1° REUNION NACIONAL DE INVESTIGADORES EN JUVENTUDES.
La Plata, 16 y 17 de Noviembre de 2007
“HACIENDO POLITICA” EN LA ESCUELA.
Discusiones en torno al proceso de organización de jóvenes estudiantes
bonaerenses
María Soledad Castro
Instituto de Ciencias Antropológicas- Sección Antropología SocialFacultad de Filosofía y Letras – Universidad Nacional de Buenos Aires
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Púan 470 – 4to Piso- Oficina 403
TE: (011) 4432-1883 – int. 192
castro_soledad@hotmail.com
INTRODUCCION
Esta comunicación hace referencia a los resultados preliminares del trabajo de
campo que realizo en el marco del Proyecto de Investigación “Infancia, juventud y
política. La participación de un “no ciudadano” en el espacio público”1, y como parte
de mi proyecto de Tesis de Licenciatura en Antropología Social y Cultural, en la
Universidad de Buenos Aires, titulado: “Jóvenes, Escuela Media y Participación
Política en el Conurbano Bonaerense”. Mi objetivo es reconstruir la particularidad de
las prácticas políticas de los jóvenes en la Escuela Media, analizando las
continuidades y rupturas con la tradición institucional en Argentina y propiciando un
ejercicio de aproximación comparativa a la diversidad de formas de organización de
jóvenes adolescentes con distintos grados de institucionalización que se dan en la
escuela.
Intento problematizar la particularidad de esta institución socializadora de
niños y jóvenes, en tanto espacio de resguardo del entorno social negativamente
conceptualizado; entendiendo que el carácter dado a la infancia y a la juventud
durante la escolarización proyecta la participación plena de niños y jóvenes, en tanto
ciudadanos, a un futuro (Batallán y Campanini; 2005).
A partir de un enfoque histórico-etnográfico, tomé como referente empírico
para el trabajo de campo una institución de enseñanza media de la zona oeste del
Conurbano Bonaerense, implicada en un proceso local de re-activación de las
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Proyecto UBACyT Nº134 2004-2007. Dirigido por Dra. Graciela Batallán y Lic. Silvana Campanini, Co-directora. Integran el
equipo de investigación: Dra. Ana Padawer, Lic. Elías Prudant Leiva, Prof. Iara Enrique, Prof. Gabriela Scarfó, Marina Visintín,
Marina Rubinstein y Soledad Castro.
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organizaciones estudiantiles, donde realicé el seguimiento de una comisión de
estudiantes que propuso organizarse como Centro de Estudiantes durante el ciclo
lectivo 2006. Durante 5 meses realicé registros de eventos y reuniones mediante
observación participante, documentando fundamentalmente: las estrategias de
negociación que se dieron entre los estudiantes y los adultos responsables de la
institución, también al interior del grupo y con otros jóvenes; deteniéndome en la
orientación inscrita en los discursos, la constitución de liderazgos, y las dinámicas en
torno a las diversas formas organizativas. Mediante series de entrevistas abiertas,
reconstruí trayectorias de jóvenes militantes, dirigentes y de base, buscando
profundizar en la dimensión histórica de estos procesos. Finalmente, analicé diversas
fuentes escritas que incluyen: documentos escolares (leyes, reglamentaciones,
normativa, publicaciones estudiantiles, etc.), fuentes secundarias proveídas por el
Ministerio de Educación u otros organismos estatales (censos, relevamientos,
estadísticas, informes oficiales) y material periodístico.
En esta comunicación esbozaré las problemáticas relativas al proceso de
organización del Centro de Estudiantes atendiendo a las estrategias que los
estudiantes implementaron para su constitución, los obstáculos encontrados y los
resultados que surgen de su balance anual, sugiriendo algunas conclusiones
respecto a los desafíos que enfrentan estos jóvenes en su demanda de participación.
A partir de la conflictividad que este emprendimiento generó y genera al
interior de la escuela, sostendré que estas prácticas ponen en juego la confrontación
de diversas concepciones sobre “la política” que prevalecen en la institución escolar,
como experiencias asociadas al mundo adulto y actualmente deslegitimadas; así
como las concepciones predominantes sobre la juventud-adolescente y su papel
dentro de la escuela.
Antecedentes
Durante la segunda mitad del siglo XX; los jóvenes adquieren una presencia
social creciente como sujetos de derecho; particularmente en los países capitalistas y
como consecuencia del proceso de reorganización económica, el desarrollo de una
industria de consumo de bienes culturales destinado a este grupo de edad y su
separación en el plano jurídico de los adultos, entre otros (Reguillo Cruz; 2000;
Feixá, 1998). En Argentina, las agrupaciones político-estudiantiles han permitido la
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integración de generaciones de jóvenes a la demanda organizada por sus derechos
políticos, registrando históricamente momentos de alta visibilización social.
Siguiendo a Berguier, Hecker y Schifrin (1986); podemos delinear la historia
de las organizaciones estudiantiles en relación a los procesos histórico-políticos de
nuestro país. Según estos autores, su trayectoria se remonta al siglo XIX, con la
creación de los primeros colegios nacionales y las primeras agrupaciones y
sociedades de estudiantes, a partir de las cuales surgieron en muchos casos partidos
políticos, como por ejemplo la Unión Cívica de la Juventud. Posteriormente, con la
inclusión de las capas medias a la educación secundaria y bajo la influencia de la
reforma universitaria de 1918, aparecen los primeros centros de estudiantes en el
ámbito de los colegios universitarios y más tarde las primeras federaciones
estudiantiles y coordinadoras (Federación de Estudiantes Secundarios, 1921). Con el
alto crecimiento de la matricula secundaria durante la segunda mitad del siglo XX,
aparecen organizaciones estudiantiles nacionales como la Unión de Estudiantes
Secundarios (1953) y la Confederación Argentina de Estudiantes Secundarios. Los
jóvenes estudiantes organizados participan activamente de movilizaciones y
protestas, articulados con partidos políticos, sindicatos, estudiantes universitarios y
otros sectores de la sociedad civil. Durante este periodo, los Centros de Estudiantes
son prohibidos en varias oportunidades, tanto en gobiernos constitucionales como de
facto, respondiendo a distintas coyunturas. Los autores señalan que es en los años
70 cuando se dan experiencias inéditas de participación política para los estudiantes
secundarios, que plantean una resistencia tenaz contra los embates de la dictadura
militar y se transforman, en muchos casos, en sus principales víctimas (Berguier,
Hecker y Schiffrin; 1986).
Durante los años 80, y con la restitución de la democracia, se permitió la
reorganización de los Centros de Estudiantes en las escuelas secundarias Aires a
través de las resoluciones 4299/84 y 9210/87. Actualmente esta en vigencia la
Resolución 4900/052 , aprobada en 2005, que establece las pautas organizativas
generales para la constitución y el reconocimiento institucional de los Centros de
Estudiantes de la provincia de Buenos Aires, delegando en las direcciones docentes
la reglamentación del Modelo de Estatuto propuesto para su adecuación a las
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El Modelo de Estatuto para Centros de Estudiantes de la Provincia de Buenos Aires establece como órgano deliberativo a la
Asamblea de Representantes compuesta por los delegados de cada curso y la comisión directiva (presidente, vicepresidente,
secretario, tesorero y vocales) propuesta en listas avaladas por al menos un 15% de la matrícula y acreditada mediante
elecciones por voto secreto no obligatorio. Los cargos restantes se distribuyen para garantizar la representación de las
minorías. La reglamentación también establece el cargo de “Consejero Docente” con fines consultivos.
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especificidades propias de cada nivel y modalidad. La Ley de Educación Nacional
vigente (Nº 26206) establece que los estudiantes tienen derecho a integrar
asociaciones, cooperativas, clubes infantiles y centros de estudiantes u otras
organizaciones comunitarias para participar del funcionamiento de las instituciones
educativas
(Articulo
Nº
126-H).
Se
prevé
además
responsabilidades
progresivamente mayores para los estudiantes, a medida que avancen en los niveles
del sistema. En la Provincia de Buenos Aires, la Ley de Educación Nº 13688, recoge
estos lineamientos generales y establece además, como objetivos y funciones del
nivel secundario: “... garantizar los mecanismos de participación de los alumnos en el
gobierno escolar para favorecer y fortalecer el ejercicio de la ciudadanía y la gestión
democrática en las instituciones del nivel...”. (Artículo Nº 28; G). Lo cierto es que no
hay actualmente ninguna normativa que estipule la obligatoriedad de los Centros de
Estudiantes, pero existe un proyecto de ley provincial del año 2006 para impulsar y
fomentar la creación de Centros de Estudiantes en todas las escuelas de gestión
pública, estatal y privada a nivel provincial3.
“El Nacional” y la Comisión Pro-Centro de Estudiantes
El seguimiento y análisis de la constitución de un centro de estudiantes en una
escuela media tradicional, con una población estudiantil mayoritariamente de clase
media, ubicada en el segundo cordón de conurbano bonaerense, remite al proceso
de discusión institucional que fue impulsado por un grupo de jóvenes estudiantes
implicados en este proyecto.
Durante 2006, se reinicia el proceso de conformación del centro que ya venía
intentándose periódicamente durante los últimos 10 años. A partir de un grupo
heterogéneo de estudiantes, se abre un periodo de asambleas abiertas que puede
ser leído como una expresión de la demanda por mayor participación en la toma de
decisiones institucionales. Una de las particularidades de “El nacional”4, categoría
con la que aún se identifica a la escuela, es la continuidad del personal directivo
durante los últimos 20 años. Se trata de una escuela de difícil acceso para chicos
que residen en puntos más lejanos de la localidad y pertenecientes a clases
populares, con formación de colas y campamentos en épocas de inscripción. Durante
3
Proyecto de Ley D 176/06-07, autor: Dip. Cartolano. Cámara de diputados de la Provincia de Buenos Aires.
Inicio sus actividades como “Colegio Nacional” en 1960 y funciona en su edificio actual desde 1984. En 1995 pasa a dominio
provincial,
transformándose en Escuela Media. Como parte del Proyecto XIII, la escuela es pionera en la zona en la
organización de espacios extra-curriculares. En sus turnos mañana, tarde y vespertino, alberga una matrícula cercana a 2000
estudiantes.
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los últimos veinte años, en “El Nacional” existieron reiterados intentos por formar el
Centros de Estudiantes, el ultimo de los cuales fue desarticulado por la Dirección en
1994. No obstante y a pesar del rechazo y permanentes obstáculos que la
administración del establecimiento ha puesto desde entonces para la formación de
un nuevo centro de estudiantes, la discusión se ha mantenido activa a través de los
años, reavivándose en 2006, año en que realicé mi trabajo de campo.
En un contexto de conflictividad con las autoridades por la demanda de
espacio para la organización de las reuniones y socialización de la información, un
pequeño grupo de estudiantes militantes de diversos partidos y de base, comienzan
a reunirse regularmente en la puerta de la escuela, iniciando a partir de volantes y
convocatorias a los cursos, un debate institucional en relación a la organización del
Centro, con formato de asamblea. A los fines de la sistematización, es posible dividir
este proceso, que tuvo lugar durante el ciclo lectivo 2006, en dos etapas.
La primera etapa se extendió de marzo a mayo. Este fue el periodo de mayor
conflictividad con las autoridades. Se asignaron los días sábados por la mañana y el
espacio del escenario para las reuniones bajo supervisión. El grupo convocante
organizó reuniones informativas, con una dinámica asamblearia, con una asistencia
de 15 a 30 personas, que constituyeron la mayor cantidad de participantes
registrados durante el año. asistiendo a los niveles más altos de participación durante
el año (15-30 personas). La composición de los participantes fue heterogénea,
incluyendo diversos cursos y turnos; y con una marcada presencia femenina. A partir
de la polarización de las discusiones, surgió un grupo opositor que disputó
fuertemente el proyecto de Centro de Estudiantes. Partiendo de un análisis de la
situación escolar diferencial, ambos grupos propusieron distintos objetivos y formas
de organización. Las discusiones que se dieron en esta etapa se relacionaron con las
dinámicas organizativas –tensionando las formas de elección “directas” e
“indirectas”–
y la orientación del Centro en cuanto a su intervención en
problemáticas sociales –volcado hacia problemáticas “internas” o “externas” a la
institución–. Esta etapa culminó con la retirada del grupo opositor, que proponía
dinámicas organizativas basadas en la elección “indirecta” y una orientación de
centro de estudiantes basado en la resolución de conflictos específicos de la escuela.
La segunda etapa tuvo lugar entre los meses de junio-diciembre. Este período
supuso la paulatina consolidación de un núcleo estable de 10 participantes que logró
ser reconocido por las autoridades como Comisión de Estudiantes. Este grupo
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incluyó a muchos de los promotores de la discusión inicial y se reunió regularmente,
durante la segunda mitad del año, por fuera de la escuela. La Comisión organizó
diversas actividades de promoción del proyecto, dado que su principal dificultad fue
incorporar nuevos miembros para legitimarse como centro y hacer frente al paulatino
descenso de la participación. Este grupo implementó una dinámica de negociación
con las autoridades, a partir de la solicitud de permisos por escrito y la recolección de
firmas, mediante las cuales negoció espacios y horarios para las actividades. A pesar
de sus esfuerzos, durante ciclo lectivo 2006 no lograron que los directivos
permitieran el llamado a elecciones para la concreción del proyecto.
Los jóvenes estudiantes entrevistados, en su mayor parte miembros del
Centro en formación, concibieron este proceso como un aprendizaje grupal de
ensayo-error en el que desplegaron diversas estrategias de negociación política con
autoridades,
estudiantes,
partidos
políticos,
autoridades
municipales,
otras
organizaciones estudiantiles, sindicatos, etc. para gestionar espacios, tiempo
curricular y recursos propios. Si bien desde su perspectiva, no lograron consolidarse
como Centro de Estudiantes, dado que no pudieron cumplimentar ante la dirección
del establecimiento las pautas dispuestas en la reglamentación vigente para su
formalización ni ampliaron la participación a un mayor número de estudiantes, la
conflictividad del proceso de estos jóvenes nos permite problematizar las
particularidades de la participación política de los estudiantes en la escuela. Cabe
destacar que a nivel regional, la experiencia del “Nacional” se suma a la re-activación
de otros Centros de la zona, que se expresaron en la conformación de dos
coordinadoras estudiantes de la zona oeste del conurbano bonaerense. Esto sugiere
un incipiente proceso local de articulación entre estas organizaciones, que es
también una expresión de la creciente demanda de los jóvenes por generar un
espacio de participación política dentro de la institución escolar.
“Haciendo política” en la escuela
El ciclo de discusiones que se abrió de marzo a junio del 2006, constituyó el
momento más rico en cuanto a la diversidad de propuestas de organización y
dinámicas para el Centro de Estudiantes. Se elaboraron sucesivos bocetos de
estatutos a través de los cuales los distintos grupos intentaron legitimar sus
propuestas.
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Las autoridades de la escuela establecieron su propio modelo de lo que un
Centro debe ser, a través de los lineamientos establecidos en el Proyecto Educativo
Institucional5, en adelante P.E.I. El documento se inspira en la retórica de la
resolución provincial, tomando determinados propósitos y objetivos; omitiendo
algunos y resignificando otros en función de la orientación del establecimiento. El
Centro de Estudiantes es definido por las autoridades como una asociación para la
realización de actividades culturales, deportivas y artísticas, de recreación y
campañas sanitarias y solidarias; y no ya como un órgano representativo de los
estudiantes, que es lo que la resolución establece. Aparece como un ámbito de
participación difuso orientado a posibilitar el aporte de expresiones individuales que
estimule la decisión responsable de los estudiantes, desarrollando actitudes
solidarias, leales y justas. Entre los objetivos que se enuncian destacan el fomento
de las virtudes republicanas y los principios democráticos; introduciendo como un
componente, que la resolución provincial no contempla, el respeto por los símbolos
patrios, la Constitución Nacional, la moral y las buenas costumbres definidos como
“el basamento de nuestra identidad cultural y de nuestro accionar nacional” (Proyecto
Educativo Institucional; Cáp. VII; Pág. 33). El modelo de Centro, así definido, queda
vaciado de su contenido político, en tanto no se define como un órgano
representativo de la comunidad de estudiantes, sino como un canal para la
participación individual abstracta.
La negativa a reconocer el derecho a la participación de los jóvenes se
manifestó reiteradamente en la práctica. Los estudiantes relatan, por ejemplo, que
fueron obligados por la dirección a quitar de los carteles que convocaban a las
reuniones frases que relacionaban al proyecto del Centro con la defensa de sus
derechos. Posteriormente, utilizando como interlocutores a preceptores y docentes,
la dirección propuso al grupo que se consolidó en la segunda etapa del año la
realización de actividades sin denominarse “Centro de Estudiantes”. Las autoridades
del establecimiento no los reconocieron como Comisión Pro-Centro de Estudiantes
sino como “Comisión de Estudiantes”, con carácter transitorio. Se planteó
fuertemente la negativa a otorgarle cualquier grado de autonomía, intentando
mantener el proyecto bajo el control del sistema jerárquico. Al respecto, la directora
5
Documento que da cuenta de la orientación general de la institución, planificando objetivos y medios en función de los
objetivos fundamentales y contenidos mínimos obligatorios, delineando un perfil institucional en relación a las características
locales.
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escribe como respuesta a la serie de notas que los chicos elevaron solicitando
permisos para realizar reuniones inter-turnos:
“...Los objetivos a fijar deben responder a la superación y
complementación de los proyectos enumerados en la Planificación
Institucional. En una institución educativa no existen espacios
autónomos, todos están relacionados con el espíritu del gobierno escolar
y planificación institucional...”. (Respuesta a la Comisión de Estudiantes,
19 de mayo de 2006).
Esta idea de integración armónica aparece fuertemente en el PEI, por ejemplo,
al definir el perfil de la comunidad:
“...Para nuestra escuela, la comunidad educativa debe trabajar en forma
armónica e integrada, persiguiendo el logro de los objetivos
institucionales. INTEGRACION: todos los agentes participantes en el
proceso educativo deben asumir la responsabilidad que les cabe en el
mismo. COHESION: el requisito previo es la existencia de un clima de
apertura y diálogo. La comunidad educativa es la que posibilita que cada
uno se sienta persona en el desempeño de su función específica,
generando el compromiso de respetar al otro como tal. COMPROMISO:
responsabilidad con los proyectos propuestos...”. (P.E.I, Cáp, VI, Pág.
27).
Y también en relación al Centro de Estudiantes, donde se resignifican los valores de
armonía e integración que la resolución provincial enuncia. Mientras que en su
fundamentación ésta propone a la escuela como un espacio de debate de la
comunidad educativa, reconociéndole a los estudiantes su capacidad de decidir con
responsabilidad,
el P.E.I insta a los miembros a actuar dentro de los marcos
jurídicos y disciplinarios de la escuela, estableciendo que tanto el estatuto como el
plan de actividades del Centro de Estudiantes, debe ser aprobado por la Asamblea
de Representantes, la Dirección y el Consejo Consultivo del establecimiento.
Con respecto a la discusión dentro de la comunidad estudiantil, las tensiones
más fuertes se centraron en la contraposición de dos alternativas de Centro
impulsado por dos grupos de estudiantes. Ambos parten de un análisis de la
situación escolar diferencial, proponiendo una articulación entre el Centro de
Estudiantes y los adultos del establecimiento con distintos grados de autonomía y
una orientación diferente en términos de la preocupación por las problemáticas
sociales.
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La convocatoria se inició a partir de un grupo de aproximadamente diez
personas, formado en gran parte por chicas pertenecientes a Primer Año del
Polimodal, mayoritariamente de las orientaciones de Artes y Sociales. Estos
estudiantes interpelaron a las autoridades como parte integrante de la comunidad
educativa y el proyecto de Centro de Estudiantes intentó canalizar el reclamo por una
mayor participación como tales y en términos de derechos. Esta idea aparece
fuertemente en los primeros afiches y volantes publicados por el grupo y generó
controversias durante la primera asamblea. Desde el punto de vista de los
estudiantes opositores a este proyecto, este grupo es definido negativamente como
politizado, formado por estudiantes de orientaciones marginales que solo buscan
“hacer kilombo”
La oposición al proyecto de los estudiantes convocantes, se dio a partir de un
segundo grupo formado por aproximadamente cuatro jóvenes, en su mayoría
varones pertenecientes al Tercer Año del Polimodal concentrados en las
orientaciones de “Sociales” y “Naturales”. Casi todos participaban de los talleres de
Periodismo y Simulacro de Naciones Unidas, en este último caso desempeñándose
como coordinadores.
6
Desde el punto de vista de los estudiantes del grupo
convocante, esta situación colocaba a estos chicos en una posición más ventajosa
respecto a la negociación con las autoridades. En algunos casos, se entendió su
aparición en las reuniones como un método de la dirección para operar
indirectamente sobre la asamblea, rumor que potenció las hostilidades.
Como una aproximación a la caracterización de cada grupo y de las
decisiones que posteriormente tomó la Comisión Pro-Centro de estudiantes,
podemos señalar tres ejes en torno a los cuales giraron las discusiones: las formas
de organización y la representatividad, la orientación política del Centro de
Estudiantes y la participación a través de los partidos políticos.
1) Formas de organización y Representatividad
La reflexión de los estudiantes en torno a las formas de organización más
adecuadas para el Centro de Estudiantes estuvieron fuertemente marcadas por el
problema de la participación. Las reuniones abiertas que se sucedieron,
6
En la actualidad, y como parte del Proyecto XIII, cuenta con talleres contraturno de Inglés, Club de Lectores, Taller literario,
Tecnología, Física, Química, Matemática, Aprender a estudiar, Olimpiadas de Biología, Lengua y O.N.U (simulacro de
sesiones de Naciones Unidas).
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particularmente de marzo a mayo, registraron una asistencia máxima de 30
estudiantes y paulatinamente este número fue descendiendo hasta conformar un
grupo estable de alrededor de 10 estudiantes. Desde el grupo convocante, a partir
del cual surgiría más tarde el núcleo más estable de participantes, se organizó una
campaña para informar a otros estudiantes y llamarlos a participar. La campaña
consistió fundamentalmente en la organización de reuniones, carteles, volantes, y
anuncios curso por curso. Teniendo en cuenta las reglamentaciones vigentes para la
conformación de Centros en la provincia de Buenos Aires, aparecía la incertidumbre
respecto a la posibilidad de lograr una participación lo suficientemente alta como
para lograr un funcionamiento pleno del sistema. Para poder realizar un llamado a
elecciones, la resolución provincial establece la elección de delegados en todos los
cursos de todos los turnos de la escuela y el aval de un 4% de la matrícula para las
listas propuestas. Esta dificultad, se sumó a los problemas registrados con las
autoridades en la negociación de espacios y tiempos escolares para la organización.
Desde el grupo convocante se propuso el funcionamiento del Centro de
Estudiantes como asamblea abierta, con voz y voto de todos los estudiantes, como
una forma de organización más operativa y adecuada a los impedimentos existentes.
Esta dinámica permitía la participación de todos los interesados en las actividades,
aún sin ser delegados. El problema que se presentó fue el de la representatividad en
tanto no quedaba garantizada la participación de todos los cursos en la discusión, a
través de sus delegados. Las posturas variaron desde aquellos que proponían un
funcionamiento como asamblea abierta permanente y aquellos que planteaban esta
dinámica como transitoria hasta que pudieran llamar a elecciones.
Circularon en este momento algunos bocetos de Estatuto que fueron
discutidos grupalmente, en los que se planteaba una organización del Centro a la
manera universitaria, mediante el gobierno de una Comisión Directiva elegida
mediante el voto de los estudiantes de todo el establecimiento, e integrada por
Presidente, Vicepresidente y diversas secretarías y subsecretarías (General,
Finanzas, Cultura, Deportes, Derechos Humanos, Prensa, Asuntos Estudiantiles y
Extensión Estudiantil); y una asamblea de delegados elegidos por cada curso. Este
tipo de organización pretendió ser una forma estratégica de canalizar al grupo
opositor, otorgándole el gestionamiento de alguna de las secretarías periféricas, en
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caso de ganar las elecciones. Así lo expresó uno de los principales oradores del
grupo convocante:
”...Pero los pibes estos van a querer mandar, los tres van a ir de
comisión directiva, van a querer ir. Y yo no quiero mucho en ese sentido,
de que ellos nos ganen. Y también se planteó el tema de las comisiones
directivas, que ellos sí o sí van a tener que estar porque en las
elecciones la lista ganadora se lleva los dos tercios de los cargos. Las
minorías o minoría se van a llevar un tercio. Entonces nosotros
queremos por lo menos tener, suponete, siete... a ver, acá está me
parece (mira sus papeles). Creo que hay seis o siete... (Secretarías). Por
lo menos que los pibes se queden con una que no sirva. O que más o
menos se puedan desenvolver en ella. Porque, por lo menos que hagan
cosas, ya que van a estar. Que esté en el estatuto y de última, las que
no puedan funcionar bien... "mira, loco, te ganaste esta secretaría por
ser minoría". (Risas)...”. (Ernesto, 17 años)
Más tarde, los estudiantes que conformaron la “Comisión Pro-Centro de
Estudiantes”, con un núcleo estable de unos 10 miembros, plantearon un modelo de
estatuto presentado ante las autoridades que no fue aprobado, en donde se proponía
la conformación de una asamblea abierta a todos los estudiantes con mesa directiva
representativa, en tanto fuera avalada por el 75% de los delegados del
establecimiento. En estatuto prevé que las asambleas fueran coordinadas por
cualquier participante o un miembro de la Comisión Directiva, con voz y voto de
todos los estudiantes y sin necesidad de quórum para su funcionamiento. Aquí el
problema de la representación fue el problema del reconocimiento institucional al
grupo. Si bien consiguieron que se realizaran elecciones de delegados en todos los
cursos de la escuela, no lograron incorporarlos a las reuniones del grupo. A través de
la firma de estos delegados, pudieron ser reconocidos como “Comisión Estudiantil”,
pero no como Centro, ni como Comisión Pro-Centro de Estudiantes, no obstante lo
cual, realizaron actividades destinadas a aumentar el interés y la participación –como
ciclos de cine, el festival del día del estudiante, organización de un acto escolar y una
sentada– pero no lograron aumentar el número de integrantes. A pesar de los
reiterados intentos de negociación con las autoridades para el llamado a elecciones,
esto se pospuso hasta el año siguiente.
El grupo opositor a esta propuesta, planteó un modelo de organización basado
en la estructura existente de delegados del régimen de tribunal de Convivencia.
Planteaban que al hacer coincidir el cargo de delegado de convivencia con el de
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Centro de Estudiantes, el grupo podía ahorrarse un paso importante en la
organización. A diferencia del grupo convocante, proponían la elección de los cargos
(presidente, vicepresidente, vocales y Profesor Coordinador) a partir de un plenario
de delegados, a los que asistirían las autoridades, los candidatos, los delegados de
convivencia y profesores. Estos se reunirían en plenario para votar a la comisión
directiva que establece la resolución (presidente, vicepresidente, vocales y Profesor
Coordinador) y a la que asistirían autoridades, candidatos, delegados de convivencia
y profesores coordinadores. Esta propuesta no tuvo aceptación, en tanto impedía la
participación concreta de la gran mayoría de los estudiantes convocados, que no
eran delegados de convivencia. Por otro lado, la deslegitimación del tribunal de
convivencia por parte de un gran número de estudiantes, deslegitimaba esta
estructura organizativa. La participación de no-estudiantes en la organización del
Centro de Estudiantes también fue fuertemente cuestionada.
Los estudiantes pusieron en juego criterios demarcatorios de la participación,
discutiendo quiénes formarían parte de la comunidad estudiantil representada por el
Centro de Estudiantes. En este sentido, hubo cierto acuerdo general entre los grupos
en la no inclusión de los estudiantes de octavo y noveno como miembros. Desde el
grupo convocante, se aceptó su participación en la discusión del proyecto en la
asamblea abierta pero sin voto. En el caso del grupo opositor, se plantea en su
documento la participación de los estudiantes de la ESB con la que comparten
edificio como veedores en las reuniones del Centro, sin derecho a voz ni a voto.
Algunos de los motivos aducidos, desde esta postura, tuvieron que ver con la
creencia en que los estudiantes más jóvenes podrían ser “manipulados” en sus
decisiones, que aún no tienen un conocimiento suficiente de la institución, que no
pertenecen al establecimiento, etc.
2) Orientación política del Centro de Estudiantes.
El grupo convocante impulsó la conformación de un Centro de Estudiantes
entendido, en palabras de Ernesto, de 17 años, como: “...una herramienta de lucha
democrática donde los estudiantes organizados puedan ejercer y hacer cumplir sus
derechos...”. La discusión al interior del grupo partió del cuestionamiento del orden
institucional
(aspectos
reglamentarios
relacionados
con
la
vestimenta
y
funcionamiento del consejo de convivencia), la situación económica de los
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estudiantes (fotocopias y kiosco caros, arbitrariedad en el reparto de becas,
exigencia y monto del pago a cooperadora, boleto estudiantil en extensión
insuficiente y obligatoriedad de la compra de un cuadernillo de nivelación para
ingresar a la institución), quejas con respecto al personal y el estado edilicio de la
escuela (falta de bibliotecaria, suciedad, letrinas en los baños, estufas que funcionan
mal, inundación de aulas, falta de seguridad en zonas aledañas al establecimiento) y
cuestionamientos en relación al aspecto pedagógico-institucional (falta de talleres
extra clases y actividades culturales de su interés como mural, clavas, circo y murga;
falta
de
espacios
coordinados
por
estudiantes
para
estudiantes,
etc.).
Particularmente desde las estudiantes pertenecientes a la orientación en Artes, el
reclamo se relacionaba con la situación de marginación respecto a otras
orientaciones planteando, por ejemplo, que son relegados a las peores aulas.
También en las discusiones se plantearon dudas respecto a la administración de los
fondos en la institución, particularmente en relación a la Asociación Cooperadora.
Los estudiantes de este grupo mantienen un discurso crítico respecto a las
autoridades y su gestión del establecimiento; pero interpelan y responsabilizan
directamente al Estado por estas falencias. El Centro de Estudiantes se transforma
entonces en el catalizador de las demandas de los estudiantes una demanda de
contenido político que excede el ámbito propiamente escolar y enlaza a los
participantes con otros sectores sociales y con otros estudiantes. En la medida que
este grupo reconocen su exclusión del proceso de decisión institucional, la definición
del Centro de Estudiantes como espacio de autonomía y construcción de poder
dentro de la institución se reafirma. Esto se expresó fundamentalmente en la
negativa rotunda del grupo a aceptar la figura del “Consejero Docente” en los
estatutos, entendiéndolo como un tipo de posible intervención institucional adulta en
los asuntos estudiantiles.7
El grupo que planteó más fuertemente su oposición a este proyecto, propuso
su programa a la asamblea a partir de un Proyecto de Resolución Pro-Formación de
Centro de Estudiantes8. En este documento, dos de sus integrantes definieron la
función del centro en estos términos:
7
El Artículo 7º de la Resolución 4900/05 establece que las funciones del Consejero Docente son: asesorar a la comisión
directiva y a la asamblea en lo relativo a la normativa vigente y resolver dudas respecto al quehacer institucional. Esta función
es meramente consultiva y de asesoramiento para que el Centro de Estudiantes pueda cumplir con sus fines y objetivos
establecidos.
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Los documentos recuerdan el formato de las resoluciones que se elaboran como parte del taller de simulacro de Naciones
Unidas, en el que estos estudiantes se desempeñan como coordinadores.
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“... (el centro) debería cooperar con el personal docente, de
mantenimiento, etcétera; para hacer que el funcionamiento de la escuela
sea más eficiente. Mirá, el otro día vi un ejemplo muy bueno de cómo
debería funcionar. En UTN Medrano, un amigo se quería pasar a la
regional de Haedo y los de la administración lo pasearon por toda la
facultad y termino sin saber qué hacer. Así que al final fue al Centro de
Estudiantes, preguntó y al toque le dijeron lo que tenía que hacer....
(Joaquín, 17 años).
Este grupo de estudiantes visualizó una serie de problemáticas, mayormente ligadas
a los aspectos edilicios y de gestión del establecimiento: falta de computadoras,
inasistencia de profesores, falta de limpieza, instalaciones inadecuadas, etc. Pero si
bien plantean al estado como el responsable de estas falencias, proponen al Centro
de Estudiantes como una organización para la gestión de recursos necesarios para
mejorar la escuela, en cooperación con las autoridades. En este sentido, el cargo de
Profesor Consejero aparece en la propuesta a través de la figura del “Profesor
Coordinador”, encargado de garantizar la comunicación entre el centro de
estudiantes y las autoridades del establecimiento.
Las
dos
propuestas
no
lograron
sintetizarse.
Ambas
partieron
del
reconocimiento de la responsabilidad del estado en la problemática escolar,
particularmente referida a los aspectos infraestructurales y edilicios. Sin embargo,
mientras el grupo convocante propuso al centro de estudiantes como un motor de la
demanda, volcándolo políticamente hacia “afuera” y reconociéndolo como un actor
político legítimo en su demanda ante el estado; el grupo opositor propone un centro
de estudiantes cooperativo con las autoridades, volcado políticamente hacia la
resolución de la problemática que afecta a la institución desde “dentro”, generando
los recursos necesarios a través de actividades. Finalmente, los estudiantes discuten
los límites de la autonomía del Centro de Estudiantes, estrechamente vinculada con
la definición de los estudiantes como sujetos políticos y su lugar tradicional en la
escuela.
3) La constitución del Centro y los Partidos Políticos
El primer acuerdo básico entre los grupos que participaron de los encuentros
fue la no intervención de partidos políticos en el proyecto de Centro de Estudiantes.
El grupo opositor planteó de forma reiterada, a través de distintos documentos, su
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rechazo respecto a “la participación y la militancia política bajo la bandera del centro
de estudiantes” o “la militancia política y partidaria dentro del seno del centro de
estudiantes”, en tanto esta es visualizada como una fuente de “manipulación
externa”. Así lo planteó uno de los integrantes de este grupo:
“...No digo que esté mal ser de un partido político, pero no en la escuela.
No en el centro de estudiantes de una escuela porque el centro de
estudiantes de una escuela se tiene que ocupar de la escuela, no de no
pagar la deuda externa. Yo estoy de acuerdo, pero no en la escuela. Por
eso es que queremos rechazar la política partidaria en la escuela.
Porque no nos parece que es necesaria y nos parece que trabaría más
las cosas porque cuando tenés un partido político, tenés un partido
político antagónico. Empieza una batalla de intereses que al final los
estudiantes de la escuela quedan afuera. Entonces por eso la armamos
tan… temáticamente. Nada más que eso es el motivo por el que no
queremos que sea partidaria. Creemos que la política auténtica surge
del diálogo, de las inquietudes de los estudiantes, no de lo que venga de
afuera...” (Joaquín, 17 años).
La sospecha de “manipulación” por parte de los partidos políticos “contamina”
el proyecto del Centro de Estudiantes y a sus impulsores. Desde las autoridades la
necesidad de control del proyecto de Centro de Estudiantes también aparece
relacionada al temor al desborde. Se enuncia en frases de algunos profesores y
directivos como: “Son de Quebracho”, “Sabemos que hay militantes” o “Van a tomar
la escuela como en la UBA”. Se halla implícita en las prácticas de identificación de
los estudiantes más activos en el proyecto por parte de los directivos: “Sabemos
quienes son, son un grupito de 5 alumnos que quiere llamar la atención”. En estas
frases aparece implícitamente el temor a la manipulación “externa” de los jóvenes por
parte de partidos políticos, cierta idea de que la actividad política es peligrosa,
introduce conflicto y amenaza la armonía de la institución. Esta negativización de la
política y su relación con el ámbito escolar no se halla solo en los discursos y
prácticas de directivos y algunos docentes, sino también, como vemos, entre los
estudiantes. Aún entre los estudiantes militantes, la política asociada al ámbito
escolar, aparece como un factor disruptivo, no adecuado a la institución, bajo
sospecha. Así lo expresan tres estudiantes de la Comisión:
“...Ahora sigue pasando. Porque muchos pibes que iban a las reuniones
y dejan de venir dicen que hablamos de política. Y esto de cómo le
hacés entender al pibe o que te diga cuál es su concepto de política. El
concepto lo escuchan con la madre, cuando miran la televisión.
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Entonces es como que si hablamos de la marcha o de la desaparición de
López, o no sé, o lo de la expo... ya cualquier cosa es política. Y te dan
ganas de decirle que en realidad no podés evitarlo, porque tiene que ver
con tu mundo y cómo te vas a organizar y con lo que te pasa todos los
días y con lo que laburás adentro del colegio. Tiene que ver con lograr
tomar conciencia, que nosotras creemos que es uno de los objetivos
más importantes del Centro...”. (Dolores; 15 años)
“...Siento que soy una tuerca más del sistema. Que solo tengo el deber
de estudiar y no el de elegir y construir. Solo un papel tenemos y el que
se pasa de ese papel, como lo estamos haciendo con el centro, no es
respetado. Nos tratan de zurdos en un sentido, me encanta. Pero nos lo
dicen en el mal sentido, o sea, vagos que no queremos estudiar y hacer
quilombo. Creo que eso es una falta de respeto total...”. (Ernesto, 17
años).
“...No te dejan hablar de política, no te dejan. Vos sacás el tema político
y no te dejan (...). En el colegio en ningún lado, en el colegio en ningún
lado porque no se acepta hablar de política. No... Porque para ellos
hablar de política es hacer política. Y yo no lo veo así. Porque yo no veo
que yo por hablar de política, o hablar de un partido, yo pueda estar en
contra o no hablar de ese partido. ¿Entendés?. Una cosa es que yo
hable de política y otra que yo haga política. Y ellos no lo ven así.
Entonces yo creo que, al menos a mi punto de vista, estaría re bueno
que haya una materia que sea Ciencias Políticas, ponele. (...) Porque mi
amiga que esta cursando (...) y yo sé que tiene Ciencias Políticas, y yo a
veces le agarro los libros gigantes y yo los leo, los leo y los leo...”.
(Romina, 15 años).
El grupo convocante es puesto bajo sospecha por estos estudiantes, en tanto
consideran que su proyecto no expresa un interés genuino o puro por los asuntos
internos de la escuela, volcándose a la defensa de causas sociales que aparecen
como excediendo el ámbito escolar y que en este sentido son concebidas desde una
definición negativizada de “la política”. En estos términos, expone uno de los
miembros del grupo opositor, su retirada de las reuniones:
“...No queríamos perder el tiempo ni que nos miren mal por haber
estado ahí. (Podrían) decir “mirá este quilombero, vino a hacer quilombo
a la escuela”. Entonces no, basta. Me dedico a lo que es mío, sigo
colaborando con lo que vengo colaborando hace años… y tal vez si en
algún momento dejan de ser secretos y separarse... (Joaquín, 17 años).
Pero también el acuerdo de no-intervención de los partidos se dio dentro del
grupo convocante, que condensó la mayor cantidad de militantes, ex militantes y
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simpatizantes políticos9. Se expresó en un “dejar la política fuera” y “no aparatear”,
como una estrategia de auto-preservación grupal frente a la amenaza de sanción por
parte de las autoridades y como forma de evitar los enfrentamientos internos. Sin
embargo, los límites del “hacer política en la escuela” no quedan claros y la
trasgresión de esta pauta es fuente de conflicto interno.
Los jóvenes que conformaron la Comisión Pro-Centro de estudiantes discuten
distintas estrategias tendientes a “limpiar” su imagen. Así lo expresa Fernando, uno
de los miembros de la Comisión:
“Con las marchas y eso yo no estoy de acuerdo. Con las marchas
perdemos... desprestigiamos nuestra imagen ante los alumnos. Porque en
mi grado mismo me dicen: “No, los de la comisión se creen unos Che
Guevara revolucionarios”, y es así la mayoría. A mi me gustaría más ser
del estilo político, ser alguien en el congreso, un funcionario, todo eso...
(...)El Centro de Estudiantes está hecho por hippies, todos son fanáticos
del Che Guevara. Creo yo soy el único al que no le gusta el Che Guevara
ahí. (Ernesto) lleva una remera con el Che Guevara, creo que (Eva)
también y en todas las mochilas todo che, che che. (Dolo) se viste toda
como hippie, igual que (Rochi)... (Romina) es rolinga... y así todos. Y no se
puede conseguir nada así. Para conseguir mayor respeto ante la directora
tenemos que tener buena apariencia, para empezar. Nada de esas
remeras argentinas todas rotas, o negras de Metallica. Si dejamos de
parecer simples estudiantes, nos van a prestar más atención. (...). No
vamos a conseguir nada si nos ven como simples alumnos que molestan
todo el tiempo...” (Fernando, 16 años).
Otra estrategia es intentar mantener un buen promedio académico para confrontar la
idea de que quienes participan del centro de estudiantes son “vagos”, en palabras de
Ernesto:
“...Si, si todo los profesores me conocen. Todos tienen... buena reputación.
No tengo así mala, de vago. El año pasado tuve buen promedio, el mejor
promedio saqué del secundario. No me pueden correr por ese lado. Y es lo
que siempre planteamos nosotros, a los chicos que están en el centro que
por favor no bajen una nota. No te lleves una materia si querés estar en el
centro, porque nos van a correr por ese lado...”. (Ernesto, 17 años)
Los estudiantes de la Comisión adoptaron como estrategia de comunicación con la
dirección, la elaboración de cartas formales, a fin de solicitar los espacios
institucionales para sus actividades. Hacia la segunda mitad del año, éstas se
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Dentro del arco de posibilidades, podemos encontrar militantes, ex militantes y simpatizante del MAS, Movimiento Socialista
de los Trabajadores, Movimiento Popular “20 de diciembre”, Agrupación “Libres del Sur” y partido “Nuevo Morón”.
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volcaron exclusivamente a convocar abiertamente a los estudiantes a unirse al
grupo. Se organizaron festivales, ciclos de cine, charlas, etc. Sin embargo, y por
motivos que quedan abiertos aún a la indagación del campo, no obtuvieron la
convocatoria esperada y el grupo no pudo sumar más miembros durante el ciclo
lectivo 2006.
A MODO DE CONCLUSION
El proyecto de conformación de un Centro de Estudiantes para “El nacional”,
irrumpió la dinámica de la escuela, movilizando a profesores, preceptores, personal
administrativo, directivos y estudiantes a tomar parte en la discusión respecto a su
pertinencia, trayendo nuevamente la experiencia de Centros pasados y avivando
viejos fantasmas en relación a la participación política de los jóvenes. Este proceso
partió del auto-reconocimiento de un grupo de estudiantes como sujetos políticos en
demanda por su derecho a una mayor participación en la toma de decisiones en el
ámbito escolar. Derechos que, por otra parte, son reconocidos desde la legislación
nacional y provincial. Sin embargo, la discusión por la democratización de la escuela,
encuentra sus límites en la práctica concreta.
Estos jóvenes estudiantes plantearon un debate político institucional en
relación al campo de construcción de la comunidad educativa, de la que son
excluidos en virtud de su no-igualdad en relación al sistema jerárquico escolar
basado en el conocimiento experto. Existe cierta conceptualizacion de la juventud,
como estado de indefinición entre la heteronomía y la autonomía del mundo adulto, a
partir de la cual se visualiza a los estudiantes como particularmente vulnerables y
susceptibles de manipulación política “externa”. En tanto la demanda por los
derechos sitúa a los estudiantes en el plano social de la confrontación, desde la
institución escolar aparecen visualizados como un factor disruptivo del orden
jerárquico, transgresores de la norma (“kilomberos”), o no adecuados a su función
específica (“vagos, que no quieren estudiar”). Por esta razón, se busca limitar su
práctica. Siguiendo a Batallán, podemos decir que: “... La realización de una
comunidad escolar democrática, al excluir implícitamente a quienes no están en
condiciones de igualdad y derecho, no puede pensarse con las categorías de la
teoría de la democracia, por lo que es preciso profundizar la reflexión sobre su
particularidad...”. (Batallán; 2003:184).
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La crisis de representación de los partidos políticos de masas tiene
connotaciones socio-históricas particulares en nuestro país. En general, esta
marcada por un cuestionamiento a la integridad moral de la clase política, el reiterado
incumplimiento de objetivos programáticos; y la exclusión de grandes sectores de la
población de sus derechos políticos, producto de reiteradas experiencias de gobierno
fallidas
que
produjeron
estallidos
sociales.
Se
extiende
una
concepción
desacreditada de la política, como espacio reservado a una clase dirigente
corrompida que busca acrecentar su riqueza en detrimento de la sociedad civil. En
tanto la demanda de los estudiantes busca articularse a través de una organización
representativa, esta concepción negativa de la política se proyecta sobre ellos.
Desde este punto de vista, “Hacer política” en la escuela puede implicar la
manipulación de los adultos sobre los estudiantes o de estudiantes militantes sobre
independientes, un interés no legítimo por los asuntos propios de la institución o
ganar poder e influencia a costa de otros estudiantes. Estos jóvenes, en cambio,
reivindican la demanda organizada por sus derechos, como forma posible de abrir un
espacio de mayor en la toma de decisiones. Desde la institución, la política aparece
como un ámbito del que los jóvenes deben ser protegidos, en el que todavía no están
aptos para participar. Esto puede relacionarse con la particularidad de la escuela, en
tanto institución históricamente definida por la separación y resguardo de los jóvenes
de entornos sociales problemáticos; pero a su vez como institución encargada de
educar futuros ciudadanos (Batallán y Campanini:2005; Ariès, 1995).
En este caso, vemos operar una doble negación de lo político. Al asociar sus
prácticas organizativas con “la política”, se busca disciplinarlos. En cuanto a que los
estudiantes quedan subsumidos a la lógica jerárquica de la institución, se les niega
toda autonomía para proponer y generar un espacio propio de reflexión y acción, por
lo tanto se los niega también como sujetos de derecho. Como estrategia para evitar
el disciplinamiento, los estudiantes optaron por reunirse por fuera de la institución.
Esta situación de exterioridad también es un argumento deslegitimador por parte de
autoridades y otros estudiantes, en tanto se plantea que sus reclamos aparecen
excediendo el mundo que los constituye como estudiantes. Hasta el momento, no
lograron hallar alternativas de legitimación dentro de la institución, en términos de
una ampliación de la participación a otros estudiantes. Sin embargo, continúan
generando activamente estrategias para alcanzar sus objetivos, intercambiando
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experiencias con estudiantes de otros establecimientos y apropiándose de espacios
institucionales.
Aunque la normativa educativa vigente reconozca a los jóvenes como sujetos
de derecho, este caso particular nos refiere a los límites concretos entre la
enunciación y la puesta en práctica de la misma. En virtud del cumplimiento de la
reglamentación vigente en Provincia de Buenos Aires sobre Centros de Estudiantes,
las autoridades de esta escuela restringen la participación en función de la dificultad
de los jóvenes para generar un espacio autónomo de participación lo suficientemente
amplio como para organizarse en términos de los modelos de democracia
parlamentaria que plantea la resolución; obligándolos a hacerse cargo de un
problema que abarca a la sociedad toda. Tomando los planteos de Emilia Castorina,
podemos plantear que la igualdad jurídica de los jóvenes oculta y disimula la
desigualdad real y efectiva. Y particularmente dentro del sistema capitalista “...Es
este mecanismo de ocultamiento de la desigualdad real por las operaciones de la
igualdad formal lo que requiere y demanda un desplazamiento de lo político por la
política...”. (Castorina; 2004)
Teniendo en cuenta que iniciativas similares se están dando actualmente en
otras escuelas de la zona oeste del Conurbano Bonaerense, con distintas
orientaciones políticas y dinámicas organizativas, plasmadas en la creación dos
coordinadoras de Centros de Estudiantes; se pone en evidencia un resurgimiento de
estas organizaciones como espacios de lucha por la participación de los jóvenes en
el ámbito escolar. ¿Cuál es la naturaleza del protagonismo de las jóvenes
estudiantes, mayoritariamente presentes en este caso, en la re-emergencia de los
Centros de Estudiantes? ¿Cuál es la dimensión histórico-social de este proceso y de
qué manera se expresan en la realidad particular de estas escuelas? ¿Qué factores
inciden en la baja participación de los estudiantes al proyecto de Centro? ¿Cómo
analizar, en virtud de estas cuestiones, las posibilidades de democratización de la
escuela?. Estas son algunas de las preguntas que abren un campo de indagación
propicio para el abordaje desde un enfoque etnográfico, que recupere la perspectiva
de los jóvenes actores sociales.
BIBLIOGRAFÍA
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