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Derechos de Los Pacientes

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Derechos de los pacientes

Garay, Oscar Ernesto

Abogado, UBA. Magíster en Bioética y Derecho por la Universidad de Barcelona.

Orígenes del concepto “derechos de los pacientes”. Los derechos de los pacientes son
derechos subjetivos de la persona humana relacionados con su estado de salud-enfermedad.
Se trata del ser humano –en su condición de paciente– que necesita sean respetados sus
derechos humanos fundamentales: a la vida, a la salud, a la integridad física, a la dignidad,
a la libertad, a la información, a la identidad, a la intimidad, a la confidencialidad, al
consentimiento informado, a la verdad, a una muerte digna y otros. Se originaron
gradualmente a partir de las ideas del liberalismo político (se valoró fuertemente el
principio de autonomía), el movimiento en pro de los derechos civiles, el desarrollo de la
democracia participativa, el progreso, desde mediados del siglo XX a nuestros días, del
derecho internacional de derechos humanos, la doctrina de los derechos personalísimos, el
auge de la Bioética y otras razones (cambios sociales, políticos, culturales y económicos);
todo ello confluyó para que se tuviera en cuenta la necesidad de formular los derechos de
los pacientes. Derechos que se fundan en los derechos humanos fundamentales de la
persona humana: dignidad y libertad, en igualdad.

Como un valioso antecedente de sistematización de los derechos en cuestión, se puede citar


la Carta de Derechos del Paciente, elaborada por la Asociación Americana de Hospitales
(1973).

La Asociación Médica Mundial (AMM), en su XXXIV Asamblea Médica Mundial (1981),


expidió la Declaración de Lisboa-Portugal sobre los Derechos de los Pacientes (actualizada
en 1995 en Bali-Indonesia y revisada en Santiago de Chile, en 2005 (en adelante DL, la
cual seguimos en este trabajo; en el derecho nacional se aplican las normas pertinentes del
Código Civil y Comercial [CCyC] y lo establecido por la ley 26.529 de Derechos de los
Pacientes).

Esta necesidad de formular los derechos de los pacientes en cartas o declaraciones se


expandió a Europa, y luego a los países del continente americano. En la Argentina, primero
se legisló sobre los derechos de los pacientes en las jurisdicciones provinciales: Río Negro
(ley 3076/1997); Formosa (ley 1255/1997); Tucumán (ley 6952/1999); Neuquén (ley
2611/2008); Chaco (ley 6649/2010). La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) dictó,
en 1999, la “Ley Básica de Salud” (ley 153), enumerando en su artículo 4º varios de los
derechos del paciente. En la provincia de Córdoba, en una ley denominada “Carta del
Ciudadano” (ley 8835/2000, en su artículo 6º, bajo la denominación “Derechos a la Salud”,
trata sobre los Derechos de los Pacientes. En el ámbito nacional, se reconocieron los
derechos de los pacientes a través de la ley 26.529: Derechos del Paciente en su Relación
con los Profesionales e Instituciones de la Salud (modificada por las leyes 26.742 y 26.812
y reglamentada por el decreto 1089/2012). La ley 26.529 recibió las siguientes adhesiones
provinciales: Corrientes (ley 5971/2010); Jujuy (ley 5645/2010); Chubut (ley I-436/2010);
Catamarca (ley 5325/2011); Río Negro (ley 4692/2011); Tierra del Fuego (ley 885/2012);
Chaco (ley 6925/2011); Santa Cruz (ley 3288/2012); Buenos Aires (ley 14.464/2012); La
Rioja (ley 9585/2014). La Asociación Médica Argentina (AMA), a través de su Código de
Ética para el Equipo de Salud (2001-2011), trata sobre “Los Derechos y Deberes de los
Pacientes” (Cap. 5).

Siglo XX: Pacientes sin derechos. Durante veinticinco siglos la mirada de la Medicina, de
la ética médica, estuvo centrada en el médico; el paciente era considerado un incompetente
moral para decidir sobre su salud y enfermedad. En los albores del siglo XX, occidente
reconocía los derechos humanos y adoptaba la democracia como sistema de gobierno. En
cambio, la Medicina, la ética médica, seguían aferradas a su concepción hipocrático-
paternalista. La sociedad argentina se expresaba culturalmente bajo los patrones simbólicos
del paternalismo, el patriarcado y el autoritarismo. El Código Civil de Vélez Sarsfield
(1870-2015) tenía como objeto de regulación al patrimonio y el sujeto de derecho era el
varón. La mujer, en la cultura y en el derecho, no estaba a la par, sino que caminaba
siempre detrás del hombre (la cultura y el derecho fueron impuestas por construcciones de
la masculinidad). El Código de Ética de la Confederación Médica de la República
Argentina (COMRA, 1955) contenía claramente la filosofía hipocrática-paternalista (si bien
se obraba en beneficio del enfermo, el médico decidía por sí y por el paciente). La relación
médico-paciente era paternalista y vertical. El galeno poseía el saber médico y decidía en
consecuencia, sin tener en cuenta la opinión del enfermo. Ergo, el marco cultural y de
derecho hacia impensable que se reconociesen los derechos de los pacientes.

Los derechos de los pacientes en el siglo XXI. Los tiempos culturales cambian. Las
sociedades mutan. La sociedad de éstos, nuestros momentos temporales, se muestra
distinta, ha evolucionado. Se transformó en un colectivo social más democrático, pluralista
e igualitario. Se define como diversa y pluricultural. En ella caben todas las etnias,
opciones de vida, religiones, ideologías, edades, características personales (culturales,
sexuales, físicas, etc.). Acepta la diferencia y promueve la inclusión social. Muestra cabal
del cambio cultural de nuestra sociedad, es que ésta, lenta y progresivamente (muy
dificultosamente) está dejando atrás el patriarcado que sojuzgó a la mujer a todo lo largo
del siglo XX. Las mujeres (y muchos hombres que acompañamos) le dicen no a la violencia
machista. Los derechos humanos son de la persona humana (no sólo del hombre/varón):
hombre, mujer, niño y niña, persona mayor, sufrientes mentales, discapacitados, otros. La
persona es considerada como una substancia racional, portadora de dignidad y libertad. El
Código Civil y Comercial (CCyC, vigente desde el 01/08/2015) tiene como objeto central
de regulación la protección de la persona humana. Es en este (distinto) contexto socio-
cultural que en la Argentina fue brotando la necesidad de legislar sobre los derechos de los
pacientes.

Los derechos de los pacientes. Catalogación. Podemos clasificar los derechos de los
pacientes conforme a tres conceptos básicos, a partir de los cuales se derivan los derechos
de la persona enferma: vida-salud, dignidad y libertad-autonomía, y agruparlos tomando
como referencia el listado de la Declaración de Lisboa-Bali (DLB).

Derechos a la dignidad, la vida y la salud. 1. La dignidad no es, en sentido estricto, un


derecho subjetivo, sino un estado o condición inherente, calidad ontológica del ser humano.
Es decir, el ser humano no “es” dignidad sino que “posee” esta calidad, condición o estado
propio de un ser libre e idéntico a sí mismo. El reconocimiento de la dignidad de las
personas es el fundamento moral de la idea de derecho: obliga a considerar a la persona
siempre como fin en sí misma y nunca como medio; establece la inviolabilidad de la
persona, asegurando su indemnidad tanto en la faz externa (salud, integridad
biopsicosocial) como interna (privacidad-confidencialidad), e impone la necesidad de
considerar a las personas como sujetos y no como objetos; como portadoras de dignidad y
no de precio. El paciente tiene derecho al “trato digno y respetuoso” (art. 2º inc. b], ley
26.529). 2. La vida (del latín vita) es un atributo inseparable de la persona humana que
condiciona su existencia con el consecuente desenvolvimiento material y espiritual del
hombre. Cuando se habla del derecho a la vida se está haciendo mención expresa a un
derecho humano fundamental; el concepto abarca, como correlativos, el derecho a vivir y el
derecho a conservar la vida. 3. Como directa derivación del derecho a la vida, están el
derecho a la salud y el derecho a la integridad física del hombre. Por ello, en derecho se
habla del “derecho a la protección de la salud” o del “derecho a la preservación de la
salud”. Estos son derechos naturales que se fundamentan en las declaraciones
internacionales de derechos humanos. El derecho a la vida está formulado en la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (art. 1º), en la Convención Americana
sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica (art. 4º, inc. 1º), en la
Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 3º), y en la Convención sobre los
Derechos del Niño (art. 6.1). El derecho a la preservación de la salud está contemplado por
la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 25) y por el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (art. 12). El Pacto de San José de Costa Rica
dispone que “toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción” (art. 4.1). Como
correlativo de esos derechos está el derecho a la asistencia sanitaria. El paciente tiene
derecho a la “asistencia” médica (art. 2º inc. a], ley 26.529); y el derecho a la disposición
del propio cuerpo, en el marco de lo prescripto por el artículo 56 del CCyC.

Derechos a la información y a la educación. 1. El paciente tiene derecho a recibir


información sobre su persona registrada en su historial médico y a estar totalmente
informado sobre su salud, inclusive los aspectos médicos de su condición. Sin embargo, la
información contenida en el historial del paciente sobre una tercera persona, no debe ser
entregada a éste sin el consentimiento de dicha persona. Excepcionalmente, se puede
retener información frente al paciente cuando haya una buena razón para creer que dicha
información representaría un serio peligro para su vida o su salud. La información se debe
entregar de manera apropiada a la cultura local, de forma que el paciente pueda entenderla.
El paciente tiene derecho a no ser informado por su solicitud expresa, a menos que lo exija
la protección de la vida de otra persona. El paciente tiene derecho a la “información
sanitaria” (art. 2º inc. f] y art. 4º, ley 26.529). 2. Derecho a la educación en salud. Es deber
del equipo de salud cooperar con las autoridades sanitarias a proteger el derecho a la
educación sobre la salud y servicios de salud disponibles, incluyendo información sobre
estilos de vida saludables y prevención de las enfermedades con responsabilidad personal
de cada uno por su propia salud (DL, art. 9º).

Derechos a la intimidad, la confidencialidad y la verdad. 1. El principio de intimidad


ampara el derecho a ser dejado a solas, a velar y a excluir de las miradas de terceros, la
interioridad, los pensamientos, el núcleo central de la personalidad. El derecho a la
intimidad se fundamenta en la dignidad de la persona humana. Cuando el paciente es
violado en su derecho a la intimidad por el profesional de la Salud (en forma consciente o
inconsciente), hay una afrenta que aquel sufre en su dignidad. La Declaración Universal de
los Derechos del Hombre proclama que “nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su
vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su
reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o
ataques” (art. 12). El Pacto de San José de Costa Rica se pronuncia en similares términos en
el artículo 11.2. La Asociación Médica Mundial prescribe que “la dignidad del paciente y el
derecho a su vida privada deben ser respetadas en todo momento durante la atención
médica y la enseñanza de la medicina, al igual que su cultura y sus valores” (art. 10, inc. a).
El paciente tiene derecho a la “intimidad” (art. 2º inc. c], ley 26.529). 2. Lo confidencial es,
según el Diccionario de la Real Academia Española, “lo que se hace o se dice en confianza
o seguridad recíproca entre dos o más personas”. En el campo de la Salud se relaciona con
los conceptos intimidad, privacidad, confianza y secreto médico. La confidencialidad reside
en los datos que una persona brinda a otra en la creencia que los mismos serán
resguardados. La confidencialidad es quebrantada, en cambio, cuando quien recepciona o
es depositario de los datos que le fueron revelados (por ejemplo, por causa de su profesión:
abogados, médicos) los revela a terceros sin justa causa. El secreto profesional, a su vez, es
la contracara del derecho a la confidencialidad. Éste se presenta como un derecho en cabeza
del paciente. Aquél, es un deber ético y una obligación jurídica (y un derecho) que pesa
sobre los profesionales del equipo de Salud. El derecho a la confidencialidad ha sido
regulado en las declaraciones o leyes que se expidieron sobre los derechos de los pacientes.
El paciente tiene derecho a la “confidencialidad” (art. 2º inc. d], ley 26.529). El secreto
profesional fue establecido (como deber-obligación-derecho) en los códigos deontológicos
y en las leyes que reglamentaron las actividades de médicos, odontólogos y otros
profesionales de la salud. 3. El paciente tiene derecho a que los integrantes del equipo de
Salud se relacionen con él, respetando el principio bioético de veracidad (el paciente decide
y organiza su vida de acuerdo con la realidad de su enfermedad). La dignidad del paciente
se respeta cuando se le informa en forma completa, adecuada y conforme a la verdad (no
con mentiras, engaños o falsedades).

Derecho a la autodeterminación. 1. El paciente tiene derecho a la autodeterminación y a


tomar decisiones libremente en relación con su persona. El médico informará al paciente las
consecuencias de su decisión. El paciente adulto mentalmente competente tiene derecho a
dar o a negar su consentimiento para cualquier examen, diagnóstico o terapia. El paciente
tiene derecho a la información necesaria para tomar sus decisiones. El paciente debe
entender claramente cuál es el propósito de todo examen o tratamiento y cuáles son las
consecuencias de no dar su consentimiento. El paciente tiene derecho a negarse a participar
en la investigación o enseñanza en medicina. 2. Derechos del paciente inconsciente. Si el
paciente está inconsciente o no puede expresar su voluntad, se debe obtener el
consentimiento de un representante legal, cuando sea posible y cuando sea legalmente
pertinente. Si no se dispone de un representante legal, y se necesita urgente una
intervención médica, se debe suponer el consentimiento del paciente, a menos que sea
obvio y no quede la menor duda, sobre la base de lo expresado previamente por el paciente
o por convicción anterior, que éste rechazaría la intervención en esa situación. Sin embargo,
el médico siempre debe tratar de salvar la vida de un paciente inconsciente que ha intentado
suicidarse. 3. Derechos del paciente legalmente incapacitado. Incluso si el paciente es
menor de edad o está legalmente incapacitado, se necesita el consentimiento de un
representante legal, cuando sea legalmente pertinente; sin embargo, el paciente debe
participar en las decisiones al máximo que así lo permita su capacidad. Si el paciente
incapacitado legalmente puede tomar decisiones racionales, éstas deben ser respetadas y él
tiene derecho a prohibir la entrega de información a su representante legal. Si el
representante legal del paciente o una persona autorizada prohíbe el tratamiento que, según
el médico, es el mejor para el paciente, el médico debe apelar de esta decisión en la
institución legalmente pertinente u otra. En caso de emergencia, el médico decidirá lo que
sea mejor para el paciente. El diagnóstico o tratamiento se puede realizar contra la voluntad
del paciente en casos excepcionales, solo y específicamente si lo autoriza la ley y conforme
a los principios de la ética médica. El paciente tiene derecho a la “autonomía” (art. 2º inc.
e], ley 26.529; a la “información sanitaria” (art. 2º inc. f] y art. 4º, ley 26.529); al
“consentimiento informado” (arts. 5º a 10, ley 26.529); a dar “directivas anticipadas” (art.
11, ley 26.529).

Derecho a una atención médica apropiada y de calidad. 1. La atención médica debe ser
la adecuada a la enfermedad del paciente. El paciente siempre tiene derecho a un servicio
médico profesional e institucional, ético e idóneo. Lo que va a variar es el tipo de
prestación médica, la cual debe estar de acuerdo con la enfermedad que padezca el
enfermo. El profesional del equipo de Salud debe proporcionar el servicio médico-
científico correcto, y utilizar el instrumental tecnológico adecuado a la naturaleza de la
enfermedad en cuestión, para lograr efectividad y eficiencia en su trabajo. 2. Derecho a la
atención médica de buena calidad. La dignidad del paciente exige que la atención médica
no sea cualquier asistencia, sino una atención médica de buena calidad. Una asistencia
médico-sanitaria de buena calidad debe ser aquella que “supere lo común”, que evidencia
superioridad o excelencia. Para el Código de Ética de la Asociación Médica Argentina, “a
pesar de las dificultades para hallar una definición universalmente aceptada, el concepto de
calidad de la atención en salud está vinculado a la satisfacción de las necesidades y
exigencias del paciente individual, de su entorno familiar y de la sociedad como una
totalidad. Se basa en la organización de un cambio cuyo objetivo es lograr niveles de
excelencia en las prestaciones, eliminando errores y mejorando el rendimiento de las
instituciones” (art. 117). 3. Derecho a ser atendido por un médico que el paciente sepa que
tiene libertad para dar una opinión clínica y ética sin ninguna interferencia exterior. El
paciente tiene derecho a que lo atienda un médico que, además de poseer competencia
científica, tenga independencia técnica y moral. El paciente va a tener mayor confianza en
la capacidad y la lealtad del médico, si le consta que éste tiene independencia o autonomía
técnica y moral para decidir según su propio juicio. Así lo establece la Asociación Médica
Mundial en sus doce principios sobre la Prestación de la Atención Médica en cualquier
Sistema Nacional de Atención Médica cuando dice: “La independencia moral, profesional y
económica del médico debe ser asegurada”. 4. Derecho del paciente a ser tratado
respetando sus mejores intereses. El tratamiento aplicado debe ser conforme a los
principios médicos generalmente aprobados. El Código Internacional de Ética Médica de la
Asociación Médica Mundial estipula que “el médico debe a sus pacientes todos los recursos
de su ciencia y toda su lealtad”; y ello lo debe poner en práctica, respetando los mejores
intereses del paciente: su vida y su salud, su dignidad y su libertad. Toda la praxis médica
debe ser acorde a la ciencia médica; esto es, a “los principios médicos generalmente
aprobados”. 5. Derecho a que la seguridad de la calidad sea siempre parte de la atención
médica. Los médicos, en especial, deben aceptar la responsabilidad de ser los guardianes de
la calidad de los servicios médicos. La seguridad de la calidad de la atención médica debe
ser parte del compromiso ético del médico del actuar siempre en beneficio del paciente. Las
medidas de bioseguridad que se deben instrumentar en las instituciones conllevan un doble
fin: la indemnidad del paciente y la seguridad del profesional, en cuanto a la adquisición
ocupacional de enfermedades. 6. El paciente tiene derecho a una atención médica continua.
El médico tiene la obligación de cooperar en la coordinación de la atención médicamente
indicada, con otro personal que trata al paciente. Oportunamente, la Declaración de los
Derechos de los Pacientes de la Asociación Americana de Hospitales (1973) prescribió:
“10. El paciente tiene derecho a esperar una continuidad razonable de atención”. El derecho
a la salud del que gozan todas las personas empezará a ser realidad si, aparte de batallar
contra otros factores básicos (jurídicos y económicos principalmente), se instrumentan los
medios necesarios para que la accesibilidad en tiempo propio al servicio de salud sea
posible –y durante todo el tiempo que el enfermo necesite ser asistido médicamente (desde
el prisma de una continuidad razonable de la atención médica)–, acercando la realidad al
deber ser. 7. El paciente tiene derecho a recibir de parte de un centro de Salud, de acuerdo
con su capacidad, una evaluación, un servicio o la remisión a otra institución, según lo
indique la urgencia del caso. El paciente, de acuerdo con la patología que presente, y sobre
la base de la capacidad instalada de la institución médica (complejidad y posibilidades
tecnológicas y recursos humanos), tendrá derecho a: i) en caso de urgencia, a que se le
brinden los servicios médicos que la urgencia o el estado de necesidad indiquen. Se trata de
un deber moral y una obligación jurídica de todo establecimiento de Salud. En caso que la
institución no cuente con la capacidad adecuada para atender la emergencia que presenta el
paciente, se deberán tomar las medidas de cuidado médico que el caso requiera, e
instrumentar el traslado del paciente a otra institución; ii) a que se le efectúe una evaluación
de su condición de salud-enfermedad, o se le brinde un servicio de Salud. 8. El paciente
tiene derecho a elegir o cambiar libremente su médico y hospital o institución de servicio
de Salud, sin considerar si forman parte del sector público o privado. Como principio, los
pacientes tienen libre decisión para elegir el médico que los va a atender. Este derecho va a
estar sujeto a las modalidades operativas de los sistemas de atención de la salud: público,
seguridad social y privado. 9. Derecho a la segunda opinión. El paciente tiene derecho a
solicitar la opinión de otro médico en cualquier momento. La libertad de elección en cabeza
del paciente, incluye el derecho a una segunda opinión. Es la consulta del paciente a un
segundo médico con el objeto de confirmar el diagnóstico o pronóstico realizado por el
primer médico. El paciente tiene derecho a la “interconsulta médica” (art. 2º inc. g], ley
26.529).

Derecho a la asistencia espiritual y moral y a una muerte digna. La Declaración de


Lisboa (DL) estableció que “el paciente tiene el derecho de recibir o rechazar la asistencia
espiritual y moral, inclusive la de un ministro de una religión apropiada”. Este derecho se
relaciona con la libertad de religión. Y el derecho a una muerte digna se relaciona con la
aspiración del ser humano al “buen morir”, sin sufrimiento, sin dolor, con la adopción de la
conducta médica más correcta posible para que el paciente, próximo a su fin, tenga una
buena muerte, sin adelantar ni atrasar artificialmente ese momento. El derecho a una muerte
digna está directamente vinculado con la atención médica al paciente terminal y con la
eutanasia (el paciente tiene derecho a una “muerte digna”: arts. 5º incs. g] y h]; 7º inc. f], 10
y 11, ley 26.529).

 Los derechos humanos son aquellas «condiciones instrumentales que le permiten


a la persona su realización».1 En consecuencia subsume aquellas libertades, facultades,
instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos2 que incluyen a toda
persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna,
«sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición».3

Para los autores iusnaturalistas los derechos humanos son independientes o no dependen
exclusivamente del ordenamiento jurídico vigente, por lo que son considerados fuente del
derecho; sin embargo desde el positivismo jurídico la realidad es que solamente los países
que suscriben los Pactos Internacionales de Derechos Humanos o Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (PIDESC) y sus Protocolos —Carta Internacional de Derechos
Humanos— están obligados jurídicamente a su cumplimiento.4 Así, por ejemplo, en
relación con la pena de muerte, contraria a la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, el Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, destinado a abolir la pena de muerte, no ha sido firmado por países como China,
Irán, Estados Unidos, Vietnam, Japón e India.5

Desde un punto de vista más relacional, los derechos humanos se han definido como las
condiciones que permiten crear una relación integrada entre la persona y la sociedad, que
permita a los individuos ser personas jurídicas, identificándose consigo mismos y con los
demás.6

Los derechos humanos son normas que reconocen y protegen la dignidad de todos los seres
humanos. Estos derechos rigen la manera en que los individuos viven en sociedad y se
relacionan entre sí, al igual que sus relaciones con el Estado y las obligaciones del Estado
hacia ellos.

Las leyes relativas a los derechos humanos exigen que los gobiernos hagan determinadas
cosas y les impide hacer otras. Las personas también tienen responsabilidades; así como
hacen valer sus derechos, deben respetar los derechos de los demás. Ningún gobierno,
grupo o persona individual tiene derecho a llevar a cabo ningún acto que vulnere los
derechos de los demás.

Universalidad e inalienabilidad
Los derechos humanos son universales e inalienables. En todas partes del mundo, todas las
personas tienen derecho a ellos. Nadie puede renunciar voluntariamente a sus derechos. Y
nadie puede arrebatárselos a otra persona.

Indivisibilidad

Los derechos humanos son indivisibles. Ya sean civiles, políticos, económicos, sociales o
culturales, son inherentes a la dignidad de todas las personas. Por consiguiente, todos
comparten la misma condición como derechos. No hay derechos “pequeños”. En los
derechos humanos no existen jerarquías.

Interdependencia e interrelación

El cumplimiento de un derecho a menudo depende, total o parcialmente, del cumplimiento


de otros derechos. Por ejemplo, el ejercicio efectivo del derecho a la salud puede depender
del ejercicio efectivo del derecho a la educación o a la información.

Igualdad y no discriminación

Todas las personas son iguales como seres humanos y en virtud de su dignidad intrínseca.
Todas las personas tienen derecho al disfrute de sus derechos humanos, sin discriminación
alguna a causa de su raza, color, género, origen étnico, edad, idioma, religión, opiniones
políticas o de otra índole, origen nacional o social, discapacidad, posición económica,
circunstancias de su nacimiento u otras condiciones que explican los órganos creados en
virtud de tratados de derechos humanos.

Participación e inclusión

Todas las personas y todos los pueblos tienen derecho a contribuir, disfrutar y participar
activa y libremente en el desarrollo civil, político, económico, social y cultural, a través de
lo cual los derechos humanos y las libertades fundamentales pueden hacerse efectivos.

Rendición de cuentas y Estado de Derecho

Los Estados y otros garantes de derechos deben respetar las normas y los principios
jurídicos consagrados en los instrumentos de derechos humanos. Cuando no lo hacen, los
titulares de derechos que han resultado perjudicados tienen derecho a entablar un proceso
ante un tribunal competente u otra instancia judicial, en busca de una reparación apropiada,
y de conformidad con las normas y los procedimientos previstos en la ley.
La salud es un derecho, no un privilegio

El Derecho a la Salud se refiere a que la persona tiene como condición innata, el


derecho a gozar de un medio ambiente adecuado para la preservación de su salud, el acceso
a una atención integral de salud, el respeto a su concepto del proceso salud - enfermedad y
a su cosmovisión.Este derecho es inalienable, y es aplicable a todas las personas sin
importar su condición social, económica, cultural o racial.Para que las personas puedan
ejercer este derecho, se debe considerar los principios de accesibilidad y equidad.

De acuerdo a la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de


Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se reconoce la salud como derecho
inalienable e inherente a todo ser humano. Esto implica la obligación del Estado de
respetar, proteger y garantizar el derecho a la salud de todos sus ciudadanos, no sólo
asegurando el acceso a la atención de salud, sino también la atención adecuada. Es por ello
que la propuesta plantea un modelo de atención basado en el sistema público de salud. El 
Comité  de  Derechos  Económicos,  Sociales  y Culturales de las Naciones Unidas ha
señalado que el derecho a  la  salud abarca  los  siguientes  elementos  esenciales  e
interrelacionados:

1. a.        Disponibilidad:  Se  refiere  a  contar  con  un número  suficiente  de 


establecimientos de salud, recursos humanos (considerando médicos,  profesionales,
técnicos y personal de salud capacitados) y programas, que incluyanlos  factores 
determinantes  básicos  de la  salud,  como  agua  limpia  potable  y  condiciones
sanitarias adecuadas. 
2. b.        Accesibilidad: Significa que los establecimientos, bienes y servicios de
salud se encuentren accesibles a todos, haciendo hincapié en los sectores más
vulnerables y marginados de la población. Lo anterior implica:
1. Accesibilidad  física: Los  establecimientos, bienes  y  servicios  de  salud 
deberán  estar  al alcance  geográfico  de  todos  los  sectores  de  la
población,  así mismo los  factores determinantes básicos de la salud, como
el agua limpia potable deben ser de acceso intradomiciliario o encontrarse a
una distancia geográfica razonable, incluso en lo que se refiere a las zonas
rurales.
2. Accesibilidad  económica  (asequibilidad): Los pagos  por  servicios  de 
atención  de  la  salud y  servicios  relacionados  con  los  factores
determinantes  básicos  de  la  salud  deberán basarse en el principio de  la
equidad y ser proporcionales a los ingresos financieros de los hogares.
3. Acceso a la información: Comprende el derecho del paciente a recibir y
solicitar toda la información necesaria sobre su situación y el tratamiento
que recibirá. Involucra también el derecho a recibir y difundir información  e
ideas acerca de las cuestiones relacionadas con la  salud. Sin embargo el
acceso a la  información no debe menoscabar el derecho a la
confidencialidad de los datos personales.
3. c.         Aceptabilidad: Todos  los  establecimientos y servicios de salud deberán 
respetar    la  ética médica y los criterios culturalmente aceptados. Además deberán
ser   sensibles a  los  requisitos del género y del  ciclo de vida. Así  mismo el
paciente tiene todo el derecho de aceptar o no el diagnóstico y tratamiento que
propone el personal sanitario.
4. d.        Calidad: Los establecimientos, servicios, equipamiento e insumos de salud
deberán ser también apropiados desde  el  punto  de  vista  científico  y médico, y 
ser de buena calidad; el personal debe estar capacitado; y debe contar con  agua
potable y condiciones sanitarias adecuadas. Es parte de la calidad de los servicios de
salud, el trato respetuoso, adecuado y oportuno a las personas que demandan
atención.

La obligación estatal implica la provisión de una atención integral, continua y equitativa.


Recoge las dimensiones de promoción, prevención, curación y rehabilitación. Involucra el
derecho y responsabilidad de las personas, familias y comunidades de ser protagonistas de
su propia salud, por lo que promueve procesos sociales y políticos que les permitan
expresar necesidades y percepciones, participar en la toma de decisiones, así como exigir y
vigilar el cumplimiento del derecho a la salud

Derecho a la asistencia médica

   La salud y la asistencia medica es un derecho de todas las


personas. Los Estados deben garantizar a toda persona, sin
importar su creencia, raza o nivel social, el derecho de acceso
a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la
rehabilitación. Para ello, deben prestar la asistencia médica y
la atención sanitaria que sean necesarias. Esto no trata
solamente de prestar servicios de salud, sino también de
abordar los factores que la afectan, es decir, las más amplias
cuestiones económicas, sociales, culturales, ambientales,
educativas, recreativas, entre otras.

 El derecho humanos universal a la asistencia medica también


se considera como el derecho a la protección de la
salud, este lo podemos conseguir en el artículo cuarto de la
Constitución General de la República. Tiene por una parte,
una connotación programática, que a la vez  también,
considera garantía individual. Tomando en cuenta lo dicho
anteriormente es necesario aclarar que los errores médicos,
por negligencia o impericia causados en la prestación de
servicios de atención médica en instituciones públicas, no son
actos violatorios del derecho a la salud. Para entender
verdaderamente este derecho, se debe saber lo que dispone la
legislación sanitaria en cuanto a las finalidades que deben
cumplir los servicios de salud y los servicios de atención
médica. Todas estas pautas y acciones en conjunto buscan
proteger, promover y restaurar la salud de la persona y de la
colectividad.

Los Derechos Humanos en cuando a la asistencia medica


podrían estar englobados en los siguientes aspectos
fundamentales:

1. Derecho a que se le respete subida, incluso antes del


nacimiento.
2. Derecho a participar y decidir sobre sus decisiones de
integridad.
3. Derecho a poder accesar a todos los servicios para
mantener su salud.
4. Derecho a saber que enfermedad padece, posibles
tratamientos y el pronostico acerca de la misma.
5. Derecho a saber toda la verdad acerca de su estado de
salud.
6. Derecho a poder tomar decisiones acerca del nivel de
confidencialidad que desea tener sobre su enfermedad.
7. Derecho a la comunicación en el hospital que se encuentre.
8. Derecho a ser tratado con intimidad.
9. Derecho a un trato digno.
10. Derecho a recibir la mejor asistencia medica posible.

a autonomía como derecho fundamental de


los pacientes
Basterra, Marcela I

Doctora en Derecho (UBA). Magister en Derecho Constitucional y Derechos Humanos


(UP). Profesora de grado, posgrado y doctorado (UBA y otras Universidades).

1. Introducción. En la últimas tres décadas se advirtió, paulatinamente, un cambio de


paradigma en torno a los temas que involucran al ejercicio de la autonomía personal. Por
mencionar sólo algunos ejemplos, este cambio se visualiza con total claridad en los temas
concerniente a la elección sexual de las personas, en tanto ha sido sancionada la ley 26.618
de matrimonio igualitario; también en relación al consumo personal de estupefacientes, a
partir de la decisión de la Corte Suprema en el caso “Arriola”.

Una situación similar puede percibirse en lo que respecta al ejercicio de los derechos
reproductivos, a partir de la sentencia “F.,A. L.” del máximo tribunal, la que ha sido
receptada con distintos alcances por numerosos ordenamientos locales. Sin duda, esta
mutación interpretativa en relación al principio de autoreferencia, es el reflejo de las
transformaciones que fueron produciéndose en el seno de la sociedad, acogidas con
excelente criterio por legisladores y jueces.

En este marco, la ley 26.529 sobre los “Derechos del Paciente, Historia Clínica y
Consentimiento informado”, modificada por la ley 26.742 denominada “Ley de Muerte
Digna”, y los artículos 59 y 60 del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (CCyCN),
se inscriben en el respeto más absoluto hacia los derechos personalísimos y una fuerte
defensa del principio de autonomía personal.
 

2. El principio de la autonomía personal, consentimiento informado y directivas


anticipadas. El derecho fundamental a la salud, goza de reconocimiento constitucional
dado que guarda una estrecha vinculación con el derecho a la vida, considerado como una
de las primeras prerrogativas naturales de la persona humana. Por consiguiente, su
relevancia reside en que no sólo constituye un bien jurídico autónomo de importancia
superlativa, sino que además se encuentra íntimamente relacionado con otros derechos
fundamentales, e incluso es condición necesaria para ejercer muchas de esas prerrogativas
cardinales del sistema jurídico.

El derecho a la salud y a su preservación, se encuentra estrechamente ligado con el derecho


a la dignidad, porque cualquier menoscabo a aquél incide negativamente en el sujeto y en el
núcleo más próximo de sus afectos y lazos sociales.

En esta temática la voluntad del paciente adquiere un rol protagónico, toda vez que la
posibilidad de aceptar o rechazar un tratamiento médico hace a la autodeterminación y
autonomía personal.

El principio de autonomía personal que también podemos denominar de reserva o


autoreferencia, está contenido en el artículo 19 de la Ley Fundamental. El precepto
constitucional recepta el principio de autonomía personal y el derecho a la privacidad en
forma específica, como norma de apertura del sistema de derechos individuales.

Este principio implica que cada persona adulta, mayor de edad –excluye a los menores–
con consentimiento, es decir, que posea discernimiento, intención y libertad –no se aplica a
los incapaces que no comprenden sus actos–, puede escoger el que considere “mejor plan
de vida” para sí misma, aunque éste implique un daño personal. Sólo el daño a terceros
opera como límite a la elección del propio plan elegido.

Por lo tanto, todas las personas –adultas y capaces–tienen derecho a realizar opciones, de
conformidad con sus propios valores. Como contrapartida, debe primar un absoluto respeto
sobre esa libre elección, aún cuando pueda parecer irracional o imprudente.

Este criterio ha sido elaborado por la Corte Suprema en el precedente “Bahamondez” y


ratificado en el fallo “Albarracini”. En igual sentido se ha pronunciado el legislador al
incorporar lo que se conoce como "directivas anticipadas", en el marco de lo establecido
por la "Ley sobre derechos del paciente, historia clínica y consentimiento informado".
Justamente, lo que regula la llamada "Ley de Muerte Digna" incorporada en el artículo 60
del Código Civil y Comercial de la Nación, con la salvedad de la formalidad exigida, es la
posibilidad de dejar asentada la voluntad personal para una eventual pérdida de
discernimiento posterior.

De esta manera, se permite dejar registrada fehacientemente la voluntad de aceptar o


rechazar determinados tratamientos vinculados a la salud, que en definitiva repercuten
sobre el derecho a la dignidad y a la calidad de vida.

Las directivas anticipadas han sido definidas por Roitman, como las declaraciones de
voluntad libres, emitidas por un sujeto mayor de edad –competente en términos bioéticos–
y capaz en términos jurídicos; a través de las cuales manifiesta anticipadamente,
instrucciones relacionadas con temas referidos a su salud, sin necesidad de justificar causa
alguna.

Cabe destacar que las directivas anticipadas reconocen una limitación concreta,la eutanasia.
De conformidad con la normativa, estas prácticas no quedan comprendidas por el principio
de la autonomía de la voluntad del paciente.

Ahora bien, para que este derecho sea ejercido es necesario garantizar las condiciones
indispensables tendientes a que los individuos puedan tomar este tipo de decisiones,
esenciales para el desarrollo del “plan de vida” elegido. En otros términos, estas acciones
no pueden ser llevadas a cabo si no se cuenta con la información necesaria, que en
definitiva permitirá a cada persona elegir libremente, pero evaluando todas las
consecuencias de su actuar.

De allí la trascendencia que adquiere la doctrina del consentimiento informado, la que está
basada en el principio de la autonomía del paciente, el derecho que le asiste a decidir sobre
su propio cuerpo y a aceptar o no tratamientos médicos. Es un derecho personalísimo que la
ley reconoce a todo ser humano. En esta misma línea de pensamiento, el artículo 59 del
Código Civil y Comercial, con una redacción prácticamente idéntica al artículo 5° de la ley
26.529 –modificada por ley 26.742–, establece los lineamientos que deben regir al
consentimiento informado.

En efecto, el citado dispositivo legal del ordenamiento civil y comercial especifica que se
considerará consentimiento informado para actos médicos e investigaciones en salud a “la
declaración de voluntad expresada por el paciente, emitida luego de recibir información
clara, precisa y adecuada, respecto a: a) su estado de salud; b) el procedimiento
propuesto, con especificación de los objetivos perseguidos; c) los beneficios esperados del
procedimiento; d) los riesgos, molestias y efectos adversos previsibles; e) la especificación
de los procedimientos alternativos y sus riesgos, beneficios y perjuicios en relación con el
procedimiento propuesto; f) las consecuencias previsibles de la no realización del
procedimiento propuesto o de los alternativos especificados; g) en caso de padecer una
enfermedad irreversible, incurable, o cuando se encuentre en estado terminal, o haya
sufrido lesiones que lo coloquen en igual situación, el derecho a rechazar procedimientos
quirúrgicos, de hidratación, alimentación, de reanimación artificial o al retiro de medidas
de soporte vital, cuando sean extraordinarios o desproporcionados en relación a las
perspectivas de mejoría, o produzcan sufrimiento desmesurado, o tengan por único efecto
la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal irreversible e incurable; h) el derecho
a recibir cuidados paliativos integrales en el proceso de atención de su enfermedad o
padecimiento. Ninguna persona con discapacidad puede ser sometida a investigaciones en
salud sin su consentimiento libre e informado, para lo cual se le debe garantizar el acceso
a los apoyos que necesite. Nadie puede ser sometido a exámenes o tratamientos clínicos o
quirúrgicos sin su consentimiento libre e informado, excepto disposición legal en
contrario. Si la persona se encuentra absolutamente imposibilitada para expresar su
voluntad al tiempo de la atención médica y no la ha expresado anticipadamente, el
consentimiento puede ser otorgado por el representante legal, el apoyo, el cónyuge, el
conviviente, el pariente o el allegado que acompañe al paciente, siempre que medie
situación de emergencia con riesgo cierto e inminente de un mal grave para su vida o su
salud. En ausencia de todos ellos, el médico puede prescindir del consentimiento si su
actuación es urgente y tiene por objeto evitar un mal grave al paciente”.

Beneficencia y no-maleficencia
Fecha de la última revisión: 01/06/2009

 Ética

Índice de contenidos
1. Existen otros principios...
2. ¿Quién define lo que es beneficioso
para el paciente?
3. ¿Al decidir conjuntamente con el
paciente lo que concierne a su
enfermedad, se le puede estar dando
pistas para actuar contra el médico en
caso de que éste cometa algún error?
4. ¿Los errores médicos son inevitables y,
por tanto, siempre se deberían de
aceptar?
5. ¿Qué son los errores evitables?
6. Ya que el uso de la tecnología, puede
causar mal incluso pretendiendo hacer
un bien a los enfermos. ¿Se debe
rechazar con ello el uso de la aplicación
de tecnología al campo de la medicina?
7. ¿Qué implicaciones tienen los
principios de no-maleficencia y de
beneficencia en la práctica profesional?
8. Comentarios
9. Anexo
10. Bibliografía
11. Autores

Existen otros principios...


Efectivamente, uno de ellos es el de beneficencia, clásicamente inspirador del quehacer
médico desde Hipócrates (siglo V adC) junto con la proposición "primero no hacer daño".
Consiste en procurar beneficios al paciente con la práctica de la medicina.
Puntos clave

El principio de beneficencia, fundamento del Juramento Hipocrático, consiste en orientar el


ejercicio de la medicina a buscar el bien del paciente.
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¿Quién define lo que es beneficioso para el paciente?


En todo el pensamiento antiguo predomina una práctica paternalista del ejercicio de la
medicina, derivada por una parte de la idea de ser humano vigente en esos momentos, y por
otra del bagaje de conocimientos de aquellas culturas precientíficas en las que nuestra
profesión era, sobre todo, un arte. El descubrimiento renacentista del valor absoluto de la
persona (afirmada por primera vez en los Evangelios de Jesús) y la importancia dada, en
todas las sociedades democráticas, a la libertad personal, son determinantes en el cambio de
concepción de la relación médico-paciente. En el momento actual es reconocida la
necesidad de respetar la voluntad del sujeto en lo que concierne a su salud, y se entiende
que el médico debe jugar un papel de experto que asesora. Así que la decisión de lo
beneficioso para el paciente tendría que ser tomada por el propio paciente, previa
deliberación conjunta con el experto, que es el médico.

La concepción paternalista de la medicina entiende que es el médico quien tiene que


determinar lo que es bueno para el paciente. Desde una concepción personalista de la
medicina, es decir, desde la medicina centrada en el paciente, se entiende que el médico
debe jugar un papel de experto que asesora. Así que la decisión de lo beneficioso para el
paciente tendría que ser tomada por deliberación conjunta.
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¿Al decidir conjuntamente con el paciente lo que


concierne a su enfermedad, se le puede estar dando pistas
para actuar contra el médico en caso de que éste cometa
algún error?
La verdad es que, antiguamente casi era imposible actuar mal si no se tenía la intención de
hacerlo. Es decir, el ejercicio de la medicina se inspiraba de forma exclusiva en los
principios de beneficencia no-maleficencia, y se apoyaba en muy escasos medios
complementarios. Así y todo, los médicos antiguos no dejaban de tener sus equivocaciones.
Pero eran mejor aceptadas por los pacientes, que asumían su condición de incompetentes en
materia de salud. Por tanto, siempre el médico decidía lo que podría resultar beneficioso y
esa decisión no se cuestionaba.

Hoy como ayer, incluso el profesional más cualificado y mejor intencionado se puede
equivocar, pero han cambiado mucho las circunstancias. La medicina se apoya casi
exclusivamente en metodología científica y en tecnología de última generación. Hasta el
punto de que, a veces, hemos llegado a olvidar la parte de intuición y de habilidades de
comunicación que son tan importantes cuando se trabaja con seres humanos. Tenemos la
ventaja de que podemos precisar más los diagnósticos y los tratamientos, pero tenemos la
desventaja de que los errores son más fácilmente objetivables. Si a ello se le añade el mayor
protagonismo de los pacientes en asuntos que conciernan a su salud, es fácil de ver que hay
más posibilidades de que sean cuestionados los errores. Sin embargo los pacientes, en
general, perdonan los errores de los médicos, sobre todo cuando se les implica en las
decisiones y se les trata con respeto.

Los pacientes, en general, perdonan los errores de los médicos, máxime cuando se les
implica en las decisiones y se les trata con respeto.

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¿Los errores médicos son inevitables y, por tanto,


siempre se deberían de aceptar?
El conocimiento de la enfermedad que se manifiesta en un individuo es siempre incierto, ya
que se basa, al menos en parte, en los síntomas los cuales ya sabes que, por definición, son
subjetivos. Frente a la demostración y la certeza, características propias del razonamiento
teórico desde Aristóteles, los razonamientos prácticos, se fundamentan en la deliberación y
en la prudencia. La medicina es una ciencia en tanto se puede apoyar en pruebas
complementarias objetivas y signos patognomónicos. Pero, en tanto debe atender a los
relatos y percepciones del paciente, no siempre objetivables y, en base a éstos, tiene que
orientar la anamnesis y respuesta al tratamiento, es un arte. Un arte es también la empatía,
tan necesaria para llegar a comprender y respetar la voluntad del ser humano libre que nos
consulta, acompañándole en su toma de decisiones y procurando el mayor grado de
beneficencia.

Es preciso aceptar la posibilidad de error, dado el grado de incertidumbre en el que nos


movemos al tomar decisiones médicas. Aprender de errores propios o ajenos, puede servir
para evitar, en lo posible, su repetición futura.

Dado el grado de incertidumbre en el que nos movemos al tomar decisiones médicas, es


inevitable una cierta frecuencia de error. Pero aceptar ésto no debería utilizarse para ocultar
o silenciar los errores evitables. Aprender de los errores, propios o ajenos, puede servir para
intentar evitar su repetición futura.

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¿Qué son los errores evitables?


Son aquellos que se cometen por excesiva precipitación en el acto médico, o por ausencia
de formación continuada y menos frecuentes (aunque son los que más se descubren), por
negligencia profesional.

Tradicionalmente, se ha entendido que la beneficencia comenzaba por no hacer daño


("Primum non nocere"). En el momento actual, el cuerpo de conocimientos científico-
técnicos, con sus riesgos de procedimientos invasivos, ha ampliado mucho el abanico de
situaciones en la que se puede actuar causando mal, incluso sin pretenderlo. Así pues, el
antiguo principio de beneficencia se complementa hoy con el de no-maleficencia. Por otra
parte, nuestra época, que se caracteriza por el reconocimiento del valor absoluto de la
persona frente al grupo social, ha concretado este valor de la persona, dentro de la relación
médico-paciente, en el principio de autonomía (del que ya hemos hablado).

Así pues, mientras antiguamente era el médico quien definía lo que era bueno para sus
pacientes, en estos momentos se entiende que hay que contar con las preferencias del
propio paciente para decidir sobre su salud, siempre después de haber sido informado por el
experto que es el médico. Frankena resume el principio de beneficencia actualizado en
cuatro puntos. Primero, no infligir mal o daño, segundo, prevenir el daño, tercero, eliminar
el daño y, cuarto, promover el bien. El cuarto junto con el primero, constituyen el principio
clásico de beneficencia y los otros dos lo matizan.

 Son evitables los errores que se cometen, principalmente, por falta de actualización
de los conocimientos o por falta de tiempo para atender en la consulta.
 El principio de beneficencia, actualizado, se resume en cuatro puntos. Primero, no
infligir mal o daño (o principio de no maleficencia), segundo, prevenir el daño,
tercero, eliminar el daño y, cuarto, promover el bien. El cuarto, incluyendo al
primero en él, corresponde al principio clásico de beneficencia y los otros dos lo
matizan.

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Ya que el uso de la tecnología, puede causar mal incluso


pretendiendo hacer un bien a los enfermos. ¿Se debe
rechazar con ello el uso de la aplicación de tecnología al
campo de la medicina?
Desde luego que no. Si el principio de no-maleficencia se aplicara de forma absoluta, no
podrían realizarse muchos procedimientos, debido al porcentaje de riesgo de
complicaciones inherente a los mismos. Este principio se refiere a no perjudicar, por
supuesto, pero en el sentido de no perjudicar innecesariamente a los pacientes. Para que así
sea, de forma previa a la aplicación de técnicas invasivas, es recomendable contar con el
paciente obteniendo su consentimiento tras haberle informado de los riesgos. Aunque los
documentos de consentimiento informado pueden ser un arma de doble filo.

La tecnología presenta muchas ventajas, pero con su uso también se introduce un riesgo de
complicaciones. El principio de no-maleficencia se refiere a no perjudicar innecesariamente
a los pacientes. Para respetarlo, de forma previa a la aplicación de técnicas invasivas, es
recomendable obtener consentimiento del paciente tras la información recibida.
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¿Qué implicaciones tienen los principios de no-


maleficencia y de beneficencia en la práctica profesional?
Estos principios obligan a:

 Tener una formación teórico-práctica actualizada y, por tanto, permanente.


 Desarrollar un ejercicio fundamentado en la medicina basada en las pruebas
(medicina como ciencia).
 Paliar cuando algo ya no tiene cura, utilizando todos los medios posibles para evitar
el dolor incapacitante o cualquier otro síntoma que aparezca en las últimas fases de
la vida.
 Evitar la yatrogenia por exceso de pruebas, derivada de la llamada "medicina
defensiva".
 Adoptar una actitud favorable a la buena relación médico-paciente, colocando
siempre los intereses de este último por delante de argumentos economicistas por un
lado, y por otro cuidando las cuestiones de comunicación (medicina como arte).

Para no realizar prácticas maleficentes y actuar con beneficencia es recomendable la


formación continuada del médico que le permita desarrollar una medicina basada en la
evidencia y centrada en el paciente, a marcarse objetivos de paliar cuando no sea posible
curar la enfermedad y a evitar la medicina defensiva.
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Comentarios
 La beneficencia impone el deber de no abandono al paciente, independientemente
de la opción terapéutica que elija.
 La no aceptación de un tratamiento, por parte de un  paciente, no nos libera de toda
responsabilidad hacia él. Todavía podemos velar por su salud ofreciendo
tratamientos alternativos, o paliando los sufrimientos derivados de su enfermedad.
 Errores evitables son aquellos que se cometen por defectos subsanables de
organización del sistema, por fatiga mental, o por falta de actualización en los
conocimientos científicos vigentes, y que suceden con una frecuencia superior a la
esperada.
 Un cierto porcentaje de errores es inevitable, dada la falibilidad intrínseca al ser
humano.
 Dedicar a cada paciente el tiempo que necesite reduce el riesgo de errores médicos y
mejora la comunicación. El paciente, al poder expresar todo lo que le preocupa, se
siente tratado como persona

é es el acceso a la justicia?
Por: Ayuda Legal Puerto Rico

 Información
 Más

El acceso a la justicia es un derecho fundamental que debe garantizarse en una


sociedad  democrática, participativa e igualitaria. Es el derecho que tienen todas las
personas a utilizar las herramientas y mecanismos legales para que se reconozcan y
protejan sus derechos.

No existe acceso a la justicia cuando, por motivos económicos, sociales o políticos,


las personas son discriminadas por la ley y los sistemas de justicia. En la práctica, el
acceso a la justicia se refiere a que debe garantizarse la igualdad de condiciones para
que las personas puedan acudir a los tribunales y solicitar las protecciones y remedios
correspondientes de manera efectiva.  

Garantías

El acceso a la justicia garantiza que las personas puedan acudir ante los tribunales a
reclamar que se protejan sus derechos sin importar su estatus económico, social,
político, migratorio, racial, étnico o de su filiación religiosa, identidad de género u
orientación sexual.

 Las personas deben conocer cuáles son sus derechos y cómo funcionan los
procesos legales.
 Sin importar su capacidad económica, todos los individuos tienen derecho a
obtener asesoría y orientación legal adecuada y accesible.
 La ley y los procesos deben ser justos, equitativos y sensibles a las
vulnerabilidades de las personas marginadas.
 Los Tribunales deben ser imparciales, sin perder de perspectiva que la
administración de la justicia no debe estar divorciada de principios como la
sensibilidad y el respeto a las partes

El acceso a la justicia es indispensable para el desarrollo social, económico y político


del País. Para proteger los derechos, satisfacer las necesidades básicas y promover la
participación ciudadana, es necesario garantizar el acceso más amplio posible a la
justicia, implantando estrategias para promover la educación sobre derechos, la
representación legal gratuita y adecuada así como el trato justo e igualitario de
quienes acuden a los tribunales.

¿A quiénes afecta la falta de acceso a la justicia?

La falta de acceso a la justicia afecta particularmente a grupos desaventajados social


y económicamente. Esto incluye a grupos que históricamente han sido marginados,
tales como los sectores pobres, las mujeres, las comunidades negras, inmigrantes y
LGBTTQI y la población confinada, entre otros.

Múltiples factores dificultan el acceso a la justicia en Puerto Rico. A continuación,


mencionamos algunos de los que requieren atención con mayor urgencia.

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