática4. Si bien la
problematización de la invisibilización del trabajo doméstico —indispensable para la
reproducción de la vida— no es un producto de la cuarentena, este acontecimiento nos
brinda elementos suficientes para resituar analíticamente la crisis de la organización
social de los cuidados (Rodríguez Enríquez y Marzonetto, 2015) a la luz de la crisis
producida por la irrupción global de la pandemia de COVID-19 y la “cuarentena” o
confinamiento como principal medida preventiva impulsada por el Gobierno a partir del
decreto de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) sancionado el 20 de marzo
de 20205.
Este trabajo se inscribe en investigaciones precedentes realizadas en el marco del
Centro de Investigaciones Feministas y Estudios de Género (CIFEG) que versan sobre
tópicos y problemáticas abordadas por los estudios de género, con especial interés sobre
el impacto de la agenda feminista en el sistema universitario en los últimos años6.
COVID19”, realizada en el marco de la Maestría en Estudios Culturales del Centro de Estudios
Interdisciplinarios de la UNR.
4
Durante las primeras semanas de aislamiento, con un equipo de trabajo recolectamos al menos 40 notas
periodísticas de Argentina que incluían temática de cuidados o palabras vinculadas a los cuidados en los
títulos. También recopilamos memes, posteos personales y otros objetos textuales compartidos por mujeres
en redes sociales que daban cuenta de afectaciones. Este corpus forma parte de las fuentes documentales
secundarias y contextuales que dialogan con los relatos, percepciones y apreciaciones de la población
estudiada en el presente artículo.
5
A través del Decreto 297/2020, el presidente de la Nación, con el fin de mitigar la propagación e impacto
sanitario del coronavirus COVID-19, decretó la medida de “aislamiento social, preventivo y obligatorio”
desde el 20 hasta el 31 de marzo de 2020. En virtud de este Decreto, las personas debieron permanecer en
sus residencias habituales o en la residencia en que se encontraban a las 00:00 horas del día 20 de marzo de
2020, momento de inicio de la medida dispuesta, abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo y
desplazarse por rutas, vías y espacios públicos. Esta medida fue prorrogada hasta el 12/4/2020. En la
Universidad Nacional de Rosario, por su parte, las clases y todas las actividades fueron suspendidas hasta
el 30/3/2020 por Resolución del Rector 872/2020. Posteriormente, las actividades se reanudaron de manera
no presencial, situación que, con variantes, se sostuvo hasta fines de 2021.
Entre ellas podemos mencionar: “Feminismos y Ciencias Sociales: procedencias, inserciones y carencias
en el diseño curricular. El caso de la Fac. de Ciencia Política y RRII-UNR” (2013 a 2017); “Del NI UNA
MENOS al VIVXS NOS QUEREMOS. Una cartografía de modelos de género emergentes en el actual
ciclo de efervescencia feminista” (2017 a 2020); “La cuarta ola feminista en las universidades. del abordaje
de las violencias sexistas a la formulación de políticas feministas en la UNR (2015-2020)”, desarrollado
entre 2020 y 2021. Integrantes del CIFEG, además, han trabajado sobre cuidados y trabajo universitario en
sus tesis de grado y otras instancias investigativas: Castellá, Dolores (2018); “La docencia en la universidad
pública: hacia un diagnóstico de las desigualdades de género en la UNR”; Berardi, Carolina (2019) “La
vida en el centro: el cuidado como problema público y su abordaje en la Argentina actual”; Cosciuc, Lucía
Pilar (2018), “Eran insostenibles todos los roles. Reflexiones y aportes para (re)conocer las vivencias de
mujeres-madres-estudiantes universitarias desde sus propias voces”.
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Se nutre también del registro de las afectaciones producidas por las vivencias de
“lo doméstico” en un particular contexto —la pandemia COVID-19—, que emergen en
el intercambio conversacional cotidiano con colegas docentes, así como en las llamadas
“narrativas del yo” (Arfuch, 2012)7 que circulan en redes sociales; el registro de estas
recurrencias ha dado lugar a interrogantes, por cuanto en ellas aparecen huellas de la
conflictividad subjetiva que los procesos de conciliación (e inconciliación) entre trabajo
remunerado y no remunerado traen aparejados. Se sustenta también en abordajes que
ponen de manifiesto el impacto que esta relación conflictiva tiene sobre el desarrollo de
trayectorias laborales académicas diferenciadas y desiguales entre varones e identidades
feminizadas (Izquierdo, 2003; Partenio, 2009; Rodigou Nocetti, et al., 2011; Castellá,
2018).
Así es que planteamos un recorrido que se inicia con interrogantes en torno a la
significancia de “lo doméstico” para el colectivo de profesionales docentes universitarias,
e indaga luego sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en sus biografías
profesionales. Estos interrogantes, además, están atravesados por el interés de
comprender los modos de percibir y narrar las propias experiencias de la cotidianidad, en
el marco de la emergencia y circulación de discursos y perspectivas feministas
contemporáneas que, entre otras cuestiones, han puesto en el centro de sus demandas y
reivindicaciones la problemática de los cuidados y el trabajo reproductivo.
En este artículo, sin embargo, nos limitaremos a compartir hallazgos que dan
cuenta de las modificaciones acaecidas en torno a tres ejes: la refuncionalización de los
espacios, la gestión de los tiempos y las relaciones con la tecnología.
Inscribimos este trabajo en el campo de las epistemologías feministas desde una
perspectiva de conocimiento situado (Haraway, 1995) guiada por los criterios que
propone Sandra Harding (1998, s/p) para hacer investigación feminista: a) parte de las
experiencias de las mujeres, b) se realiza con la intencionalidad manifiesta de contribuir
Leonor Arfuch utiliza el sintagmas “narrativas del yo” para referirse a textos que, vehiculizados en
diferentes soportes, formatos y géneros, se caracterizan por exponer “atisbos biográficos (en) toda suerte
de discursos, infringiendo los límites, nunca nítidos, entre público y privado”. Arfuch engloba aquí tanto
expresiones de la literatura como el vasto territorio de narraciones que suceden en espacios mediáticos
diversos y que, a su entender, juegan un papel decisivo en la reconfiguración de la subjetividad
contemporánea, leída en clave sintomática (Arfuch, 2012).
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a hacer inteligibles estas problemáticas —en este caso los cuidados, el trabajo doméstico,
su desigual distribución al interior de los hogares y las conflictivas relaciones con el
trabajo remunerado— y c) expone los rasgos constitutivos y distintivos de la propia
construcción subjetiva de quien realiza la investigación.
En este sentido, resulta imprescindible explicitar que en este desarrollo se
imbrican percepciones, imaginarios y valoraciones propios, en la medida en que yo
misma soy una docente universitaria atravesada por la conflictividad permanente entre
obligaciones vinculadas al trabajo remunerado y demandas provenientes de las tareas de
cuidado no remuneradas. Este posicionamiento requiere de un trabajo de introspección
permanente a partir de reconocer “mi posición como académica feminista, con
conocimientos de sociología de estudios culturales, que proviene de un medio económico,
social y cultural similar al de las entrevistadas” (Skeggs, 2019, p. 71) como un
componente inescindible de las observaciones realizadas.
Primera aproximación a los cuidados
En este primer apartado describimos el contexto en el cual se desarrolla la presente
investigación, entendiéndolo como un “complicado y contradictorio conjunto de
relaciones, unidades diferenciadas, multiplicidades organizadas” (Grossberg, 2016, p. 37)
que permite comprender, en la contingencia, las huellas de procesos de luchas y
agenciamientos diversos. Las configuraciones de sentido que analizamos se encuadran en
un contexto particular caracterizado por la dislocación de lo cotidiano habitual provocada
por la pandemia de COVID-19, que se inscribe, a su vez, en un momento histórico que
nombramos como atmósfera neoliberal y en una coyuntura local y regional influenciada
por discursos y prácticas feministas.
Los cuidados en la atmósfera neoliberal
Definimos el neoliberalismo como una racionalidad global que se despliega en todos los
órdenes de la vida e implica, además de un conjunto de decisiones de política económica,
“una serie de tecnologías, procedimientos y afectos que impulsan la iniciativa libre, la
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autoempresarialidad, la autogestión y, también, la responsabilidad sobre sí que es puesta
en juego por las subjetividades y las tácticas de la vida cotidiana” (Gago, 2014, p. 10).
Entraña una transformación en el modo de acumulación capitalista que genera
nuevas formas de organización y vinculación laboral caracterizadas por la flexibilidad
horaria, la dislocación espacial y la explotación de las capacidades emocionales de los
actores. El trabajo productivo ya no está confinado al lugar de trabajo, sino que se ha
expandido hasta incluir a la vida misma, intensificándose el tiempo en que las y los
trabajadores invierten su energía física, cognitiva y, sobre todo, afectiva (Kaplan, 2019,
p. 146). Esta fusión entre trabajo y vida conforma una sociedad del rendimiento (Han,
2012), esto es, una socialidad constituida por sujetos emprendedores de sí mismos,
caracterizados por una adhesión a la supremacía del verbo modal “poder” (ser capaz de).
Esta noción de poder se expresa en una coacción hacia uno mismo: en nombre de una
aparente libertad, los proyectos, las iniciativas y la motivación “reemplazan la
prohibición, el mandato y la ley” (p. 27). En este sentido, el autor observa que las
enfermedades epocales, como la depresión y la degradación neuronal, son
sintomatologías metafóricas que expresan la angustia del no poder8.
Por su parte, Arlie Russell Hochschild afirma que, en este contexto, las
transformaciones operadas en el mundo del trabajo remunerado, caracterizadas por la
precarización y la quita de beneficios sociales, afectan las expresiones diarias de amor y
cuidado en la medida en que los sistemas de cuidado familiar se han vuelto más frágiles,
inciertos y fragmentarios mientras que las nuevas formas institucionales no son ni
universales ni suficientemente humanitarias (2008, p. 11). Desde nuestra perspectiva, el
trabajo de la docencia universitaria constituye un exponente paradigmático de este modo
de producción y de las afectaciones que provoca en la gestión de los cuidados, y esta
característica fue crucial para sostener las actividades de la educación superior en el
contexto pandémico a la vez que generó profundos malestares entre quienes las
sostuvieron.
8
Resulta interesante señalar la semejanza entre estos padecimientos típicos en la sociedad del rendimiento
y aquel malestar que no tiene nombre, que Betty Friedan [1963(2009)] describiera en La mística de la
feminidad; un malestar emocional también vinculado a no poder sobrellevar el peso de la expectativa social
sobre el rol del ama de casa feliz.
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Los cuidados en la agenda universitaria
Las desigualdades en las trayectorias laborales de la docencia universitaria y en el sistema
científico nacional son una preocupación relevante en la agenda de los feminismos
académicos. Desde hace tiempo, diversas iniciativas se han encargado de señalar que, a
pesar de que la participación de las mujeres ha crecido sostenidamente en los primeros
escalones de la carrera docente universitaria, su presencia se reduce significativamente
cuando observamos los niveles más altos de las jerarquías académicas (Ortiz-Ortega y
Pecheny, 2010; Martín, 2021). Estas realidades no son ajenas a las desigualdades de
género que persisten en otros ámbitos de trabajo (Estebanez, 2010; Rodrigou Nocetti et
al., 2011), las cuales se vinculan con el ordenamiento sexual de la vida cotidiana propio
de las estructuras de la sociedad capitalista heteropatriarcal (Castellá, 2018; Morón, 2018)
y sostienen mecanismos de segregación horizontal y vertical que dificultan el acceso
equitativo a posiciones más valorizadas material y simbólicamente. Distintos abordajes,
entre los que se destacan las encuestas de Uso del Tiempo (INDEC, 2020), permiten
afirmar que estos mecanismos son el reflejo de las responsabilidades de cuidado que
inciden de manera diferenciada en varones y mujeres9 e impactan en las posibilidades de
desarrollarse plenamente, especialmente en una actividad –como lo es el trabajo
intelectual académico– que requiere concentración y dedicación minuciosa para la
promoción y el desarrollo profesional.
La preocupación por la incidencia de la división sexual del trabajo en el desarrollo
de las trayectorias profesionales adquiere relevancia institucional en años recientes, como
epifenómeno de los debates en las universidades que han generado un proceso de
institucionalización de las agendas feministas en los ámbitos de educación superior
(Vázquez Laba, 2017; Rovetto y Figueroa, 2017; Moltoni, 2018).
9
Según estos estudios, en Argentina cada mujer destina diariamente el doble de horas que un varón a la
realización de tareas domésticas, de acompañamiento y cuidado (INDEC, 2013; 2021).
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Los cuidados en el contexto de la pandemia de COVID-19
Durante el año 2020, la globalización pandémica del virus y las políticas de ASPO,
implicaron —entre tantas otras crisis— la aceleración y visibilización de la crisis de
cuidados (Ezquerra, 2011; p. 176), en la medida en que los modos habituales de resolver
la división entre trabajo productivo y trabajo reproductivo se vieron profundamente
afectados.
Al mismo tiempo que se transformaban las rutinas laborales y profesionales —
velozmente convertidas a las modalidades conocidas como “home office” o “home
working”—, se afectaban las tareas y responsabilidades vinculadas al trabajo
reproductivo. La irrupción de la pandemia implicó un trastocamiento de elementos que
constituyen la base organizativa de la socialidad, como la diferenciación espacial y la
regulación temporal. Douglas e Isherwood sostienen que uno de los aspectos esenciales
para asegurar la inteligibilidad de un universo social compartido reside en la existencia
de una dimensión temporal perfectamente demarcada que, a través de rituales, diferencie
la existencia de “un tiempo para vivir y un tiempo para morir, un tiempo para amar”
(1990, p. 81). De la misma manera, las divisiones del espacio como tamaño, ubicación y
límites rebosan de significados que organizan la experiencia y crean inteligibilidad.
La consigna “Quedate en casa”10 implicó una súbita coexistencia en un solo,
mismo e indiferenciado espacio del trabajo productivo y el reproductivo, pero también
del ocio o de su imposibilidad, de lo escolar, lo deportivo, lo lúdico, lo mercantil, lo
deliberativo. También hizo visibles limitaciones de los espacios que habitamos
(Fernández Villalobos, 2021), dificultades para regular temporalidades por fuera de la
institucionalidad (Casali y Torres, 2021) y afectó la gestión de actividades anteriormente
muy automatizadas, como la compra de insumos para la vida cotidiana, entre ellos
alimentos, artículos de limpieza, etc. (Kantar, 2020). Tal transformación de las rutinas
implicó destinar energía a la autorregulación de las esferas y los tiempos y a enfrentar los
El eslogan “Quedate en casa” fue utilizado en campañas de comunicación desde marzo de 2020, en los
inicios de la pandemia, fomentando la permanencia en los hogares como medio para prevenir el contagio
del
virus:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=150884853065365&set=la-cuarentena-no-sonvacaciones-quedate-en-casa-prioriz%C3%A1-tu-salud-y-la-de-los-de.
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conflictos sobre vínculos y subjetividades devenidos de estas negociaciones (Hernández
Huerta, Pérez Alonso y Juárez-Salazar, 2021).
En esta primera aproximación nos proponemos reflexionar sobre las incidencias
de la política sanitaria de reclusión domiciliaria sobre la vida de las docentes
universitarias, partiendo de la presunción de que la pandemia reactualizó discusiones
sobre los vínculos entre esfera pública y esfera privada, profusamente señalados por
teóricas feministas (Fraser, 1993; Pateman, 1995; Murillo, 2006). Consideramos que estas
circunstancias inusuales pusieron de manifiesto que la negociación cotidiana para el
reparto de las tareas domésticas y de cuidado sigue siendo inequitativa y constituye una
fuente de conflictos y malestares (CEPAL, 2020; Burbano Pantoja, Valdivieso Miranda
y Burbano Valdivieso, 2020; Undurraga, Simbürger y Mora, 2021).
Reflexiones metodológicas: entrevistas y narrativas biográficas
Para llevar adelante este trabajo, se realizaron 14 entrevistas semiestructuradas que
contemplaron variables vinculadas a edades, tipo o categoría de cargo docente, dedicación
horaria y configuraciones familiares, distribuidas, además, en función de las siguientes
franjas etarias: 6 entrevistadas de la franja 31-40 años; 6 entrevistadas de la franja 41-50
años; 2 entrevistadas de 51-60 años. Todas las entrevistadas debían reunir la condición
de tener responsabilidades de cuidado durante el período de pandemia y fueron
contactadas a partir de referencias y sugerencias de las propias mujeres sujetas de
investigación. En el siguiente cuadro se sintetizan datos que permiten delinear sus perfiles
laborales al mismo tiempo que relevar su vínculo con el trabajo de cuidado:
Identificación
entrevistada
Edad
E1
37
Auxiliar de primera,
dedicación simple
E2
45
JTP
18 años
2 hijos edad escolar
E3
42
Adjunto simple /
Investigadora CONICET
16 años
2 hijos edad escolar
E4
39
Adjunta Semi
10 años
1 hijo edad escolar, 1
hija primera infancia
E5
40
Adjunta Semi
14 años
2 hijos edad escolar
Cargo y dedicación
Antigüedad
1 año
Responsabilidades de
cuidados
1 hijo Primera infancia
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E6
56
Adjunta a cargo /
Investigadora CIUNR
30 años
Adulto mayor
E7
36
Adjunta Semi/JTP simple
5 años
1 hijo primera infancia
E8
38
JTP simple
3 años
1 hijo primera infancia
E9
54
JTP semi exclusiva
24 años
Adultos mayores
E10
39
Adjunta Semi /
Investigadora CONICET
8 años
1 hijo primera infancia
E11
35
JTP simple
4 años
1 hijo edad escolar, 1
hija primera infancia
E12
44
JTP Simple
10 años
1 hijo primera infancia /
hijastros adolescentes
E13
40
Profesora adjunta
dedicación exclusiva
16 años
2 hijos primera infancia /
hijastros adolescentes
E14
49
JTP semi
18 años
2 hijos edad escolar
La elaboración del guion de la entrevista se organizó con el objeto de recabar información
descriptiva de las acciones o acontecimientos experimentados, y asimismo de promover
la aparición de diferentes niveles de significación, representaciones y emociones en torno
a dichas acciones. Las preguntas abiertas y flexibles incentivaron la emergencia de
comparaciones espontáneas entre las vivencias acaecidas en el nuevo escenario y la
“antigua normalidad” y promovieron el surgimiento de memorias biográficas en relación
con los cuidados: cómo y por quiénes fueron cuidadas en sus infancias, cómo
“aprendieron” las tareas de cuidado, qué reverberancias de sus recuerdos sobre estos
tópicos están presentes en sus modos de organizar y de pensar sus actuales
responsabilidades de cuidado. El instrumento de relevamiento fue diseñado teniendo en
cuenta que, cuando hablamos de experiencias, nos referimos al modo en que estas son
relatadas y, por ende, interpretadas por las propias protagonistas (Skeggs, 2019).
Afirmamos, además, que su inscripción en una coyuntura caracterizada por la irrupción
masiva de las discursividades feministas en la escena pública permite explorar el modo
en que las interpretaciones privadas se entrelazan con las discursividades públicas,
asumiendo que “el valor (y la cualidad desestabilizadora) de los marcos interpretativos
feministas consiste en que generan reevaluaciones de marcos interpretativos previos”
(Skeggs, 2019: 64).
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La utilización de los relatos de las entrevistadas como corpus fundamental de este
trabajo supone inscribirse en una tradición que coloca a la experiencia de las mujeres en
la base de la producción teórica feminista entendiendo que estas experiencias son
procesadas a través del discurso y su interpretación (Skeggs, 2019). En este sentido, el
eje convocante para invitar a las entrevistas —la experiencia docente durante la
emergencia por COVID-19— implicó una revisión de acontecimientos recientes11 que,
por su proximidad temporal, se encontraban en un estadío interpretativamente “virgen” y
favoreció la emergencia de observaciones y reflexiones con ciertos niveles de
espontaneidad. El diseño de las entrevistas propició la inscripción de estas vivencias
particulares en la trama de las trayectorias vitales y profesionales de cada entrevistada. El
relato de las transformaciones cotidianas que la pandemia y la situación de ASPO
generaron en cada una de ellas fue puesto en relación con recuerdos, evocaciones,
reflexiones e interpretaciones sobre la vida anterior a la pandemia. En estas narraciones
sobre lo anterior, lo actual y los imaginarios sobre el porvenir buscamos las tensiones
entre el yo y el mundo, entre lo personal y lo político.
En función de lo expuesto inscribimos esta investigación dentro de los métodos
biográficos, apuntando a reconocer “el conjunto de racionalizaciones y desplazamientos,
y convenciones retóricas y temáticas presentes en el «relato» de un conjunto de personas
que vivieron un episodio traumático” (Meccia, 2020, p. 39). Según Mallimaci y Giménez
Béliveau (2006) los métodos biográficos habilitan, en los relatos de las personas
entrevistadas, una vinculación entre pasado, presente y futuro a la vez que otorgan nodal
importancia a la incidencia de la familia en la vida de las personas. Ambas características
están presentes en las diferentes narraciones, en la medida en que estas anudaban los
recuerdos vinculados a cómo y por quiénes fueron cuidadas las propias entrevistadas,
junto con las explicaciones y fundamentaciones sobre la incidencia que los mandatos han
11
Las entrevistas fueron realizadas a mediados de 2021, cuando se produjo cierta flexibilización en las
condiciones de confinamiento. En ese momento se podían realizar encuentros entre pocas personas con
ciertas precauciones, pero no estaban aún habilitadas las clases en las instituciones educativas. De ahí la
consideración de que las reflexiones e interpretaciones sobre lo que acontecía se producían en un marco de
cierta espontaneidad. Varios artículos que versan sobre tópicos semejantes a los desarrollados aquí han sido
publicados recientemente: Franco y Pascualetto,(2021); Hernández Huerta, Pérez Alonso y Juárez-Salazar
(8/2021); Ruiz Barbot et al (2022).
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tenido en las decisiones de cuidado que han tomado como adultas. Vale señalar que el
objetivo de esta investigación no fue reconstruir las historias de vida de cada una de las
entrevistadas, sino que apelamos al método biográfico para entender las atribuciones
de significado que sus narrativas otorgaban a la circunstancia coyuntural. Este
enfoque nos permitió rastrear en los discursos las huellas de los afectos vinculados al
trabajo remunerado y no remunerado que se entramaban en los relatos de las vivencias
individuales de una circunstancia de escala planetaria.
Siguiendo el esquema metodológico propuesto por Ernesto Meccia intentamos
identificar temáticas (qué dicen, sobre qué hablan las entrevistas), describir estructuras
narrativas (cómo se cuentan las cosas) y observar las interacciones que se producen en el
discurso (con quién/enes dialoga)12. Como ya mencionamos nos limitamos aquí a la
exposición del primer apartado, relevando las estrategias relatadas por las entrevistadas
para desarrollar sus actividades docentes en el contexto de confinamiento13. Pudimos
observar que, tal como muestran citas textuales de las entrevistas, estas descripciones son
indiscernibles de expresiones que dan cuenta de la complejidad del momento y cualifican
cómo fueron vividas, experimentadas, sufridas o gozadas por estas mujeres reales en
situaciones reales.
Primeros resultados: la transformación vertiginosa de las prácticas
docentes
Tremendo, fue tremendo. (E14, 39 años, 2 hijes).
Una locura. (E4, 39 años, 2 hijes).
Fue una locura el primer tiempo de pandemia. (E7, 37 años, 1 hije).
Las palabras que anteceden son expresiones textuales de las entrevistadas ante
interrogantes sobre la experiencia docente durante la pandemia. A su contundencia,
podemos agregar un repaso pormenorizado de todo lo que hicieron las compañeras
docentes para sostener su trabajo universitario: modificar ámbitos hogareños para adaptar
12
A los fines de sostener la confidencialidad de las entrevistadas se identificarán sus testimonios con la
letra E (de entrevistada) seguida por un número de orden.
Una síntesis del análisis de las estructuras narrativas puede leerse en Camusso, M. (2023). “Cuatro relatos
sobre pandemia, cuidados y trabajo docente universitario”. Revista Ensambles Primavera, 19(10), 19-38.
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espacios a la tarea; adquirir tecnología para mejorar la conectividad; aprender a utilizar
una infinidad de herramientas para desarrollar clases. Ninguna de estas acciones alcanza
a dar cuenta de las afectaciones que generó la pandemia en sus experiencias vitales pero
nos permite un primer acercamiento a las transformaciones que aquella instaló en el
devenir de lo cotidiano.
Como hemos señalado, la emergencia de este fenómeno, desconocido, imprevisto,
inimaginado y global, supuso la necesidad de reinventar todas las prácticas que hacen a
la cultura contemporánea: la forma de proveer comida, de atender malestares, de transitar
por el territorio, de estudiar, trabajar y esparcirnos. La coincidencia entre el inicio del
confinamiento y el inicio del calendario escolar tornó a estas transformaciones urgentes14.
En este capítulo compartimos un apartado de análisis de las entrevistas que resulta
provechoso para observar cómo, más allá de las diferencias de edades, jerarquías de
cargos o estructuras familiares, todas las entrevistadas subrayaron la modificación de sus
rutinas laborales, la necesidad de adaptar espacios y/o la imposibilidad de acotar los
tiempos de trabajo. Aunque los aspectos más vinculados al impacto de la conciliación con
los trabajos de cuidado se desarrolla en el capítulo siguiente, algunos textuales de las
entrevistadas anticipan la dificultad para separar en la vida y en la investigación estas
esferas.
Los espacios que habitamos
Modificar la organización espacial de una casa, refuncionalizar habitaciones, arreglar una
pared son acciones que trascienden lo decorativo. Como bien saben quienes se dedican a
la arquitectura, la distribución de las habitaciones, los metros cuadrados asignados a
diferentes tareas expresan la relevancia que cada una de ellas tiene para las personas que
habitan el lugar, pero también para la época y la cultura en la que se inscriben, en la
medida en que “el espacio (social) es un producto social” (Lefebvre, 2013, p. 86).
Al contrario de lo que, en términos teóricos, caracterizaba a las culturas urbanas
de la modernidad (la separación espacial entre el mundo público del trabajo y el mundo
14
En nuestro país, el mes de marzo no es un mes cualquiera; tradicionalmente marca el inicio del calendario
escolar.
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de la vida hogareña familiar, acotado a los límites de la vivienda), la vida de las
trabajadoras universitarias siempre implicó un avance de lo público laboral sobre lo
privado doméstico: corregir exámenes, preparar clases, leer, estudiar e investigar han sido
actividades “domiciliarias” (Walker, 2016) (Ruiz Barbot et al., 2022). Sin embargo, la
disposición de un espacio de trabajo separado del resto de las dependencias hogareñas —
bajo la forma de un escritorio, biblioteca, atelier— no aparece como algo común. Tal es
así que sólo 2 entrevistadas manifestaron tener una habitación propia destinada a tal fin
en los tiempos previos a la pandemia. No casualmente, se trata de docentes dedicadas a
pleno a la investigación y la enseñanza universitaria.
Una enumeración rápida de las soluciones buscadas por el resto de las
entrevistadas para poder desarrollar sus tareas arroja que una de ellas (E4) se trasladaba
a la casa de familiares que vivían cerca de su domicilio o utilizaba espacios de uso común
en el edificio que habitaba, mientras que dos (E2 y E9) refuncionalizaron dependencias
como lavaderos o altillos.
Mis suegros tienen un comedor independiente, de entrada independiente, y el
módem de Internet está ahí. Entonces yo llegaba, me instalaba y prácticamente no
tenía contacto con ellos. (E4)
Desde que nos mudamos a esta casa más grande —en medio de la pandemia—,
tengo un lugar aparte; es el lavadero, me lo acondicioné para que sea oficina. (E2,
45 años, 2 hijes)
Este espacio estaba como descuidado … así que lo acomodé bastante para tener
un lugar desde el que no se escuchan ruidos, si entran, si salen, el timbre… (E9,
54 años, padres a cargo)
El resto deambuló por habitaciones de la casa en función de las peripecias cotidianas y de
la cantidad de personas con las que convivía: del comedor diario al dormitorio; del living
al balcón, del dormitorio otra vez a la cocina.
Tuve que inventar un espacio dentro de una pieza, ponerme un escritorio. Sí, tuve
que hacer algunas reformas en la casa; hasta tuve que hacer una puertita para que
pase el perro al patio delantero y la cierro cuando tengo reunión. (E1, 37 años, 1
hije)
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Hacer cualquier cosa…, dar clase en la pieza con la puerta cerrada, una pared
blanca…, ir readaptando los ambientes de una manera que vos ni te imaginabas.
(E5, 40 años, 2 hijes)
Más allá de buscar soluciones de emergencia, los relatos revelan que no se trataba sólo
de distribución espacial y negociaciones familiares por la ocupación de cada habitación,
sino también del estrés que supuso la apertura de una ventana pública a nuestras vidas
privadas. Ocultar, disimular, evadir la aparición de la vida cotidiana en las pantallas,
supuso un esfuerzo extra. Así narran esta experiencia:
Es como muy enloquecedor el tema del espacio físico, es muy limitante […], tenía
que estar escondiendo el quilombo que se veía atrás para poder dar una clase, no?
Bueno, se ve… Entonces me estresaba que se me vea algún…, algo… que no
tapé bien… (E7)
“Cuando se despierta Simón [su hijo de 2 años] yo escucho el caos … y sigo con
cara de todo bien […]. Yo estoy ahí en mi pieza donde tengo un rincón donde
laburo que no se ve nada qué es lo que sucede en la pieza, o sea, del lío, cómo
quedó tendida la cama, yo sé que no se ve eso… y yo trabajo en ese rincón. (E10,
40 años, 1 hije)
Las cámaras de los estudiantes, que podían ver la habitación de la docente, los cuadros,
la cama deshecha, se percibían como intromisiones y agregaban una cuota de malestar.
En los relatos observamos un deslizamiento entre la descripción de los hechos y la
apreciación subjetiva de lo que esas acciones provocaban. La exposición de las
limitaciones espaciales también expresaba, en algún punto, la precariedad económica de
las vidas docentes. Dice una entrevistada:
…los últimos meses del año vino un amigo que era niñero de mi hija, dos veces
por semana, porque esta tarea es como más cara que el jardín y no podíamos…
(E1)
Entendemos que estos malestares ponen en jaque para las propias entrevistadas el lugar
de su respetabilidad social. La respetabilidad, dice Beverly Skeggs, es un significante
ubicuo, que se nutre de signos, conductas económicas y prácticas que son evaluadas desde
distintas posiciones (2019, p. 44). La escasez de espacio parece emerger en los relatos
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como un signo de la precariedad económica de las vidas docentes que disputa sentido con
cierto reconocimiento social de la docencia universitaria y nos lleva a preguntarnos si ello
opera como un refuerzo de la noción de síndrome de la impostora15, en la medida en que
esa precariedad puede erosionar la confianza de las docentes en sí mismas.
El tiempo no para
Los usos del tiempo constituyen un núcleo problemático fundamental dentro de las
investigaciones feministas. Según Douglas y Isherwood (1990), el tiempo es un artefacto
cultural que, desde la Revolución Industrial en adelante, organiza la vida en torno a la
centralidad de la jornada laboral y, en consecuencia, supone una subvaloración de los
tiempos no destinados a la producción (García Hernández, 2017). Si, como sostienen
Moreno Colom y otrxs (2022), “cualquier transformación en términos de tiempo y de
trabajo en el mercado laboral tiene repercusiones en la organización social y en el
bienestar cotidiano” (p. 5), es evidente que la suspensión masiva de las actividades
productivas tuvo efectos sobre la gestión de las temporalidades individuales y familiares.
Por otra parte, en la medida que las instituciones educativas, sus horarios de
cursado y sus calendarios académicos continúan oficiando como reguladores de la vida
social, podemos observar los efectos que su repliegue provocó en diferentes esferas de la
vida en común, siendo la imposibilidad de organizar y acotar los momentos destinados a
cada actividad una manifestación innegable. Tal como se expresa en las entrevistas, la
dificultad para delimitar la temporalidad diaria constituyó una experiencia común:
…es como que hace más elástico el tiempo y eso sí, para mí, genera más trabajo
porque eso…, o sea…, como que tenés que estar. (E1)
…es muy, muy… a mí me enloquece mucho eso, el tema del teléfono, como que
nunca termina habiendo un corte y también es un laburo. (E7)
El “síndrome de la impostora” alude a una falta de autoestima que lleva a muchas mujeres a dudar
constantemente de su potencial y a sentir que sus éxitos son sólo fruto de la buena suerte. Este sentimiento,
sostienen algunas autoras, es producto de la socialización patriarcal. Ver Cadoche, E. y De Montarlot, A.
(2021). El síndrome de la impostora. ¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas? Barcelona:
Península.
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Esta percepción laxa del tiempo también fue referida en relación a periodicidades más
largas:
La verdad es que la percepción del tiempo se me hizo, eh…, extremadamente
lábil. No sé, el tiempo, se me escurría; llegó diciembre y yo no sé, no entendía
cómo…, me habían pasado esos nueve meses y no sabía qué había hecho; me
parecía que había pasado con una vertiginosidad, que me impedía incluso, digamos,
mirar en perspectiva lo que había estado haciendo todo ese año. Si tengo que decirte
qué es lo que hice en 2020, lo único que recuerdo es haber grabado clases” (E6)
La imposibilidad para demarcar el tiempo se acentúa ante la necesidad de articular las
temporalidades de los diferentes miembros del hogar, especialmente cuando está en juego
el cuidado de niños y niñas en edad escolar. Una de las entrevistadas manifiesta su agobio
frente a esta demanda:
No sabés lo que es acompañar la no escolaridad; o sea, yo siento que los que dicen
que hay que saber acompañar a la escuela en casa y que no hay que pedir
presencialidad no tienen pibes que vayan a la escuela primaria, porque…, porque
es imposible, inviable, estás TODO el tiempo… (E3, 42 años, 2 hijes)
La misma entrevistada advierte además cómo esa demanda avanza sobre su tiempo de
trabajo, afecta su producción académica y genera encontronazos frente a requerimientos
institucionales o la incomprensión proveniente de colegas.
…y yo digo, “Pero ustedes están locos, no voy a hacer un zoom de 8 horas…” […]
Te digo, no me dan 8 horas seguidas la tecnología, pero además no me da la vida
8 horas. (E3)
Estas discusiones no son gratuitas, están impregnadas de cansancio, frustración y,
también, resistencia.
Desde un punto de vista capitalista se da una optimización de los tiempos, ¿no?
Porque uno pasa de una cosa a otra, eso es devastador también, a nivel subjetivo
por la alienación que comporta… ¿sí? Ahí el sistema nos tiene alienades sin cortes,
sin cortes. (E5)
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Hablábamos con las compañeras cuando nos reunimos a nivel gremial, hay una
especie de naturalización de la virtualidad. del trabajo virtual. una autorregula…
autoexplotación, ¿eh? Porque la flexibilización, claro, te cae porque no te queda
otra, pero no somos capaces de ponernos nosotros un… Lo de la distribución del
tiempo y demás es absolutamente alienante y es muy difícil encontrar la fórmula
para revertir eso. (E9)
Las entrevistadas son docentes de ciencias sociales, por lo tanto sus vivencias se
comprenden, se explican y también se experimentan a través del prisma de categorías
teóricas de peso: alienación, explotación, productividad. Es así que esta percepción de la
continuidad sin pausas del trabajo agrega otro nivel de malestar: el producido por la
propia conciencia de la situación.
Tecnología nuestra de cada día
La situación de pandemia y aislamiento introdujo obligatoriamente la mediación
informatizada en el proceso educativo. Ante el interrogante sobre las modificaciones que
debieron hacer para usar tecnología, se desplegó un amplio espectro de respuestas que
dan cuenta de las múltiples dimensiones que el término posee. Thomas y Buch (2008)
postulan que el concepto de tecnología incluye saberes teóricos y prácticos que permiten
su funcionamiento material, su inscripción en una red socio institucional que le da
inteligibilidad, y dimensiones vinculares, cognitivas y afectivas que constituyen
subjetivamente a quienes las usan. Todas esas dimensiones fueron mencionadas por las
docentes entrevistadas. Todas ellas tuvieron que invertir en algo que les permitiera
realizar su trabajo; algunas para mejorar su conexión:
En el barrio teníamos una red local, que funcionaba muy mal […].Me pasé a
Fibertel apenas me dijeron que estaba, la estaba esperando así [hace un gesto de
bienvenida]… Bueno, me salió un poco más caro, pero antes renegaba todo el
tiempo. (E10)
Otras, para optimizar equipamiento para sí mismas:
Sí, tuve que llevarla a que me actualicen el sistema operativo porque estaba así,
en cualquiera. (E1)
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Esta computadora estaba medio dejada de lado, hubo que recauchutarla bastante,
tenía una cámara tirada por ahí, que nunca le había dado bolilla, un micrófono.
Armar eso implica obviamente un desembolso porque le puse un disco, ¿cómo se
llama el disco duro ese que agiliza la…? ¡Ay, no me sale el nombre! (E9)
Algunas, invirtiendo para que toda la familia pudiera realizar sus ocupaciones de manera
simultánea:
Cuando sí hubo clases virtuales todos los días … no hubo otra que seguir seguir
comprando para que cada uno tuviera su dispositivo y que para los chicos fuera
funcional, no romperse los ojos con el celular”. (E2)
La necesidad de reinventar la tarea docente, los modos de dar clases, el vínculo con
alumnos y alumnas, requerían muchísimas horas de trabajo, sobre todo —y aquí aparecen
marcas generacionales fuertes, que diferencian los relatos de las entrevistadas mayores—
para aquellas que no tenían casi experiencia con herramientas de educación a distancia.
“Tuve que aprender todo, eso sí… Yo no tengo ni Facebook ni Twitter ni
Instagram; no, no circulo por las redes; para mí era un mundo absolutamente ajeno.
La Plataforma Comunidades yo nunca la había usado, sabía que existía pero es una
tarea que delego a los docentes más jóvenes de la Cátedra […], yo la verdad nada,
cero; aprendí todo: […] hasta que me di cuenta que el Meet tenía la posibilidad de
grabar y que podía grabar clases directamente con el Meet pasaron ¡5 meses! (E6,
56 años, adulta mayor a cargo)
El proceso, no sólo fue cansador, sino —como define una entrevistada— traumático, en
la medida en que esta transformación obligada ponía en jaque una experticia acumulada
a lo largo de los años:
En términos de la práctica docente, yo estaba como muy, digamos, afincada en
el espacio del aula. En la interacción así como más directa con los alumnos, en el
pizarrón y la tiza… Nunca había hecho un power point para dar clase. (E6)
Pese a este desconocimiento, aun aquellas entrevistadas con mayores dificultades y
resistencias, más ajenas a la lógica de las TIC, se propusieron aprender, planificar y
realizar las tareas necesarias para optimizar el desarrollo de sus asignaturas. Incluso,
valorando los saberes que podían proporcionarles sus estudiantes.
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Cuando vino este esquema, yo… odiaba las TIC, yo pensaba que la presencialidad
estaba en unos meses… Hasta que…, bueno, no nos quedó otra que ponernos y
aprovecharlo al máximo y le fui encontrando la vuelta a un montón de cosas. (E9)
Resulta notable que las entrevistadas más jóvenes realicen menos reflexiones sobre las
implicancias que el nuevo dispositivo tecnológico-pedagógico tuvo sobre la planificación
y ejecución de sus clases; sin embargo, manifiestan el hartazgo con el teléfono celular:
…hay algo que estoy detestando, detestando, detestando: es el celular, recién lo
miré y tenía 5 preguntas de este tipo… (E10)
…para mí eso igual —yo creo que la pandemia lo puede haber recrudecido y todo,
pero hace años que es así—, desde que apareció el teléfono y el WhatsApp y se les
ocurrió tener el grupo de WhatsApp para las cátedras… (E7)
En estos testimonios aflora cierta noción de la tecnología —en particular de los
smartphones— como ente autónomo desvinculado de la voluntad de sus usuarios, con
una dinámica que supera la capacidad de administración de quienes lo utilizan.
Por último, la vigilancia tecnológica vuelta hacia las propias docentes se presenta
como un nuevo factor de preocupación, en la medida en que la propia palabra puede
trascender la esfera aúlica, quedar expuesta ante audiencias que no forman parte del
contrato pedagógico, ser reproducida de forma descontextualizada para usarse en
estrategias de señalamiento o desprestigio:
…el tema de estar siendo grabado todo el tiempo es como mucho también…, le
suma mucho estrés. (E 7)
Hasta aquí, este primer recorrido por tres unidades temáticas pretende describir los
escenarios donde se producían las tensiones entre trabajo docente y actividades de
cuidados. En los fragmentos observamos semejanzas en los relatos sobre los hechos o
acciones que realizaron y generan una suerte de uniformidad temática que, lejos de
manifestar redundancia, refuerza la percepción del impacto que tuvieron las decisiones
de política sanitaria y permite objetivar la transformación repentina de la vida cotidiana.
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El estallido de la conciliación entre trabajo y cuidados
En este capítulo compartimos las referencias a las dificultades vinculadas a la realización
de tareas de cuidado en un contexto —como detallamos anteriormente— de
sobreexigencia laboral. Partimos de un repaso por las prácticas de cuidado que cada
entrevistada mantenía antes de la pandemia para poder comparar con las transformaciones
experimentadas. Una primera aproximación a los relatos permite establecer tres grupos
en función de las problemáticas de cuidado que enfrentaban: uno referido a obligaciones
de cuidado de primeras infancias (desde bebés hasta edad preescolar), otro de hijos o hijas
en edad escolar y un tercero centrado en las responsabilidades vinculadas a la atención de
adultos mayores. En líneas generales, estos agrupamientos coinciden con la antigüedad
en la docencia, dato no menor desde el momento en que incide significativamente en las
remuneraciones16 y, por traslación, en la posibilidad material de destinar parte de esos
ingresos a la contratación de personal o servicios de apoyo. En esta aproximación nos
detendremos primeramente en el relato de cómo se organizaban las tareas de cuidado en
los tiempos previos a la pandemia para luego compartir los testimonios sobre el modo en
que estas prácticas se transformaron a partir del ASPO.
Quiénes y cómo realizaban tareas de cuidados antes de la pandemia
Todas las entrevistadas contratan a alguna persona para realizar trabajos de cuidados o de
limpieza; varía la cantidad de tiempo y el tipo de tarea asignada; únicamente dos familias
cuentan con el trabajo de una persona durante muchas horas diarias. Estas variantes
implican un entramado de negociaciones y repartos con parejas y otros miembros de la
familia.
En la normalidad, prepandemia, a la mañana viene E., que es la niñera y está toda
la mañana, hasta que se van los chicos a la escuela; yo trabajo fundamentalmente
a la mañana y mi marido es más noctámbulo; entonces por lo general, yo arranco
trabajando, él se levanta, está un poco con los chicos, después los llevamos a la
escuela. (E3)
16
Las remuneraciones docentes se incrementan en función de la antigüedad en el cargo.
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Mi marido trabaja en una empresa de construcción nueve horas por día, así que,
más allá de que las cosas las decidamos juntos, esto recae en mí y tengo una
persona que me ayuda en mi casa y con los chicos. Alrededor de 10 horas por
semana. (E2)
[La persona que cuida] es una persona que es un pilar fundamental de nuestra
familia, que es una chica que tiene mi edad, y que está en casa y… y… y… y está
con mi hijo y bueno…, viene todos los días. La limpieza no es una tarea que
esté a su cargo; para eso viene otra persona pero no todos los días. (E4)
Son pocas las entrevistadas que refieren la asistencia de otros familiares para contribuir
con el cuidado; en términos generales, se comprueba lo que sostienen diversos estudios
sobre la organización de los cuidados: soluciones individuales, mercantilizadas y
centradas en el núcleo familiar primario.
Los relatos de quienes tienen obligaciones de cuidados de personas adultas, que
son las entrevistadas de mayor edad, resultan reveladores sobre transformaciones que se
han producido en los últimos años. Tanto en la actualidad como en sus relatos sobre el
pasado se menciona a otros miembros de la familia que colaboran, apoyan, acompañan.
Yo soy hija única y la ayuda por ahí de mi compañero y mi hija y mi cuñada, que
es la esposa del hermano de mi compañero, me ayuda un montón. (E6)
Mi padre tiene casi 80 años y vive en el pueblo donde yo soy, de Bragado; [...] y el
tema es que ahora él está como que se le han venido todas las cuestiones físicas,
neurológicas, incluso de tipo cognitivo. Entonces estoy yendo mucho más, porque
además de adorarlo y de quererlo, digamos, está…, bueno, está con su mujer, pero
su mujer está asumiendo todo, entonces como que voy a ayudarla a ella. (E9)
En el desarrollo de nuestras conversaciones incluimos dentro del espectro de los cuidados
las tareas domésticas que no involucran a personas pero constituyen acciones
indispensables para el desarrollo de la vida: la limpieza de la casa y la ropa, las compras
de alimentos, la cocina y otro sinfín de ocupaciones se entraman y forman parte de las
negociaciones entre las personas que comparten un hogar. En las entrevistas realizadas
encontramos que esas negociaciones generan repartos de tareas que continúan atravesadas
por estereotipos de roles de género (Lamas, 1996; Buquet Corleto, 2016) aunque se
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manifiestan variaciones generacionales. No hallamos entre las entrevistadas más jóvenes
declaraciones que aludan a una responsabilidad absoluta de lo doméstico como sí aparece
en alguna de las entrevistadas mayores:
Hasta lo que fue el divorcio tenía una…, eso…, una vida muy tomada por la
cuestión doméstica y sobre todo porque, bueno, el padre dedicado a su vida
profesional y a su carrera política judicial, universitaria, etcétera, etcétera. Siempre
recayó sobre mí la cuestión del cuidado. (E9)
Las tareas de cocinar y hacer compras son mencionadas como las más compartidas en
diferentes testimonios, mientras que la limpieza continúa siendo principalmente una
responsabilidad de las mujeres.
[Repartimos] bastante equitativamente, léase cocinar, nos repartimos en la
cocina, las compras las repartimos, diría que las hace casi siempre él… La
limpieza es un caos. (E10)
En general lo compartimos, pero digamos que la organización, decir: “Bueno,
vamos a limpiar”, siempre surge de mí. (E1)
Resulta interesante cotejar estas historias con las observaciones de E5, una docente en
pareja con otra mujer, donde da cuenta de otras conflictividades que emergen cuando se
saldan los mandatos generizados:
Mirá lo que te digo: la naturalización de los roles de género al interior de una
pareja facilita, en algunas cosas… Después pagás un costo altísimo, pero es como
decir: ah, bueno, ya se sabe que eso lo hacés vos, no se discute, parece… Después
lo pagas caro. [...] Entre nosotras no está tan armado eso, pero a nosotras lo que
nos pasó fue más una sobresaturación de querer estar las dos y a veces es estar las
dos en un mismo lugar.
La descripción pormenorizada de las acciones y decisiones emprendidas para sostener la
dinámica de la vida cotidiana no resultó una tarea sencilla para las entrevistadas: tras la
enumeración, surgían comentarios, risueños, irónicos, reflexivos. En estos relatos
encontramos organizaciones y negociaciones diversas, en las cuales se vislumbran
diferentes tipos de tensiones. “Nunca es sin conflictos” fue una expresión común cuando
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preguntamos sobre el modo en que cada familia distribuía y organizaba, en la
prepandemia, las tareas de cuidado.
Cómo hicimos para cuidar en pandemia
Ante la pregunta sobre cómo se transformó durante la pandemia esta ingeniería previa de
tareas y acuerdos, las respuestas fueron diversas. La máxima que esboza una entrevistada:
“Hicimos como se iba pudiendo, como hacía todo el mundo” (E2) sintetiza las
experiencias colectivas. El modo en que esas transformaciones se vivieron fue
subjetivamente diferente, pero todas las entrevistadas, independientemente del tipo de
responsabilidad de cuidado que tenían, destacan la complejidad, la dificultad y el
cansancio provocados por los reacomodamientos.
Nos cambió toda la vida cotidiana porque tuvimos que replantear el orden que
teníamos, tener absolutamente otro; sostener a los chicos. Nos armamos un
cronograma semanal, donde intentamos tener entretenida a la más chica,
planificamos el día a día, pero lo traccionamos nosotros y eso fue muy jodido. (E3)
Ha habido un par de mañanas, que fue tremendo, yo estaba… también..., estaba
tomando exámenes, me cayeron un montón de cosas, no podía no atender y nada…,
no sé qué desayunó [se refiere a su hijo, de 5 años]. (E8, 38 años, 1 hije)
Fue muy estresante el año pasado con lo de mi mamá entre medio, pues decayó
así…, se vino abajo, crisis de depresión y angustia, lloraba todo el tiempo… Bueno,
me hacés acordar ahora, yo medio que me había olvidado. (E9)
Las entrevistadas relatan, pero también teorizan. Así, la contingencia como marca de
época es señalada como elemento clave por una ellas:
Todo eso fue chino, o sea, era todos los días un acuerdo distinto, ¿no? Y con mucha
dificultad para poder planificar algo, creo que eso de la contingencia fue una
característica que nos atravesó a todos de distinta manera; más con el tema de los
cuidados. Esto de tener que ir improvisando permanentemente. (E5).
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Por otra parte, en estas lecturas retrospectivas sobre lo acontecido, la diferencia de
experiencias entre varones y mujeres no les es ajena; en el ámbito laboral, las
desigualdades, previas a la pandemia, se hicieron más notorias.
…yo me sentí muy presionada, nunca me había sentido así en el laburo. Estuve
todo el tiempo teniendo que decir no puedo, no puedo, no puedo, pero como si
fuese algo que me pasaba a mí, ¿eh? Loco, esto le está pasando a la humanidad,
¿cuánta gente está en estas mismas condiciones? Probablemente más mujeres
que hombres, ¿no? (E3)
Si el no poder es, en términos de Han (2012), un síntoma de época, notamos que, en
relación a los cuidados, opera de manera diferencial entre varones y mujeres; si para las
docentes implicaba un espejo de sus imposibilidades, para algunos varones, al decir de
las entrevistadas, funcionaba como justificativo. Resulta curioso que, aun percibiendo,
observando y criticando esta situación, otra entrevistada reconoce cierta indulgencia hacia
los compañeros varones, sobre todo si tenían responsabilidades de cuidado:
Algunas cosas que entre nosotras no están permitidas, ellos se las permiten... Yo
siento que hay un sesgo de género, esto de que ellos puedan decir, por ejemplo:
‘El viernes a la tarde, yo justo me voy porque estuve muy sobrecargado’ […], y
nosotras bancamos en general; no se interpeló, no interpelamos demasiado esa
situación o hacemos el trabajo de ellos porque, claro, también ellos tienen
situaciones de cuidado, o sea, somos… hay una condescendencia… (E5)
El recorrido por estos testimonios permite comprobar que el devenir de la pandemia y las
políticas de aislamiento tensionaron todas las instituciones y sus múltiples
interdependencias: las dificultades para conciliar trabajo productivo y trabajo de cuidados
se tornó más evidente.
A lo largo de las entrevistas hemos podido observar que pensar la vida cotidiana
genera inquietudes, justificaciones y evocaciones, surgen comparaciones entre diferentes
etapas de la vida, entre diferentes familias. También emergen contradicciones, emociones
y hartazgos.
Ante esta situación, no podíamos menos que preguntarnos: ¿por qué? ¿Por qué las
docentes aceptaron realizar todas estas tareas, incluso bajo protesta?
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A manera de cierre
A lo largo de este artículo hemos presentado algunos relatos de docentes universitarias
sobre sus experiencias de conciliación entre trabajo remunerado y actividades de cuidado
durante la pandemia de COVID-19. Primero realizamos una descripción que permite
ubicar la particularidad de este acontecimiento en el contexto de una crisis de cuidados
inscripta, a su vez, en una coyuntura sociohistórica que denominamos atmósfera
neoliberal y, simultáneamente, en la emergencia del fenómeno denominado cuarta ola
feminista como discursividad que impacta y afecta múltiples instituciones, entre ellas la
institución universitaria.
Por otra parte, hemos explicitado el modo en que se desarrolló la investigación
que da sustento a las reflexiones que aquí se comparten, a partir del diseño de un estudio
exploratorio y descriptivo basado en los relatos de las entrevistadas con el fin de recuperar
sus experiencias concretas y opiniones, así como sus percepciones y valoraciones en torno
a las transformaciones de la relación entre trabajo y vida cotidiana en una coyuntura
inédita. En este sentido, hemos fundamentado la utilización de conceptos operativos
provenientes de los métodos biográficos para segmentar, codificar y categorizar los
relatos obtenidos en el transcurso de las entrevistas, diferenciando, en el análisis,
temáticas, narrativas y alusiones valorativas (Meccia, 2020).
Hemos expuesto, en este primer acercamiento, fragmentos de entrevistas que
manifiestan las transformaciones acaecidas en torno a tres tópicos: la delimitación del
tiempo, la organización espacial y las transformaciones en el uso de tecnologías para la
educación. El análisis de estos fragmentos nos permite dar cuenta del impacto que la
pandemia y las políticas de aislamiento generaron en la vida cotidiana de las docentes
entrevistadas. Detallamos cómo ese impacto se manifiestó en la ejecución de acciones
concretas llevadas a cabo para poder cumplir con el trabajo académico pero también en
la percepción de un avance de la vida laboral sobre la vida doméstica que generó
cansancio, displacer y malestares. Señalamos también que el aislamiento obligatorio y la
consecuente pérdida de las redes de cuidado habituales ocasionó sobrecargas de trabajo
y potenció las dificultades para conciliar vida laboral y vida familiar. Nos interesa
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remarcar que experiencias similares son descritas por investigaciones realizadas en
diferentes instituciones universitarias. La dificultad para establecer límites entre el tiempo
personal y el tiempo de trabajo, las tensiones entre intimidad y performance docente, el
aumento de la exigencia autónoma son descriptos como rasgos que intensifican en esta
circunstancia particular —la pandemia— procesos que ya se estaban produciendo y que
generaban sufrimientos subjetivos (Hernández Huerta et al, 2021). Este sufrimiento se
complejiza, paradojalmente, debido al amor por el trabajo –amor a la enseñanza, a la
investigación, a la extensión, la creación y transformación– manifestado por integrantes
del profesorado (Ruiz Barbot eta al, 2022).
Es posible advertir que las personas entrevistadas, por su propia pertenencia
profesional, son conscientes de las implicancias discursivas de sus relatos: son
investigadoras, lectoras, sujetas de la escritura y el psicoanálisis; entienden que un error
es un equívoco, que lo que se dice es tan significativo como aquello que no se dice. De
alguna manera, sus narrativas biográficas se construyen a partir de un discurso
docente/intelectual que se manifiesta en la referencia a citas de autoridad que suponen
compartidas con la entrevistadora así como en el uso del lenguaje inclusivo.
Sabemos que el análisis aquí presentado no llega a explicitar cómo se vinculan los
relatos puntuales sobre las modificaciones de las rutinas con las memorias biográficas y
las reflexiones sobre las afectaciones que los cuidados generan en la vida de mujeres
docentes universitarias. Lo aquí expuesto constituye apenas una porción de la
información contenida en los relatos de las entrevistadas, que nos proponemos compartir
en futuras comunicaciones17.
Vale señalar que las diferencias de edades, dedicaciones docentes o estructuras
familiares no presentan discrepancias con respecto a las valoraciones sobre la experiencia
atravesada sino que se manifiestan en los aspectos más pragmáticos de los relatos: el
cuidado de bebés requiere de atenciones y actuaciones muy diferentes a las que se
necesitan para atender a personas mayores. Por otra parte, el hecho de que hayamos
concentrado este trabajo sobre docentes mujeres nos enfrenta a la necesidad de generar
Camusso, M. (2023). “Cuatro relatos sobre pandemia, cuidados y trabajo docente universitario”, ver nota
13.
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un estudio comparativo que permita dar respuesta a los interrogantes sobre qué significa
el cuidado para los docentes varones, qué peso tiene en sus decisiones profesionales y
cómo afecta sus vidas cotidianas.
Aunque este trabajo nunca tuvo una voluntad historiográfica, el conjunto de
relatos permite documentar con detalle para el futuro un sinnúmero de prácticas que
posibilitaron, durante los dos años de distanciamiento social, mantener en funcionamiento
la institución que nos aloja18.
En línea con las investigaciones similares a esta que hemos citado, podemos
hipotetizar que la erotización del trabajo —característica propia de las sociedades del
conocimiento— que describen Byun-Chul Han (2012) y Eva Illouz (2019), entre otras
autorías, tiene en la profesión docente un exponente paradigmático y que esta
emocionalidad intensa resultó clave durante la pandemia para mantener el mundo
académico en funcionamiento.
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Me refiero puntualmente a la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR, pero podría traspasarse a
la universidad en su conjunto.
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