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Revolucion Francesa - Texto

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INTRODUCCIÓN

VIDEO: https://www.youtube.com/watch?v=ttdq818TGD0

Al periodo entre 1770-1820 se le ha denominado era de las revoluciones. Una


revolución política es aquella en la que se produce una sustitución violenta en la
persona o personas que ostentan el poder. Las ideas de la Ilustración sobre la
división de poderes y la soberanía del pueblo fueron parte de los elementos del
caldo de cultivo para que se produjeran dichas revoluciones

A mediados del siglo XVIII, Francia fue un claro ejemplo de la sociedad europea de
su época. Tras una máscara que ostentaba riqueza y poder, Francia ocultaba una
gran cantidad de pequeños conflictos sociales y políticos próximos a estallar. Uno de
esos problemas era el absolutismo ejercido por Luis XVI y por sus antecesores,
otros motivos fueron la desigualdad social, los obstáculos económicos, las malas
cosechas que provocaron el hambre y las rebeliones populares.

El significado de la palabra revolución es inquietud, alboroto, sedición, grave


alteración en un Estado; cambio radical en las instituciones políticas de una nación,
etc. Estas definiciones pueden aplicarse a la revolución francesa, en la que reinaron
la violencia, la ansiedad y en algunos momentos la paz y la reflexión. Los diez años
durante los que se extendió la revolución fueron muy importantes para Francia, ya
que en su transcurso todas las asambleas y convenciones con sus respectivas
consecuencias, buenas o malas, cambiaron la historia política y social de Francia y
del resto de Europa y América.

La influencia de la Revolución Francesa fue de gran importancia. El gobierno, la


economía y las relaciones sociales fueron modificados por ella, no sólo en Francia
sino en gran parte de Europa. Sus ideas y sus hechos repercutieron en el resto del
mundo.

ANTECEDENTES

Las circunstancias en las que surge la revolución francesa, se dieron por ciertas
contradicciones sociales e institucionales (Estado) que devinieron en crisis.
1- Crisis Social

La sociedad francesa estaba concebida por estamentos, es decir, basada en el


nacimiento y según éste su condición de privilegiado o no. Así la nobleza y el clero
poseían los privilegios (no pagaban impuestos, eran tratados de forma especial ante
la ley no se les podía juzgar ante determinados delitos...) y por tanto la riqueza y el
poder, mientras que el estamento no privilegiado, tercer estado (pueblo llano)
burguesía, campesinos... y la inmensa mayoría de la nación no gozaban de
privilegios ni poder.

ESTAMENTO PRIVILEGIADO

La nobleza era dueña de la quinta parte de las tierras del reino, percibía de los
campesinos una serie de impuestos que, en época de hambruna y guerra para el
campesino, era misión imposible sobrevivir.

Había dos categorías de nobleza; la alta nobleza, dentro de ella los que vivían en la
Corte de Versalles en torno al rey, muchos de ellos vivían por encima de sus
posibilidades, por el gran derroche que había en la corte y los grandes
terratenientes, que en su mayoría soportaban cargos de justicia y administración. La
baja nobleza que no tenían un rancio abolengo y con costumbres toscas era
despreciada por la alta nobleza.

El clero, compuesto por el alto clero, obispos, abades, canónigos, procedían en su


mayoría de la nobleza. Tenía también a su cargo tierras que administraban, las
rentas de las tierras y los alquileres de los inmuebles de las ciudades y el diezmo (la
décima parte de las cosechas) que el alto clero hacia mal uso del diezmo, pues lo
que en un principio eran los ingresos del clero para vivir, ellos lo revendían. El alto
clero cada vez más vinculado con el poder y más alejado del pueblo recibían
feroces críticas. El bajo clero compuesto por curas y vicarios de procedencia
campesina. Percibía ingresos escasos.

ESTAMENTO NO PRIVILEGIADO

El tercer estado lo constituyen el resto de la sociedad, era un grupo sumamente


diverso; lo integraban desde el grupo más pobre, en el campo el campesinado y en
la ciudad, masas asalariadas, hasta los burgueses más ricos. Sobre el tercer estado
recaían la mayor parte de los impuestos y las cargas que sostenían el país. En
contra partida no disfrutaban de privilegio alguno. Sobre todo, para la burguesía más
influyente el hecho de no participar en la vida política.
● La Burguesía es el sector de este estamento que sobresale por su poder
económico y por el protagonismo que ocupó en la revolución. Los cambios
producidos por el capitalismo hicieron que la burguesía adquiriese un gran
poder económico, que no veía compensado en el terreno político, por ello su
afán en un cambio inmediato. Dentro de ella se distinguen grupos muy
diversos: la burguesía alta, que se dedica al comercio y los negocios,
especialmente floreciente en Nantes, Burdeos, y por otra los que se dedican
a profesiones liberales médicos, abogados que acceden a cargos no
reservados a los nobles y que tienen cada vez un papel más importante e
influyente. La burguesía baja, que son artesanos, su oficio es manual, tienen
dificultades ante la próspera industria.
● El Campesinado es un grupo muy numeroso, algunos poseían pequeñas
propiedades y otros eran simplemente braceros, algunos eran libres y otros
eran siervos, pero la situación del campesino en mayor o menor medida era
la de estar sujetos a los privilegios feudales del noble-señor. Consistían en
pagarle un porcentaje de las cosechas, en hacer trabajos sin ser pagados,
para la administración de la justicia estaban sometidos a los señores. A toda
esta situación inamovible se le unían las guerras y las malas cosechas.
● Trabajadores de las ciudades son los obreros de las manufacturas o
incipientes fábricas y los aprendices y oficiales de los artesanos, éstos
últimos están sujetos a un régimen gremial muy estricto y, por tanto, su
ascenso profesional o su renuncia al trabajo, se encontraba lleno de
requisitos infranqueables. Esta es la situación laboral que se ve complicada
con la subida de los precios y la subida del pan, provocando revueltas
populares. El número de parados y hambrientos es cada vez mayor y serán
estos el sector más activo de las masas revolucionarias.

En síntesis, todos los grupos sociales


presentaban cierto descontento:

La nobleza, algunos con dificultades económicas (nobleza de la Corte), se


negaban a pagar impuestos y defendían sus privilegios.
Los integrantes del alto clero recibían grandes críticas de los ilustrados y las masas
populares que se negaban a pagarles el diezmo.

El bajo clero con ingresos escasos.

Los burgueses deseaban la participación en la vida política, tenían dinero, pero no


poder.

Los campesinos desean la abolición de los privilegios feudales.

Los trabajadores de las ciudades, sufren el agobio del desempleo y la subida del
pan.

2- Crisis del Estado.

En Francia existía una monarquía absolutista, el rey tenía todo el poder por “la
Gracia de Dios”, es decir, un rey de derecho divino. Las ideas de la Ilustración
niegan que el poder real proceda de Dios y afirman que el verdadero soberano es el
pueblo (soberanía nacional), y el rey sólo un administrador, también defienden la
separación de los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), y la igualdad de todos los
ciudadanos ante la ley. En esta situación de contradicción, donde un país en
crecimiento y rico el más poblado de Europa tenía un gran obstáculo, el viejo
aparato institucional, la monarquía absolutista, donde la nobleza y el clero se
negaban a perder sus privilegios. La crisis estatal se sumaba a la crisis
económica; con enormes gastos de la Corte, la participación en guerras como la de
la independencia de los Estados Unidos, el sistema de impuestos era inservible para
las necesidades de Francia. Luis XVI (1754-1793), fue entronizado en 1774, su débil
carácter no le permitió hacer frente a los graves problemas que Francia atravesaba.

En vísperas de la Revolución se difundieron en Francia numerosos escritos


denunciando la situación social, uno de los mas característicos es el de Sieyés[1],
haciendo una defensa del tercer estado.
“...Si se le despojase de la clase privilegiada, la nación no
vendría a menos, sino que iría a mas.Así ¿qué es el estado
llano? Todo, pero un todo trabajado y oprimido. ¿qué sería
el tercer estado sin la clase privilegiada? Todo, pero un todo
libre y floreciente...No basta haber demostrado que los
privilegiados lejos de ser útiles a la nación, la debilitan y la
perjudican, sino que es preciso también probar que la clase
noble no entra en ningún caso en la organización social;
que puede muy bien ser una carga para la nación, pero que
nunca puede llegar a formar parte de ella..”
Emmanuel-Joseph Sieyès
¿Qué es el estado llano?.

[1] Emmanuel-Joseph Sieyès, fue un político, eclesiástico, ensayista y académico


francés, uno de los teóricos de las constituciones de la Revolución francesa y de la
era napoleónica.

La Libertad guiando al Pueblo

Eugene Delacroix

Transformaciones de la Revolución
Caída del absolutismo

Una de las reformas producidas por la revolución, fue el paso del absolutismo
monárquico a la monarquía parlamentaria y la república. El absolutismo es el
sistema político en el que se confiere todo el poder a un solo individuo o a un grupo.
En el caso del absolutismo monárquico ese único individuo es el rey. En Francia, el
absolutismo lucía claramente sus excesos. El poder se hallaba en manos de Luis
XVI: joven “bien intencionado”, pero de modestas condiciones intelectuales,
irresoluto y excesivamente influido por María Antonieta, su esposa y por el círculo
de amigos y cortesanos que le rodeaban.

En 1778, Luis XVI se vio obligado a convocar a la cámara de representantes de la


nación, conocida como los Estados Generales. Este órgano se convirtió en
Asamblea Constituyente. El 14 de julio de 1789 el pueblo parisino asaltó La Bastilla
y retuvo a la familia real en el palacio de las Tullerías. Luis juró obediencia a la
nueva Constitución francesa en julio de 1790, pero siguió conspirando en contra del
gobierno revolucionario.

El 3 de septiembre la Asamblea Constituyente aprobó la Constitución. Por primera


vez en la historia de la humanidad se definían por escrito los derechos y
obligaciones de gobernantes y gobernados, y se organizaba el poder del Estado. En
Francia se conservó la monarquía que pasó de absolutista a parlamentaria. El rey
obtuvo el derecho del veto, o sea, la posibilidad de oponerse a las leyes adoptadas
por la Asamblea. El cuerpo legislativo era unicameral. Aparece una división de
poderes (ejecutivo, legislativo y judicial).

El 21 de septiembre de 1792, al iniciar sus sesiones, la Convención Nacional


declaró la abolición de la monarquía y la proclamación de la República. Así Francia
se convirtió en el primer Estado Nacional republicano de las potencias europeas.

Aunque esta primera República francesa no duró mucho, su repercusión en la


sociedad francesa y en general en la europea fue continua.

Aunque estos nuevos sistemas se basaban en la soberanía popular, es decir, en el


poder del pueblo; en realidad estuvieron controladas por la burguesía rica, que
excluyó de la participación política al resto de la población.

La monarquía parlamentaria, tal fue la que se implementó en Francia, fue más


beneficiosa que la anterior. Esta nueva monarquía produjo que trocaran los nobles
por la burguesía rica, siendo esta la clase social más influyente en el gobierno. Pero
dejando de lado que las clases más bajas no tuvieran demasiada participación, el
Estado ya no podía cometer los excesos de antaño y se puso fin a los privilegios de
la aristocracia y el clero.

La república, forma de Estado basada en el concepto de que la soberanía reside en


el pueblo, quien delega el poder de gobernar en su nombre a un grupo de
representantes y elegidos, fue implantada en Francia por la Convención que
designó al jacobino* Maximiliano Robespierre como gobernador. Al ejercer este una
férrea dictadura a causa de la guerra contra Austria y otros países, los franceses
comenzaron a temer a esta mal ejercida forma de gobierno, por eso fue que durante
esa época no pudieron apreciarse las ventajas de vivir en una República.

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano

Si bien no fue una consecuencia de la Revolución ya que sucedió en el transcurso


de ésta, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, fue uno de los
primeros hechos desencadenados por ella.
El 26 de agosto de 1789, la Asamblea Constituyente aprobó un documento que
contenía las ideas políticas de la burguesía: la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano. Éste fue redactado a fin de proporcionar un marco previo
a la redacción de una constitución en los primeros momentos de la Revolución
Francesa.

Este documento revistió una doble importancia: no sólo se convirtió en la base de la


futura Constitución, sino que también expresó la tendencia universal de la
Revolución Francesa.

Un elemento fundamental en este documento es que afirma que la fuente del poder
es la Nación, no Dios; con ello eliminó el fundamento del absolutismo real e
inauguró un tipo de gobierno en el que el poder reside en el pueblo. Antes de esta
Declaración, los reyes asumían el mando por Derecho Divino, es decir que eran
reyes porque eran representantes de Dios y de Él recibían su derecho a reinar y
gobernar. La Declaración planteó que los reyes deberían ser elegidos por el pueblo
y no por Dios como supuestamente se hacía.

La Declaración definía los derechos naturales del hombre entre los que se
consideraban básicos la libertad (individual, de pensamiento, de prensa y de credo),
la igualdad (que debía estar garantizada al ciudadano por el Estado en los ámbitos
legislativo, judicial y fiscal), la seguridad y la resistencia a la opresión. También
proclamaba el respeto por la vida y la propiedad como los fundamentos del Nuevo
Estado.

Esta declaración fue un manifiesto para las clases medias que controlaban la
Asamblea y para todos los liberales europeos del siglo siguiente.

Aunque los principios fundamentales exhibidos por la Declaración constituyeron las


bases del liberalismo político del siglo XIX, no fueron aplicados en la Francia
revolucionaria: el monarca no aceptó que sus anteriores súbditos fueran ahora
soberanos y la Asamblea legislativa aceptó el veto del rey. Al cabo de tres años, se
abolió la monarquía y se estableció la república. Otras dos declaraciones de los
derechos del hombre y del ciudadano fueron aprobadas posteriormente durante el
transcurso de la Revolución Francesa. La Declaración de 1793 tuvo un carácter más
democrático (defendía el derecho a la sublevación frente a la tiranía y prohibía la
esclavitud) y precedió a la Constitución de 1793. La Declaración de 1795 fue más
próxima a la de 1789.

La Declaración tuvo una gran repercusión en España y en la América española y fue


uno de los elementos fundamentales que estimularon la implantación de las nuevas
ideas.
Como se dijo antes, la Declaración no obtuvo directamente sus consecuencias ya
que no fue aceptada por el rey. Pero poco a poco fue llevando al pueblo francés a
un tipo de gobierno cada vez más cercano a la democracia.

La Declaración ayudó también a la difusión y propagación de las nuevas ideas


(forma de pensamiento nacida en el siglo XVII que pretendía un mejoramiento de la
Humanidad guiada por la Razón Iluminada y se basaba, entre otros, en los
siguientes ideales como metas de gobierno: soberanía popular, igualdad social,
libertad personal, garantía de justicia y tolerancia religiosa). Esta influencia, sumada
a otros acontecimientos, produjo que en algunas colonias españolas americanas
surgiera la idea de independización, tal es el caso del Virreinato del Río de la Plata.

Aunque su verdadera aplicación tardó bastante tiempo se puede decir que la


Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue muy beneficiosa para
Francia, el resto de Europa y toda América.

Nacionalización de los bienes de la Iglesia

Los problemas financieros que soportaba Francia llevaron a la nacionalización de


los bienes del clero. La medida fue propuesta a la Asamblea Constituyente por
Telleyrand, obispo de Autun: incautar los bienes eclesiásticos y proclamarlos bienes
nacionales. Con su venta se pensaba resolver los problemas económicos del
Estado.

Los servicios públicos a cargo de la Iglesia pasarían a manos del Estado; los
sacerdotes recibirían un sueldo del gobierno, como cualquier otro funcionario.

La venta de los bienes nacionalizados comenzó en marzo de 1790: se transfirieron


una gran cantidad de tierras, que fueron compradas por burgueses y campesinos
acomodados. De esta manera se aseguraba también la fidelidad de esos grupos a
la revolución.

Otras medidas de la Asamblea desataron un grave conflicto: la abolición de las


órdenes religiosas y la "constitución civil del clero", votada el 12 de julio de 1790.

Esta última medida reorganizó al clero secular: modificó los límites de las diócesis y
estableció la elección popular de los obispos, como ocurría con los otros
funcionarios, además de otras reformas.

El Papa rechazó la constitución civil del clero y condenó como impía la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En estas decisiones influyeron
razones políticas, además de las religiosas: algunas potencias católicas, en especial
España, alentaron la oposición del Papa a la Francia revolucionaria.
La reforma eclesiástica creó una iglesia nacional francesa, separada del papado y
desencadenó un conflicto religioso que resultó muy favorable a los
contrarrevolucionarios.

El 27 de noviembre de 1790 la Asamblea exigió a los sacerdotes que prestaran


juramento de fidelidad a la constitución del reino (incluyendo la constitución civil del
clero, que la integraba). Sólo siete obispos juraron; entre los sacerdotes surgieron
dos bandos, aproximadamente iguales en número, aunque desigualmente
distribuidos: los juramentados o constitucionales fueron mayoría en el sudeste del
país; los refractarios en el oeste.

Los curas refractarios se sumaron a la contrarrevolución. Su tradicional influencia


sobre la población campesina hizo de ellos un enemigo peligroso.

Fue una buena decisión la nacionalización de los bienes de la Iglesia, ya que de esa
manera se solucionó gran parte del problema económico de Francia, sobre todo de
las clases sociales más pobres. También fue acertada la decisión del pago de
sueldos a los sacerdotes ya que así la Iglesia no tendría privilegios con respecto a
los otros funcionarios del gobierno. Con respecto a la creación de la Iglesia Nacional
Francesa, no fue buena, ya que provocó hechos que no fueron beneficiosos para la
religión católica, como luego ocurriría después, que Robespierre implantaría el culto
a la diosa Razón y al Ser Supremo, forma de religión relativamente alejada del
cristianismo.

Fases de la Revolución Francesa

1- La revuelta popular y la Asamblea Nacional (1789-1791)

Los representantes del Tercer Estado, con la burguesía al frente, exigieron la


sustitución del sistema tradicional de voto (un voto por estamento) por el del voto
individual y, ante el rechazo de sus peticiones y la postura vacilante de la
monarquía, constituyeron la Asamblea Nacional, proclamándola verdadera
depositaria de la soberanía nacional e invitando a los representantes de los demás
estamentos a unirse a ella. Los miembros de la Asamblea Nacional, reunidos en la
sala del Juego de Pelota, juraron el 20 de junio de 1789 no separarse hasta dar a
Francia una constitución.
Toma de la Bastilla

Temiendo que el rey hiciera disolver la Asamblea mediante la fuerza, las capas
populares asaltaron el 14 de julio la Bastilla, fortaleza que servía de prisión y que
era un símbolo de la monarquía absolutista. La Revolución Francesa había
comenzado, y pronto se propagó a otras ciudades y también a las zonas rurales, en
las que se desató la revuelta antiseñorial conocida como «el Gran Miedo».

El 4 de agosto de 1789 la Asamblea Nacional, convertida ya en Asamblea Nacional


Constituyente, decretó la abolición de todos los derechos y privilegios feudales, y el
26 de agosto se publicaba la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, basada en los principios de "libertad, igualdad y fraternidad". Dominada
por los sectores más moderados de la burguesía, la Asamblea desarrolló una
extensa obra legislativa que culminó con la aprobación de la Constitución de 1791,
que estableció la soberanía popular y la separación de los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial.

El nuevo ordenamiento configuraba Francia como una monarquía constitucional y


conjugaba los logros revolucionarios con el respeto al rey: el monarca y sus
ministros conservarían el poder ejecutivo. El poder legislativo correspondería a la
Asamblea Legislativa, cuyos miembros serían elegidos por sufragio censitario, como
también los jueces y miembros de los tribunales.

El proceso constituyente no estuvo exento de dificultades, particularmente en su


fase final. Mientras fingía aceptar las reformas, Luis XVI negociaba en secreto una
intervención de las monarquías absolutistas extranjeras para acabar con la
revolución, y en junio de 1791 protagonizó un fallido intento de fuga que desató un
fuerte sentimiento antimonárquico. En julio la Guardia Nacional, fuerza que había
sido creada por los revolucionarios, hubo de reprimir violentamente una
manifestación republicana en el Campo de Marte. En agosto, los reyes de Austria y
Prusia lanzaron veladas amenazas de intervención. Con todo, la revolución seguía
adelante: tras la convocatoria y celebración de elecciones, la Asamblea Legislativa
inició sus sesiones el 1 de octubre de 1791.

2- La monarquía constitucional: La Asamblea Legislativa (1791-1792)

Sometida a fuertes presiones, la recién implantada monarquía constitucional tendría


escaso recorrido: no llegó siguiera a cumplir el año. Aunque la Asamblea Legislativa
promulgó medidas progresistas, fue incapaz de satisfacer el descontento de las
clases populares ante la carestía de los productos básicos como consecuencia del
agravamiento de la crisis económica.

En el exterior, ante el peligro que significaba la irradiación de las ideas


revolucionarias por el resto de Europa, se organizó una alianza de fuerzas
absolutistas (Austria y Prusia) que entró en guerra con Francia el 20 de abril de
1792. Las sucesivas derrotas de los ejércitos franceses radicalizaron la situación; la
izquierda jacobina, grupo republicano minoritario pero influyente de la Asamblea
Legislativa, exigía la elección por sufragio universal de una Convención Nacional y
la instauración de una República.

Una amenazante declaración de un general prusiano (en que se manifestaban


crudamente los objetivos contrarrevolucionarios de la guerra) desencadenó en París
una nueva insurrección de las masas populares (los «sans-culottes»), que el 10 de
agosto de 1792 asaltaron el Palacio Real de las Tullerías, residencia del rey, en la
que se encontraron documentos que probaban su traición; el monarca fue depuesto
y encarcelado.
Los sans culottes

3-La República: La Convención (1792-1795)

A la caída de la monarquía siguió la celebración de elecciones (por sufragio


universal masculino) y la constitución de la Convención Nacional, cuya puesta en
marcha coincidió con la victoria de las tropas francesas sobre los prusianos en
Valmy (20 de septiembre de 1792). Dos días después, el 22 de septiembre, la
Convención Nacional proclamaba la República.

La lucha por el poder dentro de la Convención entre sus alas izquierda (jacobinos) y
derecha (girondinos) tuvo en el proceso y ejecución de Luis XVI (21 de enero de
1793) uno de sus puntos álgidos. Como inmediata respuesta a la decapitación del
rey, Austria, Prusia, España, Holanda e Inglaterra se unieron en la Primera
Coalición, una alianza sin otro objetivo que acabar militarmente con el proceso
revolucionario. Ante el avance de las fuerzas de la Primera Coalición, las
conspiraciones contrarrevolucionarias de la nobleza y el clero, el estallido de la
revuelta campesina en La Vendée, la escasez de trigo y la generalización de la
especulación, la política moderada de los girondinos se mostraba ineficaz.

Los jacobinos, con el apoyo de los «sans-culottes», tomaron las riendas de la


Convención en junio de 1793. La Revolución Francesa, más cerca que nunca del
pueblo llano, se radicalizó. Se intentaron desarrollar los principios de la democracia
social (soberanía popular, sufragio universal), reflejados en una nueva constitución,
que no obstante no llegaría a entrar en vigor.
Dominada por los jacobinos, la Convención confirió a las instituciones ejecutivas
poderes de excepción: el Comité de Salvación Pública decretaba medidas de
urgencia (levas masivas forzosas y control de precios) y el Comité de Seguridad
General dirigía una represión contra los enemigos de la Revolución, que llevó a la
guillotina a nobles, líderes girondinos y a la reina María Antonieta, así como a
cuantos intentaron eludir el reclutamiento. Se había implantado el Terror
(1793-1794), etapa dominada por la figura de Robespierre. Sus drásticas medidas
tuvieron efecto: las tropas francesas frenaron a los ejércitos de la Primera Coalición
y las rebeliones internas fueron sofocadas.

Maximiliano Robespierre

Lograda la estabilidad, la burguesía moderada de la Convención consideró


injustificado mantener el estado de excepción y, en julio de 1794, protagonizó la
llamada «reacción de Termidor»: retiró su confianza a Robespierre (que fue
guillotinado) y desató un «Terror blanco» contra los izquierdistas. La Convención
redactó la Constitución de 1795, marco legal de las nuevas instituciones en la
siguiente etapa de la República, que se designa con el nombre de su poder
ejecutivo: el Directorio.

El Directorio (1795-1799)
En octubre de 1795, la Convención fue disuelta y sustituida por dos cámaras, el
Consejo de Ancianos y el Consejo de los Quinientos, elegidos por sufragio
censitario; detentaban el poder ejecutivo los cinco miembros del Directorio,
renovables a razón de uno cada año. Dominado por la burguesía conservadora, el
Directorio se apoyó en el ejército para reprimir las revueltas populares cuando la
supresión del control de precios encareció nuevamente los productos básicos, y
también para aplastar las conspiraciones e insurrecciones promovidas tanto por los
realistas (que aspiraban a restaurar el absolutismo monárquico) como por la
izquierda radical.

Mientras en el exterior los generales franceses (entre los que brillaba con luz propia
el joven Napoleón) dirigían exitosas campañas militares que culminaron con la
derrota de la Primera Coalición en 1797, el Directorio se mostraba incapaz de
mantener la estabilidad en el interior, ni siquiera dentro de las mismas instituciones
republicanas, víctimas de las luchas intestinas entre diversas facciones. El sufragio
censitario no impidió que la izquierda jacobina y los realistas contaran con una
considerable representación en el legislativo; a esta amenaza hubo que sumar, en
diciembre de 1798, la formación de una Segunda Coalición europea contra la
Francia revolucionaria.

La anarquía reinante y la debilidad del régimen inducían a la burguesía y a los


principales dirigentes a inclinarse por una solución militar; finalmente, con el apoyo
de uno de los directores, Emmanuel Joseph Sieyès, y de otros altos cargos,
Napoleón Bonaparte encabezó el golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de
noviembre de 1799). La Revolución Francesa había terminado: el Directorio fue
substituido por un nuevo régimen autoritario, el Consulado (1799-1804), a cuyo
frente se puso, investido de amplios poderes, el mismo Napoleón como Primer
Cónsul.

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