Acto de Fe
Acto de Fe
Acto de Fe
Pero aunque su desarrollo haya tenido lugar, sobre todo, en los dos últimos siglos, la
teología de la fe aparece con claridad desde el principio de la reflexión cristiana, cuando la
revelación no constituía todavía una cuestión teológica refleja. Las razones son claras: 1) La
cuestión de la fe tiene una presencia constante en la Sagrada Escritura, y una formulación
terminológica muy temprana. 2) Lo que al hombre se le pide es, en primer lugar, que crea.
La fe acompaña a la conversión (Me 1, 15), y es lo primero que el hombre realiza en su
encuentro con Dios. No nos interesamos aquí por la fe como virtud, sino por el acto de fe,
aunque resultará imposible una separación demasiado tajante entre ambos aspectos.
Antiguo Testamento
No hay un único término sino un campo semántico. El término más común que se aplica a
la acción de creer es el verbo 'aman (mantenerse fiel a, ser estable, estar fundado). A él se
une batah (esperar confiadamente en alguien). Del verbo 'aman procede amen que ha
venido a significar la respuesta incondicional de la fe. El «apoyarse» o «creer en Dios»
establece la forma normal de la relación del hombre con Dios.
Nuevo Testamento
El centro al que se dirige la fe es, en último término, Jesús de Nazaret en sus palabras,
hechos y en su mismo ser personal.
El cambio más importante del significado de la fe, en relación con el Antiguo Testamento,
es consecuencia del diferente modo de acción de Dios en la historia. Así como Dios se dirigía
a Israel y actuaba en la historia a través de mediadores, ahora cuando se ha cumplido el
tiempo (cfr. Me 1, 15), la acción de Dios se concentra en un único mediador, y es acción de
Dios a través de una única persona que es Cristo. Dios habla a los hombres y actúa entre
ellos de un modo personal. La fe encuentra un cauce más claro de expresión, ya que ahora
se resume en aceptar el mensaje de salvación que por iniciativa divina tuvo lugar de una
vez para siempre en Cristo.
El hablar personal, «con rostro», de Dios en Cristo, Verbo encarnado, y las exigencias que
esa Palabra plantea a los hombres dan lugar a una personalización de la fe. Lo que está
ahora en juego no es ya principalmente la fidelidad del pueblo a una alianza a través de los
avatares de la historia, sino la conversión, la decisión personal del individuo. Aparece allí
claramente el aspecto subjetivo de la fe (fides qua), sin que esté, sin embargo, ausente el
aspecto objetivo del contenido de la fe, (fides quae) (lectura pags 236 - 238: uso del término
en el NT: Sinópticos, Juan, Hechos y Cartas).
Edad Patrística
En la época patrística, a la necesidad de la fe en Cristo se unió muy pronto el carácter eclesial
de la fe, es decir, el sentido de que la fe no es sólo del sujeto, sino que es sobre todo la fe
de la Iglesia, de forma que tener la fe de la Iglesia es condición de pertenencia a la
communio.
Gnosticismo:
Los gnósticos consideraban a la fe como un conocimiento de segundo orden. Oponían la
«pístis» a la «gnósis», siendo la primera un modo secundario y provisional de conocer, en
tanto que la segunda sería el auténtico conocimiento. La fe era para los gnósticos opinión
personal, «dóxa», desprovista de fundamento, que debe ser sustituida por el cono-cimiento
perfecto. Frente a esta teoría, la teología cristiana reaccionó con fuerza insistiendo en el
carácter de certeza de la fe, la cual es considerada como verdadera «episteme»,
conocimiento fundado y riguroso. El acto humano de la fe no se mide por la inestabilidad o
fragilidad del hombre, sino por la fidelidad de Dios a quien el hombre oye y acepta. La fe es
irrebasable, no puede disolverse en un cono-cimiento superior. Como resultado de la
controversia gnóstica, se puso de manifiesto que la fe es respuesta del hombre al Dios que
habla y que garantiza la certeza y seguridad de la fe. Al mismo tiempo, el comienzo de la fe
se muestra como resultado de una acción moral. Una vez que el hombre cree, la fe afecta
al conjunto de la acción moral del sujeto (con Clemente de Alejandría y otros autores, la fe
es presentada como «gnosis» verdadera, que no es sólo certeza de la verdad de la fe, sino
que se convierte en amor y cumplimiento de los mandamientos. Así, por ejemplo, Clemente
habla de una doble conversión: del paganismo a la fe, y «de la fe a la gnosis. Esta segunda
se convierte en amor y establece una relación inmediata y amistosa entre el cognoscente y
lo conocido»)
Regula fidei:
También en relación con los gnósticos, tuvo lugar en la Iglesia a partir del siglo II, y sobre
todo en el III y el IV, un proceso de ordenación y formulación de verdades. Frente al abuso
que los gnósticos hacían de la Escritura, que interpretaban y desfiguraban arbitraria-mente,
la Iglesia opuso el principio de la «regula fidei» que procede de la misma Escritura, y que
tiene la función de servir de criterio de la verdad de la fe frente a las herejías. Según Congar,
«los Padres llaman "regla de fe" o, con más frecuencia, "regla de verdad", a lo que los
Apóstoles comunicaron, habiéndolo recibido previamente de Jesucristo, y que la Iglesia
transmite desde entonces, en cuanto esto es normativo para la fe»l3. La «regla de la fe»
está, pues, en relación con el carácter apostólico de las Iglesias, especialmente la de Roma
(San Ireneo) y expresa y rige la unidad de fe de todos los cristianos L\ Ahora bien, la
autoridad de la regla de fe es, en primer lugar, la autoridad de la verdad: es regula fidei
porque previamente es regula veritatis. La eclesialidad de la regla de fe es el criterio de la
verdad que contiene, no es el origen de esa verdad; el único origen es la revelación de Dios.
San Agustín:
Doctrina sobre la relación entre la fe y la estructura cognoscitiva del hombre y carácter
gratuito de la fe. La fe es el término al que llega el corazón inquieto (irrequietum cor) del
hombre que, mientras no encuentra y se adhiere a Dios, carece de paz y de sosiego.
Mediante el análisis del espíritu humano con sus diferentes tendencias y con sus diversas
reacciones, Agustín pone de relieve que el hombre está hecho para Dios, y que ese destino
en Dios no es resultado de la casualidad, sino del plan amoroso de Dios respecto al hombre.
Por eso, el aspecto psicológico (itinerario del hombre) y el aspecto teológico de la fe (la fe
como gracia) se dan íntimamente unidos.
La fe es conocimiento, pero ¿de qué tipo? El obispo de Hipona distingue tres tipos de
conocimiento: la contemplación, la ciencia y la fe. La fe se distingue de las otras dos porque
orienta a una autoridad, a un testimonio. La fe es condición y presupuesto del entender:
crede ut intelligas. Pero también se puede afirmar: intellige ut credosIB. Para poder creer,
es necesario comenzar por entender el sentido de lo que se debe creer. De este modo, la
fe no sólo se relaciona plenamente con el cono-cimiento del sujeto, sino que incluso se
pone de manifiesto la continuidad que hay entre ellos. Pero la fe no es simple conocimiento
humano: el hombre no la puede alcanzar por sí mismo, sino que debe recibirla.
«Creer es pensar con asentimiento» (credere est cum assensione cogitare) La inquietud del
corazón desaparece en el encuentro con-fiado del hombre con Dios en la fe, pero al
descanso de la fe que asiente, le caracteriza otro tipo de inquietud que es el deseo de
comprender, el cual le lleva a pensar sin abandonar ni condicionar por ello el asentimiento
de fe. No se trata de la investigación con la que se pretende llegar a certezas, sino de la
certeza que busca mayor comprensión.
Teología Medieval
La fe adquiere relevancia social como algo de lo que se parte sin discusión, un hecho común
que establece un vínculo entre los diversos miembros y estamentos de la sociedad. Pero la
importancia social de la fe no es el único fenómeno, sino que en este tiempo surgen
problemas nuevos. Particularmente, la fe se debe poner en relación con el saber natural y
científico, sobre todo a partir de la introducción de la filosofía aristotélica. En relación con
el conocimiento de la razón, se hace necesario precisar cuál es el estatuto de la ciencia y
cuál es el estatuto de la fe, así como qué tipo de relación se da entre ambas. A esto se une
naturalmente la pregunta por la posibilidad que tiene la fe de despertar y proseguir una
actividad racional
Entre dialécticos (favorables a la relación entre fe y razón) y antidialécticos (estas dos
posturas se van a reeditar en la modernidad en el racionalismo y el fideísmo), se da una
postura de equilibrio: Santo Tomás de Aquino.
A la luz de lo anterior se entiende el modo como Santo Tomás presenta el acto de creer:
«Credere est actus intellectus assentientis veritatis divinae ex imperio voluntatis a Deo
motae per gratiam ( ”creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por
imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia”). Asentimiento intelectual,
acto-de la voluntad y gracia de Dios, desempeñan una función esencial en el acto de fe.
También considera el carácter de hábito (virtud) de la fe y su orientación escatológica:
comienza la vida eterna que culminará cuando el lumen fidei ceda el lugar a la visión, al
lumen gloriae.
Reforma protestante:
Una nueva comprensión de las relaciones del hombre con Dios. Se trataba de que el hombre
se relacionara inmediatamente con Dios, sin mediaciones humanas. Lutero defiende que la
justificación tiene lugar por la fe y sólo por la fe, con exclusión de las obras. Aunque no
negaba el valor del asentimiento en la fe, no le daba demasiada importancia. Para Lutero,
la confianza, y el abandono en Dios significan lo mismo que la fe. La fe ahora no consiste
tanto en la aceptación de unas verdades cuanto en la confianza y el abandono en un Dios
benigno para mí. El principio implícito en la «sola fides» acaba excluyendo no sólo la
justificación por las obras, sino también la posible colaboración de la inteligencia con la fe
.En consecuencia, la noción de «verdades de fe» pierde su sentido estricto, y son dejadas al
juicio individual según la iluminación que el Espíritu comunica al lector de la Biblia.
Etapa moderna
Ilustración
La crítica ilustrada a la noción de revelación cristiana afecta directamente a la fe en esa
revelación. La fe se ve desvalorizada progresiva-mente en su función cognoscitiva —ya que
no se le reconoce un estatuto epistemológico propio—, y los contenidos de la fe
considerados como simples elementos culturales. Esto trae como consecuencia que a la fe
se la considere como mera opinión o ideología, para verse finalmente relegada al campo de
lo irracional.
Una postura especialmente influyente es la representada por I. Kant™. La separación
establecida entre razón pura y razón práctica arrastra a la fe al dominio de esta última, al
campo de la moralidad. Para Kant la fe tiene por objeto los postulados de la razón práctica,
y es, por tanto, una forma de moral. La fe no necesita hacer referencia a la revelación, lo
cual trae como consecuencia inevitable la secularización del concepto de fe, que deja de
entenderse como relación religiosa con Dios. La fe se agota en su carácter moral. No es
respuesta a una revelación ni asentimiento a una verdad revelada.
Hegel, por su parte, intenta constituir una filosofía de la revelación. Ello afecta a la fe en la
medida en que ésta viene a representar un estado subjetivo provisional e imperfecto,
llamada a desaparecer tan pronto como el misterio sea plenamente revelado, es decir,
pensado. Por eso, el conocimiento perfecto hacia el que se debe tender es, más allá de la
fe, la filosofía.
La crisis modernista
Puede afirmarse que en lo que se refiere a la noción de fe, los autores que protagonizaron
especialmente la crisis modernista sacaban las consecuencias de su idea de revelación de la
que ya se ha tratado anteriormente. Si la revelación depende de una experiencia de
dependencia del Infinito, la fe consistirá precisamente en vivir esa experiencia; más aún, la
fe precede a la revelación ya que ella es la que está en el origen de esa experiencia de
revelación. No depende la fe de la revelación, sino al revés, la revelación depende de la fe.
La fe no es respuesta, sino punto de partida de toda la experiencia religiosa. En
consecuencia, no existe una real distinción entre fe y revelación: la fe es el aspecto subjetivo
de la experiencia, y la revelación es la plasmación objetiva de esa fe.