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Revista Facultad de Trabajo Social | Vol. 32 | No. 32 | pp. 75-85
|enero-diciembre | 2016 | ISSN: 2390-0059 | Medellín- Colombia
¿Innovamos
en Trabajo Social?1
Is there innovation in Social Work?
David Alonso González
Vicedecano de Relaciones Internacionales e Innovación.
Facultad de Trabajo Social. Universidad Complutense –
Madrid. España.
Aprobado:
13 de noviembre de 2015
Recibido:
15 de febrero de 2016
DOI:
http://dx.doi.org/10.18566/rfts.v32n32.a04
1
Este documento forma parte de los resultados de investigación del Proyecto financiado por la UCM-Santander con el
código PR26/16-8B-1 y titulado innovación y envejecimiento
activo en entornos digitales
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Resumen
La innovación está en todas partes. Se podría afirmar con rotundidad que se ha convertido
en el emblema de la sociedad moderna. Podría decirse que se toma como una panacea para
resolver muchos problemas y un fenómeno digno de estudio. El análisis de la innovación,
algo relativamente reciente, adquiere gran importancia en el siglo XX y XXI. Sin embargo,
y como tal, la innovación siempre ha existido, de hecho, este concepto surgió hace siglos.
La mayoría espontáneamente entiende/asocia la innovación como innovación tecnológica
pero esto no es necesariamente así.
Palabras clave
Innovación, Trabajo social, innovación disruptiva, inclusión, promoción.
Abstract
Innovation is everywhere. We might assert categorically that it has became the banner of
modern society. It could be said that it is taken as a panacea to solve many problems and a
phenomenon worthy of study. The analysis of innovation, something relatively recent, it
acquires great importance in the XX and XXI century. However, and as such, innovation
has always existed, in fact, this concept emerged centuries ago. Most spontaneously
understand / associate innovation as innovation technological but this is not necessarily so.
Keywords
Innovation, Social Work, disruptive innovation, inclusion, promotion.
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Introducción
La innovación está en todas partes. Se podría afirmar con rotundidad que
se ha convertido en el emblema de la sociedad moderna. Podría decirse que
se toma como una panacea para resolver muchos problemas y un fenómeno
digno de estudio. El análisis de la innovación, algo relativamente reciente,
adquiere gran importancia en el siglo XX y XXI. Sin embargo, y como tal, la
innovación siempre ha existido, de hecho, este concepto surgió hace siglos.
La mayoría espontáneamente entiende/asocia la innovación como innovación
tecnológica pero esto no es necesariamente así.
Por otro lado y, paradójicamente, un mundo satisfecho y estable podría
tener “poca necesidad” de innovación. Si esto es verdad, se deduce que la
innovación se convierte en imperativa cuando los problemas son inéditos,
cuando los sistemas no funcionan o cuando las instituciones atienden los
problemas del pasado y no del presente. Por estas razones pensamos que
tiene un potencial para el Trabajo Social no tan desarrollado como debiera.
¿Qué sucede en el caso particular del Trabajo Social? La innovación en este
ámbito “puede ser” un elemento clave para el desarrollo de la disciplina, pero
no por el mero hecho de emplear herramientas tecnológicas. Parte de ella
supondrá poner en valor procedimientos antiguos, asociados a las virtudes
de la práctica profesional. La innovación (sea tecnológica o no) no se puede
emplear en el vacío, sino que ha de estar asociada a una serie de valores,
de usos… Esto es, no existe por sí sola, sino en relación y con un contexto.
Tomando como punto de partida estas palabras el presente trabajo pretende
conectar innovación y Trabajo Social. Se trata así de hacer un breve recorrido
por su concepto, orígenes, definición, delimitación, hasta extenderlo hacia
la innovación social, en donde cobra especial relevancia para la práctica del
Trabajo Social. Básicamente nos hacemos dos preguntas que trataremos de
responder: ¿podemos aportar alguna clave desde el Trabajo Social al mundo
de la innovación? ¿Puede la innovación mejorar la práctica profesional de
los trabajadores sociales?
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Innovación.
Origen, concepto y delimitación
El termino innovación tiene sus orígenes en la Edad Media. Novatio, término
que apareció por primera vez en el Derecho en el siglo XIII, implicaba la
renovación de un compromiso de traspasar un contrato para un deudor
nuevo. Aunque es un concepto que por tanto ha estado presente desde hace
mucho, no se usó con mucha frecuencia para las diversas artes y ciencias
con anterioridad al siglo XX.
Godin propone que existen tres grandes paradigmas que nos permiten
entender la innovación en su devenir histórico que han sido sucesivos pero
que de algún modo han permanecido en el estadio posterior: como imitación,
como invención e innovación (Godin, 2008).
La imitación explica la novedad que introduce la acción humana en el mundo
al compararla con el natural: las cosas producidas por la naturaleza son un
límite para las cosas realizadas por el ser humano y por ello las segundas
no pueden ser tan importantes como las primeras. La imitación es así la
manera de introducir cosas nuevas con la agencia humana a la manera de la
naturaleza (mímesis). No se trata solo de copiar sino de combinar y usar la
imaginación y la fantasía para obtener novedad. La invención sin embargo
atañe al descubrimiento de lo ignorado hasta entonces y que es capaz
de generar nuevos principios que promocionan nuevas disciplinas y que
conducen hacia nuevas formas de hacer.
Es a partir de finales del siglo XIX y del siglo XX (Tarde, 1890, Schumpeter,
1939) cuando la noción se ha ido desplazándose casi en exclusiva al dominio
de la tecnología y a la economía y da la impresión que en la actualidad y para
la inmensa mayoría es allí donde se circunscribe su significado.
Schumpeter distingue la innovación de invención. Para este, "la innovación
es posible sin algo que debamos identificar como invención y la invención
no necesariamente induce a la innovación" (Schumpeter, 1939: 80). La
invención es un acto de creación intelectual y "carece de importancia para
el análisis económico" (Schumpeter, 1939: 81), mientras que la innovación
es una decisión económica: la aplicación de una invención o su adopción.
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La innovación, desde la literatura sociológica, se describe como una actividad
y como un proceso en el que se analizan tanto la producción de una invención
y su uso más que mostrar las diferencias entre ambos polos (Nimkoff,
1957). La invención y la imitación (como la adopción o difusión), son pasos
en una secuencia lineal. La difusión, que dentro del proceso de innovación,
cobra un papel esencial, es el proceso mediante el cual una innovación es
comunicada a través de ciertos canales entre los miembros de un sistema
social (Rogers, 2003).
Algunos organismos internacionales, también definen la innovación como
se expone en el Manual de Oslo (OCDE, 2005), en el que se señala que las
innovaciones “comprenden los nuevos productos y procesos así como las
modificaciones tecnológicas importantes de los mismos. Una innovación
–en el ámbito económico– se considera como tal cuando es introducida
en el mercado (innovaciones de productos) o utilizada en un proceso de
producción (innovaciones de procesos) –lógicamente para reducir costes o
mejorar la calidad–. En ellas intervienen toda clase de actividades científicas,
tecnológicas, de organización, financieras y comerciales”.
La teoría de la innovación, por tanto, ha manejado tradicionalmente dos tipos
de innovación: la de producto y la de proceso -ya sea externa (nuevos servicios
añadidos al producto) o interna (organizativa). Obviamente las empresas,
organizaciones no lucrativas y administraciones públicas que pertenecen o
actúan en el sector servicios también innovan en sus “productos-servicios”
(los que prestan y ofrecen a sus clientes) y en sus procesos (actividades
internas y/o externas que los hacen más eficientes y eficaces).
El Manual de Oslo (OCDE, 2005) distingue cuatro tipos de innovación: de
bienes, de procesos, organizativa y de mercadotecnia. En ningún caso, la
innovación se convierte en un fin en sí misma, sino un medio para aumentar
la producción y la productividad.
Sin embargo, hay innovaciones sociales no orientadas a los mercados y que
se alejan de los criterios clásicos para medir la innovación, como es el caso
de la innovación social, sobre la que profundizaremos más adelante.
El esfuerzo de mirar la innovación de otra manera es precisamente una tarea
actual para expandir su concepto (Lafuente y Alonso, 2011).
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Innovación social: un escenario
abierto para el trabajo social
Murray et al. (2010) definen la innovación social como "innovaciones que
sean sociales, tanto en sus fines como en sus medios. Específicamente, (se
definen) como nuevas ideas (productos, servicios y modelos) que cumplan
simultáneamente las necesidades sociales y creen nuevas relaciones sociales
o colaboraciones. En otras palabras, son las innovaciones que son buenas
para la sociedad y mejoran la capacidad de la sociedad para actuar".
Algunos de los ejemplos de innovación social son presentados por Mulgan
(2007). Se trata de ideas nuevas (o reformuladas) que sirven para solucionar
las necesidades insatisfechas y para mejorar la vida de la gente como
pueden ser: grupos de auto-ayuda en salud, justicia restaurativa y juzgados
comunitarios, líneas telefónicas de ayuda, espacios comunitarios de
proximidad, cooperativas de consumo y microcrédito (Mulgan, 2007, p. 7).
La innovación social podría encuadrarse tanto en el ámbito de innovación
de productos-servicios como de procesos con una elevada participación
de activos intangibles. Comprendería de esta manera acciones (iniciativas,
proyectos, instrumentos,…) que de forma original mejoran el bienestar
social y/o cohesión social y plantean, en definitiva, la no resignación ante
situaciones como la exclusión, el hambre y la pobreza, el cambio climático…
que no serían así “un mal menor inevitable” de las sociedades avanzadas.
Además, las innovaciones sociales tienden a su difusión y a su expansión.
Desde esa perspectiva son innovaciones abiertas que no pretenden generar
ventajas entre “competidores”, por lo que no tienen que ser protegidas
por patentes.
Caracterizadas por un impacto local, también puede hablarse de cierto
dinamismo global, lo que en palabras de Castells (1999) sería la glocalización.
La innovación social puede convertirse en el punto de encuentro de agentes
preocupados por el cambio y que gracias a las redes, y a las posibilidades de
difusión a través de las Tecnologías de la Información y la Comunicación,
permitan el flujo y el intercambio de ideas / proyectos / experiencias.
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Procesos tradicionales
De cambio social
Procesos de
Innovacion social
Sujeto Comunidad Red Social
Comunidad
Red Social
Impacto
Local (Limitado)
GLOCAL (Muy amplio y
potencialmente ilimitado)
Modelo de
Gobernanza
Centralizada
Multinivel
Fuente: Morales (2009)
La innovación social y la participación ciudadana deben entenderse como
medios que favorecen los procesos de inclusión y desarrollo social. Ahora
bien, la capacidad de la sociedad para intervenir y dar respuesta a las
necesidades sociales tiende a ser proporcionalmente similar a su capacidad
innovadora. Es decir que si en el caso de Europa y de España (en concreto)
los procesos de innovación social son aún débiles, consecuentemente débiles
serán también las respuestas que se puedan aportar ante las demandas
sociales y en favor de un bienestar social más amplio.
Frente al concepto clásico de innovación, la innovación social ha de referir a
valores sociales, como, por ejemplo el bienestar, la calidad de vida, la inclusión
social, la solidaridad, la participación ciudadana, la calidad medioambiental, la
atención sanitaria, la eficiencia de los servicios públicos o el nivel educativo
de una sociedad.
Una innovación social es relevante en la medida en que se oriente a valores
sociales y no solo a la productividad, la competitividad empresarial, los costes
de producción o las tasas de mercado. El bienestar, la calidad de vida o el
buen funcionamiento de los servicios son valores en sí mismos. En general,
dichos valores no pueden ser medidos en una escala métrica, cosa que sí
es posible en el caso de los valores económicos, porque el dinero es una
unidad de medida que cuantifica con precisión en los mercados el precio de
una determinada mercancía o en la contabilidad de una empresa en forma
de cuenta de resultados, cuota de mercado, costes de producción, etc. Sin
embargo, estos valores sociales sí pueden ser medidos en escala comparativa.
Tras una determinada acción que tiene impacto social, es posible dilucidar
si, como consecuencia de dicha acción, el bienestar o la calidad de vida de
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amplios grupos de personas ha mejorado o no. Tal es el caso de los servicios
sociales en su concepción amplia, por su extensión y universalización. Dichas
iniciativas mejoran la calidad de vida y el bienestar de la ciudadanía y por eso
son candidatas a ser consideradas como innovaciones sociales.
Las innovaciones sociales pueden ser pequeñas o grandes en función del
grado de mejora y del número de personas a las que beneficia. En cuanto al
éxito de un proceso de innovación social, este ha de ser medido en función
del grado de aceptación social de dichas iniciativas. Es posible afirmar a
título general que la aceptación social, en particular cuando se manifiesta
en la apropiación y uso de la innovación, es el criterio básico para identificar
qué innovaciones sociales tienen éxito o no, así como las buenas prácticas.
Los innovadores se enfrentan a muchos obstáculos cuando tratan de abordar
de manera creativa los problemas sociales. En primer lugar, las entidades
gubernamentales y sin ánimo de lucro son por naturaleza reacias al riesgo y
tienden a rechazar soluciones disruptivas en favor de la mejora “poco a poco”.
Las relaciones entre quienes financian y quienes prestan el servicio buscan
la mejora de un problema social de manera gradual (mejora continua basada
en cambios graduales a corto-medio plazo) en lugar de utilizar innovaciones
disruptivas (que supone un cambio global en las reglas de juego), aun cuando
estas pudieran resolver tal problema.
Una de las barreras comunes a la adopción de la innovación social reside
en el riesgo asociado a la innovación disruptiva (Antadze y Westley, 2010;
Jankel, 2011). En algunos casos, dichas innovaciones sociales pueden ser
de ruptura, aunque lo más habitual es que sean acumulativas.
Jankel señala que los gestores públicos y las organizaciones sin ánimo de
lucro son más proclives a "mantener los proyectos en sus propios dominios,
más allá de provocar innovaciones revolucionarias" (Jankel, 2011: 7). Con
respecto a los proveedores de servicios, las organizaciones que buscan
distribuir las fuentes de conocimiento y pueden asimilar el conocimiento
externo en su propio proceso de innovación, se encuentran en una posición
más ventajosa que la de sus competidores (Laursen y Salter, 2006)
El tercer sector es más proclive a la práctica de la innovación evolutiva que
a la disruptiva, la cual sí suele ir acompañada de fuertes inversiones.
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¿A qué barreras para la innovación nos enfrentamos en el caso del Trabajo
Social y de la intervención social? Algunas de estas pueden ser las
siguientes: ausencia de recursos o asignación de los mismos a otros fines,
escasa visión de futuro y de conjunto (“miopía social”), poca tradición en
la formación en Trabajo Social sobre prácticas en las que se desarrolle la
difusión o diseminación de ideas innovadoras, hincapié en el valor de la
búsqueda de la validez interna de los programas de atención social y no en las
posibilidades de diseñar programas que adopten nuevas estrategias de validez
para el desarrollo de buenas prácticas en organizaciones, incertidumbre e
inseguridad ante lo desconocido, entre otras…aunque no queremos dejar al
margen una que nos parece fundamental y que en numerosas ocasiones no
es tenida en consideración o no en grado suficiente, esto es, la participación
activa de los usuarios en los procesos de innovación social.
La integración del usuario en el proceso de innovación tiene beneficios
múltiples (von Hippel, 2001; von Hippel, 2005). Existe un consenso creciente
de que podría tener un efecto positivo en el éxito de las innovaciones sociales
pues alinea las necesidades del usuario con los servicios prestados (Henkel
y Von Hippel, 2005; Morrison et al., 2000; Broberg, 2010). Bogers y West
(2012) apuestan por "que los usuarios tengan el conocimiento y la motivación
para crear innovaciones que resuelvan las necesidades no satisfechas por los
proveedores existentes" (Bogers y West, 2012:13). ¿Cómo se traduce esto
en el ejercicio profesional del Trabajo Social? ¿En qué medida los usuarios
de los servicios sociales pueden generar innovación?
Esto es vital para el Trabajo Social y junto a ello, cabe preguntarse también:
¿quién innova en Trabajo Social? ¿Quién adopta las innovaciones? ¿Quién
lo implementa-pone en práctica? ¿Sobre qué se innova? ¿Cómo se innova?
¿Cómo se adopta? ¿Cómo se implementa?
Conclusiones
Recogiendo palabras de Nowotny (2011), la innovación sería un bien frágil
ante un futuro desconocido. En este escenario incierto la innovación y más
en concreto la innovación social, tiene un potencial para el Trabajo Social que
necesita reforzarse y desarrollarse para favorecer procesos de integración,
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inclusión y promoción a fin de que genere el mayor nivel de bienestar al
mayor número de personas.
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