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7 Presentación Qhapaq Ñan I, Taller Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico Desde el año 2000 en adelante se visualizan en la América andina los lugares donde el Tawantinsuyu dejó sus diversos testimonios y un creciente interés por desentrañar el repertorio vial del Inka, constituyéndose en una línea de investigación que ha aportado al conocimiento de una de las expresiones culturales que caracterizó al Estado Inka. Esta preocupación analítica arranca desde la obra fundacional de Regal en Perú, que prosiguen Levillier, Strube Erdmann, Rafino, Hyslop y una serie de connotados investigadores hasta el presente. A este fecundo trabajo se sumó en 2001 el Proyecto Qhapaq Ñan, que impulsara Perú y que sumó a Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile, logrando conjuntamente en 2014 la nominación del Camino Principal Andino como Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO. No obstante, y junto con los alcances críticos que han emanado desde la academia, apreciamos también una omisión de la esfera investigativa del camino en este proyecto, en prácticamente todos los países referidos.1 Por otro lado, se observa que los conceptos y los criterios para registrar, estudiar e interpretar esta clase de evidencias varían de acuerdo al enfoque analítico de cada investigador o de los objetivos de un proyecto en particular, no siendo muchas veces el centro de la focalización analítica. De igual forma, no existía el conocimiento entre los investigadores sudamericanos sobre cuáles eran las características viales especíicas, variabilidades y probables signiicaciones del conjunto vial andino. Esto redundaba en la falta de una instancia académica, independiente, que congregara a los especialistas que investigan el Qhapaq Ñan para presentar sus trabajos y exponer sus problemas. A raíz de lo señalado, en un colectivo de colegas del subcontinente surgió la necesidad de implementar un encuentro internacional, tipo taller, que acogiera estas inquietudes. Así, en 2014 se formó un Comité Organizador compuesto por diez miembros de Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile, quienes precisaron los criterios para deinir a los invitados (trayectoria y especialización en el tema), la orgánica del taller y sus objetivos. Como Chile fue el gestor inicial del evento, este inalmente se realizó los días 23 al 26 de marzo de 2015 en San Pedro de Atacama, denominándose “Qhapaq Ñan I, Taller Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico”. Contó con 25 expositores de los seis países que formaron parte del otrora Tawantinsuyu, como también con 45 asistentes provenientes de Perú, Argentina y Chile. 1 Excepción al respecto lo constituye el Ministerio de Cultura de Perú, que desarrolla trabajos permanentes de investigación, conservación y educación en torno al Qhapaq Ñan peruano, con la participación de las comunidades locales. 8 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 El taller tuvo el patrocinio del Museo Chileno de Arte Precolombino, la Universidad Arturo Prat, la Universidad Católica del Norte, la Universidad Nacional de Salta, el Instituto Francés de Estudios Andinos, el Programa de Postgrado en Antropología de la Universidad Católica del Norte y Universidad de Tarapacá, y del Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto de la Universidad de Tarapacá. Los departamentos de antropología de la Universidad de Chile y de la Universidad de Tarapacá, la Sociedad Chilena de Arqueología y la revista Inka Llaqta apoyaron igualmente el taller. Además, colaboraron las secretarias técnicas del Proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura de Perú y de la Universidad de Nariño de Colombia. La reunión puso de maniiesto la importancia de la comunicación directa entre los estudiosos del camino, junto con la necesidad de conocer sus avances investigativos, discutiéndose aspectos teóricos, metodológicos e interpretativos. La ordenación de las mesas por países permitió que todos los participantes tuvieran un panorama global tanto del Qhapaq Ñan como de sus características esenciales. También se generó el último día una instancia donde se compartieron ideas y experiencias de campo, concurriendo ponentes y asistentes a distintos puntos del camino inka en el Alto Loa. En consecuencia, consideramos relevante la realización del taller, ya que concentró el quehacer investigativo arqueológico en torno el tema, destacándose como un deinido objeto de estudio dentro de la llamada arqueología vial, pero que no se encuentra ajeno a la ocupación inkaica de un territorio. En este proceso se destacó que las poblaciones locales no son pasivas y que los inkas ocuparon rutas preexistentes, en conjunto con la implementación de nuevos caminos. En segundo término, se obtuvo un actualizado estado del arte sobre el particular, dando cuenta de problemáticas globales e individuales. En tercer lugar, se trazaron algunas temáticas a tratar en futuras versiones del taller. Por último, se logró “unidad en la diversidad”, siendo posible delinear las singularidades de una comunidad cientíica que comenzó a fortalecerse en las jornadas de trabajo y en las variadas actividades de camaradería. Asimismo, se acordó que los trabajos expuestos fueran sometidos a un proceso de revisión por pares caliicados. Este propósito se cumple con la presente edición a modo de actas del taller, las cuales comprenden los dos volúmenes de 2017 del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino. El encuentro fue dedicado a la memoria y obra del colega argentino Ángel Amilcar Alberto Manzo, uno de los impulsores del taller y miembro del Comité Organizador, fallecido repentinamente a ines de septiembre de 2014. En el ámbito de los reconocimientos, por unanimidad el Comité Organizador realizó un homenaje al colega argentino Dr. J. Roberto Bárcena el día 24 de marzo, por sus importantes trabajos dedicados por más de 40 años al conocimiento del camino inka en Argentina, cuyos detalles se presentan a continuación. José Berenguer, Carlos González, Cecilia Sanhueza, Christian Vitry Palabras en homenaje al Dr. Joaquín Roberto Bárcena (San Pedro de Atacama, 24 de marzo de 2015) Tengo el honor de introducir algunas palabras para el merecido homenaje que la Comisión Organizadora del Taller Qhapaq Ñan I ha decidido otorgar en mérito a la trayectoria y en reconocimiento por sus aportes a la arqueología inka al Dr. Joaquín Roberto Bárcena. Esta ceremonia reconoce en forma simbólica, pero con la más alta investidura, la labor de este arqueólogo radicado en Mendoza, que en las últimas décadas recibió el reconocimiento explícito del sistema cientíico de nuestro país y de países vecinos por la labor investigativa de toda una vida que, afortunadamente, ha podido cumplir con los postulados que sostienen el quehacer cientíico: la investigación con intachable ética profesional y la formación de recursos humanos. Asimismo, el Dr. Bárcena ha servido de espejo, sostén y progreso para varios discípulos, alumnos y colegas que lo han imitado, con lo cual ha venido ya siendo tributado, si tomamos la frase de Concepción Arenal: “El mejor homenaje que puede tributarse a una buena persona es imitarla”. Antes de comenzar a detallar solo algunos aspectos de la prolíica actividad del Dr. Roberto Bárcena, quiero destacar que cuando en primera instancia Ángel Alberto Manzo le sugirió la posibilidad de un homenaje y cuando posteriormente yo hice lo propio, comunicándole la decisión tomada por los colegas y referentes chilenos, expresó que lo agradecía ininitamente, pero que –por supuesto, como era esperable en él– no se sentía merecedor de tamaña distinción por considerar que sus productos cientíicos habían sido intensos, por cierto, pero no más de los que también han realizado varios de los colegas que están aquí presentes. Aún así, haciendo uso de su aplomado criterio y tratando de “ponerlo en su justo lugar”, como él mismo diría, me comunicó la orgullosa aceptación a la distinción a la que hoy estamos asistiendo. Comentábamos y esperábamos junto a colegas argentinos y, fundamentalmente con Carlos González, que Bárcena no tomara el homenaje como un reconocimiento que le era conferido por haber llegado al inal de su trayectoria como investigador, o que el mismo le signiicara una despedida de la actividad. Por el contrario, esta distinción debe ser un reconocimiento al mérito de sus prolíicas acciones y una distinción por haber desarrollado una labor profesional comprometida en todo sentido con el quehacer de la ciencia arqueológica, que aún tiene enorme potencial para el futuro. Lo mejor seguramente está por venir. Debido a los aconteceres personales y en relación con la salud del Dr. Bárcena, damos por descontada su pronta sanación, ya que conocemos algo de la inquebrantable fortaleza física. Para ilustrarla, solo basta contar un dato a manera de anécdota que quizás no todos conozcan: Roberto no solo usa medios convencionales de transporte, sino que elige también los más extremos. Desde hace años y hasta la actualidad, recorre con su cuatriciclo todos y cada uno de los rincones de la cordillera muestreados en las áreas de sus proyectos, y en una de sus últimas 10 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 campañas, llegó a Mendoza algo dolorido en una de sus extremidades, sin haberse dado cuenta de que tenía ni más ni menos que una fractura que le había propinado el áspero y farragoso terreno que había prospectado; quizás ello resuma nuestro optimismo por su rápida recuperación. Saliendo de esta informalidad, yo creo que para Roberto será doblemente gratiicante recibir esta distinción en un marco como el del Taller Qhapaq Ñan I, donde están representadas todas las voces de quienes se han acercado a este costal tan relevante de la arqueología andina, como son los estudios inkaicos. En lo que a mí concierne, cuando el Comité Organizador me delegó esta tarea comencé a pensar cómo abordarla, porque signiicaba en lo personal una doble responsabilidad: la de dejar de lado las subjetividades propias de la amistad y compañerismo que me unen a Roberto, para así juzgar lo que realmente se debe juzgar; y por otra, elegir correctamente si era conveniente valorar las actividades de la vida profesional repasando sus encomiables actividades o exponer lo que signiica Bárcena como persona en los diversos contextos en los que ha actuado o se ha desempeñado. Siguiendo lo que Roberto creo que querrá –y espero no equivocarme en ello– es que he optado por la primera, apoyándome en sus trabajos como investigador, como gestor cientíico, como docente o como arqueólogo; dimensiones que, en deinitiva, siempre primaron en el espíritu de este homenaje. No obstante, inyectaré por supuesto algunos rasgos de su conducta que son realmente difíciles de separar de su actividad profesional. En primer término, permítanme excusarme por sintetizar las actividades cientíicas y de docente investigador universitario del Dr. Bárcena, pero las mismas son demasiado extensas (casi 100 páginas); resumir su actuación profesional nos llevaría realmente más tiempo del que tenemos, de manera que con su anuencia enumeraré solo las que a mi criterio han sido las más relevantes de su vasta trayectoria. Roberto Joaquín Bárcena nació en Lomas de Zamora (Buenos Aires) un 12 de octubre de 1944, pero a temprana edad se trasladó junto a su familia a la Provincia de Mendoza y allí desarrolló sus actividades iniciales de escolaridad. En la etapa secundaria de su formación, obtuvo los títulos de Operador Radiotelegraista (Escuela Nacional de Educación Técnica Ing. Pablo Nogués, Consejo Nacional de Educación Técnica), en 1962, y de Bachiller y Agricultor Enólogo (Liceo Agrícola y Enológico D. F. Sarmiento, Universidad Nacional de Cuyo), en 1963. Sus primeros pasos universitarios los da en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, obteniendo los grados de Profesor y Licenciado en Historia en el año 1974, ambos con el mejor promedio de la promoción. Posteriormente, en el año 1998, obtiene el grado de Doctor en Geografía e Historia, especialidad Prehistoria (Apto cum laude, por unanimidad del jurado) en la Facultad de Geografía e Historia, Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid, España. Su tesis –como no podía ser de otra manera– se tituló: “La dominación Homenaje al Dr. Joaquín Roberto Bárcena 11 Dr. Joaquín Roberto Bárcena. incaica en el extremo austral oriental del Tawantinsuyu: estrategias del dominio inka en Cuyo”, bajo la dirección del reconocido investigador paleolitista Dr. Eduardo Ripoll Perelló. Desde el año 1999, ocupa el cargo de Investigador Principal del Consejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y Tecnológicas (CONICET) y ha sido además Director del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA) del CONICET en Mendoza, posición que desde el año 2005 ha obtenido por concursos nacionales abiertos, con dictámenes unánimes del jurado. Sin embargo, debemos resaltar que su cargo de mayor gravitación para el sistema cientíico nacional lo ejecutó hasta hace muy poco tiempo, cuando fuera designado como Director del Centro Cientíico Tecnológico CONICET-Mendoza, por unanimidad por el Consejo Directivo del citado centro para el período 2010-2012 y luego durante el ciclo 2012-2014, desarrollando una prolíica performance, que en este caso beneició a las diversas disciplinas cientíicas que desarrolla el CCT de esta provincia cuyana. Entre otras actividades, el Dr. Bárcena se ha desarrollado además como Jefe del Grupo de Antropología, INCIHUSA-CONICET (2005-2015), Asesor Honorario de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, Asesor Cientíico Honorario del Programa Qhapaq Ñan Camino Principal Andino en la Ex Secretaría de Cultura de la Nación (devenido hoy en Ministerio de Cultura de la Nación), Coordinador Cientíico del Programa Qhapaq Ñan Camino Principal Andino de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Mendoza, Miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, Miembro correspondiente de la Reial Acadèmia de Bones Lletres (Barcelona, España), por solo citar algunos de los más relevantes. 12 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Su profusa actividad docente le valió alcanzar la jerarquía de Profesor Titular Efectivo de Arqueología Prehistórica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, casa de altos estudios en la que también está dejando su impronta como Director del Instituto de Arqueología y Etnología desde el año 2011 hasta la actualidad. Ha sido asimismo consultor de distintas universidades nacionales e internacionales y alcanzó el grado honorario de Profesor Extraordinario, en la categoría de Profesor Visitante, de la Universidad Nacional de La Rioja. Igualmente, ha obtenido numerosas becas de investigación en el país y en el extranjero, entre las que destacan: - Subsidio del Programa Nacional para la movilidad de profesores de universidad e investigadores españoles y extranjeros. Concedido en concurso internacional abierto por la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación (Dirección General de Universidades) del Ministerio de Educación y Ciencia de España (abril de 2005). - Beca (desplazamiento y alojamiento) de la Universidad Internacional de Andalucía, Sede Iberoamericana Santa María de La Rábida, para realizar la II Maestría en Conservación del Patrimonio. La Rábida (febrero de 2003). - Becario ad honorem del Instituto de Cooperación Iberoamericana (1985). - Becario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo para realizar el Seminario de posgrado sobre “Las Crónicas de Indias”. Sevilla (1984). - Becario de la misma universidad para realizar el Seminario de posgrado “Metodología de la investigación en arte parietal prehistórico”. Palacio de la Magdalena, Santander (junio de 1984). También ha sido merecedor de numerosas becas nacionales e internacionales otorgadas por el Concejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y Tecnológicas. En lo relativo a las actividades editoriales, ha ejercido la Dirección y Edición de Xama (Unidad de Antropología, INCIHUSA, CRICYT), publicación categoría 1 (Latindex); y también de Anales de Arqueología y Etnología (IAE, Facultad de Filosoia y Letras de la UNCuyo) (1997-2000) (20112015), incorporada al Núcleo de Publicaciones Cientíicas, CAICYT-CONICET. Ha sido presidente de los dos últimos Congresos Nacionales de Arqueología Argentina en Mendoza, en el mes de octubre del año 2010 y en La Rioja durante el mes de abril del año 2013. La profesión le ha permitido colaborar además en actividades altamente sensibles relacionadas con la defensa de los Derechos Humanos, al ser convocado por el Juzgado de Garantías Nº 5 del Poder Judicial de la Provincia de Mendoza, para la búsqueda de personas desaparecidas durante la última dictadura militar, utilizando metodologías arqueológicas en relación con las aplicaciones de la Antropología Forense. Asimismo ha incursionado en el campo de la arqueología contractual, en el que desarrolló algunas experiencias sobre la evaluación de impacto sobre bienes culturales, medidas de mitigación y/o rescate arqueológico en áreas limítrofes entre las Provincias de San Juan y Mendoza. Homenaje al Dr. Joaquín Roberto Bárcena 13 Ha sido galardonado con los siguientes premios y distinciones: - Premio Cumbres de América (Cultura). Municipalidad de Las Heras (Mendoza, 20 de sept. de 2001). - Mención especial libro mejor impreso y editado en la Argentina bienio 1998-1999; categoría obras de estudio y consulta, por Arqueología de Mendoza: las dataciones absolutas y sus alcance. Cámara Argentina de Publicaciones (Buenos Aires, 17 de mayo de 2000). - Premio Academia Nacional de la Historia. Medalla de oro al egresado con mayor promedio en Historia Argentina y Americana de la Carrera de Historia de la Universidad Nacional de Cuyo (y mejor egresado de la promoción. Buenos Aires, 1974). Fue también distinguido e incorporado por sus relevantes actividades como: - Académico correspondiente en la provincia de Mendoza de la Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires, 11 de noviembre de 1997). Disertación de incorporación: “Arqueología, historia y patrimonio cultural” (Buenos Aires, 14 de agosto de 2001). - Académico correspondiente en Mendoza de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, España (Barcelona, 14 de enero de 1999). - Académico de número de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza (Mendoza, 4 de diciembre de 1998). Disertación de incorporación: Arqueología e Historia: la indagación cientíica en los límites del registro arqueológico y de la documentación histórica (Mendoza, 24 de septiembre de 1999). Asimismo, fue consultado, por su experticia profesional, por diversos organismos vinculados a la Defensa y Protección del Patrimonio Arqueológico de las Provincias del Nuevo Cuyo, Parques Nacionales y Parques Provinciales, como las acciones desarrolladas en el Parque Provincial Aconcagua del Noroeste de Mendoza, por solo citar uno entre tantos casos. Dentro de la producción cientíica, posee más de 100 artículos (entre libros, publicaciones cientíicas y de divulgación masiva) en diversos órganos de publicación nacional e internacional, que comprenden todas las etapas de la prehistoria regional del área cuyana, abarcando los estudios de las primeras ocupaciones humanas, la época de dominación inka, las primeras fundaciones hispánicas o la arqueología de templos eclesiásticos de épocas republicanas. En este ítem, su último capítulo de libro en prensa y próximo a ser editado es: “Qhapaq Ñan: Andean road system through the Collasuyu to the end of the Tawantinsuyu”, en The great Inka road engineering an Empire, R. Matos, Comp.; S. Barrows, ed. Washington: National Museum of the American Indian, Smithsonian. Quiero destacar que a partir de la década de los noventa comenzó a publicar obras de singular relevancia, como la edición de Arqueología de Mendoza: las dataciones absolutas y sus alcance, un libro que, en mi opinión, es altamente recomendable para cualquier profesional de la 14 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 arqueología. En tal obra, Bárcena plasma con claridad sus actividades arqueológicas en diversos momentos de la prehistoria cuyana, contrastando el registro arqueológico con experimentación de los fechados radiocarbónicos y por termoluminiscencia por él efectuados. El resultado devino en un excelente tratado referencial sobre los alcances y limitaciones teóricas, metodológicas y técnicas de las mediciones isotópicas con ines cronológicos aplicados en arqueología. Entre sus contribuciones a la dominación inkaica en la Argentina, rescatamos el tratamiento de una perspectiva ampliamente comprensiva desde lo espacial, que comprende las tierras altas y bajas del Centro-oeste Argentino (COA) y también la porción más meridional del Noroeste Argentino (NOA), en los que prospectó y excavó sitios imperiales y de las poblaciones locales relacionados con estos últimos. Sus estudios analíticos sobre materiales en registros artefactuales de altura y sobre la funcionalidad de los tambos en la provincia de Mendoza, así como el registro y excavación de sitios en la cordillera riojana solo han sido superados por el redescubrimiento y por sus importantes aportes acerca del notable sitio Paso del Lamar, ámbito donde el Inka exteriorizó su poder a través de una arquitectura que comprende elementos semejantes a los sitios más conspicuos ubicados en el Kollasuyu. Sobre la organización de eventos acerca de la problemática inka, Bárcena fue uno de los miembros fundadores del Simposio Tawantinsuyu, que a partir del Congreso Nacional de Arqueología Argentina realizado en Córdoba en el año 1999, se convirtió en un verdadero “clásico”, con numerosas participaciones de colegas tanto del medio nacional, como de países vecinos y de alejadas latitudes. Con ahínco y un encomiable espíritu ordenativo, participa de las coordinaciones y organización del citado evento en los congresos nacionales argentinos. En varias ocasiones y aun hasta estos días, le ha cabido a nuestro homenajeado la no menos compleja tarea de edición y publicación de los resultados de las reuniones, siempre lográndolo de manera exitosa. Para resumir, podemos decir que se le otorga la distinción a un excelente arqueólogo, de permanente actualización, de incansable actividad, un gran estratega y planiicador, muy sistemático y organizado. Un individuo irme en sus proyectos y de sólidas convicciones, con grandes cualidades de liderazgo, seguro de sus acciones y, por sobre todas las cosas, una persona que se ha distinguido por la ética, la alta responsabilidad en cada una de sus intervenciones y por su palabra. Siempre ha mirado frontalmente a la vida. Nunca ha aguantado desplantes, agravios, calumnias u ofensas para él o para su equipo de investigación, a cuyos miembros además siempre les ha permitido ascender en la medida en que realicen los méritos pertinentes. Sergio Martin* * Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Profesor adjunto de Antropología Social y Cultural FCAd, Universidad Nacional de Entre Ríos. BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, No 1, 2017, pp. 15-34, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 ARQUEOLOGÍA VIAL DEL QHAPAQ ÑAN EN SUDAMÉRICA: ANÁLISIS TEÓRICO, CONCEPTOS Y DEFINICIONES ROAD ARCHAEOLOGY OF THE QHAPAQ ÑAN IN SOUTH AMERICA: THEORETICAL ANALYSIS, CONCEPTS AND DEFINITIONS CARLOS GONZÁLEZ GODOYA Se presentan y discuten determinados antecedentes de la investigación arqueológica contemporánea del Qhapaq Ñan en Sudamérica, fundamentalmente referida a la temática de la vialidad. Asimismo, se exponen las deiniciones en torno a qué entendemos conceptualmente por un camino arqueológico. Por último, se analizan algunos criterios clasiicatorios de los caminos inkaicos, profundizando en sus implicancias arqueológicas. Palabras clave: Qhapaq Ñan, Camino del Inka, arqueología vial, Tawantinsuyu. his paper is a presentation and discussion of data regarding contemporary archaeological research of the Qhapaq Ñam in South America, mainly focused on paths and roads. It also includes deinitions on what is a road in archaeological terms. Finally, there is an analysis on Inka road classiication criteria, deeply focused on archaeological implications. Keywords: Qhapaq Ñan, Inka Trail, road archaeology, Tawantinsuyu. A INTRODUCCIÓN Desde 2004 emprendimos el estudio sistemático de la vialidad inkaica en la Región de Atacama, Chile. Debido a este quehacer investigativo (González 2007, 2013; Westfall & González 2009; González & Castells 2010; González & Westfall 2010), surgieron algunas interrogantes epistemológicas referidas al estudio del Qhapaq Ñan, que no eran respondidas, según nosotros, por la obra esencial de Hyslop (1984, 1992, 2014). Así, nos preocupaba comprender cómo los supuestos teóricos eran contrastados con datos arqueológicos especíicos al pesquisar algún tramo del camino inka en la Sudamérica andina y, por ende, en Chile.1 De igual modo, nos interesaba entender cómo este proceso analítico derivaba en la formulación de explicaciones e interpretaciones de un discurso, en nuestro caso del Tawantinsuyu en general y del Qhapaq Ñan en particular. Este panorama acrecienta sus dudas por las aún escasas discusiones teóricas desde la arqueología sobre el Camino del Inka en Sudamérica. No obstante, se encuentran importantes precedentes en este sentido, tanto en obras monográicas como globales (ocupación inka de un territorio). En Chile se reconocen los alcances metodológicos de Niemeyer y Rivera (1983), Carlos González Godoy, Instituto de Investigación en Ciencias Sociales y Educación, Universidad de Atacama, Copiapó, Chile, email: carlos.gonzalez@uda.cl Recibido: diciembre 2015. Aceptado: junio 2016. 16 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 los usos históricos del camino identiicado por Lynch (1995-1996), los aportes teóricos y metodológicos de Berenguer et al. (2005, 2011a) y de Castro et al. (2004), que analizan algunos tramos en el Norte Grande. Asimismo, destacan el trabajo de Muñoz y Chacama (2006) en los Altos de Arica, de Santoro et al. (2010) en el extremo norte de Chile y de Castro y Varela (2000) en el Loa superior. También son relevantes los artículos monográicos de Uribe y Cabello (2005), Uribe y Urbina (2009), como de Méndez (2007), en torno al estudio de cerámica, arquitectura y lítica del camino inka del Alto Loa. Por su parte, Zori y Urbina (2014) entregan algunas vinculaciones de la red vial inka con el sitio Tarapacá Viejo. A su vez, Sanhueza (2002, 2004, 2012) visibiliza el papel de los hitos camineros (sayhuas) en la creación de paisajes inkaizados en un espacio la Región de Antofagasta. En tanto que, Garrido (2016) y Pavlovic et al. (2012) contribuyen a la discusión, al igual que la línea de investigación desarrollada por Stehberg (1995). A la par, se conocen las propuestas de Jenkins (2001) y Matsumoto (2008) para analizar el camino, a las que no adherimos por su determinismo. En tanto, en Sudamérica sobresalen en la problemática las síntesis de Raino (1981: 201-240), López (2014), Lumbreras (2014), Matos (2015), Matos y Barreiro (2015) y los trabajos de difusión de Berenguer et al. (2011b), así como el de Sanhueza et al. (2011). De la misma manera, se registran las contribuciones metodológicas para el camino de López (2013), Juillard (2007, 2009) y Casaverde y López (2009, 2010); estos últimos identiican también estructuras ortogonales del camino (Casaverde & López 2013). En Argentina se distinguen las especiicaciones teóricas y metodológicas de Raino (1981), Vitry (2000, 2004, 2007), Moralejo (2011) y Moralejo y Gobbo (2015), para el tratamiento del camino en el Noroeste Argentino. A ello se agrega el estudio de Fernández Do Rio y Ochoa (2010) en la Quebrada de Humahuaca. Del mismo modo, en el centro oeste argentino están los trabajos sistemáticos de Bárcena (1993-1998, 2002; por mencionar algunas de sus obras), García (2011) y Martin (2010, 2015a, 2015b). En Perú se cuentan las investigaciones de Matos en Junín (1992); Coello (2000) en San Damián; Kendall (2000) en Ollantaytambo; las relexiones geográicas inkaicas de Saintenoy (2013) desde un camino del Apurimac; las aportaciones de Amado (2015a [2014], 2015b [2014]) en Cusco; Astuhuamán (2010) en la Sierra de Piura; Serrudo (2002, 2010) en Taparaku y Haytara; Ordóñez (2013) en el tramo de Huánuco Pampa a Taparaco; Cavero (2014) en Ayacucho; Casaverde (2015) en el valle medio de Cañete; Julien (2012) y Pino (2016) analizando el camino del Chinchaysuyu y las observaciones de Chacaltana (2010) acerca del rol de los tambos. Junto a lo señalado, se encuentra el trabajo de Topic y Topic (2013) en relación con las redes y rutas preinkaicas del norte del Perú; la redeinición del término kallanka de Barraza (2010) y su vínculo con los tampus y los detalles de Bar (2013), referidos a la afectación histórica de los caminos prehispánicos. Signiicativos son también los numerosos informes del Proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura de Perú. En Bolivia destacan los aportes de Avilés (2008), Ballivián et al. (2012), Gutiérrez (2005, 2012), Michel (2011), Michel y Ballivián (2013) y Coben (2010). En Cochabamba, Sánchez (2012) trata la visualidad informativa del camino y, en el sur de Bolivia, Manzo et al. (2011) correlacionan actividades con características formales de los restos inmuebles del camino. En Lípez, Nielsen et al. (2006) deinen el trazado del Qhapaq Ñan y su incursión hacia Chile, discutiendo sobre circulación de bienes y prácticas rituales camineras. Valga señalar la investigación de Erickson (2000) en Bolivia, desde la teoría vial, aunque no abarca el camino inka. Por último, en Ecuador iguran los trabajos de Fresco (2004), Hocquenghem et al. (2009), Sistrunk (2010), Almeida (2015) y el estudio de caminos antiguos de Lippi (2000) en el Pichincha Occidental. Aun considerando estas investigaciones y los crecientes registros arqueológicos del camino en Sudamérica, observamos todavía una indeinición conceptual y el uso por convención de ciertos términos –p. e., tambos y chasquiwasis–, dando cuenta, desde nuestro punto de vista, de un tema no tratado adecuadamente en el proceso investigativo del Qhapaq Ñan.2 A raíz de esta situación, consideramos que la nomenclatura existente sobre el sistema vial inka es más funcional que deinitoria, con una fuerte incidencia del enfoque historicista (sensu McEwan 2006). Esto se une a la falta de discusión sobre qué se entiende por un camino arqueológico, como también respecto a la conceptualización teórica de la totalidad de los componentes arqueológicos del Qhapaq Ñan, problemática que analizaremos en futuros trabajos. Por consiguiente, en este ensayo se presentan y discuten, sucintamente, determinados antecedentes terminológicos de la investigación arqueológica contemporánea del Qhapaq Ñan en Sudamérica. Igualmente, Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González 17 se exponen y analizan las deiniciones en torno a qué comprendemos por un camino arqueológico, detallando algunos aspectos clasiicatorios de los caminos inkas, en la dirección de aportar a una arqueología vial del Qhapaq Ñan desde el ámbito teórico y conceptual. ¿QUÉ ES UN CAMINO ARQUEOLÓGICO? Como señalamos, la explicitación sobre qué se conceptualiza cuando se alude a un camino arqueológico corresponde a una faceta poco tratada en la literatura especializada en Sudamérica, salvo por destacados trabajos orientados a expresiones viales preferentemente prehispánicas e inkas (Hyslop 1984; Schreiber 1984, 1991; Oyuela 1990; Beck 1991; Wallace 1991; Cardale de Schrimpf 1996; Cardale de Schrimpf 2000; Erickson 2000; Herrera 2000; Lippi 2000; Vitry 2000, 2004, 2007; Castro 2004; Castro et al. 2004; Fresco 2004; Isbell & Vraninch 2004; Berenguer et al. 2005; Botero 2006, 2007, 2008; Avilés 2008; Pimentel 2008; Sánchez 2008; Juillard 2009; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011; Rivera 2011; entre otros). Concomitantemente, encontramos estudios dedicados al tráico caravanero (Núñez 1976; Núñez & Dillehay 1995 [1979]; Nielsen 1997; Núñez & Nielsen 2011; entre otros), que también aportan a la problemática de la vialidad prehispánica. Siguiendo estos textos, es factible desarrollar una línea de entendimiento sobre la vialidad, comenzando desde las expresiones materiales de las rutas. En esta perspectiva, en un estudio de caminos arqueológicos de Colombia se menciona que una senda, trocha o vereda se origina primero como la expresión morfológica de una huella, “producida por el desgaste erosivo del suelo, en respuesta al continuo tránsito, ya sea del hombre o de animales, por una franja de camino determinada. La presencia de un móvil, a través de una huella física, introduce el concepto de vía de comunicación” (Correa 2000: 32). En una dirección similar, se indica que las sendas pedestres de las rutas tradicionales de los Andes ecuatorianos, conocidas como chaqui ñan o camino de pie (Lippi 2016, comunicación personal), son formadas por el paso reiterativo de viajeros y animales (Fresco 2004: 20). Dentro de ellas están los culuncos (Lippi 2000), nombre de las zanjas o trincheras profundas, angostas y erosionadas, de data preinkaica (ig. 1), implementadas por los Yumbos o culturas más antiguas y reutilizadas, Figura 1. Ejemplo de “culunco” ecuatoriano. Parque arqueológico y ecológico Rumipamba, Quito, Ecuador (fotografía de Dinora Vergara, 2013). Figure 1. Example of an Ecuadorian “culunco”. Rumipamba Archaelogical and Ecological Park, Quito, Ecuador (photo by Dinora Vergara, 2013). probablemente, en el marco del Ingañan (Lippi 2016, comunicación personal); evidencias que se suman al reconocido Qhapaq Ñan ecuatoriano (Hyslop 1984: 19-36; Fresco 2004; entre otros). Esto es importante de considerar, porque en el contexto del camino inka una senda constituye una vía de comunicación y una expresión física no menor dentro de este sistema vial, como lo corroboran Berenguer et al. (2005) en el Alto Loa, Chile, y como lo comprobamos en un extenso tramo del desierto meridional de Atacama (González 2007) (igs. 2 y 3). Si bien en Chile apreciamos una conceptualización inicial sobre los caminos inkaicos (Castro et al. 2004; Berenguer et al. 2005), en Colombia, ante la convivencia de caminos prehispánicos e históricos, Botero sostiene que existen vaguedades sobre el término camino: El concepto mismo de camino, vía de comunicación, ruta, trocha o sendero, toma muy distintas connotaciones, no sólo en cada uno de los autores sino a lo largo de los mismos 18 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 2. Senda del Camino Inka en dirección al sureste. Pampa del Carrizo, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2012). Figure 2. Path of the Inka Trail, toward the Southeast. Pampa del Carrizo, Atacama Region (photo by C. González, 2012). Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González Figura 3. Senda del Camino Inka en cerro Indio Muerto, El Salvador, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2004). Figure 3. Path of the Inka Trail in cerro Indio Muerto, El Salvador, Atacama Region (photo by C. González, 2004). textos; en general, estas palabras y categorías se utilizan como sinónimos –cuyo uso, la mayoría de las veces, es valorativo y no descriptivo–, y prácticamente en ningún caso se realiza una deinición explícita de ellas (Botero 2006: 267). Para el desierto de Atacama se menciona un tipo de camino prehispánico anterior al Inka, los senderos simples y múltiples del tipo rastrillo (Muñoz & Briones 1996: 55-56). Por otro lado, Berenguer et al. (2005) fundamentan conceptos como ruta, vía, senda y sendero, al igual que Casaverde y López (2009, 2010, 2013) en Perú, que deinen segmento, tramo, subtramo, camino reconocido, trazo de camino y posible ruta de camino; términos que son utilizados en una guía de relevamiento caminero (López 2013: 70-72). Previamente, Hyslop (1992: 39-40) reconocía tramos con elementos constructivos y trazas originales intactos y tramos únicamente con la traza intacta. Desde las deiniciones funcionales se ha determinado que un camino corresponde a una evidencia física, mate- 19 rial, de una ruta de viaje que posibilita la comunicación entre puntos o áreas de actividad (Trombold 1991: 3). Realidad innegable, pero que remite un camino solo a la infraestructura (Argounova-Low 2012: 201) y obvia su gravitación simbólica, enfatizando una perspectiva funcionalista. En tanto, otros acercamientos reieren que la generación de paisajes, entre ellos los caminos y los senderos, debe ser entendida en el marco de los sistemas de pensamiento (Erickson 2000: 316-317, en Sánchez 2008: 38). Complementariamente, se postula dentro de la teoría caminera que las huellas, las sendas y los caminos deben ser comprendidos como paisajes en movimiento (Snead et al. 2009). Con anterioridad se planteaba, en un trabajo pionero en Chile (Massone 1980: 4), que las redes viales constituían una persistente trama de vínculos o estructuras de movimientos, con un extenso rango temporal. Para Fournier (2006: 27), senderos, caminos y rutas son una expresión formal que los grupos emplean para organizar el espacio social desde lo geográico. Más bien diríamos junto a lo geográico, ya que “lo social” y “lo espacial” son caras opuestas de una misma moneda según Berenguer (2004: 20), retroalimentándose mutuamente y deiniendo una dialéctica socioespacial (Pillet 2004: 150). Tomando en cuenta estas consideraciones sociales de los caminos, concordamos con Erickson (2000: 17) al señalar que: Los caminos encauzan y dirigen la actividad humana de una manera cultural apropiada. Los caminos son “un modelo de” y “un modelo para” una sociedad, puesto que son un elemento de la isonomía permanente del ambiente. En este sentido, los caminos no son un simple “relejo” de las instituciones sociales, políticas, económicas y culturales sino que más bien cumplen un papel activo en, la estructura de la vida diaria de las personas y de los grupos (Tilley 1994; Ingold 1993; Bender 1998). A partir de estos postulados, nuestra deinición de camino arqueológico, incluyendo al Qhapaq Ñan, precisa que un camino de esta naturaleza es: 1. Producto de las prácticas sociales del pasado y posee una identidad singular; genera interrelaciones y signiicados sociales, no necesariamente uniformes. 2. Como expresión vial, material e inmueble de las interacciones humanas, un camino en sus distintas manifestaciones (sendas, senderos y caminos como tales) es constitutivo de toda sociedad, sin 20 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 ser exclusivo de una determinada formación sociopolítica (p. e., Estado). 3. Un rasgo lineal, inmueble, superficial –con la salvedad de los culuncos o los “canalones” colombianos (Cardale de Schrimpff 1996: 9)– y comúnmente visible de una vía de comunicación que ha modiicado una franja extensiva de terreno, contemplando de uno a varios espacios y adquiriendo características monumentales, en términos de creación signiicativa. 4. Ha sido concebido en un evento –o etapas sucesivas– por una o varias comunidades, relacionadas con ines políticos, económicos y ceremoniales. 5. En el caso de sucesivos entramados viales, estos traen consigo la yuxtaposición de diferentes narrativas, desarrolladas en el marco de paisajes en movimiento (Snead et al. 2009), que son pluridiscursivos. 6. Conceptualizado como un espacio multidimensional, un camino interrelaciona continuamente espacios geográicos, paisajes culturales y entornos sociales diversos (Manzo et al. 2011: 138-139). 7. Vincula fundamentalmente personas, asentamientos, actividades y lugares –relacionales, de identidad e históricos (Augé 2004: 83)–, en tiempo(s) y espacio(s) determinado(s).3 8. Conecta territorios, posibilita el transporte y la circulación de bienes y productos, al igual que los intercambios entre distintas sociedades. 9. Puede representar un instrumento de dominación en un contexto histórico especíico. 10. Responde a un solo propósito o a un conjunto de objetivos, manifestando un uso restrictivo o colectivo, aunque por lo general cumple ines comunitarios de largo plazo. 11. Como testimonio arqueológico, se presenta habitualmente inactivo. También puede ser ocupado con posterioridad a su activación inicial, modiicado en distintas etapas o reutilizado a lo largo del tiempo en términos de su ruta, especiicando en propie- dad un itinerario cultural (Suárez-Inclán 2003; Martorell 2003a, 2003b, 2008; Martínez, G. 2009; Martínez, C. 2010; Feliú 2011), tal como acontece con el otrora Qhapaq Ñan en varios lugares de la Sudamérica andina.4 Asimismo, un camino articula en forma simétrica: 12. Una ruta especíica, deinida secuencial y espacialmente. 13. Las expresiones materiales de una vía: sendas y/o huellas, senderos y caminos que tienen un carácter “inherentemente performativo” (Turnbull 2007: 143). 14. La presencia o ausencia de construcciones aledañas, evidencias muebles diversas, entre otras. 15. El recorrido pedestre sensoexperiencial de las personas que transitan bajo deinidas pautas culturales –entre ellas su funcionalidad–, con una particular narrativa social y en un período limitado de tiempo. Por narrativa entendemos no solo los motivos personales de un viaje (Argounova-Low 2012: 195-198), sino también los códigos culturales de un grupo de viajeros y la información para otros; aspectos difíciles de pesquisar arqueológicamente en sociedades desaparecidas. Sin embargo, compartimos el planteamiento de que un camino sintetiza y dinamiza una concreta narrativa social espacializada (Turnbull 2002). Comprendemos un camino arqueológico en un sensu lato y no moderno, puesto que: “En su acepción ingenieril, se habla de camino cuando ocurre un hecho constructivo, esto es, la conformación de una banca, una calzada y un sistema de drenaje” (Correa 2000: 32). De ahí que nos distanciemos de tipologías deterministas e interpretativas de rutas informales y formales, y de las subdivisiones de estas últimas como “caminos” y “calzadas” (Trombold 1991: 3), que parten de una perspectiva ingenieril y moderna. Para nosotros, un camino arqueológico engloba distintas manifestaciones de naturaleza vial: senda, senderos y caminos propiamente tales, diferencias que responden a nociones descriptivas, de acuerdo a su materialización especíica como vía de comunicación en términos arqueológicos. En conjunto, apuntan frecuentemente a un sistema caminero, con sus particulares denotaciones y connotaciones. Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González Concuerdan con lo dicho Botero (2007: 344), Huiliñir (2015) y Gabelmann (2015). Esta última autora indica, desde un estudio etnoarqueológico en Bolivia, que: “Los caminos transitados se presentaron en una variedad inmensa y poco formalizada” (Gabelmann 2015: 45). Por otra parte, Huiliñir precisa en una investigación sobre senderos pehuenches en Chile que: “Los caminos –o rüpü para los pehuenches– constituyen un concepto global que remite a las redes viales en su conjunto” (Huiliñir 2015: 62). En esta misma línea, Matos (2015: 12) señala con respecto al Qhapaq Ñan que: “Ñan es palabra quechua y signiica camino; cualquier tipo de camino, desde los pequeños senderos, casi imperceptibles, hasta las vías formales, construidas con alta ingeniería”. Hyslop (1984: 3) entendía el camino inka desde estas deiniciones. Retomaremos esta discusión más adelante. DEFINICIONES Y ALCANCES DEL CAMINO INKAICO Esta red de caminos era conocida como Qhapaq Ñan, Inka Ñan o Jatun Ñan, conceptos quechuas traducidos como Camino Real, Camino del Inka o Camino Común, respectivamente (Gonçalez Holguín 2007 [1608]: 120, 148, 280), los cuales se ocupan como términos sinonímicos.5 Ellos pueden englobarse en una denominación generalizada desde el siglo xvi: Camino del Inka (Pease 2007: 86). Debe su nombre por pertenecerle simbólica y efectivamente al Sapaq Inka (Çapay Inca çapay apu. El rey desta tierra; Gonçalez Holguín 2007 [1608]: 77). Su importancia era tal que: “toda la estructura del Imperio se apoyaba en esta red de caminos que no tiene réplicas entre los estados antiguos de la humanidad” (Raino et al. 2001a: 494). Su funcionamiento se consolidó en el siglo xv y estaba formada por al menos 23.000 km (Hyslop 1992: 19), ocupando un gran número de rutas preexistentes de diversas sociedades andinas y activando otras. Tradicionalmente se mencionan dentro del Qhapaq Ñan: “dos rutas principales que tienen una dirección general N-S; el camino de “La Sierra”, que transcurre por la cordillera de los Andes, altiplano de Bolivia y Noroeste Argentino y el de “La Costa”, que lo hace por el poniente de Los Andes, entre el Océano Pacíico y las montañas” (Raino et al. 2001a: 494). En términos funcionales, Dillehay y Netherly (1998 [1988]: 17) especiican que: “Como D’Altroy y Earle (1985), Hyslop (1984) y Morris (1972) lo han demostrado, las 21 redes camineras guiaron la expansión del estado mediante la construcción de asentamientos a lo largo de las rutas por las cuales los recursos eran transportados hacia las áreas interiores o hacia otras fronteras del estado”; así se subraya que la infraestructura vial inkaica (caminos longitudinales, transversales y laterales) permitía, además de comunicaciones internas expeditas y el transporte de recursos, una visión integrativa. Características y clasiicaciones La iliación inka de un camino es plausible gracias a las características del trazado y a la asociación con construcciones y materialidad mueble distintiva (Hyslop 1984, 1991: 31-32). Igualmente, se acepta que un camino inkaico incluye cualquier ruta con o sin formalización constructiva utilizada en época inka y relacionada con sitios del Estado inka (Hyslop 1992: 32). Por nuestra parte, entendemos por ruta el rumbo o derrota de un viaje (drae 1997: 981), el itinerario (Berenguer et al. 2005: 14), que puede integrar una o varias vías de comunicación y tráico, no necesariamente implementadas en un mismo tiempo. Estas vías, recorridas en forma regular y pedestre, son las expresiones físicas de la ruta inka, las cuales pueden desglosarse en: camino –calzada en un sentido lato– (despejado, amojonado, empedrado, etc.; Raino 1981; Hyslop 1984; Vitry 2004; entre otros); senda (huella estrecha formada por el tránsito de personas y animales) o sendero (generalmente tropero y marcadamente geomórico; Berenguer et al. 2005: 14); presentándose en distintas combinaciones dentro del Qhapaq Ñan (Fresco 2004; Berenguer et al. 2005; Juillard 2009; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011; entre otros). Estas especiicaciones han explicitado la variabilidad del sistema vial inkaico, pero también se han destacado estas diferencias por las condiciones disímiles del terreno andino (McEwan 2006: 115; Regal 2009 [1936]). Si bien constituyen un factor a tomar en consideración, no representan una condición sine qua non para sostener las características variables de los caminos inkas, por su orientación unicausal y logística. Desde nuestras concepciones, junto con sortear distintos escenarios geográicos, lo cual es patente, el Camino del Inka se desenvuelve con los espacios geográicos y los paisajes culturales (sensu Snead et al. 2009), representando elementos signiicativos para comprender conceptualmente un territorio y una geografía sagrados para los inkas (Rostworowski 1986; Schobinger 1986; 22 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Regalado 1996; Van de Gutche 1999; Bauer 2000; Vitry 2000, 2007; Sanhueza 2002, 2004, 2012; Santillana 2012; Saintenoy 2013; Pino 2016; entre otros); conjunción que se expresa en el marco de una ritualidad paisajística (Gil 2008), que debe pesquisarse para cada caso. Dentro de este contexto, y de acuerdo a la acotada duración del Tawantinsuyu, se comprende que: “la deinición de un paisaje sagrado era un proceso dinámico, como lo fue en el valle del Cuzco” (Julien 2012: 157), por lo que el camino actúa como un instrumento, siguiendo a Julien (2012: 164), de ingeniería sociopolítica. A partir de lo anterior, el camino inkaico opera fundamentalmente para el viajero como un derrotero simbólico, ritual, experiencial y relacional –en términos diferenciadores– con las poblaciones locales, constituyéndose también en un símbolo de poder y territorialidad inkaica, junto a sus funciones preeminentes. En consecuencia, el camino vincula experiencialmente el mundo fuera del Cusco con el centro del poder del Tawantinsuyu (Kaulicke 2004: 337). Por eso compartimos que: “El camino es para ser visto desde fuera y desde dentro, al pisarlo, al transitarlo, al vivirlo” (Fonseca & Alonso 2006: 2). Por consiguiente, concebimos el camino inkaico como un espacio ideológicamente experimentado (sensu Ananchev 2013). En la red vial inka se han destacado los caminos empedrados o pavimentados con piedras y lozas horizontales, debido a las menciones de algunos cronistas y su alta frecuencia en el núcleo cusqueño (Rowe 1946: 230) y las tierras altas (Nair & Protzen 2015: 216). Sin embargo, se han registrado en otros sectores de Perú (López 2013: 95-96), como también en Ecuador (Fresco 2004), Bolivia (Manzo et al. 2011) y, minoritariamente, en Argentina (Raino 1981, 1991; Vitry 2004) y Chile (Santoro 1983; Castro 1992; Santoro et al. 2010). Los caminos empedrados fueron relativamente cortos, con excepciones, implementándose desde tiempos preinkaicos en los territorios húmedos (Lumbreras 2014: 35). Con esta clase de caminos en Perú se encuentran canales de desagüe o alcantarillas (Rowe 1946: 230; Cavero 2014: 479), presentes también en Ecuador, Bolivia y Chile (Muñoz & Briones 1996: 57; Jaimes & Gutiérrez 2000: 237; Fresco 2004: 36-37; Avilés 2008: 196-200; Hocquenghem et al. 2009: 59, 75, 77; Manzo et al. 2011; Sánchez 2011).6 Otro dato que podemos mencionar, aun cuando no era una práctica generalizada, es la presencia de empedrado en tramos cercanos a los núcleos poblacionales (Santoro 1983: 50). Aparte de las vías con trabajos empedrados en el Qhapaq Ñan, Hyslop (1984: 225-229, 240-242; 1992: 58-65) reconoce: hileras de postes de madera; hileras de piedras; sendas en la arena; caminos señalizados por pilas de piedras; caminos con muros laterales en piedra, adobe o tapia; caminos con bordes señalizados por hileras simples de piedra; y rutas con trazas despejadas, con muros de retención y zigzags. Estas expresiones camineras recorrían y trasponían una serie de accidentes naturales de la geografía andina, como lo hacían también puentes y túneles (Rowe 1946: 232-233; hompson & Murra 1966; Regal 1972; Mellafe 1983; Hyslop 1984: 317-334, 1992: 215-244; Raino et al. 2001b; Raino et al. 2006; Stehberg & Sotomayor 2012: 103). Raino (1981: 202-205) presenta una clasiicación instrumental y descriptiva para los caminos inkaicos de los Andes del sur, consistente en: despejado; despejado y amojonado; encerrado por muros (y con graderías); empedrado; adoquinado (con o sin desagüe); con taludes; escalonado y con rampas. Vitry (2004) anexa amojonamiento lateral en llanuras, en cornisas o en zonas de transición entre llanura y cornisa; muros de contención o retención, muros de protección; elimina el adoquinado; incorpora el escalonado con curvas, los empalmes, drenajes en función del camino (canales y acequias) y caminos con estructuras asociadas. Se agregan la calzada sobreelevada o terraplén y las gradas o zigzagueo (Manzo et al. 2011: 63). Estas deiniciones se expresan también en combinaciones y particularidades, como lo singulariza Sánchez (2008: 229) para Cochabamba: “camino airmado de tierra, camino con borde alzado con uno o dos bordes de piedra, camino empedrado, camino amurallado, camino amurallado y empedrado, camino con rampa en ladera y empedrado, camino con rampa en ladera y muro lateral, camino empedrado con escalinatas”. Por su parte, Regal (2009 [1936]) reconocía las variabilidades del camino por el propósito de acortar distancias y atravesar accidentes geográicos, destacando el trazado en línea recta como rasgo principal. Generalmente se destaca la existencia de caminos y senderos, argumentando que el Inka los utilizó como expresiones físicas para deinir su vialidad, “y en muchos casos la misma ruta varía desde un camino formalmente construido a un simple sendero dentro de unos pocos kilómetros” (Hyslop 1991: 29) (igs. 4, 5, 6 y 7). Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González 23 De vías formales e informales a caminos principales y secundarios Desde las especiicaciones tipológicas, se deine que los caminos corresponden a rutas formales, planiicadas, generadas por sociedades “complejas”, mientras que los senderos son considerados expresiones materiales de rutas informales, no planiicadas, siendo manifestaciones camineras de sociedades de “menor jerarquización social” (Pimentel et al. 2007: 353; cf. Earle 1991, 2009; Trombold 1991). Erickson (2000: 17) sigue en parte estas determinaciones en su trabajo de caminos prehispánicos de la Amazonía boliviana: “Deino a los caminos como estructuras formales, demarcadas claramente, hechas de una variedad de materiales, que conectan «lugares» deinidos culturalmente. En contraste con los senderos, los caminos son planeados deliberadamente, con límites o bordes y a menudo son detalles importantes de la coniguración del paisaje”. Sin embargo, para un caso particular en Jujuy, Argentina, Cruz y Jara (2011: 90) mencionan que el reconocimiento de caminos y senderos no fue siempre obvio; un problema arqueológico real, pero que también parte de las deiniciones teórico-metodológicas que se adopten. En lo que se reiere a Chile, constatamos el uso de las categorizaciones formales e informales en arqueología vial (Pimentel et al. 2007: 352-353), como en un análisis etnográico de senderos pehuenches contemporáneos (Huiliñir 2015). En el caso del Qhapaq Ñan, una senda de características informales forma parte de las rutas inkaicas, reconociéndose como un “camino” en términos conceptuales y no modernos. Aquí coincidimos con Juillard (2009), cuando indica que materialmente hablando es difícil probar la incidencia de planiicación en términos arqueológicos, debido a que la preparación física de un camino no implica necesariamente una planiicación. Además, conceptos como planiicación y construcción de caminos presentan variaciones de una sociedad a otra. En consecuencia, creemos que la estricta división interpretativa entre vías formales e informales –no la especiicación descriptiva– responde a una noción generada desde el presente, a partir de supuestos teóricos derivados de una actual vialidad en términos referenciales, categorizando dicotómicamente la variabilidad cultural vial de distintas sociedades prehispánicas e indígenas. Una concepción disímil de las clasificaciones modernas de caminos la ejempliicaban los lupaqas. Figura 4. Camino del Inka en Llano de San Juan, El Salvador. Angosta senda rectilínea con alineamiento unilateral de piedras (amojonado) (fotografía de C. González, 2012). Figure 4. Inka Trail in Llano de San Juan, El Salvador. Narrow, straight path with a one-side alignment of stones (photo by C. González, 2012). Figura 5. Camino del Inka, Región de Atacama. Corresponde a la senda por donde transita el autor, demarcada por dos hitos y senderos troperos (fotografía de Christian Vitry, 2010). Figure 5. Inka Trail, Atacama Region. he author walks along the path, demarcated by two stone landmarks, and parallel trails for beasts of burden (photo by Christian Vitry, 2010). 24 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 6. Senda en dirección suroeste, Camino Inka San Pedro de Cachiyuyo. Noreste de Inca de Oro, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2013). Figure 6. Path toward the southwest, Inka Trail, San Pedro de Cachiyuyo. Northeast of Inca de Oro, Atacama Region. Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González 25 De acuerdo a Bertonio (en Sánchez 2008: 107-116), se reconocían tres tipos de caminos o thaqui: un “camino angoto”, llamado Hucchufa, kullko; un “camino ancho”, denominado Haccancca thaqui; y el “Camino Real” o tupu, relacionado con el accionar inka. Por consiguiente, para los lupaqas las diferencias tipológicas de los caminos no son deinitorias para establecer una división entre caminos y vías informales; menos para ser interpretadas equivalentemente con sociedades “complejas” o “simples”. Para los lupaqas todos ellos eran caminos, independientemente de la presencia o ausencia de formalización constructiva. En una línea coincidente con nuestros planteamientos críticos, Erickson (2000: 37-38) reiere que: Las redes formales de caminos a menudo han estado ligadas a organizaciones socio-políticas complejas tales como cacicazgos y estados en una perspectiva evolutiva (Earle 1991; Trombold 1991a; Spencer & Redmond 1998; Heckenberger 1996). La planiicación, construcción, uso y mantenimiento de los terraplenes y otros trabajos de tierra estuvo necesariamente centralizada bajo un estado o cacicazgo. Creo que sería un error equiparar a los terraplenes formalizados con estados y a los caminos informales con sociedades simples. La organización laboral y las técnicas de ingeniería para construir terraplenes no estaban más allá de la capacidad de grupos comunitarios pequeños. Figura 7. Camino del Inka, Región de Atacama. Traza despejada y con amontonamientos laterales (fotografía de C. González, 2006). Figure 7. Inka Trail, Atacama Region. Cleared path with side stone accumulations (photo by C. González, 2006). Por estas razones, nos parece riesgoso equiparar concretas manifestaciones arqueológicas camineras con formaciones sociopolíticas especíicas (Earle 1991, 2009). Esto no quiere decir que neguemos la existencia de estas deiniciones, pero ellas parten de una correspondencia determinista y generalista, que restringe los “caminos” solo a Jefaturas y Estados, descartándolos de otra clase de sociedades (Earle 2009: 259, 268-269). Al respecto, cabe precisar que el Qhapaq Ñan presenta en Sudamérica una diversidad de expresiones físicas viales, tanto de las llamadas vías formales como informales (Raino 1981; Niemeyer & Rivera 1983; Santoro 1983; Hyslop 1984; Hyslop & Rivera 1984; Lynch & Núñez 1994; Stehberg 1995; Vitry 2000; Raino et al. 2001a; Castro et al. 2004; Fresco 2004; Berenguer et al. 2005, 2011a; Muñoz & Chacama 2006; Nielsen et al. 2006; González 2007; Avilés 2008; Sánchez 2008; Hocquenghem et al. 2009; Santoro et al. 2010; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011, 2012; Pavlovic et al. 2012; López 2013; entre otros). Lo anterior no implica una derivación evolutiva de senderos a caminos (Earle 1991), sino más bien denota las características de un sistema vial estatal, premoderno, con sus particularidades regionales y locales. De esta manera, el Qhapaq Ñan connota el poder del Inka y la síntesis de antiguas tradiciones andinas, subsumiendo en muchos casos las rutas y los caminos de las sociedades preinkaicas. Similar situación puede establecerse para las clasiicaciones de caminos de primer o segundo orden, primario y secundario, principales y menores, reales y secundarios (Rowe 1946: 229-230; González 1980: 7071; Raino 1981: 214-217; Agurto 1987: 38-40; Hyslop 1992: 106-125; D’Altroy 2003: 290; entre otros). En una posición distinta, Coello y Díaz (1995: 132) sostienen que especiicar cuáles caminos inkaicos son principales o primarios y regionales o secundarios constituye una difícil respuesta. Martin (2002-2005: 33) también cuestiona estas deiniciones, proponiendo el uso de categorías que no maniiesten jerarquías. Postulado que compartimos, porque estos criterios dependen, por lo general, del soporte interpretativo de los cronistas (Rowe 1946; Iribarren & Bergholz 1972-1973; González 1980; Raino 1981; Hyslop 1984; D’Altroy 2003; 26 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 R E G I Ó N D E A N T O FA G A S TA 7.150.000 Quebrada del Carrizo Pampa del Carrizo R E G I Ó N D E ATA C A M A Quebrada del Ochenta Quebrada de Doña Inés Chica 7.100.000 EL SALVADOR Llano San Juan DIEGO DE ALMAGRO Cachiyuyo Cerro Indio Muerto Río de La Sal Pampa del Inca Sierra Caballo Muerto Quebrada de Chañaral Alto 7.050.000 Probable Ruta Transversal INCA DE ORO Tres Puntas Llano de Llampos Llano de Chulo Llano La Brea COPIAPÓ ARGENTINA Medanoso 7.000.000 Quebrada Salitrosa COPIAPÓ 0 6.950.000 350.000 400.000 40 km 400.500 500.000 SIMBOLOGÍA Ruta Inka prospectada y reconocida en la Región de Atacama Camino Lateral Qhapaq Ñan Proyección Camino Lateral Figura 8. Reconstrucción de la ruta inkaica longitudinal en la Región de Atacama, con la ubicación de un camino lateral y una probable ruta transversal inka. Figure 8. Reconstruction of the original Inka route in the Atacama Region, including the location of a lateral road and a probable transversal Inka path. Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González 27 Figura 9. Senda angosta y recta del Camino Inka, al norte del oasis de Finca de Chañaral, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2015). Figure 9. Narrow, straight path of the Inka Trail, north of the Finca de Chañaral oasis, Atacama Region (photo by C. González, 2015). Hocquenghem et al. 2009; entre otros), con los sesgos que ello implica (Ramírez 2008: 7). Sin embargo, esto no le resta importancia a las fuentes etnohistóricas. En este sentido, nuestras observaciones se dirigen más bien a la ponderación y contrastación del dato etnohistórico (Kaulicke 2004: 332) con un registro arqueológico relexivo, que no parta de supuestos y evite deiniciones funcionales a priori, tipologistas, como por ejemplo, en el caso de los tampus. En el ámbito clasiicatorio, Hyslop reiere otro punto para sostener la relevancia de un camino inka en el Tawantinsuyu, el ancho: “Los caminos inkaicos que sabemos de menor importancia (ver la sección siguiente), se caracterizan por dos factores relacionados con su ancho. Por un lado, estos caminos rara vez tienen más de 3 o 4 metros de ancho; y por el otro, largos tramos de los mismos son frecuentemente de construcción no formal” (Hyslop 1992: 106). Estas apreciaciones no pueden extenderse a toda la vialidad estatal inka (p. e., Martin 2002-2005: 33). Así lo atestigua el Qhapaq Ñan del extremo meridional del desierto de Atacama que estamos investigando. Presenta una extensión de más de 170 km desde la quebrada del Carrizo por el norte a Copiapó por el sur (ig. 8). Prácticamente no presenta construcción formal ni un ancho de 3 o 4 m, sino menos, predominando una angosta senda de menos de 1 m en casi todo su trayecto (igs. 9 y 10). Debido a estas características, y siguiendo a Hyslop, sería secundario. No obstante, este extenso tramo forma parte del camino longitudinal inkaico que viene de San Pedro de Atacama, atraviesa el Despoblado de Atacama y llega a Copiapó (González 2007), correspondiendo al denominado “camino de la Costa” o de los “Llanos” (Sanhueza 2002: 106). Para Hyslop (1991: 30), los grandes caminos con un ancho considerable y frecuente pavimentado podrían 28 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 tener una signiicancia simbólica en un sentido político. Creemos que no solo los caminos anchos y pavimentados tendrían esa connotación, sino todos los caminos del Tawantinsuyu, con independencia de sus características, tamaños, anchos y funciones. Efectivamente, todos ellos conforman un sistema vial con diferencias sintácticas y pragmáticas, pero con una misma orientación semántica, son los caminos del Sapaq Inka. COMENTARIOS FINALES Las determinaciones analizadas en este trabajo se han asumido no solo como herramientas descriptivas, clasiicatorias, en la arqueología vial sudamericana –salvo las excepciones señaladas–, sino como argumentos interpretativos para efectuar el reconocimiento positivo o negativo de “caminos” y para categorizar vías inkaicas de diversa morfología. Por lo mismo, consideramos que las estrictas tipologías entre rutas formales e informales, como de caminos de primer o segundo orden, primario y secundario, principales y menores, reales y secundarios, han adquirido con el paso del tiempo distinciones axiológicas. Con lo tratado, no queremos dejar la impresión de que objetamos la diversidad de caminos inkaicos, una diferenciación local por usos (Sánchez 2008: 107) o la utilización de análisis micro y macromorfológicos de caminos (Trombold 1991: 4-6). Tampoco negamos la deinición descriptiva de caminos, senderos y sendas como expresiones viales formales e informales, las diferenciaciones entre caminos construidos y no construidos (Juillard 2009) o la existencia de caminos inkas longitudinales, transversales y laterales, al contrario de caminos principales y secundarios. Discutimos la prevalencia de algunos elementos, explicitados a lo largo de este trabajo, que fortalecen una visión analítica arqueológica que uniforma y generaliza las características viales del Qhapaq Ñan en Sudamérica. Refuerza esta visión la lógica circular del enfoque historicista del Tawantinsuyu (McEwan 2006: 198) y el criterio de autoridad de Hyslop (1984).7 Esta convergencia analítica busca abordar las deiniciones tipológicas, componentes, jerarquizaciones y funcionalidades del Qhapaq Ñan. Resulta indudable que las opiniones sobre el Camino del Inka se entrelazan con el entendimiento teórico e interpretativo de la ocupación inkaica y tardía, no nece- Figura 10. Senda del Camino Inka, al norte de Copiapó, Región de Atacama (fotografía de C. González 2008). Figure 10. Path of the Inka Trail, north of Copiapó, Atacama Region (photo by C. González, 2008). sariamente inka, de un territorio determinado. Aunque resulta innegable que la activación y funcionamiento del camino obedece a una espacialidad impulsada por el Inka, donde las poblaciones locales no son pasivas, no es menos cierto que la focalización arqueológica del Qhapaq Ñan entrega evidencias para una mejor comprensión del sistema vial inkaico. Asimismo, proporciona antecedentes que pueden incorporarse al entendimiento de una ocupación inka en cualquier lugar del otrora Tawantinsuyu. Considerando estos aspectos, nuestro propósito central apunta a particularizar progresivamente una arqueología vial orientada teórica, metodológica e interpretativamente hacia el análisis de los testimonios del Qhapaq Ñan y sus problemáticas. De esta forma, destacamos en este ensayo algunos aspectos teóricos y conceptuales, a partir de las especiicidades sociales y culturales andinas del camino, distanciándonos de sus preeminentes interpretaciones economicistas, como también de las comparaciones con otras expresiones camineras imperiales (Roma, China), que presentan Arqueología vial del Qhapaq Ñan / C. González características distintivas y connotaciones culturales diferenciadas (Hitchner 2012; Kim 2012; entre otros). Con esto buscamos, junto al colectivo de “vialólogos” dedicados al estudio del camino inka, subrayar las potencialidades heurísticas de estas singulares manifestaciones viales y precisar sus variabilidades regionales y locales, las cuales representaron y posibilitaron, parafraseando a Snead et al. (2009), la “inkaización en movimiento” de distintos territorios de la Sudamérica andina. RECONOCIMIENTOS A los investigadores sudamericanos del Qhapaq Ñan, especialmente a Cecilia Sanhueza, José Berenguer y Christian Vitry, por vuestra amistad. A la Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro por su apoyo constante. A mi amiga Carmen Castells por su ayuda. A Marianne Cardale de Schrimpf, Leonor Herrera, Sofía Botero, Ronald D. Lippi, Eduardo Almeida, J. Roberto Bárcena, Sergio Martin y Reinaldo Moralejo por sus gentilezas. NOTAS 1 Abarca los actuales territorios de seis países andinos: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile, donde se conformó el Tawantinsuyu. Cuando nos referimos solamente a Sudamérica, aludimos a estos países. 2 Discusiones sobre la problemática de los tambos se encuentran en Chacaltana (2010) y González (2013). 3 Lugar, en geografía contemporánea, contempla un concepto dinámico y un proceso con interacciones sociales. Igualmente, considera sus particularidades con el exterior, sin identidades únicas y esenciales, aunque con conlictos internos. A su vez, es singular, porque articula procesos globales y condiciones locales históricas, permitiendo articular cuestiones globales e individuales (Souto & Benedetti 2011: 121-122). 4 Por itinerario cultural se entiende una construcción, valga la redundancia, cultural, que se articula a lo largo del tiempo, incluso en la actualidad, como se ha constatado en varios países andinos, incluido Chile. En la esfera caminera, corresponde a una vía de comunicación terrestre con características físicas determinadas y dinámicas culturales, que deben ser especiicadas en términos históricos. Reúne, además, diversos paisajes culturales y espacios geográicos. Se origina por el movimiento interactivo de personas, como de intercambios multidimensionales, continuos y recíprocos, tanto de ideas, conocimientos, como de valores entre distintas poblaciones de un país o relacionado países y variadas regiones (Suárez-Inclan 2003). En un sentido diacrónico, genera interrelaciones culturales en diferentes espacios geográicos y entre diversas poblaciones. Por consiguiente, se destaca el carácter social, cultural y simbólico de los itinerarios culturales. 29 5 De acuerdo a Cerrón-Palomino (2011), la palabra “Capac” sería un término prestado de la lengua puquina. 6 En Argentina se cuenta con un antecedente puntual de un sistema de drenaje, en un paso labrado sobre supericie rocosa en el Shincal, Noroeste Argentino (Moralejo 2011: 106-110). 7 No minimizamos la magnum opus de Hyslop (1984), al decir de Lippi (2000: 121), pues la ocupamos en varios de sus contenidos, reconociendo sus indudables aportes; sólo diferimos en algunas de sus ideas. 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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, No 1, 2017, pp. 35-49, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 EL ROL DEL QHAPAQ ÑAN Y LOS APUS EN LA EXPANSIÓN DEL TAWANTINSUYU THE ROLE OF THE QHAPAQ ÑAN AND APUS IN THE EXPANSION OF THE TAWANTINSUYU CHRISTIAN VITRYA En este artículo se plantea la importancia del vínculo entre la red de caminos incas, con su infraestructura edilicia, y los apus o montañas sacralizadas, con su infraestructura simbólica, como elementos fundantes de una nueva y especialmente uniicada manera de construir y percibir el paisaje. Se revisan los elementos constituyentes y deinitorios de los caminos incaicos y se plantea como hipótesis de trabajo una conquista territorial basada en cinco puntos, que van desde la exploración socioambiental hasta la ocupación efectiva del territorio. Finalmente, se analiza de manera integral la información relacionada con los caminos incas y el paisaje, proponiéndose una clasiicación tripartita. Palabras clave: apus, Qhapaq Ñan, arqueología del paisaje, caminos incas, expansión, Período Inca. In this article, there is a discussion on the signiicance of the link between the Inca road network, with its physical infrastructure, and the apus or sacralized mountains, with their symbolic infrastructure, as the founding elements of a new and particularly uniied way of building and perceiving landscape. here is an analysis of the constituting and deining elements of the Inca roads and a hypothesis consisting of ive points, ranging from social and environmental exploration to efective territorial occupation. he article concludes with an integral analysis of the information regarding Inca roads and landscape, which leads to the proposal of a tripartite classiication. Keywords: Apus, Qhapaq Ñan, landscape archeology, Inca Roads, expansion, Inca Period. A CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LOS PAISAJES Y LA ADORACIÓN A LAS MONTAÑAS Las sociedades del mundo andino prehispánico estuvieron íntimamente ligadas al espacio geográico, no solo por la producción y obtención de recursos, sino fundamentalmente por la construcción simbólica de los paisajes, hecho que sirvió como herramienta y estrategia en la expansión territorial y dominio político realizado por los incas durante el siglo xv y primer tercio del siglo xvi. Se podría decir que la expansión territorial de los Incas operaba en dos escalas o niveles diferentes. Por una parte, vinculando poblados y centros de producción a través de la vasta red de caminos, es decir, el ámbito de lo cotidiano y material; por otro lado, una escala mayor, proyectada desde el horizonte a la esfera celestial, en la que entraron en juego las montañas y el enorme esfuerzo realizado por los Incas para institucionalizar y legitimar –bajo nuevas formas– las antiguas creencias relacionadas con el poder simbólico de los apus. La construcción social de los espacios fue analizada por diferentes autores de las más variadas disciplinas, quienes en deinitiva realizan propuestas vinculadas a Christian Vitry, Universidad Nacional de Salta, Facultad de Humanidades. Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta. Proyecto Nº 2108/0. Director del Programa Qhapaq Ñan Salta, Subsecretaría de Patrimonio Cultural. Vicente López N° 195, Salta Capital (4400), Argentina, email: chvitry@yahoo.com Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016. 36 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 la jerarquización del espacio como relejos de las sociedades que lo crean. Eliade (1994), como historiador de las religiones, habla de la contraposición y complementación entre el espacio sagrado y el profano, en que la manifestación de lo sagrado (hierofanía) se les presenta a los hombres en un determinado lugar y tiempo, produciendo una transmutación de ese espacio común en uno especial, cargado de una nueva signiicación. Augé (1995), desde la antropología contemporánea, habla de los lugares y los no lugares: los primeros están cargados de historia, representatividad social y símbolos. Esta construcción social del espacio es denominada por Augé como lugar antropológico y posee tres rasgos comunes que se consideran identiicatorios, relacionales e históricos. Greimas (1980), por su parte, analiza el espacio desde la semiótica, y lo considera una dualidad de signiicante espacial y signiicado cultural, en que el primero se reiere a las materialidades tangibles naturales o artiiciales y el segundo al signiicado que cada cultura le atribuye a dichos elementos. Desde la ilosofía, a ines de la década de 1960, Foucault (2008) introduce el término heterotopía en contraposición al de utopía, para analizar esos contraespacios que, a diferencia de las utopías, son tangibles y reales, pero a los cuales la sociedad les otorga una signiicación que restringe su uso cotidiano; así, proyectan un signiicado que va más allá de la dimensión física y funcional, ya sea de una geoforma o de un ediicio o complejo arquitectónico. Llevado a nuestro análisis, podría ser el caso de los centenares de montañas sacralizadas por los incas (igs. 1 y 2), junto con una mayor cantidad de wakas dispersas por el Tawantinsuyu, las que le otorgan una jerarquización de signiicaciones a los espacios que tienen la inalidad de organizar y ordenarlo (Greimas 1980). Vemos que estos signos poseen un valor descriptivo, pues nombran los lugares, la vida, la técnica, los seres y los fenómenos naturales, adquiriendo con el tiempo un contenido de carácter emotivo (Duncan 1990). Esta emotividad, cargada de historia y de contenido político o religioso, es la que lleva a las sociedades a crear y habitar espacios que suelen estar acompañados conceptualmente de dobles o modelos con encantos y virtudes superiores al entorno familiar. Surgen entonces los mundos perfectos, libres de males y manchas de lo real, los paraísos perdidos, la utopía, la tierra sin mal, la edad de oro y otras idealizaciones (Eliade 1965; Claval 1999). Cuando los incas ocuparon el espacio sagrado de los kollas, adoptaron su historia como propia y las mo- diicaciones del espacio expresaron las concepciones de ambos (Niles 1992). Asimismo, hicieron del Cusco algo más que una ciudad central por ser la capital o sede del poder político: fue el centro del cosmos incaico, la zona sagrada por excelencia, la residencia de las wakas de todo el Tawantinsuyu; por ello, se preocuparon de reproducir en el vasto territorio y a menor escala “nuevos cuscos” (Farrington 1998) o centros administrativos y religiosos de variado tamaño, repitiendo en ellos los elementos básicos de la arquitectura y la disposición espacial. Gran cantidad de signos, íconos y símbolos fueron plasmados en el paisaje con la inalidad de transmitir un mensaje visual tangible, conformando una unidad geopolítica del poder plasmada en una serie de formas de ocupación del espacio, diseños arquitectónicos (kallancas, ushnus, hornacinas, adoratorios de altura, etc.), morfología estandarizadas de vasijas, textiles, ofrendas, ceremonias y caminos, entre otros elementos que trascienden al lenguaje escrito y se vinculan con la oralidad. Con ello, generaron puntos de referencia especíicos, hitos construidos o signiicados en el terreno y en el cuerpo social, los que introdujeron un orden y facilitaron la comunicación entre los hombres y el mundo sobrenatural (Bauer 2000). De esta y muchas otras maneras se fue gestando un nuevo territorio, sumando acontecimientos sociales puntuales de luchas de poder a un proceso territorial genealógico que no se detuvo y que quedó en mayor o menor medida plasmado en el paisaje y también en la memoria colectiva. Los nuevos espacios socialmente construidos fueron portadores de una nueva historia que pretendía arraigarse en el tiempo y ser tradición, como dice Assmann (2008: 15): “El ser que puede ser recordado es texto”; y por ello se reiere a estos lugares como “espacios del recuerdo” cuya inalidad es trascender el tiempo de la memoria social que está acotado casi generacionalmente. En cambio, busca dar lugar a la memoria cultural, la cual es considerada por el autor como la base de la existencia, pues: “No hay comprensión sin memoria, no hay existencia sin tradición” (Assmann 2008: 47). Llevando esta línea de pensamiento al ámbito andino, coincidimos con Sanhueza (2012: 13) cuando expresa que: “Los caminos en sí mismos expresan una forma de concebir y organizar el territorio, de dialogar y de imponerse al entorno geográico, de jerarquizar y sacralizar ciertos lugares estableciendo la impronta del Estado, dando cuenta de lo que podríamos llamar una cartografía oral del Tahuantinsuyu”. Es justamente esta El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry 37 COLOMBIA ECUADOR BRASIL PERÚ SIMBOLOGÍA CHILE BOLIVIA P A R A G U AY Adoratorios de altura Tramos según Hyslop Antisuyu Chinchaisuyu Collasuyu ARGENTINA Cuntisuyu Límites internacionales Límites provinciales 0 720 Km Figura 1. Principales redes viales y adoratorios de altura del Tawantinsuyu. En los Andes se registraron unas doscientas montañas con evidencias arqueológicas, las cuales son divisadas desde el Qhapaq Ñan en forma continua. Figure 1. Main road network and high-altitude shrines in Tawantinsuyu. Nearly two hundred mountains with archeological evidence have been registered in the Andes, which are continuously seen from the Qhapaq Ñan. 38 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 SIMBOLOGÍA BOLIVIA Adoratorios de altura Tramos según Hyslop Antisuyu Collasuyu Límites internacionales Límites provinciales CHILE ARGENTINA AMÉRICA DEL SUR 0 300 Km Figura 2. Extremo meridional del Tawantinsuyu donde se localiza más del 50% de los adoratorios de altura y donde se pudo comprobar la conexión visual existente entre estos y el Qhapaq Ñan. Figure 2. Southernmost end of the Tawantinsuyu, where more than 50% of the high-altitude shrines are located, and where visual connection between them and the Qhapaq Ñan can be demonstrated. El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry cartografía oral la que brinda un marco de signiicado cultural al signiicante espacial o paisaje donde se va dibujando el Qhapaq Ñan y su anastomosada red que atraviesa kilómetros de distancia por los lugares más inhóspitos del territorio andino. Las montañas, que habían sido veneradas desde tiempos inmemoriales pero no ascendidas por ser la morada exclusiva de los apus o deidades, fueron escaladas por los incas y resigniicadas con nuevas y valiosas ofrendas, lo que en cierta forma contribuyó al refuerzo del dominio religioso, ya que a la vista de los grupos dominados, los incas entablaron una comunicación más directa con los apus. ¿Cuáles son los motivos para adorar a las montañas? Es una pregunta que muchas veces nos realizamos ante la abrumadora evidencia arqueológica registrada en las montañas durante un siglo (Beorchia Nigris 1987). Besom (2009: 117-145) realiza un exhaustivo y prolijo análisis de los cronistas que se reirieron al culto de las montañas y los clasiica en quince categorías que merece la pena nombrar: (1) la naturaleza extraordinaria de los cerros; (2) su rol preponderante en la mitología andina; (3) su papel transicional o como “peldaño” hacia los dioses superiores; (4) su capacidad para controlar los fenómenos meteorológicos; (5) su asociación con el agua; (6) su relación con la salud humana; (7) su asociación con la producción económica; (8) su relación con los viajes; (9) su capacidad de asustar o intimidar; (10) sus funciones oraculares; (11) su incorporación y rol en las líneas de visión; (12) su función como marcadores de límites y fronteras; (13) su rol relacionado con la unión de personas de diferentes comunidades; (14) su función simbólica con respecto al bienestar del imperio y (15) su manipulación para crear y reforzar las relaciones de poder. A esta exhaustiva lista de motivos prácticamente no resta agregarle nada y, aunque el autor citado lo menciona en su análisis, deseamos destacar la importancia que tiene la imponencia visual de la montaña en esa ruptura de la horizontalidad y su proyección vertical hacia el cielo; asimismo, su belleza, su íntima relación con la minería (Cruz 2009; Salazar et al. 2013) y su humanización, hecho que ha demostrado Bastien (1978) en la denominada Montaña del Cóndor, en cuyos diferentes pisos ecológicos las comunidades kallawayas de Bolivia basan su organización social y espacial. Las montañas poseen una doble función, pues, como grandes hitos marcan una presencia y un punto de referencia en la organización espacial; asimismo, como 39 geosímbolos le aportan una historia al paisaje que contribuye a la consolidación de esa cartografía oral andina (Sanhueza 2012) que actúa como pivote de la identidad y de la legitimación de un nuevo orden socioespacial propuesto por los incas en su proceso expansión. Expansión inca: una propuesta La conectividad del mundo andino prehispánico data de varios siglos antes de la expansión Inca. Al respecto, existen abundantes evidencias –especialmente para el área centro sur de los Andes– sobre el tráico multiambiental de los caravaneros, quienes fueron los responsables de generar un complejo proceso de circulación de bienes domésticos y de estatus entre los distintos y alejados territorios (Nuñez & Dillehay 1995 [1979]; Nielsen 1997; Berenguer 2004; y otros), los cuales no serán abordadas en el presente artículo. Es a través de las crónicas que se sabe con bastante detalle la historia de los incas; aunque sesgadas por motivos políticos que la etnohistoria analiza pormenorizadamente desde hace décadas, ellas nos aportan suiciente información respecto a la forma en que el espacio fue colonizado (Murra 2002). En tal sentido, el relato mítico de Felipe Guamán Poma de Ayala (1992 [1614]; Sanhueza 2012) nos habla acerca de determinadas prácticas “civilizatorias” tendientes al orden social, político, religioso y, de hecho, espacial, ya que a través del amojonamiento y deslinde de tierras el Inca sentaba las bases para la legitimación del nuevo orden político. El cronista Betanzos (1987 [1551]) nos dice que los incas, al tomar posesión de una nueva “provincia”, diseñaba o “pintaba”, “medía”, “amojonaba” y “repartía” sus territorios y recursos, generando un ordenamiento territorial del espacio social y productivo, a lo que necesariamente se sumaba el espacio religioso o mítico. Todo este proceso “civilizatorio” y de conquista tuvo como eje principal el desarrollo del sistema vial, que de acuerdo a las descripciones de los cronistas estaba organizado y señalizado según determinadas técnicas de medición de distancias (Cieza de León 2005 [1553]; González Holguín 1989 [1608]; Bertonio 1984 [1612]; Guamán Poma de Ayala 1992 [1614], Sanhueza 2012), que fue interpretado como “leguas del Inca” (González Holguín 1989 [1608]). Las evidencias arqueológicas se condicen bastante con las crónicas en este punto, pues la gran cantidad de mojones, hitos, sayhuas, apachetas y otros dispositivos repartidos en los espacios circun- 40 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 dantes a los caminos dan cuenta de este sistemático procedimiento de conquista y organización territorial (Vitry 2000; Sanhueza 2004, 2012). Sobre la base de lo antedicho, y teniendo en cuenta algunas de las variables posibles del proceso de construcción de paisajes y consolidación de un nuevo orden geopolítico, se intentará hipotetizar de forma esquemática sobre procesos que pudieron haber ocurrido durante el avance de los incas en los territorios conquistados, sin olvidar que, al menos arqueológicamente y particularmente en zonas alejadas del Cusco, lo incaico se debe pensar en función de los grupos que fueron incorporados a la propuesta política del Tawantinsuyu. Se sugiere entonces la siguiente y posible secuencia en el proceso de conquista territorial: (1) exploración socioambiental, (2) estrategias de negociación con los líderes políticos, (3) planiicación estratégica, (4) construcción de infraestructura vial y (5) ocupación efectiva del territorio y funcionamiento pleno. La exploración socioambiental se reiere al hecho de recabar información de los territorios, tanto de manera indirecta como directa, para elaborar un panorama completo de los recursos humanos y ambientales reinantes en cada una de las zonas que pretendían conquistar. Muchas de las poblaciones andinas de los siglos xv y xvi estaban organizadas en forma segmentaria, siendo la base de estas estructuras los ayllus, es decir, grupos de personas que administraban colectivamente recursos naturales estratégicos y entre ellos se consideraban parientes por descender de un antepasado común, fuera este real o mítico. Estos ayllus menores o pachaqas se agrupaban en organizaciones mayores de ayllus, mitades, grupos étnicos y confederaciones (Nielsen & Boschi 2007: 46). Seguramente se informaron entre grupos étnicos y al interior de ellos sobre los conlictos, las jerarquizaciones internas, liderazgos, técnicas productivas, especiicidades, redes de intercambio, principales productos o bienes intercambiables, etc., es decir, es imaginable un trabajo de inteligencia que les habría permitido tener un diagnóstico e información clave para poder diseñar una estrategia de negociación con cada uno de los líderes políticos. Contando con toda la información territorialsocial y habiendo analizado y seguramente discutido internamente las diferentes estrategias de negociación futura, ya fuera llegando a un acuerdo pacíico o a una confrontación bélica, debieron haberse puesto recién en contacto con los líderes políticos para acordar los encuentros y poder plantear la propuesta y escuchar las contrapropuestas. Los resultados de estas decisiones son los que hoy podemos comprobar arqueológicamente, como hemos observado en Tastil (Salta, Noroeste de Argentina). Allí, los incas cambiaron la polaridad de los centros de consumo, producción e intercambio preexistentes, dotando al lugar de una nueva lógica espacial, dinámica del movimiento de las personas y control de las mismas junto al espacio geográico. En este proceso, el gran eje ordenador fue el sistema vial y la infraestructura asociada (ig. 3), la cual, además de los ediicios tradicionales, tenía también dispositivos de control ubicados en lomadas (Vitry 2005). La desestructuración espacial está directamente relacionada con la simbólica en mayor o menor medida, pudiendo manifestarse a gran escala, como la recientemente mencionada, o a pequeña escala, como el caso del sitio arqueológico Los Amarillos, ubicado en la Quebrada de Humahuaca, donde los incas destruyeron de manera violenta los principales emblemas del poder político y simbólico precedente (Nielsen & Walker 1999; Nielsen & Boschi 2007). Existen pocos casos en la región donde se haya registrado tanta violencia en el proceso de expansión e incorporación de poblados al Tawantinsuyu. Si bien está acotada en el espacio, la conquista ritual y dominación política perpetrada en Los Amarillos debió tener un impacto a gran escala geográica y también temporal, sirviendo como advertencia a los poblados de la región. A este tipo de ejemplo se puede sumar el de sitios como Turi, La Paya, Pucará de Tilcara y otros que tienen particularidades edilicias que dan cuenta de acuerdos violentos o pacíicos (Raino 2007). Una vez concluidas las negociaciones, los incas ya se encontraban en el nuevo territorio, lo que les permitía trabajar en una suerte de planiicación estratégica sobre la base de los recursos, personas, conectividad y situación de la sociedad luego del acuerdo. En esta fase, se puede advertir que hubo una relación de dominante y dominado –aunque no haya corrido sangre– y una buena cantidad de detalles, no solo del lugar sino también en relación con los vecinos próximos y antiguas formas de intercambiar bienes, que servirían de punto de partida para poder llevar a la práctica el ejercicio del poder en el nuevo escenario. Una de las principales obras debió ser la construcción de los caminos y la infraestructura vial asociada, ya fuera empleando las sendas existentes, realizando modiicaciones de trazado previo o bien construyendo una nueva vía, según el caso. Todo esto debió requerir un ejercicio del poder muy fuerte, El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry a 41 b TASTIL TASTIL INCAHUASI INCAHUASI Figura 3. Desestructuración espacial llevada a cabo por los Incas en relación con el poblado de Tastil: a) principales zonas productivas y vías de comunicación que convergen en Tastil; b) reconiguración del espacio realizada por los incas, dejando de lado el poblado de Tastil y priorizando las zonas productivas. Figure 3. Spatial destructuring by the Inca regarding the town of Tastil: a) main productive areas and communicating roads that converge in Tastil; b) spatial reconiguration by the Inca, who let Tastil aside and prioritized productive areas. ya fuera mediante estrategias de liderazgo acordadas con los curacas locales o a través de la imposición en cualquiera de sus posibles formas. No debió ser fácil en ningún lugar instaurar un nuevo régimen por más convincente que fuera, ya que, de una manera u otra, los pobladores cedieron o perdieron parte de su libertad y forma tradicional de vida a favor de un proyecto ajeno. Finalmente, se produce la ocupación efectiva del territorio y funcionamiento pleno en el nuevo panorama geopolítico. Si bien con anterioridad el territorio ya estaba ocupado por los incas, se considera como el in del ciclo y el inicio de otro a la culminación de las obras que permitirían a dirigentes y ejércitos moverse a través del sistema vial. Esto no quiere decir que las obras necesariamente hayan tenido que estar terminadas, pues la literatura arqueológica nos brinda sobrados ejemplos de obras inconclusas, ampliaciones posteriores, arreglos o modiicaciones realizadas, etc. Todo ello nos sugiere la dinámica del proceso que se fue adaptando a las coyunturas que se les presentaban en cada lugar. Este esquema hipotético no debería ser pensado de manera lineal ni evolutiva, pues, como se dijo anteriormente, desde el punto de vista arqueológico, la experiencia nos indica que lo incaico se deine por lo preexistente y el tipo de acuerdo al que llegan y no al revés. La infraestructura edilicia inca tiene ciertos elementos que debe cumplir, pero la mano de obra local le imprime indefectiblemente su sello. No estamos frente a una tropilla de constructores incas que se diseminaron por el Tawantinsuyu, sino frente a constructores locales que seguían las pautas de construcción que se les indicaba. No hay que perder de vista tampoco los procesos en sí mismos, pues también sabemos por la etnohistoria de levantamientos, traiciones, resistencias, reocupaciones, traslado de comunidades completas y una buena cantidad de situaciones conlictivas que obviamente repercuten de una u otra manera en el registro arqueológico (Murra 2002). Este modelo esquemático planteado nos hace pensar, salvando las diferencias, en lo que los urbanistas denominan un tipo de expansión tentacular dispersa1 y también expansión capilar,2 las cuales se relacionan con el crecimiento urbano en torno a una vialidad principal, en el caso del primer ejemplo, o bien, en el desarrollo y crecimiento que se maniiesta a través de las vías secundarias (Pozo Urquizo 2011: 114). Lo que nos interesa, más allá de las características técnicas o teóricas de los tipos de expansión mencionados, es el concepto de una expansión que se va haciendo efectiva a través de caminos y poblados, líneas y puntos, nodos e internodos, brazos que se van expandiendo y vinculando con un centro lejano; lo importante es que dicha vinculación es real y tangible, un sistema vial que no solo está plasmado en el paisaje sino también integrado al mismo desde 42 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 un punto de vista tanto económico como simbólico y ritual. En un mundo desconocido, lejos del Cusco, los caminos constituían lo conocido y propio; los tambos, chasquiwasis, centros administrativos, apachetas e hitos, junto con los detalles constructivos de los ediicios como las hornacinas trapezoidales, brindaban esa sensación de “estar en casa”. La construcción de tan vasto sistema vial sin dudas fue mucho más allá de un mero soporte para el traslado de personas o productos; representaba también un anclaje al propio mundo en tierras lejanas, un vínculo con la identidad, tanto hacia adentro como hacia afuera, un emblema detentado por el estado a miles de kilómetros del principal centro y un sello deinitivo de la conquista realizada (Sánchez 1992; Eliade 1994). Esta manera de expandirse e ir ingresando a un territorio “nuevo” implicó también la creación de puntos ijos y claramente visibles del horizonte: me reiero particularmente a las montañas sagradas, es decir, los geosímbolos propuestos por Bonnemaison (1992: 76), quien airma que: “los geo-símbolos son ‘lugares’, relieves, itinerarios, rutas, construcciones, sitios, etc. que, por razones religiosas, culturales o políticas, adoptan en los ojos de los grupos étnicos y sociales una dimensión simbólica que los arraiga en su identidad, y que por ende, participa activamente en la construcción territorial” (en Cruz & Jara 2011: 76). En los Andes, por lo que conocemos hasta el presente, los incas ascendieron dos centenares de montañas y en ellas erigieron construcciones de carácter ceremonial donde llegaron a ofrendar vidas humanas (Beorchia Nigris 1987; Vitry 1997; Schobinger 1998; Reinhard & Ceruti 2000; Besom 2009; y otros). Desde el punto de vista visual, podemos decir que este complejo de montañas no tiene interrupciones desde el Cusco hasta el cerro El Plomo en Chile o el Aconcagua en Argentina (igs. 1 y 2). La visibilidad en la cordillera puede abarcar centenares de kilómetros, tal como pudimos comprobar en la cima del Llullaillaco, desde donde se divisa el Nevado de Cachi situado a 220 kilómetros hacia al este; o en el volcán Antofalla, que permite observar el Pular y Pajonales a 180 km (ig. 4). Asimismo, las montañas sacralizadas siempre son observadas desde el Qhapaq Ñan, como si le diesen un marco de contención, protección o pertenencia al sistema vial (ig. 5). Cuando se transita por el Qhapaq Ñan siempre hay alguna montaña u otro geosímbolo de referencia. En este sentido, es importante comentar el carácter dual que tienen las vialidades, pues no es lo mismo transitar en un sentido que en el otro: se trata de paisajes diferentes, donde lo que hace la diferencia son determinadas geoformas que se destacan y pueden ser reconocidas tanto a la ida como al regreso. Los caminos avanzan en horizontal, asociados a una buena cantidad de infraestructura de soporte de carácter administrativo que responde a las necesidades biológicas humanas. Asimismo, en un nivel macro, sobre la línea del horizonte y proyectándose hacia arriba se encuentran las montañas y sus apus, brindando un soporte de carácter simbólico, una geografía sagrada que nos remite a una cartografía oral con profundo sentido cultural (Sanhueza 2012), de manera tal que apus y Qhapaq Ñan se encuentran íntimamente vinculados en el proceso de avance y creación de los nuevos espacios incaizados fuera del Cusco (ig. 6). Análisis integral del camino y su entorno Venimos sugiriendo que los caminos jugaron un rol determinante en el proceso de conquista de los nuevos territorios anexados al Tawantinsuyu. Asimismo, existe una impronta en estos caminos que nos hacen identiicarlos, al menos en lugares alejados del Cusco como el Noroeste Argentino y el norte de Chile. Así como Raino (1981) identiicara rasgos de primer y segundo orden para la arquitectura inca, podemos hacer lo mismo para los caminos y la infraestructura asociada. Sin embargo, como el abordaje implica también el paisaje asociado y la importancia de la geografía sagrada en la deinición de los caminos, ese tipo de clasiicación nos resulta insuiciente y solamente aplicable a una parte relacionada con la infraestructura caminera y sus características puntuales a las que se reirieron numerosos autores (Raino 1981 y 2007; Pereira 1982; Niemeyer & Rivera 1983; Santoro 1983; Hyslop 1984, 1992; Muñoz et al. 1987; Stehberg 1995; Vitry 2000; Castro et al. 2004; Fresco 2004; Berenguer et al. 2005; González 2007; Avilés 2008; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011; Sánchez Canedo 2012; entre otros). Se considera que al estudio de caminos incas no debiera faltarle un análisis profundo del paisaje asociado, ya sea de las geoformas destacadas como wakas, las montañas circundantes, como también de todos los espacios relacionados con el agua, tales como las nacientes, lagos, ríos, arroyos y humedales, pues en lugares semidesérticos estos recursos son muy valiosos y por ende están investidos de sacralidad. El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry 43 Figura 4. Vista desde el volcán Antofalla (6.450 m) en la puna de Catamarca, desde donde se divisa el volcán Llullaillaco y los cerros Pular y Pajonales, ambos ubicados a casi 200 km de distancia. Figure 4. View from the Antofalla volcano (6,450 m) in the Catamarca puna, where the Llullaillaco volcano and the mountains Pular y Pajonales, both located almost 200 km away, can be seen. Figura 5. Apacheta de El Palomar junto al Qhapaq Ñan, desde donde se divisa el nevado de Chañi en forma constante y durante varias decenas de kilómetros de recorrido. Apus y Qhapaq Ñan están conectados visualmente. Figure 5. Apacheta of El Palomar next to the Qhapaq Ñan, where nevado de Chañi can be seen constantly for several tens of kilometers. he apus and the Qhapaq Ñan are visually connected. 44 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 6. Camino ceremonial que asciende al volcán Llullaillaco. Al fondo se divisan otros apus, como el cerro Inca o Chuculai y el volcán Socompa. En la montaña, los caminos marcan un lugar diferenciado del resto tanto física como simbólicamente. Figure 6. Ceremonial road ascending the Llullaillaco volcano. Other apus can be seen in the background, such as the mount Inca (Chuculai) and the Socompa volcano. Roads mark a diferentiated place from the rest of the mountain both physically and symbolically. Finalmente, nuestro análisis desde la perspectiva del paisaje debe considerar la percepción cultural del espacio, que podemos deinir como andina y occidental. Nuestra disciplina (arqueológica en particular y de las ciencias sociales en general) y nuestra forma de vida están signadas por la cultura occidental, lo cual nos lleva muchas veces a planteamientos o conclusiones sesgadas. Por ello, debemos realizar un esfuerzo considerable para poder pensar y analizar los espacios con criterio andino. Para ejempliicar lo dicho, baste utilizar las mismas montañas, que en el mundo andino estaban signiicadas como lugares de importancia: estructuraban el espacio, vinculaban a las personas y también estaban humanizadas a través de relatos e historias míticas fundantes (Bastien 1978; Beorchia Nigris 1987; Besom 2009). En la concepción occidental, las montañas representan barreras y normalmente dividen, ya que son límites naturales (internacionales, nacionales y regionales), están despersonalizadas y no representan nada desde una perspectiva simbólica o cultural. De esta manera, también la utilización de los espacios es diferente; los andinos prehispanos utilizaban las quebradas y valles estrechos como lugares de intercambio (tinku) donde dejaban crecer los árboles nativos para extraer madera y frutos, mientras que los asentamientos, terrazas de cultivos y caminos los realizaban a media ladera; las cumbres y ilos montañosos eran utilizados para comunicarse, a veces con caminos principales (ig. 7). En la concepción occidental del espacio, se tiende a concentrar todas las actividades en los fondos de valles y quebradas, en detrimento del resto de la montaña que representa un obstáculo y un lugar no apto para los modernos medios de transporte (Vitry 2010). Deberíamos pensar los elementos recientemente mencionados de manera integrada en un sistema mucho mayor y complejo, pero no por ello incoherente, sino todo lo contrario; estamos frente a historia y situaciones microrregionales que se integran a una superestructura política, cultural y simbólica proveniente del Cusco a nivel macrorregional, entretejiendo un nuevo y por cierto último capítulo de la historia prehispánica andina. Siguiendo los lineamientos metodológicos de Otero Vilariño (2003: 6), que considero adecuados para ayudar a pensar, quizás de una manera más organizada, la complejidad de los caminos incas, me permito readaptarla del mundo ibérico al andino y de El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry 45 ESPACIO GEOGRÁFICO APUS CONCEPCIÓN ANDINA Caminos Viviendas Terrazas de cultivo Árboles Árboles CONCEPCIÓN OCCIDENTAL MONTAÑAS MONTAÑAS (barreras) (barreras) Caminos Viviendas Cuadros de cultivo Figura 7. Dos maneras diferentes de concebir un mismo espacio, un claro ejemplo de cómo las sociedades construyen y signiican sus paisajes. Figure 7. Two diferent ways of conceiving the same space, an example of how societies build and signify their landscapes. un contexto entográico a uno arqueológico. El autor realiza una clasiicación tripartita de acuerdo al grado de vinculación de los bienes con respecto a un camino, a saber: (1) elementos sustantivos: aquellos cuya existencia solo se puede entender en relación con una vía de tránsito; (2) elementos adjetivos: aunque pudieran tener lugar al margen de la red vial, su existencia nos ayuda a entender el camino (lo adjetiva) y viceversa; (3) elementos complementarios: su existencia puede tener lugar perfectamente al margen de la existencia de una vía de comunicación, pero pueden ser de utilidad por los valores que pudieran aportar. Este planteamiento, llevado al mundo andino y particularmente al análisis de los caminos incas, podría resultar de la siguiente manera (tabla 1): La propuesta metodológica de ordenar en tres grupos de elementos que se debería considerar para el estudio de la vialidad inca no se contrapone a las proposiciones existentes, como por ejemplo los abordajes micro y macromorfológicos propuestos por Trombold (1991) y empleado por autores andinos como Berenguer et al. 2005 y otros. El estudio micromorfológico es particularista y se centra en las características inhe- rentes a la materialidad de la vía en sí, mientras que el macromofológico es holístico y realiza un análisis de amplio espectro geográico distribucional de las vías y su articulación regional. En nuestra propuesta, ambos estudios formarían parte de los Elementos Sustantivos, así como las de otros autores (aunque con algunas excepciones) que sí consideran el paisaje (Raino 1981, 2007; Pereira 1982; Niemeyer & Rivera 1983; Santoro 1983; Hyslop 1984, 1992; Muñoz et al. 1987; Stehberg 1995; Vitry 2000; Fresco 2004; Castro et al. 2004; Berenguer et al. 2005; González 2007; Avilés 2008; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011; Sánchez Canedo 2012; entre otros). Indicadores arqueológicos relacionados con el espacio A falta de “textos”, los andinos recurrieron a estrategias basadas en otra lógica comunicacional, mecanismos mnemotécnicos y sistemas de registros que llegaron a tener un alto grado de soisticación; tal es el caso de los quipus, en los que, además de datos cuantitativos relacionados con la contabilidad, aparentemente también se guardaba información espacial, pues los hilos 46 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Tabla 1. Tabla comparativa que sintetiza la clasiicación tripartita de acuerdo al grado de vinculación de los bienes con respecto a un camino. Table 1. Comparison table that synthesizes the tripartite classiication per degree of connection between goods and road. Elementos sustantivos Elementos adjetivos Elementos complementarios Formados principalmente por elementos artificiales, edificios que componen la infraestructura asociada a los caminos incas. Formados en su mayor parte por componentes naturales que poseen connotaciones simbólicas o míticas, aunque hay algunos elementos artiiciales que lo integran. Todos los elementos que de una u otra manera nos remiten o nos ayudan a pensar en los caminos y su entorno. Camino y sus características intrínsecas, tambo, corpawasi, chasquiwasi, estructuras ortogonales, collcas, centros administrativos (kallanca, haucaypata, ushnu, etc.), puestos de observación, puestos de control, apachetas, mojones, mochaderos (u otras wakas asociadas al camino). Geosímbolos, montañas (apus, achachilas), vertientes, lagunas, cuevas, geoformas singulares y signiicadas socialmente, Rumituru, Sayhuas, Gnomon, columnas astronómicas. Toponimia, antroponimia, narrativa del paisaje, mitos, leyendas, tradición oral, iestas, cantos, idioma, mapas mentales, textiles, tocapus, motivos rupestres, alfarería y otros. podrían haber representado los ceques y los nudos las wakas (Sánchez Canedo 2008). Asimismo, desde la antigüedad hasta el presente muchos textiles pueden ser leídos como mapas (Platt et al. 2006). También, según los cronistas, se guardaba el recuerdo a través de cantares para alabar las hazañas y proezas ancestrales, reteniendo de esta manera una memoria colectiva y generando una cartografía oral (Sanhueza 2012). Por último, existieron pinturas o tablas en las que se representaban momentos históricos y que eran conservadas en un lugar denominado Poquen Cancha, aunque lamentablemente el registro arqueológico no pudo dar con estas tablas (Rostworowski 1988). Los caminos incas fueron concebidos con una infraestructura asociada, que fue planiicada, estructurada, administrada y signiicada en función de cada espacio geográico y el rol social, económico, religioso y político que cumplían dentro del Tawantinsuyu. Por otra parte, cuando hablamos de infraestructura asociada estamos haciendo referencia, entre otros, a tambos, centros administrativos de diferentes dimensiones y hasta Wamanis o capitales provinciales, las cuales no fueron emplazadas al azar, sino en espacios que tuvieron ancestralmente un valor para los pobladores del lugar o bien en nuevos espacios estratégicamente ubicados y planiicados en función del entorno. Los paisajes incas tenían un carácter holístico, ya que incluían “tanto a la tierra, como al cielo, éste último reiriendo al día y a la noche, los movimientos del Sol, la Luna, las estrellas y constelaciones, formando parte importante de los calendarios agrícolas y rituales, en particular los puntos extremos de sus salidas y puestas en el horizonte” (Farrington 2015: 43). Dentro de los elementos arquitectónicos que los incas emplearon tanto en el Cusco como en todo el Tawantinsuyu, hay algunos que poseen una particular importancia a la hora de analizar su relación con la geografía cultural y el proceso de construcción de paisajes, me reiero puntualmente a los ushnus que estaban emplazados en las aukaipata. En los ushnus no solamente se realizaban los principales rituales estatales, sino que también desde ellos se proyectaban líneas visuales sobre el horizonte montañoso que servían para organizar ritual y geográicamente el espacio. Es conocida en la literatura desde hace muchas décadas la proyección de 41 ceques que irradiaban desde el ushnu del Cusco; a nivel regional se están observando situaciones similares, como el caso del sitio El Shincal en la provincia de Catamarca, cuyas proyecciones se relacionan con una geografía sagrada y con ciclos solares y lunares (Farrington 2015: 44). Moyano (2010; Moyano & Díaz 2015) ha investigado alineamientos astronómicos en el sitio minero Viña del Cerro en Chile, como también en el ushnu de Potrero de Payogasta y el sitio arqueológico La Ciudacita en el El Qhapaq Ñan y los apus / C. Vitry cordón del Aconquija, ubicados en el Noroeste Argentino, y sus trabajos siguen arrojando valiosa información al respecto. Por otra parte, recientes estudios realizados en el sector norte del valle Calchaquí también vinculan el arte rupestre con las montañas sagradas (Leibowicz et al. 2015), y en Potosí con fenómenos atmosféricos como son los rayos y su indisociable relación con la deidad panandina Illapa (Cruz 2015). Numerosos autores coinciden en que uno de los principales motivos de la expansión inca en el Noroeste Argentino y el norte de Chile fue la minería. Aquellas montañas que poseían minerales tenían un plus de signiicación porque eran dadoras de los metales preciosos y divinizados que utilizaban los incas para sus ceremonias. Por ello, los incas llegaron a conformar paisajes mineros metalúrgicos de carácter sagrado, wakas minerales que también sirvieron para estructurar y jerarquizar el espacio (Cruz 2009; Salazar et al. 2013), las que, huelga decir, se relacionaban con los sistemas viales. Los ejemplos de materialidades vinculadas al paisaje abundan, y analizarlos excede los objetivos del presente trabajo. En forma genérica, se puede ver que, desde un punto de vista cultural y simbólico, determinados ediicios y geosímbolos se encuentran amarrados al paisaje y viceversa. PALABRAS FINALES En los Andes no podemos comprender las sociedades sin su espacio, como tampoco podemos concebir los caminos sin la infraestructura asociada; en tal sentido, los geosímbolos y el Qhapaq Ñan se encuentran inextrincablemente unidos, la infraestructura edilicia y la simbólica no pueden estar separadas. Los geosímbolos y el paisaje adjetivan a los caminos a través de una narrativa o una cartografía oral que les da sentido de pertenencia y tradición, vinculando a las sociedades con sus ancestros que habitan en las montañas y otros lugares naturales, como describieron los cronistas y sintetizaron algunos autores (Besom 2009; Leibowicz et al. 2014). Convencido de que la siguiente propuesta es solo la punta del ovillo, pienso que es una línea de investigación que promete mucho y, por ello, no quería dejar de plantearla en el presente artículo, que pretendió aproximarse a un análisis de relación entre los geosímbolos y el Qhapaq Ñan. 47 RECONOCIMIENTOS Agradezco los valiosos aportes realizados por los evaluadores del presente artículo, lo cual obligó a reorganizarlo y ciertamente mejorarlo. A Federico Viveros, encargado del área Geomática del Programa Qhapaq Ñan Salta por la confección de los mapas y a Jorgelina Flores Barrantes por su apoyo incondicional. NOTAS 1 Este tipo de crecimiento es lineal y en varios sentidos o bra- zos, siempre siguiendo las vías de comunicación en un proceso de dispersión-concentración. En nuestro caso, tenemos los caminos incas y su infraestructura asociada, la que se maniiesta de manera regular cada cierta distancia, ya sea que se trate de tambos (20-25 km), chasquiwasis (6-8-km) o puestos de control, centros administrativos, etc. Lo cierto es que la ocupación del espacio se maniiesta por lo general en torno a los caminos principales, ya sea que se trate de centros urbanos o campos agrícolas o ganaderos. 2 El crecimiento capilar es complementario o una consecuencia del tentacular cuando se va incrementando la población o el uso del espacio en torno a los caminos principales y sus nodos. En tal sentido, Pozo Urquizo (2011: 117) expresa que: “El tipo de crecimiento urbano capilar debe su nombre a su forma y dinámica de desplegarse sobre la difícil topografía local. Aunque nacen por su cercanía a vías principales de acceso a las ciudades al igual que las formas tentaculares, este tipo de crecimiento es diferente. Nacen de vías secundarias, caminos o senderos que parten interceptando las vías de acceso a los centros urbanos, para después adentrarse a través la topografía rural compleja y agreste. La coniguración de su trama vial es como de capilares que brotan de sí mismos constantemente”. REFERENCIAS Assmann, J., 2008. Religión y memoria cultural. Diez estudios. Buenos Aires: Lilmod. Augé, M., 1995. Los ‘no lugares’. Espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa. Avilés, S., 2008. Qhapaqñan. Caminos sagrados de los Inkas. La Paz: umsa. Bastien, J., 1978. La montaña del cóndor. Metáfora y ritual en un ayllu andino. La Paz: Hisbol. Bauer, B., 2000. El Espacio sagrado de los Inkas. El sistema de ceques del Cuzco. Cuzco: Centro Bartolomé de las Casas. Beorchia Nigris, A., 1987. El enigma de los santuarios indígenas de alta montaña. San Juan: Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña (ciadam). Berenguer, J., 2004. Caravanas, interacción y cambio en el desierto de Atacama. 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Sobre la base de la amplia información arqueológica existente en la cuenca alta del río Salado (ii Región de Antofagasta), se sostiene que, en gran parte, la ocupación inkaica de dicha cuenca conformó un sistema agrominero. Este sistema tomó la forma de una aglomeración de faenas mineras, agrícolas y ganaderas en torno a Turi, poblado local desde donde los agentes estatales habrían administrado la zona. Palabras clave: territorialización, aglomeración productiva, minería, Tawantinsuyu, norte de Chile. his article discusses one of the ways in which the Inkas used local production factors and created territoriality to extract mining resources in Northern Chile. Based on the extensive archeological information available for the upper Salado river basin (ii Region of Antofagasta), the authors argue that, to a large degree, the Inka occupation of that basin constituted an agricultural-mining system that took the form of a cluster of mining, agricultural and livestock production centers around Turi, a local settlement from which agents of the Inka Empire administrated the zone. Keywords: territorialization, productive cluster, mining, Tawantinsuyu, northern Chile. INTRODUCCIÓN La mayoría de los investigadores concuerda en que la principal motivación de la expansión inkaica en el norte de Chile fue explotar su riqueza minera (p. e., Raino 1981; Cornejo 1995; Niemeyer & Schiappacasse 1998 [1987]; Núñez 1999; Aldunate 2001a; Salazar 2002; Berenguer et al. 2005). Varios razonan, además, que la especialización e intensidad de esa explotación seguramente requirió reorganizar la producción agrícola local para proveer a los mineros de alimentos que asegurasen su subsistencia (Llagostera 1976a; Aldunate 2001a; Núñez et al. 2005; Berenguer 2007). Y, en efecto, al menos en la ii Región de Antofagasta, una revisión de las investigaciones arqueológicas de los últimos 35 años sugiere que los inkas organizaron los nodos o centros atacameños más importantes con el in de producir excedentes agroganaderos que permitieron aumentar sustancialmente la escala de la producción cuprífera. A nuestro juicio, uno de los ejemplos mejor documentados proviene de la cuenca alta del río Salado, principal aluente del río Loa. Este caso será discutido en detalle en el presente trabajo. Por ahora, es suiciente adelantar que en tiempos de la ocupación inka este sistema funcionó como una bien articulada aglomera- A José Berenguer, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, Chile, email: jberenguer@museoprecolombino.cl B Diego Salazar, Departamento de Antropología, Universidad de Chile, Santiago, Chile, email: dsalazar@uchile.cl Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 SISTEMAS AGROMINEROS Una de las principales políticas aplicadas por los inkas en las provincias del Tawantinsuyu consistía en intensiicar la producción local. La incorporación de una región en la economía política imperial implicaba la reorganización de sus procesos productivos para generar bienes en cantidades muy superiores a las necesitadas por las comunidades locales (Murra 1978). Para ello, los inkas solían evaluar rigurosamente los recursos de los territorios conquistados, lo que les permitía explotarlos según sus diferentes vocaciones de uso. Por ejemplo, en el extremo norte de Chile (xv Región de Arica y Parinacota) los inkas parecen haber valorado sobre todo la complementación de recursos ganaderos, agrícolas y marinos entre las tierras altas y bajas, una economía de tipo vertical que las poblaciones de los valles, la sierra y el altiplano llevaban practicando desde hace siglos (Muñoz & Chacama 2006; Williams et al. 2009; Llagostera 2010; Santoro et al. 2010) (ig. 1).3 En la Región de Antofagasta, en cambio, privilegiaron los recursos mineros –incluyendo una variedad de óxidos, silicatos y carbonatos de cobre, cobre nativo y turquesa–, muchos de los cuales habían sido explotados por los habitantes del desierto desde el Período Arcaico Tardío 0 20 Km Lequena Taira Santa Bárbara Conchi Pucará de Turi Chuquicamata CALAMA a Chiu Chiu Lo ción de faenas mineras, agrícolas y ganaderas en torno a Turi, poblado local desde donde los agentes estatales habrían administrado la zona (véase, por ejemplo, Castro et al. 1993; Adán 1999; Aldunate 2001a; Adán & Uribe 2005; Salazar et al. 2013). Sostenemos que la “aglomeración”, entendida como una asociación de actividades productivas en estrecha vecindad (Johnston et al. 1987), es una de las maneras en que el modelo extractivo (sensu Lobos 2012) inkaico se territorializó en la Región de Antofagasta. O, dicho de otro modo: es una de las formas mediante la cual la estructura de dominación cusqueña ejerció el poder para explotar los recursos locales (véase Sack 1986, en Del Río 2002).2 Central en la articulación de esta aglomeración era el camino inka que pasa por la zona y que es parte de un corredor estatal de unos 250 km de largo que unía la península de Colcha K, en Lípez, con San Pedro de Atacama (Castro et al. 2004; Nielsen et al. 2006). A continuación, detallamos la aglomeración productiva del río Salado como un caso de territorialización del modelo minero inka. Río 52 Ayquina Toconce Río o lad Río Sa Caspana Río Ca Sa lad spa o na Figura 1. Zona del interior de la Región de Antofagasta, norte de Chile, donde se focaliza el estudio. Figure 1. Interior of Antofagasta Region, Northern Chile, focal area of the study. (Raino 1981; Cornejo 1995; Niemeyer & Schiappacasse 1998 [1987]; Núñez, L. 1999; Uribe & Carrasco 1999; Aldunate 2001a; Salazar 2002, 2008; Berenguer et al. 2005; Núñez et al. 2005; Salazar et al. 2013). Es evidente, sin embargo, que para aumentar esta producción tradicional de metales y piedras semipreciosas manteniendo la misma tecnología local, era necesario intensiicar la producción, ya fuera incrementando la cantidad de trabajadores en las faenas mineras y/o el tiempo que estos dedicaban a estas actividades extractivas. Un buen ejemplo de lo anterior ha sido documentado en El Abra, donde los volúmenes de producción crecen notablemente durante el Período Tardío, al igual que la cantidad de sitios, su tamaño y la densidad de los depósitos ocupacionales que en ellos se emplazan (Salazar 2002). La intensiicación productiva requería como elemento esencial el aprovisionamiento de los núcleos extractivos, lo cual presentaba importantes desafíos para el poder estatal, en especial en el caso de los recursos mineros en el desierto, los cuales suelen ubicarse en áreas distantes de los nodos agropastoriles (Núñez, L. 1987; Angiorama 2001). Basado en planteamientos de Franklin Pease y John Murra, Llagostera (1976a: 45) sostiene que los inkas buscaban incorporar “regiones de interés para la economía estatal, que ya existían como ambientes organizados”, y postula que en la vertiente occidental de los Andes del sur organizaron “un complicado sistema agro-minero, en el que entraron Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar en juego complementario los núcleos mineros y los núcleos agrarios, siendo estos últimos los nutrientes de los primeros” (Llagostera 1976b: 217). En los sistemas agromineros inkaicos la cosecha de la región no solo era fundamental para el sostenimiento diario de los contingentes en las minas, sino también para la hospitalidad y el comensalismo político que el Estado practicaba con ines administrativos. No se debe olvidar que estos constituían un elemento central en la reproducción de los vínculos entre el Estado, las comunidades locales y las divinidades, al legitimar las prestaciones de servicio que las poblaciones sometidas entregaban al Tawantinsuyu. En efecto, las investigaciones sobre los inkas han demostrado la importancia de los banquetes de comida y bebida que la burocracia inkaica organizaba para retribuir las mitas o prestaciones rotativas de trabajo de los mitayos (Morris 1978-1980, 1982; Murra 1978). Realizados en contextos rituales y ceremoniales en los que interactuaban poblaciones locales, representantes del Tawantinsuyu y divinidades, estos exuberantes festines representaban un aspecto clave de la administración estatal (Morris & hompson 1985: 83). Seguramente, son requerimientos como los precedentes los que subyacen a las operaciones de ampliación de tierras de cultivo y de mejora de suelos y andenes agrícolas que los inkas efectuaron en el interior de la Región de Antofagasta, labores que se aprecian en sitios como Paniri, Toconce y Socaire y que habrían resultado en un considerable incremento productivo de tubérculos, maíz, quinua y otros cultivos (Núñez, P. 1993; Aldunate 1993, 2001a; Adán 1999; Adán & Uribe 2005; Núñez et al. 2005; Parcero-Oubiña et al. 2016). Aunque estas ampliaciones, mejoras e incrementos no han sido aún sistemáticamente establecidos, tal cantidad de terrazas y campos de cultivo no se explica solo en función del consumo local interno. Parece correcto, por lo tanto, plantear que, a diferencia del énfasis agromarítimo aplicado en la Región de Arica y Parinacota, en tierras antofagastinas las autoridades cusqueñas organizaron sistemas agromineros en los que las operaciones agrícolas eran subsidiarias de las operaciones mineras. Son aquellos excedentes agropecuarios producidos en los principales nodos locales los que habrían permitido a los inkas intensiicar la extracción de cobre en la Región de Antofagasta (Salazar 2002; Berenguer et al. 2005; Berenguer 2007; Salazar et al. 2013). 53 LA SITUACIÓN ANTES DE LOS INKAS Como anticipamos en la Introducción, la mejor evidencia de un sistema agrominero en el norte de Chile proviene de la cuenca alta del río Salado, una zona de la hoya superior del río Loa situada a unos 70 km al este de la ciudad de Calama. Aun cuando varias de las interpretaciones sobre el Período Inka realizadas en las décadas de 1980 y 1990 posiblemente requerirían más excavaciones, así como también una mayor sistematización de los datos (Castro et al. 1993: 100), a comienzos del 2000 la información publicada proveía todos los elementos para reconstruir este sistema productivo en sus trazos gruesos. Permítasenos hacer este trabajo de reconstrucción examinando con cierto detalle la situación antes y durante la ocupación inkaica. Al momento del arribo de los inkas a la Región de Antofagasta, la referida cuenca era una de las zonas más densamente pobladas, con aldeas en lugares como Turi, Toconce y Caspana (ig. 2).4 Se ha planteado que estas poblaciones estaban estructuradas en grupos corporativos basados en el parentesco (Adán & Uribe 2005; véase también Uribe 1996), bajo un sistema similar al de los ayllus de otras partes de los Andes (p. e., Albó 1972; Platt 1987; Isbell 1997; Nielsen 2007). La sociedad formada por este conjunto de comunidades era el resultado de un proceso de amalgamación gradual entre las poblaciones de las tierras altas de la cuenca del río Salado y las del altiplano meridional de Bolivia que databa, por lo menos, desde principios del Período Intermedio Tardío (cf. Castro et al. 1984). Dichas comunidades poseían amplios terrenos de cultivo, abundante agua para el regadío y numerosas áreas de pastoreo, incluyendo la vega permanente más grande y rica en forraje. Precisamente a orillas de esta importante área de pastizales, junto a unos manantiales, sobre una oscura colina de lavas y con las cumbres actualmente más veneradas en el horizonte, se extendía el mayor asentamiento atacameño –el llamado pucará de Turi– desde donde probablemente ejercían el poder los ancestros de los pobladores de la zona (ig. 3). En los grupos andinos organizados bajo el sistema de ayllus los recursos no pertenecen a la comunidad, sino a los espíritus de los cerros y a los ancestros fundadores; así, los comuneros son tan solo sus guardianes (Isbell 1997; Del Río 2002). Coherentemente, tanto en las aldeas locales como en el pucará de Turi, el culto de los cerros en torres o chullpas y la veneración de los muertos en sepulcros ubicados en abrigos rocosos ocupaban una Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 54 570 UTM SIMBOLOGÍA 590 UTM Cerro Carcanal Localidades Volcán Paniri Desierto absoluto Pampa 400 Tolar Qda. de Cu Equidistancia altimétrica: 200 m 10 Km Cerro del León Cerro Topaín Q Vegas de Turi 300 ón l Le de da. Volcán Toconce PUCARÁ DE TURI 0 lu cu U a. ie h nc Qd do Río Sala nce TOCONCE AYQUINA Río Río Cerros de Ayquina CERRO VERDE Qd Río 7520 UTM l a. ega edr Qd Inc R Oj ala r Sal ado Río CASPANA a. P Qda. Yalqui ag ua si oco ío T Cu Río Ca sp an a rte Tali k una 00 7540 UTM 40 0 PANIRI po Pajonal Cerro Chao 0 CUPO Morros de Cablor Figura 2. Cuenca alta del río Salado y localización de los principales sitios mencionados en el texto. Figure 2. Upper Salado river basin showing the location of the main sites mentioned in the text. parte central de su vida ceremonial (Aldunate & Castro 1981; Aldunate et al. 1982; Berenguer et al. 1984) (ig. 4). En realidad, de un modo similar a como señala Garcilaso de la Vega (1943 [1609]: 72) cuando se reiere a las wak’as en los Andes, tanto cerros, chullpas, sepulcros y muertos eran tratados como personas; de hecho, los restos culinarios que aparecen en estos espacios (Aldunate et al. 1982: 156-157 y pss.) pueden ser vistos como modos de comensalismo ritual en los que los humanos se relacionaban con entes no humanos con los cuales compartían lazos de parentesco (Bray 2012). Los waki o entierros de diversos objetos de ofrendas, tales como huesos de camélidos, palas, cuchillos y raspadores de piedra, eran otras de las bien arraigadas manifestaciones ceremoniales, al punto que este tipo de entierro se encuentra distribuido por gran parte del pucará, a veces a modo de ritos de fundación de las estructuras arquitectónicas, como veremos más adelante (Aldunate 1995; Adán 1996; para una deinición más general de waki, véase Aldunate et al. 1982: 136). Las fechas radiocarbónicas y termoluminiscentes revelan que el llamado pucará de Turi permaneció habitado durante más de 700 años, desde ines del primer milenio hasta mediados del siglo xvii, aunque es claro Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar 55 Figura 3. Poblado de Turi visto desde la vega (fotografía de Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2011). Figure 3. Settlement of Turi as seen from the high altitude wetland (photo by Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2011). que sus más de seis centenares de recintos, distribuidos en aproximadamente 4 ha, no fueron habitados en forma simultánea (Aldunate 1993; Castro et al. 1993; Adán 1996). Es posible que el sitio iniciara su historia ocupacional como un pequeño asentamiento de pastores (Adán 1996: 237) –quizás en conexión con el cercano cementerio de Turi-2 (Castro et al. 1994)– y que, con el tiempo, fuera creciendo en tamaño hasta constituirse en el poblado dominante de la zona.5 Su coniguración polinuclear (sensu Nielsen 2007) durante el Intermedio Tardío, con diversos “barrios” dotados de espacios de uso colectivo (Castro et al. 1993; Adán 1996) asimilables a patios o plazas no formalizadas, es compatible con una organización social de índole segmentaria (Adán & Uribe 2005; González 2016). b Corte este-oeste Chullpa Nº 1 Excavación interior y exterior frente al vano 100 Jamba Interior Exterior 40 0 cm Emplantillado de piedra Corte norte-sur Chullpa Nº 36 Excavación exterior frente al vano Exterior a Jamba Vano 140 100 60 20 0 cm Estrato estéril Fogón Piso rocoso Figura 4. Chullpas del sitio Likán, valle del río Toconce: a) chullpa N° 36 (fotografía de Victoria Castro, 1979); b) cortes en chullpas N° 1 y 36 (según Aldunate et al. 1982: ig. 1). Figure 4. Chullpas at the site of Likán, Toconce river valley: a) chullpa N° 36 (photo by Victoria Castro, 1979); b) cuts on chullpas 1 and 36 (ater Aldunate et al. 1982: ig. 1). 56 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 EL DOMINIO INKA Cuando los ambientes desérticos se piensan desde la perspectiva de quienes viven en zonas templadas, es entendible que sean caracterizados como espacios áridos intercalados con espacios todavía más áridos (Aronson 2008), pero la verdad es que la cuenca superior del río Salado posee numerosas áreas focales de vida y cuantiosos recursos (Berenguer 2004: 92 y pss.). Situada en una fértil franja intermedia entre el desierto absoluto y una no menos árida puna, el potencial económico de la cuenca no pasó inadvertido para los inkas. En el siglo xv, los cusqueños ocuparon Turi y colonizaron la zona. El viejo pucará fue rodeado con muros de dimensiones monumentales (Aldunate 1993; cf. Adán 1996), uno de ellos con un trazado en zigzag que, guardando las debidas distancias, recuerda a Sacsaywaman (ig. 5). Como una violenta señal de conquista, los inkas destruyeron parte del sector de chullpas, para ediicar allí una gran plaza rectangular con una kallanka de 26 m de largo en uno de sus extremos, esta última construida con cimientos de piedra y muros de adobones (Aldunate 1993, 1995) (ig. 6).6 Además, en el exterior los inkas ediicaron casi una decena de otras construcciones, cuatro de ellas también de adobe, y todas alineadas con un tramo de camino inka de unos 5 m de ancho sobre el que volveremos más adelante (ig. 7). Figura 5. Vista aérea del poblado de Turi (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001). Figure 5. Aerial view of the settlement of Turi (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001). Varios autores consideran que los inkas además modiicaron el sector central de Turi, dándole un trazado ortogonal mediante recintos que recuerdan a los típicos “rectángulos perimetrales compuestos” o rpc inkaicos (Aldunate 1993: 74, 2001b: 41-42; Castro et al. 1993: 84, 94; Adán 1996: 235; véase, sin embargo, Cornejo 1999: 174). Estas alteraciones, destrucciones y construcciones transformaron el sitio en un asentamiento mononuclear, con su núcleo edilicio ubicado en el sector donde están la plaza y la kallanka. Tales cambios sugieren que los recién llegados dirigieron con gran precisión los trabajos, estableciendo una marcada segregación social del espacio ediicado. Mientras la mayor parte del poblado original siguió orientada hacia el poniente, el sector inkaico fue direccionado hacia el oriente, como si los nuevos moradores dieran la espalda a los comuneros que habitaban el otro sector (Cornejo 1995; Aldunate 2001a) y reservaran para sí el este, punto cardinal privilegiado dentro de la ideología cusqueña (Hyslop 1990). Así, se puede decir que el sector de ediicios inkas fue diseñado para funcionar como una arquitectura de la diferencia y también como un elemento legitimador, que propendían a identiicar al Inka (o a sus representantes) con los puntos de salida del sol y, de esta manera, con el orden permanente y universal del cosmos.7 En última instancia, el objetivo de las autoridades estatales era producir un fuerte y muy visible sentido de orden, un orden nuevo y distintivamente inkaico. En todo caso, la población de la cuenca siguió realizando ritos en el pucará, tanto en las chullpas preinkaicas que sobrevivieron a la destrucción como en aquellas construidas durante la ocupación inka (Aldunate 1993; Adán 1996; Uribe 1996). En otras regiones, esta insistencia ritual ha sido interpretada como cuestionamiento de las comunidades locales del “olvido impuesto por los inkas sobre la historia del lugar” (Nielsen 2007: 119). En efecto, en Turi este comportamiento puede haber sido una continuación de formas tradicionales de actualizar la memoria colectiva, pero también puede haberse tratado de una respuesta a la colonización cusqueña y sus políticas de supremacía. La insistencia ritual correspondería en este último caso a manifestaciones contestatarias, acaso contrahegemónicas, orientadas a fortalecer la reproducción de la debilitada organización de parentesco nativa frente a las demandas e imposiciones estatales. Al respecto, cabe señalar que la práctica usual en los procesos de Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar anexión era que el Estado transiriera el dominio sobrenatural y político de los recursos desde los ancestros locales al Inka (véase supra), pero solo una vez que se resolvía ritualmente una salida a la contradicción entre las ideologías del ayllu y la estatal, se validaba la “recreación” de estos recursos y se pasaba a una etapa de colaboración entre comuneros y agentes estatales (p. e., véase Isbell 1997: 302). Digamos que un arreglo político en estos términos parece haber ocurrido en la cuenca alta del río Salado. Considérese la siguiente argumentación: Cornejo (1999: igs. 3 y 4) sostiene que en el mismo lugar donde se ubica la kallanka de Turi hubo antes un gran recinto que interpreta como un rpc, el cual correspondería a una primera etapa de ediicaciones inkaicas y cuyo carácter rudimentario obedecería a que sus constructores no asimilaban todavía las técnicas de construcción inkaicas (véase también Aldunate 2001b: 41) (ig. 8). Sin embargo, los colegas que excavaron la kallanka estimaron que los depósitos de basura acumulados allí podrían ser anteriores, preinkaicos o no deinitivamente de la época inka (Aldunate 1993: 67, 74; Cornejo 1999: 168, 172). Cualquiera de estas alternativas abre la posibilidad de que el presunto rpc destruido haya sido, más bien, una estructura ceremonial local preinkaica, tal vez análoga a la arrasada por los inkas en Los Amarillos (Nielsen 2007: igs. 3.11 y 3.17).8 De hecho, al igual que en Los Amarillos, en Turi, el gran recinto previo o anterior a a 57 Figura 6. Kallanka de Turi (fotografía de Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2010). Figure 6. Kallanka de Turi (photo by Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2010). la kallanka habría contenido otros tres recintos en el interior cuyo tamaño decrece de derecha a izquierda (Cornejo 1999) y donde pudieron haberse depositado los cuerpos de los mallquis o ancestros fundadores de la sociedad local. Si a esto agregamos que bajo la esquina sureste de la kallanka fue enterrado el cráneo de un adulto, posiblemente nativo de la región (Aldunate 1995, 2001b: 42),9 existen indicios para sugerir que la instalación del Inkario en la zona se produjo dentro de un clima de asperezas y fricciones que parece haberse resuelto mediante negociaciones que involucraron un cuidadoso protocolo ritual. Estamos insinuando que el cráneo pudo haber pertenecido a uno de los supuestos b Figura 7: a) vista aérea del sector inkaico de Turi, incluyendo un segmento de camino inka (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001); b) otras construcciones inkaicas junto al camino (fotografía de José Berenguer, 2010). Figure 7: a) aerial view of the Inka sector of Turi, including a segment of the Inka Road (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001); b) other Inka constructions alongside the road (photo by José Berenguer, 2010). Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 58 Recintos, chullpa y muros hipotéticos a b Cimientos de chullpa bajo Kallanka Sondeo 7 Sondeo 8 Muro incompleto 3 Sondeo 1 DETALLE c Muro perimetral norte Sondeo 4 Muro incompleto 1 Muro incompleto 2 30 m Sondeo 5 Sondeo 6 Muro doble con relleno Muro incompleto 4 Sondeo 3 Sondeo 2 30 m Recintos destruidos Camino Inka Muro perimetral este Kancha Kallanka Recinto 7 Recinto 6 Recinto 5 Recinto 4 Recinto 607 Recinto 3 Recinto 2 Entrada Recinto 1 Entrada Camino Inka Entrada Recinto 608 30 m Figura 8. Evolución del sector inkaico del poblado de Turi (según Cornejo 1999: igs. 2, 3 y 4): a) durante la ocupación local pre Inka; b) durante la fase inicial de construcción de elementos inkas; c) detalle de los rasgos de la kancha (la plaza) y la kallanka. Figure 8. Evolution of the Inka sector of Turi settlement (ater Cornejo 1999: igs. 2, 3 and 4): a) during local pre-Inka occupation; b) during the initial stage of construction of Inka structures; c) details of the kancha (plaza) and kallanka. Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar 1 2 3 1 59 3 2 4 4 5 6 5 1 cm 6 1 cm Figura 9. Cántaros aribaloides, escudillas y jarros del tipo Inka Local, Caspana (según Uribe & Carrasco 1999: igs. 1 y 2). Figure 9. Cántaro jugs with aribalo features, serving dishes and pitchers in the Local Inka style, Caspana (ater Uribe & Carrasco 1999: igs. 1 and 2). Figura 10. Vasijas “Inka Foráneo” (según Uribe & Carrasco 1999: ig. 3). Figure 10. “Foreign Inka” vessels (ater Uribe & Carrasco 1999: ig. 3). mallquis desalojados de la estructura destruida por los cusqueños, y que su colocación en un waki a modo de cimiento de la kallanka sería una actividad dedicatoria de consagración del ediicio (sensu Osborne 2004).10 Asimismo (y sobre todo), esta maniobra parece haber sido parte de una operación político-ritual para transferir el dominio de los recursos de la zona desde los ancestros locales al Inka. De modo similar a como lo plantea Del Río (2002: 675 y pss.) para el Pucará de Surasura (Paria, Bolivia), muy probablemente el viejo pucará de Turi constituyó para los ayllus de la zona “el espacio de representación (e imaginación) seleccionado por la memoria que dio sentido a sus descendientes” y, a la vez, “el lugar del simbólico sometimiento al Cuzco”.11 No hay buena evidencia arqueológica ni documental que indique que la cuenca alta del río Salado fue gobernada por los inkas desde centros localizados en el altiplano boliviano o en la puna argentina (Uribe 1996; cf. Aldunate 2001b; Llagostera 1976b, 2010). Más bien, hoy se piensa que los agentes estatales gobernaron a la población desde las propias instalaciones inkaicas incrustadas en la parte más elevada de Turi, bajo un régimen que proponemos caracterizar como de control estatal efectivo con mando indirecto. Entendemos por tal un sistema de gobierno en el que las autoridades cusqueñas promocionaban a las élites locales mediante la celebración de pactos con sus líderes étnicos y el reconocimiento de cierta “autonomía política e ideológica a cambio del cumplimiento de las cuotas de producción para el Estado” (Núñez et al. 2005; cf. Castro et al. 1993; Uribe & Carrasco 1999; Aldunate 2001a; véase también Malpass & Alconini 2010). Quizás esta forma vicaria de dominio podría explicar por qué dentro de los más de 1000 kg de fragmentos cerámicos recuperados en Turi abundan los componentes alfareros Inka Local y Loa/ San Pedro, mientras que escasean notoriamente las cerámicas importadas de estilos provincial e imperial o cusqueño (Aldunate 1995, 2001b; Cornejo 1995; Adán 1996; Uribe 1996). Este patrón cerámico sugiere que la gestión estatal no estuvo directamente en manos de autoridades foráneas, sino de dirigentes locales cooptados por el Inka. Es más, en el cementerio Los Abuelos de Caspana (Ayala et al. 1999; Uribe & Adán 2004; Adán & Uribe 2005) se encontró enterrado solo a un reducido “número de individuos locales rodeados de parafernalia inkaica”, lo que sugiere que “la incorporación al imperio habría generado procesos de diferenciación al interior de la sociedad” del río Salado (Uribe & Carrasco 1999: 70) (igs. 9, 10). Como sea, luye ostensiblemente de esta discusión que el objetivo de los inkas en la zona fue la captura del “sistema o ambiente organizado” (Llagostera 1976a) 60 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a b Figura 11. Estructura inkaica en el sitio Likán, valle del río Toconce: a) vista desde el norte; b) vista desde el oeste (fotografías de José Berenguer, 2015). Figure 11. Inka structure at the site of Likán, Toconce river valley: a) view from the north; b) view from the west (photos by José Berenguer, 2015). preexistente con el in de incorporar al conjunto de comunidades del río Salado dentro de la economía política del Estado cusqueño (ig. 1). Insertando al liderazgo local en la jerarquía administrativa estatal, los inkas gobernaron el Salado en forma “indirecta”, con lo que simpliicaron las tareas de organización, supervisión y toma de decisiones (Alconini 2008), pero mantuvieron un control efectivo sobre la fuerza de trabajo y los medios de producción. A través de diversos mecanismos de control social y de ejercicio del poder, así como de la reconiguración física y simbólica de los espacios públicos (Gallardo et al. 1995) y la resigniicación del paisaje circundante como un paisaje del Imperio (Berenguer 2007; Salazar et al. 2013), la maquinaria estatal creó en el alto Salado una nueva territorialidad, superpuesta a la local, que hizo posible la apropiación y reformulación del sistema de producción tradicional. Esto quiere decir que la muchas veces referida “inkanización” no sería otra cosa que una desposesión seguida de una territorialización inka (Lobos 2012); y su resultado, la aparición de una multiterritorialidad (sensu Rincón García 2012), es decir, distintos proyectos de apropiación y control territorial en conlicto, fenómeno típico, por lo demás, de los procesos de dominación que ocupan mecanismos de expansión territorial. estructura inkaica en la cima de la colina, justamente en el centro del sector de chullpas del sitio Likán (ig. 11; véase Aldunate et al. 1982: nota 13). Solo entonces quebradas cercanas a Turi con amplias extensiones de cultivo en graderías, como Toconce, Caspana y Ayquina (ig. 12), o bien, de cultivo en faldeos, como Paniri, pudieron ser reorganizadas por el Inka para producir grandes cantidades de alimentos, pasando a formar parte del hinterland agrario de este centro provincial. Muy probablemente, algunos artículos como el maíz fueron llevados a Turi para su procesamiento. EL COMPONENTE AGROGANADERO En la captura del sistema local llevada a cabo por los inkas, la neutralización de las “personas no humanas” de las comunidades (sensu Bray 2012) fue esencial. Al respecto, qué más elocuente que la ediicación de una Figura 12. Terrazas agrícolas en gradería, valle del río Toconce (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001). Figure 12. Hillside agricultural terraces, Toconce river valley (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001). Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar interna en la etapa tardía del asentamiento, así como la intensiicación de la producción agrícola en las quebradas adyacentes (Núñez, P. 1993), constituyen evidencias circunstanciales de que estos molinos efectivamente se emplearon en el procesamiento de granos para producir algún producto a gran escala. Buena parte de la cosecha de las quebradas habría sido destinada a la producción de alimentos para el consumo diario (p. e., tubérculos, maíz, porotos, calabaza, quenopodiáceas, entre otros), pero, a nuestro juicio, también a la elaboración de chicha para los festines que las autoridades estatales organizaban para agasajar a los trabajadores que servían bajo el sistema de la mit’a (Morris 1978-1980, 1982; Morris & hompson 1985). Estas “tomateras” y “comilonas” estatales explican buena parte de la importante acumulación de basuras en Turi, especíicamente en las áreas cercanas a los morteros. Serían parte de este sistema de producción, redistribución y hospitalidad estatal una variedad de grandes contenedores de cerámica –algunos de ellos asimilables a los wirkes etnográicos (Varela 1992; Uribe 1996; ig. 13)–, numerosos morteros asociados a bodegas dispuestas en hilera al interior de amplias estructuras de uso comunal (Adán 1996: 235), así como qollcas de estilo inkaico (Castro et al. 1993: 95; González 2016).12 A juzgar por su tamaño, emplazamiento y tipo arquitectónico, otras estructuras parecen haber sido corrales: nos referimos a recintos espaciosos, localizados Figura 13. Wirkes etnográicos, según Varela (1992: lám. 18). Figure 13. Ethnographic wirkes, according to Varela (1992: pl.18). Así lo sugiere el hallazgo de cientos de grandes artefactos de molienda concentrados en el sector central del poblado (Aldunate 1995), un espacio que –ya vimos– habría sido remodelado por los inkas (Castro et al. 1993: 82, 95, 97). Es cierto que la investigación no recuperó evidencias directas que permitan identiicar los productos procesados en esos artefactos (Cornejo 1993), pero su abundancia, los densos basurales que cubren parcialmente los recintos y las vías de circulación Lípez SALAR DE UYUNI BO Colcha K LI A VI Tambo Salado Toconce Cerro León CH IL E Incaguasi CALAMA o El abra San Bartolo Cerro Verde lad Río Loa Caspana Catarpe SALAR DE ATACAMA Co. Quimal Sa Collahuasi Miño 1 Paniri Turi Cerro Colorado Vn. San Pedro Incahuasi San Pedro de Atacama Camar Río Miño 2 Vn. Licancabur Vn. Toconce Vn. Paniri Pabellón Inca 61 Camino Inca Figura 14. Trazado del camino inka entre Lípez y San Pedro de Atacama (producción de Fernando Maldonado sobre base topográica cortesía Laboratorio sig caseb, puc). Figure 14. Outline of the Inka Road between Lípez and San Pedro de Atacama (produced by Fernando Maldonado, based on topography courtesy of Laboratorio sig caseb, puc). 62 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a b c d Figura 15. Segmentos del Qhapaq Ñan en la zona del río Salado: a) vista del camino desde el norte hacia Turi (fotografía de Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chile-cmn, 2010); b) el mismo camino visto desde Turi hacia el norte (fotografía de José Berenguer, 2010); c) cuesta con peldaños de piedra, cañón del valle del río Caspana (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001); d) el camino inka a la altura del centro minero de Cerro Verde, valle del río Caspana (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001). Figure 15. Segments of the Qhapaq Ñan in the area of río Salado: a) view of the road from the north, looking toward Turi (photo by Andrea Rojas/Qhapaq Ñan Chilecmn, 2010); b) the same road seen from Turi looking north (photo by José Berenguer, 2010); c) slope with stone steps, in the río Caspana canyon (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001); d) Inka Road near the mining center of Cerro Verde, in the Caspana river Valley (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001). en el sureste del asentamiento, asociados a una vía de circulación que conecta con el camino inka que pasa por allí, como también a otros de similar tamaño que se encuentran en los extramuros (Castro et al. 1993: 95; Adán 1996: 161-163, 223-224, 237). Los corrales constituyen un elemento casi infaltable en la arquitectura de los sitios inkaicos (Raino 1981; Hyslop 1984, 1990), ya que los rebaños estatales proveían subproductos como lana, cueros, carne fresca, charki y estiércol para abonar la tierra (Adán 1996), aun cuando parte de esa masa ganadera seguramente sirviera también para actividades de transporte. ACTIVIDADES EXTRACTIVAS CERCA DE CASA Como ya fue adelantado, la colonización inkaica de la cuenca alta del río Salado contempló la construcción de un tramo de camino real que proviene del altiplano sur de Bolivia (Nielsen et al. 2006: ig. 2) e ingresa a la cuenca por el abra de Cupo (Castro el al. 2004: ig. 1), pasando por el sector alto de Turi, para dirigirse al sur hacia Catarpe-Este (ig. 14), el otro centro inkaico de gran envergadura en la región (Castro et al. 1993; Niemeyer & Schiappacasse 1998 [1987]). Se trata de otra de las diagonales con las que Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar 63 Figura 16. Vista aérea del sitio inkaico de Cerro Verde, valle del río Caspana (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001). Figure 16. Aerial view of the Inka site of Cerro Verde, in the Caspana river valley (photo by Fernando Maldonado /mchap, 2001). el sistema vial de los inkas ingresaba desde el altiplano al norte de Chile (véase Berenguer et al. 2011) (ig. 15).13 El alineamiento de los recintos inkaicos exteriores de Turi con la arteria (ig. 7) es típico de las instalaciones que en el Qhapaq Ñan servían funciones de albergue y almacenamiento (Hyslop 1984). Por lo tanto, es muy claro que, entre otras funciones, Turi cumplió la de ser un tambo, probablemente el más importante en la ruta entre la península de Colcha K, en la orilla sur del salar de Uyuni, y Catarpe-Este, en San Pedro de Atacama. Una decena de kilómetros al sureste de Turi, el camino que une a esta localidad con Catarpe pasa por la mina de cobre de Cerro Verde (Adán 1999; Uribe et al. 2000). En el valle de Caspana, el sitio de Cerro Verde operó como un centro productivo, administrativo y ceremonial, con tres plazas rodeadas por medio centenar de recintos (ig. 16) y un ushnu emplazado sobre un promontorio rocoso que domina el asentamiento y desde el cual se divisan los cerros más sagrados de la zona (Adán 1999; Adán & Uribe 2005) (ig. 17). A unos 300 m al sur de este complejo, se 64 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a b Figura 17. Ushnu de Cerro Verde: a) vista desde el norte (fotografía de Fernando Maldonado/mchap, 2001); b) vista desde el sur, con los cerros de la zona en el fondo (fotografía de José Berenguer, 2012). Figure 17. Ushnu at Cerro Verde: a) view from the north (photo by Fernando Maldonado/mchap, 2001); b) view from the south, with nearby hills in the distance (photo by José Berenguer, 2012). halla un campamento minero con cerca de 40 estructuras que muestra evidencia supericial de decenas de martillos líticos y abundante mineral de cobre molido. Un poco más al sur del campamento se documentó recientemente una cantera para elaborar martillos mineros, mientras que entre los restos de operaciones extractivas históricas se advierten incuestionables frentes de trabajo y desmontes de época prehispánica, todos asociados a numerosos cabezales de martillos líticos (Salazar et al. 2013) (ig. 18). A solo 4 km al noroeste del llamado pueblo viejo de Caspana –donde habría estado emplazada una de las aldeas prehispánicas locales (Adán 1999)–, la mina de Cerro Verde puede haber sido la principal razón para que la administración central cusqueña cultivase una relación privilegiada con los líderes de este valle de la cuenca del Salado. Una gran cantidad de artefactos de molienda ha sido reportada en el sector central de la Aldea Talikuna, otro importante sitio habitacional en la cuenca del río Caspana, con fechas que lo sitúan en el Período Tardío (Uribe & Carrasco 1999; Adán & Uribe 2005). Al igual que en Turi, estos artefactos podrían haber estado vinculados con la economía de la chicha y el comensalismo político inkaico. Evidencias adicionales del “complejo chichero” en las cercanías de Cerro Verde serían las “palas” de madera mencionadas por Adán y Uribe (2005: 47) como parte de los contextos funerarios del cementerio Los Abuelos de Caspana (ig. 19). Aunque no las hemos examinado directamente, por la descripción de los autores podrían corresponder a paletas como la que Nielsen encontró en el poblado Los Amarillos (2007: fotografías 8 y 9), quien, a partir de información etnográica de la localidad de Yakoraite, en la quebrada de Humahuaca, la interpreta como un a b c Figura 18. Cerro Verde: a) cantera para elaborar martillos, frentes de trabajo minero y desmontes; b) martillos líticos; c) taller de manufactura de martillos (fotografías de Diego Salazar, 2006). Figure 18 . Cerro Verde: a) quarry where material was extracted for hammers, working face of the mine and waste piles; b) stone hammers; c) hammer manufacturing site (photos by Diego Salazar, 2006). Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar a b 65 c Figura 19. Paletas de madera: a) Chiu Chiu (Rydén 1944: ig. 75 A-B); b) río Loa (Núñez, L. 1974); c) río Loa, mchap/dscy 1288. Figure 19. Wooden spades: a) Chiu Chiu (Rydén 1944: ig. 75A-B); b) Loa river (Núñez, L. 1974); c) Loa river, mchap / dscy 1288. a b c Figura 20: a) paleta de madera encontrada en el sitio Los Amarillos, quebrada de Humahuaca (fotografía de Axel Nielsen); b) chichera de la localidad de Yakoraite, Quebrada de Humahuaca (fotografía de Axel Nielsen); c) preparación y producción de chicha de maíz en el Perú colonial, siglo xvii (según Martínez Compañón 1998, vol. ii: 58). Figure 20: a) Wooden spade found at Los Amarillos site, in Quebrada de Humahuaca (photo by Axel Nielsen); b) chichera (urn for making chicha) in the locality of Yakoraite, Quebrada de Humahuaca (photo by Axel Nielsen); c) preparation and production of chicha (fermented corn beverage) in colonial Peru, 17th Century (ater Martínez Compañón 1998, vol. ii: 58). utensilio para revolver la chicha en las primeras etapas de su preparación (ig. 20).14 Por supuesto, estos artefactos bien pueden ser multifuncionales, y es necesario realizar más excavaciones en la plaza y en los recintos aledaños para saber si en Cerro Verde se efectuaron festines de comida y chicha que guardaran relación directa con las operaciones mineras de las vecindades. Desde yacimientos como Cerro Verde debe haber provenido el mineral de cobre que se encontró acopiado en grandes cantidades en una veintena de estructuras semicirculares localizadas en la parte alta del pucará de Turi, al este de la calzada inkaica (Castro et al. 1993: 94). En efecto, Turi parece haber desempeñado un importante papel en la acumulación y distribución de este mineral (Núñez, L. 1999). Mientras parte de él fue ofrendado en las chullpas y su entorno inmediato, otras fracciones pueden haberse destinado a trabajos de lapidaria o a la fundición del metal rojo en alguna colina cercana. Al respecto, hay información sobre “una considerable presencia de metalurgia” en Turi, particularmente, alileres, topus, placas y pinzas (Aldunate 1993: 71, 73), aunque, por supuesto, esto no signiica necesariamente que hayan sido manufacturados en este lugar. En todo caso, otros autores señalan que, por lo general, en la Región de Antofagasta el mineral era fundido en las proximidades de los lugares de extracción (Latcham 1938; Núñez, L. 1999), como hemos visto que ocurre en el caso de Collahuasi, Región de Tarapacá. 66 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 CONCLUSIONES NOTAS Hemos argumentado, a lo largo de este trabajo, que durante el Período Inka hubo un sistema agrominero operando en la cuenca alta del Salado y que este se territorializó como una bien coordinada “aglomeración de actividades productivas” (sensu Johnston et al. 1987) que comprendía, a lo menos: (1) un yacimiento minero en el valle de Caspana (Cerro Verde), (2) varias granjas agrícolas en las zonas aledañas (Toconce, Paniri, Talikuna y, presumiblemente, Ayquina), (3) dispositivos de almacenaje en casi todos estos sitios y (4) establecimientos ganaderos en Turi y, en menor grado, en otras localidades vecinas (p. e., Chulqui, Cáblor y Mulorotje). Localizados a una distancia máxima de una jornada de camino, el centro político-administrativo-ritual, el núcleo minero, las granjas estatales y los establecimientos ganaderos se hallaban asociados en relativa vecindad. Puede apreciarse, por lo tanto, que en esta versión del modelo extractivo inkaico todos los factores necesarios para su desenvolvimiento – incluidas la población que proveía la fuerza de trabajo y la infraestructura de transporte representada por el Qhapaq Ñan– se concentraban dentro de un radio máximo de poco más de 15 km en torno al vértice político de Turi, el cual funcionaba, a su vez, como un sitio ceremonial, como un centro administrativo y como el más importante tambo del camino real inkaico que vinculaba el Norte de Lípez con el oasis de San Pedro de Atacama. Las síntesis –como la que hemos propuesto en este artículo– son importantes en las reconstrucciones de la prehistoria no solo porque permiten valorar el trabajo de diversos colegas y encajar sus datos dentro de un relato más amplio, sino también por su capacidad heurística, ya que generalmente conducen a nuevas preguntas y, con ello, a nuevas investigaciones. Por ejemplo, ¿qué ocurría con el componente administrativo cuando los núcleos mineros radicaban en lugares distantes de los nodos agrícolas y de los grandes centros de población, como ocurre con las minas de El Abra, Las Turquesas o Collahuasi? Nos referimos a la organización, supervisión y toma de decisiones del más alto nivel en las operaciones extractivas. La respuesta a esta pregunta requiere examinar otras formas de territorialización del modelo minero inka en la región, algunas de las cuales hemos planteado en Salazar et al. (2013), pero que aún deben ser estudiadas con mayor detalle en términos de enclaves extractivos. 1 Relexión originada en los proyectos fondecyt N° 1100905 y N° 7100905, y presentada en Qhapaq Ñan i, Taller Internacional en Torno al Sistema Vial Inkaico, San Pedro de Atacama, Chile, 23-26 de marzo de 2015. Una versión anterior fue presentada en el vi Encuentro de historia local. Visibilizando lo nuestro: comunidades, desierto e interrelaciones sociales en el tiempo, 13-14 de septiembre de 2013, Diego de Almagro, iii Región de Atacama. 2 Escribe esta autora: “Como Sack (1986) señalase, todo concepto de territorio implica el del ejercicio del poder, por lo cual está íntimamente vinculado a las estructuras de dominación” (Del Río 2002: 664). Así, todo proyecto productivo es un proyecto político y su territorialización no es otra cosa que el avance e implantación de una territorialidad particular por sobre otras alternativas (Kretschmer 2011, en Lobos 2013). 3 En 2007, la i Región de Tarapacá fue dividida para crear una decimoquinta región desde la quebrada de Camarones al norte, denominada de Arica y Parinacota. 4 Para una síntesis de las diferentes estimaciones de población en tiempos inkaicos, véase Berenguer (2004: 156-157). 5 El poder generativo de los caseríos o estancias pastoriles para originar asentamientos más grandes ha sido planteado por Berenguer (1995, 2004) para tiempos prehispánicos en el vecino valle del Alto Loa y recogido por otros autores para caracterizar dinámicas de crecimiento de sitios habitacionales prehispánicos de la subregión del río Salado (p. e., Adán 1996; Ayala 2000). 6 Nielsen (2007: 120-121) relaciona esta destrucción en Turi con la que practicaron los inkas en las estructuras ceremoniales del Complejo A del poblado de Los Amarillos, en la quebrada de Humahuaca, y en la plaza del poblado de Lakaya, en el Norte de Lípez. Según el autor, en ambos lugares aparentemente las comunidades locales veneraban a sus mallquis o ancestros fundadores. 7 Esta dualidad direccional oriente-poniente parece mantenerse en la actualidad. Castro (2009: 262-263) relata un “pago” ritual hecho por una pastora local antes de subir a las ruinas de Turi, consistente en un jarro para los gentiles, anteabuelos y reinka, dueños de los gentilares, y otro jarro para “las ánimas benditas” (difuntos contemporáneos), cuyos contenidos la pastora arrojó, respectivamente, hacia el este y hacia el oeste. 8 Según Aldunate (1993: 73), “en la kallanka había un estrato fechado en 860 ± 150 ap y […] no es claro si esa ocupación pertenecía a la estructura”, información que tiende a respaldar nuestra interpretación. 9 Masculino de 25 a 35 años de edad cuyo cráneo fue encontrado con pintura roja, hojas de coca y otros materiales vegetales (Aldunate 1995). 10 Es interesante mencionar que, de acuerdo a Garcilaso de la Vega (1943 [1609]: 72), las “sepulturas en las esquinas de las casas” estaban en la lista de wak’as o “cosas sagradas” de los inkas, fuesen ídolos, objetos o lugares a través de los cuales “el diablo habla”. Nótese la similitud entre los vocablos wak’a y waki. Modelo minero en el río Salado / J. Berenguer & D. Salazar 11 Necesario es considerar que, al parecer, los linajes nativos nunca dejaron de presentar resistencia al nuevo orden; al menos, así lo insinúa la persistencia de actividad ceremonial en lo que quedó del sector de chullpas original después de su arrasamiento por los inkas (Aldunate 1993; Adán 1996; Uribe 1996). 12 Nos referimos a vasijas de forma no restringida, labio evertido y supericie tiznada, correspondientes al Grupo 1, Turi Rojo Alisado, que registraron la más alta presencia en las recolecciones de supericie, y con un fragmento datado por tl en 1490 dc (Varela et al. 1993: 109-110, 117). 13 De noreste a suroeste, el itinerario de esta diagonal comprende 24 estaciones, entre sitios locales con materiales inkas, tambos, tambillos, abras y portezuelos: Laqaya-Illipica-SiaMoqo-KholluMisi-Abra de Tomasamil-Ayahua-Abra de LagunitaTambo Cañapa-Tambo Ramaditas (Nielsen et al. 2006)-Tambo Hito-Portezuelo del Inca-Tambo Chac Inga-Katisuna-Portezuelo de Cupo-Pucará de Turi-Purisocor-Lari-Tambillo Mirador del Inka-Jones-Likán Grande-Tambo El Salado-Tambo El LitoTambillo-Catarpe (Castro et al. 2004). 14 Estas paletas son comunes en los cementerios tardíos de la Región de Antofagasta, tal como en las “sepulturas en abrigos rocosos” del sitio Likán, en Toconce (Castro et al. 1979: foto 2.1) y en gran parte del área circumpuneña (p. e., Latcham 1938: 152154, ig. 52; Rydén 1944: ig. 75 A-B), incluso, han sido registradas hacia 1270 dc en el sitio Pangal-2, en Chile central (Vera 1981). Por lo general, se las interpreta como palas agrícolas, pero la analogía etnográica de Nielsen sugiere que pueden haber incluido un uso chichero. REFERENCIAS Adán, L., 1996. Arqueología de lo cotidiano. Sobre diversidad funcional y uso del espacio en el pukara de Turi. Memoria para optar al Título de Arqueólogo, Departamento de Antropología, Universidad de Chile, Santiago. Adán, L., 1999. Aquellos antiguos ediicios. Acercamiento arqueológico. Estudios Atacameños 18: 13-33. Adán, L. & M. Uribe, 2005. El dominio inca en la localidad de Caspana: un acercamiento al pensamiento político andino (río Loa, norte de Chile). Estudios Atacameños 29: 41-66. Albó, X., 1972. Dinámica en la estructura intercomunitaria de Jesús de Machaca. América Indígena 32: 773-816. Alconini, S., 2008. Dis-embedded centers and architecture of power in the fringes of the Inka empire: New Perspectives on territorial and hegemonic strategies of domination. Journal of Anthropological Archaeology 27: 63-81. 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Dominación inca en los valles occidentales (sur del Perú y norte de Chile) y el Noroeste Argentino. Andes 7: 615-654. BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, No 1, 2017, pp. 71-94, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 RUTAS Y SENDEROS PREHISPÁNICOS COMO PAISAJES. LAS QUEBRADAS ALTAS DEL VALLE CALCHAQUÍ MEDIO (SALTA) PREHISPANIC PATHS AND TRAILS AS LANDSCAPES. THE HIGH QUEBRADAS OF THE MID CALCHAQUI VALLEY (SALTA) VERÓNICA WILLIAMSA & PAULA VILLEGASB En las quebradas altas del valle Calchaquí medio, en la Provincia de Salta, se ha reconocido una serie de sitios Incas y tramos de caminería imperial, llevándonos a postular la importancia de las comunicaciones transversales entre los valles mesotermales y el ambiente puneño en este sector del Tawantinsuyu. Planteamos algunas posibilidades de comunicación entre distintas unidades geoambientales a partir del registro arqueológico e información histórica de los siglos xvi, xvii y xviii. Palabras clave: paisaje, Camino Inca, Qhapaq Ñan, valle Calchaquí, Salta. In the high ravines of the mid Calchaqui valley, Salta province, we have found a series of Inca sites and roads that led us to postulate the importance of transversal communications between mesothermal valleys and Puna environment in this area of the Tawantinsuyu. Based on the archaeological record and historical information from the 16th, 17th and 18th centuries, we discuss the possibilities of communication between diferent geographic and environmental units. Keywords: landscape, Inca Road, Qhapaq Ñan, Calchaqui valley, Salta. A B INTRODUCCIÓN Los estudios de la colonización inca en los territorios del sur del Imperio, especíicamente el Noroeste de Argentina (noa), permanecen todavía tentativos a pesar de los avances realizados en los últimos 30 años, especialmente porque el conocimiento sobre la expansión del Estado Inca hacia los Andes del sur descansa más sobre modelos emanados de la etnohistoria que sobre la contrastación y explicación de datos arqueológicos. El énfasis de los análisis históricos radica en el funcionamiento de las estructuras políticas, económicas e ideológicas estatales a nivel de las élites dirigentes, relegando a un segundo plano otros segmentos de estas sociedades o los procesos sociales ocurridos en comunidades locales alejadas de los centros políticos principales. En los últimos años se ha insistido en la necesidad de desarrollar nuevas orientaciones y marcos teóricos alternativos derivados del análisis crítico de datos arqueológicos cuyos resultados muestran un panorama más dinámico y heterogéneo de los modos de interacción del Estado Inca con los territorios anexados. El objetivo del trabajo es comprender la construcción de las particulares espacialidades incas en las quebradas Verónica Williams, Universidad de Buenos Aires, Facultad Filosoia y Letras - conicet. Instituto de las Culturas (idecu). Buenos Aires, Argentina, email: veronicaw33@yahoo.com M. Paula Villegas, Instituto de Arqueología, ffyl, uba, 25 de mayo 217 3° piso, caba, Argentina, email: paulavil78@yahoo.com.ar Recibido: diciembre 2015. Aceptado: marzo 2016. 72 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 altas de Gualfín, Tacuil y Luracatao en el sector medio del valle Calchaquí, en la provincia de Salta, Argentina, donde la red vial es uno de los marcadores de la presencia estatal, constituyendo en sí misma un complejo sistema administrativo, de comunicación y transporte (ig. 1). Si bien muchos de los tramos son en parte mejoramientos sobre vías de comunicación previas, la red caminera asociada a sitios estatales formó la infraestructura del control inca en las provincias (Malpass 1993: 240). Los caminos constituyeron un símbolo omnipresente del poder y la autoridad del Estado, y fueron fundamentales a la hora de integrar y mantener el funcionamiento de un territorio tan extenso. En este sentido, funcionaron a su vez como bisagra en la unión de dos paisajes, el local y el estatal (Hyslop 1984: 2), siendo al mismo tiempo un marcador espacial en la territorialidad simbólica estatal, como propone Berenguer (2001). En el noa, el estudio de caminos está íntimamente relacionado con aquel de los sitios de iliación Inca (Raino 1981; Hyslop 1984; Vitry 2000, 2004; Bárcena 2005; Moralejo 2011, entre otros). Aquí seguimos el criterio propuesto por Hyslop (1984: 3), quien considera como Camino Inca toda ruta que exhibe o no elementos formales de construcción, usada en momentos imperiales y a la cual están asociados asentamientos cuya función se vincula con la administración del Estado. Utilizamos datos provenientes del cruce de fuentes documentales y el registro arqueológico. Para el primer caso, destacamos el problema de la escasez de información documental temprana para la zona, razón por la cual incorporamos documentación del siglo xviii y cartografía e informes producidos por viajeros y naturalistas del siglo xix. Para el segundo caso, disponemos de datos arqueológicos producidos a partir de estudios sobre uso y construcción del espacio, y sobre patrones arquitectónicos realizados en asentamientos de tipo pukara, sitios ubicados en cotas más bajas o poblados pequeños semiconglomerados, terrazas y andenes, arte rupestre, caminería, santuarios y ofrendatorios de altura. La apropiación y el uso que las poblaciones hacen del medio en que habitan es uno de los principales factores que inluyen en la coniguración de sus patrones de asentamiento. Al considerar el espacio como una construcción social, el concepto de paisaje es entendido como la conjunción de rasgos naturales y artiiciales y un tipo particular de racionalidad espacial, factible de ser modiicada en el tiempo, cobra particular relevancia (homas 2001). La percepción, signiicación y cons- trucción de paisajes implican actos que recurren a la memoria relacionando sentidos, historias y experiencias de vida (Ingold 1993), memoria que estará anclada a una construcción vinculante de identiicación cultural o pertenencia y a un territorio. Entendemos por territorio, siguiendo la formulación de Rafestin (1986: 177), la apropiación social de un espacio mediante el agenciamiento de aquellos recursos económicos y simbólicos que estructuran las condiciones prácticas de la existencia de un colectivo autoidentiicado con el mismo. Este concepto es indisociable del de territorialidad, en tanto que estructura relacional y multidimensional establecida entre una sociedad y su territorio, y que comprende la identidad con un espacio determinado, la exclusividad proclamada dentro de este y los modos de interacción establecidos con el medio. Territorio como geosímbolo, espacio simbólico conformado por una serie de lugares e itinerarios, pertenencia, asiento de la memoria, ligado a identidades colectivas (Bonnemaison 1992, 2005). Las dominaciones inca y castellana reconiguraron los territorios prehispánicos en muchas partes de los Andes (Presta 2013). Un dato que surge de los documentos históricos tardíos para el noa es la explotación de recursos en distintos pisos y por diferentes grupos. Desde la etnohistoria, se ha planteado que las sociedades prehispánicas de Calchaquí con asientos en el valle troncal extendían también sus derechos sobre franjas transversales, lo que al mismo les permitía acceso a recursos complementarios en zonas más altas; o bien se ha señalado que aquellas que tenían sus asientos en las quebradas altas también disfrutaban de derechos en el fondo del valle principal, donde “otras veces solían hacerlo”, según los relatos (Lorandi & Boixadós 1987-1988). En el valle Calchaquí medio, en 1659, los gualines tenían derecho a tierras en Angastaco, dado que allí bajaban a hacer sus sementeras. Pero también los sichas compartían terrenos en este oasis junto al río Calchaquí, convirtiendo a Angastaco probablemente en un territorio multiétnico (Relación Anónima agi, Charcas 121, en Lorandi & Boixadós 1987-1988: 317). La circulación desde los valles hacia la puna y las yungas está ilustrada por datos históricos y etnográicos, aunque la arqueología también ha aportado información sobre los circuitos de circulación. Desde Molinos y Angastaco, las vías de comunicación natural hacia el este son por el norte del Calchaquí y acceden a la quebrada del Toro a través del río Potrero Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas Salar Tolillar Chico SIMBOLOGÍA Localidades Cerros Cachi Salar Ratones Salar Tolillar Salares 73 Co. Tinti Co. Luracatao Ríos Salar Diablillos Co. Arcaguay Co. Incahuasi Salar del Hombre Muerto Seclantás Luracatao Molinos Co. Blanco Compuel Co. del Hombre Muerto Tacuil Co. Agua Caliente 0 Co. Gordo Co. Cuevas Gualfín 20 Km Co. Diamante Compuel Co. Galán Co. Bayo Co. Negro Co. Colorado Co. Bola Antofagasta de la Sierra Pucará Nev. de Compuel Pucarilla Compuel Figura 1. Área de estudio. Valle Calchaquí medio en la Provincia de Salta, Noroeste de Argentina. Figure 1. Area of analysis. Mid Calchaqui valley in the Province of Salta, Northwestern Argentina. y por Payogasta, Tin Tin y la cuesta del Obispo, ruta de importante tránsito durante las primeras entradas (Larrouy 1923; Torreblanca 1999 [1696]). Al sur de Angastaco, un primer acceso factible se observa a la altura de Los Sauces, y el más meridional a través de la quebrada de Las Conchas (Sprovieri 2013). Hacia ines del siglo xviii, los valles Calchaquíes se destacaban como área de invernada y tenían gran importancia como corredor de tránsito del ganado mular hacia Lima, Cuzco, Alto Perú y norte de Chile (Mata de López 2000). En el siglo xix, los arrieros de Salta que llevaban tropillas a Copiapó solían pasar por Amaicha, Tacuil y Gualfín hasta empalmar con el camino que desde Santa María, en Catamarca, se dirige a Copiapó (Chile) (Strube Erdmann 1963). Para ines del siglo xix y comienzos del xx, Benedetti (2005: 442) menciona las dos rutas más utilizadas para el comercio entre Salta y San Pedro de Atacama: la primera tomaba por la quebrada del Toro, Tastil, Chorrillos, Catúa, Hayquina, Soncor y San Pedro de Atacama, y fue la seguida por Ambrosetti en 1905; la segunda ingresaba al territorio de los Andes desde Molinos, a través de Luracatao, siguiendo por Pastos Grandes y conectándose con la anterior, y fue el derrotero seguido por viajeros como Bertrand, Doering y Holmberg y Von Tschudi en 1860. Esta movilidad y articulaciones económicas de larga distancia estuvieron respaldadas por relaciones de parentesco debido a la interdigitación que caracteriza a la población indígena de la puna y el desierto de Atacama durante el Período Colonial (sensu Martínez 1998). Precisamente, García et al. (2002) registraron vínculos de parentesco establecidos entre los habitantes de Antofagasta de la Sierra, en la puna catamarqueña, y los valles interserranos, entre ellos el Calchaquí. El área de Compuel era paso en el circuito que unía Antofagasta de la Sierra y Molinos/quebrada de Gualfín, siendo “la tercera o cuarta jornada en el camino a esos mismos valles” (García et al. 2002: 11). 74 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Desde la arqueología, señalamos en estas quebradas la existencia de asentamientos en zona altas (los pukara) y pequeños asentamientos diseminados en fondo de valle (Williams & Villegas 2013). Pero hasta el momento no sabemos de qué tipo o naturaleza eran las relaciones entre estos núcleos residenciales, incluidos los pukara, y los que se encuentran en fondo de valle (como El Churcal, La Paya y Molinos 1 ó La Alumbrera y Coyparcito para la puna) o en la puna, más allá del hecho de que participaban de una cultura similar y de que ambos tenían acceso a tierras, pastos y caza en las zonas altas. Para el segundo milenio (Período Tardío/ Inca-Colonial), proponemos entonces que en las quebradas altas, alejadas de los grandes poblados de fondo de valle, habrían perdurado las autonomías locales, con una base familiar o comunitaria de toma de decisiones. VÍAS DE CIRCULACIÓN NATURALES EN EL VALLE CALCHAQUÍ MEDIO En el noa, el río Calchaquí constituye una vía de circulación natural norte-sur de unos 200 km de distancia, desde sus nacientes en el nevado de Acay (5.716 msnm) hasta su conluencia con el río Santa María (1.545 msnm). Fue una ruta privilegiada en las comunicaciones, funcionando como paso entre la Quebrada de Humahuaca; la puna de Salta y Catamarca y el valle de Santa María, posicionándose como un punto intermedio y de paso obligado en la circulación entre la puna occidental y las zonas bajas orientales (Tarragó 2000; Sprovieri 2013, entre otros). En su sector medio, entre las actuales localidades de Seclantás y Angastaco, convergen dos ambientes morfológicos: puna y valles y quebradas. El área aquí trabajada está delimitada por la cuenca de Molinos al norte y Angastaco al sur y sus correspondientes tributarios, principales aportes de agua permanente en la zona (ig. 1). Estas quebradas altas habrían sido corredores naturales entre espacios con diferentes alturas, habitados por unidades de reproducción social autónomas y “puertas” hacia el paisaje puneño en donde se registran ofrendatorios y santuarios incas de altura, como el del cerro Incahuasi de Luracatao. Sobre la base del análisis de mapas topográicos, fotografías aéreas e imágenes satelitales, observamos una serie de vías de circulación naturales y consideramos que, si bien las posibilidades son múltiples, debido a la topografía del área, el tránsito habría quedado limitado principalmente a los pasos de montaña (Villegas 2011, 2015). Mediante el uso de Sistemas de Información Geográica (sig) llevamos a cabo análisis de las cuencas visuales de los sitios de los diferentes momentos. Estos mapas nos brindaron información básica a partir de la cual generamos hipótesis tanto de los factores que pudieron inluir en la localización de los sitios habitacionales como de las posibles relaciones espaciales y/o temporales entre ellos, con otros tipos de emplazamientos y con las vías de circulación. Este análisis resulta de particular utilidad debido a que las propiedades visuales pueden ser importantes a la hora de decidir dónde asentarse, por motivos tales como vigilancia y/o control (Fábrega & Parcero 2007) o cuestiones estéticas, además de la información que aportan para estudios de percepción y simbolismo (García Sanjuán et al. 2006). Hemos priorizado aquí las vías de comunicación más directas y de menor diicultad aparente, lo que no signiica que hayan sido las efectivamente utilizadas por las poblaciones prehispánicas, ya que podrían haber circulado también por las cumbres o partes más altas (Lorandi & de Hoyos 1995; Williams 2010) (ig. 2). La teledetección permitió identiicar al menos seis pasos posibles a la puna (Villegas 2015: 253): 1) Por la quebrada de Luracatao hacia el norte, desembocando en la puna salteña a la altura del Salar Centenario y Pastos Grandes, ruta utilizada como paso a Chile (von Tschudi 1967 [1858]; Philippi 1860; Bertrand 1885). 2) Partiendo de Tacuil, por el cauce del río de La Hoyada, a través del Abra del Cerro Blanco a través del río Barranquillas, accediendo a los salares de Diablillos, Ratones y del Hombre Muerto donde se localiza el sitio inca de Abra de Minas y la cueva Inca Viejo (Castillo 1978: 3; López & Coloca 2015; López et al. 2015). Este paso fue utilizado en tiempos históricos (Strube Erdmann 1963). 3) También desde Tacuil, siguiendo el cauce del río Blanco, se llega al salar del Hombre Muerto a través del abra del cerro Gordo. 4) Hacia el sur, y siguiendo el río Mayuco, se ingresa a la puna al sur del cerro Gordo, llegando al valle del Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas San Antonio de los Cobres Salar de Pocitos Nevado de Cachi Salar de Pastos Grandes Co. Incahuasi 1 Salar de Diablillos Río Los Patos 3 Cerro Gordo Tacuil 4 Barrancas 5 Cachi Brealito La Paya Molinos Colomé Angastaco Gualfín Pucará Compuel Nevado de Compuel 0 La Poma Campo Quijano 6 Gu Guachipas ta che pa Cerro Galán 2 Luracatao Nevado de Acay .A Sa Salar del Hombre Muerto 75 Los Sauces Jasimaná 18 Km Cafayate SIMBOLOGÍA Vías de circulación x Pasos Localidades Cerros Adoratorios de altura Salares Figura 2. Vías de circulación naturales y principales accesos a la puna en el área de estudio (imagen Google Earth). Figure 2. Natural paths of circulation and main accesses to the Puna in the area under study (Google Earth image). río Los Patos. Puede accederse a este paso también a través del cauce del río Gualfín (Bertrand 1885; Martel 2014). 5) Siguiendo el cauce del río Compuel y pasando entre el cerro Remate y el nevado de Compuel, se llega al río Los Patos y al cerro Galán. El uso de este paso está registrado históricamente (Levillier 1926; Olivera 1991; García et al. 2002). 6) Al sur de Pucará, por el cauce del río Guasamayo accediendo a Jasimaná y Pampa Llana. También se menciona que por esta ruta se puede alcanzar el valle del Cajón y de ahí el valle de Yocavil a través de Punta de Balasto, sitio inca en la actual provincia de Catamarca (Sprovieri 2013: 54). La circulación desde los valles hacia la puna y las yungas y viceversa está ilustrada por datos históricos y etnográicos, aunque la arqueología también ha aportado información sobre los circuitos de circulación desde ines del siglo xviii. APORTES ARQUEOLÓGICOS A LOS CAMINOS La presencia de los pasos naturales que hemos señalado antes no implica necesariamente que los mismos hayan sido utilizados por las poblaciones prehispánicas en general, ni por el Imperio Inca en particular. Es por ello que presentaremos las evidencias arqueológicas registradas en el área y su relación con las vías de circulación naturales, a in de comprender cómo pudo haber sido el movimiento de personas, objetos y materias primas durante el Período de Desarrollos Regionales (pdr) e Inca. Nos centraremos en los sitios de tipo pukara y sus poblados bajos adscritos al pdr, los sitios incas y los tramos de caminos arqueológicos relevados. Para la zona, se ha planteado que el pdr estuvo marcado por la emergencia de tradiciones locales, grupos étnicos o unidades políticas dentro de la llamada tradición santamariana y la aparición de un tipo especial de asentamiento, los pukara. Desde el norte del valle hasta su sector medio, los asentamientos se ubicaban en forma de bolsones en el curso principal del río Calchaquí y en los valles aledaños. Entre Cachi y Molinos, los sitios 76 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 de envergadura correspondientes al pdr muestran una integración transversal de las poblaciones de la región vinculada al acceso a territorios de importante productividad agrícola y recursos económicos disímiles y al control de vías de comunicación entre diferentes zonas (Baldini & De Feo 2000). Para este momento, los sitios más conspicuos son los pukara, ubicados en terrenos elevados, fácilmente defendibles y con excelente visibilidad sobre su espacio circundante, superando en ocasiones los 200 m sobre el nivel de fondo del valle. Las investigaciones realizadas en estas quebradas altas han permitido localizar 25 asentamientos arqueológicos, entre ellos al menos diez pukara distribuidos en una supericie de 149 ha. De ellos, ocho presentan ocupaciones desde el Tardío local, algunos inclusive desde sus inicios (Fuerte Tacuil, Peña Alta, Fuerte Gualfín, Cerro La Cruz, Pueblo Viejo, El Alto, Pukara de La Angostura y Luracatao) y uno es de iliación netamente inca (Pucará de Angastaco) (ig. 3) (Villegas 2006; Cremonte & Williams 2007). Un rasgo interesante de remarcar es la vinculación espacial (aunque no sabemos si temporal o cultural) entre pukara y espacios agrícolas (que abarcan una supericie aproximada de 350 ha) (ig. 3). Están asociados a estructuras para el manejo del agua, donde además se registran grandes bloques con grabados de motivos abstractos, horadaciones o depresiones circulares, cochas (como en Peña Alta), motivos de líneas paralelas concéntricas tipo andenes (chacras o miniaturas de campos de cultivo) y diseños con forma de tumi, escutiformes y ancoriformes (como los de Quebrada Grande y Tacuil) (Williams et al. 2010). Datos radiocarbónicos de cuatro sitios agrícolas de la zona nos permiten plantear la continuidad en el uso de los mismos desde el Formativo hasta el Colonial Temprano, a lo que sumamos la presencia en los pukara (Gualfín y Tacuil) de motivos icónicos en el arte del Tardío-Inca, como los antropomorfos en T y escutiformes (Williams 2015) (ig. 4, tabla 1). La localización de los pukara en el Calchaquí medio permitió plantear la hipótesis de que, en caso de ser contemporáneos, podrían haber estado ligados al control de la circulación de personas, recursos y objetos (Williams et al. 2005; Villegas 2011). Las geoformas sobre las que se asientan destacan en el paisaje natural por su morfología y dominan visualmente grandes extensiones, pero los poblados construidos sobre ellas son visibles únicamente al llegar a la cima (ig. 5). Esto permitió pensar que sus habitantes podrían haber tenido un elevado interés en vigilar su entorno, pero no en ser fácilmente vistos por quien circulara por el fondo de las quebradas. Así, su localización estratégica pudo haber estado vinculada al control de tránsito y la interacción entre ambientes, como lo indicaría su localización con respecto a los pasos naturales (Williams 2010; Villegas 2011) (ig. 6). El Inca en el valle Calchaquí medio Uno de los supuestos que goza de mayor aceptación entre los arqueólogos andinos es que la imposición de la dominación cuzqueña en el siglo xv introdujo cambios especialmente en la distribución de la población, la producción agrícola, ganadera y artesanal, y fomentó modiicaciones en la forma y disposición de la cultura material. Conceptos que pertenecen al dominio de lo social e ideológico se vieron asociados en contextos nuevos que pertenecen a la dominación o a su resistencia por parte de la población indígena. La dominación inca seguramente modiicó el panorama contextual de las relaciones sociales de algunas regiones anexadas, tanto a nivel espacial como de la praxis, pero desconocemos si esta situación afectó a todo el Imperio. Posiblemente la creación de un nuevo paisaje social como resultado de la conquista inca fue decisiva como una estrategia de dominación de las poblaciones locales. El Estado Inca muestra diversidad de estrategias a lo largo de su territorio. En algunos casos, fue importante la reorganización de los espacios locales y la resigniicación de los nuevos; en otros, la incorporación de nuevos signiicados y símbolos relacionados con el Imperio jugó un papel fundamental (Williams 2008: 63). La presencia estatal en el Calchaquí medio se distribuye tanto en el valle troncal como en el piso de puna y disminuye en las quebradas altas. Rastrear al Estado no siempre es tarea fácil, pero empezaremos por lo más conspicuo. Se relevaron seis sitios de iliación imperial: Pucará y Tambo de Angastaco, Compuel, Tambo Gualfín, Celdas de Gualfín 1 y 2 y Amaicha ii, además de los sitios agrícolas de Corralito y Mayuco. El Pucará y Tambo de Angastaco es uno de los sitios más conocidos, localizado sobre la margen derecha del río Calchaquí, a 1.862 msnm, a la vera del Camino Inca que corre en sentido norte-sur (Ruta 40) y a otro camino que, en sentido este-oeste, se dirige hacia Gualfín y Pucará. Se ubica en un contrafuerte serrano en la conluencia del río del mismo nombre y el Calchaquí, en un punto estratégico de una de las principales vías de ingreso a las quebradas altas, y está dividido en dos Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas R. 3000 SIMBOLOGÍA Lur ac Sitios Inca El Churcal ata o MOLINOS Sitios Pre-Inca Áreas Agrícolas o ana La Campana Camino relevado um R. H Ríos Pucará de La Angostura La Angostura 30 Bla Tac uil 00 nc o Fuerte Tácuil o Rí Tacuil La Arcadia R. R. 77 al C A. L as R osa 0 Pucará y Tambo de Angastaco Peña Alta ANGASTACO co 3000 R Fuerte Gualfín ga sta Tambo Gualfín Celdas de Gualfín GUALFÍN Cerro La Cruz 3000 El Alto R. Gualfín PUCARÁ Pueblo Viejo otr 40 0 0 R. P 3000 yo asama R. Gu 0 Quesería 300 4000 eri llos Potrerillos-Remate An M R. ín alf u .G R. ay uc o El Carmen s 200 Mayuco uí R. Amaicha aq ch TACUIL COMPUEL 0 15 Km R. C om pu el Corralito Figura 3. Sitios arqueológicos y tramos de camino relevados en el área de estudio. Figure 3. Archaeological sites and path sections highlighted in the area of study. 78 a Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 b c Figura 4: a) diseño en forma de tumi, Fuerte Tacuil; b) ancoriforme, Quebrada Grande; c) miniatura de campo de cultivo, Fuerte Tacuil. Figure 4: a) Tumi-shaped design, Fuerte Tacuil; b) anchor-shaped, Quebrada Grande; c) miniature of a crop ield, Fuerte Tacuil. Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas a b Figura 5: a) Pueblo Viejo de Pucará; b) Peña Alta de Mayuco. Figure 5: a) Pueblo Viejo de Pucará; b) Peña Alta de Mayuco. 79 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 80 SIMBOLOGÍA 1 2 Camino Lucaratao Vías de circulación 3 Pasos Mayuco 4 Sitio PDR Gualfín Co. La Cruz Fte. Gualfín Sitio Inca El Alto Angastaco Tbo. Gualfín Pueblo Viejo 5 0 La Angostura Tacuil Fte. Tacuil x Compuel 6 12 Km Figura 6. Vías de comunicación natural e incaicas y sitios arqueológicos relevados (imagen Google Earth). Figure 6. Natural paths, Inca Roads and archaeological sites highlighted (Google Earth image). 0 100 m Figura 7. Plano del Pucará y Tambo de Angastaco (elaborado por M. Mariani). Figure 7. Map of the Pucará and Tambo of Angastaco (by M. Mariani). Tabla 1. Fechados radiocarbónicos de los sitios del Calchaquí Medio. Oxcal v4.2. (Bronk Ramsey 2009) y curva de calibración del hemisferio sur SHCal13 (Hoggs et al. 2013). Table 1. Radiocarbon dating of the Mid Calchaqui sites. Oxcal v4.2. (Bronk Ramsey 2009) and SHCal13 Southern Hemisphere Calibration curve (Hoggs et al. 2013). Sitio Unidad de excavación Código laboratorio 13C/12C ‰ Edad calibrada 1 sigma (68,2 %) Edad calibrada 2 sigma (95,4%) Material Tambo Angastaco ANGLP1Y2 Beta-203739 530±70 570±70 -22.7 1323–1447 1292–1482 carbón Tambo Angastaco ATOC1N8 Beta-239859 300±60 290±60 -25.2 1509–1797 1460–1938 carbón Tambo Angastaco ATOR1N1 Beta-239860 420±60 420±60 -25.3 1449–1622 1436–1637 carbón Tambo Angastaco ATOR2N3 Beta-239861 570±60 550±60 -23.6 1393–1452 1305–1491 carbón Pucará Angastaco PANC42daExtN3 GX-32997 660±40 -22.1 1310–1395 1293–1403 carbón (AMS) Compuel RPC CpRPC1R3N2 UGA-5943 430±25 -20.3 1453-1497 1445–1621 hueso Corralito IV despedres Co4Dsp1 Beta-232248 590±40 700±40 -18.3 1291–1386 1282–1393 sedimento (AMS) Corralito V despedres Co5Dsp1 Beta-232249 390±40 480±40 -19.5 1426–1479 1407–1615 sedimento (AMS) Gualfín 2 despedres Ga2Dsp1 Beta-232250 700±40 820±40 17.7 1225–1275 1187–1290 sedimento (AMS) Quebrada Grande despedres Qg1Dsp1 Beta-232251 1240±å40 1360±40 -17.5 659–765 644–837 sedimento (AMS) Fuerte Tacuil FTacDAAR1S1N2T5 UGA-5939 630±25 -23.8 1322–1401 1311–1413 carbón Fuerte Gualfín FGufR15C1N2 UGA-5940 830±25 -24.6 1228–1267 1213–1279 carbón Fuerte Gualfín Recintos Bajos FGufRBR9C1N4T5 UGA-5944 460±25 -18.8 1443–1478 1434–1610 hueso Fuerte Gualfín trompeta FGuf Trompeta Beta-278207 370±40 -18.5 1426–1479 1407–1615 hueso (AMS) Corralito IV recintos CoIVR3N25-35cm UGA-5941 630±25 -11.2 1322–1401 1311–1413 hueso Peña Alta de Mayuco PAMayDAAR11N5T3 UGA-5942 580±25 -18.7 1399–1422 1326–1439 hueso 480±40 81 Edad Radio carbónica Convencional (BP) Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas Edad Radio carbónica medida 82 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 sectores con características arquitectónicas diferentes (ig. 7). El Pucará se encuentra sobre un sector amesetado del cerro que se eleva unos 31 m por sobre el fondo de valle (1.950 msnm). Su rasgo más sobresaliente lo constituyen los cimientos de una muralla perimetral continua con una serie de salientes cuadrangulares, que funcionaron posiblemente como torreones. En el interior del perímetro, adosados a la muralla, se observan dos conjuntos de dos recintos cada uno, siendo los únicos restos arquitectónicos bien conservados, así como una serie de estructuras circulares (Kligmann & Díaz País 2013; Williams & Villegas 2013; Williams et al. 2013). Desde el Pucará se observa gran parte del valle del río Calchaquí, tanto hacia el norte como hacia el sur, así como el primer tramo de la quebrada de Angastaco, vía de comunicación hacia el oeste. La geoforma sobre la que se asienta no es imponente y sus murallas, aunque mal conservadas, son aún hoy perfectamente visibles al viajero que se aproxima desde el valle. El sector Tambo se localiza hacia el este del pukara, en un área que actualmente ha sido modiicada por la construcción de infraestructura turística. Solamente se conservan algunas estructuras rectangulares, dos de las cuales fueron excavadas (tabla 1). El material cerámico recuperado de las excavaciones integra un variado conjunto de estilos de clara iliación Inca, alcanzando más del 50% del total de fragmentos. Este sitio pudo haber constituido una defensa contra poblaciones locales hostiles, así como un recordatorio constante de la presencia y poderío inca (Williams et al. 2005, 2010; Cremonte & Williams 2007; Chaparro 2009; Williams 2010; Williams & Villegas 2013). El Tambo Gualfín se ubica en un punto intermedio entre los sitios Angastaco y Compuel, a la vera del río Gualfín y en el ingreso a la quebrada que comunica Pucará con el abra de Pucarilla, por la cual se accede a tierras agrícolas (Korstanje et al. 2010; Williams et al. 2010). En la actualidad, presenta unas pocas estructuras a causa de su posterior reutilización como corral, pero está claramente asociada a un tramo de camino de tipo despejado. Por último, en piso de puna (3.384 msnm) se ubica el sitio de Compuel (ig. 8). Presenta cinco conjuntos de tipo celda (estructuras regulares) asociadas a un rpc sobre una planicie cerca del curso actual del río homónimo (Williams 2010). El patrón celdas, con algunas variaciones, ha sido registrado en distintos puntos de Argentina, Bolivia, Chile y Ecuador, entre los 2.200 y 4.000 msnm, siempre asociado a cursos de agua (de Hoyos & Williams 2004, 2015; Williams & Villegas 2013). Este sitio se localiza en el cruce de caminos que comunican hacia el sector sur del Salar de Atacama o el Alto Loa, la puna catamarqueña y los valles mesotermales de Angastaco. Teniendo en cuenta la cantidad de estructuras con que cuenta y su localización como puerta hacia la puna donde se registran una serie de ofrendatorios y santuarios de altura, Compuel debió ser un sitio importante en el área. Una característica registrada en este sector es que los sitios estatales se encuentran segregados de la población local, en una zona sin evidencias de grandes poblados preexistentes, a excepción de los pukara y sus pequeños semiconglomerados de base. La lógica de localización entre lo local y lo inca es diferente si consideramos que el interés de las poblaciones locales que habitaron la zona entre el 900 y el 1450 dc fue, a partir de la construcción y uso de los pukara, vigilar su entorno dada la amplia visibilidad desde los mismos, pero no en ser vistos por quien circulara por las quebradas y fondo de valle. Esta concepción se modiica con la llegada de los incas, quienes construyeron sus centros en lugares altamente visibles. Propusimos que el interés del Tawantinsuyu en este sector del valle fueron las tierras agrícolas explotadas largamente por las sociedades prehispánicas locales. Aquí, el Estado Inca habría invertido energía en maximizar las áreas agrícolas, administrando la producción de recursos y servicios desde sus centros estatales y expandiendo las líneas de cultivo a mayores alturas, posiblemente dentro de un marco de intensiicación agrícola, como registramos en Corralito y Mayuco (ig. 9) (Williams et al. 2005, 2010; Williams 2008; Korstanje et al. 2010). Si bien no se evidencia una presencia contundente de cerámica de estilo Inca en los pukara, la existencia de motivos escutiformes en el arte rupestre de la zona y en calabazas pirograbadas del contexto funerario inca de Pucarilla (Ambrosetti 1896-1899) es un importante indicio de la presencia estatal (ig. 10) (Williams et al. 2005; Williams 2010, 2015). Caminos regionales en el valle Calchaquí medio Vitry (2007: 347), uno de los investigadores que más ha recorrido la vialidad imperial en Argentina, señala que habría dos posibilidades de acceso al valle Calchaquí Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas SIMBOLOGÍA COMPUEL 2 Muro arqueológico Muro histórico Camino actual Puesto actual Piedra Río COMPUEL 3 DETALLE RPC 0 50 m COMPUEL 6 0 Figura 8. Plano del sitio Compuel. Figure 8. Map of the Compuel site. 200 m 83 84 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a a 0 b 5 cm b 0 3 cm 0 5 cm c c Figura 9: a) andenerías delimitadas por despedres, Corralito v; b) detalle de andenería inca, Corralito oeste; c) andenerías en Mayuco. Figure 9: a) terraced ield delimited by rock debris, Corralito v; b) detail of Inca terrace, western Corralito; c) terraced ields in Mayuco. Figura 10. Calabazas pirograbadas con motivos de escutiformes: a) ejemplar de Pucará; b y c) fragmentos procedentes de Pucarilla (Ambrosetti 1902), Museo Etnográico J. B. Ambrosetti (fotografía cortesía de C. Castellanos). Figure 10. Scutiform pyrography in gourd: a) Pucará; b and c) fragments from Pucarilla (Ambrosetti 1902), Museo Etnográico J. B. Ambrosetti (photo courtesy of C. Castellanos). desde San Antonio de los Cobres, en la puna de Salta. Una sería la conocida ruta a través del Abra de Acay (5.000 msnm); la otra, una senda con componentes de iliación inca que se dirige a la sierra de Pastos Grandes, arribando a La Poma, en el extremo norte del Calchaquí. Este autor prospectó un camino con componentes incas que va desde Cachi Adentro a las proximidades de Molinos, pasando por el sector occidental de La Paya, por Laguna de Brealito, y se bifurca hacia Luracatao y Colomé-Molinos (Vitry 2007: 337). En Mayuco, antes de llegar al pukara Peña Alta, se ha registrado un tramo de camino pavimentado y otro cerca de la localidad de Barrancas (3.471 msnm), 20 km al sur-oeste de Tacuil, en el camino hacia el cerro Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas Gordo y el paraje Los Patos. Martel (2014), quien ha investigado el sector norte del volcán Galán, sostiene que habría sido paso obligado para quienes transitaban desde Antofagasta de la Sierra (puna de Catamarca) hacia otros destinos, como el valle Calchaquí central y norte o la puna centro-septentrional. A partir de nuestras investigaciones en el área de estudio, registramos ocho tramos de vías formales factiblemente incaicas (ig. 11). El tramo Gualfín-Compuel discurre de manera casi continua durante 17 km, desde las inmediaciones de la actual Sala de la Finca Gualfín hasta el puesto Compuel, con dirección norte-sur. Debido a su extensión, el camino recorre diferentes tipos de terreno (entre 2.795 y 3.530 msnm) predominando los faldeos montañosos y manteniendo un recorrido general a media ladera. Si bien el trazado del camino no parece haber sido modiicado, en la década de 1950 fue ensanchado para permitir el paso de vehículos (Jorge Fabián 2006, comunicación personal), lo que nos impide conocer cuáles fueron sus características constructivas originales. El único tramo no reformado lo hallamos en su extremo norte, rodeando el cerro La Cruz por el sur. Allí, su ancho no supera 1 m, es de tipo despejado y presenta algunos peldaños realizados mediante rocas dispuestas horizontalmente en los tramos de mayor pendiente. En el punto más alto del camino, en el abra donde el paisaje cambia y comienza a verse el fondo de valle de Compuel hacia el sur, ubicamos una apacheta a 3.539 msnm. Desde este mismo punto, y mirando hacia el norte, son visibles una serie de picos nevados, entre los que destacan el nevado de Cachi y el nevado de Palermo, donde se han registrado santuarios de altura. Continúa hacia el sur de Compuel, siguiendo la margen occidental del río y es posible que se dirija hacia el cerro Galán y la laguna Diamante, donde ha sido ubicado un tambo (Olivera 1991). Sostenemos que este tramo de camino estuvo posiblemente en uso en momentos incaicos, ya que conduce a Compuel, uno de los sitios estatales registrados en el área (Williams & Villegas 2013). Si consideramos la posibilidad de que este tramo de camino haya estado conectado con aquellos vinculados al Tambo Gualfín y al que une Pucará con Angastaco, podríamos estar frente a una importante vía de comunicación entre el valle Calchaquí y el área de Antofagasta de la Sierra en la puna catamarqueña, siendo Compuel y Atacamara las dos abras más transitadas que desembocan por distintos caminos en la quebrada del río Compuel, desde donde se 85 ingresa a los valles Calchaquíes (Olivera 1991; Williams et al. 2005; Villegas 2011; Williams 2014). De dirección general este-oeste, el tramo CorralitoCompuel conecta el actual puesto Corralito, donde se han relevado extensas áreas agrícolas de factible iliación inca (Korstanje et al. 2010; Williams et al. 2010). Se trata de un camino con talud y muro de contención (sensu Vitry 2004: 229) que discurre por la ladera de la margen derecha del río, pero solo pudimos registrarlo por tramos, debido a la abundante vegetación y a los derrumbes. Arribando al abra que comunica con Compuel, en una parte en que el camino transita por encima de grandes bloques, registramos la presencia de al menos siete peldaños de probable origen natural que, con el continuo uso, se fueron marcando en la roca (ig. 12c). El tramo Tambo Gualfín fue registrado inmediatamente al norte de este sitio (ig. 12b). En su primer sector, y hasta que comienza el ascenso al cerro Cuevas, es de tipo despejado (sensu Vitry 2004: 225) y de 3,87 m de ancho. Según se observó en fotografías aéreas, este tramo de camino pudo haberse unido con el AngastacoPucará (Villegas 2006; Cremonte & Williams 2007). Otro tramo de camino corresponde al tipo empedrado localizado en Colomé, a la vera de la ruta provincial 53, a cuyos lados parece poseer canaletas de desagüe paralelas a su trazado (ig. 12d). Es un tramo de 200 m de largo y 6 m de ancho que presenta en su punto más alto una apacheta de grandes dimensiones, de 3,19 m de alto (ig. 13a). Consideramos que el mismo pudo haber sido construido y/o remodelado en tiempos incaicos en base a sus características constructivas, siendo un camino de tipo empedrado y con talud (Cremonte & Williams 2007; Williams & Villegas 2013). En Colomé, en el paraje La Campana (2.389 msnm) donde se han registrado extensas áreas agrícolas (Raino y Cigliano 1978; Williams 2010), un tramo de camino en la quebrada que comunica ambas localidades posee un escalonado realizado con rocas dispuestas horizontalmente. Siguiendo la ruta vehicular que une Pucará con las localidades de Jasimaná y Pampallana, registramos el tramo Pucará-Jasimaná, un camino de herradura en el que pudimos relevar tres apachetas (ig. 13c). Si bien no poseemos mayores datos, este tramo de camino podría haber estado en relación con el Angastaco-Pucará, uniendo esta última localidad con la puna salteña (Villegas 2015). A la altura de Tacuil, y entre los dos aloramientos donde se localiza el pukara homónimo, se extendería Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 86 R. 3000 SIMBOLOGÍA Lur ac El Churcal Sitios Inca ata o MOLINOS Camino relevado Colomé Ríos nao uma R. H La Campana La Angostura 30 Tac Bla nc o La Arcadia R. R. uil 00 o Rí A. L uí as R osa El Carmen 0 s 200 Mayuco aq R. Amaicha ch al C TACUIL ín sta co Tambo Gualfín Celdas de Gualfín ga R. ANGASTACO 3000 R GUALFÍN An M alf u .G 3000 R. ay uc o Pucará y Tambo de Angastaco R. Gualfín 3000 4000 0 R. P 0 yo asama R. Gu 300 otr eri R. llos Rem ate PUCARÁ 40 0 Pucarilla COMPUEL 0 15 Km R. C om pu el Corralito Figura 11. Caminos y sitios Incas relevados en el área de estudio. Figure 11. Inca roads and sites highlighted in the area of study. Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas a c 87 b d e Figura 12. Caminos arqueológicos en el área de estudio: a) muro de contención en cárcava, tramo Pucará-Angastaco; b) camino de tipo despejado, Tambo Gualfìn; c) escalones horadados en la roca madre, tramo Corralito-Compuel; d) camino empedrado, Colomé; e) muro de contención, Colomé. Figure 12. Archeological roads in the area under study: a) retaining wall in concavity of the rocky surface, section Pucará-Angastaco; b) clear-type road, Gualfìn Tambo; c) stairs carved in bedrock, section Corralito-Compuel; d) paved road, Colomé; e) retaining wall, Colomé. un tramo de camino que se dirige a Mayuco y de allí al abra del cerro Gordo, paso a la puna (Viveros 2014 com. pers.). Al sudoeste de Tacuil, por la quebrada de Palan Palan, se llega al abra Vizconzillo, en donde se erigen dos apachetas a 3.137 msnm. Desde allí se accede al pukara de Peña Alta por el este, y siguiendo esta ruta a través de Barrancas se alcanza la cuenca del río Los Patos en la región puneña. Por su parte, el tramo más extenso registrado en el área es Angastaco-Pucará (de al menos 12 km), el que parte de la base del cerro Cuevas y se extiende hasta unos 4,7 km al sudoeste del Pucará de Angastaco. En su primera parte es un camino de tipo herradura con muros de contención en los sectores donde la ladera es de mayor gradiente. Frente al cerro Cuevas, en la margen opuesta del valle, el camino continúa por otros 8 km con dirección oeste-este, ascendiendo al cerro Bayo y descendiendo luego hacia Angastaco. En esta segunda parte el camino es de tipo despejado, con tramos excavados en la ladera y presencia de muros de contención en los sectores donde lo cruzan cárcavas, en que su ancho varía entre 1 y 2 m (ig. 12a). A lo largo de su recorrido registramos cuatro apachetas, tres de las cuales son muy pequeñas; la más importante se ubica en el punto más elevado del camino (2.638 msnm) y es de 5,76 por 6,78 m (ig. 13c). Luego el camino comienza a bajar por el lecho de un curso de agua con dirección este-oeste, siendo aquí de tipo despejado, con 88 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a un ancho de aproximadamente 2,33 m y presencia de dos estructuras circulares o plataformas pequeñas que pudieron corresponder a lugares de descanso (Villegas 2006; Cremonte & Williams 2007). CONCLUSIONES b c Figura 13. Apachetas asociadas a los caminos: a) tramo PucaráAngastaco; b) tramo Pucará-Jasimaná; c) tramo Colomé. Figure 13. Roadside apachetas: a) section Pucará-Angastaco; b) section Pucará-Jasimaná; c) section Colomé. El camino fue el mayor demarcador del territorio incaico y un recordatorio constante del dominio estatal. En el sector medio del valle Calchaquí, en la provincia de Salta, se han relevado varios tramos de caminería imperial que corresponden a los tipos empedrado con muros de contención (Colomé), despejado (Tambo Gualfín) y directamente excavados en la ladera (AngastacoPucará). En algunos casos, se evidencian escalones para salvar pendientes más pronunciadas (Gualfín-Compuel y Corralito-Compuel) y en otros se utiliza y “recicla” elementos naturales con talud y muro de contención (Angastaco-Pucará, Gualfín, Corralito). Estos tramos conectan sitios estatales con clara arquitectura imperial construidos en lugares relativamente alejados de los asentamientos locales y áreas productivas, como el Pucará y Tambo de Angastaco sobre una de las terrazas del río Calchaquí, de fácil visibilidad y acceso; Tambo de Gualfín en fondo de valle en el río Gualfín y de los sitios tipo Celdas de Gualfín y Compuel en el piso de puna. La presencia estatal en estos sectores del valle conllevó no solo la colonización de nuevos espacios sino la apropiación de lugares con historia previa como los pukara. La concentración de pukara en el área, emplazados sobre geoformas elevadas y con excelente visibilidad del espacio circundate, localizados sobre las vías de circulación naturales, nos sugiere un interés en controlar/defender ciertos espacios o territorios y sus pasos hacia la puna por parte de las poblaciones del pdr (ig. 13). Si bien se ha sostenido que, dada la multiplicidad de rutas en los Andes, los pukara no habrían necesariamente defendido y/o controlado las vías de comunicación (Nielsen 2007), consideramos que las limitaciones topográicas nos permiten sostener la hipótesis de control para este sector. Williams (2010) señala que estos asentamientos tuvieron un papel relevante en el pdr, en el sentido de haber constituido geosímbolos o marcas en el paisaje durante momentos posteriores, cobrando protagonismo nuevamente en la Colonia temprana, en los sucesivos levantamientos indígenas. Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas nqu i llas 89 Lur ac Río Ba rra Río ata o quí Río Calcha Río Ta c uil 2 3 Río Bla nc o PUCARÁ DE LA ANGOSTURA FUERTE TACUIL PEÑA ALTA o uc sta ga An Río Río 4 co ay M CO. LA CRUZ EL ALTO Río Gualfín Río ará PUEBLO VIEJO os Pat Río Los Puc de FUERTE GUALFÍN l ue Viñ as C Las Río p om 5 0 Río 6 l za ri ar 22 Km Río C Alto: 5.877 msnm SIMBOLOGÍA Bajo: 1.746 msnm x Sitios Pasos montañosos Ríos Áreas agrícolas Fuerte Tacuil Peña Alta Fuerte Gualfín Co. La Cuz Pueblo Viejo El Alto Pucará de La Angostura Figura 14. Mapa del área de estudio para el pdr, con el área visible de cada pukara en relación con los pasos a puna (el Pucará de Angastaco fue incluido como referencia). Figure 14. Map of the area of study for the rdp, including visible areas from each pukara in relation to the mountain passes to the Puna (Pucará de Angastaco included for reference). Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 lcha Río Ca qu illa s 90 Tac uil Río quí Ba rra n 2 PUCARÁ DE LA ANGOSTURA Río 3 Río FUERTE TACUIL Bla nc o PEÑA ALTA PUCARÁ DE ANGASTACO o uc co Río Río An EL ALTO CO. LA CRUZ FUERTE GUALFÍN ga sta 4 ay M TAMBO GUALFÍN Río La sV iña s PUEBLO VIEJO COMPUEL CORRALITO 5 al Río SIMBOLOGÍA 6 iz arr C 0 18 Km Alto: 5.877 msnm Bajo: 1.746 msnm x Pukaras PDR Sitios Incas Pasos montañosos Tramos de camino Posible camino inca (sensu Hyslop 1984) Ríos Áreas agrícolas Compuel Tambo Gualfín Pucará de Angastaco Figura 15. Mapa del área de estudio donde se muestran los caminos y sitios incas con el área visible desde cada uno en relación con los pasos a puna. Figure 15. Map of the area of study, indicating visible areas from each road and Inca site in relation to the mountain passes to the Puna. Rutas y senderos como paisajes / V. Williams & P. Villegas Aún no podemos asegurar si los pukara responden a una situación de conlicto local o interregional previo a la conquista inca, como espacios de refugio y de resistencia de las poblaciones locales. Por su parte, los asentamientos estatales en este sector del valle son notablemente visibles en el paisaje, representando posiblemente “un cambio en la estructura del paisaje local” (Williams 2010: 17). La reconiguración del paisaje durante la colonización inca se dio a partir de la instalación de sitios estatales sobre el fondo de valle troncal y el piso de puna, a la manera de marcadores en el paisaje. Sobre la base de la localización de los sitios y de los tramos de Camino Inca relevados, observamos que, frente a la multiplicidad de posibilidades de circulación registradas para el pdr en el área, durante el momento Inca la misma parece haberse decantado preferentemente por el sector sur, comunicando Angastaco con Compuel por un paso que habría conducido hacia la región de Antofagasta de la Sierra (ig. 14) (Olivera 1991; Villegas 2011, 2015; Martel 2014). Esto no implica que las otras rutas no hayan continuado en uso, sino que parece haber sido esta la escogida para asuntos “oiciales”.1 En relación con este último punto, para el Período Inca se registra en la zona un franco predominio del uso, como materia prima, de obsidiana de la fuente Ona (puna catamarqueña), mientras que para el pdr se registran también obsidianas procedentes del salar del Hombre Muerto y laguna Cavi (Chaparro 2009: 535). Esto podría haber implicado no necesariamente una regulación estatal de las fuentes, sino tal vez una reducción en la libre circulación en el área que habría quedado relejada en el aprovisionamiento de las obsidianas para este período. En este punto, nos planteamos nuevas interrogantes sobre el papel de los caminos estatales y locales durante la dominación Inca en la zona: ¿cómo pudo haber inluido esto en los circuitos y las redes de interacción local y en la generación de nuevos espacios y sujetos involucrados en el manejo de tales circuitos? En las quebradas altas, la presencia de materias primas y objetos procedentes de otros lugares (como la obsidiana, los metales y calabazas, así como estilos cerámicos regionales como el negro pulido del Tardío, Pacajes y Yavi) en asentamientos y espacios anexados a la política inca nos permite sugerir que estos objetos podrían estar dotados de un prestigio similar al de los bienes estatales. Así, la cerámica negra pulida típica del Tardío local amplía su circulación durante el momento Inca, hallándose en asentamientos del Calchaquí norte como La Paya, en el sector medio 91 como El Churcal, en las quebradas altas como Tacuil y al sur de Angastaco como en Payogastilla, así como en la Quebrada del Toro (Baldini & Sprovieri 2009). En este escenario, en los asentamientos tardíos de las quebradas altas los estilos locales continúan manufacturándose y circulando durante momentos incaicos. Por ejemplo, en Tacuil la caracterización microscópica de la cerámica permitió reconocer una litología relativamente uniforme y similar a la litología local. Los materiales cerámicos se corresponden con los estilos locales deinidos para el Tardío (fragmentos Santamariano en sus variedades bicolor y tricolor, negro sobre rojo y toscos peinados), aunque también se hallaron escasos fragmentos Belén, negros pulidos tardíos (sensu Baldini & Sprovieri 2009) y unos pulidos cuyas características permitieron deinirlos como un grupo separado. La cerámica de Gualfín también corresponde a los estilos locales deinidos para el Tardío en el valle (Santamariano negro sobre crema, negro sobre rojo y tricolor, ordinarios y pulidos) y aquí se destacan algunos fragmentos que por su decoración se asemejan al estilo Valle Arriba sensu Serrano (1976 [1958]). El hallazgo de cerámica de estilo Valle Arriba en un área tan septentrional a la de su área de dispersión (Cafayate), y su presencia en un contexto de entierro múltiple del Tardío-Inca en la zona de Payogastilla, al sur de Angastaco, dio a lugar al planteo de la hipótesis de que el estilo Valle Arriba podría estar representando una Fase Inca para el sur del valle Calchaquí (Vasvári 2014: 83). La presencia en el área de una importante ruta transversal de comunicación con la puna explicaría la localización tanto del Pucará de Angastaco como de Compuel (ig. 15). La localización de un sitio de las características del Pucará de Angastaco en la entrada de esa ruta pudo obedecer tanto a razones logísticas (movimiento de bienes y tropas, entre otros) como administrativas, funcionando asimismo como un demarcador espacial y tal vez como una demostración del poder del estado para las poblaciones locales. Así, la apropiación del territorio del valle Calchaquí medio dentro del Imperio Inca habría resultado en un paisaje local “incaizado” por medio de una serie de estrategias o marcas en el paisaje que constituyeron no solo una inclusión política y económica del área, sino una apropiación simbólica de la misma (Bonnemaison 2005). Aquí, estas marcas incluyeron desde la instalación de nuevos asentamientos hasta la construcción de caminos, incorporación de un estilo imperial característico en la 92 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 cultura material y la apropiación de espacios productivos por medio del arte. RECONOCIMIENTOS A las familias Dávalos y Bonner por la hospitalidad en las campañas. A Mariano Mariani, Soledad Gheggi, Elena Díaz País, Lía Arcehaga, Guadalupe Romero, Carlos Calzadilla, Pedro Salminci†, Roberto Pappalardo, Patricia Camaño y Mabel Mamaní por su trabajo en el campo. NOTAS 1 Fuera de nuestra área de estudio en la cuenca del Salar de Pastos Grandes, se localiza el sitio Abra de Minas y la Cueva Inca Viejo, importantes sitios estatales (López et al. 2015) a los que se habría accedido por las cabeceras del río Tacuil. REFERENCIAS Ambrosetti, J. B., 1896-1899. Notas de arqueología calchaquí. Boletín del Instituto Geográico Argentino xvii-xx. Baldini, L. & C. de Feo, 2000. Hacia un modelo de ocupación del valle Calchaquí central (Salta) durante los Desarrollos Regionales. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología xxv: 75-98. Baldini, L. & M. Sprovieri, 2009. Vasijas negras pulidas: una variedad de la cerámica tardía del valle Calchaquí. Estudios Atacameños 38: 21-38. Bárcena, J. R., 2005. Avances 2002-2003 sobre el conocimiento arqueológico y etnohistórico de la dominación inka en el centro oeste argentino, extremo austral oriental del Tawantinsuyu. Xama 15-18: 119-149. Benedetti, A., 2005. 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INTEGRATION IN DIVERSITY MYRIAM TARRAGÓA, MARINA MARCHEGIANIB, VALERIA PALAMARCZUKC & ALEJANDRA REYNOSOD Se ofrece una síntesis sobre las particularidades de la presencia incaica en el sur de Yocavil (Catamarca, Argentina), ponderando las características de las instalaciones imperiales, la alfarería incaica que circuló en la región y la relevancia del Qhapaq Ñan como eje integrador. Esta síntesis integra nueva información sobre instalaciones relevantes como El Calvario de Fuerte Quemado y Punta de Balasto. Se relexiona sobre las características de las interacciones entre las sociedades locales y el Estado incaico en expansión, privilegiando el estudio de los procesos de cambio a partir de la posición de las sociedades dominadas. Palabras clave: Noroeste Argentino, valle de Yocavil, sistema vial incaico, arquitectura, alfarería Inca Provincial. his is a synthesis on the main features of the Inca presence in area of southern Yocavil (Catamarca, Argentina), that considers imperial settings, Inca pottery that circulated in the region and the relevance of Qhapaq Ñan as an integrating axis. his synthesis includes new information regarding relevant settings such as El Calvario de Fuerte Quemado and Punta de Balasto. here is a relection on the characteristics of interactions between local societies and the expanding Inca State, focusing on the study of the processes of change from the position of dominated societies. Keywords: Argentine Northwest, Yocavil valley, Inca Road system, architecture, Inca Provincial pottery. A B C D INTRODUCCIÓN El desarrollo del Estado Inca constituye uno de los procesos históricos más fascinantes de la América precolombina. Según las fuentes escritas y las evidencias arqueológicas, tres cualidades sobresalientes fueron su gran extensión, la rapidez de la expansión y la organización política alcanzada. El papel del Qhapaq Ñan (Camino Inca) fue crucial en estos tres aspectos. Se trata de una obra física única y una de las entidades más masivas que se haya construido en los Estados antiguos. Fue planiicada para unir espacios económicos, sociales, culturales y sagrados a lo largo de ca. 26.000 km de ruta atravesando la cordillera más grande y elevada de América. Las habilidades constructivas aumentan la excepcionalidad de la empresa. Eje central del proyecto político Inca, constituye la síntesis de los caminos utilizados a lo largo de más de dos mil años de historia de las sociedades andinas (Strube Erdmann 1963; Hyslop 1984). El desarrollo de la red vial fue entrelazando lugares y poblaciones con variadas lenguas y tradiciones, con Myriam Tarragó, Universidad de Buenos Aires, Instituto de las Culturas (idecu) uba - conicet, Facultad de Filosofía y Letras, Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina, email: tarragomyriam@gmail.com Marina Marchegiani, Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina, email: marinamarchegiani@yahoo.com.ar Valeria Palamarczuk, Universidad de Buenos Aires, Instituto de las Culturas (idecu) uba - conicet, Facultad de Filosofía y Letras, Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina, email: valepala@yahoo.com.ar Alejandra Reynoso, Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti. Moreno 350 (1091), caba, Argentina, email: ad_reynoso@yahoo.com.ar Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2016. 96 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 lo que propició una integración en la diversidad. Este proceso puede abordarse desde el núcleo político que propendía a la integración mediante el pacto con sectores locales o la violencia militar y desde la diversidad de los pueblos de la periferia que nunca antes habían formado parte de un gran Estado. Para mejorar la comprensión de estos procesos que se desarrollaron en una escala espacial sorprendente es fundamental seguir estudiando la red vial cada vez con mayor precisión incorporando nuevos tramos. Al mismo tiempo, es necesario indagar la diversidad cultural –material e inmaterial– de los pueblos que quedaron incluidos dentro del Estado Inca. Los dos indicadores que consideramos más aptos, dada su ubicuidad en los sitios arqueológicos, son la arquitectura de las instalaciones anexas o vinculadas al camino y las variedades estilísticas en los bienes de uso que circularon en la época. Uno de los materiales más ricos en información es la alfarería Inca Provincial. Desde el punto de vista metodológico, es crucial acudir a las fuentes lingüísticas, históricas y arqueológicas a través de una lectura crítica. La imposición del quechua (runa simi) como idioma oficial contribuyó en forma sustantiva a la vertebración del Imperio y al funcionamiento del gobierno, dado que servía como medio de comunicación sobre las numerosas lenguas que se hablaban desde el sur de la actual Colombia hasta Chile y Argentina. Una indagación que se ha hecho en forma muy limitada es el estudio de los topónimos y los antropónimos en el kakan de los diaguitas (Nardi 1979). Por su parte, las fuentes escritas son muy ricas para los Andes centrales, pero su número y especiicidad van disminuyendo hacia el sur. Tan es así que podríamos plantear una opacidad en las síntesis que circulan sobre el Estado Inca, sin casi ninguna referencia a los Andes meridionales (cf. Patterson 1992: 170; Stingl 2007: 419). No obstante, las fuentes arqueológicas son contundentes en cuanto a las señales materiales del Estado Inca y nos permiten penetrar en ese pasado a través de los vestigios arquitectónicos y los múltiples bienes muebles que se conservan (Raino 1981; Williams 2004). La circulación de producciones materiales y de recursos, como de bienes simbólicos e intangibles, llegó mucho más allá de las fronteras estrictas del Estado (Pärssinen 1992: 139). Como una contribución a estos objetivos de investigación, presentamos como caso de estudio un tramo de 42 km de la red troncal en el Noroeste Argentino (noa), cubierta hoy en gran parte por la Ruta Nacional Nº 40, que se emplaza en la parte meridional del valle Yocavil, entre Fuerte Quemado y Punta de Balasto, Departamento Santa María, Provincia de Catamarca. Se discuten las instalaciones vinculadas y el material cultural diagnóstico de la época (ig. 1). Las fuentes escritas del siglo xvi son escasas para el noa. Sin embargo, pueden rastrearse determinados signos como para tratar de comprender la singularidad de esta región en su integración. Las provincias incaicas Xibixuy, Chicoana y Quirequire, aparecen mencionadas en los documentos de las primeras entradas de los españoles por el norte, Diego de Almagro en 1536 (Fernández de Oviedo y Valdés 1851-1855: 264), Diego de Rojas en 1543 (González de Prado 1548) y el itinerario de Matienzo (1566), entre otros (Tarragó 1984). Según las referencias a lugares y su correlación con localidades actuales, la región de Yocavil correspondería al inicio septentrional de la provincia de Quirequire, en los conines de Chicoana. Estas áreas habrían sido muy importantes para el abastecimiento de comida y de bastimentos para Diego de Almagro, dado que allí paró varios meses esperando que se abriera la ruta o “puerto de nieve” hacia la provincia de Copayapo, en Copiapó, Chile. El itinerario bastante temprano del oidor Matienzo (1566), en búsqueda de una salida a los productos coloniales, también nos ayuda a desbrozar la importancia de los valles Calchaquíes como parte troncal del Camino Principal Andino (Strube Erdmann 1958; Vitry 2007). Por ende, la sucesión de sitios y las evidencias del Inca en Yocavil resultan sustantivos por encontrarse a la vera de la red troncal del Qhapaq Ñan. Se propone aquí un recorrido que sigue un rumbo de norte a sur por algunos de los sectores con evidencias incaicas, arquitectónicas y artefactuales, destacando las particularidades observadas en la región. FUERTE QUEMADO El área de Fuerte Quemado ha sido tempranamente destacada en las investigaciones de las sociedades prehispánicas de Yocavil. Su riqueza y complejidad arqueológica la convierten en una zona clave para la comprensión de los procesos sociales tanto de los desarrollos tardíos locales como de los momentos de ocupación incaica en la región. Para esos tiempos se El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. 97 Tambo incaico FQ LA VENTANITA Sitio tardío con arquitectura Inca FQ EL CALVARIO Centro poblado tardío LAS MOJARRAS SIERRA DEL CAJÓN MASAO MASAO RINCÓN CHICO MEDANITOS LR JUJUIL JA LR SHIQUIMIL AMPAJANGO 2 PUNTA DE BALASTO ualfín Hacia H Ha cia Ca pil lita s PAJANGUILLO Z113 O BICHO MUERTO N Q UI CERRO MENDOCINO AC Probable trazado del camino incaico Río San ta Marí a SIMBOLOGÍA 0 BECOBEL Hacia Nevados de Aconquija 20 Km Figura 1. Mapa del área de Yocavil con indicación de los sitios mencionados en el texto. Figure 1. Map of the Yocavil area indicating places mentioned in the text. presentan tres grandes zonas arqueológicas de norte a sur: La Ventanita, El Socavón y El Calvario (ig. 2). En el límite actual de la Provincia de Catamarca con la Provincia de Tucumán se emplaza el poblado conocido como La Ventanita o Intihuatana, que incluye una coniguración tipo pukara en la cumbre y ladera de un espolón rocoso, así como varias instalaciones distribuidas sobre el piedemonte (Lafone Quevedo 1902; Bruch 1911; Kriscautzky 1999). Kriscautzky (1999) deinió en este asentamiento siete sectores. El Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 98 REGIÓN ARQUEOLÓGICA DE FUERTE QUEMADO LA VENTANITA DE FUERTE QUEMADO Torreones Ladera con mayor concentración de estructuras Sector 4 Cumbre principal Sector 1 EL SOCAVÓN DE FUERTE QUEMADO EL CALVARIO DE FUERTE QUEMADO Ushnu a Marí Río Santa Probable trazado del camino incaico a d b c 0 5 cm Figura 2. Superior: región arqueológica de Fuerte Quemado. Inferior: selección de fragmentos de distintos tipos de cerámica inca con decoración pintada recuperados en El Calvario de Fuerte Quemado (supericie): a) pie de ladera norte, Sector 4; b) Ushnu; c) cumbre principal, Sector 6; d) bajo circundante ladera norte, Sector 1. Figure 2. Above: Fuerte Quemado archaeological region. Below: selected fragments of several types of Inca pottery with painted decoration recovered from El Calvario de Fuerte Quemado (surface): a) north face, foothill, Sector 4; b) Ushnu; c) main summit, Sector 6; d) lower surrounding area north face, Sector 1. El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. sector iv corresponde a una instalación de arquitectura incaica emplazada a la vera del Camino Inca. Presenta estructuras cuadrangulares, rectangulares y algunas circulares deinidas como collcas. Las estructuras están conformadas por paredes de pirca doble con argamasa y revoque, de 60 a 80 cm de ancho, y presentan pisos preparados de barro arcilloso y aberturas de forma trapezoidal. En las excavaciones se recuperó cerámica Inca en las formas de aríbalos, aribaloides y ollas con pie (Orgaz 2012). También se hallaron escorias y restos de moldes incisos, un hacha de bronce y crisoles utilizados en la producción de objetos de bronce (Kriscautzky 1999: 128-129). La cerámica incaica también está presente en sectores locales, tanto en contextos domésticos (Sector v) como funerarios (Sector i) (Orgaz 2014). Tres kilómetros hacia el sur se ubica El Calvario de Fuerte Quemado, un pukara construido sobre un cerro de múltiples espolones, sus laderas y bajo circundante (Quiroga 1901; Reynoso et al. 2010). En la década de 1960 se formalizó sobre este sitio el calvario católico actual, obra que impacta en áreas relevantes del poblado antiguo. El asentamiento ocupa una supericie de 60 ha aproximadamente. Se registró un total de 489 estructuras arquitectónicas, de las cuales 184 corresponden a recintos, 54 a posibles recintos y 41 a plataformas (las estructuras restantes son líneas indeterminadas de muros dobles y simples). La arquitectura del poblado se basa en la técnica de construcción tardía local, de muro doble (más de 1 m de ancho) con relleno de ripio. Este sitio fue ocupado y modiicado por los incas en sectores acotados como son la cumbre principal, la ladera norte y su bajo circundante y un área al pie de la conjunción de las laderas norte y este, en donde se emplaza el ushnu. En dichos sectores con arquitectura incaica también se recuperaron fragmentos cerámicos de diversos tipos incaicos (ig. 2). La cumbre principal está constituida por un área circular irregular nivelada. Allí se registró un recinto rectangular de arquitectura inca, de 5 x 3 m de lado aproximadamente, con muros dobles sin relleno de 55 cm de ancho promedio. En esta cumbre se habrían ubicado otros dos recintos de características similares (Quiroga 1901: 240-241). Ya en el bajo, el ushnu está emplazado muy probablemente a la vera del antiguo Camino Inca. Está conformado por un gran montículo rocoso modiicado artiicialmente. En su lado occidental pueden aún observarse al menos tres líneas de muros conformando 99 niveles aterrazados. En el sector oriental, al pie del montículo, también se registraron varios relictos de muros de contención. La estructura ocupa un área aproximada de 35 x 20 m, superando una altura de 6 m. En supericie se han recuperado fragmentos de distintos tipos de cerámica incaica, entre ellos un fragmento de plato Inca Pacajes (ig. 2b). Por último, en la ladera norte del centro poblado se ubican construcciones incaicas únicas en la región. Se trata de tres “torres” circulares de entre 3 y 4 m de diámetro, que según antiguas observaciones poseían más de 2 m de altura (Quiroga 1901: 236). Las estructuras, denominadas Torreones Superior, Medio e Inferior, están constituidas por muros dobles sin relleno e hiladas unidas con barro. Presentaban pisos limo-arcillosos consolidados sobre empedrados de lajas (igs. 3 y 4). Aunque solo se registró revoque interno en uno de los torreones, se trataría de una característica común a los tres (Quiroga 1901). Los fechados obtenidos reairman su temporalidad vinculada a la ocupación incaica: 340 ± 50 AP (LP1903) (Cal. 2 sigma 1459 (95,4%)1665 dc) y 400 ± 50 AP (LP2044) (Cal. 2 sigma 1450 (95,4%) 1634).1 Las excavaciones en área realizadas en los tres torreones permitieron recuperar un acontecimiento extremadamente signiicativo para comprender la interacción particular entre los representantes estatales y la población local. Para construir el Torreón Inferior, los incas destruyeron una estructura funeraria local, redepositando parte de su contenido bajo el piso de la nueva estructura. En íntima vinculación con este acontecimiento, se destaca la abundancia de vasijas locales rotas y dispersas bajo el piso del Torreón Medio, entre ellas más de 40 pucos cuyos fragmentos remontaron en un alto porcentaje (en algunos casos hasta el 35 o 40% del total de la pieza). Este sería el caso más claro de violencia ejercida por los Incas en Yocavil, manifestado a partir de la destrucción de una tumba local de características diferenciales. Este tipo de prácticas también ha sido documentado en otros puntos del sur del imperio, como por ejemplo Los Amarillos en la Quebrada de Humahuaca (Nielsen & Walker 1999) y Turi en la puna de Atacama (Aldunate et al. 2003). LAS MOJARRAS-RINCÓN CHICO El poblado alto de Las Mojarras denominado “Cerro Pintado” corresponde, por su visibilidad y protección 100 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 EL CALVARIO DE FUERTE QUEMADO TORREÓN SUPERIOR 1860 CFQ - Sector 3 Torreón Inferior 1870 Torreón Medio A 1880 B 0 VISTA CORTE LATERAL Piso limo arcilloso consolidado Estratos relleno post ocupación ROCA A E MADR Empedrado de lajas 10 m Revoque Torreón Superior B Relleno de nivelación 0 1m Figura 3. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreón Superior (Sector 3). Figure 3. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreón Superior (Sector 3). El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. EL CALVARIO DE FUERTE QUEMADO TORREÓN INFERIOR Y MEDIO 1 2 3 4 5 6 101 1860 CFQ - Sector 3 7 8 9 Torreón Inferior A 1870 9 B Torreón Medio 1880 8 Torreón Superior 7 0 10 m 6 0 Roca madre 1m 5 Techo del alero Límite interior de la oquedad del alero 4 B 0 TORREÓN MEDIO VISTA CORTE LATERAL Relleno de nivelación Empedrado de lajas Piso limo arcilloso consolidado A ROCA MADRE TORREÓN INFERIOR Entierro local bajo alero destruido ROCA MADRE Empedrado de lajas Piso limo arcilloso consolidado Relleno de nivelación 0 1m Figura 4. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreones Inferior y Medio (Sector 3). Figure 4. El Calvario de Fuerte Quemado, Torreones Inferior and Medio (Sector 3). 102 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 arquitectónica, al concepto de pukara. En las laderas se disponen hileras de recintos de pirca doble, algunos con diseños en zigzag de bloques de cuarzo blanco. Al pie del cerro, por el sur, hemos registrado además otros diez sitios en un área de 31 ha. La planta básica es del tipo cuadrángulo y estructuras anexas (cea) deinido para Rincón Chico, es decir, un gran recinto cuadrangular y estructuras más pequeñas asociadas, rectangulares o circulares. En el sitio Augier (LM1) solo se conservaba un montículo de 30 m de largo por 20 m de ancho y algunas líneas de piedras. Se excavaron varias cuadrículas en el eje longitudinal. En el centro del montículo (cuadrícula D3a) se registró un fogón y evidencias pirometalúrgicas y se recuperaron algunos fragmentos Rojo Pulido e Inca Provincial, entre otros estilos tardíos (Palamarczuk & Greco 2012; Greco 2012, 2014). Una muestra de granos carbonizados de maíz del fogón brindó una datación de 400±60 AP (LP 1310) (Cal. 2 sigma 1445 (95,4%) 1641 dc). Este sitio se ubica al oeste del camino vecinal Lampacito-Las Mojarras, el que se habría sobreimpuesto al Camino Inca en este sector. La localidad arqueológica de Rincón Chico abarca una supericie de 500 ha, con construcciones de muros de piedra y argamasa de barro que conforman unidades domésticas, instalaciones de trabajo artesanal, espacios ceremoniales y áreas de tránsito (Tarragó 2011). El pukara (sitio RCh1) cubre 39,6 ha, mientras que el resto de los 36 sitios se disponen sobre un cono de deyección de la Sierra del Cajón. Del conjunto de más de 40 fechados radiocarbónicos, varios de RCh1, y también de RCh12, RCh14 y RCh15 se extienden desde el siglo xiv hasta inicios del xvii, es decir, dentro de la época Inca y Colonial temprana. Particularmente interesante es el contexto de actividades destinadas a la producción de chicha en el sitio RCh14, donde la conservación in situ de los molinos para la molienda y restos de los grandes “virques” podría vincularse con las festividades propiciadas por el Inca que incluían libaciones (Tarragó et al. 1999). Del mismo modo, la escala de producción de bienes ceremoniales de bronce estannífero en el taller metalúrgico de RCh15 se amplió en esos momentos, incorporando una batería de hornos de cuba del tipo huayra, quedando evidencias de moldes de “lingotes” y de discos tardíos (González 2004). Sin embargo, es necesario recalcar que en la mayoría de los sitios solo hemos recuperado vestigios cerámicos de los estilos locales como Santa María Bicolor y Negro sobre Rojo, Famabalasto Negro Grabado y vasijas domésticas con pie de compotera. La excepción fueron escasos fragmentos de alfarería Inca Mixta en RCh12 y RCh13 (Palamarczuk 2002, 2011) (ig. 5). SHIQUIMIL-AMPAJANGO La Loma Rica de Shiquimil es un gran poblado tipo pukara ubicado sobre un cerro testigo que se emplaza en la margen derecha del río Santa María, entre los poblados actuales de Entre Ríos y Andalhuala. Conocido desde el siglo xix, sufrió diversas intervenciones en búsqueda de bienes funerarios por parte de I. Liberani y J. Hernández, V. Weiser y A. Methfessel. A partir de 1986 iniciamos tareas de prospección y excavación que han permitido estudiar la cerámica de supericie y realizar dataciones. Los cuatro fechados promediados dan la siguiente calibración con 2 sigma: 1420 (87,6%) 1504; 1590 (7,8%) 1616 (Greco 2014), es decir, cae en el período tratado, aunque su ocupación debe retrotraerse en varios siglos.2 Entre los materiales ilustrados por Liberani y Hernández (1950: lám. 13 y 23; González & Tarragó 2005: ig. 16) se encuentra un jarro de asa lateral Inca Provincial con decoración pintada en rojo sobre blanco y ollas con pie de compotera. El sitio Ampajango 2-Rosendo Cáceres cubre una supericie mínima de 11 ha. Se emplaza a 2.100 msnm, a lo largo de una angosta terraza transversal al valle, entre el río homónimo al sur y un profundo cauce estacional por el norte. El relevamiento permitió delimitar cinco sectores a partir de muros que cortan transversalmente la terraza y que coinciden con desniveles en la pendiente del terreno. De acuerdo a las evidencias arquitectónicas y al material cerámico de supericie, el sitio muestra una prolongada ocupación, por lo menos desde ines del Formativo al Inca y Colonial Temprano (ig. 6). El Sector iv demuestra una marcada remodelación arquitectónica en la época Inca. Se destaca la plaza central, la cual, siguiendo la topografía, presenta una planta poligonal demarcada por un muro de circunvalación de pirca doble. En su extremo oriental, una rampa de 3,5 m de ancho, tras descender al cauce estacional, conduce al conjunto denominado Casas Viejas (Ampajango 3) que posee también las características de una kancha incaica. En dirección contraria, una de las escaleras lleva a la playa del río Ampajango, donde comienzan los cuadros de cultivo. Hacia el occidente, el asentamiento estaba custodiado desde la Loma Redonda El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. a 103 36 37 RCH 1 3 10 2 400 m 20 4 17 7 16 8 9 23 5 6 15 18 11 26 SIMBOLOGÍA 14 CEA habitacional 13 Área funeraria Otros 21 22 27 Centro poblado 0 25 200m 12 b 0 5 cm Figura 5: a) vista aérea de Rincón Chico, tomado de Greco (2014: ig. 3, pp. 21). Se destaca el sector del pukara RCh1 y los sitios dispersos en el piedemonte; b) hallazgos de cerámica de estilos incaicos en supericie de RCh13. Figure 5: a) aerial view of Rincón Chico, image by Greco (2014: ig. 3, pp. 21). he area of the pukara RCh1 is highlighted, as the sites spread over the piedmont; b) supericial indings of Inca style pottery in RCh13. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 104 a b Loma Redonda Sector V Ampajango 3 Casas Viejas Ampajango 2 Sector IV Sector III Río Ushnu Taller Casas Viejas Se co Sector II Río c o ang paj Am Sector I 100 m AMPAJANGO 2 y 3 0 100 m e Ushnu (vista aérea) d AMPAJANGO 2 Sector IV Loma Redonda 10 m f 0 50 m Apacheta Figura 6. Planimetrías y vistas del sitio Ampajango: a) diferentes sectores de Ampajango 2 y 3; b-d) Loma Redonda (Ampajango 7); e-f) Sector Plaza y Ushnu en Ampajango 2. Figure 6. Charts and views of the Ampajango site: a) diferent sectors of Ampajango 2 and 3; b-d) Loma Redonda (Ampajango 7); e-f) Plaza area and Ushnu in Ampajango 2. El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. a b 0 c 105 5 cm d e f Figura 7. Fragmentos cerámicos de época Inca recuperados en supericie del sitio Ampajango 2: a) Inca Mixto; b) Santa María-Belén; c) estilos locales Negro sobre Rojo; d) Famabalasto Negro sobre Rojo; e) Negro sobre café pulido; f) Ordinario Alisado con muscovita. Figure 7. Ceramic fragments of Inca period recovered on site surface in Ampajango 2: a) Inca Mixed; b) Santa María-Belén; c) Black on Red; d) Famabalasto Black on Red; e) Black on Brown Polished; f) Straightened Ordinary with moscovite. (Ampajango 7) donde se registró un reducto amurallado de cumbre y muros de contención en ladera (Tarragó & González 2005). En la esquina noroeste de la plaza se encuentra una estructura dominada por un enorme peñasco de 10 m de largo en sentido este-oeste, 4 m de ancho y 3 m de altura promedio, que ha sido deinido como ushnu (González & Tarragó 2005: ig. 15). En la cara que mira hacia la plaza y más allá, hacia las cumbres nevadas de la cadena del Aconquija, el peñasco fue enmarcado por dos líneas de plataformas realizadas con rocas de formas regulares, algunas con canteado. Hacia el norte y este, el desnivel del terreno fue compensado con cuatro y cinco líneas de plataformas, habiéndose incluido una rampa que permite ascender a la cúspide plana de la gran roca. Un primer fechado sobre carbón vegetal proporcionó un valor de 340 ± 130 AP (Beta 146374) (Cal. 2 sigma 1418 (84,8%) 1818 dc; 1827 (6,5%) 1894 dc; 1910 (4%) 1952 dc). La muestra cerámica de supericie y de excavación ofreció tipos Famabalasto Negro sobre Rojo, Santa María Bicolor y Negro sobre Rojo, Quilmes Inciso e Inca (ig. 7). En la supericie de la plaza se recogió un liwi incaico (pequeña bola para cazar pájaros) de bronce estannífero (González & Palacios 1996; Tarragó & González 2005). PUNTA DE BALASTO En el confín del valle y a unos 10 km al sudoeste de Ampajango 2, se levantaba el Tambo de Punta de Balasto, sobre el camino troncal que recorría el fondo del bolsón y en un punto del paisaje sin ocupaciones previas. El tambo fue interpretado como una estación de control del tránsito de personas y del voluminoso tráico de bienes 106 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 dentro del conjunto de instalaciones administrativas del sur del Collasuyu (González 1999: 227-228). Por ejemplo, una carta del jesuita Juan de León en 1657 menciona que cada año pasaban por el valle “quatro cientos carneros cargados de oro” como parte de la renta para el Inca (Tarragó & González 2005: 141-143). El tambo se emplaza a 2.140 msnm en la margen oriental del río Santa María y ocupa una franja de casi un kilómetro de largo en el fondo de valle, entre el río y la ruta 40, cubriendo unas 10 ha. Fue identiicado por Bruch (1911) y excavado por el equipo de Cigliano (Carrara et al. 1960). Desde 1988, el Proyecto Arqueológico Yocavil realizó prospecciones y excavaciones (González 1999; González et al. 2007). El tambo fue dividido en trece grupos arquitectónicos, que comprenden un ushnu de 5 x 5 m asociado a una gran plaza de 80 x 98 m, dos conjuntos de estructuras y muros vinculados al complejo plaza-ushnu (Grupo 6), tres kanchas de 30 m de largo (Grupos 7, 8, 12), una estructura rectangular alargada sin subdivisiones internas de 33 x 10 m tipo kallanca (Grupo 9), estructuras vinculadas a una plaza de 70 x 35 m, collcas circulares (Grupo 11) y rectangulares (Grupo 2), unidades residenciales (Grupo 1) y un conjunto de estructuras que pudieron formar parte de otras kanchas (ig. 8). El diseño arquitectónico dual y la presencia del complejo plaza-ushnu, de kanchas y collcas indican que es un sitio de planiicación netamente estatal. El camino que divide al sitio en mitades, sin mojones, fue un eje estructurador de la arquitectura, como evidencia la construcción de ediicios orientados según su dirección. Su traza puede apreciarse con claridad debido a su ancho regular que varía de 3 a 3,70 m y a las modiicaciones del sustrato producidas a través del tránsito, elementos que lo hacen visible no solo en el terreno sino también en las imágenes satelitales y en las fotografías aéreas de ese tramo. La planta característica de las estructuras es rectangular. La técnica constructiva es la de muro doble sin relleno de 70 cm de ancho, formado por dos líneas paralelas de bloques redondeados unidos con mortero de barro o mediante pirca seca, diferente del muro doble con relleno de tierra y ripio característico de los poblados locales tardíos. Algunas piedras están canteadas y otras cuidadosamente seleccionadas (González 1999). Hasta ahora se han realizado recolecciones de supericie en todos los sectores y excavaciones en los Grupos 7, 9, 10 y 12. El material más abundante en el sitio es la alfarería. El conjunto cerámico de supericie y excavación (n=1264) está formado por cerámica Inca (42%), Famabalasto Negro sobre Rojo (7%), Santa María Bicolor (3%), Ordinaria que incluye ollas con pie de compotera (29%) y de otros tipos e inclasiicada (19%) (Marchegiani 2012). El estilo Inca Provincial es el más representativo del sitio, mientras que la frecuencia de los estilos Santa María Bicolor, Inca Paya, La Paya Dibujos Negros, Yocavil Polícromo y Santa María-Belén Negro sobre Rojo es muy baja (ig. 9). En los sondeos del Grupo 7 se identiicó un área de cocción de alimentos, consumo y descarte donde se halló cerámica Ordinaria Alisada, Inca Provincial, Inca indeterminada y Famabalasto Negro sobre Rojo, así como restos óseos quemados asociados a lentes de ceniza y concentraciones carbonosas de las que se obtuvo una muestra de carbón vegetal fechada en 680±70 (LP816) (Cal 2 sigma 1235 (0,8%) 1243 dc; 1265 (94,6%) 1429 dc). Sobre el piso de un recinto del Grupo 12 se halló cerámica Inca Provincial y Ordinaria, asociada a un cincel de bronce, un núcleo bipolar de obsidiana y un pequeño instrumento de hueso. En la supericie de distintos grupos arquitectónicos se recuperaron, entre otros hallazgos, cuatro puntas de proyectil triangulares de base escotada, dos silbatos de cerámica y un tortero gris de cerámica inciso con motivos geométricos (ig. 10). La cerámica y los materiales asociados indican que en el tambo se realizaron actividades de preparación, transporte, almacenaje y consumo de alimentos. La presencia de torteros y otros instrumentos, por su parte, permite suponer que también se desarrollaron actividades vinculadas con la producción artesanal. La cerámica Inca Provincial, Famabalasto Negro sobre Rojo, Santa María Bicolor y Ordinaria Alisada está presente en todos los sectores. La kallanca es el grupo con mayor frecuencia de alfarería Inca Provincial y mayor diversidad de estilos cerámicos; de allí proceden un fragmento de plato Inca Provincial de posible origen altiplánico (ig. 9 a) y también fragmentos de ollas con pie de compotera. También se observó que la mayor frecuencia de cerámica Famabalasto Negro sobre Rojo, al igual que el hallazgo de los fragmentos Yocavil Polícromo y los torteros con decoración geométrica incisa, elementos todos vinculados con la región chaco-santiagueña, provienen de grupos arquitectónicos situados al oriente del camino. Sin embargo, las evidencias disponibles hasta el momento son insuicientes para realizar inferencias sobre sus implicancias en términos de relaciones intergrupales dentro del tambo. El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. 107 ,5 2134 Río 3 2135 213 ta San ía Mar 2133,5 ,5 2135 2136 ,5 2136 3 1 2 Río c Se o 10 5 6 4 9 12 11 7 8 ,5 44 43 21 21 42 ,5 21 43 41 21 ,5 21 50 cm 21 0 42 13 SIMBOLOGÍA Muro Zona de alteración antrópica Zanja subactual Camino incaico no amojonado Figura 8. Plano del Tambo de Punta de Balasto, modiicado de González (1999). Grupo 6: ushnu-plaza; Grupos 7-8-12: kanchas; Grupo 9: kallanca; Grupo 11: collcas. Figure 8. Map of the Tambo of Punta de Balasto, modiied by González (1999). Group 6: ushnu-plaza; Groups 7-8-12: kanchas; Group 9: kallanca; Group 11: collcas. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 108 a b c d 0 e f 0 5 cm 5 cm Figura 9. Cerámica Inca del Tambo de Punta de Balasto: a-e) fragmentos estilo Inca Provincial; f) plato pato Inca Paya. Figure 9. Inca pottery from the Tambo of Punta de Balasto: a-e) fragments, Inca Provincial style; f) Inca Paya duck-style plate. c b a d Vista posterior reducida 0 2 cm 0 e Vista posterior reducida 5 cm Figura 10. Objetos hallados en el Tambo de Punta de Balasto: a) cincel de bronce (Grupo 12); b) tortero de cerámica inciso con motivos geométricos (Grupo 4, supericie). Silbatos de cerámica: c) Grupo 12; d-e) Grupo 9. Figure 10. Artifacts found in the Tambo of Punta de Balasto: a) bronze chisel (Group 12); b) ceramic spindle weight with geometric patterns (Group 4, surface). Whistles of ceramic material: c) Group 12; d-e) Group 9. El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. Asociado a Punta de Balasto se encuentra Bicho Muerto, representando la ocupación parcial de una población preexistente. Es posible que en el primer momento de la expansión incaica Bicho Muerto hubiera actuado como una fortaleza interna, función que más tarde, con la ocupación consolidada, habría sido más simbólica que efectiva. La información etnohistórica indica que el Morro Blanco, a cuyo pie se levanta el asentamiento, constituía una venerada huaca en tiempos prehispánicos tardíos (Piossek Prebisch 1984). Su potencial simbólico habría sido incrementado por los depósitos minerales que albergaba la formación y que abastecían a los cercanos establecimientos metalúrgicos coloniales de El Trapiche y Fundición Navarro (González 1997). Es posible, entonces, que algún sector de Bicho Muerto constituyera un “mochadero minero”, en una situación similar a las registradas en otros lugares surandinos, como en KonaKona, en la subregión del alto Loa (Castro 1992). En la margen occidental y custodiando el tambo se yergue el Cerro Mendocino con su excelente pukara de la cima y laderas. Por su difícil acceso y la presencia de construcciones defensivas, se suele considerar al asentamiento una “fortaleza”, arquitectónicamente una de las más destacadas del noa. Al menos parte de esta instalación seguía en funcionamiento en la época inca, a juzgar por el Grupo A de ediicios levantado con bloques canteados de cuarcita borra-vino (Carrara et al. 1960: 37) y la gran kancha al pie (González & Tarragó 2005: 80-83). LA VARIABILIDAD ALFARERA DURANTE LA DOMINACIÓN INCA Las distintas variantes de la cerámica Inca presentan una distribución diferencial, según se trate de instalaciones de planiicación estatal, asentamientos locales con sectores incaicos o poblados sin evidencias arquitectónicas inca. Por otro lado, el proceso de dominación incaica trajo aparejados cambios en los estilos cerámicos preexistentes y generó el surgimiento de estilos nuevos. El Tambo de Punta de Balasto se destaca por el hallazgo de tiestos Inca Provincial. Los estudios cerámicos que integraron análisis macroscópicos y petrográicos permitieron identiicar dos modalidades mayoritarias en la producción de pastas de la cerámica Inca del tambo. La primera y más frecuente se caracteriza por la 109 presencia de inclusiones de muscovita, predominando las de tamaño grande y muy grande, y aunque a nivel macroscópico el elemento que más se destaca es la mica, el cuarzo es el tipo de inclusión más abundante. La segunda se caracteriza por la adición intencional de inclusiones de ceniza volcánica. Además de cerámica Inca, las pastas con muscovita se utilizaron para elaborar cerámica Ordinaria Alisada, incluyendo ollas con pie de compotera. Aún no contamos con datos sobre el lugar de producción de estas dos modalidades, pero sí podemos airmar que diieren de las tecnologías de producción originarias del estilo Santa María de Yocavil, caracterizado por la incorporación intencional de tiesto molido como antiplástico. En menor proporción, también se registró cerámica Inca Provincial elaborada mediante otras tecnologías (Marchegiani 2012). Las formas más frecuentes son las botellas (aríbalos, aribaloides y botellas con asa lateral), jarros con asa lateral y platos, todas ellas vinculadas a las actividades de servir y consumir alimentos; por lo tanto, se trata de formas que desempeñaron roles importantes en las estrategias políticas imperiales que incluían situaciones de comensalidad. Los fragmentos Inca Provincial aparecen asociados a cerámica Inca monocroma pulida (principalmente roja y ante), Inca indeterminada, Famabalasto Negro sobre Rojo y Yocavil Polícromo, cerámica local Santa María Bicolor y, excepcionalmente, fragmentos de estilos Inca mixtos como Inca Paya y La Paya Dibujos Negros (igs. 11 y 12). En los sitios locales con sectores incaicos, como El Calvario de Fuerte Quemado, se registraron fragmentos de cerámica Inca Provincial. Otra situación se comprueba en otros centros poblados locales, como por ejemplo Rincón Chico, para el cual existe constancia de la perduración de su ocupación en momentos incaicos. Allí, luego de intensos trabajos de campo que involucraron todos los sectores del asentamiento, entre miles de fragmentos cerámicos recuperados no se han hallado aún fragmentos Inca Provincial. Estas “ausencias” son también reveladoras: la circulación en el espacio regional de los estilos Inca Provincial, tan connotados simbólicamente, fue dispar y acotada a determinadas localidades, en comparación con la importancia regional y amplia incidencia macrorregional de los estilos de época Santa María y Famabalasto Negro Grabado. Por su parte, las variantes de cerámica Inca mixta, que integran rasgos locales e incaicos, están presentes en todos los sitios presentados en este trabajo. Cabe señalar Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 110 a c b d Borde interno 0 5 cm e f 0 1 cm 0 2 cm 0 g 2 cm h Borde interno 0 i 3 cm j 0 n 2 cm q 2 cm m k 0 o l p Borde interno 0 5 cm 0 1 cm 0 3 cm Figura 11. Fragmentos cerámicos recuperados en el Tambo de Punta de Balasto: a-d) Inca Provincial; e) Inca indeterminado; f-h) Inca Provincial; i-m) Famabalasto Negro sobre Rojo; n-p) Yocavil Polícromo; q) Santa María Bicolor. Figure 11. Pottery fragments recovered in the Tambo of Punta de Balasto: a-d) Inca Provincial; e) indetermined Inca; f-h) Inca Provincial; i-m) Famabalasto Black on Red; n-p) Yocavil Polychrome; q) Santa María Bicolor. El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. 111 a 0 b 5 cm c 0 5 cm 0 5 cm Figura 12. Fragmentos cerámicos recuperados en el Tambo de Punta de Balasto: a) Inca Provincial; b) Famabalasto Negro sobre Rojo; c) Santa María Bicolor. Figure 12. Pottery fragments recovered in the Tambo of Punta de Balasto: a) Inca Provincial; b) Famabalasto Black on Red; c) Santa María Bicolor. 112 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 que a partir del estudio de colecciones de museos3 y de materiales publicados, el área de Fuerte Quemado se destaca también como localidad de marcada circulación de cerámica incaica en sus distintas variantes (ig. 13). Un elemento fundamental del desarrollo alfarero en Yocavil en la época Inca es la perduración del estilo Santamariano, aunque esta continuidad se produjo en el marco de ciertas innovaciones en la forma –aparición de pucos con punto angular y alargamiento de cuellos en las urnas– y en la iconografía –motivos geométricos con relleno reticulado, guardas horizontales de triángulos plenos negros, iguración de “guerreros” y escutiformes, felinización de motivos zoomorfos como el suri y el camélido (Reynoso & Pratolongo 2008; Marchegiani et al. 2009)–. A su vez, surgieron nuevas modalidades estilísticas, como las urnas Negro sobre Rojo que integran rasgos Santa María y Belén. Simultáneamente, en esta época se introdujeron en el valle diversos estilos originarios de otras regiones, como las vasijas y cuencos Famabalasto Negro sobre Rojo y Yocavil Polícromo de Santiago del Estero, y los pucos Yavi de la puna jujeña (Marchegiani et al. 2009). Si bien su presencia es minoritaria, resultan buenos indicadores cronológicos, debido a que su producción y distribución estuvo mediada en cierto grado por la agencia incaica (ig. 14). Al situarnos desde la perspectiva de los grupos dominados, podemos dar cuenta de que la presencia de estos estilos mixtos y no incaicos (locales y no locales) otorga visibilidad al proceso de expansión incaica en Yocavil, incluso en espacios con ausencia de bienes muebles netamente incaicos. Las estrategias políticas incaicas incluirían el aprovechamiento del prestigio regional de determinados bienes apropiándose de los mecanismos de su distribución social, lo que puede resultar coherente con la amplia representación de los materiales santamarianos (González & Tarragó 2004). Por su parte, esta perduración en la producción de determinados bienes indica, además de sus atributos de calidad, ciertos niveles de autonomía organizativa en su producción y en la reproducción de sistemas de representaciones por parte de los grupos locales. La comprensión del proceso de dominación incaica en regiones consideradas marginales, como los Andes meridionales, requiere una perspectiva amplia capaz de integrar la diversidad de evidencias de esa expansión, evidencias que muchas veces pueden ser sutiles o pasar desapercibidas si solo observamos desde la perspectiva de los lugares centrales. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES A los sitios aquí desarrollados se suman evidencias de bienes muebles en Caspinchango, la Terraza de Andalhuala Banda, Loma Redonda, Loma Alta y Pajanguillo, entre otros (González & Tarragó 2005). Los datos construidos a lo largo de casi treinta años de trabajos en la región ponen de maniiesto que la ocupación cuzqueña no siempre se ajustó a criterios “monumentales” (González Godoy 1996: 34) y que el registro arqueológico imperial puede quedar empañado en contextos con preponderancia de elementos locales (Morris 1988: 243-244). Sobre el particular, hemos propuesto que, en el sur del valle, la dominación incaica, sin dejar de ser intensa, implicó un complejo proceso en el que participaron los intereses del gobierno central y los de los grupos de poder locales; los mecanismos diseñados para alcanzar los objetivos del Estado y las cualidades de la organización social, política y económica de estos grupos locales en la región y la resolución de los conlictos de facciones derivados de las nuevas condiciones (González & Tarragó 2004; Reynoso 2009). Considerando la producción tecnológica como un campo adecuado para explorar las formas y resultados del enfrentamiento entre los intereses estatales y los de los sectores subordinados, se han propuesto los cambios y continuidades en la metalurgia y alfarería santamarianas tanto en sus aspectos técnicos como expresivos. De dicho análisis se desprende que, así como la circulación de materiales asociados al imperio operó por canales restringidos, el “modo de hacer” tradicional, en términos amplios, mantuvo vigencia. Interpretando la evidencia en el marco de fenómenos de resistencia cultural, se propone que los administradores estatales, para alcanzar los objetivos programados para la región, debieron respetar determinados elementos del sistema de representaciones autóctono, a su vez vinculados con cualidades organizativas de las formaciones sociales (González & Tarragó 2004). De la misma manera ocurrió en los modos de construir los espacios habitados que, en gran medida, conservaron los patrones locales altamente desarrollados a nivel regional. No obstante, como se reirió en el caso de El Calvario de Fuerte Quemado, el ejercicio de la violencia estatal fue también una estrategia puesta en práctica en el proceso expansivo. Las restricciones observadas en la circulación de bienes netamente incaicos alertan acerca del problema metodológico implícito El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. a b 113 d c e g h f i 0 j k 10 cm l 0 10 cm Figura 13. Cerámica de estilos incaicos. Ejemplares de estilos Inca Provincial e Inca mixto procedentes de Yocavil: a) -28000-, Inca Provincial, El Paso, mejba; b) -28015-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; c) -29107-, Inca mixto, El Paso, mejba; d) mlp-Ar-(n)5005, Inca Provincial, Ampajango, MLP; e) -28010-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; f) -29073-, Inca Provincial, Amaicha, mejba; g) -29108-, Inca Provincial, El Paso, mejba; h) -28011-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; i) mlp-Ar-(n)4492, Ampajango, mlp; j) 922, Diaguita-Inca, Santa María, Col. mlp (Outes 1907, Plancha iii, N° 6); k) La Paya dibujos negros, Fuerte Quemado La Ventanita, meb; l) mlp-Ar-(n)4447, La Paya dibujos negros, Masao, mlp. Figure 13. Inca styles pottery. Examples of the Inca Provincial and mixed Inca styles from Yocavil: a) -28000-, Inca Provincial, El Paso, mejba; b) -28015-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; c) -29107-, Inca Mixed, El Paso, mejba; d) mlp-Ar-(n)5005, Inca Provincial, Ampajango, MLP; e) -28010-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; f) -29073-, Inca Provincial, Amaicha, mejba; g) -29108-, Inca Provincial, El Paso, mejba; h) -28011-, Inca Provincial, Fuerte Quemado, mejba; i) mlp-Ar-(n)4492, Ampajango, mlp; j) 922, Diaguita-Inca, Santa María, Col. mlp (Outes 1907, Plancha iii, N° 6); k) La Paya black drawings, Fuerte Quemado La Ventanita, meb; l) mlp-Ar-(n)4447, La Paya black drawings, Masao, mlp. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 114 c b a 0 10 cm d e f g h i j k l m p q n o 0 10 cm Figura 14. Cerámica local. Diversos estilos alfareros locales correspondientes a la época de expansión incaica: a) mlp-Ar-(n)5695, Santa María Bicolor fase iv, Quebrada Chiquimil, mlp; b) mlp-Ar-(n)4436, Santa María-Belén, Masao, mlp; c) 46-70, Quilmes Inciso, mac; d) mlp-Ar-(n)5245, Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; e) mlp-Ar-(n)5320, Famabalasto Negro sobre Rojo, Famabalasto, mlp; f) 43-2819, Yocavil Polícromo, Andalhuala, mac; g) 47-1830, Yocavil Polícromo, Tafí, mejba; h) mlp -Ar-(n)5335, Famabalasto Negro sobre Rojo, Famabalasto, mlp; i) mlp-Ar-(n)5347, Famabalasto Negro sobre Rojo, Famabalasto, mlp; j) -36966-, Yocavil Polícromo, Quilmes, mejba; k) mlp-Ar-(n)5967, Famabalasto Negro Grabado, Lorohuasi, mlp; l) -28040-, Yavi, Amaicha, mejba; m) mlp-Ar-(n)5370, Famabalasto Negro Grabado, Famabalasto, mlp; n) mlp-Ar-(n)5266, Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; o) -28012-, Ordinario Alisado, Fuerte Quemado, mejba; p) 323 Exp. C. Bruch, Ordinario Alisado, Fuerte Quemado, meaunr; q) -28013-, Ordinario Alisado, Fuerte Quemado, mejba. Figure 14. Local pottery. Several local pottery styles, Inca expansion period: a) mlp-Ar-(n)5695, Santa María Bicolor phase iv, Quebrada Chiquimil; b) mlp-Ar-(n)4436, Santa María-Belén, Masao, mlp; c) 46-70, Quilmes Incised, mac; d) mlp-Ar-(n)5245, Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; e) mlp-Ar-(n)5320, Famabalasto Black on Red, Famabalasto, mlp; f) 43-2819, Yocavil Polychrome, Andalhuala, mac; g) 47-1830, Yocavil Polychrome, Tafí, mejba; h) mlp -Ar-(n)5335, Famabalasto Black on Red, Famabalasto, mlp; i) mlpAr-(n)5347, Famabalasto Black on Red, Famabalasto, mlp; j) -36966-, Yocavil Polícromo, Quilmes, mejba; k) mlp-Ar-(n)5967, Famabalasto Black Incised, Lorohuasi, mlp; l) -28040-, Yavi, Amaicha, mejba; m) mlp-Ar-(n)5370, Famabalasto Black Incised, Famabalasto, mlp; n) mlp-Ar-(n)5266, Santa María Bicolor, Famabalasto, mlp; o) -28012-, Straightened Ordinary, Fuerte Quemado, mejba; p) 323 Exp. C. Bruch, Straightened Ordinary, Fuerte Quemado, meaunr; q) -28013-, Straightened Ordinary, Fuerte Quemado, mejba. El Inca en Yocavil / M. Tarragó et al. en la inferencia del abandono de sitios o traslado de poblaciones a partir de la ausencia de materiales muebles o arquitectura incaica en los poblados locales. Una posibilidad que, no obstante, no puede dejar de considerarse a priori. Las áreas vinculadas con las actividades ceremoniales y religiosas, como las plazas y ushnu en El Calvario de Fuerte Quemado y en Ampajango 2 fueron, probablemente, los monumentos más versátiles para crear y reproducir las estructuras de poder social. Por un lado, conformaban lugares de convergencia en los cuales las condiciones de desigualdad podían enmascararse a partir de su apariencia pública. Por otro lado, los fundamentos del orden impuesto podían ser renovados y potenciados mediante la intervención de fuerzas sobrehumanas, las que, a su vez, eran presentadas como legitimadoras de la estructura de dominación vigente. En suma, el caso estudiado pone de maniiesto que la ocupación inca en el sur del valle de Yocavil fue mucho más intensa que lo que conocíamos hace unas pocas décadas, pero con un relejo arqueológico que no se ajusta estrictamente a los rasgos “típicos” a partir de los cuales suele evaluarse la presencia imperial en los Andes meridionales. Las cualidades de este registro arqueológico señalarían, por una parte, la estrategia de la ocupación imperial en la región, destacando las áreas con un valor particular para los objetivos políticoeconómicos centrales y que, en consecuencia, se juzgaron como adecuadas para ser desarrolladas mediante la inversión en infraestructura. El emplazamiento cercano al camino es un elemento en común a todas ellas y fue estratégico para el control del territorio y de la circulación de bienes y personas. Sin embargo, de igual modo estas cualidades estarían dando cuenta de las condiciones sociopolíticas y organizativas vigentes, las cuales en algunos casos podrían haber sido funcionales a la administración cusqueña y haber vuelto innecesaria la inversión de energía en obras más o menos monumentales, mientras que en otros podrían haber actuado como focos de resistencia en los que la imposición de las normas y de la cultura material del Imperio se diluyeron. En cuanto al tramo de la red troncal, en la vía que atraviesa el tambo de Punta Balasto conluían tres importantes ramales. Uno de ellos, con rumbo sudoeste, conectaba con los conspicuos centros de Hualfín y Shincal (Raino et al. 1985). Otro, hacia el sur, tras una estación en el tambo de Ingenio del Arenal, enlazaba 115 con los distritos mineros de Capillitas Atajo y Andalgalá (González 1982: 333). El tercero ascendía hacia el sudeste, por la quebrada del río Pajanguillo hasta llegar al establecimiento de Nevados del Aconquija, con las estaciones intermedias de Pajanguillo, Becobel y Tambo Colorado. En síntesis, la arrolladora dinámica de expansión del Estado incaico parece haber arrastrado, en ciertas oportunidades, el enfoque de las investigaciones arqueológicas en los Andes meridionales, otorgando un casi exclusivo protagonismo a las aspiraciones del Cusco y dejando en un oscuro segundo plano a los procesos históricos de las sociedades que poblaban las regiones incorporadas al Tawantinsuyu. Desde una óptica alternativa, en la que se privilegia el estudio de los procesos de cambio a partir de la posición de las sociedades dominadas, sostenemos que los intereses particulares de las élites políticas locales, la dinámica de los conlictos faccionales y el sistema de representaciones constituyeron factores activos que matizaron el modo en que la dominación estatal fue plasmada (González & Tarragó 2005), articulando estrategias de negociación y resistencia. En el proceso de ocupación territorial no solo los planiicadores cusqueños exhibieron una amplia lexibilidad para desplegar sus objetivos particulares. También las formaciones sociales abarcadas desarrollaron sus propias estrategias para no perder espacio dentro de las nuevas condiciones. RECONOCIMIENTOS A todos los estudiantes, colaboradores e investigadores que aportaron su interés y esfuerzo a lo largo de tres décadas de trabajos arqueológicos en Yocavil. Luis González impulsó las investigaciones sobre la presencia incaica en el área. Catriel Greco, Sonia Lanzelotti, Mariela Tancredi y Raúl Doro colaboraron en la elaboración de diferentes ilustraciones que reproducimos en este artículo. A las autoridades y personal del Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti, del Museo de La Plata, del Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba y del Museo de la Escuela de Antropología de la Universidad Nacional de Rosario. A los evaluadores anónimos y a los editores de la revista. NOTAS 1 Las calibraciones corresponden a la curva de calibración ShCal04 Southern Hemisphere Calibration (McCormac et al. 2004). 2 Los fechados considerados para este promedio son: 380±60 (LP 983); 460±80 (LP 2212); 500±60 (LP 2431); 560±80 (LP 2239). 116 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 3 mac: Museo de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. mlp: Museo de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. mejba: Museo Etnográico Juan B. Ambrosetti, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. meaunr: Museo de la Escuela de Antropología, Universidad Nacional de Rosario. REFERENCIAS Aldunate, C.; V. Castro & V. Varela, 2003. Antes del Inka y después del Inka: paisajes y sacralidad en la puna de Atacama. Boletín de Arqueología pucp 7: 9-26. Bruch, C., 1911. Arqueología de las provincias de Tucumán y Catamarca. Revista del Museo de La Plata 19. 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En este artículo se presentan los resultados de las investigaciones realizadas en la sierra de Zapata, Catamarca (Noroeste Argentino), en una ruta que comunica los valles de Hualfín y Abaucán. Este espacio internodal o interluvio serrano presenta un conjunto de sitios con diversas características que señalan un tránsito regional continuo desde épocas preincaicas. Palabras clave: caminos antiguos, preincas, incas, El Shincal de Quimivil. Places of transit have been constant in the history of humanity. Regardless of the forms and characteristics they adopt, places of transit constitute an element of communication whose study allows us to know the history of the populations that inhabit a given space. his article presents the results of research carried out in the mountains of Zapata, Catamarca (Northwestern Argentina), on a route that connects the Hualfín and Abaucán valleys. his internodal, interluvial space includes several sites with diverse characteristics that indicate a continuous regional transit from pre-Inca times. Keywords: ancient roads, pre-Inca, Inca, El Shincal de Quimivil. A INTRODUCCIÓN La sierra de Zapata constituye un sistema serrano ubicado entre los valles de Hualfín y Abaucán en el centro de la Provincia de Catamarca, Noroeste Argentino (noa). Se caracteriza por ser un área de interluvio con un constante movimiento de personas y objetos, propio de zonas internodales (Raino et al. 2008). La historia de las investigaciones arqueológicas en el área se remonta a la segunda mitad del siglo xx con los aportes de Sempé (1973, 1976) y González y Sempé (1975), que dejan en evidencia el conjunto de asentamientos prehispánicos correspondientes al Período Temprano y Medio del noa (500 ac-900 dc). Estos trabajos, sin embargo, estuvieron concentrados principalmente en el sector suroccidental de la sierra de Zapata, próximo a la localidad de Tinogasta del valle de Abaucán. Por esta razón, desde comienzos de la década de los noventa, en el marco de los proyectos dirigidos por el Dr. Rodolfo Raino, se comenzó a prospectar el área a partir del derrotero inca que provenía desde el sitio El Shincal de Quimivil. Ello condujo a contar con otras evidencias arqueológicas vinculadas, por ejemplo, con el hallazgo de un tambo incaico denominado Tambillo de Zapata ubicado a media jornada de viaje entre los sitios de El Shincal y Watungasta (Raino et al. 1994; Raino 1995). Reinaldo Moralejo, División Arqueología, Museo de La Plata. conicet-Argentina. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Av. Paseo del Bosque s/n°, CP: B1900FWA, La Plata, email: reinaldomoralejo@yahoo.com.ar Recibido: diciembre 2015. Aceptado: septiembre 2016. 120 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Posteriormente, debido al avance de los trabajos de puesta en valor en El Shincal, cesan las investigaciones en la sierra de Zapata hasta que son retomadas en el año 2004, con el propósito de complementar y ampliar los estudios realizados hasta ese momento. En este artículo se presentan los resultados de las investigaciones llevadas a cabo en el área internodal o interluvio de la sierra de Zapata desde un enfoque micro y macromorfológico. Se describen, por un lado, los elementos de construcción de las vías y, por otro, la información acerca de la coniguración global del sistema vial. La relevancia de este trabajo reside en la incorporación de nuevas evidencias arqueológicas de antiguos caminos y sitios asociados que permiten comprender la importancia que tuvo esta ruta en la comunicación de los valles de Hualfín y Abaucán del centro oeste de la provincia de Catamarca, noa. Una comunicación que, si bien puede extenderse desde momentos preincaicos hasta la actualidad, tuvo quizás su apogeo durante el momento de expansión incaica, al conectar el centro político, administrativo y ceremonial de El Shincal de Quimivil con la porción más meridional del Kollasuyu en Argentina y Chile. De esta manera, se pudo dar cuenta de la propia lógica interna de la red vial y de su contexto signiicativo, como también generar un modelo de organización respecto de las prácticas y relaciones sociales que dieron origen al paisaje. EL ESTUDIO DE LOS CAMINOS El Estado Inca se desarrolló a lo largo de la cordillera de los Andes en Sudamérica, desde el sur de Colombia (Departamento de Nariño) hasta la Región Central de Chile (Región del Maule) y Mendoza en Argentina (valle de Uspallata). La red vial constituyó uno de los principales elementos integradores del Estado y permitió sostener un complejo sistema político, administrativo, militar y religioso. Abarcaba más de 40.000 km de caminos, convirtiéndose en el sistema vial más alto del planeta que logró alcanzar tal magnitud en un lapso menor a los cien años. La elección del espacio para su construcción no era producto del azar, sino más bien de la ideología y de un profundo conocimiento de la geografía e interacción social con el medio ambiente. Este sistema infraestructural de caminos favoreció la articulación en el interior y entre las diferentes poblaciones que habita- ban en las zonas altas y bajas de los Andes centrales y meridionales, permitiendo la movilización de diversos tipos de productos, poblaciones (mitimaes), ejércitos y dirigentes de alto rango jerárquico, entre otras cosas (Hyslop 1992; Vitry 2000). De acuerdo al planteo de Anschuetz et al. (2001), las comunidades transforman los espacios físicos en lugares llenos de contenidos mediante sus actividades diarias, sus creencias y sus sistemas de valores. Como consecuencia, un paisaje no es meramente el mundo que vemos, es una construcción, una composición de ese mundo. Desde esta perspectiva, los espacios físicos de un paisaje no son mudos en cuanto a la historia de la comunidad y a su herencia cultural; son una interacción dinámica entre naturaleza y cultura. Se asume entonces que la acción social que tiene lugar en relación con el espacio está organizada de manera coherente según el sistema de representaciones propio del grupo social que la realiza. De este modo, la importancia de estudiar los caminos radica en que a través de ellos se construye y se expresa la memoria de los pueblos que los transitan, los elaboran y les dan signiicado a lo largo del tiempo y del espacio. Creemos entonces que recorriendo y estudiando los caminos podemos aproximarnos al conocimiento de la heterogeneidad social de las poblaciones que habitan y circulan un lugar determinado (Moralejo & Aventín Moretti 2015). Por otra parte, cuando se habla del estudio de los caminos no se trata solo de los caminos per se sino también del conjunto de sitios arqueológicos y elementos del paisaje asociados. El movimiento y la percepción a través del paisaje permiten producir y reproducir diferentes conjuntos de signiicaciones que podrían estar materializadas en el paisaje. De este modo, la presencia de apachetas, mojones, rocas sagradas, lugares de libación u ofrendas, cuerpos de agua, puestos de observación, tambos, chasquihuasis, los diferentes tipos de trazados, anchura, puentes, rampas, entre otros, le conieren al paisaje vial un signiicado geográico y ritual que va mucho más allá del simple tránsito. En el lenguaje arqueológico existe una amplia variedad de palabras que se utilizan para designar a un lugar o zona de tránsito determinada. El término genérico de vía designa cualquier curso de tránsito humano físicamente visible en el terreno, independientemente de sus características. Por otro lado, el término ruta se usa como equivalente de itinerario o derrotero de un viaje, siendo entonces una categoría abstracta o intangible. Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo En este sentido, “una ruta puede tener ya sea trazas separadas o traslapadas de varias vías de una misma o diferente naturaleza o época” (Berenguer et al. 2005: 14). Existen dos tipos de vías: los caminos y los senderos. Un camino es una vía formal que presenta evidencias signiicativas de planeamiento y construcción. Por otro lado, un sendero constituye una vía informal caracterizada por no poseer, o apenas poseer, un trabajo dirigido hacia su elaboración o mantenimiento. Son producto del desgaste a raíz del continuo movimiento de personas, y en algunos casos de animales, a través del paisaje (Earle 1991; Trombold 1991). En la práctica, no es sencillo diferenciar caminos y senderos. Existe una amplia variedad de vías producto de la superposición y el cambio en los patrones de interacción y planiicación. Por lo tanto, los caminos pueden transformarse en senderos y viceversa (Earle 1991). En el caso de la sierra de Zapata, los estudios de Sempé (1973, 1976) y González y Sempé (1975), aun cuando no mencionan la presencia de caminos o senderos antiguos, ponen en evidencia un corpus de datos que nos permiten inferir posibles comunicaciones entre los valles de Hualfín y Abaucán durante momentos preincas. Por lo tanto, consideramos importante contemplar en nuestra investigación todo el conjunto de vías preincaicas, incaicas y aquellas que continuaron siendo utilizadas en épocas colonial y republicana, hasta incluso la actualidad. METODOLOGÍA Nuestra investigación sobre los caminos incaicos se desarrolló en un marco espacial local y regional y se centró en la descripción de los procesos socioculturales que condujeron a la construcción del paisaje en la sierra de Zapata. Para conocer el conjunto de elementos que constituyen el paisaje social de una red vial, fue necesario deinir los procesos de formalización a través de los cuales se conigura la cultura material arqueológica. Para ello se diseñó una estrategia de investigación basada en dos enfoques metodológicos complementarios (Moralejo 2011): a) Estudio micromorfológico. Consistió en un análisis particularista en que se registraron todos los rasgos relacionados con la construcción de una vía, tales como anchura, rectitud, características de la supericie, presencia de obras viales y otros rasgos como 121 puntos de conexión con otras vías, asentamientos laterales de apoyo, montículos artiiciales de piedra y presencia de objetos materiales en superficie (Trombold 1991). b) Estudio macromorfológico. Consistió en un análisis regional tendiente a explorar la coniguración global del sistema vial dentro del área de estudio y zonas aledañas. De esta manera, se registró información vinculada con la extensión de la red, función y temporalidad de los puntos conectados (Trombold 1991). Esta estrategia de investigación combinó el análisis de cartas geológicas y topográicas, fotografías aéreas e imágenes satelitales, toponimia local, fuentes históricas y etnohistóricas, antecedentes bibliográicos, entrevista a pobladores, prospecciones y excavaciones arqueológicas. El diseño de prospección fue de tipo pedestre e intensivo, con la intención de cubrir tanto la vía como las lomadas y los cerros adyacentes. Se diseñó un formulario ad hoc para sistematizar y ordenar toda la información recabada durante la prospección. Para su aplicación, se tomó el concepto de “punto de interés” utilizado para la descripción de caminos en el norte chileno: “un lugar donde la vía cambia de aspecto o de visibilidad, una cuesta o terreno en pendiente, un cruce o traslape con otra vía, una conexión vial, un lugar donde hay uno o más montones artiiciales de piedras, un hallazgo de fragmentos cerámicos, un asentamiento o cualquiera otra estructura adyacente al camino” (Berenguer et al. 2005: 15). Toda la etapa de prospección siempre estuvo acompañada de un mapa base que permitió cotejar los puntos y rasgos lineales marcados en gabinete con la información de terreno. El instrumental utilizado para el registro y medición consistió en: gps conigurado con Datum WGS84 y coordenadas planas utm; cámara digital; brújula geológica Brunton; cinta métrica; jalones y Estación Total para realizar levantamientos arqueológicos en detalle. Durante la prospección también se practicaron recolecciones sistemáticas de material supericial en los puntos de interés respectivos. El objetivo de esta tarea era aproximarse a la cronología, uso y actividades en las vías. En el caso de los asentamientos arqueológicos, cada uno fue tratado de manera particular en conjunto con la fase de excavación. Con toda la información recabada se elaboró un Sistema de Información Geográica (sig) en el que se volcaron las coordenadas de los puntos de interés y los segmentos de caminos identiicados. 122 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 EL PAISAJE REGIONAL DEL ÁREA DE ESTUDIO La sierra de Zapata comprende el sector central de la provincia de Catamarca, noa. Pertenece al sistema de sierras pampeanas noroccidentales con alturas que van de 2.000 a 3.000 msnm y una orientación de noreste a suroeste (Morlans 1995). Se encuentra limitada al norte por el cordón de Los Colorados, al noreste por las serranías del Shincal y Belén, al este por el campo de Belén-Andalgalá o bolsón de Pipanaco, al oeste por el cordón y río de Las Lajas y la sierra de Fiambalá, y al sur por la sierra de Vinquis. Según Raino et al. (2008), corresponde a un área de interluvio –intermedia– entre dos grandes valles catamarqueños caracterizados por procesos sociales muy signiicativos para el noa: Hualfín y Abaucán (ig. 1). El clima del área es seco, principalmente hacia el occidente de la sierra. Sin embargo, existe un conjunto de condiciones microclimáticas locales determinadas por factores orográicos que provocan mayor pluviosidad y que constituyen el asiento de las principales actividades antrópicas (Morlans 1995). El río Quimivil es el curso principal que alimenta la región. Es de carácter permanente y corre por el límite norte y noreste de la sierra de Zapata. El uso antrópico actual de este río consiste principalmente en el riego y el abastecimiento de agua para la población. Otros cursos de agua importantes para la región son aquellos que descienden sobre la falda oriental de la sierra de Zapata hasta insumirse en los llanos del campo de Belén. La mayoría son de carácter temporario, incluso durante la temporada de lluvias (noviembre a marzo). Entre ellos, se destacan: el río La Aguada o Vallecito y el río El Tambillo o Piscuyacu, que desciende desde el portezuelo de la cuesta de Zapata casi paralelo a la antigua Ruta Nacional N° 40. Las comunidades vegetales del área de estudio corresponden a las Provincias itogeográicas del Monte y Prepuneña pertenecientes al Dominio Chaqueño (Región Neotropical). Dentro del Monte se destaca la presencia del Monte Espinoso sobre la parte apical de los conos aluviales de la ladera meridional de la sierra de Belén y oriental de la sierra de Zapata. El mismo está conformado por un bosque abierto con arbustal espinoso caducifolio (1.250 a 1.500 msnm) y bosques sobre franjas estrechas de quebradas de ríos permanentes (Capparelli 1997). En cuanto a la Provincia Prepuneña (1.900 a 3.100 msnm), ha sido reconocida como ecotono Monte-Puna y se caracteriza por la presencia de cardonales y chaguarales dispuestos a manera de islotes sobre los faldeos de los cordones montañosos y la loma de los cerros más bajos (Morlans 1995; Moralejo 2011). EL SHINCAL DE QUIMIVIL, UNA CAPITAL INCAICA EN EL NOROESTE ARGENTINO El Shincal de Quimivil es un sitio incaico ubicado en el noa perteneciente a la porción sur del Tawantinsuyu conocida como Kollasuyu. Se localiza a 5 km de la localidad de Londres (Departamento de Belén, Provincia de Catamarca), sobre el piedemonte de la serranía del Shincal a una altura de 1.350 msnm. El acceso al lugar se efectúa a través de un camino municipal que se empalma desde la antigua Ruta Nacional N° 40, una de las más importantes de la República Argentina. La primera descripción y el primer croquis del sitio fueron elaborados por Hilarión Furque (1900). Luego continúan los trabajos de Bruch (1911), quien realiza algunas exploraciones en el pueblo de Londres haciendo referencia a las ruinas arqueológicas allí emplazadas. En al año 1925, Wladimir Weiser y Friedrich Wolters, en el marco de las expediciones de Benjamín Muniz Barreto, realizan un breve pero excelente reconocimiento de campo en la zona del Shincal y alcanzan a describir una serie de conjuntos arquitectónicos (ushnu y kallankas) con características muy particulares (Moralejo et al. 2015). Posteriormente, en la década de los cincuenta, Alberto Rex González excava un conjunto residencial denominado “ruinas de Simbolar”, actualmente conocido como Casa del Curaca o Sector “Alvis” (González 1966). Desde ines de la década de los setenta, el Dr. Rodolfo Raino comienza sus investigaciones en la zona, principalmente en los sectores medio y meridional del valle de Hualfín, la sierra de Zapata y la precordillera del occidente de Catamarca. Las mismas se prolongan hasta la actualidad y son dirigidas por varios de sus discípulos. El paisaje de El Shincal es muy particular y se caracteriza por la presencia de algarrobos, chañares, acacias, talas y shinkis desarrollados entre los ríos Quimivil y Hondo. El área de ocupación supera las 30 ha y está compuesta por diversos ediicios y/o estructuras que en conjunto conforman un patrón ortogonal que ha sido concebido, planeado y construido de acuerdo Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo Vil lav il Corral Quemado SIMBOLOGÍA 123 De La Queb ra da Locon Puntos de interés HUALFÍN-INKA alf ín Hu zno ura Camino inferido El D o edan el M RA LOS COLORADOS Belén La án PA TA Abacua ZA DE SIE RR A Las Lajas ría BELÉN O DE nte CAMP rpi TA ex RN 40 PA 40 ZA RN C. DE TAMBILLO VIEJO TAMBILLO NUEVO Ca P. LA AGUADA lén a Londres CORRALITO Be Tu n da EL SHINCAL WATUNGASTA La Las Morcilla s ua Fiambalá ANILLACO Ag a ER M La LÁ Tal it SI DE A FI BA QUILLAY Yacotula LAS VALLAS MISHMA De RN 4 SACHA UVA Medanitos VA L L E DE ABA UC ÁN 0 aD Agu VA L LE DE HU AL FÍ N Camino reconocido Hualfín te de an Gr Localidades De Las Minas 0 La C hilca 150 m Figura 1. Área de estudio correspondiente a la sierra de Zapata. Figure 1. Area of study, Zapata hills. al modelo incaico para sus centros administrativos regionales (Raino 1995-1996, 2004) (ig. 2). En tal sentido, y teniendo en cuenta que este modelo cultural es semejante al observado en otros sitios incas de los Andes centrales, se ha pensado que El Shincal replicaba simbólicamente la capital del Tawantinsuyu, razón por la cual constituía un “Nuevo Cuzco” (Raino 1990; Farrington 1999, 2013). La importancia del sitio dentro del Kollasuyu ha sido tal que, de acuerdo a las evidencias materiales arqueológicas e históricas, pudo constituir el lugar donde Pérez de Zurita fundara Londres de la Nueva Inglaterra en 1558 (Igareta 2008, 2009). Entre los principales componentes de su planta urbana se destaca una gran plaza amurallada o aukaipata, en cuyo centro se encuentra el ushnu o plataforma ceremonial. Alrededor de la aukaipata existen grandes ediicios rectangulares llamados kallanka (K1, K2, K3, K4 y K5), donde se realizaban diversas actividades políticas, administrativas y ceremoniales. También existen diversos conjuntos residenciales con un formato regular –sujetos a algunas variaciones– 124 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 QHAPAQ ÑAN GNOMON KANCHAS QOLLQAS K1 QOLLQAS K4 K3 K5 CAOr. USHNU CAOcc. K2 AUKAIPATA KANCHAS CASA DEL CURACA SINCHIHUASI ATALAYA ATALAYA 0 Figura 2. Plano del sitio El Shincal de Quimivil. Figure 2. Map of site El Shincal de Quimivil. 100 m Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo conocidos como rpc (Rectángulo Perimetral Compuesto) o kancha. Estas unidades se encuentran dispuestas en torno a la aukaipata y, algunas de ellos, a la vera del camino incaico. Uno de estos conjuntos, denominado Casa del Curaca o sector “Alvis”, estaba destinado a los gobernantes o la élite y se localizaba de modo aislado hacia el oeste del sitio. Otro, denominado sinchihuasi, alojaba a los habitantes que se encargaban de mantener el sitio a lo largo del año. Las demás podían constituir residencias permanentes y alojar a los invitados que arribaban a los eventos festivos durante determinadas épocas del año. Existe otra kancha localizada hacia el suroeste del sitio, sobre la vera del camino incaico, que de acuerdo a las investigaciones que estamos realizando podría haber funcionado como una kancha templo. Hacia el suroeste del sitio y sobre una colina aterrazada se encuentra un conjunto de dos estructuras idénticas, enfrentadas entre sí. Según Farrington (2013), estarían replicando la forma de determinados templos existentes en el área cusqueña. En la igura 2 se puede observar este conjunto con el nombre de Atalaya.1 Otro aspecto interesante a destacar es la presencia, hacia el oriente y occidente de la aukaipata, de dos cerros aterrazados (CAOr. y CAOcc.) de 25 m de altura cuya cima se encuentra aplanada, y que quizás sirvieron para prácticas relacionadas con el culto solar. En la cima del Cerro Aterrazado Occidental se encuentra una gran roca cuya supericie imita la forma de los cerros tutelares que dominan el paisaje de El Shincal. También se han encontrado algunas oquedades que pudieron actuar como lugares para ofrendas y/o marcadores espaciales astronómicos. Esto último también ha sido observado en otros cerros vecinos, como el Cerro Loma Larga y el Cerro Divisadero, ubicados hacia el sur y suroeste del sitio, respectivamente. En relación con la actividad administrativa y ceremonial, se han encontrado más de cincuenta estructuras de almacenamiento o depósitos llamados qollqas y varias rocas con unidades de molienda asociadas con la fabricación de alimentos y bebidas (Capparelli 1997; Giovannetti 2009), como también algunos entierros humanos (Raino 2004). Otro elemento de importancia es la presencia de un Gnomon o Intihuatana, situado a 460 m hacia el norte del ushnu, donde se cree que los incas realizaban observaciones solares (Farrington 1999, 2013). 125 El camino de El Shincal El camino incaico que recorre la sierra de Zapata lo hace en sentido noreste-suroeste, conectando el valle de Hualfín, el pequeño valle de El Shincal, la quebrada del río El Tambillo y el valle de Abaucán. El camino ingresa a El Shincal por el sector noreste atravesando un denso bosque espinoso que yace sobre el piedemonte oriental de la serranía homónima. La supericie del trazado es irregular, combinando pendientes cuesta arriba y cuesta abajo con pendientes laterales (Hyslop 1992). Su ancho varía entre 0,50 m y 2 m y se caracteriza por la presencia de diferentes rasgos estructurales que indican una determinada planiicación y construcción vial. Se han identiicado diferentes categorías de caminos, algunas de las cuales pueden encontrarse combinadas entre sí: despejado y amojonado; con muros de protección; con talud (o muro de contención); con talud y excavación dentro de la ladera (ig. 3a); con presencia de rampas; con presencia de escalonados y sistemas de drenaje. A estos tipos de caminos se suma también la presencia de sendas como un rasgo informal (Moralejo 2011). Otra particularidad a resaltar es la asociación del camino con determinados sectores del bosque libre de vegetación, grandes rocas tokankas (ig. 4), almacenes qollqas y varios conjuntos habitacionales kancha. Entre estas últimas se destaca el conjunto correspondiente a la Casa del Curaca. Las investigaciones en la Casa del Curaca han planteado su importancia como lugar de residencia de la élite dirigente teniendo en cuenta su localización, rasgos arquitectónicos y tipos de alfarería recuperada (González 1966; Raino 2004; Giovannetti et al. 2012). Asimismo, los estudios de vialidad proponen la existencia de una trifurcación de caminos (Moralejo 2011): (a) uno en dirección noreste hacia el valle de Hualfín a través de la serranía del Shincal, y que ha sido descrito en esta sección; (b) otro en dirección suroeste hacia Watungasta a través del interluvio de Zapata, que describiremos a continuación (ig. 3b); (c) otro secundario o transversal en dirección noroeste, aguas arriba del río Quimivil, hacia los enclaves de producción agrícola y pastoreo de Los Colorados y Las Vallas, del cual, por razones de espacio, no nos ocuparemos en este artículo. 126 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a b Figura 3: a) segmento de camino con talud y excavación dentro de la ladera; b) segmento de camino con talud, muro de protección y excavación ladera adentro correspondiente a la Casa del Curaca. Figure 3: a) road segment with scree and excavation in the hillside; b) road segment with scree, protection wall and in-hillside excavation, Casa del Curaca. Figura 4. Grandes rocas a la vera del camino conocidas como “tokankas”. La de la derecha ha sido denominada Piedra Negra (tomada de Moralejo & Aventín Moretti 2015: 119, igura 6). Figure 4. Large roadside rocks known as tokankas. he one of the right has been named Piedra Negra (in Moralejo & Aventín Moretti 2015: 119, Figure 6). LA RUTA A TRAVÉS DE LA SIERRA DE ZAPATA Anteriormente dijimos que desde la Casa del Curaca de El Shincal derivaba un camino en dirección suroeste con destino a Watungasta en el valle de Abaucán. Este camino se pierde inmediatamente a la salida del sitio debido a los efectos provocados por la alta ruralización y urbanización. Ello condujo a que la reconstrucción del derrotero incaico fuera diicultosa (para más detalles, véase Moralejo 2011). Por otra parte, las entrevistas a los pobladores locales dejaron entrever la existencia de un antiguo “carril del Inca” que conectaba El Shincal y la región de Abaucán pasando por los sitios de Corralito, Paraje La Aguada, Tambillos de Zapata y Cuesta de Zapata. Como veremos, este relato se ha transformado en una de las hipótesis a contrastar sobre el terreno, ya que por el momento se han obtenido resultados que no se condicen exactamente con lo que el relato indica. En cuanto a los antecedentes de investigación se pueden mencionar los aportes de Strube Erdmann (1958, 1963), González (1966), Raino et al. (1994) Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo y Raino (1995), quienes mediante el uso de fuentes históricas, etnohistóricas y arqueológicas sostienen la conexión entre El Shincal de Quimivil y Watungasta de Abaucán, y dan sustento a la posible ruta de Diego de Almagro hacia Chile. A continuación, haremos hincapié en los sitios arqueológicos y elementos del paisaje que nos han permitido componer una de las rutas de comunicación a través del interluvio de Zapata. 0 127 EA1 EA2 Sitio Corralito A una distancia de 4,6 km en línea recta al suroeste de El Shincal, se halla el sitio Corralito, a una altura de 1.259 msnm, dentro de un espeso monte espinoso. Se trata de un antiguo puesto de ocupación transitoria, actualmente abandonado, donde se encuentra una gran reserva de agua para abastecer a los animales que pastorean por la zona. La particularidad de este punto de interés es la presencia de grandes rocas alineadas colocadas de forma irregular que delimitan un espacio amplio que podría haber funcionado como corral, tal como sucede en la actualidad. Otros hallazgos para destacar son los restos de qhonanas, morteros múltiples y muros de piedras bajos en mal estado de conservación. En cuanto al material en supericie, se recuperaron fragmentos de vidrio, desechos de talla y alfarería. Los análisis de la cerámica determinaron la presencia de pucos o escudillas Ciénaga y Aguada (gris, pintada y allpatauca), tinajas Belén Negro sobre Rojo, aríbalos/ aribaloides Inca Provincial y vasijas globulares utilitarias (Moralejo 2011). Sitio Paraje La Aguada Continuando con el mismo rumbo suroeste y a solo 3,3 km en línea recta de Corralito, se localiza el sitio Paraje La Aguada. Este se asienta sobre el cono aluvial del río La Aguada o Vallecito a 1.331 msnm, por detrás de un conjunto de viviendas correspondiente a la población del lugar (ig. 5). Presenta un alto grado de perturbación debido a la utilización de sus rocas para confeccionar las viviendas actuales, el uso como depósito de basura y también como corral para cerdos domésticos. El sitio está compuesto por recintos de piedra pequeños (R3) y medianos (R1 y R2), y espacios abiertos de tamaño mayor con paredes curvas y oblicuas al trazado general (EA1, EA2, EA3). La altura de los muros varía EA3 R1 R3 R2 0 50 m Figura 5. Plano del sitio Paraje La Aguada. R=recinto; EA=espacios abiertos; O=dos oquedades localizadas sobre un mismo soporte de granito. Figure 5. Map of site Paraje La Aguada. R=“recinto” (enclosure); EA=“espacios abiertos” (open spaces); O=two cavities localized on a single granite support. de 0,50 a 2 m y se han registrado diferentes técnicas constructivas. Los recintos medianos están construidos con pirca doble sin mortero, cuyo ancho oscila entre 0,90 y 1,15 m. Están conformados por rocas graníticas seleccionadas y canteadas de diversos tamaños. También se han aprovechado grandes bloques rocosos como cimientos de algunos recintos (ig. 6). Algunas paredes demuestran un máximo cuidado en la técnica constructiva, ubicando de manera preferencial las caras planas de las rocas hacia el interior del recinto. Otras presentan un relleno interno de piedras de menor tamaño. Por otro lado, los espacios abiertos están construidos con muros dobles de 0,80 a 0,90 m de ancho, conformados por rodados del río y piedras seleccionadas. En cuanto al R3, este posee una pared doble de rodados cementadas con mortero de barro. 128 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 6. Pared oriental, con vano de acceso, correspondiente al Recinto 1 del sitio Paraje La Aguada. Figure 6. East wall with point of access, in the Recinto 1 of the site Paraje La Aguada. Otros hallazgos asociados han sido oquedades con evidencias de pulido interno dispuestas sobre grandes bloques de granito. No se han encontrado materiales cerámicos en supericie, lo que diiculta establecer algún tipo de aproximación cronológica (Moralejo 2011). A modo de hipótesis y por semejanza con algunos sitios correspondientes al Período Tardío o Desarrollos Regionales (900-1470 dc) del valle de Hualfín creemos que el patrón de asentamiento –recintos subrectangulares asociados a espacios abiertos irregulares– observado en el Paraje La Aguada podría corresponder a viviendas comunicadas con grandes espacios comunitarios. En este sentido, vale destacar que la técnica de construcción presente en los espacios abiertos (EA1, EA2 y EA3) es semejante a la observada en los muros de Corralito. En cuanto a las diferencias constructivas de los recintos, por el momento no podemos establecer si se debe a diferencias temporales en su construcción u ocupación, a la presencia de diferentes manos de obra o al resultado de requerimientos funcionales especíicos. Por otro lado, la ausencia de cerámica en supericie es un dato signiicativo que lleva a plantear otra hipótesis: recintos que posiblemente funcionaban como corrales. La larga alineación semicircular de rocas (que delimita el EA3) quizás permitía concentrar con mayor facilidad los animales para posteriormente ser introducidos en los respectivos corrales. En este sentido, la presencia de oquedades (e.g. dos de ellas se sitúan sobre un mismo soporte de granito semienterrado) podría estar relacionada con espacios donde se efectuaban diferentes tipos de ofrendas propias de la mesa o missa andina (Flores Ochoa 1997; Matos Mendieta 2009, comunicación personal). Aproximadamente a unos 2,7 km en línea recta del Paraje La Aguada, manteniendo el mismo rumbo sur-oeste y paralelo a la antigua Ruta Nacional N° 40, se identiicó, gracias a un poblador, un rasgo lineal de 1,1 km de largo conformado por un talud y excavación ladera dentro. Si bien en la actualidad es utilizado de manera ocasional como un camino, nuestra hipótesis Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo mbillo Río El Ta 0 50 m Figura 7. Plano del sitio Tambillo Viejo. Figure 7. Map of site Tambillo Viejo. sostiene que se trataría de una antigua acequia que ha sido transformada y utilizada para el tránsito (Moralejo 2011). Tambillos de Zapata Con esta denominación se hace referencia a dos sitios arqueológicos localizados al sur-oeste del Paraje La Aguada. Uno de ellos se denomina Tambillo Viejo y se encuentra ubicado en la base de un cerro dentro de una pequeña quebrada lateral al río El Tambillo (ig. 7). Durante las tareas de prospección se pudo constatar una ocupación relativamente reciente, a juzgar por la presencia de un corral de ramas, restos de botellas de vidrio y plástico y una construcción de adobe muy deteriorada. Se hallaron también recintos de pirca doble –con piedras canteadas y altamente seleccionadas– rellenos con mortero de barro, vanos de acceso y unidades de molienda múltiples. Algunos muros son simples y están compuestos por rodados del río (Moralejo 2011). No se 129 ha hallado cerámica en supericie, razón por la cual no ha sido posible determinar su profundidad temporal hasta tanto no realizar excavaciones sistemáticas y estudios arquitectónicos más detallados. En la cima del cerro donde se emplaza este sitio se halló un hito caminero muy particular dentro de esta ruta (Moralejo 2011). Se trata de una roca aparentemente natural altamente visible desde diversos puntos del paisaje (ig. 8). Es bien conocida dentro de la cosmovisión andina la carga simbólica que tenían determinados rasgos naturales del paisaje (Hyslop 1990; Farrington 1992). Por esta razón, creemos que esta roca pudo constituir un verdadero hito o mojón caminero con un fuerte carácter de señalización, teniendo en cuenta su altura y visibilidad. También es posible, y no por ello excluyente, considerar la esfera ritual y simbólica en la que este rasgo tan peculiar pudo estar involucrado (Sanhueza 2004), razón por la cual consideramos que podría tratarse de una roca waka. A menos de 2 km del Tambillo Viejo se emplaza el sitio Tambillo Nuevo, sobre el piedemonte oriental de la sierra de Zapata, hacia ambos lados del cauce seco del río El Tambillo (ig. 9). Entre el Tambillo Nuevo y El Shincal media una distancia en línea recta no superior a los 17 km, lo que podría equivaler a media jornada de viaje. El sitio Tambillo Nuevo está compuesto por dos sectores denominados Conjuntos i y ii, uno emplazado sobre una terraza de baja altura correspondiente a la margen derecha –aguas arriba– del río El Tambillo y el otro sobre la terraza opuesta de mayor altura. En términos generales, posee un diseño ortogonal conformado por recintos perimetrales compuestos (rpc) cuya técnica constructiva mantiene el canteado de las piedras, la verticalidad y linealidad típica de las construcciones incaicas (ig. 10). El análisis del material cerámico recuperado en supericie y en excavaciones señala la presencia de alfarería Inca Provincial con una alta predominancia de aríbalos/aribaloides. También, se ha recuperado por fuera de los Conjuntos i y ii una alta proporción de cerámica Temprana, principalmente Ciénaga correspondiente a escudillas o pucos, y cerámica Aguada Allpatauca correspondiente a vasijas globulares. Entre los dos conjuntos anteriormente mencionados corre un segmento de camino incaico de 5 m de ancho correspondiente al tipo despejado y amojonado dispuesto sobre una supericie de arena y rocas (ig. 11). En el Tambillo Nuevo se habrían realizado múltiples actividades vinculadas con el alojamiento de personas, control vial, reaprovisionamiento de las 130 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 8. Gran roca sobre la cima del cerro. Figure 8. Large rock on the summit of a hill. caravanas en tránsito e incluso con aspectos ceremoniales (Moralejo 2009, 2011). Muy próximo al Tambillo Viejo y Tambillo Nuevo, y dentro de dos pequeñas quebradas laterales al río El Tambillo, se han hallado sendos saltos y cuerpos de agua naturales asociados con oquedades cuyas supericies internas están bien pulidas. Uno de estos contextos, ubicado próximo al sitio Tambillo Nuevo, es conocido por los pobladores locales como Pozo de la Rubia. Resulta muy signiicativa la semejanza entre ambos espacios sobre todo si pensamos en la importancia que poseían las rocas y el agua para los incas (Brown 1998). Si a esto le sumamos la presencia de las oquedades y la visibilidad hacia la quebrada del río El Tambillo podríamos estar frente a un contexto muy particular vinculado con actividades de fuerte connotación ritual (igs. 12-13). La ruta continúa hacia el sur-oeste de los Tambillos de Zapata y atraviesa la cuesta de Zapata hasta inalmente salir de la serranía homónima.2 Inmediatamente, se desplaza hacia el occidente por la quebrada Abra del Paraguay hasta conectarse con el sitio chasquihuasi de Anillaco y comenzar su descenso al valle de Abaucán (ig. 14). Desde el Tambillo Nuevo se calculan dos jornadas de viaje hasta arribar al sitio de Watungasta. Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo 131 A CONJUNTO I SUBCONJUNTO II B C SUBCONJUNTO I D E SUBCONJUNTO III SUBCONJUNTO IV Río El Tam billo QHAPAQ ÑAN CONJUNTO II 0 Figura 9. Plano del sitio Tambillo Nuevo. Figure 9. Map of site Tambillo Nuevo. 50 m 132 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 10. Imagen parcial del sector donde se emplaza el Conjunto i del sitio Tambillo Nuevo (tomada de Raino et al. 2008: 320, igura 5). Figure 10. Partial image of the sector where Conjunto i is located in the Tambillo Nuevo site (in Raino et al. 2008: 320, Figure 5). Figura 11. Segmento de camino incaico correspondiente al tipo despejado y amojonado. Figure 11. Segment of the Inca road, cleared and with boundaries marked by stones. Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo a 133 b Figura 12: a) salto y cuerpo de agua en el sitio Tambillo Viejo; b) visibilidad hacia el fondo de quebrada del río El Tambillo. Figure 12: a) waterfall and body of water in the site of Tambillo Viejo; b) visibility toward the end of the El Tambillo ravine. a b Figura 13: a) salto y cuerpo de agua en el sitio Tambillo Nuevo; b) visibilidad hacia el fondo de quebrada del río El Tambillo. Figure 13: a) waterfall and body of water in the site of Tambillo Nuevo; b) visibility toward the end of the El Tambillo ravine. CONSIDERACIONES FINALES Cuando hablamos de nuestro objeto de estudio, el uso de los caminos y senderos a lo largo del tiempo, lo hacemos teniendo en cuenta el medio que lo rodea, de modo que pensamos en un paisaje que se presenta como socialmente construido. El estudio no es solo de los caminos per se, sino también de sus constructores, de las técnicas empleadas y de los usuarios (Herrera & Cardale de Schrimpf 2000). Es decir, el camino no es un espacio exclusivamente dedicado al transporte, sino también un lugar donde se relejan las creencias y sistemas de valores de la sociedad. Los resultados de las investigaciones en el interluvio de la sierra de Zapata señalan la presencia de diferentes tipos de asentamientos con determinadas características arquitectónicas, modo de instalación, materiales recuperados y relación con el ambiente. Teniendo en 134 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 cuenta esta evidencia arqueológica y su proximidad con los valles calchaquíes, la puna y el campo de BelénAndalgalá, no hay duda que esta sierra constituyó una importante ruta de comunicación entre los valles de Hualfín y Abaucán, situación que habría generado una dinámica sociocultural muy intensa, propia de zonas internodales (Núñez & Nielsen 2011). En cuanto a los asentamientos mencionados, es necesario continuar con las investigaciones en los sitios Corralito, Paraje La Aguada y Tambillo Viejo con el propósito de determinar su profundidad temporal y el rol que tuvieron dentro de esta ruta. Sin embargo, de acuerdo a los estilos alfareros hallados en Corralito y Tambillo Nuevo, creemos que el área ha tenido una ocupación intensa y multicomponente cuyo tránsito podría extenderse al Período Temprano (500 ac-400 dc). Esta hipótesis también se ve favorablemente contrastada con la presencia de otros sitios correspondientes a los Períodos Temprano (ocupación Saujil y Ciénaga) y Medio (ocupación Aguada) en la cuesta de Zapata (Sempé 1973, 1976; González & Sempé 1975). En cuanto a las evidencias de la ocupación incaica, estas son muy notables y particulares en el centro político, administrativo y ceremonial de El Shincal de Quimivil, en el tambo de enlace Tambillo Nuevo y en el pequeño chasquihuasi de Anillaco. Allí hemos visto que el camino registra diferentes técnicas de planiicación y construcción y se encuentra asociado a otros puntos de interés o elementos sagrados de la cosmovisión andina como las grandes rocas tokankas que demarcan el camino de El Shincal; los sendos cuerpos de agua casi idénticos de los Tambillos de Zapata y la gran roca waka a manera de mojón y/o tokanka en el Tambillo Viejo. Para el momento inca, todos estos rasgos modelaban y representaban un paisaje vial integrado con alto contenido simbólico que era producto de un dominio territorial de acuerdo a una determinada racionalidad espacial y cultural. Sin duda, esta ruta continuó en uso y adquirió un rol relevante durante el Período Inca (1570-1536 dc) del noa, conectando dos centros nodales de importancia como El Shincal de Quimivil y Watungasta de Abaucán. Fue en ese momento donde quizás sufrió una reformulación material e ideológica acorde con el proyecto político de expansión, lo que provocó una intensiicación sistemática del tráico y la comunicación interregional. Posteriormente, siguió siendo utilizada durante las épocas Colonial y Republicana. Testimonio de ello es el viaje que realizó en 1712 el maestre de campo Juan 0 3m Figura 14. Plano del sitio Anillaco (tomado de Raino et al. 2008: 320, igura 5). Figure 14. Map of the site of Anillaco (in Raino et al. 2008: 320, Figure 5). Gregorio Bazán de Pedraza, encomendero de Fiambalá y Tinogasta con residencia en Anillaco, cuando se dirigía a hacerse cargo de la Gobernación del Paraguay (Rafino et al. 2008). En tiempos más recientes, también ha constituido la única vía de paso que permite transponer rápidamente la serranía y comunicar los Departamentos de Belén y Tinogasta, favoreciendo el arreo de animales y el lujo de información. Por último, consideramos importante continuar con los trabajos en la sierra de Zapata para avanzar en el estudio de las prácticas sociales vinculadas con los asentamientos que jalonan esta ruta pensando en la importancia del tráico caravanero como modelo de complementariedad para comprender la dinámica social y cultural del área. Arqueología y paisaje en Zapata / R. Moralejo RECONOCIMIENTOS A los organizadores del Taller “Qhapaq Ñan i” por la invitación a participar en las exposiciones realizadas durante el mes de marzo de 2015 en San Pedro de Atacama, Chile. Al Consejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y Técnicas, la Agencia Nacional de Promoción Cientíica y la Universidad Nacional de La Plata por el inanciamiento. A la Municipalidad de Londres, Secretaría de Estado de Cultura de Catamarca, Dirección Provincial de Antropología de Catamarca, comunidad de Londres y Belén y a nuestros compañeros de la División de Arqueología del Museo de La Plata por su apoyo constante durante las tareas de campo y gabinete. Al Lic. Diego Gobbo por su colaboración incondicional en la preparación de las imágenes. A nuestro gran querido maestro, el Dr. Rodolfo A. Raino, quien desde un primer momento conió en nosotros y nos brindó todo su apoyo y entusiasmo para llevar a cabo nuestros objetivos. A los editores y evaluadores del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino. NOTAS Se trata de una denominación dada al comienzo de las investigaciones, por lo que está sujeta a cambios en tanto las mismas avancen. 2 En la actualidad se están realizando nuevas investigaciones en la cuesta de Zapata, con resultados muy satisfactorios vinculados con la vialidad incaica. 1 REFERENCIAS Anschuetz, K.; R. Wilshusen & C. Scheick, 2001. An archaeology of landscapes: perspectives and directions. Journal of archeological research 9 (2): 157-211. Berenguer, R.; I. Cáceres, C. Sanhueza & P. Hernández, 2005. El Qhapaqñan en el Alto Loa, norte de Chile: un estudio micro y macromorfológico. Estudios Atacameños 29: 7-39. Brown, D., 1998. Water and power in the provinces: water management in inka centers of the central highlands of Peru. Tawantinsuyu 5: 53-59, Canberra. Bruch, C., 1911. Exploraciones arqueológicas en las Provincias de Tucumán y Catamarca. Revista del Museo de La Plata xix, Buenos Aires. Capparelli, A., 1997. 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Continuando esa senda, en este artículo se brinda un panorama actualizado del avance del conocimiento sobre el tema y una reconstrucción de la vialidad incaica en la provincia. Palabras clave: Qhapaq Ñan, vialidad incaica, San Juan, Argentina. In the last century several authors provided information on the Inca road system in San Juan and proposed diferent alternatives about its location (Debenedetti 1917; Rusconi 1962; Raino 1981; Stehberg 1984; etc.), but only in recent years such formulations began to be empirically tested (Garcia 2011). Continuing on this path, this article gives an update about further knowledge on the subject, as well as a reconstruction of the Inca roads found in the province. Keywords: Qhapaq Ñan, Inca Road System, San Juan, Argentina. A INTRODUCCIÓN Como se desprende del clásico trabajo de Debenedetti (1917), la traza de la vialidad incaica en la provincia de San Juan era conocida hace un siglo atrás por los puesteros locales. Desde entonces, los efectos de diversos agentes naturales y de algunas actividades humanas han contribuido a borrar algunos tramos, mientras que la ausencia de un trabajo de síntesis que recogiera la información disponible sobre su trazado ha llevado incluso al surgimiento de algunas dudas sobre su localización. Las menciones más antiguas registradas en el siglo xx dan cuenta del paso de un tramo del Qhapaq Ñan por los valles preandinos de Calingasta e Iglesia (Aparicio 1940; Rusconi 1962; Strube Erdmann 1963), posición curiosamente no compartida por Debenedetti (1917) a pesar de haberlo recorrido y de haber pasado por el Tambo de Tocota (sur del valle de Iglesia), sitio excavado varias décadas después (Berberián et al. 1978). Bárcena (1979) constató la presencia del Qhapaq Ñan en el extremo sur sanjuanino y registró un llamativo sitio que denominó Tambería del Leoncito. Más recientemente (Bárcena 2010), halló los restos de un asentamiento incaico mencionado por Debenedetti como Tamberías y lo denominó Río Seco de los Tambillos i, y observó la senda del camino incaico cerca de la Ruta Provincial Alejandro García, conicet (cigeobio), Facultad de Filosofía y Letras UNCuyo – Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes unsj, e-mail: alegarcia@unsj.edu.ar Recibido: diciembre 2015. Aceptado: marzo 2016. 138 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 412. Aunque no realizó un relevamiento directo, Hyslop (1984) coincidió en señalar el paso del Qhapaq Ñan por los valles preandinos. Por el contrario, Michieli (2001) airmó su inexistencia en dichos valles, y propuso como alternativa que el Qhapaq Ñan atravesaba longitudinalmente la región precordillerana. Finalmente, García (2011a) registró los sectores actualmente visibles del trazado del Qhapaq Ñan entre los sitios de Tocota y Tambería del Leoncito y estableció su localización precisa a través de los valles de Calingasta e Iglesia. Con respecto a los caminos secundarios, la atención no ha sido puesta en los mismos sino en los sitios localizados a su vera (Beorchia Nigris 1984; Gambier & Michieli 1986, 1992; Bárcena 2002, 2009, 2010; García 2005, 2007; García et al. 2007; Bárcena et al. 2008; Schobinger 2008; García & Damiani 2009), salvo el caso de Stehberg (1995), quien consideró algunas prolongaciones orientales (en territorio argentino) de los caminos que registró en el lado chileno. En síntesis, el conocimiento sobre la vialidad incaica en la provincia de San Juan es escaso. A in de contribuir a llenar ese vacío de información, se brindan aquí una recopilación y una discusión actualizadas del conocimiento actual sobre la red de caminos utilizados durante el período incaico en ese territorio, y se propone una reconstrucción de la vialidad estatal a partir de los datos actualmente disponibles. METODOLOGÍA El trazado de los tramos del Qhapaq Ñan desde el sur de San Juan hasta el Tambo de Tocota fue identiicado directamente en el campo. Su continuación hacia el norte ha sido estimada a partir de las sendas actualmente visibles en las imágenes satelitales del programa Google Earth y de la información de los sitios arqueológicos del área. Los caminos secundarios del sector occidental han sido estimados a partir del conocimiento directo de la orografía de la zona y de la localización de las vías de menor riesgo y esfuerzo. En todos los casos se ha realizado un análisis crítico de la información a in de evaluar el grado de probabilidad de iliación incaica de los sitios mencionados. En el caso del sector precordillerano, el trazado responde a la observación directa de un corto tramo aledaño al sitio Matagusanos y a la continuidad de la senda a partir de su identiicación en las imágenes satelitales. Los criterios de identiicación del camino incaico considerados son dos: (a) que los tramos propuestos vinculen sitios incaicos o sitios locales con claras señales de dominación incaica; (b) la presencia de cerámica inca o del período incaico directa y recurrentemente asociada a las sendas. Debido a que su interpretación puede resultar equívoca –como ha sucedido a nivel local con algunos sitios de la quebrada de Conconta (Michieli et al. 2005)–, en ausencia de otros elementos la arquitectura no ha sido considerada como criterio de identiicación único para adscribir un sitio al período incaico. LA RECONSTRUCCIÓN DEL SISTEMA VIAL El sistema vial incaico se extiende fundamentalmente por el sector occidental de la provincia de San Juan (ig. 1). La información disponible permite identiicar el trazado aproximado del Qhapaq Ñan y de algunos de los caminos secundarios asociados. El Qhapaq Ñan Se han expuesto dos posiciones acerca del recorrido del Qapaq Ñan en el norte de San Juan. Una es la de Raino (1981), para quien desde Guandacol (La Rioja) se dirigía al oeste y pasaba por Pircas Blancas y Pircas Negras para luego tomar el río de los Tambos y cruzar a Chile por el paso de Chollay. Desde Pircas Blancas, a su vez, el camino se habría dirigido hacia el sur, y tras pasar por el tambo de Alcaparrosa habría seguido por la quebrada de río Blanco hasta Angualasto, y de allí hacia el sur (rumbo a Tocota). Según la segunda posición, el camino principal incaico ingresaba a la provincia de San Juan por el noreste. En algunos mapas (e.g. Levillier 1945, Strube Erdmann 1963), se lo hacía provenir de la localidad de Chilecito (La Rioja), desde donde, con dirección ne-se, se dirigía hasta el sitio Paso del Lámar tras atravesar la Cuesta de Miranda y pasar cerca de Pagancillo (de la Fuente 1971: 343). En cambio, según Strube Erdmann (1963: 52), pasaba “por Villa Unión (antes Hornillos) a Paso de Lamas, girando luego al o, a Huaco y Jáchal cuyo río sigue hasta caer al valle de Pismanta y por Tocota y Tambillos llegar a Calingasta”. Una alternativa es que el Qhapaq Ñan haya provenido de la Tambería de Guandacol, en el sur de La Rioja (22º 32’ 4” s, 68º 33’ 3” o), con un rumbo Vialidad incaica en San Juan / A. García 139 SIMBOLOGÍA Sitios incaicos o con evidencias incaicas Localidades Qhapaq Ñan (inferido) Qhapaq Ñan (relevado) Caminos secundarios VILLA MERCEDES HUACO RODEO JACHAL VILLA NUEVA CALINGASTA BARREAL 0 100 Km Figura 1. Ubicación de los sitios incaicos o con evidencias incaicas de San Juan y zonas limítrofes, y del trazado de la vialidad estatal. Figure 1. Location of Qhapaq Ñan, secondary ways, inca sites, and sites with evidence of Inca presence in San Juan and proximities. 140 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 nno-sse hasta aproximadamente 29º 52’ 36” s, desde donde habría doblado hacia el sso hasta alcanzar el área de la actual localidad de Huaco. Este camino debió coincidir aproximadamente con la Ruta Nacional Nº 40. Según Aparicio (1940: 252), esta era la opción correcta, ya que este autor señaló que “Debenedetti recorrió, a través de toda la provincia de San Juan, –desde Yalguaraz hasta Guandacol– la huella que allí denominan «camino del Inca»”. Desde Huaco se habría dirigido hacia el sse e internado en la quebrada del río Huaco, donde habría seguido una dirección aproximada e-o. Esta quebrada está muy antropizada, por lo cual las posibilidades de hallar restos de la vialidad incaica son francamente bajas. Lo mismo sucede al salir de la quebrada y entrar en la zona de la actual localidad de Villa Mercedes, uno de cuyos parajes se denomina “Tamberías”. Desde allí, el camino habría continuado hacia el ese, para pasar por la localidad de Pachimoco, uno de los sitios arqueológicos tardíos más grandes de la provincia de San Juan. En este sitio hay un sector en el que aún en la actualidad puede observarse una cantidad relativamente importante de cerámica incaica (García 2010). Luego, el camino habría continuado hacia el E, por la quebrada del Río Jáchal. En este tramo, el río discurre por una estrecha fractura que separa dos bloques montañosos de la precordillera. Aquí, el ensanchamiento de la llanura de inundación del río en los últimos siglos, bien documentado aguas arriba en otros sectores donde se han perdido zonas en las que se habían registrado sistemas de canales de riego, restringe las posibilidades de hallar vestigios de la vialidad incaica en este tramo, si bien es cierto que en el mismo no se han realizado hasta el momento estudios arqueológicos sistemáticos. Luego de pasar el sector precordillerano, el camino pudo dirigirse a la actual localidad de Colola o a la de Rodeo, ubicada unos pocos kilómetros al se de aquella. La fuerte antropización del sector, que incluye la construcción de un dique y la formación del lago correspondiente, ha borrado cualquier vestigio del Qhapaq Ñan que pudiera haber quedado. La situación presenta cierta mejora al sur de Rodeo. Versiones locales hacen pasar el camino por las localidades de Pismanta, Las Flores e Iglesia, pero no se han realizado relevamientos sistemáticos que permitan veriicarlas. De todas formas, la multiplicidad de caminos y sendas que surcan este tramo hace extremadamente difícil la identiicación, ya que varios de ellos pueden estar superpuestos a la vialidad incaica. De cualquier manera, en este sector el camino incaico debió llevar una dirección general nne-sso, a juzgar por la ubicación del tambo de Tocota (Rusconi 1962; Berberián et al. 1978). Este se encuentra ubicado aproximadamente a 30º 39’ 27” s y 69º 25’ 30” o y 2.550 msnm, sobre la margen derecha del arroyo homónimo. Gambier y Michieli (1992: 15) señalaron la existencia de una tambería al norte de Tocota, en Bauchaceta (ca. 30º 30’ s y 69º 28’ o), pero no brindaron datos sobre su localización, características, registro arqueológico, vinculación con el camino incaico, etc. Desde Tocota, el camino ha sido registrado por relevamientos recientes (García 2011a, 2012). Luego de subir una barranca, el camino adopta una dirección general n-s. En las inmediaciones de la localidad de Tocota, la senda se interna en un sector con densa vegetación arbustiva, que lo invade a lo largo de 6,9 km y reduce signiicativamente su visibilidad y la del material arqueológico asociado. La visibilidad mejora notablemente desde ca. 30° 43’ 17” s, mientras que la traza del camino se hace más regular y presenta muy escasa vegetación en su interior. A ca. 10 km de Tocota, el camino pasaba por el sitio Caminca 5 (ig. 2a), un conjunto de estructuras que ha sido cortado y parcialmente destruido por la construcción de la Ruta Provincial Nº 412. En el interior de estas estructuras, al igual que en todo el trazado recorrido, se observaron en 2010 numerosos fragmentos de cerámica incaica y artefactos líticos (ig. 3). En este tramo, el camino presenta cinco segmentos, deinidos a partir de leves cambios en su dirección. Se trata de una senda con anchos variables entre 2 y 3 m, que no presenta elementos demarcatorios en sus costados. La extensión total de este tramo es de 25.987,5 m. A lo largo de más de 18 km, hasta su último punto visible, el camino corre en forma más o menos paralela a la Ruta Nº 412, a una distancia variable entre 6 y 200 m, y en este recorrido se observa una importante afectación por los numerosos cauces esporádicos asociados al río Seco de los Tambillos, que en esta zona corre mayormente al este del camino, El último punto visible de este tramo se ubica aproximadamente a 30º 53’ 29” s y 69º 25’ 11” o y 2.200 msnm. Algunos kilómetros al sur de este punto, sobre la llanura aluvial del río Seco de los Tambillos, se encuentran los restos bastante destruidos del sitio Tamberías (Debenedetti 1917), cerca de la localidad de Villa Nueva. Vialidad incaica en San Juan / A. García Desde aquí, el camino no es visible en los próximos 67 km hacia el sur. En este trecho, posiblemente avanzaba a través de las llanuras de inundación de los ríos Castaño y de los Patos, muy alteradas en los últimos 500 años por las esporádicas crecidas que se registran en este tipo de ríos de montaña. Además, la mayor parte de este trayecto está marcada por una gran modiicación del fondo del valle de Calingasta por el aprovechamiento de las fértiles tierras para emprendimientos agrícolas y por la instalación de una serie de poblados de diverso tamaño (Calingasta, Tamberías y Barreal). Precisamente desde el sector central de esta última localidad, en la parte distal del piedemonte occidental precordillerano, comienza a observarse el trayecto meridional sanjuanino del camino incaico, desde 31º 39’ 47” s (ig. 2b). El mismo ha podido ser reconstruido en una longitud de 30.234 metros a partir del relevamiento directo en el campo. Teniendo en cuenta los principales cambios de rumbo del camino, se han determinado siete tramos. Durante los primeros 17 km, el camino adopta una dirección sse, y luego de cruzar el arroyo El Leoncito sigue un rumbo general aproximado n-s. Hacia 31º 54’ 55” s, el camino deja de ser reconocible en el paisaje, que en esta zona está totalmente modiicado por las crecidas aluviales que bajan ocasionalmente de la precordillera. Sin embargo, en las imágenes satelitales se observan débiles rastros que permiten continuar tentativamente el trayecto hasta el límite interprovincial, en aparente coincidencia con el trazado propuesto por Bárcena (1979: 665). En este trayecto del valle de Calingasta se observan algunas particularidades interesantes. Por un lado, si bien las características formales del camino son similares a las del trayecto al sur de Tocota (senda limpia sin demarcación ni trabajo adicional), el ancho del camino presenta mayores variaciones: en un primer tramo de 1,5 km (en el que se destaca un trecho con dos sendas paralelas) es de ca. 1 m, pero luego, en los próximos 12 km (en los que coincide con la antigua traza del telégrafo), varía entre 4 y 8 m, lo que hace suponer la superposición de un camino más reciente, posiblemente el vinculado con el servicio de mantenimiento de la línea de telégrafo. Luego de cruzar el arroyo El Leoncito, presenta a lo largo de unos 750 metros un ancho de entre 3,5 y 4 m y una visibilidad regular, pero luego su detección se obstaculiza enormemente debido a las bajadas aluviales que lo cortan transversalmente y en varios sectores es identiicable sólo a partir de los fragmentos de cerámica registrados en supericie. En 141 el último tramo, el camino se dirige hacia el sse y en general guarda un ancho aproximado de 2 m hasta ca. 31º 53’ 48” s, desde donde comienzan a observarse tres sendas paralelas que corren a corta distancia, sin que sea posible establecer si son coetáneas o tienen distinto origen. Unos 380 m al sur se agrega una cuarta senda; las cuatro se observan de manera discontinua en los próximos 1.500 m, hasta el inal del trayecto recorrido (31º 55’ 09” s). En el sector inal, las cuatro sendas tienen un ancho de 0,50 m y están separadas (de o a e) por distancias de 2 m, 1,7 m y 1,7 m. Otro elemento importante es la ausencia de grandes construcciones a la vera del camino. El primer sitio atravesado por el camino es Piedras Pintadas (31º 42’ s, 69º 46’ o), importante concentración de petroglifos con algunos restos poco visibles de estructuras pequeñas no vinculables a priori con el período incaico. Luego, sobre la supericie de la barranca de la margen izquierda del arroyo El Leoncito se observa una serie de estructuras muy modiicadas en la cima de una loma baja. Se trata de dos posibles geoglifos realizados con líneas discontinuas de rocas de mediano tamaño y tres círculos despedrados de entre 1,5 y 1,9 m de diámetro. A 31º 53’ 38” s y 69º 22’ 55” o se observa una pequeña estructura formada por una acumulación de clastos y rocas de colores diversos y de pequeño y mediano tamaño. Tiene forma de óvalo, de 0,80 x 0,60 m. En el interior se encontraron varios fragmentos de cerámica incaica. El lugar presenta un marcado desnivel que permite distinguir tres escalones o niveles en el área de la estructura. No se observa en las inmediaciones la existencia de recursos que pudieran brindar una razón práctica para la localización de esta estructura (agua, rocas, sombra, etc.). Finalmente, el camino pasa por el sitio Tambería del Leoncito (Bárcena 1979), que presenta una línea simple e irregular de rocas dispuestas en forma de arco, de 33 m de largo por 15 m de ancho, con dos pircados subcirculares y uno oval en su interior (ig. 2c). Al costado oriental del camino se observan algunos alineamientos de rocas que probablemente sean restos de otras estructuras. Evidentemente, a pesar de su nombre, la funcionalidad de este sitio no se vincula con el albergue de gente, depósito de bienes, ni cualquier actividad administrativa asociada con un tambo. Según Bárcena (1979: 688), se trataría de un “sitio ceremonial secundario, de uso más cotidiano que los de altura”. Este es el único sector donde el camino aparece lanqueado por una doble hilera de rocas. 142 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a b c Figura 2. El Qhapaq Ñan al sur de Tocota: a) junto al sitio Caminca 5; b) frente al Barreal del Leoncito; c) Tambería del Leoncito, el sitio más meridional asociado al Qhapaq Ñan en San Juan. Figure 2. he Qhapaq Ñan south of Tocota: a) next to the Caminca 5 site; b) in front of the Barreal del Leoncito; c) Tambería del Leoncito, the southernmost site related to the Qhapaq Ñan in San Juan. Vialidad incaica en San Juan / A. García 143 Figura 3. Ejemplos de cerámica asociada al Qhapaq Ñan al sur del sitio Tocota. Figure 3. Examples of ceramics related to the Qhapaq Ñan in San Juan, south of the Tocota site. Estas cuatro estructuras son de baja visibilidad y sus funciones no parecen asociarse con el albergue de quienes transitaban el camino. Desde la Tambería del Leoncito hasta el próximo tambo hay cerca de 53 km de distancia (el intermedio sitio Ciénaga de Yalguaraz tampoco presenta estructuras incas tradicionales ni puede ser considerado como un tambo típico). Y si se tiene en cuenta que pudo haber un tambo en la localidad de Barreal, entonces el trayecto hasta Tambillos habría sido de más de 80 km sin tambos intermedios, lo que plantea interesantes interrogantes vinculados con las estrategias de tránsito de este sector. Los caminos secundarios Sector precordillerano En la precordillera sanjuanina se han hallado tres tramos de la vialidad incaica. El más largo recorre longitudinalmente la sierra de la Dehesa y habría conectado los tambos de la Dehesa, Matagusanos y el que habría existido en la localidad de Talacasto (Gambier & Michieli 1992). Localizado por Beorchia Nigris (comunicación personal) en la zona del tambo de Matagusanos, su trazado ha sido identiicado a lo largo de ca. 25 km a través de las imágenes satelitales. El segundo tramo tiene solo 980 m y está vinculado con el sitio La Invernada, en el sector precordillerano del centro de la provincia. Está constituido por una simple senda de entre 0,8 y 1 m de ancho que parte desde el sitio hacia el sur a través del valle de la Invernada. El tercer tramo se encuentra en las cercanías de la localidad de Pedernal (ig. 4) y se trata de una angosta senda de entre 0,6 y 0,8 m de ancho y de aproximadamente 1 km de largo que recorre las lomas en las que se encuentran los sitios Pedernal 1 y 2 y baja por la ladera de un cerro hacia el sitio Pedernal 3 (García 2005). Sector cordillerano norte En esta zona se destacan dos ejes longitudinales: el de los ríos Macho Muerto y de la Sal, y el del río Blanco. 144 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 4. Dos vistas de la senda que une los sitios incaicos precordilleranos de Pedernal. Figure 4. Two views of the path that connects the pre-Andean Inca sites in Pedernal. Además, deben haber existido numerosos tramos transversales, pero los datos disponibles brindan sustento a solo algunos de ellos. (1) Eje ríos Macho Muerto y de la Sal. El río del Macho Muerto luye de sso a nne en el extremo septentrional de la provincia. Al norte del límite provincial con La Rioja se encuentran sobre este río los sitios incaicos Arroyo Peña Negra y Río Blanco, en la conluencia del río del Macho Muerto con los cauces homónimos. En territorio sanjuanino se ha registrado, aledaño a este río, el sitio Macho Muerto 4, cerca de la conluencia con el río del Inca. Es posible que el camino incaico haya remontado unos 8 km el río del Inca en dirección ne-so para luego traspasar hacia el sur una divisoria de aguas y dar a uno de los aluentes del río Rincón de la Flecha, que tras recorrer unos 7 km en dirección no-se y n-s vuelca sus aguas en el río de la Sal. Este transita en dirección general n-s ha y a unos 20 km recibe las aguas del río de los Tambos. En este tramo, se han identiicado en las imágenes satelitales dos conjuntos de estructuras distantes entre sí por un poco más de 6 km, ubicado uno a ca. 28º 51’ 36” s y 69º 36’ 30” o y otro a 28º 48’ 23” s y 69º 35’ 26” o. Desde el arroyo de los Tambillos, el río de la Sal tuerce hacia el se y vuelve a tomar una dirección n-s hasta desembocar en el río de las Taguas, luego de luir otros 30 km, pero en este tramo no existen sitios incaicos registrados ni ha sido posible visualizarlos en las imágenes satelitales, a pesar de la presencia de topónimos sugestivos, como el del arroyo Pircas Blancas. (2) Eje ríos San Guillermo y Blanco. Desde sus nacientes en la cordillera homónima, el río San Guillermo describe un arco y luego toma una dirección general no-se. En sus orillas se han registrado los tambos La Gloria (29º 04’ s y 69º 30’ o), Pircas Blancas (o San Guillermo, 29º 08’ s y 69º 26’ o) y Huesos Quebrados (29º 16’ s, 69º 20’ Vialidad incaica en San Juan / A. García o) (Gambier & Michieli 1986; García et al. 2007; Bárcena 2009). Desde este último sitio, el camino probablemente tomaba una dirección no-se, hacia la quebrada de Alcaparrosa, que desemboca en el río Blanco. Allí se encuentra precisamente el Tambo de Alcaparrosa o de la Junta (Gambier & Michieli 1992; García et al. 2007; Bárcena et al. 2008). Una vez alcanzado el río Blanco, el camino habría seguido su curso hasta el río Jáchal, donde probablemente conectaba con el Qhapaq Ñan. En este trecho, se ha reconocido un tambo denominado Pircas Negras (29º 40’ s, 69º 09’ o), al norte del cual se encuentran otras construcciones que podrían ser incaicas (Schobinger 2008). Además, existe un conjunto de sitios locales tardíos que pudieron haber sido ocupados en época incaica –Lamaral, El Rastrojo, El Jumal, Malimán, etc. (Sacchero 1974)–, pero que aún no han sido estudiados sistemáticamente. (3) Tramos transversales. Se han identiicado cuatro probables tramos transversales principales. Uno habría partido del extremo meridional del valle del Río del Macho Muerto, a la altura del río del Inca, y se habría internado hacia el este remontando el curso de una quebrada de dirección aproximada ono-ese, que se origina en la cordillera del Cajón de la Brea. Luego de subir de 4.100 a 5.200 msnm, el camino habría bajado hacia el tambo Cajoncito Verde de la Brea y de allí pudo haberse comunicado con el tambo del Arroyo Iniernillo (Gambier & Michieli 1986), a ca. 3.500 m de altura. Un segundo tramo se conecta con las nacientes del río Huasco, en Chile. En territorio argentino, el camino habría discurrido a través de la quebrada de los Tambos, pasando por los sitios Río Tambos Aguas Arriba y Río Tambos Conluencia; luego habría pasado por el tambo Arroyo de los Tambillos y de allí habría continuado en dirección no-se, remontando la quebrada de las Pircas para caer en las nacientes del río San Guillermo. Desde allí, pudo tomar hacia el nne, para alcanzar la quebrada del arroyo Las Olorosas y unir los sitios Alero de los Petroglifos, Tambo Las Olorosas, Tambo del Indio, Santa Rosa y Los Sapitos (Gambier & Michieli 1986; García et al. 2007; Beorchia Nigris 2014). Un tramo relativamente corto es el que habría unido los tambos de Pircas Negras y Pircas Blancas, aquel ubicado sobre la quebrada homónima y este sobre el río San Guillermo. Se desconoce si esta senda proseguía hacia el oeste y con qué sitios se habría conectado. 145 Finalmente, el famoso tambo Valeriano, ubicado sobre el arroyo de los Tambillos, cerca de su conluencia con el río de la Taguas, pudo estar vinculado con el paso Valeriano, con sitios de la vertiente occidental andina y con alguna senda que permitiera el ascenso al cerro El Toro (Schobinger 2008). Sector cordillerano central En esta zona decrece llamativamente la cantidad de sitios incaicos conocidos. Solo se ha registrado un tambo en el río Frío, unos 15 km al norte del cerro Tórtolas (Stehberg 1995: 195). Además, Schobinger (2008) señala la presencia de un sitio sobre el arroyo La Deidad, si bien no se conocen datos sobre el mismo. Stehberg (1995: 195) ha propuesto dos posibles vías transversales que seguirían los cursos del río Frío y del arroyo de la Deidad, pero no se han registrado trabajos especíicos que avalen la existencia de estos caminos. Raino (1981: 239) pensaba que, desde Angualasto, el Qhapaq Ñan “se bifurca seguramente hacia el Paso de las Tórtolas […] para desembocar en Chile en el Valle del río Elqui”. Según el plano correspondiente, este tramo partiría desde Angualasto hacia el norte y remontaría la quebrada de Colangüil hacia el oeste (o alternativamente la quebrada de Conconta), para cruzar el valle del Cura y llegar al paso de las Tórtolas. Si bien a priori esta ruta parece viable, no se han hallado indicios de su existencia. Más recientemente, se propuso la presencia de varios tambos incaicos y de algunos tramos de vialidad estatal en la quebrada de Conconta (Michieli et al. 2005); sin embargo, posteriormente se constató que estas estructuras correspondían en realidad a habitaciones modernas vinculadas con la construcción en 1955-1956 del camino hacia el valle del Cura (García 2007). Tanto en la quebrada de Conconta como en el sector distal de la quebrada del río Blanco y en la del río del valle del Cura, hacia el norte de su conluencia con aquel, hemos realizado relevamientos que indicaron la ausencia de sitios incaicos. Teniendo en cuenta los antecedentes mencionados, parece probable que los sitios del Río Frío y el Arroyo La Deidad hayan estado vinculados con exploraciones desde el lado occidental andino que no se habrían extendido más hacia el lado oriental. Más al sur, Raffino (1981: 239) propuso una conexión transversal desde el tambo de Tocota; según Stehberg (1995: 195), este ramal ascendería por el arroyo 146 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 SIMBOLOGÍA Vialidad incaica Ramales posibles Paso Valeriano R. de la Pa ila Paso de la Deidad Paso de las Tórtolas Portezuelo Incaguasi Paso Doña Ana Toc o ta Paso de las Llaretas Paso de Valle Hermoso R. Blanco los P Paso de las Ojotas atos Río Calingasta R. de Paso del Azufre Aº 0 100 Km Figura 5. Trazado de la vialidad incaica y ramales posibles propuestos por diversos autores. Figure 5. Inca road layout and possible secondary roads as proposed by several authors. Vialidad incaica en San Juan / A. García Tocota, cruzaría por el paso Doña Ana y continuaría en Chile por el río Hurtado (ig. 5). Sin embargo, en territorio argentino no se han realizado estudios que hayan constatado la presencia del camino o de sitios incaicos al oeste del tambo de Tocota. Sector cordillerano sur En el suroeste cordillerano sanjuanino se han registrado escasos sitios incaicos y, al igual que en el sector central, no se observa una toponimia especíica, en franco contraste con la zona septentrional. En esta zona se han propuesto varios ramales trasandinos. Raino (1981: 239) señaló la posible existencia de una vía de comunicación que habría unido Calingasta con la región del río Hurtado, a través de la quebrada del río Castaño Viejo y el paso de Portillo. Para Stehberg (1995: 84-88), habría otros cuatro: (1) uno seguiría el curso del río Calingasta, y luego posiblemente bordearía los arroyos de la Totora y de Araya y los ríos de las Salinas y del Calderón, atravesaría el paso del Azufre (31º 18’ s, 70º 32’ o) y se comunicaría con la cuenca alta del río Illapel, en Chile. En el lado argentino, el único sitio incaico conocido sobre el río Calingasta es Barrealito (Debenedetti 1917), localizado cerca de la conluencia con el río de los Patos y a 100 km en línea recta del paso del Azufre. Entre Barrealito y la frontera con Chile no se han registrado aún sitios o tramos viales que permitan comprobar la existencia de aquel ramal. (2) El segundo tramo pasaría por el paso de las Ojotas (31º 54’ 30” s, 70º 15’ 50” O) y seguiría el curso del río Blanco rumbo a El Leoncito. (3) Un tercer camino remontaría los ríos de los Patos y Teatinos, para cruzar a Chile por el paso de las Llaretas (32º 09’ s, 70º 19’ o). Desde el paso de las Llaretas hasta la localidad de Barreal, este ramal tendría unos 150 km de extensión, en los cuales no se han encontrado aún evidencias incaicas. (4) Un cuarto ramal provendría del río de los Patos y cruzaría a Chile por el paso de Valle Hermoso (30º 47’ s, 70º 16’ o). En este lugar hay un sitio incaico denominado Tambillo del Paso de Valle Hermoso (Bárcena 1999: 168), del cual solo se ha brindado un plano de estructuras, pero se carece de información sobre el registro arqueológico asociado. Según este autor, “con nuestro reconocimiento y hallazgo comprobamos la senda e instalación inca en el sector alto de Valle Hermoso” (Bárcena 2001: 290), por lo que la existencia del supuesto ramal transversal 147 queda restringida a la zona del paso. Hacia el oriente, no se han registrado hallazgos que permitan corroborar su continuidad por el territorio sanjuanino. En resumen, como ocurre con el posible camino transversal del arroyo Tocota, no se han realizado hallazgos que permitan veriicar estas propuestas; en el primer caso, por falta de investigaciones y en los restantes por falta de hallazgos, a pesar de haberse realizado relevamientos sistemáticos. DISCUSIÓN Desde hace casi cien años se han realizado diversas observaciones sobre el registro incaico y el Qhapaq Ñan en San Juan. La cantidad de sitios del período incaico identiicados en esta provincia es importante, sobre todo en la región de San Guillermo, en el extremo noroeste, situación que sugeriría que el conocimiento sobre la vialidad estatal podría también ser avanzado. Sin embargo, en general el estudio de los sitios incaicos no ha sido acompañado por un rastreo de las sendas que los comunicaban con otros componentes del sistema de asentamiento/comunicación y por un registro y análisis del material arqueológico asociado. Como relejo de esta situación, solo se ha elaborado un artículo especíico sobre relevamientos de la vialidad incaica provincial (García 2011a), si bien en otros se hecho realizado alusiones al tema. Salvo el caso del Qhapaq Ñan en el sur de Iglesia y en Calingasta, en gran medida la vialidad incaica ha sido inferida a partir de la ubicación de los sitios incaicos, por lo que su correcta localización resulta muy importante. Como ya advirtiera Bárcena (2009, 2010) para los casos de La Dehesa, Iniernillo y Tambo del Indio, y como pudieron observar García et al. (2007) en la región de San Guillermo, varios de los sitios incaicos mencionados en los trabajos locales no han sido aún ubicados con precisión, lo que puede llevar a errores al momento de trazar posibles tramos de la vialidad estatal. En relación con este riesgo, otro foco de atención es el de la identiicación efectiva de los sitios como componentes del sistema incaico de asentamiento. Por ejemplo, la adscripción de sitios al período incaico basada exclusivamente en sus características arquitectónicas ha mostrado recientemente constituir una vía de acción muy problemática (Michieli et al. 2005; García 2007), por lo que es conveniente recurrir a diversos elementos para 148 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 realizar una identiicación correcta. Con respecto a este punto, muchos de los sitios incaicos de la provincia de San Juan han sido simplemente mencionados, sin que se hayan publicado fotografías, dibujos o descripciones de materiales que permitan evaluar y comprobar la adscripción étnica propuesta. Entre estos sitios se encuentran los del Arroyo La Deidad, Río Frío, Valle Hermoso, Los Ocúcaros, Mina El Fierro, Gualilán, Bauchaceta, Tambo del Indio, Las Olorosas y Tambillos (San Guillermo). En rigor, se han publicado estudios con cierto grado de detalle de solo dos sitios: Tocota (Berberián et al. 1978) y Alcaparrosa (Bárcena et al. 2008); mientras que otros tres se encuentran recién en estudio (Paso del Lámar, La Invernada y Pedernal). Indudablemente, la futura realización de trabajos sistemáticos en una mayor cantidad de sitios y la publicación de ubicaciones más precisas y de mayor información contextual contribuirán a mejorar las posibilidades de éxito en la localización de las sendas que los unían y en su contrastación con relevamientos de campo. De la misma forma, un estudio detallado de los sitios incaicos puede brindar información sobre su funcionalidad y contribuir así a comprender mejor los intereses que movían la utilización de la vialidad estatal en los distintos sectores. En relación con el trazado general presentado en este trabajo, cabe realizar algunas observaciones. En primer lugar, llama la atención la importante cantidad de sitios registrados en el noroeste sanjuanino, en la zona conocida como San Guillermo. Dilucidar la razón de esta ocupación intensiva puede contribuir a entender otros aspectos de la dominación incaica, por ejemplo, la dinámica de la anexión de los sectores andinos orientales. Si bien se ha propuesto una actividad especíica como motor de esa ocupación –la explotación de la lana de vicuñas (Gambier & Michieli 1986)–, no se han realizado estudios sistemáticos que permitan veriicar esta hipótesis o explorar otras alternativas. La elevada cantidad de sitios del sector cordillerano norte contrasta con la escasez de los sectores central y meridional. En estos, los hallazgos se encuentran muy cerca de la zona limítrofe entre Chile y Argentina (Río Frío, Arroyo La Deidad, Cerro Mercedario, Valle Hermoso), y llamativamente, si bien se vinculan con probables rutas transversales naturales, no se han encontrado sitios en el sector oriental con los que puedan estar conectados. De ahí que, al igual que sucede con el Cerro El Toro y quizás con Paso Valeriano, es probable que estos sitios estén en realidad vinculados fundamentalmente con la ocupación incaica del lado chileno y, a lo sumo, con la exploración de algunos sectores aledaños por el lado oriental (sin que dicha exploración se haya concretado en vías de comunicación con las zonas extrandinas recurrentemente utilizadas). Por otra parte, el hecho de que hasta el momento no se haya comprobado la existencia de los ramales transversales sugeridos por algunos autores no signiica que algunos de ellos (sobre todo los aún no relevados, como el del arroyo Tocota) no hayan sido efectivamente utilizados. Con respecto a los tramos de caminos precordilleranos conocidos, si bien son escasos, sugieren que la red vial en esta región era compleja y probablemente discurría por sectores muy afectados en los últimos quinientos años por agentes naturales y culturales (y por ende de muy baja visibilidad actual), como la llanura de inundación del río San Juan o el valle interprecordillerano de Gualilán. De hecho, si bien la documentación temprana exhibe pruebas de la dominación incaica del sector donde actualmente se ubica la ciudad de San Juan, la alteración antrópica de la misma ha impedido el hallazgo de evidencias, incluidos los caminos incaicos. Finalmente, parecería claro que el sector oriental de la actual provincia de San Juan (al este del valle de Tulum) no estaba controlado por el Estado inca –aunque probablemente se encontrara en exploración (García 2011b)–, por lo que la ausencia actual de vialidad imperial vinculada con este sector podría responder a su efectiva ausencia más que a una falta de investigaciones en el área. PERSPECTIVAS Y AGENDA FUTURA Teniendo en cuenta el conocimiento actual sobre el tema, los futuros trabajos vinculados con la vialidad incaica en San Juan deberían abordar cuatro aspectos principales: (1) El rastreo a pie de las evidencias del Qhapaq Ñan que pudieran haber sobrevivido desde Tocota hacia el norte. Si bien se tiene una idea aproximada de su localización, es importante precisar su vinculación con algunas localidades tradicionalmente asociadas al mismo, como Pismanta y Angualasto. Por otra parte, es imperioso hallar elementos que permitan veriicar su paso a lo largo del curso del río Jáchal y constatar su recorrido al norte de Huaco, ya que la gran alteración Vialidad incaica en San Juan / A. García sufrida por estos sectores pone en riesgo la posibilidad de constatar la información oral (no arqueológica) relacionada con los mismos. (2) El relevamiento detallado de los múltiples tramos transversales recurrentemente propuestos como vías de unión de las dos vertientes cordilleranas. Esta inspección debe realizarse fundamentalmente en los sectores cordilleranos de los ríos de los Patos y Calingasta, y del arroyo Tocota. Además, se requiere la prospección de los tramos medio y distal del río Frío y del arroyo de la Deidad, para constatar si la presencia de evidencias incaicas alcanza sectores más cercanos al valle del Cura o se mantiene restringida a los espacios cordilleranos más altos. Todo este conjunto de relevamientos es sumamente necesario a in de clariicar la situación observable en la mayoría de los mapas sobre el sistema vial incaico, en los que la señalización de trayectos “posibles” termina brindando una imagen gráica sobredimensionada, que en algunas zonas podría distar mucho de la realidad. En el caso de la zona noroeste de la provincia (San Guillermo), si bien la situación parecería estar más clara, también es necesaria la determinación de los recorridos reales de los tramos que unirían los sitios allí registrados. (3) La ampliación del registro vial precordillerano. Los tramos conocidos en esta región geomorfológica son escasos, y conocer las rutas precordilleranas que vinculaban el Qhapaq Ñan con los sitios de los valles de la franja longitudinal central de la provincia puede contribuir a conocer la importancia asignada por el Estado a cada zona y su integración diferencial al aparato administrativo y económico. (4) El análisis del registro arqueológico asociado a la vialidad incaica. Ya se trate de la abundante cerámica que generalmente se encuentra esparcida a lo largo de estos caminos (ig. 5) o del registro de los sitios directamente vinculados con ellos, la información que albergan es fundamental para analizar las características y escala espacial de la movilización de gente y productos (Uribe & Cabello 2005), en vistas a la reconstrucción del uso de los distintos tramos. En deinitiva, resulta claro que los esfuerzos vinculados con el estudio de la dominación incaica regional se han centrado en la búsqueda de sitios y han prestado escasa atención a la vialidad estatal, cuya reciente revalorización 149 requiere un cambio de orientación dirigido a su fehaciente detección y análisis. Una más completa reconstrucción del Qhapaq Ñan y del sistema vial secundario sanjuanino no solo brindará importante información sobre la movilidad de bienes y personas durante el período incaico, sino que además contribuirá a mejorar nuestra comprensión de los mecanismos de anexión y control de las poblaciones locales y a enriquecer de esta forma el conocimiento sobre la frontera sudoriental del Collasuyo. RECONOCIMIENTOS Este trabajo se realizó en el marco de proyectos inanciados por el conicet, la Universidad Nacional de Cuyo y la Universidad Nacional de San Juan. Agradezco a Christian Vitry y Carlos González su gentil invitación para participar del Qhapaq Ñan i. Taller Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico, y a Sergio Martín y a un evaluador anónimo por sus valiosas sugerencias. REFERENCIAS Aparicio, F. de., 1940. Ranchillos, tambo del Inca en el camino a Chile. Anales del Instituto de Etnografía Americana i: 245253, Mendoza. Bárcena, J., 1979. 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Uno de ellos ilustra el trazado de dos caminos paralelos denominados “camino antiguo del Inga” y “otro camino del Inga”. A través de reconocimientos en terreno (2014), uso de documentación colonial y cartografía histórica se logra identiicar gran parte de sus trazados originales, incluyendo una reconstrucción cartográica sig de las vialidades coloniales e incaicas. Palabras clave: Qhapaq Ñan, Caminos del Inca, Mapocho norte, Santiago, siglo xvi. Two colonial maps (1611) are analyzed here, which provide information regarding geographic features, European land ownership, indigenous settlements and existing roadways in the northern area of the Mapocho valley. One of these maps depicts the layout of two parallel paths called “camino antiguo del Inga” and “otro camino del Inga” (‘Inca’s ancient road’ and ‘another Inca road’, respectively). By means of ield surveys (2014), and the use of colonial documentation and historical cartography, it has been possible to identify a large section of the roads’ original tracings, including a gis cartographic reconstruction of the colonial and Inca roads. Keywords: Qhapaq Ñan, Inca roads, North Mapocho, Santiago, 16th Century. A INTRODUCCIÓN Este artículo trata de la presencia del Qhapaq Ñan en el acceso norte al valle del Mapocho. Después de analizar la historia de su investigación, su importancia, los problemas con la determinación de su trazado se centra en el estudio de dos mapas coloniales de 1611, cuya información pudo ser contrastada en terreno, lo que permitió identiicar gran parte del trazado que tuvo este sistema vial prehispánico pese a que su evidencia física ha desaparecido.1 A ines del siglo xix, el archivero de la Biblioteca Nacional, Justo Abel Rosales, descubrió en el archivo de la Real Audiencia de Santiago un extenso juicio colonial datado en 1611, que trató de la exacta localización del camino de Chille o del Inga, el que servía de deslinde a las principales propiedades localizadas al norte de la ciudad de Santiago. Debido a que este camino estaba siendo cerrado, al tiempo que se abrían otros, se iniciaron litigios a los que concurrieron numerosos testigos, algunos de ellos indígenas del Perú que llegaron al valle del “Mapuche” a través de esta vía, acompañando a los primeros conquistadores europeos. De acuerdo Rubén Stehberg, Jefe del Área de Antropología. Museo Nacional de Historia Natural, Chile, email: Stehberg.ruben@gmail.com B Gonzalo Sotomayor, Historiador. C Claudia Prado, Licenciada en Arqueología. Coordinadora Centro Nacional de Sitios del Patrimonio Mundial, Subdirección Nacional de Gestión Patrimonial, dibam, Chile, email: Claudia.prado@sngp.cl D Carolina Gatica, Licenciada en Arqueología y Abogada. Consejo de Monumentos Nacionales, Chile, email: cgatica@monumentos.cl Recibido: diciembre 2015. Aceptado: abril 2016. 152 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 a un informante, este camino venía de Aconcagua y Colina y descendía al valle de “Guachuraba”. Dejaba al poniente (sic oriente) el cerro Pan de Azúcar y “después de hacer una extensa curva al este, llegaba a las rucas del cacique Huechuraba inclinándose al occidente, desde cuyo último punto continuaba en línea recta al río Mapuche” (Rosales 1887: 5-6), siguiendo el trazado de la calle Cañadilla, actual avenida Independencia, en el sector de la Chimba. El autor es perentorio al señalar que este camino era antiquísimo y fue abierto por los naturales mucho antes del arribo de los Incas, quienes lo reutilizaron. Pese a que este libro fue editado con otro título a mediados del siglo xx (Rosales 1948), pasó desapercibido para la mayoría de los arqueólogos y etnohistoriadores que trabajaron el tema de la ocupación inca de Chile central y del valle del Mapocho-Maipo durante la segunda mitad del siglo xx. No fue mencionado por Keller (1960) en sus investigaciones incaicas de Quillota, ni por Mostny (1947, 1957) en sus estudios del cementerio incásico de La Reina y el adoratorio de cerro El Plomo, ni por Stehberg (1976) en su excavación del pucará de Chena, ni por Silva (1977-1978) en sus relexiones sobre la presencia inca en el valle del Mapocho. Este último señaló que era “signiicativo que el Camino del Inca, monumento vial indispensable para el funcionamiento de la estructura estatal, sólo puede reconocerse con relativa seguridad hasta el río Copiapó” (Silva 1977-1978: 236). En la década de los ochenta se desarrolló un proyecto de reconocimiento de los Caminos del Inca en el Norte Chico y centro del país que permitió la identiicación de varios segmentos de senderos longitudinales y transversales atribuibles al Tawantinsuyu. Un tramo bien identiicado correspondió al de Alicahue Adentro y Almendrillo, entre los valles de Aconcagua por el sur y Choapa por el norte (Stehberg & Carvajal 1988 a y b), con localización del tambo Conchuca (Stehberg et al. 1986). Estos estudios mencionaron, de manera muy vaga y sin lograr determinar su trazado, que el Camino Inca Longitudinal Andino seguía al sur por el valle de Putaendo, cruzaba la cuesta de Chacabuco, Colina La Vieja, portezuelo de Huechuraba, actual Avenida Independencia para dirigirse a las inmediaciones de Angostura de Paine, por el sur, sin lograr identiicar físicamente sus restos. En julio de 1980, Mario Rivera y John Hyslop realizaron una acuciosa prospección del área al norte de Santiago, para “proporcionar un ejemplo del Camino del Inca en el extremo más meridional del imperio” (Rivera & Hyslop 1984: 109). Conocieron la información proporcionada por las publicaciones de Justo Abel Rosales, a quien dieron crédito pese a ser un historiador aicionado. Desde el río Mapocho hasta el portezuelo o Pasos de Huechuraba, concordaron con la ruta propuesta por Rosales, pero desde este punto hacia el norte, el trazado de la ruta se complicó por falta de evidencia. El camino se dirigía “directamente al norte hacia el pueblo de Colina. En gran parte recorre el mismo trazado de la moderna Ruta 57 […] Una ila de árboles delimita una línea recta al norte del Portezuelo” (Rivera & Hyslop 1984: 116). El camino pasaba cerca del cerro Guaca, localizado 3 km al noreste del moderno pueblo de Colina, ascendía por un portezuelo de los cerros de Colina y 7 km al norte coincidía con la actual Ruta 57, siguiendo por el mismo trazado hasta la hacienda de Chacabuco y de allí al paso de 1.280 msnm que separa los valles de Aconcagua del Mapocho. En 2013, el historiador Gonzalo Sotomayor encontró publicados on line en los archivos estatales del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de España (agi. es.41091.agi/27.22/mp-peru- chile 264) dos mapas anónimos de 1611 que cubrían el área norte del río Mapocho y que proporcionaban datos sobre las redes viales, entre las cuales destacaban dos caminos del Inga. A partir de esta nueva información se realizaron reconocimientos en terreno que culminaron en la localización precisa de varios segmentos de estos caminos prehispánicos. Este artículo da cuenta de los resultados obtenidos en la investigación. LOS MAPAS Los mapas (agi. es.410901. agi/20.26.2//escribania, 928b) se asocian al litigio por la legalidad de las mercedes de tierras otorgadas en Lampa, entre Juan Ortiz de Araya, Juan de Astorga, Andrés Páez de Aldana, Antonio Recio de Soto y otros, todos vecinos de la ciudad de Santiago. Este litigio debía deinir la exacta ubicación de los caminos coloniales e incaicos al norte de la ciudad de Santiago hasta la cuesta de Aconcagua (Chacabuco). Aun cuando los mapas no están a escala y abarcan un amplio espacio, reproducen con bastante exactitud los principales accidentes geográicos y proporcionan detalles que indican un conocimiento minucioso del área. El mapa N° 1 tiene por límite norte el cordón de Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al. 153 Figura 1. Mapa N° 1, 1611, autor anónimo (AGI. ES.410901. AGI/20.26.2//ESCRIBANIA, 928B). Figure 1. Map N° 1, 1611, anonymous author (AGI. ES.410901. AGI/20.26.2//ESCRIBANIA, 928B). Chacabuco; por el sur, el río de Santiago (Mapocho o Mapuche); por el oriente, los primeros contrafuertes de la cordillera andina; y por el poniente, la falda oriental de la cordillera de la costa, incluyendo toda la cuenca norte del Mapocho (ig. 1). En lo cromático, el mapa utiliza el color negro para deinir los nombres de lugares y de personas; el gris para las montañas y cadenas montañosas que servían de límite externo; el café o caoba para los senderos y caminos; el rojo para las rutas de comunicación y el amarillo para señalizar los deslindes de los pueblos de indios. Los mapas en referencia constituyen una buena oportunidad para tener un acercamiento al paisaje del siglo xvi, al menos de aquellos hitos geográicos que eran importantes para la estructuración del espacio hispano e indígena, como la vialidad, puesto que ese parece ser el foco principal de los planos. En primer lugar, están los tres cordones transversales de cerros que se desprenden de la cordillera andina: el de más al norte corresponde al cordón de Chacabuco, mencionado en el siglo xvi como la “cuesta de Aconcagua”; el del medio corresponde a los cerros de Colina, que nacían en las nacientes del río Colina y casi alcanzaban la cordillera de la costa, a la altura de Lampa; y el de más al sur se originaba a la altura de Chicureo Arriba y se prolongaba hasta el “serro de pan de azúcar”, Nigueche (ra 167, f. 194) o Rregueche (ra 167, f. 22), hito de gran importancia simbólica, administrativa y visual tanto para indígenas como para hispanos. Este cordón, luego de una interrupción, continuaba en el cerro de Galáz (actualmente denominado Renca), remarcado en el mapa con una gruesa línea negra. En segundo lugar, están los portezuelos que atraviesan estas cadenas, que servían de hito vial principal. Nuestros reconocimientos de terreno confirmaron la exactitud de estos puntos y sirvieron para ubicar el trazado de los senderos antiguos, incluyendo los caminos del Inga. 154 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 En tercer lugar, destacan los cerrillos, muy pequeños, pero que en la época eran guías muy valoradas por los transeúntes, entre los cuales destacaban los “zerillos q(ue) llaman de doña agueda” Flores (cerro Calán, ra 167, f. 183v o Calanmaguida, ra 1978, f. 107), lugar donde suponemos existió una posada caminera, por la continua alusión que hacen los viajeros a este sector. En cuarto lugar, los cursos de agua como el estero de Chacabuco, en la parte superior del mapa, su conluencia con un aluente para formar, por una parte, el río Lampa, y por otra, el río Colina y su juntura con el Lampa. Asimismo, el referido río Mapocho, en la parte inferior del mapa. Destacan, también, los “manantiales de Liray” y la “Laguna” (Tentencura, Batuco), que tenían gran importancia durante el siglo xvi y que hoy están en proceso de desaparición. El Mapa N° 1 presenta una desviación importante respecto del norte geográico, lo que se evidencia con la palabra “ojo”, que el autor colocó al lado de los puntos cardinales sur, oeste y norte. Proporciona, asimismo, la localización de 28 estancias europeas con el nombre de sus propietarios, así como la localización de las tierras de los indios de Colina, Quelicura, Guachuraba y Lampa, con su “tanbo viejo”. De acuerdo a documentación inédita registrada por nosotros, este tambo se encontraba en tierras de “chicoco Quilapohe y rrelo” (ra 167, f. 10), mientras que las tierras de los indios de Colina se llamaban de “Comaico e Ilopaique o Lopalque” (ra 2258, fs. 180-183v). El mapa N° 2 es una ampliación del anterior, que se extiende desde el “Serro de Galas”, también denominado indistintamente como cerro Renca (ra 1003, fs. 26 y ss) o cerro de Quelicura (ra 167, f. 194) por el sur, hasta el estero y “valle de Chacabuco” por el norte (ig. 2). Muestra con mayor detalle los contrafuertes de la cordillera de la Costa, donde destaca el “Potrero (de los indios) de Lampa” y la “quebrada de Carén”. También exhibe con precisión los manantiales de Liray y su drenaje a la “Laguna” (Tentencura. ra 167, f. 68v, hoy Batuco), la cual aparece remarcada con color. Omite mucha información que aparece en el mapa N° 1, como el “tanbo viejo” (Lampa), el “camino antiguo del ynga” y, los deslindes de los pueblos de indios. Por último, enfatiza los senderos coloniales, proporcionando algunas variaciones y agregados respecto al otro mapa. A juzgar por estos mapas, la importancia estratégica del área fue la conectividad del valle del Mapocho-Maipo con los territorios de más al norte, indispensable para la supervivencia de sus habitantes. En el caso de los contingentes incaicos, las rutas principales iban al pie de la cordillera andina para conectarse, en el curso mediosuperior del valle del Aconcagua, con la ruta trasandina o continuar hacia el norte por las nacientes de los valles de Putaendo, Alicahue, El Sobrante y Choapa. En cambio, los senderos coloniales tempranos se emplazaron más al poniente, en dirección al curso medio y bajo del valle de Aconcagua, lo que evidencia los distintos intereses del Tawantinsuyu y el de los conquistadores españoles. CAMINOS DEL INGA Camino antiguo del ynga El mapa N° 1 dedica la mitad derecha a mostrar cómo el camino partía de la ciudad de Santiago y se extendía como una línea casi recta, dejando a su mano izquierda las tierras de “quelicura”, hasta atravesar un portezuelo (Huechuraba) al pie oriente de un cerro (“Serro de pan de azúcar”, Nigueche o Regueche) para bifurcarse en dos ramales paralelos (ig. 1). Uno de ellos, el “camino antiguo del ynga”, seguía una dirección oriente hasta llegar a la estancia de “Don j[uan] de la Barrera” y de allí tomaba dirección norte, cruzaba el “Río de Colina”, trasponía el portezuelo de los cerros de Colina (Checamo según ra 985, f. 14) y continuaba recto hasta el cordón transversal de Chacabuco (cuesta de Aconcagua). La denominación de “camino antiguo” alude al origen prehispánico de esta ruta, conirmada por los testimonios documentales que se entregan más adelante. Otro camino del inga El mapa N° 2 muestra el ramal de este nombre que se iniciaba en el nodo del portezuelo Guachuraba, seguía al oeste del tambo e iglesia de Colina, teniendo a su izquierda la estancia de Alonso del Pozo, para luego atravesar el cuarto portezuelo de los cerros de Colina, al poniente del anterior (ig. 2). Es interesante que ninguno de estos caminos pasaba por el tambo y pueblo de Colina, como lo sugirieron Stehberg y Carvajal (1988a) y Rivera y Hyslop (1984), lo que se explica por el hecho que este pueblo y su infraestructura física recién se organizó en 1579-1580. Este mapa omite el “camino antiguo del ynga”, situación que se explicaría por las discrepancias entre los intereses de los españoles que litigaron por Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al. 155 Figura 2. Mapa N° 2, año 1611, autor anónimo, mostrando detalles de Mapocho norte. Figure 2. Map N° 2, 1611, anonymous author, depicts details of North Mapocho. deinir cuál camino correspondía al deslinde de sus tierras (ra 1978). REFERENCIAS DOCUMENTALES AL CAMINO DEL INGA Los mapas N° 1 y N° 2 (agi. es.41091. agi/27.22/mp-perúchile 264) formaron parte de un extenso juicio colonial de 1611 (ra vol. 1978), cuyo objetivo fue determinar cuál era el verdadero Camino del Inga, el cual servía de deslinde de algunas propiedades europeas, motivo del litigio. Los testigos del juicio declararon conocer el camino del Inga y sus pircas construidas a ambos costados, camino que viniendo del Mapocho pasaba cerca de Colina rumbo a Putaendo y Coquimbo. El indio Gaspar, quechua hablante, natural del Perú, de 60 años aproximadamente, señaló que el valle y las tierras de Lampa se extendía desde “el serro que llaman de Galas hacia la cuesta de Aconcagua que es como ban desta ciudad hacia la d[ic]ha cuesta y ba por el camino rreal del ynga antiguo y ba a salir a Putayendo…” (ra vol. 1978, pza 1, f. 133). Gonzalo, indio del Cuzco, quechua hablante, lo denominó “camino antiguo del ynga que ba e pasa Chacabuco y ba a salir a Putayendo” (ra vol. 1978, pza 1, f. 135). Cristóbal Muñoz, de más de 60 años, señaló que: el camino antiguo que llaman de Chile del Ynga pasa por junto a colina e que mas de quarenta y cinco años que este testigo saue que es el d(ic)ho camino que es por donde los yndios antiguos abian caminado el Ynga a el tiempo que bino a esta tierra e por el caminaban de hordinario antiguamente los que yban y benian a Coquimbo y que (sic) dia estaran las señales del dho camino del qual se rremite por estar señaladas con piedras de un cauo y de otro (ra vol. 1978, pza 1, f. 137). El Capitán Juan de Córdoba, de aproximadamente 60 años (f. 137v), testiicó que “el camino antiguo del Ynga es el que pasa por junto a Colina hacia Aconcagua que oy d[ic]ho dia esta todavía señalado”. 156 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Melchor de Esixa, de más de 83 años (f. 138v), mencionó como deslinde de la estancia de Pedro de Valdivia “el camino rreal del Ynga que es el camino que ba e pasa cerca de Colina por donde en aquel tiempo se solia caminar para yr a Coquimbo y Chuapa y a Putaendo […] esta asi mismo muy señalado el dia de oy por que estan las piedras puestas”. Marcos Griego, vecino morador de Santiago (f. 139v, 140), expresó que “el camino antiguo por donde se solia antiguamente caminar es el camino del Ynga que ba e pasa por junto a Colina que ba a salir a la cuesta de Aconcagua y de alli a Putayendo”. RECONOCIMIENTOS EN TERRENO2 El objetivo fue identiicar en terreno la información proporcionada por los mapas N° 1 y N° 2. Entre los rasgos del paisaje interesaba localizar los “manantiales de Liray”, los cerrillos de “doña Agueda” y otros rasgos señalizados en los mapas. Asimismo, se deseaba determinar la ubicación del mencionado en el mapa como “tanbo viejo” en Lampa y, sobre todo, las rutas seguidas por las principales redes viales del siglo xvi, incluidas los caminos del Inga. Las primeras salidas se orientaron a conocer el grado de coniabilidad y los criterios utilizados por el autor anónimo de los planos. Pronto se constató que el dibujante conocía muy bien el área. Asimismo, que utilizó como puntos de referencia principalmente los cerros y portezuelos. Justamente estos rasgos fueron los que permitieron localizar con precisión el trazado antiguo de las redes viales. Respecto a los caminos del Inga, objeto de este artículo, los reconocimientos en terreno se iniciaron, por el sur, en el portezuelo de Huechuraba, al pie oeste del cerro Pan de Azúcar o Negueche. El primer ramal prospectado correspondió al “camino antiguo del ynga”. Su primera parte, marcado en el Mapa N° 1 como una línea oeste-este, no se pudo identiicar. Recién al llegar al actual camino de Los Ingleses (Chicureo), de orientación norte-sur, se tuvo certeza de que la vía correspondía con bastante seguridad a esta ruta. La presencia de algunas piedras a ambos lados del camino apoyó dicha presunción (ig. 3). El camino pasaba por un sector con ocupación del período Tawantinsuyu, como lo evidenció el hallazgo de un jarro decorado con diseños incaicos en el colegio San Anselmo, en el camino Guay Guay del condominio Chicureo Alto, coordenadas 33.267492, -70.64021 (información gentilmente proporcionada por Roberto Quiroga, 2015); por el hallazgo de un cementerio del período Tawantinsuyu en el condominio Piedra Roja (Westfall 2014, comunicación personal) y de un entierro con cerámica del período Tawantinsuyu en el sitio lbch-01 (Vargas 2014). El camino pasaba al pie del cerro Mallautín, mencionado en la documentación colonial como límite étnico entre los pueblos de indios de Chicureo y Colina, para proseguir rectilíneo por el camino Santa Filomena, también denominado camino Coquimbo (es decir, que va a Coquimbo), continuar hasta el pie oeste del cerro la Guaca e inmediatamente atravesar el estero Colina. Cabe mencionar que tanto el camino de Los Ingleses como el camino Coquimbo están siendo ocupados por los condominios que se están construyendo en el área. Hay tramos convertidos en basural. Dado que ya no se puede recorrer íntegramente el camino, se debe hacer grandes rodeos para retomar los tramos cortados. Tanto los informantes locales como la cartografía antigua señalan que el camino de Los Ingleses y su continuación como camino Coquimbo era el único camino que atravesaba longitudinalmente el sector. Los restos de una antigua casa con pilar de piedra en San Luis, seguramente de ines del siglo xviii, conirmaron la antigüedad colonial de la ruta, mientras que la presencia continua de piedras a ambos lados del camino sugirió su origen incaico, concordante con la documentación colonial temprana que señalaba que el camino antiguo iba amurallado por ambos costados. A los 31,8 km al norte de Santiago, la ruta pasó al pie del cerro La Guaca, cruzó el estero Colina y penetró en un vallecito irrigado por el estero Colina, donde existió un asentamiento de la Cultura Aconcagua, con presencia de sepulturas incaicas, lo que se interpretó como intervención Tawantinsuyu de un espacio simbólico local (Hermosilla et al. 2005). En este sector, la ruta incaica cruzó diagonalmente el pueblo actual de Esmeralda, rompiendo su trazado ortogonal, para ascender directo al primer portezuelo de los cerros de Colina, tal como lo señalara el Mapa N° 1. Continuaba rumbo norte, por un extenso tramo que no pudo ser identiicado, hasta unirse al otro ramal cerca del cordón de Chacabuco y atravesar como uno solo por la cuesta de Aconcagua. Este sector estuvo sacralizado mediante la representación de un unku ajedrezado en la caverna Iglesia de Piedra que personiicaba al Inca o su ejército (Berenguer 2011). Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al. 157 Figura 3. Reconocimiento del camino de Los Ingleses, en Chicureo-Colina, coincidente con el trazado del “camino antiguo del Inga”. Nótese las piedras a ambos lados del camino y como el camino está desapareciendo por urbanización. Figure 3. Referential image of “Los Ingleses road”, in Chicureo-Colina, matching the trace of the “camino antiguo del Inga” (‘Inca's ancient road’). Notice the stones at both sides of the road and how the path is currently disappearing because of urbanization. La ruta del “otro camino del inga” corresponde muy posiblemente a una calle ancha, situada inmediatamente al oeste del portezuelo Huechuraba, de dirección norte, sin salida, convertida en basural, que termina en una propiedad agrícola particular. A partir de ese punto, no se pudo continuar el reconocimiento. Tras un largo rodeo, se llegó a la calle La Capilla, que se extiende a unos kilómetros al oeste del actual pueblo de Colina y que se dirige directamente al cuarto portezuelo de los cerros de Colina, concordante con los datos proporcionados por el Mapa N° 1. A partir de ese punto el trazado, coincidió con el antiguo camino vehicular empedrado a la ciudad de Los Andes, que estuvo en uso hasta la segunda mitad del siglo xx. Continúa por terrenos de Minera Los Bronces, en Peldehue, con presencia de restos de muros de piedra a ambos costados de la vía (ig. 4). Finalmente, el camino conluye en la actual carretera internacional a Los Andes y Mendoza, continuando por este mismo trazado ruta hasta la cuesta de Aconcagua. Según el mapa N° 1, los dos caminos incaicos proseguían paralelos hasta penetrar en el cordón de Chacabuco, situación que no se pudo comprobar en terreno. La ig. 5 ilustra los trazados de las vialidades del siglo xvi y comienzos del siguiente, tanto incaicos como coloniales, reconstruidos a través del análisis cartográico, histórico y de terreno efectuados en este estudio. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES El hallazgo de estos dos mapas en 2013 nos proporcionó una gran oportunidad para avanzar en el conocimiento del trazado del Qhapaq Ñan en el tramo Mapocho norte, para entender su relación con el extenso juicio colonial 158 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Figura 4. En la foto se observa restos del antiguo camino vehicular a Los Andes, en el sector de Peldehue, construido sobre el “otro camino del Inga”. Figure 4. he photograph shows the remains of the old vehicular road to Los Andes in the Peldehue sector, built on the "other way of Inga". de 1611 y las declaraciones discrepantes presentadas por alguno de sus testigos. Hasta esa fecha, la mayoría de los especialistas suponía que la zona norte de Santiago era atravesada longitudinalmente por un solo camino incaico, el cual pasaba al costado oeste de la antigua iglesia de Colina (Rivera & Hyslop 1984; Stehberg 1995). Sin embargo, el Mapa N° 1 mostró la existencia de dos caminos incaicos paralelos y que ninguno pasaba por el lugar donde estuvo el tambo e iglesia de Colina. El “camino antiguo del ynga” circuló a varios kilómetros al este de este pueblo, mientras que el “otro camino del ynga” lo hizo a varios kilómetros al oeste. Gracias al título con el que Pedro de Valdivia le entregó a Marcos Veas la mitad del valle y la mitad de los indios de Lampa, se sabe que el límite oriente de la “estancia del Gobernador” era el camino del Inga (ra vol. 167, 686 y 1978). Habiendo dos caminos paralelos incaicos, surgió el problema de su deslinde entre los herederos de Marcos Veas y sus vecinos. Este inconveniente desembocó en el pleito de 1611 y en la elaboración de los mapas presentados en este artículo. Es destacable el paralelismo de estos dos caminos, práctica bastante común en el proceso de construcción y ritualización del paisaje por parte del Tawantinsuyu (Vitry 2001, 2007; Martínez 2009; Acuto 2014). Su presencia en el Mapocho norte reairma la importancia que tuvo esta área para el Tawantinsuyu. A partir de los datos disponibles, se proponen algunas hipótesis a ser confrontadas en el futuro, cuando se disponga de mayores antecedentes. Una de ellas surge de la observación de la parte sur del “camino antiguo del ynga”, tal como aparece en el Mapa N° 1. Allí, el camino tuerce hacia el poniente para conectarse con el “otro camino del ynga” y atravesar juntos el portezuelo de Huechuraba rumbo a Santiago. En esta oportunidad, Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al. 159 SIMBOLOGÍA Camino del Inca Senderos coloniales Cursos de agua m Ca o in uo tig An m llay " La te ian r Va a a!" o lot in uil aq m llay ba Ca m pa aL oM apo a e Rí ng el I od Rí hile ap oM Q eC pa Ant iguo cau ho c oc m de od ia li ue min La ra cu qu o Ca pa am ia equ C Las e Ac ter es ruc Ac Es lin o io d me el pa Co ra a Otro cam ied oa min "ca La eP Rí o od d ma l la ter ati q no uen Río V Es nP mi "ca Estero Lelo njó ino de In Est ga ero Ch aca buc o a ng lI de Za cho SANTIAGO Figura 5. Mapa con la localización de las rutas viales incaicas y coloniales utilizadas durante el siglo xvi y comienzos del siguiente, de acuerdo a los Mapas N° 1 y N° 2 y luego de nuestros reconocimientos en terreno. Figure 5. Map showing Inca and Colonial roadways that were used during the 16th and early 17th centuries, according to the Maps N° 1 and N° 2, and to our ieldwork analysis. 160 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 se propone que el “camino antiguo del ynga” continuó rumbo sur-oriente para cruzar una cadena de cerros y penetrar en el sector de la Dehesa, luego cruzar el río Mapocho y continuar por los faldeos de la cordillera de Apoquindo, Peñalolén y Macul, en dirección al río Maipo y portezuelo de Chada, en el cordón de Angostura. Durante el período Tawantinsuyu, las tierras de Apoquindo, Peñalolén y Ñuñoa fueron dedicadas a la agricultura, siendo alimentadas por la acequia antigua de Tobalaba y la acequia de Macul (Stehberg & Sotomayor 2012). En este sentido, se postula que el paralelismo de los caminos incaicos tenía una mayor extensión, ya que no concluía en el portezuelo de Huechuraba, como indica el Mapa N° 1, sino que atravesaba toda la cuenca del Mapocho-Maipo, situación que ya fue sugerida en la publicación antes mencionada (Stehberg & Sotomayor 2012). Esta hipótesis requiere de mayores estudios futuros. La segunda hipótesis se relaciona con la posible existencia de instalaciones arquitectónicas (tambos, chasquiwasi) asociadas a los caminos que se están describiendo, las que han desaparecido por problemas asociados al crecimiento urbano y agrícola de Santiago. La primera debió estar en el sector del portezuelo Huechuraba, distante 16,3 km al norte del propuesto centro administrativo y ceremonial del Mapocho (Stehberg & Sotomayor 2012). En dicho sector, el “serro de pan de azúcar” (Negueche) fue un apu que sirvió de orientación a los transeúntes debido a su alta visibilidad desde diferentes puntos del valle del Mapocho. El portezuelo fue mencionado reiteradamente por los testigos del juicio de 1611 como el lugar exacto por donde pasaba el camino del Inga (acsd vol. 18). Respecto al sector del nodo vial, Tomás indio declaró: “vido venir el dho Inga, y le conoció, y a su jente, y le vido, que en la falda de dho serro del portezuelo abaxo hicieron fuego los Yndios Ingas, y pasaron por mitad de las tierras y casa que ahora tiene pobladas en su chacara el dho Juan Peres de Caceres” (acsd vol. D 18, f. 8), declaración que sugiere que allí existió una instalación. A mayor abundamiento, el Mapa N° 1 señala que el deslinde entre los pueblos de indios de Colina y Quelicura pasó justamente por allí, demarcación que seguramente tiene antecedentes en tiempos prehispánicos anteriores. La siguiente instalación arquitectónica asociada al camino debió estar 15,8 km más al norte, en el sector de un nucleamiento incaico emplazado en las inmediaciones del sitio Peldehue (Hermosilla et al. 2005), próximo al cerro La Guaca. Fue este el sector que escogieron los indios del pueblo de Colina cuando, en 1603, el agrimensor Ginés de Lillo les consultó dónde querían que se les asignaran tierras; sector que reirieron como junto al camino del Inga. La siguiente instalación vial (tambo) debió emplazarse en el sector de casas de Chacabuco, 18,3 km más al norte del anterior (46 km al norte de Santiago) –lugar donde el arqueólogo Hans Niemeyer encontró fragmentos de cerámica del período Tawantinsuyu– y, inalmente, en El Castillo (60 km al norte de Santiago), en el valle de Aconcagua, punto nodal del camino inca longitudinal y el camino inca trasandino. Con respecto al ramal paralelo, llama la atención que no se ha encontrado evidencia arqueológica asociada, lo que sumado a que el mapa N° 1 lo denomina “otro camino del Inga”, sin el adjetivo “antiguo”, hace pensar en una obra más reciente, incluso contemporánea a la primera ocupación hispana. El área que se extiende al oeste del “otro camino del Inga” posee casi nula presencia Tawantinsuyu, interrumpida exclusivamente por el sitio Huechún 3 (Stehberg 1981). Este es un importante asentamiento de la Cultura Aconcagua que tuvo fuerte contacto incaico. En el valle de Lampa, por el contrario, se desarrolló otro sector de nucleamiento indígena con fuerte representación Tawantinsuyu. Allí, aparentemente, el Tawantinsuyu no construyó nuevos caminos, sino que aprovechó los antiguos senderos de la población local, los cuales, por lo demás, siguieron en uso durante el período colonial temprano. En este valle, el asiento principal estuvo en “tanbo viejo”, desde el cual, postulamos, se administró la extensa población local incaizada, que dejó testimonio material en distintos lugares a lo largo del valle (homas et al. 1989) y una colonia mitimae de indios “paxareros” en los alrededores de la Laguna, hoy Batuco (Stehberg & Sotomayor 2012). Otro sector de nucleamiento incaico se localizó en el sector de Quilicura, al sur del valle de Lampa y a medio camino hacia el centro administrativo del Mapocho, con importante presencia de sepulturas del período Tawantinsuyu. Este sector fue incorporado al riego mediante la acequia Quilicura procedente de El Salto, de origen incaico. Finalmente, el sector de nucleamiento Tawantinsuyu de Conchalí, Guachuraba y Renca fue regado por la “acequia madre de Guachuraba”, de igual origen, lo que permitió el amplio desarrollo de la agricultura. Vestigios de sus pobladores se han reconocido en varios hallazgos de sepulturas del período considerado. Caminos incaicos en Mapocho norte / R. Stehberg et al. En general, se constató una ocupación Tawantinsuyu de espacios deinidos para control de rutas y de explotación agrícola y productos suntuarios (plumas), donde la estrategia no era coercitiva (no existen pucarás o reductos fortiicados en el área), sino de “conquista ritual” (Hermosilla et al. 2005) o de introducción de “elementos de eicacia simbólica” (Uribe 1999-2000). Aparentemente, la población local se incorporó pacíicamente al Tawantinsuyu, manteniendo parte de sus manifestaciones culturales locales. En el sitio habitacional de Huechún-3, por ejemplo, los platos de cerámica tipo Aconcagua Anaranjado mantuvieron en su cara exterior el emblemático motivo trinacrio en color negro sobre naranja, mientras que la supericie interior fue pintada con diseños trícromos de origen cuzqueño o diaguitaincaico. En el cementerio Las Tinajas, en Quilicura, los grupos locales acomodaron y resigniicaron los diseños con motivos foráneos traídos por el Tawantinsuyu, adaptándolos a su cosmovisión. Así, por ejemplo, motivos decorativos cerámicos que en el área diaguita o cuzqueña eran organizados espacialmente siguiendo el principio de la cuatripartición, en el Mapocho fueron agrupados siguiendo el principio de la tripartición. Resulta bastante evidente que, con el apoyo y la colaboración de la comunidad local, el Tawantinsuyu pudo controlar el estratégico acceso norte de la cuenca del Mapocho. En este sentido, la estrategia seguida por el conquistador Pedro de Valdivia y sus soldados fue bastante distinta. La convivencia pacíica con los habitantes del Mapocho-Maipo duró muy poco y al cabo de unos meses los enfrentamientos se hicieron cada vez más intensos (León 1991). Valdivia, consciente de la importancia de mantener el control de la población local, de las vías de comunicación marítima y terrestre con el Perú y del acceso a recursos naturales valiosos como el oro de Tiltil, la cal de Tentencura y los bosques aledaños, se autoasignó el territorio comprendido entre el cerro de Galaz por el sur y el río Aconcagua por el norte, y desde el Qhapaq Ñan por el oriente hasta las tierras bajas cercanas al océano por el poniente, lo que incluyó a sus habitantes que, en la práctica y pese a la legislación protectora emanada de la Corona a favor de los indígenas, pasaron a ser esclavos. Constituyó así una unidad económica que se conoció como la “Estancia del Gobernador”. En su interior se impuso una férrea disciplina conforme a la cual, por ejemplo, “se le cortó un pie” al cacique principal del valle de Lampa por quererse rebelar (ra vol. 1978, pieza 1ª). Controlada la región hacia 1552, 161 cedió sus tierras a terceros, partiendo por la mitad el valle de Lampa con la mitad de sus indios, que fueron entregados el 14 de noviembre de 1552. Posteriormente, el Cabildo de Santiago continuó otorgando estas tierras a beneméritos del Reino, para estancia de su ganado. Un proceso distinto siguieron las bien irrigadas tierras de Conchalí, Huechuraba, Renca y Quilicura, las cuales, presumiblemente en virtud de la creencia de ser incaicas, fueron tempranamente otorgadas en merced de chacra a los vecinos europeos de la ciudad de Santiago para vivienda y cultivo, proceso similar al resto de las tierras dadas en chacra de otros sectores de la cuenca de los ríos Maipo-Mapocho. Los mapas en referencia conirmaron la importancia estratégica de esta área, representada por su conectividad con los territorios de más al norte, donde los senderos fueron indispensables para la supervivencia de los habitantes de los valles de Mapocho-Maipo, tanto en tiempos prehispánicos tardíos como durante el proceso de conquista europea. De las cinco rutas viales en uso durante el siglo xvi y principios del siguiente, dos tuvieron origen incaico, y de las tres restantes, al menos una es mencionada como de origen indígena local. NOTAS 1 Estos trabajos se hicieron en el marco del proyecto “Articulaciones entre instalaciones arquitectónicas, red hidráulica, caminos estatales y paisaje ritualizado en los valles de MapochoMaipo durante el período Tawantinsuyu”, patrocinado por el Museo Nacional de Historia Natural y inanciado por fondecyt 1140043/2014-2016. 2 Se realizaron diez salidas a terreno los meses de junio y julio de 2014, en las cuales participaron los autores de este artículo más el arqueólogo José Berenguer. REFERENCIAS Acuto, F., 2014. Paisajes rituales incaicos. Una mirada desde las crónicas coloniales. Haucaypata 3 (8): 123-130. Lima. Berenguer, J., 2011. Unkus ajedrezados en el arte rupestre del sur del Tawantinsuyu: ¿la estrecha camiseta de la nueva servidumbre? En Las tierras altas del área centro sur andina entre el 1000 y el 1600 d.c. tanoa ii, M. Albeck, M. Ruiz & B. Cremonte, Eds., pp. 311-352. Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy. Hermosilla, N.; C. González & D. Baudet, 2005. Sitio Peldehue: rescate de un contexto funerario Inca en un sitio habitacional Aconcagua. Xama 15-18: 263-278. 162 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017 Keller, C., 1960. Los orígenes de Quillota. Boletín Academia Chilena de la Historia. Santiago. León, L., 1991. La merma de la sociedad indígena de Chile central y la última guerra de los Promaucaes, 1541-1558. St. Andrews: Institut of Ameridian Studies, University of St. Andrews. Martínez, G., 2009. Qhapaq Ñan. El Camino Inca y las transformaciones territoriales en los Andes peruanos. Ería 78-79: 21–38. Mostny, G., 1947. Un cementerio incásico en Chile Central. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural 23: 17-41. Mostny, G., 1957. La Momia del Cerro El Plomo. Boletín del Museo Nacional de Historia natural 27 (1). Rivera, M. & J. Hyslop, 1984. Algunas estrategias para el estudio del Camino del Inka en la Región de Santiago. Cuadernos de Historia 4: 109-112. Rosales, A., 1887. La Cañadilla de Santiago. 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Este segundo grupo de trabajos testimonia la variedad de las propuestas expuestas en la reunión desarollada a ines de marzo de 2015 en San Pedro de Atacama, Chile. Sumados a los ocho artículos precedentes del número 1, completa un total de 18 escritos –considerando entre ellos el homenaje dedicado al Dr. J. Roberto Bárcena–, que dan cuenta de un quehacer investigativo inédito sobre el repertorio vial del Inka, efectuado exclusivamente por investigadores sudamericanos de Perú, Bolivia, Argentina y Chile.1 Se encuentran en este número las propuestas metodológicas de Alfredo Bar, en relación a la sectorización y nomenclatura del Qhapaq Ñan como una herramienta de estandarización del registro caminero de campo. Luego, Joseph Bernabé resume las características de la red vial inka en la Pampa de Lampas, al sur del Callejón de Huaylas, en el Departamento de Ancash, detallando un camino formalizado de 28 m de ancho, los asentamientos implementados y el papel jugado por el camino en las interacciones sociopolíticas y económicas, como también en el ámbito ceremonial. A continuación, Guido Casaverde plantea la importancia del reconocimiento de una serie de aspectos viales y de la geografía que posibilitan discutir sobre la movilidad y la cronología relativa de los caminos, tomando como ejemplo el derrotero del Pariacaca, en el distrito de Tanta, Departamento de Lima. Estos tres primeros trabajos se han generado en el marco del Proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura de Perú, y prueban el compromiso efectivo del Estado Peruano con un bien patrimonial único, situación que hasta el momento no es replicada en el resto de los otros paises sudamericanos con evidencias viales inkaicas. En un territorio argentino emblemático para los estudios prehispánicos del Noreste Argentino, como es la Quebrada de Humahuaca, Pablo Ochoa y Clarisa Otero exponen las características y la variabilidad arquitectónica del sistema vial inkaico en el sector central de dicha quebrada, que expresa para los autores las conexiones del camino con determinados sitios, pero que también integra la gravitación simbólica del paisaje en la organización del espacio. Desde Bolivia, Walter Sánchez reune antecedentes documentales para reconstruir la entrada de Francisco de Hinojosa en el siglo XVI a la “Montaña de los Moxos”, en Cochabamba. 1 El Dr. Eduardo Almeida de Ecuador, por un compromiso institucional, publicó su ponencia del taller en una revista del ese país, mientras que los colegas de Colombia, no enviaron las rectiicaciones a su artículo original. 8 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Estudia las posibles rutas de ingreso de los españoles en época colonial, buscando deinir la existencia de las poblaciones locales que habitaban dicha región y precisar las distinciones entre las rutas que emplearon los españoles y los caminos locales, que al parecer no fueron utilizados por los europeos. Dos trabajos de Chile, uno de Iván Muñoz sobre las especiicaciones del Qhapaq Ñan en la precordillera de Arica, que apunta a reconocer al papel trascendente de la ruta inka para deinir el poblamiento tardío, basado en una ruta preexistente, y otro de Cecilia Sanhueza, que profundiza en el tema de las probables signiicaciones de los hitos camineros de la región de Antofagasta, representan aportes al entendimiento del camino y sus relaciones con las poblaciones locales en el primer caso, y en cómo los inkas emplearon las saywas en la ordenación simbólica y efectiva de un amplio espacio del desierto de Atacama, en el segundo caso. Roberto Bárcena propone que la quebrada del arroyo Peña Negra y el paso de La Ollita, constituyeron uno de los focos de mayor transitabilidad desde épocas prehispánicas, inkaicas, coloniales y posteriores. De igual forma, con su investigación desestima el planteamiento historiográico clásico de la utilización del paso San Francisco por parte de Diego de Almagro y su hueste. Cierra este número Sergio Martin, también con un artículo dedicado a un espacio riojano. Postula que las particulares evidencias arqueológicas inkas de la Sierra de Famatina, tales como algunas singularidades del camino, ushnus y plataformas ceremoniales, junto a otros sitios identiicados, representan en conjunto manifestaciones ideológicas que caracterizan este territorio ubicado al sur del Collasuyu, como una wak’a interregional. Estas contribuciones, siguiendo a las presentadas en el número anterior, destacan la vitalidad análitica, teórica e interpretativa de la temática vial inkaica, que ha logrado trascender las aproximaciones etnohistóricas que marcaron inicialmente la problemática en el siglo XX. Asimismo, van más allá de las indispensables aunque básicas descripciones del camino, implementando estudios macro y micromorfológicos, y una vision sistémica que integra los distintos componentes de una determinada ocupación inkaica, con una ineludible articulación simétrica con el paisaje, inquiriendo, igualmente, en las probables signiicaciones del sistema caminero inka. De esta forma, las ponencias, las discusiones y las actas publicadas del Qhapaq Ñan I, Taller Internacional en torno al Sistema Vial Inkaico, han permitido conigurar arqueológicamente un primer acercamiento colectivo hacia la relevancia económica, política, social y ceremonial del caminar en los Andes durante el Tawantinsuyu. Sin embargo, también han posibilitado comprender que las rutas y las vías de comunicación fueron consustanciales al desarrollo de las sociedades andinas y su memoria colectiva a lo largo del tiempo, cumpliendo, además, un rol trascendente en la actualidad. José Berenguer; Carlos González, Cecilia Sanhueza & Christian Vitry El gran camino Inka: construyendo un Imperio. Una exhibición sobre el Qhapaq Ñan en el Museo Nacional del Indígena Americano, Smithsonian Institution RAMIRO MATOSA El comité organizador del “Taller Internacional Qhapaq Ñan I”, realizado en Atacama, Chile, tuvo la gentileza de invitarme para hablar sobre la exhibición que el Museo Nacional del Indígena Americano, de la Smithsonian Institution, estuvo preparando en aquel entonces sobre el sistema vial inka. La exhibición, de carácter bilingüe, se tituló: “The great Inka Road. Engineering an empire” (“El Gran Camino Inka: construyendo un imperio”) y fue inaugurada el 26 de junio de 2015 en el ediicio principal del museo, ubicado en Washington, D.C. Con la muestra, Smithsonian se adhiere al homenaje que la sociedad contemporánea tributa a la monumental obra inka, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en su reunión anual realizada el 21 de junio de 2014 en Qatar.1 Las seis repúblicas de la region andina que tienen el privilegio de heredar este hermoso legado son: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. La exhibición coincidió con el 1er aniversario de la declaración del Qhapaq Ñan como Patrimonio de la Humanidad. Las embajadas de los seis países acreditados ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y los directivos de Smithsonian se unieron para honrar el legado inka. Como parte del programa inaugural, se organizó una mesa redonda en la OEA con ponentes de los países andinos y un simposio de dos días en el museo con participación de expertos en el tema. Tanto el embajador de la Misión Permanente del Perú ante la OEA, Dr. Juan Jiménez Mayor, como el subsecretario para Historia, Arte y Cultura del Smithsonian, Dr. Richard Kurin, destacaron el valor histórico, cultural, social y político del Qhapaq Ñan. Los inkas organizaron un imperio original, inédito, andino, diferente a los conocidos en la historia universal, el más extenso y complejo del Nuevo Mundo. Lo llamaron Tawantinsuyu, “territorio de los cuatro suyu unidos”. Para airmar la expansión y dominio de los territorios conquistados, habilitaron una estratégica red vial dedicada a cohesionar y facilitar funciones administrativas del Estado. Aprovecharon los caminos pre-existentes, construyeron otros nuevos y organizaron el sistema vial de mayor longitud y eicacia en la América precolombina. Se estima que la longitud de esta red era de unos 40.000 km. Fue la infraestructura más completa, rápida y eiciente para el transporte, comunicaciones e interacción en América durante el A Ramiro Matos, curador para América Latina y curador de la Exposición, Smithsonian Institute, email: matosr@si.edu 10 siglo Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 XV. Por su monumentalidad y magniicencia, el Camino Inka fue ya comparado por los españoles en el siglo XVI con el romano, porque no existía un sistema similar en Europa más que los residuos del camino romano. El camino andino fue llamado Qhapaq Ñan, que en la lengua quechua y puquina quiere decir “Camino del Señor”. Ñan es quechua y signiica “camino”, mientras qhapaq es lengua puquina y denota “señor”. El estudio pionero de John Hyslop (1984), que incluye un mapa sobre el sistema vial inka, tantas veces reproducido en los ensayos dedicados al tema, ha sido un libro-guía. Para la exhibición, los colegas de los seis países que trabajaron bajo la coordinación de UNESCO, tuvieron la generosidad de compartir sus datos con nosotros, con los cuales preparamos un mapa reactualizado (ig.1). El territorio inka se extendía hasta donde llegaba el Qhapaq Ñan. Este fue un símbolo del Estado, habilitado para el control político; al mismo tiempo que un agente civilizador, responsable de la difusión de tecnologías, creencias, costumbres, lengua, música y danzas. El proceso civilizador ha dejado profundas huellas que hoy vemos en las sociedades campesinas. Además, su dimensión subcontinental no solamente ha permitido desarrollar un gran imperio en los Andes, sino también sostener por más de cuatrocientos años la administración colonial y mantenerse vigente al servicio de las comunidades campesinas contemporáneas (Castro 2004: 41). El Qhapaq Ñan ha jugado un rol importante en la historia andina, nunca ha perdido su misión integradora y articuladora, tanto en el tiempo uniendo el presente con el pasado, como en el espacio vinculando las poblaciones y ecologías. Esa fuerza histórica y cultural del Qhapaq Ñan ha sido el pivote estimulante en la preparación de la exhibición. La tarea de organizar la exhibición fue grande y compleja, haciéndose eco de la naturaleza de la infraestructura vial. En este sentido, sabemos que el Qhapaq Ñan gozó de gran protagonismo en el Estado Inka, y ello se quiso reproducir en la sala de exhibición. Tratamos de entender el antiguo camino en sus diversas expresiones, signiicados y simbolismos, para lo cual acudimos al registro arqueológico, al testimonio de los usuarios quechuas y aimaras contemporáneos y a la información histórica. Apelando a la moderna tecnología electrónica, preparamos maquetas virtuales, interactivos mecánicos y pantallas informativas. Con esos auxiliares electrónicos, pretendimos llevar a los visitantes por viajes imaginarios por las cuatro regiones o suyus, los diversos pisos ecológicos y la pintoresca y agresiva geografía andina; asimismo, a través del sistema de transporte exploramos algunas facetas de la historia inka, la estructura del Estado y el vasto territorio del Tawantinsuyu. Se mostró al camino como agente integrador de geografías y poblaciones, al unir la costa con la sierra y la selva, y al articular los valles con los altiplanos en una relación de verticalidad. ¿QUÉ FUE EL QHAPAQ ÑAN? El sistema vial inka es el monumento más grande en la arqueología americana, una obra de ingeniería de grandes proporciones de la América preindustrial. Los segmentos del camino que El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos 11 SIMBOLOGÍA Camino principal Camino secundario PLAZA HAUKAYPATA (Cusco) 0 10 Km Figura 1. Mapa actualizado del sistema vial inkaico. Figure 1. Updated map of Inka Road system. resistieron al tiempo siguen impresionando al visitante por su monumentalidad, la tecnología constructiva y el peril que muestra sobre el paisaje andino. Observado panorámicamente, luce imponente, invitando a relexionar sobre las estrategias para dominar una de las geografías más complejas del planeta sin el auxilio de soisticados instrumentos. El camino atraviesa desiertos costeros y la cadena montañosa de los Andes, uniendo la cuenca del Pacíico con la alta Amazonía y los Andes septentrionales con los meridionales (Hyslop 1984). De esta manera, ha articulado la gran diversidad de ecologías del territorio andino, así como la diversidad de poblaciones asentadas sobre él, ayudando a la formación de la tradición en la cultura andina. Estratégicamente, esta red vial permitió integrar la diversidad de ecologías y grupos étnicos a una administración centralizada. En poco tiempo, los inkas construyeron un poderoso imperio, similar a cualquier otro de su época, con gobierno centralizado en la capital, el Cusco, y una gran red de caminos que le 12 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 permitía articular luidamente con los gobiernos provinciales. La estructura del Estado estaba apoyada por instituciones administrativas y una burocracia jerarquizada expandida por todo el territorio. El imperio tenía una iglesia bien organizada, ejército, centros de enseñanza, etc., sobre cuyas instituciones el profesor John Murra destacaba “dentro de los modelos occidentales es difícilmente inteligible, imaginar un estado imperial sin mercado, sin moneda, sin transacciones comerciales basadas en oferta y demanda como los mercados occidentales, sin escritura convencional” (Murra 1975: 207). El Estado Inka no tenía un régimen tributario en bienes o moneda, pero disponía del servicio obligatorio llamado mit’a, una forma de tributo en trabajo, mediante el cual el Estado recibía trabajadores especializados que se desplazaban por todo el imperio para cumplir con su servicio. El trabajo se organizaba de acuerdo a la agenda político-administrativa y con atención al calendario agrícola. Se dice que el Inka salía en campaña después de las cosechas y volvía para la siembra. El trabajo público se ejecutaba durante los meses de sequía y solo los especialistas entrenados para un oicio permanecían todo el año en su taller. Estos profesionales llamados kamayuq estaban exceptuados del servicio de mit’a. Guaman Poma (1980 [1615]) describe como quiro camayoq al carpintero, rumita chicoc al picapedrero, pirca camayoc al albañil, etc. El Estado planiicaba las obras tomando en cuenta las necesidades y los especialistas a disposición. Una de las obras prioritarias habría sido la construcción y mantenimiento del Qhapaq Ñan. Es obvio, la red vial debía estar en perfectas condiciones para atender las funciones del Estado. El camino no solamente unía los centros administrativos, de redistribución y de almacenaje, sino también los campos agrícolas, plantaciones de coca, reservas de guano, yacimientos mineros, centros de producción y muchos otros más (Murra 1975: 23). Durante el gobierno inka, el servicio de mit’a aseguraba que la materia prima, como la lana de camélidos de la puna, el guano en la costa, madera de la selva, etc., llegara a tiempo y en cantidades suicientes a los centros de producción, las cosechas a los centros de almacenaje, las colcas y lugares de redistribución. La energía que los mitayos entregaban al Estado era también una forma de interacción social llamado ayni o reciprocidad. Se trataba de prestaciones recíprocas de servicios. El poder político en los Andes se basaba en la redistribución, una acción avanzada en la interacción humana, un nivel amplio y genérico de reciprocidad (Murra 1975, 2002; Pease 2004). El poder inka se materializaba en la fuerza del ayni como prestación de servicios, movilizando miles de trabajadores por todo el territorio para cumplir con la mit’a y lealtad. Los caminos cumplían funciones culturales, sociales y cosmológicas, conectando lugares y gente. Estos no se desplazan al azar, sus trazos y construcciones no son casualidades, pues obedecen a criterios estratégicamente planiicados desde la sociedad. El sistema de caminos constituye el “nervio motor” en la actividad cotidiana de los pueblos, enraizando sus costum- El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos 13 bres y la rutina diaria. Para cientos de comunidades indígenas asentadas en los Andes, acaso los mismos caminos preinkaicos siguen sirviendo ahora como antes, con la misma vitalidad, “llevando” gente y bienes de un lado a otro. Metafóricamente hablando, el camino es la hebra de un tejido que entrelaza un pueblo con los otros (Erickson 2000). En ese universo, para las comunidades indígenas de antes y de ahora, el camino es parte de su cosmología, tiene vida y espíritu, convive con la gente. Esta fuerza real del Camino Inka es lo que se trata de mostrar en la exhibición. La historia oral ha sido elocuente para entender la vitalidad del Qhapaq ñan a través del tiempo, aunque no siempre es fácil ilustrarla en una sala. ORGANIZACIÓN DE LA EXHIBICIÓN El diorama está organizado en once secciones. Tratamos de mostrar el sistema vial andino desde las perspectivas sincrónica y diacrónica. El visitante debe conocer que la red de caminos en los Andes no es solamente obra inka. Tratamos de ofrecer información suiciente para identiicar a los inkas en el tiempo y espacio, así como la historia del camino como parte de la historia de la civilización andina. Presentamos el sistema vial como parte del proceso histórico cultural. En la cronología de las culturas preoccidentales, los inkas están presentes en un corto período: 1400-1532 DC. Después del episodio de Cajamarca y la muerte de Atahualpa, el Tawantinsuyu fue destruido, el camino perdió su status político, mas no su religiosidad, ni sus funciones para el transporte, comunicación e interacción. Consistente con la metodología y los principios que impulsa el NMAI, tratamos de destacar la información etnográica y la historia oral que cuentan los líderes nativos quechua y aimara, usuarios contemporáneos del camino. En tal sentido, entendemos el Qhapaq Ñan desde una perspectiva etnoarqueológica. En líneas siguientes explicamos el contenido por secciones. Introducción Muestra fotos del paisaje andino y unas palabras del Secretario del Smithsonian, Dr. Wayne Clough, como introducción y mensaje. Clough compara el costo de una autopista moderna de los Estados Unidos con lo que habría costado la habilitación del Camino Inka. Un lyover muestra la red de caminos desde el aire. Los ancestros Presenta cuatro emblemáticas culturas pre-Inkas: Chavín (primer milenio AC); Tiwanaku, con su centro de poder a orillas del Lago Titicaca; Wari en Ayacucho, sierra central del Perú; y Chimú, en la costa norte del Perú, cuya capital Chan Chan fue la ciudad más grande del hemisferio occidental en su momento (siglos XII-XIV). Las tres primeras culturas vivieron una expansión pa- nandina, mientras que la Chimú hizo lo propio por los valles de la costa norte peruana, con 14 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 asentamiento y templos en diversos lugares. Estos movimientos implicaron la obvia existencia de caminos, sobre algunos de los cuales los inkas construyeron otros mejores. Mencionamos también a los antecesores inmediatos de los inkas en Cusco: Killke y Ayarmaca. Mitos de origen De los dos mitos más conocidos sobre el origen de los inkas, escogimos el de la pareja de esposos-hermanos: Manco Capac y Mama Ocllo, que salieron del lago Titicaca, enviados en peregrinaje por el padre Inti (Sol), con la misión de fundar una ciudad sagrada y civilizar a las gentes. Manco es el primer Sapa Inka en la dinastía de trece. Durante el viaje de Titicaca a Acapana (nombre del valle de Cusco antes de los inkas) habilitó el primer camino. Una pantalla con dibujos animados narra el mito en la voz de una niña ecuatoriana. Cusco Chawpi o Centro. Cusco fue fundado a comienzos del siglo XVI por Manco Capac, en medio de un valle fértil (Urton 2004). El noveno monarca, Pachacutec Inka (1438-1471), después de triunfar sobre los chankas, transformó la ciudad imponiendo un nuevo orden, físico, social y cosmológico. La ciudad tiene la forma de un puma, con el peril del cuerpo delineado por los ríos Tullumayu y Saphy, la cabeza en Saqsaywaman, la panza es la plaza Hawkaypata, el chawpi o centro de la ciudad, y la cola formada por la unión de los dos ríos, llamado Pumachupan (cola de puma) (Betanzos 1968 [1551]: cap. XVII). La residencia de las panacas (familias reales) se encontraba dentro de la silueta del puma. La ciudad estuvo dividida en dos secciones: Hanan Cusco (Cusco de arriba) y (L/R) Hurin Cusco (Cusco de abajo). La división tenía siginiicado físico, ideológico y social. Los primeros cinco Inkas pertenecían a (L/R) Hurin Cusco y los siguientes a Hanan. El eje imaginario este-oeste cruzaba por el Hawkaypata, el cual estaba cortado por otro de norte a sur, dando inicio a la formación de los cuatro cuadrantes del Tawantinsuyu, el territorio de “cuatro regiones unidas”. La plaza era el chawpinpa chawpin (centro del centro). Los dos suyus: Chinchaysuyu y Antisuyu correspondían al hanan y los otros: Collasuyu y Contisuyu al (L/R) hurin. El relevamiento isométrico y el 3D de la ciudad inka fueron hechos por Ricardo Mar y Alejandro Beltrán (Alfaro et al. 2014). Cusco fue la capital del Tawantinsuyu, el centro de poder y de gobierno inka, el chawpi del universo inka, popularmente llamado “ombligo del mundo”. Como cualquier capital de imperio, Cusco fue construido para la administración del Estado, la burocracia administrativa, clero, ejército y servicios públicos. Susan Ramírez (2005) menciona que bajo el Estado Inka, Cusco denotaba al Inka, así como el Inka denotaba al Cusco, uno era el chawpi físico, espacio ijo, y el otro el chawpi movible. La persona del Inka encarnaba el chawpi. De cada cuadrante de la plaza Hawkaypata salían tres calles, las cuales se juntaban al llegar a la puerta de salida del valle. En cada salida había una “puerta” con gran visibilidad y El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos 15 signiicado político-religioso. La que conduce al Chinchaysuyu se llama Titi Tica, la cual fue transformada en la Colonia, construyendo arcos sobre los muros inkas. Por ser la vía que conduce a Lima, el sitio conserva sus funciones hasta la actualidad, es un lugar de despedida y bienvenida a la vez. La puerta que conduce al Collasuyu se llama Rumicolca, está conservada; la que sale a Antisuyu es Yuncaypata, en referencia a la selva (yunca/yunga signiica "selva alta"). La puerta que conduce al Contisuyu prácticamente ha desaparecido. En Cusco había otros caminos religiosos llamados ceques, los cuales salían del templo Qoricancha. Hubo 41 ceques organizados en grupos de tres (tríade). Los tres suyus mayores: Chinchaysuyu, Antisuyu y Collasuyu, tenían 9 ceques, mientras que el pequeño, Contisuyu, contaba con 14. La organización tripartita funcionaba también como principio organizador, generacional y social. Collana es el principal, más antiguo, y Cayao el lado opuesto, quedando Payao como intermedio. Los autores también sugieren que la organización de los ceques tenía funciones calendáricas, con indicación de jerarquías generacionales (Bauer 2000: 40; Zuidema 2010: 759). Alrededor de la plaza Hawkaypa se encontraban los recintos públicos, palacios como la Cassana, atribuido como residencias de Pachacutic (Garcilaso) y Huayna Capac (Pedro Pizarro), Qora Qora (Tupac Inka Yupanqui), dos kallankas o“galpones” para reuniones públicas, un ediicio en forma de cubo llamado Sunturhuasi. Luego continuaban otros aposentos como el Acllawasi, Amarukancha, Kusicancha y muchos otros (Farrington 2013), agrupados en doce barrios descritos por Garcilaso (Rostworowski 2009: 74). Las residencias estaban organizadas en torno a un patio cuadrangular, rodeado de recintos, por lo que se les llamaba kancha. La ciudad estaba ordenada en parcialidades reales y no reales. Los cronistas de la Colonia nos han dejado profusa información histórica sobre Cusco. La plaza tenía dos secciones: el Hawkaypata (andén de iestas) y el Kusipata (andén de alegría). En medio de la plaza había una fuente de agua, donde se bañaba el dios Illapa o Trueno, considerado hermano de Pachacutic. Destacaba el ushnu, un altar piramidal dedicado a Inti, sobre el cual había una wanka o piedra cilíndrica. El sol de los inka tenía forma humana. El suelo de la plaza estuvo cubierto con arena llevada del mar, sobre la cual “plantaron” vasos de oro y plata, estatuillas de alpaca, llama, felino y hombres, esculturas de piedra, oro, plata y mullu, algunos de tamaño natural. Para ingresar a Cusco había que cumplir con un ritual y pedir permiso para transitar sobre su suelo. En la exhibición presentamos a Demetrio Roca Wallparimachi, de 94 años, rezando en quechua antes de ingresar a Cusco, ritual que repite desde su infancia, cuando llegó por primera vez con su madre en 1928. Zuidema cuenta que cuando llegó por primera vez a Cusco en 1960, sus compañeros de viaje le obligaron bajar del vehículo para orar y cumplir con el ritual. 16 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Para una mejor visualización del Cusco, se ha montado una maqueta electrónica con varios accesos pulsando señales. El visitante puede ver, escuchar la narración y tener una mejor experiencia sobre detalles de los recintos emblemáticos, como el templo Qoricancha, el centro administrativo de Kusicancha, Saqsaywaman, Hawkaypata, residencias, etc. La maqueta es ampliada con isométricos en 3D, los cuales muestran la división Hanan (arriba) y (L/R) Hurin (abajo), la isonomía original de la ciudad, con residencias construidas sobre andenes y el plano de la ciudad con terrazas que se suceden desde el fondo del valle llamado Angostura hasta Saqsaywaman, sobre las cuales ediicaron los grandes aposentos o kanchas. Algunos de esos andenes todavía son visibles, otros quedan en la memoria de los ancianos que los recuerdan. Con la introducción de la rueda, primero con las carrozas de la Colonia, luego los vehículos motorizados, los andenes fueron aplanados, quedando muy pocos in situ. Con los testimonios recogidos, podemos airmar que Cusco fue transformada dramáticamente en los últimos 70-80 años. Los ancianos recuerdan con nostalgia los andenes, calles y casas inkas. Fue interesante hacer etnografía en la ciudad y escuchar las historias orales. Fuera del área ocupada por la silueta del puma, en la periferia, se encontraban las viviendas de los mit’ayoq, jornaleros que acudían a Cusco para cumplir con su obligación de tributo y de las guarniciones militares. En esta sección mostramos objetos originales inkas, en oro, plata, aríbalos, quipus, mullu (Spondylus princeps), una hermosa túnica con decoración de tukapu de la colección de Dumbarton Oaks y otros objetos imperiales. Para el valle del Cusco, la exhibición se ha beneiciado con la investigación de Donato Amado sobre caminos sagrados y seculares. En este trabajo, Amado incluso ha podido identiicar al autor de alguno de los caminos, como por ejemplo el “camino viejo del Inka”, atribuido a Pachacutic, así como los caminos que fueron marcadores de dos suyus, etc. (ig. 2). Rostworowski (2009: 89) ofrece otro dato para Pachacamac, señalando que “existían cinco caminos que cruzaban Pachacamac de norte a sur, los cuales correspondían a diferentes grupos de pobladores según sus oicios: sabemos que el quinto correspondía a los chasquis, mensajeros incaicos, portadores de noticias, era el camino que bordeaba el mar. El cuarto correspondía a los pescadores, servía para el trajín del pescado. Se desconocen las funciones especiales de las otras rutas”. Citando a Gutiérrez de Santa Clara, Rostworowski (2009) señala que en Collasuyu había tres caminos, el del medio era para uso del Inka. En la actualidad se reconoce en la cuenca del Titicaca dos ramales del camino: Uma y Urqo. Expansión y conquistas De los trece Inkas de la dinastía, los cinco primeros son considerados mitológicos y los demás históricos. De estos últimos, solo tres fueron conquistadores, que expandieron el territorio del Tawantinsuyu hasta la extensión que conocemos, Pasto en Colombia por el norte, río Maule El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos COLOMBIA ECUADOR PERÚ BOLIVIA CHILE ARGENTINA SIMBOLOGÍA Caminos del Tahuantinsuyu Tahuantinsuyu Límites internacionales Figura 2. Mapa con los caminos del Tahuantinsuyu. Figure 2. Map of Tahuantinsuyu roads. 17 18 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 en Chile por el sur, la ceja de montaña por el oriente y el Océano Pacíico por el occidente. Los Inkas guerreros fueron Pachacutec, Tupac Inka Yupanqui y Huayna Capac. Exploramos los objetivos de la expansión y conquista inka, particularmente la misión religiosa, la difusión del culto al Inti, la construcción de ushnus por todo el Tawantinsuyu y los peregrinajes, algunos de ellos vigente en la actualidad, como el caso de Qoyllurit’i en Cusco. Así mismo se menciona, como objetos de la expansión, el acceso y apropiación de las tierras de cultivo y pastoreo, agregando nuevas haciendas al Estado y la iglesia, la explotación de los recursos mineros, el oro, la plata, cobre, salineras, así como las plantaciones de coca, plantas medicinales, el mullu en la costa de Guayaquil, mopa mopa en Putumayo, Colombia, etc. Por supuesto, el recurso más importante fue el acceso a la mano de obra, enrolando a los expertos para llevarlos al Cusco como instructores en los centros de entrenamiento y producción, y los demás, jefes de familias censados en cada comunidad, para cumplir con el servicio de mit’a. Pachacutec, “transformador del mundo”, fue el Inka visionario: reordenó el Cusco y expandió el territorio del Imperio hasta Conchucos y Cajamarca. Impulsó la agricultura en la región de Chinchaysuyu hasta los reinos altiplánicos del Collasuyu, donde fomentó también la ganadería y buscó el acceso a los recursos mineros. Tupac Inka Yupanqui continuó con las campañas iniciadas por su padre y llegó a conquistar a los cañares, los caranques, los mantas y los huancavilcas, asediando también al reino Chimor, el señorío Ishma o Pachacamac y el reino de Chincha con su templo Chinchaycamac (estos últimos sometidos mediante la diplomacia). Por el Qollasuyu consolidó el dominio sobre los reinos aimaras y continuó hacia la región diaguita hasta el río Maule. Por la sierra avanzó a Cochabamba en Bolivia, Juyuy, la Quebrada de Humahuaca, y luego hasta las provincias modernas de Mendoza y Córdoba en Argentina. En esos territorios se beneició de las minas de oro, plata, cobre y plomo. El período de Huayna Capac se caracterizó por las rebeliones, varias nacionalidades descontentas con el gobierno del Cusco se sublevaron. El Inka se dedicó a paciicar a los grupos alzados, por lo cual sus conquistas agregaron escasos territorios al imperio. Murió en Quito poco tiempo después, afectado por la viruela (ig. 3). Durante el gobierno inka se crearon talleres exclusivos para producir objetos para el Estado y la iglesia. Se trataba de bienes dedicados al uso y servicio del Inka, las panacas, el sacerdocio, los templos y espacios sagrados. Fabricaron objetos estandarizados con el mismo patrón decorativo y forma. Unos fueron producidos en Cusco y otros en provincias. A los primeros se les conoce como estilo inka imperial y los segundos como estilo inka provincial. Estos últimos no dejan de expresar la tradición de su cultura ancestral propia. En tal sentido, en la cultura material inka son muy conocidas la cerámica, tejidos kumpi, objetos en oro y plata repujado, estatuillas en cerámica, oro, plata y cobre, los cuales repiten el mismo peril de cuerpo, cara, tratamiento, tanto en eigie de animales como humanos. El patrón de diseño decorativo y la manufactura se reproduce como si fuera fábrica de símbolos oiciales. El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos COLOMBIA ECUADOR PERÚ BOLIVIA ARGENTINA CHILE SIMBOLOGÍA Pachacuti (1438-1471) Túpac Inka (1471-1493) Huayna Capac (1493-1527) Límites internacionales Figura 3. Mapa de las conquistas inkas. Figure 3. Map of Inka conquests. 19 20 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 El Estado administraba grandes y óptimos centros de producción en Cusco y en las cabeceras de provincias, donde funcionaban talleres con experimentados maestros y trabajadores, así como las acllawasi, lugares donde vivían las mujeres escogidas, dedicadas exclusivamente a producir inos tejidos kumpi y otros objetos para el Inka y su familia, el sacerdocio y los templos. En esos talleres obviamente producían objetos de alta calidad, repitiendo el mismo patrón regulado por la administración. Esos objetos eran transportados por el Qhapaq Ñan de un lado a otro, de Cusco a las provincias, generalmente como donaciones a los señores étnicos y para ofrendas a las divinidades locales. Mientras era notable la producción estandarizada de objetos muebles, no ocurría lo mismo con la ediicación de nuevos asentamientos. La planiicación y construcción de las nuevas instalaciones, aunque respondían a un “urbanismo obligado”, como señalaron Morris y von Hagen (1993) y Hyslop (1990), no repetían el modelo de Cusco, aunque se preocuparon por construir los ediicios emblemáticos del Estado, como la kallanka, el acllawasi, las colcas, la plaza, el ushnu, etc., sin copiar necesariamente el plano de la ciudad prototipo. Más bien, el registro arqueológico revela que las nuevas instalaciones se adecuaban a la topografía del suelo y la magnitud de la provincia. Tienen la apariencia de Cusco, pero ninguno es copia o igual a la ciudad capital. Hyslop (1990), durante su recorrido por las provincias de Tawantinsuyu se dio cuenta de este hecho, señalando que no existen dos asentamientos inkas iguales. Durante nuestro recorrido por los cuatro suyus, nos dimos cuenta de otro detalle importante, el cual dejamos para futuras investigaciones. La construcción con sillar labrado, de estilo Cusqueño, fue difundido hacia el Chinchaysuyu, mientras que está casi ausente en el Collasuyu. Existen ediicios de sillar en lugares remotos como Caranque, San Agustín de Cayos, hasta Rumichaca en Ecuador, el cual es débil o ausente en Collasuyu a pesar de tener la tradición de Tiwanaku. En Antisuyu hay algunos ejemplos en Vilcabamba y Chachapoyas, mientras que en Contisuyu su presencia es muy débil. Otro caso que merece estudiarse es la práctica de la capaqucha, los entierros de ofrendas humanas en altas montañas, los cuales al parecer son más frecuentes en Collasuyu y Contisuyu y están casi ausentes en el Chinchaysuyu, con excepción del hallazgo de una capaqucha en la isla de Puná, frente en la costa de Guayas. Al respecto, no hemos encontrado noticias sobre el Antisuyu. LOS CUATRO SUYUS DEL TAWANTINSUYU El diorama incluye los cuatros suyus del Tawantinsuyu individualizados. El objetivo es mostrar las características geográicas, económicas, culturales y sociales de cada suyu, en tanto que ellos tienen sus propias particularidades, ninguno es igual al otro. Además, consideramos necesario que el visitante entienda que los cuatro suyus no están identiicados literalmente con los cuatro puntos cardinales, como ocurre en otras culturas indígenas. En los Andes, estos asumen una connotación mucho más amplia. El Chinchaysuyu es el área septentrional, el Collasuyu es la El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos 21 meridional, el Antisuyu se identiica como el oriente y el Contisuyu como occidente, cada cual con potenciales recursos y paisajes particulares. Aprovechamos estas secciones para mostrar algunos casos de estudio sobre ingeniería inka, como la tecnología empleada en la construcción de caminos, de puentes, manejo de aguas, inclusive las estructuras asociadas como tambos, lugares para alojamiento, colcas, centrales de almacenaje y los trabajos complementarios para la conservación. Presentamos el Qhapaq Ñan en su contexto, como una infraestructura con servicios, acompañada de facilidades, una ruta de viaje confortable. La construcción del camino necesariamente conllevaba la ediicación de servicios para la comodidad del viajero. Los ingenieros inkas previeron estos hechos prácticos, especialmente para viajes de larga distancia. Por eso, construyeron aposentos para los viajeros con servicios básicos, como habitaciones para dormir, corral para ganados, cocina, servicio de agua, etc, a los cuales llamaron qorpawas, una especie de hostal. Igualmente habilitaron tianas, pascanas o descansaderos, apachetas o lugares de ofrenda, los chaskiwasi, caseta instalada como posta para el chaski. El nombre de los hospedajes, qorpawasi, muy pronto después de la invasión española se ha perdido, posiblemente en parte por su ubicación en la entrada a las instalaciones administrativas o centro provinciales, como Tarmatambo, Xauxatambo, Limatambo, etc., siendo remplazados con el nombre general de tambo o tampu. Quisimos que la exhibición diera cuenta del ingeniero de caminos en acción, con ejemplos concretos en los que soluciona los desafíos impuestos por las diversas topografías. En este aspecto, los usuarios contemporáneos ofrecen interesantes informaciones. Por ejemplo, hemos observado que los constructores modernos acuden con frecuencia al sentido común, no siguen una regla que repiten mecánicamente, que se aplica tanto para el uso de recursos (piedra, madera, ibra, etc.), como para la experiencia humana. Los habitantes de un lugar conocen mejor que nadie su medio, están familiarizados con las luctuaciones climáticas, naturaleza del suelo, la textura de las rocas y piedras, la lora y fauna; sin duda, están habilitados para ejecutar trabajos de gran envergadura. El puente colgante de Qeswarchaka, por ejemplo, es construido con ichu de puna, porque tienen este recurso, mientras que en Sarhua, Ayacucho usan la pajpa o cabuya. Hemos tratado de entender el sistema de caminos en el Tawantinsuyu, en sus diversas características y tecnología, para poder mostrarlo en la exhibición y compartirlo con los visitantes, pero esto no fue tarea fácil. Intentamos inclusive hacer una tipología de caminos dentro del sistema del Qhapaq Ñan; la tarea fue muy compleja. La experiencia aprendida fue que así como no existen dos instalaciones inkas iguales, tampoco hay dos porciones del camino iguales, aunque en ambos casos se repiten ciertos patrones, inclusive determinadas tecnologías, como el empedrado, uso de marcas como las sayhuas, las apachetas, etc. Hemos apelado a las pioneras publicaciones de Hyslop (1984) y Vitry (2000), entre muchas otras que describen el camino e intentan ordenarlos en grupos. Obviamente nos hemos beneiciado con algunos 22 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 reportes de los colegas que trabajan para el expediente de la UNESCO, pero confesamos que no hemos logrado un didáctico ordenamiento desde el punto de vista de la ingeniería, a pesar del excelente registro arqueológico existente. La multiplicidad de relieves topográicos, nichos ecológicos, climas y condiciones del suelo obligaron a los constructores a acudir a soluciones locales, con respuestas singulares para cada caso, cuidando la armonía y la integridad del paisaje. Sintetizar el mosaico de hechos y datos que presenta el Qhapaq Ñan para una exhibición es materialmente imposible. En las áreas agrícolas de los valles de la costa, por ejemplo, el camino es formal, con anchas avenidas encerradas en muros de tapia a ambos lados, canales de drenaje y cunetas, terraplenes o calzadas con elevación y muchas veces empedrados. Estas avenidas son generalmente ingresos a grandes asentamientos o ciudades, como Chincha, Pachacamac, Tambo Colorado, Chan Chan, Puerto Inka, por mencionar solo algunos. Inclusive existen citas tempranas como la de Cieza (1962 [1553]: 182) quien señala que “el camino costeño era una gran realización, aunque menos difícil de construir que el Camino Inka principal de la sierra”. Los grandes desiertos no fueron cruzados por el Camino Inka, estos atravesaban cerca de las estribaciones o por el Chawpiyunga, por donde generalmente existen ojos de agua. En terrenos con gran humedad, como los altiplanos o zonas humedales, construyeron el rasante en plataforma, una especie de vereda, con suiciente elevación para evitar la humedad permanente o estacional en el rasante. Estos tramos generalmente son cortos. Tomaron las previsiones necesarias para las descargas de lluvias y deshielos estacionales. En otros casos como Cajamarca, Huánuco Pampa y Cusco, empedraron el rasante con grandes adoquines debido a las condiciones el suelo. Cobo escribe el tramo de Chucuito: “como va el camino real por la ribera de la laguna de Titicaca, cuando ella crece en tiempo de aguas, añega el contorno del camino, y solo la calzada queda descubierta y por ella se camina, cubriendo el agua la tierra por un lado y otro, unas veces medio estado y otras más. Por debajo de estas calzadas hay sus caños y desaguaderos, con sus portazuelas hechas de grandes lozas, por donde corre el agua de unas partes a otras sin detenerse ni rebosar” (Cobo 1964 [1653]: 128- 129). Existe otro igual para la pampa de Anta en Cieza (1962 [1553]: 240-241). Chinchaysuyu Es la región ubicada al norte de Cusco, ocupada actualmente por las modernas repúblicas Perú, Ecuador y sur de Colombia. Chinchaysuyu fue “la ruta hacia Chincha o Chinchaycocha” (Julien 2012). Chincha era un gran señorío, asentado en la costa central peruana, al sur de Lima. Sus habitantes fueron expertos tejedores y grandes navegantes. Los balseros que se cruzaron con los españoles frente a la costa de Guayas fueron precisamente los chinchanos. Aunque Chinchaysuyu fue un territorio con gran variedad de recursos naturales, se destacaba por ser región agrícola, la cual fue reconocida por los cronistas y el registro arqueológico. Desarrollaron sistemas de riego en los valles de la costa y de la sierra, construyeron andenes El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos 23 y bancales para ampliar las fronteras agrícolas, se preocuparon por conservar el medio ambiente, protegiéndola de la erosión y la desertiicación. Los cronistas de la Conquista y la Colonia no dejaron de expresar sus sorpresas por la cantidad de colcas llenas de comida y otros bienes encontrados en el norte, así como por la calidad de los caminos, comparables con los romanos. Hyslop (1984) ha observado que los viajeros del siglo XVI evaluaron las características constructivas, secciones pavimentadas, bellas escalinatas construidas y/o talladas en piedra de los caminos del Chinchaysuyu asociados a tambos y centros administrativos principales, llamados algunos de ellos Segundos Cuscos. Chinchaysuyu se extendía hasta el territorio de los Pasto y el Putumayo al sur de Colombia. En esa región crecia el árbol llamado mopa mopa, cuya resina era utilizada para pintar y laquear los keros, el cual sigue en uso con el nombre de “barniz de Pasto”. En Putumayo habitan los Ingas hasta la actualidad, hablan quechua y se identiican como mitimaes inkas y siguen transitando por el Qhapaq Ñan. Hemos incluido dos casos de estudio en esta sección: el puente colgante de Qeswarchaka y la construcción de camino en una zona con fuerte humedad y precipitaciones luviales, como Machu Picchu, donde el manejo de agua para conservar el camino es importante. Para el puente Qeswarchaka contamos con el apoyo y los estudios de John Oschendorf, professor del MIT, y para Machu Picchu con las meticulosas investigaciones de los esposos Ruth y Kenneth Wright (Wright et al. 2000). Antisuyu Es el suyu o ruta que se desplaza hacia la región anti o ceja de selva, la alta Amazonía. Anti signiica foresta tropical, donde crece la coca y plantas medicinales, y donde habitan pájaros con exóticas plumas, el otorongo (jaguar) y, también por gente considerada como “no civilizada”. Los inkas tuvieron muchas diicultades para asentar sus dominios sobre esta región, principalmente por ser endémica, con enfermedades como la malaria, iebre amarilla, verruga, uta, etc. Las llamas no pueden permancer más de 3-4 días por el calor. Tomando en cuenta el signiicado lingüístico, cultural, las referencias coloniales y la evidencia arqueológica, consideramos como territorio del Antisuyu, el oriente del Tawantinsuyu, desde las tierras bajas de Bolivia (Chaco, Santa Cruz, Beni), oriente del Perú (Madre de Dios, Vilcabamba, Chanchamayo, Chachapoyas) hasta Ecuador y Colombia (Morona, Quijo, Sabandía, etc.). Es decir, el Antisuyu es la franja transandina, no se reduce al oriente del Cusco como se creía tradicionalmente. Como un caso de estudio presentamos la ruta de la coca, el camino de penetración de Cusco-Paucartambo-Cosñipata, aunque reconocemos el enorme valor que tuvo la ruta a Sonqo, en las yungas de Bolivia, sobre el cual existe una visita publicada por Murra (1991). La administración inka controlaba la producción, transporte y distribución de la coca, la cual se mantuvo durante la colonia hasta mediados del siglo XX. 24 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Collasuyu Collasuyu signiica “la ruta hacia el Colla o Collao”. El altiplano del Titicaca se conoce también como Collao, habitado por los poderosos reinos aimara y puquina. Los habitantes de esta zona fueron por excelencia pastores y caravaneros. Aun cuando se distinguieron por desarrollar extensiva ganadería (llamas y alpacas), fueron también agricultores, principalmente de la papa, quinua y otros productos altoandinos. El Collasuyu es actualmente ocupado por las modernas repúblicas de Perú, Bolivia, Chile y el noroeste de Argentina. Qhapaq Ñan en el altiplano del Titicaca tiene dos ramales: uno atraviesa por el lado occidental y se llama Urqo, el otro por el lado oriental y se llama Uma, con el lago como centro o taypi. Esta composición dual empieza en el valle del Cusco y tiene profunda connotación cosmológica. En la región existen, además, grandes recursos mineros, de oro, plata, cobre, plomo, tungsteno, salares como los de Uyuni y Atacama (Berenguer 2009). Minas importantes como las de Potosí en Bolivia, Chuquicamata en Chile, entre muchas otras, ya eran explotadas desde la época inka. Como caso de estudio, destacamos los caminos construidos sobre terrenos pantanosos del Titicaca, las casas de hospedajes para los viajeros o qorpawasi, así como la producción de papa en Cochabamba, Bolivia. Contisuyu Es el suyu más pequeño pero el más sagrado. Saliendo el camino del Cusco, se desplaza directamente al occidente, sobre la vertiente occidental de la cordillera hasta las playas del Pacíico. Es la “ruta hacia la etnia conde”. Los Conde fueron un importante grupo étnico asentado en la cuenca del Colca. En en valle de Cusco disponían de 14 ceques. Su territorio incluye una de las cordilleras más altas de los Andes, con volcanes como el Ubinas, el cañón del Colca, amplias y hermosas playas en el litoral, ubicadas entre Atiquipa en Arequipa hasta Ilo en Moquegua, con grandes recursos marinos, como el pescado, mariscos, qochayuyu (alga marina) y guano, así como el algodón nativo llamado pardo por el color, que crece en abundancia en los valles adyacentes. Como caso de estudio consideramos la construcción y manejo de colcas, centrales de almacenaje del Estado Inka, las cuales por extensión conceptual, se reieren también al cañón del Colca, como almacenaje natural de bienes de consumo. Una de las instituciones que marcaba diferencia con los españoles era la cantidad de colcas, llenas de comida, ropa, herramientas y muchas otras cosas (Cieza 1962 [1553]: caps. XLIV y LXXXIX). Colonial El imperio del Tawantinsuyu, construido con gran visión social por los inkas (siglos XV-XVI), un país con ambiciones de integración, con política redistributiva de bienes en todo el territorio, sin pobreza ni esclavos como los que había por aquel entonces en Europa, en pocos años fue desarticulado y destruido. Francisco Pizarro y sus 160 compañeros de aventura asaltaron Cajamarca, el 15 de noviembre de 1532, invitando con engaños al inka Atahualpa a una reunión. El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos 25 Luego que el Inka asistiera al encuentro, fue capturado y encarcelado. Para liberarlo exigieron un ambicioso rescate en oro y plata. El Inka cumplió con el rescate, pero igualmente fue asesinado. Huayna Capac, el último Inka del Imperio tuvo dos hijos, Atahualpa con una princesa quiteña y Huáscar con su esposa cusqueña. Huayna Capac construyó una ciudad en territorio Cañar, a la cual llamó Tomebamba, nombre de su panaca, repitiendo los símbolos y ediicios emblemáticos del Cusco (Rostworowski 2009: 119). Era un segundo Cusco. Huayna Capac murió infectado por viruela sin designar un heredero. La enfermedad tomó delantera a los españoles. Los dos hermanos, Huáscar y Atahualpa, no demoraron en enfrentarse en una guerra civil buscando el poder. Huáscar fue muerto cerca de Huánuco Pampa por los guerreros de su hermano. Mientras Atahualpa celebraba el triunfo, recibió la invitación de Pizarro, a la cual accedió sin imaginar el engaño. Luego de la muerte de Atahualpa, el Imperio sucumbió, los templos fueron saqueados y destruidos, la población sometida a un nuevo orden político y social, obligada a practicar costumbres y creencias ajenas a las suyas. Ese episodio, conocido eufemísticamente como el “encuentro de dos mundos: América Indígena y Europa”, ha producido el mestizaje cultural y biológico. La familia real inka fue empobrecida y las comunidades explotadas. Pizarro justiicaba la conquista en nombre de la iglesia católica y los reyes de España. Fue una invasión de hombres blancos sobre nacionalidades indígenas. En la exhibición destacamos la transformación del mundo andino, el aniquilamiento de lo indígena para privilegiar lo occidental. La crónica de primer escritor y etnógrafo andino Felipe Guaman Poma de Ayala (1980 [1615]), es la fuente que usamos para mostrar el antes y después de Pizarro. Muerto Atahualpa, los hermanos Pizarro marcharon sobre el territorio del Tawantinsuyu, uno a Pachacamac, uno de los ricos templos en la costa, otro a Cusco para capturar y desarticular la estructura política de gobierno y la administración del Estado. Unos meses después fundaron Xauxa (1533), como primera capital del gobierno español, la cual solo tuvo vigencia de unos meses. Luego fundaron Lima como capital del Virreinato del Perú, el 18 de enero de 1534, con la cual, Cusco fue desactivado. Lima es el nuevo centro de poder, Cusco pierde su estatus político pero nunca su ideología andina. Los españoles fundaron nuevas ciudades, generalmente en valles agrícolas, otras asociadas a minas, ingenios; también crearon pueblos para indios junto a reducciones y obrajes. Surgieron entonces ciudades como Charcas, La Plata, Quito, Huamanga, Santiago, Huancavelica, etc., entre otras. Para esta sección contamos con la asesoría de nuestra colega Carmen Arellano (2015). La agricultura con plantas importadas y la crianza de nuevas especies de animales transformaron dramáticamente el paisaje andino. Sin embargo, los cultivos nativos y el pastoreo de camélidos se mantuvieron consistentes hasta la actualidad. Se formaron latifundios con trabajadores indígenas, surgieron los mercados con mercaderes y trajinantes, desarrollaron el comercio con sus actividades complementarias. Las carrozas españolas tuvieron uso limitado 26 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 debido a la topografía andina, entonces el Qhapaq Ñan siguió siendo el sustento principal para el tráico y transporte, muchos tambos abandonados fueron rehabilitados por orden de las nuevas autoridades (Glave 1989). Durante la Colonia se introdujo el sistema de mercado, no obstante el intercambio de productos o trueque persistió, sin mediación de la moneda. Esta forma de transacción generalmente se llevaba a cabo entre bienes de un piso ecológico por otros, como la lana, charki, chuñu, tejidos de la puna por maíz, frijoles, fruta, coca de los valles, siguiendo el antiguo sistema de verticalidad andina. El sistema todavía se practica en la región sur andina. El transporte con caravanas de llamas todavía es vigente en la sierra andina del Perú y Bolivia. Algunas comunidades han remplazado o agregado las acémilas occidentales como bestias de carga, pero el camino sigue siendo el Qhapaq Ñan, a veces llamado “camino de herradura”, en referencia a los herrajes del caballo. Esta sección está ilustrada con objetos coloniales, por ejemplo, una manta del Titicaca, con imágenes religiosas, la cruz sobrepuesta sobre las apachetas, objetos vinculados a la caballería, fotografías mostrando la superporsición o imposición de construcciones españolas sobre las inkaicas, como el Qoricancha, cargando encima al convento de Santo Domingo. Camino vivo Después de la invasión española, el Qhapaq Ñan siguió dando su servicio, cumpliendo con su misión de transporte y comunicación, con la misma vitalidad de antes. Para las comunidades quechuas y aimaras contemporáneas, es parte de su universo, evoca la grandeza de los inkas, es el acompañante cotidiano del viajero y un legado histórico que une el presente con el pasado. Para ellos, el camino tiene vida, es “camino vivo”. En tiempos modernos ha recibido diversos nombres: “Inka ñan”, “Ñawpa ñan” o “Chaki ñan”, “Ingañan”, “chakiñaani”, etc. En ciertos lugares se le reconoce como “camino real” o “camino del Inka”, para diferenciarlo de los otros. Ciertos elementos asociados al Camino Inka se conservan, como la apacheta, la sayhua, el tampu y los espacios sagrados, la mayoría de ellos con una cruz católica encima. Después de cinco siglos, muchas comunidades quechuas y aimaras siguen habitando los mismos asentamientos inkas, sembrando sus productos en las mismas chacras, usando los mismos canales de riego, tejiendo sus ropas con la misma técnica ancestral, hablando su misma lengua, practicando sus creencias dedicadas a la Pachamama, los apus y wamanis y transitando por el mismo Qhapaq Ñan. Se estima en 8 millones a los quechua hablantes y en un millón a los aimara. Ellos son los depositarios de la historia y la cosmología vinculadas a los caminos. Muchos tampus inkaicos fueron abandonados después de la invasión española. Sin embargo, el nombre persiste aunque con signiicado original cambiado. El concepto de tambo estaba asociado a centros administrativos inkas, en los cuales obviamente existían lugares de aloja- El gran camino Inka (Smithsonian) / Ramiro Matos 27 miento y de servicios para el transeúnte, casas de hospedaje para viajeros o qorpawasi. Hoy existen tambuypata y tambowasi en algunas comunidades, que consisten en una habitación techada y un corral para los animales. A veces estos tampuwasi se encuentran dentro de una propiedad privada, pero cualquier transeúnte puede solicitar alojamiento. Los alojados retribuyen al dueño o administrador con un obsequio, que es una forma de ayni. Para los nativos contemporáneos, el Camino Inka es un “camino vivo”, con alma, espíritu y energía. Para los quechuas de Cusco, el camino es guía, “es el que lleva al transeúnte al lugar deseado”, mientras que en la sierra central del Perú, “el Camino Inka acorta distancias”. Reconocen que “caminar por el Camino Inka [...] no cansa”. Los curanderos cañaris del Ecuador, kallawaya de Bolivia, mencionan al camino como depositario de energía, dicen que está presente el espíritu del Inka. Entre tantos caminos que surcan los Andes, los restos del Qhapaq Ñan se pueden reconocer por la toponimia, como “inka tiana”, “inka samana” o “inka jarana” en Bolivia, “paskana” en Chile (lugar de descanso), “inka pata”, “inka chaka”, “inka qawarina”, “ñusta wayqo”, etc. Sin embargo, de la multiplicación de caminos, los nativos pueden todavía reconocer el Camino Inka y diferenciarlo de los otros. La etnia Yumbo del Ecuador, por ejemplo, diferencia los coluncu del camino real, es decir, el Camino Inka usado en la Colonia. En muchos lugares el Qhapaq Ñan está vinculado a lugares donde se desarrollaron las ferias, especios abiertos para el intercambio y comercio de bienes de consumo. Las ferias generalmente son semanales, otras anuales, estas últimas coinciden con la celebración del santo o santa patrón o patrona del pueblo. Desde la Colonia hasta la actualidad, en las ferias pueblerinas alternan la transacción con moneda y trueque. Los pastores de la puna llevan sus productos como charki, chuño y tejidos, para trocar con maíz, frijoles y otros que crecen en los valles. Un hecho interesante que salta a la vista es el aprovechamiento que los ingenieros modernos hacen del Qhapaq Ñan. Con relativa comodidad, sobreponen las carreteras modernas sobre las inkaicas, tal como se ve en muchos segmentos de la Panamericana de la costa, que se desplaza del Ecuador hasta Santiago en Chile, la Ruta 40 o Camino Inka, la Calle Real del valle del Mantaro, en el altiplano de Junín, etc., (Matos 1992). Mientras en algunas partes el antiguo camino es aprovechado por los modernos, muchas comunidades andinas todavía siguen practicando las formas de trabajo inka, como la minka y la chuta tradicionales, con las cuales los comuneros conservan los caminos y canales de agua. Por el sistema de chuta, cada ayllu se obliga a conservar una sección del camino o canal de agua. El líder de la comunidad, llamado qollana, convoca para cumplir con la obligación. El transporte con llamas, aunque limitado, es todavía vigente entre las comunidades de pastores de Perú y Bolivia. Los pastores de Canta y Huarochiri, en la sierra de Lima, por ejemplo, bajan a los valles de la costa, Cañete y Chancay, para trabajar en la cosecha, a cambio reciben 28 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 maíz como pago. Las llamas son usadas para el transporte de la chacra a la casa del dueño. Los pastores de las punas de Cusco y Titicaca, bajan a los valles contiguos del oriente y occidente, en busca de coca, maíz, frutas y otros productos, prestar servicios, a cambio de recibir bienes como retribución. Muchos aimaras se desplazan hasta los valles de Tacna y Arica por la antigua ruta del Qhapaq Ñan. Fue interesante para nosotros, ver cómo grandes porciones del Camino Inka siguen sirviendo, incluyendo los espacios sagrados, los descansaderos y las apachetas (Núñez & Nielsen 2011). La exhibición concluye con algunos mensajes. Tratamos mostrar a la sociedad moderna, especialmente a la norteamericana, que en la América indígena hubo un gran Imperio llamado Tawantinsuyu, igual que otros de su época en el viejo mundo, el cual para su desarrollo y funcionamiento, disponía de un sistema vial bien organizado, el más extenso y rápido del Nuevo Mundo, con servicio de mensajería tan rápido como exigente, a cargo de los postas llamados chaski. En la narrativa tratamos de enseñar la historia del Camino Inka, como parte sustancial de la historia de la civilizacion andina. A través del Qhapaq Ñan, los visitantes a la exhibición deben salir reconociendo que, los inkas además de los logros en la ingeniería de caminos, fueron también portadores de importantes productos para el consumo humano, como la papa, maíz, quinua, la lana y carne de alpaca, entre muchos otros. Esta riqueza lograda con “tecnología andina”, muestra a la sociedad moderna, el ingenio, conocimiento y manejo que los andinos tuvieron de su medio ambiente, al punto de domesticar plantas y animales, al igual que otras civilizaciones, las cuales estamos compartiendo con los pueblos del mundo. REFERENCIAS ALFARO, C.; R. MATOS, R. MAR & A. BELTRÁN, 2014. El urbanismo inka del Cusco: nuevas aproximaciones. Arqueología y arquitectura en la capital del Tawantinsuyu. Cusco-Washington-Tarragona: Municipalidad de Cusco-Smithsonian Institution-Universidad Rovira I Virgili. ARELLANO, C., 2015. From Inka Road to royal road: The Inka Road in the Colonial times. En The great Inka Road. 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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 31-46, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 PERSPECTIVAS DEL PROYECTO QHAPAQ ÑAN EN TORNO AL REGISTRO DE LA RED VIAL INCA: PROPUESTAS DE SU SECTORIZACIÓN Y NOMENCLATURA PERSPECTIVES OF THE QHAPAQ ÑAN PROJECT ON THE REGISTRY OF THE INCA ROAD NETWORK: PROPOSALS FOR SECTORIZATION AND NOMENCLATURE ALFREDO BAR ESQUIVELA Desde el año 2003, el Proyecto Qhapaq Ñan-Perú ha realizado diversos trabajos de investigación y registro de la red de Caminos Incas extendida en el territorio peruano con el in de promover su conocimiento, conservación y puesta en uso social. La experiencia obtenida en el desarrollo de estas actividades ha permitido generar una propuesta de nomenclatura para los caminos basada en su originalidad y continuidad de uso. El presente texto hace una breve reseña de las diferentes etapas del trabajo de campo llevadas a cabo y la problemática que han llevado a la elaboración de nuevas deiniciones y el rediseño de las técnicas de recolección de datos, con la elaboración de nuevos instrumentos de registro que buscan contribuir con el entendimiento del estado situacional de la red vial inca. Palabras clave: registro, red vial, tramo, sección. Since 2003, the Qhapaq Ñan-Peru Project has carried out research and registration of the Inca road network throughout the Peruvian territory in order to promote its knowledge, conservation and social use. Experience obtained during the development of these activities led to a proposal of nomenclature for Inca roads based upon originality and continuity of use. he present text briely outlines the stages of the ieldwork carried out here, the problems involved in the making of new deinitions, as well as the redesign of data collection techniques, including the development of new registration tools intended to contribute to the understanding of the state of the Inca road network. Keywords: registry, road network, road section. A INTRODUCCIÓN Desde hace casi quinientos años, diversos autores han descrito en sus obras las secciones que forman parte del Qhapaq Ñan. Cronistas como Miguel de Estete (1533), Pedro Cieza de León (1553), Pedro Sarmiento de Gamboa (1572), Martín de Murúa (1590) y Felipe Guaman Poma de Ayala (1615), por citar solo algunos, dan cuenta –en sus crónicas– de la admiración que les causaran los Caminos del Inca en su tránsito durante el proceso de conquista, o bien durante labores de índole eclesiástica o administrativa. Aunque sus escritos suelen estar marcados por un juicio historicista en favor del régimen colonial, constituyeron un primer acercamiento al estudio de caminos. Posteriormente, en el siglo xix viajeros como Jacob Tschudi (1838-1842), Antonio Raimondi (1851-1869), Charles Winner (1875-1877) y Ernst Middendorf (1876-1888) tomaron la documentación etnohistórica como base para el conocimiento de la red vial inca y elaboraron también, luego de recorrer los caminos, los primeros mapas del Qhapaq Ñan. Esto fue posible gracias al auspicio del gobierno peruano, preocupado de impulsar el intercambio de productos entre la costa y la sierra a través del diseño de alternativas Alfredo Bar Esquivel, Arqueólogo de la Coordinación de Investigación y Registro de la Red Vial Inca. Proyecto Qhapaq Ñan, Perú. R. Orellano 190, Santa Luzmila, Lima 7, Perú, email: abarsel@hotmail.com Recibido: diciembre 2015. Aceptado: junio 2016. 32 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 viales que brindasen un mayor lujo de productos para su exportación (véase Bar 2013). En el siglo xx, el interés por el Qhapaq Ñan llevó a nuevos investigadores a retomar la revisión de las crónicas y otros documentos redactados por funcionarios coloniales, como ordenanzas y visitas, con el in de recorrer los caminos (aunque no en toda su extensión) y elaborar mapas más detallados de la red vial inca. Tal es el caso del ingeniero peruano Alberto Regal (1936, 1972), el padre estadounidense León Strube Erdmann (1963) y el periodista prusiano Víctor von Hagen (1977), quienes establecieron las bases del estudio metódico de la red vial inca, que luego servirían en la sistematización del estudio cientíico realizado por John Hyslop (1992) y otros autores como R. Raino cuyo trabajo de sistematización de caminos y sitios incas, del Noreste Argentino, Los Inkas del Kollasuyo, fue publicado previamente en 1981. En los últimos años, el estudio de caminos prehispánicos en el ámbito peruano se ha desarrollado dentro del marco de desarrollo del Proyecto Qhapaq Ñan (pqñ) desde su creación el año 2001 a raíz de la publicación del Decreto Supremo N° 31-2001-ED que declara de interés nacional la investigación, identiicación, registro, protección, conservación y puesta en valor de la red de caminos existentes en el imperio incaico dentro del territorio nacional, dando preferente atención al Gran Camino Inca, conocido como Qhapaq Ñan. En atención a este decreto el Perú inició el registro del Qhapaq Ñan y, posteriormente, a mediados del año 2002, suscribió un acta de compromiso para fomentar acciones conjuntas a favor del mismo con los países de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador, durante la Reunión del Patrimonio Mundial llevada a cabo en Montevideo (Uruguay). Ese mismo año el gobierno peruano propuso inscribir al Qhapaq Ñan en la lista tentativa del Patrimonio Mundial ante la unesco (Figueroa 2009: 11). Esta propuesta fue acogida, por los países mencionados, en la xvii Cumbre del Grupo de Río (2003) realizada en Cuzco, y derivó en la creación del pqñ-Camino Principal Andino (Bákula 2009: 4) cuyo objetivo era lograr la inclusión de la red vial inca, y de los sitios asociados a esta, dentro de la Lista del Patrimonio Mundial, meta alcanzada en junio del 2014 y que, en el caso peruano, implicó la declaratoria de seis tramos y ochenta y dos sitios arqueológicos. En este contexto, a in de colegir los datos obtenidos en las diversas campañas, el pqñ-Sede Nacional, del Ministerio de Cultura, Perú, viene realizando desde el 2012 la revisión de los informes presentados en las distintas temporadas y ha notado, en principio, su dependencia del criterio subjetivo de los arqueólogos, aun cuando se había consensuado un instructivo para el manejo de información entre los países que integraban el pqñ-Camino Principal Andino, en vías de su nominación como Patrimonio Mundial. Este hecho, sumado a la profusa ejecución de trabajos, dentro de la llamada arqueología de contrato, expuso la necesidad de reestructurar los lineamientos técnicos del acopio y procesamiento de datos a in de integrarlos en una sola base informática, independientemente de su origen. En el siguiente texto, realizamos un recuento de los criterios empleados por el pqñ en el registro de caminos, y centramos la discusión en las propuestas de sectorización y nomenclatura de transectos y su categorización. ESTRATEGIAS DEL INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA (inc) PARA EL REGISTRO DEL QHAPAQ ÑAN Tomando como punto de partida el Decreto Supremo N° 31-2001-ED, el Estado peruano emprendió la ambiciosa labor de inventariar la vasta red de Caminos Incas y sitios arqueológicos asociados, encomendando esta misión al Instituto Nacional de Cultura (actual Ministerio de Cultura) que por medio del pqñ realizó varias temporadas de campo (2003, 2004 y 2008). Las primeras pautas de registro fueron establecidas en el 2003 en el marco del Proyecto de Levantamiento de Información del Sistema Vial Inca (plisvi), y se organizó su recorrido en torno a cuatro macro regiones (norte, centro, centro-sur y sur) que congregaban regiones especíicas sobre la base de su realidad geopolítica y facilitaban el control logístico del trabajo de campo considerando también el estudio de comunidades modernas y su diagnóstico situacional para conocer cómo el Qhapaq Ñan se integra con el desarrollo social del Perú. Entre otras, el componente arqueológico del pqñ tenía como funciones: a) registrar y evaluar el estado de conservación de las estructuras arqueológicas del sistema vial inca; b) generar mapas temáticos usando un Sistema de Información Geográica (sig), a partir del inventario de tramos y sitios; c) generar fichas catastrales de los tramos y sitios asociados al sistema vial inca; d) promover, concebir y ejecutar planimetrías Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar para el estudio de tramos de camino y sitios asociados a partir de los datos registrados en el levantamiento de la información; e) promover, concebir y ejecutar proyectos de investigación arqueológica a partir de los datos registrados en el levantamiento de información. No obstante, el accionar técnico no fue uniforme en todo el ámbito de intervención, pues mientras en las macro regiones norte, centro y sur se realizaron prospecciones en torno al eje lineal de los caminos, en la macro región centro-sur estas se organizaron por áreas geográicas. Asimismo, aunque la información recibida de los equipos de campo (ichas, puntos tomados con navegador gps en Datum WGS84, informes, etc.) pasó por un proceso de veriicación y depuración con respecto a las descripciones del plisvi para la generación de una base de datos única, esta mostraba marcadas diferencias entre el dato original y su proyección en el sig, por ello los caminos no podían ser fácilmente identiicados dentro del ámbito de acopio del dato por los diversos investigadores o arqueólogos de las sedes regionales del inc. Además, los caminos eran representados como una sola unidad sin precisar su originalidad, reconstrucción o pérdida total, debido, por ejemplo, a la superposición de obras viales, lo que llevó a cuantiicar un total de 8.194 km de caminos recorridos el 2003, a los que se vinieron a sumar 3.132,512 km el 2004, entre tramos de camino reconocidos y su trazo.1 La clasiicación de transectos fue explicada en la versión digital de los informes de campaña (cd de difusión por macro región) del siguiente modo: por un lado, camino reconocido es aquel que tiene sus elementos constitutivos (calzada de arena, tierra, piedra, sobreelevada de tierra o piedra, muros laterales de contención superior y/o inferior, alineamientos laterales de piedras, escalinata, etc.); obras de infraestructura vial (puentes, canaletas de drenaje, etc.), en regular o buen estado de conservación. Es decir, que los agentes de deterioro no lo han afectado en gran medida. En este sentido, el camino es claramente identiicable de modo tal que se puede seguir por él ya que se encuentra bien deinido. Por otro, trazo de camino es donde no se encuentra camino, pero es posible ver aún sus restos, es decir, sus elementos constitutivos, la arquitectura vial presente en él si la tuviera (Instituto Nacional de Cultura 2005: 10). A in de contar con un mismo criterio de operación, en el 2006 se establecieron pautas de registro técnico con mayor detalle, en consenso con los países que integraban el pqñ-Camino Principal Andino. La 33 nueva metodología, plasmada en el “Instructivo para el manejo de las ichas de caminos”,2 permitía mantener el uso de las macro regiones (ig. 1) en las que exclusivamente debería seguirse el eje lineal de los caminos y efectuarse el reconocimiento de sitios asociados a estos en un rango de 200 m a partir de sus bordes; además de ello, conceptualizaba el tramo como la proyección mayor a 100 km de una ruta, en contraste a la distancias recorridas los años 2003 y 2004.3 Una siguiente división podía darse en subtramos (distancias mayores a 10 km) y segmentos (distancias menores a 10 km) que eran categorizados de acuerdo con su visibilidad y su estado de conservación como: camino reconocido, trazo de camino y posible ruta para distinguir entre la extensión real de un camino de origen arqueológico y otro que hubiese perdido esta condición debido a las continuas remodelaciones y/o reconstrucciones hechas por las comunidades de la zona geográica en la que se emplaza. El implemento de una “posible ruta” definía aquellas proyecciones donde no se reconocía evidencia arqueológica, debido a la superposición de alguna trocha carrozable, carretera, autopista o las modiicaciones por obras civiles o de otra naturaleza. Casaverde y López (2010: 95) resaltan la diicultad de determinar esta categoría cuando señalan: “La posible ruta se puede inferir a partir del análisis y evaluación de las condiciones del medio físico en las que se pudo ubicar el camino y, con algo de suerte, gracias al hallazgo de restos del camino bajo los escombros arrojados al momento de abrir una carretera, por ejemplo”. Si bien el planteamiento de una nueva metodología era auspicioso, inalmente su aplicación dependía del criterio de cada profesional, ya que en general la selección de “tramos” estaba organizada sobre la base del conocimiento de caminos que no necesariamente estaban integrados entre sí, por lo que no había correspondencia entre la longitud señalada en el instructivo de registro y el registro de campo. Además, la nomenclatura de tramos se realizaba de acuerdo a los puntos inicial y inal del recorrido, lo que no relejaba necesariamente el sentido de articulación del camino con la red vial inca. Por último, no había clara distinción sobre la originalidad de las secciones de caminos y las transformaciones ocurridas por su tránsito continuo. Al estar supeditados a las apreciaciones inmediatas de los investigadores, los datos obtenidos en campo pocas veces eran correlacionados con aquellos provenientes de la arqueología de contrato, que entre el 2003 y el 34 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 70o 0‘0” W 80o 0‘0” W 0o 0‘0” AMÉRICA DEL SUR COLOMBIA ECUADOR TUMBES LORETO AMAZONAS PIURA LAMBAYEQUE CAJAMARCA SAN MARTÍN BRASIL PERÚ LA LIBERTAD ANCASH HUANUCO UCAYALI 10o 0‘0” S PASCO LIMA JUNIN MADRE DE DIOS SIMBOLOGÍA HUANCAVELICA Campaña 2003- 2004 Campaña 2008 AYACUCHO ICA CUSCO APURIMAC PUNO Macro Región Norte BOLIVIA Macro Región Centro Macro Región Centro Sur Cusco AREQUIPA Macro Región Sur MOQUEGUA Selva del Perú TACNA Límites internacionales Límites regionales 0 300 Km CHILE Figura 1. Red de caminos identiicados por macro región, entre los años 2003-2008. Figure 1. Network of identiied roads by macroregion, between 2003 and 2008. Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar 2009 superaban ampliamente a los de investigación y proporcionaban “oportunidades únicas para el registro y recuperación de información arqueológica que, de otra manera, permanecería ignorada o se perdería irremediablemente” (Ríos 2014: 170). Esta situación podía derivar en una documentación reiterativa, como en el caso del Camino Inca que se emplaza en la quebrada de Chuspiragra, distrito de Huallanca, región Ancash, y que fuera reconocido previamente por dos proyectos de evaluación arqueológica y luego denominado por el pqñ como “sección Chuspiragra-Hornillos” (Bar 2008).4 En el mismo contexto, secciones del camino longitudinal de la sierra fueron objeto de un doble reconocimiento. El ejemplo más palpable se dio entre las localidades de Pazos y Marcavalle, ubicadas en las regiones de Huancavelica y Junín respectivamente. Hacia el 2003, esta sección fue registrada como parte del tramo Acostambo-Jauja (orientación sur-norte) y el 2008 como parte del tramo Marcavalle-Pampas (orientación norte-sur) (Varela 2003; Bernabé 2008). Actualmente, la Coordinación de Investigación y Registro de la Red Vial Inca (irrvi), después de analizar los alcances de los trabajos realizados, ha considerado replantear las estrategias de recopilación de datos y su correlación con toda la información de campo existente –indistintamente de su procedencia– a in de crear una sola Geodatabase que pueda ser aprovechada por el pqñ, las diversas áreas técnicas del Ministerio de Cultura y los profesionales e instituciones que centran su estudio en la red vial inca. SECTORIZACIÓN DE LA RED VIAL INCA En diciembre del 2013, el pqñ publicó la Guía de Identiicación y Registro del Qhapaq Ñan, instructivo para la recolección de datos y diagnóstico situacional de los Caminos Incas. Esta publicación, que tuvo aceptable acogida, viene siendo revisada y “actualizada” con base en los proyectos de investigación desarrollados por la Coordinación irrvi y las supervisiones conjuntas con las diversas direcciones del Ministerio de Cultura, en aquellos transectos identiicados en evaluaciones arqueológicas. Como se indica en dicha guía, “[...] los caminos están compuestos no solo por diversos elementos de infraestructura vial sino también por diferentes tipos de establecimientos que en conjunto integran un sistema 35 vial localizado en distintos ámbitos geográicos que han inluido en su planiicación y construcción. Estos factores también deben ser considerados en el registro y en la posterior interpretación de las evidencias arqueológicas” (Ministerio de Cultura 2013: 71). Entendiendo que los caminos forman parte de un paisaje integrado al quehacer social y cultural de los pueblos que los transitan, su estudio debe extrapolar diversos factores como la distancia entre asentamientos, tiempo de viaje y facilidad del recorrido entre ellos, además de su densidad demográica, etc. (Castro et al. 2004; Topic & Topic 2014). Así, por más tediosa que parezca la cuantiicación de detalles o cambios estructurales existentes, esto debe coadyuvar en el reconocimiento de cánones constructivos que expliquen su origen, uso y función en relación con cada época cultural arqueológica. Para un primer acercamiento al estudio de la red vial inca deben emplearse las representaciones de nodo (sitios) y eje lineal (caminos) como atributos gráicos y la información asociada a estos (como atributos no gráicos) que puedan ser integrados a un Sistema de Información Geográica (sig). Por ello, se cree conveniente mantener la categorización de transectos, pero deiniéndolos en torno a sus nodos de conexión, antes que su extensión lineal, y contemplando en el estudio de tramos las secciones de camino que no forman parte de su eje lineal pero sí de la red articulada en torno a este, sea en cuencas hidrográicas o divisiones políticas referenciales (históricas o actuales), por lo que la nomenclatura a emplearse debe estar acorde con los nodos que forman parte de la red vial, en preferencia sobre los puntos que demarcan la extensión del registro de campo, que debe realizar además una nueva evaluación de los caminos en torno a su visibilidad (originalidad y transformaciones dadas por su uso). Asimismo, bajo este criterio se proponen las siguientes unidades de sectorización: a) tramo: el trayecto cuya distancia promedia, o supera, los 100 km; b) subtramo: trayecto variable entre 10 y 100 km; c) sección: trayecto menor que varía entre 1 y 10 km; d) segmento: la unidad mínima de medición menor a 1 km (ig. 2). Aunque pareciera repetirse el criterio del 2008, no se establecen unidades ijas de medida, ya que cada categoría varía o depende, además de la geomorfología en la cual se emplaza el camino, de los nodos que deinen su extensión y trayectoria, ya sean sitios arqueológicos de relativa importancia, localidades modernas o accidentes geográicos de signiicativa particularidad. 36 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 +100 km 0 TRAMO 0 +10 km 51 Km 72 km -100 km SUBTRAMO 0 +1 km -10 km SECCIÓN 0 -1 km SEGMENTOS Figura 2. Categorización de transectos de caminos del Qhapaq Ñan. Figure 2. Categorization of sections of the Qhapaq Ñan roads. El tramo, visto en esta perspectiva, no deine la distancia métrica en sí misma, como se hace en la segmentación de una obra vial moderna, sino la proyección de un eje lineal que pueda o no superar los 100 km. Su uso se orienta a la descripción de una ruta especíica y su entorno geográico, comprendidos entre dos sitios de relativa preeminencia (nodos primarios).5 Tal es el caso, por ejemplo, de la ruta –de más de 320 km– que se sigue en el camino longitudinal de la sierra, entre los asentamientos incas de Huánuco Pampa y Huamachuco, centros administrativos ubicados en los actuales departamentos de Huánuco y La Libertad, tipiicados en la bibliografía histórica como “cabezas de provincia”. Esto mismo ocurre con las rutas transversales que conectan localidades modernas, superpuestas a antiguos centros administrativos, como es el caso de las ciudades de Huaraz y Casma, localizadas en las regiones centrales de la sierra y costa peruanas, respectivamente, y distanciadas entre sí por unos 90 km.6 Para el caso de los subtramos, su uso es factible solo cuando la anterior categoría ha sido ya establecida, y necesariamente al interior de ella. La sectorización se corresponde con la distancia existente –no siempre equidistante– entre los sitios arqueológicos, o las localidades asentadas sobre estos, que han servido como nodos secundarios o “intermedios” en relación con el conjunto existente en la proyección de un mismo eje vial. Estos sitios pueden ser localizados mediante el estudio de diversas fuentes históricas –la ordenanza de tambos de Vaca de Castro (1909 [1543]), por ejemplo–, así como por el estudio arqueológico que contempla la integración al entorno geográico. Dichos nodos son aquellos asentamientos que controlan el lujo de productos o poblaciones entre los nodos primarios.7 Un ejemplo práctico de esta sectorización puede verse en la división del Tramo Xauxa-Pachacamac, que en su extensión lineal de 217,70 km cuenta con cuatro subtramos: a) Hatun Xauxa-Julca Tambo (46,81 km); b) Julca Tambo-Huarochirí (65,49 km); c) HuarochiríSisicaya (59,26 km); d) Sisicaya-Pachacamac (46,14 km). La sección y el segmento como integrantes de las unidades mayores –subtramo y tramo– se asocian a la extensión del camino deinida tanto por el relieve y la supericie del terreno, como por su estado de conservación. Lo resaltante de una sección es su proyección entre nodos de menor rango, que pueden ser: sitios arqueológicos, localidades modernas, puntos de intersección vial y accidentes geográicos que demarcan cambios en su traza o el paso entre regiones propiamente dichas. Pueden considerarse también aquellos accidentes geográicos que por su geomorfología son elementos preeminentes sobre el paisaje o han adquirido un carácter especial en la concepción de las localidades que se asientan en torno a estos. Tenemos como ejemplo la sección: Iglesia Cochamarca-Tablachaca o Camino Inca de Cochamarca (5,73 km), que forma parte del subtramo Upamayo-Corohogo y que en toda su proyección, en el llano altoandino de la región Pasco, mantiene una traza lineal recta y bordes simples formados por surcos excavados en el terreno.8 Por su parte, el segmento se emplea por temas de operatividad que, aunque arbitraria, depende de las Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar características del camino y su estado de conservación, y no de los nodos de conexión. La recurrencia de elementos arquitectónicos, como los drenes subyacentes o la falta de estos, en una calzada empedrada, por ejemplo, puede determinar su longitud total, la misma que es relativamente corta. Tomando en cuenta los proyectos de puesta en valor que prevén acciones de restauración, el segmento puede ser subdividido en unidades menores o “componentes” a in de maximizar el diagnóstico de su estado de conservación. Los criterios de dicha división pueden ser desarrollados en la competencia de cada proyecto. Hasta aquí el criterio de sectorización observa una jerarquización de nodos, situación que no le era ajena al Estado Inca al momento de ordenar su propia red vial y los centros administrativos que vinculaba; lo cual se identiica en las nominaciones que Guamán Poma (2008 [1615]: 34) hace de estos como: Tambo real, Tambo, Tambillo, etc., en referencia a su importancia dentro del aparato estatal. Aunque sometida a discusión hoy en día, el empleo de la categorización señalada, obra como un medio instrumental que facilita el registro de campo. La interpretación de un sitio arqueológico como centro administrativo, o tambo, solo puede darse tras comparar su particularidad arquitectónica con aquellas características físicas reconocidas para los sitios incas (Kendall 1976; Gasparini & Margolies 1977; Hyslop 1992) y su asociación al entorno y sitios locales.9 Bajo esta propuesta, el uso o interpretación de un sitio arqueológico como nodo primario o secundario, en contraste con los aspectos geográicos y lugares sagrados, se hace a razón del origen del Qhapaq Ñan cuya coniguración mantenía un orden político y administrativo.10 Los sitios sagrados, montañas y adoratorios de altura son generalmente anteriores a la expansión del imperio inca; su origen no se debe al Qhapaq Ñan y su integración al mismo inalmente formaba parte de estrategias políticas (Vitry 2007; Astuhuamán 2010). No obstante, la correlación que se haga de cada uno de estos, cualquiera sea su nominación, debe discernir su interacción, como sucede con el Tramo Xauxa-Pachacamac, que integra un centro administrativo inca y un centro religioso panandino de origen anterior al Tahuantinsuyu, que inalmente fue incorporado políticamente a este. 37 NOMENCLATURA DE LA RED VIAL INCA Como se expone en distintos estudios sobre redes de camino, estas evolucionan de modo dinámico, relejando en su diseño el lujo del tránsito, así como los eventos políticos y económicos de los nodos que la componen “y, en menor grado, la manipulación de las rutas por entidades políticas más pequeñas de las zonas de transición a través de las cuales discurre la ruta” (Topic & Topic 2014: 57). Como consecuencia, consideramos que el estudio de la red vial inca debe contemplar el principio de jerarquización entre los diversos centros administrativos del Qhapaq Ñan, ya que su construcción se orientó a servir como un complejo sistema administrativo, de transportes y de comunicaciones, así como un medio para delimitar las cuatro regiones del Imperio Inca (Hyslop 1992: 31), por lo cual su denominación debe seguir también un sentido radial teniendo a la ciudad de Cuzco como punto origen a partir del cual se produce su extensión: Desta plaza [del Cuzco] salían cuatro caminos reales; en el que llamaban Chinchasuyo se camina a las tierras de los llanos con toda la serranía, hasta las provincias de Quito y Pasto; por el segundo camino, que nombran Condesuyo, entran las provincias que son subjetas a esta ciudad y a la de Arequipa. Por el tercero camino real, que tiene por nombre Andesuyo, se va a las provincias que caen en las faldas de los Andes, y algunos pueblos que están pasada la cordillera. En el último camino destos que dicen Collasuyo entran las provincias que llegan hasta Chile. De manera que, como en España los antiguos hacían división de toda ella por las provincias, así estos indios, para contar las que había en tierra tan grande, lo entendían por sus caminos (Cieza de León 1995 [1553]: 258; fol. 118). Todo el Reino estaba dividido en cuatro partes, que llamaban Tahuantinsuyo, que eran Chinchasuyo, Collasuyo, Andesuyo, Condesuyo, conforme a cuatro caminos que salen del Cuzco, donde era la Corte, y se juntaban en juntas generales. Estos caminos y provincias que les corresponden están a las cuatro esquinas del mundo, Collasuyo, al Sur, Chinchasuyo, al Norte, Condesuyo, al Poniente, Andesuyo, al Levante (Acosta 1954 [1590]: 418). Como podrá verse en la nueva Guía de identiicación y registro del Qhapaq Ñan, la denominación de los tramos debe darse de la siguiente manera: - Tramos que se ubican hacia al norte de Cusco se denominarán de sur a norte, como por ejemplo: Huánuco Pampa-Huamachuco, Aypate-Las Pircas, etc. 38 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 - Tramos que se ubican al oeste de Cusco o del Camino Longitudinal de la Sierra se denominarán de este a oeste, como por ejemplo: Cusco-Vilcashuamán, Vilcashuamán-Pisco (Tambo Colorado), XauxaPachacamac, etc. - Tramos que se ubican al este de Cusco o del Camino Longitudinal de la Sierra, como los que se dirigen hacia la Selva, se denominarán de oeste a este. Por ejemplo: Cusco-Paucartambo, Ninacaca-Huancabamba, etc. - Tramos que se ubican al sur de Cusco se denominarán de norte a sur, como por ejemplo: Cusco-Desaguadero, Cusco-Arequipa, etc. Solo para el caso del Camino Longitudinal de la Costa o de los Llanos se recomienda seguir una orientación norte-sur, en atención a diferenciarlo del Camino Longitudinal de la Sierra (ig. 3), ya que su construcción habría empezado en la región de Tumbes bajo órdenes del Inca Túpac Yupanqui y su articulación inal solo fue posible, según relatos de los cronistas europeos, luego que el Inca Huayna Capac, consolidara la conquista de Quito: abaxó a lo de Túnbez y fue honradamente recibido por los naturales, a quienes Topa Ynga mostró mucho amor; y luego se puso del traje quellos usa[va]n para más contentarles y alabó a los prencipales el querer sin guerra tomalle por señor, [y] prometió de los tener y estimar como a hijos propios suyos. Ellos, contentos con oyr sus buenas palabras y manera con que se tratava, dieron la obediencia con onestas condiciones y permitieron quedar entre ellos governadores y hazer ediicios; [...] Saliendo de aquel valle caminó el rey Ynga por lo más de la costa, yendo haziendo el camino real tan grande y hermoso como oy parece lo que dél ha quedado (Cieza de León 1996 [1553]: 169; fol. 70). cuando otra vez el mismo Guaynacaba quiso volver a visitar la provincia de Quito, a que era muy aicionado por haberla el conquistado, torno por los llanos, y los indios le hicieron en ellos otro camino de casi tanta diicultad como el de la sierra (Agustín de Zárate, en Garcilaso 2007 [1604]: 800). En atención a este hecho, los tramos que integran el Camino Longitudinal de la Costa podrán ser denominados en orientación norte-sur, como por ejemplo: TumbesMotupe, Chincha (La Centinela)-Nazca, Nazca-Atico, Arequipa-Sama, etc. Finalmente, la orientación especíica de cada tramo –longitudinal o transversal– debe servir también en la descripción técnica de las secciones que lo conforman. En la práctica, la descripción del tramo Tumbes-Motupe, por ejemplo, iniciará con la primera sección hallada en Tumbes y inalizará con aquella que se encuentre en Motupe. En el caso de los segmentos, al ser divisiones menores, su nomenclatura puede consignarse mediante el uso de numerales que seguirán también el sentido de orientación de la sección en la cual están insertos. Redes alternas y la nomenclatura de sus secciones La proliferación de sitios fuera de un único eje vial, así como la presencia de sitios arqueológicos aislados geográicamente, por lo general origina la ramiicación de caminos que funcionan en torno al eje lineal de mayor longitud. Como consecuencia, un tramo puede adscribir el entorno geográico en el que se emplaza, aun cuando este sea de gran extensión (por ejemplo, una cuenca hidrográica), siempre y cuando logre vincular sus nodos, sean sitios arqueológicos o geografía histórica, con la red vial inca. Nuevamente el tramo Xauxa-Pachacamac permite ejempliicar lo dicho, pues una vez que traspasa la cordillera del Pariacaca, hacia el oeste, se extiende en un valle de amplitud reducida (en la cuenca del río Lurín) y sirve como eje articulador de los caminos que comunican los diversos asentamientos arqueológicos ubicados tanto en el cono de deyección del valle bajo como en las quebradas escarpadas del valle medio (ig. 4). El principio de nomenclatura de las secciones que componen estas redes puede regirse también al orden establecido previamente, pero partiendo siempre del eje lineal del tramo mayor. En el caso de secciones de corta extensión, o de sendas anteriores a la red vial inca, estas deben nominarse sin uso de la categorización propuesta, teniendo como criterio la jerarquización (por área y monumentalidad) de los sitios que conectan; esto si aún no se ha podido establecer el orden u origen de su sistema vial o, también, teniendo como indicadores los referentes geográicos inmediatos. Solo cuando los caminos parten de un punto especíico hacia otra cuenca o región, y llegan también a un sitio arqueológico, pueden ser considerados como unidades Tramo indistintamente de su longitud. DEFINICIONES EN TORNO A LA VISIBILIDAD DE CAMINOS La experiencia adquirida por la coordinación irrvi en el desarrollo de proyectos de investigación y las funciones de una institución gubernamental, como lo Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar 39 Pasto COLOMBIA Quito ECUADOR Cabeza de Vaca PERÚ Aypate BRASIL Cajamarca Huamachuco Huánuco Pampa Pumpu Hatun Xauxa Pachacamac Haytará Vilcashuamán Cuzco Hatuncolla BOLIVIA La Paz Tambo de Ático Camata Paria CHILE San Pedro de Atacama Salta SIMBOLOGÍA Copiapó Shincal Sitio inca con población actual Sitio inca ARGENTINA Población actual Red de caminos Hyslop Límites internacionales Mendoza 0 4000 Km Figura 3. Mapa del Tahuantinsuyu indicando la nomenclatura de tramos según su orientación. Figure 3. Map of Tahuantinsuyu, indicating the nomenclature of road sections according to orientation. 40 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 325.000 300.000 350.000 Matucana PERÚ Santa Eulalia Chaclacayo Cocachacra ac Rim 0 10 Km Santiago de Tuna 8.675.000 San Damián Lurín Sisicaya Antioquía La Molina Lurín Cieneguilla Lahuaytambo Huarochiri Lanca Chama llanca Villa El Salvador 8.650.000 Pachamac Lurín Oceáno Pacíico SIMBOLOGÍA Eje vial tramo Xauxa-Pachamac Centro poblado Red de caminos prehispánicos Predios rurales Red hidrográica Cuenca hidrográica del río Lurín Figura 4. Red de caminos en la cuenca baja del río Lurín, Tramo Xauxa-Pachacamac (tomado de Medina 2012, redibujado por Julio Fernández 2015). Figure 4. Road network in the lower basin of the Lurin river, section Xauxa-Pachacamac (from Medina 2012, redrawn by Julio Fernández 2015. es el Ministerio de Cultura, le ha permitido elaborar un modelo de registro que combina datos de identiicación, descripción e interpretación, propias de la labor académica, con otros de cuantiicación y sociabilización del quehacer técnico administrativo. Este esquema se orienta a la evaluación de aquellas secciones o segmentos que presentan evidencia arqueológica y hace una clara distinción de su particularidad física, estado de conservación, originalidad y proyección lineal, que pueden ser trasladados al Sistema de Información Geográica (sig) para el estudio del emplazamiento de una red especiica o los porcentajes que contrasten no solo su extensión sino también las condiciones para su defensa y aprovechamiento como recurso patrimonial, que es el propósito inal del pqñ–Sede Nacional.11 De acuerdo con las deiniciones preliminares hechas por el pqñ (2003-2008), y la Guía de identiicación y registro del Qhapaq Ñan, los caminos, ya sean supericies holladas debido al tránsito constante o vías construidas para el tránsito, se identiican como: - Camino reconocido: presenta componentes estructurales bien deinidos. Su calzada (la supericie acondicionada para el tránsito en el eje del camino), ya sea: empedrada, despejada o elevada, se encuentra en regular o buen estado de conservación, por lo que es posible recorrerla con relativa facilidad. Además, sus elementos de borde, como los muros (de contención o laterales) y los alineamientos de piedras, así como otros elementos integrados: puentes, canales de drenaje, cunetas, etc., son fácilmente identiicables en la sección o segmento de registro. - Trazo de camino: Deine la intermitencia de evidencias o elementos estructurales del camino en contraste a la continuidad de su calzada. Un “paso natural” puede ser considerado en esta categoría en tanto exhiba en su derrotero elementos integrados como: saywas, apachetas, marcadores, etc. Aquí se encuentran también los caminos caravaneros que se extienden en los llanos de la costa y puna y se distinguen solo por su desgaste. Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar - Camino afectado: presenta evidencias claramente reconocibles pero que se encuentran en mal estado de conservación debido a peligros naturales (deslizamientos de ladera, caídas de roca, lujo de lodo, etc.) o antrópicas (redes viales, expansión agrícola, predios urbanos etc.) que diicultan su recorrido. El camino no ha perdido su originalidad, sino que los factores indicados han “dañado” su estructura arquitectónica, la misma que es factible de ser recuperada. Aquí se incluyen las secciones “reconstruidas” sin supervisión técnica. Del mismo modo, el uso de la “posible ruta” se orienta en la evaluación de los cambios sostenidos en el tiempo de aquellas secciones o segmentos que relejan una: - Proyección por daños: línea imaginaria que recrea la ruta del camino que ha sido destruido totalmente por causas naturales (deslizamientos de ladera o caídas de roca, lujo de detritos, etc.) o antrópicas (redes viales, expansión agrícola, predios urbanos, actividad minera, etc.); su uso facilita unir dos secciones que cuentan con clara evidencia arqueológica. - Proyección por remplazo: línea eje de registro en la que se tiene la superposición especíica de vías de transporte moderno como carreteras y caminos de herradura. No obstante, en esta puede seguirse el derrotero original del camino con base en documentos históricos que detallan su trayectoria y a la recurrencia de sitios que vinculaba. Como ejemplo, se tiene la carretera central, que en la ciudad de Jauja se ha superpuesto al camino que ingresaba a la plaza del antiguo centro administrativo inca de Hatun Xauxa. Aunque la superposición de infraestructura vial es recurrente en todo el Qhapaq Ñan (Matos 1992; Bar 2013), cabe aclarar que si una vía moderna no cuenta con suiciente respaldo histórico o arqueológico debe ser consignada en la siguiente categoría. - Proyección por ausencia: línea eje de registro cuyo recorrido, a pesar de no contar con evidencia estructural, por las condiciones topográicas del entorno, hace posible conectar dos secciones de camino bien deinidas. Muy aparte de los cortes de ladera por obras viales modernas, aquí pueden citarse las áreas de bofedal de puna o los corredores naturales formados al pie de estribaciones costeras. 41 Cada una de las categorías deinidas puede ser representada en una serie de líneas con codiicaciones de color para su reconocimiento en los sotwares Google Earth o Bing Maps como soporte graico para el diagnóstico situacional previo a la creación de una base de datos sig en los que puedan articularse los ejes lineales y nodos del Qhapaq Ñan. La igura 5 resume los criterios de codiicación con uso de la escala de colores Google Earth. En caso de que la ruta seguida no guarde relación concreta con el eje vial de un camino arqueológico, pero por temas de operatividad sea considerada en la cuantiicación métrica del mismo, debe ser categorizada entonces como “trazo recorrido”, detallando las razones para dicha inclusión.12 Asimismo, si por razones ajenas al trabajo de campo, extensas áreas geográicas no fueron prospectadas, pero en la revisión de imágenes satelitales, fotográicas o cartográicas (históricas o actuales) se observa su proyección, estas deben ser consignadas como tentativas o “identiicadas” y deberán ser también sustentadas técnicamente. La aplicación práctica de todo lo dicho puede verse en el diagnóstico situacional del camino prehispánico Huancas-río Utcubamba (8,12 km), ubicado en la región Amazonas, que fuera llevado a cabo por el pqñ en el 2013 y derivara en su declaratoria como Patrimonio Cultural y el establecimiento de su área intangible por la Dirección de Catastro del Ministerio de Cultura el año 2014 (tabla 1). A MODO DE CONCLUSIÓN El estudio y el análisis de los caminos deben realizarse con la integración de múltiples capas de información que comprendan la revisión de datos provenientes de la arqueología, historia, toponimia, etnografía (tradición oral), documentación fotográica y cartográica, sea histórica o reciente, así como de otras fuentes relacionadas a estas que permitan reconocer las características del objeto de estudio: en nuestro caso, la red vial inca. Todo este bagaje de información debe ser incorporado a un sistema de información geográica, que a su vez brinde un mayor conocimiento de los caminos registrados a in de desarrollar las estrategias de investigación o de intervención. En ese sentido, las conceptualizaciones hechas nos ayudan a tener un mejor discernimiento de los caminos y de su articulación e interacción con los sitios arqueológicos, al igual que un mejor manejo 42 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Colores básicos CAMINO REGISTRADO (RECONOCIDO) Colores personalizados Añadir a los colores personalizados Colores básicos TRAZO DE CAMINO Colores personalizados Añadir a los colores personalizados Colores básicos CAMINO AFECTADO Colores personalizados Añadir a los colores personalizados Colores básicos PROYECCIÓN POR DAÑOS Colores personalizados Añadir a los colores personalizados Colores básicos PROYECCIÓN POR REEMPLAZO Colores personalizados Añadir a los colores personalizados Colores básicos PROYECCIÓN POR AUSENCIA Colores personalizados Añadir a los colores personalizados Figura 5. Categorización y codiicación de color en la proyección visual de caminos. Figure 5. Categorization and color codes in the visual projection of roads. Tabla 1. Diagnóstico especíico del camino Huancas-río Utcubamba. Tabla 1. Speciic diagnose of the Huancas-Utcubamba river road. SEGMENTO UBICACIÓN ESTADO DE LONG V1 V1 V2 V2 CONSERVACIÓN M COORNUT COREUT COORNUT COOREUT TIPO 1 Área urbana Regular 204 182896 9316751 182693 9316716 Proyección por reemplazo 2 Trocha Carrozable Regular 520 182693 9316716 182242 9316553 Proyección por reemplazo 3 Trocha Carrozable Malo 957 182242 9316553 181348 9316220 Proyección por reemplazo 4 Cima de cerro Malo 1110 181348 9316220 180508 9316860 Proyección por daños Baulcucho Quebrada Shallo Bueno 553 180508 9316860 180250 9317004 Camino reconocido 6 Quebrada Bueno 663 180250 9317004 180409 9317442 Camino reconocido Malo 952 180409 9317442 180007 9317887 Proyección por ausencia Bueno 364 180007 9317887 179828 9318171 Camino reconocido Malo 721 179828 9318171 179297 9318562 Trazo de camino Malo 1096 179297 9318562 179265 9319375 Proyección por daños Malo 986 179265 9319375 178584 9319758 Proyección por daños Chacahuayco 7 Quebrada Chacahuayco 8 Ladera de cerro Lluychubamba 9 Ladera de cerro Lluychubamba 10 Quebrada Coóndor Armana 11 Ladera de cerro Sectorización y nomenclatura del Proyecto Qhapaq Ñan / A. Bar 5 43 44 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 de la data misma. Además, la categorización planteada permite realizar un diagnóstico inmediato de su extensión total, en el que puede conocerse el proceso de cambio ocurrido a través del tiempo (relejado en el historial de registro trasladado a la Geodatabase). Lo expuesto tiene como in estandarizar –al menos en territorio peruano– los criterios para la sectorización y nomenclatura de las diversas secciones de camino que puedan ser reconocidas como pertenecientes a la red vial inca, ya sea en el marco de un proyecto de investigación o dentro de la arqueología de contrato; sin embargo, esta propuesta puede ser revisada en el estudio de las redes viales originadas en las diferentes etapas culturales y bajo los criterios de cada realidad institucional, social o profesional, por lo que los planteamientos hechos son perfectibles. NOTAS Instituto Nacional de Cultura (2004, 2006). Elaborado en la vii Reunión de Expertos del Qhapaq Ñan, Pasto, Colombia 2006. 3 En dichas campañas el tramo se deinía como: “cada una de las partes en que está dividido o se puede dividir una extensión lineal. Los caminos se dividen en tramos los cuales son arbitrarios, pero generalmente se denominan por los asentamientos que están en sus extremos” (Álvarez & Espinoza 2004: 23). 4 Los proyectos en cuestión son: el Proyecto de evaluación arqueológica con excavaciones para la construcción de la carretera Azul Mina-Matash-Huanzalá Sur, distrito de Huallanca, Provincia de Bolognesi, Región Ancash (2007) y el Proyecto de reconocimiento arqueológico “Línea de transmisión LT–33KV S. E. Huallanca Nueva – S. E. Pucarrajo” (2008). 5 Caso del camino costero en la región Tumbes. El tramo en estudio comprende desde la quebrada Cusco, en la montaña de los Amotapes, hasta Playa Hermosa en el litoral; tiene una longitud de casi 100 km con dirección de sur a norte, con alturas que oscilan entre 1538 y 0 msnm. Políticamente se ubica entre los distritos de San Jacinto y Corrales, Provincia y Departamento de Tumbes (Vilches 2013: 4). 6 Estas localidades son también nodos del Camino Longitudinal de la Sierra y el Camino de los Llanos o Longitudinal de la Costa. 7 La diferenciación de nodos se hace por el carácter funcional y jerárquico de los sitios que representan: los nodos primarios corresponden a los sitios (de iliación inca) que deinen el origen y extensión de un eje vial; los nodos secundarios a los sitios que se ubican al interior del mismo y que 1 2 sirven como controladores del lujo; y los nodos de menor rango se relacionan con todos los sitios –de indistinta iliación– que son interconectados por el eje vial o los caminos que se desprenden de este. 8 Su identiicación se dio dentro del Proyecto de investigación y registro con excavaciones en la red de caminos inca en la meseta de Bombón, dirigido por el autor el presente año. 9 Esta relación debe primar sobre las descripciones halladas en fuentes etnohistóricas para no crear deiniciones forzadas (véase Barraza 2010; Chacaltana 2010). 10 Algunas veces con evidencia de origen y función militar, como en el caso de Inkahuasi de Lunahuaná, que fue construido como un “nuevo Cusco” durante el tiempo que duró el conlicto bélico entre el ejército cusqueño y las fuerzas del señorío de Guarco (Hyslop 1985). 11 Toda esta información es llevada a una Geodatabase que puede ser visualizada en el Sistema de Información Geográica de Arqueología (sigda) del Ministerio de Cultura. 12 Esta situación había sido ya prevista el año 2005, por lo que en documentos internos del pqñ el “recorrido” representa el espacio caminado siguiendo una determinada ruta sin encontrar evidencia del camino. Sin embargo, en el registro del año 2008 no fue consignado como una categoría en sí misma, por lo que en ocasiones fue incluido como parte de la “posible ruta”. REFERENCIAS Acosta, J., 1954 [1590]. Historia natural y moral de las Indias. Biblioteca de Autores Españoles, Tomo 73. Madrid: Atlas. Álvarez, A. & J. Espinoza., 2004. Glosario de tecnología caminera. Documento de trabajo del componente de arqueología del Proyecto de levantamiento del sistema vial inca. Proyecto Qhapaq Ñan-inc. Lima. Astuhuamán, C., 2010. La red de sitios y Caminos Incas en la sierra de Piura, Perú. Inka Llaqta 1: 29-60. Lima. Bákula, C., 2009. Qhapaq Ñan, trabajo permanente. Gaceta Cultural del Perú 38: 4-5. Lima: Instituto Nacional de Cultura. Bar, A., 2008 Ms. Actividad de identiicación y registro del sistema vial inca. Macro Región Centro, Ancash-Huánuco. Informe inal, Proyecto Qhapaq Ñan. Lima: Instituto Nacional de Cultura. Bar, A., 2013. 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ESTUDIO DE LA VIALIDAD INCA EN LA PAMPA DE LAMPAS-CHOQUERECUAY, EN EL DEPARTAMENTO DE ANCASH, PERÚ THE INCA ROUTE TO THE HUAYLAS. A STUDY OF INCA ROADS IN PAMPA DE LAMPAS, CHOQUERECUAY, DEPARTMENT OF ANCASH, PERÚ JOSEPH BERNABÉA En este trabajo se presenta el registro de la red vial inca en la pampa de Lampas, región ubicada al sur del callejón de Huaylas, en el lado occidental de la cordillera Blanca en la Región Ancash. Para ello, se recurre al análisis del registro arqueológico, producto de trabajos de campo desarrollados por el Proyecto Qhapaq Ñan en sus temporadas 2003 y 2004, así como la actualización de información, que tuvo como punto de inicio el análisis de imágenes satelitales. Esto llevó a realizar nuevos trabajos de campo los años 2014 y 2015 para registrar las características formales de la vialidad y realizar el levantamiento planimétrico de los sitios asociados a los caminos. La revisión de fuentes bibliográicas, arqueológicas e históricas nos ha permitido desarrollar el presente estudio. Palabras clave: caminos, pachacoto, ushnu, kancha, pampa de lampas, Choquerecuay. his work presents the information documented for the Inca road network in the Lampas Pampa, a zone located south of Callejón de Huaylas, on the western side of the Cordillera Blanca of Ancash Region. he authors analyse the archeological records collected by the Qhapaq Ñan Project in the 2003 and 2004 ieldwork seasons, as well as updates based irst on an analysis of satellite images then expanded during ieldwork in 2014 and 2015 to record the formal features of the roadways and the elaboration of a planmetric survey of associated sites. A review of bibliographic, archeological and historical sources enhanced the study conducted. Keywords: roads, Pachacoto, ushnu, kancha, pampa of Lampas, Choquerecuay. A INTRODUCCIÓN La red vial inca o camino principal andino nacía en la plaza Haucaypata, en el centro del Cusco, proyectándose mediante un trazo longitudinal de sur a norte hacia el Chinchaysuyu y de norte a sur hacia el Collasuyu; y dos caminos transversales, uno hacia el oriente: el Antisuyu, y otro al occidente: el Cuntisuyu. El camino se materializaba mediante una red vial perfectamente constituida que comunicaba nodos de conexión o centros administrativos, permitiendo la administración y control de regiones culturalmente diferentes a la nación cusqueña. Esta extensa red vial de uso pedestre permitía el desplazamiento de funcionarios cusqueños y locales, ejércitos, mitmaq, capacochas, caravanas de camélidos que transportaban bienes de producción y otros especialistas al servicio del Estado. Todos ellos se movilizaban por motivos estrictamente oiciales de índole política, económica, militar y religiosa. Su construcción y mantenimiento dependió de instituciones públicas y fuerza de trabajo obtenida de grupos mitmacunas. El aparato estatal instituyó los tambos, establecimientos estratégicamente ubicados a la vera del cami- Joseph Bernabé, Proyecto Qhapaq Ñan, Perú / Ministerio de Cultura. Av. Javier Prado Este 2465 San Borja, Lima 41, Perú, email: josephberna@hotmail.com Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2017. 48 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 no que facilitaban el abastecimiento de las comitivas oiciales y de los ejércitos, a la vez que se construyeron elementos arquitectónicos sobre las principales rutas: plataformas, marcadores, puentes colgantes, calzadas empedradas, lo que sumado al desarrollo de diferentes técnicas, permitió su sostenimiento y funcionamiento. Precisamente, este trabajo presenta los resultados preliminares de un estudio sobre la vialidad inca en el Departamento de Ancash, en el marco del Proyecto Qhapaq Ñan. Para este in, se ha utilizado la información obtenida de los reconocimientos de campo realizados entre 2003 y 2004, de los tramos de caminos prehispánicos y sus componentes asociados. Al mismo tiempo, se han revisado fuentes históricas, informes de investigación, material cartográico y aerofotográico, así como el análisis de imágenes satelitales mediante la plataforma Google Earth. Dicha información ha permitido actualizar y precisar la data de campo. ÁREA DE ESTUDIO El ámbito de estudio se ubica en el extremo sur de Callejón de Huaylas, en la jurisdicción de la provincia de Bolognesi y Recuay, en el departamento de Ancash. El área comprende una gran meseta altoandina conocida como las pampas de Lampas (4050 msnm, ig. 1) y Pachacoto (3900 msnm). La proyección de la vialidad inca en esta región abarca un subtramo de 62 km de longitud, el cual formó parte del camino longitudinal de la sierra. Geográicamente, el área de estudio se enmarca en la cuenca alta del río Santa, donde destaca la región la quechua (3000 msnm), jalca o la suni (3500 msnm), puna (4000 msnm) y la janca o cordillera Nevada (4800 msnm) (Pulgar 1967). La red vial inca se emplaza entre las tres primeras regiones naturales y, en mayor porcentaje, en la región puna. Esta región se encuentra formada por grandes estepas y zonas inundables como bofedales, arroyos y lagunas que se originan de los glaciares ubicados en el lado occidental de la cordillera Blanca. Antecedentes históricos La importancia de este subtramo Lampas-Choquerecuay se describe en las primeras fuentes históricas, entre ellas la escrita por Miguel de Estete, en la relación del viaje que hizo Hernando Pizarro de Cajamarca al Santuario de Pachacamac, en enero de 1534.3 Estete menciona los lugares principales por donde transitaron, llegando a “Guarax” el 24 de enero siendo recibidos por el señor Pumacapillay, continuando hacia “Sucoarocoay”, prosiguiendo hasta Pachacoto el 25 de enero, donde tomaran el camino que baja a la costa por “Marcara” (Marca) y el valle de Fortaleza hasta Paramonga; allí tomaron la ruta del camino costero rumbo al valle de Lurín. En esta relación se hace mención de los principales asentamientos asociados a la vialidad inca en nuestra área de estudio, como Sucorecuay (Choquerecuay o Pueblo Viejo) y Pachacoto. En agosto del mismo año, Francisco Pizarro realizó la marcha de Cajamarca al Cusco, tomando el mismo trayecto que su hermano Hernando Pizarro. Cruzó la Provincia inca de Huaylas, donde permaneció aproximadamente 12 días entre Tocas y Recuay (Zuloaga 2011: 70), continuó por Pachacoto hacia Cajatambo, tramo en el que debió cruzar la pampa de Lampas. En estas primeras incursiones hispanas al centro del Tawantinsuyu se utilizó un ramal del Qhapaq Ñan que se proyectaba por todo el Callejón de Huaylas, aprovechado estratégicamente por la alta densidad demográica asentada a la vera del camino. Esto permitió el abastecimiento de alimentos y un mayor conocimiento acerca de la organización política y social del Estado Inca (Del Busto 1999: 24). La conquista inca a los Huaylas La vialidad inca no solo logró la integración y control de las cabeceras de la cuenca alta del río Santa, sino que también abarcó las cuencas bajas de los ríos: Huaura, Pativilca, Fortaleza, Huarmey y Casma, anexando a un abigarrado conjunto de grupos étnicos de habla quechua ubicados sobre ambas márgenes de la cordillera Blanca y Negra en la Provincia inca de Huaylas. Durante el Horizonte Tardío (1470), toda esta región estuvo anexada política y administrativamente al Estado Inca, teniendo como eje integrador una variante del camino longitudinal de la sierra, que nacía en el centro administrativo de Pumpu (Pasco) y continuaba con rumbo noroeste hacia el Callejón de Huaylas. Esta vasta región, que integró los grupos étnicos de Lampas y Huaylas, fue conquistada por el Inca Pachacutec a mediados del siglo xv, quien encomendó a su hermano Inca Capac Yupanqui la dirección de la expedición que consiguió dominar a los Huanca, Huarochiri, Yauyo, Chucurpu, Atapillo, Canta, Tarma, Chinchaycocha, Checra, Cajatambo y Lampacollana (Robles 2003: 116). La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé 49 Figura 1. Vista de la pampa de Lampas teniendo en segundo plano el nevado Jeulla Rajo. Figure 1. View of the pampa of Lampas with Jeulla Rajo in the background. La primera expedición conquistó dos provincias extensas y de alta demografía llamadas Ancara y Huaillas. Si embargo, esto no fue suiciente para asegurar el control sobre los pueblos de Huaylas, por lo que Pachacuti Inca envió nuevamente a su hermano, acompañado esta vez por el hijo y sucesor de Pachacuti, Inca Yupanqui quien tenía 16 años, y un ejército de 50.000 hombres (Garcilaso 1985 [1609]: 229-230). En esta segunda expedición quedó aianzado el dominio inca sobre la región de los Huaylas, Pincos y Piscobamba (Garcilaso 1985 [1609]: 229-230; Varón 1980: 39). A la llegada de los hispanos, la provincia de Huaylas se encontraba dividida políticamente en dos mitades: Huringuaylas, en el extremo sur, y Hananguaylas, en el extremo norte. Cada una de ellas se subdividía en seis guarangas (Varón 1980: 40; Zuloaga 2011: 69, 2012). Colindante con la frontera sur de los Huaylas se encontraba la región de Lampas, organizada en tres guarangas:1 Collana Guaranga, Chaupi Guaranga y la Guaranga de Ocros (Pereyra 1989: 24). Cada una de estas subdivisiones contaba con un curaca principal y señor de varias guarangas con sus curacas subalternos. Esta división por guarangas tenía un carácter netamente administrativo, pero con una signiicación social, económica, ecológica (Varón 1980), a la que hay que añadir la simbólica o religiosa impuesta por los incas. Además, esta división respondía a un aprovechamiento racional de zonas de producción, tales como los extensos pastizales de la pampa de Lampas aptos para la crianza de camélidos. La conquista inca provocó cambios a gran escala, los que implicaron la restructuración de la organización política regional y local, entre ellos, la incorporación a una nueva demarcación administrativa con patrones externos, tales como la estructura hanan y hurin; la reordenación del espacio y del acceso a los recursos; la imposición de dioses regionales (provinciales) y estatales (el sol); la introducción de autoridades políticas y regionales jerárquicamente superiores a los locales; el traslado masivo de poblaciones locales y, inalmente, la creación de la Provincia inca de Huaylas. La Provincia inca de Huaylas mantuvo su estructura local de producción, pero integrándola a la economía estatal a través de los diversos depósitos y caminos que 50 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 se construyeron a la vera de la ruta principal, y la suma de un nivel superior de reciprocidad con el gobernante Inca. Huaylas pasó a depender administrativamente de Huánuco Pampa, y se instaló una capital provincial de menor jerarquía ubicada en el extremo norte del Callejón de Huaylas, en las inmediaciones del actual pueblo de Huaylas, denominada como Hatun Huaylas2 (Varón 1980: 42). Al extremo sur, en la región de hurinhuaylas se estableció otra cabeza de provincia que tuvo como centro de poder el asentamiento inca de Sucoarecuay o Choquerecuay (Zuloaga 2012). ESTUDIO DE LA VIALIDAD INCA ENTRE LAMPAS-CHOQUERRECUAY En mérito al Decreto Supremo N° 031-2001-ED, el Estado peruano declaró de interés nacional el registro, estudio y conservación de la red vial inca, iniciándose el Proyecto Qhapaq Ñan – Perú. El proyecto se inició con el desarrollo de las primeras temporadas de reconocimiento para la identiicación y registro de la red vial inca. Para este in se requirió la implementación de equipos de arqueólogos especialistas que realizaron labores de reconocimiento en el ámbito nacional durante los años 2003, 2004 y 2008. Parte de este registro corresponde al presente trabajo en el subtramo Lampas-Choquerecuay, entre las provincias serranas de Bolognesi y Recuay, en el Departamento de Ancash. La información fue procesada en el año 2014 y, en algunos casos, actualizada mediante la teledetección digital o fotointerpretación arqueológica de imágenes satelitales proporcionada por las plataformas Google Earth y ArcGIS Esri, la que fue luego trasladada a una base de datos sig, permitiendo la sistematización de la información vectorial (caminos y sitios). Asimismo, la utilización de esta plataforma permitió elaborar propuestas para la identiicación de posibles tramos de caminos prehispánicos asociados a sitios arqueológicos, para luego pasar a su veriicación de campo mediante el empleo de equipos de posicionamiento satelital gps, ichas de campo y el registro gráico. Las imágenes satelitales de alta resolución permitieron la elaboración de la planimetría de los sitios, lo que llevó a la sectorización y determinación de los componentes incas para su posterior veriicación en campo. Sectorización de la vialidad Para la sectorización de los tramos del camino prehispánico se utilizó la propuesta metodológica desarrollada por el Proyecto Qhapaq Ñan y presentada en la Guía metodológica para la identiicación y registro de Qhapaq Ñan (Ministerio de Cultura 2013: 71). La Guía establece cuatro unidades de sectorización con ines de registro y descripción de caminos. Las unidades se clasiican mediante las siguientes categorías: Segmento (0-1 km), Sección (1-10 km), Subtramo (10-100 km) y Tramo (100+km). Esta propuesta de sectorización se ha realizado sobre la base de las distancias registradas entre los sitios arqueológicos vinculados al Qhapaq Ñan. Los segmentos y secciones se han organizado de acuerdo a divisiones arbitrarias mediante su localización en diferentes ámbitos geográicos, como quebradas, lomas, valles y pampas, donde se presentan determinadas características formales y técnicas constructivas, deinidas por el relieve y la supericie del terreno y por su estado de conservación (Ministerio de Cultura 2013: 71). La división en tramo y subtramo responde a la proyección general de un camino arqueológico, que deine un itinerario de comunicación entre los diversos asentamientos arqueológicos asociados, como también la ubicación entre localidades actuales que se sobreponen a antiguos centros administrativos y tambos. En el caso del ámbito de estudio, el tramo se circunscribe entre las localidades más importantes en el Callejón de Huaylas, mencionadas en la crónica de Miguel Estete. IDENTIFICACIÓN Y REGISTRO En el subtramo Lampas-Choquerecuay se origina la bifurcación de caminos que se inicia en el centro administrativo inca de Pumpu, ubicado en la meseta de Bombón, en el Departamento de Pasco. El subtramo continúa luego como un ramal del camino longitudinal de la sierra que bordea el lanco occidental de la cordillera Blanca. Se trata de una vía secundaria paralela al camino longitudinal, por las cabeceras de los ríos Huaura, Pativilca y Fortaleza llegando a la meseta de pampa de Lampas. El camino bordea el lanco oriental de la laguna de Conococha, proyectándose hacia el norte hasta Pachacoto, puerta de ingreso al Callejón de Huaylas. La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé 51 Figura 2. Trazo de camino sobre la pampa de Lampas. Figure 2. Road trace in the pampa de Lampas. 1. Sección Lampas-Yanamarca (7,3 km) El camino se desprende del sitio arqueológico de Lampas ascendiendo a la pampa de Lampas por una suave pendiente, mediante un trazo recto con rumbo sur-norte. En esta sección solo se conserva el trazo del camino, presentándose ligeramente elevado ya que, al parecer, ha perdido parte de su calzada debido a la erosión producida por la humedad del terreno por los extensos bofedales que se han formado por iltraciones de la laguna de Conococha (igs. 2 y 3). A 6 km del sector de Lampas se ubicó una plataforma de planta rectangular de 5 m x 3 m, asociada directamente al trazo del camino (ig. 4). Esta sección se asocia al sitio arqueológico denominado Yanamarca o pampa de Lampas Alto (ig. 5), asentamiento constituido por construcciones de plata rectangular y circulares de neta iliación inca. 2. Subtramo Yanamarca-Huarirraga (27 km) El subtramo se proyecta desde la altiplanicie ubicada frente al asentamiento de Yanamarca. El trazo es recto salvo en el corte de la carretera Conococha-Chiquián,aunque es visible en la pampa de Lampas entre los sectores de Mesapampa y Romatambo. El camino se proyecta sobre un terreno ondulado propio del páramo de puna, caracterizado por alineamientos de piedras que delimitan los bordes, cruzando pequeñas quebradas formadas por los riachuelos que nacen de los deshielos de los nevados Jeullarajo y Juchurajo. El camino presenta una calzada de un ancho aproximado de 9 m. Asociado a este subtramo destaca el sitio arqueológico de Huarirraga, denominado también Huariraka o Inkaraka (Antúnez de Mayolo 2007). Este asentamiento se ubica en una extensa planicie altoandina denominada pampa de Pachacoto, desde la cual se distribuyen dos conjuntos arquitectónicos de patrón ortogonal. El principal presenta estructuras de planta rectangular formando dos canchas y estructuras difíciles de deinir por el mal estado de conservación. Destaca un montículo aterrazado el cual presenta dos escalinatas de acceso, las que, por su ubicación y características formales, habrían constituido una plataforma ceremonial o ushnu (igs. 6 y 7). Precisamente, en este sector del sitio conluyen dos caminos, el principal o longitudinal 52 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 3. Vista de norte a sur del trazo del camino entre Lampas y Yanamarca. Figure 3. View from the north to the south of the road trace in Lampas and Yanamarca. Figura 4. Plataforma ubicada en la vera del camino Yanmarca-Huarirraga. Figure 4. Plataform on the side of the Yanmarca-Huarirraga road. 53 La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé 254900 255100 255300 255500 408 5 40 4085 0 8879400 5 8879300 55 40 60 40 65 40 70 40 407 408 8879500 80 4090 0 8879600 409 254700 8879200 SIMBOLOGÍA Trocha carrozable 0 Quebrada 255000 255200 Figura 5. Croquis del sitio de Yanamarca. Figure 5. Yanamarca site diagram. Figura 6. Plataforma ceremonial de Huarirraga. Figure 6. Ceremonial platform of Huarirraga. 200 m 255400 54 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 que se orienta de sur-norte y otro secundario que se proyecta de oeste-este hacia la cima del cerro Yeso. 3. Sección Huarirraga-cerro Yeso (6 km) Esta sección comprende un camino formalmente construido de 28 m de ancho, delimitado por alineamiento de piedras hacia ambos lados. El tramo se orienta desde la plataforma principal de Huarirraga orientándose hacia el sureste y proyectándose a la cima del cerro Yeso (4624 msnm), con una longitud de 6 km. Es posible que este camino se proyecte hacia la cima del nevado Caullarajo o Jeullarajo, denotándose por su orientación como un camino de índole religioso, posiblemente vinculado a capacochas. Esperamos continuar prontamente con los estudios de esta sección para deinir su signiicación (ig. 8). 4. Sección Huarirraga-Pachacoto (8,5 km) Esta sección es una de las mejores conservadas y se presenta como un camino encerrado por muros bajos en ambos costados, formados por dos hileras de piedra, con un ancho de 50 cm. El camino adquiere un ancho promedio de 28 m (ig. 9) y está formado por una calzada de tierra y piedras sueltas. El trazo del camino se proyecta en un trayecto aproximado de 8,5 km de longitud desde el asentamiento de Huarirraga hacia el sitio arqueológico de Pachacoto, el que destaca ya que es mencionado en las primeras crónicas soldadescas. El sitio de Pachacoto se encuentra formado por una cancha deinida por 4 estructuras de planta rectangular de 5 m de ancho x 18 m de largo, dispuestas en el entorno de un patio central delimitado por un muro perimétrico (ig. 10). Lamentablemente, este sitio se encuentra en mal estado de conservación debido a factores antrópicos. 5. Subtramo Pachacoto-Choquerecuay (16 km) Este camino continuaba desde Pachacoto hacia el sitio arqueológico de Pueblo Viejo o Choquerecuay, trazo que actualmente ha desaparecido producto del reemplazo de la carretera Catac-Chavín y una trocha carrozable que se proyecta por el antiguo trazo con dirección al sitio de Choquerecuay o Pueblo Viejo, ubicado al costado derecho del río Santa. En este subtramo se ha registrado el sitio arqueológico de Pueblo Viejo, formado por una plaza de planta trapezoidal cruzada por el camino que ingresa de sur a norte. El sitio incluye dos sectores claramente diferenciables. El sector bajo está formado por la primera plaza, frente a dos estructuras de planta rectangular, posiblemente kallankas; el segundo sector, ubicado en la parte alta, está formado por un muro de contención que divide la primera plaza con la parte más elevada, en la cual se ubica una estructura escalonada, construida sobre un montículo natural; junto a la estructura escalonada se encuentran tres estructuras de planta cuadrangular que semejan tres canchas (igs. 11 y 12). Por su ubicación entre los límites de la región quechua e inicio de la región suni, el área debió producir abundantes tubérculos como la papa, por lo que destaca en el sitio un sector de depósitos o qolqas ubicadas en una colina hacia el este del sitio. Este componente arquitectónico es un patrón recurrente en los grandes centros administrativos incas y permitía el acopio de la producción provincial estatal y el control de la producción de los grupos locales asentados en la cuenca alta del Santa. Otros ramales (ig.13) Se han registrado caminos transversales que se bifurcan del camino principal hacia ambas márgenes de la cordillera Blanca y Negra. Del asentamiento de Lampas se bifurcan dos caminos. El primero hacia el valle bajo del Pativilca, cortando parte del macizo geológico de la formación Fortaleza. En su extremo sur, este camino desciende hacia la antigua provincia de Ocros y continúa hacia el valle bajo. El segundo ramal está orientando hacia el este y conduce hacia las cabeceras de la cuenca alta del Pativilca, conectándose con otro ramal de la ruta al Huayhuash. Del sitio arqueológio de Pachacoto se desprenden varios caminos, destacando históricamente el camino que conectaba con el valle de Fortaleza por la vía prehispánica hacia Marca. La ubicación del sitio es estratégica, ya que permitió la articulación con otras regiones. El asentamiento inca de Pueblo Viejo permite enlazar con los valles de Huarmey y Casma, por un camino que baja por las estribaciones occidentales de la cordillera Negra, hacia Huarmey por el paso Huancapeti, entre Aija y Recuay, y hacia Casma por el paso de Puntacallan. Otro camino se orienta de Olleros rumbo 55 La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé 242700 242800 242900 06 CAMINO INCA 8 4 414 4142 8 4140 413 6 4134 4130 4128 4124 4122 4120 4126 4132 413 8904100 411 4116 8904200 411 4 411 0 411 2 8 410 41 41 04 242600 8904300 242500 8904000 0 120 m Figura 7. Planimetría del sitio de Huarirraga. Figure 7. Huarirraga site planimetric sketch. Figura 8. Trazo del Camino Inca entre Huarirraga-Cerro Yeso. Figure 8. Trace of the Inka Road between Huarirraga and Cerro Yeso. 56 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 9. Trazo del Camino Inca entre Huarirraga-Pachacoto. Figure 9. Trace of the Inka Road between Huarirraga-Pachacoto. az ri 3 aH 0 ino 376 Cam 8909600 a Pastoru 750 uar 3700 8909800 Camino 0 377 0 0 00 37 90 8909200 37 40 37 3 8909400 Río S anta 372 0 37 10 378 38 1 0 38 SIMBOLOGÍA 8909000 Camino Inca Trocha carrozable Vía asfaltada Quebrada 235600 235800 0 236000 236200 236400 Figura 10. Croquis del sitio de Pachacoto. Figure 10. Pachacoto site diagram. 236600 320 m 236800 237000 La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé 231200 90 33 80 3410 33 Sa nta Río Camino a H ua raz 3430 231000 00 34 8926200 3420 230400 3370 230000 57 3420 3430 0 350 0 351 0 352 0 3410 8926000 353 0 354 0 SIMBOLOGÍA 344 0 344 5 345 0 34 60 8925600 3390 3560 90 Trocha carrozable 34 8925400 34 7 34 0 80 Camino Inca 0 230200 230600 320 m Vía asfaltada Quebrada 230800 Figura 11. Croquis del sitio de Pueblo Viejo o Choquerecuay. Figure 11. Diagram of the Pueblo Viejo or Choquerecuay site. Figura 12. Sector de las kanchas en Choquerecuay. Figure 12. Area of the kanchas in Choquerecuay. 8925800 3400 355 58 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 tar SIMBOLOGÍA uan eH nd avi Sitios arqueológicos h A Ca AC Olleros sm Elementos asociados a Capital provincial Capital distrital PUEBLO VIEJO RECUAY A as uc Pa Camino registrado Trazo de camino Camino afectado Ticapampa Proyección de camino por ausencia Catac Límite distrital PACHACOTO LA LIBERTAD HUANUCO Marcador HUARIRRAGRA Oc ico ací oP eán RECUAY Cotaparaco LIMA Tapacocha Aquia Huayllapampa mo ng a Marca A Pa ra Pampas Chico Huasta Plataforma YANAMARCA Cajacay CHIQUIAN Raquia A Ca ja ta mb Huayllacayan 0 12 Km A Ocro s o Ticllos Figura 13. Mapa del registro de la red vial en Lampas - Choquerecuay. Figure 13. Map of the roads documented in the Lampas - Choquerecuay area. La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé al portachuelo de Yanashallash, bajando hacia el valle de Pushca por el centro ceremonial de Chavín de Huantar, continuando por su rivera hasta el puente prehispánico de Chocchian (Llamellín) y cruzando el Marañón, una ruta de interconexión con el oriente y la ceja de selva que lleva al valle del Monzón. DISCUSIÓN A lo largo del sistema vial se han registrado ramales de caminos que el Estado Inca construyó para unir áreas de suma importancia por su potencial económico y su carácter simbólico. Así tenemos ramales que se deprenden de los principales asentamientos para unirse después de varios kilómetros, en otro punto de importancia. Por ejemplo, el camino al Collasuyu que bordeaba ambos lancos del lago Titicaca,4 bifurcándose en la actual localidad de Pucara, y uniéndose en el extremo sur del lago en el sector denominado como Laja (actual Bolivia). Recientes estudios en la meseta de Bombón han permitido comprobar que el camino longitudinal se bifurcaba en el sitio de Chacamarca para continuar por la margen oriental del lago Chinchaycocha, asociado a asentamientos de iliación Intermedio Tardío (Guido Casaverde y Alfredo Bar, comunicación personal). El subtramo Lampas-Choquerecuay sería parte de un ramal del camino longitudinal de la sierra que se bifurcaba en el centro administrativo de Pumpu, continuando por el lanco occidental de la cordilleras de Chacua, Raura, Huayhuash y la cordillera Blanca, cruzando valles interandinos de suma importancia económica, política y religiosa para el Estado Inca. El concepto geográico y paisajístico está integrado en la planiicación del territorio por los Incas, quienes controlaban grandes zonas de pastoreo y producción de camélidos, en especial la llama (Lama glama), único animal utilizado para el transporte de carga en el Tawantinsuyu. El carácter ceremonial de la vialidad inca se observa por la ubicación del asentamiento de Huarirraga, al pie de la cadena montañosa donde destaca el nevado Jeullarajo o Caullarajo. Allí se proyecta un camino de 29 m de ancho desde la plataforma principal con una longitud aproximada de 6 km, orientándose hacia el este con dirección a la cima del cerro Yeso. Dicho camino continuaba posiblemente en ascenso hacia la Cordillera (Vitry 2007). 59 Algunos indicadores, como la asociación de sitios, permiten plantear el carácter económico y religioso. Por ejemplo, la construcción de Choquerecuay como un centro administrativo que constituyó “cabeza de provincia” en la parte sur de la Provincia inca de Huaylas, parcialidad que tomó el nombre de Rurinhuaylas. Por otro lado, queda por resolver el rol que jugó el asentamiento de Pumacallan con respecto a la parte sur de la Provincia de Huaylas. Este asentamiento se encuentra ubicado en el centro de la actual ciudad de Huaraz, donde se han hallado evidencias de ocupación inca (Serna 2009). El sitio arqueológico de Choquerecuay o Pueblo Viejo comprende una extensión aproximada de 44 ha, conservando componentes arquitectónicos de iliación inca, como la estructura escalonada que destaca por su volumen y posible funcionalidad como ceremonial. Esta estructura presenta 3 plataformas superpuestas y una escalinata orientada al noreste, permitiendo el acceso a la parte superior, donde se ubica un recinto de planta rectangular. Su ubicación estratégica le permite, además, tener una visión panorámica de todo el conjunto y del camino que cruza la plaza dividiendo al sitio en dos mitades. Consideramos esta estructura como una plataformas ceremonial ushnu. Como veremos, se han localizado a lo largo del sistema vial establecimientos incas con ushnus conformados como plataformas superpuestas, por ejemplo: en Huánuco Pampa (presenta 3 plataformas superpuestas), Vilcahuaman (4 plataformas), Curamba (3 plataformas), Pumpu (3 plataformas) (Monteverde 2010: 49). El sitio de Pachacoto es importante por su alto grado de conectividad, ya que se asocia al camino longitudinal que se proyecta por la margen derecha del río Santa. Se articula con una red de caminos transversales, tanto para el occidente como para el oriente, conectando con establecimientos de la costa y con regiones de alta productividad como los valles de Pushca y el Vizcarra, rutas que permitían el acceso a la cuenca alta del Marañón. Hacia el sur se conecta con la pampa de Pachacoto y Lampas, áreas de alta producción de camélidos y recursos hídricos. Así, la red vial inca permitía el control y administración del lujo de bienes de producción que circulaban hacia los principales centros administrativos como Huánuco Pampa. Los sistemas de depósitos asociados a los centros administrativos, explicados por algunos autores y registrados en Huánuco Pampa, Pumpu, Xauxa, destacan 60 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 como una característica en los componentes incas. Los 5 asentamientos registrados en Choquerecuay y Pachacoto cuentan con qolqas o depósitos claramente identiicados, como en Choquerecuay, caracterizado por estructuras alargadas que presentan subdivisiones internas que forman pequeñas estructuras de planta rectangular. En Pachacoto se han registrado aproximadamente 20 estructuras de planta circular alineada y orientada hacia el noreste. En Huarirraga y Lampas no se han ubicado sectores diferenciados que nos puedan indicar construcciones que cumplieron la función de qolqas. En Yanamarca, el sector 1 corresponde a un conjunto de estructuras circulares que falta deinir, pero es posible que conformen áreas de depósitos. Los sitios de Huarirraga y Yanamarca cumplieron funciones productivas para la crianza de grandes hatos de camélidos, ya que se asocian a una gran estepa de puna con abundante pastizales, lagunas y bofedales aptos para la crianza selectiva de llamas y alpacas, permitiendo que esta actividad económica fuera muy productiva. Un indicador arqueológico que nos permite conirmar esta airmación es el conjunto de estructuras de planta cuadrangular y rectangular que hasta el día de hoy son reutilizadas por los pastores de puna como corrales. Asimismo, en Yanamarca destacan dos estructuras de gran extensión de planta circular que no son propias de otros asentamientos incas al menos no se ha reportado en tambos o centros administrativos, probablemente reutilizados o de origen colonial no se descarta su origen prehispánico. También el registro de dos estructuras ortogonales fueron utilizadas como depósitos o como campos de cultivo (Casaverde & López 2013). Huarirraga, sitio de índole ceremonial de 30 ha, destaca por una plataforma ceremonial o ushnu de la cual se desprenden tres caminos principales que articulan con Choquerecuay y Yanamarca. Una tercera ruta se desprende con orientación este hacia el cerro Yeso, continuando a la cima del nevado Caullarajo. Creemos que se trata de uno de los principales santuarios de altura venerado por los incas en esta región y por el cual esta región de Lampas y Huaylas se convirtió en una de las principales receptoras de Capacochas, enviados a diferentes conines del Tahuantinsuyo (Hernández Príncipe 1923 [1621]). Precisamente la documentación histórica relata que el curaca de Ocros envió a su hija Tanta Carhua quien, luego de regreso del Cusco, fue ofrendada y colocada en un santuario ubicado en un paraje denominado como “Aija”. CONCLUSIONES El subtramo Lampas-Pueblo Viejo presenta una conectividad valiosa que se articulaba mediante un camino longitudinal de norte a sur, con características formales. El camino, con un ancho de promedio de 28 m, permitió el transito luido de las comitivas estatales. Los incas fundaron asentamientos sobre su eje longitudinal, los cuales funcionaron como centros administrativos, ceremoniales y tambos, desempeñando un rol activo y dinámico y permitiendo el desarrollo de toda la red caminera en esta región. La vialidad inca cumplió funciones de interacción social, política y económica, lo que permitió al Estado Inca controlar diferentes espacios geopolíticos con un alto grado de signiicación simbólica, como lo fue, por ejemplo, la vía de carácter ceremonial que se proyectaba desde del sitio de Huarirraga a la cima del nevado Caullarajo o Jeullarajo (tablas 1 y 2). Finalmente, consideramos que el presente texto es una aproximación al estudio de la red vial inca en el extremo sur de la Provincia inca de Huaylas y es necesario abordar la problemática histórico-arqueológica mediante la metodología de registro de información que el Proyecto Qhapaq Ñan Perú viene trabajando con ayuda de la guía básica para la identiicación y registro del sistema vial inca. También es necesario implementar trabajos arqueológicos sistemáticos que incluyan intervenciones puntuales en el camino y en los sitios asociados para abordar temas como el paisaje cultural, estrategias de conquista, movimiento y dinámicas sociales en relación al camino prehispánico. NOTAS 1 Las mitades hurin y hanan estaban subdivididas cada una en seis guarangas (idealmente 6.000 tributarios cada una). Así, tenemos que la parcialidad Huringuaylas estaba divididas en las guarangas de Marca, Allaucapomas, Ichopomas, Ichochonta, Allaucaguaraz y Ichocguaraz. La parcialidad Hananguaylas estaba dividida en las guarangas de Huaylas, Tocas, Guambo, Mato, Icas y Rupas (Zuloaga 2011: 69). 2 El establecimiento de Hatun Huaylas debió estar asentado en el área que corresponde al actual poblado de Huaylas, en especial el área donde se encuentra la iglesia matriz de origen colonial, construida sobre una terraza artiicial a la que se accede por una escalinata desde la plaza de armas de la localidad, en su lado oeste. Esta airmación tendría La ruta inca a Los Huaylas / J. Bernabé 61 Tabla 1. Red de caminos en el subtramo Lampas - Choquerecuay. Table 1. Road network in the subsection LampasChoquerecuay. CAMINOS SECTORIZACION LONGITUD ANCHO (KM) (M) PREHISPÁNICOS TIPO Lampas - Pueblo Viejo Subtramo 62 25 Longitudinal Lampas - Ocros Subtramo 35 2 Transversal Lampas - Chiquian Sección 9 1 Secundario Huarirraga - Cerro Yeso Sección 6 20 Ceremonial Pachacoto - Valle de Fortaleza Subtramo 37 2 Transversal Olleros - Chavín de Huantar Subtramo 35 2 Transversal Pueblo Viejo - Huarmey Tramo 103 1 Transversal Pueblo Viejo - Casma Tramo 95 2 Transversal Tabla 2. Sitios asociados al subtramo Lampas - Choquerecuay. Table 2. Sites related to the subsection LampasChoquerecuay. SITIOS ALTITUD PREHISPÁNICOS Lampas 4030 COMPONENTES AREA ARQUITECTONICOS (Ha) Canchas, estructuras circulares, 11 FUNCIONALIDAD Tambo (residencial) estructuras rectangulares Yanamarca 4097 Canchas, kallancas, plaza, corrales, 17 Huarirraga 4131 Canchas, corrales, plataforma 48 3750 Cancha, corrales Tambo (residencial, ceremonial, productivo) (ushnu), kallancas Pachacoto Tambo (residencial, productivo, ceremonial) plataforma (ushnu?) 2 Tambo (residencial, control) Pueblo Viejo o Choquerecuay 3421 Plaza, kallancas, canchas, collqas, plataforma escalonada (ushnu?) 54 Centro administrativo 62 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 que ser corroborada con trabajos sistemáticos de investigación arqueológica, incluyendo excavaciones que permitan determinar el carácter ocupacional de la iglesia matriz. Es importante anotar que, en las inmediaciones de Huaylas, se ha registrado el sitio de Chupacoto, asentamiento formativo compuesto por varias plataformas superpuestas (Chupagrande), ubicándose en supericie fragmentos de cerámica de estilo Huaraz y Recuay. Estas evidencias indican, efectivamente una continua secuencia ocupacional desde el Formativo hasta la época Colonial. 3 La primera fuente histórica fue escrita por Miguel de Estete (1534), quien acompaña a Hernando Pizarro como veedor. En dicho documento se señala que los españoles tomaron el camino que bajaba desde Pachacoto a la costa por el valle de Marca y Fortaleza hasta el asentamiento de Paramonga, donde continuaba por el camino de los llanos hasta el santuario de Pachacamac. 4 El camino que se orienta por el lanco occidental era denominado Urcosuyu y el del lanco oriental Umasuyu (Hyslop 2014). RECONOCIMIENTOS a mi compañero Julio Fernández por el apoyo en la elaboración de la planimetría y mapas del presente texto. Asimismo, a Guido Casaverde, Alfredo Bar y Miguel Cabrera por las sugerencias y comentarios que permitieron enriquecer el presente trabajo. Finalmente a Sonia Ríos por la revisión del presente texto. REFERENCIAS Alcalde, A., 2003. Exploración arqueológica en la cuenca alta del río Santa. En Arqueología de la sierra de Ancash. Propuestas y perspectivas, B. Ibarra, Ed., pp. 371-404. Lima: Instituto Cultural rvna. Antúnez de Mayolo, S., 2007. Vida y obra. El telúrico, el indigenista, el cientíico y tecnólogo. Lima: ibegraf. Bueno, C., 1951. Geografía del Perú virreinal, siglo xviii. Lima: Azángaro. Casaverde, G., 2013. Período de transición colonial vs. Inca: el caso de la sierra de Lima. Cuadernos del Qhapaq Ñan 1 (1): 58-91. Casaverde, G. & S. López, 2008. Principios metodológicos para la identiicación y registro arqueológico de los Caminos Inka. Inka Llaqta: Revista de Investigaciones Arqueológicas y Etnohistóricas Inka 1: 79-101. Casaverde, G. & S. López, 2013. 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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 65-81, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 DEFINIENDO LA CRONOLOGÍA RELATIVA EN LOS CAMINOS: EL CAMINO DEL PARIACACA DEFINING RELATIVE CHRONOLOGY ON THE ROADWAYS: THE PARIACACA ROAD GUIDO CASAVERDE RÍOSA El estudio de caminos prehispánicos se ha desarrollado tomando su asociación con los sitios arqueológicos como el principal indicador de iliación temporal. Aunque esta vinculación es válida, no resuelve problemas signiicativos al momento de determinar la iliación cronológica de grandes extensiones de camino. Mediante el análisis de los caminos que se emplazan en la cordillera del Pariacaca, especíicamente entre cerro Portachuelo y la laguna Mullucocha, se identiican variantes de traza, trayectoria, pendiente, arquitectura de borde y superposición de vías, todo lo cual constituye un indicador de temporalidad que permite distinguir secciones correspondientes al Período Inca, post-Inca y/o Colonial, los que inalmente se contrastan entre sí para determinar la continuidad histórica de la red vial establecida en esta región. Palabras clave: Pariacaca, camino, inca, colonial, escalinatas. In the study of pre-Hispanic roadways, association with archaeological sites has been the main indicator used to determine temporal ailiation. Although that linkage is valid, it does not solve the signiicant problems related to deining the chronological ailiation of long stretches of roads. In analyzing roads in the cordillera del Pariacaca, speciically between cerro Portachuelo and laguna Mullucocha, investigators identiied variants in line, trajectory, slope, roadside architecture, and overlapping tracks that were then used to deine sections corresponding to the Inca, post-Inca, and/or Colonial Periods. hese sections were then contrasted to determine the historical continuity of the road network established in this region. Keywords: Pariacaca, road, Inca, colonial, stairways. A El camino del Pariacaca, en el trayecto del camino transversal, tramo Hatun Xauxa-Pachacamac, fue parte del sistema vial inca que durante el Horizonte Tardío comunicó Pachacamac, en la costa, con el gran asentamiento inca de Hatun Xauxa, en la sierra central del Perú. Desde Pachacamac el camino sigue aguas arriba por el valle de Lurín comunicando y uniendo varios asentamientos prehispánicos, tanto en la margen izquierda como derecha. Entre los sitios asociados que presentan componentes incas están: Pachacamac, Tambo de Gallinacera, Chontay, Antapucro. El camino continúa aguas arriba y toma una orientación hacia el este con rumbo hacia el Pariacaca. En sus cercanías, el camino se conecta con una red de caminos que lo comunican con los sitios incas de Tambo Real y Pirca Pirca (Casaverde 2014: 117). Hacia el noreste el camino pasa junto al nevado Pariacaca, importante deidad andina citada reiteradamente en las fuentes históricas tempranas de los siglos xvi al xviii. Precisamente, en esta zona, entre las nacientes de la laguna Mullucocha y cerro Portachuelo, entre los 4400 y los 4780 msnm, se ha identiicado una serie de ramales o variantes en este camino. Guido Casaverde Ríos, Coordinador del Área de Investigación y Registro de la Red Vial Inca, Proyecto Qhapaq Ñan. Sede Nacional Perú. 51.1, email: guidocasaverde@hotmail.com Recibido: diciembre 2015. Aceptado: junio 2016. 66 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 El camino del Pariacaca (en adelante, cp), situado en el Distrito de Tanta, Provincia de Yauyos, Departamento de Lima, cubre una longitud aproximada de 4 km, en la parte sur y sureste del nevado Pariacaca, en las inmediaciones de los cerros Portachuelo, San Cristóbal, lagunas Escalera y Mullucocha. Estas últimas, junto a otras de menor tamaño localizadas en los cerros San Cristóbal y Portachuelo, formarían parte del sistema que alimenta al río Cañete. El Pariacaca, nevado ubicado entre los departamentos de Lima y Junín, es una prolongación de la cordillera de los Andes, que en Canta se conoce como cordillera de La Viuda y hacia el norte en Pasco como cordillera Callejón, pero que en documentos históricos iguraba como “La Gran Cordillera del Pariacaca”. Efectivamente, esta gran cordillera ubicada al lado este de los Andes representa una muralla prácticamente infranqueable de cruzar con sus casi 5860 msnm (Instituto Nacional de Cultura 2009: 101), y su ubicación a pocos kilómetros del mar le habría otorgado la connotación religiosa que el hombre andino reconocía. El acceso hacia el camino propiamente tal se efectúa tomando la vía que pasa por el Pariacaca, es decir, siguiendo la ruta cerro Portachuelo con proyección a la laguna Mullucocha, aproximadamente a 9 km del poblado de Tanta. El cp es uno de los espacios más representativos del sistema vial inca, como evidencian las famosas escalinatas descritas en la crónica de Cieza de León (2005 [1553]: 427). Este camino está compuesto por escalinatas, empedrados, muros de contención y puentes, elementos que, en una geografía única donde la técnica autóctona milenaria se confunde, compiten con el reto impuesto por la naturaleza. Vale decir, los componentes que muestra el cp representan una síntesis de los tipos de camino que existieron en el Tahuantinsuyu, observándose desde alineamientos de piedras, muros de contención, caminos elevados hasta imponentes calzadas empedradas (ig. 2). Para analizar los ramales o variantes de caminos en el Pariacaca es muy importante tener en cuenta el relieve, dado que las soluciones técnicas en la construcción caminera habrían considerado las características naturales del territorio, como la pendiente. En ese sentido, el relieve del Pariacaca entre cerro Portachuelo y las nacientes de la laguna de Mullucocha presenta alturas que varían entre los 4750 y los 4400 msnm, es decir, en una longitud de 4 km se produce un descenso de hasta 350 m. Lo abrupto del terreno, además de la presencia de aloramientos rocosos, habría requerido la habilitación de escalinatas y muros de contención, entre otros elementos, para facilitar el tránsito por esta zona. Así, por ejemplo, en el entorno del cerro San Cristóbal abundan aloramientos rocosos que marcan desniveles muy pronunciados y que descienden con proyección hacia las nacientes de Mullucocha. En esta parte existe un considerable número de escalinatas y no es coincidencia que la denominación de la laguna Escalera se atribuya al inicio del ascenso por cerro San Cristóbal. Actualmente este tipo de relieve ha implicado establecer soluciones técnicas, como la construcción de desarrollos para sortear la pendiente con vehículos rodantes. Esta zona del Pariacaca posee gran cantidad de fuentes de agua producto de la cercanía del nevado. ANTECEDENTES Abordaremos los antecedentes en dos partes en atención a su contenido. La primera corresponde a los antecedentes directos relacionados con el área de estudio y que condicionaron la identiicación de las modiicaciones. La segunda tiene que ver con el estado situacional y permite establecer la iliación temporal de los caminos. El año 2001, miembros del “Centro de Investigaciones Andinos umasuyu” realizaron el reconocimiento del Camino Inca entre Cajatambo y Pumpu. En ese trabajo se detectaron modiicaciones al camino, principalmente en la localidad de Hatumpata (“escalera grande”) en Oyón, Lima, en la cercanía a la cordillera de Chacua Grande. Estos cambios fueron considerados soluciones para el tránsito en el camino. Entre los años 2006 y 2007, como parte de las actividades de delimitación de la Dirección de Arqueología del ex Instituto Nacional de Cultura, el autor recorrió el camino, identiicando de manera preliminar las modiicaciones, principalmente entre cerro Portachuelo y la laguna de Mullucocha. El año 2011, el equipo de Nominación del Proyecto Qhapaq Ñan concluyó el levantamiento topográico y planimétrico del Camino Inca, el mismo que formó parte del expediente para la nominación del camino como patrimonio mundial ante unesco (Ministerio de Cultura 2011). En este documento se esquematizan las características del camino, manifestándose unos ramales desde las inmediaciones de cerro Portachuelo hasta las cercanías de la laguna Mullucocha. En octubre del año 2012, se realizó un El camino del Pariacaca / G. Casaverde 8850000 PERÚ ANCASH CAJATAMBO PASCO BARRANCA 8775000 OYON HUAURA JUNIN HUARAL 8700000 CANTA a aux AX HUAROCHIRÍ Nevado Pariacaca LIMA Chontay Antapucro Tambo Real Pirca Pirca 8625000 Gallinacera OCÉANO P PA C Í F I C O Pachacamac YAUYOS CAÑETE SIMBOLOGÍA 8550000 Sitio arqueológico Camino Río Límite provincial Límite departamental ICA 225000 300000 375000 450000 Figura 1. Plano con el área estudiada y sectores investigados. Figure 1. Map of the research area showing sectors under study. 67 68 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Puente nº2 8665500 Puente nº1 Alineamiento de rocas Camino a Pariacaca a mp a hip ac Río Puente nº3 TAMBO REAL PIRCA PIRCA PERÚ A Tanta 8665000 150 m Hu 390.000 388.500 389.000 389.500 390.000 ero A Tragad 390.500 Figura 2. Distribución de los componentes de los sitios arqueológicos Tambo Real y Pirca Pirca (tomado de Casaverde 2014). Figure 2. Distribution of the components of the archaeological sites Tambo Real and Pirca Pirca (from Casaverde 2014). recorrido por todo el camino a solicitud del Grupo gea, para deinir los espacios donde se propondría la señalización para la vía. En el recorrido se constataron también las modiicaciones en el camino, evidenciándose los ramales o variantes. Considerando las características que se utilizan para deinir la iliación temporal de los caminos prehispánicos, los profesionales dedicados a la investigación y registro de estas vías hemos empleado diferentes métodos para determinar la temporalidad de los caminos, principalmente su asociación o vinculación directa e incluso indirecta con los sitios arqueológicos, asumiendo que, si el camino llega o comunica dos sitios incas, este debe ser asignado a dicho período. No obstante, ¿podemos deinir la iliación temporal de los caminos sin tener que recurrir a la existencia de sitios arqueológicos?, ¿o es que acaso las características del camino constituyen suicientes evidencias para determinarla? A partir del año 2005 empezamos a tratar de resolver esta problemática gracias a la existencia de un registro más amplio de caminos a nivel nacional, levantado durante las campañas de campo 2003, 2004 y 2008. Así, actualmente es posible manejar una propuesta más sólida sobre la iliación temporal de los caminos. Recurrir a la asociación o vinculación del camino con un sitio para deinir su iliación temporal implica que dicho camino es directamente temporal al sitio que este comunica. Por vinculado o comunicado entendemos la intencionalidad de construir el camino para conectar el sitio en un tiempo y espacio deinidos. Por otro lado, no es válido considerar un Camino Inca que irrumpe accidentalmente en yacimientos preincas como correspondiente a dicho período tan solo por el hallazgo de material en supericie. En la Región de Ayacucho existen varios ejemplos de este tipo, si bien no de Caminos Incas, pero sí de las trasformaciones ocasionadas por la habilitación de vías a inicios del siglo xx, que han puesto al descubierto locaciones con material cultural Wari y que utilizando este método han sido ubicadas cronológicamente en ese período. Se hace evidente que la propuesta por deinir la iliación temporal solo en torno a su asociación o vinculación a sitios cuya posición cronológica ya ha sido deinida puede ser válida. No obstante, esto implica también problemas, sobre todo cuanto mayor es la distancia que existe entre los sitios y el camino, dado que existe la posibilidad de que muchos de sus segmentos hayan sido modiicados en períodos posteriores a su construcción producto de la presencia hispana, o incluso en el Período Republicano, donde muchas vías continuaron en uso y consecuentemente fueron habilitadas y adecuadas para su tránsito continuo. Sería ideal establecer el área de inluencia de un sitio de iliación temporal reconocida respecto del tramo de camino adyacente. Pero, ¿qué ocurre con las modiicaciones en los caminos reconocidas en un primer momento como ramales, o aquellas que, en casos extremos, se consideraron redes viales locales? Algunos de estos “ramales”, El camino del Pariacaca / G. Casaverde 394.000 395.000 396.000 397.000 398.000 400.000 8.672.000 Lago Mayococha SECTOR 2 8.671.000 Lago Escalera SECTOR 3 SECTOR 1 SECTOR 6 Lago Yurajcocha SECTOR 7 SECTOR 4 Lago Shajsha SECTOR 5 Lago Atarhuay Lago Quihuacocha SIMBOLOGÍA SECTOR 8 8.669.000 8.670.000 399.000 69 Red de camino Inca Red hidrográica Curva maestra Lago Pumarauca 8.668.000 Lago Mullucocha Curva secundaria 0 2 Km Sectores Figura 3. Plano con el área estudiada y sectores investigados. Figure 3. Map of the research area showing sectors under study. que denominaremos a partir de aquí variantes, no son más que soluciones prácticas para el tránsito y tienen una connotación temporal. EL ESTUDIO DE LOS CAMINOS DEL PARIACACA Metodología La recolección de información del camino en campo se inició en el cerro Portachuelo con dirección hacia el este, hasta las nacientes de la laguna Mullucocha. La sectorización se efectuó considerando el ámbito territorial, quedando deinidos los sectores en relación a los accidentes o espacios geográicos como cerros o nacientes de lagunas (tabla 1). Así, en el entorno del Pariacaca se tiene: cerro Portachuelo, cerro San Cristóbal y las nacientes de laguna Mullucocha. La siguiente tabla indica la sectorización y los espacios geográicos donde se ubican, los que serán detallados más adelante (ig. 3). Tabla 1. Sectores. Table 1. Sectors. SECTOR ESPACIO GEOGRÁFICO VARIANTES 1 Cerro Portachuelo 2 2 Cerro Portachuelo 2 3 Cerro Portachuelo 2 4 Cerro San Cristóbal 2 5 Cerro San Cristóbal 2 6 Cerro San Cristóbal 6 7 Naciente de laguna Mullucocha 2 8 Naciente de laguna Mullucocha 2 70 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Emplearemos también las deiniciones estipuladas en la nueva versión de la Guía de identiicación y registro del Qhapaq Ñan (2016), acerca de los segmentos como unidad mínima de análisis, que en este caso equivale entre 0 a menos de 1 km. Esta segmentación se realiza sobre la base de su localización en diferentes accidentes naturales, como quebradas, lomas, cerros, presentándose en ellas bajo determinadas técnicas constructivas deinidas por el relieve, su estado de conservación, etc. (Bar et al. 2016: 71). Considerando que la expansión inca se habría dado de manera radial desde el Cusco como centro del Tahuantinsuyu, la descripción se realizará de este a oeste, siguiendo así el sentido de la denominación del tramo Xauxa-Pachacamac (Bar et al. 2016: 72). En primer lugar, entendemos una red como el conjunto de caminos que comparten y funcionaron en un determinado espacio. Se reiere a aquellas vías que se diversiican en un área determinada y que son relativamente coetáneas. En el caso de las variantes, el Diccionario de Lengua Española señala: “Llamamos variante al desvío provisional o deinitivo de un tramo de un camino o carretera, con la variante, así por ejemplo la carretera nacional ya no pasa por el centro del pueblo”. En ese sentido, la variante se deine por dos puntos comunes, tanto de inicio como de inal. Hemos utilizado esta variable en el primer momento del análisis y su numeración va de norte a sur. Esto signiica que la variante 1 es aquella que se ubica al norte, mientras que la variante 2, que se ubicaría inmediatamente después con respecto a la variante 1, se localiza en el lado sur. Por lo tanto, en cada sector o subsector existen 2 variantes. Esta actividad se realizó con el apoyo del equipo gps para realizar los ajustes al ubicar el trazo del camino y marcar puntos de control donde las distintas proyecciones de camino se diferenciaban o se interceptaban. Así, registramos las trayectorias de muros de contención, empedrados, escalinatas, etc., información que fue complementada mediante el correspondiente registro fotográico. Posteriormente, se realizaron los cálculos de altitud de las variantes para estimar los periles, utilizando, además, las medidas de longitud. Finalmente, se deinió su iliación temporal de acuerdo a las características de las variantes y el análisis adecuado de estas. Descripción de caminos Sector 1 Se ubica en la ladera este del cerro Portachuelo, en su ascenso, 140 m al noreste del lugar epónimo. Está compuesto por dos variantes, la primera al norte y la segunda al sur (tabla 2). Variante 1: la traza asciende de manera zigzagueante en dirección oeste y luego da un desvío hacia el sur, para interceptarse con la segunda variante. La traza (2 m de ancho y 104 m de largo) está representada por restos de rocas derruidas con escombros en la supericie de la calzada. Variante 2: está representada por un trazo de camino que se desplaza al lado de un macizo rocoso que yace deinido en su lado norte por las paredes casi perpendiculares del aloramiento rocoso y en su lado sur por una parte abrupta de roca. Este trazo tiene aproximadamente 65 m de largo, presenta muros de contención de hasta 1,20 m de altura en su extremo. El camino se desplaza de manera recta pasando por el callejón que tiene aproximadamente 2 m de ancho, asciende hasta llegar a conectarse con la zona del camino donde aparecen peldaños. Los escasos peldaños que se conservan están debajo de escombros (ig. 4). Sector 2 Se ubica en parte de la cima y la ladera oeste del cerro Portachuelo y a 140 m al oeste del sector 1. Está compuesto por dos variantes que se desprenden inmediatamente al lado oeste del lugar conocido como Portachuelo. Las dos variantes descienden de Portachuelo para dirigirse hacia el suroeste y conluyen después de recorrer aproximadamente100 m. La primera variante se ubica en el lado norte y la segunda en el lado sur (tabla 2, ig. 5). Variante 1: se desprende exactamente a la altura del cerro Portachuelo. Está conformada por piedras que deinen una pirca en los bordes del camino. Este camino tiene 1 m de ancho en promedio, produce dos desarrollos hacia el norte, para luego interceptarse con la variante 2 en dos puntos, en la parte central y en la parte inal de la traza. Esta variante prosigue dando otro pequeño desarrollo hacia el sur. El camino del Pariacaca / G. Casaverde 71 Tabla 2. Sectores y medidas. Table 2. Sectors and measurements. SECTOR 1 SECTOR 2 SECTOR 3 SECTOR 4 SECTOR 5 DEM Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Largo: 104.54 64.91 129.39 105.05 14.83 21.02 74.49 52.28 156.88 125.55 Azimut (°): 235.26 235.26 223.58 223.58 261.8 261.8 255.62 255.62 269.42 269.42 Rumbo (°): 55.26° SW 55.26° SW 43.58° SW 43.58° SW 81.80° SW 81.80° SW 75.62° SW 75.62° SW 89.42° SW 89.42° SW Altura inicio 4775.74 4788.72 4723.00 4638.43 4625.00 Altura inal 4757.40 4764.38 4719.88 4626.62 4600.00 Variante 2: se presenta a nivel de traza, ya que las evidencias del camino han desaparecido. La traza tiene una dirección bastante recta, muy deteriorada. Esta parte habría tenido 3 m de ancho aproximado, existiendo solo evidencias de piedras dispersas en la supericie de lo que habría sido el camino. En la parte cercana a Portachuelo, el borde maniiesta un alineamiento de piedras alargadas ubicadas de manera perpendicular al eje del camino, mientras que en la parte extrema del lado oeste presenta un muro de contención con terraplén, compuesto por piedras alargadas que deinen el borde del camino (ig. 6). Sector 3 Se ubica en la ladera oeste de cerro Portachuelo, aproximadamente 350 m al suroeste del sector 2. Está compuesto por dos variantes que pasando por un aloramiento rocoso descienden una pendiente para dirigirse al oeste. La primera variante se ubica en el lado norte y la segunda en la parte sur (tabla 2). Variante 1: queda a nivel de traza, pues las evidencias del camino han desaparecido. Se presenta gastado y muy deteriorado. En esta parte, el habría tenido 3 m de ancho aproximado. Tan solo hay evidencias de piedras dispersas en la supericie de lo que sería el camino desde la altura de los aloramientos rocosos. La variante tiene una orientación recta. Figura 4. Sector 1: variante 2. El callejón formado por el aloramiento rocoso (fotografía de Alfredo Bar). Figure 4. Sector 1, variant 2: he narrow passageway formed by the rock outcrop (photo by Alfredo Bar). Variante 2: se desprende a la altura del aloramiento de rocas, muestra un desarrollo hacia el sur para pasar por los aloramientos y la pendiente, la supericie está cubierta por escombros de piedras, no se observan peldaños ni muros de contención. 72 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 397.600 397.650 96 47 47 8.671.200 4798 84 4800 47 82 47 80 47 78 6 96 37 4764 3786 3788 4766 3790 3792 94 37 0 4768 477 4772 4774 477 4802 4804 8.671.150 SIMBOLOGÍA Variante 1 0 50 m Variante 2 Figura 5. Plano topográico del sector 2, en el cerro Portachuelo. Figure 5. Topographical map of sector 2 on Portachuelo hill. Figura 6. Sector 2. Variante 2. Muro de contención (fotografía de Alfredo Bar). Figure 6. Sector 2, variant 2. Retaining wall (photo by Alfredo Bar). El camino del Pariacaca / G. Casaverde 396.650 396.675 36 8.670.475 46 46 34 4632 396.625 73 4656 46 54 46 SIMBOLOGÍA 52 46 8.670.450 50 Variante 1 0 25 m Variante 2 Figura 7. Plano topográico del sector 4, en el cerro San Cristóbal. Figure 7. Topographic map showing outline of sector 4, by the San Cristóbal hill). Sector 4 Sector 5 Se ubica en la ladera este de cerro San Cristóbal, 1 km al suroeste del sector 3. Está compuesto por dos variantes que se separan cuando el camino ingresa hacia un aloramiento rocoso, cercano a una pequeña laguna. Las dos variantes descienden una pendiente, la primera se ubica al norte y la segunda al sur, ambas se unen nuevamente al culminar la pendiente (cuadro 2, ig. 7). Se ubica también en la ladera este de cerro San Cristóbal, 130 m al suroeste del sector 4. Está compuesto por dos variantes que se separan cuando el camino ingresa hacia un aloramiento rocoso. Las dos variantes descienden una pendiente y se dirigen manteniendo la misma dirección. La primera variante se ubica al norte, la segunda hacia el sur (tabla 2). Variante 1: se separa exactamente a la altura de los aloramientos cuando se inicia la pendiente, y luego se dirige hacia el norte para después mostrar un desarrollo girando hacia el suroeste donde termina la pendiente, la supericie de la calzada está cubierta por escombros. No se deine muro de contención ni peldaños. Variante 1: se separa a la altura de los aloramientos, apenas inicia la pendiente. Se dirige hacia el norte para después mostrar una traza sinuosa sorteando aloramientos, hasta tomar la dirección hacia el suroeste, donde termina la pendiente, y se une con la variante 2. La supericie de la calzada está cubierta por escombros y no se deinen muro de contención ni peldaños. Variante 2: el camino muestra un trazo más recto que la variante 1. No evita la pendiente, sino que se dirige directa hacia ella. En la supericie de la calzada se observan restos de peldaños de hasta 0,20 m de ancho, desplegados entre los aloramientos, bajo los escombros. Variante 2: el camino muestra un trazo más recto que la variante 1. No evita la pendiente, sino que se dirige directamente hacia ella. La supericie de la 74 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 calzada está conformada por empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho, los cuales tras culminar la pendiente se dirigen de manera recta. Sector 6 Se ubica en la ladera oeste del cerro San Cristóbal, 150 m al noroeste del sector 5. En líneas generales, está compuesta por dos variantes que se separan a la altura del aloramiento rocoso y desde el inicio de una pronunciada pendiente. Las dos variantes se entrecruzan para dirigirse hacia el suroeste. Se han organizado en tres subsectores denominados 6A, 6B y 6C, a in de determinar la ubicación de cada una de las variantes respecto de la otra, debido a que las dos se entrecruzan constantemente, lo que hace un total de 6 variantes en el sector 6. No obstante, la variante 1 tiene una traza más recta, mientras que la variante 2 muestra hasta tres desarrollos (tabla 3). Subsector 6A Variante 1: el camino muestra un trazo recto, no evita la pendiente; al contrario, se dirige directamente hacia ella. La supericie de la calzada está conformada por empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho hasta culminar la pendiente y aparecen afectados por la variante 2. Variante 2: se separa a la altura de los aloramientos y antes de descender una gran pendiente realiza un desarrollo amplio (desarrollo 1) en dirección hacia el sur, para luego unirse con la variante 1. La supericie de la calzada está cubierta por escombros, no se deinen peldaños en buen acabado, presenta un muro de contención de factura burda. Subsector 6B de una pendiente realiza un desarrollo (desarrollo 2) en dirección hacia el sur para evitar la pendiente para posteriormente unirse con la variante 1. La supericie de la calzada está cubierta por escombros, no se deinen muro de contención ni peldaños en buen acabado. Se detectó un muro de contención o una pirca que se sobrepone por encima de unos peldaños de la variante 1 (ig. 9). Subsector 6C Variante 1: el camino muestra un trazo más recto que la variante 2 y se dirige directamente hacia la pendiente. La supericie de la calzada está conformada por empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho que se dirigen de manera directa tras culminar la pendiente. Variante 2: se separa a la altura de los aloramientos y antes de una gran pendiente realiza un desarrollo (desarrollo 3) en dirección hacia el sur para evitar otro desnivel y luego unirse con la variante 1 continuando por su trayectoria. La supericie de la calzada está cubierta por escombros, no se deinen muro de contención ni peldaños en buen acabado. Hay otro grupo de peldaños en el desarrollo 3 construido con piedras de grandes dimensiones y muy tosco acabado, totalmente diferente de los peldaños de piedras que caracterizan a Escalerayoc. Sector 7 Se ubica en las nacientes de la laguna Mullucocha, a 750 m al suroeste del sector 6. Está compuesto por dos variantes que se separan en las nacientes de la laguna Mullucocha a la altura del cerro San Cristóbal. Las dos variantes descienden una pendiente para dirigirse hacia el sur la variante 1 y al sureste la variante 2 (tabla 3). Variante 1: el camino muestra un trazo recto, no evita la pendiente sino que se dirige directamente hacia ella. La supericie de la calzada está conformada por empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho, que se dirigen de manera directa tras culminar la pendiente (ig. 8). Variante 1: se separa apenas inicia la pendiente, se orienta hacia el sur, no evita la pendiente; al contrario, se dirige directamente hacia ella. La supericie de la calzada está conformada por empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho, los cuales orientan de forma directa tras culminar la pendiente. Variante 2: se separa a la altura de los aloramientos, aproximadamente 60 m al este del subsector 6a, y antes Variante 2: el camino muestra un desarrollo mediante una traza sinuosa sorteando los aloramientos, al El camino del Pariacaca / G. Casaverde 75 Tabla 3. Sectores y medidas. Table 3. Sectors and measurements. SECTOR 6 SUBSECTOR 6 A SUBSECTOR 6 B SECTOR 7 SECTOR 8 SUBSECTOR 6 C DEM Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Largo: 42.42 63.72 19.73 23.16 54.65 94.32 63.28 118.13 429.09 287.35 Azimut (°): 283.24 283.24 244.69 244.69 283.9 283.9 201.44 201.44 203.14 203.14 Rumbo (°): 103.24° SW 103.24° SW 64.69° SW 64.69° SW 103.9° SW 103.9° SW 21.44° SW 21.44° SW 23.14° SW 23.14° SW Altura Inicio 4587.73 4556.05 4541.07 4466.36 4444.91 Altura Final 4573.19 4550.08 4517.26 4454.18 4406.58 Figura 8. Sector 6. Subsector 6B. Variante 1, debajo de la variante 2. Línea blanca indica traza prehispánica, línea amarilla indica modiicación colonial (fotografía del autor). Figure 8. Subsector 6B, variant 1 below variant 2.he white line indicates the pre-Hispanic route and the yellow line the modiied colonial route (photo by the author). 76 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 9. Detalle del muro de pirca de la variante 2, al lado los peldaños de la variante 1. Línea blanca indica traza prehispánica, línea amarilla indica modiicación colonial (fotografía del autor). Figure 9. Detail of the pirca (drystone wall) of variant 2, next to the steps of variant 1. he white line indicates the pre-Hispanic route and the yellow line the modiied colonial route (photo by the author). terminar la pendiente se une con la variante 1. La supericie de la calzada está cubierta por escombros, no se deinen muro de contención ni peldaños. Sector 81 Se ubica en las nacientes de la laguna Mullucocha, 180 m al sur del sector 7. Está compuesto por dos variantes que se entrecruzan evitando una suave pendiente. Las variantes descienden para dirigirse hacia el sur. La primera se ubica en el lado oeste mientras que la segunda en la parte este (tabla 3). Variante 1: el camino muestra dos desarrollos mediante una traza sinuosa sorteando aloramientos rocosos. El desarrollo 1 se ubica al oeste y el desarrollo 2 al este. La supericie de la calzada del desarrollo 1 está cubierta parcialmente con escombros. Presenta restos de empedrados y pequeños grupos de escalinatas. El desarrollo 2, más extenso, presenta algunos peldaños y muros de contención junto con peldaños de acabado burdo. Variante 2: se separa apenas inicia la pendiente. Se dirige de manera directa hacia el sur, sin evitar la pendiente, yendo directamente hacia ella. La supericie de la calzada está conformada por empedrados y peldaños de hasta 0,20 m de ancho, los cuales siguen en dirección recta tras culminar la pendiente. DISCUSIÓN DE LAS EVIDENCIAS Veremos los aspectos que se desligan de las evidencias que se identiican en el camino y que, en una propuesta general, se relacionan con un tema tan importante como la movilidad en el camino. Gradiente del camino La gradiente del camino debe ser tomada en cuenta siempre, más aún si consideramos los cambios históricos en ella desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad. El camino del Pariacaca / G. Casaverde El empleo de peldaños para transitar pendientes abruptas ha sido una de las soluciones más importantes para facilitar el tránsito por el camino. Se ha registrado entre 20° y 26° de inclinación en la gradiente del camino (sector 6, subsectores 6A y 6C: variante 1). Los segmentos que presentan peldaños lo hacen frecuentemente para gradientes pronunciadas entre 7° a 26°. Esto se observa en los segmentos que tienen más peldaños y cuya arquitectura de borde está deinida con piedras colocadas de manera transversal a la trayectoria del camino, permitiendo los amarres y posibilitando que el borde del camino se conserve. A diferencia de esto, se han registrado pocos peldaños asociados a los senderos que presentan una construcción de pirca en sus bordes. Solo en el sector 6 (subsector 6C) la variante 2 muestra tales atributos, así como la variante 1 del sector 8. La presencia de estos peldaños en menor cantidad y de factura burda asociados a senderos indicaría su posterioridad con respecto al camino prehispánico.2 Cambios en la traza del camino Los sectores 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8, muestran en sus variantes 2, 2, 1, 2, 2, 1, 1 y 2, respectivamente, una traza mucho más recta, a diferencia de los senderos con pircas en sus bordes, donde la traza es más sinuosa y presenta desarrollos, aspecto directamente vinculado a una gradiente moderada. En estos no se ha reconocido mayor cantidad de peldaños, a diferencia de las variantes que mantienen una traza recta y casi continua (tabla 4). Características arquitectónicas en el camino Superposición de caminos: en los sectores 4 y 6 y sus respectivas variantes notamos la superposición en las evidencias de camino, lo que indicaría su posterioridad (tablas 5 y 6). 1. Caminos postinca: la traza es sinuosa, presentando desarrollos. Tienen una pendiente o gradiente más suave. No presentan gran cantidad de peldaños y la arquitectura de borde se realizó con pircado simple. 2. Rotura de caminos: en las escalinatas incas que mantienen una traza más recta, el camino postinca rompe 77 y modiica los peldaños, y se suelen extender zigzag o desarrollos sobre el Camino Inca para facilitar así el ascenso cómodo. Los peldaños o la mayor presencia de ellos son un indicador para determinar o identiicar un camino prehispánico, diferenciándolo de uno colonial o posterior. Las modiicaciones que se hicieron en el camino estuvieron directamente asociadas a las necesidades de las nuevas sociedades, para la adecuación y tránsito de los animales de carga que llegaron con los hispanos. Adaptabilidad y variaciones del trazo Nos centraremos en explicar las diferencias entre los caminos prehispánicos y los caminos coloniales o carreteros. Al llegar los españoles e introducir animales de carga como el caballo y el asno, entre otros, habrían condicionado la realización de modiicaciones en los caminos. Las vías con pendientes, que antes albergaban peldaños para ser transitadas a pie por personas o por camélidos (llamas), fueron modiicadas y acondicionadas para favorecer el tránsito de animales de herraje. En consecuencia, se abandonaron las secciones de caminos con fuertes pendientes y peldaños para habilitar en su lugar rampas sobre los peldaños, destruyéndolos. También se prepararon nuevas secciones con desarrollos al lado del camino original, para sortear las pendientes, tal como se observa en el camino del Pariacaca donde existen dichas “variantes”. Debemos indicar que, en los Andes, los caminos fueron construidos para el tránsito pedestre, por donde transitaban personas y animales de carga. En ese sentido, los caminos estaban acondicionados para el tránsito exclusivo a pie, incluyendo todos los elementos arquitectónicos que eran adecuados para dicho in: muros de contención, empedrados, alineamientos de piedra, etc. No obstante, el tránsito pedestre sugirió además del acondicionamiento del terreno y del paisaje circundante, el conectar de manera directa dos puntos de interés distantes. La linealidad del camino permitió vincular dos espacios, aun cuando existían obstáculos, estos se podían salvar mediante el empleo de peldaños, muros de contención, entre otras soluciones, simplemente porque el camino estaba preparado para el tránsito a pie sin la necesidad de emplear animales de carga u otros vehículos de transporte de individuos como los caballos o las carrozas que llegarían después con la presencia hispana. 78 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Tabla 4. Sectores y sus características. Table 4. Sectors and their characteristics. SECTOR VARIANTES TRAZA CALZADA BORDE OBSERVACIONES 1 Sinuosa 2 Recta 1 Sinuosa 2 Recta Escalinata 1 Recta Escalinata 2 Sinuosa Pirca Presenta 1 desarrollo 1 Sinuosa Pirca Presenta 1 desarrollo 2 Recta 1 Sinuosa 2 Recta Escalinata 1 Recta Escalinata 2 Sinuosa 1 Recta 2 Sinuosa 1 Recta Escalinata 2 Sinuosa Escalinata 1 Recta Escalinata 2 Sinuosa 1 Sinuosa Escalinata 2 Recta Escalinata 1 Escalinata debajo de escombros Escalinata Pirca Presenta 2 desarrollos Muro Muro de contención 2 Restos de Escalinata 3 4 Escalinata debajo de variante 1 Escalinata Pirca 5 Subsector 6A 6 Subsector 6B Subsector 6C Escalinata afectada por la variante 2 Presenta 1 desarrollo Escalinata debajo de variante 2 Escalinata Presenta 1 desarrollo Pirca Presenta 1 desarrollo, escalinatas rústicas Pirca Presenta 1 desarrollo Pirca Presenta 2 desarrollos, escalinata rústicas 7 8 En el paisaje circundante se observa cómo los caminos coloniales sortean o se ramiican del camino original prehispánico, volviéndose luego a unir a ellos. Esto se produce dado que la trayectoria del Camino Inca era la más indicada, por ser más recta y rápida para llegar a un objetivo o punto de interés. Pero, ¿por qué los caminos prehispánicos no eran adecuados para el tránsito de los animales de carga peninsulares? Existen pendientes abruptas en los caminos prehispánicos, como aquella de 26° grados en el Pariacaca. Estas pendientes tenían peldaños de unos 20 a 30 cm de ancho, con pasos angostos pues, como hemos dicho, estaban preparados para las personas y 79 El camino del Pariacaca / G. Casaverde Tabla 5. Sectores y Cronología. Table 5. Sectors and Chronology. SECTOR 1 SECTOR 2 SECTOR 3 SECTOR 4 SECTOR 5 DEM Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Diferencia altura 18.35 18.35 24.342 946 24.342 946 3.122 27 3.122 27 11.816 438 11.816 438 25.000 212 25.000 212 Distancia 104.54 64.91 129.39 105.05 14.83 21.02 74.49 52.28 156.88 125.55 Porcentaje (%) 17.55 28.26 18.81 23.17 21.05 14.85 15.86 22.60 15.94 19.91 Grados (°) 10.16 16.64 10.91 13.52 12.24 8.57 9.17 13.18 9.21 11.56 Cronología Post-Inca Inca Post-Inca Inca Inca SECTOR 7 SECTOR 8 Tabla 6. Sectores y Cronología. Table 6. Sectors and Chronology. SECTOR 6 SUBSECTOR 6 A SUBSECTOR 6 B SUBSECTOR 6 C DEM Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Variante 1 Variante 2 Diferencia altura 14.535 267 14.535 267 5.968 128 5.968 128 23.807 604 23.807 604 12.181 937 12.181 937 38.327 085 38.327 085 Distancia 42.42 63.72 19.73 23.16 54.65 94.32 63.28 118.13 429.09 287.35 Porcentaje (%) 34.27 22.81 30.25 25.77 43.56 25.24 19.25 10.31 8.93 13.34 Grados (°) 20.44 13.30 17.88 15.10 26.67 14.78 11.17 5.93 5.13 7.69 Cronología Inca Post-Inca los camélidos. Es decir, tanto la pendiente abrupta y lo angosto de los peldaños, habrían imposibilitado el tránsito de los caballos u otros animales peninsulares. Entre estos animales, los caballos son los más robustos (1,50 m de altura y 1,80 m de largo en promedio) y pesados (alrededor de 500 kg), por lo que una pendiente de 26° con peldaños angostos era más difícil de transitar, sobre todo con carga extra. Por esta razón el camino habría sido modiicado y acondicionado para el paso de estos animales. Inca Post-Inca Inca En contraste, las llamas son más gráciles y livianas (máximo 120 kg) con una longitud promedio de 1,40 m, lo que las hace aptas para el tránsito por una vía con las características del Camino Inca. 80 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 CONCLUSIONES PRELIMINARES Estableciendo pautas para la iliación temporal de caminos En el camino del Pariacaca se han identiicado indicadores que nos permiten diferenciar los caminos prehispánicos de los caminos coloniales, habiéndoselos detectado en el emplazamiento donde existen pendientes abruptas, como lo demuestran principalmente los cerros San Cristóbal y Portachuelo. En esta recurrencia de pendientes y peldaños, observamos que estos últimos son una de las características principales para el reconocimiento de los caminos prehispánicos, sobre todo considerando que deben haberse construido manteniendo una traza recta que permitía el tránsito más directo. La llegada del nuevo orden condicionó y modiicó estos peldaños, realizando superposición en ellos, poniéndose desarrollos y ampliándose la trayectoria del camino. De esa manera, se habilitó el camino para adecuarlos a los nuevos animales peninsulares. ¿Qué dicen las fuentes históricas? Mucho se ha dicho sobre el registro efectuado en los caminos, sobre todo cuando dichas descripciones provienen de la versión hispana, asociadas al tránsito y movilidad en los caminos con animales peninsulares como caballos, asnos y ganado vacuno. Sin lugar a dudas, el tránsito de estos animales habría afectado signiicativamente las vías prehispánicas, originalmente habilitadas para el tránsito de personas a pie y para animales ligeros como las llamas, cuyo peso y tamaño era menor respecto de los occidentales, a lo que se agrega su grácil desplazamiento. Los reportes de los primeros años de la conquista dan cuenta del malestar que ocasionaba el tránsito por dichos caminos, ya que no estaban diseñados para animales tan grandes como los caballos. Esta situación se complicó aún más en tiempos de clima adverso, como el invierno en los Andes, tal como lo graica la travesía de Hernando Pizarro (1969 [1533]: 37) realizada durante el invierno de 1533. Por otro lado, es muy diferente la percepción que tiene Pedro Cieza de León (2005 [1553]: 329-332) de los caminos a poco más de diez años desde la carta de Hernando Pizarro. Al parecer, ya se habían efectuado las modiicaciones en determinadas secciones para permitir el tránsito de las nuevas bestias. Esta sería la razón por la que Cieza de León maniiesta su satisfacción en favor de los caminos, dado que los segmentos que presentaban diicultades permitían el desplazamiento más cómodo a lomo de bestia. Un buen ejemplo es el camino del Pariacaca, donde la ocurrencia de peldaños asociados a pendientes hacía difícil el tránsito de animales traídos por los hispanos. Es un tema que, evidentemente, merece más atención para discriminar las modiicaciones postinca en los caminos del sistema vial inca. ¿Qué dicen las evidencias arqueológicas? En un primer momento el registro arqueológico no permitía comprender la presencia de “variantes” en el camino, sobre todo si dichas modiicaciones se presentaban en espacios deinidos del terreno, como pasos estrechos, pendientes abruptas, entre otros, a tal punto que se llegó a aceptar aquellas modiicaciones como parte del planeamiento vial inca. Considerando las características del territorio y la necesidad de realizar un tránsito más luido y eiciente, así como una mayor accesibilidad hacia otras zonas territoriales, podemos airmar que los caminos sufrieron modiicaciones posteriores desde la conquista europea y que estas estuvieron sujetas a las necesidades del nuevo sistema de gobierno y administración, con requerimientos especíicos para el transporte de productos de regiones distantes, por ejemplo. Esperamos que este estudio preliminar permita plantear nuevas preguntas, particularmente tomando en cuenta la importancia del conocimiento de las redes de caminos para la comprensión de la movilidad en el proceso histórico de una región. NOTAS 1 Por cuestiones de espacio, y a diferencia del Sector 6, hemos considerado solo dos variantes para el sector 8. 2 Los peldaños del camino tienen alrededor de 20 a 30 cm de ancho; no obstante, existen peldaños de hasta 40 cm de ancho que están burdamente trabajados y serían posteriores. RECONOCIMIENTOS Esta investigación no se hubiese concluido sin el apoyo de Giancarlo Marcone Flores y la colaboración de Alfredo Bar, Miguel Cabrera, Sonia Ríos, Julio Fernández, Jorge Flores y Diego Guevara. A todos ellos mis sinceros agradecimientos. El camino del Pariacaca / G. Casaverde REFERENCIAS Abad, C., J. González & A. Chamorro, 2009. Apu Pariacaca y el alto Cañete: estudio de paisaje cultural. Lima: Instituto Nacional de Cultura. Bar, A.; J. Bernabé, M. Cabrera & G. Casaverde, 2016. Guía de identiicación y registro del Qhapaq Ñan. Lima: Ministerio de Cultura del Perú. Casaverde, G., 2014. Caminos y sitios del Pariacaca. En Arqueología de las cuencas alto y medio andinas del Departamento de Lima, P. van Dalen, Ed., pp. 117-139. Lima: Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Cieza de León, P., 2005 [1553]. Crónica del Perú. El señorío de los Incas, F. Pease, Ed. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 81 Ministerio de Cultura, 2011. Proceso de nominación del Qhapaq Ñan a la lista de patrimonio mundial, levantamiento topográico del tramo Portachuelo-Piticocha. Pizarro, H., 1969 [1533]. Carta relación de Hernando Pizarro a los oidores de la Audiencia de Santo Domingo sobre la conquista del Perú. Lima: Universo. Real Academia Española de la Lengua, 2014. Diccionario de la lengua española. <http://dle.rae.es/?w=diccionario> [Consultado 22-08-2017]. Rodríguez, A., 2001. Gallinacera: tambo inca en el valle de Lurín. Boletín de Lima xxiii (124): 70-90. BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 83-101, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 CONTRIBUCIONES AL ESTUDIO DE LA VIALIDAD INCAICA EN EL SECTOR CENTRAL DE LA QUEBRADA DE HUMAHUACA (JUJUY, ARGENTINA) CONTRIBUTIONS TO THE STUDY OF INCA ROADWAYS IN THE CENTRAL ZONE OF QUEBRADA DE HUMAHUACA (JUJUY, ARGENTINA) PABLO OCHOAA & CLARISA OTEROB En este trabajo se presentan los resultados de las investigaciones desarrolladas en los últimos años orientadas al estudio del Qhapaq Ñan en el sector central de la Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina). A partir de la identiicación de nuevos trayectos de caminos vinculados a tambos, centros administrativos, sitios estratégicos de control, campos agrícolas y un santuario de altura, se propone que el Estado Inca consolidó un nuevo sistema vial con la intención de articular espacios y controlar el tránsito. Las evidencias demuestran que este proceso pudo ser el resultado de la aplicación de políticas versátiles para anexar territorios mediante la incorporación de prácticas religiosas locales al culto estatal y la resigniicación de los paisajes locales. Palabras clave: Qhapaq Ñan, inca, control político, waka, paisaje. his paper presents the results of research conducted in recent years on the Qhapaq Ñan in the middle reaches of Quebrada de Humahuaca ravine (Jujuy, Argentina). Based on the identiication of new stretches of road linked to tambos, administrative centers, strategic control points, agricultural ields and a high-altitude shrine, the authors propose that the Inca state created a new road system to connect spaces and control transit. he evidence shows that this process may have been the result of versatile policies aimed at annexing territories by incorporating local religious practices into the state religion and the resigniication of local landscapes. Keywords: Qhapaq Ñan, Inca, political control, waka, landscape. A B INTRODUCCIÓN En las últimas décadas, el sistema vial incaico se ha constituido como uno de los indicadores arqueológicos más precisos para establecer los límites del Tawantinsuyu (Hyslop 1988). No solo ha sido utilizado para determinar la anexión de diversos territorios al Imperio, sino que además ha permitido avanzar sobre problemáticas relacionadas con interacción y fronteras sociales, y principalmente sobre los modos de control y organización política de las poblaciones sometidas. Quizás uno de los aportes más importantes es que se ha reconocido que el estudio integral de este sistema debe comprender tanto las características de su trazado como las de la articulación con otras estructuras próximas a la red vial. Esta asociación a sitios arqueológicos de diferente funcionalidad y los atributos propios de cada tipo de camino, desde las técnicas utilizadas para su construcción hasta las formas de emplazamiento, han servido para deinir la jerarquía de los distintos tramos (Hyslop 1992) y, a su vez, evaluar la organización e integración de diversos paisajes sociales (Berenguer 2007). Pablo Ochoa, Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, email: pabloadolfoochoa@yahoo.com.ar Clarisa Otero, Instituto de Ecorregiones Andinas, Universidad Nacional de Jujuy-conicet. Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, email: clarisaotero@yahoo.com.ar Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2017. 84 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Este trabajo tiene por propósito presentar una síntesis de los principales trayectos de Camino Inca registrados hasta el momento en el sector central de la Quebrada de Humahuaca y sus quebradas tributarias. Para este sector proponemos que el emplazamiento de las distintas arterias del sistema vial respondió a un caso particular y especíico de control del tránsito, como resultado de las estrategias aplicadas para organizar el territorio (Morris 1988). Estas estrategias políticas habrían incluido la instalación de tampus, centros productivos, la ampliación de campos agrícolas, enclaves estratégicos de control y la apropiación de una waka con el objetivo de resigniicar el paisaje social. De allí que la red de caminos asociados a cada uno de estos sitios arqueológicos y a diferentes elementos del paisaje permite demostrar que, además de estar orientada a la conexión de distintos ambientes, sirvió para organizar espacialmente a las poblaciones locales. Por tal motivo, presentamos las características arquitectónicas y de emplazamiento de los trayectos identiicados en todo este sector teniendo en cuenta su vinculación con los sitios que pudieron tener una función destacada durante la dominación inca. EL ÁREA DE ESTUDIO La Quebrada de Humahuaca es un corredor natural que apenas supera los 100 km de extensión y ofrece en cientos de kilómetros las vías de comunicación más cortas entre las yungas y la puna, y en un plano más amplio, entre el área circumpuneña y los Andes meridionales (Tarragó 2013). El Río Grande, que la atraviesa en sentido norte-sur, brinda a este valle semiárido un curso de agua permanente. A lo largo de su cauce, la quebrada presenta zonas con amplias llanuras de inundación, que superan los 3 km de extensión, mientras que en distintos puntos se estrecha hasta alcanzar solo 30 m de ancho (Reboratti 2003). Además de estos estrechos, denominados angostos, a lo largo de su cauce también se suceden desembocaduras de ríos que conforman quebradas tributarias. Estas quebradas, al igual que la troncal, han sido utilizadas desde momentos prehispánicos como corredores naturales que conectan esta región con otros ambientes (Albeck 1992). El área especíica de estudio, el sector central de la Quebrada de Humahuaca, se delimita por dos de estas quebradas tributarias. El límite norte de este sector se encuentra deinido por la quebrada de Yacoraite y el sur por la quebrada de Purmamarca (ig. 1). En este trabajo también incluimos a la serranía de Tilcara ya que, además de presentar extensos campos de cultivos prehispánicos (Albeck 1993), en ella identiicamos numerosos trayectos de Camino Inca utilizados para acceder de forma directa a los valles y yungas de Jujuy. En esta serranía también se cuenta con la presencia del cerro Sixilera. Proponemos que este cerro fue una waka de un importante protagonismo que funcionó como referente simbólico y espacial a nivel regional, dadas las evidencias arqueológicas encontradas en su cima y el desarrollo de peregrinaciones en el marco de festividades religiosas desde momentos prehispánicos hasta el presente. Asimismo, incluimos parte de la sierra del Mal Paso por donde ingresa el camino proveniente de la sierra del Aguilar, desde la puna, al sector central de la Quebrada de Humahuaca. En suma, en este trabajo se caracterizan los trayectos identiicados en todo el sector central de la Quebrada, incluidas las quebradas tributarias, parte de la sierra del Mal Paso y la serranía de Tilcara, y se avanza en la vinculación de la red vial con distintos elementos del paisaje de carácter simbólico y con sitios arqueológicos que, en algunos casos, fueron estudiados por otros investigadores. La metodología utilizada para cumplir con los objetivos propuestos contempló una estrategia integradora. Principalmente, se combinaron la georreferenciación de distintos indicadores del paisaje, a partir del uso de imágenes satelitales, con el desarrollo en el campo de extensas prospecciones arqueológicas, tanto en la quebrada troncal como en las tributarias para identiicar tramos de red vial y sitios arqueológicos. Por otro lado, se realizó el relevamiento planialtimétrico, fotográico y registro mediante coordenadas geográicas de distintas estructuras asociadas a los caminos. Asimismo, se tuvieron en cuenta la toponimia local, documentos históricos y antecedentes bibliográicos para la identiicación de sitios y rutas. A partir del análisis de todos estos elementos se confeccionaron mapas de simulación que permitieron estimar de manera preliminar posibles vías de tránsito según la extensión y características topográicas entre distintos puntos de la Quebrada y las regiones adyacentes. Los trayectos de camino fueron registrados a partir del uso de una icha que incluyó variables tales como ancho, pendiente, características constructivas, sistemas de drenaje, cruces de senderos y tipos de emplazamiento (tabla 1). Vale mencionar que se puso 85 Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero Tabla 1. Características arquitectónicas y lugar de emplazamiento de los trayectos de Qhapaq Ñan mencionados en el ttrabajo. Table 1. Architectural features and location of the Qhapaq Ñan sections mentioned in this paper. TRAYECTO CARACTERÍSTICAS ARQUITECTÓNICAS Despejado Con muros laterales o espedrado Tilcara-La Huerta X Yacoraite-La Huerta X La Huerta-Sixilera Con muro de retención lat. LUGAR DE EMPLAZAMIENTO(PENDIENTE) Escalonado Amojonado Ondulada Rocosa Natural Lateral y/o enlajado (zig-zag) X X X X X X X X X X X Sixilera-Tilcara X X X La Huerta- Caspala X X Yacoraite-El Aguilar X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X Tambo de Tokante Peñón de Yakoraite Angosto de Yakoraite Yakoraite bajo Campo Morado Tambo Puerta de la Huerta El Churcal Tambo de Qaqaral La Huerta Complejo del Peñónde la Huerta Tambo de Casa Mocha Pucará de Tilcara SIMBOLOGÍA Qhapaq Ñan Ciénaga Grande Sitios arqueológicos Sitios estratégicos de control Tambos Abra de Punta Corra 0 Wakas 10 Km Figura 1. Mapa del sector central de la Quebrada de Humahuaca con la ubicación de los principales sitios arqueológicos que se mencionan en el texto y el trazado del Qhapaq Ñan. Figure 1. Map of the central zone of the Quebrada de Humahuaca including the location of the main archaeological sites mentioned in the text, and the layout of Qhapaq Ñan. 86 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 énfasis en aquellos rasgos constructivos que permitieron asignar con precisión los senderos al Qhapaq Ñan, teniendo en cuenta que posiblemente la gran mayoría de los caminos relevados fueron reutilizados desde momentos preincaicos y que pudieron constituirse incluso como caminos de herradura. Por último, las tareas de campo contemplaron la participación en las peregrinaciones al cerro Sixilera, en el marco de las celebraciones organizadas por la comunidad indígena de La Huerta. El propósito de esta participación fue el de registrar los trayectos prehispánicos que conducen al santuario de altura construido en la cima del cerro. EL QHAPAQ ÑAN EN LA QUEBRADA TRONCAL Los estudios sobre el Camino Inca en la Quebrada de Humahuaca se inician en la década de 1980, con los trabajos de Raino (1983), quien propuso que una de las arterias principales del Qhapaq Ñan atravesaba la quebrada en sentido norte-sur. Seguidamente, Nielsen (1989) registró tramos de camino en los sectores superiores de la serranía de Tilcara y en el sector norte de la Quebrada (Nielsen 1994; Nielsen et al. 1997). Los aportes de ambos investigadores orientaron nuestros trabajos para completar la sistematización de la red vial en el sector central de la quebrada. A los tramos relevados por Raino (1993) próximos a La Huerta, sitio que él deiniera como un centro administrativo inca, en los últimos años detectamos segmentos de camino que vinculan este sitio con el tambo Puerta de la Huerta (ig. 2a, b). Este tambo, construido a partir de la traza edilicia de un Rectángulo Perimetral Compuesto (rpc) (sensu Madrazo & Otonello 1966), de media hectárea de supericie presenta 15 qollqas, varias terrazas de cultivo y corrales. Asimismo, sobre el faldeo del promontorio donde se emplaza, localizamos otros tramos de camino que lo conectan con el sitio arqueológico Angosto del Perchel y la posible cabecera política de la wanami de Humahuaca: el pucara de Tilcara (ig. 1) (González 1982; Williams 2004; Otero 2013). Este trayecto de dos km de extensión presenta muros de retención lateral y en algunos segmentos su ancho supera los cuatro metros (ig. 2c, d, tabla 1). Por otro lado, sobre el espolón ubicado frente al tambo de la Huerta se registró el trazado del camino que vincula de manera paralela al Río Grande y, ha- cia el norte, el centro administrativo La Huerta con los pucaras de Campo Morado y Yacoraite (ig. 3a). Este trayecto de 6 km de extensión presenta variadas técnicas constructivas, como muros de retención lateral, despedrado y entre muros (ig. 3b, c, tabla 1). Asimismo, su ancho varía según las diversas formas de emplazamiento, alcanzando como máximo los cuatro metros. En trabajos anteriores fue descrito el trayecto de camino que rodea la base del pucara de Campo Morado, destacando su asociación con petroglifos posiblemente atribuibles a la época preincaica (Fernandez Do Río & Ochoa 2010). A los tramos identiicados en torno a La Huerta, se suman otros trayectos de caminos con muros de retención lateral, próximos a dos estrechamientos naturales de la quebrada troncal, conocidos como angostos de Perchel y Yacoraite (ig. 1). En la cima de estos angostos se emplazaron poblados refuncionalizados por el Inca. A estos sitios los denominamos enclaves estratégicos de control, por presentar un difícil acceso, ofrecer un excelente dominio visual, segregar naturalmente el espacio y controlar el tránsito que luía a lo largo de la quebrada. El pucará de Yacoraite (Krapovickas 1981), construido sobre el angosto de Yacoraite (ig. 4a), presenta numerosas estructuras con rasgos arquitectónicos incaicos tales como nichos, muros con banqueta, ángulos rectos en las esquinas de los recintos y un rpc en la cima. Este sitio se emplaza en la desembocadura de la quebrada homónima, la cual se constituye como un corredor natural para acceder a la puna. En la base de este pucará se localizaba el tambo Yacoraite Bajo (Krapovickas 1968), lamentablemente destruido durante la construcción de la Ruta Nacional n° 9. Si bien Krapovickas (1968) destacó los atributos incaicos de los materiales recuperados durante sus excavaciones, actualmente es posible sostener que, efectivamente, se trató de un tambo. La lectura de fotografías aéreas tomadas antes de su destrucción permite distinguir su traza edilicia, en la que se identiica un rpc y un gran corral asociado a pequeños recintos. En su publicación, Krapovickas describe la presencia de escalones en voladizo al interior de estructuras cuadrangulares que no presentaban vanos de ingreso. De allí que se pueda estimar que se trató de qollqas. Por último, asociado a este angosto, sobre la serranía de Tilcara se encuentra el complejo prehispánico Agrícola del Moya (ig. 4b, c) (Nielsen & Boschi 2007; Fernandez Do Río 2010), Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero a Corral Espacios habitacionales SIMBOLOGÍA Quebrada de la Huerta Qhapaq Ñan Qollqas Terrazas de cultivo Barranca 10 m b 87 Campos de cultivo Quebrada de Humahuaca c d Figura 2. Tambo Puerta de la Huerta: a) planimetría; b) panorámica; c-d) tramo del Qhapaq Ñan con muros de retención lateral que ingresa a La Huerta desde el sur de la Quebrada de Humahuaca. Figure 2. Tambo Puerta de la Huerta: a) planimetry; b) panoramic view; c-d) section of the Qhapaq Ñan with lateral retaining walls, which enter La Huerta from the south along the Quebrada de Humahuaca ravine. a b c Figura 3. Tramo del Qhapaq Ñan que ingresa a La Huerta desde el norte de la Quebrada de Humahuaca: a) despedrado; b) entre muros; c) con muros de retención lateral. Figure 3. Section of the Qhapaq Ñan that enters La Huerta from the north side of the Quebrada de Humahuaca: a) cleared of stones; b) between walls; c) with lateral retaining walls. 88 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b c d Figura 4: a) angosto de Yacoraite; b) complejo minero del Moya; c) complejo agrícola del Moya; d) tramo del Qhapaq Ñan que vinculó ambos espacios. Figure 4: a) angosto (narrows) of Yacoraite; b) Moya mining complex; c) Moya agricultural complex; d) section of Qhapaq Ñan that connected both spaces. donde también registramos segmentos de Camino Inca que articulan estos sitios (ig. 4d). Durante las prospecciones que realizáramos en este complejo se identiicó una mina utilizada en momentos prehispánicos, asociada a pequeñas estructuras de planta lineal y cuadrangular. A diferencia del caso de Yacoraite, el camino que atraviesa el angosto de Perchel se emplaza sobre la base del pucará de Perchel, un poblado de una hectárea de supericie ubicado a 40 m de altura sobre el nivel del río (ig. 5a). Este pucará cuenta con estructuras cuadrangulares, una plaza y un recinto circular. Tal como plantea Scaro (2009), si bien presenta evidencias que relejan una ocupación preincaica, los materiales asignables al momento incaico son más abundantes. Su función principal pudo ser la de controlar el tránsito a lo largo de la Quebrada de Humahuaca. No obstante, al parecer cumplió más bien un rol de índole política y territorial. En las crónicas coloniales, este angosto es descrito como angosto de Tumi y límite norte de los tilcaras (Sánchez 2004). Otra articulación espacial refuerza la idea del carácter multifuncional que pudieron tener estos enclaves. El complejo agrícola de El Churcal (ig. 5b) (Fernandez Do Rio 2010) se encuentra en dirección al este de Perchel (ig. 1). En su conjunto, el pucara de Perchel y los caminos asociados (ig. 5c, d) debieron cumplir con un rol particular en la organización de la producción agrícola, principalmente para el desplazamiento de las personas dedicadas a las tareas campesinas y para la circulación de granos y cultivos (Albeck 1993, 2016). Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero 89 a b c d Figura 5: a) el angosto del Perchel; b) complejo agrícola del Churcal; c-d) trazado del camino que pasa por la base del sitio hacia el sur. Figure 5: a) angosto (narrows) del Perchel; b) Churcal agricultural complex; c-d) stretch of road that passes by the base of the site, running southward. EL CAMINO INCA EN LAS QUEBRADAS TRIBUTARIAS La quebrada de Yacoraite Esta quebrada fue posiblemente utilizada durante toda la historia prehispánica de la región para articular la puna con la Quebrada de Humahuaca, convirtiéndose en uno de los principales ejes de circulación en sentido este-oeste. Sobre la meseta de Los Amarillos, a la altura del cerro conocido como la Pollera de la Colla, se detectaron tramos de camino que conducían posiblemente al pucará de Yacoraite y al tambo de Yacoraite Bajo (tabla 1). Asociado a estos tramos y a 10 km de la desembocadura del río Yacoraite se detectó un tercer sitio estratégico de control, de características de emplazamiento en altura similares a las de los poblados identiicados en los angostos (ig. 1). Este sitio, al que denominamos peñón de Yacoraite, fue construido utilizando la cuarcita rosada que alora en la supericie de la peña (ig. 6a). Entre sus estructuras, algunas de ellas ediicadas con banquetas de refuerzo, se reconocieron torreones (ig. 6b), terrazas de circulación (ig. 6c) y qollqas (ig. 6d). Al igual que estos rasgos arquitectónicos, el material cerámico de supericie también es asignable al momento incaico (Ochoa 2014). Este enclave estuvo posiblemente vinculado a otro tramo de camino, que fuera descrito previamente por Nielsen et al. (1997), detectado en el sector superior de la quebrada de Yacoraite y que debía articular esta quebrada con la sierra del Aguilar. En la sierra del Aguilar identiicamos un tambo y dos tramos de camino que ingresan a Casa Grande y Vizcarra desde la puna (tabla 1, ig. 1). Ambos trayectos atraviesan la sierra del Mal Paso, presentando direcciones 90 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b c d Figura 6: a-b) peñón de Yacoraite; c) extensos muros de contención; d) qollqa con escalones en voladizo. Figure 6: a-b) Peñón de Yacoraite crag; c) large retaining walls; d) qollqa (storage structure) with cantilevered steps. diferentes. Uno de ellos, posiblemente con dirección sur, articuló a esta sierra con las Salinas Grandes y con Guayatayoc. La otra vía procede del norte, desde Abralaite y Casabindo. Estos caminos se entrecruzan en la sierra del Mal Paso, de allí se bifurcan por un lado, hacia Humahuaca, y por el otro, hacia la quebrada de Yacoraite, traspasando el abra de Tokante. Esta última, a 4256 msnm, se remarca en el paisaje por una apacheta (ig. 7a), que presenta asociados numerosos materiales arqueológicos. Entre ellos se identificaron cuentas confeccionadas en rocas calcáreas y en mineral de cobre (ig. 7b), trozos de mineral de cobre nativo (ig. 7c) y fragmentos de cerámica (ig. 7d). Antes de llegar al abra, detectamos sobre un aloramiento rocoso a 4000 msnm el tambo de Tokante (ig. 1). Este tambo presenta varias estructuras cuadrangulares, dos qollqas y un corral. Los caminos trazados en la quebrada de Yacoraite, al igual que los detectados en la sierra del Aguilar, debieron desarrollar un papel preponderante en el acceso al sector central de la Quebrada de Humahuaca desde la puna, particularmente en el marco de las peregrinaciones al cerro Sixilera. Tal como se describe a continuación, este cerro funcionó como un importante santuario de altura, que por sus dimensiones y color es visible desde el sector medio y superior de la quebrada de Yacoraite. La quebrada de Sixilera Esta quebrada se constituye hasta hoy como uno de los principales corredores naturales que conducen a los valles orientales de Jujuy. A lo largo de esta arteria, consolidada mayormente como camino de herradura, se han registrado varios trayectos de Qhapaq Ñan que surgen desde La Huerta y atraviesan Sixilera en dirección al Molulo (ig.s 1 y 8). En la cabecera de la quebrada de Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero a 91 b c d Figura 7: a) apacheta prehispánica en el abra de Tokante; b) cuentas de collar confeccionadas en roca calcárea y mineral de cobre; c) trozos de mineral de cobre; d) fragmentos de cerámica recolectados de supericie en el abra de Tokante. La lecha indica en el horizonte de la serranía de Tilcara, el cerro Sixilera. Figure 7: a) prehispanic apacheta in the abra de Tokante; b) beads made of calcareous rock and copper ore; c) pieces of copper ore; d) ceramic fragments collected from the surface in the abra de Tokante. he arrow on the horizon indicates cerro Sixilera in the Tilcara range. a b c Figura 8: a-b) escalones incaicos en el camino a Sixilera; c) tramo de camino cavado sobre la roca madre en el abra del Rosado. Figure 8: a-b) Inca stairs in the road to Sixilera; c) section of the road excavated in bedrock in abra del Rosado. 92 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b c d e Figura 9: a) el peñón de la Huerta; b) banquetas de refuerzo; c) rampa de acceso; d-e) torreones semicirculares. Figure 9: a) peñón (crag) de la Huerta; b) stone reinforcements; c) access ramp; d-e) semicircular towers. Sixilera, en el faldeo contrario al abra del Rosado y desde donde se asciende a la serranía de Tilcara, se emplaza el complejo del peñón de la Huerta. Este complejo de sitios arqueológicos fue deinido como un sistema militar vinculado al centro administrativo de La Huerta (Ochoa 2012, 2016). Los senderos registrados en esta sección de la quebrada presentan técnicas constructivas propias de la caminería inca, como el emplazamiento en zigzag, el enlajado (ig. 8a), el escalonado (ig. 8b) y el cavado sobre la roca madre (ig. 8c, tabla 1). El complejo del peñón de la Huerta puede ser descrito también como un conjunto de sitios estratégicos de control, emplazados en altura con la intención de vigilar el tránsito hacia y procedente de las tierras bajas (ig. 9a). Entre estos sitios, ocupados durante el Período Incaico, se destacan un pucara y un enclave militar, que se caracterizan por la presencia de banquetas (ig. 9b), rampas de acceso con pisos enlajados (ig. 9c), torreones (ig. 9d, e) y terrazas de circulación (Ochoa 2012). Para su construcción, al igual que para el caso del peñón de Yacoraite, se utilizó la cuarcita rosada que alora en la peña. Las características arquitectónicas y el lugar de emplazamiento sugieren que el complejo del peñón de la Huerta también pudo ediicarse con el propósito de controlar el acceso al cerro Sixilera (ig. 10a) (Ochoa 2016, 2017). Entre este complejo y el cerro existe un camino directo, que atraviesa la serranía de Tilcara. Este sendero, que continúa en uso, presenta escalones construidos en piedra y muros de retención lateral (tabla 1). Actualmente es transitado en el contexto de las peregrinaciones católicas bianuales que alcanzan la cima de este cerro y la capilla construida en uno de sus faldeos, con la intención de celebrar a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Sixilera. El reuso masivo del espacio en torno a la capilla (ig. 10b) no permitió identiicar evidencias arqueológicas, considerando la posibilidad Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero 93 a b c d Figura 10: a) el cerro Sixilera; b) capilla de la virgen de Nuestra Señora del Rosario de Sixilera; c-d) campos de cultivo prehispánicos. Figure 10: a) Sixilera hill; b) chapel of Our Lady of the Rosary of Sixilera; c-d) pre-hispanic crop ields. de que se tratara de una parada previa al ascenso hasta el oratorio ubicado a 4865 msnm, en la cúspide del cerro. No obstante, sobre los faldeos se ha identiicado una gran cantidad de estructuras arqueologías dedicadas a la agricultura (ig. 10c, d). Incluso, varios tramos del camino que conecta la capilla con el oratorio de altura presentan rasgos arquitectónicos incaicos (tabla 1). Si bien el primer trayecto de ascenso se trata de un sendero entre muros, mientras que el tramo que asciende a la cima está emplazado en zigzag y consolidado con muros de retención lateral, también se destacan otras técnicas constructivas como los escalonados (ig. 11a, b, d) y enlajados (ig. 11c) (sensu Hyslop 1992). Además, se reconocieron segmentos amojonados (ig.11a), tal como describiera Guamán Poma (1980 [1615]) la colocación de piedras en los laterales de los senderos, posiblemente para actuar como marcadores espaciales del paisaje (Vitry 2002). Durante las prospecciones efectuadas en el sector donde se encuentra el oratorio a la Virgen (ig. 12a), construido sobre la cima del cerro, se realizaron varios hallazgos arqueológicos. Entre ellos se destacan fragmentos de cerámica, puntas de proyectil de obsidiana y basalto (ig. 12b), trozos de mineral de cobre (ig. 12c) y cuentas calcáreas y de mineral de cobre (ig. 12d). Estos materiales fueron asignados a los Períodos Formativo, Medio, Tardío e Inca, demostrando así la larga perduración del culto a este cerro, considerado quizás una de las principales wakas de la región. En la cima se detectó una estructura circular, con claras características prehispánicas, y se pudo reconocer que las rocas utilizadas para ediicar el gran recinto cuadrangular, que actualmente funciona como oratorio (ig. 12a), presentan un canteo regular. Es posible estimar que estas piedras hayan sido tomadas de otras estructuras arqueológicas asociadas a la circular. Si bien la profunda 94 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b c d Figura 11: a) tramo de Camino Inca utilizado para ascender al santuario de altura del cerro Sixilera; b) escalonado ino; c) enlajado; d) escalonado ancho. Figure 11: a) section of the Inca Road used to ascend to the high shrine of Sixilera; b) with stairs; c) with lagstones; d) wide stairs. trayectoria de veneración a esta waka pudo implicar resigniicaciones religiosas y simbólicas durante toda la época prehispánica, quizás su mayor transformación se produjo con la evangelización cristiana. La quebrada de la Cruz La última quebrada relevada es la de la Cruz, que debió funcionar también como uno de los corredores naturales más aprovechados para acceder a los valles y yungas. Si bien presenta una extensión limitada de tan solo 6 km, posiblemente permitió vincular el centro administrativo de La Huerta con los sectores más elevados de la serranía de Tilcara y Zenta, en dirección al noreste (ig. 1). Desde el abra de la Cruz, ubicada a 3871 msnm, y donde Nielsen (1989) identiicara previamente algunos recintos, surge una red de caminos de herradura para acceder a los caseríos de Mudana, Alonso, Yala de Monte Carmelo y a los poblados de Caspalá y Santa Ana. En todas estas localidades se encuentran distintos tipos de sitios arqueológicos, como tambos y campos agrícolas. Más allá de esta red de senderos, en los sectores inferiores de la quebrada de la Cruz y en uno de los ingresos al propio sitio arqueológico de La Huerta (ig. 13a), identiicamos tramos de Camino Inca sumamente perturbados. Al parecer, dichos tramos estaban construidos a partir de la técnica de entre muros (ig. 13b, c) y con muros de retención lateral. DISCUSIÓN El análisis en conjunto de los distintos sitios emplazados en el sector central de la Quebrada de Humahuaca y su articulación mediante la traza del camino incaico permite plantear una organización del espacio local con ines productivos y religiosos, dentro de un escenario político que promovió el control territorial de esta subregión (Otero et al. 2017). A partir del estudio de algunas arterias del Qhapaq Ñan en asociación con sitios estratégicos para la vigilancia de los distintos corredores, proponemos que, en este sector de la Quebrada, el Estado implementó un sistema regulado de manejo de la población local según la disponibilidad de la mano Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero 95 a b c d Figura 12: a) santuario de altura del cerro Sixilera; b) puntas de proyectil de obsidiana negra y basalto; c) trozos de mineral de cobre; d) cuentas de collar confeccionadas en piedra caliza, mineral de cobre, lapislázuli y valva de molusco. Figure 12: a) high shrine of Sixilera hill; b) black obsidian and basalt projectile points; c) pieces of copper ore; d) beads of limestone, copper ore, lapislazuli and mollusc valve. a b c Figura 13: a) Camino Inca que sale de La Huerta hacia el abra de la Cruz; b-c) tramo de Camino Inca construido entre muros en los sectores inferiores de la quebrada de la Cruz. Figure 13: a) the Inca Road from La Huerta to abra de la Cruz; b-c) section of the Inca Road running between walls in the lower ravine of quebrada de la Cruz. 96 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 de obra y los recursos naturales. Es posible que para ejercer este tipo de control se aprovecharan las lógicas preexistentes de movilidad vinculadas al desplazamiento de estos recursos y de la gente. La aplicación de políticas versátiles fue quizás una de las estrategias administrativas más recurrentes en las provincias distantes del centro del Imperio (Santoro et al. 2010), ya que implicaba distintas instancias de negociación e imposición hasta lograr la adecuación de los intereses estatales en pos de una mayor productividad económica. En nuestro caso de estudio, el emplazamiento de sitios estratégicos de control, tambos, centros administrativos y campos agrícolas articulados entre sí, no solo a partir de la complementariedad de sus funciones, sino también por la red de caminos, indicaría que la apropiación del paisaje fue un requisito indispensable para alcanzar esta adecuación. Otro aspecto inherente a la dominación espacial pudo ser la monopolización del tránsito, tanto de la quebrada troncal como las tributarias. En la quebrada troncal se observa un ordenamiento del espacio longitudinal, es decir, en sentido norte-sur, a través del emplazamiento de sitios de control en los angostos y de tambos en las desembocaduras de las quebradas tributarias. En ambos casos se trató de puntos de paso obligado. Este ordenamiento facilitó quizás el desarrollo de las tareas administrativas, considerando la proximidad entre estos tambos y los centros administrativos, y la corta distancia existente para acceder a los grandes campos agrícolas existentes en la serranía de Tilcara. Un ejemplo de esta articulación y organización del espacio se expresa en el emplazamiento del tambo Puerta de la Huerta ubicado a 6 km del centro administrativo de La Huerta, el que a su vez se encuentra a 1 km del complejo del peñón de la Huerta y a tan solo 4 km de los campos agrícolas del Churcal. Lo mismo sucede para el tambo Yacoraite Bajo, el que se encuentra espacialmente asociado al pucara de Yacoraite y al complejo agrícola minero del Moya. Además de presentar un importante circuito longitudinal, constituido como una de las principales arterias del Qhapaq Ñan, el sector central de la Quebrada de Humahuaca se debió destacar por contar con otro importante eje de circulación, trazado a partir de la articulación entre las quebradas tributarias. Este eje transversal al Río Grande, orientado en sentido oesteeste, permitió conectar distintos ambientes, como salares y cordilleras de la puna con los valles orientales. Los principales corredores localizados en este sector debieron ser la quebrada de Yacoraite y la quebrada de la Huerta/ Sixilera. La instalación del peñón de Yacoraite y del peñón de la Huerta en los sectores inferiores de estas quebradas, próximos a sitios residenciales, demuestra la intención de controlar los puntos de paso obligado. Asimismo, resulta notoria la repetición de un patrón para instalar estos sitios, a partir del aprovechamiento de peñas que ofrecen un gran dominio visual, el uso de cuarcita rosada como materia prima para levantar las paredes de sus muros y la aplicación de técnicas constructivas similares, aunque de origen no local (Ochoa 2014). En las quebradas tributarias el tránsito debió ser menos frecuente que en la quebrada troncal dada la distancia entre los sitios emplazados. A lo largo del eje longitudinal, la distancia entre los poblados nunca supera los 10 km, mientras que en las tributarias puede alcanzar los 20 km, implicando quizás jornadas de tránsito más prolongadas. A su vez, detectamos diferencias en el trazado y las técnicas constructivas de los caminos identiicados en ambos tipos de quebradas (tabla 1). La caminería de la quebrada troncal presenta técnicas constructivas clásicas, como la construcción entre muros, el despedrado y el uso de muro de retención lateral (Ochoa 2014). En las quebradas tributarias, el trazado del camino que atraviesa las serranías por encima de la cota de 4000 msnm presenta técnicas constructivas especíicas, como el cavado sobre la roca madre, el enlajado, el amojonado y el escalonado (Ochoa 2014), alternadas con las técnicas clásicas. Estas diferencias respondieron quizás en mayor medida a la topografía del terreno, pero se debe tener en cuenta que también pudo tratarse de rasgos vinculados al carácter simbólico y religioso de las rutas, asociadas a abras y wakas. De allí que es pertinente relexionar sobre la signiicación de algunos trayectos del Qhapaq Ñan como caminos rituales. Un ejemplo de ello pueden ser los tramos que vinculan La Huerta con el cerro Sixilera y este último con el pucara de Tilcara. Al igual que ocurre actualmente en el marco de las celebraciones católicas, estas rutas de peregrinación pudieron estar cargadas de múltiples signiicados a lo largo de todo su recorrido (Pimentel 2009), aportando a la constitución de un paisaje discursivo en el que el camino resulta ser su relato (Castro et al. 2004). Como ocurrió en otros lugares de los Andes (De la Vega & Stanish 2002; Rostworowski 2004; Platt et al. 2006), este cerro, sacralizado desde momentos prehispá- Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero a 97 b c Figura 14: a) caminos de herradura que vinculan el pucara de Tilcara con el cerro Sixilera; b) escalones bien calzados en el cerro Negro; c) despedrado en Ovejería. Figure 14: a) bridlepaths connecing Pucara de Tilcara and Cerro Sixilera b) well-itted steps at Cerro Negro; c) stone removal in Ovejería nicos, debió resigniicarse durante el régimen colonial, reemplazando así el culto de adoración a las wakas por la veneración a la Virgen María (Rostworowski 2003). No obstante, también debió resigniicarse drásticamente a partir de la ocupación incaica de la quebrada. La inversión de trabajo en infraestructura vial, generada desde el Estado para ampliar y transformar la red de senderos próximos al cerro Sixilera, puede entenderse como un indicador de apropiación de un culto local para ser incorporado a la religión estatal (Ramos Gavilán 1621; Taylor 1999). A su vez, el control de los accesos a este santuario de altura debió servir para fortalecer su relevancia y jerarquía en la región, destacándolo como un centro de peregrinaje substancial para el desarrollo del Estado, tal como se hizo en otra escala para los grandes centros religiosos de impacto macrorregional (Ramos Gavilán 1621; Stanish & Bauer 2007). Por otro lado, los caminos que articulan el cerro Sixilera con el pucara de Tilcara, caracterizado como el centro políticoadministrativo de mayor jerarquía de la región (Otero 2013, 2015), también pudieron estar embebidos de una profunda ritualidad. Estos senderos fueron acondicionados siguiendo las técnicas constructivas impuestas por el Estado. A lo largo de casi todo el trayecto presentan muros de retención lateral (ig. 14a), algunos escalones (ig. 14b) y tramos despedrados (ig. 14c) (tabla 1). Asimismo, dentro de este recorrido, el tramo de camino que desciende a Tilcara desde el Cerro Negro, tal como presentamos en trabajos anteriores (Otero & Ochoa 2011), se encuentra asociado a estructuras que, aparentemente, estuvieron vinculadas con la observación y registro del movimiento solar. En el paisaje ritual, el pucara de Tilcara, más allá de su rol como capital de wamani, pudo funcionar como un centro de integración regional durante las peregrinaciones desarrolladas en el marco de la adoración a esta waka para propiciar una mayor productividad económica. Este sitio cuenta con una kancha y otros espacios de congregación colectiva destinados al despliegue de parafernalia relacionada con el culto al sol, los ancestros y la fertilidad (Otero & Ochoa 2011, 2012; Otero 2013, 2015). En estas y otras estructuras con características arquitectónicas especiales se identiicaron objetos que seguramente fueron utilizados en estas festividades. Se trata de placas circulares de metal que pudieron exhibirse durante las procesiones a manera de estandartes (ig. 15a, 98 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b c d 0 10 cm 0 10 cm Figura 15. Discos lisos: a) mt 2135-mejba 6011; b) mt 3600; c) mt 2134-mejba 6012), sin referencias sobre su ubicación dentro del pucará; d) lauta pánica cerrada confeccionada en caliza gris (mt 2305-mejba 6005). Figure 15. Smooth discs: a) mt 2135-mejba 6011; b) mt 3600; c) mt 2134-mejba 6012), with no information on its location inside the pucara; d) panpipe made of gray limestone (mt 2305-mejba 6005). b y c) (Guamán Poma 1980 [1615]; González 1992) y numerosos instrumentos musicales, como sikuris (ig. 15d), trompetas y cascabeles. Si se considera que gran parte de los caminos identiicados en el sector central de la Quebrada de Humahuaca y en las quebradas de La Huerta, la Cruz y Sixilera conducen a La Huerta, queda claro que este centro administrativo debió cumplir un rol preponderante durante estas celebraciones. Al igual que el pucara de Tilcara, La Huerta debió trascender su carácter administrativo y productivo, para consolidarse como poblado multifuncional. Es uno de los pocos sitios de la Quebrada de Humahuaca que fue ampliado y remodelado casi en su totalidad por el Inca (Raino 1993; Palma 1998, 2000). La existencia de un ancho camino que ingresa casi hasta el centro del poblado y la construcción de plazas, kallankas y de ediicios con características especiales en su interior, estén relejando tal vez una readecuación de los espacios con ines militares y religiosos, los cuales estuvieron posiblemente ligados con el culto al cerro Sixilera. Asimismo, pudo responder a la necesidad de construir grandes ediicios para cumplir con los principios de reciprocidad política establecidos con las poblaciones locales (Morris 1974). CONCLUSIÓN A lo largo de este trabajo presentamos distintas evidencias que demuestran que el sistema vial incaico del sector central de la Quebrada de Humahuaca se materializó a través de una variada arquitectura. Esta fuerte inversión de trabajo en infraestructura vial debió implicar no solo la planiicación de obras, sino también una importante intervención estatal en el área con el propósito de ordenar los espacios y controlar la circulación de personas, bienes, minerales y productos agrícolas. Es posible que esta intervención se produjera producto de las ventajas que brindaba este sector por conectar diferentes ambientes mediante cortas distancias provistas de corredores naturales. La articulación lograda a partir del tránsito entre las quebradas tributarias pudo llevar a la constitución de un nodo de interacción en el paisaje. De allí que se instalaran sitios estratégicos de control en diferentes puntos, los cuales permitieron delimitar el área y, a su vez, controlar el acceso desde los cuatro puntos cardinales. Por otro lado, el potencial productivo agrícola y minero en la región debió promover también la construcción de centros administrativos sobre poblados preexistentes y la instalación de tambos con el propósito de organizar estas actividades y redistribuir los excedentes. En este escenario, la red vial revela la conexión entre estos sitios, pero también demuestra cómo otros elementos del paisaje incidieron en la organización del espacio. Esto reiere al trazado de numerosos trayectos de Camino Inca en torno al cerro Sixilera, posiblemente una de las principales wakas de la región. Este cerro, al igual que los poblados identiicados en las quebradas de Sixilera y de la Huerta, se encuentra sobre la línea del Trópico de Capricornio. La disposición de estos sitios y la waka sobre esta latitud debió proporcionar un valor simbólico extra a la región, particularmente durante las festividades del calendario ritual incaico vinculadas a los equinoccios (Bauer & Dearborn 1998; Vialidad incaica en la Quebrada de Humahuaca / P. Ochoa & C. Otero Bauer 2000; Zuidema 2010). De este modo, los caminos, como marcas del paisaje, debieron ganar una mayor connotación y grado de sacralidad al ser considerados caminos rituales. La resignificación y apropiación de estos espacios por parte del Estado posibilitaron seguramente la legitimación de su poder en la región, basada en el patrocinio de celebraciones y el auspicio de creencias locales, reapropiadas tanto política como simbólicamente. Por último, la incorporación de estas creencias al culto estatal podría manifestar dos aspectos que sumaron al desarrollo productivo y extractivo de la región. Por un lado, la aplicación de mecanismos políticos versátiles para la asimilación de grupos que pudieron desplegar diferentes estrategias de resistencia ante la dominación incaica, y por otro, el valor de la implementación de acciones propias de la esfera religiosa, a partir de la reconstrucción de la memoria colectiva local, para aglutinar poblaciones étnica y socialmente distantes en el marco de un mismo paisaje. Reconocimientos a Joaquín Trillo por su valiosísima colaboración en los trabajos de campo. A la comunidad aborigen de La Huerta, Yacoraite y Casa Grande por permitirnos recorrer sus rutas ancestrales. A la comisión de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario de Sixilera por permitir acercarnos y participar de sus prácticas religiosas. REFERENCIAS Albeck, M., 1992. 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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 103-113, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 FRANCISCO DE HINOJOSA Y SU ENTRADA A LA “MONTAÑA DE LOS MOXOS” (COCHABAMBA-BOLIVIA, SIGLO XVI) FRANCISCO DE HINOJOSA'S INCURSION INTO THE “MOXOS MOUNTAIN” (COCHABAMBA - BOLIVIA, 16th CENTURY) WALTER SÁNCHEZA En los últimos años, la evidencia arqueológica ha comenzado a mostrar la presencia de caminos prehispánicos que articulaban el altiplano, los valles, los yungas situados en la cordillera oriental de los Andes (“montaña”) y la Amazonía. Muchos de estos caminos fueron inhabilitados durante el Período Colonial temprano generándose la idea de que este bloque cordillerano fue una suerte de escollo que dividía las tierras altas de las tierras bajas (la Amazonía). El artículo aborda el ingreso de Francisco de Hinojosa hacia la llamada “montaña de los Moxos” y su fracaso por llegar a los llanos de Moxos. Asimismo, pone en evidencia que el cierre de estos antiguos caminos, fue una decisión consciente de las sociedades de los yungas, posiblemente en un intento de cortar sus vínculos con la sociedad colonial. Palabras clave: Bolivia, Cochabamba, yungas, Francisco de Hinojosa, caminos coloniales. In recent years, archaeological evidence has begun to show the presence of pre-Hispanic roads that connected the altiplano, valleys, the Yungas (a zone of tropical valleys) in the eastern Andes and the Amazon basin. Many of these roads were abandoned during the Early Colonial Period, leading to the idea that this mountain range was an obstacle that separated the Altiplano highlands from the Amazon lowlands. his article addresses Francisco de Hinojosa's incursion into the so-called “Moxos Mountain” and his failure to reach the Moxos plains. It also shows that the closure of these ancient roads was apparently a conscious decision made by the societies inhabiting the Yungas, possibly in an attempt to sever their ties with the colonial society. Keywords: Bolivia, Cochabamba, yungas, Francisco de Hinojosa, colonial roads. A INTRODUCCIÓN El presente texto es parte del proyecto de investigación arqueológica “Buscando Caminos”, cuyo objetivo es abordar, a partir de la documentación temprana, las posibles rutas de interacción prehispánicas entre los valles, la puna (denominada en documentos de los siglos xvi-xvii como cordillera de Moxos), los yungas o sub-andino (la montaña de los Moxos) y los llanos amazónicos (los llanos de los Moxos) en CochabambaBolivia y el poblamiento en los yungas.1 A partir de este conocimiento documental, se quiere abordar, en una segunda fase, el trabajo arqueológico. Por lo tanto, el objetivo de este artículo es analizar la entrada de Francisco de Hinojosa a las montañas de los Moxos, en la hipótesis de que el análisis de este documento podría arrojar pistas sobre los lugares de ingreso y las poblaciones que la habitaban. Sobre este último punto, existe evidencia documental de la presencia de grupos que habitaban los yungas de Chuquiuma, Aripucho, Incachaca y posiblemente Tablas Monte, y que son hetero-denominados como Umu/Amo/Yumu. Fuentes locales del siglo xvi y xvii dan cuenta de la presencia de gente Yuroma que coninaba con “los llanos é tierras de los indios Mojos é Chunchos que están conjuntos y Walter Sánchez, Instituto de Investigaciones Antropológicas y Museo Arqueológico-Universidad Mayor de San Simón, e-mail: walteryambae@hotmail.com Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2017. 104 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 límites de la Cordillera de esta Villa [de Oropeza] [...] [y] de que había grandes minerales de oro y plata”, así como grupos llamados Rache (Soruco 1899: 82; Saignes 1985a, 1985b). Las fuentes documentales sugieren en todos ellos la existencia de una suerte de verticalidad (territorial y de uso de recursos) que se habría desplegado entre la Amazonía y los valles de Cochabamba (Sánchez 2008, Schramm 2012). A partir del testimonio arqueológico, muchos investigadores han reportado evidencia de ocupación de larga data en el sub-andino (yungas) (cf. Alconini 2016), así como de importantes interacciones entre las tierras bajas y los Andes (Alconini 2013; Cruz 2014; Alconini 2016). En Cochabamba, tales interacciones son evidentes desde los trabajos de Brockington et al. (1995) para el Período Formativo, Céspedes (2001) y Sánchez (2008) para el Horizonte Medio, Intermedio Tardío e Inca (Sánchez 2008, 2011). De hecho, para el caso de los yungas de Incachaca/Paracti, Tablas Monte y San José/San Julián no solo existe evidencia arqueológica de constantes articulaciones e interacciones entre los valles y los llanos aluviales del Chapare ya para el Horizonte Medio (Cf. Céspedes 2001; Sánchez 2008, 2011, 2012), sino de caminos formalmente construidos (Sánchez 2008). De la misma manera, han sido reportados caminos formalmente construidos, de clara factura inca, en los yungas de Chuquiuma (Pereira & Céspedes 1982), Arepucho, Icuna y Antahuagana (cf. Pereira & Céspedes 1982; Sánchez 2008) y el rio San Jacinto. Dichos caminos llegaban posiblemente hasta los llanos amazónicos del Chapare, aunque hasta hoy no se ha realizado un reconocimiento sistemático debido a las diicultades operativas de trabajar dentro de una zona de bosque alto. En el caso de los Caminos Incas (Inca yan), hay que señalar que siempre conducen a complejos arqueológicos con iliación cronológica que se remonta al Horizonte Medio e incluso al Formativo y con evidencia material local proveniente de los valles y de la Amazonía.2 Este hecho pondría en evidencia que los incas usaron y remodelaron caminos construidos mucho antes de su llegada. El énfasis puesto en la búsqueda de trazas de conexión entre los valles y la Amazonía es importante debido a que la arqueología boliviana ha separado tradicionalmente las tierras altas (la parte andina) de las tierras bajas (Amazonía y Chaco) como si fueran dos estancos separados y no interconectados. Bajo esta mirada, la cordillera oriental y el sub-andino (los yungas) ha sido entendida como un escollo que separó dos espacios y, consecuentemente, dos sociedades y civilizaciones. Tal comprensión ha conducido, incluso, a una suerte de especialización académica entre arqueólogos dedicados a las tierras altas (los Andes) y otros a las bajas (Amazonas/Chaco). Si bien, como un primer paso, investigadores como Saignes (1985b) habían llamado la atención desde la etnohistoria sobre la necesidad de encarar el estudio histórico de aquellos espacios olvidados por la historiografía como de aquellos que se ubicaban en la vertiente oriental de los Andes, su estudio es reciente desde la arqueología, aunque con una fuerte concepción de la cordillera como “frontera” (para una relación sobre algunos trabajos tanto arqueológicos como etnohistóricos véase Pärssinen & Siiriänen 2003, del Río 2011, Alconini 2013). Los valles de Cochabamba, ubicados entre los 2000 - 3000 msnm, son encajonados dentro de la cordillera Oriental, destacando el valle Bajo, el valle Central (donde se ubica la actual ciudad de Cochabamba), el valle de Sacaba y el valle Alto. Otros valles más pequeños, pero importantes, son el de Pocona, Mizque y Totora. Los valles se caracterizan por su clima templado con una media de 23ºc. El bloque cordillerano, hacia el norte, está conformado por una extensa puna entre los 3500 a 4000 msnm, con cumbres por encima de los 5000 msnm. Poseen un clima frío y seco. El sub-andino o la cara oriental de esta cordillera, donde se ubican los yungas o la montaña, es una extensa cadena montañosa que baja abruptamente desde los 4000 msnm hasta los 350 msnm, nivel en el que su ubican los llanos amazónicos del Chapare. Un elemento que hay que destacar de la montaña de los Moxos (los yungas) es que constituye una zona de gran pluviosidad y está dominada por un bosque alto de neblina, con registros que van de los 4000 a los 9000 mm por año (igs. 1 y 2). Algunos datos de la vida del Capitán Francisco de Hinojosa3 Urquidi (1949: 61) destaca la presencia de Francisco de Hinojosa a principios de la década de 1570, como un “vecino de la ciudad de la Plata”. Este dato hace suponer que Hinojosa tenía por entonces su residencia en Sucre y que, desde ahí, comenzaba a expandir sus negocios, articulando zonas agropecuarias (Chuquisaca y Cochabamba) con el mercado minero de Potosí, por entonces el centro económico colonial más importante de los Andes. La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez 15º47' BENI 105 SIMBOLOGÍA 4020 - 4500 B' 3540 - 4020 LA PAZ A' 3060 - 3540 SANTA CRUZ 16º48' 2580 - 3060 2100 - 2580 1620 - 2100 1140 - 1620 A 17º49' 660 - 1140 ORURO 1800 - 660 POTOSI 0 B 50 Km CHUQUISACA 67º9' Tapacari 66º8' Valle de Cochabamba Altiplano Palca 65º7' A' 150000 Llanos Chapare Laguna Bolivia B 1000 100000 Cordillera de Totora Antahuagana 4000 2000 50000 Valle de Totora Llanos Chapare Yungas de Tablas Monte A 4000 64º6' 200000 2000 B' 0 50000 100000 150000 200000 250000 300000 Figura 1. Departamento de Cochabamba con dos cortes transversales altitudinales que muestran los valles, la puna (altiplano), los yungas y la amazonía. Figure 1. Department of Cochabamba with two altitudinal cross sections, showing the valleys, the puna (Andean high plateau), the Yungas zone and the Amazon basin. BENI 15º47' SIMBOLOGÍA Precipitación (mm) 200 - 669 LA PAZ SANTA CRUZ 16º48' 700 - 1499 1500 - 1999 2000 - 3999 Mayor a 440 17º49' Lagunas ORURO POTOSI 0 50 Km CHUQUISACA 67º9' 66º8' 65º7' 64º6' Figura 2. Cochabamba. Precipitación pluvial según zonas eco-regiones. Figure 2. Cochabamba. Rainfall by eco-regions. 106 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 En 1571, por medio de una carta-poder llevada por Baltasar Gonzales (su mayordomo), pide ser admitido como poblador de la recientemente fundada villa de Oropeza (actual ciudad de Cochabamba). Además, solicita tierras y solares: Sepan quantos esta Carta de Poder vieren como yo Francisco de Hinojosa, residente que al presente soy en este Asiento de Canata del Valle de Cochabamba, jurisdicción de la Villa de Oropesa, otorgo y conozco por esta presente Carta a vos Baltasar Gonzáles que sois presente, pa que por mi nombre y como yo mismo podays pedir y pidays sea admitido en esta Villa de Oropesa, que nuevamente se funda en este Valle de Cochabamba, por vez ino della e me den tierras y solares e las demas que dan a los demas y vecinos y pobladores de la dicha Villa de tomar y aprehender la posesion e posesiones de los tales solares e tierra e demas cosas en mi nombre y las continuar y hazer todo aquello que yo podria hazer y cerca dello y de lo a ello anexo e dependiente, siendo necesario parecer en contienda de juicio parezcays ante el Capitán Grmo. Osorio, Corregidor de la dicha Villa, a quien esta cometida la dicha población (Urquidi 1949: 111). Por otros documentos se sabe que Hinojosa ya tenía actividades agropecuarias en el valle de Cochabamba. Una carta de hipoteca otorgada en 1571 a Juan Serrano Dávalos por el préstamo de dinero –saldado en 1573– muestra que desarrollaba una intensa actividad agropecuaria: E pa que mas seguro esteis de la paga de lo suso dicho vos hipoteco por especial y expresa hipoteca Myll cabezas de puercos chicos y grandes, que tengo en este Asiento de Canata y la sementera que ANSI mesmo tengo en este Valle de Cochabamba en Companya de Francisco de Orellana, los cuales dichos puercos y sementera que ansi vos hypoteco me obligo de no lo vender ni enagenar en manera alguna (Urquidi 1949: 109-110). Otra de las actividades empresariales en las que se hallaba embarcado era el comercio de harina de maíz entre Cochabamba y Potosí, tal como muestra la siguiente Carta de Poder, hecha en 1571: Otorgo y conozco por esta presente Carta que doy y otorgo todo my poder cumplido, libre, llenero y bastante, a vos Pº de las Cassas, presente, especialmente para que por mi y en mi nombre y como yo mismo, representando mi propia persona podays, en la villa de Potosí, donde van cargados trescientes carneros de la dicha tierra mios de harina de mais villcaparo, lo vender. E ansi mismo otras trescientas cargas que los indios de la Encomienda de Francisco de Orellana, vecino de la ciudad de La Plata, me estan obligados a llevar a la dicha Villa, vender y vendays la dicha comida al iado o contado como os pareciere. E del valor de la dicha comida y no alcanzando de los dichos trescientos carneros que ansi myos van cargados, os hazer pago y cobrar un myll y cien pesos de plata corriente, que yo os debo y estoy obligado a vos pagar, por una escriptura que contra my teneys de mayor quantia, de plazo pasado [...] (Urquidi 1949: 112).4 Resumiendo estos dos documentos, podemos destacar los siguientes bienes agrícolas y pecuarios de Hinojosa: “trescientos carneros de la dicha tierra mios” (llamas), “Myll cabezas de puercos chicos y grandes” y “sementera en este Valle de Cochabamba en Companya” del encomendero Francisco de Orellana. Todas sus actividades eran administradas por un mayordomo, Baltasar Gonzales, “con el qual se ha sentado aquí [ilegible] y a el se le ha dado lo que ha sido a su cargo, hasta el dia de hoy, ansi de coca, como de trigo, mayz, puercos, vacas e ovejas e ganado de la tierra” (Urquidi 1949: 113). La Entrada a las “montañas de los Moxos” y la repartición de tierras Se sabe que, en la década de 1570, Hinojosa fue corregidor de Cochabamba, momento en el que hace reparticiones de tierras a españoles en los valles Central y de Sacaba. ¿Cuál fue el motivo para tales reparticiones? Un hecho que parece haber incentivado a los residentes españoles la “repartición de tierras” en Cochabamba era la supuesta constatación de que, “en todo el dicho Valle de Cochabamba no hay naturales, sino todos son mitimaes de diferentes partes, los quales puso alli el Inca, que partió y dividió las tierras del dicho Valle por suios y suertes, repartiéndolos a los dichos mitimaes, según la cantidad de gente, que cada uno tenia” (Urquidi 1949: 93). Dicho de otra manera, al ser los valles de Cochabamba tierras ganadas por el Inca tras someter a los grupos locales, le correspondía ahora, por derecho de conquista, a la Corona española. Esta era, sin embargo, una “verdad” a medias, ya que existían grupos locales que tenían tierras antes de la llegada de los Incas como los Chuy, Quta, Qhawi y Sipe Sipe. De hecho, uno de estos grupos, los Qhawi vinculados a los Quta de Pocona, elevarán a la Audiencia y a la Cancillería Real de la ciudad de La Plata una demanda. En efecto, en febrero de 1587 se presentan ante el capitán Fernando de Casorla Narváez, maese de campo, corregidor y justicia mayor y juez de naturales del Cabildo de Oropeza, don Pedro Cato y don Francisco Moroco, caciques principales y de los indios Qawi “que rresiden en el balle de sacaba” La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez pertenecientes al Repartimiento de Pocona. Ambos caciques denuncian: Franciscº de hinojosa siendo corregidor en esta billa por complacer y tener gratos a ciertos soldados para llebarlos a la jornada de los moxos hiço sierta repartición de tierras en este balle en tres personas quel parecio y quiso como fueron joan garcia pinto e joan de sanabria y a sus hijos en el dicho balle de sacaba y en el de clissa e a otras muchas personas en nuestra tierras que habemos y tenemos de tiempo inmemorial a esta parte (ahmc.ecc. Vol. 9, Nº 1, 28.ix.1611). Vistos los alegatos, este caso será resuelto con la devolución de las tierras a los Qawi: su alteça proveyendo justicia dio por ningunas las dichas reparticiones de tierras fechas por el dicho francisco de hinojosa en las dichas nuestras tierras y mando a pedro quiros de abila nuestro corregidor que fue del partido de misque y el dio comision para que personalmente viniese a este balle y en cenos metiese y amparase en las dichas nuestras tierras lansando dellas a las personas que estuviesen en ellas y pretendiesen tener algun derecho a ellas por la dicha repartición [...] en virtud de la qual el dicho nuestro corregidor dio posesion e poseciones de las dichas nuestras tierras como todo ello consta y paresse (ahmc.ecc. Vol. 9, Nº 1, 28.ix.1611). En otros casos, muchas tierras consideradas “vaças”, pertenecientes a grupos altiplánicos y que antes habían sido entregadas por el Inca dentro los “repartimientos de tierras”, serán consolidadas por los soldados españoles que habían participado en la entrada hacia los Moxos. Tal el caso, por ejemplo, de Pedro Ireviño, español, quién señala en su testamento: “//4 [...]. -Yten declaro que yo 107 tengo titul.o [...] de la [...] tierra de la puna de guara guara y [ilegible] de molino que me dio e rrepartio el cap. Francisco de Hinojosa que el fue poblador en esta villa de Cochabamba” (anb-ec 1612.7). Estos ejemplos muestran los cambios y los conflictos que se venían produciendo en los valles de Cochabamba producto de: a) el abandono que cientos de mitmaqkunas que habían llegado con la presencia inca; b) la consolidación de tierras por parte de los grupos que eran reconocidos como “originarios”, es decir, residentes antes de la llegada inca y; c) el cambio en el régimen de la tierra por parte de los españoles en este caso, como “pago” por ingresos hacia zonas hasta ese entonces desconocidas. La Entrada a la montaña de los Moxos llamada también “de Cochabamba” Es poco lo que se conoce acerca de las diversas entradas realizadas por los primeros pobladores hispanos en los valles de Cochabamba hacia las montañas llamadas de los Mojos. El historiador hierry Saignes (1985a: 6364) ha destacado las siguientes (ver Tabla 1 más abajo). Una entrada importante fue realizada por el capitán Francisco de Hinojosa con la venia del virrey Toledo y el patrocinio de la Audiencia de Charcas. Aparentemente, este ingreso fue realizado en 1582, aunque, como veremos más adelante, Hinojosa habría realizado entradas anteriores, a partir de las cuales convenció a las autoridades coloniales de que gente que “es rica y mucha”, se hallaba más allá de las montañas (ig. 3). Tabla 1. Entradas españolas hacia las "montañas de Moxos (siglos xvi-xvii). Table 1. Spaniards incursions to "montañas de Moxos" (16th and 17th centuries) FECHAS RESPONSABLES ÁREA/GRUPOS RESULTADO OTRAS PRECISIONES FUENTES 1564 Alemán Montaña de Cochabamba/Yuroma emmi Desaparición RGI 1 1569 Cuellas/Ortega Cochabamba-Río Yuroma emir Expedición no autorizada Sarmiento 1582 (?) F. de Hinojosa Montaña de Cochabamba emir Expedición autorizada. Fracaso RGI 2 1588 Angulo Montaña de Cochabamba emir 1630 Bolívar Montaña de Cochabamba emir ee = Entrada de Evangelización Maurtúa (Ed.) 9 Desaparición de franciscanos Mendoza | em = Entrada Militar | ir = Información/retorno | mi = Muerto por los indios 108 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 3. Fragmento de paisaje de los yungas de Cochabamba en la parte denominada “montaña de los Moxos”. Se halla cubierta por un bosque denso alto de neblina constante (fotografía de Walter Sánchez). Figure 3. Landscape of the Yungas (tropical valleys) of Cochabamba known as the "Moxos Mountain", covered in dense, continually mist-shrouded forest (photo by Walter Sánchez). Según la “Relación de lo sucedido en la Entrada de los Mojos” que Hinojosa hace al virrey Martín Enríquez, señala que: “a quien se debe desta jornada [es al] Sr. Virrey D. Francisco de Toledo”. De hecho, sabemos que el pedido formal de ingreso fue elevado a la Real Audiencia de La Plata y esta entidad lo elevó a instancias superiores. Con respecto a la relación y a la entrada, La Audiencia de la Plata emitió un informe enviado a Lima, en el que se detalla las condiciones en las que debía entrar: al capitan Hynojosa se le dieron por mi recaudos y provisiones para la entrada que auia de hazer por Cochabamba con las limitaciones e ynstrucion y advertencias que V.Sa. havra visto en prevención de lo que rreiere V.Sa. es la suya con que no lleue consigo delinquentes ninguno lo qual mandan a V.S.a que ansi se ejecute y guarde que a el se le escreue haga su entrada como le esta mandado que en quanto a lo de los ingleses que se auisa que venian con designio de poblar esta (actividad) no parece que ay siendo tan lejos de quererme ay donde y principalmente en Potosí se que ay mucha gente vagamunda y lo mismo me dize V.Sa. y que conbiene desaguarla a lo qual se atendio atención en la data de la licencia para esta entrada (1580 (fs. 2) bo abnb, alp, cach-15). La relación de esta jornada hecha por Francisco de Hinojosa, muestra aspectos de su organización y las diicultades para llevar adelante la expedición, tal como hace constar este documento: y porque desee servir a S. M. en esta jornada me la hizo, y ANSI yo con el celo y cuidado que a S. M. se debe, hice la gente en esta provincia, y hecha y habiendo gastado muchos dineros en adereçar lo necesario y comprar arcabuces y otros peltrechos; y al tiempo y cuando la gente comenzaba a caminar e yo habia de partir de esta ciudad, el D.or. Barros, La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez 109 Figura 4. Fragmento de camino empedrado inca. Ramal Colomi-Incachaca (fotografía de Walter Sánchez C.). Figure 4. Segment of a paved Inca road along the Colomí-Incachaca branch (photo by Walter Sánchez C.). que presidia, me impidio y deshizo la mejor gente que hasta hoy para servir a S.M. se ha juntado en el Peru y se fue cada uno por su parte, donde me llevaron muchos arcabuces y otras cosas y ceso el hacer de la jornada e yo perdi mas de 20 mil pesos que solo de mi parte habia gastado, sin lo que antes de esto gaste cuando entre a descubrir esta tierra, que todo ha sido a mi costa con harto trabajo de mi persona, de donde he quedado con algunas enfermedades. (1580 (fs. 2) bo abnb, alp, cach-15) Aquí vemos que Hinojosa hizo una entrada anterior en la que descubre estas tierras. El dato se solventa mucho más cuando continúa la Relación: y luego escribi y di cuenta al Sr. Virrey, el cual mando que no se me pusiese impedimento alguno, y asi procure de volver a rehacer lo que he podido, y sabe dios con cuanto trabajo y costa hice hasta 30 hombres; y para que estos se fuesen recogiendo y juntando en un valle 24 leguas la tierra adentro, donde yo tenia de paz unos pocos indios que alli hay, que son tan pocos que no llegan a veinte. (1580 (fs. 2) bo abnb, alp, cach-15). No sabemos a ciencia cierta por dónde penetró Hinojosa y hasta dónde llegó. Dos rutas son probables, debido a la existencia de caminos prehispánicos: a) hacia la puna de Colomi con dirección hacia el río Chapare; b) hacia la puna de Altamachi, con destino al río Secure, por donde se señala que vivían los Yuroma, y c) hacia el río Cotacajes (llamado también Quetoto) y que desembocaba en el río Beni (ig. 4). En su recorrido señala no haber llegada a los llanos de los Moxos, sino a un valle (dentro de la montaña), situado a 24 leguas tierra adentro (¿de los yungas?), y donde había unos pocos indios. Para tal efecto, continúa escribiendo: Envie delante a Pedro Velez de Guevara por cabeza de los que se fuesen juntando y para que alli hiciese sementeras para poder conseguir lo de adelante y que estuviese alli hasta que se juntase la copia de gente que el senor Virrey me dio por comision, y que siendo esto junto ya, entrara. Y por algunos malos tratamientos se huyeron estos indios, y el Pedro Velez de Guevara levanto de alli con esta ocasión sin orden mia ni hacermelo saber, y fue a un valle que esta la tierra adentro 20 leguas, donde hay poblados algunos indios, aunque pocos. Aunque no sabemos cuáles son los “pocos indios” con los que se encuentran en los valles yungueños, 110 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 5. Fragmentos de camino empedrado inca en Incachaca. Cochabamba (fotografía de Walter Sánchez C.). Figure 5. FSegment of a paved Inca road along the Colomí-Incachaca branch (photo by Walter Sánchez C.). es posible lanzar tres hipótesis: 1) que haya sido un grupo local (¿Umu/Amo/Yumu o Yuroma o Rache?, de posible iliación lingüística Yuracare?); 2) indios de los valles templados de Cochabamba, huidos luego de la conquista hispana o 3) antiguos mitmaqkuna que se quedaron en la montaña. No hay ninguna evidencia de que se tratara de “indios de guerra”, aunque muestran tácticas recurrentes entre los yuracare de los siglos xviii y xix, como la huida y el “griterío”: “y a mi me dieron guaçabara cuando fui a descubrir y vi ser pocos y de poca fuerza; porque demas de correr yo aquellos valles con 25 hombres que tenia e ser la mitad muchachos, no me hicieron ningun daño ni tienen fuerça para ello, y solo un aracabuz o dos que se dispararon resistio toda la furia”.5 El dato de poca gente y el hecho de que este grupo de montaña no tenía vínculos con los de tierras bajas, generan también la imagen de que podría haber sido un grupo de mitmaqkunas residentes en la montaña: “Y la gente de que se tiene la noticia, que es rica y mucha, esta al principio de la tierra de estos 30 leguas, o poco mas, y estos que digo donde Pedro Veles fue no tienen comunicación ni trato con los otros, que son unos indiezuelos que están recogidos en la Montaña”. De lo señalado, se colige que el grupo no pudo pasar los bosques cerrados de los yungas y llegar hasta los llanos amazónicos (ig. 5). Luego del fracaso para alcanzar los llanos aluviales conocidos como “de Moxos” y la imposibilidad de consolidar un pueblo en los yungas para continuar la expedición, el Virrey del Perú, en una carta enviada a la Audiencia de la Plata (1.9.1582), es irme al prohibir nuevas entradas debido a los problemas que causaban. vino una información hecha en la Villa de Cochabamba sobre el daño que sestendio hauer receuido los de la entrada de los Mojos y diome harta pena hasta que por las otras dos de V.S [...].entendi hauer salido todos de saluamento y que el [...] fue despoblar el e como fue despoblar el pueblo que hauian poblado y venirse que no lo tengo por muy grande respecto a que era poca gente, in orden ni concierto de permanecer y de pressente no me parece de que hay que prouer en ello sino solo a perceuir a francis.co de Hinojosa que si ha de hacer la entrada ha de ser por su per.sona y por lo menos con sesenta hombres bien aderaçados y preuenidos de lo necessari.o como que lo dexe V. S.a sera seruido mandar que así se lo notiique, y no dexalle entrar desta manera, ni consentille que ponga Teniente por tan poco tuuo comisión para nombralle la otra vez, y con acsque de que yba a recoger la gente mientras quel entraua se estuuo hasta agora y según la mala orden que deuiron de tener no ha sido poco no ubiedecerles mas Dmo. V.S. no consienta que entre mas gente in nueua orden mia porque estos negocios de entradas sino Vm con mucho fundamento no son de efecto, y mtes. demian que aprouechem, y de lo que cercado y lo demas que a V. Sa. le pareciera que deuere prouer sera seruido mandar auisarme”. 1 de septiembre de 1582. (bo abnb, alp, cach-35). La entrada a la “montaña de los Moxos” / W. Sánchez 111 Nina Rumi Punta Huanaquitos Mayca Monte Rasupampa Tablas Monte Corani Pampa San Jacinto Paracti Inkachaca SIMBOLOGÍA Caminos prospectados Comunidades actuales Colomi Figura 6. Mapa de caminos de clara factura inca de la puna hacia los yungas (“montaña”) de Incachaca y Tablas Monte en Cochabamba. Figure 6. Segment of a paved Inca road along the Colomí-Incachaca branch (photo by Walter Sánchez C.). Con esta orden se prohíben las licencias de entradas de civiles hacia la montaña de los Moxos desde Cochabamba. No obstante, sabemos que en 1588 Angulo realiza una nueva entrada, al parecer por la puna de Colomi, la que también fracasa (ig. 6). CONCLUSIONES PRELIMINARES Los distintos documentos asociados a la entrada revelan varios elementos. Hay que destacar en primer lugar que Hinojoza realiza sus entradas solo con soldados españoles. Es decir, al no existir mención de que hayan participado gente local de los valles de Cochabamba, menos de los yungas o de la montaña, se estaría refrendando la idea de una no participación consciente, cuyo in sería no dar a conocer las rutas de ingreso. En segundo lugar, para hacer efectiva esta entrada, tiene que ofrecer, como una autoridad colonial, una repartición de tierras a los soldados como pago, ya que el ingreso supone riesgos. Finalmente, en su ingreso solamente encuentra un pequeño pueblo de pocos habitantes quienes, luego de un pequeño enfrentamiento, huyen; es decir, asumen una táctica constante en los grupos de bosque. Es destacado cómo la entrada de Francisco de Hinojosa revela la inexistencia de algún camino. Si asumimos que la investigación arqueológica actual ha venido mostrando la presencia de caminos formalmente construidos y que llegan a importantes complejos de presencia inca (cf. Sánchez 2008), existe una fuerte sugerencia de que, durante el Período Colonial temprano, las sociedades de los yungas (sean Umu/Amo/ Yumu, Yuroma o Raché) habrían decidido conscientemente no dar a conocer estas rutas de entradas y, posiblemente, cortar esas vías de comunicación a in de escapar del asedio colonial, aunque manteniendo rutas de comunicación transversales dentro de los yungas y hacia los llanos amazónicas. La decisión consciente 112 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 de clausurar antiguas rutas hacia los valles, habría generado desde entonces una imagen de la montaña de Cochabamba como una zona de frontera infranqueable o solo habitada por mosquitos, serpientes y “leones”, hecho que se mantendrá durante todo el Período Colonial y que será refrendada por los padres jesuitas y los curas franciscanos (siglo xviii y xix), quienes se esfuerzan por abrir rutas que comuniquen los valles de Cochabamba con las misiones y pueblos ubicados en los llanos de Moxos. Tal imagen contagiará, además, a los actuales investigadores quienes refrendarán este peril de “frontera” o de zona vacía, generando una visión que no da cuenta de la realidad prehispánica: las constantes interacciones y articulaciones entre las tierras bajas y las tierras altas. No obstante, si bien muchos caminos Incas fueron abandonados por las mismas comunidades de los yungas durante el periodo colonial, varios ramales siguieron siendo usados como rutas de intercambio (de cereales, papa, fruta, sal, miel, madera, coca) entre comunidades. Tal hecho era evidente incluso hasta inales del siglo xx, cuando seguían bajando tropas de llamas desde las punas de Pocona, Tiraque, Totora, Colomi, Palqa, hacia los yungas de Tablas Monte/San Julian e Incachaca, Arepucho, Chuquiuma y Vandiola. Archivos consultados anb = Archivo Nacional de Bolivia ahmc = Archivo Histórico Municipal de Cochabamba. NOTAS 1 La documentación del siglo xvi y xvii se reiere a los yungas como zona de “montaña”. 2 Los campesinos de la zona de Tablas Monte pronuncian la palabra ñan como yan. 3 Nacido en España. Posiblemente haya estado emparentado con el General Pedro de Hinojosa, quien dirigió las falanges españolas, diezmadas en las contiendas armadas en la zona de Charcas (Urquidi 1949: 49). 4 Es importante notar esta “tropa” de 300 llamas que iban de Cochabamba a Potosí llevando harina de maíz. Muestra, fuera del intenso tráico comercial entre ambas Villas, la importante presencia de este camélido en los valles mesotérmicos. 5 Voz caída en desuso, pero frecuente en la colonia temprana. Según los contextos de documentos tempranos, puede ser traducido por pelea, lucha, motín, algazara. REFERENCIAS Alconini, S., 2013. Los incas y los guaraníes: conlicto, etnogénesis y luidez social en la fortaleza de Cuzcotuyo, frontera inca sur-oriental. Arqueoantropológicas 3: 11-26. Alconini, S., (Ed.), 2016. Entre la vertiente tropical y los valles. Sociedades regionales e interacción prehispánica en los Andes centro-sur. 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El origen de la noble villa de Oropeza (Cochabamba). Fundada por el Capitán Gerónimo de Osorio. Comprobación documental. Cochabamba: Imprenta Universitaria. BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 115-132, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 EL QHAPAQ ÑAN EN LOS ALTOS DE ARICA: COLUMNA VERTEBRAL DEL POBLAMIENTO PREHISPANICO TARDÍO, NORTE DE CHILE THE QHAPAQ ÑAN IN THE ARICA HIGHLANDS: THE BACKBONE OF LATE PRE-HISPANIC SETTLEMENT IN NORTHERN CHILE IVÁN MUÑOZA En los Altos de Arica, a la Ruta Longitudinal Precordillerana que se desplaza en sentido norte a sur se le conoce como Camino Inca. Diversos autores1 han hecho referencia a tramos de este camino, sin embargo, el mérito de esta ruta radica en su antigüedad anterior al Tawantinsuyo. El presente estudio discute la importancia de este camino en la precordillera de Arica, resaltando la importancia del paisaje en el contexto del sistema caminero y su relación con otras rutas que se desplazaron por el desierto y los asentamientos asociados a esta red vial.2 Palabras clave: poblamiento prehispánico, red vial, Camino del Inca, precordillera, interacciones culturales. In the highlands known as Altos de Arica, the north-south Andean foothills route is known as the Inca Road. Several authors1 have made reference to sections of this road, but it is especially notable for its antiquity, which pre-dates Tawantinsuyo. his paper discusses the importance of this route in the foothills region of Arica, emphasizing the importance of the landscape in the road network and its relation to other routes that crossed the desert and to settlements associated with the road network.2 Keywords: pre-Hispanic settlement, road network, Inca Road, Andean foothills, cultural interactions. A INTRODUCCIÓN La construcción de caminos, puentes y otras vías de comunicación fue una de las estrategias usadas por las grandes civilizaciones de la antigüedad para el desarrollo del comercio de bienes y especies. Esto habría permitido la transmisión de ideas, a partir de lo cual manejaron y controlaron nuevos territorios y espacios culturales. En este contexto, uno de los caminos más estudiados y analizados a través de la historia es aquel construido durante el Imperio Romano donde, según Chevallier (1972), se observa la elaboración de calzadas con un nivel de técnica altamente desarrollado. Esto no solo signiicó el mejoramiento de las vías de comunicación, sino también un embellecimiento de la ruta, dando una presencia y consistencia al Estado romano en los lugares donde estableció su dominio. Sin embargo, también conocemos otros caminos que presentan soluciones ingenieriles complejas respecto a su construcción en lugares agrestes en cuanto a la morfología del terreno, entre ellos la carretera real persa y la Ruta de la Seda.3 Dentro de este panorama consideramos la inserción del Qhapaq Ñan en los Andes, América del Sur, el que habría alcanzado una longitud aproximada de 5.000 Iván Muñoz, Universidad de Tarapacá, casilla 6d, Arica, Chile, email: imunoz@uta.cl Recibido: diciembre 2015. Aceptado: mayo 2017. 116 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 km, involucrando los distintos suyus que formaron el Tawantinsuyo. La construcción de este camino involucró distintos pisos ecológicos que conforman el área andina, con una altura que alcanzó los 4500 msnm. Según Hyslop (1992), algunos rasgos distintivos de esta ruta están dados por la pavimentación con grandes bloques de piedras, incluyendo escaleras y puentes colgantes, especialmente en zonas de difícil desplazamiento producto de una geografía abrupta y vertical, atravesada por grandes ríos. Sin embargo, en lugares planos el trazado de la ruta estuvo dado por senderos troperos, donde se desplazaron personas y caravanas de recuas de llamas.4 En lo que respecta a nuestra zona de estudio, durante el siglo xii dc, la Región de Arica estuvo ocupada por poblaciones de agricultores y pescadores, denominados arqueológicamente como cultura Arica (Muñoz & Choque 2013). Estas poblaciones comenzaron a compartir el espacio productivo con grupos humanos que se desplazaron desde el altiplano a la costa, ocupando enclaves ecológicos en las cabeceras de valles de la vertiente occidental del Pacíico. Si bien ambos grupos vivieron separadamente, tuvieron un luido intercambio de productos agrícolas y marítimos, tecnologías e ideologías, donde el poder fue ejercido por el cacique principal que vivía en los valles, funcionando bajo la modalidad de relaciones asimétricas con los señores del altiplano (Choque & Muñoz 2016). El traslado de maíz, ají, coca, calabazas, pescado salado, guano, textiles y artefactos, fue realizado a través de las extensas vías de comunicación que unieron la costa con la meseta andina. Dichas obras viales fueron utilizadas posteriormente por el Inca y las huestes indianas, constituyéndose en un sistema vial conocido como Qhapaq Ñan. En época colonial, estas redes viales fueron conocidas como Caminos Reales y hoy como caminos troperos. En muchos casos constituyen las mismas vías y han tenido una utilidad simbólica y práctica para las poblaciones indígenas, hispanas y mestizas de los Períodos Colonial y Republicano. El deterioro o las alteraciones de los caminos producto del tráico caravanero o catástrofes naturales, implicó la necesidad de establecer un sistema de mantenimiento de las rutas e instalaciones anexas, entre estas últimas los tambos y las estructuras ceremoniales tales como apachetas y markas. Esto habría permitido que las poblaciones locales se integraran al sistema político regulado por los incas, participando de las redes de intercambios con poblaciones de distintos ambientes geográicos. EL PAISAJE EN EL CONTEXTO DEL SISTEMA CAMINERO La reconstrucción de los diversos caminos distribuidos en la sierra ariqueña, desde el momento en que los agricultores aldeanos comenzaron a trazarlos, releja cómo se fue estructurando una red vial cada vez más compleja, cubriendo prácticamente la totalidad del territorio, desde y hacia los más diversos espacios geográicos de la precordillera.5 El estudio de estos senderos y sus rumbos permite entender y conocer su función, temporalidad, aspectos tecnológicos aplicados, aprovechamiento de recursos, experiencia, sabiduría y diversos aspectos de la cultura que se desarrolló en torno a ellos, especialmente la de los caravaneros andinos que usaron e hicieron de estos inalmente su oicio y modo de vida.6 Considerados como productos culturales, estos trazados contactaron y relacionaron una ininidad de puntos del paisaje desértico característico de esta región del extremo norte de Chile, demostrándonos el grado de eiciencia alcanzado por la actividad, como también el conocimiento del medio por el cual esa actividad se desarrolló. No cabe duda de que la presencia humana en estos parajes dejó huellas que no solo relejan lo cotidiano y doméstico, sino también lo trascendental, es decir, aquello que compromete, al decir de Turner (1971) y Geertz (1973), su destino, su continuidad, la vida y la muerte, lo religioso y sobrenatural. Algunas evidencias materiales que marcan esta profunda relación del caravanero con el paisaje son los registros de apachetas y markas que, según Dufait (2012: 621), “constituirían los elementos mediadores que conectan las vías con las entidades sagradas del paisaje como los volcanes, cerros y nevados”.7 Se pueden diferenciar distintos tipos de senderos, dependiendo de su uso: sendero simple de uso humano, sendero de uso múltiple para ganado y animales de carga, sendero simple de uso animal (generalmente camélidos silvestres como guanaco y vicuñas), sendero tipo “rastrillo” y huellas de carretas con sendero de animal de tiro, vinculados estos últimos al Período Colonial. Gran parte de estos senderos fueron indistintamente reutilizados por animales y personas, signo de la importancia que alcanzaron hasta después de la Conquista. Esto hace posible recopilar antecedentes que indican la naturaleza propia del camino y de sus usuarios. En primer término, está la aguada, requisito fundamental para que un sendero, de cualquier tipo, se enlace o contacte. La El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz aguada -o cualquier otra estrategia para la obtención del recurso hídrico y alimento, como una vertiente, río, estero o bofedal- fue la principal preocupación que debió conocer y manejar el caravanero o arriero andino para desaiar el desierto. Ante la ausencia del recurso hídrico, una de las innovaciones destacables de este sistema vial fue la construcción de pozos o norias, emplazadas en lugares estratégicos. Estas entregaban una fuente de agua de emergencia en caso de riesgo de la vida de los usuarios de la ruta.8 El conocimiento del paisaje, la geografía y su percepción del entorno ecológico fueron elementos vitales para orientar y resolver óptimamente cualquier diicultad. De allí que los senderos y rutas presentan siempre la mejor alternativa para el viajero, sorteando cuestas, pampas, abras, quebradas, serranías y la propia cordillera de los Andes. También se agregan los refugios naturales, como aleros y cuevas que fueron ocupados desde las primeras incursiones de los humanos por el territorio, los que han sido usados como alternativa por todos los grupos posteriores hasta la actualidad. Un segundo tipo de refugio son las paskanas, construidos como parapetos para protegerse de la intemperie, a veces dura, que caracteriza al desierto en sus diversos ambientes de costa, pampa, valles o puna. Otro tipo de estructura más compleja asociada al andamiaje administrativo del incanato fueron los chasquihuasis o casas de los chasquis que, sumados a los tambos, localizados en lugares estratégicos del sistema vial, muestran el alto nivel de desarrollo de esta red. Ejemplo de estos tambos fueron los de Zapahuira i y ii, Laco Alto, Cobija 2, Incauta y Mollegrande (Muñoz et al. 1987 a y b), Chusmiza (Sanhueza 1978), etc., todos ubicados en una cota media de los 3000 msnm, relacionados espacialmente a los asentamientos locales. Otros rasgos culturales asociados a los senderos fueron los tramos empedrados, generalmente en accesos a pendientes o cuestas, lugares donde el tránsito de animales se veía diicultado. También el sistema de desagüe, canales oblicuos bien construidos que cruzaban diagonalmente el camino o sendero, especialmente cuando este bordeaba una ladera inclinada y pedregosa. Estos desagües tenían como objetivo desviar las aguas provenientes de precipitaciones que ponían en riesgo la integridad del camino. Cabe mencionar, además, los tramos de camino delineado que, a manera de solera, marcaron cada uno de sus lados, especialmente cuando estos cruzaban un terreno plano, como los observados en Zapahuira, Belén y Lupica. 117 CAMINOS PREHISPÁNICOS EN ARICA Según Wallace (1991), la importancia de los caminos prehispánicos está dada por la existencia de dos dimensiones, una religiosa y otra económica. En el primer axioma, las redes viales permitían unir las aldeas con las huacas y espacios ceremoniales, tanto cercanos como de regiones distantes.9 Para el caso de Arica, según Choque y Muñoz (2016), las poblaciones habrían usado los caminos portando ofrendas y peregrinando entre la costa y la sierra para celebrar ritos religiosos. El segundo axioma da cuenta de la integración económica y sociopolítica que generó el uso de los caminos, pues movilizaron diversos tipos de bienes agropecuarios y marítimos generando, además, una integración ideológica y una articulación económica con las tierras de la meseta altiplánica. Las principales rutas del sistema vial prehispánico en el extremo norte de Chile han sido descritas y discutidas previamente por Muñoz y Briones (1996), quienes señalan la existencia de cuatro rutas principales. La primera, ubicada a 3000 msnm y denominada Ruta Longitudinal o Precordillerana Nº 1, se desplaza en sentido longitudinal de norte a sur, por la precordillera de Arica y se le conoce como Camino Inca o Qhapaq Ñan (ig. 1). Los mismos autores señalan que, probablemente, los incas hicieron un mejoramiento de la red vial, la que habría sido ensanchada, empotrada en los sectores laterales y emplantillados con piedras en las entradas y salidas de los grandes poblados como Zapahuira, Huaihuarani, Saxamar, Socoroma, etc. Asimismo, cimentaron y nivelaron los sectores de mayor pendiente de los senderos. Este camino conectó todos los poblados serranos, constituyéndose en la columna vertebral sobre la cual giraron los asentamientos locales (igs. 2, 3 y 4). El segundo camino corresponde a la Ruta Transversal por Lluta Nº 2. Es una construcción vial importante que une el altiplano con la costa oceánica, alcanzando la costa sur de la ciudad de Arica. Esta ruta se constituyó en tiempos coloniales como la columna vertebral del desplazamiento caravanero de Arica a Potosí. Es posible encontrar numerosos asentamientos prehispánicos y recursos hídricos desde la desembocadura del río Lluta hasta la precordillera (Muñoz & Briones 1996). El tercer camino corresponde a la Ruta Transversal por Azapa Nº 3. Esta ruta conecta la desembocadura del río San José con la precordillera en la zona que va 118 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 PERÚ Parinacota e Lluta Valle d ARICA BOLIVIA Valle de Azapa Valle de A cha Cta. Vitor Q. de Chaca CHILE Desembocadura río Camarones Q. de s ne aro m Ca Tana Q. de Q. de Tiliv iche Figura 1. El Qhapaq Ñan, Ruta Longitudinal Precordillerana Norte-Sur. Figure 1. he Qhapaq Ñan, north-south Andean foothills route. desde Chapiquiña a Belén. Al igual que la ruta de Lluta, está asociada a asentamientos prehispánicos, recursos hídricos y tierras agrícolas. Finalmente, el cuarto camino corresponde a la Ruta Longitudinal Costera Nº 4, la que se desplaza de norte a sur, cubriendo los actuales sectores de valle bajo o medio y desembocaduras de ríos, desde la zona de Caplina hasta Camarones. Esta ruta, al igual que las otras mencionadas, está relacionada con asentamientos prehispánicos en los valles, recursos de agua y la presencia de apachetas, una de ellas ubicada en Alto Ramírez, sector bajo del valle de Azapa (Santoro & Muñoz 1981). El uso de estos caminos habría permitido la llegada de nuevas ideas, bienes, piezas y productos de consumo de distintas regiones de los Andes a los valles de Arica. El registro arqueológico a partir del año 1000 dc muestra evidencias de hallazgos como un mono, de la especie Aluatta seniculus, plumas de aves tropicales, fragmentos de maderas de chonta, lana de camélidos, quinua, entre otros. Por otro lado, tanto en la iconografía de las piezas de cerámica como en los tejidos del Período Tardío Precolombino, se representaron una serie de diseños entre los cuales destaca la presencia de pequeños simios. Esto demuestra que, más allá de lo económico y de las relaciones sociales que se dieron como consecuencia de la movilidad caravanera, el traspaso de ideas fue parte importante de las poblaciones que participaron de dicho tráico, en el esfuerzo por plasmar su identidad y su lugar de origen. El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz Figura 2. Sendero empedrado de salida y entrada al pueblo de Socoroma. Figure 2. Paved stone road at both entrances to the town of Socoroma. 119 Figura 3. Tramo de camino empedrado, sector que conecta las áreas de cultivos noreste del actual pueblo de Belén. Figure 3. Stretch of paved stone road connecting farming areas northeast of the present-day town of Belén. INCAULLO HUAIHUARANI Figura 4. Tramo de conexión entre asentamientos: Huaihuarani e Incaullo, área de Belén. Figure 4. Stretch of the road connecting the settlements of Huaihuarani and Incaullo, in the area of Belén. 120 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 De lo anterior se desprende que, a la llegada de los españoles, lo que hoy es el extremo norte de Chile presentaba un mosaico de redes viales, lo que explicaría el intenso tráico que hubo en esta región de los Andes como centro neurálgico de múltiples relaciones culturales, situación que fue muy bien aprovechada por los europeos para el desarrollo de sus intereses. DESPLAZAMIENTO DE LA RUTA LONGITUDINAL PRECORDILLERANA (Nº 1) Este capítulo fue descrito detalladamente por Muñoz y Briones (1996: 57-60). En esta ocasión dicha información se presenta en la tabla 1. En ella se destacan los desplazamientos de norte a sur del camino (sendero tropero) y la relación de esta ruta con asentamientos principales y senderos secundarios. Además, se señalan algunos rasgos especíicos de dichas rutas (ig. 1). LOS ASENTAMIENTOS ASOCIADOS A LA RED VIAL PRECORDILLERANA Para entender el trazado de esta red vial en los valles y quebradas de altura en dirección norte sur es importante conocer la distribución de los asentamientos asociados a ella y la función que estos habrían desempeñado en relación al intercambio de bienes, especies, productos y transmisión de ideas. Muñoz y Chacama (2006) plantean que, en la quebrada de Socoroma, los asentamientos estudiados de Calacruz y Cachuchatiza presentan una particularidad: ambos se ubican en la cima de cerros de gran altura. De acuerdo con sus componentes culturales, corresponderían a asentamientos que se sitúan alrededor del 1200 dc-1400 dc. La ausencia de estructuras de tipo administrativas y de plazas sugiere que estos asentamientos fueron ocupados en forma temporal, en lapsos de tiempo determinado. Sin embargo, al margen de los escasos indicadores culturales hallados, llama la atención que están conectados a una extensa red vial que se desplaza hacia pampa de Zapahuira por el sureste, y por el sector de Coca por el noreste. En ambos casos se trata de áreas donde se hallan una serie de asentamientos habitacionales y funerarios (Muñoz et al. 1987a; Santoro et al. 1987; Muñoz & Choque 2013). Esta situación indicaría que estos poblados formaron parte de una unidad mayor y reforzaría la hipótesis de ocupaciones temporales. Por su parte, pampa de Zapahuira constituye una de las áreas más estudiadas respecto a la inluencia inca aproximadamente a partir del 1450 dc. Su modo de operar habría sido a través de poblaciones circumtiticaca portadoras de cerámica Saxamar. De acuerdo a los trabajos de Muñoz et al. (1987a), dicha dominación se habría ejercido mediante el asentamiento administrativo poblado Zapahuira 2, (AZ-124) (ig. 5), con el cual fue posible ejercer un control sobre la producción del área, cuyo excedente debió ser almacenado en los depósitos construidos en el plano alto de la quebrada (Tambo de Zapahuira 1, AZ-40) (ig. 6) y llevado posteriormente a otras zonas a través de la red vial incaica que se encuentra presente en el área. En el área de Chapiquiña, enclavada entre la pampa de Zapahuira y Belén, se hallan asentamientos como Caillama, Laco Bajo, Laco Alto y Pujone, todos conectados a través del Camino del Inca. Un aspecto interesante de resaltar en Laco Alto es la presencia de un tambo, situación que nos hace pensar en la presencia Inca en la fase inal del asentamiento (1400 dc). Probablemente, en este tambo se habría almacenado la producción del sector medio del valle de Chapiquiña. Curiosamente en esta misma época y frente de Laco Alto se estructuró otro emplazamiento, Caillama, cuya característica más importantes es la ediicación de recintos de forma circular sobre un abrupto cerro. El lugar presenta, además, un sendero de ingreso al poblado, el que se halla demarcado por piedras y en algunos sectores presenta peldaños (ig. 7). Un sistema constructivo distinto se observa en el sector noreste, en donde se hallan estructuras funerarias tipo chullpas construidas de adobe y paja, lo cual es novedoso para el área ya que solamente la hemos observado en Zapahuira, Caillama, Incauta y Miñita 4 (igs. 8, 9, 10, 11 y 12). En este contexto, nos inclinamos a pensar que la población asentada en Caillama pudo haber correspondido a un grupo distinto y más tardío que el que se asentó en Laco Alto, y fue el que recibió tal vez la mayor inluencia en el área por parte del Inca, motivo por el cual construyeron las tumbas –chullpas– con cierto grado de monumentalidad similar a las que se hallan en la zona de Lauca, altiplano boliviano, vinculadas a las poblaciones Carangas (Gisbert et al. 1996). En el área de Belén-Lupica-Ticnamar, el proceso cultural tiene una historia que se remonta al 1.000 dc, según los antecedentes obtenidos de los sitios Incahullo, Huaihuarani, Lupica y Saxamar. Corresponderían a poblaciones vinculadas a la cultura Arica, las que se Tabla 1. Desplazamiento de la Ruta Longitudinal Precordillerana (Nº 1). Table 1. Trajectory of the North-South Foothills Route (Nº 1) DIRECCIÓN EXTREMO PRINCIPAL NORTE ÁREA INTERMEDIA/ CONECTADA EXTREMO SUR SITIO ARQUEOLÓGICOS SENDEROS SECUNDARIOS (SS) CONEXIONES (CN) BIFURCACIONES (BF) CARACTERÍSTICA DE LA RED VIAL Y REFERENCIAS DE AUTORES Oeste-este Tacna y Moquegua Caplina, sierra Huaylillas, quebrada Huaylillas y cuenca río Lluta Putre/ Socoroma Calacruz, Coca, Cachuchatiza Bf: De Norte Huaylas a Socoroma/ Putre, norte-suroeste Bf: De Puquios a Socoroma/ Putre, noroeste-suroeste Puquios fue usada como alternativa de acceso ferrocarril Arica-La Paz Norte-sur Socoroma Zapahuira, Chapiquiña, Belén, Lupica, Saxamar y Ticnamar Tignamar Tambos de Zapahuira I y II, Pucara y aldea de Chapicollo, Laco Alto, Caillama Pachama, Pukara de Huaihuarane, Trigalpampa, Incaullo, Lupica, Saxamar Cn: Ruta Lluta N° 2 y Ruta Azapa N° 3, este-oeste Cn: De Murmuntani /Chapiquiña a Copaquilla/ Río Seco, este-oeste Algunos tramos fueron ampliados y mejorados, aún se mantienen en uso actualmente (ig. 4) Norte-sur Zapahuira Pampa de Chapiquiña Laco Alto/ Chapiquiña Laco Alto, Caillama, Laco Bajo Cn: De Laco Alto a Copaquilla, este-oeste En la pampa de Chapiquiña se observa una sección bien conservada del “camino inca”, con una anchura de hasta 4 m. empedrado y en varios puntos del trazado en el plano inclinado tiene escalones (Romero 2003, Muñoz 2007) Norte-sur Chapiquiña Chapiquiña, Pachama Pachama Norte-sureste Pachama Pachama, Belén, Laguane Belén/ Laguane Tabla Tablone, Ancopachane, Chajpa e Incaullo Norte-sureste Huaihuarani Huaihuarani, Lupica Quebrada de Lupica Trigalpampa, Tojotojone, pukara de Lupica Norte-sur Lupica Lupica, Saxamar, Tignamar Tignamar/ Surire Pukara de Saxamar Este-oeste Umirpa Incauta, Mollegrande, Chitita, Guañacagua, Codpa Quebrada de Codpa Norte-sur Camarones Camarones, Taltape, Chiza-Suca, Suca Suca Suca, Pampa del Tamarugal, Tarapacá, Pica Pica Suca Pampanune y Huancarane, pukara de Taltape, Sabaipugro, Umallani, Saguara, Chibaljaya Bf: De Pachama a Belén, norte-sureste Bf: De Pachama a Huaihuarani, norte-suroeste. Cn: Guallatire-Surire/Belén, este-oeste Vía empedrada cercana al poblado actual de Belén, tiene 3 m. de ancho. Se observan ofrendas a lo largo del camino, hay también cruces cristianas. El segundo, el camino está conectado directamente al complejo arqueológico de Huahuarani, la vía está bien deinida, se conserva pircado o muro El trazado presenta buena conservación: empedrado y amurallado con su estación de reparo y descanso. Entre los valles de Lupica y Saxamar la vía presenta empedrados con desagüe de aguas de lluvia. (Dauelsberg 1983, Muñoz & Chacama 2006) Bf: Timalchaca, Umirpa, Itiza, hasta Surire, norte-sureste El primero, vía de acceso al oriente boliviano o para continuar al sur hasta Isluga y Colchane en la región de Tarapacá, Chile Ss: Codpa a Cobija, Timar, Corralane Bf: Codpa a Cachicoca, Chaca y Caleta Vitor Bf: Codpa a Camarones El primero es un sistema vial alternativo, con recursos propios y sustentables por sí mismo (Muñoz 2005). El segundo y tercero, proyección hacia la costa del océano Pacíico Cn: En Chiza-Suca se uniican la Ruta Longitudinal Precordillerana y a la Ruta Longitudinal Costera Cn: Suca a Miñi Miñi y Miñita, oeste. Suca a Nama, este. Suca a Camiña, sureste. Suca a Tarapacá, sur. Suca a Pisagua, oeste Hay importantes evidencias de arte rupestre (Niemeyer, Schiappacasse & I. Solimano 1972-1973, Niemeyer & Schiappacasse 1981. Schiappacasse & Niemeyer 2002). Suca se conigura como un nexo clave en la redistribución de sistema vial El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz Norte-sur Abundantes restos de cerámica sin decoración y huesos de animales, demuestran altos en el camino para alimentación Evidencias de arte rupestre (Sepúlveda et al 2005) 121 122 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 5. Tambo de Zapahuira ii. Exterior de unidad arquitectónica sector oeste. Recinto 27. Figure 5. Tambo de Zapahuira ii. External view of architectural unit i nthe western zone, Enclosure 27. Figura 6. Tambo de Zapahuira i. Unidades arquitectónicas a los pies del Cerro Huaycuta. Figure 6. Tambo de Zapahuira i. Architectural units at the base of Cerro Huaycuta. El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz Figura 7. Sendero de entrada al poblado de Caillama. Figure 7. Path entering the town of Caillama. 123 Figura 8. Chullpa, recinto 24, construida de adobe, piedra y ibra vegetal, sector de Zapahuira. Figure 8. Chullpa, enclosure 24, built with adobe, stone and vplant iber, Zapahuira zone. Figura 9. Chullpa, Recinto N° 23, frontis de arquitectura funeraria, sitios Caillama. Figure 9. Chullpa, Area Nº 23, frontal view of funerary structure, Caillama sites. 124 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 10. Chullpa, arquitectura funeraria manufacturada en arcilla, ibra vegetal y piedra. Recinto S/N, sitio Incauta. Figure 10. Chullpa, funerary structure in clay, plant iber and stone. Unnumbered enclosure, Incauta site. habrían establecido en dichos poblados con el propósito de explotar estratégicamente los recursos naturales y productivos que el medio les proporcionaba. De esta manera, controlaron el recurso agua indispensable para la agricultura, facilitando el riego de extensas áreas agrícolas, tal como lo demuestran las terrazas halladas en el sector. Con la llegada de la inluencia inca, las poblaciones locales conservaron los mecanismos que organizaban su vida socioeconómica y política. Creemos que el aporte del Tawantinsuyo fue el integrar la red vial local existente a una de mayor envergadura, lo que permitió que la precordillera de Arica se insertara políticamente al Estado Inca, construyendo arquitectónicamente Incahullo, el sitio más emblemático de la ocupación inca en el área (igs. 13 y 14). El poblamiento humano en la quebrada de Cobija está relacionado con dos asentamientos vinculados a la inluencia inca en la precordillera. En el asentamiento Cobija 2, la ediicación de un tambo habría surgido por la necesidad del Inca de almacenar la producción para el Estado. En dicho ediicio, se halla la mayor cantidad de cerámica estilo Saxamar encontrada en el asentamiento, reairmando la presencia del Tawantinsuyo en dicho poblado. Ahora bien, la ubicación de este ediicio a un costado del poblado no pasa inadvertida, ya que colinda con las posibles estructuras donde se almacenó la producción agrícola. El asentamiento Cobija 1, a su vez, presenta similitudes con la arquitectura inca de la sierra de Arica. Sus recintos son de forma oval y circular, con muros en doble hileras de piedras y entradas que tienen forma de signo de coma. Ambos poblados se asocian a una extensa red vial que se desplaza por la precordillera, sin embargo, también observamos caminos secundarios que conectan a los dos poblados con el área de Timalchaca, en la puna y con los valles de Azapa, Camarones y costa de Arica. En el valle de Codpa, la historia aldeana está fundamentada en la explotación de los recursos hídricos y tierras agrícolas a partir del Período Intermedio Tardío (Preinca). Esta situación habría permitido que se instalara en él una mayor población a ines de dicho período, la que pudo haber sido en gran parte rural, con un asentamiento disperso a lo largo de la cadena de terrazas. Sin embargo, el manejo del sistema hidráulico releja una sociedad cohesionada y planiicada en torno al trabajo agrícola. La administración inca local habría aprovechado esta El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz 125 Figura 11. Chullpas manufactura en barro, piedra y ibra vegetal. Recinto chullpas N° 25, Miñita iv. Figure 11. Chullpas made of clay, plant iber, and stone. Enclosure 25, Miñita iv. Figura 12. Chullpas de adobe y piedra laja. Recintos 25 y 26, sitios Miñita iv. Figure 12. Chullpas made of adobe and lagstones. Enclosure 25 and 26, Miñita iv sites. 126 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 13. Mampostería y arquitectura recinto N° 20, muros sector oeste, sitio Incahullo. Figure 13. Masonry and architecture, enclosure No 20, western sector, Incahullo site. Figura 14. Interior de Recinto N° 20, detalle hornacinas en muro, sitio Incahullo. Figure 14. Interior of enclosure 20, detail of wall niches, Incahullo site. El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz interesante experiencia agrícola en beneicio del poder estatal, controlando el excedente productivo agrícola del valle. Para mover este excedente productivo se utilizó la red vial que se desplaza alrededor de la cota de los 3000 msnm, cuyo destino inal habría alcanzado los valles costeros y la puna alto andina (Santoro 1983; Uribe et al. 2002; Santoro et. al. 2004). Ahora bien, a lo largo del valle de Codpa coniguraron una red vial secundaria, asociada a un sistema de tambos, del cual hemos identiicado dos: uno en el sitio Incauta (Sector A4), poblado que debió responder a la función de un centro administrativo principal, donde se habría depositado la producción del sector alto del valle de Codpa; y otro en Mollegrande 2, que debió centralizar la producción del sector bajo del mismo valle (Muñoz & Briones 1996).10 La presencia inca en este valle ha sido percibida mediante tres rasgos culturales diferentes. El primero corresponde a la construcción de tambos que, por lo repetitivo de su forma, debió obedecer a un plan ejecutado en toda el área centro sur andina. El segundo corresponde a la presencia de cerámica cuyos estilos Saxamar e Inca Cuzqueño permiten plantear una relación con la alfarería inca proveniente del área Circumtiticaca. En tercer lugar, la presencia en los altos de una ladera de una pintura de color blanco y rojo que asemeja a un tablero de ajedrez. Esta pintura tendría similitud a los unkus de Inka Yupanqui y Wayna Kapac en cuanto a la coniguración (ig. 15). Según Muñoz y Briones (1996: 78) su confección en el valle de Codpa habría estado relacionada con la presencia del Tiwantinsuyo en un contexto de orden y equilibrio. La inluencia inca en la quebrada de Miñita habría utilizado caminos secundarios asentándose en la ladera norte, donde construyeron un emplazamiento de viviendas de la misma manera como lo habían hecho las poblaciones nativas del valle, es decir, estructuras de forma circular y semirrectangular. Probablemente, lo distinto fue la construcción de ediicaciones funerarias tipo chullpas hechas de paja y adobe, además de una alfarería cuyo mayor porcentaje son las cerámicas de engobes rojos con decoración en negro, resaltando el estilo Saxamar (ig. 16). Desde el punto de vista económico, estas poblaciones siguieron explotando el valle como lo hicieron sus antecesoras del Período Intermedio Tardío en cuanto al uso de sistemas de terrazas, canales, producción agrícola y tecnologías. En resumen, el trazado de la red vial precordillerana solo fue posible gracias a la ediicación de asentamientos 127 Figura 15. Pictografía similar a una cubierta ajedrezada, basada en polígonos bicromáticos rojo y blanco. Valle de Codpa, sector camino a Mollegrande. Figure 15. Pictograph similar to a checkerboard textile design, with red-and-white bichromatic polygons. Codpa valley, on the road to Mollegrande. distribuidos a lo largo de la precordillera de Arica. Ahora bien, este camino presenta una serie de elementos que se incorporaron gradualmente al sistema vial como la construcción de tambos, apachetas, pascanas y, en algunos casos, iguras de arte rupestre, todos ellos vinculados a áreas rituales. Otro rasgo tecnológico inserto en la red vial que estaría marcando la presencia del Tawantinsuyo en la precordillera de Arica lo observamos en el trabajo especializado en cantería. Tal es el caso de Socoroma, Zapahuira y Belén, donde se construyeron soleras para delimitar y señalizar los senderos, los que fueron además emplantillados con piedras. RUTA LONGITUDINAL PRECORDILLERANA Y LA CONEXIÓN CON LAS REDES VIALES HACIA EL ALTIPLANO La presencia de una diversiicada red de senderos troperos (ig. 17) que penetran o se dirigen desde el altiplano peruano-boliviano hacia el extremo norte de Chile constituyó una organizada red caminera por donde se movilizaron poblaciones con el propósito de intercambiar productos y bienes entre distintos pisos ecológicos de la vertiente occidental. Este intercambio, generado por redes de caravanas que transitaban por los distintos pisos 128 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 0 5 cm Figura 16. Estilo decorativo negro sobre rojo, alfarería precordillerana. Sitio Saxamar, recinto N° 273. Figure 16. Black on red decorative style, Andean foothills pottery. Saxamar site, enclosure 273. ecológicos, pudo haber sido manejado por el Inca con el objetivo de obtener recursos para el mantenimiento del Estado. Así, la construcción de tambos en distintos lugares donde se hallan bofedales explicaría que la función de estos se haya centrado en el control de la producción ganadera, además de servir de albergue a caravanas que se desplazaban por el altiplano. Las evidencias de restos de lana, cueros y huesos de camélidos apoyan esta hipótesis. Ahora bien, dentro de este contexto, en la puna del extremo norte de Chile sobresale la presencia de un tambo, ushño y kallanka en el poblado viejo de Parinacota, instalaciones que al parecer fueron diseñadas para que se instalaran los representantes del Inca, quienes posiblemente controlaron la producción agrícola ganadera con el propósito de mantener las relaciones de reciprocidad y redistribución entre el poder estatal, los señoríos locales y las comunidades circundantes. Los estudios desarrollados por Muñoz et al. (Ms) señalan que el pueblo viejo de Parinacota correspondería al asentamiento de mayor altura –4300 mnsm– construido por pastores vinculados a las poblaciones Carangas, aproximadamente en el año 1400 dc. Eligieron el lugar de asentamiento a los pies de los nevados Payachatas, aprovechando las potencialidades que les proveía el bofedal de Parinacota y la majestuosidad como ente protector que le ofrecían los nevados.11 Dicho poblado constituyó un espacio de articulación donde se integraron redes viales que conectaban distintos lugares y asentamientos humanos de la puna chilena, como los tambos y bofedales de Caquena, Tacora y Chungara (Muñoz & Chacama 2006)12 y los del altiplano central y sur boliviano como Turko, Saballa, Caquiaviri, entre otros (Gisbert et al. 1996; Michel 2000; Sejas 2010). La presencia inca, que de acuerdo a las dataciones, se habría dado aproximadamente entre el 1440 al 1510 dc, habría controlado este poblado utilizando la estrategia de dominio de las autoridades locales, cuya representación estaba en manos de las poblaciones Ca- El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz 129 PARINACOTA VISVIRI Figura 17. Segmento sendero ruta altiplánica prehispánica que une localidades de Parinacota (sureste) y Visviri (noroeste). Figure 17. Section of the pre-Hispanic highland route that connects Parinacota (southeast) and Visviri (northwest). rangas. Estas tenían presencia territorial en la puna a lo menos 300 años antes de que llegaran los incas, según lo avalan los indicadores de cerámica y arquitectura. Al parecer, el objetivo de los incas estuvo dado por el control de los bofedales y las comunicaciones hacia los valles serranos y costeros del Pacíico.13 De esta manera, el pueblo viejo de Parinacota pasó a constituirse en un centro administrativo donde se dieron múltiples contactos interétnicos, entre las poblaciones de la puna y la precordillera de Arica. COMENTARIOS FINALES Del análisis realizado en los capítulos precedentes nuestros comentarios inales apuntan a cinco aspectos íntimamente relacionados con el tema vial en la precordillera de Arica. 1. El trazado original de la ruta habría sido obra de las poblaciones locales. A esta ruta se habría in- corporado el Inca, tal vez introduciendo mejoras, por ejemplo el ensanchamiento de los senderos y el empedrado de las entradas y salidas, como se observa en Socoroma, Zapahuira y Belén. Desde el punto de vista ingenieril, estos trazos mejorados presentan un ancho aproximado de 3 m, sus trazados son rectos y se les construyó muros laterales. Asimismo, cimentaron y nivelaron los sectores de mayor pendiente de los senderos troperos. Este camino conectó todos los poblados serranos constituyéndose en la columna vertebral sobre la cual giraron los asentamientos locales. A partir de esto, pensamos que el Camino del Inca en las alturas de Arica, con sus empedrados, soleras y tambos, habría constituido una representación vial del dominio del Tawantinsuyo en el contexto de un proyecto civilizatorio. 2. La ruta Longitudinal Precordillerana se encuentra directamente vinculada a un conjunto de aldeas 130 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 y pucaras como a un conjunto de instalaciones caracterizadas bajo el título de Patrón Rectangular, donde registramos: tambos, Ushñu, Kancha, qollqas, Chasquiwasi, etc. (Muñoz & Chacama 2006).14 Los valles que este sistema vial involucró de norte a sur y a una cota aproximada de 3000 msnm, fueron: Socoroma (Coca, Pujone, Cachuchatiza); Zapahuira (Chapicollo 1 y 2, Zapahuira 1 y 2, Huaycuta, Copaquilla 1 y 2 ); Chapiquiña-Laco (Laco Alto, Caillama); Belén (Ancopachane, Chajpa, Trigalpampa, Incahullo, Huaihuarani); Lupica (Lupica); Saxamar (Saxamar); Ticnamar (Charcollo, Tangane); Cobija (Cobija 1); Codpa (Incauta); Saguara (Saguara 1, 2, 3 y 4); Miñita (Miñita 3 y 4). 3. Esta carretera Longitudinal Precordillera se haya conectada a una serie de rutas secundarias que atraviesan el desierto y cuyo destino inal fueron las desembocaduras de ríos o las tierras altiplánicas, vinculándose estrechamente con los bofedales y nevados andinos, espacios donde las poblaciones construyeron tambos. El conjunto de estos senderos troperos constituyó un sistema vial, donde ningún poblado quedo al margen, sino que todos fueron integrados a la organización del Tawantinsuyo. Esta estrategia venía operando desde la época de los Carangas en las relaciones que mantuvieron con las poblaciones de valles costeros y serranas a partir del 1200 dc. 4. Los caminos indios fueron trazados bajo un concepto dual: por un lado constituyeron un vehículo por el cual se conectaban los espacios físicos, naturales del relieve, y por otro lado un vínculo a través del cual las comunidades se conectaban con sus deidades. En este contexto, los caminos fueron dotados de un profundo sentido espiritual, ya que que estaban estrechamente vinculados con el culto a los ancestros, situación que reairmaría el sentido de identidad de cada una de las comunidades que los trazaron. 5. El mantenimiento de la carretera longitudinal precordillera y los caminos secundarios permitió el fortalecimiento de alianzas entre las poblaciones. Esto habría implicado un trabajo comunitario para recomponer trazos empedrados dañados por las lluvias, de tal manera que los trabajos debieron haber tenido una importancia en la organización de estos pueblos prehispánicos, así como lo fue la limpieza de canales, construcción de viviendas, etc. Al término de dichos trabajos y como una expresión recíproca, es posible que estos hayan culminado con ceremonias y iestas, de allí su importancia social en el sentido de mantener la unidad en torno a las comunidades asentadas en los asentamientos descritos en los acápites anteriores. NOTAS 1 Dauelsberg (1983), Santoro (1983), Cavagnaro (1988), Gordillo y López (1987), Muñoz y Briones (1996), Berenguer et al. (2011), Dufait (2012). El último autor, más allá de estudiar las características técnicas de los caminos, discute la relación espacial entre las rutas y el paisaje sagrado, analizando entre otros aspectos el culto a los ancestros. 2 Otras referencias a caminos en los altos y precordillera de Arica, siglos xvi y xvii, se encuentran en Bouysse-Cassagne y Chacama (2012), en el contexto de la partición colonial del territorio, cultos funerarios y memoria ancestral. 3 El mantenimiento de los caminos, especialmente el romano, signiicó la existencia de una orgánica destinada a la preservación y construcción de caminos, lo que requirió de recursos humanos en la planiicación y construcción. 4 Sanhueza (2004) señala que, junto a las caravanas, estos caminos fueron utilizados por los “chasquis”, trasmisores de los mensajes del Inca a lo largo del imperio. 5 Los senderos constituyen la base de las redes de tráico, sin embargo, tal como señala Berenguer (2004: 319), “solo son una parte de la infraestructura de tráico que incluye paraderos o lugares de descanso, los puntos de articulación de las unidades sociales asentadas a lo largo de los valles”. 6 Criado (1999: 5) deine el concepto de paisaje como un “producto sociocultural creado por la objetivación, sobre el medio y en términos espaciales, de la acción social tanto de carácter material como imaginario”. Por su parte, Nogué y San Eugenio Vela (2011: 27) señalan que el paisaje es más que todo una manera de ver, es un complejo sistema de signos y símbolos que requiere, para entenderlo, comprender a su vez las representaciones no como imágenes estáticas, “sino como imágenes constitutivas de sus signiicaciones”. De esta manera, los autores señalan que el paisaje puede ser leído como lo percibió el arriero andino. 7 Desde la cima de los cerros de pampa de Chapicollo y los altos de Socoroma donde se desplaza la Ruta Longitudinal Precordillerana, se observan hacia el oriente los nevados del Taapaca y Tacora. Dichos nevados, además de simbolizar los antepasados míticos de las comunidades de pastores Carangas, constituyen elementos ordenadores del paisaje alto andino. 8 Luis Briones 2004, comunicación personal. 9 La importancia de los caminos vistos a través del registro etnográico en los valles precordilleranos de Arica es El Qhapaq Ñan en los Altos de Arica / I. Muñoz presentada por García (2015: 6) al señalar que “el fenómeno social de la movilidad encierra un proceso complejo donde convergen simultáneamente una serie de intereses y prácticas sociales más allá de la complementariedad ecológica y el intercambio de objetos”. 10 Para tiempos históricos, diversas investigaciones señalan al valle de Codpa, y especialmente al pueblo del mismo nombre, como un importante centro de intercambio de la producción frutícola del valle con otros productos provenientes del altiplano (Keller 1946; Hidalgo 1978). 11 Jemio (2009), al analizar los relatos de montaña del pueblo de Sajama y del pueblo de San José de Cala, señala la importancia de los nevados como entes protectores de dichas comunidades. 12 Los fechados tl obtenidos de muestras de cerámicas de los tambos Pisarata, Tacora y Chungara arrojan fechas que van desde los 1535 dc a los 1695 dc (Muñoz & Chacama 2006: 364). 13 Lima (2002-2005, 2008) al discutir las estrategias de control político de los inkas con los grupos locales del sur del lago Poopó, plantea distintas formas de operar entre ellas relaciones de alianza, así como el uso de la fuerza. 14 Los criterios para deinir estas estructuras están dados por Muñoz y Chacama (2006) a partir de los trabajos de Hyslop (1992). RECONOCIMIENTOS Este artículo es resultado del proyecto fondecyt 1130249 y uta 3717-16. Se reconoce el apoyo del Convenio de Desempeño Universidad de Tarapacá-mineduc. Se agradece la colaboración del Sr. José Raúl Rocha por la confección de las iguras que ilustran el presente texto y de Octavio Lagos Flores por la revisión del manuscrito. REFERENCIAS Berenguer, J., 2004. Caravanas, interacción y cambio en el desierto de Atacama. Santiago: Sirawi. Berenguer, J.; C. Sanhueza, C. Vitry, P. Olavarría & A. Torres, 2011. QhapaqÑan. Las rutas del Inca en el norte de Chile. Santiago: Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo-dibam-Consejo de Monumentos Nacionales. Bouysse-Cassagne, T. & J. Chacama, 2012. Partición colonial del territorio, cultos funerarios y memoria ancestral en Carangas y precordillera de Arica (Siglos xvi-xvii), Chungara 44: 669-689. Arica. Cavagnaro, L., 1988. Materiales para la historia de Tacna. Tomo 2, Dominación Hispánica. Tacna: Cooperativa. 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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 133-152, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 LAS SAYWAS DEL INKA EN EL DESIERTO DE ATACAMA: ¿UNA INSCRIPCIÓN DEL CALENDARIO EN EL QHAPAQ ÑAN? INKA SAYWAS IN THE ATACAMA DESERT: INSCRIPTIONS OF THE INKA CALENDAR ALONG THE QHAPAQ ÑAN? CECILIA SANHUEZA TOHÁA Se presentan y analizan desde un punto de vista etnohistórico y arqueoastronómico las llamadas saywas del Inka del Qhapaq Ñan del desierto de Atacama (Región de Antofagasta, Chile). A partir de dos casos muy diferentes (Lasana y Tocomar), se sostiene que estas columnas o “tupus” estaban estrechamente vinculadas al culto solar estatal y a determinadas fechas del calendario inkaico. Se complementan diversas metodologías que permiten demostrar que las saywas –que responden al mismo nombre que las columnas astronómicas del Cuzco– cumplían también la función de medir el tiempo, indicando la salida del sol en hitos calendáricos tan relevantes como los solsticios, pero esta vez situándose no ya en puntos estratégicos de la capital del Imperio, sino en el propio Camino del Inka. Palabras clave: Qhapaq Ñan, saywas, arqueoastronomía, Región de Antofagasta, Inka. Inka saywas (roadside cairns) found along the Qhapaq Ñan in the Atacama desert (Antofagasta Region, Chile) are presented and analyzed here from an ethnohistorical and archeoastronomical perspective. Examining two very diferent cases (Lasana and Tocomar), the authors argue that these cairns (also called tupus) were closely linked to the state-sponsored cult of the sun and to speciic dates in the Inka calendar. Here, complementary methodologies are applied to prove that the saywas –the term used also for certain astronomical columns found in Cuzco– were also used for measuring time, indicating the sunrise on very important dates such as the solstice, in this case not at strategic points in the capital, but on the Inca Road itself. Keywords: Qhapaq Ñan, saywas, archeoastronomy, Antofagasta Region, Inka. A QHAPAQ ÑAN: EL CAMINO “AMOJONADO” Y “MEDIDO” Según las fuentes coloniales, cuando el Inka tomaba posesión de una nueva provincia, “medía”, “amojonaba” y “repartía” sus territorios y recursos, reordenando el espacio social y productivo (Betanzos 1987 [1551]; Sanhueza 2004). Así también, los Caminos del Inka fueron descritos por viajeros y cronistas como un complejo sistema vial “amojonado” y “medido” a partir de patrones de medición que, traducidos a categorías hispanas, se denominaron leguas del Inca (Cieza de León 1986 [1553]; González Holguín 1952 [1608]; Bertonio 1984 [1612]; Guamán Poma 1992 [1615]). En una publicación anterior (Sanhueza 2004), propusimos posibles interpretaciones de las categorías de medición aplicadas y sus signiicaciones de carácter espacial, temporal, social y ritual. Desde esa perspectiva, podemos señalar que los caminos estaban organizados y medidos a partir de criterios relativos, que no correspondían a unidades rígidas de medición, aplicando una lógica similar a las que se utilizaban en las mediciones de supericies o espacios productivos, frecuentemente llamados tupus. Sus dimensiones variaban según una serie de factores combinados que organizaban o “medían” Cecilia Sanhueza Tohá, Investigadora asociada Universidad Bernardo O’Higgins, Centro de Estudios Históricos, Fábrica 1990, Santiago. Museo Chileno de Arte Precolombino, Bandera 361, Santiago, email: csanhueza@hotmail.com Recibido: febrero 2017. Aceptado: mayo 2017. 134 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 el desplazamiento en los Andes, tales como distancia, tiempo, energía humana aplicada y prácticas rituales asociadas, entre otros (Sanhueza 2004).1 Guamán Poma (1992 [1615]: 327) deine el Qhapaq Ñan como un camino cuyas distancias estaban medidas y señalizadas: “con su legua y medida amojonado y señalado”. Sin embargo, no atribuye a esa legua una extensión determinada, aunque en su ilustración sobre los caminos reales destaca la presencia de columnas de piedra asociadas a las rutas (ig. 1). De acuerdo a los vocabularios coloniales, estas columnas se conocían principalmente con el nombre de saywa, y estaban asociadas tanto a la medición de espacios o supericies como a la de distancias de camino. Sayhua: Mojón de tierras. Sayhuani sayhuacuni: amojonar tierra hacer linderos (González Holguín 1952 [1608]). Chuta, Sayhua: Término en cada cien braças de tierra en quadro, y señal de las leguas. Chutatha, sayhuatha: Ponerle y señalar las leguas de camino, como hazían en tiempo del Inga (Bertonio 1984 [1612]: 319, 288). Por otra parte, estas saywas pudieron operar como deslindes de territorios, provincias o suyus de mayor o menor envergadura y jerarquía (Murúa 2004 [1590]; Guamán Poma 1992 [1615]: 325, 847). Es decir, podían representar fronteras importantes, como hemos postulado en el caso de Vaquillas, en el borde sur de la cuenca del salar de Punta Negra (Sanhueza 2005); como también deslindar territorios menores, o incluso segmentar localmente la vía para labores comunitarias de reparación y mantención del camino (Cieza de León 1986 [1553]: 41-42; Lynch 1995-1996: 191-192; Sanhueza 2004; Berenguer 2007). En deinitiva, el término medir parece ser la traducción española a una serie de prácticas de distribución del espacio social y productivo, así como de organización del desplazamiento y las comunicaciones en un extensísimo territorio. Sostenemos que las columnas de los caminos incaicos, llamadas frecuentemente tupus por los españoles, pero cuya denominación especíica era saywa, estarían dando cuenta de diferentes sistemas de marcación y medición del espacio, relacionados con la organización de territorialidades y con la medición de distancias (Sanhueza 2004). Sin embargo, como expondremos a continuación, hemos podido comprobar que, al menos en ciertos casos, las saywas del Inka estaban Figura 1. El Qhapaq Ñan y sus columnas según la ilustración de Guamán Poma de Ayala (1992 [1615]). Figure 1. he Qhapaq Ñan and its columns in an illustration of Guamán Poma de Ayala (1992 [1615]). también estrechamente asociadas al culto solar y a la medición del tiempo calendárico. En efecto, al menos en algunos casos, las sayhuas del Qhapaq Ñan operaban como indicadores astronómicos y calendáricos. Antes de exponer estos avances de la investigación, se hace necesaria una breve descripción y discusión respecto a los antecedentes astronómicos del valle del Cuzco. ASTRONOMÍA INKA EN LA METRÓPOLI. ANTECEDENTES GENERALES El circuito anual del sol, la caminata celeste El circuito aparente del sol en el cielo representaba una serie de acontecimientos de profunda signiicación simbólica, cosmológica y calendárica. Cada ciclo simbolizaba Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza el recorrido que hacía Inti en el cielo durante el año. Los solsticios pueden deinirse como los momentos en que el sol llega a los puntos extremos (al norte o al sur) de su movimiento aparente con respecto a la línea ecuatorial. A partir de allí comienza a “devolverse” para completar su circuito anual. Este momento del calendario andino es entendido y percibido hasta la actualidad como un período (que puede abarcar algunos días) en que el sol “se detiene” en el cielo para luego recomenzar su regreso (Urton 1981: 488; Castro & Varela 2004: 295). Los solsticios eran simbolizados en la tradición oral incaica como aquellos momentos en que el sol se “sentaba en su silla”, donde permanecía unos días detenido para comenzar luego a “caminar sin descansar” en sentido contrario (Guamán Poma 1992 [1615]: 830). Es decir, de acuerdo a su movimiento aparente, el sol “caminaba” desde su silla en el sur (solsticio de verano en el hemisferio sur), hasta su silla en el norte (solsticio de invierno), y de allí se devolvía nuevamente, pasando por la línea equinoccial describiendo un círculo virtual (Zuidema 1966: 25). En su recorrido anual, agrega Guamán Poma (1992 [1615]: 830), el sol tenía también una “silla” en cada “grado” del cielo, cada una de las cuales representaba los meses andinos. Estos relatos tenían profundas repercusiones en la actividad productiva y ceremonial del Estado Inka. El calendario cuzqueño combinaba los ciclos solares (solsticios y equinoccios) con los meses y ciclos lunares y con la observación de los movimientos siderales. La observación astronómica permitía establecer y calcular el calendario estatal, señalando así no solo los hitos signiicativos de la actividad económica, sino también las importantes festividades y rituales asociados a ellos (Zuidema 1989: 402-407). Para ello, los inkas se valían de diferentes instrumentos de medición astronómica. El Ushnu Uno de los principales dispositivos astronómicos de la ciudad del Cuzco y, en general, de las capitales o centros administrativos de las provincias, era el ushnu. En sus orígenes, estas estructuras habrían tenido una función ritual dirigida básicamente a la recepción de ofrendas en determinadas ceremonias (Zuidema 1989). Sin embargo, durante el proceso de expansión, el ushnu se fue complejizando, adecuándose a las necesidades imperiales. Su estructura se fue soisticando arquitectónicamente, adoptando el aspecto de plataforma, e incorporando un 135 conjunto de elementos asociados a la actividad política, a la ritualidad y a la astronomía (Pino 2005). Los cronistas suelen describir el ushnu de maneras muy distintas, deiniéndolo como “pilar”, “columna”, “mojón”, “piedra hincada”, “bolo”, “trono” o “asiento del Inca”, “tribunal”, “altar”, “escaño”, “estrado”, “placeta”, “pila” o “fuente” (González Holguín 1952 [1608]: 358; Garcilaso de la Vega 1995 [1609]: 590-591; Santa Cruz Pachacuti 1993 [1613]; Guamán Poma 1992 [1615]: 239; Zuidema 1989: 402-454). Los investigadores sostienen que esta curiosa diversidad de deiniciones está reiriendo a diferentes aspectos y funcionalidades asociados al ushnu, como también al conjunto de dispositivos que podían conformarlo según las necesidades especíicas de cada ceremonial (Zuidema 1989; Zecenarro 2001: 184-186). Entre estas funcionalidades, este altar, pila o placeta, era por excelencia el lugar del sacriicio a la divinidad (Zuidema 1989: 425-430). Pero, en su acepción de “pilar”, “columna”, “piedra hincada” o “bolo”, era un gnomon, es decir, un instrumento utilizado para observar y calendarizar los movimientos del sol, la luna y las estrellas.2 En ese sentido, se podía tratar de un elemento ijo, como una columna, o movible, a veces un ídolo de ina confección, o un pilar o bolo de oro; otras veces parece haber sido un palo o una sencilla pieza lítica de estructura alargada y recta, que se hincaba verticalmente sobre una base ija de la plataforma o de una columna cuando se requería su función astronómica (Betanzos 1987 [1551]: 51-52; Guamán Poma 1992 [1615]: 214; Zuidema 1989: 408-412; Zecenarro 2001). El gnomon indicaba la posición de los astros celestes, principalmente el sol en su recorrido anual, su paso por el cenit y anticenit; y permitía predecir y calcular los puntos de salida y puesta del sol, así como la proximidad de los solsticios y equinoccios. Cuando el sol en su cenit dejaba de proyectar sombra al mediodía sobre el gnomon (evento que se da en diferentes fechas según la latitud correspondiente), era un momento, según la tradición oral cuzqueña, en que la divinidad “se sentaba” también en la tiana o asiento del sol, simbolizada por uno de los elementos constitutivos del ushnu: el escaño, según Zuidema (1989: 409-411), una columna o el propio gnomon según Zecenarro (2001: 185). Por otra parte, la estructura del ushnu en su conjunto era entendida como un mirador, es decir como un punto central desde el cual se establecían líneas de mira o virtuales ejes de orientación hacia el horizonte, utilizando como referente la disposición de los ceques y 136 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 huacas, tanto para la observación y medición astronómica (cuando esta última coincidía con un ceque), como para la organización espacial de la arquitectura urbana del Cuzco. En ese sentido, el ushnu era un elemento ordenador del tiempo y el espacio (Zuidema 1989: 430-445). No obstante, el ushnu también tenía una gran importancia como símbolo y emblema del poder político. Era el “trono y aciento de los Yngas”, emulando a la divinidad solar, y cumplía la función de “tribunal”, desde donde se administraba justicia (González Holguín 1952 [1608]: 358, 684; Zuidema 1989: 445-452). Es decir, la función astronómica y la política estaban estrechamente vinculadas. Las columnas astronómicas del valle del Cuzco según las fuentes coloniales Diferentes cronistas y autores contemporáneos han descrito, analizado o discutido la función astronómica de las columnas del valle del Cuzco (Cieza de León 1973 [1550]; Betanzos 1987 [1551]; Anónimo 1906 [15701584]; Sarmiento de Gamboa 1942 [1572]; Garcilaso de la Vega 1995 [1609]; Cobo 1964 [1653]; Zuidema 1966, 1989, 2010; Zuidema & Urton 1976; Bauer & Dearborn 1998; Zecenarro 2001; Williams 2001, entre otros). Aparentemente, la estructura de estos pilares podía ser de mayor o menor complejidad y tamaño, correspondiendo desde “pequeñas torrecillas” (Cieza de León 1973 [1550]), hasta grandes columnas como las que describen Betanzos (1987 [1551]: 74), Sarmiento (1942 [1572]: 93) y Garcilaso de la Vega (1995 [1609]: 93), entre otros. Estas estructuras permitían “medir” los movimientos aparentes del sol (salidas y puestas), de la luna y de determinadas constelaciones y estrellas; calcular la llegada de los solsticios y equinoccios y calendarizar las actividades productivas y rituales del año (Cobo 1964 [1653]: 141-142; Zuidema 1989: 408-412; Bauer & Dearborn 1998; Williams 2001). Hay distintas, e incluso, contradictorias versiones en las fuentes respecto a la ubicación, tamaño y cantidad en que podían presentarse estas columnas. Betanzos (1987 [1551]: 74) describe cuatro grandes pirámides o “relojes” y señala que Inca Yupanqui las había mandado instalar para observar a través de ellas los movimientos solares y lunares, “los cuales relojes hizo en esta manera que todas las mañanas e tardes miraba el sol en todos los meses del año mirando los tiempos del sembrar y coger y ansi mismo cuando el sol se ponía y ansi mismo miraba la luna cuando era nueva e llena e menguante, los cuales relojes hizo hacer de cantería encima de los cerros más altos a la parte do el sol salía y a la parte do se ponía”. Estas columnas podían alcanzar “dos estados de altura” y su objetivo, agrega el cronista, era que “la gente común” reconociera el tiempo de sembrar y de cosechar.3 Por su parte, Cobo (1964 [1653]: 142) describe en forma más detallada la utilización de “pilares” para medir el tiempo y predecir eventos importantes del año. Señala que existían dos pilares al oriente y otros dos al poniente de la ciudad, por donde salía y se ponía el sol cuando llegaba a los trópicos y: “al tiempo que salía y se ponía en derecho de los pilares de la banda del sur, mirando desde la dicha ciudad, tenía por principio el año”. Distingue además otros pares de pilares distribuidos en los entornos de la ciudad, que permitían establecer los meses del año. Así como hay referencias a columnas grandes o imponentes, se describen también estructuras que parecen ser bastante más sencillas, como las que menciona Cieza de León (1973 [1550]: 214) en el cerro de Carmenga, “de donde salen a trechos ciertas torrecillas pequeñas, que servían para tener en cuenta con el movimiento del sol, de que ellos tanto se preciaron”. Algunas versiones hablan de cuatro grandes columnas, incluso de ocho, y otras de pares de columnas. Se distinguen columnas que permitían anunciar la llegada de solsticios y equinoccios, pero también otras que indicaban cada uno de los meses del año. Según los estudios realizados por Zuidema y Aveni (en Urton 1981: 6), el número y ubicación de los pilares obedecía a diferentes métodos de observación solar y celeste, según los requerimientos. Zuidema (1989: 409) señala que habría habido varias columnas del tipo gnomon en el Cuzco, y distingue al menos dos técnicas complementarias de lectura o medición. Una consistía en medir la sombra que producía el instrumento con respecto al sol y una segunda en observar las salidas y puestas del sol u otros astros en el horizonte, utilizando las columnas como referente a distancia. Es posible, al menos respecto a la primera técnica descrita, que las columnas fueran la base sobre la que se ponía, cuando así se requería, el gnomon. Como se ha señalado, el gnomon era un instrumento simple, cuya característica era la de ser un elemento alargado o “enhiesto”, incluso un “palo” o “bolo” que se colocaba verticalmente sobre una base (Zuidema 1989: 407-412). Según Zecenarro, los gnómones parecen haber sido una variante pequeña de las grandes estructuras cónicas o Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza troncopiramidales andinas y que se ubicaban verticalmente sobre supericies niveladas. Señala que podían presentar formas cónicas o de paralelepípedos (es decir, de ángulos rectos), los que son frecuentes en la arquitectura arqueológica incaica de santuarios y huacas (Zuidema 1989: 412, nota 3; Zecenarro 2001: 180). Con respecto al ushnu, Zuidema sostiene, como se dijo, que el gnomon pudo haber sido una piedra movible, puesta sobre esa estructura solo en los momentos en que cumplía su función astronómica, ya fuera cuando el sol pasaba por el meridiano en general, o cuando este o la luna pasaban por el cenit (Zuidema 1989: 419). No es nuestra intención describir y discutir aquí las posibles técnicas de lectura celeste que pudieron implementarse en el Cuzco, sino destacar algunos antecedentes relevantes. Según la versión de Betanzos (1987 [1551]: 74), las columnas que había ordenado poner Inca Yupanqui consistían en “cuatro pirámides mármoles de cantería”. Las dos de en medio eran de menor altura que las de los lados (que habrían tenido el doble de la estatura de un hombre), “cuadradas” y apartada una de otra por escasos metros. Al parecer, su descripción, sobre todo en lo relativo a la posición y la extensión del espacio que separaba a una columna de otra, responde a una observación efectuada desde la distancia. Garcilaso de la Vega (1995 [1609]: 119-120), que dice haber visto algunas de estas columnas, señala que se trataba de “ocho torres que labraron al oriente y otras ocho al poniente de la ciudad del Cozco, puestas de cuatro en cuatro, dos pequeñas en medio de otras dos grandes”. Respecto a las pequeñas, dice que se ubicaban a una distancia de 18 o 20 pies (aproximadamente 10 pasos) una de otra, pero no explicita la distancia que separaba a las mayores (Garcilaso de la Vega 1995 [1609]: 119). Por su parte, la descripción del cronista Anónimo –en cuyas exhaustivas referencias se basan los estudios de Zuidema y Urton (1976) y Zuidema (2010)– señala una distribución mayor aún de las columnas en el espacio, describiendo una cierta proporcionalidad relativa de las distancias que separan a una columna de otra. Al poniente, en una alta serranía, “hicieron cuatro pilares a manera de torrecillas”, que se podían observar de a dos o tres leguas de distancia, abarcando doscientos pasos entre ambos extremos y “50 pasos” entre las dos del medio (Anónimo 1906 [1570-1584]: 151).4 Según el autor, “entrando el sol por el primer pilar, se apercebían para las sementeras generales, y començaban a sembrar legumbres por los altos, por ser más tardíos”; al entrar 137 por los dos pilares de en medio, era el momento de sembrar en el Cuzco, siempre en torno al mes de agosto (Anónimo [1570-1584] 1906: 151). Como señala Zuidema, el sistema de lectura y medición a distancia requería situarse en un determinado punto alineado, desde el centro del Cuzco, con los pilares de la periferia del valle. En base a esta misma crónica, sostiene que ese punto central estaba en los ushnus de ambas plazas públicas del Cuzco (Haucaypata). Como decía el cronista Anónimo (1906 [1570-1584]: 151) “es ansí, que, para tomar el punto del sol, entre los dos pilares de en medio [en el horizonte] tenían otro pilar en medio de la plaça, pilar de piedra muy labrada, de un estado de alto, en un paraje señalado al propósito, que le nombran Osno, y desde allí tomavan el punto del Sol en medio de los dos pilares”. Pilares, sucancas y saywas. Una breve discusión desde el Cuzco Hasta el momento, no ha habido acuerdo entre los estudiosos del calendario y la astronomía inka respecto a la cantidad, ubicación, orientación y técnicas de lectura y medición que se aplicaban a las columnas astronómicas del Cuzco. La terminología asociada está también en discusión. La palabra sucanca, por ejemplo, ha sido interpretada de diferentes formas. Según Williams (2001: 124), sucanca era una agrupación de marcadores, torres o “torrecillas” que señalaba fechas signiicativas del calendario mediante la observación desde puntos preijados, obedeciendo a una “astronomía de horizonte”. Habrían existido dos observatorios formados por sucancas, ubicados al este y al oeste del Cuzco, que marcaban la salida y puesta del sol respectivamente. Hacia el poniente, por ejemplo, se ubicaban cuatro sucancas formadas por cuatro torres cada una, emplazadas en las cumbres de diferentes cerros. Zuidema, por su parte, considera que sucanca era un referente de medición solar que podía consistir en un lugar en el que se ubicaban torres o columnas, pero también podía tratarse de un sitio o accidente natural de la geografía del entorno del Cuzco (por ejemplo, una montaña). Para este autor, sucanca no era el nombre de los pilares astronómicos, y reconoce muy escasos lugares en los cuales estas torres estaban realmente cumpliendo esa función. Por otra parte, señala que las saywas de los ceques del Cuzco consistían en pilares o “mojones” cuya función era calendárica, pero no astronómica.5 Es decir, 138 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 “permitían llevar la cuenta del calendario” (¿a la manera de un quipu?), pero no necesariamente estaban alineadas con algún astro (Zuidema 2010: 121). Esto signiica que las saywas eran huacas del sistema de ceques que a veces establecían los puntos de límite de estas líneas rituales en el espacio, y que eran objeto de ofrendas y ceremonias en fechas ijas del año de acuerdo a la organización del calendario cuzqueño. Esto último habría sido lo que les confería su rol de huacas calendáricas, pero no de uso astronómico (Zuidema 2010: 115-122). LAS SAYWAS ASTRONÓMICAS DEL DESIERTO DE ATACAMA. LOS CASOS DE LASANA Y TOCOMAR Desde hace décadas, el registro arqueológico de los caminos incaicos de la antigua Región de Atacama (hoy Región de Antofagasta, Chile) ha mencionado la presencia de estructuras de piedra asociadas al camino, reconocidas como “hitos”, “mojones” o “topus” (Núñez 1981; Niemeyer & Rivera 1983; Hyslop 1992; Lynch & Núñez 1994; Lynch 1995-1996; Berenguer et al. 2005). Se trata de columnas de piedra cuya construcción maniiesta una previa planiicación (a diferencia, por ejemplo, de la apacheta), y que presentan una base aproximada de 1 m2, con alturas (en el caso de que se encuentren mejor conservadas) que pueden alcanzar 1,20 m. Frecuentemente se encuentran en parejas, entre las cuales y equidistante pasa el camino. En otros casos, se trata de una hilera de cuatro o más hitos alineados en forma transversal a la vía. Los investigadores concluyeron inicialmente que estaban destinados a servir como guía o señalización de la ruta, en caso de que el camino se borrara (Hyslop 1992: 61, 174). Sin embargo, estos dispositivos viales representan lo que podría ser una nomenclatura bastante más compleja, asociada no solo a la medición de espacio, sino también de tiempo. A pesar de que, en el caso del Cuzco, se ha planteado la tesis de que los pilares o “mojones” denominados saywas no fueran astronómicos, consideramos que en el caso del Qhapaq Ñan del desierto de Atacama, las evidencias etnohistóricas y astronómicas estarían arrojando una conclusión diferente. Polo de Ondegardo denomina “saybas” a las columnas astronómicas del Cuzco, señalando que, por ejemplo, la celebración del equinoccio de marzo se establecía a través de la observación del recorrido del sol “por aquellos pilares o topos que llamauan ellos saybas, que están en torno a la ciudad del Cuzco” (en Zuidema 2010: 174). A su vez, en el vocabulario quechua más temprano que se conoce, el término sayhua aparece también asociado a la medición de la posición del sol en el cielo. En efecto, de acuerdo al vocabulario del dominico Fray Domingo de Santo Tomás (1951 [1560]), primer misionero en elaborar una gramática quechua, saywa era sinónimo de ticnu, término utilizado también en relación a deslindes o marcadores de supericies y distancias: Sayua o ticno. Mojón o lindero de heredad. Mojonar heredad. Ticnoni o sayuani. Mojonar camino. Lo mismo (Santo Tomás 1951 [1560]). Aunque con posterioridad a la edición de ese diccionario, ya no volvemos a encontrar esta asociación entre ambos términos, hacia 1608, el vocabulario de González Holguín (1952 [1608]: 341) entrega una deinición de ticnu que lo vincula a la idea de gnomon y de cenit: Ticnun, o sayani. Estar de pie, o enhiesto o pararse. Ticnu. El zenit o punto de la mitad del cielo. Intim ticnurayan. El sol está en el zenit. Intim ticnuy cumun. El sol passa de mediodía o abaxa.6 Si en algún momento se entendió este vocablo como afín al de saywa, podemos concluir que ambos asociaron técnicas de deslinde y marcación de tierras y caminos con la medición del movimiento solar y especíicamente con la idea de cenit. El concepto de cenit tenía gran importancia en la cultura y conocimientos astronómicos andinos. En aymara, Bertonio (1984 [1612]) lo denomina sunaque y lo deine como “Zenith, o punto del cielo que corresponde a nuestra cabeça”, como “estar el sol en mediodía”, o estar el sol o la luna “sobre la cabeza”. Lo asocia además con la “cumbre del cerro”, la “cumbre de la casa” o la “coronilla de la cabeza”. Ticnu en quechua y sunaque en aymara nos remiten a un sistema de medición del tiempo donde el gnomon (el cerro, la casa u otro hito) es el referente (Zuidema & Urton 1976). Otra razón que nos llevó a sospechar una posible alineación astronómica de las saywas es que estas, aunque dispuestas en forma transversal al camino, no eran exactamente perpendiculares a aquel. Más bien dibujaban una diagonal en sentido este-oeste, lo que nos advirtió que su función no era indicar la orientación del camino en caso de que este de borrara. Pero, en este caso, ¿a qué estaban apuntando? Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza Las saywas de Lasana Este sitio se encuentra en el valle superior del río Loa (correspondiente a la Región de Antofagasta, Chile) y se ubica en lo que fue el noreste de la antigua provincia colonial de Atacama. Esta zona corresponde a un corredor que articula rutas provenientes de los oasis más bajos del curso del río como también de la cuenca del salar de Atacama. Hacia el norte, el camino continúa en dirección a los valles y altiplano de Tarapacá como también hacia el altiplano meridional de Bolivia. El tramo de camino incaico a que nos referimos va bordeando la profunda quebrada del río Loa y, especialmente, desde la localidad de Lasana hacia el norte, está trazado en plena pampa desértica por la ladera oeste del cañón, en forma más o menos paralela al curso del río (Berenguer et al. 2005) (ig. 2). Unos 14 km al norte de Lasana, se encuentra una serie de hitos de piedra, muy bien construidos y dispuestos en línea recta, que atraviesan el camino. Se trata de un alineamiento de estructuras de base cuadrada que dibuja una línea transversal aunque inclinada, en una orientación aproximada este-oeste y en plena pampa. Los dos hitos centrales, ubicados en ambos costados de la vía, están separados entre sí por unos 8 m y alcanzan una altura de 1,20 m. La hilera o línea está compuesta por las dos columnas centrales, una tercera columna ubicada a unos 200 m hacia el este, una cuarta a otros 300 m de distancia en la misma dirección y una quinta saywa, semi destruida, ubicada a una distancia superior a los 400 m (ig. 3).7 Coincidimos con Berenguer (2007), quien interpretó este alineamiento como un deslinde provincial vinculado principalmente a la actividad minera inkaica en la región. Por tratarse de un sitio amojonado por el Inca que abarca una extensión que no hemos vuelto a encontrar en nuestras investigaciones posteriores, creemos que se trata de un sitio de especial jerarquía (ig. 4). Si bien en el presente registro solo presentamos y evaluamos cinco columnas (las dos centrales y tres hacia el este), resulta muy posible –desde el punto de vista de la simetría que caracteriza a la arquitectura imperial– que originalmente se haya tratado de unas ocho columnas (fig. 5). En efecto, además de las mencionadas, pudo haber habido otras tres columnas hacia el oeste que habrían sido destruidas con la construcción de la carretera aledaña. Estas hipótesis deberán ser corroboradas en las siguientes etapas de investigación del sitio. 139 SAYWAS DE LASANA Chuquicamata Calama San Pedro de Atacama Figura 2. Mapa con la ubicación aproximada de las saywas de Lasana. Figure 2. Map with the approximate location of the Lasana saywas. Deslindes, líneas y ceques El sistema de ceques del valle del Cuzco, establecido con ines religiosos, calendáricos, sociales y políticos, estaba compuesto por una serie de huacas dispuestas en virtuales líneas rectas irradiadas desde el centro urbano hasta perderse en el horizonte. Según Urton (1984: 15, 56), los ceques pueden ser entendidos como “líneas demarcatorias” que deslindaban el espacio ritual correspondiente a diferentes grupos políticos y sociales, regulando, por una parte, la interacción y confrontación entre ayllus y panacas, y por otra, estableciendo un ordenamiento espacial-territorial del valle de Cuzco. Efectivamente, es signiicativo que los vocabularios de los siglos xvi y xvii asocien semánticamente el concepto incaico de ceque, como línea divisoria, con la práctica institucionalizada de “amojonar”, “medir” y “repartir”: Sayhuani, sayhuacuni: amojonar tierras, hacer linderos. Sayuac o cequec: deslindador. Cequeni o sayuani: deslindar heredad o diuidirla con lindero. Ceqque: raya, línea, término. Ceqqueni: rayar, linear, deslindar. Allpa: La tierra de labor y el suelo. Allpa tupuk apu, o cequek apu: medidor o repartidor de tierras (Santo Tomás 1951 [1560]; González Holguín1952 [1608]). La tarea de los ceques apu correspondería a la ilustración de Guamán Poma en la que representa a estos “jueces” (el “mojonador” y el “medidor”) llevando a cabo su tarea 140 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b Figura 3 a y b. Las dos columnas centrales de Lasana. Entre ambas pasa el Camino del Inka (fotografías de W. Faúndez). Figure 3 a and b. he two central columns of Lasana. he Inka Road runs in between them (photos by W. Faúndez). Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza 141 Figura 4. Las sayhuas centrales de Lasana en línea. Al fondo, hacia el este, la lecha indica la tercera columna (fotografía de C. Vitry). Figure 4. he main sayhuas of Lasana in line. In the background, towards the east, the arrow indicates the third column (photo by C. Vitry). Figura 5. Saywa central del borde oeste del camino de Lasana (fotografía de C. Sanhueza). Figure 5. Central Saywa on the western edge of the Lasana road (photo by C. Sanhueza). 142 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 de deslindar territorios o jurisdicciones. Según Guamán Poma, los amojonadores del Inca, recibían el nombre de Sayhua checta suyoyoc (ig. 6). El signiicado de la expresión se relaciona con “lindero” o “mojón” (“saywa”); con “partir” o “dividir” (“cheqta”); y con aquel que administra una provincia o una subdivisión (suyuyuq) (González Holguín 1952 [1608]). Estas subdivisiones o distritos se establecían principalmente en relación a las actividades productivas, por lo que la construcción del Qhapaq Ñan del Loa habría tenido como principal objetivo unir y articular una ruta de acceso y de circulación de recursos mineros de la región. El territorio deslindado por el Inka marcaría, posiblemente, una de las fronteras internas de Atacama, que a modo de ínsulas o provincias territorialmente discontinuas, el Estado iba amojonando durante su expansión (Berenguer 2007). Otra ilustración de gran interés al respecto es la representación de las saywas del Inka del manuscrito de Martín de Murúa (2004 [1590]), en la que se pueden observar, justamente, líneas de saywas tipo ceques organizando el territorio andino (igs. 7 y 8). Las saywas y el sol El avance de la investigación hizo indispensable el apoyo cientíico de los astrónomos Juan Cortés López del observatorio internacional Joint alma ObservatoryNational Radio Astronomical Observatory (nrao) y Sergio Martín Ruiz del European Southern Observatory (eso). Con ese objeto, se elaboró una icha especíica del sitio, incorporando la información básica requerida (utm, azimut, altitud, etc.). Se determinó el año 1500 dc como una fecha aproximada y estandarizada para realizar simulaciones con programas especializados de astronomía respecto a las salidas y puestas de sol, escogiendo como principales fechas de referencia los días de solsticios y equinoccios. El resultado en el caso de Lasana –con un azimut de 64°– fue concluyente. El informe astronómico reveló que la ubicación de las columnas al año ~ 1500 correspondía a la salida del sol en el solsticio de invierno, tal como se pudo fotograiar con posterioridad. En efecto, la línea de saywas está orientada hacia el punto de salida del sol en torno al 21 de junio, como lo muestran las iguras 9 y 10. Este alineamiento, que en su estado actual alcanza una longitud aproximada de 1 km y que bien pudo haber abarcado el doble de extensión en sus orígenes, se orienta con el punto de salida del sol en una Figura 6. El “amojonador” y “medidor” del Inka, ejerciendo la política estatal de amojonamiento y medición de tierras, recursos y provincias. Figure 6. he “amojonador” (‘land marker’) and “medidor” (‘land measurer’) of the Inka, implementing the state policy of marking and measuring land, resources and provinces. fecha muy relevante. Durante unos días Inti se detiene, sentado en su “silla”, para luego recomenzar su caminata en sentido contrario para alcanzar el 21 de diciembre su otra silla en el sur. Las saywas de Tocomar La ruta que los españoles llamaron “del Gran Despoblado”, se iniciaba en el borde sur del salar de Atacama, atravesaba longitudinalmente la región más árida del desierto y se extendía por unos 500 km hasta las cercanías del valle de Copiapó. Aunque ha sido una ruta utilizada desde tiempos muy anteriores a los inkas (Lynch & Núñez 1994), el camino del despoblado se distingue de otras huellas producidas por el uso de personas o animales, por su trazado muy recto. Se trata de una huella despejada cuyo ancho puede abarcar, sobre todo en aquellos sectores menos alterados por el uso posterior, unos tres Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza 143 Figura 8. Detalle de una saywa del Inka. Figure 8. Detail of an Inka saywa. Figura 7. Las “sayvas” o “mojones del ynga”, en la ilustración de Murúa (2004 [1590]: 163). Nótese cómo están dispuestas en líneas rectas. Figure 7. he “sayvas” or “mojones de ynga”, in an illustration by Murúa (2004 [1615]: 163). Note how they are positioned in straight line. metros, y en otros puede reducirse a una pequeña huella de entre 30 y 60 cm (Iribarren & Bergholz 1972-1973: 241-242; Lynch 1995-1996; González 2007). Los estudios arqueológicos han coincidido en que el Camino Inka del despoblado fue una vía expedita destinada a las comunicaciones administrativas dentro del Tawantinsuyu (especialmente desde y hacia las “provincias” de Chile) y apta solo para el tránsito de grupos pequeños por su limitada provisión de agua. También habría sido una vía de circulación de bienes y recursos, sobre todo mineros, incluso de minerales provenientes de los valles centrales de Chile (Niemeyer & Rivera 1983: 254-157). Pero, además, esta ruta conectaba una serie de sitios sagrados, especialmente santuarios de altura como el importante complejo ceremonial del volcán Llullaillaco (Niemeyer & Rivera 1983; Lynch 1995-1996; Vitry 2008). Las saywas de Tocomar se ubican en una extensa pampa a orillas del borde sur del salar de Punta Negra (ig. 11). Llegamos a ellas gracias a una fotografía publicada por Lynch (1995-1996) que llamó poderosamente nuestra atención, puesto que las columnas (casi completamente destruidas) estaban unidas por una hilera de piedras (ig. 12).8 Como se puede observar en la foto del sitio, la columna correspondiente al lado este había sido prácticamente arrasada en uno de sus costados por maquinaria pesada, tal vez durante la construcción de un camino aledaño. A pesar de ello, es posible proponer que el trazado de esta línea de referencia corresponde a una antigua técnica de medición astronómica (ig. 13). En efecto, Sarmiento de Gamboa (1942 [1572]: 93) describe un complejo sistema de “astrolabios” o “relojes anuales” dispuestos hacia el levante y hacia el poniente del Cuzco, compuestos por columnas de piedra. Señala que para demarcar la posición en la que el sol se desplazaría en ciertas fechas, el Inka había mandado a hacer en el suelo y entre las columnas “ciertas rayas niveladas conforme a las mudanzas del sol”. Esta técnica tenía no 144 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 9. Amanecer del 21 de junio de 2015, marcando el solsticio de invierno en Lasana. La foto está tomada desde las dos saywas centrales en dirección oeste-este (fotografía de Sebastián del Campo). Figure 9. Dawn of June 21, 2015, marking the winter solstice in Lasana. he photo was taken from the two central saywas looking eastward (photo by Sebastián del Campo). Figura 10. Salida del sol en el solsticio de invierno en Lasana (fotografía de Sebastián del Campo). Figure 10. Winter solstice sunrise in Lasana (photo by Sebastián del Campo). Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza 145 Figura 12. Despoblado de Atacama, saywas destruidas en el camino incaico de Tocomar. Al fondo, al oeste, la cordillera de Domeyko, paralela a los Andes (fotografía de M. Núñez). Figure 12. Saywas in ruins along the Inca Road in Tocomar, Atacama Desert. In the background, to the west, lies the Domeyko mountain range, parallel to the Andes (photo by M. Núñez). Estación Zaldivar Imilac Mina Escondida Zorras SAYWAS DE TOCOMAR Salar de Punta Negra Figura 11. Mapa con la ubicación aproximada de las saywas de Tocomar. Figure 11. Map with the approximate location of the saywas of Tocomar. Figura 13. Detalle de la línea de piedras semiincrustadas en la tierra, que unía las columnas de Tocomar. Figure 13. Detail of a stone road partially embedded in the soil, that used to connect the columns of Tocomar. 146 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 solo gran importancia astronómica, sino también ritual y política, como se puede desprender de la descripción de Garcilaso de la Vega (1995 [1609]: 120): Para veriicar el equinoccio tenían columnas de piedra riquísimamente labradas, puestas en los patios o plazas que había ante los templos del sol. Los sacerdotes […] echaban por hilo, de oriente a poniente, una raya que por larga experiencia sabían donde debían poner un punto y otro. Por la sombra que la columna hacía sobre la raya veían que el equinoccio se iba acercando y cuando la sombra tomaba la raya de medio a medio, desde que salía el sol hasta que se ponía –y que a mediodía bañaba la luz del sol toda la columna en derredor sin hacer sombra aparte alguna-, decían que aquél día era el equinoccial. Entonces, adornaban las columnas con todas las lores y yerbas olorosas que podían haber y ponían sobre ellas la silla del sol y decían que aquel día se asentaba el sol con toda su luz de lleno en lleno sobre aquellas columnas. En este caso, el cronista parece estar confundiendo el equinoccio con el paso del sol por el meridiano local y el cenit, evento que parece haber sido de gran importancia (Williams 2001: 134). Según Zuidema (1989: 405-406), el paso del sol por el cenit, es decir, aquel momento en que el gnomon no proyectaba sombra, era un acontecimiento ceremonial muy signiicativo. Sostiene que la referencia de Garcilaso, que hace coincidir el paso solar por el cenit con el día del equinoccio, parece apelar a una situación “ideal” que solo se presenta en las zonas ubicadas sobre la línea ecuatorial. No obstante, la técnica descrita constituía un principio de medición y de predicción fundamental para las fechas importantes a del calendario estatal. Como efectivamente agrega Garcilaso, las columnas más apreciadas por los incas, eran aquellas que quedaban más próximas a la línea equinoccial, puesto que en ellas “menos sombra hacía la columna al mediodía”. Así, las columnas que estaban más cercanas a la ciudad de Quito eran las más veneradas “porque decían que aquellas eran asiento más agradable al sol, porque en ellas se asentaba derechamente y en las otras de lado” (Garcilaso de la Vega 1995 [1609]: 121). ¿Pudo la hilera de piedras de las sayhuas de Tocomar estar cumpliendo la función de esas “rayas” como punto de referencia para una observación solar in situ? Otro hallazgo muy valioso que hicimos en este sitio fueron dos ejemplares de piedra (basalto) que, como mostraremos a continuación, eran dispositivos que se colocaban sobre las saywas y que, de acuerdo a nuestras hipótesis, tenían una función o un signiicado asociado a la idea de gnomon. Previo a su descripción será necesario aportar algunos antecedentes. Saywas y gnómones. Una nueva hipótesis de trabajo Como es sabido, la principal diicultad para estudiar las columnas del Cuzco y su funcionamiento calendárico y ritual es que estas fueron destruidas por los extirpadores de idolatrías y solo en casos excepcionales se han podido identiicar algunas de sus bases o cimientos (Urton 2006). Así también las saywas de los caminos de Atacama b Figura 14: a) Saywa en sector tambo de Catarpe, San Pedro de Atacama; b) Saywa de 2 m de altura (camino inkaico de Río Grande/Río Salado), Atacama (dibujos a partir de Lynch 1995-1996). Figure 14: a) Saywa in the area of Catarpe, San Pedro de Atacama; b) Saywa, 2 m high (Inka Road, Río Grande/Río Salado), Atacama (drawings from Lynch 1995-1996). Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza frecuentemente han sido desarmadas y son escasas las oportunidades en que se puede observar lo que pudo haber sido su estructura original relativamente completa. En los casos en que estas se encuentran mejor conservadas, es posible apreciar su parte superior o supericie como una base que tiende a ser plana o lisa. Creemos que esto respondía al propósito de poner un objeto sobre ellas, como lo demuestran algunos hitos o “mojones” ubicados en otros sectores de Atacama. Efectivamente, Lynch (1995-1996: 191) registra algunos hitos de los caminos de Catarpe y Río Grande (en la región de San Pedro de Atacama) –e incluso los compara con otros ejemplos similares de la región de Saxamar, en Bolivia– a los que describe como columnas de piedras cuidadosamente apiladas, que contienen lo que caliica como una “oreja” (ear) en su supericie (ig. 14). Las fotos que reproducimos aquí provienen de la publicación citada y maniiestan, precisamente, la presencia de piezas líticas “hincadas” o superpuestas sobre las columnas y cuyas características obedecen a la estructura recta y vertical, así como al tamaño moderado del gnomon. Como decíamos anteriormente, en los eventos en que el sol pasaba por el equinoccio o por el cenit, según Garcilaso, los incas adornaban las columnas que tenían puestas en un patio o plaza, “y ponían sobre ellas la silla del sol”, señalando que ese día “el sol se asentaba con toda su luz”, lo que era ocasión de grandes festejos. Estas descripciones son doblemente interesantes puesto que, además de describir una forma de medición y predicción de los movimientos solares, señala la diversidad de estructuras que podían servir de soporte material a la ritualidad solar. En este caso, la silla o asiento del sol, el símbolo del poder de la divinidad celeste y el símbolo del poder político del Inca, no estaba sobre una placeta, sino sobre una columna. Podríamos pensar, siguiendo a Zecenarro (2001: 182), que la metáfora y el símbolo del “asiento” o “tiana” del sol era, al menos en estos casos, justamente el gnomon, es decir, la estructura vertical que se colocaba sobre las columnas y sobre la cual la divinidad se posaba o se “asentaba” en toda su plenitud. En el Cuzco, solo la elite gobernante podía adorar la representación “oicial” del Sol (Inti). Betanzos, la describe como un “bulto” de oro en forma de niño de un año que se encontraba en el templo principal y a la que solo accedían el Inca y los grandes señores. Pero, a su vez, existía otra imagen para que “el pueblo” pudiera adorar a la divinidad. Para eso, el Inca “hizo poner en medio de la plaza del Cuzco [...] una piedra de la hechura 147 de un pan de azúcar puntiaguda hacia arriba y enforrada en una faja de oro la cual piedra hizo ansi mismo labrar el día que mandó hacer al bulto del sol y esta para que el común adorase” (Betanzos 1987 [1557]: 52). Esta otra imagen venerada por “el común”, que consistía en una piedra de la forma de un “pan de azúcar”, parece ser una representación muy emparentada con los dispositivos puestos sobre las sayhuas de Atacama. De allí que otro de los hallazgos valiosos que hicimos en el sitio de Tocomar fue el de ambos gnómones, semisepultados bajo las piedras. Ambos artefactos eran de basalto, pero destaca entre ellos el formato y tamaño de la pieza lítica de la columna este que medía 66 cm de largo, 18 cm de ancho y 14,5 cm de grosor. Con cuatro caras bien deinidas en relación a los ejes longitudinales, presentaba su extremo proximal (base) pulido. Esta pieza requería de un soporte muy adecuado para su peso (que podríamos calcular en unos 30 k) y tamaño. Es decir, es posible que la unión entre la pieza y la columna haya requerido de una técnica especíica para mantenerla en forma vertical (Wilfredo Faúndez, comunicación personal, 2012) (ig. 15). 9 El parecido entre esta pieza de basalto y las de las fotografías expuestas (ig. 14), como también la ilustración de Martín de Murúa que presenta una piedra hincada sobre una torrecilla, nos conirma la sospecha de que se trata del gnomon o dispositivo que la coronaba (ig. 16). Creemos que la representación de Martín de Murúa nos sitúa en un campo de signiicados comunes que vinculan esa ilustración con la representación de la divinidad solar y con las saywas o columnas de los Caminos del Inka. En ese sentido, estas piezas, dispuestas sobre cada saywa podían simbolizar el momento donde se “asentaba”, en determinadas fechas, la divinidad solar. Por sí sola, la información etnohistórica presentada hasta aquí nos parece de gran relevancia para continuar investigando. Pero, además, nuevamente el diagnóstico de los astrónomos se inclinó favorablemente al identiicar este alineamiento, cuyo azimut alcanzó los 63,73°, con el punto de salida del sol en el solsticio de invierno (Juan Cortés, comunicación personal, 2012). ALGUNAS PREGUNTAS Y CONCLUSIONES PRELIMINARES El hecho de constatar una función astronómica al menos en algunos casos de las saywas del Camino Inka del Desierto de Atacama representa un hallazgo importante. 148 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 15. Pieza lítica de la columna este. Su tamaño y forma natural fue especialmente seleccionada para ser esculpida y colocada sobre la columna por donde sale el sol (fotografías de M. Núñez). Figure 15. Lithic piece, eastern column. Its natural size and shape was specially selected for being sculpted and placed upon the column where the sun rises (photographs by M. Núñez). Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza Figura 16. Ilustración de Martín de Murúa, siglo xvi, de lo que probablemente fue una saywa (2004 [1615]: 105v). Nótese su parecido con la pieza de basalto encontrada en Tocomar. Figure 16. Illustration by Martín de Murúa, 16th century, probably depicting a saywa (2004 [1615]: 105v). Note its resemblance to the piece of basalt found in Tocomar. 149 150 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Sin embargo, a la vez abre la puerta a un conjunto de preguntas que, por el momento, no estamos en condiciones de responder. En primer lugar, estas columnas aparentemente no estarían relacionadas con el tipo de “lectura” astronómica que suelen describir los cronistas coloniales para las del Cuzco. En general, los datos de esas columnas se reieren a un sistema de medición donde estas se sitúan a distancia (horizonte), y donde el astro (principalmente el sol) sale o se pone por entre medio de ellas (Betanzos 1987 [1551]; Anónimo1906 [15701584]; Cobo 1964 [1653]; Williams 2001). Las saywas de Atacama, parecen estar obedeciendo a una lectura in situ que se parece más a la función astronómica del ushnu como gnomon. Suponemos que las columnas del desierto de Atacama tenían el propósito de ser leídas desde el camino. En ese sentido, parecen estar representando un calendario astronómico “inscrito” en la tierra y especíicamente en el Qhapaq Ñan. Una vez más toma sentido la idea de que los principios ordenadores del espacio y el tiempo se aplicaban a los Caminos del Inca y, a la vez, se sacralizaban con la presencia o el paso de una divinidad celeste por sobre los “mojones del Inca”. Por otra parte, en ambos casos descritos destacan las características, no solo desérticas, sino también carentes de población inmediatamente cercana. Se trata de espacios “vacíos” (sensu Berenguer & Pimentel 2006), ubicados fuera de los centros poblados y a una importante distancia de los principales centros administrativos inkaicos correspondientes.10 ¿Por qué razón, entonces, las columnas fueron emplazadas allí? Pero, por otro lado, y más allá de su función simbólica y ritual, surge la pregunta respecto a la función “operativa” de las saywas del camino. Como ya se dijo, estas fueron llamadas generalmente tupus por los españoles, concepto que no era equivocado. Ya hemos mencionado sus posibles alcances como referentes de medición de distancias y de territorialidades. Pero, simultáneamente, estaban midiendo también el “tiempo”, es decir un tiempo calendárico asociado a fechas muy signiicativas del ciclo anual del sol, como los solsticios. Es muy posible que las saywas de Tocomar constituyeran también un deslinde o frontera sacralizada, ya fuera para la mantención del camino y por tanto de los deberes hacia el Estado en pleno despoblado, o también para delimitar el acceso a ciertos recursos de valor. En deinitiva, aunque las próximas etapas de la investigación están aún pendientes, creemos que los sitios astronómicos de Lasana y de Tocomar abren un camino aún inexplorado en los estudios del Qhapaq Ñan del norte de Chile. Sin embargo, ambos sitios son muy diferentes entre sí. Mientras uno presenta un largo alineamiento de, por lo menos, cinco columnas, el otro consiste solo en dos saywas, unidas por una hilera de piedras. ¿Por qué el uso de formas y tecnologías diferentes? Hemos podido constatar, por otra parte, que el estudio del Qhapaq Ñan desde una metodología interdisciplinaria, que incorpore los aportes de la etnohistoria, la arqueología y la astronomía, entre otros, puede abrirnos perspectivas de análisis que no habíamos sospechado en los inicios de esta investigación. El Qhapaq Ñan representaba un importante eje ordenador y articulador de la estructura de poder del Tawantinsuyu y, en ese contexto, las saywas no eran elementos azarosos. Se trataba de estructuras cargadas de signiicado que pudieron responder a distintas funciones o técnicas de lectura según el contexto y las características con que se presentaran. Los alineamientos de saywas en los Caminos del Inka estaban en directo diálogo o relación con la organización de los astros en el espacio celeste y, por tanto, con el calendario andino. La estrecha asociación e interdependencia entre el orden celeste y el terrestre se materializaba en un discurso cosmológico estatal y en dispositivos especíicos aplicados al paisaje. Los Caminos del Inca representaban la presencia del poder estatal hasta en los más remotos conines del Imperio y relejaban una forma de organizar culturalmente el espacio geográico, el espacio social y el orden cósmico. Si bien el desierto de Atacama fue considerado por los españoles solo como una necesaria ruta de paso y como un territorio vacío, extremadamente inhóspito e improductivo (Sanhueza 2005), desde la mirada andina constituyó un espacio de signiicados complejos. Ameritó la inversión de energía humana y de la ingeniería estatal para sacralizar determinados lugares o espacios cuidadosamente seleccionados, donde marcó la presencia de la divinidad solar ya no solo en los grandes centros urbanos o administrativos, sino también en pleno despoblado. Las saywas del Inka en el desierto de Atacama / C. Sanhueza NOTAS En el trabajo citado hemos discutido más prolijamente el concepto de “legua del Inca” y sus posibles interpretaciones, incluyendo en dicho análisis la capacidad de desplazamiento de los chasquis, como posible unidad de medición. 2 “Bolo: Trozo de palo labrado, de forma alargada, con base plana para que se tenga derecho” (rae, s.v.). 3 Un estado de altura correspondía, aproximadamente, a la estatura de un hombre. 4 Estas columnas descritas por el cronista Anónimo son las únicas que Zuidema (2010) considera efectivamente de uso astronómico. 5 En este aspecto, el autor discrepa de la información otorgada por Cobo, quien sostiene que al menos algunos de estos pilares o huacas astronómicas estaban alineadas dentro de la estructura del sistema de ceques (Cobo 1964 [1653]: 172; Cobo en Zuidema 1966: 30). 6 Cenit: punto en el cielo ubicado directamente arriba de un determinado observador, es decir, conigurando un ángulo de 90°. 7 Hacia el oeste se apreciaba una primera columna en muy malas condiciones de conservación, por lo que hasta no tener la completa certeza, decidimos no incorporarla a nuestro registro base. 8 Agradezco a la antropóloga Marinka Núñez por haber puesto toda su energía y habilidad en terreno para ayudarme a encontrar este sitio arqueológico. 9 Agradezco al arqueólogo Wilfredo Faúndez, especialista en líticos, por su análisis de la pieza mencionada. 10 En efecto, las saywas de Lasana se encuentran a unos 14 km al norte del poblado y pukara homónimos y a unos 40 km al noroeste del centro administrativo Inka de Turi (Berenguer 2009). A su vez, las saywas de Tocomar, del llamado Gran Despoblado de Atacama, no cuentan con población cercana y las distantes cabeceras inkas se encuentran en las localidades de Catarpe (San Pedro de Atacama), ubicada a unos 250 km al norte, y el valle de Copiapó, a otros tantos kilómetros de distancia hacia el sur. 1 RECONOCIMIENTOS Muy especialmente al Dr. Marco Curatola, por sus comentarios, críticas y estímulo. Agradezco también a todas las personas que participaron de una u otra manera en este trabajo: Juan Cortés, Sergio Martín (astrónomos), Marinka Núñez (antropóloga), 151 Pedro Hernández (geógrafo), José Berenguer, Carlos González, Willy Faúndez, Gonzalo Pimentel, Lautaro Núñez, Felipe Criado-Boado, José Pino, Christian Vitry, Valentina Figueroa, Pablo Mignone (arqueólogos). REFERENCIAS Anónimo, 1906 [1570-1584]. Discurso de la sucesión y gobierno de los Incas. En Juicio de límites entre Perú y Bolivia. Prueba presentada al gobierno de la República Argentina. “Chunchos”. V. 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Nuestra hipótesis, si bien considera posibles las posiciones de colegas que proponen para el derrotero de Almagro un abanico de pasos que van desde Peña Negra a Pircas Negras, con sus desechos y con Comecaballos como paso central, señala a la quebrada del arroyo Peña Negra y al paso de La Ollita con suiciente probabilidad como uno de los pasos transitados, tal vez el más importante. Palabras clave: pasos andinos, derroteros, Inca, Almagro, La Rioja argentina. Our pioneering research led to the discovery of archaeological sites and high-altitude routes on the western side of the Andes. his included excavations and studies of materials form sites exhibiting temporary occupations (c. 800 to 1480 ad) that pointed clearly to the Inca period (c.1470 to 1536 ad) and later, up to the irst half of the nineteenth century. While acknowledging other colleagues’ positions that consider a wide range of other mountain passes, from Peña Negra to Pircas Negras, among which Comecaballos was the most important, out hypothesis argues that the Negra ravine and, particularly, the paso de la Ollita were not only some of the most traveled mountain passes, but also very likely the main ones. Keywords: Andean mountain passes, Roads, Inca, Almagro, La Rioja argentina. A INTRODUCCIÓN Subsidios del conicet, de la anpcyt y autorizaciones de las instituciones gubernamentales patrimoniales correspondientes facilitan que trabajemos con nuestro equipo de investigaciones en el oeste de La Rioja y noroeste de San Juan, principalmente tras las evidencias de la época de dominación Inca Regional. Nuestro objetivo es reconocer la infraestructura de ese origen y de las poblaciones de los Desarrollos Regionales relacionadas con la misma, entre otros, en los pasos cordilleranos que vinculan ambas vertientes andinas. En los casos de las quebradas y pasos riojanos de Pircas Negras, Comecaballos, Peña Negra, La Ollita y los respectivos desechos¹ del área de inluencia de la Reserva Provincial Laguna Brava, descubrimos sitios arqueológicos que abarcan un amplio lapso de la prehistoria del área. Nos dedicamos en particular a los de época Inca, a su vinculación con poblaciones locales, con la posterior presencia hispánica y con la postrera y recurrente acción de los arrieros en la época independiente, la que alcanza las primeras décadas del siglo xx. En el caso particular del sector del paso de La Ollita, que remontamos hasta 4700-4850 msnm, sumamos a nuestro hallazgo anterior de un tambo incaico en la zona, J. Roberto Bárcena, incihusa-conicet, iae/ffyl-uncuyo, unlar; incihusa-conicet, CC 131, 5500, Mendoza, Argentina, email: rbarcena@mendoza-conicet.gob.ar Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016. 154 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 el descubrimiento de otros dos grupos de construcciones de ese período al pie del paso, siempre del lado argentino. Uno de ellos, según nuestra interpretación, es un posible ushnu o conjunto de plataformas ceremoniales que tendrían escalinata de acceso. El otro grupo, donde reconocimos además impronta incaica en parte de sus construcciones, tiene por base estructuras pircadas como recintos circulares y semicirculares, tratándose en este último caso de los típicos parapetos utilizados para la caza de camélidos como la vicuña y el guanaco, que en otras partes del área cordillerana hemos datado aproximadamente entre el 900 y 4000 ad. Por su parte, el área de Comecaballos nos permitió reconocer también los parapetos característicos en relación con el curso del arroyo homónimo, así como entierros del siglo vii al ix en el paso, visibles en supericie sus continentes por su apariencia de montículos. Además, determinamos infraestructura inca sobre sitios arqueológicos preexistentes del trayecto hacia el paso. Observamos también evidencia del traslado moderno de ganado en pie, sin que nuestro registro haya podido incluir vestigios del paso de las huestes de Diego de Almagro como se ha propuesto, ni de las probadas históricamente, del paso de una de las columnas del Ejército Libertador de San Martín hacia Copiapó, lugar que, pre e históricamente ha sido y es el núcleo principal de población chilena más cercano al área que nos ocupa. Las áreas tratadas aquí corresponden a ambientes de altura por sobre los 3000 y 4000 msnm, alcanzando cotas de 4500 msnm o más, correspondientes al ámbito andino y puneño, en zonas de la Reserva Provincial Laguna Brava en La Rioja o bien de la Reserva de la Biósfera, como es el Parque Nacional San Guillermo en el norte extremo de San Juan, colindante por el sur con la anterior. Ambas reservas son notables por sus poblaciones de vicuñas y de guanacos, acompañadas por una variada fauna de altura, vegetación acorde y cursos endorreicos, o no, con lagunas salinas y rodeadas de cimas que sobrepasan los 5000 msnm (ig. 1). En rigor, los dos ámbitos destacan por sus mesetas, llanos de altura ricos en gramíneas aprovechadas por la fauna de vicuñas² y guanacos, con sus subidas hacia las mayores alturas montañosas de los pasos cordilleranos por quebradas. En ellas, a los cursos de agua se suman vegas que son refugio de los camélidos, así como también las bajadas desde los llanos hacia el colector Río Blanco, en muchos casos con vegas, permitiendo la movilidad de esa fauna. La apropiación de estos espacios debió ser de interés desde tiempos prehistóricos y continúa siéndolo hasta la actualidad, como se aprecia en la materialidad cultural del sector. Con la dominación inca se alcanzó la estabilización de un patrón de instalación y probablemente de producción económica, en buena medida con base en la infraestructura preexistente, reutilizándola y remodelándola según sus propias plantas arquitectónicas o implantándola desde el origen según sus modelos. Esta última presencia es la que abordamos principalmente con nuestras investigaciones, planteando una aproximación desde el paisaje que admite parangón con otros cuya preferencia y manejo es habitual para la organización estatal a lo largo de los Andes. Esto porque, tras el producido por pelos y lanas, carnes y otros, de camélidos (Vicugna vicugna, Lama guanicoe) y por plumas de aves migratorias como los lamencos o parinas (chica y grande; Phoenicoparrus jamesi y Phoenicoparrus andinus; Phoenicoparrus chilensis), adecua el espacio con su infraestructura, tanto para las actividades extractivas como para las de circulación, para las votivas de los altos cerros y las de seguridad territorial en un área bisagra, hinterland, entre dos conspicuas del Período de los Desarrollos Regionales o, si se quiere, de las organizaciones socio-político-económicas regionales a nivel de las jefaturas, como son las del noa y las del norte chico y sector austral del norte grande chileno. En los hallazgos de manufacturas en metales que reputamos no indígenas y producidas en otros lugares, no encontramos -ni sabemos que lo hayan hecho colegas en el área- indicios que apunten a la minería prehispánica, aunque cabe señalar que pudo ser este otro factor importante en la ocupación, dada la relevancia de los veneros de la zona, hoy explorados en los entornos de San Guillermo y Laguna Brava con ines comerciales, tras el oro, el cobre y la plata. Hace una veintena de años, arqueólogos que nos precedieron con una prospección general en San Guillermo, sin avanzar luego con proyectos en el área, esbozaron hipótesis sobre tambos que fungirían para el manejo de vicuñas (Gambier & Michieli 1992). En otros casos, para los actuales pasos internacionales en el suroeste de La Rioja, algunos colegas aludieron a Comecaballos como el paso posible para Diego de Almagro y sus huestes en 1536 ad. Uno de ellos lo propuso como propio del pasaje hispánico primero allende la cordillera en esta parte de los Andes, sin que sepamos si el investigador accedió personalmente a estas áreas, fundando Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena a Catamarca b Tucumán Paso Pircas Negras Paso Comecaballos Paso Peña Negra LAGUNA BRAVA Paso La Ollita CHILE CHILE LA RIOJA 155 Comecaballos I Tambo Comecaballos II La Ollita Tambo Minero o nc la .B R ARGENTINA ARGENTINA San Juan Tambo Santa Rosa Mendoza Figura 1: a) mapa de la región central y norte de Argentina, con la ubicación de Laguna Brava y sector de los pasos tratados aquí; sitos en el oeste de la Provincia de La Rioja; b) posición de quebradas/ríos/arroyos, pasos y sitios arqueológicos descritos en el texto. Figure 1: a) map of the central and northern Argentina, depicting the location of Laguna Brava and the area of the mountain passes discussed here; sites in the west of La Rioja Province; b) location of ravines/creeks/rivers, mountain passes and archaeological sites described in the text. a b c Figura 2: a) vista general del paso de Comecaballos (La Rioja, Argentina); b) vista general de la desembocadura del arroyo Comecaballos en el Río Salado; c) vista del paso de Comecaballos en su descenso al lado chileno. Figure 2: a) general view of the Comecaballos mountain pass (La Rioja, Argentina); b) general view of the mouth of the Comecaballos creek into the Salado River; c) view from the Comecaballos mountain pass down to the Chilean side. 156 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 3. Refugio de Comecaballos, construido hacia el último tercio del siglo xix para pernocte de personas, y de animales en el corral anexo, integrantes de los arreos de ganado mayor a Chile. Figure 3. Comecaballos refuge, built in the inal third of the 19th century for overnight stays by people and animals (in the adjoining corral) as part of cattle driving that brought herds to Chile. principalmente su hipótesis en labores realizadas en el lado chileno del sector y en la revisión bibliográica (Raino 1995; Bárcena 2007, 2015). Creemos que esa labor de los colegas solo tendría resultados contrastables y veriicables estableciendo proyectos de largo alcance, que implicaran sumar a prospecciones intensivas en tan dilatadas y difíciles áreas –desde la perspectiva logística– excavaciones y estudios sistemáticos, como venimos haciendo con continuidad anual desde hace más de una década. En este sentido, además de las prospecciones contamos con resultados de nuestras excavaciones en los tambos de La Alcaparrosa y Santa Rosa, estando en curso las del Tambo Pircas Blancas, todos en el Parque Nacional San Guillermo. En cuanto a las labores en la Reserva de Laguna Brava y zona de inluencia reconocimos numerosas instalaciones prehistóricas excavando los sitios relacionados con la presencia inca en la quebrada y paso de Comecaballos, en el sector de un arroyo subsidiario del arroyo Peña Negra, sitio que denominamos Tambo Minero, y en el sector de otro subsidiario de este último arroyo, sitio que llamamos Tambo de La Ollita y que se halla al pie del paso homónimo. Por lo tanto, con la presente contribución nos proponemos alcanzar el conocimiento arqueológico de los pasos cordilleranos del centro oeste de La Rioja, la infraestructura incaica presente y su mejor aptitud para la comunicación trasandina, en su relación con la documentación histórica. Al mismo tiempo, buscamos introducirnos en la discusión sobre el o los pasos cordilleranos del actual límite argentino-chileno, utilizado(s) por Diego de Almagro y sus huestes camino de Copiapó. Resultados La quebrada y paso de Comecaballos La desembocadura de esta quebrada y arroyo homónimo corresponde al Río Salado (ca. 3800 msnm), aluente del Río Blanco. Remontándola se accede al hito del límite Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena internacional Argentina/Chile (ca. 4500 msnm; a unos 20 km de distancia) (ig. 2). Comecaballos fue un paso estratégico por el relativo fácil acceso a Copiapó, al Copayapu que luego se generalizaría como Chili en las crónicas de la conquista. La situación es conirmada por hechos históricos, como por ejemplo los de la época de las luchas por la independencia nacional de Argentina y de Chile, protagonizados por la columna sanmartiniana que, desde varias localidades riojanas, procedieron a Guandacol y de allí, por el paso, a Chile, permitiendo la toma de Copiapó, Huasco y Coquimbo. Utilizado para el traslado de vacunos hacia Chile, es uno de los pasos conocidos por los arrieros andinos de todos los tiempos. Esto implicó que, en la última parte del siglo xix, el gobierno argentino levantara allí uno de tantos refugios para los arrieros, con factura de piedras y argamasa, el que persiste prácticamente incólume (ig. 3). El paso registra una larga historia de usos, lo que sin duda fue considerado por los estrategas de la victoriosa campaña libertadora que se rememora año a año.1 La utilidad del paso y los recursos de fauna del sector fueron aliciente para la instalación en la época de dominación inca, tal como lo demuestran los establecimientos de la quebrada. Según los autores, ello tendría relación con el primer ingreso sistemático hispano al noa y el paso a Chile, con Diego de Almagro a la cabeza (1535/1536 ad). Autores dedicados a colegir el sector de paso de los Andes empleado por el adelantado y sus huestes ofrecieron diversos argumentos sobre esta posibilidad, destacando entre ellos R. A. Raino (1995, 2004; Raino et al. 2001), quien contrastó datos arqueológicos con los documentales históricos del paso de Almagro, aunque sin realizar investigaciones de terreno del lado argentino del paso, quebrada y arroyo de Comecaballos.2 Nuestros estudios arqueológicos en la quebrada del arroyo de Comecaballos y en el paso del mismo nombre buscaron evidencias que nos permitieran airmar el supuesto trajinar de las huestes españolas de Diego de Almagro en 1536 y comprobar en este trayecto el tránsito y los sitios utilizados en la época inca. Reconocimos un sitio de ese último tiempo, a unos 6 km aguas arriba de la desembocadura del arroyo, donde la implantación inca se hizo sobre una preexistente elaborada con pircas del tipo parapetos, las que fueron modiicadas y, en algunos casos, transformadas en kancha o rpc. Luego de estas 157 ocupaciones, la evidencia muestra superposiciones de materiales de los arrieros del siglo xix y principios del xx, sin evidencia intermedia, como podría haber sido la del pretendido pasaje de Almagro. También hallamos otro sitio, de mayor envergadura, desarrollado en unas 13 há en el entorno de un cerro bajo, igualmente próximo al arroyo Comecaballos y al emplazamiento de la referida casucha para arrieros, a unos 15 km de la desembocadura (ig. 4). Este establecimiento, al cual las poblaciones locales acudirían estacionalmente, ofrece estructuras pircadas, principalmente circulares, al modo de los parapetos, una piedra parada –quizás un menhir pequeño– en la explanada del cerro, junto a indicios de otras construcciones en pirca, así como estructuras modiicadas probablemente en época inca. La cerámica del sitio apunta a las poblaciones regionales del Formativo o del Período de Integración, con alguna evidencia de cerámica inca, cuya cronología corresponde a la primera mitad del siglo xvi. La evidencia de tiestos fragmentados es preexistente y remonta a unos siglos antes (tabla 1).3 Prospectamos la quebrada por ambas márgenes del arroyo Comecaballos hasta el hito del paso homónimo, a unos 4500 msnm (S28º 10’ 54.2’’, W69º 22’ 23.5’’, 4.519 msnm, según gps). Las prospecciones entre Comecaballos 1 y 2, y luego hasta alcanzar el paso a 4500 msnm, nos permitieron reconocer allí una tumba y, al menos, otros siete montículos de piedra, cuyas dimensiones van de 0,80 x 2,5 m a 2 x 7 m, semejantes a las estructuras que suelen marcar tumbas sumarias. Constatamos, además, que el ascenso al paso está jalonado por cornamentas de bovinos, atribuibles a los mencionados arreos. De la excavación de algunos de esos montículos obtuvimos evidencias en general y de entierros en particular, con la salvedad de uno, situado a unos 300 m al sur del paso (límite internacional), que albergaba buena parte de un esqueleto juvenil. Si bien hallamos algunas piezas dentales, no encontramos el cráneo. El esqueleto se encontraba en posición decúbito ventral, con los brazos cruzados por delante y una pierna sobre la otra. La ubicación puede responder, más que a una cuestión cultural, a la postura natural de protección ante las rigurosas condiciones climáticas de altura que implicaron inalmente la muerte del joven (ig. 5). El esqueleto de la tumba del paso tiene vestigios de vestimenta de arriero y la datación C14 lo coloca en el intervalo de los últimos 200 años4. Por su parte, 158 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b 3919 3916 3917 0 c 20 m 4045 3913 Arrollo Comecaballos 4043 4041 4043 4037 Arroyo Comecaballos d Hilera de piedras 0 50 m 4046 4044 4040 4036 e 22 m 26 m COMECABALLOS II 30 m 34 m COMECABALLOS I 38 m 42 m la datación C14 de los restos de la subida al paso los colocó en el siglo ix ad (tabla 2). La Quebrada y Pasos de Peña Negra y de La Ollita La quebrada por la que se remonta el arroyo Peña Negra cuenta con numerosos parapetos y conjuntos de estructuras pircadas. Las hemos relevado y, en algunos casos, datado su cerámica (tabla 1), lo que orienta hacia Figura 4: a) croquis con los recintos pircados del sitio Comecaballos 1; b) vista general; c) croquis con los recintos pircados del sitio Comecaballos 2; d) vista general del sitio; e) posición relativa de los dos sitios, en imagen 3D. Figure 4: aa) sketch showing dry-stone walled enclosures at the Comecaballos 1 site; b) general view of the site; c) sketch of the dry-stone walled enclosures at the Comecaballos 2 site; d) general view of the site; e) relative location of both sites in a 3D image. momentos Formativos Tardíos y a los Desarrollos Regionales. Se observa presencia de cerámica de inluencia inca, como el Diaguita de la Fase iii de aculturación inca o el Inca Provincial. No hemos reconocido elementos coloniales, salvo por nuestra interpretación de los grabados de cruces, sitos en una roca granítica aislada, en la margen derecha del curso del arroyo. La roca incluye, además, motivos claramente indígenas. Según nuestro parecer, la impronta de las cruces es colonial. Según la interpretación de algunos colegas Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena a 159 b c Figura 5: a) uno de los montículos de piedra del paso de Comecaballos; b) uno de los montículos con un entierro “moderno”, probablemente de un arriero, con cronología 14C de los últimos 100 a 200 años; c) excavación del montículo 2, que albergaba una inhumación, correspondiente a un esqueleto juvenil en posición decúbito ventral, con los brazos cruzados por delante y una pierna sobre la otra, datado hacia el vii/ix siglo de la Era. Figure 5: a) one of the stone mounds at the Comecaballos pass; b) one of the mounds with a "modern" gave, probably a cattle driver, C14 dated to the last 100-200 years; c) excavation of mound 2, which included a grave containing a juvenile skeleton in a prone position with armed crossed at the front and one leg crossed over the other, dated to the 7th-9th centuries of the Common Era. Tabla 1. Dataciones de cerámica de sitios de las quebradas y pasos cordilleranos del oeste de La Rioja y noroeste de San Juan, entre los pasajes trasandinos de Pircas Negras y Peña Negra, y el río de la Paila (Barrancas Viejas, Comecaballos/Barrancas Blancas, La Ollita). Prospecciones y excavaciones: J. Roberto Bárcena. Table 1. Ceramic datings of sites in ravines and mountain passes in western La Rioja and northwestern San Juan, between the Andean mountain passes of Pircas Negras and Peña Negra, and the De la Paila river (Barrancas Viejas, Comecaballos/Barrancas Blancas, La Ollita). Prospections and excavations: J. Roberto Bárcena. MUESTRA* No DESCRIPCIÓN P (Gy) D (Gy/año) EDAD (años AP)** FECHA UCTL 2033 UCTL 2034 UCTL 2035 1 2 3 Cerámica inka, sitio del paso Pircas Negras. Cerámica inka del sitio Tambo Minero, margen izquierda 2,03 ± 0,17 2,70 ± 0,27 1,95 ± 0,20 4,86*10-3 4,87*10-3 4,67*10-3 420 ± 40 555 ± 55 415 ± 40 1585 dc 1455 dc 1590 dc UCTL 2036 4 Cerámica del Período Inka, sitio margen izquierda 1,83 ± 0,14 4,75*10-3 385 ± 40 1620 dc 1,70 ± 0,17 2,01 ± 0,18 3,94*10-3 5,11*10-3 430 ± 40 395 ± 40 1575 dc 1610 dc 5,05 ± 0,51 4,78*10-3 1055 ± 100 950 dc 1,65 ± 0,14 2,19 ± 0,21 2,05 ± 0,16 2,27 ± 0,20 4,87*10-3 4,88*10-3 4,98*10-3 5,26*10-3 340 ± 40 450 ± 45 410 ± 40 430 ± 40 1665 dc 1555 dc 1595 dc 1575 dc Cerámica inka, sitio del paso Peñas Negras. arroyo aluente del Peñas Negras. Aº Peñas Negras. UCTL 2037 UCTL 2038 5 6 Cerámica inka de excavación del sitio Comecaballos 1, UCTL 2039 7 Cerámica de la etapa agro alfarera regional. Sitio SA2 Cerámica inka del tambo Río de la Paila. recinto LL 1.1, 10 a 20 cm. margen derecha Aº Peña Negra. UCTL 2040 UCTL 2041 UCTL 2042 UCTL 2043 8 9 10 11 Cerámica del Período Inka. Sitio Comecaballos 1, supericie. Cerámica del Período Inka. Sitio Comecaballos 2, supericie. Cerámica vidriada, hechura de torno. Sitio del Período Inka, Tambo de Conluencia, del Aº Peña Negra con el río Blanco. Cerámica inka del tambo Río de la Paila. * Pontiicia Universidad Católica de Chile, Facultad de Física, Laboratorio de Dosimetría. / ** Año base: 2005. 160 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Tabla 2. Dataciones 14C de Comecaballos I y paso de Comecaballos. Table 2. C14 datings of Comecaballos i and paso de Comecaballos. LAB N° MUESTRA MATERIAL RESULTADO AP CAL. AP CAL. AD Beta 297637 ams CCPasoE2 Entierro de la subida al paso Colágeno óseo 1250 ± 30 1270 a 1080 680 a 870 Beta 261730 PCC1LL3.110 Carbón 140 ± 40 290 a 0 1660 a 1960 Latyr 2516 CCEPaso1 Entierro del paso Piel humana “moderno” 0 a 200 serían propias de arrieros del siglo xix/xx (Revuelta 2007-2008: 10) (ig. 6).5 En la profusión de sitios de las márgenes del río o arroyo de la Peña Negra destacan otros dos tambos (Tambo ii y iii de la Peña Negra, según nuestra denominación) ¿construidos? sobre impronta de recintos pircados circulares y parapetos preexistentes (ig. 7). La quebrada de Peña Negra, jalonada por las estructuras señaladas, alcanza la conluencia de un arroyo que viene del oeste y desemboca en la misma. Lo hemos llamado Cerro Verde. Se encuentra allí un tambo de escala media, de acuerdo a los términos que venimos tratando. Lo hemos denominado tambo minero, ya que sobre él se han instalado actualmente galpones y casetas habitables de una compañía de exploración minera en un cerro que lo enmarca por el norte. El tambo reúne en su arquitectura códigos de la planta característica inca regional, en su caso incipientes rpc. Se incluyen parapetos y construcciones circulares de pirca, que ofrecen materiales de época inca, como los de los tipos cerámicos ya enunciados, incluidos los de poblaciones locales/regionales. En los niveles superiores excavados se suman elementos usados por los arrieros del xix-xx, denotando al conjunto una plataforma, seguramente ceremonial, sita en la falda del cerro por encima de las otras construcciones y delimitada por grandes piedras escogidas y trabajadas (ig. 8). Tambo minero se desarrolla en unas 6 há y los espacios delimitados por pirca, que pudieron ser techados o no, alcanzan los 2000 m². Por el arroyo Cerro Verde se puede avanzar al oeste/suroeste para alcanzar el cerro El Potro, o bien, al oeste/noroeste para alcanzar el paso de La Ollita o sus desechos. Si se sigue desde su desembocadura en el Peña Negra hacia el norte/noroeste se puede acceder primero a la quebrada, arroyo y paso de La Ollita, zona bajo exploración minera actual. Además de los conspicuos parapetos pircados más o menos aislados y ubicados principalmente en la margen derecha y en la llanura de inundación del curso hídrico, se halla el tambo de La Ollita, que reúne características de la clásica arquitectura inca regional, con varios rpc ubicados en tres sectores, en la margen derecha del arroyo La Ollita (ig. 9). Los que denominamos Sector ii y Sector iii, más australes del tambo, están separados del Sector i, más nórdico, por una elevación. Se trata de un promontorio alargado en el sentido suroeste/noreste, que impide una visión directa entre los sectores, la que se logra desde una estructura aislada, sita en el lanco del cerro que enmarca el tambo por el oeste. Al avanzar por la margen derecha del arroyo La Ollita se alcanza una vega de relativa extensión situada próxima al tambo, con agua acumulada, de cierta profundidad. A 1,7 km al noroeste del Sector i y al pie del paso de la Ollita, se encuentra otra vega y un conjunto de construcciones pircadas, aglomeradas, del estilo de los parapetos y recintos circulares. Se trata seguramente de locaciones temporales de las poblaciones locales/regionales, reutilizadas en época inca, como lo demuestra la presencia de cerámica de los tipos locales y la del inca provincial o del diaguita de la Fase iii de aculturación por la organización estatal. El sector que denominamos del ushnu se extiende por unos 3000 m², siguiendo luego hacia el sureste el sector i unos 5000 m², el ii en unos 3200 m² y el iii en aproximadamente 200 m². Desde esta última posición, a unos 6,5 km de distancia, se ubica el tambo minero. Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena 161 Tabla 3. Dataciones C14 del paso de La Ollita. Table 3. C14 datings of paso de La Ollita. MUESTRA DESCRIPCIÓN EDAD (AÑOS AP) FECHA AD SEGÚN INTERVALO DE CALIBRACIÓN LP- 2804 Carbón de fogón La Ollita SIIR1H2S31020 530 ± 50 (1420 ± 50 ad) 1408-1449 Tabla 4. Dataciones 14C de Comecaballos I y paso de Comecaballos. Table 4. C14 datings of Comecaballos i and paso de Comecaballos. MUESTRA DESCRIPCIÓN EDAD (AÑOS AP = 2010 AD) FECHA AD UCTL 2295 LOPG1 (cerámica gris) 595±60 1415 UCTL 2296 LOPR2 (cerámica inka) 540±50 1470 a c b d Fuera de escala e ARGENTINA Hito internacional CHILE Montículo de piedras moderno con nicho de ofrendas Estructura pircada de época incaica Figura 6: a) vista de la roca de la margen derecha del arroyo Peña Negra, que alberga grabados indígenas, coloniales y modernos; b) detalle de los grabados de “cruces” que reputamos de época colonial temprana; c) vista del paso de Peña Negra; d) croquis de las estructuras pircadas del paso de Peña Negra; e) vista de la estructura principal, de época inca. Figure 6: a) view of the rock on the right side of the Peña Negra creek, harboring indigenous, colonial and modern engravings; b) detail of the the engravings of "crosses" that we consider to be from the early colonial period; c) view of the Peña Negra mountain pass; d) sketch of the dry-stone boundary structures of the paso de Peña Negra; e) view of the main structure, from the Inca Period. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Vega b peñ a Neg a ra 162 de L a Fuera de escala sur d activ o de el c l río erro Vega Vega Vega Abras r de Secto Cerros bajos diva gac ión Per ím Negra la Peña Río de Huella vehicular al río Blanco 15 m Vega del curs o etro Vega Huella vehicular al río Blanco 15 m c d Figura 7: a) croquis de planta de los sitios que denominamos Tambo ii y Tambo iii del arroyo Peña Negra, de impronta arquitectónica regional con modiicaciones inca; b) imágenes de los Tambos ii y iii. Figure 7: a) sketch of the sites we have called Tambo ii and Tambo iii in Peña Negra creek, of regional architectonic style with Inca modiications; b) images of Tambo ii and Tambo iii. Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena 163 a b Huella de vehículos Plataforma Cima cerrito Moderno Cause seco (ripioso) Moderno sobre antiguo SIMBOLOGÍA Piedra de apoyo para molienda Alineamiento de piedras Piedras trabajadas de tamaño mayor Vestigios de estructuras con emplantillados de piedras Aluente occidental del río de la Peña negra 15 m Figura 8: a) croquis de planta de tambo minero; b) vista general del sitio. Figure 8: a) sketch of tambo minero; b) general view of the site. 164 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b Zonas de estructuras pircadas preinkas reutilizadas en época inka Sector III Sector II Sector I Sector del "Ushnu" c d e f 1,7 Km Figura 9: a) vista general del área del paso de La Ollita; b) croquis de planta del Tambo La Ollita; c) imágenes de las vegas y Tambo La Ollita (Sector 1, Sector 2, “Ushnu”). Figure 9: a) general view of area around paso de La Ollita area; b) sketch of Tambo La Ollita; c) images of the vegas and Tambo La Ollita (Sector 1, Sector 2, “Ushnu”). La supericie total del tambo de La Ollita, encerrada entre pircas, alcanza los 1400 m² (véanse las tablas 3 y 4 para conocer las dataciones C14 –nivel de ocupación inca– y tl –sobre cerámica inca, con motivo pintado de negro sobre engobe rojo–, respectivamente). Las últimas estructuras del tambo de La Ollita hacia occidente se encuentran ya en los comienzos de la hoyada de ascensión al paso. Este sector supera los 4300 msnm y el puerto propiamente tal los 4700 msnm. Notable es un conjunto arquitectónico al pie de la hoyada de ascensión al paso. Consiste en estructuras pircadas donde colegimos una escalinata de pocos peldaños que une por sus desniveles, siguiendo los de la declinación de la hoyada, recintos menores superiores con uno mayor más bajo, del tipo patio o reducida plaza. Esto nos ha hecho pensar que están asociadas a plataformas ceremoniales que admiten parangón con una clase de ushnu. Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena Próximas a esta estructura se encuentran algunas menores y otra mayor, del tipo de los recintos rectangulares cruzados con paredes transversales, divisorias internas, que delimitan espacios como patios, a los que se comunican algunos recintos adosados a las paredes de mayor longitud. El tipo arquitectónico es característico de muchos tambos del noroeste y, particularmente, del centro oeste argentino, aunque en este caso las piedras que lo conforman tienen un poco más de envergadura. El área se completa con un sector que estimamos de cantera, con ubicación relacionada con los Sectores i y ii, donde se aprecian remanentes del trabajo de la piedra, cuyo canteado se ve en ejemplares de las paredes de los recintos. El tambo de La Ollita destaca en el conjunto de los ubicados al oeste de Laguna Brava y de los relacionados con los pasos entre Pircas Negras por el norte y La Ollita por el sur por su impronta arquitectónica y relativa complejidad. Por otra parte, este paso del sur, de mayor altura que los otros tratados aquí –ronda los 4700-4800 msnm– y que cuenta con cierta diicultad de ascenso por la hoyada, tiene la particularidad de “caer” más directamente a los cursos luviales cuyas quebradas inalmente avanzan sobre el curso principal que lleva a Copiapó.6 DISCUSIÓN Desde la perspectiva arqueológica Desde los sitios chilenos de la quebrada y el arroyo de La Ollita se avanza hacia el río Ramadillas, del cual La Ollita es aluente. Este río avanza en dirección noroeste desembocando en el río Vizcachas del Pulido el que, a su vez, tomando rumbo suroeste alcanza al río Pulido en el sector de formación de éste en las Juntas del Potro, próximo al complejo yacimiento local e inca de Iglesia Colorada. El Pulido sigue con sentido noroeste hasta alcanzar La Junta con el río Jorquera, encontrándose con el río Manlas, contribuyendo a formar el río Copiapó. Aguas abajo se halla el notable sitio inca y establecimiento metalúrgico de Viñas del cerro que, con dirección nortenoroeste, lleva a Copiapó. Entre La Ollita y Pircas Negras, el primer paso nombrado es el que orienta más directamente la trayectoria hacia Copiapó, pues los pasos de Peña Negra –cae al río Cachitos–, Comecaballos –cae al arroyo 165 homónimo y al Río Turbio– y Pircas Negras –cae a la quebrada Pircas Negras y al Río Turbio–, y sus desechos, llevan a quebradas/cursos que están más al norte e implicarían trayectos menos prácticos para alcanzar el mismo camino a Copiapó. La posición de La Ollita como paso practicable, aunque más alto que los otros mencionados, implica el camino más corto desde el oriente de los Andes en esa latitud para alcanzar el área de Iglesia Colorada y con ella el camino a Copiapó. Esto había sido ya señalado: “Sin duda la ruta más breve para alcanzar la vertiente oriental de la cordillera andina a partir de Iglesia Colorada es la del paso de La Ollita” (Niemeyer 1986: 192). Por el lado chileno del paso de La Ollita se han señalado tambos que, sin duda, jalonaban uno de los caminos con orientación más directa a Copiapó, como son el de La Ollita A y La Ollita B. Debemos principalmente a Niemeyer (1986) y a Niemeyer et al. (1997), entre otros, la descripción del área y de los sitios signiicativos de la misma. Fue él quien, con los apoyos pertinentes, recorrió el sector registrándolo con la acuciosidad del arqueólogo. A él se debe la descripción de los mencionados tambos, los que probablemente sean los mismos que Raino (2004: 59, 60, 62, 66)7 menciona en su propuesta del paso andino por Diego de Almagro, aunque lo hace pasar principalmente por Peña Negra/Comecaballos (Raino 1995: 40; 2004: 48, 59). En la subida occidental de los Andes por el río La Ollita, Niemeyer (1986: 192) reconoce un grupo de pircas circulares al margen de una vega, conjunto que denomina Tambería b, mientras que más arriba, en relación con una vega más extensa, y a 3500 msnm, encuentra […] un poblado bastante extenso compuesto en su parte principal por recintos circulares aislados o aglutinados en dos o tres unidades; pero también hay unidades de planta mucho más complejas en las cuales se combinan recintos circulares con recintos rectangulares y con patios o corrales. Este último conjunto lo hemos denominado tambería [sic] a […]” (Niemeyer 1986: 198), para continuar después diciendo que “[…] En la Tambería A, marginalmente a los recintos y la vera de la vega se conserva un sector de un camino de 2.5 a 3,0 m de ancho que se encuentra emplantillado con piedras lajas. Sin duda es parte del camino de origen incaico, que permitía la comunicación más breve entre el valle del río Copiapó y La Rioja, en Argentina” (Niemeyer 1986: 198). Prosigue luego indicando que próximo al paso de 4700 msnm halla: “un ediicio en ruinas, de paredes altas, 166 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 pircadas, de piedras bien calzadas” (Niemeyer 1986: 198) que estima estaba sin uso y en construcción. El paso consiste en un par de unidades conexas, que son de planta rectangular, de 7 x 12 m; se halló también al pie del paso cerámica diaguita de inluencia inca (1986: 198-199). Para Niemeyer (1986: 200), el conjunto de La Ollita destaca por la relativa envergadura de sus construcciones (al menos 720 m² sumando Tambería A –500 m²– y Tambería B –220 m²–) en comparación con los pasos cercanos, a lo que hay que agregar que es el paso más directo hacia Copiapó, aunque presenta la diicultad de retener nieve hasta diciembre.8 La cerámica de supericie de las Tamberías (a y b) de La Ollita suma a los tipos local/regionales la propia del diaguita de aculturación inca (Niemeyer 1986). La comprobación de Niemeyer coincide con la nuestra en cuanto a la envergadura de la infraestructura inca, propia o modiicada de la preexistente, en los pasos de La Ollita, Peña Negra, Comecaballos y Pircas Negras, destacando en el lado argentino de los Andes las construcciones de La Ollita, cuyas plantas son claramente inca desde el arranque, al menos en los sectores i y ii, y en el sector que denominamos del ushnu. En Bárcena (2007) puede seguirse la infraestructura que reconocimos en los pasos mencionados (especialmente Peña Negra y Pircas Negras, cuya descripción no se reitera aquí), contrastándola con la trasandina reconocida por Niemeyer (1986) en el último tramo de esos pasos9, concluyéndose sobre los itinerarios trasandinos con la más caliicada impronta inca y con respecto a la mayor escala de la misma. Si sumamos la proliferación de asentamientos con mayor o menor impronta inca y su relativa envergadura –comenzando con el tambo de Conluencia, en la encrucijada del arroyo Peña Negra y el río Blanco, remontando la quebrada Peña Negra y continuando por los tambos y conglomerados de parapetos y las construcciones de recintos circulares que ya enunciamos– apreciamos que la logística de instalaciones es más estructurada y alcanza mayor envergadura en el derrotero que lleva al Tambo y paso de La Ollita, que en el correspondiente al propio paso de Peña Negra o de sus desechos. Lo mismo ocurre con respecto al de Comecaballos y el de Pircas Negras. En los últimos es Comecaballos el que denota sendos sitios, a unos 21 km y a 15 km del paso. Uno de ellos, Comecaballos 1, aunque tiene alguna impronta arquitectónica inca y cerámica del período, no llega a 500 m² de supericie construida pasible de techarse, mientras que el otro, Comecaballos 2, si bien se desarrolla en un espacio de envergadura, ofrece estructuras con pircados simples, elementales, prácticamente sin impronta inca y con poca cerámica del período, alcanzando la supericie encerrada entre pircas y pasible de techumbre solo unos 700 m². La mayor parte de la evidencia de este último sitio remite a tiempos pre-inca o bien al uso del paso por los arrieros de los siglos xix y xx. Desde la perspectiva histórica Los pasos cordilleranos que pudo utilizar Almagro según las fuentes coloniales No sería menor en la planiicación del viaje de Almagro la incidencia del Inca Paullu que debió allegar el conocimiento, no solo de las vías de comunicación en uso por la organización estatal, sino la de los ámbitos para procurar agua, alimento y alojamiento. El propio Paullu debía pasar los trabajos del conjunto de la expedición, por lo que suponemos que procuraría los más aptos pasajes de los que tuvieran conocimiento.10 Por más que llevaran tiendas de campaña y fueran muchas las personas y equipos que se desplazaban, a las necesidades de la despensa, de aguadas y pastos para las cabalgaduras y otros animales, se sumaría aprovechar al máximo los alojamientos con que pudiera contarse. Al menos los utilizarían el escogido grupo de vanguardia de Almagro y compañeros. Máxime si se trataba de los existentes en las quebradas de acceso a los pasos de altura y en las proximidades de estos mismos. En este sentido, está clara la importancia del servicio de tambos en el itinerario que reiere Matienzo (1987 [1556]), que fue el de Almagro y de Rojas, como asimismo se repiten los cronistas para mencionar poblados del recorrido de Almagro o las paradas de este mismo en aposentos del camino, en tambillos o refugios parecidos, entre otras menciones a estos recintos y a personas que los usan (v.g.: Molina 1968 [1552]: 85; Cieza de León 1909 [1553]: cap. xcv; Herrera 1901 [1601-1615]: 488; entre otros). Si esto es así, y se descarta que desde “Talombones/ la Ciénaga”-“Londres/El Shincal”, como colegimos del itinerario de Matienzo (1987 [1556]), se vire al noroeste para alcanzar el alto paso de San Francisco y más lejano con respecto al Copayapo, desde Watungasta o donde fuere en sus cercanías, debemos aceptar que lo más práctico es el camino al oeste y a los pasos entre Peñasco de Diego/ Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena Pircas Negras y los intermedios Comecaballos/Barrancas Blancas, Peña Negra y su desecho, hasta La Ollita. De estos pasos, la aproximación inmediata a Pircas Negras se parece más a la especie de páramo/”llanada” de dos leguas que se señala en crónicas, mientras que Comecaballos es relativamente más accesible, aunque no cuenta con infraestructura inca de relieve, siendo la quebrada del arroyo Peña Negra, partiendo de Conluencia, la mejor equipada en cuanto infraestructura arquitectónica aún en uso en época inca. Nos encontramos así con la más clara impronta de ese tipo en La Ollita, que alcanza el pie del paso homónimo y es precedida, a unos seis kilómetros de distancia, por la instalación de tambo minero. Suman estas dos, por ejemplo, unos 3200 m² pasibles de considerarse supericie cubierta, la que aumenta bastante con la del recorrido por la quebrada de Peña Negra y con las de las instalaciones que señala Niemeyer (1986) allende los Andes (770 m² de las Tamberías A y B), en contraste con unos 1100 m² de instalaciones de la Quebrada y paso de Comecaballos (ig. 10). Por otra parte, tal como lo hemos señalado, La Ollita es el paso por el que se accede más directamente hacia Copiapó, alcanzándose primero Iglesia Colorada/ Choliguín, que debió ser el lugar de refacción del grupo de Almagro y los que le siguieron en su bajada de los Andes, como lo plantearon otros colegas (Advis 1994; Cervellino 1994; Niemeyer et al. 1997: 252) y hemos señalado en este artículo. Los actuales topónimos Comecaballos y Peñasco de Diego mueven a comparaciones con hechos que señalan las fuentes coloniales inclinando hacia ellos las posibilidades del paso de Almagro. Aunque probablemente debiéramos plantearnos primero desde cuándo se utilizan esas denominaciones geográicas y si responden a una antigua tradición local y las circunstancias de su surgimiento, cuestión que puede no corresponderse con el efectivo paso de Almagro. Lo que hemos señalado nos lleva a considerar las fuentes que están en el origen de las propuestas de los autores modernos sobre el lugar de paso de Almagro. Nos encontramos con que las atribuidas a dos clérigos de la expedición de Almagro y por tanto testigos del viaje, que reiere a acontecimientos de Perú hasta 1552 ad (Cristóbal de Molina –el chileno o el Almagrista– y Bartolomé de Segovia) dicen poco del pasaje de la cordillera de los Andes, aunque se enfatiza: “He apuntado esto que vi con mis ojos y en que por mis pecados anduve”, describiendo que avanzan “por el camino real 167 del Inga, que iba derecho a las provincias de Chile”. Luego agrega Molina: y de allí partieron a la provincia de Chicoana; que es de los Diaguitas […] Aquí vino al Adelantado un capitán con cincuenta hombres casi todos de caballo y desde aquí a las provincias de Copiapó, que es en la costa del Sur, hay casi ciento y cincuenta leguas de despoblado, las cuales el Adelantado y su campo pasó con harto trabajo, porque le faltó el mantenimiento y no hallaba pueblos donde poder reparar y si algunos hallaban eran muy pequeños y no tenían para comer aun de presente. Pasó el Adelantado y su gente, para pasar a los valles de Copiapó, un despoblado y puerto de trece jornadas, que cuando es tiempo de nieves es todo el camino nevado a la rodilla donde menos hay nieve, y cuando no la hay, que era cuando pasó el Adelantado, hace tan gran frío que se murieron en una noche en el puerto, que es cinco jornadas de Copiapó, setenta caballos y gran cantidad de piezas de servicio de los naturales, de frío, y con este trabajo llegó al primer valle de Copiapó (Molina 1968 [1552]: 85). Francisco López de Gomara, quien no estuvo en América y escribe por testimonios de terceros, reiriere que: “de los Charcas al Chile pasó Almagro mucho trabajo, hambre y frío [...] Heláronse muchos hombres y caballos, pasando unas grandes sierras nevadas, donde también perdió su fardaje” (1901 [1552]: 291). Agustín de Zárate airma: Grandes trabajos pasó Don Diego de Almagro y su gente en la jornada de Chile […] y sobre todo, les hizo gran daño el demasiado frío que pasaron en el camino, así del aire tan helado, como después al pasar de unas sierras nevadas, donde acaesció a un capitán que iba tras Don Diego de Almagro […] quedársele muchas personas y caballos helados […] que cuando volvió […] halló en muchas partes algunos de los que murieron a la ida […] con los caballos de rienda también helados, y tan frescos y sin corrupción como si entonces acabaran de morir; y así, fue gran parte de la sustentación de la gente que venía los caballos que topaban helados en el camino y los comían (Zárate 1901 [1555]: 256). A su vez, Pedro Cieza de León airma “De esta tierra fue descubriendo Almagro hasta llegar a Chicuana [sic], (1909 [1553]: cap. xciv): […] Partido Almagro de aquella tierra […] Subiendo por una quebrada […]; toparon un aposento pequeño donde se alojó Almagro, vieron no muy lejos grandes sierras blancas de la mucha nieve que tenían: […] Salió la guía con algunos españoles delante, como dieron con la nieve, era tanta que ni se parecía camino ni roca ni otra cosa que su blancura, cayendo a la continua copos de ella. […] Pues, como partió el adelantado anduvo aquel día muy gran trabajo hasta llegar a unos tambillos, donde durmió, sintiendo bien el frío que hacía; y creo me dijeron holgó allí un día […], prosiguió su camino. El austro ventaba tan recio que ni sentían narices 168 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 b a Cerro bajo Límite de las prospecciones Montículo de piedras lajas con materiales modernos Hito Concentración de cerámica inka Desplazamiento de piedras, conforman una senda c Piedra laja parada Pirca conformada por piedras laja Hito A Chile Camino vehicular asfaltado A Barrancas blancas 15 m Figura 10: a) croquis con las estructuras pircadas del sitio inca del paso de Pircas Negras; b) vista general del paso de Pircas Negras; c) vista del sector de aproximación al paso por el lado argentino (¿“llanada” de la crónica?). Figure 10: aa) sketch of the dry-stone structures at the Inca site of Paso de Pircas Negras; b) general view of Paso de Pircas Negras; c) view of the approach to the pass on the Argentine side (“llanada” de la crónica?). ni orejas, […], quemábanseles la nieve, de la cual caía tanta que era cosa de espanto. De lo alto del puerto del valle de Copayapo había doce leguas, como otro día anduviesen llegó a dormir ribera de un río en otro tambillo al pie de un alpe, otro día, […], anduvieron hasta que salieron de aquel tormento […], los que atrás quedaron, […] como entraron en las nieves mayor fue la fatiga, […]; comenzaron a se quedar muchos de los indios e indias y algunos negros y españoles muertos. Comían algunos con hambre unos limos, que se crían entre lagunas, leña para hacer lumbre no había otra que estiércol de ovejas y unas raíces que sacaban debajo de tierra11. […] Muriéronse treinta caballos, y muchos indios e indias y negros […] muchos de los indios vivos comían a los muertos: los caballos, que de helados habían quedado, de buena gana los comían los españoles, mas si paraban a los desollar se vieran como ellos; […]; cuando venía la noche, lo mejor que podían armaban sus tiendas entre tanta nieve como sobre ellos caía” (1909 [1553]: Cap. xciv). En cuanto a las huestes que venían más atrás al mando de Rodrigo Orgóñez, expresa: fueron a Chicuana [sic], […] Tenían noticias de los Alpes de Chicuana [sic], caminaron hasta llegar a un río, que llaman río Bermejo […] Dende algunos días llegaron a vista de las grandes sierras nevadas, […]; como mejor pudieron entraron en las nieves, […] Fue tan grande el frío que se murieron los más de los negros, y indios e indias; y los que se escaparon fueron con los dedos comidos o ciegos de los ojos. […], siendo pasados cuatro días, se hallaron fuera de las nieves, dejando muertos los dos españoles y muchos indios e indias y negros, y veinte y seis caballos con sus sillas y aderezos, muchas petacas y líos de ropa (1909 [1553]: cap. xcvi). Finalmente, quienes venían aún más rezagados al mando de Juan de Rada, “supieron cómo había los puertos nevados y cómo Ordóñez estaba en Copayapo. Topaban algunos negros e indios de los que habían quedado cansados, veían estar muchos muertos que era lástima de los ver” (1909 [1553]: Cap. xcvii). Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, cuyo hijo murió ahogado en la expedición de Almagro, nos dice: fue muy conviniente invernar allí […] porque habiendo, como hay, desde aquella provincia [la de Chicoana] á la de Pocayapo cincuenta jornadas de despoblado, excepto tres o Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena cuatro poblezuelos de caribes […] Pues como el camino fué tan largo é los trabajos extremados y la falta de bastimento, llegó este ejército al pié del puerto con los caballos muy fatigados é los españoles muy desigurados y cansados, é como en el puerto había siete jornadas […] como por el frío é demasiados vientos […], adelantóse el capitán general con veinte de a caballo, […], en tres días […], entró en la dicha provincia […] Porque es no tan solamente espantosa cosa pasar aquel puerto, mas aún acordarse dello los que lo vieron tornaba a renovar su temor […] En in, el mejor librado perdió su hacienda é quedó sin servicio de indios é negros, que se les murieron, […] , y los que mejor les fué, perdieron sus caballos y ropas” (1901 [1557]: 223, 225, 226). Pedro Mariño de Lobera expresó en su momento que: “Poco después […] llegó allí el Adelantado con el ejército, y […], fueron todos […] hasta otra provincia llamada Chihuana [sic]. […], y prosiguió su camino a otra provincia llamada Quirequire. En esta descansó algunos días, […] fue prosiguiendo por sus jornadas hasta dar en una campaña desierta, aunque en medio de ella estaba un fuerte de dos tapias de alto” (Mariño de Lobera 2003 [1575-1576]: Libro Primero, cap. ii), avanzando después hasta: “llegar al río [falta] que es muy famoso en los conines del reino de Tucumán”, arribando más adelante: […] a las faldas de una sierra, donde en cierto lugar […] una carta colgada […]” que el Adelantado hace leer a […] todo el campo para animarlos con la esperanza a proseguir su viaje y a sufrir con ánimo los trabajos de un despoblado, que, según la carta les decía […], es el mayor que se sabe, porque tiene de travesía más de ciento y veinte leguas, donde los tres soldados se vieron en gran alicción de sed y hambre” (Mariño de Lobera 2003 [1575-1576]: Libro Primero, cap. iii). Fueron tales estímulos para los españoles las nuevas [de la carta] […] que […] se fueron entrando por lagrande y fragosa cordillera […], donde al pasar un portezuelo […] descubrieron una llanada de dos leguas, por la cual corre ordinariamente un viento tan furioso, helado y penetrante, que pone a los pasajeros en riesgo de vida […] se partió luego el Adelantado con cincuenta hombres de a caballo […], fue tanta la diligencia con que el Adelantado y el escuadrón fueron caminando, que a pocas (falta) por el gran valle de Copiapó […] de algunas horas llegó el ejército (falta) el mismo día no menos fatigado del rigor del camino, que lleno de compasión, por haberse muerto al pasar el páramo cinco mil indios hombres y mujeres, de los que iban del Perú en su compañía y servicio, y también algunos negros esclavos de los españoles, y más de treinta españoles […]” (Mariño de Lobera 2003 [1575-1576]: Libro Primero, cap. iv). Antonio de Herrera, autor de las denominadas Décadas y que no vino a América, se basa en las publicaciones 169 de cronistas y el contraste de las mismas con documentación de la época, logrando una obra amplia y bien considerada por la crítica. Sobre la cuestión que nos ocupa reiere que: Don Diego de Almagro, […] se adelantó con una buena tropa de caballos para pasar con diligencia los puertos […]; llegado á los puertos, no se descubría sino altísima nieve y nevaba terriblemente: comenzólos a pasar, […] hasta llegar á unas casillas, adonde con gran frío pasaron la noche, […] y tras estos trabajos, hallaron que desde lo alto del puerto había doce leguas al valle de Copayapo; pero esforzándose lo que podían, otro día llegaron al valle (en total fueron tres días para el cruce) […] el ejército (los que venían detrás) en entrando por las nieves fue muy general la angustia; […] y si se paraban se quedaban helados, […] era mayor la congoja de la noche, pues no había ningún abrigo; en in, murieron treinta caballos y muchos indios y negros arrimados á las rocas se les salía el alma, y la hambre llegó a tal extremo que los indios vivos comían á los muertos; y los castellanos de buena gana comieran los caballos helados […] (Herrera 1901 [1601-1615: 477). Antonio de Herrera agrega que las huestes que más tarde siguieron los pasos de Almagro por el mismo camino, esta vez con Rodrigo Orgóñez a la cabeza, luego de detenerse en Chacuana [sic] y saliendo de la misma: llegaron a un río, el cual llamaron río Bermejo, […] y desde algunos días descubrieron las sierras nevadas, que les causaron espanto, temiendo el frío; […] animosamente entraron en ellas, […] que aunque armaron los toldos, se murieron los más de los negros y los indios, y los que escaparon salieron ciegos ó con los dedos comidos. […] y cayó tanta nieve que aquel lugar fue su sepultura con sus negros é indios y caballos. […] y tomando ánimo como mejor pudieron en cuatro días salieron de aquel grandísimo peligro, dejando muertos los dos referidos castellanos, muchos negros é indios y veinte y seis caballos con sus sillas y aderezos […]; quedáronse muchas petacas de ropa, y casi todo el bagaje […] (Herrera 1901 [1601-1615: 480). Si bien, no agotamos con estas fuentes de cronistas todas las versiones existentes sobre el paso de Almagro y tampoco nos adentramos en el análisis crítico sobre las airmaciones de esa producción, nos parece que referirnos a las de Bartolomé de Segovia o Cristóbal de Molina despierta la conianza de protagonistas de la expedición y con esto nos acercamos mejor a lo que efectivamente pudo ocurrir. En este tipo de datos, más allá de los que pueden ocurrir por apreciación, no habría errores intencionales movidos por determinados intereses, máxime en una obra que se orienta a la crítica del modo en que se realiza la conquista. 170 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 En esta crónica se dice que desde Chicoana a Copiapó hay casi 150 leguas. Según las diferentes estimaciones y su transposición al sistema métrico podrían equivaler a unos 861 km, tomando la media para la legua del siglo xvi entre 5572 y 5914 m; o bien de unos 1050 km si consideramos la media aproximada de la relación legua/ km de autores como Pollard –según nos parece unos 6,7 km por legua–, en Vitry 2007). Si bien, como distancia tiene el valor relativo o estimativo de un observador como el clérigo autor del escrito, pudo signiicar a la vez una distancia con la que se manejaban en la expedición, quizás sobre bases de estimación más ajustadas. A su vez, en Molina está la mención de 13 jornadas de despoblado y puerto para lograr el paso andino, mientras que de este último a Copiapó se indica el trajinar por 5 jornadas. Otros cronistas coinciden a grandes rasgos con estas estimaciones, reiriéndose a leguas y jornadas. Cieza, por ejemplo, con sus 12 leguas desde lo alto del puerto que utilizan hasta alcanzar Copiapó, pasaje que tardan cuatro días en realizar. Fernández de Oviedo da 50 jornadas despobladas de Chicoana a Copayapo y 7 jornadas en el puerto, aunque Almagro pasaría en 3. Mariño de Lobera airma que la travesía era de 120 leguas –si es que se refería a la que nos ocupa–. Herrera (1901 [1601-1615]) explica que de la altura del paso había 12 leguas a Copiapó y que fueron 3 jornadas las del cruce de Almagro y 4 las de quienes le siguieron más tarde. Sin entrar, como dijimos, al análisis y crítica histórica de las fuentes, está claro que, sea por el acceso a los escritos de otros o sea por la coincidencia de testigos y otros testimonios, se aprecia un marco general de similitudes con lo expuesto por Molina con respecto a distancias y jornadas.12 Sobre esta base, las 50 jornadas de Fernández de Oviedo podríamos referirlas a las 120 a 150 leguas de distancia entre Chicoana y Copayapo que proponen los otros autores, con lo que nos daría una estimación grosera de avance de 3 a 4 leguas diarias (unos 17 a 23 km, o bien unos 20 a 27 km). Esta distancia es una posibilidad del trajinar de las huestes y campo de Almagro y guarda cierta verosimilitud, como la de las 5 jornadas o las 12 leguas que distan del puerto que pudieron haber tomado para alcanzar a Copiapó según Molina. Con esto alcanzaríamos una distancia desde el paso de los Andes a Copiapó de unas 12 a 15 leguas (aproximadamente 69 a 86 km, o bien unos 80 a 100 km).13 Más allá de las imprecisiones de los dichos y de cualquier cálculo que hagamos sobre estas bases, pueden estimarse guarismos de distancias recorridas y jornadas para realizarlas que apuntan más al pasaje por los pasos riojanos al oeste de Laguna Brava que por los pasos de Catamarca, en especial el denominado San Francisco. En este sentido, la enunciación de la distancia total al puerto o paso que inalmente los llevaría al Copayapo de entonces, con los despoblados que anuncian pasar, hace más verosímil alcanzar la ciudad por el oeste riojano, tal como se hace hasta hoy por los varios pasos que hay camino a Copiapó, más que por el paso de San Francisco, más alto y más distante de esta localidad. Incluso, la distancia que marcan los cronistas del puerto a Copiapó, entre cinco y siete jornadas o bien unas 12 leguas, se condice más con los pasos riojanos a que nos referimos que con el catamarqueño de San Francisco.14 Ahora bien, que el paso elegido por la expedición de Almagro haya sido el de Comecaballos nos parece una cuestión no resuelta. Por un lado, no hay evidencia arqueológica que lo conirme y por otro lado, las fuentes describen el puerto utilizado como una zona llana, batida por los vientos –habitual en cada paso de esas alturas–, lo que implica unas dos leguas de extensión. Este no es el caso de Comecaballos o de los otros pasos cercanos que pueden llevar a Copiapó (La Ollita y Peña Negra por ejemplo), pues, después de la característica subida empinada “caen” en un corto trecho a quebradas del lado chileno, con la única excepción del paso de Pircas Negras, que pareciera reunir las condiciones de “llanada” extensa, tal como propone Mariño de Lobera (2003 [1575-1576) –y podría colegirse que lo mismo hace Molina–. Este paso reúne hasta hoy en su supericie vestigios de instalaciones inca de cierta amplitud en su supericie, considerando que se hallan en un sitio de tránsito, aunque se encuentran muy deterioradas.15 Por otra parte, las alturas de los pasos riojanos son menores a la del paso de San Francisco que tiene poco más de 4700 msnm, contra unos 4500 msnm de los primeros (con excepción de La Ollita)–. Por lo tanto, tal como proponen los autores en general (seguir en Raino (1995) y en Vitry (2007) las menciones de los mismos y de sus propuestas), estimamos que el pasaje de Almagro hacia Copiapó se hizo a través de los Andes por La Rioja. No obstante, no creemos que fuera por el paso de Comecaballos, dejando al mismo y a pasos vecinos como posibilidad de ese tránsito, hasta que encontremos vestigios suicientes para contrastar Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena la hipótesis con respecto a algún paso en particular o a pasos próximos entre sí. La envergadura de la expedición, según se indica en las crónicas, pudo hacer necesario desplazarse por varios pasos o puertos o, tal como se los denomina en la jerga geológica y topográica, por sus “desechos”.16 Vitry (2007) retomó recientemente el tema del derrotero de Almagro en el noa contrastando positivamente muchas de las localidades en el avance de Almagro en 1536 por el actual noa. Lo hizo con ayuda del conocimiento del terreno, el trabajo con los escritos de los autores modernos y el itinerario indicado por Juan de Matienzo. El trabajo fue realizado principalmente en las provincias de Salta y de Catamarca. Al acercarse a la provincia de La Rioja y a la posibilidad del paso de los Andes por el oeste de la misma, la propuesta del autor debió soportar la imprecisión respecto a la geografía del área y la infraestructura inca, producto de su menor conocimiento y el de los otros autores citados. Justamente, una tarea pendiente consiste en complememtar lo que sabemos sobre el o los Caminos Incas utilizados en el avance hispánico, facilitados seguramente en su transitar por la ayuda de Paullu y sus colaboradores, con el uso que pudo hacerse del resto de la infraestructura, coasociada al mismo, por ejemplo los tambos, así como la escala de esas construcciones en relación con la envergadura de las huestes, personal de servicio, yanaconas, indígenas y negros, así como de los elementos del campo de Almagro. Más allá de las reiteradas menciones de “despoblados” o de poblados menores en las crónicas, a partir de Chicoana, Chicuana, Chihuana o Chacuana, como es citada en esos escritos y donde quiera que estuviese localizada en Salta, o incluso de la también mencionada por Mariño de Lobera –y por otros–, Quirequire –o Quire Quire– (2003 [1575-1576]: libro primero, cap. ii: 4), puede deducirse que, al menos aquella si efectivamente son dos distintas, debió reunir escala suiciente en sus recursos e infraestructura como para ser nombrada por todos y soportar las tres principales oleadas de los conquistadores, como las mismas fuentes lo señalan. Quedan para más al sur la relación que apunta a escalas menores, aunque allí se halle el imponente El Shincal de Quimivil, utilizado probablemente en el avance, de la posterior localidad de Londres en Catamarca, con más de 70.000 m² de supericie ocupada por recintos (Raino 2004: 29), área pasible de haber estado bajo cubierta.17 171 Luego, se halla la conspicua fortaleza de indígenas locales o regionales, según las interpretaciones de las fuentes, que debe tomarse por la fuerza (Mariño de Lobera 2003 [1575-1576]: libro primero, cap. ii: 4-5) y que autores como Raino (1995) han identiicado con la Watungasta catamarqueña. Con ésta se propone el punto de inlexión hacia el oeste y a los posibles puertos del paso –Raino 1995: 40; 2004: 40–, no indicándose en las fuentes otras locaciones de cierta envergadura, más allá de la referida “Talombones” (Matienzo en Berberián 1987: 207) y de la interpretación que identiica El Shincal con la mención de Matienzo sobre Londres (Matienzo 1987 [1556]), la que sería otro punto en la progresión de Almagro hacia Copiapó. Las fuentes no mencionan funcionarios incas preexistentes al paso de Almagro por el noa. Sí lo hacen con respecto al norte chico y área central chilena. Surge entonces la pregunta sobre cómo contrastar la existencia en ese momento, o en el pasado inmediato, de tal estatus en el noroeste de nuestro país, dadas las menciones hechas sobre el país vecino, las que deberían tener su correlato en el nuestro. En todo caso estas referencias parecen constreñidas, en relación a este primer ingreso hispano y según las crónicas que consultamos, a los dichos de Mariño de Lobera (2003 [1575-1576])18 y de Fernández de Oviedo19 (1901 [1557]).20 Con este panorama, los establecimientos incas que siguen hacia el oeste son de menor escala, con la excepción del correspondiente a Laguna Brava de entidad media21, hasta alcanzar las quebradas y pasos propiamente hacia Copiapó, con estructuras menores, claramente incas en su patrón arquitectónico o modiicadas por esta arquitectura, aprovechando bases indígenas locales/regionales de instalación estacional previa (ig. 11). Los últimos kilómetros hacia el oeste en dirección a los pasos ofrecen un paisaje de altura que se caracteriza por los “despoblados” descritos por los cronistas, donde la presencia humana y bastimentos a disposición serían a una escala muy menor. Se halla arquitectura pircada de pocos metros de supericie que pudiera estar bajo cobertura, siendo excepcionalmente apta para albergar personas, animales y bastimentos de la envergadura de la expedición de Almagro, aun cuando avanzara por contingentes separados en espacio y tiempo. Quizás el único aspecto que no coincide con las referencias de los cronistas es la ausencia de mención acerca de la proliferación de vicuñas, aunque se hable de las deyecciones de las “ovejas” como posibilidad de lumbre.22 172 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a b Figura 11: a) vista general de Laguna Brava; b) imagen con un sector del tambo de Laguna Brava. Figure 11: a) general view of Laguna Brava; b) photo of part of the Laguna Brava tambo. Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena Con alta probabilidad, una de las razones de la profusa presencia de parapetos de caza, poblados de esta índole y de instalaciones inca sobre los mismos o de impronta propia, fuera el manejo de estos animales por su estimado pelo para textiles y otras posibilidades económicas.23 Nuestras prospecciones en el área de Laguna Brava y hacia el oeste, así como las que realizamos en el área del Parque Nacional San Guillermo en San Juan, colindante por el sur, demuestran la proliferación de estructuras de época inca y anterior. Respecto de la organización estatal, esto implica claramente un patrón de instalaciones que bordean lagunas y salinas, lanquean quebradas con cursos de agua más o menos activos y se ubican, asimismo, en la desembocadura de las mismos en los colectores regionales. Esto sin contar las instalaciones relacionadas con el culto, por ejemplo aquellas ubicadas en los cerros, entre otras.24 Para la cuestión que nos ocupa, solo señalamos algunas instalaciones claramente inca, de escala o rango medio para el área. Entre ellas, la denominada Laguna Brava, en el extremo noreste de la Laguna, la de Conluencia, ubicada en la desembocadura del arroyo o río de la Peña Negra en el Río Blanco, con una matriz arquitectónica intermedia entre lo local y lo introducido. Aquí hallamos alfarería colonial de los tiempos de Almagro. Cerca de esta instalación existe un tambo de regular envergadura, ubicado en la quebrada del arroyo o río de Las Pailas, en el sector limítrofe con la provincia de San Juan, curso que desemboca en el Blanco. CONCLUSIONES Nuestro interés sobre investigaciones cientíicas de arqueología e historia regionales atinentes a los desarrollos de las poblaciones locales y la incidencia inca, permitió avanzar sustancialmente en el conocimiento de las instalaciones preexistentes y las de la organización estatal, en una amplia franja territorial. En el caso riojano, dicha extensión va desde la Laguna Brava a la cordillera de los Andes, entre el límite con el Parque Nacional San Guillermo del noroeste de San Juan por el sur y la latitud del cerro Pissis por el norte, en el límite de la Rioja con Catamarca. En la actualidad, hemos reconocido numerosos sitios arqueológicos del sector, su relevamiento, planimetría y prospección intensiva. Contamos con los resultados de la excavación de varios de ellos, el estudio 173 de los materiales y la adscripción cronológica, tanto la relativa a la caracterización tecnológica y de los tipos de artefactos (como los cerámicos) como la derivada de los análisis por C14 y tl, entre otros. Hay profusión de hallazgos de época inca, varios de ellos de envergadura en términos de escala relativa para establecimientos de altura, como la presencia de sitios de épocas anteriores y posteriores a la dominación inca. Los sitios están representados por la reutilización de las locaciones o la instalación de otras nuevas para uso de arrieros y viajeros desde la época colonial hispana, con fuerte incidencia del tránsito de arreos de vacunos y equinos en época republicana, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo xix y primer tercio del xx. En este contexto, no pueden faltar las referencias a fuentes bibliográicas y los contrastes documentales con el registro arqueológico, tanto de archivos como de aportes derivados del trabajo crítico sobre escritos de cronistas, clérigos y soldados de los primeros tiempos de la dominación hispana, entre otros. A partir de la doble vertiente metodológica de la arqueología y la historia concentramos inalmente nuestro interés en lo atinente a la expedición de Diego de Almagro y su tránsito por los pasos cordilleranos de los Andes en el Noroeste Argentino en 1536, con destino trasandino inicial en el Copayapo de entonces. Estimamos que nuestra contribución avanza los estudios al respecto. Dejamos para otra ocasión la labor de profundización y conclusiones de nuestros estudios sobre dominio inca y poblaciones locales en el sector analizado, concentrándonos en aquellos que atañen al primer paso hispánico a través de los Andes del Noroeste Argentino. No obstante, queda claro que esos estudios facilitaron el que nos ocupa ahora pues, por primera vez, proceden al registro arqueológico del conjunto de quebradas y pasos que facilitan el acceso trasandino en la porción del actual territorio argentino que abordamos. Este conocimiento implica un claro avance y, en particular, contribuye a las hipótesis que puedan plantearse sobre el tránsito de Almagro. Podemos ahora contrastar este derrotero posible con la comprensión propia de la experiencia en terreno, situación que no detentan quienes nos precedieron con sus propuestas acerca de los pasos que pudo utilizar Almagro y compañía. Desestimado el derrotero por el paso de San Francisco en Catamarca, acentuamos esta premisa con el apoyo de la la descripción del licenciado Matienzo, la fuente sobre vialidad inca más pormenorizada de 174 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 la época colonial hispana inicial. La enumeración de tambos y su relación con el Camino Inca que los une, le llevó a sumar a su enumeración de instalaciones hasta los “Talombones” y cercanías, la mención de que hacia el oeste está la cordillera “de Almagro” y, sobre todo, la orientación de la vialidad, en esa progresión occidental, hacia la Londres de entonces, El Shincal inca. Todo ello basado en el conocimiento de los caminos de entonces por el Noroeste Argentino y de la experiencia por los mismos de Diego de Almagro y Diego de Rojas. Dicha información no hace plausible que Almagro y su campo virara de este notable establecimiento inca –un “nuevo Cuzco”– hacia el pasaje de San Francisco al noroeste, reforzando nuestra hipótesis del paso por el occidente andino riojano, en la latitud del Copayapo indígena. Dicho esto, la progresión nos lleva al área de Laguna Brava y al occidente de la misma, enfrentándonos con los pasos andinos de la actual cordillera en el límite internacional, ubicados a lo largo de unos 30 km en línea recta, distancia que media entre los pasos de Pircas Negras en el norte y La Ollita en el sur. El Adelantado, sus acompañantes y pertrechos con alta probabilidad pasaron por esta fracción. Todos los pasos fueron reconocidos por nosotros, denotando sus instalaciones de altura y de los trayectos por las quebradas de acceso a los mismos. Los itinerarios fueron posibles siguiendo en sentido inverso el curso de arroyos y ríos de distinta envergadura, generalmente de nombre homónimo con el paso, que luyen a colectores como los ríos Salado y Blanco, o como en el caso del propio arroyo Peña Negra, aluente del Blanco. Son paisajes puneños y altoandinos con lagunas, salinas y mayor o menor profusión y extensión de vegas, lo que constituye un sustrato relevante en la sustentación de lora y fauna característica y base importante para la logística necesaria del tránsito a los pasos. El ganado montado y arreo dependen de esas condiciones para sobrevivir en un área con condiciones extremas, particularmente si se trata de soportar cargas de envergadura en lapsos muy acotados, como las propias de centenares a miles de personas en tránsito, con sus bagajes y ganados, entre otros. Por lo tanto, no es de dudar que el paso de Almagro fuera difícil y que, en buena medida, soportara vicisitudes del tenor de las que los cronistas describen, más allá de la exactitud que las descripciones pudieran conllevar en relación con los hechos o de las semblanzas heroicas que la literatura de la época acostumbrara narrar. En lo fáctico no huelga la presencia de Paullu, pues al prestigio de la panaca gobernante inca sumaría el saber, propio o por asesores, sobre poblaciones y territorios, sobre su organización e infraestructura. Por ello, éste podría indicar con bastante precisión, incluso para la nueva logística que afrontaba desde su conocimiento vernáculo, itinerarios, albergues, despensas y pasos más aptos para la realidad de la organización de campo de Almagro. Con estas bases repasamos las crónicas, cuyo análisis nos permite atender verosímilmente expresiones como las de la extensa “llanada”, que se ajusta más al paso de Pircas Negras o las que interpretamos reieren al tránsito por más de un paso, lo que es posible habida cuenta de la existencia de los “desechos” de los mismos, la cercanía entre ellos y la posibilidad de unirlos pasando de una quebrada a otra en cercanías de sus nacientes. Si bien, la expresión moderna Comecaballos es sugerente para un paso, una quebrada y un arroyo en relación con el contexto del relato de las crónica, y que su tránsito hasta ponernos en la “bajada” trasandina implique una veintena de kilómetros desde la desembocadura en el río Salado, razón por la cual no resulta excesivamente penoso, esto no es suiciente para contrastar positivamente la hipótesis que lo sustenta como principal en el itinerario de Almagro. Hasta donde sabemos no hay precisión sobre la época y origen del nombre. Podría argumentarse que otros pasos tienen una denominación que aludiría a la expedición, por ejemplo “Peñasco de Diego”, ubicado en las cercanías del paso de Pircas Negras.25 Por otra parte, si nos atenemos a la infraestructura inca preexistente en el camino y en las instalaciones asociadas, las que debieron jugar el papel logístico que presumimos, Comecaballos cuenta en rigor y según nuestro registro solo con la elemental y no de envergadura. Estas se desarrollaron en base a instalaciones anteriores, sin que el propio paso cuente con evidencias de arquitectura. En efecto, no presentan hasta hoy los montículos que hemos reconocido materiales que aludan a ese momento. Con las excavaciones arqueológicas solo pudimos determinar evidencia antropológica en uno, referida a huesos humanos, que datamos hacia la vii/ix centuria de la Era, con lo que se denota el uso del paso por indígenas y no da cuenta del episodio colonial del siglo xvi. Si bien no podemos descartar la hipótesis del tránsito de Almagro por el paso de Comecaballos, tam- Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena 175 Figura 12. Estructura pircada, con toda probabilidad de época incaica y de índole ceremonial, sita en la margen sur de una laguna del sector del paso de La Ollita. Figure 12. Dry-stone structure, most likely from the Inca Period and used for ceremonial purposes, at a site on the shore of a lake in the area of Paso de la Ollita. poco podemos sustentarla con evidencia arqueológica, quedando para nosotros como una posibilidad más en las conjeturas, más aun cuando carece de suiciente contraste con la evidencia que pudiera aportar el registro de la banda occidental de los Andes. Justamente, el registro de la evidencia inca por ambas bandas cordilleranas muestra el mayor énfasis de instalaciones de esta época y anteriores, aún de relictos de vialidad, a partir del nodo que conforma el tambo de Conluencia, en la zona de unión del arroyo de Peña Negra con el río Blanco, lugar del tránsito hacia el cordón limítrofe del cerro El Potro y, más relevante en el contexto que nos ocupa, del inicio, desde el cercano Río Salado, del itinerario por la quebrada de Peña Negra, con la posibilidad de alcanzar el paso homónimo, su desecho y el paso de La Ollita, que están en el origen del camino trasandino más directo a Iglesia Colorada/ Choliguín y Copayapo. De acuerdo a nuestro registro de los establecimientos del área, solo en el Ttambo de Conluencia reconocimos cerámica de manufactura según canon europeo, la que se remontaría al siglo xvi según datación tl. En los grabados de una roca de la margen derecha del arroyo Peña Negra reconocemos cruces que estimamos serían más propias de la época colonial que de la acción de arrieros del siglo xix o posteriores. Por lo tanto, sostenemos la hipótesis de que el avance almagrista se habría realizado por los pasos de La Ollita/Peña Negra, aunque no desconocemos las otras alternativas de Comecaballos, Pircas Negras y sus correspondientes desechos. Sustentan esta hipótesis, entre las más importantes consideraciones: la sucesión de vegas y de establecimientos relacionados con las mismas, de envergadura relativa a su escala altoandina, pero que destaca en el concierto de los pasos tratados aquí; la existencia de infraestructura al pie o en los mismos pasos por ambas bandas cordilleranas; y el reconocimiento de la antigua vía empedrada en la vertiente occidental de La Ollita, la vía más directa a Copiapó a través de los Andes. Seguiremos trabajando sobre estas alternativas procurando la evidencia arqueológica que pudiere 176 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 despejar las incógnitas y resolver un problema que, si bien es de importancia relativa, adquiere mayor signiicación en cuanto al decurso de nuestras investigaciones sobre lo inca y las poblaciones locales de los Desarrollos Regionales. Este es uno de los casos en que con mayor fuerza puede decirse que, si utilizamos el aforismo de que una dominación pavimentó el camino de la siguiente, la impronta inca que bien manejarían Paullu y su grupo sirvió de base para el desplazamiento del primer ingreso hispánico mancomunado al Noroeste Argentino. No dudamos que este movimiento alcanzó la actual provincia argentina de La Rioja y sus pasos cordilleranos de los Andes. RECONOCIMIENTOS A las instituciones a las que pertenecemos (conicet, uncuyo, unlar) y las que sostuvieron estos trabajos (anpcyt y conicet). Agradecer puede conllevar la ingratitud de las limitaciones de recordar, por lo que tratamos de evitarla con una referencia general de reconocimiento a los miembros de nuestro equipo de investigaciones, como asimismo nos es también grato referirnos a la predisposición positiva y los apoyos institucionales necesarios de las autoridades nacionales y provinciales que permitieron las labores, al igual que las múltiples ayudas que recibimos de la comunidad de sectores próximos a las áreas de estudio. Reconocemos igualmente la labor de los editores y de los evaluadores de nuestra contribución. NOTAS ¹ Denominación de las alternativas de pasos cordilleranos conexos a uno principal que tiene nombre propio. ² En la actualidad, algunas estimaciones arrojan la cifra de 16 animales por km2 para San Guillermo y probablemente menos de la mitad para Laguna Brava. A diferencia de las diicultades logísticas que afrontábamos hace años para acceder al paso de Comecaballos, la acción gubernamental estatal de la Provincia de La Rioja llevó en el último tiempo a abrir y mantener anualmente, por esa conmemoración, una huella para tránsito de vehículos. A través de ella se alcanza con cierta facilidad el límite con Chile. 2 Hans Niemeyer (1986: 201-202), quien registra una intensa actividad de prospección arqueológica en la cuenca alta del Copiapó, tampoco menciona haber accedido al paso de Comecaballos. 3 Como se aprecia, la tabla 1 reiere resultados tl sobre tiestos hallados en los diferentes sitios estudiados. Estos pueden no concordar con la cronología absoluta de los intervalos establecidos para sus tipologías. Como hemos referido en otras contribuciones (v.g.: Bárcena 1998) los resultados tl tienen, a nuestro juicio, la ventaja de ordenar relativamente la sucesión de las cocciones cerámicas de los tipos, con la desventaja de que en ocasiones sus guarismos cronológicos absolutos pueden no corresponderse con resultados que los ubiquen en el período esperado. 4 El resultado proporcionado por latyr fue “Moderno” que signiica por convención (Stuiver & Polach 1977) cualquier edad comprendida entre 0 y 200 años radiocarbónicos. 5 La cruz puede tomarse, si fuera de la época en que ubicamos hipotéticamente esa parte de los grabados, como un ícono hispánico de protección en los espacios de tránsito –máxime con las características de los que estamos reiriendo–, como se ha postulado en determinado sentido, para ámbitos de Europa: “La cruz como igura geométrica aparece con frecuencia en las construcciones arquitectónicas religiosas; sin embargo, también es motivo representado en lugares no especíicamente religiosos, como en los caminos, los puentes y en los ambientes domésticos, donde surge de forma espontánea representada por devotos con medios, muchas veces, precarios, porque aunque en ocasiones su representación toma un rango de oicialidad, también en otras es una expresión de carácter íntimo y personal pero que, en cualquier caso, se hace público. Por último, aparece en las plantas de los ediicios y en los trazados urbanos, como forma que se imagina o se visiona solo desde los documentos gráicos más elaborados: los planos” (Sánchez 2010: 18). 6 Como sucede prácticamente en todos los pasos o puertos que tratamos, sus aledaños, “desechos” en la denominación topográica, admiten tránsito hacia y desde la vertiente occidental andina. Además de la hoyada referida, hay otras posibilidades de paso por alturas cercanas, a las que accedemos por rumbos próximos, aunque esto implica aumentar los kilómetros de recorrido. Igualmente, puede accederse por las alturas a los otros pasos como el de Peña Negra y Comecaballos, tal como nosotros lo hicimos. 7 En otra oportunidad dedicaremos tiempo y espacio a tratar varias de las enunciaciones del autor en ese y otros escritos –v.g., Bárcena 1995– sobre localizaciones de sitios y pasos incas que no concuerdan con registros previos y con los nuestros provenientes de constataciones de campo. 8 Hemos subido el paso en varias oportunidades comprobando que puede acumular nieve en fechas tempranas con respecto a otros pasos, tal como sucede a principios de marzo. Al mismo tiempo, hemos registrando la posibilidad de utilizar varios pasajes a la vertiente occidental andina en la zona de La Ollita, algunos sobrepasan incluso los 4800 msnm. 9 Sus prospecciones de altura le permitieron llegar en la mayoría de los pasos de que trata hasta el límite de nuestras naciones, Argentina y Chile. En el caso de La Ollita pudo divisar el lado argentino, apreciando “[...] vegas bien desarrolladas [...]” (Niemeyer 1986: 199). Esta airmación coincide plenamente con nuestra experiencia de terreno, por la cual, además de lo que puede visualizarse vía imágenes satelitales, comprobamos extensas vegas en relación con los ríos y arroyos que venimos mencionando, en especial en el trayecto Peñas Negras/La Ollita. Esta situación permitiría Los pasos andinos de La Rioja (Argentina) / J. Roberto Bárcena asegurar mejores condiciones logísticas para el ganado, tanto en el primer paso colonial como en los posteriores, particularmente en la época de los referidos arreos, sin olvidar el sustrato especíico para la supervivencia de los miles de camélidos del sector. 10 Como expresamos, hay coincidencia en su papel de leal a la empresa. La crónica de su compañero de viaje, el clérigo Bartolomé de Segovia o Cristóbal de Molina, dice: “Y es de saber que aquel Paulo Inga, hermano del Inga, era un indio muy discreto y sabio y de mucho tono; fue con Almagro a las provincias y descubrimiento de Chile y pasó muchos trabajos en el viaje y sufriólos con buen ánimo; y, vuelto al Cuzco, le dieron las casas de Huáscar en que viviese, que eran las más principales casas del Cuzco” (Molina 1968 [1552]: 80-81). 11 Posiblemente se trate del “cuerno de cabra”, una especie de Adesmia (“acerillo”) como la Adesmia subterránea o similares. 12 Sobre la concepción hispana del espacio en los escritos de cronistas y con respecto a estas situaciones particulares de los dichos, tradición oral y referencias escritas de los primeros pasos de los Andes por los españoles, ver Vega (2011: 12), quien rememora alertar sobre el uso no crítico de estos escritos como reservorios de datos. 13 No obstante, debe considerarse en las fuentes que algunas referencias del arribo de Almagro o de quienes le siguieron por el o los pasos, en realidad apuntan al cruce y al primer lugar de refacción de las huestes en Chile, que debió ser, como en algún caso se dice expresamente, valle arriba de Copayapo, más precisamente y como se propone modernamente, en la actual Iglesia Colorada, Choliguín de entonces. 14 Una estimación grosera que una en línea recta las ubicaciones sobre imagen satelital Google, muestra que Copiapó dista unos 195 km del Paso de San Francisco en la actual Catamarca y unos 130 km de los Pasos de Pircas Negras y de Comecaballos en La Rioja. 15 La “amplitud” a la que nos referimos surge de la consideración de escala relativa con respecto a la infraestructura existente en los pasos propiamente dichos –máxima altura–, como es la prácticamente inexistente de Comecaballos, la reducida de Peña Negra o la apreciable al pie del paso de La Ollita. Si es por llamar la atención, por ejemplo, desde lo que podría ser más un aspecto ceremonial, votivo que, de infraestructura netamente utilitaria, destaca entre los pasos primero La Ollita con su posible ushnu –y más abajo su conspicuo tambo- y Pircas Negras, con lo que parece ser un trazo de camino indicado por piedras y estructuras aledañas. Pircas Negras es el único sector de paso donde puede compararse la relativa “llanada” de aproximación de unos 10 km de extensión, desde el paso a la caída a la quebrada del Río Salado, con la mención por parte de la crónica hispana de la “llanada” de la diicultad logística, indicada como transpuesta en sentido inverso. 16 Si nuestra interpretación es correcta y se trata solo del pasaje último de los Andes hacia Copiapó, Antonio de Herrera, tal como el mismo señala, sigue en su escrito tes- 177 timonios, documentos y crónicas que le preceden sobre el tema. Airma que el paso fue por “puertos” o por “dos puertos”: “Pues todavía se hallaría en Copayapo Rodrigo Orgóñez respeto [sic] del tiempo que por dos puertos había que pasó”, “ordenándoles que una vez entrados en los puertos” (Herrera 1901 [1601-1615]: 485). Vitry (2007: 13) adhiere a la postura de Cervellino (1994) en relación a que la logística de una movilización de la magnitud de la de Almagro implicaría el uso de dos pasos: Comecaballos y el de Pircas Negras distantes unos 13 km. En su igura 4, Vitry (2007: 12) ubica el paso de Pircas Negras al sur de Comecaballos, cuando en realidad está al norte. Posiblemente se produjo la confusión con el paso de Peña Negra, que tiene una posición cercana y más austral que el de Comecaballos. Por nuestra parte, sostenemos que, cualquiera fuera el paso utilizado, la envergadura de la expedición supuso desplegar integrantes y bagaje de la expedición por los “desechos” de esos pasos o por pasos colindantes, más que por dos puertos que distan varios kilómetros entre sí. Recientemente hemos unido, con cierta facilidad, los pasos de La Ollita y de Peña Negra avanzando longitudinalmente de uno a otro por alturas intermedias y quedando al pie de los mismos en el trayecto inal de las quebradas que permiten el ascenso por el último tramo transversal a Chile. 17 Llama la atención que no se haya reparado suicientemente en un dato de Juan de Matienzo que reiere el itinerario por el Camino del Inca y los tambos asociados en el noa. Según él, esta es la ruta que con toda probabilidad siguió Almagro en esta parte de su itinerario, tal como lo hizo más tarde Diego de Rojas –Levillier 1943–, virando éste hacia el río de la Plata y el otro hacia la cordillera de los Andes. Justamente ese dato de Matienzo, a partir de “los Talombones [sic], pueblo de indios” y de “los Tambos de la Ciénaga”, “se aparta el camino del inga para la cibdad de Londres, y de allí para Chili, por la cordillera de Almagro, que dicen, sobre la mano derecha; y sobre la izquierda se toma el camino para Cañete y Santiago del Estero” (Matienzo 1987 [1556]: 207208). Con ello queda claro que, tan temprano como en 1566 (1536 paso de Almagro, 1543 pasaje de Rojas), ya se llamaba cordillera de Almagro a la parte de la cordillera de los Andes al oeste de Londres –fundada esta en 1558– y que por aquí el Camino del Inca tenía dirección occidental, como señalan los autores modernos (v.g., Raino 2004; Vitry 2007). Pensamos que el itinerario a Copiapó, una vez llegados a Londres (El Shincal), sigue el rumbo al occidente del Camino Inca y no prueba la posibilidad de avanzar al noroeste por otro Camino Inca para alcanzar el paso de San Francisco. Es claro para nosotros que el rumbo que tomarían es directo hacia occidente y a los pasos entre La Ollita y Pircas Negras/ peñasco de Diego. 18 Mariño de Lobera (2003 [1575-1576]: Cap. I, v: 2, 9) pudo haber agregado el dato con base en su conocimiento de Chile por haber ingresado en 1551 e integrado las huestes de Pedro de Valdivia en sus luchas del sur, prosiguiendo su 178 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 colaboración con gobernadores sucesivos, para trasladarse a Perú después de 1575. 19 Fernández de Oviedo relata que, “é habían escripto al adelantado que se adelantaban seguros con un indio orejón del Cuzco, á cuya subjeción estaba la dicha provincia de Pocayapo” (1901 [1557]: Cap. iv: 227). 20 Cieza de León (1909 [1553]: iii Parte, cap. xcv) expresa que: “Partió Almagro descubriendo, llegó al valle de Coquimbo, donde había grandes aposentos de los incas”, con lo que se reirma para esa época la envergadura de la instalación inca del Norte Chico y la relevancia política que pudo tener la sujeción del sector. Esta información es consistente con lo manifestado por los otros cronistas y con las comprobaciones arqueológicas en cuanto a su evidencia material. Del mismo modo, por los años en que escribe Cieza, en 1558 Bibar inaliza su obra de relación sobre los sucesos del Reino de Chile a partir de la conquista emprendida por Pedro de Valdivia, quien llega por el despoblado de Atacama a Copayapo en 1540. Si bien Bibar no es de la partida, pues llega más tarde a Chile, releja muchos de los acontecimientos de esa época y reiere detalles signiicativos respecto del tema que nos ocupa, por ejemplo su alusión a que “entendiola porque habían tratado con indios del Cuzco porque tenían las diez y ocho leguas del valle de Copiapó un pueblo, como habemos dicho, de indios del Cuzco y, como con ellos trataban, entendía la lengua este capitán y otros muchos” (1966 [1558]: Cap. xiii: 21). Por otro lado, se menciona “los tambillos del Inga” “que cierran por el sur el perímetro del poblado” (Niemeyer et al. 1997: 253; reiriéndose a Copayapo). Estos últimos autores traen a colación las observaciones de Advis (1994) y de Cervellino (1994) según las cuales Almagro habría accedido primero en la bajada a Chile a Iglesia Colorada –punto que en rigor sería Choliguín y que las fuentes tempranas no registraron como tal– buscando pertrechos para auxiliar su campo, y no a Copayapo propiamente dicho (Niemeyer et al. 1997: 252). La información es respaldada, además, por la lectura atenta de las crónicas que enlazan el paso y primer contacto de la hueste almagrista con un área y población que se colige está valle arriba y antecede a la de Copayapo propiamente dicha, como ya hemos expresado anteriormente. 21 Considerando lo que podríamos llamar el “tambo” propiamente dicho del noreste de la Laguna con rpc, estructura alargada pircada de base del tipo kallanka y similar dividida por bases de muros transversales, entre otras, estimando asimismo la relativa envergadura por las estructuras de carácter ceremonial con las del cerro Don Mario, entre otras (relevamientos y observaciones de Bárcena (1998, 2007, 2015), Beorchia Nigris (1987, 2001), Ceruti (2003), entre otros). 22 “Leña para hacer lumbre no había otra que estiércol de ovejas y unas raíces que sacaban debajo de tierra” (Cieza de León (1909 [1553]: Cap. xcv). 23 Hoy el cercano Parque Nacional San Guillermo en el noroeste de San Juan y la Reserva Provincial Laguna Brava –Reserva Provincial de Vicuñas y Protección del Ecosistema de Laguna Brava– en la parte de La Rioja a que nos referimos, son un reservorio importante de Vicugna vicugna, estimándose su número en varios miles, como ya hemos adelantado. 24 A las construcciones pircadas y otros hallazgos de altura, señaladas por colegas en lugares prominentes de los cerros del área (Veladero, Don Mario, Don Nicolás, Pilar, Morado, entre otros; Beorchia Nigris 1985, 2001; Ceruti 2003; entre otros), sumamos algunas reconocidas por nosotros en torno a lagunas, como la construcción de base rectangular pircada por muro de doble hilera de piedras, sita en la ribera sur de una gran laguna ubicada al sureste del Paso de La Ollita (ig. 12). 25 Seguramente pueda seguirse en documentación de archivo las épocas del uso de la denominación Comecaballos para el Paso y llegarse a certezas sobre el apelativo. Sin un esfuerzo de indagación especial, sabemos que el derrotero de una parte menor de las fuerzas del General San Martín en su avance sobre Copiapó, se hizo por el Paso de Comecaballos, al que llaman así en el plan de campaña de principios del siglo xix (v.g.: Bertling 1917: 40 –Come-Caballos–) y que, al menos en cuanto a la denominación, ya estaba en uso a ines del xix, aunque usada generalmente como Come Caballos (v.g.: Espinoza 1897: 111, 112). REFERENCIAS Advis, P., 1994. Noticias de cronistas e historiadores sobre la travesía de los Andes realizada por la hueste de Almagro durante la Jornada de Chile. Boletín del Museo Regional de Atacama 4: 103-127. Copiapó. Bárcena, J., 1998. Arqueología de Mendoza. Las dataciones absolutas y sus alcances. Serie Manuales 19. Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo. Bárcena, J., 2007. Avances 2005-2007 sobre arqueología y etnohistoria de la dominación inka del centro oeste argentino: arquitectura y vialidad en La Rioja, San Juan y Mendoza. 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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 22, Nº 2, 2017, pp. 181-198, Santiago de Chile ISSN 0716-1530 EL QHAPAQ ÑAN EN FAMATINA (LA RIOJA-ARGENTINA): RITUALIDAD Y MANIFESTACIONES SAGRADAS INKAS EN UNA WAK’A INTERREGIONAL AL SUR DEL KOLLASUYU QHAPAQ ÑAN IN FAMATINA (LA RIOJA-ARGENTINA): RITUALITY AND SACRED INKA EXPRESSIONS IN AN INTERREGIONAL WAK’A IN SOUTHERN KOLLASUYU SERGIO MARTINA En el presente artículo discutimos la idea de considerar a la Sierra de Famatina como una wak’a de alcance interregional. Las prospecciones sistemáticas del Qhapaq Ñan sobre estos paisajes incaicos, contraponiéndose a una visión clásica eminentemente material y economicista, están redeiniendo el registro arqueológico hacia rituales religiosos evidenciados a través de la sacralización del Inka Ñan y de sus sitios asociados. Aspectos particulares de la materialidad del camino, ushnus y plataformas ceremoniales, son algunos elementos que formaron parte de las expresiones ideológicas que redeinen al Famatina como otro nuevo ámbito sagrado al sur del kollasuyu. Palabras clave: Qhapaq Ñan, Inkas, sitios rituales, wak’a. his article discusses the possibility of considering the Sierra de Famatina as a wak’a of interregional scope. Systematic surveys of the Qhapaq Ñan in these Inca landscapes, which contrast with extremely materialist and economistic approaches, are redeining the archaeological record in terms of religious rituals, as evidenced through the sacralization of Inka Ñan and its associated sites. Particular material aspects of the road, ushnus, and ceremonial platforms are some of the ideological expressions that are redeining the Famatina as a new sacred area, in southern Kollasuyu. Keywords: Qhapaq Ñan, Inkas, ritual sites, wak’a. A INTRODUCCIÓN La sierra de Famatina ubicada al noroeste de la Provincia de La Rioja (ig. 1), ha sido destacada reiteradamente en la historia regional como una zona de alta relevancia económica para el gobierno inka. La visión economicista de esta formación geológica como un yacimiento de importantes riquezas minerales ha sido, además, advertida en algunas crónicas conocidas y en varios de los trabajos arqueológicos publicados al respecto, atribuyéndole incluso un importante poder político como área de posible asentamiento de curacazgo de la provincia austral, desde la que se impartían y controlaban los territorios más meridionales de Argentina y Chile (González 1982). Sin embargo, la aplicación de un sistema de prospecciones intensivas del Qhapaq Ñan y la integración del contexto arqueológico de sus paisajes están redeiniendo un ámbito con tendencias más aines a la explotación del Famatina como un espacio ceremonial y validando, de acuerdo a nuestras interpretaciones, un registro arqueológico vinculado mayormente a aspectos rituales o sagrados, evidenciados a través de la sacralización de los caminos (Martin 2015a, 2015b) y de varios Sergio Martin, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (inapl), Ministerio de Cultura, Buenos Aires, email: smartinarque@gmail.com Recibido: diciembre 2015. Aceptado: agosto 2016. 182 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 de sus sitios asociados (Schobinger 1966; Ceruti 2007, 2010). Las características formales de sus caminos y los emplazamientos de ushnus y plataformas ceremoniales, detectadas y relevadas sobre el Qhapaq Ñan en la variada geografía de la sierra, forman parte de las expresiones materiales a las que nos referiremos al proponerla como otro espacio sagrado del área andina sur. A continuación, ofrecemos datos que pueden ayudar a deinir y determinar si el concepto wak’a, se adecúa a las evidencias arqueológicas de este sector. Luego describiremos la transformación que se produce desde la sesgada visión economicista de las crónicas, fundada en la historia minera, hasta la visión de un espacio que estaría demostrando el interés del incario por la Sierra de Famatina en su rol de wak’a. HACIA LA DEFINICIÓN DEL CONCEPTO WAK’A Los paisajes del oeste sudamericano han incidido activamente en la ideología religiosa de sus pobladores. Incluso en la actualidad los pueblos andinos consideran que algunos accidentes geográicos son sagrados y deben ser venerados para recibir como contraparte protección hacia las personas y el mundo natural (Sallnow 1987: 2; Fernández & Gutiérrez 2012: 19; Reinhard 2012: 68). Los cultos y rituales se desarrollan en lugares donde las comunidades describen las percepciones de los paisajes naturales en los que se insertan en función de sus cosmovisiones (Becerril 2012: 69). Se trata de espacios activos y muy dinámicos con características bien marcadas y cambiantes que se transformaron a lo largo del tiempo y que hoy deinimos como paisajes rituales (Broda 1996: 42); ámbitos de peregrinajes y procesiones por geografías cargadas de signiicados naturales y culturales (Vitry 2007: 70) que fueron recogidas por los cronistas, mostrando que en América los movimientos rituales de personas también existían (Rostworowski 2003: 98). Los sitios sagrados que ocupaban estos ámbitos en el mundo andino han recibido el nombre de guacas, huacas o wak’as y han sido identiicados y caracterizados fundamentalmente por los documentos etnohistóricos en los movimientos de extirpaciones idolátricas que las describían y por sitios arqueológicos de adoratorios, santuarios y caminos prehispánicos que han sido detectados y estudiados en varios puntos de la geografía andina. El término wak’a fue utilizado para designar cualquier cosa o lugar que tuviera poderes trascendentes (D’Altroy 2003: 174). Podía ser un accidente natural, agua, manantiales, rocas, árboles, cuevas, montañas, frutos o cualquier otro tipo de objetos. Esta heterogeneidad de formas, materiales, tamaños y jerarquías agregaba un margen de lexibilidad para que el Inka incorporara con las wak’as ijas a las poblaciones locales bajo estructuras de creencias similares, mientras que con las wak’as móviles trasladará aspectos ideológicos a lugares y/o poblaciones más distantes (Scott 2011: 23-24). Aunque fueron más conocidas durante la época inka, las wak’as han estado presente en la vida cotidiana de las poblaciones andinas mucho antes de la aparición del incario. Sus orígenes han sido establecidos desde épocas anteriores a la formación del imperio del Tawantinsuyu en las religiones de las poblaciones locales (D’Altroy 2003: 175; Rostworowski 2004: 27; Sánchez Garrafa 2006: 52; Cruz 2009: 58; Bauer 2011: 58-61; Scott 2011: 23). El poder de su convocatoria pudo involucrar cultos locales de tipo familiar, poblaciones de varias regiones o grandes centros que captaban la concurrencia de personas de lejanas procedencias y de nivel panandino (Bauer 2011: 30). También sirvieron para varios motivos, entre ellos para desarrollar la complementariedad de recursos, como estrategias de alianzas y/o generando lazos de reciprocidad al recibir peregrinos de regiones distantes, que en su afán participativo permitían contribuir al desarrollo de las comunidades gracias al espíritu concitante de las wak’as (Rostworowski 2004: 26-27). Los cerros y montañas wak’a Las sierras y las montañas wak’a fueron importantes en el desarrollo de la historia social precolombina. Una montaña, como cualquier marca visual que se percibe desde el horizonte, se torna esencial y adopta o adquiere un valor simbólico particular (Claval 1999: 164). Reconociendo que también se han erigido wak’as en cerros de escasa altura (Bárcena 1989: 104; Cruz 2009: 56; Jacob & Leibowicz 2011: 75), las formaciones montañosas de relieves topográicos imponentes, con cotas altitudinales importantes, combinaron diversos aspectos de la materialidad e inmaterialidad de las comunidades prehispánicas (Vitry 2007: 82-83). Las montañas fueron incorporadas por las culturas andinas como hitos o referencias para guiarse territorialmente; como moradas de apus; mediadoras entre el mundo sobrenatural y el El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin 183 Ángulos Chilitanca Subtramo Los Corrales-Las Pircas Ramblones Las Trancas P. Casablanca Los Corrales Cumbre del Tocino Santuario Negro Overo Alto Carrizal Bajo Carrizal Plaza Vieja Villa Castelli Valle de Bermejo Gualco Famatina Pampa Real Valle de Famatina Santuario Gral. Belgrano Tamblería del Inca CHILECITO SIMBOLOGÍA Camino Inca Nonogasta Villa Unión Sañogasta Sitios arqueológicos Centros poblados Rutas nacionales 22,5 Km Rutas provinciales Figura 1. Área de la sierra de Famatina y sitios del contexto incaico regional. Figure 1. Area of the Famatina mountain range and surrounding Inca sites. terrenal; como elementos dinamizantes de movimientos rituales de personas (procesiones y peregrinajes); como factor de cohesión entre las creencias y deidades de las poblaciones que habitaban la región circundante y, fundamentalmente, como un instrumento para establecer el control político y hegemónico de territorios que cubrieran sus proyectos expansivos. Creemos que esto sucedió con la sierra de Famatina, una de las serranías más emblemáticas en la historia social, económica y política del noroeste argentino. Con la intención de demostrar la visión que ha tenido esta formación en los estudios de la arqueología inka, resumiremos desde un marco histórico y regional, el surgimiento de esta formación como un lugar percibido y reconocido. Para ello nos valemos de menciones en documentos de épocas fundacionales, crónicas provenientes de viajeros, geólogos y naturalistas que, durante el siglo xix y xx, registran datos de interés para nuestra disciplina, además de un breve comentario de los principales antecedentes de investigaciones arqueológicas relacionadas con la dominación imperial. Estas menciones dirigen principalmente sus objetivos y miradas a la sierra de Famatina como área neurálgica de explotaciones mineras por parte de los inkas. El Famatina y su lugar en la historia del Noroeste Argentino Algunos historiadores mencionan que alrededor de cuarenta años antes de la fundación de la capital provincial de La Rioja, el territorio provincial fue visitado por García de Almadén, Francisco de Mendoza, Núñez de Prado y Francisco de Aguirre (De La Fuente 1969: 19). De estos adelantados, Núñez de Prado fue el primero de los europeos que, en diciembre de 1552 o en los primeros meses de 1553, recorrió la zona de Famatina e insertó a la región como una de las más promisorias e inluyentes del Tucumán colonial. A partir de esta fecha, Famatina cobra signiicado como lugar y es mencionado por algunos cronistas. Tal es el caso del oidor de la Audiencia de Charcas, el licenciado Juan Matienzo que, en una carta enviada a Felipe ii el 2 de enero de 1556, 184 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 vincula a Famatina como parte de los caminos del Perú: “De salta a Agualasto hay veinticinco leguas, allí están las minas ricas del Inga, a donde ha de poblarse otro pueblo. De Agualasto a Famatina treinta y cinco leguas, a donde debe estar otro pueblo que sería muy rico, y de allí a Curunera, otras setenta leguas: queda la ciudad de Santiago en triangulo entre Famatina y Curunera” (Matienzo 1910 [1567]: cap. xv. p. 275). Las menciones de Matienzo respecto del Famatina para algunos historiadores señalan la intención de fundar ciudades en lugares relevantes desde el punto de vista económico y con poblaciones importantes en función de la mano de obra indígena (De la Fuente 1969: 29). Incluso esta habría sido la intención del fundador de La Rioja, Ramírez de Velasco en 1591, aunque se discute si confunde la sierra de Velasco con la de Famatina, tal como sugiere el historiador Félix Luna (Bazán 1979: 8), o si existió un accionar premeditado entre Ramírez de Velasco y el inancista de la expedición Blas Ponce, para fundar una ciudad próxima a la región del Famatina. Esto habría permitido asegurar esta zona potencialmente minera del avance de la Capitanía General de Chile que ya estaba enviando generales y encomenderos a la región de Valle Fértil (Provincia de San Juan), con la consecuente posibilidad de apoderarse de las minas del Famatina (Robledo 2007: 156-157). En cualquiera de los casos existía un factor común que era la Sierra de Famatina, que Velasco conocía (Levillier 1920), y un interés particular por su importancia económica basada en sus mentadas y “fabulosas” riquezas minerales, tal como maniiesta el primer cronista de La Rioja, el escribano Luis de Hoyos, sobre la gesta colonizadora desde la ciudad de La Rioja a este cordón serrano: su señoría del señor gobernador se determino de yr en persona a la rrehdiicación de la dicha ciudad de todos los santos de la nueva rioja que había dejado poblada y a conquistar e allanar los yndios que no obiesen dado la paz o al descubrimiento de la gran noticia que auia de que en los cerros llamado famatina que caen en la jurisdicción que se dio a la dicha ciudad avia mucha cantidad de minerales de plata e que se labraban en tiempo del ynga e ansi mesmo que avia minas de oro e açogue (Levillier 1926, tomo ii: 505). En la misma línea se ubica la documentación que pocos días después del hallazgo de socavones indígenas, en cartas enviadas al Rey de España en abril de 1592, comenta la opulencia y riquezas del cerro que, a decir del gobernador, superaban incluso al mismo Potosí, valorizando y acrecentando aún más la fama del cerro: “y mediante la voluntad de dios pienso descubrir grandes minerales porque la tierra da muestra dellos y hazer a su majestad vno de los señalados seruicios que se ayan hecho en nuestros tiempos y que el nombre de famatina quede formado en fama en tiempo de vuestra señoría ilustrísima” (Levillier 1926, tomo i: 305-306). Relacionado a la riqueza minera, en casi todas las menciones de las crónicas, el Qhapaq Ñan es el denominador común que aparece relejando la presencia inka. Esto se puede apreciar en el paso de Diego de Almagro en 1535 por la cordillera riojana (Raino 1996), en las expediciones de Núñez de Prado cerca de la localidad de Famatina (Carrizo 1942: 41) y en las menciones explícitas del fundador de La Rioja. Este último, en 1587, luego de incursionar por cincuenta días en los valles Calchaquíes tomó conocimiento de la ubicación de minas de oro y plata en Famatina, y en una carta escrita al rey mencionó la existencia de la vialidad inka: “procurare traer a servidumbre los indios de Omaguaca, Casavindo y Calchaquí y pienso poblar una ciudad entre Chile y Famatina de manera que se pueda ir con mucha brevedad de Potosí a Chile por el viejo camino del inga” (Levilier 1920: 244). Respecto a los sitios arqueológicos de épocas incaicas vinculados a la minería, son estos de rara mención. Quizás la más importante excepción es una cita de Lozano, quien se reiere al Famatina y a las instalaciones de la Tambería del Inca en Chilecito: donde descubrieron su opulento cerro, que según la fama tiene todas sus entrañas penetradas de riquísimas vetas de plata, las que beneiciaron los incas, y por esta razón conservaron con gran empeño este sitio; poniendo en él una numerosa guarnición para defenderle de las hostilidades e invasiones de los comarcanos, y aun asegurarle con este presidio de alguna solevación de los naturales ya rendidos, y dicen reconocen vestigios de la fortaleza, que quieren fuesen de los Ingas (Lozano 1874 [1740-1745]: 6). Son varios los investigadores que, haciéndose eco de lo plasmado por los documentos históricos y en percepciones propias de visitas a terreno, recorren pequeños segmentos del Qhapaq Ñan en las serranías del Famatina y/o describen algunos de los sitios inkas asociados a la red vial (Uhle 1912; Debenedetti 1917; Boman 1920; Aparicio 1936; Rhomeder 1949; Schobinger 1966; De la Fuente 1971; González 1982; Raino 1982; Ceruti 2007, 2010; Bárcena & Martin 2009; Martin 2005, 2015a, 2015b; entre otros). El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin Boman (1920), Kuhn (1919) y Rhomeder (1949), han considerado que las poblaciones en los sitios de alta montaña cumplieron la función de moradas de mineros prehispánicos que explotaron minerales en las partes más altas de la Sierra. También Schobinger (1966) y Ceruti (2007), luego de los descubrimientos de los santuarios de altura en las cumbres del Negro Overo y General Belgrano, sugieren una comunión entre las actividades mineras y las ceremonias rituales ubicadas en los sitios de altura. La construcción de esta tradición minera incaica estuvo fundada en las menciones precedentes y en otros trabajos arqueológicos regionales (Raino 1982), en la presencia de la traza de la red vial del imperio que circula por sus paisajes y en la existencia de sitios de singular importancia arquitectónica, emplazados en las cercanías de este aloramiento (Greslebin 1940; González 1982). Aun cuando en nuestras primeras aproximaciones al área de estudio consideramos atractiva la idea de la “formación minera” y exploramos algunos aspectos en este sentido (Martin 2001, 2004) hasta el presente, nuestras expectativas respecto del registro minero inka ha sido negativo. Transitivamente, asignábamos estas condiciones también al Qhapaq Ñan e incluso, imbuidos de todas las menciones del potencial minero de la región (Raino 1982), creíamos que el camino incaico que atravesaba el Famatina lo hacía principalmente en función de objetivos económicos como la minería (Martín 2001). Sin embargo, la aproximación al terreno mostraba que los caminos conformaron en esta región un disperso conjunto de datos, con informaciones parciales que transformaban este accidente geográico en un verdadero “nudo” vial y requerían aproximaciones que integraran las referencias anteriores con los resultados obtenidos en la actualidad (Bárcena & Martin 2009). En deinitiva, más que un contexto orientado a la explotación minera, se detectó un sistema vial con particularidades propias que, desde lo arqueológico, tiende a resigniicar los espacios de la sierra de Famatina, utilizando caminos ceremoniales y estructuras arquitectónicas orientadas hacia rituales religiosos. 185 CAMINOS, USHNUS Y PLATAFORMAS: ESTRUCTURAS ESTATALES PARA LA DOMINACIÓN DE ESPACIOS RITUALES EN LA SIERRA DE FAMATINA Por una cuestión de espacio no abundaremos aquí en datos relacionados con las tipologías del Qhapaq Ñan. Solamente señalaremos que existen aspectos cualitativos y cuantitativos que han sido tratados en otra oportunidad (ver Martin 2015a, 2015b); tipologías y contextos de los caminos que son únicas en la provincia de La Rioja o incluso en el área de inluencia inka del noroeste (noa) y centro oeste argentino (coa). Nos referimos principalmente a los caminos dobles, duales y/o paralelos (ig. 2), que ascienden las laderas del cerro y que, asociados a una serie de estructuras rituales menores como las wankas y mojones (ig. 3), demarcan los límites de ingreso a los espacios sagrados del Famatina (Martin 2015a: 93). En tal sentido, hemos interpretado también que los caminos duales ubicados en la pampa de Casablanca constituyen el último lugar con relieve más regular como para materializar estas asociaciones de wankas y mojones con distribuciones lineales y extensas sobre el paisaje. Incluso esta conjunción entre los sitios menores y los caminos dobles como marcadores de espacialidad podrían vincularse con aspectos agriculturales. El sector más alto de esta geoforma (entre los 2900 y 3000 msnm), próximo al sitio donde están ubicados los mojones y las wankas, delimita efectivamente la frontera itogeográica y ambiental que separa las provincias del Monte y Puneña y con ello las áreas más favorables de prácticas agrícolas tradicionales (Martín 2015a). Estas observaciones, que pueden incluir factores topográicos, ambientales y visuales nos parecen relevantes, si consideramos que, desde una perspectiva cosmológica andina, los límites transicionales denominados punkus reconocen que la culminación de un espacio y el inicio de otro deben ser venerados y recibir ofrendas (Vitry 2002: 11; Sanhueza 2011: 333). Además, los antecedentes de algunos espacios del Tawantinsuyo han demostrado que los inkas en las entradas y salidas a los ámbitos rituales monumentalizan algunos sectores del entorno físico con el objeto de visibilizar la condición ceremonial de estas áreas (Hyslop 1992). En resumen, las rutas de ascenso hacia las áreas ceremoniales de los adoratorios de altura validan desde el piedemonte oriental y occidental un escenario destinado al desarrollo de actividades sim- 186 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Figura 2. Caminos ceremoniales dobles, duales y/o paralelos en la pampa de Casablanca y próximos al sitio Chilitanca, en la ladera oriental de la sierra de Famatina. Figure 2. Double, dual and/or parallel ceremonial paths in the pampa of Casablanca near the Chilitanca site, on the eastern slope of the Famatina mountain range. bólicas y demarcan los límites de ingreso a los espacios sagrados de esta sierra (Martin 2015a: 93). Junto a estos estos componentes espaciales del Qhapaq Ñan, existen otras estructuras que lograron fusionar aspectos de la arquitectura inka y el paisaje (Vitry 2007: 70; Jacob & Leibowicz 2011: 74) para establecer mecanismos de dominación ideológica en las áreas que se quisieron conquistar (Farrington 1992: 370; Pino 2004: 303). Estas estructuras a las que nos referiremos son precisamente los ushnus y las plataformas ceremoniales detectadas en las laderas y cumbres de la sierra de Famatina. El Ushnu de Tambería del Inca Todas las apreciaciones coinciden en que los ushnus eran las estructuras de carácter ceremonial más relevantes del incario, estrechamente relacionadas al funcionamiento político, administrativo y religioso del ordenamiento del imperio (Meddens et. al 2010: 174). En un plano muy general, los ushnus fueron indispensables para establecer la conexión entre las wak’as y las áreas que los inkas conquistaban (Pino 2010a: 56; Pino & Montalván 2014: 79). Basándose en este último aspecto, existen incluso interpretaciones más especíicas sobre la cosmología inka en que se concibe a los ushnus como el centro del mundo inka; un espacio sagrado desde el que se podían establecer las conexiones con el Ukhu Pacha o mundo de abajo y el Hanan Pacha o mundo de arriba (Farrington 2016). En los últimos 30 años se han intensiicado los estudios de las plataformas ushnus y están ocupando un lugar relevante en el desarrollo de las investigaciones sobre el mundo inka, con relevamientos y excavaciones tanto en el área peruana (Zuidema 1980; Matos 1994; Meddens 1997; Pino 2004, 2010a; Meddens et. al 2010; Monterverde 2011; entre otros), como en la región más meridional del Kollasuyu (Raino et. al 1997; Lynch et al. 2010; Jacob & Leibowicz 2011; entre otros).1 187 El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin a c b 28 00 d M7 M5 0 0 30 M6 0 280 M2 00 30 2900 M1 W2 M4 M3 W1 M8 SIMBOLOGÍA Camino Inca Wanka Mojón Figura 3: a) mojón entre caminos dobles; b) wanka N° 2; c) wanka N° 1; d) registro espacial de sitios menores (wankas y mojones) en la pampa de Casablanca, ladera oriental de la sierra de Famatina. Figure 3: a) cairns between double paths; b) wanka N°2; c) wanka N°1; d) spatial registration of smaller sites (wankas and cairns) in Casablanca pampa, eastern slope of the Famatina mountain range. 188 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 Las tareas arqueológicas permitieron descubrir que existe una importante variabilidad de formas, tamaños y ubicaciones de los ushnus en distintos ámbitos del vasto territorio del imperio (Oberti 1997: 7; Jofré 2015: 8), por lo que aún se discute sobre sus formas, la composición de sus partes y lo que cada uno de ellos pudo haber representado (Pino 2010a: 46). Esta apertura investigativa está generando propuestas de reevaluaciones de este concepto (Farrington 2016) ya que, utilizando las rígidas categorías de la información etnohistórica, muchos de los nuevos registros de ushnus detectados, quedarían excluidos deinitivamente de esta jerarquía. Se ha podido comprobar que los ushnus no solo están en plazas y sitios importantes arquitectónicamente, sino también en los caminos o alejados de los grandes centros poblados, emplazados a diferentes altitudes; pueden tener arquitectura o ser simplemente receptores de ofrendas (ver Farrington 2016); estar compuestos por varias plataformas superpuestas o simplemente sobreelevadas en un mismo plano sobre el suelo. Su sistema constructivo puede incluir cantería ina, rústica o estar formado solamente por una roca delimitada por otras a su alrededor (Tarragó & González 2004), entre algunos de sus aspectos constitutivos más relevantes. En la sierra de Famatina el único ushnu reconocido arqueológicamente para la ladera oriental, es el que toma como centro arquitectónico el sitio Tambería del Inca (González 1980; Raino 1982), ubicado al pie de la serranía en plena urbe de la actual ciudad de Chilecito, a 1189 msnm, considerado el bastión del imperio peruano más relevante en el actual territorio de la Provincia de La Rioja. Sus instalaciones están inscriptas en una forma más o menos circular de más de 16 hectáreas, que recuerdan el sistema ceque del Cuzco (Zuidema 1995) con un patrón de construcciones dispersas, planiicadas en las inmediaciones de un muro de forma trapezoidal de 1,70 m de altura que los rodeaba en toda su extensión y que imponía una verdadera arquitectura de poder (ig. 4). Este sitio ha tenido diversas consideraciones funcionales en el transcurso de las investigaciones arqueológicas como un campo fortiicado con represa y lugares para cultivos (Debenedetti 1917: 391); una fortaleza amurallada (Uhle 1912: 65); una instalación que controlaba y resguardaba la riquezas naturales del cerro Famatina (De la fuente 1977: 8 ); un centro administrativo ordenando el espacio hacia el sur durante el proceso de expansión inka (Raino 1982: 261 ); y una huamani o capital inka que lo convertía en el centro administrativo más austral del Tawantinsuyu con intereses orientados hacia el desarrollo minero metalurgista (González 1982: 323). El ushnu de Tambería del Inca (el más austral conocido para la dominación peruana en Argentina) está compuesto por una plataforma de tierra sobreelevada recubierta por muros asentados con barro y siguiendo a Greslebin (1940:101) presenta una planta rectangular de 9,80 x 16 m con una altura calculada en 1,60 m aproximadamente.2 Hacia el sur de la plataforma y adosada internamente sobre el muro oriental supo tener una estructura rectangular de 2,80 m x 8,50 m, con una división central donde probablemente se produjeron las libaciones y depositación de ofrendas. Hacia el este presenta una escalinata adosada en la parte central del muro con un ancho de 2,50 m. en la que identiicamos que tuvo al menos 11 peldaños (ig. 5). La orientación de esta construcción sigue aproximadamente las líneas de los puntos cardinales con la escalinata hacia el este y el frente del ushnu al oeste, a unos 340º de azimut (de norte a este) enfrentada a la cumbre del Famatina y sus dos nevados, cerros General Belgrano y Negro Overo. El ushnu no ha tenido intervenciones de excavaciones profesionales. Greslebin realiza una excavación muy expeditiva y menciona el hallazgo de débiles capas de ceniza, una conana3 y dos manos que adscribe a ocupaciones previas al funcionamiento de la Tambería (Greslebin 1940: 106). También se detectó una conana y estructuras de combustión en torno a la plataforma y entre los diez años que tarda Greslebin en volver a visitar Tambería (1928-1938) se produce una importante destrucción del mismo.4 Plataformas y rectángulos ceremoniales en caminos y cumbres del sistema del Famatina Las prospecciones en áreas de altura realizadas en las últimas décadas han permitido identiicar un interesante registro de estructuras sagradas inkas en lugares alejados de los centros más densamente poblados erigidos por el estado peruano. La aparición de los “ushnus aislados” en regiones de la puna peruana de Ayacucho (Cavero 2010; Jofré 2015) aportan sin duda las bases para dirigir una mirada más profunda a este tipo de registro en otras áreas de dominación del imperio. En en el mismo El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin 189 a b c 1,2 m Figura 4: a) plano de Tambería del Inca según Greslebin (1940); b) detalles de estructuras arquitectónicas en las fotografías de Greslebin (1940); c) foto del muro perimetral que muestra la arquitectura “de poder” del inka en Famatina. Figure 4: a) map of the site of Tambería del Inca according to Greslebin (1940); b) details of architectural structures in Greslebin’s photographs (1940); c) photo of the perimeter wall depicting an example of Inka “power” architecture in Famatina. 190 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a c b Plataforma ceremonial cerro General Belgrano 6097 msnm Plataforma ceremonial cerro Negro Overo 5791 msnm 19 m 3,6 m 9,8 m 2,8 m 2,5 m d Figura 5: a) plano del ushnu de Tambería del Inca según Greslebin (1940); b) tareas de relevamientos con GPS Geodésico en el ushnu; c) reconstrucción hipotética virtual de la estructura del ushnu y estado actual de la misma; d) detalle de la escalinata que permite el ascenso de frente a los nevados de la Sierra de Famatina. Figure 5: a) plan of the ushnu of Tambería del Inca according to Greslebin (1940); b) surveys with Geodesic GPS in the ushnu; c) virtual, hypothetical reconstruction of the ushnu structure and its current condition; d) detail of the stairway that allowed people to ascend the platform while facing the snowcapped summits of of Sierra de Famatina. El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin a b c d 191 Figura 6: a) plano del sitio El Puquial según Greslebin (1940); b-c) imagen de la plataforma y detalle de sus muros; d) área de la Av. Del Clabecarril donde estuvo emplazado el sitio, hoy totalmente desaparecido. Figure 6: a) plan of El Puquial site according to Greslebin (1940); b-c) image of the platform and detail of its walls; d) area of Av. Del Clabecarril where the site, now completely disappeared, was located. sentido, podemos destacar el hallazgo de plataformas ceremoniales, no solamente ubicadas en las cumbres, sino a lo largo del territorio que comprenden los trayectos de caminos rituales hacia las áreas donde se realizaban prácticas religiosas (ver Vitry 2007: 77; Bauer 2011: 44; Pino & Montalván 2014: 82), que también iguran en los escritos de las crónicas referidas: “Hay otra guaca general en los caminos reales y en las plazas de los pueblos, que llaman uznos” (Albornoz [1582] 1967: 24). En el área que nos ocupa dentro de la sierra de Famatina, las plataformas han sido detectadas en los caminos y también en las cumbres de mayor altura. En el subtramo cuesta del Inca-Pampa de Guacachica, próximo al sitio Las Pircas, registramos a 3539 msnm un espacio de forma aproximadamente cuadrangular de 26 x 30 m ubicada sobe la margen izquierda del camino inka en su ascenso por la ladera occidental. Hacia el este presenta una pared continua con muro doble próximo al ramal del Qhapaq Ñan. Hacia el oeste tiene como límite un ilo abrupto igual que hacia el sur, donde se encuentra su mayor elevación. Aquí, sobre el borde, unas curiosas formaciones naturales de rocas emergen del terreno. Detectamos además cuatro alineaciones de rocas que permiten nivelar la pendiente, aterrazar o bien servir como acceso y utilizar el menor esfuerzo para acceder al área más alta del sitio. En este sector y también en la cara norte detectamos fragmentos cerámicos en supericie. En la estructura descripta se aprovechó un espacio natural sobreelevado respecto al resto del paisaje, que 192 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 a Cordillera de Los Andes c b Camino Inca Cerro Negro Overo Cerro General Belgrano Muro Desnivel abrupto 0 10 m d 0 10 cm Figura 7: a) imagen de la plataforma cuesta del Inca (3539 msnm); b) croquis de la estructura; c) la plataforma es el último espacio desde donde se puede visualizar las cumbres del Famatina antes del cruce hacia la ladera oriental; d) fragmentos de cerámica inka provincial recolectada sobre la supericie de la plataforma. Figure 7: a) Image of the cuesta del Inca platform (elev. 3539 masl); b) sketch of the structure; c) the platform is the last point from which the summits of the Famatina mountains are visible before crossing to the eastern slope; d) fragments of provincial inka pottery, collected on the surface of the platform. El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin 193 Mojón moderno 0 5m 0 5m Cerro Negro Overo Cerro General Belgrano Figura 8. Área de emplazamiento de rectángulos y plataformas ceremoniales de piedra en las alturas de los nevados del Famatina. Vista desde la ladera oriental (planos redibujados de Ceruti 2010 y Schobinger 1966, respectivamente). Figure 8. Area of ceremonial stone platforms and rectangles in the snow-capped heights of Famatina. View from the eastern slope (plans from Ceruti 2010 and Schobinger 1966, respectively). tenía la particularidad de ser el último lugar desde donde se puede tener acceso visual directo hacia las dos cumbres del Famatina, antes de su derrotero al oriente, y desde donde además se pueden observar las cumbres con santuarios inkas (Ceruti 2004) en la cordillera riojana (ig. 7). En el mismo sentido, debemos destacar para las zonas de altura detectadas en las dos cumbres más elevadas de los cerros General Belgrano (6097 msnm) y Negro Overo (5791 msnm), la presencia de dos rectángulos ceremoniales (ig. 8) y ofrendas de astas de venado que han sido interpretados como escenarios de posibles rituales de capacochas (Schobinger 1966; Ceruti 2001, 2004, 2007). Estas estructuras arquitectónicas han sido elementos con una fuerte presencia hacia el plano inmaterial y religioso de esta región, al igual que en otros sectores de los Andes. Los sitios han sido considerados como adoratorios o santuarios de altura de iliación inka, donde se realizaron ceremonias y probables peregrinajes en épocas de festividades rituales (ver Ceruti 2004, 2007). 194 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN Cuando los españoles invaden el área andina, existían wak’as en muchos espacios de los Andes. También había lugares o u objetos con diversos tamaños y jerarquías que intreractuaban con los habitantes del territorio en la práctica de sus cultos regionales (Bauer 20011: 30). Los inkas habían incorporado estas veneraciones ancestrales de los pueblos locales hacia las wak’as y las resigniicaban para conseguir resultados exitosos en su política expansiva. Las wak’as actuaban como puentes entre lo humano y lo sobrenatural, organizando los aspectos religiosos e impartiendo nuevos ordenes sociales entre las poblaciones que las frecuentaban (Sánchez Garrafa 2006). El tránsito hacia estos sacros espacios geográicos fue uno de los tantos ines u objetivos del Qhapaq Ñan, al igual que los vínculos con sitios ubicados en entornos estratégicos y convenientes a sus intereses expansionistas. En el caso analizado de la Sierra de Famatina, todos los elementos constitutivos del paisaje arqueológico regional integraban un sistema ceremonial que estaba materializado en el espacio y en sus recorridos. Ejemplo de esto son el ushnu del sitio Tambería del Inca, las plataformas ubicadas en los caminos y sitios, los rectángulos ceremoniales ubicados en las cumbres más altas de la región, las trazas duales de sus rutas, las wankas y los mojones relacionados a la red vial. Tal como se ha detectado para otras regiones del área andina, estas materialidades junto al Qhapaq Ñan formaban parte de una cartografía ritual (Pino & Montalván 2014: 84), constituida por estructuras que cumplían una importante función simbólica de apropiación y resigniicación de los paisajes. Su geografía, atravesada por caminos cargados de sacralidad, cumplieron las premisas de las tradiciones andinas preincas, pero también sirvieron para legitimar los nuevos territorios que el imperio dominaba (Acuto 1999; Bauer & Stanish 2001). Probablemente las veneraciones ancestrales hacia las deidades de esta formación riojana habrían estado ligadas al rol de wak’a regional, materializada por estas estructuras (plataformas, rectángulos y ushnu) que en tiempos del inka cumplieron una función religiosa con probables eventos de movimientos de personas (peregrinajes) hacia sus cumbres (Schobinger 1966; Ceruti 2007, 2010; Martin 2015b). El sistema del Famatina por su relieve y estratégica ubicación puede haber ocupado un lugar de relevancia en el contexto incaico provincial, que excede la función eminentemente material o sesgada hacia lo económico. La visión de las crónicas sobre el aprovechamiento minero de Famatina no ha presentado evidencias arqueológicas directas y las explicaciones funcionales tienden a quedar inmersas en una suerte de reduccionismo que limitan las interpretaciones sobre las causas de dominación del imperio sobre las poblaciones locales. El espacio, cuando es utilizado como recurso, no satisface solamente las necesidades más elementales de supervivencia; poseerlo es sinónimo de riquezas, prestigio y poder (Tuan 1976). Siguiendo la idea que las wak’as inkas son resigniicaciones de las poblaciones locales, intentamos con el Qhapaq Ñan de Famatina realizar la apertura hacia un plano más abarcativo y no menos complejo del pasado regional. El reposicionamiento del ushnu de la Tambería del Inca sobre la plataforma del Puquial puede ser visto como un acto de dominación cultural (Nielsen & Walker 1999), un mecanismo de control que por intermedio de la conquista ritual ordenó simbólicamente el territorio de la Sierra de Famatina en el proceso de anexión al Tawantinsuyo (Cruz 2009: 71). La visual hacia los ámbitos sacralizados resultó ser una variable signiicativa entre las estructuras materiales y los movimientos que realizaron las personas en los distintos paisajes y han presentado su contraparte en algunas crónicas cuando se advierte que desde el camino se construían sitios con funciones sagradas: “todas las veces que veían el cerro le iban mochando…cuando iban desde sus pueblos a Potosí, desde donde le daban la primera vista le mochaban y le llamaban señor, y pedían ventura, salud y riqueza” (Álvarez 1998 [1588]: 347). La orientación del Ushnu de Tambería del Inca, probablemente la del sitio El Puquial, si nos basamos en los planos de Greslebin (1940), y la plataforma relevada en Cuesta del Inca (ladera occidental de la sierra de Famatina) presentarían visuales directas relacionadas a la wak’a de Famatina. En deinitiva, esta serranía podría estar representando un paisaje estatalmente modiicado que incorpora una secuencia de espacios sagrados hasta alcanzar el lugar de mayor relevancia (Bauer 2011: 40), en este caso emplazado en las plataformas ceremoniales erigidas en sus cumbres. Es complejo esgrimir ideas respecto a la invisibilidad del registro minero inka cuando se desarrollan todavía actividades de investigación intensivas en el área. Quizás un marco cronológico más detallado del incario en la región pueda clariicar en este sentido, El Qhapaq Ñan en la sierra de Famatina / Sergio Martin aunque no habría que descartar otras explicaciones sobre la “no presencia” respecto a la minería imperial que, aun sin correlatos materiales, pueden ser igualmente valederas; por ejemplo, las menciones de ciertas wak’as que no fueron trabajadas por el inka ya que habían tenido destinos especiales como la consagración al sol (Platt et al. 2011:153). Con la complementación de los exiguos datos etnohistóricos y el registro arqueológico en esta área, la wak’a del Famatina podría considerarse otro de los espacios de posible control ideológico inka para la región, utilizando la política sagrada para la dominación de las comunidades locales (Scott 2011: 31-32). En igual sentido, las evidencias del registro caminero demostrarían una importante inversión de energía a favor de una estrategia religiosa que seguramente le aportó beneicios al proceso de uniicación de sus extensos dominios. Ello se puede deducir de los resultados de aproximaciones holistas a los estudios de la vialidad regional y caminos rituales, demostrando indicadores de sacralización en los segmentos de las áreas ceremoniales de altura (Ceruti 2010), aunque también en el registro vial de las áreas de menor altitud (Martin 2015a, 2015b), exhibiendo evidencias que podrían sustentar la hipótesis de un lugar que ejerció un poder trascendental como wak’a, incluso de alcance interregional.5 Probablemente, esta sacralización del sitio le sirvió al inka para sostener y reforzar vínculos sociales y rituales con las poblaciones locales, y fortalecer y continuar así su avance hacia regiones más meridionales. Para inalizar, realizaré una breve consideración etimológica respecto al nombre de la serranía que consideramos una wak’a sagrada. Según Dardo de la Vega Díaz en su volumen sobre la toponimia riojana, Famatina podría descomponerse en f=hua, es decir, fama por huama o wama; que podría tener el sentido del que procrea (Díaz 1994). El término wama ha sido analizado recurrentemente por numerosos autores en la historia de las investigaciones andinas, aunque seguimos las últimas interpretaciones de Pino (2016) que desde los registros etnográicos asegura que: el concepto de Wamani no es directa ni equivalente al término “provincia”, sino más bien la idea de Wamani está íntimamente vinculada a la autoridad y el ejercicio de poder de un líder que representa en vida a un ancestro y a la territorialidad que este ejerce con su grupo social sobre un espacio o conjunto de espacios, considerados como territorios de estos 195 grupos sociales que se encuentran vinculados, identiicados y emparentados con un aspecto geográico signiicativo (montañas, cuevas, lagunas y manantiales) que representa el lugar de origen y residencia de sus ancestros en común, es decir, cada uno de estos espacios geográicos y su entorno vendrían a ser paisajes sacralizados que poseen Waman o donde reside el Waman (Pino 2016: 171). La terminación tin o tim para Lafone Quevedo representa la idea de junta o reunión, basándose en la voz tincu de la que se extrae una raíz tin (Díaz 1994). Así, el termino wamatin, wamatinae o wamatinag podría direccionarse etimológicamente hacia posibles evidencias como ámbito ritual de encuentros o reuniones con los ancestros sagrados que arqueológicamente estarían señalados por los caminos hacia los adoratorios de altura y los ushnus, plataformas y sitios menores con visuales directas hacia los ámbitos religiosos (Pino 2016: 172). La fusión de los elementos que componen la materialidad del Qhapaq Ñan han dotado al paisaje de componentes rituales que colaboran en la sacralización del territorio y le asignan características que lo distinguen del resto de la región, quizás por ser esta la serranía de mayor altitud (fuera del sistema cordillerano) y ubicada más al este del Kollasuyu meridional. NOTAS Una de las deiniciones más generales sobre los ushnus no duda en asignar a estas estructuras una función eminentemente ritual y simbólica, pudiendo estar representados por un espacio, un lugar, una roca o simplemente estructuras en la que se desarrollaron rituales colectivos y públicos, especialmente de libaciones u ofrendas (Pino 2010: 88). 2 A ines de 2015 comenzamos un proyecto desde el ciap-inapl que incluye, entre otros objetivos, una actualización planimétrica del sitio con el uso de gps geodésico. Los resultados están aún en procesamiento. 3 Siguiendo a Winchkler (2006), entendemos por conanas a aquellos instrumentos pasivos usados para moler diversos productos, con una cavidad más larga que ancha generada por los efectos de desgaste de un instrumento activo con movimientos horizontales. 4 A comienzos de 2015, intentamos identiicar el área de emplazamiento del sitio que, por estar ubicado en pleno casco urbano a unos 1.500 m de la Plaza principal de Chilecito, ha desaparecido merced a la construcción del cablecarril y de las avenidas que ascienden siguiendo este patrimonio histórico. 5 Por interregional me reiero al menos a los dos valles: Famatina y Antinaco - Los Colorados al este y Valle del Bermejo al oeste. 1 196 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 2, 2017 RECONOCIMIENTOS A Diana Rolandi (inapl). A todos los participantes de campañas, en diferentes momentos de la historia del proyecto. Al Dr. Pedro Salminci† con quien realizamos parte de los relevamientos de tambería del Inca en diciembre de 2015. A Mercedes Maison y Gimena Conforti del área de geomática del inapl por su colaboración con los mapas del proyecto. A las autoridades de la Secretaria de Cultura: Víctor Robledo, Verónica Vargas y Laura Gachón. Al Ministerio de Cultura de la Nación Argentina por sus aportes económicos para la investigación. Al Coordinador general del Taller Qhapaq Ñan I y a los editores responsables de esta publicación. REFERENCIAS Acuto, F., 1999. Paisaje y dominación. La constitución del espacio social en el Imperio Inka. En Sed non satiata. Teoría social en la arqueología latinoamericana contemporánea, A. Zarankin & F. Acuto, Eds., pp. 33-75. Buenos Aires: Ediciones del Tridente. Albornoz, C., 1967 [1582]. La instrucción para descubrir todas las huacas del Pirú y sus camayos haciendas. Journal de la Société des Américanistes 56: 7-39. París. Álvarez, B., 1998 [1588]. 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