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Los Ritmos Históricos de La Globalización

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Los ritmos históricos de la globalización.

El crecimiento del comercio internacional y del flujo de capitales ha sido sustancial en el periodo
de la segunda posguerra mundial, llevando a la construcción de un mundo mucho más integrado
del que existió entre 1914 y 1945. Sin embargo, se puede argumentar que la cúspide de la
globalización fue alcanzada precisamente antes del rompimiento de la primera guerra mundial,
cuando el comercio y los flujos de capital habían integrado a todos los continentes con Europa. En
ese momento no pasó nada particularmente empobrecedor y destructivo de los países de la
periferia. Por el contrario, los que más se integraron a fines del siglo XIX como Rusia, Argentina y
México, alcanzaron tasas muy elevadas de crecimiento económico. Haití y Colombia eran los
países más pobres de América en 1900 y la inserción cafetera financió el exitoso crecimiento
económico en Colombia. La Gran Depresión ocasionó un colapso en el comercio mundial, una
práctica desaparición del mercado internacional de capitales y el encerramiento de la mayor parte
de los países del mundo en la protección, exacerbando el conflicto de intereses nacionales que
culminó en la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, los países latinoamericanos utilizaron la
capacidad productiva financiada por sus auges exportadores expandiendo sus mercados internos y
crecieron en forma muy positiva. Esta experiencia dio lugar a la teoría cepalina de que el
aislamiento económico de América Latina era favorable para su desarrollo, que por lo tanto podía
descuidar sus relaciones internacionales y su política de aumentar sus exportaciones lo que
probaría ser muy cuestionable por la experiencia de los años ochenta. Terminada la segunda
guerra mundial se montaron las instituciones financieras internacionales que regularon la gran
expansión financiera y comercial que presentó la segunda mitad del siglo XX y que permitió el
desarrollo de aquellos países que lograron una inserción fuerte en el comercio mundial. Esto a
veces fue resultado de una correlación internacional de fuerzas, como la que se presentó en
Europa con la presencia de un agresivo bloque socialista y en Asia con el triunfo de la revolución
china y la guerra coreana, que indujo a Estados Unidos a abrir sus mercados a todos los países que
se 7 alinearan en contra del bloque comunista. Pero otras veces el aislamiento fue resultado de
una voluntad nacional, de una inercia legada del pasado que convenció a muchos gobiernos
latinoamericanos a no buscar nuevas avenidas de expansión exportadora y a confiar su desarrollo
en la expansión del mercado interno, a veces simplemente manipulando la oferta monetaria y
generando hiperinflaciones que destruyeron mucho capital y riqueza. La hiperinflación es una
política depredadora de buena parte de la riqueza líquida de un país: destruye los ahorros de la
población y hace desaparecer las deudas de los privilegiados, disminuye radicalmente los salarios
reales y hace colapsar las condiciones mínimas para producir e invertir. 6. Colombia en el globo
Hay que recordar que Colombia tuvo problemas para participar en la globalización del siglo XIX,
que esa participación fue una de las razones de las guerras civiles entre liberales que querían
entrar a la globalización y conservadores que pretendían mantener su identidad hispánica sin
contaminar y a quienes la riqueza les parecía un valor degradante. Frente a los problemas del
transporte creados por la compleja topografía y de los precios del mercado mundial que hacían,
según Ocampo, que la producción colombiana fuera marginal, Thomas Fischer ha propuesto otra
hipótesis más sensata: “tan responsable como las dificultades geográficas y los precios del
mercado mundial fue la continua incapacidad de las élites colombianas para vencer estos
obstáculos a través de inversiones para modernizar el transporte y mejorar la productividad de las
empresas nacionales. La incapacidad de las oligarquías para coordinar sus intereses, y así crear
condiciones favorables para inversiones productivas, se manifestó sobre todo en los frecuentes
conflictos internos que afectaron el país”. (Fischer, 3) Sólo hasta el siglo XX pudo Colombia
insertarse en el mundo exportando café desde regiones bastante conservadoras. La clase política
estaba liderada por intelectuales formados en el latín y el griego, especializados en filología
castellana, lo que era expresión de su apego a la herencia hispánica y de sus posturas anti-
capitalistas. El autismo gramatical le impidió a esta clase política entender la necesidad de
insertarnos en los caminos internacionales de comercio y capital e importar la tecnología de
Occidente para fortalecer a la Nación. En eso nos parecemos a la China continental que, por el
mismo tiempo, tenía una clase política de intelectuales formados en el chino clásico que era
ininteligible para el 8 pueblo. Por contraste, como lo relata Patek Lal, en el Japón bajo la
restauración Mejí, una burocracia que era más militar que política decidió absorber todo sobre la
ciencia y las tecnologías occidentales, dedicándose a devorarlas sin tener que renunciar a su
identidad nacional. Mientras el Japón logró industrializarse y llegó a ser una gran potencia
mundial, la China y Colombia permanecimos aislados y atrasados. China despertó recientemente y
se ha decidido por la globalización, mientras nosotros continuamos recelosos de la misma.
Cincuenta años de protección industrial y agrícola en Colombia en este siglo debilitaron la
capacidad tecnológica de sus industrias que, gracias al alto arancel defensivo, podían utilizar
bienes de capital de segunda mano, no tener en cuenta la calidad de sus productos y
despreocuparse por exportar. La protección a la agricultura significó precios más altos de las
subsistencias, salarios más caros para los empresarios pero con menos poder adquisitivo para los
trabajadores, una política que en el siglo XIX le sirvió a David Ricardo para deducir su teoría de la
renta del suelo y prohijar una alianza entre burgueses y trabajadores a favor del librecambio que
derrotara los intereses de los protegidos terratenientes ingleses. Ese mismo arancel contribuyó a
que la moneda se revaluara al deprimir la demanda por importaciones, desincentivando
exportaciones distintas a las cafeteras, al petróleo, al carbón y a la coca. Los gremios favorecidos
vociferaron que se trataba de la protección del trabajo nacional y confundieron a la opinión
pública hasta nuestros días sobre la equivalencia del interés público con sus intereses particulares.
Hubo otras formas de intervencionismo estatal más productivas y que beneficiaron en mayor
medida al interés nacional. Nuevamente en el caso japonés y repetido por los tigres asiáticos, el
Estado les ofreció mucho apoyo a las empresas, incluso protección arancelaria, pero estrictamente
a cambio de que se modernizaran y exportaran. Es importante despertar esa misma actitud
devoradora entre nosotros sobre la cultura y la ciencia, como nos lo sugería el filósofo político
brasileño Melquior, que circulan incesantes en una economía globalizada y para eso debemos
desplegar las capacidades básicas para hacer esto posible, entre otros enseñar otras lenguas en
nuestro sistema educativo. Es claro entonces que una política de apertura comercial no es capaz
por sí misma de lograr el efecto de dinamizar las exportaciones nuevas de un país.

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