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Theda Skocpol

Los Estados del Antiguo Régimen en crisis


Las revoluciones sociales en Francia, Rusia y China brotaron a partir de crisis
específicamente políticas, centradas en las estructuras y situaciones del Antiguo
Régimen.
Para comprender la naturaleza y las causas de las crisis políticas que inauguraron las
revoluciones francesas, rusa y china, es necesario referir a las estructuras de loa antiguos
regímenes y los conflictos a que estaban sometidos en los tiempos anteriores al estallido
de las revoluciones.
En los tres casos nos encontramos ante Estados imperiales establecidos, jerarquías
diferenciadas, administrativas y militares, coordinadas desde el centro, que funcionaban
bajo la égida de las monarquías absolutas. Estos Estados era protoburocráticos, algunos
cargos eran funcionalmente especializados, algunos deberes estaban sometidos a reglas
y supervisión jerárquica, ninguno de estos Estados era plenamente burocrático ni
plenamente centralizado. Tampoco se encontraban en posición de controlar
directamente las relaciones socioeconómicas agrarias.
Los estados se encontraban sobrepuestos en economías básicamente agrarias, la clase
dominante más importante era una clase superior terrateniente. Si bien las relaciones
mercantiles se hallaban desarrolladas, la mayor parte del comercio se hallaba local o
regionalmente enfocado, no nacionalmente, y la agricultura seguía teniendo mayor
importancia económica que el comercio o la industria. Las fundamentales tensiones
políticas se hallaban centradas en las relaciones de clases productoras con las clases y
los Estados dominantes.
Los Estados imperiales y las clases superiores eran en cierto sentido socios en el control
y en la explotación del campesinado, pero eran tambien competidores en el control de
esta fuerza de trabajo y en la asignación de excedentes tomados de las economías
comerciales agrarias. En qué formas tales conflictos de intereses entre los monarcas y
las clases terratenientes hicieron surgir conflictos políticos, dependía de las
circunstancias históricas y formas institucionales de cada Estado. Debemos recordar que
los miembros de la cla1se dominante disfrutaban de un acceso privilegiado de los cargos
del Estado, podían estar en posición de obstruir las empresas monárquicas que fueran
en contra de sus intereses económicos.
Las contradicciones que llevaron a los antiguos regímenes a su caída no se debieron solo
a condiciones internas. En los periodos anteriores a las revoluciones cada uno de estos
regímenes- la Francia borbónica, la China manchú y la Rusa romanov- se encontraba en
una situación de competición militar con otras naciones-Estados. Las monarquías de los
antiguos regímenes demostraron ser incapaces para poner en vigor reformas radicales
y promover un desarrollo económico para enfrentarse y contener las amenazas militares
del exterior, lo que precipitaría las crisis políticas revolucionarias. Las relaciones de clase
existente se volvieron vulnerables a los ataques desde abajo, dando origen a crisis
políticas sociorrevolucionarias.
La Francia del Antiguo Régimen: las contradicciones del absolutismo borbónico.
Las explicaciones de la Revolución francesa se han fundamentado en uno de dos temas
básicos o en una síntesis de ambos: el surgimiento de la burguesía y el surgimiento de
una crítica ilustrada de la autoridad tradicional. Así la revolución ha sido atribuida a
causas inmanentes a la evolución de la sociedad y la cultura francesa. El marco
internacional se ha considerado para demostrar precisamente que el desarrollo
comercial y la difusión de los ideales de la Ilustración fueron intensos en la Francia
prerrevolucionaria. Sin embargo fue menos frecuente poner de relieve la competición
militar de los Estados europeos, y enfocar desde tal perspectiva la situación de la Francia
del Antiguo Régimen. En un medio internacional dinámico, cada vez más dominado por
la comercializada Inglaterra, había un Estado que estaba reduciéndose del dominio de
Europa a las humillaciones de las derrotas militares y la quiebra real.

El Estado
La monarquía absoluta llego a ser la realidad dominante de Francia solo durante el
reinado de Luis XIV. La Fronda de 1648-1653 marcó la última ocasión en que unos
sectores de la nobleza territorial empuñaron las armas contra la realeza centralizante,
tambien constituyo el último intento, antes de la Revolución, de promulgar una Carta
que limitara el absolutismo real. Francia fue gobernada por la administración real, los
intendants representaban la autoridad del rey en las provincias. Los más grandes de la
nobleza fueron atraídos a la órbita de la nueva Corte de Versalles, símbolo del
absolutismo triunfante.
Sin embargo las estructuras del gobierno absolutista no llegaron a suplantar a aquellas
descentralizadas instituciones medievales, como los dominios y las cortes señoriales, las
corporaciones municipales y los Estados provinciales (asambleas representativas).
Tampoco las estructuras del absolutismo reemplazaron por completo a las anteriores
instituciones administrativas monárquicas como los parlaments.
Junto con el mantenimiento de la unidad y el orden en el interior, el engrandecimiento
militar fue un propósito del absolutismo borbónico. Durante el reinado de Luis XIV los
triunfos militares de Francia estimularon la formación de una alianza de potencias
comprometidas a contener su expansión. Los franceses sufrieron serios reveses en la
guerra de la Liga de Augsburgo y en la guerra de Sucesión Española, entre 1715 y 1789
Francia revelo su incapacidad de dominar Europa y mantener su situación de primera
potencia.

La economía
En los siglos XVII y XVIII Francia siguió siendo una sociedad predominantemente agrícola,
si bien el comercio y algunas industrias (pre mecanizadas) estaban extendiéndose la
economía se veía obstaculizada por intereses de propietarios que impedían el avance a
la agricultura capitalista o al industrialismo.
La agricultura francesa era “atrasada” en relación con la agricultura inglesa, la tierra
estaba dividida en pequeñas parcelas y gran parte de la agricultura se basaba en el
sistema de desmonte, en que las posesiones individuales se hallaban dispersas y
escindidas.
En Francia existía un precario equilibrio de derechos entre un numeroso campesinado
de pequeños propietarios y una clase superior terrateniente que poseía derechos
señoriales. La persistencia de tales derechos y de muchas costumbres comunales
obstaculizaba la implantación de nuevas técnicas agrícolas, que tambien se vio afectada
por los modos de recaudación de los impuestos reales, que recaían principalmente sobre
el campesinado.
Hubo otra razón de que se vieran obstaculizados los cambios estructurales en la
economía agraria, durante el periodo 1730-1770 la producción agrícola se extendió
dentro de sus límites estructurales tradicionales, el crecimiento acompañado por
precios y rentas cada vez mayores llevo la prosperidad a los grandes y pequeños
terratenientes y ayudo a confinar la necesidad de unos cambios estructurales
fundamentales.
La agricultura francesa, a su vez, contuvo el desarrollo de la industria francesa, tanto su
estructura como la distribución de sus beneficios retardaron el surgimiento de un
mercado de masas.

La clase dominante
Ya en el siglo XVIII había surgido en Francia una distintiva clase dominante, que no era
feudal en el sentido político o jurídico, pero tampoco era capitalista. Esta clase
dominante se apropiaba del excedente mediante una mezcla de rentas e impuestos
aplicados en parte por las instituciones judiciales dominadas por terratenientes y por la
redistribución de los ingresos recaudados por el Estado monárquico.
La Francia del siglo XVIII no era una sociedad estratificada por sus posesiones, la riqueza
y los cargos, no solo el pertenecer a la nobleza terrateniente, eran las claves del triunfo.
Los nobles más pobres tenían grandes dificultades para comprar los cargos más
deseables, mientras que los plebeyos que habían conquistado riqueza mediante el
comercio exterior o las finanzas reales, o que avanzaban comprando cargos del Estado,
tenían acceso tanto a la condición como a los privilegios de la nobleza.
La distinción entre Primer Estado (Eclesiástico), Segundo (noble) y el Tercer Estado, era
ya una movible zona de transición que una barrera. La riqueza podía provenir de rentas,
señoríos, oficios venales, bienes raíces y derechos señoriales. La “riqueza propietaria”
era la base de propiedad de la clase dominante. Esta situación de depender del Estado
produjo una clase dominante con intereses creados tanto en las formas institucionales
más antiguas, como los derechos señoriales, cuanto en las nuevas funciones
absolutistas.

La guerra y el sistema fiscal


La guerra y el déficit de recursos financieros constituyeron problemas fundamentales
para la monarquía, la Corona francesa tuvo dificultades en conseguir suficientes ingresos
para mantener las prolongadas guerras generales y muchas veces pidió prestado a
financieros particulares. Conforme las guerras y derrotas empeoraron la situación
financiera, una sucesión de ministros de finanzas intento reformar el sistema fiscal
aboliendo la mayoría de las exenciones de los grupos privilegiados y aumentándolos
impuestos. Todos los grupos sociales mostraron resistencia aunque la que más destaco
provino de los grupos privilegiados. Los parlaments, corporaciones jurídicas situadas en
Paris y en las principales ciudades de provincia, sede clave de la presión de la clase
superior contra el poder real, mostraron una fuerte resistencia. Si bien esta clase
dependía del Estado absolutista tambien tenía sus intereses económicos en minimizar
los impuestos reales y era capaz de ejercer presión política contra la monarquía por
medio de los puestos que controlaba dentro del aparato del Estado.
En 1787 las noticias del peligro financiero precipitaron una crisis general de confianza
dentro de la clase dominante. Tras ser convocada la Asamblea de Notables se
rechazarían las propuestas de reformas, y el parlament de Paris exigió la convocación de
los Estados Generales. Convocar a los Estados Generales lanzó la Revolución, porque
hizo surgir a la burguesía capitalista o bien al alto Tercer Estado en el escenario político
nacional. Los Estados habían de constituirse casi de la nada, habiendo sido aplicadas las
guías habituales, por última vez, en 1614, el proceso mismo de su constitución
desencadeno importantes conflictos de intereses y principios. Mientras estos grupos
disputaban entre si sobre cómo debían constituirse los cuerpos representativos las
puertas se abrieron a la expresión del descontento popular. Ya en el verano de 1789 el
resultado fue la “Revolución municipal” una oleada de revoluciones políticas en todas
las ciudades y poblados de Francia, incluyendo la “toma de la Bastilla en Paris”.
Artesanos, tenderos, jornaleros y labradores recorrían las ciudades en busca de armas y
de granos, exigiendo pan y libertad. Los líderes de la Revolución partidarios de la
Asamblea Nacional formaron nuevos gobiernos municipales, desplazando a los
funcionarios reales y reclutaron líderes populares en milicias urbanas. La Revolución
municipal no fue más que el principio de un proceso revolucionario que se haría más
profundo, pasando de unas reformas constitucionales anti absolutistas a unas
transformaciones sociales y políticas fundamentales.

Campesinos contra señores en la Revolución francesa


Una de las fechas más célebres de la Revolución francesa es el 4 de agosto de 1789,
cuando los miembros de la Asamblea constituyente lucharon entre sí para renunciar a
las estructuras feudales de la sociedad, derechos señoriales, venalidad de los cargos,
inmunidades fiscales. Esta sesión de reformas no se habría iniciado de no ser porque
una difundida revuelta agraria los obligo a ello, “la revolución campesina” según
Lefebvre.
El potencial para las revueltas campesinas que estallaron en 1789 fue inherente a la
estructura agraria de Francia. Las condiciones socioeconómicas y políticas influían sobre
la capacidad del campesinado a reaccionar contra la explotación señorial. En contraste
con los siervos de la Europa oriental y el campesinado inglés, el campesinado francés
virtualmente poseía una porción considerable de las tierras de Francia. Sin embargo este
grupo estaba sometido a fuertes presiones, el diezmo, que constituía el 8% de la
producción agrícola, los derechos señoriales, que variaban según la región, los
impuestos, que se llevaban entre 5 y 10% de la producción, y las rentas de propiedad,
que eran las más onerosas, en las zonas del sur y del oeste donde predominaba el
métayage (aparcería) los aparceros entregaban la mitad de la cosecha a los
terratenientes, en otras partes los derechos exigían al menos un quinto de la cosecha.
El campesinado se encontraba estratificado socialmente, solo una pequeña proporción
podía vivir con seguridad de sus tierras o de tierras rentadas. Cada comunidad podía
tener uno o dos ricos coqs de village, gallos de aldea, que en general eran agentes de los
señores, o laboreurs, propietarios campesinos independientes, más amplio era el
número de inquilinos, jornaleros y vagabundos. Si bien la diferenciación económica era
muy avanzada la comunidad campesina aún era una realidad. El centro de la disposición
era el terroir, la suma de todos los tipos de tierra cultivada o explotada por un grupo de
hombres, la propiedad colectiva y el uso de bienes comunales.

Los efectos de la crisis política de 1789


Para Labrousse una crisis de la economía francesa precipito los levantamientos
populares. Desde 1733 hasta 1770 la economía francesa se encontró en un ciclo de
expansión, después de 1770 comenzó un periodo de contracción y para 1778 se produjo
una baja de precios e ingresos. Si bien a mediados de 1780 la economía empezó a
recuperarse en 1788 los ingresos campesinos cayeron bruscamente, y aumento el precio
del pan. La respuesta popular al aumento de los precios en el pan, los “motines de pan”
se transformó por causa de la crisis política. Los campesinos comenzaron a atacar el
sistema señorial, negándose a pagar impuestos y saqueando los granos acaparados.
¿Por qué se rebelaron los campesinos a partir de 1789 contra el sistema señorial? Las
causas fueron la interacción de las existentes estructuras socioeconómicas y políticas
con los acontecimientos políticos de 1789, que crearon nuevas oportunidades para las
revueltas colectivas. Otra circunstancia que facilito esta situación fue la desorganización
y división de los estratos superiores, las clases poseedoras se encontraron en mala
posición para reprimir los disturbios, las fuerzas urbanas no estaban coordinadas ni
fueron decisivamente desplegadas.
Pese a la decisiva contribución de las revueltas campesinas al triunfo de la Revolución,
hubo muy poca redistribución de propiedad de las tierras, tan solo el 10% de la tierra
confiscada cambio de manos. El triunfo de la Revolución tendió a socavar la solidaridad
campesina y a reforzar la propiedad privada. La revolución agraria de 1789-1793 dejo a
los campesinos franceses más divididos internamente en sus intereses.

Los liderazgos políticos


Los dirigentes más importantes de las primeras fases de la Revolución de 1788 a 1790,
la mayoría de los miembros de la Asamblea Constituyente, eran notables, nobles o ricos
y privilegiados del Tercer Estado. La Asamblea Legislativa estuvo más dominada por
funcionarios y políticos de provincias. Al entrar la Revolución a su fase más radical, en
1792-1794, la guía pasó a los jacobinos, que procedían de familias administrativo-
profesionales de ciudades pequeñas y medianas

¿Una Revolución burguesa?


Qué cambio y cómo en la Revolución francesa son temas de gran controversia entre los
historiadores, se han hecho importantes críticas a la “interpretación social” según la cual
la Revolución fue encabezada por la burguesía para desplazar el feudalismo y la
aristocracia y establecer el capitalismo. Para Skocpol la lógica de los conflictos y
resultados de la Revolución pueden encontrarse en las transformaciones sociopolíticas
y jurídicas, la burocratización, la democratización, y el surgimiento de un marco jurídico-
político favorable al capitalismo, producidas por la confluencia de las luchas políticas por
el poder del Estado y las luchas campesinas contra los derechos señoriales, más que una
transformación de la estructura socioeconómica efectuada por la acción de clases de
una burguesía capitalista.

La Revolución y el desarrollo económico


Los partidarios de la idea de que la Revolución francesa fue una “revolución burguesa”
suelen señalar que la Revolución fortaleció a las clases basadas en la propiedad privada,
se eliminaron las barreras de formación de un mercado nacional, y Francia paso por la
etapa de industrialización campesina. Sin embargo existen hechos que contradicen toda
versión económicamente fundada de la tesis de la “revolución burguesa”. Antes de la
Revolución la industria francesa era en pequeña escala y no mecanizada, la riqueza
comercial y financiera coexistía simbióticamente con las modalidades de riqueza
propietaria. Durante la Revolución el liderazgo político procedió básicamente de las filas
de profesionales, ocupantes de cargos e intelectuales, los hombres que dominaron
Francia después de la Revolución no fueron ni industriales ni empresarios capitalistas
sino burócratas, soldados y propietarios. Y las reformas económicas aplicadas o bien
fueron implantadas por revueltas desde abajo o por funcionarios reformadores, no por
representantes de intereses comerciales e industriales.
Además la Revolución obstaculizo la industrialización capitalista en Francia casi tanto
como la facilitó si consideramos los levantamientos y guerras, la pérdida de mano de
obra, la inestabilidad política, las interrupciones al comercio y las inflaciones.
La base de la burguesía no era la industria, sino el comercio, las profesiones y la tierra,
la burguesía industrial francesa fue surgiendo lentamente en el siglo XIX, la economía
posrevolucionaria siguió siendo básicamente agraria.
Por otra parte, las luchas políticas de la Revolución no fueron encabezadas por una
burguesía capitalista, ciertos cambios causados en la estructura política fortalecieron el
dominio ejecutivo-administrativo y no unos acuerdos representativo- parlamentarios.
La construcción del Estado en Francia fue más directamente influida por las exigencias
de entablar guerras y enfrentarse a sus repercusiones políticas internas. Fueron barridas
las “ruinas medievales”, privilegios y derechos señoriales y la nación, compuesta por
ciudadanos despojados de distinciones estatales y corporales, reemplazó a la monarquía
hereditaria, el Estado burocrático penetró más profundamente en la sociedad.
La Revolución francesa solo fue “burguesa” en el sentido de que consolido la forma
individualista de la moderna propiedad privada, y solo fue “capitalista” en el sentido de
que suprimió todo tipo de barreras de corporación y provincia opuestas a la expansión
de una economía nacional competitiva de mercado. Los cambios políticos no fueron
sencillamente “liberales” en su naturaleza, ni tampoco fueron decididos por los
intereses de la clase burguesa.
Los efectos de la crisis social revolucionaria de 1789
El resultado político de la Revolución no fue el que prefería la clase dominante francesa,
que tuvo menos capacidad que la inglesa para efectuar una revolución política liberal
contra la monarquía. El Parlamento ingles era una asamblea nacional que funciono
durante el siglo anterior a la Revolución inglesa, y unió a notables que representaban
zonas urbanas y rurales, además los representantes en el Parlamento tenían nexos con
los gobiernos locales. En Francia, en cambio, la clase dominante estaba internamente
dividida, los Estados Generales no eran más que un precedente histórico y la Asamblea
Nacional no gozo de nexos establecidos con gobiernos locales poderosos. Su
supervivencia ante la oposición regia solo se logró mediante la Revolución municipal del
verano de 1789. Aun cuando la Asamblea Nacional se benefició de la Revolución
municipal, no dirigió este movimiento.

La repercusión de las revueltas campesinas


Los revolucionarios franceses se enfrentaron a amenazas más directas que los
parlamentarios ingleses, revueltas incontenibles desde abajo y una polarización de la
clase dominante acerca de cuestiones sociales y políticas. Las revueltas campesinas no
pudieron ser aplacadas por las autoridades constituidas. Algunos de los diputados de la
Asamblea vieron la situación de crisis como una oportunidad para garantizar la
eliminación de muchos privilegios particularistas, así el 4 de agosto fueron abolidos los
derechos señoriales, además de una serie de privilegios especiales, derechos de
propiedad e inmunidades fiscales. La Asamblea fue obligada a confiscar las tierras de la
Iglesia para rescatar las finanzas nacionales, la disciplina del ejército siguió
deteriorándose, los soldados desertaban y se rebelaban contra los oficiales. Los nobles
se volvieron vulnerables a los ataques y las pérdidas, y muchos emigraron.
La desconfianza del rey y el temor de la contrarrevolución aumentaron las tensiones
dentro del gobierno revolucionario, los sectores liberales resultaron incapaces de
reemplazar a la monarquía absoluta con un gobierno de tipo parlamentario.

La guerra, los jacobinos y Napoleón


La declaración de guerra de Francia a Austria en abril de 1792 desencadeno los procesos
de centralización gubernamental y movilización política popular que iban a culminar
primero en el Terror montagnard de 1793-1794, y después en la dictadura napoleónica.
La guerra exacerbó la polarización política, tambien produjo la inflación, al irse a las
nubes el valor del assignat (papel moneda) lo cual despertó el descontento del menú
peuple (pequeño pueblo) urbano. Este menú peuple no era una clase en sentido
moderno, sus filas incluían propietarios, tenderos, artesanos y pequeños comerciantes,
protoasalariados. Este dio su apoyo a las elites políticas, y al crecer la amenaza de la
contrarrevolución se convirtió en los aristocráticos e igualitarios sans-culottes
(descamisados).
A finales de 1792 debido en gran parte a la intervención activa de los sans-culottes en
manifestaciones políticas y acciones armadas, la monarquía y la Asamblea Legislativa
fueron barridas en favor de una República liberal-democrática.
Tras las presiones del exterior y las rebeliones internas surgió un sistema dictatorial de
gobierno, cuyos dirigentes fueron minorías de jacobinos montagnards. En Paris,
Robespierre y otros diputados de la Convención se establecieron en el Comité de
Salvación Pública y en el Comité de Seguridad General, imponiendo un control central y
adoptando medidas conocidas como el Terror, para aprisionar y ejecutar a los enemigos
de la Revolución.
Una de las primeras medidas fue la levée en masse (leva en masa) con el fin de abastecer
a los ejércitos nacionales. Si bien a comienzos de 1794 se habían logrado importantes
victorias conteniendo toda amenaza interna y externa, factores políticos y económicos
precipitaron la caída de la dictadura, ya que las medidas de control de precios y salarios
y la intensificación del Terror produjeron una división entre los jacobinos.

La búsqueda de estabilidad
Después de la caída de Robespierre, la Convención termidoriana desmantelo el aparato
judicial del Terror. A finales de 1795 el régimen del Directorio quedo instalado de
acuerdo a una nueva Constitución con el fin de consolidar la Revolución en forma liberal.
Las dificultades del Directorio reflejaron su ineficiente estructura institucional y su débil
apoyo social, mientras los ejércitos nacionales evolucionaban hasta ir formando cuerpos
profesionalizados y bien organizados cuyos dirigentes estaban cada vez menos
sometidos al control político de los civiles. Esto preparó el camino para el golpe de
Estado, el 18 Brumario de 1799. Napoleón Bonaparte se valió de su base en el ejército
para establecerse primero como dictador de facto, luego como Primer Cónsul vitalicio y
finalmente como emperador.
Al confirmar legalmente el statu quo de las realizaciones sociales y económicas de la
Revolución y al reintroducir la centralización administrativa, Napoleón logró poner fin a
los violentos conflictos civiles del periodo revolucionario.

El nuevo régimen
Los cambios en el ejército
La Revolución cambio drásticamente la organización y el funcionamiento del cuerpo de
oficiales, la abolición de la nobleza y el establecimiento de igualdad de oportunidades
abrieron el acceso a los puestos de oficial a los ciudadanos de todo tipo de antecedentes
sociales. Los ascensos se dieron sobre la base de la educación, la capacidad y la
experiencia militar.
El propio Napoleón nos ofrece un ejemplo de movilidad del noble provinciano durante
la Revolución.
Con la Revolución surgió una participación militar cada vez mayor en formas celebradas
como patrióticas.

Los cambios en el estado civil


La Revolución produjo una conjunción de gobierno democrático con administración
burocrática. Lo primero que debe notarse es el crecimiento de la maquinaria
administrativa francesa y la abolición de los cargos de los agentes financieros venales y
aristocráticos. Lo que surgió fue un sistema de jerarquía administrativa con servidores
públicos asalariados y sujetos a supervisión y control central.

El Estado en la sociedad
El revolucionado Estado francés intervino más directamente en las vidas de todos los
ciudadanos, quienes se enfrentaron a la encarnación augusta de la Nación, a un agente
del gobierno central que en nombre del Pueblo exigían bienes y servicios en escala
mucho mayor que las demandas del antiguo régimen.
El efecto de este mayor alcance del Estado pudo ser especialmente perturbador para las
comunidades rurales, la Revolución llego como una intrusión mal vista a los ojos de
muchos ciudadanos.
El resultado general de la Revolución francesa puede caracterizarse como la coexistencia
simbiótica de un Estado centralizado, profesional-burocrático, con una sociedad
dominada por algunos propietarios importantes y muchos medianos o pequeños
propietarios. Así, pese a que no habían causado la revolución, las relaciones capitalistas
de producción pudieron expandirse gradualmente en un marco jurídico y administrativo
relativamente favorable. Un siglo después de 1789 Francia estaba convirtiéndose en una
nación capitalista industrial.

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