Revista Estudios Publicos 33
Revista Estudios Publicos 33
Revista Estudios Publicos 33
Samuel P. Huntington*
Resumen
I. Introducción
II. Denotación:
La Definición Institucional de Democracia
Indudablemente, el concepto de democracia como forma
de gobierno se remonta a los filósofos griegos. Sin embargo, su
uso moderno data de las transformaciones revolucionarias de las
sociedades occidentales ocurridas a fines del siglo XVII.1 Más
tarde, y durante buena parte del siglo XIX, la democracia se di-
ferenció de la aristocracia, antagonismo que fue introducido en
forma elocuente en el pensamiento político de Tocqueville. Du-
rante gran parte de este período el término tuvo connotaciones
desfavorables y, de hecho, se lo utilizaba con frecuencia como
palabra oprobiosa. A medida que la participación popular au-
mentaba en el gobierno hacia fines del siglo XIX, y sus conse-
cuencias se manifestaban menos desastrosas de lo previsto, el
concepto de democracia llegó a ser considerado en forma más
favorable. Ser demócrata se convirtió en sinónimo de prestigio.
Como lo señaló James Bryce en 1920: "Hace setenta años...
la palabra democracia despertó sentimientos de desprecio y
miedo. Hoy constituye una palabra de orgullo. El poder popular
1
R. R. Palmer, The Age of the Democratic Revolution (Princeton:
Princeton University Press, 1959), Vol. I, pp. 13-20.
8 ESTUDIOS PÚBLICOS
2
James Bryce, Modern Democracies (Nueva York: McMillan, 1921),
Vol. I, p. 4.
3
Richard McKeon, ed., Democracy In a World of Tensions (Chica-
go: University of Chicago Press, 1951), p. 522, citado en Giovanni Sartori,
Democratic Theory (Detroit: Wayne State University Press, 1962), pp.
8-9.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 9
4
T. S. Eliot, The Idea of a Christian Society (Nueva York, 1940),
pp. 11-12.
10 ESTUDIOS PÚBLICOS
5
Aristóteles, The Politics, libro III, Capítulo VIH.
6
Bryce, op. cit., I, 22.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 11
7
Véase Arend Lijhart, Democracy in Plural Societies. A Com-
parative Exploration (New Haven: Yale University Press, 1978).
12 ESTUDIOS PÚBLICOS
8
Véase Peter Bachrach, The Theory of Democratic Elitism: A Cri-
tique (Boston, Little, Brown, 1967), pp. 24, 98ss.; C.B.McPherson, The Real
World of Democracy (Oxford: Clarendon Press, 1966), p. 33, David Day-
brooke, Three Tests for Democracy (Nueva York: Random House, 1968),
pássim.
9
Jeane J. Kirkpatrick, "Democratic Elections, Democratic Govern-
ment, and Democratic Theories'.', en David Butler, Howard R. Penniman,
Austin Ranney, eds., Democracy at the Polis (Washington: American En-
terprise Institute, 1981), pp. 335-336.
10
McPherson, Real World, p. 22.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 13
Las Instituciones
11
Véase Robert A. Dahl, Polyarchy: Participation and Opposition
(New Haven: Yale University Press, 1971), pp. 1-10; Sartori, Democratic
Theory, pp. 228ss.; Kirkpatrick, "Democratic Elections", pp. 325ss.; Ray-
mond English, Constitutional Democracy vs. Utopian Democracy (Wash-
ington: Ethics and Public Policy Center, 1983), pássim.
14 ESTUDIOS PÚBLICOS
12
Joseph A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy
(Nueva York: Harper, segunda edición, 1947), Cap. 21 y p. 269.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 15
13
Dahl, Polyarchy, p. 7; Kirkpatrick, "Democratic Elections",
p. 326; G. Bingham Powell, Jr., Contemporary Democracies (Cambridge:
Harvard University Press, 1982), p. 3; Samuel P. Huntington, "Will More
Countries Become Democratic?, Political Science Quarterly, Vol. 99 (ve-
rano 1984), 195; Raymond D. Gastil, Freedom in the World: Political
Rights and Civil Liberties, 1984-1985 (Westport, Conn.: Greenwood Press,
1985), p. 4.
14
Véase Carl J. Friedrich y Zbigniew Brzezinski, Totalitarian
Dictatorship and Autocracy (Nueva York: Praeger, 1965), pássim, y Juan L.
Linz, "Totalitarian and Authoritarian Regimes", en Fred I. Greenstein y
Nelson W. Polsby, eds., Macropolitical Theory, Vol. 3 de Handbook of
Political Science (Reading, Mass.: Addison-Wesley, 1975), pp. 175ss.
16 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cuadro N º 1
Tipos de Sistemas Políticos
ción— que permiten juzgar hasta qué punto los sistemas polí-
ticos son democráticos; asimismo, permite comparar los siste-
mas y analizar si éstos van avanzando o retrocediendo en su
proceso de democratización. Por ejemplo, en la medida en que
un sistema político determinado niegue la participación median-
te el voto a cualquier grupo de la sociedad, no puede ser consi-
derado democrático; tal es el caso del sistema sudafricano, que
desconoce el voto del 70% de la población negra del país, o
bien como ocurrió en Suiza, con el 50% de la población consti-
tuida por mujeres, y en los Estados Unidos, cuando se negó la
participación electoral al 10% de la población integrada por los
negros del sur.
De igual forma, un sistema no es democrático si no se
permite a la oposición tomar parte en las elecciones, si la opo-
sición es controlada o acosada en sus actividades, si se censuran
o clausuran los periódicos de la oposición o se comete fraude
con los votos. En toda sociedad, el constante fracaso del partido
político de oposición más importante en alcanzar el poder in-
evitablemente suscita sospechas respecto de la competitividad
efectiva del sistema.15 Más importante aún, el enfoque institu-
cional de democracia armoniza con los usos comunes del térmi-
no. Todos sabemos que los golpes militares, la censura, las
elecciones fraudulentas, la coerción y el acosamiento de la
oposición, el encarcelamiento de los opositores y la prohibición
de las reuniones políticas no son compatibles con la democracia.
También es sabido que analistas políticos preparados pueden
aplicar las condiciones institucionales de democracia a los sis-
temas políticos existentes en el mundo e incluso pueden elaborar,
sin ningún problema, una lista de países que son claramente
democráticos, una de los que no lo son y una de los que se
ubican en una posición intermedia, y que con excepciones
menores, estas listas serán idénticas. Asimismo, se sabe que se
puede emitir y, en realidad se emiten juicios, acerca de las ma-
neras en que cambian los gobiernos en el tiempo y nadie discu-
tiría la afirmación de que Argentina, Brasil y Uruguay son más
democráticos en 1986 de lo que eran en 1976.
15
Esto no quiere decir que el constante fracaso del principal partido
opositor para ejercer funciones a nivel nacional pruebe, necesariamente,
que el sistema no es democrático. Sugiere la conveniencia de investigar las
condiciones por las que se rige la competencia, investigación que podría
conducir, como en los casos de Japón y México, a conclusiones muy dife-
rentes en lo que se refiere a la competitividad de los sistemas.
18 ESTUDIOS PÚBLICOS
III. Connotaciones:
Las Consecuencias de la Democracia
Consecuencias Económicas
16
Guillermo O'Donnell, "The United States, Latin America, De-
mocracy: Variations on a Very Old Theme", en Kevin J. M. Middlebrook y
Carlos Rico, eds., The United States and Latin America in the 1980 Pitts-
burgh: University of Pittsburgh Press, 1986), p. 358.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 19
17
Charles E. Lindblom, Politics and Marquets (Nueva York: Basic
Books, 1977), caps. 12 y 13.
18
En este caso, el razonamiento es funcional: una economía de mer-
cado es funcionalmente necesaria para una democracia política. Sin embar-
go, es evidente que los requisitos funcionales no operan en la otra dirección
y, como se demuestra en muchos casos, la democracia política no es nece-
saria para una economía de mercado.
20 ESTUDIOS PÚBLICOS
19
Robert M. Marsh, "Does Democracy Hinder Economic Develop-
ment in the Latecomer Developing Nations", Comparative Social Research,
Vol. 2(1979), p. 244.
20
Jack Donnelly, "Human Rights and Development: Complementary
or Competing Concerns?", World Politics, Vol. 36 (enero de 1984), pp.
257ss. . . .
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 21
21
Para un argumento paralelo con material de apoyo, véase Dirk
Berg-Schlosser "Third World Political Systems: Classification and Evalua-
tion", estudio elaborado para la reunión anual de la American Political
Science Association, septiembre de 1984, Washington, D.C.
22
Véase Sidney Verba, Norman Nie Jae-on Kim, Participation and
Political Equality (Cambridge: Cambridge University Press, 1978), pp.
2-6; Samuel P. Huntington y Joan M. Nelson, No Easy Choice (Cambridge:
Harvard University Press, 1976), pp. 72-78; Phillips Cutright, "Political,
Structure, Economic Developments and National Social Security Pro-
grams", American Journal of Sociology, Vol. 70 (marzo de 1965), pp.
536-550, e "Inequality: A Cross-National Analysis", American Sociological
Review, Vol. 32 (agosto de 1967), pp. 562-578; Jonathan Sunshine, "Ec-
omic Causes and Consequences for Democracy" (tesis de doctorado, Uni-
22 ESTUDIOS PÚBLICOS
10
O
Los países con sistemas de democracia competitiva durante la mayor parte
del período 1960-1975 aparecen con mayúsculas.
Fuentes: Datos económicos: Hollis Chenery, Structural Change and Develop-
ment Policy (Oxford: Oxford University Press, 1979), pp. 472-73.
Criterios políticos: Samuel P. Huntington.
24
Atul Kohli, "Democracy, Economic Growth and Inequality in
India's Development", World Politics, Vol. 32 (julio de 1980), p. 636.
24 ESTUDIOS PÚBLICOS
Consecuencias Militares
25
James L. Payne, "Marxism, Militarism and Freedom", documento
inédito, Cuadro N° 2. Estas cifras corresponden a las proporciones ajustadas
de fuerzas militares, que toman en cuenta las diferencias de bienestar eco-
nómico existente entre los países y que, por lo tanto, consiguen por la
capacidad de los países más ricos de mantener instituciones militares más
grandes.
26
Estas cifras se calculan considerando los datos sobre cada país,
que figuran en el World Military Expenditures and Arms Transferer, 1985
(Washington, 1985), pp. 52-88, de la US Arms Control and Disarmament
Agency. Los países se clasifican en libres, parcialmente libres y no libres,
según Raymond Gastil ed., Freedom in the World: Political Rights and
Civil Liberties, 1982 (Westport, Conn.: Greenwood Press, 1982), pp. 10-13.
La clasificación de los países del Tercer Mundo como marxista-leninistas se
basa en la clasificación soviética, según se señala en Francia Fukuyama,
Moscow's Post-Brezhnev Reassessment of the Third World (Santa Mónica:
Rand Corporation, 1986), p. 84.
26 ESTUDIOS PÚBLICOS
27
James L. Payne, "Marxism and Militarism", documento inédito,
Cuadros N°s 2 y 4; ACDA, Military Expenditures, 1985, pp. 63-69.
28
Los datos sobre estas guerras han sido extraídos de Ruth Leger
Sivard, World Military and Social Expenditures 1985 (Washington: World
Priorities, 1985), pp. 9-11. Esta lista no incluye lo que Sivard clasifica como
"intervenciones", es decir, la participación de un gobierno extranjero en la
guerra civil de otra sociedad.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 27
Consecuencias Políticas
29
Ivo K. Feierabend, Rosalid L. Feierabend y Betty A. Nesvold,
"The Comparative Study of Revolution and Violence", Comparative Politics,
Vol. 5 (abril de 1973), pp. 414-419.
28 ESTUDIOS PÚBLICOS
31
Bertrand de Jouvenel, On Power (Boston: Beacon Press, 1962),
p. 218.
32
Véase Samuel P. Huntington, "The Meaning of Democracy",
Geopolitique, Nº 11 (otoño de 1985), pp. 83-87.
30 ESTUDIOS PÚBLICOS
TRANSACCIONES POLÍTICAS*
Thomas Sowell**
1
Daniel Patrick Moynihan, Maximum Feasible Misunderstanding
(The Free Press, 1970).
2
Richard Posner, Antitrust Law (University of Chicago Press, 1976),
p. 230.
3
Loc. cit. Nathan Glazer, Affirmative Discrimination (Basic Books
Inc., 1975), pp. 212-214.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 33
4
Por ejemplo, Dahl y Lindblom afirman que el gobierno "no puede
mantener sus manos lejos" de las negociaciones salariales, debido a que "es
tanto lo que está en juego" (op. cit., p. 185); la regulación gubernamental
es empleada para "remediar deficiencias en el sistema de precios" (p. 213);
la guerra "obliga al abandono del sistema de precios" (p. 374) porque "des-
de luego que el sistema de precios no puede operar bien" (p. 381); la aten-
ción de salud, la vivienda y otras actividades son "colectivizadas debido a
problemas particulares en el sistema de precios" (p. 419). En ninguno de
estos ejemplos se percibe la posibilidad de incentivos políticos para tomar
tales acciones, que son mencionadas sin el menor intento de un análisis
serio. Afirmaciones y evasiones similares se hallan en Adolph A. Berle,
Pover (Harcourt, Brace and World, Inc., 1969), donde el gobierno "debió
ser consultado" en materias de educación (p. 195); "no puede evitar" la
expansión de controles económicos (p. 261); Francia "estimó necesario"
tener mercados de capital controlados por el gobierno (p. 214); el control
gubernamental del consumo es "el único escape posible de una congestión
y confusión, si no caos, insoportables" (p. 252).
5
Anthony Downs, An Economics Theory of Democracy, p. 28.
34 ESTUDIOS PÚBLICOS
Libertad y Fuerza
6
Citado por F.A., Hayek en The Constitution of Liberty (Chicago:
University of Chicago Press, 1960), p. 11.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 35
7
Edmund Burke, Reflections on the Revolution in France (J. M.
Dent & Sons, Ltd., 1967); Alexander Hamilton, James Madison y John
36 ESTUDIOS PÚBLICOS
Jay, The Federalist Papers (New American Library, 1961), pp. 310-311;
Alexis de Tocqueville, Democracy in America (Alfred A. Knopf, 1966)
Vol. II, Libro Cuarto, Cap. III.
8
Robert Higgs, Competition and Coerción (Cambridge University
Press, 1977) pássim.
9
Gunnar Myrdal, An A menean Dilemma.
10
Richard Kluger, Simple Justice (Alfred A. Knopf, 1976) pássim.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 37
11
Dahl y Lindblom, cit,, p. 29; Anthony Downs, Inside Bureau-
cracy Boston: Little, Brown and Co., 1966), p. 259; Karl Marx y Friedrich
Engels, The Holy Family (Foreign Language Publishing House, URSS,
1950), p. 176; Karl Marx y Friedrich Engels, Basic Writing on Politics &
Philosophy, p. 222.
38 ESTUDIOS PÚBLICOS
12
Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments, Parte I, Sección
II, Cap. 3, p. 166; John Rawls, A Theory of Justice (The Belkrap Press,
1971), p. 3.
13
Loc. cit.
14
Ibid., Parte II, Sección II, Cap. 2, pp. 380-381.
15
Rawls, op. cit., pp. 3-4.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 39
"Poder" No-gubernamental
16
Dahl y Lindblom, op. cit., p. 49.
40 ESTUDIOS PÚBLICOS
Democracia
dida para ignorar los deseos de todas las demás personas como
una razón obvia (y válida) de por qué un subconjunto particular
de deseos no fue logrado.
En ocasiones se presume que el subconjunto conoce mejor
los intereses "reales" de la mayoría que esa misma mayoría,
actuando, entonces, de modo democrático en un sentido "más
amplio". Esto confunde las características de un resultado es-
perado con las características de un proceso de toma de decisio-
nes. En la visión de los subconjuntos, los resultados esperados
por subconjuntos numerosos son preferibles a la percepción de
las cosas que tiene la mayoría. La democracia es simplemente
un proceso productor de decisiones para resolver tales con-
flictos entre percepciones dispares. Resolver los conflictos me-
diante otros procesos —incluyendo la violencia— es transar la
democracia por otra cosa. Disimular esa transacción llamando a
esa otra cosa también "democracia" es ignorar el hecho de que
virtualmente todos los sistemas o movimientos políticos son
ostensiblemente para beneficio de las personas. Los resultados
que se esperan de parte de reyes, emperadores, juntas militares
y toda suerte de dictadores tendrían así que ser todos llamados
"democráticos" en algún sentido "más amplio".
Al igual que otras transacciones, aquellas que involucran
a la democracia frecuentemente son negadas o mal expuestas
mediante la inclusión de otras cosas en una definición más vaga
y extensa de democracia. La democracia "participativa" ha surgi-
do por esta vía, por ejemplo, como otro concepto más definido
por los resultados que de ella se esperan y no por las caracte-
rísticas del proceso mismo. En principio, dicha democracia se
distingue de la democracia representativa y es complementaria de
ella. En una democracia representativa, cuando los electores
escogen representantes que en realidad toman las decisiones,
éstos pueden ser o llegar a formar parte de un pequeño conjun-
to de personas con intereses y perspectivas diferentes a las del
pueblo en su totalidad. La teoría subyacente a la democracia
"participativa" es que un mayor número de decisiones debieran
ser hechas directamente por el pueblo mismo, antes que a través
de representantes. Para este fin, numerosas juntas vecinales,
comisiones, consejos o asesores de un tipo o de otro deben in-
tervenir directamente en el proceso productor de decisiones.
El supuesto implícito de la teoría es que habrá no sólo un mayor
número de tomadores de decisiones, sino que más representati-
vos. Pero, pasando de esperanzas a mecanismos institucionales,
habitualmente no hay nada para conducir institucionalmente
hacia ese resultado y mucho para conducir en sentido opuesto.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 43
Derechos
Derechos de Propiedad
17
Esto es negado por F.A. Hayek en The Road to Serfom (Chica-
go: University of Chicago Press, 1944), p. 80, sobre la base de que algo no
constituye privilegio si cualquiera pueda adquirirlo. Ello significa en pros-
pectiva que el acceso no constituye privilegio, lo que de ninguna manera
niega que la posesión retrospectiva pueda ser un privilegio. Con toda seguri-
dad la presidencia de los Estados Unidos es un cargo de privilegio, aunque la
Constitución lo hace eventualmente alcanzable para casi cualquiera (y algu-
nos de los titulares han dado prueba de ello). Una función como la presi-
dencia o derechos de propiedad pueden constituir privilegio si el individuo
que termina ejerciendo tales funciones no las ha alcanzado a través de ven-
tajas o privilegios personales. El cargo de emperador del Imperio Romano
era un cargo extraordinariamente privilegiado, a pesar de que muchos indi-
viduos que alcanzaron tan alta posición surgieron a partir de puestos mo-
destos y aun desventajosos en la sociedad.
46 ESTUDIOS PÚBLICOS
18
En este contexto, la expresión "derechos de propiedad versus
derechos humanos" pierde mucho de su significado. La propiedad en sí
no tiene derechos. Sólo los seres humanos tienen derechos. La única opción
plena de significado es entre mecanismos de toma de decisiones alternativos
para resolver conflictos entre personas respecto de transacciones entre bie-
nes alternativos. Alguna urgencia circunstancial puede o no puede exceder
en importancia al significado de un derecho de propiedad en particular.
Pero aquí, tal como acontece en el caso de la libertad, las cuestiones indi-
viduales de rango no necesariamente deben ensombrecer o confundir la
cuestión central de la distinción.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 47
19
Ni siquiera un propietario de bosques nonagenario necesita cor-
tarlos todos si desea lograr ganancias inmediatas. El valor futuro de árboles
que madurarán mucho después de su muerte se refleja en el valor actual de
sus bosques en el mercado. El valor del bosque no está limitado por el uso
que se haga de él, sino por el uso que terceros hagan de él. Con todo lo li-
mitado que puede ser el horizonte temporal de un nonagenario, hay otros
con horizontes de tiempo más elevados, para los que tendrá correspondien-
temente mayor valor. Una compañía de seguros de vida puede interesarse
bastante en árboles (u otros bienes) que maduren en cincuenta años más,
cuando llegue el momento de pagar a muchos de sus asegurados.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 49
20
Citado por Joseph Berliner en Prospects for Technological
Progress, en Soviet Economy in a New Perspective, Joint Economic Com-
mittee, Congreso de los Estados Unidos (Government Printing Office, 1976)
p. 437.
50 ESTUDIOS PÚBLICOS
22
Alec Nove, The Soviet Economy (Frederick A. Praeger, 1961),
p. 234.
23
Walter E. Williams, Youth and Minority Unemployment (Hoover
Institution Press, 1977), pp. 34-35.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 53
24
Oliver McDonagh, The Irish Famine Emigration to the United
States, Perspective in American History, Vol. X (1976), p. 412.
54 ESTUDIOS PÚBLICOS
Derechos Generales
Tiempo
Sesgo Temporal
sólo de modo limitado, dado que los individuos que toman las
decisiones muchas veces han pasado a otros puestos (habitual-
mente más altos) merced a la fuerza de lo que otrora se pensó
acerca de sus decisiones, y si fue difícil para el electorado enten-
der lo que se hizo cuando se hizo; esa dificultad puede ser aun
mayor cuando se intente recrear la situación inicial en las mentes
de los votantes años después, para el fin de reevaluar las opciones
adoptadas. Ello no es imposible, sin embargo, cuando la decisión
inicial implicó una corrupción más tarde revelada (Teapot dom)
o cuando surge una guerra a partir de un apaciguamiento previo
(el caso de Neville Chamberlain). El punto aquí es simplemente
que los costos del conocimiento aislan en cierto grado las deci-
siones de largo plazo de la retroalimentación de los votantes, "y
en esa ausencia" se carece de un incentivo institucional para que
los funcionarios electos adopten una perspectiva que se proyecte
más allá de la siguiente elección. Cuán corto es este horizonte de
tiempo puede ser demostrado por el hecho de que el lapso pro-
medio restante antes de la siguiente elección es un año para un
congresal americano y de tres años para un senador. Desde luego
que al inicio de su período tienen más tiempo antes de la si-
guiente elección, pero se acorta con cada día que transcurre. Su
período de ejercicio —a partir del día que asumen, dos y seis
años, respectivamente— da el horizonte temporal máximo, aun-
que el horizonte temporal medio es exactamente la mitad.
El tiempo es especialmente importante en las decisiones
económicas que implican "costos fijos"; es decir, costos que no
varían en el corto plazo. Los puentes, las líneas de autobuses y
los hospitales, por ejemplo, tienen elevados costos fijos por
estructura básica y equipamiento en relación con los otros tipos
de costos, como costos laborales, que varían con el uso de la
instalación o servicio. Las líneas de buses municipales pueden
seguir operando sin sumar el peso a los contribuyentes, en la
medida que los pasajes cubran los costos de corto plazo, tales co-
mo el costo de gasolina y el salario de los conductores. Sin em-
bargo, en el largo plazo, los pasajes necesitarían también cubrir
los costos fijos de reemplazo de los buses que se van depreciando.
En un momento dado del tiempo, la necesidad de alzar los pasa-
jes de los autobuses con el fin de cubrir ambos tipos de costos,
puede ser políticamente denegada sin temor de retroalimenta-
ción dentro del horizonte de tiempo de los funcionarios electos.
Mientras los pasajes vigentes sigan cubriendo los costos de la
gasolina, de los salarios para los conductores y costos de corto
plazo similares, alzas de los pasajes pueden ser pospuestas sin
una reducción inmediata en la cantidad o calidad del servicio de
TRANSACCIONES POLÍTICAS 63
26
Edward F. Denisonb, The Sources of Economic Growth in the
United States (Committee for Economic Development), p. 17.
27
Loc. cit.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 65
Maquinarias Políticas
Burocracias
28
George F. Will, Rah, Rah, Rah! Sis, Boom, Bah! Let's Hear it
for Tille IX! Los Angeles Times, marzo 6, 1978, Parte II, p. 7.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 71
29
Anthony Downs, Inside Bureaucracy, p. 258.
72 ESTUDIOS PÚBLICOS
30
Dahl y Lindblom, op. cit., p. 27.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 73
31
Ibid., p. 213.
32
Ibid., p. 419.
74 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cambios Institucionales
Resumen y Conclusiones
33
Ibid., p. 465.
34
Ibid., p. 467.
35
Ibid., p. 185.
36
Ibid., p. 374.
37
Ibid., p. 467.
38
Ibid., p. 185.
39
Ibid., p. 347.
40
Roger Freeman, The Growth of American Government, p. 10.
78 ESTUDIOS PÚBLICOS
41
Marver H. Bernstein, "The Life Cycle of Regulatory Commis-
sions". The Politics of Regulation, editor, Samuel Krislov y Lloyd D. Musolf
(Houghton Mifflin Co., 1964), pp. 80-87.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 81
Roberto Méndez
Oscar Godoy
Enrique Barros
Arturo Fontaine Talavera
Introducción
Gráfico N° 1
Predicción Plebiscito
(Predicción y Márgenes de Error)
%
80
60
40
20
O
SI NO
Resultados
Cuadro N° 1
Composición de Muestras
G.S.E.:
- Alto 6 5
— Medio 49 50
— Bajo 45 44
Sexo:
— Masculino 47 50
— Femenino 53 50
Edad:
- 18-34 años 44 46
- 35-55 años 34 33
- 55 y más años 22 20
Comunas:
A (+ 200.000 habitantes) 47 49
B (100-200.000 habitantes) 15 15
C (20-100.000 habitantes) 24 20
D (-20.000 habitantes) 14 16
Area:
— Norte 11 11
— Centro 54 55
- Sur 35 34
Cuadro N° 2
Distribución Muestral
Años:
18-24 22 19 21
25-34 26 24 25
35-44 20 20 19
45-54 13 14 14
55-64 10 12 11
65 y más 9 10 9
Cero años 3 3
1-3 años 7 7
4-7 años 23 19
8 años (Básica completa) 12 13
9-11 años 18 17
12 años (4° medio) 19 23
13-17 años 14 14
18 y más años 3 4
Cuadro N° 3
Resultados y Predicciones
Junio vs. Septiembre
las FF.AA. tendrían dentro del voto, de tal manera que nuestra
predicción electoral, si la elección se hubiera llevado a cabo en
junio, es que el "Sí" habría sacado un 49% y el "No" un 51%,
es decir, dados los márgenes de error, era un virtual empate o,
incluso, podría haber sido un triunfo del "Sí" por uno o dos
puntos.
En la encuesta de septiembre los porcentajes habían varia-
do dramáticamente: la predicción daba 40% para el "Sí", 58%
para el "No" y 2% para votos nulos o en blanco. De tal manera
que algo pasó entre junio y septiembre que provocó un violento
cambio en la opinión pública y favoreció fuertemente la opción
"No" y desfavoreció a la opción "Sí".
En el Gráfico NO 2 se muestran los márgenes de error de
la encuesta de junio, y la predicción. Dado el margen de error
posible para el "Sí" y la predicción que teníamos en ese mo-
mento, el "Sí" podía superar el 52% de los votos. A la vez, el
"No" podía bajar del 50 al 48% y todavía estaríamos respetando
los márgenes de error.
De tal manera que, repito, a junio, considerando los már-
genes de error de la encuesta, había un empate o incluso un
triunfo del "Sí".
Entre junio y septiembre acontecieron, entonces, drás-
ticos cambios. Veamos dónde se produjeron esas variaciones.
La encuesta clarifica esta interrogante.
90 ESTUDIOS PÚBLICOS
Gráfico N° 2
%
60
50
40
30
20
10
O
SI NO
Cuadro N° 4
Resultado Comparativo-Sexo
Junio vs. Septiembre
Opción Junio 88 Septiembre 88
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Cuadro N° 5
Cuadro N° 6
Cuadro N° 7
— Respeto de los
derechos humanos 46% 28% 61% 20%
— Mantención del
orden público 23% 60% 30% 56%
— Controlar el
terrorismo 23% 53% 34% 45%
- Eliminar la
delincuencia 25% 50% 37% 38%
— Crecimiento económico
del país 31% 41% 42% 36%
— Disminuir la
pobreza 38% 39% 53% 28%
— Disminuir la
inflación 35% 33% 42% 30%
— Disminución de
la cesantía 41% 36% 56% 28%
— Construcción
de viviendas 35% 51%
— Mejoramiento de
la educación 36% 45% 51% 34%
— Demost. interés en
gente como Ud. 39% 35% 52% 27%
— Mejorar servicios
de salud (hosp.) 40% 40% 55% 30%
100% 100%
Cuadro N° 10
Cuadro N° 11
— Por la Democracia 3%
Gráfico N° 3
Centro
21,0%
Derecha
20,0%
Izquierda
19,0%
Ninguna/No sabe
24,0%
Independiente
16,0%
Intención de Voto
Según Posición Política
Gráfico N° 4
Derecha
49,2% Centro
26,3%
Izquierda
35,2%
Derecha
6,3%
Centro
15,1%
Ind. N/S Ind. N/S
34,7% 32,3%
Gráfico N° 5
A favor
13,9%
En contra
68,4%
Nosabe/N. R.
17,7%
TOTAL PAIS
Gráfico N° 6
En contra En contra
89,1% 51,9%
A favor
No sabe/N. R.
8,2% No sabe/N. R.
18,7%
A favor
23,4%
VOTANTES "SI" VOTANTES "NO"
1
Documentos de Trabajo Nos. 83, 88, 93 y 95. Centro de Estudios
Públicos.
118 ESTUDIOS PÚBLICOS
2
Construidos en base a información de Indicadores Económicos y
Sociales, 1960-1985. Banco Central y diversos boletines mensuales, Banco
Central (Base: 1970 = 100).
3
Documento de Trabajo N° 104, pp. 82 y 83. Centro de Estudios
Públicos.
¿POR QUE GANO EL NO? 119
4
Cicerón: La República. Libro III, XXIII. 23.
5
Cicerón: La República. Libro I, XLV. 69.
122 ESTUDIOS PÚBLICOS
Debate
Intervención de participante:
Intervención de participante:
Intervención de participante:
Intervención de participante:
Intervención de participante:
Intervención de participante:
En las zonas rurales más del 90% de las personas dijo que
veía la franja casi todos los días. Los encuestadores que fueron
a terreno cuentan que las personas rurales, donde en muchos ho-
gares no hay televisión, caminaban de una casa a otra para jun-
tarse en las noches y ver esta franja televisiva, y más aún, atien-
den a la siguiente pregunta: ¿Dónde aprendió usted el significa-
do del "No"? Respuesta: 80% por la televisión. De tal manera
que hubo un efecto innegable, pero, evidentemente, creo que se
basa no en un vacío, sino en una realidad.
Intervención de participante:
Intervención de participante:
Intervención de participante:
Intervención de participante:
Intervención de participante:
1.1 Introducción
Cuadro N° 1
Exportadores
de Petróleo
Bolivia 1,8 1,9 2,2 2,5 2,4 34,7
Ecuador 3,0 3,6 4,7 5,9 6,2 108,0
México 34,0 39,7 49,3 72,0 85,0 150,4
Perú 9,3 9,3 9,6 9,6 11,1 19,0
Venezuela 16,4 23,1 26,5 29,0 31,0 89,2
No Exportadores
de Petróleo
Argentina 12,5 19,0 27,2 35,7 43,6 249,2
Brasil 52,3 58,9 68,4 78,6 87,6 67,5
Colombia 4,2 5,1 6,3 7,9 9,4 121,8
Costa Rica 1,9 2,3 3,2 3,4 3,5 87,0
Chile 6,7 8,5 11,1 15,5 17,2 157,4
Paraguay 0,7 0,7 0,9 0,9 1,2 80,0
Uruguay 1,2 1,7 2,2 3,1 4,3 243,1
Total
América Latina 150,9 182,0 221,1 275,4 315,3 109,0
1
Afirmación pública del señor Ciro de Falco, representante del
Departamento del Tesoro de EE.UU., en una conferencia, según Cardoso y
Dornbusch, 1987.
138 ESTUDIOS PÚBLICOS
2
R. Cortázar, A. Foxley y V. Tokman (1984) atribuyen lo siguiente
a dicho enfoque: "Dentro de este enfoque, el lado real de la economía no
está afectado ni por la política monetaria, ni por la política fiscal" (p. 18).
3
Véase Haindl, agosto 1986.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 139
Cuadro N° 2
Fuentes de Fondos
Bancos Extranjeros 15,0 23,0 37,0 48,0 49,0 25,0
Otros Créd. Priv. Ext. 7,1 11,0 4,8 14,3 32,0 20,7
Crédito Oficial 16,1 16,1 16,2 26,4 34,0 40,4
Inversión Extranjera Neta 5,3 7,2 9,5 9,5 13,5 12,0
Donaciones y Otros 8,8 9,7 13,8 15,0 14,3 12,8
Usos de Fondos
Acumulación de Reservas 11,2 16,5 11,7 6,7 3,7 -4,1
Errores y Omisiones 6,4 5,4 0,9 13,2 16,5 21,1
Aum. Crédito Exportaciones 5,1 3,2 6,6 5,6 14,3 7,8
Déficit Cuenta Corriente 29,6 41,9 62,1 87,7 108,3 86,1
Pago Intereses Neto a 9,8 12,2 17,1 25,6 39,5 50,6
Superávit Cuenta Corriente
antes de Intereses -19,8 -29,7 -45,0 -62,1 -68,8 -35,5
Memorándum
Tasa de Interés Real (%)b 0,8 -0,6 -1,8 2,6 12,7 12,9
Deuda Externa Total Neta 291,3 342,6 406,3 489,5 578,3 655,2
Deuda al Sector
Privado Externo 181,4 212,2 253,8 313,2 384,2 439,8
a
Estos intereses pagados son netos porque se restan los intereses ganados por
las Reservas. Se excluyen las remesas de utilidades de la inversión extranjera, pero se
restan las remesas recibidas por residentes que invierten en el exterior.
precios al por mayor en EE.UU. Esta tasa no es la más exacta, como se explica más
adelante.
Fuentes: World Economic Outlook, abril 1985 (FMI). Tablas 37, 41 y 47.
La primera línea proviene de la Tabla 10 del Occasional Paper, 23, del FMI (datos del
BIS), y la segunda línea se obtiene como residuo.
b
Esa tasa de interés real es la tasa PRIME menos la inflación del índice de
esperaba; es decir, reduciendo su gasto (consumo e inversión)
y generando un superávit comercial.
En vez, postergaron el ajuste y aumentaron su deuda ex-
terna a un ritmo feroz durante 1980 y 1981, ya que financiaron
mucho más que la totalidad del mayor costo de intereses reales
con nueva deuda externa. Repitiendo el mismo cálculo para
Latinoamérica propiamente tal, y también para el grupo de paí-
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 141
4
Los principales países del grupo Market Borrowers son: Argelia,
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Congo, Corea del Sur, Costa de Mar-
fil, Chile, Chipre, Ecuador, Filipinas, Gabón, Grecia, Hong Kong, Hungría,
Indonesia, Malasia, México, Nigeria, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal,
Singapur, Sudáfrica, Surinam, Uruguay, Venezuela y Yugoslavia.
142 ESTUDIOS PÚBLICOS
seguida por los dos grupos de países hasta 1981, por lo que esta
explicación es inapropiada.5
Otra posible respuesta es que hayan existido diferencias
de política monetaria. Sin embargo, la mayoría de los países en
desarrollo tienen políticas monetarias dependientes de su situa-
ción de Balanza de Pagos. Luego, esas políticas monetarias de-
penden de si esos países obtuvieron crédito externo o no, por lo
que son endógenas y no pueden ser usadas como causa exógena.
La política monetaria de los países industriales mostró
una clara tendencia contractiva a partir de 1980, lo que elevó
sustancialmente las tasas de interés de corto y largo plazo en
todos los mercados, incluyendo el mercado internacional de
capitales. Como se explicó anteriormente, este hecho debería
haber forzado a todos los países a contraer su gasto corriente,
en forma más o menos uniforme.
En conclusión, el único choque monetario exógeno afectó
uniformemente a todos los países, por lo que no se puede en-
contrar la causa de un mayor crédito a Latinoamérica por este
lado tampoco. Continúa vigente, entonces, la pregunta respecto
de por qué los países en desarrollo aumentan su gasto corriente
en relación a sus ingresos, a pesar del alza de la tasa de interés
mundial.
Considerando el choque de política monetaria registrado
a partir de 1980 en los mercados internacionales de capital, se
podía prever que los bancos que recibieron los depósitos árabes
prestarían a base de una evaluación prudencial del riesgo de
crédito. Este riesgo debía, en general, considerar el tipo de ajus-
te que estaba realizando el deudor frente al alza del precio rela-
tivo del petróleo. El deudor que se viera más reacio a ajustarse iba
a requerir crédito por más tiempo, lo que afectaría su solvencia y
5
El déficit fiscal del gobierno general en las siete mayores econo-
mías industriales, en porcentaje de su PNB, y el de los países en desarrollo
no petroleros, en porcentaje de su PGB, fue el siguiente:
1977 1978 1979 1980 1981 1982
Déf . Fiscal 7 grandes 2,1% 2,3% 1,7% 2,5% 2,7% 4,0%
Déf . Fiscal Países en
Desarrollo 3,0% 3,1% 3,6% 3,3% 4,0% 4,8%
Fuente: Véase World Economic Outlook, abril 1985, tablas 16 y 18. El alza
de 1982 se explica por la entrada en acción de los estabilizadores automáticos rela-
cionados con el desempleo y la política contracíclica seguida por muchos de ellos en
la recesión de 1982.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 145
2.1 Introducción
6
World Economic Outlook, abril 1985, tablas 34 y 35, para el grupo
de países del hemisferio occidental.
7
Esta teoría es consistente con la libre entrada al negocio bancario,
como demuestra un modelo teórico de equilibrio general desarrollado por el
autor como parte de sus tesis de doctorado.
146 ESTUDIOS PÚBLICOS
3. Evidencia Empírica
10
En 1984, el antiguo vicepresidente del Federal Reserve, J. Ro-
bertson, afirmó que el desarrollo del mercado internacional de capitales
ocurrió en un contexto de "competencia en laxitud regulatorio" (Lissa-
bers, 1984, citado por Rodríguez, 1988).
13
Véase FMI, Occasional Paper 17.
154 ESTUDIOS PÚBLICOS
14
Al parecer, habría habido una preocupación por los balances
macroeconomicos mundiales, en el estilo de lo expuesto respecto del reci-
claje de los fondos de la OPEP. Recomendamos leer Meigs, 1984, Kane,
1985; Guttentag y Herring, 1985, y Lichtenstein, 1985.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 155
Cuadro N° 3
5
Devlin propone tres razones para explicar la erosión de este oligo-
polio en la década de los 70, diferentes de las presentadas anteriormente.
Primero, a partir de principios de los 70, la adopción de la plena converti-
bilidad por parte de muchos países de Europa y Japón y el crecimiento del
euromercado permitió a muchos otros bancos contar con acceso barato a
depósitos en dólares, los que proveían los fondos prestables a utilizar en
nuevos créditos a países en desarrollo. En segundo lugar, la aparición de los
créditos sindicados permitieron a muchos bancos medianos "colgarse" a
la red de información respecto de los riesgos de colocación con la que con-
taban los antiguos bancos oligopolistas, los que empezaron a actuar como
líderes de los préstamos sindicados. Finalmente, el número de bancos lí-
deres aumentó fuertemente, debido a que bancos medianos y de menor
experiencia internacional intentaron participar de las jugosas comisiones
de organización de sindicatos que estaban obteniendo los bancos estable-
cidos con anterioridad.
156 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cuadro N° 4
Exposición de los Bancos Internacionales al Riesgo País
Cuadro N° 5
Cuadro N° 6
Cuadro N° 7
Cuadro N° 8
18
Este punto es desarrollado en profundidad por el autor en su
tesis doctoral.
162 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cuadro N° 9
Argentina
Fuga de Capitales -0,2 0,9 3,0 1,7 6,7 7,7
A Deuda Externa 0,4 1,5 3,1 6,7 9,0 9,4
México
Fuga de Capitales 3,5 4,3 0,8 2,8 7,1 8,2
A Deuda Externa 6,6 6,6 4,3 8,8 16,4 22,7
Venezuela
Fuga de Capitales -0,3 -0,9 0,9 4,8 4,7 7,4
A Deuda Externa -1,2 6,4 5,5 8,5 3,2 2,8
Fuente: Dooley, Helkie, Tryon y Underwood, citados por Cuddington (1986).
Los demás países tenían barreras a la salida de capitales, por lo que la fuga de capitales
fue de menor importancia en ellos.
Cuadro N° 10
C. Países Importadores
Netos de Petróleo,
excepto los de
Bajos Ingresos
Deuda Externa Neta 133,0 154,6 191,2 247,3 299,8 354,6
SCCAI/DEN (%) +2% -2,8 -2,5 -6,2 -8,2 -6,3 -0,2
Memorándum:
Tasa de Interés Reala 0,5 -0,6 -2,4 1,5 10,7 11,7
a
Esta tasa de interés real se calcula según la tasa de interés nominal de mer-
cado (LIBOR), menos la tasa de inflación del índice de precios al por mayor de EE.UU.
Esta medida no es completamente exacta, porque desprecia el efecto de la variación
esperada del tipo de cambio real. Sin embargo, no disponemos de los datos necesarios
para hacer esa corrección para otros países.
Fuentes: World Economic Outlook, FMI, abril 1985; Haindl (1986).
166 ESTUDIOS PÚBLICOS
más 2%, indica la tasa de interés real que puede pagar cada grupo
de países sin que suba su deuda externa real per cápita. En el
caso de Latinoamérica, como grupo, vemos que hasta 1980 esta-
ba siguiendo una política de endeudamiento externo que, en lo
grueso, tendía a mantener el valor de su deuda externa real per
cápita constante.
Sin embargo, en 1981, Latinoamérica continúa con su po-
lítica de gasto corriente, olvidando por completo el hecho de
que la tasa de interés real mundial había subido a 10,7%. Esa
política significó que la deuda externa latinoamericana subiera
13% real per cápita durante el año 1981 solamente, lo cual fue
gravemente incoherente con un objetivo de crecimiento estable.
Sólo en 1982 inicia el ajuste, pero éste es tan lento que la deuda
externa real per cápita sube en 9% adicional en 1982.
El comportamiento de otro grupo de países en desarro-
llo, llamados Market Borrowers, fue semejante. Este grupo de paí-
ses está definido por la característica de que más de dos tercios
de su endeudamiento externo en el período 1978-1982 provino
de prestamistas privados. Incluye a países como: Argelia, Argen-
tina, Brasil, Chile, Colombia, Grecia, Hungría, Indonesia, Corea
del Sur, Malasia, México, Nigeria, Filipinas, Portugal, Sudáfrica,
Venezuela y Yugoslavia.
Como nosotros estamos interesados en el desempeño de
países parecidos a Chile, debemos excluir del grupo de referencia
a los exportadores netos de petróleo, que se beneficiaron mucho
con la segunda alza del petróleo en 1979. Con ese objeto selec-
cionamos un tercer grupo de países de referencia, llamado "Paí-
ses importadores netos de petróleo, excluyendo a los de bajos
ingresos". Este grupo incluye países como Argentina, Brasil,
Grecia, Corea del Sur, Sudáfrica, Yugoslavia, Colombia, Chile,
Filipinas, Portugal, toda Centroamérica, Turquía, Tailandia,
etcétera.
Durante el período 1977-1979 estos países siguieron una
política un poco menos coherente, con el objetivo de lograr un
crecimiento más estable que los grupos anteriores, ya que la
deuda real per cápita creció en 3,1% anual promedio en esos tres
años. La incoherencia efectiva era menor que la indicada, porque
una parte importante de la deuda externa de estos países estaba
en esos años con tasas de interés fija y bajo mercado. En todo
caso, la diferencia de comportamiento confirma la importancia
de eliminar a los países exportadores netos de petróleo del grupo
representativo.
Sin embargo, lo más llamativo es lo ocurrido desde 1980
en adelante. El ritmo de endeudamiento real per cápita se eleva
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 167
Cuadro N° 11
a
El SCCAI está ajustado por el hecho de que los países reciben donaciones
e inversión desde el extranjero, ambos flujos que no crean deuda. Por ello el SCCAI
necesario para que la deuda externa real no crezca es menor que el publicado en las
cuentas de balanza de pagos.
b La convención indicada en la nota a se aplicó también a los datos chilenos.
Para ello se sumó el Superávit de Balanza Comercial y Servicios no Financieros, el in-
greso de divisas por transferencias (donaciones) y por Inversión Extranjera Directa.
Fuentes: Tasa de Interés Nominal, de Haindl (1986). Cuenta Corriente Chile-
na, de Silva (1983). Deuda Externa Neta, de Ffrench-Davis y De Gregorio (1987).
168 ESTUDIOS PÚBLICOS
donde
es la tasa de interés real efectiva del año t,
es la tasa a usar para determinar el
Superávit de Cuenta Corriente Prudente para el año t,
y es la ponderación de Usaremos = 0,66.
20
Véase Schmidt-Hebbel, 1987.
170 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cuadro N° 12
1. Tasa de Interés
Real Efectiva (%) 0,5 -0,6 -2,4 1,5 10,7 11,7
2. Tasa de Interés
"Permanente" (%) 0,5 0,1 -0,7 0,0 3,6 6,1
3. SCCAI Ajustado/DEN
Prudente (línea 2 + 4%) -3,5 -3,9 -4,7 -4,0 -0,6 2,1
4. SCCAI prudente
para Chile -178 -224 -296 -285 -71 308
5. SCCAI Efectivo -170 -422 -281 -871 -3.010 33
6. Exceso de Gasto
de Chile -8 198 -15 586 2.939 275
7. Valor acumulado del
exceso de gasto -8 189 192 801 3.852 4.774
5. Implicaciones y Conclusiones
21
Ver J. A. Fontaine (1987), citando al Banco de Chile.
22
Ver Ffrench-Davis y De Gregorio, 1987.
172 ESTUDIOS PÚBLICOS
23
Ver Korea Exchange Bank Monthly Review, en bibliografía. La
regulación de Corea del Sur era más complicada, porque preveía un trata-
miento especial para el endeudamiento externo de los grandes grupos eco-
nómicos locales.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 173
Bibliografía
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO
POPULAR EN CHILE*
2
En este trabajo se utilizan indistintamente las expresiones "car-
tera vencida" y "colocaciones vencidas", a pesar de que esta última in-
cluye los dividendos hipotecarios vencidos.
3
Con lo cual se cambian activos de mala calidad por un pagaré del
instituto emisor que tiene retorno cierto. No significa una entrega de recur-
sos a los bancos, pues éstos quedan comprometidos a recomprar la cartera
con los excedentes que generen. Es sólo una figura contable que refleja la
intención de eliminar ese hecho como causal de quiebra y dar garantía esta-
tal a los nuevos adquirentes de acciones preferentes.
Cuadro N° 1
Indicadores Financieros1
Col. venc./ Col. venc./ Vta. neta + exced./ Ut. cart. B.C./ Partic. Col. ven./ Ut. neta + exced. /
Cap. y res. Total col Cap. y res. Cap. y res. (Col.) Cap. y res. Cap. y res.
% % % % % % % % % (%) (%)
A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Enero A Enero
1982 1983 1982 1983 1982 1983 1982 1983 1983 1988 1988
Banco de Chile 68,61 145,24 4,42 9,97 -8,34 -82,80 64,45 148,79 21,60 28,25 1,46
Banco de Santiago 17,87 227,83 1,80 30,56 0,00 -86,40 14,57 188,35 10,47 15,48 1,70
Banco Internacional 47,67 42,19 5,38 4,95 -11,59 -45,11 89,44 104,24 1,17 11,13 2,78
Banco Col. Nac. de Val. 31,02 128,63 2,30 11,25 0,21 -32,56 0,00 180,53 1,92 _2 _2
Banco Concepción 41,02 146,00 3,64 13,55 -17,49 -84,19 74,18 164,09 4,47 18,56 1,39
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR
Banco del Estado 38,81 21,59 6,93 3,97 6,00 6,06 0,00 0,00 16,48 19,66 0,72
Otros Bancos Nacionales 40,47 41,33 3,37 3,47 4,44 -5,23 80,50 120,96 35,31 21,10 5,92
Bancos Extranjeros 20,22 23,84 3,56 5,23 22,05 9,89 6,30 6,11 6,82 3,96 4,54
Sociedades Financieras 21,32 14,70 3,71 2,39 -5,24 2,30 25,35 21,26 1,67 13,31 4,94
Notas:
1
Las colocaciones son en moneda nacional y en moneda extranjera. No aparecen cifras referidas a bancos y sociedades financieras en li-
quidación.
2
El Banco Colocadora Nacional de Valores se fusionó con el Banco de Santiago mediante la Ley 18.412.
181
I.l.c Resultados
6
Las condiciones de crédito que la CORFO otorgó a los inversionis-
tas eran muy similares a las del Banco de Chile y Banco de Santiago.
184
Cuadro N° 2
Compromiso de Capital 830% -19% 579% -30% 372,00% 1,00% 562% -8,00%
Aporte Cap. Pop./Capital Total 56,6% 48,8% 104,80% 213,30%
7
Al respecto, téngase presente que en 1984 eran sólo 15 los accio-
nistas del Banco de Santiago, todos ligados a un solo grupo empresarial.
8
De acuerdo a cifras de la Superintendencia de Bancos e Institu-
ciones Financieras, a diciembre de 1987, del total de los accionistas popula-
res de los bancos de Chile y de Santiago, casi un 40% tiene menos de 35 años
y un 64% menos de 45. Ello significaría que la juventud tiene gran interés
en cimentar la capitalización de las empresas del país. Así, también, se ha
detectado un alto grado de cumplimiento de los capitalistas populares res-
pecto al crédito recibido de CORFO. El 98,6% está al día en el pago de sus
cuotas, reflejando que se han entregado los incentivos apropiados.
9
Tanto para cubrir pago de dividendos de acciones preferentes co-
mo por recompra de cartera al Banco Central.
10
Con las excepciones del Banco de A. Edwards y el Banco del Pa-
cífico, que no tuvieron pérdidas ni utilidades.
186 ESTUDIOS PÚBLICOS
Recursos
A.F.P. N° Afiliados (O del Fondo1 («/,)
I.2.c Resultados
11
A pesar de lo anterior, algunos estudios tales como el de S. Bae-
za, "El Capitalismo Popular desde el punto de vista de los Inversionistas",
Documento de Trabajo, Centro de Estudios Públicos, 46 (mayo 1985), con-
cluyó que los incentivos para comprar acciones de los bancos eran más fuer-
tes que para las de AFP.
Al margen de la discusión anterior, es bien sabido que los agentes
económicos centran su atención en los futuros resultados operacionales que
puede brindar un negocio al momento de ser evaluado.
188 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cuadro N° 4
ÍI.2 Objetivos
14
Sobre este punto ha existido un interminable debate en relación
a la conveniencia de limitar la participación de los FP en la propiedad ac-
cionaria de SA abiertas.
15
Los que se encuentran amparados por la Ley 18.406.
16
No pueden haber accionistas mayoritarios que controlen directa
o indirectamente el 20% de las acciones suscritas, salvo el Fisco; más de un
50% del capital debe haber sido suscrito por accionistas minoritarios y, a lo
menos, el 15% de las acciones deben estar suscritas por más de 100 personas
naturales con un mínimo de inversión equivalente a 100 UF cada uno.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 191
II.3 Resultados
Cuadro N° 5
Inversión Total
Instituciones Concor- Cu- El Liber- Habi- Invier- Magis- Plan- Protec- Pro- Santa Monto2 Porcen-
dia prum tador tat ta ter vital ción vida María Summa Unión taje3
Citibank 1,64 5,30 4,50 1,21 2,02 1,69 2,16 4,09 2,06 4,88 5,45 2,96 21.123.291 3,15
Republic 0,98 1,68 0,40 1,01 1.665.667 0,25
Centrobanco4 0,47 0,25 0,39 0,81 0,29 0,30 0,46 0,15 0,16 0,18 0,19 0,96 3.415.284 0,51
Chase Manhattan 0,77 0,40 1,01 2.181.286 0,33
Chicago 0,28 0,53 1,52 0,67 1.113.483 0,17
De Colombia 0,10 0,01 0,48 0,05 0,56 0,07 0,69 0,54 0,03 0,10 450.719
Of America 0,41 0,34 1.265.462 0,19
Real 0,34 0,15 0,16 0,07 0,21 466.907 0,07
Do Brasil 0,42 0,54 0,41 1,43 0,51 397.865 0,06
Nación Argentina 0,72 0,08 0,63 0,53 0,42 1.117.744 0,17
Exterior 0,82 0,77 0,82 0,53 0,94 0,99 0,49 0,91 2.784.284 0,41
Do Estado de Sao Paulo 0,38 0,13 0,31 0,20 0,12 0,57 0,04 249.101 0,04
Sudameris 0,47 0,23 0,43 0,07 0,44 0,29 960.176 0,14
Hong Kong and Shanghai B.C. 0,34 0,81 0,27 0,86 0,83 0,83 0,63 0,08 0,83 0,91 0,83 3.421.671 0,51
O'Higgins 0,47 0,42 0,74 1,91 1,69 1,50 0,84 1,45 0,53 1,09 2,94 1,65 8.797.184 1,31
De Crédito e Inversiones 0,47 0,76 1,57 2,35 1,34 1,86 1,14 0,90 1,58 1,65 1,93 2,73 12.154.778 1,18
Del Estado de Chile 4,49 6,56 5,73 7,43 5,85 3,94 5,64 4,09 3,54 6,53 8,81 6,21 39.536.377 5,89
Del Pacífico 0,18 0,82 0,77 0,37 0,87 0,88 0,89 0,72 0,85 0,52 0,29 0,71 4.127.427 0,62
Del Trabajo 2,06 2,60 2,21 1,97 1,70 2,25 1,35 1,55 1,63 1,65 2,02 0,86 11.546.763 1,72
Industrial y Comercio Exterior 1,54 0,03 1,61 0,59 1,24 0,13 0,58 0,13 1,01 0,84 0,52 3.973.069 0,59
De A. Edwards 1,99 1,65 1,70 0,69 2,98 2,63 1,63 2,39 2,99 1,42 1,05 0,73 11.627.929 1,73
ESTUDIOS PÚBLICOS
Inversión Total
Instituciones Concor- Cu- El Liber- Habi- Invier- Magis- Plan- Protec- Pro- Santa Monto2 Porcen-
dia prum tador tat ta ter vital ción vida María Summa Unión taje3
Osorno y La Unión 2,79 2,98 3,22 2,66 3,33 2,95 2,64 3,02 3,26 2,36 1,75 2,40 18.042.280 2,69
Sud Americano 0,81 3,37 2,64 1,64 2,27 1,88 0,26 0,27 1,09 0,62 2,03 2,84 9.820.741 1,46
Del Desarrollo 0,75 0,88 0,95 0,83 1,15 1,16 1,07 0,33 1,17 0,52 0,23 1,08 5.573.306 0,83
Hip. de Fomento Nacional5 2,40 3,12 2,92 2,78 3,79 4,24 2,50 3,95 2,76 2,11 1,74 2,94 17.464.665 2,60
Nacional 1,49 0,84 2,18 0,46 1,12 2,45 1,18 1,00 1,05 0,29 0,05 0,63 4.687.449 0,20
De Chile6 11,15 7,22 9,40 5,10 7,12 6,59 3,98 9,40 6,62 5,30 5,48 6,82 40.992.472 6,11
De Santiago7 9,59 10,90 9,35 11,44 14,53 5,36 7,26 14,03 11,93 11,29 8,95 10,54 73.929.880 11,02
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR
Internacional 0,84 0,90 1,30 0,74 1,36 1,01 0,89 1,07 0,47 0,35 0,37 0,96 4.058.131 0,60
Concepción 2,12 3,96 3,80 3,54 2,34 2,84 3,65 3,61 2,90 2,01 1,11 4,03 18.485.987 2,75
Español de Chile 0,02 0,01 0,08 0,06 0,15 0,20 0,70 0,26 0,24 1.870.678 0,28
Total Bancos 46,48 55,02 58,05 49,58 59,23 48,01 44,36 54,85 45,99 47,74 49,74 51,98 328.120.404 48,90
l
Notas: Valor de inversiones de un determinado emisor sobre el valor total del Fondo de Pensiones. Incluye las cuentas corrientes tipo II.
2
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor, en miles de pesos.
3
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor sobre el valor total de los Fondos de Pensiones, en porcentajes.
4
Incluye cartera hipotecaria del Banco de Talca.
5
Incluye cartera hipotecaria del BUF y BHC.
6
Incluye cartera hipotecaria de los Bancos Morgan Finansa y Continental.
7
Incluye cartera hipotecaria del Banco Colocadora Nacional de Valores. .
193
Chilectra Metropolitana 0,19 0,05 0,22 0,02 0,14 0,15 480.824 0,07
Celulosa Arauco y Constitución 0,45 0,26 0,44 0,28 1.513.022 0,22
Chilectra Generación 0,60 0,53 0,97 0,55 0,53 0,50 0,76 0,41 3.860.183 0,57
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR
Total Bonos 0,70 3,41 2,49 4,62 2,36 238 4,66 2,91 3,19 3,22 1,94 1,58 20.741.517 3,09
Cuadro N° 7 196
Chilectra Metropolitana 1,19 2,29 1,51 1,10 2,41 0,75 2,11 2,42 0,71 0,86 1,70 1,94 7.967.225 1,19
Chilectra Quinta Región 0,57 0,50 0,27 0,50 0,60 1,37 0,17 0,44 0,40 1.299.597 0,19
Chilectra Generación 1,55 1,26 0,88 0,43 2,28 0,93 1,08 0,19 0,33 0,39 0,55 0,74 3.685.339 0,55
Endesa 0,28 0,63 0,85 0,88 1,02 0,09 0,69 1,05 1,04 1,52 4.689.938 0,70
Soquimich S.A. 2,00 3,88 3,30 2,08 3,20 3,28 2,38 2,36 1,27 1,53 1,57 3,72 13.203.521 1,97
Laboratorios Chile S.A. 0,15 0,02 0,08 0,10 1,09 0,06 217.621 0,03
Entel S.A. 1,69 3,02 1,78 1,90 1,68 1,75 2,09 2,80 1,18 1,28 1,38 1,18 10.247.784 1,53
Cía. de Teléfonos de Chile 0,51 0,87 0,56 1,13 0,41 0,44 0,86 0,71 0,83 0,63 1,13 5.393.479 0,80
Carbonífera Schwager 0,47 40.944 0,01
Total Acciones 9,13 12,47 9,23 7,52 10,17 8,14 8,79 11,78 4,43 5,94 7,31 11,26 46.745.448 6,97
Total Empresas 9,83 15,88 11,72 12,14 12,53 10,52 13,45 14,69 7,62 9,16 9,25 12,84 67.486.965 10,06
l
Notas: Valor del tipo inversión en un determinado emisor sobre el valor total del Fondo de Pensiones. Incluye las cuentas corrientes tipo II.
2
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor, en miles de pesos.
3
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor sobre el total de los Fondos de Pensiones.
ESTUDIOS PÚBLICOS
Total 3,17 27,62 1,79 6,37 1,83 24,21 2,55 35,07 4,10 6,73 7,50
l
Notas: Depósitos a plazo en Instituciones Financieras.
2
Pagarés emitidos por Instituciones Financieras.
Pagarés Descontables del Banco Central de Chile.
3
Pagarés Descontables de la Tesorería General de la República.
Letras hipotecarias emitidas por Instituciones Financieras.
Bonos emitidos por Instituciones Financieras.
4
Bonos de Empresas Públicas y Privadas.
Pagarés del Banco Central de Chile para Instituciones de Previsión Social.
Certificados de Ahorros Reajustables.
Bonos de Reforma Agraria.
Pagarés Reajustables de la Tesorería General de la República.
Pagarés Reajustables del Banco Central de Chile.
5
Acciones de Sociedades Anónimas Abiertas.
197
III. 1 Objetivos
19
Responsables de elevadas tasas de crecimiento monetario y, por
ende, de inflación.
REPRIVATIZACIÓN Y CAPITALISMO POPULAR 199
20
Previamente a la privatización de un monopolio estatal, se ha le-
gislado sobre tarifas y diversas normas técnicas. En el caso de monopolio
natural, es eficiente producir en forma monopólica, ya que con ello se apro-
vechan las economías de escala y se produce a menor costo. Además, la
gestión estatal no garantiza que se eviten conductas indeseadas socialmente.
Existe discusión sobre los incentivos de los funcionarios públicos encargados
de administrar empresas estatales, que podrían inducir a un comportamiento
distinto al esperado por la sociedad.
21
Para una discusión más detallada, véase el estudio realizado por
F. Rosende y A. Reinstein, "Estado de avance del Programa de Reprivati-
zación en Chile", Estudios Públicos, 23 (Invierno 1986), 251.
200 ESTUDIOS PÚBLICOS
22
Hay otras maneras más eficientes de redistribuir ingresos que no
alteran la estructura de precios relativos de los bienes y servicios transados
en los distintos mercados.
23
En 1983 la producción de las empresas públicas representaba
aproximadamente un 17% del PGB del país.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 201
III.3 Resultados
Aumento
Empresas % A.F.P. Trabajadores Bolsa A.F.R1 Capital2 Otros Observaciones
6. Colbún 307 Sí Sí Sí Sí Sí
7. Chilgener 10066 Sí Sí Sí Sí
8. Pilmaiquén 1006 Sí Licitación - Precalifícación.
9. Pullinque 100 5,6 Sí Licitación - Precalifícación.
10. Chilmetro 100 3,6 Sí Sí Sí Sí
11. Chilquinta 100 Sí Sí Sí Sí
12. Emelat 5,6
100 Sí Licitación - Precalifícación.
13. Emel 100 5,6 Sí Sí - Venta directa
5,6
14. Emec 1005 , 7 Sí Licitación.
15. lansa 90 Sí Sí Venta Agricultores Remolacheros.
16. Lab. Chile 54 55,6 Sí Sí Sí
17. CAP 1007 Sí Sí Disminución de Capital.
18. Soquimich 1006 Sí Sí Sí
19. Enaex 100 7 Licitación - Precalifícación.
20. Enacar 25 Sí Sí Sí
203
27
Esto no significa que los habitantes de las diversas regiones del
país no tengan acceso a la participación de la propiedad en el resto de las
27 empresas.
28
En realidad, corresponden a las ventas iniciales en las cuales han
participado las AFP. Paralelamente estas instituciones previsionales han se-
guido comprando a otros particulares.
206 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cuadro N° 10
CAP 12/85 21,70 32.360.000 2.400 43.75 28,63 180 589.896 386.028 65,44 1.837.104 311,45 376,87
12/86 3,00 4.500.000 1.842 83,06 25.96 180 202.915 6.342 31,25 236.824 1 16,71 147,97
02/87 8,60 12.800.000 2.121 105,00 25,96 180 633.663 156.666 24,72 452.617 71,43 96,15
Chilgener 12/85 4,00 654.809 628 491,00 313,99 565 51 1.961 327.394 63,95 77.159 15,07 79,02
07/86 2,00 322.794 604 500,00 237,00 565 267.214 126.659 47,40 74.728 13,00 60,40
Chilmetro 10/85 5,00 610.618 1.105 924,37 935,40 1.860 510.803 516.898 101,19 517.025 101,22 202,41
12/86 3,00 36.687 1.778 1.050,00 619,26 1.860 216.656 127.777 58,98 167.134 77,14 136,12
06/87 3,00 345.894 1.778 16.450,00 385,86 1.860 320.020 75.066 23,46 41.826 13,07 36,53
08/87 20,00 2.349.731 1.778 1.753,00 385,86 1.860 2.316.692 509.937 22,01 141.407 6,10 28,12
C h i l q u i n t a 12/85 8,00 272.576 443 669,00 637,52 2.320 41 1.633 39.214 95,26 1.015.853 246,79 342,05
12/86 1,00 31.940 140 965,51 433,09 2.320 220.274 98.806 44,86 309.017 140,29 185,14
CTC 04/87 6,00 24.420.771 2.934 1 12,00 35,92 125 932.218 298.975 32,07 108.204 11,61 43,68
05/87 0,10 417.049 126 1 12,00 26,42 125 37.071 94.068 25,38 43.029 11,61 36,98
06/87 0,10 412.276 73 159,33 28,42 125 899.835 160.505 17,84 -193.883 -21,55 -3,71
09/87 1,80 7.348.894 1.409 159,33 20,92 125 831.014 109.112 13,13 -179.054 -21,55 -8,42
03/87 3,90 15.600.000 4.600 157,29 13,42 125 533.418 45.51 1 8,53 -109.505 -20,53 -12,00
Knel 10/86 100,00 8.661.725 2.300 93,50 36,98 207 352.118 139.265 39,55 417.437 121,39 160,94
Endesa 03/88 6,00 475.350.000 3.600 13,00 1,73 13 1.716.542 228.432 13,31 13.204 0,77 14,08
lintel 04/88 12,50 11.578.499 1.479 480,00 83,30 494 3.916.617 679.696 17,35 1 14.235 2,92 20,27
Iansa 11/86 6,00 376.179.524 846 0,80 1,01 3,82 355.725 449.103 126,25 1.342.863 377,50 503,75
01/86 5,20 122.961.830 848 2,60 0,62 3,82 377.006 89.901 23,85 176.903 46,92 70,77
Lab. Chile 09/86 0,14 347.270 374 8,26 2,90 10,35 4.997 1.755 35,11 1.264 25,30 60.41
05/87 12,50 51.250.000 525 7,60 2,90 10,35 452.381 172.619 36,16 163.690 36,18 74,34
Schwager 0 3 / 8 7 3,00 9.390.000 680 8,00 2,78 6 1 10.471 38.389 34,75 -27.618 -25,00 9,75
Soquimich 01/86 2,55 3.154.594 4.464 97,89 142,48 310 69.176 100.687 145,55 149.893 216,68 362,23
12/86 1,84 2.271.542 4.796 145,32 97,74 310 68.828 46.293 67,26 77.998 1 13,32 180,53
01/87 8,16 10.077.568 4.494 146,66 97,74 310 328.878 219.177 66,64 366.282 1 1 1,37 178,02
03/88 5,48 6.774.520 4.500 381,74 44,82 310 574.690 67.474 1 1,74 -108.001 -18,79 -7,05
29
La base de empresas para el cálculo de participación de los diez
principales accionistas difiere en cada período, tal como se puede apreciar
de los cuadros números 13 y 14.
Cuadro N° 13
210
Total
Otros Bolsa Trab. Venta
Promedio Promedio
Cuadro N° 13
11.271
Promedio Promedio
Totales 54.814 31.737 32.499 47.475 85.670 81 69 34 60
l
Notas: No incluye cuotas a plazo, las sumas al 31/12/87, $ 10.514 millones ni adelantos de indemnización por $ 3.289 millones.
2
Ingreso para ENACAR.
3
Aproximado.
4
Ingreso para ENDESA.
211
21.067
Total
Otros Bolsa Trab. Venta
1.746
Cuadro N° 14
7.035
30
Las empresas privatizadas habían dejado de ser deficitarias, pro-
ducto de una política presupuestaria subsidiaria.
216 ESTUDIOS PÚBLICOS
31
Paralelamente, se ofrecerá financiar el 80% del valor de la com-
pra, con un interés fluctuante entre el 4% y el 5%, según el monto adqui-
rido.
OPINIÓN
Introducción
1
Está de más quizás decir que si bien compartimos algunos tópicos
del pensamiento de Fernando Flores —entre otros, la crítica del racionalismo y
de las pretensiones, como veremos, de la "razón artificial"— la nuestra es,
inevitablemente, una lectura sesgada a partir de intereses teóricos propios,
de nuestra trayectoria vital y de lecturas. Por tanto, no aspiramos a que la
nuestra sea una interpretación "correcta".
2
Los datos biográficos de Fernando Flores han sido extraídos de
diversas fuentes: un curriculum ("Profile: Dr. Fernando Flores, Chairman of
the Board, Action Technologies. Inc.) distribuido por su empresa en los
EE.UU.; los Prólogos de su tesis doctoral. "Management and Communication
in the Office of the Future", Universidad de California. Berkeley, 1981, y
del libro escrito conjuntamente con Terry Winograd "Understanding Com-
puters and Cognition" (Ablex Publishing Corp., 1986). Tanto este libro como
la tesis doctoral son además las fuentes principales en que nos hemos
apoyado para desarrollar este artículo.
222 ESTUDIOS PÚBLICOS
3
"Management and Communication in the Office of the Future",
op. cit.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 223
4
A.M. Turing. "Computing Machinery and Inteligence", "Mind".
Vol LIX, N° 236, 1950. Para una excelente biografía intelectual de Turing,
véase Andrew Hodges, "Alan Turing. The Enigma of Intelligence", (Lon-
dres: Unwin Paperbacks, 1985).
224 ESTUDIOS PÚBLICOS
5
Jastrow, "The Thinking Computer". Citado por Fernando Flores
y Terry Winograd en "Understanding Computers...", op. cit.
6
Nos referimos a programas como GPS (General Problem Solver)
de Newell, Shaw y Simon, o STUDENT, el programa de Daniel Bobrow, del
cual se dijo en su momento que era capaz de "entender el idioma inglés"
(Minsky, M, "Artificial Inteligence", Scientific American, Vol 215 N° 3,
septiembre 1966). Esta inflación terminológica ha sido denunciada origi-
nalmente por el filósofo Hubert Dreyfus, a quien nos referiremos más
adelante.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 225
La Tradición Racionalista
7
Tractatus Logico-Philosophicus, aforismo 7. Sin embargo ya el
Tractatus contiene una cierta superación del positivismo lógico en la di-
rección ami-racionalista de la obra tardía de Wittgenstein (las "Investiga-
ciones Filosóficas"), puesta de manifiesto en la proclamación de la carencia
de sentido del propio discurso filosófico, y en el carácter desgarrado del
silencio wittgensteinino, que contrasta con el silencio satisfecho del positi-
vismo lógico. Como dirá el amigo de Wittgenstein, Paul Engelmann, "El
[Wittgenstein] traza la línea entre aquello de lo cual podemos hablar y
aquello acerca de lo cual debemos guardar silencio del mismo modo como
ellos lo hacen [los positivistas lógicos]. La diferencia es solamente que ello
no tienen nada respecto a lo cual guardar silencio. El positivismo sostiene
—y esta es su esencia— que lo único que importa en la vida es aquello de lo
cual podemos hablar. En cambio, Wittgenstein cree apasionadamente que
todo lo que realmente importa en la vida es, precisamente, aquello acerca de
lo cual, desde su perspectiva, debemos guardar silencio". "Letters from
Wittgenstein" (Oxford: B.F. McGuiness, 1976), p. 97.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 227
8
H. Dreyfus, "What Computers Can't Do" (Harper Colophon
Books 1972. Edición revisada, 1979).
228 ESTUDIOS PÚBLICOS
9
"Understanding Computers and Cognition", op. cit., pág. 30.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 229
10
F. Flores y Ch. Bell, "A new understanding of managerial work
improves system design", Computer Technology Review, (Fall 1984),
179-183.
Las obras "clásicas" para la teoría de los "actos del lenguaje" son:
J.L. Austin, How to Do Things with Words (Harvard University Press, 1962;
J. Searle); "Speech Acts" (Cambridge University Press, 1969). De este últi-
mo hay traducción española, "Actos de habla" (Ed. Cátedra, Colección
Teorema, Serie Mayor).
230 ESTUDIOS PÚBLICOS
12
Op. cit., pp. 161-162. Llama sin embargo la atención, en un
pasaje sólo dos páginas más atrás, una afirmación que podría interpretarse
como una recaída en la pretensión de reducir el lenguaje a una cierta
esencia: "La reglas de la conversación no son convenciones arbitrarias como
las reglas del ajedrez, sino que reflejan la naturaleza básica del lenguaje y la
acción humanos." (pág. 158). Por cierto, el contexto revela que se está
utilizando la idea de una "naturaleza básica" del lenguaje para contraponerla
al convencionalismo, lo cual relativiza el lapsus.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 231
13
Hay edición en castellano: "Lukacs y Heidegger: Hacia una filo-
sofía nueva". (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1975).
232 ESTUDIOS PÚBLICOS
14
Es aquí, en el traslado del fondo de la actividad económica desde
los grandes conglomerados hacia organizaciones más reducidas y aptas para
manejar el cambio tecnológico acelerado, donde se ubica a nuestro juicio el
quiebre que afecta al paradigma de la "teoría de las decisiones" en las
management sciences. En efecto, el positivismo, en cualquiera de sus varie-
dades, parece ser el pensamiento "orgánico" de las burocracias, como
expresión de la separación real que existe entre ellas y su entorno, la cual las
pone en la posición de "sujetos" ante un mundo objetivo con el cual
establecen intercambios altamente formalizados. Las organizaciones pe-
queñas que manejan alta tecnología, en cambio, están-en-el-mundo, ex-
puestas a sus quiebres permanentes. En ellas el management adquiere el
aspecto de una administración continua de la crisis.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 235
ANEXO
¿Qué es El Coordinador?
15
La alusión es a un cuento de Jonathan Swift (Una Modesta
Proposición), sátira despiadada del racionalismo salvaje. Fue publicado
recientemente, en traducción de Pablo Oyarzún, por Revista Universitaria
(N° 21, Segunda Entrega, 1987).
16
"En el diseño ontológico estamos haciendo más que preguntar
qué puede ser construido. Estamos comprometiéndonos en un discurso
filosófico acerca del ser —acerca de lo que somos y lo que podemos ser—.
Las herramientas son fundamentales para la acción, y a través de nuestras
acciones generamos el mundo. La transformación que nos preocupa no es de
tipo técnico, sino una evolución continua en nuestra comprensión de
nuestro entorno y de nosotros mismos, de cómo continuamos deviniendo
los seres que somos". "Understandig Computers...", op. cit., pág. 179.
236 ESTUDIOS PÚBLICOS
Figura N° 1
UTOPIA Y LIBERTAD:*
ALGUNOS TEMAS CONTEMPORANEOS DENTRO
DE SUS TRADICIONES INTELECTUALES
Kingsley Widmer**
Estudios Públicos, 33
2 ESTUDIOS PÚBLICOS
1 Sugiero que todo argumento serio (en oposición al que sea simplemente for-
mal) en favor de la libertad individual tendría que enfrentar a algunos puntos de vista
contemporáneos opuestos; me sentiría en la obligación de enfrentar críticas al indivi-
dualismo como las planteadas por Philip Slater, Earth-walk (Garden City, N.Y., 1974).
Ver también The Pursuit of Loneliness, del mismo autor (Boston: 1969).
2 Aquí sigo el enfoque amplio de algunos importantes estudios recientes, tales
como Utopian Thought in the Western World (Cambridge, Mass., 1979), de Frank E.
and Fritzie P. Manuel, a los cuales me refiero en varios puntos. Los Manuel aclaran un
punto metodológico que está muy de acuerdo con lo que yo enfatizo: “Si en el trasfondo
de toda utopía existe una antiutopía, esto es, el mundo real visto a través de la mirada
KINSLEY WIDMER 3
argumento utiliza en parte la perspectiva del utopismo de Hayek, analizada más adelan-
te.
5 Ronald A. Krieger, “The Economics of Utopia”, Utopias: The American
Experience, ed. G. B. Moment y Otto F. Kranshair (Metuchen, N.J.: 1980), pp. 199-
204.
6 William Barret, The Illusion of Technique (New York: 1979), p. 231. Parte
de su argumento es el concepto errado (¿tal vez por ignorancia?) de que las utopías
carecen de densidad humanista.
7 Karl Manheim, Ideology and Utopia. An Introduction to the Sociology of
tal como los individuos no pueden existir sin soñar”.8 El propio bienestar
del gobierno necesita de tales concepciones, reordenaciones, como parte de
su dualismo dinámico. Dicho de otra manera, nuestra propia perspectiva de
libertad sociopolítica depende de la consideración de las posibilidades y
alternativas que proyecta el utopismo, aunque éstas no sean usadas direc-
tamente. Tal vez me dé cuenta más claramente de lo que debo enfrentar
cuando veo la utopía de otro.
El postular “sociedades ideales” parece ser una característica espe-
cialmente acentuada en las tradiciones occidentales, aunque pueden darse
ciertos paralelos en algunas tradiciones orientales particularmente marcadas
–como en el taoísmo–, que postulan escapes ideales de las sociedades. 9
Gran parte del utopismo moderno, evidentemente, muestra una preocupa-
ción activa por una comunidad más justa y bella, que va más allá de la mera
contemplación.10 Y lo que es aun más crucial, muchas utopías proceden de
herejes y otros disidentes que frecuentemente, y sin duda obligados a ello,
proyectaron órdenes sociales alternativos.11 Un tanto paradójicamente, in-
cluso las utopías clásicas, inamovibles y estáticas, parecen radicalizadas y
dinámicas vistas desde la perspectiva de su papel de proporcionar modelos
para juzgar y criticar las sociedades tradicionales y frecuentemente absolu-
tistas de las cuales emanaron. Y no es sorprendente que todo aumento
radical de la libertad sea considerado a menudo como utópico, con el fin de
alabarlo o condenarlo. La esencia del sueño utópico puede ser para muchos
una gran libertad individual, la cual está tan evidentemente limitada por
lazos sociales y del orden establecido, así como por la presencia permanen-
te de la muerte.
yen antes modelos de contemplación intelectual que modelos programáticos. Ver, por
ejemplo, Elizabeth Hansot “The Republic of Plato”, Perfection and Progress: Two
Models of Utopian Thought. (Cambridge, Mass.: 1974), pp. 22-24, quien la considera
principalmente como modelo contemplativo. Personalmente me inclinaría hacia el
argumento que indica que hay algo parcialmente nuevo que ingresa al utopismo con el
Renacimiento, tal como sucede con el escepticismo positivista de Michel de Montaigne
en “Of Cannibals”, Selected Essay of Montaigne, traducido por D. A. Frame (New
York: 1963). Pero, dado que algunos comentaristas consideran como línea divisoria la
Ilustración en tanto que otros ven esta división en el siglo XIX, el momento en que
surge lo programático permanece incierto.
11 En tratados históricos tales como Utopian Thought, de los Manuel, cabe
destacar, por ejemplo, la gran cantidad de utopistas que fueron perseguidos como herejes
o condenados como disidentes.
6 ESTUDIOS PÚBLICOS
Por cierto, es posible que gran parte del utopismo resulte ser pesadi-
llas.13 Aun cuando la historia de la libertad puede estar frecuentemente
conformada por ilusiones o planes utópicos –después de todo, la mayor
parte de la historia se encuentra dentro de corto período estatista de la
sociedad humana y bajo sus condiciones coercitivas, y, por ende, necesita,
literalmente, de una concepción de la libertad “ideal” o “del allá”– gran
parte del utopismo es, y ha sido por mucho tiempo, autoritario. Incluso los
pocos afortunados guardianes de Platón en La República tenían menos
libertad –ya fuese en las limitaciones impuestas por su clase social o sus
deberes; en la censura de la poesía y la música, o en el orden totalmente
estático– de la que pueden haber gozado por lo menos algunos de los
atenienses socráticos.14 Pero si mi perspectiva del registro histórico es rela-
tivamente correcta, el principal efecto de la utopía platónica autoritaria ha
sido proporcionar un servicio inventivo a puntos de vista más liberales, por
lo menos desde Sir Thomas More hasta Sir Karl Popper. Como mucho lo
han planteado: ¿cómo podemos contradecir a Platón en forma adecuada?
Esto constituye, sin duda alguna, un enorme servicio utópico.
12 Paul Goodman, Utopian Essay and Practical Proposals (New York: 1962),
particularmente el primer capítulo, “Utopian Thinking”. Para ver un análisis de ésta (y
otras obras de Goodman citadas más adelante), ver mi Paul Goodman. (Boston: 1980).
13 Las utopías de las últimas décadas son particular y necesariamente pesadillas,
histórica o política sino estética. “Así, dice Sócrates, esta inmunidad al cambio externo
es característica de todo aquello que, gracias al arte o a la naturaleza, o a ambos, se
encuentra en un estado satisfactorio...” The Republic of Plato, trad. F. M. Cornford
(New York: 1945), p. 72. Ver Iris Murdoch, The Cave and the Sun (Oxford: 1977),
para una discusión contemporánea más sofisticada de Platón y el arte y de la apología a
la censura hecha en parte por Platón.
KINSLEY WIDMER 7
15 Utopía in The Complete Works of Sir Thomas More, IV, Edward Surtz y J. H.
(New York: 1967), quien declara que todo utopismo es un “mal moral” que va en contra
de las disposiciones divinas. Una aseveración tan drásticamente prejuiciada puede ser
sintomática de la furia en contra del cambio radical que contienen muchas de las
respuestas al utopismo.
17 Judith N. Shklar After Utopia, The Decline of Political Faith (Princeton,
N.J.: 1957, 1969). El tema principal parece ser “la gradual declinación del optimismo
político radical”, pero la supuesta derrota del liberalismo, socialismo, etc., atribuida a los
ataques efectuados por románticos y cristianos, parece ser insostenible, ya que ideológi-
camente su propia declinación es aun mayor. Tal vez esto se deba a que el tipo de
utopía que más adelante denomino “tecnocracia” las ha sobrepasado a todas ellas.
Shklar utiliza el concepto de lo utópico en un sentido muy amplio: ver p. 219.
8 ESTUDIOS PÚBLICOS
18 F. A. Hayek, The Road to Serfdom (Londres: 1944), Cap. II, “The Great
Utopia”, pp. 18-23. Existe una confusión en esta tradición de pensamiento en cuanto a
si el utopismo es malo porque no funciona (por ser contrario a la naturaleza, a la
complejidad social, a los poderes racionales, etc.), o malo porque funciona demasiado
bien, produciendo una uniformidad utopista totalitaria. Detecto ambos conceptos en
Hayek. Tal vez sea posible reconciliarlos argumentando que el posible éxito del utopis-
mo socialista ha producido históricamente un antagonismo que se torna autoritario o
totalitario. Pero Hayek no lo hace.
19 “The Errors of Constructivism” New Studies in Philosophy, Politics, Econo-
mics and the History of Ideas (Chicago: 1978). “Para ellos la sociedad es algo construi-
do deliberadamente con un propósito determinado...”, pp. 5-6. Pero esto encuentra una
serie de problemas en la historia intelectual (Locke es un constructivista, y también lo
es John Stuart Mill), y además contradice la justificación ética de una economía de
mercado del mismo Hayek. Algunos argumentos recientes relativos a esto han sido
resumidos por Arthur M. Diamond, Jr., “F. A. Hayek on Constructivism and Ethics”,
Journal of Libertarian Studies, IV (Otoño 1980), pp. 353-365. Hayek tiene varias
otras versiones de este tema, tal como la que aparece en The Constitution of Liberty
(Chicago: 1972), cuyo título mismo indica cierta confusión. También tengo dificultad
con la aplicación selectiva de Hayek del anticonstructivismo, el cual aparentemente no
aplica a la planificación hiperracionalista de grandes corporaciones y otras instituciones
controladoras, aun cuando debería hacerlo.
KINSLEY WIDMER 9
El Utopismo de Hayek
pp. 105-118.
10 ESTUDIOS PÚBLICOS
(1742), de David Hume, y con la afirmación que éste hace: “debe ser benefi-
cioso conocer qué es lo más perfecto dentro de su especie”, tomándolo
como modelo para “innovaciones” menores.21 Mientras en estas materias
Hayek (quizás aún más que Hume) depende de un conservadurismo tempe-
ramental, dicho utopismo parece ser esencialmente un constructivismo mo-
derado. Incuso en el período anterior, cuando Hayek estaba argumentando
en contra del utopismo colectivista, de hecho también defendía un utopis-
mo liberal como forma de enfrentarlo.22 Si, además, consideramos que la
perspectiva de Hayek está basada en estructuras que contemplan “merca-
dos libres” universales (y las instituciones que necesariamente van con
éstos), los cuales en realidad sólo han existido parcialmente, el liberalismo
clásico puede considerarse profundamente comprometido con un utopismo
grandioso.
Evidentemente, podemos discernir diferencias importantes en rela-
ción con lo que se enfatiza; entre un utopismo estructurado sobre la base
de reglas y la planificación estatista directa hay de por medio utopías que
son diferentes. Si estuviesen basadas en otras condiciones, ambas podrían
restringir diversas libertades humanas. Así, nuestras preferencias pueden
necesitar una definición utópica más completa, en vez de un rechazo del
utopismo en general. Dicho de otra manera, la combinación de lo utópico y
lo antiutópico es ambigua desde la perspectiva de Hayek.
1962). Este también fue el tema principal de The Open Society, 4a. ed. (Londres: 1950,
KINSLEY WIDMER 11
1962). Una extensa y pedante discusión que sumerge la mayoría del utopismo en el
revolucionismo (en contraste a Manheim, ver anteriormente) se encuentra en Melvin
Lasky Utopía y Revolución (Chicago: 1976). Existen muchas otras perspectivas extre-
madamente hostiles al utopismo con temores conservadores hacia el optimismo, ame-
naza de tiranías perfeccionistas, etc. Ver J. L. Talmon, “Utopianism and Politics”, en la
negativa colección de trabajos de los más negativos, Utopia, ed. George Kateb (New
York: 1971), pp. 91-101. Rolf Dahrendorf, “Out of Utopia: Toward Reorientation of
Sociological Analysis”, Utopia, ed. Kateb, pp. 102-126, destaca la falta de suficiente
conflicto en la utopía. En cuanto a mi argumento relativo a la violencia, ver, por
ejemplo, algunos de los casos históricos que aparecen en Barrington Moore, Jr., The
Social Origins of Dictatorship and Democracy (Boston: 1966).
24 J. C. Davis expresó recientemente una definición mucho más restringida del
tema; para él la utopía consiste sólo en programas institucionales para una sociedad
ideal, en oposición a cuatro otros patrones ideales: milenarista, arcádico, Cockaygne
(N. del T.: tierra imaginaria de deleite y pereza, algo así como Jauja) y bienestar moral.
Más adelante fusionó los últimos tres con el utopismo, pero distingo varios otros tipos,
como por ejemplo el “tecnocrático”. Ver J. C. Davis “Utopía and the Ideal Society”, A
Study of English Utopian Writing, 1516-1700 (Cambridge, Eng.: 1981), p. 6. Davis
también critica al milenarismo por ser esencialmente de un orden diferente, ya que se lo
atribuye a la deidad y no al hombre, p. 36, lo cual me brinda una excusa para no tomarlo
mucho en cuenta aquí.
12 ESTUDIOS PÚBLICOS
The Story of Utopias, Ideal Commonwealths and Social Myths (New York: 1922), un
estudio seminal y antiutópico.
26 Harmonian Man, Selected Writing of Charles Fourier, ed. Mark Poster
(Garden City, N.Y.: 1971), y The Utopian Vision of Charles Fourier, ed. Jonathan
Beecher y Richard Bienvenu (Boston: 1971). Nicolas Riasonovsky presenta una discu-
sión académica equilibrada en The Teachings of Charles Fourier (Berkeley, Ca.: 1969).
Engels discute a Fourier en Socialism, Utopian and Scientific, y Marcuse lo hace en Five
Lectures (ver más adelante).
27 Theodore Hertzka Freeland: A Social Anticipation (Londres: 1891). Para
Ver Frank Manuel, The New World of Henri Saint-Simon (Cambridge, Mass.: 1956).
29 Robert Owen, A New View of Society, and Other Writings, ed. G. D. H. Cole
(Londres: 1927). Ver también John F. C. Harrison, Quest for the New Moral World:
Robert Owen and the Owenities in Britain and America (New York: 1969).
30 Ver James H. Treble, “The Social and Economics Thought of Robert Owen”,
Robert Owen, ed. John Butt (New York: 1971), pp. 20-51.
31 Josiah Warren Equitable Commerce (New York: 1846, 1852; reimpreso en
1967). Ver James J. Martin, Men Against the State: The Expositors of Individuals
Anarchism in America, 1827-1908 (Colorado Springs, Co.: 1953, 1970), pp. 1-102.
14 ESTUDIOS PÚBLICOS
32 Max Stirner The Ego and His Own, rev. S. T. Byington Trad., ed. John
Carroll (Londres: 1971), p. 225. Carroll analiza a Stirner en The Break-Out from the
Crystal Palace (Londres: 1974).
33 Stirner, p. 230.
KINSLEY WIDMER 15
Pienso que los extremistas como Stirner –y una serie de otros utopis-
tas– son valiosos por agudizar nuestra perspectiva crítica. Por ejemplo, uto-
pías más recientes con uniones de egoístas parecen ser menos gratificado-
ras que las de Stirner. Considero que ello sucede con el “ningún sitio”
capitalista-individualista de Ayn Rand, en su Atlas Shrugged (1957).35 Esta
Utopía de la Codicia, también llamada (quizás con mayor ironía de la que se
pretendía) Barranco de Galt, es un valle del Colorado protegido por rayos
mágicos, donde un culto conspiratorio secreto formado por “egoístas” em-
presarios amargados estableció una comunidad dedicada al egoísmo, bajo la
semiautocracia carismática de un héroe de melodrama, John Galt. Según las
explicaciones de Rand, parte de su credo ficticio era el de presentar una
imagen del “tipo de sistema social que hace posible que funcionen los
hombres ideales... capitalismo laissez-faire”.36 Pero desde la perspectiva
individualista stirneriana, tal imagen es principalmente un sustituto elabora-
do de un “sistema social”, con sus “fantasmas” morales y sus conceptos
restringidos y estáticos de los roles, en lugar del individuo versátil que vive
una vida plena. El utopismo de Rand pone en evidencia un individualismo
claramente restringido en su constructivismo puritano y racionalista, que
enfatiza más las polémicas abstractas que las ricas cualidades de la indivi-
dualidad.37
Aun cuando el Atlas Shrugged puede merecer dudas como expre-
sión del individualismo (y un melodrama crasamente débil en sus lineamien-
tos sociales) también puede plantear varios otros puntos de interés utópico.
Cabe destacar que tuvo gran popularidad en la misma época en que gran
parte del mundo intelectual (ver Shklar, más arriba) desacreditaba el utopis-
34 Stirner, p. 134.
35 Ayn Rand Atlas Shrugged (New York: 1957): la sección sobre utopía apare-
ce en pp. 701-815, aunque la justificación la hace más adelante, pp. 1019-1069.
36 La posterior “Introducción” (1968) The Foundainhead (Indianapolis, Ind.:
1943, 1968), p. x. Su anterior novela utópica negativa Anthem (Caldwell, Id.: 1946),
toma sus argumentos menos redundantes.
37 Para el caso de una desutopía colectivista transformada en una utopía capita-
lista por los procesos históricos, ver Henry Hazlitt The Great Idea (New York: 1951).
16 ESTUDIOS PÚBLICOS
mo, negando que pudiera existir realmente en el mundo del siglo XX, inexo-
rablemente pesimista debido a la sobrepoblación, al absurdo de guerras
interminables, a la tecnología incontrolable y a todo el resto de la era de la
ansiedad. La historia cultural no es tan unilateral como se pretende. Tampo-
co son tan insulsas y optimistas las motivaciones de la utopía como se ha
supuesto con frecuencia. Curiosamente, el ethos randiano proporciona una
imagen opuesta a lo que Nietzsche analizó como “resentimiento”. Un análi-
sis de la retórica redundante con que justifica su utopía (como en el caso de
las cuatro o cinco horas de discurso radial de Galt) demostraría que se
encontraba dominada por el desprecio y el odio.38 Nos recuerda que las
motivaciones de la utopía pueden ser, en gran medida, no-idealistas y mez-
quinas.
desde el siglo XVIII en Perfection and Progress, Cap. 1. J. C. Davis considera que el
cambio es característico de los utopistas del siglo XVI y XVII, quienes también “visuali-
zaron no sólo una forma de sociedad sino muchas”, y proporcionaron “críticas de cada
uno”, Utopía and the Ideal Society, pp. 7-8. Otros comentaristas no destacan el cambio
hasta que comienzan a notarse los efectos de Darwin o del siglo XX. Podría especularse
que podría haber aparecido en los inexistentes cuentos utópicos helénicos, por lo menos
en aquellos de sabios tan poco convencionales como los cínicos.
40 H. G. Wells A Modern Utopia (Lincoln, Neb.: 1905, 1967), pp. 3-4, y en
toda la obra.
KINSLEY WIDMER 17
modelo en A Modern Utopia (1905), recalcó que las utopías, para ser ade-
cuadas, deben interpretarse como “etapas” de un proceso “dinámico”, cam-
biante, limitado en el tiempo y en constante desarrollo. Esto, desde luego,
es en general más válido para el utopismo de Wells, que adoptó una serie
de formas y valores. De igual manera lo hizo el de Aldous Huxley (ver más
adelante). Herbert Read, en The Green Child (1935), presentó simultánea-
mente en el tiempo, en la misma obra, dos utopías contrastantes (una mate-
rialista progresista, la otra mística y neoplatónica).41 La influyente obra nor-
teamericana Communitas (1947) de Paul Goodman proporcionó tres, no
necesariamente excluyente, “Paradigmas de Comunidad” (pueden ser carac-
terizados como capitalista sobrecentralizado, comunal descentralizado y un
doble ordenamiento del consumismo exagerado y el bienestar laboral de
Blanquist).42 Prudentemente, ninguno de ellos fue considerado como lo más
adecuado para todos, ni como las únicas posibilidades.
Podrían citarse muchos ejemplos de diversos utopismos pluralistas y
en desarrollo en la actualidad (algunos de ellos serán nombrados más ade-
lante). Puede ser verdad que muchos utopistas muestren una teoría de cam-
bio insuficiente, pero esto lamentablemente también es válido en casi todos
los pensadores sociopolíticos modernos. Quienes no están adecuadamente
informados, frecuentemente consideran que el paradigma platónico define
no sólo el género literario, sino también el pensamiento general del utopista.
Hay evidencias que pueden ser discutibles, para dudar que el determinante
platónico haya sido tan claro en sus definiciones, si pensamos en el siempre
abierto Rabelais, en el irónico Moro, en el dualista Voltaire, en el conflictivo
Fourier y en muchos otros utopistas. Desde luego, entre los utópicos hay,
como siempre los ha habido, fundamentalistas dogmáticos, literalistas, al
igual que en la mayoría de las ideologías. La lógica de la “Sociedad abierta”
de Popper, o las instituciones evolutivas de Hayek, o las diversas perspecti-
vas sociopolíticas libertarias no pueden rechazar en forma razonable al uto-
pista simplemente por estático, rígido, monístico, exclusionista. Es decir, no
lo pueden rechazar, a menos que ellos estén comprometidos con la misma
falacia que censuran.
41 Herbert Read The Green Child (Londres: 1935). Read en general también fue
un utopista en algunas de sus teorías anarquistas sobre el arte; ver Art and Anarchy
(Londres: 1950).
42 Paul and Percival Goodman, Communitas, “Means of Livelihood and Ways
of Life” (Chicago: 1947; rev. ed. N. Y.Ç 1960). Ver también mi obra Paul Goodman
Cap. 2. Los planificadores de ciudades que se mencionan más adelante –Howard, Le
Corbusier, Wright– muchas veces hicieron importantes modificaciones a sus planes para
incorporarles cambios.
18 ESTUDIOS PÚBLICOS
Estructurar una ciudad más perfecta ha sido una de las grandes pre-
ocupaciones utópicas, desde las antiguas ciudades ideales, construidas
para el hombre, pero con más frecuencia para los gobernantes santos; hasta
la planificación parcialmente ideal de Atenas, Roma y Venecia, y muchos
otros lugares realmente existentes.43 Dada la fealdad megalopolitana del
siglo XX, su destructividad y otras patologías sociales, no es sorprendente
que diversos talentos excepcionales se hayan dedicado al logro de la utopía
urbana. Los influyentes planes del inglés Ebenezer Howard para la morali-
zante Garden City, o las visiones gigantistas de la superindustrializada Ra-
diant City del suizo-francés Le Corbusier, y los provocativos planes para
volver a convertir lo urbano en campestre en Broadacre City del norteameri-
cano Frank Lloyd Wright, continúan una larga tradición de crítica y concep-
tualización social imaginativa.44 Aparte de su existencia como fascinantes y
sugerentes objetos de contemplación –lo que es bastante en sí mismo–
¿qué sugieren estas ciudades utópicas en relación con la libertad humana?
Afortunada o desafortunadamente, ninguna de estas ciudades fue
construida en su totalidad. ¿Son ellas, entonces, más fantasías utópicas,
variaciones ulteriores de la Torre de Babel? Son más que eso, ya que los
planes de Howard, Le Corbusier y Wright han tenido una influencia real en
lugares que existen en la actualidad.45 Y estos ambiciosos paisajes urbanos
43 Para ciudades utópicas anteriores, ver Manuel, “A Cittá Felice for Architects
48 Paolo Soleri Arcology: The City in the Image of Man (Cambridge, Mass.:
lis: City for Human Development (New York: 1969) y Between Dystopia and Utopia
(Hartford, Conn.: 1966), del mismo autor. Muchos comentaristas tienen una visión más
positiva de él. Para un estudio –a veces sugerente– de edificios comunales, ver Dolores
Haylor Seven American Utopias. The Architecture of Communitarian Socialism (Cam-
bridge, Mass.: 1976) que analiza, principalmente, movimientos anteriores (Shakers,
mormones, fourieristas, perfeccionistas, inspiracionistas, colonizadores de la Unión,
colonizadores de Llano), aunque ella proporciona un breve comentario de comunidades
contemporáneas. Cap. 11, pp. 320 y siguiente. Para otros ejemplos más recientes, ver
George R. Collin, Visionary Drawings of Architecture and Planning, 20th Century
Through the 1960s (Cambridge, Mass.: 1979).
KINSLEY WIDMER 21
Una modesta afirmación por parte del utopista podría ser proyectar
los problemas, proporcionando alternativas tangibles, y poseer una mayor
conciencia de las consecuencias. Sin embargo, en virtud de mi obstinada
dialéctica, diría que el lado positivo del impulso utópico no debería utilizarse
para negar sus aspectos negativos. Francamente, en mi calidad de lector de
cientos de ficciones utópicas, sospecho que existe una alta proporción de
opiniones obsesivo-compulsivas e incluso que hasta algunas de las más
heroicamente sugerentes (Bruno, Rousseau, Fournier y otros) revelan me-
galomanías paranoicas. Sin embargo, un escepticismo desinteresado tam-
bién insinúa la generación de instituciones autoritarias más peligrosas a
partir de un utopismo que no ha sido reconocido. Así, el supuestamente
obstinado utilitarismo de Bentham proyectó algunos de los más detestables
modelos de control institucional, como el Panopticon, o vigilancia discipli-
naria total.52 El cientificismo antiidealista de Augusto Comte (1798-1857)
reinstituyó los guardianes elitistas bajo el riguroso disfraz de científicos
50 Jane Jacobs, The Death and Life of Great American Cities (New York: 1962);
pian Future que, luego de producir abundancia, la casta corporativa de los ejecutivos
crearía un ambiente arquitectónico de gran belleza. Citadel, Market and Altar (Baltimo-
re, My.: 1957), pp.175 y siguientes. Está ausente la lógica de cómo las destrezas y el
carácter ejecutivo –de mercado se tornará repentinamente en lo estético– ético. Con
mayor posibilidad, el ambiente que hemos construido constituye la síntesis histórica de
conflictos comercial-culturales.
52 Ver el agudo análisis realizado por Michel Foucault To Discipline and Punish,
trad. Richard Howard (New York: 1977), p. 195 y siguientes. En otras partes comenta
en forma sugerente y cáustica a Comte.
22 ESTUDIOS PÚBLICOS
53 Para uno de muchos análisis, con citas elaboradas, ver Lasky Utopía and
Revolution, p. 592 y siguientes.
54 Los textos principales aquí no deberían ser aquellos pocos, si bien frecuente-
de Moro con su utopía; ejemplos recientes incluyen Hansot, Perfection and Progress, p.
59 y siguientes; Robert Elliot The Shape of Utopia, Studies in a Literary Genre (Chica-
go: 1970), Cap. 2, Manuel Utopian Thought, pp. 117-49; y las selecciones anteriores
en Utopia, ed. Nelson.
59 Sobre la gran influencia de Bellamy, ver Sylvia Bowman The Year 2000: A
Critical Biography of Edward Bellamy (New York: 1958) y Edward Bellamy Abroad,
ed. Sylvia Bowman (New York: 1962).
60 B. F. Skinner Walden Two (New York: 1948). Anecdóticamente, el punto
a Skinner. Una crítica humanista equilibrada es la que hace Joseph Wood Krutch en The
Measure of Man (New York: 1953), p. 56 y siguientes. George Kateb, en su refutación
un tanto caprichosa del antiutopismo de Shklar (ver más arriba), analiza interminable-
mente temas relacionados con Skinner Utopia and Its Enemies (New York: 1963), pp.
141-217. La asombrosa influencia de Skinner se ve confirmada al servir de fuente para
una serie de comunas; ver Kathleen Kinkade A Walden Two Experiment (Twin Oaks en
Virginia) (New York: 1973). Incluso hubo una comuna en Inglaterra, de acuerdo con
Philip Abrams y Andrew McCulloch Communes, Sociology and Society (Cambridge,
Engl.: 1976), p. 219, la que ellos caracterizan como burocrática y rígidamente controla-
da. Esto constituye una adecuada contraindicación para quienes (incluyendo a los profe-
tas de la “nueva conciencia”, que se mencionan más adelante) identifican con demasiada
facilidad el comunitarismo utópico con la libertad.
26 ESTUDIOS PÚBLICOS
62 Ver Elliot The Shape of Utopia, Cap. 1; Manuel Utopian Thought, Cap. 1.
63 “The Marriage of Heaven and Hell”, Plate II, The Poetry and Prose of
William Blake, ed David V. Erdman (Garden City, N. Y.: 1965), p. 37. Para el ejemplo
infra y para un análisis con respecto a los cínicos, ver mi The Literary Rebel (Carbonda-
le, III.: 1965), Cap. 1. De acuerdo con mi conocimiento, la mejor historia sigue siendo
KINSLEY WIDMER 27
65 Ver Harry Levin The Myth of the Golden Age in the Renaissance (Blooming-
ton, Indiana, 1969), y Renato Poggioli, The Oaten Flute (Cambridge, Mass.: 1975).
66 Para el análisis de los valores sociales vinculados a lo pastoril, y a Lawrance,
ver mi obra “The Pertinence of Modern Pastoral”, Studies in the Novel, 5 (Otoño:
1973), en especial las cinco páginas de comentarios.
67 Para algunas de las complicaciones existentes en la cultura británica con
respecto a las ideas pastoriles, ver Raymond Williams The Country and the City (New
York: 1973).
68 William Morris, News from Nowhere; o An Epoch at Test, Being Some
Chapters from a Utopian Romance (Londres: 1891). Una obra clásica respecto de él es
la de Philip Henderson William Morris: His Life, Work and Friends (Londres: 1967).
KINSLEY WIDMER 29
estéticos vs. valores de ingeniería, etc. Puede afirmarse que Morris, con su
visión arcádica, representa una importante tradición utópica minoritaria,
cada vez más marginal respecto de la corriente principal del socialismo que
se centra en un ordenamiento tecnocrático del poder. Esta tendencia a lo
arcádico reaparece en distintos momentos y formas, como es el caso del
erotismo pastoril en el Sherwood Forest y en las esperanzas utópicas de D.
H. Lawrence, en El Amante de Lady Chatterley (1928).69 Esta oposición a
las historias de amor convencionales de la clase media, con su exacerbada
crítica social desde una perspectiva modernista-individual, ataca el sórdido
industrialismo, las clases sociales tullidas y la sexualidad alterada y también
arroja por la borda la mayor parte del socialismo. Cualesquiera sean las
limitaciones del “arcadismo” en tanto ideal social de amplio alcance él ha
logrado, con frecuencia, presentar una aguda crítica social desde la pers-
pectiva de una estética más rica y una sensibilidad más plena.
pertinente en este caso. Desde luego, resulta apropiado que la contrautopía de Skinner
se denomine Walden Two que varias comunidades (así como un colegio utópico experi-
mental en Berkeley, California) se hayan llamado Walden, y que los partidarios de
comunidades intencionales citen frecuentemente a Walden.
30 ESTUDIOS PÚBLICOS
71 Helen y Scott Nearing Living the Good Lipe, “How to Live Sanely and
Simply in a Troubled World” (New York: 1954, 1970); así como la inferior Continuing
the Good Life, “Half a Century of Homesteading” (New York: 1979).
72 Una figura crucialmente influyente de una generación anterior de granjeros:
Ralph Borsodi This Ugly Civilization (New York: 1929), y Flight from the City (New
York: 1933, 1972).
73 Wendell Berry The Unsettling of America: Culture and Agriculture (New
York: 1977); con respecto a su trabajo de restauración, ver “The Making of a Marginal
Farm”, Recollected Essays 1965-1980 (Berkeley, California: 1981).
74 Gary Snyder Earth Household (New York: 1969) y The Real World (New
York: 1980), citado en las páginas 138 y 88; el punto que se refiere a los cien años, p.
KINSLEY WIDMER 31
145; en contraste con algunos profetas utópicos que se analizan más adelante, Snyder
rechaza claramente la colonización espacial y otras similares, p. 149.
75 Ver las distintas versiones y los suplementos en Steward Brand Whole Earth
Catalog (Menlo Park, California: 1968), y más recientemente The Next Whole Earth
Catalog, ed. Stewart Brand (New York: 1980). La extrapolación de estos proporciona-
ría bastante información respecto al granjerismo, el comunitarismo y la cultura alterna-
tiva actuales.
76 E. F. Schumacher Small is Beautiful (New York: 1969, 1973); A Guide for
the Perplexed (New York: 1975); el póstumo Good Work (New York: 1979), locuaz
sermón respecto de una perspectiva utópica positiva del trabajo, tiene en el apéndice un
ensayo de Peter N. Gillingham “The Making of Good Work”, p. 147 y siguientes, que
es, en cierta forma, mejor que el maestro, como tal vez lo es Leopold Kohr, e impor-
tante maestro “descentralista” de Schumacher. The Breakdown of Nations (Londres:
1957) y The Overdeveloped Nations: The Diseconomies of Scale (New York: 1977).
32 ESTUDIOS PÚBLICOS
hips Between Social Reform and Westward Expansion”, aparecido en American Histori-
cal Review, 58 (1953), 505-26. Ver también su Backwoods Utopias. “The Sectarian
origins and Owenite Phase of Communitarian Socialism in America, 1663-1827”, 2ª ed.
(Filadelfia, Pa.: 1970).
78 Otros estudios adicionales incluyen Mark Holloway Heavens on Earth (New
York: 1966) y Robert Hine California’s Utopian Colonies (New Haven, Connecticut:
1966). Otros se citan más adelante.
79 Dorothy Day A Longs Loneliness (New York: 1952); ver también su anterior
House of Hospitality (New York: 1939). Ver William D. Miller A Harsh and Dreadful
Love: Dorothy Day and the Catholic Worker Movement (New York: 1973).
KINSLEY WIDMER 33
80 Raymond Mungo Total Loss Farm, A Year in the Life (New York: 1970).
Para mayor información sobre tan graciosa confusión del comunitarismo,ver su mali-
ciosamente literaria Between Two Moons (Boston: 1972), así como mi análisis al res-
pecto, “Hipped-Up Babes in the Woods”, aparecido en Village Voice (6 de julio, 1972).
81 Judson Jerome Families of Eden, Communes and the New Anarchism” (New
York: 1971).
83 Keith Melville Communes in the Counter Culture, “Origins, Themes, and
Styles of Life” (New York: 1972). Lewis Mumford sugirió mucho antes de The Story of
Utopias que muchos de ellos eran formas de escape, y que sólo algunos eran actos de
reconstrucción social.
34 ESTUDIOS PÚBLICOS
pias in Sociological Perspective (Cambridge, Mass.: 1972). Para tener una perspectiva
que sea en parte contrastante, cuya versión final no he visto aún, ver Benett M. Berger
The Survival of a Counterculture, “Ideological Work and Everyday Life Among Rural
Communards” (Berkeley, Ca.: 1981). Para un estudio anecdótico extremadamente es-
céptico ver Kenneth Rexroth, Communalism: From Its Origins to the Twentieth Cen-
tury (New York: 1974).
85 Laurence R. Veysey The Communal Experience, “Anarchist and Mystical
individualista, sino en parte sofisticado marxismo; tanto así que no estoy seguro si su
contraste entre comunidades británicas y las americanas se refiere al método o a la
realidad. No obstante, pienso que generalmente se da más la paradoja del comunitarismo
que enfatiza el individualismo. El término “individualismo posesivo” se usa en el sentido
de MacPherson.
KINSLEY WIDMER 35
mente más allá de sus confusas y limitadas realidades.87 Como lo aclara Paul
Avrich mediante su relato histórico de ejemplos anteriores en The Modern
School Movement (1980), estos movimientos comunitario-escolares fueron,
a la vez, producto y productores de individuos excepcionales.88 Las inevita-
bles ironías señalan que estos utopistas, que desafiaban a la sociedad bur-
guesa con sus experimentos comunitarios, se ajustaron a algunos de sus
imperativos más profundos de autonomía, tales como empresa, variedad,
autoafirmación y cambio; es decir, al espíritu mismo del individualismo.
Summerhill A Radical Approach to Child Rearing (New York: 1980). Aquí hago una
interpretación demasiado ligera de la educación utópica; en otras oportunidades he
tocado otras partes de ella: “Subterranean universities? Reflection on Utopian Institu-
tions”, AAPU Bulletin, 57 (Invierno de 1971); varios de los ensayos en mi obra The
End of Culture (San Diego: 1975); y “Anarchism vs. Schoolism”, Social Anarchism, 1
(1980).
88 Paul Avrich The Modern School Movement, “Anarchism and Education in
the United States” (Princeton, N. O., 1980). Ver también mi análisis sobre el libro,
“The Modern School Movement”, en Social Anarchism 2 (1981).
36 ESTUDIOS PÚBLICOS
89 Karl Hess Community Technology (New York: 1979), pp. 28, 7, 4 y 23 para
las citas que siguen. Para los cambios ideológicos de Hess, ver Dear America (New
York: 1975). Ver, además, Karl Hess y David Morris Neighborhood Power: The New
Localism (Boston: 1975).
KINSLEY WIDMER 37
92 Robert Nichols Arrival (New York: 1977); Garab City (New York: 1978);
The Harditts in Sawna (New York: 1978); Exile (New York, 1979).
93 Martin Buber Paths in Utopia (Boston: 1958).
KINSLEY WIDMER 39
Los Saturnales
94 James Ogilvy Many Dimensional Man: Decentralizing Self, Society, and the
Sacred (New York: 1977), para los puntos descentralizadores en un argumento a menu-
do confuso, ver Cap. VIII. Un análisis importante y completo de muchos puntos de
interés es Human Scale, de Kirkpatrick Sale (New York: 1980).
95 Hazel Henderson Creating Alternative Futures, “The End of Economics”
96 Para una adaptación moderna inglesa de “The Land of Cockaygne”, del siglo
Esto puede apuntar hacia las utopías hedonistas actuales. Las fuen-
tes del utopismo erotizado de las últimas generaciones son, sin duda, varia-
das: el escepticismo y otras perspectivas críticas/liberales sobre el ascetis-
Other Writings, trad. Jacques Barzun and R. H. Bowen (New York: 1956), pp. 187-237.
100 Cierto es que el pleno énfasis sexual de Fourier no fue evidente hasta la
publicación de Le Nouveau Monde Amoureux (París: 1967), partes del cual aparecen a
lo largo de The Utopian Vision of Charles Fourier, ed. Beecher and Bienvenu.
42 ESTUDIOS PÚBLICOS
nota 63, ciada anteriormente. Un ejemplo más moderno que trata del sicoanalista Otto
Gross, aparece en The Von Richthfen Sistars (New York: 1974), de Martin Green, quien
enfatiza, con razón a mi parecer, tradiciones secretas de sensibilidad cultural que han
estado funcionando desde hace mucho.
102 Wilhelm Reich The Sexual Revolution “Toward a Self-Regulating Character
Structure”, trad. Therese Pol (New York: 1974, anteriormente publicada en inglés en
1945). Ver también Wilhelm Reich Selected Writings, “An Introduction to Orgonomy”
(New York: 1961) y Michel (Michel Cather The Life and Work of Wilhelm Reich, trad.
G. Banlanger (New York: 1971).
103 Una visión equilibrada de algunas de las ideologías eróticas es la de Richard
p. 140.
106 “The End of Utopia”, Five Lectures, trad. J. J. Shapiro y S. M. Weber
107 Ese último punto se ha tomado de Robert David Thomas The Man Who
Would Be Perfect, John Humphrey Noyes and the Utopian Impulse (Filadelfia, Pa.:
1977), p. 175.
108 Robert Rimmer The Harrad Experiment (New York: 1966), que constituye,
según las palabras del autor, una “exploración de nuevas posibilidades de relaciones
interpersonales”. Otras ficciones futuristas en el terreno de lo sexual giran en torno a la
bigamia, The Rebellion of Yale Marrat (New York: 1967), y nuevas formas de familia
Proposition Thirty-One (New York: 1966). Las novelas contienen bibliografías útiles de
opiniones relacionadas con el tema.
KINSLEY WIDMER 45
109 Para obtener algunas relaciones entre utopías y condiciones históricas, ver
Arthur E. Morgan Nowhere Was Somewhere: How History Made Utopias Made History
(Chapel Hill, N.C.: 1946).
110 Francis Bacon, The Advancement of Learning and New Atlantis (Londres:
1951). Ver Manuel Utopian Thought, pp. 243-30, y Eurich Science in Utopia, passim.
46 ESTUDIOS PÚBLICOS
111 H. G. Wells A modern Utopia, p. 60, para la relación específica con Bacon.
112 H. G. Wells Men Like Gods (Londres: 1923), p. 59, para la afirmación
respecto de la educación. Con mayor ironía que la intentada, los gobernantes se denomi-
nan “samurai” debido a su código de disciplina.
113 H. G. Wells Men Like Gods, pp. 243 y 264.
114 Hansot ha señalado un punto similar: “Las utopías se... distinguen de la
para corregirlo todo. Cualesquiera sean los méritos de sus ingenios geodé-
sicos y diseños de ingeniería similares, la confianza en que éstos van a
redimir a todas las socieades sólo puede ser megalomanía. Cuando él anun-
cia que los computadores debidamente programados van a hacerse cargo
de nuestros problemas políticos, y que no existen dificultades verdaderas
de sobrepoblación, elitismo tecnocrático o limitación de recursos, estamos
en la tierra de la fantasía, de los ingenuos.120 Según señala un antropólogo
compasivo, el pensamiento de Fuller ni siquiera trata de “aprender acerca
del comportamiento de muchos”; más bien simplemente impondría una tec-
nología y “esperaría que el hombre se adaptara...” Este desconcertante opti-
mismo de dicho utopismo mecánico se basa en la falta de dimensiones
humanas.
Es posible que otros seguidores de cultos no parezcan tan simples.
El respetado científico de Princeton, Gerard K. O’Neill, en The High Fron-
tier: Human Colonies in Space (1977), piensa que su utopía de islas artifi-
ciales gigantescas en la zona de asteroides sería mejor que los “conceptos
utópicos clásicos”.121 Y concluye, con la religiosidad tecnológica habitual,
en que las colonias tendrían mejores gobiernos y mejores sistemas sociales.
Con una incoherencia encantadora, se muestra pesimista en relación con los
mismos seres en la tierra. Por lo tanto, desesperados como estamos pro la
sobrepoblación y otros problemas, necesitamos aquí la utopía antitética de
una “tierra pastoril, libre de industrias”, al parecer como una colonia remota
para los seres espaciales, cuya pureza tecnológica los hará superiores.
La filosofía Hannah Arendt hizo notar, hace una generación, que el
lenguaje y la fantasía de los tecnólogos populares con frecuencia revelan
un peculiar anhelo de huir de la vida terrenal.122 Bajo el optimismo parece
haber una repulsión a la diversidad que, aquellos que no comparten la obse-
sión tecnológica la consideran fundamental para la existencia humana.
¿Acaso estos tecnólogos no niegan la estructura misma que permite y otor-
120 Edward T. Hall, citado por Hugh Kenner (un humanista, quien hacía un
esfuerzo por admirar a Fuller) Bukcy: A guided Toyur of Buckminster Fuller (New
York: 1973), p. 257.
121 Gerard K. O’Neill The High Frontier, Human Colonies in Space (New
York: 1977), pp. 198 y siguientes, 225 y 232 para los puntos que siguen. No he tenido
la oportunidad de analizar sus proyecciones utópicas más nuevas, 2081: A Hopeful View
of the Future (New York: 1981).
122 Hannah Arendt The Human Condition (Garden City, N. Y.: 1959), Cap. 1.
Sin embargo, se debe agregar que su tipo de filosofía política convencional, obviamente,
no trata los problemas tecnológicos. También lo hace Mulford O. Sibley, quien sólo se
puede limitar a pedir una breve moratoria en materia de innovación y democracia más
aplicada al cambio tecnológico. Technology and Utopian Thought (Minneapolis,
Minn.: 1971).
KINSLEY WIDMER 49
La Hipertecnoutopía y el Perfectivismo
127 Timothy Lary, “Science”, Millenium: Glimpses into the 21st. Century, ed.
Alberto Villoldo y Ken Dychtwald (Boston: 1981), pp. 277-98. Desde luego que los
grandes cambios evolutivos no son nuevos para la fantasía relativa a las utopías, a pesar
de que parte de los desarrollos de la ingeniería genética sicológica pueden serlo. En Last
and First men (New York: 1930, rpt 1968), de Olaf Stapleton, las transformaciones
utópicas se demoran cientos de millones de años, y terminan vanamente con la extin-
ción del sol.
128 Robert Anton Wilson The Illuminati Papers (Berkeley, Ca.: 1981), p. 40.
129 Robert Anton Wilson The Illuminati Papers, p. 55, la cita que sigue, p. 4.
Para las fantasías supuestamente más ficticias de Wilson, ver su The Cosmic Trigger:
The Final Secret of the Illuminati (New York: 1978), que combina paranoia y afecta-
ción de manera recargada.
KINSLEY WIDMER 51
132 Robert Vacca The Coming Dark Age (Garden City, N.Y.: 1973). Desde
luego que existen muchos trabajos similares en los últimos años. Para un intento de
equilibrar inquietudes tecnológicas con otras más humanas en la proyección de “la
sociedad transindustrial del futuro”, ver Willis W. Harman An Incomplete Guide to the
Future (Stanford, Ca., 1976).
133 Robert Heilbroner An Inquiry into the Human Prospects (New York: 1973,
1974). Nótese que los futuristas “cósmicos” y de “sistemas”, como lo son específica-
mente O’Neill y Harman (arriba) se desentienden de las afirmaciones de Heilbroner, las
cuales, según sienten ellos, deben ser enfrentados con su utopismo.
KINSLEY WIDMER 53
134 Daniel Bell The Coming of Post-Industrial Society (New York: 1974). Para
con nuevo prefacio, 1978). Para una crítica de varios de sus puntos, ver mi Edges of
Extremity, Cap. 1, y, más general, mi “In Praise of Waste: Some Reflections on
Contemporary Culture”, Partisan Review, LXVI (1979).
54 ESTUDIOS PÚBLICOS
136 Mark Satin New Age Politics: Healing Self and Society (New York: 1979),
pp. 109 y 222 para citas en las dos frases que siguen. Incluye una amplia y larga
bibliografía, además de otra información. Ver también Marilyn Ferguson The Aquarian
Conspiracy: Personal and Social Transformation in the 1980’s (Los Angeles: 1980).
137 Para completar mi breve comentario, ver algunos de mis estudios de etapas
the Short-Circuit Ethic; the Populist Generator in Our Mass Culture Machine”, Mass
Culture Revisited, ed. B. Rosenberg and D. M. White (New York: 1971); y, en forma
más amplia, “The Rebellius Culture: Reflections On Its Functions in American Socie-
ty”, en Sociological Essays and Research, rev. ed. Charles H. Anderson (Homewood,
III.: 1974).
138 Satin New Age Politics, p. 165 y siguientes. Existen varios intentos por
además, Darkness and Scattered Light: Four Talks on the Future (Garden City, N. Y.:
1978).
140 William Irwin Thompson Passages About Earth, “An Exploration of the
New Planetary Culture” (New York: 1974). Para la política jeffersoniana, ver p. 178 y
siguientes; para el explícito agradecimiento a H. G. Wells, 56 y siguientes.
56 ESTUDIOS PÚBLICOS
141 William Irwin Thompson The Time Falling Bodies Take to Light, “Mytho-
logy, Sexuality, and the Origins of Culture” (New York: 1981), pp. 250 y 254 para las
dos citas que siguen.
142 Theodore Roszak The Making of a Counter-Culture (New York: 1969).
143 Theodore Roszak Where the Wasteland Ends, “Politics and Trascendence in
lution of Consciousness” (New York: 1975), p. 105 y las citas que siguen. Como sucede
con gran parte del utopismo moderno (contra Nozick, más adelante) las nociones
evolutivas y las metáforas son centrales.
145 Para la frase que sigue de Gilbert Murray, Five State of Greek Religion
Society (Garden City, N. Y.: 1978), el último capítulo para la calificación a escala
pequeña y de la 285 en adelante para el “paradigma monástico”.
58 ESTUDIOS PÚBLICOS
Pero tal vez para nosotros resulte más pertinente un ejemplo de me-
diados del siglo XIX que señala un camino. La primera mitad de la novela de
Dostoievski Memorias del Subsuelo (1864) es un monólogo filosófico que
ataca específicamente una pobre novela de utopismo socialista (N. G. Cher-
nyshevsky: What Is To Be Done?).149 Pero ataca en forma más general –con
una brillantez que alcanza la perversidad– a las grandes concepciones utó-
picas que ubicarían al hombre en un “hormiguero” colectivista, o harían de
él un simple “arpegio de piano” para el coro de los locos sueños utilitarios
de la armonía humana, o subordinarían la totalidad de las aspiraciones hu-
manas a modelos de ingeniería tales como el “Palacio de Cristal”. El poder y
el valor que prevalecen de la polémica antiutópica de Dostoievski no sólo
incluye incisivos socavamientos de las demandas por una racionalidad his-
tórica y colectiva, sino también su aguda crítica sicológica del “egoísmo” y
sicologías reductivistas relacionadas, las que negarían un sentido de com-
plejidad humana y libertad individual más amplio.150
Aun cuando Dostoievski puede ser considerado una de las figuras
claves de la cultura moderna, la imaginación literaria antiutópica de amargos
desencantos de este ex fourierista no se difundió hasta bien entrado el siglo
XX. Una de las mayores utilidades que brindó la Utopía Moderna, de H. G.
Wells, fue que eventualmente inspiró al más humanamente sensible E. M.
Forster, en su novela The Machine Stops (1912), al concebir una descrip-
ción apocalíptica de las posibilidades deshumanizantes de un sistema total-
mente mecanizado.151 En este futuro proyectado de las sociedad-Estado
148 Entre muchos análisis de Swift, ver Elliot The Shape of Utopia, Cap. 3. Para
los otros títulos, Aristófanes Las Nubes, ed. K. O. Dover (Oxford: 1968), Candide, trad.
Richard Wilbur (New York: 1968).
149 Tal vez la edición más útil que exista en inglés, puesto que incluye parte de
(Londres, 1928). Sobre algo de la influencia de Wells en las utopías negativas, ver Mark
R. Hillegas The Future as a Nightmare: H. G. Wells and the Antiutopians (New York:
1967).
60 ESTUDIOS PÚBLICOS
destacó una visión menos fantástica, según la cual la mayoría de los seres
humanos se tornan patéticamente irrelevantes e innecesarios en la sociedad
tecnocrática (una simple extensión de nuestro actual desempleo).155 En lu-
gar de una concepción del hombre como víctima del destino y de los dioses,
de la naturaleza y sus propias limitaciones, ahora, con una ironía más amar-
ga, éste se convierte en la víctima permanente del orden utópico, de la
utilidad, el confort y el poder que él creó. No es posible siquiera un desafío
heroico: ¿cómo hacerle morisquetas a un cohete invisible?
155 Kurt Vonnegut, Player Piano (New York, 1953). Existen motivos utópico-
Mirra Ginsberg (New York, 1972). Para antecedentes, ver D. O. Richards, Zamiatin
(Londres, 1963) y Alex M. Shane Life and Works of E. Zamiatin (Berkeley, Ca.: 1968).
157 A Soviet Heretic, Essays by Zamiatin, trad. M. Ginsberg (Chicago: 1970),
p. 51.
158 Zamiatin, como se cita en Shane, p. 145.
62 ESTUDIOS PÚBLICOS
159 Brave New World (New York: 1946; esta edición tiene un ensayo posterior
antiguo de utopismo– en Complete Short Stories, III (Londres: 1955), pp. 722-746.
Para un análisis ver mi “Parables of Nihilism” (1957), reimpreso en The Art of Perver-
sity: D. H. Lawrence (Seattle, Wash.: 1962). Lawrence además escribió, a mi parecer,
una de las más desagradables de las utopías modernas The Plumed Serpent (New York,
orig. 1926: 1981), con su sentético culto religioso que se apodera de México.
161 Aldous Huxley Ape and Essence (New York: 1943); Island (New York:
1962).
KINSLEY WIDMER 63
162 Ver George Woodcook The Crystal Spirit, A study of George Orwell (Bos-
ton: 1956), así como el material de Orwell’s Nineteen Eighty-Four, 2ª edición, ed.,
Irving Howe (New York: 1981).
163 Anthony Burgess The Wanting Seed (Londres: 1962); La Naranja Mecánica
(New York: 1963), y 1985 (Londres: 1978), el cual también contiene un ensayo que
ataca a Orwell.
64 ESTUDIOS PÚBLICOS
164 Desde luego que sólo cito a representantes de la gran literatura. El período
post-Oswell se vio marcado por muchas desutopías políticas orwellianas, como La Hora
Veinticinco (New York: 1950); David Karp One (New York: 1953). Algunos ejemplos
más recientes pueden parecer más utopías-desutopías, como es el caso de la obra de la
militante política Marge Plercy Dance the Eagle to Sleep (New York: 1972). A partir
de Hiroshima, también ha existido utopismo negro, dentro y fuera de la ficción, en
respuesta a bombas atómicas y nucleares. Para algunos de los primeros ejemplos, ver mi
“Notes on the Bomb and the Failure of Imagination”. The Forties, ed. Warren French
(Deland, Fla.: 1969).
165 Para tener una perspectiva de las primeras influencias de estas desutopías,
ver Kingsley Amis New Maps of Hell: A Survey of Science Fiction (Londres: 1960).
Para un estudio reciente, ver Darko Suvin Metamorphoses of Science Fiction: “On the
Poetics and History of a Literary Genre” (New Haven: Conn.: 1979). Uno de los
mejores ejemplos de la utopía de ciencia ficción sensiblera-mística es la de Robert
Heinlein Stranger in a Strange Land (New York: 1967).
166 Fredrick Pohl y E. N. Kornbluth The Space Merchants (New York: 1952).
167 Ray Bradbury Fahrenheit 451 (New York: 1953) y Crónicas Marcianas
(New York: 1950) entre otras. Stanislav Lem The Star Diaries, trad. M. Kandel (New
KINSLEY WIDMER 65
Una de las mejores y más eruditas ficciones utópicas que utilizó los
convencionalismos de la ciencia-ficción es la obra de la norteamericana Ur-
sula Le Guin, The Dispossessed (1974).169 En sus dos mundos contrastantes
pero históricamente relacionados, con conflictos ideológicos comparables
en cada uno, existe una doble dramatización utópica-desutópica. No es de
extrañarse, entonces, que The Dispossessed se subtitule “An Ambiguous
Utopía”. Este planteamiento dialéctico, de pros y contras, ofrece una pers-
pectiva de persuasiva complejidad, aunque con una clara dirección y crítica
libertaria de la América contemporánea. Su sociedad anarquista se ha vuelto
de un conformismo represivo; su sociedad estatal capitalista se ha vuelto
decadentemente violenta. El héroe-científico de Le Guin, modestamente pro-
meteico, explora ambas sociedades y, finalmente, desafía a las dos, entre-
gando sus adelantos tecnológicos al universo. Aprende, por medio de im-
portantes confusiones, que la utopía siempre amenaza con convertirse en
desutopía, y que la desutopía exige la superación utópica. La rebelión liber-
taria debe ser constante, ya que “la libertad nunca se encuentra totalmente
a salvo”.170 Mantenerla viva requiere no sólo de la iniciativa del individuo
disidente, sino también de la empresa del grupo pequeño; la utopía calcifi-
cante tiene todavía un orden abierto que facilita la existencia de “sindicatos
de disidencia”, y con ello, la dialéctica de cambio y renovación que requiere
la liberación.
York: 1976); The Futurological Congress, trad. M. Kander (New York: 1974); The
Cyberid: Fables for the Cybernetic Age, trad. M. Kandel (New York: 1974).
168 Doris Lessing, Shikasta (New York: 1979) y The Sirian Experiment (Lon-
dres: 1980).
169 Ursula K. Le Guin The Dispossessed (New York: 1974, 1975).
170 The Dispossessed, p. 310. Para un análisis más profundo de la novela y sus
Samuel R. Delaney en su recargado Triton (New York: 1976), seguido por Triton Ulti-
matum (New York: 1977), que considero muy inferiores a Le Guin en percepción y
redacción. Ellos han sido analizados en conjunto por Tom Moylan, “Beyond Negation:
The Critical Utopias of Ursula K. Le Guin and Samuel R. Delaney Extrapolation, 2
(Otoño: 1980), pp. 236-53.
172 Robert Nozick Anarchy, State and Utopia (New York: 1974), pp. 299-334.
KINSLEY WIDMER 67
Past and Future” (New York: 1977), p. 296. También he recurrido, más abajo, a la
opinión de Erasmo respecto del kibbutz, como peculiar y problemático, pp. 187-99.
70 ESTUDIOS PÚBLICOS
180 Nicholas Berdayev Slavery and Freedom (New York: 1946), quien repite su
punto de vista a lo largo de todo el texto; Paul Tillich, “Critique and Justification of
Utopia”, Utopias, ed. Manuel, p. 309; D. H. Lawrence, Reflections on the Death of a
Porcupine (Londres: 1934), p. 17.
ENSAYO
Martín Hopenhayn**
1
CEPAUR, Desarrollo a Escala Humana, Development Dialogue,
Número Especial, Fundación Dag Hammarsjköld (1986), p. 9.
2
Norbert Lechner, El consenso como estrategia y como utopia,
(Santiago: FLACSO, 1983), p. 18.
324 ESTUDIOS PÚBLICOS
3
Tomás Moro, Utopia, Trad. de Joaquín Castañares (Buenos Aires:
Editorial Marymar, 1980), p. 48.
4
Tomás Campanella, La ciudad del sol, en Utopias del Renacimien-
to, Trad. de Agustín Mateos (México: Fondo de Cultura Económica, 1980),
p. 166.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 327
5
Francis Bacon, Nueva Atlántida, en Utopias del Renacimiento,
op. cit., p. 253.
6
Max Horkheimer, Historia, metafísica y escepticismo (Madrid:
Alianza Editorial, 1970), p. 87.
328 ESTUDIOS PÚBLICOS
7
Véase Norbert Lechner, op. cit., pp. 28-30.
8
Franz Hinkelammert, El realismo en política como arte de lo
posible (Santiago: FLACSO, 1984), p. 11.
9
Ibid., pp. 13-14.
10
Norbert Lechner, op. cit., p. 21.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 329
6. Lo Deseable y lo Inalterable
12
Antonio Monclús, El pensamiento utópico contemporáneo
(Barcelona: Ediciones CEAC. 1981), p. 24.
336 ESTUDIOS PÚBLICOS
7. Utopía y Apertura
13
Véase el libro de Franz Hinkelammert, Critica de la razón utópi-
ca (San José de Costa Rica: Colección economía-teología, 1984).
338 ESTUDIOS PÚBLICOS
14
Norbert Lechner, op. cit., p. 18.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 339
15
Norbert Lechner, op. cit., p. 18. Véase también de Franz Hin-
kelammert, Critica de la razón utópica, op. cit..
340 ESTUDIOS PÚBLICOS
UTOPISMO,
ANTIGUO Y MODERNO*
Irving Kristol**
LA CRISIS DE LA FICCION Y
LA NOVELA CONTEMPORANEA
Gonzalo Contreras
nuevas conquistas expresivas. Ese fue el efecto, pero no la causa. Era sólo
que la novela no se recuperaba de estupor de constatar que sus medios
resultaban insuficientes para contar el mundo en su totalidad o definir el
problema del hombre, como había ocurrido con la novela del pasado. Este
laberinto del lenguaje en que cayó la novela no fue más que la expresión de
este nudo. Resultaba difícil conformarse al hecho que la novela no pudiera dar
cuenta del problema del hombre moderno. Toda la novelística de Cortázar, que
arrastró con él a legiones, corre por ese camino. Esta experimentación con la
masa del lenguaje no fue más que la representación de la ambición del tema
que se planteaba entonces, y la oscuridad de ese lenguaje, la consecuencia de
su frustración. Rayuela de Cortázar comienza a mostrar signos de descompo-
sición, novelísticamente hablando, pero continúa siendo un dato valiosísimo
de las preocupaciones intelectuales de una época.
Por entonces, la perplejidad respecto de la verdadera voluntad de la
narrativa es un hecho real. El inmenso arsenal de libros y artículos y la legión
de teóricos que se abocan a estudiar su caso, son el mejor síntoma de ese
marasmo vocacional. Se intenta extender sus límites mediante el agotamiento
de sus recursos, cuando simplemente es que ha perdido dirección. El despres-
tigio en que han caído por entonces las virtudes narrativas es tal, que cerrada
esa puerta, hallar una nueva vocación a la novela es un quebradero de cabeza
que produce un fatal impasse en la novela europea, particularmente.
Como se ha dicho, las razones vienen de otro lado. La crisis de la
novela no revela más que la crisis del pensamiento y los valores en la
segunda mitad de este siglo. La realidad se ha vuelto inaprehensible, indefi-
nible, múltiple y contradictoria. Doris Lessing lo expresa muy nítidamente en
Esa pequeña voz personal. “Los grandes hombres del siglo XIX no tenían
en común su religión ni su política ni sus principios estéticos. Pero lo que sí
tenían en común era un clima de discernimiento ético... compartían ciertos
valores”.
Si hay una cosa que distingue a nuestra literatura de hoy, ella es una
evidente confusión de normas y la incertidumbre de valores... Según parece,
las palabras ya no pueden ser usadas simple y naturalmente. Todas las
grandes palabras, como amor, odio, vida, muerte, lealtad, traición, contienen
significados opuestos y media docena de matices de dudosa implicación. Las
palabras se han vuelto tan inadecuadas para expresar la riqueza de nuestra
experiencia que hasta la más sencilla frase escuchada en un ómnibus reverbe-
ra como si estuviera formada por palabras gritadas ante un acantilado.
La ética humanista que había tras la intención del novelista hasta el
existencialismo, seguramente, ha ido a dar por los suelos. Al parecer, la novela
actualmente está condenada a dar cuenta de realidades parciales y a encarnar
6 ESTUDIOS PÚBLICOS
te real; esa Sudáfrica taimada y amenazante, esa minoría blanca que vive
una precaria realidad, como una sonrisa nerviosa en la boca, las fincas
ensimismadas del Transvaal con sus carreteras polvorientas recorridas por
motos japonesas, el desierto lleno de desperdicios. Con este fabuloso mate-
rial, la Gordimer ha escrito magistrales novelas con una de las prosas más
certeras de la actualidad.
Un caso semejante es el del portugués José Saramago. Por supuesto
que en el caso de Portugal no se puede hablar de una iniciación literaria si
se considera a Eça de Queiroz, Camoens y Fernando Pessoa. El año de la
muerte de Ricardo Reis es una de las más geniales ficciones realizadas con
soporte de la misma literatura. Como se sabe, Ricardo Reis era el nombre de
una de las tantas voces líricas que asumía Fernando Pessoa, quien en un
caso de insólito desdoblamiento llegó a encarnarse en casi una veintena de
personajes. Saramago hace de Ricardo Reis el protagonista de su novela,
espectador pasivo pero meditabundo de los sucesos del Portugal, así como
del resto de Europa en 1936. La novela es un magistral tour de force, en ella
no ocurre prácticamente nada como no sean dos leves amores de este soli-
tario médico repatriado y sus incesantes y melancólicos vagabundeos por
una Lisboa del todo retratada en el tiempo. El interlocutor de Ricardo Reis
es el mismo Fernando Pessoa, que todavía fresco de su muerte tiene dispen-
sa para regresar al mundo de los vivos a platicar con su creatura literaria.
Por cierto, la gran calidad y originalidad del libro no descansa en
esta treta literaria, sino más bien en la profundidad, la agudeza y la simpleza
de las observaciones de Reis, el profundo magma humano que llega a otor-
garle Saramago a un personaje tan grotescamente literario como este Ricar-
do Reis, una especie de fantasma de letras. Pero más aún, Saramago llegó a
adoptar virtualmente la voz de Pessoa como si hubiera una voz propiamente
portuguesa y esta fuera la de Fernando Pessoa. Sorprende en la Gordimer y
Saramago una profunda actitud introspectiva de los que podría llamarse, si
es que existe, ellos quieren demostrarlo, lo sudafricano o lo portugués.
Pareciera, en los dos casos, que más allá del alcance de la obra hay una
desesperada búsqueda de identidad sin la cual ni el mismo trabajo literario
podría ser llevado a cabo. Las obras de la nueva generación de escritores
japoneses, Isako Matsubara, Ohe o Endo, parecen girar y encarnar los difí-
ciles tránsitos que ha debido enfrentar el Japón desde el término de la
Segunda Guerra Mundial, como si fuera por estos esfuerzos literarios, la
historia sería realmente “una sombra caminante contada por un idiota”.
La nueva literatura americana por su parte presenta un semejante
ensimismamiento. Dominada por la corriente de los llamados “minimalistas”,
los jóvenes narradores norteamericanos han decidido llevar la aventura de
GONZALO CONTRERAS 9
la novela no más allá de lo que alcancen sus propias narices. Este nuevo
minimalismo se emparenta de algún modo con el realismo tradicional de la
novela americana desde Hemingway a Salinger, pero en este caso llevado al
extremo. Novelas de la trivialidad y de lo cotidiano, cotidianeidad que en el
caso de Bret Easton Ellis (Less than Zero), llega a lo espeluznante. Jay
McInerney, Peter Cameron, Jill Eisenstadt, son otros nombres. La propia
circunstancia, sus muy particulares preocupaciones, los mínimos espacios
que ocupan, son la temática de esta narrativa de lo objetivo.
Este rasgo alcanza su contrapartida en la literatura que hoy día está
produciendo Europa. Para ciertas comprobaciones, no hay más recurso que
tomar ciertos ejemplos. Tal vez los libros más leídos, comentados y divulga-
dos de la producción europea actual sean El nombre de la Rosa, de Umber-
to Eco; El Loro de Flaubert, del inglés Julian Barnes, y El Perfume, de
Patrick Süskind. El que se trate de los libros más vendidos no tiene más
significado que eso y no pretendo decir que forzosamente sean los mejores
en calidad, como tampoco que por el mismo hecho no lo sean. Los rasgos
comunes de estas tres obras pueden hacer pensar en una corriente que
apunta en esa dirección. Se trata en los tres casos de novelas extemporá-
neas, “literarias” en el sentido más riguroso del término, novelas de facturas
y, en un cierto sentido, clásicas. Al parecer en Europa comienza un acentua-
do proceso de revalorización de las virtudes narrativas.
El éxito de El nombre de la Rosa, de Umberto Eco, podría significar
que aún los teóricos de la novela pueden hacerlo mejor que los novelistas.
Eco se propuso escribir una novela y con todos los ingredientes del género.
Sin duda lo consiguió. En El nombre de la Rosa, Eco echó a cocer una
historia con suspenso policial, montado en un argumento de perfecta manu-
factura en cuanto a su progresión dramática. Lenguaje inintelegible, relato
principio y fin. Esta novela, pero a la vez digerible, alivianada por el recurso
del suspenso de una pesquisa casi detectivesca ha hecho, sin duda, recu-
perar al lector europeo su ingenuidad para entregarse a la ficción. Si bien
nadie puede afirmar su permanencia en el tiempo justamente por su mínimo
compromiso con la realidad y por las huellas visibles del afán de seducción,
El nombre de la Rosa puede ser síntoma de este retorno a lo ficticio.
Semejante es el caso de El Loro de Flaubert. Difícilmente podría
decirse que se trata de una novela, pero ya se ha dicho, dentro de la novela
actual, cabe casi todo. El Loro de Flaubert es una especie de tesis universi-
taria, erudita y chispeante, llena de ironía e inteligencia británica, que gira en
torno al personaje y la obra del ermitaño de Rouen. A partir de Flaubert y de
un supuesto estudio biográfico que realiza un aburrido amateur flaubertista,
Barnes se expande hacia las más profundas e imaginativas digresiones res-
10 ESTUDIOS PÚBLICOS
pecto del género humano en una cantidad de aspectos tan variados y diver-
sos que resulta difícil de reseñar. El Loro de Flaubert es una refinada
hazaña intelectual, cuya lectura produce un placer de ese mismo orden.
La obra del alemán Patrick Süskind se disparó fulminantemente a la
fama con esa su ópera prima El Perfume. Echando mano a un recurso argu-
mental simple y unívoco, pero de gran originalidad, una especie de engen-
dro humano que posee el don de una asombrosa capacidad olfativa que lo
lleva a separar los olores de cuanta cosa existe sobre la tierra, tiene, sin
embargo, un grave defecto, él mismo no expele olor alguno. Este aprendiz de
brujo del ramo del perfume dedicará sus afanes a buscar el secreto del olor
humano. La historia, de una poderosa e irreductible ficción, se sitúa en el
siglo XVI y recorre buena parte de la Europa de esa época. Süskind, sin
duda, ha construido una novela interesante y original, un desafío literario
llevado a la perfección, el de llevar a un personaje, a un argumento, a tocar
una misma cuerda durante doscientas páginas. La novela se lee con facili-
dad y produce el placer del hallazgo y el asombro constantes.
Las tres obras mencionadas tienen entre sí un rasgo común; las tres
son prácticamente ejercicios literarios, con algo especioso, sin duda, pero
consumadas en cuanto a sus objetivos. Las tres, anclan de lleno en la
ficción más convencional.
¿Se puede afirmar por esto que las cualidades narrativas están en
proceso de revalorización. Es difícil afirmar nada en este campo. Sin embar-
go, es un hecho real que los editores europeos han comenzado a desempol-
var viejos autores, cuya fuerza está justamente en sus virtudes narrativas.
Es así como la crítica y los lectores están redescubriendo a escritores como
el austríaco Joseph Roth, la norteamericana Djuna Barnes, el inglés Willkie
Collins, por citar algunos. La historia ya había pasado sobre ellos cuando la
empresa editorial, perceptiva a los vientos de la época, los hace levantar
otra vez cabeza. ¿Este desplazamiento de los gustos literarios vendría a
poner en jaque la teoría de la crisis de la ficción?
No hay una sola respuesta. Como hemos dicho, la literatura ofrece
hoy día numerosas y diversas respuestas al fenómeno de la narrativa, sin
que éstas sean contradictorias entre sí. Esta sumaria revisión de autores y
libros que hoy día ocupan vale la atención de los lectores, dan cuenta de
ello. Pareciera, en todo caso, que la narrativa europea, la que históricamente
condujo los destinos de la novela, y las obras que se producen en su
periferia por otro lado, corrieran por cauces distintos. Mientras la primera
rescata la tradición secular de “contar un cuento”, la segunda ha encontra-
do su fuerza en la particularidad de su propia historia.
LIBRO
1
R. Cortázar y J. Marshall, "índice de Precios al Consumidor",
Colección Estudios Cieplan, 4 (noviembre 1980), 159.
2
P. Meller y M. Marcel, "Empalme de las Cuentas Nacionales de
Chile 1960-1985: Métodos alternativos y resultados", Colección Estudios
Cieplan, 20 (diciembre 1986), 121.
LA PREVISIÓN EN CHILE AYER Y HOY 375
3
Esto también distorsiona los datos de costo de operación de las
AFP que presenta el estudio citado, ya que usa el número de afiliados.
378 ESTUDIOS PÚBLICOS
JOHN MILTON Y
LA LIBERTAD DE PRENSA
Carlos E. Miranda
Introducción
Selección: Areopagítica
personas que reciben los halagos tengan las virtudes que se les atribuyen; y,
en tercer lugar, quien alaba debe poder demostrar que está persuadido de lo
que dice y que no está cayendo en la lisonja. He tratado de cumplir con las dos
primeras instancias en el sentido de referirme a quienes han dañado vuestros
méritos mediante el uso de adulaciones triviales y malignas; he tratado de
cumplir con la última en el sentido de que no he recurrido a la lisonja para
alabar a quien lo merece, reservándome para esta ocasión especial.
Porque quien libremente magnifica lo que ha sido bien hecho y no
teme decir con plena libertad qué cosas podrían haberse hecho mejor, da
total muestra de fidelidad y de afecto, y demuestra un real deseo de éxito
para quien emprenda una tarea específica. Sus más sinceras alabanzas no
constituyen lisonja e incluso su más sencillo consejo se transforma en ala-
banza. Ahora bien, yo deberé afirmar y defender que tanto la verdad como
el conocimiento y la República se verían enriquecidas con el retiro de uno
de vuestros decretos (al que nombraré más adelante), debido a que la dero-
gación de dicho decreto serviría para reafirmar el brillo de vuestro pacífico y
equitativo gobierno, ya que llevaría a que el público viese que habéis recibi-
do complacidos un consejo público, mientras que otros estadistas gozan
sólo con la lisonja pública. Y así los hombres verán cuál es la diferencia
entre un Parlamento trienal magnánimo y la celosa soberbia de los prelados
y Ministros usurpadores. A vosotros os verán –con vuestras victorias y
vuestros éxitos– como los que permiten discrepancias escritas en contra de
un Decreto, en tanto que otras Cortes no han producido nada digno de
recordar, salvo la débil ostentación de riqueza, lo que resulta menos tolera-
ble que una Proclama precipitada. (...)
Si vosotros estuviéseis decididos en este sentido –y constituirá una
injuria pensar lo contrario– no sé de nada que me impidiera presentaros una
instancia adecuada que demuestre que tanto el amor por la verdad que
profesáis como la rectitud e imparcialidad de vuestros juicios deberían lleva-
ros a revisar el Decreto mediante el cual habéis ordenado la regulación de la
impresión, estipulando que no ha de imprimirse libro, folleto o papel que no
haya recibido permiso previo de parte de al menos una de las personas
nombradas para estos efectos. No pretendo referirme a la sección que dice
relación con el derecho de todo hombre a tener un ejemplar propio, ni a la
que habla de hacer provisión para los pobres; sólo quisiera expresar mi
deseo de que éstas no vayan a dar pábulo al abuso o a la persecución de
hombres honrados y respetuosos que no ofenden en ningún sentido. Pero
es la otra causa de los Permisos de Impresión –y que nosotros creíamos que
había desaparecido con sus hermanas, la Cuadragésima y la Matrimonial,
cuando los Prelados se retiraron– la que me lleva a decir estas palabras y
8 ESTUDIOS PÚBLICOS
expresar, en primer lugar, que los que han inventado este reglamento son
personas a quienes vosotros sois renuentes a reconocer; en seguida, lo que
constituye la naturaleza general de la lectura, no importando de qué clase de
libros se trate; luego, que este Decreto en nada contribuye a la supresión de
libros escandalosos, sediciosos e injuriosos que pretendéis suprimir. Final-
mente, que contribuirá a la desmotivación de todas las ramas del saber, y a
frenar la Verdad, no sólo porque limita y embota nuestros conocimientos
actuales, sino porque obstaculiza y sesga las posibilidades de futuros des-
cubrimientos en los campos del saber religioso y civil.
Por ningún motivo negaré que la Iglesia y la República están preocu-
padas por cautelar tanto el comportamiento de los libros como el de los
hombres, para proceder a confinar, encarcelar y someter a los malvados a
los juicios estrictos que se merecen. Porque los libros no son objetos abso-
lutamente inanimados, sino que contienen una vida latente tan activa como
el espíritu de sus creedores; más aún, son las probetas que conservan en la
forma más pura y extractada el intelecto que los creó. Yo sé que son tan
vitales, tan vigorosamente productivos como los dientes del dragón de la
fábula, y que al ser sembrados podrían dar vida a hombres armados. Sin
embargo, por otra parte, de no tener cuidado, resultaría casi mejor matar a
un hombre y no a un buen libro. Quien mata a un hombre mata a una
criatura pensante, que ha sido creada a semejanza de Dios; pero quien
destruye un buen libro mata a la razón misma, mata la imagen de Dios
mismo. Muchos hombres viven atribulados, pero un buen libro es la sangre
preciosa que da vida al alma inmortal que ha sido conservada y cuidada
para que dure más que la vida. Es verdad que la historia nos muestra que
jamás ha sido posible devolver una vida, lo que quizás no sea gran pérdida
para todos, y que generalmente las revoluciones no devuelven la pérdida de
una verdad rechazada, lo que ha ido en desmedro de naciones completas.
Por lo tanto, deberíamos tener cautela con el nivel de persecución
que generamos en contra del trabajo de los hombres públicos; deberíamos
cuidarnos de derramar una vida humana que ha sido conservada y guarda-
da en los libros; ya que consideramos que esto constituiría una especie de
asesinato que crearía mártires y que, de extenderse a la totalidad de la pala-
bra escrita, se transformaría en una masacre; de ahí que la ejecución no
termina con la matanza de una vida elemental, sino que con la matanza de la
quintaesencia del ser, del hálito mismo de la razón, destruyendo un alma
inmortal más que una vida. (...)
Para completar la medida de la usurpación, la última cosa que inven-
taron fue disponer que no se podría imprimir libro, folleto o papel alguno sin
previo permiso y aprobación de dos o tres frailes glotones (como si San
CARLOS E. MIRANDA 9
Pedro les hubiera entregado las divinas llaves de la imprenta además de las
del Paraíso). Así, por ejemplo:
Impresión autorizada.
latín; como si la erudita pluma que la llevó al papel no pudiera escribir otra
lengua que no fuere latín; o quizás, porque una lengua vulgar no podría
llegar a expresar la vanidad de una autorización para imprimir. Pero más bien,
y así lo espero, porque el inglés, el lenguaje del hombre –y que siempre será
el principal para expresar los logros de las libertades humanas–, no ha en-
contrado aún las letras necesarias para escribir en esta lengua una presun-
ción tan dictatorial. (...)
El hombre meritorio, sin querer ofender, comenzó a hacerse pregun-
tas y repentinamente tuvo una visión divina (y lo afirma así en su carta) que
le confirma su pensamiento como sigue: “Leed cualquier libro que caiga en
vuestras manos ya que sois suficientemente maduro para juzgar bien y
examinar todas las materias”. Confiesa que aceptó esta revelación ya que
tenía mucha relación con las palabras del Apóstol a los Tesalonicenses:
“Probad todo, y quedaos con lo que es bueno”. El podría, además, haber
agregado las siguientes palabras del mismo autor: “Todo es puro para los
puros: no sólo la carne y la bebida, sino que todo conocimiento, sea bueno
o malo”. El conocimiento no puede corromper, y tampoco lo harán los li-
bros, si la voluntad y la conciencia no están corrompidas.
Ya que los libros son como las carnes y las viandas, algunos buenos
y otros malos; sin embargo, Dios, en una visión no apócrifa, dijo sin excep-
ción: “Levántate, Pedro, mata y come, dejando que el hombre elija”. Para un
estómago enfermo hay poco o ninguna diferencia entre carnes sanas y
descompuestas; en cambio, para las mentes malvadas, los mejores libros
podrán transformarse en malos. No es posible que la carne descompuesta ni
aún con la más sana preparación constituya alimento, y aquí yace la diferen-
cia, ya que los libros malos a menudo le permiten al lector discreto y juicio-
so descubrir, confrontar, prevenir e ilustrar. Y el mejor ejemplo que puedo
dar es el de uno de vosotros, un Parlamentario, el más sabio de los hombres
de este Reino, el señor Selder, cuyo libro sobre las leyes naturales y racio-
nales da pruebas casi matemáticas, mediante exquisitos teoremas y razones,
de que todas las opiniones, incluso los errores reconocidos, cuando son
leídos y cotejados, son de gran ayuda para alcanzar la verdad. Por lo tanto,
en mi concepto, cuando Dios le dio al hombre la posibilidad de una dieta
universal, regida sólo por la temperancia, también dejó a nuestro criterio la
dieta de nuestras mentas; de ahí que todo hombre maduro tiene que ejercer
su propia capacidad individual. (...)
Sabemos que en este mundo el bien y el mal son inseparables y que
el conocimiento del bien está ligado al del mal; ambos tienen entre sí seme-
janzas tan indiscernibles, que ni siquiera las semillas que tenía que separar
eternamente Psyche estaban más entremezcladas. El conocimiento del mal y
CARLOS E. MIRANDA 11
campo de lo que puede ser prohibido, no puedo imaginar cómo este asunto
de otorgar permiso de impresión pudiera tener más éxito que los demás
intentos vanos e imposibles en este sentido. Y quien viera esta medida con
buenos ojos, no podrá sino compararse con aquel noble que quiso encerrar
a los cuervos cerrando el portón de su parque.
Además existe otro inconveniente: si han de ser los sabios quienes
reciban primero los libros y difundan el vicio y el error, ¿cómo vamos a
confiar en quienes otorgan permisos de impresión, salvo que les confiemos
–por encima de los demás habitantes del reino– la gracia de la incorruptibili-
dad y de la infalibilidad? Y si fuera cierto que un sabio, como un buen
minero, es capaz de sacar las pepitas de oro del más impuro de los libros, y
que un tonto seguirá siéndolo a pesar del mejor libro, e incluso sin libro
alguno, entonces no existe razón alguna para que privemos al sabio de las
ventajas de la sabiduría, mientras tratamos de evitarle al tonto algo que no
le afectará. Si se utilizan estas imposiciones para privar al hombre de lo que
no debe leer, las palabras de Aristóteles, de Salomón y de Jesús mismo
servirán de garantía de buenos preceptos, ya que un hombre sabio hará
mejor uso de un vano panfleto que un tonto de las Sagradas Escrituras.
Luego se ha dicho que no debemos exponernos innecesariamente a
la tentación y que no debemos usar nuestro tiempo en cosas vanas. A
ambos planteamientos podemos dar la misma respuesta, basada en lo que
ya hemos señalado: que para todos los hombres los libros no son ni tenta-
ciones ni inutilidades, sino drogas útiles y elementos que sirven para la
preparación de medicinas fuertes y efectivas, sin las cuales el hombre es
incapaz de vivir. Al resto, a los niños y a los hombres infantiles que no
poseen el arte de calibrar y preparar estos minerales, se les podría exhortar a
que se abstuviesen, pero la Santa Inquisición con todos los permisos imagi-
nables, no podrá jamás lograr una prohibición forzosa. Ahora os diré lo que
os prometí: esta orden de emitir permisos no podrá cumplir con sus propósi-
tos y casi me ha impedido ser claro en mi explicación. Contemplad cuán
hábil es la Verdad, que en cuanto se le proporciona una mano libre y com-
placiente, se abre mucho más rápidamente que cuando se la alcanza median-
te el método y el discurso. (...)
Si creemos que al regular la impresión vamos a rectificar comporta-
mientos, tendríamos que regular todas las recreaciones y pasatiempos, todo
lo que agrada al hombre. No se deberá escuchar música ni entonar cancio-
nes, salvo las que sean graves o dóricas. Se deberá tener bailarines que
otorguen permiso y enseñen a nuestra juventud los gestos, movimientos y
posturas que ellos consideren válidos, tal como lo estipulaba Platón. Se
necesitarán más de veinte autorizadores para examinar la totalidad de los
CARLOS E. MIRANDA 13
si así fuese necesario, ya que hay muchos que tienen por profesión la
defensa de la Verdad; y si la descuidan, ellos serán los responsables por su
pereza o incapacidad. (...)
Mirad ahora esta gran Ciudad: una ciudad que otorga asilo; la man-
sión de la libertad, rodeada de su protección; el taller bélico no tiene aquí
yunques y martillos para la fabricación de las corazas y de las armas con las
que la Justicia defiende a la acosada verdad, sino cabezas y plumas, ubica-
das bajo sus lámparas de estudio, pensando y buscando y considerando
nuevas nociones e ideas que presentar –como homenaje y acto de fe– a la
reforma que llegue; y otros que leen tan rápido como los pensadores, pro-
bando todo, asintiendo a la fuerza de la razón y del convencimiento. ¿Qué
más podrá pedirle un hombre a una Nación tan flexible y tan dispuesta a
buscar el conocimiento? ¿Qué necesita esta tierra fértil sino trabajadores
fieles y sensatos que creen un pueblo sabio, una Nación de Profetas, de
sabios y de hombres valiosos? Creemos que faltan más de cinco meses para
la cosecha; no se necesitarían más que cinco semanas, si sólo eleváramos
los ojos, para ver que los campos ya están puros.
Donde hay gran deseo de aprender, necesariamente tendrá que ha-
cer mucha argumentación, muchas escritura, muchas opiniones, porque la
opinión de los hombres buenos no es sino conocimiento de gestación. Bajo
los fanáticos terrores de sectas y de cismas, no podemos satisfacer la since-
ra y apasionada sed del conocimiento y de la comprensión que Dios ha
incitado en esta ciudad. Lo que algunos lamentan, deberíamos más bien
celebrarlo. Deberíamos alabar la piadosa precocidad de los hombres y su
interés por volver a estar más cerca de la religión. Sólo se necesita un poco
de generosa prudencia, algo de paciencia con los demás y un grano de
caridad, para unirse a una búsqueda general y fraternal de la verdad, y
podríamos liberarlos de esta tradición de hacinar las conciencias libres y las
libertades cristianas dentro de cánones y preceptos humanos. No me cabe
la menor duda que si apareciera entre nosotros un extranjero respetable,
capaz de discernir el carácter y el temple del pueblo y de gobernarlo mante-
niendo sus esperanzas y metas, observando cuán ágiles son nuestros pen-
samientos y razonamientos cuando buscan la libertad y la verdad, esta per-
sona diría lo mismo que dijera Pirro al admirar la docilidad y valentía de los
romanos: ‘Si así fuesen mis Epirotes, no dudaría en acometer la más grande
empresa posible: hacer feliz a una Iglesia o a un Reino’. (...)
¿Qué haríais entonces? ¿Suprimiríais toda esta florida cosecha de
conocimientos y la nueva luz que brota a diario en esta ciudad? ¿Establece-
ríais una oligarquía de veinte golosos para sumirnos nuevamente en un
estado de hambruna mental y para que sólo fuésemos capaces de saber lo
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que a ellos les acomoda? Creedme, Lores y Comunes, aquellos que os acon-
sejaron hacer tal supresión, están pidiendo que vosotros mismos os supri-
máis, como demostraré en seguida. Si se desea saber cuál es la causa inme-
diata de toda esta libertad de escritura y de palabra, no cabe duda que la
clave está en vuestro gobierno pacífico, libertario y humanitario. La libertad,
Lores y Comunes, nos la han proporcionado vuestros valientes y felices
consejos, y esa libertad es la nodriza de todos los grandes ingenios; esto es
lo que ha purificado e iluminado nuestros espíritus como una influencia
celestial; esto es lo que nos ha liberado y engrandecido, y lo que ha disipa-
do gradualmente nuestros recelos.
Ahora, no podéis hacernos menos capaces, menos sabios, menos
interesados en la persecución de la verdad, salvo que lo hagáis antes con
vosotros mismos, y dejáis de ser los amantes y fundadores de nuestra
verdadera libertad. Podremos volver a ser ignorantes, brutos, convenciona-
les y serviles, tal como vosotros nos encontrasteis; pero entonces vosotros
tendríais que transformaros en algo que no podéis ser, opresivos, arbitra-
rios y tiránicos, como eran aquellos de quienes nos habéis liberado. Que en
estos momentos nuestros corazones sean más receptivos y nuestros pensa-
mientos más erectos en la búsqueda de cosas más dignas, es el resultado de
vuestra propia virtud propagada en nosotros; y eso no lo podéis suprimir,
salvo con la instauración de una ley inmisericorde, que permita que los
padres maten a sus propios hijos. ¿Y, entonces, quiénes permanecerán cer-
ca vuestro y llamarán a los demás a acompañarnos? No aquel que usa la
armadura de abrigo, y que trae a unos cuatro nobles de Danegelt. Aunque
no condeno la defensa de justas inmunidades, amo por sobre todo la paz.
¡Dadme la libertad de saber, de hablar y de disentir libremente según los
dictámenes de mi conciencia! (...)
Y ahora es el momento especial de escribir y decir lo que podrá
contribuir a la mejor discusión de los asuntos en debate. El templo de Jano,
con sus dos caras contrapuestas, podría abrirse, y aunque se desatasen
todos los vientos doctrinarios sobre la tierra, al emitir permisos y al prohibir
dañaríamos la verdad porque desconfiaríamos de su fortaleza. Dejad que ella
se enfrente a la falsedad. ¿Quién ha visto que la verdad pierda en una lucha
abierta y libre? Su silenciamiento es la mayor y más segura supresión. El que
oye los ruegos para que haya entre nosotros más luz y conocimientos,
pensaría en otros asuntos que están fuera del orden de Ginebra, y que están
ya en nuestras manos. Pero cuando la luz que pedimos nos ilumina, hay
quienes la envidian y se oponen a ella, salvo que la hayan recibido antes.
¿Qué confabulación es ésta en que los sabios nos piden diligencia
para buscar la sabiduría tal como se busca un tesoro escondido, para que
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luego se nos informe que sólo se nos permitirá saber por estatuto? Cuando
un hombre ha estado trabajando en las profundas minas del conocimiento,
cuando se ha equipado con sus descubrimientos, cuando ha sacado sus
conclusiones y ha dispersado y derrotado todas las objeciones, y ha llama-
do a su adversario y le ha ofrecido la ventaja del sol y del viento, y sólo le
ha pedido que la disputa sea resuelta con la fuerza de los argumentos; y a
pesar de esto ve que sus opositores se escabullen, le tienden emboscadas y
le obligan a pasar a través de un angosto puente de permisos de impresión;
todo lo cual puede ser válido en las guerras militares, pero es una debilidad
y una cobardía en las guerras en pos de la Verdad.
¿Quién ignora que la Verdad es casi tan fuerte como el Todopodero-
so? La Verdad no necesita ni de políticas, ni de estratagemas, ni de permi-
sos para triunfar; éstas son las tretas y las defensas que usa el error para
defender su poderío. Dadle espacio, y no las amarréis mientras duerme,
porque entonces no dice lo verdadero, sino que actúa como lo hacía Proteo,
quien sólo decía oráculos cuando estaba amarrado. En tales casos, ella
adopta formas que no son suyas y ajusta su voz según el tiempo –como lo
hacía Micaia frente a Ahab– en tanto se abjure de su propia imagen. Pues
no es imposible que ella tenga más de una forma. ¿Qué son todas esas
cosas indiferentes que se colocan a uno u otro lado de la verdad, sin ser
distintas de ella misma? ¿Qué otra cosa son si no vanas sombras la aboli-
ción de esas ordenanzas, esos escritos clavados en la Cruz? ¿Qué gran
adquisición es la libertad cristiana de que habla tan a menudo Pablo? Según
su doctrina, el que come o el que no come, el que mira o el que no mira,
puede hacerlo por el Señor. ¿Cuántas otras cosas tolerar en paz y dejarlas a
la conciencia, si tuviéramos caridad y si no fuera nuestra mayor hipocresía
el estar siempre juzgándonos el uno al otro?
Temo que este férreo yugo de conformismo externo ha dejado una
marca de esclavitud n nuestros cuellos; aún nos pena el fantasma de una
blanca decencia. Trastabillamos y nos impacientamos frente a una congre-
gación dividida, aunque la división no resida en asuntos fundamentales, y a
través de nuestra procacidad por suprimir y nuestra torpeza por recuperar
de las costumbres un mendrugo de verdad, no damos importancia a que las
verdades permanezcan separadas, lo que constituye la más grande de todas
las grietas y desuniones. No vemos que mientras seguimos adoptando una
rígida formalidad externa, podemos otra vez caer en la enorme estupidez del
conformismo, en un trágico congelamiento de madera y de paja unidos a la
fuerza, lo que ha contribuido más a la rápida degeneración de una Iglesia
que muchas de las dicotomías de los cismas menores. (...)
Ha habido varios desde el comienzo de este Parlamento, tanto Pres-
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biterianos como otros, que con sus libros no permitidos y haciendo caso
omiso al Imprimatur, primero cortaron el triple hielo que rodeaba los corazo-
nes y enseñaron a la gente a ver la luz del día; espero que ninguno de ellos
haya estado involucrado en la renovación de esta esclavitud que han hecho
tan bien en condenar.
Pero si no fuese suficiente ni la amonestación de Moisés al joven
Josué ni la contraorden que diera nuestro Señor al joven Juan, que estaba
tan listo a prohibir a aquellos que consideraba faltos de permiso; si no
bastase con amonestar a nuestros ancianos por lo inaceptable ante Dios
que es el prohibir; si no se recuerda la maldad que ha prevalecido en la
Iglesia debido a esto de los permisos y lo que significa pasar por encima de
estos dictámenes; ellos, que ya están con un pie en el estribo de la supre-
sión, nos harán sufrir la más domínica parte de la Inquisición. No sería,
pues, empresa ineficaz partir por suprimir a los supresores mismos, a quie-
nes el cambio de su condición ha inflado, olvidando su experiencia anterior
de tiempos más difíciles que los había hecho cuerdos.
En lo que a la regulación de la Prensa se refiere, no dejéis que hom-
bre alguno pueda creer que tiene el privilegio de aconsejaros acerca de lo
que vosotros podríais hacer respecto de aquel Decreto recientemente publi-
cado que estipulaba: “Que no se imprima libro alguno, salvo que el nombre
del Impresor y del Autor, o por lo menos el del Impresor esté registrado”; lo
aparezcan de otra manera, en caso de ser considerados malignos y lesivos,
serán entregados al fuego del verdugo, quien se encargará de ellos como el
más rápido y el más oportuno de los remedios. Esta política realmente espa-
ñola de permitir libros, resultará ser ella misma el libro menos permitido
dentro de poco; y nos trae a la memoria la imagen de un decreto del Salón
de las Estrellas que se hiciese efectivo en aquellos tiempos en que la Corte
realizaba esa piadosa labor y que la ha llevado a convivir con Lucifer. Por
dicho decreto podréis saber qué nivel de prudencia, qué amor por el pueblo,
qué preocupación por la Religión o por las buenas maneras había detrás de
esa medida que pretendía con toda hipocresía restringir los libros al buen
comportamiento. Y cómo le ganó la mano a vuestro Decreto anterior que
estaba tan bien constituido que, si le hemos de creer a aquellos hombres
que tienen por profesión el hacerse preguntas, no se puede dudar que
existía el fraude de parte de algunos antiguos tenedores de licencias y mo-
nopolizadores del campo de la venta de libros, quienes bajo la guisa de no
defraudar a los pobres de su Compañía y del derecho de cada hombre de
retener su copia, produjeron coloreadas glosas al Parlamento, que resulta-
ron ser nada más que colores y que sólo sirvieron para ejercer una superio-
ridad sobre sus vecinos. Hombres, por lo tanto, que no trabajaban en una
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