ARTÍCULOS
Logos. Anales del Seminario de Metafísica
ISSN: 1575-6866
http://dx.doi.org/10.5209/ASEM.61654
Johann Georg Hamann: un foco de resistencia en épocas de absolutismo
de la razón ilustrada
Abraham Hernández Pérez1
Recibido: 26 de junio de 2017 / Aceptado: 13 de noviembre de 2017
Resumen. Johann Georg Hamann fue el primer crítico de la Ilustración y también su primera víctima.
Su pensamiento, enormemente complejo y articulado a través de algunas ideas adelantadas a su
tiempo, fue rápidamente revestido de “irracionalismo” por la incapacidad hermenéutica de los círculos
ilustrados del momento, lo que a posteriori tuvo como consecuencia un notable menosprecio hacia su
obra por parte de la Historia de la Filosofía. El presente artículo pretende mostrar que las categorías
usadas en su momento para definir el pensamiento de Hamann son inadecuadas. Más concretamente,
se intentará mostrar que la revisión de la Ilustración llevada a cabo por Hamann denota una actitud de
“ilustrado radical” y no de “irracionalista”.
Palabras clave: Ilustración, Hamann, Historia de la Filosofía, irracionalismo, romanticismo, pietismo,
ilustrado radical, metacrítica.
[en] Johann Georg Hamann: a source of resistance in times of absolutism of
the Enlightened Reason
Abstract. Johann Georg Hamann was the first critic of the Enlightenment and his first victim. His
thought, enormously complex and articulated through some ideas well ahead of his time, was quickly
covered with “irrationalism” by the hermeneutical incapacity of the enlightened circles of the moment,
which subsequently resulted in a notorious disregard for his work by the History of Philosophy. The
present article intends to show that the categories used at the time to define the thought of Hamann are
inadequate. More specifically, it will attempt to show how the revision of the Enlightenment carried out
by Hamann reflects an attitude of “radical enlightenment” and not of “irrationalism”.
Keywords: Enlightenment, Hamann, History of Philosophy, Irrationalism, Romanticism, Pietism,
Radical Enlightenment, Metacriticism
Sumario. 1. Introducción; 2. La primera oposición a la Ilustración; 2.1. Crónica de una decepciónpietismo; 2.2. Lenguaje-panenteismo-Metacrítica; 2.3. El talante y forma de su rebelión-Sócrates; 3.
La advertencia de la complejidad ; 3.1. Revisión de la Ilustración-Ilustrado radical; 4. Referencias
bibliográficas.
Cómo citar: Hernández Pérez, A. (2018) “Johann Georg Hamann: un foco de resistencia en épocas de
absolutismo de la razón ilustrada”, en Logos. Anales del Seminario de Metafísica 51, 219-237.
1
Universidad de La Laguna
abhp.philosophy@gmail.com
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1. Introducción
Acudir a la metáfora de la lucha se presenta en no pocas ocasiones como el recurso
más adecuado y gráfico para describir con rigor algunos hechos o aspectos de la
historia de las ideas. Muchas veces podemos entender que bajo los datos de la
Historia de la Filosofía solo late una lucha entre autores o corrientes de pensamiento.
Sin embargo –y no sin sorpresa–, hay que admitir que conforme uno se sumerge en
dicha historia comienza a darse cuenta de que ésta es tan solo un metarrelato o una
crónica –ordenada y concienzudamente depurada– de algo que sí podemos entender
que fue una lucha intelectual. Como en cualquier lucha hubo vencedores y vencidos,
víctimas y gente que salió reforzada. El premio que finalmente les fue otorgado por
los jueces encargados de elaborar el acta de la batalla fue muy distinto al anhelado:
la eternidad. Es decir, el honor de tener un lugar en la Historia de la filosofía. Es
por ello que la Historia de la filosofía se presenta como un monumento colosal en
honor a los presuntos vencedores. Por el contrario, tanto a los caídos como a sus
hazañas intelectuales solo se les suele recordar en sus entornos más cercanos. Pocas
veces se suele preguntar por qué acabaron marginados por la Historia de la filosofía
o simplemente relegaron sus ideas a un segundo plano. Es evidente que en muchos
casos la condición de posibilidad de que algunas ideas tengan una recepción exitosa
o simplemente sean entendidas es el propio contexto social. Sabemos que ciertas
afirmaciones resultan un disparate en su época y un logro para las siguientes. Es
quizá este uno de los motivos que llevaron a considerar a Johann Georg Hamann un
autor secundario.
También conocido por el sobrenombre de “Mago del Norte”, Hamann sorprendió
en su época por ser un pensador completamente atípico y extraño. Nació en 1730
en la Prusia oriental, más concretamente en Königsberg, en el seno de una familia
de tradición protestante. Tuvo una primera educación notable donde pronto se le
vio una facilidad especial para el aprendizaje, especialmente en idiomas; aprende
hebreo, latín, griego, francés o italiano, entre otros. En su paso por la universidad
(1746/1752) lleva a cabo estudios de Derecho y Teología. Sin embargo, su carácter
inquieto y su ansia de conocimiento le impidieron centrarse sólo en una disciplina
con lo que acumuló conocimientos tanto de Historia como de Música, de Literatura
o Filosofía. La consecuencia fue abandonar la universidad sin título alguno. Poco
tiempo después conoce a los que se convertirían en sus amigos; Kant y el industrial
Berens. Fue una amistad poco corriente, llena de tensiones y situaciones ambiguas.
Sin embargo, ambos siempre ayudaron a Hamann, no solo en el plano económico,
sino en el personal, ya que veían en él alguien incapaz de llevar a cabo un proyecto
vital serio. Tras unos trabajos ocasionales como preceptor de familias adineradas y
consejero de algunos nobles éste comienza a trabajar como secretario de la firma
comercial de los padres de Berens en Riga. A partir de aquí su vida da un giro
importante y comienza a gestar lo que sería el núcleo de su pensamiento. Hamann
terminó sus días en Münster donde murió el 21 de junio de 1788. Pero ¿qué había
en sus ideas que les fue tan extraño a sus coetáneos? Tal vez no es tanto lo que
había en ellas, sino cómo las expresaba y contra quien iban dirigidas. Se enfrentó al
paradigma de su época, la Ilustración, mediante un discurso que muy pocos podían
comprender. Su ataque a los principios de la Ilustración fue un fracaso, primero
porque estaba en plena Ilustración y la confianza en ésta era enorme, y segundo
porque no atacó una perspectiva cualquiera, atacó y puso en entre dicho a la razón
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misma. Dadas las circunstancias parece de lo más lógico que todos sus esfuerzos
no supusieran amenaza alguna para las ideas dominantes, convirtiéndose, pues, en
la primera víctima de la perspectiva que acabó imponiéndose. No obstante, esto no
quiere decir que sus ideas fueran ininteligibles para todos y rechazadas de una vez y
para siempre. Lo cierto es que Hamann influyó decisivamente en el Romanticismo,
pero también en autores posteriores como Kierkegaard, Walter Benjamin, Carl
Schmitt, Jünger o Isaiah Berlin. Con todo, y aun sabiendo que no es tarea fácil y que
solo debemos ver nuestro escrito como una mera aproximación a Hamann, nuestro
propósito es múltiple, por un lado, una línea de investigación tratará de mostrar
a grandes rasgos el pensamiento (complejo y poco tratado) del primer crítico de
la Ilustración, especialmente centrándonos en las obras Evocación de Sócrates,
Aesthetica in nuce y Metakritik über den Purismum der Vernunft (Metacrítica sobre
el purismo de la razón pura), ya que son las más importantes, pero sobre todo, son
las dedicadas a tal cuestión, y por otro lado, dado que uno de los factores que hicieron
que su pensamiento fuera relegado a un segundo plano fue, en gran medida atribuir a
dicha crítica a la Ilustración una actitud reaccionaria e irracionalista, abriremos una
segunda línea para tratar de romper con esa visión que se tiene de Hamann. Nuestra
tesis consiste en mostrar que la revisión de la ilustración que lleva a cabo Hamann
denota una actitud de “ilustrado radical” y no de “irracionalista”.
2. La primera oposición a la Ilustración
Cabe preguntarse cómo y por qué la Ilustración –determinante para el devenir
del pensamiento occidental– generó a su vez un personaje que, como dice Berlin,
criticaba todo lo que los demás aplaudían. “Fue el enemigo más apasionado,
el más consistente e implacable adversario de la Ilustración y, en particular, de
todas las formas de racionalismo de su época”2. Obviando el encomiable fin que
persigue, la Ilustración muestra su caeco lateri en la confianza ciega en su método.
Evidentemente, la crítica hamanniana está centrada en las deficiencias, paradojas
y contradicciones que el modelo de pensamiento ilustrado esconde. No podemos
pasar por alto que Hamann es de alguna manera en pleno siglo XVIII, sin distancia
alguna, el equivalente a la crítica a la Ilustración que llevan a cabo en el siglo XX
Adorno y Horkheimer. Reconocer el mérito que entraña advertir y visibilizar los
aspectos velados del modelo ilustrado en plena efervescencia del mismo supondría
el primer paso para que las filósofas y filósofos del presente logren resarcir décadas
de dogmatismo y miopía intelectual.
Aunque en gran medida el desencuentro de Hamann con las elites intelectuales
de su época cimentara su posterior rechazo, lo cierto es que su notable clarividencia
y su perspicaz crítica no siempre fueron acogidas con recelo. No obstante, el hecho
de suscitar tantos reproches como alabanzas no fue suficiente para contrarrestar el
enorme peso que las opiniones de sus detractores tenían. La relación de Hamann
con el núcleo ilustrado alemán siempre fue peculiar. Sabemos que, aunque le tuviera
aprecio, era un “amigo incómodo” para Kant. Por el contrario, aunque la amistad de
Hamann con Mendelssohn fue corta y no acabó bien, éste siempre le admiró a pesar
de verlo como un tipo extravagante, caracterizado por la extraña relación entre su
2
Berlin, I.: El Mago del norte: J.G Hamann y el origen del irracionalismo moderno, Madrid, Tecnos, 2008, p.49.
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carácter, su estilo y pensamiento –algo completamente anómalo en aquella época–.
Según Izuzquiza, Mendelssohn quedó fascinado por su Evocación de Sócrates y
ayudó en gran medida a que se le reconociera más allá de su ciudad. Hamann era
realmente distinto a todo; complejo y desordenado, sus textos están llenos alusiones
y juegos de palabras, referencias bíblicas, analogías y metáforas; reaccio al “corsé
teórico” que, según él, imponía el pensamiento ilustrado. No obstante, como afirma
Berlin, nada de esto fue óbice para que Mendelssohn creyera que en él había algo
único. En referencia al talante y pretensiones de los Philosophes y Aufklärer, Hamann
decía: “La Naturaleza actúa a través de los sentidos y las pasiones. Quien mutila sus
herramientas ¿cómo podría sentirla? ¿Pueden unos nervios paralizados ponerse en
movimiento?”3. Berlin lo define como el polo opuesto del prototipo de intelectual que
encarnaba el propio Mendelssohn, siempre a favor de una cierta severidad, analítico
y frío, distanciado y calculador, enemigo de las pasiones. Hamann lo reconocía
como tal y le reprochó más de una vez esa actitud excelsa y reprimida: “Para las
cosas importantes, le dice Hamann una y otra vez, es menester ser apasionado, si
queremos ser justos hay que vivirlas y si son importantes no se las puede vivir con
moderación”4. Con Hamann no hay lugar para el término medio en lo referente a la
impresión que él y su pensamiento causaron; simple diletante para algunos, profundo,
original y audaz para otros. En el bando de los que lo admiraban estaban, cómo no,
sus discípulos Herder y Jacobi. Dicha admiración la podemos encontrar plasmada
en la correspondencia que mantuvieron, pero, sobre todo, la impronta que “El Mago
del Norte” dejó sobre ellos se palpa en el pensamiento de ambos. Sin embargo, su
sombra se alargó mucho más e influyó en gente como Goethe:
Y dado que en realidad había sido Hamann quien me había incitado tanto a emplear un
estilo sibilino en aquellas páginas como a publicarlas, creo que ha llegado el momento
oportuno de recordar a este hombre respetable e influyente, que por aquel entonces era
para nosotros un misterio tan grande como lo sería después para su patria.5
Aunque Hegel también tuvo palabras de admiración hacia él, fue mucho más
crítico que Goethe; junto con Kant, debemos colocarlo en el bando de sus detractores.
El amplio conocimiento que Hegel tenía de Hamann quedó plasmado en dos artículos
dedicados al análisis de su obra llamados Hamanns Schriften. Ignacio Izuzquiza
señala:
Elabora una imagen del pensamiento de Hamann alejada, como no podía ser menos, de
sus propios planteamientos filosóficos y ofrece unas críticas adecuadas del pensamiento
de Hamann que han pasado a la historia de la filosofía y hacen de Hamann un irracionalista
místico, incapaz de planteamientos generales y sumergido en el territorio de su compleja
personalidad particular.6
Lo extraño es cómo un gran conocedor de la obra de Hamann interpreta que la
causa de su “incapacidad sistemática” viene dada por su compleja personalidad. Sin
3
4
5
6
Hamann, J.G.: Aesthetica in nuce, Stuttgart, Reclam, 1979, p.113.
Seoane, J.: La Ilustración heterodoxa: Sade, Mandeville, Hamann, Madrid, Espiral Hispano Americana, 1998,
p.169.
Goethe, J.W.: Poesía y verdad, Barcelona, Alba, 1999, p.528.
Izuzquiza, I.: “Johann George Hamann o la seducción de un “raro”: razón, analogía y paradoja”, Convivium, 18
(2005), pp.73-108, p.80.
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embargo, Hegel sí advierte de manera indirecta la importancia de la relación entre
su pensamiento y su biografía, de la cual nos ocuparemos luego. A decir verdad,
la opinión del pensador de Stuttgart se ha convertido en una crítica recurrente al
pensamiento de Hamann, convirtiéndose en una losa demasiado pesada para el
devenir del pensamiento de Hamann y su recepción. Por su parte, la relación entre
Hamann y Kant fue muy ambigua. Podemos entenderla desde dos aspectos, a saber,
el teórico o intelectual, donde ambos discrepaban; Kant realmente veía a Hamann
como un aficionado de gran perspicacia7 pero nada más, y otro afectivo, donde Kant
siempre se mantuvo cercano y generoso. La paciencia de éste fue digna de mención.
Mientras Kant se preocupaba porque Hamann se centrase y pusiera en orden su vida,
Hamann se mantenía fiel a su personalidad y enormemente crítico con la obra de
Kant.
A pesar de que, como ocurriría en Francia, el núcleo ilustrado alemán tenía ideas
heterogéneas sobre la Ilustración, acabaron imponiéndose como paradigmáticos dos
aspectos en los que tanto Mendelssohn como Kant coincidían: la necesidad de la
acción humana en clave intencional –representado en la máxima ¡Sapere aude!– y
una armonía social o Estado que asegure la libertad y fomente la Ilustración. No
obstante, para Hamann, la opinión de Kant va mucho más allá. El proyecto kantiano,
un tanto hilarante para Hamann, es solo una medida antirrevolucionaria, ya que,
como señala Smilg Vidal, incorpora una “cláusula abusiva” solo a través de la cual
sería posible conseguir la Ilustración: “uso público” y “uso privado” de la razón.
La opinión que le suscita a Hamann el escrito de Kant ¿Qué es la Ilustración?
aparece recogida en una carta del 18 de diciembre de 1784 a Christian Jacob Kraus.
Probablemente con esta crítica Hamann se establece como primer crítico de la
Ilustración. Podemos sintetizarla en dos aspectos clave, por un lado, la crítica a
la “minoría de edad auto culpable” y por otro, la crítica a la diferencia entre “uso
público” y “uso privado” de la razón. En la posdata de la carta Hamann se expresa
de manera más clara que en la propia carta, allí muestra cómo invierte el argumento
kantiano del tutelaje: “Mi interpretación de la explicación de Kant va mucho más
allá de que la verdadera Ilustración consista en una salida de los hombres menores
de edad de una grandiosa culpable tutoría”8. Como explica Smilg Vidal, Hamann
advierte de una nefasta mentira en la concepción kantiana que, en general, también
estaba en el subconsciente de la época. Para Hamann la culpabilidad recae en el
tutor y no en el “menor de edad”. “La verdadera culpa” –escribe Smilg Vidal– “no
es la del que ha sido injustamente acusado de minoría de edad, sino de la ceguera
del tutor, que por considerarse a sí mismo vidente –esto es, ilustrado– debería cargar
y responder de esa culpa”9. Es evidente que Hamann ve en los filósofos ilustrados
la figura del tutor, especialmente en Kant. Lo podemos ver casi al comienzo de la
carta cuando Hamann señala irónicamente “Usted ya sabe lo mucho que estimo a
Platón y con qué gusto lo leo; también deseo admitir su tutela, cum grano salis, para
dirigir mi propio entendimiento, sin preocuparme por ello de falta de corazón”10.
Kant definió la Ilustración como “pensar por uno mismo”, sin embargo, Hamann
pone de manifiesto cómo Kant traiciona su propio argumento al erigirse él mismo
7
8
9
10
Especialmente admirado por las traducciones que Hamann hizo de David Hume.
VV.AA.: ¿Qué es la Ilustración?, Madrid, Tecnos, 1989, p.35.
Smilg Vidal, N.: “Ilustración y lenguaje en el pensamiento de J.G. Hamann”, Contrastes. Revista Internacional
de Filosofía, Vol. XVI (2011), pp.365-383. p.372.
VV.AA.: op.cit.: p.32.
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como tutor señalando qué se debería de hacer o qué no. Hamann lo ve muy claro
y añade: “¿Quién es el otro, holgazán o guía, que el autor tiene en la cabeza, pero
que no tiene el coraje de nombrar? Respuesta: el desgraciado tutor, que ha de ser
comprendido implícitamente como el correlato de los menores de edad”11. Pero sin
duda el aspecto más notable, quizás una de las críticas más conocidas que se le han
hecho a Kant respecto a éste escrito, es referente al “uso público” y “uso privado”
de la razón. Como advierte Smilg Vidal, Hamann se percata de la contradicción
existente entre lo que supone una actuación conforme a una persona que ha salido
de su “minoría de edad” y lo que establece o pretende establecer el “uso privado”
de la razón, es decir, la obediencia. Por un lado, Kant exhorta a tener valor para salir
de esa “culpable minoría de edad” pero, por otro lado, encierra y pone límites a la
libertad de las personas a través de la exigencia del “uso privado” de la razón. “¿Con
qué conciencia puede reprochar un charlatán o especulador, apoltronado detrás de la
estufa y con el gorro de dormir hasta los ojos, la cobardía del menor de edad, si su
ciego tutor tiene como fiador de su infalibilidad y ortodoxia un ejército incontable
y bien disciplinado?”12. La falsa libertad que trae el “uso público” es expresada por
Hamann metafóricamente con la audaz frase “¿Para qué me sirve el traje de fiesta
de la libertad, si en casa tengo que llevar el delantal de la esclavitud?”13. Como
vemos, desde este punto de vista la argumentación kantiana adolece de una clara
circularidad: “Hamann denuncia entonces cómo los liberales supeditan la libertad al
orden y eficacia, convirtiéndose en realidad en justificadores investidos de autoridad
epistémica del despotismo del Estado Moderno y sus funcionarios”14. Esta primera
crítica advierte del tono que tendrán luego los textos que hemos elegido para ver en
qué consiste su ataque a los principios de la Ilustración.
2.1. Crónica de una decepción-pietismo
La estancia en Londres en 1757 marca un antes y un después en la vida y obra
de Hamann. A partir de ahí se gesta el Hamann crítico con la Ilustración. Por
ello, podemos entender que hasta esa fecha existe un primer Hamann que acoge
los principios de la Ilustración y luego un segundo Hamann que, en base a una
experiencia vital, empieza a cuestionar dichos principios. Un año antes en Riga su
amigo Berens le ofrece el trabajo de traducir obras de autores ingleses y franceses
sobre economía política y filosofía. En este mismo año Hamann recibe un primer
golpe con la muerte de su madre. Berens le encarga que viaje a Londres con un fin
desconocido, aunque se cree que fue para asuntos políticos y comerciales con rusos,
como señala Kenneth Haynes. Aunque se sabe poco del año que Hamann pasa en una
de las capitales de la Ilustración, se cree que presumiblemente por la mezcla entre
la distorsión que le acarreó la vida en Londres, su entrega en relaciones personales
y amorosas y la soledad en la que se vio envuelto, terminó enfermo, arruinado y
afectado por una grave crisis personal. Es en este momento cuando ve que todo aquel
discurso ilustrado al que él tan apasionadamente se había adscrito no era capaz de
explicar qué le ocurría; dicho discurso nada puede decir de la vida particular de cada
11
12
13
14
Ibídem, p.33.
Ibídem, p.34.
Ibídem, p.35.
Canterla, C.: “La metacrítica de la razón ilustrada en Hamann”, Daimon. Revista de filosofía, suplemento 2
(2008), pp.337-345, p.337.
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hombre y mujer. Hamann entendía que la razón era incapaz de hablar de pasiones,
sentimientos y experiencias concretas de cada hombre o mujer. La razón tan solo
hace abstracción y conceptualiza; jamás trata de decir nada sobre el particular. Queda
realmente decepcionado al ver que había una discrepancia clara entre la filosofía
y la vida, entre el filósofo y el hombre del día a día. Completamente abatido por
esta circunstancia encuentra refugio en la Biblia. La leyó apasionadamente cogiendo
notas de toda aquella experiencia, reflexionando y dejando plasmada su “conversión”
en un escrito titulado Tagebuch eines Christen. Según Berlin, salió transformado de
aquella experiencia, ya que se reencontró con su religión de infancia, el Pietismo,
una doctrina que tiene que ver con la mística protestante alemana. El diálogo con
los textos sagrados –interpretación completamente individual– supuso para Hamann
una purificación. Por supuesto, Hamann encuentra ahí todas las respuestas que la
filosofía era incapaz de darle. Para Berlin, hace un descubrimiento de sí mismo a
través de las historias que allí encuentra; la Biblia adquiría para Hamann un valor
único, ya que comprender las palabras de las sagradas escrituras era comprenderse
a sí mismo. La comprensión, pues, venía mediante la fe y no mediante la razón
analítica: “El libro de la Creación contiene ejemplos de conceptos universales que
Dios ha querido revelar a la criatura a través de la criatura; los libros de la Alianza
contienen ejemplos de artículos secretos que Dios ha querido revelar al hombre a
través del hombre.”15
Hamann encuentra en Hume un apoyo para sus tesis: la “creencia” se convierte
en un elemento fundamental dentro del núcleo general de su pensamiento. Hume
entendía que todos nuestros conocimientos se basan en la creencia y ésta domina
nuestra vida cotidiana. No obstante, la “creencia” lleva a Hume a ser un escéptico,
pero Hamann la interpreta desde su fe:
Adopta el juicio de Hume de que la creencia debe ser aceptada incluso en un terreno que
la razón ha dominado hasta hoy en día; el conocimiento humano. Sin embargo, se opone
al papel que Hume asigna a la imaginación dentro de esta doctrina de creencias y así llega
a una definición que es contradictoria a las intenciones de Hume.16
A diferencia de otros, Graubner entiende que Hamann empieza a examinar el
concepto de “creencia” justo el año que regresa de Londres. Desde luego, es claro que
Hamann ya conocía la posición de Hume, sin embargo, es probable que luego solo
quisiera buscar un apoyo, dar legitimidad a todos esos escritos que empezaban a dar
forma a su nueva manera de pensar. Dichas lecturas adquieren forma posteriormente
en muchas de las opiniones de sus Evocación de Sócrates donde intenta plasmar el
valor de la creencia: “Nuestra propia existencia y la existencia de todas las cosas
externas ha de ser creída y no puede ser determinada de ninguna otra manera. ¿Qué
es más cierto que el final del hombre y de qué otra verdad hay un conocimiento mejor
probado y de modo más universal”17. Como señala Smilg Vidal, Hamann regresa a
Alemania después de su periplo londinense con su misión fracasada, pero con las
bases de lo que iba a ser su discurso posterior. “Una extraña alianza entre Hume y
15
16
17
Hamann, J.G.: Aesthetica in nuce, op.cit.: p.107.
Graubner, H.: “Theological Empiricism: Aspects of Johann Georg Hamann´s reception of Hume”, Hume
Studies, Vol. XV number 2 (November 1989), pp.377-386, p.380.
Hamann, J.G.: Evocación de Sócrates, Edición crítica del texto alemán, introducción, traducción y notas de
Cinta Canterla, Huelva, Ediciones Consulcom, 2015, p.74.
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la Biblia, una serie de sospechas sobre la razón y una inclinación hacia las pasiones
y sentimientos como verdaderas fuerzas motrices del ser humano”18. De alguna
manera Hamann sublima toda aquella frustración leyendo compulsivamente con el
fin de perfeccionar lo que sería su primer principio:
Se dio cuenta de que cualquier discurso significativo tiene que referirse a lo fragmentario,
a lo pequeño, a lo contingente, aunque sin perder la generalidad de toda reflexión racional.
Pues, si de lo que se trata es de hablar de la vida de las personas individuales y concretas,
la razón no es el mejor recurso.19
Esta idea aparece en el mismo año en su escrito Evocación de Sócrates –o como se
ha traducido comúnmente Memorabilia socrática– donde se identifica con la figura
de Sócrates por el rechazo de éste a todo conocimiento abstracto y universal. Ese
lenguaje nuevo, dice Hamann, debe ser a la vez celestial y terreno; el conocimiento
debe tener en cuenta esto si quiere que de lo que hable tenga validez y pueda
contribuir a la construcción de la vida del hombre. En dicho lenguaje es posible la
conciliación entre doctrinas filosóficas, anhelos, deseos y pérdidas. Aparece Dios
como la garantía que da sentido a esto, la referencia del lenguaje; el que procura
la cohesión permitiendo que el discurso pueda formarse tanto de palabras como de
preocupaciones. En nada tiene que ver este Dios con el de los teólogos o filósofos
racionalistas. El Dios del que habla Hamann a menudo es denominado “amigo”, ya
que le muestra al hombre que ese lenguaje que necesita es el que él mismo inició;
hablando a cada inclinación o deseo particular, pero a la vez conforma el mundo
entero. Por ello, en su palabra vivimos y con él dialogamos
Hablar es traducir –de un lenguaje de ángeles a un lenguaje humano, es decir, pensamientos
en palabras– cosas en nombres –imágenes en signos; que pueden ser poéticos o
kiriológicos, históricos, o simbólicos o jeroglíficos– filosóficos o característicos.20
El ímpetu de Hamann por descubrir el lenguaje divino –atender y ver cómo es
esa palabra unificadora del mundo– le lleva a renegar de la filosofía y empezar a
considerarse un filólogo. No obstante, algunos autores han hecho hincapié en que
en ningún caso Hamann abandona la filosofía por una suerte de filología, más bien,
la exigencia de tener que explicar los déficits de la razón le lleva a confeccionar una
filosofía del lenguaje.
2.2. Lenguaje-panenteismo-Metacrítica
El eje central de la crítica a la razón ilustrada de Hamann se basa en su concepción del
lenguaje. No obstante, clarificarla por entero –aparte de que es sumamente compleja–
nos desviaría de nuestra investigación. Por ello, aunque estamos en la tesitura de
exponer, aunque sea grosso modo su teoría, pondremos más énfasis en aquella parte
que constituye la crítica a los principios de la Ilustración y los “purismos” de la razón
en Kant. Para evitar desconciertos debemos retrotraernos a la atmósfera de su época
y ver en qué punto estaba el debate sobre el lenguaje para ver qué aportó él a dicha
18
19
20
Smilg Vidal, N.: op.cit.: p.368.
Ibídem, p.368.
Hamann, J.G.: Aesthetica in nuce, op.cit.: p.87.
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situación. Había dos corrientes; la materialista, que entendía que el lenguaje sólo es
una capacidad que se ha desarrollado, y la teológica, para la cual el lenguaje era un
“regalo” divino. Lo cierto es que dicho debate no estudiaba al lenguaje en sí, sino su
posible origen. Como señala Julio Seoane, fueron los de la “triple H” los primeros
(Hamann, Herder, Humboldt) que se preocuparon realmente en hacer una teoría
del lenguaje. Mezclan las teorías materialistas y la teológica, pero con un matiz: el
lenguaje es un desarrollo natural de una capacidad que Dios otorgó. Pensaban que
una teoría no tenía por qué oponerse a la otra. Hamann, llevando su teoría más al
extremo que Herder, entendía que pensar es hablar. Le parecía aberrante la idea de
una razón que se desarrolla procurando luego el lenguaje. La razón sin lenguaje no
existiría, explica Hamann, ésta se integra en el lenguaje tan solo como un elemento.
Dada la multiplicidad de lenguas, solo sería lícito hablar, pues, de “racionalidades”.
Para Hamann no existía un pensamiento extraño a su explicitación; pensar y hacerse
sonido irán de la mano. Como vemos, esta tesis hamanniana ataca el pilar fundamental
sobre el cual se sostiene la Ilustración y aquello expuesto por Kant en su Crítica de
la razón pura, donde éste hacía aquella disección de las facultades y hablaba de
una facultad especial de la razón. Precisamente, fue Hamann el primero en criticar
dicho texto con su Metacrítica. Como es habitual, Hamann invierte el planteamiento
kantiano (centrado en demostrar la posibilidad y fiabilidad del conocimiento) y
habla de las condiciones que hacen posible el análisis kantiano. Como indica Smilg
Vidal citando a J.Betz ,“Se puede hablar de una “prioridad genealógica” del lenguaje
respecto de la razón”21. El origen del lenguaje es, pues, divino y humano, y la Biblia
viene a mostrar la conexión de Dios y el hombre en la palabra. Hamann comienza
su Aesthetica diciendo que Dios forma el mundo mediante la palabra. La concesión
de la palabra por parte de Dios al hombre sería para desplegar el mundo en forma
humana; comprensible y susceptible de ser manipulado por el intelecto. Hamann
señala:
¡Habla, que yo te vea! – Éste fue el deseo cumplido por la Creación, que es una alocución
a la criatura a través de la criatura; pues un día habla al otro, y una noche se manifiesta a
la otra. Su consigna recorre todos los climas hasta el fin del mundo, y en todo dialecto se
oye su voz.22
Hamann insiste en que ese lenguaje que pone Dios en relación con el hombre
es la poesía. Dicha poesía “es la lengua materna del género humano; como la
horticultura, más antigua que el campo [sembrado]; la pintura, –que la escritura,
–que la declamación: las parábolas, que la clave; el trueque, –que el comercio”23.
Un lenguaje que mezcla ciencia y Biblia, razón y pasiones y que en ella aparece el
mundo entero. Según Seoane, la manera de captar tal lenguaje sería variar el órgano
a través del cual lo percibimos y hablamos:
no será la razón sino el corazón el lugar donde podemos recibir el mundo que pone en
marcha la palabra. Aquí acuerdan la religión y la ciencia. Ésta última se encargará de
explicar el lenguaje de la naturaleza y su función será retrotraer todo lo existente a la
primera palabra.24
21
22
23
24
Smilg Vidal, N.: op.cit.: p.376.
Hamann, J.G.: Aesthetica in nuce, op.cit.: p.87
Ibídem, p.81.
Seoane, J.: op.cit.: p.164.
228
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Esta explicación es especialmente reveladora, y aunque de ello hablaremos en las
conclusiones, se puede entrever que Hamann está lejos de ser un irracionalista. En
la poesía, según “El Mago del Norte”, en tanto que diálogo de Dios con el hombre,
éste descubre la realidad que le rodea. Además “Para Hamann la historia, al igual
que las Escrituras, posee un sentido interno místico o “verdadero” que es revelado
por Dios, no descubierto por el paciente e incansable esfuerzo de la razón”25. Esto
es lo que Hamann rescata de su crisis en Londres: dar prioridad al corazón, ya que
ahí es donde es posible conciliar “cabeza y vientre” o pasiones y razón. La poesía
llega hasta donde la ciencia no es capaz. Hamann pensaba que la exclusión de Dios
del discurso de la Ilustración conlleva necesariamente a la pérdida de una parte vital
del ser humano. Por tanto, no es negar el racionalismo, es colocar a la poesía como
elemento de cohesión de aquello que la Ilustración enseña pero que deja a medias.
La imagen de Dios como “creador” o “poeta” que se manifiesta tanto en el lenguaje,
la realidad o la propia historia (esto influyó decisivamente en Herder) hace que se
vea, según Smilg Vidal, como un panenteísmo. “No se trata de que “todo es Dios”,
sino, más bien de que “todo remite a Dios”, donde por “todo” hay que entender la
creación entera, tanto el mundo natural como el cultural pues, a través de todo eso,
Dios habla”26.
Dicho esto, estamos en situación de entender mejor en qué se basa la Metacritica
(1781) Como apuntamos, Hamann invierte el discurso kantiano y lo interroga.
Analiza la “purificación de la razón” que, según él, había hecho Kant en su Crítica
de la razón pura. Lo expondremos a partir de la síntesis de Smilg Vidal. El primer
“purismo” consiste en la pretensión de independizar la razón de cualquier tradición
o creencia. El segundo consiste también en tratar de independizar la experiencia de
toda cotidianeidad. El tercero, y ultimo, olvida que razón y lenguaje están unidos.
Dicho “higienismo depurador”, como lo define Cinta Canterla, está en todos los
ilustrados de la época.
La tarea de delimitar un ámbito del conocimiento separado de la tradición y de la
experiencia concreta del sujeto particular, individual, centrado en la vida cotidiana, le
parecía imposible, una ficción. Pero sobre todo, le parecía inviable separar el lenguaje del
conocimiento.27
¿¿Cómo liberar a la razón del lenguaje si éste es su condición de posibilidad?
se preguntaba Hamann. Su lucha está centrada en esta filosofía que “parte” al ser
humano en “facultades” aunque éste solo sea un todo. No es negar a la razón si más,
es querer que no se coloque como absoluta. El lenguaje no es un mero instrumento
sino parte constituyente, y el estudio de la razón pura, sostiene en su Metacrítica, es
un imposible que lleva a malentendidos: “El lenguaje es también el punto central de
la mala interpretación de la razón consigo misma”28. Es por ello que cuando Kant
cree estar hablando de “categorías del entendimiento” solo habla del lenguaje, es
decir, son problemas de dimensión lingüística nada más. Con este importantísimo
apunte Hamann se adelanta a Nietzsche, que ya hablaba de los artificios metafísicos
como “brotes de las bajas pasiones”, pero, además, define la concepción de que
25
26
27
28
Copleston, F.: Historia de la filosofía Vol.6: De Wolff a Kant, Barcelona, Ariel, 1996, p.135.
Smilg Vidal, N.: op.cit.: p.382.
Canterla, C.: “La metacrítica de la razón ilustrada en Hamann”, op.cit.: p.337-345, p.340.
VV.AA.: op.cit.: p.40.
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la filosofía crea errores inducidos por el lenguaje. Se adelanta también a toda la
filosofía del siglo XX. Esas “bajas pasiones” de las que habla Nietzsche, que dan
forma a Tratados y Libelos metafísicos, pueden explicarse a través del concepto de
Melancolía de Hamann. La pretensión quimérica del proyecto ilustrado de alcanzar
un conocimiento prístino, el rechazo de la parte corporal por identificarla con el
error y los males revela, según Hamann, una patología de la razón. Dicha patología,
denominada melancolía, es usada, según Cinta Canterla, como elemento de la crítica
filosófica. Aparte de las consecuencias en el plano gnoseológico, el empeño en lograr
un conocimiento desvinculado del cuerpo, la melancolía tiene consecuencias notables
en el plano de la moral. Todo ese rechazo y condena de sentimientos o pasiones
acaba insensibilizando por completo. Como explica Cinta Canterla, la melancolía
de la razón es para Hamann “La causa del abuso y la explotación social y política,
incapaces los poderosos de empatizar con las miserias de la deshumanización que
ellos mismo provocan en sus semejantes”29.
2.3. El talante y forma de su rebelión-Sócrates
Hamann, efectivamente, se opuso a toda abstracción unilateral y a lo que él consideró
la “tiranía” de su época; la razón discursiva. Su escritura –desordenada y caótica para
muchos– representa la primera expresión de su rebelión contra el estilo sistemático
que impone la Ilustración. En Hamann el contenido de su crítica y la forma son
una. El texto Evocación de Sócrates fue dedicado al público, pero, sobre todo, a sus
amigos Kant y Berens dado que éstos representaban esa razón abstracta. Al comienzo
del escrito les advierte:
He escrito sobre Sócrates al modo socrático. El alma de sus argumentaciones era la
analogía, y él les dio la ironía por cuerpo. En lo que sigue, incertidumbre y confianza
pueden serme tan apropiadas como ellas lo requieran, debiendo ser consideradas aquí,
claro está, mimesis estéticas.30
Hamann exalta un tipo de hermenéutica en relación al pietismo; no trata, pues,
de determinar un único y verdadero sentido del discurso mediante reglas racionales
o el análisis de frases o palabras aisladas. Anima tanto a Kant como a Berens a
interpretar su texto metiéndose de lleno en él. Empresa nada fácil la que encarga a
sus amigos. Para W.M Alexander dicha confrontación con un texto de Hamann debe
ser similar al trabajo de búsqueda de oro en una mina: “Uno debe cavar y tamizar,
escudriñar y probar, y luego repetir la empresa de nuevo”31. El propio subtítulo de
la Aesthetica in nuce: “Una rapsodia en prosa cabalística” evidencia su estilo. Es
una clara descripción, señala Mateu Cabot, ya que rapsodia es una palabra de origen
griego (unir cosiendo) y hace referencia al arte de aquellos rapsodas griegos y su
estilo claramente inconexo donde todo adquiere significado tras observar las ideas
en su conjunto y no en la construcción discursiva o sistemática. No obstante, hay que
señalar que esta vía que toma Hamann está lejos de ser fruto de una “incapacidad”,
como sugirió Hegel, quizás todo lo contrario, confirma una virtud; el compromiso
29
30
31
Canterla, C., “La filosofía que ríe: la anatomía de la melancolía de Robert Burton y la metacrítica de la
Ilustración”, Daimon. Revista internacional de Filosofía, Suplemento 5 (2016), pp.807-816, p.814.
Hamann, J.G.: Evocación de Sócrates, op.cit.: p.58.
Alexander, W.M.: Johann Georg Hamann. Philosophy and Faith, The Hague, Martinus Nijhoff., 1966, p.53.
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que tenía con sus ideas. W.M Alexander señala que el propio Hamann admite en
alguna de sus cartas, con toda claridad y sencillez, que su estilo es completamente
intencional. Es la prueba más genuina de que a Hamann en su pensamiento le “iba
la vida”, es decir, su filosofía es expresión de su experiencia vital. Al contrario de
pensadores como Kant o Hegel, completamente ausentes en su obra, Hamann está
presente en cada renglón, en cada referencia a los griegos o a la Biblia. Jacques
Derrida decía que le hubiera gustado leer de Kant algún libro donde hablara de su
vida sexual. Lógicamente, como él mismo aclara, no se trata de pornografía. Lo que
señala es más sutil; lamenta la impersonalidad de la obra kantiana. Desde luego, esto
con Hamann no ocurre; Hamann fue un individuo que pensaba no un pensador puro.
En contraposición a los insatisfactorios planteamientos ilustrados, Hamann
exalta la figura de Sócrates, en la cual se ve identificado; ve una extraña relación
entre Sócrates, él mismo y Jesucristo. Hamann percibe en la máxima socrática
“conócete a ti mismo” la clave del conocimiento –no olvidemos su crisis en
Londres–. Sócrates hizo de su ignorancia un principio de sabiduría (paradoja) y
esto –también a Hamann y Jesucristo– le supuso el odio y rechazo de su época, la
incomprensión que trágicamente tanto en Sócrates como en Jesucristo acaba con la
muerte. Hamann estaba fascinado por la relación entre “debilidad” y “fuerza”, la
debilidad del conocimiento racional frente a la fortaleza que otorga el “conocimiento
de sí”. El motivo que le lleva a Sócrates a desvincularse de la razón abstracta y seguir
el sendero de la paradoja es su “demon” o genio:
Es descrito por Hamann como una peculiar forma de locura inteligente que lo llevaba a
ser compulsivo, imprudente impertinente, vehemente, torpe e idiota, pero a la vez lúcido,
creativo, certero en la palabra valiente, compasivo y paciente. De la experiencia de sus
propios contrastes y el conocimiento de sus límites y miserias provendrían su profunda
humanidad y su lucidez, su sensación de ignorancia.32
El respeto por el valor del individuo y el “conocimiento de sí” significan para
Hamann algo mucho más fructífero que cualquier sistema deductivo. Cinta Canterla
comenta que en la Evocación de Sócrates Hamann trata de hacer entender que existe
otra forma de hacer filosofía distinta a la que ofrecía la Historia de la filosofía de
su época. Una filosofía que diera cuenta de la interrelación existente entre vida y
pensamiento. Hamann criticaba aquellos enormes libros a los que llamaba “colosos”
donde solo había un alarde de erudición y delirio del ego:
Obras maestras que son siempre muy admiradas y solicitadas por los eruditos especialistas
en la materia, pero de las que se burlan en privado las personas sensatas considerándolas
osados engendros y quimeras, siendo remedadas a veces, para diversión del público, en
teatrales caracterizaciones.33
La filosofía para Hamann, representada en gran medida por la tradición griega y
especialmente por la actitud de Sócrates, era todo lo contrario a erudición y “letra
muerta” para un grupo. Significaba vida, valentía y heroísmo. “Pues el espíritu
heroico de un filósofo reside en esto: una ardiente ambición en relación a la verdad
y a la virtud, y saña guerrera contra toda mentira y vicio que no sean reconocidos
32
33
Hamann, J.G.: Evocación de Sócrates, op.cit.: p.16.
Ibídem, p.60.
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como tales ni quieran serlo”34.Al contrario de lo que los historiadores de su época
pensaban, no existía en la filosofía griega conflicto entre los elementos racionales e
irracionales; de alguna manera éstos asumían la contradicción. Hamann establece
una analogía (otro elemento importante en toda su expresión) entre el oficio de los
padres de Sócrates y el método socrático para explicar cómo los historiadores de
su época no entendieron nada de las enseñanzas de Sócrates. Tal como su madre
ayudaba en su trabajo de partera, Sócrates ayudaba mediante la mayéutica a que
su discípulo “diera a luz” a su sabiduría. Su padre, en cambio, era escultor, debía,
pues, quitar de la madera aquello que no servía para construir. Ambos escenifican
los rasgos de su método, pero los historiadores solo vieron la parte destructiva, dice
Hamann, olvidando por completo el Sócrates sabio, incluso, utilizándolo para atacar
la creencia. Mediante su razón abstracta, dichos historiadores, acaban relegando al
terreno de lo absurdo una parte esencial para el hombre. Lo curioso es que, según
Hamann, no había contradicción alguna entre la verdadera sabiduría –en base a las
enseñanzas de Hume– y la verdadera creencia. Una de las pruebas que alegan de que
la ignorancia de Sócrates es fuente de sabiduría fue el hecho de que el propio Apolo
lo reconoció como un sabio. En referencia a cómo la ignorancia de Sócrates se torna
sabiduría señala Hamann:
Pero como el grano de toda nuestra sabiduría natural tiene que descomponerse, tiene
que transformarse en ignorancia, para que a partir de esa muerte, de esa nada llegue a
germinar y brotar de nuevo la vida y el ser de un conocimiento más elevado, difícilmente
la nariz de un sofista puede catarlo. Para ello tendría que ser su nariz no una madriguera
de topo, sino una torre de Líbano que se orientase hacia Damasco.35
Se aferra, pues, a la singularidad, tratando de ver lo que otros no ven: el triunfo
de la paradoja en contraposición a la razón discursiva. Ésta es la actitud heroica de
Sócrates, que enseñó a dudar de la forma aparente de las cosas, especialmente en el
ámbito social, el cual veía dominado por la ideología:
Sócrates aprovechó siempre cualquier oportunidad para reforzar su memoria y su juicio
y para prevenirlos contra la vanidad y la frivolidad. En pocas palabras, Sócrates condujo
a sus conciudadanos, seduciéndolos, desde los laberintos de sus eruditos sofistas a una
verdad que reside en lo oculto, a una verdad clandestina, y desde los altares idólatras de
sus devotos y políticamente correctos sacerdotes al culto de un dios desconocido.36
3. La advertencia de la complejidad
Si echamos la vista atrás podemos ver cómo desde la introducción hemos dicho que
Hamann es un autor secundario y que sus ideas nada pudieron hacer para derrotar a
la Ilustración. Sin embargo, eso no significa que todos sus planteamientos se hayan
olvidado. Podemos decir que Hamann se venga del “olvido” de la Historia de la
filosofía al convertirse en una de las grandes influencias del Romanticismo. Cuando
Goethe habla en sus diarios sobre la impresión que le causó a él y a sus coetáneos las
Evocación de Sócrates resalta:
34
35
36
Ibídem, p.61.
Ibídem, p.75.
Ibídem, p.78.
232
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En ellas se intuía a un hombre concienzudo y de reflexiones profundas que, excelente
conocedor del mundo visible y de la literatura, aun aceptaba la existencia de algo secreto
e impenetrable de lo que hablaba de un modo muy particular. Ciertamente, aquellos que
dominaban la literatura del momento lo tenían por un visionario abstruso, pero la juventud
en ascenso se sentía fácilmente atraída por él.37
Esta juventud en ascenso fueron los románticos. Uno de los aspectos cruciales para
dicha juventud y una vía alternativa a la abierta por la Ilustración fue la reivindicación
que Hamann hacía de la individualidad. Hemos visto que parte de su fracaso viene
de la “incapacidad” de elevarse a universal. No obstante, como aclara Villacañas en
su obra La quiebra de la razón ilustrada: idealismo y romanticismo, esto obedecería
a una premisa de su pensamiento: la exaltación de la individualidad, y por extensión
de la sensibilidad y las pasiones: “Solo las pasiones dan a las abstracciones manos,
alas, pies; a las imágenes y los signos, espíritu, vida, lengua”38. Hamann capta el
problema que hay tras las abstracciones y la pretensión del método científico de
aspirar a abarcar todo en un mismo sistema coherente. La idea mecanicista que la
Ilustración tiene del mundo es ilusoria, ya que, según Hamann, concibe a la naturaleza
como algo “estático” o “muerto”; objeto de observación y manipulación; de análisis,
donde todo puede ser explicado –y en algún momento en su totalidad– a través de
una estructura. En palabras de Berlin, esta concepción encubre un peligro real:
La ambición de “newtonizar” todos los conocimientos tiende a embotar la sensibilidad
ante los matices, a disminuir la receptividad ante las impresiones empíricas, a hacer valer
la forma a expensas del contenido, la uniformidad a costa de la variedad, de la plenitud de
la vida y de la metamorfosis calidoscópica de la experiencia actual que llegan a perderse,
deslizándose por los huecos de una red conceptual elaborada.39
El mundo, según la perspectiva de Hamann, son momentos únicos imposibles
de ajustar a ningún orden y que solo serían comprensibles en la experiencia directa.
Los modelos o teorías utilizados para explicar el mundo y al propio individuo dan
por supuesto muchas cosas, pero dejan fuera muchas otras, proyectan una imagen de
un mundo ideal, plenamente cognoscible, sin misterios, y un sujeto racional exento
de contradicciones o extrañezas. Esto sería, según Berlin, lo que Hamann denominó
“sueño de la ciencia universal”. Hamann rechazó la pretensión de la razón científica
apelando al carácter problemático o asimétrico de la realidad. Lo que sedujo a
los románticos fue su negativa hacia cualquier entramado que pretendiese agotar
toda la realidad en un discurso, y frente a esto, reivindicar lo singular y aquello
escurridizo para categorías y conceptos. Hamann pensaba que existía la posibilidad
de comprender el mundo estéticamente más allá del ejercicio de la razón analítica.
La naturaleza de tal comprensión debía ser todo lo contrario, abierta y espontánea,
de modo que captara los signos de otra manera. Los románticos se sintieron atraídos
por esta idea, ya que, como muestra Mateu Cabot, estaba en clara relación con ese
concepto que ellos manejaban y que exhortaba a “escuchar la voz” de la Naturaleza,
ésta siempre difícil de traducir en palabras. Podemos decir que con Hamann aparece
por primera vez lo que en nuestra época denuncian los pensadores posmodernos:
37
38
39
Goethe, J.W.: op.cit.: p.528.
Hamann, J.G.: Aesthetica in nuce, op.cit.: p.121.
Berlin, I.: op.cit.: p.208.
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la necesidad de aceptar que hay una pluralidad de culturas y valores. Entendía que
por mucho que se insistiese no había un único método para obtener la respuesta
verdadera de todo. En ese sentido, la tentativa de la Ilustración de extrapolar el
método “newtoniano” a otras parcelas como la ética, estética o política se convierte
en un proyecto malogrado. En relación a dicho fracaso comenta Berlin:
Las proposiciones generales eran como cajas extremadamente toscas. Eran conceptos y
categorías que distinguían aquello que era común a una gran cantidad de cosas, común
a muchos hombres diferentes, a muchas cosas de distinto tipo, a varias edades. Lo que
dejaban fuera por necesidad –porque eran generales– era lo único, lo particular, lo que
constituía la propiedad específica de este hombre o de esta cosa.40
Como hemos visto, Hamann no solo asesta un duro golpe a las aspiraciones
universalistas de la Ilustración, sino que rompe con la presunción de armonía y el
excesivo optimismo que ésta concedía. Este panorama, caracterizado por el desorden
y lo desconocido, se presenta terriblemente desconcertante para ese concepto
constreñido y dogmático de razón que los ilustrados promocionaban. No obstante, el
hecho de tener que admitir la derrota y asumir el carácter problemático y complejo
de la vida significó algo de gran valor para los románticos. Hamann fue capaz de ver
aspectos de la vida humana que la ciencia y la razón abstracta ignoran. Tanto es así
que, según Berlín, la humanidad ha visto cómo se ha pagado un alto precio al ignorar
discursos críticos como el de Hamann.
3.1. Revisión de la Ilustración-Ilustrado radical
La revisión de la Ilustración más importante y cercana a nuestros días la llevaron a
cabo Theodor Adorno y Max Horkheimer con su Dialéctica de la Ilustración (1944).
La coyuntura política y social vivida en Europa, especialmente en Alemania con el
auge del nazismo, representaba la consagración de una regresión a la barbarie. Los
análisis realizados por estos autores tratan de esclarecer las casusas del fracaso del
proyecto emancipatorio inherente a la Ilustración. La conclusión a la que llegan, una
sospecha sobre el carácter dialéctico de la razón que puede significar su ocaso, nos
remite necesariamente a la crítica que Hamann planteó a los preceptos ilustrados en
el siglo XVIII. La Ilustración contiene el germen de su propia destrucción:
porque en su origen se configura como tal bajo el signo del dominio sobre la naturaleza.
Y se autodestruye porque éste, el dominio sobre la naturaleza, sigue, como la Ilustración
misma, una lógica implacable que termina volviéndose contra el sujeto dominante,
reduciendo su propia naturaleza interior, y finalmente su mismo yo, a mero sustrato de
dominio.41
Hamann de alguna manera ya advirtió de este peligro. Como hemos visto,
fue capaz de observar el ansia de dominio que había en la tendencia a disolver la
naturaleza y al propio ser humano en mera objetividad. Con el rótulo de melancolía
de la razón Hamann definió esa suerte de patología que deriva de la idolatría de la
razón y que tiene consecuencias epistemológicas, psicológicas, morales y políticas.
40
41
Berlin, I.: Las raíces del romanticismo, Madrid, Taurus, 2000, p.67.
Horkheimer, M, Adorno, T.: Dialéctica de la ilustración, Trotta, Madrid, 2009, p.30.
234
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De esta manera, el proyecto llevado a cabo por Adorno y Horkheimer en su Dialéctica
es un esfuerzo similar al que hizo Hamann en su momento al revisar los principios de
la Ilustración. Si bien Adorno y Horkheimer reclaman una dimensión de la razón que
aportaba fines o el “sentido”, Hamann cree indispensable recuperar a “Dios”; una
dimensión que se ha ido difuminando a lo largo de la historia y que es la encargada
de cohesionar (dar sentido) a los conocimientos que aportan las ciencias naturales.
Si dichas críticas podemos entenderlas, con matices, como dos caras de una misma
moneda, fomentadas por una disposición idéntica, es decir, ilustrar a la Ilustración
sobre sus aspectos velados, parece fuera de lugar seguir manteniendo el apelativo de
“irracionalista” a Hamann. Este prejuicio que inauguró Hegel y que tantos autores –
sobre todo de su época, pero también posteriores– han repetido casi como un mantra
ha perdido legitimidad en nuestros días. Quizás el último autor en extender dicho
prejuicio haya sido Berlin, quien paradójicamente, es conocido entre otras cosas
por ser el filósofo que, gracias a su visibilidad, ha logrado divulgar el pensamiento
y la figura de Hamann en la actualidad. Till Kinzel, uno de los múltiples autores
que defiende que el pensamiento hamanniano debe entenderse como la expresión
de un ilustrado radical y no como la de un reaccionario, comenta sobre Berlin: “Ha
defendido la tesis de que Hamann sería un defensor del antiintelectualismo, un
reproche del cual no se puede hablar si uno tiene en cuenta con qué intensidad se dedicó
Hamann a los escritos filosóficos y a qué altura intelectual llegó a comprometerse en
las discusiones”42. A pesar de lo que se ha intentado hacer ver, Hamann en ningún
momento reniega de la razón, le otorga un lugar dentro de una estructura mayor.
Seoane lo explica en su artículo cuando dice que Hamann tiene una “aspiración de
absoluta modernidad”: de conocimiento del hombre y de racionalizar el mundo tanto
como de caer en excesos. La tendencia necesariamente debe ser plural, ya que si
dejase algo fuera el discurso sobre la vida se vería afectado y quedaría incompleto.
Lo que hay detrás de la denuncia de que la filosofía –el racionalismo al que Hamann
se refiere– no es sensible al mundo en su totalidad es una actitud de ilustrado radical.
Hamann anticipa la precariedad de la razón en muchos aspectos y suscita por vez
primera la noción de teoría como “ficción útil”.
Anteriormente habíamos señalado que la concepción del lenguaje de Hamann es
clave en la crítica a los presupuestos ilustrados. Entendía que la razón siempre lo es
lingüística y funciona mediante imágenes; el que habla lo hace creando imágenes
o símbolos. “El lenguaje cotidiano, su expresión poética y la capacidad de crear
símbolos se encuentran directamente relacionados con la singularidad”43. Por ello,
explica Izuzquiza, ésta huye de cualquier posible abstracción, de un modelo de
pensamiento que supedita el objeto particular a una estructura de relaciones. Esto
señala directamente a ese modo de proceder que hemos descrito y que se basa en la
generalidad. Por otra parte, Hamann contrapone la razón analógica y comparativa a la
razón discursiva. En ese sentido, tanto pensar como razonar son solo la elaboración de
esferas de analogía y nunca pueden ser deducir o abstraer. Este es el motivo principal
de que sus obras sean tan complejas; su expresión mediante analogías, metáforas
o simbolismos, crea distintos planos de significación, generando así la posibilidad
de una interpretación abierta a la multivocidad. Desde luego, este estilo “ecléctico”
42
43
Kinzel, T.: “Hamann como Sócrates”, La Torre del virrey. Revistas de estudios culturales, 0 (2005/06), pp.6164, p.62.
Izuzquiza, I.: op.cit.: p.104.
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estaba en concordancia plena con su manera de entender el conocimiento. El propio
Sócrates, comenta Hamann, también sufrió un rechazo en ciertos momentos por no
regirse por el modelo de la razón discursiva: “Los críticos no estaban satisfechos
con sus alusiones tangenciales y le reprochaban los símiles que utilizaba en sus
discursos de viva voz, unas veces por demasiado rebuscados y otras por vulgares”44.
La admisión de la paradoja por parte de Hamann como elemento fundamental es
otro ejemplo de su actitud abierta y no dogmática. Desdeñar la paradoja, como hace
la razón abstracta, supondría no entender muchos de los más importantes elementos
de la vida de los seres humanos. El despliegue de la vida exhibe a la contradicción
constantemente como un elemento consustancial a la misma, dejando en evidencia la
pretensión del orden, seguridad y confort de los principios ilustrados. Las personas
deben aceptar que la existencia concreta y particular se caracteriza por estar en medio
de la tempestad, sometida a tensiones de todo tipo.
Un ejemplo del carácter integrador y plural de Hamann lo tenemos en la reacción
de éste ante el encargo de Kant de elaborar un tratado sobre la física de Newton para
niños. Hamann no rechazó el trabajo, pero la sorpresa de Kant debió ser mayúscula
al ver que en el frontispicio estaba escrito, en claro rechazo a cualquier entramado
que pretenda abarcar toda la realidad, “En el principio era la palabra, y la palabra
creó el mundo”. Pero es la anécdota en relación a Rousseau la que, en mi opinión,
acaba definitivamente con la equivocada imagen de un Hamann reaccionario o
dogmático. A pesar de que para Hamann los ilustrados franceses hacían una “filosofía
de salón” sin interés alguno y considerar que era Inglaterra y no Francia el espejo
donde debía mirarse Alemania, defendió a Rousseau y su novela La Nueva Eloísa de
los ataques de los ilustrados alemanes. Hamann consideraba inadmisible la reseña
que Mendelssohn había hecho de dicha obra de Rousseau y, como comenta Cinta
Canterla, le reprochó que “haya elevado en su reseña sus prejuicios personales a
canon estético universal”45. La admiración de Hamann por la novela de Rousseau
descansa, precisamente, sobre aquellos aspectos que, a ojos de los ilustrados
alemanes, la convertían en “una obra que se caía de las manos”. Como explica Cinta
Canterla, las innovaciones estéticas llevadas a cabo en La Nueva Eloísa estaban
en plena concordancia con las ideas de Hamann. Rousseau había configurado una
obra completamente subversiva mezclando géneros, ignorando el férreo concepto
de realismo imperante y planteando una moralidad y una manera de entender a la
Naturaleza humana distintas. Hamann encuentra en la actualidad de esta polémica
una oportunidad para allanar el terreno de cara a la publicación de su Aesthetica
(1762) un año después:
No se trataba de una mera identificación ingenua con Rousseau que le llevase a proyectarse
en él y tomarse a pecho las descalificaciones como si se las hiciesen a sí mismo: era un
recurso para llevar las cosas a su terreno, esto es, educar a los alemanes en otros criterios
estéticos.46
Los ilustrados veían en la fe religiosa de Hamann un claro indicio “bárbaro”,
sin embargo, como señala Seoane, su “Dios no viene a sustituir los logros de la
44
45
46
Hamann, J.G.: Evocación de Sócrates, op.cit.: p.81.
Canterla, C.: Rousseau en la obra de Johann Georg Hamann: el texto Chimärische Einfälle a propósito de Julie,
ou la Nouvelle Héloïse y otros comentarios. EN: El legado de Rousseau: 1712-2012. (ed.). por José López
Hernández y Antonio Campillo Mesenguer, Murcia, Editum, 2013, p.261, p.267.
Ibídem, p.269.
236
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modernidad, viene a complementarlos (aunque no a completarlos)”47. Este hecho
refleja una actitud completamente actual, ya que es sabido que para muchos
científicos la creencia y la ciencia no están en conflicto. Mateu Cabot aporta algo
decisivo al respecto:
Precisamente en esto último radica la diferencia: aceptar o no que a la razón más formal
y deductiva, analítica y matemática, pueda escapársele algún secreto de la naturaleza o
del hombre. Si todo lo que la ciencia no conoce es lo que “aún no conoce, pero que algún
día conocerá” estamos negando cualquier tipo de misterio, proyectamos un universo
mecánico y sin fisuras ni sombras. Si hay y habrá límites infranqueables al conocimiento
humano, científico, tal vez no estemos hablando de “irracionalismo”, como pretendía
Berlin, sino de conciencia de la finitud humana.48
En definitiva, Hamann, en ese afán por desenmascarar a la razón, deja al
descubierto aquellos ángulos muertos que la mayoría de los pensadores de su época
no fueron capaces de ver. Advertir el carácter limitado de la razón abstracta no es
negarla, es simplemente pretender que “no sea absolutizada, que no sea unívocamente
encumbrada para que domine sobre el resto de capacidades del ser humano; niega
que la razón pueda erigirse en guía exclusivo de la humanidad”49. Esta enseñanza
no puede ser más oportuna para nuestro tiempo, un tiempo caracterizado por ser
vástago de la razón más fría y dominante. Un tiempo que no puede explicar el
desequilibrio tan grande entre sus luces y sombras. El “olvido” de la obra de Hamann
es inversamente proporcional a la versatilidad de sus ideas, y la clandestinidad en la
que se haya no es más que un perjuicio para nosotros, ya que, como hemos visto, su
pensamiento aporta claves interesantes que pueden permitir explicar o comprender
aspectos de nuestro presente.
4. Referencias bibliográficas
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