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Powered by TCPDF (www.tcpdf.org) Larosi Haidar y Manuel de Paz Sánchez [ed.] En lo que respecta a la población, se trata de un tejido étnico que se ha ido conformando sobre una base autóctona amazigh (bereber) que, a partir del siglo XI, se va mezclando paulatinamente con tribus árabes provenientes de oriente en distintas oleadas, sin olvidar el sustrato negroafricano nacido del continuo contacto con los pueblos vecinos. A la vez que la sociedad se va islamizando, también irá adoptando el árabe como lengua, aunque este proceso no exento de oposición y conflictos por el poder entre árabes y amazighen no culminará hasta mediados del siglo XVII, periodo que podría considerarse como de madurez y articulación de la sociedad bidani tal y como la conocemos hoy en día. La sociedad bidani se extiende por los actuales territorios de Mauritania, Sáhara Occidental, zona meridional de Marruecos, franja oeste de Argelia y toda la región norte de Mali. En definitiva, y tras la imposición del poder de los descendientes árabes de las tribus de Banu Hassán, se adopta como lengua su dialecto árabe, hassanía, y se impone su sociedad de castas en cuya cima están las cabilas guerreras. El territorio del Sáhara Occidental, sin ser exclusivo de ninguna de las cabilas, va a ser propiedad de todas sin excepción, por lo que lo cruzarán de norte a sur y de este a oeste en busca de pastos y de agua y, también, para intercambiar mercancías. Sin embargo, es bien cierto que cada tribu o grupo de tribus suele asentarse más a menudo en un determinado territorio al que, con el tiempo, se la acabó vinculando. Es el caso de los Aulad Adleim, cabila generalmente vinculada a la región de Rio de Oro y de allí que fueran de los primeros saharauis que tuvieron contacto con los españoles en la zona sur del Sáhara Occidental. Desde el punto de vista español, en aquellas fechas el Sáhara Occidental no sólo suponía una frontera que había 13 Río de Oro que controlar debido a su cercanía a las Islas Canarias sino que, además, podría ser una beneficiosa puerta al África occidental y acceso al rico comercio caravanero que alcanzaba Tombuctú y más allá del Níger. Sin olvidar el riesgo, cada vez más verosímil, de que alguna otra potencia se anticipe y ocupe dicho espacio, dejando a España sin oficio ni beneficio y convirtiendo a las islas en presa fácil ante cualquier conflicto armado. Esta podría ser la razón del apresamiento del marino escocés George Glas, a mediados del siglo XVIII, una vez instalado frente a las costas canarias y haber fundado la factoría pesquera de Port Hillsborough. De hecho, acabó siendo asesinado junto a su familia en extrañas circunstancias: George Glas, que sufrió prisión en Tenerife por el recelo que su amenaza de competencia había despertado y que murió trágicamente asesinado en unión de su esposa e hija cuando retornaba a su patria en un barco secuestrado en travesía por cuatro tripulantes asesinos, nos proporciona detalles muy valiosos sobre la pesca de los canarios en Berbería6. (Pérez Saavedra, 1993:535-536)7 Un siglo más tarde, en 1876, el inglés Mackenzie se verá obligado a luchar con uñas y dientes para llevar adelante su proyecto de factoría en Cabo Juby, a la que llamó Port Victoria, y convertirla así en un importante puerto comercial y pesquero. Pese a la oposición española y marroquí, logró culminar su obra en 1882, aunque a la larga poco pudo 6 El autor se refiere al testimonio ofrecido por George Glas en su libro Descripción de las Islas Canarias (1764), trad. de C. Aznar, I. E. C., La Laguna, 1976. 7 Francisco Pérez Saavedra (1993). “La pesca en aguas de Lanzarote y del banco canario-sahariano”, en Anuario de Estudios Atlánticos 39, pp. 527-553. 14 Larosi Haidar y Manuel de Paz Sánchez [ed.] hacer contra los sabotajes y ataques de los lugareños manipulados e incitados por los agentes del sultán marroquí que, por aquellas fechas, pululaban por la zona. Sin olvidar que, por aquel entonces, también se mostró interesado por la zona el rey Leopoldo II, dueño y amo del Congo. Llegó a poner a su servicio a un coronel del Estado Mayor del Ejército, el barón Lahure, con el propósito de recabar información y ver la mejor manera de adquirir un territorio en la costa noroccidental africana que no fuera de soberanía marroquí. En su informe, le dice: El Gobierno inglés […] se ha dirigido al sultán de Marruecos para hacerle saber que le hacía responsable de toda agresión de que pudieran ser objeto los establecimientos ingleses de Tarfaya. El sultán ha respondido al Foreign Office que sus estados no se extienden tan lejos como Tarfaya y se terminan en el río Draa; y que, en consecuencia, no tenía por qué ocuparse del establecimiento inglés de Tarfaya8. El detalle recogido en la carta del sultán citada por Lahore, carta que hasta el día de hoy consta en los archivos del Foreign Office, es una prueba de que, como mucho, la soberanía del sultanato no pasaba del río Draa hacia el sur, lo que deja en evidencia la legitimidad de las actuales reivindicaciones de los saharauis y de su aspiración a recuperar su histórica independencia del Reino de Marruecos. En la misma línea, apunta la información relativa al apoyo  ϴ Citado en Joaquín Portillo (1978). “El sultán confirmó a Londres la soberanía acababa en el río Draa”, en El País, 12/11/1978. Sitio web: http://elpais.com/diario/1978/11/12 /internacional/ 279673203_850215.html 15 Río de Oro 9 ofrecido por los hornacheros a Zaidán Al-naser en su lucha por el poder tras la muerte de su padre Ahmad Al-mansur en 1603, pues “quiso aprovechar sus cualidades estableciéndolos en la frontera sur de Marruecos, en el Draa, pero descontentos desertaron y marcharon a Rabat-Salé. Eran, 10 en total, unos tres mil” . A estas alturas, se hace difícil dudar de que los dominios de los diferentes miramamolines de Marruecos jamás alcanzaron el río Draa. Y como bien apunta Joaquín Portillo, es al menos curioso que el documento antes mencionado no fuera presentado como prueba ante el Tribunal de Justicia Internacional cuando fue solicitada su opinión sobre el estatus del territorio del Sáhara Occidental y sus vínculos con los vecinos Marruecos y Mauritania. Finalmente, España acabaría convenciendo al resto de potencias con aspiraciones colonialistas de que los territorios africanos vecinos de las Islas Canarias le correspondían por derecho, con lo que deberán ser respetados y excluidos de cualquier injerencia extranjera ajena a España. Acabada la conferencia de Berlín después de más de tres meses de divisiones y repartos, pues a fin de cuentas de eso se trataba, de dividir y repartir, los únicos países africanos que se salvaron de tener un amo europeo fueron Etiopía y Liberia, y este último gracias a la protección de Estados Unidos de América. Independientemente de las relaciones que siempre hubo entre españoles, especialmente canarios, y saharauis de la costa africana, ahora tocaba desarrollarlas y ampliarlas 9 Se trata de los moriscos originarios de la villa pacense de Hornachos que en 1610 fueron expulsados de la península Ibérica. 10 Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent (1985). Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría. Madrid: Alianza Editorial. 16 Larosi Haidar y Manuel de Paz Sánchez [ed.] todavía más de manera que la población indígena del territorio fuera aceptando la presencia y la autoridad de los representantes del Gobierno español, cosa que no iba a ser fácil si tenemos en cuenta cómo se veían una a otra las dos comunidades y sin olvidar que, en todo caso, no se puede esperar una recepción con los brazos abiertos por parte de quien está viendo que su tierra, su morada vital, está siendo ocupada por extraños. He aquí la imagen que ofrecía de los nativos de la costa africana el teniente de Infantería de Marina Joaquín España en julio de 1894: Son pedigüeños, exigentes, vengativos, desconfiados y astutos; muy habituados al merodeo, la rapiña y el crimen. El ladrón más fino y que más crueldades cometa, goza gran fama entre ellos. […], el hombre y la mujer solo se unen aquí por el instinto ciego y destemplado de las pasiones, cuyas consecuencias solo ellas soportan, cuando ajadas por el trabajo y cargadas de hijos pequeños, se ven abandonadas de sus maridos, que sin ningún escrúpulo toman nueva esposa, a quien espera la misma suerte que a la cónyuge anterior11. El autor de tan pormenorizada descripción física y psicológica de los saharauis de finales del siglo XIX acaba aconsejando a quienes visiten dichos territorios seguir el ilustrativo dicho: Del moro no te fíes ni veinticuatro horas después de muerto. Suponemos que, en modo alguno, dicho proceder era algo exclusivo de los autores españoles de la época sino que, más bien, fue la mecánica discursiva  11 Véase infra el texto completo de Joaquín España, “Río de Oro, rasgos característicos de sus habitantes”, en Diario de Tenerife, 18-071894, p. 3. 17 Río de Oro seguida por todo el entorno colonialista. Era evidente que la justificación del acto colonial, la ocupación del territorio del otro, debía pasar por su demonización y, sobre todo, por su deshumanización; lo cual se lograría mediante la creación de un Sonderweg, un camino particular, propio de esta nueva impronta que debía etiquetar a los vecinos de la otra 12 orilla, y que no es otra que el exotismo , su exotización, es decir, fabricarlos de nuevo hasta que no se reconozcan ni ellos mismos. Con esta nueva imagen, y aunque no lo parezca, serán los bienvenidos pues, como decía Kundera de un personaje de Rabelais, “Y he aquí lo curioso: ese cobarde, ese perezoso, ese embustero, ese presuntuoso, no sólo no provoca indignación alguna sino que es, en ese momen13 to de su fanfarronería, cuando más le queremos” . Esta misma imagen, que no es más que una conversión del otro en una especie de despreciable bufón con el objeto de permitirle ser aceptado de alguna manera, la podemos ver incluso en textos muy posteriores y aun cuando apenas el autor parece querer ofender, pues no hace más que “describir hechos”. Es el caso de la exquisita descripción ofrecida por González Álvarez de los caprichos y aficiones a los que era muy dado Jatri Yumani, representante saharaui en 12 El excelente trabajo de Edward Said sobre este tema es de una calidad analítica encomiable, especialmente su Orientalismo (1978). Años más tarde, en una reflexión con ocasión de los veinticinco años de esta obra, diría: “Todo imperio, en su discurso oficial, ha dicho que no es como los otros, que sus circunstancias son especiales, que tiene la misión de iluminar, civilizar, traer orden y democracia, y que utilizará la fuerza únicamente como último recurso. Lo más triste es que siempre hay un coro de intelectuales deseosos de decir palabras tranquilizadoras acerca de los imperios benignos o altruistas”. (Consultado por última vez el 01/04/2016 en http://www.mundoarabe.org/ orientalismo _edward _said.htm) 13 Versión nuestra de Milan Kundera (1993). Les testaments trahis. Éditions Gallimard, p. 15-16. 18 Larosi Haidar y Manuel de Paz Sánchez [ed.] las Cortes Españolas de aquellos últimos años de la presencia de España en el Sáhara Occidental: Sus exigencias personales siempre han sido mínimas: comer y poder casarse una o dos veces al año (tiene cincuenta y cuatro años y cincuenta y seis mujeres). El dinero que recibía de España le permitía satisfacer ambas aspiraciones, ya que comprar una mujer no le costaba más de treinta mil pesetas, porque en el Sáhara14 aún se siguen comprando las mujeres, y en este terreno le gustan jóvenes, adolescentes, casi negras de tez y entraditas en carnes. No habla español, aplaude siempre y da carta de naturaleza a una peculiar sonrisa15. Con la última frase resonando todavía y sus ecos repitiéndose en las cuatro esquinas de la memoria, se hace inevitable no acordarse del canon prescrito por Binyavanga Wainaina a la hora de aventurarse en la escritura sobre África, ya que no debemos olvidar que el Sáhara está en África. De esta manera, una de las recomendaciones que nos hace el escritor keniano es que al elegir nuestros personajes africanos deberíamos pensar en incluir a “políticos corruptos, guías de viaje ineptos y polígamos y prostitutas con las que usted ha dormido. El Sirviente Leal siempre se porta como un niño de 7 años y necesi16 ta mano firme” . Es obvio que cuando inferiorizamos a los otros, éstos acaban siendo inferiores; cuando los deshumanizamos acaban siendo tratados como “no humanos”, es decir,  14 Y por lo tanto, en España, pues no olvidemos que en ese momento el Sáhara era provincia española. Mas como hay opiniones para todo, lo mismo hay quien piensa que lo fue sólo para lo bueno. Para lo malo, el Sáhara era saharaui. 15 Valentín González Álvarez (1980). Los últimos días del Sáhara Español. Ediciones Maisal, p. 21. 16 En Binyavanga Wainaina (2013). Algún día escribiré sobre África. 19 Río de Oro sin miramientos ni escrúpulos de ninguna índole: insultados y despreciados, ninguneados y humillados, y también golpeados, torturados y asesinados sin que atisbe el menor de los remordimientos, ni se alce la más débil voz por tan horribles acciones. La única voz que debe, y puede, oírse es la que apuntala y refuerza el discurso hegemónico que tiene como meta final apoderarse de las posesiones del otro, sus riquezas y sus territorios. En todo caso, no hay que perder de vista la visión del otro y cómo concibe él ese acercamiento a sus costas por parte de gentes extrañas, puesto que efectivamente “las costas eran el punto de entrada para las correrías caballerescas de los europeos. Estos robaban y hacían esclavos a los capturados; una de las razones por el famoso 17 odio fanático” a los cristianos, esos infieles que en el pasado masacraron a los indefensos últimos musulmanes de España. La tradición oral y sus leyendas e historias, que fueron de generación en generación y de poblado en poblado, se encargaron de difundir la desgracia de los musulmanes y la represión que sufrieron desde el primer momento en que se convirtieron en perdedores de la guerra. Por citar un episodio, dentro de la política de persecución de los musulmanes, Felipe II publicó el edicto de 1567, de esta manera no sólo se acabaron de destruir los libros escritos en lengua árabe y se prohibieron los hábitos y vestimentas de los moros, sino que el ensañamiento fue más allá de la absurda inquina: En 1567 tuvo lugar una solemne ceremonia y ‘todos los baños artificiales’ que había en Granada fueron destruidos. La gente se olvidó de lavarse frecuentemente, 17 Peggy Buergeron Buerpel (1998). “Viaje a un lejano desierto vecino”, p. 53, en Cuadernos del Ateneo de La Laguna nº5, pp. 49-54. 20 Larosi Haidar y Manuel de Paz Sánchez [ed.] tanto en España como en Europa, hasta bien entrado el siglo XIX18. Se había prohibido la higiene en aras de negarle al musulmán el cumplimiento de sus abluciones diarias. De hecho, se le negaba la libertad de profesar su religión y, aunque eran otros tiempos y otros polvos, se hace difícil evitar la comparación de los pretextos que supuestamente justifican las masacres terroristas actuales, con las pretendidas justificaciones de la limpieza de sangre de antaño. Así, en referencia a los últimos musulmanes que se negaban a renunciar a su religión y creencias, podemos encontrar sutilezas del tipo de: “El simple hecho de permitirles vivir era un exceso de generosidad y misericordia. Su ‘culpa’ era tan evidente, que para condenarles no eran necesarios ni pruebas formales ni juicio. Una sentencia de muerte común para todos ellos sería un servicio a Dios”19. Nada nuevo alumbra sobre la faz de la tierra y el ser humano sigue siendo el mismo en todas partes, nadie es mejor ni peor que nadie; junto al amor, la dignidad suele ser nuestro sentimiento más relevante en la demarcación de nuestro futuro, y la circunstancia orteguiana sigue demostrando la vigencia de su relevancia a la hora de pergeñar  18 Américo Castro (1954). La realidad histórica de España. Méjico: Porrúa, p. 108; citado en Ahmed Thomson y Muhammad Atau-rrahim (1993). Historia del genocidio de los musulmanes, cristianos unitarios y judíos en España. Granada: Centro de Documentación y Publicaciones Islámicas, p.233. 19 Ahmed Thomson y Muhammad Atau-rrahim (1993). Historia del genocidio de los musulmanes, cristianos unitarios y judíos en España, p. 248. 21 Río de Oro nuestras acciones y reacciones. De allí que nuestra concepción de los otros no sólo dependerá de quién concibe sino también, y sobre todo, de dónde y cuándo concibe. Difiere mucho la extravagancia retratada en la imagen dada unas líneas más arriba por Valentín García sobre el representante saharaui en las Cortes franquistas, de la ofrecida, por las mismas fechas, por el entonces director del Centro de Estudios Árabes de El Aaiún, Nadim Tuman, acerca de los saharauis: “Los saharauis, aristócratas de las dunas, gozan de una intuición infalible”, para acabar refiriéndose al pueblo saharaui como “ese último hijo que no quiso tener España y que lucha ahora como un pequeño gran gigante para so20 brevivir con dignidad o desaparecer con honor” . En realidad, y este es el aspecto cruel de la historia, España tuvo al hijo, lo amamantó y crió y, de la noche a la mañana, lo abandonó y destetó de manera despiadada e indignante. Lo dejó indefenso y desamparado, vulnerable bebé “que ni anda, ni habla, ni tiene dientes” como decía de su propio hijo Valentín González en la nota que cierra su escrito. Antes, durante los primeros años de colonización y frente a los nativos de entonces, uno se sentía legitimado para decir que “el colonizador es quien se encuentra moralmente obligado a iluminar estas pobres inteligencias, envueltas 21 en las tinieblas por la incultura” , pues no debemos perder de vista que no son más que árabes musulmanes de esos que la Enciclopedia Álvarez, destinada a formar y educar en valores humanos a los niños españoles de la época, entre 20 Véase la presentación de Los últimos días del Sáhara Español del periodista Valentín González Álvarez. 21 Paz Sánchez y Carmona Calero (1991). “La Colonia de Río de Oro (Sahara español) a principios del siglo XX. Situación general y perspectivas”, p. 148, citando a Río de Oro considerado en su aspecto sanitario y mercantil. Memoria de Manuel Bernal. 22 Larosi Haidar y Manuel de Paz Sánchez [ed.] los que se incluía a los saharauis, se permitía hablar de los árabes en los siguientes términos bajo el epígrafe Arabia y los árabes: Sus habitantes vivían en tribus y éstas se odiaban tanto entre sí, que no había forma de ponerlas bajo un mismo jefe. […]. Así era Arabia y así vivían los árabes. Pero un día apareció entre ellos un alucinado llamado Mahoma, que les predicó una nueva religión, y todo cambió por completo, pues fanatizados por sus predicaciones, olvidaron sus rencillas y comenzaron una guerra santa contra los que ellos llamaban infieles22. De hecho, en las contadas páginas dedicadas a la historia árabe, se puede observar un especial ensañamiento con el profeta del Islam, Mahoma. Para que los pequeños se cultiven y sepan de la cultura y religión del otro, de él se llega a decir que “fue un árabe alucinado que se fingió enviado por Dios para predicar la doctrina verdade23 ra” , doctrina y predicaciones que al parecer habría recogido algún discípulo suyo en un libro llamado El Corán y, a fin de cuentas, ordena algo así como “rezar cinco veces al día, lavarse con agua o arena, dar limosnas, no beber vino ni cometer malas acciones e ir una vez en la 24 vida en peregrinación a La Meca” . Esto es lo que podría llamarse ser preciso, escueto y no andarse por las ramas. Aunque tampoco debería extrañarnos tanta claridad y desparpajo en la expresión de ideas, pues había quien no  22 Antonio Álvarez (1966). Enciclopedia Álvarez. Tercer Grado. Valladolid: Edaf, p. 423. 23 Antonio Álvarez (1966). Enciclopedia Álvarez. Tercer Grado. Valladolid: Edaf, p. 426. 24 Antonio Álvarez (1966). Enciclopedia Álvarez. Tercer Grado. Valladolid: Edaf, p. 425. 23