Aproximacion Al Dolus Generalis
Aproximacion Al Dolus Generalis
Aproximacion Al Dolus Generalis
Abstract
Se ofrece una sucinta reconstrucción histórico-dogmática de la teoría del “dolus generalis”, indicando los
argumentos invocados en relación a cada una de las soluciones propuestas y concluyendo con un intento de
reconstrucción del problema que atienda también a la perspectiva de la separación entre unidad y pluralidad
de delitos.
Der vorliegende Beitrag stellt eine geschichtlich-dogmatische Rekonstruktion der Lehre des „dolus generalis”
dar. Dabei werden die erörterten Argumente thematisiert, die zur Unterstützung der bis heute
vorgeschlagenen Lösungen formuliert worden sind. Anschließend wird der Versuch unternommen, das
Problem derart zu rekonstruieren, dass die Perspektive der Trennung zwischen Einheit und Vielfältigkeit
von Straftaten in Betracht gezogen werden kann.
We present a brief study of the theory of dolus generalis through a historical and dogmatic approach, paying
attention to the different solutions provided. Finally, we defend a proposal to solve this problem based on the
distinction between unity and plurality of crimes.
Palabras clave: “dolus generalis”, dolo, error, imputación objetiva, concurso de delitos.
Stichworte: „dolus generalis”, Vorsatz, Irrtum, objektive Zurechnung, Konkurrenz von Straftaten.
Keywords: “dolus generalis”, intent, mistake, objective imputation, concurrent crimes.
Sumario
1. Introducción
2. Apunte histórico dogmático
3. Caracterización de las soluciones propuestas y de su fundamentación
3.1. Introducción
3.2. Solución de la consumación
3.3. Solución de la tentativa
3.4. Soluciones intermedias o diferenciadas
3.5. Recapitulación
4. Reflexión final
5. Bibliografía
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
1. Introducción
Apenas es preciso recordar, por otra parte, que el término “dolus generalis” se utiliza sólo para
caracterizar una específica constelación de supuestos, como los que evocaremos a continuación, sin
que ello suponga admitir —cosa que, como veremos, apenas se defiende hoy— una forma
particular de dolo caracterizada por la extensión del dolo originario a acciones posteriores en las
cuales ya no está presente2. De ahí que, pese a que la expresión resulte hoy inadecuada, sigue
recurriéndose de manera convencional a ella, como lo hacemos también aquí3.
Recordemos la clase de constelaciones a las que se refiere la expresión “dolus generalis” y que, como
apunta ROXIN, “se dan con mucha frecuencia, a pesar de que a primera vista podrían parecer
construidas”4. El caso posiblemente más citado por los autores alemanes5 es el denominado “caso
de la fosa de abono líquido” („Jauchegrubenfall“), de 1960 (BGH 14, 193 ss.), en el que la acusada
tapa la boca a la víctima con dos puñados de arena para impedir que grite y, entendiendo que la
víctima, inconsciente, había muerto, la arroja a un colector de estiércol líquido, donde la víctima
1 Nos referimos fundamentalmente al libro titulado Desviación del curso causal y “dolus generalis”, publicado en
Buenos Aires en 2002, que recoge dos trabajos de ROXIN («Reflexiones sobre el “dolus generalis”») y SANCINETTI
(«“Dolus generalis” y “suerte penal”»), traducciones de dos trabajos en alemán de los autores («Gedanken zum
„Dolus Generalis“» y «„Dolus generalis“ und „strafrechtliches Glück“», respectivamente; vid. bibliografía),
completados con un Prólogo de SANCINETTI y un Epílogo a cargo de ROXIN, además de un interesante apéndice
jurisprudencial. Citaremos en adelante los trabajos por la versión española. Cabe destacar, por otra parte, en la más
reciente doctrina española, la contribución de ALONSO ÁLAMO, «Notas para un tratamiento diferenciado del mal
llamado dolus generalis», LH-Rodríguez Mourullo, 2005, pp. 53-61.
2 Muy claro a este respecto, BAUMANN, AT, 8ª ed., 1977, p. 406: “No es su dolo general, sino que nuestra valoración
umgekehrte „dolus generalis“: Die vorzeitige Erfolgsherbeiführung als Problem der subjektiven Zurechnung»,
JURA, 2004, p. 815.
4 Véase ROXIN, «Reflexiones sobre el “dolus generalis”», en EL MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus
causal y “dolus generalis”, 2002, pp. 39-40 (y allí, la nota 55). Según HETTINGER, quien analiza detenidamente el
supuesto, “cualquier estudiante” (obviamente, se refiere a los alemanes) lo conoce. Véase HETTINGER, «Der sog.
dolus generalis: Sonderfall eines „Irrtums über den Kausalverlauf“?», FS-Spendel, 1992, pp. 237 ss.
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fallece. Es decir, la acción dolosa inicial (en el caso mencionado, con dolo eventual) no produce la
muerte, sino que ésta se debe a una segunda acción dirigida a ocultar un supuesto cadáver6.
Pero incluso en un ámbito jurídico-penal tan distinto del nuestro, como lo es el anglosajón, han
tenido ocasión de pronunciarse los Tribunales con motivo de supuestos análogos. Cita, en este
sentido, NINO, los casos “Thabo Meli” (de 1954) y “Church” (de 1956). En el primero de ellos, los
procesados golpean en la cabeza a la víctima con intención de matarla y, creyendo haberlo hecho,
la arrojan desde una colina para que parezca un accidente. En el segundo, el sujeto activo del hecho
golpea a una mujer hasta dejarla inconsciente y, seguidamente, la arroja a un río, donde muere
ahogada7.
Fuera de nuestra consideración van a quedar, salvo alguna referencia incidental, los casos
convencionalmente conocidos como “consumación anticipada” o “dolus generalis invertido”, que
muchos autores abordan de manera conjunta con los del dolus generalis. Paradigmático al respecto
es un supuesto, de 1939, de la jurisprudencia alemana9: el sujeto activo golpea a la víctima con la
intención de, una vez inconsciente, arrojarla al paso de un tren; la víctima fallece ya con los golpes
infligidos. Y, en fechas mucho más cercanas, se ha enfrentado la jurisprudencia alemana a otros
dos casos objeto específico de estudio de la doctrina más reciente10. En el primero de ellos, el autor
6 Cfr. los ejemplos jurisprudenciales citados por ROXIN, «Reflexiones sobre el “dolus generalis”», en EL
MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, p. 29, en todos los cuales la muerte no se
produce por la primera acción (dolosa), sino por una segunda dirigida a ocultar el (supuesto) cadáver: enterrarlo,
arrojarlo a una letrina, colgarlo para simular un suicidio, etc.
7 Véase NINO, Los límites de la responsabilidad penal. Una teoría liberal del delito, 1980, pp. 129-130 (y allí, la nota 26) y
404-405. Se hace eco también de estas referencias SANCINETTI, «“Dolus generalis” y “suerte penal”», en
ROXIN/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, p. 55 (y allí, la nota 15), añadiendo otros casos
resueltos por Tribunales alemanes, españoles y argentinos.
8 CEREZO MIR, PG II, 6ª ed., 1998, pp. 138-139, recoge una sentencia de la Audiencia Provincial de Teruel, en relación
a unos hechos acaecidos en 1962, donde los autores, creyendo muerta a la víctima de sus golpes, la cuelgan para
simular un suicidio. Y ÁLVAREZ GARCÍA, «Homicidio», en EL MISMO (dir.), PE I, 2ª ed., 2011, pp. 58-59, reseña la SAP
La Coruña (Sección 6ª), de 10.04.2003, que se ocupa con el caso de dos sujetos que, creyendo haber dado muerte a
un tercero con repetidos golpes en la cabeza, prenden fuego al supuesto cadáver.
9 Se trata de la sentencia RG DStR 1939, 177 ss., ampliamente recogida no sólo en las contribuciones monográficas,
sino también en las obras generales alemanas. Véase, por todos, SOWADA, JURA, 2004, p. 816 (y allí, la nota 34,
donde se hace eco de otros casos posteriores de la jurisprudencia alemana).
10 Se trata de las sentencias BGH NStZ 2002, 309 y BGH NStZ 2002, 475. Véase, por todos, el minucioso análisis de
ROXIN, «Zur Erfolgszurechnung bei vorzeitig ausgelöstem Kausalverlauf», GA, 2003, pp. 257-268, y la réplica de
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pretende dejar a la víctima incapaz de resistir, para trasladarla posteriormente a un lugar situado
a unos 100 kilómetros, donde tiene planeado matarla; la víctima, sin embargo, fallece con los actos
iniciales (atarla, amordazarla y narcotizarla) dirigidos a su inmovilización. En el segundo, los
acusados golpean y oprimen el cuello de la víctima para dejarla sin sentido con la intención de
inyectarle posteriormente aire en una vena del brazo y causarle así la muerte; ésta, sin embargo, se
produce ya con los golpes iniciales.
Estos supuestos tienen en común con los del dolus generalis el hecho de que el autor pretende
producir un determinado resultado típico (la muerte, en los supuestos indicados) y éste se produce
mediante un curso causal que no coincide con el que el sujeto se representó; pero en los casos del
dolus generalis, la primera acción, dirigida a matar, no mata, resultado que se produce por una
segunda acción; mientras que en los de consumación anticipada es la primera acción, no dirigida
a la producción del resultado, la que lo causa. Pese a esta proximidad estructural entre las dos
hipótesis, evidenciada incluso en la terminología utilizada para la segunda de ellas (“dolus generalis
invertido” o “al revés”), ésta va a quedar, como hemos indicado, fuera de consideración en lo que
sigue11.
Como es notorio, fue Heinrich Benedikt VON WEBER el primero en utilizar, en 1825, la locución
“dolus generalis” en relación a supuestos como los mencionados en el apartado precedente; en
concreto, alude este autor al caso convencional del sujeto que arroja al agua a quien cree
erróneamente haber matado, pereciendo ahogada la víctima12. Como oportunamente nos recuerda
MAIWALD, la expresión “dolus generalis” es utilizada, con plena consciencia, por V. WEBER en un
sentido diverso al convencional en la doctrina del Derecho común. Así, “por ejemplo, en CARPZOV
el dolus generalis era expresión de la imputación también a título de dolo de un resultado mortal
producido en el contexto de una agresión dirigida sólo a lesionar, sin voluntad homicida”; esto es,
la “clásica plasmación del versari in re illicita”. Y a comienzos del siglo XIX, la misma locución,
“dolus generalis”, cobra sentidos muy diversos. Mayoritariamente se rechaza, desde las nuevas
concepciones del dolo, el sentido en que la utilizaba CARPZOV y pasa a entenderse ahora, por
muchos autores, como un “dolo alternativo”, en el sentido de que abarca las posibles consecuencias
reconocidas de una acción (“por ejemplo, el autor dispara a su perseguidor y se representa que
WOLTER, «Zum umgekehrten dolus generalis. Subjektive Zurechnung eines beendeten (tauglichen) Versuchs bei
objektiver Zurechnung der Vollendung», GA, 2006, pp. 406-411.
11 Para el análisis de la denominada “consumación anticipada” destaquemos sólo, en nuestra doctrina penal, BALDÓ
LAVILLA, «Sobre las desviaciones causales: “consumación anticipada” y “dolus generalis” (Comentario a la STS de
6 de junio de 1994, Ponente Sr. Conde-Pumpido Ferreiro)”, ADPCP, (48), 1995, pp. 339-360; y MARTÍNEZ ESCAMILLA,
El desistimiento en Derecho penal. Estudio de algunos de sus problemas fundamentales, 1994, pp. 84 ss.
12 Véase V. WEBER, «Über die verschiedenen Arten des Dolus», NACrimR, (7), 1825, pp. 565 y 576 ss. Para el
significado de la aportación de V. WEBER y la discusión suscitada véase, especialmente, HETTINGER, FS-Spendel, 1992,
p. 239 (y allí, la nota 9, donde recoge la recepción inmediata en la doctrina y en la legislación del planteamiento de
V. WEBER); MAIWALD, «Der „dolus generalis“. Ein Beitrag zur Lehre von der Zurechnung», ZStW, (78), 1966, pp. 31
ss.; y Hellmuth MAYER, «Das Problem des sogenannten dolus generalis», JZ, 1956, p. 110, quien indica, de manera
expresiva, que “la controversia sólo puede entenderse en clave histórica” (ibidem). Tanto este autor (op. cit., p. 110,
y allí, la nota 6) como MAIWALD (op. cit., p. 30, y allí, la nota 1) sitúan el origen de la discusión en el denominado
“caso Tarnow”, de 1798.
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puede herirle o matarle”). Así pues, V. WEBER se separaría —siempre según MAIWALD— de una y
otra comprensión. El dolo no será “general” “en el sentido de que el autor ni siquiera necesite
representarse el resultado que se le imputa (Carpzov), ni tampoco en el de que se reconozca éste
sólo como uno de los varios que pueden acaecer (Grolman, Wächter, Feuerbach)”, sino que designa
“la síntesis de las singulares acciones que producen como resultado conjunto el delito en la
totalidad de una tendencia volitiva unitaria”13.
Ciertamente, la concepción del dolo que se convierte en dominante cuando escribe V. WEBER exige
que el autor sólo pueda ser penado por un hecho doloso cuando haya causado conscientemente
mediante su acción precisamente el resultado sobrevenido; pero —nos recuerda Hellmuth
MAYER— seguía siendo radicalmente ajeno al sentimiento jurídico14 extraer de ahí la consecuencia
de no calificar de dolosa la muerte realmente querida, pero producida por una acción no consciente
posterior a la acción homicida dolosa. De modo que la propuesta de V. WEBER tendría a su favor
(siempre según H. MAYER) que permitía conservar ciertas ventajas de la teoría del “dolus
indirectus”, lo que explica su amplia recepción en la doctrina, praxis e incluso a nivel legislativo
hasta la mitad del siglo XIX15.
Ello comportaba, sin embargo, un concepto de dolo difícilmente asumible, en cuanto que llevaba a
considerar la segunda acción (por ejemplo, deshacerse del supuesto cadáver, en los ejemplos
convencionales) como una conducta llevada a cabo con dolo homicida. De ahí que algunos autores,
en los años centrales del siglo XIX, buscaran una vía diversa de fundamentar la solución de la
consumación. Destaca, en este sentido, el planteamiento de VON BURI, quien desplaza el acento al
plano causal del problema, entendiendo, de acuerdo con la teoría de la condición —defendida e
impulsada, como es notorio, por este mismo autor—, que la muerte finalmente sobrevenida es el
resultado “causado” por la acción (dolosa) inicial16. De manera precisa resume MAIWALD el modo
en que la jurisprudencia hará suyo este punto de vista: “Existe una acción que fue causal para la
muerte y esta acción iba acompañada de dolo homicida; de ahí se sigue para el Reichsgericht la
responsabilidad por un delito doloso consumado”17.
No obstante, la tesis de la tentativa, que estaba ya presente desde un primer momento en el debate
—incluso se opone explícitamente a ella V. WEBER— va a encontrar impulso definitivo en una
importante contribución publicada sólo un año después de esta de V. BURI a que acabamos de
aludir. Su autor, GEYER, tratará de mostrar “que el supuesto dolus generalis es una construcción
teórica insostenible, que ni ha existido ni puede existir en la realidad” y que “junto al dolus
13 Véase MAIWALD, ZStW, (78), 1966, pp. 31-32. El entrecomillado final se toma de V. WEBER, NACrimR, (7), 1825, p.
577. Para el origen histórico, en la Baja Edad Media, de la locución “dolus generalis” y su evolución posterior,
pasando por CARPZOV y sus seguidores, hasta el cambio experimentado con la Ilustración, véase SCHAFFSTEIN, Die
allgemeinen Lehren vom Verbrechen in ihrer Entwicklung durch die Wissenschaft des gemeinen Strafrechts, 1973, pp. 110,
117 ss., 128 ss.
14 El mismo V. WEBER, NACrimR, (7), 1825, p. 577, califica la tesis que niega la imputación del resultado mortal a
título de dolo como “sutilezas que contradicen la sana comprensión del hombre común y por ello ponen en peligro
el prestigio de la Administración de Justicia”.
15 Véase Hellmuth MAYER, JZ, 1956, p. 110.
16 Véase V. BURI, «Zur Lehre von der Tödtung», GA, 1864, pp. 3-10. Ulteriores referencias en MAIWALD, ZStW, (78),
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subsequens, el dolus indirectus y la praesumptio doli deben relegarse al gabinete de las antigüedades
criminalistas”18.
Así pues, al comenzar el último tercio del siglo XIX están ya planteadas las líneas fundamentales
del debate y desarrollados algunos de los argumentos centrales esgrimidos a favor de las distintas
soluciones propuestas. Veamos con mayor detenimiento el sentido de los mismos.
3.1. Introducción
Como acabamos de recordar, ya desde los inicios del debate las soluciones básicamente adoptadas
son: o bien considerar que nos encontramos, en los casos que venimos estudiando, ante un
homicidio doloso consumado; o bien entender, por el contrario, que estamos ante una tentativa de
homicidio (primera acción), concurrente con un homicidio imprudente (segunda acción) aunque,
como veremos más adelante, la caracterización de la segunda acción suele ser objeto de ulteriores
precisiones. Ahora bien, tanto a una como a la otra conclusión se llega desde planteamientos muy
diversos. En palabras de HETTINGER, “apenas es posible incluso abarcar los argumentos aducidos
pro et contra desde finales del siglo XVIII”19.
Pese a ello, trataremos de mostrar, en las páginas que siguen, las vías argumentales más transitadas
a favor de cada una de estas soluciones básicas para apuntar, a continuación, a algunas soluciones
diferenciadas dignas de consideración, todo ello con la concisión exigible a una contribución de
estas características, lo que se reflejará también en las referencias bibliográficas, limitadas a algunos
trabajos particularmente significativos.
Antes de nada, conviene, sin embargo, recordar la existencia de acuerdo básico en relación a algún
extremo. Así, en primer lugar, ya no se defiende —lo apuntábamos al comienzo de esta
contribución— la existencia de una clase específica de “dolo”, el “dolus generalis”, en los términos
planteados por V. WEBER. De ahí el convencional recurso, por parte de quienes se ocupan con esta
materia, a locuciones como “denominado” (sogennante), etc.20 Resulta, por ello, muy llamativo que
en la STS de 21 de noviembre de 2008, de la que nos hacíamos eco al comienzo de esta contribución,
se aluda a “una prolongación del inicial dolo de muerte”, o al hecho de que “la segunda acción y
la tercera en su caso estarían comprendidas por el dolo genérico de matar, que perduró de forma
sostenida”. Afirmaciones ambas que evocan de manera inequívoca el planteamiento, hoy
superado, del autor que acabamos de mencionar.
18 Véase GEYER, «Zur Lehre vom dolus generalis und vom Kausalzusammenhang», GA, 1865, pp. 239-246 y 313-323
(los pasajes entrecomillados en el texto, en pp. 239 y 243, respectivamente). Ulteriores referencias en Hellmuth
MAYER, JZ, 1956, p. 110, quien llegará a decir que este trabajo supone el golpe de gracia para la construcción del
“dolus generalis” en los términos propuestos por V. WEBER.
19 Véase HETTINGER, FS-Spendel, 1992, p. 246.
20 Véase, por ejemplo, los títulos de las contribuciones de ALONSO ÁLAMO (LH-Rodríguez Mourullo, 2005) o
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Reina también acuerdo, por otra parte, en caracterizar sin problema alguno como homicidio doloso
consumado aquellos supuestos en los que la segunda de las acciones en cuestión se lleva a cabo
también con dolo (incluso eventual), como sucede en este ejemplo propuesto por JAKOBS: “el autor
dispara una vez más a la cabeza de la víctima, que yace en el suelo a causa de disparos anteriores,
a la que por estos mismos supone muerta, a fin de descartar cualquier posibilidad de que sobreviva;
sólo el último disparo mata a la víctima”21.
a) Solución de la acción: entender que estamos ante una única acción y, por ende, ante un único
hecho doloso. Bien porque, en la dirección propuesta por V. WEBER, se entienda que sobre los dos
actos singulares se extiende el dolo del autor, bien porque, admitiendo el carácter no doloso del
segundo acto, se concluya sin embargo la existencia de un único homicidio doloso desde la
conexión entre las acciones.
Pese a lo problemático que resulta distinguir entre desviaciones “esenciales” e “inesenciales” del
curso causal24, este último criterio, seguido, como acabamos de señalar, por el Bundesgerichtshof
alemán, ha encontrado también amplio eco en la doctrina de aquel país25. Algunos defensores de
Tätervorstellung», GA, 1983, pp. 110-135 o, en nuestra doctrina penal, entre otros autores, GÓMEZ BENÍTEZ, «La
realización del peligro en el resultado y la imputación al dolo en las desviaciones causales», en GIMBERNAT ORDEIG
et al. (eds.), Omisión e imputación objetiva en Derecho Penal. Jornadas Hispano-Alemanas de Derecho Penal en homenaje al
Profesor Claus Roxin con motivo de su investidura como Doctor “Honoris Causa” por la Universidad Complutense de Madrid,
1994, pp. 91-101; RUIZ DE ERENCHUN ARTECHE, «Desviaciones del curso causal e imputación objetiva: algunas
consideraciones», AP, (44), 1997, pp. 1005-1033; y SILVA SÁNCHEZ, «“Aberratio ictus” e imputación objetiva»,
ADPCP, (37), 1984, pp. 347-386.
25 Véase sólo, entre los tratadistas más significativos del pasado siglo, V. LISZT, Tratado, t. II, 3ª ed., s. f., p. 420,
señalando que lo más frecuente será, en los supuestos de “dolus generalis”, que el curso causal sólo difiera de la
representación del autor en puntos que no son esenciales. Y, más recientemente, BAUMANN, AT, 8ª ed., 1977, pp. 405
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Los aducidos por MAIWALD no son, sin embargo, los únicos argumentos que intentan fundamentar
la tesis de la consumación. Recordemos someramente algunos otros. Ya en el siglo XIX se ocupa
críticamente GEYER con la tesis de quienes recurren al expediente de la denominada actio libera in
causa para imputar el resultado finalmente sobrevenido a la acción dolosa inicial28. Pese a ello, el
argumento es retomado en el siglo XX por Hellmuth MAYER, quien habla del “autor doloso que
usa conscientemente su posterior actuar no libre previsto por él como medio para la producción
del resultado prohibido”, lo que le lleva a considerar el segundo acto “como mera consecuencia
causal de la acción dolosa y, por ende, como causa intermedia del resultado”29.
Se entiende además, por algunos autores, que la tesis de la consumación satisface mejor las
exigencias de justicia, si pensamos en el tratamiento jurídico injustificadamente privilegiado al que
conduce la tesis de la tentativa: castigo por homicidio doloso consumado en el primer caso, frente
a la concurrencia, en el segundo, de una tentativa de homicidio, eventualmente en concurso con
un homicidio imprudente consumado30.
ss. Ambos autores rechazan expresamente la existencia de un “dolo general” en el sentido propuesto por V. WEBER.
Cfr. además, entre otros muchos autores, HAFT, Strafrecht. Allgemeiner Teil: eine Einführung für Anfangssemester, 1980,
p. 205: “Lo correcto es examinar si la desviación es esencial, lo que de ordinario habrá que negar”.
26 Véase, entre otros autores, PUPPE, «§ 16», NK, t. 1, 2ª ed., 2005, nm. 81, argumentando con el carácter “causal” de
la primera acción para la producción del resultado; y STRATENWERTH, AT I, 3ª ed., 1981, pp. 102 ss. A partir de la 4ª
ed., del año 2000 (pp. 134 ss.), pasa a plantearlo como un problema de imputación objetiva, pero manteniendo
básicamente la misma solución.
27 En este sentido, entre otros autores, SCHMIDHÄUSER, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Studienbuch, 1982, p. 100 (aunque
se refiere también —p. 104— al carácter inesencial de la desviación del curso causal); y SOWADA, JURA, 2004, p. 815,
distinguiendo entre imputación objetiva del resultado a la acción del sujeto e imputación de aquél a título de dolo.
28 Véase GEYER, GA, 1865, pp. 242-243.
29 Véase Hellmuth MAYER, JZ, 1956, pp. 110-111. Apela, por otra parte, este autor, a la semejanza estructural entre
la actio libera in causa y la autoría mediata. También JESCHECK, Lb, 4ª ed., 1988, p. 282, entiende que “los casos en los
que el autor se convierte de manera inconsciente en instrumento de la consumación de su hecho entran
perfectamente en el ámbito de la imputación objetiva”. También así en JESCHECK/WEIGEND, PG, 2002, p. 337.
Entiende, por el contrario, JOSHI JUBERT, La doctrina de la “actio libera in causa” en Derecho Penal, 1992, p. 98, que, a
diferencia de lo que ocurre en la actio libera in causa, en la estructura del dolus generalis no existe una conexión
psicológica entre las dos fases; mientras en la actio libera in causa el plan del autor abarca todo el hecho, en el dolus
generalis el plan del autor se agota en la primera fase. Crítico con esta apelación tanto a la actio libera in causa como
a la autoría mediata, en el sentido propuesto por H. MAYER, MAIWALD, ZStW, (78), 1966, pp. 51 ss.
30 En este sentido se manifiesta, por ejemplo, JESCHECK, Lb, 4ª ed., 1988, p. 282 (= PG, 2002, p. 337 nota 29); o, en
nuestra doctrina, MUÑOZ CONDE, PG, 20ª ed., 2015, p. 32: “Con la aplicación de las reglas del concurso se podrá
castigar más levemente que apreciando un solo delito”. Entiende, sin embargo, GROPP, AT, 1998, p. 144, que este
trato privilegiado responde al principio de que el azar —en el dolus generalis, la suerte de no haber causado el
resultado con la primera acción— no puede tomarse en consideración a cargo del autor pero sí a su favor.
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
Las críticas a esta solución de entender presente un único homicidio doloso consumado son de
muy diversa índole. Aduce HETTINGER, en primer lugar, la ausencia de una verdadera
argumentación por parte de sus defensores33, para denunciar a continuación que éstos incurrirían
en una especie de “fraude de etiquetas”: rechazan la arcaica construcción de un “dolus generalis”,
pero garantizando el mismo resultado a través de una teoría de la desviación construida ad hoc.
“Visto así —concluye este autor—, el versari in re illicita, el dolus indirectus y el dolus generalis sólo
se han dejado de lado en lo que se refiere a su pretensión fundamentadora”34. E insisten sobre todo
los defensores de la teoría de la tentativa en que sus oponentes acaban obviando por completo el
dato terminante de que la acción que realmente mata se lleva a cabo sin dolo homicida35. Y otro
argumento aducido con mucha frecuencia en contra de la teoría de la consumación es, en fin, su
carácter moralizante, más propio de un Derecho penal de la Gesinnung que de otro fundado en el
principio del hecho. En palabras de KÖHLER, en lugar de una adecuada imputación jurídica entra
en consideración el hecho moral de la de la actitud (Gesinnung) injusta manifiesta: el querer
producir la muerte de otro, y su valoración negativa36. Únicamente atendiendo a la actitud
(Gesinnung) del autor —añade MAIWALD— puede considerarse indiferente que la muerte de la
víctima se haya producido con la agresión inicial o sólo al arrojar posteriormente su cuerpo al agua,
en el ejemplo convencional37.
31 Así, por ejemplo, MAURACH, Tratado, t. I, 1962, p. 346: “Es, sin embargo, indudable, que esta solución (scil. la de
la tentativa) no satisface el sentimiento jurídico”. La observación desaparece en ediciones posteriores.
32 Plantean —y rechazan—esta posibilidad de fundamentar la solución de la consumación autores como HETTINGER,
para explicar la punibilidad por delito consumado, pero en realidad no los fundamenta”.
34 Véase HETTINGER, FS-Spendel, 1992, p. 251; KÖHLER, «La imputación subjetiva: estado de la cuestión», en ROXIN et
al., Sobre el estado de la teoría del delito (Seminario de la Universidad Pompeu Fabra), 2000, pp. 69-90, habla irónicamente
de la “fórmula mágica” de la “desviación inesencial del curso causal” (p. 88).
35 En este sentido, por todos, MAIWALD, ZStW, (78), 1966, pp. 34-35.
36 Véase KÖHLER, «Der Begriff der Zurechnung», FS-Hirsch, 1999, p. 80; EL MISMO, «La imputación subjetiva: estado
de la cuestión», en ROXIN et al., Sobre el estado de la teoría del delito (Seminario de la Universidad Pomepu Fabra), 2000, p.
89; EL MISMO, AT, 1997, p. 154, donde añade que la sanción de la mera Gesinnung es especialmente perceptible en
aquellos casos en los que tras una lesión solamente intentada únicamente un comportamiento no doloso añadido a
continuación conduce a la realización típica, como sucede en el “Jauchegrubenfall”, donde al calificar el hecho como
homicidio doloso consumado, se trata a su autora como si, habiendo reconocido la mera situación de inconsciencia
de la víctima, la hubiera ahogado conscientemente (ibidem, nota 56).
37 Véase MAIWALD, ZStW, (78), 1966, p. 35.
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
Se trata del punto de vista quizás dominante en las últimas décadas —aunque ya fue sostenido con
notable consistencia en el siglo XIX por autores como GEYER, según veíamos más arriba—, debido,
fundamentalmente, a la mayor pureza dogmática que, en principio, comporta. En efecto, el
argumento central reiterado por sus defensores es el de la necesidad de congruencia o
simultaneidad entre tipo objetivo y subjetivo: la muerte, en los supuestos convencionales que nos
ocupan, se imputaría objetivamente de manera exclusiva a la última acción, en la que no concurre
dolo homicida; ¡nadie puede querer matar a alguien que piensa que es ya un cadáver! De modo
que en modo alguno cabe hablar de homicidio doloso consumado. La acción inicial, animada por
el dolo homicida, no llega a producir el resultado mortal, por lo que sólo puede ser calificada como
homicidio intentado38.
Por lo general, quienes defienden la solución de la tentativa, lo hacen saliendo al paso de los
argumentos aducidos por sus oponentes, en los términos apuntados anteriormente. Así, de manera
particular, niegan la imputación objetiva de la muerte a la acción inicial, por entender que este
resultado final no es concreción del riesgo creado por la mencionada acción, sino de un riesgo
distinto: el introducido por la segunda acción, rompiéndose así la “conexión de riesgo” exigible
para la imputación objetiva39. Expresado en otros términos: estaríamos, sí, ante una desviación del
curso causal, pero de carácter esencial; y ello pese a que —como indicábamos anteriormente—
algunos de los defensores de esta solución de la tentativa reconocen la posible injusticia de los
resultados a los que llegan40. E insisten por otra parte los defensores de la tesis de la tentativa —
como también hemos destacado más arriba— en el carácter moralizante, expresivo de un Derecho
penal de la Gesinnung, que supone calificar el homicidio como consumado sólo porque existió en
origen una voluntad homicida y fue, precisamente, la muerte de la víctima el resultado finalmente
sobrevenido, al margen de cualquier consideración ulterior relativa al curso concreto de los
acontecimientos.
Y aunque hemos indicado que dejábamos fuera de nuestro estudio los supuestos de “consumación
anticipada”, no está de más señalar que uno de los más significados defensores, en los últimos
años, de la solución de la tentativa en los supuestos de dolus generalis destaca cómo, mientras que
38 Entre los monografistas a los que venimos prestando atención, defienden inequívocamente la solución de la
tentativa HETTINGER (FS-Spendel, 1992), MAIWALD (ZStW, (78), 1966) o SANCINETTI («“Dolus generalis” y “suerte
penal”», en ROXIN/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002). Muy clara la consideración del
principio de simultaneidad en este contexto en HRUSCHKA, «Die Herbeiführung eines Erfolges durch einen von
zwei Akten bei eindeutigen und bei mehrdeutigen Tatsachenfeststellung», JuS, 1982, pp. 317-325 (especialmente,
pp. 319-320); y, EL MISMO, Strafrecht nach logisch-analytischer Methode. Systematisch entwickelte Fälle mit Lösungen zum
Allgemeinen Teil, 2ª ed., 1988, pp. 25 ss. Sobre este principio de simultaneidad o coincidencia cfr., además, en fecha
más reciente, JEROUSCHECK/KÖLBEL, JuS, 2001, passim (para el dolus generalis, especialmente, pp. 422 ss.)
39 Así, entre otros autores, FREUND, AT, 1998, p. 264; y FRISCH, Tatbestandsmässiges Verhalten und Zurechnung des
Erfolgs, 1988, pp. 620 ss. Y, en la doctrina penal española, CEREZO MIR, PG II, 6ª ed., 1998, pp. 138 ss.; DÍEZ RIPOLLÉS,
PG, 4ª ed., 2016, p. 194; GRACIA MARTÍN, en DÍEZ RIPOLLÉS/GRACIA MARTÍN (coords.), Comentarios al Código Penal.
Parte especial, t. I, 1997, pp. 59-60; LUZÓN PEÑA, «Dolus generalis», en VV.AA., Enciclopedia Jurídica Básica, t. II, 1995,
pp. 2589-2592; EL MISMO, Lecciones, 3ª ed., 2016, pp. 245-247; MAQUEDA/LAURENZO, El Derecho penal en casos. Parte
general. Teoría y práctica, 3ª ed., 2011, pp. 79-80.
40 En este sentido, por ejemplo, CUELLO CONTRERAS, PG, 3ª ed., 2002, pp. 714-715, añadiendo que, pese a ello, es la
“única solución dogmáticamente correcta”. Así también en EL MISMO/MAPELLI CAFFARENA, Curso, 3ª ed., 2015, pp.
98-99.
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
Por lo demás, los defensores, en los supuestos de dolus generalis, de la solución de la tentativa, se
ven obligados a caracterizar de manera separada la segunda acción y a determinar la índole de su
relación con la primera. En efecto, puesto que la muerte no puede ser imputada a la acción inicial
(dolosa), ésta sólo puede calificarse como tentativa de homicidio. Ahora bien, ello no significa que,
de manera automática, deba valorarse la muerte como culposamente producida a consecuencia de
la segunda acción, pues ello dependerá de la concurrencia de los elementos característicos de esta
forma de realización típica. Esto fue señalado ya por GEYER42, si bien, como ha destacado MAIWALD,
fue PFOTENHAUER quien, en una fecha tan temprana como 1839, acertara a formular el problema
central de esta segunda fase de los supuestos caracterizados como dolus generalis: “el mandato a
dirigir al delincuente animado con ideas asesinas rezaría así: cuando quieras matar a otro y creas
haberlo matado, antes de emprender una segunda acción dirigida en principio a ocultar tu hecho,
pero en cualquier caso idónea, según su naturaleza, para matar, tendrás que averiguar con
exactitud si la muerte ya ha acaecido o no, porque podrías alcanzar tu meta sólo mediante esta
segunda acción”43.
Y una vez caracterizada esta segunda fase del denominado “dolus generalis” como un homicidio
imprudente consumado, habrá que determinar su relación con la fase inicial, inclinándose la mayor
parte de quienes defienden esta solución de la tentativa por entender que nos encontramos ante un
concurso real de delitos44.
Siguiendo la clara exposición de SANCINETTI, cabe mencionar, entre las distintas formulaciones
intermedias, al menos estas tres45:
En primer lugar, el punto de vista de WELZEL, quien defiende con carácter general la solución de
la consumación, salvo que la voluntad de deshacerse de la víctima se conciba sólo tras la supuesta
muerte, en cuyo caso se inclina por admitir un concurso real entre tentativa de homicidio (doloso)
41 Véanse, a este respecto, las interesantes observaciones de SANCINETTI, «“Dolus generalis” y “suerte penal”», en
ROXIN/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, pp. 52-54.
42 Véase GEYER, GA, 1865, p. 314, quien aclara que puede suceder que la muerte se deba al mero azar y la imputación
a título de culpa exige que las consecuencias de la conducta descuidada no se sitúen fuera del ámbito de lo probable.
43 Véase PFOTENHAUER, Der Einfluß des factischen Irrthums und der sogenannten Verirrung auf die Strafbarkeit vorsätzlich
verübter Verbrechen, t. II, 1839, p. 132, nota 88. Lamentablemente, no hemos podido consultar esta obra; tomamos la
referencia de MAIWALD, ZStW, (78), 1966, p. 55.
44 En este sentido, entre otros autores, HRUSCHKA, JuS, 1982, p. 319; o MAIWALD, ZStW, (78), 1966, p. 58: “sólo viene
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
46 Véase WELZEL, Das deutsche Strarecht: eine systematische Darstellung, 11ª ed., 1969, p. 74. Encontramos un
planteamiento próximo en autores como STERNBERG-LIEBEN, «§ 15», Schönke/Schröder, 28ª ed., 2010, nm. 58: “Lo
decisivo es sólo el juicio de adecuación así como la realización del peligro creado por la acción. De ahí que exista
por lo general un hecho doloso consumado si el autor estaba decidido de antemano a ejecutar la segunda acción.
Sucederá, sin embargo, de ordinario otra cosa si el autor se decide a deshacerse del cadáver sólo tras la conclusión
de la primera acción, llevada a cabo con dolo homicida”. Semejante, STRATENWERTH, AT I, 3ª ed., 1981, p. 102: “(…)
dependerá de si el curso real era o no previsible en el momento de la primera acción, animada por el dolo, y ello
tendrá que ser afirmado sin reservas cuando el autor, desde el principio, tenía la intención de cometer el segundo
acto que más tarde llega a ser causante inmediato del resultado”. Como apuntábamos arriba (nota 26), en la 4ª ed.,
del año 2000 (pp. 136-137), aunque considera ahora el problema desde la perspectiva de la imputación objetiva,
llega a una solución próxima: lo decisivo será si el resultado ulteriormente acaecido es reconducible a uno de esos
riesgos creados con la acción inicial dolosa entre los que se encuentra no sólo el peligro para la vida que resulta
naturalmente de la acción lesiva, sino también el peligro derivado de la acción ulterior de deshacerse del cuerpo
que estará presente, de manera particular, cuando la segunda acción está planeada de antemano, con
independencia de que deba llevarla a cabo el mismo sujeto u otro.
47 Véase Friedrich-Christian SCHROEDER, «§ 16», LK, 11ª ed., 1994, nm. 29.
48 Véase F.-Ch. SCHROEDER, «§ 16», LK, 11ª ed., 1994, nm. 31.
49 Véase ROXIN, «Reflexiones sobre el “dolus generalis”», en EL MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus
generalis”, 2002, p. 33. Véase también, EL MISMO, AT I, 4ª ed., 2006, pp. 522 ss.: “para la imputación al dolo, aun
cuando se haya colmado el tipo objetivo de un delito de homicidio, habrá que diferenciar todavía según que quien
actúa persiguiera la muerte de la víctima o sólo la hubiera admitido mal que bien como consecuencia adicional” (p.
523) (= PG I, 1997, p. 499).
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
del plan del autor cuando éste, en el ínterin, fue revocado por esfuerzos de desistimiento (aunque
fueran infructuosos)”50.
Pese a reconocer ROXIN la proximidad entre su punto de vista y el de las teorías diferenciadoras
que acabamos de mencionar51, insiste, no obstante, en aquello que las diferenciaría. Las
coincidencias, en lo que se refiere al resultado, con el planteamiento de WELZEL, se deberían a que
quien obra en la primera acción con intención homicida tendrá previsto de antemano cómo
deshacerse del cadáver, mientras que quien emprende aquélla sólo con dolo eventual respecto al
resultado mortal normalmente no se ha planteado qué hacer con dicho cadáver. Pero puede que
no sea así en el caso concreto y en tal supuesto resulta confundente atenerse al momento de la
decisión de deshacerse del cadáver, pues “ni la previsibilidad del segundo acto depende en general
de si ya estaba planeado con la primera acción, ni se presenta el segundo acto como la realización
de la acción creada por el primero sólo cuando estaba planeado de antemano”52. Y tras exponer el
planteamiento de SCHROEDER, se limita a replicar que “en concreto, es idónea para producir el
resultado toda acción que pone en marcha un proceso causal adecuado; sólo puede ser decisivo si
se da todavía un curso causal previsible dentro del plan del autor”53.
50 Véase ROXIN, «Reflexiones sobre el “dolus generalis”», en EL MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus
generalis”, 2002, 2002, pp. 40-41; y EL MISMO, AT I, 4ª ed., 2006, p. 524 (= PG I, 1997, p. 500).
51 E incluso, en su contribución al FS-Würtenberger (véase bibliografía), destaca el núcleo de razón que asistía a V.
WEBER, impulsor, como veíamos más arriba, del debate que nos ocupa. Véase ROXIN, «Reflexiones sobre el “dolus
generalis”», en EL MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, pp. 44-45.
52 Véase ROXIN, AT I, 4ª ed., 2006, p. 525 (= PG I, 1997, p. 501).
53 Véase ROXIN, AT I, 4ª ed., 2006, p. 526 (= PG I, 1997, p. 502).
54 Véase, de manera particular, HETTINGER, «Notiz zum „dolus generalis“», GA, 2006, pp. 289-294; PRITTWITZ, GA,
1983, pp. 114 y ss.; y SANCINETTI, «“Dolus generalis” y “suerte penal”», en ROXIN/SANCINETTI, Desviación del curso
causal y “dolus generalis”, 2002, pp. 61 ss. Cfr. además, entre otros autores, BALDÓ LAVILLA, ADPCP, (48), 1995, p. 344;
CEREZO MIR, PG II, 6ª ed., 1998, pp. 139-140 (y allí, la nota 74); JEROUSCHECK/KÖLBEL, JuS, 2001, p. 422; MARTÍNEZ
ESCAMILLA, El desistimiento en Derecho penal, 1994, pp. 84 ss.; PUPPE, «§ 16», NK, t. 1, 2ª ed., 2005, nm. 83; SILVA
SÁNCHEZ, ADPCP, (37), 1984, pp. 378-379.
55 Véase PUPPE, «§ 16», NK, t. 1, 2ª ed., 2005, nm. 83.
56 Véase CEREZO MIR, PG II, 6ª ed., 1998, pp. 139-140 (y allí, la nota 74).
57 Véase ROXIN, «Epílogo», en el MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, p. 80.
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
depender de los “planes”, “metas”, “deseos”, etc. del sujeto activo pues, además de la imprecisión
inherente a estos términos, se correría el riesgo de incurrir en un Derecho penal de la Gesinnung.
Lo que excluye, a su vez, ROXIN, indicando que, en los casos que nos ocupan, se trata siempre de
la intención dirigida “a una lesión concreta del bien jurídico”; más aún, si lo analizamos en clave
de conexión de riesgos, “la intención dirigida al resultado, justamente por su dirección hacia esa
meta, contendrá un mayor riesgo que un dolo eventual”58.
Hasta aquí, en apretada síntesis, el planteamiento de ROXIN y las objeciones opuestas al mismo.
Pero no debemos cerrar este apartado de soluciones intermedias o diferenciadoras, sin una
referencia, siquiera somera, a algunas propuestas formuladas, en esta misma dirección, en nuestra
doctrina penal. Así, BALDÓ LAVILLA defiende la solución de la tentativa, pero “siempre que la
segunda acción origine un ‘nuevo’ riesgo, ‘distinto’ del que crea la primera acción”; en cambio, “si el
segundo acto se limita a continuar desarrollando una ‘clase de riesgo’ que ya se originó con el
primer acto y si este riesgo era abarcado dolosamente, nada impide que el autor responda por el
delito doloso consumado”. Postula, por tanto, en expresión propia, “una solución diferenciadora
de la tentativa orientada al análisis de los riesgos típicos”59. Y en la última aportación monográfica —
por parte de la doctrina española— sobre este particular, apunta ALONSO ÁLAMO a una solución
diferenciadora que parte de determinar si los “dos actos que estructuralmente conforman el
fenómeno” constituyen “una única acción o dos acciones”. En el primer caso, cabe todavía
distinguir entre supuestos que constituyen un único delito consumado, cuando “lo realizado ya en
el primer acto encierra un peligro potencial, jurídicamente desaprobado, para el bien jurídico”, sin
que la desviación introducida por el segundo acto comporte “la ruptura de la relación de riesgo
entre la acción y el resultado”, no excluyéndose así la imputación objetiva y siempre que, además,
el sujeto conozca la relación de riesgo. De no darse estas condiciones, estaremos ante un concurso
ideal de delitos. Y habrá, siempre según ALONSO ÁLAMO, un concurso real de delitos cuando nos
encontremos ante una pluralidad de acciones60. Volveremos sobre esta propuesta al final de
nuestra contribución.
3.5. Recapitulación
58 Véase ROXIN, «Epílogo», en el MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, pp. 80-81.
59 Véase BALDÓ LAVILLA, ADPCP, (48), 1995, p. 345. Próximo a él, RUIZ DE ERENCHUN ARTECHE, AP, (44), 1997, p.
1025. Cabe reseñar la afinidad entre el planteamiento de estos autores y el de JAKOBS, PG, 1995, p. 364: “No obstante,
el resultado no es imputable a título de dolo cuando el riesgo del primer acto queda desplazado por un nuevo
riesgo creado a través del segundo acto. El riesgo creado dolosamente no se realiza, y el riesgo realizado no se crea
dolosamente” Próximo a éste último autor, SANCINETTI, «“Dolus generalis” y “suerte penal”», en
ROXIN/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, pp. 64 ss. (p. 69). Duda, por el contrario,
ROXIN, «Epílogo», en el MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, de que esta distinción
“entre la realización del ‘primer riesgo’ y aquella de un ‘segundo riesgo’ distinto e independiente sea realizable en
la práctica y esté justificada teleológicamente” (p. 81).
60 Véase ALONSO ÁLAMO, LH-Rodríguez Mourullo, 2005, pp. 59 ss.
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
en los ejemplos convencionales) a la acción inicial del sujeto, bien se plantee la cuestión en los
términos tradicionales de las teorías causales (adecuación o no de dicha acción para la producción
de esa muerte), bien se recurra a alguno de los topoi utilizados en el contexto de la teoría de la
imputación objetiva (si la muerte puede o no considerarse concreción del riesgo creado por la
acción inicial). Pasando ya al plano del tipo subjetivo, nos enfrentamos con el problema de la
necesaria congruencia entre dolo y tipo objetivo, con la eventual aparición de discordancias
(calificadas valorativamente como “esenciales” o “inesenciales”) entre el curso de los hechos que
se representa el sujeto y lo que realmente acaece.
Como hemos visto, la mayor parte de las propuestas se centran en estos aspectos nucleares de la
teoría del delito. Pero no se agota con ello el elenco de argumentos utilizados. Así, de manera casi
telegráfica, hemos visto que se apela también a razones de justicia o, mejor expresado, de
merecimiento de pena, que se satisfaría mejor con la solución de la consumación; o el posible
carácter moralizante —evocador de un Derecho penal de la Gesinung—, que lastraría esta misma
solución que, por otra parte —y ello se admite ampliamente—, se corresponde con el sentimiento
jurídico general. En alguna ocasión se ha apelado —aunque hoy en menor medida— a la similitud
estructural del denominado “dolus generalis” con otras categorías dogmáticas como la autoría
mediata o la actio libera in causa. Además, en alguna de las que hemos calificado como “soluciones
intermedias” se añaden matices diferenciados como la exigencia de un momento subjetivo
específico en la primera acción (dolo directo frente a dolo eventual, previsión inicial o no de llevar
a cabo la segunda acción). Finalmente, algunos planteamientos introducen en el debate el complejo
problema de la existencia de unidad o pluralidad de acciones o de delitos.
Baste con esta somera recapitulación que pretende simplemente ilustrar sobre la importancia
central de las cuestiones concernidas en la solución del problema que aquí nos ocupa. Resultaría,
por lo demás, pretencioso —y, con seguridad, fallido— el intento de añadir nuevos argumentos o
proponer respuestas innovadoras a una materia sobre la que la doctrina penal lleva unos dos siglos
discutiendo. Ello no obstante, cerraremos esta contribución con una breve reflexión en torno a
aquellos datos que estimamos relevantes para adoptar una decisión debidamente fundada.
4. Reflexión final
Lo primero que conviene recordar, con ROXIN, es que en este tipo de “problemas no resueltos”, al
que “pertenece también el tratamiento correcto del llamado dolus generalis”, ante dos soluciones
divergentes, no siempre debemos concluir “que sea falsa una de ellas. Pues partiendo de premisas
distintas, se pueden desarrollar diversas soluciones en sí correctas”61.
Con esta importante reserva, vamos a intentar precisar cuáles son los datos más significativos a
considerar a la hora de optar por una u otra solución. Siguiendo la precisa caracterización que
61Véase ROXIN, «Epílogo», en el MISMO/SANCINETTI, Desviación del curso causal y “dolus generalis”, 2002, p. 77, quien
añade a continuación: “En muchos casos, empero, la lucha, necesaria entonces, sobre las premisas, no proporciona
ningún juicio unívoco de ‘correcto’ o ‘falso’, sino que desemboca en una ponderación de los argumentos. En general,
esta ponderación no brinda conclusiones forzosas, sino tan sólo un más o menos de plausibilidad” (p. 77).
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
ofrece SOWADA62, debemos separar aquí dos niveles de análisis: en primer lugar, el de si el
resultado finalmente producido (la muerte en los ejemplos convencionales) es objetivamente
imputable a la acción inicial y, en segundo lugar, si lo es, además, a título de dolo. Habrá que
convenir, con este autor, que “la causalidad de la primera acción no puede ponerse en duda”, pues,
en el sentido de la fórmula de la conditio sine qua non, “si el sujeto no hubiera llevado a cabo esta
primera acción, ejecutada con dolo homicida, no hubiera existido siquiera ocasión para la segunda
acción”, luego no cabe suprimir mentalmente aquel primer acto sin que desaparezca el resultado.
Resulta más problemático determinar si ese resultado, “causado” por la primera acción, es también
“objetivamente imputable a la misma”: ésta comporta, sin duda, la creación de un peligro
jurídicamente desaprobado, por lo que la discusión se centra en si la muerte supone la realización
del peligro creado por aquella acción inicial. También en relación a esto, la respuesta de SOWADA
es afirmativa, pues “aparece comprendido en el marco de lo generalmente previsible que un sujeto
(sin especial formación médica) confunda en la situación concreta la mera falta de conocimiento de
la víctima con su muerte y sólo a través de la (supuesta) acción de deshacerse de ese cuerpo —
tampoco ajena a la experiencia de la vida— mate a la víctima”. De ahí que resulte plausible —
concluye este autor— “contemplar el acaecimiento de la muerte, ya en consideración a la primera
acción, como ‘injusto’ (de homicidio)” y no como simple “accidente”63. Y en línea próxima
argumentan quienes —siguiendo alguna de las soluciones diferenciadoras antes expuestas—
apelan al “plan del autor” o a la intención, en el momento de emprender la primera acción, de
llevar a cabo la segunda. En tal sentido, replica ROXIN a la tesis —sostenida entre otros por
SANCINETTI— de que la muerte (en los ejemplos convencionales) no es realización del riesgo de
partida sino de otro riesgo, que “esta construcción de dos riesgos diversos no convence”, pues (en
la construcción de ROXIN) la imputación a título de delito doloso consumado comporta “que la
posible muerte por medio del segundo acto sea en todo caso previsible de antemano. Ahora bien,
si el riesgo no permitido del segundo acto está ya contenido en el primer acto, no se entiende bien
por qué en el resultado final no se trata de la realización del primer riesgo, sino sólo de la de un
riesgo completamente distinto”64.
Pasamos al plano del tipo subjetivo. Esto es —en palabras nuevamente de SOWADA—, “si la muerte
de la víctima es (subjetivamente) imputable a quien actúa como resultado dolosamente
producido”65. Hemos visto que la jurisprudencia alemana y una parte de la doctrina de aquel país
no ve problema alguno, entendiendo que estaríamos aquí ante una “desviación inesencial”
62 Cfr. para lo que sigue, SOWADA, JURA, 2004, pp. 814 ss.
63 Véase SOWADA, JURA, 2004, p. 815. Más problemático resulta el argumento adicional ofrecido por este autor: “si
el acto de ocultar el cuerpo lo lleva a cabo un tercero que erróneamente considera muerta a la víctima se excluye la
punibilidad por imprudencia del primer actuante en relación al segundo hecho más próximo al resultado; sin
embargo parece dudoso que el primer sujeto, en caso de posible intervención de terceros se libre de toda
responsabilidad por la muerte de la víctima. Pero una punición por imprudencia referida al primero que interviene
implica la afirmación de la imputación objetiva, que también se dará (con más razón) si es el primer actuante quien,
desconociendo la situación por él creada, la lleva a término por sí mismo” (pp. 815-816).
64 Véase ROXIN, AT I, 4ª ed., 2006, p. 525. También en el EL MISMO, «Epílogo», en EL MISMO/SANCINETTI, Desviación del
curso causal y “dolus generalis”, 2002, donde añade (p. 81) que “me parece dudoso que la distinción que propicia
SANCINETTI entre la realización del ‘primer riesgo’ y aquella de un ‘segundo riesgo’ distinto e independiente sea
realizable en la práctica y esté justificada teleológicamente”. Recuérdese como BALDÓ LAVILLA, ADPCP, (48), 1995,
pp. 344-345, pone el acento, en su solución diferenciadora, en el dato de que la segunda acción origine o no un
riesgo distinto del que crea la primera acción.
65 Véase SOWADA, JURA, 2004, p. 816 (cursiva allí).
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
respecto del curso causal que se representó el sujeto: si bien es cierto que el dolo del autor tiene que
abarcar el curso causal, es suficiente, sin embargo, con que el sujeto se represente la vinculación
entre acción y resultado en sus trazos esenciales, “un conocimiento exacto de la auténtica relación
causal no sería posible y no cabría por ello exigirlo”66. Y también vimos cuál es el argumento central
opuesto a este planteamiento: quebraría con ello el principio de congruencia que exige que el dolo
concurra “en el momento del hecho”; de modo que en la hipótesis que estamos considerando la
acción que realmente mata se lleva a cabo sin dolo homicida. De nuevo sale al paso ROXIN de esta
objeción entendiendo que el dolo no necesita estar presente “durante todo el suceso, sino sólo en
el momento en que el sujeto abandona el control del curso causal. En el dolus generalis se imputa al
sujeto la muerte de la víctima como consecuencia adecuada de una primera acción abarcada por el
dolo; y eso basta también para la imputación al dolo, en cuanto que el resultado se sigue
presentando como realización del plan del sujeto”67.
Resumidos así los términos del debate, asiste la razón a BALDÓ cuando observa que quienes
defienden la solución de la consumación objetan, en último término, a los partidarios de la solución
de la tentativa, “que el tratamiento de las desviaciones causales no es una cuestión de lógica, sino
de valoración —político criminal o de otro tipo—”; mientras que, a la inversa, los defensores de la
tesis de la tentativa piensan que sus oponentes practican una “especie de decisionismo”,
concluyendo el mismo BALDÓ —de cuya solución diferenciadora nos hacíamos eco más arriba—
que “la solución de estos casos (…) siempre implica, al final, un cierto grado de decisionismo”69.
El mismo enfoque que hemos dado al anterior resumen pone ya de manifiesto nuestra inclinación
(no exenta, obviamente, de dudas) por la solución de entender presente, en los casos que nos
ocupan, un único delito doloso consumado. En acertada caracterización de PETERS —quien también
rechaza, sin embargo, la confundente expresión “dolus generalis”— “el suceso global, desde el
comienzo de la acción hasta el resultado, comporta una unidad de sentido” (Sinneinheit)70. Como
que dicha síntesis resulta obligada “pues el sujeto ha perseguido el resultado y ha hecho todo lo necesario de modo
que en la producción de la muerte persiste como mínimo esta disposición homicida. En estas circunstancias, la
desviación efectiva frente a la imagen que se representó el sujeto carece de relevancia para el juicio jurídico penal y
moral de injusto y culpabilidad” (p. 101)
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InDret 3/2016 Ángel J. Sanz Morán
confirmación de este planteamiento vamos a añadir un argumento al que hemos hecho alguna
alusión incidental y que tiene que ver con el problema de la separación entre unidad y pluralidad
de delitos.
Como indicábamos más arriba, no se discute la existencia de un único delito de homicidio doloso
consumado en el caso de que la segunda acción, en los ejemplos de partida, se lleve a cabo con dolo
eventual71. ¿Cómo se explica, entonces, que si esto último no sucede, pasemos a hablar de dos
delitos: un homicidio doloso en grado de tentativa y (en su caso) un homicidio imprudente
consumado? Topamos así, necesariamente, con el controvertido problema de la separación entre
infracción singular y pluralidad de delitos: el “arte de contar los delitos”, en afortunada expresión
de Max Ernst MAYER72.
Como hemos desarrollado en otros lugares73, la existencia de una infracción única, pese a que en
principio pudiera parecer otra cosa, puede concluirse desde distintas vías, reconducibles todas
ellas a un pensamiento común: basta con la simple aplicación de un tipo penal y la sanción
conminada al supuesto fáctico allí previsto para colmar el total desvalor del hecho. Lo contrario
supondría una mácula al principio non bis in idem74. De los diversos supuestos que, en aplicación
de este criterio básico, cabe reconducir a la categoría de “delito único”, vienen aquí en
consideración, de manera particular, el concurso aparente de normas penales —admitido hoy, de
modo general, que puede darse con pluralidad de hechos— y la denominada (impropiamente)
“unidad natural de acción”75, pues ambas categorías han sido aducidas, de manera ocasional, en el
debate en torno a la solución adecuada para las hipótesis del denominado “dolus generalis”, tal y
como veíamos más arriba.
EL MISMO, Unidad y pluralidad de delitos: la teoría del concurso en Derecho Penal, 2012, pp. 11 ss.; en ambos casos, con
ulteriores referencias.
74 Para el significado central de este principio en orden a la separación entre unidad y pluralidad de delitos, sigue
siendo fundamental la monografía de Ramón GARCÍA ALBERO, Non bis in idem material y concurso de leyes penales,
1995.
75 De la proximidad (y separación) entre ambos fenómenos se ocupa detenidamente Ramón GARCÍA ALBERO, Non
bis in idem material y concurso de leyes penales, 1995, especialmente en pp. 50 ss., 120 ss. y 171 ss.
76 Véase HETTINGER, FS-Spendel, 1992, p. 249. En sentido análogo, JEROUSCHECK/KÖLBEL, JuS, 2001, p. 423, quienes
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idéntica situación motivacional78. Pues bien, los autores que acabamos de mencionar rechazan que
pueda darse, en las hipótesis de dolus generalis, tal “unidad natural de acción”, apelando
fundamentalmente a la ausencia de dolo en relación al segundo acto79.
Entendemos, sin embargo, que no es descartable la apreciación de una “unidad natural de acción”
en las hipótesis de dolus generalis. No lo sería, en absoluto —ya hemos insistido en ello—, en los
casos de progresión delictiva; esto es, cuando el segundo acto se lleva a cabo con dolo eventual
(considerando, por tanto, la posibilidad de que la víctima siga viva). Pero lo mismo cabe afirmar
en el resto de los supuestos si entendemos —en los términos propuestos por ROXIN, de que nos
hacíamos eco más arriba— que el dolo no necesita estar presente durante todo el suceso, sino sólo
en el momento que el sujeto abandona el control del curso causal80. En el sentido de la construcción
que estamos considerando, no cabe duda de que los sucesivos actos, aún no siendo homogéneos,
intensifican el injusto típico objetivo (se culmina el resultado mortal)81, persistiendo una idéntica
situación de motivación; máxime si entendemos este requisito en el sentido que propusiera VON
BAR, uno de los precursores de la actual categoría de “unidad natural de acción”: persistirá la
unidad delictiva siempre que entre las diversas acciones no haya una “disuasión ética profunda”
(tiefgreifende ethische Abwagung)82, expresión que cabe poner en relación con la idea roxiniana —
antes expuesta— de que lo decisivo es que estemos ante una “intención homicida no revocada”83.
Pero más allá de la aplicabilidad o no de la categoría “unidad natural de acción” al caso examinado,
nos interesa destacar aquí que en la separación entre unidad y pluralidad de delitos estamos, en
último término, ante un problema no tanto lógico-formal cuanto valorativo, como se pone de
manifiesto a la hora de determinar si existe una única infracción o más de un delito en algunas
hipótesis de reiteración formal del tipo (“unidad natural de acción” y delito continuado) o en los
denominados “hechos anteriores o posteriores copenados”, decisión en la que —como ya hemos
indicado— juega un papel decisivo el principio non bis in idem en su sentido material (prohibición
de la doble valoración de un dato incriminante). En este sentido, deben suscitar reservas aquellas
soluciones al problema del denominado dolus generalis que conlleven una múltiple valoración de
la existencia de una única víctima mortal.
78 Véase SANZ MORÁN, El concurso de delitos, 1986, pp. 130-131, con ulteriores referencias. Distinguiendo entre las
hipótesis de realización iterativa del tipo y aquellas otras de realización sucesiva o progresiva del tipo, GARCÍA
ALBERO, Non bis in idem material y concurso de leyes penales, 1995, pp. 120 ss.
79 Véase HETTINGER, FS-Spendel, 1992, p. 249; y MAIWALD, ZStW, (78), 1966, p. 36. Por cierto, en la argumentación de
este último autor, se percibe claramente la preferente atención al momento cognitivo frente al voluntativo del dolo,
en el sentido que destacábamos más arriba en el texto: “Cabe cuestionar si puede darse también una acción unitaria
cuando alguno de los actos llevados a cabo lo son, ciertamente, aceptando el resultado, pero sin conciencia alguna
de que tal resultado acaezca mediante ellos” (ibidem). Por su parte, JEROUSCHECK/KÖLBEL, JuS, 2001, p. 423, apelan
(además) a la falta de la necesaria homogeneidad de los actos singulares en relación a la lesión del bien jurídico.
80 Cfr. la referencia de la nota 67.
81 Como recordábamos en SANZ MORÁN, El concurso de delitos, 1986, pp. 130-131, no habrá una simple lesión legal
intensificada si, tratándose de bienes jurídicos personalísimos, existe más de una víctima. Pero en los casos de dolus
generalis la víctima no varía. De ahí que la solución de la consumación en estas hipótesis no sea contradictoria con
la generalmente admitida en los supuestos de aberratio ictus: concurso ideal de delitos; pues en el disparo dirigido
a “A”, que alcanza a “B”, situado junto a él, aparecen afectados bienes jurídicos personalísimos de distintos
titulares, dándose entonces una pluralidad de delitos (aquí, además, en inequívoca unidad de acción).
82 Véase V. BAR, Gesetz und Schuld im Strafrecht, t. III, 1909, pp. 563-564.
83 Cfr. la referencia de la nota 50.
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El planteamiento que estamos defendiendo guarda alguna relación con el antes reseñado de
ALONSO ÁLAMO84, pero con la diferencia fundamental de que esta autora —siguiendo en ello a la
doctrina alemana dominante en materia concursal— parte de la existencia de una acción en sentido
natural, en lugar de atender al número de realizaciones típicas, a la hora de “contar los delitos”, en
el sentido de la expresión de M. E. MAYER, a la que antes aludíamos. Pero sobre el criterio metódico
más adecuado a la hora de separar la unidad de la pluralidad de delitos, ya nos hemos extendido
en otros lugares, en términos que no podemos reproducir aquí85.
Resta sólo una cuestión a considerar. La solución de la tentativa califica los supuestos de partida
como homicidio en grado de tentativa en concurso real, en su caso, con homicidio imprudente
consumado. Esta última calificación, como apuntábamos más arriba, dista sin embargo de ser
incuestionable, pues deben concurrir en la producción del resultado mortal (imputable
objetivamente a la segunda de las acciones, siempre según los partidarios de esta solución) todos
los elementos configuradores de la responsabilidad por imprudencia; y de manera especial, la
realización de una conducta discrepante de las exigencias objetivas de cuidado. Sucede aquí, sin
embargo, lo mismo que ha sido ocasionalmente censurado en relación a la solución concursal en
los supuestos del denominado “homicidio preterintencional”. Así, señala —siguiendo a ARTZ— en
nuestra doctrina TORÍO LÓPEZ, en relación a esta última construcción: “la acción dolosa base no
puede cumplir la doble función de definir las lesiones y simultáneamente proporcionar el desvalor
de acción del homicidio culposo. Es contradictorio afirmar que una acción se realiza con el
propósito de lesionar y también, simultáneamente, violando o infringiendo el cuidado necesario
para evitar la muerte del lesionado. Entre ambas valoraciones media una incompatibilidad de
principio”. Y añade más adelante: “Desde la perspectiva normativa (…) quiere ello decir que al
sujeto que dolosamente trata de lesionar a otro se le está pidiendo jurídicamente que se comporte
de modo objetivamente cuidadoso, diligente, para no producir su muerte”86. Argumento que —
con todos los matices que se quiera— es trasladable al problema que nos ocupa, como lo pone de
manifiesto el hecho de que, en fecha tan temprana como 1839, lo expresara en términos análogos
PFOTENHAUER, tal como recogíamos más arriba87.
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