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La Sagrada Escritura en La Liturgia PDF

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LA SAGRADA ESCRITURA EN LA LITURGIA.

OPERATIVIDAD Y EFICACIA

ERMENEGILDO MANICARDI

«La Escritura es la palabra por medio de la que Dios nos habla y se nos
revela. Los diseños eternos de Dios relativos a nuestra salvación se expresan en
ella con palabras humanas y fijadas por escrito, de modo que, en la palabra, es
a Dios mismo a quien encontramos. La relación entre la liturgia y la Escritura
santa está, así pues, en conexión con la relación entre el misterio y el Logos.
Tanto en una como en otra, es la voluntad de Dios la que está presente y obra:
en la liturgia, a través de la acción sagrada que la Palabra comenta y cumple; en
la Escritura, a través de la sola palabra» \
Para reflexionar sobre la operatividad y la eficacia de la Sagrada Escri-
tura en la liturgia, nos hemos orientado hacia algunos puntos fundamentales:
1. la lectura de perícopas bíblicas en el trascurso de la celebración; 2. la pene-
tración de la Biblia en los ritos; 3. la actualización litúrgica de los textos ins-
pirados; 4. la eficacia de la Escritura en las diferentes situaciones celebrativas.
Esperamos que este procedimiento ofrezca algunas consideraciones concretas,
además de la posibilidad de trazar un horizonte suficientemente amplio para
el debate en común, evitando discusiones demasiado analíticas y, en definiti-
va, irrelevantes2.

1. I. HERWEGEN, en La Maison Dieu 5 (1946) 8, citado en ASSOCIAZIONE PROFES-


SORI Di LITURGIA, La paroL· di Dio tra scrittura e rito, Edizioni Liturgiche, Roma
2001, 5.
2. Agradezco a los profesores Enzo Lodi y Davide Righi, estimados colegas boloñe-
SQS, las sugerencias y las ayudas con las que han acompañado esta reflexión.

SCRIPTA THEOLOGICA 36 (2004/3) 837-853 837


ISSN 0036-9764
ERMENEGILDO MANICARDI

1. LA LECTURA DE LA SAGRADA ESCRITURA EN LA LITURGIA

1.1. Paginas bíblicas corno momentos constitutivos de la liturgia

A. Paginas bíblicas como momentos celebrativos

La operatividad de la Biblia en la liturgia se revela ante todo en los tiem-


pos que, durante las celebraciones, se dedican a la lectura de páginas bíblicas,
proclamadas en voz alta, sin intrusiones explicativas o añadidas. En tales mo-
mentos la «palabra inspirada» escrita resuena y constituye verdaderos y propios
espacios rituales. Volviendo a ser pronunciada, la palabra escrita asume aque-
llos caracteres de acontecimiento que el signo gráfico había perdido. La Escri-
tura se convierte, así, en palabra viva y actual: en la liturgia, en efecto, las pági-
nas bíblicas renacen y resurgen como acontemientos singulares que implican
profundamente a los participantes en el rito.

B. La liturgia como lugar de contacto inmediato entre Escritura


y pueblo de Dios

A través de esta lectura se realiza, precisamente en el espacio celebrativo,


el contacto más directo e inmediato entre Escritura y pueblo de Dios. La litur-
gia cristiana tiene, además, la función de poner el texto bíblico en contacto di-
recto con los fieles, abriéndolo a su comprensión y a la consiguiente actualiza-
ción. Es por este motivo por lo que, durante la liturgia, la Biblia tiene que ser
siempre comprensible para el pueblo. Para la proclamación se ha usado siem-
pre la lengua de los creyentes o, al menos, la oficial de su Iglesia3. Se trata de
una diversidad importante que caracteriza al cristianismo tanto respecto del he-
braísmo4 como del islam. La renuncia a la lectura de los textos en la lengua ori-
ginal está ligada a la conciencia clara de que la proclamación, para ser activa,
necesita de la comprensión y de la asimilación. El contacto real entre la Escri-
tura y el creyente debe pasar, al menos a nivel de principio, a través del cono-
cimiento del sentido de los textos, y no sólo por la obediencia a los contenidos
mediados por otras instituciones como, por ejemplo, la catequesis. La necesi-

3. Esto también vale para la liturgia católica latina antes de la reforma del Concilio
Vaticano II.
4. Aunque el hebraísmo conoce bien la necesidad de la traducción, como muestra la
versión griega de la Biblia hebrea, denominada Los Setenta (LXX), iniciada en Alejan-
dría de Egipto ya durante el siglo III a.C.

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dad de la comprensión evidencia también cómo la respuesta a lo que se escu-


cha tendrá que ser personal y existencial, sin agotarse dentro de la celebración.

C. La actual sistematización de las lecturas de L· Sagrada


Escritura

En las perícopas bíblicas que han de proclamarse en la liturgia, la Iglesia


ha hecho siempre una elección, y esta selección, independientemente de los cri-
terios empleados, se presenta como un modo de revitalizar el texto escrito. En
el pasado la lectio continua pretendía que los participantes en las acciones litúr-
gicas se acercasen a la Sagrada Escritura de modo orgánico. Con la lectio dis-
continua de perícopas típicas, de hecho, se crean las premisas para una exegesis
de tipo aplicativo5. La reforma del Vaticano II prevé la combinación de más sis-
temas. En concreto, se puede definir el orden actual como una lectura tenden-
cialmente semicontinua. En el tiempo ordinario tanto las dos series de perícopas
feriales como la segunda lectura y el evangelio de los domingos se escogen se-
gún el proceder de la narración de la Biblia misma. Junto a estos hilos semi-
continuos, en los domingos del tiempo ordinario, la perícopa veterotestamen-
taria, utilizada como primera lectura, se pone en relación con el evangelio.

Junto a la tendencia a la lectura semicontinua de la Escritura en la litur-


gia, contamos también con importantes referencias entre las perícopas elegidas
para una determinada liturgia, que constituyen una trama interpretativa ulte-
rior. Tenemos, por así decir, un hilo horizontal del continuum bíblico y un hi-
lo vertical proporcionado por la relación entre los textos elegidos que, si bien
distantes en la narración bíblica, se encuentran en la contemporaneidad de la
proclamación litúrgica. En los tiempos fuertes del año litúrgico —tanto en los
días feriales (donde sólo hay dos perícopas) como en los domingos, en las fies-
tas y en las solemnidades— todas las lecturas se hallan recíprocamente relacio-
nadas. Estos contactos, que en parte también hacen relación a los domingos del
tiempo ordinario6, sugieren la clave hermenéutica de la lectura tipológica. Es-
tos vínculos, en efecto, se basan en la idea de que toda la historia de la salva-
ción, aun conociendo progresos y profundizaciones, pertenece a la misma lógi-
ca divina y a un mismo código. Los sistemas de lectura, basados en la tipología,
revelan la dimensión actualizante de la liturgia. Estos sistemas, en efecto, exi-
gen que la interpretación no se interrumpa antes de llegar a la actualidad, o sea,

5. Sobre esto cfr. A.M. TRIACCA, «Bibbia e liturgia», en D. SARTORE, A. TRIACCA y C.


ClBIEN (dirs.), Liturgia, San Paolo, Cinisello Balsamo 2001, 256-283; sobre todo 258.
6. Al menos en la relación entre primera Lectura y Evangelio.

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al último (por ahora) de los tiempos que pertenecen a la historia de Dios y en


el cual precisamente se sitúa la liturgia en cuestión.

1.2. Resonancias a las lecturas bíblicas que L· liturgia pide


a h asambka

A la comunicación de Dios la asamblea responde, además de a un nivel


personal, también con una ritualidad comunitaria. Se trata, sobre todo, del te-
lar que encuadra la proclamación y que exige determinadas reacciones a las lec-
turas, y de algún otro momento típicamente responsorial o introductivo.

A. El marco teológico de la proclamación de las lecturas bíblicas

La lectura litúrgica de las Escrituras no es sólo proclamación, sino tam-


bién invitación a la confesión explícita. Las lecturas bíblicas se proclaman den-
tro de un marco que comprende la declaración inicial, que informa de qué li-
bro se ha tomado el pasaje, y una aclamación final que declara que se trata de
la «Palabra de Dios» o, en el caso del Evangelio, de la «Palabra del Señor». En
este marco, la proclamación litúrgica de la Escritura declara la propia teología
del texto sagrado y expresa la concepción cristiana de la inspiración, por la que
la Escritura es una palabra humana que contiene la Palabra de Dios. A la asam-
blea se le invita a dar su asentimiento creyente a este marco formulado por los
lectores. A la propuesta teológica de los dos registros del texto proclamado
(obra de un autor humano y, al mismo tiempo, palabra de Dios), la asamblea
reacciona aclamando «demos gracias a Dios», «gloria a ti, oh Señor» y «alaban-
za a ti, oh Cristo». En estas reacciones aparece como evidente y se convierte en
rito el reconocimiento creyente por parte de la asamblea de la naturaleza del
texto proclamado y del hecho mismo de la proclamación.

B. El caso particular de la procUmación del Evangelio

En el caso particular del Evangelio, tenemos también el deseo dialógico


entre el lector, que proclamará el pasaje, y la asamblea que se prepara así para
escuchar7. Con este nuevo marco resulta evidente la presencia del Señor en su

7. Se halla un elemento similar en el diálogo de Ap 1,3-8 (w. 3, 4-5a, 5b-6, 7a, 7b y


8) y de Ap 22,6-21. Cfr. U. VANNI, «L'assemblea ecclesiale "soggetto interpretante" dell'A-
pocalisse», en UApocalhse. Ermeneutica, esegesi, teohgia, EDB, Bologna 1988, 73-86.

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Palabra, que está a punto de ser pronunciada por el proclamador. El deseo «el
Señor esté con vosotros» y la respuesta «y con tu espíritu» tienen su alcance más
verdadero en este reconocimiento.
Hay que notar también que la proclamación del Evangelio como punto
culminante de las lecturas muestra la convicción cristiana de que «entre todas
las Escrituras, incluido el Nuevo Testamento, sobresalen merecidamente los
evangelios» (cfr. DV 18). Esto es cierto para todas las celebraciones, pero resul-
ta aún más claro cuando la lectura del evangelio viene después de la del apóstol.
El orden histórico de los acontecimientos (primero Jesús, después el apóstol),
respetado también en la disposición canónica de los libros, no se mantiene con
el fin de poner en evidencia el primado de la palabra del Verbo hecho carne.

C. Otros momentos típicamente responsoriales por parte


de la asamblea

Otros momentos responsoriales son el Salmo entre las lecturas y el Ale-


luya que introduce la perícopa evangélica. Estas expresiones de la asamblea se
formulan a partir del dictado escriturístico. El Salmo responsoriaU haciendo re-
petir palabras bíblicas, propone una identificación indirecta de la asamblea que
ahora está celebrando con el pueblo que fue beneficiario histórico de los dones
de la Salvación. El aleluya pide expresar la particular alegría por el momento ce-
lebrativo de la escucha del Evangelio, mientras un versículo de origen bíblico
(al menos remoto) sugiere a la asamblea una clave hermenéutica actual para lo
que está a punto de ser proclamado8.

1.3. La proclamación de la Escritura celebrada en algunos gestos rituales

En la liturgia se convierten en objeto del rito tanto el libro del que se ha-
cen las lecturas como el acto mismo de leer. En particular, el libro del evange-
lio es objeto de un honor particular expresado en la procesión con la ostensión
del texto evangélico, en el acompañamiento con los cirios encendidos, en la in-
censación, en el beso conclusivo. Algunos de estos gestos (cirios encendidos, in-
censación y beso) asimilan, y no por casualidad, al evangeliario con el altar.

8. Este versículo, teniendo un valor propedèutico para la escucha del Evangelio


(OLM, Prae. 23), normalmente concuerda con el mismo evangelio, si bien esto no
siempre sucede, debido al carácter genérico que puede asumir la introducción (OLM,
Prae. 90).

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Por lo que respecta al acto de la proclamación, leer el evangelio es una ac-


ción reservada al ministro ordenado (diácono, presbítero, obispo). Desde el
punto de vista arquitectónico se ha afirmado también la separación del lugar
desde el que se proclama el evangelio: ambón, pulpito o, en cualquier caso, un
sitio particular9. La lectura se introduce mediante un signo de tres cruces que
el lector y los fieles trazan sobre su frente, sobre los labios y sobre el corazón,
así como por el permanecer de pie durante la escucha.

2. PENETRACIÓN DIFUSA DE LA SAGRADA ESCRITURA


EN LA LITURGIA

La reflexión sobre la operatividad de la Escritura en la liturgia no puede


limitarse al funcionamiento de la «liturgia de la Palabra». La Biblia no es un ele-
mento circunscrito al interior de cada una de las secciones de la liturgia. Se po-
dría, por el contrario, hablar de una penetración difusa de la Escritura en la li-
turgia. El dictado bíblico empapa toda la celebración, el texto mismo se hace
visible en los ritos e inspira a la comunidad celebrante. La relación entre Escri-
tura y liturgia se realiza, de hecho, en todas las modulaciones celebrativas10.

2.1. La estructura de las celebraciones

La Biblia incide, en particular, en la estructura de muchas celebraciones. La


plegaria eucaristica se ha ido formulando desde la tradición del gesto prescrito por
Jesús, según el testimonio escriturístico: «y tomando pan, dio gracias, lo partió y
se lo dio, diciendo»11. La sensibilidad actual, con la insistencia en la doble mesa
de la celebración eucaristica, encuentra un paradigma eficaz en el encuentro del
Resucitado con los dos discípulos de Emaús (Le 24, 13-35). El relato contiene
también la estructura del gesto sobre el pan que acabamos de ver: «y cuando es-
taban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio» (Le 24,30) 1 2 .

9. Lo mismo aunque se tratase tan sólo de establecer sobre qué «cuerno» del altar
se debe colocar el «atril» mientras se lee una determinada lectura.
10. El Vaticano II afirma: «Máxima es la importancia de la Sagrada Escritura al celebrar
la liturgia. De ella se toman las lecturas que hay que explicar en la homilía y los salmos que
hay que cantar; de su inspiración y de su espíritu están permeadas las preces, las oraciones
y los himnos litúrgicos, y de ella toman significado las acciones y los signos» (SC 24).
11. Cfr. Mt 26,26; Me 14,22; Le 22,19; 1 Cor 11,23-24.
12. Basándose en 1 Tim 2,1, interpretado por Agustín y retomado por Hugo de San
Caro (t 1263), algunos han afirmado que la Eucaristía está planteada en cuatro partes
sacadas precisamente de las palabras de Pablo al discípulo Timoteo: ésta comportaría,

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2.2. Textos bíblicos y eucología

Los textos eucológicos, si bien configurados según la sensibilidad de un


determinado autor o de una cierta época, están siempre inspirados por la Bi-
blia. Esto sucede tanto en la eucología menor (oración colecta, oración sobre
las ofrendas, postcomunión), como en la mayor (o sea, los prefacios, etc.)13. «El
contexto bíblico y las expresiones bíblicas presentes en los textos eucológicos no
solo constituyen testimonios de la tradición, sino que son el fruto natural de la
comprensión que la Iglesia tiene del misterio de Cristo en su fuente auténtica:
la Sagrada Escritura»14.
Un caso particular de la relación entre Biblia y eucología es el reciente de
la Iglesia italiana, que ha formulado colectas dominicales que sintetizan las tres
lecturas15.

2.3. Biblia y figura cristiana de L· liturgia

La Biblia es el elemento que, al nivel de las categorías del pensamiento,


constituye lo específico de la liturgia cristiana y la mantiene purificada. A tra-
vés de su presencia en las lecturas bíblicas, en las estructuras celebrativas y en
las oraciones, la Sagrada Escritura ha sido la norma de las celebraciones. El
axioma lex orandi, lex credendi no puede ser usado para justificar una liturgia
que vaya más allá (por no decir en contra) de los testimonios de la Escritura.

3. LA ACTUALIZACIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA


EN LA LITURGIA

La operatividad de la Escritura en la liturgia no recorre sólo el camino de


la Biblia hacia la celebración, sino que procede también en dirección inversa.

como momentos sucesivos las obsecrationes, las orationes, las postulationes y las graúarum
actiones. Sobre esto, cfr. JA. JUNGMANN, Missarum sollemnia, I, Marietti, Casale Mon-
ferrato 1953, 99.
13. Un ejemplo concreto de análisis se encuentra en O. VEZZOLI, «Bibbia e liturgia»,
en AA. W., La Bibbia Piemme, Piemme, Casale Monferrato 1995, 3223-3242; se tra-
ta del Prefacio del segundo domingo de Cuaresma.
14. M. AUGE, «Eucología», en D. SARTORE, A. TRIACCA y C. ClBlEN (dirs.), Litur-
gia, San Paolo, Cinisello Balsamo 2001, 762.
15. Quizá el intento más didáctico con este propósito (lo que también podría ser un
límite), aunque no habría que infravalorar la fuerza pedagógica y formativa respecto a
la asamblea.

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No solo la Biblia otorga su fuerza a la celebración, sino que también la misma


liturgia transmite a la Biblia una energía específica realizando la actualización
perfecta de los textos bíblicos16.

3.1. La Sagrada Escritura y la dimensión eclesial de la liturgia

La eficacia particular del uso de la Escritura en la liturgia está ligada a la


naturaleza eclesial de la misma celebración. En la liturgia, en efecto, los cre-
yentes se experimentan como realidad visible del Pueblo de Dios. Se dan cuen-
ta de haber sido verdaderamente convocados por Cristo, que los ha incorpora-
do en su Misterio Pascual, llamándolos a través del Espíritu Santo a la
adoración espiritual del Padre. La liturgia activa en ellos la conciencia de la lla-
mada escatològica, pero también la responsabilidad de llevar el evangelio en la
vida histórica.
En la lectura solemne de los pasajes bíblicos, Dios habla al pueblo reu-
nido recordando su obrar pasado, glorioso y misericordioso. De la evocación se
pasa a la invocación, mientras el presente aparece como el lugar en el que, de
nuevo, el Señor obra la salvación y llama a los creyentes a la libertad y a la res-
ponsabilidad. Gracias a la proclamación de la Escritura se confirma la perte-
nencia de la asamblea celebrante a la única historia de la revelación y de la sal-
vación y, al mismo tiempo, la liturgia aparece como la continuación legítima de
esta misma línea.

3.2. La continuidad textual entre la Sagrada Escritura y la liturgia

Profundicemos ahora en el tema de la continuidad entre historia de la


salvación y liturgia, utilizando los trabajos de Renato De Zan17. En la opinión
de este estudioso del leccionario litúrgico, se da una contigüidad entre Escritu-
ra y celebración, también al nivel de los textos, que él caracteriza como conti-
nuum intratextual. La Biblia y la liturgia tienen un lazo esencial ya en el «acon-
tecimiento salvifico fundante», porque éste se lleva a cabo por medio de dos
elementos constitutivos: por una parte está el «Acontecimiento/Palabra» y, por
otra, el «programa ritual participativo». Para la fe hebrea el «acontecimiento sal-
ló. Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación deL·Biblia enL·Iglesia,
IV, C, 1.
17. R. DE ZAN, «Ermeneutica (del lezionario)», en D. SARTORE, A. TRIACCA y C. Cl-
BIEN (dirs.), Liturgia, San Paolo, Cinisello Balsamo 2001, 663-675.

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vífico fundante» es la Pascua, cuyo «Acontecimiento/Palabra» está constituido


por las obras del Señor, mientras que el «programa ritual participativo» es la po-
sibilidad de adherirse a la salvación por medio de indicaciones rituales prescri-
tas (cfr. Ex 12, 1-13, 6). Para la fe cristiana, el «acontecimiento salvifico fun-
dante» es el sacrificio de Cristo, cuyo «Acontecimiento/Palabra» está
constituido por lo que Jesús cumple, mientras que el «programa ritual partici-
pativo» viene dado por el mandato «haced esto en conmemoración mía» (cfr.
Le 22, 19; 1 Cor 11, 24.25). Cuanto sucede en Cristo, además, absorbe de ma-
nera satisfactoria el mismo «acontecimiento salvifico fundante» del Antiguo
Testamento. En consecuencia, la liturgia cristiana tiene un único punto fun-
dante central.
El «acontecimiento salvifico fundante» ha sido vivido, por primera vez,
en una «celebración primigenia», por una «asamblea originaria». Este primer
grupo celebrante está en condiciones de integrar a otras personas en el futuro:
repitiendo con ellos el «programa ritual participativo» (cfr. Ex 12, 14; Le 21,
19; 1 Cor 11, 24.25), hace posible la participación en el «Acontecimiento/Pa-
labra» presente en la celebración.
En este esquema representativo, fuertemente unificado, se puede apreciar
bien la continuidad entre la Biblia y la liturgia. La Biblia, en efecto, recoge el tes-
timonio escrito de aquel «acontecimiento salvifico fundante», que ahora es po-
sible hacer presente en la celebración gracias al «programa ritual participativo».

3.3. Los niveles de h actualización de la Sagrada Escritura


en h liturgia

Podemos aclarar más aún la operatividad de la Escritura en la liturgia dis-


tinguiendo tres niveles que el rito en concreto enlaza y une. Se trata de la pro-
clamación, de la actualización y de la inculturación.

A. La procUmación como variación hermenéutica de la Sagrada


Escritura

El primer nivel es el ya visto de la proclamación de las lecturas. La crea-


ción de un leccionario de perícopas seleccionadas constituye, de hecho, una no-
table propuesta hermenéutica de la Escritura. La «pérdida» del contexto canóni-
co continuo originario de las perícopas, la asunción del nuevo ambiente humano
de la celebración, los vínculos inesperados con lecturas bíblicas lejanas y con

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otros textos litúrgicos, junto con una cierta adaptación del pasaje elegido18, son
elementos que orientan a una nueva actualización de la Escritura. A través del
sistema del leccionario, la Biblia misma se hace deudora de la liturgia, a la que
también ha entregado tanto: la Biblia debe a la liturgia una actualización, que
probablemente de otra manera no hubiera recibido y que procede de la tradi-
ción viva de la fe y del encuentro de una concreta comunidad de creyentes.

B. La actualización litúrgica y L· aportación típica


de L· homilía

En la liturgia la actualización de la Escritura está además determinada


por el hecho de que la Biblia, en la celebración, es puesta en contacto con la vi-
da de los que participan en el rito. Este nuevo horizonte es objeto de explícita
atención en la homilía, que el Vaticano II considera elemento constitutivo de
la liturgia (cfr. SC 52). La predicación aporta un singular enriquecimiento a la
actualización, enlazando el ministerio del celebrante, que preside, con la fuerza
de la palabra inspirada proclamada. La escucha precedente y la vivencia del que
habla a la asamblea se convierten en un servicio cara a una actualización, pero
sobre todo cara a una inculturación más incisiva, adecuada y concreta1S>. Ya la
Evangelii nunúandi declaraba: la homilía «tiene ciertamente un papel especial
en la evangelización, en la medida en que expresa la fe profunda del ministro
sagrado que predica y está impregnada de amor»20. Pero se debe añadir que la
homilía, a la vez que contribuye a la actualización de la Escritura con la inser-
ción necesariamente personal de las reflexiones del predicador, confirma tam-
bién la insuperable importancia de la Biblia como Palabra de Dios. Aunque la
predicación exprese realmente la Palabra divina21, no puede alcanzar el valor de
la Escritura inspirada precisamente como canon bíblico. La Palabra de las Es-
crituras, hecha viva también en la proclamación de las lecturas y comentada en
la homilía, permanece como canon insuperable. El texto bíblico no se disuelve
en el comentario vivo, sino que sigue trascendiendo la situación concreta de es-
ta comunidad celebrante.

18. R. DE ZAN, «Ermeneutica (del lezionario)», 671, elenca: introducción de un in-


cipit, «creación» de un explicit, absorción de versículos, «censura» de elementos descon-
certantes o simplemente inconvenientes.
19. Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en h Iglesia,
IV,AyB.
20. PABLO VI, Evangelii nuntiandi, n. 43.
21. En general, se utiliza como texto bíblico ilustrativo del alcance de la predicación
lo que Pablo afirma sobre su palabra apostólica en 1 Tes 2,13; cfr. H. SCHLIER, La pa-
rola di Dio. Teologia della predicazione secondo il Nuovo Testamento, Paoline, Roma 1963

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C. La inculturacion de la Escritura en la liturgia

La liturgia es fruto también de la cultura de la comunidad celebrante,


que emerge en ella según la perspectiva de los tiempos pasados y también del
presente. Sobre todo en las comunidades de antigua fundación cristiana, la li-
turgia expresa la riqueza de las tradiciones más refinadas. Al mismo tiempo, la
liturgia penetra en el tejido cultural vivo del grupo celebrante, aunque sobre es-
te punto las posiciones no han sido homogéneas a lo largo de la historia. Se va
desde la cuestión de los ritos22, que ha sido un tema discutido en varios mo-
mentos de la historia de la Iglesia, hasta la elección «de legítimas adaptaciones
a los diversos grupos, regiones, pueblos, sobre todo en las misiones», estableci-
da por el Vaticano II, una vez que queda a salvo «la unidad sustancial del rito
romano» (SC 38). A través de la inserción dentro de una concreta liturgia, la
Escritura experimenta un proceso de inculturacion que la hace más incisiva en
la escucha de los creyentes que celebran.
Hay además otro aspecto. Por medio de la actualización en la liturgia, las
páginas de la Escritura se convierten en estímulo para nuevos procesos de in-
culturacion de la fe. Por medio de la liturgia vivida, la Escritura toma parte en
la fundación de una cultura «cristiana» y en una nueva y más exigente manera
de precisarla. Se trata de un proceso lento pero real. Pensando en el pasado, por
ejemplo en la historia de las artes figurativas, es evidente que la Escritura en-
contrada en la liturgia en formas inculturadas se ha convertido, a su vez, en pro-
ductora de nueva cultura. Creo que si se comparase el influjo cultural de la li-
turgia con el de la llamada «piedad» popular23, se descubriría que la diferencia
radica precisamente, en el caso de la liturgia, en la mayor presencia de la Escri-
tura y en una fidelidad más laboriosa al dictado del texto bíblico. El camino de
la «piedad» popular es más veloz e inmediato, pero el de la liturgia está desti-
nado a proporcionar resultados más fieles y ricos.

3.4. La liturgia, «desembocadura natural» de fa Escritura y


consiguiente empeño pastoral

En su relación con el «acontecimiento salvifico fundante», la Biblia conlle-


va un dinamismo que sólo en la liturgia puede llevarse a cabo de un modo pleno.

22. Cfr. «Questione dei riti», en C. ANDRESEN y G. DENZLER (dirs.), Dizionario sto-
rico del cristianesimo, Paoline, Cinisello Balsamo 1992, 558-559; para la cuestión de los
ritos malabares, véase en particular H. JEDIN (dir.), Stona detta Chiesa, VII, Jaca Book,
Milano 31994, 340-351.
23. Sobre la riqueza y los límites de la «piedad» popular, cfr. lo que escribía, diez años
después de la clausura del Concilio, PABLO VI, Evangelii nuntiandi, n. 48.

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La Biblia tiende a hacer participar en el acontecimiento que testimonia. Desde es-


te punto de vista es claro que la liturgia realiza la interpretación más profunda de
las Escrituras. La fe en las Escrituras no se puede limitar a la exegesis que busca
descubrir la intentio auctoris, aunque ésta es una laboriosa tarea eclesial, quizá es-
pecialmente importante en la actualidad (cfr. D V 12). La fe en la vitalidad de la
Biblia nos remite a la celebración litúrgica en la que la Escritura alcanza el ápice
de su eficacia. JEn la proclamación litúrgica de las páginas bíblicas «la celebración
no es otra cosa que la Palabra de Dios actualizada en el máximo de las maneras»24.

Podría observarse, quizá, que la actual disposición del leccionario litúrgi-


co busca tener en cuenta tanto la interpretación literal de los textos, como la
exigencia de una hermenéutica actualizada. La lectura continua va en la direc-
ción del necesario descubrimiento de la intentio auctoris para captar el sentido
teológico y divino. El sistema semicontinuo expresa la imposibilidad de perma-
necer sólo en este nivel y busca una interpretación más compleja, orientada ha-
cia la actualización existencial.

La atención a ambos niveles exige una homilética atenta a ambas pers-


pectivas, pero aconseja también un empeño pastoral específico, conocido con el
nombre de «apostolado bíblico»25. Precisamente, para un mejor funcionamien-
to de la Escritura en la liturgia, resulta necesario un trabajo de difusión entre la
gente, no sólo de las biblias, sino sobre todo de los conocimientos escriturísticos
que ayuden a los fieles en la escucha litúrgica de las páginas inspiradas26.

4 . LA EFICACIA DE LA ESCRITURA EN LOS DIVERSOS CONTEXTOS


CELÉBRATEOS

N o se puede agotar el discurso sobre la eficacia de la Escritura en la li-


turgia quedándonos en términos generales, y sin afrontar al menos algunas de

24. A.M. TRIACCA, «Bibbia e liturgia», 260.


25*. Una reflexión sobre el «apostolado bíblico» en la situación italiana se encuentra
en la Nota pastoral de la CONFERENZA EPISCOPALE ITALIANA - COMMISSIONE EPISCO-
PALE PER LA DOTTRINA DELLA FEDE E LA CATECHESI, La ParoL· del Signore si difonda e
sia glorificata (2 Tes 3,1). La Bibbia netta vita detta Chiesa, publicada en el XXX aniver-
sario de la promulgación de la Dei Verbum, como valoración de lo que ha sucedido en
la realidad de la Iglesia en nuestro país (18 de noviembre de 1995).
26. Una perspectiva de este tipo ya está presente en la Constitución Sacrosanctum
Concilium, que afirma: «con el fin de favorecer la reforma, el progreso y la adaptación
de la sagrada liturgia, es necesario que sea promovido ese suave y vivo conocimiento de la
Biblia, que está atestiguado por la venerable tradición de los ritos tanto orientales como
occidentales» (SC 24). La cursiva es nuestra.

848 ScrTh 36 (2004/3)


LA SAGRADA ESCRITURA EN LA LITURGIA.
OPERATIVIDAD Y EFICACIA

las diversas situaciones que reivindican correctamente el título de litúrgicas. Pa-


ra hablar sin abstracciones de la eficacia de la Sagrada Escritura en la liturgia se
precisa examinar el nexo que se crea entre la Palabra de Dios, celebrada en un
determinado caso concreto, y el don divino hecho actual. Tomemos como pa-
rámetros ejemplares la celebración del año litúrgico y la de tres sacramentos.

4 . 1 . Eficacia de la Escritura en la celebración del año litúrgico

La eficacia de la Escritura en la liturgia se muestra sobre todo en la cele-


bración del año litúrgico. La celebración del domingo tiene en las lecturas el ali-
mento específico y característico de esa jornada. Al creyente, para el que se ha
hecho de nuevo presente el hapax del sacrificio de Cristo27, se le invita no solo
a dar gracias al Padre por este don, sino a implicarse con el ofrecimiento de sí
mismo. Este ofrecimiento viene especificado por la escucha de la Palabra de
Cristo que resuena en las lecturas de ese día. Hay una relación entre la Palabra
en los textos proclamados y la presencia de la «Palabra abreviada» en el cuerpo
y en la sangre eucarísticos de Jesús, Verbo encarnado. La comunión, que se rea-
liza en la asunción del cuerpo y de la sangre eucarísticos, no tiene su momen-
to caracterizante tan sólo a partir de la situación personal que el creyente vive
en ese día, sino también gracias a la palabra «singular» que el Señor le ha pro-
clamado por medio de las lecturas bíblicas características de ese domingo. La
originalidad singular de una celebración dominical no sólo reside en la viven-
cia de los protagonistas humanos de la liturgia, sino también, y quizá sobre to-
do, en lo que el Señor dice al pueblo en ese día.
En las solemnidades ylasfiestas,las lecturas de la Escritura expresan siem-
pre el contenido de la celebración, que en este caso tiene su etiología directa en
la misma narración bíblica. Este principio vale también para las fiestas y las so-
lemnidades con una base escriturística más difícil, como las marianas de la In-
maculada y de la Asunción.
Como ejemplo de distinta hermenéutica de las mismas lecturas bíblicas,
cuando se leen en una solemnidad específica y cuando aparecen en un domin-
go, puede pensarse en la narración de la Transfiguración, proclama en el se-
gundo domingo de Cuaresma y, de nuevo, en la fiesta de la Transfiguración28,

27. Cfr. JUAN PABLO II, Ecclesia de Eucharìstia, n. 12.


28. En el primer caso se trata de indicar el camino cuaresmal como posibilidad de
transfiguración del creyente, después de que, en el primer domingo, el mismo itinera-
rio haya aparecido como lugar de tentación y de prueba. En la fiesta del 6 de agosto,
sin embargo, el mismo texto se lee con el objeto de que el creyente reviva y entre en es-

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ERMENEGILDO MANICARDI

o bien en la perícopa de la Anunciación a Maria (Le 1,26-38), leída en el IV


domingo de Adviento (año Β) y en la solemnidad de la Anunciación 29 .

4.2. La Sagrada Escritura en la celebración de los sacramentos

N o es posible plantear un discurso unitario, válido para todos los sacra-


mentos: cada uno debe considerarse en sí mismo. Por razones de tiempo nos li-
mitaremos a tres sacramentos, escogidos de ámbitos diferentes: la iniciación
cristiana (la Eucaristía), las necesidades de las personas (la Reconciliación), los
estados de vida (Matrimonio).

A. La celebración eucaristica

Lo que caracteriza la relación entre Escritura y liturgia, en la celebración


eucaristica, es la presencia contemporánea del Cuerpo de Cristo y de su Pala-
bra. El elemento que los une es el Espíritu, que anima tanto la palabra como
los dones eucarísticos del cuerpo y de la sangre. En efecto, es el Espíritu del Se-
ñor resucitado, que debe permanecer en el creyente una vez que la Palabra ha-
ya sido escuchada y que el pan y el vino hayan sido sumidos. Sobre la conexión
entre la mesa de la Palabra y la del Cuerpo y de la Sangre, la doctrina del Vati-
cano II ha sido particularmente clara y fuerte. Quizá se puede afirmar que, tam-
bién entre el pueblo creyente, dicho planteamiento conciliar ha sido acogido,
al menos en su sustancia.

La conexión entre la Escritura y liturgia eucaristica es evidente para el Va-


ticano II, que habla de dos mesas o de una doble mesa. La Palabra de Dios es
alimento a través de la Biblia y a través de la Eucaristía. Una formulación par-


te misterio de la vida de Cristo. Las diferentes lecturas, que se unen al evangelio, ex-
presan precisamente la diversa orientación que debe asumir la hermenéutica de las pe-
rícopas en las dos celebraciones específicas.
29. En el primer caso se trata de indicar al creyente que hace poco ha comenzado el
año litúrgico y que ya se encuentra en las cercanías de la Navidad la actitud ejemplar de
la escucha de María. En este sentido, las lecturas que preceden este pasaje proponen la
promesa hecha a David (2 Sm 7,1-5.8-12.14.16), destacando la fidelidad del Señor al
cumplir su palabra de Dios, y la doxología final de la Carta a los Romanos (Rom 16,25-
26), que glorifica al que tiene el poder de confirmar. En la solemnidad del 25 de marzo,
en el centro de la celebración se encuentra el inicio de la Encarnación del Hijo de Dios.
En este sentido se encuentran la lecturas precedentes: el texto de Isaías, en el que se en-
cuentra la promesa del nacimiento del Emmanuel (Is 7,10-14), y el de la Carta a los He-
breos sobre la venida de Jesucristo con un cuerpo que podía ofrecerse (Heb 10,4-10).

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LA SAGRADA ESCRITURA EN LA LITURGIA
OPERATIVIDAD Y EFICACIA

ticularmente feliz del decreto Presbyterorum ordinis nos da a entender que no


basta la Palabra inspirada para alimentarnos del Verbo de Dios: «los fieles cris-
tianos son alimentados del Verbo de Dios por la doble mesa de la Sagrada Es-
critura y de la Eucaristía» (PO 18)30.

Β. La cekbración de la reconciliación

En la celebración de L· reconciliación la presencia de la Sagrada Escritura


está reglamentada de un modo flexible. El pasaje bíblico puede ser proclamado
tanto por el ministro de la reconciliación como por el penitente, y puede tra-
tarse bien de un lectura directa, bien de una referencia simplemente mnemó-
nica de un precedente encuentro con el texto31. En el caso de este sacramento,
la Escritura ayuda a madurar el sentido personal del pecado, a expresarlo de una
manera más rica y adecuada, a hacer resonar la llamada de Dios a la conversión
y a garantizar el don de la misericordia recibida. En el lenguaje sobrio de los
Pranotanda al Ordo Penitentia se lee: «Es, en efecto, la Palabra de Dios la que
ilumina al fiel para que conozca sus pecados, la que lo llama a la conversión y
le infunde confianza en la misericordia de Dios». Se puede decir, en otros tér-
minos, que en el sacramento de la reconciliación, las palabras bíblicas, eviden-
temente ritualizadas, ayudan a la confessio peccati y a la confessio hudis. Al mis-
mo tiempo, las palabras bíblicas hacen brillar, con particular pureza y con la
fuerza de la Palabra de Dios, las exigencias a nivel existencial y moral a las que
está llamado el cristiano reconciliado.

C. La celebración del matrimonio

Como tercer ejemplo de relación entre lectura bíblica y sacramentos, re-


flexionaremos sobre la celebración del matrimonio. El caso más cómodo, para
nuestro tema específico, es el de la celebración sin la Misa: tampoco en esta hi-
pótesis, en efecto, se puede prescindir de la liturgia de la palabra32.

30. PO 18: «Christifìdeles ex duplici mensa Sacrae Scripturae et Eucharistiae Verbo


Dei nutriuntur».
31. El n. 17 de los Pranotanda al Ordo Penitentia prevé: después de la acogida, «el
sacerdote, o también el mismo penitente, lee, según la oportunidad, un texto de la Sa-
grada Escritura; la lectura, sin embargo, se puede también hacer en la preparación al sa-
cramento».
32. La Sacrosanctum Concilium prescribe: «Si el sacramento del matrimonio se cele-
bra sin la Misa, léanse al inicio del rito la epístola y el evangelio de la misa por los es-
posos» (SC 77).

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ERMENEGILDO MANICARDI

En la praxis actual, al menos en Italia, este tipo de celebraciones se refie-


re a esposos no muy implicados en el hecho religioso. Conviene, por esto, re-
flexionar sobre el nexo entre Escritura y hecho celebrativo precisamente a par-
tir de esta óptica específica. En este caso reviste gran importancia que los
esposos participen personalmente en la «construcción» de la liturgia de la pala-
bra, destinada a ser parte esencial de la celebración de su matrimonio. La elec-
ción de las lecturas bíblicas, en el caso de que el futuro celebrante insista con
éxito en que se haga en común por los futuros esposos, se convierte en un mo-
mento de reflexión y de comunión entre los dos. Éstos pueden entonces perci-
bir, a menos de modo incipiente, cómo la comunión del hombre y de la mujer
se inscribe en un proyecto divino, que las páginas bíblicas, reactualizadas por la
lectura e ilustradas por el que oficia, hacen presente precisamente para ellos.
Gracias a esta necesaria referencia litúrgica a la Escritura, la celebración del ma-
trimonio, más aún si se prepara con una real atención pastoral, se convierte en
un momento en el que a los esposos se les estimula a intuir que también su
alianza nupcial se apoya en la Palabra de Dios, aunque no en la participación
en la Presencia eucaristica del Señor, excluida de hecho por la elección de la ce-
lebración sin la Misa.

5. SAGRADA ESCRITURA Y LITURGIA: ALGUNOS PUNTOS


CONCLUSIVOS

Concluyamos trazando alguna línea sintética en torno a la múltiple y


compleja relación entre la Biblia y la liturgia.

5.1. La Palabra y el Espíritu: modos recíprocos de presencia

En la liturgia, la Palabra y el Espíritu asumen modos recíprocos de pre-


sencia. En la celebración aparece aquel nexo vital entre Palabra y Espíritu que
es declarado por la categoría de «palabra inspirada»33. Dentro de la liturgia, la
«palabra inspirada» se hace viva y se encuentra dentro de un movimiento vivaz
del Espíritu Santo, que la misma Sagrada Escritura contribuye a crear, pero del
que está también entrecruzada. Gracias a la proclamación, a la actualización y
a la inculturacion, el Espíritu presente en la comunidad celebrante reactiva lo
que en la Biblia estaba simplemente escrito.

33. Son siempre cautivadoras las reflexiones de L. ALONSO SCHÖKEL, Laparoh ispi-
rata, Paideia, Brescia 21987, 395-405; sobre todo 399-400.

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LA SAGRADA ESCRITURA EN LA LITURGIA
OPERATIVIDAD Y EFICACIA

5.2. La historia de la salvación: memoria y presencia

Otro aspecto decisivo de la presencia de la Escritura en la liturgia es el de


la proclamación dentro de una continuidad de historia de la salvación. La Es-
critura ayuda a la comunidad a evocar las grandes obras de Dios; es más, hace
efectivamente presente los antiguos acontecimientos por medio de la memoria,
que el Espíritu vivifica en los creyentes ocupados en celebrar. Al mismo tiem-
po, las obras de la historia antigua encuentran su correlato y la continuación en
lo.que es entregado a los creyentes hoy gracias a la liturgia. El entrelazamiento
de memoria y presencia, ligado a la Escritura proclamada en la liturgia, puede
ser bien expresado retocando un quasi-adagio, retomado por L. Alonso Schö-
kel: qui locutus est per prophetas, hodie bquiturper lectorem0*.

5.3. El diáfago con Dios: revelación y acogida

Una última observación hace referencia a la revelación y a su acogida, tal


y como se revelan en la liturgia a través de la atestación del hablar de Dios que
es la Escritura. Nos servimos de las palabras de un excelente biblista que ha si-
do, además, un pastor inteligente y eficaz. Ya al inicio de su episcopado mila-
nés, C.M. Martini escribía: «En la sagrada liturgia aparece con privilegiada evi-
dencia que el destinatario de la Palabra no es el individuo que se aisla, sino el
pueblo de los redimidos que se congrega; que su voz viva no es el hombre que
se la proclama a sí mismo, sino el Magisterio de la Iglesia que, a través de la va-
riedad de los ministerios, la anuncia a la asamblea; que su resultado natural no
es complacer a la docta especulación, sino que es la energía transformante de
los sacramentos y la vida palpitante del Espíritu que inhabita los corazones»35.

Ermenegildo Manicardi
Facoltà Teologica dell'Emilia-Romagna
BOLOGNA

34. L. ALONSO SCHÖKEL, La paroh ispirata, cit., 385, precisamente a propòsito de


la liturgia, usa la expresión locutus est per prophetas, loquitur per kctorem.
35. C.M. MARTINI, In principio la Parola, Centro Ambrosiano, Milano 1981, 54-55.

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