Historia de Las Calles de Santiago
Historia de Las Calles de Santiago
Historia de Las Calles de Santiago
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UNA
PEREGRINACION
A traves de las calles de la eiudad de Santiago
GUILLERMO E. MIRANDA
EDITOR
SANTIAGO9 AHUMADA 6 1
1902
UNA PEREGRINACION
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sierto de Maipo,-un rio dividido en dos brazo^,
verdaderos torrentes de montaña, al uno de los
cuales los conquistadores conservaron su nornbre
indíjena y al otro pusiéronle por su hondura la
Cañada. A un tercer cauce de inferior arranque
liamáronle la CañpdZ'ZZu y al peñon del Huelen,
que desde la cabecera oriental de aquel plano
dulcemente inclinado repartia a la manera de
un juez de piedra, el movimiento y distribucion
'ae ayiiellas agitas, pusiéronle por lo deleitoso y
ámplio de su panorama el nombre de la_-anta
abogada de la vista, que los palerniitanos, sus
compatriotas, representan todavía con sus dos
ojos en un plato, el nombre de Santa Lucía, abo-
gada de Palerino y la Sicilia,+e ha dejado tam-
bien si1 nornbre a las altas colinas de aquella ciu-
dad, coino lo ha dejado a Nápoles y a la Serena,
esti1 Niipoles en miiiiatura del Pacífico.
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8 B. VICUÑA YACEENNA
X. Y ahora proseguiremos.
La espaciosa avenida de una de cuyas raras
semi-campestres mansiones emprendemos en
esta alborada nuestro vuelo a la manera de la
estampa milagrosa de 1804, corta por su centro
de sur a norte una amena plrtnicie que 108 caci-
ques irrigaron y en seguida los castellanos plan-
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pasar Antes por esas enormes tinajas de greda
que vénse todavía esparcidas en los patios de
las antiguas chácaras regadas por el agua clara
del Mapocho desde Ins (los) Condes a lo Coo
( C a m ) y desde Vitacura a la Providencia.
El último fabricante por mayor de esas enor-
m ~ cubas
s babilónicas en el barrio de la Olleria
fué un caballero llamado Jofré, y por esto ha
quedado sunombre a la calle ancha que todavía
lo lleva-la ca¿¿e de ‘jofrk, que bien pudo lla-
marse la ca¿¿e de ¿as tinajas, porque orijinaria-
mente cada casa era allí uno de esoa tiestos y de
BU arquitectura quedan algunas todavía como
tipos.
XI. Lacalle o callejou de la Ollería, que hoi
tiene sus veleidades de avenida, tom6 renombre
con la gran casa de ejercicios que en unas de
mmaceras edificó a sus espensns en la segunda
mitad del pasado siglo el alcabalero mayor don
Juan Antonio de Araos, opulento vecino, natural
de Oñate en Vizcaya. Tuvo este sehoron un hijo
jesuita, y para que entrara con rango a la órden
de San Ignacio edificb una manzana cuadrada de
magníficos claustros que hasta el preseute se con-
servan en pié habitados por valerosa pero no
siempre cristiana soldadesca.
Fué aquel edificio en su época, con su lujoaa
capilla sombreada por graves cipreses que aun
la entristecen prestándole aires de sepulcro, un
verdadero palacio veraniego de los jesuitas, a la
UNA PEREGRINACION 15
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sombra de cuyos amenos jardines solian recrear-
ae 10s presidentes de Chile como Gonzaga, que
entró allí mundano y salió ejercitante y beatifi-
cado.
La O h r i a como las Tejerías (Tuil~ries)de
Paris, habia alcanzado de esa suerte el mje de
su grandeza monástica cuatido sobrevino la espul-
sioa de s u s fundadores hace ya de esto no mé-
nos de 117 años.
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6 *
años (la calle del Dteziocho) quedó frente a frente
de la esthtua ecuestre de SanMartin. Y ocurren-
cia peregrina, con motivo de l a c mensurns a ojo
a la antigua de las distancias antiguas de San-.
tingo, en cierta ocasion el caballero dueño de
aquel predio que vivia en la calle de Santo Do-
mingo, reconvino agriameiite it digua hija suya
que aun dichosamente existe, por haber tenido el
atrevimiento de ir a pzé de su casa a au quinta....
ZHabria querido el buen seiior que su animoBa
niña hubiese ido a caballo corn-, San Martin?
XXV. Puestas las casas y l a s tapias así en
órden cerrado de batella en la márjen sur de la
Cañada, ese gran injeniero que se llama el Tiem--
- PO, fué abriendo a retazos aquel gran cuartel de
la ciudad que hace un siglo era un solo potrero
de tapiales de cachos i adobones. (Véase el plano
de Frezier (1715) y el de Molina 1785).
I No ha habido entretanto ciudad de mas cuer-
nos que Santiago, y de estos pueden dar fé los
que recuerden todos los barrios y todas las tapias
y tapiales de la Cañada abajo y arriba de San
Miguel.
Por lo demas, quienes abrieron en el curso de
los años eeas calles meridionales al oriente de la
Cañada, la calle del CBrrnen, la de San Isidro, la
de Santa Rosa y la de San Francisco fueron los
frailes que allí habian fundado.
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Y quien abrió en realidad las calles del po-
niente de la misma Cañada, la de Galvez, la de
Nataniel (1864), la de Duarte, la de San Ignacio
(que es la mas larga de la ciudad, 4,000 metros),
lade1 Diezioclio (1850), la de Castro, la de Ver-
gara, la de Bascuñan Guerrero (1860), la de la
'Esposicion (1868), fué el rio Maipo, que se entró
por ellas fertilizándolas y dando creciente valor
a sus eriazos, que de potrerillos se trocaron en
solares. La Avenida del E~4rczto Libertador
(1872) es la hija primojéiiita del Camino de Cz'n-
tara, que de ella anduvo en cinta apenas nueve
meses, y es de no olvidar que cuando su artífice
quq aun no ha muerto, penetró por primera vez
en sus pantanos y a fin de dar mejor las señas
del atraso antiguo, ee decir, del atr:tso de ayer,
quedóse en ellos pegado con el barro hasta Itis
cinchas de! caballo y la paciencia.
XXVI. Hemos hecho antes mencion que el
Maipo que llegó a los suburbios de Santiago por
el año de 1827 y de ello hízose up refrari crYa
'llegó el agua a lo Mena,B los frailes habiati sido
los primeros ediles de los barrios meridionales
de la ciudad: y así aconteció en efecto porque fué
el bravío obispo Humanzoro, fraile domíuico, pero
de cuna vizcaina, quien dió a los padres Capachos
(de la órden de San Juan de Dios) la licencia re-
querida para abrir la calle del Cármen y repar-
hirla cn sitios.
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Tuvo esto lugar hace doscientos años (1675) y
luego los mismos frailes, con su provincial*Alonso
de Huete a la cabeza, abrieron y vendieron nueve
850s mas tarde (1686) las calles de San Isidro y
i Santa Rosa, que esta últiina remataba en un
Campo Santo y se llain6 hast,a hace poco la calle
de las Matadas, que así ahora y antes debieron
llamarse tristemente muchas, si no todas, las ca-
lles de Santiago, ciudad antigua de los cuchillos,
Como Toledo de España lo fué de las Espadas.
los padres Capachos, llamados así
i el cesto de cuero en que, a ejem-
ndacior, soldado de Granada, recojian
nas, siguieron los frauciscanoa, que en-
on al público su calle.jon agrario (calle An-
hoi Serrano, que fué hombre ancho) y
o edificaron a San Diego el Viejo, dieron
salid:: a sus arreadores deyove,jas y terneras,
evotos campesinos a s u santo fun.
n Francisco ha sido el santo que ha
comido en Chile mag cazuelas y corderos con
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hemos venido siguiendo a lo-lsr o de sui3 calles,
y por eso, esperandoma8 apropia a oca~ioa,invi-
tamos a1 comedido lector o lectora, que hasta qui
OB haya cortesmente segaido B descansar a la
sombra de nnestros árboles despuee de la ruda
peregrinacion que le hemos hecho emprender a d
travea de las calleci d s Santitigo.mi