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Presentación
Qhapaq Ñan I,
Taller Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico
Desde el año 2000 en adelante se visualizan en la América andina los lugares donde el Tawantinsuyu dejó sus diversos testimonios y un creciente interés por desentrañar el repertorio vial del
Inka, constituyéndose en una línea de investigación que ha aportado al conocimiento de una de
las expresiones culturales que caracterizó al Estado Inka. Esta preocupación analítica arranca
desde la obra fundacional de Regal en Perú, que prosiguen Levillier, Strube Erdmann, Rafino,
Hyslop y una serie de connotados investigadores hasta el presente. A este fecundo trabajo se
sumó en 2001 el Proyecto Qhapaq Ñan, que impulsara Perú y que sumó a Colombia, Ecuador,
Bolivia, Argentina y Chile, logrando conjuntamente en 2014 la nominación del Camino Principal
Andino como Patrimonio Mundial por parte de la
UNESCO.
No obstante, y junto con los alcances críticos que han emanado desde la academia, apreciamos
también una omisión de la esfera investigativa del camino en este proyecto, en prácticamente
todos los países referidos.1 Por otro lado, se observa que los conceptos y los criterios para registrar, estudiar e interpretar esta clase de evidencias varían de acuerdo al enfoque analítico de
cada investigador o de los objetivos de un proyecto en particular, no siendo muchas veces el
centro de la focalización analítica. De igual forma, no existía el conocimiento entre los investigadores sudamericanos sobre cuáles eran las características viales especíicas, variabilidades y
probables signiicaciones del conjunto vial andino. Esto redundaba en la falta de una instancia
académica, independiente, que congregara a los especialistas que investigan el Qhapaq Ñan
para presentar sus trabajos y exponer sus problemas.
A raíz de lo señalado, en un colectivo de colegas del subcontinente surgió la necesidad de implementar un encuentro internacional, tipo taller, que acogiera estas inquietudes. Así, en 2014
se formó un Comité Organizador compuesto por diez miembros de Ecuador, Perú, Bolivia,
Argentina y Chile, quienes precisaron los criterios para deinir a los invitados (trayectoria y especialización en el tema), la orgánica del taller y sus objetivos. Como Chile fue el gestor inicial
del evento, este inalmente se realizó los días 23 al 26 de marzo de 2015 en San Pedro de
Atacama, denominándose “Qhapaq Ñan I, Taller Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico”.
Contó con 25 expositores de los seis países que formaron parte del otrora Tawantinsuyu, como
también con 45 asistentes provenientes de Perú, Argentina y Chile.
1 Excepción al respecto lo constituye el Ministerio de Cultura de Perú, que desarrolla trabajos permanentes de investigación, conservación y educación en torno al Qhapaq Ñan peruano, con la participación de las comunidades locales.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
El taller tuvo el patrocinio del Museo Chileno de Arte Precolombino, la Universidad Arturo Prat,
la Universidad Católica del Norte, la Universidad Nacional de Salta, el Instituto Francés de
Estudios Andinos, el Programa de Postgrado en Antropología de la Universidad Católica del
Norte y Universidad de Tarapacá, y del Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto
de la Universidad de Tarapacá. Los departamentos de antropología de la Universidad de Chile
y de la Universidad de Tarapacá, la Sociedad Chilena de Arqueología y la revista Inka Llaqta
apoyaron igualmente el taller. Además, colaboraron las secretarias técnicas del Proyecto Qhapaq
Ñan del Ministerio de Cultura de Perú y de la Universidad de Nariño de Colombia.
La reunión puso de maniiesto la importancia de la comunicación directa entre los estudiosos del
camino, junto con la necesidad de conocer sus avances investigativos, discutiéndose aspectos
teóricos, metodológicos e interpretativos. La ordenación de las mesas por países permitió que
todos los participantes tuvieran un panorama global tanto del Qhapaq Ñan como de sus características esenciales. También se generó el último día una instancia donde se compartieron
ideas y experiencias de campo, concurriendo ponentes y asistentes a distintos puntos del camino
inka en el Alto Loa.
En consecuencia, consideramos relevante la realización del taller, ya que concentró el quehacer
investigativo arqueológico en torno el tema, destacándose como un deinido objeto de estudio
dentro de la llamada arqueología vial, pero que no se encuentra ajeno a la ocupación inkaica
de un territorio. En este proceso se destacó que las poblaciones locales no son pasivas y que los
inkas ocuparon rutas preexistentes, en conjunto con la implementación de nuevos caminos. En
segundo término, se obtuvo un actualizado estado del arte sobre el particular, dando cuenta de
problemáticas globales e individuales. En tercer lugar, se trazaron algunas temáticas a tratar en
futuras versiones del taller. Por último, se logró “unidad en la diversidad”, siendo posible delinear
las singularidades de una comunidad cientíica que comenzó a fortalecerse en las jornadas de
trabajo y en las variadas actividades de camaradería. Asimismo, se acordó que los trabajos
expuestos fueran sometidos a un proceso de revisión por pares caliicados. Este propósito se
cumple con la presente edición a modo de actas del taller, las cuales comprenden los dos volúmenes de 2017 del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino.
El encuentro fue dedicado a la memoria y obra del colega argentino Ángel Amilcar Alberto
Manzo, uno de los impulsores del taller y miembro del Comité Organizador, fallecido repentinamente a ines de septiembre de 2014. En el ámbito de los reconocimientos, por unanimidad
el Comité Organizador realizó un homenaje al colega argentino Dr. J. Roberto Bárcena el día
24 de marzo, por sus importantes trabajos dedicados por más de 40 años al conocimiento del
camino inka en Argentina, cuyos detalles se presentan a continuación.
José Berenguer, Carlos González, Cecilia Sanhueza, Christian Vitry
Palabras en homenaje al Dr. Joaquín Roberto Bárcena
(San Pedro de Atacama, 24 de marzo de 2015)
Tengo el honor de introducir algunas palabras para el merecido homenaje que la Comisión
Organizadora del Taller Qhapaq Ñan I ha decidido otorgar en mérito a la trayectoria y en
reconocimiento por sus aportes a la arqueología inka al Dr. Joaquín Roberto Bárcena.
Esta ceremonia reconoce en forma simbólica, pero con la más alta investidura, la labor de este
arqueólogo radicado en Mendoza, que en las últimas décadas recibió el reconocimiento explícito
del sistema cientíico de nuestro país y de países vecinos por la labor investigativa de toda una
vida que, afortunadamente, ha podido cumplir con los postulados que sostienen el quehacer
cientíico: la investigación con intachable ética profesional y la formación de recursos humanos.
Asimismo, el Dr. Bárcena ha servido de espejo, sostén y progreso para varios discípulos, alumnos
y colegas que lo han imitado, con lo cual ha venido ya siendo tributado, si tomamos la frase de
Concepción Arenal: “El mejor homenaje que puede tributarse a una buena persona es imitarla”.
Antes de comenzar a detallar solo algunos aspectos de la prolíica actividad del Dr. Roberto
Bárcena, quiero destacar que cuando en primera instancia Ángel Alberto Manzo le sugirió la
posibilidad de un homenaje y cuando posteriormente yo hice lo propio, comunicándole la decisión tomada por los colegas y referentes chilenos, expresó que lo agradecía ininitamente, pero
que –por supuesto, como era esperable en él– no se sentía merecedor de tamaña distinción por
considerar que sus productos cientíicos habían sido intensos, por cierto, pero no más de los
que también han realizado varios de los colegas que están aquí presentes. Aún así, haciendo
uso de su aplomado criterio y tratando de “ponerlo en su justo lugar”, como él mismo diría, me
comunicó la orgullosa aceptación a la distinción a la que hoy estamos asistiendo.
Comentábamos y esperábamos junto a colegas argentinos y, fundamentalmente con Carlos
González, que Bárcena no tomara el homenaje como un reconocimiento que le era conferido
por haber llegado al inal de su trayectoria como investigador, o que el mismo le signiicara
una despedida de la actividad. Por el contrario, esta distinción debe ser un reconocimiento al
mérito de sus prolíicas acciones y una distinción por haber desarrollado una labor profesional
comprometida en todo sentido con el quehacer de la ciencia arqueológica, que aún tiene enorme
potencial para el futuro. Lo mejor seguramente está por venir.
Debido a los aconteceres personales y en relación con la salud del Dr. Bárcena, damos por
descontada su pronta sanación, ya que conocemos algo de la inquebrantable fortaleza física.
Para ilustrarla, solo basta contar un dato a manera de anécdota que quizás no todos conozcan:
Roberto no solo usa medios convencionales de transporte, sino que elige también los más extremos. Desde hace años y hasta la actualidad, recorre con su cuatriciclo todos y cada uno de
los rincones de la cordillera muestreados en las áreas de sus proyectos, y en una de sus últimas
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
campañas, llegó a Mendoza algo dolorido en una de sus extremidades, sin haberse dado cuenta
de que tenía ni más ni menos que una fractura que le había propinado el áspero y farragoso
terreno que había prospectado; quizás ello resuma nuestro optimismo por su rápida recuperación.
Saliendo de esta informalidad, yo creo que para Roberto será doblemente gratiicante recibir
esta distinción en un marco como el del Taller Qhapaq Ñan I, donde están representadas todas
las voces de quienes se han acercado a este costal tan relevante de la arqueología andina,
como son los estudios inkaicos.
En lo que a mí concierne, cuando el Comité Organizador me delegó esta tarea comencé a pensar
cómo abordarla, porque signiicaba en lo personal una doble responsabilidad: la de dejar de lado
las subjetividades propias de la amistad y compañerismo que me unen a Roberto, para así juzgar
lo que realmente se debe juzgar; y por otra, elegir correctamente si era conveniente valorar las
actividades de la vida profesional repasando sus encomiables actividades o exponer lo que signiica
Bárcena como persona en los diversos contextos en los que ha actuado o se ha desempeñado.
Siguiendo lo que Roberto creo que querrá –y espero no equivocarme en ello– es que he optado
por la primera, apoyándome en sus trabajos como investigador, como gestor cientíico, como
docente o como arqueólogo; dimensiones que, en deinitiva, siempre primaron en el espíritu
de este homenaje. No obstante, inyectaré por supuesto algunos rasgos de su conducta que son
realmente difíciles de separar de su actividad profesional.
En primer término, permítanme excusarme por sintetizar las actividades cientíicas y de docente
investigador universitario del Dr. Bárcena, pero las mismas son demasiado extensas (casi 100
páginas); resumir su actuación profesional nos llevaría realmente más tiempo del que tenemos,
de manera que con su anuencia enumeraré solo las que a mi criterio han sido las más relevantes
de su vasta trayectoria.
Roberto Joaquín Bárcena nació en Lomas de Zamora (Buenos Aires) un 12 de octubre de 1944,
pero a temprana edad se trasladó junto a su familia a la Provincia de Mendoza y allí desarrolló
sus actividades iniciales de escolaridad. En la etapa secundaria de su formación, obtuvo los
títulos de Operador Radiotelegraista (Escuela Nacional de Educación Técnica Ing. Pablo Nogués,
Consejo Nacional de Educación Técnica), en 1962, y de Bachiller y Agricultor Enólogo (Liceo
Agrícola y Enológico D. F. Sarmiento, Universidad Nacional de Cuyo), en 1963.
Sus primeros pasos universitarios los da en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Cuyo, obteniendo los grados de Profesor y Licenciado en Historia en el año 1974,
ambos con el mejor promedio de la promoción. Posteriormente, en el año 1998, obtiene el grado
de Doctor en Geografía e Historia, especialidad Prehistoria (Apto cum laude, por unanimidad del
jurado) en la Facultad de Geografía e Historia, Universidad Nacional de Educación a Distancia
de Madrid, España. Su tesis –como no podía ser de otra manera– se tituló: “La dominación
Homenaje al Dr. Joaquín Roberto Bárcena
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Dr. Joaquín Roberto Bárcena.
incaica en el extremo austral oriental del Tawantinsuyu: estrategias del dominio inka en Cuyo”,
bajo la dirección del reconocido investigador paleolitista Dr. Eduardo Ripoll Perelló.
Desde el año 1999, ocupa el cargo de Investigador Principal del Consejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y Tecnológicas (CONICET) y ha sido además Director del Instituto de Ciencias
Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA) del CONICET en Mendoza, posición que desde el año
2005 ha obtenido por concursos nacionales abiertos, con dictámenes unánimes del jurado.
Sin embargo, debemos resaltar que su cargo de mayor gravitación para el sistema cientíico
nacional lo ejecutó hasta hace muy poco tiempo, cuando fuera designado como Director del
Centro Cientíico Tecnológico
CONICET-Mendoza,
por unanimidad por el Consejo Directivo del
citado centro para el período 2010-2012 y luego durante el ciclo 2012-2014, desarrollando
una prolíica performance, que en este caso beneició a las diversas disciplinas cientíicas que
desarrolla el
CCT
de esta provincia cuyana.
Entre otras actividades, el Dr. Bárcena se ha desarrollado además como Jefe del Grupo de
Antropología,
INCIHUSA-CONICET
(2005-2015), Asesor Honorario de la Comisión Nacional de
Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, Asesor Cientíico Honorario del Programa
Qhapaq Ñan Camino Principal Andino en la Ex Secretaría de Cultura de la Nación (devenido
hoy en Ministerio de Cultura de la Nación), Coordinador Cientíico del Programa Qhapaq Ñan
Camino Principal Andino de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Mendoza, Miembro
correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, Miembro de Número de la Junta de
Estudios Históricos de Mendoza, Miembro correspondiente de la Reial Acadèmia de Bones
Lletres (Barcelona, España), por solo citar algunos de los más relevantes.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Su profusa actividad docente le valió alcanzar la jerarquía de Profesor Titular Efectivo de Arqueología
Prehistórica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza,
casa de altos estudios en la que también está dejando su impronta como Director del Instituto de
Arqueología y Etnología desde el año 2011 hasta la actualidad. Ha sido asimismo consultor de
distintas universidades nacionales e internacionales y alcanzó el grado honorario de Profesor
Extraordinario, en la categoría de Profesor Visitante, de la Universidad Nacional de La Rioja.
Igualmente, ha obtenido numerosas becas de investigación en el país y en el extranjero, entre
las que destacan:
- Subsidio del Programa Nacional para la movilidad de profesores de universidad e investigadores españoles y extranjeros. Concedido en concurso internacional abierto por la Secretaría de
Estado de Universidades e Investigación (Dirección General de Universidades) del Ministerio
de Educación y Ciencia de España (abril de 2005).
- Beca (desplazamiento y alojamiento) de la Universidad Internacional de Andalucía, Sede
Iberoamericana Santa María de La Rábida, para realizar la II Maestría en Conservación del
Patrimonio. La Rábida (febrero de 2003).
- Becario ad honorem del Instituto de Cooperación Iberoamericana (1985).
- Becario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo para realizar el Seminario de posgrado sobre “Las Crónicas de Indias”. Sevilla (1984).
- Becario de la misma universidad para realizar el Seminario de posgrado “Metodología de la
investigación en arte parietal prehistórico”. Palacio de la Magdalena, Santander (junio de 1984).
También ha sido merecedor de numerosas becas nacionales e internacionales otorgadas por el
Concejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y Tecnológicas.
En lo relativo a las actividades editoriales, ha ejercido la Dirección y Edición de Xama (Unidad
de Antropología,
INCIHUSA, CRICYT),
publicación categoría 1 (Latindex); y también de Anales de
Arqueología y Etnología (IAE, Facultad de Filosoia y Letras de la UNCuyo) (1997-2000) (20112015), incorporada al Núcleo de Publicaciones Cientíicas,
CAICYT-CONICET.
Ha sido presidente de los dos últimos Congresos Nacionales de Arqueología Argentina en Mendoza, en el mes de octubre del año 2010 y en La Rioja durante el mes de abril del año 2013.
La profesión le ha permitido colaborar además en actividades altamente sensibles relacionadas
con la defensa de los Derechos Humanos, al ser convocado por el Juzgado de Garantías Nº 5
del Poder Judicial de la Provincia de Mendoza, para la búsqueda de personas desaparecidas
durante la última dictadura militar, utilizando metodologías arqueológicas en relación con las
aplicaciones de la Antropología Forense. Asimismo ha incursionado en el campo de la arqueología contractual, en el que desarrolló algunas experiencias sobre la evaluación de impacto sobre
bienes culturales, medidas de mitigación y/o rescate arqueológico en áreas limítrofes entre las
Provincias de San Juan y Mendoza.
Homenaje al Dr. Joaquín Roberto Bárcena
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Ha sido galardonado con los siguientes premios y distinciones:
- Premio Cumbres de América (Cultura). Municipalidad de Las Heras (Mendoza, 20 de sept.
de 2001).
- Mención especial libro mejor impreso y editado en la Argentina bienio 1998-1999; categoría
obras de estudio y consulta, por Arqueología de Mendoza: las dataciones absolutas y sus
alcance. Cámara Argentina de Publicaciones (Buenos Aires, 17 de mayo de 2000).
- Premio Academia Nacional de la Historia. Medalla de oro al egresado con mayor promedio
en Historia Argentina y Americana de la Carrera de Historia de la Universidad Nacional de
Cuyo (y mejor egresado de la promoción. Buenos Aires, 1974).
Fue también distinguido e incorporado por sus relevantes actividades como:
- Académico correspondiente en la provincia de Mendoza de la Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires, 11 de noviembre de 1997). Disertación de incorporación: “Arqueología,
historia y patrimonio cultural” (Buenos Aires, 14 de agosto de 2001).
- Académico correspondiente en Mendoza de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona,
España (Barcelona, 14 de enero de 1999).
- Académico de número de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza (Mendoza, 4 de diciembre de 1998). Disertación de incorporación: Arqueología e Historia: la indagación cientíica
en los límites del registro arqueológico y de la documentación histórica (Mendoza, 24 de
septiembre de 1999).
Asimismo, fue consultado, por su experticia profesional, por diversos organismos vinculados a
la Defensa y Protección del Patrimonio Arqueológico de las Provincias del Nuevo Cuyo, Parques
Nacionales y Parques Provinciales, como las acciones desarrolladas en el Parque Provincial
Aconcagua del Noroeste de Mendoza, por solo citar uno entre tantos casos.
Dentro de la producción cientíica, posee más de 100 artículos (entre libros, publicaciones
cientíicas y de divulgación masiva) en diversos órganos de publicación nacional e internacional, que comprenden todas las etapas de la prehistoria regional del área cuyana, abarcando
los estudios de las primeras ocupaciones humanas, la época de dominación inka, las primeras
fundaciones hispánicas o la arqueología de templos eclesiásticos de épocas republicanas. En
este ítem, su último capítulo de libro en prensa y próximo a ser editado es: “Qhapaq Ñan:
Andean road system through the Collasuyu to the end of the Tawantinsuyu”, en The great Inka
road engineering an Empire, R. Matos, Comp.; S. Barrows, ed. Washington: National Museum
of the American Indian, Smithsonian.
Quiero destacar que a partir de la década de los noventa comenzó a publicar obras de singular
relevancia, como la edición de Arqueología de Mendoza: las dataciones absolutas y sus alcance, un libro que, en mi opinión, es altamente recomendable para cualquier profesional de la
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
arqueología. En tal obra, Bárcena plasma con claridad sus actividades arqueológicas en diversos
momentos de la prehistoria cuyana, contrastando el registro arqueológico con experimentación
de los fechados radiocarbónicos y por termoluminiscencia por él efectuados. El resultado devino
en un excelente tratado referencial sobre los alcances y limitaciones teóricas, metodológicas y
técnicas de las mediciones isotópicas con ines cronológicos aplicados en arqueología.
Entre sus contribuciones a la dominación inkaica en la Argentina, rescatamos el tratamiento de
una perspectiva ampliamente comprensiva desde lo espacial, que comprende las tierras altas
y bajas del Centro-oeste Argentino (COA) y también la porción más meridional del Noroeste
Argentino (NOA), en los que prospectó y excavó sitios imperiales y de las poblaciones locales
relacionados con estos últimos.
Sus estudios analíticos sobre materiales en registros artefactuales de altura y sobre la funcionalidad de los tambos en la provincia de Mendoza, así como el registro y excavación de sitios
en la cordillera riojana solo han sido superados por el redescubrimiento y por sus importantes
aportes acerca del notable sitio Paso del Lamar, ámbito donde el Inka exteriorizó su poder a
través de una arquitectura que comprende elementos semejantes a los sitios más conspicuos
ubicados en el Kollasuyu.
Sobre la organización de eventos acerca de la problemática inka, Bárcena fue uno de los miembros fundadores del Simposio Tawantinsuyu, que a partir del Congreso Nacional de Arqueología
Argentina realizado en Córdoba en el año 1999, se convirtió en un verdadero “clásico”, con
numerosas participaciones de colegas tanto del medio nacional, como de países vecinos y de
alejadas latitudes. Con ahínco y un encomiable espíritu ordenativo, participa de las coordinaciones
y organización del citado evento en los congresos nacionales argentinos. En varias ocasiones
y aun hasta estos días, le ha cabido a nuestro homenajeado la no menos compleja tarea de
edición y publicación de los resultados de las reuniones, siempre lográndolo de manera exitosa.
Para resumir, podemos decir que se le otorga la distinción a un excelente arqueólogo, de permanente actualización, de incansable actividad, un gran estratega y planiicador, muy sistemático
y organizado. Un individuo irme en sus proyectos y de sólidas convicciones, con grandes cualidades de liderazgo, seguro de sus acciones y, por sobre todas las cosas, una persona que se
ha distinguido por la ética, la alta responsabilidad en cada una de sus intervenciones y por su
palabra. Siempre ha mirado frontalmente a la vida. Nunca ha aguantado desplantes, agravios,
calumnias u ofensas para él o para su equipo de investigación, a cuyos miembros además siempre
les ha permitido ascender en la medida en que realicen los méritos pertinentes.
Sergio Martin*
* Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Profesor adjunto de Antropología Social y Cultural
FCAd, Universidad Nacional de Entre Ríos.
BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, No 1, 2017, pp. 15-34, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
ARQUEOLOGÍA VIAL DEL QHAPAQ ÑAN EN SUDAMÉRICA:
ANÁLISIS TEÓRICO, CONCEPTOS Y DEFINICIONES
ROAD ARCHAEOLOGY OF THE QHAPAQ ÑAN IN SOUTH AMERICA:
THEORETICAL ANALYSIS, CONCEPTS AND DEFINITIONS
CARLOS GONZÁLEZ GODOYA
Se presentan y discuten determinados antecedentes de la
investigación arqueológica contemporánea del Qhapaq Ñan
en Sudamérica, fundamentalmente referida a la temática de
la vialidad. Asimismo, se exponen las deiniciones en torno a
qué entendemos conceptualmente por un camino arqueológico. Por último, se analizan algunos criterios clasiicatorios
de los caminos inkaicos, profundizando en sus implicancias
arqueológicas.
Palabras clave: Qhapaq Ñan, Camino del Inka, arqueología
vial, Tawantinsuyu.
his paper is a presentation and discussion of data regarding
contemporary archaeological research of the Qhapaq Ñam in
South America, mainly focused on paths and roads. It also
includes deinitions on what is a road in archaeological terms.
Finally, there is an analysis on Inka road classiication criteria,
deeply focused on archaeological implications.
Keywords: Qhapaq Ñan, Inka Trail, road archaeology,
Tawantinsuyu.
A
INTRODUCCIÓN
Desde 2004 emprendimos el estudio sistemático de la
vialidad inkaica en la Región de Atacama, Chile. Debido a este quehacer investigativo (González 2007, 2013;
Westfall & González 2009; González & Castells 2010;
González & Westfall 2010), surgieron algunas interrogantes epistemológicas referidas al estudio del Qhapaq
Ñan, que no eran respondidas, según nosotros, por la
obra esencial de Hyslop (1984, 1992, 2014). Así, nos
preocupaba comprender cómo los supuestos teóricos
eran contrastados con datos arqueológicos especíicos al
pesquisar algún tramo del camino inka en la Sudamérica
andina y, por ende, en Chile.1 De igual modo, nos interesaba entender cómo este proceso analítico derivaba
en la formulación de explicaciones e interpretaciones
de un discurso, en nuestro caso del Tawantinsuyu en
general y del Qhapaq Ñan en particular.
Este panorama acrecienta sus dudas por las aún
escasas discusiones teóricas desde la arqueología sobre
el Camino del Inka en Sudamérica. No obstante, se
encuentran importantes precedentes en este sentido,
tanto en obras monográicas como globales (ocupación inka de un territorio). En Chile se reconocen los
alcances metodológicos de Niemeyer y Rivera (1983),
Carlos González Godoy, Instituto de Investigación en Ciencias Sociales y Educación, Universidad de Atacama, Copiapó, Chile,
email: carlos.gonzalez@uda.cl
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: junio 2016.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
los usos históricos del camino identiicado por Lynch
(1995-1996), los aportes teóricos y metodológicos de
Berenguer et al. (2005, 2011a) y de Castro et al. (2004),
que analizan algunos tramos en el Norte Grande.
Asimismo, destacan el trabajo de Muñoz y Chacama
(2006) en los Altos de Arica, de Santoro et al. (2010) en
el extremo norte de Chile y de Castro y Varela (2000)
en el Loa superior. También son relevantes los artículos
monográicos de Uribe y Cabello (2005), Uribe y Urbina
(2009), como de Méndez (2007), en torno al estudio
de cerámica, arquitectura y lítica del camino inka del
Alto Loa. Por su parte, Zori y Urbina (2014) entregan
algunas vinculaciones de la red vial inka con el sitio
Tarapacá Viejo. A su vez, Sanhueza (2002, 2004, 2012)
visibiliza el papel de los hitos camineros (sayhuas) en la
creación de paisajes inkaizados en un espacio la Región
de Antofagasta. En tanto que, Garrido (2016) y Pavlovic
et al. (2012) contribuyen a la discusión, al igual que la
línea de investigación desarrollada por Stehberg (1995).
A la par, se conocen las propuestas de Jenkins
(2001) y Matsumoto (2008) para analizar el camino, a
las que no adherimos por su determinismo. En tanto, en
Sudamérica sobresalen en la problemática las síntesis de
Raino (1981: 201-240), López (2014), Lumbreras (2014),
Matos (2015), Matos y Barreiro (2015) y los trabajos
de difusión de Berenguer et al. (2011b), así como el de
Sanhueza et al. (2011). De la misma manera, se registran las contribuciones metodológicas para el camino
de López (2013), Juillard (2007, 2009) y Casaverde y
López (2009, 2010); estos últimos identiican también
estructuras ortogonales del camino (Casaverde & López
2013). En Argentina se distinguen las especiicaciones
teóricas y metodológicas de Raino (1981), Vitry (2000,
2004, 2007), Moralejo (2011) y Moralejo y Gobbo
(2015), para el tratamiento del camino en el Noroeste
Argentino. A ello se agrega el estudio de Fernández Do
Rio y Ochoa (2010) en la Quebrada de Humahuaca.
Del mismo modo, en el centro oeste argentino están
los trabajos sistemáticos de Bárcena (1993-1998, 2002;
por mencionar algunas de sus obras), García (2011) y
Martin (2010, 2015a, 2015b).
En Perú se cuentan las investigaciones de Matos
en Junín (1992); Coello (2000) en San Damián; Kendall
(2000) en Ollantaytambo; las relexiones geográicas
inkaicas de Saintenoy (2013) desde un camino del
Apurimac; las aportaciones de Amado (2015a [2014],
2015b [2014]) en Cusco; Astuhuamán (2010) en la Sierra
de Piura; Serrudo (2002, 2010) en Taparaku y Haytara;
Ordóñez (2013) en el tramo de Huánuco Pampa a Taparaco; Cavero (2014) en Ayacucho; Casaverde (2015)
en el valle medio de Cañete; Julien (2012) y Pino (2016)
analizando el camino del Chinchaysuyu y las observaciones
de Chacaltana (2010) acerca del rol de los tambos. Junto
a lo señalado, se encuentra el trabajo de Topic y Topic
(2013) en relación con las redes y rutas preinkaicas del
norte del Perú; la redeinición del término kallanka de
Barraza (2010) y su vínculo con los tampus y los detalles de Bar (2013), referidos a la afectación histórica de
los caminos prehispánicos. Signiicativos son también
los numerosos informes del Proyecto Qhapaq Ñan del
Ministerio de Cultura de Perú.
En Bolivia destacan los aportes de Avilés (2008),
Ballivián et al. (2012), Gutiérrez (2005, 2012), Michel
(2011), Michel y Ballivián (2013) y Coben (2010). En
Cochabamba, Sánchez (2012) trata la visualidad informativa del camino y, en el sur de Bolivia, Manzo et al.
(2011) correlacionan actividades con características
formales de los restos inmuebles del camino. En Lípez,
Nielsen et al. (2006) deinen el trazado del Qhapaq Ñan
y su incursión hacia Chile, discutiendo sobre circulación
de bienes y prácticas rituales camineras. Valga señalar
la investigación de Erickson (2000) en Bolivia, desde la
teoría vial, aunque no abarca el camino inka. Por último, en Ecuador iguran los trabajos de Fresco (2004),
Hocquenghem et al. (2009), Sistrunk (2010), Almeida
(2015) y el estudio de caminos antiguos de Lippi (2000)
en el Pichincha Occidental.
Aun considerando estas investigaciones y los crecientes registros arqueológicos del camino en Sudamérica,
observamos todavía una indeinición conceptual y el
uso por convención de ciertos términos –p. e., tambos
y chasquiwasis–, dando cuenta, desde nuestro punto
de vista, de un tema no tratado adecuadamente en el
proceso investigativo del Qhapaq Ñan.2 A raíz de esta
situación, consideramos que la nomenclatura existente
sobre el sistema vial inka es más funcional que deinitoria, con una fuerte incidencia del enfoque historicista
(sensu McEwan 2006). Esto se une a la falta de discusión
sobre qué se entiende por un camino arqueológico, como
también respecto a la conceptualización teórica de la
totalidad de los componentes arqueológicos del Qhapaq
Ñan, problemática que analizaremos en futuros trabajos.
Por consiguiente, en este ensayo se presentan y
discuten, sucintamente, determinados antecedentes
terminológicos de la investigación arqueológica contemporánea del Qhapaq Ñan en Sudamérica. Igualmente,
Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González
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se exponen y analizan las deiniciones en torno a qué
comprendemos por un camino arqueológico, detallando
algunos aspectos clasiicatorios de los caminos inkas, en
la dirección de aportar a una arqueología vial del Qhapaq
Ñan desde el ámbito teórico y conceptual.
¿QUÉ ES UN CAMINO ARQUEOLÓGICO?
Como señalamos, la explicitación sobre qué se conceptualiza cuando se alude a un camino arqueológico
corresponde a una faceta poco tratada en la literatura
especializada en Sudamérica, salvo por destacados trabajos orientados a expresiones viales preferentemente
prehispánicas e inkas (Hyslop 1984; Schreiber 1984,
1991; Oyuela 1990; Beck 1991; Wallace 1991; Cardale
de Schrimpf 1996; Cardale de Schrimpf 2000; Erickson
2000; Herrera 2000; Lippi 2000; Vitry 2000, 2004, 2007;
Castro 2004; Castro et al. 2004; Fresco 2004; Isbell &
Vraninch 2004; Berenguer et al. 2005; Botero 2006,
2007, 2008; Avilés 2008; Pimentel 2008; Sánchez 2008;
Juillard 2009; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011; Rivera
2011; entre otros). Concomitantemente, encontramos
estudios dedicados al tráico caravanero (Núñez 1976;
Núñez & Dillehay 1995 [1979]; Nielsen 1997; Núñez
& Nielsen 2011; entre otros), que también aportan a la
problemática de la vialidad prehispánica.
Siguiendo estos textos, es factible desarrollar una
línea de entendimiento sobre la vialidad, comenzando
desde las expresiones materiales de las rutas. En esta
perspectiva, en un estudio de caminos arqueológicos de
Colombia se menciona que una senda, trocha o vereda
se origina primero como la expresión morfológica de
una huella, “producida por el desgaste erosivo del suelo,
en respuesta al continuo tránsito, ya sea del hombre
o de animales, por una franja de camino determinada. La presencia de un móvil, a través de una huella
física, introduce el concepto de vía de comunicación”
(Correa 2000: 32).
En una dirección similar, se indica que las sendas
pedestres de las rutas tradicionales de los Andes ecuatorianos, conocidas como chaqui ñan o camino de pie
(Lippi 2016, comunicación personal), son formadas por
el paso reiterativo de viajeros y animales (Fresco 2004:
20). Dentro de ellas están los culuncos (Lippi 2000),
nombre de las zanjas o trincheras profundas, angostas y
erosionadas, de data preinkaica (ig. 1), implementadas
por los Yumbos o culturas más antiguas y reutilizadas,
Figura 1. Ejemplo de “culunco” ecuatoriano. Parque arqueológico
y ecológico Rumipamba, Quito, Ecuador (fotografía de Dinora
Vergara, 2013). Figure 1. Example of an Ecuadorian “culunco”.
Rumipamba Archaelogical and Ecological Park, Quito, Ecuador
(photo by Dinora Vergara, 2013).
probablemente, en el marco del Ingañan (Lippi 2016,
comunicación personal); evidencias que se suman al
reconocido Qhapaq Ñan ecuatoriano (Hyslop 1984:
19-36; Fresco 2004; entre otros). Esto es importante
de considerar, porque en el contexto del camino inka
una senda constituye una vía de comunicación y una
expresión física no menor dentro de este sistema vial,
como lo corroboran Berenguer et al. (2005) en el Alto
Loa, Chile, y como lo comprobamos en un extenso
tramo del desierto meridional de Atacama (González
2007) (igs. 2 y 3).
Si bien en Chile apreciamos una conceptualización
inicial sobre los caminos inkaicos (Castro et al. 2004;
Berenguer et al. 2005), en Colombia, ante la convivencia
de caminos prehispánicos e históricos, Botero sostiene
que existen vaguedades sobre el término camino:
El concepto mismo de camino, vía de comunicación, ruta,
trocha o sendero, toma muy distintas connotaciones, no sólo
en cada uno de los autores sino a lo largo de los mismos
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Figura 2. Senda del Camino Inka en dirección al sureste. Pampa del Carrizo, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2012).
Figure 2. Path of the Inka Trail, toward the Southeast. Pampa del Carrizo, Atacama Region (photo by C. González, 2012).
Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González
Figura 3. Senda del Camino Inka en cerro Indio Muerto, El
Salvador, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2004).
Figure 3. Path of the Inka Trail in cerro Indio Muerto, El Salvador,
Atacama Region (photo by C. González, 2004).
textos; en general, estas palabras y categorías se utilizan como
sinónimos –cuyo uso, la mayoría de las veces, es valorativo
y no descriptivo–, y prácticamente en ningún caso se realiza
una deinición explícita de ellas (Botero 2006: 267).
Para el desierto de Atacama se menciona un tipo
de camino prehispánico anterior al Inka, los senderos simples y múltiples del tipo rastrillo (Muñoz &
Briones 1996: 55-56). Por otro lado, Berenguer et al.
(2005) fundamentan conceptos como ruta, vía, senda
y sendero, al igual que Casaverde y López (2009, 2010,
2013) en Perú, que deinen segmento, tramo, subtramo,
camino reconocido, trazo de camino y posible ruta de
camino; términos que son utilizados en una guía de
relevamiento caminero (López 2013: 70-72). Previamente, Hyslop (1992: 39-40) reconocía tramos con
elementos constructivos y trazas originales intactos y
tramos únicamente con la traza intacta.
Desde las deiniciones funcionales se ha determinado
que un camino corresponde a una evidencia física, mate-
19
rial, de una ruta de viaje que posibilita la comunicación
entre puntos o áreas de actividad (Trombold 1991: 3).
Realidad innegable, pero que remite un camino solo a
la infraestructura (Argounova-Low 2012: 201) y obvia
su gravitación simbólica, enfatizando una perspectiva
funcionalista. En tanto, otros acercamientos reieren
que la generación de paisajes, entre ellos los caminos
y los senderos, debe ser entendida en el marco de los
sistemas de pensamiento (Erickson 2000: 316-317, en
Sánchez 2008: 38). Complementariamente, se postula
dentro de la teoría caminera que las huellas, las sendas
y los caminos deben ser comprendidos como paisajes
en movimiento (Snead et al. 2009). Con anterioridad
se planteaba, en un trabajo pionero en Chile (Massone
1980: 4), que las redes viales constituían una persistente
trama de vínculos o estructuras de movimientos, con
un extenso rango temporal.
Para Fournier (2006: 27), senderos, caminos y
rutas son una expresión formal que los grupos emplean
para organizar el espacio social desde lo geográico. Más
bien diríamos junto a lo geográico, ya que “lo social” y
“lo espacial” son caras opuestas de una misma moneda
según Berenguer (2004: 20), retroalimentándose mutuamente y deiniendo una dialéctica socioespacial (Pillet
2004: 150). Tomando en cuenta estas consideraciones
sociales de los caminos, concordamos con Erickson
(2000: 17) al señalar que:
Los caminos encauzan y dirigen la actividad humana de una
manera cultural apropiada. Los caminos son “un modelo
de” y “un modelo para” una sociedad, puesto que son un
elemento de la isonomía permanente del ambiente. En
este sentido, los caminos no son un simple “relejo” de las
instituciones sociales, políticas, económicas y culturales sino
que más bien cumplen un papel activo en, la estructura de
la vida diaria de las personas y de los grupos (Tilley 1994;
Ingold 1993; Bender 1998).
A partir de estos postulados, nuestra deinición de camino arqueológico, incluyendo al Qhapaq Ñan, precisa
que un camino de esta naturaleza es:
1. Producto de las prácticas sociales del pasado y posee
una identidad singular; genera interrelaciones y
signiicados sociales, no necesariamente uniformes.
2. Como expresión vial, material e inmueble de las
interacciones humanas, un camino en sus distintas manifestaciones (sendas, senderos y caminos
como tales) es constitutivo de toda sociedad, sin
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
ser exclusivo de una determinada formación sociopolítica (p. e., Estado).
3. Un rasgo lineal, inmueble, superficial –con la
salvedad de los culuncos o los “canalones” colombianos (Cardale de Schrimpff 1996: 9)– y
comúnmente visible de una vía de comunicación
que ha modiicado una franja extensiva de terreno,
contemplando de uno a varios espacios y adquiriendo características monumentales, en términos
de creación signiicativa.
4. Ha sido concebido en un evento –o etapas sucesivas– por una o varias comunidades, relacionadas
con ines políticos, económicos y ceremoniales.
5. En el caso de sucesivos entramados viales, estos traen
consigo la yuxtaposición de diferentes narrativas,
desarrolladas en el marco de paisajes en movimiento
(Snead et al. 2009), que son pluridiscursivos.
6. Conceptualizado como un espacio multidimensional,
un camino interrelaciona continuamente espacios
geográicos, paisajes culturales y entornos sociales
diversos (Manzo et al. 2011: 138-139).
7. Vincula fundamentalmente personas, asentamientos,
actividades y lugares –relacionales, de identidad e
históricos (Augé 2004: 83)–, en tiempo(s) y espacio(s)
determinado(s).3
8. Conecta territorios, posibilita el transporte y la
circulación de bienes y productos, al igual que los
intercambios entre distintas sociedades.
9. Puede representar un instrumento de dominación
en un contexto histórico especíico.
10. Responde a un solo propósito o a un conjunto de
objetivos, manifestando un uso restrictivo o colectivo,
aunque por lo general cumple ines comunitarios
de largo plazo.
11. Como testimonio arqueológico, se presenta habitualmente inactivo. También puede ser ocupado con
posterioridad a su activación inicial, modiicado en
distintas etapas o reutilizado a lo largo del tiempo
en términos de su ruta, especiicando en propie-
dad un itinerario cultural (Suárez-Inclán 2003;
Martorell 2003a, 2003b, 2008; Martínez, G. 2009;
Martínez, C. 2010; Feliú 2011), tal como acontece
con el otrora Qhapaq Ñan en varios lugares de la
Sudamérica andina.4
Asimismo, un camino articula en forma simétrica:
12. Una ruta especíica, deinida secuencial y espacialmente.
13. Las expresiones materiales de una vía: sendas y/o
huellas, senderos y caminos que tienen un carácter
“inherentemente performativo” (Turnbull 2007: 143).
14. La presencia o ausencia de construcciones aledañas,
evidencias muebles diversas, entre otras.
15. El recorrido pedestre sensoexperiencial de las personas
que transitan bajo deinidas pautas culturales –entre
ellas su funcionalidad–, con una particular narrativa
social y en un período limitado de tiempo. Por narrativa entendemos no solo los motivos personales de un
viaje (Argounova-Low 2012: 195-198), sino también
los códigos culturales de un grupo de viajeros y la
información para otros; aspectos difíciles de pesquisar
arqueológicamente en sociedades desaparecidas. Sin
embargo, compartimos el planteamiento de que un
camino sintetiza y dinamiza una concreta narrativa
social espacializada (Turnbull 2002).
Comprendemos un camino arqueológico en un sensu
lato y no moderno, puesto que: “En su acepción ingenieril, se habla de camino cuando ocurre un hecho
constructivo, esto es, la conformación de una banca, una
calzada y un sistema de drenaje” (Correa 2000: 32). De
ahí que nos distanciemos de tipologías deterministas
e interpretativas de rutas informales y formales, y de
las subdivisiones de estas últimas como “caminos” y
“calzadas” (Trombold 1991: 3), que parten de una perspectiva ingenieril y moderna. Para nosotros, un camino
arqueológico engloba distintas manifestaciones de naturaleza vial: senda, senderos y caminos propiamente
tales, diferencias que responden a nociones descriptivas,
de acuerdo a su materialización especíica como vía de
comunicación en términos arqueológicos. En conjunto,
apuntan frecuentemente a un sistema caminero, con sus
particulares denotaciones y connotaciones.
Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González
Concuerdan con lo dicho Botero (2007: 344),
Huiliñir (2015) y Gabelmann (2015). Esta última autora
indica, desde un estudio etnoarqueológico en Bolivia,
que: “Los caminos transitados se presentaron en una
variedad inmensa y poco formalizada” (Gabelmann 2015:
45). Por otra parte, Huiliñir precisa en una investigación
sobre senderos pehuenches en Chile que: “Los caminos
–o rüpü para los pehuenches– constituyen un concepto
global que remite a las redes viales en su conjunto”
(Huiliñir 2015: 62). En esta misma línea, Matos (2015:
12) señala con respecto al Qhapaq Ñan que: “Ñan es
palabra quechua y signiica camino; cualquier tipo de
camino, desde los pequeños senderos, casi imperceptibles,
hasta las vías formales, construidas con alta ingeniería”.
Hyslop (1984: 3) entendía el camino inka desde estas
deiniciones. Retomaremos esta discusión más adelante.
DEFINICIONES Y ALCANCES DEL
CAMINO INKAICO
Esta red de caminos era conocida como Qhapaq Ñan,
Inka Ñan o Jatun Ñan, conceptos quechuas traducidos
como Camino Real, Camino del Inka o Camino Común,
respectivamente (Gonçalez Holguín 2007 [1608]: 120,
148, 280), los cuales se ocupan como términos sinonímicos.5 Ellos pueden englobarse en una denominación
generalizada desde el siglo xvi: Camino del Inka (Pease
2007: 86). Debe su nombre por pertenecerle simbólica y
efectivamente al Sapaq Inka (Çapay Inca çapay apu. El
rey desta tierra; Gonçalez Holguín 2007 [1608]: 77). Su
importancia era tal que: “toda la estructura del Imperio
se apoyaba en esta red de caminos que no tiene réplicas
entre los estados antiguos de la humanidad” (Raino
et al. 2001a: 494). Su funcionamiento se consolidó en
el siglo xv y estaba formada por al menos 23.000 km
(Hyslop 1992: 19), ocupando un gran número de rutas
preexistentes de diversas sociedades andinas y activando
otras. Tradicionalmente se mencionan dentro del Qhapaq
Ñan: “dos rutas principales que tienen una dirección
general N-S; el camino de “La Sierra”, que transcurre
por la cordillera de los Andes, altiplano de Bolivia y
Noroeste Argentino y el de “La Costa”, que lo hace por
el poniente de Los Andes, entre el Océano Pacíico y las
montañas” (Raino et al. 2001a: 494).
En términos funcionales, Dillehay y Netherly (1998
[1988]: 17) especiican que: “Como D’Altroy y Earle (1985),
Hyslop (1984) y Morris (1972) lo han demostrado, las
21
redes camineras guiaron la expansión del estado mediante
la construcción de asentamientos a lo largo de las rutas
por las cuales los recursos eran transportados hacia las
áreas interiores o hacia otras fronteras del estado”; así
se subraya que la infraestructura vial inkaica (caminos
longitudinales, transversales y laterales) permitía, además
de comunicaciones internas expeditas y el transporte
de recursos, una visión integrativa.
Características y clasiicaciones
La iliación inka de un camino es plausible gracias a las
características del trazado y a la asociación con construcciones y materialidad mueble distintiva (Hyslop
1984, 1991: 31-32). Igualmente, se acepta que un camino
inkaico incluye cualquier ruta con o sin formalización
constructiva utilizada en época inka y relacionada con
sitios del Estado inka (Hyslop 1992: 32).
Por nuestra parte, entendemos por ruta el rumbo
o derrota de un viaje (drae 1997: 981), el itinerario
(Berenguer et al. 2005: 14), que puede integrar una o
varias vías de comunicación y tráico, no necesariamente
implementadas en un mismo tiempo. Estas vías, recorridas en forma regular y pedestre, son las expresiones
físicas de la ruta inka, las cuales pueden desglosarse en:
camino –calzada en un sentido lato– (despejado, amojonado, empedrado, etc.; Raino 1981; Hyslop 1984; Vitry
2004; entre otros); senda (huella estrecha formada por el
tránsito de personas y animales) o sendero (generalmente
tropero y marcadamente geomórico; Berenguer et al.
2005: 14); presentándose en distintas combinaciones
dentro del Qhapaq Ñan (Fresco 2004; Berenguer et al.
2005; Juillard 2009; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011;
entre otros). Estas especiicaciones han explicitado la
variabilidad del sistema vial inkaico, pero también se
han destacado estas diferencias por las condiciones
disímiles del terreno andino (McEwan 2006: 115; Regal
2009 [1936]). Si bien constituyen un factor a tomar en
consideración, no representan una condición sine qua
non para sostener las características variables de los
caminos inkas, por su orientación unicausal y logística.
Desde nuestras concepciones, junto con sortear
distintos escenarios geográicos, lo cual es patente, el
Camino del Inka se desenvuelve con los espacios geográicos y los paisajes culturales (sensu Snead et al. 2009),
representando elementos signiicativos para comprender
conceptualmente un territorio y una geografía sagrados
para los inkas (Rostworowski 1986; Schobinger 1986;
22
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Regalado 1996; Van de Gutche 1999; Bauer 2000; Vitry
2000, 2007; Sanhueza 2002, 2004, 2012; Santillana 2012;
Saintenoy 2013; Pino 2016; entre otros); conjunción que
se expresa en el marco de una ritualidad paisajística (Gil
2008), que debe pesquisarse para cada caso. Dentro de
este contexto, y de acuerdo a la acotada duración del
Tawantinsuyu, se comprende que: “la deinición de un
paisaje sagrado era un proceso dinámico, como lo fue
en el valle del Cuzco” (Julien 2012: 157), por lo que el
camino actúa como un instrumento, siguiendo a Julien
(2012: 164), de ingeniería sociopolítica.
A partir de lo anterior, el camino inkaico opera
fundamentalmente para el viajero como un derrotero
simbólico, ritual, experiencial y relacional –en términos
diferenciadores– con las poblaciones locales, constituyéndose también en un símbolo de poder y territorialidad inkaica, junto a sus funciones preeminentes. En
consecuencia, el camino vincula experiencialmente
el mundo fuera del Cusco con el centro del poder del
Tawantinsuyu (Kaulicke 2004: 337). Por eso compartimos
que: “El camino es para ser visto desde fuera y desde
dentro, al pisarlo, al transitarlo, al vivirlo” (Fonseca &
Alonso 2006: 2). Por consiguiente, concebimos el camino
inkaico como un espacio ideológicamente experimentado
(sensu Ananchev 2013).
En la red vial inka se han destacado los caminos
empedrados o pavimentados con piedras y lozas horizontales, debido a las menciones de algunos cronistas
y su alta frecuencia en el núcleo cusqueño (Rowe 1946:
230) y las tierras altas (Nair & Protzen 2015: 216). Sin
embargo, se han registrado en otros sectores de Perú
(López 2013: 95-96), como también en Ecuador (Fresco
2004), Bolivia (Manzo et al. 2011) y, minoritariamente,
en Argentina (Raino 1981, 1991; Vitry 2004) y Chile
(Santoro 1983; Castro 1992; Santoro et al. 2010). Los
caminos empedrados fueron relativamente cortos, con
excepciones, implementándose desde tiempos preinkaicos
en los territorios húmedos (Lumbreras 2014: 35). Con
esta clase de caminos en Perú se encuentran canales
de desagüe o alcantarillas (Rowe 1946: 230; Cavero
2014: 479), presentes también en Ecuador, Bolivia y
Chile (Muñoz & Briones 1996: 57; Jaimes & Gutiérrez
2000: 237; Fresco 2004: 36-37; Avilés 2008: 196-200;
Hocquenghem et al. 2009: 59, 75, 77; Manzo et al. 2011;
Sánchez 2011).6 Otro dato que podemos mencionar, aun
cuando no era una práctica generalizada, es la presencia
de empedrado en tramos cercanos a los núcleos poblacionales (Santoro 1983: 50).
Aparte de las vías con trabajos empedrados en el
Qhapaq Ñan, Hyslop (1984: 225-229, 240-242; 1992:
58-65) reconoce: hileras de postes de madera; hileras
de piedras; sendas en la arena; caminos señalizados por
pilas de piedras; caminos con muros laterales en piedra,
adobe o tapia; caminos con bordes señalizados por hileras simples de piedra; y rutas con trazas despejadas,
con muros de retención y zigzags. Estas expresiones
camineras recorrían y trasponían una serie de accidentes
naturales de la geografía andina, como lo hacían también
puentes y túneles (Rowe 1946: 232-233; hompson &
Murra 1966; Regal 1972; Mellafe 1983; Hyslop 1984:
317-334, 1992: 215-244; Raino et al. 2001b; Raino et
al. 2006; Stehberg & Sotomayor 2012: 103).
Raino (1981: 202-205) presenta una clasiicación
instrumental y descriptiva para los caminos inkaicos de
los Andes del sur, consistente en: despejado; despejado
y amojonado; encerrado por muros (y con graderías);
empedrado; adoquinado (con o sin desagüe); con
taludes; escalonado y con rampas. Vitry (2004) anexa
amojonamiento lateral en llanuras, en cornisas o en
zonas de transición entre llanura y cornisa; muros de
contención o retención, muros de protección; elimina
el adoquinado; incorpora el escalonado con curvas, los
empalmes, drenajes en función del camino (canales
y acequias) y caminos con estructuras asociadas. Se
agregan la calzada sobreelevada o terraplén y las gradas
o zigzagueo (Manzo et al. 2011: 63).
Estas deiniciones se expresan también en combinaciones y particularidades, como lo singulariza Sánchez
(2008: 229) para Cochabamba: “camino airmado de
tierra, camino con borde alzado con uno o dos bordes
de piedra, camino empedrado, camino amurallado,
camino amurallado y empedrado, camino con rampa
en ladera y empedrado, camino con rampa en ladera
y muro lateral, camino empedrado con escalinatas”.
Por su parte, Regal (2009 [1936]) reconocía las
variabilidades del camino por el propósito de acortar
distancias y atravesar accidentes geográicos, destacando el trazado en línea recta como rasgo principal.
Generalmente se destaca la existencia de caminos y
senderos, argumentando que el Inka los utilizó como
expresiones físicas para deinir su vialidad, “y en muchos
casos la misma ruta varía desde un camino formalmente
construido a un simple sendero dentro de unos pocos
kilómetros” (Hyslop 1991: 29) (igs. 4, 5, 6 y 7).
Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González
23
De vías formales e informales a caminos
principales y secundarios
Desde las especiicaciones tipológicas, se deine que los
caminos corresponden a rutas formales, planiicadas,
generadas por sociedades “complejas”, mientras que los
senderos son considerados expresiones materiales de
rutas informales, no planiicadas, siendo manifestaciones camineras de sociedades de “menor jerarquización
social” (Pimentel et al. 2007: 353; cf. Earle 1991, 2009;
Trombold 1991). Erickson (2000: 17) sigue en parte estas
determinaciones en su trabajo de caminos prehispánicos
de la Amazonía boliviana: “Deino a los caminos como
estructuras formales, demarcadas claramente, hechas
de una variedad de materiales, que conectan «lugares»
deinidos culturalmente. En contraste con los senderos,
los caminos son planeados deliberadamente, con límites
o bordes y a menudo son detalles importantes de la
coniguración del paisaje”.
Sin embargo, para un caso particular en Jujuy,
Argentina, Cruz y Jara (2011: 90) mencionan que el
reconocimiento de caminos y senderos no fue siempre
obvio; un problema arqueológico real, pero que también
parte de las deiniciones teórico-metodológicas que se
adopten. En lo que se reiere a Chile, constatamos el
uso de las categorizaciones formales e informales en
arqueología vial (Pimentel et al. 2007: 352-353), como
en un análisis etnográico de senderos pehuenches contemporáneos (Huiliñir 2015). En el caso del Qhapaq Ñan,
una senda de características informales forma parte de
las rutas inkaicas, reconociéndose como un “camino” en
términos conceptuales y no modernos. Aquí coincidimos
con Juillard (2009), cuando indica que materialmente
hablando es difícil probar la incidencia de planiicación
en términos arqueológicos, debido a que la preparación
física de un camino no implica necesariamente una
planiicación. Además, conceptos como planiicación
y construcción de caminos presentan variaciones de
una sociedad a otra. En consecuencia, creemos que
la estricta división interpretativa entre vías formales e
informales –no la especiicación descriptiva– responde
a una noción generada desde el presente, a partir de
supuestos teóricos derivados de una actual vialidad en
términos referenciales, categorizando dicotómicamente
la variabilidad cultural vial de distintas sociedades
prehispánicas e indígenas.
Una concepción disímil de las clasificaciones
modernas de caminos la ejempliicaban los lupaqas.
Figura 4. Camino del Inka en Llano de San Juan, El Salvador.
Angosta senda rectilínea con alineamiento unilateral de piedras
(amojonado) (fotografía de C. González, 2012). Figure 4. Inka
Trail in Llano de San Juan, El Salvador. Narrow, straight path with
a one-side alignment of stones (photo by C. González, 2012).
Figura 5. Camino del Inka, Región de Atacama. Corresponde a
la senda por donde transita el autor, demarcada por dos hitos y
senderos troperos (fotografía de Christian Vitry, 2010). Figure
5. Inka Trail, Atacama Region. he author walks along the path,
demarcated by two stone landmarks, and parallel trails for beasts
of burden (photo by Christian Vitry, 2010).
24
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Figura 6. Senda en dirección suroeste, Camino Inka San Pedro de Cachiyuyo. Noreste de Inca de Oro, Región de Atacama (fotografía de
C. González, 2013). Figure 6. Path toward the southwest, Inka Trail, San Pedro de Cachiyuyo. Northeast of Inca de Oro, Atacama Region.
Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González
25
De acuerdo a Bertonio (en Sánchez 2008: 107-116),
se reconocían tres tipos de caminos o thaqui: un “camino angoto”, llamado Hucchufa, kullko; un “camino
ancho”, denominado Haccancca thaqui; y el “Camino
Real” o tupu, relacionado con el accionar inka. Por
consiguiente, para los lupaqas las diferencias tipológicas
de los caminos no son deinitorias para establecer una
división entre caminos y vías informales; menos para
ser interpretadas equivalentemente con sociedades
“complejas” o “simples”. Para los lupaqas todos ellos
eran caminos, independientemente de la presencia o
ausencia de formalización constructiva.
En una línea coincidente con nuestros planteamientos críticos, Erickson (2000: 37-38) reiere que:
Las redes formales de caminos a menudo han estado ligadas
a organizaciones socio-políticas complejas tales como cacicazgos y estados en una perspectiva evolutiva (Earle 1991;
Trombold 1991a; Spencer & Redmond 1998; Heckenberger
1996). La planiicación, construcción, uso y mantenimiento
de los terraplenes y otros trabajos de tierra estuvo necesariamente centralizada bajo un estado o cacicazgo. Creo que
sería un error equiparar a los terraplenes formalizados con
estados y a los caminos informales con sociedades simples.
La organización laboral y las técnicas de ingeniería para
construir terraplenes no estaban más allá de la capacidad
de grupos comunitarios pequeños.
Figura 7. Camino del Inka, Región de Atacama. Traza despejada y
con amontonamientos laterales (fotografía de C. González, 2006).
Figure 7. Inka Trail, Atacama Region. Cleared path with side stone
accumulations (photo by C. González, 2006).
Por estas razones, nos parece riesgoso equiparar concretas manifestaciones arqueológicas camineras con
formaciones sociopolíticas especíicas (Earle 1991, 2009).
Esto no quiere decir que neguemos la existencia de estas
deiniciones, pero ellas parten de una correspondencia
determinista y generalista, que restringe los “caminos”
solo a Jefaturas y Estados, descartándolos de otra clase
de sociedades (Earle 2009: 259, 268-269). Al respecto,
cabe precisar que el Qhapaq Ñan presenta en Sudamérica
una diversidad de expresiones físicas viales, tanto de las
llamadas vías formales como informales (Raino 1981;
Niemeyer & Rivera 1983; Santoro 1983; Hyslop 1984;
Hyslop & Rivera 1984; Lynch & Núñez 1994; Stehberg
1995; Vitry 2000; Raino et al. 2001a; Castro et al. 2004;
Fresco 2004; Berenguer et al. 2005, 2011a; Muñoz &
Chacama 2006; Nielsen et al. 2006; González 2007;
Avilés 2008; Sánchez 2008; Hocquenghem et al. 2009;
Santoro et al. 2010; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011,
2012; Pavlovic et al. 2012; López 2013; entre otros). Lo
anterior no implica una derivación evolutiva de senderos a caminos (Earle 1991), sino más bien denota las
características de un sistema vial estatal, premoderno,
con sus particularidades regionales y locales. De esta
manera, el Qhapaq Ñan connota el poder del Inka y la
síntesis de antiguas tradiciones andinas, subsumiendo
en muchos casos las rutas y los caminos de las sociedades preinkaicas.
Similar situación puede establecerse para las clasiicaciones de caminos de primer o segundo orden,
primario y secundario, principales y menores, reales y
secundarios (Rowe 1946: 229-230; González 1980: 7071; Raino 1981: 214-217; Agurto 1987: 38-40; Hyslop
1992: 106-125; D’Altroy 2003: 290; entre otros). En una
posición distinta, Coello y Díaz (1995: 132) sostienen
que especiicar cuáles caminos inkaicos son principales o primarios y regionales o secundarios constituye
una difícil respuesta. Martin (2002-2005: 33) también
cuestiona estas deiniciones, proponiendo el uso de
categorías que no maniiesten jerarquías. Postulado
que compartimos, porque estos criterios dependen, por
lo general, del soporte interpretativo de los cronistas
(Rowe 1946; Iribarren & Bergholz 1972-1973; González 1980; Raino 1981; Hyslop 1984; D’Altroy 2003;
26
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
R E G I Ó N D E A N T O FA G A S TA
7.150.000
Quebrada del Carrizo
Pampa del Carrizo
R E G I Ó N D E ATA C A M A
Quebrada del Ochenta
Quebrada de Doña Inés Chica
7.100.000
EL SALVADOR
Llano San Juan
DIEGO DE ALMAGRO
Cachiyuyo
Cerro Indio Muerto
Río de La Sal
Pampa del Inca
Sierra Caballo Muerto
Quebrada de Chañaral Alto
7.050.000
Probable Ruta Transversal
INCA DE ORO
Tres Puntas
Llano de Llampos
Llano de Chulo
Llano La Brea
COPIAPÓ
ARGENTINA
Medanoso
7.000.000
Quebrada Salitrosa
COPIAPÓ
0
6.950.000
350.000
400.000
40 km
400.500
500.000
SIMBOLOGÍA
Ruta Inka prospectada y
reconocida en la Región de Atacama
Camino Lateral
Qhapaq Ñan
Proyección
Camino Lateral
Figura 8. Reconstrucción de la ruta inkaica longitudinal en la Región de Atacama, con la ubicación de un camino lateral y una probable
ruta transversal inka. Figure 8. Reconstruction of the original Inka route in the Atacama Region, including the location of a lateral road
and a probable transversal Inka path.
Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González
27
Figura 9. Senda angosta y recta del Camino Inka, al norte del oasis de Finca de Chañaral, Región de Atacama (fotografía de C. González,
2015). Figure 9. Narrow, straight path of the Inka Trail, north of the Finca de Chañaral oasis, Atacama Region (photo by C. González, 2015).
Hocquenghem et al. 2009; entre otros), con los sesgos
que ello implica (Ramírez 2008: 7). Sin embargo, esto
no le resta importancia a las fuentes etnohistóricas. En
este sentido, nuestras observaciones se dirigen más bien
a la ponderación y contrastación del dato etnohistórico
(Kaulicke 2004: 332) con un registro arqueológico relexivo, que no parta de supuestos y evite deiniciones
funcionales a priori, tipologistas, como por ejemplo, en
el caso de los tampus.
En el ámbito clasiicatorio, Hyslop reiere otro
punto para sostener la relevancia de un camino inka en
el Tawantinsuyu, el ancho: “Los caminos inkaicos que
sabemos de menor importancia (ver la sección siguiente), se caracterizan por dos factores relacionados con su
ancho. Por un lado, estos caminos rara vez tienen más
de 3 o 4 metros de ancho; y por el otro, largos tramos
de los mismos son frecuentemente de construcción no
formal” (Hyslop 1992: 106).
Estas apreciaciones no pueden extenderse a toda
la vialidad estatal inka (p. e., Martin 2002-2005: 33). Así
lo atestigua el Qhapaq Ñan del extremo meridional del
desierto de Atacama que estamos investigando. Presenta
una extensión de más de 170 km desde la quebrada del
Carrizo por el norte a Copiapó por el sur (ig. 8). Prácticamente no presenta construcción formal ni un ancho de
3 o 4 m, sino menos, predominando una angosta senda
de menos de 1 m en casi todo su trayecto (igs. 9 y 10).
Debido a estas características, y siguiendo a Hyslop,
sería secundario. No obstante, este extenso tramo forma
parte del camino longitudinal inkaico que viene de San
Pedro de Atacama, atraviesa el Despoblado de Atacama
y llega a Copiapó (González 2007), correspondiendo
al denominado “camino de la Costa” o de los “Llanos”
(Sanhueza 2002: 106).
Para Hyslop (1991: 30), los grandes caminos con
un ancho considerable y frecuente pavimentado podrían
28
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
tener una signiicancia simbólica en un sentido político.
Creemos que no solo los caminos anchos y pavimentados
tendrían esa connotación, sino todos los caminos del
Tawantinsuyu, con independencia de sus características,
tamaños, anchos y funciones. Efectivamente, todos ellos
conforman un sistema vial con diferencias sintácticas y
pragmáticas, pero con una misma orientación semántica,
son los caminos del Sapaq Inka.
COMENTARIOS FINALES
Las determinaciones analizadas en este trabajo se han
asumido no solo como herramientas descriptivas, clasiicatorias, en la arqueología vial sudamericana –salvo
las excepciones señaladas–, sino como argumentos
interpretativos para efectuar el reconocimiento positivo
o negativo de “caminos” y para categorizar vías inkaicas
de diversa morfología. Por lo mismo, consideramos
que las estrictas tipologías entre rutas formales e informales, como de caminos de primer o segundo orden,
primario y secundario, principales y menores, reales
y secundarios, han adquirido con el paso del tiempo
distinciones axiológicas.
Con lo tratado, no queremos dejar la impresión
de que objetamos la diversidad de caminos inkaicos,
una diferenciación local por usos (Sánchez 2008: 107)
o la utilización de análisis micro y macromorfológicos
de caminos (Trombold 1991: 4-6). Tampoco negamos
la deinición descriptiva de caminos, senderos y sendas como expresiones viales formales e informales,
las diferenciaciones entre caminos construidos y no
construidos (Juillard 2009) o la existencia de caminos
inkas longitudinales, transversales y laterales, al contrario de caminos principales y secundarios. Discutimos
la prevalencia de algunos elementos, explicitados a lo
largo de este trabajo, que fortalecen una visión analítica
arqueológica que uniforma y generaliza las características viales del Qhapaq Ñan en Sudamérica. Refuerza
esta visión la lógica circular del enfoque historicista
del Tawantinsuyu (McEwan 2006: 198) y el criterio
de autoridad de Hyslop (1984).7 Esta convergencia
analítica busca abordar las deiniciones tipológicas,
componentes, jerarquizaciones y funcionalidades del
Qhapaq Ñan.
Resulta indudable que las opiniones sobre el Camino
del Inka se entrelazan con el entendimiento teórico e
interpretativo de la ocupación inkaica y tardía, no nece-
Figura 10. Senda del Camino Inka, al norte de Copiapó, Región
de Atacama (fotografía de C. González 2008). Figure 10. Path
of the Inka Trail, north of Copiapó, Atacama Region (photo by C.
González, 2008).
sariamente inka, de un territorio determinado. Aunque
resulta innegable que la activación y funcionamiento
del camino obedece a una espacialidad impulsada por
el Inka, donde las poblaciones locales no son pasivas,
no es menos cierto que la focalización arqueológica
del Qhapaq Ñan entrega evidencias para una mejor
comprensión del sistema vial inkaico. Asimismo, proporciona antecedentes que pueden incorporarse al
entendimiento de una ocupación inka en cualquier
lugar del otrora Tawantinsuyu.
Considerando estos aspectos, nuestro propósito
central apunta a particularizar progresivamente una
arqueología vial orientada teórica, metodológica e
interpretativamente hacia el análisis de los testimonios
del Qhapaq Ñan y sus problemáticas. De esta forma,
destacamos en este ensayo algunos aspectos teóricos y
conceptuales, a partir de las especiicidades sociales y
culturales andinas del camino, distanciándonos de sus
preeminentes interpretaciones economicistas, como
también de las comparaciones con otras expresiones
camineras imperiales (Roma, China), que presentan
Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González
características distintivas y connotaciones culturales
diferenciadas (Hitchner 2012; Kim 2012; entre otros).
Con esto buscamos, junto al colectivo de “vialólogos”
dedicados al estudio del camino inka, subrayar las potencialidades heurísticas de estas singulares manifestaciones
viales y precisar sus variabilidades regionales y locales,
las cuales representaron y posibilitaron, parafraseando
a Snead et al. (2009), la “inkaización en movimiento” de
distintos territorios de la Sudamérica andina.
RECONOCIMIENTOS A los investigadores sudamericanos
del Qhapaq Ñan, especialmente a Cecilia Sanhueza, José Berenguer y Christian Vitry, por vuestra amistad. A la Ilustre
Municipalidad de Diego de Almagro por su apoyo constante. A
mi amiga Carmen Castells por su ayuda. A Marianne Cardale
de Schrimpf, Leonor Herrera, Sofía Botero, Ronald D. Lippi,
Eduardo Almeida, J. Roberto Bárcena, Sergio Martin y Reinaldo
Moralejo por sus gentilezas.
NOTAS
1
Abarca los actuales territorios de seis países andinos: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile, donde se
conformó el Tawantinsuyu. Cuando nos referimos solamente a
Sudamérica, aludimos a estos países.
2
Discusiones sobre la problemática de los tambos se encuentran en Chacaltana (2010) y González (2013).
3
Lugar, en geografía contemporánea, contempla un concepto dinámico y un proceso con interacciones sociales. Igualmente, considera sus particularidades con el exterior, sin identidades
únicas y esenciales, aunque con conlictos internos. A su vez, es
singular, porque articula procesos globales y condiciones locales
históricas, permitiendo articular cuestiones globales e individuales (Souto & Benedetti 2011: 121-122).
4
Por itinerario cultural se entiende una construcción, valga
la redundancia, cultural, que se articula a lo largo del tiempo,
incluso en la actualidad, como se ha constatado en varios países andinos, incluido Chile. En la esfera caminera, corresponde
a una vía de comunicación terrestre con características físicas
determinadas y dinámicas culturales, que deben ser especiicadas en términos históricos. Reúne, además, diversos paisajes
culturales y espacios geográicos. Se origina por el movimiento
interactivo de personas, como de intercambios multidimensionales, continuos y recíprocos, tanto de ideas, conocimientos,
como de valores entre distintas poblaciones de un país o relacionado países y variadas regiones (Suárez-Inclan 2003). En
un sentido diacrónico, genera interrelaciones culturales en diferentes espacios geográicos y entre diversas poblaciones. Por
consiguiente, se destaca el carácter social, cultural y simbólico
de los itinerarios culturales.
29
5
De acuerdo a Cerrón-Palomino (2011), la palabra “Capac”
sería un término prestado de la lengua puquina.
6
En Argentina se cuenta con un antecedente puntual de un
sistema de drenaje, en un paso labrado sobre supericie rocosa en
el Shincal, Noroeste Argentino (Moralejo 2011: 106-110).
7
No minimizamos la magnum opus de Hyslop (1984), al
decir de Lippi (2000: 121), pues la ocupamos en varios de sus
contenidos, reconociendo sus indudables aportes; sólo diferimos
en algunas de sus ideas.
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Vol. 22, No 1, 2017, pp. 35-49, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
EL ROL DEL QHAPAQ ÑAN Y LOS APUS EN LA EXPANSIÓN
DEL TAWANTINSUYU
THE ROLE OF THE QHAPAQ ÑAN AND APUS IN THE EXPANSION OF
THE TAWANTINSUYU
CHRISTIAN VITRYA
En este artículo se plantea la importancia del vínculo entre
la red de caminos incas, con su infraestructura edilicia, y
los apus o montañas sacralizadas, con su infraestructura
simbólica, como elementos fundantes de una nueva y especialmente uniicada manera de construir y percibir el paisaje.
Se revisan los elementos constituyentes y deinitorios de los
caminos incaicos y se plantea como hipótesis de trabajo una
conquista territorial basada en cinco puntos, que van desde
la exploración socioambiental hasta la ocupación efectiva
del territorio. Finalmente, se analiza de manera integral la
información relacionada con los caminos incas y el paisaje,
proponiéndose una clasiicación tripartita.
Palabras clave: apus, Qhapaq Ñan, arqueología del paisaje,
caminos incas, expansión, Período Inca.
In this article, there is a discussion on the signiicance of the link
between the Inca road network, with its physical infrastructure,
and the apus or sacralized mountains, with their symbolic infrastructure, as the founding elements of a new and particularly
uniied way of building and perceiving landscape. here is an
analysis of the constituting and deining elements of the Inca
roads and a hypothesis consisting of ive points, ranging from
social and environmental exploration to efective territorial occupation. he article concludes with an integral analysis of the
information regarding Inca roads and landscape, which leads
to the proposal of a tripartite classiication.
Keywords: Apus, Qhapaq Ñan, landscape archeology, Inca
Roads, expansion, Inca Period.
A
CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LOS
PAISAJES Y LA ADORACIÓN A LAS
MONTAÑAS
Las sociedades del mundo andino prehispánico estuvieron
íntimamente ligadas al espacio geográico, no solo por
la producción y obtención de recursos, sino fundamentalmente por la construcción simbólica de los paisajes,
hecho que sirvió como herramienta y estrategia en la
expansión territorial y dominio político realizado por
los incas durante el siglo xv y primer tercio del siglo xvi.
Se podría decir que la expansión territorial de los
Incas operaba en dos escalas o niveles diferentes. Por
una parte, vinculando poblados y centros de producción
a través de la vasta red de caminos, es decir, el ámbito
de lo cotidiano y material; por otro lado, una escala
mayor, proyectada desde el horizonte a la esfera celestial,
en la que entraron en juego las montañas y el enorme
esfuerzo realizado por los Incas para institucionalizar
y legitimar –bajo nuevas formas– las antiguas creencias
relacionadas con el poder simbólico de los apus.
La construcción social de los espacios fue analizada
por diferentes autores de las más variadas disciplinas,
quienes en deinitiva realizan propuestas vinculadas a
Christian Vitry, Universidad Nacional de Salta, Facultad de Humanidades. Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de
Salta. Proyecto Nº 2108/0. Director del Programa Qhapaq Ñan Salta, Subsecretaría de Patrimonio Cultural. Vicente López N° 195,
Salta Capital (4400), Argentina, email: chvitry@yahoo.com
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
la jerarquización del espacio como relejos de las sociedades que lo crean. Eliade (1994), como historiador de
las religiones, habla de la contraposición y complementación entre el espacio sagrado y el profano, en que la
manifestación de lo sagrado (hierofanía) se les presenta
a los hombres en un determinado lugar y tiempo, produciendo una transmutación de ese espacio común en
uno especial, cargado de una nueva signiicación. Augé
(1995), desde la antropología contemporánea, habla de
los lugares y los no lugares: los primeros están cargados
de historia, representatividad social y símbolos. Esta
construcción social del espacio es denominada por
Augé como lugar antropológico y posee tres rasgos comunes que se consideran identiicatorios, relacionales
e históricos. Greimas (1980), por su parte, analiza el
espacio desde la semiótica, y lo considera una dualidad
de signiicante espacial y signiicado cultural, en que el
primero se reiere a las materialidades tangibles naturales o artiiciales y el segundo al signiicado que cada
cultura le atribuye a dichos elementos. Desde la ilosofía,
a ines de la década de 1960, Foucault (2008) introduce
el término heterotopía en contraposición al de utopía,
para analizar esos contraespacios que, a diferencia de
las utopías, son tangibles y reales, pero a los cuales la
sociedad les otorga una signiicación que restringe su
uso cotidiano; así, proyectan un signiicado que va más
allá de la dimensión física y funcional, ya sea de una
geoforma o de un ediicio o complejo arquitectónico.
Llevado a nuestro análisis, podría ser el caso de los centenares de montañas sacralizadas por los incas (igs. 1 y
2), junto con una mayor cantidad de wakas dispersas por
el Tawantinsuyu, las que le otorgan una jerarquización
de signiicaciones a los espacios que tienen la inalidad
de organizar y ordenarlo (Greimas 1980).
Vemos que estos signos poseen un valor descriptivo,
pues nombran los lugares, la vida, la técnica, los seres
y los fenómenos naturales, adquiriendo con el tiempo
un contenido de carácter emotivo (Duncan 1990). Esta
emotividad, cargada de historia y de contenido político o
religioso, es la que lleva a las sociedades a crear y habitar
espacios que suelen estar acompañados conceptualmente
de dobles o modelos con encantos y virtudes superiores
al entorno familiar. Surgen entonces los mundos perfectos, libres de males y manchas de lo real, los paraísos
perdidos, la utopía, la tierra sin mal, la edad de oro y
otras idealizaciones (Eliade 1965; Claval 1999).
Cuando los incas ocuparon el espacio sagrado de
los kollas, adoptaron su historia como propia y las mo-
diicaciones del espacio expresaron las concepciones de
ambos (Niles 1992). Asimismo, hicieron del Cusco algo
más que una ciudad central por ser la capital o sede del
poder político: fue el centro del cosmos incaico, la zona
sagrada por excelencia, la residencia de las wakas de todo
el Tawantinsuyu; por ello, se preocuparon de reproducir
en el vasto territorio y a menor escala “nuevos cuscos”
(Farrington 1998) o centros administrativos y religiosos
de variado tamaño, repitiendo en ellos los elementos
básicos de la arquitectura y la disposición espacial. Gran
cantidad de signos, íconos y símbolos fueron plasmados
en el paisaje con la inalidad de transmitir un mensaje
visual tangible, conformando una unidad geopolítica del
poder plasmada en una serie de formas de ocupación
del espacio, diseños arquitectónicos (kallancas, ushnus,
hornacinas, adoratorios de altura, etc.), morfología
estandarizadas de vasijas, textiles, ofrendas, ceremonias y caminos, entre otros elementos que trascienden
al lenguaje escrito y se vinculan con la oralidad. Con
ello, generaron puntos de referencia especíicos, hitos
construidos o signiicados en el terreno y en el cuerpo
social, los que introdujeron un orden y facilitaron la
comunicación entre los hombres y el mundo sobrenatural (Bauer 2000).
De esta y muchas otras maneras se fue gestando
un nuevo territorio, sumando acontecimientos sociales
puntuales de luchas de poder a un proceso territorial
genealógico que no se detuvo y que quedó en mayor o
menor medida plasmado en el paisaje y también en la
memoria colectiva. Los nuevos espacios socialmente
construidos fueron portadores de una nueva historia
que pretendía arraigarse en el tiempo y ser tradición,
como dice Assmann (2008: 15): “El ser que puede ser
recordado es texto”; y por ello se reiere a estos lugares
como “espacios del recuerdo” cuya inalidad es trascender
el tiempo de la memoria social que está acotado casi
generacionalmente. En cambio, busca dar lugar a la
memoria cultural, la cual es considerada por el autor
como la base de la existencia, pues: “No hay comprensión
sin memoria, no hay existencia sin tradición” (Assmann
2008: 47). Llevando esta línea de pensamiento al ámbito
andino, coincidimos con Sanhueza (2012: 13) cuando
expresa que: “Los caminos en sí mismos expresan una
forma de concebir y organizar el territorio, de dialogar
y de imponerse al entorno geográico, de jerarquizar y
sacralizar ciertos lugares estableciendo la impronta del
Estado, dando cuenta de lo que podríamos llamar una
cartografía oral del Tahuantinsuyu”. Es justamente esta
El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry
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COLOMBIA
ECUADOR
BRASIL
PERÚ
SIMBOLOGÍA
CHILE
BOLIVIA
P A R A G U AY
Adoratorios de altura
Tramos según Hyslop
Antisuyu
Chinchaisuyu
Collasuyu
ARGENTINA
Cuntisuyu
Límites internacionales
Límites provinciales
0
720 Km
Figura 1. Principales redes viales y adoratorios de altura del Tawantinsuyu. En los Andes se registraron unas doscientas montañas
con evidencias arqueológicas, las cuales son divisadas desde el Qhapaq Ñan en forma continua. Figure 1. Main road network
and high-altitude shrines in Tawantinsuyu. Nearly two hundred mountains with archeological evidence have been registered in
the Andes, which are continuously seen from the Qhapaq Ñan.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
SIMBOLOGÍA
BOLIVIA
Adoratorios de altura
Tramos según Hyslop
Antisuyu
Collasuyu
Límites internacionales
Límites provinciales
CHILE
ARGENTINA
AMÉRICA
DEL SUR
0
300 Km
Figura 2. Extremo meridional del Tawantinsuyu donde se localiza más del 50% de los adoratorios de altura y donde se pudo
comprobar la conexión visual existente entre estos y el Qhapaq Ñan. Figure 2. Southernmost end of the Tawantinsuyu, where
more than 50% of the high-altitude shrines are located, and where visual connection between them and the Qhapaq Ñan can be
demonstrated.
El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry
cartografía oral la que brinda un marco de signiicado
cultural al signiicante espacial o paisaje donde se va
dibujando el Qhapaq Ñan y su anastomosada red que
atraviesa kilómetros de distancia por los lugares más
inhóspitos del territorio andino.
Las montañas, que habían sido veneradas desde tiempos inmemoriales pero no ascendidas por ser la morada
exclusiva de los apus o deidades, fueron escaladas por los
incas y resigniicadas con nuevas y valiosas ofrendas, lo
que en cierta forma contribuyó al refuerzo del dominio
religioso, ya que a la vista de los grupos dominados, los
incas entablaron una comunicación más directa con los
apus. ¿Cuáles son los motivos para adorar a las montañas?
Es una pregunta que muchas veces nos realizamos ante
la abrumadora evidencia arqueológica registrada en las
montañas durante un siglo (Beorchia Nigris 1987).
Besom (2009: 117-145) realiza un exhaustivo y
prolijo análisis de los cronistas que se reirieron al culto
de las montañas y los clasiica en quince categorías que
merece la pena nombrar: (1) la naturaleza extraordinaria
de los cerros; (2) su rol preponderante en la mitología
andina; (3) su papel transicional o como “peldaño” hacia
los dioses superiores; (4) su capacidad para controlar
los fenómenos meteorológicos; (5) su asociación con
el agua; (6) su relación con la salud humana; (7) su
asociación con la producción económica; (8) su relación
con los viajes; (9) su capacidad de asustar o intimidar;
(10) sus funciones oraculares; (11) su incorporación y
rol en las líneas de visión; (12) su función como marcadores de límites y fronteras; (13) su rol relacionado
con la unión de personas de diferentes comunidades;
(14) su función simbólica con respecto al bienestar del
imperio y (15) su manipulación para crear y reforzar
las relaciones de poder.
A esta exhaustiva lista de motivos prácticamente
no resta agregarle nada y, aunque el autor citado lo
menciona en su análisis, deseamos destacar la importancia que tiene la imponencia visual de la montaña
en esa ruptura de la horizontalidad y su proyección
vertical hacia el cielo; asimismo, su belleza, su íntima
relación con la minería (Cruz 2009; Salazar et al. 2013)
y su humanización, hecho que ha demostrado Bastien
(1978) en la denominada Montaña del Cóndor, en cuyos
diferentes pisos ecológicos las comunidades kallawayas
de Bolivia basan su organización social y espacial.
Las montañas poseen una doble función, pues,
como grandes hitos marcan una presencia y un punto de
referencia en la organización espacial; asimismo, como
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geosímbolos le aportan una historia al paisaje que contribuye a la consolidación de esa cartografía oral andina
(Sanhueza 2012) que actúa como pivote de la identidad
y de la legitimación de un nuevo orden socioespacial
propuesto por los incas en su proceso expansión.
Expansión inca: una propuesta
La conectividad del mundo andino prehispánico data
de varios siglos antes de la expansión Inca. Al respecto,
existen abundantes evidencias –especialmente para el área
centro sur de los Andes– sobre el tráico multiambiental
de los caravaneros, quienes fueron los responsables de
generar un complejo proceso de circulación de bienes
domésticos y de estatus entre los distintos y alejados
territorios (Nuñez & Dillehay 1995 [1979]; Nielsen 1997;
Berenguer 2004; y otros), los cuales no serán abordadas
en el presente artículo.
Es a través de las crónicas que se sabe con bastante
detalle la historia de los incas; aunque sesgadas por
motivos políticos que la etnohistoria analiza pormenorizadamente desde hace décadas, ellas nos aportan
suiciente información respecto a la forma en que el
espacio fue colonizado (Murra 2002). En tal sentido, el
relato mítico de Felipe Guamán Poma de Ayala (1992
[1614]; Sanhueza 2012) nos habla acerca de determinadas prácticas “civilizatorias” tendientes al orden
social, político, religioso y, de hecho, espacial, ya que a
través del amojonamiento y deslinde de tierras el Inca
sentaba las bases para la legitimación del nuevo orden
político. El cronista Betanzos (1987 [1551]) nos dice que
los incas, al tomar posesión de una nueva “provincia”,
diseñaba o “pintaba”, “medía”, “amojonaba” y “repartía”
sus territorios y recursos, generando un ordenamiento
territorial del espacio social y productivo, a lo que necesariamente se sumaba el espacio religioso o mítico.
Todo este proceso “civilizatorio” y de conquista tuvo
como eje principal el desarrollo del sistema vial, que
de acuerdo a las descripciones de los cronistas estaba
organizado y señalizado según determinadas técnicas
de medición de distancias (Cieza de León 2005 [1553];
González Holguín 1989 [1608]; Bertonio 1984 [1612];
Guamán Poma de Ayala 1992 [1614], Sanhueza 2012),
que fue interpretado como “leguas del Inca” (González
Holguín 1989 [1608]). Las evidencias arqueológicas se
condicen bastante con las crónicas en este punto, pues
la gran cantidad de mojones, hitos, sayhuas, apachetas
y otros dispositivos repartidos en los espacios circun-
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
dantes a los caminos dan cuenta de este sistemático
procedimiento de conquista y organización territorial
(Vitry 2000; Sanhueza 2004, 2012).
Sobre la base de lo antedicho, y teniendo en cuenta
algunas de las variables posibles del proceso de construcción de paisajes y consolidación de un nuevo orden
geopolítico, se intentará hipotetizar de forma esquemática
sobre procesos que pudieron haber ocurrido durante el
avance de los incas en los territorios conquistados, sin
olvidar que, al menos arqueológicamente y particularmente en zonas alejadas del Cusco, lo incaico se debe
pensar en función de los grupos que fueron incorporados
a la propuesta política del Tawantinsuyu.
Se sugiere entonces la siguiente y posible secuencia
en el proceso de conquista territorial: (1) exploración
socioambiental, (2) estrategias de negociación con los
líderes políticos, (3) planiicación estratégica, (4) construcción de infraestructura vial y (5) ocupación efectiva
del territorio y funcionamiento pleno.
La exploración socioambiental se reiere al hecho de
recabar información de los territorios, tanto de manera
indirecta como directa, para elaborar un panorama completo de los recursos humanos y ambientales reinantes en
cada una de las zonas que pretendían conquistar. Muchas
de las poblaciones andinas de los siglos xv y xvi estaban
organizadas en forma segmentaria, siendo la base de
estas estructuras los ayllus, es decir, grupos de personas
que administraban colectivamente recursos naturales
estratégicos y entre ellos se consideraban parientes por
descender de un antepasado común, fuera este real o
mítico. Estos ayllus menores o pachaqas se agrupaban
en organizaciones mayores de ayllus, mitades, grupos
étnicos y confederaciones (Nielsen & Boschi 2007: 46).
Seguramente se informaron entre grupos étnicos y al
interior de ellos sobre los conlictos, las jerarquizaciones
internas, liderazgos, técnicas productivas, especiicidades, redes de intercambio, principales productos o
bienes intercambiables, etc., es decir, es imaginable un
trabajo de inteligencia que les habría permitido tener
un diagnóstico e información clave para poder diseñar
una estrategia de negociación con cada uno de los líderes
políticos. Contando con toda la información territorialsocial y habiendo analizado y seguramente discutido
internamente las diferentes estrategias de negociación
futura, ya fuera llegando a un acuerdo pacíico o a una
confrontación bélica, debieron haberse puesto recién
en contacto con los líderes políticos para acordar los
encuentros y poder plantear la propuesta y escuchar las
contrapropuestas. Los resultados de estas decisiones son
los que hoy podemos comprobar arqueológicamente,
como hemos observado en Tastil (Salta, Noroeste de
Argentina). Allí, los incas cambiaron la polaridad de
los centros de consumo, producción e intercambio
preexistentes, dotando al lugar de una nueva lógica
espacial, dinámica del movimiento de las personas y
control de las mismas junto al espacio geográico. En
este proceso, el gran eje ordenador fue el sistema vial y
la infraestructura asociada (ig. 3), la cual, además de
los ediicios tradicionales, tenía también dispositivos
de control ubicados en lomadas (Vitry 2005). La desestructuración espacial está directamente relacionada
con la simbólica en mayor o menor medida, pudiendo
manifestarse a gran escala, como la recientemente
mencionada, o a pequeña escala, como el caso del sitio
arqueológico Los Amarillos, ubicado en la Quebrada
de Humahuaca, donde los incas destruyeron de manera
violenta los principales emblemas del poder político y
simbólico precedente (Nielsen & Walker 1999; Nielsen
& Boschi 2007). Existen pocos casos en la región donde
se haya registrado tanta violencia en el proceso de expansión e incorporación de poblados al Tawantinsuyu.
Si bien está acotada en el espacio, la conquista ritual y
dominación política perpetrada en Los Amarillos debió
tener un impacto a gran escala geográica y también
temporal, sirviendo como advertencia a los poblados
de la región. A este tipo de ejemplo se puede sumar el
de sitios como Turi, La Paya, Pucará de Tilcara y otros
que tienen particularidades edilicias que dan cuenta de
acuerdos violentos o pacíicos (Raino 2007).
Una vez concluidas las negociaciones, los incas ya
se encontraban en el nuevo territorio, lo que les permitía
trabajar en una suerte de planiicación estratégica sobre
la base de los recursos, personas, conectividad y situación de la sociedad luego del acuerdo. En esta fase, se
puede advertir que hubo una relación de dominante y
dominado –aunque no haya corrido sangre– y una buena
cantidad de detalles, no solo del lugar sino también en
relación con los vecinos próximos y antiguas formas de
intercambiar bienes, que servirían de punto de partida
para poder llevar a la práctica el ejercicio del poder en
el nuevo escenario. Una de las principales obras debió
ser la construcción de los caminos y la infraestructura
vial asociada, ya fuera empleando las sendas existentes, realizando modiicaciones de trazado previo o
bien construyendo una nueva vía, según el caso. Todo
esto debió requerir un ejercicio del poder muy fuerte,
El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry
a
41
b
TASTIL
TASTIL
INCAHUASI
INCAHUASI
Figura 3. Desestructuración espacial llevada a cabo por los Incas en relación con el poblado de Tastil: a) principales zonas productivas y
vías de comunicación que convergen en Tastil; b) reconiguración del espacio realizada por los incas, dejando de lado el poblado de Tastil
y priorizando las zonas productivas. Figure 3. Spatial destructuring by the Inca regarding the town of Tastil: a) main productive areas and
communicating roads that converge in Tastil; b) spatial reconiguration by the Inca, who let Tastil aside and prioritized productive areas.
ya fuera mediante estrategias de liderazgo acordadas
con los curacas locales o a través de la imposición en
cualquiera de sus posibles formas. No debió ser fácil
en ningún lugar instaurar un nuevo régimen por más
convincente que fuera, ya que, de una manera u otra,
los pobladores cedieron o perdieron parte de su libertad y forma tradicional de vida a favor de un proyecto
ajeno. Finalmente, se produce la ocupación efectiva del
territorio y funcionamiento pleno en el nuevo panorama geopolítico. Si bien con anterioridad el territorio
ya estaba ocupado por los incas, se considera como el
in del ciclo y el inicio de otro a la culminación de las
obras que permitirían a dirigentes y ejércitos moverse
a través del sistema vial. Esto no quiere decir que las
obras necesariamente hayan tenido que estar terminadas, pues la literatura arqueológica nos brinda sobrados
ejemplos de obras inconclusas, ampliaciones posteriores,
arreglos o modiicaciones realizadas, etc. Todo ello nos
sugiere la dinámica del proceso que se fue adaptando
a las coyunturas que se les presentaban en cada lugar.
Este esquema hipotético no debería ser pensado
de manera lineal ni evolutiva, pues, como se dijo anteriormente, desde el punto de vista arqueológico, la
experiencia nos indica que lo incaico se deine por lo
preexistente y el tipo de acuerdo al que llegan y no al
revés. La infraestructura edilicia inca tiene ciertos elementos que debe cumplir, pero la mano de obra local le
imprime indefectiblemente su sello. No estamos frente
a una tropilla de constructores incas que se diseminaron por el Tawantinsuyu, sino frente a constructores
locales que seguían las pautas de construcción que se
les indicaba. No hay que perder de vista tampoco los
procesos en sí mismos, pues también sabemos por la
etnohistoria de levantamientos, traiciones, resistencias,
reocupaciones, traslado de comunidades completas y
una buena cantidad de situaciones conlictivas que obviamente repercuten de una u otra manera en el registro
arqueológico (Murra 2002).
Este modelo esquemático planteado nos hace
pensar, salvando las diferencias, en lo que los urbanistas
denominan un tipo de expansión tentacular dispersa1 y
también expansión capilar,2 las cuales se relacionan con
el crecimiento urbano en torno a una vialidad principal,
en el caso del primer ejemplo, o bien, en el desarrollo y
crecimiento que se maniiesta a través de las vías secundarias (Pozo Urquizo 2011: 114). Lo que nos interesa,
más allá de las características técnicas o teóricas de los
tipos de expansión mencionados, es el concepto de una
expansión que se va haciendo efectiva a través de caminos
y poblados, líneas y puntos, nodos e internodos, brazos
que se van expandiendo y vinculando con un centro
lejano; lo importante es que dicha vinculación es real
y tangible, un sistema vial que no solo está plasmado
en el paisaje sino también integrado al mismo desde
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
un punto de vista tanto económico como simbólico y
ritual. En un mundo desconocido, lejos del Cusco, los
caminos constituían lo conocido y propio; los tambos,
chasquiwasis, centros administrativos, apachetas e hitos,
junto con los detalles constructivos de los ediicios como
las hornacinas trapezoidales, brindaban esa sensación
de “estar en casa”. La construcción de tan vasto sistema
vial sin dudas fue mucho más allá de un mero soporte
para el traslado de personas o productos; representaba
también un anclaje al propio mundo en tierras lejanas,
un vínculo con la identidad, tanto hacia adentro como
hacia afuera, un emblema detentado por el estado a miles
de kilómetros del principal centro y un sello deinitivo
de la conquista realizada (Sánchez 1992; Eliade 1994).
Esta manera de expandirse e ir ingresando a un
territorio “nuevo” implicó también la creación de puntos ijos y claramente visibles del horizonte: me reiero
particularmente a las montañas sagradas, es decir, los
geosímbolos propuestos por Bonnemaison (1992: 76),
quien airma que: “los geo-símbolos son ‘lugares’, relieves,
itinerarios, rutas, construcciones, sitios, etc. que, por
razones religiosas, culturales o políticas, adoptan en
los ojos de los grupos étnicos y sociales una dimensión
simbólica que los arraiga en su identidad, y que por ende,
participa activamente en la construcción territorial” (en
Cruz & Jara 2011: 76).
En los Andes, por lo que conocemos hasta el presente,
los incas ascendieron dos centenares de montañas y en
ellas erigieron construcciones de carácter ceremonial
donde llegaron a ofrendar vidas humanas (Beorchia
Nigris 1987; Vitry 1997; Schobinger 1998; Reinhard &
Ceruti 2000; Besom 2009; y otros). Desde el punto de vista
visual, podemos decir que este complejo de montañas
no tiene interrupciones desde el Cusco hasta el cerro El
Plomo en Chile o el Aconcagua en Argentina (igs. 1 y 2).
La visibilidad en la cordillera puede abarcar centenares
de kilómetros, tal como pudimos comprobar en la cima
del Llullaillaco, desde donde se divisa el Nevado de Cachi
situado a 220 kilómetros hacia al este; o en el volcán
Antofalla, que permite observar el Pular y Pajonales a
180 km (ig. 4). Asimismo, las montañas sacralizadas
siempre son observadas desde el Qhapaq Ñan, como si le
diesen un marco de contención, protección o pertenencia
al sistema vial (ig. 5). Cuando se transita por el Qhapaq
Ñan siempre hay alguna montaña u otro geosímbolo
de referencia. En este sentido, es importante comentar
el carácter dual que tienen las vialidades, pues no es lo
mismo transitar en un sentido que en el otro: se trata de
paisajes diferentes, donde lo que hace la diferencia son
determinadas geoformas que se destacan y pueden ser
reconocidas tanto a la ida como al regreso.
Los caminos avanzan en horizontal, asociados a
una buena cantidad de infraestructura de soporte de
carácter administrativo que responde a las necesidades
biológicas humanas. Asimismo, en un nivel macro, sobre la línea del horizonte y proyectándose hacia arriba
se encuentran las montañas y sus apus, brindando un
soporte de carácter simbólico, una geografía sagrada que
nos remite a una cartografía oral con profundo sentido
cultural (Sanhueza 2012), de manera tal que apus y
Qhapaq Ñan se encuentran íntimamente vinculados en
el proceso de avance y creación de los nuevos espacios
incaizados fuera del Cusco (ig. 6).
Análisis integral del camino y su
entorno
Venimos sugiriendo que los caminos jugaron un rol
determinante en el proceso de conquista de los nuevos
territorios anexados al Tawantinsuyu. Asimismo, existe
una impronta en estos caminos que nos hacen identiicarlos, al menos en lugares alejados del Cusco como
el Noroeste Argentino y el norte de Chile. Así como
Raino (1981) identiicara rasgos de primer y segundo
orden para la arquitectura inca, podemos hacer lo mismo para los caminos y la infraestructura asociada. Sin
embargo, como el abordaje implica también el paisaje
asociado y la importancia de la geografía sagrada en la
deinición de los caminos, ese tipo de clasiicación nos
resulta insuiciente y solamente aplicable a una parte
relacionada con la infraestructura caminera y sus características puntuales a las que se reirieron numerosos
autores (Raino 1981 y 2007; Pereira 1982; Niemeyer &
Rivera 1983; Santoro 1983; Hyslop 1984, 1992; Muñoz
et al. 1987; Stehberg 1995; Vitry 2000; Castro et al. 2004;
Fresco 2004; Berenguer et al. 2005; González 2007;
Avilés 2008; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011; Sánchez
Canedo 2012; entre otros).
Se considera que al estudio de caminos incas no
debiera faltarle un análisis profundo del paisaje asociado, ya sea de las geoformas destacadas como wakas,
las montañas circundantes, como también de todos
los espacios relacionados con el agua, tales como las
nacientes, lagos, ríos, arroyos y humedales, pues en
lugares semidesérticos estos recursos son muy valiosos
y por ende están investidos de sacralidad.
El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry
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Figura 4. Vista desde el volcán Antofalla (6.450 m) en la puna de Catamarca, desde donde se divisa el volcán Llullaillaco y los cerros
Pular y Pajonales, ambos ubicados a casi 200 km de distancia. Figure 4. View from the Antofalla volcano (6,450 m) in the Catamarca
puna, where the Llullaillaco volcano and the mountains Pular y Pajonales, both located almost 200 km away, can be seen.
Figura 5. Apacheta de El Palomar junto al Qhapaq Ñan, desde donde se divisa el nevado de Chañi en forma constante y durante varias
decenas de kilómetros de recorrido. Apus y Qhapaq Ñan están conectados visualmente. Figure 5. Apacheta of El Palomar next to the Qhapaq Ñan, where nevado de Chañi can be seen constantly for several tens of kilometers. he apus and the Qhapaq Ñan are visually connected.
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Figura 6. Camino ceremonial que asciende al volcán Llullaillaco. Al fondo se divisan otros apus, como el cerro Inca o Chuculai y el volcán
Socompa. En la montaña, los caminos marcan un lugar diferenciado del resto tanto física como simbólicamente. Figure 6. Ceremonial
road ascending the Llullaillaco volcano. Other apus can be seen in the background, such as the mount Inca (Chuculai) and the Socompa
volcano. Roads mark a diferentiated place from the rest of the mountain both physically and symbolically.
Finalmente, nuestro análisis desde la perspectiva
del paisaje debe considerar la percepción cultural del
espacio, que podemos deinir como andina y occidental.
Nuestra disciplina (arqueológica en particular y de las
ciencias sociales en general) y nuestra forma de vida
están signadas por la cultura occidental, lo cual nos lleva
muchas veces a planteamientos o conclusiones sesgadas.
Por ello, debemos realizar un esfuerzo considerable para
poder pensar y analizar los espacios con criterio andino.
Para ejempliicar lo dicho, baste utilizar las mismas
montañas, que en el mundo andino estaban signiicadas
como lugares de importancia: estructuraban el espacio,
vinculaban a las personas y también estaban humanizadas a través de relatos e historias míticas fundantes
(Bastien 1978; Beorchia Nigris 1987; Besom 2009). En
la concepción occidental, las montañas representan
barreras y normalmente dividen, ya que son límites
naturales (internacionales, nacionales y regionales),
están despersonalizadas y no representan nada desde
una perspectiva simbólica o cultural. De esta manera,
también la utilización de los espacios es diferente; los
andinos prehispanos utilizaban las quebradas y valles
estrechos como lugares de intercambio (tinku) donde
dejaban crecer los árboles nativos para extraer madera y
frutos, mientras que los asentamientos, terrazas de cultivos
y caminos los realizaban a media ladera; las cumbres y
ilos montañosos eran utilizados para comunicarse, a
veces con caminos principales (ig. 7). En la concepción
occidental del espacio, se tiende a concentrar todas
las actividades en los fondos de valles y quebradas, en
detrimento del resto de la montaña que representa un
obstáculo y un lugar no apto para los modernos medios
de transporte (Vitry 2010).
Deberíamos pensar los elementos recientemente
mencionados de manera integrada en un sistema mucho
mayor y complejo, pero no por ello incoherente, sino
todo lo contrario; estamos frente a historia y situaciones
microrregionales que se integran a una superestructura
política, cultural y simbólica proveniente del Cusco a
nivel macrorregional, entretejiendo un nuevo y por
cierto último capítulo de la historia prehispánica andina.
Siguiendo los lineamientos metodológicos de
Otero Vilariño (2003: 6), que considero adecuados
para ayudar a pensar, quizás de una manera más
organizada, la complejidad de los caminos incas, me
permito readaptarla del mundo ibérico al andino y de
El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry
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ESPACIO GEOGRÁFICO
APUS
CONCEPCIÓN ANDINA
Caminos
Viviendas
Terrazas
de cultivo
Árboles
Árboles
CONCEPCIÓN OCCIDENTAL
MONTAÑAS
MONTAÑAS
(barreras)
(barreras)
Caminos
Viviendas
Cuadros de cultivo
Figura 7. Dos maneras diferentes de concebir un mismo espacio, un claro ejemplo de cómo las sociedades construyen y signiican sus
paisajes. Figure 7. Two diferent ways of conceiving the same space, an example of how societies build and signify their landscapes.
un contexto entográico a uno arqueológico. El autor
realiza una clasiicación tripartita de acuerdo al grado
de vinculación de los bienes con respecto a un camino,
a saber: (1) elementos sustantivos: aquellos cuya existencia solo se puede entender en relación con una vía
de tránsito; (2) elementos adjetivos: aunque pudieran
tener lugar al margen de la red vial, su existencia nos
ayuda a entender el camino (lo adjetiva) y viceversa; (3)
elementos complementarios: su existencia puede tener
lugar perfectamente al margen de la existencia de una
vía de comunicación, pero pueden ser de utilidad por
los valores que pudieran aportar.
Este planteamiento, llevado al mundo andino y
particularmente al análisis de los caminos incas, podría
resultar de la siguiente manera (tabla 1):
La propuesta metodológica de ordenar en tres
grupos de elementos que se debería considerar para el
estudio de la vialidad inca no se contrapone a las proposiciones existentes, como por ejemplo los abordajes
micro y macromorfológicos propuestos por Trombold
(1991) y empleado por autores andinos como Berenguer et al. 2005 y otros. El estudio micromorfológico
es particularista y se centra en las características inhe-
rentes a la materialidad de la vía en sí, mientras que el
macromofológico es holístico y realiza un análisis de
amplio espectro geográico distribucional de las vías y
su articulación regional. En nuestra propuesta, ambos
estudios formarían parte de los Elementos Sustantivos,
así como las de otros autores (aunque con algunas excepciones) que sí consideran el paisaje (Raino 1981, 2007;
Pereira 1982; Niemeyer & Rivera 1983; Santoro 1983;
Hyslop 1984, 1992; Muñoz et al. 1987; Stehberg 1995;
Vitry 2000; Fresco 2004; Castro et al. 2004; Berenguer
et al. 2005; González 2007; Avilés 2008; Manzo et al.
2011; Moralejo 2011; Sánchez Canedo 2012; entre otros).
Indicadores arqueológicos relacionados
con el espacio
A falta de “textos”, los andinos recurrieron a estrategias
basadas en otra lógica comunicacional, mecanismos
mnemotécnicos y sistemas de registros que llegaron
a tener un alto grado de soisticación; tal es el caso de
los quipus, en los que, además de datos cuantitativos
relacionados con la contabilidad, aparentemente también se guardaba información espacial, pues los hilos
46
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Tabla 1. Tabla comparativa que sintetiza la clasiicación tripartita de acuerdo al grado de vinculación de los bienes con
respecto a un camino. Table 1. Comparison table that synthesizes the tripartite classiication per degree of connection
between goods and road.
Elementos sustantivos
Elementos adjetivos
Elementos complementarios
Formados principalmente por
elementos artificiales, edificios
que componen la infraestructura
asociada a los caminos incas.
Formados en su mayor parte por
componentes naturales que poseen
connotaciones simbólicas o míticas,
aunque hay algunos elementos
artiiciales que lo integran.
Todos los elementos que de una
u otra manera nos remiten o nos
ayudan a pensar en los caminos y
su entorno.
Camino y sus características intrínsecas, tambo, corpawasi, chasquiwasi, estructuras ortogonales,
collcas, centros administrativos
(kallanca, haucaypata, ushnu, etc.),
puestos de observación, puestos de
control, apachetas, mojones, mochaderos (u otras wakas asociadas
al camino).
Geosímbolos, montañas (apus, achachilas), vertientes, lagunas, cuevas,
geoformas singulares y signiicadas
socialmente, Rumituru, Sayhuas,
Gnomon, columnas astronómicas.
Toponimia, antroponimia, narrativa
del paisaje, mitos, leyendas, tradición oral, iestas, cantos, idioma,
mapas mentales, textiles, tocapus,
motivos rupestres, alfarería y otros.
podrían haber representado los ceques y los nudos las
wakas (Sánchez Canedo 2008). Asimismo, desde la
antigüedad hasta el presente muchos textiles pueden
ser leídos como mapas (Platt et al. 2006). También,
según los cronistas, se guardaba el recuerdo a través de
cantares para alabar las hazañas y proezas ancestrales,
reteniendo de esta manera una memoria colectiva y
generando una cartografía oral (Sanhueza 2012). Por
último, existieron pinturas o tablas en las que se representaban momentos históricos y que eran conservadas
en un lugar denominado Poquen Cancha, aunque
lamentablemente el registro arqueológico no pudo dar
con estas tablas (Rostworowski 1988).
Los caminos incas fueron concebidos con una
infraestructura asociada, que fue planiicada, estructurada, administrada y signiicada en función de cada
espacio geográico y el rol social, económico, religioso
y político que cumplían dentro del Tawantinsuyu. Por
otra parte, cuando hablamos de infraestructura asociada
estamos haciendo referencia, entre otros, a tambos,
centros administrativos de diferentes dimensiones y
hasta Wamanis o capitales provinciales, las cuales no
fueron emplazadas al azar, sino en espacios que tuvieron
ancestralmente un valor para los pobladores del lugar
o bien en nuevos espacios estratégicamente ubicados y
planiicados en función del entorno. Los paisajes incas
tenían un carácter holístico, ya que incluían “tanto a la
tierra, como al cielo, éste último reiriendo al día y a la
noche, los movimientos del Sol, la Luna, las estrellas
y constelaciones, formando parte importante de los
calendarios agrícolas y rituales, en particular los puntos extremos de sus salidas y puestas en el horizonte”
(Farrington 2015: 43).
Dentro de los elementos arquitectónicos que los
incas emplearon tanto en el Cusco como en todo el
Tawantinsuyu, hay algunos que poseen una particular
importancia a la hora de analizar su relación con la
geografía cultural y el proceso de construcción de paisajes, me reiero puntualmente a los ushnus que estaban
emplazados en las aukaipata. En los ushnus no solamente
se realizaban los principales rituales estatales, sino que
también desde ellos se proyectaban líneas visuales sobre
el horizonte montañoso que servían para organizar ritual
y geográicamente el espacio. Es conocida en la literatura
desde hace muchas décadas la proyección de 41 ceques
que irradiaban desde el ushnu del Cusco; a nivel regional
se están observando situaciones similares, como el caso
del sitio El Shincal en la provincia de Catamarca, cuyas
proyecciones se relacionan con una geografía sagrada
y con ciclos solares y lunares (Farrington 2015: 44).
Moyano (2010; Moyano & Díaz 2015) ha investigado
alineamientos astronómicos en el sitio minero Viña del
Cerro en Chile, como también en el ushnu de Potrero
de Payogasta y el sitio arqueológico La Ciudacita en el
El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry
cordón del Aconquija, ubicados en el Noroeste Argentino,
y sus trabajos siguen arrojando valiosa información al
respecto. Por otra parte, recientes estudios realizados en
el sector norte del valle Calchaquí también vinculan el
arte rupestre con las montañas sagradas (Leibowicz et
al. 2015), y en Potosí con fenómenos atmosféricos como
son los rayos y su indisociable relación con la deidad
panandina Illapa (Cruz 2015).
Numerosos autores coinciden en que uno de los
principales motivos de la expansión inca en el Noroeste
Argentino y el norte de Chile fue la minería. Aquellas
montañas que poseían minerales tenían un plus de
signiicación porque eran dadoras de los metales preciosos y divinizados que utilizaban los incas para sus
ceremonias. Por ello, los incas llegaron a conformar
paisajes mineros metalúrgicos de carácter sagrado,
wakas minerales que también sirvieron para estructurar
y jerarquizar el espacio (Cruz 2009; Salazar et al. 2013),
las que, huelga decir, se relacionaban con los sistemas
viales. Los ejemplos de materialidades vinculadas al
paisaje abundan, y analizarlos excede los objetivos del
presente trabajo. En forma genérica, se puede ver que,
desde un punto de vista cultural y simbólico, determinados ediicios y geosímbolos se encuentran amarrados
al paisaje y viceversa.
PALABRAS FINALES
En los Andes no podemos comprender las sociedades
sin su espacio, como tampoco podemos concebir los
caminos sin la infraestructura asociada; en tal sentido,
los geosímbolos y el Qhapaq Ñan se encuentran inextrincablemente unidos, la infraestructura edilicia y la
simbólica no pueden estar separadas. Los geosímbolos y
el paisaje adjetivan a los caminos a través de una narrativa
o una cartografía oral que les da sentido de pertenencia y
tradición, vinculando a las sociedades con sus ancestros
que habitan en las montañas y otros lugares naturales,
como describieron los cronistas y sintetizaron algunos
autores (Besom 2009; Leibowicz et al. 2014).
Convencido de que la siguiente propuesta es solo
la punta del ovillo, pienso que es una línea de investigación que promete mucho y, por ello, no quería dejar
de plantearla en el presente artículo, que pretendió
aproximarse a un análisis de relación entre los geosímbolos y el Qhapaq Ñan.
47
RECONOCIMIENTOS Agradezco los valiosos aportes realizados por
los evaluadores del presente artículo, lo cual obligó a reorganizarlo
y ciertamente mejorarlo. A Federico Viveros, encargado del área
Geomática del Programa Qhapaq Ñan Salta por la confección de los
mapas y a Jorgelina Flores Barrantes por su apoyo incondicional.
NOTAS
1
Este tipo de crecimiento es lineal y en varios sentidos o bra-
zos, siempre siguiendo las vías de comunicación en un proceso de
dispersión-concentración. En nuestro caso, tenemos los caminos
incas y su infraestructura asociada, la que se maniiesta de manera
regular cada cierta distancia, ya sea que se trate de tambos (20-25
km), chasquiwasis (6-8-km) o puestos de control, centros administrativos, etc. Lo cierto es que la ocupación del espacio se maniiesta por lo general en torno a los caminos principales, ya sea que
se trate de centros urbanos o campos agrícolas o ganaderos.
2
El crecimiento capilar es complementario o una consecuencia del tentacular cuando se va incrementando la población
o el uso del espacio en torno a los caminos principales y sus
nodos. En tal sentido, Pozo Urquizo (2011: 117) expresa que: “El
tipo de crecimiento urbano capilar debe su nombre a su forma y
dinámica de desplegarse sobre la difícil topografía local. Aunque
nacen por su cercanía a vías principales de acceso a las ciudades
al igual que las formas tentaculares, este tipo de crecimiento es
diferente. Nacen de vías secundarias, caminos o senderos que
parten interceptando las vías de acceso a los centros urbanos,
para después adentrarse a través la topografía rural compleja y
agreste. La coniguración de su trama vial es como de capilares
que brotan de sí mismos constantemente”.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, No 1, 2017, pp. 51-69, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
TERRITORIALIZACIÓN DEL MODELO MINERO INKAICO EN
EL RÍO SALADO: UNA AGLOMERACIÓN PRODUCTIVA ENTRE
1
LÍPEZ Y SAN PEDRO DE ATACAMA
TERRITORIALIZATION OF THE INKA MINING MODEL AT SALADO RIVER:
A PRODUCTIVE CLUSTER BETWEEN LÍPEZ AND SAN PEDRO DE ATACAMA
JOSÉ BERENGUERA & DIEGO SALAZARB
El objetivo de este artículo es discutir una de las formas en
que los inkas utilizaron los factores locales de producción y
crearon territorialidad para explotar recursos mineros en el
norte de Chile. Sobre la base de la amplia información arqueológica existente en la cuenca alta del río Salado (ii Región
de Antofagasta), se sostiene que, en gran parte, la ocupación
inkaica de dicha cuenca conformó un sistema agrominero.
Este sistema tomó la forma de una aglomeración de faenas
mineras, agrícolas y ganaderas en torno a Turi, poblado local
desde donde los agentes estatales habrían administrado la zona.
Palabras clave: territorialización, aglomeración productiva,
minería, Tawantinsuyu, norte de Chile.
his article discusses one of the ways in which the Inkas used
local production factors and created territoriality to extract
mining resources in Northern Chile. Based on the extensive
archeological information available for the upper Salado river
basin (ii Region of Antofagasta), the authors argue that, to a
large degree, the Inka occupation of that basin constituted an
agricultural-mining system that took the form of a cluster of
mining, agricultural and livestock production centers around
Turi, a local settlement from which agents of the Inka Empire
administrated the zone.
Keywords: territorialization, productive cluster, mining,
Tawantinsuyu, northern Chile.
INTRODUCCIÓN
La mayoría de los investigadores concuerda en que
la principal motivación de la expansión inkaica en el
norte de Chile fue explotar su riqueza minera (p. e.,
Raino 1981; Cornejo 1995; Niemeyer & Schiappacasse
1998 [1987]; Núñez 1999; Aldunate 2001a; Salazar
2002; Berenguer et al. 2005). Varios razonan, además,
que la especialización e intensidad de esa explotación
seguramente requirió reorganizar la producción agrícola local para proveer a los mineros de alimentos
que asegurasen su subsistencia (Llagostera 1976a;
Aldunate 2001a; Núñez et al. 2005; Berenguer 2007).
Y, en efecto, al menos en la ii Región de Antofagasta,
una revisión de las investigaciones arqueológicas de
los últimos 35 años sugiere que los inkas organizaron
los nodos o centros atacameños más importantes
con el in de producir excedentes agroganaderos que
permitieron aumentar sustancialmente la escala de la
producción cuprífera.
A nuestro juicio, uno de los ejemplos mejor documentados proviene de la cuenca alta del río Salado,
principal aluente del río Loa. Este caso será discutido
en detalle en el presente trabajo. Por ahora, es suiciente
adelantar que en tiempos de la ocupación inka este
sistema funcionó como una bien articulada aglomera-
A
José Berenguer, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, Chile, email: jberenguer@museoprecolombino.cl
B
Diego Salazar, Departamento de Antropología, Universidad de Chile, Santiago, Chile, email: dsalazar@uchile.cl
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016.
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
SISTEMAS AGROMINEROS
Una de las principales políticas aplicadas por los inkas
en las provincias del Tawantinsuyu consistía en intensiicar la producción local. La incorporación de una
región en la economía política imperial implicaba la
reorganización de sus procesos productivos para generar
bienes en cantidades muy superiores a las necesitadas
por las comunidades locales (Murra 1978). Para ello,
los inkas solían evaluar rigurosamente los recursos
de los territorios conquistados, lo que les permitía
explotarlos según sus diferentes vocaciones de uso. Por
ejemplo, en el extremo norte de Chile (xv Región de
Arica y Parinacota) los inkas parecen haber valorado
sobre todo la complementación de recursos ganaderos,
agrícolas y marinos entre las tierras altas y bajas, una
economía de tipo vertical que las poblaciones de los
valles, la sierra y el altiplano llevaban practicando desde
hace siglos (Muñoz & Chacama 2006; Williams et al.
2009; Llagostera 2010; Santoro et al. 2010) (ig. 1).3 En
la Región de Antofagasta, en cambio, privilegiaron los
recursos mineros –incluyendo una variedad de óxidos,
silicatos y carbonatos de cobre, cobre nativo y turquesa–,
muchos de los cuales habían sido explotados por los
habitantes del desierto desde el Período Arcaico Tardío
0
20 Km
Lequena
Taira
Santa Bárbara
Conchi
Pucará de Turi
Chuquicamata
CALAMA
a
Chiu Chiu
Lo
ción de faenas mineras, agrícolas y ganaderas en torno
a Turi, poblado local desde donde los agentes estatales
habrían administrado la zona (véase, por ejemplo,
Castro et al. 1993; Adán 1999; Aldunate 2001a; Adán
& Uribe 2005; Salazar et al. 2013). Sostenemos que la
“aglomeración”, entendida como una asociación de
actividades productivas en estrecha vecindad (Johnston
et al. 1987), es una de las maneras en que el modelo
extractivo (sensu Lobos 2012) inkaico se territorializó
en la Región de Antofagasta. O, dicho de otro modo:
es una de las formas mediante la cual la estructura de
dominación cusqueña ejerció el poder para explotar los
recursos locales (véase Sack 1986, en Del Río 2002).2
Central en la articulación de esta aglomeración era el
camino inka que pasa por la zona y que es parte de un
corredor estatal de unos 250 km de largo que unía la
península de Colcha K, en Lípez, con San Pedro de
Atacama (Castro et al. 2004; Nielsen et al. 2006). A
continuación, detallamos la aglomeración productiva
del río Salado como un caso de territorialización del
modelo minero inka.
Río
52
Ayquina
Toconce
Río
o
lad
Río Sa
Caspana
Río
Ca
Sa
lad
spa
o
na
Figura 1. Zona del interior de la Región de Antofagasta, norte de
Chile, donde se focaliza el estudio. Figure 1. Interior of Antofagasta
Region, Northern Chile, focal area of the study.
(Raino 1981; Cornejo 1995; Niemeyer & Schiappacasse
1998 [1987]; Núñez, L. 1999; Uribe & Carrasco 1999;
Aldunate 2001a; Salazar 2002, 2008; Berenguer et al.
2005; Núñez et al. 2005; Salazar et al. 2013).
Es evidente, sin embargo, que para aumentar esta
producción tradicional de metales y piedras semipreciosas
manteniendo la misma tecnología local, era necesario
intensiicar la producción, ya fuera incrementando la
cantidad de trabajadores en las faenas mineras y/o el
tiempo que estos dedicaban a estas actividades extractivas.
Un buen ejemplo de lo anterior ha sido documentado
en El Abra, donde los volúmenes de producción crecen
notablemente durante el Período Tardío, al igual que la
cantidad de sitios, su tamaño y la densidad de los depósitos ocupacionales que en ellos se emplazan (Salazar
2002). La intensiicación productiva requería como
elemento esencial el aprovisionamiento de los núcleos
extractivos, lo cual presentaba importantes desafíos para
el poder estatal, en especial en el caso de los recursos
mineros en el desierto, los cuales suelen ubicarse en
áreas distantes de los nodos agropastoriles (Núñez, L.
1987; Angiorama 2001). Basado en planteamientos de
Franklin Pease y John Murra, Llagostera (1976a: 45)
sostiene que los inkas buscaban incorporar “regiones
de interés para la economía estatal, que ya existían
como ambientes organizados”, y postula que en la vertiente occidental de los Andes del sur organizaron “un
complicado sistema agro-minero, en el que entraron
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
en juego complementario los núcleos mineros y los
núcleos agrarios, siendo estos últimos los nutrientes
de los primeros” (Llagostera 1976b: 217).
En los sistemas agromineros inkaicos la cosecha de
la región no solo era fundamental para el sostenimiento
diario de los contingentes en las minas, sino también
para la hospitalidad y el comensalismo político que
el Estado practicaba con ines administrativos. No se
debe olvidar que estos constituían un elemento central
en la reproducción de los vínculos entre el Estado, las
comunidades locales y las divinidades, al legitimar las
prestaciones de servicio que las poblaciones sometidas
entregaban al Tawantinsuyu. En efecto, las investigaciones sobre los inkas han demostrado la importancia
de los banquetes de comida y bebida que la burocracia
inkaica organizaba para retribuir las mitas o prestaciones
rotativas de trabajo de los mitayos (Morris 1978-1980,
1982; Murra 1978). Realizados en contextos rituales y
ceremoniales en los que interactuaban poblaciones locales,
representantes del Tawantinsuyu y divinidades, estos
exuberantes festines representaban un aspecto clave de
la administración estatal (Morris & hompson 1985: 83).
Seguramente, son requerimientos como los precedentes los que subyacen a las operaciones de ampliación
de tierras de cultivo y de mejora de suelos y andenes
agrícolas que los inkas efectuaron en el interior de la
Región de Antofagasta, labores que se aprecian en sitios
como Paniri, Toconce y Socaire y que habrían resultado
en un considerable incremento productivo de tubérculos,
maíz, quinua y otros cultivos (Núñez, P. 1993; Aldunate
1993, 2001a; Adán 1999; Adán & Uribe 2005; Núñez
et al. 2005; Parcero-Oubiña et al. 2016). Aunque estas
ampliaciones, mejoras e incrementos no han sido aún
sistemáticamente establecidos, tal cantidad de terrazas
y campos de cultivo no se explica solo en función del
consumo local interno. Parece correcto, por lo tanto,
plantear que, a diferencia del énfasis agromarítimo
aplicado en la Región de Arica y Parinacota, en tierras
antofagastinas las autoridades cusqueñas organizaron
sistemas agromineros en los que las operaciones agrícolas eran subsidiarias de las operaciones mineras. Son
aquellos excedentes agropecuarios producidos en los
principales nodos locales los que habrían permitido a
los inkas intensiicar la extracción de cobre en la Región
de Antofagasta (Salazar 2002; Berenguer et al. 2005;
Berenguer 2007; Salazar et al. 2013).
53
LA SITUACIÓN ANTES DE LOS INKAS
Como anticipamos en la Introducción, la mejor evidencia de un sistema agrominero en el norte de Chile
proviene de la cuenca alta del río Salado, una zona de
la hoya superior del río Loa situada a unos 70 km al
este de la ciudad de Calama. Aun cuando varias de las
interpretaciones sobre el Período Inka realizadas en las
décadas de 1980 y 1990 posiblemente requerirían más
excavaciones, así como también una mayor sistematización de los datos (Castro et al. 1993: 100), a comienzos
del 2000 la información publicada proveía todos los
elementos para reconstruir este sistema productivo en
sus trazos gruesos. Permítasenos hacer este trabajo de
reconstrucción examinando con cierto detalle la situación
antes y durante la ocupación inkaica.
Al momento del arribo de los inkas a la Región de
Antofagasta, la referida cuenca era una de las zonas más
densamente pobladas, con aldeas en lugares como Turi,
Toconce y Caspana (ig. 2).4 Se ha planteado que estas
poblaciones estaban estructuradas en grupos corporativos
basados en el parentesco (Adán & Uribe 2005; véase también Uribe 1996), bajo un sistema similar al de los ayllus
de otras partes de los Andes (p. e., Albó 1972; Platt 1987;
Isbell 1997; Nielsen 2007). La sociedad formada por este
conjunto de comunidades era el resultado de un proceso
de amalgamación gradual entre las poblaciones de las
tierras altas de la cuenca del río Salado y las del altiplano
meridional de Bolivia que databa, por lo menos, desde
principios del Período Intermedio Tardío (cf. Castro et
al. 1984). Dichas comunidades poseían amplios terrenos
de cultivo, abundante agua para el regadío y numerosas
áreas de pastoreo, incluyendo la vega permanente más
grande y rica en forraje. Precisamente a orillas de esta
importante área de pastizales, junto a unos manantiales, sobre una oscura colina de lavas y con las cumbres
actualmente más veneradas en el horizonte, se extendía
el mayor asentamiento atacameño –el llamado pucará
de Turi– desde donde probablemente ejercían el poder
los ancestros de los pobladores de la zona (ig. 3).
En los grupos andinos organizados bajo el sistema
de ayllus los recursos no pertenecen a la comunidad, sino
a los espíritus de los cerros y a los ancestros fundadores;
así, los comuneros son tan solo sus guardianes (Isbell
1997; Del Río 2002). Coherentemente, tanto en las aldeas
locales como en el pucará de Turi, el culto de los cerros
en torres o chullpas y la veneración de los muertos en
sepulcros ubicados en abrigos rocosos ocupaban una
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
54
570 UTM
SIMBOLOGÍA
590 UTM
Cerro
Carcanal
Localidades
Volcán Paniri
Desierto absoluto
Pampa
400
Tolar
Qda.
de Cu
Equidistancia altimétrica:
200 m
10 Km
Cerro del León
Cerro Topaín
Q
Vegas de Turi
300
ón
l Le
de
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Volcán Toconce
PUCARÁ DE TURI
0
lu
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Río Sala
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TOCONCE
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Río
Río
Cerros de Ayquina
CERRO VERDE
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7520 UTM
l
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una
00
7540 UTM
40
0
PANIRI
po
Pajonal
Cerro Chao
0
CUPO
Morros
de Cablor
Figura 2. Cuenca alta del río Salado y localización de los principales sitios mencionados en el texto. Figure 2. Upper Salado river basin
showing the location of the main sites mentioned in the text.
parte central de su vida ceremonial (Aldunate & Castro
1981; Aldunate et al. 1982; Berenguer et al. 1984) (ig.
4). En realidad, de un modo similar a como señala Garcilaso de la Vega (1943 [1609]: 72) cuando se reiere a
las wak’as en los Andes, tanto cerros, chullpas, sepulcros
y muertos eran tratados como personas; de hecho, los
restos culinarios que aparecen en estos espacios (Aldunate et al. 1982: 156-157 y pss.) pueden ser vistos como
modos de comensalismo ritual en los que los humanos
se relacionaban con entes no humanos con los cuales
compartían lazos de parentesco (Bray 2012). Los waki
o entierros de diversos objetos de ofrendas, tales como
huesos de camélidos, palas, cuchillos y raspadores de
piedra, eran otras de las bien arraigadas manifestaciones ceremoniales, al punto que este tipo de entierro
se encuentra distribuido por gran parte del pucará, a
veces a modo de ritos de fundación de las estructuras
arquitectónicas, como veremos más adelante (Aldunate
1995; Adán 1996; para una deinición más general de
waki, véase Aldunate et al. 1982: 136).
Las fechas radiocarbónicas y termoluminiscentes
revelan que el llamado pucará de Turi permaneció habitado durante más de 700 años, desde ines del primer
milenio hasta mediados del siglo xvii, aunque es claro
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
55
Figura 3. Poblado de Turi visto desde la vega (fotografía de Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2011). Figure 3. Settlement of Turi
as seen from the high altitude wetland (photo by Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2011).
que sus más de seis centenares de recintos, distribuidos
en aproximadamente 4 ha, no fueron habitados en
forma simultánea (Aldunate 1993; Castro et al. 1993;
Adán 1996). Es posible que el sitio iniciara su historia
ocupacional como un pequeño asentamiento de pastores
(Adán 1996: 237) –quizás en conexión con el cercano
cementerio de Turi-2 (Castro et al. 1994)– y que, con
el tiempo, fuera creciendo en tamaño hasta constituirse
en el poblado dominante de la zona.5 Su coniguración
polinuclear (sensu Nielsen 2007) durante el Intermedio
Tardío, con diversos “barrios” dotados de espacios de
uso colectivo (Castro et al. 1993; Adán 1996) asimilables
a patios o plazas no formalizadas, es compatible con
una organización social de índole segmentaria (Adán
& Uribe 2005; González 2016).
b
Corte este-oeste Chullpa Nº 1
Excavación interior y exterior frente al vano
100
Jamba
Interior
Exterior
40
0 cm
Emplantillado de piedra
Corte norte-sur Chullpa Nº 36
Excavación exterior frente al vano
Exterior
a
Jamba
Vano
140
100
60
20
0 cm
Estrato estéril
Fogón
Piso rocoso
Figura 4. Chullpas del sitio Likán, valle del río Toconce: a) chullpa N° 36 (fotografía de Victoria Castro, 1979); b) cortes en chullpas
N° 1 y 36 (según Aldunate et al. 1982: ig. 1). Figure 4. Chullpas at the site of Likán, Toconce river valley: a) chullpa N° 36 (photo by
Victoria Castro, 1979); b) cuts on chullpas 1 and 36 (ater Aldunate et al. 1982: ig. 1).
56
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
EL DOMINIO INKA
Cuando los ambientes desérticos se piensan desde la
perspectiva de quienes viven en zonas templadas, es
entendible que sean caracterizados como espacios áridos
intercalados con espacios todavía más áridos (Aronson
2008), pero la verdad es que la cuenca superior del río
Salado posee numerosas áreas focales de vida y cuantiosos recursos (Berenguer 2004: 92 y pss.). Situada en
una fértil franja intermedia entre el desierto absoluto y
una no menos árida puna, el potencial económico de la
cuenca no pasó inadvertido para los inkas.
En el siglo xv, los cusqueños ocuparon Turi y
colonizaron la zona. El viejo pucará fue rodeado con
muros de dimensiones monumentales (Aldunate 1993;
cf. Adán 1996), uno de ellos con un trazado en zigzag
que, guardando las debidas distancias, recuerda a Sacsaywaman (ig. 5). Como una violenta señal de conquista,
los inkas destruyeron parte del sector de chullpas, para
ediicar allí una gran plaza rectangular con una kallanka
de 26 m de largo en uno de sus extremos, esta última
construida con cimientos de piedra y muros de adobones
(Aldunate 1993, 1995) (ig. 6).6 Además, en el exterior los
inkas ediicaron casi una decena de otras construcciones,
cuatro de ellas también de adobe, y todas alineadas con
un tramo de camino inka de unos 5 m de ancho sobre
el que volveremos más adelante (ig. 7).
Figura 5. Vista aérea del poblado de Turi (fotografía de Fernando
Maldonado/mchap, 2001). Figure 5. Aerial view of the settlement
of Turi (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001).
Varios autores consideran que los inkas además
modiicaron el sector central de Turi, dándole un trazado
ortogonal mediante recintos que recuerdan a los típicos
“rectángulos perimetrales compuestos” o rpc inkaicos
(Aldunate 1993: 74, 2001b: 41-42; Castro et al. 1993: 84,
94; Adán 1996: 235; véase, sin embargo, Cornejo 1999:
174). Estas alteraciones, destrucciones y construcciones
transformaron el sitio en un asentamiento mononuclear,
con su núcleo edilicio ubicado en el sector donde están
la plaza y la kallanka.
Tales cambios sugieren que los recién llegados
dirigieron con gran precisión los trabajos, estableciendo
una marcada segregación social del espacio ediicado.
Mientras la mayor parte del poblado original siguió
orientada hacia el poniente, el sector inkaico fue direccionado hacia el oriente, como si los nuevos moradores
dieran la espalda a los comuneros que habitaban el otro
sector (Cornejo 1995; Aldunate 2001a) y reservaran
para sí el este, punto cardinal privilegiado dentro de
la ideología cusqueña (Hyslop 1990). Así, se puede
decir que el sector de ediicios inkas fue diseñado para
funcionar como una arquitectura de la diferencia y
también como un elemento legitimador, que propendían
a identiicar al Inka (o a sus representantes) con los
puntos de salida del sol y, de esta manera, con el orden
permanente y universal del cosmos.7 En última instancia,
el objetivo de las autoridades estatales era producir un
fuerte y muy visible sentido de orden, un orden nuevo
y distintivamente inkaico.
En todo caso, la población de la cuenca siguió
realizando ritos en el pucará, tanto en las chullpas
preinkaicas que sobrevivieron a la destrucción como
en aquellas construidas durante la ocupación inka
(Aldunate 1993; Adán 1996; Uribe 1996). En otras
regiones, esta insistencia ritual ha sido interpretada
como cuestionamiento de las comunidades locales
del “olvido impuesto por los inkas sobre la historia
del lugar” (Nielsen 2007: 119). En efecto, en Turi este
comportamiento puede haber sido una continuación de
formas tradicionales de actualizar la memoria colectiva,
pero también puede haberse tratado de una respuesta a
la colonización cusqueña y sus políticas de supremacía.
La insistencia ritual correspondería en este último caso
a manifestaciones contestatarias, acaso contrahegemónicas, orientadas a fortalecer la reproducción de
la debilitada organización de parentesco nativa frente
a las demandas e imposiciones estatales. Al respecto,
cabe señalar que la práctica usual en los procesos de
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
anexión era que el Estado transiriera el dominio sobrenatural y político de los recursos desde los ancestros
locales al Inka (véase supra), pero solo una vez que se
resolvía ritualmente una salida a la contradicción entre
las ideologías del ayllu y la estatal, se validaba la “recreación” de estos recursos y se pasaba a una etapa de
colaboración entre comuneros y agentes estatales (p.
e., véase Isbell 1997: 302).
Digamos que un arreglo político en estos términos
parece haber ocurrido en la cuenca alta del río Salado.
Considérese la siguiente argumentación: Cornejo (1999:
igs. 3 y 4) sostiene que en el mismo lugar donde se
ubica la kallanka de Turi hubo antes un gran recinto que
interpreta como un rpc, el cual correspondería a una
primera etapa de ediicaciones inkaicas y cuyo carácter
rudimentario obedecería a que sus constructores no
asimilaban todavía las técnicas de construcción inkaicas
(véase también Aldunate 2001b: 41) (ig. 8). Sin embargo,
los colegas que excavaron la kallanka estimaron que
los depósitos de basura acumulados allí podrían ser
anteriores, preinkaicos o no deinitivamente de la época
inka (Aldunate 1993: 67, 74; Cornejo 1999: 168, 172).
Cualquiera de estas alternativas abre la posibilidad de
que el presunto rpc destruido haya sido, más bien, una
estructura ceremonial local preinkaica, tal vez análoga
a la arrasada por los inkas en Los Amarillos (Nielsen
2007: igs. 3.11 y 3.17).8 De hecho, al igual que en Los
Amarillos, en Turi, el gran recinto previo o anterior a
a
57
Figura 6. Kallanka de Turi (fotografía de Andrea Rojas/Qhapaq
Ñan Chile-cmn, 2010). Figure 6. Kallanka de Turi (photo by Andrea
Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2010).
la kallanka habría contenido otros tres recintos en el
interior cuyo tamaño decrece de derecha a izquierda
(Cornejo 1999) y donde pudieron haberse depositado
los cuerpos de los mallquis o ancestros fundadores de
la sociedad local. Si a esto agregamos que bajo la esquina sureste de la kallanka fue enterrado el cráneo de
un adulto, posiblemente nativo de la región (Aldunate
1995, 2001b: 42),9 existen indicios para sugerir que la
instalación del Inkario en la zona se produjo dentro de
un clima de asperezas y fricciones que parece haberse
resuelto mediante negociaciones que involucraron un
cuidadoso protocolo ritual. Estamos insinuando que el
cráneo pudo haber pertenecido a uno de los supuestos
b
Figura 7: a) vista aérea del sector inkaico de Turi, incluyendo un segmento de camino inka (fotografía de Fernando Maldonado/mchap,
2001); b) otras construcciones inkaicas junto al camino (fotografía de José Berenguer, 2010). Figure 7: a) aerial view of the Inka sector
of Turi, including a segment of the Inka Road (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001); b) other Inka constructions alongside the
road (photo by José Berenguer, 2010).
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
58
Recintos, chullpa
y muros hipotéticos
a
b
Cimientos de chullpa
bajo Kallanka
Sondeo 7
Sondeo 8
Muro
incompleto 3
Sondeo 1
DETALLE
c
Muro perimetral norte
Sondeo 4
Muro
incompleto 1
Muro
incompleto 2
30 m
Sondeo 5
Sondeo 6
Muro doble
con relleno
Muro
incompleto 4
Sondeo 3
Sondeo 2
30 m
Recintos destruidos
Camino Inka
Muro perimetral este
Kancha
Kallanka
Recinto 7
Recinto 6
Recinto 5
Recinto 4
Recinto 607
Recinto 3
Recinto 2
Entrada
Recinto 1
Entrada
Camino
Inka
Entrada
Recinto 608
30 m
Figura 8. Evolución del sector inkaico del poblado de Turi (según Cornejo 1999: igs. 2, 3 y 4): a) durante la ocupación local pre Inka; b)
durante la fase inicial de construcción de elementos inkas; c) detalle de los rasgos de la kancha (la plaza) y la kallanka. Figure 8. Evolution
of the Inka sector of Turi settlement (ater Cornejo 1999: igs. 2, 3 and 4): a) during local pre-Inka occupation; b) during the initial stage of
construction of Inka structures; c) details of the kancha (plaza) and kallanka.
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
1
2
3
1
59
3
2
4
4
5
6
5
1 cm
6
1 cm
Figura 9. Cántaros aribaloides, escudillas y jarros del tipo Inka
Local, Caspana (según Uribe & Carrasco 1999: igs. 1 y 2). Figure
9. Cántaro jugs with aribalo features, serving dishes and pitchers
in the Local Inka style, Caspana (ater Uribe & Carrasco 1999:
igs. 1 and 2).
Figura 10. Vasijas “Inka Foráneo” (según Uribe & Carrasco 1999:
ig. 3). Figure 10. “Foreign Inka” vessels (ater Uribe & Carrasco
1999: ig. 3).
mallquis desalojados de la estructura destruida por los
cusqueños, y que su colocación en un waki a modo de
cimiento de la kallanka sería una actividad dedicatoria
de consagración del ediicio (sensu Osborne 2004).10
Asimismo (y sobre todo), esta maniobra parece haber sido parte de una operación político-ritual para
transferir el dominio de los recursos de la zona desde
los ancestros locales al Inka. De modo similar a como
lo plantea Del Río (2002: 675 y pss.) para el Pucará de
Surasura (Paria, Bolivia), muy probablemente el viejo
pucará de Turi constituyó para los ayllus de la zona “el
espacio de representación (e imaginación) seleccionado
por la memoria que dio sentido a sus descendientes” y, a
la vez, “el lugar del simbólico sometimiento al Cuzco”.11
No hay buena evidencia arqueológica ni documental que indique que la cuenca alta del río Salado
fue gobernada por los inkas desde centros localizados
en el altiplano boliviano o en la puna argentina (Uribe
1996; cf. Aldunate 2001b; Llagostera 1976b, 2010). Más
bien, hoy se piensa que los agentes estatales gobernaron
a la población desde las propias instalaciones inkaicas
incrustadas en la parte más elevada de Turi, bajo un
régimen que proponemos caracterizar como de control
estatal efectivo con mando indirecto. Entendemos por
tal un sistema de gobierno en el que las autoridades
cusqueñas promocionaban a las élites locales mediante
la celebración de pactos con sus líderes étnicos y el reconocimiento de cierta “autonomía política e ideológica a
cambio del cumplimiento de las cuotas de producción
para el Estado” (Núñez et al. 2005; cf. Castro et al. 1993;
Uribe & Carrasco 1999; Aldunate 2001a; véase también
Malpass & Alconini 2010). Quizás esta forma vicaria de
dominio podría explicar por qué dentro de los más de
1000 kg de fragmentos cerámicos recuperados en Turi
abundan los componentes alfareros Inka Local y Loa/
San Pedro, mientras que escasean notoriamente las
cerámicas importadas de estilos provincial e imperial o
cusqueño (Aldunate 1995, 2001b; Cornejo 1995; Adán
1996; Uribe 1996). Este patrón cerámico sugiere que
la gestión estatal no estuvo directamente en manos de
autoridades foráneas, sino de dirigentes locales cooptados
por el Inka. Es más, en el cementerio Los Abuelos de
Caspana (Ayala et al. 1999; Uribe & Adán 2004; Adán
& Uribe 2005) se encontró enterrado solo a un reducido
“número de individuos locales rodeados de parafernalia
inkaica”, lo que sugiere que “la incorporación al imperio
habría generado procesos de diferenciación al interior
de la sociedad” del río Salado (Uribe & Carrasco 1999:
70) (igs. 9, 10).
Como sea, luye ostensiblemente de esta discusión
que el objetivo de los inkas en la zona fue la captura del
“sistema o ambiente organizado” (Llagostera 1976a)
60
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a
b
Figura 11. Estructura inkaica en el sitio Likán, valle del río Toconce: a) vista desde el norte; b) vista desde el oeste (fotografías de José
Berenguer, 2015). Figure 11. Inka structure at the site of Likán, Toconce river valley: a) view from the north; b) view from the west (photos
by José Berenguer, 2015).
preexistente con el in de incorporar al conjunto de comunidades del río Salado dentro de la economía política
del Estado cusqueño (ig. 1). Insertando al liderazgo
local en la jerarquía administrativa estatal, los inkas
gobernaron el Salado en forma “indirecta”, con lo que
simpliicaron las tareas de organización, supervisión y
toma de decisiones (Alconini 2008), pero mantuvieron
un control efectivo sobre la fuerza de trabajo y los medios de producción. A través de diversos mecanismos
de control social y de ejercicio del poder, así como de la
reconiguración física y simbólica de los espacios públicos (Gallardo et al. 1995) y la resigniicación del paisaje
circundante como un paisaje del Imperio (Berenguer
2007; Salazar et al. 2013), la maquinaria estatal creó en
el alto Salado una nueva territorialidad, superpuesta a
la local, que hizo posible la apropiación y reformulación
del sistema de producción tradicional. Esto quiere decir
que la muchas veces referida “inkanización” no sería otra
cosa que una desposesión seguida de una territorialización inka (Lobos 2012); y su resultado, la aparición de
una multiterritorialidad (sensu Rincón García 2012),
es decir, distintos proyectos de apropiación y control
territorial en conlicto, fenómeno típico, por lo demás,
de los procesos de dominación que ocupan mecanismos
de expansión territorial.
estructura inkaica en la cima de la colina, justamente
en el centro del sector de chullpas del sitio Likán (ig.
11; véase Aldunate et al. 1982: nota 13). Solo entonces
quebradas cercanas a Turi con amplias extensiones de
cultivo en graderías, como Toconce, Caspana y Ayquina (ig. 12), o bien, de cultivo en faldeos, como Paniri,
pudieron ser reorganizadas por el Inka para producir
grandes cantidades de alimentos, pasando a formar
parte del hinterland agrario de este centro provincial.
Muy probablemente, algunos artículos como el
maíz fueron llevados a Turi para su procesamiento.
EL COMPONENTE AGROGANADERO
En la captura del sistema local llevada a cabo por los
inkas, la neutralización de las “personas no humanas”
de las comunidades (sensu Bray 2012) fue esencial. Al
respecto, qué más elocuente que la ediicación de una
Figura 12. Terrazas agrícolas en gradería, valle del río Toconce
(fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001). Figure 12.
Hillside agricultural terraces, Toconce river valley (photo by Fernando
Maldonado/mchap, 2001).
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
interna en la etapa tardía del asentamiento, así como la
intensiicación de la producción agrícola en las quebradas
adyacentes (Núñez, P. 1993), constituyen evidencias
circunstanciales de que estos molinos efectivamente se
emplearon en el procesamiento de granos para producir
algún producto a gran escala.
Buena parte de la cosecha de las quebradas habría
sido destinada a la producción de alimentos para el consumo diario (p. e., tubérculos, maíz, porotos, calabaza,
quenopodiáceas, entre otros), pero, a nuestro juicio,
también a la elaboración de chicha para los festines que
las autoridades estatales organizaban para agasajar a
los trabajadores que servían bajo el sistema de la mit’a
(Morris 1978-1980, 1982; Morris & hompson 1985).
Estas “tomateras” y “comilonas” estatales explican
buena parte de la importante acumulación de basuras
en Turi, especíicamente en las áreas cercanas a los
morteros. Serían parte de este sistema de producción,
redistribución y hospitalidad estatal una variedad de
grandes contenedores de cerámica –algunos de ellos
asimilables a los wirkes etnográicos (Varela 1992;
Uribe 1996; ig. 13)–, numerosos morteros asociados
a bodegas dispuestas en hilera al interior de amplias
estructuras de uso comunal (Adán 1996: 235), así
como qollcas de estilo inkaico (Castro et al. 1993: 95;
González 2016).12
A juzgar por su tamaño, emplazamiento y tipo
arquitectónico, otras estructuras parecen haber sido
corrales: nos referimos a recintos espaciosos, localizados
Figura 13. Wirkes etnográicos, según Varela (1992: lám. 18).
Figure 13. Ethnographic wirkes, according to Varela (1992: pl.18).
Así lo sugiere el hallazgo de cientos de grandes artefactos de molienda concentrados en el sector central
del poblado (Aldunate 1995), un espacio que –ya vimos– habría sido remodelado por los inkas (Castro et
al. 1993: 82, 95, 97). Es cierto que la investigación no
recuperó evidencias directas que permitan identiicar
los productos procesados en esos artefactos (Cornejo
1993), pero su abundancia, los densos basurales que
cubren parcialmente los recintos y las vías de circulación
Lípez
SALAR
DE UYUNI
BO
Colcha K
LI
A
VI
Tambo
Salado
Toconce
Cerro León
CH
IL
E
Incaguasi
CALAMA
o
El abra
San Bartolo
Cerro Verde
lad
Río Loa
Caspana
Catarpe
SALAR DE
ATACAMA
Co. Quimal
Sa
Collahuasi Miño 1
Paniri
Turi
Cerro Colorado
Vn. San Pedro
Incahuasi
San Pedro
de Atacama
Camar
Río
Miño 2
Vn. Licancabur
Vn. Toconce
Vn. Paniri
Pabellón
Inca
61
Camino Inca
Figura 14. Trazado del camino inka entre Lípez y San Pedro de Atacama (producción de Fernando Maldonado sobre base topográica
cortesía Laboratorio sig caseb, puc). Figure 14. Outline of the Inka Road between Lípez and San Pedro de Atacama (produced by Fernando
Maldonado, based on topography courtesy of Laboratorio sig caseb, puc).
62
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a
b
c
d
Figura 15. Segmentos del Qhapaq Ñan en la zona del río Salado: a) vista del camino desde el norte hacia Turi (fotografía de Andrea
Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2010); b) el mismo camino visto desde Turi hacia el norte (fotografía de José Berenguer, 2010); c) cuesta
con peldaños de piedra, cañón del valle del río Caspana (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001); d) el camino inka a la altura
del centro minero de Cerro Verde, valle del río Caspana (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001). Figure 15. Segments of the
Qhapaq Ñan in the area of río Salado: a) view of the road from the north, looking toward Turi (photo by Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chilecmn, 2010); b) the same road seen from Turi looking north (photo by José Berenguer, 2010); c) slope with stone steps, in the río Caspana
canyon (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001); d) Inka Road near the mining center of Cerro Verde, in the Caspana river Valley
(photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001).
en el sureste del asentamiento, asociados a una vía de
circulación que conecta con el camino inka que pasa
por allí, como también a otros de similar tamaño que
se encuentran en los extramuros (Castro et al. 1993:
95; Adán 1996: 161-163, 223-224, 237). Los corrales
constituyen un elemento casi infaltable en la arquitectura
de los sitios inkaicos (Raino 1981; Hyslop 1984, 1990),
ya que los rebaños estatales proveían subproductos
como lana, cueros, carne fresca, charki y estiércol
para abonar la tierra (Adán 1996), aun cuando parte
de esa masa ganadera seguramente sirviera también
para actividades de transporte.
ACTIVIDADES EXTRACTIVAS CERCA
DE CASA
Como ya fue adelantado, la colonización inkaica de la
cuenca alta del río Salado contempló la construcción de
un tramo de camino real que proviene del altiplano sur de
Bolivia (Nielsen et al. 2006: ig. 2) e ingresa a la cuenca por
el abra de Cupo (Castro el al. 2004: ig. 1), pasando por el
sector alto de Turi, para dirigirse al sur hacia Catarpe-Este
(ig. 14), el otro centro inkaico de gran envergadura en
la región (Castro et al. 1993; Niemeyer & Schiappacasse
1998 [1987]). Se trata de otra de las diagonales con las que
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
63
Figura 16. Vista aérea del sitio inkaico de Cerro Verde, valle del río Caspana (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001).
Figure 16. Aerial view of the Inka site of Cerro Verde, in the Caspana river valley (photo by Fernando Maldonado /mchap, 2001).
el sistema vial de los inkas ingresaba desde el altiplano al
norte de Chile (véase Berenguer et al. 2011) (ig. 15).13
El alineamiento de los recintos inkaicos exteriores
de Turi con la arteria (ig. 7) es típico de las instalaciones
que en el Qhapaq Ñan servían funciones de albergue
y almacenamiento (Hyslop 1984). Por lo tanto, es muy
claro que, entre otras funciones, Turi cumplió la de ser
un tambo, probablemente el más importante en la ruta
entre la península de Colcha K, en la orilla sur del salar
de Uyuni, y Catarpe-Este, en San Pedro de Atacama.
Una decena de kilómetros al sureste de Turi, el camino
que une a esta localidad con Catarpe pasa por la mina de
cobre de Cerro Verde (Adán 1999; Uribe et al. 2000). En
el valle de Caspana, el sitio de Cerro Verde operó como
un centro productivo, administrativo y ceremonial, con
tres plazas rodeadas por medio centenar de recintos (ig.
16) y un ushnu emplazado sobre un promontorio rocoso
que domina el asentamiento y desde el cual se divisan los
cerros más sagrados de la zona (Adán 1999; Adán & Uribe
2005) (ig. 17). A unos 300 m al sur de este complejo, se
64
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a
b
Figura 17. Ushnu de Cerro Verde: a) vista desde el norte (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001); b) vista desde el sur, con
los cerros de la zona en el fondo (fotografía de José Berenguer, 2012). Figure 17. Ushnu at Cerro Verde: a) view from the north (photo by
Fernando Maldonado/mchap, 2001); b) view from the south, with nearby hills in the distance (photo by José Berenguer, 2012).
halla un campamento minero con cerca de 40 estructuras
que muestra evidencia supericial de decenas de martillos
líticos y abundante mineral de cobre molido. Un poco
más al sur del campamento se documentó recientemente
una cantera para elaborar martillos mineros, mientras que
entre los restos de operaciones extractivas históricas se
advierten incuestionables frentes de trabajo y desmontes
de época prehispánica, todos asociados a numerosos
cabezales de martillos líticos (Salazar et al. 2013) (ig.
18). A solo 4 km al noroeste del llamado pueblo viejo
de Caspana –donde habría estado emplazada una de las
aldeas prehispánicas locales (Adán 1999)–, la mina de
Cerro Verde puede haber sido la principal razón para
que la administración central cusqueña cultivase una
relación privilegiada con los líderes de este valle de la
cuenca del Salado.
Una gran cantidad de artefactos de molienda ha
sido reportada en el sector central de la Aldea Talikuna, otro importante sitio habitacional en la cuenca del
río Caspana, con fechas que lo sitúan en el Período
Tardío (Uribe & Carrasco 1999; Adán & Uribe 2005).
Al igual que en Turi, estos artefactos podrían haber
estado vinculados con la economía de la chicha y el
comensalismo político inkaico. Evidencias adicionales
del “complejo chichero” en las cercanías de Cerro Verde
serían las “palas” de madera mencionadas por Adán y
Uribe (2005: 47) como parte de los contextos funerarios del cementerio Los Abuelos de Caspana (ig. 19).
Aunque no las hemos examinado directamente, por
la descripción de los autores podrían corresponder a
paletas como la que Nielsen encontró en el poblado
Los Amarillos (2007: fotografías 8 y 9), quien, a partir
de información etnográica de la localidad de Yakoraite,
en la quebrada de Humahuaca, la interpreta como un
a
b
c
Figura 18. Cerro Verde: a) cantera para elaborar martillos, frentes
de trabajo minero y desmontes; b) martillos líticos; c) taller de
manufactura de martillos (fotografías de Diego Salazar, 2006).
Figure 18 . Cerro Verde: a) quarry where material was extracted for
hammers, working face of the mine and waste piles; b) stone hammers;
c) hammer manufacturing site (photos by Diego Salazar, 2006).
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
a
b
65
c
Figura 19. Paletas de madera: a) Chiu Chiu (Rydén 1944: ig. 75 A-B); b) río Loa (Núñez, L. 1974); c) río Loa, mchap/dscy 1288. Figure
19. Wooden spades: a) Chiu Chiu (Rydén 1944: ig. 75A-B); b) Loa river (Núñez, L. 1974); c) Loa river, mchap / dscy 1288.
a
b
c
Figura 20: a) paleta de madera encontrada en el sitio Los Amarillos, quebrada de Humahuaca (fotografía de Axel Nielsen); b) chichera
de la localidad de Yakoraite, Quebrada de Humahuaca (fotografía de Axel Nielsen); c) preparación y producción de chicha de maíz
en el Perú colonial, siglo xvii (según Martínez Compañón 1998, vol. ii: 58). Figure 20: a) Wooden spade found at Los Amarillos site, in
Quebrada de Humahuaca (photo by Axel Nielsen); b) chichera (urn for making chicha) in the locality of Yakoraite, Quebrada de Humahuaca (photo by Axel Nielsen); c) preparation and production of chicha (fermented corn beverage) in colonial Peru, 17th Century (ater
Martínez Compañón 1998, vol. ii: 58).
utensilio para revolver la chicha en las primeras etapas de
su preparación (ig. 20).14 Por supuesto, estos artefactos
bien pueden ser multifuncionales, y es necesario realizar
más excavaciones en la plaza y en los recintos aledaños
para saber si en Cerro Verde se efectuaron festines de
comida y chicha que guardaran relación directa con las
operaciones mineras de las vecindades.
Desde yacimientos como Cerro Verde debe haber
provenido el mineral de cobre que se encontró acopiado
en grandes cantidades en una veintena de estructuras
semicirculares localizadas en la parte alta del pucará de
Turi, al este de la calzada inkaica (Castro et al. 1993: 94).
En efecto, Turi parece haber desempeñado un importante
papel en la acumulación y distribución de este mineral
(Núñez, L. 1999). Mientras parte de él fue ofrendado
en las chullpas y su entorno inmediato, otras fracciones
pueden haberse destinado a trabajos de lapidaria o a
la fundición del metal rojo en alguna colina cercana.
Al respecto, hay información sobre “una considerable
presencia de metalurgia” en Turi, particularmente,
alileres, topus, placas y pinzas (Aldunate 1993: 71, 73),
aunque, por supuesto, esto no signiica necesariamente
que hayan sido manufacturados en este lugar. En todo
caso, otros autores señalan que, por lo general, en la
Región de Antofagasta el mineral era fundido en las
proximidades de los lugares de extracción (Latcham
1938; Núñez, L. 1999), como hemos visto que ocurre
en el caso de Collahuasi, Región de Tarapacá.
66
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
CONCLUSIONES
NOTAS
Hemos argumentado, a lo largo de este trabajo, que durante
el Período Inka hubo un sistema agrominero operando
en la cuenca alta del Salado y que este se territorializó
como una bien coordinada “aglomeración de actividades
productivas” (sensu Johnston et al. 1987) que comprendía, a lo menos: (1) un yacimiento minero en el valle de
Caspana (Cerro Verde), (2) varias granjas agrícolas en
las zonas aledañas (Toconce, Paniri, Talikuna y, presumiblemente, Ayquina), (3) dispositivos de almacenaje en
casi todos estos sitios y (4) establecimientos ganaderos
en Turi y, en menor grado, en otras localidades vecinas
(p. e., Chulqui, Cáblor y Mulorotje). Localizados a una
distancia máxima de una jornada de camino, el centro
político-administrativo-ritual, el núcleo minero, las granjas
estatales y los establecimientos ganaderos se hallaban
asociados en relativa vecindad. Puede apreciarse, por lo
tanto, que en esta versión del modelo extractivo inkaico
todos los factores necesarios para su desenvolvimiento –
incluidas la población que proveía la fuerza de trabajo y la
infraestructura de transporte representada por el Qhapaq
Ñan– se concentraban dentro de un radio máximo de
poco más de 15 km en torno al vértice político de Turi,
el cual funcionaba, a su vez, como un sitio ceremonial,
como un centro administrativo y como el más importante
tambo del camino real inkaico que vinculaba el Norte de
Lípez con el oasis de San Pedro de Atacama.
Las síntesis –como la que hemos propuesto en este
artículo– son importantes en las reconstrucciones de la
prehistoria no solo porque permiten valorar el trabajo de
diversos colegas y encajar sus datos dentro de un relato
más amplio, sino también por su capacidad heurística,
ya que generalmente conducen a nuevas preguntas y,
con ello, a nuevas investigaciones. Por ejemplo, ¿qué
ocurría con el componente administrativo cuando los
núcleos mineros radicaban en lugares distantes de los
nodos agrícolas y de los grandes centros de población,
como ocurre con las minas de El Abra, Las Turquesas
o Collahuasi? Nos referimos a la organización, supervisión y toma de decisiones del más alto nivel en las
operaciones extractivas. La respuesta a esta pregunta
requiere examinar otras formas de territorialización del
modelo minero inka en la región, algunas de las cuales
hemos planteado en Salazar et al. (2013), pero que aún
deben ser estudiadas con mayor detalle en términos de
enclaves extractivos.
1
Relexión originada en los proyectos fondecyt N°
1100905 y N° 7100905, y presentada en Qhapaq Ñan i, Taller
Internacional en Torno al Sistema Vial Inkaico, San Pedro de
Atacama, Chile, 23-26 de marzo de 2015. Una versión anterior
fue presentada en el vi Encuentro de historia local. Visibilizando
lo nuestro: comunidades, desierto e interrelaciones sociales en el
tiempo, 13-14 de septiembre de 2013, Diego de Almagro, iii Región de Atacama.
2
Escribe esta autora: “Como Sack (1986) señalase, todo concepto de territorio implica el del ejercicio del poder, por lo cual
está íntimamente vinculado a las estructuras de dominación”
(Del Río 2002: 664). Así, todo proyecto productivo es un proyecto político y su territorialización no es otra cosa que el avance
e implantación de una territorialidad particular por sobre otras
alternativas (Kretschmer 2011, en Lobos 2013).
3
En 2007, la i Región de Tarapacá fue dividida para crear
una decimoquinta región desde la quebrada de Camarones al
norte, denominada de Arica y Parinacota.
4
Para una síntesis de las diferentes estimaciones de población en tiempos inkaicos, véase Berenguer (2004: 156-157).
5
El poder generativo de los caseríos o estancias pastoriles
para originar asentamientos más grandes ha sido planteado por
Berenguer (1995, 2004) para tiempos prehispánicos en el vecino
valle del Alto Loa y recogido por otros autores para caracterizar
dinámicas de crecimiento de sitios habitacionales prehispánicos
de la subregión del río Salado (p. e., Adán 1996; Ayala 2000).
6
Nielsen (2007: 120-121) relaciona esta destrucción en
Turi con la que practicaron los inkas en las estructuras ceremoniales del Complejo A del poblado de Los Amarillos, en la quebrada de Humahuaca, y en la plaza del poblado de Lakaya, en el
Norte de Lípez. Según el autor, en ambos lugares aparentemente
las comunidades locales veneraban a sus mallquis o ancestros
fundadores.
7
Esta dualidad direccional oriente-poniente parece mantenerse en la actualidad. Castro (2009: 262-263) relata un “pago”
ritual hecho por una pastora local antes de subir a las ruinas
de Turi, consistente en un jarro para los gentiles, anteabuelos y
reinka, dueños de los gentilares, y otro jarro para “las ánimas
benditas” (difuntos contemporáneos), cuyos contenidos la pastora arrojó, respectivamente, hacia el este y hacia el oeste.
8
Según Aldunate (1993: 73), “en la kallanka había un estrato fechado en 860 ± 150 ap y […] no es claro si esa ocupación
pertenecía a la estructura”, información que tiende a respaldar
nuestra interpretación.
9
Masculino de 25 a 35 años de edad cuyo cráneo fue encontrado con pintura roja, hojas de coca y otros materiales vegetales
(Aldunate 1995).
10
Es interesante mencionar que, de acuerdo a Garcilaso de
la Vega (1943 [1609]: 72), las “sepulturas en las esquinas de las
casas” estaban en la lista de wak’as o “cosas sagradas” de los inkas,
fuesen ídolos, objetos o lugares a través de los cuales “el diablo
habla”. Nótese la similitud entre los vocablos wak’a y waki.
Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar
11
Necesario es considerar que, al parecer, los linajes nativos
nunca dejaron de presentar resistencia al nuevo orden; al menos,
así lo insinúa la persistencia de actividad ceremonial en lo que
quedó del sector de chullpas original después de su arrasamiento
por los inkas (Aldunate 1993; Adán 1996; Uribe 1996).
12
Nos referimos a vasijas de forma no restringida, labio
evertido y supericie tiznada, correspondientes al Grupo 1, Turi
Rojo Alisado, que registraron la más alta presencia en las recolecciones de supericie, y con un fragmento datado por tl en
1490 dc (Varela et al. 1993: 109-110, 117).
13
De noreste a suroeste, el itinerario de esta diagonal comprende 24 estaciones, entre sitios locales con materiales inkas,
tambos, tambillos, abras y portezuelos: Laqaya-Illipica-SiaMoqo-KholluMisi-Abra de Tomasamil-Ayahua-Abra de LagunitaTambo Cañapa-Tambo Ramaditas (Nielsen et al. 2006)-Tambo
Hito-Portezuelo del Inca-Tambo Chac Inga-Katisuna-Portezuelo de Cupo-Pucará de Turi-Purisocor-Lari-Tambillo Mirador
del Inka-Jones-Likán Grande-Tambo El Salado-Tambo El LitoTambillo-Catarpe (Castro et al. 2004).
14
Estas paletas son comunes en los cementerios tardíos de
la Región de Antofagasta, tal como en las “sepulturas en abrigos
rocosos” del sitio Likán, en Toconce (Castro et al. 1979: foto 2.1)
y en gran parte del área circumpuneña (p. e., Latcham 1938: 152154, ig. 52; Rydén 1944: ig. 75 A-B), incluso, han sido registradas hacia 1270 dc en el sitio Pangal-2, en Chile central (Vera
1981). Por lo general, se las interpreta como palas agrícolas, pero
la analogía etnográica de Nielsen sugiere que pueden haber incluido un uso chichero.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, No 1, 2017, pp. 71-94, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
RUTAS Y SENDEROS PREHISPÁNICOS COMO PAISAJES. LAS
QUEBRADAS ALTAS DEL VALLE CALCHAQUÍ MEDIO (SALTA)
PREHISPANIC PATHS AND TRAILS AS LANDSCAPES. THE HIGH
QUEBRADAS OF THE MID CALCHAQUI VALLEY (SALTA)
VERÓNICA WILLIAMSA & PAULA VILLEGASB
En las quebradas altas del valle Calchaquí medio, en la Provincia
de Salta, se ha reconocido una serie de sitios Incas y tramos de
caminería imperial, llevándonos a postular la importancia de
las comunicaciones transversales entre los valles mesotermales
y el ambiente puneño en este sector del Tawantinsuyu. Planteamos algunas posibilidades de comunicación entre distintas
unidades geoambientales a partir del registro arqueológico e
información histórica de los siglos xvi, xvii y xviii.
Palabras clave: paisaje, Camino Inca, Qhapaq Ñan, valle
Calchaquí, Salta.
In the high ravines of the mid Calchaqui valley, Salta province,
we have found a series of Inca sites and roads that led us to
postulate the importance of transversal communications between
mesothermal valleys and Puna environment in this area of the
Tawantinsuyu. Based on the archaeological record and historical
information from the 16th, 17th and 18th centuries, we discuss the
possibilities of communication between diferent geographic and
environmental units.
Keywords: landscape, Inca Road, Qhapaq Ñan, Calchaqui
valley, Salta.
A
B
INTRODUCCIÓN
Los estudios de la colonización inca en los territorios del
sur del Imperio, especíicamente el Noroeste de Argentina
(noa), permanecen todavía tentativos a pesar de los
avances realizados en los últimos 30 años, especialmente
porque el conocimiento sobre la expansión del Estado
Inca hacia los Andes del sur descansa más sobre modelos
emanados de la etnohistoria que sobre la contrastación
y explicación de datos arqueológicos. El énfasis de los
análisis históricos radica en el funcionamiento de las
estructuras políticas, económicas e ideológicas estatales
a nivel de las élites dirigentes, relegando a un segundo
plano otros segmentos de estas sociedades o los procesos
sociales ocurridos en comunidades locales alejadas de
los centros políticos principales. En los últimos años
se ha insistido en la necesidad de desarrollar nuevas
orientaciones y marcos teóricos alternativos derivados del
análisis crítico de datos arqueológicos cuyos resultados
muestran un panorama más dinámico y heterogéneo
de los modos de interacción del Estado Inca con los
territorios anexados.
El objetivo del trabajo es comprender la construcción
de las particulares espacialidades incas en las quebradas
Verónica Williams, Universidad de Buenos Aires, Facultad Filosoia y Letras - conicet. Instituto de las Culturas (idecu). Buenos
Aires, Argentina, email: veronicaw33@yahoo.com
M. Paula Villegas, Instituto de Arqueología, ffyl, uba, 25 de mayo 217 3° piso, caba, Argentina, email: paulavil78@yahoo.com.ar
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: marzo 2016.
72
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
altas de Gualfín, Tacuil y Luracatao en el sector medio
del valle Calchaquí, en la provincia de Salta, Argentina,
donde la red vial es uno de los marcadores de la presencia
estatal, constituyendo en sí misma un complejo sistema
administrativo, de comunicación y transporte (ig. 1). Si
bien muchos de los tramos son en parte mejoramientos
sobre vías de comunicación previas, la red caminera
asociada a sitios estatales formó la infraestructura del
control inca en las provincias (Malpass 1993: 240).
Los caminos constituyeron un símbolo omnipresente
del poder y la autoridad del Estado, y fueron fundamentales
a la hora de integrar y mantener el funcionamiento de
un territorio tan extenso. En este sentido, funcionaron a
su vez como bisagra en la unión de dos paisajes, el local
y el estatal (Hyslop 1984: 2), siendo al mismo tiempo
un marcador espacial en la territorialidad simbólica
estatal, como propone Berenguer (2001).
En el noa, el estudio de caminos está íntimamente
relacionado con aquel de los sitios de iliación Inca
(Raino 1981; Hyslop 1984; Vitry 2000, 2004; Bárcena
2005; Moralejo 2011, entre otros). Aquí seguimos el
criterio propuesto por Hyslop (1984: 3), quien considera
como Camino Inca toda ruta que exhibe o no elementos
formales de construcción, usada en momentos imperiales
y a la cual están asociados asentamientos cuya función
se vincula con la administración del Estado.
Utilizamos datos provenientes del cruce de fuentes
documentales y el registro arqueológico. Para el primer
caso, destacamos el problema de la escasez de información documental temprana para la zona, razón por
la cual incorporamos documentación del siglo xviii y
cartografía e informes producidos por viajeros y naturalistas del siglo xix. Para el segundo caso, disponemos
de datos arqueológicos producidos a partir de estudios
sobre uso y construcción del espacio, y sobre patrones
arquitectónicos realizados en asentamientos de tipo
pukara, sitios ubicados en cotas más bajas o poblados
pequeños semiconglomerados, terrazas y andenes, arte
rupestre, caminería, santuarios y ofrendatorios de altura.
La apropiación y el uso que las poblaciones hacen
del medio en que habitan es uno de los principales factores que inluyen en la coniguración de sus patrones
de asentamiento. Al considerar el espacio como una
construcción social, el concepto de paisaje es entendido
como la conjunción de rasgos naturales y artiiciales y
un tipo particular de racionalidad espacial, factible de
ser modiicada en el tiempo, cobra particular relevancia
(homas 2001). La percepción, signiicación y cons-
trucción de paisajes implican actos que recurren a la
memoria relacionando sentidos, historias y experiencias
de vida (Ingold 1993), memoria que estará anclada a
una construcción vinculante de identiicación cultural
o pertenencia y a un territorio.
Entendemos por territorio, siguiendo la formulación de Rafestin (1986: 177), la apropiación social
de un espacio mediante el agenciamiento de aquellos
recursos económicos y simbólicos que estructuran las
condiciones prácticas de la existencia de un colectivo
autoidentiicado con el mismo. Este concepto es indisociable del de territorialidad, en tanto que estructura
relacional y multidimensional establecida entre una
sociedad y su territorio, y que comprende la identidad
con un espacio determinado, la exclusividad proclamada
dentro de este y los modos de interacción establecidos
con el medio. Territorio como geosímbolo, espacio simbólico conformado por una serie de lugares e itinerarios,
pertenencia, asiento de la memoria, ligado a identidades
colectivas (Bonnemaison 1992, 2005).
Las dominaciones inca y castellana reconiguraron
los territorios prehispánicos en muchas partes de los
Andes (Presta 2013). Un dato que surge de los documentos históricos tardíos para el noa es la explotación
de recursos en distintos pisos y por diferentes grupos.
Desde la etnohistoria, se ha planteado que las sociedades prehispánicas de Calchaquí con asientos en el valle
troncal extendían también sus derechos sobre franjas
transversales, lo que al mismo les permitía acceso a
recursos complementarios en zonas más altas; o bien
se ha señalado que aquellas que tenían sus asientos en
las quebradas altas también disfrutaban de derechos
en el fondo del valle principal, donde “otras veces
solían hacerlo”, según los relatos (Lorandi & Boixadós
1987-1988). En el valle Calchaquí medio, en 1659, los
gualines tenían derecho a tierras en Angastaco, dado
que allí bajaban a hacer sus sementeras. Pero también
los sichas compartían terrenos en este oasis junto al río
Calchaquí, convirtiendo a Angastaco probablemente
en un territorio multiétnico (Relación Anónima agi,
Charcas 121, en Lorandi & Boixadós 1987-1988: 317).
La circulación desde los valles hacia la puna y las
yungas está ilustrada por datos históricos y etnográicos,
aunque la arqueología también ha aportado información
sobre los circuitos de circulación.
Desde Molinos y Angastaco, las vías de comunicación natural hacia el este son por el norte del Calchaquí
y acceden a la quebrada del Toro a través del río Potrero
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
Salar
Tolillar Chico
SIMBOLOGÍA
Localidades
Cerros
Cachi
Salar Ratones
Salar
Tolillar
Salares
73
Co. Tinti
Co. Luracatao
Ríos
Salar
Diablillos
Co. Arcaguay
Co. Incahuasi
Salar del Hombre Muerto
Seclantás
Luracatao
Molinos
Co. Blanco
Compuel
Co. del Hombre Muerto
Tacuil
Co. Agua Caliente
0
Co. Gordo
Co. Cuevas
Gualfín
20 Km
Co. Diamante
Compuel
Co. Galán
Co. Bayo
Co. Negro
Co. Colorado
Co. Bola
Antofagasta de la Sierra
Pucará
Nev. de Compuel
Pucarilla
Compuel
Figura 1. Área de estudio. Valle Calchaquí medio en la Provincia de Salta, Noroeste de Argentina. Figure 1. Area of analysis. Mid Calchaqui valley in the Province of Salta, Northwestern Argentina.
y por Payogasta, Tin Tin y la cuesta del Obispo, ruta
de importante tránsito durante las primeras entradas
(Larrouy 1923; Torreblanca 1999 [1696]). Al sur de
Angastaco, un primer acceso factible se observa a la
altura de Los Sauces, y el más meridional a través de la
quebrada de Las Conchas (Sprovieri 2013).
Hacia ines del siglo xviii, los valles Calchaquíes
se destacaban como área de invernada y tenían gran
importancia como corredor de tránsito del ganado mular
hacia Lima, Cuzco, Alto Perú y norte de Chile (Mata de
López 2000). En el siglo xix, los arrieros de Salta que
llevaban tropillas a Copiapó solían pasar por Amaicha,
Tacuil y Gualfín hasta empalmar con el camino que
desde Santa María, en Catamarca, se dirige a Copiapó
(Chile) (Strube Erdmann 1963). Para ines del siglo xix
y comienzos del xx, Benedetti (2005: 442) menciona las
dos rutas más utilizadas para el comercio entre Salta y San
Pedro de Atacama: la primera tomaba por la quebrada
del Toro, Tastil, Chorrillos, Catúa, Hayquina, Soncor y
San Pedro de Atacama, y fue la seguida por Ambrosetti
en 1905; la segunda ingresaba al territorio de los Andes
desde Molinos, a través de Luracatao, siguiendo por
Pastos Grandes y conectándose con la anterior, y fue el
derrotero seguido por viajeros como Bertrand, Doering
y Holmberg y Von Tschudi en 1860.
Esta movilidad y articulaciones económicas de
larga distancia estuvieron respaldadas por relaciones
de parentesco debido a la interdigitación que caracteriza a la población indígena de la puna y el desierto de
Atacama durante el Período Colonial (sensu Martínez
1998). Precisamente, García et al. (2002) registraron
vínculos de parentesco establecidos entre los habitantes
de Antofagasta de la Sierra, en la puna catamarqueña, y
los valles interserranos, entre ellos el Calchaquí. El área
de Compuel era paso en el circuito que unía Antofagasta
de la Sierra y Molinos/quebrada de Gualfín, siendo “la
tercera o cuarta jornada en el camino a esos mismos
valles” (García et al. 2002: 11).
74
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Desde la arqueología, señalamos en estas quebradas la existencia de asentamientos en zona altas (los
pukara) y pequeños asentamientos diseminados en
fondo de valle (Williams & Villegas 2013). Pero hasta el
momento no sabemos de qué tipo o naturaleza eran las
relaciones entre estos núcleos residenciales, incluidos
los pukara, y los que se encuentran en fondo de valle
(como El Churcal, La Paya y Molinos 1 ó La Alumbrera
y Coyparcito para la puna) o en la puna, más allá del
hecho de que participaban de una cultura similar y de
que ambos tenían acceso a tierras, pastos y caza en las
zonas altas. Para el segundo milenio (Período Tardío/
Inca-Colonial), proponemos entonces que en las quebradas altas, alejadas de los grandes poblados de fondo
de valle, habrían perdurado las autonomías locales, con
una base familiar o comunitaria de toma de decisiones.
VÍAS DE CIRCULACIÓN NATURALES
EN EL VALLE CALCHAQUÍ MEDIO
En el noa, el río Calchaquí constituye una vía de circulación natural norte-sur de unos 200 km de distancia,
desde sus nacientes en el nevado de Acay (5.716 msnm)
hasta su conluencia con el río Santa María (1.545 msnm).
Fue una ruta privilegiada en las comunicaciones, funcionando como paso entre la Quebrada de Humahuaca;
la puna de Salta y Catamarca y el valle de Santa María,
posicionándose como un punto intermedio y de paso
obligado en la circulación entre la puna occidental y las
zonas bajas orientales (Tarragó 2000; Sprovieri 2013,
entre otros).
En su sector medio, entre las actuales localidades
de Seclantás y Angastaco, convergen dos ambientes
morfológicos: puna y valles y quebradas. El área aquí
trabajada está delimitada por la cuenca de Molinos al
norte y Angastaco al sur y sus correspondientes tributarios, principales aportes de agua permanente en la zona
(ig. 1). Estas quebradas altas habrían sido corredores
naturales entre espacios con diferentes alturas, habitados por unidades de reproducción social autónomas y
“puertas” hacia el paisaje puneño en donde se registran
ofrendatorios y santuarios incas de altura, como el del
cerro Incahuasi de Luracatao.
Sobre la base del análisis de mapas topográicos,
fotografías aéreas e imágenes satelitales, observamos una
serie de vías de circulación naturales y consideramos
que, si bien las posibilidades son múltiples, debido a la
topografía del área, el tránsito habría quedado limitado
principalmente a los pasos de montaña (Villegas 2011,
2015). Mediante el uso de Sistemas de Información
Geográica (sig) llevamos a cabo análisis de las cuencas
visuales de los sitios de los diferentes momentos. Estos
mapas nos brindaron información básica a partir de la
cual generamos hipótesis tanto de los factores que pudieron inluir en la localización de los sitios habitacionales
como de las posibles relaciones espaciales y/o temporales
entre ellos, con otros tipos de emplazamientos y con las
vías de circulación. Este análisis resulta de particular
utilidad debido a que las propiedades visuales pueden
ser importantes a la hora de decidir dónde asentarse,
por motivos tales como vigilancia y/o control (Fábrega
& Parcero 2007) o cuestiones estéticas, además de la
información que aportan para estudios de percepción
y simbolismo (García Sanjuán et al. 2006).
Hemos priorizado aquí las vías de comunicación
más directas y de menor diicultad aparente, lo que no
signiica que hayan sido las efectivamente utilizadas por
las poblaciones prehispánicas, ya que podrían haber
circulado también por las cumbres o partes más altas
(Lorandi & de Hoyos 1995; Williams 2010) (ig. 2).
La teledetección permitió identiicar al menos seis pasos
posibles a la puna (Villegas 2015: 253):
1) Por la quebrada de Luracatao hacia el norte, desembocando en la puna salteña a la altura del Salar
Centenario y Pastos Grandes, ruta utilizada como
paso a Chile (von Tschudi 1967 [1858]; Philippi 1860;
Bertrand 1885).
2) Partiendo de Tacuil, por el cauce del río de La Hoyada,
a través del Abra del Cerro Blanco a través del río
Barranquillas, accediendo a los salares de Diablillos,
Ratones y del Hombre Muerto donde se localiza el
sitio inca de Abra de Minas y la cueva Inca Viejo
(Castillo 1978: 3; López & Coloca 2015; López et al.
2015). Este paso fue utilizado en tiempos históricos
(Strube Erdmann 1963).
3) También desde Tacuil, siguiendo el cauce del río
Blanco, se llega al salar del Hombre Muerto a través
del abra del cerro Gordo.
4) Hacia el sur, y siguiendo el río Mayuco, se ingresa a
la puna al sur del cerro Gordo, llegando al valle del
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
San Antonio de los Cobres
Salar de Pocitos
Nevado
de Cachi
Salar de Pastos Grandes
Co. Incahuasi
1
Salar de Diablillos
Río Los Patos
3
Cerro
Gordo
Tacuil
4
Barrancas
5
Cachi
Brealito
La Paya
Molinos
Colomé
Angastaco
Gualfín
Pucará
Compuel
Nevado
de Compuel
0
La Poma
Campo Quijano
6
Gu
Guachipas
ta
che
pa
Cerro Galán
2 Luracatao
Nevado de Acay
.A
Sa
Salar del
Hombre Muerto
75
Los Sauces
Jasimaná
18 Km
Cafayate
SIMBOLOGÍA
Vías de circulación
x
Pasos
Localidades
Cerros
Adoratorios de altura
Salares
Figura 2. Vías de circulación naturales y principales accesos a la puna en el área de estudio (imagen Google Earth). Figure 2. Natural
paths of circulation and main accesses to the Puna in the area under study (Google Earth image).
río Los Patos. Puede accederse a este paso también
a través del cauce del río Gualfín (Bertrand 1885;
Martel 2014).
5) Siguiendo el cauce del río Compuel y pasando entre
el cerro Remate y el nevado de Compuel, se llega al
río Los Patos y al cerro Galán. El uso de este paso
está registrado históricamente (Levillier 1926; Olivera
1991; García et al. 2002).
6) Al sur de Pucará, por el cauce del río Guasamayo
accediendo a Jasimaná y Pampa Llana. También
se menciona que por esta ruta se puede alcanzar el
valle del Cajón y de ahí el valle de Yocavil a través
de Punta de Balasto, sitio inca en la actual provincia
de Catamarca (Sprovieri 2013: 54).
La circulación desde los valles hacia la puna y las yungas
y viceversa está ilustrada por datos históricos y etnográicos, aunque la arqueología también ha aportado
información sobre los circuitos de circulación desde
ines del siglo xviii.
APORTES ARQUEOLÓGICOS A
LOS CAMINOS
La presencia de los pasos naturales que hemos señalado
antes no implica necesariamente que los mismos hayan
sido utilizados por las poblaciones prehispánicas en
general, ni por el Imperio Inca en particular. Es por ello
que presentaremos las evidencias arqueológicas registradas en el área y su relación con las vías de circulación
naturales, a in de comprender cómo pudo haber sido
el movimiento de personas, objetos y materias primas
durante el Período de Desarrollos Regionales (pdr) e
Inca. Nos centraremos en los sitios de tipo pukara y sus
poblados bajos adscritos al pdr, los sitios incas y los
tramos de caminos arqueológicos relevados.
Para la zona, se ha planteado que el pdr estuvo
marcado por la emergencia de tradiciones locales, grupos
étnicos o unidades políticas dentro de la llamada tradición santamariana y la aparición de un tipo especial de
asentamiento, los pukara. Desde el norte del valle hasta
su sector medio, los asentamientos se ubicaban en forma
de bolsones en el curso principal del río Calchaquí y
en los valles aledaños. Entre Cachi y Molinos, los sitios
76
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
de envergadura correspondientes al pdr muestran una
integración transversal de las poblaciones de la región
vinculada al acceso a territorios de importante productividad agrícola y recursos económicos disímiles y al
control de vías de comunicación entre diferentes zonas
(Baldini & De Feo 2000). Para este momento, los sitios más
conspicuos son los pukara, ubicados en terrenos elevados,
fácilmente defendibles y con excelente visibilidad sobre
su espacio circundante, superando en ocasiones los 200
m sobre el nivel de fondo del valle. Las investigaciones
realizadas en estas quebradas altas han permitido localizar
25 asentamientos arqueológicos, entre ellos al menos
diez pukara distribuidos en una supericie de 149 ha. De
ellos, ocho presentan ocupaciones desde el Tardío local,
algunos inclusive desde sus inicios (Fuerte Tacuil, Peña
Alta, Fuerte Gualfín, Cerro La Cruz, Pueblo Viejo, El
Alto, Pukara de La Angostura y Luracatao) y uno es de
iliación netamente inca (Pucará de Angastaco) (ig. 3)
(Villegas 2006; Cremonte & Williams 2007).
Un rasgo interesante de remarcar es la vinculación
espacial (aunque no sabemos si temporal o cultural) entre
pukara y espacios agrícolas (que abarcan una supericie
aproximada de 350 ha) (ig. 3). Están asociados a estructuras para el manejo del agua, donde además se registran
grandes bloques con grabados de motivos abstractos,
horadaciones o depresiones circulares, cochas (como en
Peña Alta), motivos de líneas paralelas concéntricas tipo
andenes (chacras o miniaturas de campos de cultivo) y
diseños con forma de tumi, escutiformes y ancoriformes
(como los de Quebrada Grande y Tacuil) (Williams et
al. 2010). Datos radiocarbónicos de cuatro sitios agrícolas de la zona nos permiten plantear la continuidad
en el uso de los mismos desde el Formativo hasta el
Colonial Temprano, a lo que sumamos la presencia en
los pukara (Gualfín y Tacuil) de motivos icónicos en el
arte del Tardío-Inca, como los antropomorfos en T y
escutiformes (Williams 2015) (ig. 4, tabla 1).
La localización de los pukara en el Calchaquí medio
permitió plantear la hipótesis de que, en caso de ser contemporáneos, podrían haber estado ligados al control de
la circulación de personas, recursos y objetos (Williams
et al. 2005; Villegas 2011). Las geoformas sobre las que se
asientan destacan en el paisaje natural por su morfología
y dominan visualmente grandes extensiones, pero los
poblados construidos sobre ellas son visibles únicamente
al llegar a la cima (ig. 5). Esto permitió pensar que sus
habitantes podrían haber tenido un elevado interés en
vigilar su entorno, pero no en ser fácilmente vistos por
quien circulara por el fondo de las quebradas. Así, su
localización estratégica pudo haber estado vinculada
al control de tránsito y la interacción entre ambientes,
como lo indicaría su localización con respecto a los
pasos naturales (Williams 2010; Villegas 2011) (ig. 6).
El Inca en el valle Calchaquí medio
Uno de los supuestos que goza de mayor aceptación
entre los arqueólogos andinos es que la imposición de
la dominación cuzqueña en el siglo xv introdujo cambios especialmente en la distribución de la población,
la producción agrícola, ganadera y artesanal, y fomentó
modiicaciones en la forma y disposición de la cultura
material. Conceptos que pertenecen al dominio de lo
social e ideológico se vieron asociados en contextos
nuevos que pertenecen a la dominación o a su resistencia
por parte de la población indígena. La dominación inca
seguramente modiicó el panorama contextual de las
relaciones sociales de algunas regiones anexadas, tanto
a nivel espacial como de la praxis, pero desconocemos
si esta situación afectó a todo el Imperio. Posiblemente
la creación de un nuevo paisaje social como resultado
de la conquista inca fue decisiva como una estrategia
de dominación de las poblaciones locales.
El Estado Inca muestra diversidad de estrategias
a lo largo de su territorio. En algunos casos, fue importante la reorganización de los espacios locales y la
resigniicación de los nuevos; en otros, la incorporación
de nuevos signiicados y símbolos relacionados con el
Imperio jugó un papel fundamental (Williams 2008: 63).
La presencia estatal en el Calchaquí medio se
distribuye tanto en el valle troncal como en el piso de
puna y disminuye en las quebradas altas. Rastrear al
Estado no siempre es tarea fácil, pero empezaremos por
lo más conspicuo. Se relevaron seis sitios de iliación
imperial: Pucará y Tambo de Angastaco, Compuel,
Tambo Gualfín, Celdas de Gualfín 1 y 2 y Amaicha ii,
además de los sitios agrícolas de Corralito y Mayuco.
El Pucará y Tambo de Angastaco es uno de los
sitios más conocidos, localizado sobre la margen derecha
del río Calchaquí, a 1.862 msnm, a la vera del Camino
Inca que corre en sentido norte-sur (Ruta 40) y a otro
camino que, en sentido este-oeste, se dirige hacia Gualfín y Pucará. Se ubica en un contrafuerte serrano en la
conluencia del río del mismo nombre y el Calchaquí,
en un punto estratégico de una de las principales vías
de ingreso a las quebradas altas, y está dividido en dos
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
R.
3000
SIMBOLOGÍA
Lur
ac
Sitios Inca
El Churcal
ata
o
MOLINOS
Sitios Pre-Inca
Áreas Agrícolas
o
ana
La Campana
Camino relevado
um
R. H
Ríos
Pucará de
La Angostura
La Angostura
30
Bla
Tac
uil
00
nc
o
Fuerte Tácuil
o
Rí
Tacuil
La Arcadia
R.
R.
77
al
C
A. L
as R
osa
0
Pucará y Tambo
de Angastaco
Peña Alta
ANGASTACO
co
3000
R
Fuerte
Gualfín
ga
sta
Tambo
Gualfín
Celdas de
Gualfín
GUALFÍN
Cerro
La Cruz
3000
El Alto
R. Gualfín
PUCARÁ
Pueblo
Viejo
otr
40
0
0
R.
P
3000
yo
asama
R. Gu
0
Quesería
300
4000
eri
llos
Potrerillos-Remate
An
M
R.
ín
alf
u
.G
R.
ay
uc
o
El Carmen
s
200
Mayuco
uí
R. Amaicha
aq
ch
TACUIL
COMPUEL
0
15 Km
R.
C
om
pu
el
Corralito
Figura 3. Sitios arqueológicos y tramos de camino relevados en el área de estudio. Figure 3. Archaeological sites and path sections
highlighted in the area of study.
78
a
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
b
c
Figura 4: a) diseño en forma de tumi, Fuerte Tacuil; b) ancoriforme, Quebrada Grande; c) miniatura de campo de cultivo, Fuerte Tacuil.
Figure 4: a) Tumi-shaped design, Fuerte Tacuil; b) anchor-shaped, Quebrada Grande; c) miniature of a crop ield, Fuerte Tacuil.
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
a
b
Figura 5: a) Pueblo Viejo de Pucará; b) Peña Alta de Mayuco. Figure 5: a) Pueblo Viejo de Pucará; b) Peña Alta de Mayuco.
79
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
80
SIMBOLOGÍA
1
2
Camino
Lucaratao
Vías de circulación
3
Pasos
Mayuco
4
Sitio PDR
Gualfín
Co. La Cruz
Fte. Gualfín
Sitio Inca
El Alto
Angastaco
Tbo. Gualfín
Pueblo Viejo
5
0
La Angostura
Tacuil
Fte. Tacuil
x
Compuel
6
12 Km
Figura 6. Vías de comunicación natural e incaicas y sitios arqueológicos relevados (imagen Google Earth). Figure 6. Natural paths, Inca
Roads and archaeological sites highlighted (Google Earth image).
0
100 m
Figura 7. Plano del Pucará y Tambo de Angastaco (elaborado por M. Mariani). Figure 7. Map of the Pucará and Tambo of Angastaco
(by M. Mariani).
Tabla 1. Fechados radiocarbónicos de los sitios del Calchaquí Medio. Oxcal v4.2. (Bronk Ramsey 2009) y curva de calibración del hemisferio sur SHCal13 (Hoggs et al.
2013). Table 1. Radiocarbon dating of the Mid Calchaqui sites. Oxcal v4.2. (Bronk Ramsey 2009) and SHCal13 Southern Hemisphere Calibration curve (Hoggs et al. 2013).
Sitio
Unidad de
excavación
Código
laboratorio
13C/12C
‰
Edad
calibrada
1 sigma
(68,2 %)
Edad
calibrada
2 sigma
(95,4%)
Material
Tambo Angastaco
ANGLP1Y2
Beta-203739
530±70
570±70
-22.7
1323–1447
1292–1482
carbón
Tambo Angastaco
ATOC1N8
Beta-239859
300±60
290±60
-25.2
1509–1797
1460–1938
carbón
Tambo Angastaco
ATOR1N1
Beta-239860
420±60
420±60
-25.3
1449–1622
1436–1637
carbón
Tambo Angastaco
ATOR2N3
Beta-239861
570±60
550±60
-23.6
1393–1452
1305–1491
carbón
Pucará Angastaco
PANC42daExtN3
GX-32997
660±40
-22.1
1310–1395
1293–1403
carbón (AMS)
Compuel RPC
CpRPC1R3N2
UGA-5943
430±25
-20.3
1453-1497
1445–1621
hueso
Corralito IV despedres
Co4Dsp1
Beta-232248
590±40
700±40
-18.3
1291–1386
1282–1393
sedimento (AMS)
Corralito V despedres
Co5Dsp1
Beta-232249
390±40
480±40
-19.5
1426–1479
1407–1615
sedimento (AMS)
Gualfín 2 despedres
Ga2Dsp1
Beta-232250
700±40
820±40
17.7
1225–1275
1187–1290
sedimento (AMS)
Quebrada Grande despedres
Qg1Dsp1
Beta-232251
1240±å40
1360±40
-17.5
659–765
644–837
sedimento (AMS)
Fuerte Tacuil
FTacDAAR1S1N2T5
UGA-5939
630±25
-23.8
1322–1401
1311–1413
carbón
Fuerte Gualfín
FGufR15C1N2
UGA-5940
830±25
-24.6
1228–1267
1213–1279
carbón
Fuerte Gualfín Recintos Bajos
FGufRBR9C1N4T5
UGA-5944
460±25
-18.8
1443–1478
1434–1610
hueso
Fuerte Gualfín trompeta
FGuf Trompeta
Beta-278207
370±40
-18.5
1426–1479
1407–1615
hueso (AMS)
Corralito IV recintos
CoIVR3N25-35cm
UGA-5941
630±25
-11.2
1322–1401
1311–1413
hueso
Peña Alta de Mayuco
PAMayDAAR11N5T3
UGA-5942
580±25
-18.7
1399–1422
1326–1439
hueso
480±40
81
Edad Radio
carbónica
Convencional
(BP)
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
Edad Radio
carbónica
medida
82
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
sectores con características arquitectónicas diferentes (ig.
7). El Pucará se encuentra sobre un sector amesetado
del cerro que se eleva unos 31 m por sobre el fondo
de valle (1.950 msnm). Su rasgo más sobresaliente lo
constituyen los cimientos de una muralla perimetral
continua con una serie de salientes cuadrangulares, que
funcionaron posiblemente como torreones. En el interior
del perímetro, adosados a la muralla, se observan dos
conjuntos de dos recintos cada uno, siendo los únicos
restos arquitectónicos bien conservados, así como una
serie de estructuras circulares (Kligmann & Díaz País
2013; Williams & Villegas 2013; Williams et al. 2013).
Desde el Pucará se observa gran parte del valle del río
Calchaquí, tanto hacia el norte como hacia el sur, así
como el primer tramo de la quebrada de Angastaco, vía
de comunicación hacia el oeste. La geoforma sobre la
que se asienta no es imponente y sus murallas, aunque
mal conservadas, son aún hoy perfectamente visibles
al viajero que se aproxima desde el valle.
El sector Tambo se localiza hacia el este del pukara,
en un área que actualmente ha sido modiicada por la
construcción de infraestructura turística. Solamente se
conservan algunas estructuras rectangulares, dos de las
cuales fueron excavadas (tabla 1). El material cerámico
recuperado de las excavaciones integra un variado
conjunto de estilos de clara iliación Inca, alcanzando
más del 50% del total de fragmentos. Este sitio pudo
haber constituido una defensa contra poblaciones
locales hostiles, así como un recordatorio constante de
la presencia y poderío inca (Williams et al. 2005, 2010;
Cremonte & Williams 2007; Chaparro 2009; Williams
2010; Williams & Villegas 2013).
El Tambo Gualfín se ubica en un punto intermedio
entre los sitios Angastaco y Compuel, a la vera del río
Gualfín y en el ingreso a la quebrada que comunica
Pucará con el abra de Pucarilla, por la cual se accede a
tierras agrícolas (Korstanje et al. 2010; Williams et al.
2010). En la actualidad, presenta unas pocas estructuras a causa de su posterior reutilización como corral,
pero está claramente asociada a un tramo de camino
de tipo despejado.
Por último, en piso de puna (3.384 msnm) se ubica
el sitio de Compuel (ig. 8). Presenta cinco conjuntos
de tipo celda (estructuras regulares) asociadas a un rpc
sobre una planicie cerca del curso actual del río homónimo (Williams 2010). El patrón celdas, con algunas
variaciones, ha sido registrado en distintos puntos de
Argentina, Bolivia, Chile y Ecuador, entre los 2.200 y
4.000 msnm, siempre asociado a cursos de agua (de
Hoyos & Williams 2004, 2015; Williams & Villegas 2013).
Este sitio se localiza en el cruce de caminos que
comunican hacia el sector sur del Salar de Atacama o
el Alto Loa, la puna catamarqueña y los valles mesotermales de Angastaco. Teniendo en cuenta la cantidad
de estructuras con que cuenta y su localización como
puerta hacia la puna donde se registran una serie de
ofrendatorios y santuarios de altura, Compuel debió
ser un sitio importante en el área.
Una característica registrada en este sector es
que los sitios estatales se encuentran segregados de la
población local, en una zona sin evidencias de grandes
poblados preexistentes, a excepción de los pukara y
sus pequeños semiconglomerados de base. La lógica
de localización entre lo local y lo inca es diferente si
consideramos que el interés de las poblaciones locales
que habitaron la zona entre el 900 y el 1450 dc fue, a
partir de la construcción y uso de los pukara, vigilar su
entorno dada la amplia visibilidad desde los mismos,
pero no en ser vistos por quien circulara por las quebradas y fondo de valle. Esta concepción se modiica
con la llegada de los incas, quienes construyeron sus
centros en lugares altamente visibles. Propusimos que
el interés del Tawantinsuyu en este sector del valle fueron las tierras agrícolas explotadas largamente por las
sociedades prehispánicas locales. Aquí, el Estado Inca
habría invertido energía en maximizar las áreas agrícolas,
administrando la producción de recursos y servicios
desde sus centros estatales y expandiendo las líneas de
cultivo a mayores alturas, posiblemente dentro de un
marco de intensiicación agrícola, como registramos en
Corralito y Mayuco (ig. 9) (Williams et al. 2005, 2010;
Williams 2008; Korstanje et al. 2010).
Si bien no se evidencia una presencia contundente
de cerámica de estilo Inca en los pukara, la existencia
de motivos escutiformes en el arte rupestre de la zona
y en calabazas pirograbadas del contexto funerario inca
de Pucarilla (Ambrosetti 1896-1899) es un importante
indicio de la presencia estatal (ig. 10) (Williams et al.
2005; Williams 2010, 2015).
Caminos regionales en el valle
Calchaquí medio
Vitry (2007: 347), uno de los investigadores que más ha
recorrido la vialidad imperial en Argentina, señala que
habría dos posibilidades de acceso al valle Calchaquí
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
SIMBOLOGÍA
COMPUEL 2
Muro arqueológico
Muro histórico
Camino actual
Puesto actual
Piedra
Río
COMPUEL 3
DETALLE
RPC
0
50 m
COMPUEL 6
0
Figura 8. Plano del sitio Compuel. Figure 8. Map of the Compuel site.
200 m
83
84
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a
a
0
b
5 cm
b
0
3 cm
0
5 cm
c
c
Figura 9: a) andenerías delimitadas por despedres, Corralito v; b)
detalle de andenería inca, Corralito oeste; c) andenerías en Mayuco.
Figure 9: a) terraced ield delimited by rock debris, Corralito v; b)
detail of Inca terrace, western Corralito; c) terraced ields in Mayuco.
Figura 10. Calabazas pirograbadas con motivos de escutiformes:
a) ejemplar de Pucará; b y c) fragmentos procedentes de Pucarilla
(Ambrosetti 1902), Museo Etnográico J. B. Ambrosetti (fotografía
cortesía de C. Castellanos). Figure 10. Scutiform pyrography in
gourd: a) Pucará; b and c) fragments from Pucarilla (Ambrosetti
1902), Museo Etnográico J. B. Ambrosetti (photo courtesy of C.
Castellanos).
desde San Antonio de los Cobres, en la puna de Salta.
Una sería la conocida ruta a través del Abra de Acay
(5.000 msnm); la otra, una senda con componentes
de iliación inca que se dirige a la sierra de Pastos
Grandes, arribando a La Poma, en el extremo norte
del Calchaquí. Este autor prospectó un camino con
componentes incas que va desde Cachi Adentro a las
proximidades de Molinos, pasando por el sector occidental de La Paya, por Laguna de Brealito, y se bifurca
hacia Luracatao y Colomé-Molinos (Vitry 2007: 337).
En Mayuco, antes de llegar al pukara Peña Alta, se ha
registrado un tramo de camino pavimentado y otro
cerca de la localidad de Barrancas (3.471 msnm), 20
km al sur-oeste de Tacuil, en el camino hacia el cerro
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
Gordo y el paraje Los Patos. Martel (2014), quien ha
investigado el sector norte del volcán Galán, sostiene
que habría sido paso obligado para quienes transitaban
desde Antofagasta de la Sierra (puna de Catamarca)
hacia otros destinos, como el valle Calchaquí central
y norte o la puna centro-septentrional.
A partir de nuestras investigaciones en el área
de estudio, registramos ocho tramos de vías formales
factiblemente incaicas (ig. 11).
El tramo Gualfín-Compuel discurre de manera casi
continua durante 17 km, desde las inmediaciones de la
actual Sala de la Finca Gualfín hasta el puesto Compuel,
con dirección norte-sur. Debido a su extensión, el camino recorre diferentes tipos de terreno (entre 2.795 y
3.530 msnm) predominando los faldeos montañosos y
manteniendo un recorrido general a media ladera. Si bien
el trazado del camino no parece haber sido modiicado,
en la década de 1950 fue ensanchado para permitir el
paso de vehículos (Jorge Fabián 2006, comunicación
personal), lo que nos impide conocer cuáles fueron sus
características constructivas originales. El único tramo
no reformado lo hallamos en su extremo norte, rodeando
el cerro La Cruz por el sur. Allí, su ancho no supera 1
m, es de tipo despejado y presenta algunos peldaños
realizados mediante rocas dispuestas horizontalmente
en los tramos de mayor pendiente. En el punto más
alto del camino, en el abra donde el paisaje cambia y
comienza a verse el fondo de valle de Compuel hacia el
sur, ubicamos una apacheta a 3.539 msnm. Desde este
mismo punto, y mirando hacia el norte, son visibles
una serie de picos nevados, entre los que destacan el
nevado de Cachi y el nevado de Palermo, donde se han
registrado santuarios de altura. Continúa hacia el sur
de Compuel, siguiendo la margen occidental del río y
es posible que se dirija hacia el cerro Galán y la laguna
Diamante, donde ha sido ubicado un tambo (Olivera
1991). Sostenemos que este tramo de camino estuvo
posiblemente en uso en momentos incaicos, ya que
conduce a Compuel, uno de los sitios estatales registrados
en el área (Williams & Villegas 2013). Si consideramos
la posibilidad de que este tramo de camino haya estado
conectado con aquellos vinculados al Tambo Gualfín
y al que une Pucará con Angastaco, podríamos estar
frente a una importante vía de comunicación entre el
valle Calchaquí y el área de Antofagasta de la Sierra en
la puna catamarqueña, siendo Compuel y Atacamara las
dos abras más transitadas que desembocan por distintos
caminos en la quebrada del río Compuel, desde donde se
85
ingresa a los valles Calchaquíes (Olivera 1991; Williams
et al. 2005; Villegas 2011; Williams 2014).
De dirección general este-oeste, el tramo CorralitoCompuel conecta el actual puesto Corralito, donde se
han relevado extensas áreas agrícolas de factible iliación inca (Korstanje et al. 2010; Williams et al. 2010).
Se trata de un camino con talud y muro de contención
(sensu Vitry 2004: 229) que discurre por la ladera de la
margen derecha del río, pero solo pudimos registrarlo
por tramos, debido a la abundante vegetación y a los
derrumbes. Arribando al abra que comunica con Compuel,
en una parte en que el camino transita por encima de
grandes bloques, registramos la presencia de al menos
siete peldaños de probable origen natural que, con el
continuo uso, se fueron marcando en la roca (ig. 12c).
El tramo Tambo Gualfín fue registrado inmediatamente al norte de este sitio (ig. 12b). En su primer
sector, y hasta que comienza el ascenso al cerro Cuevas,
es de tipo despejado (sensu Vitry 2004: 225) y de 3,87 m
de ancho. Según se observó en fotografías aéreas, este
tramo de camino pudo haberse unido con el AngastacoPucará (Villegas 2006; Cremonte & Williams 2007).
Otro tramo de camino corresponde al tipo empedrado localizado en Colomé, a la vera de la ruta provincial
53, a cuyos lados parece poseer canaletas de desagüe
paralelas a su trazado (ig. 12d). Es un tramo de 200 m
de largo y 6 m de ancho que presenta en su punto más
alto una apacheta de grandes dimensiones, de 3,19 m de
alto (ig. 13a). Consideramos que el mismo pudo haber
sido construido y/o remodelado en tiempos incaicos
en base a sus características constructivas, siendo un
camino de tipo empedrado y con talud (Cremonte &
Williams 2007; Williams & Villegas 2013).
En Colomé, en el paraje La Campana (2.389
msnm) donde se han registrado extensas áreas agrícolas
(Raino y Cigliano 1978; Williams 2010), un tramo de
camino en la quebrada que comunica ambas localidades
posee un escalonado realizado con rocas dispuestas
horizontalmente.
Siguiendo la ruta vehicular que une Pucará con las
localidades de Jasimaná y Pampallana, registramos el
tramo Pucará-Jasimaná, un camino de herradura en el
que pudimos relevar tres apachetas (ig. 13c). Si bien no
poseemos mayores datos, este tramo de camino podría
haber estado en relación con el Angastaco-Pucará, uniendo
esta última localidad con la puna salteña (Villegas 2015).
A la altura de Tacuil, y entre los dos aloramientos
donde se localiza el pukara homónimo, se extendería
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
86
R.
3000
SIMBOLOGÍA
Lur
ac
El Churcal
Sitios Inca
ata
o
MOLINOS
Camino relevado
Colomé
Ríos
nao
uma
R. H
La Campana
La Angostura
30
Tac
Bla
nc
o
La Arcadia
R.
R.
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A. L
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Mayuco
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Tambo
Gualfín
Celdas de
Gualfín
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3000
R
GUALFÍN
An
M
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3000
R.
ay
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o
Pucará y Tambo
de Angastaco
R. Gualfín
3000
4000
0
R.
P
0
yo
asama
R. Gu
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15 Km
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Corralito
Figura 11. Caminos y sitios Incas relevados en el área de estudio. Figure 11. Inca roads and sites highlighted in the area of study.
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
a
c
87
b
d
e
Figura 12. Caminos arqueológicos en el área de estudio: a) muro de contención en cárcava, tramo Pucará-Angastaco; b) camino de
tipo despejado, Tambo Gualfìn; c) escalones horadados en la roca madre, tramo Corralito-Compuel; d) camino empedrado, Colomé;
e) muro de contención, Colomé. Figure 12. Archeological roads in the area under study: a) retaining wall in concavity of the rocky surface, section Pucará-Angastaco; b) clear-type road, Gualfìn Tambo; c) stairs carved in bedrock, section Corralito-Compuel; d) paved road,
Colomé; e) retaining wall, Colomé.
un tramo de camino que se dirige a Mayuco y de allí
al abra del cerro Gordo, paso a la puna (Viveros 2014
com. pers.). Al sudoeste de Tacuil, por la quebrada de
Palan Palan, se llega al abra Vizconzillo, en donde se
erigen dos apachetas a 3.137 msnm. Desde allí se accede
al pukara de Peña Alta por el este, y siguiendo esta ruta
a través de Barrancas se alcanza la cuenca del río Los
Patos en la región puneña.
Por su parte, el tramo más extenso registrado en
el área es Angastaco-Pucará (de al menos 12 km), el que
parte de la base del cerro Cuevas y se extiende hasta
unos 4,7 km al sudoeste del Pucará de Angastaco. En
su primera parte es un camino de tipo herradura con
muros de contención en los sectores donde la ladera
es de mayor gradiente. Frente al cerro Cuevas, en la
margen opuesta del valle, el camino continúa por otros
8 km con dirección oeste-este, ascendiendo al cerro
Bayo y descendiendo luego hacia Angastaco. En esta
segunda parte el camino es de tipo despejado, con
tramos excavados en la ladera y presencia de muros de
contención en los sectores donde lo cruzan cárcavas, en
que su ancho varía entre 1 y 2 m (ig. 12a). A lo largo de
su recorrido registramos cuatro apachetas, tres de las
cuales son muy pequeñas; la más importante se ubica
en el punto más elevado del camino (2.638 msnm)
y es de 5,76 por 6,78 m (ig. 13c). Luego el camino
comienza a bajar por el lecho de un curso de agua con
dirección este-oeste, siendo aquí de tipo despejado, con
88
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a
un ancho de aproximadamente 2,33 m y presencia de
dos estructuras circulares o plataformas pequeñas que
pudieron corresponder a lugares de descanso (Villegas
2006; Cremonte & Williams 2007).
CONCLUSIONES
b
c
Figura 13. Apachetas asociadas a los caminos: a) tramo PucaráAngastaco; b) tramo Pucará-Jasimaná; c) tramo Colomé. Figure
13. Roadside apachetas: a) section Pucará-Angastaco; b) section
Pucará-Jasimaná; c) section Colomé.
El camino fue el mayor demarcador del territorio incaico
y un recordatorio constante del dominio estatal. En el
sector medio del valle Calchaquí, en la provincia de Salta,
se han relevado varios tramos de caminería imperial
que corresponden a los tipos empedrado con muros
de contención (Colomé), despejado (Tambo Gualfín)
y directamente excavados en la ladera (AngastacoPucará). En algunos casos, se evidencian escalones para
salvar pendientes más pronunciadas (Gualfín-Compuel
y Corralito-Compuel) y en otros se utiliza y “recicla”
elementos naturales con talud y muro de contención
(Angastaco-Pucará, Gualfín, Corralito).
Estos tramos conectan sitios estatales con clara arquitectura imperial construidos en lugares relativamente
alejados de los asentamientos locales y áreas productivas,
como el Pucará y Tambo de Angastaco sobre una de las
terrazas del río Calchaquí, de fácil visibilidad y acceso;
Tambo de Gualfín en fondo de valle en el río Gualfín
y de los sitios tipo Celdas de Gualfín y Compuel en el
piso de puna.
La presencia estatal en estos sectores del valle
conllevó no solo la colonización de nuevos espacios sino
la apropiación de lugares con historia previa como los
pukara. La concentración de pukara en el área, emplazados
sobre geoformas elevadas y con excelente visibilidad del
espacio circundate, localizados sobre las vías de circulación
naturales, nos sugiere un interés en controlar/defender
ciertos espacios o territorios y sus pasos hacia la puna
por parte de las poblaciones del pdr (ig. 13). Si bien se
ha sostenido que, dada la multiplicidad de rutas en los
Andes, los pukara no habrían necesariamente defendido
y/o controlado las vías de comunicación (Nielsen 2007),
consideramos que las limitaciones topográicas nos permiten sostener la hipótesis de control para este sector.
Williams (2010) señala que estos asentamientos
tuvieron un papel relevante en el pdr, en el sentido de
haber constituido geosímbolos o marcas en el paisaje
durante momentos posteriores, cobrando protagonismo
nuevamente en la Colonia temprana, en los sucesivos
levantamientos indígenas.
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
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La Angostura
Figura 14. Mapa del área de estudio para el pdr, con el área visible de cada pukara en relación con los pasos a puna (el Pucará de Angastaco fue incluido como referencia). Figure 14. Map of the area of study for the rdp, including visible areas from each pukara in relation
to the mountain passes to the Puna (Pucará de Angastaco included for reference).
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
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SIMBOLOGÍA
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Alto: 5.877 msnm
Bajo: 1.746 msnm
x
Pukaras
PDR
Sitios
Incas
Pasos
montañosos
Tramos
de camino
Posible camino inca
(sensu Hyslop 1984)
Ríos
Áreas
agrícolas
Compuel
Tambo
Gualfín
Pucará de
Angastaco
Figura 15. Mapa del área de estudio donde se muestran los caminos y sitios incas con el área visible desde cada uno en relación con los
pasos a puna. Figure 15. Map of the area of study, indicating visible areas from each road and Inca site in relation to the mountain passes
to the Puna.
Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas
Aún no podemos asegurar si los pukara responden a
una situación de conlicto local o interregional previo a la
conquista inca, como espacios de refugio y de resistencia
de las poblaciones locales. Por su parte, los asentamientos
estatales en este sector del valle son notablemente visibles
en el paisaje, representando posiblemente “un cambio
en la estructura del paisaje local” (Williams 2010: 17).
La reconiguración del paisaje durante la colonización
inca se dio a partir de la instalación de sitios estatales
sobre el fondo de valle troncal y el piso de puna, a la
manera de marcadores en el paisaje.
Sobre la base de la localización de los sitios y de
los tramos de Camino Inca relevados, observamos que,
frente a la multiplicidad de posibilidades de circulación
registradas para el pdr en el área, durante el momento
Inca la misma parece haberse decantado preferentemente
por el sector sur, comunicando Angastaco con Compuel
por un paso que habría conducido hacia la región de
Antofagasta de la Sierra (ig. 14) (Olivera 1991; Villegas
2011, 2015; Martel 2014). Esto no implica que las otras
rutas no hayan continuado en uso, sino que parece haber
sido esta la escogida para asuntos “oiciales”.1 En relación
con este último punto, para el Período Inca se registra
en la zona un franco predominio del uso, como materia
prima, de obsidiana de la fuente Ona (puna catamarqueña), mientras que para el pdr se registran también
obsidianas procedentes del salar del Hombre Muerto y
laguna Cavi (Chaparro 2009: 535). Esto podría haber
implicado no necesariamente una regulación estatal
de las fuentes, sino tal vez una reducción en la libre
circulación en el área que habría quedado relejada en el
aprovisionamiento de las obsidianas para este período.
En este punto, nos planteamos nuevas interrogantes
sobre el papel de los caminos estatales y locales durante la
dominación Inca en la zona: ¿cómo pudo haber inluido
esto en los circuitos y las redes de interacción local y en
la generación de nuevos espacios y sujetos involucrados
en el manejo de tales circuitos? En las quebradas altas, la
presencia de materias primas y objetos procedentes de
otros lugares (como la obsidiana, los metales y calabazas,
así como estilos cerámicos regionales como el negro
pulido del Tardío, Pacajes y Yavi) en asentamientos y
espacios anexados a la política inca nos permite sugerir
que estos objetos podrían estar dotados de un prestigio
similar al de los bienes estatales. Así, la cerámica negra
pulida típica del Tardío local amplía su circulación
durante el momento Inca, hallándose en asentamientos
del Calchaquí norte como La Paya, en el sector medio
91
como El Churcal, en las quebradas altas como Tacuil
y al sur de Angastaco como en Payogastilla, así como
en la Quebrada del Toro (Baldini & Sprovieri 2009).
En este escenario, en los asentamientos tardíos de
las quebradas altas los estilos locales continúan manufacturándose y circulando durante momentos incaicos.
Por ejemplo, en Tacuil la caracterización microscópica
de la cerámica permitió reconocer una litología relativamente uniforme y similar a la litología local. Los
materiales cerámicos se corresponden con los estilos
locales deinidos para el Tardío (fragmentos Santamariano
en sus variedades bicolor y tricolor, negro sobre rojo y
toscos peinados), aunque también se hallaron escasos
fragmentos Belén, negros pulidos tardíos (sensu Baldini
& Sprovieri 2009) y unos pulidos cuyas características
permitieron deinirlos como un grupo separado. La
cerámica de Gualfín también corresponde a los estilos
locales deinidos para el Tardío en el valle (Santamariano
negro sobre crema, negro sobre rojo y tricolor, ordinarios
y pulidos) y aquí se destacan algunos fragmentos que
por su decoración se asemejan al estilo Valle Arriba
sensu Serrano (1976 [1958]). El hallazgo de cerámica
de estilo Valle Arriba en un área tan septentrional a la
de su área de dispersión (Cafayate), y su presencia en
un contexto de entierro múltiple del Tardío-Inca en la
zona de Payogastilla, al sur de Angastaco, dio a lugar
al planteo de la hipótesis de que el estilo Valle Arriba
podría estar representando una Fase Inca para el sur
del valle Calchaquí (Vasvári 2014: 83).
La presencia en el área de una importante ruta
transversal de comunicación con la puna explicaría la
localización tanto del Pucará de Angastaco como de
Compuel (ig. 15). La localización de un sitio de las
características del Pucará de Angastaco en la entrada
de esa ruta pudo obedecer tanto a razones logísticas
(movimiento de bienes y tropas, entre otros) como
administrativas, funcionando asimismo como un
demarcador espacial y tal vez como una demostración
del poder del estado para las poblaciones locales. Así,
la apropiación del territorio del valle Calchaquí medio
dentro del Imperio Inca habría resultado en un paisaje
local “incaizado” por medio de una serie de estrategias
o marcas en el paisaje que constituyeron no solo una
inclusión política y económica del área, sino una apropiación simbólica de la misma (Bonnemaison 2005).
Aquí, estas marcas incluyeron desde la instalación de
nuevos asentamientos hasta la construcción de caminos,
incorporación de un estilo imperial característico en la
92
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
cultura material y la apropiación de espacios productivos
por medio del arte.
RECONOCIMIENTOS A las familias Dávalos y Bonner por la
hospitalidad en las campañas. A Mariano Mariani, Soledad Gheggi,
Elena Díaz País, Lía Arcehaga, Guadalupe Romero, Carlos Calzadilla, Pedro Salminci†, Roberto Pappalardo, Patricia Camaño
y Mabel Mamaní por su trabajo en el campo.
NOTAS
1
Fuera de nuestra área de estudio en la cuenca del Salar de
Pastos Grandes, se localiza el sitio Abra de Minas y la Cueva Inca
Viejo, importantes sitios estatales (López et al. 2015) a los que se
habría accedido por las cabeceras del río Tacuil.
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B. Cremonte, Eds., pp. 221-252. Buenos Aires: Publicaciones
de la Sociedad Argentina de Antropología.
BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, No 1, 2017, pp. 95-117, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
PRESENCIA DEL INCA EN YOCAVIL (CATAMARCA,
ARGENTINA). INTEGRACIÓN EN LA DIVERSIDAD
INCA PRESENCE IN YOCAVIL (CATAMARCA, ARGENTINA). INTEGRATION
IN DIVERSITY
MYRIAM TARRAGÓA, MARINA MARCHEGIANIB, VALERIA PALAMARCZUKC & ALEJANDRA REYNOSOD
Se ofrece una síntesis sobre las particularidades de la presencia incaica en el sur de Yocavil (Catamarca, Argentina),
ponderando las características de las instalaciones imperiales,
la alfarería incaica que circuló en la región y la relevancia del
Qhapaq Ñan como eje integrador. Esta síntesis integra nueva
información sobre instalaciones relevantes como El Calvario
de Fuerte Quemado y Punta de Balasto. Se relexiona sobre
las características de las interacciones entre las sociedades
locales y el Estado incaico en expansión, privilegiando el
estudio de los procesos de cambio a partir de la posición de
las sociedades dominadas.
Palabras clave: Noroeste Argentino, valle de Yocavil, sistema
vial incaico, arquitectura, alfarería Inca Provincial.
his is a synthesis on the main features of the Inca presence in
area of southern Yocavil (Catamarca, Argentina), that considers
imperial settings, Inca pottery that circulated in the region and
the relevance of Qhapaq Ñan as an integrating axis. his synthesis
includes new information regarding relevant settings such as El
Calvario de Fuerte Quemado and Punta de Balasto. here is
a relection on the characteristics of interactions between local
societies and the expanding Inca State, focusing on the study of
the processes of change from the position of dominated societies.
Keywords: Argentine Northwest, Yocavil valley, Inca Road
system, architecture, Inca Provincial pottery.
A
B
C
D
INTRODUCCIÓN
El desarrollo del Estado Inca constituye uno de los procesos
históricos más fascinantes de la América precolombina.
Según las fuentes escritas y las evidencias arqueológicas,
tres cualidades sobresalientes fueron su gran extensión,
la rapidez de la expansión y la organización política
alcanzada. El papel del Qhapaq Ñan (Camino Inca)
fue crucial en estos tres aspectos. Se trata de una obra
física única y una de las entidades más masivas que se
haya construido en los Estados antiguos. Fue planiicada
para unir espacios económicos, sociales, culturales y
sagrados a lo largo de ca. 26.000 km de ruta atravesando la cordillera más grande y elevada de América. Las
habilidades constructivas aumentan la excepcionalidad
de la empresa. Eje central del proyecto político Inca,
constituye la síntesis de los caminos utilizados a lo largo
de más de dos mil años de historia de las sociedades
andinas (Strube Erdmann 1963; Hyslop 1984).
El desarrollo de la red vial fue entrelazando lugares
y poblaciones con variadas lenguas y tradiciones, con
Myriam Tarragó, Universidad de Buenos Aires, Instituto de las Culturas (idecu) uba - conicet, Facultad de Filosofía y Letras,
Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina,
email: tarragomyriam@gmail.com
Marina Marchegiani, Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina,
email: marinamarchegiani@yahoo.com.ar
Valeria Palamarczuk, Universidad de Buenos Aires, Instituto de las Culturas (idecu) uba - conicet, Facultad de Filosofía y
Letras, Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina, email: valepala@yahoo.com.ar
Alejandra Reynoso, Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina, email: ad_reynoso@yahoo.com.ar
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2016.
96
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
lo que propició una integración en la diversidad. Este
proceso puede abordarse desde el núcleo político que
propendía a la integración mediante el pacto con sectores
locales o la violencia militar y desde la diversidad de los
pueblos de la periferia que nunca antes habían formado
parte de un gran Estado.
Para mejorar la comprensión de estos procesos que
se desarrollaron en una escala espacial sorprendente es
fundamental seguir estudiando la red vial cada vez con
mayor precisión incorporando nuevos tramos. Al mismo tiempo, es necesario indagar la diversidad cultural
–material e inmaterial– de los pueblos que quedaron
incluidos dentro del Estado Inca. Los dos indicadores
que consideramos más aptos, dada su ubicuidad en los
sitios arqueológicos, son la arquitectura de las instalaciones anexas o vinculadas al camino y las variedades
estilísticas en los bienes de uso que circularon en la
época. Uno de los materiales más ricos en información
es la alfarería Inca Provincial.
Desde el punto de vista metodológico, es crucial
acudir a las fuentes lingüísticas, históricas y arqueológicas
a través de una lectura crítica.
La imposición del quechua (runa simi) como
idioma oficial contribuyó en forma sustantiva a la
vertebración del Imperio y al funcionamiento del gobierno, dado que servía como medio de comunicación
sobre las numerosas lenguas que se hablaban desde el
sur de la actual Colombia hasta Chile y Argentina. Una
indagación que se ha hecho en forma muy limitada es
el estudio de los topónimos y los antropónimos en el
kakan de los diaguitas (Nardi 1979). Por su parte, las
fuentes escritas son muy ricas para los Andes centrales,
pero su número y especiicidad van disminuyendo hacia
el sur. Tan es así que podríamos plantear una opacidad
en las síntesis que circulan sobre el Estado Inca, sin
casi ninguna referencia a los Andes meridionales (cf.
Patterson 1992: 170; Stingl 2007: 419).
No obstante, las fuentes arqueológicas son contundentes en cuanto a las señales materiales del Estado
Inca y nos permiten penetrar en ese pasado a través
de los vestigios arquitectónicos y los múltiples bienes
muebles que se conservan (Raino 1981; Williams
2004). La circulación de producciones materiales y de
recursos, como de bienes simbólicos e intangibles, llegó
mucho más allá de las fronteras estrictas del Estado
(Pärssinen 1992: 139).
Como una contribución a estos objetivos de investigación, presentamos como caso de estudio un tramo
de 42 km de la red troncal en el Noroeste Argentino
(noa), cubierta hoy en gran parte por la Ruta Nacional
Nº 40, que se emplaza en la parte meridional del valle
Yocavil, entre Fuerte Quemado y Punta de Balasto,
Departamento Santa María, Provincia de Catamarca.
Se discuten las instalaciones vinculadas y el material
cultural diagnóstico de la época (ig. 1).
Las fuentes escritas del siglo xvi son escasas para
el noa. Sin embargo, pueden rastrearse determinados
signos como para tratar de comprender la singularidad
de esta región en su integración. Las provincias incaicas
Xibixuy, Chicoana y Quirequire, aparecen mencionadas
en los documentos de las primeras entradas de los
españoles por el norte, Diego de Almagro en 1536 (Fernández de Oviedo y Valdés 1851-1855: 264), Diego de
Rojas en 1543 (González de Prado 1548) y el itinerario
de Matienzo (1566), entre otros (Tarragó 1984). Según
las referencias a lugares y su correlación con localidades
actuales, la región de Yocavil correspondería al inicio
septentrional de la provincia de Quirequire, en los conines
de Chicoana. Estas áreas habrían sido muy importantes
para el abastecimiento de comida y de bastimentos para
Diego de Almagro, dado que allí paró varios meses
esperando que se abriera la ruta o “puerto de nieve”
hacia la provincia de Copayapo, en Copiapó, Chile. El
itinerario bastante temprano del oidor Matienzo (1566),
en búsqueda de una salida a los productos coloniales,
también nos ayuda a desbrozar la importancia de los
valles Calchaquíes como parte troncal del Camino
Principal Andino (Strube Erdmann 1958; Vitry 2007).
Por ende, la sucesión de sitios y las evidencias del Inca
en Yocavil resultan sustantivos por encontrarse a la vera
de la red troncal del Qhapaq Ñan.
Se propone aquí un recorrido que sigue un rumbo
de norte a sur por algunos de los sectores con evidencias
incaicas, arquitectónicas y artefactuales, destacando las
particularidades observadas en la región.
FUERTE QUEMADO
El área de Fuerte Quemado ha sido tempranamente
destacada en las investigaciones de las sociedades
prehispánicas de Yocavil. Su riqueza y complejidad
arqueológica la convierten en una zona clave para
la comprensión de los procesos sociales tanto de los
desarrollos tardíos locales como de los momentos de
ocupación incaica en la región. Para esos tiempos se
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
97
Tambo incaico
FQ LA VENTANITA
Sitio tardío con
arquitectura Inca
FQ EL CALVARIO
Centro poblado tardío
LAS MOJARRAS
SIERRA DEL CAJÓN
MASAO
MASAO
RINCÓN CHICO
MEDANITOS
LR JUJUIL
JA
LR SHIQUIMIL
AMPAJANGO 2
PUNTA DE BALASTO
ualfín
Hacia H
Ha
cia
Ca
pil
lita
s
PAJANGUILLO Z113
O
BICHO MUERTO
N
Q
UI
CERRO MENDOCINO
AC
Probable trazado
del camino incaico
Río San
ta Marí
a
SIMBOLOGÍA
0
BECOBEL
Hacia
Nevados de
Aconquija
20 Km
Figura 1. Mapa del área de Yocavil con indicación de los sitios mencionados en el texto. Figure 1. Map of the Yocavil area indicating
places mentioned in the text.
presentan tres grandes zonas arqueológicas de norte
a sur: La Ventanita, El Socavón y El Calvario (ig. 2).
En el límite actual de la Provincia de Catamarca
con la Provincia de Tucumán se emplaza el poblado
conocido como La Ventanita o Intihuatana, que incluye
una coniguración tipo pukara en la cumbre y ladera
de un espolón rocoso, así como varias instalaciones
distribuidas sobre el piedemonte (Lafone Quevedo
1902; Bruch 1911; Kriscautzky 1999). Kriscautzky
(1999) deinió en este asentamiento siete sectores. El
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
98
REGIÓN ARQUEOLÓGICA DE FUERTE QUEMADO
LA VENTANITA DE
FUERTE QUEMADO
Torreones
Ladera con mayor
concentración
de estructuras
Sector 4
Cumbre
principal
Sector 1
EL SOCAVÓN DE
FUERTE QUEMADO
EL CALVARIO DE
FUERTE QUEMADO
Ushnu
a
Marí
Río Santa
Probable trazado del camino incaico
a
d
b
c
0
5 cm
Figura 2. Superior: región arqueológica de Fuerte Quemado. Inferior: selección de fragmentos de distintos tipos de cerámica inca con
decoración pintada recuperados en El Calvario de Fuerte Quemado (supericie): a) pie de ladera norte, Sector 4; b) Ushnu; c) cumbre
principal, Sector 6; d) bajo circundante ladera norte, Sector 1. Figure 2. Above: Fuerte Quemado archaeological region. Below: selected
fragments of several types of Inca pottery with painted decoration recovered from El Calvario de Fuerte Quemado (surface): a) north face,
foothill, Sector 4; b) Ushnu; c) main summit, Sector 6; d) lower surrounding area north face, Sector 1.
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
sector iv corresponde a una instalación de arquitectura
incaica emplazada a la vera del Camino Inca. Presenta
estructuras cuadrangulares, rectangulares y algunas
circulares deinidas como collcas. Las estructuras están
conformadas por paredes de pirca doble con argamasa
y revoque, de 60 a 80 cm de ancho, y presentan pisos
preparados de barro arcilloso y aberturas de forma
trapezoidal. En las excavaciones se recuperó cerámica
Inca en las formas de aríbalos, aribaloides y ollas con pie
(Orgaz 2012). También se hallaron escorias y restos de
moldes incisos, un hacha de bronce y crisoles utilizados
en la producción de objetos de bronce (Kriscautzky 1999:
128-129). La cerámica incaica también está presente en
sectores locales, tanto en contextos domésticos (Sector
v) como funerarios (Sector i) (Orgaz 2014).
Tres kilómetros hacia el sur se ubica El Calvario de
Fuerte Quemado, un pukara construido sobre un cerro
de múltiples espolones, sus laderas y bajo circundante
(Quiroga 1901; Reynoso et al. 2010). En la década de 1960
se formalizó sobre este sitio el calvario católico actual,
obra que impacta en áreas relevantes del poblado antiguo.
El asentamiento ocupa una supericie de 60 ha
aproximadamente. Se registró un total de 489 estructuras arquitectónicas, de las cuales 184 corresponden
a recintos, 54 a posibles recintos y 41 a plataformas
(las estructuras restantes son líneas indeterminadas de
muros dobles y simples). La arquitectura del poblado
se basa en la técnica de construcción tardía local, de
muro doble (más de 1 m de ancho) con relleno de ripio. Este sitio fue ocupado y modiicado por los incas
en sectores acotados como son la cumbre principal, la
ladera norte y su bajo circundante y un área al pie de
la conjunción de las laderas norte y este, en donde se
emplaza el ushnu. En dichos sectores con arquitectura
incaica también se recuperaron fragmentos cerámicos
de diversos tipos incaicos (ig. 2).
La cumbre principal está constituida por un área
circular irregular nivelada. Allí se registró un recinto
rectangular de arquitectura inca, de 5 x 3 m de lado
aproximadamente, con muros dobles sin relleno de
55 cm de ancho promedio. En esta cumbre se habrían
ubicado otros dos recintos de características similares
(Quiroga 1901: 240-241).
Ya en el bajo, el ushnu está emplazado muy probablemente a la vera del antiguo Camino Inca. Está
conformado por un gran montículo rocoso modiicado
artiicialmente. En su lado occidental pueden aún observarse al menos tres líneas de muros conformando
99
niveles aterrazados. En el sector oriental, al pie del
montículo, también se registraron varios relictos de
muros de contención. La estructura ocupa un área
aproximada de 35 x 20 m, superando una altura de 6 m.
En supericie se han recuperado fragmentos de distintos
tipos de cerámica incaica, entre ellos un fragmento de
plato Inca Pacajes (ig. 2b).
Por último, en la ladera norte del centro poblado
se ubican construcciones incaicas únicas en la región.
Se trata de tres “torres” circulares de entre 3 y 4 m de
diámetro, que según antiguas observaciones poseían más
de 2 m de altura (Quiroga 1901: 236). Las estructuras,
denominadas Torreones Superior, Medio e Inferior,
están constituidas por muros dobles sin relleno e hiladas
unidas con barro. Presentaban pisos limo-arcillosos
consolidados sobre empedrados de lajas (igs. 3 y 4).
Aunque solo se registró revoque interno en uno de los
torreones, se trataría de una característica común a los
tres (Quiroga 1901). Los fechados obtenidos reairman
su temporalidad vinculada a la ocupación incaica: 340 ±
50 AP (LP1903) (Cal. 2 sigma 1459 (95,4%)1665 dc) y
400 ± 50 AP (LP2044) (Cal. 2 sigma 1450 (95,4%) 1634).1
Las excavaciones en área realizadas en los tres
torreones permitieron recuperar un acontecimiento
extremadamente signiicativo para comprender la interacción particular entre los representantes estatales
y la población local. Para construir el Torreón Inferior,
los incas destruyeron una estructura funeraria local,
redepositando parte de su contenido bajo el piso de la
nueva estructura. En íntima vinculación con este acontecimiento, se destaca la abundancia de vasijas locales
rotas y dispersas bajo el piso del Torreón Medio, entre
ellas más de 40 pucos cuyos fragmentos remontaron
en un alto porcentaje (en algunos casos hasta el 35 o
40% del total de la pieza). Este sería el caso más claro de
violencia ejercida por los Incas en Yocavil, manifestado
a partir de la destrucción de una tumba local de características diferenciales. Este tipo de prácticas también ha
sido documentado en otros puntos del sur del imperio,
como por ejemplo Los Amarillos en la Quebrada de
Humahuaca (Nielsen & Walker 1999) y Turi en la puna
de Atacama (Aldunate et al. 2003).
LAS MOJARRAS-RINCÓN CHICO
El poblado alto de Las Mojarras denominado “Cerro
Pintado” corresponde, por su visibilidad y protección
100
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
EL CALVARIO DE FUERTE QUEMADO
TORREÓN SUPERIOR
1860
CFQ - Sector 3
Torreón
Inferior
1870
Torreón
Medio
A
1880
B
0
VISTA CORTE LATERAL
Piso limo arcilloso
consolidado
Estratos relleno
post ocupación
ROCA
A
E
MADR
Empedrado de lajas
10 m
Revoque
Torreón
Superior
B
Relleno de nivelación
0
1m
Figura 3. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreón Superior (Sector 3). Figure 3. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreón Superior (Sector 3).
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
EL CALVARIO DE FUERTE QUEMADO
TORREÓN INFERIOR Y MEDIO
1
2
3
4
5
6
101
1860
CFQ - Sector 3
7
8
9
Torreón
Inferior
A
1870
9
B
Torreón
Medio
1880
8
Torreón
Superior
7
0
10 m
6
0
Roca madre
1m
5
Techo del alero
Límite interior de la
oquedad del alero
4
B
0
TORREÓN MEDIO
VISTA CORTE LATERAL
Relleno de
nivelación
Empedrado
de lajas
Piso limo arcilloso
consolidado
A
ROCA MADRE
TORREÓN INFERIOR
Entierro
local bajo
alero destruido
ROCA MADRE
Empedrado
de lajas
Piso limo
arcilloso
consolidado
Relleno
de nivelación
0
1m
Figura 4. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreones Inferior y Medio (Sector 3). Figure 4. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreones
Inferior and Medio (Sector 3).
102
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
arquitectónica, al concepto de pukara. En las laderas se
disponen hileras de recintos de pirca doble, algunos con
diseños en zigzag de bloques de cuarzo blanco. Al pie
del cerro, por el sur, hemos registrado además otros diez
sitios en un área de 31 ha. La planta básica es del tipo
cuadrángulo y estructuras anexas (cea) deinido para
Rincón Chico, es decir, un gran recinto cuadrangular
y estructuras más pequeñas asociadas, rectangulares o
circulares. En el sitio Augier (LM1) solo se conservaba un
montículo de 30 m de largo por 20 m de ancho y algunas
líneas de piedras. Se excavaron varias cuadrículas en el
eje longitudinal. En el centro del montículo (cuadrícula
D3a) se registró un fogón y evidencias pirometalúrgicas
y se recuperaron algunos fragmentos Rojo Pulido e Inca
Provincial, entre otros estilos tardíos (Palamarczuk &
Greco 2012; Greco 2012, 2014). Una muestra de granos
carbonizados de maíz del fogón brindó una datación
de 400±60 AP (LP 1310) (Cal. 2 sigma 1445 (95,4%)
1641 dc). Este sitio se ubica al oeste del camino vecinal
Lampacito-Las Mojarras, el que se habría sobreimpuesto
al Camino Inca en este sector.
La localidad arqueológica de Rincón Chico abarca
una supericie de 500 ha, con construcciones de muros
de piedra y argamasa de barro que conforman unidades domésticas, instalaciones de trabajo artesanal,
espacios ceremoniales y áreas de tránsito (Tarragó
2011). El pukara (sitio RCh1) cubre 39,6 ha, mientras
que el resto de los 36 sitios se disponen sobre un cono
de deyección de la Sierra del Cajón. Del conjunto de
más de 40 fechados radiocarbónicos, varios de RCh1, y
también de RCh12, RCh14 y RCh15 se extienden desde
el siglo xiv hasta inicios del xvii, es decir, dentro de
la época Inca y Colonial temprana. Particularmente
interesante es el contexto de actividades destinadas a
la producción de chicha en el sitio RCh14, donde la
conservación in situ de los molinos para la molienda y
restos de los grandes “virques” podría vincularse con
las festividades propiciadas por el Inca que incluían
libaciones (Tarragó et al. 1999). Del mismo modo, la
escala de producción de bienes ceremoniales de bronce
estannífero en el taller metalúrgico de RCh15 se amplió
en esos momentos, incorporando una batería de hornos
de cuba del tipo huayra, quedando evidencias de moldes
de “lingotes” y de discos tardíos (González 2004). Sin
embargo, es necesario recalcar que en la mayoría de
los sitios solo hemos recuperado vestigios cerámicos
de los estilos locales como Santa María Bicolor y Negro sobre Rojo, Famabalasto Negro Grabado y vasijas
domésticas con pie de compotera. La excepción fueron
escasos fragmentos de alfarería Inca Mixta en RCh12
y RCh13 (Palamarczuk 2002, 2011) (ig. 5).
SHIQUIMIL-AMPAJANGO
La Loma Rica de Shiquimil es un gran poblado tipo
pukara ubicado sobre un cerro testigo que se emplaza
en la margen derecha del río Santa María, entre los poblados actuales de Entre Ríos y Andalhuala. Conocido
desde el siglo xix, sufrió diversas intervenciones en
búsqueda de bienes funerarios por parte de I. Liberani
y J. Hernández, V. Weiser y A. Methfessel. A partir de
1986 iniciamos tareas de prospección y excavación
que han permitido estudiar la cerámica de supericie y
realizar dataciones. Los cuatro fechados promediados
dan la siguiente calibración con 2 sigma: 1420 (87,6%)
1504; 1590 (7,8%) 1616 (Greco 2014), es decir, cae en el
período tratado, aunque su ocupación debe retrotraerse
en varios siglos.2 Entre los materiales ilustrados por
Liberani y Hernández (1950: lám. 13 y 23; González
& Tarragó 2005: ig. 16) se encuentra un jarro de asa
lateral Inca Provincial con decoración pintada en rojo
sobre blanco y ollas con pie de compotera.
El sitio Ampajango 2-Rosendo Cáceres cubre una
supericie mínima de 11 ha. Se emplaza a 2.100 msnm, a
lo largo de una angosta terraza transversal al valle, entre
el río homónimo al sur y un profundo cauce estacional
por el norte. El relevamiento permitió delimitar cinco
sectores a partir de muros que cortan transversalmente
la terraza y que coinciden con desniveles en la pendiente
del terreno. De acuerdo a las evidencias arquitectónicas
y al material cerámico de supericie, el sitio muestra una
prolongada ocupación, por lo menos desde ines del
Formativo al Inca y Colonial Temprano (ig. 6).
El Sector iv demuestra una marcada remodelación
arquitectónica en la época Inca. Se destaca la plaza
central, la cual, siguiendo la topografía, presenta una
planta poligonal demarcada por un muro de circunvalación de pirca doble. En su extremo oriental, una
rampa de 3,5 m de ancho, tras descender al cauce estacional, conduce al conjunto denominado Casas Viejas
(Ampajango 3) que posee también las características
de una kancha incaica. En dirección contraria, una de
las escaleras lleva a la playa del río Ampajango, donde
comienzan los cuadros de cultivo. Hacia el occidente, el
asentamiento estaba custodiado desde la Loma Redonda
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
a
103
36
37
RCH 1
3
10
2
400 m
20
4
17
7
16
8
9
23
5
6
15
18
11
26
SIMBOLOGÍA
14
CEA habitacional
13
Área funeraria
Otros
21
22
27
Centro poblado
0
25
200m
12
b
0
5 cm
Figura 5: a) vista aérea de Rincón Chico, tomado de Greco (2014: ig. 3, pp. 21). Se destaca el sector del pukara RCh1 y los sitios dispersos
en el piedemonte; b) hallazgos de cerámica de estilos incaicos en supericie de RCh13. Figure 5: a) aerial view of Rincón Chico, image
by Greco (2014: ig. 3, pp. 21). he area of the pukara RCh1 is highlighted, as the sites spread over the piedmont; b) supericial indings of
Inca style pottery in RCh13.
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
104
a
b
Loma
Redonda
Sector V
Ampajango 3
Casas Viejas
Ampajango 2
Sector IV
Sector III
Río
Ushnu
Taller
Casas
Viejas
Se
co
Sector II
Río
c
o
ang
paj
Am
Sector I
100 m
AMPAJANGO 2 y 3
0
100 m
e
Ushnu
(vista aérea)
d
AMPAJANGO 2
Sector IV
Loma
Redonda
10 m
f
0
50 m
Apacheta
Figura 6. Planimetrías y vistas del sitio Ampajango: a) diferentes sectores de Ampajango 2 y 3; b-d) Loma Redonda (Ampajango 7);
e-f) Sector Plaza y Ushnu en Ampajango 2. Figure 6. Charts and views of the Ampajango site: a) diferent sectors of Ampajango 2 and 3;
b-d) Loma Redonda (Ampajango 7); e-f) Plaza area and Ushnu in Ampajango 2.
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
a
b
0
c
105
5 cm
d
e
f
Figura 7. Fragmentos cerámicos de época Inca recuperados en supericie del sitio Ampajango 2: a) Inca Mixto; b) Santa María-Belén;
c) estilos locales Negro sobre Rojo; d) Famabalasto Negro sobre Rojo; e) Negro sobre café pulido; f) Ordinario Alisado con muscovita.
Figure 7. Ceramic fragments of Inca period recovered on site surface in Ampajango 2: a) Inca Mixed; b) Santa María-Belén; c) Black on
Red; d) Famabalasto Black on Red; e) Black on Brown Polished; f) Straightened Ordinary with moscovite.
(Ampajango 7) donde se registró un reducto amurallado
de cumbre y muros de contención en ladera (Tarragó
& González 2005).
En la esquina noroeste de la plaza se encuentra
una estructura dominada por un enorme peñasco de
10 m de largo en sentido este-oeste, 4 m de ancho y 3 m
de altura promedio, que ha sido deinido como ushnu
(González & Tarragó 2005: ig. 15). En la cara que mira
hacia la plaza y más allá, hacia las cumbres nevadas de
la cadena del Aconquija, el peñasco fue enmarcado por
dos líneas de plataformas realizadas con rocas de formas
regulares, algunas con canteado. Hacia el norte y este, el
desnivel del terreno fue compensado con cuatro y cinco
líneas de plataformas, habiéndose incluido una rampa
que permite ascender a la cúspide plana de la gran roca.
Un primer fechado sobre carbón vegetal proporcionó un
valor de 340 ± 130 AP (Beta 146374) (Cal. 2 sigma 1418
(84,8%) 1818 dc; 1827 (6,5%) 1894 dc; 1910 (4%) 1952
dc). La muestra cerámica de supericie y de excavación
ofreció tipos Famabalasto Negro sobre Rojo, Santa María
Bicolor y Negro sobre Rojo, Quilmes Inciso e Inca (ig.
7). En la supericie de la plaza se recogió un liwi incaico
(pequeña bola para cazar pájaros) de bronce estannífero
(González & Palacios 1996; Tarragó & González 2005).
PUNTA DE BALASTO
En el confín del valle y a unos 10 km al sudoeste de
Ampajango 2, se levantaba el Tambo de Punta de Balasto,
sobre el camino troncal que recorría el fondo del bolsón
y en un punto del paisaje sin ocupaciones previas. El
tambo fue interpretado como una estación de control del
tránsito de personas y del voluminoso tráico de bienes
106
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
dentro del conjunto de instalaciones administrativas del
sur del Collasuyu (González 1999: 227-228). Por ejemplo,
una carta del jesuita Juan de León en 1657 menciona que
cada año pasaban por el valle “quatro cientos carneros
cargados de oro” como parte de la renta para el Inca
(Tarragó & González 2005: 141-143).
El tambo se emplaza a 2.140 msnm en la margen
oriental del río Santa María y ocupa una franja de casi
un kilómetro de largo en el fondo de valle, entre el río
y la ruta 40, cubriendo unas 10 ha. Fue identiicado por
Bruch (1911) y excavado por el equipo de Cigliano (Carrara et al. 1960). Desde 1988, el Proyecto Arqueológico
Yocavil realizó prospecciones y excavaciones (González
1999; González et al. 2007). El tambo fue dividido en
trece grupos arquitectónicos, que comprenden un
ushnu de 5 x 5 m asociado a una gran plaza de 80 x 98
m, dos conjuntos de estructuras y muros vinculados al
complejo plaza-ushnu (Grupo 6), tres kanchas de 30 m
de largo (Grupos 7, 8, 12), una estructura rectangular
alargada sin subdivisiones internas de 33 x 10 m tipo
kallanca (Grupo 9), estructuras vinculadas a una plaza
de 70 x 35 m, collcas circulares (Grupo 11) y rectangulares (Grupo 2), unidades residenciales (Grupo 1) y un
conjunto de estructuras que pudieron formar parte de
otras kanchas (ig. 8).
El diseño arquitectónico dual y la presencia del
complejo plaza-ushnu, de kanchas y collcas indican que
es un sitio de planiicación netamente estatal. El camino
que divide al sitio en mitades, sin mojones, fue un eje
estructurador de la arquitectura, como evidencia la
construcción de ediicios orientados según su dirección.
Su traza puede apreciarse con claridad debido a su ancho
regular que varía de 3 a 3,70 m y a las modiicaciones
del sustrato producidas a través del tránsito, elementos
que lo hacen visible no solo en el terreno sino también
en las imágenes satelitales y en las fotografías aéreas de
ese tramo. La planta característica de las estructuras es
rectangular. La técnica constructiva es la de muro doble
sin relleno de 70 cm de ancho, formado por dos líneas
paralelas de bloques redondeados unidos con mortero
de barro o mediante pirca seca, diferente del muro doble
con relleno de tierra y ripio característico de los poblados locales tardíos. Algunas piedras están canteadas y
otras cuidadosamente seleccionadas (González 1999).
Hasta ahora se han realizado recolecciones de
supericie en todos los sectores y excavaciones en los
Grupos 7, 9, 10 y 12. El material más abundante en el
sitio es la alfarería. El conjunto cerámico de supericie
y excavación (n=1264) está formado por cerámica Inca
(42%), Famabalasto Negro sobre Rojo (7%), Santa María
Bicolor (3%), Ordinaria que incluye ollas con pie de
compotera (29%) y de otros tipos e inclasiicada (19%)
(Marchegiani 2012). El estilo Inca Provincial es el más
representativo del sitio, mientras que la frecuencia de los
estilos Santa María Bicolor, Inca Paya, La Paya Dibujos
Negros, Yocavil Polícromo y Santa María-Belén Negro
sobre Rojo es muy baja (ig. 9).
En los sondeos del Grupo 7 se identiicó un área
de cocción de alimentos, consumo y descarte donde
se halló cerámica Ordinaria Alisada, Inca Provincial,
Inca indeterminada y Famabalasto Negro sobre Rojo,
así como restos óseos quemados asociados a lentes de
ceniza y concentraciones carbonosas de las que se obtuvo una muestra de carbón vegetal fechada en 680±70
(LP816) (Cal 2 sigma 1235 (0,8%) 1243 dc; 1265 (94,6%)
1429 dc). Sobre el piso de un recinto del Grupo 12 se
halló cerámica Inca Provincial y Ordinaria, asociada a
un cincel de bronce, un núcleo bipolar de obsidiana y
un pequeño instrumento de hueso. En la supericie de
distintos grupos arquitectónicos se recuperaron, entre
otros hallazgos, cuatro puntas de proyectil triangulares
de base escotada, dos silbatos de cerámica y un tortero
gris de cerámica inciso con motivos geométricos (ig. 10).
La cerámica y los materiales asociados indican
que en el tambo se realizaron actividades de preparación, transporte, almacenaje y consumo de alimentos.
La presencia de torteros y otros instrumentos, por su
parte, permite suponer que también se desarrollaron
actividades vinculadas con la producción artesanal. La
cerámica Inca Provincial, Famabalasto Negro sobre Rojo,
Santa María Bicolor y Ordinaria Alisada está presente
en todos los sectores. La kallanca es el grupo con mayor
frecuencia de alfarería Inca Provincial y mayor diversidad
de estilos cerámicos; de allí proceden un fragmento de
plato Inca Provincial de posible origen altiplánico (ig. 9
a) y también fragmentos de ollas con pie de compotera.
También se observó que la mayor frecuencia de cerámica
Famabalasto Negro sobre Rojo, al igual que el hallazgo
de los fragmentos Yocavil Polícromo y los torteros con
decoración geométrica incisa, elementos todos vinculados
con la región chaco-santiagueña, provienen de grupos
arquitectónicos situados al oriente del camino. Sin
embargo, las evidencias disponibles hasta el momento
son insuicientes para realizar inferencias sobre sus
implicancias en términos de relaciones intergrupales
dentro del tambo.
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
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SIMBOLOGÍA
Muro
Zona de alteración
antrópica
Zanja subactual
Camino incaico
no amojonado
Figura 8. Plano del Tambo de Punta de Balasto, modiicado de González (1999). Grupo 6: ushnu-plaza; Grupos 7-8-12: kanchas; Grupo
9: kallanca; Grupo 11: collcas. Figure 8. Map of the Tambo of Punta de Balasto, modiied by González (1999). Group 6: ushnu-plaza;
Groups 7-8-12: kanchas; Group 9: kallanca; Group 11: collcas.
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Figura 9. Cerámica Inca del Tambo de Punta de Balasto: a-e) fragmentos estilo Inca Provincial; f) plato pato Inca Paya. Figure 9. Inca
pottery from the Tambo of Punta de Balasto: a-e) fragments, Inca Provincial style; f) Inca Paya duck-style plate.
c
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reducida
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posterior
reducida
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Figura 10. Objetos hallados en el Tambo de Punta de Balasto: a) cincel de bronce (Grupo 12); b) tortero de cerámica inciso con motivos
geométricos (Grupo 4, supericie). Silbatos de cerámica: c) Grupo 12; d-e) Grupo 9. Figure 10. Artifacts found in the Tambo of Punta de
Balasto: a) bronze chisel (Group 12); b) ceramic spindle weight with geometric patterns (Group 4, surface). Whistles of ceramic material:
c) Group 12; d-e) Group 9.
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
Asociado a Punta de Balasto se encuentra Bicho
Muerto, representando la ocupación parcial de una
población preexistente. Es posible que en el primer
momento de la expansión incaica Bicho Muerto hubiera
actuado como una fortaleza interna, función que más
tarde, con la ocupación consolidada, habría sido más
simbólica que efectiva. La información etnohistórica
indica que el Morro Blanco, a cuyo pie se levanta el
asentamiento, constituía una venerada huaca en tiempos prehispánicos tardíos (Piossek Prebisch 1984). Su
potencial simbólico habría sido incrementado por los
depósitos minerales que albergaba la formación y que
abastecían a los cercanos establecimientos metalúrgicos
coloniales de El Trapiche y Fundición Navarro (González 1997). Es posible, entonces, que algún sector de
Bicho Muerto constituyera un “mochadero minero”, en
una situación similar a las registradas en otros lugares
surandinos, como en KonaKona, en la subregión del
alto Loa (Castro 1992).
En la margen occidental y custodiando el tambo
se yergue el Cerro Mendocino con su excelente pukara
de la cima y laderas. Por su difícil acceso y la presencia
de construcciones defensivas, se suele considerar al
asentamiento una “fortaleza”, arquitectónicamente
una de las más destacadas del noa. Al menos parte de
esta instalación seguía en funcionamiento en la época
inca, a juzgar por el Grupo A de ediicios levantado
con bloques canteados de cuarcita borra-vino (Carrara
et al. 1960: 37) y la gran kancha al pie (González &
Tarragó 2005: 80-83).
LA VARIABILIDAD ALFARERA DURANTE LA
DOMINACIÓN INCA
Las distintas variantes de la cerámica Inca presentan una
distribución diferencial, según se trate de instalaciones de
planiicación estatal, asentamientos locales con sectores
incaicos o poblados sin evidencias arquitectónicas inca.
Por otro lado, el proceso de dominación incaica trajo
aparejados cambios en los estilos cerámicos preexistentes
y generó el surgimiento de estilos nuevos.
El Tambo de Punta de Balasto se destaca por el
hallazgo de tiestos Inca Provincial. Los estudios cerámicos
que integraron análisis macroscópicos y petrográicos
permitieron identiicar dos modalidades mayoritarias
en la producción de pastas de la cerámica Inca del
tambo. La primera y más frecuente se caracteriza por la
109
presencia de inclusiones de muscovita, predominando
las de tamaño grande y muy grande, y aunque a nivel
macroscópico el elemento que más se destaca es la
mica, el cuarzo es el tipo de inclusión más abundante.
La segunda se caracteriza por la adición intencional de
inclusiones de ceniza volcánica. Además de cerámica
Inca, las pastas con muscovita se utilizaron para elaborar
cerámica Ordinaria Alisada, incluyendo ollas con pie de
compotera. Aún no contamos con datos sobre el lugar de
producción de estas dos modalidades, pero sí podemos
airmar que diieren de las tecnologías de producción
originarias del estilo Santa María de Yocavil, caracterizado por la incorporación intencional de tiesto molido
como antiplástico. En menor proporción, también se
registró cerámica Inca Provincial elaborada mediante
otras tecnologías (Marchegiani 2012). Las formas más
frecuentes son las botellas (aríbalos, aribaloides y botellas
con asa lateral), jarros con asa lateral y platos, todas
ellas vinculadas a las actividades de servir y consumir
alimentos; por lo tanto, se trata de formas que desempeñaron roles importantes en las estrategias políticas
imperiales que incluían situaciones de comensalidad.
Los fragmentos Inca Provincial aparecen asociados
a cerámica Inca monocroma pulida (principalmente
roja y ante), Inca indeterminada, Famabalasto Negro
sobre Rojo y Yocavil Polícromo, cerámica local Santa
María Bicolor y, excepcionalmente, fragmentos de
estilos Inca mixtos como Inca Paya y La Paya Dibujos
Negros (igs. 11 y 12).
En los sitios locales con sectores incaicos, como
El Calvario de Fuerte Quemado, se registraron fragmentos de cerámica Inca Provincial. Otra situación se
comprueba en otros centros poblados locales, como por
ejemplo Rincón Chico, para el cual existe constancia de
la perduración de su ocupación en momentos incaicos.
Allí, luego de intensos trabajos de campo que involucraron todos los sectores del asentamiento, entre miles de
fragmentos cerámicos recuperados no se han hallado
aún fragmentos Inca Provincial. Estas “ausencias” son
también reveladoras: la circulación en el espacio regional
de los estilos Inca Provincial, tan connotados simbólicamente, fue dispar y acotada a determinadas localidades,
en comparación con la importancia regional y amplia
incidencia macrorregional de los estilos de época Santa
María y Famabalasto Negro Grabado.
Por su parte, las variantes de cerámica Inca mixta,
que integran rasgos locales e incaicos, están presentes en
todos los sitios presentados en este trabajo. Cabe señalar
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Figura 11. Fragmentos cerámicos recuperados en el Tambo de Punta de Balasto: a-d) Inca Provincial; e) Inca indeterminado; f-h) Inca
Provincial; i-m) Famabalasto Negro sobre Rojo; n-p) Yocavil Polícromo; q) Santa María Bicolor. Figure 11. Pottery fragments recovered
in the Tambo of Punta de Balasto: a-d) Inca Provincial; e) indetermined Inca; f-h) Inca Provincial; i-m) Famabalasto Black on Red; n-p)
Yocavil Polychrome; q) Santa María Bicolor.
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
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Figura 12. Fragmentos cerámicos recuperados en el Tambo de Punta de Balasto: a) Inca Provincial; b) Famabalasto Negro sobre Rojo;
c) Santa María Bicolor. Figure 12. Pottery fragments recovered in the Tambo of Punta de Balasto: a) Inca Provincial; b) Famabalasto Black
on Red; c) Santa María Bicolor.
112
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
que a partir del estudio de colecciones de museos3 y de
materiales publicados, el área de Fuerte Quemado se
destaca también como localidad de marcada circulación
de cerámica incaica en sus distintas variantes (ig. 13).
Un elemento fundamental del desarrollo alfarero
en Yocavil en la época Inca es la perduración del estilo
Santamariano, aunque esta continuidad se produjo en
el marco de ciertas innovaciones en la forma –aparición
de pucos con punto angular y alargamiento de cuellos en
las urnas– y en la iconografía –motivos geométricos con
relleno reticulado, guardas horizontales de triángulos
plenos negros, iguración de “guerreros” y escutiformes,
felinización de motivos zoomorfos como el suri y el
camélido (Reynoso & Pratolongo 2008; Marchegiani
et al. 2009)–. A su vez, surgieron nuevas modalidades
estilísticas, como las urnas Negro sobre Rojo que integran rasgos Santa María y Belén. Simultáneamente, en
esta época se introdujeron en el valle diversos estilos
originarios de otras regiones, como las vasijas y cuencos
Famabalasto Negro sobre Rojo y Yocavil Polícromo de
Santiago del Estero, y los pucos Yavi de la puna jujeña
(Marchegiani et al. 2009). Si bien su presencia es minoritaria, resultan buenos indicadores cronológicos, debido
a que su producción y distribución estuvo mediada en
cierto grado por la agencia incaica (ig. 14).
Al situarnos desde la perspectiva de los grupos
dominados, podemos dar cuenta de que la presencia de
estos estilos mixtos y no incaicos (locales y no locales)
otorga visibilidad al proceso de expansión incaica en
Yocavil, incluso en espacios con ausencia de bienes
muebles netamente incaicos. Las estrategias políticas
incaicas incluirían el aprovechamiento del prestigio
regional de determinados bienes apropiándose de los
mecanismos de su distribución social, lo que puede
resultar coherente con la amplia representación de los
materiales santamarianos (González & Tarragó 2004).
Por su parte, esta perduración en la producción de
determinados bienes indica, además de sus atributos
de calidad, ciertos niveles de autonomía organizativa
en su producción y en la reproducción de sistemas de
representaciones por parte de los grupos locales. La
comprensión del proceso de dominación incaica en
regiones consideradas marginales, como los Andes
meridionales, requiere una perspectiva amplia capaz de
integrar la diversidad de evidencias de esa expansión,
evidencias que muchas veces pueden ser sutiles o pasar
desapercibidas si solo observamos desde la perspectiva
de los lugares centrales.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
A los sitios aquí desarrollados se suman evidencias de
bienes muebles en Caspinchango, la Terraza de Andalhuala
Banda, Loma Redonda, Loma Alta y Pajanguillo, entre
otros (González & Tarragó 2005). Los datos construidos a
lo largo de casi treinta años de trabajos en la región ponen
de maniiesto que la ocupación cuzqueña no siempre
se ajustó a criterios “monumentales” (González Godoy
1996: 34) y que el registro arqueológico imperial puede
quedar empañado en contextos con preponderancia de
elementos locales (Morris 1988: 243-244).
Sobre el particular, hemos propuesto que, en el sur
del valle, la dominación incaica, sin dejar de ser intensa,
implicó un complejo proceso en el que participaron los
intereses del gobierno central y los de los grupos de poder locales; los mecanismos diseñados para alcanzar los
objetivos del Estado y las cualidades de la organización
social, política y económica de estos grupos locales en
la región y la resolución de los conlictos de facciones
derivados de las nuevas condiciones (González & Tarragó
2004; Reynoso 2009).
Considerando la producción tecnológica como un
campo adecuado para explorar las formas y resultados
del enfrentamiento entre los intereses estatales y los de
los sectores subordinados, se han propuesto los cambios
y continuidades en la metalurgia y alfarería santamarianas tanto en sus aspectos técnicos como expresivos. De
dicho análisis se desprende que, así como la circulación
de materiales asociados al imperio operó por canales
restringidos, el “modo de hacer” tradicional, en términos
amplios, mantuvo vigencia.
Interpretando la evidencia en el marco de fenómenos
de resistencia cultural, se propone que los administradores
estatales, para alcanzar los objetivos programados para
la región, debieron respetar determinados elementos del
sistema de representaciones autóctono, a su vez vinculados con cualidades organizativas de las formaciones
sociales (González & Tarragó 2004).
De la misma manera ocurrió en los modos de
construir los espacios habitados que, en gran medida,
conservaron los patrones locales altamente desarrollados
a nivel regional. No obstante, como se reirió en el caso
de El Calvario de Fuerte Quemado, el ejercicio de la
violencia estatal fue también una estrategia puesta en
práctica en el proceso expansivo. Las restricciones observadas en la circulación de bienes netamente incaicos
alertan acerca del problema metodológico implícito
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
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Figura 13. Cerámica de estilos incaicos. Ejemplares de estilos Inca Provincial e Inca mixto procedentes de Yocavil: a) -28000-, Inca Provincial, El Paso, mejba; b) -28015-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; c) -29107-, Inca mixto, El Paso, mejba; d) mlp-Ar-(n)5005,
Inca Provincial, Ampajango, MLP; e) -28010-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; f) -29073-, Inca Provincial, Amaicha, mejba;
g) -29108-, Inca Provincial, El Paso, mejba; h) -28011-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; i) mlp-Ar-(n)4492, Ampajango, mlp;
j) 922, Diaguita-Inca, Santa María, Col. mlp (Outes 1907, Plancha iii, N° 6); k) La Paya dibujos negros, Fuerte Quemado La Ventanita,
meb; l) mlp-Ar-(n)4447, La Paya dibujos negros, Masao, mlp. Figure 13. Inca styles pottery. Examples of the Inca Provincial and mixed
Inca styles from Yocavil: a) -28000-, Inca Provincial, El Paso, mejba; b) -28015-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; c) -29107-,
Inca Mixed, El Paso, mejba; d) mlp-Ar-(n)5005, Inca Provincial, Ampajango, MLP; e) -28010-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba;
f) -29073-, Inca Provincial, Amaicha, mejba; g) -29108-, Inca Provincial, El Paso, mejba; h) -28011-, Inca Provincial, Fuerte Quemado,
mejba; i) mlp-Ar-(n)4492, Ampajango, mlp; j) 922, Diaguita-Inca, Santa María, Col. mlp (Outes 1907, Plancha iii, N° 6); k) La Paya
black drawings, Fuerte Quemado La Ventanita, meb; l) mlp-Ar-(n)4447, La Paya black drawings, Masao, mlp.
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
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Figura 14. Cerámica local. Diversos estilos alfareros locales correspondientes a la época de expansión incaica: a) mlp-Ar-(n)5695, Santa
María Bicolor fase iv, Quebrada Chiquimil, mlp; b) mlp-Ar-(n)4436, Santa María-Belén, Masao, mlp; c) 46-70, Quilmes Inciso, mac;
d) mlp-Ar-(n)5245, Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; e) mlp-Ar-(n)5320, Famabalasto Negro sobre Rojo, Famabalasto, mlp; f)
43-2819, Yocavil Polícromo, Andalhuala, mac; g) 47-1830, Yocavil Polícromo, Tafí, mejba; h) mlp -Ar-(n)5335, Famabalasto Negro sobre
Rojo, Famabalasto, mlp; i) mlp-Ar-(n)5347, Famabalasto Negro sobre Rojo, Famabalasto, mlp; j) -36966-, Yocavil Polícromo, Quilmes,
mejba; k) mlp-Ar-(n)5967, Famabalasto Negro Grabado, Lorohuasi, mlp; l) -28040-, Yavi, Amaicha, mejba; m) mlp-Ar-(n)5370, Famabalasto Negro Grabado, Famabalasto, mlp; n) mlp-Ar-(n)5266, Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; o) -28012-, Ordinario Alisado,
Fuerte Quemado, mejba; p) 323 Exp. C. Bruch, Ordinario Alisado, Fuerte Quemado, meaunr; q) -28013-, Ordinario Alisado, Fuerte
Quemado, mejba. Figure 14. Local pottery. Several local pottery styles, Inca expansion period: a) mlp-Ar-(n)5695, Santa María Bicolor
phase iv, Quebrada Chiquimil; b) mlp-Ar-(n)4436, Santa María-Belén, Masao, mlp; c) 46-70, Quilmes Incised, mac; d) mlp-Ar-(n)5245,
Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; e) mlp-Ar-(n)5320, Famabalasto Black on Red, Famabalasto, mlp; f) 43-2819, Yocavil Polychrome,
Andalhuala, mac; g) 47-1830, Yocavil Polychrome, Tafí, mejba; h) mlp -Ar-(n)5335, Famabalasto Black on Red, Famabalasto, mlp; i) mlpAr-(n)5347, Famabalasto Black on Red, Famabalasto, mlp; j) -36966-, Yocavil Polícromo, Quilmes, mejba; k) mlp-Ar-(n)5967, Famabalasto
Black Incised, Lorohuasi, mlp; l) -28040-, Yavi, Amaicha, mejba; m) mlp-Ar-(n)5370, Famabalasto Black Incised, Famabalasto, mlp; n)
mlp-Ar-(n)5266, Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; o) -28012-, Straightened Ordinary, Fuerte Quemado, mejba; p) 323 Exp. C.
Bruch, Straightened Ordinary, Fuerte Quemado, meaunr; q) -28013-, Straightened Ordinary, Fuerte Quemado, mejba.
El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al.
en la inferencia del abandono de sitios o traslado de
poblaciones a partir de la ausencia de materiales muebles o arquitectura incaica en los poblados locales.
Una posibilidad que, no obstante, no puede dejar de
considerarse a priori.
Las áreas vinculadas con las actividades ceremoniales y religiosas, como las plazas y ushnu en El Calvario
de Fuerte Quemado y en Ampajango 2 fueron, probablemente, los monumentos más versátiles para crear y
reproducir las estructuras de poder social. Por un lado,
conformaban lugares de convergencia en los cuales las
condiciones de desigualdad podían enmascararse a partir
de su apariencia pública. Por otro lado, los fundamentos
del orden impuesto podían ser renovados y potenciados
mediante la intervención de fuerzas sobrehumanas, las
que, a su vez, eran presentadas como legitimadoras de
la estructura de dominación vigente.
En suma, el caso estudiado pone de maniiesto
que la ocupación inca en el sur del valle de Yocavil fue
mucho más intensa que lo que conocíamos hace unas
pocas décadas, pero con un relejo arqueológico que no
se ajusta estrictamente a los rasgos “típicos” a partir de
los cuales suele evaluarse la presencia imperial en los
Andes meridionales. Las cualidades de este registro
arqueológico señalarían, por una parte, la estrategia
de la ocupación imperial en la región, destacando las
áreas con un valor particular para los objetivos políticoeconómicos centrales y que, en consecuencia, se juzgaron
como adecuadas para ser desarrolladas mediante la
inversión en infraestructura. El emplazamiento cercano
al camino es un elemento en común a todas ellas y fue
estratégico para el control del territorio y de la circulación
de bienes y personas.
Sin embargo, de igual modo estas cualidades estarían
dando cuenta de las condiciones sociopolíticas y organizativas vigentes, las cuales en algunos casos podrían
haber sido funcionales a la administración cusqueña
y haber vuelto innecesaria la inversión de energía en
obras más o menos monumentales, mientras que en
otros podrían haber actuado como focos de resistencia
en los que la imposición de las normas y de la cultura
material del Imperio se diluyeron.
En cuanto al tramo de la red troncal, en la vía
que atraviesa el tambo de Punta Balasto conluían tres
importantes ramales. Uno de ellos, con rumbo sudoeste, conectaba con los conspicuos centros de Hualfín y
Shincal (Raino et al. 1985). Otro, hacia el sur, tras una
estación en el tambo de Ingenio del Arenal, enlazaba
115
con los distritos mineros de Capillitas Atajo y Andalgalá (González 1982: 333). El tercero ascendía hacia
el sudeste, por la quebrada del río Pajanguillo hasta
llegar al establecimiento de Nevados del Aconquija,
con las estaciones intermedias de Pajanguillo, Becobel
y Tambo Colorado.
En síntesis, la arrolladora dinámica de expansión
del Estado incaico parece haber arrastrado, en ciertas oportunidades, el enfoque de las investigaciones
arqueológicas en los Andes meridionales, otorgando
un casi exclusivo protagonismo a las aspiraciones del
Cusco y dejando en un oscuro segundo plano a los
procesos históricos de las sociedades que poblaban
las regiones incorporadas al Tawantinsuyu. Desde una
óptica alternativa, en la que se privilegia el estudio de
los procesos de cambio a partir de la posición de las
sociedades dominadas, sostenemos que los intereses
particulares de las élites políticas locales, la dinámica de
los conlictos faccionales y el sistema de representaciones
constituyeron factores activos que matizaron el modo
en que la dominación estatal fue plasmada (González
& Tarragó 2005), articulando estrategias de negociación
y resistencia. En el proceso de ocupación territorial no
solo los planiicadores cusqueños exhibieron una amplia
lexibilidad para desplegar sus objetivos particulares.
También las formaciones sociales abarcadas desarrollaron
sus propias estrategias para no perder espacio dentro
de las nuevas condiciones.
RECONOCIMIENTOS A todos los estudiantes, colaboradores e
investigadores que aportaron su interés y esfuerzo a lo largo de
tres décadas de trabajos arqueológicos en Yocavil. Luis González
impulsó las investigaciones sobre la presencia incaica en el área.
Catriel Greco, Sonia Lanzelotti, Mariela Tancredi y Raúl Doro
colaboraron en la elaboración de diferentes ilustraciones que
reproducimos en este artículo. A las autoridades y personal del
Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti, del Museo de La Plata, del
Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba y
del Museo de la Escuela de Antropología de la Universidad Nacional
de Rosario. A los evaluadores anónimos y a los editores de la revista.
NOTAS
1
Las calibraciones corresponden a la curva de calibración
ShCal04 Southern Hemisphere Calibration (McCormac et al.
2004).
2
Los fechados considerados para este promedio son:
380±60 (LP 983); 460±80 (LP 2212); 500±60 (LP 2431); 560±80
(LP 2239).
116
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
3
mac: Museo de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. mlp: Museo de
La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad
Nacional de La Plata. mejba: Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. meaunr: Museo de la Escuela de Antropología, Universidad
Nacional de Rosario.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, No 1, 2017, pp. 119-136, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
ARQUEOLOGÍA Y PAISAJE EN EL INTERFLUVIO DE ZAPATA,
CATAMARCA, NOROESTE ARGENTINO
ARCHAEOLOGY AND LANDSCAPE IN THE INTERFLUVE OF ZAPATA,
CATAMARCA, NORTHWESTERN ARGENTINA
REINALDO MORALEJOA
Los lugares de tránsito han sido una constante en la historia de la
humanidad. Independientemente de las formas y características
que adopten, constituyen un elemento de comunicación cuyo
estudio nos permite conocer la historia de las poblaciones que
habitan un lugar determinado. En este artículo se presentan
los resultados de las investigaciones realizadas en la sierra
de Zapata, Catamarca (Noroeste Argentino), en una ruta
que comunica los valles de Hualfín y Abaucán. Este espacio
internodal o interluvio serrano presenta un conjunto de sitios
con diversas características que señalan un tránsito regional
continuo desde épocas preincaicas.
Palabras clave: caminos antiguos, preincas, incas, El Shincal
de Quimivil.
Places of transit have been constant in the history of humanity.
Regardless of the forms and characteristics they adopt, places
of transit constitute an element of communication whose study
allows us to know the history of the populations that inhabit a
given space. his article presents the results of research carried
out in the mountains of Zapata, Catamarca (Northwestern
Argentina), on a route that connects the Hualfín and Abaucán
valleys. his internodal, interluvial space includes several sites
with diverse characteristics that indicate a continuous regional
transit from pre-Inca times.
Keywords: ancient roads, pre-Inca, Inca, El Shincal de
Quimivil.
A
INTRODUCCIÓN
La sierra de Zapata constituye un sistema serrano ubicado
entre los valles de Hualfín y Abaucán en el centro de
la Provincia de Catamarca, Noroeste Argentino (noa).
Se caracteriza por ser un área de interluvio con un
constante movimiento de personas y objetos, propio
de zonas internodales (Raino et al. 2008).
La historia de las investigaciones arqueológicas en
el área se remonta a la segunda mitad del siglo xx con
los aportes de Sempé (1973, 1976) y González y Sempé
(1975), que dejan en evidencia el conjunto de asentamientos
prehispánicos correspondientes al Período Temprano
y Medio del noa (500 ac-900 dc). Estos trabajos, sin
embargo, estuvieron concentrados principalmente en el
sector suroccidental de la sierra de Zapata, próximo a
la localidad de Tinogasta del valle de Abaucán. Por esta
razón, desde comienzos de la década de los noventa, en
el marco de los proyectos dirigidos por el Dr. Rodolfo
Raino, se comenzó a prospectar el área a partir del
derrotero inca que provenía desde el sitio El Shincal de
Quimivil. Ello condujo a contar con otras evidencias
arqueológicas vinculadas, por ejemplo, con el hallazgo
de un tambo incaico denominado Tambillo de Zapata
ubicado a media jornada de viaje entre los sitios de El
Shincal y Watungasta (Raino et al. 1994; Raino 1995).
Reinaldo Moralejo, División Arqueología, Museo de La Plata. conicet-Argentina. Facultad de Ciencias Naturales y Museo,
Universidad Nacional de La Plata. Av. Paseo del Bosque s/n°, CP: B1900FWA, La Plata, email: reinaldomoralejo@yahoo.com.ar
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: septiembre 2016.
120
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Posteriormente, debido al avance de los trabajos de
puesta en valor en El Shincal, cesan las investigaciones
en la sierra de Zapata hasta que son retomadas en el año
2004, con el propósito de complementar y ampliar los
estudios realizados hasta ese momento.
En este artículo se presentan los resultados de las
investigaciones llevadas a cabo en el área internodal
o interluvio de la sierra de Zapata desde un enfoque
micro y macromorfológico. Se describen, por un lado,
los elementos de construcción de las vías y, por otro, la
información acerca de la coniguración global del sistema
vial. La relevancia de este trabajo reside en la incorporación de nuevas evidencias arqueológicas de antiguos
caminos y sitios asociados que permiten comprender la
importancia que tuvo esta ruta en la comunicación de
los valles de Hualfín y Abaucán del centro oeste de la
provincia de Catamarca, noa. Una comunicación que,
si bien puede extenderse desde momentos preincaicos
hasta la actualidad, tuvo quizás su apogeo durante el
momento de expansión incaica, al conectar el centro
político, administrativo y ceremonial de El Shincal de
Quimivil con la porción más meridional del Kollasuyu
en Argentina y Chile. De esta manera, se pudo dar
cuenta de la propia lógica interna de la red vial y de su
contexto signiicativo, como también generar un modelo
de organización respecto de las prácticas y relaciones
sociales que dieron origen al paisaje.
EL ESTUDIO DE LOS CAMINOS
El Estado Inca se desarrolló a lo largo de la cordillera
de los Andes en Sudamérica, desde el sur de Colombia
(Departamento de Nariño) hasta la Región Central
de Chile (Región del Maule) y Mendoza en Argentina
(valle de Uspallata).
La red vial constituyó uno de los principales
elementos integradores del Estado y permitió sostener
un complejo sistema político, administrativo, militar
y religioso. Abarcaba más de 40.000 km de caminos,
convirtiéndose en el sistema vial más alto del planeta
que logró alcanzar tal magnitud en un lapso menor a los
cien años. La elección del espacio para su construcción
no era producto del azar, sino más bien de la ideología
y de un profundo conocimiento de la geografía e interacción social con el medio ambiente. Este sistema
infraestructural de caminos favoreció la articulación en
el interior y entre las diferentes poblaciones que habita-
ban en las zonas altas y bajas de los Andes centrales y
meridionales, permitiendo la movilización de diversos
tipos de productos, poblaciones (mitimaes), ejércitos
y dirigentes de alto rango jerárquico, entre otras cosas
(Hyslop 1992; Vitry 2000).
De acuerdo al planteo de Anschuetz et al. (2001),
las comunidades transforman los espacios físicos en
lugares llenos de contenidos mediante sus actividades
diarias, sus creencias y sus sistemas de valores. Como
consecuencia, un paisaje no es meramente el mundo
que vemos, es una construcción, una composición de
ese mundo. Desde esta perspectiva, los espacios físicos
de un paisaje no son mudos en cuanto a la historia de la
comunidad y a su herencia cultural; son una interacción
dinámica entre naturaleza y cultura. Se asume entonces
que la acción social que tiene lugar en relación con el
espacio está organizada de manera coherente según el
sistema de representaciones propio del grupo social que
la realiza. De este modo, la importancia de estudiar los
caminos radica en que a través de ellos se construye y se
expresa la memoria de los pueblos que los transitan, los
elaboran y les dan signiicado a lo largo del tiempo y del
espacio. Creemos entonces que recorriendo y estudiando
los caminos podemos aproximarnos al conocimiento
de la heterogeneidad social de las poblaciones que
habitan y circulan un lugar determinado (Moralejo &
Aventín Moretti 2015).
Por otra parte, cuando se habla del estudio de
los caminos no se trata solo de los caminos per se sino
también del conjunto de sitios arqueológicos y elementos
del paisaje asociados. El movimiento y la percepción a
través del paisaje permiten producir y reproducir diferentes conjuntos de signiicaciones que podrían estar
materializadas en el paisaje. De este modo, la presencia
de apachetas, mojones, rocas sagradas, lugares de libación
u ofrendas, cuerpos de agua, puestos de observación,
tambos, chasquihuasis, los diferentes tipos de trazados,
anchura, puentes, rampas, entre otros, le conieren al
paisaje vial un signiicado geográico y ritual que va
mucho más allá del simple tránsito.
En el lenguaje arqueológico existe una amplia
variedad de palabras que se utilizan para designar a un
lugar o zona de tránsito determinada. El término genérico de vía designa cualquier curso de tránsito humano
físicamente visible en el terreno, independientemente de
sus características. Por otro lado, el término ruta se usa
como equivalente de itinerario o derrotero de un viaje,
siendo entonces una categoría abstracta o intangible.
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
En este sentido, “una ruta puede tener ya sea trazas
separadas o traslapadas de varias vías de una misma o
diferente naturaleza o época” (Berenguer et al. 2005: 14).
Existen dos tipos de vías: los caminos y los senderos.
Un camino es una vía formal que presenta evidencias
signiicativas de planeamiento y construcción. Por otro
lado, un sendero constituye una vía informal caracterizada por no poseer, o apenas poseer, un trabajo dirigido
hacia su elaboración o mantenimiento. Son producto del
desgaste a raíz del continuo movimiento de personas, y
en algunos casos de animales, a través del paisaje (Earle
1991; Trombold 1991).
En la práctica, no es sencillo diferenciar caminos y
senderos. Existe una amplia variedad de vías producto
de la superposición y el cambio en los patrones de interacción y planiicación. Por lo tanto, los caminos pueden
transformarse en senderos y viceversa (Earle 1991).
En el caso de la sierra de Zapata, los estudios de
Sempé (1973, 1976) y González y Sempé (1975), aun
cuando no mencionan la presencia de caminos o senderos
antiguos, ponen en evidencia un corpus de datos que
nos permiten inferir posibles comunicaciones entre los
valles de Hualfín y Abaucán durante momentos preincas.
Por lo tanto, consideramos importante contemplar en
nuestra investigación todo el conjunto de vías preincaicas,
incaicas y aquellas que continuaron siendo utilizadas en
épocas colonial y republicana, hasta incluso la actualidad.
METODOLOGÍA
Nuestra investigación sobre los caminos incaicos se
desarrolló en un marco espacial local y regional y se
centró en la descripción de los procesos socioculturales
que condujeron a la construcción del paisaje en la sierra
de Zapata. Para conocer el conjunto de elementos que
constituyen el paisaje social de una red vial, fue necesario deinir los procesos de formalización a través de
los cuales se conigura la cultura material arqueológica.
Para ello se diseñó una estrategia de investigación basada en dos enfoques metodológicos complementarios
(Moralejo 2011):
a) Estudio micromorfológico. Consistió en un análisis
particularista en que se registraron todos los rasgos
relacionados con la construcción de una vía, tales
como anchura, rectitud, características de la supericie, presencia de obras viales y otros rasgos como
121
puntos de conexión con otras vías, asentamientos
laterales de apoyo, montículos artiiciales de piedra
y presencia de objetos materiales en superficie
(Trombold 1991).
b) Estudio macromorfológico. Consistió en un análisis
regional tendiente a explorar la coniguración global
del sistema vial dentro del área de estudio y zonas
aledañas. De esta manera, se registró información
vinculada con la extensión de la red, función y temporalidad de los puntos conectados (Trombold 1991).
Esta estrategia de investigación combinó el análisis de
cartas geológicas y topográicas, fotografías aéreas e
imágenes satelitales, toponimia local, fuentes históricas
y etnohistóricas, antecedentes bibliográicos, entrevista a
pobladores, prospecciones y excavaciones arqueológicas.
El diseño de prospección fue de tipo pedestre e
intensivo, con la intención de cubrir tanto la vía como las
lomadas y los cerros adyacentes. Se diseñó un formulario
ad hoc para sistematizar y ordenar toda la información
recabada durante la prospección. Para su aplicación, se
tomó el concepto de “punto de interés” utilizado para
la descripción de caminos en el norte chileno: “un lugar
donde la vía cambia de aspecto o de visibilidad, una cuesta
o terreno en pendiente, un cruce o traslape con otra vía,
una conexión vial, un lugar donde hay uno o más montones artiiciales de piedras, un hallazgo de fragmentos
cerámicos, un asentamiento o cualquiera otra estructura
adyacente al camino” (Berenguer et al. 2005: 15).
Toda la etapa de prospección siempre estuvo
acompañada de un mapa base que permitió cotejar los
puntos y rasgos lineales marcados en gabinete con la
información de terreno. El instrumental utilizado para
el registro y medición consistió en: gps conigurado con
Datum WGS84 y coordenadas planas utm; cámara digital;
brújula geológica Brunton; cinta métrica; jalones y Estación Total para realizar levantamientos arqueológicos en
detalle. Durante la prospección también se practicaron
recolecciones sistemáticas de material supericial en los
puntos de interés respectivos. El objetivo de esta tarea
era aproximarse a la cronología, uso y actividades en
las vías. En el caso de los asentamientos arqueológicos,
cada uno fue tratado de manera particular en conjunto
con la fase de excavación.
Con toda la información recabada se elaboró un
Sistema de Información Geográica (sig) en el que se
volcaron las coordenadas de los puntos de interés y los
segmentos de caminos identiicados.
122
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
EL PAISAJE REGIONAL DEL ÁREA
DE ESTUDIO
La sierra de Zapata comprende el sector central de la
provincia de Catamarca, noa. Pertenece al sistema de
sierras pampeanas noroccidentales con alturas que van
de 2.000 a 3.000 msnm y una orientación de noreste
a suroeste (Morlans 1995). Se encuentra limitada al
norte por el cordón de Los Colorados, al noreste por
las serranías del Shincal y Belén, al este por el campo
de Belén-Andalgalá o bolsón de Pipanaco, al oeste por
el cordón y río de Las Lajas y la sierra de Fiambalá, y al
sur por la sierra de Vinquis. Según Raino et al. (2008),
corresponde a un área de interluvio –intermedia– entre
dos grandes valles catamarqueños caracterizados por
procesos sociales muy signiicativos para el noa: Hualfín
y Abaucán (ig. 1).
El clima del área es seco, principalmente hacia el
occidente de la sierra. Sin embargo, existe un conjunto
de condiciones microclimáticas locales determinadas por
factores orográicos que provocan mayor pluviosidad y
que constituyen el asiento de las principales actividades
antrópicas (Morlans 1995).
El río Quimivil es el curso principal que alimenta
la región. Es de carácter permanente y corre por el límite
norte y noreste de la sierra de Zapata. El uso antrópico
actual de este río consiste principalmente en el riego y
el abastecimiento de agua para la población.
Otros cursos de agua importantes para la región
son aquellos que descienden sobre la falda oriental de la
sierra de Zapata hasta insumirse en los llanos del campo
de Belén. La mayoría son de carácter temporario, incluso
durante la temporada de lluvias (noviembre a marzo).
Entre ellos, se destacan: el río La Aguada o Vallecito
y el río El Tambillo o Piscuyacu, que desciende desde
el portezuelo de la cuesta de Zapata casi paralelo a la
antigua Ruta Nacional N° 40.
Las comunidades vegetales del área de estudio
corresponden a las Provincias itogeográicas del Monte
y Prepuneña pertenecientes al Dominio Chaqueño
(Región Neotropical). Dentro del Monte se destaca la
presencia del Monte Espinoso sobre la parte apical de
los conos aluviales de la ladera meridional de la sierra
de Belén y oriental de la sierra de Zapata. El mismo
está conformado por un bosque abierto con arbustal
espinoso caducifolio (1.250 a 1.500 msnm) y bosques
sobre franjas estrechas de quebradas de ríos permanentes
(Capparelli 1997).
En cuanto a la Provincia Prepuneña (1.900 a 3.100
msnm), ha sido reconocida como ecotono Monte-Puna
y se caracteriza por la presencia de cardonales y chaguarales dispuestos a manera de islotes sobre los faldeos de
los cordones montañosos y la loma de los cerros más
bajos (Morlans 1995; Moralejo 2011).
EL SHINCAL DE QUIMIVIL, UNA CAPITAL
INCAICA EN EL NOROESTE ARGENTINO
El Shincal de Quimivil es un sitio incaico ubicado en el
noa perteneciente a la porción sur del Tawantinsuyu
conocida como Kollasuyu. Se localiza a 5 km de la localidad de Londres (Departamento de Belén, Provincia
de Catamarca), sobre el piedemonte de la serranía del
Shincal a una altura de 1.350 msnm. El acceso al lugar se
efectúa a través de un camino municipal que se empalma
desde la antigua Ruta Nacional N° 40, una de las más
importantes de la República Argentina.
La primera descripción y el primer croquis del sitio
fueron elaborados por Hilarión Furque (1900). Luego
continúan los trabajos de Bruch (1911), quien realiza
algunas exploraciones en el pueblo de Londres haciendo
referencia a las ruinas arqueológicas allí emplazadas. En
al año 1925, Wladimir Weiser y Friedrich Wolters, en el
marco de las expediciones de Benjamín Muniz Barreto,
realizan un breve pero excelente reconocimiento de
campo en la zona del Shincal y alcanzan a describir una
serie de conjuntos arquitectónicos (ushnu y kallankas)
con características muy particulares (Moralejo et al.
2015). Posteriormente, en la década de los cincuenta,
Alberto Rex González excava un conjunto residencial
denominado “ruinas de Simbolar”, actualmente conocido
como Casa del Curaca o Sector “Alvis” (González 1966).
Desde ines de la década de los setenta, el Dr. Rodolfo Raino comienza sus investigaciones en la zona,
principalmente en los sectores medio y meridional del
valle de Hualfín, la sierra de Zapata y la precordillera del
occidente de Catamarca. Las mismas se prolongan hasta
la actualidad y son dirigidas por varios de sus discípulos.
El paisaje de El Shincal es muy particular y se
caracteriza por la presencia de algarrobos, chañares,
acacias, talas y shinkis desarrollados entre los ríos Quimivil y Hondo. El área de ocupación supera las 30 ha
y está compuesta por diversos ediicios y/o estructuras
que en conjunto conforman un patrón ortogonal que
ha sido concebido, planeado y construido de acuerdo
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
Vil
lav
il
Corral Quemado
SIMBOLOGÍA
123
De La
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Locon
Puntos de interés
HUALFÍN-INKA
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Camino inferido
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Camino reconocido
Hualfín
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Localidades
De Las
Minas
0
La C
hilca
150 m
Figura 1. Área de estudio correspondiente a la sierra de Zapata. Figure 1. Area of study, Zapata hills.
al modelo incaico para sus centros administrativos
regionales (Raino 1995-1996, 2004) (ig. 2). En tal
sentido, y teniendo en cuenta que este modelo cultural
es semejante al observado en otros sitios incas de los
Andes centrales, se ha pensado que El Shincal replicaba
simbólicamente la capital del Tawantinsuyu, razón por
la cual constituía un “Nuevo Cuzco” (Raino 1990;
Farrington 1999, 2013).
La importancia del sitio dentro del Kollasuyu ha
sido tal que, de acuerdo a las evidencias materiales arqueológicas e históricas, pudo constituir el lugar donde
Pérez de Zurita fundara Londres de la Nueva Inglaterra
en 1558 (Igareta 2008, 2009).
Entre los principales componentes de su planta
urbana se destaca una gran plaza amurallada o aukaipata, en cuyo centro se encuentra el ushnu o plataforma
ceremonial. Alrededor de la aukaipata existen grandes
ediicios rectangulares llamados kallanka (K1, K2, K3,
K4 y K5), donde se realizaban diversas actividades
políticas, administrativas y ceremoniales.
También existen diversos conjuntos residenciales
con un formato regular –sujetos a algunas variaciones–
124
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
QHAPAQ ÑAN
GNOMON
KANCHAS
QOLLQAS
K1
QOLLQAS
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K3
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CAOcc.
K2
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KANCHAS
CASA DEL CURACA
SINCHIHUASI
ATALAYA
ATALAYA
0
Figura 2. Plano del sitio El Shincal de Quimivil. Figure 2. Map of site El Shincal de Quimivil.
100 m
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
conocidos como rpc (Rectángulo Perimetral Compuesto)
o kancha. Estas unidades se encuentran dispuestas en
torno a la aukaipata y, algunas de ellos, a la vera del
camino incaico. Uno de estos conjuntos, denominado
Casa del Curaca o sector “Alvis”, estaba destinado a los
gobernantes o la élite y se localizaba de modo aislado
hacia el oeste del sitio. Otro, denominado sinchihuasi,
alojaba a los habitantes que se encargaban de mantener
el sitio a lo largo del año. Las demás podían constituir
residencias permanentes y alojar a los invitados que
arribaban a los eventos festivos durante determinadas
épocas del año.
Existe otra kancha localizada hacia el suroeste del
sitio, sobre la vera del camino incaico, que de acuerdo a
las investigaciones que estamos realizando podría haber
funcionado como una kancha templo. Hacia el suroeste
del sitio y sobre una colina aterrazada se encuentra
un conjunto de dos estructuras idénticas, enfrentadas
entre sí. Según Farrington (2013), estarían replicando
la forma de determinados templos existentes en el área
cusqueña. En la igura 2 se puede observar este conjunto
con el nombre de Atalaya.1
Otro aspecto interesante a destacar es la presencia,
hacia el oriente y occidente de la aukaipata, de dos cerros
aterrazados (CAOr. y CAOcc.) de 25 m de altura cuya
cima se encuentra aplanada, y que quizás sirvieron para
prácticas relacionadas con el culto solar. En la cima del
Cerro Aterrazado Occidental se encuentra una gran roca
cuya supericie imita la forma de los cerros tutelares
que dominan el paisaje de El Shincal. También se han
encontrado algunas oquedades que pudieron actuar
como lugares para ofrendas y/o marcadores espaciales
astronómicos. Esto último también ha sido observado
en otros cerros vecinos, como el Cerro Loma Larga y el
Cerro Divisadero, ubicados hacia el sur y suroeste del
sitio, respectivamente.
En relación con la actividad administrativa y ceremonial, se han encontrado más de cincuenta estructuras
de almacenamiento o depósitos llamados qollqas y
varias rocas con unidades de molienda asociadas con
la fabricación de alimentos y bebidas (Capparelli 1997;
Giovannetti 2009), como también algunos entierros
humanos (Raino 2004).
Otro elemento de importancia es la presencia de
un Gnomon o Intihuatana, situado a 460 m hacia el
norte del ushnu, donde se cree que los incas realizaban
observaciones solares (Farrington 1999, 2013).
125
El camino de El Shincal
El camino incaico que recorre la sierra de Zapata lo
hace en sentido noreste-suroeste, conectando el valle
de Hualfín, el pequeño valle de El Shincal, la quebrada
del río El Tambillo y el valle de Abaucán.
El camino ingresa a El Shincal por el sector noreste
atravesando un denso bosque espinoso que yace sobre
el piedemonte oriental de la serranía homónima. La
supericie del trazado es irregular, combinando pendientes cuesta arriba y cuesta abajo con pendientes
laterales (Hyslop 1992). Su ancho varía entre 0,50 m
y 2 m y se caracteriza por la presencia de diferentes
rasgos estructurales que indican una determinada
planiicación y construcción vial. Se han identiicado
diferentes categorías de caminos, algunas de las cuales
pueden encontrarse combinadas entre sí: despejado y
amojonado; con muros de protección; con talud (o muro
de contención); con talud y excavación dentro de la
ladera (ig. 3a); con presencia de rampas; con presencia
de escalonados y sistemas de drenaje. A estos tipos de
caminos se suma también la presencia de sendas como
un rasgo informal (Moralejo 2011).
Otra particularidad a resaltar es la asociación del
camino con determinados sectores del bosque libre de
vegetación, grandes rocas tokankas (ig. 4), almacenes
qollqas y varios conjuntos habitacionales kancha. Entre
estas últimas se destaca el conjunto correspondiente a
la Casa del Curaca.
Las investigaciones en la Casa del Curaca han
planteado su importancia como lugar de residencia de
la élite dirigente teniendo en cuenta su localización,
rasgos arquitectónicos y tipos de alfarería recuperada (González 1966; Raino 2004; Giovannetti et al.
2012). Asimismo, los estudios de vialidad proponen la
existencia de una trifurcación de caminos (Moralejo
2011): (a) uno en dirección noreste hacia el valle de
Hualfín a través de la serranía del Shincal, y que ha
sido descrito en esta sección; (b) otro en dirección
suroeste hacia Watungasta a través del interluvio de
Zapata, que describiremos a continuación (ig. 3b); (c)
otro secundario o transversal en dirección noroeste,
aguas arriba del río Quimivil, hacia los enclaves de
producción agrícola y pastoreo de Los Colorados y
Las Vallas, del cual, por razones de espacio, no nos
ocuparemos en este artículo.
126
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a
b
Figura 3: a) segmento de camino con talud y excavación dentro de la ladera; b) segmento de camino con talud, muro de protección y
excavación ladera adentro correspondiente a la Casa del Curaca. Figure 3: a) road segment with scree and excavation in the hillside; b)
road segment with scree, protection wall and in-hillside excavation, Casa del Curaca.
Figura 4. Grandes rocas a la vera del camino conocidas como “tokankas”. La de la derecha ha sido denominada Piedra Negra (tomada de
Moralejo & Aventín Moretti 2015: 119, igura 6). Figure 4. Large roadside rocks known as tokankas. he one of the right has been named
Piedra Negra (in Moralejo & Aventín Moretti 2015: 119, Figure 6).
LA RUTA A TRAVÉS DE LA SIERRA
DE ZAPATA
Anteriormente dijimos que desde la Casa del Curaca
de El Shincal derivaba un camino en dirección suroeste
con destino a Watungasta en el valle de Abaucán. Este
camino se pierde inmediatamente a la salida del sitio
debido a los efectos provocados por la alta ruralización
y urbanización. Ello condujo a que la reconstrucción del
derrotero incaico fuera diicultosa (para más detalles,
véase Moralejo 2011). Por otra parte, las entrevistas a
los pobladores locales dejaron entrever la existencia de
un antiguo “carril del Inca” que conectaba El Shincal y la
región de Abaucán pasando por los sitios de Corralito,
Paraje La Aguada, Tambillos de Zapata y Cuesta de
Zapata. Como veremos, este relato se ha transformado
en una de las hipótesis a contrastar sobre el terreno, ya
que por el momento se han obtenido resultados que
no se condicen exactamente con lo que el relato indica.
En cuanto a los antecedentes de investigación
se pueden mencionar los aportes de Strube Erdmann
(1958, 1963), González (1966), Raino et al. (1994)
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
y Raino (1995), quienes mediante el uso de fuentes
históricas, etnohistóricas y arqueológicas sostienen la
conexión entre El Shincal de Quimivil y Watungasta de
Abaucán, y dan sustento a la posible ruta de Diego de
Almagro hacia Chile.
A continuación, haremos hincapié en los sitios
arqueológicos y elementos del paisaje que nos han
permitido componer una de las rutas de comunicación
a través del interluvio de Zapata.
0
127
EA1
EA2
Sitio Corralito
A una distancia de 4,6 km en línea recta al suroeste de
El Shincal, se halla el sitio Corralito, a una altura de
1.259 msnm, dentro de un espeso monte espinoso. Se
trata de un antiguo puesto de ocupación transitoria,
actualmente abandonado, donde se encuentra una
gran reserva de agua para abastecer a los animales que
pastorean por la zona. La particularidad de este punto
de interés es la presencia de grandes rocas alineadas
colocadas de forma irregular que delimitan un espacio
amplio que podría haber funcionado como corral, tal
como sucede en la actualidad. Otros hallazgos para
destacar son los restos de qhonanas, morteros múltiples
y muros de piedras bajos en mal estado de conservación.
En cuanto al material en supericie, se recuperaron
fragmentos de vidrio, desechos de talla y alfarería. Los
análisis de la cerámica determinaron la presencia de
pucos o escudillas Ciénaga y Aguada (gris, pintada y
allpatauca), tinajas Belén Negro sobre Rojo, aríbalos/
aribaloides Inca Provincial y vasijas globulares utilitarias
(Moralejo 2011).
Sitio Paraje La Aguada
Continuando con el mismo rumbo suroeste y a solo 3,3
km en línea recta de Corralito, se localiza el sitio Paraje
La Aguada. Este se asienta sobre el cono aluvial del río
La Aguada o Vallecito a 1.331 msnm, por detrás de un
conjunto de viviendas correspondiente a la población
del lugar (ig. 5). Presenta un alto grado de perturbación
debido a la utilización de sus rocas para confeccionar
las viviendas actuales, el uso como depósito de basura
y también como corral para cerdos domésticos.
El sitio está compuesto por recintos de piedra pequeños (R3) y medianos (R1 y R2), y espacios abiertos de
tamaño mayor con paredes curvas y oblicuas al trazado
general (EA1, EA2, EA3). La altura de los muros varía
EA3
R1
R3
R2
0
50 m
Figura 5. Plano del sitio Paraje La Aguada. R=recinto; EA=espacios
abiertos; O=dos oquedades localizadas sobre un mismo soporte
de granito. Figure 5. Map of site Paraje La Aguada. R=“recinto”
(enclosure); EA=“espacios abiertos” (open spaces); O=two cavities
localized on a single granite support.
de 0,50 a 2 m y se han registrado diferentes técnicas
constructivas. Los recintos medianos están construidos
con pirca doble sin mortero, cuyo ancho oscila entre
0,90 y 1,15 m. Están conformados por rocas graníticas
seleccionadas y canteadas de diversos tamaños. También
se han aprovechado grandes bloques rocosos como
cimientos de algunos recintos (ig. 6). Algunas paredes
demuestran un máximo cuidado en la técnica constructiva, ubicando de manera preferencial las caras planas
de las rocas hacia el interior del recinto. Otras presentan
un relleno interno de piedras de menor tamaño. Por
otro lado, los espacios abiertos están construidos con
muros dobles de 0,80 a 0,90 m de ancho, conformados
por rodados del río y piedras seleccionadas. En cuanto al
R3, este posee una pared doble de rodados cementadas
con mortero de barro.
128
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Figura 6. Pared oriental, con vano de acceso, correspondiente al Recinto 1 del sitio Paraje La Aguada. Figure 6. East wall with point of
access, in the Recinto 1 of the site Paraje La Aguada.
Otros hallazgos asociados han sido oquedades con
evidencias de pulido interno dispuestas sobre grandes
bloques de granito. No se han encontrado materiales
cerámicos en supericie, lo que diiculta establecer algún
tipo de aproximación cronológica (Moralejo 2011).
A modo de hipótesis y por semejanza con algunos
sitios correspondientes al Período Tardío o Desarrollos
Regionales (900-1470 dc) del valle de Hualfín creemos
que el patrón de asentamiento –recintos subrectangulares
asociados a espacios abiertos irregulares– observado en
el Paraje La Aguada podría corresponder a viviendas
comunicadas con grandes espacios comunitarios. En
este sentido, vale destacar que la técnica de construcción
presente en los espacios abiertos (EA1, EA2 y EA3) es
semejante a la observada en los muros de Corralito. En
cuanto a las diferencias constructivas de los recintos,
por el momento no podemos establecer si se debe a
diferencias temporales en su construcción u ocupación,
a la presencia de diferentes manos de obra o al resultado
de requerimientos funcionales especíicos.
Por otro lado, la ausencia de cerámica en supericie
es un dato signiicativo que lleva a plantear otra hipótesis:
recintos que posiblemente funcionaban como corrales.
La larga alineación semicircular de rocas (que delimita
el EA3) quizás permitía concentrar con mayor facilidad
los animales para posteriormente ser introducidos en
los respectivos corrales. En este sentido, la presencia de
oquedades (e.g. dos de ellas se sitúan sobre un mismo
soporte de granito semienterrado) podría estar relacionada con espacios donde se efectuaban diferentes
tipos de ofrendas propias de la mesa o missa andina
(Flores Ochoa 1997; Matos Mendieta 2009, comunicación personal).
Aproximadamente a unos 2,7 km en línea recta
del Paraje La Aguada, manteniendo el mismo rumbo
sur-oeste y paralelo a la antigua Ruta Nacional N° 40,
se identiicó, gracias a un poblador, un rasgo lineal de
1,1 km de largo conformado por un talud y excavación
ladera dentro. Si bien en la actualidad es utilizado de
manera ocasional como un camino, nuestra hipótesis
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
mbillo
Río El Ta
0
50 m
Figura 7. Plano del sitio Tambillo Viejo. Figure 7. Map of site
Tambillo Viejo.
sostiene que se trataría de una antigua acequia que
ha sido transformada y utilizada para el tránsito
(Moralejo 2011).
Tambillos de Zapata
Con esta denominación se hace referencia a dos sitios
arqueológicos localizados al sur-oeste del Paraje La
Aguada. Uno de ellos se denomina Tambillo Viejo y
se encuentra ubicado en la base de un cerro dentro de
una pequeña quebrada lateral al río El Tambillo (ig.
7). Durante las tareas de prospección se pudo constatar
una ocupación relativamente reciente, a juzgar por la
presencia de un corral de ramas, restos de botellas de
vidrio y plástico y una construcción de adobe muy deteriorada. Se hallaron también recintos de pirca doble –con
piedras canteadas y altamente seleccionadas– rellenos
con mortero de barro, vanos de acceso y unidades de
molienda múltiples. Algunos muros son simples y están
compuestos por rodados del río (Moralejo 2011). No se
129
ha hallado cerámica en supericie, razón por la cual no ha
sido posible determinar su profundidad temporal hasta
tanto no realizar excavaciones sistemáticas y estudios
arquitectónicos más detallados.
En la cima del cerro donde se emplaza este sitio
se halló un hito caminero muy particular dentro de
esta ruta (Moralejo 2011). Se trata de una roca aparentemente natural altamente visible desde diversos
puntos del paisaje (ig. 8). Es bien conocida dentro de
la cosmovisión andina la carga simbólica que tenían
determinados rasgos naturales del paisaje (Hyslop 1990;
Farrington 1992). Por esta razón, creemos que esta roca
pudo constituir un verdadero hito o mojón caminero con
un fuerte carácter de señalización, teniendo en cuenta
su altura y visibilidad. También es posible, y no por ello
excluyente, considerar la esfera ritual y simbólica en
la que este rasgo tan peculiar pudo estar involucrado
(Sanhueza 2004), razón por la cual consideramos que
podría tratarse de una roca waka.
A menos de 2 km del Tambillo Viejo se emplaza el
sitio Tambillo Nuevo, sobre el piedemonte oriental de la
sierra de Zapata, hacia ambos lados del cauce seco del río
El Tambillo (ig. 9). Entre el Tambillo Nuevo y El Shincal
media una distancia en línea recta no superior a los 17
km, lo que podría equivaler a media jornada de viaje. El
sitio Tambillo Nuevo está compuesto por dos sectores
denominados Conjuntos i y ii, uno emplazado sobre una
terraza de baja altura correspondiente a la margen derecha
–aguas arriba– del río El Tambillo y el otro sobre la terraza
opuesta de mayor altura. En términos generales, posee un
diseño ortogonal conformado por recintos perimetrales
compuestos (rpc) cuya técnica constructiva mantiene el
canteado de las piedras, la verticalidad y linealidad típica
de las construcciones incaicas (ig. 10). El análisis del material cerámico recuperado en supericie y en excavaciones
señala la presencia de alfarería Inca Provincial con una
alta predominancia de aríbalos/aribaloides. También,
se ha recuperado por fuera de los Conjuntos i y ii una
alta proporción de cerámica Temprana, principalmente
Ciénaga correspondiente a escudillas o pucos, y cerámica
Aguada Allpatauca correspondiente a vasijas globulares.
Entre los dos conjuntos anteriormente mencionados
corre un segmento de camino incaico de 5 m de ancho
correspondiente al tipo despejado y amojonado dispuesto
sobre una supericie de arena y rocas (ig. 11).
En el Tambillo Nuevo se habrían realizado
múltiples actividades vinculadas con el alojamiento
de personas, control vial, reaprovisionamiento de las
130
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Figura 8. Gran roca sobre la cima del cerro. Figure 8. Large rock on the summit of a hill.
caravanas en tránsito e incluso con aspectos ceremoniales (Moralejo 2009, 2011).
Muy próximo al Tambillo Viejo y Tambillo Nuevo,
y dentro de dos pequeñas quebradas laterales al río El
Tambillo, se han hallado sendos saltos y cuerpos de agua
naturales asociados con oquedades cuyas supericies
internas están bien pulidas. Uno de estos contextos,
ubicado próximo al sitio Tambillo Nuevo, es conocido
por los pobladores locales como Pozo de la Rubia. Resulta
muy signiicativa la semejanza entre ambos espacios
sobre todo si pensamos en la importancia que poseían
las rocas y el agua para los incas (Brown 1998). Si a esto
le sumamos la presencia de las oquedades y la visibilidad
hacia la quebrada del río El Tambillo podríamos estar
frente a un contexto muy particular vinculado con
actividades de fuerte connotación ritual (igs. 12-13).
La ruta continúa hacia el sur-oeste de los Tambillos
de Zapata y atraviesa la cuesta de Zapata hasta inalmente
salir de la serranía homónima.2 Inmediatamente, se
desplaza hacia el occidente por la quebrada Abra del
Paraguay hasta conectarse con el sitio chasquihuasi de
Anillaco y comenzar su descenso al valle de Abaucán (ig.
14). Desde el Tambillo Nuevo se calculan dos jornadas
de viaje hasta arribar al sitio de Watungasta.
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
131
A
CONJUNTO I
SUBCONJUNTO II
B
C
SUBCONJUNTO I
D
E
SUBCONJUNTO III
SUBCONJUNTO IV
Río El Tam
billo
QHAPAQ ÑAN
CONJUNTO II
0
Figura 9. Plano del sitio Tambillo Nuevo. Figure 9. Map of site Tambillo Nuevo.
50 m
132
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Figura 10. Imagen parcial del sector donde se emplaza el Conjunto i del sitio Tambillo Nuevo (tomada de Raino et al. 2008: 320, igura
5). Figure 10. Partial image of the sector where Conjunto i is located in the Tambillo Nuevo site (in Raino et al. 2008: 320, Figure 5).
Figura 11. Segmento de camino incaico correspondiente al tipo despejado y amojonado. Figure 11. Segment of the Inca road, cleared
and with boundaries marked by stones.
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
a
133
b
Figura 12: a) salto y cuerpo de agua en el sitio Tambillo Viejo; b) visibilidad hacia el fondo de quebrada del río El Tambillo. Figure 12:
a) waterfall and body of water in the site of Tambillo Viejo; b) visibility toward the end of the El Tambillo ravine.
a
b
Figura 13: a) salto y cuerpo de agua en el sitio Tambillo Nuevo; b) visibilidad hacia el fondo de quebrada del río El Tambillo. Figure 13:
a) waterfall and body of water in the site of Tambillo Nuevo; b) visibility toward the end of the El Tambillo ravine.
CONSIDERACIONES FINALES
Cuando hablamos de nuestro objeto de estudio, el uso
de los caminos y senderos a lo largo del tiempo, lo
hacemos teniendo en cuenta el medio que lo rodea,
de modo que pensamos en un paisaje que se presenta
como socialmente construido. El estudio no es solo de
los caminos per se, sino también de sus constructores,
de las técnicas empleadas y de los usuarios (Herrera
& Cardale de Schrimpf 2000). Es decir, el camino no
es un espacio exclusivamente dedicado al transporte,
sino también un lugar donde se relejan las creencias y
sistemas de valores de la sociedad.
Los resultados de las investigaciones en el interluvio
de la sierra de Zapata señalan la presencia de diferentes
tipos de asentamientos con determinadas características arquitectónicas, modo de instalación, materiales
recuperados y relación con el ambiente. Teniendo en
134
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
cuenta esta evidencia arqueológica y su proximidad
con los valles calchaquíes, la puna y el campo de BelénAndalgalá, no hay duda que esta sierra constituyó una
importante ruta de comunicación entre los valles de
Hualfín y Abaucán, situación que habría generado una
dinámica sociocultural muy intensa, propia de zonas
internodales (Núñez & Nielsen 2011).
En cuanto a los asentamientos mencionados, es
necesario continuar con las investigaciones en los sitios
Corralito, Paraje La Aguada y Tambillo Viejo con el
propósito de determinar su profundidad temporal y
el rol que tuvieron dentro de esta ruta. Sin embargo,
de acuerdo a los estilos alfareros hallados en Corralito
y Tambillo Nuevo, creemos que el área ha tenido una
ocupación intensa y multicomponente cuyo tránsito
podría extenderse al Período Temprano (500 ac-400
dc). Esta hipótesis también se ve favorablemente contrastada con la presencia de otros sitios correspondientes
a los Períodos Temprano (ocupación Saujil y Ciénaga)
y Medio (ocupación Aguada) en la cuesta de Zapata
(Sempé 1973, 1976; González & Sempé 1975).
En cuanto a las evidencias de la ocupación incaica,
estas son muy notables y particulares en el centro político,
administrativo y ceremonial de El Shincal de Quimivil,
en el tambo de enlace Tambillo Nuevo y en el pequeño
chasquihuasi de Anillaco. Allí hemos visto que el camino
registra diferentes técnicas de planiicación y construcción y se encuentra asociado a otros puntos de interés
o elementos sagrados de la cosmovisión andina como
las grandes rocas tokankas que demarcan el camino de
El Shincal; los sendos cuerpos de agua casi idénticos de
los Tambillos de Zapata y la gran roca waka a manera de
mojón y/o tokanka en el Tambillo Viejo. Para el momento
inca, todos estos rasgos modelaban y representaban un
paisaje vial integrado con alto contenido simbólico que
era producto de un dominio territorial de acuerdo a
una determinada racionalidad espacial y cultural. Sin
duda, esta ruta continuó en uso y adquirió un rol relevante durante el Período Inca (1570-1536 dc) del noa,
conectando dos centros nodales de importancia como
El Shincal de Quimivil y Watungasta de Abaucán. Fue
en ese momento donde quizás sufrió una reformulación
material e ideológica acorde con el proyecto político de
expansión, lo que provocó una intensiicación sistemática
del tráico y la comunicación interregional.
Posteriormente, siguió siendo utilizada durante
las épocas Colonial y Republicana. Testimonio de ello
es el viaje que realizó en 1712 el maestre de campo Juan
0
3m
Figura 14. Plano del sitio Anillaco (tomado de Raino et al. 2008:
320, igura 5). Figure 14. Map of the site of Anillaco (in Raino et
al. 2008: 320, Figure 5).
Gregorio Bazán de Pedraza, encomendero de Fiambalá y
Tinogasta con residencia en Anillaco, cuando se dirigía
a hacerse cargo de la Gobernación del Paraguay (Rafino et al. 2008). En tiempos más recientes, también ha
constituido la única vía de paso que permite transponer
rápidamente la serranía y comunicar los Departamentos
de Belén y Tinogasta, favoreciendo el arreo de animales
y el lujo de información.
Por último, consideramos importante continuar
con los trabajos en la sierra de Zapata para avanzar
en el estudio de las prácticas sociales vinculadas con
los asentamientos que jalonan esta ruta pensando en
la importancia del tráico caravanero como modelo
de complementariedad para comprender la dinámica
social y cultural del área.
Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo
RECONOCIMIENTOS A los organizadores del Taller “Qhapaq
Ñan i” por la invitación a participar en las exposiciones realizadas durante el mes de marzo de 2015 en San Pedro de Atacama,
Chile. Al Consejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y
Técnicas, la Agencia Nacional de Promoción Cientíica y la
Universidad Nacional de La Plata por el inanciamiento. A la
Municipalidad de Londres, Secretaría de Estado de Cultura de
Catamarca, Dirección Provincial de Antropología de Catamarca,
comunidad de Londres y Belén y a nuestros compañeros de la
División de Arqueología del Museo de La Plata por su apoyo
constante durante las tareas de campo y gabinete. Al Lic. Diego
Gobbo por su colaboración incondicional en la preparación de
las imágenes. A nuestro gran querido maestro, el Dr. Rodolfo
A. Raino, quien desde un primer momento conió en nosotros
y nos brindó todo su apoyo y entusiasmo para llevar a cabo
nuestros objetivos. A los editores y evaluadores del Boletín del
Museo Chileno de Arte Precolombino.
NOTAS
Se trata de una denominación dada al comienzo de las investigaciones, por lo que está sujeta a cambios en tanto las mismas avancen.
2
En la actualidad se están realizando nuevas investigaciones
en la cuesta de Zapata, con resultados muy satisfactorios vinculados con la vialidad incaica.
1
REFERENCIAS
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Berenguer, R.; I. Cáceres, C. Sanhueza & P. Hernández, 2005.
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micro y macromorfológico. Estudios Atacameños 29: 7-39.
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Vol. 22, No 1, 2017, pp. 137-150, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
LA VIALIDAD INCAICA EN LA PROVINCIA DE
SAN JUAN (ARGENTINA)
THE INCA ROAD SYSTEM IN SAN JUAN PROVINCE (ARGENTINA)
ALEJANDRO GARCÍAA
En el último siglo diversos autores han brindado información
sobre el recorrido de la vialidad incaica en San Juan y han
propuesto distintas alternativas para su trazado (Debenedetti
1917; Rusconi 1962; Raino 1981; Stehberg 1995; etc.), si bien
recién en los últimos años se ha puesto mayor atención a la
contrastación empírica de tales formulaciones (García 2011a).
Continuando esa senda, en este artículo se brinda un panorama
actualizado del avance del conocimiento sobre el tema y una
reconstrucción de la vialidad incaica en la provincia.
Palabras clave: Qhapaq Ñan, vialidad incaica, San Juan,
Argentina.
In the last century several authors provided information on the
Inca road system in San Juan and proposed diferent alternatives
about its location (Debenedetti 1917; Rusconi 1962; Raino 1981;
Stehberg 1984; etc.), but only in recent years such formulations
began to be empirically tested (Garcia 2011). Continuing on this
path, this article gives an update about further knowledge on
the subject, as well as a reconstruction of the Inca roads found
in the province.
Keywords: Qhapaq Ñan, Inca Road System, San Juan,
Argentina.
A
INTRODUCCIÓN
Como se desprende del clásico trabajo de Debenedetti
(1917), la traza de la vialidad incaica en la provincia
de San Juan era conocida hace un siglo atrás por los
puesteros locales. Desde entonces, los efectos de diversos
agentes naturales y de algunas actividades humanas han
contribuido a borrar algunos tramos, mientras que la
ausencia de un trabajo de síntesis que recogiera la información disponible sobre su trazado ha llevado incluso
al surgimiento de algunas dudas sobre su localización.
Las menciones más antiguas registradas en el siglo
xx dan cuenta del paso de un tramo del Qhapaq Ñan por
los valles preandinos de Calingasta e Iglesia (Aparicio
1940; Rusconi 1962; Strube Erdmann 1963), posición
curiosamente no compartida por Debenedetti (1917)
a pesar de haberlo recorrido y de haber pasado por el
Tambo de Tocota (sur del valle de Iglesia), sitio excavado
varias décadas después (Berberián et al. 1978). Bárcena
(1979) constató la presencia del Qhapaq Ñan en el extremo sur sanjuanino y registró un llamativo sitio que
denominó Tambería del Leoncito. Más recientemente
(Bárcena 2010), halló los restos de un asentamiento
incaico mencionado por Debenedetti como Tamberías
y lo denominó Río Seco de los Tambillos i, y observó
la senda del camino incaico cerca de la Ruta Provincial
Alejandro García, conicet (cigeobio), Facultad de Filosofía y Letras UNCuyo – Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes unsj,
e-mail: alegarcia@unsj.edu.ar
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: marzo 2016.
138
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
412. Aunque no realizó un relevamiento directo, Hyslop
(1984) coincidió en señalar el paso del Qhapaq Ñan por
los valles preandinos. Por el contrario, Michieli (2001)
airmó su inexistencia en dichos valles, y propuso como
alternativa que el Qhapaq Ñan atravesaba longitudinalmente la región precordillerana. Finalmente, García
(2011a) registró los sectores actualmente visibles del
trazado del Qhapaq Ñan entre los sitios de Tocota y
Tambería del Leoncito y estableció su localización precisa
a través de los valles de Calingasta e Iglesia.
Con respecto a los caminos secundarios, la atención no ha sido puesta en los mismos sino en los sitios
localizados a su vera (Beorchia Nigris 1984; Gambier &
Michieli 1986, 1992; Bárcena 2002, 2009, 2010; García
2005, 2007; García et al. 2007; Bárcena et al. 2008; Schobinger 2008; García & Damiani 2009), salvo el caso de
Stehberg (1995), quien consideró algunas prolongaciones
orientales (en territorio argentino) de los caminos que
registró en el lado chileno.
En síntesis, el conocimiento sobre la vialidad
incaica en la provincia de San Juan es escaso. A in de
contribuir a llenar ese vacío de información, se brindan
aquí una recopilación y una discusión actualizadas del
conocimiento actual sobre la red de caminos utilizados
durante el período incaico en ese territorio, y se propone
una reconstrucción de la vialidad estatal a partir de los
datos actualmente disponibles.
METODOLOGÍA
El trazado de los tramos del Qhapaq Ñan desde el sur
de San Juan hasta el Tambo de Tocota fue identiicado
directamente en el campo. Su continuación hacia el norte
ha sido estimada a partir de las sendas actualmente visibles
en las imágenes satelitales del programa Google Earth
y de la información de los sitios arqueológicos del área.
Los caminos secundarios del sector occidental
han sido estimados a partir del conocimiento directo
de la orografía de la zona y de la localización de las
vías de menor riesgo y esfuerzo. En todos los casos se
ha realizado un análisis crítico de la información a in
de evaluar el grado de probabilidad de iliación incaica
de los sitios mencionados. En el caso del sector precordillerano, el trazado responde a la observación directa
de un corto tramo aledaño al sitio Matagusanos y a la
continuidad de la senda a partir de su identiicación en
las imágenes satelitales.
Los criterios de identiicación del camino incaico
considerados son dos: (a) que los tramos propuestos
vinculen sitios incaicos o sitios locales con claras señales
de dominación incaica; (b) la presencia de cerámica inca
o del período incaico directa y recurrentemente asociada a las sendas. Debido a que su interpretación puede
resultar equívoca –como ha sucedido a nivel local con
algunos sitios de la quebrada de Conconta (Michieli et
al. 2005)–, en ausencia de otros elementos la arquitectura
no ha sido considerada como criterio de identiicación
único para adscribir un sitio al período incaico.
LA RECONSTRUCCIÓN DEL SISTEMA VIAL
El sistema vial incaico se extiende fundamentalmente
por el sector occidental de la provincia de San Juan
(ig. 1). La información disponible permite identiicar
el trazado aproximado del Qhapaq Ñan y de algunos de
los caminos secundarios asociados.
El Qhapaq Ñan
Se han expuesto dos posiciones acerca del recorrido
del Qapaq Ñan en el norte de San Juan. Una es la de
Raino (1981), para quien desde Guandacol (La Rioja)
se dirigía al oeste y pasaba por Pircas Blancas y Pircas
Negras para luego tomar el río de los Tambos y cruzar
a Chile por el paso de Chollay. Desde Pircas Blancas, a
su vez, el camino se habría dirigido hacia el sur, y tras
pasar por el tambo de Alcaparrosa habría seguido por
la quebrada de río Blanco hasta Angualasto, y de allí
hacia el sur (rumbo a Tocota).
Según la segunda posición, el camino principal
incaico ingresaba a la provincia de San Juan por el
noreste. En algunos mapas (e.g. Levillier 1945, Strube
Erdmann 1963), se lo hacía provenir de la localidad de
Chilecito (La Rioja), desde donde, con dirección ne-se,
se dirigía hasta el sitio Paso del Lámar tras atravesar la
Cuesta de Miranda y pasar cerca de Pagancillo (de la
Fuente 1971: 343). En cambio, según Strube Erdmann
(1963: 52), pasaba “por Villa Unión (antes Hornillos)
a Paso de Lamas, girando luego al o, a Huaco y Jáchal
cuyo río sigue hasta caer al valle de Pismanta y por
Tocota y Tambillos llegar a Calingasta”.
Una alternativa es que el Qhapaq Ñan haya
provenido de la Tambería de Guandacol, en el sur de
La Rioja (22º 32’ 4” s, 68º 33’ 3” o), con un rumbo
Vialidad incaica en San Juan / A. García
139
SIMBOLOGÍA
Sitios incaicos o con
evidencias incaicas
Localidades
Qhapaq Ñan
(inferido)
Qhapaq Ñan
(relevado)
Caminos
secundarios
VILLA
MERCEDES
HUACO
RODEO
JACHAL
VILLA NUEVA
CALINGASTA
BARREAL
0
100 Km
Figura 1. Ubicación de los sitios incaicos o con evidencias incaicas de San Juan y zonas limítrofes, y del trazado de la vialidad estatal.
Figure 1. Location of Qhapaq Ñan, secondary ways, inca sites, and sites with evidence of Inca presence in San Juan and proximities.
140
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
nno-sse hasta aproximadamente 29º 52’ 36” s, desde
donde habría doblado hacia el sso hasta alcanzar el
área de la actual localidad de Huaco. Este camino debió coincidir aproximadamente con la Ruta Nacional
Nº 40. Según Aparicio (1940: 252), esta era la opción
correcta, ya que este autor señaló que “Debenedetti
recorrió, a través de toda la provincia de San Juan,
–desde Yalguaraz hasta Guandacol– la huella que allí
denominan «camino del Inca»”.
Desde Huaco se habría dirigido hacia el sse e
internado en la quebrada del río Huaco, donde habría
seguido una dirección aproximada e-o. Esta quebrada
está muy antropizada, por lo cual las posibilidades de
hallar restos de la vialidad incaica son francamente bajas.
Lo mismo sucede al salir de la quebrada y entrar en la
zona de la actual localidad de Villa Mercedes, uno de
cuyos parajes se denomina “Tamberías”. Desde allí, el
camino habría continuado hacia el ese, para pasar por la
localidad de Pachimoco, uno de los sitios arqueológicos
tardíos más grandes de la provincia de San Juan. En este
sitio hay un sector en el que aún en la actualidad puede
observarse una cantidad relativamente importante de
cerámica incaica (García 2010). Luego, el camino habría
continuado hacia el E, por la quebrada del Río Jáchal.
En este tramo, el río discurre por una estrecha fractura
que separa dos bloques montañosos de la precordillera.
Aquí, el ensanchamiento de la llanura de inundación
del río en los últimos siglos, bien documentado aguas
arriba en otros sectores donde se han perdido zonas
en las que se habían registrado sistemas de canales de
riego, restringe las posibilidades de hallar vestigios de
la vialidad incaica en este tramo, si bien es cierto que
en el mismo no se han realizado hasta el momento
estudios arqueológicos sistemáticos. Luego de pasar
el sector precordillerano, el camino pudo dirigirse a
la actual localidad de Colola o a la de Rodeo, ubicada
unos pocos kilómetros al se de aquella. La fuerte antropización del sector, que incluye la construcción de
un dique y la formación del lago correspondiente, ha
borrado cualquier vestigio del Qhapaq Ñan que pudiera
haber quedado. La situación presenta cierta mejora al
sur de Rodeo. Versiones locales hacen pasar el camino
por las localidades de Pismanta, Las Flores e Iglesia,
pero no se han realizado relevamientos sistemáticos
que permitan veriicarlas. De todas formas, la multiplicidad de caminos y sendas que surcan este tramo
hace extremadamente difícil la identiicación, ya que
varios de ellos pueden estar superpuestos a la vialidad
incaica. De cualquier manera, en este sector el camino
incaico debió llevar una dirección general nne-sso, a
juzgar por la ubicación del tambo de Tocota (Rusconi
1962; Berberián et al. 1978). Este se encuentra ubicado
aproximadamente a 30º 39’ 27” s y 69º 25’ 30” o y 2.550
msnm, sobre la margen derecha del arroyo homónimo.
Gambier y Michieli (1992: 15) señalaron la existencia
de una tambería al norte de Tocota, en Bauchaceta (ca.
30º 30’ s y 69º 28’ o), pero no brindaron datos sobre
su localización, características, registro arqueológico,
vinculación con el camino incaico, etc.
Desde Tocota, el camino ha sido registrado por
relevamientos recientes (García 2011a, 2012). Luego
de subir una barranca, el camino adopta una dirección
general n-s. En las inmediaciones de la localidad de
Tocota, la senda se interna en un sector con densa
vegetación arbustiva, que lo invade a lo largo de 6,9
km y reduce signiicativamente su visibilidad y la del
material arqueológico asociado. La visibilidad mejora
notablemente desde ca. 30° 43’ 17” s, mientras que la
traza del camino se hace más regular y presenta muy
escasa vegetación en su interior.
A ca. 10 km de Tocota, el camino pasaba por el
sitio Caminca 5 (ig. 2a), un conjunto de estructuras
que ha sido cortado y parcialmente destruido por la
construcción de la Ruta Provincial Nº 412. En el interior de estas estructuras, al igual que en todo el trazado
recorrido, se observaron en 2010 numerosos fragmentos
de cerámica incaica y artefactos líticos (ig. 3). En este
tramo, el camino presenta cinco segmentos, deinidos
a partir de leves cambios en su dirección. Se trata de
una senda con anchos variables entre 2 y 3 m, que no
presenta elementos demarcatorios en sus costados. La
extensión total de este tramo es de 25.987,5 m. A lo
largo de más de 18 km, hasta su último punto visible, el
camino corre en forma más o menos paralela a la Ruta
Nº 412, a una distancia variable entre 6 y 200 m, y en
este recorrido se observa una importante afectación por
los numerosos cauces esporádicos asociados al río Seco
de los Tambillos, que en esta zona corre mayormente al
este del camino, El último punto visible de este tramo se
ubica aproximadamente a 30º 53’ 29” s y 69º 25’ 11” o y
2.200 msnm. Algunos kilómetros al sur de este punto,
sobre la llanura aluvial del río Seco de los Tambillos,
se encuentran los restos bastante destruidos del sitio
Tamberías (Debenedetti 1917), cerca de la localidad
de Villa Nueva.
Vialidad incaica en San Juan / A. García
Desde aquí, el camino no es visible en los próximos 67 km hacia el sur. En este trecho, posiblemente
avanzaba a través de las llanuras de inundación de los
ríos Castaño y de los Patos, muy alteradas en los últimos
500 años por las esporádicas crecidas que se registran en
este tipo de ríos de montaña. Además, la mayor parte de
este trayecto está marcada por una gran modiicación
del fondo del valle de Calingasta por el aprovechamiento
de las fértiles tierras para emprendimientos agrícolas y
por la instalación de una serie de poblados de diverso
tamaño (Calingasta, Tamberías y Barreal). Precisamente
desde el sector central de esta última localidad, en la
parte distal del piedemonte occidental precordillerano,
comienza a observarse el trayecto meridional sanjuanino
del camino incaico, desde 31º 39’ 47” s (ig. 2b). El mismo
ha podido ser reconstruido en una longitud de 30.234
metros a partir del relevamiento directo en el campo.
Teniendo en cuenta los principales cambios de rumbo
del camino, se han determinado siete tramos. Durante
los primeros 17 km, el camino adopta una dirección sse,
y luego de cruzar el arroyo El Leoncito sigue un rumbo
general aproximado n-s. Hacia 31º 54’ 55” s, el camino
deja de ser reconocible en el paisaje, que en esta zona
está totalmente modiicado por las crecidas aluviales que
bajan ocasionalmente de la precordillera. Sin embargo,
en las imágenes satelitales se observan débiles rastros
que permiten continuar tentativamente el trayecto hasta
el límite interprovincial, en aparente coincidencia con
el trazado propuesto por Bárcena (1979: 665).
En este trayecto del valle de Calingasta se observan algunas particularidades interesantes. Por un
lado, si bien las características formales del camino
son similares a las del trayecto al sur de Tocota (senda
limpia sin demarcación ni trabajo adicional), el ancho
del camino presenta mayores variaciones: en un primer
tramo de 1,5 km (en el que se destaca un trecho con
dos sendas paralelas) es de ca. 1 m, pero luego, en los
próximos 12 km (en los que coincide con la antigua traza
del telégrafo), varía entre 4 y 8 m, lo que hace suponer
la superposición de un camino más reciente, posiblemente el vinculado con el servicio de mantenimiento
de la línea de telégrafo. Luego de cruzar el arroyo El
Leoncito, presenta a lo largo de unos 750 metros un
ancho de entre 3,5 y 4 m y una visibilidad regular, pero
luego su detección se obstaculiza enormemente debido
a las bajadas aluviales que lo cortan transversalmente
y en varios sectores es identiicable sólo a partir de los
fragmentos de cerámica registrados en supericie. En
141
el último tramo, el camino se dirige hacia el sse y en
general guarda un ancho aproximado de 2 m hasta ca.
31º 53’ 48” s, desde donde comienzan a observarse tres
sendas paralelas que corren a corta distancia, sin que
sea posible establecer si son coetáneas o tienen distinto
origen. Unos 380 m al sur se agrega una cuarta senda;
las cuatro se observan de manera discontinua en los
próximos 1.500 m, hasta el inal del trayecto recorrido
(31º 55’ 09” s). En el sector inal, las cuatro sendas tienen
un ancho de 0,50 m y están separadas (de o a e) por
distancias de 2 m, 1,7 m y 1,7 m.
Otro elemento importante es la ausencia de grandes construcciones a la vera del camino. El primer sitio
atravesado por el camino es Piedras Pintadas (31º 42’
s, 69º 46’ o), importante concentración de petroglifos
con algunos restos poco visibles de estructuras pequeñas no vinculables a priori con el período incaico.
Luego, sobre la supericie de la barranca de la margen
izquierda del arroyo El Leoncito se observa una serie
de estructuras muy modiicadas en la cima de una loma
baja. Se trata de dos posibles geoglifos realizados con
líneas discontinuas de rocas de mediano tamaño y tres
círculos despedrados de entre 1,5 y 1,9 m de diámetro.
A 31º 53’ 38” s y 69º 22’ 55” o se observa una pequeña
estructura formada por una acumulación de clastos
y rocas de colores diversos y de pequeño y mediano
tamaño. Tiene forma de óvalo, de 0,80 x 0,60 m. En el
interior se encontraron varios fragmentos de cerámica
incaica. El lugar presenta un marcado desnivel que
permite distinguir tres escalones o niveles en el área
de la estructura. No se observa en las inmediaciones la
existencia de recursos que pudieran brindar una razón
práctica para la localización de esta estructura (agua,
rocas, sombra, etc.). Finalmente, el camino pasa por el
sitio Tambería del Leoncito (Bárcena 1979), que presenta una línea simple e irregular de rocas dispuestas
en forma de arco, de 33 m de largo por 15 m de ancho,
con dos pircados subcirculares y uno oval en su interior
(ig. 2c). Al costado oriental del camino se observan
algunos alineamientos de rocas que probablemente sean
restos de otras estructuras. Evidentemente, a pesar de su
nombre, la funcionalidad de este sitio no se vincula con
el albergue de gente, depósito de bienes, ni cualquier
actividad administrativa asociada con un tambo. Según
Bárcena (1979: 688), se trataría de un “sitio ceremonial
secundario, de uso más cotidiano que los de altura”. Este
es el único sector donde el camino aparece lanqueado
por una doble hilera de rocas.
142
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a
b
c
Figura 2. El Qhapaq Ñan al sur de Tocota: a) junto al sitio Caminca 5; b) frente al Barreal del Leoncito; c) Tambería del Leoncito, el
sitio más meridional asociado al Qhapaq Ñan en San Juan. Figure 2. he Qhapaq Ñan south of Tocota: a) next to the Caminca 5 site; b)
in front of the Barreal del Leoncito; c) Tambería del Leoncito, the southernmost site related to the Qhapaq Ñan in San Juan.
Vialidad incaica en San Juan / A. García
143
Figura 3. Ejemplos de cerámica asociada al Qhapaq Ñan al sur del sitio Tocota. Figure 3. Examples of ceramics related to the Qhapaq
Ñan in San Juan, south of the Tocota site.
Estas cuatro estructuras son de baja visibilidad y
sus funciones no parecen asociarse con el albergue de
quienes transitaban el camino. Desde la Tambería del
Leoncito hasta el próximo tambo hay cerca de 53 km
de distancia (el intermedio sitio Ciénaga de Yalguaraz
tampoco presenta estructuras incas tradicionales ni
puede ser considerado como un tambo típico). Y si se
tiene en cuenta que pudo haber un tambo en la localidad
de Barreal, entonces el trayecto hasta Tambillos habría
sido de más de 80 km sin tambos intermedios, lo que
plantea interesantes interrogantes vinculados con las
estrategias de tránsito de este sector.
Los caminos secundarios
Sector precordillerano
En la precordillera sanjuanina se han hallado tres tramos
de la vialidad incaica. El más largo recorre longitudinalmente la sierra de la Dehesa y habría conectado
los tambos de la Dehesa, Matagusanos y el que habría
existido en la localidad de Talacasto (Gambier & Michieli
1992). Localizado por Beorchia Nigris (comunicación
personal) en la zona del tambo de Matagusanos, su
trazado ha sido identiicado a lo largo de ca. 25 km a
través de las imágenes satelitales.
El segundo tramo tiene solo 980 m y está vinculado
con el sitio La Invernada, en el sector precordillerano del
centro de la provincia. Está constituido por una simple
senda de entre 0,8 y 1 m de ancho que parte desde el sitio
hacia el sur a través del valle de la Invernada.
El tercer tramo se encuentra en las cercanías de la
localidad de Pedernal (ig. 4) y se trata de una angosta
senda de entre 0,6 y 0,8 m de ancho y de aproximadamente 1 km de largo que recorre las lomas en las que se
encuentran los sitios Pedernal 1 y 2 y baja por la ladera
de un cerro hacia el sitio Pedernal 3 (García 2005).
Sector cordillerano norte
En esta zona se destacan dos ejes longitudinales: el de
los ríos Macho Muerto y de la Sal, y el del río Blanco.
144
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Figura 4. Dos vistas de la senda que une los sitios incaicos precordilleranos de Pedernal. Figure 4. Two views of the path that connects
the pre-Andean Inca sites in Pedernal.
Además, deben haber existido numerosos tramos transversales, pero los datos disponibles brindan sustento a
solo algunos de ellos.
(1) Eje ríos Macho Muerto y de la Sal. El río del Macho
Muerto luye de sso a nne en el extremo septentrional
de la provincia. Al norte del límite provincial con La
Rioja se encuentran sobre este río los sitios incaicos
Arroyo Peña Negra y Río Blanco, en la conluencia del
río del Macho Muerto con los cauces homónimos. En
territorio sanjuanino se ha registrado, aledaño a este
río, el sitio Macho Muerto 4, cerca de la conluencia
con el río del Inca. Es posible que el camino incaico
haya remontado unos 8 km el río del Inca en dirección
ne-so para luego traspasar hacia el sur una divisoria de
aguas y dar a uno de los aluentes del río Rincón de la
Flecha, que tras recorrer unos 7 km en dirección no-se
y n-s vuelca sus aguas en el río de la Sal. Este transita en
dirección general n-s ha y a unos 20 km recibe las aguas
del río de los Tambos. En este tramo, se han identiicado
en las imágenes satelitales dos conjuntos de estructuras
distantes entre sí por un poco más de 6 km, ubicado
uno a ca. 28º 51’ 36” s y 69º 36’ 30” o y otro a 28º 48’
23” s y 69º 35’ 26” o.
Desde el arroyo de los Tambillos, el río de la Sal
tuerce hacia el se y vuelve a tomar una dirección n-s
hasta desembocar en el río de las Taguas, luego de luir
otros 30 km, pero en este tramo no existen sitios incaicos
registrados ni ha sido posible visualizarlos en las imágenes satelitales, a pesar de la presencia de topónimos
sugestivos, como el del arroyo Pircas Blancas.
(2) Eje ríos San Guillermo y Blanco. Desde sus nacientes
en la cordillera homónima, el río San Guillermo describe
un arco y luego toma una dirección general no-se. En
sus orillas se han registrado los tambos La Gloria (29º
04’ s y 69º 30’ o), Pircas Blancas (o San Guillermo, 29º
08’ s y 69º 26’ o) y Huesos Quebrados (29º 16’ s, 69º 20’
Vialidad incaica en San Juan / A. García
o) (Gambier & Michieli 1986; García et al. 2007; Bárcena
2009). Desde este último sitio, el camino probablemente tomaba una dirección no-se, hacia la quebrada de
Alcaparrosa, que desemboca en el río Blanco. Allí se
encuentra precisamente el Tambo de Alcaparrosa o de
la Junta (Gambier & Michieli 1992; García et al. 2007;
Bárcena et al. 2008). Una vez alcanzado el río Blanco,
el camino habría seguido su curso hasta el río Jáchal,
donde probablemente conectaba con el Qhapaq Ñan.
En este trecho, se ha reconocido un tambo denominado
Pircas Negras (29º 40’ s, 69º 09’ o), al norte del cual
se encuentran otras construcciones que podrían ser
incaicas (Schobinger 2008). Además, existe un conjunto
de sitios locales tardíos que pudieron haber sido ocupados en época incaica –Lamaral, El Rastrojo, El Jumal,
Malimán, etc. (Sacchero 1974)–, pero que aún no han
sido estudiados sistemáticamente.
(3) Tramos transversales. Se han identiicado cuatro
probables tramos transversales principales. Uno habría
partido del extremo meridional del valle del Río del
Macho Muerto, a la altura del río del Inca, y se habría
internado hacia el este remontando el curso de una
quebrada de dirección aproximada ono-ese, que se
origina en la cordillera del Cajón de la Brea. Luego
de subir de 4.100 a 5.200 msnm, el camino habría
bajado hacia el tambo Cajoncito Verde de la Brea y
de allí pudo haberse comunicado con el tambo del
Arroyo Iniernillo (Gambier & Michieli 1986), a ca.
3.500 m de altura.
Un segundo tramo se conecta con las nacientes del
río Huasco, en Chile. En territorio argentino, el camino
habría discurrido a través de la quebrada de los Tambos,
pasando por los sitios Río Tambos Aguas Arriba y Río
Tambos Conluencia; luego habría pasado por el tambo
Arroyo de los Tambillos y de allí habría continuado en
dirección no-se, remontando la quebrada de las Pircas
para caer en las nacientes del río San Guillermo. Desde
allí, pudo tomar hacia el nne, para alcanzar la quebrada
del arroyo Las Olorosas y unir los sitios Alero de los
Petroglifos, Tambo Las Olorosas, Tambo del Indio, Santa
Rosa y Los Sapitos (Gambier & Michieli 1986; García
et al. 2007; Beorchia Nigris 2014).
Un tramo relativamente corto es el que habría
unido los tambos de Pircas Negras y Pircas Blancas,
aquel ubicado sobre la quebrada homónima y este sobre
el río San Guillermo. Se desconoce si esta senda proseguía hacia el oeste y con qué sitios se habría conectado.
145
Finalmente, el famoso tambo Valeriano, ubicado
sobre el arroyo de los Tambillos, cerca de su conluencia
con el río de la Taguas, pudo estar vinculado con el paso
Valeriano, con sitios de la vertiente occidental andina
y con alguna senda que permitiera el ascenso al cerro
El Toro (Schobinger 2008).
Sector cordillerano central
En esta zona decrece llamativamente la cantidad de
sitios incaicos conocidos. Solo se ha registrado un
tambo en el río Frío, unos 15 km al norte del cerro
Tórtolas (Stehberg 1995: 195). Además, Schobinger
(2008) señala la presencia de un sitio sobre el arroyo
La Deidad, si bien no se conocen datos sobre el mismo.
Stehberg (1995: 195) ha propuesto dos posibles vías
transversales que seguirían los cursos del río Frío y del
arroyo de la Deidad, pero no se han registrado trabajos
especíicos que avalen la existencia de estos caminos.
Raino (1981: 239) pensaba que, desde Angualasto,
el Qhapaq Ñan “se bifurca seguramente hacia el Paso
de las Tórtolas […] para desembocar en Chile en el
Valle del río Elqui”. Según el plano correspondiente,
este tramo partiría desde Angualasto hacia el norte y
remontaría la quebrada de Colangüil hacia el oeste (o
alternativamente la quebrada de Conconta), para cruzar
el valle del Cura y llegar al paso de las Tórtolas. Si bien
a priori esta ruta parece viable, no se han hallado indicios de su existencia. Más recientemente, se propuso
la presencia de varios tambos incaicos y de algunos
tramos de vialidad estatal en la quebrada de Conconta
(Michieli et al. 2005); sin embargo, posteriormente
se constató que estas estructuras correspondían en
realidad a habitaciones modernas vinculadas con la
construcción en 1955-1956 del camino hacia el valle del
Cura (García 2007). Tanto en la quebrada de Conconta
como en el sector distal de la quebrada del río Blanco
y en la del río del valle del Cura, hacia el norte de su
conluencia con aquel, hemos realizado relevamientos
que indicaron la ausencia de sitios incaicos. Teniendo
en cuenta los antecedentes mencionados, parece probable que los sitios del Río Frío y el Arroyo La Deidad
hayan estado vinculados con exploraciones desde el
lado occidental andino que no se habrían extendido
más hacia el lado oriental.
Más al sur, Raffino (1981: 239) propuso una
conexión transversal desde el tambo de Tocota; según
Stehberg (1995: 195), este ramal ascendería por el arroyo
146
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
SIMBOLOGÍA
Vialidad incaica
Ramales posibles
Paso Valeriano
R.
de
la
Pa
ila
Paso de la Deidad
Paso de las Tórtolas
Portezuelo Incaguasi
Paso Doña Ana
Toc
o
ta
Paso de
las Llaretas
Paso de Valle
Hermoso
R. Blanco
los P
Paso de las Ojotas
atos
Río Calingasta
R. de
Paso del
Azufre
Aº
0
100 Km
Figura 5. Trazado de la vialidad incaica y ramales posibles propuestos por diversos autores. Figure 5. Inca road layout and possible
secondary roads as proposed by several authors.
Vialidad incaica en San Juan / A. García
Tocota, cruzaría por el paso Doña Ana y continuaría
en Chile por el río Hurtado (ig. 5). Sin embargo, en
territorio argentino no se han realizado estudios que
hayan constatado la presencia del camino o de sitios
incaicos al oeste del tambo de Tocota.
Sector cordillerano sur
En el suroeste cordillerano sanjuanino se han registrado escasos sitios incaicos y, al igual que en el sector
central, no se observa una toponimia especíica, en
franco contraste con la zona septentrional. En esta
zona se han propuesto varios ramales trasandinos.
Raino (1981: 239) señaló la posible existencia de una
vía de comunicación que habría unido Calingasta con
la región del río Hurtado, a través de la quebrada del
río Castaño Viejo y el paso de Portillo. Para Stehberg
(1995: 84-88), habría otros cuatro: (1) uno seguiría el
curso del río Calingasta, y luego posiblemente bordearía los arroyos de la Totora y de Araya y los ríos de las
Salinas y del Calderón, atravesaría el paso del Azufre
(31º 18’ s, 70º 32’ o) y se comunicaría con la cuenca
alta del río Illapel, en Chile. En el lado argentino, el
único sitio incaico conocido sobre el río Calingasta
es Barrealito (Debenedetti 1917), localizado cerca de
la conluencia con el río de los Patos y a 100 km en
línea recta del paso del Azufre. Entre Barrealito y la
frontera con Chile no se han registrado aún sitios o
tramos viales que permitan comprobar la existencia de
aquel ramal. (2) El segundo tramo pasaría por el paso
de las Ojotas (31º 54’ 30” s, 70º 15’ 50” O) y seguiría el
curso del río Blanco rumbo a El Leoncito. (3) Un tercer
camino remontaría los ríos de los Patos y Teatinos,
para cruzar a Chile por el paso de las Llaretas (32º
09’ s, 70º 19’ o). Desde el paso de las Llaretas hasta la
localidad de Barreal, este ramal tendría unos 150 km
de extensión, en los cuales no se han encontrado aún
evidencias incaicas. (4) Un cuarto ramal provendría
del río de los Patos y cruzaría a Chile por el paso de
Valle Hermoso (30º 47’ s, 70º 16’ o). En este lugar hay
un sitio incaico denominado Tambillo del Paso de
Valle Hermoso (Bárcena 1999: 168), del cual solo se
ha brindado un plano de estructuras, pero se carece
de información sobre el registro arqueológico asociado. Según este autor, “con nuestro reconocimiento y
hallazgo comprobamos la senda e instalación inca en
el sector alto de Valle Hermoso” (Bárcena 2001: 290),
por lo que la existencia del supuesto ramal transversal
147
queda restringida a la zona del paso. Hacia el oriente,
no se han registrado hallazgos que permitan corroborar
su continuidad por el territorio sanjuanino.
En resumen, como ocurre con el posible camino
transversal del arroyo Tocota, no se han realizado
hallazgos que permitan veriicar estas propuestas; en
el primer caso, por falta de investigaciones y en los
restantes por falta de hallazgos, a pesar de haberse
realizado relevamientos sistemáticos.
DISCUSIÓN
Desde hace casi cien años se han realizado diversas
observaciones sobre el registro incaico y el Qhapaq
Ñan en San Juan. La cantidad de sitios del período
incaico identiicados en esta provincia es importante,
sobre todo en la región de San Guillermo, en el extremo
noroeste, situación que sugeriría que el conocimiento
sobre la vialidad estatal podría también ser avanzado.
Sin embargo, en general el estudio de los sitios incaicos
no ha sido acompañado por un rastreo de las sendas que
los comunicaban con otros componentes del sistema de
asentamiento/comunicación y por un registro y análisis
del material arqueológico asociado. Como relejo de esta
situación, solo se ha elaborado un artículo especíico
sobre relevamientos de la vialidad incaica provincial
(García 2011a), si bien en otros se hecho realizado
alusiones al tema.
Salvo el caso del Qhapaq Ñan en el sur de Iglesia
y en Calingasta, en gran medida la vialidad incaica ha
sido inferida a partir de la ubicación de los sitios incaicos, por lo que su correcta localización resulta muy
importante. Como ya advirtiera Bárcena (2009, 2010)
para los casos de La Dehesa, Iniernillo y Tambo del
Indio, y como pudieron observar García et al. (2007) en
la región de San Guillermo, varios de los sitios incaicos
mencionados en los trabajos locales no han sido aún
ubicados con precisión, lo que puede llevar a errores
al momento de trazar posibles tramos de la vialidad
estatal. En relación con este riesgo, otro foco de atención es el de la identiicación efectiva de los sitios como
componentes del sistema incaico de asentamiento. Por
ejemplo, la adscripción de sitios al período incaico basada
exclusivamente en sus características arquitectónicas ha
mostrado recientemente constituir una vía de acción muy
problemática (Michieli et al. 2005; García 2007), por lo
que es conveniente recurrir a diversos elementos para
148
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
realizar una identiicación correcta. Con respecto a este
punto, muchos de los sitios incaicos de la provincia de
San Juan han sido simplemente mencionados, sin que se
hayan publicado fotografías, dibujos o descripciones de
materiales que permitan evaluar y comprobar la adscripción étnica propuesta. Entre estos sitios se encuentran
los del Arroyo La Deidad, Río Frío, Valle Hermoso, Los
Ocúcaros, Mina El Fierro, Gualilán, Bauchaceta, Tambo
del Indio, Las Olorosas y Tambillos (San Guillermo).
En rigor, se han publicado estudios con cierto grado de
detalle de solo dos sitios: Tocota (Berberián et al. 1978)
y Alcaparrosa (Bárcena et al. 2008); mientras que otros
tres se encuentran recién en estudio (Paso del Lámar, La
Invernada y Pedernal). Indudablemente, la futura realización de trabajos sistemáticos en una mayor cantidad
de sitios y la publicación de ubicaciones más precisas y
de mayor información contextual contribuirán a mejorar
las posibilidades de éxito en la localización de las sendas
que los unían y en su contrastación con relevamientos
de campo. De la misma forma, un estudio detallado de
los sitios incaicos puede brindar información sobre su
funcionalidad y contribuir así a comprender mejor los
intereses que movían la utilización de la vialidad estatal
en los distintos sectores.
En relación con el trazado general presentado en
este trabajo, cabe realizar algunas observaciones. En
primer lugar, llama la atención la importante cantidad
de sitios registrados en el noroeste sanjuanino, en la zona
conocida como San Guillermo. Dilucidar la razón de
esta ocupación intensiva puede contribuir a entender
otros aspectos de la dominación incaica, por ejemplo, la
dinámica de la anexión de los sectores andinos orientales.
Si bien se ha propuesto una actividad especíica como
motor de esa ocupación –la explotación de la lana de
vicuñas (Gambier & Michieli 1986)–, no se han realizado estudios sistemáticos que permitan veriicar esta
hipótesis o explorar otras alternativas.
La elevada cantidad de sitios del sector cordillerano
norte contrasta con la escasez de los sectores central y
meridional. En estos, los hallazgos se encuentran muy
cerca de la zona limítrofe entre Chile y Argentina (Río Frío,
Arroyo La Deidad, Cerro Mercedario, Valle Hermoso), y
llamativamente, si bien se vinculan con probables rutas
transversales naturales, no se han encontrado sitios en
el sector oriental con los que puedan estar conectados.
De ahí que, al igual que sucede con el Cerro El Toro y
quizás con Paso Valeriano, es probable que estos sitios
estén en realidad vinculados fundamentalmente con la
ocupación incaica del lado chileno y, a lo sumo, con la
exploración de algunos sectores aledaños por el lado
oriental (sin que dicha exploración se haya concretado
en vías de comunicación con las zonas extrandinas
recurrentemente utilizadas).
Por otra parte, el hecho de que hasta el momento
no se haya comprobado la existencia de los ramales
transversales sugeridos por algunos autores no signiica que algunos de ellos (sobre todo los aún no
relevados, como el del arroyo Tocota) no hayan sido
efectivamente utilizados.
Con respecto a los tramos de caminos precordilleranos conocidos, si bien son escasos, sugieren que la
red vial en esta región era compleja y probablemente
discurría por sectores muy afectados en los últimos
quinientos años por agentes naturales y culturales (y por
ende de muy baja visibilidad actual), como la llanura de
inundación del río San Juan o el valle interprecordillerano de Gualilán. De hecho, si bien la documentación
temprana exhibe pruebas de la dominación incaica del
sector donde actualmente se ubica la ciudad de San
Juan, la alteración antrópica de la misma ha impedido
el hallazgo de evidencias, incluidos los caminos incaicos.
Finalmente, parecería claro que el sector oriental
de la actual provincia de San Juan (al este del valle de
Tulum) no estaba controlado por el Estado inca –aunque
probablemente se encontrara en exploración (García
2011b)–, por lo que la ausencia actual de vialidad imperial vinculada con este sector podría responder a su
efectiva ausencia más que a una falta de investigaciones
en el área.
PERSPECTIVAS Y AGENDA FUTURA
Teniendo en cuenta el conocimiento actual sobre el tema,
los futuros trabajos vinculados con la vialidad incaica en
San Juan deberían abordar cuatro aspectos principales:
(1) El rastreo a pie de las evidencias del Qhapaq Ñan
que pudieran haber sobrevivido desde Tocota hacia
el norte. Si bien se tiene una idea aproximada de su
localización, es importante precisar su vinculación
con algunas localidades tradicionalmente asociadas al
mismo, como Pismanta y Angualasto. Por otra parte,
es imperioso hallar elementos que permitan veriicar
su paso a lo largo del curso del río Jáchal y constatar su
recorrido al norte de Huaco, ya que la gran alteración
Vialidad incaica en San Juan / A. García
sufrida por estos sectores pone en riesgo la posibilidad
de constatar la información oral (no arqueológica)
relacionada con los mismos.
(2) El relevamiento detallado de los múltiples tramos
transversales recurrentemente propuestos como vías de
unión de las dos vertientes cordilleranas. Esta inspección
debe realizarse fundamentalmente en los sectores cordilleranos de los ríos de los Patos y Calingasta, y del arroyo
Tocota. Además, se requiere la prospección de los tramos
medio y distal del río Frío y del arroyo de la Deidad, para
constatar si la presencia de evidencias incaicas alcanza
sectores más cercanos al valle del Cura o se mantiene
restringida a los espacios cordilleranos más altos. Todo
este conjunto de relevamientos es sumamente necesario
a in de clariicar la situación observable en la mayoría
de los mapas sobre el sistema vial incaico, en los que la
señalización de trayectos “posibles” termina brindando
una imagen gráica sobredimensionada, que en algunas
zonas podría distar mucho de la realidad. En el caso
de la zona noroeste de la provincia (San Guillermo), si
bien la situación parecería estar más clara, también es
necesaria la determinación de los recorridos reales de
los tramos que unirían los sitios allí registrados.
(3) La ampliación del registro vial precordillerano.
Los tramos conocidos en esta región geomorfológica
son escasos, y conocer las rutas precordilleranas que
vinculaban el Qhapaq Ñan con los sitios de los valles
de la franja longitudinal central de la provincia puede
contribuir a conocer la importancia asignada por el Estado a cada zona y su integración diferencial al aparato
administrativo y económico.
(4) El análisis del registro arqueológico asociado a la
vialidad incaica. Ya se trate de la abundante cerámica que
generalmente se encuentra esparcida a lo largo de estos
caminos (ig. 5) o del registro de los sitios directamente
vinculados con ellos, la información que albergan es
fundamental para analizar las características y escala
espacial de la movilización de gente y productos (Uribe
& Cabello 2005), en vistas a la reconstrucción del uso
de los distintos tramos.
En deinitiva, resulta claro que los esfuerzos vinculados
con el estudio de la dominación incaica regional se han
centrado en la búsqueda de sitios y han prestado escasa
atención a la vialidad estatal, cuya reciente revalorización
149
requiere un cambio de orientación dirigido a su fehaciente
detección y análisis. Una más completa reconstrucción
del Qhapaq Ñan y del sistema vial secundario sanjuanino no solo brindará importante información sobre
la movilidad de bienes y personas durante el período
incaico, sino que además contribuirá a mejorar nuestra
comprensión de los mecanismos de anexión y control de
las poblaciones locales y a enriquecer de esta forma el
conocimiento sobre la frontera sudoriental del Collasuyo.
RECONOCIMIENTOS Este trabajo se realizó en el marco de
proyectos inanciados por el conicet, la Universidad Nacional
de Cuyo y la Universidad Nacional de San Juan. Agradezco a
Christian Vitry y Carlos González su gentil invitación para participar del Qhapaq Ñan i. Taller Internacional en torno al Sistema
Vial Inkaico, y a Sergio Martín y a un evaluador anónimo por sus
valiosas sugerencias.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, No 1, 2017, pp. 151-162, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
CAMINOS PARALELOS INCAICOS EN MAPOCHO
NORTE, CHILE
INCA PARALLEL ROADS IN NORTH MAPOCHO, CHILE
RUBÉN STEHBERGA, GONZALO SOTOMAYORB, CLAUDIA PRADOC & CAROLINA GATICAD
In memoriam Gonzalo Javier Sotomayor Cabeza
(17 febrero 1974-03 marzo 2015)
Se analizan dos mapas coloniales (1611) que proporcionan
información con respecto a las características geográicas, a la
propiedad europea de tierras, a los asentamientos indígenas y
a la vialidad existente en la porción norte del valle del Mapocho. Uno de ellos ilustra el trazado de dos caminos paralelos
denominados “camino antiguo del Inga” y “otro camino del
Inga”. A través de reconocimientos en terreno (2014), uso
de documentación colonial y cartografía histórica se logra
identiicar gran parte de sus trazados originales, incluyendo
una reconstrucción cartográica sig de las vialidades coloniales
e incaicas.
Palabras clave: Qhapaq Ñan, Caminos del Inca, Mapocho
norte, Santiago, siglo xvi.
Two colonial maps (1611) are analyzed here, which provide
information regarding geographic features, European land
ownership, indigenous settlements and existing roadways in the
northern area of the Mapocho valley. One of these maps depicts
the layout of two parallel paths called “camino antiguo del Inga”
and “otro camino del Inga” (‘Inca’s ancient road’ and ‘another
Inca road’, respectively). By means of ield surveys (2014), and
the use of colonial documentation and historical cartography, it
has been possible to identify a large section of the roads’ original
tracings, including a gis cartographic reconstruction of the
colonial and Inca roads.
Keywords: Qhapaq Ñan, Inca roads, North Mapocho, Santiago, 16th Century.
A
INTRODUCCIÓN
Este artículo trata de la presencia del Qhapaq Ñan
en el acceso norte al valle del Mapocho. Después de
analizar la historia de su investigación, su importancia,
los problemas con la determinación de su trazado se
centra en el estudio de dos mapas coloniales de 1611,
cuya información pudo ser contrastada en terreno, lo
que permitió identiicar gran parte del trazado que tuvo
este sistema vial prehispánico pese a que su evidencia
física ha desaparecido.1
A ines del siglo xix, el archivero de la Biblioteca
Nacional, Justo Abel Rosales, descubrió en el archivo de
la Real Audiencia de Santiago un extenso juicio colonial
datado en 1611, que trató de la exacta localización del
camino de Chille o del Inga, el que servía de deslinde
a las principales propiedades localizadas al norte de la
ciudad de Santiago. Debido a que este camino estaba
siendo cerrado, al tiempo que se abrían otros, se iniciaron litigios a los que concurrieron numerosos testigos,
algunos de ellos indígenas del Perú que llegaron al
valle del “Mapuche” a través de esta vía, acompañando
a los primeros conquistadores europeos. De acuerdo
Rubén Stehberg, Jefe del Área de Antropología. Museo Nacional de Historia Natural, Chile, email: Stehberg.ruben@gmail.com
B
Gonzalo Sotomayor, Historiador.
C
Claudia Prado, Licenciada en Arqueología. Coordinadora Centro Nacional de Sitios del Patrimonio Mundial, Subdirección
Nacional de Gestión Patrimonial, dibam, Chile, email: Claudia.prado@sngp.cl
D
Carolina Gatica, Licenciada en Arqueología y Abogada. Consejo de Monumentos Nacionales, Chile, email: cgatica@monumentos.cl
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: abril 2016.
152
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
a un informante, este camino venía de Aconcagua y
Colina y descendía al valle de “Guachuraba”. Dejaba al
poniente (sic oriente) el cerro Pan de Azúcar y “después
de hacer una extensa curva al este, llegaba a las rucas
del cacique Huechuraba inclinándose al occidente,
desde cuyo último punto continuaba en línea recta al
río Mapuche” (Rosales 1887: 5-6), siguiendo el trazado
de la calle Cañadilla, actual avenida Independencia, en
el sector de la Chimba. El autor es perentorio al señalar
que este camino era antiquísimo y fue abierto por los
naturales mucho antes del arribo de los Incas, quienes
lo reutilizaron.
Pese a que este libro fue editado con otro título a
mediados del siglo xx (Rosales 1948), pasó desapercibido
para la mayoría de los arqueólogos y etnohistoriadores
que trabajaron el tema de la ocupación inca de Chile
central y del valle del Mapocho-Maipo durante la segunda mitad del siglo xx. No fue mencionado por Keller
(1960) en sus investigaciones incaicas de Quillota, ni
por Mostny (1947, 1957) en sus estudios del cementerio
incásico de La Reina y el adoratorio de cerro El Plomo,
ni por Stehberg (1976) en su excavación del pucará de
Chena, ni por Silva (1977-1978) en sus relexiones sobre
la presencia inca en el valle del Mapocho. Este último
señaló que era “signiicativo que el Camino del Inca,
monumento vial indispensable para el funcionamiento de
la estructura estatal, sólo puede reconocerse con relativa
seguridad hasta el río Copiapó” (Silva 1977-1978: 236).
En la década de los ochenta se desarrolló un proyecto
de reconocimiento de los Caminos del Inca en el Norte
Chico y centro del país que permitió la identiicación
de varios segmentos de senderos longitudinales y
transversales atribuibles al Tawantinsuyu. Un tramo
bien identiicado correspondió al de Alicahue Adentro
y Almendrillo, entre los valles de Aconcagua por el sur
y Choapa por el norte (Stehberg & Carvajal 1988 a y
b), con localización del tambo Conchuca (Stehberg et
al. 1986). Estos estudios mencionaron, de manera muy
vaga y sin lograr determinar su trazado, que el Camino
Inca Longitudinal Andino seguía al sur por el valle de
Putaendo, cruzaba la cuesta de Chacabuco, Colina
La Vieja, portezuelo de Huechuraba, actual Avenida
Independencia para dirigirse a las inmediaciones de
Angostura de Paine, por el sur, sin lograr identiicar
físicamente sus restos.
En julio de 1980, Mario Rivera y John Hyslop
realizaron una acuciosa prospección del área al norte de Santiago, para “proporcionar un ejemplo del
Camino del Inca en el extremo más meridional del
imperio” (Rivera & Hyslop 1984: 109). Conocieron la
información proporcionada por las publicaciones de
Justo Abel Rosales, a quien dieron crédito pese a ser un
historiador aicionado. Desde el río Mapocho hasta el
portezuelo o Pasos de Huechuraba, concordaron con la
ruta propuesta por Rosales, pero desde este punto hacia
el norte, el trazado de la ruta se complicó por falta de
evidencia. El camino se dirigía “directamente al norte
hacia el pueblo de Colina. En gran parte recorre el mismo
trazado de la moderna Ruta 57 […] Una ila de árboles
delimita una línea recta al norte del Portezuelo” (Rivera
& Hyslop 1984: 116). El camino pasaba cerca del cerro
Guaca, localizado 3 km al noreste del moderno pueblo
de Colina, ascendía por un portezuelo de los cerros de
Colina y 7 km al norte coincidía con la actual Ruta 57,
siguiendo por el mismo trazado hasta la hacienda de
Chacabuco y de allí al paso de 1.280 msnm que separa
los valles de Aconcagua del Mapocho.
En 2013, el historiador Gonzalo Sotomayor
encontró publicados on line en los archivos estatales
del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de
España (agi. es.41091.agi/27.22/mp-peru- chile 264)
dos mapas anónimos de 1611 que cubrían el área norte
del río Mapocho y que proporcionaban datos sobre las
redes viales, entre las cuales destacaban dos caminos del
Inga. A partir de esta nueva información se realizaron
reconocimientos en terreno que culminaron en la localización precisa de varios segmentos de estos caminos
prehispánicos. Este artículo da cuenta de los resultados
obtenidos en la investigación.
LOS MAPAS
Los mapas (agi. es.410901. agi/20.26.2//escribania,
928b) se asocian al litigio por la legalidad de las mercedes de tierras otorgadas en Lampa, entre Juan Ortiz de
Araya, Juan de Astorga, Andrés Páez de Aldana, Antonio
Recio de Soto y otros, todos vecinos de la ciudad de
Santiago. Este litigio debía deinir la exacta ubicación de
los caminos coloniales e incaicos al norte de la ciudad
de Santiago hasta la cuesta de Aconcagua (Chacabuco).
Aun cuando los mapas no están a escala y abarcan un
amplio espacio, reproducen con bastante exactitud
los principales accidentes geográicos y proporcionan
detalles que indican un conocimiento minucioso del
área. El mapa N° 1 tiene por límite norte el cordón de
Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al.
153
Figura 1. Mapa N° 1, 1611, autor anónimo (AGI. ES.410901. AGI/20.26.2//ESCRIBANIA, 928B). Figure 1. Map N° 1, 1611, anonymous
author (AGI. ES.410901. AGI/20.26.2//ESCRIBANIA, 928B).
Chacabuco; por el sur, el río de Santiago (Mapocho o
Mapuche); por el oriente, los primeros contrafuertes de
la cordillera andina; y por el poniente, la falda oriental
de la cordillera de la costa, incluyendo toda la cuenca
norte del Mapocho (ig. 1).
En lo cromático, el mapa utiliza el color negro para
deinir los nombres de lugares y de personas; el gris para
las montañas y cadenas montañosas que servían de límite
externo; el café o caoba para los senderos y caminos; el
rojo para las rutas de comunicación y el amarillo para
señalizar los deslindes de los pueblos de indios.
Los mapas en referencia constituyen una buena
oportunidad para tener un acercamiento al paisaje del
siglo xvi, al menos de aquellos hitos geográicos que
eran importantes para la estructuración del espacio
hispano e indígena, como la vialidad, puesto que ese
parece ser el foco principal de los planos. En primer
lugar, están los tres cordones transversales de cerros
que se desprenden de la cordillera andina: el de más al
norte corresponde al cordón de Chacabuco, mencionado
en el siglo xvi como la “cuesta de Aconcagua”; el del
medio corresponde a los cerros de Colina, que nacían
en las nacientes del río Colina y casi alcanzaban la
cordillera de la costa, a la altura de Lampa; y el de más
al sur se originaba a la altura de Chicureo Arriba y se
prolongaba hasta el “serro de pan de azúcar”, Nigueche
(ra 167, f. 194) o Rregueche (ra 167, f. 22), hito de
gran importancia simbólica, administrativa y visual
tanto para indígenas como para hispanos. Este cordón,
luego de una interrupción, continuaba en el cerro de
Galáz (actualmente denominado Renca), remarcado en
el mapa con una gruesa línea negra.
En segundo lugar, están los portezuelos que atraviesan estas cadenas, que servían de hito vial principal.
Nuestros reconocimientos de terreno confirmaron
la exactitud de estos puntos y sirvieron para ubicar
el trazado de los senderos antiguos, incluyendo los
caminos del Inga.
154
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
En tercer lugar, destacan los cerrillos, muy pequeños, pero que en la época eran guías muy valoradas por
los transeúntes, entre los cuales destacaban los “zerillos
q(ue) llaman de doña agueda” Flores (cerro Calán, ra
167, f. 183v o Calanmaguida, ra 1978, f. 107), lugar
donde suponemos existió una posada caminera, por
la continua alusión que hacen los viajeros a este sector.
En cuarto lugar, los cursos de agua como el estero
de Chacabuco, en la parte superior del mapa, su conluencia con un aluente para formar, por una parte, el
río Lampa, y por otra, el río Colina y su juntura con el
Lampa. Asimismo, el referido río Mapocho, en la parte
inferior del mapa. Destacan, también, los “manantiales
de Liray” y la “Laguna” (Tentencura, Batuco), que tenían
gran importancia durante el siglo xvi y que hoy están
en proceso de desaparición.
El Mapa N° 1 presenta una desviación importante
respecto del norte geográico, lo que se evidencia con la
palabra “ojo”, que el autor colocó al lado de los puntos
cardinales sur, oeste y norte. Proporciona, asimismo, la
localización de 28 estancias europeas con el nombre de
sus propietarios, así como la localización de las tierras de
los indios de Colina, Quelicura, Guachuraba y Lampa,
con su “tanbo viejo”. De acuerdo a documentación inédita registrada por nosotros, este tambo se encontraba
en tierras de “chicoco Quilapohe y rrelo” (ra 167, f.
10), mientras que las tierras de los indios de Colina
se llamaban de “Comaico e Ilopaique o Lopalque” (ra
2258, fs. 180-183v).
El mapa N° 2 es una ampliación del anterior, que
se extiende desde el “Serro de Galas”, también denominado indistintamente como cerro Renca (ra 1003,
fs. 26 y ss) o cerro de Quelicura (ra 167, f. 194) por el
sur, hasta el estero y “valle de Chacabuco” por el norte
(ig. 2). Muestra con mayor detalle los contrafuertes
de la cordillera de la Costa, donde destaca el “Potrero
(de los indios) de Lampa” y la “quebrada de Carén”.
También exhibe con precisión los manantiales de Liray y su drenaje a la “Laguna” (Tentencura. ra 167, f.
68v, hoy Batuco), la cual aparece remarcada con color.
Omite mucha información que aparece en el mapa N°
1, como el “tanbo viejo” (Lampa), el “camino antiguo
del ynga” y, los deslindes de los pueblos de indios. Por
último, enfatiza los senderos coloniales, proporcionando
algunas variaciones y agregados respecto al otro mapa.
A juzgar por estos mapas, la importancia estratégica
del área fue la conectividad del valle del Mapocho-Maipo
con los territorios de más al norte, indispensable para
la supervivencia de sus habitantes. En el caso de los
contingentes incaicos, las rutas principales iban al pie de
la cordillera andina para conectarse, en el curso mediosuperior del valle del Aconcagua, con la ruta trasandina
o continuar hacia el norte por las nacientes de los valles
de Putaendo, Alicahue, El Sobrante y Choapa. En cambio,
los senderos coloniales tempranos se emplazaron más
al poniente, en dirección al curso medio y bajo del valle
de Aconcagua, lo que evidencia los distintos intereses
del Tawantinsuyu y el de los conquistadores españoles.
CAMINOS DEL INGA
Camino antiguo del ynga
El mapa N° 1 dedica la mitad derecha a mostrar cómo
el camino partía de la ciudad de Santiago y se extendía
como una línea casi recta, dejando a su mano izquierda
las tierras de “quelicura”, hasta atravesar un portezuelo
(Huechuraba) al pie oriente de un cerro (“Serro de pan
de azúcar”, Nigueche o Regueche) para bifurcarse en dos
ramales paralelos (ig. 1). Uno de ellos, el “camino antiguo
del ynga”, seguía una dirección oriente hasta llegar a la
estancia de “Don j[uan] de la Barrera” y de allí tomaba
dirección norte, cruzaba el “Río de Colina”, trasponía el
portezuelo de los cerros de Colina (Checamo según ra
985, f. 14) y continuaba recto hasta el cordón transversal
de Chacabuco (cuesta de Aconcagua). La denominación
de “camino antiguo” alude al origen prehispánico de esta
ruta, conirmada por los testimonios documentales que
se entregan más adelante.
Otro camino del inga
El mapa N° 2 muestra el ramal de este nombre que se
iniciaba en el nodo del portezuelo Guachuraba, seguía
al oeste del tambo e iglesia de Colina, teniendo a su
izquierda la estancia de Alonso del Pozo, para luego
atravesar el cuarto portezuelo de los cerros de Colina, al
poniente del anterior (ig. 2). Es interesante que ninguno
de estos caminos pasaba por el tambo y pueblo de Colina,
como lo sugirieron Stehberg y Carvajal (1988a) y Rivera
y Hyslop (1984), lo que se explica por el hecho que este
pueblo y su infraestructura física recién se organizó en
1579-1580. Este mapa omite el “camino antiguo del
ynga”, situación que se explicaría por las discrepancias
entre los intereses de los españoles que litigaron por
Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al.
155
Figura 2. Mapa N° 2, año 1611, autor anónimo, mostrando detalles de Mapocho norte. Figure 2. Map N° 2, 1611, anonymous author,
depicts details of North Mapocho.
deinir cuál camino correspondía al deslinde de sus
tierras (ra 1978).
REFERENCIAS DOCUMENTALES AL
CAMINO DEL INGA
Los mapas N° 1 y N° 2 (agi. es.41091. agi/27.22/mp-perúchile 264) formaron parte de un extenso juicio colonial
de 1611 (ra vol. 1978), cuyo objetivo fue determinar
cuál era el verdadero Camino del Inga, el cual servía
de deslinde de algunas propiedades europeas, motivo
del litigio. Los testigos del juicio declararon conocer
el camino del Inga y sus pircas construidas a ambos
costados, camino que viniendo del Mapocho pasaba
cerca de Colina rumbo a Putaendo y Coquimbo. El indio
Gaspar, quechua hablante, natural del Perú, de 60 años
aproximadamente, señaló que el valle y las tierras de
Lampa se extendía desde “el serro que llaman de Galas
hacia la cuesta de Aconcagua que es como ban desta
ciudad hacia la d[ic]ha cuesta y ba por el camino rreal
del ynga antiguo y ba a salir a Putayendo…” (ra vol.
1978, pza 1, f. 133). Gonzalo, indio del Cuzco, quechua
hablante, lo denominó “camino antiguo del ynga que
ba e pasa Chacabuco y ba a salir a Putayendo” (ra vol.
1978, pza 1, f. 135).
Cristóbal Muñoz, de más de 60 años, señaló que:
el camino antiguo que llaman de Chile del Ynga pasa por
junto a colina e que mas de quarenta y cinco años que este
testigo saue que es el d(ic)ho camino que es por donde los
yndios antiguos abian caminado el Ynga a el tiempo que
bino a esta tierra e por el caminaban de hordinario antiguamente los que yban y benian a Coquimbo y que (sic)
dia estaran las señales del dho camino del qual se rremite
por estar señaladas con piedras de un cauo y de otro (ra
vol. 1978, pza 1, f. 137).
El Capitán Juan de Córdoba, de aproximadamente 60
años (f. 137v), testiicó que “el camino antiguo del Ynga
es el que pasa por junto a Colina hacia Aconcagua que
oy d[ic]ho dia esta todavía señalado”.
156
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Melchor de Esixa, de más de 83 años (f. 138v),
mencionó como deslinde de la estancia de Pedro de Valdivia “el camino rreal del Ynga que es el camino que ba e
pasa cerca de Colina por donde en aquel tiempo se solia
caminar para yr a Coquimbo y Chuapa y a Putaendo […]
esta asi mismo muy señalado el dia de oy por que estan
las piedras puestas”. Marcos Griego, vecino morador de
Santiago (f. 139v, 140), expresó que “el camino antiguo
por donde se solia antiguamente caminar es el camino
del Ynga que ba e pasa por junto a Colina que ba a salir
a la cuesta de Aconcagua y de alli a Putayendo”.
RECONOCIMIENTOS EN TERRENO2
El objetivo fue identiicar en terreno la información
proporcionada por los mapas N° 1 y N° 2. Entre los
rasgos del paisaje interesaba localizar los “manantiales
de Liray”, los cerrillos de “doña Agueda” y otros rasgos
señalizados en los mapas. Asimismo, se deseaba determinar la ubicación del mencionado en el mapa como
“tanbo viejo” en Lampa y, sobre todo, las rutas seguidas
por las principales redes viales del siglo xvi, incluidas
los caminos del Inga.
Las primeras salidas se orientaron a conocer el
grado de coniabilidad y los criterios utilizados por el
autor anónimo de los planos. Pronto se constató que
el dibujante conocía muy bien el área. Asimismo, que
utilizó como puntos de referencia principalmente los
cerros y portezuelos. Justamente estos rasgos fueron
los que permitieron localizar con precisión el trazado
antiguo de las redes viales.
Respecto a los caminos del Inga, objeto de este
artículo, los reconocimientos en terreno se iniciaron,
por el sur, en el portezuelo de Huechuraba, al pie oeste
del cerro Pan de Azúcar o Negueche. El primer ramal
prospectado correspondió al “camino antiguo del ynga”.
Su primera parte, marcado en el Mapa N° 1 como una
línea oeste-este, no se pudo identiicar. Recién al llegar al
actual camino de Los Ingleses (Chicureo), de orientación
norte-sur, se tuvo certeza de que la vía correspondía
con bastante seguridad a esta ruta. La presencia de
algunas piedras a ambos lados del camino apoyó dicha
presunción (ig. 3). El camino pasaba por un sector con
ocupación del período Tawantinsuyu, como lo evidenció
el hallazgo de un jarro decorado con diseños incaicos
en el colegio San Anselmo, en el camino Guay Guay del
condominio Chicureo Alto, coordenadas 33.267492,
-70.64021 (información gentilmente proporcionada
por Roberto Quiroga, 2015); por el hallazgo de un cementerio del período Tawantinsuyu en el condominio
Piedra Roja (Westfall 2014, comunicación personal) y
de un entierro con cerámica del período Tawantinsuyu
en el sitio lbch-01 (Vargas 2014).
El camino pasaba al pie del cerro Mallautín,
mencionado en la documentación colonial como límite
étnico entre los pueblos de indios de Chicureo y Colina,
para proseguir rectilíneo por el camino Santa Filomena,
también denominado camino Coquimbo (es decir, que
va a Coquimbo), continuar hasta el pie oeste del cerro
la Guaca e inmediatamente atravesar el estero Colina.
Cabe mencionar que tanto el camino de Los Ingleses
como el camino Coquimbo están siendo ocupados por
los condominios que se están construyendo en el área.
Hay tramos convertidos en basural. Dado que ya no se
puede recorrer íntegramente el camino, se debe hacer
grandes rodeos para retomar los tramos cortados.
Tanto los informantes locales como la cartografía
antigua señalan que el camino de Los Ingleses y su continuación como camino Coquimbo era el único camino
que atravesaba longitudinalmente el sector. Los restos
de una antigua casa con pilar de piedra en San Luis,
seguramente de ines del siglo xviii, conirmaron la
antigüedad colonial de la ruta, mientras que la presencia
continua de piedras a ambos lados del camino sugirió
su origen incaico, concordante con la documentación
colonial temprana que señalaba que el camino antiguo
iba amurallado por ambos costados.
A los 31,8 km al norte de Santiago, la ruta pasó al
pie del cerro La Guaca, cruzó el estero Colina y penetró
en un vallecito irrigado por el estero Colina, donde
existió un asentamiento de la Cultura Aconcagua, con
presencia de sepulturas incaicas, lo que se interpretó
como intervención Tawantinsuyu de un espacio simbólico local (Hermosilla et al. 2005). En este sector,
la ruta incaica cruzó diagonalmente el pueblo actual
de Esmeralda, rompiendo su trazado ortogonal, para
ascender directo al primer portezuelo de los cerros de
Colina, tal como lo señalara el Mapa N° 1. Continuaba
rumbo norte, por un extenso tramo que no pudo ser
identiicado, hasta unirse al otro ramal cerca del cordón
de Chacabuco y atravesar como uno solo por la cuesta
de Aconcagua. Este sector estuvo sacralizado mediante
la representación de un unku ajedrezado en la caverna
Iglesia de Piedra que personiicaba al Inca o su ejército
(Berenguer 2011).
Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al.
157
Figura 3. Reconocimiento del camino de Los Ingleses, en Chicureo-Colina, coincidente con el trazado del “camino antiguo del Inga”.
Nótese las piedras a ambos lados del camino y como el camino está desapareciendo por urbanización. Figure 3. Referential image of
“Los Ingleses road”, in Chicureo-Colina, matching the trace of the “camino antiguo del Inga” (‘Inca's ancient road’). Notice the stones at both
sides of the road and how the path is currently disappearing because of urbanization.
La ruta del “otro camino del inga” corresponde muy
posiblemente a una calle ancha, situada inmediatamente
al oeste del portezuelo Huechuraba, de dirección norte,
sin salida, convertida en basural, que termina en una
propiedad agrícola particular. A partir de ese punto,
no se pudo continuar el reconocimiento. Tras un largo
rodeo, se llegó a la calle La Capilla, que se extiende a
unos kilómetros al oeste del actual pueblo de Colina y
que se dirige directamente al cuarto portezuelo de los
cerros de Colina, concordante con los datos proporcionados por el Mapa N° 1. A partir de ese punto el trazado,
coincidió con el antiguo camino vehicular empedrado
a la ciudad de Los Andes, que estuvo en uso hasta la
segunda mitad del siglo xx. Continúa por terrenos de
Minera Los Bronces, en Peldehue, con presencia de restos
de muros de piedra a ambos costados de la vía (ig. 4).
Finalmente, el camino conluye en la actual carretera
internacional a Los Andes y Mendoza, continuando por
este mismo trazado ruta hasta la cuesta de Aconcagua.
Según el mapa N° 1, los dos caminos incaicos proseguían
paralelos hasta penetrar en el cordón de Chacabuco,
situación que no se pudo comprobar en terreno. La ig.
5 ilustra los trazados de las vialidades del siglo xvi y
comienzos del siguiente, tanto incaicos como coloniales,
reconstruidos a través del análisis cartográico, histórico
y de terreno efectuados en este estudio.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
El hallazgo de estos dos mapas en 2013 nos proporcionó
una gran oportunidad para avanzar en el conocimiento
del trazado del Qhapaq Ñan en el tramo Mapocho norte,
para entender su relación con el extenso juicio colonial
158
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
Figura 4. En la foto se observa restos del antiguo camino vehicular a Los Andes, en el sector de Peldehue, construido sobre el “otro
camino del Inga”. Figure 4. he photograph shows the remains of the old vehicular road to Los Andes in the Peldehue sector, built on the
"other way of Inga".
de 1611 y las declaraciones discrepantes presentadas
por alguno de sus testigos.
Hasta esa fecha, la mayoría de los especialistas
suponía que la zona norte de Santiago era atravesada
longitudinalmente por un solo camino incaico, el cual
pasaba al costado oeste de la antigua iglesia de Colina
(Rivera & Hyslop 1984; Stehberg 1995). Sin embargo,
el Mapa N° 1 mostró la existencia de dos caminos
incaicos paralelos y que ninguno pasaba por el lugar
donde estuvo el tambo e iglesia de Colina. El “camino
antiguo del ynga” circuló a varios kilómetros al este de
este pueblo, mientras que el “otro camino del ynga” lo
hizo a varios kilómetros al oeste.
Gracias al título con el que Pedro de Valdivia le
entregó a Marcos Veas la mitad del valle y la mitad de
los indios de Lampa, se sabe que el límite oriente de la
“estancia del Gobernador” era el camino del Inga (ra
vol. 167, 686 y 1978). Habiendo dos caminos paralelos
incaicos, surgió el problema de su deslinde entre los herederos de Marcos Veas y sus vecinos. Este inconveniente
desembocó en el pleito de 1611 y en la elaboración de
los mapas presentados en este artículo.
Es destacable el paralelismo de estos dos caminos,
práctica bastante común en el proceso de construcción
y ritualización del paisaje por parte del Tawantinsuyu
(Vitry 2001, 2007; Martínez 2009; Acuto 2014). Su
presencia en el Mapocho norte reairma la importancia
que tuvo esta área para el Tawantinsuyu.
A partir de los datos disponibles, se proponen
algunas hipótesis a ser confrontadas en el futuro, cuando
se disponga de mayores antecedentes. Una de ellas surge
de la observación de la parte sur del “camino antiguo
del ynga”, tal como aparece en el Mapa N° 1. Allí, el
camino tuerce hacia el poniente para conectarse con el
“otro camino del ynga” y atravesar juntos el portezuelo
de Huechuraba rumbo a Santiago. En esta oportunidad,
Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al.
159
SIMBOLOGÍA
Camino del Inca
Senderos coloniales
Cursos de agua
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SANTIAGO
Figura 5. Mapa con la localización de las rutas viales incaicas y coloniales utilizadas durante el siglo xvi y comienzos del siguiente, de
acuerdo a los Mapas N° 1 y N° 2 y luego de nuestros reconocimientos en terreno. Figure 5. Map showing Inca and Colonial roadways
that were used during the 16th and early 17th centuries, according to the Maps N° 1 and N° 2, and to our ieldwork analysis.
160
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017
se propone que el “camino antiguo del ynga” continuó
rumbo sur-oriente para cruzar una cadena de cerros y
penetrar en el sector de la Dehesa, luego cruzar el río
Mapocho y continuar por los faldeos de la cordillera
de Apoquindo, Peñalolén y Macul, en dirección al río
Maipo y portezuelo de Chada, en el cordón de Angostura.
Durante el período Tawantinsuyu, las tierras de
Apoquindo, Peñalolén y Ñuñoa fueron dedicadas a la
agricultura, siendo alimentadas por la acequia antigua de
Tobalaba y la acequia de Macul (Stehberg & Sotomayor
2012). En este sentido, se postula que el paralelismo
de los caminos incaicos tenía una mayor extensión, ya
que no concluía en el portezuelo de Huechuraba, como
indica el Mapa N° 1, sino que atravesaba toda la cuenca
del Mapocho-Maipo, situación que ya fue sugerida en la
publicación antes mencionada (Stehberg & Sotomayor
2012). Esta hipótesis requiere de mayores estudios futuros.
La segunda hipótesis se relaciona con la posible
existencia de instalaciones arquitectónicas (tambos,
chasquiwasi) asociadas a los caminos que se están
describiendo, las que han desaparecido por problemas
asociados al crecimiento urbano y agrícola de Santiago.
La primera debió estar en el sector del portezuelo Huechuraba, distante 16,3 km al norte del propuesto centro
administrativo y ceremonial del Mapocho (Stehberg &
Sotomayor 2012). En dicho sector, el “serro de pan de
azúcar” (Negueche) fue un apu que sirvió de orientación a los transeúntes debido a su alta visibilidad desde
diferentes puntos del valle del Mapocho.
El portezuelo fue mencionado reiteradamente
por los testigos del juicio de 1611 como el lugar exacto
por donde pasaba el camino del Inga (acsd vol. 18).
Respecto al sector del nodo vial, Tomás indio declaró:
“vido venir el dho Inga, y le conoció, y a su jente, y le
vido, que en la falda de dho serro del portezuelo abaxo
hicieron fuego los Yndios Ingas, y pasaron por mitad de
las tierras y casa que ahora tiene pobladas en su chacara
el dho Juan Peres de Caceres” (acsd vol. D 18, f. 8),
declaración que sugiere que allí existió una instalación.
A mayor abundamiento, el Mapa N° 1 señala que el deslinde entre los pueblos de indios de Colina y Quelicura
pasó justamente por allí, demarcación que seguramente
tiene antecedentes en tiempos prehispánicos anteriores.
La siguiente instalación arquitectónica asociada al
camino debió estar 15,8 km más al norte, en el sector de un
nucleamiento incaico emplazado en las inmediaciones del
sitio Peldehue (Hermosilla et al. 2005), próximo al cerro
La Guaca. Fue este el sector que escogieron los indios del
pueblo de Colina cuando, en 1603, el agrimensor Ginés
de Lillo les consultó dónde querían que se les asignaran
tierras; sector que reirieron como junto al camino del Inga.
La siguiente instalación vial (tambo) debió emplazarse en el sector de casas de Chacabuco, 18,3 km
más al norte del anterior (46 km al norte de Santiago)
–lugar donde el arqueólogo Hans Niemeyer encontró
fragmentos de cerámica del período Tawantinsuyu– y,
inalmente, en El Castillo (60 km al norte de Santiago),
en el valle de Aconcagua, punto nodal del camino inca
longitudinal y el camino inca trasandino.
Con respecto al ramal paralelo, llama la atención
que no se ha encontrado evidencia arqueológica asociada,
lo que sumado a que el mapa N° 1 lo denomina “otro
camino del Inga”, sin el adjetivo “antiguo”, hace pensar
en una obra más reciente, incluso contemporánea a la
primera ocupación hispana.
El área que se extiende al oeste del “otro camino del
Inga” posee casi nula presencia Tawantinsuyu, interrumpida exclusivamente por el sitio Huechún 3 (Stehberg
1981). Este es un importante asentamiento de la Cultura
Aconcagua que tuvo fuerte contacto incaico. En el valle
de Lampa, por el contrario, se desarrolló otro sector
de nucleamiento indígena con fuerte representación
Tawantinsuyu. Allí, aparentemente, el Tawantinsuyu
no construyó nuevos caminos, sino que aprovechó los
antiguos senderos de la población local, los cuales, por
lo demás, siguieron en uso durante el período colonial
temprano. En este valle, el asiento principal estuvo en
“tanbo viejo”, desde el cual, postulamos, se administró la
extensa población local incaizada, que dejó testimonio
material en distintos lugares a lo largo del valle (homas
et al. 1989) y una colonia mitimae de indios “paxareros”
en los alrededores de la Laguna, hoy Batuco (Stehberg
& Sotomayor 2012).
Otro sector de nucleamiento incaico se localizó
en el sector de Quilicura, al sur del valle de Lampa
y a medio camino hacia el centro administrativo del
Mapocho, con importante presencia de sepulturas del
período Tawantinsuyu. Este sector fue incorporado al
riego mediante la acequia Quilicura procedente de El
Salto, de origen incaico.
Finalmente, el sector de nucleamiento Tawantinsuyu de Conchalí, Guachuraba y Renca fue regado por la
“acequia madre de Guachuraba”, de igual origen, lo que
permitió el amplio desarrollo de la agricultura. Vestigios
de sus pobladores se han reconocido en varios hallazgos
de sepulturas del período considerado.
Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al.
En general, se constató una ocupación Tawantinsuyu de espacios deinidos para control de rutas y de
explotación agrícola y productos suntuarios (plumas),
donde la estrategia no era coercitiva (no existen pucarás
o reductos fortiicados en el área), sino de “conquista
ritual” (Hermosilla et al. 2005) o de introducción de
“elementos de eicacia simbólica” (Uribe 1999-2000).
Aparentemente, la población local se incorporó pacíicamente al Tawantinsuyu, manteniendo parte de sus
manifestaciones culturales locales. En el sitio habitacional
de Huechún-3, por ejemplo, los platos de cerámica tipo
Aconcagua Anaranjado mantuvieron en su cara exterior
el emblemático motivo trinacrio en color negro sobre
naranja, mientras que la supericie interior fue pintada
con diseños trícromos de origen cuzqueño o diaguitaincaico. En el cementerio Las Tinajas, en Quilicura, los
grupos locales acomodaron y resigniicaron los diseños
con motivos foráneos traídos por el Tawantinsuyu,
adaptándolos a su cosmovisión. Así, por ejemplo,
motivos decorativos cerámicos que en el área diaguita
o cuzqueña eran organizados espacialmente siguiendo
el principio de la cuatripartición, en el Mapocho fueron
agrupados siguiendo el principio de la tripartición. Resulta
bastante evidente que, con el apoyo y la colaboración
de la comunidad local, el Tawantinsuyu pudo controlar
el estratégico acceso norte de la cuenca del Mapocho.
En este sentido, la estrategia seguida por el conquistador Pedro de Valdivia y sus soldados fue bastante
distinta. La convivencia pacíica con los habitantes del
Mapocho-Maipo duró muy poco y al cabo de unos meses
los enfrentamientos se hicieron cada vez más intensos
(León 1991). Valdivia, consciente de la importancia de
mantener el control de la población local, de las vías de
comunicación marítima y terrestre con el Perú y del acceso
a recursos naturales valiosos como el oro de Tiltil, la cal
de Tentencura y los bosques aledaños, se autoasignó el
territorio comprendido entre el cerro de Galaz por el
sur y el río Aconcagua por el norte, y desde el Qhapaq
Ñan por el oriente hasta las tierras bajas cercanas al
océano por el poniente, lo que incluyó a sus habitantes
que, en la práctica y pese a la legislación protectora
emanada de la Corona a favor de los indígenas, pasaron
a ser esclavos. Constituyó así una unidad económica
que se conoció como la “Estancia del Gobernador”. En
su interior se impuso una férrea disciplina conforme
a la cual, por ejemplo, “se le cortó un pie” al cacique
principal del valle de Lampa por quererse rebelar (ra
vol. 1978, pieza 1ª). Controlada la región hacia 1552,
161
cedió sus tierras a terceros, partiendo por la mitad el
valle de Lampa con la mitad de sus indios, que fueron
entregados el 14 de noviembre de 1552. Posteriormente,
el Cabildo de Santiago continuó otorgando estas tierras
a beneméritos del Reino, para estancia de su ganado.
Un proceso distinto siguieron las bien irrigadas
tierras de Conchalí, Huechuraba, Renca y Quilicura,
las cuales, presumiblemente en virtud de la creencia
de ser incaicas, fueron tempranamente otorgadas en
merced de chacra a los vecinos europeos de la ciudad
de Santiago para vivienda y cultivo, proceso similar al
resto de las tierras dadas en chacra de otros sectores de
la cuenca de los ríos Maipo-Mapocho.
Los mapas en referencia conirmaron la importancia
estratégica de esta área, representada por su conectividad
con los territorios de más al norte, donde los senderos
fueron indispensables para la supervivencia de los
habitantes de los valles de Mapocho-Maipo, tanto en
tiempos prehispánicos tardíos como durante el proceso
de conquista europea. De las cinco rutas viales en uso
durante el siglo xvi y principios del siguiente, dos tuvieron
origen incaico, y de las tres restantes, al menos una es
mencionada como de origen indígena local.
NOTAS
1
Estos trabajos se hicieron en el marco del proyecto “Articulaciones entre instalaciones arquitectónicas, red hidráulica,
caminos estatales y paisaje ritualizado en los valles de MapochoMaipo durante el período Tawantinsuyu”, patrocinado por el
Museo Nacional de Historia Natural y inanciado por fondecyt
1140043/2014-2016.
2
Se realizaron diez salidas a terreno los meses de junio y julio de 2014, en las cuales participaron los autores de este artículo
más el arqueólogo José Berenguer.
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crónicas coloniales. Haucaypata 3 (8): 123-130. Lima.
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Presentación
Qhapaq Ñan I, Taller Internacional en torno
al Sistema Vial Inkaico (Segunda Parte)
El número 2 del volumen 22 del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, presenta los
nueve artículos inales seleccionados y evaluados correspondientes a las actas del Qhapaq Ñan
I, Taller Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico. Este segundo grupo de trabajos testimonia
la variedad de las propuestas expuestas en la reunión desarollada a ines de marzo de 2015
en San Pedro de Atacama, Chile. Sumados a los ocho artículos precedentes del número 1, completa un total de 18 escritos –considerando entre ellos el homenaje dedicado al Dr. J. Roberto
Bárcena–, que dan cuenta de un quehacer investigativo inédito sobre el repertorio vial del Inka,
efectuado exclusivamente por investigadores sudamericanos de Perú, Bolivia, Argentina y Chile.1
Se encuentran en este número las propuestas metodológicas de Alfredo Bar, en relación a la
sectorización y nomenclatura del Qhapaq Ñan como una herramienta de estandarización del
registro caminero de campo. Luego, Joseph Bernabé resume las características de la red vial
inka en la Pampa de Lampas, al sur del Callejón de Huaylas, en el Departamento de Ancash,
detallando un camino formalizado de 28 m de ancho, los asentamientos implementados y el
papel jugado por el camino en las interacciones sociopolíticas y económicas, como también en el
ámbito ceremonial. A continuación, Guido Casaverde plantea la importancia del reconocimiento
de una serie de aspectos viales y de la geografía que posibilitan discutir sobre la movilidad y
la cronología relativa de los caminos, tomando como ejemplo el derrotero del Pariacaca, en
el distrito de Tanta, Departamento de Lima. Estos tres primeros trabajos se han generado en el
marco del Proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura de Perú, y prueban el compromiso
efectivo del Estado Peruano con un bien patrimonial único, situación que hasta el momento
no es replicada en el resto de los otros paises sudamericanos con evidencias viales inkaicas.
En un territorio argentino emblemático para los estudios prehispánicos del Noreste Argentino,
como es la Quebrada de Humahuaca, Pablo Ochoa y Clarisa Otero exponen las características y la variabilidad arquitectónica del sistema vial inkaico en el sector central de dicha
quebrada, que expresa para los autores las conexiones del camino con determinados sitios,
pero que también integra la gravitación simbólica del paisaje en la organización del espacio.
Desde Bolivia, Walter Sánchez reune antecedentes documentales para reconstruir la entrada
de Francisco de Hinojosa en el siglo
XVI
a la “Montaña de los Moxos”, en Cochabamba.
1 El Dr. Eduardo Almeida de Ecuador, por un compromiso institucional, publicó su ponencia del taller en una revista
del ese país, mientras que los colegas de Colombia, no enviaron las rectiicaciones a su artículo original.
8
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Estudia las posibles rutas de ingreso de los españoles en época colonial, buscando deinir la
existencia de las poblaciones locales que habitaban dicha región y precisar las distinciones
entre las rutas que emplearon los españoles y los caminos locales, que al parecer no fueron
utilizados por los europeos.
Dos trabajos de Chile, uno de Iván Muñoz sobre las especiicaciones del Qhapaq Ñan en
la precordillera de Arica, que apunta a reconocer al papel trascendente de la ruta inka para
deinir el poblamiento tardío, basado en una ruta preexistente, y otro de Cecilia Sanhueza, que
profundiza en el tema de las probables signiicaciones de los hitos camineros de la región de
Antofagasta, representan aportes al entendimiento del camino y sus relaciones con las poblaciones locales en el primer caso, y en cómo los inkas emplearon las saywas en la ordenación
simbólica y efectiva de un amplio espacio del desierto de Atacama, en el segundo caso.
Roberto Bárcena propone que la quebrada del arroyo Peña Negra y el paso de La Ollita, constituyeron uno de los focos de mayor transitabilidad desde épocas prehispánicas, inkaicas, coloniales
y posteriores. De igual forma, con su investigación desestima el planteamiento historiográico
clásico de la utilización del paso San Francisco por parte de Diego de Almagro y su hueste.
Cierra este número Sergio Martin, también con un artículo dedicado a un espacio riojano.
Postula que las particulares evidencias arqueológicas inkas de la Sierra de Famatina, tales
como algunas singularidades del camino, ushnus y plataformas ceremoniales, junto a otros
sitios identiicados, representan en conjunto manifestaciones ideológicas que caracterizan este
territorio ubicado al sur del Collasuyu, como una wak’a interregional.
Estas contribuciones, siguiendo a las presentadas en el número anterior, destacan la vitalidad
análitica, teórica e interpretativa de la temática vial inkaica, que ha logrado trascender las aproximaciones etnohistóricas que marcaron inicialmente la problemática en el siglo XX. Asimismo,
van más allá de las indispensables aunque básicas descripciones del camino, implementando
estudios macro y micromorfológicos, y una vision sistémica que integra los distintos componentes de una determinada ocupación inkaica, con una ineludible articulación simétrica con el
paisaje, inquiriendo, igualmente, en las probables signiicaciones del sistema caminero inka.
De esta forma, las ponencias, las discusiones y las actas publicadas del Qhapaq Ñan I, Taller
Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico, han permitido conigurar arqueológicamente
un primer acercamiento colectivo hacia la relevancia económica, política, social y ceremonial
del caminar en los Andes durante el Tawantinsuyu. Sin embargo, también han posibilitado
comprender que las rutas y las vías de comunicación fueron consustanciales al desarrollo de
las sociedades andinas y su memoria colectiva a lo largo del tiempo, cumpliendo, además,
un rol trascendente en la actualidad.
José Berenguer; Carlos González, Cecilia Sanhueza & Christian Vitry
El gran camino Inka: construyendo un Imperio. Una
exhibición sobre el Qhapaq Ñan en el Museo Nacional
del Indígena Americano, Smithsonian Institution
RAMIRO MATOSA
El comité organizador del “Taller Internacional Qhapaq Ñan I”, realizado en Atacama,
Chile, tuvo la gentileza de invitarme para hablar sobre la exhibición que el Museo Nacional
del Indígena Americano, de la Smithsonian Institution, estuvo preparando en aquel entonces
sobre el sistema vial inka. La exhibición, de carácter bilingüe, se tituló: “The great Inka Road.
Engineering an empire” (“El Gran Camino Inka: construyendo un imperio”) y fue inaugurada
el 26 de junio de 2015 en el ediicio principal del museo, ubicado en Washington, D.C. Con
la muestra, Smithsonian se adhiere al homenaje que la sociedad contemporánea tributa a la
monumental obra inka, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la
UNESCO
en su
reunión anual realizada el 21 de junio de 2014 en Qatar.1 Las seis repúblicas de la region
andina que tienen el privilegio de heredar este hermoso legado son: Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia, Chile y Argentina.
La exhibición coincidió con el 1er aniversario de la declaración del Qhapaq Ñan como Patrimonio de la Humanidad. Las embajadas de los seis países acreditados ante la Organización
de Estados Americanos (OEA) y los directivos de Smithsonian se unieron para honrar el legado
inka. Como parte del programa inaugural, se organizó una mesa redonda en la
OEA
con
ponentes de los países andinos y un simposio de dos días en el museo con participación de
expertos en el tema. Tanto el embajador de la Misión Permanente del Perú ante la
OEA,
Dr.
Juan Jiménez Mayor, como el subsecretario para Historia, Arte y Cultura del Smithsonian, Dr.
Richard Kurin, destacaron el valor histórico, cultural, social y político del Qhapaq Ñan.
Los inkas organizaron un imperio original, inédito, andino, diferente a los conocidos en la
historia universal, el más extenso y complejo del Nuevo Mundo. Lo llamaron Tawantinsuyu,
“territorio de los cuatro suyu unidos”. Para airmar la expansión y dominio de los territorios
conquistados, habilitaron una estratégica red vial dedicada a cohesionar y facilitar funciones
administrativas del Estado. Aprovecharon los caminos pre-existentes, construyeron otros nuevos
y organizaron el sistema vial de mayor longitud y eicacia en la América precolombina. Se
estima que la longitud de esta red era de unos 40.000 km. Fue la infraestructura más completa, rápida y eiciente para el transporte, comunicaciones e interacción en América durante el
A
Ramiro Matos, curador para América Latina y curador de la Exposición, Smithsonian Institute, email: matosr@si.edu
10
siglo
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
XV.
Por su monumentalidad y magniicencia, el Camino Inka fue ya comparado por los
españoles en el siglo
XVI
con el romano, porque no existía un sistema similar en Europa más
que los residuos del camino romano. El camino andino fue llamado Qhapaq Ñan, que en
la lengua quechua y puquina quiere decir “Camino del Señor”. Ñan es quechua y signiica
“camino”, mientras qhapaq es lengua puquina y denota “señor”. El estudio pionero de John
Hyslop (1984), que incluye un mapa sobre el sistema vial inka, tantas veces reproducido en los
ensayos dedicados al tema, ha sido un libro-guía. Para la exhibición, los colegas de los seis
países que trabajaron bajo la coordinación de
UNESCO,
tuvieron la generosidad de compartir
sus datos con nosotros, con los cuales preparamos un mapa reactualizado (ig.1).
El territorio inka se extendía hasta donde llegaba el Qhapaq Ñan. Este fue un símbolo del
Estado, habilitado para el control político; al mismo tiempo que un agente civilizador, responsable de la difusión de tecnologías, creencias, costumbres, lengua, música y danzas. El
proceso civilizador ha dejado profundas huellas que hoy vemos en las sociedades campesinas. Además, su dimensión subcontinental no solamente ha permitido desarrollar un gran
imperio en los Andes, sino también sostener por más de cuatrocientos años la administración
colonial y mantenerse vigente al servicio de las comunidades campesinas contemporáneas
(Castro 2004: 41). El Qhapaq Ñan ha jugado un rol importante en la historia andina, nunca
ha perdido su misión integradora y articuladora, tanto en el tiempo uniendo el presente con
el pasado, como en el espacio vinculando las poblaciones y ecologías. Esa fuerza histórica
y cultural del Qhapaq Ñan ha sido el pivote estimulante en la preparación de la exhibición.
La tarea de organizar la exhibición fue grande y compleja, haciéndose eco de la naturaleza
de la infraestructura vial. En este sentido, sabemos que el Qhapaq Ñan gozó de gran protagonismo en el Estado Inka, y ello se quiso reproducir en la sala de exhibición. Tratamos
de entender el antiguo camino en sus diversas expresiones, signiicados y simbolismos, para
lo cual acudimos al registro arqueológico, al testimonio de los usuarios quechuas y aimaras
contemporáneos y a la información histórica. Apelando a la moderna tecnología electrónica,
preparamos maquetas virtuales, interactivos mecánicos y pantallas informativas. Con esos
auxiliares electrónicos, pretendimos llevar a los visitantes por viajes imaginarios por las cuatro
regiones o suyus, los diversos pisos ecológicos y la pintoresca y agresiva geografía andina;
asimismo, a través del sistema de transporte exploramos algunas facetas de la historia inka, la
estructura del Estado y el vasto territorio del Tawantinsuyu. Se mostró al camino como agente
integrador de geografías y poblaciones, al unir la costa con la sierra y la selva, y al articular
los valles con los altiplanos en una relación de verticalidad.
¿QUÉ FUE EL QHAPAQ ÑAN?
El sistema vial inka es el monumento más grande en la arqueología americana, una obra de
ingeniería de grandes proporciones de la América preindustrial. Los segmentos del camino que
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
11
SIMBOLOGÍA
Camino principal
Camino secundario
PLAZA
HAUKAYPATA
(Cusco)
0
10 Km
Figura 1. Mapa actualizado del sistema vial inkaico. Figure 1. Updated map of Inka Road system.
resistieron al tiempo siguen impresionando al visitante por su monumentalidad, la tecnología
constructiva y el peril que muestra sobre el paisaje andino. Observado panorámicamente, luce
imponente, invitando a relexionar sobre las estrategias para dominar una de las geografías
más complejas del planeta sin el auxilio de soisticados instrumentos. El camino atraviesa
desiertos costeros y la cadena montañosa de los Andes, uniendo la cuenca del Pacíico con
la alta Amazonía y los Andes septentrionales con los meridionales (Hyslop 1984). De esta
manera, ha articulado la gran diversidad de ecologías del territorio andino, así como la diversidad de poblaciones asentadas sobre él, ayudando a la formación de la tradición en la
cultura andina. Estratégicamente, esta red vial permitió integrar la diversidad de ecologías y
grupos étnicos a una administración centralizada.
En poco tiempo, los inkas construyeron un poderoso imperio, similar a cualquier otro de su
época, con gobierno centralizado en la capital, el Cusco, y una gran red de caminos que le
12
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
permitía articular luidamente con los gobiernos provinciales. La estructura del Estado estaba
apoyada por instituciones administrativas y una burocracia jerarquizada expandida por todo
el territorio. El imperio tenía una iglesia bien organizada, ejército, centros de enseñanza,
etc., sobre cuyas instituciones el profesor John Murra destacaba “dentro de los modelos occidentales es difícilmente inteligible, imaginar un estado imperial sin mercado, sin moneda, sin
transacciones comerciales basadas en oferta y demanda como los mercados occidentales, sin
escritura convencional” (Murra 1975: 207).
El Estado Inka no tenía un régimen tributario en bienes o moneda, pero disponía del servicio
obligatorio llamado mit’a, una forma de tributo en trabajo, mediante el cual el Estado recibía trabajadores especializados que se desplazaban por todo el imperio para cumplir con
su servicio. El trabajo se organizaba de acuerdo a la agenda político-administrativa y con
atención al calendario agrícola. Se dice que el Inka salía en campaña después de las cosechas y volvía para la siembra. El trabajo público se ejecutaba durante los meses de sequía
y solo los especialistas entrenados para un oicio permanecían todo el año en su taller. Estos
profesionales llamados kamayuq estaban exceptuados del servicio de mit’a. Guaman Poma
(1980 [1615]) describe como quiro camayoq al carpintero, rumita chicoc al picapedrero,
pirca camayoc al albañil, etc.
El Estado planiicaba las obras tomando en cuenta las necesidades y los especialistas a disposición. Una de las obras prioritarias habría sido la construcción y mantenimiento del Qhapaq
Ñan. Es obvio, la red vial debía estar en perfectas condiciones para atender las funciones
del Estado. El camino no solamente unía los centros administrativos, de redistribución y de
almacenaje, sino también los campos agrícolas, plantaciones de coca, reservas de guano,
yacimientos mineros, centros de producción y muchos otros más (Murra 1975: 23).
Durante el gobierno inka, el servicio de mit’a aseguraba que la materia prima, como la lana
de camélidos de la puna, el guano en la costa, madera de la selva, etc., llegara a tiempo y en
cantidades suicientes a los centros de producción, las cosechas a los centros de almacenaje,
las colcas y lugares de redistribución. La energía que los mitayos entregaban al Estado era
también una forma de interacción social llamado ayni o reciprocidad. Se trataba de prestaciones recíprocas de servicios. El poder político en los Andes se basaba en la redistribución,
una acción avanzada en la interacción humana, un nivel amplio y genérico de reciprocidad
(Murra 1975, 2002; Pease 2004). El poder inka se materializaba en la fuerza del ayni como
prestación de servicios, movilizando miles de trabajadores por todo el territorio para cumplir
con la mit’a y lealtad.
Los caminos cumplían funciones culturales, sociales y cosmológicas, conectando lugares y
gente. Estos no se desplazan al azar, sus trazos y construcciones no son casualidades, pues
obedecen a criterios estratégicamente planiicados desde la sociedad. El sistema de caminos
constituye el “nervio motor” en la actividad cotidiana de los pueblos, enraizando sus costum-
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
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bres y la rutina diaria. Para cientos de comunidades indígenas asentadas en los Andes, acaso
los mismos caminos preinkaicos siguen sirviendo ahora como antes, con la misma vitalidad,
“llevando” gente y bienes de un lado a otro. Metafóricamente hablando, el camino es la hebra
de un tejido que entrelaza un pueblo con los otros (Erickson 2000). En ese universo, para las
comunidades indígenas de antes y de ahora, el camino es parte de su cosmología, tiene vida
y espíritu, convive con la gente. Esta fuerza real del Camino Inka es lo que se trata de mostrar
en la exhibición. La historia oral ha sido elocuente para entender la vitalidad del Qhapaq ñan
a través del tiempo, aunque no siempre es fácil ilustrarla en una sala.
ORGANIZACIÓN DE LA EXHIBICIÓN
El diorama está organizado en once secciones. Tratamos de mostrar el sistema vial andino
desde las perspectivas sincrónica y diacrónica. El visitante debe conocer que la red de caminos en los Andes no es solamente obra inka. Tratamos de ofrecer información suiciente para
identiicar a los inkas en el tiempo y espacio, así como la historia del camino como parte de la
historia de la civilización andina. Presentamos el sistema vial como parte del proceso histórico
cultural. En la cronología de las culturas preoccidentales, los inkas están presentes en un corto
período: 1400-1532
DC.
Después del episodio de Cajamarca y la muerte de Atahualpa, el
Tawantinsuyu fue destruido, el camino perdió su status político, mas no su religiosidad, ni sus
funciones para el transporte, comunicación e interacción.
Consistente con la metodología y los principios que impulsa el
NMAI,
tratamos de destacar la
información etnográica y la historia oral que cuentan los líderes nativos quechua y aimara,
usuarios contemporáneos del camino. En tal sentido, entendemos el Qhapaq Ñan desde una
perspectiva etnoarqueológica. En líneas siguientes explicamos el contenido por secciones.
Introducción
Muestra fotos del paisaje andino y unas palabras del Secretario del Smithsonian, Dr. Wayne
Clough, como introducción y mensaje. Clough compara el costo de una autopista moderna
de los Estados Unidos con lo que habría costado la habilitación del Camino Inka. Un lyover
muestra la red de caminos desde el aire.
Los ancestros
Presenta cuatro emblemáticas culturas pre-Inkas: Chavín (primer milenio AC); Tiwanaku, con su
centro de poder a orillas del Lago Titicaca; Wari en Ayacucho, sierra central del Perú; y Chimú,
en la costa norte del Perú, cuya capital Chan Chan fue la ciudad más grande del hemisferio
occidental en su momento (siglos
XII-XIV).
Las tres primeras culturas vivieron una expansión pa-
nandina, mientras que la Chimú hizo lo propio por los valles de la costa norte peruana, con
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
asentamiento y templos en diversos lugares. Estos movimientos implicaron la obvia existencia
de caminos, sobre algunos de los cuales los inkas construyeron otros mejores. Mencionamos
también a los antecesores inmediatos de los inkas en Cusco: Killke y Ayarmaca.
Mitos de origen
De los dos mitos más conocidos sobre el origen de los inkas, escogimos el de la pareja de
esposos-hermanos: Manco Capac y Mama Ocllo, que salieron del lago Titicaca, enviados en
peregrinaje por el padre Inti (Sol), con la misión de fundar una ciudad sagrada y civilizar a
las gentes. Manco es el primer Sapa Inka en la dinastía de trece. Durante el viaje de Titicaca
a Acapana (nombre del valle de Cusco antes de los inkas) habilitó el primer camino. Una
pantalla con dibujos animados narra el mito en la voz de una niña ecuatoriana.
Cusco
Chawpi o Centro. Cusco fue fundado a comienzos del siglo
XVI
por Manco Capac, en medio
de un valle fértil (Urton 2004). El noveno monarca, Pachacutec Inka (1438-1471), después
de triunfar sobre los chankas, transformó la ciudad imponiendo un nuevo orden, físico, social
y cosmológico. La ciudad tiene la forma de un puma, con el peril del cuerpo delineado por
los ríos Tullumayu y Saphy, la cabeza en Saqsaywaman, la panza es la plaza Hawkaypata,
el chawpi o centro de la ciudad, y la cola formada por la unión de los dos ríos, llamado
Pumachupan (cola de puma) (Betanzos 1968 [1551]: cap. XVII). La residencia de las panacas
(familias reales) se encontraba dentro de la silueta del puma. La ciudad estuvo dividida en dos
secciones: Hanan Cusco (Cusco de arriba) y (L/R) Hurin Cusco (Cusco de abajo). La división
tenía siginiicado físico, ideológico y social. Los primeros cinco Inkas pertenecían a (L/R) Hurin
Cusco y los siguientes a Hanan. El eje imaginario este-oeste cruzaba por el Hawkaypata, el
cual estaba cortado por otro de norte a sur, dando inicio a la formación de los cuatro cuadrantes del Tawantinsuyu, el territorio de “cuatro regiones unidas”. La plaza era el chawpinpa
chawpin (centro del centro). Los dos suyus: Chinchaysuyu y Antisuyu correspondían al hanan y
los otros: Collasuyu y Contisuyu al (L/R) hurin. El relevamiento isométrico y el 3D de la ciudad
inka fueron hechos por Ricardo Mar y Alejandro Beltrán (Alfaro et al. 2014).
Cusco fue la capital del Tawantinsuyu, el centro de poder y de gobierno inka, el chawpi del
universo inka, popularmente llamado “ombligo del mundo”. Como cualquier capital de imperio,
Cusco fue construido para la administración del Estado, la burocracia administrativa, clero,
ejército y servicios públicos. Susan Ramírez (2005) menciona que bajo el Estado Inka, Cusco
denotaba al Inka, así como el Inka denotaba al Cusco, uno era el chawpi físico, espacio ijo,
y el otro el chawpi movible. La persona del Inka encarnaba el chawpi.
De cada cuadrante de la plaza Hawkaypata salían tres calles, las cuales se juntaban al llegar
a la puerta de salida del valle. En cada salida había una “puerta” con gran visibilidad y
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
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signiicado político-religioso. La que conduce al Chinchaysuyu se llama Titi Tica, la cual fue
transformada en la Colonia, construyendo arcos sobre los muros inkas. Por ser la vía que conduce a Lima, el sitio conserva sus funciones hasta la actualidad, es un lugar de despedida y
bienvenida a la vez. La puerta que conduce al Collasuyu se llama Rumicolca, está conservada;
la que sale a Antisuyu es Yuncaypata, en referencia a la selva (yunca/yunga signiica "selva
alta"). La puerta que conduce al Contisuyu prácticamente ha desaparecido.
En Cusco había otros caminos religiosos llamados ceques, los cuales salían del templo Qoricancha. Hubo 41 ceques organizados en grupos de tres (tríade). Los tres suyus mayores:
Chinchaysuyu, Antisuyu y Collasuyu, tenían 9 ceques, mientras que el pequeño, Contisuyu,
contaba con 14. La organización tripartita funcionaba también como principio organizador,
generacional y social. Collana es el principal, más antiguo, y Cayao el lado opuesto, quedando Payao como intermedio. Los autores también sugieren que la organización de los ceques
tenía funciones calendáricas, con indicación de jerarquías generacionales (Bauer 2000: 40;
Zuidema 2010: 759).
Alrededor de la plaza Hawkaypa se encontraban los recintos públicos, palacios como la Cassana, atribuido como residencias de Pachacutic (Garcilaso) y Huayna Capac (Pedro Pizarro),
Qora Qora (Tupac Inka Yupanqui), dos kallankas o“galpones” para reuniones públicas, un
ediicio en forma de cubo llamado Sunturhuasi. Luego continuaban otros aposentos como el
Acllawasi, Amarukancha, Kusicancha y muchos otros (Farrington 2013), agrupados en doce
barrios descritos por Garcilaso (Rostworowski 2009: 74). Las residencias estaban organizadas
en torno a un patio cuadrangular, rodeado de recintos, por lo que se les llamaba kancha. La
ciudad estaba ordenada en parcialidades reales y no reales. Los cronistas de la Colonia nos
han dejado profusa información histórica sobre Cusco.
La plaza tenía dos secciones: el Hawkaypata (andén de iestas) y el Kusipata (andén de alegría).
En medio de la plaza había una fuente de agua, donde se bañaba el dios Illapa o Trueno,
considerado hermano de Pachacutic. Destacaba el ushnu, un altar piramidal dedicado a Inti,
sobre el cual había una wanka o piedra cilíndrica. El sol de los inka tenía forma humana. El
suelo de la plaza estuvo cubierto con arena llevada del mar, sobre la cual “plantaron” vasos
de oro y plata, estatuillas de alpaca, llama, felino y hombres, esculturas de piedra, oro, plata
y mullu, algunos de tamaño natural.
Para ingresar a Cusco había que cumplir con un ritual y pedir permiso para transitar sobre su
suelo. En la exhibición presentamos a Demetrio Roca Wallparimachi, de 94 años, rezando
en quechua antes de ingresar a Cusco, ritual que repite desde su infancia, cuando llegó
por primera vez con su madre en 1928. Zuidema cuenta que cuando llegó por primera
vez a Cusco en 1960, sus compañeros de viaje le obligaron bajar del vehículo para orar
y cumplir con el ritual.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Para una mejor visualización del Cusco, se ha montado una maqueta electrónica con varios
accesos pulsando señales. El visitante puede ver, escuchar la narración y tener una mejor
experiencia sobre detalles de los recintos emblemáticos, como el templo Qoricancha, el centro
administrativo de Kusicancha, Saqsaywaman, Hawkaypata, residencias, etc. La maqueta es
ampliada con isométricos en 3D, los cuales muestran la división Hanan (arriba) y (L/R) Hurin
(abajo), la isonomía original de la ciudad, con residencias construidas sobre andenes y el
plano de la ciudad con terrazas que se suceden desde el fondo del valle llamado Angostura
hasta Saqsaywaman, sobre las cuales ediicaron los grandes aposentos o kanchas. Algunos
de esos andenes todavía son visibles, otros quedan en la memoria de los ancianos que los
recuerdan. Con la introducción de la rueda, primero con las carrozas de la Colonia, luego
los vehículos motorizados, los andenes fueron aplanados, quedando muy pocos in situ. Con
los testimonios recogidos, podemos airmar que Cusco fue transformada dramáticamente en
los últimos 70-80 años. Los ancianos recuerdan con nostalgia los andenes, calles y casas
inkas. Fue interesante hacer etnografía en la ciudad y escuchar las historias orales. Fuera
del área ocupada por la silueta del puma, en la periferia, se encontraban las viviendas de
los mit’ayoq, jornaleros que acudían a Cusco para cumplir con su obligación de tributo y
de las guarniciones militares.
En esta sección mostramos objetos originales inkas, en oro, plata, aríbalos, quipus, mullu
(Spondylus princeps), una hermosa túnica con decoración de tukapu de la colección de Dumbarton Oaks y otros objetos imperiales.
Para el valle del Cusco, la exhibición se ha beneiciado con la investigación de Donato Amado
sobre caminos sagrados y seculares. En este trabajo, Amado incluso ha podido identiicar
al autor de alguno de los caminos, como por ejemplo el “camino viejo del Inka”, atribuido a
Pachacutic, así como los caminos que fueron marcadores de dos suyus, etc. (ig. 2).
Rostworowski (2009: 89) ofrece otro dato para Pachacamac, señalando que “existían cinco
caminos que cruzaban Pachacamac de norte a sur, los cuales correspondían a diferentes
grupos de pobladores según sus oicios: sabemos que el quinto correspondía a los chasquis,
mensajeros incaicos, portadores de noticias, era el camino que bordeaba el mar. El cuarto
correspondía a los pescadores, servía para el trajín del pescado. Se desconocen las funciones
especiales de las otras rutas”. Citando a Gutiérrez de Santa Clara, Rostworowski (2009) señala
que en Collasuyu había tres caminos, el del medio era para uso del Inka. En la actualidad se
reconoce en la cuenca del Titicaca dos ramales del camino: Uma y Urqo.
Expansión y conquistas
De los trece Inkas de la dinastía, los cinco primeros son considerados mitológicos y los demás
históricos. De estos últimos, solo tres fueron conquistadores, que expandieron el territorio del
Tawantinsuyu hasta la extensión que conocemos, Pasto en Colombia por el norte, río Maule
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
COLOMBIA
ECUADOR
PERÚ
BOLIVIA
CHILE
ARGENTINA
SIMBOLOGÍA
Caminos del Tahuantinsuyu
Tahuantinsuyu
Límites internacionales
Figura 2. Mapa con los caminos del Tahuantinsuyu. Figure 2. Map of Tahuantinsuyu roads.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
en Chile por el sur, la ceja de montaña por el oriente y el Océano Pacíico por el occidente.
Los Inkas guerreros fueron Pachacutec, Tupac Inka Yupanqui y Huayna Capac.
Exploramos los objetivos de la expansión y conquista inka, particularmente la misión religiosa,
la difusión del culto al Inti, la construcción de ushnus por todo el Tawantinsuyu y los peregrinajes, algunos de ellos vigente en la actualidad, como el caso de Qoyllurit’i en Cusco. Así
mismo se menciona, como objetos de la expansión, el acceso y apropiación de las tierras de
cultivo y pastoreo, agregando nuevas haciendas al Estado y la iglesia, la explotación de los
recursos mineros, el oro, la plata, cobre, salineras, así como las plantaciones de coca, plantas
medicinales, el mullu en la costa de Guayaquil, mopa mopa en Putumayo, Colombia, etc. Por
supuesto, el recurso más importante fue el acceso a la mano de obra, enrolando a los expertos
para llevarlos al Cusco como instructores en los centros de entrenamiento y producción, y los
demás, jefes de familias censados en cada comunidad, para cumplir con el servicio de mit’a.
Pachacutec, “transformador del mundo”, fue el Inka visionario: reordenó el Cusco y expandió
el territorio del Imperio hasta Conchucos y Cajamarca. Impulsó la agricultura en la región de
Chinchaysuyu hasta los reinos altiplánicos del Collasuyu, donde fomentó también la ganadería
y buscó el acceso a los recursos mineros. Tupac Inka Yupanqui continuó con las campañas
iniciadas por su padre y llegó a conquistar a los cañares, los caranques, los mantas y los
huancavilcas, asediando también al reino Chimor, el señorío Ishma o Pachacamac y el reino de
Chincha con su templo Chinchaycamac (estos últimos sometidos mediante la diplomacia). Por
el Qollasuyu consolidó el dominio sobre los reinos aimaras y continuó hacia la región diaguita
hasta el río Maule. Por la sierra avanzó a Cochabamba en Bolivia, Juyuy, la Quebrada de
Humahuaca, y luego hasta las provincias modernas de Mendoza y Córdoba en Argentina. En
esos territorios se beneició de las minas de oro, plata, cobre y plomo. El período de Huayna
Capac se caracterizó por las rebeliones, varias nacionalidades descontentas con el gobierno
del Cusco se sublevaron. El Inka se dedicó a paciicar a los grupos alzados, por lo cual sus
conquistas agregaron escasos territorios al imperio. Murió en Quito poco tiempo después,
afectado por la viruela (ig. 3).
Durante el gobierno inka se crearon talleres exclusivos para producir objetos para el Estado y
la iglesia. Se trataba de bienes dedicados al uso y servicio del Inka, las panacas, el sacerdocio, los templos y espacios sagrados. Fabricaron objetos estandarizados con el mismo patrón
decorativo y forma. Unos fueron producidos en Cusco y otros en provincias. A los primeros se
les conoce como estilo inka imperial y los segundos como estilo inka provincial. Estos últimos
no dejan de expresar la tradición de su cultura ancestral propia. En tal sentido, en la cultura
material inka son muy conocidas la cerámica, tejidos kumpi, objetos en oro y plata repujado,
estatuillas en cerámica, oro, plata y cobre, los cuales repiten el mismo peril de cuerpo, cara,
tratamiento, tanto en eigie de animales como humanos. El patrón de diseño decorativo y la
manufactura se reproduce como si fuera fábrica de símbolos oiciales.
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
COLOMBIA
ECUADOR
PERÚ
BOLIVIA
ARGENTINA
CHILE
SIMBOLOGÍA
Pachacuti (1438-1471)
Túpac Inka (1471-1493)
Huayna Capac (1493-1527)
Límites internacionales
Figura 3. Mapa de las conquistas inkas. Figure 3. Map of Inka conquests.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
El Estado administraba grandes y óptimos centros de producción en Cusco y en las cabeceras
de provincias, donde funcionaban talleres con experimentados maestros y trabajadores, así
como las acllawasi, lugares donde vivían las mujeres escogidas, dedicadas exclusivamente
a producir inos tejidos kumpi y otros objetos para el Inka y su familia, el sacerdocio y los
templos. En esos talleres obviamente producían objetos de alta calidad, repitiendo el mismo
patrón regulado por la administración. Esos objetos eran transportados por el Qhapaq Ñan
de un lado a otro, de Cusco a las provincias, generalmente como donaciones a los señores
étnicos y para ofrendas a las divinidades locales.
Mientras era notable la producción estandarizada de objetos muebles, no ocurría lo mismo
con la ediicación de nuevos asentamientos. La planiicación y construcción de las nuevas
instalaciones, aunque respondían a un “urbanismo obligado”, como señalaron Morris y von
Hagen (1993) y Hyslop (1990), no repetían el modelo de Cusco, aunque se preocuparon por
construir los ediicios emblemáticos del Estado, como la kallanka, el acllawasi, las colcas, la
plaza, el ushnu, etc., sin copiar necesariamente el plano de la ciudad prototipo. Más bien, el
registro arqueológico revela que las nuevas instalaciones se adecuaban a la topografía del
suelo y la magnitud de la provincia. Tienen la apariencia de Cusco, pero ninguno es copia o
igual a la ciudad capital. Hyslop (1990), durante su recorrido por las provincias de Tawantinsuyu se dio cuenta de este hecho, señalando que no existen dos asentamientos inkas iguales.
Durante nuestro recorrido por los cuatro suyus, nos dimos cuenta de otro detalle importante,
el cual dejamos para futuras investigaciones. La construcción con sillar labrado, de estilo Cusqueño, fue difundido hacia el Chinchaysuyu, mientras que está casi ausente en el Collasuyu.
Existen ediicios de sillar en lugares remotos como Caranque, San Agustín de Cayos, hasta
Rumichaca en Ecuador, el cual es débil o ausente en Collasuyu a pesar de tener la tradición
de Tiwanaku. En Antisuyu hay algunos ejemplos en Vilcabamba y Chachapoyas, mientras
que en Contisuyu su presencia es muy débil. Otro caso que merece estudiarse es la práctica
de la capaqucha, los entierros de ofrendas humanas en altas montañas, los cuales al parecer
son más frecuentes en Collasuyu y Contisuyu y están casi ausentes en el Chinchaysuyu, con
excepción del hallazgo de una capaqucha en la isla de Puná, frente en la costa de Guayas.
Al respecto, no hemos encontrado noticias sobre el Antisuyu.
LOS CUATRO SUYUS DEL TAWANTINSUYU
El diorama incluye los cuatros suyus del Tawantinsuyu individualizados. El objetivo es mostrar las
características geográicas, económicas, culturales y sociales de cada suyu, en tanto que ellos
tienen sus propias particularidades, ninguno es igual al otro. Además, consideramos necesario
que el visitante entienda que los cuatro suyus no están identiicados literalmente con los cuatro
puntos cardinales, como ocurre en otras culturas indígenas. En los Andes, estos asumen una
connotación mucho más amplia. El Chinchaysuyu es el área septentrional, el Collasuyu es la
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
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meridional, el Antisuyu se identiica como el oriente y el Contisuyu como occidente, cada cual
con potenciales recursos y paisajes particulares.
Aprovechamos estas secciones para mostrar algunos casos de estudio sobre ingeniería inka,
como la tecnología empleada en la construcción de caminos, de puentes, manejo de aguas,
inclusive las estructuras asociadas como tambos, lugares para alojamiento, colcas, centrales de
almacenaje y los trabajos complementarios para la conservación. Presentamos el Qhapaq Ñan
en su contexto, como una infraestructura con servicios, acompañada de facilidades, una ruta
de viaje confortable. La construcción del camino necesariamente conllevaba la ediicación de
servicios para la comodidad del viajero. Los ingenieros inkas previeron estos hechos prácticos,
especialmente para viajes de larga distancia. Por eso, construyeron aposentos para los viajeros
con servicios básicos, como habitaciones para dormir, corral para ganados, cocina, servicio
de agua, etc, a los cuales llamaron qorpawas, una especie de hostal. Igualmente habilitaron
tianas, pascanas o descansaderos, apachetas o lugares de ofrenda, los chaskiwasi, caseta
instalada como posta para el chaski.
El nombre de los hospedajes, qorpawasi, muy pronto después de la invasión española se ha
perdido, posiblemente en parte por su ubicación en la entrada a las instalaciones administrativas
o centro provinciales, como Tarmatambo, Xauxatambo, Limatambo, etc., siendo remplazados
con el nombre general de tambo o tampu.
Quisimos que la exhibición diera cuenta del ingeniero de caminos en acción, con ejemplos concretos en los que soluciona los desafíos impuestos por las diversas topografías. En este aspecto,
los usuarios contemporáneos ofrecen interesantes informaciones. Por ejemplo, hemos observado
que los constructores modernos acuden con frecuencia al sentido común, no siguen una regla
que repiten mecánicamente, que se aplica tanto para el uso de recursos (piedra, madera, ibra,
etc.), como para la experiencia humana. Los habitantes de un lugar conocen mejor que nadie
su medio, están familiarizados con las luctuaciones climáticas, naturaleza del suelo, la textura
de las rocas y piedras, la lora y fauna; sin duda, están habilitados para ejecutar trabajos de
gran envergadura. El puente colgante de Qeswarchaka, por ejemplo, es construido con ichu de
puna, porque tienen este recurso, mientras que en Sarhua, Ayacucho usan la pajpa o cabuya.
Hemos tratado de entender el sistema de caminos en el Tawantinsuyu, en sus diversas características y tecnología, para poder mostrarlo en la exhibición y compartirlo con los visitantes,
pero esto no fue tarea fácil. Intentamos inclusive hacer una tipología de caminos dentro del
sistema del Qhapaq Ñan; la tarea fue muy compleja. La experiencia aprendida fue que así
como no existen dos instalaciones inkas iguales, tampoco hay dos porciones del camino iguales, aunque en ambos casos se repiten ciertos patrones, inclusive determinadas tecnologías,
como el empedrado, uso de marcas como las sayhuas, las apachetas, etc. Hemos apelado a
las pioneras publicaciones de Hyslop (1984) y Vitry (2000), entre muchas otras que describen
el camino e intentan ordenarlos en grupos. Obviamente nos hemos beneiciado con algunos
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
reportes de los colegas que trabajan para el expediente de la
UNESCO,
pero confesamos que
no hemos logrado un didáctico ordenamiento desde el punto de vista de la ingeniería, a pesar
del excelente registro arqueológico existente. La multiplicidad de relieves topográicos, nichos
ecológicos, climas y condiciones del suelo obligaron a los constructores a acudir a soluciones
locales, con respuestas singulares para cada caso, cuidando la armonía y la integridad del
paisaje. Sintetizar el mosaico de hechos y datos que presenta el Qhapaq Ñan para una exhibición es materialmente imposible.
En las áreas agrícolas de los valles de la costa, por ejemplo, el camino es formal, con anchas
avenidas encerradas en muros de tapia a ambos lados, canales de drenaje y cunetas, terraplenes o calzadas con elevación y muchas veces empedrados. Estas avenidas son generalmente
ingresos a grandes asentamientos o ciudades, como Chincha, Pachacamac, Tambo Colorado,
Chan Chan, Puerto Inka, por mencionar solo algunos. Inclusive existen citas tempranas como
la de Cieza (1962 [1553]: 182) quien señala que “el camino costeño era una gran realización, aunque menos difícil de construir que el Camino Inka principal de la sierra”. Los grandes
desiertos no fueron cruzados por el Camino Inka, estos atravesaban cerca de las estribaciones
o por el Chawpiyunga, por donde generalmente existen ojos de agua.
En terrenos con gran humedad, como los altiplanos o zonas humedales, construyeron el rasante en plataforma, una especie de vereda, con suiciente elevación para evitar la humedad
permanente o estacional en el rasante. Estos tramos generalmente son cortos. Tomaron las
previsiones necesarias para las descargas de lluvias y deshielos estacionales. En otros casos
como Cajamarca, Huánuco Pampa y Cusco, empedraron el rasante con grandes adoquines
debido a las condiciones el suelo. Cobo escribe el tramo de Chucuito: “como va el camino
real por la ribera de la laguna de Titicaca, cuando ella crece en tiempo de aguas, añega el
contorno del camino, y solo la calzada queda descubierta y por ella se camina, cubriendo el
agua la tierra por un lado y otro, unas veces medio estado y otras más. Por debajo de estas
calzadas hay sus caños y desaguaderos, con sus portazuelas hechas de grandes lozas, por
donde corre el agua de unas partes a otras sin detenerse ni rebosar” (Cobo 1964 [1653]:
128- 129). Existe otro igual para la pampa de Anta en Cieza (1962 [1553]: 240-241).
Chinchaysuyu
Es la región ubicada al norte de Cusco, ocupada actualmente por las modernas repúblicas
Perú, Ecuador y sur de Colombia. Chinchaysuyu fue “la ruta hacia Chincha o Chinchaycocha”
(Julien 2012). Chincha era un gran señorío, asentado en la costa central peruana, al sur de
Lima. Sus habitantes fueron expertos tejedores y grandes navegantes. Los balseros que se
cruzaron con los españoles frente a la costa de Guayas fueron precisamente los chinchanos.
Aunque Chinchaysuyu fue un territorio con gran variedad de recursos naturales, se destacaba
por ser región agrícola, la cual fue reconocida por los cronistas y el registro arqueológico.
Desarrollaron sistemas de riego en los valles de la costa y de la sierra, construyeron andenes
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
23
y bancales para ampliar las fronteras agrícolas, se preocuparon por conservar el medio ambiente, protegiéndola de la erosión y la desertiicación.
Los cronistas de la Conquista y la Colonia no dejaron de expresar sus sorpresas por la cantidad
de colcas llenas de comida y otros bienes encontrados en el norte, así como por la calidad de
los caminos, comparables con los romanos. Hyslop (1984) ha observado que los viajeros del
siglo XVI evaluaron las características constructivas, secciones pavimentadas, bellas escalinatas
construidas y/o talladas en piedra de los caminos del Chinchaysuyu asociados a tambos y
centros administrativos principales, llamados algunos de ellos Segundos Cuscos.
Chinchaysuyu se extendía hasta el territorio de los Pasto y el Putumayo al sur de Colombia.
En esa región crecia el árbol llamado mopa mopa, cuya resina era utilizada para pintar y
laquear los keros, el cual sigue en uso con el nombre de “barniz de Pasto”. En Putumayo
habitan los Ingas hasta la actualidad, hablan quechua y se identiican como mitimaes inkas y
siguen transitando por el Qhapaq Ñan.
Hemos incluido dos casos de estudio en esta sección: el puente colgante de Qeswarchaka y
la construcción de camino en una zona con fuerte humedad y precipitaciones luviales, como
Machu Picchu, donde el manejo de agua para conservar el camino es importante. Para el
puente Qeswarchaka contamos con el apoyo y los estudios de John Oschendorf, professor del
MIT,
y para Machu Picchu con las meticulosas investigaciones de los esposos Ruth y Kenneth
Wright (Wright et al. 2000).
Antisuyu
Es el suyu o ruta que se desplaza hacia la región anti o ceja de selva, la alta Amazonía.
Anti signiica foresta tropical, donde crece la coca y plantas medicinales, y donde habitan
pájaros con exóticas plumas, el otorongo (jaguar) y, también por gente considerada como
“no civilizada”. Los inkas tuvieron muchas diicultades para asentar sus dominios sobre esta
región, principalmente por ser endémica, con enfermedades como la malaria, iebre amarilla,
verruga, uta, etc. Las llamas no pueden permancer más de 3-4 días por el calor. Tomando en
cuenta el signiicado lingüístico, cultural, las referencias coloniales y la evidencia arqueológica, consideramos como territorio del Antisuyu, el oriente del Tawantinsuyu, desde las tierras
bajas de Bolivia (Chaco, Santa Cruz, Beni), oriente del Perú (Madre de Dios, Vilcabamba,
Chanchamayo, Chachapoyas) hasta Ecuador y Colombia (Morona, Quijo, Sabandía, etc.).
Es decir, el Antisuyu es la franja transandina, no se reduce al oriente del Cusco como se creía
tradicionalmente. Como un caso de estudio presentamos la ruta de la coca, el camino de penetración de Cusco-Paucartambo-Cosñipata, aunque reconocemos el enorme valor que tuvo
la ruta a Sonqo, en las yungas de Bolivia, sobre el cual existe una visita publicada por Murra
(1991). La administración inka controlaba la producción, transporte y distribución de la coca,
la cual se mantuvo durante la colonia hasta mediados del siglo
XX.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Collasuyu
Collasuyu signiica “la ruta hacia el Colla o Collao”. El altiplano del Titicaca se conoce también
como Collao, habitado por los poderosos reinos aimara y puquina. Los habitantes de esta
zona fueron por excelencia pastores y caravaneros. Aun cuando se distinguieron por desarrollar extensiva ganadería (llamas y alpacas), fueron también agricultores, principalmente de
la papa, quinua y otros productos altoandinos. El Collasuyu es actualmente ocupado por las
modernas repúblicas de Perú, Bolivia, Chile y el noroeste de Argentina. Qhapaq Ñan en el
altiplano del Titicaca tiene dos ramales: uno atraviesa por el lado occidental y se llama Urqo,
el otro por el lado oriental y se llama Uma, con el lago como centro o taypi. Esta composición
dual empieza en el valle del Cusco y tiene profunda connotación cosmológica. En la región
existen, además, grandes recursos mineros, de oro, plata, cobre, plomo, tungsteno, salares
como los de Uyuni y Atacama (Berenguer 2009). Minas importantes como las de Potosí en
Bolivia, Chuquicamata en Chile, entre muchas otras, ya eran explotadas desde la época inka.
Como caso de estudio, destacamos los caminos construidos sobre terrenos pantanosos del
Titicaca, las casas de hospedajes para los viajeros o qorpawasi, así como la producción de
papa en Cochabamba, Bolivia.
Contisuyu
Es el suyu más pequeño pero el más sagrado. Saliendo el camino del Cusco, se desplaza
directamente al occidente, sobre la vertiente occidental de la cordillera hasta las playas del
Pacíico. Es la “ruta hacia la etnia conde”. Los Conde fueron un importante grupo étnico
asentado en la cuenca del Colca. En en valle de Cusco disponían de 14 ceques. Su territorio
incluye una de las cordilleras más altas de los Andes, con volcanes como el Ubinas, el cañón
del Colca, amplias y hermosas playas en el litoral, ubicadas entre Atiquipa en Arequipa hasta Ilo en Moquegua, con grandes recursos marinos, como el pescado, mariscos, qochayuyu
(alga marina) y guano, así como el algodón nativo llamado pardo por el color, que crece en
abundancia en los valles adyacentes. Como caso de estudio consideramos la construcción y
manejo de colcas, centrales de almacenaje del Estado Inka, las cuales por extensión conceptual,
se reieren también al cañón del Colca, como almacenaje natural de bienes de consumo. Una
de las instituciones que marcaba diferencia con los españoles era la cantidad de colcas, llenas
de comida, ropa, herramientas y muchas otras cosas (Cieza 1962 [1553]: caps. XLIV y LXXXIX).
Colonial
El imperio del Tawantinsuyu, construido con gran visión social por los inkas (siglos
XV-XVI),
un
país con ambiciones de integración, con política redistributiva de bienes en todo el territorio,
sin pobreza ni esclavos como los que había por aquel entonces en Europa, en pocos años fue
desarticulado y destruido. Francisco Pizarro y sus 160 compañeros de aventura asaltaron Cajamarca, el 15 de noviembre de 1532, invitando con engaños al inka Atahualpa a una reunión.
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
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Luego que el Inka asistiera al encuentro, fue capturado y encarcelado. Para liberarlo exigieron un
ambicioso rescate en oro y plata. El Inka cumplió con el rescate, pero igualmente fue asesinado.
Huayna Capac, el último Inka del Imperio tuvo dos hijos, Atahualpa con una princesa quiteña
y Huáscar con su esposa cusqueña. Huayna Capac construyó una ciudad en territorio Cañar,
a la cual llamó Tomebamba, nombre de su panaca, repitiendo los símbolos y ediicios emblemáticos del Cusco (Rostworowski 2009: 119). Era un segundo Cusco. Huayna Capac murió
infectado por viruela sin designar un heredero. La enfermedad tomó delantera a los españoles.
Los dos hermanos, Huáscar y Atahualpa, no demoraron en enfrentarse en una guerra civil
buscando el poder. Huáscar fue muerto cerca de Huánuco Pampa por los guerreros de su
hermano. Mientras Atahualpa celebraba el triunfo, recibió la invitación de Pizarro, a la cual
accedió sin imaginar el engaño.
Luego de la muerte de Atahualpa, el Imperio sucumbió, los templos fueron saqueados y destruidos, la población sometida a un nuevo orden político y social, obligada a practicar costumbres
y creencias ajenas a las suyas. Ese episodio, conocido eufemísticamente como el “encuentro
de dos mundos: América Indígena y Europa”, ha producido el mestizaje cultural y biológico.
La familia real inka fue empobrecida y las comunidades explotadas. Pizarro justiicaba la
conquista en nombre de la iglesia católica y los reyes de España. Fue una invasión de hombres
blancos sobre nacionalidades indígenas. En la exhibición destacamos la transformación del
mundo andino, el aniquilamiento de lo indígena para privilegiar lo occidental. La crónica de
primer escritor y etnógrafo andino Felipe Guaman Poma de Ayala (1980 [1615]), es la fuente
que usamos para mostrar el antes y después de Pizarro.
Muerto Atahualpa, los hermanos Pizarro marcharon sobre el territorio del Tawantinsuyu, uno a
Pachacamac, uno de los ricos templos en la costa, otro a Cusco para capturar y desarticular la
estructura política de gobierno y la administración del Estado. Unos meses después fundaron
Xauxa (1533), como primera capital del gobierno español, la cual solo tuvo vigencia de unos
meses. Luego fundaron Lima como capital del Virreinato del Perú, el 18 de enero de 1534,
con la cual, Cusco fue desactivado. Lima es el nuevo centro de poder, Cusco pierde su estatus
político pero nunca su ideología andina. Los españoles fundaron nuevas ciudades, generalmente en valles agrícolas, otras asociadas a minas, ingenios; también crearon pueblos para
indios junto a reducciones y obrajes. Surgieron entonces ciudades como Charcas, La Plata,
Quito, Huamanga, Santiago, Huancavelica, etc., entre otras. Para esta sección contamos con
la asesoría de nuestra colega Carmen Arellano (2015).
La agricultura con plantas importadas y la crianza de nuevas especies de animales transformaron dramáticamente el paisaje andino. Sin embargo, los cultivos nativos y el pastoreo
de camélidos se mantuvieron consistentes hasta la actualidad. Se formaron latifundios con
trabajadores indígenas, surgieron los mercados con mercaderes y trajinantes, desarrollaron el
comercio con sus actividades complementarias. Las carrozas españolas tuvieron uso limitado
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
debido a la topografía andina, entonces el Qhapaq Ñan siguió siendo el sustento principal
para el tráico y transporte, muchos tambos abandonados fueron rehabilitados por orden de
las nuevas autoridades (Glave 1989).
Durante la Colonia se introdujo el sistema de mercado, no obstante el intercambio de productos o trueque persistió, sin mediación de la moneda. Esta forma de transacción generalmente
se llevaba a cabo entre bienes de un piso ecológico por otros, como la lana, charki, chuñu,
tejidos de la puna por maíz, frijoles, fruta, coca de los valles, siguiendo el antiguo sistema
de verticalidad andina. El sistema todavía se practica en la región sur andina. El transporte
con caravanas de llamas todavía es vigente en la sierra andina del Perú y Bolivia. Algunas
comunidades han remplazado o agregado las acémilas occidentales como bestias de carga,
pero el camino sigue siendo el Qhapaq Ñan, a veces llamado “camino de herradura”, en
referencia a los herrajes del caballo.
Esta sección está ilustrada con objetos coloniales, por ejemplo, una manta del Titicaca, con
imágenes religiosas, la cruz sobrepuesta sobre las apachetas, objetos vinculados a la caballería,
fotografías mostrando la superporsición o imposición de construcciones españolas sobre las
inkaicas, como el Qoricancha, cargando encima al convento de Santo Domingo.
Camino vivo
Después de la invasión española, el Qhapaq Ñan siguió dando su servicio, cumpliendo con
su misión de transporte y comunicación, con la misma vitalidad de antes. Para las comunidades quechuas y aimaras contemporáneas, es parte de su universo, evoca la grandeza de los
inkas, es el acompañante cotidiano del viajero y un legado histórico que une el presente con el
pasado. Para ellos, el camino tiene vida, es “camino vivo”. En tiempos modernos ha recibido
diversos nombres: “Inka ñan”, “Ñawpa ñan” o “Chaki ñan”, “Ingañan”, “chakiñaani”, etc.
En ciertos lugares se le reconoce como “camino real” o “camino del Inka”, para diferenciarlo
de los otros. Ciertos elementos asociados al Camino Inka se conservan, como la apacheta, la
sayhua, el tampu y los espacios sagrados, la mayoría de ellos con una cruz católica encima.
Después de cinco siglos, muchas comunidades quechuas y aimaras siguen habitando los mismos asentamientos inkas, sembrando sus productos en las mismas chacras, usando los mismos
canales de riego, tejiendo sus ropas con la misma técnica ancestral, hablando su misma lengua,
practicando sus creencias dedicadas a la Pachamama, los apus y wamanis y transitando por
el mismo Qhapaq Ñan. Se estima en 8 millones a los quechua hablantes y en un millón a los
aimara. Ellos son los depositarios de la historia y la cosmología vinculadas a los caminos.
Muchos tampus inkaicos fueron abandonados después de la invasión española. Sin embargo,
el nombre persiste aunque con signiicado original cambiado. El concepto de tambo estaba
asociado a centros administrativos inkas, en los cuales obviamente existían lugares de aloja-
El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos
27
miento y de servicios para el transeúnte, casas de hospedaje para viajeros o qorpawasi. Hoy
existen tambuypata y tambowasi en algunas comunidades, que consisten en una habitación
techada y un corral para los animales. A veces estos tampuwasi se encuentran dentro de una
propiedad privada, pero cualquier transeúnte puede solicitar alojamiento. Los alojados retribuyen al dueño o administrador con un obsequio, que es una forma de ayni.
Para los nativos contemporáneos, el Camino Inka es un “camino vivo”, con alma, espíritu
y energía. Para los quechuas de Cusco, el camino es guía, “es el que lleva al transeúnte al
lugar deseado”, mientras que en la sierra central del Perú, “el Camino Inka acorta distancias”. Reconocen que “caminar por el Camino Inka [...] no cansa”. Los curanderos cañaris
del Ecuador, kallawaya de Bolivia, mencionan al camino como depositario de energía, dicen
que está presente el espíritu del Inka.
Entre tantos caminos que surcan los Andes, los restos del Qhapaq Ñan se pueden reconocer
por la toponimia, como “inka tiana”, “inka samana” o “inka jarana” en Bolivia, “paskana”
en Chile (lugar de descanso), “inka pata”, “inka chaka”, “inka qawarina”, “ñusta wayqo”,
etc. Sin embargo, de la multiplicación de caminos, los nativos pueden todavía reconocer el
Camino Inka y diferenciarlo de los otros. La etnia Yumbo del Ecuador, por ejemplo, diferencia
los coluncu del camino real, es decir, el Camino Inka usado en la Colonia.
En muchos lugares el Qhapaq Ñan está vinculado a lugares donde se desarrollaron las ferias,
especios abiertos para el intercambio y comercio de bienes de consumo. Las ferias generalmente
son semanales, otras anuales, estas últimas coinciden con la celebración del santo o santa
patrón o patrona del pueblo. Desde la Colonia hasta la actualidad, en las ferias pueblerinas
alternan la transacción con moneda y trueque. Los pastores de la puna llevan sus productos
como charki, chuño y tejidos, para trocar con maíz, frijoles y otros que crecen en los valles.
Un hecho interesante que salta a la vista es el aprovechamiento que los ingenieros modernos
hacen del Qhapaq Ñan. Con relativa comodidad, sobreponen las carreteras modernas sobre
las inkaicas, tal como se ve en muchos segmentos de la Panamericana de la costa, que se
desplaza del Ecuador hasta Santiago en Chile, la Ruta 40 o Camino Inka, la Calle Real del
valle del Mantaro, en el altiplano de Junín, etc., (Matos 1992). Mientras en algunas partes
el antiguo camino es aprovechado por los modernos, muchas comunidades andinas todavía
siguen practicando las formas de trabajo inka, como la minka y la chuta tradicionales, con las
cuales los comuneros conservan los caminos y canales de agua. Por el sistema de chuta, cada
ayllu se obliga a conservar una sección del camino o canal de agua. El líder de la comunidad,
llamado qollana, convoca para cumplir con la obligación.
El transporte con llamas, aunque limitado, es todavía vigente entre las comunidades de pastores
de Perú y Bolivia. Los pastores de Canta y Huarochiri, en la sierra de Lima, por ejemplo, bajan
a los valles de la costa, Cañete y Chancay, para trabajar en la cosecha, a cambio reciben
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
maíz como pago. Las llamas son usadas para el transporte de la chacra a la casa del dueño.
Los pastores de las punas de Cusco y Titicaca, bajan a los valles contiguos del oriente y occidente, en busca de coca, maíz, frutas y otros productos, prestar servicios, a cambio de recibir
bienes como retribución. Muchos aimaras se desplazan hasta los valles de Tacna y Arica por
la antigua ruta del Qhapaq Ñan. Fue interesante para nosotros, ver cómo grandes porciones
del Camino Inka siguen sirviendo, incluyendo los espacios sagrados, los descansaderos y las
apachetas (Núñez & Nielsen 2011).
La exhibición concluye con algunos mensajes. Tratamos mostrar a la sociedad moderna, especialmente a la norteamericana, que en la América indígena hubo un gran Imperio llamado Tawantinsuyu, igual que otros de su época en el viejo mundo, el cual para su desarrollo y funcionamiento,
disponía de un sistema vial bien organizado, el más extenso y rápido del Nuevo Mundo, con
servicio de mensajería tan rápido como exigente, a cargo de los postas llamados chaski.
En la narrativa tratamos de enseñar la historia del Camino Inka, como parte sustancial de la
historia de la civilizacion andina. A través del Qhapaq Ñan, los visitantes a la exhibición deben
salir reconociendo que, los inkas además de los logros en la ingeniería de caminos, fueron
también portadores de importantes productos para el consumo humano, como la papa, maíz,
quinua, la lana y carne de alpaca, entre muchos otros. Esta riqueza lograda con “tecnología
andina”, muestra a la sociedad moderna, el ingenio, conocimiento y manejo que los andinos
tuvieron de su medio ambiente, al punto de domesticar plantas y animales, al igual que otras
civilizaciones, las cuales estamos compartiendo con los pueblos del mundo.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 31-46, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
PERSPECTIVAS DEL PROYECTO QHAPAQ ÑAN EN TORNO
AL REGISTRO DE LA RED VIAL INCA: PROPUESTAS DE SU
SECTORIZACIÓN Y NOMENCLATURA
PERSPECTIVES OF THE QHAPAQ ÑAN PROJECT ON THE REGISTRY
OF THE INCA ROAD NETWORK: PROPOSALS FOR SECTORIZATION
AND NOMENCLATURE
ALFREDO BAR ESQUIVELA
Desde el año 2003, el Proyecto Qhapaq Ñan-Perú ha realizado
diversos trabajos de investigación y registro de la red de Caminos Incas extendida en el territorio peruano con el in de
promover su conocimiento, conservación y puesta en uso social.
La experiencia obtenida en el desarrollo de estas actividades
ha permitido generar una propuesta de nomenclatura para los
caminos basada en su originalidad y continuidad de uso. El
presente texto hace una breve reseña de las diferentes etapas
del trabajo de campo llevadas a cabo y la problemática que han
llevado a la elaboración de nuevas deiniciones y el rediseño
de las técnicas de recolección de datos, con la elaboración de
nuevos instrumentos de registro que buscan contribuir con
el entendimiento del estado situacional de la red vial inca.
Palabras clave: registro, red vial, tramo, sección.
Since 2003, the Qhapaq Ñan-Peru Project has carried out research
and registration of the Inca road network throughout the Peruvian
territory in order to promote its knowledge, conservation and
social use. Experience obtained during the development of these
activities led to a proposal of nomenclature for Inca roads based
upon originality and continuity of use. he present text briely
outlines the stages of the ieldwork carried out here, the problems
involved in the making of new deinitions, as well as the redesign
of data collection techniques, including the development of new
registration tools intended to contribute to the understanding of
the state of the Inca road network.
Keywords: registry, road network, road section.
A
INTRODUCCIÓN
Desde hace casi quinientos años, diversos autores han
descrito en sus obras las secciones que forman parte
del Qhapaq Ñan. Cronistas como Miguel de Estete
(1533), Pedro Cieza de León (1553), Pedro Sarmiento
de Gamboa (1572), Martín de Murúa (1590) y Felipe
Guaman Poma de Ayala (1615), por citar solo algunos,
dan cuenta –en sus crónicas– de la admiración que les
causaran los Caminos del Inca en su tránsito durante el
proceso de conquista, o bien durante labores de índole
eclesiástica o administrativa. Aunque sus escritos suelen
estar marcados por un juicio historicista en favor del
régimen colonial, constituyeron un primer acercamiento
al estudio de caminos. Posteriormente, en el siglo xix
viajeros como Jacob Tschudi (1838-1842), Antonio
Raimondi (1851-1869), Charles Winner (1875-1877) y
Ernst Middendorf (1876-1888) tomaron la documentación etnohistórica como base para el conocimiento de
la red vial inca y elaboraron también, luego de recorrer
los caminos, los primeros mapas del Qhapaq Ñan. Esto
fue posible gracias al auspicio del gobierno peruano,
preocupado de impulsar el intercambio de productos
entre la costa y la sierra a través del diseño de alternativas
Alfredo Bar Esquivel, Arqueólogo de la Coordinación de Investigación y Registro de la Red Vial Inca. Proyecto Qhapaq Ñan,
Perú. R. Orellano 190, Santa Luzmila, Lima 7, Perú, email: abarsel@hotmail.com
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: junio 2016.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
viales que brindasen un mayor lujo de productos para
su exportación (véase Bar 2013).
En el siglo xx, el interés por el Qhapaq Ñan llevó a
nuevos investigadores a retomar la revisión de las crónicas
y otros documentos redactados por funcionarios coloniales, como ordenanzas y visitas, con el in de recorrer
los caminos (aunque no en toda su extensión) y elaborar
mapas más detallados de la red vial inca. Tal es el caso
del ingeniero peruano Alberto Regal (1936, 1972), el
padre estadounidense León Strube Erdmann (1963) y
el periodista prusiano Víctor von Hagen (1977), quienes
establecieron las bases del estudio metódico de la red
vial inca, que luego servirían en la sistematización del
estudio cientíico realizado por John Hyslop (1992) y otros
autores como R. Raino cuyo trabajo de sistematización
de caminos y sitios incas, del Noreste Argentino, Los
Inkas del Kollasuyo, fue publicado previamente en 1981.
En los últimos años, el estudio de caminos prehispánicos en el ámbito peruano se ha desarrollado
dentro del marco de desarrollo del Proyecto Qhapaq
Ñan (pqñ) desde su creación el año 2001 a raíz de la
publicación del Decreto Supremo N° 31-2001-ED que
declara de interés nacional la investigación, identiicación, registro, protección, conservación y puesta
en valor de la red de caminos existentes en el imperio
incaico dentro del territorio nacional, dando preferente
atención al Gran Camino Inca, conocido como Qhapaq
Ñan. En atención a este decreto el Perú inició el registro
del Qhapaq Ñan y, posteriormente, a mediados del año
2002, suscribió un acta de compromiso para fomentar
acciones conjuntas a favor del mismo con los países de
Argentina, Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador, durante
la Reunión del Patrimonio Mundial llevada a cabo en
Montevideo (Uruguay). Ese mismo año el gobierno
peruano propuso inscribir al Qhapaq Ñan en la lista
tentativa del Patrimonio Mundial ante la unesco (Figueroa 2009: 11). Esta propuesta fue acogida, por los
países mencionados, en la xvii Cumbre del Grupo de
Río (2003) realizada en Cuzco, y derivó en la creación
del pqñ-Camino Principal Andino (Bákula 2009: 4)
cuyo objetivo era lograr la inclusión de la red vial inca,
y de los sitios asociados a esta, dentro de la Lista del
Patrimonio Mundial, meta alcanzada en junio del 2014
y que, en el caso peruano, implicó la declaratoria de seis
tramos y ochenta y dos sitios arqueológicos.
En este contexto, a in de colegir los datos obtenidos en las diversas campañas, el pqñ-Sede Nacional,
del Ministerio de Cultura, Perú, viene realizando desde
el 2012 la revisión de los informes presentados en las
distintas temporadas y ha notado, en principio, su
dependencia del criterio subjetivo de los arqueólogos,
aun cuando se había consensuado un instructivo para
el manejo de información entre los países que integraban el pqñ-Camino Principal Andino, en vías de su
nominación como Patrimonio Mundial. Este hecho,
sumado a la profusa ejecución de trabajos, dentro de
la llamada arqueología de contrato, expuso la necesidad
de reestructurar los lineamientos técnicos del acopio y
procesamiento de datos a in de integrarlos en una sola
base informática, independientemente de su origen.
En el siguiente texto, realizamos un recuento de
los criterios empleados por el pqñ en el registro de
caminos, y centramos la discusión en las propuestas
de sectorización y nomenclatura de transectos y su
categorización.
ESTRATEGIAS DEL INSTITUTO NACIONAL
DE CULTURA (inc) PARA EL REGISTRO DEL
QHAPAQ ÑAN
Tomando como punto de partida el Decreto Supremo
N° 31-2001-ED, el Estado peruano emprendió la ambiciosa labor de inventariar la vasta red de Caminos
Incas y sitios arqueológicos asociados, encomendando
esta misión al Instituto Nacional de Cultura (actual
Ministerio de Cultura) que por medio del pqñ realizó
varias temporadas de campo (2003, 2004 y 2008).
Las primeras pautas de registro fueron establecidas
en el 2003 en el marco del Proyecto de Levantamiento de
Información del Sistema Vial Inca (plisvi), y se organizó
su recorrido en torno a cuatro macro regiones (norte,
centro, centro-sur y sur) que congregaban regiones
especíicas sobre la base de su realidad geopolítica y
facilitaban el control logístico del trabajo de campo
considerando también el estudio de comunidades modernas y su diagnóstico situacional para conocer cómo el
Qhapaq Ñan se integra con el desarrollo social del Perú.
Entre otras, el componente arqueológico del pqñ
tenía como funciones: a) registrar y evaluar el estado
de conservación de las estructuras arqueológicas del
sistema vial inca; b) generar mapas temáticos usando
un Sistema de Información Geográica (sig), a partir
del inventario de tramos y sitios; c) generar fichas
catastrales de los tramos y sitios asociados al sistema
vial inca; d) promover, concebir y ejecutar planimetrías
Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar
para el estudio de tramos de camino y sitios asociados
a partir de los datos registrados en el levantamiento
de la información; e) promover, concebir y ejecutar
proyectos de investigación arqueológica a partir de los
datos registrados en el levantamiento de información.
No obstante, el accionar técnico no fue uniforme
en todo el ámbito de intervención, pues mientras en
las macro regiones norte, centro y sur se realizaron
prospecciones en torno al eje lineal de los caminos, en la
macro región centro-sur estas se organizaron por áreas
geográicas. Asimismo, aunque la información recibida
de los equipos de campo (ichas, puntos tomados con
navegador gps en Datum WGS84, informes, etc.) pasó
por un proceso de veriicación y depuración con respecto
a las descripciones del plisvi para la generación de una
base de datos única, esta mostraba marcadas diferencias
entre el dato original y su proyección en el sig, por ello
los caminos no podían ser fácilmente identiicados
dentro del ámbito de acopio del dato por los diversos
investigadores o arqueólogos de las sedes regionales del
inc. Además, los caminos eran representados como una
sola unidad sin precisar su originalidad, reconstrucción
o pérdida total, debido, por ejemplo, a la superposición
de obras viales, lo que llevó a cuantiicar un total de
8.194 km de caminos recorridos el 2003, a los que se
vinieron a sumar 3.132,512 km el 2004, entre tramos
de camino reconocidos y su trazo.1
La clasiicación de transectos fue explicada en
la versión digital de los informes de campaña (cd de
difusión por macro región) del siguiente modo: por un
lado, camino reconocido es aquel que tiene sus elementos
constitutivos (calzada de arena, tierra, piedra, sobreelevada de tierra o piedra, muros laterales de contención
superior y/o inferior, alineamientos laterales de piedras,
escalinata, etc.); obras de infraestructura vial (puentes,
canaletas de drenaje, etc.), en regular o buen estado de
conservación. Es decir, que los agentes de deterioro
no lo han afectado en gran medida. En este sentido, el
camino es claramente identiicable de modo tal que se
puede seguir por él ya que se encuentra bien deinido.
Por otro, trazo de camino es donde no se encuentra
camino, pero es posible ver aún sus restos, es decir, sus
elementos constitutivos, la arquitectura vial presente en
él si la tuviera (Instituto Nacional de Cultura 2005: 10).
A in de contar con un mismo criterio de operación, en el 2006 se establecieron pautas de registro
técnico con mayor detalle, en consenso con los países
que integraban el pqñ-Camino Principal Andino. La
33
nueva metodología, plasmada en el “Instructivo para el
manejo de las ichas de caminos”,2 permitía mantener
el uso de las macro regiones (ig. 1) en las que exclusivamente debería seguirse el eje lineal de los caminos y
efectuarse el reconocimiento de sitios asociados a estos
en un rango de 200 m a partir de sus bordes; además
de ello, conceptualizaba el tramo como la proyección
mayor a 100 km de una ruta, en contraste a la distancias
recorridas los años 2003 y 2004.3 Una siguiente división
podía darse en subtramos (distancias mayores a 10 km)
y segmentos (distancias menores a 10 km) que eran
categorizados de acuerdo con su visibilidad y su estado
de conservación como: camino reconocido, trazo de
camino y posible ruta para distinguir entre la extensión
real de un camino de origen arqueológico y otro que
hubiese perdido esta condición debido a las continuas
remodelaciones y/o reconstrucciones hechas por las
comunidades de la zona geográica en la que se emplaza.
El implemento de una “posible ruta” definía
aquellas proyecciones donde no se reconocía evidencia
arqueológica, debido a la superposición de alguna trocha
carrozable, carretera, autopista o las modiicaciones por
obras civiles o de otra naturaleza. Casaverde y López
(2010: 95) resaltan la diicultad de determinar esta categoría cuando señalan: “La posible ruta se puede inferir
a partir del análisis y evaluación de las condiciones del
medio físico en las que se pudo ubicar el camino y, con
algo de suerte, gracias al hallazgo de restos del camino
bajo los escombros arrojados al momento de abrir una
carretera, por ejemplo”.
Si bien el planteamiento de una nueva metodología era auspicioso, inalmente su aplicación dependía
del criterio de cada profesional, ya que en general la
selección de “tramos” estaba organizada sobre la base
del conocimiento de caminos que no necesariamente
estaban integrados entre sí, por lo que no había correspondencia entre la longitud señalada en el instructivo de
registro y el registro de campo. Además, la nomenclatura
de tramos se realizaba de acuerdo a los puntos inicial y
inal del recorrido, lo que no relejaba necesariamente el
sentido de articulación del camino con la red vial inca.
Por último, no había clara distinción sobre la originalidad de las secciones de caminos y las transformaciones
ocurridas por su tránsito continuo.
Al estar supeditados a las apreciaciones inmediatas
de los investigadores, los datos obtenidos en campo pocas
veces eran correlacionados con aquellos provenientes
de la arqueología de contrato, que entre el 2003 y el
34
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
70o 0‘0” W
80o 0‘0” W
0o 0‘0”
AMÉRICA
DEL SUR
COLOMBIA
ECUADOR
TUMBES
LORETO
AMAZONAS
PIURA
LAMBAYEQUE
CAJAMARCA
SAN MARTÍN
BRASIL
PERÚ
LA LIBERTAD
ANCASH
HUANUCO
UCAYALI
10o 0‘0” S
PASCO
LIMA
JUNIN
MADRE DE DIOS
SIMBOLOGÍA
HUANCAVELICA
Campaña 2003- 2004
Campaña 2008
AYACUCHO
ICA
CUSCO
APURIMAC
PUNO
Macro Región Norte
BOLIVIA
Macro Región Centro
Macro Región Centro Sur
Cusco
AREQUIPA
Macro Región Sur
MOQUEGUA
Selva del Perú
TACNA
Límites internacionales
Límites regionales
0
300 Km
CHILE
Figura 1. Red de caminos identiicados por macro región, entre los años 2003-2008. Figure 1. Network of identiied roads by macroregion,
between 2003 and 2008.
Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar
2009 superaban ampliamente a los de investigación y
proporcionaban “oportunidades únicas para el registro
y recuperación de información arqueológica que, de
otra manera, permanecería ignorada o se perdería irremediablemente” (Ríos 2014: 170). Esta situación podía
derivar en una documentación reiterativa, como en el
caso del Camino Inca que se emplaza en la quebrada
de Chuspiragra, distrito de Huallanca, región Ancash,
y que fuera reconocido previamente por dos proyectos
de evaluación arqueológica y luego denominado por el
pqñ como “sección Chuspiragra-Hornillos” (Bar 2008).4
En el mismo contexto, secciones del camino
longitudinal de la sierra fueron objeto de un doble
reconocimiento. El ejemplo más palpable se dio entre
las localidades de Pazos y Marcavalle, ubicadas en las
regiones de Huancavelica y Junín respectivamente. Hacia
el 2003, esta sección fue registrada como parte del tramo Acostambo-Jauja (orientación sur-norte) y el 2008
como parte del tramo Marcavalle-Pampas (orientación
norte-sur) (Varela 2003; Bernabé 2008).
Actualmente, la Coordinación de Investigación y
Registro de la Red Vial Inca (irrvi), después de analizar
los alcances de los trabajos realizados, ha considerado
replantear las estrategias de recopilación de datos y su
correlación con toda la información de campo existente
–indistintamente de su procedencia– a in de crear una
sola Geodatabase que pueda ser aprovechada por el pqñ,
las diversas áreas técnicas del Ministerio de Cultura y
los profesionales e instituciones que centran su estudio
en la red vial inca.
SECTORIZACIÓN DE LA RED VIAL INCA
En diciembre del 2013, el pqñ publicó la Guía de Identiicación y Registro del Qhapaq Ñan, instructivo para
la recolección de datos y diagnóstico situacional de los
Caminos Incas. Esta publicación, que tuvo aceptable
acogida, viene siendo revisada y “actualizada” con base
en los proyectos de investigación desarrollados por
la Coordinación irrvi y las supervisiones conjuntas
con las diversas direcciones del Ministerio de Cultura,
en aquellos transectos identiicados en evaluaciones
arqueológicas.
Como se indica en dicha guía, “[...] los caminos
están compuestos no solo por diversos elementos de
infraestructura vial sino también por diferentes tipos de
establecimientos que en conjunto integran un sistema
35
vial localizado en distintos ámbitos geográicos que han
inluido en su planiicación y construcción. Estos factores
también deben ser considerados en el registro y en la
posterior interpretación de las evidencias arqueológicas”
(Ministerio de Cultura 2013: 71).
Entendiendo que los caminos forman parte de un
paisaje integrado al quehacer social y cultural de los
pueblos que los transitan, su estudio debe extrapolar
diversos factores como la distancia entre asentamientos,
tiempo de viaje y facilidad del recorrido entre ellos, además de su densidad demográica, etc. (Castro et al. 2004;
Topic & Topic 2014). Así, por más tediosa que parezca
la cuantiicación de detalles o cambios estructurales
existentes, esto debe coadyuvar en el reconocimiento
de cánones constructivos que expliquen su origen, uso y
función en relación con cada época cultural arqueológica.
Para un primer acercamiento al estudio de la red
vial inca deben emplearse las representaciones de nodo
(sitios) y eje lineal (caminos) como atributos gráicos
y la información asociada a estos (como atributos no
gráicos) que puedan ser integrados a un Sistema de
Información Geográica (sig). Por ello, se cree conveniente mantener la categorización de transectos, pero
deiniéndolos en torno a sus nodos de conexión, antes
que su extensión lineal, y contemplando en el estudio
de tramos las secciones de camino que no forman parte
de su eje lineal pero sí de la red articulada en torno a
este, sea en cuencas hidrográicas o divisiones políticas
referenciales (históricas o actuales), por lo que la nomenclatura a emplearse debe estar acorde con los nodos
que forman parte de la red vial, en preferencia sobre
los puntos que demarcan la extensión del registro de
campo, que debe realizar además una nueva evaluación
de los caminos en torno a su visibilidad (originalidad y
transformaciones dadas por su uso).
Asimismo, bajo este criterio se proponen las siguientes unidades de sectorización: a) tramo: el trayecto cuya
distancia promedia, o supera, los 100 km; b) subtramo:
trayecto variable entre 10 y 100 km; c) sección: trayecto
menor que varía entre 1 y 10 km; d) segmento: la unidad
mínima de medición menor a 1 km (ig. 2).
Aunque pareciera repetirse el criterio del 2008,
no se establecen unidades ijas de medida, ya que cada
categoría varía o depende, además de la geomorfología
en la cual se emplaza el camino, de los nodos que deinen
su extensión y trayectoria, ya sean sitios arqueológicos de
relativa importancia, localidades modernas o accidentes
geográicos de signiicativa particularidad.
36
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
+100 km
0
TRAMO
0
+10 km
51 Km
72 km
-100 km
SUBTRAMO
0
+1 km
-10 km
SECCIÓN
0
-1 km
SEGMENTOS
Figura 2. Categorización de transectos de caminos del Qhapaq Ñan. Figure 2. Categorization of sections of the Qhapaq Ñan roads.
El tramo, visto en esta perspectiva, no deine la
distancia métrica en sí misma, como se hace en la segmentación de una obra vial moderna, sino la proyección
de un eje lineal que pueda o no superar los 100 km. Su
uso se orienta a la descripción de una ruta especíica y
su entorno geográico, comprendidos entre dos sitios
de relativa preeminencia (nodos primarios).5 Tal es el
caso, por ejemplo, de la ruta –de más de 320 km– que
se sigue en el camino longitudinal de la sierra, entre los
asentamientos incas de Huánuco Pampa y Huamachuco,
centros administrativos ubicados en los actuales departamentos de Huánuco y La Libertad, tipiicados en la
bibliografía histórica como “cabezas de provincia”. Esto
mismo ocurre con las rutas transversales que conectan
localidades modernas, superpuestas a antiguos centros
administrativos, como es el caso de las ciudades de Huaraz y Casma, localizadas en las regiones centrales de la
sierra y costa peruanas, respectivamente, y distanciadas
entre sí por unos 90 km.6
Para el caso de los subtramos, su uso es factible
solo cuando la anterior categoría ha sido ya establecida,
y necesariamente al interior de ella. La sectorización
se corresponde con la distancia existente –no siempre
equidistante– entre los sitios arqueológicos, o las localidades asentadas sobre estos, que han servido como
nodos secundarios o “intermedios” en relación con el
conjunto existente en la proyección de un mismo eje
vial. Estos sitios pueden ser localizados mediante el
estudio de diversas fuentes históricas –la ordenanza de
tambos de Vaca de Castro (1909 [1543]), por ejemplo–,
así como por el estudio arqueológico que contempla
la integración al entorno geográico. Dichos nodos
son aquellos asentamientos que controlan el lujo de
productos o poblaciones entre los nodos primarios.7
Un ejemplo práctico de esta sectorización puede verse
en la división del Tramo Xauxa-Pachacamac, que en
su extensión lineal de 217,70 km cuenta con cuatro
subtramos: a) Hatun Xauxa-Julca Tambo (46,81 km);
b) Julca Tambo-Huarochirí (65,49 km); c) HuarochiríSisicaya (59,26 km); d) Sisicaya-Pachacamac (46,14 km).
La sección y el segmento como integrantes de las
unidades mayores –subtramo y tramo– se asocian a la
extensión del camino deinida tanto por el relieve y la
supericie del terreno, como por su estado de conservación. Lo resaltante de una sección es su proyección
entre nodos de menor rango, que pueden ser: sitios
arqueológicos, localidades modernas, puntos de intersección vial y accidentes geográicos que demarcan
cambios en su traza o el paso entre regiones propiamente
dichas. Pueden considerarse también aquellos accidentes
geográicos que por su geomorfología son elementos
preeminentes sobre el paisaje o han adquirido un carácter especial en la concepción de las localidades que
se asientan en torno a estos. Tenemos como ejemplo la
sección: Iglesia Cochamarca-Tablachaca o Camino Inca
de Cochamarca (5,73 km), que forma parte del subtramo
Upamayo-Corohogo y que en toda su proyección, en
el llano altoandino de la región Pasco, mantiene una
traza lineal recta y bordes simples formados por surcos
excavados en el terreno.8
Por su parte, el segmento se emplea por temas de
operatividad que, aunque arbitraria, depende de las
Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar
características del camino y su estado de conservación,
y no de los nodos de conexión. La recurrencia de elementos arquitectónicos, como los drenes subyacentes o
la falta de estos, en una calzada empedrada, por ejemplo,
puede determinar su longitud total, la misma que es
relativamente corta. Tomando en cuenta los proyectos
de puesta en valor que prevén acciones de restauración,
el segmento puede ser subdividido en unidades menores o “componentes” a in de maximizar el diagnóstico
de su estado de conservación. Los criterios de dicha
división pueden ser desarrollados en la competencia
de cada proyecto.
Hasta aquí el criterio de sectorización observa una
jerarquización de nodos, situación que no le era ajena al
Estado Inca al momento de ordenar su propia red vial
y los centros administrativos que vinculaba; lo cual se
identiica en las nominaciones que Guamán Poma (2008
[1615]: 34) hace de estos como: Tambo real, Tambo,
Tambillo, etc., en referencia a su importancia dentro
del aparato estatal. Aunque sometida a discusión hoy
en día, el empleo de la categorización señalada, obra
como un medio instrumental que facilita el registro
de campo. La interpretación de un sitio arqueológico
como centro administrativo, o tambo, solo puede
darse tras comparar su particularidad arquitectónica
con aquellas características físicas reconocidas para
los sitios incas (Kendall 1976; Gasparini & Margolies
1977; Hyslop 1992) y su asociación al entorno y sitios
locales.9 Bajo esta propuesta, el uso o interpretación
de un sitio arqueológico como nodo primario o secundario, en contraste con los aspectos geográicos y
lugares sagrados, se hace a razón del origen del Qhapaq
Ñan cuya coniguración mantenía un orden político
y administrativo.10 Los sitios sagrados, montañas y
adoratorios de altura son generalmente anteriores a
la expansión del imperio inca; su origen no se debe
al Qhapaq Ñan y su integración al mismo inalmente
formaba parte de estrategias políticas (Vitry 2007;
Astuhuamán 2010). No obstante, la correlación que se
haga de cada uno de estos, cualquiera sea su nominación, debe discernir su interacción, como sucede con
el Tramo Xauxa-Pachacamac, que integra un centro
administrativo inca y un centro religioso panandino
de origen anterior al Tahuantinsuyu, que inalmente
fue incorporado políticamente a este.
37
NOMENCLATURA DE LA RED VIAL INCA
Como se expone en distintos estudios sobre redes de
camino, estas evolucionan de modo dinámico, relejando
en su diseño el lujo del tránsito, así como los eventos
políticos y económicos de los nodos que la componen
“y, en menor grado, la manipulación de las rutas por
entidades políticas más pequeñas de las zonas de transición a través de las cuales discurre la ruta” (Topic &
Topic 2014: 57). Como consecuencia, consideramos
que el estudio de la red vial inca debe contemplar el
principio de jerarquización entre los diversos centros
administrativos del Qhapaq Ñan, ya que su construcción
se orientó a servir como un complejo sistema administrativo, de transportes y de comunicaciones, así como
un medio para delimitar las cuatro regiones del Imperio
Inca (Hyslop 1992: 31), por lo cual su denominación
debe seguir también un sentido radial teniendo a la
ciudad de Cuzco como punto origen a partir del cual
se produce su extensión:
Desta plaza [del Cuzco] salían cuatro caminos reales; en
el que llamaban Chinchasuyo se camina a las tierras de los
llanos con toda la serranía, hasta las provincias de Quito
y Pasto; por el segundo camino, que nombran Condesuyo,
entran las provincias que son subjetas a esta ciudad y a la de
Arequipa. Por el tercero camino real, que tiene por nombre
Andesuyo, se va a las provincias que caen en las faldas de
los Andes, y algunos pueblos que están pasada la cordillera.
En el último camino destos que dicen Collasuyo entran las
provincias que llegan hasta Chile. De manera que, como
en España los antiguos hacían división de toda ella por las
provincias, así estos indios, para contar las que había en
tierra tan grande, lo entendían por sus caminos (Cieza de
León 1995 [1553]: 258; fol. 118).
Todo el Reino estaba dividido en cuatro partes, que llamaban Tahuantinsuyo, que eran Chinchasuyo, Collasuyo,
Andesuyo, Condesuyo, conforme a cuatro caminos que
salen del Cuzco, donde era la Corte, y se juntaban en juntas
generales. Estos caminos y provincias que les corresponden
están a las cuatro esquinas del mundo, Collasuyo, al Sur,
Chinchasuyo, al Norte, Condesuyo, al Poniente, Andesuyo,
al Levante (Acosta 1954 [1590]: 418).
Como podrá verse en la nueva Guía de identiicación y
registro del Qhapaq Ñan, la denominación de los tramos
debe darse de la siguiente manera:
- Tramos que se ubican hacia al norte de Cusco se denominarán de sur a norte, como por ejemplo: Huánuco
Pampa-Huamachuco, Aypate-Las Pircas, etc.
38
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
- Tramos que se ubican al oeste de Cusco o del Camino
Longitudinal de la Sierra se denominarán de este
a oeste, como por ejemplo: Cusco-Vilcashuamán,
Vilcashuamán-Pisco (Tambo Colorado), XauxaPachacamac, etc.
- Tramos que se ubican al este de Cusco o del Camino
Longitudinal de la Sierra, como los que se dirigen hacia
la Selva, se denominarán de oeste a este. Por ejemplo:
Cusco-Paucartambo, Ninacaca-Huancabamba, etc.
- Tramos que se ubican al sur de Cusco se denominarán
de norte a sur, como por ejemplo: Cusco-Desaguadero,
Cusco-Arequipa, etc.
Solo para el caso del Camino Longitudinal de la Costa
o de los Llanos se recomienda seguir una orientación
norte-sur, en atención a diferenciarlo del Camino Longitudinal de la Sierra (ig. 3), ya que su construcción habría
empezado en la región de Tumbes bajo órdenes del Inca
Túpac Yupanqui y su articulación inal solo fue posible,
según relatos de los cronistas europeos, luego que el
Inca Huayna Capac, consolidara la conquista de Quito:
abaxó a lo de Túnbez y fue honradamente recibido por los
naturales, a quienes Topa Ynga mostró mucho amor; y luego
se puso del traje quellos usa[va]n para más contentarles y
alabó a los prencipales el querer sin guerra tomalle por
señor, [y] prometió de los tener y estimar como a hijos
propios suyos. Ellos, contentos con oyr sus buenas palabras y
manera con que se tratava, dieron la obediencia con onestas
condiciones y permitieron quedar entre ellos governadores
y hazer ediicios; [...] Saliendo de aquel valle caminó el rey
Ynga por lo más de la costa, yendo haziendo el camino real
tan grande y hermoso como oy parece lo que dél ha quedado
(Cieza de León 1996 [1553]: 169; fol. 70).
cuando otra vez el mismo Guaynacaba quiso volver a visitar
la provincia de Quito, a que era muy aicionado por haberla
el conquistado, torno por los llanos, y los indios le hicieron
en ellos otro camino de casi tanta diicultad como el de la
sierra (Agustín de Zárate, en Garcilaso 2007 [1604]: 800).
En atención a este hecho, los tramos que integran el Camino Longitudinal de la Costa podrán ser denominados
en orientación norte-sur, como por ejemplo: TumbesMotupe, Chincha (La Centinela)-Nazca, Nazca-Atico,
Arequipa-Sama, etc.
Finalmente, la orientación especíica de cada tramo
–longitudinal o transversal– debe servir también en la
descripción técnica de las secciones que lo conforman.
En la práctica, la descripción del tramo Tumbes-Motupe,
por ejemplo, iniciará con la primera sección hallada en
Tumbes y inalizará con aquella que se encuentre en
Motupe. En el caso de los segmentos, al ser divisiones
menores, su nomenclatura puede consignarse mediante
el uso de numerales que seguirán también el sentido
de orientación de la sección en la cual están insertos.
Redes alternas y la nomenclatura de sus
secciones
La proliferación de sitios fuera de un único eje vial, así
como la presencia de sitios arqueológicos aislados geográicamente, por lo general origina la ramiicación de
caminos que funcionan en torno al eje lineal de mayor
longitud. Como consecuencia, un tramo puede adscribir
el entorno geográico en el que se emplaza, aun cuando
este sea de gran extensión (por ejemplo, una cuenca hidrográica), siempre y cuando logre vincular sus nodos,
sean sitios arqueológicos o geografía histórica, con la
red vial inca. Nuevamente el tramo Xauxa-Pachacamac
permite ejempliicar lo dicho, pues una vez que traspasa
la cordillera del Pariacaca, hacia el oeste, se extiende
en un valle de amplitud reducida (en la cuenca del río
Lurín) y sirve como eje articulador de los caminos que
comunican los diversos asentamientos arqueológicos
ubicados tanto en el cono de deyección del valle bajo
como en las quebradas escarpadas del valle medio (ig. 4).
El principio de nomenclatura de las secciones que
componen estas redes puede regirse también al orden
establecido previamente, pero partiendo siempre del eje
lineal del tramo mayor. En el caso de secciones de corta
extensión, o de sendas anteriores a la red vial inca, estas
deben nominarse sin uso de la categorización propuesta,
teniendo como criterio la jerarquización (por área y
monumentalidad) de los sitios que conectan; esto si
aún no se ha podido establecer el orden u origen de
su sistema vial o, también, teniendo como indicadores
los referentes geográicos inmediatos. Solo cuando
los caminos parten de un punto especíico hacia otra
cuenca o región, y llegan también a un sitio arqueológico, pueden ser considerados como unidades Tramo
indistintamente de su longitud.
DEFINICIONES EN TORNO A LA
VISIBILIDAD DE CAMINOS
La experiencia adquirida por la coordinación irrvi
en el desarrollo de proyectos de investigación y las
funciones de una institución gubernamental, como lo
Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar
39
Pasto
COLOMBIA
Quito
ECUADOR
Cabeza de Vaca
PERÚ
Aypate
BRASIL
Cajamarca
Huamachuco
Huánuco Pampa
Pumpu
Hatun Xauxa
Pachacamac
Haytará
Vilcashuamán
Cuzco
Hatuncolla
BOLIVIA
La Paz
Tambo de Ático
Camata
Paria
CHILE
San Pedro de Atacama
Salta
SIMBOLOGÍA
Copiapó
Shincal
Sitio inca con población actual
Sitio inca
ARGENTINA
Población actual
Red de caminos Hyslop
Límites internacionales
Mendoza
0
4000 Km
Figura 3. Mapa del Tahuantinsuyu indicando la nomenclatura de tramos según su orientación. Figure 3. Map of Tahuantinsuyu, indicating
the nomenclature of road sections according to orientation.
40
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
325.000
300.000
350.000
Matucana
PERÚ
Santa Eulalia
Chaclacayo
Cocachacra
ac
Rim
0
10 Km
Santiago de Tuna
8.675.000
San Damián
Lurín
Sisicaya
Antioquía
La Molina
Lurín
Cieneguilla
Lahuaytambo
Huarochiri
Lanca
Chama
llanca
Villa
El Salvador
8.650.000
Pachamac
Lurín
Oceáno Pacíico
SIMBOLOGÍA
Eje vial tramo Xauxa-Pachamac
Centro poblado
Red de caminos prehispánicos
Predios rurales
Red hidrográica
Cuenca hidrográica del río Lurín
Figura 4. Red de caminos en la cuenca baja del río Lurín, Tramo Xauxa-Pachacamac (tomado de Medina 2012, redibujado por Julio
Fernández 2015). Figure 4. Road network in the lower basin of the Lurin river, section Xauxa-Pachacamac (from Medina 2012, redrawn
by Julio Fernández 2015.
es el Ministerio de Cultura, le ha permitido elaborar
un modelo de registro que combina datos de identiicación, descripción e interpretación, propias de la labor
académica, con otros de cuantiicación y sociabilización
del quehacer técnico administrativo. Este esquema se
orienta a la evaluación de aquellas secciones o segmentos
que presentan evidencia arqueológica y hace una clara
distinción de su particularidad física, estado de conservación, originalidad y proyección lineal, que pueden
ser trasladados al Sistema de Información Geográica
(sig) para el estudio del emplazamiento de una red
especiica o los porcentajes que contrasten no solo su
extensión sino también las condiciones para su defensa
y aprovechamiento como recurso patrimonial, que es el
propósito inal del pqñ–Sede Nacional.11
De acuerdo con las deiniciones preliminares hechas
por el pqñ (2003-2008), y la Guía de identiicación y
registro del Qhapaq Ñan, los caminos, ya sean supericies
holladas debido al tránsito constante o vías construidas
para el tránsito, se identiican como:
- Camino reconocido: presenta componentes estructurales bien deinidos. Su calzada (la supericie
acondicionada para el tránsito en el eje del camino),
ya sea: empedrada, despejada o elevada, se encuentra
en regular o buen estado de conservación, por lo que
es posible recorrerla con relativa facilidad. Además,
sus elementos de borde, como los muros (de contención o laterales) y los alineamientos de piedras, así
como otros elementos integrados: puentes, canales
de drenaje, cunetas, etc., son fácilmente identiicables
en la sección o segmento de registro.
- Trazo de camino: Deine la intermitencia de evidencias
o elementos estructurales del camino en contraste a la
continuidad de su calzada. Un “paso natural” puede
ser considerado en esta categoría en tanto exhiba en
su derrotero elementos integrados como: saywas, apachetas, marcadores, etc. Aquí se encuentran también
los caminos caravaneros que se extienden en los llanos
de la costa y puna y se distinguen solo por su desgaste.
Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar
- Camino afectado: presenta evidencias claramente
reconocibles pero que se encuentran en mal estado
de conservación debido a peligros naturales (deslizamientos de ladera, caídas de roca, lujo de lodo,
etc.) o antrópicas (redes viales, expansión agrícola,
predios urbanos etc.) que diicultan su recorrido. El
camino no ha perdido su originalidad, sino que los
factores indicados han “dañado” su estructura arquitectónica, la misma que es factible de ser recuperada.
Aquí se incluyen las secciones “reconstruidas” sin
supervisión técnica.
Del mismo modo, el uso de la “posible ruta” se orienta
en la evaluación de los cambios sostenidos en el tiempo
de aquellas secciones o segmentos que relejan una:
- Proyección por daños: línea imaginaria que recrea la
ruta del camino que ha sido destruido totalmente por
causas naturales (deslizamientos de ladera o caídas
de roca, lujo de detritos, etc.) o antrópicas (redes
viales, expansión agrícola, predios urbanos, actividad
minera, etc.); su uso facilita unir dos secciones que
cuentan con clara evidencia arqueológica.
- Proyección por remplazo: línea eje de registro en
la que se tiene la superposición especíica de vías
de transporte moderno como carreteras y caminos
de herradura. No obstante, en esta puede seguirse
el derrotero original del camino con base en documentos históricos que detallan su trayectoria y a la
recurrencia de sitios que vinculaba. Como ejemplo, se
tiene la carretera central, que en la ciudad de Jauja se
ha superpuesto al camino que ingresaba a la plaza del
antiguo centro administrativo inca de Hatun Xauxa.
Aunque la superposición de infraestructura vial es
recurrente en todo el Qhapaq Ñan (Matos 1992; Bar
2013), cabe aclarar que si una vía moderna no cuenta
con suiciente respaldo histórico o arqueológico debe
ser consignada en la siguiente categoría.
- Proyección por ausencia: línea eje de registro cuyo
recorrido, a pesar de no contar con evidencia estructural, por las condiciones topográicas del entorno,
hace posible conectar dos secciones de camino bien
deinidas. Muy aparte de los cortes de ladera por obras
viales modernas, aquí pueden citarse las áreas de
bofedal de puna o los corredores naturales formados
al pie de estribaciones costeras.
41
Cada una de las categorías deinidas puede ser representada en una serie de líneas con codiicaciones de color
para su reconocimiento en los sotwares Google Earth
o Bing Maps como soporte graico para el diagnóstico
situacional previo a la creación de una base de datos sig
en los que puedan articularse los ejes lineales y nodos
del Qhapaq Ñan. La igura 5 resume los criterios de codiicación con uso de la escala de colores Google Earth.
En caso de que la ruta seguida no guarde relación
concreta con el eje vial de un camino arqueológico,
pero por temas de operatividad sea considerada en la
cuantiicación métrica del mismo, debe ser categorizada
entonces como “trazo recorrido”, detallando las razones
para dicha inclusión.12 Asimismo, si por razones ajenas
al trabajo de campo, extensas áreas geográicas no fueron
prospectadas, pero en la revisión de imágenes satelitales, fotográicas o cartográicas (históricas o actuales)
se observa su proyección, estas deben ser consignadas
como tentativas o “identiicadas” y deberán ser también
sustentadas técnicamente.
La aplicación práctica de todo lo dicho puede verse
en el diagnóstico situacional del camino prehispánico
Huancas-río Utcubamba (8,12 km), ubicado en la región
Amazonas, que fuera llevado a cabo por el pqñ en el
2013 y derivara en su declaratoria como Patrimonio
Cultural y el establecimiento de su área intangible por
la Dirección de Catastro del Ministerio de Cultura el
año 2014 (tabla 1).
A MODO DE CONCLUSIÓN
El estudio y el análisis de los caminos deben realizarse
con la integración de múltiples capas de información
que comprendan la revisión de datos provenientes de la
arqueología, historia, toponimia, etnografía (tradición
oral), documentación fotográica y cartográica, sea histórica o reciente, así como de otras fuentes relacionadas
a estas que permitan reconocer las características del
objeto de estudio: en nuestro caso, la red vial inca. Todo
este bagaje de información debe ser incorporado a un
sistema de información geográica, que a su vez brinde
un mayor conocimiento de los caminos registrados a
in de desarrollar las estrategias de investigación o de
intervención. En ese sentido, las conceptualizaciones
hechas nos ayudan a tener un mejor discernimiento
de los caminos y de su articulación e interacción con
los sitios arqueológicos, al igual que un mejor manejo
42
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Colores básicos
CAMINO REGISTRADO
(RECONOCIDO)
Colores personalizados
Añadir a los colores personalizados
Colores básicos
TRAZO DE CAMINO
Colores personalizados
Añadir a los colores personalizados
Colores básicos
CAMINO AFECTADO
Colores personalizados
Añadir a los colores personalizados
Colores básicos
PROYECCIÓN POR
DAÑOS
Colores personalizados
Añadir a los colores personalizados
Colores básicos
PROYECCIÓN POR
REEMPLAZO
Colores personalizados
Añadir a los colores personalizados
Colores básicos
PROYECCIÓN POR
AUSENCIA
Colores personalizados
Añadir a los colores personalizados
Figura 5. Categorización y codiicación de color en la proyección visual de caminos. Figure 5. Categorization and color codes in the
visual projection of roads.
Tabla 1. Diagnóstico especíico del camino Huancas-río Utcubamba. Tabla 1. Speciic diagnose of the Huancas-Utcubamba river road.
SEGMENTO
UBICACIÓN
ESTADO DE
LONG
V1
V1
V2
V2
CONSERVACIÓN
M
COORNUT
COREUT
COORNUT
COOREUT
TIPO
1
Área urbana
Regular
204
182896
9316751
182693
9316716
Proyección por reemplazo
2
Trocha Carrozable
Regular
520
182693
9316716
182242
9316553
Proyección por reemplazo
3
Trocha Carrozable
Malo
957
182242
9316553
181348
9316220
Proyección por reemplazo
4
Cima de cerro
Malo
1110
181348
9316220
180508
9316860
Proyección por daños
Baulcucho
Quebrada Shallo
Bueno
553
180508
9316860
180250
9317004
Camino reconocido
6
Quebrada
Bueno
663
180250
9317004
180409
9317442
Camino reconocido
Malo
952
180409
9317442
180007
9317887
Proyección por ausencia
Bueno
364
180007
9317887
179828
9318171
Camino reconocido
Malo
721
179828
9318171
179297
9318562
Trazo de camino
Malo
1096
179297
9318562
179265
9319375
Proyección por daños
Malo
986
179265
9319375
178584
9319758
Proyección por daños
Chacahuayco
7
Quebrada
Chacahuayco
8
Ladera de cerro
Lluychubamba
9
Ladera de cerro
Lluychubamba
10
Quebrada Coóndor
Armana
11
Ladera de cerro
Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar
5
43
44
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
de la data misma. Además, la categorización planteada
permite realizar un diagnóstico inmediato de su extensión
total, en el que puede conocerse el proceso de cambio
ocurrido a través del tiempo (relejado en el historial
de registro trasladado a la Geodatabase).
Lo expuesto tiene como in estandarizar –al menos
en territorio peruano– los criterios para la sectorización
y nomenclatura de las diversas secciones de camino que
puedan ser reconocidas como pertenecientes a la red vial
inca, ya sea en el marco de un proyecto de investigación
o dentro de la arqueología de contrato; sin embargo, esta
propuesta puede ser revisada en el estudio de las redes
viales originadas en las diferentes etapas culturales y
bajo los criterios de cada realidad institucional, social
o profesional, por lo que los planteamientos hechos
son perfectibles.
NOTAS
Instituto Nacional de Cultura (2004, 2006).
Elaborado en la vii Reunión de Expertos del Qhapaq
Ñan, Pasto, Colombia 2006.
3
En dichas campañas el tramo se deinía como: “cada
una de las partes en que está dividido o se puede dividir una
extensión lineal. Los caminos se dividen en tramos los cuales son arbitrarios, pero generalmente se denominan por los
asentamientos que están en sus extremos” (Álvarez & Espinoza 2004: 23).
4
Los proyectos en cuestión son: el Proyecto de evaluación arqueológica con excavaciones para la construcción
de la carretera Azul Mina-Matash-Huanzalá Sur, distrito de
Huallanca, Provincia de Bolognesi, Región Ancash (2007) y
el Proyecto de reconocimiento arqueológico “Línea de transmisión LT–33KV S. E. Huallanca Nueva – S. E. Pucarrajo”
(2008).
5
Caso del camino costero en la región Tumbes. El tramo
en estudio comprende desde la quebrada Cusco, en la montaña de los Amotapes, hasta Playa Hermosa en el litoral; tiene una longitud de casi 100 km con dirección de sur a norte,
con alturas que oscilan entre 1538 y 0 msnm. Políticamente
se ubica entre los distritos de San Jacinto y Corrales, Provincia y Departamento de Tumbes (Vilches 2013: 4).
6
Estas localidades son también nodos del Camino Longitudinal de la Sierra y el Camino de los Llanos o Longitudinal de la Costa.
7
La diferenciación de nodos se hace por el carácter funcional y jerárquico de los sitios que representan: los nodos
primarios corresponden a los sitios (de iliación inca) que
deinen el origen y extensión de un eje vial; los nodos secundarios a los sitios que se ubican al interior del mismo y que
1
2
sirven como controladores del lujo; y los nodos de menor
rango se relacionan con todos los sitios –de indistinta iliación– que son interconectados por el eje vial o los caminos
que se desprenden de este.
8
Su identiicación se dio dentro del Proyecto de investigación y registro con excavaciones en la red de caminos
inca en la meseta de Bombón, dirigido por el autor el presente año.
9
Esta relación debe primar sobre las descripciones halladas en fuentes etnohistóricas para no crear deiniciones
forzadas (véase Barraza 2010; Chacaltana 2010).
10
Algunas veces con evidencia de origen y función militar, como en el caso de Inkahuasi de Lunahuaná, que fue
construido como un “nuevo Cusco” durante el tiempo que
duró el conlicto bélico entre el ejército cusqueño y las fuerzas del señorío de Guarco (Hyslop 1985).
11
Toda esta información es llevada a una Geodatabase
que puede ser visualizada en el Sistema de Información Geográica de Arqueología (sigda) del Ministerio de Cultura.
12
Esta situación había sido ya prevista el año 2005, por lo
que en documentos internos del pqñ el “recorrido” representa el espacio caminado siguiendo una determinada ruta sin
encontrar evidencia del camino. Sin embargo, en el registro
del año 2008 no fue consignado como una categoría en sí
misma, por lo que en ocasiones fue incluido como parte de
la “posible ruta”.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 47-63, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
LA RUTA INCA A LOS HUAYLAS. ESTUDIO DE LA VIALIDAD
INCA EN LA PAMPA DE LAMPAS-CHOQUERECUAY, EN EL
DEPARTAMENTO DE ANCASH, PERÚ
THE INCA ROUTE TO THE HUAYLAS. A STUDY OF INCA ROADS IN PAMPA
DE LAMPAS, CHOQUERECUAY, DEPARTMENT OF ANCASH, PERÚ
JOSEPH BERNABÉA
En este trabajo se presenta el registro de la red vial inca en
la pampa de Lampas, región ubicada al sur del callejón de
Huaylas, en el lado occidental de la cordillera Blanca en la
Región Ancash. Para ello, se recurre al análisis del registro
arqueológico, producto de trabajos de campo desarrollados
por el Proyecto Qhapaq Ñan en sus temporadas 2003 y 2004,
así como la actualización de información, que tuvo como
punto de inicio el análisis de imágenes satelitales. Esto llevó a
realizar nuevos trabajos de campo los años 2014 y 2015 para
registrar las características formales de la vialidad y realizar
el levantamiento planimétrico de los sitios asociados a los
caminos. La revisión de fuentes bibliográicas, arqueológicas
e históricas nos ha permitido desarrollar el presente estudio.
Palabras clave: caminos, pachacoto, ushnu, kancha, pampa
de lampas, Choquerecuay.
his work presents the information documented for the Inca
road network in the Lampas Pampa, a zone located south
of Callejón de Huaylas, on the western side of the Cordillera
Blanca of Ancash Region. he authors analyse the archeological records collected by the Qhapaq Ñan Project in the 2003
and 2004 ieldwork seasons, as well as updates based irst on
an analysis of satellite images then expanded during ieldwork
in 2014 and 2015 to record the formal features of the roadways
and the elaboration of a planmetric survey of associated sites.
A review of bibliographic, archeological and historical sources
enhanced the study conducted.
Keywords: roads, Pachacoto, ushnu, kancha, pampa of
Lampas, Choquerecuay.
A
INTRODUCCIÓN
La red vial inca o camino principal andino nacía en la
plaza Haucaypata, en el centro del Cusco, proyectándose
mediante un trazo longitudinal de sur a norte hacia
el Chinchaysuyu y de norte a sur hacia el Collasuyu;
y dos caminos transversales, uno hacia el oriente: el
Antisuyu, y otro al occidente: el Cuntisuyu. El camino
se materializaba mediante una red vial perfectamente
constituida que comunicaba nodos de conexión o
centros administrativos, permitiendo la administración y control de regiones culturalmente diferentes a
la nación cusqueña.
Esta extensa red vial de uso pedestre permitía el
desplazamiento de funcionarios cusqueños y locales,
ejércitos, mitmaq, capacochas, caravanas de camélidos
que transportaban bienes de producción y otros especialistas al servicio del Estado. Todos ellos se movilizaban
por motivos estrictamente oiciales de índole política,
económica, militar y religiosa. Su construcción y mantenimiento dependió de instituciones públicas y fuerza
de trabajo obtenida de grupos mitmacunas.
El aparato estatal instituyó los tambos, establecimientos estratégicamente ubicados a la vera del cami-
Joseph Bernabé, Proyecto Qhapaq Ñan, Perú / Ministerio de Cultura. Av. Javier Prado Este 2465 San Borja, Lima 41, Perú,
email: josephberna@hotmail.com
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2017.
48
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
no que facilitaban el abastecimiento de las comitivas
oiciales y de los ejércitos, a la vez que se construyeron
elementos arquitectónicos sobre las principales rutas:
plataformas, marcadores, puentes colgantes, calzadas
empedradas, lo que sumado al desarrollo de diferentes
técnicas, permitió su sostenimiento y funcionamiento.
Precisamente, este trabajo presenta los resultados
preliminares de un estudio sobre la vialidad inca en el
Departamento de Ancash, en el marco del Proyecto
Qhapaq Ñan. Para este in, se ha utilizado la información
obtenida de los reconocimientos de campo realizados
entre 2003 y 2004, de los tramos de caminos prehispánicos
y sus componentes asociados. Al mismo tiempo, se han
revisado fuentes históricas, informes de investigación,
material cartográico y aerofotográico, así como el
análisis de imágenes satelitales mediante la plataforma
Google Earth. Dicha información ha permitido actualizar
y precisar la data de campo.
ÁREA DE ESTUDIO
El ámbito de estudio se ubica en el extremo sur de Callejón de Huaylas, en la jurisdicción de la provincia de
Bolognesi y Recuay, en el departamento de Ancash. El
área comprende una gran meseta altoandina conocida
como las pampas de Lampas (4050 msnm, ig. 1) y Pachacoto (3900 msnm). La proyección de la vialidad inca
en esta región abarca un subtramo de 62 km de longitud,
el cual formó parte del camino longitudinal de la sierra.
Geográicamente, el área de estudio se enmarca
en la cuenca alta del río Santa, donde destaca la región
la quechua (3000 msnm), jalca o la suni (3500 msnm),
puna (4000 msnm) y la janca o cordillera Nevada (4800
msnm) (Pulgar 1967). La red vial inca se emplaza entre las
tres primeras regiones naturales y, en mayor porcentaje,
en la región puna. Esta región se encuentra formada
por grandes estepas y zonas inundables como bofedales, arroyos y lagunas que se originan de los glaciares
ubicados en el lado occidental de la cordillera Blanca.
Antecedentes históricos
La importancia de este subtramo Lampas-Choquerecuay
se describe en las primeras fuentes históricas, entre ellas
la escrita por Miguel de Estete, en la relación del viaje
que hizo Hernando Pizarro de Cajamarca al Santuario
de Pachacamac, en enero de 1534.3 Estete menciona los
lugares principales por donde transitaron, llegando a
“Guarax” el 24 de enero siendo recibidos por el señor
Pumacapillay, continuando hacia “Sucoarocoay”, prosiguiendo hasta Pachacoto el 25 de enero, donde tomaran
el camino que baja a la costa por “Marcara” (Marca) y
el valle de Fortaleza hasta Paramonga; allí tomaron la
ruta del camino costero rumbo al valle de Lurín. En
esta relación se hace mención de los principales asentamientos asociados a la vialidad inca en nuestra área
de estudio, como Sucorecuay (Choquerecuay o Pueblo
Viejo) y Pachacoto.
En agosto del mismo año, Francisco Pizarro realizó
la marcha de Cajamarca al Cusco, tomando el mismo
trayecto que su hermano Hernando Pizarro. Cruzó la
Provincia inca de Huaylas, donde permaneció aproximadamente 12 días entre Tocas y Recuay (Zuloaga 2011: 70),
continuó por Pachacoto hacia Cajatambo, tramo en el
que debió cruzar la pampa de Lampas. En estas primeras
incursiones hispanas al centro del Tawantinsuyu se utilizó
un ramal del Qhapaq Ñan que se proyectaba por todo
el Callejón de Huaylas, aprovechado estratégicamente
por la alta densidad demográica asentada a la vera del
camino. Esto permitió el abastecimiento de alimentos
y un mayor conocimiento acerca de la organización
política y social del Estado Inca (Del Busto 1999: 24).
La conquista inca a los Huaylas
La vialidad inca no solo logró la integración y control
de las cabeceras de la cuenca alta del río Santa, sino que
también abarcó las cuencas bajas de los ríos: Huaura,
Pativilca, Fortaleza, Huarmey y Casma, anexando a un
abigarrado conjunto de grupos étnicos de habla quechua
ubicados sobre ambas márgenes de la cordillera Blanca
y Negra en la Provincia inca de Huaylas. Durante el Horizonte Tardío (1470), toda esta región estuvo anexada
política y administrativamente al Estado Inca, teniendo
como eje integrador una variante del camino longitudinal de la sierra, que nacía en el centro administrativo
de Pumpu (Pasco) y continuaba con rumbo noroeste
hacia el Callejón de Huaylas.
Esta vasta región, que integró los grupos étnicos de
Lampas y Huaylas, fue conquistada por el Inca Pachacutec
a mediados del siglo xv, quien encomendó a su hermano
Inca Capac Yupanqui la dirección de la expedición que
consiguió dominar a los Huanca, Huarochiri, Yauyo,
Chucurpu, Atapillo, Canta, Tarma, Chinchaycocha,
Checra, Cajatambo y Lampacollana (Robles 2003: 116).
La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé
49
Figura 1. Vista de la pampa de Lampas teniendo en segundo plano el nevado Jeulla Rajo. Figure 1. View of the pampa of Lampas with
Jeulla Rajo in the background.
La primera expedición conquistó dos provincias extensas y de alta demografía llamadas Ancara y Huaillas. Si
embargo, esto no fue suiciente para asegurar el control
sobre los pueblos de Huaylas, por lo que Pachacuti Inca
envió nuevamente a su hermano, acompañado esta vez
por el hijo y sucesor de Pachacuti, Inca Yupanqui quien
tenía 16 años, y un ejército de 50.000 hombres (Garcilaso 1985 [1609]: 229-230). En esta segunda expedición
quedó aianzado el dominio inca sobre la región de los
Huaylas, Pincos y Piscobamba (Garcilaso 1985 [1609]:
229-230; Varón 1980: 39).
A la llegada de los hispanos, la provincia de Huaylas
se encontraba dividida políticamente en dos mitades:
Huringuaylas, en el extremo sur, y Hananguaylas, en
el extremo norte. Cada una de ellas se subdividía en
seis guarangas (Varón 1980: 40; Zuloaga 2011: 69,
2012). Colindante con la frontera sur de los Huaylas
se encontraba la región de Lampas, organizada en tres
guarangas:1 Collana Guaranga, Chaupi Guaranga y la
Guaranga de Ocros (Pereyra 1989: 24). Cada una de
estas subdivisiones contaba con un curaca principal y
señor de varias guarangas con sus curacas subalternos.
Esta división por guarangas tenía un carácter netamente administrativo, pero con una signiicación social,
económica, ecológica (Varón 1980), a la que hay que
añadir la simbólica o religiosa impuesta por los incas.
Además, esta división respondía a un aprovechamiento
racional de zonas de producción, tales como los extensos
pastizales de la pampa de Lampas aptos para la crianza
de camélidos.
La conquista inca provocó cambios a gran escala,
los que implicaron la restructuración de la organización
política regional y local, entre ellos, la incorporación a
una nueva demarcación administrativa con patrones
externos, tales como la estructura hanan y hurin; la
reordenación del espacio y del acceso a los recursos; la
imposición de dioses regionales (provinciales) y estatales (el sol); la introducción de autoridades políticas y
regionales jerárquicamente superiores a los locales; el
traslado masivo de poblaciones locales y, inalmente, la
creación de la Provincia inca de Huaylas.
La Provincia inca de Huaylas mantuvo su estructura
local de producción, pero integrándola a la economía
estatal a través de los diversos depósitos y caminos que
50
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
se construyeron a la vera de la ruta principal, y la suma
de un nivel superior de reciprocidad con el gobernante
Inca. Huaylas pasó a depender administrativamente de
Huánuco Pampa, y se instaló una capital provincial de
menor jerarquía ubicada en el extremo norte del Callejón
de Huaylas, en las inmediaciones del actual pueblo de
Huaylas, denominada como Hatun Huaylas2 (Varón
1980: 42). Al extremo sur, en la región de hurinhuaylas
se estableció otra cabeza de provincia que tuvo como
centro de poder el asentamiento inca de Sucoarecuay
o Choquerecuay (Zuloaga 2012).
ESTUDIO DE LA VIALIDAD INCA ENTRE
LAMPAS-CHOQUERRECUAY
En mérito al Decreto Supremo N° 031-2001-ED, el
Estado peruano declaró de interés nacional el registro,
estudio y conservación de la red vial inca, iniciándose el
Proyecto Qhapaq Ñan – Perú. El proyecto se inició con
el desarrollo de las primeras temporadas de reconocimiento para la identiicación y registro de la red vial inca.
Para este in se requirió la implementación de equipos
de arqueólogos especialistas que realizaron labores de
reconocimiento en el ámbito nacional durante los años
2003, 2004 y 2008. Parte de este registro corresponde al
presente trabajo en el subtramo Lampas-Choquerecuay,
entre las provincias serranas de Bolognesi y Recuay, en
el Departamento de Ancash.
La información fue procesada en el año 2014 y,
en algunos casos, actualizada mediante la teledetección
digital o fotointerpretación arqueológica de imágenes
satelitales proporcionada por las plataformas Google
Earth y ArcGIS Esri, la que fue luego trasladada a una
base de datos sig, permitiendo la sistematización de la
información vectorial (caminos y sitios). Asimismo,
la utilización de esta plataforma permitió elaborar
propuestas para la identiicación de posibles tramos
de caminos prehispánicos asociados a sitios arqueológicos, para luego pasar a su veriicación de campo
mediante el empleo de equipos de posicionamiento
satelital gps, ichas de campo y el registro gráico. Las
imágenes satelitales de alta resolución permitieron la
elaboración de la planimetría de los sitios, lo que llevó
a la sectorización y determinación de los componentes
incas para su posterior veriicación en campo.
Sectorización de la vialidad
Para la sectorización de los tramos del camino prehispánico se utilizó la propuesta metodológica desarrollada por el Proyecto Qhapaq Ñan y presentada en la
Guía metodológica para la identiicación y registro de
Qhapaq Ñan (Ministerio de Cultura 2013: 71). La Guía
establece cuatro unidades de sectorización con ines
de registro y descripción de caminos. Las unidades se
clasiican mediante las siguientes categorías: Segmento
(0-1 km), Sección (1-10 km), Subtramo (10-100 km) y
Tramo (100+km). Esta propuesta de sectorización se
ha realizado sobre la base de las distancias registradas
entre los sitios arqueológicos vinculados al Qhapaq
Ñan. Los segmentos y secciones se han organizado
de acuerdo a divisiones arbitrarias mediante su localización en diferentes ámbitos geográicos, como
quebradas, lomas, valles y pampas, donde se presentan determinadas características formales y técnicas
constructivas, deinidas por el relieve y la supericie del
terreno y por su estado de conservación (Ministerio
de Cultura 2013: 71).
La división en tramo y subtramo responde a la
proyección general de un camino arqueológico, que
deine un itinerario de comunicación entre los diversos
asentamientos arqueológicos asociados, como también la
ubicación entre localidades actuales que se sobreponen
a antiguos centros administrativos y tambos. En el caso
del ámbito de estudio, el tramo se circunscribe entre las
localidades más importantes en el Callejón de Huaylas,
mencionadas en la crónica de Miguel Estete.
IDENTIFICACIÓN Y REGISTRO
En el subtramo Lampas-Choquerecuay se origina la
bifurcación de caminos que se inicia en el centro administrativo inca de Pumpu, ubicado en la meseta de
Bombón, en el Departamento de Pasco. El subtramo
continúa luego como un ramal del camino longitudinal
de la sierra que bordea el lanco occidental de la cordillera Blanca. Se trata de una vía secundaria paralela
al camino longitudinal, por las cabeceras de los ríos
Huaura, Pativilca y Fortaleza llegando a la meseta de
pampa de Lampas. El camino bordea el lanco oriental
de la laguna de Conococha, proyectándose hacia el
norte hasta Pachacoto, puerta de ingreso al Callejón
de Huaylas.
La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé
51
Figura 2. Trazo de camino sobre la pampa de Lampas. Figure 2. Road trace in the pampa de Lampas.
1. Sección Lampas-Yanamarca (7,3 km)
El camino se desprende del sitio arqueológico de Lampas
ascendiendo a la pampa de Lampas por una suave pendiente, mediante un trazo recto con rumbo sur-norte.
En esta sección solo se conserva el trazo del camino,
presentándose ligeramente elevado ya que, al parecer, ha
perdido parte de su calzada debido a la erosión producida
por la humedad del terreno por los extensos bofedales
que se han formado por iltraciones de la laguna de
Conococha (igs. 2 y 3). A 6 km del sector de Lampas
se ubicó una plataforma de planta rectangular de 5 m x
3 m, asociada directamente al trazo del camino (ig. 4).
Esta sección se asocia al sitio arqueológico denominado
Yanamarca o pampa de Lampas Alto (ig. 5), asentamiento
constituido por construcciones de plata rectangular y
circulares de neta iliación inca.
2. Subtramo Yanamarca-Huarirraga
(27 km)
El subtramo se proyecta desde la altiplanicie ubicada frente
al asentamiento de Yanamarca. El trazo es recto salvo
en el corte de la carretera Conococha-Chiquián,aunque
es visible en la pampa de Lampas entre los sectores de
Mesapampa y Romatambo. El camino se proyecta sobre
un terreno ondulado propio del páramo de puna, caracterizado por alineamientos de piedras que delimitan
los bordes, cruzando pequeñas quebradas formadas por
los riachuelos que nacen de los deshielos de los nevados
Jeullarajo y Juchurajo. El camino presenta una calzada
de un ancho aproximado de 9 m.
Asociado a este subtramo destaca el sitio arqueológico de Huarirraga, denominado también Huariraka o
Inkaraka (Antúnez de Mayolo 2007). Este asentamiento
se ubica en una extensa planicie altoandina denominada pampa de Pachacoto, desde la cual se distribuyen
dos conjuntos arquitectónicos de patrón ortogonal. El
principal presenta estructuras de planta rectangular
formando dos canchas y estructuras difíciles de deinir por el mal estado de conservación. Destaca un
montículo aterrazado el cual presenta dos escalinatas
de acceso, las que, por su ubicación y características
formales, habrían constituido una plataforma ceremonial
o ushnu (igs. 6 y 7). Precisamente, en este sector del
sitio conluyen dos caminos, el principal o longitudinal
52
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 3. Vista de norte a sur del trazo del camino entre Lampas y Yanamarca. Figure 3. View from the north to the south of the road
trace in Lampas and Yanamarca.
Figura 4. Plataforma ubicada en la vera del camino Yanmarca-Huarirraga. Figure 4. Plataform on the side of the Yanmarca-Huarirraga road.
53
La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé
254900
255100
255300
255500
408
5
40
4085
0
8879400
5
8879300
55
40
60
40
65
40
70
40
407
408
8879500
80
4090
0 8879600
409
254700
8879200
SIMBOLOGÍA
Trocha carrozable
0
Quebrada
255000
255200
Figura 5. Croquis del sitio de Yanamarca. Figure 5. Yanamarca site diagram.
Figura 6. Plataforma ceremonial de Huarirraga. Figure 6. Ceremonial platform of Huarirraga.
200 m
255400
54
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
que se orienta de sur-norte y otro secundario que se
proyecta de oeste-este hacia la cima del cerro Yeso.
3. Sección Huarirraga-cerro Yeso (6 km)
Esta sección comprende un camino formalmente
construido de 28 m de ancho, delimitado por alineamiento de piedras hacia ambos lados. El tramo se
orienta desde la plataforma principal de Huarirraga
orientándose hacia el sureste y proyectándose a la cima
del cerro Yeso (4624 msnm), con una longitud de 6 km.
Es posible que este camino se proyecte hacia la cima
del nevado Caullarajo o Jeullarajo, denotándose por
su orientación como un camino de índole religioso,
posiblemente vinculado a capacochas. Esperamos
continuar prontamente con los estudios de esta sección
para deinir su signiicación (ig. 8).
4. Sección Huarirraga-Pachacoto (8,5 km)
Esta sección es una de las mejores conservadas y se
presenta como un camino encerrado por muros bajos
en ambos costados, formados por dos hileras de piedra,
con un ancho de 50 cm. El camino adquiere un ancho
promedio de 28 m (ig. 9) y está formado por una
calzada de tierra y piedras sueltas. El trazo del camino
se proyecta en un trayecto aproximado de 8,5 km de
longitud desde el asentamiento de Huarirraga hacia el
sitio arqueológico de Pachacoto, el que destaca ya que
es mencionado en las primeras crónicas soldadescas.
El sitio de Pachacoto se encuentra formado por una
cancha deinida por 4 estructuras de planta rectangular de 5 m de ancho x 18 m de largo, dispuestas en el
entorno de un patio central delimitado por un muro
perimétrico (ig. 10). Lamentablemente, este sitio se
encuentra en mal estado de conservación debido a
factores antrópicos.
5. Subtramo Pachacoto-Choquerecuay
(16 km)
Este camino continuaba desde Pachacoto hacia el sitio
arqueológico de Pueblo Viejo o Choquerecuay, trazo que
actualmente ha desaparecido producto del reemplazo de
la carretera Catac-Chavín y una trocha carrozable que
se proyecta por el antiguo trazo con dirección al sitio
de Choquerecuay o Pueblo Viejo, ubicado al costado
derecho del río Santa.
En este subtramo se ha registrado el sitio arqueológico
de Pueblo Viejo, formado por una plaza de planta trapezoidal cruzada por el camino que ingresa de sur a norte.
El sitio incluye dos sectores claramente diferenciables.
El sector bajo está formado por la primera plaza, frente
a dos estructuras de planta rectangular, posiblemente
kallankas; el segundo sector, ubicado en la parte alta,
está formado por un muro de contención que divide
la primera plaza con la parte más elevada, en la cual se
ubica una estructura escalonada, construida sobre un
montículo natural; junto a la estructura escalonada se
encuentran tres estructuras de planta cuadrangular que
semejan tres canchas (igs. 11 y 12).
Por su ubicación entre los límites de la región
quechua e inicio de la región suni, el área debió producir
abundantes tubérculos como la papa, por lo que destaca
en el sitio un sector de depósitos o qolqas ubicadas
en una colina hacia el este del sitio. Este componente
arquitectónico es un patrón recurrente en los grandes
centros administrativos incas y permitía el acopio de
la producción provincial estatal y el control de la producción de los grupos locales asentados en la cuenca
alta del Santa.
Otros ramales (ig.13)
Se han registrado caminos transversales que se bifurcan del camino principal hacia ambas márgenes de la
cordillera Blanca y Negra. Del asentamiento de Lampas
se bifurcan dos caminos. El primero hacia el valle bajo
del Pativilca, cortando parte del macizo geológico de
la formación Fortaleza. En su extremo sur, este camino
desciende hacia la antigua provincia de Ocros y continúa
hacia el valle bajo. El segundo ramal está orientando
hacia el este y conduce hacia las cabeceras de la cuenca
alta del Pativilca, conectándose con otro ramal de la
ruta al Huayhuash.
Del sitio arqueológio de Pachacoto se desprenden
varios caminos, destacando históricamente el camino que
conectaba con el valle de Fortaleza por la vía prehispánica
hacia Marca. La ubicación del sitio es estratégica, ya que
permitió la articulación con otras regiones.
El asentamiento inca de Pueblo Viejo permite
enlazar con los valles de Huarmey y Casma, por un
camino que baja por las estribaciones occidentales de
la cordillera Negra, hacia Huarmey por el paso Huancapeti, entre Aija y Recuay, y hacia Casma por el paso de
Puntacallan. Otro camino se orienta de Olleros rumbo
55
La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé
242700
242800
242900
06
CAMINO INCA
8
4
414
4142
8
4140
413
6
4134
4130
4128
4124
4122
4120
4126
4132
413
8904100
411
4116
8904200
411
4
411
0
411
2
8
410
41
41
04
242600
8904300
242500
8904000
0
120 m
Figura 7. Planimetría del sitio de Huarirraga. Figure 7. Huarirraga site planimetric sketch.
Figura 8. Trazo del Camino Inca entre Huarirraga-Cerro Yeso. Figure 8. Trace of the Inka Road between Huarirraga and Cerro Yeso.
56
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 9. Trazo del Camino Inca entre Huarirraga-Pachacoto. Figure 9. Trace of the Inka Road between Huarirraga-Pachacoto.
az
ri
3
aH
0
ino
376
Cam
8909600
a Pastoru
750
uar
3700
8909800
Camino
0
377
0
0
00
37
90
8909200
37
40
37
3
8909400
Río S
anta
372
0
37
10
378
38
1
0
38
SIMBOLOGÍA
8909000
Camino Inca
Trocha carrozable
Vía asfaltada
Quebrada
235600
235800
0
236000
236200
236400
Figura 10. Croquis del sitio de Pachacoto. Figure 10. Pachacoto site diagram.
236600
320 m
236800
237000
La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé
231200
90
33
80
3410
33
Sa
nta
Río
Camino a H
ua
raz
3430
231000
00
34
8926200
3420
230400
3370
230000
57
3420
3430
0
350 0
351
0
352
0
3410
8926000
353
0
354
0
SIMBOLOGÍA
344
0
344
5
345
0
34
60
8925600
3390
3560
90
Trocha
carrozable
34
8925400
34
7
34 0
80
Camino Inca
0
230200
230600
320 m
Vía asfaltada
Quebrada
230800
Figura 11. Croquis del sitio de Pueblo Viejo o Choquerecuay. Figure 11. Diagram of the Pueblo Viejo or Choquerecuay site.
Figura 12. Sector de las kanchas en Choquerecuay. Figure 12. Area of the kanchas in Choquerecuay.
8925800
3400
355
58
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
tar
SIMBOLOGÍA
uan
eH
nd
avi
Sitios arqueológicos
h
A
Ca
AC
Olleros
sm
Elementos asociados
a
Capital provincial
Capital distrital
PUEBLO VIEJO
RECUAY
A
as
uc
Pa
Camino registrado
Trazo de camino
Camino afectado
Ticapampa
Proyección de camino
por ausencia
Catac
Límite distrital
PACHACOTO
LA LIBERTAD
HUANUCO
Marcador
HUARIRRAGRA
Oc
ico
ací
oP
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RECUAY
Cotaparaco
LIMA
Tapacocha
Aquia
Huayllapampa
mo
ng
a
Marca
A
Pa
ra
Pampas
Chico
Huasta
Plataforma
YANAMARCA
Cajacay
CHIQUIAN
Raquia
A
Ca
ja
ta
mb
Huayllacayan
0
12 Km
A Ocro
s
o
Ticllos
Figura 13. Mapa del registro de la red vial en Lampas - Choquerecuay. Figure 13. Map of the roads documented in the
Lampas - Choquerecuay area.
La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé
al portachuelo de Yanashallash, bajando hacia el valle de
Pushca por el centro ceremonial de Chavín de Huantar,
continuando por su rivera hasta el puente prehispánico
de Chocchian (Llamellín) y cruzando el Marañón, una
ruta de interconexión con el oriente y la ceja de selva
que lleva al valle del Monzón.
DISCUSIÓN
A lo largo del sistema vial se han registrado ramales
de caminos que el Estado Inca construyó para unir
áreas de suma importancia por su potencial económico y su carácter simbólico. Así tenemos ramales que
se deprenden de los principales asentamientos para
unirse después de varios kilómetros, en otro punto de
importancia. Por ejemplo, el camino al Collasuyu que
bordeaba ambos lancos del lago Titicaca,4 bifurcándose en la actual localidad de Pucara, y uniéndose en
el extremo sur del lago en el sector denominado como
Laja (actual Bolivia).
Recientes estudios en la meseta de Bombón han
permitido comprobar que el camino longitudinal se
bifurcaba en el sitio de Chacamarca para continuar por
la margen oriental del lago Chinchaycocha, asociado a
asentamientos de iliación Intermedio Tardío (Guido
Casaverde y Alfredo Bar, comunicación personal).
El subtramo Lampas-Choquerecuay sería parte
de un ramal del camino longitudinal de la sierra que
se bifurcaba en el centro administrativo de Pumpu,
continuando por el lanco occidental de la cordilleras
de Chacua, Raura, Huayhuash y la cordillera Blanca,
cruzando valles interandinos de suma importancia
económica, política y religiosa para el Estado Inca. El
concepto geográico y paisajístico está integrado en
la planiicación del territorio por los Incas, quienes
controlaban grandes zonas de pastoreo y producción
de camélidos, en especial la llama (Lama glama), único animal utilizado para el transporte de carga en el
Tawantinsuyu. El carácter ceremonial de la vialidad
inca se observa por la ubicación del asentamiento de
Huarirraga, al pie de la cadena montañosa donde destaca
el nevado Jeullarajo o Caullarajo. Allí se proyecta un
camino de 29 m de ancho desde la plataforma principal
con una longitud aproximada de 6 km, orientándose
hacia el este con dirección a la cima del cerro Yeso.
Dicho camino continuaba posiblemente en ascenso
hacia la Cordillera (Vitry 2007).
59
Algunos indicadores, como la asociación de sitios,
permiten plantear el carácter económico y religioso.
Por ejemplo, la construcción de Choquerecuay como
un centro administrativo que constituyó “cabeza de
provincia” en la parte sur de la Provincia inca de Huaylas, parcialidad que tomó el nombre de Rurinhuaylas.
Por otro lado, queda por resolver el rol que jugó el
asentamiento de Pumacallan con respecto a la parte
sur de la Provincia de Huaylas. Este asentamiento se
encuentra ubicado en el centro de la actual ciudad de
Huaraz, donde se han hallado evidencias de ocupación
inca (Serna 2009).
El sitio arqueológico de Choquerecuay o Pueblo
Viejo comprende una extensión aproximada de 44 ha,
conservando componentes arquitectónicos de iliación
inca, como la estructura escalonada que destaca por su
volumen y posible funcionalidad como ceremonial. Esta
estructura presenta 3 plataformas superpuestas y una
escalinata orientada al noreste, permitiendo el acceso
a la parte superior, donde se ubica un recinto de planta
rectangular. Su ubicación estratégica le permite, además, tener una visión panorámica de todo el conjunto
y del camino que cruza la plaza dividiendo al sitio en
dos mitades. Consideramos esta estructura como una
plataformas ceremonial ushnu. Como veremos, se han
localizado a lo largo del sistema vial establecimientos
incas con ushnus conformados como plataformas superpuestas, por ejemplo: en Huánuco Pampa (presenta
3 plataformas superpuestas), Vilcahuaman (4 plataformas), Curamba (3 plataformas), Pumpu (3 plataformas)
(Monteverde 2010: 49).
El sitio de Pachacoto es importante por su alto
grado de conectividad, ya que se asocia al camino longitudinal que se proyecta por la margen derecha del río
Santa. Se articula con una red de caminos transversales,
tanto para el occidente como para el oriente, conectando
con establecimientos de la costa y con regiones de alta
productividad como los valles de Pushca y el Vizcarra,
rutas que permitían el acceso a la cuenca alta del Marañón. Hacia el sur se conecta con la pampa de Pachacoto
y Lampas, áreas de alta producción de camélidos y recursos hídricos. Así, la red vial inca permitía el control
y administración del lujo de bienes de producción que
circulaban hacia los principales centros administrativos
como Huánuco Pampa.
Los sistemas de depósitos asociados a los centros
administrativos, explicados por algunos autores y registrados en Huánuco Pampa, Pumpu, Xauxa, destacan
60
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
como una característica en los componentes incas. Los 5
asentamientos registrados en Choquerecuay y Pachacoto
cuentan con qolqas o depósitos claramente identiicados,
como en Choquerecuay, caracterizado por estructuras
alargadas que presentan subdivisiones internas que
forman pequeñas estructuras de planta rectangular.
En Pachacoto se han registrado aproximadamente
20 estructuras de planta circular alineada y orientada
hacia el noreste. En Huarirraga y Lampas no se han
ubicado sectores diferenciados que nos puedan indicar
construcciones que cumplieron la función de qolqas. En
Yanamarca, el sector 1 corresponde a un conjunto de
estructuras circulares que falta deinir, pero es posible
que conformen áreas de depósitos.
Los sitios de Huarirraga y Yanamarca cumplieron
funciones productivas para la crianza de grandes hatos
de camélidos, ya que se asocian a una gran estepa de
puna con abundante pastizales, lagunas y bofedales aptos
para la crianza selectiva de llamas y alpacas, permitiendo
que esta actividad económica fuera muy productiva.
Un indicador arqueológico que nos permite conirmar
esta airmación es el conjunto de estructuras de planta
cuadrangular y rectangular que hasta el día de hoy son
reutilizadas por los pastores de puna como corrales.
Asimismo, en Yanamarca destacan dos estructuras de
gran extensión de planta circular que no son propias de
otros asentamientos incas al menos no se ha reportado
en tambos o centros administrativos, probablemente
reutilizados o de origen colonial no se descarta su origen
prehispánico. También el registro de dos estructuras
ortogonales fueron utilizadas como depósitos o como
campos de cultivo (Casaverde & López 2013).
Huarirraga, sitio de índole ceremonial de 30 ha,
destaca por una plataforma ceremonial o ushnu de la
cual se desprenden tres caminos principales que articulan con Choquerecuay y Yanamarca. Una tercera ruta
se desprende con orientación este hacia el cerro Yeso,
continuando a la cima del nevado Caullarajo. Creemos
que se trata de uno de los principales santuarios de altura venerado por los incas en esta región y por el cual
esta región de Lampas y Huaylas se convirtió en una
de las principales receptoras de Capacochas, enviados
a diferentes conines del Tahuantinsuyo (Hernández
Príncipe 1923 [1621]). Precisamente la documentación
histórica relata que el curaca de Ocros envió a su hija
Tanta Carhua quien, luego de regreso del Cusco, fue
ofrendada y colocada en un santuario ubicado en un
paraje denominado como “Aija”.
CONCLUSIONES
El subtramo Lampas-Pueblo Viejo presenta una conectividad valiosa que se articulaba mediante un camino
longitudinal de norte a sur, con características formales.
El camino, con un ancho de promedio de 28 m, permitió el transito luido de las comitivas estatales. Los
incas fundaron asentamientos sobre su eje longitudinal,
los cuales funcionaron como centros administrativos,
ceremoniales y tambos, desempeñando un rol activo
y dinámico y permitiendo el desarrollo de toda la red
caminera en esta región.
La vialidad inca cumplió funciones de interacción
social, política y económica, lo que permitió al Estado
Inca controlar diferentes espacios geopolíticos con un
alto grado de signiicación simbólica, como lo fue, por
ejemplo, la vía de carácter ceremonial que se proyectaba desde del sitio de Huarirraga a la cima del nevado
Caullarajo o Jeullarajo (tablas 1 y 2).
Finalmente, consideramos que el presente texto
es una aproximación al estudio de la red vial inca en el
extremo sur de la Provincia inca de Huaylas y es necesario
abordar la problemática histórico-arqueológica mediante
la metodología de registro de información que el Proyecto Qhapaq Ñan Perú viene trabajando con ayuda de
la guía básica para la identiicación y registro del sistema
vial inca. También es necesario implementar trabajos
arqueológicos sistemáticos que incluyan intervenciones
puntuales en el camino y en los sitios asociados para
abordar temas como el paisaje cultural, estrategias de
conquista, movimiento y dinámicas sociales en relación
al camino prehispánico.
NOTAS
1
Las mitades hurin y hanan estaban subdivididas cada
una en seis guarangas (idealmente 6.000 tributarios cada
una). Así, tenemos que la parcialidad Huringuaylas estaba
divididas en las guarangas de Marca, Allaucapomas, Ichopomas, Ichochonta, Allaucaguaraz y Ichocguaraz. La parcialidad Hananguaylas estaba dividida en las guarangas de Huaylas, Tocas, Guambo, Mato, Icas y Rupas (Zuloaga 2011: 69).
2
El establecimiento de Hatun Huaylas debió estar asentado en el área que corresponde al actual poblado de Huaylas, en especial el área donde se encuentra la iglesia matriz
de origen colonial, construida sobre una terraza artiicial a
la que se accede por una escalinata desde la plaza de armas
de la localidad, en su lado oeste. Esta airmación tendría
La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé
61
Tabla 1. Red de caminos en el subtramo Lampas - Choquerecuay. Table 1. Road network in the subsection LampasChoquerecuay.
CAMINOS
SECTORIZACION
LONGITUD
ANCHO
(KM)
(M)
PREHISPÁNICOS
TIPO
Lampas - Pueblo Viejo
Subtramo
62
25
Longitudinal
Lampas - Ocros
Subtramo
35
2
Transversal
Lampas - Chiquian
Sección
9
1
Secundario
Huarirraga - Cerro Yeso
Sección
6
20
Ceremonial
Pachacoto - Valle de Fortaleza
Subtramo
37
2
Transversal
Olleros - Chavín de Huantar
Subtramo
35
2
Transversal
Pueblo Viejo - Huarmey
Tramo
103
1
Transversal
Pueblo Viejo - Casma
Tramo
95
2
Transversal
Tabla 2. Sitios asociados al subtramo Lampas - Choquerecuay. Table 2. Sites related to the subsection LampasChoquerecuay.
SITIOS
ALTITUD
PREHISPÁNICOS
Lampas
4030
COMPONENTES
AREA
ARQUITECTONICOS
(Ha)
Canchas, estructuras circulares,
11
FUNCIONALIDAD
Tambo (residencial)
estructuras rectangulares
Yanamarca
4097
Canchas, kallancas, plaza, corrales,
17
Huarirraga
4131
Canchas, corrales, plataforma
48
3750
Cancha, corrales
Tambo (residencial, ceremonial, productivo)
(ushnu), kallancas
Pachacoto
Tambo (residencial,
productivo, ceremonial)
plataforma (ushnu?)
2
Tambo (residencial,
control)
Pueblo Viejo o
Choquerecuay
3421
Plaza, kallancas, canchas, collqas,
plataforma escalonada (ushnu?)
54
Centro administrativo
62
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
que ser corroborada con trabajos sistemáticos de investigación arqueológica, incluyendo excavaciones que permitan
determinar el carácter ocupacional de la iglesia matriz. Es
importante anotar que, en las inmediaciones de Huaylas, se
ha registrado el sitio de Chupacoto, asentamiento formativo compuesto por varias plataformas superpuestas (Chupagrande), ubicándose en supericie fragmentos de cerámica
de estilo Huaraz y Recuay. Estas evidencias indican, efectivamente una continua secuencia ocupacional desde el Formativo hasta la época Colonial.
3
La primera fuente histórica fue escrita por Miguel de
Estete (1534), quien acompaña a Hernando Pizarro como
veedor. En dicho documento se señala que los españoles tomaron el camino que bajaba desde Pachacoto a la costa por
el valle de Marca y Fortaleza hasta el asentamiento de Paramonga, donde continuaba por el camino de los llanos hasta
el santuario de Pachacamac.
4
El camino que se orienta por el lanco occidental era
denominado Urcosuyu y el del lanco oriental Umasuyu
(Hyslop 2014).
RECONOCIMIENTOS a mi compañero Julio Fernández
por el apoyo en la elaboración de la planimetría y mapas del
presente texto. Asimismo, a Guido Casaverde, Alfredo Bar y
Miguel Cabrera por las sugerencias y comentarios que permitieron enriquecer el presente trabajo. Finalmente a Sonia
Ríos por la revisión del presente texto.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 65-81, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
DEFINIENDO LA CRONOLOGÍA RELATIVA EN LOS
CAMINOS: EL CAMINO DEL PARIACACA
DEFINING RELATIVE CHRONOLOGY ON THE ROADWAYS:
THE PARIACACA ROAD
GUIDO CASAVERDE RÍOSA
El estudio de caminos prehispánicos se ha desarrollado tomando
su asociación con los sitios arqueológicos como el principal
indicador de iliación temporal. Aunque esta vinculación es
válida, no resuelve problemas signiicativos al momento de
determinar la iliación cronológica de grandes extensiones de
camino. Mediante el análisis de los caminos que se emplazan en
la cordillera del Pariacaca, especíicamente entre cerro Portachuelo y la laguna Mullucocha, se identiican variantes de traza,
trayectoria, pendiente, arquitectura de borde y superposición
de vías, todo lo cual constituye un indicador de temporalidad
que permite distinguir secciones correspondientes al Período
Inca, post-Inca y/o Colonial, los que inalmente se contrastan
entre sí para determinar la continuidad histórica de la red vial
establecida en esta región.
Palabras clave: Pariacaca, camino, inca, colonial, escalinatas.
In the study of pre-Hispanic roadways, association with archaeological sites has been the main indicator used to determine
temporal ailiation. Although that linkage is valid, it does not
solve the signiicant problems related to deining the chronological
ailiation of long stretches of roads. In analyzing roads in the
cordillera del Pariacaca, speciically between cerro Portachuelo
and laguna Mullucocha, investigators identiied variants in line,
trajectory, slope, roadside architecture, and overlapping tracks
that were then used to deine sections corresponding to the Inca,
post-Inca, and/or Colonial Periods. hese sections were then
contrasted to determine the historical continuity of the road
network established in this region.
Keywords: Pariacaca, road, Inca, colonial, stairways.
A
El camino del Pariacaca, en el trayecto del camino
transversal, tramo Hatun Xauxa-Pachacamac, fue
parte del sistema vial inca que durante el Horizonte
Tardío comunicó Pachacamac, en la costa, con el gran
asentamiento inca de Hatun Xauxa, en la sierra central
del Perú. Desde Pachacamac el camino sigue aguas
arriba por el valle de Lurín comunicando y uniendo
varios asentamientos prehispánicos, tanto en la margen izquierda como derecha. Entre los sitios asociados
que presentan componentes incas están: Pachacamac,
Tambo de Gallinacera, Chontay, Antapucro. El camino
continúa aguas arriba y toma una orientación hacia el
este con rumbo hacia el Pariacaca. En sus cercanías,
el camino se conecta con una red de caminos que lo
comunican con los sitios incas de Tambo Real y Pirca
Pirca (Casaverde 2014: 117).
Hacia el noreste el camino pasa junto al nevado
Pariacaca, importante deidad andina citada reiteradamente
en las fuentes históricas tempranas de los siglos xvi al
xviii. Precisamente, en esta zona, entre las nacientes
de la laguna Mullucocha y cerro Portachuelo, entre los
4400 y los 4780 msnm, se ha identiicado una serie de
ramales o variantes en este camino.
Guido Casaverde Ríos, Coordinador del Área de Investigación y Registro de la Red Vial Inca, Proyecto Qhapaq Ñan. Sede Nacional Perú. 51.1, email: guidocasaverde@hotmail.com
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: junio 2016.
66
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
El camino del Pariacaca (en adelante, cp), situado
en el Distrito de Tanta, Provincia de Yauyos, Departamento de Lima, cubre una longitud aproximada de 4
km, en la parte sur y sureste del nevado Pariacaca, en las
inmediaciones de los cerros Portachuelo, San Cristóbal,
lagunas Escalera y Mullucocha. Estas últimas, junto a
otras de menor tamaño localizadas en los cerros San
Cristóbal y Portachuelo, formarían parte del sistema
que alimenta al río Cañete.
El Pariacaca, nevado ubicado entre los departamentos
de Lima y Junín, es una prolongación de la cordillera
de los Andes, que en Canta se conoce como cordillera
de La Viuda y hacia el norte en Pasco como cordillera
Callejón, pero que en documentos históricos iguraba
como “La Gran Cordillera del Pariacaca”. Efectivamente,
esta gran cordillera ubicada al lado este de los Andes
representa una muralla prácticamente infranqueable de
cruzar con sus casi 5860 msnm (Instituto Nacional de
Cultura 2009: 101), y su ubicación a pocos kilómetros
del mar le habría otorgado la connotación religiosa que
el hombre andino reconocía.
El acceso hacia el camino propiamente tal se efectúa tomando la vía que pasa por el Pariacaca, es decir,
siguiendo la ruta cerro Portachuelo con proyección a
la laguna Mullucocha, aproximadamente a 9 km del
poblado de Tanta.
El cp es uno de los espacios más representativos
del sistema vial inca, como evidencian las famosas escalinatas descritas en la crónica de Cieza de León (2005
[1553]: 427). Este camino está compuesto por escalinatas,
empedrados, muros de contención y puentes, elementos
que, en una geografía única donde la técnica autóctona
milenaria se confunde, compiten con el reto impuesto por
la naturaleza. Vale decir, los componentes que muestra
el cp representan una síntesis de los tipos de camino
que existieron en el Tahuantinsuyu, observándose desde
alineamientos de piedras, muros de contención, caminos
elevados hasta imponentes calzadas empedradas (ig. 2).
Para analizar los ramales o variantes de caminos
en el Pariacaca es muy importante tener en cuenta el
relieve, dado que las soluciones técnicas en la construcción caminera habrían considerado las características
naturales del territorio, como la pendiente. En ese
sentido, el relieve del Pariacaca entre cerro Portachuelo
y las nacientes de la laguna de Mullucocha presenta
alturas que varían entre los 4750 y los 4400 msnm, es
decir, en una longitud de 4 km se produce un descenso
de hasta 350 m. Lo abrupto del terreno, además de la
presencia de aloramientos rocosos, habría requerido la
habilitación de escalinatas y muros de contención, entre
otros elementos, para facilitar el tránsito por esta zona.
Así, por ejemplo, en el entorno del cerro San Cristóbal
abundan aloramientos rocosos que marcan desniveles
muy pronunciados y que descienden con proyección
hacia las nacientes de Mullucocha. En esta parte existe
un considerable número de escalinatas y no es coincidencia que la denominación de la laguna Escalera se
atribuya al inicio del ascenso por cerro San Cristóbal.
Actualmente este tipo de relieve ha implicado establecer
soluciones técnicas, como la construcción de desarrollos
para sortear la pendiente con vehículos rodantes.
Esta zona del Pariacaca posee gran cantidad de
fuentes de agua producto de la cercanía del nevado.
ANTECEDENTES
Abordaremos los antecedentes en dos partes en atención
a su contenido. La primera corresponde a los antecedentes directos relacionados con el área de estudio y que
condicionaron la identiicación de las modiicaciones.
La segunda tiene que ver con el estado situacional y
permite establecer la iliación temporal de los caminos.
El año 2001, miembros del “Centro de Investigaciones
Andinos umasuyu” realizaron el reconocimiento del
Camino Inca entre Cajatambo y Pumpu. En ese trabajo
se detectaron modiicaciones al camino, principalmente
en la localidad de Hatumpata (“escalera grande”) en
Oyón, Lima, en la cercanía a la cordillera de Chacua
Grande. Estos cambios fueron considerados soluciones
para el tránsito en el camino.
Entre los años 2006 y 2007, como parte de las actividades de delimitación de la Dirección de Arqueología
del ex Instituto Nacional de Cultura, el autor recorrió
el camino, identiicando de manera preliminar las modiicaciones, principalmente entre cerro Portachuelo
y la laguna de Mullucocha. El año 2011, el equipo de
Nominación del Proyecto Qhapaq Ñan concluyó el
levantamiento topográico y planimétrico del Camino
Inca, el mismo que formó parte del expediente para la
nominación del camino como patrimonio mundial ante
unesco (Ministerio de Cultura 2011). En este documento se esquematizan las características del camino,
manifestándose unos ramales desde las inmediaciones
de cerro Portachuelo hasta las cercanías de la laguna
Mullucocha. En octubre del año 2012, se realizó un
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
8850000
PERÚ
ANCASH
CAJATAMBO
PASCO
BARRANCA
8775000
OYON
HUAURA
JUNIN
HUARAL
8700000
CANTA
a
aux
AX
HUAROCHIRÍ
Nevado
Pariacaca
LIMA
Chontay
Antapucro Tambo Real
Pirca Pirca
8625000
Gallinacera
OCÉANO P
PA C Í F I C O
Pachacamac
YAUYOS
CAÑETE
SIMBOLOGÍA
8550000
Sitio arqueológico
Camino
Río
Límite provincial
Límite departamental
ICA
225000
300000
375000
450000
Figura 1. Plano con el área estudiada y sectores investigados. Figure 1. Map of the research area showing sectors under study.
67
68
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Puente nº2
8665500
Puente nº1
Alineamiento
de rocas
Camino a Pariacaca
a
mp
a
hip
ac
Río
Puente nº3
TAMBO REAL
PIRCA PIRCA
PERÚ
A Tanta
8665000
150 m
Hu
390.000
388.500
389.000
389.500
390.000
ero
A Tragad
390.500
Figura 2. Distribución de los componentes de los sitios arqueológicos Tambo Real y Pirca Pirca (tomado de Casaverde 2014).
Figure 2. Distribution of the components of the archaeological sites Tambo Real and Pirca Pirca (from Casaverde 2014).
recorrido por todo el camino a solicitud del Grupo
gea, para deinir los espacios donde se propondría la
señalización para la vía. En el recorrido se constataron
también las modiicaciones en el camino, evidenciándose
los ramales o variantes.
Considerando las características que se utilizan para
deinir la iliación temporal de los caminos prehispánicos,
los profesionales dedicados a la investigación y registro
de estas vías hemos empleado diferentes métodos para
determinar la temporalidad de los caminos, principalmente su asociación o vinculación directa e incluso
indirecta con los sitios arqueológicos, asumiendo que,
si el camino llega o comunica dos sitios incas, este debe
ser asignado a dicho período. No obstante, ¿podemos
deinir la iliación temporal de los caminos sin tener
que recurrir a la existencia de sitios arqueológicos?, ¿o
es que acaso las características del camino constituyen
suicientes evidencias para determinarla?
A partir del año 2005 empezamos a tratar de
resolver esta problemática gracias a la existencia de
un registro más amplio de caminos a nivel nacional,
levantado durante las campañas de campo 2003, 2004 y
2008. Así, actualmente es posible manejar una propuesta
más sólida sobre la iliación temporal de los caminos.
Recurrir a la asociación o vinculación del camino
con un sitio para deinir su iliación temporal implica
que dicho camino es directamente temporal al sitio que
este comunica. Por vinculado o comunicado entendemos
la intencionalidad de construir el camino para conectar
el sitio en un tiempo y espacio deinidos. Por otro lado,
no es válido considerar un Camino Inca que irrumpe
accidentalmente en yacimientos preincas como correspondiente a dicho período tan solo por el hallazgo de
material en supericie. En la Región de Ayacucho existen
varios ejemplos de este tipo, si bien no de Caminos
Incas, pero sí de las trasformaciones ocasionadas por
la habilitación de vías a inicios del siglo xx, que han
puesto al descubierto locaciones con material cultural
Wari y que utilizando este método han sido ubicadas
cronológicamente en ese período.
Se hace evidente que la propuesta por deinir la
iliación temporal solo en torno a su asociación o vinculación a sitios cuya posición cronológica ya ha sido
deinida puede ser válida. No obstante, esto implica también problemas, sobre todo cuanto mayor es la distancia
que existe entre los sitios y el camino, dado que existe la
posibilidad de que muchos de sus segmentos hayan sido
modiicados en períodos posteriores a su construcción
producto de la presencia hispana, o incluso en el Período
Republicano, donde muchas vías continuaron en uso y
consecuentemente fueron habilitadas y adecuadas para
su tránsito continuo. Sería ideal establecer el área de
inluencia de un sitio de iliación temporal reconocida
respecto del tramo de camino adyacente.
Pero, ¿qué ocurre con las modiicaciones en los
caminos reconocidas en un primer momento como
ramales, o aquellas que, en casos extremos, se consideraron redes viales locales? Algunos de estos “ramales”,
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
394.000
395.000
396.000
397.000
398.000
400.000
8.672.000
Lago
Mayococha
SECTOR 2
8.671.000
Lago
Escalera
SECTOR 3
SECTOR 1
SECTOR 6
Lago
Yurajcocha
SECTOR 7
SECTOR 4
Lago
Shajsha
SECTOR 5
Lago
Atarhuay
Lago
Quihuacocha
SIMBOLOGÍA
SECTOR 8
8.669.000
8.670.000
399.000
69
Red de camino Inca
Red hidrográica
Curva maestra
Lago
Pumarauca
8.668.000
Lago
Mullucocha
Curva secundaria
0
2 Km
Sectores
Figura 3. Plano con el área estudiada y sectores investigados. Figure 3. Map of the research area showing sectors under study.
que denominaremos a partir de aquí variantes, no son
más que soluciones prácticas para el tránsito y tienen
una connotación temporal.
EL ESTUDIO DE LOS CAMINOS DEL
PARIACACA
Metodología
La recolección de información del camino en campo se
inició en el cerro Portachuelo con dirección hacia el este,
hasta las nacientes de la laguna Mullucocha.
La sectorización se efectuó considerando el ámbito
territorial, quedando deinidos los sectores en relación
a los accidentes o espacios geográicos como cerros o
nacientes de lagunas (tabla 1). Así, en el entorno del
Pariacaca se tiene: cerro Portachuelo, cerro San Cristóbal
y las nacientes de laguna Mullucocha. La siguiente tabla
indica la sectorización y los espacios geográicos donde
se ubican, los que serán detallados más adelante (ig. 3).
Tabla 1. Sectores. Table 1. Sectors.
SECTOR
ESPACIO
GEOGRÁFICO
VARIANTES
1
Cerro Portachuelo
2
2
Cerro Portachuelo
2
3
Cerro Portachuelo
2
4
Cerro San Cristóbal
2
5
Cerro San Cristóbal
2
6
Cerro San Cristóbal
6
7
Naciente de laguna
Mullucocha
2
8
Naciente de laguna
Mullucocha
2
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Emplearemos también las deiniciones estipuladas
en la nueva versión de la Guía de identiicación y registro
del Qhapaq Ñan (2016), acerca de los segmentos como
unidad mínima de análisis, que en este caso equivale
entre 0 a menos de 1 km. Esta segmentación se realiza
sobre la base de su localización en diferentes accidentes
naturales, como quebradas, lomas, cerros, presentándose en ellas bajo determinadas técnicas constructivas
deinidas por el relieve, su estado de conservación, etc.
(Bar et al. 2016: 71).
Considerando que la expansión inca se habría
dado de manera radial desde el Cusco como centro del
Tahuantinsuyu, la descripción se realizará de este a oeste,
siguiendo así el sentido de la denominación del tramo
Xauxa-Pachacamac (Bar et al. 2016: 72).
En primer lugar, entendemos una red como el
conjunto de caminos que comparten y funcionaron
en un determinado espacio. Se reiere a aquellas vías
que se diversiican en un área determinada y que son
relativamente coetáneas.
En el caso de las variantes, el Diccionario de Lengua
Española señala: “Llamamos variante al desvío provisional o deinitivo de un tramo de un camino o carretera,
con la variante, así por ejemplo la carretera nacional
ya no pasa por el centro del pueblo”. En ese sentido, la
variante se deine por dos puntos comunes, tanto de
inicio como de inal. Hemos utilizado esta variable en
el primer momento del análisis y su numeración va de
norte a sur. Esto signiica que la variante 1 es aquella
que se ubica al norte, mientras que la variante 2, que
se ubicaría inmediatamente después con respecto a la
variante 1, se localiza en el lado sur. Por lo tanto, en cada
sector o subsector existen 2 variantes.
Esta actividad se realizó con el apoyo del equipo
gps para realizar los ajustes al ubicar el trazo del camino y marcar puntos de control donde las distintas
proyecciones de camino se diferenciaban o se interceptaban. Así, registramos las trayectorias de muros de
contención, empedrados, escalinatas, etc., información
que fue complementada mediante el correspondiente
registro fotográico. Posteriormente, se realizaron los
cálculos de altitud de las variantes para estimar los
periles, utilizando, además, las medidas de longitud.
Finalmente, se deinió su iliación temporal de acuerdo a las características de las variantes y el análisis
adecuado de estas.
Descripción de caminos
Sector 1
Se ubica en la ladera este del cerro Portachuelo, en
su ascenso, 140 m al noreste del lugar epónimo. Está
compuesto por dos variantes, la primera al norte y la
segunda al sur (tabla 2).
Variante 1: la traza asciende de manera zigzagueante
en dirección oeste y luego da un desvío hacia el sur,
para interceptarse con la segunda variante. La traza
(2 m de ancho y 104 m de largo) está representada
por restos de rocas derruidas con escombros en la
supericie de la calzada.
Variante 2: está representada por un trazo de camino
que se desplaza al lado de un macizo rocoso que
yace deinido en su lado norte por las paredes casi
perpendiculares del aloramiento rocoso y en su lado
sur por una parte abrupta de roca. Este trazo tiene
aproximadamente 65 m de largo, presenta muros de
contención de hasta 1,20 m de altura en su extremo.
El camino se desplaza de manera recta pasando por
el callejón que tiene aproximadamente 2 m de ancho,
asciende hasta llegar a conectarse con la zona del camino donde aparecen peldaños. Los escasos peldaños
que se conservan están debajo de escombros (ig. 4).
Sector 2
Se ubica en parte de la cima y la ladera oeste del cerro
Portachuelo y a 140 m al oeste del sector 1. Está compuesto
por dos variantes que se desprenden inmediatamente
al lado oeste del lugar conocido como Portachuelo. Las
dos variantes descienden de Portachuelo para dirigirse
hacia el suroeste y conluyen después de recorrer aproximadamente100 m. La primera variante se ubica en el
lado norte y la segunda en el lado sur (tabla 2, ig. 5).
Variante 1: se desprende exactamente a la altura
del cerro Portachuelo. Está conformada por piedras
que deinen una pirca en los bordes del camino. Este
camino tiene 1 m de ancho en promedio, produce dos
desarrollos hacia el norte, para luego interceptarse
con la variante 2 en dos puntos, en la parte central
y en la parte inal de la traza. Esta variante prosigue
dando otro pequeño desarrollo hacia el sur.
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
71
Tabla 2. Sectores y medidas. Table 2. Sectors and measurements.
SECTOR 1
SECTOR 2
SECTOR 3
SECTOR 4
SECTOR 5
DEM
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Largo:
104.54
64.91
129.39
105.05
14.83
21.02
74.49
52.28
156.88
125.55
Azimut (°):
235.26
235.26
223.58
223.58
261.8
261.8
255.62
255.62
269.42
269.42
Rumbo (°):
55.26°
SW
55.26°
SW
43.58°
SW
43.58°
SW
81.80°
SW
81.80°
SW
75.62°
SW
75.62°
SW
89.42°
SW
89.42°
SW
Altura inicio
4775.74
4788.72
4723.00
4638.43
4625.00
Altura inal
4757.40
4764.38
4719.88
4626.62
4600.00
Variante 2: se presenta a nivel de traza, ya que las
evidencias del camino han desaparecido. La traza
tiene una dirección bastante recta, muy deteriorada.
Esta parte habría tenido 3 m de ancho aproximado,
existiendo solo evidencias de piedras dispersas en
la supericie de lo que habría sido el camino. En la
parte cercana a Portachuelo, el borde maniiesta un
alineamiento de piedras alargadas ubicadas de manera perpendicular al eje del camino, mientras que
en la parte extrema del lado oeste presenta un muro
de contención con terraplén, compuesto por piedras
alargadas que deinen el borde del camino (ig. 6).
Sector 3
Se ubica en la ladera oeste de cerro Portachuelo,
aproximadamente 350 m al suroeste del sector 2. Está
compuesto por dos variantes que pasando por un aloramiento rocoso descienden una pendiente para dirigirse
al oeste. La primera variante se ubica en el lado norte y
la segunda en la parte sur (tabla 2).
Variante 1: queda a nivel de traza, pues las evidencias
del camino han desaparecido. Se presenta gastado y
muy deteriorado. En esta parte, el habría tenido 3 m
de ancho aproximado. Tan solo hay evidencias de
piedras dispersas en la supericie de lo que sería el
camino desde la altura de los aloramientos rocosos.
La variante tiene una orientación recta.
Figura 4. Sector 1: variante 2. El callejón formado por el aloramiento rocoso (fotografía de Alfredo Bar). Figure 4. Sector
1, variant 2: he narrow passageway formed by the rock outcrop
(photo by Alfredo Bar).
Variante 2: se desprende a la altura del aloramiento
de rocas, muestra un desarrollo hacia el sur para pasar
por los aloramientos y la pendiente, la supericie está
cubierta por escombros de piedras, no se observan
peldaños ni muros de contención.
72
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
397.600
397.650
96
47
47
8.671.200
4798
84
4800
47
82
47
80
47
78
6
96
37
4764
3786
3788
4766
3790
3792
94
37
0
4768
477
4772
4774
477
4802
4804
8.671.150
SIMBOLOGÍA
Variante 1
0
50 m
Variante 2
Figura 5. Plano topográico del sector 2, en el cerro Portachuelo. Figure 5. Topographical map of sector 2 on Portachuelo hill.
Figura 6. Sector 2. Variante 2. Muro de contención (fotografía de Alfredo Bar). Figure 6. Sector 2, variant 2. Retaining wall (photo by
Alfredo Bar).
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
396.650
396.675
36
8.670.475
46
46
34
4632
396.625
73
4656
46
54
46
SIMBOLOGÍA
52
46
8.670.450
50
Variante 1
0
25 m
Variante 2
Figura 7. Plano topográico del sector 4, en el cerro San Cristóbal. Figure 7. Topographic map showing outline of sector 4, by the San
Cristóbal hill).
Sector 4
Sector 5
Se ubica en la ladera este de cerro San Cristóbal, 1 km al
suroeste del sector 3. Está compuesto por dos variantes
que se separan cuando el camino ingresa hacia un aloramiento rocoso, cercano a una pequeña laguna. Las dos
variantes descienden una pendiente, la primera se ubica
al norte y la segunda al sur, ambas se unen nuevamente
al culminar la pendiente (cuadro 2, ig. 7).
Se ubica también en la ladera este de cerro San Cristóbal,
130 m al suroeste del sector 4. Está compuesto por dos
variantes que se separan cuando el camino ingresa hacia
un aloramiento rocoso. Las dos variantes descienden una
pendiente y se dirigen manteniendo la misma dirección.
La primera variante se ubica al norte, la segunda hacia
el sur (tabla 2).
Variante 1: se separa exactamente a la altura de los
aloramientos cuando se inicia la pendiente, y luego se
dirige hacia el norte para después mostrar un desarrollo
girando hacia el suroeste donde termina la pendiente,
la supericie de la calzada está cubierta por escombros.
No se deine muro de contención ni peldaños.
Variante 1: se separa a la altura de los aloramientos,
apenas inicia la pendiente. Se dirige hacia el norte
para después mostrar una traza sinuosa sorteando
aloramientos, hasta tomar la dirección hacia el suroeste, donde termina la pendiente, y se une con la
variante 2. La supericie de la calzada está cubierta
por escombros y no se deinen muro de contención
ni peldaños.
Variante 2: el camino muestra un trazo más recto que
la variante 1. No evita la pendiente, sino que se dirige
directa hacia ella. En la supericie de la calzada se observan restos de peldaños de hasta 0,20 m de ancho,
desplegados entre los aloramientos, bajo los escombros.
Variante 2: el camino muestra un trazo más recto
que la variante 1. No evita la pendiente, sino que
se dirige directamente hacia ella. La supericie de la
74
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
calzada está conformada por empedrados y peldaños
de hasta 0,20 m de ancho, los cuales tras culminar la
pendiente se dirigen de manera recta.
Sector 6
Se ubica en la ladera oeste del cerro San Cristóbal, 150
m al noroeste del sector 5. En líneas generales, está
compuesta por dos variantes que se separan a la altura
del aloramiento rocoso y desde el inicio de una pronunciada pendiente. Las dos variantes se entrecruzan
para dirigirse hacia el suroeste. Se han organizado en
tres subsectores denominados 6A, 6B y 6C, a in de
determinar la ubicación de cada una de las variantes
respecto de la otra, debido a que las dos se entrecruzan
constantemente, lo que hace un total de 6 variantes en
el sector 6. No obstante, la variante 1 tiene una traza
más recta, mientras que la variante 2 muestra hasta tres
desarrollos (tabla 3).
Subsector 6A
Variante 1: el camino muestra un trazo recto, no evita
la pendiente; al contrario, se dirige directamente hacia
ella. La supericie de la calzada está conformada por
empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho
hasta culminar la pendiente y aparecen afectados
por la variante 2.
Variante 2: se separa a la altura de los aloramientos
y antes de descender una gran pendiente realiza un
desarrollo amplio (desarrollo 1) en dirección hacia el
sur, para luego unirse con la variante 1. La supericie
de la calzada está cubierta por escombros, no se deinen peldaños en buen acabado, presenta un muro
de contención de factura burda.
Subsector 6B
de una pendiente realiza un desarrollo (desarrollo
2) en dirección hacia el sur para evitar la pendiente
para posteriormente unirse con la variante 1. La supericie de la calzada está cubierta por escombros, no
se deinen muro de contención ni peldaños en buen
acabado. Se detectó un muro de contención o una
pirca que se sobrepone por encima de unos peldaños
de la variante 1 (ig. 9).
Subsector 6C
Variante 1: el camino muestra un trazo más recto
que la variante 2 y se dirige directamente hacia la
pendiente. La supericie de la calzada está conformada por empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de
ancho que se dirigen de manera directa tras culminar
la pendiente.
Variante 2: se separa a la altura de los aloramientos
y antes de una gran pendiente realiza un desarrollo
(desarrollo 3) en dirección hacia el sur para evitar
otro desnivel y luego unirse con la variante 1 continuando por su trayectoria. La supericie de la calzada
está cubierta por escombros, no se deinen muro de
contención ni peldaños en buen acabado. Hay otro
grupo de peldaños en el desarrollo 3 construido con
piedras de grandes dimensiones y muy tosco acabado,
totalmente diferente de los peldaños de piedras que
caracterizan a Escalerayoc.
Sector 7
Se ubica en las nacientes de la laguna Mullucocha, a
750 m al suroeste del sector 6. Está compuesto por dos
variantes que se separan en las nacientes de la laguna
Mullucocha a la altura del cerro San Cristóbal. Las dos
variantes descienden una pendiente para dirigirse hacia
el sur la variante 1 y al sureste la variante 2 (tabla 3).
Variante 1: el camino muestra un trazo recto, no evita
la pendiente sino que se dirige directamente hacia
ella. La supericie de la calzada está conformada por
empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho,
que se dirigen de manera directa tras culminar la
pendiente (ig. 8).
Variante 1: se separa apenas inicia la pendiente, se
orienta hacia el sur, no evita la pendiente; al contrario,
se dirige directamente hacia ella. La supericie de la
calzada está conformada por empedrados y peldaños
de hasta 0,20 m de ancho, los cuales orientan de forma
directa tras culminar la pendiente.
Variante 2: se separa a la altura de los aloramientos,
aproximadamente 60 m al este del subsector 6a, y antes
Variante 2: el camino muestra un desarrollo mediante
una traza sinuosa sorteando los aloramientos, al
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
75
Tabla 3. Sectores y medidas. Table 3. Sectors and measurements.
SECTOR 6
SUBSECTOR 6 A
SUBSECTOR 6 B
SECTOR 7
SECTOR 8
SUBSECTOR 6 C
DEM
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Largo:
42.42
63.72
19.73
23.16
54.65
94.32
63.28
118.13
429.09
287.35
Azimut (°):
283.24
283.24
244.69
244.69
283.9
283.9
201.44
201.44
203.14
203.14
Rumbo (°):
103.24°
SW
103.24°
SW
64.69°
SW
64.69°
SW
103.9°
SW
103.9°
SW
21.44°
SW
21.44°
SW
23.14°
SW
23.14°
SW
Altura Inicio
4587.73
4556.05
4541.07
4466.36
4444.91
Altura Final
4573.19
4550.08
4517.26
4454.18
4406.58
Figura 8. Sector 6. Subsector 6B. Variante 1, debajo de la variante 2. Línea blanca indica traza prehispánica, línea amarilla indica modiicación colonial (fotografía del autor). Figure 8. Subsector 6B, variant 1 below variant 2.he white line indicates the pre-Hispanic route
and the yellow line the modiied colonial route (photo by the author).
76
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 9. Detalle del muro de pirca de la variante 2, al lado los peldaños de la variante 1. Línea blanca indica traza prehispánica, línea
amarilla indica modiicación colonial (fotografía del autor). Figure 9. Detail of the pirca (drystone wall) of variant 2, next to the steps of
variant 1. he white line indicates the pre-Hispanic route and the yellow line the modiied colonial route (photo by the author).
terminar la pendiente se une con la variante 1. La
supericie de la calzada está cubierta por escombros,
no se deinen muro de contención ni peldaños.
Sector 81
Se ubica en las nacientes de la laguna Mullucocha, 180
m al sur del sector 7. Está compuesto por dos variantes
que se entrecruzan evitando una suave pendiente. Las
variantes descienden para dirigirse hacia el sur. La primera se ubica en el lado oeste mientras que la segunda
en la parte este (tabla 3).
Variante 1: el camino muestra dos desarrollos mediante
una traza sinuosa sorteando aloramientos rocosos. El
desarrollo 1 se ubica al oeste y el desarrollo 2 al este. La
supericie de la calzada del desarrollo 1 está cubierta
parcialmente con escombros. Presenta restos de empedrados y pequeños grupos de escalinatas. El desarrollo
2, más extenso, presenta algunos peldaños y muros
de contención junto con peldaños de acabado burdo.
Variante 2: se separa apenas inicia la pendiente. Se
dirige de manera directa hacia el sur, sin evitar la
pendiente, yendo directamente hacia ella. La supericie de la calzada está conformada por empedrados y
peldaños de hasta 0,20 m de ancho, los cuales siguen
en dirección recta tras culminar la pendiente.
DISCUSIÓN DE LAS EVIDENCIAS
Veremos los aspectos que se desligan de las evidencias
que se identiican en el camino y que, en una propuesta
general, se relacionan con un tema tan importante como
la movilidad en el camino.
Gradiente del camino
La gradiente del camino debe ser tomada en cuenta
siempre, más aún si consideramos los cambios históricos en ella desde tiempos prehispánicos hasta la
actualidad.
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
El empleo de peldaños para transitar pendientes
abruptas ha sido una de las soluciones más importantes
para facilitar el tránsito por el camino. Se ha registrado entre 20° y 26° de inclinación en la gradiente
del camino (sector 6, subsectores 6A y 6C: variante
1). Los segmentos que presentan peldaños lo hacen
frecuentemente para gradientes pronunciadas entre
7° a 26°. Esto se observa en los segmentos que tienen
más peldaños y cuya arquitectura de borde está deinida con piedras colocadas de manera transversal a
la trayectoria del camino, permitiendo los amarres y
posibilitando que el borde del camino se conserve. A
diferencia de esto, se han registrado pocos peldaños
asociados a los senderos que presentan una construcción
de pirca en sus bordes. Solo en el sector 6 (subsector
6C) la variante 2 muestra tales atributos, así como la
variante 1 del sector 8. La presencia de estos peldaños
en menor cantidad y de factura burda asociados a
senderos indicaría su posterioridad con respecto al
camino prehispánico.2
Cambios en la traza del camino
Los sectores 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8, muestran en sus
variantes 2, 2, 1, 2, 2, 1, 1 y 2, respectivamente, una
traza mucho más recta, a diferencia de los senderos
con pircas en sus bordes, donde la traza es más sinuosa y presenta desarrollos, aspecto directamente
vinculado a una gradiente moderada. En estos no se ha
reconocido mayor cantidad de peldaños, a diferencia
de las variantes que mantienen una traza recta y casi
continua (tabla 4).
Características arquitectónicas en el
camino
Superposición de caminos: en los sectores 4 y 6 y sus
respectivas variantes notamos la superposición en las
evidencias de camino, lo que indicaría su posterioridad
(tablas 5 y 6).
1. Caminos postinca: la traza es sinuosa, presentando
desarrollos. Tienen una pendiente o gradiente más
suave. No presentan gran cantidad de peldaños y la
arquitectura de borde se realizó con pircado simple.
2. Rotura de caminos: en las escalinatas incas que mantienen una traza más recta, el camino postinca rompe
77
y modiica los peldaños, y se suelen extender zigzag
o desarrollos sobre el Camino Inca para facilitar así
el ascenso cómodo.
Los peldaños o la mayor presencia de ellos son un
indicador para determinar o identiicar un camino prehispánico, diferenciándolo de uno colonial o posterior.
Las modiicaciones que se hicieron en el camino
estuvieron directamente asociadas a las necesidades de
las nuevas sociedades, para la adecuación y tránsito de
los animales de carga que llegaron con los hispanos.
Adaptabilidad y variaciones del trazo
Nos centraremos en explicar las diferencias entre los
caminos prehispánicos y los caminos coloniales o carreteros. Al llegar los españoles e introducir animales
de carga como el caballo y el asno, entre otros, habrían
condicionado la realización de modiicaciones en los
caminos. Las vías con pendientes, que antes albergaban
peldaños para ser transitadas a pie por personas o por
camélidos (llamas), fueron modiicadas y acondicionadas
para favorecer el tránsito de animales de herraje. En
consecuencia, se abandonaron las secciones de caminos
con fuertes pendientes y peldaños para habilitar en su
lugar rampas sobre los peldaños, destruyéndolos. También se prepararon nuevas secciones con desarrollos al
lado del camino original, para sortear las pendientes,
tal como se observa en el camino del Pariacaca donde
existen dichas “variantes”.
Debemos indicar que, en los Andes, los caminos
fueron construidos para el tránsito pedestre, por donde
transitaban personas y animales de carga. En ese sentido,
los caminos estaban acondicionados para el tránsito
exclusivo a pie, incluyendo todos los elementos arquitectónicos que eran adecuados para dicho in: muros
de contención, empedrados, alineamientos de piedra,
etc. No obstante, el tránsito pedestre sugirió además del
acondicionamiento del terreno y del paisaje circundante,
el conectar de manera directa dos puntos de interés
distantes. La linealidad del camino permitió vincular
dos espacios, aun cuando existían obstáculos, estos se
podían salvar mediante el empleo de peldaños, muros de
contención, entre otras soluciones, simplemente porque
el camino estaba preparado para el tránsito a pie sin la
necesidad de emplear animales de carga u otros vehículos de transporte de individuos como los caballos o las
carrozas que llegarían después con la presencia hispana.
78
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Tabla 4. Sectores y sus características. Table 4. Sectors and their characteristics.
SECTOR
VARIANTES
TRAZA
CALZADA
BORDE
OBSERVACIONES
1
Sinuosa
2
Recta
1
Sinuosa
2
Recta
Escalinata
1
Recta
Escalinata
2
Sinuosa
Pirca
Presenta 1 desarrollo
1
Sinuosa
Pirca
Presenta 1 desarrollo
2
Recta
1
Sinuosa
2
Recta
Escalinata
1
Recta
Escalinata
2
Sinuosa
1
Recta
2
Sinuosa
1
Recta
Escalinata
2
Sinuosa
Escalinata
1
Recta
Escalinata
2
Sinuosa
1
Sinuosa
Escalinata
2
Recta
Escalinata
1
Escalinata debajo de escombros
Escalinata
Pirca
Presenta 2 desarrollos
Muro
Muro de contención
2
Restos de Escalinata
3
4
Escalinata debajo de variante 1
Escalinata
Pirca
5
Subsector
6A
6
Subsector
6B
Subsector
6C
Escalinata afectada por la variante 2
Presenta 1 desarrollo
Escalinata debajo de variante 2
Escalinata
Presenta 1 desarrollo
Pirca
Presenta 1 desarrollo, escalinatas rústicas
Pirca
Presenta 1 desarrollo
Pirca
Presenta 2 desarrollos, escalinata rústicas
7
8
En el paisaje circundante se observa cómo los
caminos coloniales sortean o se ramiican del camino
original prehispánico, volviéndose luego a unir a ellos.
Esto se produce dado que la trayectoria del Camino
Inca era la más indicada, por ser más recta y rápida para
llegar a un objetivo o punto de interés.
Pero, ¿por qué los caminos prehispánicos no eran
adecuados para el tránsito de los animales de carga
peninsulares? Existen pendientes abruptas en los caminos prehispánicos, como aquella de 26° grados en
el Pariacaca. Estas pendientes tenían peldaños de unos
20 a 30 cm de ancho, con pasos angostos pues, como
hemos dicho, estaban preparados para las personas y
79
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
Tabla 5. Sectores y Cronología. Table 5. Sectors and Chronology.
SECTOR 1
SECTOR 2
SECTOR 3
SECTOR 4
SECTOR 5
DEM
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Diferencia
altura
18.35
18.35
24.342
946
24.342
946
3.122
27
3.122
27
11.816
438
11.816
438
25.000
212
25.000
212
Distancia
104.54
64.91
129.39
105.05
14.83
21.02
74.49
52.28
156.88
125.55
Porcentaje (%)
17.55
28.26
18.81
23.17
21.05
14.85
15.86
22.60
15.94
19.91
Grados (°)
10.16
16.64
10.91
13.52
12.24
8.57
9.17
13.18
9.21
11.56
Cronología
Post-Inca
Inca
Post-Inca
Inca
Inca
SECTOR 7
SECTOR 8
Tabla 6. Sectores y Cronología. Table 6. Sectors and Chronology.
SECTOR 6
SUBSECTOR 6 A
SUBSECTOR 6 B
SUBSECTOR 6 C
DEM
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Variante
1
Variante
2
Diferencia
altura
14.535
267
14.535
267
5.968
128
5.968
128
23.807
604
23.807
604
12.181
937
12.181
937
38.327
085
38.327
085
Distancia
42.42
63.72
19.73
23.16
54.65
94.32
63.28
118.13
429.09
287.35
Porcentaje (%)
34.27
22.81
30.25
25.77
43.56
25.24
19.25
10.31
8.93
13.34
Grados (°)
20.44
13.30
17.88
15.10
26.67
14.78
11.17
5.93
5.13
7.69
Cronología
Inca
Post-Inca
los camélidos. Es decir, tanto la pendiente abrupta y
lo angosto de los peldaños, habrían imposibilitado el
tránsito de los caballos u otros animales peninsulares.
Entre estos animales, los caballos son los más
robustos (1,50 m de altura y 1,80 m de largo en promedio) y pesados (alrededor de 500 kg), por lo que una
pendiente de 26° con peldaños angostos era más difícil
de transitar, sobre todo con carga extra. Por esta razón
el camino habría sido modiicado y acondicionado para
el paso de estos animales.
Inca
Post-Inca
Inca
En contraste, las llamas son más gráciles y livianas
(máximo 120 kg) con una longitud promedio de 1,40
m, lo que las hace aptas para el tránsito por una vía con
las características del Camino Inca.
80
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
CONCLUSIONES PRELIMINARES
Estableciendo pautas para la iliación
temporal de caminos
En el camino del Pariacaca se han identiicado indicadores
que nos permiten diferenciar los caminos prehispánicos
de los caminos coloniales, habiéndoselos detectado en
el emplazamiento donde existen pendientes abruptas,
como lo demuestran principalmente los cerros San
Cristóbal y Portachuelo.
En esta recurrencia de pendientes y peldaños,
observamos que estos últimos son una de las características principales para el reconocimiento de los
caminos prehispánicos, sobre todo considerando que
deben haberse construido manteniendo una traza recta
que permitía el tránsito más directo.
La llegada del nuevo orden condicionó y modiicó estos peldaños, realizando superposición en ellos,
poniéndose desarrollos y ampliándose la trayectoria
del camino. De esa manera, se habilitó el camino para
adecuarlos a los nuevos animales peninsulares.
¿Qué dicen las fuentes históricas? Mucho se ha
dicho sobre el registro efectuado en los caminos, sobre
todo cuando dichas descripciones provienen de la
versión hispana, asociadas al tránsito y movilidad en
los caminos con animales peninsulares como caballos,
asnos y ganado vacuno.
Sin lugar a dudas, el tránsito de estos animales
habría afectado signiicativamente las vías prehispánicas,
originalmente habilitadas para el tránsito de personas a
pie y para animales ligeros como las llamas, cuyo peso
y tamaño era menor respecto de los occidentales, a lo
que se agrega su grácil desplazamiento.
Los reportes de los primeros años de la conquista
dan cuenta del malestar que ocasionaba el tránsito por
dichos caminos, ya que no estaban diseñados para
animales tan grandes como los caballos. Esta situación
se complicó aún más en tiempos de clima adverso,
como el invierno en los Andes, tal como lo graica
la travesía de Hernando Pizarro (1969 [1533]: 37)
realizada durante el invierno de 1533. Por otro lado,
es muy diferente la percepción que tiene Pedro Cieza
de León (2005 [1553]: 329-332) de los caminos a poco
más de diez años desde la carta de Hernando Pizarro.
Al parecer, ya se habían efectuado las modiicaciones en
determinadas secciones para permitir el tránsito de las
nuevas bestias. Esta sería la razón por la que Cieza de
León maniiesta su satisfacción en favor de los caminos,
dado que los segmentos que presentaban diicultades
permitían el desplazamiento más cómodo a lomo de
bestia. Un buen ejemplo es el camino del Pariacaca,
donde la ocurrencia de peldaños asociados a pendientes hacía difícil el tránsito de animales traídos por los
hispanos. Es un tema que, evidentemente, merece más
atención para discriminar las modiicaciones postinca
en los caminos del sistema vial inca.
¿Qué dicen las evidencias arqueológicas? En un
primer momento el registro arqueológico no permitía
comprender la presencia de “variantes” en el camino,
sobre todo si dichas modiicaciones se presentaban en
espacios deinidos del terreno, como pasos estrechos,
pendientes abruptas, entre otros, a tal punto que se
llegó a aceptar aquellas modiicaciones como parte del
planeamiento vial inca.
Considerando las características del territorio y la
necesidad de realizar un tránsito más luido y eiciente,
así como una mayor accesibilidad hacia otras zonas territoriales, podemos airmar que los caminos sufrieron
modiicaciones posteriores desde la conquista europea y
que estas estuvieron sujetas a las necesidades del nuevo
sistema de gobierno y administración, con requerimientos
especíicos para el transporte de productos de regiones
distantes, por ejemplo.
Esperamos que este estudio preliminar permita
plantear nuevas preguntas, particularmente tomando
en cuenta la importancia del conocimiento de las redes
de caminos para la comprensión de la movilidad en el
proceso histórico de una región.
NOTAS
1
Por cuestiones de espacio, y a diferencia del Sector 6,
hemos considerado solo dos variantes para el sector 8.
2
Los peldaños del camino tienen alrededor de 20 a 30 cm
de ancho; no obstante, existen peldaños de hasta 40 cm de
ancho que están burdamente trabajados y serían posteriores.
RECONOCIMIENTOS Esta investigación no se hubiese
concluido sin el apoyo de Giancarlo Marcone Flores y la colaboración de Alfredo Bar, Miguel Cabrera, Sonia Ríos, Julio
Fernández, Jorge Flores y Diego Guevara. A todos ellos mis
sinceros agradecimientos.
El camino del Pariacaca / G. Casaverde
REFERENCIAS
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y el alto Cañete: estudio de paisaje cultural. Lima: Instituto
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 83-101, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
CONTRIBUCIONES AL ESTUDIO DE LA VIALIDAD
INCAICA EN EL SECTOR CENTRAL DE LA QUEBRADA
DE HUMAHUACA (JUJUY, ARGENTINA)
CONTRIBUTIONS TO THE STUDY OF INCA ROADWAYS IN THE CENTRAL
ZONE OF QUEBRADA DE HUMAHUACA (JUJUY, ARGENTINA)
PABLO OCHOAA & CLARISA OTEROB
En este trabajo se presentan los resultados de las investigaciones
desarrolladas en los últimos años orientadas al estudio del Qhapaq
Ñan en el sector central de la Quebrada de Humahuaca (Jujuy,
Argentina). A partir de la identiicación de nuevos trayectos
de caminos vinculados a tambos, centros administrativos,
sitios estratégicos de control, campos agrícolas y un santuario
de altura, se propone que el Estado Inca consolidó un nuevo
sistema vial con la intención de articular espacios y controlar el
tránsito. Las evidencias demuestran que este proceso pudo ser
el resultado de la aplicación de políticas versátiles para anexar
territorios mediante la incorporación de prácticas religiosas
locales al culto estatal y la resigniicación de los paisajes locales.
Palabras clave: Qhapaq Ñan, inca, control político, waka,
paisaje.
his paper presents the results of research conducted in recent
years on the Qhapaq Ñan in the middle reaches of Quebrada de
Humahuaca ravine (Jujuy, Argentina). Based on the identiication
of new stretches of road linked to tambos, administrative centers,
strategic control points, agricultural ields and a high-altitude
shrine, the authors propose that the Inca state created a new
road system to connect spaces and control transit. he evidence
shows that this process may have been the result of versatile
policies aimed at annexing territories by incorporating local
religious practices into the state religion and the resigniication
of local landscapes.
Keywords: Qhapaq Ñan, Inca, political control, waka,
landscape.
A
B
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, el sistema vial incaico se ha
constituido como uno de los indicadores arqueológicos
más precisos para establecer los límites del Tawantinsuyu
(Hyslop 1988). No solo ha sido utilizado para determinar la anexión de diversos territorios al Imperio, sino
que además ha permitido avanzar sobre problemáticas
relacionadas con interacción y fronteras sociales, y principalmente sobre los modos de control y organización
política de las poblaciones sometidas. Quizás uno de
los aportes más importantes es que se ha reconocido
que el estudio integral de este sistema debe comprender tanto las características de su trazado como las de
la articulación con otras estructuras próximas a la red
vial. Esta asociación a sitios arqueológicos de diferente
funcionalidad y los atributos propios de cada tipo de
camino, desde las técnicas utilizadas para su construcción hasta las formas de emplazamiento, han servido
para deinir la jerarquía de los distintos tramos (Hyslop
1992) y, a su vez, evaluar la organización e integración
de diversos paisajes sociales (Berenguer 2007).
Pablo Ochoa, Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires,
email: pabloadolfoochoa@yahoo.com.ar
Clarisa Otero, Instituto de Ecorregiones Andinas, Universidad Nacional de Jujuy-conicet. Instituto Interdisciplinario Tilcara,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, email: clarisaotero@yahoo.com.ar
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2017.
84
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Este trabajo tiene por propósito presentar una
síntesis de los principales trayectos de Camino Inca
registrados hasta el momento en el sector central de la
Quebrada de Humahuaca y sus quebradas tributarias.
Para este sector proponemos que el emplazamiento de
las distintas arterias del sistema vial respondió a un caso
particular y especíico de control del tránsito, como
resultado de las estrategias aplicadas para organizar
el territorio (Morris 1988). Estas estrategias políticas
habrían incluido la instalación de tampus, centros productivos, la ampliación de campos agrícolas, enclaves
estratégicos de control y la apropiación de una waka
con el objetivo de resigniicar el paisaje social. De allí
que la red de caminos asociados a cada uno de estos
sitios arqueológicos y a diferentes elementos del paisaje
permite demostrar que, además de estar orientada a la
conexión de distintos ambientes, sirvió para organizar
espacialmente a las poblaciones locales. Por tal motivo,
presentamos las características arquitectónicas y de
emplazamiento de los trayectos identiicados en todo
este sector teniendo en cuenta su vinculación con los
sitios que pudieron tener una función destacada durante
la dominación inca.
EL ÁREA DE ESTUDIO
La Quebrada de Humahuaca es un corredor natural
que apenas supera los 100 km de extensión y ofrece en
cientos de kilómetros las vías de comunicación más cortas
entre las yungas y la puna, y en un plano más amplio,
entre el área circumpuneña y los Andes meridionales
(Tarragó 2013). El Río Grande, que la atraviesa en sentido norte-sur, brinda a este valle semiárido un curso
de agua permanente. A lo largo de su cauce, la quebrada
presenta zonas con amplias llanuras de inundación,
que superan los 3 km de extensión, mientras que en
distintos puntos se estrecha hasta alcanzar solo 30 m
de ancho (Reboratti 2003). Además de estos estrechos,
denominados angostos, a lo largo de su cauce también
se suceden desembocaduras de ríos que conforman
quebradas tributarias. Estas quebradas, al igual que la
troncal, han sido utilizadas desde momentos prehispánicos como corredores naturales que conectan esta
región con otros ambientes (Albeck 1992).
El área especíica de estudio, el sector central de la
Quebrada de Humahuaca, se delimita por dos de estas
quebradas tributarias. El límite norte de este sector se
encuentra deinido por la quebrada de Yacoraite y el
sur por la quebrada de Purmamarca (ig. 1). En este
trabajo también incluimos a la serranía de Tilcara ya
que, además de presentar extensos campos de cultivos
prehispánicos (Albeck 1993), en ella identiicamos
numerosos trayectos de Camino Inca utilizados para
acceder de forma directa a los valles y yungas de Jujuy.
En esta serranía también se cuenta con la presencia del
cerro Sixilera. Proponemos que este cerro fue una waka
de un importante protagonismo que funcionó como
referente simbólico y espacial a nivel regional, dadas
las evidencias arqueológicas encontradas en su cima y
el desarrollo de peregrinaciones en el marco de festividades religiosas desde momentos prehispánicos hasta
el presente. Asimismo, incluimos parte de la sierra del
Mal Paso por donde ingresa el camino proveniente de
la sierra del Aguilar, desde la puna, al sector central de
la Quebrada de Humahuaca. En suma, en este trabajo
se caracterizan los trayectos identiicados en todo el
sector central de la Quebrada, incluidas las quebradas
tributarias, parte de la sierra del Mal Paso y la serranía
de Tilcara, y se avanza en la vinculación de la red vial
con distintos elementos del paisaje de carácter simbólico
y con sitios arqueológicos que, en algunos casos, fueron
estudiados por otros investigadores.
La metodología utilizada para cumplir con los objetivos propuestos contempló una estrategia integradora.
Principalmente, se combinaron la georreferenciación
de distintos indicadores del paisaje, a partir del uso de
imágenes satelitales, con el desarrollo en el campo de
extensas prospecciones arqueológicas, tanto en la quebrada troncal como en las tributarias para identiicar
tramos de red vial y sitios arqueológicos. Por otro lado,
se realizó el relevamiento planialtimétrico, fotográico y
registro mediante coordenadas geográicas de distintas
estructuras asociadas a los caminos. Asimismo, se tuvieron
en cuenta la toponimia local, documentos históricos y
antecedentes bibliográicos para la identiicación de sitios
y rutas. A partir del análisis de todos estos elementos se
confeccionaron mapas de simulación que permitieron
estimar de manera preliminar posibles vías de tránsito
según la extensión y características topográicas entre
distintos puntos de la Quebrada y las regiones adyacentes.
Los trayectos de camino fueron registrados a
partir del uso de una icha que incluyó variables tales
como ancho, pendiente, características constructivas,
sistemas de drenaje, cruces de senderos y tipos de
emplazamiento (tabla 1). Vale mencionar que se puso
85
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
Tabla 1. Características arquitectónicas y lugar de emplazamiento de los trayectos de Qhapaq Ñan mencionados
en el ttrabajo. Table 1. Architectural features and location of the Qhapaq Ñan sections mentioned in this paper.
TRAYECTO
CARACTERÍSTICAS ARQUITECTÓNICAS
Despejado Con muros
laterales
o espedrado
Tilcara-La Huerta
X
Yacoraite-La Huerta
X
La Huerta-Sixilera
Con muro de
retención lat.
LUGAR DE EMPLAZAMIENTO(PENDIENTE)
Escalonado Amojonado Ondulada Rocosa Natural Lateral
y/o enlajado
(zig-zag)
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
Sixilera-Tilcara
X
X
X
La Huerta- Caspala
X
X
Yacoraite-El Aguilar
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
Tambo de Tokante
Peñón de Yakoraite
Angosto de Yakoraite
Yakoraite bajo
Campo Morado
Tambo Puerta de la Huerta
El Churcal
Tambo de
Qaqaral
La Huerta
Complejo del Peñónde la Huerta
Tambo de Casa Mocha
Pucará de Tilcara
SIMBOLOGÍA
Qhapaq Ñan
Ciénaga Grande
Sitios arqueológicos
Sitios estratégicos de control
Tambos
Abra de Punta Corra
0
Wakas
10 Km
Figura 1. Mapa del sector central de la Quebrada de Humahuaca con la ubicación de los principales sitios arqueológicos que se mencionan en el texto y el trazado del Qhapaq Ñan. Figure 1. Map of the central zone of the Quebrada de Humahuaca including the location
of the main archaeological sites mentioned in the text, and the layout of Qhapaq Ñan.
86
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
énfasis en aquellos rasgos constructivos que permitieron asignar con precisión los senderos al Qhapaq Ñan,
teniendo en cuenta que posiblemente la gran mayoría
de los caminos relevados fueron reutilizados desde
momentos preincaicos y que pudieron constituirse
incluso como caminos de herradura. Por último, las
tareas de campo contemplaron la participación en las
peregrinaciones al cerro Sixilera, en el marco de las
celebraciones organizadas por la comunidad indígena
de La Huerta. El propósito de esta participación fue el
de registrar los trayectos prehispánicos que conducen
al santuario de altura construido en la cima del cerro.
EL QHAPAQ ÑAN EN LA QUEBRADA
TRONCAL
Los estudios sobre el Camino Inca en la Quebrada de
Humahuaca se inician en la década de 1980, con los
trabajos de Raino (1983), quien propuso que una de
las arterias principales del Qhapaq Ñan atravesaba la
quebrada en sentido norte-sur. Seguidamente, Nielsen
(1989) registró tramos de camino en los sectores superiores de la serranía de Tilcara y en el sector norte de
la Quebrada (Nielsen 1994; Nielsen et al. 1997). Los
aportes de ambos investigadores orientaron nuestros
trabajos para completar la sistematización de la red
vial en el sector central de la quebrada. A los tramos
relevados por Raino (1993) próximos a La Huerta, sitio
que él deiniera como un centro administrativo inca, en
los últimos años detectamos segmentos de camino que
vinculan este sitio con el tambo Puerta de la Huerta
(ig. 2a, b). Este tambo, construido a partir de la traza
edilicia de un Rectángulo Perimetral Compuesto (rpc)
(sensu Madrazo & Otonello 1966), de media hectárea de
supericie presenta 15 qollqas, varias terrazas de cultivo
y corrales. Asimismo, sobre el faldeo del promontorio
donde se emplaza, localizamos otros tramos de camino
que lo conectan con el sitio arqueológico Angosto del
Perchel y la posible cabecera política de la wanami de
Humahuaca: el pucara de Tilcara (ig. 1) (González 1982;
Williams 2004; Otero 2013). Este trayecto de dos km
de extensión presenta muros de retención lateral y en
algunos segmentos su ancho supera los cuatro metros
(ig. 2c, d, tabla 1).
Por otro lado, sobre el espolón ubicado frente al
tambo de la Huerta se registró el trazado del camino
que vincula de manera paralela al Río Grande y, ha-
cia el norte, el centro administrativo La Huerta con
los pucaras de Campo Morado y Yacoraite (ig. 3a).
Este trayecto de 6 km de extensión presenta variadas
técnicas constructivas, como muros de retención
lateral, despedrado y entre muros (ig. 3b, c, tabla 1).
Asimismo, su ancho varía según las diversas formas de
emplazamiento, alcanzando como máximo los cuatro
metros. En trabajos anteriores fue descrito el trayecto
de camino que rodea la base del pucara de Campo
Morado, destacando su asociación con petroglifos
posiblemente atribuibles a la época preincaica (Fernandez Do Río & Ochoa 2010).
A los tramos identiicados en torno a La Huerta,
se suman otros trayectos de caminos con muros de
retención lateral, próximos a dos estrechamientos
naturales de la quebrada troncal, conocidos como
angostos de Perchel y Yacoraite (ig. 1). En la cima de
estos angostos se emplazaron poblados refuncionalizados por el Inca. A estos sitios los denominamos
enclaves estratégicos de control, por presentar un difícil
acceso, ofrecer un excelente dominio visual, segregar
naturalmente el espacio y controlar el tránsito que luía
a lo largo de la quebrada.
El pucará de Yacoraite (Krapovickas 1981), construido sobre el angosto de Yacoraite (ig. 4a), presenta
numerosas estructuras con rasgos arquitectónicos
incaicos tales como nichos, muros con banqueta, ángulos rectos en las esquinas de los recintos y un rpc
en la cima. Este sitio se emplaza en la desembocadura
de la quebrada homónima, la cual se constituye como
un corredor natural para acceder a la puna. En la base
de este pucará se localizaba el tambo Yacoraite Bajo
(Krapovickas 1968), lamentablemente destruido durante la construcción de la Ruta Nacional n° 9. Si bien
Krapovickas (1968) destacó los atributos incaicos de
los materiales recuperados durante sus excavaciones,
actualmente es posible sostener que, efectivamente,
se trató de un tambo. La lectura de fotografías aéreas
tomadas antes de su destrucción permite distinguir su
traza edilicia, en la que se identiica un rpc y un gran
corral asociado a pequeños recintos. En su publicación,
Krapovickas describe la presencia de escalones en
voladizo al interior de estructuras cuadrangulares que
no presentaban vanos de ingreso. De allí que se pueda
estimar que se trató de qollqas. Por último, asociado a
este angosto, sobre la serranía de Tilcara se encuentra
el complejo prehispánico Agrícola del Moya (ig. 4b,
c) (Nielsen & Boschi 2007; Fernandez Do Río 2010),
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
a
Corral
Espacios
habitacionales
SIMBOLOGÍA
Quebrada de la Huerta
Qhapaq Ñan
Qollqas
Terrazas de cultivo
Barranca
10 m
b
87
Campos
de cultivo
Quebrada de Humahuaca
c
d
Figura 2. Tambo Puerta de la Huerta: a) planimetría; b) panorámica; c-d) tramo del Qhapaq Ñan con muros de retención lateral que
ingresa a La Huerta desde el sur de la Quebrada de Humahuaca. Figure 2. Tambo Puerta de la Huerta: a) planimetry; b) panoramic view;
c-d) section of the Qhapaq Ñan with lateral retaining walls, which enter La Huerta from the south along the Quebrada de Humahuaca ravine.
a
b
c
Figura 3. Tramo del Qhapaq Ñan que ingresa a La Huerta desde el norte de la Quebrada de Humahuaca: a) despedrado; b) entre muros;
c) con muros de retención lateral. Figure 3. Section of the Qhapaq Ñan that enters La Huerta from the north side of the Quebrada de
Humahuaca: a) cleared of stones; b) between walls; c) with lateral retaining walls.
88
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
c
d
Figura 4: a) angosto de Yacoraite; b) complejo minero del Moya; c) complejo agrícola del Moya; d) tramo del Qhapaq Ñan que vinculó
ambos espacios. Figure 4: a) angosto (narrows) of Yacoraite; b) Moya mining complex; c) Moya agricultural complex; d) section of Qhapaq
Ñan that connected both spaces.
donde también registramos segmentos de Camino
Inca que articulan estos sitios (ig. 4d). Durante las
prospecciones que realizáramos en este complejo se
identiicó una mina utilizada en momentos prehispánicos, asociada a pequeñas estructuras de planta lineal
y cuadrangular.
A diferencia del caso de Yacoraite, el camino que
atraviesa el angosto de Perchel se emplaza sobre la base
del pucará de Perchel, un poblado de una hectárea
de supericie ubicado a 40 m de altura sobre el nivel
del río (ig. 5a). Este pucará cuenta con estructuras
cuadrangulares, una plaza y un recinto circular. Tal
como plantea Scaro (2009), si bien presenta evidencias
que relejan una ocupación preincaica, los materiales
asignables al momento incaico son más abundantes. Su
función principal pudo ser la de controlar el tránsito a
lo largo de la Quebrada de Humahuaca. No obstante,
al parecer cumplió más bien un rol de índole política
y territorial. En las crónicas coloniales, este angosto es
descrito como angosto de Tumi y límite norte de los
tilcaras (Sánchez 2004). Otra articulación espacial refuerza la idea del carácter multifuncional que pudieron
tener estos enclaves. El complejo agrícola de El Churcal
(ig. 5b) (Fernandez Do Rio 2010) se encuentra en
dirección al este de Perchel (ig. 1). En su conjunto, el
pucara de Perchel y los caminos asociados (ig. 5c, d)
debieron cumplir con un rol particular en la organización de la producción agrícola, principalmente para el
desplazamiento de las personas dedicadas a las tareas
campesinas y para la circulación de granos y cultivos
(Albeck 1993, 2016).
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
89
a
b
c
d
Figura 5: a) el angosto del Perchel; b) complejo agrícola del Churcal; c-d) trazado del camino que pasa por la base del sitio hacia el sur.
Figure 5: a) angosto (narrows) del Perchel; b) Churcal agricultural complex; c-d) stretch of road that passes by the base of the site, running
southward.
EL CAMINO INCA EN LAS QUEBRADAS
TRIBUTARIAS
La quebrada de Yacoraite
Esta quebrada fue posiblemente utilizada durante toda
la historia prehispánica de la región para articular la
puna con la Quebrada de Humahuaca, convirtiéndose
en uno de los principales ejes de circulación en sentido
este-oeste. Sobre la meseta de Los Amarillos, a la altura
del cerro conocido como la Pollera de la Colla, se detectaron tramos de camino que conducían posiblemente al
pucará de Yacoraite y al tambo de Yacoraite Bajo (tabla 1).
Asociado a estos tramos y a 10 km de la desembocadura
del río Yacoraite se detectó un tercer sitio estratégico
de control, de características de emplazamiento en
altura similares a las de los poblados identiicados en
los angostos (ig. 1). Este sitio, al que denominamos
peñón de Yacoraite, fue construido utilizando la cuarcita
rosada que alora en la supericie de la peña (ig. 6a).
Entre sus estructuras, algunas de ellas ediicadas con
banquetas de refuerzo, se reconocieron torreones (ig.
6b), terrazas de circulación (ig. 6c) y qollqas (ig. 6d).
Al igual que estos rasgos arquitectónicos, el material
cerámico de supericie también es asignable al momento
incaico (Ochoa 2014). Este enclave estuvo posiblemente
vinculado a otro tramo de camino, que fuera descrito
previamente por Nielsen et al. (1997), detectado en el
sector superior de la quebrada de Yacoraite y que debía
articular esta quebrada con la sierra del Aguilar.
En la sierra del Aguilar identiicamos un tambo
y dos tramos de camino que ingresan a Casa Grande y
Vizcarra desde la puna (tabla 1, ig. 1). Ambos trayectos
atraviesan la sierra del Mal Paso, presentando direcciones
90
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
c
d
Figura 6: a-b) peñón de Yacoraite; c) extensos muros de contención; d) qollqa con escalones en voladizo. Figure 6: a-b) Peñón de Yacoraite
crag; c) large retaining walls; d) qollqa (storage structure) with cantilevered steps.
diferentes. Uno de ellos, posiblemente con dirección
sur, articuló a esta sierra con las Salinas Grandes y
con Guayatayoc. La otra vía procede del norte, desde
Abralaite y Casabindo. Estos caminos se entrecruzan en
la sierra del Mal Paso, de allí se bifurcan por un lado,
hacia Humahuaca, y por el otro, hacia la quebrada de
Yacoraite, traspasando el abra de Tokante. Esta última,
a 4256 msnm, se remarca en el paisaje por una apacheta
(ig. 7a), que presenta asociados numerosos materiales
arqueológicos. Entre ellos se identificaron cuentas
confeccionadas en rocas calcáreas y en mineral de cobre
(ig. 7b), trozos de mineral de cobre nativo (ig. 7c) y
fragmentos de cerámica (ig. 7d). Antes de llegar al abra,
detectamos sobre un aloramiento rocoso a 4000 msnm
el tambo de Tokante (ig. 1). Este tambo presenta varias
estructuras cuadrangulares, dos qollqas y un corral.
Los caminos trazados en la quebrada de Yacoraite,
al igual que los detectados en la sierra del Aguilar,
debieron desarrollar un papel preponderante en el
acceso al sector central de la Quebrada de Humahuaca desde la puna, particularmente en el marco de las
peregrinaciones al cerro Sixilera. Tal como se describe
a continuación, este cerro funcionó como un importante santuario de altura, que por sus dimensiones y
color es visible desde el sector medio y superior de la
quebrada de Yacoraite.
La quebrada de Sixilera
Esta quebrada se constituye hasta hoy como uno de
los principales corredores naturales que conducen a
los valles orientales de Jujuy. A lo largo de esta arteria,
consolidada mayormente como camino de herradura,
se han registrado varios trayectos de Qhapaq Ñan que
surgen desde La Huerta y atraviesan Sixilera en dirección
al Molulo (ig.s 1 y 8). En la cabecera de la quebrada de
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
a
91
b
c
d
Figura 7: a) apacheta prehispánica en el abra de Tokante; b) cuentas de collar confeccionadas en roca calcárea y mineral de cobre; c)
trozos de mineral de cobre; d) fragmentos de cerámica recolectados de supericie en el abra de Tokante. La lecha indica en el horizonte
de la serranía de Tilcara, el cerro Sixilera. Figure 7: a) prehispanic apacheta in the abra de Tokante; b) beads made of calcareous rock
and copper ore; c) pieces of copper ore; d) ceramic fragments collected from the surface in the abra de Tokante. he arrow on the horizon
indicates cerro Sixilera in the Tilcara range.
a
b
c
Figura 8: a-b) escalones incaicos en el camino a Sixilera; c) tramo de camino cavado sobre la roca madre en el abra del Rosado.
Figure 8: a-b) Inca stairs in the road to Sixilera; c) section of the road excavated in bedrock in abra del Rosado.
92
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
c
d
e
Figura 9: a) el peñón de la Huerta; b) banquetas de refuerzo; c) rampa de acceso; d-e) torreones semicirculares. Figure 9: a) peñón (crag)
de la Huerta; b) stone reinforcements; c) access ramp; d-e) semicircular towers.
Sixilera, en el faldeo contrario al abra del Rosado y desde
donde se asciende a la serranía de Tilcara, se emplaza
el complejo del peñón de la Huerta. Este complejo de
sitios arqueológicos fue deinido como un sistema militar
vinculado al centro administrativo de La Huerta (Ochoa
2012, 2016). Los senderos registrados en esta sección
de la quebrada presentan técnicas constructivas propias
de la caminería inca, como el emplazamiento en zigzag,
el enlajado (ig. 8a), el escalonado (ig. 8b) y el cavado
sobre la roca madre (ig. 8c, tabla 1).
El complejo del peñón de la Huerta puede ser descrito también como un conjunto de sitios estratégicos
de control, emplazados en altura con la intención de
vigilar el tránsito hacia y procedente de las tierras bajas
(ig. 9a). Entre estos sitios, ocupados durante el Período
Incaico, se destacan un pucara y un enclave militar, que
se caracterizan por la presencia de banquetas (ig. 9b),
rampas de acceso con pisos enlajados (ig. 9c), torreones
(ig. 9d, e) y terrazas de circulación (Ochoa 2012). Para
su construcción, al igual que para el caso del peñón de
Yacoraite, se utilizó la cuarcita rosada que alora en la peña.
Las características arquitectónicas y el lugar de
emplazamiento sugieren que el complejo del peñón de
la Huerta también pudo ediicarse con el propósito de
controlar el acceso al cerro Sixilera (ig. 10a) (Ochoa 2016,
2017). Entre este complejo y el cerro existe un camino
directo, que atraviesa la serranía de Tilcara. Este sendero,
que continúa en uso, presenta escalones construidos en
piedra y muros de retención lateral (tabla 1). Actualmente
es transitado en el contexto de las peregrinaciones católicas
bianuales que alcanzan la cima de este cerro y la capilla
construida en uno de sus faldeos, con la intención de
celebrar a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra
Señora del Rosario de Sixilera. El reuso masivo del espacio
en torno a la capilla (ig. 10b) no permitió identiicar
evidencias arqueológicas, considerando la posibilidad
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
93
a
b
c
d
Figura 10: a) el cerro Sixilera; b) capilla de la virgen de Nuestra Señora del Rosario de Sixilera; c-d) campos de cultivo prehispánicos.
Figure 10: a) Sixilera hill; b) chapel of Our Lady of the Rosary of Sixilera; c-d) pre-hispanic crop ields.
de que se tratara de una parada previa al ascenso hasta el
oratorio ubicado a 4865 msnm, en la cúspide del cerro.
No obstante, sobre los faldeos se ha identiicado una
gran cantidad de estructuras arqueologías dedicadas
a la agricultura (ig. 10c, d). Incluso, varios tramos del
camino que conecta la capilla con el oratorio de altura
presentan rasgos arquitectónicos incaicos (tabla 1). Si
bien el primer trayecto de ascenso se trata de un sendero entre muros, mientras que el tramo que asciende
a la cima está emplazado en zigzag y consolidado con
muros de retención lateral, también se destacan otras
técnicas constructivas como los escalonados (ig. 11a,
b, d) y enlajados (ig. 11c) (sensu Hyslop 1992). Además, se reconocieron segmentos amojonados (ig.11a),
tal como describiera Guamán Poma (1980 [1615]) la
colocación de piedras en los laterales de los senderos,
posiblemente para actuar como marcadores espaciales
del paisaje (Vitry 2002).
Durante las prospecciones efectuadas en el sector
donde se encuentra el oratorio a la Virgen (ig. 12a),
construido sobre la cima del cerro, se realizaron varios
hallazgos arqueológicos. Entre ellos se destacan fragmentos de cerámica, puntas de proyectil de obsidiana y
basalto (ig. 12b), trozos de mineral de cobre (ig. 12c)
y cuentas calcáreas y de mineral de cobre (ig. 12d).
Estos materiales fueron asignados a los Períodos Formativo, Medio, Tardío e Inca, demostrando así la larga
perduración del culto a este cerro, considerado quizás
una de las principales wakas de la región. En la cima se
detectó una estructura circular, con claras características prehispánicas, y se pudo reconocer que las rocas
utilizadas para ediicar el gran recinto cuadrangular,
que actualmente funciona como oratorio (ig. 12a),
presentan un canteo regular. Es posible estimar que
estas piedras hayan sido tomadas de otras estructuras
arqueológicas asociadas a la circular. Si bien la profunda
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
c
d
Figura 11: a) tramo de Camino Inca utilizado para ascender al santuario de altura del cerro Sixilera; b) escalonado ino; c) enlajado; d) escalonado ancho. Figure 11: a) section of the Inca Road used to ascend to the high shrine of Sixilera; b) with stairs; c) with lagstones; d) wide stairs.
trayectoria de veneración a esta waka pudo implicar
resigniicaciones religiosas y simbólicas durante toda
la época prehispánica, quizás su mayor transformación
se produjo con la evangelización cristiana.
La quebrada de la Cruz
La última quebrada relevada es la de la Cruz, que debió
funcionar también como uno de los corredores naturales
más aprovechados para acceder a los valles y yungas. Si
bien presenta una extensión limitada de tan solo 6 km,
posiblemente permitió vincular el centro administrativo
de La Huerta con los sectores más elevados de la serranía
de Tilcara y Zenta, en dirección al noreste (ig. 1). Desde
el abra de la Cruz, ubicada a 3871 msnm, y donde Nielsen
(1989) identiicara previamente algunos recintos, surge
una red de caminos de herradura para acceder a los
caseríos de Mudana, Alonso, Yala de Monte Carmelo y
a los poblados de Caspalá y Santa Ana. En todas estas
localidades se encuentran distintos tipos de sitios arqueológicos, como tambos y campos agrícolas. Más allá
de esta red de senderos, en los sectores inferiores de la
quebrada de la Cruz y en uno de los ingresos al propio
sitio arqueológico de La Huerta (ig. 13a), identiicamos
tramos de Camino Inca sumamente perturbados. Al
parecer, dichos tramos estaban construidos a partir de
la técnica de entre muros (ig. 13b, c) y con muros de
retención lateral.
DISCUSIÓN
El análisis en conjunto de los distintos sitios emplazados
en el sector central de la Quebrada de Humahuaca y
su articulación mediante la traza del camino incaico
permite plantear una organización del espacio local con
ines productivos y religiosos, dentro de un escenario
político que promovió el control territorial de esta
subregión (Otero et al. 2017). A partir del estudio de
algunas arterias del Qhapaq Ñan en asociación con sitios
estratégicos para la vigilancia de los distintos corredores, proponemos que, en este sector de la Quebrada, el
Estado implementó un sistema regulado de manejo de
la población local según la disponibilidad de la mano
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
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a
b
c
d
Figura 12: a) santuario de altura del cerro Sixilera; b) puntas de proyectil de obsidiana negra y basalto; c) trozos de mineral de cobre; d)
cuentas de collar confeccionadas en piedra caliza, mineral de cobre, lapislázuli y valva de molusco. Figure 12: a) high shrine of Sixilera
hill; b) black obsidian and basalt projectile points; c) pieces of copper ore; d) beads of limestone, copper ore, lapislazuli and mollusc valve.
a
b
c
Figura 13: a) Camino Inca que sale de La Huerta hacia el abra de la Cruz; b-c) tramo de Camino Inca construido entre muros en los
sectores inferiores de la quebrada de la Cruz. Figure 13: a) the Inca Road from La Huerta to abra de la Cruz; b-c) section of the Inca Road
running between walls in the lower ravine of quebrada de la Cruz.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
de obra y los recursos naturales. Es posible que para
ejercer este tipo de control se aprovecharan las lógicas
preexistentes de movilidad vinculadas al desplazamiento
de estos recursos y de la gente. La aplicación de políticas
versátiles fue quizás una de las estrategias administrativas
más recurrentes en las provincias distantes del centro
del Imperio (Santoro et al. 2010), ya que implicaba
distintas instancias de negociación e imposición hasta
lograr la adecuación de los intereses estatales en pos
de una mayor productividad económica. En nuestro
caso de estudio, el emplazamiento de sitios estratégicos
de control, tambos, centros administrativos y campos
agrícolas articulados entre sí, no solo a partir de la
complementariedad de sus funciones, sino también
por la red de caminos, indicaría que la apropiación del
paisaje fue un requisito indispensable para alcanzar esta
adecuación. Otro aspecto inherente a la dominación
espacial pudo ser la monopolización del tránsito, tanto
de la quebrada troncal como las tributarias.
En la quebrada troncal se observa un ordenamiento
del espacio longitudinal, es decir, en sentido norte-sur,
a través del emplazamiento de sitios de control en los
angostos y de tambos en las desembocaduras de las
quebradas tributarias. En ambos casos se trató de puntos
de paso obligado. Este ordenamiento facilitó quizás el
desarrollo de las tareas administrativas, considerando
la proximidad entre estos tambos y los centros administrativos, y la corta distancia existente para acceder a
los grandes campos agrícolas existentes en la serranía de
Tilcara. Un ejemplo de esta articulación y organización
del espacio se expresa en el emplazamiento del tambo
Puerta de la Huerta ubicado a 6 km del centro administrativo de La Huerta, el que a su vez se encuentra a
1 km del complejo del peñón de la Huerta y a tan solo
4 km de los campos agrícolas del Churcal. Lo mismo
sucede para el tambo Yacoraite Bajo, el que se encuentra espacialmente asociado al pucara de Yacoraite y al
complejo agrícola minero del Moya.
Además de presentar un importante circuito
longitudinal, constituido como una de las principales
arterias del Qhapaq Ñan, el sector central de la Quebrada de Humahuaca se debió destacar por contar con
otro importante eje de circulación, trazado a partir de
la articulación entre las quebradas tributarias. Este eje
transversal al Río Grande, orientado en sentido oesteeste, permitió conectar distintos ambientes, como salares
y cordilleras de la puna con los valles orientales. Los
principales corredores localizados en este sector debieron
ser la quebrada de Yacoraite y la quebrada de la Huerta/
Sixilera. La instalación del peñón de Yacoraite y del
peñón de la Huerta en los sectores inferiores de estas
quebradas, próximos a sitios residenciales, demuestra
la intención de controlar los puntos de paso obligado.
Asimismo, resulta notoria la repetición de un patrón
para instalar estos sitios, a partir del aprovechamiento
de peñas que ofrecen un gran dominio visual, el uso
de cuarcita rosada como materia prima para levantar
las paredes de sus muros y la aplicación de técnicas
constructivas similares, aunque de origen no local
(Ochoa 2014).
En las quebradas tributarias el tránsito debió ser
menos frecuente que en la quebrada troncal dada la
distancia entre los sitios emplazados. A lo largo del
eje longitudinal, la distancia entre los poblados nunca
supera los 10 km, mientras que en las tributarias puede
alcanzar los 20 km, implicando quizás jornadas de tránsito
más prolongadas. A su vez, detectamos diferencias en
el trazado y las técnicas constructivas de los caminos
identiicados en ambos tipos de quebradas (tabla 1).
La caminería de la quebrada troncal presenta técnicas
constructivas clásicas, como la construcción entre muros, el despedrado y el uso de muro de retención lateral
(Ochoa 2014). En las quebradas tributarias, el trazado
del camino que atraviesa las serranías por encima de
la cota de 4000 msnm presenta técnicas constructivas
especíicas, como el cavado sobre la roca madre, el
enlajado, el amojonado y el escalonado (Ochoa 2014),
alternadas con las técnicas clásicas. Estas diferencias
respondieron quizás en mayor medida a la topografía
del terreno, pero se debe tener en cuenta que también
pudo tratarse de rasgos vinculados al carácter simbólico
y religioso de las rutas, asociadas a abras y wakas. De
allí que es pertinente relexionar sobre la signiicación
de algunos trayectos del Qhapaq Ñan como caminos
rituales. Un ejemplo de ello pueden ser los tramos
que vinculan La Huerta con el cerro Sixilera y este
último con el pucara de Tilcara. Al igual que ocurre
actualmente en el marco de las celebraciones católicas,
estas rutas de peregrinación pudieron estar cargadas de
múltiples signiicados a lo largo de todo su recorrido
(Pimentel 2009), aportando a la constitución de un
paisaje discursivo en el que el camino resulta ser su
relato (Castro et al. 2004).
Como ocurrió en otros lugares de los Andes (De
la Vega & Stanish 2002; Rostworowski 2004; Platt et al.
2006), este cerro, sacralizado desde momentos prehispá-
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
a
97
b
c
Figura 14: a) caminos de herradura que vinculan el pucara de Tilcara con el cerro Sixilera; b) escalones bien calzados en el cerro Negro;
c) despedrado en Ovejería. Figure 14: a) bridlepaths connecing Pucara de Tilcara and Cerro Sixilera b) well-itted steps at Cerro Negro;
c) stone removal in Ovejería
nicos, debió resigniicarse durante el régimen colonial,
reemplazando así el culto de adoración a las wakas por
la veneración a la Virgen María (Rostworowski 2003).
No obstante, también debió resigniicarse drásticamente a partir de la ocupación incaica de la quebrada. La
inversión de trabajo en infraestructura vial, generada
desde el Estado para ampliar y transformar la red de
senderos próximos al cerro Sixilera, puede entenderse
como un indicador de apropiación de un culto local para
ser incorporado a la religión estatal (Ramos Gavilán
1621; Taylor 1999). A su vez, el control de los accesos a
este santuario de altura debió servir para fortalecer su
relevancia y jerarquía en la región, destacándolo como
un centro de peregrinaje substancial para el desarrollo
del Estado, tal como se hizo en otra escala para los
grandes centros religiosos de impacto macrorregional
(Ramos Gavilán 1621; Stanish & Bauer 2007). Por otro
lado, los caminos que articulan el cerro Sixilera con el
pucara de Tilcara, caracterizado como el centro políticoadministrativo de mayor jerarquía de la región (Otero
2013, 2015), también pudieron estar embebidos de una
profunda ritualidad. Estos senderos fueron acondicionados siguiendo las técnicas constructivas impuestas por
el Estado. A lo largo de casi todo el trayecto presentan
muros de retención lateral (ig. 14a), algunos escalones (ig. 14b) y tramos despedrados (ig. 14c) (tabla
1). Asimismo, dentro de este recorrido, el tramo de
camino que desciende a Tilcara desde el Cerro Negro,
tal como presentamos en trabajos anteriores (Otero &
Ochoa 2011), se encuentra asociado a estructuras que,
aparentemente, estuvieron vinculadas con la observación
y registro del movimiento solar.
En el paisaje ritual, el pucara de Tilcara, más allá de
su rol como capital de wamani, pudo funcionar como un
centro de integración regional durante las peregrinaciones
desarrolladas en el marco de la adoración a esta waka
para propiciar una mayor productividad económica.
Este sitio cuenta con una kancha y otros espacios de
congregación colectiva destinados al despliegue de parafernalia relacionada con el culto al sol, los ancestros
y la fertilidad (Otero & Ochoa 2011, 2012; Otero 2013,
2015). En estas y otras estructuras con características
arquitectónicas especiales se identiicaron objetos que
seguramente fueron utilizados en estas festividades. Se
trata de placas circulares de metal que pudieron exhibirse
durante las procesiones a manera de estandartes (ig. 15a,
98
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
c
d
0
10 cm
0
10 cm
Figura 15. Discos lisos: a) mt 2135-mejba 6011; b) mt 3600; c) mt 2134-mejba 6012), sin referencias sobre su ubicación dentro del pucará;
d) lauta pánica cerrada confeccionada en caliza gris (mt 2305-mejba 6005). Figure 15. Smooth discs: a) mt 2135-mejba 6011; b) mt 3600;
c) mt 2134-mejba 6012), with no information on its location inside the pucara; d) panpipe made of gray limestone (mt 2305-mejba 6005).
b y c) (Guamán Poma 1980 [1615]; González 1992) y
numerosos instrumentos musicales, como sikuris (ig.
15d), trompetas y cascabeles.
Si se considera que gran parte de los caminos
identiicados en el sector central de la Quebrada de
Humahuaca y en las quebradas de La Huerta, la Cruz
y Sixilera conducen a La Huerta, queda claro que este
centro administrativo debió cumplir un rol preponderante durante estas celebraciones. Al igual que el pucara
de Tilcara, La Huerta debió trascender su carácter
administrativo y productivo, para consolidarse como
poblado multifuncional. Es uno de los pocos sitios
de la Quebrada de Humahuaca que fue ampliado y
remodelado casi en su totalidad por el Inca (Raino
1993; Palma 1998, 2000). La existencia de un ancho
camino que ingresa casi hasta el centro del poblado y
la construcción de plazas, kallankas y de ediicios con
características especiales en su interior, estén relejando
tal vez una readecuación de los espacios con ines militares y religiosos, los cuales estuvieron posiblemente
ligados con el culto al cerro Sixilera. Asimismo, pudo
responder a la necesidad de construir grandes ediicios
para cumplir con los principios de reciprocidad política
establecidos con las poblaciones locales (Morris 1974).
CONCLUSIÓN
A lo largo de este trabajo presentamos distintas evidencias
que demuestran que el sistema vial incaico del sector
central de la Quebrada de Humahuaca se materializó a
través de una variada arquitectura. Esta fuerte inversión
de trabajo en infraestructura vial debió implicar no solo
la planiicación de obras, sino también una importante
intervención estatal en el área con el propósito de ordenar
los espacios y controlar la circulación de personas, bienes, minerales y productos agrícolas. Es posible que esta
intervención se produjera producto de las ventajas que
brindaba este sector por conectar diferentes ambientes
mediante cortas distancias provistas de corredores naturales. La articulación lograda a partir del tránsito entre
las quebradas tributarias pudo llevar a la constitución
de un nodo de interacción en el paisaje. De allí que se
instalaran sitios estratégicos de control en diferentes
puntos, los cuales permitieron delimitar el área y, a su vez,
controlar el acceso desde los cuatro puntos cardinales.
Por otro lado, el potencial productivo agrícola y minero
en la región debió promover también la construcción de
centros administrativos sobre poblados preexistentes y
la instalación de tambos con el propósito de organizar
estas actividades y redistribuir los excedentes.
En este escenario, la red vial revela la conexión
entre estos sitios, pero también demuestra cómo otros
elementos del paisaje incidieron en la organización del
espacio. Esto reiere al trazado de numerosos trayectos
de Camino Inca en torno al cerro Sixilera, posiblemente
una de las principales wakas de la región. Este cerro, al
igual que los poblados identiicados en las quebradas
de Sixilera y de la Huerta, se encuentra sobre la línea
del Trópico de Capricornio. La disposición de estos
sitios y la waka sobre esta latitud debió proporcionar
un valor simbólico extra a la región, particularmente
durante las festividades del calendario ritual incaico
vinculadas a los equinoccios (Bauer & Dearborn 1998;
Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero
Bauer 2000; Zuidema 2010). De este modo, los caminos,
como marcas del paisaje, debieron ganar una mayor
connotación y grado de sacralidad al ser considerados
caminos rituales. La resignificación y apropiación
de estos espacios por parte del Estado posibilitaron
seguramente la legitimación de su poder en la región,
basada en el patrocinio de celebraciones y el auspicio
de creencias locales, reapropiadas tanto política como
simbólicamente.
Por último, la incorporación de estas creencias al
culto estatal podría manifestar dos aspectos que sumaron
al desarrollo productivo y extractivo de la región. Por
un lado, la aplicación de mecanismos políticos versátiles
para la asimilación de grupos que pudieron desplegar
diferentes estrategias de resistencia ante la dominación
incaica, y por otro, el valor de la implementación de
acciones propias de la esfera religiosa, a partir de la
reconstrucción de la memoria colectiva local, para
aglutinar poblaciones étnica y socialmente distantes
en el marco de un mismo paisaje.
Reconocimientos a Joaquín Trillo por su valiosísima colaboración en los trabajos de campo. A la comunidad aborigen de La
Huerta, Yacoraite y Casa Grande por permitirnos recorrer sus
rutas ancestrales. A la comisión de la Virgen de Nuestra Señora
del Rosario de Sixilera por permitir acercarnos y participar de
sus prácticas religiosas.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 103-113, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
FRANCISCO DE HINOJOSA Y SU ENTRADA A LA
“MONTAÑA DE LOS MOXOS” (COCHABAMBA-BOLIVIA,
SIGLO XVI)
FRANCISCO DE HINOJOSA'S INCURSION INTO THE “MOXOS
MOUNTAIN” (COCHABAMBA - BOLIVIA, 16th CENTURY)
WALTER SÁNCHEZA
En los últimos años, la evidencia arqueológica ha comenzado
a mostrar la presencia de caminos prehispánicos que articulaban el altiplano, los valles, los yungas situados en la cordillera
oriental de los Andes (“montaña”) y la Amazonía. Muchos de
estos caminos fueron inhabilitados durante el Período Colonial
temprano generándose la idea de que este bloque cordillerano
fue una suerte de escollo que dividía las tierras altas de las
tierras bajas (la Amazonía). El artículo aborda el ingreso de
Francisco de Hinojosa hacia la llamada “montaña de los Moxos”
y su fracaso por llegar a los llanos de Moxos. Asimismo, pone
en evidencia que el cierre de estos antiguos caminos, fue una
decisión consciente de las sociedades de los yungas, posiblemente
en un intento de cortar sus vínculos con la sociedad colonial.
Palabras clave: Bolivia, Cochabamba, yungas, Francisco
de Hinojosa, caminos coloniales.
In recent years, archaeological evidence has begun to show the
presence of pre-Hispanic roads that connected the altiplano,
valleys, the Yungas (a zone of tropical valleys) in the eastern
Andes and the Amazon basin. Many of these roads were abandoned during the Early Colonial Period, leading to the idea
that this mountain range was an obstacle that separated the
Altiplano highlands from the Amazon lowlands. his article
addresses Francisco de Hinojosa's incursion into the so-called
“Moxos Mountain” and his failure to reach the Moxos plains. It
also shows that the closure of these ancient roads was apparently
a conscious decision made by the societies inhabiting the Yungas,
possibly in an attempt to sever their ties with the colonial society.
Keywords: Bolivia, Cochabamba, yungas, Francisco de
Hinojosa, colonial roads.
A
INTRODUCCIÓN
El presente texto es parte del proyecto de investigación
arqueológica “Buscando Caminos”, cuyo objetivo es
abordar, a partir de la documentación temprana, las
posibles rutas de interacción prehispánicas entre los
valles, la puna (denominada en documentos de los
siglos xvi-xvii como cordillera de Moxos), los yungas
o sub-andino (la montaña de los Moxos) y los llanos
amazónicos (los llanos de los Moxos) en CochabambaBolivia y el poblamiento en los yungas.1 A partir de
este conocimiento documental, se quiere abordar, en
una segunda fase, el trabajo arqueológico. Por lo tanto,
el objetivo de este artículo es analizar la entrada de
Francisco de Hinojosa a las montañas de los Moxos,
en la hipótesis de que el análisis de este documento
podría arrojar pistas sobre los lugares de ingreso y las
poblaciones que la habitaban. Sobre este último punto,
existe evidencia documental de la presencia de grupos
que habitaban los yungas de Chuquiuma, Aripucho,
Incachaca y posiblemente Tablas Monte, y que son
hetero-denominados como Umu/Amo/Yumu. Fuentes
locales del siglo xvi y xvii dan cuenta de la presencia
de gente Yuroma que coninaba con “los llanos é tierras
de los indios Mojos é Chunchos que están conjuntos y
Walter Sánchez, Instituto de Investigaciones Antropológicas y Museo Arqueológico-Universidad Mayor de San Simón,
e-mail: walteryambae@hotmail.com
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2017.
104
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
límites de la Cordillera de esta Villa [de Oropeza] [...]
[y] de que había grandes minerales de oro y plata”, así
como grupos llamados Rache (Soruco 1899: 82; Saignes
1985a, 1985b). Las fuentes documentales sugieren en
todos ellos la existencia de una suerte de verticalidad
(territorial y de uso de recursos) que se habría desplegado
entre la Amazonía y los valles de Cochabamba (Sánchez
2008, Schramm 2012).
A partir del testimonio arqueológico, muchos
investigadores han reportado evidencia de ocupación
de larga data en el sub-andino (yungas) (cf. Alconini
2016), así como de importantes interacciones entre las
tierras bajas y los Andes (Alconini 2013; Cruz 2014;
Alconini 2016). En Cochabamba, tales interacciones
son evidentes desde los trabajos de Brockington et al.
(1995) para el Período Formativo, Céspedes (2001) y
Sánchez (2008) para el Horizonte Medio, Intermedio
Tardío e Inca (Sánchez 2008, 2011). De hecho, para el
caso de los yungas de Incachaca/Paracti, Tablas Monte
y San José/San Julián no solo existe evidencia arqueológica de constantes articulaciones e interacciones entre
los valles y los llanos aluviales del Chapare ya para el
Horizonte Medio (Cf. Céspedes 2001; Sánchez 2008,
2011, 2012), sino de caminos formalmente construidos (Sánchez 2008). De la misma manera, han sido
reportados caminos formalmente construidos, de clara
factura inca, en los yungas de Chuquiuma (Pereira &
Céspedes 1982), Arepucho, Icuna y Antahuagana (cf.
Pereira & Céspedes 1982; Sánchez 2008) y el rio San
Jacinto. Dichos caminos llegaban posiblemente hasta
los llanos amazónicos del Chapare, aunque hasta hoy no
se ha realizado un reconocimiento sistemático debido
a las diicultades operativas de trabajar dentro de una
zona de bosque alto. En el caso de los Caminos Incas
(Inca yan), hay que señalar que siempre conducen a
complejos arqueológicos con iliación cronológica que
se remonta al Horizonte Medio e incluso al Formativo
y con evidencia material local proveniente de los valles
y de la Amazonía.2 Este hecho pondría en evidencia que
los incas usaron y remodelaron caminos construidos
mucho antes de su llegada.
El énfasis puesto en la búsqueda de trazas de
conexión entre los valles y la Amazonía es importante
debido a que la arqueología boliviana ha separado
tradicionalmente las tierras altas (la parte andina) de
las tierras bajas (Amazonía y Chaco) como si fueran
dos estancos separados y no interconectados. Bajo
esta mirada, la cordillera oriental y el sub-andino (los
yungas) ha sido entendida como un escollo que separó
dos espacios y, consecuentemente, dos sociedades y
civilizaciones. Tal comprensión ha conducido, incluso, a una suerte de especialización académica entre
arqueólogos dedicados a las tierras altas (los Andes)
y otros a las bajas (Amazonas/Chaco). Si bien, como
un primer paso, investigadores como Saignes (1985b)
habían llamado la atención desde la etnohistoria sobre
la necesidad de encarar el estudio histórico de aquellos
espacios olvidados por la historiografía como de aquellos
que se ubicaban en la vertiente oriental de los Andes, su
estudio es reciente desde la arqueología, aunque con una
fuerte concepción de la cordillera como “frontera” (para
una relación sobre algunos trabajos tanto arqueológicos
como etnohistóricos véase Pärssinen & Siiriänen 2003,
del Río 2011, Alconini 2013).
Los valles de Cochabamba, ubicados entre los 2000
- 3000 msnm, son encajonados dentro de la cordillera
Oriental, destacando el valle Bajo, el valle Central (donde
se ubica la actual ciudad de Cochabamba), el valle de
Sacaba y el valle Alto. Otros valles más pequeños, pero
importantes, son el de Pocona, Mizque y Totora. Los
valles se caracterizan por su clima templado con una
media de 23ºc. El bloque cordillerano, hacia el norte,
está conformado por una extensa puna entre los 3500 a
4000 msnm, con cumbres por encima de los 5000 msnm.
Poseen un clima frío y seco. El sub-andino o la cara
oriental de esta cordillera, donde se ubican los yungas
o la montaña, es una extensa cadena montañosa que
baja abruptamente desde los 4000 msnm hasta los 350
msnm, nivel en el que su ubican los llanos amazónicos
del Chapare. Un elemento que hay que destacar de la
montaña de los Moxos (los yungas) es que constituye
una zona de gran pluviosidad y está dominada por un
bosque alto de neblina, con registros que van de los
4000 a los 9000 mm por año (igs. 1 y 2).
Algunos datos de la vida del Capitán
Francisco de Hinojosa3
Urquidi (1949: 61) destaca la presencia de Francisco de
Hinojosa a principios de la década de 1570, como un
“vecino de la ciudad de la Plata”. Este dato hace suponer
que Hinojosa tenía por entonces su residencia en Sucre
y que, desde ahí, comenzaba a expandir sus negocios,
articulando zonas agropecuarias (Chuquisaca y Cochabamba) con el mercado minero de Potosí, por entonces el
centro económico colonial más importante de los Andes.
La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez
15º47'
BENI
105
SIMBOLOGÍA
4020 - 4500
B'
3540 - 4020
LA PAZ
A'
3060 - 3540
SANTA CRUZ
16º48'
2580 - 3060
2100 - 2580
1620 - 2100
1140 - 1620
A
17º49'
660 - 1140
ORURO
1800 - 660
POTOSI
0
B
50 Km
CHUQUISACA
67º9'
Tapacari
66º8'
Valle de
Cochabamba
Altiplano
Palca
65º7'
A'
150000
Llanos
Chapare
Laguna
Bolivia
B
1000
100000
Cordillera
de Totora
Antahuagana
4000
2000
50000
Valle de
Totora
Llanos
Chapare
Yungas de
Tablas Monte
A
4000
64º6'
200000
2000
B'
0
50000
100000
150000
200000
250000
300000
Figura 1. Departamento de Cochabamba con dos cortes transversales altitudinales que muestran los valles, la puna (altiplano), los
yungas y la amazonía. Figure 1. Department of Cochabamba with two altitudinal cross sections, showing the valleys, the puna (Andean
high plateau), the Yungas zone and the Amazon basin.
BENI
15º47'
SIMBOLOGÍA
Precipitación (mm)
200 - 669
LA PAZ
SANTA CRUZ
16º48'
700 - 1499
1500 - 1999
2000 - 3999
Mayor a 440
17º49'
Lagunas
ORURO
POTOSI
0
50 Km
CHUQUISACA
67º9'
66º8'
65º7'
64º6'
Figura 2. Cochabamba. Precipitación pluvial según zonas eco-regiones. Figure 2. Cochabamba. Rainfall by eco-regions.
106
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
En 1571, por medio de una carta-poder llevada por
Baltasar Gonzales (su mayordomo), pide ser admitido
como poblador de la recientemente fundada villa de
Oropeza (actual ciudad de Cochabamba). Además,
solicita tierras y solares:
Sepan quantos esta Carta de Poder vieren como yo Francisco
de Hinojosa, residente que al presente soy en este Asiento
de Canata del Valle de Cochabamba, jurisdicción de la Villa
de Oropesa, otorgo y conozco por esta presente Carta a vos
Baltasar Gonzáles que sois presente, pa que por mi nombre y
como yo mismo podays pedir y pidays sea admitido en esta
Villa de Oropesa, que nuevamente se funda en este Valle de
Cochabamba, por vez ino della e me den tierras y solares e
las demas que dan a los demas y vecinos y pobladores de la
dicha Villa de tomar y aprehender la posesion e posesiones
de los tales solares e tierra e demas cosas en mi nombre y las
continuar y hazer todo aquello que yo podria hazer y cerca
dello y de lo a ello anexo e dependiente, siendo necesario
parecer en contienda de juicio parezcays ante el Capitán
Grmo. Osorio, Corregidor de la dicha Villa, a quien esta
cometida la dicha población (Urquidi 1949: 111).
Por otros documentos se sabe que Hinojosa ya tenía
actividades agropecuarias en el valle de Cochabamba.
Una carta de hipoteca otorgada en 1571 a Juan Serrano Dávalos por el préstamo de dinero –saldado en
1573– muestra que desarrollaba una intensa actividad
agropecuaria:
E pa que mas seguro esteis de la paga de lo suso dicho vos
hipoteco por especial y expresa hipoteca Myll cabezas de
puercos chicos y grandes, que tengo en este Asiento de
Canata y la sementera que ANSI mesmo tengo en este Valle
de Cochabamba en Companya de Francisco de Orellana, los
cuales dichos puercos y sementera que ansi vos hypoteco
me obligo de no lo vender ni enagenar en manera alguna
(Urquidi 1949: 109-110).
Otra de las actividades empresariales en las que se hallaba embarcado era el comercio de harina de maíz entre
Cochabamba y Potosí, tal como muestra la siguiente
Carta de Poder, hecha en 1571:
Otorgo y conozco por esta presente Carta que doy y otorgo
todo my poder cumplido, libre, llenero y bastante, a vos Pº
de las Cassas, presente, especialmente para que por mi y
en mi nombre y como yo mismo, representando mi propia
persona podays, en la villa de Potosí, donde van cargados
trescientes carneros de la dicha tierra mios de harina de mais
villcaparo, lo vender. E ansi mismo otras trescientas cargas
que los indios de la Encomienda de Francisco de Orellana,
vecino de la ciudad de La Plata, me estan obligados a llevar
a la dicha Villa, vender y vendays la dicha comida al iado o
contado como os pareciere. E del valor de la dicha comida
y no alcanzando de los dichos trescientos carneros que ansi
myos van cargados, os hazer pago y cobrar un myll y cien
pesos de plata corriente, que yo os debo y estoy obligado
a vos pagar, por una escriptura que contra my teneys de
mayor quantia, de plazo pasado [...] (Urquidi 1949: 112).4
Resumiendo estos dos documentos, podemos destacar
los siguientes bienes agrícolas y pecuarios de Hinojosa:
“trescientos carneros de la dicha tierra mios” (llamas),
“Myll cabezas de puercos chicos y grandes” y “sementera en este Valle de Cochabamba en Companya” del
encomendero Francisco de Orellana.
Todas sus actividades eran administradas por
un mayordomo, Baltasar Gonzales, “con el qual se ha
sentado aquí [ilegible] y a el se le ha dado lo que ha
sido a su cargo, hasta el dia de hoy, ansi de coca, como
de trigo, mayz, puercos, vacas e ovejas e ganado de la
tierra” (Urquidi 1949: 113).
La Entrada a las “montañas de los
Moxos” y la repartición de tierras
Se sabe que, en la década de 1570, Hinojosa fue corregidor
de Cochabamba, momento en el que hace reparticiones
de tierras a españoles en los valles Central y de Sacaba.
¿Cuál fue el motivo para tales reparticiones? Un hecho
que parece haber incentivado a los residentes españoles
la “repartición de tierras” en Cochabamba era la supuesta
constatación de que, “en todo el dicho Valle de Cochabamba no hay naturales, sino todos son mitimaes de
diferentes partes, los quales puso alli el Inca, que partió
y dividió las tierras del dicho Valle por suios y suertes,
repartiéndolos a los dichos mitimaes, según la cantidad
de gente, que cada uno tenia” (Urquidi 1949: 93). Dicho
de otra manera, al ser los valles de Cochabamba tierras
ganadas por el Inca tras someter a los grupos locales,
le correspondía ahora, por derecho de conquista, a la
Corona española. Esta era, sin embargo, una “verdad”
a medias, ya que existían grupos locales que tenían
tierras antes de la llegada de los Incas como los Chuy,
Quta, Qhawi y Sipe Sipe. De hecho, uno de estos grupos,
los Qhawi vinculados a los Quta de Pocona, elevarán
a la Audiencia y a la Cancillería Real de la ciudad de
La Plata una demanda. En efecto, en febrero de 1587
se presentan ante el capitán Fernando de Casorla Narváez, maese de campo, corregidor y justicia mayor y
juez de naturales del Cabildo de Oropeza, don Pedro
Cato y don Francisco Moroco, caciques principales y
de los indios Qawi “que rresiden en el balle de sacaba”
La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez
pertenecientes al Repartimiento de Pocona. Ambos
caciques denuncian:
Franciscº de hinojosa siendo corregidor en esta billa por
complacer y tener gratos a ciertos soldados para llebarlos a
la jornada de los moxos hiço sierta repartición de tierras en
este balle en tres personas quel parecio y quiso como fueron
joan garcia pinto e joan de sanabria y a sus hijos en el dicho
balle de sacaba y en el de clissa e a otras muchas personas
en nuestra tierras que habemos y tenemos de tiempo inmemorial a esta parte (ahmc.ecc. Vol. 9, Nº 1, 28.ix.1611).
Vistos los alegatos, este caso será resuelto con la devolución de las tierras a los Qawi:
su alteça proveyendo justicia dio por ningunas las dichas
reparticiones de tierras fechas por el dicho francisco de
hinojosa en las dichas nuestras tierras y mando a pedro
quiros de abila nuestro corregidor que fue del partido de
misque y el dio comision para que personalmente viniese
a este balle y en cenos metiese y amparase en las dichas
nuestras tierras lansando dellas a las personas que estuviesen
en ellas y pretendiesen tener algun derecho a ellas por la
dicha repartición [...] en virtud de la qual el dicho nuestro
corregidor dio posesion e poseciones de las dichas nuestras
tierras como todo ello consta y paresse (ahmc.ecc. Vol. 9,
Nº 1, 28.ix.1611).
En otros casos, muchas tierras consideradas “vaças”,
pertenecientes a grupos altiplánicos y que antes habían
sido entregadas por el Inca dentro los “repartimientos de
tierras”, serán consolidadas por los soldados españoles
que habían participado en la entrada hacia los Moxos.
Tal el caso, por ejemplo, de Pedro Ireviño, español, quién
señala en su testamento: “//4 [...]. -Yten declaro que yo
107
tengo titul.o [...] de la [...] tierra de la puna de guara
guara y [ilegible] de molino que me dio e rrepartio el
cap. Francisco de Hinojosa que el fue poblador en esta
villa de Cochabamba” (anb-ec 1612.7).
Estos ejemplos muestran los cambios y los conflictos que se venían produciendo en los valles de
Cochabamba producto de: a) el abandono que cientos
de mitmaqkunas que habían llegado con la presencia
inca; b) la consolidación de tierras por parte de los
grupos que eran reconocidos como “originarios”, es
decir, residentes antes de la llegada inca y; c) el cambio
en el régimen de la tierra por parte de los españoles en
este caso, como “pago” por ingresos hacia zonas hasta
ese entonces desconocidas.
La Entrada a la montaña de los Moxos
llamada también “de Cochabamba”
Es poco lo que se conoce acerca de las diversas entradas
realizadas por los primeros pobladores hispanos en los
valles de Cochabamba hacia las montañas llamadas de
los Mojos. El historiador hierry Saignes (1985a: 6364) ha destacado las siguientes (ver Tabla 1 más abajo).
Una entrada importante fue realizada por el capitán
Francisco de Hinojosa con la venia del virrey Toledo y el
patrocinio de la Audiencia de Charcas. Aparentemente,
este ingreso fue realizado en 1582, aunque, como veremos
más adelante, Hinojosa habría realizado entradas anteriores, a partir de las cuales convenció a las autoridades
coloniales de que gente que “es rica y mucha”, se hallaba
más allá de las montañas (ig. 3).
Tabla 1. Entradas españolas hacia las "montañas de Moxos (siglos xvi-xvii). Table 1. Spaniards incursions to
"montañas de Moxos" (16th and 17th centuries)
FECHAS RESPONSABLES
ÁREA/GRUPOS
RESULTADO
OTRAS PRECISIONES
FUENTES
1564
Alemán
Montaña de Cochabamba/Yuroma
emmi
Desaparición
RGI 1
1569
Cuellas/Ortega
Cochabamba-Río Yuroma
emir
Expedición no autorizada
Sarmiento
1582 (?)
F. de Hinojosa
Montaña de Cochabamba
emir
Expedición autorizada. Fracaso
RGI 2
1588
Angulo
Montaña de Cochabamba
emir
1630
Bolívar
Montaña de Cochabamba
emir
ee = Entrada de Evangelización
Maurtúa (Ed.) 9
Desaparición de franciscanos
Mendoza
| em = Entrada Militar | ir = Información/retorno | mi = Muerto por los indios
108
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 3. Fragmento de paisaje de los yungas de Cochabamba en la parte denominada “montaña de los Moxos”. Se halla cubierta por un
bosque denso alto de neblina constante (fotografía de Walter Sánchez). Figure 3. Landscape of the Yungas (tropical valleys) of Cochabamba
known as the "Moxos Mountain", covered in dense, continually mist-shrouded forest (photo by Walter Sánchez).
Según la “Relación de lo sucedido en la Entrada
de los Mojos” que Hinojosa hace al virrey Martín
Enríquez, señala que: “a quien se debe desta jornada
[es al] Sr. Virrey D. Francisco de Toledo”. De hecho,
sabemos que el pedido formal de ingreso fue elevado a
la Real Audiencia de La Plata y esta entidad lo elevó a
instancias superiores.
Con respecto a la relación y a la entrada, La Audiencia de la Plata emitió un informe enviado a Lima, en
el que se detalla las condiciones en las que debía entrar:
al capitan Hynojosa se le dieron por mi recaudos y provisiones
para la entrada que auia de hazer por Cochabamba con las
limitaciones e ynstrucion y advertencias que V.Sa. havra
visto en prevención de lo que rreiere V.Sa. es la suya con
que no lleue consigo delinquentes ninguno lo qual mandan
a V.S.a que ansi se ejecute y guarde que a el se le escreue
haga su entrada como le esta mandado que en quanto a
lo de los ingleses que se auisa que venian con designio de
poblar esta (actividad) no parece que ay siendo tan lejos de
quererme ay donde y principalmente en Potosí se que ay
mucha gente vagamunda y lo mismo me dize V.Sa. y que
conbiene desaguarla a lo qual se atendio atención en la
data de la licencia para esta entrada (1580 (fs. 2) bo abnb,
alp, cach-15).
La relación de esta jornada hecha por Francisco de
Hinojosa, muestra aspectos de su organización y las
diicultades para llevar adelante la expedición, tal como
hace constar este documento:
y porque desee servir a S. M. en esta jornada me la hizo, y
ANSI yo con el celo y cuidado que a S. M. se debe, hice la
gente en esta provincia, y hecha y habiendo gastado muchos
dineros en adereçar lo necesario y comprar arcabuces y
otros peltrechos; y al tiempo y cuando la gente comenzaba a
caminar e yo habia de partir de esta ciudad, el D.or. Barros,
La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez
109
Figura 4. Fragmento de camino empedrado inca. Ramal Colomi-Incachaca (fotografía de Walter Sánchez C.). Figure 4. Segment of a
paved Inca road along the Colomí-Incachaca branch (photo by Walter Sánchez C.).
que presidia, me impidio y deshizo la mejor gente que hasta
hoy para servir a S.M. se ha juntado en el Peru y se fue cada
uno por su parte, donde me llevaron muchos arcabuces y
otras cosas y ceso el hacer de la jornada e yo perdi mas de
20 mil pesos que solo de mi parte habia gastado, sin lo que
antes de esto gaste cuando entre a descubrir esta tierra, que
todo ha sido a mi costa con harto trabajo de mi persona, de
donde he quedado con algunas enfermedades. (1580 (fs. 2)
bo abnb, alp, cach-15)
Aquí vemos que Hinojosa hizo una entrada anterior en
la que descubre estas tierras. El dato se solventa mucho
más cuando continúa la Relación:
y luego escribi y di cuenta al Sr. Virrey, el cual mando que no
se me pusiese impedimento alguno, y asi procure de volver a
rehacer lo que he podido, y sabe dios con cuanto trabajo y costa
hice hasta 30 hombres; y para que estos se fuesen recogiendo
y juntando en un valle 24 leguas la tierra adentro, donde yo
tenia de paz unos pocos indios que alli hay, que son tan pocos
que no llegan a veinte. (1580 (fs. 2) bo abnb, alp, cach-15).
No sabemos a ciencia cierta por dónde penetró Hinojosa
y hasta dónde llegó. Dos rutas son probables, debido
a la existencia de caminos prehispánicos: a) hacia la
puna de Colomi con dirección hacia el río Chapare; b)
hacia la puna de Altamachi, con destino al río Secure,
por donde se señala que vivían los Yuroma, y c) hacia
el río Cotacajes (llamado también Quetoto) y que desembocaba en el río Beni (ig. 4).
En su recorrido señala no haber llegada a los llanos
de los Moxos, sino a un valle (dentro de la montaña),
situado a 24 leguas tierra adentro (¿de los yungas?), y
donde había unos pocos indios. Para tal efecto, continúa
escribiendo:
Envie delante a Pedro Velez de Guevara por cabeza de los
que se fuesen juntando y para que alli hiciese sementeras
para poder conseguir lo de adelante y que estuviese alli
hasta que se juntase la copia de gente que el senor Virrey
me dio por comision, y que siendo esto junto ya, entrara. Y
por algunos malos tratamientos se huyeron estos indios, y
el Pedro Velez de Guevara levanto de alli con esta ocasión
sin orden mia ni hacermelo saber, y fue a un valle que esta
la tierra adentro 20 leguas, donde hay poblados algunos
indios, aunque pocos.
Aunque no sabemos cuáles son los “pocos indios”
con los que se encuentran en los valles yungueños,
110
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 5. Fragmentos de camino empedrado inca en Incachaca. Cochabamba (fotografía de Walter Sánchez C.). Figure 5. FSegment of
a paved Inca road along the Colomí-Incachaca branch (photo by Walter Sánchez C.).
es posible lanzar tres hipótesis: 1) que haya sido un
grupo local (¿Umu/Amo/Yumu o Yuroma o Rache?,
de posible iliación lingüística Yuracare?); 2) indios de
los valles templados de Cochabamba, huidos luego de
la conquista hispana o 3) antiguos mitmaqkuna que se
quedaron en la montaña.
No hay ninguna evidencia de que se tratara de “indios
de guerra”, aunque muestran tácticas recurrentes entre
los yuracare de los siglos xviii y xix, como la huida y
el “griterío”: “y a mi me dieron guaçabara cuando fui a
descubrir y vi ser pocos y de poca fuerza; porque demas
de correr yo aquellos valles con 25 hombres que tenia e
ser la mitad muchachos, no me hicieron ningun daño
ni tienen fuerça para ello, y solo un aracabuz o dos que
se dispararon resistio toda la furia”.5
El dato de poca gente y el hecho de que este grupo
de montaña no tenía vínculos con los de tierras bajas,
generan también la imagen de que podría haber sido
un grupo de mitmaqkunas residentes en la montaña: “Y
la gente de que se tiene la noticia, que es rica y mucha,
esta al principio de la tierra de estos 30 leguas, o poco
mas, y estos que digo donde Pedro Veles fue no tienen
comunicación ni trato con los otros, que son unos indiezuelos que están recogidos en la Montaña”.
De lo señalado, se colige que el grupo no pudo
pasar los bosques cerrados de los yungas y llegar hasta
los llanos amazónicos (ig. 5).
Luego del fracaso para alcanzar los llanos aluviales conocidos como “de Moxos” y la imposibilidad de
consolidar un pueblo en los yungas para continuar la
expedición, el Virrey del Perú, en una carta enviada a
la Audiencia de la Plata (1.9.1582), es irme al prohibir
nuevas entradas debido a los problemas que causaban.
vino una información hecha en la Villa de Cochabamba
sobre el daño que sestendio hauer receuido los de la entrada
de los Mojos y diome harta pena hasta que por las otras dos
de V.S [...].entendi hauer salido todos de saluamento y que
el [...] fue despoblar el e como fue despoblar el pueblo que
hauian poblado y venirse que no lo tengo por muy grande
respecto a que era poca gente, in orden ni concierto de
permanecer y de pressente no me parece de que hay que
prouer en ello sino solo a perceuir a francis.co de Hinojosa
que si ha de hacer la entrada ha de ser por su per.sona y por
lo menos con sesenta hombres bien aderaçados y preuenidos de lo necessari.o como que lo dexe V. S.a sera seruido
mandar que así se lo notiique, y no dexalle entrar desta
manera, ni consentille que ponga Teniente por tan poco
tuuo comisión para nombralle la otra vez, y con acsque de
que yba a recoger la gente mientras quel entraua se estuuo
hasta agora y según la mala orden que deuiron de tener no
ha sido poco no ubiedecerles mas Dmo. V.S. no consienta
que entre mas gente in nueua orden mia porque estos
negocios de entradas sino Vm con mucho fundamento
no son de efecto, y mtes. demian que aprouechem, y de lo
que cercado y lo demas que a V. Sa. le pareciera que deuere
prouer sera seruido mandar auisarme”. 1 de septiembre de
1582. (bo abnb, alp, cach-35).
La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez
111
Nina Rumi Punta
Huanaquitos
Mayca
Monte
Rasupampa
Tablas Monte
Corani Pampa
San Jacinto
Paracti
Inkachaca
SIMBOLOGÍA
Caminos
prospectados
Comunidades
actuales
Colomi
Figura 6. Mapa de caminos de clara factura inca de la puna hacia los yungas (“montaña”) de Incachaca y Tablas Monte en Cochabamba.
Figure 6. Segment of a paved Inca road along the Colomí-Incachaca branch (photo by Walter Sánchez C.).
Con esta orden se prohíben las licencias de entradas de
civiles hacia la montaña de los Moxos desde Cochabamba.
No obstante, sabemos que en 1588 Angulo realiza una
nueva entrada, al parecer por la puna de Colomi, la que
también fracasa (ig. 6).
CONCLUSIONES PRELIMINARES
Los distintos documentos asociados a la entrada revelan
varios elementos. Hay que destacar en primer lugar que
Hinojoza realiza sus entradas solo con soldados españoles.
Es decir, al no existir mención de que hayan participado
gente local de los valles de Cochabamba, menos de los
yungas o de la montaña, se estaría refrendando la idea
de una no participación consciente, cuyo in sería no
dar a conocer las rutas de ingreso. En segundo lugar,
para hacer efectiva esta entrada, tiene que ofrecer, como
una autoridad colonial, una repartición de tierras a los
soldados como pago, ya que el ingreso supone riesgos.
Finalmente, en su ingreso solamente encuentra un
pequeño pueblo de pocos habitantes quienes, luego de
un pequeño enfrentamiento, huyen; es decir, asumen
una táctica constante en los grupos de bosque.
Es destacado cómo la entrada de Francisco de
Hinojosa revela la inexistencia de algún camino. Si
asumimos que la investigación arqueológica actual ha
venido mostrando la presencia de caminos formalmente
construidos y que llegan a importantes complejos de
presencia inca (cf. Sánchez 2008), existe una fuerte
sugerencia de que, durante el Período Colonial temprano, las sociedades de los yungas (sean Umu/Amo/
Yumu, Yuroma o Raché) habrían decidido conscientemente no dar a conocer estas rutas de entradas y,
posiblemente, cortar esas vías de comunicación a in de
escapar del asedio colonial, aunque manteniendo rutas
de comunicación transversales dentro de los yungas
y hacia los llanos amazónicas. La decisión consciente
112
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
de clausurar antiguas rutas hacia los valles, habría generado desde entonces una imagen de la montaña de
Cochabamba como una zona de frontera infranqueable
o solo habitada por mosquitos, serpientes y “leones”,
hecho que se mantendrá durante todo el Período Colonial y que será refrendada por los padres jesuitas y
los curas franciscanos (siglo xviii y xix), quienes se
esfuerzan por abrir rutas que comuniquen los valles de
Cochabamba con las misiones y pueblos ubicados en
los llanos de Moxos. Tal imagen contagiará, además,
a los actuales investigadores quienes refrendarán este
peril de “frontera” o de zona vacía, generando una
visión que no da cuenta de la realidad prehispánica:
las constantes interacciones y articulaciones entre las
tierras bajas y las tierras altas.
No obstante, si bien muchos caminos Incas fueron
abandonados por las mismas comunidades de los yungas
durante el periodo colonial, varios ramales siguieron
siendo usados como rutas de intercambio (de cereales,
papa, fruta, sal, miel, madera, coca) entre comunidades.
Tal hecho era evidente incluso hasta inales del siglo
xx, cuando seguían bajando tropas de llamas desde las
punas de Pocona, Tiraque, Totora, Colomi, Palqa, hacia
los yungas de Tablas Monte/San Julian e Incachaca,
Arepucho, Chuquiuma y Vandiola.
Archivos consultados
anb = Archivo Nacional de Bolivia
ahmc = Archivo Histórico Municipal de Cochabamba.
NOTAS
1
La documentación del siglo xvi y xvii se reiere a los
yungas como zona de “montaña”.
2
Los campesinos de la zona de Tablas Monte pronuncian
la palabra ñan como yan.
3
Nacido en España. Posiblemente haya estado emparentado con el General Pedro de Hinojosa, quien dirigió las
falanges españolas, diezmadas en las contiendas armadas en
la zona de Charcas (Urquidi 1949: 49).
4
Es importante notar esta “tropa” de 300 llamas que iban
de Cochabamba a Potosí llevando harina de maíz. Muestra,
fuera del intenso tráico comercial entre ambas Villas, la importante presencia de este camélido en los valles mesotérmicos.
5
Voz caída en desuso, pero frecuente en la colonia temprana. Según los contextos de documentos tempranos, puede ser traducido por pelea, lucha, motín, algazara.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 115-132, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
EL QHAPAQ ÑAN EN LOS ALTOS DE ARICA: COLUMNA
VERTEBRAL DEL POBLAMIENTO PREHISPANICO TARDÍO,
NORTE DE CHILE
THE QHAPAQ ÑAN IN THE ARICA HIGHLANDS: THE BACKBONE OF LATE
PRE-HISPANIC SETTLEMENT IN NORTHERN CHILE
IVÁN MUÑOZA
En los Altos de Arica, a la Ruta Longitudinal Precordillerana
que se desplaza en sentido norte a sur se le conoce como Camino Inca. Diversos autores1 han hecho referencia a tramos
de este camino, sin embargo, el mérito de esta ruta radica en
su antigüedad anterior al Tawantinsuyo. El presente estudio
discute la importancia de este camino en la precordillera de
Arica, resaltando la importancia del paisaje en el contexto del
sistema caminero y su relación con otras rutas que se desplazaron
por el desierto y los asentamientos asociados a esta red vial.2
Palabras clave: poblamiento prehispánico, red vial, Camino
del Inca, precordillera, interacciones culturales.
In the highlands known as Altos de Arica, the north-south Andean foothills route is known as the Inca Road. Several authors1
have made reference to sections of this road, but it is especially
notable for its antiquity, which pre-dates Tawantinsuyo. his
paper discusses the importance of this route in the foothills
region of Arica, emphasizing the importance of the landscape
in the road network and its relation to other routes that crossed
the desert and to settlements associated with the road network.2
Keywords: pre-Hispanic settlement, road network, Inca
Road, Andean foothills, cultural interactions.
A
INTRODUCCIÓN
La construcción de caminos, puentes y otras vías de
comunicación fue una de las estrategias usadas por las
grandes civilizaciones de la antigüedad para el desarrollo
del comercio de bienes y especies. Esto habría permitido
la transmisión de ideas, a partir de lo cual manejaron
y controlaron nuevos territorios y espacios culturales.
En este contexto, uno de los caminos más estudiados
y analizados a través de la historia es aquel construido
durante el Imperio Romano donde, según Chevallier
(1972), se observa la elaboración de calzadas con un
nivel de técnica altamente desarrollado. Esto no solo
signiicó el mejoramiento de las vías de comunicación,
sino también un embellecimiento de la ruta, dando una
presencia y consistencia al Estado romano en los lugares
donde estableció su dominio. Sin embargo, también
conocemos otros caminos que presentan soluciones
ingenieriles complejas respecto a su construcción en
lugares agrestes en cuanto a la morfología del terreno,
entre ellos la carretera real persa y la Ruta de la Seda.3
Dentro de este panorama consideramos la inserción
del Qhapaq Ñan en los Andes, América del Sur, el que
habría alcanzado una longitud aproximada de 5.000
Iván Muñoz, Universidad de Tarapacá, casilla 6d, Arica, Chile, email: imunoz@uta.cl
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2017.
116
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
km, involucrando los distintos suyus que formaron el
Tawantinsuyo. La construcción de este camino involucró
distintos pisos ecológicos que conforman el área andina, con una altura que alcanzó los 4500 msnm. Según
Hyslop (1992), algunos rasgos distintivos de esta ruta
están dados por la pavimentación con grandes bloques
de piedras, incluyendo escaleras y puentes colgantes,
especialmente en zonas de difícil desplazamiento producto de una geografía abrupta y vertical, atravesada por
grandes ríos. Sin embargo, en lugares planos el trazado
de la ruta estuvo dado por senderos troperos, donde se
desplazaron personas y caravanas de recuas de llamas.4
En lo que respecta a nuestra zona de estudio, durante
el siglo xii dc, la Región de Arica estuvo ocupada por
poblaciones de agricultores y pescadores, denominados
arqueológicamente como cultura Arica (Muñoz & Choque
2013). Estas poblaciones comenzaron a compartir el espacio productivo con grupos humanos que se desplazaron
desde el altiplano a la costa, ocupando enclaves ecológicos
en las cabeceras de valles de la vertiente occidental del
Pacíico. Si bien ambos grupos vivieron separadamente,
tuvieron un luido intercambio de productos agrícolas y
marítimos, tecnologías e ideologías, donde el poder fue
ejercido por el cacique principal que vivía en los valles,
funcionando bajo la modalidad de relaciones asimétricas
con los señores del altiplano (Choque & Muñoz 2016).
El traslado de maíz, ají, coca, calabazas, pescado salado,
guano, textiles y artefactos, fue realizado a través de las
extensas vías de comunicación que unieron la costa con
la meseta andina. Dichas obras viales fueron utilizadas
posteriormente por el Inca y las huestes indianas, constituyéndose en un sistema vial conocido como Qhapaq
Ñan. En época colonial, estas redes viales fueron conocidas
como Caminos Reales y hoy como caminos troperos. En
muchos casos constituyen las mismas vías y han tenido
una utilidad simbólica y práctica para las poblaciones
indígenas, hispanas y mestizas de los Períodos Colonial
y Republicano.
El deterioro o las alteraciones de los caminos
producto del tráico caravanero o catástrofes naturales, implicó la necesidad de establecer un sistema de
mantenimiento de las rutas e instalaciones anexas, entre
estas últimas los tambos y las estructuras ceremoniales
tales como apachetas y markas. Esto habría permitido
que las poblaciones locales se integraran al sistema
político regulado por los incas, participando de las
redes de intercambios con poblaciones de distintos
ambientes geográicos.
EL PAISAJE EN EL CONTEXTO DEL
SISTEMA CAMINERO
La reconstrucción de los diversos caminos distribuidos
en la sierra ariqueña, desde el momento en que los agricultores aldeanos comenzaron a trazarlos, releja cómo
se fue estructurando una red vial cada vez más compleja,
cubriendo prácticamente la totalidad del territorio,
desde y hacia los más diversos espacios geográicos de la
precordillera.5 El estudio de estos senderos y sus rumbos
permite entender y conocer su función, temporalidad,
aspectos tecnológicos aplicados, aprovechamiento de
recursos, experiencia, sabiduría y diversos aspectos de la
cultura que se desarrolló en torno a ellos, especialmente
la de los caravaneros andinos que usaron e hicieron de
estos inalmente su oicio y modo de vida.6
Considerados como productos culturales, estos
trazados contactaron y relacionaron una ininidad de
puntos del paisaje desértico característico de esta región
del extremo norte de Chile, demostrándonos el grado
de eiciencia alcanzado por la actividad, como también
el conocimiento del medio por el cual esa actividad se
desarrolló. No cabe duda de que la presencia humana
en estos parajes dejó huellas que no solo relejan lo
cotidiano y doméstico, sino también lo trascendental,
es decir, aquello que compromete, al decir de Turner
(1971) y Geertz (1973), su destino, su continuidad, la
vida y la muerte, lo religioso y sobrenatural. Algunas
evidencias materiales que marcan esta profunda relación del caravanero con el paisaje son los registros de
apachetas y markas que, según Dufait (2012: 621),
“constituirían los elementos mediadores que conectan
las vías con las entidades sagradas del paisaje como los
volcanes, cerros y nevados”.7
Se pueden diferenciar distintos tipos de senderos,
dependiendo de su uso: sendero simple de uso humano,
sendero de uso múltiple para ganado y animales de carga,
sendero simple de uso animal (generalmente camélidos
silvestres como guanaco y vicuñas), sendero tipo “rastrillo” y huellas de carretas con sendero de animal de tiro,
vinculados estos últimos al Período Colonial. Gran parte
de estos senderos fueron indistintamente reutilizados
por animales y personas, signo de la importancia que
alcanzaron hasta después de la Conquista. Esto hace
posible recopilar antecedentes que indican la naturaleza propia del camino y de sus usuarios. En primer
término, está la aguada, requisito fundamental para que
un sendero, de cualquier tipo, se enlace o contacte. La
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
aguada -o cualquier otra estrategia para la obtención
del recurso hídrico y alimento, como una vertiente, río,
estero o bofedal- fue la principal preocupación que debió
conocer y manejar el caravanero o arriero andino para
desaiar el desierto. Ante la ausencia del recurso hídrico,
una de las innovaciones destacables de este sistema vial
fue la construcción de pozos o norias, emplazadas en
lugares estratégicos. Estas entregaban una fuente de
agua de emergencia en caso de riesgo de la vida de los
usuarios de la ruta.8
El conocimiento del paisaje, la geografía y su percepción del entorno ecológico fueron elementos vitales para
orientar y resolver óptimamente cualquier diicultad. De
allí que los senderos y rutas presentan siempre la mejor
alternativa para el viajero, sorteando cuestas, pampas,
abras, quebradas, serranías y la propia cordillera de los
Andes. También se agregan los refugios naturales, como
aleros y cuevas que fueron ocupados desde las primeras
incursiones de los humanos por el territorio, los que
han sido usados como alternativa por todos los grupos
posteriores hasta la actualidad. Un segundo tipo de refugio son las paskanas, construidos como parapetos para
protegerse de la intemperie, a veces dura, que caracteriza
al desierto en sus diversos ambientes de costa, pampa,
valles o puna. Otro tipo de estructura más compleja
asociada al andamiaje administrativo del incanato fueron
los chasquihuasis o casas de los chasquis que, sumados
a los tambos, localizados en lugares estratégicos del
sistema vial, muestran el alto nivel de desarrollo de esta
red. Ejemplo de estos tambos fueron los de Zapahuira
i y ii, Laco Alto, Cobija 2, Incauta y Mollegrande (Muñoz et al. 1987 a y b), Chusmiza (Sanhueza 1978), etc.,
todos ubicados en una cota media de los 3000 msnm,
relacionados espacialmente a los asentamientos locales.
Otros rasgos culturales asociados a los senderos
fueron los tramos empedrados, generalmente en accesos a pendientes o cuestas, lugares donde el tránsito
de animales se veía diicultado. También el sistema de
desagüe, canales oblicuos bien construidos que cruzaban diagonalmente el camino o sendero, especialmente
cuando este bordeaba una ladera inclinada y pedregosa.
Estos desagües tenían como objetivo desviar las aguas
provenientes de precipitaciones que ponían en riesgo
la integridad del camino. Cabe mencionar, además, los
tramos de camino delineado que, a manera de solera,
marcaron cada uno de sus lados, especialmente cuando
estos cruzaban un terreno plano, como los observados
en Zapahuira, Belén y Lupica.
117
CAMINOS PREHISPÁNICOS EN ARICA
Según Wallace (1991), la importancia de los caminos
prehispánicos está dada por la existencia de dos dimensiones, una religiosa y otra económica. En el primer
axioma, las redes viales permitían unir las aldeas con
las huacas y espacios ceremoniales, tanto cercanos
como de regiones distantes.9 Para el caso de Arica, según Choque y Muñoz (2016), las poblaciones habrían
usado los caminos portando ofrendas y peregrinando
entre la costa y la sierra para celebrar ritos religiosos. El
segundo axioma da cuenta de la integración económica
y sociopolítica que generó el uso de los caminos, pues
movilizaron diversos tipos de bienes agropecuarios y
marítimos generando, además, una integración ideológica y una articulación económica con las tierras de
la meseta altiplánica.
Las principales rutas del sistema vial prehispánico
en el extremo norte de Chile han sido descritas y discutidas previamente por Muñoz y Briones (1996), quienes
señalan la existencia de cuatro rutas principales.
La primera, ubicada a 3000 msnm y denominada
Ruta Longitudinal o Precordillerana Nº 1, se desplaza
en sentido longitudinal de norte a sur, por la precordillera de Arica y se le conoce como Camino Inca o
Qhapaq Ñan (ig. 1). Los mismos autores señalan que,
probablemente, los incas hicieron un mejoramiento de
la red vial, la que habría sido ensanchada, empotrada
en los sectores laterales y emplantillados con piedras
en las entradas y salidas de los grandes poblados como
Zapahuira, Huaihuarani, Saxamar, Socoroma, etc. Asimismo, cimentaron y nivelaron los sectores de mayor
pendiente de los senderos. Este camino conectó todos
los poblados serranos, constituyéndose en la columna
vertebral sobre la cual giraron los asentamientos locales
(igs. 2, 3 y 4).
El segundo camino corresponde a la Ruta Transversal por Lluta Nº 2. Es una construcción vial importante
que une el altiplano con la costa oceánica, alcanzando la
costa sur de la ciudad de Arica. Esta ruta se constituyó
en tiempos coloniales como la columna vertebral del
desplazamiento caravanero de Arica a Potosí. Es posible
encontrar numerosos asentamientos prehispánicos y
recursos hídricos desde la desembocadura del río Lluta
hasta la precordillera (Muñoz & Briones 1996).
El tercer camino corresponde a la Ruta Transversal
por Azapa Nº 3. Esta ruta conecta la desembocadura
del río San José con la precordillera en la zona que va
118
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
PERÚ
Parinacota
e Lluta
Valle d
ARICA
BOLIVIA
Valle de Azapa
Valle
de A
cha
Cta. Vitor
Q. de Chaca
CHILE
Desembocadura
río Camarones
Q.
de
s
ne
aro
m
Ca
Tana
Q. de
Q. de Tiliv
iche
Figura 1. El Qhapaq Ñan, Ruta Longitudinal Precordillerana Norte-Sur. Figure 1. he Qhapaq Ñan, north-south Andean foothills route.
desde Chapiquiña a Belén. Al igual que la ruta de Lluta,
está asociada a asentamientos prehispánicos, recursos
hídricos y tierras agrícolas.
Finalmente, el cuarto camino corresponde a la
Ruta Longitudinal Costera Nº 4, la que se desplaza de
norte a sur, cubriendo los actuales sectores de valle
bajo o medio y desembocaduras de ríos, desde la zona
de Caplina hasta Camarones. Esta ruta, al igual que
las otras mencionadas, está relacionada con asentamientos prehispánicos en los valles, recursos de agua
y la presencia de apachetas, una de ellas ubicada en
Alto Ramírez, sector bajo del valle de Azapa (Santoro
& Muñoz 1981).
El uso de estos caminos habría permitido la llegada
de nuevas ideas, bienes, piezas y productos de consumo
de distintas regiones de los Andes a los valles de Arica. El
registro arqueológico a partir del año 1000 dc muestra
evidencias de hallazgos como un mono, de la especie
Aluatta seniculus, plumas de aves tropicales, fragmentos
de maderas de chonta, lana de camélidos, quinua, entre
otros. Por otro lado, tanto en la iconografía de las piezas
de cerámica como en los tejidos del Período Tardío
Precolombino, se representaron una serie de diseños
entre los cuales destaca la presencia de pequeños simios.
Esto demuestra que, más allá de lo económico y de las
relaciones sociales que se dieron como consecuencia
de la movilidad caravanera, el traspaso de ideas fue
parte importante de las poblaciones que participaron
de dicho tráico, en el esfuerzo por plasmar su identidad
y su lugar de origen.
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
Figura 2. Sendero empedrado de salida y entrada al pueblo de
Socoroma. Figure 2. Paved stone road at both entrances to the
town of Socoroma.
119
Figura 3. Tramo de camino empedrado, sector que conecta las
áreas de cultivos noreste del actual pueblo de Belén. Figure 3.
Stretch of paved stone road connecting farming areas northeast of
the present-day town of Belén.
INCAULLO
HUAIHUARANI
Figura 4. Tramo de conexión entre asentamientos: Huaihuarani e Incaullo, área de Belén. Figure 4. Stretch of the road connecting the
settlements of Huaihuarani and Incaullo, in the area of Belén.
120
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
De lo anterior se desprende que, a la llegada de
los españoles, lo que hoy es el extremo norte de Chile
presentaba un mosaico de redes viales, lo que explicaría
el intenso tráico que hubo en esta región de los Andes
como centro neurálgico de múltiples relaciones culturales, situación que fue muy bien aprovechada por los
europeos para el desarrollo de sus intereses.
DESPLAZAMIENTO DE LA RUTA
LONGITUDINAL PRECORDILLERANA (Nº 1)
Este capítulo fue descrito detalladamente por Muñoz y
Briones (1996: 57-60). En esta ocasión dicha información
se presenta en la tabla 1. En ella se destacan los desplazamientos de norte a sur del camino (sendero tropero)
y la relación de esta ruta con asentamientos principales
y senderos secundarios. Además, se señalan algunos
rasgos especíicos de dichas rutas (ig. 1).
LOS ASENTAMIENTOS ASOCIADOS A LA
RED VIAL PRECORDILLERANA
Para entender el trazado de esta red vial en los valles y
quebradas de altura en dirección norte sur es importante
conocer la distribución de los asentamientos asociados
a ella y la función que estos habrían desempeñado en
relación al intercambio de bienes, especies, productos y
transmisión de ideas. Muñoz y Chacama (2006) plantean
que, en la quebrada de Socoroma, los asentamientos
estudiados de Calacruz y Cachuchatiza presentan una
particularidad: ambos se ubican en la cima de cerros de
gran altura. De acuerdo con sus componentes culturales,
corresponderían a asentamientos que se sitúan alrededor del 1200 dc-1400 dc. La ausencia de estructuras
de tipo administrativas y de plazas sugiere que estos
asentamientos fueron ocupados en forma temporal,
en lapsos de tiempo determinado. Sin embargo, al
margen de los escasos indicadores culturales hallados,
llama la atención que están conectados a una extensa
red vial que se desplaza hacia pampa de Zapahuira por
el sureste, y por el sector de Coca por el noreste. En
ambos casos se trata de áreas donde se hallan una serie
de asentamientos habitacionales y funerarios (Muñoz et
al. 1987a; Santoro et al. 1987; Muñoz & Choque 2013).
Esta situación indicaría que estos poblados formaron
parte de una unidad mayor y reforzaría la hipótesis
de ocupaciones temporales. Por su parte, pampa de
Zapahuira constituye una de las áreas más estudiadas
respecto a la inluencia inca aproximadamente a partir
del 1450 dc. Su modo de operar habría sido a través
de poblaciones circumtiticaca portadoras de cerámica
Saxamar. De acuerdo a los trabajos de Muñoz et al.
(1987a), dicha dominación se habría ejercido mediante
el asentamiento administrativo poblado Zapahuira 2,
(AZ-124) (ig. 5), con el cual fue posible ejercer un control
sobre la producción del área, cuyo excedente debió ser
almacenado en los depósitos construidos en el plano
alto de la quebrada (Tambo de Zapahuira 1, AZ-40) (ig.
6) y llevado posteriormente a otras zonas a través de la
red vial incaica que se encuentra presente en el área.
En el área de Chapiquiña, enclavada entre la pampa
de Zapahuira y Belén, se hallan asentamientos como Caillama, Laco Bajo, Laco Alto y Pujone, todos conectados
a través del Camino del Inca. Un aspecto interesante
de resaltar en Laco Alto es la presencia de un tambo,
situación que nos hace pensar en la presencia Inca en la
fase inal del asentamiento (1400 dc). Probablemente,
en este tambo se habría almacenado la producción del
sector medio del valle de Chapiquiña. Curiosamente en
esta misma época y frente de Laco Alto se estructuró
otro emplazamiento, Caillama, cuya característica más
importantes es la ediicación de recintos de forma circular
sobre un abrupto cerro. El lugar presenta, además, un
sendero de ingreso al poblado, el que se halla demarcado
por piedras y en algunos sectores presenta peldaños
(ig. 7). Un sistema constructivo distinto se observa
en el sector noreste, en donde se hallan estructuras
funerarias tipo chullpas construidas de adobe y paja, lo
cual es novedoso para el área ya que solamente la hemos
observado en Zapahuira, Caillama, Incauta y Miñita 4
(igs. 8, 9, 10, 11 y 12). En este contexto, nos inclinamos
a pensar que la población asentada en Caillama pudo
haber correspondido a un grupo distinto y más tardío
que el que se asentó en Laco Alto, y fue el que recibió
tal vez la mayor inluencia en el área por parte del Inca,
motivo por el cual construyeron las tumbas –chullpas–
con cierto grado de monumentalidad similar a las que
se hallan en la zona de Lauca, altiplano boliviano, vinculadas a las poblaciones Carangas (Gisbert et al. 1996).
En el área de Belén-Lupica-Ticnamar, el proceso
cultural tiene una historia que se remonta al 1.000 dc,
según los antecedentes obtenidos de los sitios Incahullo, Huaihuarani, Lupica y Saxamar. Corresponderían
a poblaciones vinculadas a la cultura Arica, las que se
Tabla 1. Desplazamiento de la Ruta Longitudinal Precordillerana (Nº 1). Table 1. Trajectory of the North-South Foothills Route (Nº 1)
DIRECCIÓN EXTREMO
PRINCIPAL
NORTE
ÁREA INTERMEDIA/
CONECTADA
EXTREMO
SUR
SITIO
ARQUEOLÓGICOS
SENDEROS SECUNDARIOS (SS)
CONEXIONES (CN)
BIFURCACIONES (BF)
CARACTERÍSTICA DE LA RED VIAL
Y REFERENCIAS DE AUTORES
Oeste-este
Tacna y
Moquegua
Caplina, sierra Huaylillas,
quebrada Huaylillas y
cuenca río Lluta
Putre/ Socoroma
Calacruz, Coca, Cachuchatiza
Bf: De Norte Huaylas a Socoroma/ Putre,
norte-suroeste
Bf: De Puquios a Socoroma/ Putre,
noroeste-suroeste
Puquios fue usada como alternativa de acceso
ferrocarril Arica-La Paz
Norte-sur
Socoroma
Zapahuira, Chapiquiña,
Belén, Lupica, Saxamar y
Ticnamar
Tignamar
Tambos de Zapahuira I y II, Pucara y
aldea de Chapicollo, Laco Alto, Caillama
Pachama, Pukara de Huaihuarane,
Trigalpampa, Incaullo, Lupica, Saxamar
Cn: Ruta Lluta N° 2
y Ruta Azapa N° 3, este-oeste
Cn: De Murmuntani /Chapiquiña
a Copaquilla/ Río Seco, este-oeste
Algunos tramos fueron ampliados y mejorados,
aún se mantienen en uso actualmente (ig. 4)
Norte-sur
Zapahuira
Pampa de Chapiquiña
Laco Alto/
Chapiquiña
Laco Alto, Caillama, Laco Bajo
Cn: De Laco Alto a Copaquilla,
este-oeste
En la pampa de Chapiquiña se observa una sección bien conservada del
“camino inca”, con una anchura de hasta 4 m. empedrado y en varios puntos
del trazado en el plano inclinado tiene escalones (Romero 2003, Muñoz 2007)
Norte-sur
Chapiquiña
Chapiquiña, Pachama
Pachama
Norte-sureste
Pachama
Pachama, Belén, Laguane
Belén/ Laguane
Tabla Tablone, Ancopachane,
Chajpa e Incaullo
Norte-sureste
Huaihuarani
Huaihuarani, Lupica
Quebrada de
Lupica
Trigalpampa, Tojotojone,
pukara de Lupica
Norte-sur
Lupica
Lupica, Saxamar, Tignamar
Tignamar/ Surire
Pukara de Saxamar
Este-oeste
Umirpa
Incauta, Mollegrande,
Chitita, Guañacagua, Codpa
Quebrada de
Codpa
Norte-sur
Camarones
Camarones, Taltape,
Chiza-Suca, Suca
Suca
Suca, Pampa del Tamarugal,
Tarapacá, Pica
Pica
Suca
Pampanune y Huancarane, pukara de
Taltape, Sabaipugro, Umallani, Saguara,
Chibaljaya
Bf: De Pachama a Belén, norte-sureste
Bf: De Pachama a Huaihuarani,
norte-suroeste.
Cn: Guallatire-Surire/Belén, este-oeste
Vía empedrada cercana al poblado actual de Belén, tiene 3 m.
de ancho. Se observan ofrendas a lo largo del camino,
hay también cruces cristianas.
El segundo, el camino está conectado directamente al
complejo arqueológico de Huahuarani, la vía está bien deinida,
se conserva pircado o muro
El trazado presenta buena conservación: empedrado y amurallado con
su estación de reparo y descanso. Entre los valles de Lupica y Saxamar
la vía presenta empedrados con desagüe de aguas de lluvia.
(Dauelsberg 1983, Muñoz & Chacama 2006)
Bf: Timalchaca, Umirpa, Itiza,
hasta Surire, norte-sureste
El primero, vía de acceso al oriente boliviano o para continuar
al sur hasta Isluga y Colchane en la región de Tarapacá, Chile
Ss: Codpa a Cobija, Timar, Corralane
Bf: Codpa a Cachicoca, Chaca y Caleta Vitor
Bf: Codpa a Camarones
El primero es un sistema vial alternativo, con recursos propios
y sustentables por sí mismo (Muñoz 2005). El segundo y tercero,
proyección hacia la costa del océano Pacíico
Cn: En Chiza-Suca se uniican la Ruta
Longitudinal Precordillerana y a la Ruta
Longitudinal Costera
Cn: Suca a Miñi Miñi y Miñita, oeste.
Suca a Nama, este. Suca a Camiña, sureste.
Suca a Tarapacá, sur. Suca a Pisagua, oeste
Hay importantes evidencias de arte rupestre (Niemeyer, Schiappacasse
& I. Solimano 1972-1973, Niemeyer & Schiappacasse 1981. Schiappacasse
& Niemeyer 2002). Suca se conigura como un nexo clave en la
redistribución de sistema vial
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
Norte-sur
Abundantes restos de cerámica sin decoración y huesos de animales,
demuestran altos en el camino para alimentación
Evidencias de arte rupestre (Sepúlveda et al 2005)
121
122
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 5. Tambo de Zapahuira ii. Exterior de unidad arquitectónica sector oeste. Recinto 27. Figure 5. Tambo de Zapahuira ii. External
view of architectural unit i nthe western zone, Enclosure 27.
Figura 6. Tambo de Zapahuira i. Unidades arquitectónicas a los pies del Cerro Huaycuta. Figure 6. Tambo de Zapahuira i. Architectural
units at the base of Cerro Huaycuta.
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
Figura 7. Sendero de entrada al poblado de Caillama. Figure 7.
Path entering the town of Caillama.
123
Figura 8. Chullpa, recinto 24, construida de adobe, piedra y ibra
vegetal, sector de Zapahuira. Figure 8. Chullpa, enclosure 24, built
with adobe, stone and vplant iber, Zapahuira zone.
Figura 9. Chullpa, Recinto N° 23, frontis de arquitectura funeraria, sitios Caillama. Figure 9. Chullpa, Area Nº 23, frontal view of funerary
structure, Caillama sites.
124
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 10. Chullpa, arquitectura funeraria manufacturada en arcilla, ibra vegetal y piedra. Recinto S/N, sitio Incauta. Figure 10. Chullpa,
funerary structure in clay, plant iber and stone. Unnumbered enclosure, Incauta site.
habrían establecido en dichos poblados con el propósito
de explotar estratégicamente los recursos naturales y
productivos que el medio les proporcionaba. De esta
manera, controlaron el recurso agua indispensable
para la agricultura, facilitando el riego de extensas áreas
agrícolas, tal como lo demuestran las terrazas halladas
en el sector. Con la llegada de la inluencia inca, las
poblaciones locales conservaron los mecanismos que
organizaban su vida socioeconómica y política. Creemos que el aporte del Tawantinsuyo fue el integrar la
red vial local existente a una de mayor envergadura, lo
que permitió que la precordillera de Arica se insertara
políticamente al Estado Inca, construyendo arquitectónicamente Incahullo, el sitio más emblemático de la
ocupación inca en el área (igs. 13 y 14).
El poblamiento humano en la quebrada de Cobija
está relacionado con dos asentamientos vinculados a la
inluencia inca en la precordillera. En el asentamiento
Cobija 2, la ediicación de un tambo habría surgido por
la necesidad del Inca de almacenar la producción para
el Estado. En dicho ediicio, se halla la mayor cantidad
de cerámica estilo Saxamar encontrada en el asentamiento, reairmando la presencia del Tawantinsuyo en
dicho poblado. Ahora bien, la ubicación de este ediicio
a un costado del poblado no pasa inadvertida, ya que
colinda con las posibles estructuras donde se almacenó
la producción agrícola. El asentamiento Cobija 1, a su
vez, presenta similitudes con la arquitectura inca de la
sierra de Arica. Sus recintos son de forma oval y circular, con muros en doble hileras de piedras y entradas
que tienen forma de signo de coma. Ambos poblados
se asocian a una extensa red vial que se desplaza por
la precordillera, sin embargo, también observamos
caminos secundarios que conectan a los dos poblados
con el área de Timalchaca, en la puna y con los valles
de Azapa, Camarones y costa de Arica.
En el valle de Codpa, la historia aldeana está fundamentada en la explotación de los recursos hídricos y
tierras agrícolas a partir del Período Intermedio Tardío
(Preinca). Esta situación habría permitido que se instalara
en él una mayor población a ines de dicho período, la que
pudo haber sido en gran parte rural, con un asentamiento
disperso a lo largo de la cadena de terrazas. Sin embargo,
el manejo del sistema hidráulico releja una sociedad
cohesionada y planiicada en torno al trabajo agrícola.
La administración inca local habría aprovechado esta
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
125
Figura 11. Chullpas manufactura en barro, piedra y ibra vegetal. Recinto chullpas N° 25, Miñita iv. Figure 11. Chullpas made of clay,
plant iber, and stone. Enclosure 25, Miñita iv.
Figura 12. Chullpas de adobe y piedra laja. Recintos 25 y 26, sitios Miñita iv. Figure 12. Chullpas made of adobe and lagstones. Enclosure
25 and 26, Miñita iv sites.
126
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 13. Mampostería y arquitectura recinto N° 20, muros sector oeste, sitio Incahullo. Figure 13. Masonry and architecture, enclosure
No 20, western sector, Incahullo site.
Figura 14. Interior de Recinto N° 20, detalle hornacinas en muro, sitio Incahullo. Figure 14. Interior of enclosure 20, detail of wall niches,
Incahullo site.
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
interesante experiencia agrícola en beneicio del poder
estatal, controlando el excedente productivo agrícola del
valle. Para mover este excedente productivo se utilizó la
red vial que se desplaza alrededor de la cota de los 3000
msnm, cuyo destino inal habría alcanzado los valles
costeros y la puna alto andina (Santoro 1983; Uribe et al.
2002; Santoro et. al. 2004). Ahora bien, a lo largo del valle
de Codpa coniguraron una red vial secundaria, asociada
a un sistema de tambos, del cual hemos identiicado dos:
uno en el sitio Incauta (Sector A4), poblado que debió
responder a la función de un centro administrativo
principal, donde se habría depositado la producción del
sector alto del valle de Codpa; y otro en Mollegrande 2,
que debió centralizar la producción del sector bajo del
mismo valle (Muñoz & Briones 1996).10
La presencia inca en este valle ha sido percibida
mediante tres rasgos culturales diferentes. El primero
corresponde a la construcción de tambos que, por lo
repetitivo de su forma, debió obedecer a un plan ejecutado en toda el área centro sur andina. El segundo
corresponde a la presencia de cerámica cuyos estilos
Saxamar e Inca Cuzqueño permiten plantear una relación
con la alfarería inca proveniente del área Circumtiticaca.
En tercer lugar, la presencia en los altos de una ladera
de una pintura de color blanco y rojo que asemeja a un
tablero de ajedrez. Esta pintura tendría similitud a los
unkus de Inka Yupanqui y Wayna Kapac en cuanto a la
coniguración (ig. 15). Según Muñoz y Briones (1996:
78) su confección en el valle de Codpa habría estado
relacionada con la presencia del Tiwantinsuyo en un
contexto de orden y equilibrio.
La inluencia inca en la quebrada de Miñita habría utilizado caminos secundarios asentándose en la
ladera norte, donde construyeron un emplazamiento de
viviendas de la misma manera como lo habían hecho
las poblaciones nativas del valle, es decir, estructuras de
forma circular y semirrectangular. Probablemente, lo
distinto fue la construcción de ediicaciones funerarias
tipo chullpas hechas de paja y adobe, además de una
alfarería cuyo mayor porcentaje son las cerámicas de
engobes rojos con decoración en negro, resaltando el
estilo Saxamar (ig. 16). Desde el punto de vista económico, estas poblaciones siguieron explotando el valle
como lo hicieron sus antecesoras del Período Intermedio
Tardío en cuanto al uso de sistemas de terrazas, canales,
producción agrícola y tecnologías.
En resumen, el trazado de la red vial precordillerana
solo fue posible gracias a la ediicación de asentamientos
127
Figura 15. Pictografía similar a una cubierta ajedrezada, basada
en polígonos bicromáticos rojo y blanco. Valle de Codpa, sector
camino a Mollegrande. Figure 15. Pictograph similar to a checkerboard textile design, with red-and-white bichromatic polygons.
Codpa valley, on the road to Mollegrande.
distribuidos a lo largo de la precordillera de Arica. Ahora
bien, este camino presenta una serie de elementos que
se incorporaron gradualmente al sistema vial como la
construcción de tambos, apachetas, pascanas y, en algunos
casos, iguras de arte rupestre, todos ellos vinculados a
áreas rituales. Otro rasgo tecnológico inserto en la red
vial que estaría marcando la presencia del Tawantinsuyo
en la precordillera de Arica lo observamos en el trabajo
especializado en cantería. Tal es el caso de Socoroma,
Zapahuira y Belén, donde se construyeron soleras para
delimitar y señalizar los senderos, los que fueron además
emplantillados con piedras.
RUTA LONGITUDINAL PRECORDILLERANA
Y LA CONEXIÓN CON LAS REDES VIALES
HACIA EL ALTIPLANO
La presencia de una diversiicada red de senderos troperos (ig. 17) que penetran o se dirigen desde el altiplano
peruano-boliviano hacia el extremo norte de Chile
constituyó una organizada red caminera por donde se
movilizaron poblaciones con el propósito de intercambiar
productos y bienes entre distintos pisos ecológicos de
la vertiente occidental. Este intercambio, generado por
redes de caravanas que transitaban por los distintos pisos
128
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
0
5 cm
Figura 16. Estilo decorativo negro sobre rojo, alfarería precordillerana. Sitio Saxamar, recinto N° 273. Figure 16. Black on red decorative
style, Andean foothills pottery. Saxamar site, enclosure 273.
ecológicos, pudo haber sido manejado por el Inca con
el objetivo de obtener recursos para el mantenimiento
del Estado. Así, la construcción de tambos en distintos
lugares donde se hallan bofedales explicaría que la función
de estos se haya centrado en el control de la producción
ganadera, además de servir de albergue a caravanas
que se desplazaban por el altiplano. Las evidencias de
restos de lana, cueros y huesos de camélidos apoyan
esta hipótesis. Ahora bien, dentro de este contexto, en la
puna del extremo norte de Chile sobresale la presencia
de un tambo, ushño y kallanka en el poblado viejo de
Parinacota, instalaciones que al parecer fueron diseñadas para que se instalaran los representantes del Inca,
quienes posiblemente controlaron la producción agrícola
ganadera con el propósito de mantener las relaciones de
reciprocidad y redistribución entre el poder estatal, los
señoríos locales y las comunidades circundantes.
Los estudios desarrollados por Muñoz et al. (Ms)
señalan que el pueblo viejo de Parinacota correspondería
al asentamiento de mayor altura –4300 mnsm– construido por pastores vinculados a las poblaciones Carangas,
aproximadamente en el año 1400 dc. Eligieron el lugar
de asentamiento a los pies de los nevados Payachatas,
aprovechando las potencialidades que les proveía el
bofedal de Parinacota y la majestuosidad como ente
protector que le ofrecían los nevados.11 Dicho poblado
constituyó un espacio de articulación donde se integraron redes viales que conectaban distintos lugares y
asentamientos humanos de la puna chilena, como los
tambos y bofedales de Caquena, Tacora y Chungara
(Muñoz & Chacama 2006)12 y los del altiplano central
y sur boliviano como Turko, Saballa, Caquiaviri, entre
otros (Gisbert et al. 1996; Michel 2000; Sejas 2010).
La presencia inca, que de acuerdo a las dataciones, se habría dado aproximadamente entre el 1440 al
1510 dc, habría controlado este poblado utilizando la
estrategia de dominio de las autoridades locales, cuya
representación estaba en manos de las poblaciones Ca-
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
129
PARINACOTA
VISVIRI
Figura 17. Segmento sendero ruta altiplánica prehispánica que une localidades de Parinacota (sureste) y Visviri (noroeste). Figure 17.
Section of the pre-Hispanic highland route that connects Parinacota (southeast) and Visviri (northwest).
rangas. Estas tenían presencia territorial en la puna a lo
menos 300 años antes de que llegaran los incas, según
lo avalan los indicadores de cerámica y arquitectura.
Al parecer, el objetivo de los incas estuvo dado por el
control de los bofedales y las comunicaciones hacia los
valles serranos y costeros del Pacíico.13 De esta manera,
el pueblo viejo de Parinacota pasó a constituirse en un
centro administrativo donde se dieron múltiples contactos interétnicos, entre las poblaciones de la puna y
la precordillera de Arica.
COMENTARIOS FINALES
Del análisis realizado en los capítulos precedentes nuestros
comentarios inales apuntan a cinco aspectos íntimamente
relacionados con el tema vial en la precordillera de Arica.
1. El trazado original de la ruta habría sido obra de
las poblaciones locales. A esta ruta se habría in-
corporado el Inca, tal vez introduciendo mejoras,
por ejemplo el ensanchamiento de los senderos y
el empedrado de las entradas y salidas, como se
observa en Socoroma, Zapahuira y Belén. Desde
el punto de vista ingenieril, estos trazos mejorados
presentan un ancho aproximado de 3 m, sus trazados son rectos y se les construyó muros laterales.
Asimismo, cimentaron y nivelaron los sectores
de mayor pendiente de los senderos troperos.
Este camino conectó todos los poblados serranos
constituyéndose en la columna vertebral sobre la
cual giraron los asentamientos locales.
A partir de esto, pensamos que el Camino del Inca
en las alturas de Arica, con sus empedrados, soleras
y tambos, habría constituido una representación vial
del dominio del Tawantinsuyo en el contexto de un
proyecto civilizatorio.
2. La ruta Longitudinal Precordillerana se encuentra
directamente vinculada a un conjunto de aldeas
130
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
y pucaras como a un conjunto de instalaciones
caracterizadas bajo el título de Patrón Rectangular,
donde registramos: tambos, Ushñu, Kancha, qollqas,
Chasquiwasi, etc. (Muñoz & Chacama 2006).14 Los
valles que este sistema vial involucró de norte a sur
y a una cota aproximada de 3000 msnm, fueron:
Socoroma (Coca, Pujone, Cachuchatiza); Zapahuira
(Chapicollo 1 y 2, Zapahuira 1 y 2, Huaycuta, Copaquilla 1 y 2 ); Chapiquiña-Laco (Laco Alto, Caillama); Belén (Ancopachane, Chajpa, Trigalpampa,
Incahullo, Huaihuarani); Lupica (Lupica); Saxamar
(Saxamar); Ticnamar (Charcollo, Tangane); Cobija
(Cobija 1); Codpa (Incauta); Saguara (Saguara 1, 2,
3 y 4); Miñita (Miñita 3 y 4).
3. Esta carretera Longitudinal Precordillera se haya
conectada a una serie de rutas secundarias que
atraviesan el desierto y cuyo destino inal fueron las
desembocaduras de ríos o las tierras altiplánicas, vinculándose estrechamente con los bofedales y nevados
andinos, espacios donde las poblaciones construyeron tambos. El conjunto de estos senderos troperos
constituyó un sistema vial, donde ningún poblado
quedo al margen, sino que todos fueron integrados
a la organización del Tawantinsuyo. Esta estrategia
venía operando desde la época de los Carangas en
las relaciones que mantuvieron con las poblaciones
de valles costeros y serranas a partir del 1200 dc.
4. Los caminos indios fueron trazados bajo un concepto
dual: por un lado constituyeron un vehículo por el
cual se conectaban los espacios físicos, naturales del
relieve, y por otro lado un vínculo a través del cual
las comunidades se conectaban con sus deidades.
En este contexto, los caminos fueron dotados de
un profundo sentido espiritual, ya que que estaban
estrechamente vinculados con el culto a los ancestros,
situación que reairmaría el sentido de identidad de
cada una de las comunidades que los trazaron.
5. El mantenimiento de la carretera longitudinal precordillera y los caminos secundarios permitió el
fortalecimiento de alianzas entre las poblaciones.
Esto habría implicado un trabajo comunitario para
recomponer trazos empedrados dañados por las
lluvias, de tal manera que los trabajos debieron haber
tenido una importancia en la organización de estos
pueblos prehispánicos, así como lo fue la limpieza de
canales, construcción de viviendas, etc. Al término de
dichos trabajos y como una expresión recíproca, es
posible que estos hayan culminado con ceremonias
y iestas, de allí su importancia social en el sentido
de mantener la unidad en torno a las comunidades
asentadas en los asentamientos descritos en los
acápites anteriores.
NOTAS
1
Dauelsberg (1983), Santoro (1983), Cavagnaro (1988),
Gordillo y López (1987), Muñoz y Briones (1996), Berenguer
et al. (2011), Dufait (2012). El último autor, más allá de estudiar las características técnicas de los caminos, discute la relación espacial entre las rutas y el paisaje sagrado, analizando
entre otros aspectos el culto a los ancestros.
2
Otras referencias a caminos en los altos y precordillera
de Arica, siglos xvi y xvii, se encuentran en Bouysse-Cassagne y Chacama (2012), en el contexto de la partición colonial del territorio, cultos funerarios y memoria ancestral.
3
El mantenimiento de los caminos, especialmente el romano, signiicó la existencia de una orgánica destinada a la
preservación y construcción de caminos, lo que requirió de
recursos humanos en la planiicación y construcción.
4
Sanhueza (2004) señala que, junto a las caravanas, estos
caminos fueron utilizados por los “chasquis”, trasmisores de
los mensajes del Inca a lo largo del imperio.
5
Los senderos constituyen la base de las redes de tráico,
sin embargo, tal como señala Berenguer (2004: 319), “solo
son una parte de la infraestructura de tráico que incluye paraderos o lugares de descanso, los puntos de articulación de
las unidades sociales asentadas a lo largo de los valles”.
6
Criado (1999: 5) deine el concepto de paisaje como un
“producto sociocultural creado por la objetivación, sobre el
medio y en términos espaciales, de la acción social tanto de
carácter material como imaginario”. Por su parte, Nogué y
San Eugenio Vela (2011: 27) señalan que el paisaje es más que
todo una manera de ver, es un complejo sistema de signos y
símbolos que requiere, para entenderlo, comprender a su vez
las representaciones no como imágenes estáticas, “sino como
imágenes constitutivas de sus signiicaciones”. De esta manera, los autores señalan que el paisaje puede ser leído como lo
percibió el arriero andino.
7
Desde la cima de los cerros de pampa de Chapicollo y
los altos de Socoroma donde se desplaza la Ruta Longitudinal
Precordillerana, se observan hacia el oriente los nevados del
Taapaca y Tacora. Dichos nevados, además de simbolizar los
antepasados míticos de las comunidades de pastores Carangas,
constituyen elementos ordenadores del paisaje alto andino.
8
Luis Briones 2004, comunicación personal.
9
La importancia de los caminos vistos a través del registro etnográico en los valles precordilleranos de Arica es
El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz
presentada por García (2015: 6) al señalar que “el fenómeno
social de la movilidad encierra un proceso complejo donde
convergen simultáneamente una serie de intereses y prácticas sociales más allá de la complementariedad ecológica y el
intercambio de objetos”.
10
Para tiempos históricos, diversas investigaciones señalan al valle de Codpa, y especialmente al pueblo del mismo
nombre, como un importante centro de intercambio de la
producción frutícola del valle con otros productos provenientes del altiplano (Keller 1946; Hidalgo 1978).
11
Jemio (2009), al analizar los relatos de montaña del
pueblo de Sajama y del pueblo de San José de Cala, señala la
importancia de los nevados como entes protectores de dichas
comunidades.
12
Los fechados tl obtenidos de muestras de cerámicas
de los tambos Pisarata, Tacora y Chungara arrojan fechas que
van desde los 1535 dc a los 1695 dc (Muñoz & Chacama
2006: 364).
13
Lima (2002-2005, 2008) al discutir las estrategias de
control político de los inkas con los grupos locales del sur
del lago Poopó, plantea distintas formas de operar entre ellas
relaciones de alianza, así como el uso de la fuerza.
14
Los criterios para deinir estas estructuras están dados
por Muñoz y Chacama (2006) a partir de los trabajos de Hyslop (1992).
RECONOCIMIENTOS Este artículo es resultado del proyecto
fondecyt 1130249 y uta 3717-16. Se reconoce el apoyo del
Convenio de Desempeño Universidad de Tarapacá-mineduc. Se
agradece la colaboración del Sr. José Raúl Rocha por la confección
de las iguras que ilustran el presente texto y de Octavio Lagos
Flores por la revisión del manuscrito.
REFERENCIAS
Berenguer, J., 2004. Caravanas, interacción y cambio en el
desierto de Atacama. Santiago: Sirawi.
Berenguer, J.; C. Sanhueza, C. Vitry, P. Olavarría & A.
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 133-152, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
LAS SAYWAS DEL INKA EN EL DESIERTO DE ATACAMA: ¿UNA
INSCRIPCIÓN DEL CALENDARIO EN EL QHAPAQ ÑAN?
INKA SAYWAS IN THE ATACAMA DESERT: INSCRIPTIONS OF THE INKA
CALENDAR ALONG THE QHAPAQ ÑAN?
CECILIA SANHUEZA TOHÁA
Se presentan y analizan desde un punto de vista etnohistórico
y arqueoastronómico las llamadas saywas del Inka del Qhapaq
Ñan del desierto de Atacama (Región de Antofagasta, Chile).
A partir de dos casos muy diferentes (Lasana y Tocomar), se
sostiene que estas columnas o “tupus” estaban estrechamente
vinculadas al culto solar estatal y a determinadas fechas del
calendario inkaico. Se complementan diversas metodologías
que permiten demostrar que las saywas –que responden al
mismo nombre que las columnas astronómicas del Cuzco–
cumplían también la función de medir el tiempo, indicando
la salida del sol en hitos calendáricos tan relevantes como los
solsticios, pero esta vez situándose no ya en puntos estratégicos
de la capital del Imperio, sino en el propio Camino del Inka.
Palabras clave: Qhapaq Ñan, saywas, arqueoastronomía,
Región de Antofagasta, Inka.
Inka saywas (roadside cairns) found along the Qhapaq Ñan in
the Atacama desert (Antofagasta Region, Chile) are presented
and analyzed here from an ethnohistorical and archeoastronomical perspective. Examining two very diferent cases (Lasana
and Tocomar), the authors argue that these cairns (also called
tupus) were closely linked to the state-sponsored cult of the sun
and to speciic dates in the Inka calendar. Here, complementary
methodologies are applied to prove that the saywas –the term
used also for certain astronomical columns found in Cuzco– were
also used for measuring time, indicating the sunrise on very
important dates such as the solstice, in this case not at strategic
points in the capital, but on the Inca Road itself.
Keywords: Qhapaq Ñan, saywas, archeoastronomy, Antofagasta Region, Inka.
A
QHAPAQ ÑAN: EL CAMINO
“AMOJONADO” Y “MEDIDO”
Según las fuentes coloniales, cuando el Inka tomaba
posesión de una nueva provincia, “medía”, “amojonaba”
y “repartía” sus territorios y recursos, reordenando el
espacio social y productivo (Betanzos 1987 [1551];
Sanhueza 2004). Así también, los Caminos del Inka
fueron descritos por viajeros y cronistas como un
complejo sistema vial “amojonado” y “medido” a partir
de patrones de medición que, traducidos a categorías
hispanas, se denominaron leguas del Inca (Cieza de León
1986 [1553]; González Holguín 1952 [1608]; Bertonio
1984 [1612]; Guamán Poma 1992 [1615]).
En una publicación anterior (Sanhueza 2004),
propusimos posibles interpretaciones de las categorías
de medición aplicadas y sus signiicaciones de carácter
espacial, temporal, social y ritual. Desde esa perspectiva,
podemos señalar que los caminos estaban organizados
y medidos a partir de criterios relativos, que no correspondían a unidades rígidas de medición, aplicando una
lógica similar a las que se utilizaban en las mediciones
de supericies o espacios productivos, frecuentemente
llamados tupus. Sus dimensiones variaban según una
serie de factores combinados que organizaban o “medían”
Cecilia Sanhueza Tohá, Investigadora asociada Universidad Bernardo O’Higgins, Centro de Estudios Históricos, Fábrica 1990,
Santiago. Museo Chileno de Arte Precolombino, Bandera 361, Santiago, email: csanhueza@hotmail.com
Recibido: febrero 2017. Aceptado: mayo 2017.
134
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
el desplazamiento en los Andes, tales como distancia,
tiempo, energía humana aplicada y prácticas rituales
asociadas, entre otros (Sanhueza 2004).1
Guamán Poma (1992 [1615]: 327) deine el Qhapaq
Ñan como un camino cuyas distancias estaban medidas y señalizadas: “con su legua y medida amojonado
y señalado”. Sin embargo, no atribuye a esa legua una
extensión determinada, aunque en su ilustración sobre
los caminos reales destaca la presencia de columnas de
piedra asociadas a las rutas (ig. 1). De acuerdo a los
vocabularios coloniales, estas columnas se conocían
principalmente con el nombre de saywa, y estaban
asociadas tanto a la medición de espacios o supericies
como a la de distancias de camino.
Sayhua: Mojón de tierras.
Sayhuani sayhuacuni: amojonar tierra hacer linderos
(González Holguín 1952 [1608]).
Chuta, Sayhua: Término en cada cien braças de tierra en
quadro, y señal de las leguas.
Chutatha, sayhuatha: Ponerle y señalar las leguas de camino,
como hazían en tiempo del Inga (Bertonio 1984 [1612]:
319, 288).
Por otra parte, estas saywas pudieron operar como
deslindes de territorios, provincias o suyus de mayor
o menor envergadura y jerarquía (Murúa 2004 [1590];
Guamán Poma 1992 [1615]: 325, 847). Es decir, podían representar fronteras importantes, como hemos
postulado en el caso de Vaquillas, en el borde sur de
la cuenca del salar de Punta Negra (Sanhueza 2005);
como también deslindar territorios menores, o incluso
segmentar localmente la vía para labores comunitarias
de reparación y mantención del camino (Cieza de León
1986 [1553]: 41-42; Lynch 1995-1996: 191-192; Sanhueza
2004; Berenguer 2007).
En deinitiva, el término medir parece ser la traducción española a una serie de prácticas de distribución del
espacio social y productivo, así como de organización
del desplazamiento y las comunicaciones en un extensísimo territorio. Sostenemos que las columnas de los
caminos incaicos, llamadas frecuentemente tupus por
los españoles, pero cuya denominación especíica era
saywa, estarían dando cuenta de diferentes sistemas de
marcación y medición del espacio, relacionados con la
organización de territorialidades y con la medición de
distancias (Sanhueza 2004). Sin embargo, como expondremos a continuación, hemos podido comprobar que,
al menos en ciertos casos, las saywas del Inka estaban
Figura 1. El Qhapaq Ñan y sus columnas según la ilustración de
Guamán Poma de Ayala (1992 [1615]). Figure 1. he Qhapaq
Ñan and its columns in an illustration of Guamán Poma de Ayala
(1992 [1615]).
también estrechamente asociadas al culto solar y a la
medición del tiempo calendárico.
En efecto, al menos en algunos casos, las sayhuas del
Qhapaq Ñan operaban como indicadores astronómicos
y calendáricos. Antes de exponer estos avances de la
investigación, se hace necesaria una breve descripción
y discusión respecto a los antecedentes astronómicos
del valle del Cuzco.
ASTRONOMÍA INKA EN LA METRÓPOLI.
ANTECEDENTES GENERALES
El circuito anual del sol, la caminata
celeste
El circuito aparente del sol en el cielo representaba una
serie de acontecimientos de profunda signiicación simbólica, cosmológica y calendárica. Cada ciclo simbolizaba
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
el recorrido que hacía Inti en el cielo durante el año. Los
solsticios pueden deinirse como los momentos en que
el sol llega a los puntos extremos (al norte o al sur) de su
movimiento aparente con respecto a la línea ecuatorial.
A partir de allí comienza a “devolverse” para completar
su circuito anual. Este momento del calendario andino
es entendido y percibido hasta la actualidad como un
período (que puede abarcar algunos días) en que el sol
“se detiene” en el cielo para luego recomenzar su regreso
(Urton 1981: 488; Castro & Varela 2004: 295). Los solsticios eran simbolizados en la tradición oral incaica como
aquellos momentos en que el sol se “sentaba en su silla”,
donde permanecía unos días detenido para comenzar
luego a “caminar sin descansar” en sentido contrario
(Guamán Poma 1992 [1615]: 830). Es decir, de acuerdo
a su movimiento aparente, el sol “caminaba” desde su
silla en el sur (solsticio de verano en el hemisferio sur),
hasta su silla en el norte (solsticio de invierno), y de allí
se devolvía nuevamente, pasando por la línea equinoccial
describiendo un círculo virtual (Zuidema 1966: 25).
En su recorrido anual, agrega Guamán Poma (1992
[1615]: 830), el sol tenía también una “silla” en cada
“grado” del cielo, cada una de las cuales representaba
los meses andinos.
Estos relatos tenían profundas repercusiones en
la actividad productiva y ceremonial del Estado Inka.
El calendario cuzqueño combinaba los ciclos solares
(solsticios y equinoccios) con los meses y ciclos lunares
y con la observación de los movimientos siderales. La
observación astronómica permitía establecer y calcular
el calendario estatal, señalando así no solo los hitos
signiicativos de la actividad económica, sino también
las importantes festividades y rituales asociados a ellos
(Zuidema 1989: 402-407). Para ello, los inkas se valían
de diferentes instrumentos de medición astronómica.
El Ushnu
Uno de los principales dispositivos astronómicos de la
ciudad del Cuzco y, en general, de las capitales o centros
administrativos de las provincias, era el ushnu. En sus
orígenes, estas estructuras habrían tenido una función
ritual dirigida básicamente a la recepción de ofrendas en
determinadas ceremonias (Zuidema 1989). Sin embargo,
durante el proceso de expansión, el ushnu se fue complejizando, adecuándose a las necesidades imperiales.
Su estructura se fue soisticando arquitectónicamente,
adoptando el aspecto de plataforma, e incorporando un
135
conjunto de elementos asociados a la actividad política,
a la ritualidad y a la astronomía (Pino 2005).
Los cronistas suelen describir el ushnu de maneras
muy distintas, deiniéndolo como “pilar”, “columna”,
“mojón”, “piedra hincada”, “bolo”, “trono” o “asiento
del Inca”, “tribunal”, “altar”, “escaño”, “estrado”, “placeta”,
“pila” o “fuente” (González Holguín 1952 [1608]: 358;
Garcilaso de la Vega 1995 [1609]: 590-591; Santa Cruz
Pachacuti 1993 [1613]; Guamán Poma 1992 [1615]: 239;
Zuidema 1989: 402-454). Los investigadores sostienen
que esta curiosa diversidad de deiniciones está reiriendo a diferentes aspectos y funcionalidades asociados al
ushnu, como también al conjunto de dispositivos que
podían conformarlo según las necesidades especíicas
de cada ceremonial (Zuidema 1989; Zecenarro 2001:
184-186). Entre estas funcionalidades, este altar, pila
o placeta, era por excelencia el lugar del sacriicio a la
divinidad (Zuidema 1989: 425-430). Pero, en su acepción
de “pilar”, “columna”, “piedra hincada” o “bolo”, era un
gnomon, es decir, un instrumento utilizado para observar y calendarizar los movimientos del sol, la luna y las
estrellas.2 En ese sentido, se podía tratar de un elemento
ijo, como una columna, o movible, a veces un ídolo de
ina confección, o un pilar o bolo de oro; otras veces
parece haber sido un palo o una sencilla pieza lítica de
estructura alargada y recta, que se hincaba verticalmente
sobre una base ija de la plataforma o de una columna
cuando se requería su función astronómica (Betanzos
1987 [1551]: 51-52; Guamán Poma 1992 [1615]: 214;
Zuidema 1989: 408-412; Zecenarro 2001). El gnomon
indicaba la posición de los astros celestes, principalmente el sol en su recorrido anual, su paso por el cenit
y anticenit; y permitía predecir y calcular los puntos
de salida y puesta del sol, así como la proximidad de
los solsticios y equinoccios. Cuando el sol en su cenit
dejaba de proyectar sombra al mediodía sobre el gnomon
(evento que se da en diferentes fechas según la latitud
correspondiente), era un momento, según la tradición
oral cuzqueña, en que la divinidad “se sentaba” también
en la tiana o asiento del sol, simbolizada por uno de
los elementos constitutivos del ushnu: el escaño, según
Zuidema (1989: 409-411), una columna o el propio
gnomon según Zecenarro (2001: 185).
Por otra parte, la estructura del ushnu en su conjunto era entendida como un mirador, es decir como
un punto central desde el cual se establecían líneas de
mira o virtuales ejes de orientación hacia el horizonte,
utilizando como referente la disposición de los ceques y
136
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
huacas, tanto para la observación y medición astronómica
(cuando esta última coincidía con un ceque), como para
la organización espacial de la arquitectura urbana del
Cuzco. En ese sentido, el ushnu era un elemento ordenador del tiempo y el espacio (Zuidema 1989: 430-445).
No obstante, el ushnu también tenía una gran
importancia como símbolo y emblema del poder político. Era el “trono y aciento de los Yngas”, emulando
a la divinidad solar, y cumplía la función de “tribunal”,
desde donde se administraba justicia (González Holguín 1952 [1608]: 358, 684; Zuidema 1989: 445-452).
Es decir, la función astronómica y la política estaban
estrechamente vinculadas.
Las columnas astronómicas del valle del
Cuzco según las fuentes coloniales
Diferentes cronistas y autores contemporáneos han
descrito, analizado o discutido la función astronómica
de las columnas del valle del Cuzco (Cieza de León 1973
[1550]; Betanzos 1987 [1551]; Anónimo 1906 [15701584]; Sarmiento de Gamboa 1942 [1572]; Garcilaso de
la Vega 1995 [1609]; Cobo 1964 [1653]; Zuidema 1966,
1989, 2010; Zuidema & Urton 1976; Bauer & Dearborn
1998; Zecenarro 2001; Williams 2001, entre otros).
Aparentemente, la estructura de estos pilares
podía ser de mayor o menor complejidad y tamaño,
correspondiendo desde “pequeñas torrecillas” (Cieza
de León 1973 [1550]), hasta grandes columnas como
las que describen Betanzos (1987 [1551]: 74), Sarmiento
(1942 [1572]: 93) y Garcilaso de la Vega (1995 [1609]:
93), entre otros. Estas estructuras permitían “medir”
los movimientos aparentes del sol (salidas y puestas),
de la luna y de determinadas constelaciones y estrellas;
calcular la llegada de los solsticios y equinoccios y calendarizar las actividades productivas y rituales del año
(Cobo 1964 [1653]: 141-142; Zuidema 1989: 408-412;
Bauer & Dearborn 1998; Williams 2001).
Hay distintas, e incluso, contradictorias versiones
en las fuentes respecto a la ubicación, tamaño y cantidad
en que podían presentarse estas columnas. Betanzos
(1987 [1551]: 74) describe cuatro grandes pirámides o
“relojes” y señala que Inca Yupanqui las había mandado
instalar para observar a través de ellas los movimientos
solares y lunares, “los cuales relojes hizo en esta manera
que todas las mañanas e tardes miraba el sol en todos los
meses del año mirando los tiempos del sembrar y coger y
ansi mismo cuando el sol se ponía y ansi mismo miraba
la luna cuando era nueva e llena e menguante, los cuales
relojes hizo hacer de cantería encima de los cerros más
altos a la parte do el sol salía y a la parte do se ponía”.
Estas columnas podían alcanzar “dos estados de altura” y
su objetivo, agrega el cronista, era que “la gente común”
reconociera el tiempo de sembrar y de cosechar.3 Por su
parte, Cobo (1964 [1653]: 142) describe en forma más
detallada la utilización de “pilares” para medir el tiempo y
predecir eventos importantes del año. Señala que existían
dos pilares al oriente y otros dos al poniente de la ciudad,
por donde salía y se ponía el sol cuando llegaba a los
trópicos y: “al tiempo que salía y se ponía en derecho de
los pilares de la banda del sur, mirando desde la dicha
ciudad, tenía por principio el año”. Distingue además otros
pares de pilares distribuidos en los entornos de la ciudad,
que permitían establecer los meses del año.
Así como hay referencias a columnas grandes o
imponentes, se describen también estructuras que parecen
ser bastante más sencillas, como las que menciona Cieza
de León (1973 [1550]: 214) en el cerro de Carmenga,
“de donde salen a trechos ciertas torrecillas pequeñas,
que servían para tener en cuenta con el movimiento del
sol, de que ellos tanto se preciaron”.
Algunas versiones hablan de cuatro grandes columnas, incluso de ocho, y otras de pares de columnas.
Se distinguen columnas que permitían anunciar la
llegada de solsticios y equinoccios, pero también otras
que indicaban cada uno de los meses del año. Según los
estudios realizados por Zuidema y Aveni (en Urton 1981:
6), el número y ubicación de los pilares obedecía a diferentes métodos de observación solar y celeste, según los
requerimientos. Zuidema (1989: 409) señala que habría
habido varias columnas del tipo gnomon en el Cuzco,
y distingue al menos dos técnicas complementarias de
lectura o medición. Una consistía en medir la sombra
que producía el instrumento con respecto al sol y una
segunda en observar las salidas y puestas del sol u otros
astros en el horizonte, utilizando las columnas como
referente a distancia.
Es posible, al menos respecto a la primera técnica
descrita, que las columnas fueran la base sobre la que
se ponía, cuando así se requería, el gnomon. Como se
ha señalado, el gnomon era un instrumento simple,
cuya característica era la de ser un elemento alargado
o “enhiesto”, incluso un “palo” o “bolo” que se colocaba
verticalmente sobre una base (Zuidema 1989: 407-412).
Según Zecenarro, los gnómones parecen haber sido una
variante pequeña de las grandes estructuras cónicas o
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
troncopiramidales andinas y que se ubicaban verticalmente sobre supericies niveladas. Señala que podían
presentar formas cónicas o de paralelepípedos (es decir, de
ángulos rectos), los que son frecuentes en la arquitectura
arqueológica incaica de santuarios y huacas (Zuidema
1989: 412, nota 3; Zecenarro 2001: 180).
Con respecto al ushnu, Zuidema sostiene, como se
dijo, que el gnomon pudo haber sido una piedra movible,
puesta sobre esa estructura solo en los momentos en que
cumplía su función astronómica, ya fuera cuando el sol
pasaba por el meridiano en general, o cuando este o la
luna pasaban por el cenit (Zuidema 1989: 419).
No es nuestra intención describir y discutir aquí
las posibles técnicas de lectura celeste que pudieron
implementarse en el Cuzco, sino destacar algunos antecedentes relevantes. Según la versión de Betanzos (1987
[1551]: 74), las columnas que había ordenado poner Inca
Yupanqui consistían en “cuatro pirámides mármoles
de cantería”. Las dos de en medio eran de menor altura
que las de los lados (que habrían tenido el doble de la
estatura de un hombre), “cuadradas” y apartada una
de otra por escasos metros. Al parecer, su descripción,
sobre todo en lo relativo a la posición y la extensión del
espacio que separaba a una columna de otra, responde
a una observación efectuada desde la distancia. Garcilaso de la Vega (1995 [1609]: 119-120), que dice haber
visto algunas de estas columnas, señala que se trataba
de “ocho torres que labraron al oriente y otras ocho al
poniente de la ciudad del Cozco, puestas de cuatro en
cuatro, dos pequeñas en medio de otras dos grandes”.
Respecto a las pequeñas, dice que se ubicaban a una
distancia de 18 o 20 pies (aproximadamente 10 pasos)
una de otra, pero no explicita la distancia que separaba
a las mayores (Garcilaso de la Vega 1995 [1609]: 119).
Por su parte, la descripción del cronista Anónimo
–en cuyas exhaustivas referencias se basan los estudios de
Zuidema y Urton (1976) y Zuidema (2010)– señala una
distribución mayor aún de las columnas en el espacio,
describiendo una cierta proporcionalidad relativa de
las distancias que separan a una columna de otra. Al
poniente, en una alta serranía, “hicieron cuatro pilares
a manera de torrecillas”, que se podían observar de a
dos o tres leguas de distancia, abarcando doscientos
pasos entre ambos extremos y “50 pasos” entre las dos
del medio (Anónimo 1906 [1570-1584]: 151).4 Según el
autor, “entrando el sol por el primer pilar, se apercebían
para las sementeras generales, y començaban a sembrar
legumbres por los altos, por ser más tardíos”; al entrar
137
por los dos pilares de en medio, era el momento de
sembrar en el Cuzco, siempre en torno al mes de agosto
(Anónimo [1570-1584] 1906: 151).
Como señala Zuidema, el sistema de lectura y medición a distancia requería situarse en un determinado
punto alineado, desde el centro del Cuzco, con los pilares
de la periferia del valle. En base a esta misma crónica,
sostiene que ese punto central estaba en los ushnus de
ambas plazas públicas del Cuzco (Haucaypata). Como
decía el cronista Anónimo (1906 [1570-1584]: 151)
“es ansí, que, para tomar el punto del sol, entre los dos
pilares de en medio [en el horizonte] tenían otro pilar
en medio de la plaça, pilar de piedra muy labrada, de
un estado de alto, en un paraje señalado al propósito,
que le nombran Osno, y desde allí tomavan el punto del
Sol en medio de los dos pilares”.
Pilares, sucancas y saywas. Una breve
discusión desde el Cuzco
Hasta el momento, no ha habido acuerdo entre los estudiosos del calendario y la astronomía inka respecto a la
cantidad, ubicación, orientación y técnicas de lectura y
medición que se aplicaban a las columnas astronómicas
del Cuzco. La terminología asociada está también en
discusión. La palabra sucanca, por ejemplo, ha sido
interpretada de diferentes formas. Según Williams
(2001: 124), sucanca era una agrupación de marcadores,
torres o “torrecillas” que señalaba fechas signiicativas
del calendario mediante la observación desde puntos
preijados, obedeciendo a una “astronomía de horizonte”. Habrían existido dos observatorios formados
por sucancas, ubicados al este y al oeste del Cuzco, que
marcaban la salida y puesta del sol respectivamente. Hacia
el poniente, por ejemplo, se ubicaban cuatro sucancas
formadas por cuatro torres cada una, emplazadas en las
cumbres de diferentes cerros.
Zuidema, por su parte, considera que sucanca era
un referente de medición solar que podía consistir en
un lugar en el que se ubicaban torres o columnas, pero
también podía tratarse de un sitio o accidente natural
de la geografía del entorno del Cuzco (por ejemplo, una
montaña). Para este autor, sucanca no era el nombre de
los pilares astronómicos, y reconoce muy escasos lugares
en los cuales estas torres estaban realmente cumpliendo
esa función. Por otra parte, señala que las saywas de los
ceques del Cuzco consistían en pilares o “mojones” cuya
función era calendárica, pero no astronómica.5 Es decir,
138
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
“permitían llevar la cuenta del calendario” (¿a la manera
de un quipu?), pero no necesariamente estaban alineadas
con algún astro (Zuidema 2010: 121). Esto signiica que
las saywas eran huacas del sistema de ceques que a veces
establecían los puntos de límite de estas líneas rituales en
el espacio, y que eran objeto de ofrendas y ceremonias
en fechas ijas del año de acuerdo a la organización del
calendario cuzqueño. Esto último habría sido lo que les
confería su rol de huacas calendáricas, pero no de uso
astronómico (Zuidema 2010: 115-122).
LAS SAYWAS ASTRONÓMICAS DEL
DESIERTO DE ATACAMA. LOS CASOS DE
LASANA Y TOCOMAR
Desde hace décadas, el registro arqueológico de los
caminos incaicos de la antigua Región de Atacama
(hoy Región de Antofagasta, Chile) ha mencionado la
presencia de estructuras de piedra asociadas al camino,
reconocidas como “hitos”, “mojones” o “topus” (Núñez
1981; Niemeyer & Rivera 1983; Hyslop 1992; Lynch &
Núñez 1994; Lynch 1995-1996; Berenguer et al. 2005).
Se trata de columnas de piedra cuya construcción
maniiesta una previa planiicación (a diferencia, por
ejemplo, de la apacheta), y que presentan una base
aproximada de 1 m2, con alturas (en el caso de que se
encuentren mejor conservadas) que pueden alcanzar
1,20 m. Frecuentemente se encuentran en parejas, entre
las cuales y equidistante pasa el camino. En otros casos,
se trata de una hilera de cuatro o más hitos alineados
en forma transversal a la vía. Los investigadores concluyeron inicialmente que estaban destinados a servir
como guía o señalización de la ruta, en caso de que el
camino se borrara (Hyslop 1992: 61, 174). Sin embargo,
estos dispositivos viales representan lo que podría ser
una nomenclatura bastante más compleja, asociada no
solo a la medición de espacio, sino también de tiempo.
A pesar de que, en el caso del Cuzco, se ha planteado la tesis de que los pilares o “mojones” denominados
saywas no fueran astronómicos, consideramos que
en el caso del Qhapaq Ñan del desierto de Atacama,
las evidencias etnohistóricas y astronómicas estarían
arrojando una conclusión diferente.
Polo de Ondegardo denomina “saybas” a las columnas
astronómicas del Cuzco, señalando que, por ejemplo,
la celebración del equinoccio de marzo se establecía a
través de la observación del recorrido del sol “por aquellos
pilares o topos que llamauan ellos saybas, que están en
torno a la ciudad del Cuzco” (en Zuidema 2010: 174). A
su vez, en el vocabulario quechua más temprano que se
conoce, el término sayhua aparece también asociado a
la medición de la posición del sol en el cielo. En efecto,
de acuerdo al vocabulario del dominico Fray Domingo
de Santo Tomás (1951 [1560]), primer misionero en
elaborar una gramática quechua, saywa era sinónimo de
ticnu, término utilizado también en relación a deslindes
o marcadores de supericies y distancias:
Sayua o ticno. Mojón o lindero de heredad.
Mojonar heredad. Ticnoni o sayuani.
Mojonar camino. Lo mismo (Santo Tomás 1951 [1560]).
Aunque con posterioridad a la edición de ese diccionario,
ya no volvemos a encontrar esta asociación entre ambos
términos, hacia 1608, el vocabulario de González Holguín
(1952 [1608]: 341) entrega una deinición de ticnu que
lo vincula a la idea de gnomon y de cenit:
Ticnun, o sayani. Estar de pie, o enhiesto o pararse.
Ticnu. El zenit o punto de la mitad del cielo.
Intim ticnurayan. El sol está en el zenit.
Intim ticnuy cumun. El sol passa de mediodía o abaxa.6
Si en algún momento se entendió este vocablo como
afín al de saywa, podemos concluir que ambos asociaron
técnicas de deslinde y marcación de tierras y caminos
con la medición del movimiento solar y especíicamente
con la idea de cenit. El concepto de cenit tenía gran importancia en la cultura y conocimientos astronómicos
andinos. En aymara, Bertonio (1984 [1612]) lo denomina
sunaque y lo deine como “Zenith, o punto del cielo que
corresponde a nuestra cabeça”, como “estar el sol en
mediodía”, o estar el sol o la luna “sobre la cabeza”. Lo
asocia además con la “cumbre del cerro”, la “cumbre de
la casa” o la “coronilla de la cabeza”. Ticnu en quechua
y sunaque en aymara nos remiten a un sistema de medición del tiempo donde el gnomon (el cerro, la casa
u otro hito) es el referente (Zuidema & Urton 1976).
Otra razón que nos llevó a sospechar una posible
alineación astronómica de las saywas es que estas,
aunque dispuestas en forma transversal al camino, no
eran exactamente perpendiculares a aquel. Más bien
dibujaban una diagonal en sentido este-oeste, lo que
nos advirtió que su función no era indicar la orientación
del camino en caso de que este de borrara. Pero, en este
caso, ¿a qué estaban apuntando?
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
Las saywas de Lasana
Este sitio se encuentra en el valle superior del río Loa
(correspondiente a la Región de Antofagasta, Chile) y
se ubica en lo que fue el noreste de la antigua provincia
colonial de Atacama. Esta zona corresponde a un corredor
que articula rutas provenientes de los oasis más bajos
del curso del río como también de la cuenca del salar de
Atacama. Hacia el norte, el camino continúa en dirección
a los valles y altiplano de Tarapacá como también hacia
el altiplano meridional de Bolivia. El tramo de camino
incaico a que nos referimos va bordeando la profunda
quebrada del río Loa y, especialmente, desde la localidad
de Lasana hacia el norte, está trazado en plena pampa
desértica por la ladera oeste del cañón, en forma más o
menos paralela al curso del río (Berenguer et al. 2005)
(ig. 2). Unos 14 km al norte de Lasana, se encuentra
una serie de hitos de piedra, muy bien construidos y
dispuestos en línea recta, que atraviesan el camino. Se
trata de un alineamiento de estructuras de base cuadrada
que dibuja una línea transversal aunque inclinada, en una
orientación aproximada este-oeste y en plena pampa.
Los dos hitos centrales, ubicados en ambos costados de
la vía, están separados entre sí por unos 8 m y alcanzan
una altura de 1,20 m. La hilera o línea está compuesta
por las dos columnas centrales, una tercera columna
ubicada a unos 200 m hacia el este, una cuarta a otros
300 m de distancia en la misma dirección y una quinta
saywa, semi destruida, ubicada a una distancia superior
a los 400 m (ig. 3).7
Coincidimos con Berenguer (2007), quien interpretó este alineamiento como un deslinde provincial
vinculado principalmente a la actividad minera inkaica
en la región. Por tratarse de un sitio amojonado por el
Inca que abarca una extensión que no hemos vuelto
a encontrar en nuestras investigaciones posteriores,
creemos que se trata de un sitio de especial jerarquía
(ig. 4). Si bien en el presente registro solo presentamos
y evaluamos cinco columnas (las dos centrales y tres
hacia el este), resulta muy posible –desde el punto de
vista de la simetría que caracteriza a la arquitectura
imperial– que originalmente se haya tratado de unas
ocho columnas (fig. 5). En efecto, además de las
mencionadas, pudo haber habido otras tres columnas hacia el oeste que habrían sido destruidas con la
construcción de la carretera aledaña. Estas hipótesis
deberán ser corroboradas en las siguientes etapas de
investigación del sitio.
139
SAYWAS DE LASANA
Chuquicamata
Calama
San Pedro
de Atacama
Figura 2. Mapa con la ubicación aproximada de las saywas de Lasana.
Figure 2. Map with the approximate location of the Lasana saywas.
Deslindes, líneas y ceques
El sistema de ceques del valle del Cuzco, establecido
con ines religiosos, calendáricos, sociales y políticos,
estaba compuesto por una serie de huacas dispuestas
en virtuales líneas rectas irradiadas desde el centro
urbano hasta perderse en el horizonte. Según Urton
(1984: 15, 56), los ceques pueden ser entendidos como
“líneas demarcatorias” que deslindaban el espacio ritual
correspondiente a diferentes grupos políticos y sociales,
regulando, por una parte, la interacción y confrontación
entre ayllus y panacas, y por otra, estableciendo un
ordenamiento espacial-territorial del valle de Cuzco.
Efectivamente, es signiicativo que los vocabularios de los siglos xvi y xvii asocien semánticamente el
concepto incaico de ceque, como línea divisoria, con
la práctica institucionalizada de “amojonar”, “medir”
y “repartir”:
Sayhuani, sayhuacuni: amojonar tierras, hacer linderos.
Sayuac o cequec: deslindador.
Cequeni o sayuani: deslindar heredad o diuidirla con lindero.
Ceqque: raya, línea, término.
Ceqqueni: rayar, linear, deslindar.
Allpa: La tierra de labor y el suelo.
Allpa tupuk apu, o cequek apu: medidor o repartidor de tierras
(Santo Tomás 1951 [1560]; González Holguín1952 [1608]).
La tarea de los ceques apu correspondería a la ilustración
de Guamán Poma en la que representa a estos “jueces”
(el “mojonador” y el “medidor”) llevando a cabo su tarea
140
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
Figura 3 a y b. Las dos columnas centrales de Lasana. Entre ambas pasa el Camino del Inka (fotografías de W. Faúndez). Figure 3 a and
b. he two central columns of Lasana. he Inka Road runs in between them (photos by W. Faúndez).
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
141
Figura 4. Las sayhuas centrales de Lasana en línea. Al fondo, hacia el este, la lecha indica la tercera columna (fotografía de C. Vitry).
Figure 4. he main sayhuas of Lasana in line. In the background, towards the east, the arrow indicates the third column (photo by C. Vitry).
Figura 5. Saywa central del borde oeste del camino de Lasana (fotografía de C. Sanhueza). Figure 5. Central Saywa on the western edge
of the Lasana road (photo by C. Sanhueza).
142
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
de deslindar territorios o jurisdicciones. Según Guamán
Poma, los amojonadores del Inca, recibían el nombre
de Sayhua checta suyoyoc (ig. 6). El signiicado de la
expresión se relaciona con “lindero” o “mojón” (“saywa”);
con “partir” o “dividir” (“cheqta”); y con aquel que
administra una provincia o una subdivisión (suyuyuq)
(González Holguín 1952 [1608]). Estas subdivisiones
o distritos se establecían principalmente en relación a
las actividades productivas, por lo que la construcción
del Qhapaq Ñan del Loa habría tenido como principal
objetivo unir y articular una ruta de acceso y de circulación de recursos mineros de la región. El territorio
deslindado por el Inka marcaría, posiblemente, una de
las fronteras internas de Atacama, que a modo de ínsulas
o provincias territorialmente discontinuas, el Estado iba
amojonando durante su expansión (Berenguer 2007).
Otra ilustración de gran interés al respecto es la
representación de las saywas del Inka del manuscrito
de Martín de Murúa (2004 [1590]), en la que se pueden observar, justamente, líneas de saywas tipo ceques
organizando el territorio andino (igs. 7 y 8).
Las saywas y el sol
El avance de la investigación hizo indispensable el
apoyo cientíico de los astrónomos Juan Cortés López
del observatorio internacional Joint alma ObservatoryNational Radio Astronomical Observatory (nrao) y
Sergio Martín Ruiz del European Southern Observatory
(eso). Con ese objeto, se elaboró una icha especíica
del sitio, incorporando la información básica requerida
(utm, azimut, altitud, etc.). Se determinó el año 1500
dc como una fecha aproximada y estandarizada para
realizar simulaciones con programas especializados
de astronomía respecto a las salidas y puestas de sol,
escogiendo como principales fechas de referencia los
días de solsticios y equinoccios.
El resultado en el caso de Lasana –con un azimut
de 64°– fue concluyente. El informe astronómico reveló
que la ubicación de las columnas al año ~ 1500 correspondía a la salida del sol en el solsticio de invierno, tal
como se pudo fotograiar con posterioridad. En efecto,
la línea de saywas está orientada hacia el punto de salida del sol en torno al 21 de junio, como lo muestran
las iguras 9 y 10. Este alineamiento, que en su estado
actual alcanza una longitud aproximada de 1 km y que
bien pudo haber abarcado el doble de extensión en sus
orígenes, se orienta con el punto de salida del sol en una
Figura 6. El “amojonador” y “medidor” del Inka, ejerciendo la
política estatal de amojonamiento y medición de tierras, recursos y provincias. Figure 6. he “amojonador” (‘land marker’) and
“medidor” (‘land measurer’) of the Inka, implementing the state
policy of marking and measuring land, resources and provinces.
fecha muy relevante. Durante unos días Inti se detiene,
sentado en su “silla”, para luego recomenzar su caminata
en sentido contrario para alcanzar el 21 de diciembre
su otra silla en el sur.
Las saywas de Tocomar
La ruta que los españoles llamaron “del Gran Despoblado”,
se iniciaba en el borde sur del salar de Atacama, atravesaba
longitudinalmente la región más árida del desierto y se
extendía por unos 500 km hasta las cercanías del valle
de Copiapó. Aunque ha sido una ruta utilizada desde
tiempos muy anteriores a los inkas (Lynch & Núñez
1994), el camino del despoblado se distingue de otras
huellas producidas por el uso de personas o animales,
por su trazado muy recto. Se trata de una huella despejada cuyo ancho puede abarcar, sobre todo en aquellos
sectores menos alterados por el uso posterior, unos tres
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
143
Figura 8. Detalle de una saywa del Inka. Figure 8. Detail of an
Inka saywa.
Figura 7. Las “sayvas” o “mojones del ynga”, en la ilustración
de Murúa (2004 [1590]: 163). Nótese cómo están dispuestas en
líneas rectas. Figure 7. he “sayvas” or “mojones de ynga”, in an
illustration by Murúa (2004 [1615]: 163). Note how they are positioned in straight line.
metros, y en otros puede reducirse a una pequeña huella
de entre 30 y 60 cm (Iribarren & Bergholz 1972-1973:
241-242; Lynch 1995-1996; González 2007).
Los estudios arqueológicos han coincidido en que
el Camino Inka del despoblado fue una vía expedita
destinada a las comunicaciones administrativas dentro
del Tawantinsuyu (especialmente desde y hacia las “provincias” de Chile) y apta solo para el tránsito de grupos
pequeños por su limitada provisión de agua. También
habría sido una vía de circulación de bienes y recursos,
sobre todo mineros, incluso de minerales provenientes
de los valles centrales de Chile (Niemeyer & Rivera
1983: 254-157). Pero, además, esta ruta conectaba una
serie de sitios sagrados, especialmente santuarios de
altura como el importante complejo ceremonial del
volcán Llullaillaco (Niemeyer & Rivera 1983; Lynch
1995-1996; Vitry 2008).
Las saywas de Tocomar se ubican en una extensa
pampa a orillas del borde sur del salar de Punta Negra
(ig. 11). Llegamos a ellas gracias a una fotografía publicada por Lynch (1995-1996) que llamó poderosamente
nuestra atención, puesto que las columnas (casi completamente destruidas) estaban unidas por una hilera
de piedras (ig. 12).8 Como se puede observar en la foto
del sitio, la columna correspondiente al lado este había
sido prácticamente arrasada en uno de sus costados por
maquinaria pesada, tal vez durante la construcción de
un camino aledaño. A pesar de ello, es posible proponer
que el trazado de esta línea de referencia corresponde a
una antigua técnica de medición astronómica (ig. 13).
En efecto, Sarmiento de Gamboa (1942 [1572]: 93)
describe un complejo sistema de “astrolabios” o “relojes
anuales” dispuestos hacia el levante y hacia el poniente
del Cuzco, compuestos por columnas de piedra. Señala
que para demarcar la posición en la que el sol se desplazaría en ciertas fechas, el Inka había mandado a hacer
en el suelo y entre las columnas “ciertas rayas niveladas
conforme a las mudanzas del sol”. Esta técnica tenía no
144
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 9. Amanecer del 21 de junio de 2015, marcando el solsticio de invierno en Lasana. La foto está tomada desde las dos saywas
centrales en dirección oeste-este (fotografía de Sebastián del Campo). Figure 9. Dawn of June 21, 2015, marking the winter solstice in
Lasana. he photo was taken from the two central saywas looking eastward (photo by Sebastián del Campo).
Figura 10. Salida del sol en el solsticio de invierno en Lasana (fotografía de Sebastián del Campo). Figure 10. Winter solstice sunrise in
Lasana (photo by Sebastián del Campo).
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
145
Figura 12. Despoblado de Atacama, saywas destruidas en el camino incaico de Tocomar. Al fondo, al oeste, la cordillera de Domeyko,
paralela a los Andes (fotografía de M. Núñez). Figure 12. Saywas in ruins along the Inca Road in Tocomar, Atacama Desert. In the background, to the west, lies the Domeyko mountain range, parallel to the Andes (photo by M. Núñez).
Estación
Zaldivar
Imilac
Mina Escondida
Zorras
SAYWAS DE TOCOMAR
Salar de
Punta Negra
Figura 11. Mapa con la ubicación aproximada de las saywas de
Tocomar. Figure 11. Map with the approximate location of the
saywas of Tocomar.
Figura 13. Detalle de la línea de piedras semiincrustadas en la
tierra, que unía las columnas de Tocomar. Figure 13. Detail of a
stone road partially embedded in the soil, that used to connect the
columns of Tocomar.
146
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
solo gran importancia astronómica, sino también ritual
y política, como se puede desprender de la descripción
de Garcilaso de la Vega (1995 [1609]: 120):
Para veriicar el equinoccio tenían columnas de piedra
riquísimamente labradas, puestas en los patios o plazas que
había ante los templos del sol. Los sacerdotes […] echaban por
hilo, de oriente a poniente, una raya que por larga experiencia
sabían donde debían poner un punto y otro. Por la sombra
que la columna hacía sobre la raya veían que el equinoccio se
iba acercando y cuando la sombra tomaba la raya de medio
a medio, desde que salía el sol hasta que se ponía –y que a
mediodía bañaba la luz del sol toda la columna en derredor
sin hacer sombra aparte alguna-, decían que aquél día era el
equinoccial. Entonces, adornaban las columnas con todas
las lores y yerbas olorosas que podían haber y ponían sobre
ellas la silla del sol y decían que aquel día se asentaba el sol
con toda su luz de lleno en lleno sobre aquellas columnas.
En este caso, el cronista parece estar confundiendo el
equinoccio con el paso del sol por el meridiano local y el
cenit, evento que parece haber sido de gran importancia
(Williams 2001: 134). Según Zuidema (1989: 405-406),
el paso del sol por el cenit, es decir, aquel momento en
que el gnomon no proyectaba sombra, era un acontecimiento ceremonial muy signiicativo. Sostiene que la
referencia de Garcilaso, que hace coincidir el paso solar
por el cenit con el día del equinoccio, parece apelar a
una situación “ideal” que solo se presenta en las zonas
ubicadas sobre la línea ecuatorial. No obstante, la técnica descrita constituía un principio de medición y de
predicción fundamental para las fechas importantes
a
del calendario estatal. Como efectivamente agrega
Garcilaso, las columnas más apreciadas por los incas,
eran aquellas que quedaban más próximas a la línea
equinoccial, puesto que en ellas “menos sombra hacía
la columna al mediodía”. Así, las columnas que estaban
más cercanas a la ciudad de Quito eran las más veneradas
“porque decían que aquellas eran asiento más agradable
al sol, porque en ellas se asentaba derechamente y en las
otras de lado” (Garcilaso de la Vega 1995 [1609]: 121).
¿Pudo la hilera de piedras de las sayhuas de Tocomar estar cumpliendo la función de esas “rayas” como
punto de referencia para una observación solar in situ?
Otro hallazgo muy valioso que hicimos en este
sitio fueron dos ejemplares de piedra (basalto) que,
como mostraremos a continuación, eran dispositivos
que se colocaban sobre las saywas y que, de acuerdo a
nuestras hipótesis, tenían una función o un signiicado
asociado a la idea de gnomon. Previo a su descripción
será necesario aportar algunos antecedentes.
Saywas y gnómones. Una nueva
hipótesis de trabajo
Como es sabido, la principal diicultad para estudiar las
columnas del Cuzco y su funcionamiento calendárico y
ritual es que estas fueron destruidas por los extirpadores
de idolatrías y solo en casos excepcionales se han podido identiicar algunas de sus bases o cimientos (Urton
2006). Así también las saywas de los caminos de Atacama
b
Figura 14: a) Saywa en sector tambo de Catarpe, San Pedro de Atacama; b) Saywa de 2 m de altura (camino inkaico de Río Grande/Río
Salado), Atacama (dibujos a partir de Lynch 1995-1996). Figure 14: a) Saywa in the area of Catarpe, San Pedro de Atacama; b) Saywa,
2 m high (Inka Road, Río Grande/Río Salado), Atacama (drawings from Lynch 1995-1996).
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
frecuentemente han sido desarmadas y son escasas las
oportunidades en que se puede observar lo que pudo
haber sido su estructura original relativamente completa.
En los casos en que estas se encuentran mejor
conservadas, es posible apreciar su parte superior o
supericie como una base que tiende a ser plana o lisa.
Creemos que esto respondía al propósito de poner un
objeto sobre ellas, como lo demuestran algunos hitos o
“mojones” ubicados en otros sectores de Atacama. Efectivamente, Lynch (1995-1996: 191) registra algunos hitos
de los caminos de Catarpe y Río Grande (en la región
de San Pedro de Atacama) –e incluso los compara con
otros ejemplos similares de la región de Saxamar, en
Bolivia– a los que describe como columnas de piedras
cuidadosamente apiladas, que contienen lo que caliica
como una “oreja” (ear) en su supericie (ig. 14). Las fotos
que reproducimos aquí provienen de la publicación citada y maniiestan, precisamente, la presencia de piezas
líticas “hincadas” o superpuestas sobre las columnas y
cuyas características obedecen a la estructura recta y
vertical, así como al tamaño moderado del gnomon.
Como decíamos anteriormente, en los eventos
en que el sol pasaba por el equinoccio o por el cenit,
según Garcilaso, los incas adornaban las columnas que
tenían puestas en un patio o plaza, “y ponían sobre ellas
la silla del sol”, señalando que ese día “el sol se asentaba
con toda su luz”, lo que era ocasión de grandes festejos.
Estas descripciones son doblemente interesantes puesto
que, además de describir una forma de medición y predicción de los movimientos solares, señala la diversidad
de estructuras que podían servir de soporte material a
la ritualidad solar. En este caso, la silla o asiento del sol,
el símbolo del poder de la divinidad celeste y el símbolo
del poder político del Inca, no estaba sobre una placeta,
sino sobre una columna. Podríamos pensar, siguiendo a
Zecenarro (2001: 182), que la metáfora y el símbolo del
“asiento” o “tiana” del sol era, al menos en estos casos,
justamente el gnomon, es decir, la estructura vertical
que se colocaba sobre las columnas y sobre la cual la
divinidad se posaba o se “asentaba” en toda su plenitud.
En el Cuzco, solo la elite gobernante podía adorar
la representación “oicial” del Sol (Inti). Betanzos, la
describe como un “bulto” de oro en forma de niño de
un año que se encontraba en el templo principal y a la
que solo accedían el Inca y los grandes señores. Pero, a
su vez, existía otra imagen para que “el pueblo” pudiera
adorar a la divinidad. Para eso, el Inca “hizo poner en
medio de la plaza del Cuzco [...] una piedra de la hechura
147
de un pan de azúcar puntiaguda hacia arriba y enforrada
en una faja de oro la cual piedra hizo ansi mismo labrar
el día que mandó hacer al bulto del sol y esta para que el
común adorase” (Betanzos 1987 [1557]: 52). Esta otra
imagen venerada por “el común”, que consistía en una
piedra de la forma de un “pan de azúcar”, parece ser una
representación muy emparentada con los dispositivos
puestos sobre las sayhuas de Atacama. De allí que otro
de los hallazgos valiosos que hicimos en el sitio de
Tocomar fue el de ambos gnómones, semisepultados
bajo las piedras. Ambos artefactos eran de basalto, pero
destaca entre ellos el formato y tamaño de la pieza lítica
de la columna este que medía 66 cm de largo, 18 cm de
ancho y 14,5 cm de grosor. Con cuatro caras bien deinidas en relación a los ejes longitudinales, presentaba su
extremo proximal (base) pulido. Esta pieza requería de
un soporte muy adecuado para su peso (que podríamos
calcular en unos 30 k) y tamaño. Es decir, es posible que
la unión entre la pieza y la columna haya requerido de
una técnica especíica para mantenerla en forma vertical
(Wilfredo Faúndez, comunicación personal, 2012) (ig.
15). 9 El parecido entre esta pieza de basalto y las de las
fotografías expuestas (ig. 14), como también la ilustración
de Martín de Murúa que presenta una piedra hincada
sobre una torrecilla, nos conirma la sospecha de que se
trata del gnomon o dispositivo que la coronaba (ig. 16).
Creemos que la representación de Martín de
Murúa nos sitúa en un campo de signiicados comunes
que vinculan esa ilustración con la representación de
la divinidad solar y con las saywas o columnas de los
Caminos del Inka. En ese sentido, estas piezas, dispuestas
sobre cada saywa podían simbolizar el momento donde
se “asentaba”, en determinadas fechas, la divinidad solar.
Por sí sola, la información etnohistórica presentada
hasta aquí nos parece de gran relevancia para continuar
investigando. Pero, además, nuevamente el diagnóstico
de los astrónomos se inclinó favorablemente al identiicar
este alineamiento, cuyo azimut alcanzó los 63,73°, con el
punto de salida del sol en el solsticio de invierno (Juan
Cortés, comunicación personal, 2012).
ALGUNAS PREGUNTAS Y
CONCLUSIONES PRELIMINARES
El hecho de constatar una función astronómica al menos
en algunos casos de las saywas del Camino Inka del
Desierto de Atacama representa un hallazgo importante.
148
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 15. Pieza lítica de la columna este. Su
tamaño y forma natural fue especialmente seleccionada para ser esculpida y colocada sobre la
columna por donde sale el sol (fotografías de M.
Núñez). Figure 15. Lithic piece, eastern column.
Its natural size and shape was specially selected for
being sculpted and placed upon the column where
the sun rises (photographs by M. Núñez).
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
Figura 16. Ilustración de Martín de Murúa, siglo xvi, de lo que probablemente fue una saywa (2004 [1615]: 105v).
Nótese su parecido con la pieza de basalto encontrada en Tocomar. Figure 16. Illustration by Martín de Murúa, 16th
century, probably depicting a saywa (2004 [1615]: 105v). Note its resemblance to the piece of basalt found in Tocomar.
149
150
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Sin embargo, a la vez abre la puerta a un conjunto de
preguntas que, por el momento, no estamos en condiciones de responder. En primer lugar, estas columnas
aparentemente no estarían relacionadas con el tipo de
“lectura” astronómica que suelen describir los cronistas
coloniales para las del Cuzco. En general, los datos de esas
columnas se reieren a un sistema de medición donde
estas se sitúan a distancia (horizonte), y donde el astro
(principalmente el sol) sale o se pone por entre medio
de ellas (Betanzos 1987 [1551]; Anónimo1906 [15701584]; Cobo 1964 [1653]; Williams 2001). Las saywas
de Atacama, parecen estar obedeciendo a una lectura
in situ que se parece más a la función astronómica del
ushnu como gnomon. Suponemos que las columnas del
desierto de Atacama tenían el propósito de ser leídas
desde el camino. En ese sentido, parecen estar representando un calendario astronómico “inscrito” en la tierra
y especíicamente en el Qhapaq Ñan. Una vez más toma
sentido la idea de que los principios ordenadores del
espacio y el tiempo se aplicaban a los Caminos del Inca
y, a la vez, se sacralizaban con la presencia o el paso de
una divinidad celeste por sobre los “mojones del Inca”.
Por otra parte, en ambos casos descritos destacan
las características, no solo desérticas, sino también carentes de población inmediatamente cercana. Se trata
de espacios “vacíos” (sensu Berenguer & Pimentel 2006),
ubicados fuera de los centros poblados y a una importante distancia de los principales centros administrativos
inkaicos correspondientes.10 ¿Por qué razón, entonces,
las columnas fueron emplazadas allí?
Pero, por otro lado, y más allá de su función
simbólica y ritual, surge la pregunta respecto a la función “operativa” de las saywas del camino. Como ya se
dijo, estas fueron llamadas generalmente tupus por los
españoles, concepto que no era equivocado. Ya hemos
mencionado sus posibles alcances como referentes de
medición de distancias y de territorialidades. Pero, simultáneamente, estaban midiendo también el “tiempo”,
es decir un tiempo calendárico asociado a fechas muy
signiicativas del ciclo anual del sol, como los solsticios.
Es muy posible que las saywas de Tocomar constituyeran
también un deslinde o frontera sacralizada, ya fuera para
la mantención del camino y por tanto de los deberes
hacia el Estado en pleno despoblado, o también para
delimitar el acceso a ciertos recursos de valor. En deinitiva, aunque las próximas etapas de la investigación
están aún pendientes, creemos que los sitios astronómicos de Lasana y de Tocomar abren un camino aún
inexplorado en los estudios del Qhapaq Ñan del norte
de Chile. Sin embargo, ambos sitios son muy diferentes
entre sí. Mientras uno presenta un largo alineamiento
de, por lo menos, cinco columnas, el otro consiste solo
en dos saywas, unidas por una hilera de piedras. ¿Por
qué el uso de formas y tecnologías diferentes?
Hemos podido constatar, por otra parte, que el
estudio del Qhapaq Ñan desde una metodología interdisciplinaria, que incorpore los aportes de la etnohistoria, la
arqueología y la astronomía, entre otros, puede abrirnos
perspectivas de análisis que no habíamos sospechado
en los inicios de esta investigación. El Qhapaq Ñan
representaba un importante eje ordenador y articulador de la estructura de poder del Tawantinsuyu y, en
ese contexto, las saywas no eran elementos azarosos.
Se trataba de estructuras cargadas de signiicado que
pudieron responder a distintas funciones o técnicas de
lectura según el contexto y las características con que
se presentaran.
Los alineamientos de saywas en los Caminos
del Inka estaban en directo diálogo o relación con la
organización de los astros en el espacio celeste y, por
tanto, con el calendario andino. La estrecha asociación
e interdependencia entre el orden celeste y el terrestre
se materializaba en un discurso cosmológico estatal y
en dispositivos especíicos aplicados al paisaje.
Los Caminos del Inca representaban la presencia
del poder estatal hasta en los más remotos conines del
Imperio y relejaban una forma de organizar culturalmente el espacio geográico, el espacio social y el orden
cósmico. Si bien el desierto de Atacama fue considerado por los españoles solo como una necesaria ruta
de paso y como un territorio vacío, extremadamente
inhóspito e improductivo (Sanhueza 2005), desde la
mirada andina constituyó un espacio de signiicados
complejos. Ameritó la inversión de energía humana
y de la ingeniería estatal para sacralizar determinados
lugares o espacios cuidadosamente seleccionados, donde
marcó la presencia de la divinidad solar ya no solo en
los grandes centros urbanos o administrativos, sino
también en pleno despoblado.
Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza
NOTAS
En el trabajo citado hemos discutido más prolijamente el concepto de “legua del Inca” y sus posibles
interpretaciones, incluyendo en dicho análisis la capacidad de desplazamiento de los chasquis, como posible
unidad de medición.
2
“Bolo: Trozo de palo labrado, de forma alargada,
con base plana para que se tenga derecho” (rae, s.v.).
3
Un estado de altura correspondía, aproximadamente, a la estatura de un hombre.
4
Estas columnas descritas por el cronista Anónimo
son las únicas que Zuidema (2010) considera efectivamente de uso astronómico.
5
En este aspecto, el autor discrepa de la información otorgada por Cobo, quien sostiene que al menos
algunos de estos pilares o huacas astronómicas estaban
alineadas dentro de la estructura del sistema de ceques
(Cobo 1964 [1653]: 172; Cobo en Zuidema 1966: 30).
6
Cenit: punto en el cielo ubicado directamente arriba
de un determinado observador, es decir, conigurando
un ángulo de 90°.
7
Hacia el oeste se apreciaba una primera columna
en muy malas condiciones de conservación, por lo
que hasta no tener la completa certeza, decidimos no
incorporarla a nuestro registro base.
8
Agradezco a la antropóloga Marinka Núñez por
haber puesto toda su energía y habilidad en terreno para
ayudarme a encontrar este sitio arqueológico.
9
Agradezco al arqueólogo Wilfredo Faúndez, especialista en líticos, por su análisis de la pieza mencionada.
10
En efecto, las saywas de Lasana se encuentran a
unos 14 km al norte del poblado y pukara homónimos
y a unos 40 km al noroeste del centro administrativo
Inka de Turi (Berenguer 2009). A su vez, las saywas de
Tocomar, del llamado Gran Despoblado de Atacama, no
cuentan con población cercana y las distantes cabeceras
inkas se encuentran en las localidades de Catarpe (San
Pedro de Atacama), ubicada a unos 250 km al norte,
y el valle de Copiapó, a otros tantos kilómetros de
distancia hacia el sur.
1
RECONOCIMIENTOS Muy especialmente al Dr. Marco
Curatola, por sus comentarios, críticas y estímulo. Agradezco también a todas las personas que participaron de
una u otra manera en este trabajo: Juan Cortés, Sergio
Martín (astrónomos), Marinka Núñez (antropóloga),
151
Pedro Hernández (geógrafo), José Berenguer, Carlos
González, Willy Faúndez, Gonzalo Pimentel, Lautaro
Núñez, Felipe Criado-Boado, José Pino, Christian Vitry,
Valentina Figueroa, Pablo Mignone (arqueólogos).
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 153-179, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
LOS PASOS ANDINOS DE LA RIOJA (ARGENTINA):
LA DOMINACIÓN INCA Y EL DERROTERO DE DIEGO
DE ALMAGRO
THE ANDEAN MOUNTAIN PASSES OF LA RIOJA (ARGENTINA):
INKA DOMINATION AND THE DEFEAT OF DIEGO DE ALMAGRO
J. ROBERTO BÁRCENAA
Nuestros pioneros avances permitieron reconocimientos de sitios
arqueológicos e itinerarios de altura hacia la vertiente occidental
de los Andes. Estos incluyeron excavaciones y estudios de materiales de instalaciones que presentan ocupaciones temporales
(c. 800 al 1480 ad), registrando la impronta del conspicuo
Período Inca (c. 1470 al 1536 ad) y alcanzando su utilización
hasta la primera mitad del siglo xix). Nuestra hipótesis, si bien
considera posibles las posiciones de colegas que proponen para
el derrotero de Almagro un abanico de pasos que van desde Peña
Negra a Pircas Negras, con sus desechos y con Comecaballos
como paso central, señala a la quebrada del arroyo Peña Negra
y al paso de La Ollita con suiciente probabilidad como uno de
los pasos transitados, tal vez el más importante.
Palabras clave: pasos andinos, derroteros, Inca, Almagro,
La Rioja argentina.
Our pioneering research led to the discovery of archaeological sites
and high-altitude routes on the western side of the Andes. his
included excavations and studies of materials form sites exhibiting
temporary occupations (c. 800 to 1480 ad) that pointed clearly to
the Inca period (c.1470 to 1536 ad) and later, up to the irst half
of the nineteenth century. While acknowledging other colleagues’
positions that consider a wide range of other mountain passes,
from Peña Negra to Pircas Negras, among which Comecaballos was
the most important, out hypothesis argues that the Negra ravine
and, particularly, the paso de la Ollita were not only some of the
most traveled mountain passes, but also very likely the main ones.
Keywords: Andean mountain passes, Roads, Inca, Almagro,
La Rioja argentina.
A
INTRODUCCIÓN
Subsidios del conicet, de la anpcyt y autorizaciones de
las instituciones gubernamentales patrimoniales correspondientes facilitan que trabajemos con nuestro equipo
de investigaciones en el oeste de La Rioja y noroeste
de San Juan, principalmente tras las evidencias de la
época de dominación Inca Regional. Nuestro objetivo
es reconocer la infraestructura de ese origen y de las
poblaciones de los Desarrollos Regionales relacionadas
con la misma, entre otros, en los pasos cordilleranos
que vinculan ambas vertientes andinas.
En los casos de las quebradas y pasos riojanos de
Pircas Negras, Comecaballos, Peña Negra, La Ollita y
los respectivos desechos¹ del área de inluencia de la
Reserva Provincial Laguna Brava, descubrimos sitios
arqueológicos que abarcan un amplio lapso de la prehistoria del área. Nos dedicamos en particular a los de
época Inca, a su vinculación con poblaciones locales,
con la posterior presencia hispánica y con la postrera y
recurrente acción de los arrieros en la época independiente, la que alcanza las primeras décadas del siglo xx.
En el caso particular del sector del paso de La Ollita,
que remontamos hasta 4700-4850 msnm, sumamos a
nuestro hallazgo anterior de un tambo incaico en la zona,
J. Roberto Bárcena, incihusa-conicet, iae/ffyl-uncuyo, unlar; incihusa-conicet, CC 131, 5500, Mendoza, Argentina,
email: rbarcena@mendoza-conicet.gob.ar
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016.
154
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
el descubrimiento de otros dos grupos de construcciones
de ese período al pie del paso, siempre del lado argentino. Uno de ellos, según nuestra interpretación, es un
posible ushnu o conjunto de plataformas ceremoniales
que tendrían escalinata de acceso. El otro grupo, donde
reconocimos además impronta incaica en parte de sus
construcciones, tiene por base estructuras pircadas
como recintos circulares y semicirculares, tratándose
en este último caso de los típicos parapetos utilizados
para la caza de camélidos como la vicuña y el guanaco,
que en otras partes del área cordillerana hemos datado
aproximadamente entre el 900 y 4000 ad.
Por su parte, el área de Comecaballos nos permitió reconocer también los parapetos característicos en
relación con el curso del arroyo homónimo, así como
entierros del siglo vii al ix en el paso, visibles en supericie sus continentes por su apariencia de montículos.
Además, determinamos infraestructura inca sobre sitios
arqueológicos preexistentes del trayecto hacia el paso.
Observamos también evidencia del traslado moderno
de ganado en pie, sin que nuestro registro haya podido
incluir vestigios del paso de las huestes de Diego de
Almagro como se ha propuesto, ni de las probadas
históricamente, del paso de una de las columnas del
Ejército Libertador de San Martín hacia Copiapó, lugar
que, pre e históricamente ha sido y es el núcleo principal
de población chilena más cercano al área que nos ocupa.
Las áreas tratadas aquí corresponden a ambientes
de altura por sobre los 3000 y 4000 msnm, alcanzando
cotas de 4500 msnm o más, correspondientes al ámbito
andino y puneño, en zonas de la Reserva Provincial
Laguna Brava en La Rioja o bien de la Reserva de la
Biósfera, como es el Parque Nacional San Guillermo
en el norte extremo de San Juan, colindante por el sur
con la anterior. Ambas reservas son notables por sus
poblaciones de vicuñas y de guanacos, acompañadas
por una variada fauna de altura, vegetación acorde y
cursos endorreicos, o no, con lagunas salinas y rodeadas
de cimas que sobrepasan los 5000 msnm (ig. 1).
En rigor, los dos ámbitos destacan por sus mesetas,
llanos de altura ricos en gramíneas aprovechadas por la
fauna de vicuñas² y guanacos, con sus subidas hacia las
mayores alturas montañosas de los pasos cordilleranos
por quebradas. En ellas, a los cursos de agua se suman
vegas que son refugio de los camélidos, así como también
las bajadas desde los llanos hacia el colector Río Blanco,
en muchos casos con vegas, permitiendo la movilidad
de esa fauna.
La apropiación de estos espacios debió ser de interés desde tiempos prehistóricos y continúa siéndolo
hasta la actualidad, como se aprecia en la materialidad
cultural del sector. Con la dominación inca se alcanzó
la estabilización de un patrón de instalación y probablemente de producción económica, en buena medida con
base en la infraestructura preexistente, reutilizándola y
remodelándola según sus propias plantas arquitectónicas
o implantándola desde el origen según sus modelos.
Esta última presencia es la que abordamos principalmente con nuestras investigaciones, planteando una
aproximación desde el paisaje que admite parangón
con otros cuya preferencia y manejo es habitual para
la organización estatal a lo largo de los Andes. Esto
porque, tras el producido por pelos y lanas, carnes y
otros, de camélidos (Vicugna vicugna, Lama guanicoe)
y por plumas de aves migratorias como los lamencos
o parinas (chica y grande; Phoenicoparrus jamesi y
Phoenicoparrus andinus; Phoenicoparrus chilensis),
adecua el espacio con su infraestructura, tanto para las
actividades extractivas como para las de circulación, para
las votivas de los altos cerros y las de seguridad territorial
en un área bisagra, hinterland, entre dos conspicuas del
Período de los Desarrollos Regionales o, si se quiere, de
las organizaciones socio-político-económicas regionales
a nivel de las jefaturas, como son las del noa y las del
norte chico y sector austral del norte grande chileno.
En los hallazgos de manufacturas en metales que
reputamos no indígenas y producidas en otros lugares,
no encontramos -ni sabemos que lo hayan hecho colegas
en el área- indicios que apunten a la minería prehispánica, aunque cabe señalar que pudo ser este otro factor
importante en la ocupación, dada la relevancia de los
veneros de la zona, hoy explorados en los entornos de
San Guillermo y Laguna Brava con ines comerciales,
tras el oro, el cobre y la plata.
Hace una veintena de años, arqueólogos que
nos precedieron con una prospección general en San
Guillermo, sin avanzar luego con proyectos en el área,
esbozaron hipótesis sobre tambos que fungirían para
el manejo de vicuñas (Gambier & Michieli 1992). En
otros casos, para los actuales pasos internacionales en el
suroeste de La Rioja, algunos colegas aludieron a Comecaballos como el paso posible para Diego de Almagro y
sus huestes en 1536 ad. Uno de ellos lo propuso como
propio del pasaje hispánico primero allende la cordillera
en esta parte de los Andes, sin que sepamos si el investigador accedió personalmente a estas áreas, fundando
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
a
Catamarca
b
Tucumán
Paso Pircas Negras
Paso Comecaballos
Paso Peña Negra
LAGUNA BRAVA
Paso La Ollita
CHILE
CHILE
LA RIOJA
155
Comecaballos I
Tambo
Comecaballos II
La Ollita
Tambo Minero
o
nc
la
.B
R
ARGENTINA
ARGENTINA
San Juan
Tambo
Santa Rosa
Mendoza
Figura 1: a) mapa de la región central y norte de Argentina, con la ubicación de Laguna Brava y sector de los pasos tratados aquí; sitos
en el oeste de la Provincia de La Rioja; b) posición de quebradas/ríos/arroyos, pasos y sitios arqueológicos descritos en el texto. Figure
1: a) map of the central and northern Argentina, depicting the location of Laguna Brava and the area of the mountain passes discussed here;
sites in the west of La Rioja Province; b) location of ravines/creeks/rivers, mountain passes and archaeological sites described in the text.
a
b
c
Figura 2: a) vista general del paso de Comecaballos (La Rioja, Argentina); b) vista general de la desembocadura del arroyo Comecaballos
en el Río Salado; c) vista del paso de Comecaballos en su descenso al lado chileno. Figure 2: a) general view of the Comecaballos mountain
pass (La Rioja, Argentina); b) general view of the mouth of the Comecaballos creek into the Salado River; c) view from the Comecaballos
mountain pass down to the Chilean side.
156
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 3. Refugio de Comecaballos, construido hacia el último tercio del siglo xix para pernocte de personas, y de animales en el corral
anexo, integrantes de los arreos de ganado mayor a Chile. Figure 3. Comecaballos refuge, built in the inal third of the 19th century for
overnight stays by people and animals (in the adjoining corral) as part of cattle driving that brought herds to Chile.
principalmente su hipótesis en labores realizadas en
el lado chileno del sector y en la revisión bibliográica
(Raino 1995; Bárcena 2007, 2015). Creemos que esa
labor de los colegas solo tendría resultados contrastables
y veriicables estableciendo proyectos de largo alcance,
que implicaran sumar a prospecciones intensivas en tan
dilatadas y difíciles áreas –desde la perspectiva logística– excavaciones y estudios sistemáticos, como venimos
haciendo con continuidad anual desde hace más de una
década. En este sentido, además de las prospecciones
contamos con resultados de nuestras excavaciones en
los tambos de La Alcaparrosa y Santa Rosa, estando en
curso las del Tambo Pircas Blancas, todos en el Parque
Nacional San Guillermo.
En cuanto a las labores en la Reserva de Laguna
Brava y zona de inluencia reconocimos numerosas
instalaciones prehistóricas excavando los sitios relacionados con la presencia inca en la quebrada y paso
de Comecaballos, en el sector de un arroyo subsidiario
del arroyo Peña Negra, sitio que denominamos Tambo
Minero, y en el sector de otro subsidiario de este último
arroyo, sitio que llamamos Tambo de La Ollita y que se
halla al pie del paso homónimo.
Por lo tanto, con la presente contribución nos
proponemos alcanzar el conocimiento arqueológico
de los pasos cordilleranos del centro oeste de La Rioja,
la infraestructura incaica presente y su mejor aptitud
para la comunicación trasandina, en su relación con la
documentación histórica. Al mismo tiempo, buscamos
introducirnos en la discusión sobre el o los pasos cordilleranos del actual límite argentino-chileno, utilizado(s)
por Diego de Almagro y sus huestes camino de Copiapó.
Resultados
La quebrada y paso de Comecaballos
La desembocadura de esta quebrada y arroyo homónimo
corresponde al Río Salado (ca. 3800 msnm), aluente del
Río Blanco. Remontándola se accede al hito del límite
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
internacional Argentina/Chile (ca. 4500 msnm; a unos
20 km de distancia) (ig. 2).
Comecaballos fue un paso estratégico por el relativo fácil acceso a Copiapó, al Copayapu que luego se
generalizaría como Chili en las crónicas de la conquista. La situación es conirmada por hechos históricos,
como por ejemplo los de la época de las luchas por la
independencia nacional de Argentina y de Chile, protagonizados por la columna sanmartiniana que, desde
varias localidades riojanas, procedieron a Guandacol
y de allí, por el paso, a Chile, permitiendo la toma de
Copiapó, Huasco y Coquimbo.
Utilizado para el traslado de vacunos hacia Chile,
es uno de los pasos conocidos por los arrieros andinos
de todos los tiempos. Esto implicó que, en la última
parte del siglo xix, el gobierno argentino levantara allí
uno de tantos refugios para los arrieros, con factura
de piedras y argamasa, el que persiste prácticamente
incólume (ig. 3).
El paso registra una larga historia de usos, lo que
sin duda fue considerado por los estrategas de la victoriosa campaña libertadora que se rememora año a año.1
La utilidad del paso y los recursos de fauna del
sector fueron aliciente para la instalación en la época de
dominación inca, tal como lo demuestran los establecimientos de la quebrada. Según los autores, ello tendría
relación con el primer ingreso sistemático hispano al
noa y el paso a Chile, con Diego de Almagro a la cabeza
(1535/1536 ad).
Autores dedicados a colegir el sector de paso de
los Andes empleado por el adelantado y sus huestes
ofrecieron diversos argumentos sobre esta posibilidad,
destacando entre ellos R. A. Raino (1995, 2004; Raino
et al. 2001), quien contrastó datos arqueológicos con los
documentales históricos del paso de Almagro, aunque
sin realizar investigaciones de terreno del lado argentino
del paso, quebrada y arroyo de Comecaballos.2
Nuestros estudios arqueológicos en la quebrada del
arroyo de Comecaballos y en el paso del mismo nombre
buscaron evidencias que nos permitieran airmar el
supuesto trajinar de las huestes españolas de Diego de
Almagro en 1536 y comprobar en este trayecto el tránsito
y los sitios utilizados en la época inca. Reconocimos un
sitio de ese último tiempo, a unos 6 km aguas arriba de
la desembocadura del arroyo, donde la implantación inca
se hizo sobre una preexistente elaborada con pircas del
tipo parapetos, las que fueron modiicadas y, en algunos
casos, transformadas en kancha o rpc. Luego de estas
157
ocupaciones, la evidencia muestra superposiciones de
materiales de los arrieros del siglo xix y principios del
xx, sin evidencia intermedia, como podría haber sido
la del pretendido pasaje de Almagro. También hallamos otro sitio, de mayor envergadura, desarrollado en
unas 13 há en el entorno de un cerro bajo, igualmente
próximo al arroyo Comecaballos y al emplazamiento
de la referida casucha para arrieros, a unos 15 km de la
desembocadura (ig. 4).
Este establecimiento, al cual las poblaciones locales
acudirían estacionalmente, ofrece estructuras pircadas,
principalmente circulares, al modo de los parapetos,
una piedra parada –quizás un menhir pequeño– en
la explanada del cerro, junto a indicios de otras construcciones en pirca, así como estructuras modiicadas
probablemente en época inca.
La cerámica del sitio apunta a las poblaciones
regionales del Formativo o del Período de Integración,
con alguna evidencia de cerámica inca, cuya cronología
corresponde a la primera mitad del siglo xvi. La evidencia de tiestos fragmentados es preexistente y remonta a
unos siglos antes (tabla 1).3
Prospectamos la quebrada por ambas márgenes del
arroyo Comecaballos hasta el hito del paso homónimo,
a unos 4500 msnm (S28º 10’ 54.2’’, W69º 22’ 23.5’’, 4.519
msnm, según gps). Las prospecciones entre Comecaballos
1 y 2, y luego hasta alcanzar el paso a 4500 msnm, nos
permitieron reconocer allí una tumba y, al menos, otros
siete montículos de piedra, cuyas dimensiones van de
0,80 x 2,5 m a 2 x 7 m, semejantes a las estructuras que
suelen marcar tumbas sumarias. Constatamos, además,
que el ascenso al paso está jalonado por cornamentas de
bovinos, atribuibles a los mencionados arreos.
De la excavación de algunos de esos montículos
obtuvimos evidencias en general y de entierros en
particular, con la salvedad de uno, situado a unos 300
m al sur del paso (límite internacional), que albergaba
buena parte de un esqueleto juvenil. Si bien hallamos
algunas piezas dentales, no encontramos el cráneo. El
esqueleto se encontraba en posición decúbito ventral,
con los brazos cruzados por delante y una pierna sobre
la otra. La ubicación puede responder, más que a una
cuestión cultural, a la postura natural de protección
ante las rigurosas condiciones climáticas de altura que
implicaron inalmente la muerte del joven (ig. 5).
El esqueleto de la tumba del paso tiene vestigios
de vestimenta de arriero y la datación C14 lo coloca
en el intervalo de los últimos 200 años4. Por su parte,
158
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
3919
3916
3917
0
c
20 m
4045
3913
Arrollo Comecaballos
4043
4041
4043
4037
Arroyo
Comecaballos
d
Hilera de
piedras
0
50 m
4046
4044
4040
4036
e
22 m
26 m
COMECABALLOS II
30 m
34 m
COMECABALLOS I
38 m
42 m
la datación C14 de los restos de la subida al paso los
colocó en el siglo ix ad (tabla 2).
La Quebrada y Pasos de Peña Negra y de
La Ollita
La quebrada por la que se remonta el arroyo Peña
Negra cuenta con numerosos parapetos y conjuntos de
estructuras pircadas. Las hemos relevado y, en algunos
casos, datado su cerámica (tabla 1), lo que orienta hacia
Figura 4: a) croquis con los recintos pircados del sitio Comecaballos 1; b) vista general; c) croquis con los recintos pircados
del sitio Comecaballos 2; d) vista general del sitio; e) posición
relativa de los dos sitios, en imagen 3D. Figure 4: aa) sketch
showing dry-stone walled enclosures at the Comecaballos 1
site; b) general view of the site; c) sketch of the dry-stone walled
enclosures at the Comecaballos 2 site; d) general view of the site;
e) relative location of both sites in a 3D image.
momentos Formativos Tardíos y a los Desarrollos Regionales. Se observa presencia de cerámica de inluencia
inca, como el Diaguita de la Fase iii de aculturación
inca o el Inca Provincial. No hemos reconocido elementos coloniales, salvo por nuestra interpretación
de los grabados de cruces, sitos en una roca granítica
aislada, en la margen derecha del curso del arroyo. La
roca incluye, además, motivos claramente indígenas.
Según nuestro parecer, la impronta de las cruces es
colonial. Según la interpretación de algunos colegas
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
a
159
b
c
Figura 5: a) uno de los montículos de piedra del paso de Comecaballos; b) uno de los montículos con un entierro “moderno”,
probablemente de un arriero, con cronología 14C de los últimos
100 a 200 años; c) excavación del montículo 2, que albergaba una
inhumación, correspondiente a un esqueleto juvenil en posición
decúbito ventral, con los brazos cruzados por delante y una
pierna sobre la otra, datado hacia el vii/ix siglo de la Era. Figure
5: a) one of the stone mounds at the Comecaballos pass; b) one of
the mounds with a "modern" gave, probably a cattle driver, C14
dated to the last 100-200 years; c) excavation of mound 2, which
included a grave containing a juvenile skeleton in a prone position
with armed crossed at the front and one leg crossed over the other,
dated to the 7th-9th centuries of the Common Era.
Tabla 1. Dataciones de cerámica de sitios de las quebradas y pasos cordilleranos del oeste de La Rioja y noroeste
de San Juan, entre los pasajes trasandinos de Pircas Negras y Peña Negra, y el río de la Paila (Barrancas Viejas,
Comecaballos/Barrancas Blancas, La Ollita). Prospecciones y excavaciones: J. Roberto Bárcena. Table 1. Ceramic
datings of sites in ravines and mountain passes in western La Rioja and northwestern San Juan, between the Andean
mountain passes of Pircas Negras and Peña Negra, and the De la Paila river (Barrancas Viejas, Comecaballos/Barrancas Blancas, La Ollita). Prospections and excavations: J. Roberto Bárcena.
MUESTRA*
No
DESCRIPCIÓN
P (Gy)
D (Gy/año)
EDAD
(años AP)**
FECHA
UCTL 2033
UCTL 2034
UCTL 2035
1
2
3
Cerámica inka, sitio del paso Pircas Negras.
Cerámica inka del sitio Tambo Minero, margen izquierda
2,03 ± 0,17
2,70 ± 0,27
1,95 ± 0,20
4,86*10-3
4,87*10-3
4,67*10-3
420 ± 40
555 ± 55
415 ± 40
1585 dc
1455 dc
1590 dc
UCTL 2036
4
Cerámica del Período Inka, sitio margen izquierda
1,83 ± 0,14
4,75*10-3
385 ± 40
1620 dc
1,70 ± 0,17
2,01 ± 0,18
3,94*10-3
5,11*10-3
430 ± 40
395 ± 40
1575 dc
1610 dc
5,05 ± 0,51
4,78*10-3
1055 ± 100
950 dc
1,65 ± 0,14
2,19 ± 0,21
2,05 ± 0,16
2,27 ± 0,20
4,87*10-3
4,88*10-3
4,98*10-3
5,26*10-3
340 ± 40
450 ± 45
410 ± 40
430 ± 40
1665 dc
1555 dc
1595 dc
1575 dc
Cerámica inka, sitio del paso Peñas Negras.
arroyo aluente del Peñas Negras.
Aº Peñas Negras.
UCTL 2037
UCTL 2038
5
6
Cerámica inka de excavación del sitio Comecaballos 1,
UCTL 2039
7
Cerámica de la etapa agro alfarera regional. Sitio SA2
Cerámica inka del tambo Río de la Paila.
recinto LL 1.1, 10 a 20 cm.
margen derecha Aº Peña Negra.
UCTL 2040
UCTL 2041
UCTL 2042
UCTL 2043
8
9
10
11
Cerámica del Período Inka. Sitio Comecaballos 1, supericie.
Cerámica del Período Inka. Sitio Comecaballos 2, supericie.
Cerámica vidriada, hechura de torno. Sitio del Período Inka,
Tambo de Conluencia, del Aº Peña Negra con el río Blanco.
Cerámica inka del tambo Río de la Paila.
* Pontiicia Universidad Católica de Chile, Facultad de Física, Laboratorio de Dosimetría. / ** Año base: 2005.
160
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Tabla 2. Dataciones 14C de Comecaballos I y paso de Comecaballos. Table 2. C14 datings of Comecaballos i and
paso de Comecaballos.
LAB
N°
MUESTRA
MATERIAL
RESULTADO AP
CAL. AP
CAL. AD
Beta
297637 ams
CCPasoE2
Entierro de la
subida al paso
Colágeno óseo
1250 ± 30
1270 a 1080
680 a 870
Beta
261730
PCC1LL3.110
Carbón
140 ± 40
290 a 0
1660 a 1960
Latyr
2516
CCEPaso1
Entierro del paso
Piel humana
“moderno”
0 a 200
serían propias de arrieros del siglo xix/xx (Revuelta
2007-2008: 10) (ig. 6).5
En la profusión de sitios de las márgenes del río
o arroyo de la Peña Negra destacan otros dos tambos
(Tambo ii y iii de la Peña Negra, según nuestra denominación) ¿construidos? sobre impronta de recintos
pircados circulares y parapetos preexistentes (ig. 7).
La quebrada de Peña Negra, jalonada por las estructuras señaladas, alcanza la conluencia de un arroyo
que viene del oeste y desemboca en la misma. Lo hemos
llamado Cerro Verde. Se encuentra allí un tambo de escala
media, de acuerdo a los términos que venimos tratando.
Lo hemos denominado tambo minero, ya que sobre él se
han instalado actualmente galpones y casetas habitables de
una compañía de exploración minera en un cerro que lo
enmarca por el norte. El tambo reúne en su arquitectura
códigos de la planta característica inca regional, en su caso
incipientes rpc. Se incluyen parapetos y construcciones
circulares de pirca, que ofrecen materiales de época
inca, como los de los tipos cerámicos ya enunciados,
incluidos los de poblaciones locales/regionales. En los
niveles superiores excavados se suman elementos usados
por los arrieros del xix-xx, denotando al conjunto una
plataforma, seguramente ceremonial, sita en la falda del
cerro por encima de las otras construcciones y delimitada
por grandes piedras escogidas y trabajadas (ig. 8).
Tambo minero se desarrolla en unas 6 há y los espacios delimitados por pirca, que pudieron ser techados
o no, alcanzan los 2000 m².
Por el arroyo Cerro Verde se puede avanzar al
oeste/suroeste para alcanzar el cerro El Potro, o bien,
al oeste/noroeste para alcanzar el paso de La Ollita o
sus desechos. Si se sigue desde su desembocadura en
el Peña Negra hacia el norte/noroeste se puede acceder
primero a la quebrada, arroyo y paso de La Ollita, zona
bajo exploración minera actual. Además de los conspicuos
parapetos pircados más o menos aislados y ubicados
principalmente en la margen derecha y en la llanura de
inundación del curso hídrico, se halla el tambo de La
Ollita, que reúne características de la clásica arquitectura
inca regional, con varios rpc ubicados en tres sectores,
en la margen derecha del arroyo La Ollita (ig. 9).
Los que denominamos Sector ii y Sector iii, más
australes del tambo, están separados del Sector i, más
nórdico, por una elevación. Se trata de un promontorio
alargado en el sentido suroeste/noreste, que impide una
visión directa entre los sectores, la que se logra desde
una estructura aislada, sita en el lanco del cerro que
enmarca el tambo por el oeste.
Al avanzar por la margen derecha del arroyo La
Ollita se alcanza una vega de relativa extensión situada
próxima al tambo, con agua acumulada, de cierta profundidad. A 1,7 km al noroeste del Sector i y al pie del
paso de la Ollita, se encuentra otra vega y un conjunto
de construcciones pircadas, aglomeradas, del estilo de
los parapetos y recintos circulares. Se trata seguramente
de locaciones temporales de las poblaciones locales/regionales, reutilizadas en época inca, como lo demuestra
la presencia de cerámica de los tipos locales y la del inca
provincial o del diaguita de la Fase iii de aculturación
por la organización estatal.
El sector que denominamos del ushnu se extiende
por unos 3000 m², siguiendo luego hacia el sureste el
sector i unos 5000 m², el ii en unos 3200 m² y el iii en
aproximadamente 200 m². Desde esta última posición,
a unos 6,5 km de distancia, se ubica el tambo minero.
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
161
Tabla 3. Dataciones C14 del paso de La Ollita. Table 3. C14 datings of paso de La Ollita.
MUESTRA
DESCRIPCIÓN
EDAD (AÑOS AP)
FECHA AD SEGÚN INTERVALO DE CALIBRACIÓN
LP- 2804
Carbón de fogón
La Ollita
SIIR1H2S31020
530 ± 50
(1420 ± 50 ad)
1408-1449
Tabla 4. Dataciones 14C de Comecaballos I y paso de Comecaballos. Table 4. C14 datings of Comecaballos i and
paso de Comecaballos.
MUESTRA
DESCRIPCIÓN
EDAD (AÑOS AP = 2010 AD)
FECHA AD
UCTL 2295
LOPG1 (cerámica gris)
595±60
1415
UCTL 2296
LOPR2 (cerámica inka)
540±50
1470
a
c
b
d
Fuera de
escala
e
ARGENTINA
Hito internacional
CHILE
Montículo de piedras
moderno con nicho
de ofrendas
Estructura pircada
de época incaica
Figura 6: a) vista de la roca de la margen derecha del arroyo Peña Negra, que alberga grabados indígenas, coloniales y modernos; b)
detalle de los grabados de “cruces” que reputamos de época colonial temprana; c) vista del paso de Peña Negra; d) croquis de las estructuras pircadas del paso de Peña Negra; e) vista de la estructura principal, de época inca. Figure 6: a) view of the rock on the right side of
the Peña Negra creek, harboring indigenous, colonial and modern engravings; b) detail of the the engravings of "crosses" that we consider
to be from the early colonial period; c) view of the Peña Negra mountain pass; d) sketch of the dry-stone boundary structures of the paso de
Peña Negra; e) view of the main structure, from the Inca Period.
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Vega
b
peñ
a
Neg
a
ra
162
de L
a
Fuera de
escala
sur
d
activ
o de
el c
l río
erro
Vega
Vega
Vega
Abras
r de
Secto
Cerros bajos
diva
gac
ión
Per
ím
Negra
la Peña
Río de
Huella vehicular al río Blanco
15 m
Vega
del
curs
o
etro
Vega
Huella vehicular al río Blanco
15 m
c
d
Figura 7: a) croquis de planta de los sitios que denominamos Tambo ii y Tambo iii del arroyo Peña Negra, de impronta arquitectónica regional con modiicaciones inca; b) imágenes de los Tambos ii y iii. Figure 7: a) sketch of the sites we have called Tambo
ii and Tambo iii in Peña Negra creek, of regional architectonic style with Inca modiications; b) images of Tambo ii and Tambo iii.
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
163
a
b
Huella de
vehículos
Plataforma
Cima
cerrito
Moderno
Cause seco
(ripioso)
Moderno sobre
antiguo
SIMBOLOGÍA
Piedra de apoyo
para molienda
Alineamiento
de piedras
Piedras trabajadas
de tamaño mayor
Vestigios de estructuras
con emplantillados
de piedras
Aluente occidental
del río de la Peña negra
15 m
Figura 8: a) croquis de planta de tambo minero; b) vista general del sitio. Figure 8: a) sketch of tambo minero; b) general view of the site.
164
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
Zonas de estructuras
pircadas preinkas
reutilizadas en
época inka
Sector III
Sector II
Sector I
Sector del
"Ushnu"
c
d
e
f
1,7 Km
Figura 9: a) vista general del área del paso de La Ollita; b) croquis de planta del Tambo La Ollita; c) imágenes de las vegas y Tambo
La Ollita (Sector 1, Sector 2, “Ushnu”). Figure 9: a) general view of area around paso de La Ollita area; b) sketch of Tambo La Ollita; c)
images of the vegas and Tambo La Ollita (Sector 1, Sector 2, “Ushnu”).
La supericie total del tambo de La Ollita, encerrada
entre pircas, alcanza los 1400 m² (véanse las tablas 3 y
4 para conocer las dataciones C14 –nivel de ocupación
inca– y tl –sobre cerámica inca, con motivo pintado de
negro sobre engobe rojo–, respectivamente).
Las últimas estructuras del tambo de La Ollita
hacia occidente se encuentran ya en los comienzos de
la hoyada de ascensión al paso. Este sector supera los
4300 msnm y el puerto propiamente tal los 4700 msnm.
Notable es un conjunto arquitectónico al pie de la
hoyada de ascensión al paso. Consiste en estructuras
pircadas donde colegimos una escalinata de pocos
peldaños que une por sus desniveles, siguiendo los de
la declinación de la hoyada, recintos menores superiores con uno mayor más bajo, del tipo patio o reducida
plaza. Esto nos ha hecho pensar que están asociadas a
plataformas ceremoniales que admiten parangón con
una clase de ushnu.
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
Próximas a esta estructura se encuentran algunas
menores y otra mayor, del tipo de los recintos rectangulares cruzados con paredes transversales, divisorias
internas, que delimitan espacios como patios, a los que
se comunican algunos recintos adosados a las paredes de
mayor longitud. El tipo arquitectónico es característico
de muchos tambos del noroeste y, particularmente, del
centro oeste argentino, aunque en este caso las piedras
que lo conforman tienen un poco más de envergadura.
El área se completa con un sector que estimamos
de cantera, con ubicación relacionada con los Sectores
i y ii, donde se aprecian remanentes del trabajo de la
piedra, cuyo canteado se ve en ejemplares de las paredes
de los recintos.
El tambo de La Ollita destaca en el conjunto de
los ubicados al oeste de Laguna Brava y de los relacionados con los pasos entre Pircas Negras por el norte y
La Ollita por el sur por su impronta arquitectónica y
relativa complejidad. Por otra parte, este paso del sur,
de mayor altura que los otros tratados aquí –ronda los
4700-4800 msnm– y que cuenta con cierta diicultad
de ascenso por la hoyada, tiene la particularidad de
“caer” más directamente a los cursos luviales cuyas
quebradas inalmente avanzan sobre el curso principal
que lleva a Copiapó.6
DISCUSIÓN
Desde la perspectiva arqueológica
Desde los sitios chilenos de la quebrada y el arroyo de
La Ollita se avanza hacia el río Ramadillas, del cual La
Ollita es aluente. Este río avanza en dirección noroeste
desembocando en el río Vizcachas del Pulido el que, a
su vez, tomando rumbo suroeste alcanza al río Pulido
en el sector de formación de éste en las Juntas del Potro,
próximo al complejo yacimiento local e inca de Iglesia
Colorada. El Pulido sigue con sentido noroeste hasta
alcanzar La Junta con el río Jorquera, encontrándose con
el río Manlas, contribuyendo a formar el río Copiapó.
Aguas abajo se halla el notable sitio inca y establecimiento
metalúrgico de Viñas del cerro que, con dirección nortenoroeste, lleva a Copiapó.
Entre La Ollita y Pircas Negras, el primer paso
nombrado es el que orienta más directamente la trayectoria hacia Copiapó, pues los pasos de Peña Negra
–cae al río Cachitos–, Comecaballos –cae al arroyo
165
homónimo y al Río Turbio– y Pircas Negras –cae a la
quebrada Pircas Negras y al Río Turbio–, y sus desechos, llevan a quebradas/cursos que están más al norte
e implicarían trayectos menos prácticos para alcanzar
el mismo camino a Copiapó.
La posición de La Ollita como paso practicable,
aunque más alto que los otros mencionados, implica el
camino más corto desde el oriente de los Andes en esa
latitud para alcanzar el área de Iglesia Colorada y con
ella el camino a Copiapó. Esto había sido ya señalado:
“Sin duda la ruta más breve para alcanzar la vertiente
oriental de la cordillera andina a partir de Iglesia Colorada es la del paso de La Ollita” (Niemeyer 1986: 192).
Por el lado chileno del paso de La Ollita se han señalado
tambos que, sin duda, jalonaban uno de los caminos con
orientación más directa a Copiapó, como son el de La
Ollita A y La Ollita B.
Debemos principalmente a Niemeyer (1986) y a
Niemeyer et al. (1997), entre otros, la descripción del
área y de los sitios signiicativos de la misma. Fue él
quien, con los apoyos pertinentes, recorrió el sector
registrándolo con la acuciosidad del arqueólogo. A él
se debe la descripción de los mencionados tambos, los
que probablemente sean los mismos que Raino (2004:
59, 60, 62, 66)7 menciona en su propuesta del paso
andino por Diego de Almagro, aunque lo hace pasar
principalmente por Peña Negra/Comecaballos (Raino
1995: 40; 2004: 48, 59).
En la subida occidental de los Andes por el río La
Ollita, Niemeyer (1986: 192) reconoce un grupo de pircas
circulares al margen de una vega, conjunto que denomina Tambería b, mientras que más arriba, en relación
con una vega más extensa, y a 3500 msnm, encuentra
[…] un poblado bastante extenso compuesto en su parte
principal por recintos circulares aislados o aglutinados en
dos o tres unidades; pero también hay unidades de planta
mucho más complejas en las cuales se combinan recintos
circulares con recintos rectangulares y con patios o corrales.
Este último conjunto lo hemos denominado tambería [sic] a
[…]” (Niemeyer 1986: 198), para continuar después diciendo
que “[…] En la Tambería A, marginalmente a los recintos y
la vera de la vega se conserva un sector de un camino de 2.5
a 3,0 m de ancho que se encuentra emplantillado con piedras
lajas. Sin duda es parte del camino de origen incaico, que
permitía la comunicación más breve entre el valle del río
Copiapó y La Rioja, en Argentina” (Niemeyer 1986: 198).
Prosigue luego indicando que próximo al paso de 4700
msnm halla: “un ediicio en ruinas, de paredes altas,
166
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
pircadas, de piedras bien calzadas” (Niemeyer 1986:
198) que estima estaba sin uso y en construcción. El
paso consiste en un par de unidades conexas, que son
de planta rectangular, de 7 x 12 m; se halló también al
pie del paso cerámica diaguita de inluencia inca (1986:
198-199). Para Niemeyer (1986: 200), el conjunto de
La Ollita destaca por la relativa envergadura de sus
construcciones (al menos 720 m² sumando Tambería
A –500 m²– y Tambería B –220 m²–) en comparación
con los pasos cercanos, a lo que hay que agregar que es
el paso más directo hacia Copiapó, aunque presenta la
diicultad de retener nieve hasta diciembre.8
La cerámica de supericie de las Tamberías (a y b)
de La Ollita suma a los tipos local/regionales la propia
del diaguita de aculturación inca (Niemeyer 1986).
La comprobación de Niemeyer coincide con la
nuestra en cuanto a la envergadura de la infraestructura
inca, propia o modiicada de la preexistente, en los pasos
de La Ollita, Peña Negra, Comecaballos y Pircas Negras,
destacando en el lado argentino de los Andes las construcciones de La Ollita, cuyas plantas son claramente
inca desde el arranque, al menos en los sectores i y ii, y
en el sector que denominamos del ushnu.
En Bárcena (2007) puede seguirse la infraestructura
que reconocimos en los pasos mencionados (especialmente Peña Negra y Pircas Negras, cuya descripción
no se reitera aquí), contrastándola con la trasandina
reconocida por Niemeyer (1986) en el último tramo
de esos pasos9, concluyéndose sobre los itinerarios
trasandinos con la más caliicada impronta inca y con
respecto a la mayor escala de la misma.
Si sumamos la proliferación de asentamientos con
mayor o menor impronta inca y su relativa envergadura
–comenzando con el tambo de Conluencia, en la encrucijada del arroyo Peña Negra y el río Blanco, remontando
la quebrada Peña Negra y continuando por los tambos
y conglomerados de parapetos y las construcciones de
recintos circulares que ya enunciamos– apreciamos
que la logística de instalaciones es más estructurada y
alcanza mayor envergadura en el derrotero que lleva al
Tambo y paso de La Ollita, que en el correspondiente al
propio paso de Peña Negra o de sus desechos. Lo mismo
ocurre con respecto al de Comecaballos y el de Pircas
Negras. En los últimos es Comecaballos el que denota
sendos sitios, a unos 21 km y a 15 km del paso. Uno de
ellos, Comecaballos 1, aunque tiene alguna impronta
arquitectónica inca y cerámica del período, no llega a 500
m² de supericie construida pasible de techarse, mientras
que el otro, Comecaballos 2, si bien se desarrolla en un
espacio de envergadura, ofrece estructuras con pircados
simples, elementales, prácticamente sin impronta inca y
con poca cerámica del período, alcanzando la supericie
encerrada entre pircas y pasible de techumbre solo unos
700 m². La mayor parte de la evidencia de este último
sitio remite a tiempos pre-inca o bien al uso del paso
por los arrieros de los siglos xix y xx.
Desde la perspectiva histórica
Los pasos cordilleranos que pudo utilizar Almagro
según las fuentes coloniales
No sería menor en la planiicación del viaje de Almagro
la incidencia del Inca Paullu que debió allegar el conocimiento, no solo de las vías de comunicación en uso
por la organización estatal, sino la de los ámbitos para
procurar agua, alimento y alojamiento. El propio Paullu
debía pasar los trabajos del conjunto de la expedición,
por lo que suponemos que procuraría los más aptos
pasajes de los que tuvieran conocimiento.10
Por más que llevaran tiendas de campaña y fueran
muchas las personas y equipos que se desplazaban, a las
necesidades de la despensa, de aguadas y pastos para las
cabalgaduras y otros animales, se sumaría aprovechar al
máximo los alojamientos con que pudiera contarse. Al
menos los utilizarían el escogido grupo de vanguardia
de Almagro y compañeros. Máxime si se trataba de los
existentes en las quebradas de acceso a los pasos de
altura y en las proximidades de estos mismos.
En este sentido, está clara la importancia del servicio
de tambos en el itinerario que reiere Matienzo (1987
[1556]), que fue el de Almagro y de Rojas, como asimismo
se repiten los cronistas para mencionar poblados del
recorrido de Almagro o las paradas de este mismo en
aposentos del camino, en tambillos o refugios parecidos,
entre otras menciones a estos recintos y a personas que
los usan (v.g.: Molina 1968 [1552]: 85; Cieza de León
1909 [1553]: cap. xcv; Herrera 1901 [1601-1615]: 488;
entre otros).
Si esto es así, y se descarta que desde “Talombones/
la Ciénaga”-“Londres/El Shincal”, como colegimos del
itinerario de Matienzo (1987 [1556]), se vire al noroeste
para alcanzar el alto paso de San Francisco y más lejano
con respecto al Copayapo, desde Watungasta o donde fuere
en sus cercanías, debemos aceptar que lo más práctico es
el camino al oeste y a los pasos entre Peñasco de Diego/
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
Pircas Negras y los intermedios Comecaballos/Barrancas Blancas, Peña Negra y su desecho, hasta La Ollita.
De estos pasos, la aproximación inmediata a Pircas
Negras se parece más a la especie de páramo/”llanada”
de dos leguas que se señala en crónicas, mientras que
Comecaballos es relativamente más accesible, aunque
no cuenta con infraestructura inca de relieve, siendo la
quebrada del arroyo Peña Negra, partiendo de Conluencia,
la mejor equipada en cuanto infraestructura arquitectónica aún en uso en época inca. Nos encontramos así
con la más clara impronta de ese tipo en La Ollita, que
alcanza el pie del paso homónimo y es precedida, a unos
seis kilómetros de distancia, por la instalación de tambo
minero. Suman estas dos, por ejemplo, unos 3200 m²
pasibles de considerarse supericie cubierta, la que aumenta
bastante con la del recorrido por la quebrada de Peña
Negra y con las de las instalaciones que señala Niemeyer
(1986) allende los Andes (770 m² de las Tamberías A y
B), en contraste con unos 1100 m² de instalaciones de
la Quebrada y paso de Comecaballos (ig. 10).
Por otra parte, tal como lo hemos señalado, La
Ollita es el paso por el que se accede más directamente
hacia Copiapó, alcanzándose primero Iglesia Colorada/
Choliguín, que debió ser el lugar de refacción del grupo
de Almagro y los que le siguieron en su bajada de los
Andes, como lo plantearon otros colegas (Advis 1994;
Cervellino 1994; Niemeyer et al. 1997: 252) y hemos
señalado en este artículo.
Los actuales topónimos Comecaballos y Peñasco
de Diego mueven a comparaciones con hechos que
señalan las fuentes coloniales inclinando hacia ellos las
posibilidades del paso de Almagro. Aunque probablemente debiéramos plantearnos primero desde cuándo se
utilizan esas denominaciones geográicas y si responden
a una antigua tradición local y las circunstancias de su
surgimiento, cuestión que puede no corresponderse con
el efectivo paso de Almagro.
Lo que hemos señalado nos lleva a considerar las
fuentes que están en el origen de las propuestas de los
autores modernos sobre el lugar de paso de Almagro.
Nos encontramos con que las atribuidas a dos clérigos
de la expedición de Almagro y por tanto testigos del
viaje, que reiere a acontecimientos de Perú hasta 1552
ad (Cristóbal de Molina –el chileno o el Almagrista– y
Bartolomé de Segovia) dicen poco del pasaje de la cordillera de los Andes, aunque se enfatiza: “He apuntado
esto que vi con mis ojos y en que por mis pecados
anduve”, describiendo que avanzan “por el camino real
167
del Inga, que iba derecho a las provincias de Chile”.
Luego agrega Molina:
y de allí partieron a la provincia de Chicoana; que es de
los Diaguitas […] Aquí vino al Adelantado un capitán con
cincuenta hombres casi todos de caballo y desde aquí a las
provincias de Copiapó, que es en la costa del Sur, hay casi
ciento y cincuenta leguas de despoblado, las cuales el Adelantado y su campo pasó con harto trabajo, porque le faltó el
mantenimiento y no hallaba pueblos donde poder reparar
y si algunos hallaban eran muy pequeños y no tenían para
comer aun de presente. Pasó el Adelantado y su gente, para
pasar a los valles de Copiapó, un despoblado y puerto de
trece jornadas, que cuando es tiempo de nieves es todo el
camino nevado a la rodilla donde menos hay nieve, y cuando
no la hay, que era cuando pasó el Adelantado, hace tan gran
frío que se murieron en una noche en el puerto, que es cinco
jornadas de Copiapó, setenta caballos y gran cantidad de
piezas de servicio de los naturales, de frío, y con este trabajo
llegó al primer valle de Copiapó (Molina 1968 [1552]: 85).
Francisco López de Gomara, quien no estuvo en América
y escribe por testimonios de terceros, reiriere que: “de los
Charcas al Chile pasó Almagro mucho trabajo, hambre y
frío [...] Heláronse muchos hombres y caballos, pasando
unas grandes sierras nevadas, donde también perdió su
fardaje” (1901 [1552]: 291). Agustín de Zárate airma:
Grandes trabajos pasó Don Diego de Almagro y su gente
en la jornada de Chile […] y sobre todo, les hizo gran daño
el demasiado frío que pasaron en el camino, así del aire tan
helado, como después al pasar de unas sierras nevadas, donde
acaesció a un capitán que iba tras Don Diego de Almagro
[…] quedársele muchas personas y caballos helados […] que
cuando volvió […] halló en muchas partes algunos de los
que murieron a la ida […] con los caballos de rienda también
helados, y tan frescos y sin corrupción como si entonces
acabaran de morir; y así, fue gran parte de la sustentación
de la gente que venía los caballos que topaban helados en el
camino y los comían (Zárate 1901 [1555]: 256).
A su vez, Pedro Cieza de León airma “De esta tierra
fue descubriendo Almagro hasta llegar a Chicuana [sic],
(1909 [1553]: cap. xciv):
[…] Partido Almagro de aquella tierra […] Subiendo por
una quebrada […]; toparon un aposento pequeño donde se
alojó Almagro, vieron no muy lejos grandes sierras blancas
de la mucha nieve que tenían: […] Salió la guía con algunos
españoles delante, como dieron con la nieve, era tanta que
ni se parecía camino ni roca ni otra cosa que su blancura,
cayendo a la continua copos de ella. […] Pues, como partió
el adelantado anduvo aquel día muy gran trabajo hasta llegar
a unos tambillos, donde durmió, sintiendo bien el frío que
hacía; y creo me dijeron holgó allí un día […], prosiguió su
camino. El austro ventaba tan recio que ni sentían narices
168
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
b
a
Cerro bajo
Límite de las
prospecciones
Montículo de piedras
lajas con materiales
modernos
Hito
Concentración
de cerámica inka
Desplazamiento de
piedras, conforman
una senda
c
Piedra laja
parada
Pirca conformada
por piedras laja
Hito
A Chile
Camino vehicular
asfaltado
A Barrancas
blancas
15 m
Figura 10: a) croquis con las estructuras pircadas del sitio inca del paso de Pircas Negras; b) vista general del paso de Pircas Negras; c)
vista del sector de aproximación al paso por el lado argentino (¿“llanada” de la crónica?). Figure 10: aa) sketch of the dry-stone structures
at the Inca site of Paso de Pircas Negras; b) general view of Paso de Pircas Negras; c) view of the approach to the pass on the Argentine side
(“llanada” de la crónica?).
ni orejas, […], quemábanseles la nieve, de la cual caía tanta
que era cosa de espanto. De lo alto del puerto del valle de
Copayapo había doce leguas, como otro día anduviesen
llegó a dormir ribera de un río en otro tambillo al pie de un
alpe, otro día, […], anduvieron hasta que salieron de aquel
tormento […], los que atrás quedaron, […] como entraron en
las nieves mayor fue la fatiga, […]; comenzaron a se quedar
muchos de los indios e indias y algunos negros y españoles
muertos. Comían algunos con hambre unos limos, que se
crían entre lagunas, leña para hacer lumbre no había otra
que estiércol de ovejas y unas raíces que sacaban debajo de
tierra11. […] Muriéronse treinta caballos, y muchos indios
e indias y negros […] muchos de los indios vivos comían a
los muertos: los caballos, que de helados habían quedado, de
buena gana los comían los españoles, mas si paraban a los
desollar se vieran como ellos; […]; cuando venía la noche,
lo mejor que podían armaban sus tiendas entre tanta nieve
como sobre ellos caía” (1909 [1553]: Cap. xciv).
En cuanto a las huestes que venían más atrás al mando
de Rodrigo Orgóñez, expresa:
fueron a Chicuana [sic], […] Tenían noticias de los Alpes de
Chicuana [sic], caminaron hasta llegar a un río, que llaman
río Bermejo […] Dende algunos días llegaron a vista de las
grandes sierras nevadas, […]; como mejor pudieron entraron
en las nieves, […] Fue tan grande el frío que se murieron los
más de los negros, y indios e indias; y los que se escaparon
fueron con los dedos comidos o ciegos de los ojos. […],
siendo pasados cuatro días, se hallaron fuera de las nieves,
dejando muertos los dos españoles y muchos indios e indias
y negros, y veinte y seis caballos con sus sillas y aderezos,
muchas petacas y líos de ropa (1909 [1553]: cap. xcvi).
Finalmente, quienes venían aún más rezagados al mando de Juan de Rada, “supieron cómo había los puertos
nevados y cómo Ordóñez estaba en Copayapo. Topaban
algunos negros e indios de los que habían quedado
cansados, veían estar muchos muertos que era lástima
de los ver” (1909 [1553]: Cap. xcvii).
Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, cuyo hijo
murió ahogado en la expedición de Almagro, nos dice:
fue muy conviniente invernar allí […] porque habiendo,
como hay, desde aquella provincia [la de Chicoana] á la de
Pocayapo cincuenta jornadas de despoblado, excepto tres o
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
cuatro poblezuelos de caribes […] Pues como el camino fué
tan largo é los trabajos extremados y la falta de bastimento,
llegó este ejército al pié del puerto con los caballos muy
fatigados é los españoles muy desigurados y cansados, é
como en el puerto había siete jornadas […] como por el
frío é demasiados vientos […], adelantóse el capitán general
con veinte de a caballo, […], en tres días […], entró en la
dicha provincia […] Porque es no tan solamente espantosa
cosa pasar aquel puerto, mas aún acordarse dello los que
lo vieron tornaba a renovar su temor […] En in, el mejor
librado perdió su hacienda é quedó sin servicio de indios é
negros, que se les murieron, […] , y los que mejor les fué,
perdieron sus caballos y ropas” (1901 [1557]: 223, 225, 226).
Pedro Mariño de Lobera expresó en su momento que:
“Poco después […] llegó allí el Adelantado con el ejército,
y […], fueron todos […] hasta otra provincia llamada
Chihuana [sic]. […], y prosiguió su camino a otra provincia llamada Quirequire. En esta descansó algunos
días, […] fue prosiguiendo por sus jornadas hasta dar
en una campaña desierta, aunque en medio de ella estaba un fuerte de dos tapias de alto” (Mariño de Lobera
2003 [1575-1576]: Libro Primero, cap. ii), avanzando
después hasta: “llegar al río [falta] que es muy famoso
en los conines del reino de Tucumán”, arribando más
adelante: […] a las faldas de una sierra, donde en cierto
lugar […] una carta colgada […]” que el Adelantado
hace leer a […] todo el campo para animarlos con la
esperanza a proseguir su viaje y a sufrir con ánimo los
trabajos de un despoblado, que, según la carta les decía
[…], es el mayor que se sabe, porque tiene de travesía
más de ciento y veinte leguas, donde los tres soldados
se vieron en gran alicción de sed y hambre” (Mariño
de Lobera 2003 [1575-1576]: Libro Primero, cap. iii).
Fueron tales estímulos para los españoles las nuevas [de
la carta] […] que […] se fueron entrando por lagrande y
fragosa cordillera […], donde al pasar un portezuelo […]
descubrieron una llanada de dos leguas, por la cual corre
ordinariamente un viento tan furioso, helado y penetrante,
que pone a los pasajeros en riesgo de vida […] se partió luego
el Adelantado con cincuenta hombres de a caballo […], fue
tanta la diligencia con que el Adelantado y el escuadrón
fueron caminando, que a pocas (falta) por el gran valle de
Copiapó […] de algunas horas llegó el ejército (falta) el
mismo día no menos fatigado del rigor del camino, que lleno
de compasión, por haberse muerto al pasar el páramo cinco
mil indios hombres y mujeres, de los que iban del Perú en
su compañía y servicio, y también algunos negros esclavos
de los españoles, y más de treinta españoles […]” (Mariño
de Lobera 2003 [1575-1576]: Libro Primero, cap. iv).
Antonio de Herrera, autor de las denominadas Décadas
y que no vino a América, se basa en las publicaciones
169
de cronistas y el contraste de las mismas con documentación de la época, logrando una obra amplia y bien
considerada por la crítica. Sobre la cuestión que nos
ocupa reiere que:
Don Diego de Almagro, […] se adelantó con una buena
tropa de caballos para pasar con diligencia los puertos […];
llegado á los puertos, no se descubría sino altísima nieve y
nevaba terriblemente: comenzólos a pasar, […] hasta llegar
á unas casillas, adonde con gran frío pasaron la noche, […]
y tras estos trabajos, hallaron que desde lo alto del puerto
había doce leguas al valle de Copayapo; pero esforzándose
lo que podían, otro día llegaron al valle (en total fueron tres
días para el cruce) […] el ejército (los que venían detrás) en
entrando por las nieves fue muy general la angustia; […] y si
se paraban se quedaban helados, […] era mayor la congoja
de la noche, pues no había ningún abrigo; en in, murieron
treinta caballos y muchos indios y negros arrimados á las
rocas se les salía el alma, y la hambre llegó a tal extremo
que los indios vivos comían á los muertos; y los castellanos
de buena gana comieran los caballos helados […] (Herrera
1901 [1601-1615: 477).
Antonio de Herrera agrega que las huestes que más tarde
siguieron los pasos de Almagro por el mismo camino,
esta vez con Rodrigo Orgóñez a la cabeza, luego de
detenerse en Chacuana [sic] y saliendo de la misma:
llegaron a un río, el cual llamaron río Bermejo, […] y desde
algunos días descubrieron las sierras nevadas, que les causaron
espanto, temiendo el frío; […] animosamente entraron en
ellas, […] que aunque armaron los toldos, se murieron los
más de los negros y los indios, y los que escaparon salieron
ciegos ó con los dedos comidos. […] y cayó tanta nieve
que aquel lugar fue su sepultura con sus negros é indios y
caballos. […] y tomando ánimo como mejor pudieron en
cuatro días salieron de aquel grandísimo peligro, dejando
muertos los dos referidos castellanos, muchos negros é
indios y veinte y seis caballos con sus sillas y aderezos […];
quedáronse muchas petacas de ropa, y casi todo el bagaje
[…] (Herrera 1901 [1601-1615: 480).
Si bien, no agotamos con estas fuentes de cronistas
todas las versiones existentes sobre el paso de Almagro
y tampoco nos adentramos en el análisis crítico sobre
las airmaciones de esa producción, nos parece que
referirnos a las de Bartolomé de Segovia o Cristóbal
de Molina despierta la conianza de protagonistas de
la expedición y con esto nos acercamos mejor a lo que
efectivamente pudo ocurrir. En este tipo de datos, más
allá de los que pueden ocurrir por apreciación, no habría errores intencionales movidos por determinados
intereses, máxime en una obra que se orienta a la crítica
del modo en que se realiza la conquista.
170
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
En esta crónica se dice que desde Chicoana a Copiapó
hay casi 150 leguas. Según las diferentes estimaciones y
su transposición al sistema métrico podrían equivaler a
unos 861 km, tomando la media para la legua del siglo
xvi entre 5572 y 5914 m; o bien de unos 1050 km si
consideramos la media aproximada de la relación legua/
km de autores como Pollard –según nos parece unos 6,7
km por legua–, en Vitry 2007). Si bien, como distancia
tiene el valor relativo o estimativo de un observador
como el clérigo autor del escrito, pudo signiicar a la vez
una distancia con la que se manejaban en la expedición,
quizás sobre bases de estimación más ajustadas.
A su vez, en Molina está la mención de 13 jornadas de despoblado y puerto para lograr el paso andino,
mientras que de este último a Copiapó se indica el
trajinar por 5 jornadas.
Otros cronistas coinciden a grandes rasgos con
estas estimaciones, reiriéndose a leguas y jornadas.
Cieza, por ejemplo, con sus 12 leguas desde lo alto del
puerto que utilizan hasta alcanzar Copiapó, pasaje que
tardan cuatro días en realizar. Fernández de Oviedo
da 50 jornadas despobladas de Chicoana a Copayapo
y 7 jornadas en el puerto, aunque Almagro pasaría
en 3. Mariño de Lobera airma que la travesía era de
120 leguas –si es que se refería a la que nos ocupa–.
Herrera (1901 [1601-1615]) explica que de la altura
del paso había 12 leguas a Copiapó y que fueron 3
jornadas las del cruce de Almagro y 4 las de quienes
le siguieron más tarde.
Sin entrar, como dijimos, al análisis y crítica histórica de las fuentes, está claro que, sea por el acceso a
los escritos de otros o sea por la coincidencia de testigos
y otros testimonios, se aprecia un marco general de
similitudes con lo expuesto por Molina con respecto a
distancias y jornadas.12
Sobre esta base, las 50 jornadas de Fernández de
Oviedo podríamos referirlas a las 120 a 150 leguas de
distancia entre Chicoana y Copayapo que proponen
los otros autores, con lo que nos daría una estimación
grosera de avance de 3 a 4 leguas diarias (unos 17 a 23
km, o bien unos 20 a 27 km). Esta distancia es una posibilidad del trajinar de las huestes y campo de Almagro
y guarda cierta verosimilitud, como la de las 5 jornadas
o las 12 leguas que distan del puerto que pudieron haber
tomado para alcanzar a Copiapó según Molina. Con esto
alcanzaríamos una distancia desde el paso de los Andes
a Copiapó de unas 12 a 15 leguas (aproximadamente 69
a 86 km, o bien unos 80 a 100 km).13
Más allá de las imprecisiones de los dichos y de
cualquier cálculo que hagamos sobre estas bases, pueden
estimarse guarismos de distancias recorridas y jornadas
para realizarlas que apuntan más al pasaje por los pasos
riojanos al oeste de Laguna Brava que por los pasos de
Catamarca, en especial el denominado San Francisco.
En este sentido, la enunciación de la distancia total
al puerto o paso que inalmente los llevaría al Copayapo
de entonces, con los despoblados que anuncian pasar,
hace más verosímil alcanzar la ciudad por el oeste riojano, tal como se hace hasta hoy por los varios pasos
que hay camino a Copiapó, más que por el paso de San
Francisco, más alto y más distante de esta localidad.
Incluso, la distancia que marcan los cronistas del puerto
a Copiapó, entre cinco y siete jornadas o bien unas 12
leguas, se condice más con los pasos riojanos a que nos
referimos que con el catamarqueño de San Francisco.14
Ahora bien, que el paso elegido por la expedición
de Almagro haya sido el de Comecaballos nos parece
una cuestión no resuelta. Por un lado, no hay evidencia
arqueológica que lo conirme y por otro lado, las fuentes describen el puerto utilizado como una zona llana,
batida por los vientos –habitual en cada paso de esas
alturas–, lo que implica unas dos leguas de extensión.
Este no es el caso de Comecaballos o de los otros pasos
cercanos que pueden llevar a Copiapó (La Ollita y Peña
Negra por ejemplo), pues, después de la característica
subida empinada “caen” en un corto trecho a quebradas
del lado chileno, con la única excepción del paso de
Pircas Negras, que pareciera reunir las condiciones de
“llanada” extensa, tal como propone Mariño de Lobera
(2003 [1575-1576) –y podría colegirse que lo mismo
hace Molina–. Este paso reúne hasta hoy en su supericie vestigios de instalaciones inca de cierta amplitud
en su supericie, considerando que se hallan en un sitio
de tránsito, aunque se encuentran muy deterioradas.15
Por otra parte, las alturas de los pasos riojanos
son menores a la del paso de San Francisco que tiene
poco más de 4700 msnm, contra unos 4500 msnm de
los primeros (con excepción de La Ollita)–.
Por lo tanto, tal como proponen los autores en
general (seguir en Raino (1995) y en Vitry (2007) las
menciones de los mismos y de sus propuestas), estimamos
que el pasaje de Almagro hacia Copiapó se hizo a través
de los Andes por La Rioja. No obstante, no creemos que
fuera por el paso de Comecaballos, dejando al mismo y
a pasos vecinos como posibilidad de ese tránsito, hasta
que encontremos vestigios suicientes para contrastar
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
la hipótesis con respecto a algún paso en particular o a
pasos próximos entre sí. La envergadura de la expedición,
según se indica en las crónicas, pudo hacer necesario
desplazarse por varios pasos o puertos o, tal como se
los denomina en la jerga geológica y topográica, por
sus “desechos”.16
Vitry (2007) retomó recientemente el tema del
derrotero de Almagro en el noa contrastando positivamente muchas de las localidades en el avance de
Almagro en 1536 por el actual noa. Lo hizo con ayuda
del conocimiento del terreno, el trabajo con los escritos
de los autores modernos y el itinerario indicado por Juan
de Matienzo. El trabajo fue realizado principalmente en
las provincias de Salta y de Catamarca. Al acercarse a la
provincia de La Rioja y a la posibilidad del paso de los
Andes por el oeste de la misma, la propuesta del autor
debió soportar la imprecisión respecto a la geografía
del área y la infraestructura inca, producto de su menor
conocimiento y el de los otros autores citados.
Justamente, una tarea pendiente consiste en
complememtar lo que sabemos sobre el o los Caminos
Incas utilizados en el avance hispánico, facilitados seguramente en su transitar por la ayuda de Paullu y sus
colaboradores, con el uso que pudo hacerse del resto
de la infraestructura, coasociada al mismo, por ejemplo
los tambos, así como la escala de esas construcciones
en relación con la envergadura de las huestes, personal
de servicio, yanaconas, indígenas y negros, así como de
los elementos del campo de Almagro.
Más allá de las reiteradas menciones de “despoblados” o de poblados menores en las crónicas, a
partir de Chicoana, Chicuana, Chihuana o Chacuana,
como es citada en esos escritos y donde quiera que
estuviese localizada en Salta, o incluso de la también
mencionada por Mariño de Lobera –y por otros–,
Quirequire –o Quire Quire– (2003 [1575-1576]: libro
primero, cap. ii: 4), puede deducirse que, al menos
aquella si efectivamente son dos distintas, debió reunir escala suiciente en sus recursos e infraestructura
como para ser nombrada por todos y soportar las tres
principales oleadas de los conquistadores, como las
mismas fuentes lo señalan. Quedan para más al sur la
relación que apunta a escalas menores, aunque allí se
halle el imponente El Shincal de Quimivil, utilizado
probablemente en el avance, de la posterior localidad
de Londres en Catamarca, con más de 70.000 m² de
supericie ocupada por recintos (Raino 2004: 29), área
pasible de haber estado bajo cubierta.17
171
Luego, se halla la conspicua fortaleza de indígenas
locales o regionales, según las interpretaciones de las
fuentes, que debe tomarse por la fuerza (Mariño de
Lobera 2003 [1575-1576]: libro primero, cap. ii: 4-5) y
que autores como Raino (1995) han identiicado con la
Watungasta catamarqueña. Con ésta se propone el punto
de inlexión hacia el oeste y a los posibles puertos del
paso –Raino 1995: 40; 2004: 40–, no indicándose en
las fuentes otras locaciones de cierta envergadura, más
allá de la referida “Talombones” (Matienzo en Berberián
1987: 207) y de la interpretación que identiica El Shincal
con la mención de Matienzo sobre Londres (Matienzo
1987 [1556]), la que sería otro punto en la progresión
de Almagro hacia Copiapó.
Las fuentes no mencionan funcionarios incas
preexistentes al paso de Almagro por el noa. Sí lo hacen
con respecto al norte chico y área central chilena. Surge
entonces la pregunta sobre cómo contrastar la existencia
en ese momento, o en el pasado inmediato, de tal estatus
en el noroeste de nuestro país, dadas las menciones
hechas sobre el país vecino, las que deberían tener su
correlato en el nuestro. En todo caso estas referencias
parecen constreñidas, en relación a este primer ingreso
hispano y según las crónicas que consultamos, a los
dichos de Mariño de Lobera (2003 [1575-1576])18 y de
Fernández de Oviedo19 (1901 [1557]).20
Con este panorama, los establecimientos incas que
siguen hacia el oeste son de menor escala, con la excepción
del correspondiente a Laguna Brava de entidad media21,
hasta alcanzar las quebradas y pasos propiamente hacia
Copiapó, con estructuras menores, claramente incas en
su patrón arquitectónico o modiicadas por esta arquitectura, aprovechando bases indígenas locales/regionales
de instalación estacional previa (ig. 11).
Los últimos kilómetros hacia el oeste en dirección a
los pasos ofrecen un paisaje de altura que se caracteriza
por los “despoblados” descritos por los cronistas, donde
la presencia humana y bastimentos a disposición serían
a una escala muy menor. Se halla arquitectura pircada
de pocos metros de supericie que pudiera estar bajo
cobertura, siendo excepcionalmente apta para albergar
personas, animales y bastimentos de la envergadura de
la expedición de Almagro, aun cuando avanzara por
contingentes separados en espacio y tiempo. Quizás
el único aspecto que no coincide con las referencias
de los cronistas es la ausencia de mención acerca de la
proliferación de vicuñas, aunque se hable de las deyecciones de las “ovejas” como posibilidad de lumbre.22
172
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
b
Figura 11: a) vista general de Laguna Brava; b) imagen con un sector del tambo de Laguna Brava. Figure 11: a) general view of Laguna Brava; b) photo of part of the Laguna Brava tambo.
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
Con alta probabilidad, una de las razones de la profusa
presencia de parapetos de caza, poblados de esta índole
y de instalaciones inca sobre los mismos o de impronta
propia, fuera el manejo de estos animales por su estimado
pelo para textiles y otras posibilidades económicas.23
Nuestras prospecciones en el área de Laguna Brava
y hacia el oeste, así como las que realizamos en el área del
Parque Nacional San Guillermo en San Juan, colindante
por el sur, demuestran la proliferación de estructuras
de época inca y anterior. Respecto de la organización
estatal, esto implica claramente un patrón de instalaciones que bordean lagunas y salinas, lanquean quebradas
con cursos de agua más o menos activos y se ubican,
asimismo, en la desembocadura de las mismos en los
colectores regionales. Esto sin contar las instalaciones
relacionadas con el culto, por ejemplo aquellas ubicadas
en los cerros, entre otras.24
Para la cuestión que nos ocupa, solo señalamos
algunas instalaciones claramente inca, de escala o
rango medio para el área. Entre ellas, la denominada
Laguna Brava, en el extremo noreste de la Laguna, la de
Conluencia, ubicada en la desembocadura del arroyo
o río de la Peña Negra en el Río Blanco, con una matriz
arquitectónica intermedia entre lo local y lo introducido. Aquí hallamos alfarería colonial de los tiempos de
Almagro. Cerca de esta instalación existe un tambo de
regular envergadura, ubicado en la quebrada del arroyo
o río de Las Pailas, en el sector limítrofe con la provincia
de San Juan, curso que desemboca en el Blanco.
CONCLUSIONES
Nuestro interés sobre investigaciones cientíicas de
arqueología e historia regionales atinentes a los desarrollos de las poblaciones locales y la incidencia inca,
permitió avanzar sustancialmente en el conocimiento
de las instalaciones preexistentes y las de la organización estatal, en una amplia franja territorial. En el caso
riojano, dicha extensión va desde la Laguna Brava a la
cordillera de los Andes, entre el límite con el Parque
Nacional San Guillermo del noroeste de San Juan por el
sur y la latitud del cerro Pissis por el norte, en el límite
de la Rioja con Catamarca.
En la actualidad, hemos reconocido numerosos
sitios arqueológicos del sector, su relevamiento, planimetría y prospección intensiva. Contamos con los
resultados de la excavación de varios de ellos, el estudio
173
de los materiales y la adscripción cronológica, tanto la
relativa a la caracterización tecnológica y de los tipos
de artefactos (como los cerámicos) como la derivada
de los análisis por C14 y tl, entre otros.
Hay profusión de hallazgos de época inca, varios
de ellos de envergadura en términos de escala relativa
para establecimientos de altura, como la presencia de
sitios de épocas anteriores y posteriores a la dominación
inca. Los sitios están representados por la reutilización
de las locaciones o la instalación de otras nuevas para uso
de arrieros y viajeros desde la época colonial hispana,
con fuerte incidencia del tránsito de arreos de vacunos
y equinos en época republicana, sobre todo a partir de
la segunda mitad del siglo xix y primer tercio del xx.
En este contexto, no pueden faltar las referencias
a fuentes bibliográicas y los contrastes documentales
con el registro arqueológico, tanto de archivos como de
aportes derivados del trabajo crítico sobre escritos de
cronistas, clérigos y soldados de los primeros tiempos
de la dominación hispana, entre otros.
A partir de la doble vertiente metodológica de
la arqueología y la historia concentramos inalmente
nuestro interés en lo atinente a la expedición de Diego
de Almagro y su tránsito por los pasos cordilleranos de
los Andes en el Noroeste Argentino en 1536, con destino
trasandino inicial en el Copayapo de entonces. Estimamos
que nuestra contribución avanza los estudios al respecto.
Dejamos para otra ocasión la labor de profundización y conclusiones de nuestros estudios sobre dominio
inca y poblaciones locales en el sector analizado, concentrándonos en aquellos que atañen al primer paso
hispánico a través de los Andes del Noroeste Argentino.
No obstante, queda claro que esos estudios facilitaron el
que nos ocupa ahora pues, por primera vez, proceden
al registro arqueológico del conjunto de quebradas y
pasos que facilitan el acceso trasandino en la porción
del actual territorio argentino que abordamos. Este
conocimiento implica un claro avance y, en particular,
contribuye a las hipótesis que puedan plantearse sobre
el tránsito de Almagro. Podemos ahora contrastar este
derrotero posible con la comprensión propia de la experiencia en terreno, situación que no detentan quienes
nos precedieron con sus propuestas acerca de los pasos
que pudo utilizar Almagro y compañía.
Desestimado el derrotero por el paso de San
Francisco en Catamarca, acentuamos esta premisa con
el apoyo de la la descripción del licenciado Matienzo,
la fuente sobre vialidad inca más pormenorizada de
174
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
la época colonial hispana inicial. La enumeración de
tambos y su relación con el Camino Inca que los une, le
llevó a sumar a su enumeración de instalaciones hasta
los “Talombones” y cercanías, la mención de que hacia
el oeste está la cordillera “de Almagro” y, sobre todo, la
orientación de la vialidad, en esa progresión occidental,
hacia la Londres de entonces, El Shincal inca. Todo ello
basado en el conocimiento de los caminos de entonces
por el Noroeste Argentino y de la experiencia por los
mismos de Diego de Almagro y Diego de Rojas. Dicha
información no hace plausible que Almagro y su campo
virara de este notable establecimiento inca –un “nuevo
Cuzco”– hacia el pasaje de San Francisco al noroeste,
reforzando nuestra hipótesis del paso por el occidente
andino riojano, en la latitud del Copayapo indígena.
Dicho esto, la progresión nos lleva al área de Laguna
Brava y al occidente de la misma, enfrentándonos con
los pasos andinos de la actual cordillera en el límite
internacional, ubicados a lo largo de unos 30 km en
línea recta, distancia que media entre los pasos de Pircas
Negras en el norte y La Ollita en el sur. El Adelantado,
sus acompañantes y pertrechos con alta probabilidad
pasaron por esta fracción.
Todos los pasos fueron reconocidos por nosotros,
denotando sus instalaciones de altura y de los trayectos
por las quebradas de acceso a los mismos. Los itinerarios
fueron posibles siguiendo en sentido inverso el curso de
arroyos y ríos de distinta envergadura, generalmente de
nombre homónimo con el paso, que luyen a colectores
como los ríos Salado y Blanco, o como en el caso del
propio arroyo Peña Negra, aluente del Blanco.
Son paisajes puneños y altoandinos con lagunas,
salinas y mayor o menor profusión y extensión de vegas,
lo que constituye un sustrato relevante en la sustentación de lora y fauna característica y base importante
para la logística necesaria del tránsito a los pasos. El
ganado montado y arreo dependen de esas condiciones
para sobrevivir en un área con condiciones extremas,
particularmente si se trata de soportar cargas de envergadura en lapsos muy acotados, como las propias
de centenares a miles de personas en tránsito, con sus
bagajes y ganados, entre otros.
Por lo tanto, no es de dudar que el paso de Almagro
fuera difícil y que, en buena medida, soportara vicisitudes
del tenor de las que los cronistas describen, más allá de
la exactitud que las descripciones pudieran conllevar en
relación con los hechos o de las semblanzas heroicas que
la literatura de la época acostumbrara narrar.
En lo fáctico no huelga la presencia de Paullu,
pues al prestigio de la panaca gobernante inca sumaría
el saber, propio o por asesores, sobre poblaciones y
territorios, sobre su organización e infraestructura. Por
ello, éste podría indicar con bastante precisión, incluso
para la nueva logística que afrontaba desde su conocimiento vernáculo, itinerarios, albergues, despensas y
pasos más aptos para la realidad de la organización de
campo de Almagro.
Con estas bases repasamos las crónicas, cuyo análisis
nos permite atender verosímilmente expresiones como
las de la extensa “llanada”, que se ajusta más al paso de
Pircas Negras o las que interpretamos reieren al tránsito
por más de un paso, lo que es posible habida cuenta de
la existencia de los “desechos” de los mismos, la cercanía
entre ellos y la posibilidad de unirlos pasando de una
quebrada a otra en cercanías de sus nacientes.
Si bien, la expresión moderna Comecaballos es
sugerente para un paso, una quebrada y un arroyo en
relación con el contexto del relato de las crónica, y que
su tránsito hasta ponernos en la “bajada” trasandina
implique una veintena de kilómetros desde la desembocadura en el río Salado, razón por la cual no resulta
excesivamente penoso, esto no es suiciente para contrastar positivamente la hipótesis que lo sustenta como
principal en el itinerario de Almagro. Hasta donde
sabemos no hay precisión sobre la época y origen del
nombre. Podría argumentarse que otros pasos tienen
una denominación que aludiría a la expedición, por
ejemplo “Peñasco de Diego”, ubicado en las cercanías
del paso de Pircas Negras.25
Por otra parte, si nos atenemos a la infraestructura
inca preexistente en el camino y en las instalaciones
asociadas, las que debieron jugar el papel logístico que
presumimos, Comecaballos cuenta en rigor y según
nuestro registro solo con la elemental y no de envergadura. Estas se desarrollaron en base a instalaciones
anteriores, sin que el propio paso cuente con evidencias
de arquitectura. En efecto, no presentan hasta hoy los
montículos que hemos reconocido materiales que aludan
a ese momento. Con las excavaciones arqueológicas
solo pudimos determinar evidencia antropológica en
uno, referida a huesos humanos, que datamos hacia la
vii/ix centuria de la Era, con lo que se denota el uso
del paso por indígenas y no da cuenta del episodio
colonial del siglo xvi.
Si bien no podemos descartar la hipótesis del
tránsito de Almagro por el paso de Comecaballos, tam-
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
175
Figura 12. Estructura pircada, con toda probabilidad de época incaica y de índole ceremonial, sita en la margen sur de una laguna del
sector del paso de La Ollita. Figure 12. Dry-stone structure, most likely from the Inca Period and used for ceremonial purposes, at a site
on the shore of a lake in the area of Paso de la Ollita.
poco podemos sustentarla con evidencia arqueológica,
quedando para nosotros como una posibilidad más en
las conjeturas, más aun cuando carece de suiciente
contraste con la evidencia que pudiera aportar el registro
de la banda occidental de los Andes.
Justamente, el registro de la evidencia inca por
ambas bandas cordilleranas muestra el mayor énfasis de
instalaciones de esta época y anteriores, aún de relictos
de vialidad, a partir del nodo que conforma el tambo
de Conluencia, en la zona de unión del arroyo de Peña
Negra con el río Blanco, lugar del tránsito hacia el cordón limítrofe del cerro El Potro y, más relevante en el
contexto que nos ocupa, del inicio, desde el cercano Río
Salado, del itinerario por la quebrada de Peña Negra,
con la posibilidad de alcanzar el paso homónimo, su
desecho y el paso de La Ollita, que están en el origen
del camino trasandino más directo a Iglesia Colorada/
Choliguín y Copayapo.
De acuerdo a nuestro registro de los establecimientos
del área, solo en el Ttambo de Conluencia reconocimos
cerámica de manufactura según canon europeo, la que
se remontaría al siglo xvi según datación tl. En los
grabados de una roca de la margen derecha del arroyo
Peña Negra reconocemos cruces que estimamos serían
más propias de la época colonial que de la acción de
arrieros del siglo xix o posteriores.
Por lo tanto, sostenemos la hipótesis de que el
avance almagrista se habría realizado por los pasos
de La Ollita/Peña Negra, aunque no desconocemos
las otras alternativas de Comecaballos, Pircas Negras
y sus correspondientes desechos. Sustentan esta hipótesis, entre las más importantes consideraciones: la
sucesión de vegas y de establecimientos relacionados
con las mismas, de envergadura relativa a su escala altoandina, pero que destaca en el concierto de los pasos
tratados aquí; la existencia de infraestructura al pie o
en los mismos pasos por ambas bandas cordilleranas;
y el reconocimiento de la antigua vía empedrada en la
vertiente occidental de La Ollita, la vía más directa a
Copiapó a través de los Andes.
Seguiremos trabajando sobre estas alternativas
procurando la evidencia arqueológica que pudiere
176
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
despejar las incógnitas y resolver un problema que, si
bien es de importancia relativa, adquiere mayor signiicación en cuanto al decurso de nuestras investigaciones
sobre lo inca y las poblaciones locales de los Desarrollos
Regionales. Este es uno de los casos en que con mayor
fuerza puede decirse que, si utilizamos el aforismo
de que una dominación pavimentó el camino de la
siguiente, la impronta inca que bien manejarían Paullu
y su grupo sirvió de base para el desplazamiento del
primer ingreso hispánico mancomunado al Noroeste
Argentino. No dudamos que este movimiento alcanzó
la actual provincia argentina de La Rioja y sus pasos
cordilleranos de los Andes.
RECONOCIMIENTOS A las instituciones a las que pertenecemos
(conicet, uncuyo, unlar) y las que sostuvieron estos trabajos
(anpcyt y conicet). Agradecer puede conllevar la ingratitud
de las limitaciones de recordar, por lo que tratamos de evitarla
con una referencia general de reconocimiento a los miembros de
nuestro equipo de investigaciones, como asimismo nos es también
grato referirnos a la predisposición positiva y los apoyos institucionales necesarios de las autoridades nacionales y provinciales
que permitieron las labores, al igual que las múltiples ayudas que
recibimos de la comunidad de sectores próximos a las áreas de
estudio. Reconocemos igualmente la labor de los editores y de los
evaluadores de nuestra contribución.
NOTAS
¹ Denominación de las alternativas de pasos cordilleranos conexos a uno principal que tiene nombre propio.
² En la actualidad, algunas estimaciones arrojan la cifra
de 16 animales por km2 para San Guillermo y probablemente
menos de la mitad para Laguna Brava. A diferencia de las
diicultades logísticas que afrontábamos hace años para acceder al paso de Comecaballos, la acción gubernamental estatal de la Provincia de La Rioja llevó en el último tiempo a
abrir y mantener anualmente, por esa conmemoración, una
huella para tránsito de vehículos. A través de ella se alcanza
con cierta facilidad el límite con Chile.
2
Hans Niemeyer (1986: 201-202), quien registra una
intensa actividad de prospección arqueológica en la cuenca
alta del Copiapó, tampoco menciona haber accedido al paso
de Comecaballos.
3
Como se aprecia, la tabla 1 reiere resultados tl sobre
tiestos hallados en los diferentes sitios estudiados. Estos pueden no concordar con la cronología absoluta de los intervalos establecidos para sus tipologías. Como hemos referido
en otras contribuciones (v.g.: Bárcena 1998) los resultados tl
tienen, a nuestro juicio, la ventaja de ordenar relativamente
la sucesión de las cocciones cerámicas de los tipos, con la
desventaja de que en ocasiones sus guarismos cronológicos
absolutos pueden no corresponderse con resultados que los
ubiquen en el período esperado.
4
El resultado proporcionado por latyr fue “Moderno”
que signiica por convención (Stuiver & Polach 1977) cualquier edad comprendida entre 0 y 200 años radiocarbónicos.
5
La cruz puede tomarse, si fuera de la época en que
ubicamos hipotéticamente esa parte de los grabados, como
un ícono hispánico de protección en los espacios de tránsito –máxime con las características de los que estamos reiriendo–, como se ha postulado en determinado sentido,
para ámbitos de Europa: “La cruz como igura geométrica
aparece con frecuencia en las construcciones arquitectónicas
religiosas; sin embargo, también es motivo representado en
lugares no especíicamente religiosos, como en los caminos,
los puentes y en los ambientes domésticos, donde surge de
forma espontánea representada por devotos con medios,
muchas veces, precarios, porque aunque en ocasiones su representación toma un rango de oicialidad, también en otras
es una expresión de carácter íntimo y personal pero que, en
cualquier caso, se hace público. Por último, aparece en las
plantas de los ediicios y en los trazados urbanos, como forma que se imagina o se visiona solo desde los documentos
gráicos más elaborados: los planos” (Sánchez 2010: 18).
6
Como sucede prácticamente en todos los pasos o puertos que tratamos, sus aledaños, “desechos” en la denominación topográica, admiten tránsito hacia y desde la vertiente
occidental andina. Además de la hoyada referida, hay otras
posibilidades de paso por alturas cercanas, a las que accedemos por rumbos próximos, aunque esto implica aumentar
los kilómetros de recorrido. Igualmente, puede accederse
por las alturas a los otros pasos como el de Peña Negra y
Comecaballos, tal como nosotros lo hicimos.
7
En otra oportunidad dedicaremos tiempo y espacio
a tratar varias de las enunciaciones del autor en ese y otros
escritos –v.g., Bárcena 1995– sobre localizaciones de sitios y
pasos incas que no concuerdan con registros previos y con
los nuestros provenientes de constataciones de campo.
8
Hemos subido el paso en varias oportunidades comprobando que puede acumular nieve en fechas tempranas con
respecto a otros pasos, tal como sucede a principios de marzo.
Al mismo tiempo, hemos registrando la posibilidad de utilizar varios pasajes a la vertiente occidental andina en la zona
de La Ollita, algunos sobrepasan incluso los 4800 msnm.
9
Sus prospecciones de altura le permitieron llegar en la
mayoría de los pasos de que trata hasta el límite de nuestras
naciones, Argentina y Chile. En el caso de La Ollita pudo
divisar el lado argentino, apreciando “[...] vegas bien desarrolladas [...]” (Niemeyer 1986: 199). Esta airmación coincide plenamente con nuestra experiencia de terreno, por la
cual, además de lo que puede visualizarse vía imágenes satelitales, comprobamos extensas vegas en relación con los
ríos y arroyos que venimos mencionando, en especial en el
trayecto Peñas Negras/La Ollita. Esta situación permitiría
Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena
asegurar mejores condiciones logísticas para el ganado, tanto
en el primer paso colonial como en los posteriores, particularmente en la época de los referidos arreos, sin olvidar el
sustrato especíico para la supervivencia de los miles de camélidos del sector.
10
Como expresamos, hay coincidencia en su papel de leal
a la empresa. La crónica de su compañero de viaje, el clérigo
Bartolomé de Segovia o Cristóbal de Molina, dice: “Y es de
saber que aquel Paulo Inga, hermano del Inga, era un indio
muy discreto y sabio y de mucho tono; fue con Almagro a las
provincias y descubrimiento de Chile y pasó muchos trabajos
en el viaje y sufriólos con buen ánimo; y, vuelto al Cuzco, le
dieron las casas de Huáscar en que viviese, que eran las más
principales casas del Cuzco” (Molina 1968 [1552]: 80-81).
11
Posiblemente se trate del “cuerno de cabra”, una especie de Adesmia (“acerillo”) como la Adesmia subterránea o
similares.
12
Sobre la concepción hispana del espacio en los escritos
de cronistas y con respecto a estas situaciones particulares
de los dichos, tradición oral y referencias escritas de los primeros pasos de los Andes por los españoles, ver Vega (2011:
12), quien rememora alertar sobre el uso no crítico de estos
escritos como reservorios de datos.
13
No obstante, debe considerarse en las fuentes que algunas referencias del arribo de Almagro o de quienes le siguieron por el o los pasos, en realidad apuntan al cruce y al
primer lugar de refacción de las huestes en Chile, que debió
ser, como en algún caso se dice expresamente, valle arriba de
Copayapo, más precisamente y como se propone modernamente, en la actual Iglesia Colorada, Choliguín de entonces.
14
Una estimación grosera que una en línea recta las ubicaciones sobre imagen satelital Google, muestra que Copiapó dista unos 195 km del Paso de San Francisco en la actual
Catamarca y unos 130 km de los Pasos de Pircas Negras y de
Comecaballos en La Rioja.
15
La “amplitud” a la que nos referimos surge de la consideración de escala relativa con respecto a la infraestructura
existente en los pasos propiamente dichos –máxima altura–,
como es la prácticamente inexistente de Comecaballos, la
reducida de Peña Negra o la apreciable al pie del paso de La
Ollita. Si es por llamar la atención, por ejemplo, desde lo que
podría ser más un aspecto ceremonial, votivo que, de infraestructura netamente utilitaria, destaca entre los pasos primero
La Ollita con su posible ushnu –y más abajo su conspicuo tambo- y Pircas Negras, con lo que parece ser un trazo de camino
indicado por piedras y estructuras aledañas. Pircas Negras es
el único sector de paso donde puede compararse la relativa
“llanada” de aproximación de unos 10 km de extensión, desde
el paso a la caída a la quebrada del Río Salado, con la mención
por parte de la crónica hispana de la “llanada” de la diicultad
logística, indicada como transpuesta en sentido inverso.
16
Si nuestra interpretación es correcta y se trata solo
del pasaje último de los Andes hacia Copiapó, Antonio de
Herrera, tal como el mismo señala, sigue en su escrito tes-
177
timonios, documentos y crónicas que le preceden sobre el
tema. Airma que el paso fue por “puertos” o por “dos puertos”: “Pues todavía se hallaría en Copayapo Rodrigo Orgóñez respeto [sic] del tiempo que por dos puertos había que
pasó”, “ordenándoles que una vez entrados en los puertos”
(Herrera 1901 [1601-1615]: 485). Vitry (2007: 13) adhiere a
la postura de Cervellino (1994) en relación a que la logística de una movilización de la magnitud de la de Almagro
implicaría el uso de dos pasos: Comecaballos y el de Pircas
Negras distantes unos 13 km. En su igura 4, Vitry (2007:
12) ubica el paso de Pircas Negras al sur de Comecaballos,
cuando en realidad está al norte. Posiblemente se produjo la
confusión con el paso de Peña Negra, que tiene una posición
cercana y más austral que el de Comecaballos. Por nuestra
parte, sostenemos que, cualquiera fuera el paso utilizado, la
envergadura de la expedición supuso desplegar integrantes
y bagaje de la expedición por los “desechos” de esos pasos o
por pasos colindantes, más que por dos puertos que distan
varios kilómetros entre sí. Recientemente hemos unido, con
cierta facilidad, los pasos de La Ollita y de Peña Negra avanzando longitudinalmente de uno a otro por alturas intermedias y quedando al pie de los mismos en el trayecto inal de
las quebradas que permiten el ascenso por el último tramo
transversal a Chile.
17
Llama la atención que no se haya reparado suicientemente en un dato de Juan de Matienzo que reiere el itinerario por el Camino del Inca y los tambos asociados en el noa.
Según él, esta es la ruta que con toda probabilidad siguió
Almagro en esta parte de su itinerario, tal como lo hizo más
tarde Diego de Rojas –Levillier 1943–, virando éste hacia el
río de la Plata y el otro hacia la cordillera de los Andes. Justamente ese dato de Matienzo, a partir de “los Talombones
[sic], pueblo de indios” y de “los Tambos de la Ciénaga”, “se
aparta el camino del inga para la cibdad de Londres, y de allí
para Chili, por la cordillera de Almagro, que dicen, sobre la
mano derecha; y sobre la izquierda se toma el camino para
Cañete y Santiago del Estero” (Matienzo 1987 [1556]: 207208). Con ello queda claro que, tan temprano como en 1566
(1536 paso de Almagro, 1543 pasaje de Rojas), ya se llamaba
cordillera de Almagro a la parte de la cordillera de los Andes
al oeste de Londres –fundada esta en 1558– y que por aquí
el Camino del Inca tenía dirección occidental, como señalan
los autores modernos (v.g., Raino 2004; Vitry 2007). Pensamos que el itinerario a Copiapó, una vez llegados a Londres (El Shincal), sigue el rumbo al occidente del Camino
Inca y no prueba la posibilidad de avanzar al noroeste por
otro Camino Inca para alcanzar el paso de San Francisco. Es
claro para nosotros que el rumbo que tomarían es directo
hacia occidente y a los pasos entre La Ollita y Pircas Negras/
peñasco de Diego.
18
Mariño de Lobera (2003 [1575-1576]: Cap. I, v: 2, 9)
pudo haber agregado el dato con base en su conocimiento
de Chile por haber ingresado en 1551 e integrado las huestes
de Pedro de Valdivia en sus luchas del sur, prosiguiendo su
178
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
colaboración con gobernadores sucesivos, para trasladarse a
Perú después de 1575.
19
Fernández de Oviedo relata que, “é habían escripto al
adelantado que se adelantaban seguros con un indio orejón
del Cuzco, á cuya subjeción estaba la dicha provincia de Pocayapo” (1901 [1557]: Cap. iv: 227).
20
Cieza de León (1909 [1553]: iii Parte, cap. xcv) expresa que: “Partió Almagro descubriendo, llegó al valle de
Coquimbo, donde había grandes aposentos de los incas”,
con lo que se reirma para esa época la envergadura de la
instalación inca del Norte Chico y la relevancia política
que pudo tener la sujeción del sector. Esta información es
consistente con lo manifestado por los otros cronistas y con
las comprobaciones arqueológicas en cuanto a su evidencia material. Del mismo modo, por los años en que escribe
Cieza, en 1558 Bibar inaliza su obra de relación sobre los
sucesos del Reino de Chile a partir de la conquista emprendida por Pedro de Valdivia, quien llega por el despoblado
de Atacama a Copayapo en 1540. Si bien Bibar no es de la
partida, pues llega más tarde a Chile, releja muchos de los
acontecimientos de esa época y reiere detalles signiicativos respecto del tema que nos ocupa, por ejemplo su alusión a que “entendiola porque habían tratado con indios
del Cuzco porque tenían las diez y ocho leguas del valle de
Copiapó un pueblo, como habemos dicho, de indios del
Cuzco y, como con ellos trataban, entendía la lengua este
capitán y otros muchos” (1966 [1558]: Cap. xiii: 21). Por
otro lado, se menciona “los tambillos del Inga” “que cierran
por el sur el perímetro del poblado” (Niemeyer et al. 1997:
253; reiriéndose a Copayapo). Estos últimos autores traen a
colación las observaciones de Advis (1994) y de Cervellino
(1994) según las cuales Almagro habría accedido primero
en la bajada a Chile a Iglesia Colorada –punto que en rigor
sería Choliguín y que las fuentes tempranas no registraron
como tal– buscando pertrechos para auxiliar su campo, y no
a Copayapo propiamente dicho (Niemeyer et al. 1997: 252).
La información es respaldada, además, por la lectura atenta
de las crónicas que enlazan el paso y primer contacto de la
hueste almagrista con un área y población que se colige está
valle arriba y antecede a la de Copayapo propiamente dicha,
como ya hemos expresado anteriormente.
21
Considerando lo que podríamos llamar el “tambo” propiamente dicho del noreste de la Laguna con rpc, estructura
alargada pircada de base del tipo kallanka y similar dividida
por bases de muros transversales, entre otras, estimando asimismo la relativa envergadura por las estructuras de carácter
ceremonial con las del cerro Don Mario, entre otras (relevamientos y observaciones de Bárcena (1998, 2007, 2015),
Beorchia Nigris (1987, 2001), Ceruti (2003), entre otros).
22
“Leña para hacer lumbre no había otra que estiércol de
ovejas y unas raíces que sacaban debajo de tierra” (Cieza de
León (1909 [1553]: Cap. xcv).
23
Hoy el cercano Parque Nacional San Guillermo en el
noroeste de San Juan y la Reserva Provincial Laguna Brava
–Reserva Provincial de Vicuñas y Protección del Ecosistema
de Laguna Brava– en la parte de La Rioja a que nos referimos,
son un reservorio importante de Vicugna vicugna, estimándose su número en varios miles, como ya hemos adelantado.
24
A las construcciones pircadas y otros hallazgos de altura, señaladas por colegas en lugares prominentes de los cerros
del área (Veladero, Don Mario, Don Nicolás, Pilar, Morado,
entre otros; Beorchia Nigris 1985, 2001; Ceruti 2003; entre
otros), sumamos algunas reconocidas por nosotros en torno a
lagunas, como la construcción de base rectangular pircada por
muro de doble hilera de piedras, sita en la ribera sur de una
gran laguna ubicada al sureste del Paso de La Ollita (ig. 12).
25
Seguramente pueda seguirse en documentación de archivo las épocas del uso de la denominación Comecaballos
para el Paso y llegarse a certezas sobre el apelativo. Sin un
esfuerzo de indagación especial, sabemos que el derrotero de
una parte menor de las fuerzas del General San Martín en su
avance sobre Copiapó, se hizo por el Paso de Comecaballos,
al que llaman así en el plan de campaña de principios del
siglo xix (v.g.: Bertling 1917: 40 –Come-Caballos–) y que, al
menos en cuanto a la denominación, ya estaba en uso a ines
del xix, aunque usada generalmente como Come Caballos
(v.g.: Espinoza 1897: 111, 112).
REFERENCIAS
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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO
Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 181-198, Santiago de Chile
ISSN 0716-1530
EL QHAPAQ ÑAN EN FAMATINA (LA RIOJA-ARGENTINA):
RITUALIDAD Y MANIFESTACIONES SAGRADAS INKAS EN
UNA WAK’A INTERREGIONAL AL SUR DEL KOLLASUYU
QHAPAQ ÑAN IN FAMATINA (LA RIOJA-ARGENTINA): RITUALITY AND
SACRED INKA EXPRESSIONS IN AN INTERREGIONAL WAK’A IN
SOUTHERN KOLLASUYU
SERGIO MARTINA
En el presente artículo discutimos la idea de considerar a la
Sierra de Famatina como una wak’a de alcance interregional.
Las prospecciones sistemáticas del Qhapaq Ñan sobre estos
paisajes incaicos, contraponiéndose a una visión clásica eminentemente material y economicista, están redeiniendo el
registro arqueológico hacia rituales religiosos evidenciados a
través de la sacralización del Inka Ñan y de sus sitios asociados.
Aspectos particulares de la materialidad del camino, ushnus y
plataformas ceremoniales, son algunos elementos que formaron
parte de las expresiones ideológicas que redeinen al Famatina
como otro nuevo ámbito sagrado al sur del kollasuyu.
Palabras clave: Qhapaq Ñan, Inkas, sitios rituales, wak’a.
his article discusses the possibility of considering the Sierra de
Famatina as a wak’a of interregional scope. Systematic surveys
of the Qhapaq Ñan in these Inca landscapes, which contrast
with extremely materialist and economistic approaches, are
redeining the archaeological record in terms of religious rituals, as evidenced through the sacralization of Inka Ñan and its
associated sites. Particular material aspects of the road, ushnus,
and ceremonial platforms are some of the ideological expressions that are redeining the Famatina as a new sacred area, in
southern Kollasuyu.
Keywords: Qhapaq Ñan, Inkas, ritual sites, wak’a.
A
INTRODUCCIÓN
La sierra de Famatina ubicada al noroeste de la Provincia
de La Rioja (ig. 1), ha sido destacada reiteradamente
en la historia regional como una zona de alta relevancia
económica para el gobierno inka. La visión economicista de esta formación geológica como un yacimiento
de importantes riquezas minerales ha sido, además,
advertida en algunas crónicas conocidas y en varios
de los trabajos arqueológicos publicados al respecto,
atribuyéndole incluso un importante poder político
como área de posible asentamiento de curacazgo de la
provincia austral, desde la que se impartían y controlaban los territorios más meridionales de Argentina y
Chile (González 1982). Sin embargo, la aplicación de un
sistema de prospecciones intensivas del Qhapaq Ñan y
la integración del contexto arqueológico de sus paisajes
están redeiniendo un ámbito con tendencias más aines a
la explotación del Famatina como un espacio ceremonial
y validando, de acuerdo a nuestras interpretaciones, un
registro arqueológico vinculado mayormente a aspectos
rituales o sagrados, evidenciados a través de la sacralización de los caminos (Martin 2015a, 2015b) y de varios
Sergio Martin, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (inapl), Ministerio de Cultura, Buenos Aires,
email: smartinarque@gmail.com
Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016.
182
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
de sus sitios asociados (Schobinger 1966; Ceruti 2007,
2010). Las características formales de sus caminos y los
emplazamientos de ushnus y plataformas ceremoniales,
detectadas y relevadas sobre el Qhapaq Ñan en la variada
geografía de la sierra, forman parte de las expresiones
materiales a las que nos referiremos al proponerla como
otro espacio sagrado del área andina sur.
A continuación, ofrecemos datos que pueden ayudar
a deinir y determinar si el concepto wak’a, se adecúa
a las evidencias arqueológicas de este sector. Luego
describiremos la transformación que se produce desde
la sesgada visión economicista de las crónicas, fundada
en la historia minera, hasta la visión de un espacio que
estaría demostrando el interés del incario por la Sierra
de Famatina en su rol de wak’a.
HACIA LA DEFINICIÓN DEL CONCEPTO
WAK’A
Los paisajes del oeste sudamericano han incidido activamente en la ideología religiosa de sus pobladores.
Incluso en la actualidad los pueblos andinos consideran
que algunos accidentes geográicos son sagrados y deben
ser venerados para recibir como contraparte protección
hacia las personas y el mundo natural (Sallnow 1987: 2;
Fernández & Gutiérrez 2012: 19; Reinhard 2012: 68).
Los cultos y rituales se desarrollan en lugares donde
las comunidades describen las percepciones de los
paisajes naturales en los que se insertan en función de
sus cosmovisiones (Becerril 2012: 69). Se trata de espacios activos y muy dinámicos con características bien
marcadas y cambiantes que se transformaron a lo largo
del tiempo y que hoy deinimos como paisajes rituales
(Broda 1996: 42); ámbitos de peregrinajes y procesiones por geografías cargadas de signiicados naturales y
culturales (Vitry 2007: 70) que fueron recogidas por los
cronistas, mostrando que en América los movimientos
rituales de personas también existían (Rostworowski
2003: 98). Los sitios sagrados que ocupaban estos
ámbitos en el mundo andino han recibido el nombre
de guacas, huacas o wak’as y han sido identiicados y
caracterizados fundamentalmente por los documentos
etnohistóricos en los movimientos de extirpaciones
idolátricas que las describían y por sitios arqueológicos
de adoratorios, santuarios y caminos prehispánicos que
han sido detectados y estudiados en varios puntos de
la geografía andina.
El término wak’a fue utilizado para designar cualquier cosa o lugar que tuviera poderes trascendentes
(D’Altroy 2003: 174). Podía ser un accidente natural, agua,
manantiales, rocas, árboles, cuevas, montañas, frutos o
cualquier otro tipo de objetos. Esta heterogeneidad de
formas, materiales, tamaños y jerarquías agregaba un
margen de lexibilidad para que el Inka incorporara con
las wak’as ijas a las poblaciones locales bajo estructuras
de creencias similares, mientras que con las wak’as
móviles trasladará aspectos ideológicos a lugares y/o
poblaciones más distantes (Scott 2011: 23-24).
Aunque fueron más conocidas durante la época inka,
las wak’as han estado presente en la vida cotidiana de
las poblaciones andinas mucho antes de la aparición del
incario. Sus orígenes han sido establecidos desde épocas
anteriores a la formación del imperio del Tawantinsuyu
en las religiones de las poblaciones locales (D’Altroy
2003: 175; Rostworowski 2004: 27; Sánchez Garrafa 2006:
52; Cruz 2009: 58; Bauer 2011: 58-61; Scott 2011: 23).
El poder de su convocatoria pudo involucrar cultos
locales de tipo familiar, poblaciones de varias regiones
o grandes centros que captaban la concurrencia de
personas de lejanas procedencias y de nivel panandino
(Bauer 2011: 30). También sirvieron para varios motivos,
entre ellos para desarrollar la complementariedad de
recursos, como estrategias de alianzas y/o generando
lazos de reciprocidad al recibir peregrinos de regiones
distantes, que en su afán participativo permitían contribuir al desarrollo de las comunidades gracias al espíritu
concitante de las wak’as (Rostworowski 2004: 26-27).
Los cerros y montañas wak’a
Las sierras y las montañas wak’a fueron importantes
en el desarrollo de la historia social precolombina.
Una montaña, como cualquier marca visual que se
percibe desde el horizonte, se torna esencial y adopta
o adquiere un valor simbólico particular (Claval 1999:
164). Reconociendo que también se han erigido wak’as
en cerros de escasa altura (Bárcena 1989: 104; Cruz 2009:
56; Jacob & Leibowicz 2011: 75), las formaciones montañosas de relieves topográicos imponentes, con cotas
altitudinales importantes, combinaron diversos aspectos
de la materialidad e inmaterialidad de las comunidades
prehispánicas (Vitry 2007: 82-83). Las montañas fueron
incorporadas por las culturas andinas como hitos o referencias para guiarse territorialmente; como moradas
de apus; mediadoras entre el mundo sobrenatural y el
El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin
183
Ángulos
Chilitanca
Subtramo
Los Corrales-Las Pircas
Ramblones
Las Trancas
P. Casablanca Los Corrales
Cumbre del Tocino
Santuario Negro Overo
Alto Carrizal
Bajo Carrizal
Plaza Vieja
Villa Castelli
Valle de
Bermejo
Gualco
Famatina
Pampa Real
Valle de
Famatina
Santuario
Gral. Belgrano
Tamblería del Inca
CHILECITO
SIMBOLOGÍA
Camino Inca
Nonogasta
Villa Unión
Sañogasta
Sitios arqueológicos
Centros poblados
Rutas nacionales
22,5 Km
Rutas provinciales
Figura 1. Área de la sierra de Famatina y sitios del contexto incaico regional. Figure 1. Area of the Famatina mountain range and surrounding Inca sites.
terrenal; como elementos dinamizantes de movimientos
rituales de personas (procesiones y peregrinajes); como
factor de cohesión entre las creencias y deidades de
las poblaciones que habitaban la región circundante y,
fundamentalmente, como un instrumento para establecer el control político y hegemónico de territorios que
cubrieran sus proyectos expansivos. Creemos que esto
sucedió con la sierra de Famatina, una de las serranías
más emblemáticas en la historia social, económica y
política del noroeste argentino.
Con la intención de demostrar la visión que ha
tenido esta formación en los estudios de la arqueología inka, resumiremos desde un marco histórico y
regional, el surgimiento de esta formación como un
lugar percibido y reconocido. Para ello nos valemos de
menciones en documentos de épocas fundacionales,
crónicas provenientes de viajeros, geólogos y naturalistas
que, durante el siglo xix y xx, registran datos de interés
para nuestra disciplina, además de un breve comentario
de los principales antecedentes de investigaciones arqueológicas relacionadas con la dominación imperial.
Estas menciones dirigen principalmente sus objetivos
y miradas a la sierra de Famatina como área neurálgica
de explotaciones mineras por parte de los inkas.
El Famatina y su lugar en la historia del
Noroeste Argentino
Algunos historiadores mencionan que alrededor de
cuarenta años antes de la fundación de la capital provincial de La Rioja, el territorio provincial fue visitado por
García de Almadén, Francisco de Mendoza, Núñez de
Prado y Francisco de Aguirre (De La Fuente 1969: 19).
De estos adelantados, Núñez de Prado fue el primero
de los europeos que, en diciembre de 1552 o en los
primeros meses de 1553, recorrió la zona de Famatina
e insertó a la región como una de las más promisorias e
inluyentes del Tucumán colonial. A partir de esta fecha,
Famatina cobra signiicado como lugar y es mencionado por algunos cronistas. Tal es el caso del oidor de la
Audiencia de Charcas, el licenciado Juan Matienzo que,
en una carta enviada a Felipe ii el 2 de enero de 1556,
184
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
vincula a Famatina como parte de los caminos del Perú:
“De salta a Agualasto hay veinticinco leguas, allí están
las minas ricas del Inga, a donde ha de poblarse otro
pueblo. De Agualasto a Famatina treinta y cinco leguas,
a donde debe estar otro pueblo que sería muy rico, y de
allí a Curunera, otras setenta leguas: queda la ciudad
de Santiago en triangulo entre Famatina y Curunera”
(Matienzo 1910 [1567]: cap. xv. p. 275).
Las menciones de Matienzo respecto del Famatina
para algunos historiadores señalan la intención de fundar
ciudades en lugares relevantes desde el punto de vista
económico y con poblaciones importantes en función
de la mano de obra indígena (De la Fuente 1969: 29).
Incluso esta habría sido la intención del fundador de La
Rioja, Ramírez de Velasco en 1591, aunque se discute
si confunde la sierra de Velasco con la de Famatina, tal
como sugiere el historiador Félix Luna (Bazán 1979: 8),
o si existió un accionar premeditado entre Ramírez de
Velasco y el inancista de la expedición Blas Ponce, para
fundar una ciudad próxima a la región del Famatina.
Esto habría permitido asegurar esta zona potencialmente
minera del avance de la Capitanía General de Chile
que ya estaba enviando generales y encomenderos a
la región de Valle Fértil (Provincia de San Juan), con
la consecuente posibilidad de apoderarse de las minas
del Famatina (Robledo 2007: 156-157). En cualquiera
de los casos existía un factor común que era la Sierra
de Famatina, que Velasco conocía (Levillier 1920), y un
interés particular por su importancia económica basada
en sus mentadas y “fabulosas” riquezas minerales, tal
como maniiesta el primer cronista de La Rioja, el escribano Luis de Hoyos, sobre la gesta colonizadora desde
la ciudad de La Rioja a este cordón serrano:
su señoría del señor gobernador se determino de yr en
persona a la rrehdiicación de la dicha ciudad de todos
los santos de la nueva rioja que había dejado poblada y
a conquistar e allanar los yndios que no obiesen dado la
paz o al descubrimiento de la gran noticia que auia de que
en los cerros llamado famatina que caen en la jurisdicción que se dio a la dicha ciudad avia mucha cantidad de
minerales de plata e que se labraban en tiempo del ynga
e ansi mesmo que avia minas de oro e açogue (Levillier
1926, tomo ii: 505).
En la misma línea se ubica la documentación que pocos días después del hallazgo de socavones indígenas,
en cartas enviadas al Rey de España en abril de 1592,
comenta la opulencia y riquezas del cerro que, a decir
del gobernador, superaban incluso al mismo Potosí,
valorizando y acrecentando aún más la fama del cerro:
“y mediante la voluntad de dios pienso descubrir grandes
minerales porque la tierra da muestra dellos y hazer a
su majestad vno de los señalados seruicios que se ayan
hecho en nuestros tiempos y que el nombre de famatina
quede formado en fama en tiempo de vuestra señoría
ilustrísima” (Levillier 1926, tomo i: 305-306).
Relacionado a la riqueza minera, en casi todas las
menciones de las crónicas, el Qhapaq Ñan es el denominador común que aparece relejando la presencia inka.
Esto se puede apreciar en el paso de Diego de Almagro
en 1535 por la cordillera riojana (Raino 1996), en las
expediciones de Núñez de Prado cerca de la localidad
de Famatina (Carrizo 1942: 41) y en las menciones
explícitas del fundador de La Rioja. Este último, en
1587, luego de incursionar por cincuenta días en los
valles Calchaquíes tomó conocimiento de la ubicación
de minas de oro y plata en Famatina, y en una carta
escrita al rey mencionó la existencia de la vialidad inka:
“procurare traer a servidumbre los indios de Omaguaca,
Casavindo y Calchaquí y pienso poblar una ciudad entre
Chile y Famatina de manera que se pueda ir con mucha
brevedad de Potosí a Chile por el viejo camino del inga”
(Levilier 1920: 244).
Respecto a los sitios arqueológicos de épocas incaicas vinculados a la minería, son estos de rara mención.
Quizás la más importante excepción es una cita de Lozano, quien se reiere al Famatina y a las instalaciones
de la Tambería del Inca en Chilecito:
donde descubrieron su opulento cerro, que según la fama
tiene todas sus entrañas penetradas de riquísimas vetas de
plata, las que beneiciaron los incas, y por esta razón conservaron con gran empeño este sitio; poniendo en él una
numerosa guarnición para defenderle de las hostilidades
e invasiones de los comarcanos, y aun asegurarle con este
presidio de alguna solevación de los naturales ya rendidos, y
dicen reconocen vestigios de la fortaleza, que quieren fuesen
de los Ingas (Lozano 1874 [1740-1745]: 6).
Son varios los investigadores que, haciéndose eco de lo
plasmado por los documentos históricos y en percepciones propias de visitas a terreno, recorren pequeños
segmentos del Qhapaq Ñan en las serranías del Famatina
y/o describen algunos de los sitios inkas asociados a la
red vial (Uhle 1912; Debenedetti 1917; Boman 1920;
Aparicio 1936; Rhomeder 1949; Schobinger 1966; De
la Fuente 1971; González 1982; Raino 1982; Ceruti
2007, 2010; Bárcena & Martin 2009; Martin 2005, 2015a,
2015b; entre otros).
El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin
Boman (1920), Kuhn (1919) y Rhomeder (1949),
han considerado que las poblaciones en los sitios de
alta montaña cumplieron la función de moradas de
mineros prehispánicos que explotaron minerales en
las partes más altas de la Sierra. También Schobinger
(1966) y Ceruti (2007), luego de los descubrimientos de
los santuarios de altura en las cumbres del Negro Overo
y General Belgrano, sugieren una comunión entre las
actividades mineras y las ceremonias rituales ubicadas
en los sitios de altura.
La construcción de esta tradición minera incaica
estuvo fundada en las menciones precedentes y en otros
trabajos arqueológicos regionales (Raino 1982), en
la presencia de la traza de la red vial del imperio que
circula por sus paisajes y en la existencia de sitios de
singular importancia arquitectónica, emplazados en
las cercanías de este aloramiento (Greslebin 1940;
González 1982).
Aun cuando en nuestras primeras aproximaciones
al área de estudio consideramos atractiva la idea de la
“formación minera” y exploramos algunos aspectos
en este sentido (Martin 2001, 2004) hasta el presente,
nuestras expectativas respecto del registro minero inka
ha sido negativo.
Transitivamente, asignábamos estas condiciones
también al Qhapaq Ñan e incluso, imbuidos de todas las
menciones del potencial minero de la región (Raino
1982), creíamos que el camino incaico que atravesaba
el Famatina lo hacía principalmente en función de
objetivos económicos como la minería (Martín 2001).
Sin embargo, la aproximación al terreno mostraba que
los caminos conformaron en esta región un disperso
conjunto de datos, con informaciones parciales que
transformaban este accidente geográico en un verdadero
“nudo” vial y requerían aproximaciones que integraran
las referencias anteriores con los resultados obtenidos
en la actualidad (Bárcena & Martin 2009). En deinitiva,
más que un contexto orientado a la explotación minera,
se detectó un sistema vial con particularidades propias
que, desde lo arqueológico, tiende a resigniicar los
espacios de la sierra de Famatina, utilizando caminos
ceremoniales y estructuras arquitectónicas orientadas
hacia rituales religiosos.
185
CAMINOS, USHNUS Y PLATAFORMAS:
ESTRUCTURAS ESTATALES PARA LA
DOMINACIÓN DE ESPACIOS RITUALES
EN LA SIERRA DE FAMATINA
Por una cuestión de espacio no abundaremos aquí
en datos relacionados con las tipologías del Qhapaq
Ñan. Solamente señalaremos que existen aspectos
cualitativos y cuantitativos que han sido tratados en
otra oportunidad (ver Martin 2015a, 2015b); tipologías y contextos de los caminos que son únicas en la
provincia de La Rioja o incluso en el área de inluencia
inka del noroeste (noa) y centro oeste argentino (coa).
Nos referimos principalmente a los caminos dobles,
duales y/o paralelos (ig. 2), que ascienden las laderas
del cerro y que, asociados a una serie de estructuras
rituales menores como las wankas y mojones (ig. 3),
demarcan los límites de ingreso a los espacios sagrados
del Famatina (Martin 2015a: 93). En tal sentido, hemos
interpretado también que los caminos duales ubicados
en la pampa de Casablanca constituyen el último lugar
con relieve más regular como para materializar estas
asociaciones de wankas y mojones con distribuciones
lineales y extensas sobre el paisaje. Incluso esta conjunción entre los sitios menores y los caminos dobles
como marcadores de espacialidad podrían vincularse
con aspectos agriculturales. El sector más alto de esta
geoforma (entre los 2900 y 3000 msnm), próximo al
sitio donde están ubicados los mojones y las wankas,
delimita efectivamente la frontera itogeográica y ambiental que separa las provincias del Monte y Puneña y
con ello las áreas más favorables de prácticas agrícolas
tradicionales (Martín 2015a). Estas observaciones, que
pueden incluir factores topográicos, ambientales y
visuales nos parecen relevantes, si consideramos que,
desde una perspectiva cosmológica andina, los límites
transicionales denominados punkus reconocen que la
culminación de un espacio y el inicio de otro deben ser
venerados y recibir ofrendas (Vitry 2002: 11; Sanhueza
2011: 333). Además, los antecedentes de algunos espacios del Tawantinsuyo han demostrado que los inkas
en las entradas y salidas a los ámbitos rituales monumentalizan algunos sectores del entorno físico con el
objeto de visibilizar la condición ceremonial de estas
áreas (Hyslop 1992). En resumen, las rutas de ascenso
hacia las áreas ceremoniales de los adoratorios de altura
validan desde el piedemonte oriental y occidental un
escenario destinado al desarrollo de actividades sim-
186
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Figura 2. Caminos ceremoniales dobles, duales y/o paralelos en la pampa de Casablanca y próximos al sitio Chilitanca, en la ladera
oriental de la sierra de Famatina. Figure 2. Double, dual and/or parallel ceremonial paths in the pampa of Casablanca near the Chilitanca
site, on the eastern slope of the Famatina mountain range.
bólicas y demarcan los límites de ingreso a los espacios
sagrados de esta sierra (Martin 2015a: 93).
Junto a estos estos componentes espaciales del
Qhapaq Ñan, existen otras estructuras que lograron
fusionar aspectos de la arquitectura inka y el paisaje
(Vitry 2007: 70; Jacob & Leibowicz 2011: 74) para establecer mecanismos de dominación ideológica en las
áreas que se quisieron conquistar (Farrington 1992: 370;
Pino 2004: 303). Estas estructuras a las que nos referiremos son precisamente los ushnus y las plataformas
ceremoniales detectadas en las laderas y cumbres de la
sierra de Famatina.
El Ushnu de Tambería del Inca
Todas las apreciaciones coinciden en que los ushnus eran
las estructuras de carácter ceremonial más relevantes del
incario, estrechamente relacionadas al funcionamiento
político, administrativo y religioso del ordenamiento del
imperio (Meddens et. al 2010: 174). En un plano muy
general, los ushnus fueron indispensables para establecer
la conexión entre las wak’as y las áreas que los inkas
conquistaban (Pino 2010a: 56; Pino & Montalván 2014:
79). Basándose en este último aspecto, existen incluso
interpretaciones más especíicas sobre la cosmología
inka en que se concibe a los ushnus como el centro
del mundo inka; un espacio sagrado desde el que se
podían establecer las conexiones con el Ukhu Pacha o
mundo de abajo y el Hanan Pacha o mundo de arriba
(Farrington 2016).
En los últimos 30 años se han intensiicado los
estudios de las plataformas ushnus y están ocupando
un lugar relevante en el desarrollo de las investigaciones
sobre el mundo inka, con relevamientos y excavaciones
tanto en el área peruana (Zuidema 1980; Matos 1994;
Meddens 1997; Pino 2004, 2010a; Meddens et. al 2010;
Monterverde 2011; entre otros), como en la región más
meridional del Kollasuyu (Raino et. al 1997; Lynch et
al. 2010; Jacob & Leibowicz 2011; entre otros).1
187
El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin
a
c
b
28
00
d
M7
M5
0
0
30
M6
0
280
M2
00
30
2900
M1
W2
M4
M3
W1
M8
SIMBOLOGÍA
Camino Inca
Wanka
Mojón
Figura 3: a) mojón entre caminos dobles; b) wanka N° 2; c) wanka N° 1; d) registro espacial de sitios menores (wankas y mojones) en
la pampa de Casablanca, ladera oriental de la sierra de Famatina. Figure 3: a) cairns between double paths; b) wanka N°2; c) wanka N°1;
d) spatial registration of smaller sites (wankas and cairns) in Casablanca pampa, eastern slope of the Famatina mountain range.
188
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
Las tareas arqueológicas permitieron descubrir
que existe una importante variabilidad de formas, tamaños y ubicaciones de los ushnus en distintos ámbitos
del vasto territorio del imperio (Oberti 1997: 7; Jofré
2015: 8), por lo que aún se discute sobre sus formas, la
composición de sus partes y lo que cada uno de ellos
pudo haber representado (Pino 2010a: 46). Esta apertura
investigativa está generando propuestas de reevaluaciones
de este concepto (Farrington 2016) ya que, utilizando
las rígidas categorías de la información etnohistórica,
muchos de los nuevos registros de ushnus detectados,
quedarían excluidos deinitivamente de esta jerarquía.
Se ha podido comprobar que los ushnus no solo
están en plazas y sitios importantes arquitectónicamente,
sino también en los caminos o alejados de los grandes
centros poblados, emplazados a diferentes altitudes;
pueden tener arquitectura o ser simplemente receptores
de ofrendas (ver Farrington 2016); estar compuestos
por varias plataformas superpuestas o simplemente
sobreelevadas en un mismo plano sobre el suelo. Su
sistema constructivo puede incluir cantería ina, rústica
o estar formado solamente por una roca delimitada por
otras a su alrededor (Tarragó & González 2004), entre
algunos de sus aspectos constitutivos más relevantes.
En la sierra de Famatina el único ushnu reconocido
arqueológicamente para la ladera oriental, es el que
toma como centro arquitectónico el sitio Tambería del
Inca (González 1980; Raino 1982), ubicado al pie de la
serranía en plena urbe de la actual ciudad de Chilecito, a
1189 msnm, considerado el bastión del imperio peruano
más relevante en el actual territorio de la Provincia de
La Rioja. Sus instalaciones están inscriptas en una forma
más o menos circular de más de 16 hectáreas, que recuerdan el sistema ceque del Cuzco (Zuidema 1995) con un
patrón de construcciones dispersas, planiicadas en las
inmediaciones de un muro de forma trapezoidal de 1,70
m de altura que los rodeaba en toda su extensión y que
imponía una verdadera arquitectura de poder (ig. 4).
Este sitio ha tenido diversas consideraciones
funcionales en el transcurso de las investigaciones
arqueológicas como un campo fortiicado con represa
y lugares para cultivos (Debenedetti 1917: 391); una
fortaleza amurallada (Uhle 1912: 65); una instalación
que controlaba y resguardaba la riquezas naturales del
cerro Famatina (De la fuente 1977: 8 ); un centro administrativo ordenando el espacio hacia el sur durante el
proceso de expansión inka (Raino 1982: 261 ); y una
huamani o capital inka que lo convertía en el centro
administrativo más austral del Tawantinsuyu con intereses orientados hacia el desarrollo minero metalurgista
(González 1982: 323).
El ushnu de Tambería del Inca (el más austral conocido para la dominación peruana en Argentina) está
compuesto por una plataforma de tierra sobreelevada
recubierta por muros asentados con barro y siguiendo
a Greslebin (1940:101) presenta una planta rectangular
de 9,80 x 16 m con una altura calculada en 1,60 m aproximadamente.2 Hacia el sur de la plataforma y adosada
internamente sobre el muro oriental supo tener una
estructura rectangular de 2,80 m x 8,50 m, con una
división central donde probablemente se produjeron
las libaciones y depositación de ofrendas. Hacia el este
presenta una escalinata adosada en la parte central del
muro con un ancho de 2,50 m. en la que identiicamos
que tuvo al menos 11 peldaños (ig. 5).
La orientación de esta construcción sigue aproximadamente las líneas de los puntos cardinales con la
escalinata hacia el este y el frente del ushnu al oeste, a
unos 340º de azimut (de norte a este) enfrentada a la
cumbre del Famatina y sus dos nevados, cerros General
Belgrano y Negro Overo.
El ushnu no ha tenido intervenciones de excavaciones profesionales. Greslebin realiza una excavación
muy expeditiva y menciona el hallazgo de débiles capas
de ceniza, una conana3 y dos manos que adscribe a
ocupaciones previas al funcionamiento de la Tambería
(Greslebin 1940: 106).
También se detectó una conana y estructuras de
combustión en torno a la plataforma y entre los diez
años que tarda Greslebin en volver a visitar Tambería
(1928-1938) se produce una importante destrucción
del mismo.4
Plataformas y rectángulos ceremoniales
en caminos y cumbres del sistema del
Famatina
Las prospecciones en áreas de altura realizadas en las
últimas décadas han permitido identiicar un interesante
registro de estructuras sagradas inkas en lugares alejados
de los centros más densamente poblados erigidos por el
estado peruano. La aparición de los “ushnus aislados”
en regiones de la puna peruana de Ayacucho (Cavero
2010; Jofré 2015) aportan sin duda las bases para dirigir
una mirada más profunda a este tipo de registro en
otras áreas de dominación del imperio. En en el mismo
El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin
189
a
b
c
1,2 m
Figura 4: a) plano de Tambería del Inca según Greslebin (1940); b) detalles de estructuras arquitectónicas en las fotografías de Greslebin
(1940); c) foto del muro perimetral que muestra la arquitectura “de poder” del inka en Famatina. Figure 4: a) map of the site of Tambería
del Inca according to Greslebin (1940); b) details of architectural structures in Greslebin’s photographs (1940); c) photo of the perimeter wall
depicting an example of Inka “power” architecture in Famatina.
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Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
c
b
Plataforma ceremonial cerro
General Belgrano 6097 msnm
Plataforma ceremonial cerro
Negro Overo 5791 msnm
19 m
3,6 m
9,8 m
2,8 m
2,5 m
d
Figura 5: a) plano del ushnu de Tambería del Inca según Greslebin (1940); b) tareas de relevamientos con GPS Geodésico en el ushnu;
c) reconstrucción hipotética virtual de la estructura del ushnu y estado actual de la misma; d) detalle de la escalinata que permite el
ascenso de frente a los nevados de la Sierra de Famatina. Figure 5: a) plan of the ushnu of Tambería del Inca according to Greslebin (1940);
b) surveys with Geodesic GPS in the ushnu; c) virtual, hypothetical reconstruction of the ushnu structure and its current condition; d) detail
of the stairway that allowed people to ascend the platform while facing the snowcapped summits of of Sierra de Famatina.
El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin
a
b
c
d
191
Figura 6: a) plano del sitio El Puquial según Greslebin (1940); b-c) imagen de la plataforma y detalle de sus muros; d) área de la Av. Del
Clabecarril donde estuvo emplazado el sitio, hoy totalmente desaparecido. Figure 6: a) plan of El Puquial site according to Greslebin (1940);
b-c) image of the platform and detail of its walls; d) area of Av. Del Clabecarril where the site, now completely disappeared, was located.
sentido, podemos destacar el hallazgo de plataformas
ceremoniales, no solamente ubicadas en las cumbres, sino
a lo largo del territorio que comprenden los trayectos
de caminos rituales hacia las áreas donde se realizaban
prácticas religiosas (ver Vitry 2007: 77; Bauer 2011: 44;
Pino & Montalván 2014: 82), que también iguran en
los escritos de las crónicas referidas: “Hay otra guaca
general en los caminos reales y en las plazas de los pueblos, que llaman uznos” (Albornoz [1582] 1967: 24). En
el área que nos ocupa dentro de la sierra de Famatina,
las plataformas han sido detectadas en los caminos y
también en las cumbres de mayor altura.
En el subtramo cuesta del Inca-Pampa de Guacachica,
próximo al sitio Las Pircas, registramos a 3539 msnm
un espacio de forma aproximadamente cuadrangular de
26 x 30 m ubicada sobe la margen izquierda del camino
inka en su ascenso por la ladera occidental. Hacia el este
presenta una pared continua con muro doble próximo
al ramal del Qhapaq Ñan. Hacia el oeste tiene como
límite un ilo abrupto igual que hacia el sur, donde se
encuentra su mayor elevación. Aquí, sobre el borde,
unas curiosas formaciones naturales de rocas emergen
del terreno. Detectamos además cuatro alineaciones
de rocas que permiten nivelar la pendiente, aterrazar
o bien servir como acceso y utilizar el menor esfuerzo
para acceder al área más alta del sitio. En este sector y
también en la cara norte detectamos fragmentos cerámicos en supericie.
En la estructura descripta se aprovechó un espacio
natural sobreelevado respecto al resto del paisaje, que
192
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
a
Cordillera de Los Andes
c
b
Camino
Inca
Cerro Negro Overo
Cerro General Belgrano
Muro
Desnivel
abrupto
0
10 m
d
0
10 cm
Figura 7: a) imagen de la plataforma cuesta del Inca (3539 msnm); b) croquis de la estructura; c) la plataforma es el último espacio
desde donde se puede visualizar las cumbres del Famatina antes del cruce hacia la ladera oriental; d) fragmentos de cerámica inka provincial recolectada sobre la supericie de la plataforma. Figure 7: a) Image of the cuesta del Inca platform (elev. 3539 masl); b) sketch of
the structure; c) the platform is the last point from which the summits of the Famatina mountains are visible before crossing to the eastern
slope; d) fragments of provincial inka pottery, collected on the surface of the platform.
El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin
193
Mojón
moderno
0
5m
0
5m
Cerro Negro Overo
Cerro General Belgrano
Figura 8. Área de emplazamiento de rectángulos y plataformas ceremoniales de piedra en las alturas de los nevados del Famatina. Vista
desde la ladera oriental (planos redibujados de Ceruti 2010 y Schobinger 1966, respectivamente). Figure 8. Area of ceremonial stone
platforms and rectangles in the snow-capped heights of Famatina. View from the eastern slope (plans from Ceruti 2010 and Schobinger
1966, respectively).
tenía la particularidad de ser el último lugar desde
donde se puede tener acceso visual directo hacia las
dos cumbres del Famatina, antes de su derrotero al
oriente, y desde donde además se pueden observar
las cumbres con santuarios inkas (Ceruti 2004) en la
cordillera riojana (ig. 7).
En el mismo sentido, debemos destacar para las
zonas de altura detectadas en las dos cumbres más
elevadas de los cerros General Belgrano (6097 msnm)
y Negro Overo (5791 msnm), la presencia de dos rectángulos ceremoniales (ig. 8) y ofrendas de astas de
venado que han sido interpretados como escenarios de
posibles rituales de capacochas (Schobinger 1966; Ceruti
2001, 2004, 2007). Estas estructuras arquitectónicas
han sido elementos con una fuerte presencia hacia
el plano inmaterial y religioso de esta región, al igual
que en otros sectores de los Andes. Los sitios han sido
considerados como adoratorios o santuarios de altura
de iliación inka, donde se realizaron ceremonias y
probables peregrinajes en épocas de festividades rituales
(ver Ceruti 2004, 2007).
194
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN
Cuando los españoles invaden el área andina, existían
wak’as en muchos espacios de los Andes. También había
lugares o u objetos con diversos tamaños y jerarquías
que intreractuaban con los habitantes del territorio en la
práctica de sus cultos regionales (Bauer 20011: 30). Los
inkas habían incorporado estas veneraciones ancestrales
de los pueblos locales hacia las wak’as y las resigniicaban
para conseguir resultados exitosos en su política expansiva. Las wak’as actuaban como puentes entre lo humano
y lo sobrenatural, organizando los aspectos religiosos e
impartiendo nuevos ordenes sociales entre las poblaciones
que las frecuentaban (Sánchez Garrafa 2006). El tránsito
hacia estos sacros espacios geográicos fue uno de los
tantos ines u objetivos del Qhapaq Ñan, al igual que los
vínculos con sitios ubicados en entornos estratégicos y
convenientes a sus intereses expansionistas. En el caso
analizado de la Sierra de Famatina, todos los elementos
constitutivos del paisaje arqueológico regional integraban
un sistema ceremonial que estaba materializado en el
espacio y en sus recorridos. Ejemplo de esto son el ushnu
del sitio Tambería del Inca, las plataformas ubicadas en los
caminos y sitios, los rectángulos ceremoniales ubicados
en las cumbres más altas de la región, las trazas duales
de sus rutas, las wankas y los mojones relacionados a la
red vial. Tal como se ha detectado para otras regiones
del área andina, estas materialidades junto al Qhapaq
Ñan formaban parte de una cartografía ritual (Pino &
Montalván 2014: 84), constituida por estructuras que
cumplían una importante función simbólica de apropiación y resigniicación de los paisajes.
Su geografía, atravesada por caminos cargados de
sacralidad, cumplieron las premisas de las tradiciones
andinas preincas, pero también sirvieron para legitimar
los nuevos territorios que el imperio dominaba (Acuto
1999; Bauer & Stanish 2001).
Probablemente las veneraciones ancestrales hacia
las deidades de esta formación riojana habrían estado
ligadas al rol de wak’a regional, materializada por estas
estructuras (plataformas, rectángulos y ushnu) que en
tiempos del inka cumplieron una función religiosa con
probables eventos de movimientos de personas (peregrinajes) hacia sus cumbres (Schobinger 1966; Ceruti
2007, 2010; Martin 2015b).
El sistema del Famatina por su relieve y estratégica
ubicación puede haber ocupado un lugar de relevancia
en el contexto incaico provincial, que excede la función
eminentemente material o sesgada hacia lo económico. La
visión de las crónicas sobre el aprovechamiento minero
de Famatina no ha presentado evidencias arqueológicas
directas y las explicaciones funcionales tienden a quedar
inmersas en una suerte de reduccionismo que limitan
las interpretaciones sobre las causas de dominación del
imperio sobre las poblaciones locales. El espacio, cuando
es utilizado como recurso, no satisface solamente las
necesidades más elementales de supervivencia; poseerlo
es sinónimo de riquezas, prestigio y poder (Tuan 1976).
Siguiendo la idea que las wak’as inkas son resigniicaciones de las poblaciones locales, intentamos con el
Qhapaq Ñan de Famatina realizar la apertura hacia un
plano más abarcativo y no menos complejo del pasado
regional. El reposicionamiento del ushnu de la Tambería
del Inca sobre la plataforma del Puquial puede ser visto
como un acto de dominación cultural (Nielsen & Walker
1999), un mecanismo de control que por intermedio de
la conquista ritual ordenó simbólicamente el territorio
de la Sierra de Famatina en el proceso de anexión al
Tawantinsuyo (Cruz 2009: 71).
La visual hacia los ámbitos sacralizados resultó ser
una variable signiicativa entre las estructuras materiales
y los movimientos que realizaron las personas en los
distintos paisajes y han presentado su contraparte en
algunas crónicas cuando se advierte que desde el camino
se construían sitios con funciones sagradas: “todas las
veces que veían el cerro le iban mochando…cuando
iban desde sus pueblos a Potosí, desde donde le daban
la primera vista le mochaban y le llamaban señor, y
pedían ventura, salud y riqueza” (Álvarez 1998 [1588]:
347). La orientación del Ushnu de Tambería del Inca,
probablemente la del sitio El Puquial, si nos basamos en
los planos de Greslebin (1940), y la plataforma relevada
en Cuesta del Inca (ladera occidental de la sierra de
Famatina) presentarían visuales directas relacionadas
a la wak’a de Famatina.
En deinitiva, esta serranía podría estar representando un paisaje estatalmente modiicado que incorpora
una secuencia de espacios sagrados hasta alcanzar el
lugar de mayor relevancia (Bauer 2011: 40), en este caso
emplazado en las plataformas ceremoniales erigidas en
sus cumbres.
Es complejo esgrimir ideas respecto a la invisibilidad del registro minero inka cuando se desarrollan
todavía actividades de investigación intensivas en el
área. Quizás un marco cronológico más detallado del
incario en la región pueda clariicar en este sentido,
El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin
aunque no habría que descartar otras explicaciones
sobre la “no presencia” respecto a la minería imperial
que, aun sin correlatos materiales, pueden ser igualmente
valederas; por ejemplo, las menciones de ciertas wak’as
que no fueron trabajadas por el inka ya que habían
tenido destinos especiales como la consagración al sol
(Platt et al. 2011:153).
Con la complementación de los exiguos datos
etnohistóricos y el registro arqueológico en esta área,
la wak’a del Famatina podría considerarse otro de los
espacios de posible control ideológico inka para la región, utilizando la política sagrada para la dominación
de las comunidades locales (Scott 2011: 31-32). En igual
sentido, las evidencias del registro caminero demostrarían una importante inversión de energía a favor de una
estrategia religiosa que seguramente le aportó beneicios
al proceso de uniicación de sus extensos dominios. Ello
se puede deducir de los resultados de aproximaciones
holistas a los estudios de la vialidad regional y caminos
rituales, demostrando indicadores de sacralización en
los segmentos de las áreas ceremoniales de altura (Ceruti
2010), aunque también en el registro vial de las áreas
de menor altitud (Martin 2015a, 2015b), exhibiendo
evidencias que podrían sustentar la hipótesis de un
lugar que ejerció un poder trascendental como wak’a,
incluso de alcance interregional.5 Probablemente, esta
sacralización del sitio le sirvió al inka para sostener y
reforzar vínculos sociales y rituales con las poblaciones
locales, y fortalecer y continuar así su avance hacia
regiones más meridionales.
Para inalizar, realizaré una breve consideración
etimológica respecto al nombre de la serranía que
consideramos una wak’a sagrada. Según Dardo de la
Vega Díaz en su volumen sobre la toponimia riojana,
Famatina podría descomponerse en f=hua, es decir,
fama por huama o wama; que podría tener el sentido
del que procrea (Díaz 1994).
El término wama ha sido analizado recurrentemente por numerosos autores en la historia de las
investigaciones andinas, aunque seguimos las últimas
interpretaciones de Pino (2016) que desde los registros
etnográicos asegura que:
el concepto de Wamani no es directa ni equivalente al término
“provincia”, sino más bien la idea de Wamani está íntimamente
vinculada a la autoridad y el ejercicio de poder de un líder
que representa en vida a un ancestro y a la territorialidad
que este ejerce con su grupo social sobre un espacio o conjunto de espacios, considerados como territorios de estos
195
grupos sociales que se encuentran vinculados, identiicados
y emparentados con un aspecto geográico signiicativo
(montañas, cuevas, lagunas y manantiales) que representa
el lugar de origen y residencia de sus ancestros en común,
es decir, cada uno de estos espacios geográicos y su entorno
vendrían a ser paisajes sacralizados que poseen Waman o
donde reside el Waman (Pino 2016: 171).
La terminación tin o tim para Lafone Quevedo representa
la idea de junta o reunión, basándose en la voz tincu de
la que se extrae una raíz tin (Díaz 1994). Así, el termino
wamatin, wamatinae o wamatinag podría direccionarse
etimológicamente hacia posibles evidencias como ámbito ritual de encuentros o reuniones con los ancestros
sagrados que arqueológicamente estarían señalados por
los caminos hacia los adoratorios de altura y los ushnus,
plataformas y sitios menores con visuales directas hacia
los ámbitos religiosos (Pino 2016: 172).
La fusión de los elementos que componen la
materialidad del Qhapaq Ñan han dotado al paisaje de
componentes rituales que colaboran en la sacralización
del territorio y le asignan características que lo distinguen
del resto de la región, quizás por ser esta la serranía de
mayor altitud (fuera del sistema cordillerano) y ubicada
más al este del Kollasuyu meridional.
NOTAS
Una de las deiniciones más generales sobre los ushnus
no duda en asignar a estas estructuras una función eminentemente ritual y simbólica, pudiendo estar representados por
un espacio, un lugar, una roca o simplemente estructuras en
la que se desarrollaron rituales colectivos y públicos, especialmente de libaciones u ofrendas (Pino 2010: 88).
2
A ines de 2015 comenzamos un proyecto desde el
ciap-inapl que incluye, entre otros objetivos, una actualización planimétrica del sitio con el uso de gps geodésico. Los
resultados están aún en procesamiento.
3
Siguiendo a Winchkler (2006), entendemos por
conanas a aquellos instrumentos pasivos usados para moler
diversos productos, con una cavidad más larga que ancha generada por los efectos de desgaste de un instrumento activo
con movimientos horizontales.
4
A comienzos de 2015, intentamos identiicar el área de
emplazamiento del sitio que, por estar ubicado en pleno casco
urbano a unos 1.500 m de la Plaza principal de Chilecito, ha
desaparecido merced a la construcción del cablecarril y de las
avenidas que ascienden siguiendo este patrimonio histórico.
5
Por interregional me reiero al menos a los dos valles:
Famatina y Antinaco - Los Colorados al este y Valle del Bermejo al oeste.
1
196
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017
RECONOCIMIENTOS A Diana Rolandi (inapl). A todos
los participantes de campañas, en diferentes momentos de la
historia del proyecto. Al Dr. Pedro Salminci† con quien realizamos parte de los relevamientos de tambería del Inca en
diciembre de 2015. A Mercedes Maison y Gimena Conforti del área de geomática del inapl por su colaboración con
los mapas del proyecto. A las autoridades de la Secretaria de
Cultura: Víctor Robledo, Verónica Vargas y Laura Gachón.
Al Ministerio de Cultura de la Nación Argentina por sus
aportes económicos para la investigación. Al Coordinador
general del Taller Qhapaq Ñan I y a los editores responsables
de esta publicación.
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