Aquellos Criticados Sofistas
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Introducción
Abordar el tema de los sofistas y de la cosmovisión que ellos representan
ha resultado de lo más interesante y en cierta manera ha hecho que quitáramos
el pesado velo de mala reputación que cubre a nuestros personajes, para dar
lugar a un conocimiento, no acabado, pero sí más consciente de la precompren-
sión con la que vamos a enfrentarlos. 2
Protágoras, junto con Gorgias, constituyen la primera generación de so-
fistas y, sin duda alguna, la gran aportación de la sofística al pensamiento hu-
mano fue obra de ambos. La influencia del sofista de Abdera en la cultura grie-
ga fue extraordinaria. Es, seguramente el más grande de los sofistas, incluso
quien todo lector se acerca a los textos no como a una tábula rasa sino con su pre-comprensión
(Vorverständnis), es decir, con sus pre-juicios (Vorurteile), sus pre-suposiciones: dado aquel texto
y dada la pre-compresión del intérprete, éste esboza un significado preliminar de tal texto, y es
en efecto un esbozo, porque el texto es leído por el intérprete con ciertas expectativas
determinadas derivadas de su pre-comprensión. El trabajo hermenéutico consiste en la
elaboración de este proyecto inicial que es continuamente revisado en base a lo que resulta de
la ulterior penetración del texto. De este modo, las precomprensiones y prejuicios están
compuestos por una memoria cultural (el conjunto de lenguajes, mitos, teorías, etc). Para
Gadamer, las sucesivas penetraciones en el texto nos hacen descubrir la alteridad del mismo.
Al descubrir lo que el texto dice también descubrimos la diversidad de nuestra mentalidad y,
tal vez, la lejanía de nuestra cultura; lo hacemos partiendo de aquellas ‘donaciones de sentido’
que construimos a partir de nuestra precomprensión y que corregimos y descartamos bajo la
presión del texto. Las precomprensiones, pues, deben ayudar a comprender el texto.
Gadamer desarrolla también una historia de los efectos, indicando que la comprensión
mejora con el tiempo, en la medida en que sucesivas generaciones van interpretando un texto
y agregando nuevos elementos comprensivos (Cf. Gadamer, Hans-Georg, “Vom Zirkel des
Verstehens”, en Gadamer, Werke, 2, 57-65, Tübingen, 1986).
superior a Gorgias. Gran parte del pensamiento griego absorbió sus doctrinas y
hasta es posible que el propio Platón fuese influenciado por el sistema del sofis-
ta, más de lo que él mismo creyera.
Con Protágoras se inicia lo que los autores han llamado el “período an-
tropológico” en la filosofía griega. Fue un innovador y por ello no es de extra-
ñar que no se le comprendiera, incluso fuera tergiversado por Aristóteles y más
aún por Platón.
Reflexionaremos en el papel que los sofistas han tenido en la evolución
del pensamiento y en la visión del mundo. Papel casi nunca reconocido, pero
que luego de veinticinco siglos aún tiene vigencia.
I. Aparición y éxito de los sofistas
Nos situamos en la Atenas del s. V a.C, es “El siglo de Pericles”, como ha
sido llamado, donde Atenas se convierte en la ciudad más poderosa de Grecia.
Aquí aparecen los criticados sofistas, y a pesar de esto van a ser capitales para la
civilización griega e incluso para la occidental.3
Es fácil constatar que en el desarrollo de esta época desempeñaron un
papel sorprendente. Todo parece haberse llevado a cabo bajo su influencia y su
participación. Todo el mundo reconocía su importancia, todos los escritores de
la época fueron discípulos suyos, todos aprendieron algo de los sofistas, los
imitaron, discutieron con ellos.
Segunda mitad del s. V a.C.: Sócrates está a la mitad de su vida, y Platón
ha nacido ya o está a punto de nacer (427). Es el tiempo en que se produce una
reacción contra la especulación física y los filósofos empiezan a dirigir su pen-
samiento hacia la vida humana. “Fue una rebelión del sentido común contra la
lejanía e incomprensibilidad del mundo, tal como los físicos lo presentaban”. 4
Atenas había llegado a ser la directora de Grecia, por todos reconocida, en
el orden intelectual y en otros órdenes, de suerte que los pensadores de otras
partes del mundo griego, como Anaxágoras y Protágoras se sentían atraídos por
Atenas y se establecían en ella. Pero desde 431, la ciudad estaba empeñada en una
guerra larga y terrible que produjo su caída treinta años más tarde y poco des-
3 Cf. Jaquelline de Romilly, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles, Barcelona: Seix
Barral, 1997, 8.
4 W.K.C. Gutrie, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, México: Fondo de Cultura Eco-
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6 W.K.C. Gutrie op. cit. (4) La areté designaba aquellas cualidades de excelencia humana
que hacían del hombre un líder natural en su comunidad, y que hasta entonces se había
creído que dependían de ciertos dones naturales, incluso, divinos que eran señal de
buena cuna y crianza.
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esa forma. Por ejemplo, a los poetas se les pagaba por su trabajo, igual a los
artistas y a los médicos, tanto por la práctica como por enseñar a otros. El pro-
blema parece que residía, en algo que hemos mencionado anteriormente, en la
clase de temas que afirmaban enseñar, particularmente la areté.
En una sociedad aristocrática como la ateniense, la virtud es innata: se
posee por el azar del nacimiento o más a menudo por la herencia. La revolución
de los sofistas fue sin duda, haber alzado la enseñanza frente a la naturaleza y
contra ella.
Un rasgo más a tener en cuenta: eran viajeros – procedentes de los confines
opuestos del mundo griego-; se detenían en muchas otras ciudades además de
Atenas, para propagar allí su enseñanza. En los diálogos de Platón aparecen
siempre en la ciudad capital, pero no debemos olvidar que los encontramos en
otras partes también. Se sabe que Gorgias (que venía de Sicilia) enseñó en Beocia
y sobre todo en Tesalia, donde parece haberse establecido de manera definitiva. Y
a la inversa, fue en Sicilia donde Hipias (que venía de Elis, en el Peloponeso) en-
contró un día a Protágoras (que procedía de los últimos confines de Tracia). En
cuanto a Trasímaco (que venía casi del Mar Negro) encontramos en los títulos de
sus obras un discurso "Para el pueblo de Larisa", donde Larisa era Tesalia.
Todas estas ciudades, repartidas por el Mediterráneo, eran ciudades
griegas. Nuestros personajes inauguraron, o más bien establecieron y desarro-
llaron en Grecia el espíritu cosmopolita y además de vincular así las ciudades
griegas frecuentarlas y compararlas, estaban bien situados para encarnar la idea
de la unidad griega. Dicho de otra manera, la generación de los sofistas es la
que ve aparecer la nostalgia de la unidad griega. 9
Conclusión
No fueron una escuela filosófica particular, sino que hicieron de la sofís-
tica una profesión y su modo de vivir, del anhelo que empezaron a sentir los
hombres de ser dirigidos y orientados en los asuntos prácticos; anhelo que na-
ció en aquel tiempo por varias causas, entre otras: las crecientes oportunidades
para tomar parte en la política activa, la insatisfacción cada vez mayor respecto
9 Cf. Jaquelline de Romilly, Op.cit (2), 225: “La idea de unidad griega ya había tomado
cuerpo y realidad medio siglo antes, durante las guerras médicas. Así lo atestigua Heró-
doto, haciendo celebrar a los atenienses ‘lo que une a todos los griegos, la sangre y la lengua,
los santuarios y los sacrificios que son comunes a todos, así como las costumbres’.”
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tenemos una enseñanza para los alumnos de instituto, para los estu-
diantes, para la gente deseosa de aprender, incluso más tarde, a cono-
cer y manejar las ideas, lo debemos a Protágoras y sus amigos”.10
Finalmente, los sofistas provocaron que el mismo Sócrates dedicara su vida
a combatirlos, así como que Platón diera sus máximos frutos precisamente en la
crítica de sus enseñanzas.
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