La Sagrada Escritura en La Liturgia PDF
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OPERATIVIDAD Y EFICACIA
ERMENEGILDO MANICARDI
«La Escritura es la palabra por medio de la que Dios nos habla y se nos
revela. Los diseños eternos de Dios relativos a nuestra salvación se expresan en
ella con palabras humanas y fijadas por escrito, de modo que, en la palabra, es
a Dios mismo a quien encontramos. La relación entre la liturgia y la Escritura
santa está, así pues, en conexión con la relación entre el misterio y el Logos.
Tanto en una como en otra, es la voluntad de Dios la que está presente y obra:
en la liturgia, a través de la acción sagrada que la Palabra comenta y cumple; en
la Escritura, a través de la sola palabra» \
Para reflexionar sobre la operatividad y la eficacia de la Sagrada Escri-
tura en la liturgia, nos hemos orientado hacia algunos puntos fundamentales:
1. la lectura de perícopas bíblicas en el trascurso de la celebración; 2. la pene-
tración de la Biblia en los ritos; 3. la actualización litúrgica de los textos ins-
pirados; 4. la eficacia de la Escritura en las diferentes situaciones celebrativas.
Esperamos que este procedimiento ofrezca algunas consideraciones concretas,
además de la posibilidad de trazar un horizonte suficientemente amplio para
el debate en común, evitando discusiones demasiado analíticas y, en definiti-
va, irrelevantes2.
3. Esto también vale para la liturgia católica latina antes de la reforma del Concilio
Vaticano II.
4. Aunque el hebraísmo conoce bien la necesidad de la traducción, como muestra la
versión griega de la Biblia hebrea, denominada Los Setenta (LXX), iniciada en Alejan-
dría de Egipto ya durante el siglo III a.C.
Palabra, que está a punto de ser pronunciada por el proclamador. El deseo «el
Señor esté con vosotros» y la respuesta «y con tu espíritu» tienen su alcance más
verdadero en este reconocimiento.
Hay que notar también que la proclamación del Evangelio como punto
culminante de las lecturas muestra la convicción cristiana de que «entre todas
las Escrituras, incluido el Nuevo Testamento, sobresalen merecidamente los
evangelios» (cfr. DV 18). Esto es cierto para todas las celebraciones, pero resul-
ta aún más claro cuando la lectura del evangelio viene después de la del apóstol.
El orden histórico de los acontecimientos (primero Jesús, después el apóstol),
respetado también en la disposición canónica de los libros, no se mantiene con
el fin de poner en evidencia el primado de la palabra del Verbo hecho carne.
En la liturgia se convierten en objeto del rito tanto el libro del que se ha-
cen las lecturas como el acto mismo de leer. En particular, el libro del evange-
lio es objeto de un honor particular expresado en la procesión con la ostensión
del texto evangélico, en el acompañamiento con los cirios encendidos, en la in-
censación, en el beso conclusivo. Algunos de estos gestos (cirios encendidos, in-
censación y beso) asimilan, y no por casualidad, al evangeliario con el altar.
9. Lo mismo aunque se tratase tan sólo de establecer sobre qué «cuerno» del altar
se debe colocar el «atril» mientras se lee una determinada lectura.
10. El Vaticano II afirma: «Máxima es la importancia de la Sagrada Escritura al celebrar
la liturgia. De ella se toman las lecturas que hay que explicar en la homilía y los salmos que
hay que cantar; de su inspiración y de su espíritu están permeadas las preces, las oraciones
y los himnos litúrgicos, y de ella toman significado las acciones y los signos» (SC 24).
11. Cfr. Mt 26,26; Me 14,22; Le 22,19; 1 Cor 11,23-24.
12. Basándose en 1 Tim 2,1, interpretado por Agustín y retomado por Hugo de San
Caro (t 1263), algunos han afirmado que la Eucaristía está planteada en cuatro partes
sacadas precisamente de las palabras de Pablo al discípulo Timoteo: ésta comportaría,
como momentos sucesivos las obsecrationes, las orationes, las postulationes y las graúarum
actiones. Sobre esto, cfr. JA. JUNGMANN, Missarum sollemnia, I, Marietti, Casale Mon-
ferrato 1953, 99.
13. Un ejemplo concreto de análisis se encuentra en O. VEZZOLI, «Bibbia e liturgia»,
en AA. W., La Bibbia Piemme, Piemme, Casale Monferrato 1995, 3223-3242; se tra-
ta del Prefacio del segundo domingo de Cuaresma.
14. M. AUGE, «Eucología», en D. SARTORE, A. TRIACCA y C. ClBlEN (dirs.), Litur-
gia, San Paolo, Cinisello Balsamo 2001, 762.
15. Quizá el intento más didáctico con este propósito (lo que también podría ser un
límite), aunque no habría que infravalorar la fuerza pedagógica y formativa respecto a
la asamblea.
otros textos litúrgicos, junto con una cierta adaptación del pasaje elegido18, son
elementos que orientan a una nueva actualización de la Escritura. A través del
sistema del leccionario, la Biblia misma se hace deudora de la liturgia, a la que
también ha entregado tanto: la Biblia debe a la liturgia una actualización, que
probablemente de otra manera no hubiera recibido y que procede de la tradi-
ción viva de la fe y del encuentro de una concreta comunidad de creyentes.
22. Cfr. «Questione dei riti», en C. ANDRESEN y G. DENZLER (dirs.), Dizionario sto-
rico del cristianesimo, Paoline, Cinisello Balsamo 1992, 558-559; para la cuestión de los
ritos malabares, véase en particular H. JEDIN (dir.), Stona detta Chiesa, VII, Jaca Book,
Milano 31994, 340-351.
23. Sobre la riqueza y los límites de la «piedad» popular, cfr. lo que escribía, diez años
después de la clausura del Concilio, PABLO VI, Evangelii nuntiandi, n. 48.
A. La celebración eucaristica
•
te misterio de la vida de Cristo. Las diferentes lecturas, que se unen al evangelio, ex-
presan precisamente la diversa orientación que debe asumir la hermenéutica de las pe-
rícopas en las dos celebraciones específicas.
29. En el primer caso se trata de indicar al creyente que hace poco ha comenzado el
año litúrgico y que ya se encuentra en las cercanías de la Navidad la actitud ejemplar de
la escucha de María. En este sentido, las lecturas que preceden este pasaje proponen la
promesa hecha a David (2 Sm 7,1-5.8-12.14.16), destacando la fidelidad del Señor al
cumplir su palabra de Dios, y la doxología final de la Carta a los Romanos (Rom 16,25-
26), que glorifica al que tiene el poder de confirmar. En la solemnidad del 25 de marzo,
en el centro de la celebración se encuentra el inicio de la Encarnación del Hijo de Dios.
En este sentido se encuentran la lecturas precedentes: el texto de Isaías, en el que se en-
cuentra la promesa del nacimiento del Emmanuel (Is 7,10-14), y el de la Carta a los He-
breos sobre la venida de Jesucristo con un cuerpo que podía ofrecerse (Heb 10,4-10).
Β. La cekbración de la reconciliación
33. Son siempre cautivadoras las reflexiones de L. ALONSO SCHÖKEL, Laparoh ispi-
rata, Paideia, Brescia 21987, 395-405; sobre todo 399-400.
Ermenegildo Manicardi
Facoltà Teologica dell'Emilia-Romagna
BOLOGNA
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