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Revista Estudios Publicos 33

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ENSAYO

EL SOBRIO SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA

Samuel P. Huntington*

Este ensayo plantea cómo el apoyo universal a la democracia se transformó


en un desacuerdo general sobre su significado. Ello creó importantes proble-
mas para la Academia y los intelectuales, de forma tal que se desplegaron
enormes esfuerzos para reducir la confusión. Producto del debate surgieron
tres definiciones de democracia, en términos de fuentes de autoridad, pro-
pósitos o instituciones. De éstas, la última definición es la que se ha impues-
to en los últimos veinte años. Y, según Huntington, la institución clave en
una democracia es la elección de los líderes en eventos competitivos. Este
hecho, elecciones regulares, competitivas, honestas y no excluyentes, tiene
repercusiones económicas, militares y políticas que son tratadas en extenso
por el autor.

Resumen

D espués de la Segunda Guerra Mundial la palabra demo-


cracia llegó a ser sinónimo de regocijo: todos estaban a favor de
la democracia; sus diversos significados proliferaron, pero su
sentido esencial desapareció. Algunos teóricos políticos intenta-
ron atribuirle un significado, definiéndola de tres maneras. Se-
gún una definición, se sostenía que un gobierno era democrático
si la fuente de la autoridad era "el pueblo o, en ciertos casos, una

* Director del Centro de Asuntos Internacionales de la Universidad


de Harvard, profesor de Ciencia Política y autor de numerosos ensayos sobre
temas políticos, militares y estratégicos. Su trabajo "Condiciones para una
Democracia Estable" fue publicado en Estudios Públicos, 22 (Otoño, 1986).
6 ESTUDIOS PÚBLICOS

determinada clase social como la burguesía o la clase trabajadora".


Estas teorías son válidas para las comunidades pequeñas, pero no
especifican la manera en que la autoridad que representa al gru-
po gobernante se desempeñaría en una comunidad más grande.
Un segundo planteamiento afirmaba que un gobierno era demo-
crático si sus propósitos consistían en fomentar la igualdad, la
justicia social, la realización del individuo y otros objetivos "de-
mocráticos" similares. Este planteamiento conduce a debatir
sobre qué objetivos deben ser considerados democráticos y, de-
pendiendo de cuál sea la formulación de propósitos que se acep-
te como autoritaria, puede llevar a que todos los gobiernos —o
ninguno de ellos— sean considerados democráticos. Un tercer
y más útil planteamiento se centra en las instituciones. Señala
que un gobierno es democrático en la medida en que sus tomado-
res de decisiones colectivas más poderosos son elegidos por medio
de elecciones periódicas; los candidatos compiten libremente por
votos y, virtualmente, toda la población adulta tiene derecho a
voto. Este planteamiento, introducido originalmente por Joseph
Schumpeter en el año 1942, en la actualidad tiene gran acepta-
ción en los Estados Unidos y también está siendo acogido en
América Latina.
La democracia tiene también significado desde el punto de
vista de sus consecuencias como sistema de gobierno. La demo-
cracia no puede coexistir con una economía de planificación
centralizada. En general, las democracias no registran tasas de-
masiado altas de crecimiento económico, pero tampoco están
expuestas a experimentar desastres económicos, como ocurre
en otros tipos de regímenes. Los gobiernos democráticos no son
compatibles con grandes desigualdades en materia de ingreso y
riqueza, pero al mismo tiempo no son capaces de producir una
igualdad económica extrema, ni son compatibles con ésta. Las
democracias destinan proporciones considerablemente menores
de personas y recursos a fines militares que otros tipos de regí-
menes, en especial los marxista-leninistas. Sin embargo, al igual
que otros regímenes, es muy probable que participen en guerras,
a pesar de que una democracia rara vez, si es que se da el caso,
lucha contra otra democracia. Los países democráticos son más
hábiles que otros sistemas políticos en proveer orden público,
y cuentan con los medios para originar cambios modestos pero
crecientes. No obstante, en las sociedades democráticas no ocu-
rren grandes revoluciones y éstas, a su vez, no producen la demo-
cracia. El significado político más importante de la democracia
es la capacidad que poseen sus instituciones para proteger los
derechos y libertades de los ciudadanos.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 7

I. Introducción

El sentido de la palabra "significado" es doble. Por un


lado, dicho término puede referirse a la definición de algo; es
decir, a su acepción en un sentido inherente o denotativo, como
en el caso de la siguiente pregunta: "¿Cuál es el significado de
esta palabra?" Por otro lado, el término "significado" puede
referirse a las implicancias o consecuencias más amplias de algo,
a su acepción en un sentido explicativo o connotativo, como
en la pregunta: "¿Cuál es la acepción de todo esto?" En el pre-
sente artículo se consideran los significados de la palabra demo-
cracia teniendo en cuenta tanto el sentido denotativo como el
connotativo, y se señala que en ambos sentidos el significado es
"sobrio". En el nivel denotativo, la democracia puede entenderse
mejor como un tipo de organización institucional cuya finalidad
es elegir a los gobernantes. En el nivel connotativo, las impli-
cancias relevantes de la palabra democracia están limitadas a la
esfera política, pero en ella son de importancia crucial.

II. Denotación:
La Definición Institucional de Democracia
Indudablemente, el concepto de democracia como forma
de gobierno se remonta a los filósofos griegos. Sin embargo, su
uso moderno data de las transformaciones revolucionarias de las
sociedades occidentales ocurridas a fines del siglo XVII.1 Más
tarde, y durante buena parte del siglo XIX, la democracia se di-
ferenció de la aristocracia, antagonismo que fue introducido en
forma elocuente en el pensamiento político de Tocqueville. Du-
rante gran parte de este período el término tuvo connotaciones
desfavorables y, de hecho, se lo utilizaba con frecuencia como
palabra oprobiosa. A medida que la participación popular au-
mentaba en el gobierno hacia fines del siglo XIX, y sus conse-
cuencias se manifestaban menos desastrosas de lo previsto, el
concepto de democracia llegó a ser considerado en forma más
favorable. Ser demócrata se convirtió en sinónimo de prestigio.
Como lo señaló James Bryce en 1920: "Hace setenta años...
la palabra democracia despertó sentimientos de desprecio y
miedo. Hoy constituye una palabra de orgullo. El poder popular

1
R. R. Palmer, The Age of the Democratic Revolution (Princeton:
Princeton University Press, 1959), Vol. I, pp. 13-20.
8 ESTUDIOS PÚBLICOS

es elogiado, enaltecido, aclamado. Aquella minoría a la cual


esta palabra repele o alarma, raramente manifiesta sus senti-
mientos".2 No obstante, como escribió Bryce, los nuevos movi-
mientos que rechazaban totalmente la democracia estaban co-
brando fuerza. Los bolcheviques ya habían extinguido las frági-
les tendencias democráticas que existían en Rusia; Mussolini
estaba a punto de eliminar la democracia italiana, y los nazis
comenzaban su larga marcha hacia el poder. Durante los años
20 y 30 la oposición a la democracia nuevamente se hizo res-
petable entre los grupos derechistas y de la clase alta en Europa
y en América Latina.
Todo ello cambió con la derrota del Eje. Virtualmente
desapareció la oposición organizada de la democracia, no sólo
en el mundo occidental sino también en el mundo entero. Todos
querían ser identificados como demócratas. "Por primera vez en
la historia mundial —señalaba un informe de la UNESCO en
1951— no se prevén doctrinas antidemocráticas. La acusación
de una actitud o acción antidemocrática, por lo general, va diri-
gida a otros, pero los políticos y los politólogos concuerdan en
fortalecer el elemento democrático en las instituciones que de-
fienden y las teorías que postulan".3
La democracia se transformó, así, en sinónimo de regocijo.
El apoyo universal a la democracia, sin embargo, tuvo lugar al
precio de un desacuerdo universal sobre su significado. Todos
definían la democracia según sus propios intereses. Cada uno
tenía su tipo favorito de democracia. En una lista resumida po-
drían incluirse: la democracia directa, la democracia representa-
tiva, la democracia liberal (o burguesa), la democracia proletaria,
la socialdemocracia, la democracia totalitaria, la democracia in-
dustrial, la democracia plebiscitaria, la democracia constitucional,
la democracia asociativa, la democracia pluralista, la democracia
económica, la democracia del pueblo y la democracia participa-
tiva.
Del mismo modo, cualquier otro término político podría
obtener una legitimidad creciente si se lo asociaba con la demo-
cracia. A medida que proliferaban las acepciones, el significado de

2
James Bryce, Modern Democracies (Nueva York: McMillan, 1921),
Vol. I, p. 4.
3
Richard McKeon, ed., Democracy In a World of Tensions (Chica-
go: University of Chicago Press, 1951), p. 522, citado en Giovanni Sartori,
Democratic Theory (Detroit: Wayne State University Press, 1962), pp.
8-9.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 9

la palabra se esfumaba. "Cuando un término ha llegado a ser tan


umversalmente consagrado, como lo es la democracia en la actua-
lidad —anotaba T. S. Eliot aun antes de la Segunda Guerra Mun-
dial—, comienzo a preguntarme si en verdad significa algo al tener
tantos significados".4
Todo esto creó problemas importantes para los pensadores
serios y la reflexión inteligente, y en los años 50 y 60 los poli-
tólogos desplegaron esfuerzos notables para reducir la confu-
sión terminológica y conceptual.
Esos debates cristalizaron en tres enfoques acerca de la
definición de la democracia. En cuanto forma de gobierno, la
democracia puede ser definida en términos de quién gobierna,
cuáles son sus fines y qué medios se empleen. Dicho de otro
modo, la democracia puede ser definida en términos de fuentes,
propósitos o instituciones.

Las Fuentes de la Autoridad

¿Cómo se define la autoridad u órgano gobernante en una


democracia? Entre los griegos antiguos, por cierto, la democracia
era el gobierno del pueblo, y, por ende, se distinguía de la monar-
quía y de la oligarquía. El gobierno del pueblo en el sentido del
gobierno de todos los ciudadanos era, en alguna medida, práctico
en tiempos de la polis griega, y la democracia directa aún es posi-
ble en comunidades pequeñas. El argumento de que la democra-
cia es el "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo",
como se sabe, también ha sido formulado en otros contextos,
con propósitos retóricos muy útiles, pero carece de sentido desde
las perspectivas analítica y empírica. No obstante, ha persistido
la tendencia a identificar la democracia con el gobierno del pue-
blo. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, como se ha
señalado, la democracia se oponía a la aristocracia. Los teóricos
norteamericanos en la tradición progresista han seguido em-
pleando hasta ahora esta formulación, pese a su falta de conte-
nido empírico. "El pueblo versus los intereses" suele ser una
consigna recurrente en los debates políticos.
Sin embargo, el órgano gobernante en una democracia
no siempre es definido en forma tan amplia. También puede ser
definido desde el punto de vista de los atributos más que del

4
T. S. Eliot, The Idea of a Christian Society (Nueva York, 1940),
pp. 11-12.
10 ESTUDIOS PÚBLICOS

número. Aristóteles trató de resolver el problema siguiente: ¿Qué


es más importante, el número o la clase? ¿Era, acaso, la democra-
cia el gobierno de la mayoría o el de los pobres? Concluyó que
el número era un "atributo accidental" y que "la verdadera na-
turaleza de la diferencia entre la oligarquía y la democracia es
la pobreza y la riqueza".5 Era improbable un gobierno de
una pequeña cantidad de pobres sobre un gran número de ricos,
pero si ello ocurría debería denominarse democracia. El proble-
ma clave, en efecto, era qué clase social tenía el poder. Algunos
teóricos posteriores llevaron adelante este enfoque. Jefferson
identificaba la democracia con el gobierno de la clase media;
otros, en efecto, han identificado la democracia con el gobierno
de la clase trabajadora.
Una tercera definición del órgano gobernante en una de-
mocracia se inspira en Aristóteles, al identificar la democracia
no con una clase en particular, sino con un número determinado,
casi siempre una mayoría que puede estar compuesta de indivi-
duos pertenecientes a cualquier combinación de grupos sociales
y que pueden variar con el tiempo. La democracia existe, como
lo señaló Bryce, cuando "gobierna la voluntad de la mayoría
de los ciudadanos calificados".6 En la práctica, por cierto, el
"gobierno del pueblo" se aproxima al gobierno de la mayoría.
De nuevo, sin embargo, ese gobierno puede sólo presentarse en
forma pura cuando todos los miembros del cuerpo político se
reúnen y votan por aprobar o desaprobar hechos concretos, o
cuando las circunstancias permiten conducir referendos sobre
tales hechos concretos.
La premisa implícita en la definición de democracia como
gobierno de la mayoría es que, mediante la persuasión y la movi-
lización de apoyo, las minorías pueden llegar a ser mayorías. Si
por uno u otro motivo ello no es posible, el gobierno de mayoría
se torna, en realidad, en un gobierno de clases, y los individuos
se ven en forma más o menos permanente asignados a las cate-
gorías de mayorías o minorías. Es lo que ocurre con los católi-
cos en irlanda del Norte, que suelen ser más pobres que la mayo-
ría protestante, o con los blancos de habla inglesa en Sudáfrica,
que por lo general han sido más ricos que la mayoría de sudafri-
canos blancos de ascendencia holandesa (afrikanders). En casos
como éste, en que existen mayorías y minorías permanentes,

5
Aristóteles, The Politics, libro III, Capítulo VIH.
6
Bryce, op. cit., I, 22.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 11

debe tratarse de alcanzar, al menos, uno de los dos criterios de


democracia, que postula Dahl. Ello se logra adoptando los
mecanismos de la democracia asociativa.7
De este modo, el enfoque de democracia como "órgano
de gobierno", independientemente de cómo se defina ese órgano,
se ve enfrentado a serios problemas, El "pueblo" puede ser el
órgano de gobierno sólo en una comunidad pequeña donde se
pueda reunir en forma colectiva. Cuando esto no es posible
se debe recurrir a un proceso para elegir el órgano de gobierno.
Los gobernantes afirmarán, a menudo, que están actuando en
favor de los intereses del pueblo. Sin embargo, esta afirmación
sólo puede validarse argumentando que ellos conocen los in-
tereses del pueblo mejor que el pueblo mismo, lo cual puede ser
cierto, pero no es democrático, o bien recurriendo a algún pro-
ceso electoral para elegir a dichos gobernantes. Quienes identifi-
can la democracia con el gobierno de una determinada clase de
personas, ya sean pequeños agricultores, clase media, burguesía,
proletariado, sudafricanos blancos o protestantes del Ulster,
están legitimando la división de la sociedad en dos entidades
exclusivas: gobernantes y gobernados, sin movilidad alguna entre
ambos. Los procesos utilizados en el seno del órgano de gobierno
pueden ser democráticos, pero si se impide en forma permanente
el acceso de una parte de la sociedad a ese órgano de gobierno,
indudablemente se viola el concepto mismo de la democracia.

Los Propósitos del Gobierno


Una segunda manera de definir un gobierno democrático
es en términos de los propósitos u objetivos que éste cumple. Un
gobierno se considera democrático en la medida en que esté
comprometido públicamente con, y realmente persiga, objetivos
democráticos. Pero ¿cuáles son los objetivos democráticos?
Estos pueden ser definidos por las autoridades del gobierno (en
tal caso, cualquier gobierno cuyos líderes afirman perseguir
fines democráticos, constituye un democracia) o por alguna
fuente externa. Algunos teóricos no han dudado en asumir esta
responsabilidad. Se ha afirmado que los gobiernos democráticos
son aquellos que promueven el bienestar humano, la igualdad,

7
Véase Arend Lijhart, Democracy in Plural Societies. A Com-
parative Exploration (New Haven: Yale University Press, 1978).
12 ESTUDIOS PÚBLICOS

los derechos de la persona, la justicia, la "maximización del auto-


desarrollo de cada individuo", la dignidad humana, la realización
personal, la eliminación del hambre, de la ignorancia y de la
muerte prematura por enfermedad" y el avance hacia una "so-
ciedad igualitaria en la que todos puedan considerarse plena-
mente humanos".8
Existen muchos problemas con la definición de democracia
en términos de fines. En primer lugar, cada autor presenta su pro-
pia serie de propósitos y, por lo tanto, el debate acerca del signi-
ficado de la democracia se transforma en un debate, incluso más
amplio, acerca de cuáles son los objetivos del Estado moralmente
justificables. Quienes plantean esta opinión, como lo señala Jeane
J. Kirkpatrick, presentan "una visión de cómo debería ser una so-
ciedad más moral, pero tienden a hablar como si sus objetivos
—autorrealización, igualdad o bienestar— fuesen compartidos
universalmente por razones evidentes en sí mismas".9
En segundo lugar, los objetivos que se presentan suelen ser,
en general, de carácter idealista, tan amplios y vagos, que se tor-
nan casi inútiles para clasificar un gobierno.
En tercer lugar, si se acepta la autodefinición de los objeti-
vos propuestos por los líderes políticos, entonces virtualmente
todos los Estados son democráticos. McPherson, por ejemplo,
afirma de manera explícita que los Estados liberales, los Estados
marxista-leninistas y los Estados del Tercer Mundo gobernados
por un solo partido son democráticos.
En cuarto lugar, como señala también McPherson, si sólo
cuenta el objetivo y si se admiten en forma manifiesta las procla-
mas de Lenin de regenerar una sociedad más equitativa, "el Es-
tado de vanguardia, en tanto se mantenga fiel a sus propósitos,
puede ser denominado democrático".10 Según McPherson, Pol
Pot también tenía un objetivo democrático.

8
Véase Peter Bachrach, The Theory of Democratic Elitism: A Cri-
tique (Boston, Little, Brown, 1967), pp. 24, 98ss.; C.B.McPherson, The Real
World of Democracy (Oxford: Clarendon Press, 1966), p. 33, David Day-
brooke, Three Tests for Democracy (Nueva York: Random House, 1968),
pássim.
9
Jeane J. Kirkpatrick, "Democratic Elections, Democratic Govern-
ment, and Democratic Theories'.', en David Butler, Howard R. Penniman,
Austin Ranney, eds., Democracy at the Polis (Washington: American En-
terprise Institute, 1981), pp. 335-336.
10
McPherson, Real World, p. 22.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 13

Por último, si se define la democracia en términos de otros


objetivos sociales importantes, tales como la justicia social, la
igualdad y la realización personal, se hace imposible analizar
la relación entre la democracia y estos otros objetivos. No obstan-
te, la historia revela que un avance simultáneo hacia todas estas
metas, incluida la democracia, no es posible, y que la marcha ha-
cia una de ellas puede significar un retraso en otras.

Las Instituciones

La ambigüedad e imprecisión que siguieron al surgimiento


de la democracia como sinónimo de regocijo y las dificultades de
definirla en términos de las fuentes de autoridad o propósitos
han llevado, en las últimas dos décadas, a enfatizar una defini-
ción institucional de democracia. Varios teóricos han señalado,
por una parte, las diferencias entre las definiciones racionalistas,
utópicas e idealistas de la democracia, y, por otra, las definiciones
empíricas, descriptivas e institucionales, llegando, invariablemen-
te, a la conclusión de que sólo este último tipo de definición
proporciona la precisión analítica y los referentes empíricos que
hacen útil el concepto.11 Los argumentos generalizados sobre la
democracia como una teoría normativa se han debilitado, así,
drásticamente, al menos entre los académicos norteamericanos,
y han sido reemplazados por iniciativas para comprender la na-
turaleza de las instituciones democráticas, su funcionamiento y
los motivos por los que progresan y fracasan. Democracia tiene
un significado útil, sólo si se la define en términos instituciona-
les. El esfuerzo prevaleciente ha consistido en atribuir a la demo-
cracia no tanto un sentido de "regocijo", sino que más bien el
de una palabra común.
La institución clave en una democracia es la elección de
los líderes por medio de elecciones competitivas. En otros siste-
mas de gobierno las personas se convierten en líderes en virtud
del linaje, el azar, la riqueza, la violencia, apropiación, erudición,
el nombramiento y la evaluación. En una democracia las perso-
nas se convierten en líderes por medio de elecciones, en las que

11
Véase Robert A. Dahl, Polyarchy: Participation and Opposition
(New Haven: Yale University Press, 1971), pp. 1-10; Sartori, Democratic
Theory, pp. 228ss.; Kirkpatrick, "Democratic Elections", pp. 325ss.; Ray-
mond English, Constitutional Democracy vs. Utopian Democracy (Wash-
ington: Ethics and Public Policy Center, 1983), pássim.
14 ESTUDIOS PÚBLICOS

participan los gobernados. La formulación moderna más impor-


tante de este concepto de democracia la hizo Joseph Schumpeter
en 1942. En su estudio pionero, cuyo título es Capitalism, So-
cialism and Democracy, Schumpeter descubrió las deficiencias
de lo que denominó la "teoría clásica de la democracia", que
definía a la democracia en términos de "la voluntad del pue-
blo" (fuente) y "el bien común" (propósito). En efecto, descar-
tando estos planteamientos sobre el tema, Schumpeter elaboró
lo que llamó "otra teoría de la democracia". Señaló que "el
método democrático es aquel mecanismo institucional cuyo fin
es llegar a decisiones políticas, en el cual los individuos adquieren
la facultad de decidir por medio de una lucha competitiva por el
voto del pueblo".12 Schumpeter continuó explicando detallada-
mente los motivos por los cuales esta definición de democracia
era superior a la definición clásica. Durante algún tiempo, des-
pués de la Segunda Guerra Mundial, el debate continuó entre
quienes en la línea clásica estaban decididos a definir la demo-
cracia por la fuente o el propósito y el número cada vez mayor
de teóricos que adherían a un concepto institucional de demo-
cracia según el modelo schumpeteriano. Actualmente ha con-
cluido el debate. Schumpeter ha ganado. Su concepto de demo-
cracia es el habitualmente utilizado en la Academia, es el esta-
blecido. Considérense, por ejemplo, algunos ensayos recientes
en esta dirección:

1) La democracia "está compuesta, al menos, de dos di-


mensiones: la controversia pública en las elecciones y el dere-
cho a participar" (Robert Dahl, 1971).
2) Las democracias son "los gobiernos cuyos líderes son
elegidos en forma periódica, competitiva y por medio de elec-
ciones no excluyentes" (Jeane J. Kirkpatrick, 1981).
3) La democracia se "caracteriza por contar con eleccio-
nes competitivas en las cuales la mayor parte de los ciudadanos
tiene derecho a participar" (G. Bingham Powell, 1982).
4) Un sistema político "es democrático en la medida
en que sus tomadores de decisiones colectivas más influyentes
sean elegidos por medio de elecciones periódicas, en las cuales
los candidatos compiten libremente por los votos y en las que
virtualmente toda la población adulta tiene derecho a voto"
(Samuel P. Huntington, 1983).

12
Joseph A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy
(Nueva York: Harper, segunda edición, 1947), Cap. 21 y p. 269.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 15

5) La libertad "exige que las personas tengan efectiva-


mente derecho a cambiar el gobierno por medio de votos polí-
ticamente iguales y que puedan organizar y hacer propaganda
libremente con el objeto de lograr esos cambios" (Raymond
Gastil, 1985).13

El enfoque institucional posibilita distinguir la democracia


de otros sistemas contemporáneos de gobierno, muy especial-
mente del autoritarismo y del totalitarismo. Cada uno de estos
otros sistemas tiene también una identidad institucional bien
definida. Un sistema totalitario está constituido por un solo
partido dirigido normalmente por un solo hombre, una policía
secreta bien organizada, una ideología bien desarrollada que
presenta la sociedad ideal que el movimiento totalitario está
comprometido a construir y el control gubernamental de los
medios de comunicación, de todos los medios de coerción y de
todas las organizaciones sociales y económicas. El sistema autori-
tario se caracteriza por tener un solo líder, por no estar represen-
tado por ningún partido o por contar tan sólo con un partido
débil, sin movilización de masas, sin ideología, más bien con
una "mentalidad", de acuerdo a Linz, un gobierno limitado,
"un pluralismo político limitado y no responsable", y por últi-
mo, sin esfuerzos para rehacer la sociedad y la naturaleza hu-
mana.14
Las tres dimensiones claves a través de las cuales se pueden
comparar estos tres sistemas son las siguientes:
1) La forma en que se eligen los líderes a través de elec-
ciones competitivas u otros medios.

13
Dahl, Polyarchy, p. 7; Kirkpatrick, "Democratic Elections",
p. 326; G. Bingham Powell, Jr., Contemporary Democracies (Cambridge:
Harvard University Press, 1982), p. 3; Samuel P. Huntington, "Will More
Countries Become Democratic?, Political Science Quarterly, Vol. 99 (ve-
rano 1984), 195; Raymond D. Gastil, Freedom in the World: Political
Rights and Civil Liberties, 1984-1985 (Westport, Conn.: Greenwood Press,
1985), p. 4.
14
Véase Carl J. Friedrich y Zbigniew Brzezinski, Totalitarian
Dictatorship and Autocracy (Nueva York: Praeger, 1965), pássim, y Juan L.
Linz, "Totalitarian and Authoritarian Regimes", en Fred I. Greenstein y
Nelson W. Polsby, eds., Macropolitical Theory, Vol. 3 de Handbook of
Political Science (Reading, Mass.: Addison-Wesley, 1975), pp. 175ss.
16 ESTUDIOS PÚBLICOS

2) El alcance y la naturaleza de la participación de la ciu-


dadanía en el gobierno.
3) El alcance y la naturaleza del control de la sociedad, en
especial el control de la economía por parte del gobierno.

Cuadro N º 1
Tipos de Sistemas Políticos

Características Democrático Totalitario Autoritario

Rol de la ideología limitado central no existe

Forma de cambio gradual revolucionaria no gradual

Participación amplia amplia ninguna o


autónoma movilizada muy limita-
da

Elecciones efectivas rituales no existen


competitivas no competitivas o no
frecuentes frecuentes competitiva

Libertad de expre- amplia no existe severamente


sión, de prensa restringida
y de reunión

Control de la econo- limitado amplio limitado


mía por parte a moderado a total
del gobierno

En este sentido, la democracia es competitiva, mientras


que los sistemas autoritarios y totalitarios son no competitivos;
los sistemas democráticos y totalitarios son participativos (el
primero con participación autónoma y el segundo con partici-
pación movilizada), en tanto que los sistemas autoritarios son
no participativos; los sistemas totalitarios ejercen un control
amplio o total sobre la sociedad y la economía, mientras que
los sistemas democráticos y autoritarios ejercen solamente un
control limitado o moderado.
La definición institucional de democracia proporciona una
serie de puntos de referencia —agrupados en su mayoría de
acuerdo a las dimensiones de Dahl de competencia y participa-
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 17

ción— que permiten juzgar hasta qué punto los sistemas polí-
ticos son democráticos; asimismo, permite comparar los siste-
mas y analizar si éstos van avanzando o retrocediendo en su
proceso de democratización. Por ejemplo, en la medida en que
un sistema político determinado niegue la participación median-
te el voto a cualquier grupo de la sociedad, no puede ser consi-
derado democrático; tal es el caso del sistema sudafricano, que
desconoce el voto del 70% de la población negra del país, o
bien como ocurrió en Suiza, con el 50% de la población consti-
tuida por mujeres, y en los Estados Unidos, cuando se negó la
participación electoral al 10% de la población integrada por los
negros del sur.
De igual forma, un sistema no es democrático si no se
permite a la oposición tomar parte en las elecciones, si la opo-
sición es controlada o acosada en sus actividades, si se censuran
o clausuran los periódicos de la oposición o se comete fraude
con los votos. En toda sociedad, el constante fracaso del partido
político de oposición más importante en alcanzar el poder in-
evitablemente suscita sospechas respecto de la competitividad
efectiva del sistema.15 Más importante aún, el enfoque institu-
cional de democracia armoniza con los usos comunes del térmi-
no. Todos sabemos que los golpes militares, la censura, las
elecciones fraudulentas, la coerción y el acosamiento de la
oposición, el encarcelamiento de los opositores y la prohibición
de las reuniones políticas no son compatibles con la democracia.
También es sabido que analistas políticos preparados pueden
aplicar las condiciones institucionales de democracia a los sis-
temas políticos existentes en el mundo e incluso pueden elaborar,
sin ningún problema, una lista de países que son claramente
democráticos, una de los que no lo son y una de los que se
ubican en una posición intermedia, y que con excepciones
menores, estas listas serán idénticas. Asimismo, se sabe que se
puede emitir y, en realidad se emiten juicios, acerca de las ma-
neras en que cambian los gobiernos en el tiempo y nadie discu-
tiría la afirmación de que Argentina, Brasil y Uruguay son más
democráticos en 1986 de lo que eran en 1976.

15
Esto no quiere decir que el constante fracaso del principal partido
opositor para ejercer funciones a nivel nacional pruebe, necesariamente,
que el sistema no es democrático. Sugiere la conveniencia de investigar las
condiciones por las que se rige la competencia, investigación que podría
conducir, como en los casos de Japón y México, a conclusiones muy dife-
rentes en lo que se refiere a la competitividad de los sistemas.
18 ESTUDIOS PÚBLICOS

Los regímenes políticos nunca van a encajar en forma


perfecta en los marcos definidos académicamente, y cualquier
sistema de clasificación tiene que aceptar la existencia de casos
ambiguos, indeterminados y mixtos. Sin embargo, la clasifica-
ción de los regímenes en términos de democracia institucional
es una tarea relativamente fácil.
El concepto institucional de la democracia ha sido am-
pliamente aceptado en los Estados Unidos. También hay indicios
de que lo está siendo, en forma amplia, en América Latina, donde
en el pasado se hallaba bajo el permanente ataque de los ideó-
logos de izquierda y de derecha. Recientemente "la mayor
parte de la izquierda, de la izquierda política y sectores de la
derecha -ha señalado Guillermo O'Donnell— se han compro-
metido a valorar la democracia en forma positiva y auténtica.
Ya no se censura a la democracia política en el sentido estricto
de la palabra (es decir, en su sentido institucional) ceñida al
modelo constitucional liberal, con las garantías que otorga a los
derechos individuales, el derecho de reunión y las elecciones
"verdaderamente competitivas por ser puramente formal".16

III. Connotaciones:
Las Consecuencias de la Democracia

¿Qué implicaciones se derivan de contar con un gobierno


representado por individuos elegidos en elecciones regulares,
competitivas, honestas, no excluyentes, en lugar de uno obtenido
por otros medios? ¿Cuál es, en este sentido, el significado más
amplio de la palabra democracia? ¿Cuáles son, si es que existen,
las consecuencias económicas, militares y políticas de la de-
mocracia?

Consecuencias Económicas

El hecho de que los gobernantes abandonen el poder al


perder las elecciones significa que deben existir límites a lo que se
encuentra en juego al controlar un gobierno. Si ganar o perder

16
Guillermo O'Donnell, "The United States, Latin America, De-
mocracy: Variations on a Very Old Theme", en Kevin J. M. Middlebrook y
Carlos Rico, eds., The United States and Latin America in the 1980 Pitts-
burgh: University of Pittsburgh Press, 1986), p. 358.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 19

fuera un juego de todo o nada, los gobernantes tendrían podero-


sos incentivos para eliminar a la oposición, manipular las elec-
ciones y recurrir a la coerción con el fin de mantenerse en el
poder cuando fuera inminente su fracaso en las elecciones. Por
eso el gobierno no puede ser la única ni tampoco la principal
fuente de categoría, prestigio, riqueza y poder. Alguna dispersión
del control sobre estos bienes, lo que Dahl denomina las "desi-
gualdades dispersas", es necesario.
Es evidente que en este caso la dimensión alternativa más
importante es la del poder económico. La democracia es imposi-
ble si el gobierno ejerce el poder absoluto sobre la economía.
Evidentemente, los gobiernos democráticos suelen jugar un papel
predominante en la economía de sus sociedades, mediante
mecanismos de regulación, propiedad y fiscalización de algunos
medios productivos y provisión de beneficios sociales (seguridad
social, seguro médico, subsidios de cesantía). En algunos casos,
como en Brasil y otros países recientemente industrializados, las
empresas de propiedad estatal son actores principales en la econo-
mía; en otros casos, como en Suecia, un sistema benefactor com-
plejo puede elevar los gastos de gobierno a la mitad del Producto
Nacional Bruto. No obstante, la propiedad privada continúa sien-
do en todas las democracias la norma fundamental en la teoría y
la práctica, y el mecanismo básico de asignación de recursos es el
mercado y no la planificación central. Como lo ha señalado
Charles Lindblom, éste es un fenómeno peculiar si se tiene en
cuenta que la concentración del poder económico en empresas
comerciales parece ser tan opuesta a muchas de las premisas que
existen acerca de la democracia.17 Para conservar la democracia,
sin embargo, es importante que exista tal poder privado, de for-
ma tal de reducir los incentivos de los líderes políticos para man-
tenerse en el poder por medios no democráticos y limitar su
capacidad de hacerlo. En síntesis, la democracia es incompatible
con una economía de planificación centralizada de carácter
permanente.18

17
Charles E. Lindblom, Politics and Marquets (Nueva York: Basic
Books, 1977), caps. 12 y 13.
18
En este caso, el razonamiento es funcional: una economía de mer-
cado es funcionalmente necesaria para una democracia política. Sin embar-
go, es evidente que los requisitos funcionales no operan en la otra dirección
y, como se demuestra en muchos casos, la democracia política no es nece-
saria para una economía de mercado.
20 ESTUDIOS PÚBLICOS

Afirmé que es inútil definir democracia en términos de


metas tales como bienestar económico, justicia social e igualdad
socioeconómica total. Sin embargo, cabe preguntarse hasta qué
punto los gobiernos democráticos son más o menos capaces que
otros gobiernos en el logro de dichos objetivos. Probablemente
la correlación más sorprendente entre economía y política que
existe en el mundo es aquella entre democracia política y riqueza
económica. Excluyendo los Estados petroleros, los países prós-
peros son países democráticos y, salvo escasas excepciones, los
países democráticos son prósperos. Cabe preguntarse por qué
ocurre este fenómeno. Se estima que la prosperidad económica
crea las condiciones para la democracia y no viceversa; y la creen-
cia convencional en este caso es probablemente correcta. Esta
conclusión se ve reforzada por el comportamiento de las demo-
cracias respecto del crecimiento económico. Mediante análisis
sistemáticos se ha concluido que "en los países pobres un sis-
tema autoritario aumenta el ritmo de crecimiento económico,
mientras que un sistema político democrático parece ser un lujo
que obstaculiza el crecimiento".19 En suma, existe un "trueque
licencioso" entre desarrollo y democracia.20 No obstante, tales
conclusiones generalizadas son dudosas debido a las grandes di-
ferencias existentes en el rendimiento económico de los distintos
tipos de sistemas no democráticos. Los regímenes autoritarios
de Asia oriental y algunos regímenes autoritarios burocráticos
de Latinoamérica han alcanzado un desarrollo espectacular. Las
dictaduras personalistas y los regímenes pretorianos, por lo
general, no han tenido un desempeño exitoso. Los regímenes
marxista-leninistas del Tercer Mundo han constituido, en ge-
neral, desastres económicos. Cuando se los compara con una vasta
gama de regímenes (no democráticos), los regímenes democráti-
cos han ostentado, en general, resultados aceptables de creci-
miento económico. Ningún régimen democrático ha mantenido
una tasa de crecimiento anual de 8 a 10% durante algún tiempo,
como ha ocurrido con algunos regímenes autoritarios, y los re-
gímenes democráticos rara vez han originado catástrofes eco-

19
Robert M. Marsh, "Does Democracy Hinder Economic Develop-
ment in the Latecomer Developing Nations", Comparative Social Research,
Vol. 2(1979), p. 244.
20
Jack Donnelly, "Human Rights and Development: Complementary
or Competing Concerns?", World Politics, Vol. 36 (enero de 1984), pp.
257ss. . . .
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 21

nómicas tales como las que, a menudo, se han producido en los


gobiernos no democráticos.21
Respecto de la relación entre democracia política y justi-
cia social o equidad económica, los antecedentes son igualmente
variados. El grado hasta el cual los resultados económicos (por
ejemplo, distribución del ingreso) y los rendimientos económi-
cos (por ejemplo, programas de seguridad social) tienden a ser
más o menos igualitarios, está influido principalmente por el
nivel de desarrollo económico de la sociedad. La naturaleza del
sistema político tiene influencia secundaria, aun cuando en algu-
nos aspectos puede llegar a constituir una influencia importante.
Existe aquí una marcada diferencia en el desempeño de los re-
gímenes democráticos en lo que se refiere a distribución de los
ingresos y la riqueza. Históricamente, la disminución de las des-
igualdades económicas extremas ha constituido, en general, un
prerrequisito para el surgimiento de sistemas políticos demo-
cráticos. Sin embargo, la expansión inicial de la participación
política puede resultar bien en medidas gubernamentales que
produzcan mayores desigualdades en el ingreso y beneficios ma-
teriales. Una democracia en pañales es desigual. Por otra parte,
la amplia expansión de la democracia en Europa occidental a
fines del siglo XIX fue seguida por una acelerada tendencia hacia
una distribución del ingreso más igualitaria. Otros estudios han
demostrado que los gobiernos más democráticos suelen propor-
cionar beneficios sociales antes y más amplios, seguridad social,
por ejemplo, que los gobiernos más autoritarios. También se ha
argumentado que los regímenes democráticos en Asia han pro-
porcionado mayor igualdad material y beneficios sociales que los
no democráticos.22 Sin embargo, deben hacerse distingos en esas

21
Para un argumento paralelo con material de apoyo, véase Dirk
Berg-Schlosser "Third World Political Systems: Classification and Evalua-
tion", estudio elaborado para la reunión anual de la American Political
Science Association, septiembre de 1984, Washington, D.C.
22
Véase Sidney Verba, Norman Nie Jae-on Kim, Participation and
Political Equality (Cambridge: Cambridge University Press, 1978), pp.
2-6; Samuel P. Huntington y Joan M. Nelson, No Easy Choice (Cambridge:
Harvard University Press, 1976), pp. 72-78; Phillips Cutright, "Political,
Structure, Economic Developments and National Social Security Pro-
grams", American Journal of Sociology, Vol. 70 (marzo de 1965), pp.
536-550, e "Inequality: A Cross-National Analysis", American Sociological
Review, Vol. 32 (agosto de 1967), pp. 562-578; Jonathan Sunshine, "Ec-
omic Causes and Consequences for Democracy" (tesis de doctorado, Uni-
22 ESTUDIOS PÚBLICOS

generalizaciones en atención a las grandes diferencias existentes


entre los sistemas no democráticos. Los regímenes marxista-
leninistas (que a menudo son excluidos de los análisis compara-
tivos de igualdad económica) probablemente estarían ranqueados
a la par o por sobre los regímenes democráticos en beneficios
sociales e igualdad de ingresos. Por otro lado, los regímenes
autoritarios de Taiwán y Corea del Sur, en general, han sido exi-
tosos en combinar ritmos extremadamente altos de crecimiento
económico con patrones inusualmente igualitarios de distribu-
ción del ingreso.
Por razones comprensibles, las democracias políticas es-
tán menos inclinadas a promover una propiedad más igualitaria
de los medios de producción que una distribución más iguali-
taria del ingreso. En los países menos desarrollados, los regí-
menes democráticos, salvo escasas excepciones, han tenido
grandes dificultades en implantar patrones más igualitarios de
tenencia de la tierra.23 Por otra parte, si sus líderes lo consideran
una alta prioridad, los regímenes no democráticos, por el poder
que concentran, pueden ejecutar con mayor facilidad una redis-
tribución completa de los bienes. Lo que es válido con respecto a
la tierra lo sería también respecto de otros bienes económicos,
aunque éstos, a menudo, se encuentran sujetos a propiedad co-
lectiva más que a propiedad equitativa. La democracia política
es claramente compatible con desigualdades considerables, tanto
de riqueza como de ingresos, y, en alguna medida, depende de
esas desigualdades. Se pueden mantener altos grados de igual-
dad económica sólo mediante niveles extremadamente altos de
coerción política. La democracia, en lo que se refiere a igualdad
socioeconómica, tal como el crecimiento económico, se ubica
cómodamente entre ambos extremos. Sin duda, la conclusión
de Atul Kohli respecto de la India continúa siendo, en general,
válida para los países pobres. "No es realista sentir simultánea-
mente optimismo por la democracia en la India y por los pobres
de ese país. La India tendrá, bajo un régimen democrático, que

versidad de Columbia, 1972), pássim; Dwight Y. Kino, "Regime Type and


Performance", Comparative Political Studies, Vol. 13 (enero 1981), pp.
477-504, y contra, Scott D. Grosse, "Regime Type and Performance: A
Blind Alley?", Ibid, Vol. 14 (enero de 1982), pp. 543-548.
23
Hace casi dos décadas expuse las pruebas empíricas para susten-
tar esta propuesta Political Order in Changing societies (New Haven: Yale
University Press, 1968), pp. 380-396. La experiencia reunida desde enton-
ces ha confirmado este juicio.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 23

sacrificar una redistribución de la riqueza por adelantos modes-


tos en la condición actual de pobreza absoluta, o tendrá que
tomar la ruta menos probable de políticas autoritarias y revolu-
cionarias".24
Gráfico N º 1

Participación porcentual del ingreso nacional de los países que


integran el 40% inferior, 1975.
6 8 10 12 14 16 18 20 22 24

10

O
Los países con sistemas de democracia competitiva durante la mayor parte
del período 1960-1975 aparecen con mayúsculas.
Fuentes: Datos económicos: Hollis Chenery, Structural Change and Develop-
ment Policy (Oxford: Oxford University Press, 1979), pp. 472-73.
Criterios políticos: Samuel P. Huntington.

24
Atul Kohli, "Democracy, Economic Growth and Inequality in
India's Development", World Politics, Vol. 32 (julio de 1980), p. 636.
24 ESTUDIOS PÚBLICOS

En el Gráfico N° 1 se dan algunas indicaciones del desem-


peño de ciertas democracias del Tercer Mundo con respecto a
estas variables y en comparación con otros países del Tercer
Mundo durante la década de los 60 y 70. Seis de las ocho demo-
cracias registraron tasas anuales de crecimiento económico ubica-
das en la zona media, entre 4 y 7%; mientras que dos de ellas, la
India y Chile, registraron cifras más bajas. Dos democracias, la In-
dia y Sri Lanka, tuvieron distribuciones de ingreso relativamente
más equitativas, con el 40% de la población más pobre, obteniendo
16% o más del Ingreso Nacional; tres democracias estaban situa-
das en el tramo intermedio entre 10 y 16%, en tanto que en tres
de ellas el 40% más pobre de la población recibía menos del
10% del Ingreso Nacional. En general, las democracias no eran ni
las mejores ni las peores representantes, y claramente los gobier-
nos democráticos no proveían una salida al trueque crecimiento-
igualdad, del cual sólo Corea y Taiwán pudieron escapar.

Consecuencias Militares

El significado de la democracia política es más claro en la


esfera militar que en la económica. Los problemas esenciales
aquí conciernen a las diferencias existentes entre los países en
la magnitud relativa de su actividad militar y en su inclinación a
la guerra. Ambos factores estarían determinados en gran parte
por el entorno internacional de los países. Es probable que paí-
ses que se sientan amenazados por problemas graves de seguridad,
como Israel o las dos Coreas, posean grandes fuerzas militares y
sean más proclives a la guerra. Las grandes fuerzas militares y las
guerras más frecuentes son también más habituales en regiones
como el Medio Oriente, donde las tensiones internacionales son
extremadamente intensas. Teniendo en cuenta estos hechos, cabe
preguntarse si los regímenes políticos en sí acarrean consecuen-
cias militares.
A pesar de la clara importancia de los factores internacio-
nales, existen diferencias significativas en la política militar entre
países con distintos tipos de sistemas políticos. El nivel de la acti-
vidad militar o de la militarización de una sociedad puede medir-
se por la relación entre gasto gubernamental con fines militares y
Producto Nacional Bruto y la razón de efectivos militares y po-
blación (esta última se expresa normalmente en términos del
número de soldados por cada mil habitantes). Según ambos in-
dicadores, los regímenes democráticos son considerablemente
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 25

menos militarizados que los regímenes no democráticos, espe-


cialmente los regímenes marxista-leninistas.
La proporción de efectivos militares alcanzó, por ejemplo,
en 1982 a 3,84 en 31 países democráticos; 5,27 en 23 regímenes
mixtos; 7,3 en 55 países no democráticos y no marxista-leninis-
tas, y 14,1 en 32 países marxista-leninistas.25 En síntesis, en los re-
gímenes autoritarios las razones de efectivos militares a población
duplican las de los regímenes democráticos, y en los regímenes
marxista-leninistas, a la vez, las razones duplican las de los regíme-
nes autoritarios. Se manifiestan diferencias significativas en el
porcentaje del PNB destinado a gasto militar (reconociendo que
no se puede estar seguro de la confiabilidad de esta información).
En 1983, por ejemplo, los porcentajes del PNB destinados a gas-
tos militares por diferentes tipos de regímenes fueron los siguien-
tes:
Democracias (libres) 3,35%
Regímenes mixtos (parcialmente libres) 3,71%
Regímenes autoritarios (no libres) 5,96%
Regímenes marxista-leninistas (no libres) 7,71%

Una vez más se establece claramente una escala en que las


democracias se encuentran en un extremo y los regímenes mar-
xista-leninistas en el otro.26
Los países que se encuentran en la misma región o que
enfrentan amenazas semejantes, pero que ostentan sistemas po-
líticos diferentes, suelen destinar proporciones distintas de sus

25
James L. Payne, "Marxism, Militarism and Freedom", documento
inédito, Cuadro N° 2. Estas cifras corresponden a las proporciones ajustadas
de fuerzas militares, que toman en cuenta las diferencias de bienestar eco-
nómico existente entre los países y que, por lo tanto, consiguen por la
capacidad de los países más ricos de mantener instituciones militares más
grandes.
26
Estas cifras se calculan considerando los datos sobre cada país,
que figuran en el World Military Expenditures and Arms Transferer, 1985
(Washington, 1985), pp. 52-88, de la US Arms Control and Disarmament
Agency. Los países se clasifican en libres, parcialmente libres y no libres,
según Raymond Gastil ed., Freedom in the World: Political Rights and
Civil Liberties, 1982 (Westport, Conn.: Greenwood Press, 1982), pp. 10-13.
La clasificación de los países del Tercer Mundo como marxista-leninistas se
basa en la clasificación soviética, según se señala en Francia Fukuyama,
Moscow's Post-Brezhnev Reassessment of the Third World (Santa Mónica:
Rand Corporation, 1986), p. 84.
26 ESTUDIOS PÚBLICOS

recursos a gastos militares. En 1980, por ejemplo, las razones


de efectivos militares a población en las democracias europeas
occidentales de la OTAN variaban de 0,0 para Islandia a 9,2 en
Francia; las de los miembros del Pacto de Varsovia fluctuaban
entre 9,2 en Rumania y 18,2 en Bulgaria. Más específicamente,
la razón ajustada de efectivos militares en 1980 en Alemania
Occidental era de 0,5; en Alemania Oriental (marxista-leninista)
alcanzaba a 6,9; en 1983 los gastos militares de Alemania Occi-
dental llegaban a un 3,4% del Producto Interno Bruto; en Alema-
nia Oriental, a un 6,4%. De la misma forma, en los mismos años,
la proporción ajustada de efectivos militares en el régimen auto-
ritario de Corea del Sur alcanzaba a 11,3% y el porcentaje del
PNB destinado a gastos militares era de 5,8%; las cifras
comparativas en el régimen marxista-leninista de Corea
del Norte eran 33,2 y 16,7%, respectivamente; eran aproximada-
mente tres veces más altas.27 Sin duda, existen casos que se apar-
tan de la norma dentro de cada categoría de regímenes: China
está mucho menos militarizada que otros países marxista-leni-
nistas e Israel está mucho más militarizado que otras democra-
cias. Sin embargo, los patrones generales son claros y sorpren-
dentes. En términos de las proporciones de personas y recursos
destinados a gastos militares, las democracias son menos milita-
ristas que otros regímenes, y los regímenes marxista-leninistas
son más militaristas que otros.
Con respecto a la participación en guerras, las diferencias
entre las democracias y otros tipos de regímenes pueden no ser
tan grandes. Lo que quizás es más importante es si existen dife-
rencias significativas en la progresión de los diferentes tipos de
regímenes a iniciar acciones militares. Respecto de este tema, es
abrumadoramente difícil formular juicios objetivos. Sin embargo,
mediante un recuento aproximado de 27 guerras entre Estados,
desde la Segunda Guerra Mundial, se puede deducir que siete de
ellas fueron iniciadas por regímenes democráticos, ocho por re-
gímenes marxista-leninistas y doce por regímenes autoritarios
no marxista-leninistas.28 Esta distribución de inicios de guerras

27
James L. Payne, "Marxism and Militarism", documento inédito,
Cuadros N°s 2 y 4; ACDA, Military Expenditures, 1985, pp. 63-69.
28
Los datos sobre estas guerras han sido extraídos de Ruth Leger
Sivard, World Military and Social Expenditures 1985 (Washington: World
Priorities, 1985), pp. 9-11. Esta lista no incluye lo que Sivard clasifica como
"intervenciones", es decir, la participación de un gobierno extranjero en la
guerra civil de otra sociedad.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 27

no difiere mayormente de la distribución general de los tipos de


regímenes. No obstante, sólo un pequeño número de países está
involucrado con ciertos factores de carácter geopolítico regio-
nal, predominantes en las decisiones de todos los tipos de regíme-
nes para recurrir a las armas. La India e Israel, por ejemplo, figu-
ran eminentemente entre los belicosos democráticos; China y
Vietnam entre los marxista-leninistas, y Pakistán y Egipto entre
los autoritarios.
En ninguna de esas 27 guerras entre Estados se han enfren-
tado regímenes democráticos entre sí. En resumen, entre las de-
mocracias parece existir una zona de paz, y se presume, con mu-
cha seguridad, que las diferencias que pudiera originar un con-
flicto serán resueltas en forma pacífica. Por el contrario, es evi-
dente que los regímenes autoritarios se han enfrentado entre sí
con frecuencia. Los regímenes marxista-leninistas han participado
en nueve guerras, de las cuales ocho fueron iniciadas por regí-
menes marxista-leninistas; la novena fue la invasión norteameri-
cana a Grenada. Este es el único caso en que un régimen no mar-
xista-leninista emprendió una guerra en contra de un régimen
marxista-leninista.

Consecuencias Políticas

Las consecuencias más importantes de la democracia se


reflejan en política, en sus repercusiones para el orden políti-
co y la libertad política. Los sistemas democráticos tienden a
presentar niveles más altos de orden público que los sistemas
no democráticos. Tanto el gobierno como los opositores tienen
menos incentivos para recurrir al desorden y la violencia. Una
variedad de evidencia empírica apoya esta proposición obvia.
Un estudio, por ejemplo, ranqueó 73 países de acuerdo a sus
niveles de inestabilidad y grado de coerción o tolerancia (es
decir, dictadura o democracia) entre los años 1945 y 1966.29 De
24 países tolerantes o democráticos, todos, a excepción de dos,
se encontraban por sobre la media en la escala de estabilidad. Los
23 países que fueron evaluados como muy coercitivos o autori-
tarios comprendían nueve sociedades estables y catorce inesta-
bles. En la categoría más baja se encontraban aquellos países que

29
Ivo K. Feierabend, Rosalid L. Feierabend y Betty A. Nesvold,
"The Comparative Study of Revolution and Violence", Comparative Politics,
Vol. 5 (abril de 1973), pp. 414-419.
28 ESTUDIOS PÚBLICOS

eran moderadamente coercitivos, seis eran estables y veinte ines-


tables. De esta manera se descubrió una relación curvilínea entre
estabilidad y tipo de régimen, en la cual los países más democrá-
ticos eran, a la vez, los más estables; estaban luego, aquellos me-
nos democráticos y los países que combinaban elementos de
democracia y dictadura experimentando la mayor cantidad de
desorden y violencia.
La democracia contribuye a la estabilidad al proporcio-
nar sistemáticamente oportunidades de cambiar a los líderes po-
líticos y, por consiguiente, las políticas. En las democracias el
cambio es, casi invariablemente, moderado y gradual. Las demo-
cracias suelen tener graves problemas haciendo cambios funda-
mentales rápidamente. Cuando tales cambios son necesarios, a
menudo se tiene que recurrir a mecanismos no democráticos,
dictaduras constitucionales, poderes extraordinarios o, en el
caso de los Estados Unidos, a la Corte Suprema.
Democracia y Revolución, concebida esta última como
una revuelta social fundamental y violenta, no se avienen entre
sí. Por un lado, los sistemas democráticos son mucho más inmu-
nes a los derrocamientos revolucionarios que los sistemas auto-
ritarios. La revolución, en palabras del che Guevara, no puede
triunfar frente a un gobierno que "ha llegado al poder por medio
de alguna forma de voto popular, fraudulento o no, y que al me-
nos mantiene la apariencia de una legalidad constitucional..."30
Contrariamente, las grandes revoluciones violentas que derrocan
regímenes autoritarios no dan origen a regímenes democráticos.
La Revolución Inglesa derivó hacia Cronwell y la restitución de
los Estuardo; la Revolución Francesa hacia Napoleón y la restitu-
ción de los Borbones; la Revolución Rusa hacia Lenin y Stalin;
la Revolución China, primero hacia la dictadura nacionalista y
después hacia la comunista. La Revolución Mexicana dio origen
al mandato de los generales y, luego, a un partido único; en el
caso de la Revolución Boliviana ocurrió lo mismo, pero en orden
inverso; la Revolución Cubana de Castro dio origen a la dictadura
unipersonal, y la Revolución Nicaragüense a la dictadura sandi-
nista, de rápido desarrollo. La Revolución Norteamericana, que
podría parecer como la excepción a la regla, no lo fue, porque no
fue una revolución social, sino esencialmente guerra de indepen-
dencia y porque condujo a la recreación de, básicamente, las
mismas instituciones semidemocráticas que existían antes de la
guerra.
30
Che Guevara, Guerrilla Warfare (Nueva York: Vintage Books,
1961), p. 2.
SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA 29

Así, las revoluciones reemplazan a gobiernos no democrá-


ticos débiles por gobiernos no democráticos fuertes. Su "verda-
dera función histórica", como decía De Jouvenel, "es renovar
y fortalecer el poder".31 La mantención de políticas democrá-
ticas y la reconstrucción del orden social son esencialmente
incompatibles. La revolución no da origen a la democracia, y la
democracia no da origen a la revolución. En el mejor de los
casos, la democracia supone conservadurismo sin estancamiento
y reforma sin revolución.
Madison advirtió en The Federalist que la principal difi-
cultad de enmarcar a los gobiernos radica en que "primero se de-
be permitir al gobierno controlar a los gobernados y luego se le
debe obligar a controlarse a sí mismo". La coerción extrema de
que son capaces los gobiernos no democráticos suele permitirles
controlar a sus gobernados en forma eficaz e imponer estabili-
dad y orden. Las democracias, en cambio, pueden alcanzar, in-
cluso, grados más altos de orden sin recurrir a una coerción si-
milar. Lo que es más importante, éstas suministran los mecanis-
mos para alcanzar el segundo objetivo de Madison, consistente
en forzar al gobierno a controlarse a sí mismo.
La esencia de la democracia radica en la posibilidad de que
los gobernantes en ejercicio pueden ser desplazados del poder
en las elecciones siguientes. Hasta cierto punto, ésta es la máxi-
ma libertad que puede permitir el gobierno y, si ello es posible
dentro del sistema, también estará asegurada la mayoría de los
demás derechos y libertades comúnmente reconocida. Para com-
petir libremente por los votos se requiere libertad de reunión,
de organización, de expresión y de prensa. La práctica de estas
libertades en una sociedad lleva a que se exijan y se establezcan
otras libertades, tales como la libertad de culto, la libertad eco-
nómica y derechos civiles ante el uso arbitrario del poder guber-
namental.32 De esta manera, la competencia electoral proporcio-
na los incentivos y el mecanismo para poner al descubierto las
violaciones a la libertad y asegurar su enmienda. Además, las
elecciones constituyen el alero bajo el cual encuentran protec-
ción muchas otras libertades, no necesariamente relacionadas
con la política. La protección de la libertad es la consecuencia

31
Bertrand de Jouvenel, On Power (Boston: Beacon Press, 1962),
p. 218.
32
Véase Samuel P. Huntington, "The Meaning of Democracy",
Geopolitique, Nº 11 (otoño de 1985), pp. 83-87.
30 ESTUDIOS PÚBLICOS

más característica del gobierno democrático y lo que más clara-


mente lo distingue de todos los demás sistemas.
Winston Churchill dijo, en una frase que se cita a menudo,
que la democracia es la peor forma de gobierno, a excepción de
todas las demás. Las democracias no favorecen la rápida expan-
sión de la riqueza económica y no aseguran, necesariamente, una
distribución equitativa de los recursos económicos entre los
ciudadanos. Al parecer, la democracia política no es compatible
con altos grados de igualdad económica ni tampoco de desigual-
dad económica. Las democracias imponen menores obligaciones
militares a los pueblos en comparación con otros sistemas, pero
el precio de ello puede ser una mayor inseguridad en el caso de
amenaza externa. Los gobiernos democráticos no parecen tener
mayor o menor inclinación hacia los conflictos bélicos que otros
gobiernos; si bien no se enfrentan entre sí. La democracia polí-
tica no es necesariamente sinónimo de gobierno eficiente, de po-
lítica honesta o de justicia social. Sin embargo, fomenta el orden
político, permite cambios moderados pero no generalizados y,
además, proporciona una garantía casi segura contra revueltas
revolucionarias importantes. Lo más característico e importante
radica en que, entre los regímenes políticos, sólo las democracias
poseen los mecanismos institucionales para garantizar las liber-
tades y derechos básicos de sus ciudadanos. Fuera del contexto
político, el significado de la democracia es sobrio. Políticamente,
su significado para la libertad es trascendental.
ENSAYO

TRANSACCIONES POLÍTICAS*

Thomas Sowell**

Si en buena parte la política es un continuo flujo de opciones elegidas y


descartadas, la transacción es en ella un mecanismo consustancial y clave;
transacción no sólo entre diversos grupos de intereses contrapuestos sino
también entre alternativas excluyentes o que se complementan marginal-
mente al interior de un mismo grupo o de un mismo ciudadano. ¿Cuánta
libertad, por ejemplo, es razonable sacrificar para resguardar el orden?
¿En qué momento la expansión del gasto social de una comunidad deja
de ser sana por consideraciones de solidaridad y se torna negativa por las
presiones inflacionarias que pueda generar? En otras palabras, ¿qué vale el
orden en términos de libertad y qué vale la solidaridad en términos de in-
flación?
Este tipo de análisis marginal, siendo de la esencia de las transacciones eco-
nómicas, plantea respecto de las transacciones políticas disyuntivas comple-
jas. El problema, sin embargo, no está ahí, sino en la escasa transparencia
informativa que a menudo tienen los "mercados" políticos. El autor de este
trabajo analiza el tema atendiendo fundamentalmente a las transacciones
que afectan la libertad, los derechos y el tiempo.

*Este trabajo corresponde al capítulo 5 del libro Knowledge and


Decisions, publicado por el autor en 1980. La traducción se basa en la edi-
ción publicada por Basic Books, Inc. Publishers (Nueva York) en 1980 y
ha sido debidamente autorizada.

** Profesor investigador de Hoover Institution, Universidad de


Stanford, y autor de numerosas obras, entre las que se cuentan Classical
Economics Reconsidered (1974), Markets and Minorities (1981) y Ethnic
America (1981).
32 ESTUDIOS PÚBLICOS

E 1 gobierno, como productor de decisiones, es conside-


rado, a menudo, como una mera personificación institucional
de la "sociedad". Pero las diversidades, conflictos, e incentivos
y limitaciones dispares que convierten a la "sociedad" en una
abstracción carente de significado en cuanto unidad productora
de decisiones, también tornan al gobierno en una agregación
fragmentaria de productores de decisiones. Un experimentado
funcionario del gobierno de Washington cierta vez se refirió a
los "belicosos principados que algunas veces son conocidos como
el gobierno federal".1 No se trata, ciertamente, de la clásica
división de poderes en ramas ejecutiva, legislativa y judicial.
Estos "belicosos principados" forman todos parte de la misma
rama ejecutiva. Las agencias ejecutivas del gobierno de los Esta-
dos Unidos no sólo han seguido políticas de propósitos encon-
trados; han llegado al punto de demandarse mutuamente ante
los tribunales. En teoría se hallan todas bajo el control y la
dirección del Presidente, pero el que esas disputas intestinas pue-
dan persistir y ser públicamente ventiladas, no sólo en la prensa,
sino en los tribunales, sugiere que los presidentes a menudo de-
ciden que es políticamente prudente mantenerse al margen de
tales luchas de poder. Más aún, las áreas autónomas producto-
ras de decisiones en el seno del gobierno pueden ser todavía
más pequeñas que una agencia u oficina determinada. Los super-
visores pueden "tener poco control sobre sus supuestos subor-
dinados, que gozan de un poder de facto",2 incluso cuando no
son funcionarios públicos, debido a los lazos que unen a esos
subordinados con ciertos congresales y sus equipos, con la pren-
sa o, incluso, con las bases electorales.3
Las unidades productoras de decisiones gubernamentales
deben ser analizadas, al igual que otras unidades sociales o eco-
nómicas que eligen cursos de acción diseñados para maximizar
su propio bienestar, bajo los particulares incentivos y restriccio-
nes de sus respectivas situaciones. Debe destacarse este punto, a
pesar de ser obvio, debido al gran acopio de literatura que iden-

1
Daniel Patrick Moynihan, Maximum Feasible Misunderstanding
(The Free Press, 1970).
2
Richard Posner, Antitrust Law (University of Chicago Press, 1976),
p. 230.
3
Loc. cit. Nathan Glazer, Affirmative Discrimination (Basic Books
Inc., 1975), pp. 212-214.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 33

tifica las actividades no-gubernamentales como fundadas en in-


tereses personales, pero trata arbitrariamente cualquier actividad
gubernativa como prueba axiomática de una necesidad social ob-
jetiva de tal actividad.4 A pesar de la existencia de algunos fun-
cionarios públicos sacrificados y entregados, postular que tales
funcionarios por lo general controlan la producción de decisiones
gubernamentales parece menos realista que la visión opuesta,
según la cual "los partidos formulan políticas con el fin de ganar
elecciones, antes que ganar elecciones con el fin de formular
políticas".5 Para el caso de gobiernos no-elegidos, el postulado
según el cual la actividad del gobierno es solamente una respuesta
a las necesidades sociales, parece todavía menos razonable como
base de análisis.
Como se ha señalado anteriormente (Capítulo 2), los vi-
carios políticos son un modo de economizar conocimiento en la
producción gubernamental de decisiones, dado que cada ciu-
dadano individualmente no puede llegar a estar informado com-
pletamente acerca de cada materia. Sin embargo, este arreglo
también significa dar una ventaja inherente a los representantes
políticos por sobre sus electores en el uso del conocimiento. No
es pequeña la parte del arte de la política que consiste en la ex-
plotación de esa ventaja, ya sea a través de una equívoca expo-
sición de los costos y beneficios de programas particulares, o a
través de una ominosa referencia a los graves considerandos "co-

4
Por ejemplo, Dahl y Lindblom afirman que el gobierno "no puede
mantener sus manos lejos" de las negociaciones salariales, debido a que "es
tanto lo que está en juego" (op. cit., p. 185); la regulación gubernamental
es empleada para "remediar deficiencias en el sistema de precios" (p. 213);
la guerra "obliga al abandono del sistema de precios" (p. 374) porque "des-
de luego que el sistema de precios no puede operar bien" (p. 381); la aten-
ción de salud, la vivienda y otras actividades son "colectivizadas debido a
problemas particulares en el sistema de precios" (p. 419). En ninguno de
estos ejemplos se percibe la posibilidad de incentivos políticos para tomar
tales acciones, que son mencionadas sin el menor intento de un análisis
serio. Afirmaciones y evasiones similares se hallan en Adolph A. Berle,
Pover (Harcourt, Brace and World, Inc., 1969), donde el gobierno "debió
ser consultado" en materias de educación (p. 195); "no puede evitar" la
expansión de controles económicos (p. 261); Francia "estimó necesario"
tener mercados de capital controlados por el gobierno (p. 214); el control
gubernamental del consumo es "el único escape posible de una congestión
y confusión, si no caos, insoportables" (p. 252).
5
Anthony Downs, An Economics Theory of Democracy, p. 28.
34 ESTUDIOS PÚBLICOS

nocidos únicamente por el Presidente" en su conducción de la


política exterior, o a través de las intrincadas reglas del "labe-
rinto burocrático", familiar sólo para los de dentro, todo lo cual
aisla buena parte de la actividad gubernamental del control ex-
terior. Toda clase de sistema político (democracia, monarquía,
feudalismo, etc.) pone enorme énfasis en la "lealtad" personal de
los subordinados, no lealtad para con el público o incluso para
con el gobierno, sino para con sus superiores inmediatos, sellan-
do así, de paso, una fuente de filtraciones de conocimiento hacia
el exterior.
Si bien la "sociedad" está lejos de ser una unidad produc-
tora de decisiones, incluso en relación con decisiones del gobier-
no, por supuesto constituye la más importante unidad en cuanto
al impacto que sobre ella provocan las decisiones políticas. Por lo
tanto, las transacciones aquí consideradas son aquellas transac-
ciones políticas de significado social persistente, más que el
"muñequeo" que acontece entre los políticos. Entre las transac-
ciones políticas más importantes aquí consideradas para cual-
quier sistema político figuran aquellas relativas a 1) la libertad,
2) los derechos, y 3) el tiempo.

Libertad y Fuerza

Una de las transacciones políticas más importantes es


aquella que oscila entre cantidad de libertad y cantidad de
otras características deseadas en una sociedad. Él problema es
más difícil por las ambigüedades intelectuales y los desacuerdos
filosóficos que desde hace tiempo rodean el significado mismo
de la libertad: "Todos nosotros nos declaramos partidarios de la
libertad; pero al emplear la misma palabra no estamos signifi-
cando la misma cosa".6 Esto es hoy, por lo menos, tan cierto
como cuando lo afirmó Abraham Lincoln.
Libertad significará aquí una relación social entre las per-
sonas, es decir, ausencia de la fuerza como instrumento posible
de la toma de decisiones. La libertad se ve reducida cada vez que
una decisión es adoptada bajo amenaza de empleo de la fuerza,
sea o no que la fuerza se materialice o se haga restrospectivamen-
te evidente. Esta definición prospectiva de la fuerza es esencial
para evitar absurdos tales como concluir que el robo a mano ar-

6
Citado por F.A., Hayek en The Constitution of Liberty (Chicago:
University of Chicago Press, 1960), p. 11.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 35

mada no implica, generalmente, el uso de fuerza. Sin embargo,


aquí no se emplea el término fuerza de modo metafórico, para
referirse a beneficios tan seductores como para hacer de la deci-
sión una conclusión inevitable. Cabe una especial preocupación
en la discusión de la libertad, no sólo debido a los problemas
inherentes al concepto, sino también porque una jerga orwellia-
na ha puesto de moda describir el intercambio de la libertad por
otras cosas como una expansión de "nuevas libertades" o de la
libertad en algún sentido "más amplio". La transacción gradual
de la libertad por otras cosas es aceptada por cualquiera menos
por un anarquista neto. Pero el alcance de esa transacción históri-
ca es demasiado trascendental como para ser velado o confundido
con bellas palabras.
La fuerza es la antítesis de la libertad, pero la fuerza debe
ser empleada, aun si es sólo para defenderse de otra fuerza. La
fuerza empleada contra el asesinato, por ejemplo, incluye no so-
lamente aquella que puede ser usada por la policía que interviene
en la prevención de un asesinato, o en la captura de un asesino, si-
no también la fuerza aplicada a terceras partes inocentes que
pueden ser detenidas o conminadas para servir de testigos u obli-
gadas por ley a integrar jurados. Esto no constituye un sacrificio
absoluto de la libertad ni una prevención absoluta del asesinato.
Se trata simplemente de una transacción gradual a tasas variables,
y la interrogante en cualquier momento dado es cuánta más liber-
tad estamos preparados a sacrificar por cuánta más probabilidad de
reducir la tasa de criminalidad, o cuánta más libertad vamos a
exigir al costo de cuántas más víctimas de asesinatos. Las transac-
ciones que conciernen a la libertad a menudo son dolorosas,
aun si sólo sea porque pocas otras necesidades urgentes son con-
sideradas dignas de ser puestas en la balanza con ella.
El gobierno es el principal depositario de la fuerza, sin
importar si ese gobierno es democrático, totalitario, feudal,
etc. Los gobiernos totalitarios por definición no tienen que
considerar casi ninguna transacción significativa de libertad, por-
que ésta ya ha sido sacrificada en aras de alguna consideración
alternativa, sea retórica o material. Los gobiernos democráticos
se hallan constantemente sopesando transacciones graduales en
favor o en contra de la libertad. De hecho, la democracia misma
es un elemento que es transado en contra de la libertad y en un
tiempo esa transacción fue tan reconocida como temida.7 La

7
Edmund Burke, Reflections on the Revolution in France (J. M.
Dent & Sons, Ltd., 1967); Alexander Hamilton, James Madison y John
36 ESTUDIOS PÚBLICOS

opinión pública contemporánea a menudo simplemente incorpo-


ra la libertad dentro de la definición misma de democracia, de
modo que un gobierno que elimina la libertad no es "realmente"
democrático. También este intercambio es demasiado importan-
te como para tratarlo mediante una prestidigitación verbal, in-
cluir la libertad en la definición misma de la democracia es definir
un proceso no por sus reales características en cuanto proceso,
sino por los resultados que de él se esperan. Esto carece no sólo
intelectualmente de valor, sino que, en términos prácticos, es
cegarse por anticipado frente a algunas de las indeseadas conse-
cuencias del proceso.
Una turba que procede a linchar a alguien puede ser una
expresión más fidedigna de la voluntad de la mayoría que un
tribunal, especialmente cuando se trata de una corte de apela-
ciones con magistrados designados, y aun así dichas turbas son
condenadas y "la ley y el orden" salvaguardados, dado que cier-
tas libertades son tenidas por más importantes que la democra-
cia. Las instituciones democráticas serán definidas aquí como
instituciones que ejecutan la voluntad popular en sus decisiones,
ya sea que esas decisiones sean sabias o estúpidas, generosas u
opresivas. Cuando los gobiernos no-democráticos de la era de la
Reconstrucción, en el sur norteamericano, fueron reemplazados
por gobiernos más sensibles a los deseos de la mayoría, la mino-
ría sufrió opresión y terror en una escala pocas veces vista en la
civilización moderna. La protección residual como la que la mi-
noría negra retuvo en esa oportunidad provino principalmente
de fuentes que poco tenían que ver con la democracia política,
especialmente de los mercados,8 la moralidad9 y las cortes de
apelación.10
Cuando la libertad se concibe como una relación entre
personas, las transacciones de libertad por bienes materiales,
progreso científico o poderío militar, por ejemplo, se vuelven
bastante explícitas, en lugar de verse subsumidas bajo una ex-

Jay, The Federalist Papers (New American Library, 1961), pp. 310-311;
Alexis de Tocqueville, Democracy in America (Alfred A. Knopf, 1966)
Vol. II, Libro Cuarto, Cap. III.
8
Robert Higgs, Competition and Coerción (Cambridge University
Press, 1977) pássim.
9
Gunnar Myrdal, An A menean Dilemma.
10
Richard Kluger, Simple Justice (Alfred A. Knopf, 1976) pássim.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 37

pansión general de la "libertad", redefinidas completamente.


El crecimiento de los poderes para tomar decisiones del gobierno
puede facilitar diversas formas específicas de progreso material
—aun si es a expensas del progreso material en general— mien-
tras se reduce la libertad. Ese intercambio requiere ser explici-
tado. Pero en vez de eso es enturbiado por aquellos que definen
la libertad como opciones (libertad para)11 y que tienen muchas
opciones para prometer a cambio de nuestra libertad. El enfoque
de las opciones pregunta: "¿Qué libertad tiene un hombre que
muere de hambre?" La respuesta es que morir de hambre es una
condición humana trágica, tal vez más trágica que la pérdida de
la libertad. Pero ello no quita que aquí se esté hablando de dos
cosas diferentes. Más allá del valor relativo que asignemos a cosas
tan desagradables como el estar endeudado y estar constipado,
un laxante no nos sacará de nuestro endeudamiento y un aumen-
to salarial no asegurará "regularidad". Inversamente, en una lista
de cosas deseables, el oro puede ocupar un rango superior a la
mantequilla de maní, pero no se puede esparcir oro sobre el pan
y alimentarse con él. Al falso hecho de los valores relativos de las
cosas no se le puede permitir confundir asuntos de distinguir
cosas.
El mero hecho de que algo pueda exceder en categoría a
la libertad no hace que ese algo se convierta en libertad. Más
aún, tanto en las transacciones sociales como en las transacciones
económicas todos los valores relativos o preferencias son cre-
cientes hasta cierto punto y variables en otros. Nada deseable
en absoluto es categóricamente menos deseable que otra cosa.
La comida puede ser crecientemente preferible a cualquier
cantidad de libertad para un hombre que muere de hambre, pero
ello no significa que los postres de un banquete sean creciente-
mente preferibles a la libertad de volver al hogar al término de la
tarde. Las grandes aspiraciones sociales son a menudo discutidas
en un lenguaje tan categórico que resulta fácil olvidar su natu-
raleza gradual y, en consecuencia, también fácil hablar estupide-
ces con aparente profundidad. Tanto Adam Smith como John
Rawls convirtieron la justicia en la primera virtud de la socie-

11
Dahl y Lindblom, cit,, p. 29; Anthony Downs, Inside Bureau-
cracy Boston: Little, Brown and Co., 1966), p. 259; Karl Marx y Friedrich
Engels, The Holy Family (Foreign Language Publishing House, URSS,
1950), p. 176; Karl Marx y Friedrich Engels, Basic Writing on Politics &
Philosophy, p. 222.
38 ESTUDIOS PÚBLICOS

dad, 12 pero sus significados no sólo eran diferentes sino prácti-


camente opuestos, dado que uno hablaba gradualmente y el otro
categóricamente. Para Smith, cierta cantidad de justicia era pre-
rrequisito para la existencia de cualquiera de las características
más antiguas de la sociedad,13 aunque distaba de pensar que to-
dos los incrementos de justicia invariablemente excederían en
importancia a los incrementos de otras cosas, y en el hecho cali-
ficó tal creencia de contraproducente y doctrinaria.14 Para
Rawls, la justicia es categóricamente suprema, en el sentido de
no ser marginalmente inferior a cualquier otra consideración, de
modo que una consideración de justicia sólo se podría sacrificar
en aras de otra consideración de justicia, pero no en aras de al-
gún otro objetivo anhelado.15 De acuerdo con Rawls, no debiera
adoptarse una política que, beneficiando a toda la humanidad,
excluya de ese beneficio a un solo individuo, sin importar cuánto
se beneficiaría toda la especie, incluso si ese individuo excluido
resultase totalmente indemne, dado que ello significaría una dis-
tribución "injusta" de los beneficios de la política. Tal vez no
muchas personas concuerden con las conclusiones de Rawls,
lo que no obsta que empleen el mismo enfoque categórico ar-
bitrario del análisis social que condujo lógicamente a tales con-
clusiones.
Cuando dos cosas han de ser transadas, es necesario com-
prender claramente 1) que son realmente dos cosas diferentes,
y es también necesario considerar 2) explícitamente, sobre qué
términos estamos dispuestos a transar marginalmente la una por
la otra. Nada se gana con pretender, o insinuar, que ambas son
la misma cosa, o que una simplemente es más de esa cosa que la
otra. Al menos, nada se gana desde el punto de vista de la toma
de decisiones racional. En la realidad política mucho es lo que
ganan aquellos que desean tomar el poder de decidir de otros en
sus propias manos. Cuantiosa es la prestidigitación verbal practi-
cada con afirmaciones como "la seguridad es meramente un

12
Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments, Parte I, Sección
II, Cap. 3, p. 166; John Rawls, A Theory of Justice (The Belkrap Press,
1971), p. 3.
13
Loc. cit.
14
Ibid., Parte II, Sección II, Cap. 2, pp. 380-381.
15
Rawls, op. cit., pp. 3-4.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 39

aspecto de la libertad".16 La libertad ha costado demasiada


sangre y dolor como para que se renuncie a ella al bajo precio
de la retórica.

"Poder" No-gubernamental

No sólo la libertad es confundida con otras cosas; también


lo es su polo opuesto, la fuerza. El amplio reconocimiento de
la necesidad de emplear la fuerza para contrarrestar otra fuerza es
usado para justificar una creciente fuerza gubernamental para
contrarrestar cosas que no son fuerza en absoluto, pero que son
metafóricamente llamadas fuerza, con el objeto de justificar la
acción coercitiva en su contra. Los ataques contra el "poder"
económico constituyen una forma común de justificar el au-
mento de la fuerza del gobierno.
Muchas veces la retórica es preservada por estratagemas
tales como referirse a los porcentajes retrospectivos de ventas
de una firma durante un período dado como una parte del mer-
cado que "controla", confiriéndole un sentido prospectivo. Se
emplean metáforas y definiciones vagas para justificar una ex-
pansión del poder del gobierno, que no es ni vago ni metafórico,
sino muy concreto. Sin embargo, tanto con el poder como con
la libertad, una definición suficientemente amplia o vaga permite
muchos ejemplos. Lo que resulta crucial en el enjuiciamiento de
un ejemplo de esta naturaleza es la distinción entre 1) situacio-
nes en que las opciones de un individuo para tratar con negocia-
dores alternativos son forzosamente reducidas o eliminadas, y
2) situaciones en que un negociante dado suma tanto más a sus
opciones que cualquier otro, que la aceptación es un resultado
inevitable. Un monopolio o cartel reduce las opciones del consu-
midor, mientras que un competidor exitoso agrega una opción
más. Reducir las opciones del consumidor no requiere, simple-
mente, que uno suba su propio precio, cualquiera puede hacerlo,
sino que mantener a otros fuera de competencia para evitar que
socaven ese precio. Esto habitualmente requiere de una franqui-
cia de exclusividad de parte del gobierno o de alguna ley o regu-
lación que restrinja la competencia. Estos monopolios o carteles
creados por el gobierno son los beneficiarios de la fuerza del
gobierno, no su objetivo. La situación de un gestor que ofrece

16
Dahl y Lindblom, op. cit., p. 49.
40 ESTUDIOS PÚBLICOS

mejores términos que otros puede convertirse en una amenaza


de "poder" extraña que debe ser combatida por el gobierno,
aunque, en la realidad, muchas actividades antimonopólicas y
de regulación hacen exactamente esto. De lo que se trata aquí, es
simplemente que una transacción que implique un mayor uso de
fuerza en la producción de decisiones económicas, es negada
por retratarse la fuerza gubernamental meramente como una
compensación a la fuerza privada existente, sin registrar incre-
mento neto alguno.

Democracia

La democracia ha sido aquí definida por sus característi-


cas como proceso, y no en cuanto a los resultados que de ella se
esperan, tal como libertad, dignidad del individuo u otros bene-
ficios que a ella se asocian o se le atribuyen. Cualesquiera sean los
méritos de la democracia, ésta tiene sus limitaciones instituciona-
les y opera dentro de un área de restricciones circunstanciales, al
igual que cualquier sistema político, económico u otro. El ca-
rácter abierto de la esperanza ha conducido en ocasiones a la
visión de que una mayoría puede o debiera tener cualquier cosa
que desee, idea que aquí hemos definido como "la falacia demo-
crática". La falacia democrática presupone implícitamente
opciones circunstanciales ilimitadas, de modo que si una mayoría
no obtiene lo que desea, eso sólo puede ser resultado de alguna
forma de negación de sus derechos democráticos en algún sentido
intencional. Elección a través de la urna electoral ha sido igualada
a menudo con elección a través del mercado. Pero las limitaciones
inherentes significan que los gobiernos democráticos no tienen un
conjunto ordenado de opciones más amplio para ofrecer que
cualquier otro —independientemente de cuales opciones muchos
puedan creer que existen—, y que una diferencia crucial entre las
urnas electorales y los precios es que estos últimos transmiten un
conocimiento efectivo sobre limitaciones inherentes, mientras
que las urnas electorales no lo hacen. Si yo deseo poseer un
automóvil Rolls Royce y simultáneamente un nivel de vida nor-
mal, la etiqueta con el precio, adherida al vehículo, inmediata-
mente me informa, convence y virtualmente fuerza a la conclu-
sión de que estas dos cosas son incongruentes. Pero si yo creo
simultáneamente en un gran arsenal bélico, impuestos bajos, un
presupuesto nacional equilibrado y programas sociales masivos,
no hay limitaciones para que yo no vote por eso. Algún tiempo
después de una decisión electoral puede volverse evidente que
TRANSACCIONES POLÍTICAS 41

aquello esperado o prometido no se materializó en los hechos,


pero ello puede ser fácilmente atribuido a la deshonestidad de
los candidatos políticos, sin una gran percepción pública de que
el conjunto de opciones simultáneamente deseadas era inheren-
temente irrealizable desde un comienzo. En lugar de retroalimen-
tar al electorado para que reduzca el conjunto de opciones de-
seadas a lo que es simultáneamente realizable, el mensaje puede
ser escoger personas diferentes como líderes, o diferentes ideo-
logías, movimientos, etc., con el fin de seguir buscando el mismo
conjunto de opciones. De hecho, cuando el progreso social es
enfocado restrospectivamente, a menudo es considerado como
axiomáticamente atribuible a dicha insistencia en cosas mejores
antes que a los avances tecnológicos y organizacionales en el
tiempo, los cuales generaron conjuntos ordenados de opciones
más amplios de los cuales elegir. Es como si el crecimiento his-
tórico del Producto Nacional Bruto fuese incidental en un cre-
ciente nivel de vida causado por la actividad política.
La cuestión no es aquí si los electores tienen el derecho de
escoger cualquier cosa que deseen. Los electores solamente
pueden elegir características de proceso y esperar por resultados.
Los consumidores compran resultados y dejan el proceso a quie-
nes tienen un conocimiento especializado de tales cosas. Aquí no
hay un argumento para negar a los electores sus opciones demo-
cráticas. Se trata simplemente de exponer que los términos de la
elección son normalmente mal expuestos en lo político. La pre-
sencia de inflación en los más variados tipos de gobierno y a lo
largo de miles de años de historia, sugiere que una parte nada
despreciable del arte de la política consiste en plantear falsas
opciones y en tratar de aparentar satisfacer simultáneamente
reivindicaciones contrapuestas, cuando en realidad no pueden
ser satisfechas.
Una versión más extrema de la falacia democrática va más
allá de la idea que una mayoría puede o debiera tener todo por lo
que votó, pretendiendo el mismo derecho para subconjuntos
minoritarios particulares de la población. Se considera como un
"fracaso" del sistema democrático —o como prueba de que el
sistema no es "realmente" democrático— que determinadas per-
sonas conscientes no puedan lograr lo que anhelan a través de
canales legítimos. Justificaciones del quebrantamiento de la
ley (que en principio se extienden hasta el límite del terroris-
mo) por parte de insurgentes frustrados se basan en esta pre-
misa. En esta versión de la falacia democrática, la ignorancia de
las restricciones inherentes dentro de las cuales funcionan todos
los procesos productores de decisiones, es simplemente exten-
42 ESTUDIOS PÚBLICOS

dida para ignorar los deseos de todas las demás personas como
una razón obvia (y válida) de por qué un subconjunto particular
de deseos no fue logrado.
En ocasiones se presume que el subconjunto conoce mejor
los intereses "reales" de la mayoría que esa misma mayoría,
actuando, entonces, de modo democrático en un sentido "más
amplio". Esto confunde las características de un resultado es-
perado con las características de un proceso de toma de decisio-
nes. En la visión de los subconjuntos, los resultados esperados
por subconjuntos numerosos son preferibles a la percepción de
las cosas que tiene la mayoría. La democracia es simplemente
un proceso productor de decisiones para resolver tales con-
flictos entre percepciones dispares. Resolver los conflictos me-
diante otros procesos —incluyendo la violencia— es transar la
democracia por otra cosa. Disimular esa transacción llamando a
esa otra cosa también "democracia" es ignorar el hecho de que
virtualmente todos los sistemas o movimientos políticos son
ostensiblemente para beneficio de las personas. Los resultados
que se esperan de parte de reyes, emperadores, juntas militares
y toda suerte de dictadores tendrían así que ser todos llamados
"democráticos" en algún sentido "más amplio".
Al igual que otras transacciones, aquellas que involucran
a la democracia frecuentemente son negadas o mal expuestas
mediante la inclusión de otras cosas en una definición más vaga
y extensa de democracia. La democracia "participativa" ha surgi-
do por esta vía, por ejemplo, como otro concepto más definido
por los resultados que de ella se esperan y no por las caracte-
rísticas del proceso mismo. En principio, dicha democracia se
distingue de la democracia representativa y es complementaria de
ella. En una democracia representativa, cuando los electores
escogen representantes que en realidad toman las decisiones,
éstos pueden ser o llegar a formar parte de un pequeño conjun-
to de personas con intereses y perspectivas diferentes a las del
pueblo en su totalidad. La teoría subyacente a la democracia
"participativa" es que un mayor número de decisiones debieran
ser hechas directamente por el pueblo mismo, antes que a través
de representantes. Para este fin, numerosas juntas vecinales,
comisiones, consejos o asesores de un tipo o de otro deben in-
tervenir directamente en el proceso productor de decisiones.
El supuesto implícito de la teoría es que habrá no sólo un mayor
número de tomadores de decisiones, sino que más representati-
vos. Pero, pasando de esperanzas a mecanismos institucionales,
habitualmente no hay nada para conducir institucionalmente
hacia ese resultado y mucho para conducir en sentido opuesto.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 43

Aquellos individuos que poseen el tiempo, la educación y la in-


clinación de "participar", pueden ser muy poco representativos
del pueblo. En la práctica, democracia participativa significa que
representantes elegidos sobre una base amplia han de compartir
el poder con representantes autoseleccionados de distritos
electorales menores. Desde el punto de vista de la transmisión
institucional y de la autentificación del conocimiento, significa
que, en lugar de tener procesos juzgados por personas informa-
das y resultados juzgados por extraños, algunos de estos últimos
han de juzgar y cambiar procesos sobre la base de su experiencia
parcial en el interior y sus intereses poco representativos en el
exterior. Se trata, esencialmente, de una transacción marginal
entre el derecho del pueblo de decidir a través de representantes
elegidos y la oportunidad autoacordada de acceder al manejo
de los asuntos públicos.
Cualesquiera sean los méritos o los desmerecimientos
sustantivos de transacciones particulares en que se hallen en
juego libertad, fuerza o participación, lo crucial es contemplar
las transacciones como tales y no como suelen ser representadas
en ocasiones, simplemente "más" libertad o democracia redefi-
nidas de acuerdo a conveniencia.

Derechos

Los derechos ya han sido mencionados como rigideces.


También constituyen límites que restringen el ejercicio del
poder gubernamental y delimitan áreas en cuyo marco la dis-
creción individual se halla libre de formular decisiones. Además
de estos derechos constitucionales de los ciudadanos en general,
existen derechos especiales, tales como el derecho al uso exclu-
sivo de cosas específicas (derechos de propiedad) o derechos que
emanan de compromisos mutuos específicos (contratos) y de-
rechos creados por una legislación específica (derechos de em-
pleo, derechos de vivienda, etc.). Por "derechos" habremos de
entender aquí títulos o prerrogativas legales, sin tomar en cuenta
sus méritos morales. Derechos, en este sentido, son simplemente
afirmaciones objetivas acerca de la disponibilidad del poder es-
tatal para respaldar demandas individuales. Simplemente son
opciones para usar fuerza gubernamental a menos de su costo
de producción, idealmente a cero costo. En realidad, se requiere
de un cierto costo en tiempo y esfuerzo, incluso para llamar a
la policía; para reivindicar muchos derechos puede ser necesaria
una dilatada y costosa batalla legal a través de las diversas cortes
44 ESTUDIOS PÚBLICOS

de apelación. Cada vez que un derecho que vale X (en dinero u


otra cosa), cuesta 2X para ser reivindicado, tal derecho deja
de existir, para todos los propósitos prácticos, para el individuo.
Allí donde la mayor parte de los costos recae en el gobierno, la
transacción es entre los costos sociales implícitos en una viola-
ción particular de los derechos individuales —es decir, el efecto
sobre otras personas de dejar que tales violaciones pasen sin ser
castigadas- en comparación con los costos de hacer cumplir la
ley.
Las transacciones sociales están involucradas en la crea-
ción, definición y asignación de derechos a los individuos. Cuan-
do un determinado tipo de actividad es tratado a través de la
creación de derechos más que mediante procesos productores de
decisiones alternativos, hay una pérdida de flexibilidad (ajuste
marginal) y de reversibilidad. Algo que es marginalmente prefe-
rible, en un punto dado se torna categóricamente impuesto en
todos los puntos por la fuerza de que dispone el gobierno, ya
que la ley de los retornos decrecientes se aplica tanto a los pro-
cesos sociales como a los económicos, ello significa que muchos
beneficios son empujados hasta el punto en que cesan de ser
beneficios y en que, incluso, pueden llegar a tornarse contra-
productivos.

Derechos de Propiedad

La creación de derechos involucra interrogantes no sólo


respecto de si crear derechos como modo de tratar una transac-
ción particular, sino que también respecto de a quién asignar
tales derechos. Los derechos de propiedad implican ambos tipos
de decisiones. Muchas cosas permanecen sin dueño —animales
salvajes o pájaros, los peces del mar, seres humanos, el aire y
la luz del sol— porque la imposición de derechos de propiedad
se tiene por impracticable o indeseable. Las ideas no pueden ser
registradas como propiedad intelectual por ambas razones, mien-
tras que una permuta de palabras sí puede ser registrada, tanto
porque es factible determinar su autoría, como porque considera
más importante otorgar una recompensa anticipada como un in-
centivo para seguir escribiendo en el futuro que aumentar margi-
nalmente la circulación de escritos ya existentes a través de la
eliminación de los derechos de autor.
Los derechos de propiedad en general, deben ser distin-
guidos de la forma particular de los derechos de propiedad en los
así llamados países "capitalistas". Un gobierno socialista tam-
TRANSACCIONES POLÍTICAS 45

bién es propietario. Si el socialismo significase literalmente una


abolición de los derechos de propiedad, más que su reasigna-
ción, entonces cualquier ciudadano individual sería libre de cons-
truir una casa, montar a caballo o jugar béisbol en terrenos que
el gobierno reserva para la producción de alimentos, y la vida
se tornaría imposible en tal sociedad. Pero, en realidad, ya sea
bajo capitalismo o socialismo, los derechos de propiedad son,
básicamente, derechos para excluir, lo que en términos operati-
vos significa la disponibilidad de fuerza gubernamental para
expulsar o castigar a otros por emplear la misma propiedad sin
permiso. Sin embargo, el derecho de excluir no significa que la
exclusión resultará. Los derechos de excluir son negociables en
las economías de mercado y pueden ser arrendados o vendidos,
en parte o como un todo. Los derechos de propiedad también
son divisibles entre unidades productoras de decisiones. Una
persona u organización puede poseer el derecho de cultivar de-
terminado campo, mientras otra unidad productora de decisio-
nes posee el derecho de los minerales que se hallan debajo y
aún otra posee los derechos de tender cables eléctricos por sobre
ese campo. Casi nunca un solo propietario posee cada uno de
los usos concebibles de una propiedad determinada. El propie-
tario de una montaña no tiene el derecho de sobrevolar dicha
montaña y tampoco posee el derecho sobre cada torrente de
agua que se origina en su montaña, en el sentido de poder verter
cualquier cosa que desee en sus aguas.
Tanto en un contexto socialista, como en uno capita-
lista, un derecho de propiedad es un privilegio diferencial17
de algunos para excluir a otros de decisiones o actividades que

17
Esto es negado por F.A. Hayek en The Road to Serfom (Chica-
go: University of Chicago Press, 1944), p. 80, sobre la base de que algo no
constituye privilegio si cualquiera pueda adquirirlo. Ello significa en pros-
pectiva que el acceso no constituye privilegio, lo que de ninguna manera
niega que la posesión retrospectiva pueda ser un privilegio. Con toda seguri-
dad la presidencia de los Estados Unidos es un cargo de privilegio, aunque la
Constitución lo hace eventualmente alcanzable para casi cualquiera (y algu-
nos de los titulares han dado prueba de ello). Una función como la presi-
dencia o derechos de propiedad pueden constituir privilegio si el individuo
que termina ejerciendo tales funciones no las ha alcanzado a través de ven-
tajas o privilegios personales. El cargo de emperador del Imperio Romano
era un cargo extraordinariamente privilegiado, a pesar de que muchos indi-
viduos que alcanzaron tan alta posición surgieron a partir de puestos mo-
destos y aun desventajosos en la sociedad.
46 ESTUDIOS PÚBLICOS

involucran algún objeto de valor físico o intangible. Este privi-


legio diferencial no es personal; el actual propietario puede hacer
encarcelar a quien fue dueño hasta la semana pasada por ingresar
ilegalmente a su propiedad. En una sociedad socialista o comu-
nista, un funcionario depuesto no podría osar intentar seguir
dirigiendo empresas anteriormente bajo su control. La base de
un derecho de propiedad es, por lo tanto, no un atributo o mé-
rito individual, sino la conveniencia social. La interrogante social
es, entonces, ¿qué ha de ganarse o perderse defendiendo un de-
recho de propiedad, sobre qué base debiera el derecho ser asig-
nado y debiera éste ser transferible? La definición y asignación
de derechos de propiedad acontecen en todo tipo de sociedades
—en las sociedades socialistas las asignaciones, por ahora, están
basadas en elección o designación política— mientras que el
traspaso a la discreción de los agentes individuales es la caracte-
rística definitoria de los procesos capitalistas.18
Definir un derecho de propiedad es delimitar y juntar en
un paquete diversas actividades posibles, asociadas con un objeto
de valor dado. Es esencialmente un juicio que ciertas decisiones
van juntas, en el sentido de que diferentes decisiones tomadas
sobre cada una de las actividades por separado en escasas ocasio-
nes son tan beneficiosas para la sociedad como decisiones toma-
das en forma colectiva sobre el conjunto de actividades. Si se de-
finen derechos de propiedad sobre la cabeza de un puerco vivo
independientemente de los derechos de propiedad sobre el cora-
zón, el estómago, o las patas traseras del mismo puerco, de forma
tal que esos derechos puedan ser mantenidos por diferentes uni-
dades productoras de decisiones, es poco probable que el puerco
pueda sobrevivir un espacio de tiempo óptimo desde el punto de
vista de la producción de chuletas, jamón y menudencias. Si el
dueño del corazón del puerco removiera su propiedad, el valor
del resto de la propiedad sería reducido. Si esos derechos de pro-

18
En este contexto, la expresión "derechos de propiedad versus
derechos humanos" pierde mucho de su significado. La propiedad en sí
no tiene derechos. Sólo los seres humanos tienen derechos. La única opción
plena de significado es entre mecanismos de toma de decisiones alternativos
para resolver conflictos entre personas respecto de transacciones entre bie-
nes alternativos. Alguna urgencia circunstancial puede o no puede exceder
en importancia al significado de un derecho de propiedad en particular.
Pero aquí, tal como acontece en el caso de la libertad, las cuestiones indi-
viduales de rango no necesariamente deben ensombrecer o confundir la
cuestión central de la distinción.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 47

piedad separados son transables, obviamente sería conveniente


para los intereses de alguien adquirir esos derechos separados y
riesgosos a un valor superior del que tienen para los diversos pro-
pietarios, a fin de combinarlos en un solo derecho sobre el puer-
co, considerablemente menos riesgoso. En otras palabras, el de-
recho sobre todo el porcino es más valioso que la suma de los
derechos sobre todas sus partes. La definición de un derecho de
propiedad es, en consecuencia, un paso importante, especialmen-
te en sistemas que prohiben la transferencia consecutiva de esos
derechos.
En los sistemas feudales, en que la tierra es heredada en
calidad de propiedad indivisible que debe permanecer en manos
de una familia determinada (propiedad sujeta a vínculo), es la
sociedad toda la que pierde si esas tierras están en parcelas tan
pequeñas, o situadas de modo tal, que se tornan mucho menos
productivas que si pudieran combinarse en unidades mayores o
transadas para lograr parcelas contiguas, o si tierra servida por
un cauce de agua dado se hallase bajo la misma unidad produc-
tora de decisiones. Inversamente, una propiedad puede ser de-
masiado extensa como para ser eficientemente administrada por
una sola unidad tomadora de decisiones, de modo que arrojaría
un mayor producto para la sociedad toda si estuviera bajo diver-
sas unidades. Estos problemas no son exclusivos del feudalismo.
Dondequiera que la definición inicial de los derechos de propie-
dad sea imperfecta —lo que equivale a decir, dondequiera que
haya sido realizada por seres humanos— y las transferencias
consecutivas estén o prohibidas o restringidas, surgen problemas
similares. Un gobierno socialista puede, por ejemplo, "vincular"
toda una rama industrial a una sola comisión de planificación,
lo que puede conducir a "errores" evitables en la industria, que
no son resultados de la estupidez o de la perversidad, sino se de-
ben exclusivamente al elevado costo de controlar la propiedad
tal como se ha definido. Si la propiedad fuese transferible, sería
más valiosa en unidades menores, más valiosa no sólo para sus
compradores, sino que para la sociedad entera.
Dejar los derechos de propiedad completamente indefini-
dos resulta todavía más desastroso que definirlos de modo im-
perfecto. Ciertos animales salvajes son muchas veces cazados
hasta su extinción, precisamente porque no pertenecen a nadie.
Mediante decreto o a través de una metáfora podría llegarse a
afirmar que pertenecen "al pueblo", pero a menos que sea fac-
tible aplicar la fuerza para excluir a los cazadores furtivos, no
hay, en realidad, derecho de propiedad. Son precisamente aque-
llas cosas que pertenecen al "pueblo" las que históricamente
48 ESTUDIOS PÚBLICOS

han sido saqueadas; criaturas salvajes, el aire y las vías de agua


constituyen ejemplos notables. Esto apunta el meollo de por
qué los derechos de propiedad son en primer lugar socialmente
importantes. Derechos de propiedad significan controles auto-
interesados. Ninguna criatura que es propiedad se halla en peli-
gro de extinción. Ningún bosque virgen que constituye propie-
dad se halla en peligro de ser arrasado. Nadie mata el ganso de
los huevos de oro cuando es su ganso. Ni siquiera las gallinas
domésticas que ponen huevos corrientes se hallan en peligro
de ser muertas antes de que esté asegurada su reposición. Ninguna
compañía maderera va a permitir que sus propios bosques se con-
viertan en una masa de tocones, aunque ella puede hacer esto
en tierra "pública".19
Creando monitores con un interés, amparado en la ley,
en la maximización de un conjunto dado de valores, los dere-
chos de propiedad reducen el costo social de controlar la eficien-
cia. En sistemas de propiedad no transferible, los incentivos del
controlador residen en maximizar esos valores hasta donde sea
posible durante el ejercicio de un cargo, ya sea como heredero
de una propiedad sujeta a vínculo familiar, ya sea como miem-
bro de una moderna comisión de planificación con un período
fijo. Allí donde la propiedad puede transferirse a voluntad, el
valor presente de una propiedad, en cualquier momento dado,
incluye los valores futuros alcanzables mucho más allá del hori-
zonte de tiempo (o incluso vida entera) del propietario existen-
te, quien, por lo tanto, no tiene incentivo para restringir su maxi-
mización al corto plazo. En los sistemas socialistas, las transfe-
rencias de propiedad tienen lugar a través de decisiones políticas
destinadas a reemplazar a los miembros de los organismos de pla-
nificación o a reorganizar la estructura de planificación misma.
La propiedad en sí jamás pertenece a esos individuos, aunque se
beneficien tanto física como financieramente de la misma, y una

19
Ni siquiera un propietario de bosques nonagenario necesita cor-
tarlos todos si desea lograr ganancias inmediatas. El valor futuro de árboles
que madurarán mucho después de su muerte se refleja en el valor actual de
sus bosques en el mercado. El valor del bosque no está limitado por el uso
que se haga de él, sino por el uso que terceros hagan de él. Con todo lo li-
mitado que puede ser el horizonte temporal de un nonagenario, hay otros
con horizontes de tiempo más elevados, para los que tendrá correspondien-
temente mayor valor. Una compañía de seguros de vida puede interesarse
bastante en árboles (u otros bienes) que maduren en cincuenta años más,
cuando llegue el momento de pagar a muchos de sus asegurados.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 49

administración visiblemente exitosa puede generar una ganancia


de capital bajo la forma de una creciente probabilidad de promo-
ción a niveles superiores de paga o poder. Todo ello proporciona
incentivos de corto plazo para una maximización de corto plazo
de valores políticamente visibles. La moralidad, la ideología o
un sentido de la historia deben, entonces, constituirse en incen-
tivos para las políticas de maximización de largo aliento. El que
esos incentivos sean aplicables a sólo un número limitado de
individuos, o a individuos en sólo un número limitado de po-
siciones de visibilidad histórica, puede ser descrito por el hecho
de que las inversiones de largo plazo realizadas en la Unión So-
viética son dirigidas sólo por unas pocas personas a la vez. Al
alero de estructuras de incentivo de corto plazo, las unidades
de toma de decisión individuales tienden a evitar innovaciones
tecnológicas con costos de corto plazo y beneficios de largo
plazo tanto "como el demonio rehuye el incienso", para citar
al premier soviético Brezhnev en un discurso quejándose de los
administradores soviéticos.20
Dado que los derechos de propiedad son esencialmente
derechos para excluir, con auxilio de la fuerza proporcionada
por el gobierno, los costos a ser considerados en esta transac-
ción social son los costos pagados no sólo por aquellos excluidos,
sino que por la sociedad toda. De hecho, cuando una economía
es reconocida como un esquema de racionamiento que debe
negar muchas cosas a muchas personas (pocos individuos podrían
afrontar adquirir uno de cada uno de los artículos producidos
en una economía), esta cuestión se reduce a las pérdidas sufridas
por la sociedad en general. Los derechos de patentes excluyen a
productores alternativos de ofrecer los bienes patentados, redu-
ciendo la competencia y la eficiencia de ella derivada. Los dere-
chos de autor reducen la diseminación del conocimiento y la
entretención, dado que por vía de los precios desplazan a po-
tenciales usuarios fuera del mercado con requerimientos de
royalty. Con las patentes como con los derechos de autor, no son
los royalties, efectivamente pagados, los que constituyen la
pérdida social; éstos son apenas transferencias internas. Son las
transacciones que no se verifican por potenciales cargos de ro-
yalty, los que constituyen la pérdida social neta. El costo de vigilar

20
Citado por Joseph Berliner en Prospects for Technological
Progress, en Soviet Economy in a New Perspective, Joint Economic Com-
mittee, Congreso de los Estados Unidos (Government Printing Office, 1976)
p. 437.
50 ESTUDIOS PÚBLICOS

los derechos de propiedad es también una variable social implí-


cita en una transacción respecto de los beneficios. Todo el costo-
so aparato de títulos de dominio, registro de títulos, sistemas de
cortes civiles, órdenes de desalojo, etc., son parte del costo de
los derechos de propiedad en general, y de tenencia de propie-
dad altamente fragmentada, en particular. Los costos también
pueden incluir pérdidas para aquellos individuos que se busca
beneficiar.
Los derechos en general pueden ser conferidos tanto para
beneficio individual como para beneficio social. Los derechos de
propiedad están destinados a asegurar ganancias para la sociedad
en general, incluyendo a numerosas personas que no poseen una
propiedad significativa. En la ideología socialista se insiste en es-
te punto, donde el gobierno se reserva los derechos de propie-
dad "para beneficio del pueblo", aunque también está implícito
en la ley del derecho de propiedad privada capitalista, donde
es la conveniencia social más que la ganancia individual lo que
constituye la razón fundamental de control.21 Sin embargo, hay
muchos derechos destinados a beneficiar primordial o exclusi-
vamente a aquellos a quienes se aplican directamente los dere-
chos. Las leyes de derechos civiles, por ejemplo, están en general
destinadas a beneficiar a las minorías étnicas o raciales, y las
leyes de salario mínimo generalmente están destinadas a benefi-
ciar a los empleados que perciben remuneraciones bajas. El
objeto de discusión apropiado aquí es la transacción de costos
y beneficios para esos subconjuntos de la población, al igual que
para toda la población.

Iguales Derechos versus Derechos Especiales

Si bien todas las formas de organización de la sociedad re-


quieren de algún conjunto confiable de expectativas, exigible
por presión de grupos o fuerza, en muchas naciones no basta
con que existan derechos; ellos deben ser también, en principio,
derechos iguales. La igualdad como principio político o legal no
depende en creer en cualquier tipo de igualdad empírica. Por el
contrario. Si fuese literalmente verdadero que "todos los hom-

Véase, por ejemplo, Richard Posner, Economic Analysis of Law


(Little, Brown and Company, 1972), Capítulo 2; Henry G. Manne, ed.,
The Economics of Legal Relationships (West Publishing Co., 1975), Parte
I, Sección B.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 51

bres son creados iguales", no habría motivo para una protección


igualitaria por la ley e, incluso, tal vez no habría necesidad si-
quiera de las leyes. Si todas las personas tuvieran exactamente
la misma inteligencia, fuerza, agresividad, capacidad organizati-
va, etc., no habría necesidad de que la ley protegiese a unos de
otros, puesto que determinado individuo jamás se hallaría en po-
sición de sacar exitosamente ventaja de otro. Si bien una coali-
ción de tales individuos iguales podría arrollar a cualquier indi-
viduo aislado, ellos serían todos igualmente capaces de preve-
nirse y de organizar contracoaliciones para contrarrestar esa ame-
naza. Son precisamente las desigualdades entre las personas las
que tornan tan importante una protección igualitaria de la ley;
es decir, debe existir una fuerza organizada arrolladura pronta
a restablecer el equilibrio, de modo que una débil ancianita
pueda tener el mismo derecho a la vida que el más fornido de
los jóvenes, o que los impostores que engañan a los despreve-
nidos no sean inmunes al debido castigo por parte de los co-
rrespondientes funcionarios.
Desde luego, son escasas las personas que son iguales en
un sentido estrictamente empírico. La mayor parte de las perso-
nas que son consideradas iguales habitualmente son consideradas
como tales debido a que poseen desigualdades compensatorias,
esto es, ninguna de ellas es superior en todos los aspectos, y tam-
poco son iguales en todos los aspectos. En este contexto, la
"igualdad" depende antes que nada del peso asignado arbitra-
riamente a los diversos rasgos que predominan en una y otra
persona. También cualquier noción general de "superioridad"
o de "inferioridad" dependería de ese factor. Todos estos inten-
tos de sumar características dispares ignoran la diversidad de
valores personales que torna imposible contar con unidades
objetivamente reconocidas e intercambiables, en las cuales su-
mar totales. La mayoría de nosotros otorgaría gran peso al
hecho de que el individuo A no es un homicida maníaco, mien-
tras el individuo B sí lo es, prefiriendo así a A, aun si B fuese
universalmente reconocido por poseer mayor encanto o belle-
za. Pero hay escasos rasgos respecto de los cuales existe un
acuerdo similar, incluso respecto de un ordenamiento de rango
y mucho menos todavía respecto de los pesos relativos.
Allí donde un segmento particular de la población posee
derechos diferentes a los de la población en general, ya sea ex-
plícitamente, ya sea en la práctica, los costos de negociar con
ese segmento tenderán también a ser diferentes. Cualquiera con
una opción de negociar con extranjeros de permanencia ilegal en
el país, ciudadanos comunes y corrientes o personas con inmuni-
52 ESTUDIOS PÚBLICOS

dad diplomática, encararía diferentes riesgos (costos) de respon-


sabilidad legal personal y distintas perspectivas de lograr repara-
ción por cualquier perjuicio que sufriese de parte de individuos
pertenecientes a cada uno de estos respectivos grupos. Si los
individuos de estas tres categorías fuesen de otra forma idénticos,
cualquier negociador eventual, ya sea como patrón en el campo,
como empleador o como cónyuge, enfrentaría el menor riesgo
de problema jurídico de parte del inmigrante ilegal y el mayor
de parte de alguien que goce de inmunidad diplomática. Los
abusos sufridos por el primero y aquellos infligidos a otros por
el segundo son ambos conocidos. Lo que importa aquí no es la
experiencia retrospectiva de estos dos grupos especiales, sino lo
que ello, de modo más amplio, significa para el comportamiento
futuro de la sociedad en general. Mientras más numerosos sean
los derechos especiales creados para cualquier grupo en particu-
lar, tanto más elevados serán los costos de negociar con ese gru-
po y tanto más limitado el número de transacciones que ese
grupo podrá consumar. Las legislaciones especiales en salud y
seguridad para los jóvenes y las mujeres tornan a éstos en em-
pleados menos deseables que otros, reduciéndoles así su posi-
bilidad de emplearse. Este no es un fenómeno limitado sólo a los
empleadores privados capitalistas. Los administradores soviéti-
cos han evitado contratar trabajadores jóvenes cada vez que les
es posible por exactamente las mismas razones.22 En la medida
que han aumentado los derechos a desahucio legal para los
trabajadores despedidos, también han ido aumentando los re-
querimientos para contratarlos, con el fin de descartar a muchos,
que de otro modo serían empleables, dado que el empleador
necesitase un mayor nivel de seguridad antes de asumir los cre-
cientes riesgos de la responsabilidad legal por despidos.23 Los
parientes a menudo poseen derechos especiales respecto de algu-
na plaza de trabajo, sin que exista un acuerdo explícito al respec-
to; las reglas antinepotismo los tornan menos empleables para
evitar esos costos.
Los derechos del consumidor aumentan los precios paga-
dos por productos y servicios, dado que tanto una mayor calidad
como una mayor responsabilidad legal del productor implican

22
Alec Nove, The Soviet Economy (Frederick A. Praeger, 1961),
p. 234.
23
Walter E. Williams, Youth and Minority Unemployment (Hoover
Institution Press, 1977), pp. 34-35.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 53

costos. La cuestión es si acaso el monto en que es aumentado el


precio es más o menos que el mayor valor generado por las reglas.
Si la mayor calidad del producto o la mayor responsabilidad legal
del productor fueran de valor, habría incentivos de ganancia
para que el productor aumentase su calidad, responsabilidad y
precio en conjunto sin necesidad de que medien leyes de pro-
tección al consumidor. Desde hace tiempo se sabe que las tien-
das con fácil devolución de mercaderías y dinero y servicio de re-
paración gratuito, cobran más caro que aquellas tiendas que
venden el producto "tal cual". Algunas tiendas, incluso, venden
por separado contratos de servicio, de modo que el mismo ítem
físico puede ser adquirido en dos precios distintos al mismo co-
merciante, con dos niveles diferentes de responsabilidad del ven-
dedor. Aquellos para los cuales la diferencia de precio constitu-
ye incentivo suficiente para especular con artículos de consumo,
pueden comprar sin el contrato de servicio, y otros pueden
sustituir marginalmente dinero por osadía. Estas diferencias sub-
jetivas en el costo de los riesgos son ignoradas cuando las leyes
vigentes prescriben categóricamente cuánta garantía de respaldo
debe ser vendida con cada producto. Las aseveraciones de que el
consumidor "realmente" debe estar mejor de este modo pue-
den, en muy escasas oportunidades, chequearse empíricamente.
Una instancia histórica importante de imposición de "mejora"
en la calidad del producto ocurrió cuando el Parlamento britá-
nico impuso en el siglo XIX mayores estándares de salubridad
y comodidad para los barcos de transporte de emigrantes irlan-
deses. En consideración al inmundo y desagradable estado de
los buques de la época, pareciera que podría sacarse de antema-
no la conclusión de que esto representaba un beneficio neto.
Pero la historia muestra que los irlandeses se apresuraron para
alcanzar a abordar buques que zarparían antes de la entrada en
vigencia de la nueva ley, y el flujo de emigrantes cayó inme-
diatamente después de la misma.24 El costo de la mayor calidad
aparentemente fue ponderado de modo distinto por los mismos
irlandeses que por el Parlamento británico.
Tal vez el problema crucial en juego en la creación de "de-
rechos" especiales es que casi siempre implican una reducción
del conjunto de opciones disponibles para quienes están en una
transacción, sin ningún aumento compensatorio en otras opcio-

24
Oliver McDonagh, The Irish Famine Emigration to the United
States, Perspective in American History, Vol. X (1976), p. 412.
54 ESTUDIOS PÚBLICOS

nes. No hay motivo para pensar que las personas generalmente


lograrán un mejor conjunto de elecciones a partir de un con-
junto menor de opciones, cuando el conjunto mayor incluye
todas las opciones del conjunto menor. Si el propósito es, en los
hechos, negar a los ostensibles beneficiarios su opción y sustituir
la elección de otro, eso es un asunto diferente.
Dado que el impacto negativo de derechos legales espe-
ciales sobre los receptores es pocas veces reconocido por el pú-
blico elector, ese costo pocas veces sirve de restricción para la
producción de decisiones políticas. En efecto, la creación de
derechos está menos restringida que la creación de otros benefi-
cios ostensibles para electorados especiales. Si bien, habitualmen-
te puede esperarse que los beneficios políticos aumenten el apoyo
electoral entre los beneficiarios, se pierden votos entre aquellos
que deben pagar los costos, ya sean los contribuyentes en general
u otros que deben cargar con el bulto. Los derechos, sin embar-
go, cuestan al contribuyente un poco más que el valor del papel
y la tinta necesarios para imprimirlos. Desde el punto de vista
de un político, los derechos son, por lo tanto, un beneficio vir-
tualmente ideal para conferir a grupos de apoyo electoral espe-
cíficos. Allí donde los costos sociales del derecho consisten ma-
yoritariamente en una reducción de potenciales transacciones
afectadas por los derechos, lo que importa políticamente es si
aquellos que se benefician tangiblemente con los mejores térmi-
nos de las transacciones (leyes de salario mínimo, controles de
renta) pueden percibir sus pérdidas compensatorias a partir de
reducciones en el número de transacciones consumadas (desem-
pleo, escasez de viviendas) y si el otro negociador puede ser pú-
blicamente desacreditado (empleadores "explotadores" o terra-
tenientes "codiciosos"). Allí donde los términos son más visibles
que el número de transacciones, y el otro negociador es política-
mente vulnerable, hay escasa restricción sobre la proliferación
de derechos especiales para grupos especiales.
La transacción entre derechos iguales y derechos espe-
ciales a menudo es negada por los mismos métodos verbales em-
pleados para oscurecer la transacción entre libertad y otros valo-
res. Las dos cosas que se transan simplemente son colocadas bajo
una etiqueta, de modo que derechos especiales para grupos espe-
ciales son descritos como meros derechos iguales en algún sentido
"más amplio" o "más verdadero", y en lugar de una transacción
habrá, retóricamente al menos, sólo una expansión del único be-
neficio. Esta prestidigitación verbal evita tanto a la sociedad co-
mo a los supuestos beneficiarios confrontar los costos de los de-
rechos especiales.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 55

Derechos Generales

Allí donde ciertos derechos generales involucran deseos


virtualmente universales, como el deseo de no ser asesinado,
incorporarlos en leyes específicas elimina los costos de transac-
ción de litigar inútilmente cada ocasión el perjuicio neto del
acto individual, en un enfoque de derecho consuetudinario sin
ninguna ley específica contra el asesinato. Análogamente, hacien-
do ilegal la fijación de precios per se se ahorra a los tribunales
reiteradas segundas presentaciones de nociones básicas de econo-
mía en caso de infracción a las disposiciones antimonopólicas.
El hecho de ahorrar algo de tiempo a los tribunales puede pare-
cer una justificación extraña y débil para transformar derechos
básicos en leyes. Tales leyes, sin embargo, transmiten un cono-
cimiento virtualmente unánime, no sólo en relación con lo abe-
rrante del crimen, sino en relación con la decisión de actuar con-
tra quienes lo perpetraron. Pero en casos que impliquen transac-
ciones voluntarias tal información no existe y, de existir, no sería
necesario transmitirla. Si de algún modo fuese imposible matar
a alguien sin que medie su propia cooperación voluntaria, la
fuerza de las leyes contra el asesinato sería tanto menor de la que
tienen y habría fundamento para litigar cada episodio a partir
de cero, a fin de determinar cuál es el perjuicio realmente cau-
sado.
Incluso las leyes contra el asesinato están sujetas a los
rendimientos decrecientes y, en última instancia, a rendimientos
negativos. Un paciente en fase terminal que ha perdido la con-
ciencia, definitivamente puede ser mantenido orgánicamente
"vivo" durante meses o años tras la muerte de su cerebro, como
garantía contra una acusación de asesinato u homicidio preme-
ditado que podría ser presentada contra el médico o las autori-
dades hospitalarias. Otros pacientes terminales, cuya única con-
ciencia es la de su aterrador dolor, pueden ver su agonía artifi-
cialmente prolongada por la misma razón, a pesar de que existen
drogas disponibles para aliviar su sufrimiento, pero con el efecto
secundario de acortar su "vida". La ruina económica de la fami-
lia de un paciente o el sufrimiento del propio paciente constitu-
yen la "prima" implícita que se cancela por este "seguro" contra
cargos de homicidio. Es un costo externo para las autoridades
médicas que toman las decisiones, y, por tanto, no restringe su
conducta. Con todo lo desproporcionados que pueden ser los
costos y los beneficios en cualquier caso individual —siendo los
costos para el paciente y sus familiares tanto más elevados que
los beneficios para el médico— la gran interrogante social es
56 ESTUDIOS PÚBLICOS

cuántas personas se encargarían de pacientes terminales (o de


pacientes que podrían llegar a la fase terminal) si ello significase
encarar a diario la posibilidad de cargos de homicidio por proce-
dimientos médicos más humanos.
La tragedia está implícita en la naturaleza categórica de las
leyes en general y en las leyes de homicidio en particular. El
sistema legal todavía lucha con el problema de intentar introdu-
cir algún análisis marginal en esta área, por ejemplo, con órde-
nes de tribunales individuales para desconectar los equipos de
salvación de la vida de pacientes terminales, comatosos, personas
básicamente muertas, cuyos órganos y cuentas médicas son arti-
ficialmente prolongados. Pero los costos síquicos y legales de
obtener tales órdenes de parte de los tribunales las hacen prác-
ticamente inalcanzables para muchas personas. El punto aquí es
no "culpar" a nadie. Por el contrario. Esta situación constituye
una tragedia, en el sentido clásico de una catástrofe humanamen-
te inevitable. Incluso podría ser que no hubiera una "solución"
real que no abriera paso al sacrificio deliberado de otras personas
enfermas por sus bienes, sus órganos o simplemente para zafarse
de un inconveniente.
La ley contra el asesinato ha sido empleada como una
ilustración de los rendimientos decrecientes de las leyes y las
políticas en general, precisamente porque es una de las más uni-
versales de todas las leyes, que se halla presente en los sistemas
sociales y legales más diversos y que han perdurado a lo largo de
las épocas. No hay un grupo específico detractor de lo deseable
del objetivo. Rendimientos decrecientes e incluso negativos en
el caso de una ley tan esencial son una indicación sensata de los
límites de cualquier ley o política, y de los límites del conoci-
miento de los cuales dependen las decisiones. Incluso, si, en una
coyuntura dada, se torna obvio para el paciente, su familia y el
médico tratante que el sufrimiento no debiera ser artificial e
inútilmente prolongado, la transmisión de este conocimiento en
términos categóricamente articulados y documentados para ter-
ceras personas es lo que determinará si se aplicacán las leyes de
asesinato.25 En general, los retornos decrecientes y los límites
(costos) del conocimiento inhiben la aplicación de todas las
leyes y las políticas, independientemente de cuán obvios o desea-
bles parezcan ser sus objetivos.
25
Si el paciente está muriendo de una condición que es sólo margi-
nalmente diferente de una condición de la cual las personas se recuperan
día a día, documentar el grado de su enfermedad puede constituir una tarea
formidable.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 57

Allí donde los derechos generales básicos involucrados


constituyen derechos frente al gobierno —como en la declara-
ción de derechos-, el ahorrar costos de transacción no es una
consideración pequeña, dada la marcada desproporción entre
los recursos del gobierno y los de un individuo particular. Colocar
el peso de la prueba sobre el gobierno también ahorra costos de
transacción. Sin tales derechos y sin diferencia de peso de prueba,
cada persona tendría que litigar contra lo perjudicial de los ar-
gumentos generales del gobierno hasta acabársele su dinero y no
ser capaz de seguir presentando batalla. Ahorrar costos de tran-
sacción es salvar a los derechos mismos de carecer de sentido.

Tiempo

El tiempo es importante de diversos modos en la produc-


ción de decisiones políticas, incluyendo los horizontes tempora-
les de quienes las adoptan y de los electores, la dimensión tem-
poral de los grupos de interés y los problemas generados por di-
visiones arbitrarias del continuum temporal por motivos de eva-
luación política.
Debido a que los horizontes temporales propios de los
políticos son tan breves, los mayores horizontes temporales
de los votantes son cruciales para transmitir una perspectiva
más prudente a los responsables de decisiones gubernamentales.
Pero el tiempo aumenta el costo del conocimiento político y el
costo de una efectiva retroalimentación a los individuos o institu-
ciones que toman las decisiones. Las consecuencias que toman
mucho tiempo en tornarse visibles son menos probables de ser
comprendidas en retrospectiva por el votante medio, y dada la
rotación de los funcionarios elegidos y designados, la perspectiva
de consecuencias negativas en el largo plazo puede constituir
escasa o ninguna disuasión para un productor de decisiones in-
dividual en el momento que la decisión política es hecha. Allí
donde existe un aparato político-partidario duradero —una
"máquina"— preocupado de sus posibilidades de mantención
en el poder a largo plazo, los costos externos de la toma de deci-
sión individual pueden ser internalizados en alguna medida, e
impone un horizonte temporal algo más extenso que en caso
contrario. Sin embargo, con el crecimiento del número de polí-
ticos "independientes" o destacados (tal vez "carismáticos"),
el horizonte temporal político tiende a reducirse a tan sólo los
años que servirá ese individuo el cargo para el que fue designado
o elegido. Puede resultar significativo, por ejemplo, que la crisis
58 ESTUDIOS PÚBLICOS

financiera que vivió la ciudad de Nueva York en la década de los


70 surgiera a partir de políticas y prácticas adoptadas durante la
administración de uno de los alcaldes más carismáticos e inde-
pendientes de la década de los 60, y que la contrastante solven-
cia financiera de la ciudad de Chicago durante esos mismos años
fuese mantenida justamente en uno de los últimos bastiones de la
máquina política municipal.
Los miembros de una máquina política tienen grandes
inversiones en sus futuras posibilidades electorales, que coinciden
con sus propias expectativas individuales de seguir avanzando en
la escala de antigüedad a cargos superiores. Mientras más indepen-
diente sea el político individual, tanto menos estará su destino
atado a las consecuencias de largo plazo de sus decisiones en una
unidad particular de gobierno. Las consecuencias negativas que
afloren una vez que se haya retirado de esa unidad pueden in-
cluso ser usadas para probar su superioridad por encima de quie-
nes le sucedieron en el cargo. Lo que interesa e importa al indivi-
duo productor de decisiones políticas es cómo sus decisiones ac-
tuales, tomadas en su puesto actual, promueven sus perspectivas
inmeditas para alcanzar posiciones aun mejores en otra parte. Si
un conjunto determinado de medidas políticas aumentan las
perspectivas presidenciales de un alcalde, el potencial perjuicio
de esas políticas para la ciudad una vez que haya llegado a la
Casa Blanca sólo muy difícilmente se constituirán en un di-
suasivo político.
El efecto de los aparatos partidarios, en contraste con los
de un líder carismático, puede también observarse en los Estados
no democráticos. El líder en ejercicio de la Unión Soviética en
cualquier momento del tiempo podría hacerse más popular libe-
ralizando restricciones gubernamentales o reduciendo el gasto
militar y permitiendo que aumente correspondientemente el
nivel de vida de su pueblo. Los perjuicios inmediatos para su
propio régimen durante el ejercicio de un cargo pueden ser
mínimos, pero aun así las importantes amenazas a los objetivos
internos y externos del Partido Comunista bien podrían ser lo
suficientemente serios como para causar que esa colectividad
deponga al líder por haber tratado de iniciar tales reformas. Un
partido con un horizonte de tiempo mayor requiere de un con-
trol más profundo que un individuo que apenas debe considerar
su propio período de ejercicio. Las dictaduras no partidistas en
países no comunistas pueden ser tan (o más) autoritarias, pero
escasas veces son tan profundamente totalitarias, en el sentido
de entrometerse en las vidas privadas, las creencias religiosas o
el adoctrinamiento de los hijos. Las dictaduras no partidistas
TRANSACCIONES POLÍTICAS 59

están, en consecuencia, más sujetas a cambios, aun si es sólo por


la muerte del dictador individual, como en el caso de España o de
Portugal.

Sesgo Temporal

Tendemos a concebir diversos grupos de interés —la indus-


tria siderúrgica, la agricultura, los trabajadores de la construc-
ción, los médicos, las minorías étnicas— como integralmente
permanentes en el tiempo, y diversas legislaciones o políticas de in-
terés especial para el beneficio de tales grupos como entidades dura-
deras. En realidad, sin embargo, la constante rotación de individuos
u organizaciones en determinados sectores hace posibles marca-
das divergencias entre los intereses de los titulares de un cargo,
propias de un tiempo determinado, y el grupo de interés perdu-
rable, del cual esos individuos forman una parte transitoria. Por
ejemplo, las leyes que dificultan el despido por parte de los em-
pleadores constituyen un obvio beneficio para aquellos que están
empleados. Pero dichas leyes generan incentivos para que esos
empleadores aumenten las exigencias de contratación, y para que
sustituyan mano de obra por capital, contribuyendo ambas me-
didas al aumento de la tasa de desempleo de los trabajadores que
constantemente ingresan a la fuerza laboral. El resultado neto
puede ser una disminución de las oportunidades de trabajo para
la "fuerza laboral" en el tiempo, aunque represente una ganancia
inmediata de oportunidades laborales para los empleados en
ejercicio. Para ellos puede constituir un objetivo completamente
racional buscar tales leyes que protejan sus puestos, así como lo
puede ser para los políticos en ejercicio que aprueban tal legisla-
ción. Muchos de aquellos cuyas perspectivas laborales futuras
son transadas a cambio de ventajas en el presente son demasiado
jóvenes para votar o todavía no han siquiera nacido. De forma
similar, las leyes estatales norteamericanas a menudo protegen a
los gestores empresariales en ejercicio de los esfuerzos de "ab-
sorción" de otras corporaciones que, después de comprar la em-
presa, podrían despedirlo. Desde un punto de vista social, puede
tener escaso sentido proteger a ejecutivos menos eficientes de
otros más eficientes. Sin embargo, es la administración en ejerci-
cio la que decide dónde ubicar los cuarteles generales y las ins-
talaciones de la empresa, y aquellos Estados de la Unión norte-
americana que protegen a los actuales gerentes obstruyendo la
"absorción" tienen la ventaja de atraer a su territorio empresas
que generan impuestos y plazas laborales. Es una decisión perfec-
60 ESTUDIOS PÚBLICOS

tamente racional de parte de los gobiernos estatales estadouni-


denses, aun cuando esas medidas van en contra del interés nacio-
nal. En pocas palabras, es perfectamente razonable para los tra-
bajadores en ejercicio y las empresas actuales perseguir objetivos
que son una antítesis de los intereses económicos de los trabaja-
dores y de las empresas como grupos de interés de largo aliento.
Y es igualmente razonable que políticos en ejercicio los acomo-
den con leyes que no concuerdan con los intereses de largo plazo
de ninguna de las partes.
Podría parecer que una vez que los representantes tempo-
rales de un grupo perdurable son reemplazados por una nueva
generación, la legislación existente, adaptada a la generación sa-
liente, sería rechazada. Pero tal ajuste a una retroalimentación
posterior es inhibida por diferencias en el costo del conocimien-
to para quienes se hallan en ejercicio y para quienes no. Primero
que nada, los que ejercen saben quiénes son individualmente, qué
es lo que tienen en común y qué es lo que se juegan. Personas que
podrían haber llegado a ser médicos si la A.M.A. (Asociación
Estadounidense de Médicos) no restringiera el ingreso a las es-
cuelas de medicina, o que podrían haber creado un ferrocarril
totalmente diferente si la Comisión Interestatal de Comercio no
controlara esa industria, nunca conocerán esto ni siquiera con la
misma certeza, es decir, ni siquiera con un costo de conocimien-
to tan bajo. Un funcionario sólo necesita ser cuerdo para saber
cuál es su ocupación, y medianamente inteligente para darse
cuenta de lo que él y sus colegas podrían perder bajo arreglos
institucionales diferentes. Pero alguien que encuentra que lavar
copas es el mejor trabajo que puede obtener, no puede saber que
podría haber llegado a ser capataz de construcción si el sindicato
de la construcción no restringiera la entrada. Incluso si lo lograra
saber, no podría ubicar a todos los otros individuos que podrían
haber sido sus colegas o empleadores en la hipotética industria
de la construcción que habría existido de no mediar tales restric-
ciones sindicales, a fin de poder formar un grupo de intereses
contrapuestos. Similarmente todos los inversionistas, ejecutivos,
empleados y subcontratistas potenciales del tipo de empresas
ferroviarias que habrían llegado a existir sin las regulaciones men-
cionadas, encaran increíbles costos de conocimiento tratando de
localizarse unos a otros, aun cuando cada uno de ellos conociera,
de algún modo, que fue personalmente uno de los perdedores
de la Comisión Interestatal de Comercio.
Este sesgo temporal que se produce entre los miembros
existentes y potenciales de un grupo de interés es en ocasiones
todavía más acentuado cuando la legislación crea un nuevo con-
TRANSACCIONES POLÍTICAS 61

junto de terceras partes interesadas, estableciendo instituciones


para regular, promover o interactuar de algún otro modo con el
grupo de interés en cuestión; ejemplos son la Dirección de Ae-
ronáutica Civil, el Departamento de Agricultura y organismos
gubernamentales similares, vinculados a industrias específicas.
No están vinculados con la industria o grupo de interés, como
podría deducirse por propia cuenta, con una mezcla siempre
cambiante de organizaciones, personas y relaciones de poder.
Están vinculadas en gran medida con organizaciones e individuos
vigentes en la industria o grupo de interés. El desplazamiento
normal de tales organizaciones e individuos por nuevos competi-
dores en la medida que transcurre el tiempo, es, por lo tanto,
muchas veces resistido por ellos a través de acciones políticas o
gubernamentales. Una empresa vigente puede ser salvada de la
bancarrota restringiendo la entrada de rivales, prohibiendo o
inhibiendo reducciones de precios de otras empresas vigentes
con menores costos, o reteniendo innovaciones tecnológicas que
amenazan la rentabilidad o supervivencia de empresas vigentes
con tecnologías atrasadas.
Buena parte de la discusión política en torno a grupos de
interés en competencia pasa por alto la pugna entre segmentos
del "mismo" grupo de interés, separados temporalmente. El sesgo
temporal afecta no sólo la división de costos y beneficios en el se-
no de tal grupo de interés, sino que la dirección tomada por tales
grupos bajo restricciones establecidas para beneficio de la primera
generación de funcionarios, suficientemente bien organizados
para alcanzar sus objetivos políticos, produce efectos sobre la
economía o la sociedad toda.
El sesgo de la toma de decisión política en favor de toma-
dores de decisiones en ejercicio en instituciones no políticas es
parte de un sesgo temporal más general de la producción de decisio-
nes políticas, cuyo horizonte de tiempo suele estar amarrado por
la siguiente elección. En cuanto los horizontes temporales del
electorado se extiendan más allá, en asuntos puntuales, la deci-
sión política puede reflejar consideraciones de largo plazo respec-
to de esos asuntos puntuales. Sin embargo, para que el horizonte
temporal del electorado efectivamente pueda controlar la pro-
ducción de decisiones políticas, los votantes deben ser capaces
de prever las consecuencias de largo plazo de las políticas actual-
mente aplicadas. Esto es más factible para ciertas políticas que
para otras. Para muchas políticas, incluyendo las económicas, las
consecuencias de largo plazo involucran tecnicismos pocas veces
comprendidos fuera del círculo de especialistas. Más aún, la re-
troalimentación empírica puede corregir la comprensión inicial
62 ESTUDIOS PÚBLICOS

sólo de modo limitado, dado que los individuos que toman las
decisiones muchas veces han pasado a otros puestos (habitual-
mente más altos) merced a la fuerza de lo que otrora se pensó
acerca de sus decisiones, y si fue difícil para el electorado enten-
der lo que se hizo cuando se hizo; esa dificultad puede ser aun
mayor cuando se intente recrear la situación inicial en las mentes
de los votantes años después, para el fin de reevaluar las opciones
adoptadas. Ello no es imposible, sin embargo, cuando la decisión
inicial implicó una corrupción más tarde revelada (Teapot dom)
o cuando surge una guerra a partir de un apaciguamiento previo
(el caso de Neville Chamberlain). El punto aquí es simplemente
que los costos del conocimiento aislan en cierto grado las deci-
siones de largo plazo de la retroalimentación de los votantes, "y
en esa ausencia" se carece de un incentivo institucional para que
los funcionarios electos adopten una perspectiva que se proyecte
más allá de la siguiente elección. Cuán corto es este horizonte de
tiempo puede ser demostrado por el hecho de que el lapso pro-
medio restante antes de la siguiente elección es un año para un
congresal americano y de tres años para un senador. Desde luego
que al inicio de su período tienen más tiempo antes de la si-
guiente elección, pero se acorta con cada día que transcurre. Su
período de ejercicio —a partir del día que asumen, dos y seis
años, respectivamente— da el horizonte temporal máximo, aun-
que el horizonte temporal medio es exactamente la mitad.
El tiempo es especialmente importante en las decisiones
económicas que implican "costos fijos"; es decir, costos que no
varían en el corto plazo. Los puentes, las líneas de autobuses y
los hospitales, por ejemplo, tienen elevados costos fijos por
estructura básica y equipamiento en relación con los otros tipos
de costos, como costos laborales, que varían con el uso de la
instalación o servicio. Las líneas de buses municipales pueden
seguir operando sin sumar el peso a los contribuyentes, en la
medida que los pasajes cubran los costos de corto plazo, tales co-
mo el costo de gasolina y el salario de los conductores. Sin em-
bargo, en el largo plazo, los pasajes necesitarían también cubrir
los costos fijos de reemplazo de los buses que se van depreciando.
En un momento dado del tiempo, la necesidad de alzar los pasa-
jes de los autobuses con el fin de cubrir ambos tipos de costos,
puede ser políticamente denegada sin temor de retroalimenta-
ción dentro del horizonte de tiempo de los funcionarios electos.
Mientras los pasajes vigentes sigan cubriendo los costos de la
gasolina, de los salarios para los conductores y costos de corto
plazo similares, alzas de los pasajes pueden ser pospuestas sin
una reducción inmediata en la cantidad o calidad del servicio de
TRANSACCIONES POLÍTICAS 63

buses o un aumento de los impuestos, independientemente de


cuán inadecuado puede resultar el valor de los pasajes para re-
emplazar los autobuses que se desgastan. Ese es un problema para
los pasajeros del futuro, los contribuyentes del futuro y los
administradores del futuro. En el presente, pueden hacerse ga-
nancias políticas obvias desde una posición moral humanitaria
de proteger al público (o a los más pobres) de pasajes más caros.
Cuando los buses envejezcan y comiencen a fallar, llevando a una
sobreutilización de los restantes, mayores esperas en los parade-
ros y buses menos confortables, afectarán no sólo al sistema de
transporte, sino a toda la ecología social de la urbe. Aquellos
que hallen intolerable el sistema de transporte municipal ten-
drían incentivos para emplear sus automóviles particulares o
mudarse hacia los suburbios. Pocas veces los votantes, que eli-
gieron en determinado año al campeón de los pasajeros de auto-
buses, conectarán ese acontecimiento con un acelerado despla-
zamiento hacia los suburbios y una base tributaria municipal en
falencia diez años después.

Continuidad Inherente y Distinción Arbitraria

El tiempo aumenta el costo del conocimiento político de


muchos otros modos. La continuidad inherente del tiempo debe
ser arbitrariamente fragmentada en unidades discretas para los
fines de la producción de decisiones políticas y la evaluación
por los electores. Ello significa que lo que ocurre dentro de esas
unidades de tiempo arbitrariamente discretas cobra una impor-
tancia tal en un sistema de incentivos y restricciones dado, fuera
de toda proporción a su importancia en el largo y continuo to-
rrente del tiempo. Otras instituciones no políticas sufren proble-
mas similares, aunque a menudo también contienen mecanismos
que hacen sentir durante el período actual, arbitrariamente se-
leccionado, el peso del futuro excluido. Los accionistas de una
corporación, por ejemplo, no sólo consideran el dividendo anual
sino también el precio actual de sus acciones, que refleja las pers-
pectivas futuras de la empresa, tal como son evaluadas por el
mercado. Una madre no sólo considera en el presente que una
golosina detendrá el llanto de su bebé; dado que será la madre
del niño durante el futuro indeterminado (es decir, será social y
emocionalmente responsable de la misma unidad en el tiempo),
también tendrá que considerar la golosina, el efecto de largo pla-
zo sobre su futuro nutricional, dental y sicológico.
64 ESTUDIOS PÚBLICOS

Entre los costos sociales de una distinción arbitraria del


tiempo en un sistema determinado está la facilidad de incurrir
en error (los elevados costos del conocimiento del votante) a
través de la elección de unidades temporales. Estas no incluyen
solamente maximización de corto plazo a costa de costos de largo
plazo, sino también una interpretación altamente variable de
las tendencias de largo aliento. Por ejemplo, en relación con
1960, la tasa de crecimiento de la economía estadounidense po-
dría ser cualquiera desde 2.0 a 4.7 por ciento anual, dependiendo
de una elección arbitraria del año base a partir del cual contar.26
La tasa de crecimiento de la economía de los Estados Unidos fue
uno de los principales hitos políticos de la campaña presidencial
de aquel año, y el elevado costo del conocimiento de los electo-
res fue, por lo tanto, de mayor impacto político potencial. Da-
do que la tasa de crecimiento "normal" habría sido de alrededor
de tres por ciento, el crecimiento económico durante la admi-
nistración de entonces se encontraba o por debajo o por encima
de lo normal, dependiendo del año en que se iniciara la conta-
bilización. Esto tampoco fue una peculiaridad de 1960: para el
año de elecciones presidenciales anteriores (1956), el correspon-
diente rango de tasas de crecimiento habría variado entre 2.1 y
5.1 por ciento, dependiendo de la elección arbitraria del año ba-
se, y para el año electoral anterior (1952), el rango posible osciló
entre 1.3 y 5.3 por ciento.27 Cualquiera de esas administraciones
podría haber sido o un gran éxito o un gran fracaso en atención
a este criterio, dependiendo siempre de la selección arbitraria de
las unidades temporales. En el plano internacional, la Unión
Soviética ha impresionado durante mucho tiempo a personas de
todo el orbe con las tasas de crecimiento soviéticas, que tienen a
1926 como año base, cuando las mismas estadísticas se habrían
traducido en tasas de crecimiento considerablemente más bajas
si se hubiera optado por el año base de 1913. Considerando la
permanente comparación mundial entre sistemas del tipo sovié-
tico con sistemas occidental o de otra índole, el alto costo del
conocimiento temporal puede tener consecuencias de gran peso
para la humanidad.

26
Edward F. Denisonb, The Sources of Economic Growth in the
United States (Committee for Economic Development), p. 17.
27
Loc. cit.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 65

Decisiones Categóricas versus Decisiones Graduales

La producción de decisiones políticas, y especialmente la


legal, tiende más bien hacia decisiones categóricas que a decisio-
nes graduales. Ello se debe en parte a los temores engendrados
por el arrollador poder del gobierno, al que se le permite funcio-
nar sólo bajo numerosas salvaguardas, lo que equivale a decir,
numerosas limitaciones sobre la discreción de los individuos pro-
ductores de decisiones. Estos temores no provienen únicamente
del público sujeto al poder gubernamental en un sistema demo-
crático, sino también de líderes, democráticos o no democrá-
ticos, que temen las repercusiones políticas de las decisiones
adoptadas por funcionarios anónimos de rango inferior, dema-
siado numerosos como para controlar en cuanto al ejercicio de
su prudencia. Reglas numerosas y relativamente inflexibles re-
ducen los costos de control al reducir la interrogante básica a
si se siguieron o no determinados procedimientos establecidos.
La discreción individual puede no ser totalmente desterrada
como consideración, pero "un gobierno de leyes y no de hom-
bres" constituye, en parte, un dispositivo de ahorro de costos.
Mirado de otro modo, en un mundo de conocimiento a cero
costo (omnisciencia), no habría necesidad de regla alguna para
encauzar ya sea al productor de decisiones inicial o a un funcio-
nario superior que podría constantemente revisar su decisión.
Tanto la decisión inicial como cualquier revisión subsecuente de
la misma podrían determinar en términos generales de cuán in-
teligentemente podría ser resuelto determinado asunto. Pero
tanto los funcionarios que inician como los que revisan, y tam-
bién el público en general, aceptan alguna transacción de flexi-
bilidad discrecional por responsabilidad institucional y garantía
contra el uso indiscriminatorio de los vastos poderes del go-
bierno. El "papeleo" es un precio implícito pagado por este
"seguro".
Los gobiernos pueden y, de hecho, combinan producción
de decisiones discrecional y reglas confiables, pero ninguna de
las dos puede ir hasta su extremo lógico sin destruir a la otra, y
hay transacciones en todos los puntos intermedios. El tráfico
suele estar controlado por prioridades totalmente arbitrarias,
establecidas mecánicamente por semáforos en intersecciones,
sin ninguna consideración de si el tráfico en una dirección tiene
una razón personal o socialmente más justificable para ir pri-
mero. Ciertamente habrá momentos en que alguien que espera
llegar cuanto antes a una reunión importante (para él o para toda
la sociedad) estará sentado esperando impacientemente el cam-
66 ESTUDIOS PÚBLICOS

bio de luces mientras alguien que cruza la intersección sólo ha


salido a dar una vuelta. Las reglas del tránsito, al igual que todas
las reglas arbitrarias, implican este tipo de "ineficiencias" sociales
e implican también una decisión respecto de que los costos de
eliminar las "ineficiencias" exceden demasiado lejos los benefi-
cios como para ni siquiera intentarlo. Como válvula de seguridad
para casos extremos, las mismas reglas del tránsito incorporan
excepciones para vehículos de emergencia, cuyas sirenas transmi-
ten el conocimiento de que una excepción está por ocurrir.
Reglas arbitrarías, categóricas o "burocráticas" en general no pue-
den ser criticadas como malas meramente porque algunas conse-
cuencias individuales en ocasiones carecen de sentido en com-
paración con lo que una persona inteligente e imparcial habría
decidido a la luz de todos los hechos del caso en particular. Ni
los hechos ni la inteligencia ni la imparcialidad son bienes gratui-
tos. Las reglas categóricas son un reconocimiento de este hecho y
un intento de economizar los recursos disponibles a la luz de sus
costos. La defensa de la producción de decisiones gradual o dis-
crecional es una aceptación de los riesgos de una producción de
decisiones discriminatoria, poco inteligente o corrupta. Tal
defensa puede hacerse en instancias específicas. Lo que importa
es entender la transacción.

Maquinarias Políticas

Buena parte de la historia de la política de reforma muni-


cipal de los Estados Unidos está referida a una cambiante tran-
sacción entre un irresponsable y burocrático "buen gobierno" y
corruptas maquinarias políticas, flexiblemente puestas a tono con
las prioridades generales y urgencias personales de la ciudadanía.
Los partidarios de los movimientos de reforma han tendido a
ser personas de clase alta, educadas, experimentadas e influyen-
tes, capaces de penetrar en el laberinto burocrático, mientras
que las maquinarias corruptas se han mantenido en el poder
ajustando reglas categóricas a las necesidades de personas alta-
mente vulnerables, que difícilmente podrían entender el len-
guaje del "buen gobierno" oficial, y mucho menos todavía hacer
frente a sus complejidades. Las maquinarias políticas corruptas
juegan un papel bastante similar en la política al de los interme-
diarios en la economía. Fueron corruptas porque la ley no san-
cionaba dicho papel, y mucho menos todavía el enriquecimiento
personal que lo acompañaba.
En los países democráticos las maquinarias políticas son,
entre muchas otras cosas, mecanismos para economizar en los
TRANSACCIONES POLÍTICAS 67

costos de conocimiento y, especialmente, en su transmisión


efectiva. Así como los consumidores técnicamente más ignoran-
tes eligen, racionalmente, por marcas (incluyendo franquicias),
antes que intentar una elección más refinada de acuerdo con
características detalladas del producto que no están calificados
para juzgar antes de comprar, así también los políticamente me-
nos preparados votan a favor o en contra de la maquinaria polí-
tica, de acuerdo con la percepción que tengan de su funciona-
miento, más que de acuerdo con su conocimiento de candidatos
y asuntos específicos. Esto provee un incentivo a los "jefes"
políticos, dotados de mayor conocimiento tanto de los polí-
ticos en ejercicio como de asuntos puntuales, para controlar am-
bos aspectos de modo tal de maximizar la aceptación pública de
largo plazo de la maquinaria, al igual como los fabricantes de pro-
ductos de marca u organizaciones de franquicia se ven incenti-
vados a comprometerse en procesos de control de calidad en re-
presentación de los consumidores que carecen de su conocimien-
to específico.
En ninguno de estos casos el control de calidad implica
calidad perfecta y tampoco está claro que sería socialmente óp-
timo buscar la máxima calidad del producto (o incluso una
mínima variación de calidad) en lugar de una variación de calidad
óptima en consideración a costos. Las maquinarias políticas son
especialmente susceptibles a la corrupción financiera, en diversos
grados, especialmente cuando representan electorados para los
cuales esa corrupción resulta menos chocante que para los
críticos de la sociedad o para aquellas clases que no se sentirían
atraídas por la maquinaria en ningún caso. El control de calidad
no se realiza en relación a un cierto ideal abstracto, sino de
acuerdo con las cualidades realmente valoradas por el electorado
relevante.
La era particular de dominación de máquinas políticas,
así como las clases sociales y grupos étnicos a los que apelan,
iluminan el elevado costo de conocimiento de su alternativa:
el "buen gobierno","racional" o burocrático. Las maquinarias
políticas se hallaron en la cima desde alrededor de mediados
del siglo pasado hasta la mitad del actual, en una época en que
el desacuerdo étnico (y religioso también) entre los votantes hizo
difícil la confianza pública, cuando pocos de los miembros de las
minorías étnicas disponían de tiempo, educación y en ocasio-
nes incluso del conocimiento del idioma inglés necesarios para
entendérselas con los organismos de gobierno que afectaban vi-
talmente sus vidas cotidianas. La protección policial, la reco-
68 ESTUDIOS PÚBLICOS

lección de desperdicios, la educación para sus hijos y muchas


otras responsabilidades gubernativas se hallaban en manos de
personas y organismos que eran incomprensibles, incontrolables
y muy a menudo abiertamente desdeñosos de las sucias y polí-
glotas poblaciones de muchas de las grandes ciudades. El costo
de transmitir efectivamente el conocimiento de las consecuencias
de dichos eventos hasta los puntos productores de decisiones a
través del laberinto político y burocrático era considerablemente
superior al costo de centrar la atención y la lealtad en algún
"jefe" político que podría sobrepasar, rodear o, en el peor de
los casos, "corromper" el proceso formal para lograr lo que se ne-
cesitaba. Muy a menudo esos caudillos políticos literalmente ha-
blaban su lenguaje y convertían la íntima comprensión de las vi-
das de sus bases electorales en verdadera profesión. En cambio,
los dirigentes políticos reformadores o del "buen gobierno" habi-
tualmente eran anglosajones distantes, reservados y prósperos que
poco sabían del mosaico cultural de las barriadas de las grandes
ciudades, excepto de que eran extranjeros y por lo tanto "erra-
dos". En pocas palabras, los políticos reformistas o representan-
tes del "buen gobierno" eran considerablemente inefectivos co-
mo conductores del conocimiento del impacto gubernamental
sobre las vidas del tipo de personas que se volvían hacia las ma-
quinarias políticas. No era simplemente de que las masas fuesen
"ignorantes" o que eran "engañadas", como tendían a ver las
cosas los reformistas. Siendo ignorantes y por lo tanto sujetos a
engaño puede implicar una buena medida de conducta política
aleatoria, pero no la sobrecogedora lealtad a determinada maqui-
naria política que caracterizó a los ghettos de inmigrantes. El
valor de esas maquinarias políticas para personas culturalmente
extraviadas y económicamente desesperadas sólo es destacado
por la corrupción financiera de los políticos pertenecientes a
esas maquinarias, quienes eran reelegidos por votantes casi
siempre conscientes de esas irregularidades.
La composición social de los partidarios y detractores
de las maquinarias políticas sugiere todavía otra importante
transacción: entre la extensión del contenido de una ley y la
posibilidad de ser comprendida por el público. Mientras de mane-
ra más minuciosa y específica una ley intenta cubrir todas las
contingencias, tanto más compleja se torna y tanto menos se la
comprende. Dado que una ley no está destinada solamente a
juzgar una conducta ya ocurrida, sino que también a guiarla
en el futuro, fracasa en esta última y más importante función,
al extremo de que la ciudadanía muchas veces no puede desci-
frar qué espera o requiere la ley de ella.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 69

La mezcla óptima de extensión de contenido y compren-


sibilidad para las clases más pudientes y educadas obviamente
involucra más complejidad que la mezcla óptima desde el punto
de vista de aquellos con disposiciones financieras más simples y
menos entrenamiento en complejidades verbales propias de las
leyes y los documentos legales. La transacción tiende a estar
sesgada en dirección a la complejidad, no sólo por la mayor in-
fluencia de los más pudientes, sino que también por el supuesto
racionalista de que más articulación (o articulación más precisa)
es una "buena cosa", sin consideración de los retornos decre-
cientes y negativos. Pero el fracaso de la ley en cubrir contin-
gencias explícitamente no implica una mayor incertidumbre,
caos o litigio. Aquellos con asuntos más complejos pueden pro-
ducir sus propias complejidades contractuales dentro del marco
de la ley general simple. Hay, así, una transacción social entre las
complejidades legales producidas a expensas de la ciudadanía y
aquellas producidas a expensas privadas.

Burocracias

La producción de decisiones políticas tiende también en


otro sentido hacia lo categórico. Los organismos gubernamenta-
les específicos no administran simplemente en favor de algún
bienestar generalizado de la ciudadanía, como están libres de
hacerlo diversas unidades sociales y económicas. Es decir, las uni-
dades no gubernamentales generalmente están libres de decidir
sus propios y respectivos grados de especialización y también
de cambiarlos en el tiempo como les plazca. La Wells Fargo
solía ser una empresa de "correo a caballo" (pony express), pero
con el correr del tiempo abandonó ese rubro y en la actualidad está
dedicada a actividades bancarias más o menos convencionales. Un
fabricante de alimentos para lactantes puede diversificar sus activi-
dades para incluir seguros de vida, y un fabricante de equipa-
miento deportivo puede optar por entrar en el rubro automotriz.
Una madre típica cambia toda su rutina y papel materno varias
veces en la medida que su hijo pasa por las diversas fases que
median entre la lactancia y la adultez. En contraste, una agencia
gubernamental debe realizar un conjunto específico de activida-
des asignadas más que a alcanzar una meta general de maximi-
zación, como sería el aumentar las utilidades o el bienestar fa-
miliar. Las agencias gubernamentales están en general autorizadas
para llevar adelante procesos más que para alcanzar resultados.
Si los funcionarios postales llegaran a convencerse de que las co-
70 ESTUDIOS PÚBLICOS

municaciones podrían ser ampliamente mejoradas por un des-


plazamiento en gran escala desde el empleo de cartas hacia el
uso del teléfono, telégrafo y diversas formas de intercomunica-
ción radial, todavía no estarían autorizados para emplear el di-
nero puesto a su disposición en subsidiar estas últimas activida-
des en lugar de transportar el correo. Si existiera una agencia
gubernamental para la producción de alimentos para lactantes,
no podría decidir por su cuenta que llegó a un punto en que par-
te de su capital debiera ser marginalmente reorientado hacia los
seguros de vida, como lo hizo la empresa Gerbers; un organismo
fotográfico gubernamental no podría repentinamente decidir
que producirá también impermeables, como ha hecho la Eastman
Kodak.
Dados los mandatos categóricos y la ley de retornos (be-
neficios) decrecientes, es virtualmente inevitable que las agencias
gubernamentales terminarían eventualmente realizando cosas
que parecerían irracionales como decisiones aisladas. El creci-
miento que nos resulta familiar en todo tipo de actividades hu-
manas —desde vestir un bebé hasta el despliegue de corporaciones
multinacionales— puede igualmente aplicarse a los organismos de
gobierno. Pero allí donde otras expansiones se ven restringidas
no sólo por limitaciones presupuestarias sino también por benefi-
cios marginales desde otras líneas de actividad, los organismos
gubernamentales con actividades en mandato tienen todos los
incentivos para empujar aquellas actividades particulares mien-
tras sea políticamente posible, incluso hacia áreas de retornos
negativos para la sociedad. Esto queda especialmente de mani-
fiesto en el caso de las actividades preventivas, diseñadas para
evitar diversos males. En la medida que esos males son sucesi-
vamente reducidos, ya sea por las propias actividades de la agen-
cia, ya sea por desarrollos tecnológicos o sociales, la agencia
debe, entonces, aplicar más actividad por unidad residual de mal,
con el fin de mantener su actual nivel de empleo y asignación
de fondos. Si se supone que la agencia combata las discrimina-
ciones contra las minorías, deberá sucesivamente ir expandiendo
su concepto de lo que constituye "discriminación" y "minoría".
Tareas urgentes como asegurar la vigencia de los derechos civiles
para los ciudadanos de color en última instancia ceden el paso
a actividades diseñadas para lograr igual número de jefas de barra
para los equipos atléticos de los colegios de señoritas.28 Una

28
George F. Will, Rah, Rah, Rah! Sis, Boom, Bah! Let's Hear it
for Tille IX! Los Angeles Times, marzo 6, 1978, Parte II, p. 7.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 71

organización no gubernamental, como March of Dimes, puede


—tal como hizo ésta después de derrotar la poliomielitis— re-
orientar su foco sobre otras enfermedades; pero si tuviera un
mandato gubernamental estrictamente limitado al combate de
la polio, no le quedaría más opción que proseguir con activida-
des tales como escribir sobre la polio, reunir antiguos afiches de
campañas contra la enfermedad, etc., mientras los niños siguen
muriendo a causa de defectos congénitos u otros males. La cues-
tión no es aquí que los dirigentes de March of Dimes fuesen más
inteligentes o moralmente superiores a los jefes de los organismos
gubernamentales. La cuestión es que una organización no guber-
namental sujeta a la retroalimentación de los donantes o los
clientes tiene incentivos y limitaciones que conducen hacia deci-
siones institucionales más a tono con transacciones sociales
racionales.
Agencias gubernativas más diversificadas —como los De-
partamentos de Salud, Educación y Bienestar— tienen la opor-
tunidad de alterar la mezcla interna de sus actividades en res-
puesta a las cambiantes prioridades sociales, pero sólo en la me-
dida que la jefatura de dichos Departamentos se halle en posi-
ción de imponer consideraciones generales de su repartición
sobre los "principados guerreros" que están, nominalmente,
bajo su control. Por el mismo motivo, organismos privados
apoyados por una base estrecha —como el Fondo de Defensa
Legal (NAACP), apoyado por liberales blancos pudientes 29 —
puede desarrollar ciertas actividades que, desde el punto de vista
de sus beneficiarios obvios (los negros) o la sociedad en general,
no arrojarán más que retornos decrecientes, sin importar cuán
trascendente pudo haber sido en el pasado su histórica misión.
En pocas palabras, el control político versus el privado no cons-
tituye la cuestión clave. Lo crucial aquí es la esfera de acción
del mandato de una organización, y lo que eso implica respecto
de la posibilidad de perseguir alguna actividad más allá del pun-
to de beneficios sociales negativos. Las salvaguardas requeridas
para el uso del poder gubernamental masivo y enormes sumas
de dinero muchas veces confirman la prudencia del tomador
de decisiones a una línea determinada de actividad y contienen
numerosas reglas dentro de esa actividad. Más aún, como los
contribuyentes no pueden controlar las numerosas agencias gu-
bernativas del mismo modo como los donantes, clientes o fami-
liares pueden controlar menor número de actividades, también

29
Anthony Downs, Inside Bureaucracy, p. 258.
72 ESTUDIOS PÚBLICOS

más cercanas, la retroalimentación de las organizaciones no gu-


bernamentales es habitualmente más rápida y más efectiva en
desviar sus esfuerzos hacia nuevas áreas en la medida que son
satisfechas las necesidades más urgentes del área de trabajo ori-
ginal.
Las burocracias por definición son controladas por decisio-
nes administrativas o políticas y no por incentivos o restricciones
comunicadas a través de las fluctuaciones en los precios de mer-
cado.30 Mientras una empresa comercial común está limitada a
mantener sus costos de producción por debajo del valor de venta
al consumidor —y tiene incentivos para mantenerlos tan bajos
como pueda— tales incentivos y restricciones no se hallan mera-
mente ausentes en una burocracia, sino que son reemplazados
por otros incentivos y restricciones que tienden en dirección
contraria. El rango y remuneración de un burócrata son deter-
minados por su grado de "responsabilidad" en categorías docu-
mentables para terceras partes que juzgan más un proceso que un
resultado. Se le paga de acuerdo con cuántas personas maneja
y cuántos fondos administra. Una sobredotación de personal,
papeleo "inútil" y demoras "innecesarias" pueden ser tales sólo
en relación con propósitos sociales, no en relación con los incen-
tivos establecidos. Cualquier empleado "innecesario" es motivo
para que su superior obtenga un mayor salario; así también lo es
todo gasto "despilfarrado" y toda demora "innecesaria" preserva
del trabajo de alguien. Mientras más numerosos sean los "canales"
por los cuales deba pasar un ciudadano, tanto más trabajo es
generado para la organización. Para un burócrata a quien se ha
asignado una tarea dada (resultado), el incentivo es requerir
el mayor número de personas y la mayor cantidad de fondos para
alcanzar dicho resultado. Lo que es políticamente posible de-
pende de cuán visibles sean sus costos y no de magnitud en rela-
ción con el valor del resultado. Más aún, la burocracia puede ex-
pandir la demanda de sus servicios simplemente entregándolos
por debajo de su costo. No existe nada semejante a una "nece-
sidad" objetivamente cuantificable de algo. Cuando el precio
es más bajo, una mayor cantidad es demandada. Restricciones
de precios y de utilidades significan que una empresa privada
puede expandir sus ventas por esta vía sólo mientras su precio
cubra los costos de producción. Una burocracia gubernamental,
que puede entregar sus servicios u ofrecer sus bienes bajo el cos-
to —incluyendo un precio cero, en algunos casos— siempre podrá

30
Dahl y Lindblom, op. cit., p. 27.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 73

demostrar una gran "necesidad" de su producción y, en conse-


cuencia, una "justificación" para un numeroso personal e inflado
presupuesto.
Se ha pretendido que la burocratización en general no pue-
de llegar a extremos contraproducentes, ya sea en términos de
eficiencia organizacional o en términos de libertad individual
en una nación democrática. En caso contrario, podría ser elegido
un partido "desbaratador de la burocracia"31, y ello con el apoyo
de "todo ciudadano que piensa que está pagando, para mantener
a una burocracia despilfarradora, más de lo que recibe de aquellas
oficinas de servicios minoritarios que lo beneficiaban directa-
mente".32 Ello sería verdad si el conocimiento fuese gratuito.
Pero uno no puede destruir a la "burocracia" en general, sino so-
lamente burocracias específicas y altamente dispares. Si el go-
bierno no es un juego de suma cero, puede haber considerables
beneficios en impedir la anarquía, y esos beneficios escudan a
determinadas ineficiencias de un vasto ataque contra las reparti-
ciones gubernamentales. Visto más estrechamente, las actividades
de cada repartición pública pueden producir ciertos beneficios,
aun cuando algunas como un todo no produzcan beneficios ne-
tos. Para que un ataque de la ciudadanía contra reparticiones
despilfarradoras alcance éxito, es necesario un conocimiento del
momento en el cual los beneficios se convierten en despilfarro
o en actividades contraproducentes. Incluso, los más acérrimos
críticos de las políticas de Administración de Alimentos y Dro-
gas del gobierno de los Estados Unidos que retarda la introduc-
ción de drogas que pueden salvar vidas, puede titubear en des-
truir a la agencia, hecho que permitiría que todo tipo de ele-
mentos tóxicos hallen su camino hacia el suministro de agua po-
table y de alimentos. Mientras el despilfarro o restricción buro-
cráticos se mantengan dentro de límites amplios y se escuden
de una detección específica, puede perdurar indefinidamente a
pesar de que los costos marginales excedan los beneficios mar-
ginales como opinarían los electores potencialmente, si lo supie-
ran. La visión contraria constituye un caso especial de la falacia
democrática, que iguala la toma de decisiones de mercado bajo
restricciones de costos explícitas, expresadas en etiquetas de
precios, con la acción de emitir un voto sobre la base de plausi-
bilidad y con elevados costos de conocimiento por elector.

31
Ibid., p. 213.
32
Ibid., p. 419.
74 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cambios Institucionales

La diferencia entre la toma de decisiones marginal y la


categórica tiene consecuencias no sólo sobre la ubicación dentro
o fuera de gobierno de tipos dados de decisiones; tiene implica-
ciones sobre cómo y dónde pueden ser situadas más efectiva-
mente las decisiones gubernamentales. En este contexto, las pe-
riódicas campañas para "reformar" o "modernizar" la burocra-
cia gubernamental al alero de algún plan "racional" para "poner
fin a la duplicación", adquieren un viso bien diferente. La dupli-
cación, por ejemplo, significa que procesos o resultados similares
en un campo dado son posibles de obtener por vías de diferentes
organizaciones, habitualmente situadas dentro de organizaciones
más grandes y más diversificadas, con propósitos ostensiblemente
diferentes. Tanto la Administración de Veteranos como el Servi-
cio Público de Salud, por ejemplo, operan hospitales. Esto a
menudo significa que un ciudadano dado tiene la elección de
dónde dirigirse por un mismo problema, ya sea que se trate de
un problema de engaño al consumidor, de violación de la ley
antimonopolios o de discriminación racial. Cuando duplicación
significa opción individual, ha sido creado un conjunto impago
de "controladores no sujetos a control", capaz de restringir
efectivamente la conducta de cada agencia con la amenaza de
acudir a alguna otra agencia si no se le presta el mismo servicio.
Las economías de escala que podrían (o no podrían) resultar de
la consolidación de la actividad, deben ser ponderadas frente a
los costos más elevados o menor calidad que pueden resultar,
en cambio, cuando los controladores se convierten en una audien-
cia cautiva de un monopolio del gobierno. Más aún, la ubicación
de actividades similares dentro de una variedad de organizaciones
gubernamentales de conglomerados significa que el desechamien-
to de la actividad se torna más factible dentro de una unidad
productora de decisiones que tiene otras actividades que pueden
absorber al personal y las asignaciones de fondos. Un plan más
racional de reunir todas las actividades parecidas en una agencia
dedicada solamente a esa actividad significa, de hecho, crear
incentivos para mantener viva esa actividad todo el tiempo posi-
ble y para llevarla a cabo lo mejor posible, con escasa o ninguna
consideración de costos y beneficios sociales. Los costos de dupli-
cación en un momento del tiempo deben ser ponderados contra
esos costos de consolidación de más largo aliento.
La toma de decisiones políticas tiende a ser más bien
categórica que marginal en otro sentido. Los programas de los
funcionarios de gobierno o de los candidatos políticos tienden
TRANSACCIONES POLÍTICAS 75

a ser expresados en términos categóricos más que marginales.


El nervio de la política es la emoción popular y declaraciones
categóricas capturan esa emoción. Nadie irá a las barricadas por
un poco más de A y algo menos de B. Y nadie tampoco va a
tocar a las puertas de la gente en frías noches electorales por
tales consideraciones marginales. Por tal razón la actividad po-
lítica —sea cual fuere su contenido sustancial o ideológico— tiene
incentivos implícitos para una presentación categórica de alter-
nativas. La competencia entre los grupos políticos no suscita
por ello un conocimiento más exacto, como en la competencia
económica, sino que promueve exageradas esperanzas y temores y,
en ocasiones, hechos. Tampoco se trata de un pasajero fenóme-
no preelectoral. Una vez que este tipo de exageraciones cate-
góricas han sido puestas en marcha, se vuelven incentivos y res-
tricciones para la siguiente formulación de políticas, aun en los
regímenes más totalitarios. En un país libre, la prensa en alguna
medida, es una limitante para la retórica categórica de la política
en el gobierno, aunque la venta de diarios a los suscriptores y
de los programas noticiosos a los publicistas depende también
de la mantención de cierto nivel de excitación pública, que
también es promovida por choques categóricos. Hay escaso in-
centivo para cualquiera institución respecto de la promoción
de un enfoque marginal de la toma de decisiones políticas.
El gobierno tiende hacia la toma categórica de decisiones
no sólo por los incentivos que enfrenta sino también por los in-
centivos que crea para aquellos fuera del gobierno. Al conferir
un derecho valioso a determinado grupo a expensas de otro
grupo, el gobierno incentiva luchas intestinas y costosas para
ser el grupo que recibe antes que dar. Simples luchas entre gru-
pos, reconocidas como tales, entregarían la base para ajustes
marginales de reivindicaciones en competencia. Pero en orden a
lograr una mayor tolerancia pública del interés privado, la disputa
es verbal o ideológicamente transformada en un choque de prin-
cipios, que debe entonces ser resuelto categóricamente. Decisio-
nes de todo o nada aumentan lo que está en juego, así como los
recursos invertidos para ser el ganador, mientras bajan la proba-
bilidad de un resultado socialmente óptimo de este proceso so-
cialmente disociador.
Hay, claramente, un nivel óptimo de cambio, así como de la
división que lo acompaña. Con todo el mundo paralizado por
temor a la división, jamás se produciría cambio alguno —polí-
tica, económica o socialmente— y todos seguiríamos aún viviendo
en cavernas. Pero si todo cambio inmediatamente suscitara nue-
vas luchas para modificarlo, los méritos relativos de cada uno de
76 ESTUDIOS PÚBLICOS

los sucesivos estados podrían significar menos que la incesante


revuelta. Cualquiera sea la tasa óptima de cambio para una enti-
dad política determinada como un todo, dicha tasa probablemen-
te sea mayor para un político activo o partido determinados,
ya que pueden ganar como ostensibles campeones de cualquier
grupo que elijan o generen con su división.

Resumen y Conclusiones

El gobierno ha sido siempre entendido como una estruc-


tura de reglas en cuyo marco otras unidades productoras de deci-
siones pueden decidir sin los elevados costos de transacción
de mantener una fuerza privada para el propósito de proteger
su seguridad física o de proteger sus propiedades o de mantener
amenazas para poner en práctica el cumplimiento de contratos
acordados. En cuanto estructura, el gobierno simplemente traza
los límites dentro de los cuales otras unidades determinan opcio-
nes sustantivas, poniendo el gobierno sus fuerzas al servicio de la
defensa de los límites establecidos. Pero si bien el gobierno
sienta la estructura básica para otros —con límites estrechos o
vastos, dependiendo del grado de libertad imperante en el país—
también está en sí sujeto a incentivos y restricciones, tanto ins-
titucional como individualmente. El gobierno no es simplemente
una personificación de la "sociedad" o del "interés público".
En efecto, en gobiernos democráticos modernos —especialmente
en los Estados Unidos— muchas veces no constituye una unidad
de toma de decisiones consolidada, sino un montaje traslapado
de ramas, agencias y grupúsculos autónomos, cada uno de los
cuales es sensible a diferentes coaliciones de grupos de interés o
de ideólogos externos.
El simple hecho de que los gobiernos son manejados por
seres humanos dotados del normal deseo humano de bienestar
personal y de expansión individual o institucional debe ser des-
tacado debido a una larga tradición intelectual que implícita-
mente trata al gobierno como una especial excepción a tales
incentivos y restricciones. Esta tradición se extiende desde el
imparcial "rey filósofo" de Platón hasta el exaltado "estadista"
de la literatura mercantilista de hace dos o tres siglos, proyec-
tándose en nuestro tiempo en el gobierno de inspiración públi-
ca, tal como se lo concibe en los tratados contemporáneos au-
todefinidos como "ciencia social empírica y no afirmaciones
TRANSACCIONES POLÍTICAS 77

valóricas".33 En esa moderna literatura, al igual que en sus pre-


decesores históricos, la asunción gubernativa de las decisiones
que corresponden a otras instituciones es tratada en sí como
evidencia suficiente —virtualmente como prueba— de que tales
acciones son necesarias para "remediar las deficiencias"34 de
otros procesos de toma de decisiones que son de algún modo
"irracionales".35 Una mera enumeración de la actividad guber-
namental es evidencia —a menudo la única prueba ofrecida-
de lo "inadecuado" de las instituciones no gubernamentales,36
cuya "incapacidad" de hacer frente a problemas "obviamen-
te"37 hace necesaria la intervención estatal. El gobierno es retra-
tado como actuando no en respuesta a sus propios incentivos
políticos y restricciones, sino que obligado por su preocupación
por el interés público: "no puede permanecer impasible" cuando
"es tanto lo que se halla en juego",38 cuando la emergencia lo
"obliga" a supervisar otros procesos de producción de decisio-
nes.39 Un cuadro de esta naturaleza simplemente ignora la posi-
bilidad de que haya incentivos políticos para la producción y
distribución de "emergencias" a fin de justificar expansiones de
poder, tanto como para usar emergencias esporádicas como
fundamento para crear instituciones gubernamentales dura-
deras.
La ignorancia de las estructuras de incentivos políticos
abarca tanto los efectos de la acción de un gobierno como sus
causas, muchas veces "pretendiendo que el efecto de una ley
y de una asignación serán lo que dice su preámbulo que han de
ser".40 Buena parte de las quejas relativas a la "ineficiencia" o
"estupidez" burocráticas presuponen que los burócratas persi-

33
Ibid., p. 465.
34
Ibid., p. 467.
35
Ibid., p. 185.
36
Ibid., p. 374.
37
Ibid., p. 467.
38
Ibid., p. 185.
39
Ibid., p. 347.
40
Roger Freeman, The Growth of American Government, p. 10.
78 ESTUDIOS PÚBLICOS

guen los objetivos fijados en los preámbulos de la legislación


autorizando su existencia, más que dar respuesta a los incentivos
generados en los "detalles" de tal legislación. No es posible si-
quiera calcular una eficiencia física o de ingeniería sin proceder
primero a definir un objetivo. Allí donde los burócratas persiguen
sus propios objetivos individuales u organizacionales, difícilmen-
te serán "ineficientes" —mucho menos "estúpidos"— en tér-
minos de otros objetivos que otras personas desearían que se
persiguieran. Esto no es meramente materia de fastidio verbal
sino más bien de política práctica: reemplazar a las personas
supuestamente "ineficientes" o "estúpidas" por otras más inte-
ligentes, o por personas con un historial de eficiencia en la in-
dustria privada, podría no ser suficiente para mejorar la mate-
rialización de la política social descrita en los preámbulos, mien-
tras la estructura de incentivos y restricciones siga siendo la
misma.
La importancia de las verdaderas características institu-
cionales como guía para saber qué esperar se ve oscurecida por la
práctica común de definir a las instituciones políticas por los
resultados que se esperan de ellas: la Agencia para Protección
del Medio Ambiente, la Comisión de Iguales Oportunidades de
Empleo, el Departamento de Defensa, etc. El cambio de nombre
de este último de "Departamento de Guerra", que describe lo
que una organización militar realmente hace o se prepara para
hacer, a "Departamento de Defensa" —presumiblemente incapaz
de lanzar siquiera un ataque militar— fue sintomático de esta
ofuscación mojigata.
Las estructuras de incentivos son importantes en explicar
la conducta política, no solamente en un sentido estático, sino
que en cambios dinámicos seguidos de modelos políticos. Los
incentivos operan no sólo guiando las acciones de personas dadas,
sino también cambiando la mezcla de personas que fluyen hacia
actividades particulares. Tipos muy diferentes de personas pue-
den verse atraídas o "seleccionadas" —en un sentido darwiniano,
impersonal— por un conjunto de incentivos y no por otro. Los
comerciantes en automóviles de segunda mano tienden a dife-
renciarse de los voluntarios de la Cruz Roja. Los movimientos
para el cambio político —es decir, los insurgentes en general,
ya sean reformadores moderados, ya sean revolucionarios vio-
lentistas— en esencia constituyen intentos de cambiar las es-
tructuras de incentivos, sin importar mayormente que esos mo-
vimientos prefieran describirse a sí mismos en términos de los
resultados que esperan alcanzar. Pero antes del logro de cualquier
éxito —ya sea reforma o revolución— las personas que integran
TRANSACCIONES POLÍTICAS 79

movimientos de insurrección son "seleccionadas", en un sentido


darwiniano, bajo un patrón de estructuras de incentivos total-
mente diferente de las estructuras de incentivos que ellas persi-
guen. En la medida que la insurrección alcanza el éxito, los
nuevos incentivos tienden a seleccionar una mezcla diferente de
personas. Por ejemplo, los socialistas bajo el capitalismo pueden
ser diferentes a los socialistas bajo el socialismo.
Un sistema capitalista, especialmente cuando se halla en
fase de defenderse activamente, puede ofrecer escasos beneficios
personales directos para ser socialistas e incluso puede imponer
diversos costos, que oscilan entre la desaprobación social y la
cárcel, dependiendo de la condición en que se encuentran las
libertades ciudadanas en el país en particular. Personas estre-
chamente egoístas, o personas de voluntad débil o disposición
tímida, difícilmente se verán atraídas por los movimientos so-
cialistas bajo esas condiciones. Pero una vez que el socialismo ha
llegado a establecerse, especialmente si es bajo la forma de una
ortodoxia totalitaria, será el partidario del capitalismo quien
tendrá que pagar elevados costos, mientras el ser socialista
rendirá una buena recompensa. La mezcla de personas atraídas
por el socialismo debiera entonces cambiar de manera acorde.
No es necesario que cambie toda una sociedad, como del
capitalismo al socialismo en nuestro anterior ejemplo, para que
surjan diferentes tipos de personas en apoyo de instituciones en
particular. Algo similar se ha observado que acontece, aunque de
modo más limitado, cuando son creadas instancias reguladoras
que, en seguida, inician el ya familiar proceso de metamorfosis
institucional. Aquellos que apoyaron la creación de una institu-
ción reguladora en particular casi siempre carecían de metas
egoístas que justificaran los costos y riesgos en que incurrían.
Muchos simplemente han sido entusiastas de una causa determi-
nada. Una vez creada la institución, sin embargo, comienza a
ofrecer carreras, poder, prosperidad y visibilidad, atrayendo con
ello a un nuevo grupo de participantes y partidarios. En la me-
dida que transcurre el tiempo, los últimos tienden a reemplazar
a los primeros, ya sea porque los profesionales de carrera son
más despiadados para buscar los mejores puestos, ya sea porque
el ardor de los entusiastas se ha enfriado con el correr del tiem-
po, o con el logro de un porcentaje significativo de sus objetivos,
o por verse atraídos por nuevas cruzadas en favor de otras cau-
sas. Esta transición de personal, con el paso del tiempo, muchas
veces hace girar la política de la institución completamente, a
fin de acomodar las nuevas prioridades de una nueva clase de
personas, atraídas por la nueva estructura de incentivos y res-
80 ESTUDIOS PÚBLICOS

tricciones. Este "ciclo de vida de las agencias de regulación"


es casi ya un lugar común en las observaciones de los politólo-
gos.41 Gritos de dolor y de ira de parte de los partidarios del
cambio institucional son también algo común, como acontece
tras una revolución mayor, que es, por así decir, un cambio ins-
titucional en gran escala. La "traición" de los ideales es un
tópico reiterado en una amplia variedad de movimientos insu-
rreccionales, sean moderados o extremistas. Pocas veces hay un
reconocimiento que el éxito institucional de la insurrección ha
creado en sí nuevos incentivos, que atraen nuevos tipos de per-
sonas, reorientando en algunas ocasiones a determinados miem-
bros del grupo original. Otro factor es que una insurrección
exitosa a menudo coloca a los líderes de los insurgentes en es-
trecho contacto con un conocimiento que fue, o inalcanzable,
o que no estuvo tan presente cuando los insurgentes estaban del
otro lado del poder, forzando, de paso, correcciones de creencias
plausibles, que no soportarían ser autentificadas.
La explicación alternativa, no sistémica, o intencional de
que las personas "se vendieron" a opositores tiene la seria dificul-
tad de que a menudo el comportamiento que es caracterizado co-
mo "traición" se suscita en un tiempo cuando tendría el menor de
los sentidos venderse. Los bolcheviques que arriesgaron cárcel,
tortura y muerte para oponerse al Zar fueron más tarde desacre-
ditados y ejecutados por los Soviets, acusados de "traicionar" la
revolución. Cosas análogas han acontecido en menor escala en
los movimientos por los derechos civiles en los Estados Unidos,
en los círculos del Partido Laborista británico y en diversos otros
movimientos insurreccionales exitosos. La explicación sistemá-
tica tiene la ventaja de aclarar no solamente por qué los cambios
generales ocurren en individuos, sino que por qué diferentes tipos
de personas alcanzan selectivamente la cima después de un cam-
bio institucional dado, como respuesta racional a incentivos
modificados, con todo lo amargamente desilusionante que ello
sea para quienes fallaron en predecir las consecuencias de sus
propios esfuerzos. En general, es poco probable que dos conjun-
tos muy diferentes de estructuras de incentivos atraigan dos
mezclas de personas que están igualmente satisfechas con cual-
quier política dada.

41
Marver H. Bernstein, "The Life Cycle of Regulatory Commis-
sions". The Politics of Regulation, editor, Samuel Krislov y Lloyd D. Musolf
(Houghton Mifflin Co., 1964), pp. 80-87.
TRANSACCIONES POLÍTICAS 81

Ya sea que las estructuras de incentivos se mantengan fi-


jas bajo los conservadores, o cambien bajo insurgentes, son tan
medulares para una explicación de la conducta política como lo
son para las explicaciones de la conducta en otros procesos
económicos y sociales.
MESA REDONDA

¿POR QUE GANO EL NO?*

Roberto Méndez
Oscar Godoy
Enrique Barros
Arturo Fontaine Talavera

Introducción

Eliodoro Matte Larraín**:

u na de las actividades relevantes del Centro de Estudios


Públicos en estos últimos años ha sido la de efectuar sondeos de
opinión en distintos estratos de la población, para evaluar tenden-
cias o grados de aceptación de ciertas políticas.
Es así como en diversos números de la serie Documentos
de Trabajo se han dado a conocer a nuestros asociados los re-
sultados de tales estudios. Durante el presente año el Consejo
del Centro de Estudios Públicos decidió realizar dos encuestas
a nivel nacional para investigar la disposición de los potenciales
votantes, las opiniones sobre las opciones en juego, las razones
de las preferencias y los elementos que se consideraron im-
portantes en las respectivas campañas.

* Análisis y exposición de la encuesta CEP-Adimark de septiembre


de 1988 efectuados en el Centro de Estudios Públicos el 10 de octubre de
1988.

** Master en Administración de Empresas, Universidad de Chicago.


Vicepresidente de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones. Pre-
sidente del Consejo Directivo del Centro de Estudios Públicos.
84 ESTUDIOS PÚBLICOS

Para esta labor se contó con los auspicios del National


Republican Institute for International Affairs y la colaboración
de la firma norteamericana Broockbank and Associates y la fir-
ma nacional Adimark. A todos ellos nuestros profundos agra-
decimientos.
La primera encuesta a nivel nacional se efectuó en mayo
y junio del presente año. Las personas que trabajaron en ella
sostuvieron reuniones con varios otros centros de estudio, con
firmas que también se dedican a los sondeos de opinión y con
personeros que participaron en las estrategias de las campañas
de la opción "Sí" y de la opción "No".
La segunda encuesta a nivel nacional se efectuó en sep-
tiembre, algunos días después de la nominación del candidato,
y su realización, es decir, la toma de datos, se efectuó entre los
días 12 y 27 del mismo mes. Ante la proximidad del acto elec-
cionario, el Consejo del Centro de Estudios Públicos determinó
el día jueves 29 de septiembre no darla a conocer públicamente,
cualquiera fuera el resultado, para no influir en la votación. Los
datos obtenidos se conocerían sólo el día lunes 3 de octubre.
Como es norma en diversos países, no es recomendable dar a
conocer encuestas a menos de 48 horas de las elecciones.
El Comité Editorial y el Consejo Directivo del Centro de
Estudios Públicos tomaron conocimiento de la encuesta priva-
damente el mismo día lunes 3 de octubre y, acto seguido, se
procedió a depositarla en notaría con instrucciones de retenerla
hasta el lunes 10 de octubre.
El Consejo Directivo del Centro de Estudios Públicos es-
taba muy satisfecho por la dedicación y rigurosidad demostra-
das por los profesionales del CEP, como asimismo con las firmas
que colaboraron conjuntamente con ellos. Estoy convencido de
la utilidad de este tipo de investigaciones cuando son desarrolla-
das consistentemente en forma profesional y seria.
Las campañas políticas deberían tomar en cuenta la infor-
mación proporcionada por los estudios de opinión pública. Más
aún en estos tiempos modernos, donde los medios de comuni-
cación de masas, en especial la televisión, juegan un papel funda-
mental.
El Centro de Estudios Públicos continuará, en los meses
venideros, realizando estudios de opinión que sean útiles, para
difundir los temas relevantes en los próximos procesos políti-
cos.
¿POR QUE GANO EL NO? 85

Intervención de Roberto Méndez*:

El día lunes 3 de octubre entregamos los datos de la úl-


tima encuesta y la predicción sobre el resultado final del ple-
biscito.
Lo que dijimos entonces, y quedó depositado en notaría,
es que el "No" ganaba con un porcentaje cercano al 58% y que el
"Sí" obtendría un 40% de los votos y que habría también,
aproximadamente, un 2% de votos nulos y en blanco. Esto sig-
nificaba, en términos aproximados, una diferencia en favor del
"No" de un millón de votos.
El hacer esta predicción el día 3 significaba, para los que
participamos en este proyecto, enormes riesgos, puesto que nos
enfrentábamos a la opinión contraria de las encuestas encargadas
por el Gobierno, que daban una amplia mayoría de triunfo al
"Sí".
Obtenido el resultado efectivo del plebiscito, dado a cono-
cer por el Ministerio del Interior hasta la fecha, de un 43% para
el "Sí", un 54,7% para el "No" y un 2,3% de votos nulos y en
blanco.
Los datos oficiales quedan absolutamente dentro de los
márgenes de error, que también mencionamos en esa ocasión,
y estaban presentes en nuestro estudio.
El Gráfico N° 1 muestra las posibilidades de variación que
tenía la opción "Sí" que, según nuestra proyección, daba una
estimación puntual de 40%, pero podía variar entre 44 y 36%.
El resultado efectivo está marcado por la línea horizontal que
indica que éste cayó efectivamente dentro del rango de error.
Para la opción "No" las posibilidades iban desde algo
más de 60% hasta un 54% y, efectivamente, el resultado real
cayó también dentro del margen de error. De tal manera, no nos
cabía ninguna duda en ese momento —con un tamaño muestral
de solamente 2.000 encuestas— que la opción "No" iba a ganar.
Me referiré ahora a cómo llegamos a estos resultados
y el proceso que hubo en el intertanto. Nosotros efectuamos dos
muestras y voy a pasar por ellas muy rápidamente. La primera
corresponde a los meses de mayo y junio de 1988 con 3.230
encuestas a nivel nacional, y la segunda al 12 y 27 de septiembre,

* Director General de Adimark. PhD. en Administración de Empre-


sas de la Universidad de Stanford, con especialidad en estudios de mercado
de opinión pública.
86 ESTUDIOS PÚBLICOS

Gráfico N° 1
Predicción Plebiscito
(Predicción y Márgenes de Error)

%
80

60

40

20

O
SI NO

Resultados

con 2.038 encuestas y en base a la cual se hizo la predicción que


les acabo de mencionar.
Las muestras, como se aprecia en el Cuadro N° 1, fueron
en todo comparables, excepto que la segunda era más pequeña
por razones de tiempo y de recursos. La distribución de la po-
blación por nivel socioeconómico era aproximadamente igual;
en cuanto a sexo, era perfectamente equilibrada. Al respecto,
cabe señalar que se usó un sistema probabilístico sin cuotas. La
estructura de edad de las muestras era prácticamente idéntica.
Las comunas de más de 200.000 habitantes concentraban un 47
y 49%, respectivamente; las comunas entre 100 y 200 mil habi-
tantes, un 15% de ambas muestras; las comunas entre 20 y 100
mil habitantes, 24 y 20%, y comunas predominantemente rurales,
que llamamos D, 14 y 16% de las encuestas. Queda claro que no
existían diferencias significativas en la distribución por comuna
de las entrevistas realizadas en ambos estudios.
¿POR QUE GANO EL NO? 87

Cuadro N° 1

Composición de Muestras

Junio 1988 Septiembre 1988


(B = 3.230) (B = 2.038)
% °/0

G.S.E.:
- Alto 6 5
— Medio 49 50
— Bajo 45 44

Sexo:
— Masculino 47 50
— Femenino 53 50

Edad:
- 18-34 años 44 46
- 35-55 años 34 33
- 55 y más años 22 20

Comunas:
A (+ 200.000 habitantes) 47 49
B (100-200.000 habitantes) 15 15
C (20-100.000 habitantes) 24 20
D (-20.000 habitantes) 14 16

Area:
— Norte 11 11
— Centro 54 55
- Sur 35 34

Además, la muestra estaba agrupada en tres grandes


áreas: Norte, Centro y Sur, siendo el área Norte de la I a la IV
Región; el área Centro la Región Metropolitana, la V y la VI, y
el área Sur de la VII hasta la XII región.
En el Cuadro N° 2 se puede apreciar el poder de las mues-
tras pequeñas. Una forma de validar externamente una encuesta
que no es de cuotas, es comparar la estructura etárea resultante
de ella con la del Censo. Se observa que la estructura que proba-
bilísticamente resultó en la muestra, tanto en junio como en
septiembre, es exacta a la del Censo de 1982. Respecto de edu-
cación, básicamente las muestras dan un resultado idéntico.
88 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cuadro N° 2

Distribución Muestral

Etérea: Censo Muestra Muestra


1982 Junio 1988 Septiembre 1988
% % %

Años:
18-24 22 19 21
25-34 26 24 25
35-44 20 20 19
45-54 13 14 14
55-64 10 12 11
65 y más 9 10 9

Año Escolaridad: Muestra Muestra


Junio 1988 Septiembre 1988
%

Cero años 3 3
1-3 años 7 7
4-7 años 23 19
8 años (Básica completa) 12 13
9-11 años 18 17
12 años (4° medio) 19 23
13-17 años 14 14
18 y más años 3 4

Si se comparan los resultados de ambas encuestas, Cuadro


N° 3, llegamos a una primera conclusión de enorme importancia:
en el mes de junio, el plebiscito no estaba perdido para la opción
"Sí"; por el contrario, los resultados de la encuesta de junio,
computados en la misma forma que la encuesta de septiembre,
daban un 37% para la opción "Sí", un 41% para la opción "No"
y un 22% de indecisos. La encuesta de septiembre dio 32% para
el "Sí", 52% para el "No" y 16% de indecisos.
En base a los datos obtenidos de la encuesta se confeccio-
na la predicción electoral, la que, como ustedes saben, no es ne-
cesariamente el resultado de la encuesta. Hay que hacerle algunos
ajustes; especialmente por la cantidad de personas de cada op-
ción que no votarían, los indecisos y, también, por el efecto que
¿POR QUE GANO EL NO? 89

Cuadro N° 3

Resultados y Predicciones
Junio vs. Septiembre

Opción Resultado Encuesta Predicción


Junio Septiembre Junio Septiembre

Sí 37% 32% 49% 40%


No 41% 52% 51% 58%
Ind. 22% 16%
Nulos/Blanco 2*

100% 100% 100% 100%

las FF.AA. tendrían dentro del voto, de tal manera que nuestra
predicción electoral, si la elección se hubiera llevado a cabo en
junio, es que el "Sí" habría sacado un 49% y el "No" un 51%,
es decir, dados los márgenes de error, era un virtual empate o,
incluso, podría haber sido un triunfo del "Sí" por uno o dos
puntos.
En la encuesta de septiembre los porcentajes habían varia-
do dramáticamente: la predicción daba 40% para el "Sí", 58%
para el "No" y 2% para votos nulos o en blanco. De tal manera
que algo pasó entre junio y septiembre que provocó un violento
cambio en la opinión pública y favoreció fuertemente la opción
"No" y desfavoreció a la opción "Sí".
En el Gráfico NO 2 se muestran los márgenes de error de
la encuesta de junio, y la predicción. Dado el margen de error
posible para el "Sí" y la predicción que teníamos en ese mo-
mento, el "Sí" podía superar el 52% de los votos. A la vez, el
"No" podía bajar del 50 al 48% y todavía estaríamos respetando
los márgenes de error.
De tal manera que, repito, a junio, considerando los már-
genes de error de la encuesta, había un empate o incluso un
triunfo del "Sí".
Entre junio y septiembre acontecieron, entonces, drás-
ticos cambios. Veamos dónde se produjeron esas variaciones.
La encuesta clarifica esta interrogante.
90 ESTUDIOS PÚBLICOS

Gráfico N° 2

Predicción Resultado Plebiscito


(Junio de 1988)

%
60

50

40

30

20

10

O
SI NO

Cuadro N° 4
Resultado Comparativo-Sexo
Junio vs. Septiembre
Opción Junio 88 Septiembre 88
Hombres Mujeres Hombres Mujeres

Sí 34% 40% 30% 34%


45% 35% 57% 47%
Ind. 21% 25% 13% 19%

100% 100% 100% 100%

En nuestra encuesta de junio, un 34% de los hombres de-


cía apoyar la opción "Sí", contra un 45% que decía apoyar la
opción "No". Pero entre las mujeres, en junio, un 40% apoyaba
la opción "Sí" contra un 35% que apoyaba la opción "No".
¿POR QUE GANO EL NO? 91

A septiembre se acentuó la diferencia en los hombres: 30%


apoyaba el "Sí" y un 57% el "No"; 27 puntos era la diferencia
entre los hombres. Y entre las mujeres una verdadera vuelta de
campana, 34% para el "Sí" y ahora había un 47% para el "No".
El cambio, tanto en hombres como mujeres, es de 18
puntos en favor del "No" entre junio y septiembre. Con la di-
ferencia de que los hombres ya favorecían esta opción, mientras
que las mujeres se inclinaban más al "Sí".

Cuadro N° 5

Resultado Comparativo - N.S.E.


Junio vs. Septiembre

Opción Junio 88 Septiembre 88


Alto Medio Bajo Alto Medio Bajo

Sí- 43% 35% 39% 47% 34% 28%


NO 37% 44% 38% 36% 51% 55%
Ind. 20% 21% 23% 17% 15% 18%

100% 100% 100% 100% 100% 100%

El Cuadro N° 5 nos muestra otro cambio violento y que


afectó fundamentalmente al grupo socioeconómico bajo. Este
grupo, que representa un 45% de la población y, presumiblemen-
te, un 45% de los votantes, manifestaba una leve inclinación, en
junio, hacia el "Sí". La opción "Sí" tenía 39% en el grupo bajo,
y el "No" un 38%. En septiembre un 28% apoyaba el "Sí" y un
57% el "No".
Se puede apreciar que en el nivel alto no hubo mayores
modificaciones: de 43% por el "Sí" y 37% por el "No", en junio
se pasó a 47% por el "Sí" y 36% por el "No" a septiembre; es
decir, daba un triunfo a la opción "Sí". Es interesante notar
algo que no estaba presente en junio: mientras más bajo el
nivel socioeconómico, mayor fue el apoyo al "No".
Como una manera de validar si esto es correcto, y dado
que los votos no quedan clasificados por nivel socioeconómico,
se buscaron comunas que fueran homogéneas y, por ejemplo,
comunas relativamente homogéneas de nivel socioeconómico
alto: en Providencia, Las Condes y Vitacura (250.000 votantes)
el "Sí" obtuvo 60% de los votos y el "No", 40%. (Datos efecti-
vos del Ministerio del Interior.)
92 ESTUDIOS PÚBLICOS

En comunas homogéneas de nivel medio: Santiago y


Ñuñoa (200.000 votantes aproximadamente) el "Sí" obtuvo
un 42% de la votación y el "No" un 56%, lo que más o menos
corresponde al resultado de la encuesta a nivel nacional.
Y en comunas predominantemente de nivel socioeconómi-
co bajo: San Ramón, La Granja y La Pintana (200.000 habitan-
tes) los resultados para el "Sí" indican un apoyo del 33% de la
población y para el "No" un apoyo del 65%.
El tercer cambio importante ocurrido en la intención de
voto fue algo que los analistas de la opción "Sí", o quizás debo
decir los publicistas de la opción "Sí", defendieron hasta el fi-
nal: las zonas rurales.

Cuadro N° 6

Resultado Comparativo - Tamaño Comuna


Junio vs. Septiembre
Opción Junio 88 Septiembre 88
A/B C D A/B C D
Sí 31% 41% 58% 26% 41% 43%
No 45% 37% 31% 56% 42% 48%
Ind. 24% 22% 11% 18% 17% 9%
100% 100% 100% 100% 100% 100%

Nuestros datos de junio y septiembre muestran también una


transformación violenta en las zonas rurales. En el Cuadro N° 6
las comunas se clasifican como sigue: A-B son las comunas de
100.000 o más habitantes; las comunas C son las entre 20.000
y 100.000 habitantes, y las comunas D son las de menos de
20.000 habitantes o comunas predominantemente rurales.
En el mes de junio, en las comunas rurales, efectivamente
el "Sí" tenía una diferencia a su favor de 2 a 1. Esto es, 58%
para el "Sí", 31% para el "No". A septiembre esa diferencia se
había esfumado: había un 43% para el "Sí" y un 48% para el
"No". Las comunas C estaban prácticamente empatadas, y la
elección, entonces, iba a quedar determinada por las comunas
A y B, las grandes comunas urbanas, que representaban el 65%
de la población. De hecho, la votación de Santiago, Concepción
y Valparaíso explica más del 80% de la diferencia de votos entre
ambas opciones.
¿POR QUE GANO EL NO? 93

La elección se decidió en las grandes zonas urbanas y en


las zonas pequeñas y rurales; en definitiva, da la impresión de
que el resultado más probable fue un virtual empate.
Esos fueron los cambios en términos demográficos: las
mujeres, el nivel socioeconómico bajo y las zonas rurales. Fueron
los tres grandes grupos que modificaron su intención de voto. La
pregunta que uno se haría es: ¿por qué? Nuestro diseño es casi
lo que podría denominarse un cuasi experimento social. Tenemos
dos mediciones, una en junio y otra en septiembre. En el inter-
tanto de dicho período tuvieron lugar diversos eventos políticos,
pero los más relevantes fueron, sin duda, las franjas publicitarias
del "Sí" y del "No" y la nominación del candidato. Esta última
era algo esperado, de manera que, probablemente, no introdujo
grandes cambios en la votación. De ahí que adquiera gran impor-
tancia la evaluación de dichas franjas.
Utilizando una metodología que se usa comúnmente para
evaluar campañas publicitarias comerciales, les solicitamos a las
personas que opinaran sobre las distintas campañas. La informa-
ción se encuentra en el Cuadro N° 7.

Cuadro N° 7

¿Qué Publicidad le Parece a Ud. que...?

Atributo Publicidad "Sí" Publicidad "No"

- Es más entretenida 16% 62%


— Le llega más a la gente 19% 60%
— Es más motivadora 21% 58%
— Es más clara, entendible 25% 57%
— Es más dinámica 22% 56%
— Es más optimista 24% 55%
— Es más creíble 24% 52%
— Es más apropiada para una
campaña política 23% 47%
— Transmite una mejor capacidad
para gobernar el país 29% 43%

En términos publicitarios, los resultados fueron lapidarios.


Más aún, si se compara el porcentaje de personas que en defini-
tiva eligió la opción "No" con el número promedio que atri-
buye una mejor evaluación a la campaña publicitaria de dicha
opción. Pero la gente que evaluó mejor la publicidad del "Sí"
94 ESTUDIOS PÚBLICOS

es mucho menos que la gente que en definitiva votó por el


"Sí". Ello lleva a concluir que aun la gente que apoyaba el "Sí"
evaluó negativamente su propia campaña publicitaria.
Unido a esto, nosotros determinamos que se había produ-
cido un grave cambio en la imagen del Gobierno, probablemente
asociado a la publicidad. Ello se puede ver en el Cuadro N° 8.
Cuadro N° 8

¿Quién Manejaría Mejor esta Tarea: el Gobierno o la Oposición?


(Comparativo Junio-Septiembre)

Tareas Junio 1988 Septiembre 1988


Oposición Gobierno Oposición Gobierno

— Respeto de los
derechos humanos 46% 28% 61% 20%
— Mantención del
orden público 23% 60% 30% 56%
— Controlar el
terrorismo 23% 53% 34% 45%
- Eliminar la
delincuencia 25% 50% 37% 38%
— Crecimiento económico
del país 31% 41% 42% 36%
— Disminuir la
pobreza 38% 39% 53% 28%
— Disminuir la
inflación 35% 33% 42% 30%
— Disminución de
la cesantía 41% 36% 56% 28%
— Construcción
de viviendas 35% 51%
— Mejoramiento de
la educación 36% 45% 51% 34%
— Demost. interés en
gente como Ud. 39% 35% 52% 27%
— Mejorar servicios
de salud (hosp.) 40% 40% 55% 30%

No cabe duda, como se desprende del Cuadro N° 6, que


la imagen relativa acerca de la capacidad del actual Gobierno
para manejar distintas áreas cayó fuertemente. En algunas tareas,
como "Mantención del orden público" y "Controlar el terroris-
mo", siguió teniendo una imagen favorable, pero las distancias
¿POR QUE GANO EL NO? 95

con la oposición se estrecharon. En otras, "Respeto de los dere-


chos humanos" y "Disminución de la cesantía", la capacidad de
la oposición se vio fortalecida. En algunas tareas la imagen de la
capacidad del Gobierno de Augusto Pinochet para manejarlas, sen-
cillamente se revirtió. Este es el caso de "Crecimiento económico
del país" y "Disminuir la pobreza".
Hubo, entonces, un vuelco masivo en la actitud de los
electores hacia el Gobierno actual. Ello también afectó la per-
cepción que tenían los entrevistados de la situación económica
del país. Esto se puede apreciar en el Cuadro N° 9.
Cuadro N° 9

Evaluación Situación Económica del País


Total Nacional

Evaluación Junio 88 Septiembre 88

Positiva 21% 18%


Regular 49% 44%
Negativa 29% 37%
No sabe 1% 1%

100% 100%

A nivel nacional, en junio había un 21% que pensaba que


la economía estaba buena, muy buena o excelente. Eso había
disminuido en septiembre a 18%.
Los que pensaban que la economía estaba regular habían
bajado de 49 a 44%.
Los que pensaban que la economía estaba mal, es decir, mal,
muy mal y pésima, habían subido de 29 a 37%. Pero esto era
mucho más marcado en los grupos socioeconómicos más bajos,
lo que, probablemente, contribuya a explicar la modificación
del voto en esos sectores.
La percepción de la situación económica del país estaba
inversamente relacionada al nivel socioeconómico de la pobla-
ción. Mientras más bajos los ingresos, peor era la percepción de
la situación económica del país.
A todo esto hay que sumar una enorme transformación
en las expectativas de la población sobre quién ganaría el ple-
biscito. En junio, la perspectiva de la población daba un empate
entre los que pensaban que ganaría el "Sí" y los que pensaban
96 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cuadro N° 10

Evaluación Situación Económica del País


(Por Nivel Socioeconómico)

Evaluación Alto Medio Bajo

Positiva 45% 21% 10%


Regular 39% 44% 46%
Negativa 16% 35% 44%

100% 100% 100%

que ganaría el "No". En tanto, en septiembre, más del 53%


opinaba que ganaría el "No" contra apenas un 22% que opinaba
que ganaría el "Sí". De tal manera que se produce un tremendo
cambio también en las expectativas.
Por último, cabe preguntarse, ¿por qué votó la gente que
"No"? y ¿por qué votó que "Sí"? En el Cuadro NO 11, cuyos por-
centajes suman más de 100%, dado que se podía dar más de una
respuesta, se indican los motivos que tuvieron las personas para
elegir la opción "No" y los resultados son bastante sorprendentes.

Cuadro N° 11

Motivos para Votar "No"


(Quiénes Votan "No")

— Situación Económica 72%


— Situación económica pobreza 38%
— No hay empleos 27%
— No me gusta la política económica 7%

— Derechos Humanos 57%


— Violaciones, torturas, exilio 29%
— Falta de libertad 21%
— Represión, control 7%

— Desaprobación a Gobierno o a Pinochet 39%


— Gobierno muy largo, se necesita cambio 18%
— Desaprobación Gob. 15%
— Desaprobación Pinochet 6%

— Regreso a la Democracia , 21%


¿POR QUE GANO EL NO? 97

La principal razón para votar "No" es de índole económi-


ca: un 72% de los entrevistados mencionó la situación económi-
ca como un motivo para elegir la opción "No".
Un segundo grupo de razones para votar "No" es aquel
relacionado con el problema de los derechos humanos.
Un 39% votó "No" por desaprobación al Gobierno o a la
persona de Pinochet. Dentro de este grupo destaca la percepción
de que el Gobierno es muy largo; se necesita un cambio, lo que
representa una especie de cansancio con el Gobierno. Y, por
último, un factor que podríamos llamar positivo para votar
"No", dado el gran voto de castigo del "No" hacia el Gobierno,
es el regreso a la democracia, que fue mencionado por un 21%
de los votantes. Se puede concluir que lo económico, seguido de
los derechos humanos, fueron los aspectos determinantes de la
alternativa "No".
Ahora bien, ¿cuáles fueron las causales de la gente para
votar "Sí"?
Cuadro N° 12

Motivos para Votar "Sí"


(Quiénes Votan "Sí")

— Orden y Tranquilidad 49%


— Orden, tranquilidad, no quiere cambios

— Situación Económica 38%


— Beneficios, ayudas . 16%
— Me gusta la política económica 11%
— El país está bien 11%

— Persona de Pinochet 30%


— Pinochet ha hecho mucho; por Pinochet 20%
— Mejor alguien conocido 7%
— No hay alternativa a Pinochet 3%

— No me gusta el comunismo o la U.P. 16%

— Por la Democracia 3%

Quienes votaban "Sí" dieron como gran motivo (un


49%) el deseo de orden y tranquilidad.
La situación económica fue mencionada en segundo
lugar.
98 ESTUDIOS PÚBLICOS

La persona de Pinochet como razón de voto fue men-


cionada por el 30% de los que optaron por el "Sí", con impre-
siones tales como "Pinochet ha hecho mucho", "por Pinochet",
"mejor alguien conocido", un 7%, o "no hay alternativa a Pi-
nochet".
Se explica también la votación "Sí" por el voto de censura
al comunismo o a la UP, elemento que fue muy destacado en la
publicidad del "Sí". Sin embargo, esto fue mencionado sola-
mente por el 16% de las personas que en definitiva votaron
"Sí".
Algunos análisis, que creo son de interés no tanto para
explicar el pasado sino para pensar en el futuro. ¿Qué sucede
con las posiciones políticas de centro, derecha e izquierda?
Nuestro estudio fue muy claro. Identificó a nivel nacio-
nal lo siguiente:

Gráfico N° 3

¿Con qué Posición Política se Identifica?


(Total Nacional)

Centro
21,0%

Derecha
20,0%

Izquierda
19,0%

Ninguna/No sabe
24,0%
Independiente
16,0%

A nivel nacional hay un 20% que se autodefine como de


centro derecha o derecha, eso equivale aproximadamente a
1.400.000 personas. De centro hay un 21% y de izquierda hay un
19%; o sea, casi matemático, los conocidos tres tercios, pero igua-
¿POR QUE GANO EL NO? 99

les, representando un 20% cada uno de los votantes; es decir, en


su conjunto, un 60%. Y hay un 40% restante que se autodefine
como independiente o sin ninguna posición política o no sabe;
24% de personas que ni siquiera sabe mucho lo que es derecha,
centro o izquierda; esta gente, en general, alcanza un nivel de
educación no muy alto y, creo, realmente, que los conceptos de
centro, derecha e izquierda están más allá de su alcance.
La preguntas que mucha gente se hace hoy en día son:
¿cómo votó la derecha?, ¿cómo votó el centro? y ¿cómo votó
la izquierda? Afortunadamente, nuestros datos nos permiten
hacer el cruce y responder a las interrogantes mencionadas.
Cuadro N° 13

Intención de Voto
Según Posición Política

Intención de Derecha Centro Izquierda Indepen- Sin Posi-


Voto Polít. dientes ción

Sí 79% 23% 2% 30% 27%


No 16% 64% 95% 46% 40%
Ind. 5% 13% 3% 24% 33%

100% 100% 100% 100% 100%

En el Cuadro N° 13 se observa que en la derecha, un 79%


votó por el "Sí", un 16% votó por el "No". En el centro, un
23% votó por el "Sí", un 64% votó por el "No", y en la izquier-
da, monolítica, un 95% votó por "No". Entre los independientes
y los sin posición hay una situación de alrededor de un 30%
por el "Sí" y un 43 a 44% por el "No" y un alto porcentaje de
indecisos al momento de realizarse la encuesta.
Estas cifras mueven a algunas reflexiones. El 16% de la
derecha que votó "No" explica un 50% de la diferencia entre
los votos "Sí" y los votos "No". Este 16% son alrededor de
200.000 personas que, al cambiarse presumiblemente de la
opción "Sí" a la opción "No", crearon una diferencia de 400.000
votos sobre un total de alrededor de 800.000 votos que sacó
el "No" por sobre el "Sí".
En el centro se debe mencionar que hay un 23% que votó
por el "Sí", de tal manera que el centro fue bastante repartido.
En la izquierda no hubo votación "Sí". De tal manera que se
puede hacer el siguiente análisis:
100 ESTUDIOS PÚBLICOS

Gráfico N° 4

Composición del Voto "Sí" y "No"


(Votantes con decisión = 84%)

Derecha
49,2% Centro
26,3%
Izquierda
35,2%
Derecha
6,3%

Centro
15,1%
Ind. N/S Ind. N/S
34,7% 32,3%

VOTO "SI" VOTO "NO"

De acuerdo a posición política, ¿quiénes son los votantes


"Sí" y quiénes son los votantes "No"? Podemos concluir, de
acuerdo a las cifras anteriores, que aproximadamente un 50%
de personas que votaron "Sí" es gente que se autodefine de
centro derecha o de derecha. Un 15% del voto "Sí" es gente que
se define como de centro y un 35% es gente que se define como
independiente o no se identifica políticamente.
Dentro del voto "No", y esto es muy atractivo, el mayor
grupo lo constituye la izquierda, que sería un 35,2% de los vo-
tantes. El centro contribuyó con un 26,3%, la derecha con un
6,3% y los independientes y sin posición con un 32,3%. La vota-
ción está claramente diferenciada por cada opción y tenemos que
la izquierda es uno de los grupos más importantes del voto "No".
Para finalizar, queda por plantear un punto relacionado a
las opciones futuras de candidatos y elecciones. Nos cuestiona-
mos cuál era la posición de la población respecto de los partidos
marxistas. Directamente en la encuesta preguntamos a las perso-
nas que si los partidos marxistas gobernaran el país, ¿estarían
a favor o en contra? El Gráfico N° 5 resume los datos obtenidos.
¿POR QUE GANO EL NO? 101

Gráfico N° 5

Si los Partidos Marxistas Gobernaran el País,


¿Estaría Ud. a Favor o en Contra?

A favor
13,9%

En contra
68,4%

Nosabe/N. R.
17,7%

TOTAL PAIS

A nivel nacional, un importante porcentaje de personas,


68,4%, afirma estar en contra de que los partidos marxistas go-
biernen al país, un 13,9% estaría a favor y un 17,7% no sabe.
Esto, realmente, es un resultado sumamente interesante
y, además, estable en las mediciones de junio y septiembre. Es
decir, la proporción de gente en contra de los partidos marxistas
no varió. Y más relevante aún es que dentro de los votantes "No"
predomina una posición mayoritariamente contraria a los parti-
dos marxistas. Ello se extrae del siguiente gráfico:
Entre los votantes "Sí", el 90% está en contra de que
los partidos marxistas gobiernen el país; hay un 2,7%, un poco
especial, que estaría a favor y un 8,2% que no sabe.
Entre los votantes "No" hay un importante porcentaje
(57,9%) que estaría en contra, un 23,4% que estaría a favor y
un 18,7% que no sabe. De tal manera que se deduce que aun
dentro de los votantes "No" predomina una posición modera-
da y, en definitiva, antimarxista.
102 ESTUDIOS PÚBLICOS

Gráfico N° 6

Si los Marxistas Gobernaran el País,


¿Estaría Ud. a Favor o en Contra?

En contra En contra
89,1% 51,9%

A favor

No sabe/N. R.
8,2% No sabe/N. R.
18,7%
A favor
23,4%
VOTANTES "SI" VOTANTES "NO"

No quisiera terminar sin una palabra de meditación sobre


el papel que han jugado las encuestas de opinión pública en este
plebiscito.
Cuando nosotros en el mes de junio, en nuestro resultado,
dábamos un virtual empate entre el "Sí" y el "No", el diario El
Mercurio se demoró algunos días en publicarlo; finalmente lo
hizo en el Cuerpo C, el día lunes 25 de julio con este titular:
"Un empate entre el "Sí" y el "No" indica la encuesta del
CEP". Esto era correcto, pero el día anterior, domingo, a tres
páginas, había aparecido un artículo sumamente largo, seña-
lando en resumen que, con una base de 22.000 encuestas —no-
sotros teníamos 3.000—, el "Sí" ganaba con una diferencia enor-
me. En definitiva, ellos hacían su proyección: 60% para el "Sí",
40% para el "No".
Las encuestas de sectores de la oposición de esa misma
época coincidieron casi exactamente con nuestro resultado. El
11 de junio la encuesta FLACSO dio un virtual empate en el
plebiscito. En la medida que se acercó la fecha del plebiscito,
la situación adquirió ribetes increíbles. El domingo 2 de octubre
analistas de gobierno, personas que usaron el nombre de la Uni-
versidad de Chile, dieron ganador al "Sí" con un 54% contra
46% del "No".
¿POR QUE GANO EL NO? 103

El día mismo del plebiscito, El Mercurio en su portada


presentaba este titular que yo creo va a pasar a la historia: 55%
para el "Sí", 46,1% para el "No", cifras que ni siquiera sumaban
100%.
Por si eso fuera poco, una encuesta de Gallup también
reveló que se esperaba el triunfo del "Sí". Yo quiero decir que
las encuestas de opinión juegan un papel importante en los proce-
sos democráticos de todos los países, por dos motivos: porque
informan a la opinión pública y porque informan a los actores
políticos, a las personas que tienen que tomar decisiones en el
área política.
En este plebiscito este rol de las encuestas definitivamente
no se cumplió; ellas produjeron confusión en la población y des-
concierto en los actores políticos. No estoy seguro hasta qué
punto. En El Mercurio, Sergio Onofre Jarpa señaló que "él
había sido engañado por las encuestas", provocando con ello
un desprestigio general de los estudios de opinión.
En el proceso eleccionario que se inicia ahora, esto no de-
be volver a ocurrir; realmente necesitamos información. Por lo
tanto, yo creo que los culpables de lo que me referí anterior-
mente deben dar una explicación. Dados los tamaños muéstrales
que se usaron, las diferencias en los resultados no se conciben
por error muestral. Solamente caben dos respuestas posibles:
una incompetencia profesional abismante, probablemente cer-
cana a lo delictual, o una abierta distorsión de la información.
Ambos puntos, a mi modo de ver, inhabilitan a los responsa-
bles de esta actividad. La distorsión de la verdad no es un arma
éticamente acogible, ni siquiera en elecciones. Aceptarla sería
admitir que se cambien las cifras de desempleo el día de maña-
na, las cifras de inflación, y que nos sumamos, en definitiva, en
un mar de desinformación y desorientación.

Intervención de señor Oscar Godoy*:

Quiero agradecer al CEP esta invitación a participar en los


comentarios a esta encuesta, que es la única que se aproximó a
los resultados finales del plebiscito. La excelente exposición de
Roberto Méndez va a evitarles a ustedes tener que escuchar par-

* Doctor en Filosofía, Universidad Complutense de Madrid; Miem-


bro de Número de la Academia de Ciencias Sociales; Director del Instituto
de Ciencia Política de la Universidad Católica.
104 ESTUDIOS PÚBLICOS

tes importantes de mi exposición original que, evidentemente,


reduciré al mínimo.
Por de pronto, voy a hacer una reflexión acerca de las úl-
timas palabras expresadas por Roberto Méndez, referente a las
encuestas y a su calidad técnica. Todos sabemos que la encuesta
es un instrumento cognoscitivo al servicio de las ciencias sociales
y destinado a cuantificar o medir cierto tipo de realidades.
La encuesta es, entonces, un medio para alcanzar la verdad
cuantitativa.
Por otra parte, la encuesta tiene un valor informativo para
la opinión pública. En este sentido, sirve a un propósito del dere-
cho a la información que les asiste a los ciudadanos de las demo-
cracias.
Por ambas razones, yo diría lo siguiente: es una desgracia
que el mal trabajo técnico o el fraude en los resultados de las
encuestas no sean sancionados por alguna instancia académica
o la ley. Sólo nos queda el consuelo de vivir en una economía
de mercado, y espero que la demanda por este tipo de trabajo
castigue a aquellas empresas y personas que han tenido un com-
portamiento que a todos nos merece la más alta reprobación.
Las encuestas son tanto más certeras cuanto más próxi-
mas al evento que intentan cuantificar o medir. Y si están prece-
didas por otras, como es el caso de la encuesta CEP, el grado de
certidumbre es aún mayor; recordemos que ella se realizó una vez
iniciada la propaganda electoral, a tres semanas de la realización
del plebiscito, y que, además, estuvo precedida por otra, en el
mes de junio. Ambas, en consecuencia, revelan no sólo un retrato
de un momento, sino una tendencia que explica mejor la dife-
rencia de resultados entre el "Sí" y el "No".
Yo diría que esto permitió el altísimo grado de proyecta-
bilidad de esta encuesta que nos lleva a felicitar al CEP, a Adi-
mark y a todos aquellos que colaboraron en su realización.
Lo que es remarcable, como cuestión general, ha sido
explicado muy cuidadosamente por Roberto Méndez: el cambio
en las opciones que se produce entre junio y septiembre. Hay
cambios tan dramáticos como aquel referido a la gobernabilidad
del país. En efecto, en sólo dos meses y medio se invierte la per-
cepción de junio, en el sentido de que los electores pensaban y
dejan de pensar respecto de qué régimen es más apto para gober-
nar al país. Días antes del plebiscito una gran mayoría le atribu-
ye al "No" una serie de cualidades de gobernabilidad del país que
antes le asignaba al "Sí".
¿POR QUE GANO EL NO? 105

A continuación desearía entrar en consideraciones de tipo


más puntual, como, por ejemplo, las razones por las cuales se apo-
ya al "Sí". Me parece importante centrarme en ese punto.
Primero, porque yo soy alguien que pertenece a ese sector
político, que podríamos denominar la derecha o centro-derecha.
En consecuencia, me interesa saber qué pasó con el electorado o
la constituency de este importante sector del país que, como
aparece a través de la encuesta, abarca un 20% del electorado
nacional.
Por de pronto, me detendré en el motivo principal por el
cual hubo adhesión al "Sí", es decir, la razón motivadora funda-
mental: orden, tranquilidad y no cambio, que obtiene el 49%
de los que votan "Sí". Este alto porcentaje, a mi juicio, expresa
o revela una percepción muy real de nuestra población. Creo que
es real y básica en cualquier sociedad políticamente organizada:
la necesidad de un orden estable como elemento primario y fun-
damental o, lo que es equivalente, una tranquilidad en el orden.
Esta idea también puede expresarse de una manera negativa,
como un cierto deseo a que no haya cambios. Expresión que
puede y debe entenderse, a mi juicio, positivamente, a través
de la aspiración a mantener una cierta estabilidad social, polí-
tica e institucional que necesariamente involucra un alto grado
de permanencia y perdurabilidad de los parámetros básicos de
una sociedad políticamente organizada.
Me parece que este elemento fue el que mayor fuerza tu-
vo para polarizar el favor hacia el "Sí". Sin embargo, advierto
que este mismo factor, vinculado con otros, refleja una cierta
mentalidad de derecha, que tiene aspectos muy positivos, como
son los que estoy señalando, pero que también suele cargarse de
negatividad, como referiré más adelante.
La segunda razón fundamental por la cual el "Sí" recibió
apoyo que ustedes alcanzaron a advertir a través de la exposición
de Méndez, prácticamente se concentra en aspectos de tipo so-
cioeconómico, de política económica y de bienestar. Estos fac-
tores atrajeron el favor del 38% de las personas que entregaban
su apoyo al "Sí". Aquí se advierte algo interesante. Si se analiza
la distribución de los porcentajes de apoyo a beneficios y ayudas,
a política económica y al bienestar del país en que se desglosa
ese 38%, advertimos que en realidad las modernizaciones no
han sido claramente percibidas por el país. Más bien, tienen el
carácter de una esperanza que de una realización. Yo diría que
esto expresa de alguna manera un wait and see —esperar y ver—.
Es claro que se pueden mantener esperanzas en una buena po-
lítica económica y, sin embargo, juzgar negativamente su demora
106 ESTUDIOS PÚBLICOS

en la participación de sus beneficios por parte de toda la socie-


dad.
La tercera razón importante es la adhesión al Gobierno y
a la persona de Pinochet. La adhesión a la persona recibe un
20%, lo cual demuestra que se trata de un personaje político
importante para la opinión pública. El 20% de los votantes "Sí"
del país significa 700.000 personas que miran con simpatía y,
en cierta medida, adhieren y mantienen una conducta leal respec-
to del que ha sido su conductor durante 15 años.
Si nosotros contrastamos la figura del Presidente con la pri-
mera razón para votar "Sí", o sea, "orden, tranquilidad o paz en
la tranquilidad", es decir, todas las expresiones que involucran
una sociedad políticamente bien organizada y estable, se produce
un fenómeno bastante curioso. En efecto, aquí visualizo una
personalización de ese orden y esa seguridad. El Presidente apa-
rece como un benefactor, como un protector, como una figura
tutelar. Y eso es especialmente visible en los estratos dependien-
tes del sector político. En este sentido es posible señalar lo si-
guiente: "orden estable" reúne el 49%, pero la variación entre las
subproporciones se mueve y oscila entre el 43 y el 54%, lo que
significa que ellas son mínimas. En cambio, la situación es dis-
tinta cuando se trata de la ponderación del Presidente. En efec-
to, son las comunas pequeñas con un 38% y los niveles socioeco-
nómicos bajos, con un 23%, y las edades superiores a los 55
años, con 27%, las que marcan un apoyo relevante al Presidente.
O sea, los sectores más dependientes y menos autónomos y, por
lo mismo, más temerosos de perder la estabilidad política. Por
otra parte, cuando se trata de niveles que disfrutan de gran auto-
nomía económica, solamente mencionan en un 10% la persona
del actual Presidente y algo similar ocurre con la gente más jo-
ven (entre 18 y 34 años) que sólo da esa razón en un 14%. Es
sabido que los jóvenes suelen ser muy independientes.
La siguiente observación quisiera hacerla respecto del
comunismo. Ocupa el cuarto lugar en el orden de razones de
adhesión al "Sí". Junto con una subcategoría que vendría a ser
beneficios y ayudas recibidas. Yo desearía, a este respecto,
enunciar una hipótesis —para no producir conmoción— expuesta
en tres tesis.
La primera, el comunismo es minoritario y está altamente
desprestigiado en el país, lo que sigue una tendencia mundial.
Somos un país a la altura de los tiempos.
En segundo lugar, el anticomunismo visceral, al igual que
su antagonista, el comunismo, es minoritario.
Y tres, el anticomunismo como idea-fuerza es ineficiente,
¿POR QUE GANO EL NO? 107

estéril y completamente sobrepasado, para aglutinar y movilizar


grandes mayorías. Además ha sobresaturado al país.
Esta hipótesis parece estar demostrada, además, por aque-
llos porcentajes que ustedes acaban de oír: 68% del país está
en contra de que el comunismo tenga un protagonismo gober-
nante, 13,9% a favor, 17% no sabe. Y dentro del "No", lo cual
tiene gran significación, el 57,4% se declara negativamente frente
a esa alternativa.
Esto me lleva a establecer un horizonte autocrítico para
la derecha, que va más allá de los grandes aciertos o de los aspec-
tos positivos de ese patrimonio importantísimo que es el pensa-
miento y la conducta de ese sector político a través de nuestra
historia. Por de pronto, creo que un valor fundamental que la
derecha ha defendido y sigue defendiendo es justamente un
orden tranquilo, una buena sociedad, o sea, una sociedad polí-
ticamente organizada, donde hay estabilidad, y, en consecuen-
cia, donde las incertidumbres están drásticamente reducidas. Sin
embargo, es evidente que, a partir de esa idea fundamental, no es
posible mirar los cambios de una manera irreal. E irreal es mirar
los cambios saliéndonos del cauce que ha sido tradicional en
nuestro país, donde el orden y la estabilidad son propiedades o
cualidades del Estado de derecho y sus instituciones y no el
orden y la estabilidad precarios de un poder autoritario y per-
sonalista.
La segunda conclusión que yo quiero sacar es que, efec-
tivamente, nuestro mayor antagonista no es el comunismo. Es
un antagonista menor, que hay que intentar derrotar plena-
mente, pero que no constituye un blanco contra el cual dirigir
y orientar todas nuestras fuerzas. Nuestro blanco es otro; es
aquello que demandan mayoritariamente los jóvenes, quienes
forman un 48% del electorado nacional. Ese 48% —si uno orde-
na los valores fundamentales hacia los cuales aspira— desea
"libertad" y "democracia". Desgraciadamente esto se percibe
con más claridad en el "No". Hemos visto que solamente un
3% del "Sí" mira el valor democracia de ese modo, y, por ello,
voy a detenerme a hacer la siguiente observación.
La libertad viene a ser un valor altamente privilegiado por
la juventud. La libertad, la democracia y el disfrute de los dere-
chos políticos. Por otra parte, creo que nuestra tarea funda-
mental, a la luz de esto, es separar las realizaciones del régimen
que dicen relación con la libertad, es decir, entiéndase y óigase
bien, "libertad económica", de su vínculo umbilical con el régi-
men autoritario. Es una tarea urgente que se desprende, me pa-
108 ESTUDIOS PÚBLICOS

rece, de una buena lectura de la información contenida en esta


encuesta.
Respecto del escaso 3% que afirma votar "Sí" en razón
de la democracia, creo que hay razones bastante claras que ex-
plican tan bajo porcentaje. Por de pronto, me parece que no
debemos olvidar que el régimen ha hecho una crítica acerba y
sostenida a la democracia. Es cierto que se trató de una crítica
a un fenómeno democrático concreto, que adoleció de graves
fallas, que se desplomó estrepitosamente el 11 de septiembre de
1973, Pero es difícil distinguir la crítica a una realidad histórica
sin involucrar simultáneamente a la democracia en sí. En conse-
cuencia, la crítica a la democracia que se desplomó el 73 conlle-
va, se quiera o no, lateralmente, aunque la intención sea otra, a
una crítica a las instituciones, conductas y prácticas democrá-
ticas propiamente tales.
En segundo lugar, creo que era difícil para la persona que
estaba votando "Sí" aceptar que aquel que había sido el prota-
gonista egregio del autoritarismo, pudiese ser el protagonista
del nuevo gobierno democrático. Por otra parte, no es un fenó-
meno acerca del cual nosotros encontremos precedentes his-
tóricos. Cada régimen tiene sus propios actores.
En tercer lugar, pienso que nuestras democracias vecinas
exhiben una performance que no es deseable, y que, en conse-
cuencia, nos plantean un desafío a quienes pensamos que una
democracia con economía de mercado y libre empresa debe ser
eficiente. Más aún, si sostenemos que esa democracia sólo puede
ser eficiente con economía de mercado y libre empresa, este
motivo me parece que ha pesado en esta manera un tanto deva-
luada de ponderar la democracia para apoyar el "Sí".

Intervención del señor Enrique Barros*:

Un análisis del plebiscito, a menos de una semana de ha-


berse efectuado, tiene necesariamente mucho de intuitivo. Tie-
ne, con todo, la ventaja de entregar una percepción espontánea
de lo que se tiene por esencial.
Existen razones para suponer que estamos entrando a una
nueva fase de la vida de Chile. Luego de la crisis del 73, el país
vivió un período de largo desencantamiento de la política, reco-

* Abogado, profesor de Derecho de la Universidad de Chile, Miem-


bro del Consejo Directivo del CEP.
¿POR QUE GANO EL NO? 109

nociendo tácitamente el fracaso dramático de nuestras institu-


ciones democráticas. La crisis política se resolvió con el estable-
cimiento de un gobierno militar en el sentido más estricto. El
país fue gobernado de un modo sin precedentes en más de un
siglo, lo que permitió llevar a cabo cambios muy profundos,
en especial en la economía. El precio, sin embargo, fue que los
chilenos pasáramos a ser más subditos que ciudadanos.
El plebiscito ha definido una nueva fase, en que la po-
lítica pasa a tener el rol preponderante que no ha tenido en los
últimos años. Este nuevo rol corresponde a un proceso que tiene
mucho de inevitable y cuyos rasgos básicos es necesario co-
menzar a meditar.
En el plebiscito se ha producido un alineamiento más bien
convencional de las fuerzas políticas. Debo reconocer que mi
interés por los números electorales viene desde muy niño, y que
cuando el miércoles pasado escuchaba los resultados, recordé
la historia política de Chile. Donde hace 20 años ganaba la iz-
quierda, triunfó claramente el "No"; donde predominaba la dere-
cha, ganó el "Sí" o los resultados fueron estrechos. Una primera
impresión es que el mapa político de Chile, en cuanto a ubicación
relativa del electorado, no ha cambiado. Si a eso se agrega un
análisis de los resultados en zonas de mayor desarrollo económi-
co relativo, se constata que el aumento de la riqueza y de los
ingresos personales, y, más allá de eso, las transformaciones
económicas que ha tenido el país en los últimos años, no han
alterado las percepciones políticas del electorado.
Esto mismo conduce a una segunda reflexión, que se in-
fiere del estudio de CEP-Adimark. El voto en el plebiscito
tuvo una definición más bien grupal.
Angel Flisfisch, un amigo nuestro que proviene de otra
tradición intelectual, sostuvo, en meses anteriores al plebiscito,
que las opciones políticas no estaban identificadas con grupos
sociales o de ingresos, y que tanto el "Sí" como el "No" concu-
rrían en proporciones semejantes en las poblaciones y en los
grupos de ingresos altos. La encuesta del CEP, del mes de junio,
muestra que efectivamente, tanto en los grupos más altos como
en los grupos más bajos, la relación entre el "Sí" y el "No" era
moderada o inperceptible. El "Sí" tenía 6 puntos de ventaja en
los grupos de ingresos altos y había un virtual empate en los
grupos de bajos ingresos. La pequeña diferencia porcentual en
favor del "No" que dio esa encuesta se explicaba por la prefe-
rencia de los grupos medios.
¿Qué cambios ocurrieron en definitiva en las percepciones
del mes de septiembre? El "Sí" domina un 47% contra un 36% en
110 ESTUDIOS PÚBLICOS

el grupo de altos ingresos, y se revierte por completo en los gru-


pos populares, donde el "No" pasa de 38% contra un 39% del
"Sí" en junio, a un 55% contra 28% del "Sí" en septiembre.
Aún más clara evidencia existe en la comparación de otros
grupos. Para ello quisiera referirme a una experiencia personal, no
reflejada por la encuesta: como me es usual, durante el período
plebiscitario me he movido, en razón de mi profesión, en medios
empresariales generalizadamente partidarios del "Sí", y, además,
en medios intelectuales y universitarios, muy mayoritariamente
partidarios del "No".
De esta experiencia quisiera inferir las oportunidades y
riesgos que se abren hacia el futuro. Mi actitud actual al respecto
es mirar las cosas con optimismo.
En las sociedades modernas, diferenciadas y complejas, los
empresarios son expertos y especialistas en la riqueza, y el go-
bierno militar ha creado, ciertamente, las condiciones razonables
como para crear riqueza y como para aumentar en el largo plazo
las tasas de desarrollo del país. Por eso, no me parece en absoluto
extraordinario que los empresarios, casi unánimemente, hayan
estado con el "Sí".
Por otro lado, los intelectuales se dedican a los significa-
dos. En un país en donde la política ha estado ausente y donde
también ha estado subvalorado el discurrir en público, en todas
sus acepciones, no debe extrañar que hayan estado muy predomi-
nantemente con el "No".
Estas observaciones puntuales, que recaen en mi propia
actividad, se refieren a subsistemas sociales bastante nítidos, pero
la observación es ciertamente generalizable a otros ámbitos. Por
ejemplo, al laboral y a la juventud, que masivamente apoyaron
al "No", y a los sectores conservadores renuentes al riesgo, que
valoran las expectativas de desarrollo económico y la tranquili-
dad, que constituyen el más importante soporte del "Sí".
El problema actual, desde un punto de vista institucional,
es tratar de reconstruir en Chile consensos elementales, sobre una
base que sea razonable para los principales involucrados. Esto
tiene algo semejante a juntar en un todo piezas de un puzzle que
han andado cada una por su lado. Lo que se requiere es un país
que reconozca cierta identidad de fines comunes que deban ser
considerados cada cual en su mérito, a pesar de su diversidad.
Mi base de optimismo radica en que este sería un paso muy de-
cisivo hacia la modernización más integral del país.
Esto me lleva a reflexionar retrospectivamente. La campa-
ña plebiscitaria del "Sí" plantea un gravamen serio para los gru-
pos que lo apoyaron, en la medida que tienda a desfigurarse en el
¿POR QUE GANO EL NO? 111

futuro la predicción apocalíptica de que la violencia y el terroris-


mo campearían en el país del "No". Si se revisan las razones por
las cuales la gente votó que "Sí", los problemas de violencia,
orden público y terrorismo fueron, lejos, los más determinantes.
Un 49%, la mitad de los encuestados, señaló el orden público y
la violencia, y otro porcentaje significativo indicó su rechazo al
comunismo como motivaciones principales para votar "Sí",
todo lo cual también puede ser interpretado como razón para
no votar "No". Se observa, así, una motivación sicológica que
operó en forma muy dominante por vía del temor.
Por otra parte, es bien obvio que la sensación de temor y
desolación de muchos electores se vio aumentada en los días
anteriores al plebiscito por la generalizada y dirigida desinforma-
ción, por la unilateralidad de la televisión, por el desaparecimien-
to casi total de la oposición de las noticias y foros políticos y
hasta por sobrecogedores ensombrecimientos nocturnos de las
ciudades. Este estado de cosas contribuyó a que el "No" apare-
ciera como un grave peligro para la seguridad de las personas y
para la estabilidad del país, en tanto se le asociaba a violencia,
desorden y terrorismo y, además, a lo desconocido.
Resulta que una vez efectuado el plebiscito, el país, y lue-
go la oposición relevante, han mostrado una sensatez que provoca
que esos mismos argumentos de la campaña del "Sí" tiendan
dramáticamente a invertirse en su contra. La división genérica
de Chile en patriotas y facinerosos ha hecho crisis, posiblemente,
por tiempo indefinido.
A esto se agrega la ambigüedad del voto, atendida la índo-
le de lo que se decidía. Es bastante obvio que no se trató sólo
de una elección de Presidente, donde el cálculo utilitarista y
las percepciones superficiales de simpatía son los dominantes.
Para mucha gente el voto tuvo dimensión ética y no puramente
política. La importancia relativa de los factores morales en el
voto "No" se muestra en que un 57% de los votantes por esa
alternativa dio argumentos ligados a derechos humanos como
fundamento de su opción y que otro 21 % señaló una razón po-
lítica muy básica, como es volver a la democracia. Otro síntoma
es que un importante número de electores que se ubican a sí
mismos en la derecha, votaron "No". Hay que tener presente
que este último grupo representa en la encuesta algo más de un
6% del total del voto "No" y un 16% de la derecha.
En este mismo orden de cosas, mi impresión es que el
plebiscito está en vías de producir un cambio estructural pro-
fundo en la política chilena, el que va a tener efectos institu-
cionales y sobre los cuales quisiera referirme brevemente.
112 ESTUDIOS PÚBLICOS

A falta de consenso, y eso es una cuestión jurídica muy


clásica, el autoritarismo es inevitable. El fenómeno que ha vivido
Chile en el último tiempo es, en cierto sentido, una recuperación
de simpatía recíproca. Pienso que vamos camino hacia algo que
don Víctor García, el desaparecido político de derecha, llamó
hace pocos años, evocando a los clásicos, "la amistad cívica".
Hay una percepción dominante de que Chile ha pasado, dicho
analógicamente, de Hobbes a Locke.
Algo ha cambiado en el espíritu objetivo del país, y es
un signo de cordura tomarlo en consideración. Desde una espe-
cie de subconsciente colectivo, que lentamente se ha ido recons-
truyendo, las percepciones sociales acerca de lo justo, lo legí-
timo y lo útil se han ido rearmando en los últimos años. El
plebiscito no es propiamente la causa de este cambio. Simple-
mente lo está desencadenando.
El marco institucional se irá modificando por esta nueva
realidad. Haciendo un comentario de la Constitución de 1980,
hace algunos años expresé que, a falta de consenso político, el
orden constitucional en Chile había sido dictado y plebiscita-
riamente aceptado. No me cabe ninguna duda de que esa especie
de legitimidad está en vías de ser sustituida, como históricamente
ha ocurrido en casi todas las transiciones. Es papel de la derecha
que esta sustitución sea gradual, civilizada y sin quiebres de conti-
nuidad. En el fondo, que sea el resultado de una evolución con-
sentida. Pero me resulta obvio que el cambio constitucional,
atendida la nueva realidad política, es por completo inevitable.
El plebiscito me lleva a una última reflexión. El país ha
mostrado actitudes maduras y civilizadas. Un país de estas ca-
racterísticas requiere que el proceso político que se avecina sea
esencialmente justo en el sentido más elemental; que las reglas
en el futuro sean imparciales y que la participación e influencia
del gobierno sea también limitada. En otras palabras, sería muy
dañino, moral y políticamente, que la situación anterior al ple-
biscito llegara a reiterarse. La campaña del "Sí" se dio en un
marco que no es imaginable en un futuro democrático. La equi-
dad política no es sólo, por tanto, un problema ético. También
es un problema político, porque nada hay más deleznable —y a
la larga más costoso— que el abuso en un juego en que los parti-
cipantes están demostrando actuar con suficiente lealtad.
La equidad en la política democrática es, ante todo, un
problema de oportunidades. Esto plantea no sólo un problema
de estructuras de poder y de derechos en el orden constitucional,
sino, muy especialmente, aceptar que la libertad de expresión es
una condición de las otras libertades. Este principio vale hoy,
¿POR QUE GANO EL NO? 113

muy especialmente, para la televisión. En todo el mundo demo-


crático se han iniciado desafíos a los monopolios, estatales o
corporativos, en la comunicación televisiva. El tema debe ser plan-
teado como punto fundamental en una agenda democrática.
Para ello basta convencerse de que los actuales argumentos contra
la libertad de expresión televisiva son los mismos hechos valer
durante siglos contra la libertad de imprenta.
Todo lo anterior puede servir de base para reflexionar
acerca del desafío político que enfrenta la derecha. Una fuerte
identidad es necesaria no sólo para su propio éxito en un siste-
ma competitivo, sino también para la estabilidad y fortaleza de
todo el sistema político. El plebiscito lleva a pensar que le ha
resultado costoso haber llegado, a tropezones, a aceptar la libe-
ralidad sólo en lo económico, manteniendo una pasmosa desa-
prensión por la libertad y la equidad en la política y en la cul-
tura.
Los momentos que se avecinan son muy decisivos para
definir qué tipo de país será Chile en la próxima década. La
ecuación de la prosperidad económica, que supone un medio
ambiente abierto y estimulante, con las instituciones demo-
cráticas, participativas e igualitarias, es bastante obvia en muchas
partes. No ocurre lo mismo en Latinoamérica. En gran medida
porque no ha habido una derecha legítima y relevante. Para
ello es necesario que la derecha chilena se revierta en sus valores
políticos clásicos de la decencia y el honor. Cierta grandeza es lo
que exige la aventura que se está iniciando.

Intervención de Arturo Fontaine Talavera*:

Comenzaré mi exposición comentando algunos datos que


emergen de la encuesta CEP-Adimark, y así, posteriormente,
ofrecer una interpretación personal de la situación política
postplebiscito a la luz de esta investigación social.
Quisiera recordarles, en primer lugar, el cuadro de eva-
luación de las franjas publicitarias que ustedes ya vieron.

* Licenciado en Filosofía, Universidad de Chile; Master of Arts /


(M.A.) y Master of Philosophy (M. Phil.) en el Departamento de Filosofía
de la Universidad de Columbia, Nueva York; Profesor de Filosofía de la
Universidad de Chile; Director del Centro de Estudios Públicos.
114 ESTUDIOS PÚBLICOS

Evaluación Franjas Publicitarias


(Total Muestra)
Atributo Pub. "Sí" Pub. "No"
— Más entretenida 62*
— Le llega más a la gente 19% 60*
— Más motivadora 21* 58*
— Más clara, entendible 25% 57*
— Más dinámica 22* 56%
— Más optimista 24% 55%
— Más creíble 24* 52%
— Más apropiada para una
campaña política 23* 47%
— Transmite una mejor
capacidad para gobernar el país 29* 43%
Esta evaluación, abrumadoramente favorable a la campaña
del "No", tiene mucho que ver con ese otro cuadro que permite
apreciar el cambio fuerte de opinión con respecto a la capacidad
del actual gobierno versus la oposición de enfrentar ciertas tareas
específicas de interés para el electorado.
Para cada tarea, por favor, dígame ¿quién la manejaría
mejor?
Tareas Junio 88 Sept. 88
Opos. Gob. Opos. Gob.
— Respeto de los derechos
humanos 46% 28* 61% 20*
— Mantención del orden
público 23* 60* 30% 56*
- Controlar el terrorismo 23* 53% 34% 45*
— Eliminar la delincuencia 25* 50% 37% 38*
— Crecimiento económico
del país 31* 41% 42% 36*
— Disminuir la pobreza 38* 39% 53* 28*
— Disminuir la inflación 35* 33% 42* 30*
— Disminuir la cesantía 41* 36% 56* 28*
— Construcción de viviendas — — 35* 51*
- Mejoramiento de la
educación 36* 45% 51% 34*
— Demost. interés en
gente como Ud. 39* 35% 52% 27*
— Mejorar servicios de
salud (hospitales) 40* 40% 55% 30*
¿POR QUE GANO EL NO? 115

Este significativo cambio de opinión se produjo en pocos


meses durante un período en el cual, como insinuara Roberto
Méndez en su exposición, el único hecho verdaderamente rele-
vante fue la apertura de la televisión.
Estamos frente a un acontecimiento de vital importancia
por sus enormes consecuencias, porque lo que ha ocurrido es
similar a lo que pasa cuando un grupo de personas está en una
sala oscura y sale de pronto a la luz. La televisión es mucho más
que un medio, en el sentido que lo son la radio, el diario o una
revista. Es parte del habitat de la vida moderna. La televisión
viene a ser lo que en la ciudad antigua era el "Agora". Es el lugar
donde se transan los productos, el lugar de la retórica, del
comercio, del poder.
El régimen autoritario ha estado centrado estos años en el
control de la televisión. El control que el régimen estableció con
respecto a las universidades se explica por este motivo. A través
del mecanismo de "Rectores Delegados", el gobierno ha mante-
nido su dominio sobre todos los canales de televisión exis-
tentes. Es indudable que la intervención de las universidades
representó un alto costo político en términos de política univer-
sitaria y de imagen nacional e internacional para el régimen
militar. Sería descabellado sostener que era necesario asumir esos
costos por la peligrosidad intrínseca de los estudiantes y profe-
sores universitarios... la verdadera razón ha sido que estos incon-
venientes eran triviales en comparación con el enorme poder que
así se adquiría: el uso monopólico de la televisión chilena. La
ruptura de ese control, a mi juicio, es el hito más importante
desde 1973, hito que marca definitivamente el futuro de la
política chilena. La necesidad de validar en Chile y en el extran-
jero las reglas de la elección plebiscitaria-presidencial lleva al
gobierno a ampliar los márgenes de la tolerancia y darle acceso a
la pantalla a la oposición. Con todo, ello se hace sin alterar los
mecanismos jurídicos correspondientes.
Después de habernos acostumbrado a una agenda política
determinada por una ínfima minoría de personas, con un control
abrumador de los medios de comunicación, de pronto, el país se
vio enfrentado a una verdadera opción política en el medio
político por excelencia, la televisión.
Mientras se vive en un medio donde hay una sola voz, una
sola versión de la realidad y una sola corriente de opinión con la
capacidad de llegar masivamente a la gente, las preferencias
expresadas por las personas no deben ser interpretadas en tér-
minos de convicciones profundas, con bases tan sólidas que no
sean susceptibles de un cambio rápido ante la aparición repentina
116 ESTUDIOS PÚBLICOS

de nuevas opciones. Las opiniones formadas en ambientes no


competitivos son vulnerables. En la medida que existe una aper-
tura real de los medios de comunicación, y por consiguiente se
está inserto en un ambiente que contempla la libertad de infor-
mación, se hacen valer las percepciones reales de la gente, las que
están presentes en las encuestas y elecciones. La competencia
abierta, libre y en igualdad de condiciones por estas preferencias
—que en el plano político se reflejan en el voto— cambia las
características que han de poseer los líderes, los temas conside-
rados relevantes y, en consecuencia, los términos en que los
discursos deben ser planteados.
Quisiera probar la veracidad de las afirmaciones "el control
básico ha estado puesto en la televisión" y "el cambio de opinión
pública se debe a la apertura de la televisión", simplemente
analizando algunos de los resultados arrojados por la investi-
gación realizada por CEP-Adimark. Los comentarios que siguen
examinan estas tesis con algo más de detalle.
La votación "No" obedece fundamentalmente a una cen-
sura de la situación económica y de derechos humanos. Se
produjo aquí una especie de operación de pinzas: la persona que
no caía en una categoría, caía en otra.
En cuanto a la situación económica la opinión era consi-
derablemente más positiva para el gobierno en el mes de junio de
lo que lo era en la fecha del plebiscito. Este deterioro no guarda
relación con algún cambio económico real de las personas du-
rante dicho período. Se trata de un evento que corresponde más
bien a un cambio de percepción acerca de la realidad económica
producto de la campaña televisiva.
Por otra parte, los derechos humanos no eran una in-
quietud prioritaria. Sin embargo, en septiembre aparece, junto a
lo económico, como uno de los temas centrales en torno a los
cuales se produjo esta coalición tan amplia representada por el
"No". Frente a eso, el "Sí" representa fundamentalmente una
demanda política por "orden y tranquilidad".
Los grupos donde se producen percepciones más fuertes yo
diría que son las mujeres, el estrato bajo y el sector rural, que en
conjunto determinan este cambio de opinión.
Es claro que el tema de los derechos humanos, desde el
momento en que apareció presentado en la televisión, cobró una
importancia que no tenía.
El brusco cambio en los sectores rurales y el estrato bajo
tiene que ver con que en esos sectores la televisión es el medio
casi exclusivo de información; cosa que no ocurre en estratos de
más cultura.
¿POR QUE GANO EL NO? 117

Es innegable, además, que la televisión tiene una capacidad


para presentar el tema de los derechos humanos y el empleo, con
una carga emocional y personal, que no poseen otros medios de
comunicación. Esto, a mi parecer, es otro factor determinante
del cambio de opinión que se produjo acerca de la importancia
relativa de estos temas con respecto a otros.
La campaña de televisión y la apertura de la televisión
mantienen las percepciones negativas con respecto al marxismo.
Pero deja en evidencia, cosa que muestran las cifras de la en-
cuesta, que la política económica actual sólo entusiasma al es-
trato alto que vota por el "Sí". Según nuestros datos, un 56,9% de
la población está en desacuerdo con la actual política económica
y un 31,9% a favor. Al analizar esto por posición política uno se
encuentra con que el 63,5% de las personas de centro están en
contra y un 29,6% a favor. Entre los independientes un 58% está
en contra y un 30,2% a favor. Entre los jóvenes de 18 a 34 años
un 61,2% está en contra y un 25,5% a favor, mientras que entre
los mayores de 55 años un 20,9% está en contra y un 44,3% a
favor. En el estrato socioeconómico alto un 32,7% está en de-
sacuerdo y un 59,6% a favor. En cambio en el nivel medio un 56%
está en desacuerdo y un 34,5% a favor; y en el estrato bajo un
61,2% está en desacuerdo y un 25,2% a favor.
Ya en las encuestas realizadas en 19871 se pudo ver que
las grandes modernizaciones de este gobierno, aunque son muy
valiosas desde el punto de vista económico, no cuentan con gran
popularidad. Ello es especialmente cierto en el caso del sistema
previsional. Son más las personas que dicen preferir el antiguo al
nuevo sistema de pensiones. Digno de destacar es la importancia
que adquirió el problema de la cesantía en el estrato rural.
Obviamente esto no pudo deberse a problemas económicos ocu-
rridos en ese período —no los hubo—, sino que únicamente a la
presentación del problema en una televisión competitiva y
abierta.
No obstante, no se debe pasar por alto que el efecto que
esta apertura innegablemente tuvo en la opinión pública no fue
sólo el producto de una campaña eficaz para llegar a los sen-
timientos de las personas y crear un sentido de solidaridad
común. Más bien se debería pensar que la apertura de la tele-
visión ofreció la oportunidad a cada uno de nosostros de observar
la realidad existente más allá de nuestro reducido radio de acción

1
Documentos de Trabajo Nos. 83, 88, 93 y 95. Centro de Estudios
Públicos.
118 ESTUDIOS PÚBLICOS

individual. Lo que quiero destacar es que ninguna campaña será


exitosa si no está basada en problemas reales del electorado, si no
es capaz de comunicar confianza. Por lo tanto, hay que aceptar
que el cambio de opinión acerca de quién manejaría mejor el
problema económico actual se basó en una evaluación de la
situación de acuerdo a la información otorgada por ambas op-
ciones y la experiencia de las personas. ¿Cuál es esa experiencia
en términos de variables económicas con significado social y
político? El consumo privado per cápita efectivamente ha dis-
minuido. En 1987 era un 22,4% más bajo que en 1972 y un
25,1% más bajo que en 1981 2 .
En Chile hay una demanda intensa por bienestar econó-
mico y en todos los sectores sociales. En particular, creo que la gen-
te rechaza la inestabilidad del empleo y del poder adquisitivo de sus
ingresos. Sabemos que el contexto económico internacional im-
puso severas restricciones a las posibilidades de desarrollo para un
país como Chile. Debido a ello los frutos de la muy buena
conducción económica de estos años no han alcanzado a hacerse
tangibles para vastos sectores de la población. La candidatura del
"Sí" no logró proyectarse como capaz de ofrecer un futuro
sustantivamente mejor al experimentado por las grandes mayo-
rías durante estos años. En este país se ha hecho un manejo
económico responsable, inteligente y creativo de un prolongado
período de "vacas flacas". El ambiente de la campaña del "Sí"
sugería un período de vacas gordas.
El estrato bajo fue el que más castigó la campaña televisiva
del "Sí". Sin duda, esto desmiente muchas opiniones que se dieron,
en el sentido de que la publicidad del "No" era demasiado
sofisticada, hecha por artistas alambicados y pelucones; y que la
gente que trabaja con las manos no la iba a entender. Por el
contrario, captaron a los jóvenes, al estrato bajo y a las mujeres
que eran justamente el objetivo. En particular, captaron al sector
rural, que después de haber estado dos a uno a favor de Pinochet,
pasó prácticamente a empatar.
Los temas centrales de las campañas se acercaron mucho a
lo que nosotros publicamos en los primeros días de agosto 3.

2
Construidos en base a información de Indicadores Económicos y
Sociales, 1960-1985. Banco Central y diversos boletines mensuales, Banco
Central (Base: 1970 = 100).
3
Documento de Trabajo N° 104, pp. 82 y 83. Centro de Estudios
Públicos.
¿POR QUE GANO EL NO? 119

Quisiera recordar a grandes rasgos lo que allí se afirmó. Por un


lado se dijo que los puntos fuertes de la campaña de Pinochet
tenían que ver con su propia imagen en la medida que lograra, en
primer lugar, transmitir "preocupación por gente como usted",
tema que perdió según vimos en la exposición. En segundo
término estaba orden público, tranquilidad; tercero: vivienda y
cuarto: el rechazo al marxismo en la medida que se planteara en
forma positiva y no en términos de maniqueos y conocidos.
Por otro lado, dijimos que los puntos fuertes de la cam-
paña del "No" eran: desempleo, tema de indudable llegada
emocional; la condena a la represión, lo cual puede acercar en la
mente de la gente las ideas de democracia y triunfo del "No";
inflación o el problema del poder adquisitivo de la población
(recuérdese la señora del té), y el tema de los derechos humanos
que, aunque no parecía ser un tema prioritario, podía llegar a
serlo a través de la televisión.
Dadas estas percepciones, se sugirió que las campañas de-
bieran adquirir un tono emotivo y personal, con el fin de inter-
pretar y atraer a los grupos blandos y que los actores debían ser
gente común y corriente.
Si se examina lo que efectivamente hicieron las campañas,
uno puede darse cuenta hasta qué punto la campaña del "Sí"
situó la discusión en el punto menos favorable; así como la
campaña del "No" lo hizo precisamente donde le convenía. Pero
más allá de eso, la apertura de la televisión y la aparición de un
espacio controlado por líderes de la oposición —que se plantean
como tales— legalizado además por la frase: "de acuerdo a la ley
le corresponde usar su tiempo a la opción 'Sí' o 'No' ", hizo perder
el carácter subversivo y arriesgado que podría haberse asignado a
la opción "No", transformándola en una opción democrática, civil
y tranquilizadora.
Así, lo que en un principio parecía ser un proyecto utópi-
co, se transformó en realidad, como nos fue posible apreciar el
día de la elección y los días posteriores. Aún recuerdo cuando
Martin Hopenhayn, destacado intelectual de izquierda, publicó
un artículo en Apsi, en el que habló del "Hombre Primavera" y
sostuvo que la oposición debía orientarse a la alegría, la libe-
ración y no mirar al pasado. Parecía un gesto utópico, despro-
visto de valor político. Distintos políticos, amigos míos, lo di-
jeron: "ideas de un intelectual volado, que no está en la realidad.
La gente está preocupada de otras cosas". Sin embargo, la cam-
paña se desarrolló de hecho dentro de esa tónica. Más aún, a mi
juicio, lo que partió como publicidad se transformó en actitudes.
Hoy día (una semana después del plebiscito), tenemos un país
120 ESTUDIOS PÚBLICOS

distinto por el tono que adoptó el Comando del No en su


campaña. No se puede luchar contra fantasmas. Los grupos que
están hoy con el "No" definitivamente no corresponden a las
imágenes que muchos de nosotros conservábamos de, por ejem-
plo, un "Teletrece" del año 1972. Eso ha ido desapareciendo
de la mente de la gente y ya no volverá a estar. La realidad hoy
es otra, y el tono adoptado por el Comando del No en su
campaña nos instala en un país distinto.
La legitimación de un proyecto liberal en Chile debe tomar
en cuenta que esta es una sociedad que tiene hoy fuertes ten-
dencias liberales en lo político (libertad de prensa, libertad edu-
cacional, régimen democrático de gobierno) e inclinaciones pa-
ternalistas o socialistas en lo económico. No pretendo insinuar de
modo alguno que estas percepciones no sean modificables. Al
contrario: si se quiere popularizar el liberalismo económico es
necesario partir de un diagnóstico correcto con respecto a la
situación imperante que se desea modificar. Es asimismo con-
veniente tener presente la importancia que ha tenido y tiene la
demanda por tranquilidad y seguridad personal, preocupación
típicamente conservadora.
Dados estos hechos, me atrevería a sostener que los temas
fundamentales de la próxima campaña serán: pobreza, derechos
humanos, tranquilidad y seguridad personal, este asunto estre-
chamente vinculado a la capacidad de proyectarse como un
gobernante efectivo y dotado de autoridad.
Yo tuve la impresión el día de la elección que estábamos
participando en una especie de comunión laica, en un rito prac-
ticado con tal unción y seriedad, que significó una manera
distinta de percibirnos. El acto plebiscitario significó una pre-
sencia corporal de la igualdad, donde la gente estaba realmente en
una situación efectiva de igualdad y ello lo sentía. Se percibió,
además, capaz de realizar obras de políticas de masas en con-
junto.
La actitud militar de reconocer el resultado y la transpa-
rencia del acto, sello este espíritu.
Me gustaría ilustrar lo trascendental de este punto, para
que no cometamos el error de dejarlo pasar, simplemente des-
plazándome hacia algunos autores clásicos citados aquí. Aristó-
teles sostenía que no basta entender el Estado como un juego de
protección e intercambio de bienes para la subsistencia. Esas son
condiciones necesarias pero no suficientes, decía él, para que un
Estado perdure. Se necesita además lo que Aristóteles llamaba la
filia o amistad cívica y que los teóricos de la Revolución Fran-
cesa quisieron incluir en su lema como Fraternité. No es fácil
¿POR QUE GANO EL NO? 121

precisar en qué consiste y, tal vez, sólo se hace patente en ciertos


momentos históricos, muy claves, donde juega un rol determi-
nante.
Me atrevería a decir que este clima fraterno que hoy
podemos apreciar permite que se cumpla uno de los dos requi-
sitos que creo fundamentales para que emerja un pacto o acuerdo
social, que permita canalizar las aspiraciones de orden y tranqui-
lidad que son una demanda social abrumadora en Chile.
Los dos requisitos a los que me refiero son, primero, la
confianza mínima que requiere todo pacto, y segundo, un
diagnóstico compartido con respecto al poder relativo de cada
cual en el que muchos de nosotros pusimos nuestra esperanza.
Ambos han estado ausentes en Chile. El Acuerdo Nacional no
prosperó por eso. Deseo insistir en que al hablar de confianza
mínima quiero decir nada más ni nada menos que eso. No estoy
pensando en una confianza total, porque ello es prácticamente
imposible, pero sí, en aquel mínimo sin el cual no hay texto
alguno que no pueda ser interpretado de modo que resulte ina-
ceptable por alguna de las partes. Todo pacto, todo contrato,
supone una base de confianza y buena fe.
Esto no estaba en Chile. Sin embargo, tengo la impresión
de que comienza a tener un lugar en la mente de la gente y debe
ser tomado en cuenta.
Acerca del otro tema, el del diagnóstico compartido, he
escrito sobre él señalándolo como el punto central de la imposi-
bilidad de un acuerdo en Chile. La existencia de distintos sectores
políticos con pronósticos diametralmente opuestos acerca de su
poder y lo que va a ocurrir, por supuesto determinan que este
requisito no sea satisfecho. Pero ahora esto ha cambiado.
Permítaseme, entonces, volver a los clásicos. Dice Cicerón
que, "cuando hay miedo mutuo, cuando un hombre teme a otro
hombre, cuando una clase teme a otra clase, entonces, porque
ninguno tiene confianza en su propio poder, surge una suerte de
pacto entre la gente común y los poderosos"4. De este pacto
resulta esa forma de gobierno mixto que es la que Cicerón re-
comienda,5 es decir, el equilibrio de los poderes, la división y
contrapeso de los mismos; idea que estaba ya en Platón y que
posteriormente constituyó el núcleo del pensamiento liberal
moderno. La idea de un gobierno mixto en que los distintos
sectores sociales tienen expresión.

4
Cicerón: La República. Libro III, XXIII. 23.
5
Cicerón: La República. Libro I, XLV. 69.
122 ESTUDIOS PÚBLICOS

Lo que permite acercar diagnósticos respecto del poder


relativo de los diferentes sectores, son fundamentalmente las
elecciones, y las encuestas y estudios de investigación social
correspondientes. Un acercamiento real al poder relativo de cada
cual podemos observarlo en las cifras, que corresponden a cifras
históricas del poder de la izquierda y la derecha. La derecha tiene
un 20%; con los independientes tal vez un poco más en presencia
de un líder carismático y en circunstancias favorables, pero la
base es ésa.
A partir de estos datos hay que pensar las realidades
políticas futuras. Los dos requisitos, confianza mínima y per-
cepción de la capacidad y del poder relativo de cada cual,
permiten hoy un acuerdo básico de tipo constitucional que
refleje, entremezcle, compense y atempere los distintos poderes
reales que están presentes en la sociedad; que van a permanecer y
de cuya armonía dependen la paz y tranquilidad del futuro. Se
trata de una oportunidad que puede perderse. Si se aprovecha
podremos construir un cimiento de legitimidad institucional
aceptable para todos. Hay que pensar que el gran conflicto polí-
tico de Chile es ése. Encontrar un marco institucional al cual
todos puedan legítimamente apelar para canalizar los conflicto y
que simbolice la unidad de la sociedad es la gran tarea de nuestra
generación.
Estamos en uno de esos momentos históricos claves, y
habrá que optar entre quedarse apegado a las escisiones del
pasado, o dar vuelta la hoja y atenerse a los proyectos que están
ya en la mente de la mayoría de los chilenos.
Bien puede ser que quien logre captar el sentimiento de
fraternidad ciudadana y la idea de un futuro basado en esa
fraternidad, logre primar en los próximos años en Chile.

Debate

Intervención de participante:

Me gustaría que usted precisara qué quiso decir con "que


la derecha debía recuperar su decencia y honor".

Interviene Enrique Barros:

Quiero ser igualmente rudo en la respuesta. Creo que con


parámetros democráticos la campaña política reciente no sopor-
¿POR QUE GANO EL NO? 123

ta análisis. Y me parece que en términos relativos, en términos


de dominio de la prensa, en la forma de manejo de la televisión,
en materia de información y desinformación, una campaña se-
mejante es inimaginable en el futuro. Tal vez me han traicionado
un poco las palabras respecto del juicio del pasado, pero de lo
que sí no me cabe ninguna duda es que en una proyección hacia
el futuro, los mayores valores que la derecha debe sostener en
Chile son, precisamente, los que he mencionado. Por lo demás,
esos valores han sido los que han sustentado políticamente al
conservadurismo en todas partes del mundo. Si hay algo que lo
sostiene, es, precisamente, su confiabilidad y la confiabilidad se
halla, básicamente, en el fair-play, vale decir, en la igualdad de
oportunidades, en reglas fijas conocidas y generales.

Intervención de participante:

Quisiera hacer un comentario en relación al énfasis que pu-


so Arturo y también, un poco, el señor Barros en la importancia
relativa que tendrían estos últimos seis días de comportamiento
de la Oposición, o del "No". Creo que no se puede extrapolar y
sacar conclusiones a largo plazo de lo que ha ocurrido en seis
días en Chile, porque, indudablemente, que esta tranquilidad que
se quiso reflejar estaba englobada dentro de una estrategia y,
entre paréntesis, algunos de esos días no fueron tan tranquilos.
Yo recuerdo haber visto bastantes autos, camionetas y gente
desplazándose por todos los barrios de Santiago, en forma no
excesivamente pacífica. Así como esta gente fue capaz de hacer
una campaña muy buena, también lo fue para diseñar la estrate-
gia posterior al plebiscito. De manera tal que pensar que hay que
adoptar un espíritu absolutamente desarmado frente a la Oposi-
ción, dado a que ha habido un clima de paz aparente y no han
ocurrido desastres, ni caos, con posterioridad al plebiscito, me
parece que sería bastante precipitado y erróneo.

Interviene Arturo Fontaine Talavera:

Yo no creo haber dicho que este clima de paz y tranquili-


dad vaya necesariamente a primar en el futuro; veo que hay
aquí una extraordinaria oportunidad y puede perderse.
124 ESTUDIOS PÚBLICOS

Interviene Oscar Godoy:

Quisiera hacer un comentario respecto de este punto que


me parece fundamental. Distintas encuestas que hoy aparecen
como fiables demuestran que este país es moderado, y, por otra
parte, también las encuestas ponen en antecedente que la opinión
pública tiene un juicio bastante duro, primero, acerca de la Uni-
dad Popular, y, en segundo lugar, acerca del carácter autoritario
de este régimen; y, en definitiva, no desea repetir ninguna de las
dos experiencias. En cambio, valoriza los gobiernos civiles y creo
que aquello a lo cual se refirió Arturo Fontaine, la "amistad
cívica", es justamente lo que yo llamaría la ética adecuada y
necesaria para desarmar de alguna manera la animosidad. Ello
no significa perder la identidad; perderla sería simplemente
fundirse en un magma sin ninguna singularidad, que, evidente-
mente, sería criminal por parte de cualquiera de los actores po-
líticos o de los grupos políticos que están actuando hoy día en
el país. A mi juicio, es justamente a partir de una identidad, de
una capacidad para ser auténtico, en forma muy definida, es
que se puede plantear el tema de la amistad cívica, el de la fra-
ternidad. Son fraternos los que son desiguales; no son fraternos
los iguales, ni los excesivamente desiguales cuando hay uno que
domina autoritariamente al otro. Se trata de un clima distinto;
estamos hablando, yo diría, de actitudes prácticas y modos de
conducta, más que de desarme o más que asumir actitudes que
signifiquen desidentificarse. No me parece que esto último sea
el sentido de aquello que yo le he escuchado a Enrique Barros y
a Arturo Fontaine.

Intervención de participante:

Creo que hemos oído aquí una exposición que se puede


dividir claramente en dos partes: una, que es el análisis de las
estadísticas, predicciones y encuestas, lo cual encuentro suma-
mente serio, científico e interesante. Y otra, que es sacar conclu-
siones de ellas; y aquí no participo en que esto tenga las mismas
características de lo anterior. Principalmente porque estamos
muy próximos a los hechos y, en consecuencia, estamos todos
reaccionando todavía, ya sea individualmente o también pre-
sionados por una emoción colectiva. Noto, sin embargo, que
hay en el análisis hecho, acerca de las conductas ciudadanas, dos
grandes vacíos: el primero es el poder de la utopía. La utopía
tiene un poder extraordinario, y, mostrado por televisión, desha-
¿POR QUE GANO EL NO? 125

ce las más grandes realizaciones. Les muestra a los niños, jóvenes


y a las personas que tienen una falta de experiencia política,
algo que realmente es inalcanzable: la búsqueda de la justicia
total, la búsqueda de la igualdad total y de la libertad total.
Entonces, el que ha podido construir, después de muchos es-
fuerzos, una parte de la igualdad, una parte de la libertad, una
parte de la justicia, merece el juicio condenatorio de la utopía,
el que es muy fácil presentar en televisión, porque en vez de
presentar las cosas que se hacen, se muestran las cosas que
todavía no se han hecho, y al hombre le impacta con mucha más
fuerza el descontento que él tiene, o el descontento de su herma-
no, que la satisfacción que él tiene, o la satisfacción de su her-
mano. El análisis en un país en desarrollo, con nuestra cultura
política, debe plantear cómo manejar la utopía en televisión.
Este es uno de los grandes problemas que vamos a enfrentar en
el mañana. Si nosotros analizamos o fijamos nuestra conducta
para producir un mejor impacto, estamos renunciando a lo que
somos y a la búsqueda del bien común, por encima de la bús-
queda de una presentación favorable al electorado, y eso no
podía silenciarlo, porque significa renunciar a lo que yo soy: un
hombre de derecha, a quien el bien común le interesa por enci-
ma del juicio que tengan los demás sobre mi actuación, y ese
juicio sobre mi actuación siempre será insuficiente frente a los
que tienen un criterio predicador acerca de la necesidad de hacer
todas las cosas y que no tienen la ecuanimidad necesaria para
darse cuenta de lo que se ha hecho y se aprovechan de lo que se
ha dejado de hacer.
En televisión el concepto de utopía tiene que ser maneja-
do con mucha tranquilidad. Creo que la propaganda de televi-
sión del "Sí" fue desastrosa y no vale la pena recordarla. Hay
un segundo punto que no se ha medido en esto. Tenemos quince
años de gobierno, éstos significan, como lo dice David en La
Biblia: "El hombre que tiene éxito, tiene éxito por sí. El hombre
que fracasa, la culpa la tiene el gobierno". Hay tanto fracaso
acumulado, y no sólo fracaso, hay una especie de resentimiento
que es peor que el fracaso. Ello ocurre cuando el individuo está
de acuerdo con el marco social, pero no con el lugar que él ocu-
pa en dicho marco, y eso es tremendo, y en política tiene una
fuerza muy grande, y mucha gente cree que en estos quince años
no ha ocupado el lugar que le correspondía.
Creo que el plebiscito fue un desafío, una valla demasiado
alta, que si se pasaba, significaba asegurar una serie de cosas. El
análisis de lo que sucedió en el plebiscito es mucho más difícil
del que aquí a primera vista aparece, porque el descontento
126 ESTUDIOS PÚBLICOS

personal y el desgaste de un gobierno, después de quince años,


es tremendamente grande. Además se da una situación de des-
competencia, aun cuando el gobierno tenga los medios de comu-
nicación durante mucho tiempo a su favor, porque basta que el
medio de comunicación más importante, que es la televisión, se
abra durante un breve período para que esa ventaja desaparezca,
e inmediatamente se note la enorme desventaja del desgaste. Creo
que aquí me he pronunciado nada más que sobre los problemas
del análisis de la publicidad y, seguramente, tendremos oportuni-
dad en otras reuniones del CEP para analizar las conductas que,
a mi juicio, deben tener las personas que creen que aún queda
mucho por hacer.

Interviene Enrique Barros:

Yo quisiera recoger brevemente lo planteado. El enfoque


que he expuesto, creo que parte de una óptica un poco dife-
rente a eso. Tengo la sensación de que el problema existente es
que Chile vivió durante quince años un desencantamiento de la
democracia durante un período muy largo, basado, naturalmen-
te, en la propia experiencia de destrucción del sistema demo-
crático y, pienso, existe un juicio compartido de que esto no fue
provocado ni por los militares ni por las fuerzas que sustentaron
al régimen.
Por otro lado, ahondando en el tema de las utopías que us-
ted plantea, se debe entender que toda sociedad cada cierto tiem-
po va renovando sus metas, y esa es la razón por la cual existe la
sustitución de un régimen y de un gobierno por otro, aun cuando
lo haya hecho muy bien en democracia. Los paradigmas van
cambiando lentamente hacia un lado y hacia el otro. O sea, lo
que ocurre en este instante en Chile, y ese es mi diagnóstico, y,
por lo que puede entenderse del planteamiento de Arturo, él
tiene una visión semejante, tendríamos que tener claro que algo
ha cambiado, o algo está cambiando, y que las metas, las inquie-
tudes, los deseos, en el fondo se están orientando hacia otros
puntos. Ahora, eso es un cambio que usted lo puede definir
como utopía, pero en un sentido más modesto. Ese mismo pun-
to, posiblemente, es lo que hace que la cuestión económica esté
mucho menos en discusión de lo que nosotros siempre hemos
supuesto. A pesar de que hay una parte mayoritaria de la pobla-
ción que se ha manifestado en contra de su percepción de la
posición económica, especialmente en los estratos bajos de la
población, esto no ha sido sustentado con una crítica estructural
¿POR QUE GANO EL NO? 127

y profunda al modelo o al sistema económico. En ese sentido,


en el discurso político general, de alguna manera noto que exis-
ten ciertos cambios. La valoración por las estructuras sociales,
por la revolución social económica, fue el discurso, el modo de
pensar, la utopía de la izquierda en los años 70. El hecho de que
haya cambiado el paradigma de la izquierda para poder aspirar
al poder político, en algún sentido es, por lo menos, un síntoma.

Interviene Roberto Méndez:

Un pequeño comentario sobre lo anteriormente dicho, con


respecto a la televisión. Creo que aunque no nos guste, la televi-
sión es una realidad de nuestra sociedad. Tenemos que aprender
a vivir con ella, especialmente los políticos. Todos los procesos
democráticos importantes en el mundo se basan, y han logrado
parte de su éxito, con el uso de la televisión, que opera en forma
más o menos parecida en todo el mundo. Sin embargo, no pa-
reciera que esas democracias están siendo gobernadas por utópi-
cos o por personas que plantean posiciones absolutamente aje-
nas a la realidad. Lo cierto es que yo creo que la derecha, y los
políticos en general, tiene que aprender algo que en Chile no co-
nocemos, y es nuestro proyecto de sociedad, nuestro proyecto
de país, el que debemos ser capaces de comunicar a través de la
televisión.
Yo quisiera recordar un hecho. En la última elección pre-
sidencial, que fue el año 1970, había un 30% de hogares de este
país que tenía televisión. Probablemente la televisión no jugó un
papel para nada determinante en la elección de Salvador Allende.
Tampoco lo tuvo en la elección de Eduardo Frei. En el año 1964
se calcula que menos de un 10% de los hogares tenía televisión.
De tal manera que ahora, por primera vez, en el año 1988 y sin
preparación previa, nos hemos visto enfrentados a este medio
que invadió el escenario político. Creo que hubo gente que supo
aprovecharlo mejor que otra, pero no podemos ignorar lo que
tenemos que hacer: saber utilizarlo, para ganar las próximas
elecciones.

Intervención de participante:

Creo que he sido mal interpretado. Yo dije que el proble-


ma que tenemos nosotros es cómo enfrentar la televisión. Muy
lejos de mi pensamiento está disminuir la televisión; por el con-
128 ESTUDIOS PÚBLICOS

trario, tiene una importancia tremenda la forma como las cosas


se presentan. Pero hay que abocarse al desafío de la televisión,
donde siempre el realismo va a estar en condiciones desmejo-
radas frente a la utopía. También puede existir una tendencia
en los países en desarrollo, dada la baja cultura de la opinión
pública, a usar la televisión de una manera demagógica. Lo que
planteo es que nosotros debemos analizar cómo usar una cosa
que es inseparable de la vida moderna: la televisión. Juntando
una mala campaña televisiva, con el peligro de usar la televisión
como motor de la utopía, se nos puede presentar algo tremendo,
como lo que se produce entre los dos estudios de opinión, da-
dos a conocer por ustedes.

Intervención de participante:

Creo que tratar de buscar un cambio tan abrupto sola-


mente en un efecto de una campaña de televisión, medida en
quince minutos durante 45 días, es minimizar el problema.
Recurro a los panelistas, quienes son personas mucho más ver-
sadas que yo en el análisis político. Me parece que aquí se ha da-
do el fenómeno que ocurre cuando un país tiene fuertes des-
equilibrios en los énfasis que le da una política versus otra; en
este caso, el énfasis que se le dio tanto a la política económica
como al mensaje correspondiente versus la política y el mensaje
social pueden producir violentos cambios en los valores tradicio-
nales chilenos. Porque en estos años hemos recibido golpes que
nos han llegado a muchos bastante adentro. Creo que todas es-
tas cosas pueden explicar más adecuadamente el resultado del
plebiscito, que los quince minutos de televisión durante 45
días. Lo que hicieron fue sólo explotar sentimientos mucho
más profundos. Resulta peligroso minimizar las cosas y llevarlas
a un micronivel.

Intervención de participante:

Ciertamente esta situación de análisis que tenemos con un


antes y después, indica que la televisión tuvo un efecto suma-
mente importante, pero, evidentemente, subyacen ahí causas
mucho más profundas respecto de lo que ha sido este Gobierno,
a lo que ha hecho la Oposición y toda la historia de este país.
No podemos minimizar el efecto que eso ha tenido. Voy a refe-
rirme a algunos puntos, muy breves, que se extraen de la en-
cuesta.
¿POR QUE GANO EL NO? 129

En las zonas rurales más del 90% de las personas dijo que
veía la franja casi todos los días. Los encuestadores que fueron
a terreno cuentan que las personas rurales, donde en muchos ho-
gares no hay televisión, caminaban de una casa a otra para jun-
tarse en las noches y ver esta franja televisiva, y más aún, atien-
den a la siguiente pregunta: ¿Dónde aprendió usted el significa-
do del "No"? Respuesta: 80% por la televisión. De tal manera
que hubo un efecto innegable, pero, evidentemente, creo que se
basa no en un vacío, sino en una realidad.

Intervención de participante:

No hay ninguna duda hoy día, en términos de los modelos


de comunicaciones sociales, de cuál es el papel de la publicidad.
La publicidad no crea, no produce creencias ni afectos fuertes.
Lo que sí genera creencias fuertes y lo que sí produce afectos
fuertes es lo que usualmente llamamos la experiencia directa,
es decir, cuando la persona compra algo o ha probado algo a
través de los años.
Creo que lo que ha pasado aquí no es nada más que eso.
La reacción de la gente frente a la publicidad siempre es muy
escéptica, pero es distinto cuando esa publicidad refuerza expe-
riencias vividas. Pienso que es claro que en este país hubo ex-
periencias de desempleo muy fuertes. Es evidente también que
en este país ha habido problemas de derechos humanos. Al
reforzarse ese tipo de situaciones, se va produciendo una decan-
tación y va acentuándose una toma de posición. Se debe recono-
cer solamente qué es lo que la televisión puede hacer, y no tengo
ninguna duda que jugó un papel muy importante en el segundo
sentido, o sea, de acentuar ciertas vivencias, que la gente tenía
dentro.

Intervención de participante:

Yo quisiera recordarles la presentación de Walter Croncki-


te, en el Worldnet, en que expresó muy claramente que la tele-
visión no crea, ni inventa nada, solamente hace más comprensible
los hechos y los mensajes políticos.

Intervención de participante:

Yo quería hacer un brevísimo comentario, porque me pa-


recieron muy interesantes las intervenciones de todos los panelis-
130 ESTUDIOS PÚBLICOS

tas, pero echo, quizás, de menos un análisis del problema de la


candidatura, del hombre que estaba en juego, del candidato a
Presidente. Quizá sea una discusión que va a tomar cierto tiempo
para mirarla con perspectiva, pero tengo la sensación de que en
la campaña de televisión que se ha comentado tanto en el caso
de la franja del "Sí", se le quiso dar más bien un enfoque cen-
trado en las ideas, apuntando a que era el sistema el que estaba
en juego; y, por el contrario, la franja del "No" se centró en la
persona de Pinochet, y en ese sentido estoy muy de acuerdo con
lo expresado por uno de los participantes: "la valla era muy al-
ta". El costo de votar "No" resultaba muy bajo y en eso fue
muy acertada la franja. En otras palabras, existía la posibilidad
de una elección abierta dentro de poco tiempo más. Faltó, sobre
todo, en Oscar Godoy, esa parte del análisis, y haré un comenta-
rio a lo que él dijo con respecto a la conveniencia de precedente
histórico. Un gobernante militar autoritario, de uniforme, que
empieza a usar trajes civiles para mostrar una presencia menos
autoritaria. Sería interesante ahí preguntarse dónde estuvo la
falla de la campaña. No se trata de que un Presidente autorita-
rio se acueste un día con plenos poderes y se levante al siguiente
como un demócrata, sino que al comenzar a regir la Constitu-
ción en su articulado permanente y muchas instituciones que ella
consagra, el sistema se modificaba, y ello ocurría independiente-
mente de la persona.
El caso de Ibáñez, por ejemplo, quizás tuvo un período
histórico que lo ayudó a que una inmensa mayoría le pidiera
que volviese al poder. Se pudo vivir un interregno entre un Ibá-
ñez "dictador" y un Ibáñez "demócrata", pero aquí no hubo
esa oportunidad, sino que era la misma persona la que iba a
continuar con un sistema distinto, y quizás no se puso énfasis
suficiente en que eran los artículos permanentes y las institucio-
nes creadas por el Gobierno los que les iban a dar al gobernante
y a su gobierno un carácter distinto y diverso del que había te-
nido, al que había gobernado con artículos transitorios.

Interviene Oscar Godoy:

Quisiera hacer un comentario sobre el candidato. Si uno


mira las encuestas pasadas, las que hoy día aparecen como fia-
bles, incluso contrastando las encuestas más fiables —las de
CEP y FLACSO, por ejemplo—, se encontraba con tres preguntas
que me parecieron siempre muy relevantes.
Una se refería a las distintas alternativas de nominados. Al
¿POR QUE GANO EL NO? 131

respecto, la respuesta era que un nominado civil que tuviese una


cierta legitimidad en el Gobierno y en la Oposición, tenía mayo-
res posibilidades que Pinochet de ser elegido. En consecuencia,
hubo allí una mala decisión. Así lo considero hoy día a la luz de
lo ocurrido, lo dije antes; pero ahora, con mayor razón, pienso
que dicha decisión no fue acertada.
En segundo lugar, es evidente que pasó un fenómeno
curioso: cuando se hacía le pregunta por intención de voto,
Pinochet tenía —estoy hablando de hace unos ocho meses— una
baja ponderación. Y cuando se hacía una pregunta sobre pronós-
tico de voto, tenía una altísima ponderación. A medida que se
fue acercando el acto plebiscitario, fueron disminuyendo las
diferencias; en definitiva, se demostró que el Presidente presen-
taba las características que los norteamericanos llaman un winner
absoluto, es decir, un triunfador, con características de que no se
equivoca nunca, y de tener un poder realmente fabuloso. Hay,
por ejemplo, una cosa muy interesante: en el mes de agosto una
encuesta, también fiable, arrojaba un 30% de personas que consi-
deraba que su voto no era secreto, que el poder del Estado podía
saber cómo iba a votar. Esto demuestra lo que es un gobierno
autoritario. A esto debemos unir en tercer lugar la baja pondera-
ción que tiene la democracia para quienes votaron por la opción
"Sí".
Es posible señalar que era realmente poco creíble que el
Presidente, dado el protagonismo histórico que ha tenido, que ha
sido muy relevante, y su modo fuerte de gobernar, que pocas ve-
ces se ha dado en este país, pudiese hacer un gobierno democrático.
Ese fenómeno de cantidad de poder concentrado en una persona
es único. Ello, me parece, jugó un papel muy importante para
que ese sector de la derecha, que muy bien mostró Roberto, se
haya pasado (dentro de los cuales estoy yo) al "No".
Voy a terminar con el siguiente punto. La Constitución
le entrega poderes al Ejecutivo que, desde mi perspectiva liberal,
son absolutamente inaceptables. Siendo de derecha, no quiero
imaginar esas atribuciones en manos de un izquierdista.

Interviene Arturo Fontaine Talavera: ,

Quisiera hacer un alcance sobre el candidato, en el con-


texto del tema de la televisión. Creo que el problema central del
candidato es que no se veía aumentando su votación. Y todo
candidato tiene que ser alguien a quien le nazca y se vea bien
pidiendo votos, porque eso es lo que él tiene que comprar. Con
132 ESTUDIOS PÚBLICOS

respecto a la televisión, se han planteado dos aspectos: el pri-


mero, es puramente estratégico. Pienso que fue un error
la franja como esquema, como idea. Esta le dio a la política un
carácter espectacular, una especie de pelea de boxeo, noche a
noche. Habrían resultado mejor spots aislados a lo largo del día,
o debates tradicionales, los que el sector rural, y de estratos ba-
jos, no habrían visto. Fue una grave falla haber optado por la
franja, porque nadie le pidió al Gobierno que se la autoimpusiera.
Se le pidió acceso a la televisión, no un programa diario. Equivo-
cada también fue la forma en que se condujo el programa. Ya
sabemos de la ausencia de profesionalismo con que se trató y
la ausencia de estudio, de mercado objetivo. Cualquiera campaña
publicitaria que ustedes hayan manejado como empresarios ha
tenido un estudio más serio, detallado y responsable que el que
se realizó en este caso. Aquí hubo, más bien, una yuxtaposición
de pedazos a cargo de distintas personas que fueron cambiando
a medida que avanzaba la campaña. De manera que aquí existió
un muy mal manejo, un mal diseño y una muy mala administra-
ción de la campaña. No me cabe duda que la derecha tiene gran-
des posibilidades en la televisión, incluso en Chile. En el pasado,
en la medida que la televisión fue relevante, numerosas figuras
políticas han tenido brillo en la televisión y han sabido usarla ex-
traordinariamente. Se debe tomar esto seria y responsablemente,
y estudiar bien cuáles son los énfasis que hay que poner en un
momento determinado. Dichos mensajes debieran cambiar, se-
gún el tiempo y el estado de ánimo de la gente. Pedirles a los
habitantes de un país, que se han visto afectados por altísimos
niveles de cesantía —que llegaron al 25% o más en el período '75
y en el período '82 y posteriores y que tuvo caídas brutales en las
remuneraciones reales—, que aplaudan hoy la revolución silen-
ciosa es un error de marketing político. Esa gente apenas vivió
una prosperidad de consumo en un momento y en otro momento
la perdió. Esto, evidentemente, acarreó un problema de credibi-
lidad en la política económica y en lo continuo del sistema.
Se sabe que el problema nace de una crisis económica ex-
terna, de un problema en términos de intercambio, pero llegar
con ese mensaje a la gente es muy difícil. De manera que la cam-
paña, además, se situó en un lugar y ángulo equivocados, con los
énfasis y personas erróneos. Existe, sin embargo, un problema
mucho más grave aún. En todo caso, ello es un problema de
estrategia. La campaña podría haberse dirigido bien, podría
haberse escogido un teatro de guerra adecuado, pero lo que no
puede olvidarse, y es el aspecto central, es que el régimen y los
personeros del régimen, las personas que han apoyado al régimen,
¿POR QUE GANO EL NO? 133

han estado acostumbrados, en su enorme mayoría y con la ex-


cepción de los políticos tradicionales, a discusiones controladas,
a debates controlados, a informaciones controladas y no están
en condiciones de sobrevivir la prueba que significa abrir la tele-
visión e ir a un debate franco y leal. Esto supone, además, un
problema institucional profundo: el sistema de la televisión
chilena le confiere al Gobierno un poder sin contrapeso en el
Canal Nacional. En el otro canal (Canal 13, de la Universidad
Católica), pesan fuertemente la Iglesia y el Gobierno. El de la
Universidad de Chile tampoco es independiente del Gobierno.
Es decir, el esquema de la televisión les abre muy poco espacio a
sectores como los que están vinculados a la derecha o a la cen-
troderecha. De manera que, a menos que se cambie la organiza-
ción institucional, y eso tendría que ser parte de un pacto para
que tuviera legitimidad política y social de largo plazo y no
fuera una maniobra hecha bajo la mesa a última hora, la igual-
dad de oportunidades en televisión es muy difícil de lograr.
Uno de los objetivos fundamentales es que cambie esta
institucionalidad; yo creo que la derecha tiene que construir
una opción presidencial que tenga oportunidad de llegar a la
Presidencia; para ello debe escoger a la persona más adecuada,
capaz de obtener el mayor número de votos; pero, por otra
parte, la derecha también tiene que estar preparada para perder
esa elección democrática, como ocurre en cualquier elección.
Y en ese caso, la televisión va a ser un frente básico donde se va
a definir la agenda política. Creo que sin una llegada real a la
televisión, no vamos a tener ninguna posibilidad, y creo que
estamos en situación tal —y sin exagerar— que en este momento
la posibilidad real de llegar con aquel mensaje, que ha caracteri-
zado más a los grupos de derecha estos años, es limitada, y hay
que partir de esta realidad, para hacer un diagnóstico y, en con-
secuencia, actuar rápidamente.

Intervención de participante:

Pienso, al contrario de muchas personas, que nosotros sa-


limos muy bien parados. La ilusión del "Sí" era magnífica. Soy
más viejo que la suma de todos ustedes juntos y mi experiencia
me dice que este país no es cuerdo. Este país no apoya las cosas
de cordura. He visto muy rara vez que resulte electoralmente lo
cuerdo. En consecuencia, creer que el "Sí" iba a ganar por una
mayoría era utópico. La votación obtenida, a pesar de esta serie
de críticas que ustedes hacen —siendo a la vez laudables—, logró
134 ESTUDIOS PÚBLICOS

ser de un 43%. No es que yo esté contento, ni me haga el "Fer-


nández" de creer que ganamos: me habría encantado ganar de
frente, pero consideremos que tenemos una base importante
que no debe perderse. Sería bueno que este análisis que han he-
cho estos muchachos lo pongan a trabajar violenta y fuertemen-
te, para manejarnos bien en el futuro. Trabajemos ese 43% y ojalá
se generen ideas y consejos adecuados, no teóricos ni post mor-
tem. Yo no miro hacia adelante, miro hacia atrás y concluyo
que, en general, muchos son demasiado pragmáticos. Mi interés
personal es que simplemente, de esta sesión, resulte la idea de
que un grupo de gente nos inspire adecuadamente para mane-
jarnos de mejor forma, porque, a mi juicio, salimos muy bien,
milagrosamente bien.

Intervención de participante:

A nadie le cabe duda respecto de la importancia que tiene


la televisión como medio; sin embargo, más importante que la
televisión, muchísimo más importante que ella, parecer ser la for-
ma en que ésta se usa. Creo que el problema que aquí se plantea
debe centrarse no tanto en la importancia del medio, sino en la
forma en que fue concebido el proceso de comunicación. El Go-
bierno ha tenido acceso a la televisión por muchos años, mien-
tras la Oposición tuvo sólo un tiempo breve. Aquí hay un punto
tremendamente importante y de gran trascendencia para muchas
campañas de opinión pública y de imagen que seguramente ha-
brá que realizar en el futuro.
ESTUDIO

ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA:


¿NOS SOBREENDEUDAMOS O NOS PRESTARON
EN EXCESO?*

Salvador Valdés P.**

Este artículo estudia el mercado internacional de capitales en el período


1978-1982. Encontramos que la banca internacional no le prestó en ex-
ceso sólo a Chile, sino que todos los países en desarrollo recibieron una
sobreabundancia de préstamos privados.
Esto no fue el resultado del reciclaje de los petrodólares. Responsable de
esto fueron las autoridades de los países prestamistas, que aplicaron una
regulación irresponsable sobre sus bancos internacionales. Estos fueron
empujados por la competencia a explotar el aval estatal con que conta-
ban sus depósitos, ofreciendo crédito en exceso a países riesgosos, en
condiciones tales que se les hizo conveniente sobreendeudarse.
Concluimos que las autoridades de esos países deben aportar en la solución
del problema general de la deuda externa. Chile, sin embargo, se endeudó
en exceso en más de un 70% que los demás países en desarrollo comparables,
por motivos internos y externos específicos a nuestro país.

* Agradezco los comentarios de Ricardo Ffrench-Davis, Luis Felipe


Lagos, Dominique Hachette, Rolf Lüders y Francisco Rosende. Conservo
la responsabilidad por este trabajo. Este corresponde a una versión corregi-
da de uno publicado originalmente en la serie Documentos de Trabajo,
Centro de Estudios Públicos, 105 (agosto 1988).

** Profesor e Investigador del Instituto de Economía de la Ponti-


ficia Universidad Católica de Chile; Doctor en Economía, MIT.
136 ESTUDIOS PÚBLICOS

1. Origen de la Crisis en una Perspectiva Latinoamericana

1.1 Introducción

cuando nos alejamos de los detalles del caso chileno y


observamos la situación del resto de Latinoamérica, hay un
hecho que salta a la vista: casi todos los países de la región, ex-
cepto Perú, registraron un enorme incremento de su deuda ex-
terna en forma simultánea.

Cuadro N° 1

La Deuda Externa Latinoamericana 1978-1982


(Miles de Millones de dólares de cada año)

Deuda desembolsada, fin de año Cambio


País 1978 1979 1980 1981 1982 1978-82
%

Exportadores
de Petróleo
Bolivia 1,8 1,9 2,2 2,5 2,4 34,7
Ecuador 3,0 3,6 4,7 5,9 6,2 108,0
México 34,0 39,7 49,3 72,0 85,0 150,4
Perú 9,3 9,3 9,6 9,6 11,1 19,0
Venezuela 16,4 23,1 26,5 29,0 31,0 89,2

No Exportadores
de Petróleo
Argentina 12,5 19,0 27,2 35,7 43,6 249,2
Brasil 52,3 58,9 68,4 78,6 87,6 67,5
Colombia 4,2 5,1 6,3 7,9 9,4 121,8
Costa Rica 1,9 2,3 3,2 3,4 3,5 87,0
Chile 6,7 8,5 11,1 15,5 17,2 157,4
Paraguay 0,7 0,7 0,9 0,9 1,2 80,0
Uruguay 1,2 1,7 2,2 3,1 4,3 243,1

Total
América Latina 150,9 182,0 221,1 275,4 315,3 109,0

Fuente: CEPAL, Notas sobre la Economía y el Desarrollo, enero 1985.


ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 137

Frente a este hecho, repetido en otros continentes, se


debe buscar una explicación a nivel mundial. Se han sugerido, a
este nivel, tres clases de explicación: según la primera, todos es-
tos países cometieron errores de política en forma simultánea.
El segundo tipo de explicaciones sostiene que todos estos países
reaccionaron a un entorno mundial positivo, que había aumen-
tado en forma sostenida y sorpresiva su ingreso permanente,
endeudándose para financiar un mayor consumo e inversión. La
tercera explicación sostiene que la raíz del problema estuvo en
un exceso de oferta de crédito a Latinoamérica.
La primera explicación ha sido propuesta por los bancos y
países acreedores y también por algunos economistas chilenos.
Un ejemplo típico de este enfoque es la siguiente afirmación pú-
blica de un funcionario del Tesoro de los Estados Unidos:
"la crisis de la deuda no ocurrió por casualidad ni fue
el resultado del alza del petróleo de 1979-80 o el alza
del dólar. La causa de la crisis de la deuda tuvo oríge-
nes domésticos en las políticas de los países endeuda-
dos, así es que lo que estamos viendo, y continuare-
mos viendo, es un cambio en esas políticas: déficit
fiscales, exceso de gasto de gobierno, interferencia del
gobierno en los mercados, controles de precio y
otros".1
Desde luego, esta explicación requiere, además de la extra-
ña simultaneidad en los errores de política macroeconómica, que
todos esos errores tengan un sesgo hacia un mayor endeudamien-
to externo. Es posible que los países acreedores se hayan dado por
satisfechos con la idea de que este sesgo es natural porque puede
implicar mayor consumo, pero no se han preocupado de explicar
por qué Latinoamérica no se endeudó antes, si podía satisfacer
ese eventual sesgo sin restricciones.
La existencia de un sesgo hacia el endeudamiento externo
excesivo ha sido justificada mucho más rigurosamente por algu-
nos economistas chilenos. Ellos destacan la difusión por aquellos
años del "Monetarismo Neoliberal" en Latinoamérica. Estos
economistas atribuyen a dicho enfoque el concepto de que es

1
Afirmación pública del señor Ciro de Falco, representante del
Departamento del Tesoro de EE.UU., en una conferencia, según Cardoso y
Dornbusch, 1987.
138 ESTUDIOS PÚBLICOS

posible, sin costo en términos de desempleo, reducir la inflación


por la vía de fijar el tipo de cambio en términos del dólar.2
Si bien algunos países del Cono Sur (Chile, Argentina y
Uruguay) parecieron modelar su política cambiaria en torno a
esta predicción, es claro que ello no puede explicar el enorme
incremento de la deuda externa registrado por México, Vene-
zuela y Brasil. Tampoco está claro que el incremento de la deuda
chilena, argentina y uruguaya se pueda explicar por esta razón.
Al estudiar estas contradicciones y verificar la escasez de pruebas
en favor de esta teoría, concluimos que ella no es convincente
para explicar la acumulación de deuda externa que condujo a
Latinoamérica a la crisis.
Otras explicaciones se basan en un supuesto aumento del
ingreso permanente, común a toda Latinoamérica, producto de
una tasa de interés real negativa en los países desarrollados y
un mejoramiento generalizado de los términos de intercambio.
El mayor ingreso permanente habría inducido a los distintos
países de la región a aumentar su endeudamiento simultánea-
mente, con el objeto de destinar esos recursos tanto a consumo
como a inversión.
Si bien parece razonable pensar que parte del endeuda-
miento de México puede ser explicado en base al alza en su in-
greso permanente provocado por el descubrimiento de enormes
reservas de petróleo en su territorio, la evidencia para otros paí-
ses grandes, Brasil entre ellos, es que sufrieron un efecto adverso
ante el alza del precio del petróleo. Argentina y Chile tampoco
registraron mejorías importantes en sus términos del intercambio.
Colombia sí fue beneficiada con una extraordinaria alza de sus
términos del intercambio, ya que vio multiplicarse por cuatro
el precio del café, pero, contrariamente a lo predicho por la
hipótesis en estudio, decidió acumular en vez de gastar el exce-
dente. Venezuela, en cambio, prefirió gastar el mayor ingreso
proveniente del petróleo. Por último, cabe precisar que si bien
la tasa de interés real ex post fue negativa para algunos países
latinoamericanos hasta 1980, ella fue bastante mayor que en el
período 1970-1974 y muy parecida a la vigente en el período
1964-1970.3

2
R. Cortázar, A. Foxley y V. Tokman (1984) atribuyen lo siguiente
a dicho enfoque: "Dentro de este enfoque, el lado real de la economía no
está afectado ni por la política monetaria, ni por la política fiscal" (p. 18).
3
Véase Haindl, agosto 1986.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 139

En definitiva, esta segunda teoría no parece contar con


mayor evidencia empírica que el caso particular de México, tal
como la teoría del "Monetarismo Neoliberal" no se puede apli-
car más que en el Cono Sur.

1.2 Una Pista Interesante

Existe una pista respecto del excesivo endeudamiento: la


mayoría de los países latinoamericanos no se ajustó al alza de
la tasa de interés real en 1981, alza que se percibía como transi-
toria. En vez de disminuir el gasto corriente, como era de prever,
lo aumentaron.
Esta observación requiere de una explicación más detalla-
da. En primer lugar, lo normal es que un país endeudado sirva
su deuda externa con un superávit comercial permanente. Un
país que financia el pago de intereses reales con deuda nueva, y
no con un superávit comercial, exhibe un crecimiento explosivo
de su deuda. Sin embargo, si la tasa de interés real es negativa,
un país endeudado podría tener un déficit comercial permanente
sin aumentar su deuda real.
En segundo lugar, un alza transitoria de la tasa de interés
esperada, que debe ser manejada reduciendo el gasto, requiere
énfasis especial en reducir el consumo e inversión presente. Es
decir, si bien la máxima de que las caídas transitorias en el in-
greso deben financiarse con mayor deuda es correcta, una ex-
tensión a que las alzas transitorias de la tasa de interés deben
financiarse de igual manera es inexacta. Por el contrario, como
demuestra un análisis riguroso, un alza transitoria de la tasa de
interés, a diferencia de una disminución transitoria del ingreso,
debe financiarse en menor grado con endeudamiento y en mayor
grado con reducción inmediata del gasto.
El siguiente cuadro muestra que el flujo de crédito banca-
rio se mantuvo en niveles extraordinarios en 1981, y los países
deudores no redujeron el consumo corriente sino que lo aumen-
taron, a pesar de que la tasa de interés real mundial subió enor-
memente.
Frente a la leve alza de las tasas de interés reales desde fi-
nes de 1979 y la fuerte alza registrada a lo largo de 1980, hubiera
sido previsible un fuerte aumento del superávit de la cuenta co-
mente antes de intereses en 1980 y 1981 para absorber una parte
importante del mayor gasto en intereses. El cuadro muestra que
los países en desarrollo, no petroleros, excluidos los de bajos in-
gresos, no reaccionaron al alza de la tasa de interés real como se
140 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cuadro N° 2

Fuentes y usos de Fondos Externos de


los Países en Desarrollo No Petroleros
(Miles de millones de dólares de EE.UU. de cada año)

1977 1978 1979 1980 1981 1982

Fuentes de Fondos
Bancos Extranjeros 15,0 23,0 37,0 48,0 49,0 25,0
Otros Créd. Priv. Ext. 7,1 11,0 4,8 14,3 32,0 20,7
Crédito Oficial 16,1 16,1 16,2 26,4 34,0 40,4
Inversión Extranjera Neta 5,3 7,2 9,5 9,5 13,5 12,0
Donaciones y Otros 8,8 9,7 13,8 15,0 14,3 12,8
Usos de Fondos
Acumulación de Reservas 11,2 16,5 11,7 6,7 3,7 -4,1
Errores y Omisiones 6,4 5,4 0,9 13,2 16,5 21,1
Aum. Crédito Exportaciones 5,1 3,2 6,6 5,6 14,3 7,8
Déficit Cuenta Corriente 29,6 41,9 62,1 87,7 108,3 86,1
Pago Intereses Neto a 9,8 12,2 17,1 25,6 39,5 50,6
Superávit Cuenta Corriente
antes de Intereses -19,8 -29,7 -45,0 -62,1 -68,8 -35,5
Memorándum
Tasa de Interés Real (%)b 0,8 -0,6 -1,8 2,6 12,7 12,9
Deuda Externa Total Neta 291,3 342,6 406,3 489,5 578,3 655,2
Deuda al Sector
Privado Externo 181,4 212,2 253,8 313,2 384,2 439,8
a
Estos intereses pagados son netos porque se restan los intereses ganados por
las Reservas. Se excluyen las remesas de utilidades de la inversión extranjera, pero se
restan las remesas recibidas por residentes que invierten en el exterior.
precios al por mayor en EE.UU. Esta tasa no es la más exacta, como se explica más
adelante.
Fuentes: World Economic Outlook, abril 1985 (FMI). Tablas 37, 41 y 47.
La primera línea proviene de la Tabla 10 del Occasional Paper, 23, del FMI (datos del
BIS), y la segunda línea se obtiene como residuo.

b
Esa tasa de interés real es la tasa PRIME menos la inflación del índice de
esperaba; es decir, reduciendo su gasto (consumo e inversión)
y generando un superávit comercial.
En vez, postergaron el ajuste y aumentaron su deuda ex-
terna a un ritmo feroz durante 1980 y 1981, ya que financiaron
mucho más que la totalidad del mayor costo de intereses reales
con nueva deuda externa. Repitiendo el mismo cálculo para
Latinoamérica propiamente tal, y también para el grupo de paí-
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 141

ses en desarrollo, definido por el FMI como Market Borrowers,4


se encuentra que este insólito comportamiento se repite y es aún
más pronunciado.
Esta evidencia apunta hacia la tercera explicación a nivel
mundial del endeudamiento. Si bien para un país en particular
un comportamiento insólito puede ser explicado por un com-
portamiento perverso del sector público local o del sector priva-
do local, es difícil creer que todos estos países hayan adoptado
tal comportamiento en forma simultánea.
Por esto, y considerando que los acreedores actuaban en
un mercado mundial de capitales común para todos los países
en desarrollo y de Latinoamérica, la evidencia nos induce a sos-
pechar del comportamiento de los acreedores. Esta podría ha-
ber sido la causa de la postergación del ajuste frente al alza de la
tasa de interés real.
Esta evidencia, además, nos permitirá aquilatar la impor-
tancia del componente de causas domésticas en el excesivo en-
deudamiento de Chile, a través de comparar nuestro comporta-
miento efectivo con el que correspondería si el país hubiera se-
guido la norma de los demás países en desarrollo, excluyendo los
de bajos ingresos, en su reacción a la mayor tasa de interés mun-
dial. Esta estimación se presenta más adelante.
El resto de esta sección estudia las condiciones en que se
desenvolvió el mercado mundial de capitales en los años de acu-
mulación de la deuda.

1.3 El Reciclaje de los Fondos de la OPEP

El grueso de los estudios del mercado internacional de ca-


pitales parte considerando el impacto que tuvo el reciclaje de los
fondos de la OPEP en la banca mundial. Sin embargo, intentare-
mos demostrar que tal aumento de la intermediación financiera
internacional no explica que aquellos fondos hayan sido ofreci-
dos en forma arriesgada a los países en desarrollo.
El hecho es que las alzas de los precios del petróleo en
1973 y 1979 provocaron un déficit en la balanza comercial de

4
Los principales países del grupo Market Borrowers son: Argelia,
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Congo, Corea del Sur, Costa de Mar-
fil, Chile, Chipre, Ecuador, Filipinas, Gabón, Grecia, Hong Kong, Hungría,
Indonesia, Malasia, México, Nigeria, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal,
Singapur, Sudáfrica, Surinam, Uruguay, Venezuela y Yugoslavia.
142 ESTUDIOS PÚBLICOS

los países importadores de petróleo, con la contraparte contable


de un superávit en los países exportadores. En términos finan-
cieros, los países exportadores acordaron con los importadores
que estos últimos se convertirían en deudores de los primeros,
mientras se producía el ajuste frente al cambio de precios rela-
tivos. Esto es lo previsible, y se basa en simples identidades con-
tables y en el costo de ajustar rápido las estructuras de produc-
ción y consumo.
Sin embargo, la forma que los países exportadores de pe-
tróleo eligieron para prestar al resto del mundo fue a través de
la tenencia de depósitos líquidos en los bancos más grandes de los
países desarrollados. De ahí que estos bancos tuvieran que salir,
por necesidad contable, a buscar dónde colocar los fondos re-
cibidos. Veremos ahora que simultáneamente estaba aumentando
la demanda por crédito.
En efecto, la decisión de los árabes de acumular esos recur-
sos significó que el total de la riqueza financiera internacional a
ser invertida en el mundo subió fuertemente. Sin embargo, las
contrapartes fueron el gran número de usuarios de petróleo que
desearon ofrecer nuevos títulos financieros de deuda, o vender
los títulos financieros que ya poseían, para financiar su déficit.
Luego, la demanda y la oferta de valores financieros internacio-
nales subieron simultáneamente, sin afectar, por este concepto,
las tasas de interés.
Ellas sí fueron afectadas por cambios en la composición
de esas demandas y ofertas. Como los países árabes tenían una
mayor preferencia por depósitos líquidos que los anteriores due-
ños de los títulos de deuda, si la oferta de depósitos líquidos hu-
biera estado fija, habríamos observado una fuerte baja en la tasa
de interés de esos depósitos y un alza de los retornos de los de-
más activos, tales como bonos de largo plazo, acciones y crédi-
tos a países en desarrollo.
Sin embargo, los bancos emiten depósitos en forma bastan-
te elástica, en la medida que se cumplan tres condiciones: prime-
ro, que puedan colocar los fondos recibidos; segundo, que sus
bancos centrales emitan para acomodar la mayor demanda por
encaje; y tercero, que dispongan de "capacidad ociosa" en el
sentido de no topar con la razón deuda a capital máxima que la
autoridad supervisora les permite. Una vez alcanzado este tope,
los bancos registran mayores utilidades, que al ser retenidas
aumentan el capital bancario y alivian esta restricción a la emi-
sión de depósitos.
La alta elasticidad de la oferta de depósitos significa que
la tasa de interés pagada por ellos cae menos y que la tasa de des-
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 143

cuento de bonos, acciones y préstamos a Latinoamérica sube


más que en el caso de ofertas fijas de activos. Por otra parte, la
competencia entre los bancos por colocar estos fondos adiciona-
les debería bajar la tasa de interés mundial de colocación a tra-
vés de los bancos. Como ya vimos que los retornos de los bonos y
otros activos subirían mucho, esperaríamos que las empresas y
países deudores pidieran préstamos bancarios para cancelar sus
bonos anteriores, con lo cual la expansión del sistema bancario
sería congruente con los cambios en las tasas de interés.
Sin embargo, todavía no hemos sugerido que el reciclaje
descrito deba llevar a una gran oferta de crédito a Latinoamérica.
Es un dato que el superávit de la OPEP se originó en su mayor
parte en el déficit de las naciones desarrolladas. (Véanse los
World Economics Reports del FMI). Luego era previsible, por
este concepto, que los bancos internacionales encontraran la
mayor demanda para los créditos que ofrecían en los propios
países desarrollados, entre las empresas y personas consumidoras
de petróleo que necesitaban tiempo para ajustarse. Si bien era
razonable que prestaran también a los países en desarrollo, no
era previsible, por este solo concepto, que se les prestara más
que lo correspondiente al déficit de balanza comercial en que
ellos incurrieron.
Exploremos un segundo fenómeno, que sí está relaciona-
do con la afluencia de créditos a Latinoamérica. Si dividimos a
los países no OPEP en dos grupos, los industriales y los en vías
de desarrollo, encontraremos que los primeros enfrentaron la
segunda alza del petróleo —fines de 1979— reduciendo su gasto
corriente. Los países en desarrollo, en cambio, hicieron lo con-
trario. En este caso, era previsible que los países industriales
redujeran su déficit comercial, aumentando sus exportaciones
netas a los países en desarrollo. Estos últimos registraron, enton-
ces, un doble déficit de cuenta corriente: uno originado en su
mayor cuenta de petróleo y otro consistente con las mayores
exportaciones netas que lograron los países industriales, que,
a su vez, correspondían a la mayor cuenta de petróleo de aque-
llos países.
Desde luego, estas identidades contables plantean nuevas
preguntas. ¿Por qué un grupo de países logró ajustarse y el
otro no intentó hacerlo? Una posible respuesta, basada en el com-
portamiento del sector gobierno, enfatizaría que por razones
exógenas los gobiernos de cada grupo de países reaccionaron en
forma diferente. Sin embargo, un breve examen de las estadís-
ticas muestra que no hubo grandes diferencias en la política fiscal
144 ESTUDIOS PÚBLICOS

seguida por los dos grupos de países hasta 1981, por lo que esta
explicación es inapropiada.5
Otra posible respuesta es que hayan existido diferencias
de política monetaria. Sin embargo, la mayoría de los países en
desarrollo tienen políticas monetarias dependientes de su situa-
ción de Balanza de Pagos. Luego, esas políticas monetarias de-
penden de si esos países obtuvieron crédito externo o no, por lo
que son endógenas y no pueden ser usadas como causa exógena.
La política monetaria de los países industriales mostró
una clara tendencia contractiva a partir de 1980, lo que elevó
sustancialmente las tasas de interés de corto y largo plazo en
todos los mercados, incluyendo el mercado internacional de
capitales. Como se explicó anteriormente, este hecho debería
haber forzado a todos los países a contraer su gasto corriente,
en forma más o menos uniforme.
En conclusión, el único choque monetario exógeno afectó
uniformemente a todos los países, por lo que no se puede en-
contrar la causa de un mayor crédito a Latinoamérica por este
lado tampoco. Continúa vigente, entonces, la pregunta respecto
de por qué los países en desarrollo aumentan su gasto corriente
en relación a sus ingresos, a pesar del alza de la tasa de interés
mundial.
Considerando el choque de política monetaria registrado
a partir de 1980 en los mercados internacionales de capital, se
podía prever que los bancos que recibieron los depósitos árabes
prestarían a base de una evaluación prudencial del riesgo de
crédito. Este riesgo debía, en general, considerar el tipo de ajus-
te que estaba realizando el deudor frente al alza del precio rela-
tivo del petróleo. El deudor que se viera más reacio a ajustarse iba
a requerir crédito por más tiempo, lo que afectaría su solvencia y

5
El déficit fiscal del gobierno general en las siete mayores econo-
mías industriales, en porcentaje de su PNB, y el de los países en desarrollo
no petroleros, en porcentaje de su PGB, fue el siguiente:
1977 1978 1979 1980 1981 1982
Déf . Fiscal 7 grandes 2,1% 2,3% 1,7% 2,5% 2,7% 4,0%
Déf . Fiscal Países en
Desarrollo 3,0% 3,1% 3,6% 3,3% 4,0% 4,8%

Fuente: Véase World Economic Outlook, abril 1985, tablas 16 y 18. El alza
de 1982 se explica por la entrada en acción de los estabilizadores automáticos rela-
cionados con el desempleo y la política contracíclica seguida por muchos de ellos en
la recesión de 1982.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 145

capacidad de pago. Era previsible que este deudor fuera incen-


tivado a ajustarse más rápido a través del cobro de una mayor
tasa de interés y reduciendo su línea de crédito.
Al recordar que muchos países latinoamericanos ya te-
nían en 1978 una deuda externa de consideración, vemos que el
reciclaje de los petrodólares no hacía previsible que los bancos
les prestaran mucho más, y menos que les permitieran duplicar
su deuda externa en cuatro años. Para Latinoamérica en su con-
junto, el déficit de balanza comercial causado por el incremento
del precio del petróleo en 1979 alcanzó a 16.000 millones de
dólares anuales, cuyo total acumulado en los cuatro años hasta
1982 alcanza, apenas, a un 40% del incremento de deuda.6
Por esto, si bien el reciclaje de los fondos de la OPEP
contribuye a entender muchos de los hechos observados, no
puede explicar por sí solo el enorme incremento de préstamos
de bancos internacionales a Latinoamérica a partir de 1978.

2. Abuso del Seguro a los Depósitos en los


Banco Internacionales

2.1 Introducción

Esta sección plantea una nueva teoría para explicar el ex-


ceso de crédito concedido a Latinoamérica por los bancos inter-
nacionales, es decir, el exceso de endeudamiento por sobre el
nivel explicado por el reciclaje de los excedentes de la OPEP.
La teoría 7 se basa en el hecho de que un banco competitivo, cu-
yos depósitos están asegurados por el Estado, tiene un incentivo
a tomar riesgo en exceso.
En síntesis, la idea es que los gobiernos de los países de-
sarrollados permitieron que los bancos internacionales fueran
empujados por el proceso de reciclaje de excedentes de la OPEP
más allá de la capacidad de préstamos que correspondería a una
relación deuda-capital prudencial. Una vez en esa situación, la

6
World Economic Outlook, abril 1985, tablas 34 y 35, para el grupo
de países del hemisferio occidental.
7
Esta teoría es consistente con la libre entrada al negocio bancario,
como demuestra un modelo teórico de equilibrio general desarrollado por el
autor como parte de sus tesis de doctorado.
146 ESTUDIOS PÚBLICOS

competencia empujó a esos bancos a tomar riesgos por cuenta


del garante de sus depósitos. Además, uno de los riesgos menos
regulados resultó ser el riesgo país. El resultado fue el exceso
de crédito a Latinoamérica.
Por otra parte, los bancos internacionales debían transfe-
rir las ganancias esperadas de este abuso del seguro de depósito
a alguno de los tenedores de sus títulos, ya sean accionistas o
depositantes, vía mayores tasas de retorno. Esto contribuye a
explicar la fuga de capitales desde Latinoamérica. Los latino-
americanos prefirieron, considerando el riesgo, no mantener su
riqueza en activos locales en forma directa, ya que era más con-
veniente venderlos a los bancos internacionales (endeudando sus
empresas a bajas tasas de interés) y usar los fondos para invertir
en depósitos en esos mismos bancos, a altas tasas de interés en
relación a su riesgo. Así pudieron gozar de los beneficios de la
garantía a los depósitos concedida sin supervisión suficiente por
los gobiernos de los países desarrollados.
Explicaremos primero la parte teórica de esta argumenta-
ción, para continuar luego con los datos empíricos.

2.2 Teoría para una sola Economía

La teoría de que un banco competitivo querrá tomar un


gran riesgo de quiebra cuando alguien garantiza sus depósitos y
no lo vigila es muy antigua, aunque recientemente ha sido for-
mulada con mayor rigurosidad. La manera más simple de expo-
nerla enfatiza la posición patrimonial del garante o aval de los
depósitos bancarios. En general, una empresa está dispuesta a
avalar a otra en dos casos: en el primero, cobra una comisión
por el riesgo tomado, de modo de compensar las posibles pérdi-
das en que puede incurrir. Esta comisión depende directamente
del riesgo de quiebra del garantizado (en este caso un banco),
y aumenta en forma correlativa con él. Así, si el banco avalado
aumenta su razón deuda-capital, la comisión debe subir. Tam-
bién debe subir si el banco avalado invierte en créditos más
riesgosos.
En el segundo caso, el garante no cobra una comisión,
pero controla el riesgo asumido por el banco. Logra esto limi-
tando por contrato la razón deuda-capital que puede elegir el
avalado, y retiene el derecho a autorizar las inversiones que
podrá emprender el banco avalado. De esta manera, el garante
se asegura de que su riesgo de pago sea cero, y se hace razonable
no cobrar su comisión.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 147

El caso que nos preocupa ocurre cuando el garante (esta-


tal) cobra una comisión fija (que puede ser cero) pero no contro-
la el riesgo asumido por el banco. En este caso, el garante puede
ser explotado por un banco que tome riesgo. La pérdida esperada
del garante es la ganancia esperada por el banco. Este es el caso
del "aval en blanco", o de la regulación bancada relajada.
Sin embargo, un banco no tomará riesgo de esta manera,
a menos que sus dueños se beneficien. En general, existen dos
fuerzas en conflicto desde el punto de vista de los dueños. Por
un lado, el aumentar la probabilidad de quiebra es negativo si
es que el banco goza de alguna renta o cuasi renta, ya que ella
pasará a otras manos en caso de quiebra. Esto significa que un
sistema bancario oligopólico es menos proclive a explotar el aval
de sus depósitos que uno competitivo.8
En segundo lugar, aumentar la probabilidad de quiebra
es, en términos netos, conveniente para los dueños porque per-
mite aumentar en exceso el retorno a los accionistas en caso de
buena suerte. Esto es, si se invierte en negocios de alto riesgo y
alto retorno, y dado que el aval no impide la maniobra ni cobra
una mayor comisión, en caso de que esos negocios sean exitosos
la rentabilidad de los accionistas será muy grande. Se puede
demostrar que la mayor rentabilidad obtenida por los accionistas
de esta manera compensa en exceso las mayores pérdidas sopor-
tadas en caso de mala suerte. El origen de este exceso es la explo-
tación del garante, ya que si esos negocios fracasan, la pérdida será
cargada a éste. Si los bancos son suficientemente competitivos y
tienen poco poder de mercado, la segunda fuerza dominará y será
rentable explotar este aval otorgado "en blanco".
Hasta ahora hemos estudiado el efecto del aval a los depó-
sitos en un solo banco competitivo. Para estudiar su efecto a nivel
del mercado de capitales de una economía, debemos tomar en
cuenta la competencia entre bancos. Veremos que la competencia
interbancaria modera la tendencia a tomar riesgo. En efecto, si
muchos bancos desean crecer simultáneamente para explotar la
garantía, terminarán elevando la tasa de interés pagada en sus
depósitos y reduciendo la tasa cobrada en los préstamos. En
este caso, parte de la explotación del garante es transferida a
los depositantes y parte a los deudores, con lo que la parte que
queda para los accionistas bancarios es menor. Si bien este me-
canismo termina por poner un límite al tamaño de la obligación
contingente del garante, esto ocurre sólo cuando el sistema ban-
cario ya ha tomado mucho riesgo de quiebra. En efecto, esta

Véase Marcus, 1984.


148 ESTUDIOS PÚBLICOS

forma de explotar al garante requiere que los bancos arriesguen


la quiebra.

2.3 Extensión de la Teoría para la Banca Internacional

Una extensión de esta teoría al nivel del mercado interna-


cional de capitales requiere de ciertas definiciones adicionales.
Supongamos que existen dos países: el Norte y el Sur. La situa-
ción en el futuro es incierta, y la producción puede ser alta (au-
ge, baja tasa de interés mundial, buena suerte) o baja (recesión,
alta tasa de interés mundial, mala suerte). En ambos países exis-
ten bancos y seguro estatal a los depósitos, pero supondremos
que sólo el Norte ha relajado la regulación del riesgo tomado por
sus propios bancos. Nos interesa describir los efectos de esta
relajación, y la consiguiente toma de riesgo excesivo por parte
de los bancos del Norte, o bancos internacionales, en una situa-
ción de endeudamiento externo del Sur.
Para ello, supongamos que sólo existen dos tipos de inver-
siones en el mundo: las riesgosas, que se ubican en el Sur, y las
seguras, que se ubican en el Norte. Como existen inversionistas
en ambos países, y ellos desean alcanzar alguna combinación
óptima de riesgo y rentabilidad, habrá inicialmente tenencias
cruzadas de activos: los norteños habrán prestado al Sur, y los
sureños habrán depositado en el Norte. El supuesto crucial
aquí es que los créditos al Sur son efectivamente riesgosos, en
el sentido de que aun si el gobierno del Sur decidiera garantizar
los créditos concedidos por norteños, en caso de mala suerte o
recesión, no podría cumplir con su promesa por falta de recursos
suficientes. La garantía del gobierno del Norte, en cambio, se
supone sólida.
Una vez que el gobierno del Norte relaja la regulación de
sus bancos, éstos empiezan a explotar la garantía a sus depósi-
tos. Para ello, aumentan sus créditos riesgosos; es decir, prestan
más al Sur. Para poder captar los fondos requeridos, se ven obli-
gados a elevar las tasas de interés pagadas en sus depósitos. El
mayor interés ofrecido por los depósitos y el alto retorno de las
acciones bancarias en caso de éxito inducen a los inversionistas
del Norte a liquidar sus créditos directos al Sur, e invertir esos
fondos en depósitos y acciones de bancos internacionales. Los
bancos prestan estos nuevos fondos al Sur, de modo que el Sur
sólo registra un cambio de tenedores en su deuda externa, con el
total inalterado, hacia una mayor participación de los bancos
internacionales.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 149

Por otra parte, la competencia interbancaria por colocar


más créditos en el Sur obliga a los bancos internacionales a
reducir la tasa de interés de colocación. De esta manera logran
inducir a los sureños a aumentar su endeudamiento externo
total. Sin embargo, esto trae consigo una apreciación real de la
producción sureña (sube el precio relativo de la producción de
bienes no transables internacionalmente, por lo que sube el
valor total de la producción medido en términos de bienes tran-
sables) y un aumento del déficit comercial y de cuenta corriente
de ese país.
Finalmente, los inversionistas del Sur también intentan
sacar partido del retorno extraordinario ofrecido por los de-
pósitos y acciones de bancos internacionales. Para ello intentan
liquidar sus tenencias de activos locales, y se los venden a los
bancos internacionales (es decir, endeudan sus empresas). Los
fondos son invertidos en depósitos y acciones de bancos inter-
nacionales, y éstos los usan para comprar activos riesgosos en el
Sur. Esto será posible sólo si en el país del Sur las autoridades
permiten la movilidad internacional de capitales, registrándose
en la balanza comercial de pagos como salida de capitales finan-
ciada por créditos externos (bancarios). El monto de la deuda
externa bruta del Sur subirá fuertemente por este concepto.
Si extendemos la teoría para considerar que el gobierno del
Norte financia su garantía mediante impuestos cobrados en la re-
gión, se puede establecer que el abuso de la garantía a sus de-
pósitos por parte de los bancos internacionales tiene dos resulta-
dos finales: primero, el mundo como un todo termina invirtien-
do demasiado en negocios riesgosos, lo que genera una pérdida
social a nivel mundial. Segundo, los inversionistas del Sur resultan
beneficiados ex-ante, en la medida que tienen acceso a las venta-
jas descritas más arriba, pero no contribuyen a financiar el gasto
ocasionado por la garantía a los depósitos en caso de fracaso o
mala suerte. Los inversionistas del Norte no sólo cargan con el
costo social a nivel mundial, sino que, además, deben financiar
un subsidio a los inversionistas del Sur.

3. Evidencia Empírica

Procedemos ahora a revisar la evidencia respecto de esta


teoría. Un punto que merece una aclaración inmediata se refiere
a la predicción de que el Sur se ve beneficiado con la relajación
de la regulación bancaria en el Norte. Esto aparecería contradi-
ciendo el hecho empírico de que Latinoamérica ha sufrido dra-
150 ESTUDIOS PÚBLICOS

máticamente por culpa de la crisis de la deuda en los años 80.


Sin embargo, esta contradicción no existe.
Lo que predice esta teoría es que el Sur se beneficia con
el exceso de crédito internacional antes de saber si habrá rece-
sión o auge. Es decir, al endeudarse más, Latinoamérica obtenía
una fuerte ganancia en caso de registrarse un auge (una baja en la
tasa de interés mundial), con un resultado neto positivo que jus-
tificaba arriesgarse y tomar esa deuda. Esto no impide que ex-
post, es decir una vez conocido el hecho de que hubo una rece-
sión, el endeudamiento externo se haya traducido en una fuerte
pérdida social para el Sur.
En otras palabras, una vez producida el alza de la tasa
de interés mundial en 1980, Latinoamérica encontró conve-
niente, dadas las tasas de interés pedidas por el crédito, apostar
a que la tasa de interés mundial caería rápido. Como esta apuesta
era conveniente al considerar la tasa cobrada por los bancos, La-
tinoamérica se benefició ex-ante.
Por supuesto, una vez conocido el hecho de que la tasa
de interés real no bajó, sino que continuó subiendo, Latinoamé-
rica sufrió una fuerte pérdida social. Esto tampoco contradice
la posibilidad de que, al considerar la distribución esperada de
beneficios al interior de cada país, amplios sectores se hayan vis-
to perjudicados ex-ante, y también ex-post.
Claramente, la disposición a soportar riesgo, es decir, a
abandonar un objetivo de crecimiento estable en favor de un
crecimiento más rápido en promedio, influye fuertemente en
la aceptación de una oferta riesgosa de esta naturaleza.
Verificaremos ahora el comportamiento de los bancos in-
ternacionales en el período en que se acumuló la deuda externa
latinoamericana. Esa evidencia se puede clasificar en dos catego-
rías: evidencia institucional y evidencia de mercado.

3.1 Evidencia Institucional

Esta sección presenta evidencia de las regulaciones a que


estaban sujetos los bancos internacionales en la segunda mitad de
los 70 y los cambios que experimentó la estructura de esta indus-
tria.
El primer punto de interés se refiere a la existencia de un
seguro a sus depósitos. Al respecto, es claro que los distintos
países miembros del Grupo de los Diez y Suiza contaban con un
sistema de seguro a los depósitos. Estados Unidos tenía seguros
formales; Italia los tenía a través de la estatización de la banca;
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 151

y Francia, Alemania y Gran Bretaña los tenían a través de un ac-


ceso automático al redescuento del respectivo Banco Central. 9
Por otra parte, un seguro de depósito basado en créditos
del Banco Central no es demasiado confiable en una economía
abierta. Esto se debe a que en economías abiertas las corridas
bancarias pueden desviarse hacia la moneda extranjera, en cuyo
caso el Banco Central no puede ahogarla. Por ello, los distintos
bancos centrales de Europa se han otorgado créditos mutuos des-
de el siglo XIX, aunque los acuerdos de líneas de crédito mutuas
se formalizaron sólo a partir de la década de los '60. Estos
incluían a Estados Unidos.
Lo novedoso a partir de 1975 fue que se agregó a los
acuerdos de crédito mutuo una regla de división de las pérdidas
que pudieran derivarse del salvamento de los depositantes en ban-
cos internacionales que operaban en el euromercado. Este acuer-
do permitió asegurar a los depositantes la total disposición del
Banco Central local a prestar a un banco que enfrentara una
corrida, disposición que antes era incompleta. Por ejemplo, el
Banco de Inglaterra podía estar reticente a salvar a los deposi-
tantes en Londres de una sucursal de un banco de EE.UU., ya
que preferiría que el Federal Reserve absorbiera las pérdidas.
El acuerdo de apoyo mutuo en caso de corridas fue adoptado en
septiembre de 1974, a raíz de las dificultades producidas por
una corrida en el euromercado, originada en la quiebra del Bank-
haus Herstatt A.G.
Por otro lado, en EE.UU. se estaban desarrollando eventos
que reforzaron la disposición a tomar riesgo de los bancos. La
mayor tasa de inflación en ese país en los años 70 elevó las tasas
nominales de interés de equilibrio. Sin embargo, existía una re-
gulación de la Reserva Federal (Regulación Q) que fijaba la tasa
de interés máxima de captación de los bancos en 5,5% anual
nominal, por lo que éstos registraron fuertes utilidades. Tan
atractivo se hizo el negocio bancario que se encontraron resqui-
cios a la legislación que prohibía la prestación de servicios banca-
rios a entidades no afectas a la Regulación Q. La entrada de nue-
vos proveedores significó una fuerte reducción de las rentas ban-
carias por reducción de volumen (desintermediación), la que se
acentuó cuando la Regulación Q fue suavizada a partir de marzo
de 1980. De esta manera, la reducción de las rentas sobrenorma-
les y la mayor competencia impulsó a muchos bancos de EE.UU.
a buscar nuevos negocios de mayor riesgo, como se predijo en la
parte teórica.
9
Véase Folkerts-Landau, 1985.
152 ESTUDIOS PÚBLICOS

Luego, tenemos ya dos elementos que explican por qué el


flujo de crédito excesivo a Latinoamérica se inició sólo en la se-
gunda mitad de los años 70: en primer lugar, la innovación fi-
nanciera en EE.UU. erosionó la efectividad de la Regulación Q,
lo que llevó a una fuerte reducción de las rentas sobrenormales
de los bancos de ese país. En segundo lugar, la garantía estatal a
los depósitos internacionales se perfeccionó sustancialmente en
1975. Luego, era predecible que los bancos con capacidad de
captación de depósitos internacionales, con sede en EE.UU.,
y con captación de fondos en el euromercado fueran los bancos
más agresivos en la toma de riesgo de crédito.
El segundo punto de la evidencia se refiere a la coordina-
ción entre las regulaciones bancadas internacionales, que debe-
ría haber acompañado la creación de este seguro de depósito
internacional para evitar su abuso. El peligro es, simplemente,
que los bancos internacionales asegurados otorguen créditos des-
de sus sucursales menos reguladas.
Al respecto, hay consenso10 entre los observadores en rela-
ción a que una buena parte del desarrollo de la banca internacio-
nal y, en general, del mercado internacional de capitales (euro-
mercado) entre los años 50 y el principio de los años 70 tuvo
por objeto realizar actividades que estaban prohibidas en los
mercados bancarios y de capitales domésticos. Incluso, algunos
países contaban con leyes de secreto bancario que prohibían en-
tregar información respecto de las subsidiarias radicadas allí
a los reguladores del banco matriz. 11
Cuando los bancos centrales del Grupo de los Diez y Suiza
firmaron el acuerdo de división de pérdidas en 1974, se dieron
cuenta de sus repercusiones para la supervisión bancaria, y crea-
ron el "Comité de Basilea" para discutir el tema. Sin embargo,
el Comité fue muy lento en lograr acuerdo, y los bancos centra-
les miembros fueron aún más lentos en llevarlos a cabo.
Sólo en 1978 el Comité obtuvo el acuerdo de los gober-
nadores del BIS12 para evaluar la razón deuda-capital de los gru-

10
En 1984, el antiguo vicepresidente del Federal Reserve, J. Ro-
bertson, afirmó que el desarrollo del mercado internacional de capitales
ocurrió en un contexto de "competencia en laxitud regulatorio" (Lissa-
bers, 1984, citado por Rodríguez, 1988).

Véase FMI, Occasional Paper 17.


12
El BIS, Banco de Canjes Internacionales, es el club de los bancos
centrales del Grupo de los Diez y Suiza.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 153

pos bancarios sobre una base consolidada mundial. La idea era


prevenir que los bancos otorgaran sus créditos desde subsidiarias
en lugares sin límite a la razón deuda-capital, mientras que la
matriz exhibía razones deuda-capital moderadas.
A pesar del atraso con que se había tomado esta medida,
muchos países de Europa demoraron aún más en llevar estos
principios a la práctica, Peter Cooke, el presidente del Comité
de Basilea, reconoció en 1981 que la consolidación aún estaba
"evolucionando" hacia su adopción efectiva. En Alemania, la
ley que establecía topes a la razón deuda-capital la seguía mi-
diendo sobre una base nacional aún en 1982. En Suiza y Luxem-
burgo, la ley, todavía en 1981, no permitía la inspección de
bancos por los reguladores del banco matriz (Cooke, 1981).
Las sospechas de que las regulaciones internacionales es-
taban llenas de resquicios fueron confirmadas por la quiebra
del Banco Ambrosiano de Luxemburgo, en 1982. Este era una
subsidiaria del Banco Ambrosiano de Italia no registrada como
banco, pero que ejercía funciones de tal. Los italianos no lo
habían consolidado, y como no era legalmente banco en Luxem-
burgo, este país tampoco lo vigilaba. Sin embargo, sus deposi-
tantes fueron salvados por los bancos centrales de Italia y de
Luxemburgo.
Más aún, si esto ocurría en el Grupo de los Diez y Suiza,
es claro que la situación era mucho más relajada en los centros
bancarios libres, tales como las Islas Cayman, Bahrein, Bahamas
y Singapur. En 1983 el FMI informó que "sólo se han adoptado
los pasos iniciales hacia una coordinación internacional".13 En
definitiva, creemos que hay evidencia suficiente de que los ban-
cos internacionales tuvieron acceso a un número importante de
resquicios existentes en la regulación impuesta por sus avales
en el período de mayor acumulación de deuda externa en La-
tinoamérica.
El tercer punto de la evidencia se refiere a la regulación
del riesgo país. Con esto nos referimos a las precauciones que
tomaron los avales de los bancos internacionales para impedir
que sus avalados concentraran su crédito en exceso en determi-
nados países. Al respecto, cabe recordar que, según nuestra
teoría, los bancos que quisieran abusar de su aval querrían pres-
tar en exceso a países riesgosos, sobre la base de que en caso de
buena suerte esos créditos terminarían siendo muy rentables. Es-
to significa que querrían apostar a que esos países se harían ricos

13
Véase FMI, Occasional Paper 17.
154 ESTUDIOS PÚBLICOS

rápidamente, quizás debido al alza de las materias primas que ex-


portaban o al descubrimiento de petróleo, etc.
El Comité de Basilea tomó conciencia de la importancia
del riesgo país en 1977, cuando empezó a recolectar datos sobre
la deuda externa bancada total de cada país. Esto corresponde a
tres años de tardanza respecto al primer choque del petróleo,
que había dado origen al reciclaje de los fondos de la OPEP y a
una fuerte alza de la razón deuda-capital de los bancos interna-
cionales. El BIS publicó el primer compendio de estadísticas de
deuda externa recién en 1979. Sin embargo, esto tampoco sig-
nificó que los reguladores de los bancos internacionales pusieran
límites definidos al riesgo país.
Estados Unidos, que fue el país líder en la coordinación
internacional de la regulación bancaria desde principios de los
70, sólo empezó a controlar el riesgo país con firmeza a partir
de 1983, cuando el Congreso pasó una ley que obligó a los regu-
ladores bancarios a
"establecer procedimientos de supervisión para asegu-
rarse que factores tales como..., el riesgo de transfe-
rencia sean tomados en cuenta cuando se evalúe la
razón deuda-capital de las instituciones bancarias".
(International Lending Act, 1983.)

Explicar el motivo de tal tardanza es un tema que daría pa-


ra otro artículo, que no atacaremos aquí.14 Sin embargo, la evi-
dencia es amplia respecto de que los reguladores de los bancos
internacionales no pusieron barreras a la exposición al riesgo
país, aunque estaban informados del crecimiento de esa exposi-
ción.
El cuarto punto se refiere al grado de competencia exis-
tente en el negocio de prestar a los países en desarrollo. Como se
explicó en la parte teórica, un banco con acceso a rentas mono-
pólicas siempre prefiere tomar menos riesgo de quiebra que un
banco competitivo, debido a que en caso de quiebra este banco
pierde, además, el acceso a esa renta monopólica. Por eso, un
aspecto importante a verificar es la concentración en la oferta o
grado de oligopolio.

14
Al parecer, habría habido una preocupación por los balances
macroeconomicos mundiales, en el estilo de lo expuesto respecto del reci-
claje de los fondos de la OPEP. Recomendamos leer Meigs, 1984, Kane,
1985; Guttentag y Herring, 1985, y Lichtenstein, 1985.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 155

Al respecto, Devlin (1986) ha recopilado una cantidad


importante de datos, que podrían resumirse de la siguiente ma-
nera: durante la década de los 60 y hasta principios de los 70 el
negocio de prestar a países en desarrollo era, básicamente, un
oligopolio, en el sentido de que sólo había un puñado de ban-
cos que eran capaces de prestar cantidades significativas.15
Si bien las explicaciones propuestas por Devlin merecen
reparos, la erosión del oligopolio bancario es un hecho empí-
rico, como muestra el siguiente cuadro:

Cuadro N° 3

Concentración del Liderazgo en la Banca Internacional


(Porcentaje)

_________________1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981


Participación de los bancos
líderes en el valor de los
nuevos créditos sindicados:
- los 5 mayores 65 67 60 25 33 28 49
- los 10 mayores 86 90 79 44 50 47 64
Memorándum:
Número total de bancos
líderes 15 20 20 50 50 50 40
Volumen de Eurocréditos
a países en desarrollo
(billones US$) 11 15 21 37 48 35 45
os.
Fuente: Robert Devlin (1986), Cuadros N 5 y 9.

5
Devlin propone tres razones para explicar la erosión de este oligo-
polio en la década de los 70, diferentes de las presentadas anteriormente.
Primero, a partir de principios de los 70, la adopción de la plena converti-
bilidad por parte de muchos países de Europa y Japón y el crecimiento del
euromercado permitió a muchos otros bancos contar con acceso barato a
depósitos en dólares, los que proveían los fondos prestables a utilizar en
nuevos créditos a países en desarrollo. En segundo lugar, la aparición de los
créditos sindicados permitieron a muchos bancos medianos "colgarse" a
la red de información respecto de los riesgos de colocación con la que con-
taban los antiguos bancos oligopolistas, los que empezaron a actuar como
líderes de los préstamos sindicados. Finalmente, el número de bancos lí-
deres aumentó fuertemente, debido a que bancos medianos y de menor
experiencia internacional intentaron participar de las jugosas comisiones
de organización de sindicatos que estaban obteniendo los bancos estable-
cidos con anterioridad.
156 ESTUDIOS PÚBLICOS

Estos desarrollos llevaron a que la banca internacional


fuera mucho más competitiva en la segunda mitad de los años
70. En nuestra opinión, esto habría sido un desarrollo positivo
en condiciones normales; es decir, con un aval inteligente que
controlara el riesgo de sus avalados, al revés de lo que sugiere
Devlin.16 Sin embargo, la existencia de un aval estatal a los
depósitos sin suficiente control hace que un mayor grado de com-
petencia en la industria bancaria resulte en un riesgo excesivo de
crédito, como se explicó antes.

3.2 Evidencia de Mercado

Esta sección presenta evidencia de mercado respecto al


comportamiento de los bancos internacionales.
La primera pregunta se refiere a si los bancos estaban real-
mente arriesgándose a quebrar. Sólo en este caso se da una explo-
tación del aval a sus depósitos, y el análisis teórico presentado
anteriormente pasa a ser plausible. Cabe advertir que el riesgo
de quiebra de los bancos es difícil de medir porque ellos no lle-
van su contabilidad a precios de mercado, sino que a valor libro
y otros sucedáneos que no descuentan el riesgo en forma ade-
cuada. Aun así, existen ciertos índices que dan alguna luz al res-
pecto, como muestra el cuadro siguiente:

Cuadro N° 4
Exposición de los Bancos Internacionales al Riesgo País

_______________________1977 1978 1979 1980 1981


Créditos de los 9 mayores bancos
de EE.UU. a países en desarrollo
no exportadores de petróleo
como porcentaje de su capital 163 176 182 199 220
Fuente: Teeters y Terrell, Federal Reserve Bulletin, septiembre 1983.
16
En efecto, un banco competitivo sigue interesado en evaluar el
riesgo al que están sujetos los fondos de los accionistas. Contra lo que su-
giere Devlin, la existencia de administradores distintos de los dueños genera
una fuerza en favor de un excesivo conservantismo en los créditos (Marcus,
1982). Por último, si bien cada oferente de crédito puede tener una curva
de oferta plana en el segmento relevante, esto no significa que la oferta de
mercado para un país dado sea plana, ya que la entrega de cada nuevo cré-
dito debe elevar el precio de oferta de todos los demás, por efecto del
mayor endeudamiento alcanzado por el deudor.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 157

Si bien no todos los créditos a países en desarrollo pueden


ser calificados de riesgosos, debe recordarse que estos bancos
también prestaron mucho a sectores riesgosos de sus econo-
mías domésticas, tales como la agricultura y los dependientes
de un alto precio del petróleo. Tampoco contamos con datos
respecto de bancos internacionales de otras nacionalidades. Lo
que sí muestra este cuadro es una fuerte expansión del crédito a
los países en vías de desarrollo hasta un nivel tal, que si se repu-
diaba sólo un cuarto de esa deuda, los nueve mayores bancos de
EE.UU. hubieran quedado con la mitad de su capital y hubieran
tenido que reducir su crédito y depósitos a la mitad para cumplir
con el límite máximo a la razón deuda-capital. Los costos de lle-
var esto a cabo habrían bastado para terminar de hacerlos que-
brar. En consecuencia, esta evidencia es consistente con la hipó-
tesis de que los bancos internacionales estaban arriesgándose a
quebrar.
Un segundo punto por verificar se relaciona con la predic-
ción de nuestra teoría de que la razón deuda-capital de los bancos
internacionales tiende a aumentar cuando están abusando del
aval a sus depósitos.

Cuadro N° 5

Razones Deuda-Capital Consolidadas de Bancos de EE.UU.

Clase de Banco US$ 300 mill. Los 17 Bancos


(por tamaño del activo) a US$ 1 bill. Internacionales

1970 13,1 18,4


1971 13,6 19,4
1972 14,6 21,6
1973 14,9 25,2
1974 14,6 27,7
1975 14,2 24,4
1976 13,7 24,0
1977 14,1 24,9
1978 14,3 25,6
1979 14,3 26,7
1980 13,8 26,1
1981 13,7 25,1

Nota: La definición de Banco Internacional es la que aparece en Talley.


Fuente: Talley, febrero 1983. Calculados según valores libro.
158 ESTUDIOS PÚBLICOS

Si bien la serie no es suficientemente larga, este cuadro es


compatible con la idea de que los bancos internacionales opera-
ron con una razón deuda-capital mucho más riesgosa a partir de
la crisis del petróleo, en comparación a la relativa estabilidad
de los bancos más pequeños, que sirven de referencia. La evi-
dencia no contradice la hipótesis de que la preferencia de los
países árabes por depósitos líquidos derivó en una fuerte ex-
pansión de los bancos internacionales, y que ella continuó hasta
que sobrepasaron los límites informales de la razón deuda-capital
impuestos por los reguladores de bancos en EE.UU., que eran
cercanos a veinte a uno.
Posteriormente, la presión de los reguladores ha obligado
a los bancos internacionales a reducir su razón deuda-capital a
niveles entre 16 y 19. Cabe señalar que recientemente 17 el BIS
adoptó el acuerdo de que todos los bancos en los países del
Grupo de los Diez y Suiza deberán tener una razón deuda-capital
consolidada mundial menor a 11,5, excluyendo la deuda inver-
tida en reservas.
Por esto, concluimos que durante diez años (1973 a 1983)
la banca internacional dependió del apoyo del aval estatal a sus
depósitos en mucho mayor medida que la históricamente acos-
tumbrada. En otras palabras, efectivamente, se dieron las condi-
ciones para que operara nuestra teoría del abuso del aval estatal
en los años en que más rápido creció la deuda externa latinoame-
ricana.
Un tercer elemento de la evidencia se refiere a una verifi-
cación de la predicción de la teoría de que la competencia inter-
bancaria por abusar del aval a sus depósitos llevaría a un alza en
la tasa de interés pagada por ellos.
El caso de los bancos de EE.UU. es interesante porque en
ese país existe un mercado de capitales muy desarrollado, y el
sector bancario debe competir duramente por fondos con otros
sectores. Los competidores más exigentes son el gobierno fede-
ral, con sus Letras del Tesoro, y las grandes compañías privadas
que se endeudan directamente con el público a corto plazo a tra-
vés de sus commercial papers. (Véase Cuadro N° 6).
Estos diferenciales subieron en forma completamente
anormal durante los años 1978-1982, que coinciden con los
años en que se prestó en exceso a Latinoamérica y otros secto-
res riesgosos. Esta evidencia no contradice la noción de que en
esos años operó la competencia interbancaria por crecer y explo-
tar el aval a sus depósitos en mayor medida.
17
The Economist, semana del 12 al 18 de diciembre de 1987.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 159

Cuadro N° 6

Diferencial de Tasa de Interés Pagada por los Bancos

Diferencial entre retorno de Certificados de Depósito bancario y

Retorno de: Letras del Tesoro AAA Commercial Paper

1976 0,38 0,30


1977 0,28 0,23
1978 1,00 0,58
1979 1,35 0,50
1980 1,60 0,68
1981 1,98 1,03
1982 1,50 0,70
1983 0,20 0,00
Fuente: Folkerts-Landau (1985), Tabla 2: Retornos a seis meses plazo.

Relacionada con la evidencia anterior está la predicción


teórica de que los accionistas de los bancos obtienen para sí
parte del producto de la explotación del aval a sus depósitos. La
diferencia con el depositante, sin embargo, es que el accionista
obtiene un retorno excesivo (en relación al riesgo tomado) sólo
cuando las inversiones son exitosas. Es decir, el mayor retorno
del accionista no es seguro, sino que es contingente a que el ban-
co tenga buena suerte en los riesgos tomados. Por eso, al medir
este exceso de retorno, se deben considerar solamente los años
buenos y no los malos, porque en estos últimos se experimentan
grandes pérdidas.
El exceso de retorno se debe medir en relación al retorno
de las acciones en general, para limpiar el efecto de las fluctua-
ciones de las tasas de interés en los precios de las acciones. Es
aun mejor medir este exceso en relación al retorno de las ac-
ciones del sector financiero, para descontar los efectos del
riesgo común a ese sector. Por esto hemos usado el índice Precio/
Utilidad de las acciones del sector financiero que publica el
Standard & Poors' Statistical Service, entre cuyas cuarenta empre-
sas hay bancos, compañías de seguros, asociaciones de ahorro
(Savings and Loans) y otros.
La evidencia es clara: efectivamente, la banca internacional
registró utilidades altas durante los años anteriores a la crisis de
la deuda, más allá de lo recibido por otras empresas del sector
160 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cuadro N° 7

Exceso de Retorno de los Bancos Internacionales

17 Bancos Internacionales Razón de la Rentabilidad de las


Utilidad Cociente Acciones de Bancos Internacionales
Neta Precio/ a la Rentabilidad de las Acciones:
(Mill. US$) Utilidad En General Financieras

1978 2.798 6,7 100,0 100,0


1979 3.397 5,8 103,1 101,4
1980 3.729 5,1 126,6 108,6
1981 3.807 5,8 117,5 115,9
Nota: El indicador de rentabilidad es el inverso del cociente.
Precio/Utilidad. El precio ya incorpora las expectativas de quiebra.
Fuentes: Talley (1983) y Standard and Poors' Statistical Service.

financiero de EE.UU. Esto coincide con lo que nuestra teoría


predijo sería el resultado de un abuso del aval a los depósitos.
Esta evidencia es consistente con nuestra predicción de que los
dueños de bancos tenían un incentivo pecuniario a abusar de él.
Otro elemento de evidencia se refiere a la predicción de
nuestra teoría de que parte de la explotación del aval sería capta-
da por los deudores de los bancos. Esto se debía a que la compe-
tencia interbancaria por crecer y explotar en mayor medida el
aval a los depósitos haría que las tasas de interés de colocación
bajaran. Sin embargo, la evidencia preliminar proporcionada por
un estudio de Edwards (1984) muestra que el diferencial de in-
terés cobrado a los países latinoamericanos por sobre la tasa
LIBO fue mayor cuando la razón Deuda Externa-PGB subía.
Es decir, esta evidencia aparenta afirmar que el crédito fue más
caro a medida que Latinoamérica acumuló deuda externa, con-
tradiciendo las predicciones de nuestra teoría.
Sin embargo, el cuadro siguiente sugiere que la correlación
positiva detectada por Edwards entre el diferencial de interés y
endeudamiento podría ser explicada por el hecho de que para
muchos países el diferencial de interés bajó cuando la razón
Deuda Externa-PGB descendía simultáneamente. Por supuesto,
en países como Argentina la deuda aumentó muy rápidamente,
pero en ellos también bajó el diferencial de interés.
Esta evidencia sostiene que, hasta 1980, el diferencial de
tasa de interés por sobre la LIBOR cobrado a los principales
deudores de Latinoamérica cayó más que el cobrado a los países
industriales, lo que tampoco contradice nuestras predicciones.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 161

Cuadro N° 8

Diferencial (%) sobre LIBOR y Deuda Externa/PGB (%)

Argentina Brasil México Difer. Países


Difer. D/PGB Difer. D/PGB Difer. D/PGB Industriales

1977 1,66 nd 2,02 nd 1,67 nd 1,23


1978 1,49 22 1,57 32 1,12 26 0,86
1979 0,75 28 0,88 31 0,70 25 0,61
1980 0,63 37 1,25 30 0,45 27 0,56
1981 0,73 47 2,02 32 0,61 33 0,48
1982 0,91 nd 2,13 nd 0,67 nd 0,52

Notas: Todos los diferenciales se refieren a préstamos garantizados por el Esta-


do del país deudor; nd, es no disponible. Los países industriales incluyen a Holanda,
Suecia, Australia y otros que se endeudan en el mercado internacional de capitales.
Fuentes: Edwards, 1983; Folkerts-Landau, 1985; CEPAL, 1985.

Hasta 1980 no se registró un alza en el diferencial en respuesta


al crecimiento del endeudamiento, como hubiera sido de espe-
rar de un sistema financiero sano. Según nuestra teoría, esto se
habría debido a la competencia interbancaria por crecer, de
modo de explotar en mayor medida el aval a los depósitos.
La caída de la razón Deuda Externa-PGB registrada por
Brasil y México, que es la base de la correlación encontrada por
Edwards, se explica porque el PGB usado en este cálculo está
medido en dólares. Luego, esta razón es sensible a variaciones
en el tipo de cambio real, ya que si éste se aprecia, sube el valor
en dólares de la producción doméstica de bienes no transables
internacionalmente. Según nuestra teoría, el influjo de créditos
excesivos lleva a una apreciación del tipo de cambio real, y si hay
poca sustitución en la producción entre bienes transables y no
transables en el corto plazo, el producto medido en dólares sube
aun más rápido que la deuda. 18
Por último, cabe destacar la evidencia respecto de la fuga
de capitales en los países de Latinoamérica que permitían estas
operaciones de cambio. Al contrario de lo que comúnmente se
cree, esta fuga empezó mucho antes de que se anticipara la crisis
de la deuda, como muestran los datos correspondientes a los
países que tenían libertad de movimiento internacional de capi-
tales (Véase Cuadro N º 9.)

18
Este punto es desarrollado en profundidad por el autor en su
tesis doctoral.
162 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cuadro N° 9

Fuga de Capitales y Exceso de Crédito


(Billones de dólares)

1976 1977 1978 1979 1980 1981

Argentina
Fuga de Capitales -0,2 0,9 3,0 1,7 6,7 7,7
A Deuda Externa 0,4 1,5 3,1 6,7 9,0 9,4
México
Fuga de Capitales 3,5 4,3 0,8 2,8 7,1 8,2
A Deuda Externa 6,6 6,6 4,3 8,8 16,4 22,7
Venezuela
Fuga de Capitales -0,3 -0,9 0,9 4,8 4,7 7,4
A Deuda Externa -1,2 6,4 5,5 8,5 3,2 2,8
Fuente: Dooley, Helkie, Tryon y Underwood, citados por Cuddington (1986).
Los demás países tenían barreras a la salida de capitales, por lo que la fuga de capitales
fue de menor importancia en ellos.

La oportunidad de la fuga es tal que coincide en el tiempo,


como postula nuestra teoría, con el alza del interés pagado por
los bancos internacionales en sus depósitos. Por supuesto, tam-
bién corresponde considerar una serie de otros factores especí-
ficos a cada país, tales como la política fiscal y monetaria, caí-
das en los términos del intercambio, etc., para explicar la fuga.
El punto que deseamos destacar es que estas fugas ocurrieron en
forma simultánea, lo que sugiere la existencia de un factor común
a todas esas experiencias.
En definitiva, la combinación de evidencias presentada en
esta sección y la simultaneidad en el tiempo que exhibe son ar-
gumentos sólidos para aceptar provisionalmente nuestra teoría
respecto de las causas del exceso de crédito ofrecido por los
bancos internacionales a Latinoamérica.19
19
Un comentario metodológico es pertinente. Los economistas se
han acostumbrado en los últimos 40 años a buscar pruebas estadísticas para
sus teorías. Sin embargo, la experiencia con estas "pruebas" es que son ex-
tremadamente sensibles a los errores de especificación. El método de "prue-
ba" usado en este trabajo, que consiste en verificar el movimiento simultá-
neo de variables que predice la teoría, no usa un aparataje matemático-
estadístico, pero también es rebatible por un lector incrédulo. En efecto,
éste puede buscar una explicación diferente para cada una de las tablas pre-
sentadas, de modo que su concurrencia en el tiempo se deba a una mera
casualidad.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 163

Por lo tanto, esperamos haber establecido que los bancos


internacionales tuvieron motivos y medios para intentar colocar
en Latinoamérica cantidades excesivas de crédito en los cuatro
años que van desde 1978 a 1981. En este sentido, la imprudencia
de los supervisores bancarios en los países desarrollados puede
ser identificada como una de las causantes de la crisis de la deuda.
Sin embargo, nunca debemos olvidar que los diversos paí-
ses de Latinoamérica aceptaron voluntariamente endeudarse en
exceso. Según nuestra teoría, esto era conveniente desde un
punto de vista ex-ante, es decir, antes de saber si la década del
80 iba a ser económicamente una época de crecimiento como la
del 60; si la tasa de interés real volvería a caer rápidamente a los
niveles históricos, o si permanecería alta por varios años, lo que
no ocurría desde los años 30.
Esto era conveniente debido a las condiciones de crédito
ofrecidas por los bancos internacionales y dentro de un marco de
disposición a aceptar una mayor inestabilidad del producto en
favor de una tasa de crecimiento promedio más alta.
Además, tampoco debemos olvidar la posibilidad de que
para importantes sectores de los países endeudados el proceso
haya sido inconveniente ex-ante, mientras que para otros sería
altamente conveniente.

4. Origen de la Crisis de 1982-1983 desde


una Perspectiva Chilena

Esta sección presenta algunas de las consecuencias que


tienen para Chile las conclusiones de las secciones anteriores. Es
evidente que ellas pueden afectar nuestra visión sobre el origen
de nuestro endeudamiento externo, y sus efectos internos en
cuanto a profundizar la dramática recesión de 1982-83.
Cabe reiterar que si hubiéramos seguido el comportamien-
to de absorción de crédito promedio de Latinoamérica, ya sería-
mos inconsistentes con un objetivo de alcanzar un ritmo estable
de crecimiento. En efecto, al aceptar tanto crédito neto en 1980
y 1981, a pesar de que la tasa de interés real mundial estaba su-
biendo muy fuertemente, implicaba aceptar una brusca fluctua-
ción en el tipo de cambio real, en caso de que la tasa de interés
mundial no bajara a la brevedad.
164 ESTUDIOS PÚBLICOS

4.1 Chile en Relación a Países en Desarrollo Comparables


En esta sección nos preguntaremos cuál fue nuestro de-
sempeño efectivo en relación al resto de los países en desarrollo
no petroleros, con el objeto de investigar la incidencia en nuestro
endeudamiento de factores particulares, tanto externos (términos
del intercambio) como internos (políticas económicas).
A continuación realizaremos esa comparación, en base a
información publicada por el Fondo Monetario internacional y
Odeplan. Se toma la información de la deuda externa de cada
grupo de países de referencia, a lo que se restan sus reservas inter-
nacionales, para obtener la deuda externa neta. Por otra parte,
se toma el déficit de cuenta corriente del grupo de países de re-
ferencia, pero se le restan los influjos que no crean deuda (do-
naciones oficiales, inversión extranjera, asignaciones de DEG).
Finalmente, se resta también el pago neto de intereses al
exterior, para determinar así el superávit de cuenta corriente
antes de intereses (SCCAI).
Lo interesante del SCCAI es que, al dividirlo por la deuda
externa neta, genera una estimación de la tasa de interés real que
el país puede pagar en su deuda externa sin aumentar su endeu-
damiento real. Por ejemplo, si el SCCAI es cero, se interpreta
como que el país puede pagar una tasa de interés real de cero.
Si la tasa efectiva de mercado es mayor que cero, el país debe
estar aumentando su deuda externa real.
Cabe aclarar que un aumento de la deuda externa real no
es malo ni bravo en sí. Por ejemplo, un país que tiene una deuda
inicial muy baja puede aumentarla sin peligro, aunque la razón
SCCAI/Deuda Externa Neta sea —50%. Sigue siendo cierto, sin
embargo, que si la tasa de interés real es cero, este país está
aumentando su deuda externa real. Además nosotros aplicamos
este concepto sólo a países altamente endeudados.
En la práctica es necesario realizar un ajuste adicional a
la razón SCCAI/Deuda Externa Neta (DEN) para usarla con es-
tos fines. Este se deriva de la simple observación de que un creci-
miento permanente de la deuda externa real no tiene por qué preo-
cupar si la deuda externa real per cápita es constante. Por este
concepto, se debe sumar la tasa de crecimiento de la población
a la razón SCCAI/DEN antes de comparar con la tasa de interés
real efectiva. En nuestras estimaciones sumaremos un 2% real
anual al SCCAI que calculemos.
Sería también deseable ajustar las cifras según el compo-
nente de subsidio contenido en muchos créditos oficiales a paí-
ses en desarrollo, cuando se les cobra una tasa de interés bajo
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 165

mercado. Sin embargo, la falta de datos nos impide incorporar


este ajuste.
Por último, es necesario recordar también que un creci-
miento suave de la deuda externa real per cápita no es preocu-
pante, si, al mismo tiempo, están subiendo el producto real per
cápita y las exportaciones reales per cápita. Por eso, si nuestra
medida de la tasa de interés real que puede pagar un grupo de
países es inferior en 2% o menos que la tasa de interés real de
mercado, no deberíamos preocuparnos por la coherencia con un
objetivo de crecimiento parejo y estable. (Véase Cuadro NO 10.)
Para apreciar la información contenida en este cuadro es
necesario recordar que la razón entre el superávit de Cuenta Co-
rriente antes de intereses y la deuda externa neta, corregida,

Cuadro N° 10

Política de Endeudamiento Externo: Países de Referencia


(Billones de dólares de cada año)

1977 1978 1979 1980 1981 1982


A. Países de
Latinoamérica
Deuda Externa Neta 95,6 118,9 142,5 187,5 244,7 297,2
SCCAI/DEN (%) +2% -1,6 -3,9 -0,6 -1,7 -2,3 2,6
B. Países llamados
Market Borrowers
Deuda Externa Neta 161,6 199,1 233,9 293,8 375,2 460,7
SCCAI/DEN (%) +2% -1,0 -4,2 1,1 2,0 -3,8 0,0

C. Países Importadores
Netos de Petróleo,
excepto los de
Bajos Ingresos
Deuda Externa Neta 133,0 154,6 191,2 247,3 299,8 354,6
SCCAI/DEN (%) +2% -2,8 -2,5 -6,2 -8,2 -6,3 -0,2
Memorándum:
Tasa de Interés Reala 0,5 -0,6 -2,4 1,5 10,7 11,7
a
Esta tasa de interés real se calcula según la tasa de interés nominal de mer-
cado (LIBOR), menos la tasa de inflación del índice de precios al por mayor de EE.UU.
Esta medida no es completamente exacta, porque desprecia el efecto de la variación
esperada del tipo de cambio real. Sin embargo, no disponemos de los datos necesarios
para hacer esa corrección para otros países.
Fuentes: World Economic Outlook, FMI, abril 1985; Haindl (1986).
166 ESTUDIOS PÚBLICOS

más 2%, indica la tasa de interés real que puede pagar cada grupo
de países sin que suba su deuda externa real per cápita. En el
caso de Latinoamérica, como grupo, vemos que hasta 1980 esta-
ba siguiendo una política de endeudamiento externo que, en lo
grueso, tendía a mantener el valor de su deuda externa real per
cápita constante.
Sin embargo, en 1981, Latinoamérica continúa con su po-
lítica de gasto corriente, olvidando por completo el hecho de
que la tasa de interés real mundial había subido a 10,7%. Esa
política significó que la deuda externa latinoamericana subiera
13% real per cápita durante el año 1981 solamente, lo cual fue
gravemente incoherente con un objetivo de crecimiento estable.
Sólo en 1982 inicia el ajuste, pero éste es tan lento que la deuda
externa real per cápita sube en 9% adicional en 1982.
El comportamiento de otro grupo de países en desarro-
llo, llamados Market Borrowers, fue semejante. Este grupo de paí-
ses está definido por la característica de que más de dos tercios
de su endeudamiento externo en el período 1978-1982 provino
de prestamistas privados. Incluye a países como: Argelia, Argen-
tina, Brasil, Chile, Colombia, Grecia, Hungría, Indonesia, Corea
del Sur, Malasia, México, Nigeria, Filipinas, Portugal, Sudáfrica,
Venezuela y Yugoslavia.
Como nosotros estamos interesados en el desempeño de
países parecidos a Chile, debemos excluir del grupo de referencia
a los exportadores netos de petróleo, que se beneficiaron mucho
con la segunda alza del petróleo en 1979. Con ese objeto selec-
cionamos un tercer grupo de países de referencia, llamado "Paí-
ses importadores netos de petróleo, excluyendo a los de bajos
ingresos". Este grupo incluye países como Argentina, Brasil,
Grecia, Corea del Sur, Sudáfrica, Yugoslavia, Colombia, Chile,
Filipinas, Portugal, toda Centroamérica, Turquía, Tailandia,
etcétera.
Durante el período 1977-1979 estos países siguieron una
política un poco menos coherente, con el objetivo de lograr un
crecimiento más estable que los grupos anteriores, ya que la
deuda real per cápita creció en 3,1% anual promedio en esos tres
años. La incoherencia efectiva era menor que la indicada, porque
una parte importante de la deuda externa de estos países estaba
en esos años con tasas de interés fija y bajo mercado. En todo
caso, la diferencia de comportamiento confirma la importancia
de eliminar a los países exportadores netos de petróleo del grupo
representativo.
Sin embargo, lo más llamativo es lo ocurrido desde 1980
en adelante. El ritmo de endeudamiento real per cápita se eleva
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 167

fuertemente: crece en 10,8% en 1980, se acelera a 18,1% en 1981


y continúa al veloz ritmo de 11,9% en 1982. Contablemente,
esto se debe a un fuerte aumento del gasto interno en 1980,
que se mantiene en 1981, a pesar del alza de la tasa de interés
mundial. Recién en 1982 empieza el ajuste del gasto interno.
Económicamente, las secciones anteriores demostraron que ello
se debió a la incitación de los bancos internacionales a endeudar-
se y a apostar a que la tasa de interés mundial caería en breve.
Sin embargo, como la decisión de endeudamiento fue volunta-
ria, cabe reiterar el hecho de que estos países estuvieron dispues-
tos a abandonar el objetivo de lograr un crecimiento estable en
favor de obtener un crecimiento promedio mayor.

Cuadro N° 11

Desempeño de Chile frente a Países de Referencia


(Millones de dólares)

1977 1978 1979 1980 1981 1982

1. Deuda Externa Neta


Chilena 5.078 5.748 6.297 7.134 11.876 14.679
2. Previsión SCCAI
ajustado/DEN (%) -4,8 -4,5 -8,2 -10,2 8,3 -2,2
3. Previsión SCCAI
a
ajustado -244 -259 -516 -728 -986 -323
4. SCCAI
Ajustado Efectivo
Chilenob -170 -422 -281 -871 -3.010 33
5. Exceso de Gasto
Chileno respecto
del Patrón de
Referencia
(línea 4-línea 3) -74 163 -235 143 2.024 -356
6. Valor Acumulado (según
tasa de interés nominal)
del exceso de gasto -74 84 -143 -17 2.004 1.985
7. Memorándum: Tasa
de Interés Nominal 6,4 9,2 12,1 14,0 16,8

a
El SCCAI está ajustado por el hecho de que los países reciben donaciones
e inversión desde el extranjero, ambos flujos que no crean deuda. Por ello el SCCAI
necesario para que la deuda externa real no crezca es menor que el publicado en las
cuentas de balanza de pagos.
b La convención indicada en la nota a se aplicó también a los datos chilenos.
Para ello se sumó el Superávit de Balanza Comercial y Servicios no Financieros, el in-
greso de divisas por transferencias (donaciones) y por Inversión Extranjera Directa.
Fuentes: Tasa de Interés Nominal, de Haindl (1986). Cuenta Corriente Chile-
na, de Silva (1983). Deuda Externa Neta, de Ffrench-Davis y De Gregorio (1987).
168 ESTUDIOS PÚBLICOS

En este sentido debemos recalcar que el comportamiento


correcto frente a un alza transitoria de la tasa de interés real
considera tanto un mayor endeudamiento como una reduc-
ción significativa del gasto. En conjunto, estos mecanismos cu-
bren el mayor servicio de la deuda. En este contexto, reaccionar
con un aumento del gasto contradice el objetivo de crecimiento
estable si el alza del interés es transitorio, y es aún más contra-
dictorio si el alza es permanente.
Procedemos ahora a comparar el desempeño de Chile con
el de este grupo de países. Para ello determinamos, en base a la
deuda externa neta y los resultados del cuadro anterior, cuál
debería haber sido la cuenta corriente antes de intereses y el gas-
to interno chileno si hubiera seguido la norma de este grupo de
países.
Podemos ver que el exceso de deuda externa chilena res-
pecto al patrón de comparación internacional apropiado tiene
las siguientes características:
a) Era inexistente hasta 1980. Todo el exceso se produjo
en 1981.
b) El valor acumulado del exceso de deuda externa incu-
rrido en 1981 y 1982 representa el 26% del incremento de la
deuda externa neta durante esos dos años. Este no es un por-
centaje demasiado amplio, pero su magnitud de dos mil millo-
nes de dólares es, en términos absolutos, muy importante para
un país del tamaño de Chile.
c) En 1981 Chile tuvo una administración macroeconómi-
ca claramente menos coherente con el objetivo de lograr una cre-
cimiento más estable que la del grupo de países de referencia, pe-
ro, a su vez, se debe recordar que la política de esos países fue
muy incoherente con ese objetivo desde 1980 en adelante.

4.2 Chile en Relación a un Estándar Prudente

Esta sección busca determinar cuál debería haber sido el


comportamiento de Chile en un contexto de adecuada regula-
ción de la banca internacional por sus autoridades de origen. En
otra palabras, nos interesa encontrar cuál debería haber sido el
comportamiento prudente de Chile frente al alza de la tasa de
interés mundial.
La respuesta a este problema es, en general, dependiente
de las preferencias del país respecto al riesgo y el ahorro. Tam-
bién depende del tipo de proceso estocástico que sigue la tasa
de interés mundial, y de la forma en que éste cambia. Es obvio
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 169

que la determinación de la respuesta óptima frente a un alza


de la tasa de interés, dado que se desconoce su permanencia,
es un problema complicado.
Debido a ello, nos conformaremos con describir una res-
puesta no óptima, sino que simplemente prudente. Proponemos
que una regla de decisión prudente se basa en determinar una
tasa de interés real "normal" o "permanente", que luego se
aplica a la deuda neta para determinar el Superávit de Cuenta
Corriente Prudente.
A su vez, la tasa de interés real permanente normal se de-
termina en base a un promedio ponderado de las tasas reales
observadas en los últimos años, con más peso para los años más
recientes:

donde
es la tasa de interés real efectiva del año t,
es la tasa a usar para determinar el
Superávit de Cuenta Corriente Prudente para el año t,
y es la ponderación de Usaremos = 0,66.

Esta formulación es parecida al mecanismo de formación


de expectativas, pero también puede ser justificada como una
solución de expectativas racionales en un contexto de incerti-
dumbre respecto del proceso estocástico que está rigiendo.20
Tomando como base el año 1977, podemos construir,
entonces, una serie de tasa de interés real "permanente" en base
a las tasas reales efectivas. Luego, suponiendo que un comporta-
miento prudente consiste en generar un Superávit de Cuenta
Corriente compatible con la tasa permanente en el largo plazo,
podemos determinar el exceso de gasto de Chile respecto a un
patrón prudente.
Este patrón es más exigente que el patrón de los países
en desarrollo similares, porque estos últimos fueron influidos por
el exceso de crédito por los bancos internacionales.
Insistimos en que sólo hubiera sido razonable exigir un
comportamiento "prudente" si es que las autoridades de los paí-
ses industriales no hubieran permitido a los bancos internacio-
nales ofrecer a Chile un exceso de crédito. Podemos observar que
el comportamiento chileno presenta las siguientes caracterís-
ticas respecto a un comportamiento prudente:

20
Véase Schmidt-Hebbel, 1987.
170 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cuadro N° 12

Desempeño de Chile respecto a un Patrón Prudente


(Millones de dólares)

1977 1978 1979 1980 1981 1982

1. Tasa de Interés
Real Efectiva (%) 0,5 -0,6 -2,4 1,5 10,7 11,7
2. Tasa de Interés
"Permanente" (%) 0,5 0,1 -0,7 0,0 3,6 6,1
3. SCCAI Ajustado/DEN
Prudente (línea 2 + 4%) -3,5 -3,9 -4,7 -4,0 -0,6 2,1
4. SCCAI prudente
para Chile -178 -224 -296 -285 -71 308
5. SCCAI Efectivo -170 -422 -281 -871 -3.010 33
6. Exceso de Gasto
de Chile -8 198 -15 586 2.939 275
7. Valor acumulado del
exceso de gasto -8 189 192 801 3.852 4.774

Nota: La línea 7 se obtiene acumulando la línea 6 a la tasa de interés nominal


de mercado.

a) Chile exhibió un comportamiento bastante prudente


hasta 1979 inclusive. Casi todo el exceso de gasto se produjo
en 1980, 1981 y 1982.
b) El valor acumulado del exceso de gasto representa, a
fines de 1982, el 49,7% del incremento de la deuda externa neta
del período 1977-1982. Es decir, si Chile se hubiera endeudado
en forma prudente, su deuda externa neta a fines de 1982 hubie-
ra sido de sólo 9.905 millones de dólares.
c) Del total del exceso de deuda de Chile, sólo un 42%
(1.985/4.774) es el resultado de situaciones específicas de Chile,
ya sea internas (malas políticas privadas y públicas) o exógenas
(caída especial de los términos del intercambio). El resto, es de-
cir, un 58% ó 2.800 millones de dólares, corresponde a la super-
visión irresponsable aplicada por los países industriales a la banca
internacional.

5. Implicaciones y Conclusiones

Este trabajo muestra que la discusión chilena respecto del


origen de nuestro exceso de endeudamiento, que contribuyó
mucho a la gravedad de la recesión de 1982, ha estado demasia-
do centrada en factores específicos a nuestro país.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 171

Es así como se ha discutido amargamente sobre si la res-


ponsabilidad la tuvo la fijación del tipo de cambio, la reducción
de aranceles, el "exitismo" del sector privado, la caída del precio
del cobre y otros productos que exportamos, el control de la
banca por grupos empresariales, el abuso del aval estatal a la
banca, etc.
Este trabajo sugiere que si bien esos factores específicos
a nuestro país tuvieron impacto, fue mucho más importante la
ola de crédito bancario que inundó a los países en desarrollo,
causada por la regulación irresponsable en los países de origen.
Como conclusión secundaria, destacamos que este trabajo
también sirve para realzar algunas de las explicaciones especí-
ficas a nuestro país del exceso de endeudamiento, entre ellas,
sobresalen las siguientes:

a) No tiene sentido atribuir el componente específico a


Chile del exceso de deuda al alza de la tasa de interés interna-
cional. En realidad, todo el problema está en que no se respon-
dió adecuadamente a esa alza.
b) Tampoco tiene sentido atribuir ese componente del
exceso de deuda específico a Chile a la caída de los términos del
intercambio ocurrida en 1981-1982. En efecto, los términos del
intercambio estuvieron en 1981 sólo un 2,6% por debajo del ni-
vel promedio para 1976-1980.21
c) Tiene poco sentido atribuir ese componente a la libe-
ralización comercial.22 En efecto, ella había ocurrido varios años
antes de 1981, que es el año en que ocurre la totalidad del com-
ponente específico a Chile del exceso de deuda.
d) Tiene poco sentido atribuir el componente específico
a Chile a la fijación del tipo de cambio que ocurrió con demasia-
da anterioridad, de forma que la inflación doméstica ya había
llegado a niveles internacionales cuando se incurrió en ese exceso
de deuda.
e) Considerando que la supervisión bancada era débil en
los países desarrollados, y que parece serlo también en los países
en desarrollo, las teorías que atribuyen el componente específico
de Chile a la deficiente supervisión de la banca chilena, especial-
mente en relación al crédito relacionado, cobran relevancia en un
contexto de garantía estatal de los depósitos.

21
Ver J. A. Fontaine (1987), citando al Banco de Chile.
22
Ver Ffrench-Davis y De Gregorio, 1987.
172 ESTUDIOS PÚBLICOS

f) También cobran relevancia especial las teorías que desta-


can el efecto que puede tener sobre la demanda por crédito, el
tener un acceso amplio al crédito internacional por primera vez.

La tercera conclusión es que la magnitud relativa del im-


pacto que una política de supervisión irresponsable en el extran-
jero tuvo sobre nuestro país, exige el diseño de políticas de
defensa frente a ofertas excesivas de crédito en el futuro.
El primer aspecto de dicha política debe ser, necesaria-
mente, reafirmar la prioridad de la estabilidad en el crecimiento.
Creemos que no vale la pena aumentar la tasa de crecimiento
promedio a costa de un aumento de variabilidad como el expe-
rimentado en 1978-82. Esta decisión de adoptar políticas eco-
nómicas adversas al riesgo es fundamental, e implica una deci-
sión de la autoridad de manejar las variables macroeconómicas
de forma de impedir cambios muy fuertes en los flujos de capi-
tales internacionales.
Respecto a la forma más adecuada de lograr esto en el
contexto de una economía privada, existen diversas opciones.
Una regulación diseñada especialmente para el caso de una
banca internacional muy arriesgada es la siguiente:
Prohibir los créditos directos de bancos internacionales a
empresas y residentes chilenos, de forma de obligar a los bancos
internacionales a prestar por la vía de una subsidiaria instalada
legalmente en Chile, sujeta a la Superintendencia de Bancos,
quien le aplicaría la legislación prudencial chilena.
El fundamento teórico de este mecanismo es que logra exi-
gir una razón deuda-capital de 20 para las operaciones de bancos
internacionales en Chile, aunque en los países de origen no exista
regulación bancaria. Esta regulación resulta ser, en esencia, la
implementación hecha por Corea del Sur23 en el período 1977-
1982.

23
Ver Korea Exchange Bank Monthly Review, en bibliografía. La
regulación de Corea del Sur era más complicada, porque preveía un trata-
miento especial para el endeudamiento externo de los grandes grupos eco-
nómicos locales.
ORÍGENES DE LA CRISIS DE LA DEUDA 173

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ESTUDIO

REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO
POPULAR EN CHILE*

Mario Valenzuela Silva**

Este trabajo examina los resultados de la implementación del mecanismo del


capitalismo popular en la capitalización y reprivatización de Bancos y Ad-
ministradoras de Fondos de Pensiones intervenidos a raíz de la crisis eco-
nómica sufrida en Chile entre 1981 y 1983. Asimismo, se analiza el capita-
lismo popular en el nuevo sistema previsional y en la privatización de em-
presas públicas y filiales de CORFO. Los resultados son categóricos en seña-
lar el éxito alcanzado por este mecanismo. Cerca de 170.000 nuevos inver-
sionistas y trabajadores se han sumado a los propietarios de importantes
empresas del país por la vía del capitalismo popular directo. Alrededor de
2.900.000 trabajadores afiliados a las AFP han accedido indirectamente
a la propiedad de estas empresas, lo que les posibilita un plan de pensiones
más ventajoso.

E 1 sostenido crecimiento económico que ha experimen-


tado la economía chilena en los últimos cinco años ha sido
acompañado por una revolución en la difusión de la propiedad
privada de los medios de producción del país. El principal res-
ponsable de tal expansión en la propiedad es lo que ha sido deno-

* El autor agradece los valiosos comentarios de Hugo Albornoz,


José Manuel Garrido, Héctor Gutiérrez y Erik Haindl. Asimismo, agradece
la colaboración de la Gerencia de Normalización de la CORFO en la elabo-
ración del presente trabajo.

** Ingeniero Comercial, Universidad de Chile. Master en Business


Administration, Universidad de Chicago. Departamento de Economía, Uni-
versidad de Chile.
176 ESTUDIOS PÚBLICOS

minado "capitalismo popular". Los objetivos perseguidos por este


mecanismo pueden ser resumidos básicamente en dos: (a) priva-
tizar diversas instituciones financieras y previsionales intervenidas
y empresas públicas, y (b) difundir la propiedad patrimonial de
importantes empresas del país entre todos los sectores de la po-
blación.
La estrategia de desarrollo económico adoptada por Chile
a partir de fines de 1973 ha sido orientada hacia una economía
social de mercado, en la que el Estado juega un rol subsidiario.
En consecuencia, se ha procedido a la apertura del comercio
internacional, a la corrección de importantes desequilibrios
macroeconómicos internos y externos, a la eliminación de distor-
siones, a la disminución de la intervención estatal y al desarrollo
de un mercado de capitales altamente competitivo y transparen-
te. Respecto de lo último, cabe destacar la liberación de las tasas
de interés de varias operaciones, la apertura financiera al exte-
rior, el desarrollo de una multibanca con entidades bancadas
externas y la modernización de las normas que regulan la oferta
de valores para dar una mayor transparencia en este mercado. La
privatización de diversas empresas públicas y el fortalecimiento
del sector privado no sólo han ayudado al saneamiento de los
déficit fiscales, sino que también han inducido a una asignación
más eficiente de los recursos de que dispone el país. Debido a lo
anterior, el derecho de la "propiedad privada" se ha convertido en
la columna vertebral de esta estrategia, pues representa el instru-
mento indispensable para ser implementada.
La fuerte recesión económica iniciada a mediados de 1981,
que tuvo una duración aproximada de 2 años, provocada por la
significativa caída en los términos de intercambio, el alza en las
tasas de interés internacionales y la brusca disminución en la
oferta de recursos externos, produjo una importante depresión
en el mercado de capitales chileno, lo que se tradujo en la insol-
vencia de numerosas entidades financieras y en una crisis de con-
fianza y de expectativas respecto del funcionamiento de la eco-
nomía social de mercado con libre iniciativa privada.
El desfavorable marco económico general por el que
atravesó la economía fue agravado con políticas crediticias poco
prudentes, las que afectaron negativamente a la gran mayoría
de las instituciones financieras.1 Así es como entre noviembre
de 1981 y enero de 1983 la autoridad fiscalizadora debió inter-
1
Al respecto, se ha señalado que la propia normativa existente in-
centivaba a que estas instituciones tomaran niveles de riesgo más allá de la
relación riesgo-retorno esperada que se observaba en el mercado.
REPRIVATIZACIÓN Y CAPITALISMO POPULAR 177

venir numerosas entidades, cuyo deterioro patrimonial era evi-


dente: 14 instituciones fueron declaradas en liquidación y otras
5 estuvieron sujetas a régimen de administración provisional. La
intervención también afectó a importantes Administradoras de
Fondos de Pensiones y a empresas cuyo patrimonio estaba estre-
chamente relacionado a las instituciones financieras intervenidas.
Todo lo anterior significó que el Estado pasara a contro-
lar involuntariamente más del 60% del total de las colocaciones
del sistema financiero y alrededor del 68% de los fondos de pen-
siones del nuevo sistema previsional. Este hecho entraba en abier-
ta contradicción con la política económica dirigida al desarrollo
de un sistema financiero constituido por instituciones privadas
y con los objetivos perseguidos por la reforma previsional. Esta
última pretendía que los ahorros previsionales fuesen adminis-
trados por el sector privado, de manera de lograr una asignación
más eficiente de ellos.
Debido a la férrea voluntad del gobierno de continuar con
una economía social de mercado, con participación preponderan-
te del sector privado, y con el objeto de normalizar definitiva-
mente la situación anterior, en enero de 1985 se dictaron las le-
yes 18.401 y 18.398, destinadas a dar cuerpo legal al capitalismo
popular. Inicialmente, reconocido como un mecanismo de nor-
malización, el capitalismo popular fue dirigido a solucionar la
situación de las entidades intervenidas mediante su capitaliza-
ción, reprivatizar el capital de dichas instituciones y difundir la
propiedad accionaria a través de su atomización.
Transcurridos ya más de tres años y medio desde que se
implemento el capitalismo popular, los resultados indican que los
objetivos han sido alcanzados. Mediante créditos otorgados por
CORFO en condiciones muy favorables, se logró anticipadamente
la capitalización de los bancos y AFP intervenidos. Los adqui-
rentes de acciones de estas empresas fueron personas y trabaja-
dores que por sus propios medios difícilmente habrían podido
optar a la propiedad accionaria. Los bancos sujetos a adminis-
tración provisional recibieron aportes del orden de los $ 107.000
millones a fines de 1987 e ingresaron a 41.644 capitalistas po-
pulares. Con respecto a las AFP, se sumaron 14.098 nuevos ac-
cionistas con un aporte de más de $ 4.600 millones.
El capitalismo popular no sólo ha servido como mecanis-
mo de normalización del sistema financiero y previsional inter-
venido, sino que también ha permitido acelerar el proceso de pri-
vatización de empresas públicas iniciado en 1973.
El programa de privatización emprendido por CORFO en
1985, compuesto por el traspaso al sector privado de 27 em-
178 ESTUDIOS PÚBLICOS

presas públicas, ha sido llevado en forma exitosa. A mayo de


1988, 13 empresas han sido definitivamente traspasadas al sec-
tor privado y se espera que otras 5 lo sean a fines de este año.
Entre 1985 y mediados de 1988 la recaudación total por venta
de estas empresas era de 194.550 millones de pesos. Alrededor
de 114.000 trabajadores y pequeños inversionistas han pasado a
ser propietarios directos del capital accionario de estas empresas.
Por último, el capitalismo popular también ha sido exten-
dido a los fondos de pensiones de las AFP, al permitir que estos
recursos previsionales sean invertidos en acciones de sociedades
anónimas abiertas, previa calificación de la Comisión Clasificado-
ra de Riesgo. Este proceso ha recibido el nombre de "capitalismo
popular indirecto", por cuanto indirectamente los trabajadores se
convierten en propietarios de parte del capital accionario de las
empresas.
A enero de este año, cerca de 46.700 millones de pesos, es
decir, alrededor del 7,0% del total de los Fondos de Pensiones, se
encontraba invertido en acciones. De esta forma, se ha logrado
integrar a 2.900.000 trabajadores del país a la propiedad patri-
monial de algunas empresas que están contempladas en el progra-
ma de privatización.
Lo anterior indica que, a pesar del fuerte retroceso sufrido
en la economía en el período 1974-1980, en materia de moder-
nización y crecimiento del mercado de capitales —en particular
respecto del sistema financiero— y en el proceso de privatiza-
ción de empresas públicas iniciado a fines de 1973 el capitalis-
mo popular ha permitido restablecer la confianza y expectativas
respecto de las ventajas de adoptar una economía social de mer-
cado basada en la libre iniciativa privada. Se ha evitado caer en la
tradicional tentación del estatismo que ha mantenido por largo
tiempo al país en el subdesarrollo. Es así como durante los úl-
timos años se observan tasas de crecimiento por sobre los niveles
históricos.
El objetivo perseguido aquí es analizar, tras tres años y
medio de implementación del mecanismo de capitalismo po-
pular, el cumplimiento alcanzado en los objetivos trazados a
comienzos de 1985. Específicamente se analizará: (a) Capitali-
zación y reprivatización de bancos y Administradoras de Fondos
de Pensiones intervenidos; (b) El capitalismo popular indirecto
y el nuevo sistema previsional, y (c) Privatización de empresas
públicas. La forma en que serán analizados cada uno de estos
temas faculta al lector de la posibilidad de leer cada uno de ellos
sin examinar el contenido de los demás.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 179

I. Capitalización y Reprivatización de Bancos y Administradoras


de Fondos de Pensiones Intervenidos

El capitalismo popular, en su forma directa, fue creado ini-


cialmente para la recapitalización y la reprivatización de institu-
ciones financieras y Administradoras de Fondos de Pensiones in-
tervenidas. Ha recibido ese nombre porque conjuga una alterna-
tiva de reprivatización y aumento de capital, con la posibilidad
de que la propiedad patrimonial se distribuya entre un gran nú-
mero de pequeños accionistas.

I.1. Instituciones Financieras

I.1.a Crisis e Intervención Financiera

Por efecto de la recesión por la que atravesó la economía


chilena desde 1981, diversas instituciones financieras no pudie-
ron responder a sus compromisos contraídos con la banca exter-
na, como consecuencia, a su vez, de la irrecuperabilidad de gran
parte de los créditos otorgados a empresas del sector privado que
habían quebrado o sufrido cuantiosas pérdidas patrimoniales.
La deteriorada situación por la que atravesaron los activos de es-
tas instituciones obligó a que el Estado comenzara la inter-
vención financiera en noviembre de 1981 con varios bancos: el
de Talca, Español-Chile, Fomento de Valparaíso y Regional de
Linares. Posteriormente, en 1982, estos bancos fueron declara-
dos en liquidación junto al Banco de Fomento del Bío-Bío y
Banco Austral de Chile.
Ante la agudización de los problemas señalados, la auto-
ridad económica decidió, el 13 de enero de 1983, el otorgamiento
de la garantía del Estado a los compromisos externos de la banca
intervenida. Además, procedió a la liquidación definitiva de tres
instituciones financieras —el Banco Hipotecario de Chile, el Ban-
co Unido de Fomento y la Financiera Ciga SA— y a la interven-
ción de otras cinco entidades, entre las cuales se encontraban dos
bancos privados de gran importancia en el país, como lo son el
Banco de Chile y el Banco de Santiago. Estos dos bancos, junto
al Banco Concepción, al Banco Internacional y al Banco Co-
locadora Nacional de Valores, entraron en un régimen de admi-
nistración provisional, los que, en conjunto con las tres institu-
ciones en liquidación, representaban, hacia fines de 1982, un
40% de las colocaciones del sistema. Lo anterior significaba un
180 ESTUDIOS PÚBLICOS

fuerte retroceso en cuanto a la estrategia de reprivatización adop-


tada.
Para entender apropiadamente la magnitud de la crisis fi-
nanciera es necesario recurrir a algunos índices a diciembre de
1982 y 1983 que se exhiben en el Cuadro N° 1. En tal período
la relación colocaciones vencidas2 sobre capital más reservas y
colocaciones vencidas sobre total de colocaciones, se elevó fuer-
temente en los bancos bajo administración provisional con la
sola excepción del Banco Internacional. El primer índice para
estos bancos superó el 100% en diciembre de 1983, reflejando
que los recursos comprometidos en la cartera riesgosa superaban
al capital, llegando a ser más de dos veces esta relación en el
caso del Banco de Santiago. También se observa que la relación
utilidad neta más excedentes sobre capital y reservas fue bastan-
te reducida con respecto a períodos normales, alcanzando cifras
negativas para todas las instituciones intervenidas.
La intervención significó que, a partir de enero de 1983, el
Estado pasara a controlar cerca del 60% del total de las coloca-
ciones del sistema financiero —instituciones intervenidas más el
Banco del Estado— y alrededor del 90% de las colocaciones en
moneda nacional.

I.1.b Medidas Remediales y Objetivos

Parte importante de las manifestaciones de la crisis fueron


contrarrestadas mediante una serie de medidas implementadas
por la autoridad desde principios de 1982. Algunas indirectas,
como la ayuda a los deudores a través del dólar preferencial y
los sistemas de reprogramación de deudas, y otras directas, como
el programa de venta de cartera al Banco Central3 —llegando a re-
presentar más del 100% del capital y reservas de los bancos na-

2
En este trabajo se utilizan indistintamente las expresiones "car-
tera vencida" y "colocaciones vencidas", a pesar de que esta última in-
cluye los dividendos hipotecarios vencidos.
3
Con lo cual se cambian activos de mala calidad por un pagaré del
instituto emisor que tiene retorno cierto. No significa una entrega de recur-
sos a los bancos, pues éstos quedan comprometidos a recomprar la cartera
con los excedentes que generen. Es sólo una figura contable que refleja la
intención de eliminar ese hecho como causal de quiebra y dar garantía esta-
tal a los nuevos adquirentes de acciones preferentes.
Cuadro N° 1

Indicadores Financieros1

Col. venc./ Col. venc./ Vta. neta + exced./ Ut. cart. B.C./ Partic. Col. ven./ Ut. neta + exced. /
Cap. y res. Total col Cap. y res. Cap. y res. (Col.) Cap. y res. Cap. y res.
% % % % % % % % % (%) (%)
A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Dic. A Enero A Enero
1982 1983 1982 1983 1982 1983 1982 1983 1983 1988 1988

Banco de Chile 68,61 145,24 4,42 9,97 -8,34 -82,80 64,45 148,79 21,60 28,25 1,46
Banco de Santiago 17,87 227,83 1,80 30,56 0,00 -86,40 14,57 188,35 10,47 15,48 1,70
Banco Internacional 47,67 42,19 5,38 4,95 -11,59 -45,11 89,44 104,24 1,17 11,13 2,78
Banco Col. Nac. de Val. 31,02 128,63 2,30 11,25 0,21 -32,56 0,00 180,53 1,92 _2 _2
Banco Concepción 41,02 146,00 3,64 13,55 -17,49 -84,19 74,18 164,09 4,47 18,56 1,39
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

Banco del Estado 38,81 21,59 6,93 3,97 6,00 6,06 0,00 0,00 16,48 19,66 0,72

Otros Bancos Nacionales 40,47 41,33 3,37 3,47 4,44 -5,23 80,50 120,96 35,31 21,10 5,92
Bancos Extranjeros 20,22 23,84 3,56 5,23 22,05 9,89 6,30 6,11 6,82 3,96 4,54
Sociedades Financieras 21,32 14,70 3,71 2,39 -5,24 2,30 25,35 21,26 1,67 13,31 4,94

Notas:
1
Las colocaciones son en moneda nacional y en moneda extranjera. No aparecen cifras referidas a bancos y sociedades financieras en li-
quidación.
2
El Banco Colocadora Nacional de Valores se fusionó con el Banco de Santiago mediante la Ley 18.412.
181

Fuente: Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.


182 ESTUDIOS PÚBLICOS

cionales a fines de 1983— y el mecanismo de capitalización de la


banca intervenida contemplado en la Ley 18.401.
Tal como se mencionó anteriormente, la Ley 18.401 fue
diseñada con el objeto de normalizar la situación de las institucio-
nes financieras intervenidas, reprivatizar el capital de dichas enti-
dades y difundir la propiedad de las acciones de estas empresas
entre un gran número de individuos; difusión que ha dado origen
al capitalismo popular.
Mediante esta ley, se autoriza a la CORFO para que otor-
gue crédito a los contribuyentes que, hallándose al día en el
cumplimiento de sus obligaciones tributarias, deseen adquirir las
nuevas acciones, cancelando el 5% al contado y el resto a quince
años plazo, sin intereses sobre la Unidad de Fomento (UF), y con
un año de gracia. Además, se estipula una rebaja del 30% del
valor de las cuotas por pago oportuno y ciertas franquicias tri-
butarias.4 También se concede la posibilidad de que los accionis-
tas puedan recibir un premio consistente en el reparto, a prorrata,
del 60% de las acciones que la CORFO haya comprado —como
intermediaria— y no vendido durante el año, con topes de cuatro
veces lo que se haya comprado o del 2% de las acciones a repartir.
Así, también, siguiendo el objetivo de atomizar la propiedad ac-
cionaria, se estableció como límite de inversión, para la difusión
de los accionistas, de UF 2.000, la suma de los impuestos global
complementario y territorial durante los últimos tres años o el
2% de las acciones emitidas por el banco.5
Así, con la aprobación de esta ley, se procedió a la capitali-
zación y reprivatización de dos de los principales bancos interve-
nidos: Banco de Santiago y Banco de Chile. Como parte de ello
se autorizó la emisión de acciones preferentes —bajo acuerdo de
las juntas de accionistas— por un monto de $ 18.012 millones y
de $ 28.600 millones, respectivamente. Dichos aumentos de capi-
tal, que representaban el 96% del capital del Banco de Santiago y
141% del capital del Banco de Chile, implicaron un restableci-
miento de la deteriorada situación de insolvencia de ambas ins-
tituciones.

En el caso de las personas jurídicas, las facilidades se reducen a


diez años, al 10% al contado, sin rebaja del 30% de cada cuota por pago
oportuno.
5
Las fórmulas propuestas imponen una restricción a la venta de las
acciones antes de tres años a contar de la compra de ellas.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 183

Asimismo, el capitalismo popular, con algunas variantes,


permitió la recapitalización completa de los bancos Concep-
ción e Internacional. Estas instituciones recibieron montos de
$ 16.700 millones y de $ 2.700 millones, respectivamente, pa-
ra reponer las pérdidas de capital sufridas. Dado el tamaño más
reducido de estas entidades, se optó por reprivatizarlas mediante
la venta de paquetes accionarios mayores, cuidando de dispersar
lo más posible la propiedad.6 El Banco Colocadora Nacional de
Valores se fusionó con el Banco de Santiago en virtud de la Ley
N° 18.412, quedando así su privatización relacionada a la de
este banco.

I.l.c Resultados

Transcurridos aproximadamente tres años desde que se ini-


ció el proceso de normalización de las instituciones financieras
intervenidas mediante el mecanismo del capitalismo popular, se
puede decir que él ha sido todo un éxito.
Primero, se cumplió cabal y anticipadamente la capitali-
zación trazada para los bancos que estaban bajo administración
provisional. Así, los bancos de Chile, Santiago, Concepción e
Internacional recibieron aportes por la vía del capitalismo popu-
lar por más de $ 107.000 millones a fines de 1987, correspon-
diendo alrededor de $ 81.000 millones a los dos primeros (Ver
Cuadro N° 2). A su vez, la relación capital aportado por capita-
listas populares sobre capital total es de 56,6% y de 48,8% para
los bancos de Chile y de Santiago, respectivamente. Cabe agregar
que mientras estos cuatro bancos presentaban en promedio pér-
didas no provisionales que comprometían su capital contable en
más de 6,8 veces durante el período de la crisis, ya a septiembre
de 1987 los resguardos constituidos por ellos superaban las pér-
didas en el equivalente al 22% del capital contable.
En segundo lugar, es notable la dispersión que se logró
en la propiedad accionaria de estas instituciones. Entre 1984 y
1987 el número de accionistas se incrementó en 21.522 perso-
nas (122%), en el caso del Banco de Chile, y en 15.856 (106%)
en el Banco de Santiago. Cabe señalar que los capitalistas popu-
lares en estos dos bancos eran, a fines de 1987, 25.197 y 15.837,

6
Las condiciones de crédito que la CORFO otorgó a los inversionis-
tas eran muy similares a las del Banco de Chile y Banco de Santiago.
184
Cuadro N° 2

Capitalismo Popular en el Sistema Financiero

Banco de Chile Banco de Santiago Banco Internacional Banco Concepción


1984 1987 1984 1987 1984 1987 1984 1987

Número Accionistas 17.700 39.200 15 15.871 513 1.107 6.093 6.110


Número Capitalistas Populares O 25.197 O 15.837
Aporte Cap. Popular (MM$) 49.229 31.617 3.578 21.791

Compromiso de Capital 830% -19% 579% -30% 372,00% 1,00% 562% -8,00%
Aporte Cap. Pop./Capital Total 56,6% 48,8% 104,80% 213,30%

Part. 15 Mayores Accionistas 34% 6% 97% 10%


ESTUDIOS PÚBLICOS

Fuente: Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.


REPRIVATIZACIÓN Y CAPITALISMO POPULAR 185

respectivamente.7 En relación al Banco Internacional, el incre-


mento de accionistas fue de 595 personas y en el Banco Con-
cepción tan sólo de 17.
Junto a lo anterior, es significativo apreciar cómo ha dis-
minuido la participación de los 15 mayores accionistas entre
las mismas fechas. En el caso del Banco de Chile esta participa-
ción disminuyó de un 34% a sólo un 6%, mientras que en el
caso del Banco de Santiago no deja de sorprender cómo esta
relación varió del 97% a sólo el 10%.8
Finalmente, debe destacarse la normalización que se ha
llevado a cabo en el sistema financiero. En el Cuadro N° l se
puede apreciar la significativa disminución experimentada por
la razón cartera vencida sobre capital a enero de 1988. También
se observan utilidades netas más excedentes9 positivas para los
bancos intervenidos y el resto de las instituciones financieras.10
Ello implica que tanto el programa de normalización implemen-
tado por la autoridad como la recuperación de los niveles de
actividad y de crecimiento económico han ayudado a solucionar
definitivamente la crisis de 1981-1983. La velocidad con que ha
avanzado el proceso de reprivatización en el sistema financiero
indica que los agentes privados han reaccionado positivamente
al paquete de medidas adoptadas por la autoridad.

7
Al respecto, téngase presente que en 1984 eran sólo 15 los accio-
nistas del Banco de Santiago, todos ligados a un solo grupo empresarial.
8
De acuerdo a cifras de la Superintendencia de Bancos e Institu-
ciones Financieras, a diciembre de 1987, del total de los accionistas popula-
res de los bancos de Chile y de Santiago, casi un 40% tiene menos de 35 años
y un 64% menos de 45. Ello significaría que la juventud tiene gran interés
en cimentar la capitalización de las empresas del país. Así, también, se ha
detectado un alto grado de cumplimiento de los capitalistas populares res-
pecto al crédito recibido de CORFO. El 98,6% está al día en el pago de sus
cuotas, reflejando que se han entregado los incentivos apropiados.
9
Tanto para cubrir pago de dividendos de acciones preferentes co-
mo por recompra de cartera al Banco Central.
10
Con las excepciones del Banco de A. Edwards y el Banco del Pa-
cífico, que no tuvieron pérdidas ni utilidades.
186 ESTUDIOS PÚBLICOS

I.2 Administradoras de Fondos de Pensiones

I.2.a Crisis e Intervención en el Nuevo Sistema Previsional

En marzo de 1983 parte importante de la propiedad


accionaria de las Administradoras de Fondos de Pensiones
Provida, Santa María, San Cristóbal y Alameda estaba en poder
de los bancos intervenidos. En particular, el capital de las dos
AFP más grandes del país, Provida y Santa María, que adminis-
traban el 57% de los recursos totales de los Fondos de Pensiones
(FP), pertenecía a los bancos de Chile y de Santiago, que estaban
bajo administración provisional. (Ver Cuadro N° 3.)
Cuadro N° 3

Administradoras de Fondos de Pensiones Relacionadas


con la Banca Intervenida
(Al 31 de marzo de 1983)

Recursos
A.F.P. N° Afiliados (O del Fondo1 («/,)

Pro vid a 551.154 30,95 16.365.300 30,83


Santa María 334.197 0,77 13.404.062 25,25
San Cristóbal 164.904 9,26 4.140.132 7,80
Alameda 158.013 8,87 3.065.529 5,78
Subtotal 1.208.260 67,85 36.975.023 69,66
Otras A.F.P. 572.321 32,15 16.105.441 30,34

Total 1.780.589 100,00 53.080.464 100,00

Nota: 1 Montos expresados en miles de pesos.


Fuente: Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones (A.F.P.).

Es así como, indirectamente, el Estado, a través de la in-


tervención en el sistema financiero, pasó a controlar cerca del
68% de los FP constituidos por el 70% de los afiliados a este
sistema, que en total ascendían a 1.780.589 trabajadores. Los
fondos acumulados a esa fecha representaban cerca del 80% del
ahorro interno.

I.2.b Medidas Remediales y Objetivos

En la misma Ley 18.401 se establecieron los incentivos


para que las personas adquirieran acciones de las AFP Provida y
REPRIVATIZACIÓN Y CAPITALISMO POPULAR 187

Santa María, las que mostraban, al igual que el resto de estas


entidades, cierta indefinición en la propiedad de gran parte de
su capital accionario, por el hecho de estar ligadas a los bancos
intervenidos. Con ello se perseguía disminuir la estatización de
estas entidades mediante la reprivatización y capitalización,
junto a la difusión de la propiedad entre un gran número de tra-
bajadores afiliados a ellas.
De esta suerte, la ley contempló facilidades para la adqui-
sición de acciones de estas AFP a fin de que los imponentes o los
jubilados tuvieran, por esa vía, además de participación indirecta
al decidir dónde depositar sus ahorros previsionales, una partici-
pación más directa en estas instituciones de previsión.
En este caso, a diferencia de los mecanismos de normaliza-
ción para los bancos intervenidos, la venta de acciones constituyó
tan sólo una redistribución de las ya existentes. Se consideraron
condiciones similares a las contempladas para los pequeños in-
versionistas que desearan participar en la capitalización de ins-
tituciones financieras intervenidas: 15 años plazo, 5% al contado
sin intereses, con reajustes (UF), y con un 30% de descuento por
pago oportuno de cada una de las cuotas. Sin embargo, en el caso
de las AFP, el límite de la inversión fue de 500 UF y se debía
ser imponente activo o jubilado de cajas de previsión —antiguo
sistema— o de AFP. Además, para los adquirentes de títulos de
propiedad de las AFP se prohibió vender o transferir libremente
las acciones mientras hubiera saldo de precio; tampoco se otor-
garon franquicias tributarias, con el argumento de que la compra
de acciones de estas entidades tenía la ventaja de exhibir ellas
utilidades durante los últimos años, las que no podían mostrar
los bancos.11

I.2.c Resultados

También en este caso el programa de normalización cul-


minó en forma exitosa, pues se logró vender las acciones en tan

11
A pesar de lo anterior, algunos estudios tales como el de S. Bae-
za, "El Capitalismo Popular desde el punto de vista de los Inversionistas",
Documento de Trabajo, Centro de Estudios Públicos, 46 (mayo 1985), con-
cluyó que los incentivos para comprar acciones de los bancos eran más fuer-
tes que para las de AFP.
Al margen de la discusión anterior, es bien sabido que los agentes
económicos centran su atención en los futuros resultados operacionales que
puede brindar un negocio al momento de ser evaluado.
188 ESTUDIOS PÚBLICOS

sólo 9 meses desde el momento en que fue implementado. Así,


las dos AFP más importantes fueron devueltas al sector privado,
dándose término a la intervención estatal.
En el caso de Santa María, se vendieron las 346.790 ac-
ciones al público, las que fueron adquiridas por 6.178 capitalis-
tas populares, y que representaban un 48% del capital total.
(Ver Cuadro N° 4.) Respecto de la AFP Provida, la venta de ac-
ciones se realizó en dos series: el 40% del total de las acciones
emitidas fue vendido en un solo paquete, adquirido por Bankers
Trust Pacific Ltd., por un monto de 570.000 UF; el 60% res-
tante fue adquirido por 7.920 capitalistas populares. Entre ambas
administradoras se logró incorporar un total de 14.098 accio-
nistas, quienes invirtieron más de $ 4.600 millones. Ello im-
pulsa una mayor identificación de las personas con el nuevo sis-
tema de pensiones y, por ende, asegura una mayor estabilidad
en el largo plazo.
Las AFP Alameda y San Cristóbal se fusionaron y forma-
ron la AFP Unión. Posteriormente, ésta fue licitada, adquiriendo
el 98% del capital la Compañía de Seguros La Interamericana.

Cuadro N° 4

Capitalismo Popular Directo en el Nuevo Sistema Previsional

Provida San María

Número Capitalistas Populares 7.920 6.118


Aporte Cap. Popular (MM$) 3.031 1.537
Número Acciones Vendidas Cap. Populares 8.997.120 346.790

Aporte Cap. Pop./Cap. Total 48.801

Fuente: - Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.


- Memorias de A.F.P. (1977).
- Superintendencia de Administradoras de Pensiones.

II. El Capitalismo Popular Indirecto y


el Nuevo Sistema Previsional

II. 1 Estructura Legal

Aparte de la creación del capitalismo popular directo exis-


tente en la venta de acciones de la banca intervenida, fue creado
el capitalismo popular indirecto a través de la Ley 18.398, dicta-
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 189

da en enero de 1985. Esta ley ha modificado el D.L. 3.500 de


1980, que establece el Nuevo Sistema de Pensiones, en lo relativo
a inversiones de las Administradoras de Fondos de Pensiones.
La alteración hace referencia a la atribución que se da en
la letra g) del artículo 45, al facultarse a las AFP para invertir los
recursos de los Fondos de Pensiones (FP) en acciones de socieda-
des anónimas (SA) abiertas, en donde el Estado es accionista ma-
yoritario, aprobadas previamente por la Comisión Clasificadora
de Riesgo que crea la misma Ley 18.398.12 Inicialmente se ha-
bía permitido que los FP fueran invertidos tan sólo en instrumen-
tos de deuda,13 además de cuotas de otras AFP y depósitos a pla-
zo de instituciones financieras.

ÍI.2 Objetivos

Varios han sido los objetivos perseguidos por esta ley.


Entre ellos destacan aquellos que tienen impacto sobre la pro-
piedad y riqueza de los trabajadores; la mayor diversificación en
la cartera de inversiones de los FP; el efecto sobre el patrimonio
y relación deuda-capital de las SA abiertas y el desarrollo del
mercado de capitales.
El capitalismo popular indirecto ha tenido por principal
objetivo transformar en capitalistas populares a 2.900.000 tra-
bajadores chilenos que están afiliados a las AFP, al permitir que
los FP, en condiciones claramente reguladas, sean invertidos en
acciones. Si bien el trabajador no se convierte estrictamente en
capitalista popular, se transforma indirectamente en propietario
de una proporción de las acciones de las SA abiertas mantenidas
por el Fondo y, por lo mismo, recibe los retornos en su cuenta
individual como producto de los dividendos y ganancias de capi-
tal. Ello permite que los trabajadores disfruten de la generación
de riqueza que se obtiene de estas empresas.
Desde la creación misma del nuevo sistema previsional se
consideró que en algún momento sería necesario aumentar las
alternativas de inversión de los FP, mediante la autorización para

La venta de acciones a las AFP se realiza a través de agentes de


valores para lograr el máximo de transparencia en las transacciones.
13
Títulos emitidos por la Tesorería General de la República o por
el Banco Central de Chile; títulos representativos, garantizados o letras de
crédito emitidas por instituciones financieras y bonos de empresas públicas
y privadas. • . .
190 ESTUDIOS PÚBLICOS

adquirir acciones de SA abiertas. Ello permitiría canalizar recur-


sos crecientes de estos fondos en instrumentos financieros, cuya
rentabilidad esperada y riesgo —retorno incierto— es superior a
los títulos de deuda. El mayor retorno esperado de las acciones
permitiría incrementar la rentabilidad de largo plazo del porta-
folio de inversiones mantenido por los FP y, por ende, mejorar
los planes de jubilación de los trabajadores. A pesar de la mayor
diversificación, lo anterior significaría incrementar el riesgo de
las inversiones de los FP. Tal como lo señala la propia Ley 18.398,
con el objeto de evitar que las AFP tomaren riesgos excesivos,
se creó la Comisión Clasificadora de Riesgo, que tiene por fun-
ción aprobar las acciones de las SA abiertas que puedan ser
adquiridas con recursos de los FP y autorizar, modificar o recha-
zar los proyectos de clasificación de los distintos instrumentos
financieros.14
Desde el punto de vista de las SA abiertas, varios han sido
los objetivos perseguidos por esta ley. En primer lugar, se preten-
día promover la capitalización de empresas filiales de CORFO
que en el último tiempo han sido privatizadas. Lo anterior tam-
bién estimularía la desconcentración de la propiedad accionaria
de estas empresas, por cuanto los FP estarían tan sólo autoriza-
dos a entrar como accionistas minoritarios 15 en SA que cumplie-
ron con ciertos requisitos de desconcentración.16 Por último, la
ayuda dada en la capitalización de estas sociedades posibilitaría
impedir las elevadas relaciones deuda-capital, que tanto han ca-
racterizado a las empresas de nuestra economía en el período
bajo crisis.
A su vez, también se pensaba que la autorización a los FP
para invertir en debentures convertibles, acciones preferentes y
acciones ordinarias, contribuiría a la política de desarrollar un
mercado de capitales altamente competitivo y estable.

14
Sobre este punto ha existido un interminable debate en relación
a la conveniencia de limitar la participación de los FP en la propiedad ac-
cionaria de SA abiertas.
15
Los que se encuentran amparados por la Ley 18.406.
16
No pueden haber accionistas mayoritarios que controlen directa
o indirectamente el 20% de las acciones suscritas, salvo el Fisco; más de un
50% del capital debe haber sido suscrito por accionistas minoritarios y, a lo
menos, el 15% de las acciones deben estar suscritas por más de 100 personas
naturales con un mínimo de inversión equivalente a 100 UF cada uno.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 191

II.3 Resultados

La incorporación de las acciones en los FP ha significado


redistribuir la cartera de inversiones según emisor entre enero de
1985 e igual mes del presente año. Las SA abiertas han incre-
mentado su participación en un 8,31% del Fondo, en desmedro
del resto de las demás instituciones, tal como se puede apreciar
en el Cuadro N° 5. A pesar de que los bancos aún captan cerca
del 50% del total de los FP —vía depósitos a plazo, pagarés, letras
hipotecarias y bonos—, ha disminuido su importancia relativa
con respecto a las demás instituciones.

Cuadro N° 5

Evolución de la Cartera de los Fondos de Pensiones


según Emisor

A enero 1983 A enero 1988


(1) (1)
Monto $ % Monto $ %

Bancos 92.740.332 54,48 328.120.404 48,90


Financieras 3.525.080 2,07 9.170.092 1,37
Instituciones Estatales 70.963.797 41,70 266.223.038 39,67
Empresas 2.976.550 1,75 67.486.965 10,06

Total Sistema 170.205.759 100,00 671.000.499 100,00

Nota: (1) Inversión total de los F.P. en un determinado tipo de emisor, en


miles de pesos de cada año.
Fuente: Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones.

En general, podemos observar en el Cuadro N° 6 que


tanto los bancos nacionales privados como los bancos extran-
jeros y sociedades financieras —38 en total— poseen actualmente
porcentajes inferiores al 3% del total de los FP, con algunas ex-
cepciones, como el Banco de Santiago (11,02%) y el Banco de
Chile (6,11%), debido al traspaso de carteras hipotecarias de
bancos declarados en liquidación. Lo anterior denota una gran
diversificación en torno a las instituciones financieras.
Las instituciones estatales han mantenido su participación
en alrededor de un 40%. Destacan los pagarés descontables y los
Cuadro N° 6
192

Cartera de los Fondos de Pensiones: Diversificación por Emisor1


(Al 29 de enero de 1988) - (En Porcentaje)

Inversión Total
Instituciones Concor- Cu- El Liber- Habi- Invier- Magis- Plan- Protec- Pro- Santa Monto2 Porcen-
dia prum tador tat ta ter vital ción vida María Summa Unión taje3

Citibank 1,64 5,30 4,50 1,21 2,02 1,69 2,16 4,09 2,06 4,88 5,45 2,96 21.123.291 3,15
Republic 0,98 1,68 0,40 1,01 1.665.667 0,25
Centrobanco4 0,47 0,25 0,39 0,81 0,29 0,30 0,46 0,15 0,16 0,18 0,19 0,96 3.415.284 0,51
Chase Manhattan 0,77 0,40 1,01 2.181.286 0,33
Chicago 0,28 0,53 1,52 0,67 1.113.483 0,17
De Colombia 0,10 0,01 0,48 0,05 0,56 0,07 0,69 0,54 0,03 0,10 450.719
Of America 0,41 0,34 1.265.462 0,19
Real 0,34 0,15 0,16 0,07 0,21 466.907 0,07
Do Brasil 0,42 0,54 0,41 1,43 0,51 397.865 0,06
Nación Argentina 0,72 0,08 0,63 0,53 0,42 1.117.744 0,17
Exterior 0,82 0,77 0,82 0,53 0,94 0,99 0,49 0,91 2.784.284 0,41
Do Estado de Sao Paulo 0,38 0,13 0,31 0,20 0,12 0,57 0,04 249.101 0,04
Sudameris 0,47 0,23 0,43 0,07 0,44 0,29 960.176 0,14
Hong Kong and Shanghai B.C. 0,34 0,81 0,27 0,86 0,83 0,83 0,63 0,08 0,83 0,91 0,83 3.421.671 0,51
O'Higgins 0,47 0,42 0,74 1,91 1,69 1,50 0,84 1,45 0,53 1,09 2,94 1,65 8.797.184 1,31
De Crédito e Inversiones 0,47 0,76 1,57 2,35 1,34 1,86 1,14 0,90 1,58 1,65 1,93 2,73 12.154.778 1,18
Del Estado de Chile 4,49 6,56 5,73 7,43 5,85 3,94 5,64 4,09 3,54 6,53 8,81 6,21 39.536.377 5,89
Del Pacífico 0,18 0,82 0,77 0,37 0,87 0,88 0,89 0,72 0,85 0,52 0,29 0,71 4.127.427 0,62
Del Trabajo 2,06 2,60 2,21 1,97 1,70 2,25 1,35 1,55 1,63 1,65 2,02 0,86 11.546.763 1,72
Industrial y Comercio Exterior 1,54 0,03 1,61 0,59 1,24 0,13 0,58 0,13 1,01 0,84 0,52 3.973.069 0,59
De A. Edwards 1,99 1,65 1,70 0,69 2,98 2,63 1,63 2,39 2,99 1,42 1,05 0,73 11.627.929 1,73
ESTUDIOS PÚBLICOS

Urquijo de Chile 0,33 0,25 818.348 0,12


Cuadro N° 6
Cartera de los Fondos de Pensiones: Diversificación por Emisor1
(Al 29 de enero de 1988) - (En Porcentaje)
(Continuación)

Inversión Total
Instituciones Concor- Cu- El Liber- Habi- Invier- Magis- Plan- Protec- Pro- Santa Monto2 Porcen-
dia prum tador tat ta ter vital ción vida María Summa Unión taje3

Osorno y La Unión 2,79 2,98 3,22 2,66 3,33 2,95 2,64 3,02 3,26 2,36 1,75 2,40 18.042.280 2,69
Sud Americano 0,81 3,37 2,64 1,64 2,27 1,88 0,26 0,27 1,09 0,62 2,03 2,84 9.820.741 1,46
Del Desarrollo 0,75 0,88 0,95 0,83 1,15 1,16 1,07 0,33 1,17 0,52 0,23 1,08 5.573.306 0,83
Hip. de Fomento Nacional5 2,40 3,12 2,92 2,78 3,79 4,24 2,50 3,95 2,76 2,11 1,74 2,94 17.464.665 2,60
Nacional 1,49 0,84 2,18 0,46 1,12 2,45 1,18 1,00 1,05 0,29 0,05 0,63 4.687.449 0,20
De Chile6 11,15 7,22 9,40 5,10 7,12 6,59 3,98 9,40 6,62 5,30 5,48 6,82 40.992.472 6,11
De Santiago7 9,59 10,90 9,35 11,44 14,53 5,36 7,26 14,03 11,93 11,29 8,95 10,54 73.929.880 11,02
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

Internacional 0,84 0,90 1,30 0,74 1,36 1,01 0,89 1,07 0,47 0,35 0,37 0,96 4.058.131 0,60
Concepción 2,12 3,96 3,80 3,54 2,34 2,84 3,65 3,61 2,90 2,01 1,11 4,03 18.485.987 2,75
Español de Chile 0,02 0,01 0,08 0,06 0,15 0,20 0,70 0,26 0,24 1.870.678 0,28

Total Bancos 46,48 55,02 58,05 49,58 59,23 48,01 44,36 54,85 45,99 47,74 49,74 51,98 328.120.404 48,90

l
Notas: Valor de inversiones de un determinado emisor sobre el valor total del Fondo de Pensiones. Incluye las cuentas corrientes tipo II.
2
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor, en miles de pesos.
3
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor sobre el valor total de los Fondos de Pensiones, en porcentajes.
4
Incluye cartera hipotecaria del Banco de Talca.
5
Incluye cartera hipotecaria del BUF y BHC.
6
Incluye cartera hipotecaria de los Bancos Morgan Finansa y Continental.
7
Incluye cartera hipotecaria del Banco Colocadora Nacional de Valores. .
193

Fuente: Reproducido de Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones.


194 ESTUDIOS PÚBLICOS

reajustables del Banco Central (29,21%) y de la Tesorería General


de la República (10,42%).17
En enero de 1988 cerca de 67.500 millones de pesos,
10,06% de los FP, se encontraban invertidos en bonos y ac-
ciones de SA abiertas aprobadas por la Comisión Clasificadora
de Riesgo. (Ver Cuadro N° 7.) De este monto, tan sólo 20.700
millones de pesos representaban bonos de 10 empresas, desta-
cando la Cía. de Teléfonos de Chile con cerca de la mitad del
total de estos recursos. Por otro lado, ninguna de las AFP llegó
a destinar más del 5% de sus FP en este tipo de instrumentos,
alcanzando al 3,09% en el conjunto de las carteras de las AFP.
A igual fecha de este año, las acciones emitidas por las
10 SA abiertas aprobadas, correspondían al 7% de los FP inver-
tidos por las AFP, lo que significaba 46.700 millones de pesos.
En general, ninguna de estas instituciones previsionales llegó a
alejarse significativamente del 10% de sus fondos invertidos en
este tipo de instrumentos.18 En pocas situaciones una AFP lle-
gó a comprometer más allá del 3% de sus fondos en las acciones
emitidas por alguna de estas empresas. Ello, por cuanto ha que-
dado fijado por la ley que los FP deben actuar como accionistas
minoritarios.
El Cuadro N° 8 exhibe la composición de la rentabilidad
de la cuota de los FP a enero de 1988. La ponderación de la
rentabilidad de los instrumentos financieros depende de la par-
ticipación que éstos tienen en el portafolio de inversiones. Se
puede observar que tanto los instrumentos financieros o estatales
únicos como los instrumentos seriados poseen una rentabilidad
inferior al promedio ponderado correspondiente a cada cuota.
Sin embargo, y como era de esperar, las acciones de las empre-
sas tuvieron una rentabilidad superior al resto de los instrumen-
tos financieros, elevando la rentabilidad obtenida en cada una
de las AFP, sin excepciones. Ello confirma la conveniencia que
ha tenido la incorporación de las acciones dentro de las alterna-
tivas de inversión de los FP, pues incrementa el ahorro previsio-
nal de los trabajadores y, por ende, permite elevar el monto
mensual a recibir una vez que se incorporen al sector pasivo de
la población. En el futuro, sería aconsejable, dentro de los rangos
de riesgo aceptables, que la autoridad permitiera que una mayor
proporción de los fondos fuese invertida en acciones.
17
Incluyendo pagarés del Banco Central de Chile para Institución
Previsional y certificados de ahorro reajustables.
18
Estipulado inicialmente en el artículo 1° de la Ley 18.398.
Cuadro N° 7

Cartera de los Fondos de Pensiones: Diversificación de Bonos y Acciones de Empresas1


(Al 29 de enero de 1988) - (En Porcentaje)

Bonos Inversión Total


Concor- Cu- El Liber- Habi- Invier- Magis- Plan- Protec- Pro- Santa Monto2 Porcen-
dia prum tador tat ta ter vital ción vida María Summa Unión taje3

Chilectra Metropolitana 0,19 0,05 0,22 0,02 0,14 0,15 480.824 0,07
Celulosa Arauco y Constitución 0,45 0,26 0,44 0,28 1.513.022 0,22
Chilectra Generación 0,60 0,53 0,97 0,55 0,53 0,50 0,76 0,41 3.860.183 0,57
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

Entel S.A. 0,07 126.783 0,02


Ferrocarriles del Estado 0,76 0,35 0,76 0,96 0,82 1,19 0,46 0,31 2.520.841 0,38
Cía. de Teléfonos de Chile 0,70 1,55 1,38 2,12 1,05 1,27 1,97 2,79 1,25 2,52 0,64 0,55 10.558.590 1,58
Leasing Andino S.A. 0,09 0,15 0,08 0,12 0,07 0,12 0,15 0,06 0,05 577.937 0,09
Cristalerías Chile S.A. 0,22 0,19 0,23 0,55 0,12 0,06 0,26 603.219 0,09
Elecmetal S.A. 0,11 209.002 0,03
Pilmaiquén S.A. 0,08 0,04 0,08 0,03 0,08 291.116 0,04
195

Total Bonos 0,70 3,41 2,49 4,62 2,36 238 4,66 2,91 3,19 3,22 1,94 1,58 20.741.517 3,09
Cuadro N° 7 196

Cartera de los Fondos de Pensiones: Diversificación de Bonos y Acciones de Empresas1


(Al 29 de enero de 1988) - (En Porcentaje)
(Continuación)

Acciones Inversión Total


Concor- Cu- El Liber- Habi- Invier- Magis- Plan- Protec- Pro- Santa Monto2 Porcen-
dia prum tador tat ta ter vital ción vida María Summa Unión taje3

Chilectra Metropolitana 1,19 2,29 1,51 1,10 2,41 0,75 2,11 2,42 0,71 0,86 1,70 1,94 7.967.225 1,19
Chilectra Quinta Región 0,57 0,50 0,27 0,50 0,60 1,37 0,17 0,44 0,40 1.299.597 0,19
Chilectra Generación 1,55 1,26 0,88 0,43 2,28 0,93 1,08 0,19 0,33 0,39 0,55 0,74 3.685.339 0,55
Endesa 0,28 0,63 0,85 0,88 1,02 0,09 0,69 1,05 1,04 1,52 4.689.938 0,70
Soquimich S.A. 2,00 3,88 3,30 2,08 3,20 3,28 2,38 2,36 1,27 1,53 1,57 3,72 13.203.521 1,97
Laboratorios Chile S.A. 0,15 0,02 0,08 0,10 1,09 0,06 217.621 0,03
Entel S.A. 1,69 3,02 1,78 1,90 1,68 1,75 2,09 2,80 1,18 1,28 1,38 1,18 10.247.784 1,53
Cía. de Teléfonos de Chile 0,51 0,87 0,56 1,13 0,41 0,44 0,86 0,71 0,83 0,63 1,13 5.393.479 0,80
Carbonífera Schwager 0,47 40.944 0,01

Total Acciones 9,13 12,47 9,23 7,52 10,17 8,14 8,79 11,78 4,43 5,94 7,31 11,26 46.745.448 6,97

Total Empresas 9,83 15,88 11,72 12,14 12,53 10,52 13,45 14,69 7,62 9,16 9,25 12,84 67.486.965 10,06

l
Notas: Valor del tipo inversión en un determinado emisor sobre el valor total del Fondo de Pensiones. Incluye las cuentas corrientes tipo II.
2
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor, en miles de pesos.
3
Inversión total de los Fondos de Pensiones en un determinado emisor sobre el total de los Fondos de Pensiones.
ESTUDIOS PÚBLICOS

Fuente: Reproducido de Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones.


Cuadro N° 8
Composición de la Rentabilidad de la Cuota
(Enero de 1988) - (En Porcentaje)
Instrumentos Únicos Instrumentos Seriados Empresas
Rentabilidad
A.F.P. de la Financieros1 Estatales2 Financieros3 Estatales4 Acciones5
Cuota % Rentabilidad Rentabilidad % Rentabilidad % Rentabilidad % Rentabilidad
Concordia 3,65 28,42 1,82 18,61 2,34 44,13 4,54 8,84 7,83
Cuprum 3,90 37,88 1,87 1,16 1,19 21,13 2,40 27,34 6,11 12,49 7,95
El Libertador 3,48 36,60 1,80 3,33 1,83 24,18 2,68 26,89 5,30 8,99 7,64
Habitat 3,16 27,87 1,18 3,04 1,79 25,90 2,59 35,75 3,84 7,45 7,46
Invierta 3,75 34,85 1,83 1,08 1,87 27,24 2,64 27,15 6,03 9,68 7,61
Magister 3,60 21,74 1,81 1,62 1,83 29,87 2,59 38,88 4,61 7,89 7,73
Planvital 3,45 28,39 1,83 4,00 1,67 23,24 2,30 36,10 4,59 8,26 8,13
Protección 3,39 30,75 1,79 9,99 1,84 25,13 2,75 22,56 4,42 11,57 8,36
Provida 3,01 28,61 1,75 5,74 1,82 21,63 2,49 39,73 3,83 4,30 7,99
Santa María 2,92 26,62 1,80 13,34 1,87 21,87 2,71 32,37 3,69 5,80 6,95
Summa 3,27 24,75 1,79 7,02 1,82 27,81 2,85 33,57 4,25 6,85 6,99
Unión 3,46 23,37 1,81 2,51 1,67 30,14 2,38 33,41 4,41 10,56 7,61
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

Total 3,17 27,62 1,79 6,37 1,83 24,21 2,55 35,07 4,10 6,73 7,50
l
Notas: Depósitos a plazo en Instituciones Financieras.
2
Pagarés emitidos por Instituciones Financieras.
Pagarés Descontables del Banco Central de Chile.
3
Pagarés Descontables de la Tesorería General de la República.
Letras hipotecarias emitidas por Instituciones Financieras.
Bonos emitidos por Instituciones Financieras.
4
Bonos de Empresas Públicas y Privadas.
Pagarés del Banco Central de Chile para Instituciones de Previsión Social.
Certificados de Ahorros Reajustables.
Bonos de Reforma Agraria.
Pagarés Reajustables de la Tesorería General de la República.
Pagarés Reajustables del Banco Central de Chile.
5
Acciones de Sociedades Anónimas Abiertas.
197

Fuente: Reproducido de Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones.


198 ESTUDIOS PÚBLICOS

Es así como actualmente los trabajadores afiliados a las


AFP están participando en la propiedad de nueve empresas filia-
les de CORFO, las que forman parte del programa de priva-
tización emprendido por la autoridad económica. A su vez, las
doce AFP se han convertido, a través de los FP, en importantes
demandantes de instrumentos de capital, promoviendo la com-
petitividad en el mercado accionario.
Por todo lo anterior, podemos concluir que a la fecha se
han cumplido exitosamente los objetivos planteados al mo-
mento de implementarse esta ley.

III. Privatización de Empresas Públicas

III. 1 Objetivos

La venta de acciones de empresas públicas al sector priva-


do es parte de un proceso de normalización iniciado por CORFO
en septiembre de 1973, con el objeto de racionalizar y readecuar
las estructuras económicas existentes a la nueva estrategia de
desarrollo, basada en una economía social de mercado con libre
iniciativa privada. El proceso de normalización ha tenido tres
fases: la primera fue la devolución a sus legítimos propietarios
de 350 empresas que se encontraban requisadas o intervenidas y
su regularización financiera —D.L. 333— y administrativa (1973-
1978). La segunda fase consistió en la venta de la participación
de CORFO en empresas —derechos de 135 sociedades y 16 ban-
cos comerciales- y venta de activos (1975-1982), y la última ha
sido la enajenación total o parcial de 27 importantes empresas
del país (1985 en adelante).
En particular, la privatización y normalización anterior
perseguían varios objetivos, entre los cuales cabe destacar:

—Impedir los déficit fiscales producto de los déficit de las


empresas públicas.19
-Mayor dispersión de la propiedad a través de la venta de
las acciones a los trabajadores de las empresas y pequeños inver-
sionistas -capitalismo popular-. La idea es incorporar a todos
los individuos en la generación de riqueza de las empresas y así

19
Responsables de elevadas tasas de crecimiento monetario y, por
ende, de inflación.
REPRIVATIZACIÓN Y CAPITALISMO POPULAR 199

lograr una mayor identificación con ésta y compromiso con el


resultado operacional mismo.
—Mayor eficiencia en el largo plazo de las empresas a tra-
vés de la propiedad privada, a pesar de que algunas de ellas cons-
tituyan monopolios naturales.20
—Como fue mencionado anteriormente, diversificación de
las inversiones de las AFP en instrumentos sólidos, que garanti-
cen un nivel de pensiones satisfactorio y beneficios con el cre-
cimiento de las empresas.
—Fortalecimiento y desarrollo del mercado de capitales.
—Expansión y modernización de las empresas, vía aumen-
tos de capital, en lugar de deudas del Estado y reducción de las
relaciones deuda-capital.
—Recaudación adicional para el Fisco y CORFO con el
objeto de financiar tanto proyectos de alta rentabilidad social
del programa macroeconómico, incluyendo ayuda extra a la
extrema pobreza, como créditos de fomento para el sector pri-
vado.

Debido a lo anterior, se estimó importante privatizar cier-


tas empresas del Estado, incorporando a su propiedad tanto a
inversionistas privados, institucionales —AFP, compañías de se-
guros, fondos mutuos, etc.— o a personas naturales, como es el
caso de los propios trabajadores de las empresas.

III.2 Modalidades de Privatización y Restricciones

Sin embargo, el proceso de privatización de empresas fi-


liales de CORFO enfrentaba varias restricciones.21 En primer
lugar, la crisis económica, iniciada a fines de 1981, había gene-

20
Previamente a la privatización de un monopolio estatal, se ha le-
gislado sobre tarifas y diversas normas técnicas. En el caso de monopolio
natural, es eficiente producir en forma monopólica, ya que con ello se apro-
vechan las economías de escala y se produce a menor costo. Además, la
gestión estatal no garantiza que se eviten conductas indeseadas socialmente.
Existe discusión sobre los incentivos de los funcionarios públicos encargados
de administrar empresas estatales, que podrían inducir a un comportamiento
distinto al esperado por la sociedad.
21
Para una discusión más detallada, véase el estudio realizado por
F. Rosende y A. Reinstein, "Estado de avance del Programa de Reprivati-
zación en Chile", Estudios Públicos, 23 (Invierno 1986), 251.
200 ESTUDIOS PÚBLICOS

rado una crisis de confianza y de expectativas, fundamental-


mente en torno a la viabilidad de una economía funcionando con
una importante proporción de los medios de producción en el
sector privado.
Por otro lado, el traspaso al sector privado de importantes
empresas estatales encontraba resistencia por parte de personas
que las veían relacionadas a actividades de carácter estratégico,
tanto por la condición monopólica como por el hecho que po-
dían ser utilizadas como herramientas de redistribución del in-
greso.22 Además, significaba disminuir la participación del Es-
tado en la economía23 y, por ende, perder su influencia polí-
tica. Así, también, la creciente participación de las AFP en la
propiedad de estas empresas se traduciría en un contrapeso im-
portante a la influencia del Estado sobre ellas.
Una vez tomada la decisión de proceder a traspasar gra-
dualmente varias empresas públicas al sector privado, había que
entrar a buscar las modalidades apropiadas para conseguir este
objetivo. Obviamente, tal estrategia debía contemplar las restric-
ciones mencionadas.
Así, por ejemplo, combinando el D.L. 1.068, que regula
las ventas de CORFO, y el D.L. 3.500, que incorporó el conve-
nio de desconcentración, el Estado se obligó a vender a lo menos
el 25% de las acciones de las empresas públicas que entraron en
el proceso de privatización, con un calendario de venta trimes-
tral que se completaría antes de tres años, y un 30% antes de
cinco años. Ello, en razón de que el pequeño mercado de capi-
tales chileno y el bursátil, en particular, no permitirían mate-
rializar grandes ventas a corto plazo. Esta estrategia ha permi-
tido un sostenido aumento de los precios de venta de las accio-
nes.
Tal como se señaló, se debió legislar en forma específica
-las leyes 18.398, 18.420 y 18.646, que modifican el D.L.
3.500— para que los FP pudieran adquirir acciones de SA abier-
tas, previa clasificación de la Comisión Clasificadora de Ries-
go. Asimismo, mediante la Ley 18.372, se dio a los trabaja-
dores del sector público la posibilidad de adquirir acciones de

22
Hay otras maneras más eficientes de redistribuir ingresos que no
alteran la estructura de precios relativos de los bienes y servicios transados
en los distintos mercados.
23
En 1983 la producción de las empresas públicas representaba
aproximadamente un 17% del PGB del país.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 201

sus propias empresas, mediante el crédito otorgado a través del


pago adelantado de indemnizaciones por años de servicios, apro-
vechando las provisiones realizadas por este concepto por las
propias empresas.
Otra forma alternativa, en que los trabajadores han adqui-
rido estos títulos, ha sido a través de gratificaciones recibidas en
acciones en vez de dinero, la cual es convenida en la negociación
colectiva realizada de acuerdo al D.L. 2.758, de 1979. También
CORFO ha impulsado la creación de sociedades de trabajadores
que recurren al sistema financiero, de manera de lograr recursos
adicionales para adquirir una mayor cantidad de acciones, de-
jándolas prendadas a favor de entidades bancadas. Por último,
se han permitido las operaciones a crédito en algunos casos ex-
cepcionales; es decir, operaciones con saldo de precio (ECOM y
ENDESA).
Inicialmente, se resolvió que la mayor parte de las empre-
sas estatales se convirtieran en sociedades anónimas. Luego se
decidió actuar con cautela y vender un 2,5% anual de la emisión,
para lograr un buen precio de mercado y presencia bursátil.
Se adoptó la estrategia de que al llegar a los precios esperados, la
oferta de títulos aumentaría hasta satisfacer la demanda de in-
versionistas institucionales. De ese modo los pequeños inversio-
nistas entrarían inicialmente en la liquidación de las acciones
hasta el punto en que el precio de mercado reflejara las posibi-
lidades reales de generación de riqueza de las empresas, para
posteriormente incorporar a los inversionistas institucionales
en la adquisición de paquetes accionarios mayores. Así se evi-
taría que inversionistas con un mayor poder de compra, en re-
lación a personas naturales, pudieran pagar precios subvaluados.
No hay que olvidar que el solo anuncio y el hecho en sí de tras-
pasar empresas públicas al sector privado generaría expectativas
de aumentos de eficiencia, con lo cual los precios podrían au-
mentar en forma anticipada, previamente a lograr transferir más
allá del 50% del capital, punto en donde cabría esperar un salto
en el precio. Es así como el Estado, a través de CORFO, intenta-
ría captar parte de los nuevos beneficios que generaría una ad-
ministración más eficiente de estas empresas. Lo anterior, sin
desmedro de que el precio siguiera subiendo al ser traspasadas
definitivamente, por cuanto ello involucraría validar un evento
incierto, sin riesgos de reversión del proceso de privatización.
Igualmente se han ofrecido participaciones interesantes a
operadores internacionales o a grandes inversionistas, como un
estímulo para atraer capital, nueva tecnología y gestión. Por
otro lado, se han hecho licitaciones con precalificación de los
202 ESTUDIOS PÚBLICOS

postulantes en aquellos casos en que se ha resuelto vender la


empresa como un todo, dada la importancia de ésta a nivel na-
cional.
En algunas situaciones, como es el caso de CAP, se ha op-
tado por reducir el capital, de modo que los inversionistas parti-
culares subieran su participación en la propiedad del 13 al 49%,
y CORFO redujera la suya del 87 al 51%. Lo anterior significó
para CORFO un retorno de US$ 72 millones.24 En otras, se han
autorizado ventas directas, con precios y condiciones negociados
de común acuerdo, principalmente a trabajadores.
Otras modalidades utilizadas han sido: (a) Devolución de
aportes en acciones de nueva emisión, a los usuarios que preci-
san ampliaciones, extensiones y otros servicios eléctricos. (Apor-
tes Financieros Reembolsables de acuerdo al D.F.L. N° 1 del
Ministerio de Minería de 1982); (b) Devolución de aportes de
capital en acciones por parte de suscriptores de servicio telefó-
nico (D.F.L. N° 1 del Ministerio de Transportes y Telecomuni-
caciones del 10.9.82), y (c) Financiamiento de proyectos de in-
versión específicos y modernización vía emisión de acciones de
pago a suscribir por agentes del sector privado, de acuerdo a las
leyes 18.045 y 18.046.

III.3 Resultados

El Cuadro NO 9 presenta el programa de transferencia de


propiedad y sus modalidades entre 1985-1988. Se aprecia que de
las 27 empresas que allí aparecen, 13 ya han sido privatizadas
totalmente (100%) y se espera que este proceso culmine en otras
5 a fines de año. A su vez, la mayoría de las empresas que que-
darán definitivamente en el sector privado utilizarán casi todas
las modalidades creadas para cumplir con este objetivo. De estas
últimas, sólo un tercio (6) utilizará la modalidad de licitación-
precalificación, el que corresponde, en general, a pequeñas em-
presas, tales como EMEC, EMELAT,25 PILMAIQUEN, PUI-
LLINQUE, TELEX y ENAEX.26 Dentro de las modalidades,
destaca la venta de acciones a trabajadores, la cual ha sido utili-
24
Fue un caso especial, viable por los grandes excedentes de caja de
esa compañía.
25
Formada por los trabajadores.
26
Esta última la combinará con otras modalidades.
Cuadro N° 9
Programa de Transferencia de Propiedad - Sus Modalidades (1985-1988)
Privatización

Aumento
Empresas % A.F.P. Trabajadores Bolsa A.F.R1 Capital2 Otros Observaciones

1. C.T.C. 10055 ' 7 Sí Sí Sí Sí Sí Operadores Internacionales.


2. Entel 51 Sí Sí Sí Ejército de Chile (12,5%) Venta directa
3. Télex 10066 Licitación - Precalificación.
4. Ecom 100 Sí
5. Endesa 49 5 ,7 Sí Sí Sí Sí Sí Venta Funcionarios Fisco.
F.F.A.A. Municipales.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

6. Colbún 307 Sí Sí Sí Sí Sí
7. Chilgener 10066 Sí Sí Sí Sí
8. Pilmaiquén 1006 Sí Licitación - Precalifícación.
9. Pullinque 100 5,6 Sí Licitación - Precalifícación.
10. Chilmetro 100 3,6 Sí Sí Sí Sí
11. Chilquinta 100 Sí Sí Sí Sí
12. Emelat 5,6
100 Sí Licitación - Precalifícación.
13. Emel 100 5,6 Sí Sí - Venta directa
5,6
14. Emec 1005 , 7 Sí Licitación.
15. lansa 90 Sí Sí Venta Agricultores Remolacheros.
16. Lab. Chile 54 55,6 Sí Sí Sí
17. CAP 1007 Sí Sí Disminución de Capital.
18. Soquimich 1006 Sí Sí Sí
19. Enaex 100 7 Licitación - Precalifícación.
20. Enacar 25 Sí Sí Sí
203

21. Schwager 1007 Sí Sí Sí


Cuadro N° 9 204

Programa de Transferencia de Propiedad - Sus Modalidades (1985-1988)


Privatización
(Continuación)
Aumento
Empresas % A.F.P. Trabajadores Bolsa A.F.R1 Capital2 Otros Observaciones

22. Lan Chile 607 Sí Sí Sí 1% adquirido por CAP.


23. Copcmac _ 4, 7 Sí Sí Licitación de Ventas de
Activos - Precalificación.
24. Ise 33
25. Edelnor 100 Sí Sí Sí Sí Capitalismo Popular Regional.
26. Edelmag 100 Sí Sí Sí Capitalismo Popular Regional.
27. Chile Films 100 Licitación - Precalificación.
1
Notas: A.F.R.: Aportes Financieros Reembolsables al D.F.L. N° 1 de Minería de 1982, excepto en el caso de CIC, que es el OFI. N° 1 de
Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones de 1987.
2
Aumentos de Capital: Se trata de financiar proyectos específicos de inversión y modernización vía emisión acciones a suscribir
3
por privados.
4
Venta directa a FAMAE con pago exclusivamente a plazo.
5
Se vende la mayor parte de los predios e inventarios y todo el ganado.
6
Existía algún % de propiedad privada antes de 1985, sea por A.F.R. o accionistas muy antiguos.
7
Cumplido (100%) 34-7-8-9-10-11-12-13-14-17-13 y 19.
Por completar: 1 - (hasta 100%).
2-(hasta 51%). -
5 -(hasta 49%).
6-(hasta 30%).
15-(hasta 90%)
20-(hasta 25%).
21 -(hasta 100%).
22-(hasta 60%).
23 - Restan 2 predios forestales.
24-(hasta 33%).
25-(hasta 100%).
ESTUDIOS PÚBLICOS

Fuente: Corporación de Fomento de la Producción.


REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 205

zada y está contemplada en el 70% de estas empresas. Llama la


atención la promoción del capitalismo popular regional median-
te empresas tales como EDELNOR y EDELMAG.27
Entre 1985 y mediados de mayo de 1988 la recaudación
total por venta de empresas filiales de CORFO ascendía a 918,5
millones de dólares -UF 53.862.705 ó 194.550 millones de
pesos—. Aproximadamente un tercio de estos recursos ha vuel-
to nuevamente al mercado de capitales, a través de la oferta de
ahorro que ha venido realizando CORFO con el objeto de finan-
ciar proyectos de pequeñas y medianas empresas del sector pri-
vado. El resto de estos recursos recaudados ha sido utilizado por
la Dirección de Presupuesto para financiar, entre otras cosas, el
programa macroeconómico.
En el Cuadro N° 10 se muestra el destino de las ventas
realizadas en igual período. Aparece la participación que poseen
las AFP en las nueve SA abiertas que han sido aprobadas por la
Comisión Clasificadora de Riesgo.28 Se puede apreciar que los
FP no alcanzan a tener, en ningún caso, el 25% de las acciones
de algunas de las empresas, estando el promedio de participación
centrado en 14%, las que, por otra parte, y en general, exhiben
una gran desconcentración en la propiedad accionaria. En todas
estas situaciones los trabajadores, inversionistas privados e ins-
titucionales han participado en la adquisición de títulos de pro-
piedad. La CTC es la única de estas empresas que registra lici-
taciones y corresponde al 37% del capital suscrito. A su vez, los
trabajadores han pasado a ser propietarios del 100% del capital
de ECOM y EMEL.
En el Cuadro N° 11 aparece la información concerniente
a la venta de acciones a trabajadores. Como se aprecia, la moda-
lidad más utilizada ha sido la de adquisición, mediante recursos
propios, la que asciende a $ 20.622 millones. Tanto en el caso
de ENDESA como de ECOM, CORFO ha otorgado créditos a los
trabajadores por $ 3.600 millones. En el caso de CAP, la propia
empresa ha sido la que ha otorgado préstamos por un valor de
$ 2.894 millones. La segunda forma de financiamiento más uti-
lizada ha sido mediante el pago de indemnizaciones anticipadas.

27
Esto no significa que los habitantes de las diversas regiones del
país no tengan acceso a la participación de la propiedad en el resto de las
27 empresas.
28
En realidad, corresponden a las ventas iniciales en las cuales han
participado las AFP. Paralelamente estas instituciones previsionales han se-
guido comprando a otros particulares.
206 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cuadro N° 10

Destino de las Ventas Realizadas, 1985-1988

Empresas A.F.P. Bolsa Trabajadores Licitaciones Otros Total


% % % % % %

CAP 20 34 361 100


Chilgener 14 80 6 — — 100
Chilmetro 24 39 31 — 6 100
Chilquinta 17 72 9 - 2 100
_2
CTC 7,5 8,2 12 37 64,7
Ecom — — 100 — — 100
Emec _ — — 100 — 100
Emel — — 100 — _ 100
Emelet _ • — — 1003 — 100
Enaex — — — 67 334 100
Endesa 14,3 0,7 6 — 22 43
Entel 18 6 12,5 — 12,55 49
lansa — 38,5 21,5 — 156 75
Lan Chile 4 32,1 12,6 - — 48,7
Pilmaiquén — - - 100 - 100
Pullinque - - - 100 — 100
Soquimich 23 59 18 - — 100
Schwager 7,2 32,3 3 — — 42,5
Télex — — — 100 — 100
1
Notas: Reducción de capital por lo cual CORFO disminuyó del 87 al 51%
y los privados aumentaron de 13 a 49%. CORFO recaudó por devo-
lución US$ 72 millones.
2
Aprobado aumento de capital de US$ 270 millones.
3
Fomento por los trabajadores.
4
Venta directa a FAMAE. (Empresa del Ejército de Chile).
5
Venta directa a FAMAE.
6
Venta directa a Agricultores Remolacheros,
Fuente: Corporación de Fomento de la Producción. Gerencia de Normalización.

Por este concepto se han destinado recursos del orden de


$ 13.928 millones. Tanto EMEL como EMELAT han recurrido
exclusivamente a esta modalidad de financiamiento. Por últi-
mo, hay que mencionar la adquisición mediante gratificaciones,
lo cual compromete recursos por un monto equivalente a $ 312
millones.
A su vez, el Cuadro NO 12 muestra el detalle de la venta
de acciones a trabajadores. En la gran mayoría de las situaciones,
los precios han experimentado variaciones positivas, constitu-
yéndose en ganancias de capital. En promedio, éstas han alcan-
zado a $ 471.355 por trabajador. En todos los casos, los traba-
Cuadro N° 11
Información de Venta de Acciones a Trabajadores
(Moneda Nacional)
Indemnizaciones Recursos propios Gratificaciones Convenio Colectivo Número de Trabajadores
Empresas % MM$ % MM$ % MM$ Inicial Al 17.05.88.

CTC 12 6.4431 4.542 4.600


Chilmetro 11 950 20,0 4.118 1.756 1.778
Chilquinta 8 201 1,0 11 385 443
Soquimich 15,5 4.401 2,5 309 4.796 4.796
Chilgener 6 478 1.106 628
Lab. Chile 4 76 8,5 162 0,14 3 525 590
lansa 16 293 5,2 319 799 848
CAP 31,0 2.8942 3.250 3.550
Endesa 3 3.311 3,0 2.8903 3.600 3.600
Ecom 100,0 2704 124 122
Emel 100 8005 2.300 2.309
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

Schwager 3 75 680 680


Entel 12,5 5.567 1.419 1.419
Emelet 100 1.3016 1.589 1.589

Total 13.928 20.622 312 27.069 26.952

TOTAL FONDOS APLICADOS: 34.862 MM$.


1
Notas: Venta de acciones de nueva emisión, recaudado por CTC.
2
Venta financiada con préstamos de la propia CAP (50,2% fue recaudado por CORFO).
3
Crédito CORFO.
4
Crédito CORFO.
5
Indemnizaciones adelantadas por ENDESA.
6
Más U.F. 33.089 pagadas en dos cuotas 30.05.88 y 30.06.88.
207

Fuente: Corporación de Fomento de la Producción. Gerencia de Normalización.


Cuadro N° 12
208

Venta de Acciones a Trabajadores


Empresa Fecha % Acciones Trabajadores Precio/Acción Div. Rec. a Precio Valores Promedios por Trabajadores (en $)
Compra Vend. Compradas Adquirentes ($) hoy 88 Cierre Inversión Div. Total Rent. Vía Bco. Vía Rent. Vía Rentabilidad
17.05.88 Recibidos Div. (%) Prec. (%) Prec. (%) Total (%)

CAP 12/85 21,70 32.360.000 2.400 43.75 28,63 180 589.896 386.028 65,44 1.837.104 311,45 376,87
12/86 3,00 4.500.000 1.842 83,06 25.96 180 202.915 6.342 31,25 236.824 1 16,71 147,97
02/87 8,60 12.800.000 2.121 105,00 25,96 180 633.663 156.666 24,72 452.617 71,43 96,15
Chilgener 12/85 4,00 654.809 628 491,00 313,99 565 51 1.961 327.394 63,95 77.159 15,07 79,02
07/86 2,00 322.794 604 500,00 237,00 565 267.214 126.659 47,40 74.728 13,00 60,40
Chilmetro 10/85 5,00 610.618 1.105 924,37 935,40 1.860 510.803 516.898 101,19 517.025 101,22 202,41
12/86 3,00 36.687 1.778 1.050,00 619,26 1.860 216.656 127.777 58,98 167.134 77,14 136,12
06/87 3,00 345.894 1.778 16.450,00 385,86 1.860 320.020 75.066 23,46 41.826 13,07 36,53
08/87 20,00 2.349.731 1.778 1.753,00 385,86 1.860 2.316.692 509.937 22,01 141.407 6,10 28,12
C h i l q u i n t a 12/85 8,00 272.576 443 669,00 637,52 2.320 41 1.633 39.214 95,26 1.015.853 246,79 342,05
12/86 1,00 31.940 140 965,51 433,09 2.320 220.274 98.806 44,86 309.017 140,29 185,14
CTC 04/87 6,00 24.420.771 2.934 1 12,00 35,92 125 932.218 298.975 32,07 108.204 11,61 43,68
05/87 0,10 417.049 126 1 12,00 26,42 125 37.071 94.068 25,38 43.029 11,61 36,98
06/87 0,10 412.276 73 159,33 28,42 125 899.835 160.505 17,84 -193.883 -21,55 -3,71
09/87 1,80 7.348.894 1.409 159,33 20,92 125 831.014 109.112 13,13 -179.054 -21,55 -8,42
03/87 3,90 15.600.000 4.600 157,29 13,42 125 533.418 45.51 1 8,53 -109.505 -20,53 -12,00
Knel 10/86 100,00 8.661.725 2.300 93,50 36,98 207 352.118 139.265 39,55 417.437 121,39 160,94
Endesa 03/88 6,00 475.350.000 3.600 13,00 1,73 13 1.716.542 228.432 13,31 13.204 0,77 14,08
lintel 04/88 12,50 11.578.499 1.479 480,00 83,30 494 3.916.617 679.696 17,35 1 14.235 2,92 20,27
Iansa 11/86 6,00 376.179.524 846 0,80 1,01 3,82 355.725 449.103 126,25 1.342.863 377,50 503,75
01/86 5,20 122.961.830 848 2,60 0,62 3,82 377.006 89.901 23,85 176.903 46,92 70,77
Lab. Chile 09/86 0,14 347.270 374 8,26 2,90 10,35 4.997 1.755 35,11 1.264 25,30 60.41
05/87 12,50 51.250.000 525 7,60 2,90 10,35 452.381 172.619 36,16 163.690 36,18 74,34
Schwager 0 3 / 8 7 3,00 9.390.000 680 8,00 2,78 6 1 10.471 38.389 34,75 -27.618 -25,00 9,75
Soquimich 01/86 2,55 3.154.594 4.464 97,89 142,48 310 69.176 100.687 145,55 149.893 216,68 362,23
12/86 1,84 2.271.542 4.796 145,32 97,74 310 68.828 46.293 67,26 77.998 1 13,32 180,53
01/87 8,16 10.077.568 4.494 146,66 97,74 310 328.878 219.177 66,64 366.282 1 1 1,37 178,02
03/88 5,48 6.774.520 4.500 381,74 44,82 310 574.690 67.474 1 1,74 -108.001 -18,79 -7,05

Notas: Inversión total en miles de (%): 34.125.710.


Inversión promedio por trabajador: 1.355.701.
Dividendos promedios recibidos por trabajador (%): 38,929.
Ganancia promedio vía precio (%): 471,355.
Rentabilidad obtenida total. Promedio por trabajador (%): 62,67.
ESTUDIOS PÚBLICOS

Fuente: Gerencia de Normalización CORFO.


REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 209

jadores han recibido dividendos que promedian $ 380.929 por


persona. Lo anterior significa una rentabilidad total promedio
por trabajador de 62,87% a mayo de 1988.
Finalmente, los cuadros números 13 y 14 presentan el
balance de la venta de acciones durante los años 1986 y 1987,
respectivamente. En 1986 la venta de acciones de estas empre-
sas generó ingresos por un monto de 43.628 millones de pesos.
Tal cifra ascendió a los 54.814 millones de pesos para 1987.
En los mismos cuadros aparecen cifras respecto de la evo-
lución del número de trabajadores que laboran en estas empre-
sas. Desde diciembre de 1985 al mismo mes de 1987 la dota-
ción total se incrementó desde 25.432 a 32.499 trabajadores.
Todo lo anterior indica que la mayor eficiencia alcanzada por la
privatización de estas empresas no ha redundado en desocupa-
ción de trabajadores.
En diciembre de 1987 los principales 10 accionistas con-
trolaban en promedio el 69% del patrimonio de las empresas
que estaban siendo privatizadas —o ya lo estaban—, mientras
que en diciembre de 1987 los 10 más importantes accionistas
controlaban en promedio el 95%. A su vez, el sector privado ha
pasado a controlar el 60% del capital de las empresas.29 Es evi-
dente que se ha avanzado hacia la desconcentración de la pro-
piedad patrimonial de las empresas en la medida que el proceso
de privatización se ha llevado a cabo.
De acuerdo a la información proporcionada recientemen-
te por CORFO, se han incorporado un total de 114.000 nuevos
inversionistas a estas empresas. Se espera que próximamente
otros 100.000 trabajadores se constituyan en accionistas, al ser
beneficiados con la autorización del pago anticipado de desahu-
cios por años de servicios. La compra de estos instrumentos la
podrán efectuar a partir de octubre de este año en un proceso
que podría concluir a fines de 1988.

IV. Resumen y Conclusiones

La severa recesión económica iniciada a fines de 1981,


provocada principalmente por una significativa caída en los
términos de intercambio y aumento de las tasas de interés in-

29
La base de empresas para el cálculo de participación de los diez
principales accionistas difiere en cada período, tal como se puede apreciar
de los cuadros números 13 y 14.
Cuadro N° 13
210

Balance de Venta de Acciones 1986


(Moneda Nominal)
I. Empresas que se transan en bolsa
A) Empresas clasificadas para ser compradas por A.F.P.
Venta desde Ingreso 1987 Número de Número de % 10 Mayores % Particip.
Firma Convenio (%) al 31 diciembre trabajadores accionistas accionistas Sector Privado
A.F.P. Bolsa Trab. Total (Mill, de $) Dic. 86 Dic. 87 Dic. 86 Dic. 87 Dic. 86 Dic. 87 Dic. 86 Dic. 87

Chilgener 14 45 6 65 3.874 819 852 1.160 1.568 80 66 35 65


Chilmetro 24 32 31 87 8.489 2.496 2.587 6.862 8.834 64 59 63 100
Chilquinta 17 65 9 91 2.275 984 956 1.178 1.482 73 67 63 100
CTC 4,2 4,2 3.298, 7.185 7.374 3.309 11.050,3 92 83 11 25
Endesa 13 6 19 8.0861 2.905 2.928 306 23.000 100 85 1 20
Entel 18 15 33 1.023 1.452 1.479 1.404 1.308 90 90 30 33
Lab. Chile 4 32 12,5 48,5 468, 570 618 938 1.160 89 69 23 49
Schwager 0,5 29 3 32,5 7402 2.264 2.277 2 1.170 100 81 33
Soquimich 23 35 10 68 8.703 4.858 5.024 5.581 7.201 77 67 55 82

36.956 23.533 24.106 20.740 56.773 85 74 31 56


Promedio Promedio
B) Empresas no clasificadas para ser compradas por A.F.P.

Total
Otros Bolsa Trab. Venta

CAP 48 3 51 6.467 6.767 6.923 7.030 8.896 62 33 52 100


Iansa 15 18 16 49 120 1.437 1.470 19.705 20.001 63 59 46 49

6.587 8.204 8.393 26.735 28.897 63 46 49 75


ESTUDIOS PÚBLICOS

Promedio Promedio
Cuadro N° 13

Balance de Venta de Acciones 1986


(Moneda Nominal)
(Continuación)
II. Empresas no transadas en bolsa

Ingreso 1987 Número de Número de % 10 Mayores % Particip.


al 31 de diciembre trabajadores accionistas accionistas Sector Privado
% Vendido Adquirentes (Mill, de $) Dic. 86 Dic. 87 Dic. 86 Dic. 87 Dic. 86 Dic. 87 Dic. 86 Dic. 87

Ecom 100 Trabajadores


Emec 100 Sigdo Koppers 9084
Emel 100 Trabajadores
Emelat 100 EMEL y Trabaj. ENDESA 1.1854
Enaex 100 Austin Powder y FAMAE 1.632
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

Pilmaiquén 100 I.M. Trust


Pullinque 100 Golan S.A. 7.5464
Télex 100 Chile Pack

11.271
Promedio Promedio
Totales 54.814 31.737 32.499 47.475 85.670 81 69 34 60

l
Notas: No incluye cuotas a plazo, las sumas al 31/12/87, $ 10.514 millones ni adelantos de indemnización por $ 3.289 millones.
2
Ingreso para ENACAR.
3
Aproximado.
4
Ingreso para ENDESA.
211

Fuente: Corporación de Fomento de la Producción. Gerencia de Normalización.


Cuadro N° 14
212

Balance de Venta de Acciones 1987


(Moneda Nominal)
I. Empresas que se transan en bolsa
A) Empresas clasificadas para ser compradas por A.F.P.

Venta desde Ingreso 1986 Numero de Número de % 10 Mayores % Particip.


Firma Convenio al 31 diciembre trabajadores accionistas accionistas Sector Privado
A.F.P. (% ) Bolsa Trab. Total (Mill, de $) Dic. 85 Dic. 86 Dic. 85 Dic. 86 Dic. 85 Dic. 86 Dic. 85 Dic. 86

Chilmetro 24 18 8 50 5.017 2.421 2.496 4.784 6.862 86 64 16 63


Chilgener 14 15 6 35 2.248 779 819 652 1.160 96 80 5 35
Chilquinta 17 28 9 54 1.125 968 984 1.080 1.178 88 73 18 63
Entel 18 12 30 3.727 1.429 1.452 96 1.404 100 90 30
Soquimich 23 18 4 45 8.664 4.459 4.858 238 5.581 97 77 10 55
Lab. Chile 4 19 23 286 586 570 13 938 100 89 23

21.067

B) Empresas no clasificadas para ser compradas por A.F.P.

Total
Otros Bolsa Trab. Venta

lansa 15 15 16 46 893 1.284 1.437 11.187 19.705 100 63 0,4 46


CTC 2 2 479 6.850 7.185 2.900 3.309 93 92 8 11
CAP 3 3 374 6.656 6.767 5.654 7.030 92 62 11 52
ESTUDIOS PÚBLICOS

1.746
Cuadro N° 14

Balance de Venta de Acciones 1987


(Moneda Nominal)
(Continuación)

II. Empresas no transadas en bolsa

Ingreso 1986 Número de Número de % 10 Mayores % Particip.


al 31 diciembre trabajadores accionistas accionistas Sector Privado
% Vendido Adquirentes (Mill, de $) Dic. 85 Dic. 86 Dic. 85 Dic. 86 Dic. 85 Dic. 86 Dic. 85 Dic. 86
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR

Ecom 100 Trabajadores 20


Télex 100 Chile Pack 1.411
Emec 100 Sigdo Koppers 609
Emel 100 Trabajadores 800
Pilmaiquén 100 I.M. Trust 4.165

7.035

III. Cap. (Disminución del capital) 13.780 Promedio Promedio

Totales 43.628 25.432 26.568 26.604 47.167 95 77 8 42


213

Fuente: Corporación de Fomento de la Producción. Gerencia de Normalización.


214 ESTUDIOS PÚBLICOS

ternacionales, produjo la insolvencia de numerosas entidades


bancadas. El Estado se vio en la necesidad de otorgar su aval
a varias instituciones financieras que poseían cuantiosos pasivos
con la banca acreedora externa. Paralelamente debió entrar a
liquidar e intervenir a varias de ellas, cuyas pérdidas patrimoniales
eran cercanas o superaban el capital contable.
Lo anterior significó un fuerte retroceso en cuanto a la es-
trategia de desarrollo económico adoptada por Chile a partir de
fines de 1973, la cual se orientó hacia una economía social de
mercado, en donde el Estado debía jugar un rol subsidiario. En
forma gradual, el Estado comenzó a participar en diversos ámbi-
tos y áreas de la economía que, con anterioridad a la crisis, ha-
bía traspasado al sector privado, tales como el sector financiero,
el nuevo sistema previsional y diversas otras empresas. Se incre-
mentó la participación del sector público en la economía, me-
diante la asignación de una mayor proporción de los recursos y
de un control más directo sobre la propiedad de los medios de
producción del país.
Una de las consecuencias más graves de la recesión fue la
crisis tanto de confianza como de expectativas respecto del fun-
cionamiento de la economía social de mercado, en donde el dere-
cho a la propiedad y libre iniciativa privada juegan un papel
preponderante. Este último aspecto se convirtió en la mayor
restricción frente a los intentos de normalizar la situación.
Diversas medidas, tanto directas como indirectas, fueron
consideradas en el programa de normalización implementado por
la autoridad desde principios de 1982. Entre las primeras desta-
can la ayuda a deudores a través del dólar preferencial y los sis-
temas de reprogramación de deudas. En el segundo grupo se en-
cuentran el programa de venta de la cartera vencida al Banco
Central y el mecanismo de capitalización de la banca y AFP in-
tervenidas. Este último mecanismo ha sido contemplado en la
Ley 18.401, de enero de 1985, y ha sido denominado "capita-
lismo popular directo", pues consistía no sólo en recapitalizar
y reprivatizar las instituciones intervenidas, sino también en di-
fundir la propiedad patrimonial entre un gran número de peque-
ños accionistas.
En la misma ocasión en que fue dictada la ley anterior, en-
tra a regir la Ley 18.398, que modificó el D.L. 3.500 de 1980,
con el fin de autorizar a las AFP para invertir los recursos de los
Fondos de Pensiones en acciones de sociedades anónimas abier-
tas. A esto último se le ha denominado "capitalismo popular in-
directo", por cuanto los trabajadores indirectamente se convier-
ten en propietarios de importantes empresas del país.
REPRIVATIZACION Y CAPITALISMO POPULAR 215

La última expresión del capitalismo popular —directa— ha


sido la privatización de empresas públicas iniciada por CORFO a
partir de 1985. Con ello se han perseguido varios objetivos, tales
como la eliminación de la probabilidad de déficit fiscales prove-
nientes de empresas públicas,30 dispersión de la propiedad entre
un gran número de trabajadores de las empresas y pequeños ac-
cionistas, una mayor eficiencia en la producción de bienes y
servicios y un fortalecimiento y desarrollo del mercado de ca-
pitales.
Transcurridos ya más de tres años desde que se implemen-
to el mecanismo del capitalismo popular en la normalización
de los diversos bancos y AFP, en la privatización de empresas
públicas y en la diversificación de la cartera de los FP de las
AFP, se puede entrar a evaluar lo apropiado que ha sido este
mecanismo para responder a los objetivos para los cuales fue
diseñado. No hay dudas en cuanto a que los resultados obteni-
dos son del todo exitosos.
En primer lugar, se cumplió cabal y anticipadamente la
capitalización para los bancos y AFP intervenidos. Los bancos lo-
graron captar los recursos necesarios como para seguir operando
en el sector privado y así lograr una administración más eficiente.
El aporte total a estas instituciones fue del orden de los $ 107.000
millones a fines de 1987. Con respecto a las AFP relacionadas a
las entidades bancarias intervenidas, por la vía del capitalismo po-
pular, lograron captar recursos equivalentes a más de $ 4.600 mi-
llones. Al sistema financiero ingresaron 41.644 capitalistas po-
pulares y a las AFP 14.098, los que, en conjunto, suman 55.742
nuevos propietarios. También se logró reducir las relaciones deu-
da-capital de estas instituciones y desconcentrar la propiedad ac-
cionaria.
El programa de privatización iniciado por CORFO en 1985
no ha tenido tropiezos y continúa en forma exitosa. A mayo de
1988, 13 de las 27 empresas que han emprendido el proceso de
privatización han sido traspasadas definitivamente al sector pri-
vado: se espera que otras 5 lo culminen a fines de este año.
Entre 1985 y mediados de mayo de 1988 la recaudación total
por venta de estas empresas era cercana a los 1.000 millones de
dólares. A su vez, cerca de 114.000 nuevos inversionistas han
pasado a ser propietarios directos de estas empresas y se espera
que próximamente otros 100.000 trabajadores se constituyan en

30
Las empresas privatizadas habían dejado de ser deficitarias, pro-
ducto de una política presupuestaria subsidiaria.
216 ESTUDIOS PÚBLICOS

nuevos inversionistas, lo que significa una amplia difusión del


patrimonio. La alta rentabilidad de quienes han invertido en las
acciones de estas empresas y el mayor crecimiento que ha venido
experimentando la economía en los últimos años, aseguran que
este programa continúe tal cual ha sido trazado.
En cuanto al capitalismo popular indirecto, la autoriza-
ción dada a las AFP de invertir los FP en acciones de SA abier-
tas, ha significado redistribuir la cartera de inversiones entre ene-
ro de 1985 e igual mes de este año. Los FP han sido canalizados
en mayor proporción hacia las SA, en detrimento del resto de los
demás demandantes institucionales. Basta considerar que a enero
de este año cerca de 67.500 millones de pesos —10,06% de los
FP— se encontraban invertidos en bonos y acciones de SA abier-
tas aprobadas por la Comisión Clasificadora de Riesgo. De este
monto, 46.700 millones de pesos correspondían a la inversión
en acciones.
Por otro lado, el capitalismo popular ha logrado integrar a
2.900.000 trabajadores del país a la propiedad de las empresas
que están contempladas en el programa de privatización. Si
bien el trabajador no se convierte directamente en capitalista
popular, indirectamente se transforma en propietario de una
parte del capital y recibe los beneficios del crecimiento y de las
utilidades que experimentan estas empresas, a través de los fon-
dos de pensiones.
Todo lo anterior confirma lo que ya se ha dicho. El proce-
so de reprivatización de la economía y el mecanismo de capita-
lismo popular en Chile han sido exitosos. La última crisis por la
cual atravesó la economía permitió comprender a la autoridad
económica la necesidad de acelerar el programa de privatización
que se había venido implementando desde 1973. De esta forma
se ha logrado alcanzar un mayor consenso entre las personas en
cuanto a las ventajas de un sistema económico basado en la li-
bertad de emprender y en el derecho a la propiedad privada.
Cabe esperar que a futuro el capitalismo popular sea utili-
zado en empresas que de una forma u otra requieran de la capita-
lización y difusión de la propiedad patrimonial. Tal es el caso de
la ISAPRE Banmédica, la que actualmente es de propiedad de la
Caja Bancaria de Pensiones y que próximamente será enajenada
mediante este mecanismo. Para los efectos de traspasar esta ins-
titución de salud previsional al sector privado, las acciones de la
recién creada sociedad anónima serán ofrecidas preferentemente
a sus propios trabajadores, incluyendo a los médicos que prestan
sus servicios y a los pensionados de dicha institución. El rema-
REPRIVATIZACIÓN Y CAPITALISMO POPULAR 217

nente será ofrecido al público en lotes unipersonales de un máxi-


mo de 1.000 acciones, con un valor unitario de $ 800 por
título.31

31
Paralelamente, se ofrecerá financiar el 80% del valor de la com-
pra, con un interés fluctuante entre el 4% y el 5%, según el monto adqui-
rido.
OPINIÓN

HEIDEGGER Y LOS MANAGERS:


COMENTARIOS AL PENSAMIENTO DE
FERNANDO FLORES

Eduardo Sabrovsky J.*

Este artículo se propone entregar una interpretación de la trayectoria


intelectual de Fernando Flores (ex ministro de Economía y Hacienda del
gobierno de Salvador Allende, actual presidente de la empresa Action
Technologies en los EE.UU.), desde su suelo originario en la problemática de
las management sciences y la automatización de oficinas, pasando por su
crítica neoheideggeriana al paradigma racionalista vigente en estas discipli-
nas, hasta su proposición de un nuevo paradigma, centrado en las conver-
saciones para la acción y en un nuevo tipo de herramientas computacionales,
los "coordinadores". Se presta particular atención a la crítica, basada en la
filosofía de Heidegger, de los supuestos racionalistas (cuyas raíces inme-
diatas se encuentran en el positivismo lógico), de la noción que sirve como
idea-fuerza al desarrollo de la tecnología computacional, la de Inteligencia
Artificial (IA). Se describen también los quiebres que, más allá de sus éxitos
en el plano netamente tecnológico, está experimentando el programa de
investigaciones en IA, y que son el trasfondo del surgimiento de esta crítica
en los medios académicos y empresariales norteamericanos en los cuales F.
Flores está inserto. Finalmente se presta atención a ciertas líneas que a
nuestro juicio se desprenden de su propuesta neoheideggeriana, pero cuyo
punto de llegada no está ya en las management sciences, sino más bien en la
filosofía política, pensando a través de ellas la problemática de moderni-
zación vs. humanismo presente en nuestra historia.

* Licenciado en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile;


Consultor en Sistemas de Información. Editor de Apsi-Computación.
220 ESTUDIOS PÚBLICOS

Introducción

E n conversaciones de sobremesa y reuniones de direc-


torio, en seminarios, aulas universitarias, centros de investigación
y thinktanks ligados a la política y la cultura, el nombre de
Fernando Flores (ex ministro de Economía y Hacienda del go-
bierno de Salvador Allende, actual presidente de la empresa
Action Technologies en los EE.UU.), es mencionado con fre-
cuencia hoy en nuestro país. Se discuten su personalidad, su
trayectoria académica y política, sus éxitos como empresario e
intelectual en los EE.UU., su peculiar enfoque filosófico heideg-
geriano para los problemas de la automatización de oficinas,
plasmado en su propuesta de "una metafísica descriptiva del
management"; no son raros tampoco los intentos por extraer de
sus ideas rendimientos para las esferas de la vida política, per-
sonal, etc.
Esta influencia, ejercida a la distancia a través de los
seminarios "Comunicación para la acción" que se efectúan pe-
riódicamente en Chile (así como en los EE.UU. y otros países) y
en los cuales se difunde su pensamiento, no debiera sino in-
crementarse en el futuro, particularmente debido al carácter de
experiencia iniciática que los seminarios asumen para muchos de
sus asistentes. Y más allá de aspectos anecdóticos, nos parece
posible establecer una correspondencia entre el pensamiento de
F. Flores y las conversiones que suscita: estamos frente a una
propuesta de síntesis, de superación de fracturas tanto en el
plano cultural en sentido amplio, como en el de nuestra propia
historia. En efecto, junto a Heidegger, Flores rechaza las dico-
tomías racionalistas que separan al lenguaje —en el cual ven una
pura representación de un mundo "objetivo"— de la acción, y
oponen a "las cosas" un sujeto meramente pasivo, cognoscente.
Y también junto a Heidegger, plantea la superación de esta
fractura en la unidad originaria del ser-en-el-mundo, el Dasein
heideggeriano, del cual la oposición sujeto/objeto no es más que
una cristalización cuyo signo es la inautenticidad, producida por
un quiebre de fluir de la "danza" del Dasein. A diferencia de
Heidegger, sin embargo, para quien la esfera auténtica del Dasein
era más bien territorio reservado al filósofo y al héroe, Flores
tiene los pies bien puestos en el mundo del trabajo y de la técnica
(que en Heidegger corresponden más bien al ámbito degradado de
lo óntico, de lo inauténtico), y desde allí puede lanzar lo que
podríamos caracterizar como un heideggerianismo no elitista, "de
masas", caracterizado por la propuesta de un "escuchar", sensible
a las formas cosificadas que se alojan en nuestro lenguaje ordi-
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 221

nario. Digamos también que, como lo anunciábamos más arriba,


la síntesis alcanza también a las fracturas de nuestra propia
historia. Aunque en este aspecto no haya (al menos no hasta
donde sabemos) declaraciones explícitas de Flores, podemos
afirmar sí que hay un cierto escuchar colectivo, que es par-
te también del fenómeno que discierne en su propuesta, e
incluso en su propia trayectoria vital, un punto de encuentro, de
reconciliación de las tendencias —modernización vs. humanismo,
revolución sonora o silenciosa— que conforman el gran nudo
aporético de nuestra convivencia social. Más adelante volveremos
a estas cuestiones.
En este artículo nos proponemos ofrecer una interpre-
tación del aporte teórico de Fernando Flores estableciendo,
desde nuestro propio punto de vista, cuál es el suelo de pro-
blemas que le da origen, y cuáles las perspectivas e interrogantes
que plantea.1

Algunos Antecedentes Biográficos

Nos parece importante partir por caracterizar el suelo de


problemas en el cual se sitúa Fernando Flores, puesto que allí es
donde su empresa teórica adquiere plenamente sentido. 2 Este
suelo está conformado por los problemas de la gestión, de lo que
genéricamente se denomina el management, a los cuales se apro-
xima inicialmente desde la perspectiva de la ingeniería industrial.
Lo peculiar es que, al menos en una primera etapa, hasta su

1
Está de más quizás decir que si bien compartimos algunos tópicos
del pensamiento de Fernando Flores —entre otros, la crítica del racionalismo y
de las pretensiones, como veremos, de la "razón artificial"— la nuestra es,
inevitablemente, una lectura sesgada a partir de intereses teóricos propios,
de nuestra trayectoria vital y de lecturas. Por tanto, no aspiramos a que la
nuestra sea una interpretación "correcta".
2
Los datos biográficos de Fernando Flores han sido extraídos de
diversas fuentes: un curriculum ("Profile: Dr. Fernando Flores, Chairman of
the Board, Action Technologies. Inc.) distribuido por su empresa en los
EE.UU.; los Prólogos de su tesis doctoral. "Management and Communication
in the Office of the Future", Universidad de California. Berkeley, 1981, y
del libro escrito conjuntamente con Terry Winograd "Understanding Com-
puters and Cognition" (Ablex Publishing Corp., 1986). Tanto este libro como
la tesis doctoral son además las fuentes principales en que nos hemos
apoyado para desarrollar este artículo.
222 ESTUDIOS PÚBLICOS

partida a los EE.UU. en agosto de 1976, su trabajo en ese campo


se liga a situaciones reconocibles de nuestra historia inmediata.
Así, como ministro, le correspondió impulsar el proyecto Cyber-
syn, el cual, inspirado en las ideas del cibernético británico Stafford
Beer, proponía establecer una gestión descentralizada para las
empresas del sector estatal de la economía, sobre la base de
indicadores asociados a los diversos niveles de la actividad eco-
nómica (por ejemplo, una empresa minera y las diversas faenas
que la componen), y cuya desviación de cierta franja de valores
considerados normales hacía asumir el control al nivel inmedia-
tamente superior, en un sistema de gestión por excepción inspi-
rado en un modelo cibernético del sistema nervioso.
Por razones por todos conocidas, el proyecto Cybersyn
quedó inconcluso. Fernando Flores pasó tres años aproxima-
damente como prisionero político; allí, entre otras cosas, logró
familiarizarse con el trabajo de los científicos chilenos Humberto
Maturana y Francisco Várela, quienes, desde el terreno de la
biología, han propuesto una teoría del lenguaje y del conoci-
miento, alternativa al modelo objeto-representación. El trabajo
de Maturana y Varela enfatiza el rol activo del sujeto en la
creación de los dominios fenoménicos que conforman su mundo,
en vez de limitarse a sólo "representarlo".
El paso por la biología parece haber sido decisivo para
sensibilizar a Flores respecto a las limitaciones del paradigma
racionalista, preparando su evolución posterior; así, según lo
expresa en el Prefacio de su tesis doctoral, "sin esa interpretación
biológica me habría sido muy difícil ser receptivo a la experiencia
hermenéutica y a la analítica del Dasein desarrollada por Hei-
degger en "Ser y Tiempo". Fue este trasfondo con su nueva
comprensión del lenguaje y la experiencia que me condujo al
interés por Heidegger".3
La inserción de Fernando Flores en la Costa Oeste de los
EE.UU. coincide con el desarrollo de un vasto debate en los
medios académicos, que pone en cuestión el paradigma vigente en
los campos, estrechamente relacionados, de las management
sciences y de la automatización de oficinas. En este debate
interviene Fernando Flores, y su aporte consiste precisamente en
proponer un paradigma alternativo, centrado en la idea de las
"conversaciones para la acción". Veamos esto en detalle.

3
"Management and Communication in the Office of the Future",
op. cit.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 223

Nuestra explicación puede ser más clara y concisa si nos


circunscribimos a uno de estos campos, el de la automatización
de oficinas, y luego extendemos nuestras conclusiones hacia las
management sciences. Por cierto, la automatización de oficinas
no es una disciplina autónoma, sino más bien la aplicación de la
tecnología computacional a un dominio de problemas específi-
cos. A su vez, el discurso en ciencias de la computación se
encuentra presidido, desde sus orígenes, por la idea-fuerza de la
Inteligencia Artificial (IA). Allí es donde centraremos nuestro
análisis.

Una Crítica de la Razón Mecánica

Se puede considerar que fue el matemático inglés Alan


Turing quien estableció el basamento teórico de las ciencias de la
computación. Con la idea de una "máquina universal" (la célebre
"máquina de Turing"), capaz de emular el comportamiento de
cualquier mecanismo, Turing formalizó los principios de lo que
podríamos denominar "razón mecánica". En él se encuentra
presente ya la idea de que esta razón puede, de alguna manera,
agotar el campo completo de la razón humana, de modo tal que
el comportamiento inteligente quede representado por un soft-
ware adecuado, ejecutado por la máquina universal. En un
artículo famoso publicado en Mind en 1950, Turing decía: "Al
considerar las funciones de la mente o del cerebro encontramos
ciertas operaciones que podemos explicar en términos puramente
mecánicos. Esto, decimos, no corresponde a la mente real: es una
suerte de piel que debemos remover antes de encontrar la mente
real. Pero en lo que resta encontramos otra piel a ser removida, y
así sucesivamente. Al proceder de esta manera, ¿llegamos alguna
vez a la mente 'real', o eventualmente llegamos a una piel tras la
cual no hay ya nada?".4
Por cierto, la respuesta de Turing a esta pregunta es afir-
mativa: no hay un resto en la "mente real" que se rehuse a ser
reducido a "términos puramente mecánicos", aunque este pro-
ceso de reducción experimente dificultades debidas al estado de
la tecnología, o incluso aunque nunca pueda ser cumplido en su

4
A.M. Turing. "Computing Machinery and Inteligence", "Mind".
Vol LIX, N° 236, 1950. Para una excelente biografía intelectual de Turing,
véase Andrew Hodges, "Alan Turing. The Enigma of Intelligence", (Lon-
dres: Unwin Paperbacks, 1985).
224 ESTUDIOS PÚBLICOS

totalidad, permanece como un fin, como un telos indiscutible


que otorga sentido a todo el programa de investigación.
La formulación explícita de un programa de investiga-
ciones en Inteligencia Artificial se remonta en todo caso a la
década de los '50. Aún en 1982, sus promesas parecían estar al
borde de la realización. Un autor especializado, como Robert
Jastrow, escribía entonces: "En cinco o seis años —para alrededor
de 1988- cerebros portátiles, cuasi-humanos, hechos de silicona
o de arsénico de galio, serán corrientes. Serán una raza electró-
nica inteligente, trabajando como aliados de la raza humana.
Llevaremos estas pequeñas creaturas con nosotros a todos lados...
personalidades brillantes pero agradables, nunca sarcásticas,
siempre dando la respuesta correcta —pequeños amigos electró-
nicos que pueden resolver todos nuestros problemas".5
Ciertamente, la existencia de computadores personales
portátiles, en este año de gracia de 1988, no hace más que poner
de manifiesto la extravagancia de las expectativas de Jastrow. Sin
embargo, más allá de las extravagancias, el hecho es que el
programa de investigación en IA ha fracasado reiteradamente, en
cuanto a cumplir las propias expectativas que él mismo ha crea-
do, en la dirección definida ya por Turing. Así por ejemplo, dos
de las áreas más importantes, la simulación cognitiva y el mode-
lamiento computacional del lenguaje natural, han dado lugar a
"sistemas expertos" y a la posibilidad de utilizar "dialectos" de
algunos miles de palabras para interactuar con equipos en ám-
bitos bien definidos, pero nada que justifique las expectativas de
reproducir mecánicamente el comportamiento inteligente hu-
mano, por más que estas expectativas se encuentren presentes
incluso en los títulos rimbombantes de ciertos programas desa-
rrollados por los investigadores en IA.6
Este desequilibrio entre logros y expectativas constituye el
quiebre que da lugar al debate académico acerca de los supuestos
del programa de investigaciones en IA al que hemos hecho

5
Jastrow, "The Thinking Computer". Citado por Fernando Flores
y Terry Winograd en "Understanding Computers...", op. cit.
6
Nos referimos a programas como GPS (General Problem Solver)
de Newell, Shaw y Simon, o STUDENT, el programa de Daniel Bobrow, del
cual se dijo en su momento que era capaz de "entender el idioma inglés"
(Minsky, M, "Artificial Inteligence", Scientific American, Vol 215 N° 3,
septiembre 1966). Esta inflación terminológica ha sido denunciada origi-
nalmente por el filósofo Hubert Dreyfus, a quien nos referiremos más
adelante.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 225

mención más arriba. Por cierto, el debate no pretende poner en


cuestión la utilidad de las herramientas desarrolladas bajo el
rótulo de la IA, sino el discurso al interior del cual son articula-
das. Pero de allí surge también la pregunta, relevante para el
propio desarrollo tecnológico, de si acaso no se abrirían más
oportunidades viendo en los productos de la tecnología compu-
tacional "solamente" herramientas útiles, antes que etapas hacia
el cumplimiento de un objetivo —la inteligencia artificial— cuyo
sesgo ideológico es cada vez más evidente. Como lo expresan
Winograd y Flores, "Estos objetivos grandiosos, entonces, no
serán alcanzados, pero habrá derivaciones útiles. En el largo
plazo, las aspiraciones de lograr sistemas computacionales ge-
nuinamente inteligentes... no serán un factor principal para el
desarrollo tecnológico. Están demasiado enraizadas en la tra-
dición racionalista y son demasiado dependientes de sus pre-
supuestos en cuanto a la inteligencia, el lenguaje y la formali-
zación".
Al producirse el quiebre, los supuestos filosóficos implí-
citos en el programa de IA, que hasta entonces permanecían
ocultos en un trasfondo de obviedad, comparecen. Este deve-
lamiento es particularmente embarazoso, si se tiene en cuenta
que la tradición intelectual (el positivismo lógico) en la cual este
programa se ubica pretendió deshacerse de la filosofía, tradu-
ciendo su problemática en términos científicos, y proclamando a
la vez la carencia de sentido de los fragmentos del discurso
filosófico —aquellas proposiciones portadoras de juicios de valor-
refractarios a este procedimiento. Pero la hora del ajuste de
cuentas de la IA para con la filosofía parece haber sonado.

La Tradición Racionalista

En efecto, la tradición racionalista, particularmente desde


Descartes en adelante, se caracteriza por establecer un abismo
entre el sujeto y el mundo; de allí en adelante la gran cuestión de
la filosofía moderna ("el negocio de los filósofos") consistirá en
administrar la escisión que ella misma ha prescrito, sea para
declararla insuperable (el solipsismo), o para organizar diferentes
operaciones de restablecimiento de la unidad perdida (empirismo,
idealismo, filosofía trascendental). Más precisamente, estas ope-
raciones pueden tomar como punto de apoyo el mundo (la razón
teórica, la teoría del conocimiento como garante de la corres-
pondencia entre nuestras representaciones y el mundo), o la
subjetividad (la razón práctica, la ética, dando cuenta de la acción
226 ESTUDIOS PÚBLICOS

humana, de una cierta "causalidad" ejercida por nuestra voluntad


sobre el mundo). Surgen, entonces, dos dominios discursivos: el
discurso cognitivo, sometido a la legislación del entendimiento, y
el discurso ético, cuya legislación proviene de la voluntad.
La filosofía kantiana, dentro de esta estructura, puede ser
entendida como el proyecto de una cierta "paz perpetua" filosó-
fica, en la cual los derechos de ambos dominios sean reconocidos;
en contraste, el positivismo lógico del siglo XX es una suerte de
ala radical de la filosofía moderna, un racionalismo salvaje que
privilegia el discurso cognitivo, y relega al sinsentido y al silencio
a todas las proposiciones que, al no ajustarse a su legislación no
pueden ser reducidas a representaciones de una realidad objetiva
de alguna manera preexistente. Esta es el gesto que tiene su
expresión más elocuente en el Tractatus Logico-Philosophicus de
Wittgenstein" y su célebre "De lo que no se puede hablar, mejor
es callarse".7
El positivismo lógico ha reducido el discurso racional a una
combinatoria lógico-formal de elementos simples, que puede, por
tanto, ser ejecutada por una máquina universal de Turing. Este
gesto, esta decisión, constituye el trasfondo de obviedad del
programa de investigaciones en IA: si él puede ponerse como
objetivo la construcción de una máquina inteligente (aunque sólo
sea como ideal susceptible de aproximación asintótica), ello es
porque previamente ha reducido la inteligencia a una máquina.

7
Tractatus Logico-Philosophicus, aforismo 7. Sin embargo ya el
Tractatus contiene una cierta superación del positivismo lógico en la di-
rección ami-racionalista de la obra tardía de Wittgenstein (las "Investiga-
ciones Filosóficas"), puesta de manifiesto en la proclamación de la carencia
de sentido del propio discurso filosófico, y en el carácter desgarrado del
silencio wittgensteinino, que contrasta con el silencio satisfecho del positi-
vismo lógico. Como dirá el amigo de Wittgenstein, Paul Engelmann, "El
[Wittgenstein] traza la línea entre aquello de lo cual podemos hablar y
aquello acerca de lo cual debemos guardar silencio del mismo modo como
ellos lo hacen [los positivistas lógicos]. La diferencia es solamente que ello
no tienen nada respecto a lo cual guardar silencio. El positivismo sostiene
—y esta es su esencia— que lo único que importa en la vida es aquello de lo
cual podemos hablar. En cambio, Wittgenstein cree apasionadamente que
todo lo que realmente importa en la vida es, precisamente, aquello acerca de
lo cual, desde su perspectiva, debemos guardar silencio". "Letters from
Wittgenstein" (Oxford: B.F. McGuiness, 1976), p. 97.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 227

Heidegger y la Prioridad de la Acción

Ante el quiebre experimentado por este programa no es


raro, pero sí profundamente irónico y sugerente, que un filósofo
como Heidegger recobre actualidad. En efecto, la filosofía hei-
deggeriana fue, en las primeras décadas de este siglo, junto a la
fenomenología de Husserl y el marxismo neohegeliano de Lu-
kacs, una de las componentes principales de la reacción al positivis-
mo desencadenada en los ambientes filosóficos "continentales",
en los cuales venía conquistando la hegemonía intelectual desde
la segunda mitad del siglo XIX. Ya hemos mencionado el es-
tatuto de inautenticidad que Heidegger asignó a las ciencias po-
sitivas y a la tecnología; agreguemos ahora que esta suerte de
censura le fue retribuida con creces por los positivistas lógicos,
para los cuales Heidegger representó la proverbial bête noir, un
objeto de escarnio: "la nada nadea", parodiaba el neopositivista
Rudolf Carnap.
Resulta entonces paradojal que, en la propuesta de Flores,
sea la filosofía de Heidegger la encargada de establecer un para-
digma de recambio para el desarrollo de las ciencias de la compu-
tación; lo que la paradoja revela es que, de alguna manera, la
crítica a los supuestos de la IA se encontraba prefigurada ya en
Heidegger. El mérito de haber puesto la carga antipositivista del
pensamiento heideggeriano al servicio de esta crítica recae prin-
cipalmente en un filósofo de Berkeley, Hubert Dreyfus, quien la
inició con su célebre What Computers Can't Do editado ori-
ginalmente en 1972.8 Para Heidegger, la separación entre sujeto y
objeto, entre datos positivos y juicios de valor, es sólo un mo-
mento secundario de nuestro Dasein, de nuestro ser-en-el-mundo:
primariamente, existimos en un continuo de acciones imbricadas
indiscerniblemente con nuestro lenguaje; no nos relacionamos con
el mundo como sujetos de alguna manera enfrentados a él, sino
estamos en una posición de inmediatez, que Heidegger expresa
mediante la imagen de la Zuhandenheit, que evoca la idea de la
manipulabilidad, de lo que está a la mano. La oposición sujeto-
objeto, en cambio, surge como producto de un quiebre. En ese
momento se establece una distancia, expresada en la imagen de la
Vorhandenheit, "lo que está lejos de la mano", recién entonces
hay sujeto, objeto, representaciones, decisiones, etc. El ejemplo
clásico heideggeriano, retomado por Winograd y Flores, es el del

8
H. Dreyfus, "What Computers Can't Do" (Harper Colophon
Books 1972. Edición revisada, 1979).
228 ESTUDIOS PÚBLICOS

martillar: "Para la persona que está martillando, el martillo como


tal no existe. Es parte del trasfondo de lo que está al alcance de la
mano [Zuhandenheit] que se toma como dado sin reconoci-
miento explícito o identificación como objeto. Es parte del
mundo de quien martilla, pero no está presente, no más de lo que
lo están los tendones de su mano. El martillo se hace presente
como martillo sólo cuando ocurre algún quiebre o distancia-
miento [Vorhandenheit]. Su 'martillidad' emerge cuando se
rompe o se escapa o marra la madera, o si hay un clavo a ser
colocado y el martillo no puede ser hallado... Como observado-
res, podemos hablar acerca del martillo y reflexionar sobre sus
propiedades, pero para la persona comprometida, arrojada al
martillar sin perturbaciones, no existe como entidad". 9
La prioridad de la acción, ejecutada en trasfondos de
obviedad en los cuales estamos siempre inmersos, y que por tanto
no pueden nunca ser explicitados totalmente, hace imposible que
el comportamiento y el lenguaje humanos sean traducidos a
reglas formales. De allí que las expectativas de la IA estén
condenadas al fracaso. Por cierto, el obstáculo no es sobrenatural,
sino que surge de nuestra propia naturaleza como seres sociales,
históricos, situados al interior de un mundo y de una tradición.

La Apertura de una "Caja Negra": un Nuevo Paradigma


para las Management Sciences

Hasta aquí podría parecer que el aporte de este Heidegger


redivivo se agotara en la crítica del paradigma vigente. Y aquí
justamente es donde Flores toma el relevo de Dreyfus, y hace su
aporte específico. En efecto, Flores detecta la presencia del
mismo paradigma racionalista en las management sciences. Aquí
se expresa en la "teoría de las decisiones", para la cual el núcleo
de la actividad de los managers consiste en elegir racionalmente
(por ejemplo, mediante la aplicación de un algoritmo matemá-
tico) alternativas óptimas en un espacio de posibilidades que, de
alguna manera, se presenta como dado. El sesgo de esta teoría se
transmite hacia las estrategias de automatización de oficinas, las
cuales privilegian la entrega a los managers de herramientas que
los apoyan en tal toma racional de decisiones.
Para Flores, en cambio, la teoría de las decisiones adolece
de una severa ceguera ante lo que constituye el núcleo real la

9
"Understanding Computers and Cognition", op. cit., pág. 30.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 229

actividad de los managers y el trabajo de oficina en general, de


manera tal que las herramientas computacionales inspiradas en
ella lo tocan sólo de una manera periférica: a la hora de la verdad,
"las secretarias son mucho más importantes que cualquier he-
rramienta computacional de uso generalizado", y es entonces
cuando "la caja negra del arte del management hace su apari-
ción".10 Desde una perspectiva heideggeriana, en cambio, esta
caja negra pierde su opacidad. Lo que los managers hacen durante
la mayor parte de su tiempo es sostener conversaciones: este
carácter lingüístico del management no es un defecto, ni un mal
menor o una pérdida de tiempo que habría que minimizar en
provecho de la aureola de seriedad científica que rodea a la
"toma de decisiones", por el contrario, dicho carácter es consti-
tutivo, "ontológico" en el léxico heideggeriano de Flores. En las
conversaciones, el lenguaje no se limita a registrar e inventariar
alternativas entre las cuales habría que decidir; por el contrario,
la conversaciones del manager son fundamentalmente "conver-
saciones para la acción" a través de las cuales intercambia com-
promisos de modo tal que, en rigor, nuevas realidades van siendo
creadas incesantemente. Siempre se presentan quiebres, que el
manager resuelve o anticipa lingüísticamente; por intermedio de
los quiebres, los trasfondos de obviedad y las cegueras que
prescriben se hacen explícitos, y es entonces cuando la organi-
zación tiene oportunidad de innovar. Por último, el diseño es un
discurso que, aun reconociendo el carácter constitutivo que
presentan los quiebres, pretende de alguna manera anticiparlos.
A partir de la taxonomía de los "actos de lenguaje" de-
sarrollada por los filósofos J. L. Austin y J. Searle 11 , Flores
propone un modelo formal para las comunicaciones para la
acción. En la medida en que es formal, es también susceptible de
ser traducido a un programa de computación. Este programa es
"El Coordinador", que funciona en redes de computadores per-
sonales y se comercializa con éxito en los EE.UU. y otros países.

10
F. Flores y Ch. Bell, "A new understanding of managerial work
improves system design", Computer Technology Review, (Fall 1984),
179-183.

Las obras "clásicas" para la teoría de los "actos del lenguaje" son:
J.L. Austin, How to Do Things with Words (Harvard University Press, 1962;
J. Searle); "Speech Acts" (Cambridge University Press, 1969). De este últi-
mo hay traducción española, "Actos de habla" (Ed. Cátedra, Colección
Teorema, Serie Mayor).
230 ESTUDIOS PÚBLICOS

"El Coordinador" pretende asistir a los managers precisamente en


aquel núcleo conversacional de su actividad, para el cual las
herramientas inspiradas en la tradición racionalista de la teoría de
la decisión son ciegas.
La descripción de "El Coordinador" escapa a los objetivos
de este artículo (ver Anexo). Por lo demás, al formalizar las "con-
versaciones para la acción", Flores ha cerrado el círculo, y está
de vuelta al dominio de la dicotomía sujeto-objeto y la Vorhan-
denheit heideggeriana, donde es posible desprender ciertas con-
versaciones de su contexto más amplio, y contemplarlas como
objeto. Por cierto, esto no es un defecto, sino que corresponde al
suelo en el cual la reflexión de Flores, como hemos dicho en la
Introducción, cobra sentido: él parte de la problemática de las
management sciences, y retorna a ellas después de su periplo
heideggeriano. Por otra parte, con ello se mantiene fiel a su inter-
pretación de Heidegger, que evita hacer de la Vorhandenheit un
dominio de cierta manera degradado frente a la autenticidad
asociada a la Zuhandenheit. El modelo formal de las conversa-
ciones para la acción tiende, como cualquier otro de su género, a
privilegiar ciertas distinciones y a ser ciego frente a otras: así, las
conversaciones informales (las que se sostienen al almuerzo, o
compartiendo un asado en un día de vacaciones) quedan fuera
del modelo; lo mismo ocurre con aquellas conversaciones que no
pretenden desencadenar acciones sino, por ejemplo, cimentar
determinadas relaciones de poder. Por cierto, Flores es consciente
de estas limitaciones cuando, junto a Winograd, afirma: "El
lenguaje no puede ser reducido a una representación de actos de
lenguaje. El coordinador tiene que ver con una de las dimensiones
de la estructura del lenguaje —una que es sistemática y crucial—
para la coordinación de la acción, pero que es parte del dominio
más amplio, y siempre abierto en último término, de la interpre-
tación".12

12
Op. cit., pp. 161-162. Llama sin embargo la atención, en un
pasaje sólo dos páginas más atrás, una afirmación que podría interpretarse
como una recaída en la pretensión de reducir el lenguaje a una cierta
esencia: "La reglas de la conversación no son convenciones arbitrarias como
las reglas del ajedrez, sino que reflejan la naturaleza básica del lenguaje y la
acción humanos." (pág. 158). Por cierto, el contexto revela que se está
utilizando la idea de una "naturaleza básica" del lenguaje para contraponerla
al convencionalismo, lo cual relativiza el lapsus.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 231

Conclusión: Cambio, Modernización y Humanismo

Hemos dicho que aquí, con la vuelta al terreno de las


management sciences, se cierra el círculo descrito por el pen-
samiento de Fernando Flores. Pero en rigor hay otro estrato de
su propuesta teórica que excede los problemas del management,
y permanece por tanto siempre abierto. En este estrato se ubica,
por ejemplo, la incitación a una suerte de terapia del lenguaje
ordinario que caracteriza a los seminarios mencionados en
nuestra introducción. En los trabajos de Flores que hemos con-
sultado este estrato sólo aparece como punto de partida, cuando
se trata de hacer la crítica al racionalismo que concluye en la
proposición del nuevo paradigma para las management sciences.
En esta conclusión quisiéramos dejar registradas brevemente al-
gunas resonancias que este estrato despierta en nosotros, y cuyo
punto de llegada se ubica más bien en el terreno de la filosofía
política. Específicamente, queremos referirnos al marco teórico
para pensar el cambio social, histórico, y la resolución de la
ecuación modernización-humanismo anunciada más arriba.
Nos interesa particularmente el reciclaje de Heidegger que
Flores opera, junto a sus maestros de Berkeley, y que nos ha
llevado a formular la conjetura —sin duda irreverente— de un
cierto "heideggerianismo de masas" que estaría latente allí.
También más arriba hemos insinuado un paralelo entre Lukacs y
Heidegger como protagonistas, en sus respectivas tradiciones, de
la reacción antipositivista a comienzos de siglo.
La idea insólita de este paralelo proviene del filósofo
francés Lucien Goldmann, quien hizo un desarrollo brillante de
ella en conferencias dictadas poco antes de su muerte, en 1970.13
No podemos entrar aquí en detalle acerca de cuestiones que sin
duda son enormemente complejas. Digamos solamente que, en su
núcleo, el eslabón perdido que Goldmann exhuma entre el exis-
tencialismo heideggeriano y el marxismo hegeliano de Lukacs es
lo que podríamos llamar (aunque Goldmann no use esta termi-
nología) una cierta "teoría del cambio".
En efecto, ¿cuál es la objeción que puede hacerse al
positivismo?; ¿qué hay de malo, en otras palabras, en ser positi-
vista? La respuesta es que el positivismo, al privilegiar al sujeto
cognoscente, pasivo, adolece de una ceguera frente a la dimensión

13
Hay edición en castellano: "Lukacs y Heidegger: Hacia una filo-
sofía nueva". (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1975).
232 ESTUDIOS PÚBLICOS

activa del comportamiento humano. Esta ceguera, por lo demás,


es común a la tradición "racionalista en la cual está inserto; ésta,
incluso en sus momentos de mayor sensibilidad frente a la pro-
blemática de las praxis (la razón práctica de Kant) no logra
trasponer el abismo abierto entre el sujeto y el mundo; así, la
crítica hegeliana a la Moralität kantiana le reprocha, con justeza,
su abstracción.
Pensar la acción humana en el mundo es también pensar el
cambio operado por el hombre sobre su entorno natural, social,
histórico. El dualismo sujeto/objeto del racionalismo, sin em-
bargo, no es una invención arbitraria, sino que hay instancias en
las cuales está siendo constantemente reproducido. Una filosofía
que se proponga ser sensible ante el cambio debe, por tanto,
partir por identificar dichas instancias y establecer el modo de su
disolución. Hasta aquí Lukacs y Heidegger han estado de acuer-
do, pero en adelante diferirán de modo más bien radical. Para
el primero, la ilusión de que el mundo es un espectáculo cuya
contemplación se ofrece al sujeto, es el resultado de un proceso
histórico de Gasificación, el cual, comenzando por la división
social del trabajo, da origen a una creciente pérdida de transpa-
rencia de las relaciones sociales, de modo tal que ellas aparecen
como propiedades de cosas, y no como producto de la actividad
de los sujetos. Para Heidegger, en cambio, los momentos en que
el mundo aparece como dado, como Vorhanden, son ontológi-
camente recurrentes, en la medida en que nuestro fluir en el
mundo como Zuhanden es interrumpido incesantemente por
quiebres.
La historia lukacsiana, entonces, es un sostenido progressus
en la cosificación, hasta que la tensión sujeto-objeto devenga
insoportable. Entonces la intervención de un sujeto colectivo,
dotado de una misión universal (el proletariado), disolverá el gran
nudo de la historia y hará posible el cambio y la reconciliación.
En Heidegger, en cambio, los núcleos de cosificación (si nos
tomamos la licencia de traducir así la Vorhandenheit) se están
disolviendo y reconstituyendo permanentemente. En una imagen,
podríamos decir que el mundo heideggeriano es una superficie en
movimiento, un mar agitado; en el de Lukacs, en cambio, las
perturbaciones se distribuyen en torno a un eje, un vector dotado
de dirección.
¿Quién tiene la razón, Lukacs o Heidegger? ¿Cuál de las
dos teorías rivales del cambio es la verdadera? Para Heidegger
(quien, según Goldmann, habría tenido a Lukacs como velado
interlocutor en "Ser y Tiempo"), la cosificación lukacsiana per-
tenecería aún al dominio de lo óntico, de la separación sujeto/
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 233

objeto, adoleciendo de una insuficiencia en el terreno de la crítica


del lenguaje. Por su parte Goldmann, asumiendo la causa de
Lukacs, critica en Heidegger su elitismo, el privilegio acordado
por su filosofía al héroe, al individuo creador que en el aisla-
miento deviene auténtico, su ceguera ante el protagonismo histó-
rico de sujetos colectivos compuestos de hombres ordinarios.
Nosotros, intentando mediar, diríamos a la distancia que hay
aquí quizás una antinomia, en la cual ambos contendientes
tienen la razón, sólo que en dominios diversos. En efecto, Lukacs
tiene el oído puesto en las grandes contiendas históricas, pero es
sordo ante las posibilidades de cambio en la esfera microsocial.
Por su parte, la sensibilidad heideggeriana está orientada hacia los
microcambios, pero los fenómenos macrohistóricos quedan fuera
de su horizonte.
Por cierto, como el propio Goldmann lo pone en evidencia,
subyace a la vertiente lukacsiana de la teoría del cambio el
supuesto de su sujeto colectivo el cual, en la medida en que
concentra en sí mismo todo el desgarro de la cosificación, es
capaz también de ponerle fin. Pero el proletariado de Europa
Occidental no estuvo a la altura del mandato hegeliano que
Lukacs le atribuyó; su rol de sujeto debió ser transferido vica-
riamente a la burocracia estaliniana, y la propia trayectoria inte-
lectual de Lukacs, después de "Historia y conciencia de clase",
no es más que una parábola de esta transferencia. Y en el caso de
Heidegger, la raíz de su adhesión al nazismo puede rastrearse
hasta su intento de intervenir en la esfera de política premunido
de un pensamiento que menosprecia la experiencia cotidiana por
su carácter Vorhanden, y está forzado por tanto a interpretar la
acción política como la fuga protagonizada por el héroe, al
ámbito puro de la autenticidad, la Zunhandenheit.
Estalinismo y nazismo parecen encontrarse al final del ca-
mino de la teoría del cambio contemporánea. ¿Hay que aceptar
entonces la derrota, y replegarse a un positivismo bien pensante?
La versión de Heidegger que nos entregan F. Flores y sus maes-
tros de Berkeley parece ofrecer una salida. En efecto, como
hemos dicho más arriba, este neoheideggerianismo ha sido depu-
rado de la componente elitista; el héroe de Heidegger ha sido
sustituido por un manager algo prosaico, bien instalado en la vida
empírica. Los sensores de esta nueva teoría son particularmente
resonantes ante los fenómenos de microcambio, ante las opor-
tunidades de articular mundos renovados que ofrecen los
quiebres de la vida cotidiana. Y en especial, dado el suelo del cual
se nutre esta reflexión, hay en ella una sensibilidad especial hacia
la tecnología contemporánea, como un ámbito privilegiado en el
234 ESTUDIOS PÚBLICOS

cual la innovación, los quiebres y las oportunidades se repro-


ducen con ritmo acelerado.14
Es aquí donde los ecos que despierta la propuesta neo-
heideggeriana de Fernando Flores salen al encuentro de nuestra his-
toria colectiva, sugiriendo un marco al interior del cual sea quizás
posible articular las demandas de modernización y humanismo
que emanan de nuestra sociedad. Entre ambas, sin embargo, se ha
abierto un abismo; así, mientras se formulan proyectos de mo-
dernización deshumanizados y excluyentes, el humanismo parece
haber quedado varado en la nostalgia.
El hecho es que hemos estado abiertos durante estos años a
una revolución tecnológica formidable, y nos corresponde reco-
nocer, no ya privadamente sino como sociedad, las oportunidades
que ella nos presenta, desarrollando además un escuchar atento a
los quiebres y oportunidades de microcambio que ofrece la vida
cotidiana. Pero las oportunidades, aunque emanan de la inte-
racción con herramientas que la acción necesariamente conlleva,
no son cosas. Tampoco son "hechos" neutros, cuya identifi-
cación caiga del lado de la ciencia positiva. Las oportunidades,
recordémoslo, surgen en los quiebres que hacen explícitos los
trasfondos de obviedad. Pero la ciencia positiva se mueve en el
ámbito de la Vorhandenheit, y es en cuanto tal, necesariamente
ciega para las presuposiciones, los prejuicios que le son inheren-
tes. Por lo tanto, si se le otorga el privilegio de identificar
oportunidades y de legitimar un diseño de lo social, la empresa
resultante, potenciada por la tecnología, por más que se envuelva
en una retórica modernizante, no hará más que dejar estampado
en el cuerpo social la grafía atroz de sus prejuicios: éstos, a fuerza
de ser ignorados, reaparecen bajo la guisa de estructuras sociales
rígidas y aberrantes.

14
Es aquí, en el traslado del fondo de la actividad económica desde
los grandes conglomerados hacia organizaciones más reducidas y aptas para
manejar el cambio tecnológico acelerado, donde se ubica a nuestro juicio el
quiebre que afecta al paradigma de la "teoría de las decisiones" en las
management sciences. En efecto, el positivismo, en cualquiera de sus varie-
dades, parece ser el pensamiento "orgánico" de las burocracias, como
expresión de la separación real que existe entre ellas y su entorno, la cual las
pone en la posición de "sujetos" ante un mundo objetivo con el cual
establecen intercambios altamente formalizados. Las organizaciones pe-
queñas que manejan alta tecnología, en cambio, están-en-el-mundo, ex-
puestas a sus quiebres permanentes. En ellas el management adquiere el
aspecto de una administración continua de la crisis.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 235

Si se quiere eludir las consecuencias catastróficas de las


modestas proposiciones15 que suelen hacer ciertos moderniza-
dores de esta plaza, es fuerza admitir que la verdad respecto a
nuestras oportunidades y proyectos como sociedad no se produce
en el gabinete de los sabios ni en las fórmulas de una regina
scientiae, como la ciencia económica de nuestros días. Por el
contrario, la verdad de nuestro ser como sociedad está a la espera
de ser producida, y reproducida constantemente, en una conver-
sación colectiva, un debate continuo en el cual se trata funda-
mentalmente de proyectos, creencias y valores. Por cierto,
siempre hay un momento en el cual decantan determinados
consensos, y en que la fluidez de lo social cristaliza en configu-
raciones determinadas, y hay entonces "hechos" para consumo
de las ciencias sociales. Pero la tarea de lo que, siguiendo a Flores,
podríamos llamar un "diseño ontológico"16 de lo social, sería un
crear un marco en el cual la fluidez, como condición de apertura
a la innovación y la oportunidad, sea siempre restablecida.

ANEXO

¿Qué es El Coordinador?

Ciertamente es consustancial a la concepción neoheideg-


geriana del lenguaje de Fernando Flores el que éste no pueda ser
reducido a ningún modelo formal. Sin embargo, una vez que se
ha reconocido este hecho, y se han dejado atrás las expectativas
ideológicas implícitas en la noción de Inteligencia Artificial, resta
un amplio campo para la construcción de herramientas compu-

15
La alusión es a un cuento de Jonathan Swift (Una Modesta
Proposición), sátira despiadada del racionalismo salvaje. Fue publicado
recientemente, en traducción de Pablo Oyarzún, por Revista Universitaria
(N° 21, Segunda Entrega, 1987).
16
"En el diseño ontológico estamos haciendo más que preguntar
qué puede ser construido. Estamos comprometiéndonos en un discurso
filosófico acerca del ser —acerca de lo que somos y lo que podemos ser—.
Las herramientas son fundamentales para la acción, y a través de nuestras
acciones generamos el mundo. La transformación que nos preocupa no es de
tipo técnico, sino una evolución continua en nuestra comprensión de
nuestro entorno y de nosotros mismos, de cómo continuamos deviniendo
los seres que somos". "Understandig Computers...", op. cit., pág. 179.
236 ESTUDIOS PÚBLICOS

tacionales que apoyen a los managers y demás trabajadores de


oficina en la gestión de sus conversaciones para la acción.
El Coordinador es precisamente una de tales herramientas.
Está diseñado para operar en un ambiente de red (computadores
personales interconectados, sea al interior de un mismo edificio,
o remotamente por vía telefónica). Originalmente, fue desarro-
llado para computadores IBM PC (o PS/2) y compatibles. Una
versión Macintosh estaría en camino.
En principio, podría decirse que El Coordinador es un
programa de correo electrónico. Lo es, en el sentido de que
permite que los usuarios de la red conversen, intercambiando
electrónicamente mensajes, "memos", prescindiendo del papel y
del estafeta, y con la ventaja, respecto al teléfono, de la mayor
precisión propia de la escritura en relación al lenguaje oral.
Pero además El Coordinador contiene la taxonomía de las
conversaciones para la acción desarrollada por Flores. De esta
manera puede dotar de una estructura —cuyos elementos prin-
cipales son demandas y compromisos— a las conversaciones que
se suceden al interior de la red. En la medida en que tales
conversaciones para la acción son el elemento fundamental del
trabajo de los managers, la gestión eficiente de demandas y
compromisos posibilitada por El Coordinador debiera repercutir
favorablemente en la productividad global del trabajo de oficina.
El Coordinador permite mantener, en cada computador
personal conectado a la red, una base de datos de conversaciones,
en la cual ellas aparecen ligadas entre sí, de acuerdo con sus
estructura interna, y no en un orden meramente convencional
como en los sistemas de correo electrónico ordinarios. Al usar El
Coordinador se nos hace presente en la pantalla del computador
el estado de los compromisos y peticiones que se han ido gene-
rando a través de nuestras conversaciones. Además, para el pro-
grama los mensajes no existen aisladamente, sino formando parte
de cadenas conversacionales. Cada uno de sus eslabones corres-
ponde a un movimiento determinado en la estructura conversa-
cional de Flores (ver Figura), y define, a su vez, el espacio de
movimientos que son posibles en la continuación de la conver-
sación. En cualquier instante, por último, podremos revisar el
estado de nuestros compromisos y conversaciones, sea en general,
o en relación con un asunto determinado, o con ciertos interlo-
cutores.
HEIDEGGER Y LOS MANAGERS 237

Figura N° 1

Estructura de las conversaciones para la acción


incorporada a El Coordinador

Fuente: Understanding Computers and Cognition, op. cit.


ENSAYO

UTOPIA Y LIBERTAD:*
ALGUNOS TEMAS CONTEMPORANEOS DENTRO
DE SUS TRADICIONES INTELECTUALES

Kingsley Widmer**

El autor revisa una gran cantidad de textos desde una perspectiva


bien determinada, indagando en particular la relación existente entre
proposiciones utópicas y libertad individual. Admite, inicialmente,
que “Utopía” y “Libertad” no son términos fácilmente definibles y,
quizás por eso mismo, sirven de punto de partida para una reflexión
amplia sobre las organizaciones humanas, sobre el poder y la liber-
tad, sobre la fuerza innegable y siempre presente del pensamiento
utópico, aun en los autores y las obras más inesperados.
Al final de su trabajo, Widmer asume también su propia Utopía, una
utopía libertaria, en la cual una gran parte de la producción no estu-
viera controlada ni por el Estado ni por las leyes del mercado, sino
por la actividad autónoma y variada de los individuos y de asocia-
ciones no coercitivas.

KINGSLEY WIDMER. Profesor e Investigador, Universidad Estatal de San Diego.


* Ensayo bibliográfico publicado en Literature of Liberty, Volume IV, 4 (Win-
ter 1981).

Estudios Públicos, 33
2 ESTUDIOS PÚBLICOS

Algunas Dialécticas Utópicas:


La Necesidad de Comprender la Utopía
desde Diversas Perspectivas

“En alguna parte debe existir un mundo mejor”


(Refrán de un American Blues clásico)

“U topía” y “Libertad” bien pueden considerarse expresiones


confusas que no permiten definiciones únicas o simples; constituyen en
realidad categorías que reúnen diversas ideas y pensamientos. Tal vez el
hecho de incluir una gran variedad de temas hacen que sean útiles para el
pensamiento moral, político y social. Sin embargo, quizá sea necesario acla-
rar un poco estas terminologías ambiguas y volver a categorizarlas, tentati-
vamente, desde un punto de vista dialéctico. Dentro de un análisis amplio
del utopismo contemporáneo deseo destacar el papel, el contraargumento
que plantean las “sociedades ideales”. Contradiciendo algunos principios
libertarios comunes, deseo también argumentar que las utopías no deberían
ser tomadas literalmente; ellas requieren de perspectivas múltiples y, en
cierta medida, deben entenderse en términos de su continuidad histórica.
Puesto que los utopismos frecuentemente exponen gran parte de los proble-
mas ideológicos cruciales de nuestros tiempos, no sólo obligan a una dis-
posición libertaria, sino, además, requieren de algunas discriminaciones li-
bertarias. Después de todo, gran parte de la libertad humana, tanto en su
diversidad como en sus aspiraciones, es utópica.
Consideremos el importante valor de las más amplias posibilidades
de libertad individual, aun cuando muchos de estos conceptos también
necesitan de grandes modificaciones, como muchos esfuerzos utópicos nos
lo harán recordar.1 Ya sea que la utopía se tome como una ficción narrativa
de una sociedad ideal, como un plan de una institución o comunidad radi-
calmente diferente a las existentes en la actualidad, o como una visión social
y política futurista, el individualista escéptico puede considerarla muy mo-
lesta.2 Si se considera el utopismo (en cierto modo incorrectamente, como

1 Sugiero que todo argumento serio (en oposición al que sea simplemente for-

mal) en favor de la libertad individual tendría que enfrentar a algunos puntos de vista
contemporáneos opuestos; me sentiría en la obligación de enfrentar críticas al indivi-
dualismo como las planteadas por Philip Slater, Earth-walk (Garden City, N.Y., 1974).
Ver también The Pursuit of Loneliness, del mismo autor (Boston: 1969).
2 Aquí sigo el enfoque amplio de algunos importantes estudios recientes, tales

como Utopian Thought in the Western World (Cambridge, Mass., 1979), de Frank E.
and Fritzie P. Manuel, a los cuales me refiero en varios puntos. Los Manuel aclaran un
punto metodológico que está muy de acuerdo con lo que yo enfatizo: “Si en el trasfondo
de toda utopía existe una antiutopía, esto es, el mundo real visto a través de la mirada
KINSLEY WIDMER 3

indicaré más adelante) como un totalitarismo de la planificación racionalista,


el individualista bien puede considerarlo como una amenaza. Pero muchas
utopías representan respuestas organizadas por parte de estos individualis-
tas amenazados, que buscan presentar contrapropuestas que protejan al
individuo.

Ambigüedades en el Rechazo Contemporáneo de la Utopía

Sobre la base del estudio de centenares de posiciones de liberales


clásicos, de liberales de izquierda con un fuerte compromiso con la libertad,
y de libertarios declarados, he llegado a concluir que sus respuestas más
comunes al utopismo van desde una gran sospecha hasta una fuerte conde-
na. Por ejemplo, la libertaria de izquierda tradicional M. L. Berneri, en Jour-
ney Through Utopia (1950), concluyó en que la mayoría de los lugares
inexistentes e ideales de la historia merecían no figurar en parte alguna,3
debido a su autoritarismo implícito o manifiesto. Sin embargo, ella se aferra-
ba a cierto grado de libertad individual anárquica, que, generalmente, se
considera bastante utópica. Por esta razón se sintió obligada a encontrar el
aspecto libertario del utopismo. El libertario de derecha Murray N. Ro-
thbard, en For a New Liberty (1973), visualizó el utopismo aún más negati-
vamente, como una peligrosa tendencia colectivista: “El verdadero utopista
es aquel que defiende un sistema que es contrario a la ley natural de los
seres humanos”, así como una demanda absurda por algo “que no podría

crítica de un forjador de utopías, se podría decir, en contraposición a esto, que en el


trasfondo de muchas desutopías se oculta una utopía”, p. 6. También destaco diversas
ambigüedades hacia la utopía, como lo hace especialmente Frederick L. Polak en su
amplia defensa del utopismo, que para él es una parte esencial del dualismo e impulso
fundamental hacia el cambio en la cultura occidental, en Utopia and Cultural Renewal,
Utopías and Utopian Thought, ed. Frank E. Manuel (Boston: 1966), p. 281. Ver
también, del mismo autor, The image of the Future, traducido por Elise Boulding
(Dobbs Ferry, N.Y.: 1961). Con el fin de simplificar la selección de un campo tan
extenso, me he limitado aquí exclusivamente a los estudios realizados en inglés o
traducidos al inglés. Una bibliografía completa y reciente de los aspectos literarios es la
de Glen Negley, Utopian Literature: A Bibliography. “Whith a Supplementary Listing
of Works Influential in Utopian Thought” (Lawrence, Kansas: 1978). Ver también
Lyman Tower Sargent British and American Utopian Literature, 1516-1975 (Boston:
1979).
3 Marie Louise Berneri, Journey Through Utopia (London: 1950). Esta antolo-

gía, publicada en repetidas ediciones con comentarios, se refiere a la tradición utópica


positiva minoritaria que incluye a Rabelais, Diderot, Morris y otros, los que se analizan
más adelante.
4 ESTUDIOS PÚBLICOS

funcionar”.4 Sin embargo, una reciente colección ilustrada del utopismo


norteamericano insiste (basándose en el mismo libro) que Rothbard es un
caso típico de “excelencia” de utopismo moderno.5 El humanista liberal
William Barret, pese a sustentar ideas políticas considerablemente diferen-
tes, es un poco menos negativo; en The Illusion of Technique (1979) des-
cartó la mayor parte del utopismo moderno como una “fantasía tecnológica”
y como “un ideal vacío e insípido”.6 Sin embargo, la mayoría de los tecnólo-
gos contemporáneos, indudablemente, considerarían las opiniones de Ba-
rret como un utopismo antitecnológico que insiste exageradamente en el
“Ser” heideggeriano, el que exige una transformación radical de la sensibili-
dad en el mundo moderno (lo que Barret escasamente cumple). Las ambi-
güedades del antiutopismo utópico en estos pensadores son fundamenta-
les para comprender a gran parte del utopismo contemporáneo más
característico.

La Necesidad y los Beneficios del Pensamiento Utópico

Estos aparentes rechazos de lo utópico van asociados a acusaciones


importantes –autoritarismo, colectivismo racionalista, religiosidad científi-
ca– que merecen una mayor reflexión. Pero antes desearía sugerir varias
posibilidades. Pese a la corriente connotación de utopismo como poco prác-
tico o exagerado –o como Karl Manheim más perspicazmente sugería, la
utopía, a la vez que identifica la ideología que uno rechaza, representa algo
más que una mera ideología contemporánea–,7 muchos puntos de vista
eruditos sostienen que el utopismo ha sido esencial –durante milenios–
para cualquier esfera del pensamiento social y político. Así, por ejemplo,
Manuel concluye su extensa y reciente historia intelectual Utopian Thoug-
ht in the Modern World (1979), diciendo: “Es posible que la civilización
occidental sea incapaz de sobrevivir mucho tiempo sin fantasías utópicas,

4 Murray N. Rothbard, For a New Liberty (New York: 1973), p. 307. Su

argumento utiliza en parte la perspectiva del utopismo de Hayek, analizada más adelan-
te.
5 Ronald A. Krieger, “The Economics of Utopia”, Utopias: The American

Experience, ed. G. B. Moment y Otto F. Kranshair (Metuchen, N.J.: 1980), pp. 199-
204.
6 William Barret, The Illusion of Technique (New York: 1979), p. 231. Parte

de su argumento es el concepto errado (¿tal vez por ignorancia?) de que las utopías
carecen de densidad humanista.
7 Karl Manheim, Ideology and Utopia. An Introduction to the Sociology of

Knowledge. (Londres: 1934, 1952).


KINSLEY WIDMER 5

tal como los individuos no pueden existir sin soñar”.8 El propio bienestar
del gobierno necesita de tales concepciones, reordenaciones, como parte de
su dualismo dinámico. Dicho de otra manera, nuestra propia perspectiva de
libertad sociopolítica depende de la consideración de las posibilidades y
alternativas que proyecta el utopismo, aunque éstas no sean usadas direc-
tamente. Tal vez me dé cuenta más claramente de lo que debo enfrentar
cuando veo la utopía de otro.
El postular “sociedades ideales” parece ser una característica espe-
cialmente acentuada en las tradiciones occidentales, aunque pueden darse
ciertos paralelos en algunas tradiciones orientales particularmente marcadas
–como en el taoísmo–, que postulan escapes ideales de las sociedades. 9
Gran parte del utopismo moderno, evidentemente, muestra una preocupa-
ción activa por una comunidad más justa y bella, que va más allá de la mera
contemplación.10 Y lo que es aun más crucial, muchas utopías proceden de
herejes y otros disidentes que frecuentemente, y sin duda obligados a ello,
proyectaron órdenes sociales alternativos.11 Un tanto paradójicamente, in-
cluso las utopías clásicas, inamovibles y estáticas, parecen radicalizadas y
dinámicas vistas desde la perspectiva de su papel de proporcionar modelos
para juzgar y criticar las sociedades tradicionales y frecuentemente absolu-
tistas de las cuales emanaron. Y no es sorprendente que todo aumento
radical de la libertad sea considerado a menudo como utópico, con el fin de
alabarlo o condenarlo. La esencia del sueño utópico puede ser para muchos
una gran libertad individual, la cual está tan evidentemente limitada por
lazos sociales y del orden establecido, así como por la presencia permanen-
te de la muerte.

8 Manuel Utopian Thought, p. 814.


9Para ver las posibles analogías del utopismo con el taoísmo, ver Holmes Welch
The Making of the Way. (Boston: 1963).
10 Se discute hasta qué punto las utopías clásicas, como la de Platón, constitu-

yen antes modelos de contemplación intelectual que modelos programáticos. Ver, por
ejemplo, Elizabeth Hansot “The Republic of Plato”, Perfection and Progress: Two
Models of Utopian Thought. (Cambridge, Mass.: 1974), pp. 22-24, quien la considera
principalmente como modelo contemplativo. Personalmente me inclinaría hacia el
argumento que indica que hay algo parcialmente nuevo que ingresa al utopismo con el
Renacimiento, tal como sucede con el escepticismo positivista de Michel de Montaigne
en “Of Cannibals”, Selected Essay of Montaigne, traducido por D. A. Frame (New
York: 1963). Pero, dado que algunos comentaristas consideran como línea divisoria la
Ilustración en tanto que otros ven esta división en el siglo XIX, el momento en que
surge lo programático permanece incierto.
11 En tratados históricos tales como Utopian Thought, de los Manuel, cabe

destacar, por ejemplo, la gran cantidad de utopistas que fueron perseguidos como herejes
o condenados como disidentes.
6 ESTUDIOS PÚBLICOS

Sin embargo, la proyección utópica de posibilidades inesperadas


puede ser también –como aseveraba el “anarquista conservador” Paul Go-
odman en sus Utopian Essays and Practical Proposals (1962)– sicológica-
mente liberadora y, por esta razón, claramente “práctica” al hacer conscien-
tes aspectos alternativos de un problema.12 Considero que lo que se opone
en realidad al sueño utópico no es tanto algo “pragmático” o “realista”,
sino el cinismo y el apocalipsis, la pesadilla humana fundamental.

El Servicio Liberal e Inventivo de Utopías Autoritarias

Por cierto, es posible que gran parte del utopismo resulte ser pesadi-
llas.13 Aun cuando la historia de la libertad puede estar frecuentemente
conformada por ilusiones o planes utópicos –después de todo, la mayor
parte de la historia se encuentra dentro de corto período estatista de la
sociedad humana y bajo sus condiciones coercitivas, y, por ende, necesita,
literalmente, de una concepción de la libertad “ideal” o “del allá”– gran
parte del utopismo es, y ha sido por mucho tiempo, autoritario. Incluso los
pocos afortunados guardianes de Platón en La República tenían menos
libertad –ya fuese en las limitaciones impuestas por su clase social o sus
deberes; en la censura de la poesía y la música, o en el orden totalmente
estático– de la que pueden haber gozado por lo menos algunos de los
atenienses socráticos.14 Pero si mi perspectiva del registro histórico es rela-
tivamente correcta, el principal efecto de la utopía platónica autoritaria ha
sido proporcionar un servicio inventivo a puntos de vista más liberales, por
lo menos desde Sir Thomas More hasta Sir Karl Popper. Como mucho lo
han planteado: ¿cómo podemos contradecir a Platón en forma adecuada?
Esto constituye, sin duda alguna, un enorme servicio utópico.

12 Paul Goodman, Utopian Essay and Practical Proposals (New York: 1962),
particularmente el primer capítulo, “Utopian Thinking”. Para ver un análisis de ésta (y
otras obras de Goodman citadas más adelante), ver mi Paul Goodman. (Boston: 1980).
13 Las utopías de las últimas décadas son particular y necesariamente pesadillas,

debido a la pérdida de la fe optimista en una naturaleza benevolente, en un racionalismo


político, etc. Ver Chad Walsh From Utopia to Nightmore. (New York: 1962).
14 La naturaleza estática y absolutista de La República no es simplemente

histórica o política sino estética. “Así, dice Sócrates, esta inmunidad al cambio externo
es característica de todo aquello que, gracias al arte o a la naturaleza, o a ambos, se
encuentra en un estado satisfactorio...” The Republic of Plato, trad. F. M. Cornford
(New York: 1945), p. 72. Ver Iris Murdoch, The Cave and the Sun (Oxford: 1977),
para una discusión contemporánea más sofisticada de Platón y el arte y de la apología a
la censura hecha en parte por Platón.
KINSLEY WIDMER 7

La Utopía de Moro (1516), que en parte se opone a Platón y es la


primera que lleva explícitamente dicho nombre (un juego de palabras con
buen-lugar y no-lugar), proporcionó una crítica meditada, y a veces un tan-
to burlona, de la sociedad en la época de Moro, representación de un orden
más tolerante y caritativo, puesto que su grado de cristianismo está aún en
discusión.15 Pero, todavía se encuentran entre nosotros muchas formas an-
tiguas de los “guardianes”, o por lo menos tanto como los apacibles patriar-
cas de Moro, camuflados actualmente como héroes de ciencia-ficción, y
también en otras fantasías de los tecnócratas futurólogos de lo que tal vez
sea el peor de todos los mundos posibles.

Críticos y Escépticos de la Utopía: los Antiutópicos

Sin embargo, la postulación de sociedades, ya sean mejores o peo-


res, no describe adecuadamente ni la naturaleza ni el uso de la fuerza motriz
del utopismo. Y deberíamos destacar inmediatamente que lo que molesta a
muchos escépticos de lo utópico no es tanto las mejores o peores particula-
ridades del orden social, sino el fundamento mismo de tal ordenamiento o
reordenamiento social.16 Por ejemplo, al predecir un tanto prematuramente la
extinción de lo utópico, la cientista política Judith N. Shklar en After Utopia
(1957), durante la generación pasada, catalogó docenas de importantes
perspectivas antiutópicas.17 Su conclusión fue que ellas marcaron el fin de
la fe de la Ilustración en el “optimismo político racional” como formador de
la sociedad. Si bien este punto de vista contiene algo de verdad, especial-

15 Utopía in The Complete Works of Sir Thomas More, IV, Edward Surtz y J. H.

Hexter, editores (New Haven, Conn.: 1965), en Twentieth Century Interpretations of


Utopia, ed. William Nelson (Englewood Cliffs, N.J.: 1968), se puede encontrar una
muestra razonable de las muchas veces interpretada y discutida relación de Moro y su
utopía, tema que yo trato sólo en un par de frases.
16 Para un caso extremo, ver a Thomas Molmar, Utopia: the Perennial Heresy

(New York: 1967), quien declara que todo utopismo es un “mal moral” que va en contra
de las disposiciones divinas. Una aseveración tan drásticamente prejuiciada puede ser
sintomática de la furia en contra del cambio radical que contienen muchas de las
respuestas al utopismo.
17 Judith N. Shklar After Utopia, The Decline of Political Faith (Princeton,

N.J.: 1957, 1969). El tema principal parece ser “la gradual declinación del optimismo
político radical”, pero la supuesta derrota del liberalismo, socialismo, etc., atribuida a los
ataques efectuados por románticos y cristianos, parece ser insostenible, ya que ideológi-
camente su propia declinación es aun mayor. Tal vez esto se deba a que el tipo de
utopía que más adelante denomino “tecnocracia” las ha sobrepasado a todas ellas.
Shklar utiliza el concepto de lo utópico en un sentido muy amplio: ver p. 219.
8 ESTUDIOS PÚBLICOS

mente respecto de la ideología progresista de izquierda habitual, hay mu-


chos otros utopismos, que fueron minimizados en el recuento de Shklar.

La Crítica de Hayek al Racionalismo Constructivista

Uno de los antiutopistas sólo apenas mencionado por Shklar fue


F. A. Hayek, quien en Camino de Servidumbre (1944) criticó la “utopía”
como el engaño del “socialismo democrático” conducente a una sociedad
totalitaria. Según los argumentos, quizás excesivos, de Hayek, las ideolo-
gías socialistas antidemocráticas como el fascismo y el nazismo también
derivaron de ella.18 Hayek continuó su argumento en un reciente (1978)
ataque al “constructivismo”, utopismo que él asocia a la tradición raciona-
lista desde Descartes y Rousseau.19 Un racionalismo presuntuoso de este
tipo, dice Hayek, demuestra en engreimiento y la arrogancia de un pensa-
miento sociopolítico que afirmaría haber construido concienzudamente ins-
tituciones, en vez de permitirles un desarrollo evolutivo. En contraste, la
razón crítica liberal crearía, más modestamente, un sistema de reglas bajo las
cuales se posibilitaría el crecimiento de instituciones más allá de la compren-
sión racional directa (el mercado, tradiciones legales del derecho consuetu-
dinario, etc.). Aparentemente, para Hayek, la aplicación liberal de la razón a
la sociedad cae entre el constructivismo y la desconfianza conservadora
ante la razón, la cual enfatiza (como en Burke) el curso orgánico de los

18 F. A. Hayek, The Road to Serfdom (Londres: 1944), Cap. II, “The Great

Utopia”, pp. 18-23. Existe una confusión en esta tradición de pensamiento en cuanto a
si el utopismo es malo porque no funciona (por ser contrario a la naturaleza, a la
complejidad social, a los poderes racionales, etc.), o malo porque funciona demasiado
bien, produciendo una uniformidad utopista totalitaria. Detecto ambos conceptos en
Hayek. Tal vez sea posible reconciliarlos argumentando que el posible éxito del utopis-
mo socialista ha producido históricamente un antagonismo que se torna autoritario o
totalitario. Pero Hayek no lo hace.
19 “The Errors of Constructivism” New Studies in Philosophy, Politics, Econo-

mics and the History of Ideas (Chicago: 1978). “Para ellos la sociedad es algo construi-
do deliberadamente con un propósito determinado...”, pp. 5-6. Pero esto encuentra una
serie de problemas en la historia intelectual (Locke es un constructivista, y también lo
es John Stuart Mill), y además contradice la justificación ética de una economía de
mercado del mismo Hayek. Algunos argumentos recientes relativos a esto han sido
resumidos por Arthur M. Diamond, Jr., “F. A. Hayek on Constructivism and Ethics”,
Journal of Libertarian Studies, IV (Otoño 1980), pp. 353-365. Hayek tiene varias
otras versiones de este tema, tal como la que aparece en The Constitution of Liberty
(Chicago: 1972), cuyo título mismo indica cierta confusión. También tengo dificultad
con la aplicación selectiva de Hayek del anticonstructivismo, el cual aparentemente no
aplica a la planificación hiperracionalista de grandes corporaciones y otras instituciones
controladoras, aun cuando debería hacerlo.
KINSLEY WIDMER 9

eventuales cambios en las instituciones. Evidentemente, esta visión liberal


de la función social de la razón varía a través de la historia, y es, por ende,
un tanto incierta.

El Utopismo de Hayek

Varios tipos de escépticos miran con justa desconfianza a quienes,


bajo el disfraz de la razón, planifican o dictaminan en gran medida el modo
en que se debe vivir. La gran mayoría de los libertarios estaría de acuerdo
en que esto constituye una crítica profunda y apropiada a un racionalismo
utópico presuntuoso y posiblemente despiadado. Sin embargo, lo que po-
dría denominarse hiperracionalismo caracteriza a gran parte del pensamiento
sociopolítico, no solamente al utópico. Como ejemplo obvio: el desarrollo de
la ley talmúdica, del derecho canónico cristiano y de algunos sofismas tor-
tuosos, con su posterior secularización en reglamentaciones legales y admi-
nistrativas, pone en evidencia un racionalismo moral que opera abarcando y
controlando todo, de una manera tal que un partidario de la libertad podría
muy bien encontrarla amenazante. Sin embargo, tan paradójicamente opera
la razón a través de la historia, que la defensa misma del individuo contra
estos racionalismos restrictivos se convierte en contrarracionalismos elabo-
rados, como los que asociamos con la Ilustración. Una tradición del contra-
rracionalismo liberal fue la elaboración de Constituciones, como la de Locke
para Carolina, la de Rousseau para Córcega, las Constituciones revolucio-
narias establecidas en Estados Unidos y Francia, la patética abundancia de
Cartas constitucionales liberales en la Europa del siglo XIX, además de la
falsa racionalización de la Constitución soviética de 1935 y las de un buen
número de naciones “emergentes” del presente. El planteamiento y la apli-
cación de Constituciones pueden ser correctamente considerados un uto-
pismo esquemático, que merece desconfianza por abstraer realidades tangi-
bles, por su formalismo racionalista y por los controles que ejerce. Hayek,
sin embargo, el vehemente crítico de constructivismo racionalista, propuso
recientemente una estructura constitucional (una nueva forma de legislatu-
ra), destinada a defender los valores liberales clásicos, y él mismo la caracte-
rizó como una “Utopía”.20
Para defender su utopismo, Hayek lo relacionó con un argumento
utópico anterior, de carácter moderado, Idea of a Perfect Commonwealth

20 Hayek, “Economic Freedom and Representative Government”, New Studies,

pp. 105-118.
10 ESTUDIOS PÚBLICOS

(1742), de David Hume, y con la afirmación que éste hace: “debe ser benefi-
cioso conocer qué es lo más perfecto dentro de su especie”, tomándolo
como modelo para “innovaciones” menores.21 Mientras en estas materias
Hayek (quizás aún más que Hume) depende de un conservadurismo tempe-
ramental, dicho utopismo parece ser esencialmente un constructivismo mo-
derado. Incuso en el período anterior, cuando Hayek estaba argumentando
en contra del utopismo colectivista, de hecho también defendía un utopis-
mo liberal como forma de enfrentarlo.22 Si, además, consideramos que la
perspectiva de Hayek está basada en estructuras que contemplan “merca-
dos libres” universales (y las instituciones que necesariamente van con
éstos), los cuales en realidad sólo han existido parcialmente, el liberalismo
clásico puede considerarse profundamente comprometido con un utopismo
grandioso.
Evidentemente, podemos discernir diferencias importantes en rela-
ción con lo que se enfatiza; entre un utopismo estructurado sobre la base
de reglas y la planificación estatista directa hay de por medio utopías que
son diferentes. Si estuviesen basadas en otras condiciones, ambas podrían
restringir diversas libertades humanas. Así, nuestras preferencias pueden
necesitar una definición utópica más completa, en vez de un rechazo del
utopismo en general. Dicho de otra manera, la combinación de lo utópico y
lo antiutópico es ambigua desde la perspectiva de Hayek.

La Crítica de la Utopía como Revolucionaria y Violenta

Por cierto, existen puntos de vista antiutópicos menos ambiguos,


que abarcan desde la perspectiva corriente antiespeculativa –temerosa de
reconocer el cambio– hasta la actitud conservadora tradicional comprometi-
da con un orden establecido por sanción divina. Otra tradición antiutópica
–de principios relativamente liberales y de bastante influencia– objeta los
medios utilizados para el cambio. Karl Popper, remontándonos una genera-
ción, y Melvin Lasky, más recientemente, han argumentado insistentemente
en que el utopismo y la violencia revolucionaria se han ido extendiendo y
reclutando adeptos.23 Aun cuando sus argumentos se pueden aplicar, sin

21 Hayek New Studies, p. 118.


22 Hayek, “The Intellectuals and Socialism”, New Studies in Philosophy, Poli-
tics and Economics (Chicago: 1967), originalmente en Chicago Law Review, XVI
(1949), pp. 417-433.
23 Karl Popper, “Utopia and Violence”, Conjectures and Refutations (Londres:

1962). Este también fue el tema principal de The Open Society, 4a. ed. (Londres: 1950,
KINSLEY WIDMER 11

duda, a algunos movimientos terroristas milenarios, tales como el revolucio-


narismo jacobino y el marxista (pese a que, como destacaremos más adelan-
te, el marxismo afirma ser antiutopista), la violencia revolucionaria tiene
poca relevancia en relación con gran parte del utopismo, tanto pasado como
actual. Los ideólogos antirrevolucionarios también utilizan una forma curio-
samente deliberada de coerción, sufrimiento y violencia: algunos órdenes
establecidos han producido más tiranía, miseria y muerte que algunos regí-
menes revolucionarios; y, habitualmente, sólo los Estados más organizados
pueden producir control, privación y muerte en forma masiva. Y, sin embar-
go, ¿no eran algunos de ellos utópicos? Es posible analizar parcialmente a
algunos tiranos en términos de retórica utópica –Cromwell, Robespierre,
Mao y otros–, aunque muchos dictadores quedan mejor definidos como
antiutopistas. Sin tratar de encontrar una definición restringida del utopista,
sugiero, en forma más bien general, excluir de ella a los tiranos dementes
(una expresión redundante), a los apologistas de grandes Estados e impe-
rios y a quienes están comprometidos principalmente con el revolucionaris-
mo como perspectiva que contradice intrínsecamente algunas demandas
coherentes en pro de sociedades (relativamente) ideales.24

La Crítica de la Utopía como Económicamente Colectivista

Con menos énfasis podemos descartar gran parte de un cargo fre-


cuentemente imputado a la fuerza motivadora de la utopía: que tiende hacia

1962). Una extensa y pedante discusión que sumerge la mayoría del utopismo en el
revolucionismo (en contraste a Manheim, ver anteriormente) se encuentra en Melvin
Lasky Utopía y Revolución (Chicago: 1976). Existen muchas otras perspectivas extre-
madamente hostiles al utopismo con temores conservadores hacia el optimismo, ame-
naza de tiranías perfeccionistas, etc. Ver J. L. Talmon, “Utopianism and Politics”, en la
negativa colección de trabajos de los más negativos, Utopia, ed. George Kateb (New
York: 1971), pp. 91-101. Rolf Dahrendorf, “Out of Utopia: Toward Reorientation of
Sociological Analysis”, Utopia, ed. Kateb, pp. 102-126, destaca la falta de suficiente
conflicto en la utopía. En cuanto a mi argumento relativo a la violencia, ver, por
ejemplo, algunos de los casos históricos que aparecen en Barrington Moore, Jr., The
Social Origins of Dictatorship and Democracy (Boston: 1966).
24 J. C. Davis expresó recientemente una definición mucho más restringida del

tema; para él la utopía consiste sólo en programas institucionales para una sociedad
ideal, en oposición a cuatro otros patrones ideales: milenarista, arcádico, Cockaygne
(N. del T.: tierra imaginaria de deleite y pereza, algo así como Jauja) y bienestar moral.
Más adelante fusionó los últimos tres con el utopismo, pero distingo varios otros tipos,
como por ejemplo el “tecnocrático”. Ver J. C. Davis “Utopía and the Ideal Society”, A
Study of English Utopian Writing, 1516-1700 (Cambridge, Eng.: 1981), p. 6. Davis
también critica al milenarismo por ser esencialmente de un orden diferente, ya que se lo
atribuye a la deidad y no al hombre, p. 36, lo cual me brinda una excusa para no tomarlo
mucho en cuenta aquí.
12 ESTUDIOS PÚBLICOS

el colectivismo o hacia una economía coercitiva centralizada por el Estado.


Es verdad que en La República de Platón y en La Utopía de Moro, ambas
pequeñas ciudades-estados, la propiedad estaba en manos de la comunidad
y, además, que una gran cantidad de fantasías y planes utópicos del siglo
XIX pueden ser caracterizados, en mayor o menor medida, como socialis-
mos de Estado. Pero luego de un examen más detallado, con frecuencia las
cosas no son categóricamente tan así.25 Por ejemplo, la utopía del Falanste-
rio, de Charles Fourier, a principios de siglo XIX, tuvo influencia a nivel
mundial; sus incidencias directas van desde el Brook Farm, de Hawthorne,
en Massachusetts, hasta el San Petersburgo, de Dostoievski, en Rusia, y,
más indirectamente, desde el comunalismo al surrealismo modernos, y
Fourier fue hasta cierto punto admirado por los socialistas, desde Engels
hasta Marcuse.26 Pero los esquemas de Fourier eran, esencialmente, des-
centralistas, empresariales, antiestatales y, generalmente, contrarios a los
puntos de vista marxistas y otros similares a éstos, al enfatizar la diversidad
humana. Es necesario distinguir no sólo entre la economía comunal y la
colectivista, sino, quizás más esencialmente, entre los grados de diversidad
individual y otras libertades.

Anomalías en la Economía de la Utopía

Consideremos un ejemplo posterior: en un grupo de conceptos utó-


picos que dieron lugar tanto a una popular novela europea, Freeland (1980)
como a varias colonias utópicas, la economía de Hertzka dejaba la tierra en
manos de la comunidad, pero esto era con el fin de hacer posibles en forma
sistemática los acuerdos pluralistas conducentes a una empresa competiti-
va.27 Las ideologías económicas de gran parte del utopismo son bastante
confusas. En efecto, algunas parecen ser tremendamente contradictorias o
históricamente enredadas. El socialismo estatal, por ejemplo, se ha visto

25 Frecuentemente en forma confusa, diversa y aburrida. Ver Lewis Mumford

The Story of Utopias, Ideal Commonwealths and Social Myths (New York: 1922), un
estudio seminal y antiutópico.
26 Harmonian Man, Selected Writing of Charles Fourier, ed. Mark Poster

(Garden City, N.Y.: 1971), y The Utopian Vision of Charles Fourier, ed. Jonathan
Beecher y Richard Bienvenu (Boston: 1971). Nicolas Riasonovsky presenta una discu-
sión académica equilibrada en The Teachings of Charles Fourier (Berkeley, Ca.: 1969).
Engels discute a Fourier en Socialism, Utopian and Scientific, y Marcuse lo hace en Five
Lectures (ver más adelante).
27 Theodore Hertzka Freeland: A Social Anticipation (Londres: 1891). Para

discusión, ver Manuel, Utopian Thought, pp. 765 y siguientes.


KINSLEY WIDMER 13

considerablemente influido por Saint-Simon, quien, de hecho, puede consi-


derarse (según Hayek) como el inventor de parte de él.28 Sin embargo, si
hacemos un seguimiento de la vida y obras de Henri de Saint-Simon, lo
veremos como un capitalista especulador de la Francia de comienzos del
siglo XIX, quien –y esto no es sorprendente– desarrolló un utopismo capi-
talista-empresarial muy elaborado jerárquicamente. Su variado legado histó-
rico incluyó un culto religioso elitista que tuvo cierta influencia directa du-
rante algunos años, un considerable efecto entre especuladores financieros
“progresistas” del Segundo Imperio y que, probablemente, contribuyó sig-
nificativamente a la continuidad del estatismo tecnocrático-elitista, el cual
tuvo un importante papel en la economía francesa, sea ésta denominada
capitalista (estatal) socialista (estatal). Al igual que su creador capitalista,
este legado es ciertamente antilibertario).
Consideremos también los papeles relativamente singulares de Ro-
bert Owen, contemporáneo de Saint-Simon, el acaudalado empresario y re-
formista inglés de principios del siglo XIX, quien perdió gran parte de su
capital (aunque no sus obsesiones filantrópicas) al establecer su utopía
paternalista New Harmony, en Indiana, proyecto que fracasó muy luego.29
Algunas versiones desafiliadas de su utopismo pueden haber tenido una
considerable influencia en el socialismo británico posterior, tal como los
métodos empleados en la administración de sus fábricas de New Lanark
pueden haberla tenido posteriormente en los sindicatos.30 Sin embargo,
Owen también tuvo gran influencia durante los años 1840 en Josiah Warren,
un anarquista-individualista a favor del libre mercado americano, un hombre
realmente excepcional que vivió un tiempo en New Harmony. Warren no
sólo ensayó un owenismo modificado en varios experimentos comunitarios
individualistas (Utopia, Ohio y Tiempos Modernos, Long Island) sino tam-
bién desarrolló un curioso sistema de intercambio de trabajo (un intercam-
bio de dinero autogenerado, basado en unidades de tiempo-trabajo) que fue
comercialmente exitoso, y, además, constituyó una forma más equitativa de
comercio en sus diversas tiendas.31 Con Owen –gerente, propietario y fabri-

28 Selected Writings of Saint-Simon, trad. F. M. H. Markham (Oxford: 1952).

Ver Frank Manuel, The New World of Henri Saint-Simon (Cambridge, Mass.: 1956).
29 Robert Owen, A New View of Society, and Other Writings, ed. G. D. H. Cole

(Londres: 1927). Ver también John F. C. Harrison, Quest for the New Moral World:
Robert Owen and the Owenities in Britain and America (New York: 1969).
30 Ver James H. Treble, “The Social and Economics Thought of Robert Owen”,

Robert Owen, ed. John Butt (New York: 1971), pp. 20-51.
31 Josiah Warren Equitable Commerce (New York: 1846, 1852; reimpreso en

1967). Ver James J. Martin, Men Against the State: The Expositors of Individuals
Anarchism in America, 1827-1908 (Colorado Springs, Co.: 1953, 1970), pp. 1-102.
14 ESTUDIOS PÚBLICOS

cante– y Warren –inventor, hombre de negocios– entre muchos otros, tan-


to el impulso empresarial como el utópico parecen haber sido significativa-
mente similares. El utopismo más contemporáneo, como lo haré notar más
adelante, es frecuentemente categórico en sus motivos y formas empresaria-
les, así como en insistir en que los pequeños negocios, autónomos del
Estado, son fundamentales para la libertad.
Sin embargo, no se puede decir que existan una o varias economías
que caractericen, en general, al utopismo a través de la historia. Pero en
contraposición a esto, ya que gran parte del utopismo (aunque no todo, por
cierto) se da como una planificación de comunidades ideales, evidentemen-
te se trata de una economía comunal más que de una individualista. En su
acepción más general, toda economía es comunal, aunque no necesariamen-
te sea colectivista.

Stirner y el Conflicto de Comunidad vs. Colectivismo

Aun en las filosofías individualistas más extremas del siglo XIX, la


existencia de algún sentido de comunidad se consideraba un valor positivo.
Así, incluso, Max Stirner, a menudo considerado como un utopista que
llevó el individualismo hasta un solepsismo nihilista en The Ego and Its
Own (1844), propuso lo que él denominó “Unión de Egoístas”. Puesto que
Stirner dio un lugar predominante a los deseos humanos y a las gratificacio-
nes, él insistía en que el problema social consiste “no en cómo uno debe
producir el verdadero yo... sino cómo uno debe... vivirlo”. 32 Es cierto que
no está totalmente claro en Stirner hasta qué punto su “Unión de Egoístas”
debería adoptar la forma de una comunidad intencional voluntaria, en con-
traposición a lo que él denominó una asociación “instintiva” de quienes
comparten un modo de pensar y tienen el valor de romper las restricciones
legales y rechazar los “fantasmas” morales. Por ejemplo, para Stirner la “li-
bertad de comercio” es el resultado no tanto de establecer un cierto sistema
de mercado (el que para él siempre fue parcialmente antiindividual) como de
violar cualquier sistema creado de “contrabando”.33 La libertad personal no
se lograría tanto por medio del restablecimiento de reglas proteccionistas,
que siempre se convertían en reglas de control y tendían a derrotar al indivi-

32 Max Stirner The Ego and His Own, rev. S. T. Byington Trad., ed. John

Carroll (Londres: 1971), p. 225. Carroll analiza a Stirner en The Break-Out from the
Crystal Palace (Londres: 1974).
33 Stirner, p. 230.
KINSLEY WIDMER 15

duo auténtico, sino practicando la “obstinación” moral e incluso, prudente-


mente, la “desobediencia” legal.34 Pero, como en el caso de la pandilla delic-
tual, esto puede hacer que la comunidad voluntaria adquiera mucha más
importancia.

La Ambigua Utopía del “Individualismo” de Ayn Rand

Pienso que los extremistas como Stirner –y una serie de otros utopis-
tas– son valiosos por agudizar nuestra perspectiva crítica. Por ejemplo, uto-
pías más recientes con uniones de egoístas parecen ser menos gratificado-
ras que las de Stirner. Considero que ello sucede con el “ningún sitio”
capitalista-individualista de Ayn Rand, en su Atlas Shrugged (1957).35 Esta
Utopía de la Codicia, también llamada (quizás con mayor ironía de la que se
pretendía) Barranco de Galt, es un valle del Colorado protegido por rayos
mágicos, donde un culto conspiratorio secreto formado por “egoístas” em-
presarios amargados estableció una comunidad dedicada al egoísmo, bajo la
semiautocracia carismática de un héroe de melodrama, John Galt. Según las
explicaciones de Rand, parte de su credo ficticio era el de presentar una
imagen del “tipo de sistema social que hace posible que funcionen los
hombres ideales... capitalismo laissez-faire”.36 Pero desde la perspectiva
individualista stirneriana, tal imagen es principalmente un sustituto elabora-
do de un “sistema social”, con sus “fantasmas” morales y sus conceptos
restringidos y estáticos de los roles, en lugar del individuo versátil que vive
una vida plena. El utopismo de Rand pone en evidencia un individualismo
claramente restringido en su constructivismo puritano y racionalista, que
enfatiza más las polémicas abstractas que las ricas cualidades de la indivi-
dualidad.37
Aun cuando el Atlas Shrugged puede merecer dudas como expre-
sión del individualismo (y un melodrama crasamente débil en sus lineamien-
tos sociales) también puede plantear varios otros puntos de interés utópico.
Cabe destacar que tuvo gran popularidad en la misma época en que gran
parte del mundo intelectual (ver Shklar, más arriba) desacreditaba el utopis-

34 Stirner, p. 134.
35 Ayn Rand Atlas Shrugged (New York: 1957): la sección sobre utopía apare-
ce en pp. 701-815, aunque la justificación la hace más adelante, pp. 1019-1069.
36 La posterior “Introducción” (1968) The Foundainhead (Indianapolis, Ind.:

1943, 1968), p. x. Su anterior novela utópica negativa Anthem (Caldwell, Id.: 1946),
toma sus argumentos menos redundantes.
37 Para el caso de una desutopía colectivista transformada en una utopía capita-

lista por los procesos históricos, ver Henry Hazlitt The Great Idea (New York: 1951).
16 ESTUDIOS PÚBLICOS

mo, negando que pudiera existir realmente en el mundo del siglo XX, inexo-
rablemente pesimista debido a la sobrepoblación, al absurdo de guerras
interminables, a la tecnología incontrolable y a todo el resto de la era de la
ansiedad. La historia cultural no es tan unilateral como se pretende. Tampo-
co son tan insulsas y optimistas las motivaciones de la utopía como se ha
supuesto con frecuencia. Curiosamente, el ethos randiano proporciona una
imagen opuesta a lo que Nietzsche analizó como “resentimiento”. Un análi-
sis de la retórica redundante con que justifica su utopía (como en el caso de
las cuatro o cinco horas de discurso radial de Galt) demostraría que se
encontraba dominada por el desprecio y el odio.38 Nos recuerda que las
motivaciones de la utopía pueden ser, en gran medida, no-idealistas y mez-
quinas.

La Crítica de la Utopía como Estática y Monolítica

Como es relativamente habitual en el siglo XX, la utopía de Rand


sólo constituye una etapa, parte de un proceso, que se desvanece a medida
en que los actores principales avanzan hacia el renovado poder del esta-
blishment (en esto, y no en el individualismo está la base de su motivación).
Cabe destacar aquí otro cargo, un tanto equívoco, que frecuentemente se
imputa a lo utópico: se dice que tiene un estilo estático, fijo, monolítico,
rígido,39 Sin embargo, el teórico y novelista utópico probablemente más
influyente del siglo XX, H. G. Wells,40 al referirse a lo incompleto de su

38 Esto es bastante curioso, porque aun cuando Rand rechaza enfáticamente la

caridad cristiana, la compasión y la identificación con la debilidad, que Nietzsche anali-


zó como fuentes de ressentiment, Rand lo evidencia enfáticamente. Ver Friedrich Nie-
tzsche On the Geneology of Morals, trad. R. J. Hollingdale y W. Kaufmann (New York:
1968). Walter Kaufmann proporciona un resumen de algunos de los puntos en Nietzs-
che, 4ª ed. (Princeton, N. J.: 1974), pp. 371 y siguientes. Un uso reciente de resenti-
ment, análogo al que yo hago de él, puede encontrarse en Edgard Z. Friedonberg The
Disposal of Liberty, and Other Industrial Wastes (Garden City, N. Y.: 1975), “Introduc-
tion: Ressentiment.
39 Hansot sostiene que la incorporación del cambio caracteriza el utopismo

desde el siglo XVIII en Perfection and Progress, Cap. 1. J. C. Davis considera que el
cambio es característico de los utopistas del siglo XVI y XVII, quienes también “visuali-
zaron no sólo una forma de sociedad sino muchas”, y proporcionaron “críticas de cada
uno”, Utopía and the Ideal Society, pp. 7-8. Otros comentaristas no destacan el cambio
hasta que comienzan a notarse los efectos de Darwin o del siglo XX. Podría especularse
que podría haber aparecido en los inexistentes cuentos utópicos helénicos, por lo menos
en aquellos de sabios tan poco convencionales como los cínicos.
40 H. G. Wells A Modern Utopia (Lincoln, Neb.: 1905, 1967), pp. 3-4, y en

toda la obra.
KINSLEY WIDMER 17

modelo en A Modern Utopia (1905), recalcó que las utopías, para ser ade-
cuadas, deben interpretarse como “etapas” de un proceso “dinámico”, cam-
biante, limitado en el tiempo y en constante desarrollo. Esto, desde luego,
es en general más válido para el utopismo de Wells, que adoptó una serie
de formas y valores. De igual manera lo hizo el de Aldous Huxley (ver más
adelante). Herbert Read, en The Green Child (1935), presentó simultánea-
mente en el tiempo, en la misma obra, dos utopías contrastantes (una mate-
rialista progresista, la otra mística y neoplatónica).41 La influyente obra nor-
teamericana Communitas (1947) de Paul Goodman proporcionó tres, no
necesariamente excluyente, “Paradigmas de Comunidad” (pueden ser carac-
terizados como capitalista sobrecentralizado, comunal descentralizado y un
doble ordenamiento del consumismo exagerado y el bienestar laboral de
Blanquist).42 Prudentemente, ninguno de ellos fue considerado como lo más
adecuado para todos, ni como las únicas posibilidades.
Podrían citarse muchos ejemplos de diversos utopismos pluralistas y
en desarrollo en la actualidad (algunos de ellos serán nombrados más ade-
lante). Puede ser verdad que muchos utopistas muestren una teoría de cam-
bio insuficiente, pero esto lamentablemente también es válido en casi todos
los pensadores sociopolíticos modernos. Quienes no están adecuadamente
informados, frecuentemente consideran que el paradigma platónico define
no sólo el género literario, sino también el pensamiento general del utopista.
Hay evidencias que pueden ser discutibles, para dudar que el determinante
platónico haya sido tan claro en sus definiciones, si pensamos en el siempre
abierto Rabelais, en el irónico Moro, en el dualista Voltaire, en el conflictivo
Fourier y en muchos otros utopistas. Desde luego, entre los utópicos hay,
como siempre los ha habido, fundamentalistas dogmáticos, literalistas, al
igual que en la mayoría de las ideologías. La lógica de la “Sociedad abierta”
de Popper, o las instituciones evolutivas de Hayek, o las diversas perspecti-
vas sociopolíticas libertarias no pueden rechazar en forma razonable al uto-
pista simplemente por estático, rígido, monístico, exclusionista. Es decir, no
lo pueden rechazar, a menos que ellos estén comprometidos con la misma
falacia que censuran.

41 Herbert Read The Green Child (Londres: 1935). Read en general también fue
un utopista en algunas de sus teorías anarquistas sobre el arte; ver Art and Anarchy
(Londres: 1950).
42 Paul and Percival Goodman, Communitas, “Means of Livelihood and Ways

of Life” (Chicago: 1947; rev. ed. N. Y.Ç 1960). Ver también mi obra Paul Goodman
Cap. 2. Los planificadores de ciudades que se mencionan más adelante –Howard, Le
Corbusier, Wright– muchas veces hicieron importantes modificaciones a sus planes para
incorporarles cambios.
18 ESTUDIOS PÚBLICOS

Dialécticas Positiva y Negativa de la Planificación


de la Ciudad Utópica

Permítanme bosquejar brevemente otro aspecto de la utopía, concer-


niente a la planificación, tomando un modelo que va más allá de la redacción
de una Constitución: el trazado de la ciudad utópica. Cuando se trata de la
vida individual, el imaginar una ciudad puede mostrarnos algunas de las
consecuencias de una ideología en forma tangible, y no sólo sus reglas
abstractas.

Las Ciudades Utópicas y la Libertad Humana

Estructurar una ciudad más perfecta ha sido una de las grandes pre-
ocupaciones utópicas, desde las antiguas ciudades ideales, construidas
para el hombre, pero con más frecuencia para los gobernantes santos; hasta
la planificación parcialmente ideal de Atenas, Roma y Venecia, y muchos
otros lugares realmente existentes.43 Dada la fealdad megalopolitana del
siglo XX, su destructividad y otras patologías sociales, no es sorprendente
que diversos talentos excepcionales se hayan dedicado al logro de la utopía
urbana. Los influyentes planes del inglés Ebenezer Howard para la morali-
zante Garden City, o las visiones gigantistas de la superindustrializada Ra-
diant City del suizo-francés Le Corbusier, y los provocativos planes para
volver a convertir lo urbano en campestre en Broadacre City del norteameri-
cano Frank Lloyd Wright, continúan una larga tradición de crítica y concep-
tualización social imaginativa.44 Aparte de su existencia como fascinantes y
sugerentes objetos de contemplación –lo que es bastante en sí mismo–
¿qué sugieren estas ciudades utópicas en relación con la libertad humana?
Afortunada o desafortunadamente, ninguna de estas ciudades fue
construida en su totalidad. ¿Son ellas, entonces, más fantasías utópicas,
variaciones ulteriores de la Torre de Babel? Son más que eso, ya que los
planes de Howard, Le Corbusier y Wright han tenido una influencia real en
lugares que existen en la actualidad.45 Y estos ambiciosos paisajes urbanos

43 Para ciudades utópicas anteriores, ver Manuel, “A Cittá Felice for Architects

and Philosophers”, Utopian Thought, pp. 150-180.


44 Ebenezer Howard, Garden Cities of Tomorrow (orig. 1902), ed. F. J. Osborn

(Cambridge, Mass.: 1965). Le Corbusier, La villa radieuse (Boulogne-Seine, France:


1935), y Towards a New Architecture, trad. F. Etchells, (New York: 1960). Frank
Lloyd Wright, The Living City (New York: 1958), que también apareció en varias
versiones anteriores, tales como The Disappearing City (New York: 1932).
45 Un análisis muy bueno es el de Robert Fishman Urban Utopias in the Twen-

tieth Century (New York: 1977).


KINSLEY WIDMER 19

también pueden estimular una cierta disciplina en nuestro razonamiento so-


bre ideologías y ciudades.
Una vez que se comprenden, estos grandes planes revelan no sólo
las limitaciones conceptuales de los “planificadores” de menor categoría,
sino apuntan también a los programas escondidos, las utopías ocultas, que
son el fundamento de todo plan. Por “planificadores” no sólo me refiero a
los técnicos profesionales que practican este discutible oficio, sino también
a los gobernantes y administradores, a los hombres de negocios y a los
“urbanizadores” que, consciente o inconscientemente, llevan a cabo lo que
habitualmente es un utopismo degradado.46 En gran medida todas las ciu-
dades son planificadas, no importa cuán confusos o hipócritas puedan ser
sus ideales. Las ciudades no son objetos de la naturaleza, sino construccio-
nes que serán diversamente escogidas y deseadas.
Dicho de otra manera, algunas de nuestras ciudades suburbanas
pueden relacionarse (aunque a menudo sin alcanzar ese nivel) con el ideal
de la comunidad cooperativa encarnado en la Garden City de Howard –y a
su estrecha y blanda concepción, de clase media baja, de la cultura y el
comportamiento humano–. Nuestros magníficos centros urbanos de rasca-
cielos pueden relacionarse (aunque frecuentemente sin rigurosa coherencia)
a los ideales industriales hiperfuncionales de la Ciudad Radiante de Le Cor-
busier –y a su centralismo jerárquico–, así como a otros antidemocráticos y
antiindividualistas. Y nuestras contradictorias respuestas americanas a lo
urbano y lo comunitario pueden relacionarse (aunque generalmente sin la
inspiración imaginativa) con la anticiudad individualista Broadacre jefferso-
niana de Wright, y a su economía familiar un tanto forzada y a su atomiza-
ción social. Estos planes de ciudades utópicas hacen tangibles no sólo
ciertos tipos de estilo de vida y de sensibilidad, sino también disposiciones
sociopolíticas importantes.
Mi breve comentario respecto de los grandes planes modernos urba-
nos no pretende sugerir que sus especificaciones nos permitan elegir defini-
tivamente entre las posibilidades de cooperativas, autoridad centralizada o
individualismo atomizado. Los problemas, desde luego, se vuelven más
complejos que eso, tomando en cuenta que estos tres planificadores utópi-
cos se vieron a sí mismo (por lo menos en períodos importantes) como
fomentando la economía empresarial y la autonomía individual, bajo las pe-
culiares condiciones del siglo XX.47 Así, podemos vernos impulsados a

46 El importante ejemplo de Nueva York de Robert Moses aparece en Robert

Caro Power Broker (New York: 1974).


47 Ver citas sobre cómo Wright sentía que estaba salvando el “verdadero capita-

lismo”, en Fishman, p. 157.


20 ESTUDIOS PÚBLICOS

tomar conciencia –ignorada esquemáticamente por demasiados libertarios–


de “qué” tipo de libre mercado, “qué” clase de individualismo y “qué” clase
de libertades deben estimularse y escogerse.

Las Confusiones de los Libertarios ante Diversas Alternativas Utópicas

Así, pues, cuando consideramos un planificador actual de una ciu-


dad utópica, y a otro que está en el proceso de construir, de hecho, un
ejemplo, como el Arcosanti de Paolo Soleri, en el desierto de Arizona, pode-
mos quedarnos cortos. Pese a que Soleri usa algunas de las ideas y la
retórica individualista de Wright, deja bien en claro en su teoría Arcology
(1969), así como en su inhabitable ciudad-panal, que el papel del individuo
no-elitista es más bien pobre.48 Como un arquitecto ficticio de Ayn Rand
(aunque con mayor elegancia), Soleri parece estar bien dispuesto a imponer
sus formas y sus místicas a los demás. Cuando la libertad heroica es sólo
para unos pocos, uno, con razón, duda de la libertad. Así, a mi modo de ver,
C. A. Doxiadis, el célebre superplanificador futurista de la ciudad mundial
Ecumenópolis, nos demuestra en Building Utopia (1975) una considerable
deshumanización, tanto en los estilos como en las proporciones de sus
planes.49 La torta de la sobremecanización se convierte en una dieta de
control, por muy decorada que esté con el entusiasmo científico.
Es comprensible, entonces, que el libertario se vea tentado a recha-
zar todos los planes de una ciudad utópica, aun cuando sólo sean ejercicios
mentales, como lo hizo Jane Jacobs, desde una perspectiva sociopolítica
relativamente conservadora; o Richard Sennett, desde la perspectiva de la

48 Paolo Soleri Arcology: The City in the Image of Man (Cambridge, Mass.:

1969). La perspectiva de Soleri revela una fuerte mistagogia colectivista, derivada en


parte del utopismo místico-evolutivo de Teilhard de Chardin, que se evidencia en The
Bridge Between Matter and Spirit is Matter Becoming Spirit (New York: 1976).
49 C A. Doxiadis Building Entopia (New York: 1975). Ver también Anthropo-

lis: City for Human Development (New York: 1969) y Between Dystopia and Utopia
(Hartford, Conn.: 1966), del mismo autor. Muchos comentaristas tienen una visión más
positiva de él. Para un estudio –a veces sugerente– de edificios comunales, ver Dolores
Haylor Seven American Utopias. The Architecture of Communitarian Socialism (Cam-
bridge, Mass.: 1976) que analiza, principalmente, movimientos anteriores (Shakers,
mormones, fourieristas, perfeccionistas, inspiracionistas, colonizadores de la Unión,
colonizadores de Llano), aunque ella proporciona un breve comentario de comunidades
contemporáneas. Cap. 11, pp. 320 y siguiente. Para otros ejemplos más recientes, ver
George R. Collin, Visionary Drawings of Architecture and Planning, 20th Century
Through the 1960s (Cambridge, Mass.: 1979).
KINSLEY WIDMER 21

izquierda progresista.50 Pero lo opuesto a un plan utópico sería más la au-


sencia de un plan que un plan malo, corrompido por el hecho de no ser
admitido ni examinado, ya sea por las megalomanías de los gobernantes o,
como sucede en la actualidad en los Estados Unidos, por la combinación de
los urbanizadores y administradores, como barones feudales y magnífica-
mente estatistas.51 Las condiciones para el crecimiento de una ciudad, bajo
la mano invisible de un mercado libre o de un espíritu indefinible de una
comunidad orgánica –ambos, a mi modo de ver, conceptos insuficientes–,
existen sólo fragmentariamente en la megápolis moderna.

Los Peligros del Utopismo no Reconocido:


Bentham, Comte y Marx como Pseudoantiutopistas

Una modesta afirmación por parte del utopista podría ser proyectar
los problemas, proporcionando alternativas tangibles, y poseer una mayor
conciencia de las consecuencias. Sin embargo, en virtud de mi obstinada
dialéctica, diría que el lado positivo del impulso utópico no debería utilizarse
para negar sus aspectos negativos. Francamente, en mi calidad de lector de
cientos de ficciones utópicas, sospecho que existe una alta proporción de
opiniones obsesivo-compulsivas e incluso que hasta algunas de las más
heroicamente sugerentes (Bruno, Rousseau, Fournier y otros) revelan me-
galomanías paranoicas. Sin embargo, un escepticismo desinteresado tam-
bién insinúa la generación de instituciones autoritarias más peligrosas a
partir de un utopismo que no ha sido reconocido. Así, el supuestamente
obstinado utilitarismo de Bentham proyectó algunos de los más detestables
modelos de control institucional, como el Panopticon, o vigilancia discipli-
naria total.52 El cientificismo antiidealista de Augusto Comte (1798-1857)
reinstituyó los guardianes elitistas bajo el riguroso disfraz de científicos

50 Jane Jacobs, The Death and Life of Great American Cities (New York: 1962);

Richard Sennet The Uses of Disorder (New York: 1970).


51 Spencer Heath, apologista de libre mercado, argumenta en Towards the Uto-

pian Future que, luego de producir abundancia, la casta corporativa de los ejecutivos
crearía un ambiente arquitectónico de gran belleza. Citadel, Market and Altar (Baltimo-
re, My.: 1957), pp.175 y siguientes. Está ausente la lógica de cómo las destrezas y el
carácter ejecutivo –de mercado se tornará repentinamente en lo estético– ético. Con
mayor posibilidad, el ambiente que hemos construido constituye la síntesis histórica de
conflictos comercial-culturales.
52 Ver el agudo análisis realizado por Michel Foucault To Discipline and Punish,

trad. Richard Howard (New York: 1977), p. 195 y siguientes. En otras partes comenta
en forma sugerente y cáustica a Comte.
22 ESTUDIOS PÚBLICOS

sociales. Marx y el marxismo, por su parte, sustituyeron antes que nada un


revolucionarismo vago y manipulativo por un utopismo más específico y,
posiblemente, más explicable.53
Cuando Marx y Engels renegaron vehementemente de lo “utópico”
(luego de haber jugado con la idea en un comienzo), en pro de un socialis-
mo científico –su propia versión de la fantástica racionalidad hegeliana de la
historia–, virtuosamente eligieron fórmulas ofuscantes bajo disfraces tales
como el “materialismo dialéctico” y la “revolución proletaria”, en vez de
objetivos humanos más claros y específicos.54 Los mortales que no cuentan
con las revelaciones de la “ciencia” histórica absolutista pueden preferir,
desde su perspectiva utopista, que un ideólogo les indique cómo debe
verse y sentirse parte de la realidad social propuesta. Sicológicamente, sin
embargo, el llamado del marxismo a una transformación social puede llevar
consigo fuertes elementos utópicos, a pesar de lo que diga la doctrina. Esto
puede encontrarse, por ejemplo, en la mitología marxista de A. L. Morton
The English Utopia (1952), que sostiene en forma cruda y equivocada que
las utopías bien realizadas son compatibles con el marxismo corriente.55 En
una versión más sofisticada, como es el caso de las materializaciones
neomarxistas de Ernst Bloch, A Philosophy of the Future (1963), la utopía se
convierte en un “diseño anticipatorio” implícito en ciertas formas metaso-
ciales, metaestéticas, como “la escatología... del progreso” en el desarrollo
dialéctico de la historia.56 Sean estos puntos de vista sentimentales o sofis-
ticados, están en abierta discrepancia con mucho de lo que sostiene Marx
(incluyendo, como lo admite Bloch, la separación entre la “superestructura”
cultural y la “base” material) y son contrarias a las fracasadas realidades
históricas de las ideologías sesgadas por el marxismo.

53 Para uno de muchos análisis, con citas elaboradas, ver Lasky Utopía and
Revolution, p. 592 y siguientes.
54 Los textos principales aquí no deberían ser aquellos pocos, si bien frecuente-

mente citados, fragmentos utopistas de Marx en el Manifiesto Comunista y en la La


Ideología Alemana, sino más bien Friedrich Engels Socialism, Utopian and Scientific,
trad. A. Aveling (London: 1891), en el cual el argumento es que lo utópico es una
“mezcolanza”, en tanto que Marx tiene la rigurosidad de la “ciencia”, p. 27. El que este
tipo de material haya sido tomado en serio es una evidencia más de la religiosidad
patológica de muchos de los intelectuales supuestamente seculares.
55 A. L. Morton The English Utopia (London: 1952), quien está más en la
tradición de Cockaygne (N. del T.: tierra imaginaria de deleite y pereza), en la cual el
marxismo puede proteger a los inferiores, que en la de Huxley, Orwell y otros, donde
aparece como estúpidamente sesgado.
56 Ernst Bloch A Philosophy of the Future, trad. John Cumming (orig. 1963;

New York: 1970), p. 144.


KINSLEY WIDMER 23

Afirmaciones Utópicas Ignoradas: El Conocimiento como Control

Podemos conceder que las supuestas metodologías antiutopistas de


Bentham, Comte y Marx se consideran parcialmente episodios insólitos en
el cientificismo del siglo XIX, pese a que aún persisten como mandatos
ideológicos. Estas impresionantes afirmaciones programáticas que se refie-
ren al “nuevo conocimiento” reiteran en nuestra época las peligrosas pre-
tensiones del conocimiento-como-control, que puede considerarse como la
continuación de los philosophes de la Ilustración, los baconianos, los pan-
sofistas renacentistas y ciertas otras formas más primitivas de los magos
fáusticos y prometeicos.57 Estas fantasías intelectuales de poder no se han
limitado a lo utópico –de hecho los magos del poder frecuentemente afirman
ser cualquier cosa menos utopistas–, pese a que algunos utopismos inclu-
yen tales afirmaciones. Pero, por lo menos, las utopías declaradas advierten
que pueden ser consideradas sueños que son contrapartidas de la realidad.
Las fantasías que no son reconocidas como tales (incluyendo la utilitarista,
comteana o marxista) pueden llegar a ser imposiciones más peligrosas.

Cómo ver las Utopías desde una Doble Perspectiva:


Un Enfoque Dialéctico y Crítico con Algunos Ejemplos

Alertado desde ya por la confusión de quienes han intentado dife-


renciar entre lo “utópico” y lo “realista” (o, por ejemplo, la insostenible
distinción de Hayek entre “racionalidad crítica” y “racionalidad constructi-
vista”), no puede sugerir precauciones sencillas. Algunos utopismos son
excusas autoproyectoras, fantasías peligrosamente resentidas, patologías
sintomáticas. Pero algunas consisten en idealismo moral comprensivo, pro-
yección prudente, profecía imaginativa. Con frecuencia estos conceptos
vienen inconvenientemente entremezclados. Lo utópico debe permanecer
problemático. Lo único que puedo proponer como metodología es que in-
tentemos tener una doble perspectiva frente a cualquier utopía –sea ésta
ficción, proyecto o visión– que permita ver en ella tanto ideología amplia y
peculiaridad personal como doctrina moral y síntoma de un tiempo y un
lugar.

57 Exceptuando el último punto, Manuel proporciona una gran cantidad de

material en Utopian Thought. Un análisis más pedante aparece en la revisión histórica


de Nell Eurich Science in Utopia (Cambridge, Mass.: 1967).
24 ESTUDIOS PÚBLICOS

Moro, Bellamy y Skinner bajo una Doble Perspectiva

Tres ejemplos breves. La Utopía (1516) de Moro, de hace cinco


siglos, incluía una crítica social aguda aunque fuertemente moralista, y
daba, desde una perspectiva irónica y con una ética utópica situacional que
incluso es pertinente (eutanasia, divorcio, limitación de la familia, etc.), un
orden familiar paternalista, un orden político a pesar de la propiedad comu-
nitaria, una concepción más bien limitada del placer y la libertad, e incluso
una jornada de trabajo de 6 horas, pese a su premisa de una economía de
escasez estática. Podría decirse que esto muestra tanto las fuerzas como las
limitaciones del humanismo cristiano elevado. También se puede interpretar
como contradictoria en gran medida con el hombre que se convirtió en una
potencia política y en un santo mártir.58
La más popular e influyente de las novelas utópicas americanas es
Looking Backward (1888), de Edward Bellamy. Aun cuando se sostiene
que la utopía de Bellamy visualizaba una igualdad razonable y benévola, ella
contemplaba la dura imposición del trabajo y otras aquiescencias, y su re-
compensa era una cultura “bostonianamente” elegante, trivial y llena de
aparatos mecanizados, en una sociedad tecnológica controlada por una bu-
rocracia supuestamente meritocrática.59 Esencialmente, es la continuación
de un socialismo ingenieril blandamente optimista. También podemos tomar
el utopismo de Bellamy desde el punto de vista de algo sintomático de la
naciente “tecnocracia” americana (la combinación de tecnología sofisticada
y elaborada burocracia) que sigue reemplazando y fusionando las ideolo-
gías socialistas y capitalista. La tecnocracia tiende hacia su propio sistema
socioeconómico, y actitudes de veneración como la de Bellamy pueden
haberlo favorecido.
Probablemente la utopía científica contemporánea americana más in-
fluyente sea la obra de B.F. Skinner Walden Two (1948).60 Sus defensores
conductistas usan métodos de “ ‘reforzamiento positivo’ semejantes a los

58 Hay una gran cantidad de literatura con diversas perspectivas de la relación

de Moro con su utopía; ejemplos recientes incluyen Hansot, Perfection and Progress, p.
59 y siguientes; Robert Elliot The Shape of Utopia, Studies in a Literary Genre (Chica-
go: 1970), Cap. 2, Manuel Utopian Thought, pp. 117-49; y las selecciones anteriores
en Utopia, ed. Nelson.
59 Sobre la gran influencia de Bellamy, ver Sylvia Bowman The Year 2000: A

Critical Biography of Edward Bellamy (New York: 1958) y Edward Bellamy Abroad,
ed. Sylvia Bowman (New York: 1962).
60 B. F. Skinner Walden Two (New York: 1948). Anecdóticamente, el punto

sobre dogmatismo religioso me lo expuso el filósofo Aubrey Castell, el prototipo del


humanista más bien tonto, el profesor Castle en Walden Two.
KINSLEY WIDMER 25

utilizados con ratas en el laboratorio, así como otros métodos de condicio-


namientos ‘positivos’ reductivos y programados negando, como el Gran
Inquisidor, las libertades individuales comunes’ (excepto, ocasionalmente,
como una ilusión posible de ser explotada). Podemos aceptar que sus moti-
vos y objetivos –como Skinner ha tenido que insistir al defenderse– sean
altamente benevolentes. Algunas de las peores dominaciones y otros críme-
nes masivos en la historia también lo han sido. En la historia de las utopías
el ideal de Skinner me parece una adaptación secularizada de dogmatismo
religioso y adoctrinamiento. No sólo puede revelarnos algo de la sicología
académica norteamericana predominante (de la cual el autor es un importan-
te representante), sino también de malintencionadas pretensiones de una
buena parte del cientificismo social.61

Escepticismo Dialéctico versus Antiutopismo

En tanto que estos tres conocidos ejemplos (Moro, Bellamy, Skin-


ner) son utopías narrativas de ficción, podemos también aplicar una con-
ciencia crítica similar a las grandes estructuras conceptuales que buscan
una sociedad mayor y a los patrones morales para una institución, una
comuna o una comunidad. En esta tardía etapa del utopismo, un enfoque
cándido no sólo sería inaceptable desde el punto de vista intelectual, sino
quizá socialmente peligroso. Sin embargo, el análisis escépticamente dialéc-
tico del utopismo no debe confundirse con el antiutopismo corriente. Nues-
tra visión crítica y escéptica del utopismo no adopta el antiutopismo, al
menos en lo que éste tiene de negativa a concebir una institución, una
comunidad o una sociedad mejores, o como el rechazo a cualquier aumento
de la libertad más allá de los simples límites de los ordenamientos invisibles
y de todo aquello que lamentablemente existe.

61 Probablemente existe una cantidad desproporcionada de literatura refutando

a Skinner. Una crítica humanista equilibrada es la que hace Joseph Wood Krutch en The
Measure of Man (New York: 1953), p. 56 y siguientes. George Kateb, en su refutación
un tanto caprichosa del antiutopismo de Shklar (ver más arriba), analiza interminable-
mente temas relacionados con Skinner Utopia and Its Enemies (New York: 1963), pp.
141-217. La asombrosa influencia de Skinner se ve confirmada al servir de fuente para
una serie de comunas; ver Kathleen Kinkade A Walden Two Experiment (Twin Oaks en
Virginia) (New York: 1973). Incluso hubo una comuna en Inglaterra, de acuerdo con
Philip Abrams y Andrew McCulloch Communes, Sociology and Society (Cambridge,
Engl.: 1976), p. 219, la que ellos caracterizan como burocrática y rígidamente controla-
da. Esto constituye una adecuada contraindicación para quienes (incluyendo a los profe-
tas de la “nueva conciencia”, que se mencionan más adelante) identifican con demasiada
facilidad el comunitarismo utópico con la libertad.
26 ESTUDIOS PÚBLICOS

Contextos Míticos para Interpretar Utopías

Sin embargo, los problemas del utopismo deberían ubicarse en va-


rios otros contextos. La perspectiva histórica sugiere que es bastante inade-
cuado conceptualmente confundir utopismo con mera planificación raciona-
lista, así como con escritos de diverso estilo literario que han apelado desde
los tiempos helénicos al concepto de sociedades perdidas y vueltas a en-
contrar para edificar fábulas, argumentos satíricos y excitantes fantasías.
Dicho de otra manera, quienes desean atacar el utopismo (incluyendo la
media docena citada anteriormente) necesitan revisar sus argumentos y am-
pliar su enfoque, si desean referirse adecuadamente a lo que el utopismo
realmente representa. Las sociedades ideales, por ejemplo, deben entender-
se no sólo como construcciones racionalistas, sino también como parcial-
mente míticas, lo que, por lo demás, ocurre con gran parte del apasionado
pensamiento humano. Una parte esencial del atractivo del utopismo va más
allá de la lógica política y social, hacia la esfera de los sueños, la fantasía y
la profecía, en suma, a las transformaciones de la sensibilidad humana.62.
Estas materias no pueden ser enfrentadas, calificadas o neutralizadas ade-
cuadamente por medio de simples paradigmas éticos y económicos ni me-
diante otras intolerancias profesionales de economistas y filósofos.

Pensamiento Mítico, Utopía e Ideales Sociales

Luego de varios miles de años de utopías, algunas muestran en for-


ma evidente (y otras indirectamente) la secularización de las diversas con-
cepciones de paraísos “del otro mundo”. Pero esto también puede interpre-
tarse en forma opuesta, a saber que los paraísos son eterealizaciones de
utopías seculares. Pues, como observó William Blake, el gran sicólogo so-
cial utopista, “muchos ‘abstraen las deidades mentales’ a fin de crear un
‘sistema’ esclavizador; así el hombre olvidó que todas las deidades habitan
en el corazón humano”. La procedencia puede no ser siempre clara, trátese
de la feliz Isla de Para en un cuento de los cínicos de Grecia o del revolucio-
nario Tercer Reino (bajo la égida del Espíritu Santo) en la larga tradición
profética milenarista vinculada a Joaquín de Fiore.63 La separación entre la

62 Ver Elliot The Shape of Utopia, Cap. 1; Manuel Utopian Thought, Cap. 1.
63 “The Marriage of Heaven and Hell”, Plate II, The Poetry and Prose of
William Blake, ed David V. Erdman (Garden City, N. Y.: 1965), p. 37. Para el ejemplo
infra y para un análisis con respecto a los cínicos, ver mi The Literary Rebel (Carbonda-
le, III.: 1965), Cap. 1. De acuerdo con mi conocimiento, la mejor historia sigue siendo
KINSLEY WIDMER 27

felicidad trascendental y la terrenal no es en absoluto tan clara como han


querido presumirlo los apologistas de las ortodoxias del control..

El Mito de la Edad Dorada

Uno de los principales temas recurrentes del utopismo lo constituye


la adaptación de las leyendas griegas de la declinación de la Edad de Oro
hacia la Edad de Hierro, tal como aparece en Los Trabajos y los Días, de
Hesíodo (siglo VIII a.C.), que, a su vez, fue deformado en La República, de
Platón (siglo IV a.C.), con la división en clases de hombres y deberes para la
conformación del Estado justo (metáforas que confirman la naturaleza abso-
luta y estática de dicha conformación). Hasta antes de los descubrimientos
y las clausuras geográficas y demográficas del presente, que han restado
verosimilitud a muchas fantasías y alternativas, siempre había un lugar don-
de podía encontrarse o re-encontrarse a los Bienaventurados o a las Islas
Felices. Todavía hay quienes –desde connotados físicos hasta adictos alu-
cinados– imaginan encuentros cercanos con mensajeros provenientes de
islas superiores proyectadas hacia lejanas galaxias.

El Primitivismo y el Mito Arcádico

La imaginería de la Edad de Oro ha sido, en el curso de la historia,


ligada con frecuencia al “primitivismo” sofisticado, conocido muchas veces
como el “mythos arcádico”, a saber, el mundo pastoril idealizado, que toma
sus primeros rasgos de Teócrito, Virgilio y otros poetas del ritualismo rural
en el mundo mediterráneo.64 Tal como yo lo interpreto, esto continuó con
un paganismo encubierto y también como una tradición literaria culta a

A History of Cinicism (Londres, 1937), de Donald R. Dudley. Para las fascinantes


tradiciones milenaristas, que sólo toco brevemente aquí, ver The Influence of Prophecy
in the Later Middle Ages: A Study of Joachimism (Londres, 1969). Una versión equili-
brada del período de utopismo milenarista que sigue es la de G. H. Williams The Radical
Reformation (Boston, 1952). Una versión que simpatiza con los utopistas ingleses
radicales del siglo XVII es la de Christopher Hill The World Turned Upside Down, A
Study of Radical Ideas in the English Renaissancei (New York: 1972). La muy comen-
tada versión más general de Norman Cohni The Pursuit of the Millenium (New York:
1957) y otras ediciones posteriores me parece terriblemente sesgada por los temores
sexuales y políticos que el tema plantea tan a menudo.
64 Esto también ha sido denominado “primitivismo suave”. Ver A documentary

History of Primitivism, ed. A. O. Lovejoy y otros (Baltimore, My.: 1935).


28 ESTUDIOS PÚBLICOS

través del período del alto cristianismo, culminando parcialmente en el res-


plandor renacentista de ideales pastoriles, así como otro utopismo. 65 Esto
rebasa los límites de los géneros poéticos. Lo pastoril exalta una naturaleza
civilizada, combinada con relaciones sociales amorosas y sin escisión de
clases, a través de una curiosa fusión de lo “natural” y lo ritualista para una
visión a escala reducida de un orden social armónico. 66 La objeción con-
vencional que se les formula a las ideologías sociales pastoriles es que se
vuelcan nostálgicamente hacia el pasado y terminan siendo muy simplistas.
Pero tal objeción difícilmente puede persuadirnos por sí sola, pues la mayo-
ría de las ideologías sociales son simplificaciones importantes, y suele ser
difícil determinar cuándo están volcadas hacia el pasado. La regresión sico-
lógica parece esencial en las imágenes humanas de la felicidad, y la mayor
parte de las imágenes sociales volcadas hacia el futuro (como suele ocurrir
en la retórica revolucionaria) resultan ser modelos revividos de un pasado
muy remoto. Es posible que la Edad de Oro persista necesariamente entre
nosotros como una capa de la evolución cultural o bien de la conciencia
humana.

Variaciones Inglesas de la Arcadia: Morris y Lawrence

Este énfasis arcádico parece haber constituido una importante fuen-


te de la idealización inglesa de la “buena vida” y el “buen lugar” entendidos
como antiurbana y rústica. Esta rusticidad amable domina incluso algunas
de las utopías posteriores de la sociedad industrial.67 Un ejemplo central
nos lo brinda parte de la imaginería y el ethos pastoril en la encantadora
utopía antiindustrial de William Morris respecto de un socialismo medievali-
zado de artesanos. En efecto, en News from Nowhere (1890),68 Morris con-
testaba intencionalmente a Looking Backward, de Bellamy: artesanía vs.
industrialismo, comunidades dispersas vs. burocratización urbana, valores

65 Ver Harry Levin The Myth of the Golden Age in the Renaissance (Blooming-

ton, Indiana, 1969), y Renato Poggioli, The Oaten Flute (Cambridge, Mass.: 1975).
66 Para el análisis de los valores sociales vinculados a lo pastoril, y a Lawrance,

ver mi obra “The Pertinence of Modern Pastoral”, Studies in the Novel, 5 (Otoño:
1973), en especial las cinco páginas de comentarios.
67 Para algunas de las complicaciones existentes en la cultura británica con

respecto a las ideas pastoriles, ver Raymond Williams The Country and the City (New
York: 1973).
68 William Morris, News from Nowhere; o An Epoch at Test, Being Some

Chapters from a Utopian Romance (Londres: 1891). Una obra clásica respecto de él es
la de Philip Henderson William Morris: His Life, Work and Friends (Londres: 1967).
KINSLEY WIDMER 29

estéticos vs. valores de ingeniería, etc. Puede afirmarse que Morris, con su
visión arcádica, representa una importante tradición utópica minoritaria,
cada vez más marginal respecto de la corriente principal del socialismo que
se centra en un ordenamiento tecnocrático del poder. Esta tendencia a lo
arcádico reaparece en distintos momentos y formas, como es el caso del
erotismo pastoril en el Sherwood Forest y en las esperanzas utópicas de D.
H. Lawrence, en El Amante de Lady Chatterley (1928).69 Esta oposición a
las historias de amor convencionales de la clase media, con su exacerbada
crítica social desde una perspectiva modernista-individual, ataca el sórdido
industrialismo, las clases sociales tullidas y la sexualidad alterada y también
arroja por la borda la mayor parte del socialismo. Cualesquiera sean las
limitaciones del “arcadismo” en tanto ideal social de amplio alcance él ha
logrado, con frecuencia, presentar una aguda crítica social desde la pers-
pectiva de una estética más rica y una sensibilidad más plena.

Variaciones Norteamericanas de la Arcadia:


Thoreau y “El Primitivismo Suave”

Una variante de la tradición arcádica del buen lugar y la buena vida,


menos nostálgica por lo campestre y también menos cultivada que la tradi-
ción inglesa, y habitualmente considerada esencialmente norteamericana, se
identifica tanto con la tierra por colonizar o con el influyente Walden
(1855)70 de Henry David Thoreau (1817-1862). El “thoreauvianismo” original
era, claro está, no tanto la creación de una comunidad ideal como más bien
una renuncia importante al grueso de la sociedad en aras de una exaltación
del individualismo solitario, de la experiencia trascendental en una naturale-
za semicultivada, de una economía simplificada de trueque y artesanía y de
una refinada ética anarquista. Suelen fundirse con el waldenismo algunas
versiones, hasta cierto punto cursi, de estilos de vida de los colonizadores,
en el marco de la difundida tradición que forma, y en parte repite, lo que
Lovejoy, en su análisis del pensamiento clásico, llamó “primitivismo suave”.

69 D. H. Lawrence El Amante de Lady Chatterley (orig. Florencia, 1928; New


York: 1962). Para un análisis más profundo, ver mi obra Edges of Extremity (Tulsa,
Oklahoma: 1980), Capítulo 3.
70 Henry David Thoreau, Walden (New York: 1972); el Capítulo Nº 2 es el más

pertinente en este caso. Desde luego, resulta apropiado que la contrautopía de Skinner
se denomine Walden Two que varias comunidades (así como un colegio utópico experi-
mental en Berkeley, California) se hayan llamado Walden, y que los partidarios de
comunidades intencionales citen frecuentemente a Walden.
30 ESTUDIOS PÚBLICOS

El Arcadismo Norteamericano y la Granja Utópica

El arcadismo norteamericano habitualmente conlleva una inversi´pon


autoconsciente del modo de vida industrial-urbano y, dentro y fuera de la
literatura, contribuye a un movimiento utópico recurrente y significativo
que postula un retorno a la tierra. En general, fusiona de manera extraña una
política de la desilusión respecto de la corriente central de la sociedad, con
una defensa, desde la perspectiva del colonizador o del granjero, de la auto-
nomía individual y social y la autodependencia puritana. Tal como uno
puede detectarlo en Living the Good Life (1954) y Continuing the Good
Life (1979), de Helen y Scott Nearing, su medio siglo de trabajo como pasto-
res tuvo proporciones heroicas ejemplares.71 No hay otra forma de describir
a un ex marxista profesor de economía, a la edad de noventa y cinco años, y
a su esposa, musicóloga y escritora, que enseñaba a un público que reuniría
a miles de jóvenes, cómo construir granjas de piedra, cómo cultivar orgáni-
camente casi todo lo que compone una dieta vegetariana y cómo desarrollar
un espíritu de independencia total; en suma, un heroico individualismo puri-
tano norteamericano.
Existe una larga tradición de teorización autoconsciente tras esta
vida campestre utópica; lo más destacado de esta tradición es, quizás, el
aporte de Ralph Borsoni y de sus seguidores,72 en las décadas de los años
20 y 30 de presente siglo. Asume una forma contemporánea distinta con la
combinación que hace el poeta Wendell Berry de agricultura familiar indivi-
dualista y ecologismo voluntarista, que en su obra The Unsettling of Ameri-
ca (1977) aparece convertido en política programática.73 Allí donde Nearing
recreó las granjas de Vermont y de Maine (e incluso una comunidad rural a
medias), y allí donde Berry restauró una hacienda en Kentucky, el arcadis-
mo de California, algo distinto, puede ser representado por el poeta-porta-
voz Gary Snyder, en obras tales como Earth Household (1969) y The Real
Work (1980), en la perspectiva de un tipo de comunismo rural de mayor
escala.74 La propuesta de Snyder es una combinación de localismo del oes-

71 Helen y Scott Nearing Living the Good Lipe, “How to Live Sanely and

Simply in a Troubled World” (New York: 1954, 1970); así como la inferior Continuing
the Good Life, “Half a Century of Homesteading” (New York: 1979).
72 Una figura crucialmente influyente de una generación anterior de granjeros:

Ralph Borsodi This Ugly Civilization (New York: 1929), y Flight from the City (New
York: 1933, 1972).
73 Wendell Berry The Unsettling of America: Culture and Agriculture (New

York: 1977); con respecto a su trabajo de restauración, ver “The Making of a Marginal
Farm”, Recollected Essays 1965-1980 (Berkeley, California: 1981).
74 Gary Snyder Earth Household (New York: 1969) y The Real World (New

York: 1980), citado en las páginas 138 y 88; el punto que se refiere a los cien años, p.
KINSLEY WIDMER 31

te norteamericano con tecnología limitada, normado por una “ética biorre-


gional” y un “justo sustento” de tipo orgánico-ecológico combinado con
misticismo orientalizado, ritualismo indígena norteamericano e independen-
cia radical, todo lo cual constituye, para el poeta, las primeras etapas de un
movimiento utópico que se orienta al retorno a la tierra y que tomará un
siglo en desarrollarse para transformar al país. Sin duda tomará cien años, y
una reducción de la población de cien millones o más, para que el patrón
dominante de vida en Estados Unidos vuelva a ser el de la casa en el
campo. Pero esto difícilmente puede constituir un argumento en contra.

El Significado Antitecnocrático del Ruralismo Utópico

Si bien no es necesariamente antitecnológico –puesto que las más


de las veces este ruralismo utópico recurre a una sofisticación sobre herra-
mientas prácticas al nivel de un “Whole Earth Catalog”– semejante arcadis-
mo es, por cierto, antiestatista, anticorporaciones empresariales y antitecno-
crático.75 Aunque se pecaría de falsa simplificación si se redujera a una
única ideología manifiesta lo que constituye probablemente el utopismo
norteamericano más popular vigente, se lo puede asociar, de manera plausi-
ble, con la economía de tecnología limitada y descentralización a lo budista
del británico E. F. Schumacher en Small is Beautiful (1969), A Guide for the
Perplexed (1975) y Good Work (1979), la cual representa una importante
teorización de buena parte de esta corriente.76 Contrariamente a los cargos
que a menudo se imputan al utopista, éste es de una modestia –fundada en
parte en una moralidad religiosa compasiva– que dista mucho de ser “cons-
tructivista”, colectivista, cientista o violentamente revolucionaria. En efecto,
se le debe caracterizar, en gran parte, por su sentido práctico basado en el

145; en contraste con algunos profetas utópicos que se analizan más adelante, Snyder
rechaza claramente la colonización espacial y otras similares, p. 149.
75 Ver las distintas versiones y los suplementos en Steward Brand Whole Earth

Catalog (Menlo Park, California: 1968), y más recientemente The Next Whole Earth
Catalog, ed. Stewart Brand (New York: 1980). La extrapolación de estos proporciona-
ría bastante información respecto al granjerismo, el comunitarismo y la cultura alterna-
tiva actuales.
76 E. F. Schumacher Small is Beautiful (New York: 1969, 1973); A Guide for

the Perplexed (New York: 1975); el póstumo Good Work (New York: 1979), locuaz
sermón respecto de una perspectiva utópica positiva del trabajo, tiene en el apéndice un
ensayo de Peter N. Gillingham “The Making of Good Work”, p. 147 y siguientes, que
es, en cierta forma, mejor que el maestro, como tal vez lo es Leopold Kohr, e impor-
tante maestro “descentralista” de Schumacher. The Breakdown of Nations (Londres:
1957) y The Overdeveloped Nations: The Diseconomies of Scale (New York: 1977).
32 ESTUDIOS PÚBLICOS

sentido común, aun cuando su economía relativamente sacra coincide con


la tradición utópica de santidad de figuras como Tolstoi, Gandhi y Thoreau.
De manera un tanto escéptica, podemos, por supuesto, detectar una socio-
logía mesiánica con cierto “vestigio salvador” en este conservadurismo ra-
dical utópico en torno a una vida doméstica y rural prospectivamente anti-
cuada.

Conciencia Crítica de las Raíces del Comunitarismo Utópico Norteamerica-


no: Las Comunidades como Experimentos Sociales Empresariales.

El historiador Arthur Bestor sugiere que las primeras formas de co-


munitarismo utópico norteamericano fueron un correlato social del empresa-
rio inventor yanqui, produciendo experimentos sociales del tipo “modelos
de oficina de patentes”.77 Esto constituiría claramente una parte central del
ethos histórico norteamericano que se ha visto marcado por una intrigante
plétora de este tipo de subterfugios. Los granjeros y los profetas arcádicos
citados anteriormente tal vez sean lo que más ha perdurado del muchas
veces ingenuo y confuso comunitarismo de fines de 1960 y comienzos de
1970 que, curiosamente, transformó el radicalismo político en un utopismo
que se aprovecha de pequeños grupos, el cual frecuentemente iba acompa-
ñado de una cubierta mística, alucinante o propia de otros cultos.78 Parte de
él, tal como el comunitarismo del Trabajador Católico dedicado a las vícti-
mas de la sociedad, que se origina con anterioridad pero que continúa (ver
la autobiografía de su santa fundadora, Dorothy Day, A Long Loneliness,
1951), abarca muchas generaciones hacia atrás e, indirectamente, milenios
de refugio sagrado.79 Pero este admirable aspecto del comunitarismo no nos
debe llevar erróneamente a percibirlo todo como positivo. Una parte de él
–la asesina Familia Manson es sólo uno de los ejemplos más notables– no
se puede describir sino como perverso. Existe una gran brecha que separa a

77 Arthur Bestor, “Patent-Office Models of the Good Society: Some Relations-

hips Between Social Reform and Westward Expansion”, aparecido en American Histori-
cal Review, 58 (1953), 505-26. Ver también su Backwoods Utopias. “The Sectarian
origins and Owenite Phase of Communitarian Socialism in America, 1663-1827”, 2ª ed.
(Filadelfia, Pa.: 1970).
78 Otros estudios adicionales incluyen Mark Holloway Heavens on Earth (New

York: 1966) y Robert Hine California’s Utopian Colonies (New Haven, Connecticut:
1966). Otros se citan más adelante.
79 Dorothy Day A Longs Loneliness (New York: 1952); ver también su anterior

House of Hospitality (New York: 1939). Ver William D. Miller A Harsh and Dreadful
Love: Dorothy Day and the Catholic Worker Movement (New York: 1973).
KINSLEY WIDMER 33

Day de Manson. Me asombra tanto la condena general como la afirmación


general (ver Nozick, más adelante) respecto del comunitarismo utópico; la
discriminación crítica, particularmente desde una perspectiva libertaria, tam-
bién es esencial aquí. Creo que lo que caracterizó a gran parte de una co-
rriente reciente del comunitarismo, que persiste en su mayoría, no fue la
autonomía social y el experimento institucional ni la autosuficiencia econó-
mica y el individualismo positivo; más bien fue la marginalidad protegida del
débil, el enfermo, el paria y otros que componen el inmenso número de
“perdedores” de nuestro ordenamiento a menudo implacable y extraviado.
La hiperelogiada obra del empalagoso profeta juvenil de este patetismo utó-
pico, Raymond Mungo, es representativa de esto, como lo muestra su Total
loss Farm (1970).80 Como señala con mayor ponderación Judson Jerome en
su Families of Eden (1974), aun siendo él mismo un defensor de este paraí-
so protector, muchas comunidades fueron solamente santuarios temporales
para los débiles.81

Las Comunidades Utópicas y el Radicalismo Cultural: El comunitarismo


como un Refugio para la Libertad Individualista

Como sostiene Roberts en The New Communes (1971), la persisten-


cia de algunas comunidades utópicas se debe a una fuerte cohesión religio-
sa (aunque no necesariamente tan rígida como los Hutterite, Amish, Bruder-
hof y otros) o a una considerable disciplina empresarial (aunque no
necesariamente tan convencionales en lo legal como Oneida, Amana,
etc.).82 Melville sostiene en Communes in the Counter Culture (1972)83
que, aun más que en el pasado, sucede que gran parte de las “comunidades

80 Raymond Mungo Total Loss Farm, A Year in the Life (New York: 1970).

Para mayor información sobre tan graciosa confusión del comunitarismo,ver su mali-
ciosamente literaria Between Two Moons (Boston: 1972), así como mi análisis al res-
pecto, “Hipped-Up Babes in the Woods”, aparecido en Village Voice (6 de julio, 1972).
81 Judson Jerome Families of Eden, Communes and the New Anarchism” (New

York: 1974). Aparte de ser, en cierta forma, la autobiografía de un ex académico, este


trabajo estudia otro comunitarismo utópico asumiendo que el “utopismo racionalista”
ha sido reemplazado por un nuevo “edenismo”. Para mayor análisis al respecto, y sobre
material relativo a lo mismo, ver mi “Professors and Communalism”, AAUP Bulletin,
60 (diciembre, 1974).
82 Ron E. Roberts The New Communes; “Coming Together in America” (New

York: 1971).
83 Keith Melville Communes in the Counter Culture, “Origins, Themes, and

Styles of Life” (New York: 1972). Lewis Mumford sugirió mucho antes de The Story of
Utopias que muchos de ellos eran formas de escape, y que sólo algunos eran actos de
reconstrucción social.
34 ESTUDIOS PÚBLICOS

intencionales” contemporáneas constituyen deliberadamente una fase, son


transitorias, con pocas exigencias de alcanzar condiciones de perfección u
otros ideales perdurables. De hecho, una de las obras más eruditas que
compara comunidades intencionales del siglo XIX con otras de fines de
siglo XX, escrita por Kanter, y que se titula Commitment and Community
(1972), hace hincapié en la ideología de “refugio” temporal que predomina
en gran parte del comunitarismo contemporáneo.84 Siguiendo al historiador
Laurence Vesey en The Communal Experience: Anarchist and Mystical
Counter-Cultures in America (1973), estimo importante destacar que la con-
tinuidad de la comunidad no se da tanto en programas políticos y económi-
cos como en la expresión de una larga continuidad “subterránea” del radica-
lismo cultural.85 Mi sugerencia es que muchas de las comunidades se
deberían entender más como Hegel entendía una obra de arte en relación al
geist, como lo “concreto universal” de una cultura más grandes de descon-
tento y disidencia.
Desde mi propia perspectiva (que ignora muchos de los problemas y
casos del comunitarismo) hay una idea pertinente que está incluida en una
de las conclusiones de un reciente estudio británico (1976): “Las comunida-
des seculares ...son, sobre todo, intentos por crear espacio de libertad ...su-
ficientemente aislados de la sociedad como para poder realizar el ideal del
individualismo posesivo...”.86 El comunitarismo, por tanto –paradójicamen-
te–, afirma y protege el individualismo. Sin embargo, cualquier obra general
debe enfatizar otros valores también. Las comunidades intencionales con-
temporáneas no sólo proporcionan disidencia cultural, experimentos indivi-
dualistas y refugios terapéuticos, sino, además, educación en su sentido
literal. Es así como se puede demostrar fácilmente que la comunidad de S. A.
Neill, Summerhill, como comunidad escolar, y la comunidad artística acadé-
mica Black Mountain College, tuvieron efectos que penetraron exponencial-

84 Rosabeth Moss Kanter Commitment and Community, Communes and Uto-

pias in Sociological Perspective (Cambridge, Mass.: 1972). Para tener una perspectiva
que sea en parte contrastante, cuya versión final no he visto aún, ver Benett M. Berger
The Survival of a Counterculture, “Ideological Work and Everyday Life Among Rural
Communards” (Berkeley, Ca.: 1981). Para un estudio anecdótico extremadamente es-
céptico ver Kenneth Rexroth, Communalism: From Its Origins to the Twentieth Cen-
tury (New York: 1974).
85 Laurence R. Veysey The Communal Experience, “Anarchist and Mystical

Communities in Twentieth Century America” (orig. 1973; Chicago: 1978).


86 Abram Communes, pp. 189-90. Esto es notable porque la parcialidad no es

individualista, sino en parte sofisticado marxismo; tanto así que no estoy seguro si su
contraste entre comunidades británicas y las americanas se refiere al método o a la
realidad. No obstante, pienso que generalmente se da más la paradoja del comunitarismo
que enfatiza el individualismo. El término “individualismo posesivo” se usa en el sentido
de MacPherson.
KINSLEY WIDMER 35

mente más allá de sus confusas y limitadas realidades.87 Como lo aclara Paul
Avrich mediante su relato histórico de ejemplos anteriores en The Modern
School Movement (1980), estos movimientos comunitario-escolares fueron,
a la vez, producto y productores de individuos excepcionales.88 Las inevita-
bles ironías señalan que estos utopistas, que desafiaban a la sociedad bur-
guesa con sus experimentos comunitarios, se ajustaron a algunos de sus
imperativos más profundos de autonomía, tales como empresa, variedad,
autoafirmación y cambio; es decir, al espíritu mismo del individualismo.

La Importancia de las “Pequeñas Utopías” Marginales

En efecto, considero algunos comunitarismos un poco desagrada-


bles por subrayar más bien un elemento de redención individual, aunque a
la vez reconozco que si bien no sugieren una redención social más amplia
proponen, al menos, cambios significativos en la sociedad norteamericana.
Después de todo, nuestras ideologías e instituciones conservadoras y libe-
rales evidentemente no proporcionan fuentes y expresiones adecuadas de
gran parte de nuestro estilo y sensibilidad, de aquello a lo que nos opone-
mos, de nuestras libertades y posibilidades. Sin la valentía y la confusión
utópica, tendríamos una cultura más insulsa y más muerta y tal vez un
futuro aun menos alentador. Las pequeñas utopías tal vez constituyan una
prueba de la posibilidad de una utopía más general de la sociedad norteame-
ricana; sin su resplandor, estaría autocondenada en sus propios principios
de libertad. Sin embargo, no se deriva de esto que las pequeñas utopías,
que son esencialmente marginales a un sistema grande y diferente, constitu-
yen una utopía adecuada.

87 Ver Martin Duberman Black Mountain (New York: 1972) y A. S. Neill,

Summerhill A Radical Approach to Child Rearing (New York: 1980). Aquí hago una
interpretación demasiado ligera de la educación utópica; en otras oportunidades he
tocado otras partes de ella: “Subterranean universities? Reflection on Utopian Institu-
tions”, AAPU Bulletin, 57 (Invierno de 1971); varios de los ensayos en mi obra The
End of Culture (San Diego: 1975); y “Anarchism vs. Schoolism”, Social Anarchism, 1
(1980).
88 Paul Avrich The Modern School Movement, “Anarchism and Education in

the United States” (Princeton, N. O., 1980). Ver también mi análisis sobre el libro,
“The Modern School Movement”, en Social Anarchism 2 (1981).
36 ESTUDIOS PÚBLICOS

El Contrautopismo Urbano del Pequeño Negocio: La Rebelión contra la


Burocracia

Parte de la marginalidad se debe a que, habiendo sido concebidas


como rurales (la forma predominante que tenía en el pasado el comunitaris-
mo norteamericano), la relevancia de las utopías sólo puede ser muy limita-
da en una sociedad donde actualmente domina lo urbano. Un desarrollo
importante del utopismo independiente norteamericano tal vez lo constituye
su aplicación contemporánea a la ciudad. Algunos de sus aspectos pueden
verse representados en un reciente ejercicio utópico pequeño titulado Com-
munity Technology (1979) de Karl Hess, ideólogo de cautivante fama, que
parece haber sido liberal, conservador, libertario de derecha y es actualmen-
te un utopista a favor de la descentralización.89 Con respecto al principio,
para mí innegable, de la “libertad local” como crucial para todas las demás
libertades, él bosqueja un argumento más bien práctico “para la participa-
ción comunitaria con toda la diversidad y la consecuente flexibilidad que
ello implica” en el desarrollo de la producción y distribución. Esto aspira a la
creación local de alimento, energía y servicios a nivel de vecindario partici-
pativo, incluyendo el capitalismo participativo. “El pequeño negocio se ha
convertido de repente en un fenómeno contracultural”. En contraste con el
“consumismo liberal” (tal vez representado por Ralph Nader), nos encontra-
mos con una repetición del principio utópico que se remonta a los granjeros
rurales, pasando por Morris y la tradición arcádica: “el trabajo que desem-
peñan las personas es mucho más importante que los objetos que com-
pran”. Esto lleva al negocio pequeño, a la tecnología comunitaria; a que
predomine el sistema de aprendices por sobre la escuela; también conduce a
la política local y a una nueva escala en los valores y las organizaciones a
nivel de vecindario. Mientras todo esto refleja, sin duda, la dispersión ac-
tual que experimentan la tecnología y la técnica sofisticada, el imperativo
más profundo es un contrautopismo desesperado en respuesta a la escala
inhumana de una sociedad y cultura corporativa, burocrática y estatista.

La Urbanización del Utopismo Arcádico: Callenbach y Otros

Algunas de las extensiones programáticas del utopismo arcádico,


que incluyen en parte urbanización, pueden representarse razonablemente a

89 Karl Hess Community Technology (New York: 1979), pp. 28, 7, 4 y 23 para

las citas que siguen. Para los cambios ideológicos de Hess, ver Dear America (New
York: 1975). Ver, además, Karl Hess y David Morris Neighborhood Power: The New
Localism (Boston: 1975).
KINSLEY WIDMER 37

través de Ecotopía (1975),90 la popular obra de Ernest Callenbach. Este


romance ecológico-radical separa el norte de California (y el noroeste de la
costa del Pacífico), en los años 80, del resto de una América en vías de
degeneración, con el objeto de crear una sociedad que intenta, “en lo posi-
ble, descentralizar y personalizar”. El revolucionarismo involucrado en esto
parece relativamente restringido, consonante con el carácter no coercitivo
de casi todo el utopismo ecológico y descentralizado. Pero tal vez no deba
generalizar demasiado este punto. Un trabajo que es exactamente contem-
poráneo a éste, The Monkey Wrench Gang (1975), expresa el radicalismo
individualista ecológico de Luddite; aplica al máximo la guerrilla de los Esta-
dos occidentales, aunque siempre con grandes escrúpulos respecto de la
destrucción de la propiedad (maquinaria, caminos, embalses) más que de las
personas.91 Estos trabajos también sirven para recordarnos que la coerción
no es asunto simple: ¿Qué es mejor, ser controlado por las máquinas o
destruirlas? ¿Es mejor ser un individuo satisfactoriamente agresivo o im-
pregnarse de hostilidad al estar subordinado a una jerarquía? ¿Es más coer-
citivo ser indoctrinadamente conformista o rabiosamente rupturista?
Volvamos a la Ecotopía. Propone una economía urbana, “en estado
estable” y totalmente recicladora. Sin embargo, es básicamente diferente a
las economías estáticas y jerarquizadas que caracterizan a las utopías clási-
cas, ya que depende de la innovación ecológica continua y de la pequeña
empresa competitiva dentro de una democracia participativa en alguna me-
dida conflictiva. Callenbach también mezcla la adoración pagana (que forma
parte del ancestral mito pastoril), con la ciencia desburocratizada, el culto al
indio norteamericano (como es el caso con Snyder y otros círculos de la
costa occidental), el comunitarismo actual en que se practica el pluralismo
sexual más que la familia tradicional, las exaltadas artesanías (reflejos tardíos
de William Morris) y, como forma de dispersar la agresión, imaginativos
juegos bélicos no mortales. Es fundamentalmente un fuerte compromiso con
las libertades personales. Pero para aquellos que lo observan desde puntos
de vista ajenos, les puede resultar chocante el nivel determinante de la
estética sobre la economía política y la mortalidad. A fin de cuentas, lo que
es hermoso es lo que mejor funciona.
Existen variaciones más complicadas sobre el tema. Por ejemplo, Ro-
bert Nichols ha presentado Daily Lives in Nghsi-Altai (1977-79) en cuatro
volúmenes, en los cuales combina, en formas poéticas algo sintéticas, el

90 Ernest Callenbach Ecotopia (Berkeley, Ca.: 1975; reimpreso en New York:

1977), p. 143 para las citas siguientes.


91 Edward Abbey The Monkey Wrench Gang (New York: 1975).
38 ESTUDIOS PÚBLICOS

primitivismo chamanístico, la tecnología hipersofisticada, alternando ciclos


económicos de orden de mercado competitivo con orden descentralizado
cooperativo, bajo la orientación intelectual de visionarios occidentales reen-
carnados en esta Asia mítica (Blake, Whitman, Morris y otros).92 De esta
manera el primitivismo/tecnologismo capitalismo/cooperativismo, comunita-
rismo/individualismo pasan todos a formar parte de una dinámica social que
se autocorrige. Nos encontramos, efectivamente, lejos de las economías
estáticas y de las moralidades absolutistas consideradas como característi-
cas de las utopías clásicas.

Utopías Arcádicas Radicales para la Libertad Personal: Humanizar, Desbu-


rocratizar e Incapacitar a la Sociedad

Las utopías arcádicas generalmente se concentran en los estados del


sentimiento, las relaciones y la estética, vinculando así imágenes de armo-
nías humanas primordiales con la Edad Dorada. En versiones sofisticadas,
la industria, el comercio y la ciencia no se eliminan, pero son desburocratiza-
das y sometidas drásticamente a la estética y otras consideraciones huma-
nas. Mientras el arcadismo norteamericano reciente pretende enfrentar las
realidades de la ciudad, sigue siendo un urbanismo delegado (en realidad, a
lo Wright) y pastoril en sus ideales. De acuerdo con la historia innegable-
mente larga de la rigidez social y la “imbecibilidad de la vida rural” (usando
la expresión despectiva de Marx), el radicalismo pastoril permanece, en ge-
neral, ajeno al socialismo tradicional y a la democracia social. Sin embargo,
existe una tradición minoritaria socialista –descentralizada, anticoercitiva,
personalista, utópica– tal como la representa Martin Buber en su obra Paths
in Utopias (1951), que sería menos antitética.93 El utopismo descentraliza-
dor conlleva una repulsión tal contra la autoridad centralizada y su domina-
ción hasta el punto que la convierte en hostil para gran parte de la izquierda
y la derecha políticas tradicionales.
Algunas recientes contribuciones de la filosofía política, como es el
caso de Many Dimensional Man (1977), de James Ogilvy, ensayan estruc-
turas conceptuales para estas perspectivas (a pesar de que no reconocen el
utopismo y tampoco lo descartan adecuadamente) como sucede, y en mejor
forma, con la teoría social institucional de Kirkpatrick Sale, en su obra Hu-

92 Robert Nichols Arrival (New York: 1977); Garab City (New York: 1978);

The Harditts in Sawna (New York: 1978); Exile (New York, 1979).
93 Martin Buber Paths in Utopia (Boston: 1958).
KINSLEY WIDMER 39

man Scale (1980).94 Pero, como es corriente en la política social, el deslinda-


miento de opiniones rara vez es puro y algunos de los valores arcádico-
utópicos surgen en opiniones supuestamente reformistas del consumo y el
medio ambiente, como se puede observar en el compendio sincrético de
Hazel Henderson Creating Alternative Futures (1978).95 Lo que es común
en todos éstos es un cierto grado de atenuación (que probablemente inclu-
ye disminución de la población, de la abundancia, de la expansión tecnoló-
gica, del papel del Estado, etc.), que hace que estas opiniones parezcan
antitéticas para las principales corrientes políticas de la derecha y la izquier-
da, cualquiera sea su grado de difusión. No es sorprendente que este uto-
pismo enfatice los valores concretos de la libertad personal más que ningu-
na otra ideología contemporánea.

Utopías Personales y Libertad Sensual

Una proporción considerable de esa libertad es, por cierto, “perso-


nal”, con un énfasis marcado en lo sexual y en otra sensualidad. Ello con-
trasta radicalmente con el frecuente ascetismo, y quizás hasta puritanismo,
de la casta de gran parte del utopismo clásico, y de casi todo revoluciona-
rismo. Pero una vez más la cuestión no se puede caracterizar correctamente
mediante la dicotomía entre clásico-ascético y moderno-sensual. Una tradi-
ción persistente respecto de una sociedad ideal intelectualmente minoritaria,
pero significativa, ha puesto el énfasis en lo que los filósofos morales repri-
midos solían llamar “licencia”.

Los Saturnales

Parte de esta tradición aparece en antiguas prácticas populares que


revierten provisoriamente el orden establecido y sus prohibiciones. Tal es el
caso de los Saturnales (Roma), las libertades y burlas obscenas de la Fiesta
de los Locos y períodos de “desgobierno” (Alta Edad Media europea) y los
elementos de estos precedentes que aún conservan, sobre todo en ámbitos
populares, muchos carnavales y ferias en la actualidad, como también el de

94 James Ogilvy Many Dimensional Man: Decentralizing Self, Society, and the

Sacred (New York: 1977), para los puntos descentralizadores en un argumento a menu-
do confuso, ver Cap. VIII. Un análisis importante y completo de muchos puntos de
interés es Human Scale, de Kirkpatrick Sale (New York: 1980).
95 Hazel Henderson Creating Alternative Futures, “The End of Economics”

(New York: 1978).


40 ESTUDIOS PÚBLICOS

períodos permisivos similares que los antropólogos han descrito respecto


de una diversidad de culturas. Quizás ciertas costumbres contemporáneas
en los Estados Unidos podrían interpretarse históricamente como saturna-
les suburbanas, si no utopismo de fin de semana.
Los saturnales ingresan a la literatura y el mito, en fantasías de de-
rroche de comida-vino-sexo-ocio que aparecen en varios cuentos y poemas
de la legendaria Land of Cochaigne (Inglaterra), Venusberg y Lubberland
(en el continente) y en The Big Rock Candy Mountains (así como en la
balada errante del mismo nombre, expurgada de su alcohol y su homosexua-
lidad, en una canción folclórica infantil).96 Estos lugares de glotonería que
proporcionan recompensa inmediata exaltan los placeres del alcohol y del
cuerpo. Recuerdan los cuerpos desparramados y los pasteles colgantes de
la famosa pintura de Brueghel Schlaraffenland. La entrega a estos éxtasis
inmediatos frecuentemente se relaciona con estudiantes y poetas, así como
con los bufones de fines del Medievo, quienes claramente hicieron del vino
su summum bonum, o bien se relaciona con otros grupos marginales “irres-
ponsables” del populacho.97 Mientras algunas utopías clásicas alentaban la
indulgencia hacia el vicio de los filósofos por formas simétricas y contem-
placiones, o hacia las obsesiones de los políticos por el ordenamiento jerár-
quico, las utopías posteriores absorben sueños más vulgares e incluso lle-
van a cabo rituales en torno a la marihuana (Ecotopía) o los alucinógenos
(Island, de Aldous Huxley). Si se pusieran límites a los placeres permisibles,
esto implicaría no sólo esnobismo antilibertario sino también esnobismo
utópico. La percepción directa del mejor tiempo y lugar está dada por los
placeres palpables más que por la presunción abstracta –peligrosa– de feli-
cidad general. La legitimación de lo que ha sido negado, sea político, social
o personal, puede ser siempre un ímpetu importante para los utópico.

Utopismo Sexual y Relaciones Familiares

Lo mismo sucede con las peculiares libertades que algún ingenioso


contemporáneo ha denominado “pornotopía”, la fusión de lo pornográfico
y lo utópico.98 Un gran número de historias y esquemas utópicos tratan
arduamente de reconcebir las relaciones familiares, ya se trate de la autocra-

96 Para una adaptación moderna inglesa de “The Land of Cockaygne”, del siglo

XIV, ver Monton The English Utopía, pp. 221-22.


97 Ver, por ejemplo, The Goliard Poets, trad. G.F. Wicher (New York: 1949).
98 No he encontrado la fuente de este término tan usado y abusado.
KINSLEY WIDMER 41

cia machista-estatista de Platón, en la cual se comparten comunitariamente


las mujeres y los niños, o de la liberalización perfeccionista de la familia
patriarcal de Moro, o de los razonamientos contemporáneos de Judson Je-
rome (en Families of Eden) y su aparente práctica de “familia extendida”
más liberada, con una sexualidad ampliada. Hasta hace poco, el utopismo
arcádico tendía hacia lo romántico, ya fuera en movimientos literarios bucó-
licos o de regreso-a-la-tierra, es decir, hacia las relaciones monógamas,
mientras que las utopías de un tipo más liberal o socialista se han identifica-
do históricamente con la igualdad de las mujeres y, por ello, con patrones
familiares más sueltos y menos intensos. Esto último es aplicable a la impor-
tante utopía sexual de la Ilustración, la obra de Diderot Supplement to
Bougainville’s Voyage (1772).99 Este diálogo, en torno a una Tahiti utópi-
co, presenta opiniones eróticas radicales de la Ilustración, incluyendo justi-
ficaciones urbanas pero enfáticas sobre la sexualidad abierta y variada, so-
bre el incesto y el libre intercambio y niños, es una dura crítica a las
costumbres europeas pseudocivilizadas.
Un ethos libertario sexual más elaborado provino del extraño genio
del eterno utopista Fourier. Su Falansterio ideal contenía 1.620 tipos sicoló-
gicos, razón por la cual defendía la drástica variedad sexual, incluyendo el
lesbianismo, la promiscuidad y todo lo que convencionalmente se conside-
raba “perversiones” (en tanto fueran consensuales y no hipócritas), con
terapias sexuales muy contemporáneas y medios elaborados, más bien post-
contemporáneos, para proporcionar satisfacciones sensuales a los viejos y
los peculiares.100 Más significativo aún es el hecho de que Fourier fusiono
sus teorías sexuales con ideas tendientes a lograr formas de trabajo más
agradables, una comunidad compleja y rituales y juegos elaborados, evi-
denciando una preocupación que va mucho más allá del enfoque utópico
habitual respecto de la virtud, la justicia y la armonía, para lograr una socie-
dad feliz.

Las Raíces del Utopismo Hedonista Reciente

Esto puede apuntar hacia las utopías hedonistas actuales. Las fuen-
tes del utopismo erotizado de las últimas generaciones son, sin duda, varia-
das: el escepticismo y otras perspectivas críticas/liberales sobre el ascetis-

99 Denis Diderot Supplement to Bouganville’s Voyage, Rameau’s Nephew, and

Other Writings, trad. Jacques Barzun and R. H. Bowen (New York: 1956), pp. 187-237.
100 Cierto es que el pleno énfasis sexual de Fourier no fue evidente hasta la

publicación de Le Nouveau Monde Amoureux (París: 1967), partes del cual aparecen a
lo largo de The Utopian Vision of Charles Fourier, ed. Beecher and Bienvenu.
42 ESTUDIOS PÚBLICOS

mo religioso-moral; la declinación del patriarcado, la esclavitud y las castas


de otras formas de desigualdad sexual y, por ende, de explotación; las bri-
llantes sicologías postrománticas de la libido –Stendhal, Dostoievski, Nie-
tzsche, Lawrence u otros, hasta Freud y los postfreudianos–; los cambios
en la medicina y en la higiene, que permitieron liberarse de las grandes
enfermedades sexuales, incluyendo las enfermedades venéreas y el exceso
de embarazos; la historia de los experimentos sexuales utópicos, y, aunque
es difícil materializarlas, las secretas tradiciones místico-eróticas de algún
poder que ha perdurado. 101 Cualesquiera hayan sido sus complejos incen-
tivos nuestros profetas eróticos han tratado de lograr un gran alcance, más
allá de las meras pornotopías y libertades amorosas, hacia visiones de una
postcivilización pasionalmente liberada y transformada.

Utopismo Erótico: Wilhelm Reich, Norman O. Brown y Herbert Marcuse

Algunos de ellos han sido cientistas y sicoanalistas de izquierda,


como lo demuestra la obra de Wilhelm Reich The Sexual Revolution
(1934).102 Sus demandas radicales por un nuevo ethos sexual, incluyendo
uno para los adolescentes, combinan, junto a un revolucionarismo marxista
desviado y, finalmente, una cosmología mesiánica en su teoría de “energía
del Orgón”, la cual podía curar el cáncer y cambiar el carácter. Tal vez el
reichianismo no logró una influencia importante hasta ser traducido a la
práctica educacional libertaria, como es el caso de Summerhill, de A.S. Neill,
de enorme influencia, y de la terapia socialmente radical como es el caso de
la Gestalt Therapy (1950), de Fritz Perls y Paul Goodman, así como de otras
sicologías similares.103 Pero la revolución sexual reichiana original era utópi-
ca en el sentido grandioso de buscar una transformación de toda la socie-
dad.

101 Algo de esto aparece en los estudios de tradiciones milenaristas citadas en la

nota 63, ciada anteriormente. Un ejemplo más moderno que trata del sicoanalista Otto
Gross, aparece en The Von Richthfen Sistars (New York: 1974), de Martin Green, quien
enfatiza, con razón a mi parecer, tradiciones secretas de sensibilidad cultural que han
estado funcionando desde hace mucho.
102 Wilhelm Reich The Sexual Revolution “Toward a Self-Regulating Character

Structure”, trad. Therese Pol (New York: 1974, anteriormente publicada en inglés en
1945). Ver también Wilhelm Reich Selected Writings, “An Introduction to Orgonomy”
(New York: 1961) y Michel (Michel Cather The Life and Work of Wilhelm Reich, trad.
G. Banlanger (New York: 1971).
103 Una visión equilibrada de algunas de las ideologías eróticas es la de Richard

King The Party of Eros (Chapel Hill, N.C.: 1972).


KINSLEY WIDMER 43

Las obras de Norman O. Brown, Life Against Death (1959) y Love’s


Body (1965), representan un utopismo erótico más ornadamente erudito,
introspectivo y, por último, místico.104 Al menos mentalmente, la suya es
una “eutopía” ubicada en una tierra donde una perversa poliforma supera-
ción de la sexualidad conduce hacia la trascendencia de los dualismos co-
rrientes. En parte debido a la proximidad histórica, el erótico espíritu “tras-
cendental” de Brown se vincula frecuentemente a su predecesor más bien
diferente, Eros y Civilización (1955), en el cual los argumentos neomarxis-
tas de Herbert Marcuse intentaron cambiar el requisito de Freud de reprimir
los instintos con el fin de lograr un orden civilizado, incluyendo la producti-
vidad económica. Por ejemplo, en Phantasy and Utopia, Marcuse argumen-
taba que el crecimiento fundamental de la “dimensión estético-erótica” per-
manecería subordinada el “reino de las necesidades” de la economía, la que
a su vez sería reducida por la abundancia automatizada.105
En sus obras posteriores, sin embargo, Marcuse se alejó tanto del
marxismo como del utopismo, basándose –como era habitual en los clási-
cos– en un considerable grado de escasez. En El Fin de la Utopía (1970),
que implica la realización del ideal utópico de las máximas posibilidades
estético-eróticas en la sociedad, se sugiere que la distinción hegeliano-mar-
xista entre el reino de la necesidad y de la libertad finalmente puede ser
reemplazada.106 La productividad económica se puede transformar en un
juego pasional sin represiones, el trabajo en un placer para todos, y de esta
manera puede darse prácticamente la liberación total de la intensa plenitud
vital del ser humano. Al superar las antiguas condenas del trabajo y otras
represiones, la sociedad lograría el más alto ideal utópico, aunque éste ha
sido escasamente presentado, y sus consecuencias escasamente considera-
das en esta abstracta poesía neohegeliana.

104 Norman O. Brown Life Against Death, “The Psychoanalytic Meaning of

History” (New York: 1959); Love’s Body (New York: 1965).


105 Herbert Marcuse Eros y Civilización (orig. Boston: 1955; New York: 1962),

p. 140.
106 “The End of Utopia”, Five Lectures, trad. J. J. Shapiro y S. M. Weber

(Boston, 1970), pp. 62-82. He analizado el cambio completo de opinión de Marcuse


respecto de sus anteriores opiniones marxistas en “Culture and Alienated Work” en un
simposio, Marx y el Pensamiento Crítico, que se puede encontrar en Paunch, 44-55
(1976), pp. 113-26. El editor de aquél ha hecho un detallado razonamiento en otra
parte respecto al porqué la libertad sexual nos convierte en antimarxistas: Arthur
Efron, “Why Radicals Should Not be Marxist”, Sphinx (Univ. of Regina, Canada, III:
1981), pp. 1-18.
44 ESTUDIOS PÚBLICOS

La Búsqueda de una Economía de Libido Libre

Curiosamente, esta reificación continúa la visión de la Edad de Oro de


una plenitud humana primordial de la vida. El utopismo erótico cambia de un
pasado mítico a un presente arcádico y a un futuro mítico trascendente; el
arquetipo de la naturaleza privada del amor se convierte en un sueño onanís-
tico, hipostasiado en una civilización pasionalmente liberada. Ha generado
más utopismo literal en un transcurso histórico: el comunitarismo sexual,
desde los Ranters de la Inglaterra del siglo XVII, hasta la comunidad Oneida
de John Humphrey Noyes, en los Estados Unidos del siglo XIX, esta última,
una “promiscuidad controlada”, patriarcal-autoritaria, aunque quizás antirre-
presiva en sus efectos más amplios.107 Aparentemente, el cristianismo euro-
peo medieval produjo sectas de amor “literales”, de la misma manera que la
filosofía erótica contemporánea ayudó a producir experimentos sexuales co-
munitarios, tales como los que se presentaron novelescamente en la obra de
Robert Rimmer, The Harrad Experiment (1966) y muchos otros.108 La búsque-
da de una economía de la libido más abierta, buena, verdadera y hermosa, es
tan fundamental al impulso utópico como otros tipos de economía, y es
igualmente importante para los valores libertarios.

Utopismo Tecnológico: Escapes de lo Humano

Tecnocracia versus Utopismo Arcádico

Si en este sentido el utopismo es la poesía erótica de la política, en


otros constituye las fantasías de la tecnología. Aun cuando tiendo a ver lo
arcádico y lo tecnocrático como antitético, ocasionalmente se producen ex-
trañas superposiciones y mezclas. Sin embargo, una respuesta adecuada a
los problemas tecnológicos debe ser central para cualquier utopismo occi-
dental moderno serio. Se trata de problemas económicos claves. Las utopías
clásicas propendían a tecnologías limitadas y fijas y, por lo tanto, a lo que

107 Ese último punto se ha tomado de Robert David Thomas The Man Who

Would Be Perfect, John Humphrey Noyes and the Utopian Impulse (Filadelfia, Pa.:
1977), p. 175.
108 Robert Rimmer The Harrad Experiment (New York: 1966), que constituye,

según las palabras del autor, una “exploración de nuevas posibilidades de relaciones
interpersonales”. Otras ficciones futuristas en el terreno de lo sexual giran en torno a la
bigamia, The Rebellion of Yale Marrat (New York: 1967), y nuevas formas de familia
Proposition Thirty-One (New York: 1966). Las novelas contienen bibliografías útiles de
opiniones relacionadas con el tema.
KINSLEY WIDMER 45

los modernos consideran una sociedad de la escasez.109 Cuando apenas


hay bienes suficientes para abastecer a todos, los problemas de una distri-
bución justa pueden cobrar más importancia que cuando hay –o podría
haber con relativa facilidad– un excedente de bienes. Gran pare del utopis-
mo arcádico guarda considerable continuidad con el pasado, pero aun en
sus economías de “Estados-establos” y puntos de vista antiindustriales y
antitecnócratas, con frecuencia adopta una sofisticada tecnología que le
permite un relativo grado de excedente. Se puede sostener que un cierto
grado de excedente es necesario para que haya una amplia libertad indivi-
dual, aunque ciertamente no se refiere al que constituye la derrochadora y
lujosa abundancia moderna. ¿Presupone la libertad un precio económico no
muy drástico para lograr cierta movilidad, cometer ciertos errores, buscar
otras alternativas?

Elitismo Tecnocrático y Religión Cientificista

Sin embargo, la existencia de alguna sofisticación tecnológica y los


consiguientes excedentes no es terreno habitual de controversias entre uto-
pismos antitéticos. Frecuentemente lo es el papel principal, definitorio y
dominante (elitista) de lo que se solía llamar “nuevo conocimiento”. Desde
la exaltación de la Casa de Salomón, un ambicioso instituto científico sus-
tentado en la obra de Francis Bacon La Nueva Atlántida (1614), tanto los
papeles de los técnicos elitistas como la fe científica pueden considerarse
problemas utópicos.110 La religión cientificista, por ejemplo (puesto que
difícilmente puede considerarse otra cosa), se convierte en una de las líneas
divisorias del utopismo del siglo XIX, con Saint-Simon, Comte y Bellamy
como devotos, y Fourier, Thoreau y Morris como herejes. H. G. Wells, uno
los propulsores utópicos influyentes del siglo XX, así como autor de fic-
ción, reconoce específicamente el énfasis de Bacon en la ciencia –como
poder–, línea fundamental de su dinámica A Modern Utopia. Este locuaz
ensayo-ficción en torno a un Estado Mundial con un sistema de bienestar
no igualitario, competitivo, burocratizado, hipermecanizado y próspero (pro-
yectos de obras públicas, educación permanente de los desviados de la
norma, educación sin fin, un ingreso del 97 por ciento de la población a la

109 Para obtener algunas relaciones entre utopías y condiciones históricas, ver

Arthur E. Morgan Nowhere Was Somewhere: How History Made Utopias Made History
(Chapel Hill, N.C.: 1946).
110 Francis Bacon, The Advancement of Learning and New Atlantis (Londres:

1951). Ver Manuel Utopian Thought, pp. 243-30, y Eurich Science in Utopia, passim.
46 ESTUDIOS PÚBLICOS

universidad) es gobernado en forma elitista por una “nobleza voluntaria” de


tendencia científica que constituye una casta. Ordenamientos similares son
comunes en las utopías tecnocráticas.111

La Religión Tecnocrática del Hombre de H. G. Wells:


De Semidiós a Angel Caído

Wells hizo una serie de proposiciones y ficciones utópicas. La más


libertaria fue Men Like Gods (1923), la cual supuestamente no tiene un
Estado central, pese a que la dominación de la ciencia, así como frases de
adoctrinamiento uniformes tales como “la educación es nuestro gobierno y
lo dirige todo”, tal vez la vuelva hipócrita.112 En este caso Wells viola,
además, las premisas utópicas básicas con su sociedad que proyecta más
de cien generaciones en el futuro, luego de un elaborado desarrollo “euge-
nésico” (que hoy llamamos “ingeniería genética”); por ende, en contraste
con la idea anterior de los hombres-tales-como-son en su A Modern Utopia,
tenemos una “humanidad depurada y perfeccionada”, un mundo de “semi-
dioses”.113 Yo argumentaría que esto no es utópico en un sentido serio,
sino más bien una fantasía científica, no sólo porque Wells fue uno de los
primeros en adaptar la teoría de la relatividad a cambios en el tiempo y
espacio y en transmisiones síquicas, sino porque esto, por definición, no
puede ser una “sociedad humana”114 Aunque no existe una fórmula simple
que defina adecuadamente al homo sapiens con fines sociales o culturales,
creo que hay un límite a las posibilidades humanas existentes que conceden
importantes bases de acuerdo para nuestros desacuerdos en relación con
política, sicología, economía, arte, idiomas, amor y muchas otras materias. Si
se cambian fundamentalmente las premisas cambiando sustancialmente a
los seres, los argumentos dejan de tener sentido. Así como sucede con
religiones trascendentalistas, este trascendentalismo cientificista necesita
de actos de fe y magia, no de actos de la inteligencia, voluntad y sensibili-
dad humanas.

111 H. G. Wells A modern Utopia, p. 60, para la relación específica con Bacon.
112 H. G. Wells Men Like Gods (Londres: 1923), p. 59, para la afirmación
respecto de la educación. Con mayor ironía que la intentada, los gobernantes se denomi-
nan “samurai” debido a su código de disciplina.
113 H. G. Wells Men Like Gods, pp. 243 y 264.
114 Hansot ha señalado un punto similar: “Las utopías se... distinguen de la

fantasía porque no presuponen milagros de la naturaleza ni desarrollos sicológicos im-


probables”. Perfección and Progress, p. 3.
KINSLEY WIDMER 47

Aunque el futuro de los semidioses llegara a ser una realidad, no


sería de interés para nosotros –una posibilidad improbable, según Aristóte-
les, no es adecuada para la poesía humana– porque incluso las formas de
pensar y sentir serían esencialmente diferentes. Una parte de la premisa de
Wells consiste en lo que se creía que era una “fe en progreso”, aunque
quizá sea mejor caracterizada como “perfeccionismo”. Por ejemplo, “gracias
a cierta oscura e indomable rectitud que se lleva en la sangre del género
humano”, éste debe avanzar hacia la utopía.115 Así, no queda ningún otro
problema, excepto la fe. Sin embargo, en su último análisis del tema, Min at
the End of its Tether (1946), Wells anunció que “el homo sapiens, en su
forma actual, está acabado”, y nuestro “universo no está solamente en
quiebra, está dejando de existir... El intento de trazar un modelo de cualquier
tipo es absolutamente inútil”.116 Con la pérdida de la fe, la desesperación
por la ausencia de un “modelo” garantizado, a Wells no le queda opinión
social alguna. Esto no hace otra cosa que confirmar la religiosidad cientifi-
cista de su parecer anterior.

El Utopismo Mecánico de Fuller y Otros Escapes Tecnológicos de lo


Humano

Muchos pertenecen todavía a una u otra iglesia de religión similar a


la de Wells, y manifiestan su fe en lo utópico. Uno de los más conocidos
ejemplos americanos, R. Buckminster Fuller, proclama que la elección está
entre su paraíso de la ingeniería o nuestro actual deslizamiento hacia la
condena en la ineficiencia presentada, en su obra Utopía or Oblivion
(1969).117 En su obra Operating Manual for Spaceship Earth (1963),118
insistía en que el problema era la recreación de la “sociedad mundial total”
(derivada quizás de la insistente popularización de Wells del totalitarismo,
poco habitual en otras tradiciones utópicas, excepto en el milenarismo) por
medio de una “revolución industrial mundial de re-mecanización”.119 Lo que
Fuller efectivamente hace es utilizar excesivamente analogías conceptuales

115 H. G. Wells Men Like Gods, pp. 212-213.


116 H. G. Wells Mind at the End of Its Tether (New York: 1946), pp. 17-18.
Muchas utopías, aun las moderadas, tendían a resistir el radicalismo de la tecnología,
como se observa en el popular Austin Tappan Wright Islandia (New York: 1942).
117 R. Buckminster Fuller Utopía or Oblivion. “The Prospects for Humanity”

(New York: 1967).


118 R. Buckminster Fuller Operating Manual for Spaceship Earth (Carbondale,

III.: 1969), p. 128.


119 Operating Manual, pp. 36 y 112.
48 ESTUDIOS PÚBLICOS

para corregirlo todo. Cualesquiera sean los méritos de sus ingenios geodé-
sicos y diseños de ingeniería similares, la confianza en que éstos van a
redimir a todas las socieades sólo puede ser megalomanía. Cuando él anun-
cia que los computadores debidamente programados van a hacerse cargo
de nuestros problemas políticos, y que no existen dificultades verdaderas
de sobrepoblación, elitismo tecnocrático o limitación de recursos, estamos
en la tierra de la fantasía, de los ingenuos.120 Según señala un antropólogo
compasivo, el pensamiento de Fuller ni siquiera trata de “aprender acerca
del comportamiento de muchos”; más bien simplemente impondría una tec-
nología y “esperaría que el hombre se adaptara...” Este desconcertante opti-
mismo de dicho utopismo mecánico se basa en la falta de dimensiones
humanas.
Es posible que otros seguidores de cultos no parezcan tan simples.
El respetado científico de Princeton, Gerard K. O’Neill, en The High Fron-
tier: Human Colonies in Space (1977), piensa que su utopía de islas artifi-
ciales gigantescas en la zona de asteroides sería mejor que los “conceptos
utópicos clásicos”.121 Y concluye, con la religiosidad tecnológica habitual,
en que las colonias tendrían mejores gobiernos y mejores sistemas sociales.
Con una incoherencia encantadora, se muestra pesimista en relación con los
mismos seres en la tierra. Por lo tanto, desesperados como estamos pro la
sobrepoblación y otros problemas, necesitamos aquí la utopía antitética de
una “tierra pastoril, libre de industrias”, al parecer como una colonia remota
para los seres espaciales, cuya pureza tecnológica los hará superiores.
La filosofía Hannah Arendt hizo notar, hace una generación, que el
lenguaje y la fantasía de los tecnólogos populares con frecuencia revelan
un peculiar anhelo de huir de la vida terrenal.122 Bajo el optimismo parece
haber una repulsión a la diversidad que, aquellos que no comparten la obse-
sión tecnológica la consideran fundamental para la existencia humana.
¿Acaso estos tecnólogos no niegan la estructura misma que permite y otor-

120 Edward T. Hall, citado por Hugh Kenner (un humanista, quien hacía un

esfuerzo por admirar a Fuller) Bukcy: A guided Toyur of Buckminster Fuller (New
York: 1973), p. 257.
121 Gerard K. O’Neill The High Frontier, Human Colonies in Space (New

York: 1977), pp. 198 y siguientes, 225 y 232 para los puntos que siguen. No he tenido
la oportunidad de analizar sus proyecciones utópicas más nuevas, 2081: A Hopeful View
of the Future (New York: 1981).
122 Hannah Arendt The Human Condition (Garden City, N. Y.: 1959), Cap. 1.

Sin embargo, se debe agregar que su tipo de filosofía política convencional, obviamente,
no trata los problemas tecnológicos. También lo hace Mulford O. Sibley, quien sólo se
puede limitar a pedir una breve moratoria en materia de innovación y democracia más
aplicada al cambio tecnológico. Technology and Utopian Thought (Minneapolis,
Minn.: 1971).
KINSLEY WIDMER 49

ga significado a nuestra libertad? Pero, quizás, el verdadero deseo de huir


de la libertad.

Otros Hijos de Wells: Escapes de la Mortalidad Humana

Otros van más allá del escape de lo humano, mediante fantasías de


transformación genética, reacondicionamiento síquico total e incluso inmor-
talidad misma. No estoy seguro respecto de cuándo esto último se convirtió
en un tema utópico; un erudito lo asocia con el surgimiento de nuevas
teorías biológicas en el siglo XIX. Es posible que pueda remontarse a las
promesas alquimistas o faustianas del “nuevo conocimiento”, así como a un
desplazamiento de las tradiciones religiosas.123 Ciertamente, en la genera-
ción pasada adoptó posiciones literales y hasta programáticas que no eran
muy evidentes en épocas anteriores, como en el caso de la obra de Alan
Harrington The Immortalist (1977)124 Sus optimistas proyecciones médicas
terminan con “Notes on a Utopia Beyond Time” que anuncia blandamente
que el vivir eternamente podría resolver problemas sociales, morales y sico-
lógicos. Las crudas anotaciones de F. M. Esfandiary, tituladas Up Wingers
(1973), sostienen que “ahora todo es posible”, incluyendo conciencia cós-
mica, superutopías y la inmortalidad misma.125 Difícilmente pueden discutir-
se tales síntomas de depresión maníaco-ideológica, aunque los eruditos
recordarán la anécdota del Satiricón, escrito por Petronius en el siglo I, que
fue usado por T.S. Eliot como un epitafio de La Tierra Baldía (1922).126 El
episodio recuerda la desoladora condición en que se encontraba la Sibila de
Cumae, a quien Apolo le había concedido la vida eterna, aunque no así la
juventud eterna (algunas cosas están más allá de dioses y médicos más
creíbles). Envejeciendo para siempre, Sibila pide la muerte a gritos. Estos
soñadores inmortalistas podrían detenerse a pensar un poco, ya que si una
característica no es regenerada, la inmortalidad puede volverse exponencial-
mente horrenda. Aunque se trate solamente de unos pocos siglos de artri-
tis, o de un “problema alcohólico”, o simplemente de malos recuerdos, se-
mejantes experiencias pueden ser difíciles de sobrellevar.

123 John Gerber Utopian Fantasy (Londres: 1955), p. 27.


124 Alan Harrington, The Immortalism (Millbrae, Ca.: 1977), pp. 275-84.
125 F. M. Esfandiary Up-Wingers: A Futurist Manifiesto (New York: 1973),
p. 32.
126 T. S. Eliot, Collected Poems (New York: 1958), p. 67.
50 ESTUDIOS PÚBLICOS

La Hipertecnoutopía y el Perfectivismo

Muchos ensayistas, que podríamos catalogar de hipertecnoutópi-


cos, pueden darle a la utopía mala fama, a menos que los veamos como
bromistas. Una reciente rutina de Timothy Leary, gurú libertario de una
generación de poco cerebro, incluye en su superutopía cientificista el pro-
nunciamiento de que el nuevo tecnologismo “eliminará los problemas pre-
científicos de pobreza, conflictos territoriales, enfermedad, envejecimiento,
muerte, polución, sobrepolución” e, incluso, sin crear aparentemente nue-
vos problemas.127 Los “nuevos cientificistas” nos salvarán de todo, excep-
to quizás de la ciega retórica de sus devotos, quienes olvidan que aun en
los cuentos de hadas los buenos deseos tienen un límite. A veces más
inexpresivamente cómico es el devoto de Leary, Robert Anton Wilson, con-
feso ultraderechista libertario, creador de ciencia-ficción y profeta del bur-
lesque. En The Illuminati Papers (1981), recoge algunos extraños plantea-
mientos políticos, como demostrar que la ciencia-ficción es una
conspiración paranoica mundial y para demandar que las colonias espacia-
les de O’Neill sean “libres comunas libertarias”.128 Wilson también abraza
infinitas fantasías tecnológicas, nuevas formas de conciencia famacoinduci-
das y aun súbita inmortalidad (“alguna gente hoy día viva, nunca
morir;a”).129 Con todo, Wilson puede autodestruir aquello que define como
su propia gran Utopía: “la guerra mundial contra la estupidez” (quizás una
inconsciente parodia de la campaña de Wells), contra la torpeza, desde el
momento en que la suavidad unilateral no hace muy inteligente la parodia
de utopismo tecnocrático.
Esperemos que estos hijos de Wells, que se parodian a sí mismos,
encuentren un final más agradable que el de su maestro, quien, quizás, pagó
el precio de no perder jamás completamente su sentido crítico. Debe ser
tranquilizador tener una lógica en un solo sentido, que sólo produce el bien
y que elimina completamente cualquier problema de libertad humana. Pero

127 Timothy Lary, “Science”, Millenium: Glimpses into the 21st. Century, ed.

Alberto Villoldo y Ken Dychtwald (Boston: 1981), pp. 277-98. Desde luego que los
grandes cambios evolutivos no son nuevos para la fantasía relativa a las utopías, a pesar
de que parte de los desarrollos de la ingeniería genética sicológica pueden serlo. En Last
and First men (New York: 1930, rpt 1968), de Olaf Stapleton, las transformaciones
utópicas se demoran cientos de millones de años, y terminan vanamente con la extin-
ción del sol.
128 Robert Anton Wilson The Illuminati Papers (Berkeley, Ca.: 1981), p. 40.
129 Robert Anton Wilson The Illuminati Papers, p. 55, la cita que sigue, p. 4.

Para las fantasías supuestamente más ficticias de Wilson, ver su The Cosmic Trigger:
The Final Secret of the Illuminati (New York: 1978), que combina paranoia y afecta-
ción de manera recargada.
KINSLEY WIDMER 51

vivir siempre con la conciencia cósmica de un mundo perfecto debe ser un


tanto aburrido. “El perfectivismo, anota con razón el filósofo John Passmo-
re, es deshumanizante” en sus negaciones de un rango razonablemente
completo de las limitaciones y posibilidades humanas. Sin embargo, saltar
de allí al total rechazo a la utopía puede ser un esfuerzo paralelo a la deshu-
manización, un rechazo a reconocerla. Passmore concluye que “el hombre
es capaz de llegar a ser algo muy superior a lo que actualmente es”.130
Necesariamente, también puede llegar a ser algo muy inferior.

Futurología, Predicciones y Desutopías

Los curiosos extremos del hipertecnoutopismo nos recuerdan que la


utopía es interesante únicamente cuando mantiene una tensión con la reali-
dad presente. No sorprende que muchos de los modernos utopistas se
hayan sentido empujados a regresar (como lo haré yo) hacia utopía negra,
ambigua, negativa, satírica –que bien podríamos designar “desutopía”–
como esencial para una plena conciencia. Uno puede también llegar a la
desautopía por medio del utopismo tecnocrático más dogmático y serio que
pretende ser la ciencia de la “futurología”. Se bien es cierto que se ha
producido una cierta superposición de predicciones futurísticas con uto-
pías tecnológicas dignas de alabanza en el transcurso del siglo desde Bella-
my, especialmente dentro de la línea wellsiana, las imágenes y los razona-
mientos en favor de sociedades e instituciones ideales y alternativas no
predicen el futuro más de lo que las mitologías de la Edad de Oro “explican”
el pasado. Herman Kahn, posiblemente el futurólogo norteamericano con-
temporáneo más famoso, no es más utopista de lo que fue Nostradamus y
aparentemente tampoco más exacto en visualizar The Year 2000 (1967), ha-
biéndose equivocado hasta la fecha con respecto a los problemas de infla-
ción y energía, cometiendo, asimismo, tempranos errores de cálculo sobre
cuándo explotarían las bombas nucleares.131 Sim embargo, es posible que la
futurología, una de las formas menos importantes de la astrología, pase a
ser no más discutible que otras adicciones.

130 Passmore The Perfectibility of Man, p. 326.


131 Herman Kahn y Anthony Weiner The Year 2000 (New York, 1967). Para
el último punto: A comienzos de la década de los 60 escuché una conferencia de Kahn
donde se refería a la “extrema probabilidad” de que las armas nucleares fueran puestas en
uso dentro de la década.
52 ESTUDIOS PÚBLICOS

Los Futuristas “Negros”

Las predicciones que superan lo trivial y lo axiomático requieren que


lo desconocido e incomprendido sea presentado en términos aceptables y
reconocibles –analogías, metáforas, formas dramatúrgicas y el resto de la
coherencia estética–, lo que significa que no pueden ser literalmente verda-
deras. Estéticamente uno puede preferir los futuristas negros, así como uno
prefiere el “Infierno” al “Paraíso”. Por ejemplo, el analista de sistema Vacca,
en su obra The Coming Dark Age (1973) proyecta consecuencias exponen-
ciales de desperfectos coincidentes en “sistemas” (energía, salud, comuni-
caciones, etc.), los cuales no podrían ser especificados ni calculados ni
siquiera por las mejores definiciones de probabilidades; solamente constitu-
ye la formulación de la fantasía de algunas ansiedades, especialmente en-
gendradas por nuestra elaborada dependencia en materia de organización,
sin duda un objeto apropiado de temores.132 El responderlos podría involu-
crar una propuesta utópica de distintas instituciones, pero esto de ninguna
forma sería una predicción. Por cierto, las profecías negativas también pue-
den inspirarse en una motivación punitiva; de la misma manera que las
ficciones y programas arcádicos casi siempre incluyen la magia de la ora-
ción ritual afirmativa, así también las profecías “negras” van amparadas por
la magia de la condena, y llevan el alborozo de la liberación.

Futuros Sombríos Elitistas: Heilbroner y Bell

Estas extrañas lógicas y sico-lógicas, aparecen en gran parte de las


obras futuristas. Tomando un ejemplo conocido, el economista política de
izquierda Robert Heilbroner en An Inquiry into the Human Prospect (1974)
parece tan comprometido con lo que él considera un realismo utópico que
termina por proyectar una desutopía autoritaria –un colectivismo teocrático
militarista– como drástica antítesis a sus valores democráticos declara-
dos.133 Me permito sugerir que esto no es un caprichoso gritar que “¡viene

132 Robert Vacca The Coming Dark Age (Garden City, N.Y.: 1973). Desde

luego que existen muchos trabajos similares en los últimos años. Para un intento de
equilibrar inquietudes tecnológicas con otras más humanas en la proyección de “la
sociedad transindustrial del futuro”, ver Willis W. Harman An Incomplete Guide to the
Future (Stanford, Ca., 1976).
133 Robert Heilbroner An Inquiry into the Human Prospects (New York: 1973,

1974). Nótese que los futuristas “cósmicos” y de “sistemas”, como lo son específica-
mente O’Neill y Harman (arriba) se desentienden de las afirmaciones de Heilbroner, las
cuales, según sienten ellos, deben ser enfrentados con su utopismo.
KINSLEY WIDMER 53

el lobo!”, sino más bien una liberación que autocondena la desesperación


ideológica, el utopismo invertido y que caracteriza a parte del socialismo
contemporáneo más responsable.
En otro ejemplo conocido de la más tendenciosa de las principales
corrientes de ciencias sociales es la obra The Coming of Post-Industrial
Society (1974), de Daniel Bell, lo profético y lo utópico se engloban en un
análisis supuestamente estructural.134 Pero, evidentemente, la sofisticada
defensa que hace Bell del “funcionalismo racional” sirve de apología para
su concepto utópico de un gobierno elitista vigilante por parte de los tecnó-
cratas intelectuales. El proyecta definitivamente la dominación de las buro-
cracias tecnológicas en lo que los libertarios deben considerar una de las
desutopías más detestables y posibles, puesto que éste parece ser el pro-
grama implícito de muchos. Cuando Bell fue más lejos para justificar esta
tecnocracia en su obra más polémica: The Cultural Contradictions of Capi-
talism (1976, 1978), el problema se convierte, como sucede en muchas de las
disputas ideológicas de nuestros días, en cultural más que económico y
político.135 Señalando correctamente las principales desigualdades en las
posturas eruditas actuales referentes al comercio, gobierno y formas de
vida, prosiguió a condenar la cultura crítica moderna y la sensibilidad que la
acompaña, por socavar el “racionalismo funcional” que debe imperar. El
utopismo no es admitido y, sin embargo, es claro en el esfuerzo de autoen-
grandecimiento para otorgar supremacía a la conservadora, pero eternamen-
te manipuladora, conciencia requerida para el ascenso de la tecnocracia
emergente y su verdadero orden.

Las Respuestas de la Nueva Era a la Tecnocracia y


el Funcionalismo Racional

El Utopismo de la Nueva Era de Satin

Actualmente existe un utopismo explícitamente dedicado a oponerse


justamente a estos valores, una contraideología consciente. Denominada en

134 Daniel Bell The Coming of Post-Industrial Society (New York: 1974). Para

un énfasis al respecto, y el intento de hacer una proyección desutópica de tal tecnocra-


cia, ver mi “The Processed Culture, Wasting Sensibility in Post-Industrial Society”, Arts
in Society, 11 (Otoño-Invierno: 1974), pp. 418-25.
135 Daniel Bell The Cultural Contradictions of Capitalism (New York: 1975,

con nuevo prefacio, 1978). Para una crítica de varios de sus puntos, ver mi Edges of
Extremity, Cap. 1, y, más general, mi “In Praise of Waste: Some Reflections on
Contemporary Culture”, Partisan Review, LXVI (1979).
54 ESTUDIOS PÚBLICOS

formas distintas: “la contracultura posterior”, “la nueva conciencia”, “la


nueva civilización”, “la nueva era”, etc., es alta y confusamente sincrética,
como puede verse al examinar un libro que le fue dedicado, titulado New
Age Politics: Healing Self and Society, de Mark Satin (1979).136 Este ma-
nual es “para nueva cultura” sostiene que “proporciona alternativas com-
pletas” a la sociedad actual y hace también “extrapolaciones” al futuro leja-
no. Pese a que parte de su preocupación se refiere a las comunidades
intencionales, que son la prueba más vívida “que existen otras formas de
hacer las cosas”, es generalmente un utopismo que no se refiere a un lugar
concreto, más cultural que político, movimiento libre de sensibilidades afi-
nes. Aun cuando es enfático respecto de proyectos específicos, vecinda-
rios y comunidades, su orden básico es realmente su “red” de conciencia
empática de estilos similares. Una gran parte de él, sin saberlo, constituye
una forma programática del utopismo arcádico.
Considero gran parte del enfoque de la “Nueva Era” de Satin un
tremendo enredo, como en la combinación de la rígida “tecnología interme-
dia” (Kohr, Schumacher, Illich, Hess, entre otros) y del ocultismo inepto
(Astrología, Percepción Extrasensorial, Orientalismo, Castañeda y decenas
de las más vulgares forms de sicoterapia). Enlaza, además, políticas de pro-
testa bastante específicas (tales como la antimilitar y la antinuclear) con la
más vaga de las “conciencias planetarias”. Este enfoque reclama las últimas
tecnológicas (solar, farmacéutica, etc.), y la más antigua medicina holística y
la fertilización orgánica. Exhibe una considerable apertura intelectual y bas-
tante mal gusto cultural. Sin embargo, la sensibilidad es tan insistente como
la confusión.
Históricamente, parte de esta cultura marginal o alternativa (como yo
prefiero llamarla) se traduce en la “Cultura de la Juventud” de los años 60,
que luego se convierte en adultos más formales (Satin fue un “hippy” que
se resistió a la guerra de Vietnam), grupo formado por algunas de las mis-
mas personas y con la misma ideología. Ella también prolonga la cultura
experimental y utópica de la minoría trascendentalista “Beat” bohemia, e,
incluso, sus más antiguas tradiciones “underground” europeas en Estados
Unidos.137 La poca unidad que tiene puede ser fundamentalmente estilista y

136 Mark Satin New Age Politics: Healing Self and Society (New York: 1979),

pp. 109 y 222 para citas en las dos frases que siguen. Incluye una amplia y larga
bibliografía, además de otra información. Ver también Marilyn Ferguson The Aquarian
Conspiracy: Personal and Social Transformation in the 1980’s (Los Angeles: 1980).
137 Para completar mi breve comentario, ver algunos de mis estudios de etapas

anteriores de las mismas tradiciones: histórico-literarias en The Literary Rebel; la Gene-


ración Beat en “The Beat in the Rise of the Populistculture” The Fifties, ed. Warren
French (Deland, Fla.: 1970); parte de la contracultura en “The Electric Aesthetic and
KINSLEY WIDMER 55

temperamental, pero algunas de sus inquietudes son comunes: la “ecolo-


gía” (ambientalismo radical llevado frecuentemente a la santificación arcádi-
ca); descentralización en gran parte de las áreas (no sólo antiestatista y
antiempresarial, sino también contra la educación y la cultura monolítica,
etc.); y el intento de rechazo de posturas ideológicas tradicionales antagó-
nicas –capitalismo/socialismo, religión/ciencia, personal/público– con la es-
peranza de lograr una aceptación. En economía, por ejemplo, tiende a ser
bastante antiizquierdista en los aspectos colectivistas. “El Capitalismo de la
Nueva Era” es defendido y definido como una alternativa tanto al “capitalis-
mo estatal” como al “capitalismo corporativo”, aunque dentro de un eviden-
te contexto comunitario izquierdizante y una ética cooperativa.138

Otros Utopistas de la Nueva Era: Thompson y Roszak

Entre la gran cantidad de ensayistas que pueden identificarse con


este “movimiento” utopista, ya me he referido a algunos en el contexto
arcádico. Sin embargo, existen muchos más que poseen ambiciones intelec-
tuales y proféticas que se pueden señalar brevemente. El ex historiador
académico William Irwin Thompson, en su obra Art the Edge of History
(1971), renunció a la mera historia por su participación en una “nueva con-
ciencia” y “transformación cultural”.139 En Passages About Earth (1974)
planteó no sólo una nueva comunidad o nueva sociedad, sino “una nueva
civilización”.140 Parte de eso surge como continuación del utopismo norte-
americano tradicional del tipo jeffersoniano, relativamente antiestatista y
contrario al centralismo, pero combinado con una extraña mezcla de lo místi-

the Short-Circuit Ethic; the Populist Generator in Our Mass Culture Machine”, Mass
Culture Revisited, ed. B. Rosenberg and D. M. White (New York: 1971); y, en forma
más amplia, “The Rebellius Culture: Reflections On Its Functions in American Socie-
ty”, en Sociological Essays and Research, rev. ed. Charles H. Anderson (Homewood,
III.: 1974).
138 Satin New Age Politics, p. 165 y siguientes. Existen varios intentos por

redefinir el capitalismo y el estatismo sobrerracionalizados con miras a aumentar la


libertad, así como sobre la disolución del “totalismo” económico, según el cual “cada
trabajador puede convertirse en propietario” en un capitalismo verdaderamente diverso.
Robert Ghelardi Economic, Society and Culture, “God, Money and the New Capita-
lism” (New York: 1976), p. 240.
139 William Irwin Thompson At the Edge of History (New York: 1971). Ver,

además, Darkness and Scattered Light: Four Talks on the Future (Garden City, N. Y.:
1978).
140 William Irwin Thompson Passages About Earth, “An Exploration of the

New Planetary Culture” (New York: 1974). Para la política jeffersoniana, ver p. 178 y
siguientes; para el explícito agradecimiento a H. G. Wells, 56 y siguientes.
56 ESTUDIOS PÚBLICOS

co y lo tecnológico-positivo. Afirma explorar nuevas esferas del ser que


conllevan la creación de una nueva religión para una sociedad universal
wellsiana. La parte de esta megalomanía que opera a un nivel mitológico es
tal, que las realidades permanecen confusas, aun cuando Thompson apa-
rentemente proyecta una infraestructura de alta tecnología y un ordena-
miento social comunitario-monástico. Sin embargo, la mayor parte de su
preocupación no es tan nimia. En The Time Falling Bodies Take to Light
(1981), él explora, con una considerable muestra de erudición, algunos epi-
sodios de la menospreciada mitología matriarcal, a fin de hacer volver nues-
tra conciencia a la centralidad del Eterno Femenino.141 Tales valores de
nueva conciencia se han confundido debido a la falsa cultura de la civiliza-
ción machista. “Quizá si nos bendicen los dioses antiguos en la próxima
civilización que surgiría después que ésta se haya desgastado, lleguemos a
valorar la sabiduría antigua y olvidada”. Y como ocurre tan frecuentemente
con la sensibilidad utópica, el último descubrimiento nos hace regresar a la
antigua Edad de Oro o, en todo caso, a un mito andrógeno que se dice la
acompaña. Pero, aparentemente, el antiguo-nuevo “sacramento de Eros”
necesitará de un nuevo hombre-mujer para el nuevo “mundo-época”. Este
totalitarismo regenerativo nos ubica, además, como señalé en mis argumen-
taciones anteriores, más allá del nivel de lo humano requerido para el pensa-
miento sociopolítico más importante, especialmente en términos de las liber-
tades de meros seres humanos no redimidos, como usted o yo.

La Reacción Personalista de Roszak al Utopismo Tecnocrático de Bell

Uno de los utopistas contemporáneos más conocidos de una casta


avasalladora es Theodore Roszak, casi tan sincrético como los otros. En su
obra The Making of a Counter-Culture (1969), trató de combinar un tanto
caprichosamente la “cultura de la juventud” disidente, el anarquismo de
Paul Goodman, el utopismo erótico de Marcuse y Norman O. Brown, partes
de la religiosidad oriental, el antimilitarismo y antiindustrialismo, en una
transformación más bien romántico-utópica del sólido carácter social norte-
americano.142

141 William Irwin Thompson The Time Falling Bodies Take to Light, “Mytho-

logy, Sexuality, and the Origins of Culture” (New York: 1981), pp. 250 y 254 para las
dos citas que siguen.
142 Theodore Roszak The Making of a Counter-Culture (New York: 1969).

Para mayor detalle respecto de mi tratamiento escéptico-simpatizante, ver mi crítica-


ensayo en Village Voice (Oct. 30, 1969).
KINSLEY WIDMER 57

Cuando la cultura de la juventud y algunos de sus héroes se deterio-


raron, desarrolló más su argumento y lo convirtió en un amplio pero no muy
perspicaz ataque neorromántico a la cultura moderna –irónicamente es el
mismo enfoque, pero con propósitos y lealtades muy diferentes, del utopis-
ta antitético Bell– en Where the Wasteland Ends (1973).143 La religión más
bien asume el mando a partir de la cultura en Unfinished Animal y The
Aquarian Frontier and the Evolution of Consciousness (1975).144 Este tra-
bajo analiza las religiones y sicoterapias cultistas actuales como formas de
“La Sabiduría Oculta” que se nos revela a través de la “evolución de lo
oculto”. (Como sucede con gran parte del utopismo moderno –nuevamente
opuesto a Nozick, como aparece más adelante– las metáforas evolutivas
son importantes). Roszak puede concebir conjuntamente todo antiguo radi-
calismo social y nuevo misticismo, la última palabra en ecología, lo más
vago de la metafísica, un admirable feminismo y palabrería sicológica des-
preciable, todo con fines utópicos. Sin embargo, soy incapaz de encontrar
mucha lógica por la cual los nuevos verdaderos creyentes rechazarán lo
tecnocrático y se unirán a “la comunidad participativa como la realidad
esencial de la vida social”.145 Mis percepciones sociales y sentido dialécti-
co sugieren que Roszak, por una parte, puede estar describiendo una nueva
“falta de valor” neohelenística (Gilbert Murray) de una tecnocracia en deca-
dencia, y que sus apóstoles mistagogos son algunos de sus parásitos más
extravagantes. Empero, sus argumentos siempre luchan por aquello que se
solía llamar “conciencia social” (su origen anterior a “Ivy League” era relati-
vamente modesto) y anhela proponer “comunidades visionarias” que con-
duzcan el camino utopista hacia la radicalización de la sociedad.
La continuación de Roszak de la cuasidisidente cartografía en Per-
son/Planet: The Creative Disintegration of Industrial Society (1978) reafir-
ma la libertad y el desarrollo de la persona como lo primordial, por sobre
cualquier institución socioeconómica.146 Roszak, que es, por cierto, contra-
rio a la descentralización, hace algo que la mayoría de ellos deja de hacer,

143 Theodore Roszak Where the Wasteland Ends, “Politics and Trascendence in

Post-Industrial Society” (New York: 1973).


144 Theodore Roszak Unfinished Animal, “The Aquarian Frontier and the Evo-

lution of Consciousness” (New York: 1975), p. 105 y las citas que siguen. Como sucede
con gran parte del utopismo moderno (contra Nozick, más adelante) las nociones
evolutivas y las metáforas son centrales.
145 Para la frase que sigue de Gilbert Murray, Five State of Greek Religion

(Londres: 1912), capítulo 5. Unfinished Animal, p. 264.


146 Theodore Roszak, Person/Planet: The Creative Disintegration of Industrial

Society (Garden City, N. Y.: 1978), el último capítulo para la calificación a escala
pequeña y de la 285 en adelante para el “paradigma monástico”.
58 ESTUDIOS PÚBLICOS

como, por ejemplo, reconocer firmemente que organizaciones pequeñas,


grupos de relación cara-a-cara y estructuras dispersas, también pueden ser
tiránicas. Ve, correctamente, que una ética social no centralista, así como
una política ética antiestatista, aun cuando puedan ser deseables y justifica-
bles, no bastan. Sin embargo, las discriminaciones que él hace suelen pare-
cer caprichosas, respondiendo a creencias “personalistas” y lazos afanosa-
mente eclécticos de radicalismos y religiosidades sociales. Hace
sugerencias sinceras, mas sin haberlas estudiado seriamente, como por
ejemplo un renovado “paradigma monástico” para utopías futuras. No es
accidental, sin embargo, que en Person/Planet, Roszak critique (aunque
escasamente y sin la rigurosidad de su oponente) la visión de Daniel Bell de
la sociedad postindustrial, mencionada anteriormente.147 En gran medida
Roszak puede ser entendido como contrautopizando su comunalismo per-
sonalista a las apologías “funcional-racionalistas” para una tecnocracia to-
talizante, nuestra casi lograda utopía. Pese a la gran cantidad de críticas y
desacuerdos al respecto, me parece claro que la utopía personalista y no la
tecnocrática es la que se acerca más a la libertad individual.

Reacciones Dialécticas al Optimismo Utópico y Tecnológico

Cuando nos enfrentamos a afirmaciones presuntuosas sobre el uto-


pismo contemporáneo, el cual se pronuncia en favor de una “nueva con-
ciencia” o una “nueva civilización” o una “nueva cultura planetaria” o,
simplemente, una “nueva era”, es comprensible que los más razonables de-
seen que se les indique un camino correcto. Una parte esencial de la historia
intelectual, y sensibilidad más plena del utopismo, es precisamente la que
despliega tales contradicciones en repetidas ocasiones. La locura filosófica
de la obra Las Nubes de Aristófanes, intenta llevar a cabo una comedia
terapéutica, en contra de las pretensiones platónicas. El tercer tomo de Los
Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, con insensateces de los científicos
de una Laputa imaginaria, se burla salvajemente de las pretensiones utopis-
tas del racionalismo de principios del siglo XVIII y de los defensores del
“nuevo conocimiento”. Voltaire combinó lúdicamente el utopismo positivo
(El Dorado, con su tolerancia deísta, su gran centro científico, y la genial
distribución de la riqueza) con el utopismo negativo (es absurdo intentar
alcanzar El Mejor de los Mundos Posibles, del utopista Leibniz y es mucho
más sabio dedicarse a cultivar el jardín propio) en Candide (1759). Para

147 Theodore Roszak, Person/Planet, p. 75 y siguientes.


KINSLEY WIDMER 59

entonces él y los mejores filósofos habían sufrido un rápido desencanto con


los reyes-filósofos, aunque no con las pasiones racionalistas por una socie-
dad mejor.148

Contrastes Antiutópicos: Dostoievski y Forster

Pero tal vez para nosotros resulte más pertinente un ejemplo de me-
diados del siglo XIX que señala un camino. La primera mitad de la novela de
Dostoievski Memorias del Subsuelo (1864) es un monólogo filosófico que
ataca específicamente una pobre novela de utopismo socialista (N. G. Cher-
nyshevsky: What Is To Be Done?).149 Pero ataca en forma más general –con
una brillantez que alcanza la perversidad– a las grandes concepciones utó-
picas que ubicarían al hombre en un “hormiguero” colectivista, o harían de
él un simple “arpegio de piano” para el coro de los locos sueños utilitarios
de la armonía humana, o subordinarían la totalidad de las aspiraciones hu-
manas a modelos de ingeniería tales como el “Palacio de Cristal”. El poder y
el valor que prevalecen de la polémica antiutópica de Dostoievski no sólo
incluye incisivos socavamientos de las demandas por una racionalidad his-
tórica y colectiva, sino también su aguda crítica sicológica del “egoísmo” y
sicologías reductivistas relacionadas, las que negarían un sentido de com-
plejidad humana y libertad individual más amplio.150
Aun cuando Dostoievski puede ser considerado una de las figuras
claves de la cultura moderna, la imaginación literaria antiutópica de amargos
desencantos de este ex fourierista no se difundió hasta bien entrado el siglo
XX. Una de las mayores utilidades que brindó la Utopía Moderna, de H. G.
Wells, fue que eventualmente inspiró al más humanamente sensible E. M.
Forster, en su novela The Machine Stops (1912), al concebir una descrip-
ción apocalíptica de las posibilidades deshumanizantes de un sistema total-
mente mecanizado.151 En este futuro proyectado de las sociedad-Estado

148 Entre muchos análisis de Swift, ver Elliot The Shape of Utopia, Cap. 3. Para

los otros títulos, Aristófanes Las Nubes, ed. K. O. Dover (Oxford: 1968), Candide, trad.
Richard Wilbur (New York: 1968).
149 Tal vez la edición más útil que exista en inglés, puesto que incluye parte de

Chernyshevsky y otro material, lo constituye Fedor Dostoievski Memorias del Subsue-


lo y El Gran Inquisidor, trad. y editado por Ralph R. Matlaw (New York: 1968).
150 Para mayor detalle respecto de Memorias del Subsuelo y de las citas, ver

mi obra Edges of Extremity, Cap. 1.


151 E. M. Forster, The Machine Stops, The Eternal Moment and Other Stories

(Londres, 1928). Sobre algo de la influencia de Wells en las utopías negativas, ver Mark
R. Hillegas The Future as a Nightmare: H. G. Wells and the Antiutopians (New York:
1967).
60 ESTUDIOS PÚBLICOS

Mundial de Wells, no sólo con su avanzada y envolvente tecnología, sino


con su estructura burocrática, el ambiente sintético creado para el confort y
la utilidad ha pasado a dominar monstruosamente al hombre. La mayoría de
las personas se ha aislado de la “experiencia directa” con la naturaleza,
entre ellas mismas, y aun de sus propios cuerpos, de tal manera que se han
convertido en seres totalmente sumisos, incluso devotamente religiosos
con respecto a la estructura tecnológica que los cuida y los “encapsula”.
Con la individualidad prácticamente perdida, el sistema no sólo ataca para-
noicamente a la gente sino, como parte de él inevitablemente fracasa, no
existe suficiente iniciativa como para corregirlo en su “decadencia”, y de
esta manera las fallas se vuelven exponenciales y, por ende, totales y deter-
minantes en su destrucción de lo humano.

Otros Utopistas Negativos: Capek y Vonnegut

Contrariamente a lo que dicen algunas interpretaciones imprudentes,


la falla de la “máquina”, más que un ataque en contra de las máquinas en sí,
es contra su elaborada interconexión con un sistema contralor –no existe
otro tirano o clase explotadora en la novela de Forster– que usurpa y condi-
ciona los valores humanos esenciales de sensualidad, estética, iniciativa,
autonomía, asociación, individualidad, libertad. No es la máquina la que se
ha convertido en un monstruo robot humano que finalmente debe ser des-
truido, como en el Frankenstein, de Mary Shelley (1818), sino son los hu-
manos los que se han convertido en robots.152
La provocativa extensión irónica del Frankenstein romántico que se
da en el siglo XX puede ser la de R.U.R., de Karl Capek (1920), que dramati-
za la destrucción del hombre causada por robots creados por él mismo y
que, sin embargo, al final evolucionan hacia lo humano, al desarrollar pasio-
nes.153 Es cierto que las utopías arcádicas, por lo menos desde Erewhon, de
Butler (1872), ha tendido a eliminar la tecnología compleja, porque puede
desarrollar una mente y voluntad propias, así como ritmos y sentidos des-
tructivos hacia los humanos, como sostenía Morris en su News from
Nowhere.154 Pero cuando se trata de sacar conclusiones acerca de las con-
secuencias futurísticas de la tecnología compleja, existe una variedad de
respuestas utópicas negativas. Kurt Vonnegut, en su Player Piano (1952),

152 Mary Wolstonecraft Shelley Frankenstein, or the Modern Prometheus

(1331), editado por J. K. Joseph (New York: 1969).


153 Karl Capek, R.U.R. (New York: 1968).
154 Samuel Butler Erewhom and Erewhon Revisited (1890) (New York: 1934).
KINSLEY WIDMER 61

destacó una visión menos fantástica, según la cual la mayoría de los seres
humanos se tornan patéticamente irrelevantes e innecesarios en la sociedad
tecnocrática (una simple extensión de nuestro actual desempleo).155 En lu-
gar de una concepción del hombre como víctima del destino y de los dioses,
de la naturaleza y sus propias limitaciones, ahora, con una ironía más amar-
ga, éste se convierte en la víctima permanente del orden utópico, de la
utilidad, el confort y el poder que él creó. No es posible siquiera un desafío
heroico: ¿cómo hacerle morisquetas a un cohete invisible?

El Nosotros de Zamiatin: Visión Utópica y Ficción Antiutópica

Esto invierte la religiosidad cientificista, desde Bacon hasta Wells.


Con una ironía histórica aun más pródiga, los esfuerzos utopistas iniciales
de Wells ayudaron también a engendrar una de las novelas utópicas “ne-
gras” más brillantes, We (1920), de E. Zamiatin.156 Zamiatin, un ingeniero
naval ruso que se convirtió en escritor de vanguardia, quien había trabajado
en Inglaterra y escrito sobre Wells, tuvo el buen gusto político de ser perse-
guido tanto por los zaristas como por los bolcheviques, así como el buen
gusto artístico de presentar una visión utópica de la sociedad mediante una
ficción antiutópica. Siguiendo su creencia de que “sólo los herejes mantie-
nen vivos al mundo”, combinó el futuro Estado benevolente totalitario well-
siano y sus poderes de alta tecnología con una agudeza sicológica y dos-
toievskiana sobre el mal uso de la razón para negar la libertad, culminando
en una “fantisectomía” para destruir las más altas cualidades de la mente
humana, tales como imaginar una sociedad mejor.157 Para Zamiatin, el racio-
nalismo falso destruye los principales impulsos humanizantes de la sensua-
lidad e imaginación, especialmente porque desarrolla el “doble peligro que
amenaza a la humanidad”: el poder hipertrófico de las máquinas y del Esta-
do”.158 Zamiatin parece haber comprendido hace mucho tiempo lo que

155 Kurt Vonnegut, Player Piano (New York, 1953). Existen motivos utópico-

desutópicos mezclados en las formas posteriores de ciencia ficción de las novelas de


Vonnegut, tales como Sirens of Titan (New York: 1968). Curiosamente, las primeras
fantasías de ciencia ficción de H. G. Wells tenían fuertes características desutópicas. Ver
Seven Science Fiction of H. G. Wells (New York: 1950).
156 La más útil de las tres traducciones en inglés: Yevgeny Zamiatin, We, trad.

Mirra Ginsberg (New York, 1972). Para antecedentes, ver D. O. Richards, Zamiatin
(Londres, 1963) y Alex M. Shane Life and Works of E. Zamiatin (Berkeley, Ca.: 1968).
157 A Soviet Heretic, Essays by Zamiatin, trad. M. Ginsberg (Chicago: 1970),

p. 51.
158 Zamiatin, como se cita en Shane, p. 145.
62 ESTUDIOS PÚBLICOS

nuestros optimistas tecnológos no han podido entender hasta ahora: las


grandes organizaciones y culturas tecnológicas son esencialmente coerciti-
vas del individuo.

Otros Utopistas Antiutópicos: Huxley, Orwell y Lawrence

Algunos de los métodos de Zamiatin, aunque no el esplendor de su


individualismo radical y de su brío estilista, reaparecen en la obra de Aldous
Huxley Un Mundo Feliz (1932) y en la de Orwell 1984 (1949).159 En tanto
que Huxley (también impulsado por su reacción a Wells, por su eugenismo
de Men Like Gods) destaca el condicionamiento “positivo” que usó Zamia-
tin, Orwell acentúa el condicionamiento terrorista, que Zamiatin también em-
pleó. Esto requiere de una discriminación que conduce al peor tipo de con-
trol. A Zamiatin se lo puede considerar también como antecedente de la idea
paradigmática de que el control político-económico es menos importante
que la dimensión estético-erótica y la destrucción de la sensibilidad. Un
utopismo negativo aun más devastador es el de D. H. Lawrence, escritor
que durante años propuso colonias utópicas a sus amigos y quien planteó,
en The Man Who Loved Island (1926), un desarrollo en tres etapas (de la
utopía a la ermita y de ésta, finalmente, a la muerte solitaria) en que los
impulsos antivitales escondidos en el idealismo sobrepasaban las urgencias
vitales inmediatas y la plenitud de lo humano.160
Un punto crucial, que a veces no se toma en cuenta, es que Huxley y
Orwell (cuyas obras escasamente necesitan mencionarse aquí) fueron, como
Zamiatin y Lawrence, utopistas antiutópicos. Aunque más conocido por sus
utopías satíricas (que incluyen el insignificante y burdo Ape and Essence, la
sátira sobre el inmortalismo en After Many a Summer Dies the Swan, etc.), la
última novela de Huxley, La Isla (1962), fue una utopía positiva, social y
místicamente.161 Con la salvedad de que se trataba de un caso terminal: un
megalómono militarista, en búsqueda de petróleo, desarrollo nacionalista y

159 Brave New World (New York: 1946; esta edición tiene un ensayo posterior

sobre la novela de Huxley. George Orwell, 1984 (New York: 1949).


160 D. H. Lawrence, “The Man Who Loved Islands –en el escenario más

antiguo de utopismo– en Complete Short Stories, III (Londres: 1955), pp. 722-746.
Para un análisis ver mi “Parables of Nihilism” (1957), reimpreso en The Art of Perver-
sity: D. H. Lawrence (Seattle, Wash.: 1962). Lawrence además escribió, a mi parecer,
una de las más desagradables de las utopías modernas The Plumed Serpent (New York,
orig. 1926: 1981), con su sentético culto religioso que se apodera de México.
161 Aldous Huxley Ape and Essence (New York: 1943); Island (New York:

1962).
KINSLEY WIDMER 63

otros tipos de “progreso”, finalmente toma el poder. En esta utopía positiva,


Huxley simplemente invirtió algunos de los temas negativos –el uso de
drogas, condicionamiento positivo, religión artificial, etc.), y los convirtió en
valores positivos. El orden hedonista todavía mantiene el control, aunque en
La Isla está centrado en una experiencia individual acrecentada y de acuerdos
sociales cooperativos, en vez de la mitigación de los sentimientos en favor de
la subordinación a una jerarquía autoritaria. Huxley se mantuvo como ideólo-
go utopista radical por más de una generación, tanto dentro como fuera de sus
ficciones, partidario del descentralismo socioeconómico, del pacifismo, de
estilos de vida más simples y más puros, en su versión védica de la “filosofía
eterna”. Su desutopismo no proviene del rechazo a lo utópico, sino más bien
de su inversión crítica, y sigue siendo parte de la perspectiva utópica. Proba-
blemente el complejo de opiniones disidentes de Huxley se aproxima a la línea
principal de la disidencia utópica durante este siglo.

La Tradición Utópica-Desutópica y Nuestros Tiempos

Una observación similar puede hacerse respecto de George Orwell. El


desutopista antiautoritario de 1984 y Animal Farm se basó (como podemos
ver en sus ensayos políticos y en su recuento de la Guerra Civil Española,
Homage to Catalonia) en un utopismo democrático-socialista (el mismo que
Hayek desollaba).162 La falsa utopía se mide así de acuerdo con estándares
utópicos. Sin embargo, no me parece que éste sea el caso de gran número de
desutopías contemporáneas de menor relevancia. Por ejemplo, en las ingenio-
sas y desagradables utopías “negras” de Anthony Burgess. En su obra The
Wanting Seed (1962), uno de nuestros problemas futuristas más negativos, la
sobrepoblación, es resuelto hábilmente mediante la institucionalización per-
manente de hombres y mujeres que se matan sistemáticamente entre sí. Las
utopías de Burgess, como el imponente asesino conductivista de La Naranja
Mecánica (1963), o su contrautopía a Orwell intitulada 1985 (1978), proponen
sádicamente una visión bastante utópica de maldad absoluta como si fuera
esencial en la sociedad humana.163 Por consiguiente, la mayoría de los conte-
nidos de la libertad humana se vuelven nimios e irrelevantes.

162 Ver George Woodcook The Crystal Spirit, A study of George Orwell (Bos-

ton: 1956), así como el material de Orwell’s Nineteen Eighty-Four, 2ª edición, ed.,
Irving Howe (New York: 1981).
163 Anthony Burgess The Wanting Seed (Londres: 1962); La Naranja Mecánica

(New York: 1963), y 1985 (Londres: 1978), el cual también contiene un ensayo que
ataca a Orwell.
64 ESTUDIOS PÚBLICOS

Pero esto es sólo una fase extrema de la desutopía que domina la


novela contemporánea en mayor grado, incluso, que la blanda utopía positi-
va que tendía a predominar a fines del siglo pasado.164 Una relación más
fascinante entre utopismo y antiutopismo es su combinación dentro de una
misma obra. Como ya lo he sugerido respeto de la tradición que surgió de
Zamiatin, la utopía-desutopía puede ser una de las formas más adecuadas
de imaginación social para los tiempos actuales.

Ciencia-Ficción y la Dialéctica Utopía-Desutopía

Algunas formas de ciencia-ficción pueden, cuando más, lograr esta


respuesta: utopía-desutopía, crítica-ideal. Hago esta observación con cierta
reticencia, ya que el género procede ideológicamente de la tradición utópica
de religiosidad cientificista, desde Bacon, pasando por Wells, hasta llegar a
los tecnólogos contemporáneos, y gran parte de su sensibilidad proviene
del gótico y la fantasía sentimental; un número considerable de estas ficcio-
nes son estética y moralmente desagradables.165 Sin embargo, ciertas desu-
topías de ciencia-ficción evidencian inteligencia e ingenio, por lo menos a
partir de la obra de Pohl y Kornbluth, The Space Merchants (1951).166 Qui-
zás el norteamericano más conocido en este género sea Ray Bradbury, autor
de Fahrenheit 451 (1953) y otras obras. El satírico autor europeo de cien-
cia-ficción más famoso y que demuestra cierta seriedad parecería ser el pola-
co Stanislaw Lem, autor de The Futurological Congress (1973) y otras fic-
ciones.167 Hay otros, incluyendo la interesante Doris Lessing, cuyas

164 Desde luego que sólo cito a representantes de la gran literatura. El período

post-Oswell se vio marcado por muchas desutopías políticas orwellianas, como La Hora
Veinticinco (New York: 1950); David Karp One (New York: 1953). Algunos ejemplos
más recientes pueden parecer más utopías-desutopías, como es el caso de la obra de la
militante política Marge Plercy Dance the Eagle to Sleep (New York: 1972). A partir
de Hiroshima, también ha existido utopismo negro, dentro y fuera de la ficción, en
respuesta a bombas atómicas y nucleares. Para algunos de los primeros ejemplos, ver mi
“Notes on the Bomb and the Failure of Imagination”. The Forties, ed. Warren French
(Deland, Fla.: 1969).
165 Para tener una perspectiva de las primeras influencias de estas desutopías,

ver Kingsley Amis New Maps of Hell: A Survey of Science Fiction (Londres: 1960).
Para un estudio reciente, ver Darko Suvin Metamorphoses of Science Fiction: “On the
Poetics and History of a Literary Genre” (New Haven: Conn.: 1979). Uno de los
mejores ejemplos de la utopía de ciencia ficción sensiblera-mística es la de Robert
Heinlein Stranger in a Strange Land (New York: 1967).
166 Fredrick Pohl y E. N. Kornbluth The Space Merchants (New York: 1952).
167 Ray Bradbury Fahrenheit 451 (New York: 1953) y Crónicas Marcianas

(New York: 1950) entre otras. Stanislav Lem The Star Diaries, trad. M. Kandel (New
KINSLEY WIDMER 65

cualidades deberían ser claramente diferenciadas de las obras más corrien-


tes de ciencia-ficción que tratan de guerras espaciales burdas y otras fanta-
sías regresivas.168 Tratándose de género que puedan explotarse comercial-
mente, uno debe discriminar tan categóricamente como con las obras
ideológicas del tipo académico.

La Utopía Ambigua de Le Guin: Rebelión Libertaria Permanente

Una de las mejores y más eruditas ficciones utópicas que utilizó los
convencionalismos de la ciencia-ficción es la obra de la norteamericana Ur-
sula Le Guin, The Dispossessed (1974).169 En sus dos mundos contrastantes
pero históricamente relacionados, con conflictos ideológicos comparables
en cada uno, existe una doble dramatización utópica-desutópica. No es de
extrañarse, entonces, que The Dispossessed se subtitule “An Ambiguous
Utopía”. Este planteamiento dialéctico, de pros y contras, ofrece una pers-
pectiva de persuasiva complejidad, aunque con una clara dirección y crítica
libertaria de la América contemporánea. Su sociedad anarquista se ha vuelto
de un conformismo represivo; su sociedad estatal capitalista se ha vuelto
decadentemente violenta. El héroe-científico de Le Guin, modestamente pro-
meteico, explora ambas sociedades y, finalmente, desafía a las dos, entre-
gando sus adelantos tecnológicos al universo. Aprende, por medio de im-
portantes confusiones, que la utopía siempre amenaza con convertirse en
desutopía, y que la desutopía exige la superación utópica. La rebelión liber-
taria debe ser constante, ya que “la libertad nunca se encuentra totalmente
a salvo”.170 Mantenerla viva requiere no sólo de la iniciativa del individuo
disidente, sino también de la empresa del grupo pequeño; la utopía calcifi-
cante tiene todavía un orden abierto que facilita la existencia de “sindicatos
de disidencia”, y con ello, la dialéctica de cambio y renovación que requiere
la liberación.

York: 1976); The Futurological Congress, trad. M. Kander (New York: 1974); The
Cyberid: Fables for the Cybernetic Age, trad. M. Kandel (New York: 1974).
168 Doris Lessing, Shikasta (New York: 1979) y The Sirian Experiment (Lon-

dres: 1980).
169 Ursula K. Le Guin The Dispossessed (New York: 1974, 1975).
170 The Dispossessed, p. 310. Para un análisis más profundo de la novela y sus

problemas, ver mi “Utopian, Dystopian, Diatopian Libertarianism: Le Guin’s The Dis-


possessd”. The Sphinx, IV (1981). Para otras perspectivas, ver Ursula K. Le Guin:
Voyager to Inner Lands and Outer Space, ed. Joe D. Bolt (Port Washington, N. Y.:
1978).
66 ESTUDIOS PÚBLICOS

Aun cuando el principal modelo positivo de valores de Le Guin (de-


jando de lado algo de sentimentalismo) proviene de la tradición anarquista
(antiestatismo ilustrado, la ética de ayuda mutua de Kropotkin, el feminismo
de Emma Goldman, el comunalismo descentralista de Paul Goodman, estalís-
tica taoísta, etc.), esto puede ser menos importante que las dialécticas utópi-
cas-desutópicas. Con el fin de que las creaciones utópicas no se pierdan en
fantasía sin importancia (como sucede con otras ficciones de Le Guin y con
la ciencia-ficción y su tecnomicismo) deben mantener, como en Los Despo-
seídos, aquella oposición que confirma nuestro concepto moderno de un
mundo “exterior” que nunca se reducirá por completo a las objetivaciones
racionalistas y doctrinarias. En una auténtica utopía moderna, el sentido
crítico se mantiene como una parte esencial de los sueños imperativos de
una comunidad humana mejor.

La Utopía Libertaria de Derecha de Nozick: El Seudopluralismo

Desde un punto de vista libertario de derecha, la utopía de Le Guin


se debería haber afirmado más bien en una estructura que permitiese una
economía más variada y abierta (parcialmente negada por su antigua premi-
sa relativa a la escasez), si bien proporcionó un marco que permitió a los
individuos y los grupos optar por no adherirse.171 Este puede constituir un
punto de encuentro para los anarquismos de izquierda y de derecha. Acer-
carse de manera crítica a una posición libertaria de derecha que abogue en
favor de esto podría suscitar un replanteamiento de varios de los problemas
utópicos contemporáneos.

El Concepto Ahistórico del Utopismo y del Metautopismo de Nozick

La obra A Framework for Utopia, de Robert Nozick, que (según él)


es una conclusión parcial e independiente de su filosofía del Estado mínimo
expuesta en Anarchy, State and Utopía (1974), defiende ostensiblemente el
utopismo.172 Pero inicia su exposición, que muestra mayor interés por el

171 Un utopista de ciencia-ficción que tímidamente se enfrenta a Le Guin es

Samuel R. Delaney en su recargado Triton (New York: 1976), seguido por Triton Ulti-
matum (New York: 1977), que considero muy inferiores a Le Guin en percepción y
redacción. Ellos han sido analizados en conjunto por Tom Moylan, “Beyond Negation:
The Critical Utopias of Ursula K. Le Guin and Samuel R. Delaney Extrapolation, 2
(Otoño: 1980), pp. 236-53.
172 Robert Nozick Anarchy, State and Utopia (New York: 1974), pp. 299-334.
KINSLEY WIDMER 67

ingenio intelectual que por otras realidades históricas o humanas, con el


supuesto erróneo y, ciertamente, panglosiano en orden a que nosotros sólo
podemos concebir la utopía como “el mejor mundo imaginable” y “el mejor
de todos los mundos posibles”. Posteriormente vuelve a presentar esto, en
forma insidiosa, como la “sociedad perfecta”, basada en ideas “estáticas y
rígidas”.173 Cualquiera fuera su mérito como parte de una polémica en el
siglo XVI, es absurdo usarla a fines del siglo XX, sea como declaración de
principios o como premisa de un problema pertinente, como he demostrado
de que los utopistas sufren de dogmatismo constructivista frenético puede
ser, a su vez, un dogmatismo constructivista frenético.
Concedamos que podría ser un tanto injusto enfrentar a un filósofo
profesional contemporáneo con la historia y la sensibilidad actuales, con
sus grandes variedades. Pero supongamos que la caracterización equivoca-
da que hace Nozick de lo utópico cumple un objetivo; mediante una defini-
ción tan denigrante y exigua, él puede restringir lo utópico, y, aun así,
puede ubicarse metafísicamente sobre las opiniones intolerantes al propo-
ner una “metautopía: el ambiente en el cual se pueden llevar a cabo experi-
mentos utópicos...”.174 Observen aquí que el utopismo ha quedado reduci-
do a una mínima expresión, sin mayor justificación y opuesta a la costumbre
histórica (incluyendo la filosófica); de ahora en adelante, en realidad, se
refiere únicamente a las comunidades intencionales: un metacomunitarismo
en el mejor de los casos. Y aun dentro de este “topos” restringido no tiene
ningún significado importante y se trata solamente de reglas de procedi-
miento. Mediante este encantador juego de prestidigitación los problemas
aparecen como carentes de importancia. Y es por esta apertura de mera
apariencia o seudopluralismo que bien puede desembocar, utilizando un
término ya acuñado, en una “tolerancia represiva”.

El Metautopismo de Nozick: La Negación de la Variedad Específica

La justificación que hace Nozick de su metautopismo parece ser ex-


cesivamente axiomática: “si existe una variada gama de comunidades, en-
tonces (dicho grosso modo) un mayor número de personas podrá ajustarse
más al tipo de vida que realmente desee vivir que si existiese un solo tipo de
comunidad”.175 Dentro de este marco, los posibles opositores a tal opinión

173 Nozick, pp. 298 y 320.


174 Nozick, p. 312.
175 Nozick, p. 309.
68 ESTUDIOS PÚBLICOS

–fanáticos monoutopistas o individualistas “solepsistas”– difícilmente po-


drían proponer un tema interesante. La restricción a los “diversos tipos de
comunidades de Nozick, por medio de la vaguedad, parece evitar también el
problema. A veces se muestra tan caprichoso (recordemos sus tres docenas
de tipos de personalidades) que tal vez mil millones de “utopías” no le
parecerían suficientes. Aun cuando no es trivial suponer una interminable
semidiversidad, eso pareciera funcionar como una negación de alternativas
reales al rechazar, incluso, una definición aproximada y temporal de la comu-
nidad de la sociedad, las especies –aun bajo condiciones históricas especí-
ficas– y, por ello, difícilmente permite elecciones reales o libertades específi-
cas. Decirme que puedo actuar según mis deseos, pero sin satisfacer una
necesidad específica (ya que esto implicaría una selección injusta en rela-
ción con otras necesidades), difícilmente me permite tomar conciencia de lo
que deseo. En ese sentido las libertades negativas son vacías, y por esa
razón, pueden producir un desplazamiento de las libertades a través de
imposiciones estructuradas en otra parte.
Se requiere, además, de mucha parsimonia para lograr una teoría so-
cial interesante. Los trozos más apasionados de Nozick (y nosotros, los
críticos libertarios, sabemos qué es eso y no la lógica lo que nos comunica
cuál es en realidad el problema) insisten en que él trata de proteger “la
complejidad humana”.176 Pero este es un rechazo de la discriminación que
pretende ser discriminación. Yo dudo de que la complejidad (por la cual
siento una perversa preferencia) pueda constituir el principio o la regla para
un grupo, una institución, una comunidad o una sociedad. Si existe alguna
variedad específica o ambigüedad (como una persona compleja), es posible
que obtengamos como resultado la complejidad. La complejidad puede no
ser un principio, sino más bien un efecto combinado. ¿Acaso un libertario
desearía realmente fomentar y maximizar una “complejidad” de pequeñas
utopías autoritarias, explotadoras y patológicas? Una cosa es tolerar la mal-
dad o, al menos, abstenerse de reprimirla en exceso, pero otra cosa muy

176 Nozick, p. 310 en adelante. El está probablemente adaptando “The Theory

of Complex Phenomena”, Studies in Philosophy, Policits and Economics (Chicago:


1967). Una cosa es discutir la opinión un poco plausible de que la complejidad de la
economía masiva supera el cálculo racional, y otra muy distinta es declarar la compleji-
dad un principio moral-social organizativo. Reconocer la complejidad como una limita-
ción (como intenté argumentar con respecto a la mortalidad (más arriba)) constituye un
valor prudencial en conflicto con la complejidad mal interpretada, como una variedad
sin fin. La variedad extrema también supera el cálculo racional, y puede, además, ser
insatisfactoria para gran parte de la gente que quiere alternativas específicas. Si O. C.
Davis tiene razón, históricamente uno de los ímpetus principales del utopismo ha sido
más el orden que la felicidad. Utopía and the Ideal Society, p. 375.
KINSLEY WIDMER 69

diferente es fomentarla, estructurando al antilibertario e incluso estimularla.


No obstante la supuesta neutralidad institucional de Nozick –su indiscrimi-
natoria “cafetería de carretera”, “mesa americana de comunidades utópi-
cas’– no reconoce lo que uno de sus críticos ha denominado “oculto totali-
tarismo adoctrinante”.177

El Verdadero Metautopismo Libertario y el Desarrollo de Variedades


Específicas

¿Qué pasaría si tomásemos el metautopismo libertario de Nozick más


seriamente de lo que lo hace su propio e inquieto autor? ¿Cuáles serían
algunos de sus temas más representativos en algo que se parezca a un
mundo real? Un conjunto de condiciones sería el de no tomar la “compleji-
dad” como tal, lo que es presuntuoso, sino “hacer concesiones conscientes
con el fin de satisfacer sin coerción las necesidades de ciertas variedades
reconocibles” (e incluyendo nuevas variedades al reconocerlas); por ejem-
plo, diferentes inclinaciones sexuales, distintos grados de lazos comunita-
rios, formas alternativas de trabajo, producción y distribución, etc. Históri-
camente, así como lógicamente, esto se puede referir a los ermitaños, los
sodomitas y los jugadores –entre otros– y, desde luego, a mí me agradaría
incluir el tipo de deliciosamente irresponsable que, según Fourier, estaba
motivado por el “instinto de la mariposa”. Tal vez necesiten un orden me-
diador que los proteja de la ordenación que domina actualmente, puesto
que siempre existe uno y tiende a ser coercitivo. En otras palabras, tal vez
sea necesario proponer un apoyo específico para ciertas alternativas, res-
tándoles específicamente el poder a otras. Incluso la metautopía debe ser
discriminante, intencional, sustantiva, bajo un conjunto especial de condi-
ciones históricas. En suma: no existe en realidad –para las utopías o cual-
quier otra cosa– el monstruo denominado “marco neutral”.

Especificaciones Económicas para una Metautopía

Con el fin de oponerse aun más a esta reificación, consideremos un


problema económico. Los utopistas pertenecientes a diversas ideologías

177 Charles J. Erasmus In Search of the Common Good “Utopian Experiments

Past and Future” (New York: 1977), p. 296. También he recurrido, más abajo, a la
opinión de Erasmo respecto del kibbutz, como peculiar y problemático, pp. 187-99.
70 ESTUDIOS PÚBLICOS

han sostenido –sensatamente– que deben existir determinadas condiciones


económicas y sociales mínimas, para, por lo menos, poder intentar introdu-
cir instituciones y comunidades nuevas (Le Guin trató de lograrlo por medio
de sus “sindicatos”). Estas se refieren tradicionalmente a tierras y crédito
(oficios y protecciones, así como otros servicios pueden ser igualmente
importantes), los cuales corrientemente llamamos “capital”. Si no se propor-
ciona acceso al capital, cualquiera afirmación relativa a la concesión de
alternativas no es más que compasión barata, del mismo modo que no ofre-
cer condiciones básicas para variedades específicas constituye una falsa
complejidad.
En términos generales, las personas que poseen capital son capitalis-
tas de éxito (o, en nuestro orden establecido de semimercado, su descenden-
cia, sus sirvientes, etc.), lo cual, desde luego, sugiere que o bien ellos tendrán
otros compromisos que no dicen relación con comunidades ideales, o bien
que solamente las utopías capitalistas recibirán su apoyo. Pero esto difícil-
mente respondería a los requisitos históricos o teóricos mínimos relativos a
diferencias sociales e individuales y variedades, incluyendo la de Nozick. Por
tanto, y para abreviar la discusión, el capitalismo no puede constituir en sí la
estructura para las alternativas capitalistas y no capitalistas. Esto, desde
luego, no es más que una variante de la evidente hipótesis (como señalan
reiteradamente Hayek y otros) en el sentido de que la base de una economía
de libre mercado no puede ser el mercado en sí, sino más bien un conjunto
anterior de “tradiciones”, reglas, instituciones e ideologías.
Los neocapitalistas pueden combinar sus recursos para construir
alternativas, si es que las tienen. Sin embargo, ello excluye a determinadas
personas, así como algunas alternativas importantes. Mientras que América
del Norte ha proporcionado, en ocasiones, circunstancias favorables a las
comunidades utópicas –debido a motivos históricos que pueden conside-
rarse en gran parte fortuitos– estas condiciones han disminuido notable-
mente en una tecnocracia sobrepoblada (y, proporcionalmente, quizás exis-
tía menos comunitarismo en los años 60 que en los 40).
En efecto, el necesitar de un fervor milenarista o una explotación
proselitista, como en el caso de los Moonies y otros similares, o del suicidio
en masa de Jonestown, en Guyana, indicaría que algo está mal en estas
condiciones. Un Estado benefactor puede permitirse subsidiar cierto grado
de economía comunal, como en el caso de la particular y un tanto restrictiva
historia de los “kibbutzin” israelitas (uno de los pocos ejemplos de Nozick).
O bien, se puede expropiar el capital utópico, lo que requeriría de un Estado
coercitivo o de su organización terrorista paralela. Pero limitar las alternati-
vas sociales a capitalistas paternalistas ocasionales (tales como Robert
KINSLEY WIDMER 71

Owen), burocracias benefactoras, fanáticos seguidores de cultos y grandes


y pequeños terroristas, tal vez no constituya un campo suficientemente
amplio de diversidades y libertades.
Si el marco metautópico de Nozick pretende ser riguroso, debería
brindar posibilidades más diversas al capital, aunque ciertamente no todas,
y, desde luego, sin la arrogante pretensión de abarcar toda la “complejidad”
humana. Pero deberían incluirse algunas opciones utópicas que carezcan de
valor preferencial, o viabilidad, en cualquier mercado. El marco oculto de la
metautopía contiene ya sea una negación de todas las alternativas no capi-
talistas (lo cual contradice las afirmaciones de Nozick) o una economía plu-
ralista secreta que Nozick no reconoce. Si lo hiciese, sin duda se encontraría
con viejos y engorrosos problemas utópicos respecto de la posibilidad de
economías “mixtas”, sin que una parte de ellas se alimente de la otra o bien
fluya hacia la otra. Pero esto lo exige su teoría. El proponer libertades casi
anémicas es de poca utilidad.

Finalidad Metautópica Ultima: Superar el Utopismo Esclavizante

Reconocer el problema no significa que uno necesariamente haga


una reversión maniquea hacia una respuesta estatista dominante o, como
sostiene el utopista Fourier, el prejuicio más ridículo, la convicción de que el
bien puede establecerse mediante la acción de un gobierno”.178 Sin embar-
go, es posible que las condiciones que apoyan la diversidad utópica no
correspondan al Estado formalista del resto del razonamiento de Nozick
(dejaré que otros decidan si mis críticas de su utopismo tienen una aplica-
ción más amplia).
Desde luego que la supresión de las facultades de los poderes coer-
citivos estatistas y semiprivados sería fundamental. Esto podría incluir el
socavamiento de cualquier sistema de mercado unitario o total, cualquier
orden unificado mundial (Wells y sus seguidores) y gran parte de la “opu-
lencia” de la América contemporánea. Sin embargo, mi tema es el utopismo
libertario, que tal vez requiera de una economía en la cual gran parte de la
actividad productiva no sea controlada por el Estado ni por el mercado, sino
más bien por la más variada actividad autónoma de los individuos y asocia-
ciones no coercitivas.179 Estaríamos en una mejor situación sin la existencia
178The Utopian Vision, p. 162.
179 Ver Sale Human Scale, en toda su extensión. Para parte de un argumento
más enfático respecto de que el trabajo con sentido debe ser considerablemente autóno-
mo tanto del mercado como del Estado, ver Ivan Illich Shadow Work (Salem,
N. H.: 1981), particularmente Cap. II “Vernacular Values” y III “The War Againts
Subsistence”.
72 ESTUDIOS PÚBLICOS

de gran parte del Estado moderno y sin demandas de un orden mundial


benevolente.
Pero ese es mi utopismo, o mejor dicho, uno de los muchos que
tengo. En oposición al utopismo de Nozick –y sus argumentos pueden ser
menos erróneos que algo peor: estrechos, frágiles y no muy honestos–,
podemos, sin embargo, concederle el reconocimiento de haber iniciado la
búsqueda de un metautopismo más fundamental que su comunalismo-con-
sumista, con su inadecuada preocupación por ampliar las libertades. Para
una perspectiva libertaria, la preocupación por lo utópico –como Nozick
reconoció en parte, al menos– puede ser esencial.
Si yo procediera a proponer mi propia utopía, podría comenzarla con
algo antiguo (he sugerido que todos lo hacen), como con el lema que Rabe-
lais, el gran erudito e individualista humanista del Renacimiento, colocó
sobre el arco de la abadía de Theléme, su utopía monástica-invertida: “Haz
lo que tú quieras”. Pero en vez de resolver el problema, sólo le da comienzo,
porque recuerden que ese no era sino el ingreso al simulacro de un mundo
mejor, más activo y libre. Si continuase con mis especulaciones utópicas,
espero que no confundiría totalmente el proceso transitorio con un impulso
utópico más profundo; y no debemos olvidar que si bien el ímpetu utópico
puede ser bueno, muchos tipos de utopías –como ya he afirmado– son
malas. Quizás debería destacar otras advertencias que son adecuadas en
este contexto, como por ejemplo: “Las libertades convertidas en objetos se
vuelven servidumbres humanas” (Berdayev): “Lo importante es la idea de la
utopía que supera a la utopía en sus mentiras y la afirma en sus verdades”
(Tillich), y “Todo lo que triunfa perece” (Lawrence).180

180 Nicholas Berdayev Slavery and Freedom (New York: 1946), quien repite su

punto de vista a lo largo de todo el texto; Paul Tillich, “Critique and Justification of
Utopia”, Utopias, ed. Manuel, p. 309; D. H. Lawrence, Reflections on the Death of a
Porcupine (Londres: 1934), p. 17.
ENSAYO

LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS O


COMO DESPERTAR DE UN LARGO INSOMNIO*

Martín Hopenhayn**

Los tiempos de crisis pueden ejercer efectos contradictorios sobre el hábito


de imaginar utopías. Por un lado pueden inducir al embotamiento y a la
renuncia respecto del futuro, con lo cual la invención utópica cesa o se
desdibuja. Por el otro lado la crisis puede arrojar a sus víctimas a la
búsqueda de un horizonte de sentido que re-signifique el presente a fin de
romper su entropía. Allí la utopía es crucial, y desarma la realidad para
volver a componerla con la mediación de nuevas e inusitadas combinaciones.
En ese ejercicio persiste la aspiración a ejercer fuerza normativa sobre las
estrategias y prácticas políticas: una fuerza normativa que no alude a la
efectividad de los medios, sino a la virtud de los fines y a la consistencia
ética entre medios y fines. Pero en la actualidad la construcción utópica
enfrenta un desafío difícil y necesario: ¿Cómo enfrentar la crisis de norma-
tividad con utopías abiertas, pero no por ello indeterminada? ¿Cómo arti-
cular la construcción utópica con la práctica política a fin de que ésta vuelva
a inscribirse en el universo de los sueños colectivos pero sin que, por ello,
clausure su horizonte de posibilidades? En síntesis: ¿Cómo construir uto-
pías que constituyan una alteridad respecto de la crisis de nuestro tiempo,
pero que no sean una alteridad inalterable, sino el resorte de una inventiva
incesante?

* Versión corregida y aumentada del artículo del mismo autor in-


titulado "Construcción utópica y práctica política", Revista Comunidad, 60
(abril 1987), 3-10.

** Master en Filosofía, Universidad de París. Investigador de ILPES,


CEPAL.
322 ESTUDIOS PÚBLICOS

1. Crisis y Pensamiento Utópico

L as visiones integradoras de la modernidad —y de la


modernización— han estallado en múltiples estrategias de "bajo
perfil", donde el sueño de la comunidad transformada y redimida
ya no cuenta. El privilegio de la razón instrumental, no sólo en la
era industrial, sino también en las nuevas ondas tecnológicas,
sigue despojando a la técnica de valores o fines prefigurados
colectivamente. La recomposición económica con el auge del
capital financiero transnacional, el papel central del armamen-
tismo en las economías nacionales, la crisis del Estado de Bie-
nestar y la desmistificación total de los socialismos reales han
dejado a la modernidad huérfana de sueños de masas. Esas masas
son cada vez menos pensadas como efervescentes, movilizadas,
desafiantes. La docilitación cultural y el sesgo administrativo y
pragmático de la política han creado una situación que podría-
mos definir como crisis de pensamiento utópico.
En el caso de los países que marchan a la retaguardia del
concierto económico global, la dificultad de soñar se ha visto
reforzada por el reciente insomnio de la deuda y de la crisis
recesiva. Este es el caso de buena parte de los países de América
Latina, en los cuales las tradicionales expectativas de mantener
altas tasas de crecimiento y una distribución equitativa de la
riqueza han sido arrasadas por escenarios financieros globales
que le exigen a los países "adaptarse o morir". La adaptación
consiste en aceptar sistemáticamente las políticas de ajuste suge-
ridas por el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, lo
que implica caminos regresivos en la distribución de la riqueza, el
deterioro drástico de la disponibilidad social de ingresos, una
dependencia enferma respecto de los créditos externos y la en-
démica debilidad tecnológica que condena de por vida al subde-
sarrollo.
Antes, la imagen positiva de posguerra residía en que cada
país se poblaba de sentido con proyectos colectivos o estilos de
desarrollo fundados en reglas y metas claras. A ello se contrapone
ahora la imagen tecnocrática de gobiernos que deben limitarse a
administrar una crisis que no han elegido y que los determina
desde la partida. Las viejas utopías, fueran desarrollistas o socia-
listas, agonizan bajo el peso de un pragmatismo de corto plazo
que vacía las acciones de todo horizonte de sentido. La capacidad
de soñar o idear ya no es pensable como la compensación al ato-
lladero, sino como lo que el atolladero acabó por sepultar y pri-
var de discurso. Nos convertimos, progresivamente, en "somno-
lientos administradores de una crisis a la que intuimos imposible
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 323

de resolver por nuestros propios medios. Esta somnolencia en que


nos hace desembocar la crisis de la utopía se manifiesta con
muchos rostros: el derrotismo, la desmovilización, la abulia, el
individualismo exacerbado, el miedo, la angustia y el cinismo".1
La crisis de utopía suele capitalizarse por ideologías con-
servadoras que asocian el pensamiento utópico a una especie de
especulación contranatura que viola el sentido común y el curso
normal de las cosas. La identificación de lo natural con lo
presente, o de lo presente con la mejor versión posible de lo
natural, ha sido uno de los mecanismos más recurrentes de
discursos de justificación y defensa del orden vigente. En el otro
extremo, quienes tradicionalmente promovieron o propusieron el
cambio radical de la sociedad han querido romper esta identifi-
cación. Ya en los siglos XVI y XVII los utopistas del Renaci-
miento, sobre todo Moro y Campanella, imaginaron sociedades
donde la primicia de "lo natural" contrastaba con el mercanti-
lismo del Renacimiento y con el modelo de Estado-Príncipe de
Maquiavelo. Rousseau también advirtió la falsa identificación de
la naturaleza con el hábito, y después Marx emprendió la crítica
de la falsa conciencia en base a la confusión de lo natural con lo
histórico en la ideología burguesa. Tras el utopismo moderno
yace la advertencia de que el supuesto conservador, según el cual
el statu quo es rescate y mejoramiento del estado natural, nos
vuelve acríticos respecto del orden vigente y desconfiados de
cualquier modelo normativo que oriente la realidad hacia su
transformación sustancial.
Enfrentar el drama de la crisis exige sacudir el inmovilis-
mo de los conservadores, el fatalismo del pueblo, el sosiego de
los administradores y el miedo de las capas medias. Requiere
reconciliar el desarrollo con la utopía, la política con la ética, la
economía con la justicia y con la solidaridad; exige un horizon-
te positivo capaz de trascender los meros mecanismos de resis-
tencia a presiones exógenas. Por ende, la construcción utópica
debe ser capaz de expresar sus deseos colectivos y de ejercer al-
gún grado de fuerza normativa sobre las estrategias políticas.
Cierto es que la utopía es "lo imposible que delimita lo posi-
ble",2 pero también es lo imposible que orienta lo posible, y lo
imposible que manifiesta el potencial reprimido de lo existente.

1
CEPAUR, Desarrollo a Escala Humana, Development Dialogue,
Número Especial, Fundación Dag Hammarsjköld (1986), p. 9.
2
Norbert Lechner, El consenso como estrategia y como utopia,
(Santiago: FLACSO, 1983), p. 18.
324 ESTUDIOS PÚBLICOS

Esta dimensión práctica de la utopía es previa a su función


cognoscitiva. Lo deseado y lo deseable son móviles, y no meros
epifenómenos en los procesos del conocimiento.
El pensamiento utópico no tiene la fuerza para revertir
ninguna crisis. Sin embargo, tiene el efecto movilizador para
remecer el escepticismo gregario que se ha generalizado bajo el
alero de la crisis. Si bien la utopía posee, por definición, un
carácter de imposibilidad, su efecto de contraste permite de-
sembozar la irracionalidad de la situación desde la cual se uto-
piza. Utopizar puede no ser otra cosa que expresar deseos colec-
tivos de irrealidades colectivas; pero su expresión misma es, bajo
circunstancias regresivas, un acontecimiento político. Los conte-
nidos de la utopía pueden acotar criterios de interpretación de lo
dado que rompen la asociación paralizante entre lo dado, lo
posible, lo deseable y lo natural, y que fuerzan la teoría crítica
para conducirla hacia una política crítica.

2. Utopía y Función Crítica

Etimológicamente hablando, la utopía no está en ninguna


parte. Ontológicamente hablando, la utopía es un imposible-real,
una presencia-ausente, lo inubicable que facilita nuestra ubi-
cación. Es el ojo que vigila desde lo imaginario, el deseo que
acecha, la esperanza que protege.
Habitualmente se entiende por utopía un orden social
ideal. A diferencia de un proyecto político, una construcción
utópica no responde a exigencias de viabilidad. En virtud de ello
su formulación supone absoluta libertad, y en ello se diferencia
claramente de proyectos prácticos que son, en cuanto tales,
heterónomos respecto de la realidad que aspiran a modificar. Más
aún: existe concordancia entre la libertad ejercida por la re-
flexión utópica, y la libertad como leitmotiv al interior de las
utopías que la imaginación construye. Pero basta echar un vistazo
a lo que históricamente han sido las utopías formuladas para
comprobar que la supuesta autonomía de la construcción utó-
pica, tanto respecto de la realidad como del compromiso de
persuadir a quienes comparten esa realidad, no es tal. Dos ar-
gumentos fundamentan esta afirmación, a saber:

a) Que muy rara vez en la historia del pensamiento un


utopista se ha definido a sí mismo como tal. El apelativo recae
sobre él a posteriori y desde otros que juzgan su construcción
como carente de viabilidad. El utopista suele ver en su construcción
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 325

una propuesta política, y no la mera expresión de un deseo


personal. Por lo mismo, la reflexión que emprende toma como
marco de referencia la circunstancia política de su época.

b) Si se toma la construcción utópica como expresión de


deseo (también el proyecto político expresa deseo, aunque cons-
treñido por las exigencias de viabilidad y persuasividad), debiera
reconocerse, en el deseo, cierto grado de heteronomía respecto
de la realidad desde la cual emerge. Porque el deseo cuyo objeto
debe ser diferido a la fantasía nos habla ya de una realidad que
fuerza esa postergación. Al construir un orden social ideal, el
utopista actualiza, por medio de la imaginación, un deseo que
no halla satisfacción en la práctica. Es una frustración real lo que
motiva al utopista a un conjuro ideal.

Una mirada a las utopías clásicas más conocidas, desde la


de Platón hasta la de Francis Bacon, muestra que la relación entre
construcción utópica y realidad suele darse bajo un patrón
común: utopía supone siempre una crítica y un cuestionamiento
del orden existente: La Utopía de Tomás Moro, publicada por
primera vez hacia 1516, encarna la tensión entre la razón políti-
co-instrumental y el incipiente desarrollo del capitalismo co-
mercial en el Viejo Mundo por un lado, y por el otro, las
expectativas en torno al paraíso comunitario del Nuevo Mundo.
Frente a Maquiavelo y a la pauperización masiva que se produce
dentro del orden económico del mercantilismo del siglo XVI,
Moro opone una sociedad orgánica, regida por la "razón ética" de
las primitivas comunidades cristianas. El objeto construido y el
objeto denunciado de la utopía de Moro aparecen separados por
un océano: de un lado la corrupción, del otro, la perfección.
Hacer utopía es, en su sentido clásico, objetar el modo domi-
nante de hacer política. Como Platón en su República, Moro
reivindica una racionalidad ética como principio rector para una
comunidad que se pretende orgánica.
Moro consagra la primera parte de su Utopía a exponer lo
que a su juicio son las enfermedades de la sociedad inglesa del
siglo XVI, a cuya luz la fantasía utópica es el contraste, lo
ausente y lo digno de imitación. El esfuerzo crítico de la primera
parte apunta a las consecuencias nefastas de la tan exaltada
modernización: el cercamiento de las tierras con la consecuente
expulsión de grandes masas de campesinos, la polarización eco-
nómica que trajo el capitalismo comercial del Renacimiento, la
creciente desocupación en las ciudades, el deterioro del nivel de
vida en amplios sectores de la población, la ruptura de la vida de
326 ESTUDIOS PÚBLICOS

los gremios. La utopía es crítica y negación de la propiedad


privada y del rostro desmoralizado de la política: "Mientras haya
propiedad privada, dice Moro, no podrá recobrarse el cuerpo
social".3 Según Moro, la lógica de maximización de ganancias y
la de maximización de poderío son irreconciliables con la maxi-
mización de la felicidad social, que es el contenido esencial de la
utopía.
Campanella hace con el Nápoles del siglo XVII lo que
Moro hizo con la Inglaterra del siglo XVI. La democracia laboral
de la ciudad solar de Campanella, donde por trabajar todos nadie
trabaja sino cuatro horas diarias, contrasta con la vida napolitana
donde, según el propio autor, sólo el 20% de la población trabaja
y lo hace bajo condiciones extenuantes. Su utopía, como la de
Moro, homologa la eticidad con la justicia social y económica, la
inexistencia del servilismo y un orden donde la acción del Estado
coincide con la voluntad de la sociedad civil: "Entre los habi-
tantes de la Ciudad del Sol, advierte Campanella, no hay la fea
costumbre de tener siervos...; por desgracia no ocurre lo mismo
entre nosotros".4
El potencial desenmascarador de los utopistas clásicos (a
excepción de la Nueva Atlántida de Francis Bacon) es que tras las
apariencias del progreso nos muestran el rostro soterrado de la
injusticia, la dominación y el servilismo. Lo paradojal radica allí
en que, mediante una mistificación, como puede ser la cons-
trucción utópica, se pone en movimiento la desmistificación de
prácticas y valores que caracterizan a la modernidad naciente.
Pero la utopía del Renacimiento no es sólo objeción de la
modernidad. Hay también en ellas una valoración positiva del
progreso de la ciencia y del conocimiento, y en ello los utopistas
renacentistas navegan al compás de la época. La ciudad solar es
culturalista desde su misma arquitectura: compuesta por círculos
concéntricos, en sus murallas/fortaleza se ha esculpido todo el
conocimiento de las ciencias, todos los descubrimientos y todos
los logros técnicos disponibles para la época. La utopía de Bacon
comparte con las de Campanella y Moro la exaltación renacen-
tista del conocimiento; llevándola al extremo de cubrir todo el
mapa de su ciudad ideal. Aparece allí la idea de que la utopía es,

3
Tomás Moro, Utopia, Trad. de Joaquín Castañares (Buenos Aires:
Editorial Marymar, 1980), p. 48.
4
Tomás Campanella, La ciudad del sol, en Utopias del Renacimien-
to, Trad. de Agustín Mateos (México: Fondo de Cultura Económica, 1980),
p. 166.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 327

después de todo, el máximo umbral de la cultura, y que contiene


toda la memoria cognoscitiva de la historia. Elocuentes son, al
respecto las palabras de uno de los habitantes de su Nueva
Atlántida: "El comercio que mantenemos no es por el oro, la
plata, las joyas, especies, ni por ningún otro producto material,
sino sólo por adquirir la primera creación de Dios, que fue la luz;
para tener conocimiento, como os digo, del desarrollo de todas
las partes del mundo".5 Y más tarde Rousseau exclamaba, aná-
logamente: "No es la ciencia la que yo injurio, es la virtud que
defiendo".
La fuerza crítica de Rousseau se concentra contra las con-
secuencias que el ginebrino le atribuye a la propiedad privada, y
en ello comparte los criterios de los utopistas del Renacimiento.
Max Horkheimer se aventura a afirmar a este respecto que "los
utopistas representan una anticipación de la teoría de Rousseau,
según la cual los hombres, que por Naturaleza son buenos, se
corrompen por culpa de la propiedad".6 Pero tras esta condena,
lo que une el pensamiento de Rousseau a los de Platón, Campa-
nella y Moro, es la idea de que la vida social y la acción del
Estado deben fundarse en un concepto predefinido de virtud. La
construcción utópica está atravesada por la obsesión de devol-
verle —o inventarle— al orden público un fundamento ético que
permee la totalidad de la vida social y a partir del cual dicha
totalidad se construye como tal.
No pretendo con esto homologar utopías que tienen
mucho de diverso, sobre todo en las formas que cada cual
propone para la socialización de la virtud. Sin duda, en Platón el
componente autoritario es más marcado que en Rousseau, y en
Bacon lo es más que en Moro. Pero lo que importa retener es que
la utopía no sólo enfatiza lo ausente en el orden que quiere
contrastar, sino también lo reprimido de ese orden. Campanella
habla de las posibilidades de liberar al hombre del trabajo escla-
vizador; Rousseau sólo se opone a la ciencia cuando se traduce en
técnicas de dominación. La brecha entre construcción imaginaria
y orden existente es sólo un momento de la utopía; el otro
momento es la brecha entre un presente marcado por posibili-
dades reprimidas y un futuro potencial de posibilidades liberadas.
Así, es sutil y subrepticio el tránsito de la necesidad subjetiva de

5
Francis Bacon, Nueva Atlántida, en Utopias del Renacimiento,
op. cit., p. 253.
6
Max Horkheimer, Historia, metafísica y escepticismo (Madrid:
Alianza Editorial, 1970), p. 87.
328 ESTUDIOS PÚBLICOS

utopizar a la necesidad "objetiva" (si acaso existe tal cosa) de


optar por cómo encauzar de manera alternativa aquellas posibi-
lidades. La función crítica de la construcción utópica no está
dada allí para obtener una vana licencia de ensueño, sino para
rehacer lo reprimido bajo la forma de lo nuevo. Y allí es donde
utopía y estrategia se encuentran. Pero la utopía opera menos
como concepto-límite a partir del cual la estrategia es pensable,7
que como la explicitación de una necesidad y de una potencia-
lidad reprimida. O más aún: opera en ambos sentidos a la vez, y
eso es lo que la hace más problemática.

3. Fuerza Descriptiva, Fuerza Normativa

La utopía es, pues, un concepto límite y a la vez un


dispositivo eficaz; es al mismo tiempo inmanente y trascendental
respecto del tiempo histórico en el que se concibe. Franz Hin-
kelammert ha mostrado cuidadosamente el carácter trascendental
de la construcción utópica y los peligros que implica olvidar que
la utopía es sólo eso: un imposible que orienta y permite apre-
hender lo posible. "A través de la imaginación, señala Hinke-
lammert, pero también de la conceptualización de lo imposible
recién se descubre el marco de lo posible. Quien no se atreve a
concebir lo imposible, jamás puede descubrir lo que es posible.
Lo posible sólo es visualizado al someter lo imposible al criterio
de la factibilidad".8 Pero mientras un orden político o una
ideología "no logran discernir esta plenitud como un posible,
hacia lo cual jamás se avanza en términos de un progreso empí-
rico en el tiempo, tales plenitudes ciegan a la vez que iluminan.
No es posible ser pragmático a no ser que nos demos cuenta del
carácter trascendental de tales plenitudes conceptualizadas y no
caigamos en la ilusión de querer realizarlas".9 En ese sentido, la
utopía "no es tanto compensación como complementación de la
realidad existente",10 parte del imaginario social que toda rea-

7
Véase Norbert Lechner, op. cit., pp. 28-30.
8
Franz Hinkelammert, El realismo en política como arte de lo
posible (Santiago: FLACSO, 1984), p. 11.
9
Ibid., pp. 13-14.
10
Norbert Lechner, op. cit., p. 21.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 329

lidad societal requiere para su institución. En el modelo platónico


la república ideal se confunde con la Idea de república. De ello se
deduce que la república ideal, más que darse en el tiempo, es
ontológicamente preexistente y mucho menos "imaginaria" que
las sociedades temporales. La diferencia con las sociedades ideales
de los utopistas del Renacimiento es que para estos últimos las
utopías ocupan un lugar específico —aunque indeterminado— en
el globo terráqueo. Pero coinciden en esta suerte de atempora-
lidad e incorruptibilidad del orden ideal. Esto genera una peculiar
tensión del tiempo utópico: si por un lado son anteriores y
preexistentes con relación al mundo presente, por otro, en
tanto modelos dignos de imitación, son orientadores para el
futuro. De este modo la utopía es, a la vez, pasado y futuro. Por
otro lado, para Platón todo lo que tiene rango de Idea lleva
consigo un componente ético positivo (toda Idea Participa de la
Idea de Bien), por lo que basta con que el objeto de reflexión sea
la Idea de república —o la república ideal— para que la república
no sea un dato empírico, sino un modelo bueno, inmutable e
incorruptible.
Que la Idea de república se confunda con la república ideal
nos muestra hasta qué punto ya en Platón la construcción utó-
pica contiene fuerza descriptiva y fuerza normativa. Descriptiva,
en la medida en que la república ideal es la "esencia" de la
república como tal, y por tanto permite discernir lo verdadero de
lo falso, lo real de lo irreal. Normativa, porque la república ideal
es absolutamente buena, y por tanto permite, como concepto
límite, juzgar sobre lo bueno y lo malo, sobre lo deseable y lo no
deseable.
Pensar o conocer la sociedad y el Estado ideales es, si el
pensar es correcto, reconstruir conceptualmente aquel orden
ejemplar por el cual debe regirse la vida política vigente.
En el plano ético, la utopía es un concepto límite: lo
mejor que puede concebirse y lo más deseable. En el plano
gnoseológico, es un límite para el concepto, en tanto delimita las
condiciones de posibilidad para aprehender la realidad social
existente. Desde el horizonte platónico, pensar la república ideal
es, pues, establecer un marco referencial paradigmático en base al
cual la realidad política existente no sólo se nos vuelve inteligible,
sino también objetable y orientable. La utopía, entendida como
orden ideal, se convierte en lo real-irrealizable, pero también en
lo real-irrealizado, y en lo imposible-más-verdadero-que-lo-po-
sible. Es su carácter de real, su rango de verdadera, lo que le
otorga una peculiar eficacia para desentrañar lo reprimido en el
orden actual, para poner de manifiesto la distancia entre lo
330 ESTUDIOS PÚBLICOS

potencial y lo actual en cualquier orden dado, para explicitar la


"no-verdad" de un orden, la distancia entre lo que dice y lo que
hace, la inconsistencia en un discurso de justificación de lo
existente. Es allí donde hay que buscar el sentido de la especu-
lación utópica: en su carácter de contraste, o lo que es igual, de
desenmascaramiento. La utopía es, pues, una mistificación
desmistificadora.

4. La Utopía como Mimesis o de como

La construcción utópica mantiene necesariamente una


vinculación heterónoma con la realidad: es frente a ésta y a partir
de ésta que se afirma como construcción. No obstante, hace con
la realidad un tipo específico de "acomodamiento", en el cual se
conjugan simultáneamente dos operaciones, a saber: la reducción
y la potenciación. Ambas operaciones constituyen momentos
complementarios de una construcción única.
La reducción es la puesta en relieve de un aspecto o una
potencialidad que la realidad tiene en su seno, pero que por
alguna razón se da sólo parcialmente o como potencialidad inhi-
bida en los hechos. La construcción utópica se vuelca así sobre lo
real para rescatar aquello que considera más deseable y más
promisorio de la realidad, aislándolo de todo factor o elemento
exógeno que pueda distorsionar, empañar o neutralizar dicha
potencia. Esto implica que cada utopía privilegia un determinado
aspecto de la realidad: la utopía neoliberal privilegia el mercado,
y para ello lo aisla de todo elemento "contaminante"; lo mismo
hace la utopía desarrollista con el Estado Planificador, la utopía
comunitaria con la vocación solidaria de las personas, la utopía
socialista con la producción socializada o la utopía futurista con
la sustitución del trabajo humano por trabajo de máquinas. La
reducción emprendida por cada una de estas construcciones su-
pone, según el caso, la exclusión de algunos elementos rescatados
por las demás construcciones. Así, por ejemplo, la reducción
neoliberal al mercado "transparente" excluye al Estado Planifi-
cador; la reducción estatista en el desarrollismo relativiza el mer-
cado; la reducción comunitarista se opone al Estado; la reducción
socialista niega el mercado, y así sucesivamente.
La potenciación es la hipóstasis de lo previamente resca-
tado en la reducción, vale decir, la reconstrucción de un universo
social distinto al actual, y donde se prodiga y multiplica el
elemento que la reducción ha previamente privilegiado. De este
modo, en la utopía neoliberal el mercado está en todas partes, en
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 331

todas partes es transparente, y en todos los casos se cumple el pa-


radigma del equilibrio perfecto. En la utopía desarrollista, por ejem-
plo, el Estado Planificador asume con eficiencia todas las funciones
que se le suelen asignar: modernizar el aparato productivo, integrar
a todos los sectores sociales del país a los beneficios de la indus-
trialización, armonizar conflictos sin contratiempos, redistribuir
y hacer crecer a la vez, organizar dinámicamente a los distintos
agentes económicos, coordinar armónicamente la actividad pri-
vada y la pública, asignar racionalmente los recursos entre las
distintas ramas de actividad económica, y conducir una inserción
moderna y ventajosa del país en el orden económico global. En la
utopía comunitarista las experiencias comunitarias y autoges-
tionarias, que en la realidad se dan de manera dispersa e inters-
ticial, aparecen multiplicadas y consolidadas, a tal punto que
permean todo el tejido social con valores solidarios, fraternales y
humanistas. De este modo, dicha utopía proyecta la imagen de
una sociedad civil autoorganizada, participativa, descentralizada y
económicamente equitativa. La utopía futurista, por último, uni-
versaliza el componente tecnológico que previamente ha aislado
de todo contexto social o político: no tematiza la organización
de la producción o la asignación de recursos, sino tan sólo el
potencial productivo de las máquinas. La multiplicación de las
máquinas redimiría las luchas societales mediante una inexorable
marcha hacia el paraíso del ocio.
El proceso aquí señalado de reducción potenciación
muestra la forma que la utopía tiene para nutrirse de la realidad y
para fisurarla. Obviamente, el tipo de reducción —aquello que en
ella se privilegia— refleja opciones determinadas y muchas veces
excluyentes. La paradoja estriba en que la utopía pretende re-
conciliar lo excluyente, pero la reducción que opera en la
construcción utópica tiende, de por sí, a excluir mediante el
privilegio de uno u otro elemento de la realidad (o a incluir a
partir de un mecanismo inicial de exclusión).
El proceso aludido tiene algo de mimético, y la cons-
trucción utópica, vista como relato de Utopía, puede pensarse
como una representación estética. Para el caso, entendemos por
mimesis una forma de transcribir determinada realidad a la obra
de arte, mediante la cual se rescatan sólo ciertos elementos de la
realidad en cuestión y se los magnifica para que dicha realidad
revele toda su "belleza contenida". La mimesis no es una imi-
tación mecánica, sino una imitación significativa —y significante-
de la realidad. No copia, sino que recrea. Un retrato, por ejemplo
no refleja el rostro, sino que captura su potencial expresivo, sus
gestos y rasgos más sugerentes, y los exterioriza.
332 ESTUDIOS PÚBLICOS

En la mimesis volvemos a encontrar el proceso aludido de


reducción y potenciación: toma de lo real lo que considera más
significativo y lo magnifica en la obra. Descompone para re-
componer, parcializa para reconfigurar. El relato de utopía hace
el mismo tipo de operación pero restringida a un tipo específico
de realidad, a saber: la realidad social organizada, donde lo que se
juega es, por lo general, precisamente el modo en que dicha
realidad se organiza.11
Si se toma la construcción utópica como un relato mimé-
tico con la doble operación de reducción y potenciación, las
funciones de la utopía muestran su ambigüedad fundamental. En
tanto instrumento de inteligibilidad frente a lo real, la utopía nos
permite una visión más penetrante pero también más arbitraria de
la realidad. Pone de relieve potencialidades contenidas o latentes
en la realidad, pero encauzadas en una direccionalidad que la
recorta con un prisma específico. En tanto horizonte de norma-
tividad, la utopía sirve de referencia orientadora pero a partir de
una percepción que es, al mismo tiempo, una apuesta. En otros
términos, la percepción que sirve de base a la propuesta utópica
ha privilegiado ciertos elementos de lo real en desmedro de otros,
y desde allí ha marcado una orientación que necesariamente
bloquea o soslaya otras orientaciones posibles. De este modo, la
utopía simultáneamente abre un horizonte de sentido para la
acción, y limita ese mismo horizonte en un sentido determinado.
En resumen, la construcción utópica es un descomponer-
recomponer la realidad, pero un recomponer cuyo resultado
final no es nunca la realidad misma. Reducida y luego aumen-
tada, la realidad aparece como otra: la operación utópica instala
allí una diferencia, cuya gracia reside en que alude menos a
nuevos componentes en juego, que a nuevas formas de jugar con
11
Podría trazarse aquí una analogía entre el retrato imperial y la
utopía, en un extremo, y entre la caricatura y la antiutopía, en el otro
extremo. En el primer caso, tanto el retrato del príncipe como la utopía
privilegian los rasgos más positivos de su objeto, y los ensanchan o magni-
fican, de modo que todo lo que el "relato" o el retrato tenga de expresivo
se centre en estos rasgos. En el segundo caso, tanto la caricatura como la
antiutopía toman aquellos elementos del objeto que más revelan su falta de
armonía, su desproporción, su faz monstruosa. De este modo, reconfiguran el
objeto y organizan sus elementos a fin de acentuar su potencial grotesco o
agresivo. La antiutopía es, así, el reverso de la utopía: reduce lo real a sus
aspectos más represivos y luego potencia esos aspectos hasta cubrir la
totalidad de lo real. La antiutopía también permite inteligibilidad: no de lo
real-reprimido, sino de lo real-amenazante. Tiene, como la utopía, fuerza
orientadora: no señalando, sino descartando una dirección determinada.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 333

los componentes. En otras palabras: la utopía reconfigura el


sistema mediante su división y posterior multiplicación, de ma-
nera tal que la diferencia que abre respecto de la realidad es, en lo
fundamental, una diferencia de organización de elementos. Salvo
en el caso de la utopía tecnológica, donde la diferencia viene
dada por el incremento de productividad maquinal, en las otras
utopías que aquí hemos tomado como ejemplo la brecha entre
utopía y realidad está dada por maneras diferentes de combinar
los elementos en juego.

5. Los Tiempos de la Utopía

Suele asociarse la utopía a un tiempo futuro nunca del


todo especificado. Esto es parcialmente cierto, aunque la utopía
plantea, en sí misma, una tensión equívoca con el tiempo. En-
tendida como un trascendental o como un ideal, se sitúa fuera del
tiempo. Situada en una visión milenarista o escatológica, se
coloca al final de los tiempos y, con ello, dentro y fuera del
tiempo. Concebida como construcción imaginaria, su tiempo es el
presente, pues lo que cuenta en tal caso es el momento desde el
cual se imagina y no tanto el momento en que se sitúa lo
imaginado. Si la imaginación expresa un deseo (aunque sea bajo la
forma de su negación o su postergación) es expresión de un deseo
actual, por más que su satisfacción sea diferida a un tiempo
indeterminado. Si la utopía es una forma de desenmascarar lo
reprimido del orden vigente, también enfatiza el presente, pero
en función de un futuro que aparece como la posibilidad de
liberar lo que yace reprimido.
En los utopistas del Renacimiento el tiempo de la utopía
es simultáneo al presente, pero al mismo tiempo es su reverso. La
brecha está entonces dada por el espacio: es en algún lugar
remoto, habitualmente una isla inubicable a la que el relator llega
por azar o extravío, donde se monta el escenario de la sociedad
ideal. En el relato de Moro el testimonio llega por boca de Rafael
Hitlodeo, personaje imaginario que acompaña a Américo Ves-
pucio en sus incursiones marítimas en torno al nuevo mundo. En
la utopía de Campanella el lugar geográfico es incierto, pero
reaparece el recurso del testimonio de un personaje inventado
conocido como el "almirante". Caso similar es el de la Nueva
Atlántida de Francis Bacon. A esta indeterminación especial se
suma el hecho de que estas utopías se nos aparecen como
sociedades atemporales, que han resistido incólumes a los em-
bates del tiempo. Rasgo inconfundible (e inconfundiblemente
334 ESTUDIOS PÚBLICOS

platónico) de estas utopías es su incorruptibilidad: la historia no


merma estas sociedades ideales. Lo ideal se funde con lo que
preexiste, y con lo que subsiste.
Esta imagen de durabilidad es fundamental en la cons-
trucción utópica. Lo que ella plantea es que el desafío de la
utopía no sólo es el de su plausibilidad, sino también el de su
sustentabilidad. Este es el problema que deja abierto e irresuelto
la experiencia de la Comuna de París el siglo pasado, y una
multitud de experiencias comunitarias que han pretendido
construir utopías en microespacios. De allí la importancia de la
dimensión de la temporalidad en la invención utópica. El pro-
blema de lo utópico es, pues, tanto el de lo insostenible como el
de lo irrealizable. Ya Platón había introducido el problema con la
exigencia de incorruptibilidad para la república ideal.

6. Lo Deseable y lo Inalterable

La utopía es, pues, imagen de un orden deseable y durable.


Pero eso plantea un dilema difícil de resolver: lo durable con-
vierte a la utopía en un orden estático, y entre lo estático, lo
inalterable y lo clausurado las fronteras son difusas. No es casua-
lidad, pues, que el infierno que Huxley pinta en su Brave New
World tenga ciertas resonancias de la Ciudad Solar de Campanella:
un universo compacto, donde la felicidad de cada cual reside en
que todos han sido programados para que sus deseos coincidan
con lo que la sociedad y el Estado esperan de ellos. En tales
circunstancias no hay movimiento posible.
Al respecto, resulta sintomático que los relatos de Moro y
Campanella sean inconclusos. Pareciera que se quiere recuperar
en la forma de la formulación la apertura que su contenido niega.
Porque el problema de las utopías es que la descripción acabada
de un orden ideal se convierte en la descripción ideal de un orden
acabado. Para que dure, en la utopía nada puede faltar, y ningún
detalle puede dejarse escapar en la descripción. Pero la resis-
tencia, tanto en Moro como en Campanella, a cerrar el relato,
puede interpretarse como resistencia a construir una utopía ce-
rrada. En Platón, de inspiración menos democrática, esta resis-
tencia no está presente. Por el contrario: si en Moro la utopía es,
fundamentalmente, una democracia que persiste y no se co-
rrompe, para Platón la democracia es el tipo de gobierno corrup-
tible por excelencia. Por lo tanto, la incorruptibilidad en el fi-
lósofo griego no enfrenta las dificultades prácticas del pluralismo
y de la voluntad popular.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 335

Esto no significa que las utopías renacentistas se distingan


por el respeto a la autonomía individual ni por una vocación de
libertad ciudadana. Lejos de ello, todas muestran, en mayor o
menos grado, la fuerza de una Ley que constriñe los cuerpos de
los ciudadanos: coarta el desplazamiento espacial, organiza el
trabajo de cada uno y administra la sexualidad. La misma in-
corruptibilidad que le adjudican a la utopía que inventan, les
obliga a insertar en ella una normatividad inflexible. La durabi-
lidad de un modelo de sociedad a través del tiempo puede exigir
la coerción directa de todo lo que amenace a la estabilidad, o
bien puede requerir un acondicionamiento totalitario que haga
coincidir la voluntad de la mayoría con el statu quo, los deseos
individuales con las instituciones públicas, las necesidades subje-
tivas con la "objetiva" satisfacción de las mismas. Es este, sin
duda, el caso en la utopía de Moro.
Pero hay claras diferencias entre los utopistas clásicos. En
la Ciudad Solar de Campanella, la estructuración política opera
con un teocentrismo autoritario donde las decisiones adoptadas
por el jefe supremo-sacerdote son inapelables. Coincidiendo con
Platón, y sobre todo con el Platón de El Político, el monar-
quismo de Campanella desemboca en un Etat-Savant. Este despo-
tismo ilustrado y sacerdotal es la utopía del gobierno de la élite,
sabio-sacerdote o filosofo-rey: la utopía de la justa sumisión. En
la Nueva Atlántida de Bacon reencontramos el despotismo ilus-
trado, acrecentado por la falta total de transparencia en el poder.
La esotérica Casa de Salomón, centro neurálgico de la utopía de
Bacon, "con su sorprendente burocratismo, su control social, su
"top secret", su cuerpo de iniciados... podría ser reemplazada
hoy por ciertas organizaciones y determinados estados existentes
en el panorama de nuestro mundo." 12 Con su combinación de
poder centralizado, opacidad en las decisiones y tecnificación
creciente, la utopía de Bacon dista mucho de la asociación
general de ciudadanos libres.
El problema subsiste: pareciera que la utopía tiende a
cerrarse, en la medida en que su consagración es también su
perpetuación, y en la medida en que se adjudica el atributo de
una duración casi ilimitada. Por último, el relato utópico, en su
versión clásica, enfrenta un duro escollo. Por un lado, intenta
ofrecer al lector un mundo optimizado, racional y justo. Pero por
otro lado quien escribe la utopía es también quien la administra,

12
Antonio Monclús, El pensamiento utópico contemporáneo
(Barcelona: Ediciones CEAC. 1981), p. 24.
336 ESTUDIOS PÚBLICOS

y lo hace con todo el poder que da la imaginación cuando se la


simula efectiva. Tomás Moro no sólo inventa la Utopía: la go-
bierna de cabo a rabo. Es él, en tanto escritor o en tanto cronista
simulado, quien decide cómo se trabaja, cómo se gobierna, cómo
se vive y qué se piensa en Utopía. Lo mismo ocurre en las otras
utopías del Renacimiento. Toda utopía, pues, en tanto relato
imaginario, es "monocrática" o autocrática, por más que al
interior de lo inventado su gestor decida imaginar un gobierno
democrático. Toda utopía tiene un autor único, y ese es su
estigma de poder.

7. Utopía y Apertura

Tal como la utopía tiende a identificarse con un orden


replegado sobre sí, la relación que pueda mediar entre esa utopía
y la realidad vigente es también una relación con escasas posibi-
lidades de recreación. Es este el punto crítico en la construcción
utópica. Incluso si se considera que la utopía es un referente de
cambios, las prácticas derivadas de una utopía que se pretende
inalterable pueden ser conservadoras: a una utopía cerrada co-
rresponde un proceso fijo, lineal, inequívoco, que no admite
flexibilidades o desviaciones, un proceso que conserva intacto su
referente normativo, y que sólo se modifica a sí mismo conforme
a una racionalidad formal, en función de la eficacia de los medios
para aproximar lo más posible la realidad factual a la plenitud
utópica. La rigidez de la propia invención utópica puede ejercer
enorme poder de irradiación sobre el proceso que efectivamente
regula. De allí que resulte fundamental abogar por la formulación
de utopías abiertas. Una situación se vuelve muy difícil de
soportar cuando la alteridad se hace inalterable.
Sin duda la expectativa de una conciliación definitiva entre
aspiraciones individuales, organizaciones sociales y decisiones po-
líticas atraviesa el pensamiento utópico como imagen extrema.
Pero esta compulsión por la conciliación se confunde con lo
escatológico, y culmina en construcciones imaginarias herméticas
como son las de Bacon y Campanella, o en sistemas ideales donde
la cohesión se logra mediante un riguroso condicionamiento
disciplinario, como es el caso de Platón. Incluso en utopías
pasionales, como fueron los falansterios de Fourier, la regimen-
tación de la vida es sumanente escrupulosa y controla el cuerpo
de cada individuo dentro de la comunidad.
La objeción del positivismo neoliberal al elemento utópico
del hacer político nace de esta fuerza normativa (o "constructi-
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 337

vismo") que la utopía ejerce y que es susceptible de transfor-


marse en coacción de los individuos. Sin embargo, eso sólo
sucede cuando la construcción utópica se convierte en un dogma,
y cuando se olvida su rango de imposibilidad y se orientan las
acciones como si la realización de la utopía fuera parte de un
programa estratégico. Curiosamente, son precisamente los neoli-
berales los que más merecen este reproche, Franz Hinkelammert
ha mostrado minuciosamente cómo el concepto de equilibrio
perfecto, en las teorías neoclásicas y en la ideología neoliberal, es
un concepto límite o una construcción utópica, y cómo también
sus propios apologetas confunden frecuentemente el concepto
con la realidad. De esta manera, confunden la función trascen-
dental de la utopía con su función práctica e incurren así en un
tipo de normatividad que les parece moraímente inadmisible.13
La idea de que la utopía opera restrictivamente sobre la
realidad, coarta la libertad individual y limita la recreación de
alternativas, es una objeción que merece considerarse, no para
descalificar el pensamiento utópico, sino para abrirlo. Existe la
necesidad de una utopía abierta, capaz de reformularse conti-
nuamente, pero que no por ello se diluya en la ineficacia o en la
impotencia.
¿Cómo retener esta idea de utopía abierta y reconocer, a la
vez, necesidades sociales a las que colectivamente hay que aten-
der? ¿Cómo hacer de la utopía un horizonte normativo capaz
de incidir en la práctica en una dirección transformadora, pero
que en lugar de convertirse en una fuerza de coacción constituye
una fuerza de liberación? Estas son preguntas fundamentales
frente al problema de la utopía; y tanto más candentes se
vuelven cuanto más se revaloriza, como orden deseable, una
democracia participativa, creativa y capaz de transformarse a sí
misma.

8. Determinado pero no Cerrado

La utopía es una imposibilidad fáctica, absolutamente de-


seable, que sirve como marco de inteligibilidad de lo real, como
horizonte orientador, y como patentizador de lo potencial-re-
primido. En tanto construcción imaginaria, es la expresión de un
deseo, pero no de cualquier deseo, sino de un deseo colectivo por

13
Véase el libro de Franz Hinkelammert, Critica de la razón utópi-
ca (San José de Costa Rica: Colección economía-teología, 1984).
338 ESTUDIOS PÚBLICOS

un orden colectivo. Tiene fuerza crítica, fuerza propositiva y


fuerza cognoscitiva. A la vez que da sentido, pone límites a lo
deseado. Si por un lado otorga contenidos, por otro lado marca el
terreno de los contenidos posibles. Esta ambigüedad es intrínseca
a la utopía.
Ante el argumento "anticonstructivista", que enfatiza el
efecto coactivo o clausurante de las utopías, una posible res-
puesta es renunciar a la construcción utópica como tal. Pero esta
renuncia es también la renuncia a una identidad e inteligibilidad
societal. Porque en la utopía la sociedad "encuentra como una
investidura inicial del mundo y de la sociedad misma con un
"sentido final" de la vida, a través del cual los hombres se
reconocen y se afirman a sí mismos en tanto colectividad. Esta
autocreación de la sociedad como vida colectiva es, por así decir,
la "función" de la utopía. 14 La utopía es, en este sentido, la
otra cara del mito fundante: una imagen social a través de la cual
el reconocimiento recíproco entre ciudadanos de un mismo
cuerpo social, de una misma "tierra", es posible.
Otra posible respuesta es renunciar a utopías con conte-
nidos. La utopía, entonces, es un referente formal que no especi-
fica fines. Determina menos el qué hacer que el cómo hacerlo. De
esta manera mantiene un carácter abierto, pero también inde-
terminado. Tal es el caso, por ejemplo, de la utopía del consenso,
de la utopía de la transparencia y de la utopía de la representa-
tividad perfecta. Parece necesario agregar "carne" a estos disposi-
tivos de procedimiento: un predicado al consenso, a la transpa-
rencia, a la representatividad.
Nos enfrentamos aquí al desafío crucial del pensamiento
utópico contemporáneo, a saber, la construcción de una utopía
abierta pero no indeterminada. Imaginario social, horizonte
normativo, referente trascendental, mistificador-desmistificador:
en cualquier caso, la producción utópica pasa hoy día por la
ambigua situación de ser imprescindible e insostenible a la vez.
Imprescindible, porque la magnitud de la crisis hace tanto más
urgente un horizonte que, aunque utópico, rescate la vivencia de
la esperanza; porque la letanía de la teoría social, el polimorfismo
de la hermenéutica, la muerte de la verdad y la multiplicación de
métodos y modelos interpretativos exige referentes trascenden-
tales capaces de orientar los proyectos de conocimiento con
sentido y con nuevos valores. Imprescindible también, porque la
imagen o apercepción social atraviesa una incertidumbre tal que la

14
Norbert Lechner, op. cit., p. 18.
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 339

identidad e inteligibilidad colectiva están amenazadas por múl-


tiples flancos, y la invención utópica provee sueños para com-
partir, fantasías sobre las cuales cimentar la intersubjetividad,
ideales capaces de restaurar el terreno del diálogo.
Pero también es insostenible la utopía en cuanto consti-
tución arbitraria de una normatividad, sobre todo cuando el
concepto mismo de normatividad se ha vuelto cuestionable y
cuestionado a un extremo sin precedentes. No obstante, el
cuestionamiento de la normatividad se inserta muchas veces al
interior de una confrontación de intereses y de una lucha por
conquistar hegemonías ideológicas y axiológicas. No hay, em-
pero, pensamiento político sin un referente utópico: "La espon-
taneidad anarquista, el equilibrio perfecto del mercado o la
emancipación social son tales utopías por referencias a las cuales
la vida rebosante es determinada como un orden significativo".15
Que la plenitud utópica tenga sentido no implica, pues, la
exigencia de que opere reductivamente sobre lo real ni mucho
menos. Sería, sin duda, insostenible si esa reducción fuese una
condición intrínseca a la relación entre construcción utópica y
práctica política. Tal reducción sólo es forzosa en utopías mile-
naristas, fundamentalistas, cerradas o muy excluyentes. La uto-
pía abierta puede ser una utopía que, sin renunciar al sentido, se
forje los dispositivos necesarios para no reifícarse a sí misma, ni a
la realidad con la cual entra en relación.
Una objeción a este argumento permanece, sin embargo,
sin refutar: puede no bastar que el enunciado plantee como
propio de sí la imposibilidad de su reificación en la práctica. Esta
tiene siempre su margen de imprevisibilidad, y en ese margen
extrae lo mejor y lo peor de sí. Pero aunque no sea condición
suficiente, no cabe duda de que sí es condición necesaria. Una
construcción utópica no puede nunca garantizar que en la prác-
tica se logre el cabal cumplimiento de lo deseado, pero sí puede
evitar que lo no deseado parezca inexorable.
Pensar la utopía como el orden donde las necesidades están
definitivamente resueltas es también pensar la antiutopía. Las
necesidades nunca se resuelven, sino que se actualizan incesan-
temente. La utopía "meta-necesidades" puede ser la Ciudad
Solar de Campanella convertida en el Mundo Feliz de Aldous
Huxley: un programa muy eficiente para el inmovilismo, y para
olvidar que existen necesidades que piden ser realizadas, poten-

15
Norbert Lechner, op. cit., p. 18. Véase también de Franz Hin-
kelammert, Critica de la razón utópica, op. cit..
340 ESTUDIOS PÚBLICOS

cialidades que merecen actualizarse. Ausencia de necesidades es


ausencia de movimiento, y la vida requiere del movimiento. La
construcción utópica, si no quiere cerrarse sobre sí misma, debe
considerar que las necesidades no caducan sino que transforman
sus formas de vivirse; y la utopía industrialista, en que el des-
pliegue tecnológico o la eficacia política tornan superadas las
necesidades, es el paraíso despoblado en la metáfora del rey
Midas, quien por ver todo trocado en oro pereció de hambre.
Una utopía abierta exige un cambio de racionalidad, y su
eficacia para promoverlo es lo que hace de la especulación utó-
pica una práctica política. La modernidad —y la modernización—
han estigmatizado las formas de pensar y hacer la política y la
economía en función de la racionalidad instrumental, del di-
vorcio entre medios y fines, y del supuesto que los medios son
válidos según sean o no eficaces. Atributos tales como la solida-
ridad y la participación, la identidad social y la libertad, la
pertenencia y el trabajo, la comunicación y el afecto, la creati-
vidad colectiva y la diversidad cultural, debieran ser rescatados
por la construcción utópica como medios y fines: poseen valor en
sí mismos e irradian efectos deseables más allá de sí mismos. La
realización continua de necesidades y la actualización progresiva
de potencialidades es, simultáneamente, camino y utopía. Po-
tenciar esta racionalidad integradora es hoy un desafío crucial,
porque implica romper con el supuesto industrialista del que
tanto los capitalismos como los socialismos reales son herederos,
a saber: que sólo una sociedad altamente industrializada puede
comenzar a preocuparse por liberar las potencialidades humanas.
La crisis clausura el futuro desde la inviabilidad del pre-
sente. La vulnerabilidad, la precariedad y el alto grado de
conflicto de nuestras sociedades periféricas corroen la voluntad
de construcción utópica. Las utopías que hasta el pasado reciente
rigieron los proyectos sociales de modernización han perdido
crédito y legitimidad popular. La modernización integradora
mostró, por razones exógenas y por causas endógenas, poca
capacidad de integración. La crisis barrió con los últimos sueños
de progreso homogéneo y constante.
¿Qué queda, como sentido y como contenido de la utopía,
para la periferia latinoamericana?
La respuesta podría plantearse como inversión de la pre-
gunta: ¿Qué les queda a nuestras realidades precarias y tensas si
no podemos recortarlas sobre un horizonte de sentido capaz de
trascender esa misma precariedad y tensión? ¿No se trata ahora,
tal vez, de rehabilitar el presente desde la utopía y no, inver-
samente, construir utopía desde el presente? Nuestra región está
LA UTOPIA CONTRA LA CRISIS 341

poblada de mitos, elementos dispersos, fragmentos de encuen-


tros, desbordes parciales, intersticios informales en los que se
cuelan retazos de fantasía que nacen o sobreviven. Entre la
literatura, el paisaje, la cultura, la racionalización parcial de la
vida y cierto sueño de concertación democrática todavía puede
—y debe— producirse utopía. Utopía para releer la crisis y utopía
para fisurarla. Utopía para poblar de sentido lo que la raciona-
lidad administrativa (que se impone en el ajuste, en la "mefisto-
felia" de los créditos externos, en la compostura indigna del
desahuciado) ha previamente despoblado. Utopía que no sea
necesariamente universalista, racionalista, occidentalista. Pero
que tampoco se reduzca a un purismo bucólico que en muy poco
refleja la heterogeneidad de nuestro continente. Utopía que
reduzca mezclando, y que luego potencie mezclando. Utopía que
recombine la escasez del presente para sugerir la plenitud del
futuro.
Utopía que es imposibilidad fáctica; pero también nece-
sidad cultural, imperativo político, sueños para repensar el in-
somnio.
ENSAYO

UTOPISMO,
ANTIGUO Y MODERNO*

Irving Kristol**

El hombre es un soñador y ello no se puede evitar. Sin embargo, es necesario


superar los sueños de la realidad; la imposibilidad de hacerlo es lo que se
conoce como "utopismo".
Según Kristol, el pensamiento utópico es un tipo de pensamiento filosófico
que se origina históricamente al separarse la filosofía del mito y declarar su
condición independiente. La República de Platón, es en opinión de este
pensador norteamericano, el primer texto utópico que se conoce. El pen-
samiento utópico emergió fuertemente en los siglos XVI y XVII producto
de ciertas formas de pensamiento que el autor identifica como milenarismo,
racionalismo y "cientificismo". Estas creencias utópicas, sin embargo,
fueron domesticadas por el individualismo liberal en que la sociedad bur-
guesa las obligó a acomodarse. ¿Es este individualismo una alternativa
auténtica en nuestro siglo? Irving Kristol sostiene que no, ya que para que
funcione necesita de un cierto tipo de persona, el ciudadano burgués que se
encuentra en vías de extinción. Nuestra oportunidad, en la actualidad, es
meditar, reflexionar acerca de nuestra condición, porque el antídoto real del
utopismo es una comprensión interna de éste. El superar esta crisis sin

* Este ensayo fue publicado originalmente en Imprimus, vol 2, 1973,


y constituye el capítulo 22 del libro Two Cheers for Capitalism (New York:
Basic Books, 1978).
Su traducción y publicación han sido debidamente autorizadas.

** El autor es uno de los más influyentes intelectuales del movi-


miento neoconservador norteamericano. Profesor de la Universidad de
Nueva York y fundador de la revista The Public Interest, también publica
habitualmente en The Watt Street Journal y Commentary.
344 ESTUDIOS PÚBLICOS

destruir el mundo moderno en sí, requiere, a juicio de Irving Kristol, de


ideas nuevas o nuevas versiones de ideas viejas. Las ideas no se pueden
subestimar. Necesitamos, según el autor, desesperadamente una reforma del
utopismo moderno para salir de la crisis.

E 1 hombre es un animal soñador, y la incapacidad de


soñar hace a éste menos que humano. En efecto, no conocemos
comunidad humana alguna donde los hombres en realidad no
sueñen. En otras palabras, no conocemos ninguna colectivad
humana cuyos miembros no tengan un sentido de la perfección,
una visión que anule y trascienda las frustraciones inherentes a
nuestra condición humana. La existencia de estas visiones no
constituye un problema en sí. Por el contrario, ellas son un
testimonio de la creatividad del hombre que fluye del hecho que
él es una criatura particularmente dotada de imaginación como
producto esencial de su conciencia de sí mismo. Sólo un demente
podría desear eliminar los sueños del hombre, esto es, volver a la
humanidad a una condición puramente animal, y por fortuna
hemos tenido —hasta hace poco, por lo menos— poca experiencia
histórica de tal locura. Es verdad que, últimamente, ciertos es-
critores —especialmente Norman O. Brow- ofrecen la promesa
de esta regresión como una especie de última redención. Sin
embargo, incluso sus más asiduos lectores entienden que esto, en
gran medida, es una licencia literaria más que un programa
político serio.
Por otra parte, y es muy común, existen también dementes
para quienes se vuelve imposible separar los sueños de la realidad,
y de este tipo de locura hemos tenido, desgraciadamente, dema-
siada experiencia. En efecto, no sería exagerado decir que buena
parte de la historia moderna transcurre bajo el signo de esta
segunda clase de locura, llamada comúnmente "utopismo".
Utilizo el término "locura" deliberadamente y no sólo con
un afán provocativo. La historia intelectual de los últimos cuatro
siglos consiste en islas de cordura flotando en un océano de
"chifladuras" (dottines), como lo llaman los ingleses. No vemos
la historia de este modo y ciertamente no la estudiamos así,
porque —sugiero— nosotros mismos hemos sido contagiados por
esta insistente extravagancia. Es sufuciente observar la manera
cautelosa y respetuosa con que nuestros libros de texto tratan a
los teóricos utópicos franceses del siglo XIX: Saint-Simon,
Comte, Fourier, y sus numerosos leales discípulos. No es exage-
rado decir que todos ellos literalmente estaban "malos de la
cabeza" y que sus escritos bien pueden describirse como los
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 345

febriles garabatos de mentes trastornadas. Fourier, por ejemplo,


dividió la humanidad en no menos de 810 caracteres diferentes y
luego ideó un orden social que diera a cada uno de ellos su propia
y especial forma de felicidad. También creyó que, en el mundo
ideal del futuro, los océanos salados se transformarían benevo-
lentemente en mares de limonada, y que los hombres desarrolla-
rían colas con ojos en la punta. Saint-Simon y Comte fueron algo
menos extremistas en sus locuras, pero no tanto. Leerlos, lo que
en realidad hacen tan pocos hoy en día, es penetrar en un mundo
fantasmagórico. Por cierto, es posible extraer "ideas" de entre sus
miles de páginas. Pero los pacientes de cualquier manicomio,
provistos de un lápiz y papel, también puedan producir su dosis
de estas "ideas", a pesar que comúnmente no se nos ocurre que
sea una buena manera de coleccionarlas. Sólo cuando la gente
escribe en un sentido amplio acerca de la política nos volvemos
tan indulgentes hacia sus locuras, tan ansiosos por descubrir
inspiradas profecías en sus alucinaciones.
No es exagerado decir que todos, de distintas maneras,
somos utopistas ahora, si bien ya no nos damos cuenta de ello
por estar tan acostumbrados a ellas. Más aún: somos utopistas
incluso cuando creemos ser pragmáticos y racionales. Mi propio
ejemplo favorito de este utopismo subterráneo se encuentra en
un área donde menos se buscaría. Me refiero al área de planifi-
cación urbana.
William H. Whyte Jr., en su excelente libro The Last
Landscape, ha señalado que si se examinan los miles de planos
que ahora existen para rutilantes, nuevas y maravillosas ciudades,
existe algo que siempre con seguridad falta, y ese algo es un
cementerio. En una ciudad debidamente planificada, el hecho
que la gente muera se considera una intrusión tan injustificada
en un equilibrio que, de otra manera, sería perfecto, que los
planificadores urbanos simplemente no lo pueden aceptar.
Después de todo, si la gente muere y es reemplazada por gente
nueva y diferente, entonces la "combinación" cuidadosamente
prescrita de empleos, viviendas, actividades de esparcimiento se
verá afectada. La planificación urbana moderna, ya sea en la
construcción de Ciudades Nuevas o Ciudades Hermosas, es in-
herente y radicalmente utópica, puesto que pretende detener la
historia en un momento específico de perfección. Las dos co-
rrientes de planificación urbana que acabo de mencionar difieren
en sus actitudes hacia la tecnología y la sociedad industrial
modernas, una queriendo minimizar sus influencias y la otra
deseando explotar sus potencialidades al máximo. Pero ambas,
como dato histórico, descienden de diversos movimientos socia-
346 ESTUDIOS PÚBLICOS

lista-utópicos del siglo diecinueve, y ninguna puede aceptar el


hecho que el hombre permanentemente está sujeto al tiempo y a
circunstancias cambiantes.
Esta es la razón por la cual los planificad ores urbanos se
enfurecen tanto cuando aparece alguien como Jane Jacobs
señala que la ausencia de edificios antiguos en sus ciudades
modelos es un defecto crucial ya que éstos, debido a sus econó-
micos arriendos, son requeridos por el pequeño comerciante, el
intelectual bohemio, el eterno estudiante, el erudito aficionado y
excéntricos de todo tipo. Esta es la gente que le da su colorido,
vitalidad y entusiasmo a la vida urbana, y juega ahí, además, un
papel indispensable en la dinámica del crecimiento y decadencia.
Pero el crecimiento y la decadencia son precisamente lo que más
ofende al tipo de mentalidad utópica, para la cual el tiempo es un
enemigo que debe ser dominado. Es por esto que la dimensión
del tiempo es excluida rigurosamente de la planificación urbana
moderna, y también de la arquitectura moderna, que proviene de
la misma tradición utópica. Pregúntesele a un planificador urbano
o a un arquitecto si su obra envejecerá dignamente, y encontrará
incomprensible su pregunta. La suya es la perfección del arte, que
es inmune al tiempo, que no envejece ni se deteriora ni se renueva
a sí misma. Que los seres humanos y las sociedades humanas de
hecho envejezcan, se marchiten y se renueven, es para él sólo un
enorme inconveniente, y no es capaz de esperar hasta que las
ciencias sociales hayan resuelto ese problema.
Este tipo de mentalidad utópica que he descrito es bas-
tante racional, pero ha dejado de ser razonable. Y este divorcio
entre racionalidad y sensatez, que caracteriza tantas formas de
locura, es también un rasgo crucial del utopismo moderno.
La racionalidad ha sido siempre considerada como un
criterio de las utopías. Esto, a su vez, significa que el soñar
utópico es un tipo muy espcial de sueño. Todos estamos cons-
cientes, por ejemplo, que existe una diferencia entre una visión
del paraíso o del cielo, por una parte, y una visión de la utopía,
por la otra. El Antiguo y el Nuevo Testamento —o el Corán
incluso— no nos ofrecen utopías. Sería absurdo tomar literal o
seriamente cualesquiera de las observaciones específicas que se
encuentran en estos documentos, referentes a la estructura social
o económica del cielo, o la forma de gobierno existente allí. De la
misma manera, todas las descripciones del hombre en su con-
dición de perfección no están para ser examinadas analítica-
mente. Los sueños de este orden sí nos dicen algo acerca de la
naturaleza del hombre, pero sólo de la manera más general y
alusiva. Son una especie de mitos, de poesía, y no de filosofía
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 347

política y esta es la razón por la cual todas las religiones no ven


con buenos ojos a aquellos de sus seguidores que dan demasiada
importancia a estos mitos. Se considera síntoma ya sea de ines-
tabilidad mental o voluntariosa herejía, el especular demasiado
acerca de cómo fueron las cosas realmente en el Paraíso o cómo
serán en el Cielo. Hacer preguntas —o peor, dar respuestas—
acerca de la relación entre los sexos en el Paraíso o el Cielo, es
transgredir los límites del discurso aceptable. Las autoridades
religiosas generalmente prohiben o por lo menos desaprueban
este tipo de especulación.
El pensamiento utópico, por el contrario, es un tipo de
pensamiento filosófico que se origina históricamente al separar la
filosofía del mito y declarar su condición independiente. Lo que
quiere decir, por supuesto, que puede observarse por primera vez
entre los griegos. La República de Platón, es el primer texto
utópico que se conoce, un producto de la imaginación filosófica.
Por supuesto, existen mitos en La República, pero son contados
como tales, y no como historia real. Además, La República toma
cuerpo ante nuestros ojos, paso a paso, por medio del discurso
dialéctico entre hombres pensantes. Aun cuando el final puede
ciertamente parecemos una imagen absurda de una sociedad
ideal, no existe nada ilógico en ella, nada milagroso, nada sobre-
humano. Es una sociedad posible que no viola ninguna de las
leyes de la naturaleza y que es habitada solamente por hombres
guiados por motivos y pasiones humanas reconocibles.
Todo esto está claro y, sin embargo, la claridad no es sino
el pretexto para un misterio más amplio que los estudiosos han
investigado en dos milenios. ¿Cuál fue la intención de Platón?
¿Escribió en serio o en broma? ¿Realmente quiso que tomáramos
en serio su sociedad ideal? Si esa fue su intención, ¿de qué
manera quiso que la tomáramos en serio?
Estas preguntas continúan siendo discutidas hoy en día y,
sin duda, continuarán siéndolo eternamente. La visión de la
utopía de Platón que encuentran más plausible —derivada de los
escritos del profesor Leo Strauss— es que se trata primeramente
de una construcción pedagógica. Después de todo, Platón no fue
un tonto, ni un demente —a este respecto podemos confiar en la
palabra de Aristóteles, aun si sus otros escritos no lo hicieron
evidente— y es poco probable que confundiera las fantasías de un
filósofo con el mundo real. Aun si hubiese creído que la sociedad
descrita en La República sería la mejor de todas las sociedades
posibles —y debemos suponer que sí lo creyó, ya que lo dice— es
casi seguro que no creía que alguna vez podría llegar a existir.
Para que llegase a existir, como lo explica claramente, se necesi-
348 ESTUDIOS PÚBLICOS

taría una conjunción de circunstancias muy improbables: un


hombre absolutamente sabio con poder absoluto para construir
un nuevo orden social sin obstáculos ni restricciones de ninguna
especie. Esto no es una imposibilidad lógica; si lo fuera, escribir
La República no habría tenido sentido alguno. Por otra parte, es
una posibilidad tan irreal que un hombre sensato no dejaría que
influyera su propia actitud particular hacia cualquier sociedad
dada en cualquier momento dado. Como lo plantea el profesor
Strauss, la utopía de Platón existe en palabras, no en hechos. La
existencia de una es tan auténticamente humana como la otra,
pero existe un mundo de diferencia entre ellas.
Esta es, diría, la actitud básica del pensamiento utópico
clásico premoderno. Construir una utopía era un acto útil de la
imaginación filosófica. Contemplar la utopía resultante —estu-
diarla, analizarla, discutirla— era un ejercicio maravilloso en filo-
sofía política y moral. Tanto la construcción como la contem-
plación eran actividades enaltecedoras, conducentes al autome-
joramiento de la mente de aquellos pocos privilegiados capaces de
ello. Además, ofrecían una perspectiva valiosísima de las limi-
taciones esenciales de la propia sociedad, una sabiduría filosófica
acerca de la cosa política, que era superior a la sabiduría política
convencional imperante. Pero todo esto era, en el sentido más
elevado de la palabra, "académico". Las utopías existieron para
producir mejores filósofos políticos, no una mejor política. Es
cierto que la existencia de mejores filósofos políticos pudo haber
tenido, en algún momento, un efecto positivo en la sociedad en
que vivieron. Las posibilidades que esto ocurriera, sin embargo,
eran remotas, ya que la prudencia era la virtud suprema y una
forma de vida tanto para el filósofo como para el resto.
Todo esto aparece hermosa y perfectamente ejemplificado
en la última de las utopías clásicas, el tratado de Tomás Moro que
introdujo la palabra misma, "utopía", en nuestros idiomas oc-
cidentales. La Utopía de Moro se yergue como una denuncia de
las burdas imperfecciones en el orden político y social de su
época. Fue un documento altamente subversivo, pero su objetivo
era subvertir sólo a los jóvenes estudiantes de filosofía política,
que podían leer el latín en que estaba escrito, y que podían,
entonces, ser transportados espiritualmente al "lugar bueno" (el
significado literal de la palabra griega, eutopos), al "no lugar" (el
significado literal de autopos) que constituía el ámbito de li-
bertad del filósofo. El mismo Moro, como sabemos, entró al
servicio del rey Enrique VIII para, como nos dice explícitamente,
minimizar los males que un gobernante puede introducir en el
mundo, tal como es. Mientras sirvió lealmente al rey, nunca
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 349

repudió su visión utópica: aparentemente nunca sintió que estaba


"conciliándola" y ciertamente nunca pretendió estar "llevándola
a cabo". Simplemente pensó que, como filósofo político provisto
de una visión superior del ideal, podría influir prudentemente en
la política de su tiempo para alcanzar objetivos un poco más
humanos. Fracasó completamente, como sabemos, y pagó este
fracaso con su vida. No se sorprendió en absoluto de haber
fallado, ni tampoco se sobresaltó al descubrir el precio de su
fracaso. Es difícil encontrar un estadista menos utópico que el
autor de Utopía. Y más aún, no había un ápice de cinismo en él.
La nobleza de su carácter consistió precisamente en el hecho que
así como fue capaz de imaginar un mundo ideal, también fue
capaz de vivir y trabajar en el mundo real, tratando de acercar
ligeramente este último hacia el primero, pero sin experimentar
una desilusión amarga ante su definitivo fracaso. Es a la vez
inusual y ejemplar encontrar esta combinación perfecta de desa-
pego y adhesión al mundo en forma simultánea.
Después de Sir Tomás Moro, estamos en la época moderna,
la era del utopismo. Entiendo por utopismo esa forma de pen-
samiento que asevera que las utopías son ideales susceptibles de
ser realizados, no solamente con palabras, sino con hechos, en el
tiempo histórico y no meramente en la eternidad del pensa-
miento especulativo. Esta concepción de utopía nos es tan fa-
miliar y concordante que cuando nosotros llamamos "utopista" a
alguien, no pretendemos sino decir que se trata de alguien exce-
sivamente optimista acerca del tiempo que se necesita para al-
canzar el ideal, o quizás, alguien indebidamente entusiasta acerca
de su versión particular del ideal. La noción de que una utopía es
una idea susceptible de ser realizada no nos parece tan irrazo-
nable; sólo pedimos que los hombres no sean demasiado exi-
gentes al pedir una sociedad perfecta aquí y ahora. Eso, decimos,
es ser "utopistas". Los antiguos, por el contrario, nos dicen que
exigir una sociedad perfecta en el futuro previsible es una locura;
mientras que esperar que exista una sociedad perfecta en
cualquier momento, es ser utopista. Bajo los cánones de los
antiguos, los tiempos modernos con sus sociedades modernas
están llenos de expectativas bastante poco razonables, y por
consiguiente tienen una actitud similar hacia la realidad política.
Confundimos las palabras con los hechos, los sueños filosóficos
con las realidades sustanciales de la vida humana. Los antiguos,
por supuesto, anticiparon que esta extrema confusión sólo podía
desembocar en desastre.
Cómo sucedió que el pensamiento utópico emergiera tan
fuertemente en los siglos XVI y XVII, es algo que nuestros
350 ESTUDIOS PÚBLICOS

historiadores sólo pueden explicar parcialmente. Quizá no de-


biéramos exigir de ellos más que explicaciones parciales; podría
decirse que esta mutación del espíritu humano es, a la vez, tan
inexplicable como imprevisible. Aun así, parece claro que ciertas
formas de pensamiento identificables contribuyeron de diferentes
maneras a que esto sucediera. Estas tendencias pueden ser identi-
ficadas como milenarismo, racionalismo y lo que el profesor
Hayek llama "cientificismo".
El milenarismo es un aspecto intrínseco de la tradición
judeo-cristiana, y sin él no existiría algo tal como la historia de la
civilización occidental, diferente de las crónicas de los pueblos
occidentales. Es desde la perspectiva milenaria que tanto el ju-
daismo como el cristianismo derivan su muy especial sentido de
la historia como un cuento con un comienzo, un desarrollo y un
fin: una concepción del tiempo histórico que no se encuentra en
el pensamiento oriental, que busca y encuentra la perfección
total sólo en la negación del significado del tiempo y en una
trascendencia del tiempo alcanzada por un individuo contempla-
tivo e introvertido. La dinámica de la civilización occidental está
unida orgánicamente a esta profunda creencia en el "fin de los
tiempos" como suceso histórico probable. Esta creencia, siempre,
suscita serios problemas a las autoridades religiosas, y la Iglesia y
la sinagoga responden esforzándose por imponer límites razo-
nables a estas expectativas milenarias. Tanto en el judaismo como
en el cristianismo, aquellos que trataron de "apresurar el fin",
por medio de la magia o de la política, fueron considerados
herejes, siendo expulsados de la comunidad religiosa. Esto no
evitó que surgieran tales herejías, una y otra vez, pero la Iglesia
las contuvo, e incluso las asimiló (como en el caso del movi-
miento franciscano) por más de mil años. En el siglo XVI, sin
embargo, al fragmentarse la autoridad religiosa bajo el impacto de
lo que llamamos la Reforma, estas expectativas milenarias se
desbordaron y jamás han sido completamente dominadas desde
entonces. Lo que ahora llamamos el elemento "profético" en el
judaismo y el cristianismo se convirtió en el elemento intelectual
e incluso popularmente dominante. De hecho, en los Estados
Unidos hoy en día, cualquiera puede adjudicarse rango profético
y justificar cualquier exceso de fervor profético sin otra base que
un curso introductorio en sociología.
Lo que hace tan poderoso al milenarismo moderno —se
siente la tentación de decir irresistible— es su asociación con el
racionalismo científico y la tecnología modernos. El racionalismo
científico también surge en el siglo XVI, persuadiéndonos de que
la realidad puede ser comprendida completamente en su totalidad
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 351

por la razón abstracta del hombre, y que, por lo tanto, cualquier


cosa que exista debiera poder ser explicada racionalmente de
manera clara y consecuente. Aplicado a todas las instituciones
sociales, esto vino a significar —es, de hecho, el significado
esencial de aquel período conocido como la Ilustración— que las
instituciones existentes podían ser legitimadas sólo por la razón:
no por la-tradición, ni por la costumbre, ni siquiera por el hecho
que parecían ser eficaces al permitir que los hombres llevaran una
vida decente, sino solamente por la razón. Fue en oposición a
esta forma de pensamiento, inherentemente utópica-radical, que
Edmund Burke polemizó tan espléndidamente. El conservadu-
rismo moderno emerge como reacción a este temperamento utó-
pico-radical. El conservadurismo moderno consideró necesario
discutir lo que previamente siempre había sido asumido por
todos los hombres razonables: que las instituciones que han
existido largo tiempo tienen una razón y un propósito inherentes
a ellas, encarnan una sabiduría colectiva, y el hecho que no las
comprendamos perfectamente o no podamos explicar por qué
"funcionan", no refleja una falla en ellas sino solamente una
limitación en nosotros. La mayoría de la gente común, casi
siempre, percibe intuitivamente la fuerza de este argumento
conservador. Pero esta misma gente común y corriente está
indefensa intelectualmente frente al racionalismo agresivo y
convincente de nuestra clase intelectual, y esto explica por qué
cuando el hombre moderno se rebela contra la insensatez del
racionalismo moderno, tiende a refugiarse en alguna forma de
irracionalidad. El fenómeno fascismo en el siglo XX es una
expresión exacta de tal rebeldía irracional y furiosa contra la
tiranía —real o posible— de un racionalismo utópico radical.
Sin embargo, ni el milenarismo ni el racionalismo habrían
podido, por sí solos, mantener el temperamento utópico si no
hubiera sido por el advenimiento de la tecnología moderna, con
su gran promesa del control humano sobre el destino humano.
No hay nada irreal en la tecnología: funciona, y porque funciona,
da credibilidad a la noción de que el hombre moderno es el único
capaz de convertir sus sueños idealizados en una realidad tan-
gible. También confiere credibilidad a la noción de que, debido a
que el desarrollo de la tecnología -del control del hombre sobre
la naturaleza y el hombre- es progresivo, la historia humana
también puede ser definida como progresiva, como llevándonos
de una condición humana imperfecta a una perfecta. Los an-
tiguos hebreos, los griegos y los cristianos, todos, sintieron que
existía un aspecto diabólico en el poder de la tecnología; no
vieron razón alguna para suponer que los hombres siempre usa-
352 ESTUDIOS PÚBLICOS

rían este poder sabiamente, y más bien pensaron que lo usaría-


mos para fines destructivos. A la tecnología moderna, sin em-
bargo, surgiendo como estaba en un contexto de aspiraciones
milenarias y de metafísica racionalista, estas dudas la tenían sin
cuidado, por lo menos hasta hace poco. New Atlantis de Francis
Bacon es la primera utopía verdaderamente moderna: una so-
ciedad gobernada por científicos y tecnólogos que, está claro,
Bacon pensó podría existir de hecho, y que propuso como un
futuro altamente deseable y muy factible.
Cuando se revisan los siglos pasados, lo sorprendente no es
que haya habido tanto cambio y conmoción, sino que haya
habido tanta estabilidad. Todas las corrientes más importantes
del pensamiento moderno subvierten la estabilidad social y, sin
embargo, las sociedades liberal-burguesas de los últimos dos-
cientos años lograron de alguna manera sobrevivir exitosamente.
Lo hicieron, esencialmente, difundiendo el poder económico,
social y político a través de todo el cuerpo político, de manera
que el espíritu utópico estuviera siendo constantemente mode-
rado por la necesidad de integrar distintos intereses, distintos
entusiasmos e incluso distintas visiones utópicas. Ninguna so-
ciedad liberal moderna ha dejado de expresar su fe en el potencial
de la ciencia y la tecnología para mejorar radicalmente la con-
dición humana. Ninguna sociedad liberal moderna ha dejado de
insistir en que sus instituciones son creadas —y legitimadas— por
la razón humana más que por la mera tradición o costumbre, y
ciertamente no por revelación divina. Además, ninguna sociedad
liberal moderna ha rechazado jamás, en forma explícita, los
objetivos y la retórica utópicos engendrados por el espíritu mi-
lenario. Estos objetivos y esta retórica, en efecto, son ahora frases
hechas: "un mundo sin guerras", "un mundo sin pobreza", "un
mundo sin odios", en una palabra, un mundo sin ninguna de las
imperfecciones radicales que han caracterizado hasta ahora todo
mundo habitado, realmente, por el hombre. Pero lo que hizo
menos explosivas estas creencias de lo que son en esencia, fue el
individualismo liberal en que la sociedad burguesa las obligó a
acomodarse. En una palabra, lo que hizo tan viable a la sociedad
burguesa fue la domesticación del utopismo moderno por el
individualismo liberal.
Sin embargo, fue una viabilidad siempre abierta a discu-
sión. El problema de vivir en una sociedad burguesa que ha
domesticado su espíritu utópico es que nada puede fracasar, por
lo menos fracasar estrepitosamente, por mucho tiempo. En todas
las sociedades premodernas, un aire de estoicismo impregna las
esferas pública y privada. La vida es dura, la fortuna es veleidosa,
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 353

la mala suerte es más común que la buena y una vida mejor es


más probable después de la muerte que antes. Un estoicismo de
esta naturaleza no convive fácilmente con el espíritu progresista,
que anticipa que las cosas serán y deberán ser mejores. Cuando
ésto no sucede —cuando se es vencido en la guerra, o cuando se
experimenta un mal funcionamiento importante del sistema
económico—, entonces se está completamente desorientado. La
sociedad burguesa no está preparada moral ni intelectualmente
para el desastre. El desastre, por otra parte, siempre acecha a la
sociedad burguesa, como siempre lo ha hecho, y siempre lo hará
con cualquier tipo de sociedad pasada o futura.
Cuando la catástrofe golpea, nunca es el temperamento
utópico el comprometido en el asunto —esto es literalmente una
posibilidad inimaginable—, sino que la organización política in-
dividual-liberal en el cual se inserta este temperamento. En un
momento como ése, en realidad, el espíritu utópico estalla en
rabia y declara, en las palabras inmortales del socialista utópico
francés del siglo XIX, Etienne Cabet, "...Nada es imposible para
un gobierno que desea lo mejor para sus ciudadanos". Este
sentimiento expresa claramente lo que podría llamarse el impe-
rativo colectivo que siempre ronda a la sociedad liberal-burguesa,
y que nunca puede ser exorcizado completamente, ya que se
desprende de la visión utópica del mundo que todas las socie-
dades modernas comparten. Una vez que se asume que la historia
misma camina hacia un mejoramiento progresivo, y que pose-
emos la capacidad y el poder de guiar esta dinámica histórica
hacia su realización, sólo es cuestión de tiempo antes de que se
culpe al Estado por todo lo que es insatisfactorio en nuestra
condición. Después de todo, no existe ninguna otra cosa que
pueda considerarse como culpable.
Habiendo hecho este comentario, rápidamente debo mo-
dificarlo. Durante más de un siglo la sociedad liberal-burguesa sí
tuvo un poderoso control interno de sus impulsos utópicos, y
éste fue la "ciencia tenebrosa" de la teoría económica. La teoría
económica clásica insistió en que, aun en las mejores condiciones,
la masa de los individuos sólo podría esperar incrementos pe-
queños y lentos en el mejoramiento de su condición y, en las
peores, una agudización real de su condición. La piedra angular
de esta teoría fue la hipótesis maltusiana de que la explosión
demográfica entre los más pobres tendería a eliminar las ga-
nancias del crecimiento económico. Esta hipótesis fue aceptada
por la mayoría de los hombres pensantes del siglo XIX y ayudó a
crear un clima de opinión en el cual no era fácil que prosperaran
grandes expectativas, excepto en los márgenes de la sociedad,
354 ESTUDIOS PÚBLICOS

donde era posible encontrar todo tipo de excentricidades inte-


lectuales. Pero el descubrimiento hecho por los economistas
modernos, que la innovación tecnológica había vuelto falso al
maltusianismo —que aumentando la productividad era fácil
enfrentar el crecimiento demográfico—, removió este fantástico
control ejercido sobre el temperamento utópico. De hecho, la
economía misma se transformó ahora en una disciplina que
constantemente desafiaba los límites convencionales de la posibi-
lidad económica. Y en este desafío, el papel del Estado era
crucial. Donde alguna vez se pensó que el Estado debía acomo-
darse, como todo lo demás, a leyes económicas inflexibles, se
hizo habitual pensar que el Estado podía, muy bien, escribir las
leyes económicas que le convinieran. Nuestra liberación de la
economía maltusiana —verdaderamente uno de los grandes logros
intelectuales del último siglo— fue rápidamente percibida por
periodistas, políticos e incluso por muchos de aquellos con edu-
cación superior, como una liberación de todas las restricciones
económicas. El resultado es que la idea que "...Nada es imposible
para un gobierno que desea el bien de sus ciudadanos", conside-
rada alguna vez como una propuesta radical, sonaba ahora bas-
tante convencional. No conozco ningún político americano que
realmente haya pronunciado estas palabras. Pero muchos polí-
ticos lo están demostrando, e incluso es posible que algunos de
estos políticos, realmente, crean en ellas.
La fuerza de este imperativo colectivista es tal que se
retroalimenta —y muy especialmente (y más significativamente)—
de sus propios fracasos. Estos fracasos son tan estrepitosos como
obvios y, sin embargo, es sorprendente lo poco que se notan. Se
podría pensar que la situación verdaderamente catastrófica de la
agricultura en la Unión Soviética, China y Cuba se habría tradu-
cido en una mala reputación universal de estas economías. Sin
embargo, nada de esto ha sucedido. Estos regímenes gozan de
crédito moral e intelectual infinitos debido a sus ideales utópicos,
y esta credibilidad parece ser poco afectada por su pobre com-
portamiento económico. Similarmente, en las democracias oc-
cidentales la gran expansión de los gobiernos durante los últimos
treinta años obviamente no ha redundado en pueblos más felices
y satisfechos. Por el contrario, existe mucho más amargura y
desilusión en nuestras vidas tanto públicas como privadas, que
antes; y estos mismos gobiernos, aumentados a tamaños enormes,
visiblemente son menos estables que antes. Sin embargo, la
respuesta que da nuestra clase educada a este estado de cosas es
exigir una mayor intervención estatal, basada en la teoría de que
una dosis mayor de lo que debería ser bueno para nosotros
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 355

mejorará la enfermedad causada por una dosis más pequeña de lo


que debiera haber sido bueno para nosotros. La gente común,
cuyo mundo común siempre la amarra más firmemente al sentido
común, se muestra escéptica frente a esta prescripción, pero no
tiene nada que ofrecer en su lugar y no tendrá otro remedio que
aceptarla finalmente.
Pero ¿qué fue del ethos liberal-individualista? ¿No es hoy,
como lo era hace un siglo, una auténtica alternativa? Algunos
eminentes pensadores así lo creen, y nada me gustaría más que
concordar con ellos. Pero, en verdad, no puedo. La visión liberal
individualista de la sociedad no es un esquema abstracto que
pueda ser impuesto a cualquier tipo de pueblo. Para que funcione
necesita de un cierto tipo de gente, con un cierto tipo de carácter
y una cierta forma de pensamiento. Necesita específicamente lo
que David Riesman llama gente "autodirigida", gente de firmes
principios morales, seguridad de sí misma, de autodisciplina, que
no espere que el universo les entregue todo sin pedir nada, en una
palabra, gente de carácter no utópico aun cuando su idioma esté
salpicado de frases utópicas hechas. El tipo de persona que estoy
describiendo puede denominarse ciudadano burgués. Solía existir
en abundancia, pero ahora se encuentra en vías de extinción. Ha
sido eliminado por la prosperidad burguesa, que ha corrompido
su carácter transformándolo de ciudadano en consumidor. Se
habla mucho acerca de la "ética del trabajo" en estos días y
ciertamente aprecio el encanto nostálgico de esa frase. Pero la
próxima vez que escuche a un banquero elogiando la "ética del
trabajo", pregúntele solamente si está de acuerdo en hacer ilegal
la compra a plazos. Cuando era muy joven, se entendía que los
únicos que compraban mediante este plan eran los irresponsables,
los botarates, aquellos demasiado débiles como para controlar sus
apetitos. "Ahorre ahora, compre después", era lo que la ética del
trabajo prescribía. Comprar ahora y pagar después era señal de
corrupción moral, aunque ahora constituye la práctica habitual
de nuestra sociedad adinerada. Un pueblo que se ha hipotecado a
sí mismo más allá de lo razonable, es un pueblo sometido, y
finalmente mirará al Estado para que éste lo salve de la banca-
rrota. Los británicos tienen una encantadora frase coloquial para
referirse a la compra a plazos: la llaman comprar en "el nunca
jamás". La consecuencia es que a través de este maravilloso
esquema se entra en un mundo de fantasía donde nada se le niega
a usted y donde el saldar las cuentas se posterga indefinidamente.
Esta es la utopía del consumidor. Cada vez con más frecuencia
nuestra sociedad burguesa se presenta a sí misma como la utopía
del consumidor.
356 ESTUDIOS PÚBLICOS

La transformación del ciudadano burgués en consumidor


burgués ha eliminado el marco individualista liberal que mantenía
los impulsos utópicos de la sociedad moderna bajo control. Se
nos solía incentivar para que controláramos nuestros apetitos;
ahora se nos incentiva a satisfacerlos sin demora. Se deduce que
se tiene el derecho a hacerlo, y cuando se frustra este "derecho",
lo que sucede de una u otra forma, una población irritada se
vuelve hacia el Estado para que éste haga algo al respecto. Todo
esto no es sino otra manera de decir que el capitalismo del siglo
XX, con su marcado énfasis en el crecimiento económico y la
prosperidad siempre en aumento, despierta expectativas cada vez
menos razonables frente a las cuales el mundo real aparece aun
más gris y desconcertante. No importa el crecimiento económico
alcanzado ni los progresos realizados, todos distan mucho de ser
satisfactorios. El nuestro es un mundo de promesas, promesas, y
en un mundo así, todos, de uno u otro grado, nos sentimos
automáticamente desposeídos.
Permítanme entregarles un ejemplo que ilustra, a mi juicio,
muy bien este punto. La tasa de crecimiento histórico de la
economía norteamericana en los últimos ciento cincuenta años
ha tenido un promedio anual del 2.5%. Mirado desde el punto de
vista histórico, este es un logro fantástico y sin parangón; signi-
fica que el ingreso nacional se duplica cada veintiocho años. Pero
¿constituye esto una fuente de gratificación para nosotros? ¿Nos
felicitamos por lo bien que lo hacemos? Se puede contestar estas
preguntas con otra: ¿Qué sucedería si el Presidente de los Es-
tados Unidos declarara el día de mañana que su firme intención
es mantener esta tasa de crecimiento del 2.5% anual? ¿Cuál sería
la reacción? Creo, sin temor a equivocarme, que la mayoría de los
norteamericanos pensaría que dicho Presidente está siendo bas-
tante miserable y mezquino. Y habría unos cuántos políticos que
señalarían que 3% sería una cifra mucho mejor, y 5% mejor aún.
¿Alguien duda que serían escuchados? La prueba que sí lo serían
es que ningún Presidente, durante nuestra vida, va a mencionar la
cifra actual del 2.5%. Es un número demasiado real, y por lo
tanto ofensivo a nuestra exacerbada sensibilidad política.
Pero no se puede continuar en una condición en la cual la
realidad continuamente ofende nuestras expectativas. Por ser una
condición artificial, tarde o temprano la gente buscará aliviarse de
ella. Curiosamente, aun cuando el utopismo origina el impulso
colectivista, el Estado colectivista parece ser una forma en la que
el fuego del utopismo es apagado. La institucionalización del
utopismo es en sí misma una respuesta a éste. Así, la Iglesia
Cristiana tuvo sus orígenes en un impulso utópico, pero la Iglesia
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 357

entonces funcionó para controlar y domesticar este impulso. La


Iglesia solucionó el problema del Segundo Advenimiento al
anunciar que ya había sucedido, y que era ella su testimonio
viviente. De la misma manera, los regímenes de Rusia y China
hoy en día, nacidos del mesianismo secular, anuncian que no
existe una necesidad ulterior mesiánica, ya que sus Estados son su
encarnación en el aquí y el ahora, y no hay razón para continuar
siendo mesiánico. Esto le otorga a estos regímenes una doble
atracción para mucha gente en el Occidente: afirman el utopismo
a la vez que ofrecen deshacerse de él. Esto explica lo que a
primera vista es una paradoja: el hecho que tantos de nuestros
intelectuales occidentales sigan simultáneamente a un pensador
utópico como Herbert Marcuse, al denunciar el statu quo bur-
gués, y al mismo tiempo alaben la China maoísta o la Rusia
soviética donde no se permite la publicación de las obras de
Marcuse. De hecho, ¡el mismo Marcuse está envuelto en esta
paradoja! La paradoja desaparece, sin embargo, si entendemos
que el impulso utópico, finalmente, llevará a su propia des-
trucción porque no puede sostenerse indefinidamente; los costos
psicológicos se hacen demasiado altos. El utopismo sueña apa-
sionadamente con una liberación de todas las ortodoxias exis-
tentes —religiosas, sociales, políticas— pero tarde o temprano
deberá ceder el lugar a una nueva ortodoxia que calme su pa-
siones al tiempo que llegue a un acuerdo con sus sueños. El
asunto que interesa es si las múltiples manifestaciones de las
ortodoxias colectivistas en nuestro tiempo tienen los recursos
espirituales para establecer un nuevo orden en el cual el hombre
pueda lograr algún tipo de realización humana. La evidencia,
hasta ahora, es que no los tienen; parecen estar quebradas moral e
intelectualmente desde antes de comenzar. El marxismo puede
ser la religión oficial de Rusia y China, pero es una religión sin
teólogos —no existe un filósofo marxista merecedor de este
nombre, en ninguno de los dos países— y es una religión cuyas
escrituras sagradas, las obras de Marx, Engels y Lenin, no son
leídas por las masas. Sólo la coacción sostiene a estas ideologías,
lo que significa que se trata de pseudo-ortodoxias, sudando un
olor de aburrimiento que también es el olor del deterioro.
¿Dónde nos deja esto a nosotros, que vivimos en el
"mundo libre", el mundo burgués postburgués? Nos deja, diría,
con un dilema, pero un dilema que también es una oportunidad.
La oportunidad es simplemente la oportunidad de meditar, de
reflexionar acerca de nuestra condición, de tratar de comprender
cómo llegamos a donde estamos. No parece mucho, y sin em-
bargo es mucho, mucho más de lo que parece. Porque el antídoto
358 ESTUDIOS PÚBLICOS

real del utopismo es una comprensión interna de éste. Un uto-


pismo que se sabe utópico va en camino de negarse a sí mismo,
porque ha hecho la distinción primera y crucial entre sueño y
realidad. Y una vez que se hace esa distinción —como se hizo en
la filosofía clásica y premoderna— se puede preservar tanto la
legitimidad de los sueños como la integridad de la realidad.
El mundo moderno y la crisis de la modernidad que
estamos experimentando fueron creados por ideas y las pasiones
que estas ideas desencadenaron. El superar esta crisis sin destruir
el mundo moderno en sí, requiere de ideas nuevas —o versiones
nuevas de ideas viejas— que regulen estas pasiones y las en-
marquen en una relación más armónica y provechosa con la
realidad. Sé que será difícil para algunos creer que las ideas
puedan ser tan importantes. Esta subestimación de las ideas es
una característica falacia burguesa, especialmente poderosa en esa
nación burguesa por excelencia, que es nuestro país, los Estados
Unidos. Durante dos siglos la gente muy importante que manejó
los asuntos de esta sociedad no creyeron en la importancia de las
ideas, hasta que un día se escandalizaron al comprobar que sus
hijos, atraídos y moldeados por ciertas ideas, se rebelaban contra
su autoridad o bien se separaban de la sociedad. La verdad es que
las ideas son absolutamente importantes. Las masivas y aparen-
temente sólidas instituciones de cualquier sociedad —económicas,
políticas, religiosas— están siempre a merced de las ideas en las
cabezas de la gente que puebla estas instituciones. La influencia
de las ideas es tan grande que un mínimo cambio en el clima
intelectual puede transformar —quizás lentamente, pero de ma-
nera inexorable— una institución conocida en algo irreconocible.
Si uno examina las instituciones importantes de la sociedad
norteamericana hoy día —las escuelas, la familia, las corpora-
ciones financieras, el gobierno federal-, podemos ver este proceso
en marcha ante nuestros ojos.
Sin embargo, así como las ideas son las que nos separan de
nuestro mundo, también son las ideas las que nos hacen sentirnos
a gusto en el mundo, las que nos permiten visualizar el mundo
como un lugar "hogareño", donde la práctica de virtudes co-
munes y corrientes en el curso de nuestras vidas comunes y
corrientes puede, de hecho, realizar nuestro potencial como seres
humanos. En un mundo así, los sueños complementan la realidad
en vez de estar en guerra con ella. La construcción de un mundo
así es la empresa intelectual que más incentivo y apoyo necesita
hoy en día. Parecerá, superficialmente, una empresa meramente
académica, incluyendo un replanteamiento y una interpretación
novedosa de nuestra historia espiritual e intelectual. Pero tal
UTOPISMO, ANTIGUO Y MODERNO 359

replanteamiento e interpretación novedosa siempre es síntoma de


que una reforma está tomando cuerpo. Creo que todos estaremos
de acuerdo en que una reforma del utopismo moderno es lo que
más desesperadamente necesitamos. Sólo una reforma así puede
devolvernos a esa condición de cordura, de aceptación confiada
de la realidad, tan bien expresada en la acida réplica que Macaulay
diera a Francis Bacon: "Más vale un acre en Middlesex que
un principado en Utopía".
ENSAYO

LA CRISIS DE LA FICCION Y
LA NOVELA CONTEMPORANEA

Gonzalo Contreras

La modernidad ha situado a la novela en un difícil trance. Desde hace


unas décadas se anuncia su inminente desaparición. Si bien los argu-
mentos para ello son confusos, pareciera que el género no puede
resistir la dinámica de la contingencia y del nuevo signo de los tiem-
pos. Por cierto, la creación novelística persiste; es la utilización de la
ficción como una forma vigente de representación del mundo lo que
pareciera estar en cuestionamiento. La novela lo ha asumido y se ha
desplazado en diversas direcciones. Esta búsqueda, que constituye
su razón de ser, ha tomado diversas formas, que son las que se
pueden apreciar en la hora actual.

T al vez nunca como ahora, los escritores se han interrogado tanto


acerca del sentido mismo de la escritura. No se trata en este caso de la
búsqueda esencial que entraña toda obra de creación, esta interrogante
tiene más que ver con el reflejo de un cierto estado de estupor en que se
encuentra hoy la narrativa. Si el tema de la crisis de la novela pareciera
superado por el hecho que las novelas se siguen leyendo y escribiendo,
esto no impide que el género no pueda sacarse de encima un estado de

GONZALO CONTRERAS (1958), escritor y periodista, es autor del libro de relatos La


Danza Ejecutada (Santiago: Ed. Paralelo, 1986) y de la novela La Ciudad Anterior
(por aparecer). Su nombre figura en diversas antologías, y se desempeña actualmente
como colaborador en medios periodísticos.

Estudios Públicos, 33 (verano 1989.)


2 ESTUDIOS PÚBLICOS

precariedad que se viene arrastrando desde hace unas décadas y que se


agudiza con el fin de siglo. Hay pesimismo en torno a ella; mientras más nos
adentramos en la espesura de esta incierta modernidad se percibe un ánimo
generalizado que augura su desaparición natural ante el avance de la tecno-
logía, como si entre las dos hubiera una contraposición lógica.
Alguien ha hablado de la “crisis de la ficción”, pero este concepto es
demasiado abstracto y eufemístico; lo que de veras se quiere decir con él es
simplemente por qué hoy día no vale la pena novelar. Esta lectura del término
puede facilitar las cosas y expresar mejor un hecho real que una buena parte
de los lectores comprenderá y otra parte de los escritos compartirá.
“Hemos llegado a un punto de la modernidad en el que es difícil
aceptar inocentemente la idea de una obra de ficción”, dijo alguna vez Rolan-
do Barthes. Hoy día hay escritores que ni con un arma en la sien escribirían
algo así como: “Isabel fue entonces hacia la ventana”. Esta sola e inocente
frase está sin embargo colmada de una odiosa carga narrativa, esa carga que
huele a novela, a algo que pobremente intenta imitar la vida, que no es la
realidad pero que desesperadamente la asedia, y que tampoco es definitiva-
mente la fantasía. La sola idea de animar un personaje en un marco objetivo
puede repugnar a algunos. La distancia narrativa, el argumento, el relato
continuo, muestran un supremo desgaste. Como dice Nabokov, la ficción
comenzó cuando un pequeño pastor que se aburría gritó en una comarca
“¡Viene el lobo!” y no había tal lobo. Al parecer el escritor está hoy convenci-
do que ya nadie creen en el lobo, o tal vez él es el único que le teme.
Se mira de reojo a “lo novelesco”, sin embargo ninguna cuestión
semejante se hace en torno a “lo poético”, como si la poesía fuera consus-
tancial a la naturaleza del hombre, y la novela no fuese más que un formato
artificial susceptible de caducar según el signo de los tiempos, algo así
como la ópera dentro del fenómeno de la música. Sin duda es su calidad de
género lo que se vuelve contra ella. Si la poesía ha ganado derecho de
extraterritorialidad, la novela está constreñida a cumplir ciertas expectativas;
si va demasiado lejos se destruye como objeto, por lo tanto pareciera con-
denada a convivir con ciertas trivialidades propias del género.
Ante este caudal de contradicciones, ¿para qué entonces tornarse la
molestia de escribir una novela? Esta pregunta ha rondado más de una vez
la mente de muchos escritores. Las respuestas pueden ser muchas, pero
intentemos con dos. La primera es que quien alguna vez escribió un relato
difícilmente va a resistir la tentación de escribir un segundo, con mayor
razón si éste fue malogrado. Esto, bien entendido, no tiene nada que ver
con las pulsaciones de la sociedad; es una razón privada, que tiene relación
con un cierto “pathos”, de aquellos que han optado por la palabra escrita y
GONZALO CONTRERAS 3

que para ellos tiene el carácter de irrenunciable. Esta razón fenomenológica


bastaría para asegurar la supervivencia de la novela, al menos en lo que el
acto de su escritura respecta.
La segunda razón, que verdaderamente importa, es que hoy en día el
sentido del trabajo del escritor es encontrar sentido al acto de su propia
escritura, partiendo del supuesto que no es un hecho “natural” escribir una
novela y menos hacerlo con optimismo. En otras palabras, cada novela
escrita intenta salvar al género como especie. De esta sensación de indefen-
sión, de este droit de cité tan relativo, surgen las mejores obras literarias de
la actualidad. Una buena novela en el momento actual forzosamente debe
abrir una brecha; de no ser así, pasa a engrosar el montón de pruebas que
se acumulan para pugnar su desaparición y que viene a darles razón a los
agoreros. El punto de partida de la novela actual es encontrarse una justifi-
cación a sí misma, y no como ocurrió antes, por la voluntad de contar una
historia. Ya no hay buenas o malas historias en la narrativa.
En otras palabras, hoy nadie se lanza en una historia con la desen-
vuelta resolución con que lo hacía Balzac. Balzac representa la omnipoten-
cia del escritor y la omnipotencia de la literatura dentro de la sociedad. Hay
muchos quienes todavía extrañan ese estado de cosas para la literatura;
este apogeo, cuando no fue más que un instante pasajero, y que se relacio-
na con los inicios de la novela moderna, con su descubrimiento, por decirlo
así. Balzac no piensa en su público a la hora de tomar la pluma; el lazo entre
su obra y el lector es directo, sin intermediarios; la realidad, única y unívo-
ca, comparece en la novela para satisfacción del lector; éste es un sujeto de
una ingenuidad límbica que engulle cualquier palabra escrita. No hay por
entonces otra ventana a lo imaginario que la novela y el teatro y los dos
hacen un tratamiento semejante de la realidad. Es Flaubert quien primero se
preocupa del fenómeno de la realidad literaria, de dar a la novela un carác-
ter propio, de indagar en la forma en que debe expresarse la vida a través
del texto. Se puede decir que Balzac no piensa en la novela y Flaubert sí, de
hecho, éste es el primero en plantearse los medios con que cuenta la narrati-
va. Si Balzac sólo considera su historia y su resolución, Flaubert se plantea
los problemas de su expresión. En este sentido, es el primero en asumir el
escrúpulo y la cautela con que el escritor actual asume su fantasía.
¿Por qué escrúpulo, cautela? Porque es un lector en extremo crítico,
en extremo escéptico el que presiente el escritor. Y no es crítico por exceso
de interés, sino por el mismo escepticismo, lo que empeora aún las cosas. Se
da la paradoja que el lector no espera nada de la novela, pero le pide todo.
Una sensación semejante siente el enamorado cuando ve cómo comienza a
agotarse el amor, un desdén que quiere ser salvado para no experimentar la
4 ESTUDIOS PÚBLICOS

frustración. Ante este hecho, la contemporaneidad de la obra, su compromi-


so con determinadas realidades, la importancia del tema pueden ser a ve-
ces consideraciones más inquietantes para el escritor que la calidad literaria
o la imaginación, como si esto asegurara la efectividad de su trabajo. Como
en todo amor, el servilismo repugna. Nunca como ahora el escritor había
estado cautivo de un lector aguafiestas. ¿Por qué este lector aguafiestas?
Las razones pueden ser múltiples, el imperio del sentido práctico de las
cosas, la desconfianza en el arte, un malentendido orgullo cartesiano de “a
mí no me cuentan historias”, un hipertecnicismo ambiental que le da a la
lectura la imagen de un hábito arcaizante. En fin, son aproximaciones. El
asunto es por sobre todo un estado de ánimo generalizado.
Por otro lado, al parecer es cierto que la vida marcha más rápido que
la conciencia del escritor. La literatura parece una respuesta insuficiente,
tardía. La literatura misma arrastra el fardo de lo literario, toda esa chatarra
del género que le aporta a la novela ese componente fútil y banal, inofensi-
vo al fin y al cabo, una respuesta que se da de narices con lo real. Esto no
supone la pretensión de una literatura ajustada a la realidad; por el contra-
rio, el deber de la literatura es, por el medio que sea, superar la realidad, pero
en ningún caso estar bajo su cota.
“Escribo sin el aliento de la sociedad”, puede argumentar el escritor;
“no la representa ni la define”, puede argumentar el lector. Sin duda, este
desencuentro de intereses existe.
Hace casi dos décadas, Maurice Blanchot había predecido la des-
aparición de la novela como tal. No dejaba de tener razón. En “L’Infini”,
revista de las Ediciones Gallimard, Alain Nadaud confiesa haber escapado
“del desierto físico y moral, y en todo caso novelesco, en que había caído
en los años setenta”. Se trata de dos intelectuales franceses que quemaron
sus naves en el fenómeno narrativo. Por cierto, ya existía en torno a la
novela esta especie de malestar por su propio destino.
La novela había reaccionado y buscado nuevos caminos. Adhirió a
postulados de movimientos plásticos, intentó encontrar la respuesta en la
mecánica del lenguaje, en una de las luchas más arduas y a la vez más
tediosas, que produjeron las novelas aburridas que registra la historia. El
nouveau roman es la expresión más acabada del fenómeno.
Por entonces, se podía disparar un libro desde cualquier punto del
planeta, pero lo importante es que el blanco diera en París y en una pesada
intelectualidad que controlaba los destinos del arte de su tiempo. Las razones
de este asedio al lenguaje en busca de una respuesta a la novela (gesto
destinado al fracaso porque dicha búsqueda continúa siendo una pregunta y
no una respuesta) no se debieron a la mera experimentación o al simple afán de
GONZALO CONTRERAS 5

nuevas conquistas expresivas. Ese fue el efecto, pero no la causa. Era sólo
que la novela no se recuperaba de estupor de constatar que sus medios
resultaban insuficientes para contar el mundo en su totalidad o definir el
problema del hombre, como había ocurrido con la novela del pasado. Este
laberinto del lenguaje en que cayó la novela no fue más que la expresión de
este nudo. Resultaba difícil conformarse al hecho que la novela no pudiera dar
cuenta del problema del hombre moderno. Toda la novelística de Cortázar, que
arrastró con él a legiones, corre por ese camino. Esta experimentación con la
masa del lenguaje no fue más que la representación de la ambición del tema
que se planteaba entonces, y la oscuridad de ese lenguaje, la consecuencia de
su frustración. Rayuela de Cortázar comienza a mostrar signos de descompo-
sición, novelísticamente hablando, pero continúa siendo un dato valiosísimo
de las preocupaciones intelectuales de una época.
Por entonces, la perplejidad respecto de la verdadera voluntad de la
narrativa es un hecho real. El inmenso arsenal de libros y artículos y la legión
de teóricos que se abocan a estudiar su caso, son el mejor síntoma de ese
marasmo vocacional. Se intenta extender sus límites mediante el agotamiento
de sus recursos, cuando simplemente es que ha perdido dirección. El despres-
tigio en que han caído por entonces las virtudes narrativas es tal, que cerrada
esa puerta, hallar una nueva vocación a la novela es un quebradero de cabeza
que produce un fatal impasse en la novela europea, particularmente.
Como se ha dicho, las razones vienen de otro lado. La crisis de la
novela no revela más que la crisis del pensamiento y los valores en la
segunda mitad de este siglo. La realidad se ha vuelto inaprehensible, indefi-
nible, múltiple y contradictoria. Doris Lessing lo expresa muy nítidamente en
Esa pequeña voz personal. “Los grandes hombres del siglo XIX no tenían
en común su religión ni su política ni sus principios estéticos. Pero lo que sí
tenían en común era un clima de discernimiento ético... compartían ciertos
valores”.
Si hay una cosa que distingue a nuestra literatura de hoy, ella es una
evidente confusión de normas y la incertidumbre de valores... Según parece,
las palabras ya no pueden ser usadas simple y naturalmente. Todas las
grandes palabras, como amor, odio, vida, muerte, lealtad, traición, contienen
significados opuestos y media docena de matices de dudosa implicación. Las
palabras se han vuelto tan inadecuadas para expresar la riqueza de nuestra
experiencia que hasta la más sencilla frase escuchada en un ómnibus reverbe-
ra como si estuviera formada por palabras gritadas ante un acantilado.
La ética humanista que había tras la intención del novelista hasta el
existencialismo, seguramente, ha ido a dar por los suelos. Al parecer, la novela
actualmente está condenada a dar cuenta de realidades parciales y a encarnar
6 ESTUDIOS PÚBLICOS

el subjetivismo contemporáneo. Su asedio a la realidad no es más que por


parte y, en el mejor de los casos, puede triunfar sobre sí misma en el caso de
una obra particular, en la conquista de sus propios medios expresivos en el
plano formal. Sí, la misma novela desmanteló un universo narrativo de ficción
y tal vez fuera bueno que eso ocurriera. Luego se observó a sí misma con una
mirada traumada que no le dio nueva vida. ¿Qué es lo que ocurre hoy?
Hoy no existe una corriente formal que domine el panorama de la
narrativa, lo que es de por sí estimulante. Las fuertes tendencias que hege-
monizaban el quehacer de los artistas, o que al menos se planteaban como
referencias ineludibles, han dejado de existir por lo menos en la literatura,
resultado, tal vez, de esta misma sensación de desconcierto. Se puede afir-
mar que en narrativa se ha ganado el derecho a la diversidad, la particulari-
dad, la diferencia. Hoy día coexisten las más diversas formas y maneras,
desde lo marcadamente poético, hasta lo forzosamente prosaico, desde la
utilización del melodrama, hasta los experimentos estructuralistas. Lo que
ocurre es que la novela, como género, ha expandido sus márgenes engullen-
do prácticamente a todos los demás géneros literarios. Por cierto que ha
perdido forma y contornos, pero ha ganado en amplitud.
Basta echar una mirada al panorama de la narrativa actual para cons-
tatar lo heterogéneo que se ha vuelto el género, el amplio arco de voces que
está produciendo.
“Tengo el sentimiento que este siglo nunca ha sido contado”, afirma
Ceslaw Milosz. Y no deja de tener razón. Tal vez sea la suma de estas
novelas parciales las que den cuenta de él, algo así como lo que pedía
Borges, que todos los libros que se escriben sean “el libro”.
Como ya se ha dicho, bien se puede considerar liberadora esta frag-
mentación del mundo y sus visiones. Una consecuencia de este fenómeno
puede ser la vitalidad que exhiben hoy en día las narrativas producidas en
los márgenes del mundo desarrollado, o mejor dicho, de las viejas culturas,
la europea específicamente. Novelas portuguesas, sudafricanas, checas, la-
tinoamericanas, japonesas, árabes, comienzan a correr mundo. Se trata en
todos los casos de narrativas intensamente volcadas hacia las realidades de
esos países. Este hecho del que se ha hablado lo suficiente constituye ya
un fenómeno. Poderosas literaturas locales leídas por vastos públicos tam-
bién locales. Algo así pasa en Argentina (Soriano, Asís, Martini, Ghiardine-
lli), en México (José Agustín, Carlos Monsivais, Angeles Mastrete, Eliana
Poniatowska), en Japón (Matsubara, Abe, Endo, Ohe). Si bien muchos de
estos nombres nos pueden ser aún desconocidos, la suma de ellos consti-
tuye el grueso del consumo literario en sus respectivos países.
¿Focos culturales autónomos? Sin duda que no. Hoy menos que
GONZALO CONTRERAS 7

nunca si pensamos en el efecto globalizante de las comunicaciones. Se trata


simplemente de una actitud literaria. Menos aún se puede hablar de literatu-
ras nacionales; sería muy peligroso afirmar algo así, el afán literario es por
naturaleza universal.
Tal vez haya sido el “boom” latinoamericano el primero en poner en
jaque esta entropía europea. Frente al profundo desgaste que mostraba el
existencialismo y que había marcado los caminos hasta fines de la década
del 50, la fantasía liberadora venida de Latinoamérica fue una poderosa
inyección vital. Sin embargo, esta primera avanzada de la literatura latinoa-
mericana terminó por deformar algunos de sus rasgos. Era una Latinoaméri-
ca literaria la que se comenzó a producir, un producto de exportación conce-
bido para un público que ya tenía una concepción, por cierto muy mítica, de
lo que era Latinoamérica. Por largo tiempo esta literatura debió continuar
haciendo el juego a esa imagen que se había construido de sí misma. Hoy
día las nuevas generaciones intentan olvidar las tentaciones pintoresquis-
tas del “boom”, que finalmente no fue una ruptura del criollismo que lo
había precedido, sino su coronación gloriosa.
Hoy, el fenómeno es más complejo, la literatura latinoamericana ya
no es el niño mimado de Europa. Los ejes se han desplazado. Por cierto uno
de estos ejes importantes es el de la Europa Central y los países del Este.
Molosz, Seifert, Canetti, el caso Kundera, dan cuenta de ello. Estas literatu-
ras de las orillas no siempre conquistan por sus cualidades meramente lite-
rarias, y aquí Kundera continúa siendo el caso; sin duda, buena parte de la
seducción que Kundera ejerce en los intelectuales de este lado de occidente
reside en el tema de sus obras. La revisión ideológica, el “coraje político”,
tan de moda hoy en día, la situación de los intelectuales en los países tras la
cortina del hierro son ingredientes de sobra, cuando se los ha vivido en
carne propia, como para construir una buena novela si se los mira con los
ojos de un europeo cuya circunstancia no deja nada de desear. Kundera
tiene buenos motivos para escribir y esa es ya una fortaleza en un mundo
super civilizado cuya gran falta son los grandes motivos.
Nadine Gordimer, escritora sudafricana, inminente Premio Nobel, in-
justamente desconocida en nuestro país, es otro caso de estas aisladas
producciones periféricas que han surgido casi por generación espontánea.
Sin duda nadie ha sabido desentrañar Sudáfrica de forma más lúcida que la
Gordimer. Esto lleva a decir que nadie puede desentrañar mejor una socie-
dad que un escritor y tal vez en estas sociedades en plena evolución este
papel sea tanto más decisivo. La literatura de Nadine Gordimer (La hija de
Burguer, El Conservador, Tusquets Editores) muestra una Sudáfrica des-
provista de todo pintoresquismo y complacencia ideológica, obstinadamen-
8 ESTUDIOS PÚBLICOS

te real; esa Sudáfrica taimada y amenazante, esa minoría blanca que vive
una precaria realidad, como una sonrisa nerviosa en la boca, las fincas
ensimismadas del Transvaal con sus carreteras polvorientas recorridas por
motos japonesas, el desierto lleno de desperdicios. Con este fabuloso mate-
rial, la Gordimer ha escrito magistrales novelas con una de las prosas más
certeras de la actualidad.
Un caso semejante es el del portugués José Saramago. Por supuesto
que en el caso de Portugal no se puede hablar de una iniciación literaria si
se considera a Eça de Queiroz, Camoens y Fernando Pessoa. El año de la
muerte de Ricardo Reis es una de las más geniales ficciones realizadas con
soporte de la misma literatura. Como se sabe, Ricardo Reis era el nombre de
una de las tantas voces líricas que asumía Fernando Pessoa, quien en un
caso de insólito desdoblamiento llegó a encarnarse en casi una veintena de
personajes. Saramago hace de Ricardo Reis el protagonista de su novela,
espectador pasivo pero meditabundo de los sucesos del Portugal, así como
del resto de Europa en 1936. La novela es un magistral tour de force, en ella
no ocurre prácticamente nada como no sean dos leves amores de este soli-
tario médico repatriado y sus incesantes y melancólicos vagabundeos por
una Lisboa del todo retratada en el tiempo. El interlocutor de Ricardo Reis
es el mismo Fernando Pessoa, que todavía fresco de su muerte tiene dispen-
sa para regresar al mundo de los vivos a platicar con su creatura literaria.
Por cierto, la gran calidad y originalidad del libro no descansa en
esta treta literaria, sino más bien en la profundidad, la agudeza y la simpleza
de las observaciones de Reis, el profundo magma humano que llega a otor-
garle Saramago a un personaje tan grotescamente literario como este Ricar-
do Reis, una especie de fantasma de letras. Pero más aún, Saramago llegó a
adoptar virtualmente la voz de Pessoa como si hubiera una voz propiamente
portuguesa y esta fuera la de Fernando Pessoa. Sorprende en la Gordimer y
Saramago una profunda actitud introspectiva de los que podría llamarse, si
es que existe, ellos quieren demostrarlo, lo sudafricano o lo portugués.
Pareciera, en los dos casos, que más allá del alcance de la obra hay una
desesperada búsqueda de identidad sin la cual ni el mismo trabajo literario
podría ser llevado a cabo. Las obras de la nueva generación de escritores
japoneses, Isako Matsubara, Ohe o Endo, parecen girar y encarnar los difí-
ciles tránsitos que ha debido enfrentar el Japón desde el término de la
Segunda Guerra Mundial, como si fuera por estos esfuerzos literarios, la
historia sería realmente “una sombra caminante contada por un idiota”.
La nueva literatura americana por su parte presenta un semejante
ensimismamiento. Dominada por la corriente de los llamados “minimalistas”,
los jóvenes narradores norteamericanos han decidido llevar la aventura de
GONZALO CONTRERAS 9

la novela no más allá de lo que alcancen sus propias narices. Este nuevo
minimalismo se emparenta de algún modo con el realismo tradicional de la
novela americana desde Hemingway a Salinger, pero en este caso llevado al
extremo. Novelas de la trivialidad y de lo cotidiano, cotidianeidad que en el
caso de Bret Easton Ellis (Less than Zero), llega a lo espeluznante. Jay
McInerney, Peter Cameron, Jill Eisenstadt, son otros nombres. La propia
circunstancia, sus muy particulares preocupaciones, los mínimos espacios
que ocupan, son la temática de esta narrativa de lo objetivo.
Este rasgo alcanza su contrapartida en la literatura que hoy día está
produciendo Europa. Para ciertas comprobaciones, no hay más recurso que
tomar ciertos ejemplos. Tal vez los libros más leídos, comentados y divulga-
dos de la producción europea actual sean El nombre de la Rosa, de Umber-
to Eco; El Loro de Flaubert, del inglés Julian Barnes, y El Perfume, de
Patrick Süskind. El que se trate de los libros más vendidos no tiene más
significado que eso y no pretendo decir que forzosamente sean los mejores
en calidad, como tampoco que por el mismo hecho no lo sean. Los rasgos
comunes de estas tres obras pueden hacer pensar en una corriente que
apunta en esa dirección. Se trata en los tres casos de novelas extemporá-
neas, “literarias” en el sentido más riguroso del término, novelas de facturas
y, en un cierto sentido, clásicas. Al parecer en Europa comienza un acentua-
do proceso de revalorización de las virtudes narrativas.
El éxito de El nombre de la Rosa, de Umberto Eco, podría significar
que aún los teóricos de la novela pueden hacerlo mejor que los novelistas.
Eco se propuso escribir una novela y con todos los ingredientes del género.
Sin duda lo consiguió. En El nombre de la Rosa, Eco echó a cocer una
historia con suspenso policial, montado en un argumento de perfecta manu-
factura en cuanto a su progresión dramática. Lenguaje inintelegible, relato
principio y fin. Esta novela, pero a la vez digerible, alivianada por el recurso
del suspenso de una pesquisa casi detectivesca ha hecho, sin duda, recu-
perar al lector europeo su ingenuidad para entregarse a la ficción. Si bien
nadie puede afirmar su permanencia en el tiempo justamente por su mínimo
compromiso con la realidad y por las huellas visibles del afán de seducción,
El nombre de la Rosa puede ser síntoma de este retorno a lo ficticio.
Semejante es el caso de El Loro de Flaubert. Difícilmente podría
decirse que se trata de una novela, pero ya se ha dicho, dentro de la novela
actual, cabe casi todo. El Loro de Flaubert es una especie de tesis universi-
taria, erudita y chispeante, llena de ironía e inteligencia británica, que gira en
torno al personaje y la obra del ermitaño de Rouen. A partir de Flaubert y de
un supuesto estudio biográfico que realiza un aburrido amateur flaubertista,
Barnes se expande hacia las más profundas e imaginativas digresiones res-
10 ESTUDIOS PÚBLICOS

pecto del género humano en una cantidad de aspectos tan variados y diver-
sos que resulta difícil de reseñar. El Loro de Flaubert es una refinada
hazaña intelectual, cuya lectura produce un placer de ese mismo orden.
La obra del alemán Patrick Süskind se disparó fulminantemente a la
fama con esa su ópera prima El Perfume. Echando mano a un recurso argu-
mental simple y unívoco, pero de gran originalidad, una especie de engen-
dro humano que posee el don de una asombrosa capacidad olfativa que lo
lleva a separar los olores de cuanta cosa existe sobre la tierra, tiene, sin
embargo, un grave defecto, él mismo no expele olor alguno. Este aprendiz de
brujo del ramo del perfume dedicará sus afanes a buscar el secreto del olor
humano. La historia, de una poderosa e irreductible ficción, se sitúa en el
siglo XVI y recorre buena parte de la Europa de esa época. Süskind, sin
duda, ha construido una novela interesante y original, un desafío literario
llevado a la perfección, el de llevar a un personaje, a un argumento, a tocar
una misma cuerda durante doscientas páginas. La novela se lee con facili-
dad y produce el placer del hallazgo y el asombro constantes.
Las tres obras mencionadas tienen entre sí un rasgo común; las tres
son prácticamente ejercicios literarios, con algo especioso, sin duda, pero
consumadas en cuanto a sus objetivos. Las tres, anclan de lleno en la
ficción más convencional.
¿Se puede afirmar por esto que las cualidades narrativas están en
proceso de revalorización. Es difícil afirmar nada en este campo. Sin embar-
go, es un hecho real que los editores europeos han comenzado a desempol-
var viejos autores, cuya fuerza está justamente en sus virtudes narrativas.
Es así como la crítica y los lectores están redescubriendo a escritores como
el austríaco Joseph Roth, la norteamericana Djuna Barnes, el inglés Willkie
Collins, por citar algunos. La historia ya había pasado sobre ellos cuando la
empresa editorial, perceptiva a los vientos de la época, los hace levantar
otra vez cabeza. ¿Este desplazamiento de los gustos literarios vendría a
poner en jaque la teoría de la crisis de la ficción?
No hay una sola respuesta. Como hemos dicho, la literatura ofrece
hoy día numerosas y diversas respuestas al fenómeno de la narrativa, sin
que éstas sean contradictorias entre sí. Esta sumaria revisión de autores y
libros que hoy día ocupan vale la atención de los lectores, dan cuenta de
ello. Pareciera, en todo caso, que la narrativa europea, la que históricamente
condujo los destinos de la novela, y las obras que se producen en su
periferia por otro lado, corrieran por cauces distintos. Mientras la primera
rescata la tradición secular de “contar un cuento”, la segunda ha encontra-
do su fuerza en la particularidad de su propia historia.
LIBRO

"LA PREVISIÓN EN CHILE AYER Y HOY"*

José Pablo Arellano**

E 1 "objetivo central del estudio" de Cheyre, según se


plantea en la introducción, "es mostrar el impacto que tendrá la
reforma en los afiliados al sistema previsional sin recurrir a
argumentaciones en el plano teórico..., sino que analizando la
realidad de cada sistema"... "el elemento distintivo del estudio,
—según el autor— es que no se trata de una comparación entre
dos utopías, sino que de dos realidades" (pág. 22).
No cabe sino celebrar que se aborde un estudio empírico
de una materia que ha estado demasiado dominada, en los
últimos años en nuestro país, por planteamientos generales que
se desentienden de la realidad.
Una de las ventajas del análisis empírico es que puede ser
más fácilmente sometido a discusión y análisis teórico para eva-
luar sus conclusiones. Eso es lo que me ha movido a discutir
críticamente algunos de los resultados que se exponen en este
libro.

1. En primer lugar vale la pena referirse a los antecedentes


sobre la evolución de las pensiones reales en las distintas Cajas
(págs. 61 a 66).
Los datos muestran, casi sin excepción, que el poder ad-
quisitivo de las pensiones entre 1973 y 1980 es sustancialmente

* Comentarios al libro de Hernán Cheyre "La Previsión en Chile


Ayer y Hoy" (Santiago: Centro de Estudios Públicos, 1988).

** Doctor en Economía, Universidad de Harvard, Director Ejecu-


tivo CIEPLAN.
374 ESTUDIOS PÚBLICOS

menor al de los 10 años previos. El autor lo reconoce. Esto es


importante porque algunos comentaristas todavía plantean lo
contrario.
Los datos de pensiones reales se calculan en base a ante-
cedentes de la Superintendencia de Segundad Social sobre pen-
siones en moneda de cada año. Estos deben complementarse con
el uso de un deflactor para llegar a moneda de un año común.
Ahí residen los problemas.
Como es sabido, el IPC calculado por el INE subestima la
inflación en 1973 y 1976-79.1 Usando el IPC corregido, hemos
sostenido que las pensiones tuvieron un fuerte deterioro de poder
adquisitivo a partir de 1973 (Véase por ejemplo mi libro Políticas
Sociales y Desarrollo, Capítulo 2).
Cheyre usa el deflactor del PGB, el que, como ya se ha
dicho, tiene una evolución similar al IPC corregido, y por eso
confirma nuestros resultados. Básicamente la misma tendencia se
hubiera reafirmado usando el IPM.
Hay, eso sí, una impresión equivocada a que llevan los
datos presentados por Cheyre en lo que se refiere al compor-
tamiento de las pensiones entre 1963 y 1970. Ello se debe a que
Cheyre utiliza el deflactor del PGB, de acuerdo a las series
revisadas por el Banco Central y publicadas en 1984. Esta re-
visión ha sido cuestionada y tiene varios defectos.2 Entre otros,
sobreestima la inflación entre 1963 y 1970. Según este deflactor
del PGB "revisado", los precios habrían aumentado en 8,7 veces
entre ambas fechas. En tanto el deflactor del PGB originalmente
calculado por ODEPLAN registra un aumento de 6,3 veces entre
1963 y 1970. El IPC lo hace en 6 veces y el IPM en 6,7.
Por lo tanto, las cifras usadas por Cheyre muestran una
reducción del poder adquisitivo de las pensiones entre 1963 y
1970, la cual no existió. Por el contrario, éstas aumentaron su
poder de compra.
Esto indica que lo sucedido a partir de 1973 con el valor
de las pensiones refleja un quiebre con la tendencia de las décadas
anteriores.

1
R. Cortázar y J. Marshall, "índice de Precios al Consumidor",
Colección Estudios Cieplan, 4 (noviembre 1980), 159.
2
P. Meller y M. Marcel, "Empalme de las Cuentas Nacionales de
Chile 1960-1985: Métodos alternativos y resultados", Colección Estudios
Cieplan, 20 (diciembre 1986), 121.
LA PREVISIÓN EN CHILE AYER Y HOY 375

Por esta misma razón, comparar los beneficios que el


nuevo sistema de pensiones puede ofrecer a fines de los 80 con
los que el antiguo entregó después de 1973 resulta inapropiado,
ya que el período 1973-80 es el peor de su historia para el
antiguo sistema. Ello obedeció, en gran medida, a las políticas
específicas seguidas en 1973-80 con respecto a las pensiones.

2. Cheyre argumenta que el sistema antiguo tenía un


problema de "desfinanciamiento estructural' (págs. 67 a 71).
El argumento descansa principalmente en la disminución
en el número de activos por cada pasivo entre 1960 y 1980. La
verdad es que esta disminución es normal en cualquier sistema de
pensiones mientras no llegue a su madurez, como era el caso del
antiguo sistema. Lo mismo ha estado sucediendo y seguirá ocu-
rriendo con el nuevo sistema.
Probablemente por esta razón, Cheyre pretende dar el
argumento definitivo usando el nivel alcanzado por la tasa de
activos por pasivo. Señala "que si la tasa de cotización para el
financiamiento de las pensiones fuera de 20%, y el objetivo fuera
pagar pensiones promedio equivalentes al 70% de la remuneración
imponible de los afiliados, se requeriría que la relación activos/
pasivos fuera a lo menos igual a 3,5. La relación activos/pasivos
observada en 1980 (2,2 en el SSS según el Cuadro 5.19) implica
que las cotizaciones recaudadas alcanzaban solamente para fi-
nanciar una fracción de las pensiones ofrecidas".
El error de este cálculo es que en la relación activos/pasivos
se considera el total de pasivos (por vejez, viudez, invalidez,
orfandad). En cambio, corresponde considerar en el cuociente
aludido sólo los pasivos para los cuales rige la proporción del 70%
entre pensión y renta imponible (para viudez y orfandad esta
proporción es bastante menor). Si se toma en cuenta a los
pensionados por vejez e invalidez, la relación entre activos y
pasivo llega a 4. Vale decir, sería superior a la necesaria para
financiar las pensiones, según el cálculo de Cheyre.
Las proyecciones que yo he realizado (ver el libro citado)
muestran que el déficit del sistema previsional antiguo iba a
desaparecer a raíz del cambio en las edades de jubilación decre-
tado en 1979.
Esas proyecciones demuestran que a raíz del cambio en las
edades de jubilación era posible —incluso en el SSS— reducir la
tasa de cotización a niveles como los que hoy rigen, dado que la
relación activos/pasivos tenía que aumentar considerablemente
entre 1980 y fines de siglo (Ver Anexo II del Capítulo III de mi
libro citado).
376 ESTUDIOS PÚBLICOS

3. Otro argumento que se repite a lo largo del estudio de


Cheyre está basado en el cálculo de las "pérdidas para los im-
ponentes del régimen previsional antiguo" (pág. 149 y siguientes)
"por el hecho de que no se hubieren capitalizado sus aportes".
De estas estimaciones se concluye que "en el caso más
desfavorable la pensión que hubiera podido obtener un benefi-
ciario del régimen antiguo, si se hubieren capitalizado sus aportes,
excede en más de un 50 por ciento la pensión máxima a la que
podían aspirar en el sistema anterior" (pág. 151 y siguientes).
La verdad es que la realidad era bien distinta. Los que
obtuvieron pensiones del régimen antiguo hasta 1980 recibieron,
casi sin excepción, beneficios mayores a los aportes que reali-
zaron durante toda su vida activa. En estimaciones que publiqué
hace varios años demostré que quienes jubilaron del Servicio de
Seguro Social (SSS) recibieron pensiones que más que duplicaron
sus aportes debidamente capitalizados. (Las estimaciones están
referidas a los que jubilaron en 1953, 1960, 1968 y 1978.Ver en
mi libro pág. 102 y siguientes).
El motivo de la discrepancia de estas estimaciones con la
de Cheyre es que yo consideré las cotizaciones efectivamente
realizadas y no las teóricas, como lo hace Cheyre. Las primeras
son muy inferiores a las teóricas porque las tasas de cotización
fueron por muchos años sustancialmente menores a las de 1980
que considera Cheyre. Por ejemplo, los que jubilaron del SSS en
1978 empezaron a cotizar en 1930, entonces la tasa de cotización
total era de 5% y no de 22% como se supone en la estimación
comentada. Asimismo, la densidad de las cotizaciones (pro-
porción de meses con cotizaciones efectivas) para quienes se
pensionaron en 1978 fue de 59% y no de 93% como supone
Cheyre.
Si las condiciones prevalecientes en el sistema antiguo
hubieran sido las que Cheyre asume, los beneficios podrían haber
sido muy superiores a los otorgados.
Como he planteado antes, el hecho de que en el sistema
antiguo las pensiones fueran mayores a las cotizaciones capitali-
zadas es algo que sólo resulta posible para las primeras genera-
ciones de cotizantes, cuando se establece un sistema de reparto
sin acumulación de reservas, como fue el caso en Chile. No es
algo que pueda ocurrir en forma indefinida.

4. En cuanto a las proyecciones que se hacen respecto del


nuevo sistema, hay dos aspectos que me parece importante
comentar. En primer lugar, las proyecciones del valor de las
pensiones que pagaría el nuevo sistema (pág. 139 y siguientes).
LA PREVISIÓN EN CHILE AYER Y HOY 377

Estas son sólo teóricas y tienen supuestos, a mi juicio, muy


optimistas. Lo peor, en mi opinión, es que están referidas a la
situación que se produciría para quienes se acojan a retiro
después del año 2021.
Pienso que las proyecciones más interesantes y necesarias
se refieren a lo que puede suceder con las pensiones que paguen
las AFP en los próximos años, en cualquier caso antes del año
2021 y no después. Es posible hacer esto ya que los resultados
dependen, fundamentalmente, de los bonos de reconocimiento,
los cuales se conocen. Quienes tienen acceso a esa información
harían un aporte de realismo proyectando las pensiones que
ofrecerán las AFP en el futuro próximo.
Por otra parte, las proyecciones son muy "machistas", ya
que no se examina la situación de las mujeres, para las que se
presentarán los problemas más serios en términos de insuficiencia
de las pensiones.

5. Por último, se sostiene en el estudio comentado que la


cobertura del sistema previsional sería actualmente similar a la
que había hasta 1974.
El problema de este cálculo es que considera el número de
afiliados y no el de quienes efectivamente cotizan. El número de
afiliados está abultado y es más de un 40% superior al de
cotizantes.3
En el sistema antiguo sucedía algo parecido. Si se considera
en ambos casos el número de cotizantes, se observa una dismi-
nución de la población cubierta por la seguridad social. Esto es
grave, ya que deja sin protección previsional a casi el 50% de los
trabajadores. Este es un tema de primera prioridad para el mejo-
ramiento de nuestro sistema previsional.
Para finalizar, un comentario de metodología del trabajo
académico y de la discusión teórica en economía. El prólogo de
H. Pérez de Arce se inicia haciendo referencia al "bombardeo de
estadísticas contradictorias... acerca de las cuales el ciudadano
común ya no sabe qué pensar. Las cifras parecen dar para todo".
"Por fortuna —nos dice Pérez de Arce—, al menos sobre
este tema ha habido quienes han resuelto "ponerse serios". El
resultado es el libro que tenemos entre manos..." (pág. 7).
La verdad es que, sin desconocer la seriedad con que puede
haber acometido su trabajo Hernán Cheyre, en materias técnicas

3
Esto también distorsiona los datos de costo de operación de las
AFP que presenta el estudio citado, ya que usa el número de afiliados.
378 ESTUDIOS PÚBLICOS

como las que aquí se abordan, "ponerse serios" significa some-


terse al debate técnico. Las materias de este tipo deben ser
sometidas a la discusión técnica siguiendo los métodos que en
todo el mundo la rigen.
En Chile la falta de procedimientos de discusión y crítica se
ha agudizado porque ni las universidades ni las instituciones
públicas han estado abiertas al debate. Allí durante estos 15 años
ha predominado el dogmatismo y el sectarismo. Esto dificulta el
debate y entorpece la búsqueda de la verdad.
Nuestra responsabilidad profesional es ayudar al "ciuda-
dano común" a entender la realidad económico-social. Para eso
necesitamos que las instituciones donde debe darse la elaboración
científica y técnica estén abiertas al pluralismo y al rigor técnico.
Este cambio institucional es indispensable para mejorar
nuestra comprensión de este y muchos otros temas. Mientras
antes se consiga, mayores serán los beneficios para el país.
DOCUMENTO

JOHN MILTON Y
LA LIBERTAD DE PRENSA

Carlos E. Miranda

Introducción

J ohn Milton nació en Londres en 1608 y murió, completamente


ciego, en 1674. Su vida transcurrió durante uno de los períodos más agita-
dos de la historia de Inglaterra, y él no fue un mero espectador imparcial de
los eventos políticos de su época, sino que apoyó activamente la causa del
Parlamento contra Carlos I, y posteriormente a Cromwell, bajo cuyo gobier-
no llegó a ostentar cargos oficiales de importancia. Su preocupación por los
asuntos públicos ha quedado reflejada en muchos de sus escritos en prosa,
y aunque su mayor fama literaria se debe a su obra poética –especialmente
al Paraíso Perdido–, también se ha reconocido la relevancia de sus ensa-
yos políticos. Si bien es cierto que casi todos éstos tienen la forma de
panfletos y no disimular sus propósitos prácticos inmediatos el conjunto de
ellos expresa las convicciones profundamente libertarias de su autor.
En efecto, Milton ha sido tradicionalmente considerado como un
gran apóstol de la libertad de pensamiento y, junto a Locke, como uno de
los más eminentes defensores de la libertad civil en la Inglaterra del siglo
XVII. Hay quienes, sin embargo, han pretendido cuestionar estas aprecia-
ciones acerca de Milton. Así, por ejemplo, Leonard W. Levy ha señalado

CARLOS E. MIRANDA. Licenciado en Filosofía y Magister en Estudios Internacio-


nales, Universidad de Chile; M.A. en Ciencia Política, Georgetown University; Profesor
de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile.

Estudios Públicos, 33 (verano 1989.)


2 ESTUDIOS PÚBLICOS

que difícilmente puede sostenerse que Milton propugnara una completa


libertad de expresión para todos. Según la interpretación de Levy, Milton
sólo abogaba por su libertad y la de quienes pensaban y creían como él,
pero no por una tolerancia general de todas las opiniones.1
El propio Locke insinúa una crítica similar a sus antecesores y con-
temporáneos en su Carta sobre la Tolerancia de 1689. Allí escribe que no
cree que exista otra nación en la cual se haya hablado más acerca del tema
de la tolerancia que en Inglaterra, y sin embargo, es precisamente en ese
mismo lugar donde parece ser más necesario que se continúe diciendo y
haciendo algo más acerca del mencionado tema. La razón para ello, según
escribe Locke, es la siguiente:

“Nuestro gobierno no sólo ha sido parcial en materias de religión,


sino que incluso quienes más han sufrido por esta parcialidad, y más
se han esforzado a través de sus escritos por justificar sus propios
derechos y libertades, en su mayoría lo han hecho basándose en
principios estrechos, apropiados sólo a los intereses de sus propias
sectas.2

La crítica de Locke resulta aplicable a Milton, cuya apología de la


libertad de pensamiento en materias filosóficas, morales y políticas no alcanza
al ámbito de lo religioso, en el cual Milton se encuentra rudamente intolerante,
en especial en relación a los católicos –o “papistas”, como él despectivamen-
te los llamaba– a quienes consideraba heréticos desde el punto de vista de la
fe, y sediciosos desde el punto de vista político. La sedición, por cierto, se
halla siempre más allá de los límites de lo que puede ser tolerado, aun en las
concepciones más amplias de la libertad. Así, Locke coincide con Milton en
reconocer el derecho del Estado a proscribir la sedición en cualquiera de sus
formas, incluyendo la difusión de opiniones orientadas a promoverla. Es,
pues, sólo en el plano de la religión donde se produce una diferencia entre
ambos pensadores, y en el que Locke da un paso más en beneficio de la causa
de la libertad de pensamiento y de expresión.
Lo dicho, sin embargo, no implica desconocer en modo alguno los
significativos aportes de Milton a la promoción de la mencionada causa.
Más aún, sería posible sostener que los argumentos que Milton esgrime en
el Areopagítica en favor de la más irrestricta libertad de prensa podrían
volverse contra su propio autor en la medida en que éste intentase restringir

1 Leonard W. Levy, Legacy of Suppression. Freedom of Speech and Press in

Early American History (Cambridge: Harvard University Press, 1964), p. 95.


2 John Locke, Carta sobre la Tolerancia (1689). Véase la traducción publicada

en Estudios Públicos. 28 (Primavera 1987), 243.


CARLOS E. MIRANDA 3

la publicación y circulación de libros conteniendo posiciones religiosas dis-


crepantes con la suya. Dicho de otra manera, la fuerza oratoria con que
Milton defiende la “reivindicación liberal”3 dejaría al propio Milton “caza-
do” en sus argumentos, de tal modo que la única actitud consecuente a
partir de sus postulados sería permitir la más amplia difusión de escritos,
cualesquiera sean el tipo de opinión que expresen y la materia que traten.
Para avalar esta interpretación, creo, puede ser suficiente un breve
examen de la concepción miltoniana de la libertad aplicada al ámbito moral,
por una parte, y al ámbito del conocimiento, por otra.
Según Milton, la libertad es lo único absolutamente necesario para el
hombre. En efecto, al crear Dios al hombre, le dio una naturaleza tal que sólo
puede desarrollarse en la medida en que ejercita su libertad. La naturaleza
humana posee una doble dimensión: es racional y pasional a la vez. Las
pasiones son permanentemente estimuladas con los objetos tentadores que
Dios puso delante de nosotros precisamente para que tuviéramos la posibi-
lidad de elegir, utilizando para ello nuestra facultad de razonar. La razón,
dice Milton, “no es sino la capacidad de elegir”.
Ahora bien, sólo el ejercicio de la libertad puede dar lugar a la virtud.
La virtud no consiste en enclaustrarse para evadir toda posibilidad de con-
tacto con el mal, sino, por el contrario, ella existe cuando se ha enfrentado el
mal, se ha luchado contra él y libremente se ha optado pro la abstinencia. El
mérito del hombre, y su consecuente derecho a recompensa emerge de esta
lucha, es el resultado del triunfo sobre la tentación ofrecida por el mal. Pero
esto supone conocer el mal.
Milton sostiene, en efecto, que el conocimiento del mal es esencial
para alcanzar el conocimiento del bien y para practicar la virtud. De acuerdo
con la visión miltoniana, en este mundo, el bien y el mal son inseparables y
se hallan siempre entremezclados debido a sus indiscernibles semejanzas.
Por ello, el conocimiento del bien está ligado al conocimiento del mal. Am-
bos conocimientos se remontan “al mordisco que se le diera a la primera
manzana, momento en el cual estos dos elementos entraron al mundo tan
unidos como dos gemelos”. Posiblemente, en ese momento se estableció el
sino de Adán y de todos los hombres: “conocer el bien y el mal; o más bien
conocer el bien a través del mal”. En suma, una acción buena se convierte
en virtuosa cuando conociendo y contemplando los placeres aparentes que
puede proporcionar el vicio, los rechazamos, renunciamos a ellos, y elegi-
mos libremente el bien.

3 Pierre Manent, Les Liberaux (Paris: Hachette, 1986), Vol. I, p. 45.


4 ESTUDIOS PÚBLICOS

Y así como la virtud debe enfrentar al vicio, así también la Verdad


debe enfrentar la Falsedad, sin rehuir el combate contra el error ni escudán-
dose en la aparente protección que pueden brindar las prohibiciones o los
permisos oficiales para la circulación de libros y otros escritos. Tales restric-
ciones no revelan sino una desconfianza en la fortaleza de la Verdad. Más
aún, los errores pueden ser de gran ayuda para alcanzar la verdad, en la
medida en que se los reconozca como tales; pero, para que tal reconoci-
miento sea posible, es preciso que ellos puedan ser leídos y cotejados
libremente.
Milton concibe la búsqueda de la verdad como una empresa fraterna
para la que “se necesita un poco de generosa prudencia, algo de paciencia
con los demás y un grano de caridad”. En este pasaje, Milton está abogan-
do claramente por la tolerancia de opiniones divergentes a la nuestra y aun
de opiniones erróneas, ya que, por cierto, la paciencia y la caridad no son
necesarias respecto de quienes piensan y creen como nosotros, y la “gene-
rosa prudencia” que Milton aconseja sólo tiene sentido respecto de quie-
nes están en el error.
La única condición que Milton establece para la aplicación de la
tolerancia es que ésta beneficie a quienes están sincera y honestamente
buscando la verdad, y que mientras realizan esta búsqueda se mantienen en
el nivel de las opiniones que no constituyen aún conocimientos ciertos,
pero cuya meta es precisamente alcanzar tales conocimientos. Dichas opi-
niones frecuentemente serán discrepantes entre sí, muchas de ellas serán
erróneas, pero, en vistas al logro de la verdad, es conveniente tolerar su
expresión. En palabra de Milton: “Donde hay gran deseo de aprender, nece-
sariamente tendrá que hacer mucha argumentación, mucha escritura, mu-
chas opiniones, porque la opinión de los hombres buenos no es sino cono-
cimiento en gestación”.
De acuerdo con este texto, el conocimiento es algo que hay que
buscar y que puede ser conseguido a través de la confrontación de opinio-
nes. Pierre Manent ha comentado acertadamente que, en el pensamiento
miltoniano, la búsqueda de la verdad tiene más valor que la verdad misma,
ya que el hombre no tiene acceso a la verdad sino a través de esa búsqueda
indefinida en la cual “el error no es más que el nombre peyorativo de la
experiencia”.4 Pero como es la experiencia –es decir, la acumulación de
nuestros errores– la base a partir de la cual conformamos nuestras opinio-
nes, y como es la confrontación de opiniones discrepantes el camino para
acceder a la verdad, ¿quién podría tener autoridad suficiente para acallar

4 Pierre Manent, op. cit., p. 45.


CARLOS E. MIRANDA 5

ciertas opiniones? ¿Acaso no podría haber en ellas una parte de la verdad


buscada, a la que se estaría silenciando quizás para siempre? Este solo
riesgo sería ya una razón suficiente para evitar restricciones a la libertad de
expresión y de difusión de opiniones.
Pero en su ardorosa defensa de estas libertades, Milton va más allá.
Según él, el hombre debe mantener en toda ocasión y respecto de cualquier
materia la misma actitud activa de búsqueda incesante y libre de la verdad,
incluso en la esfera de la religión. Al respecto escribe Milton: “Un hombre
puede ser hereje con la verdad si cree las cosas sólo porque se las dice su
Pastor, o porque así lo ha determinado la Asamblea; si este hombre no
busca razones, se transforma en hereje aun cuando su creencia sea verda-
dera”. Y más adelante en su discurso, Milton concluye clamando: “¡Dadme
la libertad de saber, de hablar y de disentir libremente según los dictámenes
de mi conciencia!”
El ya mencionado Leonard Levy, al comentar este último texto, des-
taca la utilización por parte de Milton de la primera persona, lo que él inter-
preta como una prueba de que a Milton sólo le interesaba defender su
libertad, pero no la libertad de todos por igual.5 La crítica me parece errónea
e injusta. Levy no considera el carácter retórico de que está imbuido todo el
Areopagítica, que es un discurso cuya finalidad expresa es persuadir a los
miembros del Parlamento de Inglaterra de la conveniencia de derogar las
medidas restrictivas de la libertad de prensa. Es, pues, un discurso político
en el que abundan, como en todos los discursos de esta naturaleza, los
recursos retóricos, y, sin duda, la frase citada cae dentro de la categoría
indicada.
Pero aun cuando así no fuera y Levy estuviera en la razón al inter-
pretar en su sentido literal la frase en cuestión, los numerosos otros argu-
mentos miltonianos en favor de la libertad de prensa de ninguna manera
admitirían la interpretación restrictiva propuesta por Levy. Así, por ejemplo,
son válidas para cualquier libro las irreverentes burlas que Milton dirige
contra los imprimaturs y los censores en general, o su dramática analogía
según la cual destruir un buen libro es matar a la razón misma, la imagen de
Dios, lo que es peor que arrebatar una vida: es intenta destruir un alma
inmortal
Además, los libros sirven –dice Milton– “para poner a prueba la
verdad y ejercitar la virtud”. En efecto, según la ya comentada concepción
miltoniana de la verdad y la virtud, la investigación del error es necesaria
para la confirmación de la primera, del mismo modo que el conocimiento del

5 Leonard W. Levy, op. cit., p. 95.


6 ESTUDIOS PÚBLICOS

vicio lo es para la constitución de la segunda. La exploración del pecado y


de la falsedad aparecen, pues, como un requisito esencial para acceder a la
virtud y la verdad, y puesto que en vistas del logro de estos altos fines es
inevitable que emprendamos dicha exploración, la manera menos peligrosa
de hacerlo, sugiere Milton, es “mediante la lectura de todo género de trata-
dos y escuchando toda clase de razones”. En este pasaje –como en muchos
otros– comprobamos que Milton no impone restricción alguna a la difusión
de libros y de opiniones. La posición así expresada constituye una manifes-
tación del más extremo liberalismo, y la hace susceptible a la que quizás sea
la mayor crítica que podría formulársele. Hasta los más fervientes partidarios
de la libertad de expresión reconocen que ella no puede ser total y que es
preciso dentro de ciertos límites, siendo el más obvio de ellos la propaga-
ción de ideas sediciosas. El propio Milton acepta en otros textos la necesi-
dad de limitaciones de esta especie.
Esta prudencia se halla prácticamente ausente en el Areopagítica,
donde nuestro autor parece dejarse llevar por la fuerza de su propia oratoria.
Este discurso, escrito en 1644, está dirigido al Parlamento de Inglaterra, y
consiste en una apasionada apología de la libertad de prensa. Indudable-
mente, los actuales defensores de esta libertad podrán encontrar en la Se-
lección del importante ensayo, que a continuación presentamos, poderosos
argumentos para su causa.

Selección: Areopagítica

Aquellos que dirigen sus palabras a los Estados y a los Gobernado-


res de la República o a la Suprema Corte Parlamentaria o que, en caso de no
tener acceso a estas autoridades, hablan como particulares, escriben lo que
ellos consideran que podría promover el bien público. Me imagino que,
como corresponde a quienes emprenden una difícil tarea, estarán un tanto
inquietos y pensativos: algunos dudarán del éxito de la tarea, otros temerán
a la censura; algunos se sentirán plenos de esperanza y habrá otros que
tendrán confianza en su discurso. Y yo, quizá sienta cada una de estas
cosas, ya que las he experimentado en variadas ocasiones; y ahora he de
divulgarla que me afectó más; pero he de decir que el mero hecho de inten-
tar este discurso y el pensar a quiénes va dirigido, ha adquirido dentro de
mí el poder de una pasión muy bienvenida. (...)
(...) Existen tres cosas fundamentales, sin las cuales las alabanzas no
son sino galanteos y lisonjas: En primer lugar, lo que se alaba debe merecer
dicha alabanza; en segundo lugar, debe existir plena evidencia de que las
CARLOS E. MIRANDA 7

personas que reciben los halagos tengan las virtudes que se les atribuyen; y,
en tercer lugar, quien alaba debe poder demostrar que está persuadido de lo
que dice y que no está cayendo en la lisonja. He tratado de cumplir con las dos
primeras instancias en el sentido de referirme a quienes han dañado vuestros
méritos mediante el uso de adulaciones triviales y malignas; he tratado de
cumplir con la última en el sentido de que no he recurrido a la lisonja para
alabar a quien lo merece, reservándome para esta ocasión especial.
Porque quien libremente magnifica lo que ha sido bien hecho y no
teme decir con plena libertad qué cosas podrían haberse hecho mejor, da
total muestra de fidelidad y de afecto, y demuestra un real deseo de éxito
para quien emprenda una tarea específica. Sus más sinceras alabanzas no
constituyen lisonja e incluso su más sencillo consejo se transforma en ala-
banza. Ahora bien, yo deberé afirmar y defender que tanto la verdad como
el conocimiento y la República se verían enriquecidas con el retiro de uno
de vuestros decretos (al que nombraré más adelante), debido a que la dero-
gación de dicho decreto serviría para reafirmar el brillo de vuestro pacífico y
equitativo gobierno, ya que llevaría a que el público viese que habéis recibi-
do complacidos un consejo público, mientras que otros estadistas gozan
sólo con la lisonja pública. Y así los hombres verán cuál es la diferencia
entre un Parlamento trienal magnánimo y la celosa soberbia de los prelados
y Ministros usurpadores. A vosotros os verán –con vuestras victorias y
vuestros éxitos– como los que permiten discrepancias escritas en contra de
un Decreto, en tanto que otras Cortes no han producido nada digno de
recordar, salvo la débil ostentación de riqueza, lo que resulta menos tolera-
ble que una Proclama precipitada. (...)
Si vosotros estuviéseis decididos en este sentido –y constituirá una
injuria pensar lo contrario– no sé de nada que me impidiera presentaros una
instancia adecuada que demuestre que tanto el amor por la verdad que
profesáis como la rectitud e imparcialidad de vuestros juicios deberían lleva-
ros a revisar el Decreto mediante el cual habéis ordenado la regulación de la
impresión, estipulando que no ha de imprimirse libro, folleto o papel que no
haya recibido permiso previo de parte de al menos una de las personas
nombradas para estos efectos. No pretendo referirme a la sección que dice
relación con el derecho de todo hombre a tener un ejemplar propio, ni a la
que habla de hacer provisión para los pobres; sólo quisiera expresar mi
deseo de que éstas no vayan a dar pábulo al abuso o a la persecución de
hombres honrados y respetuosos que no ofenden en ningún sentido. Pero
es la otra causa de los Permisos de Impresión –y que nosotros creíamos que
había desaparecido con sus hermanas, la Cuadragésima y la Matrimonial,
cuando los Prelados se retiraron– la que me lleva a decir estas palabras y
8 ESTUDIOS PÚBLICOS

expresar, en primer lugar, que los que han inventado este reglamento son
personas a quienes vosotros sois renuentes a reconocer; en seguida, lo que
constituye la naturaleza general de la lectura, no importando de qué clase de
libros se trate; luego, que este Decreto en nada contribuye a la supresión de
libros escandalosos, sediciosos e injuriosos que pretendéis suprimir. Final-
mente, que contribuirá a la desmotivación de todas las ramas del saber, y a
frenar la Verdad, no sólo porque limita y embota nuestros conocimientos
actuales, sino porque obstaculiza y sesga las posibilidades de futuros des-
cubrimientos en los campos del saber religioso y civil.
Por ningún motivo negaré que la Iglesia y la República están preocu-
padas por cautelar tanto el comportamiento de los libros como el de los
hombres, para proceder a confinar, encarcelar y someter a los malvados a
los juicios estrictos que se merecen. Porque los libros no son objetos abso-
lutamente inanimados, sino que contienen una vida latente tan activa como
el espíritu de sus creedores; más aún, son las probetas que conservan en la
forma más pura y extractada el intelecto que los creó. Yo sé que son tan
vitales, tan vigorosamente productivos como los dientes del dragón de la
fábula, y que al ser sembrados podrían dar vida a hombres armados. Sin
embargo, por otra parte, de no tener cuidado, resultaría casi mejor matar a
un hombre y no a un buen libro. Quien mata a un hombre mata a una
criatura pensante, que ha sido creada a semejanza de Dios; pero quien
destruye un buen libro mata a la razón misma, mata la imagen de Dios
mismo. Muchos hombres viven atribulados, pero un buen libro es la sangre
preciosa que da vida al alma inmortal que ha sido conservada y cuidada
para que dure más que la vida. Es verdad que la historia nos muestra que
jamás ha sido posible devolver una vida, lo que quizás no sea gran pérdida
para todos, y que generalmente las revoluciones no devuelven la pérdida de
una verdad rechazada, lo que ha ido en desmedro de naciones completas.
Por lo tanto, deberíamos tener cautela con el nivel de persecución
que generamos en contra del trabajo de los hombres públicos; deberíamos
cuidarnos de derramar una vida humana que ha sido conservada y guarda-
da en los libros; ya que consideramos que esto constituiría una especie de
asesinato que crearía mártires y que, de extenderse a la totalidad de la pala-
bra escrita, se transformaría en una masacre; de ahí que la ejecución no
termina con la matanza de una vida elemental, sino que con la matanza de la
quintaesencia del ser, del hálito mismo de la razón, destruyendo un alma
inmortal más que una vida. (...)
Para completar la medida de la usurpación, la última cosa que inven-
taron fue disponer que no se podría imprimir libro, folleto o papel alguno sin
previo permiso y aprobación de dos o tres frailes glotones (como si San
CARLOS E. MIRANDA 9

Pedro les hubiera entregado las divinas llaves de la imprenta además de las
del Paraíso). Así, por ejemplo:

Sírvase el Canciller Cini tener a bien examinar el presente trabajo


para asegurarse de que no contenga partes que no deban ser impre-
sas.
Vincent Rabbatta, Vicario de Florencia.

Certifico que he examinado este documento, y que no he encontrado


en él nada que vaya en contra de la fe católica ni de las buenas
costumbres. Por lo tanto he dado fe y firmado.
Nicolo Cini, Canciller de Florencia.

De acuerdo a la precedente certificación, se permite la impresión de


esta obra de Davanzati.
Vincent Rabbatta, etc.

Permiso de impresión, julio 15.

Padre Simón Mompei d’Amelia, Canciller


de la Inquisición, Florencia

¡Como son de pretenciosos! Si el dueño del infierno hubiera escapa-


do, ellos creen que con este cuádruple exorcismo lo podrían dominar.
Me temo que sus próximos intentos sean otorgar permiso para im-
primir las intenciones jamás llevadas a cabo por Claudio. Los ten-
dríamos dando un permiso adicional, el Sello Romano:

Imprímase, si así lo estima conveniente el reverendo Maestre del


Palacio Sagrado.
Belcastro, Vicerregente.

Impresión autorizada.

Padre Nicolo Rodolphi, Maestre del


Santo Palacio.

A veces se han necesitado cinco autorizaciones, las que figuran


como un diálogo en la portada de un libro; estas autorizaciones se halagan
mutuamente con venias tonsuradas, y deciden si el autor –cuyo nombre
figura al pie de la epístola– será publicado o tirado a la basura. Estos son
los elegantes responsos, las antifonías tan queridas que en un pasado cer-
cano fascinaron a nuestros prelados y a sus capellanes; y que nos atonta-
ron con impresionantes anotaciones de Imprimáturs tales como la de Lam-
beth House y la de St. Paul’s, tan romanas que la autorización estaba en
10 ESTUDIOS PÚBLICOS

latín; como si la erudita pluma que la llevó al papel no pudiera escribir otra
lengua que no fuere latín; o quizás, porque una lengua vulgar no podría
llegar a expresar la vanidad de una autorización para imprimir. Pero más bien,
y así lo espero, porque el inglés, el lenguaje del hombre –y que siempre será
el principal para expresar los logros de las libertades humanas–, no ha en-
contrado aún las letras necesarias para escribir en esta lengua una presun-
ción tan dictatorial. (...)
El hombre meritorio, sin querer ofender, comenzó a hacerse pregun-
tas y repentinamente tuvo una visión divina (y lo afirma así en su carta) que
le confirma su pensamiento como sigue: “Leed cualquier libro que caiga en
vuestras manos ya que sois suficientemente maduro para juzgar bien y
examinar todas las materias”. Confiesa que aceptó esta revelación ya que
tenía mucha relación con las palabras del Apóstol a los Tesalonicenses:
“Probad todo, y quedaos con lo que es bueno”. El podría, además, haber
agregado las siguientes palabras del mismo autor: “Todo es puro para los
puros: no sólo la carne y la bebida, sino que todo conocimiento, sea bueno
o malo”. El conocimiento no puede corromper, y tampoco lo harán los li-
bros, si la voluntad y la conciencia no están corrompidas.
Ya que los libros son como las carnes y las viandas, algunos buenos
y otros malos; sin embargo, Dios, en una visión no apócrifa, dijo sin excep-
ción: “Levántate, Pedro, mata y come, dejando que el hombre elija”. Para un
estómago enfermo hay poco o ninguna diferencia entre carnes sanas y
descompuestas; en cambio, para las mentes malvadas, los mejores libros
podrán transformarse en malos. No es posible que la carne descompuesta ni
aún con la más sana preparación constituya alimento, y aquí yace la diferen-
cia, ya que los libros malos a menudo le permiten al lector discreto y juicio-
so descubrir, confrontar, prevenir e ilustrar. Y el mejor ejemplo que puedo
dar es el de uno de vosotros, un Parlamentario, el más sabio de los hombres
de este Reino, el señor Selder, cuyo libro sobre las leyes naturales y racio-
nales da pruebas casi matemáticas, mediante exquisitos teoremas y razones,
de que todas las opiniones, incluso los errores reconocidos, cuando son
leídos y cotejados, son de gran ayuda para alcanzar la verdad. Por lo tanto,
en mi concepto, cuando Dios le dio al hombre la posibilidad de una dieta
universal, regida sólo por la temperancia, también dejó a nuestro criterio la
dieta de nuestras mentas; de ahí que todo hombre maduro tiene que ejercer
su propia capacidad individual. (...)
Sabemos que en este mundo el bien y el mal son inseparables y que
el conocimiento del bien está ligado al del mal; ambos tienen entre sí seme-
janzas tan indiscernibles, que ni siquiera las semillas que tenía que separar
eternamente Psyche estaban más entremezcladas. El conocimiento del mal y
CARLOS E. MIRANDA 11

del bien se remonta al mordisco que se le diera a la primera manzana, mo-


mento en el cual estos dos elementos entraron al mundo tan unidos como
dos gemelos. Y tal vez éste haya sido el sino de Adán: conocer el bien y el
mal; o más bien conocer el bien a través del mal. Y en el estado actual del
hombre, ¿qué sabiduría podría llegar a alcanzar, de qué habría de abstenerse
si no conociese el mal? El verdadero cristiano es aquel que comprende y
contempla el vicio con todas sus tentaciones y placeres aparentes, y se
abstiene, y elige lo que es verdaderamente bueno.
Me es imposible alabar una virtud fugitiva y enclaustrada, que no se
ejercita ni respira, que nunca se enfrenta a su adversario sino que lo evade
y no participa en la carrera agobiante en pos de la guirnalda inmortal. No
traemos inocencia al mundo, lo que traemos es la impureza; lo que nos
purifica es la aflicción, y la aflicción es difícil. Por lo tanto, esa virtud que no
es más que una niña en lo que a la contemplación del mal se refiere, y que
rechaza al vicio sin conocer lo que éste ofrece, es una virtud vacía, no pura,
y su blancura es una blancura excremental. (...)
Puesto que el conocimiento y el examen del vicio son tan necesarios
en este mundo para la constitución de la virtud humana, y la investigación
del error para la confirmación de la verdad, ¿cómo podríamos explorar en las
regiones del pecado y la falsedad de manera más segura y con menos peli-
gro que mediante la lectura de todo género de tratados y escuchando toda
clase de razones? Este es el beneficio que podemos obtener de libros profu-
samente leídos.
Pero de ello pueden resultar males que generalmente se estiman de
tres tipos. En primer lugar, el temor a la propagación de la infección; pero en
tal caso habría que retirar del mundo todo conocimiento y controversia
religiosa, ya que la Biblia nos ofrece relatos de horribles blasfemias y ele-
gantes descripciones de actos carnales; nos muestra a los hombres más
santos murmurando apasionadamente contra la Providencia y utilizando los
argumentos de Epicuro; y en otras controversias le da al lector común res-
puestas dudosas y obscenas. (...)
Por lo tanto, ya que es imposible suprimir aquellos libros que ten-
drían mayor posibilidad de mancillar tanto la vida como la doctrina porque
se perdería el conocimiento y la capacidad de debatir, ya que los libros de
esta naturaleza son leídos por los sabios, quienes podrían hacer llegar al
hombre común sus contenidos herejes o disolutos; ya que las malas cos-
tumbres se aprenden perfectamente sin libros de mil otras maneras que no
pueden controlarse; y ya que la doctrina perversa no se puede propagar
mediante los libros sin que exista un maestro o guía, y que esta propagación
se puede efectuar sin que medie la palabra escrita, lo que la deja fuera del
12 ESTUDIOS PÚBLICOS

campo de lo que puede ser prohibido, no puedo imaginar cómo este asunto
de otorgar permiso de impresión pudiera tener más éxito que los demás
intentos vanos e imposibles en este sentido. Y quien viera esta medida con
buenos ojos, no podrá sino compararse con aquel noble que quiso encerrar
a los cuervos cerrando el portón de su parque.
Además existe otro inconveniente: si han de ser los sabios quienes
reciban primero los libros y difundan el vicio y el error, ¿cómo vamos a
confiar en quienes otorgan permisos de impresión, salvo que les confiemos
–por encima de los demás habitantes del reino– la gracia de la incorruptibili-
dad y de la infalibilidad? Y si fuera cierto que un sabio, como un buen
minero, es capaz de sacar las pepitas de oro del más impuro de los libros, y
que un tonto seguirá siéndolo a pesar del mejor libro, e incluso sin libro
alguno, entonces no existe razón alguna para que privemos al sabio de las
ventajas de la sabiduría, mientras tratamos de evitarle al tonto algo que no
le afectará. Si se utilizan estas imposiciones para privar al hombre de lo que
no debe leer, las palabras de Aristóteles, de Salomón y de Jesús mismo
servirán de garantía de buenos preceptos, ya que un hombre sabio hará
mejor uso de un vano panfleto que un tonto de las Sagradas Escrituras.
Luego se ha dicho que no debemos exponernos innecesariamente a
la tentación y que no debemos usar nuestro tiempo en cosas vanas. A
ambos planteamientos podemos dar la misma respuesta, basada en lo que
ya hemos señalado: que para todos los hombres los libros no son ni tenta-
ciones ni inutilidades, sino drogas útiles y elementos que sirven para la
preparación de medicinas fuertes y efectivas, sin las cuales el hombre es
incapaz de vivir. Al resto, a los niños y a los hombres infantiles que no
poseen el arte de calibrar y preparar estos minerales, se les podría exhortar a
que se abstuviesen, pero la Santa Inquisición con todos los permisos imagi-
nables, no podrá jamás lograr una prohibición forzosa. Ahora os diré lo que
os prometí: esta orden de emitir permisos no podrá cumplir con sus propósi-
tos y casi me ha impedido ser claro en mi explicación. Contemplad cuán
hábil es la Verdad, que en cuanto se le proporciona una mano libre y com-
placiente, se abre mucho más rápidamente que cuando se la alcanza median-
te el método y el discurso. (...)
Si creemos que al regular la impresión vamos a rectificar comporta-
mientos, tendríamos que regular todas las recreaciones y pasatiempos, todo
lo que agrada al hombre. No se deberá escuchar música ni entonar cancio-
nes, salvo las que sean graves o dóricas. Se deberá tener bailarines que
otorguen permiso y enseñen a nuestra juventud los gestos, movimientos y
posturas que ellos consideren válidos, tal como lo estipulaba Platón. Se
necesitarán más de veinte autorizadores para examinar la totalidad de los
CARLOS E. MIRANDA 13

laúdes, violas y guitarras que hay en cada casa; no se podrá conversar


como se hace, sino que habrá que tener permiso para hablar. ¿Y quién
silenciará todas las melodías y los madrigales que se susurran suavemente
en los dormitorios? También hay que considerar las ventanas y las vitrinas
donde se ofrecen a la venta libros sutiles de portadas peligrosas. ¿Quién los
va a prohibir? ¿Acaso bastarán veinte personas con poder para emitir auto-
rización? Además, habrá que visitar las aldeas para ver qué dicen las gaitas
y los rabeles, y analizar las melodías que toca cada violinista municipal;
porque éstas son las Arcadias y los Montes Mayores del campesino.
En seguida, habrá que considerar la mayor corrupción nacional, por
la cual Inglaterra es ampliamente conocida: la gula hogareña. ¿Quiénes se-
rán los rectores de nuestros excesos diarios? ¿Y qué se hará para inhibir a
las multitudes que frecuentan aquellos antros donde se vende y se protege
la embriaguez? Nuestro vestuario también habrá que someterlo al otorga-
miento de permiso especial, y habrá alguien que dispondrá que debemos
hacernos ropa más sobria. ¿Quién regulará la conversación de nuestra ju-
ventud, cuando las muchachas se juntan con los muchachos, como es cos-
tumbre en este país? ¿Quién determinará lo que ha de discutirse, lo que ha
de presumirse, y lo que no ha de ser considerado? Finalmente, ¿quién prohi-
birá y separará todo quehacer inútil y toda compañía perversa? Estas cosas
existen y deben existir; pero es el deber del Estado el lograr que sean menos
lesivas y menos seductoras. (...)
Si toda acción, buena o mala, de un hombre maduro fuera obligatoria
o prohibida, la virtud pasaría a ser sólo una palabra y entonces, ¿qué ala-
banzas merecerían los sobrios, los justos y los moderados? Hay muchos
que se quejan porque la Divina Providencia permitió que Adán pecara. ¡Qué
tontería! Dios, al darle capacidad de razonar, le dio libertad para elegir, ya
que el razonamiento no es sino capacidad de elegir; si no, habría sido un
Adán artificial, un Adán sin capacidad de pensar, sólo con capacidad de
moverse. Nosotros mismos no pensamos que la obediencia, el amor y la
gracia son obligatorias; por lo tanto, Dios lo dejó en libertad, le puso por
delante un objeto tentador, y en esto reside su mérito, su derecho a recom-
pensa, la alabanza de su abstinencia. Si Dios nos dio pasiones y nos rodeó
de placeres, fue porque el uso moderado de éstos es el verdadero ingredien-
te de la virtud.
No son muy hábiles los que piensan que eliminarán el pecado al
eliminar la materia del pecado, porque el pecado es una enorme montaña
que crece con los forados, y aunque algunos pierdan ocasionalmente parte
de su pecado, éste no podrá ser totalmente extraído de algo tan universal
como los libros; y aunque esto se lograra, el pecado sigue entero. Porque
14 ESTUDIOS PÚBLICOS

aunque le quitéis su tesoro a un hombre codicioso, dejándolo sin ninguna


joya, no lo liberaréis de su codicia. Eliminad todos los objetos que provocan
lujuria, encerrad a toda la juventud en la más estricta de las ermitas, y no la
transformaréis en casta; se necesita tener mucho cuidado y sabiduría para
manejar este asunto. Imaginemos que el pecado pudiera ser eliminado de
esta manera; en la medida en que eliminamos el pecado, también eliminamos
la virtud, ya que ambos están conformados por la misma materia. Suprimid el
pecado y suprimiréis la virtud.
Esto justifica la providencia de Dios, quien a pesar de exigirnos mesu-
ra, justicia y continencia, puso ante nosotros toda suerte de cosas deseables
y nos dio mentes que tienden a vagar más allá de todo límite y saciedad.
¿Entonces, por qué debemos asumir un rigor contrario al modo de Dios y de la
naturaleza? ¿Por qué hemos de reducir o escatimar esos medios, cuando la
impresión libre de libros servirá para poner a prueba la verdad y ejercitar la
virtud? Mejor sería aprender que la ley deberá ser frívola, ya que cuando
restringe, trabaja igualmente en pos del bien y el mal. Y si me dieran a elegir, yo
me quedaría con una gota de una buena acción en vez de con un montón de
prohibiciones de hacer el mal. Porque Dios prefiere el desarrollo y la realiza-
ción de una persona virtuosa que la restricción de diez personas viciosas. (...)
Otra razón que demuestra claramente que este decreto no cumplirá
con sus objetivos dice relación con las cualidades que debería tener toda
persona que emita autorizaciones de impresión. No se puede negar que la
persona que ha de juzgar si un libro vive o muere, si nace o no, tendría que
ser un hombre por encima de los demás; un hombre estudioso, sabio y
juicioso; de no ser así, podría haber errores en la censura de lo que se
permitirá y lo que no será permitido, lo que constituiría un daño mayor. Si
tiene todas estas cualidades, sería para él el más tedioso e implacentero de
los trabajos y la mayor pérdida de tiempo el tener que ser el lector perpetuo
de libros (a menudo extensísimos volúmenes) y folletos que él no ha elegido
leer. No hay libro que sea aceptable en todo momento; pero tener que leer a
toda hora documentos escritos con letra ilegible, lo considero una imposi-
ción que no creo estaría dispuesto a aceptar un hombre que valora su
tiempo y sus conocimientos. Al respecto pido que se perdone a los actuales
emisores de permisos, ya que estoy seguro de que asumieron sus funciones
por obediencia a este Parlamento, y porque creyeron que el trabajo sería
fácil y liviano; pero este tipo de juicio ya los ha agotado, como se aprecia en
sus expresiones y en las excusas que dan a quienes han viajado largas
distancias para conseguir un permiso. Como vemos que los que actualmen-
te tienen este trabajo sólo quieren deshacerse de él y que ningún hombre de
bien, ni ningún hombre que valore su tiempo estaría dispuesto a recibir el
CARLOS E. MIRANDA 15

sueldo de un corrector de pruebas, bien nos podemos imaginar la calaña de


emisores de permisos de impresión que tendremos de ahora en adelante:
serán ignorantes, voluntariosos, flojos o vilmente metalizados. Esto es lo
que tenía que demostrar: que este Decreto no podrá lograr los objetivos que
se ha planteado.
Finalmente, pasaré de lo inútil que será al daño manifiesto que cau-
sará, debido a que constituye el más serio desaliento y la peor afrenta al
saber y a los sabios. (...)
Cuando un hombre le escribe al mundo, recurre a toda su razón y
discernimiento para que lo ayuden; busca, medita, trabaja y posiblemente
consulta y dialoga con sus amigos juiciosos; después de todo esto, se
considera lo debidamente informado con respecto a lo que escribe y con
respecto a lo que han escrito otros antes que él. Si, en este acto consumado
de fidelidad y madurez, o le sirven ni el tiempo, ni su trabajo, ni su demostra-
ción de habilidades pasadas para ganar confianza y para evitar sospechas,
y tiene que llevar el resultado de sus esfuerzos y desvelos a un emisor de
permisos de impresión para que éste lo revise, a pesar de que el revisor
pueda ser un hombre mucho más joven y menos juicioso que el escritor o
alguien que no se imagina lo que es escribir un libro; y si, en el caso de no
ser rechazado, tiene que aceptar que su nombre aparezca junto con el de su
guardián, y que la firma de su censor en la contratapa de su obra sea lo que
garantiza que el autor no es ni un idiota ni un seductor, no puede conside-
rarse todo esto sino como un acto de deshonor y un desprecio al autor, al
libro, al privilegio y a a la dignidad del saber. (...)
¿Y cómo podrá un hombre enseñar con autoridad lo que es la vivencia
de la enseñanza? ¿Y cómo podrá ser un doctor en su libro –como le correspon-
de, ya que en caso contrario mejor hubiera permanecido en silencio– cuando
todo lo que enseña, todo lo que entrega, está sujeto a la tuición y corrección
de su emisor patriarcal, quien podrá exigir que se borre o cambie lo que a él –
en su calidad de juez– no le parece correcto? Todo lector agudo, al ver el
primer indicio de una autorización pedante, estará dispuesto a tirar el libro
como quien tira un tejo; odio a un profesor alumno, no tolero a un instructor
que llegue a mí después de haber sido revisado. Nada sé del emisor de la
autorización, pero veo la marca de su mano arrogante en esta obra. ¿Quién me
garantiza que su juicio es acertado? El Estado, señor, me responde el librero;
pero yo respondo: El Estado será mi gobernante pero no mi crítico; el Estado
puede equivocarse en su elección de emisores de permisos de impresión y lo
puede hacer tan fácilmente como podría el emisor de permisos equivocarse en
un autor. Esto es común, y podría citar a Sir Francis Bacon diciendo que los
libros permitidos son sólo el lenguaje de la época. Porque aun cuando pudiera
16 ESTUDIOS PÚBLICOS

ocurrir que un emisor de permisos fuera juicioso, el peligro persiste, ya que su


posición y su quehacer lo llevarán a dejar pasar sólo lo que ya ha sido
vulgarmente recibido.
Más aún, y todavía más lamentable, es que la obra de un autor
fallecido y no muy conocido en vida, caiga en manos de los emisores de
permisos para efectos de impresión o reimpresión. Si en dicha obra se llega-
ra a encontrar una frase venturosa, emitida en el colmo del éxtasis de la
creación, la cual incluso podría ser un dictado de inspiración divina, pero
que no les acomoda a los emisores de permisos de impresión, éstos no le
perdonarían nada, aun cuando la obra de Knox mismo, del Reformador del
Reino. Al caer en sus manos, podría perderse para siempre el sentir de un
gran hombre debido a la timidez o a la presunción de un emisor superficial.
Es un hecho que se ha violado de esta forma la obra de un autor, y el libro
afectado es sumamente importante; yo lo podría nombrar, pero no hablaré
hasta que llegue una oportunidad más conveniente. (...)
Y como es una enorme falta de consideración por todos los seres
vivos, y aún más lesivo respecto de los trabajos escritos y los monumentos
de los muertos, a mí me parece que es un desprecio a la nación entera. No
puedo referirme con ligereza a la inventiva, al arte, al humor y al juicio
ponderado y sólido que existe en Inglaterra, para que lo lleguen a compren-
der veinte personas –por muy sagaces que fueran–; y mucho menos a lo
que puede ser censurado por quienes escudriñan y criban las obras, e impi-
den circular a las que no cuentan con sus sellos. La verdad y el saber no
son productos para ser monopolizados o comercializados mediante docu-
mentos y estatutos o normas. No podemos considerar la posibilidad de
transformar todos los conocimientos que hay en este reino en bienes co-
merciales, ni ponerles precio, ni otorgarles permisos de comercialización,
como lo hacemos con nuestras telas y nuestra leña. (...)
No es menor el reproche para el hombre común, porque si somos tan
celosos del pueblo y no nos atrevemos a confiarles un folleto, ¿qué hacemos
sino censurarlos y tratarlos como un pueblo atolondrado, vicioso y poco
confiable que está en tal estado de salud y de debilidad que sólo puede digerir
lo que les hacen llegar los emisores de permisos de impresión? No podemos
pensar que actuar así es demostrar amor hacia el pueblo, cuando en aquellos
lejanos lugares católicos, donde se odia al laico, se aplica el mismo castigo. No
lo podemos llamar sabiduría, porque sólo afecta a una licencia, y tampoco lo
podemos considerar como el freno a una licencia, ya que las corrupciones que
pretende frenar entran por otras puertas que no pueden cerrarse.
Y para concluir, también afecta la reputación de nuestro clero, de
quienes esperábamos más, y vemos lo que cosecha su grey, ya que después
CARLOS E. MIRANDA 17

de todas las referencias al evangelio y todos los sermones, los feligreses


siguen juntándose con la chusma sin principios, ignorante y laica, sin apartar-
se de los folletos que los llevan fuera del catecismo y de la senda cristiana.
Esta puede ser una buena razón para que el clero se sienta desalentado, ya
que existe una noción tan pobre de sus exhortaciones y de la receptividad de
sus auditores, a quienes no se los puede colocar frente a tres hojas de papel
sin que éstas hayan sido revisadas por el censor; y a la opinión que todos los
sermones y prédicas impresas y entregadas en tal profusión que han imposi-
bilitado la venta de otros libros, no son suficiente coraza contra un Enchiri-
dión, sin el Castillo de Saint Angelo como Imprimátur.
Y por si alguien os llega a convencer, Lores y Comunes, de que
estos argumentos acerca del desaliento de los sabios con respecto a vues-
tro criterio son sólo argucias y no realidades, os podría relatar lo que he
visto y lo que he oído en otros países en los que este tipo de inquisición
tiránica existe, cuando me he sentado con sus sabios –cosa que a honor
tengo– y he sido considerado un hombre feliz por haber nacido en un país
de libertad filosófica, como suponían que era Inglaterra, mientras ellos no
hacían más que lamentarse por la condición servil en que se hallaba el
conocimiento en otros lugares, que esto había apagado la gloria del ingenio
en Italia, donde desde hacía mucho tiempo no se habían escrito sino lison-
jas superficiales. Ahí conocí al famoso Galileo, envejecido en una prisión de
la Inquisición, porque había vislumbrado una astronomía diferente a la que
consideraban correcta los Franciscano y los Dominicos. (...)
Quien piensa bien sabe que nuestra fe y nuestro conocimiento cre-
cen con el ejercicio, tal como lo hacen nuestras piernas y nuestros múscu-
los. En las escrituras, la verdad es comparada con una fuente: si sus aguas
no fluyen permanentemente, se enferman y se transforman en charcos lodo-
sos de conformismos y tradición. Un hombre puede ser hereje con la verdad
si cree las cosas sólo porque se las dice su Pastor, o porque así lo ha
determinado la Asamblea; si este hombre no busca razones, se transforma
en hereje aun cuando su creencia sea verdadera. (...)
Porque si estamos seguros de tener la razón y no nos sentimos
culpables por sostener la verdad, si nosotros mismos no condenamos nues-
tras propias enseñanzas débiles y frívolas, y si la gente deambula desorde-
nadamente por una vida libre de enseñanza y de religión, ¿qué puede ser
más justo que un hombre juicioso, sabio y con una conciencia tan limpia
como la de quienes a nosotros nos enseñan, pueda publicar abiertamente
sus ideas, sus opiniones y sus razones, en vez de ir a escondidas de casa
en casa diciendo lo que piensa? Cristo se justificó diciendo que predicaba
en público, pero escribir es más público que predicar; y más fácil de refutar,
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si así fuese necesario, ya que hay muchos que tienen por profesión la
defensa de la Verdad; y si la descuidan, ellos serán los responsables por su
pereza o incapacidad. (...)
Mirad ahora esta gran Ciudad: una ciudad que otorga asilo; la man-
sión de la libertad, rodeada de su protección; el taller bélico no tiene aquí
yunques y martillos para la fabricación de las corazas y de las armas con las
que la Justicia defiende a la acosada verdad, sino cabezas y plumas, ubica-
das bajo sus lámparas de estudio, pensando y buscando y considerando
nuevas nociones e ideas que presentar –como homenaje y acto de fe– a la
reforma que llegue; y otros que leen tan rápido como los pensadores, pro-
bando todo, asintiendo a la fuerza de la razón y del convencimiento. ¿Qué
más podrá pedirle un hombre a una Nación tan flexible y tan dispuesta a
buscar el conocimiento? ¿Qué necesita esta tierra fértil sino trabajadores
fieles y sensatos que creen un pueblo sabio, una Nación de Profetas, de
sabios y de hombres valiosos? Creemos que faltan más de cinco meses para
la cosecha; no se necesitarían más que cinco semanas, si sólo eleváramos
los ojos, para ver que los campos ya están puros.
Donde hay gran deseo de aprender, necesariamente tendrá que ha-
cer mucha argumentación, muchas escritura, muchas opiniones, porque la
opinión de los hombres buenos no es sino conocimiento de gestación. Bajo
los fanáticos terrores de sectas y de cismas, no podemos satisfacer la since-
ra y apasionada sed del conocimiento y de la comprensión que Dios ha
incitado en esta ciudad. Lo que algunos lamentan, deberíamos más bien
celebrarlo. Deberíamos alabar la piadosa precocidad de los hombres y su
interés por volver a estar más cerca de la religión. Sólo se necesita un poco
de generosa prudencia, algo de paciencia con los demás y un grano de
caridad, para unirse a una búsqueda general y fraternal de la verdad, y
podríamos liberarlos de esta tradición de hacinar las conciencias libres y las
libertades cristianas dentro de cánones y preceptos humanos. No me cabe
la menor duda que si apareciera entre nosotros un extranjero respetable,
capaz de discernir el carácter y el temple del pueblo y de gobernarlo mante-
niendo sus esperanzas y metas, observando cuán ágiles son nuestros pen-
samientos y razonamientos cuando buscan la libertad y la verdad, esta per-
sona diría lo mismo que dijera Pirro al admirar la docilidad y valentía de los
romanos: ‘Si así fuesen mis Epirotes, no dudaría en acometer la más grande
empresa posible: hacer feliz a una Iglesia o a un Reino’. (...)
¿Qué haríais entonces? ¿Suprimiríais toda esta florida cosecha de
conocimientos y la nueva luz que brota a diario en esta ciudad? ¿Establece-
ríais una oligarquía de veinte golosos para sumirnos nuevamente en un
estado de hambruna mental y para que sólo fuésemos capaces de saber lo
CARLOS E. MIRANDA 19

que a ellos les acomoda? Creedme, Lores y Comunes, aquellos que os acon-
sejaron hacer tal supresión, están pidiendo que vosotros mismos os supri-
máis, como demostraré en seguida. Si se desea saber cuál es la causa inme-
diata de toda esta libertad de escritura y de palabra, no cabe duda que la
clave está en vuestro gobierno pacífico, libertario y humanitario. La libertad,
Lores y Comunes, nos la han proporcionado vuestros valientes y felices
consejos, y esa libertad es la nodriza de todos los grandes ingenios; esto es
lo que ha purificado e iluminado nuestros espíritus como una influencia
celestial; esto es lo que nos ha liberado y engrandecido, y lo que ha disipa-
do gradualmente nuestros recelos.
Ahora, no podéis hacernos menos capaces, menos sabios, menos
interesados en la persecución de la verdad, salvo que lo hagáis antes con
vosotros mismos, y dejáis de ser los amantes y fundadores de nuestra
verdadera libertad. Podremos volver a ser ignorantes, brutos, convenciona-
les y serviles, tal como vosotros nos encontrasteis; pero entonces vosotros
tendríais que transformaros en algo que no podéis ser, opresivos, arbitra-
rios y tiránicos, como eran aquellos de quienes nos habéis liberado. Que en
estos momentos nuestros corazones sean más receptivos y nuestros pensa-
mientos más erectos en la búsqueda de cosas más dignas, es el resultado de
vuestra propia virtud propagada en nosotros; y eso no lo podéis suprimir,
salvo con la instauración de una ley inmisericorde, que permita que los
padres maten a sus propios hijos. ¿Y, entonces, quiénes permanecerán cer-
ca vuestro y llamarán a los demás a acompañarnos? No aquel que usa la
armadura de abrigo, y que trae a unos cuatro nobles de Danegelt. Aunque
no condeno la defensa de justas inmunidades, amo por sobre todo la paz.
¡Dadme la libertad de saber, de hablar y de disentir libremente según los
dictámenes de mi conciencia! (...)
Y ahora es el momento especial de escribir y decir lo que podrá
contribuir a la mejor discusión de los asuntos en debate. El templo de Jano,
con sus dos caras contrapuestas, podría abrirse, y aunque se desatasen
todos los vientos doctrinarios sobre la tierra, al emitir permisos y al prohibir
dañaríamos la verdad porque desconfiaríamos de su fortaleza. Dejad que ella
se enfrente a la falsedad. ¿Quién ha visto que la verdad pierda en una lucha
abierta y libre? Su silenciamiento es la mayor y más segura supresión. El que
oye los ruegos para que haya entre nosotros más luz y conocimientos,
pensaría en otros asuntos que están fuera del orden de Ginebra, y que están
ya en nuestras manos. Pero cuando la luz que pedimos nos ilumina, hay
quienes la envidian y se oponen a ella, salvo que la hayan recibido antes.
¿Qué confabulación es ésta en que los sabios nos piden diligencia
para buscar la sabiduría tal como se busca un tesoro escondido, para que
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luego se nos informe que sólo se nos permitirá saber por estatuto? Cuando
un hombre ha estado trabajando en las profundas minas del conocimiento,
cuando se ha equipado con sus descubrimientos, cuando ha sacado sus
conclusiones y ha dispersado y derrotado todas las objeciones, y ha llama-
do a su adversario y le ha ofrecido la ventaja del sol y del viento, y sólo le
ha pedido que la disputa sea resuelta con la fuerza de los argumentos; y a
pesar de esto ve que sus opositores se escabullen, le tienden emboscadas y
le obligan a pasar a través de un angosto puente de permisos de impresión;
todo lo cual puede ser válido en las guerras militares, pero es una debilidad
y una cobardía en las guerras en pos de la Verdad.
¿Quién ignora que la Verdad es casi tan fuerte como el Todopodero-
so? La Verdad no necesita ni de políticas, ni de estratagemas, ni de permi-
sos para triunfar; éstas son las tretas y las defensas que usa el error para
defender su poderío. Dadle espacio, y no las amarréis mientras duerme,
porque entonces no dice lo verdadero, sino que actúa como lo hacía Proteo,
quien sólo decía oráculos cuando estaba amarrado. En tales casos, ella
adopta formas que no son suyas y ajusta su voz según el tiempo –como lo
hacía Micaia frente a Ahab– en tanto se abjure de su propia imagen. Pues
no es imposible que ella tenga más de una forma. ¿Qué son todas esas
cosas indiferentes que se colocan a uno u otro lado de la verdad, sin ser
distintas de ella misma? ¿Qué otra cosa son si no vanas sombras la aboli-
ción de esas ordenanzas, esos escritos clavados en la Cruz? ¿Qué gran
adquisición es la libertad cristiana de que habla tan a menudo Pablo? Según
su doctrina, el que come o el que no come, el que mira o el que no mira,
puede hacerlo por el Señor. ¿Cuántas otras cosas tolerar en paz y dejarlas a
la conciencia, si tuviéramos caridad y si no fuera nuestra mayor hipocresía
el estar siempre juzgándonos el uno al otro?
Temo que este férreo yugo de conformismo externo ha dejado una
marca de esclavitud n nuestros cuellos; aún nos pena el fantasma de una
blanca decencia. Trastabillamos y nos impacientamos frente a una congre-
gación dividida, aunque la división no resida en asuntos fundamentales, y a
través de nuestra procacidad por suprimir y nuestra torpeza por recuperar
de las costumbres un mendrugo de verdad, no damos importancia a que las
verdades permanezcan separadas, lo que constituye la más grande de todas
las grietas y desuniones. No vemos que mientras seguimos adoptando una
rígida formalidad externa, podemos otra vez caer en la enorme estupidez del
conformismo, en un trágico congelamiento de madera y de paja unidos a la
fuerza, lo que ha contribuido más a la rápida degeneración de una Iglesia
que muchas de las dicotomías de los cismas menores. (...)
Ha habido varios desde el comienzo de este Parlamento, tanto Pres-
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biterianos como otros, que con sus libros no permitidos y haciendo caso
omiso al Imprimatur, primero cortaron el triple hielo que rodeaba los corazo-
nes y enseñaron a la gente a ver la luz del día; espero que ninguno de ellos
haya estado involucrado en la renovación de esta esclavitud que han hecho
tan bien en condenar.
Pero si no fuese suficiente ni la amonestación de Moisés al joven
Josué ni la contraorden que diera nuestro Señor al joven Juan, que estaba
tan listo a prohibir a aquellos que consideraba faltos de permiso; si no
bastase con amonestar a nuestros ancianos por lo inaceptable ante Dios
que es el prohibir; si no se recuerda la maldad que ha prevalecido en la
Iglesia debido a esto de los permisos y lo que significa pasar por encima de
estos dictámenes; ellos, que ya están con un pie en el estribo de la supre-
sión, nos harán sufrir la más domínica parte de la Inquisición. No sería,
pues, empresa ineficaz partir por suprimir a los supresores mismos, a quie-
nes el cambio de su condición ha inflado, olvidando su experiencia anterior
de tiempos más difíciles que los había hecho cuerdos.
En lo que a la regulación de la Prensa se refiere, no dejéis que hom-
bre alguno pueda creer que tiene el privilegio de aconsejaros acerca de lo
que vosotros podríais hacer respecto de aquel Decreto recientemente publi-
cado que estipulaba: “Que no se imprima libro alguno, salvo que el nombre
del Impresor y del Autor, o por lo menos el del Impresor esté registrado”; lo
aparezcan de otra manera, en caso de ser considerados malignos y lesivos,
serán entregados al fuego del verdugo, quien se encargará de ellos como el
más rápido y el más oportuno de los remedios. Esta política realmente espa-
ñola de permitir libros, resultará ser ella misma el libro menos permitido
dentro de poco; y nos trae a la memoria la imagen de un decreto del Salón
de las Estrellas que se hiciese efectivo en aquellos tiempos en que la Corte
realizaba esa piadosa labor y que la ha llevado a convivir con Lucifer. Por
dicho decreto podréis saber qué nivel de prudencia, qué amor por el pueblo,
qué preocupación por la Religión o por las buenas maneras había detrás de
esa medida que pretendía con toda hipocresía restringir los libros al buen
comportamiento. Y cómo le ganó la mano a vuestro Decreto anterior que
estaba tan bien constituido que, si le hemos de creer a aquellos hombres
que tienen por profesión el hacerse preguntas, no se puede dudar que
existía el fraude de parte de algunos antiguos tenedores de licencias y mo-
nopolizadores del campo de la venta de libros, quienes bajo la guisa de no
defraudar a los pobres de su Compañía y del derecho de cada hombre de
retener su copia, produjeron coloreadas glosas al Parlamento, que resulta-
ron ser nada más que colores y que sólo sirvieron para ejercer una superio-
ridad sobre sus vecinos. Hombres, por lo tanto, que no trabajaban en una
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profesión honesta relacionada con el saber, y que deseaban avasallar a


otros hombres. Se cree que otro de sus objetivos al propiciar este Decreto
fue que se les permitiera tener en sus manos libros malignos que pudieran
ser llevados al extranjero.
Pero no soy experto en estos sofismas y asuntos comerciales. Lo que
sé es que los errores de un buen gobierno y de un mal gobierno son casi
igualmente incidentales; porque ¿qué magistrado puede no estar mal informa-
do, especialmente si la Libertad de Impresión está en manos de unos pocos?
Pero enmendar rápida y decididamente lo que ha sido un error, y permitir que
la autoridad máxima lo haga, es una virtud que corresponde (honorables Lores
y Comunes) a vuestra alta investidura, y por eso en este acto sólo podrán
tener participación los hombres más grandes y más sabios.

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