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Revista Estudios Publicos 42

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MESA REDONDA

CONSIDERACIONES SOBRE
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y
PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO*

Giovanni Sartori y otros

**
Enrique Barros:

ra el Centro de Estudios Públicos es un honor tener ante noso-


tros a los ilustres profesores Giovanni Sartori, Arend Lijphart y Santiago
Nino y a destacados intelectuales chilenos preocupados del tema del régimen
político. Ellos han asistido en estos días al congreso sobre la materia,
organizado por el Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de
Chile.
En particular, quisiera agradecer la presencia del profesor Sartori,
cuya trayectoria académica e intelectual no es necesario subrayar. Es, sin
duda, uno de los dentistas políticos más notables de nuestro tiempo, no
sólo por la extensión, sino particularmente por la influencia de su obra. El
profesor Sartori es autor reciente de un documento titulado "Ni presiden-
cialismo, ni parlamentarismo", donde ha adoptado una posición favorable a

*Transcripción editada de mesa redonda que se llevó a efecto el día 7 de


septiembre de 1990 en el Centro de Estudios Públicos. Participaron en ella:
Enrique Barros (moderador), Raúl Bertelsen, Bernardino Bravo, Arend Lijphart,
Santiago Niño, Humberto Nogueira, Giovanni Sartori (expositor) y Arturo
Valenzuela.

**Abogado. Doctor en Derecho en la Universidad de Munich. Profesor de


Derecho de la Universidad de Chile. Miembro del Consejo Directivo del Centro
de Estudios Públicos.
8 ESTUDIOS PÚBLICOS

un régimen mixto, "semipresidencial" o "semiparlamentario". Sartori


plantea en esta materia un contrapunto a las tesis parlamentarias de Juan
Linz y Arturo Valenzuela, discutidas en meses pasados en el Centro de
Estudios Públicos.l
Nuestro propósito en esta reunión es disfrutar de una conversación
franca y fluida sobre los problemas que plantea la opción por un cierto ré-
gimen de gobierno democrático, aprovechando la presencia de nuestros dis-
tinguidos visitantes. Escucharemos, ante todo, una exposición del profesor
Sartori, quien nos comunicará las razones en que apoya su opción intelec-
tual por un régimen que combine elementos presidenciales y parlamen-
tarios. Luego podremos tener un intercambio franco y espontáneo de
opiniones entre los asistentes.

Giovanni Sartori:*

A objeto de centrar el debate, creo que debemos intentar establecer


nuestras prioridades: ¿cuál, a nuestro juicio, puede ser el mejor o un buen
sistema de gobierno para Chile? Desde luego, tenemos al respecto prio-
ridades diferentes, lo cual es parte de la razón de nuestra discrepancia.
Ustedes pueden estimar que el objetivo principal es la estabilidad del
régimen. Supuestamente ésa sería la primera prioridad de Arturo Valenzuela,
si es que lo interpreto correctamente. Con frecuencia se escucha alabar la
estabilidad de los gobiernos (no de los regímenes), es decir, la duración de
los gobiernos. Sin embargo, yo no creo que el tiempo sea buen indicador de
algo. En Italia los gobiernos perduran porque no hacen nada, de modo que la
duración es función del inmovilismo. Algunas veces los gobiernos de corta
vida pueden ser muy eficaces y, de hecho, acostumbran serlo en los
primeros seis meses (porque no es propio derrocarlos antes de ese lapso). De
modo que la duración no es el punto importante.

1
"Presidencialismo, semipresidencialismo y parlamentarismo",
Estudios Públicos, 36 (primavera 1989).
*
Profesor titular de la cátedra Albert Schweitzer in the Humanities en la
Universidad de Columbia (Nueva York, EE. UU.). Autor de numerosos libros y
artículos en las áreas de política comparada y teoría política. Entre ellos cabe
destacar Parties and Party Systems: a Framework for Analysis, vol. 1, (Londres:
Cambridge University Press, 1976) [Versión en español de Alianza Editorial,
1980]; Democratic Theory (Nueva York: Praeger, 1967). Su trabajo "La
influencia de los sistemas electorales" fue publicado en Estudios Públicos, 17
(verano 1985).
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 9

Otro objetivo es la efectividad del gobierno, con lo cual quiero decir


capacidad para tomar decisiones. Un sistema político se hace acreedor de una
buena calificación cuando es capaz de tomar decisiones. La prioridad por la
cual yo me inclinaría, incluso en el caso de Chile, es realmente la
efectividad del gobierno.
Dos o tres años atrás podría no haber sido así. Quiero dejar en claro
que he alterado mis prioridades a causa de los sucesos de 1989. El zeitgeist,
los vientos de la historia, como Hegel posiblemente habría dicho, han
cambiado. Hoy, desde el punto de vista de la legitimidad, la democracia no
tiene alternativa. Esto representa una diferencia enorme. Aun cuando las
democracias puedan tener un desempeño deficiente, actualmente son difíciles
de derrocar porque no hay alternativa a la legitimidad que las sustenta. Y,
desde luego, otra consecuencia del derrumbe del comunismo (de los
regímenes de Europa del Este y de la propia Unión Soviética) es el consi-
guiente desvanecimiento de lo que yo denominara, años atrás, "partidos
antisistema". Estos aún no han desaparecido, pero tienen dificultades.
Incluso el Partido Comunista italiano, que sigue siendo el Partido
Comunista más fuerte del mundo, no sólo tiene graves problemas, sino que
ha decidido cambiar de nombre, y en este momento se le conoce como "la
Cosa". Si el partido antisistema más importante de Occidente se autode-
nomina "la Cosa"... entonces ya no puede asustarnos. Por esa razón ahora
me preocupa la efectividad gubernamental en vez de la estabilidad del
régimen democrático.
El segundo punto preliminar es el tema de la ingeniería cons-
titucional. Por de pronto debe señalarse que la ingeniería constitucional sólo
puede proveer estructuras (capacidades estructurales) que establezcan límites
y configuren una maquinaria deseable de premios y castigos, es decir, un
sistema de incentivos. Las estructuras no pueden hacer más que eso. Pueden
estructurar "funcionalidad", si se quiere, pero no pueden salvarnos de la es-
tupidez (estúpido es aquel que inconscientemente se daña a sí mismo y a
otros).
Tercero, al parecer en Chile el principal punto en discusión es, en
breve, si se desea ir o no hacia un sistema parlamentario. Aunque no soy
exactamente partidario del parlamentarismo, debo admitir que tiene la fuerza
de la lógica o una importante justificación a su favor: la norma del juego en
cualquiera democracia es el gobierno de la mayoría, con lo cual sim-
plemente quiero decir que en una democracia los conflictos se resuelven
conforme a la regla de mayoría: se cuentan los votos y gana el que obtiene
el número mayor. Si ese es el caso, entonces tiene sentido decir que un
gobierno sólo puede gobernar cuando cuenta con el respaldo de una mayoría
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en el parlamento. En consecuencia, hay una justificación poderosa para decir


que los sistemas que funcionan son parlamentarios, en el sentido que
requieren y deben obtener un apoyo mayoritario en el parlamento.
El problema con los sistemas presidenciales y con la separación de
poderes estriba, entonces, en que están erigidos sobre una incongruencia. Al
presidente se le confiere mucho poder en la Constitución, pero de hecho él
puede no tener suficiente adhesión en el parlamento como para sostener ese
poder. En el caso de contar con el respaldo de una mayoría en el parlamento,
y de ser ésta una mayoría sólida, el presidencialismo funciona. Sin
embargo, rara vez este es el caso, ni siquiera en los Estados Unidos, donde
cada vez es más común que los presidentes lleguen al gobierno apoyados
por una minoría, es decir, son presidentes que no controlan una mayoría en
el Congreso. Por tanto, en principio, hay un poderoso argumento en favor
del parlamentarismo: una congruencia estructural que los sistemas
presidenciales basados en la división de poderes no tienen.
Hasta aquí, bien. Pero el parlamentarismo es hoy un gran paraguas,
un nombre genérico bajo el cual se agrupan tipos extraordinariamente
diferentes. La pregunta es, entonces, cuál parlamentarismo. Hay ejemplos
buenos de parlamentarismo, como también los hay horribles. Entre los
malos ejemplos mencionaría a Italia, Israel, Francia —Tercera y Cuarta
Repúblicas— y la República de Weimar (algunos consideran a esta última
como semipresidencial, pero ello depende en gran medida de la definición de
presidencialismo). Por tanto, tenemos casos de parlamentarismo que de
hecho han conducido al colapso.
De manera que la causa del parlamentarismo, en principio, gana;
pero en la práctica la pregunta es cómo tener un buen parlamentarismo, y
por tal me refiero al sistema de gabinete de tipo inglés o al sistema de
canciller de tipo alemán, y no al gobierno de asamblea o al caos atomizado
(la otra posibilidad de parlamentarismo). Este problema no se resuelve di-
ciendo simplemente "queremos parlamentarismo" debe resolverse mediante
un "análisis de condiciones". Se debe comenzar por analizar las condiciones
específicas existentes en una sociedad dada, y luego ver cómo éstas
conducen, o facilitan, un tipo de parlamentarismo versus otro.
En una ponencia anterior propuse que nos olvidásemos de los rótu-
los presidencial y parlamentario y que observáramos a países concretos,

*Aquí y más adelante, hay alusiones de los participantes a ponencias y


diálogos que tuvieron lugar en el seminario "Hacia una Democracia Moderna: la
Opción Parlamentaria" organizado por el Instituto de Ciencia Política de la
Pontificia Universidad Católica de Chile los días 5, 6 y 7 de septiembre de 1990.
ALTERNATTVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 11

ordenándolos conforme a un criterio determinado, el que en mi plantea-


miento es la efectividad del gobierno, la capacidad para tomar decisiones
(gobernabilidad). En esa oportunidad presenté una lista de países que en mi
opinión cumplían con el criterio de la eficiencia-eficacia.
Mi lista era y sigue siendo hasta hoy (después de esta discusión
puede que la modifique un poco): Inglaterra, Quinta República de Francia
—cuando coinciden la mayoría presidencial y la parlamentaria— y la Kanz-
lerdomokratie alemana. Luego viene un segundo grupo de países: Suecia,
Noruega, Japón y España, sólo o en tanto hayan tenido un sistema parti-
dario de "un partido predominante", es decir, cuando hayan tenido un go-
bierno de un partido. Esos han sido los casos de Suecia y Noruega por
mucho tiempo, de Japón por cerca de treinta y cinco años y, recientemente,
de España.
Según mi argumento, entonces, el gobierno de un partido es lo que
permite el funcionamiento de estos sistemas parlamentarios. A conti-
nuación está nuevamente Francia, con una mayoría dividida, porque incluso
con una mayoría dividida la Quinta República continúa siendo bastante
eficaz. En seguida vienen Finlandia y luego otros en los cuales no es
preciso que me extienda. Mi lista incluye algunos sistemas parlamentarios,
pero sólo algunos y bajo cierta condición: cuando tienen un sistema
partidario con un partido mayoritario. Luego está Francia como un buen
ejemplo de semipresidencialismo y, en términos similares, se agrega Fin-
landia. Pero el punto no es que esta lista correctamente jerarquizada sea la
definitiva; lo importante es que hemos ido penetrando las categorías y
hemos examinado la sustancia.
La sustancia consiste en ver qué variables afectan el desempeño, en
determinar cuáles son las principales variables que conducen a un gobierno
eficaz. Las variables son siempre numerosas, pero las básicas que tengo en
mente son i) el número de partidos relevantes, ii) el grado de polarización y
iii) la disciplina partidaria.
Primera variable: el número de partidos relevantes. La situación
óptima aquí es que el número sea pequeño: tres o cuatro partidos es mejor
que cinco, cinco mejor que seis, y seis mejor que diez. La lógica es que
cuando hay más de dos partidos relevantes, generalmente se producen
gobiernos de coalición; y de ser así, mientras más grande sea la coalición
(mientras mayor sea el número de participantes) mayor será el número de
disputas.
La segunda variable es el grado de polarización. Pienso que ésta es la
variable crucial: todo depende de cuán distanciados estén los partidos entre
sí. Si están cerca unos de otros, si el espacio o el espectro de competencia
12 ESTUDIOS PÚBLICOS

es reducido, entonces cualquier sistema funciona bien: es una democracia


sencilla, no difícil. Debe tenerse presente que cuando el grado de po-
larización es bajo, entonces no hay partidos antisistema extremos que
induzcan una competencia centrífuga. De modo que cualquiera sea la
naturaleza del conflicto en una sociedad, sea ideológico o de otro tipo —la
polarización puede no ser de derecha-izquierda, sino de otro tipo—, cuando
el grado de polarización es bajo, el conflicto siempre será susceptible de
resolución.
En tercer lugar —y esto es muy importante en el caso de América
latina—, los regímenes parlamentarios requieren de disciplina partidaria.
Ahora bien, en Venezuela hay disciplina partidaria, pero ciertamente en
Brasil no la hay; y dejo a los chilenos la determinación del grado de
disciplina partidaria que podrían alcanzar en un sistema parlamentario.
También debe tenerse presente que puede haber disciplina partidaria en la
superficie y, sin embargo, un alto grado de faccionalismo al interior de los
partidos. Ese, por ejemplo, es el problema japonés. De modo que la tercera
variable es la disciplina de partido. La paradoja es que mientras los sistemas
presidenciales pueden funcionar mejor sin disciplina —lo que permite que
los presidentes que no tienen una mayoría puedan comprar votos—, los
sistemas parlamentarios sin disciplina de partido degeneran en la senda de la
Tercera y Cuarta Repúblicas de Francia.
En síntesis, el número de partidos relevantes debe ser pequeño, el
grado de polarización ha de ser bajo y la disciplina de partido debe ser fuerte.
¿Hasta qué punto se pueden lograr estas condiciones en Chile? Esa es la
interrogante.
Insisto que mi selección de países y variables está en función de mi
objetivo. Si ustedes tienen otras prioridades, entonces harán un ordena-
miento diferente. Mi argumento es que la efectividad de un gobierno no
estriba en la diferencia entre los sistemas presidencial y parlamentario. La
eficacia se hace más difícil en el presidencialismo puro debido a que éste se
basa en la división de poderes; pero en todo otro respecto la efectividad
gubernamental no depende de si el régimen es o no presidencial, sino que
depende de las tres variables antes mencionadas.
Ahora bien, hay una serie de puntos dispersos que me parecen im-
portantes y que ameritan ser explorados. Uno se refiere a la noción de "pre-
sidencialismo parlamentario" que mencionaran esta mañana Manuel
Antonio Garretón y el Ministro Francisco Cumplido. Si ustedes pueden
crear algo así, estupendo. Pero ¿qué tipo de sistema es ése?
Por supuesto que uno puede decir que la relación entre el presidente y
el parlamento podría hacerse de facto del tipo parlamentaria, es decir, puede
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 13

uno concebir que el presidente ceda ante el parlamento: un sistema en que el


parlamento de hecho le dice al presidente cómo configurar el gobierno y,
ciertamente, cómo proceder a continuación.
Pero las dificultades persisten. En primer lugar, los gabinetes o los
gobiernos o los ejecutivos se desempeñan de manera muy diferente —y la
diferencia es muy importante—, dependiendo de si el llamado primer
ministro lo es realmente o no. En un extremo, ser prime significa "ser el
primero por sobre desiguales". Siendo ésa ciertamente la posición del
primer ministro británico: él o ella escoge a sus ministros, los destituye y
está realmente por sobre su gabinete. En el otro extremo tenemos el primer
ministro que es solamente el "primero entre sus iguales", lo que quiere decir
que su autoridad es mínima. Sus ministros lo pueden amenazar, contradecir
y hacer, básicamente, lo que les parezca.
El problema aquí es que si a un presidente se le impone un gabinete,
ese gabinete no será más que una coalición indefinida sobre la cual él tendrá
escaso control: ésa no es una situación que conduzca a la efectividad. Es
más, no está muy clara la razón por la cual, incluso dentro de este esquema,
el parlamento debería respaldar a esa coalición (el día de ayer el profesor
Nino expuso claramente este punto). El que se escoja a una persona (a un
ministro) de un partido no implica que esa persona vaya luego a contar con
el apoyo del partido. El problema, como suele acontecer, estriba en cómo
estructurar un sistema de incentivos. Si se premia el apoyo disciplinado del
partido, ello va a ocurrir; si no hay recompensa, ello no va a ocurrir. Se
puede tener un gabinete de coaliciones compuesto de gatos, monos y muías
y, sin embargo, sus congéneres gatos, monos y muías pueden seguir cada
cual su propio camino. De modo que no entiendo cómo podría funcionar el
parlamentarismo presidencial. Tal híbrido (a menos que yo haya confundido
su naturaleza) no me parece que sea bueno.
A continuación quisiera plantear un punto que días atrás trajera a
colación el profesor Oscar Godoy cuando dijo: "Imaginemos a nuestra fauna
política"... y todos rieron. La "fauna política" está relacionada con la cultura
política, y éste, sin duda, es un punto importante.
Para aclarar el tema en discusión, digamos que Chile ha tenido por
mucho tiempo lo que Gabriel Almond llama una "cultura política heterogé-
nea". Pero queda aún la pregunta de si las culturas se mantienen inmóviles
en el tiempo. De no ser así, ¿cómo cambian y bajo qué circunstancias?
Claramente, por ejemplo, la cultura política alemana ha cambiado
bajo los traumas de la experiencia de Weimar, Hitler, y, por supuesto, la
derrota. La cultura política de la Alemania de Bonn se parece, de hecho,
poco o nada a la de la Alemania de Weimar. Francia también ha cambiado
14 ESTUDIOS PÚBLICOS

(aquí cuento con el apoyo del presidente de la mesa, de modo que me siento
seguro en este punto). Y diría que la cultura política de Francia, constreñida
por la ingeniería constitucional y, por tanto, por el sistema electoral, ha
cambiado enormemente. Pese a que las culturas políticas son muy resis-
tentes, en el caso francés las presiones y, si ustedes quieren, las distorsiones
impuestas por el molde constitucional de la Quinta República han afectado
a la cultura política. Las "familias políticas" actuales son muy diferentes de
lo que eran, y el estilo entero de la política francesa se ha modificado.
De manera que las culturas políticas no son inmutables, y tengo la
impresión de que los eventos de 1989, es decir, la caída del marxismo como
ideología (aún puede discutirse a Marx como pensador, como filósofo, pero
la caída de la ideología es bastante definitiva), modificará —de hecho ya lo
está haciendo— la cultura política del mundo occidental en su totalidad.
Porque el marxismo ha sido por cerca de medio siglo un importante in-
grediente de la cultura política occidental. El marxismo todavía existe por
cierto en las mentes de los marxistas sobrevivientes; pero una ideología que
pierde la fe en sí deja de ser una fuerza histórica.
Luego, sí tenemos faunas; las hay en Italia, Chile y en otros países,
pero los vientos de la historia las están sacudiendo. Por tanto, aún en Chile
la fauna puede cambiar, y en consecuencia tenemos derecho a buscar
estructuras que también promuevan cambios en la cultura política. Dejaré el
punto así.
En relación a los comentarios de Arturo Valenzuela, creo que sé cuál
es su postura y la de Juan Linz, y él tiene, admito, un buen punto. Si yo lo
suscribiera enteramente, mi presencia aquí sería superflua. Para justificar mi
diferencia, por consiguiente, debo discrepar levemente.
Quisiera plantear dos puntos. Arturo Valenzuela, en especial en sus
escritos, enfatiza mucho el problema de la mediación, la negociación y los
intercambios. Cuando reconstruye los sucesos chilenos dice así: el desastre
se produjo, en parte, porque había un sistema cuyas capacidades de me-
diación se derrumbaron y por la rigidez programática que fue adquiriendo la
Democracia Cristiana, y, en parte, porque la elección de Allende forzó todo
el sistema hacia la izquierda. En estas dos circunstancias, lo que había
mantenido al sistema funcionando, a saber, la capacidad de intercambios y
de mediación, dejó de existir. El estima que éste constituyó uno de los
elementos del derrumbe.
Ahora bien, quisiera manifestar la precaución, la advertencia, de que
la mediación es un alero demasiado amplio. A veces la mediación es
realmente mediación, lo cual quiere decir que hacemos transacciones: tú me
das el gato, yo te doy el perro; aquí hay un millón, lo dividimos por la
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 15

mitad. Pero a veces la noción de mediación también abarca otras cosas:


pago de favores [clientelar practices], asignaciones viciadas, corrupción,
compensaciones y, sobre todo, "política sucia". Estas mediaciones, en
verdad, incluso mantienen a la gente —a cierta gente— contenta; pero no
son un activo para el sistema político en el largo plazo.
La política de favores [clientelage politics], por ejemplo, es suma-
mente costosa y paralizadora. Debemos entonces tener muy claro cuándo la
mediación es mediación y cuándo es una buena palabra para algo malo.
Estoy muy a favor de la mediación; pero no así de la "colonización" parti-
daria ni de la compra de electores y votos.
Dado que Arturo Valenzuela ha expresado que "después de todo, la
realidad italiana no es tan mala", quisiera decirles dónde nos ha llevado la
"mediación" italiana, como dijera Giorgio La Malfa, Secretario General del
Partido Republicano italiano. Hace poco él me manifestaba: "Sabe, el pro-
blema en Italia ahora es que estamos al borde de ser conquistados por la
Mafia". Ese es el resultado de la mediación italiana. Porque la mitad sur de
Italia —no sólo en términos de votos, elecciones, sino también en términos
del sistema hegeliano de necesidades— está en gran medida bajo el control
de la Mafia. De modo que seamos cuidadosos cuando usemos el término
mediación.
Segundo punto. Arturo Valenzuela decía el otro día que el parlamen-
tarismo vendría a moderar la política chilena. Pero, ¿por qué habría de
hacerlo? Tal vez lo haga; pero no veo que necesariamente haya una relación
entre parlamentarismo y moderación. Hay "especies" parlamentarias mode-
radas, así como las hay no moderadas. Si el parlamentarismo modera la
política, estupendo; pero ¿por qué ha de hacerlo? La interrogante queda
abierta. Señalaría, sin embargo, que por cerca de cuarenta años el parla-
mentarismo italiano no condujo a gran moderación; todo depende en realidad
de los factores que mencioné anteriormente, en términos de un análisis de
condiciones.
Tengo alrededor de veinte páginas de notas sobre Arend Lijphart.
Quisiera decir, a modo de introducción, que la razón por la cual tengo tantas
páginas sobre Arend Lijphart es porque lo tomo muy en serio; él es un
académico muy distinguido y muy importante.
Arend Lijphart también está en favor de la solución parlamentaria;
pero su argumento, en verdad, es muy diferente del razonamiento clásico de
Linz y de Valenzuela. Los tres están en favor del parlamentarismo, pero por
distintas razones. De hecho, Lijphart aboga por su propia forma o fórmula
de parlamentarismo, es decir, la "democracia consensual". Es una fórmula
novedosa: no es la ruta o el argumento normal. De ahí que la proposición
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de Lijphart, es preciso advertir, exige una evaluación y apreciación en sus


propios términos.
Yo era todo pro Lijphart, un lijphartófilo, cuando su planteamiento
consistía en la "democracia consociativa". Estaba plenamente de su parte
porque la democracia consociativa (ya que Arend está aquí, puede corregirme
si me equivoco) era concebida como un sistema remedial: era la solución
para "sociedades difíciles", caracterizadas por ser segmentadas en cuanto a
sus divisiones [cleavages] y por ser heterogéneas en cuanto a su cultura
política. De modo que sabíamos exactamente qué significaba originalmente
para Lijphart una sociedad difícil. El decía: en circunstancias tan adversas, la
democracia consociativa es el menor de los males y realmente la única
posibilidad funcional. El estaba absolutamente en lo cierto. Por tanto, estoy
plenamente de acuerdo con la democracia consociativa (la que representa,
después de todo, los primeros veinte años de teorización de Arend Lijphart).
Mis dudas comienzan con la democracia consensual.
En el último libro de Arend Lijphart la noción "consociativa" se
convierte en "consenso"; y consenso es más amplio y también más vago
que consociativo. Paralelamente, las sociedades a las cuales él ahora aplica
la noción de democracia de consenso son mucho más numerosas y menos
definidas que las sociedades a las cuales él aplicó la noción de consocio-
nalismo. Y esto viola —es por ello que me opongo a Arend en este
punto— mi norma acerca de la "elasticidad" de los conceptos [conceptual
stretching].
¿Dónde está el cambio? Percibo entre líneas, como adivinando su
pensamiento, que lo que inicialmente fue la solución al problema de las
democracias difíciles —definidas con precisión como segmentadas (socie-
dades cuyas líneas de división no se entrecruzan, sino que son acumulativas)
y culturalmente heterogéneas— pasó a ser para él la solución óptima.
Lijphart aún dice, "no es así, si podemos tener un sistema bipartidista y el
modelo de Westminster, está bien". Pero esto es sólo de palabra. En el
fondo de su corazón, él piensa que todas las sociedades deberían ser de
consenso y que todos los sistemas deberían ser parlamentarios. Ahora bien,
de no ser así, entonces mi crítica está mal enfocada; pero en la medida en
que es así, no puedo entonces estar de acuerdo con él.
En esencia, mi punto es el siguiente: si se generaliza la noción de
democracia consensual "más allá de lo necesario", entonces Arend Lijphart
realmente está recomendando el inmovilismo. En el análisis final, él pro-
pone los Federalist Papers aplicados por John C. Calhoun, y eso, a mi
juicio, no resulta sino en una parálisis innecesaria. Como un mal menor, la
búsqueda del consenso a cualquier costo está bien. Pero, en otras circuns-
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 17

tandas, el gobierno de mayoría y el modelo de Westminster son igualmente


adecuados. Repito: suscribo la solución Lijphart tal y como era original-
mente, es decir, como una solución remedial. Si ella o algo mejor no es
posible de lograr, entonces hagan eso; pero me niego a aceptarla como una
solución óptima.
Me referiré a Chile y a las propuestas de reformas que están sobre la
mesa. La primera reforma atañe a la ley electoral. Por supuesto, la que
ustedes tienen ahora es una de transición e inaceptable (puesto que fabrica al
segundo ganador). Pero, ¿y luego qué? Yo recomiendo el sistema de segunda
vuelta, no la representación proporcional. Ciertamente la representación
proporcional puede ser corregida de muchas maneras: con distritos pequeños
(lo que hace que la relación entre escaños y votos sea muy poco
proporcional); se pueden establecer límites del cinco por ciento u otras
barreras. Pero éstas son sólo maneras de eliminar los partidos pequeños. Lo
que a mí me interesa, en cambio, es establecer una estructura de incentivos
que fuerce a todos los partidos a formar coaliciones. Con el sistema de
segunda vuelta los partidos no sólo tienen que aliarse, sino también
intercambiar candidatos en los distintos distritos electorales en la segunda
vuelta.
En consecuencia, el sistema de segunda vuelta no da lugar a una po-
lítica despiadada. Este sistema reduce la temperatura de la contienda porque
no se le puede decir a los votantes: "este candidato era un demonio, pero
ahora es digno de confianza". Dos semanas más tarde, simplemente, no se
puede hacer eso. De modo que es preciso moderar la política, y eso lo
incentiva el propio sistema electoral. Una vía de reforma es, entonces, la
ley electoral; y es una no poco importante.
Otra reforma posible es pasar de un presidencialismo a un semipre-
sidencialismo (del tipo francés). No estoy seguro de compartir las inquie-
tudes de Arturo Valenzuela al respecto. El modelo francés representa un
riesgo menor para Chile, porque, como señalara, el clima ha cambiado. Ya
casi no tenemos partidos antisistema; el marxismo murió, y los vientos de
la historia se han revertido. De acuerdo a estas premisas, creo que el modelo
francés tiene méritos. Dejaré el punto aquí.
Por otra parte, si se estima conveniente establecer un sistema par-
lamentario, entonces debe hacerse un análisis serio de las condiciones
existentes. Un buen régimen parlamentario no se consigue fácilmente. De
modo que, repito, se debe examinar muy cuidadosamente cuáles condiciones
conducen a cuáles tipos de parlamentarismo.
18 ESTUDIOS PÚBLICOS

Humberto Nogueira: *

Quisiera referirme a algunas de las interrogantes planteadas por el


profesor Sartori, comenzando por aquella que concierne a la subclasificación
de los presidencialismos latinoamericanos. Cuando se habla de presiden-
cialismos atenuados o "parlamentarizados", a lo que se está aludiendo fun-
damentalmente es a modelos como el uruguayo, el venezolano y el peruano,
para señalar algunos, en los que si bien el Presidente de la República es jefe
del Estado y jefe de gobierno, al mismo tiempo tiende a dualizarse el poder
ejecutivo por la creación de un consejo de ministros. Esto significa que hay
ciertas decisiones fundamentales que el presidente no puede adoptarlas solo,
como lo hace en el presidencialismo puro, sino que debe contar con el
acuerdo del consejo de ministros.
En segundo lugar, porque en algunos casos, como el peruano, tiene
además un primer ministro —un presidente del consejo de ministros—, y
los ministros son nombrados por el presidente, a propuesta del primer
ministro. A ello se agrega el hecho de que la fiscalización parlamentaria ya
no es sólo fiscalización, sino que hay control político, vale decir, aparece la
institución de la interpelación. Y éste es el preámbulo para el voto de
censura, ya no sólo entendido como responsabilidad penal o jurídico-penal,
sino como responsabilidad política que implica, por tanto, la posible
destitución del consejo de ministros cuando éste no responde a las
orientaciones o valores básicos de la mayoría parlamentaria. A su vez, en
algunos casos como el uruguayo y el peruano, el Presidente de la República
tiene la posibilidad, ante un voto de censura respecto del consejo de
ministros, de disolver el parlamento. Esa es la fisonomía estructural y
funcional, por decirlo de alguna manera, de los regímenes presidencialistas
con rasgos parlamentarios.
Ahora bien, ocurre que estos regímenes hasta ahora han funcionado
fundamentalmente en la perspectiva presidencialista. Ello se debe, en el caso
venezolano, a que existe un bipartidismo atenuado, donde normalmente el
partido que alcanza la presidencia tiene mayoría en la Cámara o logra esa
mayoría mediante una alianza. El caso uruguayo es similar al venezolano.
Donde podría comenzar a manifestarse una práctica más parlamentaria es en

*Abogado; Doctor en Derecho Constitucional, Universidad Católica de


Lovaina (Bélgica). Profesor de las universidades Central, Diego Portales y
Nacional Andrés Bello de Santiago y de la Universidad de Valparaíso. Asesor
jurídico legislativo del Ministerio Secretaría General de la Presidencia de la
República y miembro de la comisión asesora del Ministerio del Interior.
Director Académico de PARTICIPA.
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 19

Perú, que presenta un sistema de más claro contenido multipartidista. El


recién electo Presidente Fujimori no tiene mayoría en el parlamento y, por
tanto, va a tener que entrar en coalición con el Apra o con cualquier otro de
los partidos del espectro. (Los partidos de derecha ya le expresaron que no
formarían parte de su gobierno: el Partido Popular Cristiano y otro de los
partidos importantes.) Anteriormente, tanto los Presidentes Belaúnde y
García habían conquistado la presidencia junto con la mayoría en el par-
lamento. Por consiguiente, en el caso peruano de la Constitución de 1979
sólo recién podrá a entrar a probarse, luego de dos períodos presidenciales,
cómo operan estos mecanismos, contemplados en el marco constitucional,
de mayor colaboración de poderes.
El segundo punto formulado por el profesor Sartori se refiere al pro-
blema de si la negociación contribuye o no a la eficacia y a la gober-
nabilidad del sistema político. Tomando en consideración fundamentalmente
la experiencia chilena, que es la que nos interesa más a este objeto, yo diría
—y esta es una hipótesis— que si los mecanismos institucionales hubiesen
favorecido la formación de coaliciones de gobierno, y no lo contrario, los
partidos políticos de gobierno, así como los de oposición, habrían sido más
responsables en su conducta política bajo el imperio de la Constitución de
1925.
En primer lugar: los partidos de gobierno. En la medida que haya
mecanismos de colaboración de poderes o de flexibilización del sistema, un
partido de gobierno que no apoya realmente al gobierno hace que éste sea
derribado, porque la oposición, en definitiva, lo va a hacer caer por un voto
de censura si no cuenta con el respaldo parlamentario necesario. En el caso
de un sistema rígido como era el nuestro, un partido de gobierno podía
alejarse del presidente, e incluso ser casi un partido de oposición a medida
que se acercaba la elección parlamentaria, sin que ocurriera nada al
Ejecutivo. El Ejecutivo estaba allí y nadie lo movía hasta el término de su
período. Es más, la única posibilidad de removerlo era a través de una
acusación constitucional, jurídico-política, con causales además muy
genéricas y poco claras y que requerían, por otra parte, de una altísima
mayoría. Por lo tanto, era prácticamente imposible de utilizar; se requerían
dos tercios del Senado para hacer efectiva la responsabilidad jurídico-penal
del Presidente de la República. Esto hacía, por consiguiente, que el partido o
los partidos de gobierno no fueran responsables para con el gobierno
mismo, ya que el jefe de gobierno no corría peligro.
Segunda perspectiva: los partidos de oposición, al no tener ninguna
posibilidad de acceder al gobierno, tienden a extremar sus políticas en el
sentido de capitalizar el desgaste político del gobierno, incluso con fórmulas
20 ESTUDIOS PÚBLICOS

poco responsables. Pero si ellos fuesen a asumir el gobierno y tuviesen que


implementar políticas en el corto plazo, sus posiciones no serían tan
extremas o tan demagógicas, según sea el caso. Por lo tanto, en estas
situaciones tenemos actitudes irresponsables de las fuerzas de gobierno y de
las fuerzas de oposición.
La flexibilización de los mecanismos permitiría, en este sentido, que
las fuerzas políticas asumiesen su rol con mayor responsabilidad, ya sea en
el gobierno o en la oposición. En el caso de que el gobierno realice una
mala acción, se hace posible removerlo, lo que no es posible en el régimen
presidencialista puro debido a la separación rígida de poderes.
Aquí pueden señalarse algunos ejemplos; tal vez el profesor Nino
nos pueda ayudar, ¿qué podía hacer el Presidente Alfonsín para salvar el
sistema sino renunciar antes del término de su período, incluso forzando
quizás un poco el contenido de la Constitución? ¿Qué habría ocurrido en
Chile si hubiésemos tenido la posibilidad de hacer un cambio de gobierno
cuando cambiaba la mayoría parlamentaria? Pienso en la situación de marzo
de 1973, o retrocedo a la de marzo de 1965, o de 1969, para poner tres
situaciones diferentes. El gobierno hubiera tenido la obligación de negociar
para conformar una alianza mayoritaria y lograr gobierno efectivo; por
último, si la tenía, para tratar de conservarla, y si en la elección próxima no
lograba mantenerla, entonces cambiaba el gobierno. En este sentido, la
variante Chirac durante la presidencia de Mitterrand muestra claramente
esa posibilidad que evita de alguna manera el desplome institucional.
Obviamente esto no es mecánico y, desde este punto de vista, es un apren-
dizaje que requiere tiempo. Pero, a su vez, si hubieran ya existido esos
mecanismos, dichas situaciones habrían podido evitarse. Y como ocurrieron,
no quisiera yo que se repitieran; los costos han sido demasiado altos para
buscar incurrir en ellas por segunda vez. Si los burros aprenden, los
hombres también podemos sacar lecciones de los errores cometidos en el
pasado.
Por otra parte quisiera señalar, como lo hice antes, que el desempeño
del sistema político puede mejorar bastante si se logra una descentralización
efectiva del poder, vale decir, si no todo el poder se concentra en el gobierno
central y se logran gobiernos regionales efectivos. Ello también favorece la
despolarización del sistema, pues permite de alguna manera repartir poder, y
quienes no alcanzan al gobierno nacional pueden llegar a los gobiernos
regionales (la misma experiencia italiana que el profesor Sartori conoce muy
bien nos muestra esa realidad). Y los gobiernos regionales pueden contri-
buir, asimismo, a generar líderes de reemplazo a nivel nacional, con expe-
riencia de gobierno y de administración, porque cuando se asume la gestión
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 21

de gobierno, el esquema ideológico tiende a verse superado por la necesidad


de administrar y de hacerlo con eficacia. Por lo tanto, es una buena manera
de generar líderes de reemplazo a nivel nacional con experiencia de gobierno
y administración. En consecuencia, considero que el tema de la descen-
tralización regional es básico y debería tocar la reforma del Estado chileno.
El último punto es el sistema electoral. En esta materia tengo una
pequeña diferencia con el profesor Sartori. En primer lugar, la historia
chilena del presente siglo muestra claramente que tenemos un sistema
multipartidista enraizado histórica y culturalmente; un sistema que no es
posible destruir mediante ingeniería puramente electoral. De hecho,
podemos decir que con la ley electoral que se aplicó en esta etapa de transi-
ción, lo que se intentó fue destruir ese sistema de partidos. Sin embargo, de
alguna manera fue incoherente, porque, obviamente, el sistema que se im-
plemento no es mayoritario ni proporcional, según los principios advertidos
por el politólogo alemán Dieter Nohlen, vale decir, el principio de decisión
y el de representación. Porque para que realmente fuera mayoritario, el
partido con más fuerza debía obtener más del doble de la votación del
segundo partido, y eso es prácticamente imposible en una sociedad fraccio-
nada como la nuestra.
Con dicha ley no sólo no se consiguió lo que se pretendía, sino que
en definitiva se retrocedió al permitir la realización de pactos electorales.
Con éstos últimos se puede lograr una fuerza electoral capaz de crear una
situación en que una coalición doble a la otra, pero se generan distorsiones
relativamente importantes en lo que es la expresión del sistema de partidos
políticos y, al final, nadie sabe qué es lo que representa y cómo lo
representa. Lo cierto es que hoy no se sabe cuánto apoyo tiene realmente
Renovación Nacional, cuánto la Democracia Cristiana, cuánto la UDI
(Unión Demócrata Independiente) o cuánto el PPD (Partido por la
Democracia). Desde este punto de vista, por qué no ensayar mejor un siste-
ma de representación proporcional reforzado, como es la tendencia gene-
ralizada moderna, en el sentido de utilizar una barra electoral de un tres o un
cinco por ciento. Habría que evaluar la situación con un sistema equitativo
y justo en lo que significa la representación de los partidos en el
parlamento. Por ejemplo, un sistema de distritos medianos o relativamente
pequeños, de cinco o seis escaños, que a su vez permita a los partidos que
cruzan la barrera obtener la representación que les corresponde. Por ahí iría
nuestra proposición para dar cauce a un multipartidismo moderado, puesto
que en chile no será posible eliminar el multipartidismo mediante
mecanismos de ingeniería electoral.
22 ESTUDIOS PÚBLICOS

Giovanni Sartori:

Puesto que no estoy defendiendo un sistema presidencial, no tengo


dificultades con gran parte de su argumentación. Sólo recogeré tres aspectos
en forma muy breve.
La noción de coalición en sí no es muy significativa. El problema es
si las coaliciones —y estamos hablando de coaliciones de gobierno— son
coaliciones cohesivas. Y este es el caso cuando los partidos que están juntos
en el gobierno tienen suficiente semejanza ideológica como para llegar a
acuerdos, para negociar, y, en consecuencia, para tomar decisiones. De mo-
do que el desempeño de las coaliciones es función de la distancia ideológica,
o de otras distancias, entre los partidos que están en el gobierno. Si se logra
formar un gobierno cohesivo de coalición, estupendo. En realidad, tiene
ventajas en muchos aspectos sobre otros gobiernos que no son de coalición
o que bien son de un solo partido. El problema, repito, es cuán distantes
o cuán próximas estén unas de otras las partes que están en el gobierno.
Mientras mayor sea la polarización, mayor será la contienda al interior de la
coalición y, por tanto, mayor será el inmovilismo de la coalición. Pero, en
principio, no tengo objeción alguna a las coaliciones.
El mismo argumento es válido para la noción de mayoría. ¿A qué
tipo de mayoría nos estamos refiriendo? Si las mayorías son indiscipli-
nadas, disgregadas, y si cada cual hace lo que quiere, se les puede llamar
mayorías, pero lo son sólo en el papel. Por consiguiente, la noción de
mayoría es importante, constitucionalmente y en la práctica, tanto cuando
una mayoría concreta es cohesiva (debido a creencias integradoras) o cuando
lo es por una disciplina impuesta. Y suele haber una recompensa en ser una
mayoría disciplinada y cohesiva. Si un partido inglés votara en contra de su
gobierno, cometería suicidio. Aparte de imponer disciplina, es el sistema el
que obliga a los miembros del parlamento inglés a dar su consentimiento de
manera automática o rutinaria [to be approving rubber stamps].
Tercero y último. Sospecho que no se comprende cabalmente el
sistema de segunda vuelta. En primer lugar, es un sistema muy flexible;
hay muchas maneras de organizarlo. Por tanto, de ningún modo destruye el
multipartidismo. Pero sí destruye a los partidos "extremos", a los que están
tan distanciados de los demás como para que pueda haber transferencias de
votos hacia ellos. Si hubiese un partido extremista que propusiere establecer
la religión musulmana en Chile, ello acarrearía probablemente un voto no
transferible y, por consiguiente, la ruina de ese partido. Pero en otras
circunstancias, la primera vuelta arroja exacta y proporcionalmente la
primera preferencia de los electores. De modo que con ella se tiene una
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 23

estimación muy precisa: es mejor que las encuestas. Es esta estimación la


que en la segunda vuelta obliga a algunos a cambiar su voto (en el caso
de haber perdido) por su segunda o tercera preferencia. Pero esto no des-
truye el multipartidismo. Sin embargo, fuerza a los partidos a no pelear
simplemente por el placer de hacerlo; los obliga a moderarse. Si el sistema
de segunda vuelta fuese adoptado en Italia, probablemente quedarían
eliminados sólo dos partidos de siete u ocho. Quería únicamente aclarar este
punto.

Arturo Valenzuela:*

Para mí es un enorme placer y un gran honor estar en Chile junto a


los profesores Sartori y Lijphart. No sé hasta qué punto se dan cuenta ellos
de la influencia que sus trabajos han tenido sobre nuestros análisis de la
realidad chilena. Ciertamente, los libros y trabajos del profesor Sartori,
especialmente aquellos sobre partidos políticos y teoría democrática, así
como los trabajos del profesor Lijphart sobre el funcionamiento de las
democracias modernas, han sido muy gravitantes para el estudio de los casos
latinoamericanos y chileno. La obra del profesor Sartori sobre partidos
políticos y sistemas de partidos nos ha ayudado sobremanera a entender
mejor el funcionamiento del sistema político chileno y su crisis de
régimen. Especialmente importante fue su observación de que al estudiar un
sistema multipartidista, el número de partidos, como lo destacaba Duverger,
es menos relevante que el nivel de polarización y la distancia ideológica
entre los partidos y su consiguiente impacto sobre la estabilidad del centro
político. Esta observación es básica para entender el sistema de partidos
políticos chileno que Sartori en sus escritos ubicó como uno de los más
polarizados del mundo, junto a países como Israel y Finlandia.
Ahora bien, creo que tenemos que dar un paso adicional en nuestros
análisis, el que hemos dado al estudiar más a fondo la crisis institucional
chilena. Este paso nos lleva a investigar la interrelación entre el sistema de
partidos políticos, por un lado, y el sistema institucional o constitucional
por otro. Esta vinculación dialéctica entre ambos niveles no la hicieron los
especialistas que estudiaban los partidos políticos europeos porque, al no
estar en la mesa el problema de la crisis del régimen político, el tema de la

*Ph. D. de la Universidad de Columbia (EE. UU.). Profesor Titular de


Ciencia Política y Director del Center for Latin American Studies de la
Universidad de Georgetown (EE. UU.). Autor, entre otros, de Chile: Politics and
Society (1976); Political Brokers in Chile: Local Government in a Centralized
Polity (1977) y El quiebre de la democracia en Chile (1989).
24 ESTUDIOS PÚBLICOS

relación entre sistema de partidos políticos y sistema institucional era de


menor relevancia. Pienso francamente, y ésta es la médula de mi propio
trabajo y el aporte de otros colegas chilenos sobre el tema, que en Chile y
otros países latinoamericanos hemos observado un desfase entre el sistema
de partidos políticos y el sistema institucional o, para decirlo de otro modo,
una falta de congruencia entre las divisiones societales y sus reflexiones
políticas y el sistema político de corte presidencial. ¿Por qué? Por la sen-
cilla razón de que un sistema presidencial, para funcionar coherentemente,
requiere de una mayoría para el presidente en el parlamento. Como bien
plantea Juan Linz, el sistema presidencial es uno de doble soberanía, donde
tanto el presidente como el parlamento reclaman, cada cual, ser el genuino
representante de la soberanía nacional. La competencia natural entre los dos
poderes sólo se puede aminorar si el Ejecutivo goza de un apoyo mayorita-
rio en el parlamento, o de su partido o de una coalición de partidos afines.
En Chile, y en general en América latina, el presidente rara vez ha podido
contar con una mayoría estable en el Congreso, agravando las divisiones
políticas partidarias y contribuyendo a un alto grado de ingobernabilidad.
En mi ponencia, expuesta en la Universidad Católica, señalaba que el
presidente en los Estados Unidos, único país donde el sistema presidencial
ha sido exitoso, gozó casi a lo largo de la historia del país de mayorías en el
Congreso; no sólo en la Cámara sino que también en el Senado. Sólo
cuatro veces, entre los años 1828 y 1956, encuentra el presidente nortea-
mericano, al ser elegido, una mayoría adversa en una de las cámaras del
legislativo. Para que un régimen político de tipo presidencial pueda
gobernar es fundamental que no haya gobierno dividido, que el Ejecutivo
tenga mayoría en el parlamento. Para que eso ocurra es necesario tener un
sistema de partidos políticos de corte moderado y bipartidista, capaz de
realizar ese juego.
La clave del sistema político chileno es que era virtualmente im-
posible crear gobiernos de mayoría. Todos los presidentes contemporáneos
fueron elegidos por minorías y tenían apoyo minoritario en el parlamento,
contribuyendo a exacerbar el conflicto político. Por ello le pido al profesor
Sartori que nos ayude a hacer esta reflexión sobre la interrelación entre
sistema de partidos y sistema institucional. El nos dice que el caso francés
es ilustrativo de un cambio político que ha sido beneficioso para ese país:
que al cambiar Francia de un sistema parlamentario a uno semi-presidencial,
el sistema de partidos políticos varió en forma sustancial, engendrando
partidos más moderados. El problema con su observación es que Chile y
otros países latinoamericanos siempre han tenido sistemas presidenciales, y
ese hecho en sí no ha contribuido necesariamente a la moderación y desi-
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 25

deologización de la política. No está del todo claro que un sistema presi-


dencial incentiva un sistema bipartidista. Pienso que es muy necesario in-
troducir los casos latinoamericanos a nuestras reflexiones comparativas
sobre la estabilidad de los regímenes políticos, ya que son los sistemas pre-
sidenciales por excelencia. Esa es una de las lecciones más importantes que
el profesor Sartori nos ha entregado en sus rigurosos trabajos sobre me-
todología de la política comparada, donde destaca la necesidad de tener casos
suficientes con varianza suficiente para realizar el análisis comparativo. La
ciencia política contemporánea requiere para sus generalizaciones una
reflexión más profunda sobre los casos latinoamericanos.
Como lo ha destacado el profesor Nogueira, en América latina hay
varios casos de sistemas presidenciales con sistemas multipartidistas
fuertes. Estos sistemas de partidos no responden en forma mecánica ni al
sistema institucional ni al sistema electoral.
Por cierto que hay una relación dialéctica importante en cualquier
país entre el sistema electoral y la naturaleza del sistema de partidos po-
líticos. Pero no es una relación directa. El sistema electoral puede tener un
impacto gravitante sobre la conformación del sistema de partidos políticos
al iniciarse el sufragio universal en una democracia incipiente. También
puede jugar un papel importante en países con sistemas de partidos débiles
o en proceso de desintegración. Pero el sistema electoral es mucho menos
decisivo como factor de cambio político en un país como Chile con un
sistema de partidos políticos fuertes que han tenido una larga trayectoria de
lucha electoral. Si estuviéramos en el año 1890 discutiendo el sistema
electoral a implantarse en el país, y supiéramos lo que iba a suceder en el
futuro, quizás hubiésemos podido contribuir a la confirmación del sistema
partidario optando por ciertas fórmulas electorales. Con un sistema electoral
uninominal y mayoritario en un régimen de corte presidencial, la opción
bipartidista habría sido más probable. Pero en Chile se optó en los años de
la conformación de los partidos políticos de masas por sistemas electorales
de tipo proporcional que, a pesar de que Chile tuvo un régimen presidencial,
y este es el punto que quiero enfatizar, contribuyeron al desarrollo de un
sistema de partidos políticos multipartidista y polarizado, muy parecido al
italiano y al francés. Ese sistema, ya establecido y consolidado, no se puede
modificar en el mediano plazo con un simple cambio del sistema electoral.
El caso de Chile es que tiene un sistema multipartidista. Dada esa realidad,
el sistema institucional más afín a la realidad chilena sería el parlamentario,
y no el presidencial, ya que un sistema parlamentario incentiva la estruc-
turación de coaliciones gobernantes desde el parlamento. La crisis de los
poderes ya no sería un problema de fondo.
26 ESTUDIOS PÚBLICOS

Por último, quisiera referirme al tema de la "segunda vuelta". El


profesor Sartori dice que tal sistema, contemplado en la Constitución del
año 80, ayudaría a moderar la política chilena. Yo no estoy tan convencido.
Pese a dieciséis años de gobierno militar, es asombroso ver cómo mantie-
nen su gravitación en la política chilena los partidos de antaño. Al mismo
tiempo hemos podido apreciar la singular coherencia y disciplina de la
mayoría de aquellos partidos que pudieron configurar listas conjuntas para
ajustarse a los incentivos políticos que provee la ley electoral. Dada esta
realidad, es muy discutible que el sistema de segunda vuelta vaya a
"moderar" la política. Todo lo contrario. Ya que no es necesario configurar
una coalición mayoritaria para la primera vuelta, cada partido puede llevar
su candidato apelando a sus bases tradicionales que tienden a ser muy
ultristas, para diferenciarse de las otras opciones electorales. En un sistema
multipartidario no hay garantía de que en la segunda vuelta no podrían
quedar dos candidatos con posturas altamente ideológicas, así como ocurrió
en Brasil. Y si quedan candidatos de centro para la segunda vuelta, por fuerza
van a tener que radicalizar sus propios discursos para apelar a aliados
potenciales que no quedaron en la primera vuelta.
Pero la mayor debilidad del sistema de segunda vuelta no está en la
mayor probabilidad de que los discursos políticos se pudieran radicalizar. El
peligro de la segunda vuelta es que el compromiso político, la alianza
temporal que se estructura entre el candidato ganador y los partidos que no
llegaron a la segunda vuelta, es una alianza temporal meramente instru-
mental, sin garantía que se pueda mantener para el futuro. Incluso el
sistema de segunda vuelta tiende a sobredimensionar al candidato ganador
que se cree presidente por el apoyo mayoritario del país, olvidándose de que
el apoyo mayoritario fue en cierta medida artificial. Al sobredimensionar su
apoyo político, al interpretarse como depositario de la soberanía nacional, el
nuevo presidente tendría mayor tentación para gobernar por sí solo,
ignorando a los aliados instrumentales y a las mayorías opositoras en el
parlamento. Por lo menos cuando un presidente minoritario, al no existir la
segunda vuelta, tiene que ser elegido por el parlamento, mantiene mayor
conciencia que su elección es producto de alianzas políticas y que su gestión
de gobierno depende de la mantención de aquellas alianzas.
Por los peligros de las presidencias de minoría, con o sin segunda
vuelta, en sistemas multipartidistas, me inclino por un sistema parla-
mentario. El profesor Sartori pregunta: "¿Conduce el sistema parlamentario
a una mayor moderación?" Al reflexionar sobre la crisis del sistema político
chileno y la de muchos países latinoamericanos, me parece fundamental
estructurar instituciones políticas que incentiven la cooperación, que se
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 27

basen en la necesidad de crear acuerdos políticos con sustentación mayo-


ritaria. El gran problema de los sistemas presidenciales es que no incentivan
la cooperación. Pronto caen en cuenta no sólo los partidos de oposición,
sino que también los partidarios del presidente en el parlamento, que no les
conviene políticamente mantener el apoyo a la gestión presidencial. Si el
presidente es exitoso, los partidos de oposición pierden, así como también
los rivales del presidente en su propio partido. Por ello es que buscan el
fracaso del presidente y la preparación de su gobierno sucesor. En un
sistema parlamentario la lógica misma del sistema lleva a la colaboración,
al trabajo conjunto de la coalición parlamentaria con el Ejecutivo, al punto
que líderes políticos importantes de la coalición pasan a ser ministros de
gobierno. Si fracasa la coalición, el país no está casado con una opción por
largo tiempo. Se configura una nueva coalición con un nuevo líder o se va
a una nueva elección.
Ahora bien, concordamos con el profesor Sartori en su juicio sobre
el sistema presidencial como tal. El no cree que el sistema presidencial sea
el más apto para contextos como los latinoamericanos. El no pone a los
Estados Unidos, incluso, entre sus gobiernos preferidos. Y tiene razón.
Estamos viendo hoy en los Estados Unidos, a pesar del sistema de partidos
bipartidista y moderado, una fuerte crisis de gobernabilidad por no contar el
presidente con mayoría de su partido en el congreso. El problema es qué
vamos a hacer. Para resolver el problema institucional del presidencialismo,
¿debiéramos adoptar un sistema semipresidencial? Lo que me preocupa del
sistema semipresidencial es que no responde al problema de fondo del
presidencialismo —la competencia entre los dos poderes del Estado, el
Presidente y el Congreso— lo que Juan Linz llama el problema de doble
soberanía. No hay dificultades institucionales si el presidente en un esquema
como el de la V República francesa, tiene mayoría en el Congreso. En ese
caso tendríamos una presidencia fuerte, con un Congreso liderado por el
Ejecutivo y su primer ministro. El problema surge cuando el presidente
pierde su mayoría parlamentaria. En un sistema semipresidencial, esto
significa que el presidente de hecho pierde gran parte de su poder al elegir el
parlamento un primer ministro de otro color político que no sigue la línea
presidencial. ¿Podrán todos los presidentes, con atribuciones constitucio-
nales importantes, abdicar el poder político como lo hizo Mitterrand en
Francia en los cortos meses de la "cohabitación"? ¿O, es la fórmula semi-
presidencial una forma peligrosa, con poderes de jure para el presidente que
ya no tiene el apoyo político de facto en el Congreso para realmente
gobernar? La lucha política entre los poderes se podría agravar, en vez
de disminuir, en un sistema semipresidencial, al tener que lidiar el
28 ESTUDIOS PÚBLICOS

presidente con un Ejecutivo alternativo nombrado por el parlamento. A mi


juicio, el sistema semipresidencial sólo podría funcionar si está del todo
claro que al perder el presidente su mayoría en el Congreso, el sistema de
hecho pasaría a ser parlamentario como lo fue en Francia bajo la
cohabitación. Lo que más me preocupa del modelo francés es que el
presidente mantiene tuición importante en materia de defensa y relaciones
internacionales, lo que podría ser un factor de inestabilidad. La relación entre
los militares y la esfera política en nuestros países le lleva a uno a pensar
en los modelos más antidemocráticos —como el uruguayo bajo Bordaberry,
donde el presidente hace una alianza con los militares para implantar un
gobierno de fuerza por sobre los partidos políticos y el parlamento—, lo
que ocurrió en Pakistán últimamente. Es peligroso tener un presidente
débil políticamente, sin mayoría parlamentaria, pero con atribuciones
constitucionales importantes.

Giovanni Sartori:

Seré muy breve. Años atrás la expresión de moda era brainstorming.


De modo que estamos aquí con el propósito de un brainstorming.
Respecto del sistema de segunda vuelta, sólo quisiera sugerirles que
lo estudiasen. Si no les parece bien, entonces no hay más.
El último punto planteado por Arturo Valenzuela es uno importante,
a saber: que el sistema semipresidencial francés está basado en una autoridad
dual, en un poder dual. Pero la diferencia que quizás se olvida es que
cualquiera sea el caso, el sistema presidencial francés no necesita del
respaldo parlamentario. Esto quiere decir que el sistema incluye en sus
normas de gobierno la regla de mayoría; en tanto no ocurre así en el sistema
norteamericano. Esa es la gran diferencia que realmente cambia la naturaleza
del juego.

Bernardino Bravo:*

Yo me atengo a aquello de que esto es una simple conversación.


Quiero volver sobre el criterio de la eficacia para determinar el régimen de
gobierno enunciado por el profesor Sartori. Creo que es un concepto muy

*
Abogado. Profesor de Historia del Derecho en la Universidad de Chile.
Autor de numerosos ensayos y libros; entre estos últimos cabe destacar Régimen
de gobierno y partidos políticos; Chile 1925-1932: de la nueva Constitución al
nuevo régimen de gobierno (1977).
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 29

afín a la mentalidad hispanoamericana. Nosotros siempre hemos amado los


gobiernos eficaces. Sobre esto hay larga bibliografía, incluso en los
mismos Estados Unidos; por ejemplo, en el libro de Cecil Jane sobre
Libertad y despotismo en Iberoamérica (Nueva York 1929, trad. castellana,
Madrid 1931), o en los trabajos recientes de Wiarda, como Corporativismo
y desarrollo en el mundo ibero-latino (Notre Dame 1976), todos van en el
mismo sentido, es decir, a reconocer que al hispanoamericano le gusta un
gobierno que gobierne. Y para gobernar efectivamente, sea parlamentario o
presidencial, debe ser eficaz. El gobierno se prestigia por su eficacia. En la
bibliografía más reciente se ha señalado un punto importante: el mayor
antídoto contra el militarismo parece ser la eficacia. O sea, la verdadera
disyuntiva no es gobierno civil o castrense, sino eficacia o democracia. Al
respecto, me remito a mi libro Poder y respeto a las personas en
Iberoamérica, siglos XVI a XX (Valparaíso 1989), donde se da cuenta de la
investigación más reciente.
A menudo se plantea el problema de que el constitucionalismo es
ineficaz. En mi calidad de profesor de historia del derecho puedo traer a
colación el pasado y recordar lo que explicaba ya Francisco García Calderón
a comienzos de siglo en Les Démocraties Latin de L'Amérique (París 1912):
"Se cree en la eficiencia de las Constituciones políticas y se las multiplica,
se aspira a la perfección ideológica. Se cree en la omnipotencia de los Con-
gresos y se desconfía del gobierno. Las Constituciones separan los poderes,
debilitan al Ejecutivo, lo hacen efímero". De esta suerte, el presidente se ve
en la alternativa de disolver el Parlamento y saltarse la Constitución, o
atenerse a la Carta Fundamental y ser derrocado por ineficiencia. En verdad,
desde tiempos de la Independencia, en Iberoamérica el problema de la
estabilidad política ha sido, en gran medida, el de la eficacia. Gobiernos
ineficaces raramente logran subsistir. Esta situación se ha agravado aún más
en el siglo XX con la doctrina de seguridad nacional, porque la eficacia
parece tener ahora en las Fuerzas Armadas una especie de representación
institucionalizada. Durante la década de los sesenta, que sigue a la toma del
poder por Castro en Cuba, en 1959, hemos visto a los militares en América
una y otra vez asumir el gobierno cuando un país va al caos por inoperancia
de los civiles. En tales casos, la reacción hispanoamericana es en favor de la
eficacia, y por eso pienso que este criterio que ha enunciado el profesor
Sartori —que quizás sea válido para otros países y otras latitudes— tiene
singular e indiscutible validez en la Hispanoamérica de hoy. Es difícil que
una democracia pueda subsistir en esta parte del mundo, sin una razonable
eficacia para enfrentar los problemas del momento. Sin ella, es como un
barco con un forado abierto, que hace agua.
30 ESTUDIOS PÚBLICOS

Termino señalando que dicho criterio responde tanto a la mentalidad


hispanoamericana, que los hispanoamericanos citan una y otra vez —y la
bibliografía es larga—, no sólo a Howard Wiarda, sino también a Arend
Lijphart. Se cita al profesor Lijphart frecuentemente, porque el sistema
consociativo se considera muy afín a nuestra manera de ser. Estoy seguro de
que el profesor Lijphart tiene más admiradores de lo que él se imagina entre
nosotros. Más aún, muchos que no saben quién es Lijphart están de acuerdo
espontáneamente con los planteamientos consocionales, porque responden a
su mentalidad, que se inclina a combinar lo electoral con lo gremial, más
bien que a desconocer esto último y quedar tan sólo con una fachada de su-
fragios, elecciones y partidos. En resumen, pienso que a la hora de determi-
nar el régimen de gobierno que más conviene a Chile en estos momentos,
este criterio de la eficacia debe ser especialmente tomado en cuenta. El más
conveniente debe de ser el más eficaz. Si no, nos expondríamos a un divor-
cio entre el país real y legal, que suele ser fatal, precisamente para el legal.

Arend Lijphart:*

Hay muchos comentarios que me gustaría formular en respuesta a


los numerosos temas planteados por Giovanni Sartori. Pero respeto los
deseos del presidente de la mesa de mantenernos en puntos específicos y
estoy de acuerdo en que ese es el procedimiento más adecuado. Por tanto,
voy a acotar mis comentarios al tema más relevante del debate que es el
presidencialismo y el parlamentarismo y, en relación a ello, al sistema
electoral. Puesto que el profesor Bravo se refirió al tema de la eficacia,
también me gustaría decir algo al respecto.
En primer lugar, como ustedes saben, me inclino por un sistema
parlamentario puro por sobre los semipresidenciales y los presidenciales,
porque como señalara el profesor Sartori, y él me ha desafiado a explicar
este punto, pienso que el parlamentarismo es más conducente a la
moderación. La explicación más sencilla es tomar el caso de Chile y decir

*Cientista político. Profesor de la Universidad de California en San


Diego (EE. UU.). Autor de numerosas obras en las áreas de política comparada y
teoría democrática. Entre ellas destacan sus libros Democracy in Plural
Societies: A Comparative Exploration (Londres: Yale University Press, 1977);
Democracies: Patterns of Majoritarian and Consensus Government in Twenty-
one Countries (Londres: Yale University Press, 1984); Electoral Laws and Their
Political Consequences (1986); Las democracias contemporáneas: un estudio
comparativo (Barcelona: Ariel, 1987).
ALTERNATTVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 31

que Chile es una sociedad dividida que no puede ser fácilmente presionada en
forma artificial hacia un esquema bipartidista. Lo normal y saludable para
Chile sería tener un sistema multipartidista. También diría que sería más
saludable tener un sistema multipartidista moderado que un sistema
multipartidista extremo.
Dado un sistema multipartidista moderado, considero que un sistema
parlamentario es más conducente a la cooperación entre los partidos y a la
formación de coaliciones que un sistema presidencial, el cual, en virtud de
su propia naturaleza, tiende a ser un sistema en que "el ganador lo obtiene
todo". (Incidentalmente, ese es un aspecto en el que Juan Linz ha hecho
mucho hincapié y con el cual estoy plenamente de acuerdo.) En conse-
cuencia, en respuesta a otro comentario del profesor Sartori, pienso que
Juan Linz y yo estamos de acuerdo en los méritos y desventajas del
presidencialismo. En nuestros escritos hemos enfatizado aspectos levemente
distintos, pero estoy de acuerdo con los puntos que Linz ha planteado, y
aunque él no esté aquí, creo que deberíamos decir que Juan Linz concuerda
con los puntos que yo he señalado.
Ahora bien, entre el semipresidencialismo y el presidencialismo,
convengo con muchas personas que participaron en el seminario organizado
por la Universidad Católica de Chile y también aquí presentes, en que el
primero de ellos tiene varias ventajas. Mencionaré dos en particular. La
primera es que resuelve el problema de un completo desacuerdo [deadlock]
entre el presidente y el poder legislativo, de manera que cuando se produce
ese desacuerdo, éste se puede solucionar yendo básicamente a un sistema
parlamentario. En vista de que el problema del desacuerdo es una de las
grandes dificultades del presidencialismo, pienso que es en este aspecto
donde tenemos una de las principales ventajas del semipresidencialismo.
La otra razón por la cual estoy a favor del sistema semipresiden-
cialista, como segunda opción, es porque puede servir como fase de transi-
ción para acostumbrar a las personas, que aún no están habituadas a los
procedimientos parlamentarios y a los juegos parlamentarios, a comenzar a
pensar en términos parlamentarios; por consiguiente, puede ser útil en el
caso de una transición hacia un sistema parlamentario.
Y finalmente, en favor del semipresidencialismo, pienso que debe
señalarse expresamente que no tiene por qué ser exactamente igual al sis-
tema francés. Este es un punto de gran utilidad que Arturo Valenzuela
mencionó también. A mi parecer hay problemas específicos con el
semipresidencialismo francés que no son inherentes al modelo del semipre-
sidencialismo: el poder excesivo del presidente es una debilidad del sistema
francés; no es una debilidad del semipresidencialismo. Del mismo modo,
32 ESTUDIOS PÚBLICOS

cuando el semipresidencialismo entra en la etapa parlamentaria —como en


Francia en el período de la cohabitación 1986-1988— el semipre-
sidencialismo ideal habría tenido en ese momento una descripción mejor de
la que tiene el sistema francés respecto de los poderes del presidente y del
parlamento. En ese sentido el sistema francés es deficiente, y el motivo de
esa deficiencia es que los autores de la Constitución no pensaron en térmi-
nos semipresidenciales. En cierto modo la V República fue un accidente,
una suerte de accidente afortunado para Francia; pero no fue ideada de la
manera en que ahora entendemos el semipresidencialismo.
Sólo algunas breves acotaciones respecto del sistema electoral.
Primero, en relación al sistema de segunda vuelta, obviamente estoy de
acuerdo con el profesor Sartori en que todo debería estar sobre la mesa,
entonces por qué no pensar también en el sistema de segunda vuelta. No
quiero entrar en muchos detalles, pero un hecho que quiero recalcar, y que
pienso se debe considerar como una desventaja del sistema de segunda
vuelta, es que aproximadamente entre los veinticinco países que conside-
ramos democracias estables y sólidas, sólo Francia tiene el sistema de
segunda vuelta. Todas los demás han optado por otros sistemas, y la gran
mayoría emplea la representación proporcional. El hecho de que tantas
democracias hayan optado por no usar ese sistema en particular tiene su
razón, creo yo, y es importante no olvidarse de ello. Lo mismo, por
supuesto, vale para el semipresidencialismo. Es también una forma de
gobierno poco común y, de nuevo, deberíamos pensarlo mejor antes de
entusiasmarnos demasiado con él. La mayoría de las democracias no
escogen un sistema semipresidencial.
En lo relativo a la representación proporcional, es muy importante
enfatizar sus dos dos formas principales —obviamente pueden haber cientos
de sistemas—, a saber, la moderada versus la extrema. Los sistemas
moderados conducirían a un multipartidismo moderado; los sistemas extre-
mos, a un multipartidismo extremo. En consecuencia, cuando hablamos de
representación proporcional debemos ser muy cautelosos en pensar de
inmediato, "ésta nos va a llevar hacia una gran proliferación de partidos" y
cosas similares. Ello de ningún modo es necesariamente así.
Ahora bien, un tema al que se refirió el profesor Sartori, que estimo
es muy útil y que debería ser considerado, es el problema de la cohesión y
de la disciplina de los partidos. Aquí nuevamente los hallazgos de las
investigaciones sobre sistemas electorales son muy claros: existe una
relación entre el tipo de sistema electoral y el grado de cohesión de los
partidos. Sin embargo, una vez más, no es una relación perfecta; por el
mero hecho de establecer un sistema electoral, de redactar una Constitución,
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 33

no se puede determinar por completo el sistema de partidos. Sin embargo,


lo que sí ocurre cuando un sistema electoral obliga a los candidatos de un
mismo partido a competir entre ellos, es que inevitablemente se produce un
debilitamiento de la cohesión del partido. La lógica de ello es bastante
manifiesta, es decir, el hecho que los partidos no estén obligados a
mantenerse unidos, sino que los candidatos de un mismo partido compitan
unos contra otros, lleva naturalmente a la indisciplina. Encontramos este
tipo de comportamiento en los sistemas personales de representación
proporcional como los de Irlanda o de Japón, donde los candidatos de un
mismo partido deben competir unos contra otros; lo encontramos en
muchos sistemas de representación proporcional de lista, donde el elector
tiene un rol importante en determinar cuál de los candidatos de la lista será
elegido. En Italia, creo que ésta es una de las razones que explica la
proliferación de facciones de los grandes partidos.
Finalmente, en relación al tema de la eficacia —que fuera planteado
tanto por el profesor Sartori como por el profesor Bravo—, pienso que es
muy importante ser cautos y no dejarse engañar por las apariencias. Yo
diría, por ejemplo, que Italia, la bête noire del profesor Sartori, pareciera
tener un gobierno muy poco eficaz: débil, de corta vida, no cohesivo, etc.
¿Qué hay de las noticias en 1987 que advertían que Italia había superado al
Reino Unido en términos del nivel de vida promedio? Ahí está el Reino
Unido, que encabeza la lista del profesor Sartori, un país que tiene un
gobierno decidido, fuerte, de un partido. ¿Cuál es la explicación de esto?
Obviamente, toda suerte de cosas pueden dar cuenta de la eficacia del com-
portamiento económico de un país. Si Italia hubiera descubierto gran
cantidad de petróleo en el Mediterráneo- diríamos: "¡Ahá, ése es el motivo:
son ricos porque tienen petróleo!". Pero Italia no descubrió petróleo; ¡Gran
Bretaña descubrió petróleo! Y a pesar de ello han tenido resultados tan
magros.
De modo que se debe ser cauto en creer que los gobiernos que
aparentan ser eficaces lo son realmente. La capacidad para tomar decisiones
no significa necesariamente que uno vaya a tomar buenas decisiones. La
capacidad de toma de decisiones en países como Gran Bretaña quiere decir
que los gobiernos pueden hacerlo en forma rápida, pero las decisiones
rápidas a menudo son decisiones equivocadas. Gracias.

Giovanni Sartori:

Estoy de acuerdo. Estamos poniendo los puntos sobre la mesa y ello


es bueno; ése es nuestro propósito. Sólo tengo dos comentarios. Uno de los
34 ESTUDIOS PÚBLICOS

argumentos de Arend Lijphart es que hay un solo ejemplo del sistema de


segunda vuelta y, por tanto, no hay evidencia suficiente a su favor.
Permítanme dar vuelta el argumento y decir que en América latina no hay
casos de parlamentarismo, ¿indica ello que el sistema es malo? Pienso que
este tipo de argumento nada prueba realmente. Cuando algo se ha iniciado
siempre ha habido un solo caso; y, según dicho raciocinio, nada jamás
podría comenzar. Cierto, hoy sólo los franceses usan el sistema de segunda
vuelta; y yo diría que es una lástima para los demás. Alguien tiene que
empezar, y en Francia el sistema electoral de segunda vuelta ha funcionado
muy bien.
El otro punto se refiere a Italia y a la eficacia. Déjenme situarlo en
un contexto más amplio. El día de ayer el profesor Lijphart nos presentó
unos cuadros impresionantes de correlaciones y de asociaciones señalando:
"Observen que los resultados económicos que son considerados un buen in-
dicador de las capacidades para tomar decisiones no muestran que los sis-
temas que se consideran eficaces lo sean realmente. Porque en términos de
resultados económicos ellos se desempeñan tan mal (o bien) como otros".
Una primera objeción a lo recién señalado podría ser que las
correlaciones en cuestión son espurias. He estado leyendo la revista The
Economist por cerca de veinte años y en cada ejemplar encuentro una
explicación de por qué un país tiene buenos o malos resultados económicos.
Y luego de veinte años de lectura durante cincuenta y cinco semanas resulta
que aún no logro saber qué es lo que explica el buen desempeño de las
economías y, dicho sea de paso, tampoco lo saben los economistas. ¿Es que
Singapur, Taiwán y Corea tuvieron éxito porque eran autoritarios? De ser
así, hay una larga serie de sistemas autoritarios que han tenido muy malos
resultados. Tenemos aquí claramente un conjunto tan complejo de variables,
que no se puede suponer que un buen desempeño económico sea conse-
cuencia de la capacidad gubernamental para tomar decisiones. En primer
lugar, porque los gobiernos pueden ser estúpidos (y ésta es una variable
importante); pero principalmente debido a la interacción de una gran canti-
dad de variables. Sugeriría, por tanto, un enfoque más directo. Si estamos
discutiendo los efectos de la eficacia, entonces intentemos primero
determinar la eficacia, es decir, la capacidad de tomar decisiones. Por tanto,
primero he de dibujar una cantidad de gráficos respecto de cómo procede cada
país en la toma de decisiones, y luego ubicar en esos gráficos todas las
"cargas explosivas" que tienen un impacto en el proceso de toma de
decisiones en cada país.
Mis gráficos mostrarán que algunos sistemas políticos, estructural-
mente hablando, son realmente incapaces de tomar decisiones, porque a lo
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 35

largo del camino pueden descubrir una mina tras otra y en algún momento
el proceso explotará; en tanto que otros sistemas tropiezan con sólo tres o
cuatro minas a lo largo de su camino. De manera que hay que examinar los
gráficos que representan los procesos de toma de decisiones. Permítanme
señalarles cómo sería ese gráfico en el caso de Italia. Durante veinte años he
sido un tenaz y obstinado impulsor de reformas en Italia y, sin embargo,
ninguna de mis proposiciones ha sido jamás aceptada. Resulta interesante
que siempre se me haya respondido con el argumento siguiente: "Usted
tiene toda la razón, pero sencillamente no lo puedo hacer".
Hay un caso real que vale la pena mencionar. Cuando a fines de los
años sesenta estallaron los desórdenes en Italia, los políticos, preocupados,
no entendían qué pasaba: de pronto, en algún lugar extraño, la gente se
sublevaba. De modo que el Ministro del Interior decidió crear una comisión,
de la cual yo formé parte, para estudiar estos problemas. Trabajamos dos
años y propusimos numerosas recomendaciones, entre las cuales había
algunas que mejoraban las capacidades de la policía. ¿Qué ocurrió con ese
proyecto? El Primer Ministro, que en ese entonces era Aldo Moro,
inmediatamente lo "liquidó". ¿Por qué? Porque a los socialistas no les
gustaba y Moro quería, principalmente, el respaldo de los comunistas. Si
Moro hubiese seguido las recomendaciones tal vez habrían encontrado a sus
secuestradores, y él no habría sido asesinado.

Carlos Santiago Nino:*

Quiero referirme brevemente a la interrogante de si el sistema semi-


presidencial es o no plausible, o si eventualmente es un paso hacia un
sistema plausible. Como ya lo he insinuado en el seminario, mi intuición
y convicción aquí son más bien positivas. Pero quiero hacer dos acla-
raciones. Primero, ellas son positivas en relación a mi país, a la Argentina.
Solamente en la medida en que esas condiciones puedan ser extensibles o

*Doctor en Filosofía en el área de jurisprudencia, Universidad de Oxford


(Gran Bretaña). Profesor titular en Filosofía del Derecho en la Universidad de
Buenos Aires e investigador del Centro de Estudios Institucionales (Buenos
Aires). Profesor visitante de la Escuela de Derecho de la Universidad de Yale (EE.
UU.). Entre sus numerosas obras pueden mencionarse Introducción al análisis
del derecho (Bs. As., 1980) [Edición española: Barcelona: Ariel, 1985, 1988];
Los límites de la responsabilidad penal (Bs. As., 1980); Etica y derechos
humanos, 2da edición (Bs. As.: Paidós, 1989) y El constructivismo ético
(Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1990).
36 ESTUDIOS PÚBLICOS

compensables con otras, lo que creo es cierto en el caso de Chile, dicho


sistema podría ser aplicable a otros países. Segundo, me gustaría aclarar
(esto ya se ha dicho muchas veces, mas seguimos insistiendo) que así como
no tiene sentido hablar de parlamentarismo, pues hay muchos, como bien
lo enfatizó el profesor Sartori, tampoco tiene sentido hablar de semipre-
sidencialismo. Creo que vamos a terminar en una discusión lingüística si
no aclaramos de qué estamos hablando.
Comienzo señalando entonces que entiendo por un sistema semi-
presidencialista plausible uno que tiene básicamente cuatro condiciones. En
primer lugar, el gobierno reside en el primer ministro y su gabinete, es
decir, las facultades normales y generales de gobierno están concentradas en
el primer ministro. El presidente no tiene áreas de gobierno, como en el
caso del presidente francés, aunque puede tomar algunas decisiones
relevantes, en materias circunscritas, como designaciones de Estado. Esta es
la primera característica esencial, la que creo coincide con la preocupación de
Arturo Valenzuela.
Segundo, el presidente es elegido. Habría que discutir si en forma
directa o indirecta a través de un colegio electoral; y si es en forma directa,
si es con doble vuelta o no. Pero voy a entender como característica del
sistema que el presidente es elegido. Tercero, el parlamento, y básicamente
la cámara baja del parlamento, tiene la facultad de censurar al gobierno: una
censura factible, no una inviable o imposible. En cuarto lugar, el presidente
tiene la facultad de disolver la cámara baja. Estas son las cuatro
características que voy a tomar como distintivas de un semipresidencialismo
que me parece plausible.
Ahora, ¿por qué me parece plausible? Creo entrever que un semi-
presidencialismo de estas características, e insisto que tomo en cuenta
básicamente el caso de la Argentina —el que se distingue del chileno en un
aspecto importante en esta dinámica, cual es el contar con un sistema casi
bipartidista—, podría pasar por dos fases diferentes. La primera está definida
por el hecho de que el presidente cuenta con la mayoría de la cámara baja (en
una situación como la argentina esto sería normal porque la misma elección
del presidente arrastraría la votación de la cámara baja). En caso de no haber
elecciones simultáneas de presidente y cámara baja, aquél siempre tiene la
posibilidad de aprovechar su triunfo electoral y su popularidad para disolver
la cámara, llamar a elecciones y conseguir esa mayoría parlamentaria. Por
tanto, la primera fase se distingue por una coincidencia entre el presidente y
la mayoría de la cámara baja, lo que resuelve de por sí el problema de los
presidencialismos en lo que respecta a una mayoría dividida entre la del
presidente y la de la cámara.
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 37

Ahora, esta primera fase puede tener dos alternativas: A y B. La


alternativa A es aquella en que el presidente puede gobernar con la mayoría
que tiene en la cámara baja; no hay circunstancias excepcionales, no hay
grandes divisiones y el presidente puede gobernar con esa mayoría. Creo que
aquí el sistema no presenta dificultad. Me parece que aun los más férreos
parlamentaristas admiten que en una situación ideal —en la que el presidente
tiene mayoría en el congreso, donde no hay circunstancias extraordinarias ni
divisiones especiales en la sociedad— cualquier sistema presidencial tendría
básicamente que funcionar.
De cualquier modo, el sistema semipresidencialista todavía tiene una
ventaja sobre el presidencialista puro porque el presidente tiene un fusible,
un intermediario. Por ejemplo, en situaciones como la de 1976 en la
Argentina, con el desastroso gobierno de Isabel Perón, mucha gente decía en
ese momento, incluso el mismo Raúl Alfonsín, que se podría haber salvado
el sistema (que cayó sólo ocho meses antes de que expirara el período de
Isabel Perón), si ella hubiese tenido de primer ministro a quien era el
gobernante real en su tiempo, el famoso brujo López Rega, y lo hubiera
podido reemplazar por un hombre aceptado por todos, como lo era el
constitucionalista Luder (quien después fue candidato a presidente). Es
decir, aun en esas circunstancias el sistema sirve.
Ahora pasemos a la alternativa B. El presidente no puede gobernar
con la mayoría normal que tiene en el congreso. Y, ¿por qué? Aquí hay algo
que encuentro atractivo en el planteamiento del profesor Lijphart, e incluso
más allá de lo que él mismo dice, que es la necesidad de un gran consenso,
de una gran mayoría. Pero esto no ocurre solamente cuando hay grandes
divisiones en la sociedad. Ocurre también y fundamentalmente cuando un
país (como es frecuente en América latina) enfrenta grandes crisis y
desafíos. Creo que ésta va a ser la gran encrucijada que vivirá la Argentina
dentro de poco tiempo debido a la crisis económica y las reformas
estructurales que se tienen que encarar: o adopta una alternativa presiden-
cialista autoritaria (que ya se está insinuando) o bien una de gran consenso,
para la cual creo que es necesario una reforma constitucional. Este es el
tema, y en este sentido tengo algunas dudas porque aquí se está tomando,
me parece, con demasiada premura el argumento de Linz de que con el
parlamentarismo se elimina o se atenúa mucho la confrontación.
No estoy tan seguro. Por ejemplo, se dice que en un sistema parla-
mentario puro, como el inglés, se elimina la confrontación. Por supuesto,
se elimina un efecto de la confrontación, los bloqueos, porque al no haber
doble mayoría no hay bloqueos. ¿Pero cuál es el incentivo, sobre todo
cuando la competencia es bipartidista como en los casos inglés y argentino,
38 ESTUDIOS PÚBLICOS

del partido de oposición para entrar en el gobierno? Por cierto, hay


incentivos para-políticos de la oposición para entrar en el gabinete (siempre
es lindo ser ministro, estar en un gabinete, tener un auto oficial, etc.).
¿Pero hay incentivos para que la oposición, por ejemplo laborista, se
incorpore a un gabinete presidido por un primer ministro conservador que es
todopoderoso? Mejor es mantenerse en la oposición, desgastar con la crisis
al primer ministro y jugar a reemplazarlo. Por tanto, aunque no hay
bloqueos, hay confrontación.
En cambio, en este sistema, en la fase de una mayoría pero de la
alternativa (B) de necesidad de gran consenso, el presidente puede ofrecer
algo muy importante que es ser primer ministro y tener las facultades de
gobierno. Esto ya se insinúa en la Argentina, donde Menem pensó en la
posibilidad de ofrecerle a Angeloz un cargo en el gabinete. Claro está,
Angeloz no quiso saber nada de ser un ministro cualquiera en un gabinete
presidencialista, pues ello no tiene ningún atractivo para un futuro
presidente de la nación; pero ser primer ministro con las facultades formales
de gobierno es otra cosa.
Paso a la fase dos, en la que el presidente pierde la mayoría
parlamentaria. Primero pierde credibilidad, popularidad, y en las próximas
elecciones parlamentarias pierde su mayoría parlamentaria. En este caso no
existe el conflicto de doble soberanía y doble legitimidad que observamos,
precisamente, cuando muchos presidentes latinoamericanos se aferran al
cargo de cualquier manera, porque de lo contrario se quedan directamente en
la calle política, pues no tienen ninguna otra alternativa. Presidentes como
José Sarney en Brasil, o Alan García en Perú, difícilmente pueden ser
siquiera alcaldes; pero la posibilidad de seguir siendo presidentes con todo el
simbolismo del poder y las facultades circunscritas, al tener un primer
ministro, cambia radicalmente la situación. De ser así creo que los
presidentes latinoamericanos aceptarían gustosos retraerse y dejar que el que
afronte la crisis sea el primer ministro con una legitimidad, una credibilidad
y una popularidad nuevas, pues no son las mismas que ellos tenían.
Por tanto, pienso que un sistema parlamentario debería introducirse
cuando la gente está cansada del presidente y va buscando una nueva figura,
y entonces empieza a ver qué pasa con este hombre que ahora lo llaman
primer ministro, creándose así una expectativa de un primer ministro que
tiene funciones. En cambio, creo que si de entrada quisiéramos establecer en
la Argentina un sistema parlamentario va a suceder exactamente lo mismo
que en Brasil en el año 1964 con Joao Goulart, en el sentido de que el
primero que va a hacer campaña para que se modifique la Constitución (y la
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 39

gente lo va a apoyar en eso) será el presidente, porque la gente no puede


concebir que un presidente no tenga atribuciones.

Raúl Bertelsen:*

Aportaré en forma breve un punto de vista diverso de los aquí


expuestos, aunque muy poco original. Creo que no está de más recordar la
receta del viejo Aristóteles de que lo único que podemos hacer en forma
realista es tratar de encontrar el mejor gobierno posible en la práctica. No el
mejor en la teoría; si fuera así, el sistema parlamentario tal vez sacaría una
mayoría de votos a su favor. Pero estamos en Chile a fines del siglo veinte,
y, nos guste o no, el país ha tenido un sistema presidencial y presidencial
reforzado: "presidencialista", como dicen algunos.
Al restablecerse la democracia, después de haber experimentado una
crisis bastante fuerte, no acumulemos sobre ella la discusión siempre odiosa
y que divide mucho del régimen de gobierno. Si estamos todos de acuerdo
en lo que dice el profesor Sartori respecto de que el sistema democrático
tiene que funcionar en forma eficaz, no ha transcurrido el tiempo necesario
para poder comprobarlo; seis meses no son suficientes. La eficacia del
gobierno, del régimen democrático restablecido en Chile, se va a ver cuando
los nuevos problemas que comiencen a surgir —no los del pasado, sino
aquellos que no tienen ninguna raíz en el gobierno anterior-— sean encarados
en forma eficaz. Por ejemplo, lo que está ocurriendo con la crisis del
petróleo no tiene nada que ver con el gobierno anterior, es un problema
inédito, así como tampoco tiene su causa en el país; o un problema como
el de la sequía, por señalar dos asuntos nuevos. No acumulemos, entonces,
problemas sobre un régimen de gobierno que recién se inicia, y que cuesta
poner nuevamente en funcionamiento después de transcurrido tanto tiempo.
A mi juicio, es peligroso empezar en estos momentos a lucubrar cómo
cambiar el sistema de gobierno, en lugar de abocarnos a pensar cómo
podemos afianzar la democracia que se ha restablecido en Chile con su
visión tradicional que es la presidencial. Estimo que el camino más prudente
es perfeccionar el sistema presidencial de gobierno tal como está diseñado en
la actual Constitución, el que estimo está pasando con relativo éxito lo que
podemos llamar el test de ser aplicada por sus contrarios.

*
Abogado. Doctor en Derecho, Universidad de Navarra. Profesor de la
Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la
Universidad de los Andes.
40 ESTUDIOS PÚBLICOS

También en Francia los socialistas se mostraron muy contrarios a la


Constitución de la Quinta República; pero una vez que alcanzaron la
presidencia y pasaron a ocupar las posiciones de poder, dejaron de pensar
así. Creo que la actual coalición de gobierno en Chile, no obstante ciertas
declaraciones o afirmaciones, se siente bastante a gusto con la Constitución
vigente. Puede que en algunas materias la quiera modificar (por ejemplo, no
le gusta la inamovilidad de los Comandantes en Jefe), pero pareciera que el
Presidente Aylwin ha estado relativamente satisfecho con los poderes
presidenciales.
Ahora bien, la Constitución tiene una disposición en la cual muy
pocos han reparado —y que a mi juicio es uno de los puntos que es
necesario corregir en el sistema presidencial—, aquella que permite la
existencia de un jefe de gobierno. Según la Constitución actual, el
presidente, si así lo desea, puede nombrar un ministro que sea coordinador
de la labor de gobierno, es decir, un jefe de gobierno o primer ministro.
Por lo tanto, lo que sí considero posible en un sistema presidencial
es nombrar un ministro con tales poderes que sea como un jefe de gobierno,
pero de confianza del Presidente de la República. En Chile lo hubo el siglo
pasado. El régimen portaliano no fue de un gobierno personal del Presidente
de la República; fue un gobierno en el que tenía una posición destacada el
ministro del interior: Portales bajo Prieto, Montt bajo Bulnes, Varas bajo
el gobierno de Manuel Montt.
En cuanto al problema de la hipertrofia del poder excesivo del
Presidente de la República, quitémosle atribuciones al Estado y el problema
del excesivo poder del presidente se atenúa notablemente.
Respecto de la búsqueda de consensos, pienso que la actual Cons-
titución contempla un incentivo muy fuerte en ese sentido: la necesidad de
que la legislación más importante sea aprobada por una mayoría especial,
les guste o no a los gobiernos. Desde luego, para reformar la Constitución
se requiere ahora de los tres quintos, o los dos tercios en algunos capítulos
importantes de ella, y en las leyes orgánicas constitucionales, algo más que
la mayoría. Ahí hay un incentivo para encontrar el consenso.
Ahora, ¿qué problemas les veo a los sistemas alternativos: al
sistema parlamentario y al semipresidencial? Desde luego, son consi-
deraciones teóricas. Algunos dicen que en Chile hubo parlamentarismo;
otros niegan el calificativo de parlamentario al régimen que hubo desde
1891 hasta 1924. No entremos en la discusión de si lo fue o no. Planteo un
par de preguntas, ¿qué hacer con el Presidente de la República en Chile en
un sistema parlamentario? Estamos de acuerdo en que él, en un sistema
parlamentario, tendría que quedar reducido a un mero papel de moderador, es
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 41

decir, absolutamente secundario. Enseguida, ¿vamos a eliminar la elección


directa del Presidente de la República? Espero que alguien se atreva a decir,
sobre todo un político que aspire llegar algún día a la presidencia, que se va
a eliminar la elección directa de presidente. Cuando se elaboró la
Constitución en 1977, intervine en ella y propuse una fórmula alternativa
para elegir presidente: un sistema de colegio electoral especial, la que ni
siquiera fue publicada en los diarios de aquel entonces. Si no eliminamos la
elección directa, olvidémonos de un sistema parlamentario. Porque un
Presidente de la República elegido por sufragio universal no se va a
contentar con ser sólo jefe de Estado.
El sistema semipresidencial. Por cierto, ¿cuál? Porque hay varios.
Uno en que el presidente tiene poderes muy reducidos: eso se parece a la
república parlamentaria italiana o alemana. Uno con mayores poderes como
en Francia, ¿y quién nos garantiza que el conflicto no se va a llevar al
interior del Poder Ejecutivo? Porque esa posibilidad no se puede negar.
Francia la eludió muy bien, y admiro la sagacidad y cooperación de los
políticos franceses para resolver una situación que no podía prolongarse.
De modo que una visión prudente, a mi juicio, consiste en no
acumular sobre una democracia recién restablecida más problemas que los
que de suyo tiene, ni más problemas de los que deberá ir enfrentando en este
reacostumbramiento de la sociedad chilena, ojalá en forma más moderada, a
la democracia. No pongamos en discusión el problema del régimen de
gobierno. Les diría a los políticos y también a los académicos chilenos que
no olviden que en Chile, por lo menos en dos ocasiones de su historia, los
políticos y profesores universitarios también pusieron en discusión el
régimen de gobierno, y la solución la dieron los militares. En 1891 la gran
disputa entre un esquema de gobierno presidencial y uno parlamentario se
resolvió en una guerra civil; y en 1925 la disputa entre parlamentarismo y
presidencialismo no la resolvió el Presidente Alessandri ni el ministro Maza
ni el Partido Conservador ni el Partido Radical, sino que el general
Navarrete cuando zanjó la discusión en la Comisión Constitucional.

Enrique Barros:

Apartándome un poco del papel de moderador, voy a hacer una bre-


vísima intervención relativa a la importancia de la historia en los arreglos
institucionales.
Ante todo, creo conveniente precisar que el problema básico de la
discusión política chilena actual no es el sistema político, es decir, si
42 ESTUDIOS PÚBLICOS

tendremos democracia o dictadura, sino sólo la forma que adoptará el régi-


men de gobierno democrático.
En segundo lugar, creo que en Chile se está viviendo una etapa que
mantiene caracteres fundacionales en cuanto al régimen de gobierno. Por
ello, hablar sólo de tradiciones me parece equívoco y peligroso, especial-
mente si consideramos que el régimen presidencialista clásico ha tenido tres
severas crisis en Chile. Las mayores hecatombes políticas que ha tenido este
país, que prácticamente han terminado en guerras civiles, han ocurrido bajo
regímenes presidencialistas. No puedo sino recordar al poeta Botho Strauss
cuando advertía: "tanta, tanta historia para terminar en eso".
Pienso, por ello, que debiera buscarse un camino de análisis más
diferenciado y complejo al analizar la institucionalidad deseable. Es obvio
que no se puede ignorar la tradición presidencialista, en especial si se atiende
a que el presidencialismo democrático ha sido restablecido con éxito y a que
aún no se desarrollan prácticas parlamentarias. Con todo, es indispensable
asumir en estas materias una perspectiva de más largo plazo, que incluya los
diversos objetivos concurrentes que debe satisfacer un régimen político, a
los que han aludido en esta ocasión Lijphart y Sartori, como Linz y
Valenzuela hace algunos meses.
En Chile creo que hay un amplio acuerdo entre especialistas en
cuanto a incluir en el análisis del régimen político temas como su eficacia,
su aptitud para formar gobiernos de mayoría y para neutralizar la
polarización y su flexibilidad frente a situaciones adversas. Pienso que en
todos estos sentidos el presidencialismo clásico merece fuertes reparos.
Las instituciones no aseguran resultados, pero sí pueden favorecerlos.
Parece indispensable un análisis histórico, pero también comparado de
las ventajas y, muy especialmente, de las miserias de las distintas
alternativas institucionales. En definitiva se requiere una actitud abierta,
tanto a la tradición como al cambio, que evite sacralizar alternadamente a
una u otro.

Arturo Valenzuela:

Sobre este tema creo fundamental tener en claro por qué fracasó el
sistema institucional. Es un hecho que el gobierno militar dio una respuesta
clara a esa pregunta. Su fundamentación fue que el sistema anterior había
experimentado una crisis de fondo, y que no se podía seguir con lo mismo,
y que era preciso erigir una institucionalidad mejor. Pero, irónicamente, el
diagnóstico que hizo el gobierno militar fue errado. Al no entender qué parte
de la crisis del sistema político tradicional se debía a la inoperancia del
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 43

sistema presidencial, optó por responder a esa crisis creando un presiden-


cialismo aún más fuerte y exagerado. Entonces el legado del gobierno
militar es el mismo sistema que no respondió a los problemas políticos e
institucionales de fondo que contribuyeron al quiebre del sistema anterior.
Sería, entonces, una irresponsabilidad histórica no hacer las correcciones
necesarias, argumentando que esas correcciones son en sí desestabilizadoras.
Si nos preocupa la estabilidad de la democracia chilena en el futuro tenemos
que reflexionar sobre las causas del quiebre anterior y crear una institucio-
nalidad mejor. Como bien dice Enrique Barros, porque ha fracasado varias
veces el modelo presidencial en Chile, es muy importante en lo que todavía
es una época fundacional, que la sociedad entera reflexione sobre las causas
de la ruptura de la democracia en Chile y las fórmulas para el futuro.
Quedarnos con un sistema presidencial exagerado puede ser la peor fórmula
—a la larga la fórmula más desestabilizadora—. Por ello es muy importante
reflexionar en forma madura sobre propuestas alternativas.
Quisiera terminar retomando un punto del profesor Nino, y en el
cual discrepo algo con Juan Linz, en el sentido que yo no creo que los
sistemas parlamentarios sean necesariamente mejores para cualquier
sociedad. El punto esencial es considerar, como ya lo señalé anteriormente,
cuál es la relación, el grado de congruencia que existe entre la sociedad y la
sociedad expresada políticamente en el sistema de partidos políticos, por un
lado, y el sistema institucional por otro. En un país como Estados Unidos,
por ejemplo, creo que no convendría instalar un sistema parlamentario puro
—aunque sí es razonable pensar en alguna fórmula semipresidencial para
resolver el dilema de los gobiernos de minoría—.
La situación de Argentina es preocupante y le encuentro cierta razón
al profesor Nino. No estoy seguro que aconsejaría un sistema parlamentario
puro para la Argentina porque en "teoría" fuese mejor. No estamos hablando
de sistemas en teoría; esa es la clave. Estamos tratando de ver cómo
podemos adecuar las instituciones democráticas a las realidades del país; y si
en un lugar ha fracasado el sistema institucional, expliquemos por qué ha
fracasado, en profundidad, y veamos exactamente cómo se puede compa-
tibilizar la realidad política con el sistema institucional. En Argentina, con
una tradición de monopartidismo importante, donde los partidos han sido
más bien movimientos que partidos, y donde la coherencia partidaria es
baja, un sistema semipresidencial podría ser más apto. Pero en Chile, con
partidos fuertes, ideológicos, con fuerzas centristas importantes, pero donde
ningún partido o tendencia por sí solo puede aspirar a tener mayoría
presidencial y parlamentaria, la modernización política sugiere evolucionar a
un sistema parlamentario como aquellos que han sido tan exitosos en los
44 ESTUDIOS PÚBLICOS

países multipartidistas europeos. Para modernizarse económicamente, Chile


necesita modernizarse políticamente.

Giovanni Sartori:

Al cerrar este debate, me complace expresar que comparto


plenamente la conclusión de Arturo Valenzuela. Ciertamente, ésta ha sido
una discusión útil. En un trabajo mío que ha circulado como un fantasma
por Santiago ("Ni presidencialismo ni parlamentarismo"), digo que la mejor
forma política es la que funciona mejor, y esto trae a colación el contexto.
No conozco ninguna forma de gobierno que sea óptima; de modo que lo que
importa discutir es precisamente lo que dijo Arturo: cuál es el mejor
sistema posible para Chile. Habiendo dicho esto, todas las cosas buenas
deben terminar. La fragilidad humana hace que finalmente se imponga el
cansancio, pero ahora soy también más sabio que hace tres días, y les
agradezco mucho por ello.
CONFERENCIA

CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO


Visión de un economista liberal *

**
Pablo Baraona Urzúa

La gravitación de las grandes ideas y tendencias ideológicas en


las formas de organización política y socioeconómica de los
países, así como la creciente preponderancia del "capital
humano" como factor de desarrollo, son los temas centrales de la
ponencia que se reproduce a continuación.
El socialismo, la autarquía y el corporativismo, que en distintos
grados prevalecieron entre los años veinte y sesenta, se están
abandonando en los últimos tiempos en forma cada vez más
acelerada. Hoy la tendencia es hacia la desregulación y la
economía de mercado. Los acontecimientos locales, según esta
línea de argumentación que sigue aquí a Francis Fukuyama, sólo
explican la "oportunidad" en que dicha reversión y cambios
comienzan a producirse. En cuanto al derrumbe del marxismo y de
las economías socialistas, se destaca que éste se ha debido en
buena medida a la incapacidad de advertir la importancia creciente

*Texto de la conferencia dictada en el ciclo "Historia de Chile en los


siglos XIX y XX", Universidad Finis Terrae (septiembre 1990). Un extracto de la
misma fue publicada en El Mercurio el día 7 de abril de 1991.

**Rector de la Universidad Finis Terrae. Ha sido Ministro de Economía,


Ministro de Minería y Presidente del Banco Central. Consejero del Centro de
Estudios Públicos.
46 ESTUDIOS PÚBLICOS

del "capital humano", como asimismo al hecho de que este último


no puede ser objeto de colectivizaciones ni planificaciones en el
sentido y en los términos en que lo entendió el socialismo.

En busca de una perspectiva

E 1 que escribe esta pequeña historia estuvo demasiado involucrado


en la actividad nacional de los últimos veinte años —a partir de 1970—
como para tener la objetividad y perspectiva suficientes y así captar la
esencia de lo acontecido en Chile en esos años, sin perderse en detalles que
podrían interesar a muy pocos.
Para remediarlo, un ejercicio: ubicarse en el año 2020 y desde allí
intentar una breve historia de Chile en el último cuarto de siglo (1975-
2000). Una síntesis de ella: el nervio y los huesos. Si de la cantidad enorme
de hechos, personajes y circunstancias de esos años se obtiene grasa y carne
fofa, se ha hecho mal la tarea. Intentaremos hacerla mejor.
En Chile, 1973 marcó el fin de un período. Ese año se revirtió un
proceso político y económico social que probablemente se había iniciado en
los años veinte. El sistema sufrió un colapso. Las Fuerzas Armadas
tomaron el control de la situación. Dieciséis años más tarde entregaron a
una mayoría civil un país distinto y un poder distinto. El de 1973 es, pues,
un año decisivo en nuestra historia, que marca el fin de un período y el
comienzo de otro.

La fuerza de las ideas y del ambiente

Se podría decir que en el período 1920-1973 hubo mandatarios y


congresos de muy diferentes signos ideológicos, y que lo mismo sucedió
entre 1989 y el 2000. Es cierto, pero lo que intentaremos demostrar es que
las grandes ideas, el pensamiento común de los académicos, la opinión
pública y el ambiente ideológico internacional influyeron en las decisiones
políticas de tal manera que hacían prácticamente irrelevantes las ideas de
mandatarios y congresistas durante ambos períodos.
Un ejemplo: el gobierno de don Jorge Alessandri (1958-1964), con-
servador, con fuerte apoyo empresarial, no logró revertir en forma alguna el
proceso que se venía desarrollando en Chile. Por el contrario, los primeros
CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO 47

pasos de la Reforma Agraria se dan en ese período. A mayor abundamiento,


una anécdota: en 1959, cuando se trataba de administrar la Empresa de
Comercio Agrícola (ECA) —empresa del Estado que detentaba el monopo-
lio de la comercialización de trigo y otros productos, especialmente de la
carne de vacuno—, se buscó al funcionario más antiestatista, antiburocrá-
tico, duro y pro libertad de comercio para el cargo máximo, y se le nombró
en él. Al cabo de un mes en el ejercicio del cargo, tal funcionario propuso
que la ECA tomara el control no sólo de la importación de carne sino,
también, de las carnicerías. Era una de las tantas manifestaciones de la gran
ola ideológica socialista, en su pleno auge de los años cincuenta.
Otro ejemplo nos lo entrega el gobierno de la alianza democratacris-
tiano-socialista en los años noventa. Ambos partidos, grandes estatizadores,
nacionalizadores y expropiadores en años pasados, culminan más tarde el
proceso privatizador iniciado en 1973, muy discutido en su tiempo, ven-
diendo a entidades privadas las empresas de agua potable, los ferrocarriles, la
minería del carbón y del cobre, el petróleo, los puertos y las empresas
navieras. Esta aseveración, como otras más adelante, se hace sólo a título de
pronóstico.
Los grandes síntomas de que así sucedería se escuchaban ya en 1990,
a propósito de la ineficiencia de Codelco y del aprovechamiento que de esa
empresa hacen los sindicatos, y de la alternativa de muerte o privatización
que enfrenta la empresa de ferrocarriles.
¿Cuál es el proceso que se revierte con tanta fuerza que hace
irrelevantes las ideas de los gobernantes y hace cambiar de parecer a partidos
políticos completos?

El cambio en la tendencia

Como nos referiremos sólo marginalmente a cuestiones propias de la


política, resumamos en tres las tendencias características de la organización
económico-social que se revierte, (i) Donde la autoridad había ganado terreno
en la toma de decisiones, ella comienza a retirarse y empieza a decidir la
gente. El dogma o slogan "Estado sí, mercado no", se termina y finalmente
se revierte, (ii) Donde la autarquía ganaba terreno y el comercio lo perdía;
donde el país producía todo lo que necesitaba y guardaba para sí lo que podía
consumir y sólo exportaba los "saldos"; donde importar era "gastar" divisas;
donde... Todo eso cesa. El comercio con el mundo comienza a expandirse;
se exportan no sólo "saldos", se importa no sólo lo que alguien dice que
falta. En suma, el proceso se revierte, (iii) Los "pobres" que movilizaron la
48 ESTUDIOS PÚBLICOS

organización económica y política resultaron ser falsos; los pobres de verdad


no participaban en la vida política y social, en la cual apenas lo hacían las
cúpulas políticas o sindicales que decían representarlos. Presentes en la vida
política estaban sólo los que tenían que ver con el reparto y el conflicto: los
trabajadores dependientes que estaban sindicados. De allí el concepto
prevalente de que quitando a algunos se solucionan los problemas de otros.
Las fijaciones de precios, la reforma agraria, los saldos exportables, etc.,
son hijos de esa idea. Se llegó en esta materia a confundir el verdadero
objetivo: "un país sin pobres", por otro: "un país sin ricos".
Se revierten, pues, las tendencias: más mercado, menos autoridad;
más comercio, menos autarquía; combate a la pobreza, no a la riqueza.
La fuerte tendencia al socialismo, a la autarquía y al corporativismo
oligárquico fue alimentada por factores tan variados como las dos guerras
mundiales y la crisis de 1930; la revolución bolchevique; el prestigio de los
Estados; la moda intelectual de la ingeniería social totalitaria y la ignorancia
acerca del funcionamiento de una organización social libre. Lo importante
para nuestros efectos es que la tendencia era muy fuerte entre 1930 y 1960,
retroalimentada por su propia lógica interna, donde un control llama al otro.
Esa tendencia, en Chile, cambió a partir de 1973.

La nutrición del estatismo

Cuando todo lo decide el Estado es fácil fabricar trampas en que


pueden caer aun los gobernantes más serios. Se trata de presentar los
problemas de tal manera que los beneficios de una acción aparezcan
concentrados y conocidos, y sus costos diluidos y desconocidos.
El estatismo creciente; el cierre del comercio exterior y, parti-
cularmente, la inflación, tienen allí una teoría general que explica su
presencia conjunta en la mayor parte de los países latinoamericanos entre
1930 y 1990.
¿Puede un gobernante, que tiene en su mano el poder de decisión,
negarse a aumentar un arancel de aduana o a prohibir una importación si
ello significa cesantía, quiebras, menor actividad en una zona o falta de
mercado para una materia prima nacional, etc., en circunstancia de que nadie
conoce el costo de actuar en el sentido pedido por algunos? ¿Puede un
gobernante, que tiene en su mano el poder de decisión, negar un crédito a
una empresa en falencia para conservar empleos, actividad en la zona, todos
beneficios concentrados y conocidos frente a un costo desconocido y
diluido? Estas situaciones y las decisiones que en cada caso toma la
CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO 49

autoridad explican el estatismo, la autarquía y la inflación; aun despojando a


quien toma la decisión de todo prejuicio ideológico. Cuando la autoridad
tiene demasiado poder, la presión social se hace irresistible para que lo
incremente aún más.

Otros ejemplos: antes y después

Bien, pero estamos haciendo historia. ¿Por qué Chile? ¿Pasó algo
similar en otros países? Evidentemente sí. Chile no es una isla ni lo fue
nunca. Los movimientos ideológicos y las circunstancias económicas
siempre repercutieron en Chile. Lo sucedido en nuestro país sucedió en
otros países antes y después.
La Alemania posnazi y de posguerra se organiza sobre la base de una
economía abierta de mercado. Con Adenauer y Erhard logra salir con rapidez
y sin conflictos de las ruinas de la guerra. Cuarenta años más tarde prác-
ticamente absorbe a otra Alemania organizada bajo el sistema socialista. Es
Ludwig Erhard, Ministro de Finanzas y más tarde Canciller de la Alemania
Federal, quien bautiza la economía libre aplicada en su país como economía
social de mercado. De mercado, porque es libre y abierta; social, por su
atención a los pobres.
Italia en sus primeras elecciones generales de posguerra se juega su
destino. Triunfa la corriente no comunista, y de Gasperi, Einaudi y otros
operan sobre la base de una economía libre que tiene la fuerza suficiente
para entregar a ese país un progreso sostenido por muchos años. Sus líderes
conocen las materias económicas y son liberales en su forma de ver las
cosas. El progreso italiano sorprende mucho, porque se da en medio de
graves inestabilidades políticas. Incluso el país está largos períodos prácti-
camente sin gobierno. Se crea allí un modelo digno de ser estudiado y, tal
vez, imitado, donde la economía y la política se independizan en alto grado.
De Gaulle, en Francia, ya en los años ciencuenta, pone fin a una
crisis de proporciones: zanja el problema de las colonias e inicia la
modernización económica sobre las mismas bases de sus vecinos más
fuertes: Alemania e Italia.
En el Oriente, Japón, con la decisiva influencia del General Mac
Arthur, se pone en marcha inmediatamente después de la guerra. Con los
mismos principios de organización se hará potencia en el transcurso del
siglo.
En España, Alemania, Francia y otros países europeos se advierte ya
en los setenta cómo los partidos socialistas van abandonando el estatismo
50 ESTUDIOS PÚBLICOS

y, desde luego, el marxismo-leninismo. En esa época los intelectuales


europeos se vuelven escépticos respecto de la bondad de los socialismos
reales y abandonan los partidos que los propugnan.
Los países detrás de la cortina de hierro siguen su marcha bajo rígidos
esquemas políticos autoritarios y de planificación detallada en su
organización económica durante los años 70, aunque en Checoslovaquia,
Hungría, Polonia y Yugoslavia se han producido ya importantes y mani-
fiestos gérmenes de rebelión.
A fines de los años 70 y hasta los 90 se producen los grandes cam-
bios que han sido precedidos por los países europeos occidentales, por Chile
en América latina y por otros países exitosos en el Oriente: Corea,
Singapur y Taiwán.
Argentina, Brasil, Perú, México y otros países de América latina
iniciaron vastos programas de desestatización y de apertura comercial en los
noventa. Lo hacen después de haber estado cercanos al caos más absoluto.
Los principios que aplican son los mismos.
El más importante de todos los cambios es, sin duda, el de la Europa
del Este, incluida la Unión Soviética. Los principios de una economía de
mercado abierta, competitiva y con preocupación por los más pobres o
desvalidos se establece allí firmemente y explica el progreso alcanzado en
esos países hacia fines del siglo XX.
En suma, el mundo converge. Se abandona un sistema de organiza-
ción social que, desde el punto de vista de la historia, fue un experimento en
algunos países y sólo una alternativa en otros. Este, como todos los gran-
des cambios —la abolición de la esclavitud, el término del colonialismo, la
creación de los Estados nacionales, etc.—, se produce durante un período
prolongado, de cincuenta años, a partir de la década de los cuarenta.
El abandono del socialismo como forma de organizar la producción
en los países del Este fue muy abrupto e inesperado. Diez o veinte años
antes nadie hubiese hecho esa apuesta. Tal vez la contraria —el triunfo del
socialismo— hubiese tenido más adherentes.
La incapacidad de seguir a Estados Unidos en la carrera de las armas
—la carrera del bienestar material la había perdido años atrás— fue lo que
decidió a la Unión Soviética, hacia fines de los 80, y con ello a los demás
países del Este, a cambiar el sistema. Bastó que Estados Unidos, bajo la
presidencia de Reagan, privilegiara en alguna forma la defensa para que en
pocos años la Unión Soviética se sintiera incapacitada de enfrentarlos con
una organización económica, la suya, bastante menos eficiente.
La evidencia de que para organizar la producción no hay alternativa
mejor explica la adopción, en 50 años, en todo el mundo, de la economía de
CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO 51

mercado. Unos probaron la planificación total y el socialismo autoritario;


otros el populismo y el corporativismo; otros, los híbridos, con planifi-
cación indicativa y presencia firme del Estado. Todos fracasaron y volvieron
al mercado, a la gente, como la principalísima instancia de decisión.

Mercado y democracia: ¿el fin de la historia?

A la pregunta de por qué la economía de mercado emerge de un caos


—como en Chile, Alemania, Italia, Argentina, Checoslovaquia, Unión
Soviética y otros países— tal vez haya que responder que esto obedece a que
no tiene atractivos especiales; no es poética ni heroica, pero funciona. En
Argentina y Perú, al inicio de sus reformas, la opinión pública pensó que
votaba por otra cosa al elegir sus presidentes constitucionales. En menor
medida, en nuestro país habría sucedido lo mismo.
Fue tan fuerte la ola reformista que azotó al mundo de norte a sur, de
occidente a oriente, que no quedó país importante sin ser afectado por ella:
no quedó organización socialista alguna en pie. La armazón intelectual del
socialismo no podrá liberarse por muchos años de la secuela de la reforma.
Un distinguido intelectual y analista político, Francis Fukuyama, se
preguntó en 1988 si éste era el fin de la historia, refiriéndose a la historia de
las ideas.1 El capitalismo democrático había derrotado a todas las ideas. El
mundo giraría sólo en torno a aquél en el futuro.
El año 1973 fue, en consecuencia, el que puso fin en Chile a un
período e indicó el comienzo de otro. Para Alemania fue a fines de los 40;
para los países grandes de América latina fue a principios de los 90, pero en
todos se produjo el cambio.
Nuestra siguiente tarea será explicar por qué.
Ubicándose en el año 2020 resultará menos trabajoso allegar antece-
dentes para explicarse los cambios habidos en el mundo en la segunda mitad
del siglo XX.

Hacia un estado natural

Previamente, digamos que el cambio que intentamos explicar es de


aquellos que vuelven el orden social desde uno sostenido por el ejercicio de
la autoridad a otro de carácter más natural para las cosas y las personas. La

1
Francis Fukuyama, "¿El fin de la historia?", Estudios Públicos 37
(verano 1990).
52 ESTUDIOS PÚBLICOS

así llamada ingeniería social —creadora de todos los "ismos" de la primera


mitad del siglo— pretendió moldear una organización humana que intentó ir
más allá de lo que ella, aparentemente, soportaba. La sola presencia del
Estado actuando más allá de un cierto límite implica modificar ese orden
natural: impuestos, gastos públicos, fuerzas armadas, administración de
justicia y otros, son instituciones que suponen acuerdos y autoridad. Pasado
un cierto límite, esas entidades contradicen el estado natural de las cosas. La
facilidad para la construcción de un orden nuevo dependerá en gran medida de
si él se acerca o se aleja de aquel orden natural objetivo.
La explicación, pues, de lo sucedido en Chile a partir de 1973 debe
buscarse más en razones generales que afectaron la organización social en
todo el mundo en términos parecidos, que en acontecimientos locales chi-
lenos. Estos últimos, más bien, se relacionan con la oportunidad (1973). Es
decir, los principales actores personales e institucionales podrían haber sido
en Chile otros, pero el cambio y desenlace habrían sido parecidos. En otras
palabras, la evolución chilena se debe, en menor medida, a Allende, Frei o
Pinochet; a los partidos socialista; democratacristiano y otros, y en medida
mucho mayor a las mismas razones que explican las transformaciones
generales del mundo ocurridas a partir del término de la segunda guerra
mundial y hasta el cierre del siglo.

Las razones del cambio

¿Cuáles son estas grandes razones? A mi juicio, dos principales o


matrices: la creciente preponderancia del capital humano como factor del
desarrollo y el fracaso reiterado y demostrado de las decisiones públicas; es
decir, la diferencia entre lo que debió ser y lo que fue la acción del Estado.

El capital humano en escena

El capital humano es el nombre dado por los economistas modernos


al conjunto de conocimientos, iniciativa, inteligencia, habilidades,
disciplina, autoridad, rigor, tenacidad, memoria y otros atributos de que
están dotados hombres y mujeres, tanto individualmente considerados como
en su vida social. Con anterioridad, el capital o riqueza de una comunidad o
nación se asociaba a las tierras, los mares, los climas, los minerales: los
recursos naturales en general. Más tarde a las maquinarias, puentes, cami-
nos, edificios: el capital creado por el hombre.
CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO 53

Cuando la economía cuantitativa moderna comienza a buscar expli-


caciones más precisas de ciertos fenómenos —y tiene éxito— aparece como
un gran desconocido el principal de ellos: el desarrollo o progreso. En la
búsqueda de una explicación de por qué algunos países progresaban en
ciertos períodos y no lo hacían en otros y, también, por qué había países
más ricos que otros, la ciencia económica se enfrentaba a una situación de
contradicción con los conocimientos convencionales; de carencia de
instrumental para explicar el fenómeno del desarrollo.
Los intentos por explicarlo fracasaron continuadamente. A los
aumentos de capital y población era atribuible sólo una fracción menor de
los progresos alcanzados. La parte no explicada por los factores productivos
convencionales era atribuida genéricamente, hasta bien avanzados los años
cincuenta, al llamado "progreso técnico".
El fenómeno ocurrido en la parte de Alemania que más tarde fue
Alemania Federal, desde el fin de la guerra y por aproximadamente diez
años, dio luces para explicar el impacto del capital humano en su desarrollo.
En efecto, si se medía el capital físico destruido en Alemania y la fracción
de población desaparecida o mutilada después de la guerra, podía hacerse una
predicción de los necesarios montos de inversión y plazo para su recupe-
ración, todo ello en términos convencionales. Pues bien, una organización
adecuada permitió que, en la mitad del tiempo previsto y con la mitad de
ayuda programada, Alemania recuperara su nivel de vida de antes de la guerra
y después continuara en un sostenido y sorprendente ritmo de progreso.
El proceso de recuperación alemán —junto al de otros países de
Europa Occidental— movilizó las inteligencias en busca de su explicación.
Probablemente quien más contribuyó a arrojar luz sobre el problema fue el
economista y premio Nobel Theodore W. Schultz, con sus estudios sobre
el capital humano. El y sus seguidores incorporaron explícitamente a las
personas como factores productivos o económicos. Ya el hombre no sería
solamente un ente moral, o político, o social, sino también económico, y
de la primera importancia desde el momento en que sus atributos
contribuyen decisivamente a explicar lo que antes era ignorado: el desarrollo
económico.
La expansión —especialmente de la educación superior y técnica— se
potencia en esos años. Su creciente demanda se generaba en el hecho de que
ella constituía una inversión de alta calidad, tanto privada como socialmente
considerada.
Hoy día el valor económico de los hombres viene dado sólo por
excepción por la fuerza física. Sólo en algunos deportes y en los circos
todavía se privilegia y se paga por la fuerza y la resistencia físicas. La
54 ESTUDIOS PÚBLICOS

jornada diaria normal de trabajo de sol a sol se reduce continuamente y los


días laborales también, como un síntoma de que otros atributos humanos
van aumentando su importancia económica relativa.
Los abolengos familiares o las herencias han pasado también a se-
gundo término, en una sociedad más permeable al mérito y a los
conocimientos, a la educación y a la iniciativa.
Fue el propio profesor Schultz ya citado, quien en los años ochenta
midió la riqueza de su país, los Estados Unidos de Norteamérica, y concluyó
que, ya en esa fecha, el valor económico que aportaban las personas,
representaba más del 80 por ciento de la riqueza total del país.

El futuro es lo importante

Pensemos, por otra parte —corno la historia del último cuarto de


siglo lo muestra—, que la tasa de crecimiento de un país que sale del
paternalismo o del socialismo corporativista para ingresar a la democracia
liberal y al libre mercado suele ser superior al 7 por ciento al año. Ello
significa que las fuentes productoras de riquezas nacidas en los diez años
posteriores son tantas como todas las acumuladas durante la historia. La
atención de los gobernantes de un país pobre no debiera centrarse, en conse-
cuencia, en lo que se tiene sino en crecer; en lo que se tendrá. Creciendo al 7
por ciento al año el valor económico del patrimonio histórico anterior de un
país cae al 50 por ciento en diez años; al 25 por ciento en veinte años; al
12,5 por ciento en treinta años y así sucesivamente.
Este hecho nuevo, la preeminencia creciente del capital humano,
explica en forma importante, a mi juicio, el fracaso de las organizaciones
económicas que no lo privilegiaron. De aquellas que se ocuparon de lo que
había —reparto de tierras, impuestos patrimoniales, afectación de herencias,
funciones sociales adicionales impuestas a la propiedad, planificación global
de los recursos materiales, etc.— y de que las personas —el capital
humano— jugaran un rol pasivo o simplemente disciplinado.
Vale la pregunta: ¿alguna organización estructurada de esa manera
podría funcionar bien si no aprovechaba la parte más importante de su
capital?
La iniciativa, la capacidad de adaptarse a los cambios, la percepción
certera del riesgo de que está dotada una organización quedan cercenadas si
las personas no son capaces de utilizar plenamente sus capacidades mediante
el ejercicio de su libertad.
CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO 55

El fracaso del marxismo y de los socialismos reales radicó, en buena


parte, en no haberse percatado de que el capital tradicional fue perdiendo
importancia relativa a manos del capital humano y de que éste, en
definitiva, no puede ser colectivizado ni planificado en el sentido y los
términos en que lo entendió el socialismo.

Las decisiones públicas

Fueron los economistas y dentistas sociales como Alchian, Arrow y


Buchanan, entre otros, los que estudiaron las decisiones públicas, tanto en
la teoría como en la práctica. Demostraron que la regla de la mayoría simple
no siempre garantiza una elección óptima desde el punto de vista social. Lo
más importante, sin embargo, fue el estudio de las decisiones de las
burocracias y los gobiernos y su comparación con las que debieron haber
sido o con las que se esperaba que fueran.
La importancia de la distancia entre el óptimo y la acción de los
gobiernos o autoridades públicas fue demostrada. Algunos estudiosos
llegaron a sostener que era mejor que esos gobiernos nada hubiesen hecho
porque las situaciones indeseables las modificaron para hacerlas aún peores.
Problemas como la inflación, el desempleo y la pobreza fueron posibles de
atribuir más bien a la acción de las autoridades que a su ausencia.
Un ejemplo ilustra el punto: la teoría económica del monopolio
sostiene, básicamente, que éste es ineficiente o inequitativo por cuanto
produce menos y más caro que la libre competencia y otorga a sus dueños
un ingreso adicional que no corresponde al valor de los servicios prestados.
Normalmente, los textos de teoría económica continúan diciendo que es el
Estado, a través del gobierno de turno, el llamado a regularlo o manejarlo
directamente, para evitar esos males. Hasta allí llegaban los textos,
presuponiendo una actuación del gobierno impecable, en la representación
del bien común ciudadano.
El estudio de muchas decisiones tomadas por los monopolios estata-
les o regulados llevó a la conclusión de que su accionar distó mucho de lo
esperado y, más bien, dejó las cosas en peor forma que si nadie hubiese
intervenido.
Otras decisiones también fueron estudiadas: la creación y gestión de
las empresas públicas; la imposición y cobranza de tributos y aranceles; la
emisión y regulación de moneda, etc. En todas ellas la distancia entre lo
óptimo que el gobierno estaba llamado a realizar y lo efectivamente hecho
era o había sido abismante.
56 ESTUDIOS PÚBLICOS

En la duda sobre la eficacia (o simplemente fracaso) de la acción de


los gobiernos y las burocracias hay una gran vertiente de explicaciones
acerca del cambio de la organización social y política habida en la segunda
mitad del siglo XX.
Tanto el surgimiento de una economía libre en Alemania e Italia de
la posguerra, como el gran cambio en los países del Este de los años
noventa, está iluminado por la decepción acerca de la conducta de los
gobiernos. Podríamos decir que el Estado le falló a la gente. El Estado en
todas sus formas.
Así, pues, los elementos comunes que a nuestro juicio explican los
grandes cambios de la organización social en la segunda mitad del siglo XX,
entre las cuales está el cambio habido en Chile a partir de 1973, son: la
preeminencia creciente del capital humano sobre otras formas de de capital,
por una parte; y la gran decepción sobre la capacidad de actuar bien de los
gobiernos, por otra.

El fracaso del Estado

Tal vez convenga hacer una digresión sobre el Estado, para el caso de
Chile, hacia fines de siglo. Desde el punto de vista de su acción, Estado y
gobierno fueron en Chile la misma cosa. Considérense los presidentes
Allende o Pinochet con los respectivos congresos o juntas o sus
equivalentes. ¿Pueden actuar bien ambos? No. ¿Puede haber una mayoría
dispuesta a aumentar el poder que ambos tuvieron en su tiempo? No. La
respuesta a estas simples preguntas nos llevaría a concluir que el manejo del
Estado puede ser a lo más mediocre. Pero el tema es más complejo.
Lo que aparecía como una entidad adornada de ciertos atributos —co-
mo la sabiduría, la justicia, la información total, el desinterés, etc.—
resultó en realidad no ser más, sino menos, que los hombres que la
manejaban. Porque esa entidad está sujeta a las más terribles presiones de
los grupos de interés, a la desinformación, a la tentación de la corrupción y
al atractivo de la inacción para no equivocarse. Todos defectos y situaciones
que fueron subestimados por los propugnadores de la utopía del Estado
"arréglalo todo".
Con la vasta acción del Estado no se terminó con los problemas
serios que se pretendía resolver; por el contrario, comenzó uno nuevo,
probablemente de mayor envergadura.
El colapso de los socialismos reales en los últimos diez años del
siglo no fue sino el gran síntoma de que el Estado falló.
CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO 57

Es conveniente enfatizar que el análisis marxista de la evolución


social no dejó espacio para la ciencia y la técnica y, por lo tanto, para el
capital humano en la sociedad. Como éste es inexpropiable y desaparece si
no hay voluntad de hacer, el socialismo se hizo un imposible para los
tiempos modernos.

La nueva industria

El ocio es el hijo mayor del progreso. El puede ser bien o mal


utilizado. El alcoholismo, la drogadicción, el terrorismo, el cultivo de las
artes, la religión, el deporte, la práctica de la solidaridad, todos, y otros más,
son hijos que crecen y reconocen una misma paternidad: el progreso.
La industria del ocio y de la formación del capital humano se va
transformando, con el progreso económico, en la más dinámica de todas.
Las universidades, los museos y los institutos de investigación; la pintura,
la literatura, la música y otras artes; los deportes, las exquisiteces en
materia de vestuario y de comida; la información y las comunicaciones son
las grandes industrias de nuestros tiempos. También lo son la producción y
el comercio de drogas y alcohol. Todas ellas superan en dinamismo a la
industria tradicional. Requieren, además, del uso intenso de capital humano
y del ejercicio de la libertad. El capital físico cuenta poco y la planificación
global se hace imposible.
El cambio ocurrido en Chile fue, pues, el producto de factores que
provocaron una transformación bastante radical en el mundo. Chile es
sensible a ellos, como lo demuestra la historia. Esta vez, sin embargo, se
anticipó en 20 años a los demás países de Latinoamérica, en parte debido a
que el intento de llegar a un socialismo real también se anticipó.
ESTUDIO

POLÍTICA MONETARIA
*
Criterios para su diseño y evaluación

**
Francisco Rosende R.

En este estudio se analiza la forma en que los desarrollos técnicos


en el campo de la teoría macroeconómica se han traducido en
proposiciones concretas para administrar la política monetaria.
En particular, se analizan criterios que sirvan de base para el logro
de un cuadro de disciplina monetaria y fiscal. Este objetivo, de
acuerdo al autor, se ha visto progresivamente dificultado por la
creciente utilización de la tasa de interés como herramienta a
través de la cual se implementa la política monetaria, en perjuicio
de la utilización de metas cuantitativas sobre el crecimiento de
algún concepto de dinero que se estime pertinente analizar.
Asimismo, se señala, este enfoque de la política monetaria, basado
en las tasas de interés como guía de la política, ha tendido a dejar
la administración de la misma en las exclusivas manos del Banco
Central, sin que éste se vea sometido a una regla disciplinaria

*
Agradezco los valiosos comentarios de Salvador Valdés y Rodrigo
Vergara; sin embargo, cualquier error u omisión es de mi responsabilidad.
**
Ingeniero Comercial, Universidad de Chile; Master en Economía,
Universidad de Chicago. Ex Gerente de Estudios del Banco Central de Chile.
Investigador del Centro de Estudios Públicos y del Instituto de Economía de la
Pontificia Universidad Católica de Chile. Autor de numerosas publicaciones.
Entre ellas cabe mencionar "Elementos para el diseño de un marco analítico en el
estudio de la pobreza y distribución del ingreso en Chile" en Estudios Públicos
34 (otoño 1989).
60 ESTUDIOS PÚBLICOS

concreta, excepto la inherente al juicio de la opinión pública


sobre su gestión.
De acuerdo a lo anterior, el autor propone evaluar el desempeño de
las autoridades monetarias tanto sobre la base de la evolución de
los indicadores tradicionales, como son el crecimiento de los
precios y el cambio de las reservas internacionales, como a través
de la evolución que observen los resultados operacionales del
instituto emisor.

1. Elementos para el establecimiento de


un marco de referencia

N o obstante que uno de los aspectos acerca de los cuales existe


menos consenso entre los economistas se refiere a la forma en que la
política monetaria influye sobre el funcionamiento de las economías, no es
menos cierto que existe un amplio acuerdo respecto a que el dinero tiene una
importante influencia en éste. En particular, ya no constituye un punto de
controversia el planteamiento relativo al origen esencialmente monetario de
la inflación. También existe relativa coincidencia en torno a que en
economías abiertas una política monetaria expansiva se traducirá a la larga
en problemas de balanza de pagos y/o devaluaciones de la moneda
doméstica. De aquí que el diseño de una política monetaria que coopere
eficazmente con el desempeño del sistema económico constituye el objetivo
básico de la gestión de los bancos centrales. Sin embargo, el mismo
desconocimiento que aún se observa en torno a la forma en que incide el
manejo de la cantidad de dinero sobre otras variables económicas en el corto
plazo hace difícil alcanzar un consenso significativo en la profesión acerca
de cuál es la estrategia más adecuada para el logro de este objetivo.
La definición de criterios para el manejo monetario es una tarea
particularmente compleja en el caso de las economías en desarrollo, en la
medida en que el reducido tamaño de los mercados crediticios, conjunta-
mente con un voluminoso sector público, dificultan el logro de un manejo
fluido del stock de medios de pago existente en la economía. Para las
economías pequeñas, con un escaso desarrollo financiero y elevado tamaño
del Estado, resulta particularmente compleja la tarea de definir un programa
monetario en forma aislada de la política fiscal y, por cierto, de las
decisiones que se adopten en el plano de la política cambiaria. En particular,
POLITICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 61

en este tipo de economías es común encontrar que los gobiernos imple-


menten algún grado de fijación del tipo de cambio, lo que involucra resignar
en cierta medida —dependiendo del grado de apertura al exterior de la
economía— la opción de llevar adelante una política monetaria autónoma.
Sería largo examinar aquí las causas habitualmente esgrimidas para
introducir alguna forma de fijación en el tipo de cambio nominal. Sin
embargo, es posible señalar que ésta parece vincularse con el propósito de
atenuar el impacto de los frecuentes shocks que suelen golpear a este tipo de
economías.1 Por otra parte, la decisión de conservar un volumen importante
de restricciones en la cuenta de capitales, y en muchos casos también sobre
el comercio de bienes, se ha vinculado históricamente con el deseo de los
gobiernos de restringir la competencia sobre la moneda nacional, de modo
de maximizar la recaudación por concepto de impuesto inflación y señoreaje
social. Además, la mantención de un grado apreciable de enclaustramiento al
comercio exterior permitiría postergar la incidencia de los desequilibrios
monetarios sobre las cuentas externas, ampliándose el margen de discrecio-
nalidad de las autoridades en el corto plazo.2
A pesar de la historia de altas tasas de inflación, elevadas restriccio-
nes al comercio exterior y periódicas crisis de balanza de pagos, actualmente
se observa en numerosas economías en desarrollo una tendencia en la di-
rección opuesta. Esto es, hacia una mayor integración al comercio exterior,
una tendencia a la baja en el tamaño del Estado y la búsqueda de un clima de
estabilidad monetaria. En el caso específico de la economía chilena, la
madurez alcanzada por el proceso de apertura al exterior —el que se inició a
mediados de la década del 70—, conjuntamente con la mantención de un
manejo disciplinado de las finanzas públicas, son factores que han contri-
buido a acrecentar el grado de profundidad y sofisticación del mercado finan-
ciero. Ello, no obstante la presencia de un sector público que conserva un
tamaño importante y que, en consecuencia, retiene una influencia signifi-

1
La fijación del nivel del tipo de cambio nominal o de su trayectoria,
puede considerarse como una adecuada solución teórica para el caso de una
economía que enfrenta frecuentes shocks reales y cuyo mercado financiero no es
lo suficientemente sofisticado como para producir un sistema descentralizado de
seguros de cambio.
2
Este efecto puede resultar particularmente atractivo para las autoridades
en ciertos casos, dado que el proceso político lleva a que la tasa de descuento de
las mismas sea elevada, lo que promueve una concentración de los beneficios de
una determinada estrategia en el corto plazo. Sobre el tema del ciclo político
véase Alesina (1988).
62 ESTUDIOS PÚBLICOS

cativa en el mercado financiero. Además, como resultado de la crisis de la


deuda externa se establecieron restricciones al movimiento de capitales hacia
el exterior, lo que ha limitado la fluidez de las relaciones financieras con el
resto del mundo.
La adecuada identificación del contexto dentro del cual se realiza el
diseño de política monetaria es un aspecto muy importante para el
establecimiento de criterios de manejo de la misma. En particular, la
discusión clásica en teoría monetaria de "reglas versus discreción", como
también la relativa a la forma específica a través de la cual debe
implementarse la política monetaria, deben partir de la identificación del
contexto en el cual ésta tiene lugar. En otras palabras, previo a la discusión
de criterios de manejo de la cantidad de dinero, es necesario evaluar hasta qué
punto puede el Banco Central realmente llevar a cabo esta función. Esto
significa precisar la forma en que la política cambiaria, la gestión financiera
del sector público, el grado de apertura de la cuenta de capitales y la emisión
de deuda que realizan los intermediarios financieros, entre otros factores,
actúan limitando la facultad del Banco Central para realizar política
monetaria, entendida como el establecimiento de un límite externo sobre el
stock de medios de pago existente en la economía.3
Probablemente un escenario razonable para examinar criterios de
administración de la política monetaria sea uno en el cual las restricciones
prevalecientes sobre la cuenta de capitales permiten la existencia de "vasos
comunicantes" con el exterior, pero no de la suficiente magnitud como para
anular la influencia de la política monetaria doméstica sobre el mercado del
crédito en el corto plazo, quedando condicionada la duración de éste al
comportamiento de las expectativas de los agentes económicos acerca del
desempeño presente y futuro de la política monetaria. Además, se considera
un escenario en el cual existe un mercado financiero relativamente sofisti-
cado, no obstante lo cual el sector público ejerce una influencia significa-
tiva en la situación de liquidez de la economía en el corto plazo, al mismo
tiempo que su tasa de ahorro, conjuntamente con la evolución de la cuenta
corriente de la balanza de pagos, inciden fuertemente sobre el nivel de la tasa
real de interés de tendencia de la economía.4
3
Un análisis del marco institucional dentro del cual se inserta el diseño
de política monetaria en Chile se encuentra en Rosende y Herrera (1991).
4
En el corto plazo el Banco Central puede ejercer un grado importante de
influencia sobre el nivel de la tasa real de interés, a través de la política
monetaria. A mediano plazo —dado un cierto grado de apertura de la economía—
esta influencia dependerá de la relación que exista entre los gastos financieros en
los que debe incurrir el instituto emisor a través de la deuda emitida por éste en el
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 63

2. Aspectos teóricos

Como se indicó, la posibilidad de llevar adelante una política mone-


taria autónoma depende, en buena medida, del grado de integración que
observe la economía con el exterior. Así, por ejemplo, en el caso de las
economías europeas se observa actualmente un proceso gradual de transición
hacia un "área monetaria", lo que, no obstante la coexistencia de las
monedas nacionales de los países miembros, significa que las decisiones que
adopten los bancos centrales de cada una de las economías partícipes de este
acuerdo en materia de manejo monetario se encuentran subordinadas a la
mantención de las reglas de paridad entre los tipos de cambio de las monedas
consideradas en el mismo. La progresiva apertura de la competencia entre
estas monedas debería llevar a políticas monetarias similares, por cuanto de
otro modo se produciría un proceso de "dominación" en el sistema por parte
de aquella moneda que se visualice como más fuerte en el mediano plazo, la
que tendería a desplazar a las monedas más "débiles". En este contexto, la
discusión aislada del tema de política monetaria carece mayormente de
sentido, sin entrar en consideraciones relativas a la institucionalidad dentro
de la cual se desenvuelven los bancos centrales y las restricciones que ésta
involucra sobre la demanda por dinero que enfrentan. Además, en este
contexto es necesario examinar la forma en que otras herramientas de
política —por ejemplo la política fiscal— podrían cooperar al logro de los
objetivos de la política económica cuando el Banco Central enfrente ciertas
restricciones para ello. Por ejemplo, derivadas de los mismos arreglos
institucionales que regulan los movimientos de las tasas de cambio entre las
monedas, como ocurre en el caso del sistema monetario europeo.
En el análisis de teoría y política monetaria en una economía cerrada,
la discusión también se ha organizado en torno a la capacidad que tiene el
Banco Central de lograr un control efectivo de los medios de pago existentes
en la economía. Así, un aspecto básico dentro de este debate se ha referido a
la eventual existencia de un bien o activo que cumpla la función monetaria
de un modo estable en el tiempo. De este modo, en tanto algunos econo-
mistas han defendido tenazmente la existencia de un agregado que satisfaría
estas propiedades, lo que se traduce en la existencia de una demanda estable
por el mismo;5 otro grupo ha cuestionado esta hipótesis, al tiempo que ha

pasado y los ingresos que obtenga a través del crecimiento de la demanda del
público por dinero, y también por deuda no monetaria.
5
Dentro de esta línea, véanse los trabajos de Friedman (1956) y Friedman
y Schwartz (1963).
64 ESTUDIOS PÚBLICOS

subrayado la fragilidad de la línea divisoria entre el mercado del crédito y el


mercado del dinero, lo que restaría validez a la búsqueda de "un concepto de
dinero" y, consecuentemente, a la existencia de una demanda estable por el
mismo. En este caso no tendría mucho sentido la implementación de una
política apuntada a controlar el crecimiento de un determinado agregado
monetario, siendo más adecuado actuar sobre la rentabilidad del proceso de
creación de crédito a través de las tasas de interés,6 de manera de conseguir
un control efectivo sobre el crecimiento de este agregado.
Esta discusión fue traducida al instrumental IS-LM por el econo-
mista William Poole (1970). Así, de la polémica expuesta se derivarían dos
casos. En el primero, la demanda de dinero es una función estable de unas
pocas variables, lo que se refleja en el comportamiento también estable de
la función LM en la Figura Nº 1. Alternativamente, en la Figura Nº 2 se
expone el caso en que la inestabilidad de la demanda de dinero se traduce en
una mayor inestabilidad de la función LM con respecto a la curva IS, la que
describe el comportamiento de las funciones del gasto. Luego, de este
análisis se desprende que bajo condiciones de estabilidad de la demanda de
dinero, una regla monetaria es preferible a una regla de tasas de interés en
términos de su aporte a la minimización de las fluctuaciones en el producto
real de la economía. Por el contrario, en el caso en que la demanda de dinero
observa un comportamiento menos estable (o más inestable) que las
funciones del gasto, entonces es conveniente implementar una regla de tasas
de interés para fines de estabilizar el producto real.
Desde luego, una implicancia lógica del análisis expuesto se refiere a
la necesidad de evaluar empíricamente el comportamiento de la demanda de
dinero, de modo de conocer el grado de estabilidad de la misma. Así, son
numerosos los estudios que se han realizado al respecto, siendo la conclu-
sión dominante, hasta fines de los años 70, la de que ésta era una función
estable de unas pocas variables.7

6
Respecto a este enfoque, véase por ejemplo Tobin (1963).
7
Al respecto véase, por ejemplo, Meltzer (1963) y Laidler (1969).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 65

FIGURA Nº 1

(Tasa de
Interés)

y* (Ingreso real) y

FIGURA Nº 2

LM
(Tasa de
Interés)

y* (Ingreso real) y
66 ESTUDIOS PÚBLICOS

Aun cuando ha tendido a asociarse la hipótesis de estabilidad en la


demanda de dinero con el uso de reglas en política monetaria —por ejemplo
la de crecimiento constante de k% propiciada inicialmente por Henry
Simons8 y posteriormente por Milton Friedman—,9 es importante destacar
que ambas reflejan aspectos separables dentro de la discusión. De hecho, el
mismo Simons postulaba el carácter inestable de los movimientos de la
demanda de dinero, lo que hacía inconveniente perseguir sus movimientos a
través de la política monetaria. Por el contrario, economistas vinculados a
la teoría keynesiana han propiciado la implementación de reglas activas de
política monetaria, dado el conocimiento que se tendría del comportamiento
de la demanda, con el objeto de contribuir a un mejor desempeño de la
economía. Estos planteamientos se han basado en la existencia de menores
costos de estabilización para el gobierno respecto al sector privado, de los
movimientos regulares que pudieran afectar el mercado monetario,10 como
también en la existencia de ciertas dificultades en el proceso de recontra-
tación de la economía en presencia de shocks exógenos que afecten el
equilibrio de la misma. Esta línea, que se vincula con la hipótesis de que
existiría una amplia difusión de contratos sobrelapados en la economía, ha
sido postulada por Fischer (1977) y Taylor (1980), entre otros, y justificaría
la implementación de una política monetaria acomodaticia. En particular, lo
que aquí se plantea es que los precios observarán una cierta inercia en su
movimiento, la que vendría determinada por la existencia de contratos
salariales que se revisan cada cierto número de períodos. Luego, dado que en
cada instante del tiempo una fracción reducida de las firmas de la economía
se encuentran en proceso de negociación salarial, se configuraría un
escenario de relativa rigidez en precios y salarios.11 En este contexto,
8
Simons (1936). Sobre el enfoque de la escuela de Chicago, véanse
también Friedman (1967) y Patinkin (1981).
9
Friedman (1968).
10
Al respecto véanse, por ejemplo, Woglom (1979) y Weiss (1980).
11
En el modelo de Taylor (1980) se supone que el período de duración de
los contratos salariales es igual a N, distribuyéndose simétricamente a lo largo
del mismo el proceso de negociación. Así, en cada período existiría 1/N
empresas determinando salarios y precios, dado que se considera un esquema de
competencia imperfecta donde los salarios son el principal componente de los
costos. Estudios más recientes dentro de esta línea han destacado el carácter
endógeno a las propiedades de la economía en cuestión del período de la
duración de los contratos. Al respecto véase por ejemplo: Ball, Mankiw y
Romer (1988).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 67

cambios en la cantidad de dinero afectarán básicamente el nivel de producto


—aunque sólo en forma temporal—, al mismo tiempo que la inercia de los
precios y salarios derivada de la institucionalidad económica haría reco-
mendable validar los shocks de precios originados por movimientos de la
oferta agregada, de modo de minimizar la varianza en el producto. En este
caso las autoridades monetarias enfrentarían una curva de Phillips en los
"segundos momentos", lo que indica que deberán optar entre una mayor
variabilidad de los precios o del producto dados estos shocks exógenos a la
política monetaria que inciden sobre el ingreso nominal, siendo respon-
sabilidad de las autoridades monetarias encontrar un punto sobre y no por
encima de esta curva. A juicio de Taylor, la política seguida por la Reserva
Federal a partir de comienzos de los 50 y hasta mediados de los 70, habría
llevado a una situación de ineficiencia, al resultar en un punto por encima
de la "curva de Phillips modificada" (Figura Nº 3).12

FIGURA Nº 3

Desviación
Estándar
del Producto
(%)

1 2 3 4 Desviación estándar de
la inflación (%)

12
Taylor (1979).
68 ESTUDIOS PÚBLICOS

La versión moderna de la teoría clásica, que se asocia con el "enfoque


de expectativas racionales", ha subrayado precisamente la relevancia de la
variable expectativas como determinante de las funciones de comporta-
miento de los agentes. Luego, en el caso específico de funciones como la
demanda por dinero, la proyección que los individuos realicen acerca de lo
que será el nivel futuro de variables como el ingreso permanente y la tasa de
inflación, por ejemplo, puede llevar a cambios en forma de respuesta de los
mismos frente a modificaciones en el nivel contemporáneo de estas
variables, lo que, ciertamente, pone bajo cuestionamiento el supuesto de
estabilidad de la demanda por dinero, al menos en el corto plazo. En
particular, este enfoque enfatiza que un mismo aumento de la tasa de
inflación o el producto real influirá de un modo diferente en la conducta de
los demandantes de dinero, dependiendo de cómo se vincule el compor-
tamiento contemporáneo de estas variables con su evolución futura, lo que
limitaría la utilidad de usar estimaciones de la demanda de dinero para fines
de simulación de los resultados de diferentes estrategias de política mone-
taria.13 Así, el ejercicio de "extracción de señales" que realizan los agentes
lleva a que las elasticidades que observe la demanda de dinero con respecto a
la evolución presente de sus argumentos dependa fuertemente del marco
macroeconómico en el cual estos movimientos tienen lugar.
En la medida que los individuos estimen que un aumento inesperado
en la tasa de inflación es anormal a la luz de la historia reciente de esta
variable, o bien que será seguido por una política monetaria marcadamente
conservadora por parte del Banco Central, su respuesta —frente al mismo
hecho— será diferente al caso en que adjudican este resultado a la decisión de
las autoridades de explotar una curva de Phillips de corto plazo. Luego, la
dependencia de los parámetros de la demanda de dinero del contexto
macroeconómico en el cual los individuos toman sus decisiones, plantea un
fuerte argumento a favor del supuesto de inestabilidad de esta función. Sin
embargo, precisamente el desconocimiento que tiene la autoridad acerca de la
forma en que los agentes procesarán la información disponible hace
recomendable el uso de reglas estables y fácilmente predecibles por los
mismos. Una ilustración de esta idea se realiza en el anexo.
No obstante que para efectos de un análisis de tendencias la rele-
vancia de estos movimientos de la demanda de dinero inducidos por cambios
en las expectativas acerca de lo que será el entorno macroeconómico puede
ser despreciable, sin que se vea comprometido el supuesto de estabilidad de
13
Respecto a las limitaciones de la econometría para fines de evaluación
de políticas económicas alternativas véase Lucas (1973).
POLITICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 69

largo plazo en la demanda del dinero,14 ello no es correcto en lo que se


refiere a la evaluación del mercado monetario en el ciclo económico. De
aquí que las dificultades inherentes a la identificación de las características de
corto plazo del mercado del dinero y los mecanismos de transmisión de la
política monetaria hagan recomendable desechar la opción de perseguir
políticas de tipo "activista" y propender a la implementación de algún tipo
de "reglas".15
La puesta en práctica de la política de regla monetaria propuesta por
la escuela monetarista tradicional implica seleccionar un objetivo
operacional que observe una estrecha correlación con aquel agregado cuya
demanda sea una función estable de unas pocas variables.16 Sin embargo, el
cuestionamiento a la hipótesis de estabilidad de la demanda de dinero en el
corto plazo que se deriva de este enfoque puede servir de base para una
combinación de política de cantidad y tasas de interés.
En efecto, la estabilidad de largo plazo de la demanda dinero —perío-
dos anuales— promovería el establecimiento de metas de crecimiento del o
los agregados monetarios relevantes para el período en cuestión. Así, al
interior de este período podría resultar eficiente armonizar estos objetivos de
cantidad con una política de estabilización de las tasas de interés, o del tipo
de cambio, consecuentemente con el análisis desarrollado por Poole (1970)
antes expuesto.
Naturalmente, este esquema de diseño de la política monetaria re-
quiere de un estrecho vínculo entre los objetivos de mediano y corto plazo,
Así, en la medida en que del análisis mensual del programa monetario se
infiera una tendencia de crecimiento del dinero que excede la meta anual,
entonces las autoridades deberían adoptar los pasos necesarios para corregir

14
En un estudio reciente, Lucas (1988) entrega evidencia a favor de la
hipótesis de estabilidad de la demanda de dinero en el largo plazo. Sin embargo,
este estudio deja abierta la posibilidad de un comportamiento inestable de esta
función en el corto plazo.
15
La mantención de ciertas señales a tasas de interés o tipo de cambio en
el corto plazo puede constituir una regla de acción de la política monetaria. Lo
importante, en términos del logro de un clima de estabilidad monetaria, es que
dichas señales sean coherentes con alguna regla disciplinaria de mediano plazo,
como sería la misma meta cuantitativa para algún agregado que sea controlable
por el Banco Central.
16
En Estados Unidos se ha planteado que éste sería M2, en tanto que para
Chile este agregado sería Al respecto véanse Friedman y Schwartz, op.
cit. y Matte y Rojas (1988).
70 ESTUDIOS PÚBLICOS

esta situación. Sin embargo, en la práctica se ha comprobado que cuando


esto tiende a ocurrir, las autoridades monetarias suelen modificar las metas
monetarias más que a adoptar las medidas correctivas necesarias.17

3. La influencia de ciclo (político y académico)


sobre la política monetaria

El fuerte cuestionamiento a la macroeconomía keynesiana observado


a partir de comienzos de la década del 70, al verificarse un fenómeno de es-
tanflación (inflación con desempleo) en numerosas economías industria-
lizadas, tuvo una de sus expresiones más significativas en el campo de la
teoría y política monetaria. En particular, el auge en el plano académico de
la teoría de expectativas racionales, conjuntamente con el recrudecimiento de
la inflación que se observaba en las principales economías industrializadas,
crearon el terreno propicio para el abandono de las prácticas de fine tuning
en política monetaria y el uso de reglas, las que se visualizaron como un
prerrequisito para el logro de un clima de disciplina monetaria y fiscal.
Así, la combinación de evidencia contraria a los pronósticos de la
teoría keynesiana, conjuntamente con los progresos alcanzados por los
"nuevos clásicos" en el plano teórico, dieron lugar a un severo cuestio-
namiento de la política monetaria seguida por la Reserva Federal hasta fines
de los 70, la que se basaba en la fijación de las tasas de interés a través de
un manejo monetario apuntado a este propósito.18
En este contexto, la implementación de una severa política mone-
taria por parte de la Reserva Federal de los EE. UU. a partir de octubre de
1979, bajo la administración de Paul Volcker, constituyó en buena medida
un resultado lógico del clima intelectual y político prevaleciente en ese
país. De este modo, la priorización del objetivo de reducir el ritmo de
crecimiento de los precios llevó a las autoridades de la Reserva Federal a
sostener que se cumplirían estrictamente las metas monetarias, "indepen-
diente del nivel que alcanzaran las tasas de interés". Como es bien sabido, el
resultado de este proceso fue: una severa reducción de la actividad en los EE.
UU. en 1982 (Cuadro Nº 1), lo que se trasladó a un importante número de

17
Sobre este punto véanse Fischer y Dornbusch (1989) y Lindsey
(1990).
18
Sobre la estrategia seguida por la Reserva Federal en el manejo de
política monetaria véase Lindsey (1990).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 71

economías que se vieron afectadas por el significativo aumento experi-


mentado por las tasas de interés prevaleciente en los mercados internacio-
nales, conjuntamente con una apreciable caída en la tasa de inflación en los
EE. UU. En el seguimiento de esta política "de cantidad" la Reserva Federal
utilizó como objetivo operacional el nivel de reservas voluntarias de los
bancos, el que se visualizaba como un indicador apropiado del
comportamiento que posteriormente seguiría la cantidad de dinero.19

CUADRO Nº 1
Estados Unidos: Indicadores económicos 1977 -1984

Tasa de interés
Crecimiento Crecimiento Tasa de Crecimiento de las letras
base monetaria del dinero (M1) inflación del PNB real del Tesoro

1977 6,6 8,0 6,4 4,7 5,27


1978 9,8 8,2 7,6 5,3 7,22
1979 8,7 6,7 11,4 2,5 10,04
1980 7,2 6,8 13,5 -0,2 11,62
1981 3,7 6,4 10,3 1,9 14,08
1982 4,8 8,8 6,2 -2,5 10,72
1983 7,0 9,7 3,2 3,6 8,62
1984 5,7 5,9 4,3 6,6 9,57

Velocidad ingreso del dinero más cuasidinero

1977 12,7
1978 8,4
1979 7,1
1980 6,0
1981 6,0
1982 6,6
1983 16,2
1984 9,4

Fuente: FMI. Estadísticas Financieras Internacionales.


19
Una discusión sobre este procedimiento se encuentra en Mc Callum y
Hoehn (1983).
72 ESTUDIOS PÚBLICOS

La verificación de una significativa caída en el nivel de actividad de la


economía norteamericana, la que como se indicó también se hizo extensiva
a numerosas otras economías —siendo ésta particularmente fuerte en las
economías latinoamericanas, las que habían recibido un importante volu-
men de crédito externo en los años anteriores—, llevó a un progresivo rela-
jamiento de la política monetaria seguida por la Reserva Federal a partir de
1982, y al abandono de metas cuantitativas para el crecimiento del dinero.
El retroceso experimentado por el objetivo de estabilidad de precios
—una vez que se confirmaron progresos apreciables en esta área— junto
con la necesidad de apoyar una recuperación en la actividad económica, lo
que atravesaba por una caída en el nivel de las tasas reales de interés, llevó a
un sostenido aumento en la cantidad real de dinero en los EE. UU. Así, el
fuerte crecimiento observado por la liquidez real de la economía, luego del
cambio en la regla monetaria desde un concepto "estrecho" de liquidez hasta
un concepto de crédito global de la economía, se tradujo en que la cantidad
real de dinero creció sustancialmente más rápido que lo que podía explicarse
por la recuperación del producto y las menores tasas de interés, dando origen
a un creciente cuestionamiento acerca del grado de estabilidad de la demanda
por dinero.20
La combinación de un progresivo alejamiento por parte de la Reserva
Federal del uso de una regla monetaria estricta, conjuntamente con el rápido
crecimiento observado por la cantidad real de dinero en los EE. UU., dio
origen a una fuerte polémica entre los economistas acerca de si efecti-
vamente podía considerarse a la demanda de dinero como una función estable
de unas pocas variables.21 Más aún, la creciente sofisticación de los
20
Para algunos analistas, Axilroid (1985) por ejemplo, este cambio en la
política monetaria de la Reserva Federal fue posibilitado por la credibilidad
obtenida gracias a los resultados de la política antiinflacionaria. Así, se observó
un fuerte crecimiento de los agregados monetarios a partir de mediados de 1982
con tasas de interés de largo plazo cayendo y en dólar apreciándose.
21
Como consecuencia de los temores de una inminente recesión en los
EE. UU., algunos analistas han responsabilizado en parte de ello a la política
monetaria seguida por la Reserva Federal durante la década pasada (véase, por
ejemplo, The Economist, 3 de noviembre, 1990, pág. 14). No obstante que en
general no se explicitan los motivos que habrían llevado a provocar efectos tan
rezagados de la política expansiva, especialmente en lo que se refiere a su
impacto en precios, es posible conjeturar que ello, en alguna medida, se deriva
de la combinación de altas tasas de interés, importante flujo de capitales y dólar
consecuentemente apreciado, lo que habría permitido a la Reserva Federal
monetizar el aumento experimentado por el valor de los activos, sin que ello se
tradujera en presiones inflacionarias, en tanto hubiese la voluntad de continuar
otorgando crédito a la economía norteamericana. Lo anterior no debería
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 73

mercados financieros, en los que se suceden continuas innovaciones, con-


juntamente con la significativa integración observada por los mercados
financieros internacionales, ha contribuido a fortalecer el juicio de muchos
especialistas en términos de que la existencia de un elevado nivel de com-
petencia entre las principales monedas como componentes del portafolio de
los agentes favorecería la hipótesis de inestabilidad de la demanda de dinero.
De este modo, contrariamente a lo observado por largos años hasta
casi comienzos de la década pasada, en la actualidad pareciera existir relativo
consenso entre los economistas con respecto al carácter inestable de la
demanda de dinero, particularmente en el corto plazo, dado un contexto de
continuas innovaciones financieras y competencia de monedas.22 Así, en
tanto en el plano académico aún subsisten importantes discrepancias entre la
escuela neoclásica y la keynesiana con respecto a la forma en que debe
conducirse la política monetaria, en el terreno más operativo de manejo
monetario que realizan los bancos centrales se observa una cierta coinciden-
cia en cuanto a la conveniencia de adoptar estrategias relativamente flexibles
de administración de la misma, las que se sostienen sobre la base de
observar la evolución de diferentes indicadores como la tasa de cambio, los
precios, las reservas internacionales y/o los tipos de cambio, entre otros.
Esta estrategia de política monetaria se ha ido configurando gradualmente
como tal en EE. UU., como ha sido destacado por Manuel Johnson,
Vicepresidente de la Junta de la Reserva Federal:

Hasta unos pocos años atrás, existía un amplio acuerdo entre


los estudiosos de los fenómenos monetarios acerca de que la
mejor manera de conducir esta política era mediante el esta-
blecimiento de metas de cantidad como objetivo intermedio.
Se visualizaba la cantidad de dinero como el indicador más
conveniente que podían utilizar los bancos centrales para el
logro de estabilidad de precios y la promoción de un creci-
miento estable de la actividad.
Desafortunadamente, durante los últimos años ha llegado a ser
evidente que la relación entre los agregados monetarios y el

interpretarse como una evidencia en contra de la teoría de expectativas


racionales, en la medida que los jugadores partícipes de este proceso conocen los
riesgos inherentes al mismo y toman parte en él confiando en que las ganancias
pueden ser maximizadas "escapando" a tiempo, lo que en este caso quiere decir,
antes de una devaluación importante del dólar.
22
Una opinión en contrario se encuentra en Poole (1988).
74 ESTUDIOS PÚBLICOS

ingreso nominal se ha tornado menos predecible. Así, por


ejemplo, varias medidas de la velocidad de acumulación de
dinero han observado grandes desviaciones con respecto a su
tendencia durante los años 80. Durante este período la caída en
la velocidad de circulación de la mayoría de los agregados
monetarios ha sido sin precedentes en el período de posguerra.
De hecho, esta caída aún no ha sido plenamente explicada. En
consecuencia, los futuros movimientos en la velocidad
permanecen inciertos.23

En el caso chileno, la cantidad real de dinero también observó


importantes fluctuaciones luego de la profunda recesión que tuvo lugar entre
1982 y 1983, tras la irrupción del problema de la deuda externa. Estas
variaciones, que se describen en el Cuadro Nº 2, se explican en buena medi-
da por las significativas variaciones que suele experimentar la tasa nominal
de interés en la economía chilena. Estudios disponibles24 sugieren que la
demanda de dinero observa un grado significativo de estabilidad en esta
economía, incluso en períodos trimestrales, siendo explicadas sus fluctua-
ciones precisamente por los cambios experimentados por sus argumentos.
Ciertamente una conclusión más definitiva acerca de la naturaleza de
los factores que originaron cambios en la cantidad real de dinero de la
magnitud que se indica en el Cuadro Nº 2, requeriría de un estudio eco-
nométrico acabado respecto al comportamiento observado por la demanda de
dinero durante el período en cuestión. Sin embargo, dadas las significativas
fluctuaciones experimentadas por el ritmo de crecimiento del dinero en
economías como la chilena y la norteamericana durante los 80, se desprende
la necesidad de evaluar la forma en que ha sido conducida la política
monetaria en estas economías, con respecto a su contribución a la esta-
bilidad macroeconómica. De hecho, el abandono explícito de las metas
monetarias como criterio de manejo de la Reserva Federal en los EE. UU.,
y de una política de tipo de cambio nominal fijo con apertura de capitales en
Chile, hace necesario evaluar la conveniencia de establecer ciertas reglas de
disciplina sobre la gestión de las autoridades monetarias. En particular, no
debe desconocerse que los cambios en el ritmo de crecimiento del dinero
tienen efectos sobre la economía, los que no necesariamente pueden
considerarse convenientes. De hecho, en los últimos años ha sido común
23
Johnson (1988).
24
Por ejemplo, véase Malte y Rojas (1988), op. cit.
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 75

observar que los períodos de fuerte expansión de la liquidez real que se han
observado en economías como la chilena y en la propia norteamericana, han
sido seguidos por la implementación de políticas monetarias más
restrictivas con el propósito de moderar el ritmo de crecimiento del gasto.

CUADRO Nº 2
Chile: Indicadores económicos 1984-1989

Crecimiento Crecimiento Crecimiento Tasa de Tasa de interés


nominal real PGB real inflación capt. reajustable
90 - 365 días.

1984 11,1 -9,72 6,3 23,0 8,4


1985 36,1 7,64 2,4 26,4 8,2
1986 48,0 26,09 5,7 17,4 4,1
1987 17,9 -2,92 5,7 21,5 4,2
1988 46,6 30,07 7,4 12,7 4,6
1989 20,2 3,24 10,0 21,4 6,8

Fuente: Elaborado a base de información del Banco Central.

4. Elementos para la evaluación del


desempeño de la autoridad monetaria

Como se indicó inicialmente, la definición de criterios para el mane-


jo de la política monetaria depende en último término del enfoque teórico
que se adopte para examinar los efectos que tiene el dinero en la economía y
la forma en que se estima funcionan los mercados descentralizados. Luego,
en tanto para la escuela neoclásica es conveniente el establecimiento de
reglas que restrinjan el grado de discrecionalidad de los bancos centrales, para
los economistas que adhieren a la escuela keynesiana es conveniente utilizar
activamente la política monetaria —en combinación con otras herramientas
de la política económica— de manera de contribuir a un mejor desempeño
del sistema económico. Sin embargo, como se mencionó, en la práctica se
observa una cierta tendencia al uso de esquemas flexibles en la conducción
de la política monetaria, la que no se estructura sobre la base de reglas
estrictas de cantidad ni de tasas de interés en la mayoría de las economías
industrializadas,25 sino que las autoridades monetarias tienen la facultad de ir
acomodando su estrategia a lo que se observa en los diferentes mercados.
Así, la influencia del Banco Central en la economía debería examinarse
como el resultado de un juego dinámico, en donde las autoridades mone-
tarias reaccionan frente a los cambios que observen las principales variables
estado de la economía (precios, tasa de interés, producto, tipos de cambio,
inventarios, etc.), al mismo tiempo que los agentes privados intentan
adivinar cuál será la conducta a seguir por parte del Banco Central, a través
de la identificación de lo que constituye la regla de retroalimentación de éste
respecto a las variables estado de la economía.26
Desde luego, en un esquema de este tipo nada asegura que la secuen-
cia de decisiones del Banco Central y los agentes económicos vaya a pro-
ducir un resultado satisfactorio en términos del desempeño de la economía.
Por el contrario, en la medida que no existan restricciones efectivas sobre la
capacidad de maniobra del instituto emisor, es razonable suponer que se
promoverá un manejo inestable de la cantidad de dinero, lo que en términos
técnicos se conoce como una política temporalmente inconsistente.27
Luego, el establecimiento de algún tipo de restricción sobre los bancos
centrales ha sido visualizado como un requisito básico para el logro de una
contribución efectiva de los mismos al buen desempeño de la economía.
En el caso de las economías industrializadas, la competencia entre las
monedas, en un régimen de amplia apertura de la cuenta de capitales de
hecho actúa como un elemento disciplinario dentro del diseño de la política
monetaria. Más aún, en el caso de las economías europeas se tiene que la
progresiva coordinación de políticas debería consolidar un clima de esta-
bilidad monetaria y cambiaria, no obstante los problemas que puede ocasio-
nar la transición hacia la plena vigencia del sistema monetario europeo.28
Por otra parte, para economías en desarrollo en las que, como se indicó, en
un marco de fijación de la trayectoria del tipo de cambio, pero sin el grado
de compromiso que involucra la existencia de un tipo de cambio nominal

25
Sobre la política monetaria que siguen las principales economías
industrializadas véase Batten et al. (1990)
26
Una descripción abstracta de este tipo de esquema se encuentra en Lucas
(1987) caps. I y II.
27
Sobre este punto véanse Kydland y Prescott (1977) y Barro y Gordon
(1983), entre otros.
28
Al respecto, véase Goodhart (1990).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 77

fijo y una apertura parcial de la cuenta de capitales, el establecimiento de


reglas disciplinarias a la gestión del Banco Central es altamente necesario.
En particular, dadas las frecuentes presiones que enfrentan los bancos cen-
trales en estas economías en orden a participar validando un ciclo político.
Como se indicó, luego de la experiencia posterior a la ejecución del
"experimento monetarista" de Paul Volcker de comienzos de la década
pasada, ha ido configurándose un amplio cuestionamiento en la profesión en
torno a la capacidad que tiene el Banco Central de implementar una regla
monetaria. Sin embargo, al mismo tiempo ha ido cobrando popularidad la
idea de establecer bancos centrales autónomos,29 como una alternativa
eficiente para conseguir un manejo monetario coherente con un clima de
estabilidad macroeconómica. Así, la existencia de un cuerpo directivo del
instituto emisor, cuyo horizonte de planeación es superior al de las autori-
dades políticas —las que controlan la política fiscal— constituiría un
vehículo eficiente para evitar al uso de la política monetaria y/o cambiaria,
de un modo temporalmente inconsistente.
Por otra parte, la coordinación entre el Banco Central y el Fisco,
conjuntamente con la fiscalización que debe realizar el poder legislativo a la
labor de ambas instituciones económicas, son elementos complementarios
al logro de un desempeño eficaz, tanto de la política monetaria como de la
política fiscal, en lo que se refiere a su contribución al funcionamiento glo-
bal de la economía.
No obstante la coherencia que tiene el establecimiento de un Banco
Central autónomo con el logro de un manejo monetario prudente, esta
solución aún es insuficiente si no se la acompaña de criterios más especí-
ficos que sirvan de base a la evaluación del desempeño del instituto emisor.
Así, si bien es cierto que la trayectoria que observe el nivel de precios po-
dría servir para este propósito, no lo es menos que en el corto plazo su
evolución puede ser influida por diversos factores ajenos a la política
monetaria, que den lugar a desviaciones con respecto a su tendencia. En
particular, este tipo de situaciones son especialmente frecuentes en eco-
nomías como la chilena, en las que existe un alto grado de indexación, al
mismo tiempo que se observan frecuentes e importantes shocks reales,
tanto de origen externo como interno.30

29
Sobre el particular véanse, entre otros, Havrilesky (1990) y Goodhart
(1990). Con respecto a la discusión desarrollada en Chile acerca de esta
iniciativa, véase Cuadernos de Economía, Universidad Católica de Chile (1988).
30
La presencia de shocks exógenos esencialmente aleatorios, al ser
"mantenidos" dentro de la economía durante un cierto período por las reglas de
78 • ESTUDIOS PÚBLICOS

Por otra parte, tal como ha sido señalado por Goodhart (1990), no
parece razonable centrar la evaluación del desempeño del Banco Central en
un conjunto acotado de variables como la tasa de inflación, por cuanto
siempre cabe la posibilidad de dar cumplimiento a los objetivos propuestos
a "algún precio", en términos del resultado en otras variables estado. Por
ejemplo, en determinadas circunstancias de mayor presión de gasto interno
el Banco Central podría apuntar a una tasa de interés de 50% real, lo que
naturalmente evitaría que se produjera un rebrote inflacionario, pero al costo
de una gran recesión.
En la práctica es difícil establecer un conjunto sencillo de criterios de
evaluación del desempeño del instituto emisor, siendo la mezcla del com-
portamiento de variables como: la inflación y el nivel de reservas interna-
cionales, conjuntamente con el crecimiento observado por un conjunto am-
plio de agregados monetarios, un buen punto de partida al respecto. Sin
embargo, el reconocimiento del hecho que la autoridad monetaria no puede
lograr efectos sistemáticos en la trayectoria de variables reales como el
producto o la tasa de interés real, sin que ello se traduzca en efectos negati-
vos sobre la economía en algún plazo, hace conveniente agregar los
resultados operacionales del Banco Central como un importante criterio de
evaluación de su desempeño.
En particular, dada la tendencia que existe actualmente en los bancos
centrales en desempeñar una labor de estabilización de las tasas de interés
y/o el tipo de cambio —la que se sustenta en la hipótesis de que los
mercados producirían movimientos de dichos precios incompatibles con una
eficiente aseguración de recursos—,31 entonces resulta necesario evaluar de
un modo explícito la efectividad con la que el Banco Central desempeña esta
"función estabilizadora". Ello, dada la estructura estocástica de la economía,
la que se manifiesta en una cierta tendencia a observar algún grado de
inestabilidad inherente a la estructura económica vigente (por ejemplo, de-
bido a la concentración de las exportaciones o importaciones, factores
climáticos, etc.). Esto significa que las acciones que pudiera adoptar el ins-
tituto emisor no solamente deben ser evaluadas en términos de sus resul-
tados inmediatos y directos, sino también de sus consecuencias futuras.

indexación, puede promover ciclos de precios en torno a la tendencia definida


por la política monetaria, sin que ésta se haya visto alterada. De aquí que resulte
compleja la utilización en períodos cortos del comportamiento de los precios
como criterio de evaluación del desempeño de las autoridades monetarias.
31
Una posición en este sentido se adopta en Goodhart (1985).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 79

Un ejemplo interesante al respecto se refiere a la política monetaria


seguida en Chile en 1990, la que se manifestó a través de un significativo
aumento en la diferencial de tasas de interés con respecto a las prevalecientes
en los mercados financieros. Como resultado de este fenómeno se produjo
un fuerte incremento de la deuda interna del Banco Central, un masivo
influjo de capitales a la economía, que llevó a engrosar las reservas interna-
cionales del Banco Central y a una notable caída en el tipo de cambio real,
al igual que en el dinero (véase Cuadro Nº 3). Dado que la acumulación de
reservas fue de hecho financiada por lor recursos que captó el instituto
emisor a través de la colocación de su deuda en el mercado financiero y que
el costo de esta última fue sustancialmente mayor que el rendimiento de las
reservas internacionales, es posible aseverar que este manejo de la política
monetaria fue costoso y por ello ineficiente para el Banco Central.32 De
aquí que resulte conveniente introducir de un modo explícito reglas con un
carácter intertemporal, que hagan posible cautelar por la eficiencia de la
gestión del Banco Central.
Admitiendo la eventual conveniencia de que el instituto emisor
realice una labor de estabilización de las tasas reales de interés,33 o bien que
se utilice a esta variable como principal herramienta para controlar el gasto
interno, tal como se ha hecho en los últimos años en Chile, entonces es
importante proveer al sistema de mecanismos que contribuyan a cautelar
para que los resultados positivos que en estas materias pudieran alcanzarse
no sean a costa de problemas futuros que amenacen la estabilidad macroe-
conómica.
El uso de un "criterio de resultados operacionales" en la gestión del
Banco Central tiene por finalidad obligarlo a desempeñar eficientemente el
rol de especulador en mercados incompletos. En otras palabras, si la
justificación para la presencia estabilizadora del instituto emisor en el
mercado del crédito se deriva del hecho que dado el tamaño del mismo éste
se encuentra expuesto a fluctuaciones apreciables en las tasas reales de
interés, entonces la tarea del instituto emisor consiste en realizar la "labor
especulativa" necesaria como para conseguir un comportamiento estable de
la variable objetivo, en este caso de la tasa real de interés. Así, en la medida

32
Un análisis de esta política de ajuste se encuentra en Rosende (1991).
33
Estrategia que sólo puede justificarse en la medida en que existan
restricciones para el desarrollo de esquemas privados de estabilización, por
ejemplo, restricciones a la apertura de la cuenta de capitales de la balanza de
pagos.
80 ESTUDIOS PÚBLICOS

en que se estime que existen ciertos factores que regularmente presionan al


alza de las tasas de interés en determinados períodos y luego lo hacen en
sentido opuesto, entonces la compra de títulos por parte del instituto emisor
en el período en que éstos están subiendo de precio y su venta en la fase
opuesta del ciclo debe traducirse en un comportamiento más estable de las
tasas de interés y en utilidades para el Banco Central.34

CUADRO Nº 3

Reservas Deuda no Tasa


Dinero Precios Tipo de Intern. netas monetaria Tasa LIBO
M1A
1
IPC1 cambio real1 (millón de US$) Banco Centra13 PRBC 189 días

1990
enero 21,1 23,1 9,8 12,9 73,3 8,7 8,37
febrero 13,1 23,3 9.4 213,7 81,3 8,7 8,42
marzo 16,3 23,9 1,0 274,0 85,6 8,7 8,64
abril 21,1 24,8 0.8 326,2 85,0 8,7 8,74
mayo 19,0 24,3 2,5 593,1 75,9 8,7 8,64
junio 17,8 24,8 -3,0 848,7 67.3 8,7 8,43
julio 13,6 24,6 -7,4 1.204,8 64,6 8,7 8,26
agosto 8,4* 25,8 -7,0 1.427,5 72,5 8,6 8,14
sept. 14,2* 29,3 -8,7 1.347,8 71,8 8,2 8,21
octubre 9,1* 30,4 -9,1 2.043,6 79,9 8,2 8,16

*
Cifras Provisorias
(1) Variación porcentual con respecto a igual período del año anterior.
(2) Variación acumulada en el año.
O) Se refiere a la variación porcentual con respecto a igual período del año
anterior, en el stock de documentos de manejo monetario del Banco Central.
Fuente: Elaborado a base de información del Banco Central

Similar a lo mencionado con respecto a la meta de inflación, el uso


de los resultados operacionales del Banco Central como criterio de evalua-
ción de su desempeño debe realizarse de un modo cuidadoso. Especialmente
34
Lo que esta regla implica es que el Banco Central debe comportarse en
estos mercados de un modo similar a como lo hace el "especulador estabilizador"
en los mercados cambiarlos bajo tipo de cambio flotante. Al respecto, véase M.
Friedman (1953).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 81

en el caso de economías como la chilena, en las que el instituto emisor tie-


ne una importante influencia sobre el mercado del crédito, debido al signifi-
cativo stock de deuda no monetaria emitida por éste luego de la crisis finan-
ciera de comienzos de la década pasada. Así, la relación alcanzada por el
stock de instrumentos de deuda que utiliza el Banco Central en el manejo de
la cantidad de dinero con respecto al stock de dinero privado (M1A) alcanzó
un nivel superior a tres durante el año 1990, lo que naturalmente le otorga
un importante poder monopólico-monopsónico al instituto emisor en el
mercado del crédito.
En este contexto no resulta sorprendente que los movimientos que
lleve a cabo el Banco Central en la tasa de interés de sus instrumentos de
manejo monetario tengan una enorme influencia sobre la economía, dada la
relevancia que tienen estas obligaciones sobre el ahorro financiero total.
Luego, la utilización inmediata y directa de las utilidades del Banco
Central como indicador del desempeño de éste puede ser contraproducente,
en tanto puede inducir a una "explotación" de la "oferta cautiva" de recursos
que posee ("demanda cautiva" por sus instrumentos de deuda no-monetaria).
En particular, la que se deriva de las necesidades de mantener un cierto stock
de documentos del instituto emisor que enfrentan las administradoras de
fondos de pensiones y los bancos. Por otra parte, la misma relevancia que
aún conserva el Fisco en el mercado del crédito,35 también complica la
simple maximización de utilidades por parte del Banco Central, en la medida
en que mediante una estrategia conjunta de ambas instituciones, que com-
prenda tanto el mercado cambiario como del crédito, podría promoverse una
amplia explotación del sector privado, que sólo se vería restringida por la
competencia de recursos externos, la que aún es insuficiente como para
compensar la importancia de las instituciones mencionadas en ambos
mercados.
Asi, la incorporación de un indicador que describa la forma en que
evolucionan los resultados operacionales del Banco Central al conjunto de
indicadores habitualmente utilizados para examinar el desempeño de éste,
contribuirá a promover un manejo de las herramientas con que cuenta el
instituto emisor que sea no sólo compatible con los objetivos de inflación
y balanza de pagos que pudiera haberse propuesto, sino que además
coherente con el logro de resultados satisfactorios de la economía —en
términos de estos mismos indicadores— en el mediano plazo.

35
Sobre este punto véase Rosende y Herrera (1990).
82 ESTUDIOS PÚBLICOS

Luego, la necesidad de progresar en el establecimiento de un cuadro


de estabilidad monetaria hace recomendable el diseño de ciertos arreglos que
contribuyan al logro de este objetivo. En este sentido, la autonomía del
Banco Central es un paso importante al respecto. Sin embargo, también es
necesario buscar los mecanismos para que el Banco Central autónomo no
sólo se mantenga ajeno a las presiones políticas, sino además se conduzca
de un modo eficiente. De aquí la necesidad de establecer criterios, lo más
objetivos que sea posible, de evaluación de su desempeño.

5. Conclusiones

De la literatura es fácil inferir la relevancia de la estabilidad de


precios como criterio de evaluación del desempeño del Banco Central, al
igual que al movimiento de las reservas internacionales, los agregados
monetarios y las tasas de interés. Sin embargo, a pesar de la incuestionable
importancia de los indicadores mencionados, es necesario complementar
éstos con un criterio con un carácter más intertemporal, siendo un candidato
plausible al respecto la evolución de los resultados operacionales del
instituto emisor.
Desde luego, la presentación de los estados financieros del instituto
emisor a las autoridades fiscalizadoras correspondientes es una exigencia que
normalmente se encuentra presente en las leyes orgánicas que reglamentan
el funcionamiento de éste. De hecho, en el caso chileno esta disposición se
encuentra presente en la Ley Orgánica Constitucional que establece la
autonomía del instituto emisor. Sin embargo, más allá el aspecto norma-
tivo propiamente tal, es necesario que éste se traduzca en un criterio efectivo
de evaluación. Ello, a través de la presentación clara y ordenada de los
resultados de la política del Banco Central en diferentes áreas, y la forma en
que ello ha influido sobre su patrimonio.
La efectiva utilización de este criterio permitirá conocer el grado de
eficiencia con el que el instituto emisor lleva a cabo la política monetaria y
también de reservas internacionales. De este modo, la constatación de pérdi-
das operacionales, en la medida en que anticipa un posible recrudecimiento
de la inflación, o una mayor presión sobre el mercado del crédito (crowding
out), deben llevar a la pronta adopción de las medidas correctivas del caso.
Desde luego, en el largo plazo la solución de los problemas de con-
trol de la política monetaria se resuelve mediante una amplia apertura de la
cuenta de capitales de la balanza de pagos. Sin embargo, no debe olvidarse
que la posibilidad de acceder a ese largo plazo depende críticamente de la
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 83

forma en que el desempeño presente de las autoridades monetarias vaya


creando las condiciones para ello.

Anexo

A modo de ilustración del efecto que tienen las expectativas de los


agentes económicos sobre el comportamiento de la demanda de dinero, se
considera a continuación un sencillo ejemplo. En éste se utiliza una
demanda de dinero del tipo empleado por Cagan en su estudio de las
hiperinflaciones:

Aquí "mt" y "Pt" se definen como el logaritmo de la cantidad


nominal de dinero y el nivel de precios, respectivamente. El término
representa una perturbación aleatoria con media cero y varianza Esta
variable no observa correlación serial, tal como se indica en (2).

(2)

El término representa el cambio esperado en la


tasa de inflación entre el período t y t +1, siendo ésta la proyección subjetiva
que realizan los agentes. Luego, una proyección racional debe tomar en
cuenta los determinantes de esta variable y el proceso estocastico de los
mismos. De este modo, de la ecuación (1) es posible derivar una expresión
para el nivel de precios en el período "t", la que sirve de base para proyectar
el nivel de precios del período "t + 1" y, en consecuencia, la tasa de
inflación entre ambos.

(3)

Adelantando un período para resolver para y utilizando la


"Ley de proyecciones iterativas", se obtiene una expresión para el nivel de
84 ESTUDIOS PÚBLICOS

precios contemporáneo, la que tiene como un importante argumento la


proyección que los agentes realicen acerca de lo que será la política
monetaria en los períodos siguientes:

(4)

De acuerdo con este sencillo modelo, la tasa esperada de inflación es


el resultado de los cambios que se proyectan en la política monetaria para
los próximos períodos, tal como se indica en (5).

(5)

Sin embargo, por su propia naturaleza esta expresión no puede ser


considerada como constante, en la medida que refleja la forma en que los
agentes económicos reaccionan frente a la información que reciben,
traduciendo la misma en ciertas percepciones con respecto a lo que será la
política monetaria futura del Banco Central. En particular, la conducta de
los demandantes de dinero dependerá críticamente de la proyección de la regla
monetaria del Banco Central.
En la ecuación (6) ésta se plantea en términos amplios, incorpo-
rándose como argumentos de la misma el dinero rezagado y las desviaciones
que observen una serie de variables objetivo —como la misma inflación,
las reservas internacionales, tasas reales de interés, etc.— con relación a las
metas que al respecto se plantee la autoridad monetaria:

(6)

La variable xi* indica el valor objetivo meta para la autoridad


monetaria de la variable x; en tanto que representa un ruido aleatorio
con media cero y varianza
En la medida en que se siga una regla de crecimiento constante "a la
Friedman", entonces los parámetros 's tomarán el valor cero, en tanto
que toman valores constantes.
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 85

Desde el punto de vista de los agentes económicos el ejercicio de


proyección es complejo, puesto que deben estimar la función objetivo de la
autoridad a lo largo del tiempo, tanto en lo que se refiere a las metas de la
autoridad para cada una de las variables como también de las ponderaciones
que éstas tienen dentro de la función objetivo. En particular, el proceso de
proyección se complica en la medida que factores vinculados a la institucio-
nalidad político-económico promuevan la adopción de estrategias del tipo
temporalmente inconsistente por parte de las autoridades monetarias.36 En
este caso, diferentes escenarios políticos y económicos darán origen a una
forma diferente de la función de reacción esperada de las autoridades
monetarias y, por lo tanto, de los demandantes de dinero.
Dado que la variable "expectativas" no es directamente observable, el
estudio del comportamiento de los demandantes de dinero debe realizarse a
partir de la evaluación de variables que sí lo sean. De este modo, el analista
debe reconstruir el proceso de proyección que realizan los agentes,
conjeturando ecuaciones como (7), para describir el comportamiento de la
inflación.

(7)

donde es la estimación de las expectativas de inflación de los


agentes que se realiza para fines de evaluación de la conducta de los
demandantes de dinero. La variable refleja un término aleatorio con media
cero y varianza finita.
No obstante que esta conjetura puede representar la expresión
teóricamente correcta de los determinantes de la inflación, en términos de
expresar las causas últimas que llevan al Banco Central a modificar el ritmo
de la expansión monetaria cuando las variables objetivos X' i s alcanzan
determinados valores, no es menos cierto que los parámetros a través
de los cuales se vinculan la tasa de inflación y los argumentos de la función
de reacción de las autoridades estarán cambiando en el tiempo, dependiendo
de cuáles sean las prioridades de éstas. Así, por ejemplo, resulta razonable
suponer que en un contexto en que existen dos partidos políticos: el
"blanco" y el "verde", éstos expresaran sus preferencias económicas a través
de dos "funciones de pérdida" que pueden contener idénticos argumentos,
pero distintas ponderaciones, tal como se indica en (8):

36
Sobre este tema véanse Kyland y Presscott (1977) y Barro y Gordon
(1983).
86 ESTUDIOS PÚBLICOS

(8a)

(8b)

donde:

Del análisis expuesto se desprende la aplicabilidad que tienen muchos


de los argumentos y teoremas utilizados en el análisis de la curva de
Phillips, cuando éstos son evaluados en un contexto de equilibrio general.
Así, por ejemplo, la aceptación de la idea de que en economías inestables
frecuentemente "bombardeadas" por shocks monetarios, la curva de Phillips
es prácticamente vertical en el corto plazo, dejando poco espacio para la
puesta en vigor de políticas activas, tiene su contrapartida en el mercado
monetario, en la medida en que ello implica que frente a aumentos en los
precios sectoriales los agentes reaccionarán rápidamente elevando su
estimación de crecimiento de los precios y, en consecuencia, promoviendo
una caída de la demanda de dinero. Luego, la elasticidad que observe la
estimación de la inflación esperada frente a cambios en los precios efectivos
dependerá críticamente del entorno macroeconómico y, por lo tanto,
también la forma en que reaccione la demanda de dinero frente a estas
mismas señales de precios.

37
En un ejercicio más "realista" también cabría considerar la influencia
que tiene sobre el manejo de la política económica que realizan las autoridades
aspectos tales como la tasa de descuento de las mismas y, en consecuencia, la
rapidez con que actúan las diferentes herramientas disponibles sobre cada uno de
los objetivos. También es importante incorporar en un análisis más realista
elementos tales como la amplitud de las coaliciones que apoyan al gobierno, lo
que otorgará mayor o menor estabilidad a la función objetivo del gobierno.
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 87

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90 ESTUDIOS PÚBLICOS

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Irwin Inc., 1963.

Weiss, Lawrence. "The Role for Active Monetary Policy in a Rational


Expectations Model". Journal of Political Economy, 1980.
OPINIÓN

EXPECTATIVAS, CREDIBILIDAD E
INCONSISTENCIA
Lecciones de la política antiinflacionaria
chilena de 1990

Alejandro Fernández Beros*

Durante el año 1990 la economía chilena se vio sometida a un


severo proceso de ajuste de tasas de interés, cuyo principal
objetivo era reducir una inflación creciente. De acuerdo al autor,
al margen de ciertos problemas en la aplicación de la política,
ésta fue extremedamente lenta en dar resultados y costosa en
actividad.
Sin pretender dar una visión completa de todos los aspectos que
explican dicha situación, Alejandro Fernández argumenta que las
expectativas no eran favorables al momento de aplicarse el
programa antiinflacionario y que éste adoleció de una falta de
credibilidad y contenido, como asimismo de algunos elementos
de inconsistencia.

A partir del 5 de enero de 1990, el Banco Central de Chile aceptó


la política monetaria contractiva, iniciada el año anterior, con el objeto de
reducir las presiones inflacionarias que se estaban manifestando y que pare-
cían incontrolables a las tasas de interés vigentes hasta ese momento.1
*
M.A. en Economía, Universidad de Rochester (EE.UU.). Gerente de
Estudios de la consultora Gemines.
1
La decisión de elevar las tasas de interés en 1989 se explica por una
fuerte aceleración en el crecimiento del dinero, que se mantuvo por sobre el 50
por ciento anual en los últimos meses de 1988. La acentuación del ajuste, en
92 ESTUDIOS PÚBLICOS

El aumento en las tasas de interés fue drástico: el PRBC2 a 90 días


subió de 6,8 a 8,7 por ciento3 y el PRC4 de 6,9 a 9,7 por ciento, reapare-
ciendo, además, los PRBC a 180 y 360 días y subiendo las tasas de redes-
cuento en 1,9 punto porcentual en cada uno de los tres tramos existentes.
Lo enérgico del ajuste se percibe no sólo en el aumento absoluto de
las tasas de interés, sino también en que fue la quinta alza de tasas dispuesta
por el Banco Central en un año. Junto a lo anterior, se dejó de remunerar el
encaje que los bancos deben mantener y se hicieron más restrictivas las
condiciones en que el sistema financiero puede constituir la reserva técnica.
Como consecuencia de lo anterior, podía parecer razonable que se
visualizara la acción del Banco Central como un compromiso total y
absoluto con el control de la inflación y que se lograra manejar las alzas de
precios con relativa rapidez y, por lo mismo, con un costo bajo en términos
de actividad económica.
La realidad es que ello no ha sido así, y, más allá de las dificultades
con que se ha enfrentado el manejo de la política monetaria, sobre todo en
los primeros meses de 1990, y su manifiesta inconsistencia con la política
cambiaria,5 así como por otros factores puntuales que se manifestaron

enero de 1990, se justificó por un crecimiento de la actividad considerado


insostenible, 10 por ciento en 1989, y una expansión de las importaciones, 36
por ciento en el segundo semestre de 1989, que auguraba problemas en las
cuentas externas.
2
El PRBC (Pagaré Reajustable del Banco Central) es uno de los
instrumentos de control monetario utilizado por el instituto emisor. Su plazo
más frecuente de emisión es 90 días. También se ha emitido a 180 y 360 días,
existiendo la posibilidad de extenderlo hasta por cinco años.
3
Estas son tasas reales de interés. Con la excepción de un instrumento de
corto plazo, 30 días, todos los documentos emitidos por el Banco Central se
reajustan por la inflación o el tipo de cambio.
4
El PRCB (pagaré reajustable en cupones), emitido por el Banco Central
a 10 años, con un plazo promedio de 5 años y amortizaciones semestrales.
5
La política cambiaria vigente en Chile desde hace varios años consiste
en la fijación de un tipo de cambio de referencia, que se ajusta diariamente de
acuerdo a la inflación del mes anterior menos la inflación internacional
relevante para el país. En torno a este tipo de cambio de referencia existe una
banda de 5 puntos porcentuales, al interior de la cual la paridad de mercado puede
fluctuar libremente. El Banco Central se compromete, en la práctica, a vender
divisas en el mercado cuando el precio se ubica en el techo de la banda y a
comprarlas cuando se coloca en el piso de la misma. Esto último es lo que ha
ocurrido desde julio de 1990.
94 ESTUDIOS PÚBLICOS

posible en crecimiento, requiere de algo más que mantener una baja tasa de
expansión en los medios de pago.7
Difícilmente podía esperarse que la acentuación del ajuste en enero de
1990, pese a su severidad, constituyese una estrategia antiinflacionaria
creíble para los agentes económicos. En primer lugar, poca gente en ese
momento, y no demasiada ahora, acepta el argumento de la independencia
del Banco Central,8 principalmente porque fue muy criticada y cuestionada
en el período de su gestación. En segundo lugar, el cambio de gobierno, en
el mes de marzo,9 generó expectativas que, independientemente de que
fuesen correctas o incorrectas, llevaban a pensar que se producirían fuertes
presiones sociales, un aumento deficitario en el gasto público e intentos de
modificar la política monetaria si es que ésta comenzaba a afectar el nivel de
actividad y el empleo.
Lo anterior simplemente refleja que las expectativas que los agentes
económicos tenían respecto de la mantención de la política monetaria por el
tiempo suficiente para que fuese exitosa (o sea la credibilidad de la política
monetaria) eran negativas. La política del Banco Central no era, en
consecuencia, creíble para el público.
Esta falta de credibilidad se sustentó, además de lo planteado antes,
en declaraciones poco afortunadas de las autoridades económicas, ya sea en
un sentido que menoscababa la independencia del Banco Central, ya sea en
uno que daba a entender que no se estaba dispuesto a asumir un costo
importante en actividad para frenar la inflación (el ajuste será breve, la
economía se recuperará en el último trimestre, etc.) y en la carencia de una
reputación de seriedad en el control antiinflacionario, producto de la
tradición de Chile en esta materia.
La falta de una reputación adecuada incrementa los costos de frenar la
inflación mientras ésta se construye, lo cual ha sido logrado, al menos en
alguna medida, por el Banco Central en el curso del año pasado, gracias a

7
Naturalmente, si una baja tasa de crecimiento en los medios de pago se
mantiene por tiempo suficiente, logrará el objetivo antiinflacionario, pero el
costo en actividad asociado puede ser políticamente insostenible.
8
La nueva legislación que regula el funcionamiento del Banco Central y
consagra su independencia de la autoridad política entró en vigencia el 9 de
diciembre de 1989.
9
Después de 16 años de gobierno militar, se realizaron elecciones en
diciembre de 1989 y un nuevo gobierno democrático asumió el 11 de marzo de
1990.
EXPECTATIVAS, CREDIBILIDAD E INCONSISTENCIA 95

que la firmeza demostrada en la persecución de su objetivo ha sido mayor a


la anticipada.

2. Consistencia de la política monetaria

Todo lo que se ha discutido hasta aquí probablemente es muy poco


controversial, pero podría argumentarse que al margen de los problemas de
expectativas y de falta de credibilidad y reputación de las autoridades
monetarias y económicas, la falla fundamental que explica las dificultades
en el control de la inflación se encuentra en la incapacidad que mostró el
Banco Central para frenar el crecimiento de la emisión, lo que a su vez se
explica por la incompatibilidad entre la política monetaria y la cambiaria.10
Esto se tradujo en que la política monetaria, en esencia, sólo esterilizó las
operaciones de cambio producidas, al aumentar las reservas, por el intento
del instituto emisor de mantener, simultáneamente, una baja expansión en
los medios de pago y un tipo de cambio estable.
Suscribiendo plenamente este análisis, quisiera referirme a Otra
inconsistencia, más sutil si se quiere, pero que puede ser más importante en
determinar la inflación y su variabilidad en el mediano plazo.

2.1. La experiencia histórica

La evidencia de los episodios hiperinflacionarios posteriores a la


Primera Guerra Mundial, aunque refleja situaciones extremas, es muy útil
en la comprensión de los factores que permiten frenar bruscamente el alza en
los precios sin efectos perceptibles en el nivel de actividad.11 Esta evidencia

10
Esta incompatibilidad reside en que la autoridad monetaria se propuso
controlar simultáneamente las tasas de interés y el tipo de cambio. Esto tuvo
como consecuencia la mantención de tasas de interés muy superiores a las
internacionales, lo que, acentuado por la política de reajustabilidad del dólar
acuerdo, produjo un importante flujo de capitales desde el exterior, un aumento
en las reservas internacionales del Banco Central y una fuerte expansión en la
emisión por este concepto.
11
Thomas J. Sargent, "The Ends of Four Big Inflations", en R. E. Hall,
ed. Inflation (Chicago: NBER, University of Chicago Press, 1983).
ESTUDIOS PÚBLICOS

es relevante no sólo en sí misma, sino porque se ha demostrado que es


aplicable a casos menos dramáticos de inflación.12
Los factores claves que explican el éxito de los programas
antiinflacionarios en Austria, Hungría, Alemania y Polonia, y la ausencia
de este problema en Checoslovaquia, son los siguientes:

— Establecimiento de un Banco Central independiente no autorizado


para prestarle recursos al Fisco o para hacerlo en montos limitados
respaldados en oro.

— Eliminación rápida del déficit fiscal aumentando impuestos y


disminuyendo gastos.

— Respaldo de la emisión del Banco Central en proporción a las


reservas de oro y divisas.

— Compromiso de restablecer la libre convertibilidad de la moneda.

Tal vez con la excepción del último punto, los otros son bastante
obvios y conocidos. El restablecimiento de la convertibilidad de la moneda
es un factor fundamental de confianza en que las autoridades cumplirán los
compromisos asumidos.
Una razón básica para establecer controles de cambios es incrementar
los costos de un ataque especulativo contra la moneda doméstica, man-
teniendo así la capacidad de extraer el señoreaje que permite el monopolio de
la creación de dinero. Si se eliminan los controles de cambios, cualquiera
tentación de restablecer políticas irresponsables genera una sustitución
masiva de la moneda doméstica por oro o divisas, por lo que constituye una
cierta garantía de conducta responsable por parte de la autoridad.

2.2. El caso chileno

Si bien la legislación establece que el Banco Central es independiente


de la autoridad política y que no puede financiar los déficit del Fisco, las
críticas que se produjeron y, en definitiva, la falta de consenso sobre el
12
Thomas J. Sargent, "Stopping Modérate Inflations: the Methods of
Poincaré and Thatcher", reimpreso en T. J. Sargent, Rational Expectations and
Inflation (Nueva York: Harper and Row, 1986).
EXPECTATIVAS, CREDIBILIDAD E INCONSISTENCIA 97

tema, mantienen al Banco Central en una posición menos sólida a lo


deseable, desde el punto de vista de la credibilidad que sus políticas generan.
Además, está el problema de los controles de cambios que condenan
a priori a la moneda local a tener un status inferior al de otros medios de
pago, puesto que su existencia asume implícitamente que de no existir estos
controles se produciría una dolarización de la economía, lo cual, obvia-
mente, crea una situación poco clara.
Sin embargo, lo más importante en la situación actual de la política
monetaria es que el propio Banco Central mantiene un déficit de caja
cercano al 1 por ciento del PGB, y no le está vedado legalmente financiar
dicho déficit con emisión.
El incremento en el déficit por la acumulación de reserva, que tienen
como contrapartida un aumento en los pasivos del instituto emisor, cuyo
costo es más alto que el ingreso que generan las reservas, aumenta la nece-
sidad de emisión o, al menos, la probabilidad de que ello ocurra. De esta
manera, es la propia situación del Banco Central la que conspira contra el
logro de la estabilidad de precios.
Así, el logro de la coherencia total del programa monetario y de la
estabilidad de precios, pasa por la eliminación de los controles de cambios
la eliminación del desequilibrio en el tipo de cambio (si éste persistiera) y la
prohibición al Banco Central de financiar su déficit o, en términos más
generales, de emitir sin respaldo en divisas.
Si bien esto puede plantear algún tipo de problemas al instituto
emisor respecto de su capacidad de financiar sus pasivos, la opción que
parece más sana es que el Banco Central cese de emitir pasivos y le traspase
su deuda a la Tesorería, la que debería financiarla con títulos de largo plazo
(20 años, por ejemplo). Una solución intermedia es que el Banco Central
deje de emitir papeles y que la Tesorería se haga cargo de financiar el déficit
de caja, estimado en US$ 500 millones para 1991, vendiendo instrumentos
de largo plazo.

3. Conclusiones

En este trabajo se ha evaluado el desempeño de la política monetaria


seguida por el Banco Central en 1990. Entre las razones que explican el mal
desempeño de la política, se encuentran factores que, en buena medida, son
ajenos al control o manipulación de la autoridad y que corresponden al rol de
las expectativas de los agentes económicos y la credibilidad de la política.
98 ESTUDIOS PÚBLICOS

Además, la política implementada adoleció de un problema de in-


compatibilidad y puede afirmarse que su diseño fue incompleto. Ambos te-
mas se han tratado separadamente para simplificar el análisis, pero están
relacionados con la credibilidad de la estrategia e influyen sobre las expec-
tativas del público.
La incompatibilidad de la política monetaria se refiere al intento de
obtener simultáneamente dos objetivos: control de la expansión del dinero y
estabilidad del tipo de cambio real. El éxito parcial en el segundo objetivo
se tradujo en un incremento espectacular en las reservas internacionales,
cuya monetización debió ser esterilizada por las operaciones de crédito
interno, limitando la efectividad del aumento en las tasas de interés para
contraer la masa monetaria.
Por último, y de acuerdo a la evidencia histórica existente, la elimi-
nación de la inflación, con el menor costo posible en actividad, requiere no
sólo mantener una baja tasa de crecimiento en el dinero, sino también
consistencia con otras variables (el financiamiento vía deuda del déficit
fiscal debe ser transitorio y con perspectivas ciertas de que será eliminado),
dar confianza (el Banco Central debe ser independiente y la moneda debe ser
convertible) y ser ampliamente aceptada.
Si bien algunas de estas condiciones se cumplen en el caso chileno,
por ejemplo, la independencia del Banco Central y la imposibilidad de que
éste financie el déficit fiscal, falta (o al menos así sucedió al comienzo) una
amplia aceptación de la independencia del instituto emisor, pero, sobre todo,
que es el propio Banco Central el que tiene un déficit potencialmente
financiable con emisión13 y la persistencia de los controles de cambios, los
que reducen la credibilidad de la política y hacen dudar de su mantención en
el mediano plazo.
Como solución se plantea, aparte de la obvia eliminación de los
controles cambiados, que se establezca en la ley del Banco Central la
prohibición de emitir sin respaldo de divisas y que el actual déficit de caja
sea asumido por la Tesorería, la que tendría que emitir, en el corto plazo,
deuda a 20 años y optar por una reducción del gasto público en el futuro.

La situación patrimonial del Banco Central es bastante precaria, la que


se originó en el rescate de las instituciones financieras y empresas durante la
crisis de 1982-83. Asimismo, el flujo de caja del instituto emisor está
fuertemente desbalanceado por el elevado costo de financiamiento de sus
pasivos y el bajo rendimiento de sus activos. De mantenerse estas tendencias, la
posibilidad de tener que recurrir a la emisión para cumplir sus obligaciones
aumentará en los próximos años, a menos que haya un intento serio de
capitalizarlo.
EXPECTATIVAS, CREDIBILIDAD E INCONSISTENCIA 99

Referencias bibliográficas

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Sargent, Thomas J. y Wallace, Neil "Some Unpleasant Monetarist Arithmetic",
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1981).
OPINIÓN

LA REDEMOCRATIZACION
POLÍTICA EN CHILE
*
Transición, inauguración y evolución

Manuel Antonio Garretón M.**

El siguiente trabajo presenta un análisis de las condiciones


sociopolíticas de la transición chilena a la democracia y una
evaluación, si bien esquemática y provisoria por el escaso
tiempo transcurrido, de los primeros doce meses del nuevo
gobierno en lo que respecta a las tareas de redemocratización
política y social y modernización.
El proceso de transición que comienza con el plebiscito de 1988
y termina el 11 de marzo de 1990, señala el autor, deja al
gobierno recién inaugurado la labor de superar legados o encla-
ves autoritarios en el plano institucional, en el plano de actores

*Elaboración final de versiones preliminares y parciales que fueron


presentadas al III Congreso Chileno de Sociología, al seminario "La inaugu-
ración y consolidación de la democracia. Experiencias para Chile", organizado
por el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), Santiago,
agosto, 1989, al Seminario semanal del Kellogg Institute de la Universidad de
Notre Dame en enero 1990, al Seminario del MacArthur Interdisciplinary Pro-
gram on Peace and International Cooperation at the Intitute of International
Studies de la Universidad de Minnesota (febrero 1990) y al XII Congreso
Mundial de Sociología, y circularon como Documentos de Trabajo de FLACSO
(Santiago, 1990) y de algunas de las instituciones mencionadas.

**Sociólogo. Estudios de doctorado en L'Ecole des Hautes Etudes en


Sciences Sociales de París. Profesor investigador de FLACSO. Autor, entre
otros, de El proceso político chileno; Dictaduras y democratización y
Reconstruir la política.
102 ESTUDIOS PÚBLICOS

no democráticos y en el ámbito de derechos humanos. Tareas a


las que se agregan las referidas a la consolidación democrática,
en términos de democratización social y modernización. Así, y
en ausencia de una crisis económica aguda, las prioridades del
nuevo gobierno eran las reformas institucionales requeridas para
llevar a cabo las tareas mencionadas. En este respecto, se
indica, se prefirió una estrategia de negociaciones puntuales que
debilitaron al actor político de la Concertación y dejaron al
gobierno en manos de la oposición y los actores corporativos.
Mas ello, advierte el autor, puede ser entendido como parte de un
proceso de aprendizaje que lleva a reformular dicha estrategia
después de los primeros doce meses de gobierno.

E ste trabajo intenta analizar las condiciones sociopolíticas de la


inauguración en marzo de 1990 del primer gobierno elegido democrática-
mente en Chile, después de dieciséis años de dictadura militar, y su evolu-
ción en el primer año desde la perspectiva del proceso de redemocratización
política. Se trata de ubicar éste en el contexto de otras experiencias simi-
lares y del debate académico y político respecto de ellas.1 Para ello esboza-
remos previa y esquemáticamente algunos elementos conceptuales y ciertos
rasgos particulares del régimen militar chileno y de la oposición política a
él, recurriendo a una síntesis de elementos desarrollados en otros trabajos.2
1
Véase entre otros G. O'Donnell, Ph. Schmitter, L. Whitehead, eds.
Transitions from Authoritarian Rule (Johns Hopkins University Press, 1986).
A. Przeworski, "How Do Transitions to Democracy Get Stuck and Where?"
(mimeo, 1987). G. Pridham, ed. The New Mediterranean Democracies. Regime
Transition in Spain, Greece and Portugal (London Totowa N. J. Frank Cass,
1984). E. Baloyra, Camparing New Democracies. Transition and Consolidation
in Mediterranean Europe and the Southern Cone (Boulder Westview Press,
1987). John Herz, ed. From Dictatorship to Democracy. Coping with the
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tute. University of Notre Dame, Indiana. A. Touraine, La parole el le sang. Poli-
tique et societé en Amérique Latine (París: Editions Odile Jacob, 1988) Parte V.
2
Sobre el marco general, véase "Problems of Democracy in Latin Ame-
rica: On the Processes of Transition and Consolidation", International Journal,
XLIII (verano 1988) pp. 358-377. Sobre el régimen militar chileno véase El
proceso político chileno (Santiago: FLACSO, 1983 [versión actualizada en
LA REDEMOCRATEACION POLITICA EN CHILE 103

Luego nos referiremos a los principales hitos de la transición chilena y a las


condiciones de la inauguración democrática en marzo de 1990 y los pro-
blemas ahí planteados. Finalmente, aludiremos a la evolución de esos pro-
blemas en los primeros doce meses de régimen democrático.

Algunos elementos conceptuales

Entenderemos por régimen político uno de los componentes del mo-


delo o sistema político, la mediación institucional entre Estado y sociedad
que resuelve los problemas de relaciones entre la gente (ciudadanía) y el
Estado y de cómo se gobierna la sociedad. El término democratización
política apunta precisamente al proceso de generación de un régimen
democrático,3 entendido como el régimen basado en los principios e ins-
tituciones que consagran la soberanía popular, la elección de los gober-
nantes y autoridades efectivos por voto universal, la vigencia de derechos
humanos y libertades públicas, la separación de poderes, el pluralismo
político y la alternancia en el poder. Los casos históricos a los que perte-
nece la actual situación chilena corresponden más bien a recuperación y no a
fundación democráticas.4 Esta democratización política comprende varios
procesos: transición o paso de dictadura a democracia; inauguración demo-
crática o instalación e inicio del régimen democrático; superación de encla-
ves autoritarios cuando la transición ha sido incompleta, es decir, cuando
quedan aún tareas de democratización política pendientes aunque haya un
núcleo de instituciones y autoridades elegidas básicamente democráticas; y
consolidación de ese régimen democrático.

inglés, The Chilean Political Process. Unwin and Hyman, 1989]) y Reconstruir
la política: transición y consolidación democráticas en Chile (Santiago,
Editorial Andante, 1987).
3
Para definiciones clásicas de democracia, véanse J. Dahl, Polyarchy:
Participation and Opposition (Yale University Press, 1971); A. Lijphart,
Democracies (Yale University Press, 1984).
4
Clásicos sobre fundaciones democráticas son: B. Moore Social Origins
of Democracy and Dictatorship (Yale University Press, 1966); D. Rustow,
"Transitions to Democracy" en Comparative Politics, 2 (April 1970) pp. 337-
363. Véase también, J. Stephens, "Democratic Transition and Breakdown in
Europe, 1870-1939. A test of Moore Thesis", Documento de Trabajo, 1987
(Kellogg Institute, University of Notre Dame).
104 ESTUDIOS PÚBLICOS

Las transiciones políticas dejan pendientes los problemas de demo-


cratización social (cambios sociales tendentes a la mayor igualdad de opor-
tunidades y a la participación social) y ésta pasa a ser, como hipótesis ge-
neral para este tipo de países, una de las condiciones de la consolidación de-
mocrática. Respecto de las transiciones, concebidas como paso de un tipo de
régimen político a otro y no como un cambio socioeconómico global —lo
que las aleja del modelo revolucionario—, ellas deben ser analizadas en
términos de sus procesos componentes: descomposición interna del régimen
autoritario; movilizaciones populares en torno a propuestas institucionales
de transición; negociación entre titulares del poder y oposición democrática;
enfrentamiento político-institucional entre régimen y oposición bajo la
institucionalidad dictatorial para conservarla o transformarla, dirimiendo así
el conflicto autoritarismo-democracia; presión o mediación de actores que se
ubican por encima del régimen y de la oposición.
Las inauguraciones democráticas y el primer gobierno democrático
deben ser analizados en términos de las condiciones socioeconómicas y
políticas en que ellas se desarrollan (existencia de enclaves autoritarios,
presencia o no de crisis económicas); de los actores sociopolíticos que las
llevan a cabo, considerando la división o coalición entre actores que
administran el Estado y actores que administran las demandas sociales;
y de las estrategias de superación de los enclaves autoritarios para completar
la transición. Estos enclaves pueden ser institucionales (Constitución,
leyes, etc.), "actorales" (Fuerzas Armadas con poder de veto, derecha
no democrática, etc.), socioculturales (valores autoritarios, conformismo,
etc.) o ético-simbólicos (problemas de derechos humanos no resueltos),
y las estrategias frente a ellos pueden ser de diversos tipos (legales, presión,
etcétera).5
Finalmente, las consolidaciones democráticas están vinculadas tanto
a la superación de estos enclaves como a la deseabilidad o voluntad
democrática por parte de los actores sociales significativos, lo que en estos
países está vinculado, hipotéticamente, a los procesos de democratización
social. Ello remite al problema de los actores sociopolíticos capaces de
combinar democratización política y democratización social.

5
Para una explicación mayor de los "enclaves autoritarios", véase mi
trabajo "La Posibilidad Democrática en Chile" (Santiago: FLACSO, Cuadernos
de Difusión, 1989).
LA REDEMOCRATTZACION POLÍTICA EN CHILE 105

El régimen militar chileno y


la oposición política

Sin entrar en los detalles del régimen militar chileno que se instaló
en 1973, después de derrocar al gobierno democrático y socialista de
Salvador Allende, cabe recordar tres características cruciales de ese régimen.
En primer lugar, su personalización que le entregaba al general
Pinochet la doble legitimidad interna: jerárquico-institucional y político-
estatal. En segundo lugar, su capacidad transformadora que lo llevaba a
dislocar la vieja relación entre política y sociedad, dejando a ésta desar-
ticulada en el marco del esquema económico neoliberal.6 En tercer lugar, su
proyecto de institucionalización política, expresado en la Constitución de
1980 que consagraba el paso de un régimen militar a un régimen
autoritario7 a partir de 1989, sobre la base de un mecanismo que proyectaba
los rasgos personalistas e institucionales del régimen, cual era el plebiscito
de 1989. En él debía decidirse la mantención de Pinochet por un nuevo
período de ocho años. Estos tres rasgos permitieron superar la crisis
económica de 1981/19828 y explican el retardo de la transición chilena en
relación a otros países del Cono Sur.
En relación a esta transición retardada, cabe analizar la trayectoria de
la oposición política, con partidos heredados del régimen democrático, como
una de triple aprendizaje. Por un lado, respecto del carácter de las

6
A. Foxley, Latin American Experiments in Neo Conservative Econo-
mics (University of California Press, 1983); P. Vergara, Auge y caída del neo-
liberalismo en Chile (Santiago: FLACSO, 1985); E. Tironi, El liberalismo real
(Santiago SUR, 1986). Para una visión optimista, véase J. Lavín, Chile: La
revolución silenciosa (Santiago: Zig-Zag, 1987).
7
Un régimen militar es uno en que los titulares del poder son directamente
las Fuerzas Armadas. Régimen autoritario es un término más genérico, que
abarca el militar, pero que puede ser también civil. Véase la definición clásica en
J. Linz, "Totalitarian and Authoritarian Regimes" en F. Greenstein y N. Polsby,
Handbook of Political Science (Reading, M. A. Addison-Wesley 1975), pp.
175-411.
8
Recordemos que en 1981/1982 hubo una profunda crisis económico-
financiera y desarticulación del modelo llamado "Chicago" (véase P. Vergara,
op. cit.). En 1983 esta crisis se expresó en términos más sociopolíticos, con
movilizaciones populares y aperturas políticas (véase M. A. Garretón, "Popular
Mobilization and Military Regime in Chile. The complexities of invisible
transition" en S. Eckstein, ed. Power and Popular Protest. Latin American Social
Movements), pero el régimen militar logró recuperarse algunos años después.
106 ESTUDIOS PÚBLICOS

transiciones, pasando de modelos insurreccionales o revolucionarios que


implican movilizaciones desestabilizadoras con vistas a producir un colapso
del régimen, a movilizaciones políticas en torno a fórmulas institucionales
de transición que se insertan en el marco institucional dictatorial para cam-
biarlo. Por otro lado, respecto de su propia unidad, pasando de modelos
orgánicos centrados en cuestiones ideológicas a multipartidarias en torno a
fórmulas pragmáticas e institucionales de cambio. Finalmente, respecto de
la relación con el mundo social, pasando de movilizaciones expresivas o
corporativo-reivindicativas a movilizaciones propiamente políticas.9 En este
aprendizaje, el papel de los intelectuales y de las experiencias de transición
de otros casos nacionales jugaron un rol significativo.

Los rasgos básicos de la transición chilena

Vale la pena recordar los hitos recientes más importantes de la tran-


sición a la democracia en Chile y de su naturaleza particular, para luego
referirnos a las cuestiones que esta transición deja planteadas para la
inauguración democrática.
Hemos afirmado en otros trabajos que la derrota política sufrida por
Augusto Pinochet y el régimen militar en el plebiscito del 5 de octubre
tuvo un doble significado.10 Por un lado, puso fin a la pretensión de
proyectar la dictadura a través de un régimen autoritario como el previsto
por la Constitución del 80 y al proyecto de Augusto Pinochet de
mantenerse en el poder para asegurar ese paso de dictadura militar a régimen
autoritario. Por otro lado, desencadenó un proceso de transición a la
democracia, que se desarrolla dentro de plazos y mecanismos establecidos
por el régimen, pero modificados en parte por la oposición y alterados
sustancialmente en su significado por esta última. En este sentido, el
plebiscito jugó el mismo rol que la muerte de Franco en España o la derrota
9 Véase M. A. Garretón "Popular Mobilizations and Military Regime in
Chile", op. cit.

10 Hemos analizado en detalle el Plebiscito de 1988 en "El Plebiscito de


1988 y la transición a la democracia en Chile" (Santiago: FLACSO Cuadernos de
Difusión, 1988); "La Oposición política y el sistema partidario en el régimen
militar chileno. Un proceso de aprendizaje para la transición" en M. Cavarozzi y
M. A. Garretón, eds. Muerte y resurrección. Los partidos políticos en el
autoritarismo y las transiciones en el Cono Sur (Santiago: FLACSO, 1989) y
"La posibilidad democrática en Chile" (FLACSO, Cuadernos de Difusión, mayo
1989).
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 107

de Galtieri en Las Malvinas. A nuestro juicio, se trata de una "elección


fundante o crítica", y los resultados de la elección presidencial y parlamen-
tarias de diciembre 1989 no hacen sino ratificar este carácter.11
Si decimos que el plebiscito de 1988 desencadenó un proceso de
transición, ello no significa que tal transición estuviera completamente
terminada cuando se inaugura el régimen democrático con el primer go-
bierno elegido. Aun cuando las condiciones son de las más favorables com-
parándolas con otros casos históricos cercanos, hay dificultades particulares
que deben ser analizadas cuidadosamente y que provienen menos de las
características del primer gobierno democrático, como ha ocurrido en mu-
chos casos, como de los resabios o "enclaves autoritarios" heredados del
régimen militar.
Así, a partir del plebiscito de octubre de 1988, desde el régimen
militar pueden apreciarse los siguientes fenómenos.
En primer lugar, después del plebiscito se produce el aislamiento
político de los sectores "duros" identificados con la mantención de Augusto
Pinochet en el poder o con la total continuidad institucional autori-
taria. En el plano militar, todos los signos apuntaron a un gradual retiro del
poder político por parte de las Fuerzas Armadas, pese a la retórica y
amenazas de Pinochet, de algunos de los uniformados más cercanos a él e
incluso de algunas declaraciones oficiales del Ejército. En este senti-
do, la voluntad declarada de Augusto Pinochet de mantenerse como
Comandante en Jefe del Ejército en el régimen democrático y el apoyo
del Ejército a ello eran elementos defensivos dentro de este retiro gradual y
obedecían a imperativos internos jerárquico institucionales del Ejército. Esta
tendencia tuvo luego una contraparte. Así, transcurridos algunos meses
y, especialmente, en la segunda mitad de 1989, tanto Augusto Pinochet
como el "núcleo duro" en torno a él, especialmente en el Ejército, inicia-
ron una estrategia conducente, por un lado, a mantener la mayor autonomía
corporativa y de influencia política de los militares en el régimen
futuro, y, por otro lado, a institucionalizar la mayor cantidad de enclaves
autoritarios que proyectaran al régimen militar en el futuro régimen
democrático e hicieran la tarea del primer gobierno extremadamente
11
Después de la victoria del "no" en el Plebiscito de 1988, Augusto

Pinochet se mantuvo un año en el poder, realizándose elecciones presidenciales


y parlamentarias en diciembre de 1989. El candidato de la oposición unida,
Patricio Aylwin, demócrata cristiano, obtuvo el 55,2% de los votos, el candi-
dato oficialista, Hernán Büchi, obtuvo el 29,39% y el candidato de derecha
populista, Francisco J. Errázuriz, obtuvo el 15,43%.
108 ESTUDIOS PÚBLICOS

difícil, quizás buscando su desgaste rápido. Las reformas constitucionales


que, como veremos,12 los partidos de la opositora Concertación de
Partidos por la Democracia, junto con un sector de derecha, lograron
imponer a través de complejas negociaciones con el gobierno, y hacer
plebiscitar en julio de 1989, tendían precisamente a reducir algunos de
estos enclaves autoritarios exclusivamente en la cuestión constitucional
(flexibilización del sistema de reforma constitucional, reducción a cuatro
años del primer período presidencial, disminución de la importancia relativa
de los senadores designados, cambios en la composición y atribuciones del
Consejo de Seguridad Nacional para restringir la tutela militar, aunque sin
eliminarla, mayor protección a los derechos humanos, especialmente
eliminando la proscripción y exclusión ideológico-políticas). Pero el
gobierno militar buscó extender estos enclaves y profundizarlos en otros
ámbitos. Ejemplos de ello son las políticas de reducción del manejo estatal
sobre la economía, las leyes orgánicas constitucionales como la que
consagra la autonomía del Banco Central, la de Televisión, la de Fuerzas
Armadas (que, como se ha dicho, tiende a consagrar un "Estado dentro
del Estado"), etc., y las medidas que llevan a asegurar para los partidarios
del pinochetismo los cargos de la administración pública, de las rectorías
universitarias, del Poder Judicial y, especialmente, de los altos mandos del
Ejército. Es cierto que se trataba de resabios de un proyecto político
derrotado, pero podían tener muy importantes consecuencias como
problemas pendientes de la transición.

12
Sobre el itinerario, contenido y significado de las reformas constitu-
cionales, véanse Francisco Cumplido, "Democracia consensual en Chile",
Santiago, CERC, mimeo, agosto de 1989 y José Antonio Viera-Gallo, "El
acuerdo constitucional", revista Mensaje, Nº 380 julio de 1989. Recordemos que
la coalición de partidos opositores a la dictadura, con la excepción del Partido
Comunista y grupos menores, que se denominó Concertación de Partidos por el
No, para derrotar a Augusto Pinochet en el plebiscito de 1988, luego se
transformó en Concertación de Partidos por la Democracia, llevando como
candidato presidencial a Patricio Aylwin. Estaba formada por 17 partidos
políticos, pero los realmente importantes eran los demócrata cristianos, los
socialistas, divididos en dos grandes partidos y otros grupos unificados después
de las elecciones de diciembre 1989. Otros partidos importantes son los radica-
les y social demócratas, en el centro del espectro. También participaban grupos
menores de centro-derecha. En realidad el segundo partido en importancia, luego
de la Democracia Cristiana, era el Partido por la Democracia (PPD), creado
principalmente por uno de los partidos socialistas para legalizarse. Sobre los
partidos, véase mi artículo "Partidos, transición y democracia en Chile" en
(Política) El Nacional, Nº 38, enero 1990, México.
LA REDEMOCRATEACION POLJTICA EN CHILE 109

En segundo lugar, en el plano civil, este aislamiento inicial de los


sectores "duros" o continuistas del régimen militar se expresó aparen-
temente en una derrota política de los grupos fascistas como Avanzada
Nacional o de los sectores expresados en la UDI, carentes de todo proyecto
político viable para expresar a la derecha social y política. Por primera vez
fueron obligados a sumarse subordinadamente a Renovación Nacional. Ello
porque surgió, por primera vez también, un sector "blando" en el régimen
(Renovación Nacional)13 que miraba más a su futuro como partido de
derecha democrática que a su carácter de heredero y proyección del régimen
militar, lo que lo llevó a distanciarse de éste y a pactar con la Concertación
opositora las reformas constitucionales que fueron plebiscitadas en julio de
1989. Sin embargo, este proceso fue contrarrestado por las negociaciones en
la derecha respecto de las candidaturas presidenciales y parlamentarias. En
ellas, las presiones del gobierno, del sector empresarial, así como de la
UDI, carentes de toda visión de largo plazo, impusieron la candidatura de un
independiente (Hernán Büchi), ligado al régimen militar y, por lo tanto, a la
"derecha heredera" de éste, en desmedro de un político que representara la
tendencia de la "derecha democrática" (Sergio Onofre Jarpa), la que sí obtuvo
compensaciones en el plano de candidaturas parlamentarias. Se destruía así
la mejor posibilidad de construcción de una derecha partidaria con un papel
claro de oposición democrática en el futuro. No hay que olvidar que el
"independentismo" ha sido siempre la ilusión derechista y que inevita-
blemente lleva a su desarticulación como proyecto político coherente, sobre
todo en el nivel partidario. En las elecciones parlamentarias de diciembre de
1989, el sector Renovación Nacional obtuvo un claro predominio. Sin
embargo, no es despreciable el número de parlamentarios obtenidos por la
UDI, principal promotora de un sistema electoral aberrante que estaba
construido precisamente para favorecerla. Esto le da a este sector, aunque no
el liderazgo, la capacidad de veto en el seno de la coalición derechista,
dificultando los posibles acuerdos que Renovación Nacional hiciera con la
Concertación de Partidos por la Democracia.14

13
Véanse las referencias a este tema y al significado técnico del concepto
"blando" o "duro" en los procesos de transición en M. A. Garretón, "La
oposición política partidaria en el régimen militar chileno. Un proceso de
aprendizaje para la transición" en M. Cavarozzi y M. A. Garretón, eds. Muerte y
resurrección. Los partidos políticos en el autoritarismo y las transiciones del
Cono Sur (Santiago: FLACSO, 1989).
14
En las elecciones parlamentarias, el bloque formado por UDI y Reno-
vación Nacional obtuvo un 33,35% para diputados y 35% para senadores, pero
debido a la ley electoral eligieron 40% de los diputados y 42% de los senadores.
110 ESTUDIOS PÚBLICOS

En tercer lugar, se asistió a un proceso ineludible en todas las tran-


siciones y frente a cuya realización había generalizado escepticismo,
reticencia o duda. Se trata de la negociación entre régimen y oposición. Ello
se expresó en este tiempo en torno a las reformas constitucionales, apro-
badas en el plebiscito del 30 de julio de 1989. Si bien tal negociación
parece haberse hecho a través de intermediarios civiles —la derecha, expre-
sada en Renovación Nacional, y el Gobierno, expresado en el Ministro del
Interior (Carlos Cáceres)— es un hecho que se ha tratado de una negociación
entre las Fuerzas Armadas (y el paso por la Junta así lo confirma) y la
oposición política, expresada en la Concertación de Partidos por la Demo-
cracia. Ello en torno precisamente a los temas ejes de toda transición:
flexibilización del marco institucional para transitar a la democracia, garan-
tías para las Fuerzas Armadas y término de las proscripciones y exclusiones
políticas para permitir la participación de todos los actores y partidos
políticos. Es obvio que tratándose de una negociación hecha bajo una dicta-
dura que termina, ella no consagraba una democracia política plena, sino que
dejaba importantes aspectos pendientes en la forma, como hemos indicado,
de "enclaves autoritarios". Así, las reformas constitucionales que se sancio-
naron en el plebiscito de julio quedaron sólo como un primer paso que
debería completarse en el primer gobierno y parlamento democráticos. Pero
ello había quedado claramente facilitado con los términos de la negociación,
pese a sus insuficiencias. Por otro lado, después de las elecciones de
diciembre de 1989 se plantearon conversaciones directas entre FF. AA. y
Oposición o futuro gobierno, sobre cuestiones como el papel de las FF.
AA. También se produce un nuevo intercambio entre representantes del
gobierno militar y del candidato presidencial opositor triunfante, Patricio
Aylwin, tendente a facilitar el traspaso de mando, lo que ya había ocurrido
con ocasión del nombramiento de Directores del Banco Central. Pese a ello,
Augusto Pinochet y la Junta de Gobierno no siempre respetaron los
acuerdos a que se llegaba, y, además, continuaron legislando sobre materias
cruciales sin consultas con la oposición y con expresa protesta de ésta.15

Dentro de este bloque, Renovación Nacional obtuvo 18,22% en votación de


diputados y 12,4% en la de senadores, eligiendo 29 diputados y 6 senadores, más
los independientes que se le agregaron posteriormente. La UDI obtuvo 9,17% de
los votos en diputados y 5,4% en senadores, eligiendo 11 diputados y 2
senadores.
15
Por ejemplo, la ley orgánico-constitucional sobre Fuerzas Armadas fue
discutida y acordada con la oposición, pero el texto final aprobado no
correspondió a lo acordado. Las nominaciones de directores del Banco Central
fueron acordadas con la oposición. Pero la ley sobre el Congreso, que prohibe a
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 111

Desde la perspectiva de la oposición, se confirmó que en el caso de


regímenes militares, éstos terminan no con derrocamiento, sino con lucha
política que se realiza dentro de la institucionalidad del régimen, preci-
samente para cambiarla y convertirla en un régimen democrático. También
que la unidad de la oposición sólo tiene sentido y viabilidad en torno a una
fórmula precisa de cambio de régimen que evita vacíos institucionales, y no
en torno a cuestiones ideológicas u orgánicas excluyentes.
Para la oposición el desencadenamiento de un proceso de transición a
partir del plebiscito del 5 de octubre de 1988 tuvo un doble significado. Por
un lado, la convirtió, por primera vez en estos quince años, en el actor
principal y dirigente del proceso político. Por otro lado, le puso una tarea
central: llegar a las primeras elecciones en las mejores condiciones demo-
cráticas y asegurar un primer gobierno democrático mayoritario. Esta tarea
se desdoblaba en dos aspectos. El primero, lograr las condiciones más
democráticas para el futuro gobierno, es el que estuvo presente en las
negociaciones para las reformas constitucionales, cuyos resultados ya
hemos evaluado. El segundo, conquistar un gobierno democrático
mayoritario, debía encararse aun cuando el primero no se hubiera realizado.
Se trataba aquí de convertir la coalición victoriosa del plebiscito en
coalición de Gobierno. Ello implicaba un pacto de gobierno entre todos sus
componentes lo que, a su vez, significaba un "candidato presidencial común
único". Esto debía ser acompañado por un acuerdo electoral y parlamentario
que correspondiera ecuánimemente a la diversidad político-partidaria de la
Concertación y por un estatuto de relaciones entre el Presidente y su
coalición que evitara las fragmentaciones y contradicciones de los gobiernos
democráticos anteriores. Finalmente, un programa que asegurara completar
la transición en términos institucionales, terminando con los enclaves
autoritarios mencionados, y empezar las transformaciones sociales que el
país necesita: ataque a la pobreza y redistribución de los costos de la crisis
de ajuste y de los beneficios de la democratización y modernización en los
ámbitos en que el gobierno militar impuso su modelo, y creación de
mecanismos de creciente participación y libertad que restituyan la dignidad y
plena ciudadanía social y política de todos los chilenos, pero, sobre todo, de
los sectores más marginados.16

éste investigar sobre las violaciones a derechos humanos y cualquier asunto


bajo el régimen militar, se impuso sin consultas. Lo mismo ocurrió con la Ley
de Educación y el Estatuto Administrativo.
16
Véase "Programa de gobierno de la Concertación por la Democracia",
Santiago, julio, 1989.
112 ESTUDIOS PÚBLICOS

Si bien se avanzó ampliamente en estas tareas, con excepción del


tema de las relaciones futuras entre el gobierno y su coalición,17 a lo que
nos referiremos más adelante, hubo que enfrentar dos peligros. Por un lado,
la tentación del centro político, la Democracia Cristiana, de reproducir el
camino propio, aislándose en una coalición de centro o centro-derecha que
sería necesariamente minoritaria o imponiendo criterios hegemónicos o
excluyentes. Por otro lado, la tentación de ciertos sectores de izquierda de
jugar la "carta propia" de constituirse en oposición democrática al primer
gobierno, para no pagar los costos de la transición y convertirse en el
partido de las demandas sociales que hace "pagar la cuenta" al partido que
administra la transición. En la primera tentación jugaron un papel impor-
tante ciertos sectores internos de la Democracia Cristiana, pero también las
concepciones que, desde la derecha o desde ciertas tendencias socialistas o de
izquierda, buscaban definir a la Democracia Cristiana como un partido de
centro-derecha. En la segunda tentación jugaba un papel importante la
división del socialismo18 y, sobre todo, la ambigüedad del Partido
Comunista y su perspectiva de capitalizar el descontento o la desilusión
respecto del primer gobierno democrático, lo que ejercía atracción sobre
otros sectores de izquierda.
Pese a todo, se impuso la línea más adecuada, cual era la constitu-
ción de una mayoría sociopolítica de centro e izquierda (Concertación de
Partidos por la Democracia, que también integra a algunos grupos de centro-
derecha de valor simbólico) que enfrentó con un solo candidato presidencial
un programa común de gobierno y un pacto electoral parlamentario las

17
El Acuerdo firmado por la Concertación el 30 de octubre de 1989 en
torno a participar en el Gobierno, pero dejando al Presidente la plena libertad de
escoger sus colaboradores, renunciando a las "cuotas" de cargos o al mecanismo
de "pase partidario", al igual que las afirmaciones compartidas de un "gobierno
suprapartidario", resuelven el problema más a nivel simbólico que práctico, en
la medida que no queda claro en qué consiste un gobierno "suprapartidario"
formado íntegramente por partidos.
18
Hasta diciembre de 1989, los dos grandes partidos socialistas (Almeyda
y Arrate, por los nombres de sus Secretarios Generales) y otros grupos como el
MAPU estaban divididos y participaban independientemente en la Concertación
de Partidos por la Democracia. El PS-Arrate usó como instrumento de legali-
zación un partido de corte nuevo, el Partido por la Democracia (PPD), en tanto el
PS-Almeyda lo hizo a través de un partido-federación, junto a comunistas y otros
grupos, PAIS (Partido Amplio de Izquierda Socialista). Después de las elecciones
de diciembre de 1989, ambos partidos se reunificaron, abarcando otros grupos.
El PAIS fue disuelto y el PPD se mantiene como partido legal, ya más allá de su
aspecto inicialmente "instrumental" y con proyección electoral muy amplia.
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 113

primeras elecciones competitivas en diciembre, para realizar lo que se deno-


minó "gobierno de transición de cuatro años" y que, en realidad, corresponde
al primer gobierno democrático, aun cuando haya tareas de transición
pendientes. Ello teóricamente resolvía tres problemas cruciales: el drama de
los gobiernos chilenos minoritarios, el drama de las transiciones en que
unos administran la transición y otros administran las demandas sociales
retrocediendo a situaciones de gran inestabilidad y reproduciendo las
polarizaciones que terminaron con el régimen democrático precedente, y la
incorporación del Partido Comunista como fuerza minoritaria en el interior
del sistema democrático, aislando sus sectores insurreccionales. En este
último aspecto, la participación electoral del PC en las elecciones parla-
mentarias de diciembre de 1989 y su adhesión a la candidatura presidencial
de la Concertación muestran el predominio de la tendencia partidaria interna
más política, pese a la ambigüedad de su último Congreso y a la radicaliza-
ción de los sectores más jóvenes. Su ausencia del parlamento por los efec-
tos de una ley electoral que no garantiza representación de todos los sectores
significativos, plantea el problema del posible resurgimiento de las tenden-
cias más radicalizadas y exige repensar las formas de canalizar o integrar lo
que se ha llamado la "cultura comunista", claramente minoritaria y en
descomposición, pero aún significativa.19

La inauguración de la democracia y
sus problemas

Chile realizó así un proceso de transición a la democracia política, la


que a nuestro juicio se inauguró con la instalación del primer gobierno y
parlamento democráticos en marzo de 1990. En este sentido, aunque en el
discurso de la Concertación se habla de "Gobierno de transición por cuatro
años", técnicamente la transición terminó cuando ese Gobierno se instala.
Sin embargo, como se trata de una "transición incompleta" con enclaves
autoritarios, el primer gobierno y parlamento democráticos debían enfrentar

19
En 1980 el Partido Comunista adoptó un giro hacia estrategias in-
surreccionales y apoyó grupos armados como el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez. Después de una derrota política y militar y durante la campaña del
Plebiscito, el PC hizo un nuevo giro, esta vez hacia su posición política más
tradicional, pero todos estos cambios generaron confusión interna. A ello debe
agregarse el impacto de los acontecimientos de la Unión Soviética y de Europa
del Este, en un partido tradicionalmente dependiente de la línea del PC soviético
y de tipo ortodoxo. La situación actual es de abierta deriva y descomposición.
114 ESTUDIOS PÚBLICOS

simultáneamente la tarea de completar la transición e iniciar la consolida-


ción democrática. Recordemos que las transiciones sólo resuelven el
problema del cambio de régimen (dictadura por democracia), pero dejan
pendientes los problemas de transformación social, que en nuestros países
sólo pueden realizarse en democracia. Tales transformaciones exigen la
participación y movilización de vastos sectores populares y de capas medias
y apuntan a la democratización de la sociedad. Nuestra hipótesis es que en
un país como Chile esta democratización y modernización más globales son
una de las condiciones de la consolidación de la democracia política.20
Es evidente que había diversos escenarios posibles para esta inaugu-
ración de la democracia. A nuestro juicio, el eje que definía estos escenarios
era el resultado de las elecciones presidenciales y parlamentarias de diciem-
bre de 1989 en el supuesto de que no habría regresión militarista en el
período que va desde diciembre hasta la instalación del Gobierno y Par-
lamento democráticos en marzo de 1990.21
Si en estas elecciones hubiera sido derrotada la Concertación de
Partidos por la Democracia, habríamos estado en un caso de prolongación de
una situación de transición incompleta y de extensión de los enclaves auto-
ritarios, en una suerte de consolidación o profundización conservadora. Ello
habría llevado a una situación de gran inestabilidad política, la que habría
implicado una presencia más directa de las Fuerzas Armadas en el poder
político. Se trataba de un escenario altamente improbable, dado el carácter
ratificador que tenían estas elecciones respecto del rasgo "fundante" del
plebiscito de octubre de 1988, al que nos hemos referido.
Así, se dio el escenario más probable, cual era el triunfo del
candidato presidencial de la Concertación y la victoria parlamentaria de este
conglomerado.22

20
Repitamos que esto no es una cuestión referida a que los llamados
"factores estructurales" determinen la estabilidad de la democracia, sino que
estos factores se activan a través de las mediaciones de actores históricos y
sociales, los cuales vinculan el problema del régimen al tema del cambio social.
21
Las razones para este supuesto se han explicado en otros trabajos y, en
síntesis, no son muy distintas a las que nos llevaron a predecir la ausencia de una
regresión autoritaria antes y después del plebiscito de octubre de 1988. Véase
"El Plebiscito de 1988 y la Transición a la Democracia", op. cit.
22
En la elección parlamentaria, la Concertación y otros partidos de opo-
sición (algunos socialistas, radicales, comunistas) obtuvieron 72 diputados
(60%) con 56% de los votos. En el Senado, obtuvo 22 senadores (48%) con
56,3% de los votos. La Democracia Cistiana obtuvo 26,14% en la elección de
diputados, eligiendo 38 diputados (31,66%), y 32% en la elección de senadores,
LA REDEMOCRATEACION POLÍTICA EN CHILE 115

A su vez este escenario estaba modificado por dos factores. El


primero era la magnitud de ese triunfo en la elección presidencial, donde una
superación abrumadora de los resultados del plebiscito de 1988 o una caída
significativa en ellos variaban la legitimidad simbólica y la correlación de
fuerzas para enfrentar las tareas a que haremos referencia. Como se sabe, se
ratificaron los resultados del plebiscito respecto de la candidatura opositora,
pero la línea oficialista no pudo mantener los mismos porcentajes, porque
se dividió en dos candidatos.23 Ello hace que no haya habido un cambio
electoral fundamental respecto del plebiscito de 1988.
El segundo era el resultado de las elecciones parlamentarias. Si bien
la Concertación obtuvo una amplia mayoría en la Cámara de Diputados y
una mayoría más estrecha en el Senado, que varía negativamente por la
composición de los senadores designados, esta mayoría no alcanza por sí
misma el quorum de parlamentarios para las reformas constitucionales y
leyes orgánicas.24 En estos resultados y sus efectos juegan las arbitrarie-

eligiendo 13 senadores (34,2%). Radicales y Social-Demócratas juntos obtu-


vieron 3,82% para diputados, eligiendo 6 (5%), y 2,9% para el senado, eligien-
do 3 (7,8%). Los socialistas que se unificaron después de las elecciones
eligieron 4 senadores (10,55%) y 19 diputados (15,8%). El partido de izquierda
legalizado más importante fue el PPD, formado principal aunque no únicamente
por socialistas, obteniendo 10,98% en la elección de diputados y 11,9% en la de
senadores, eligiendo 17 diputados (14,1%) y 4 senadores (10,55%). Es imposi-
ble un adecuado cálculo del voto nacional de los partidos, porque debido a la ley
electoral los partidos no presentaban candidatos en todas partes. Los comu-
nistas y algunos socialistas, antes de su unificación estos últimos, se presen-
taron en muy pocos distritos. En el Gabinete del nuevo gobierno, la Democracia
Cristiana, que tiene el Presidente, tiene a su vez cerca de la mitad de los
ministros: radicales y socialdemócratas tienen 3 ministros y los socialistas 6.
23
El candidato oficialista y de los dos partidos más importantes de dere-
cha fue Hernán Büchi, que obtuvo menos de 30% de los votos. El otro candidato
de derecha, que hizo campaña contra el régimen militar y contra la oposición,
autocalificándose de centro y con un corte de tipo populista, fue el empresario F.
J. Errázuriz, que obtuvo 15,43% de los votos.
24
La ley electoral establece, para ambas cámaras, que en cada distrito se
eligen dos candidatos, y que una lista para obtener los dos debe lograr el doble de
votos que la siguiente, lo que teóricamente permite a una lista minoritaria en el
país obtener el 50% de los cargos. Por esta razón la Concertación y el otro pacto
de partidos de oposición (algunos radicales, algunos socialistas y comunistas)
obtuvieron 72 diputados (60%) con 56% de los votos y la lista de los dos
partidos de derecha (UDI y Renovación Nacional) obtuvo 40% de los diputados
con 33,35% de los votos. En el senado la Concertación obtuvo 22 senadores
(46%) con 56,3% de los votos y los dos partidos de derecha mancionados, 16
(34%), con 35,4% de los votos. En el senado hay 9 senadores designados bajo el
régimen militar (19,1%). Algunas cuestiones, como ciertas normas constitucio-
116 ESTUDIOS PÚBLICOS

dades de la ley electoral y de las normas para modificar la Constitución


o las leyes. Por ello, para modificar la Constitución y las leyes orgánicas,
la Concertación está obligada a acudir a nuevos acuerdos con la derecha
política, prolongando el pacto sobre "reglas del juego" iniciado por las
negociaciones de 1989 sobre reformas constitucionales. Esto se paga con un
tiempo y concesiones mayores para obtener las reformas constitucionales
—y sus derivados— que se estiman indispensables para completar el
proceso de transición. Y ese tiempo y concesiones podían repercutir
tanto en la cohesión de la Concertación como en la erosión de su fuerza en
la opinión pública y en la pérdida de credibilidad por parte de ésta en la ca-
pacidad de gobierno de los partidos de la coalición. Es precisamente a este
desgaste y a la pérdida del "tiempo político" asociado a él, que pareció
apostar una visión de cierta derecha y núcleos duros del régimen militar.25
En tal escenario, se podría aprovechar la "desilusión democrática" para una
regresión autoritaria en el caso del "pinochetismo", o, en el caso de la de-
recha política, para una restauración conservadora en el marco democrático,
lo que, a la larga en Chile, es un plano inclinado para la solución
autoritaria.
Por otro lado, el llamado "período de gracia" y la alta legitimidad
democrática alcanzada por el Presidente Patricio Aylwin y la Concertación
podían ser aprovechados en el primer tiempo de gobierno democrático para
que la derecha y otros sectores no tuvieran otra alternativa, si no querían
perder ellos su legitimidad, que apoyar las modificaciones institucionales
fundamentales sin producir su empantanamiento.
Así, las condiciones en que se inaugura la democracia en Chile
tienen que ver con las tareas planteadas por: 1) las características de la
transición vivida; 2) las exigencias de la consolidación democrática; 3) las
características del primer gobierno democrático que asume las tareas de
completar la transición e iniciar la consolidación democrática. Nuestra
afirmación central es que desde esta perspectiva si bien había problemas de
enorme envergadura, en general las condiciones sociopolíticas en que se

nales requieren para su modificación 3/5 o 2/3 (dependiendo de las materias) en


ambas cámaras. Las leyes orgánicas constitucionales exigen un quorum de 4/7
en ambas cámaras. Por lo tanto, si los senadores designados votaran en bloque
contra el gobierno de la Concertación ésta no podría cambiar ni siquiera las
leyes que requieren simple mayoría de miembros en ejercicio en ambas cámaras.
25
Una ilustración de esta apuesta sería el acuerdo por parte de esos
sectores para disminuir el primer período presidencial a cuatro años, en lo que,
por otras razones, también estaba de acuerdo la Concertación.
LA REDEMOCRATEACION POLITICA EN CHILE 117

inaugura la democracia en Chile han sido sin duda más favorables que las
que se presentaron en otros casos nacionales recientes, especialmente en lo
que se refiere a la naturaleza del primer gobierno democrático, como es la
existencia de una coalición entre todos los sectores opuestos a la
dictadura.26 Las condiciones negativas estaban dadas por los enclaves
autoritarios y, especialmente, por la tendencia de ciertos sectores a la
"bunkerización" del Ejército en torno a Augusto Pinochet, quien buscaría
mantener su liderazgo institucional y superar su aislamiento.
En lo que se refiere a las condiciones heredadas del proceso de
transición, ya hemos dicho que se trata de una transición incompleta, dada la
permanencia de enclaves autoritarios. En otras partes hemos indicado que
estos enclaves autoritarios son de tres tipos: institucionales, "adórales" y
ético-simbólicos.27 Se podría argumentar la existencia de un cuarto enclave
autoritario, de tipo sociocultural, que tendría que ver con los rasgos clásicos
de una sociedad que ha vivido más de una década de dictadura que ha buscado
implementar un nuevo modelo de relaciones entre Estado y sociedad,
erradicar la política, someter las interacciones societales al modelo de
mercado, restringir las libertades y reducir el espacio público, e imponer un
esquema económico que dio por resultado la fragmentación, elitización y
atomización sociales. En fin, una dictadura que a través de cambios
estructurales, institucionales y uso de la represión desarticuló el modo
tradicional de constitución de los sujetos y actores sociales y restringió las
bases materiales de generación de movimientos sociales, sin constituir
polos nuevos de surgimiento de éstos (con la excepción, probablemente, de
los específicamente antidictatoriales como las organizaciones de derechos
humanos).28 Si bien todo ello es cierto, tanto los procesos de movilización
iniciados en 1983,29 como la reconstitución de organizaciones sociales, la
mayor politización de la sociedad provocada por el mismo proceso de
transición (plebiscitos, inscripción de partidos, proceso electoral, etc.) y

26
En Brasil el caso no fue el mismo, por cuanto se trató de una primera
coalición con sectores significativos provenientes del régimen militar y no
sólo de un gobierno de sectores de oposición a la dictadura.
27
Véase "La posibilidad democrática en Chile" op. cit. (supra nota 5).
28
Véase E. Tironi, Los silencios de la revolución (Santiago, Editorial La
Puerta Abierta, 1988).
29
"Popular Mobilizations and Military Regime in Chile" op. cit. (supra
nota 8).
118 ESTUDIOS PUBLICOS

otros factores permiten indicar, como lo muestran las encuestas, que no se


ha producido la anomia, conformismo o alienación masivas propias de este
tipo de dictadura y que se mantiene un núcleo cultural democrático "duro",
siendo la gente capaz de posicionarse políticamente y de ubicar a los
diversos partidos en el espectro político.30 La desconfianza en las
instituciones y el cierto marginalismo de los jóvenes corresponde, por un
lado, más a un escepticismo "coyuntural" frente a las actuales instituciones
y actores y menos a un escepticismo "esencialista" y, por otro lado, a
frustraciones respecto a una modernización marginalizante y búsqueda de
pertenencia, más que a un rechazo de integración. De modo que cuando de
las instituciones y actores políticos emanan mensajes claros, éstos son
capaces de convocar o interpelar al grueso de la población. Lo que sí es
cierto es que se ha producido una desarticulación en la relación entre política
y actores sociales, que tiende a reemplazar la antigua forma de "imbricación"
entre partidos y organizaciones sociales por una de "tensión" y búsqueda de
autonomía de las segundas en el interior de los primeros.
Respecto del enclave institucional, éste se refiere tanto a aspectos de
la Constitución actual que quedaron sin modificar por el plebiscito de 1989
—y que marcan un rasgo predominantemente autoritario— como de otras
cuestiones en ámbitos más específicos de la sociedad (leyes orgánicas
constitucionales sobre Banco Central, Fuerzas Armadas, Educación,
Congreso, Municipalidades, etc. y otras normas como las leyes laborales,
por ejemplo). La superación de estos enclaves era cuestión, por un lado, de
mayorías políticas más allá de la Concertación en el caso de quorum altos,
lo que implicaría acuerdos o pactos parlamentarios; por otro lado, de
concertación y movilización de actores en el ámbito específico, bajo el
amparo del régimen democrático. Ello era perfectamente posible sobre todo
en el primer momento de mayor legitimidad del nuevo régimen y nuevo
gobierno.
Respecto del enclave actoral, él se refiere a las Fuerzas Armadas, a la
derecha política y al sector empresarial.
En cuanto al primero, el más importante de todos, el problema tiene
que ser pensado en términos de correlación de posiciones en el plano de la
legitimidad frente a la población.31 En ese sentido, cambiando esa correla-

30
Véanse, sobre todo, las encuestas de FLACSO y CERC al respecto.
31
Véase A. Varas, "La legitimidad social de las Fuerzas Armadas en
política" FLACSO, Documento de Trabajo Nº 424 (agosto, 1989), donde a partir
de un exhaustivo análisis de encuestas se muestra el desequilibrio entre la
tendencia del núcleo duro del pinochetismo a "bunkerizar" las Fuerzas Armadas y
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 119

ción de legitimidad a favor de los actores democráticos, era perfectamente


posible reducir la influencia política de las Fuerzas Armadas, sin tocar su
integridad institucional. Ello suponía la capacidad del actor político y de la
sociedad de generar formas alternativas de conocimiento sobre lo militar
para permitir la interlocución en pie de igualdad, y, necesariamente, de
negociar las prerrogativas políticas militares con otros aspectos relativos a
sus prerrogativas corporativas y al tercer enclave a que nos referiremos.
Dicho en otros términos, dependiendo de la correlación de posiciones y de la
legitimidad relativa de los actores en juego, tanto el alejamiento de Augusto
Pinochet y su bunker —cuya continuidad en el mando del Ejército estaba
facultada por la Constitución— como la reducción de las excesivas
autonomías y prerrogativas corporativo-políticas de las Fuerzas Armadas,
probablemente debían ser contrapesadas con la seguridad que se les ofreciera
en torno a la cuestión de los juicios y castigos por las violaciones de
derechos humanos o de su seguridad personal o grupal en relación a esos
problemas. Todo ello sin sacrificar los principios éticos en juego,
especialmente respecto del esclarecimiento y reparación. Ello podía plantear,
a su vez, dificultades en el interior de la coalición gobernante, afectada
diferencialmente por los crímenes cometidos por el régimen militar.
El segundo actor era la derecha política, donde el problema residía en
si se lograba constituir como polo dominante en el interior de la derecha el
sector que aspiraba a ocupar un espacio de oposición democrática al primer
gobierno elegido (Renovación Nacional) o si el sector nostálgico hereditario
del autoritarismo (UDI) se impondría neutralizando los esfuerzos del
primero. Desde el campo de las fuerzas democráticas, la proyección de
acuerdos tales como las reformas constitucionales de 1989 en nuevos
acuerdos parlamentarios, significaría un impulso clave en el fortalecimiento
del primer sector, expresado hasta entonces en Renovación Nacional.
En cuanto al actor empresarial, no habiendo sido en ningún mo-
mento motor de la transición, sino más bien reacio a ella, su mayor
diversificación actual y, sobre todo, la carencia de un proyecto y una
representación política claros, hacían pensar que, una vez establecida la
legitimidad democrática, jugaría dentro de las reglas del juego, refugiándose
más en una posición corporativa. Parece útil distinguir las declaraciones y

mantener su rol político, a lo que nos hemos referido, y la muy escasa


legitimidad que ello tiene ante la población. En los meses posteriores a las
elecciones de diciembre de 1989, hubo nuevos intentos de "autonomización" y
aumento de prerrogativas y privilegios por parte de las Fuerzas Armadas, que
incluyen la ley orgánica constitucional sobre ellas y otras normas.
120 ESTUDIOS PÚBLICOS

formulaciones ideológicas de algunos dirigentes de las grandes organiza-


ciones gremiales empresariales, muy cercanas al régimen militar, y el
comportamiento concreto de la clase capitalista, de carácter mucho más
pragmático, como se pudo apreciar en la coyuntura plebiscitaria de 1988.
Por otro lado, producidas las elecciones de 1989, incluso las grandes
organizaciones empresariales manifestaron una posición positiva hacia el
nuevo gobierno democrático y por primera vez, en todos estos años,
declararon su voluntad de diálogo y concertación socioeconómica con los
sectores laborales. Hay que considerar que la ruptura del aislamiento
internacional del gobierno de Chile bajo un régimen democrático es un
respaldo a este último nada despreciable para el sector empresarial.
El enclave ético-simbólico se refiere al tema de los derechos
humanos, donde no había solución fácil, por cuanto se enfrentaban la lógica
ética, expresada en los movimientos de derechos humanos, con la lógica
político-estatal. Lo importante a considerar es que existía un alto nivel de
racionalidad en las organizaciones de derechos humanos y una alta sen-
sibilidad en la población respecto de este tema,32 lo que permitía una cierta
radicalidad en todos aquellos aspectos simbólicos e instrumentales que,
significando satisfacción a las demandas de los afectados y retiro de los
militares de la acción política, no afectaran seriamente la seguridad personal
o grupal de éstos, elemento clave en este plano.
Si miramos ahora las cosas desde la perspectiva de la consolidación
democrática y asociamos ésta al proceso de modernización y democra-
tización, dos eran las condiciones de la inauguración democrática que nos
parece importante resaltar.
En primer lugar, no se enfrentaba, a diferencia de otros procesos de
transición, una crisis económica aguda, en el corto plazo, que obligara a
planes de emergencia (como los planes Cruzado de Brasil o Austral de
Argentina o del caso peruano) que conmocionan toda la sociedad, ni una
presión desmedida desde la sociedad por demandas no satisfechas. Cabe
discutir aquí el tema de la tan divulgada "explosión de demandas reprimidas"
que en un inicio pueden desestabilizar o crear problemas de gobernabilidad a
un primer gobierno democrático. Por un lado, todos los estudios mostraban
un bajo nivel de expectativas y una alta racionalidad respecto de qué es lo

32
Así lo muestra el análisis de las encuestas, como lo señalaran quienes
condujeron las del Centro de Estudios Públicos, después del plebiscito de 1988.
Un análisis detallado de la opinión de la población en relación al tema de los
derechos humanos, en el tomo IV de M. A. Garretón, ed. Propuestas políticas y
demandas sociales (FLACSO, en prensa).
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 121

que era posible esperar de un régimen democrático, asociándose las


demandas sobre todo a aspectos tales como la dignidad, el respeto, el ser
escuchados, la participación, el empleo, la movilidad social para los hijos,
la salud, ninguno de ellos de alto costo desestabilizador.33 Por otro lado,
recordemos que en Chile, y en eso no ha habido grandes variaciones, la
constitución de demandas sociales pasó siempre por el actor político
partidario, en una suerte de "imbricación" entre liderazgo político y
organización social, por lo que no hay "espontaneísmo explosivo de
demandas". Sobre todo, si se toma en cuenta que en la coalición gobernante
participan precisamente los partidos que pueden activar las demandas
sociales. Todo ello le daba al aspecto redistributivo en favor de los sectores
populares, de los costos del ajuste hecho bajo el régimen militar, una
legitimidad innegable, y también obligaba a pensar, en un país como Chile,
en la importancia de la redistribución de bienes simbólico-culturales que no
generan grandes costos económicos. El problema radicaba en el plazo más
largo, pero cuya definición podía alterar en el corto plazo el plano político.
Nos referimos a la cuestión del modelo de desarrollo e inserción
internacional para las próximas décadas, donde tanto el vigente hasta 1973
como el que se implantó desde aquella época parecen haberse agotado. La
redefinición de este aspecto remite a la diversidad de los actores que
componen la coalición y puede afectar su solidez. Pero no hay que olvidarse
que la menor ideologización y la existencia de mecanismos democráticos
que permitan resolver las diferencias superando los conflictos, posibilita
evitar las polarizaciones de antaño en esta materia.
En segundo lugar, producto de las transformaciones y moderniza-
ciones incompletas, y hasta perversas, ocurridas bajo el régimen militar, la
consolidación democrática tendría que enfrentar el problema de las nuevas
relaciones entre política y sociedad, lo que va desde la mayor autonomía de
las organizaciones sociales respecto del sistema político-partidario hasta el
problema de descentralización del poder estatal, fortalecimiento del poder
local y de los diversos niveles de participación. El cambio de las leyes en
torno a las municipalidades y las formas de gestación del poder local
adquieren aquí un carácter prioritario.
Todo lo anterior nos lleva a considerar aquellas condiciones que dicen
relación con la constitución y desarrollo del primer gobierno democrático.
Dada la enorme magnitud de las tareas planteadas, éste era el problema
crucial. Se refuerza lo que hemos dicho respecto de la necesidad de un primer

33
Véanse las encuestas, sobre todo del CIS y FLACSO, en esta materia.
122 ESTUDIOS PÚBLICOS

gobierno democrático que fuera expresión de una mayoría social y política,


lo que en el caso chileno significaba alianza del centro con la izquierda,
única mayoría posible, por un tiempo relativamente largo. Las transiciones
exitosas son aquellas en que existe un sistema de partidos fuerte y una
mayoría política que recoge a la vez y en conjunto los requerimientos
propios de la transición (superación de los enclaves autoritarios) y las
demandas sociales por democratización global, sin lo cual no hay conso-
lidación democrática. Las transiciones en crisis o fracasadas son aquellas en
que estos elementos se disocian y polarizan, permitiendo nuevas desesta-
bilizaciones e intervenciones militares. Desde este punto de vista, al
inaugurarse la democracia política en Chile se estaba en las puertas de una
democratización política exitosa, resolviendo el gran problema histórico de
este siglo que llevó al derrumbe democrático: la ruptura entre clases medias
y sectores populares, entre el centro y la izquierda, es decir, entre quienes
pueden asegurar democracia política y cambio social. La Concertación de
Partidos por la Democracia, sus candidaturas presidencial y parlamentarias,
su programa de gobierno, eran expresión de esta posibilidad.
Sin embargo, subsistían algunos problemas que requerían soluciones
a la vez políticas e institucionales. Si no había una solución institucional,
debido al sistema presidencialista, ni un "pacto consociativo" de largo plazo
entre las fuerzas ejes de la Concertación, ¿cómo se resolvería, por un lado,
el dramático y tradicional problema chileno de las relaciones entre el
Presidente y su coalición, en este caso la más amplia y heterogénea? No
bastaba para ello referirse a un Programa ni tampoco al carácter "suprapar-
tidario" del gobierno. Por otro lado, ¿cómo se resolvería el problema de la
competencia interna por el liderazgo de la coalición sin romperla?
Finalmente, si se trataba de pensar más allá de cuatro años y si esta
coalición o mayoría sociopolítica debía ser de largo plazo, ¿cómo permitir
la diferenciación necesaria para disputar el liderazgo futuro, sin destruir la
cohesión del gobierno? Estas y otras interrogantes no anulaban el hecho que
el punto de partida no resuelto por otras transiciones era, sin duda, positivo
en el caso chileno, pero obligaban a pensar más allá de la coyuntura y
cálculos inmediatos.34
34
Cabe destacar que se ha desarrollado en el último tiempo un importante

debate en medios intelectuales y políticos, sobre el tema de la democracia


"consociativa o consensual", por usar los términos de Lijphart, y sobre refor-
mas institucionales que conduzcan a un sistema de gobierno más parlamentario.
Por ejemplo, O. Godoy, ed. Hacia una democracia moderna. La opción parla-
mentaria (Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1990).
LA REDEMOCRATIZACION POLÍTICA EN CHILE 123

Hemos dicho que, al inaugurarse la democracia, el primer gobierno


democrático enfrentaba dos tareas simultáneas.35
En primer lugar, completar la transición, a través de una estrategia
político-legal para superar los enclaves autoritarios centrales, lo que obli-
gaba a establecer prioridades políticas y a poner como eje o viga maestra las
reformas institucionales o constitucionales del sistema político. Ello
permitiría la superación de los enclaves institucionales no democráticos,
gobernar mayoritariamente dentro del régimen democrático y solucionar la
tensión entre unidad y competencia dentro de la coalición del primer
gobierno democrático. Esta era una tarea inicial, porque si recordamos otras
experiencias democráticas en Chile que intentaron cambio social, su Talón
de Aquiles (y esto es válido tanto para el gobierno de Frei como de Allende)
fue la ausencia de una estrategia de apoyo político y el recurso inflexible a
las medidas programáticas, sin contar con la base política para ello.36 Un
retardo o empantanamiento en esta primera tarea implicaba mantener
vigente un régimen democrático incompleto y correr el riesgo de posibles
regresiones autoritarias, del mismo modo que retardar las tareas de
consolidación, que son el campo propio de expresión de los actores y
movimientos sociales, con lo que esto implicaba de desilusión o frustración
de tales sectores.
En segundo lugar, empezar la consolidación democrática, lo que
implicaba dos dimensiones. Una, avanzar en la democratización social
(superación de desigualdades, integración de sectores marginados, partici-
pación de la sociedad en la solución de problemas y en las decisiones a
diferentes niveles y satisfacción de demandas juveniles). Otra, profundizar y
extender la modernización, superando los efectos excluyentes y perversos de
las modernizaciones bajo el régimen militar.
Dos observaciones adicionales para completar el cuadro de los
desafíos del gobierno democrático en el momento de su inauguración.
35
Retomamos en lo que sigue de este trabajo elementos de nuestro
artículo "Transición. Asimilar la profunda experiencia", Convergencia Nº 19-
20, Santiago, (febrero-marzo 1991).
36
Recordemos que el gobierno de Frei buscó a través de medidas progra-
máticas, como la reforma agraria y la promoción popular, cambiar a su favor la
correlación de fuerzas políticas, fracasando en ello. En el caso de la Unidad
Popular, a través de la creación del Area de Propiedad Social y de medidas
redistributivas, se intentó ampliar la base de apoyo sociopolítico, llegando
también al fracaso. En ninguno de los dos casos se antepuso con realismo el
problema de formulación de una estrategia propiamente política destinada a
concitar el acuerdo interpartidos para tales programas.
124 ESTUDIOS PÚBLICOS

La primera se refiere a la intrínseca interrelación entre los diversos


enclaves autoritarios, que obligaba a una estrategia global, de tratamiento de
conjunto de ellos, en la que sin dejar de reconocer la especificidad de cada
uno, debían combinarse los avances en uno con las concesiones en otro, de
modo de ir a una superación o neutralización global, sabiendo que no
pueden eliminarse todos inmediatamente. De nuevo aparecen aquí, como la
viga maestra en esta estrategia, las reformas institucionales que aseguraran
la capacidad de gobierno y la expresión efectiva de la voluntad de la mayoría
elegida democráticamente. Ello implicaba la combinación de una estrategia
legal o institucional con una estrategia política de negociación y uso de
recursos políticos democráticos.37
La segunda se refiere a la también íntima relación existente entre
estos dos desafíos: el de completar la transición y el de iniciar la conso-
lidación democrática a través de la democratización social y modernización.
El primer desafío privilegiaba necesariamente la política profesional
—cupular—, la negociación, el papel de las élites y de la representación. Su
prolongación o retardo implicaban la proyección de este tipo de política en
el tiempo como la única forma de acción colectiva. Ello podría producir la
frustración o el descontento de los sectores menos politizados, de la gente
común, que no ve cambios en su vida cotidiana, lo que lleva a la apatía o al
refugio en los corporatismos sin metas globales o en diversos tipos de
mesianismos. En cuanto a los núcleos más activos y militantes, esta
frustración o descontento podría a llevar a la desilusión respecto del
gobierno, a radicalizaciones ideológicas, a las tentaciones de paso, a la
oposición o a la nostalgia de los "caminos propios" de cada sector que
compone la coalición de gobierno, con lo que se alimentan tendencias
centrífugas y erosionadoras.
Vale la pena indicar que hay aquí un fenómeno mucho más profundo
que la simple ceguera de vastos sectores que le piden a un cambio de
régimen algo que ningún régimen puede dar. Se trata, en efecto, del hecho
que estas transiciones o redemocratizaciones políticas, al menos en el caso
chileno, van acompañadas subterráneamente de un cambio cultural de gran
envergadura que se refiere a la transformación, ya no sólo de un régimen,
sino de la matriz de acción política y colectiva de la sociedad, de la política

37
Un ejemplo de ello era la remoción, a través de la negociación o
petición de renuncia, de altos cargos en diversas esferas donde el núcleo duro del
pinochetismo, incluido el general Pinochet mismo, se ha parapetado, sin
cambiar el principio de inamovilidad consagrado en la Constitución o diversas
normas jurídicas.
LA REDEMOCRATIZACION POLÍTICA EN CHILE 125

misma. 38 La tradicional relación de imbricación o fusión entre Estado,


partidos o actores políticos y actores sociales o sociedad civil cede paso a
una relación de mutua tensión que busca el fortalecimiento de cada uno de
esos tres elementos. Tanto la política heroica de proyectos globales de los
sesenta como la de lucha contra la dictadura, así como la política tradicional
más profesional tienden, ya sea a desaparecer la primera, ya sea a reducirse a
un ámbito muy específico la segunda y, por lo tanto, a no dar cuenta de esta
mutación en la matriz política y del surgimiento embrionario de una nueva
matriz de acción política y colectiva.
Entre los rasgos que tienden a definir esta nueva cultura política
están: la ausencia de paradigmas ideológicos globalizantes que abarcan todos
los fenómenos de la vida social y la historia de una sociedad; la
combinación de la búsqueda de pertenencia y acción colectiva con un alto
nivel de individualismo; el anhelo de cambio social, pero también de orden,
y el rechazo a las formas más antagónicas o conflictivas y clásicas de
obtenerlos; la desconfianza en modelos utópicos cerrados; la armonización
de ideales éticos con utopías parciales para la sociedad y con la búsqueda de
la plena expresión individual y de comunidades; la redefínición del papel del
Estado; el cuestionamiento de las formas tradicionales de representación y
del militantismo partidario; la tendencia a participar en la resolución de los
propios problemas y del entorno con una visión más universal sin agotar la
expresión personal o colectiva en la acción política y manteniendo espacios
o instituciones autónomas que protejan lo privado y que humanicen lo
público, etc. Se acaba la política heroica y la política profesional no da
cuenta de estas grandes tendencias. Surgen así formas espurias de reemplazo
de la matriz clásica de la política, ya sea de la vertiente heroica o la
profesional, como totalizaciones de algunas de las tendencias particulares de
la nueva cultura política: el tecnocratismo, el corporatismo sin metas
globales, los mesianismos fundamentalistas, el reforzamiento, aunque mi-
noritario, de la matriz clásica, ya sea a través de radicalismos ideologizados
o populismos extremos o militantismo sectario.
Cuanto más tiempo y energía toman los problemas de la transición
—remanentes de la política tradicional que por su propia naturaleza no
logran expresar las grandes tendencias indicadas— más difícilmente se
constituyen los nuevos actores y manifestaciones de la acción colectiva y
más se dificultan los procesos de democratización social y modernización

38
He desarrollado lo que sigue en "Por una nueva cultura política",
revista Mensaje, mayo 1991.
126 ESTUDIOS PÚBLICOS

propios de la consolidación democrática y en los que mejor se expresan las


nuevas dimensiones de la política.

Evolución y perspectivas de
la democratización política

No cabe analizar el primer año de régimen y gobierno democráticos


desde la perspectiva tradicional de una administración de gobierno, por
cuanto quiérase o no, cuando se inaugura un nuevo régimen se está ante una
dimensión fundacional. En este sentido, cabe analizar este período en
términos de las tareas o desafíos a los que hemos hecho mención. Y ello
reconociendo el carácter provisorio de cualquier juicio, en la medida que se
trata de procesos en marcha no totalmente definidos ni perfilados.
En todo caso, no se puede negar que en materia de políticas públicas,
de creación de un clima efectivo de reconciliación y de actitud de respeto
efectivo hacia los derechos humanos por parte del Estado, de reinserción
internacional, de manejo económico-financiero, de preocupación por los
sectores más desposeídos, de creación de un nuevo ambiente de convivencia,
de capacidad de los equipos de gobierno en los diversos niveles, de
homogeneidad y de solidez —difícilmente previsibles— en las relaciones
entre los componentes de la coalición de gobierno, etc., el primer año es
exitoso. El resultado de las encuestas sobre la popularidad y nivel de apoyo
con que cuentan régimen y gobierno atestiguan esto, por lo que pudiera
pensarse que no ha terminado aún el llamado estado de gracia.
Si se examinan las cosas desde la perspectiva que hemos indicado, es
decir, desde la perspectiva de completar la transición superando los enclaves
autoritarios y de iniciar la consolidación democrática profundizando la
democratización social y la modernización, y con las reservas indicadas, lo
que llama la atención es la paradoja de los logros parciales sin una estrategia
global que pusiera como prioridad la reforma institucional para aumentar la
capacidad de gobierno de la mayoría política y para permitir canalizar la
participación social (reforma constitucional para resolver problemas de
mayorías artificiales por senadores designados, descentralización del poder o
reforma municipal, reforma del poder judicial, etc.), negociando tales
reformas con los sectores más democráticos de la derecha.
Así, se optó por una táctica de negociaciones puntuales, en que cada
problema se atacaba aisladamente buscando formar mayoría con el sector
disponible de oposición sin intentar consolidar un sector democrático de ella
y sin una estrategia general de enfrentamiento del conjunto de enclaves
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 127

autoritarios. De algún modo se trasladó a la acción política el tipo de


cálculo económico de incentivos, costo/beneficio, negociación a partir de
una consideración estática de recursos y no de metas globales. En este
sentido la llamada "democracia de los acuerdos o consensos", como opuesta
a la democracia por imposición de mayorías o minorías, no fue aplicada en
su verdadera dimensión, cual es el referirse a acuerdos globales sobre
fundamentos o criterios fundantes de la convivencia y el régimen político,
sino que se aplicó a cuestiones parciales o puntuales para resolver
problemas coyunturales, con lo que el debate propiamente político se reduce
o empobrece y adquiere un carácter predominantemente táctico. Con ello se
obtuvieron sin duda logros parciales; pero se deja al gobierno de algún
modo encerrado en los cálculos de la táctica coyuntural de cada sector de
oposición, con lo que de alguna manera se hace dependiente de ella, sin que
ahí se fortalezca el polo democrático. Asimismo, se fortalecen los actores e
intereses corporativos ya sea a través de alguna negociación puntual
(reformas laborales), ya sea en términos generales, debilitándose la
dimensión más global de los actores sociales y debilitando a los actores
políticos. Hay así una carencia o déficit relativo de conducción política.
Ello tiende a erosionar los apoyos más activos en la base social y militante
que sienten que "nada ha cambiado" y que no tienen espacios de expresión y
participación, y debilita al actor político partidario de gobierno, la
Concertación de Partidos por la Democracia, que tanta capacidad conductora
había demostrado en el período de transición propiamente tal. Esta ausencia
de la Concertación en la conducción política si bien puede tener la ventaja
de arrojar una imagen de gobierno por encima de partidos, tiene como efecto
alimentar tendencias centrífugas en la Concertación en la medida que cada
partido "enfría" su apoyo al gobierno, se encierra en sus problemas internos
y se transforma en receptáculo del descontento militante primando los
sectores más críticos y que tienden a enfatizar la identidad y el "camino
propio" partidarios.
En el plano de los enclaves institucionales no se puso la reforma
política y constitucional —destinada a desbloquear los instrumentos de go-
bierno democrático y a terminar con los enclaves institucionales autori-
tarios— como prioridad en el momento de la inauguración democrática,
aprovechando la ausencia de crisis económica, el clima de consenso, la
legitimidad irrestricta del gobierno, el aislamiento de los sectores duros de
oposición y la apertura posible a una negociación amplia con la oposición
de derecha democrática (que no tenía otra salida que apoyar tales reformas):
es decir, aprovechando el llamado "período de gracia". Así, en el tratamiento
de los enclaves institucionales quedó al desnudo la ausencia de prioridades y
128 ESTUDIOS PÚBLICOS

estrategia. Piénsese, además de lo indicado hasta ahora, en las


contradictorias afirmaciones sobre los senadores designados, en que el tema
de la reforma municipal fue pensado más en términos de la cuestión
electoral indispensable que en el terreno de su reforma global y la
descentralización del poder o en relación a otras leyes sobre el sistema
electoral o de partidos.
Quizás la mejor ilustración de esta paradoja de los logros parciales
sin estrategia global, con sus ventajas y con sus costos, sea el tratamiento
de uno de los enclaves autoritarios de mayor sensibilidad en la población y
en los núcleos más activos, y crucial en la relación con los otros enclaves:
el problema heredado en materia de los derechos humanos. El programa de
la Concertación en esta materia era bastante radical, en relación a lo que han
sido las experiencias históricas al respecto, en la medida que se acercaba más
a una postura ética frente a la sociedad que a un programa de acción concreta
gubernamental. Pero tanto el Programa como la solidez de los principios
éticos y fuerza de voluntad del gobierno, especialmente de sus máximas
autoridades, no encontraron respaldo en una estrategia que vinculara la muy
efectiva política simbólica frente al tema (baste recordar el acto inaugural
del gobierno en el Estadio Nacional, la creación de un monumento a los
desaparecidos en el Cementerio General, el funeral del Presidente Allende, la
creación de la Comisión Rettig, que tiene alcances más allá de lo
simbólico, etc.) con la resolución efectiva del problema y con una adecuada
vinculación con el tratamiento del enclave institucional y de neutralización
de los núcleos autoritarios. Así, la primera iniciativa (leyes Cumplido) para
resolver el problema puntual de los presos políticos dejó planteado el tema
general por parte de la derecha sin una coherencia estratégica por parte del
gobierno. Ello llevó a acuerdos parciales con sectores de derecha, que el
clima creado por el descubrimiento de cadáveres a mediados de 1990 echó
por tierra cambiando la correlación de fuerzas simbólicas a favor de
soluciones más integrales y radicales. En tanto la creación de la Comisión
Verdad y Reconciliación resolvía simbólicamente parte del problema, ya
planteado en su globalidad más allá de las iniciativas del gobierno, el Poder
Judicial liquidaba la parte "verdad" del programa de gobierno al establecer
que no podía investigarse sobre violaciones a los derechos humanos
cubiertas por la ley de amnistía del régimen militar. Después de varios
meses, en los que no se resolvió el problema inicial de los presos políticos,
la solución propuesta por la oposición fue precisamente la que él gobierno
debía haber planteado desde un inicio para la superación de todos los
problemas heredados desde el régimen militar: la reforma constitucional
acordada con el sector más democrático de oposición. Así, en el tratamiento
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 129

de los problemas de derechos humanos quedó al desnudo la falta de una


coherencia estratégica que planteara el problema en su globalidad y en
relación con el tema institucional y de los actores no democráticos, pese a
los avances obtenidos y a los previsibles en el año 1991. En este sentido,
aun cuando el Informe Rettig es de enorme importancia e inédito en otros
procesos de democratización, él no fue insertado dentro de una clara
estrategia gubernamental sobre qué se quería obtener con él. El hecho que el
futuro de la política de derechos humanos se hiciera depender en parte de la
respuesta de otros respecto del Informe y el que se disipara su impacto, por
hechos posteriores de violencia terrorista lamentables y censurables, son
una prueba más de este problema de estrategia o conducción política.
En cambio, en el tratamiento puntual del enclave constituido por los
actores no democráticos, específicamente, el del núcleo pinochetista, el
gobierno mostró una excelente conducción. De lo que se trataba en el
primer período era de evitar el protagonismo político del general Pinochet y
sus apoyos cívico-militares y de aislar las tendencias antidemocráticas en las
Fuerzas Armadas y, sobre todo, en el Ejército. Ayudado por el clima creado
en torno a los escándalos financieros al interior del Ejército bajo el régimen
anterior y desconocidos por la opinión pública en aquel tiempo, y por los
errores en que incurrió la impaciencia del general Pinochet en sus
intervenciones políticas, el gobierno, manteniéndose en una estricta
legalidad que lo perjudicaba, logró una muy madura relación con el conjunto
de las Fuerzas Armadas y el núcleo no democrático pinochetista quedó
aislado. La única excepción a este atinado tratamiento, que no se quebró con
la negativa reacción de las Fuerzas Armadas al Informe Rettig, fue la
relativa debilidad en los acontecimientos de diciembre, que fueron conocidos
como "operaciones de enlace" y que tenían un alcance político que no podía
negarse. En todo caso, el éxito parcial en la cuestión de los núcleos
antidemocráticos no puede desconocer el que no habrá solución definitiva en
esta materia si este problema no se relaciona con el de los derechos
humanos, y, especialmente, si no hay reformas institucionales al respecto
que coloquen a las Fuerzas Armadas en el lugar que les corresponde de
subordinación al poder político.
En síntesis, en la tarea de completar la transición se lograron avances
desiguales, sin un planteamiento global que movilizara el conjunto de
recursos del gobierno para una superación rápida de los enclaves
autoritarios, con lo que se retarda la solución de problemas que tienen
relación con los procesos de modernización y democratización sociales. Sin
embargo, el hecho ya anotado de que el gobierno mantiene casi intacto su
nivel de apoyo social y la unidad de la coalición de gobierno, es decir, la
130 ESTUDIOS PÚBLICOS

probable perduración del "estado de gracia" al completar un año de ejercicio,


hacen pensar más que en un tiempo perdido en un tiempo o período de
aprendizaje, al término del cual se replantean como prioridades las reformas
político-institucionales, la revitalización de la conducción política de la
Concertación y la creación de canales de expresión y participación, como
instrumentos para completar las tareas de la transición pendientes. Ello
parece haber sido asumido así por los dirigentes de la Concertación, por un
lado, y por las autoridades de gobierno que anuncian un paquete de reformas
constitucionales.
En relación a las tareas de consolidación, más allá que ellas se
complican, retardan o dificultan en su definición e implementación en la
medida que se prolongan las de transición, cabe hacer algunas
observaciones.
La creación de un clima democrático de ejercicio de las libertades
públicas, que por sí mismo lleva a los diversos sectores y grupos a plantear
iniciativas de modernización y democratización sociales, así como el apoyo
institucional para este tipo de participación (reformas laborales) y el apoyo
estatal a los grupos más desfavorecidos para lograr su integración (reforma
tributaria y fondos para combatir la extrema pobreza), son parte
significativa de un proceso de consolidación democrática. También lo es la
mantención de una coalición social y política amplia para enfrentar la
modernización y democratización. En ese sentido, se han dado pasos
importantes en este proceso de consolidación.
Sin embargo, ello es aún parcial, en la medida en que no parece
haberse planteado una clara definición para la(s) próxima(s) década(s) sobre
el modelo de desarrollo e inserción en el sistema latinoamericano y mundial
y sobre el nuevo tipo de relación a establecerse en nuestra sociedad entre
Estado, sistema político partidario y sistema de actores sociales o sociedad
civil. En estas materias puede pensarse que ya no hay debate nacional,
porque habría un consenso en algunos medios o instrumentos como son la
economía abierta o de mercado. Tampoco cabe inclinarse a uno de los dos
extremos: imponer un modelo cerrado al respecto o proclamar que ya se
acabó el tiempo de los modelos globales y que todo se irá definiendo
pragmáticamente. El inmediatismo coyuntural no puede ahogar la capacidad
de debate de una sociedad entera para definir democráticamente su futuro más
allá de su adscripción a este régimen político.
Dicho de otra manera y con una ilustración: una vez instalado el
régimen democrático en España, esa sociedad tuvo que tomar ciertas
opciones cruciales respecto de su sistema de convivencia como nación tanto
sobre cuestiones internas que la afectaban (autonomía de sus nacionalidades)
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 131

como sobre su inserción en el mundo (la cuestión europea). A toda sociedad


se le plantea este tipo de definición de modo específico, cuando se deja atrás
no sólo un régimen político dictatorial, sino un tipo de matriz social que
trató de implantarse y que ella rechaza. En nuestro caso, estas cuestiones se
refieren al modelo de desarrollo, pero en el sentido de replantear el problema
de la justicia social y la integración de todo un sector marginado de la vida
moderna y las relaciones del país con los procesos que atraviesan el mundo
contemporáneo. No se puede volver al viejo modelo de industrialización ni
tampoco al que se quiso imponer bajo la dictadura. Cabe una definición
colectiva frente a propuestas como las que hoy hace CEPAL y otras que
están discutiéndose en diferentes contextos. Pero ello debe ser acompañado
de un debate nacional también sobre aquello que definíamos como el cambio
de la matriz sociopolítica de la sociedad chilena, es decir, de la relación entre
Estado, sistema político y sociedad. No parece haber claridad en las fuerzas
políticas dirigentes de nuestro país al respecto, lo que lleva a que el impacto
neoliberal haya producido una absorción inmadura sobre temas como el
Estado y la descentralización del poder. Así, en vez de afirmar el rol
dirigente del Estado, como ha ocurrido en todos los países de desarrollo
exitoso, y acompañar esta afirmación de una reforma profunda del Estado en
orden a hacerlo más participativo y moderno, se tiende a asimilar fácilmente
el modelo simple de desestatización, se banaliza la imagen estatal en
beneficio de los intereses corporativos y proliferan las tendencias a las
autorregulaciones corporativas en cada campo de la sociedad, sin que ello
signifique el aumento de la participación societal o la real descentralización.
Tampoco hay una definición sobre la cuestión de la representación y el
sistema de partidos y sus nuevas formas de interrelación con la sociedad
civil y sus canales y estructuras de participación.
Todos estos temas no pueden resolverse de la noche a la mañana,
pero una sociedad que inicia una nueva etapa de su historia, quiera o no
dársele a ello una dimensión fundacional, no puede dejar de planteárselo
desde su inicio.
Ya nos hemos referido al relativo aislamiento de los sectores
antidemocráticos y a las dificultades de consolidación de un fuerte actor
democrático de derecha. En ésta persiste una tensión, expresada en su
división interna, entre la nostalgia autoritaria y su definitiva inserción como
actor democrático minoritario.
Vale la pena terminar estas reflexiones con algunas observaciones
sobre el actor Concertación, en la medida que hemos dicho que éste parece
ser el elemento principal en el éxito de la transición chilena y en el éxito
probable de la consolidación democrática. Su relativa ausencia de la
132 ESTUDIOS PÚBLICOS

conducción política en el primer año de gobierno ha tenido como efecto el


que los eventos partidarios más importantes de sus dos ejes principales
(actos electorales de la Democracia Cristiana y elecciones y Congreso del
Partido Socialista) fueran destinados a ciertas catarsis de descontentos y a
problemas orgánicos internos y no a la consolidación de las tendencias
renovadas de ambos partidos y al debate de los problemas que hemos
mencionado y que afectan el futuro de la sociedad chilena. Ahí también está
la raíz en ambos partidos del resurgimiento, hasta ahora minoritario, de las
tendencias que enfatizan la identidad y el camino propios y de la
incomprensión de fenómenos tan nuevos e interesantes en la política
chilena como el Partido por la Democracia, intentando resolverse los
problemas que esto plantea por la vía burocrática y tradicional.
Lo que pareciera estar detrás de todo esto en ambos partidos es la
permanencia en ciertos sectores, no mayoritarios, pero significativos, de
una visión tradicional de la política que no es capaz de asimilar lo que ha
sido la profunda riqueza de la propia experiencia que los mismos actores
políticos de centro e izquierda han impulsado y vivido. En efecto, la
creación de la Concertación que resolvía un problema casi secular de la
política chilena y el problema crucial de todos los procesos de
democratización, obligaba a pensar que, desde ahora en adelante, nunca más
un proyecto político debía pensarse desde la propia identidad para luego
"pactar" con otras entidades, sino que tal identidad y proyecto se debía
definir "al interior", "desde dentro" de la coalición, como un énfasis en
ciertos aspectos de un proyecto común que llevara a una competencia por el
liderazgo sin poner en cuestión la existencia y proyección de tal alianza. Las
tendencias aún presentes, de la Democracia Cristiana a identificar una
alianza política con su propio liderazgo en ella y del socialismo a
reconstituir un mítico y nostálgico actor de izquierda "desde fuera" de la
Concertación para disputar el liderazgo de la Democracia Cristiana, no
valorizan la radical y valiosa mutación de la política chilena que significó la
propia Concertación y, por lo tanto, dificultan el simultáneo desarrollo de la
diversidad en ella y el fortalecimiento de su unidad.
Si se acepta el hecho básico que la consolidación de la democracia
chilena, en el plano político-partidario, está ligada a la mantención por
largo tiempo de la Concertación y a la capacidad de ésta de mantener su
unidad aceptando sin quebrarse la lucha democrática por su liderazgo,
aparecen como fundamentales dos reformas políticas complementarias. La
primera se refiere a la creación de nuevas instituciones que tengan por
finalidad específica (como la reforma del sistema presidencialista extremo,
por ejemplo) la posibilidad de gobiernos democráticos mayoritarios en cuyo
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 133

seno se disputa legítimamente la conducción periódica, evitando transformar


las reformas institucionales que tienen otro sentido nacional (reforma
municipal, por ejemplo) en mecanismos de resolución del liderazgo de la
coalición para los próximos períodos. La segunda, ampliar la capacidad de
participación societal en los procesos de modernización y de democra-
tización de la sociedad (descentralización del poder, por ejemplo), devol-
viendo a los actores sociales las posibilidades de decisión acaparadas hasta
ahora por los actores políticos y estableciendo entre ambos y con un Estado
refortalecido, modernizado y democratizado, un nuevo tipo de relación que
reconozca lo indispensable de cada una de estas tres dimensiones de la vida
social: Estado, partidos y actores sociales.
OPINIÓN

LA PARADOJA DE LA
MAYORÍA ELECTORAL
¿Dónde está el Centro?

Mark Klugmann*

Tradicionalmente el debate político en nuestro país se ha dado en


términos del eje Izquierda-Derecha. En este contexto, los
distintos movimientos políticos han buscado establecerse en el
"Centro" de este eje como una forma de maximizar su apoyo
político. Sin embargo, según el autor, la evidencia indicaría que
al menos un tercio de los votantes no se define en esos términos
y, por otra parte, aquellos que sí lo hacen emplean los términos
"Derecha" e "Izquierda" de una manera distinta a como se han
históricamente entendido.
Se plantea, entonces, que si se quiere modelar una descripción más
exacta de la realidad política chilena.es preciso incorporar nuevas
dimensiones al análisis político-electoral.
Este análisis multidimensional, en el cual el eje Izquierda-Derecha
es una más de las diversas dimensiones presentes en el escenario
político chileno, permitiría descubrir de mejor manera el
"Centro", lo que a su vez contribuirá a elaborar las estrategias
electorales más adecuadas. Estas, como consecuencia de la
incorporación de las nuevas dimensiones, podrían diferir
sustancialmente de las que actualmente desarrollan los distintos
partidos políticos.

*Analista político. Ex speechwriter de los presidentes norteamericanos


Ronald Reagan y George Bush.
136 ESTUDIOS PÚBLICOS

E 1 más básico de los axiomas electorales señala que para poder


obtener una mayoría de un 51 por ciento es preciso ganar el Centro. Esta
noción es tan obvia que hasta puede parecer banal.
Sin embargo, pocas son las reuniones políticas en que alguien,
golpeando la mesa, no exclame: "si queremos triunfar, debemos ganar el
Centro", como si este punto, esencialmente matemático, necesitara
discutirse seriamente —cosa que suele hacerse, por lo demás—. (Tal vez a
esto se deba que las reuniones políticas sean habitualmente una pérdida de
tiempo.)
Pero hoy en día algunos políticos chilenos, blandiendo curvas
estadísticas acampanadas que van de la Izquierda a la Derecha, sostienen
como esencial en su estrategia la idea de ganar el Centro desplazándose hacia
el medio. ¿Funcionará? Parece una idea simple y razonable. Pero, al igual
que muchas cosas aparentemente simples, su sencillez es engañosa. De
hecho, valga lo siguiente como observación general: la principal fuente
individual de errores en estrategia política estriba en aplicar mal este
principio.
En términos de estrategia política la pregunta más importante y más
difícil no es "¿estamos procurando ganar el Centro?", sino "¿dónde está el
Centro?". El generalizado falso concepto de que el Centro está en el medio
es más bien un error geométrico antes que político. Porque la geometría
puede ser simple y lineal, de Izquierda a Derecha. Pero la política no es
unidimensional.

GRÁFICO Nº1
El modelo falso

Izquierda Derecha

Centro
LA PARADOJA DE LA MAYORIA ELECTORAL 137

En una dimensión lineal simple el Centro siempre se encuentra


—por definición— entre la Izquierda y la Derecha, entre usted y sus
contendores. Pero ¿qué sucede si un espacio político no es unidimensional?
La lógica, entonces, se derrumba inmediatamente.
En un espacio de cuatro, cinco o seis dimensiones —como puede
argumentarse que es el de la política chilena— la geometría no garantiza que
el punto intermedio entre usted y sus oponentes sea el Centro; por
consiguiente, es probable que los esfuerzos por moverse hacia el medio
fracasen.1

Un experimento fallido en
Gran Bretaña y en EE. UU.

Para citar un ejemplo de otro país, los republicanos en Estados


Unidos pasaron los años 60 y 70 intentando llegar a ser el partido
mayoritario, cosa que lograrían, según pensaban, acercándose al Centro. La
lógica parecía simple: "nuestros contendores, los demócratas, mantienen el
poder porque además de contar con su propia base ideológica, consiguen el
Centro. Si queremos ganar tenemos que competir con los del otro lado para
conseguir los votos del Centro. Los votantes de Derecha no tienen dónde
más ir: nunca van a votar por la Izquierda. En consecuencia, debemos
desplazarnos hacia el medio si queremos ganar".
La lógica parecía perfecta, pero los resultados fueron calamitosos. El
apoyo para los republicanos siguió siendo mucho más bajo que para los
demócratas. La mayor parte de las veces, en los niveles estatal y nacional,
los republicanos perdieron; y en aquellas ocasiones en que ganaron, no
tenían el mandato para plantear un programa diferente al de sus antecesores,
dado que habían aceptado las definiciones de la otra parte: que la medida del
humanitarismo es cuánto dinero gasta el gobierno en cuánta gente, que la
acción del Estado es capaz de eliminar la pobreza, y así sucesivamente.
Habían aceptado que los grupos importantes y las divisiones dignas de
consideración en la sociedad eran las mismas que reconocían sus
contrincantes. Y con ello habían procedido al desarme unilateral. Pues si

1
En realidad, las dimensiones políticas suelen no seguir una distribución
estándar, y puede que ni siquiera adquieran individualmente la forma de una curva
acampanada. La distribución de los votantes en cualquier asunto dimensional
puede presentar la forma de una curva bimodal o trimodal, o bien una curva que es
alta en un extremo y baja en el otro.
138 ESTUDIOS PÚBLICOS

ambas partes compiten en iguales términos, la mayoría de los votantes


preferirá la versión verdadera y original.
Al otro lado del Atlántico el Partido Conservador británico procuraba
arrebatar el poder a los laboristas con una estrategia similar y con resultados
igualmente desalentadores. A pesar de sus esfuerzos por moverse hacia el
medio (lo que significaba aceptar los supuestos políticos del Estado
socialista), los conservadores siguieron siendo un partido minoritario. Aun
cuando llegaron al gobierno, les fue difícil conservarlo y, más importante
aún, fueron incapaces de realizar cambios de envergadura porque no habían
logrado construir una base para ello. (De hecho, entre 1970 y 1974 el
gobierno conservador de Edward Heath, en la práctica, aumentó la cantidad
de industrias británicas en manos del Estado, estableció controles de precios
y salarios y expandió la burocracia gubernamental. Entonces, el electorado
votó por los laboristas, los cuales, como es natural, aceleraron dichos
procesos.)

La paradoja de la mayoría

Luego vinieron Margaret Thatcher, en 1979, y Ronald Reagan en


1980. Con ellos se puso fin a la estrategia de la "moderación", y comenzó
la era de la competencia ideológica. Hablaban de ideas, luchaban por
principios, manifestaban su desacuerdo vehemente con lo que representaba
la otra parte. Ronald Reagan llamaba a destruir el comunismo en el
extranjero y a reducir el tamaño del Estado en su país. Margaret Thatcher
prometía declarar la guerra al socialismo dentro de Gran Bretaña y revertir y
eliminar —no moderar ni reformar— lo que había hecho el Partido
Laborista. Se dirigieron a nuevos grupos de votantes diciéndoles: "son
ustedes quienes representan mejor los valores de nuestra nación". Dejaron de
lado la dialéctica socialista de ricos y pobres y les hablaron a los ciudadanos
que trabajan y sostienen económicamente al Estado.
Ronald Reagan y Margaret Thatcher abandonaron completamente la
antigua estrategia de parecerse a su contrincante. Sus críticos los llamaban
ideólogos. Pero esto era subestimarlos, pues habría sido más acertado lla-
marlos innovadores. Sus propios militantes se lamentaban de que el partido
estaba siendo arrastrado lejos de la cómoda posición intermedia que ellos
suponían era el "Centro". Sin embargo, al distanciarse del partido mayori-
tario de ese entonces, Reagan y Thatcher lograron, cada cual, una nueva
mayoría, y con ello alcanzaron y conservaron el poder para la Derecha.
Encontraron el Centro alejándose del medio. Y en esto reside la paradoja de
las mayorías electorales.
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 139

El verdadero Centro

El secreto de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher consiste en


haber introducido nuevas dimensiones en su temario político. Al incorporar
nuevos asuntos, nuevos mensajes, al llegar a nuevos grupos de votantes
plantearon una posibilidad diferente y con ella dividieron en distintos
componentes la torta política multidimensional. De esa manera encontraron
lo que puede denominarse el "verdadero Centro".
La razón de ello es que ambos comprendieron algo que sus
desafortunados antecesores no habían entendido: que el "verdadero Centro"
no es un lugar a medio camino entre usted y sus contendores. El verdadero
Centro es un lugar que los políticos deben descubrir, y a veces inventar. No
se le encuentra dividiendo la diferencia, con la esperanza de que la suma total
dé 51 por ciento, sino localizando la intersección de diversas dimensiones
políticas, introduciendo con frecuencia nuevas dimensiones, llegando hasta
donde el oponente no les puede seguir, presentando una visión coherente, en
términos comprensibles y aceptables para la mayor parte de las personas.
Pero para hacerlo necesitamos comprender mucho más de la realidad
de lo que nos permite ver la geometría lineal de Izquierda y Derecha. Como
un simple ejercicio, intentemos llevar a cabo una discusión seria sobre la
política chilena prescindiendo de las palabras "Derecha" e "Izquierda". Es
como si tratásemos de nadar sin usar los brazos. La terminología "Izquierda-
Derecha" domina en tal medida el debate político que se ha convertido en
una "camisa de fuerza" mental, impidiéndonos describir la política, de una
manera significativa, en su carácter multidimensional.
Hubo una época en que las definiciones de Izquierda y Derecha eran
útiles. Por cierto, eran útiles y exactas en su función política original, que
era la de describir la disposición de los asientos en la Asamblea francesa.
Pero también en décadas recientes han sido esenciales. La mayoría de las
dimensiones políticas en Chile —y probablemente en la mayor parte del
mundo occidental— hasta hace muy poco se dividían eficazmente a lo largo
del eje Izquierda-Derecha. Aún hoy estos términos son esenciales para
describir la mayoría de los partidos políticos. El problema es que ellos
resultan prácticamente obsoletos cuando se trata de identificar a una parte
importante del electorado. Chile ha cambiado enormemente en los últimos
20 años, pero no así los partidos que durante ese tiempo estuvieron
proscritos. Por ello es que ahora, con el restablecimiento de la democracia,
los partidos enfrentan el desafío de reanudar su trabajo, no desde el punto en
que lo dejaron en los años 70, sino con una visión nueva de su país y de
sus ciudadanos. Lo que resulta más fácil decir que hacer.
140 ESTUDIOS PÚBLICOS

Adiós a la Derecha y a la Izquierda

La mayoría de los políticos sigue cometiendo el error de analizar el


electorado en términos de Izquierda y Derecha, pero recientes estudios de
opinión pública demuestran que esta terminología, en el mejor de los casos,
es de uso muy limitado en Chile porque los votantes, en su mayor parte, no
se definen a sí mismos ni deciden su voto sobre esa base.

CUADRO Nºl
Adhesión a partidos políticos
(% que "no se identifica o simpatiza con ningún partido político")

Diciembre 1990 Marzo 1991 Abril 1991

33,8 32,0 40.0

Fuente: Estudio CEP-Adimark.

En Chile, hoy, da la impresión de que los propios entrevistados


tratan de señalar a los encuestadores que las preguntas de Izquierda y Derecha
son, en esencia, preguntas erróneas. Considérese lo siguiente: en la encuesta
del Centro del Estudios Públicos (CEP-Admimark) de abril de 1991 sólo el
33 por ciento de los encuestados se definió como de Izquierda o Centroiz-
quierda o como de Derecha o Centroderecha. ¡La suma de las cuatro
categorías da un 33 por ciento! En esa misma encuesta sobre el 35 por
ciento respondió ya sea "Independiente", "ninguna" o "no sabe" (y otro 32
por ciento se ubicó en el "Centro"). Hemos consumido una energía enorme
en el análisis de datos en términos de Izquierda y Derecha, y ahora
descubrimos que allí hay, comparativamente, pocos votos.2
De hecho, sobre la base de esa encuesta, si deseamos insistir en
hablar de los "tres tercios" en la política chilena, tendríamos que decir que

2
Anteriores encuestas CEP/Adimark, tanto la de marzo de 1991 como la
de diciembre de 1990, arrojaron resultados similares. De manera semejante,
según la encuesta Bestland de marzo de 1991, el 33,1 por ciento del electorado
se autodefine como de Izquierda o Centroizquierda o Derecha o Centroderecha. Es
decir, los resultados son prácticamente los mismos.
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 141

uno de esos tercios corresponde a los Independientes. ¿Y por qué no? Es el


mayor grupo individual en Chile. Es mucho mayor que la "Izquier-
da/Centroizquierda" o que la "Derecha/Centroderecha" y casi tan numeroso
como la suma de ambas.
O bien, ¿no será la categoría "Independiente" en sí una especie de
ficción, un residuo estadístico que queda al plantear una pregunta errónea,
una pregunta en la que comparativamente pocos votantes pueden verse
reflejados?
CUADRO Nº 2
¿Dónde están los tres tercios?
(Distribución de la población según tendencia
política con la que se identifica)

Izquierda + Centroizquierda + Centroderecha + Derecha = 33,0 %


Independiente + ninguna + no sabe = 35,2 %
Centro = 31,8 %

Fuente: Estudio flash Cep-Adimark, abril 1991.

¿Qué son los "Independientes"?

Imaginemos que en Irlanda del Norte se le preguntara a los votantes


si se sienten políticamente más próximos a los partidos católicos o
protestantes o a los Independientes. Los distritos serán, en su mayor parte,
ya sea católicos o protestantes. Pero algunos de los distritos serán
mayoritariamente "Independientes". ¡Qué fascinante! ¿Cuáles son las
características de este grupo de "Independientes"? Muchos de los que así se
definen serán tenderos hindúes que emigraron desde la India. Otros serán
musulmanes pakistaníes. Algunos serán judíos. Otros serán ateos y otros
serán cristianos contrarios a la polarización religiosa. Llamar "grupo" a este
conjunto de "Independientes" sería una invención estadística. Los miembros
de ese "grupo" no tienen mucho en común entre sí, con la excepción del
hecho que no pueden ser adecuadamente interpretados dentro de los límites
de la pregunta del encuestador.
En forma similar, el grupo que en Chile presenta la menor cohesión
interna (la más alta varianza) en sus respuestas son los "Independientes".
Este así llamado "grupo" (como también algunos del "Centro", que
presentan la segunda más alta varianza en sus respuestas) se comprende
mejor como votantes que no entran en las categorías de Izquierda o Derecha.
142 ESTUDIOS PÚBLICOS

Para llegar a ellos es necesario moverse a lo largo de dimensiones políticas


definidas más cuidadosamente.
La encuesta CEP-Adimark no es la única que revela la existencia de
una gran cantidad de "Independientes" ni es la más impactante. En las
encuestas Bestland, realizadas en diciembre de 1990 y en marzo de 1991, al
solicitarse a los encuestados que se clasificaran a sí mismos en similar
escala, la mitad de ellos rechazó todos los puntos del espectro Izquierda-
Centro-Derecha y se autodefinió ya sea como "Independiente, ninguno o no
sabe".3

¿Qué son la "Derecha" y la "Izquierda"?

¿Y qué hay de aquellos que sí están dispuestos a definirse en términos


de Izquierda y Derecha? ¿Qué nos dicen estas etiquetas? Muy poco.
En el estudio CEP-Adimark de abril de 1991 se le pide a los votantes
que describan cómo perciben a los partidos políticos en términos de Derecha
e Izquierda. Las respuestas son asombrosas. De los encuestados que se
describen como de Centro, un 28 por ciento manifiesta que el PPD está en
el "Centro". De los votantes que se autodefinen de Derecha, el 17 por ciento
señala que el PPD es de "Derecha" y el 15 por ciento describe el Partido
Comunista como una colectividad de "Centro" o a la derecha del Centro.
Asimismo, uno de cada cuatro votantes que se autodefine de Derecha señala
que el Partido Radical es de "Derecha". Uno de cada tres votantes que se
autodefine de Centro piensa que el Partido Radical es de "Derecha. Uno de
cada cinco votantes que se autodefine de Centro considera que los
democratacristianos son de "Izquierda". El 28 por ciento de todos los
encuestados dice que los democratacristianos son de "Izquierda". Para casi la
mitad de todo el electorado, el Partido Socialista es de "Izquierda", pero para
la otra mitad no es así.

3
Una de las razones de la diferencia en la cantidad de "Independientes"
entre la encuesta CEP-Adimark y la encuesta Bestland es que en la primera hay
muchos más encuestados que se autodescriben como de "Centro". Dos tipos de
personas se autodefinen de "Centro". Así como hay quienes aceptan el eje
Izquierda-Derecha y se sitúan en el medio, también hay otros que rechazan la
terminología Izquierda-Derecha y dicen estar en el "Centro", como una forma
elegante de eludir ubicarse a sí mismos sobre ese eje. La suma de los dos grupos,
Centro e Independientes —que a grandes rasgos representan la opción de no
entrar en la definición Izquierda-Derecha— es aproximadamente igual en ambas
encuestas (67,2 por ciento en la encuesta CEP-Adimark y 64,9 por ciento en la
encuesta Bestland), y equivale a dos tercios del electorado.
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 143

Estos resultados son interesantes. Claramente, numerosos votantes


no están empleando los términos "Izquierda", "Derecha" y "Centro" del
modo en que solían usarse históricamente o de la manera en que dichos
términos suelen ser definidos por los cientistas políticos. Si el 28 por
ciento del electorado piensa que el PDC representa la Izquierda, ¿qué
siginifica entonces la palabra "Izquierda"? Si el 28 por ciento de aquellos
que dicen ser de Centro piensa también que el PPD es de Centro, ¿qué
significa entonces la palabra "Centro"?
Ello no quiere decir que no haya ideologías de Derecha y de Izquierda.
Desde luego que las hay. Los políticos y los partidos y las publicaciones y
los intelectuales pueden describirse adecuadamente en términos de Derecha e
Izquierda, pero no sucede así con la mayor parte de los votantes.
Apenas unos días antes de las elecciones de 1989 la encuesta CEP-
Adimark solicitó a los entrevistados que se etiquetaran ideológicamente. El
32 por ciento se calificó de "Izquierda" o "Centroizquierda". El 19 por ciento
se calificó de "Derecha" o "Centroderecha". Sin embargo, aquellas
respuestas, en términos matemáticos, no tenían valor predictivo respecto de
cómo iban a votar realmente esas personas en las elecciones parlamentarias.
La encuesta sobreestimó considerablemente las preferencias para la
"Izquierda" (que obtuvo solamente el 26 por ciento de los votos para
diputados) y subestimó notoriamente la votación predecible a favor de la
"Derecha" (que de hecho fue de un 42 por ciento).

CUADRO N° 3
Predicción de la votación
(Elecciones parlamentarias de 1989)

Votación proyectada* Votación obtenida


% %

Izquierda + Centroizquierda 32 26
Derecha + Centroderecha 19 42

*A partir de la autoidentificación por corriente política de la población.


Fuente: Estudio CEP-Adimark, diciembre 1989.

En la dimensión Izquierda-Derecha la discrepancia entre los resultados


de la encuesta y la votación fue enorme. La votación obtenida por la
144 ESTUDIOS PÚBLICOS

Derecha fue el doble de lo que predecía la encuesta. La votación alcanzada


por la Izquierda se había sobreestimado en un 23 por ciento (lo que resulta
particularmente sorprendente si se toma en cuenta que un cuarto de los
encuestados se había autodescrito como "Independiente"; por lo tanto, es
probable que la Izquierda haya recibido al menos algunos votos de ese grupo
y, por consiguiente, aún menos votos de los que se habían autodefinido
como de "izquierda").
Estos resultados no pueden explicarse diciendo que hubo problemas
en la metodología de la encuesta, ya que cuando la misma encuesta preguntó
a los entrevistados por qué candidato votarían en las elecciones
presidenciales, los resultados fueron sumamente exactos —aunque aquí
también la votación presidencial se apartó significativamente de la
autodescripción ideológica de los votantes—. No, el problema fue que la
pregunta era errónea. Los criterios según los cuales la gente decidió su voto
no podían explicarse adecuadamente mediante el uso de los conceptos de
Izquierda y Derecha (de igual manera, se tendría poco éxito en predecir los
futuros maridos de las mujeres solteras sobre la base de preguntarles a éstas
cuál es su color de cabello preferido; las mujeres responderán, pero la
pregunta no es adecuada).

Hora de un nuevo modelo

Pero si el modelo político histórico de los "tres tercios" apenas puede


dar cuenta del 50 por ciento del electorado, y si el modelo aún no logra
predecir o explicar cómo va a votar ese cincuenta por ciento, y si el
electorado manifiestamente usa las palabras "Izquierda", "Derecha" y
"Centro" de maneras que contradicen su significación común, ¿por qué
continuar analizando la política casi exclusivamente en esos términos? ¿Y
por qué entonces construir encuestas en torno a ese modelo? ¿Y cuál es la
razón, además, de que muchos partidos políticos diseñen sus estrategias
electorales en torno a algo que ellos llaman "Izquierda" y "Derecha" y, por
supuesto, el espacio intermedio que denominan "Centro"? La respuesta más
probable es: porque parece no haber una buena alternativa.
Sin embargo, una de las tareas importantes en la consolidación de la
nueva democracia chilena radica en el uso de un modelo adecuado por parte
de quienes se dedican a la actividad política. Ausente éste, no es de extrañar
que la encuesta CEP-Adimark indique que entre un 32 y un 40 por ciento de
los votantes no se sienta representado por ninguno de los partidos políticos
—lo cual resulta extraordinario si se considera que hay más de nueve
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 145

partidos de donde escoger—. La encuesta CEP-Adimark revela también que


los dirigentes políticos suscitan en la ciudadanía "mucha confianza" en un
porcentaje bastante menor que los dirigentes sindicales o los pastores de la
Iglesia Evangélica. La popularidad de los partidos apenas supera la de los
dirigentes empresariales —y difícilmente se puede ser menos popular que
ellos—. (Lamentablemente no hay datos comparativos que muestren la
calificación que le dan los tenderos hindúes de Irlanda a los políticos que
hacen sus campañas sobre el eje católico-protestante. Es probable, sin
embargo, que también sea bastante baja.)
¿Cuál podría ser el modelo alternativo? La paradoja de Bonini advierte
que a medida que se agregan variables a un modelo a fin de reflejar con
mayor exactitud el mundo real, el modelo comienza a perder simplicidad y
claridad a medida que se aproxima a la misma complejidad de la realidad. En
otras palabras, un modelo perfectamente exacto de la política chilena
necesitaría 8.000.000 de variables, una por cada votante. El resultado, por
cierto, seria incomprensible. El otro extremo, el modelo unidimensional
Izquierda-Derecha, es muy fácil de usar. El problema es que éste no puede
explicar ni predecir la realidad. Por consiguiente, el objetivo consiste en
tener un mínimo de variables que expliquen adecuadamente la realidad.

La alternativa multidimensional

Debe entenderse que no existe, sencillamente, un único método


correcto para cortar la torta del electorado chileno. Con todo, un modelo
razonable de la política chilena incluiría, según mi análisis, cinco
dimensiones: un eje económico (liberalismo versus estatismo); un eje
político (democracia/derechos humanos versus autoritarismo/orden); un eje
de apoyo versus rechazo del marxismo; un eje cultural (modernidad versus
tradicionalismo); un eje de clase, mezcla racial y participación social
(elitista versus popular). Podría agregarse además una dimensión
subordinada que opusiera la tendencia idealista a la pragmática.
En cada caso hay votantes que se ubican en diversos puntos del eje de
cada dimensión, aunque la distribución pueda no ser equilibrada. Por
ejemplo, una mayoría abrumadora del electorado chileno es prodemocrático
y antimarxista. No es una coincidencia que el principal partido político del
país sea el único que estuvo tanto en la oposición democrática contra
Pinochet como en la oposición anticomunista contra la Unidad Popular.
Cada una de estas posiciones no era de moderación, sino de polarización
146 ESTUDIOS PÚBLICOS

constructiva; mediante la combinación de ambas, los democratacristianos


encontraron el Centro.
Por supuesto, la importancia relativa de las dimensiones aumenta o
disminuye, en tanto otras yacen dormidas esperando ser descubiertas. En las
elecciones de 1989, las dimensiones predominantes fueron democracia y
marxismo. Los principales puntos de ataque en el curso de la campaña
fueron las acusaciones de "continuismo", que significaba no ser
democrático, y el "pacto secreto", que implicaba estar en coalición con los
marxistas. En esencia, la campaña de 1989 fue una contienda final entre
Pinochet y Allende — en la cual ambos fueron rechazados —.

GRÁFICO Nº 2
Acercamientos y distanciamientos en distintos ejes
(Campañas electorales de 1989)

ECONOMÍA

DEMOCRACIA

MARXISMO

En 1993, cuando la democracia se haya consolidado y el marxismo


vaya hacia la extinción, ¿habrán perdido su vitalidad estas dimensiones? ¿O
resultarán ellas vigorizadas por un rebrote del terrorismo y una reacción
frente a éste? ¿Se desdibujará también la dimensión económica cuando la
economía de mercado sea ya un punto de consenso? ¿O una economía que
no marcha bien hará que dicha dimensión pase a ocupar un lugar central?
¿Comenzarán a primar las consideraciones de clase y de cultura? ¿Emergerán
otras dimensiones? Veremos.
La paradoja de la política electoral es que a veces la mejor manera de
construir una mayoría no consiste en acercarse más al contendor, sino en
alejarse de él. Esto es incomprensible en el modelo Izquierda-Derecha de una
sola dimensión. Pero en el modelo multidimensional alcanza pleno sentido,
como lo tiene la necesidad de acercarse mucho al oponente en determinadas
situaciones, a fin de neutralizar una determinada dimensión y derivar la
competencia hacia otro eje.
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 147

El Centro no es el medio

En Estados Unidos, por ejemplo, Reagan descubrió el Centro


político alejándose del partido mayoritario, el demócrata: en lo económico
(declarándose más partidario del libre mercado), en lo social y cultural
(oponiéndose al aborto y a la pornografía, apoyando la oración en las
escuelas y declarándose abiertamente patriota/nacionalista), en defensa y
política exterior (definiéndose con fuerza como promilitar y antisoviéti-
co/anticomunista) y respecto del papel del Estado (pronunciándose por un
menor control estatal y por la reducción de los impuestos, y oponiéndose a
la integración racial obligatoria y a las prohibiciones de posesión de armas).
Estas posiciones estaban en fuerte conflicto con las de los demócratas (y
con las inclinaciones de los "republicanos moderados"). Junto con plantear
nuevos temas, Ronald Reagan supo atraer nuevos grupos de electores. Y, de
esta manera, logró lo que jamás habían hecho los republicanos moderados:
encontró el Centro y llevó a su partido al nivel más alto que ha tenido por
más de una generación.
Un proceso similar puede observarse en Gran Bretaña, donde Margaret
Thatcher no sólo se enfrentó en el eje económico, sino también en el
cultural y el de clases, con un llamado a la "responsabilidad individual" y
apelando a los valores de la clase media, alejándose en ambos casos de las
posiciones del Partido Laborista.
Las recientes elecciones en Chile ofrecen otra ilustración de la
política multidimensional y de la paradoja de construir una mayoría tanto
acercándose como alejándose de la competencia. En el plebiscito de 1988, al
igual que en las elecciones de 1989, la Concertación logró suprimir gran
parte de la dimensión Izquierda-Derecha de la economía, librando su
campaña principalmente en la dimensión política, en lo que en ambas
ocasiones llegó a ser claramente un referéndum sobre la democracia (versus
autoritarismo y Augusto Pinochet). La Concertación no trató de construir
una mayoría deslizándose hacia el medio en el problema de la democracia,
sino que procuró más bien polarizar al electorado en torno a ese punto,
rechazando a Hernán Büchi y a Francisco Javier Errázuriz no como meras
alternativas presidenciales, sino yendo más allá y descalificando sus
candidaturas como opciones no democráticas.
Un fenómeno similar se observó durante la campaña parlamentaria de
1989, cuando Democracia y Progreso (UDI y RN) logró desviar votos desde
los candidatos socialistas y PPD de la Concertación, aumentando así su
propia votación (y también la de los democratacristianos) sin desplazarse
148 ESTUDIOS PÚBLICOS

hacia el medio, sino obligando a centrar los debates de la campaña en tomo


al tema polarizante del marxismo.

La política chilena hacia el futuro

Hoy en Chile la mayor parte de las tendencias políticas tradicionales


aún se ubican a lo largo de la dimensión única de Izquierda a Derecha. Sin
embargo, los movimientos políticos más interesantes y de más rápido
crecimiento, el PPD (Partido por la Democracia) y Francisco Javier
Errázuriz, están llegando a los votantes a través de otras dimensiones.
El PPD trascendió la clásica división Izquierda-Derecha
desprendiéndose de sus raíces marxistas y estableciéndose como una fuerza
en pro de la modernidad cultural y la democracia. En contraste con los
partidos tradicionales, el PPD está abierto a las ideas nuevas y a las
personas que han cambiado de opinión. Al aceptar la economía social de
mercado (a la manera de los socialistas españoles), ha procurado neutralizar
la dimensión económica. Se ha convertido en el partido preferido de los
artistas, la gente del espectáculo y los intelectuales. Por esta razón, el
gobierno de Patricio Aylwin —para la consternación del Partido Demócrata
Cristiano— ha escogido de esa agrupación a la mayor parte de los agregados
culturales para sus embajadas. La principal fuerza del PPD consiste en que
es el único grupo político que realmente ha comprendido el eje de la cultura
en la política chilena, como también el papel predominante que le cabe al
problema de la democracia.
Una reciente encuesta del Centro de Estudios Públicos muestra al
PPD como la segunda opción de casi todos los grupos de votantes, lo que
constituye una posición muy fuerte en un sistema multipartidista. La
principal figura del partido, Ricardo Lagos, según las encuestas realizadas
durante el último año, posee la base política más amplia del país (con la
excepción de Patricio Aylwin), obteniendo una calificación positiva de más
de la mitad del electorado (incluso un tercio de aquellos que se
autodenominan de "Derecha" manifiesta una opinión favorable acerca de él).
La eficacia del reposicionamiento del PPD —un partido de la
Izquierda— se ha visto levemente afectada en cuanto se ha dejado arrastrar
por disputas con los socialistas. Con todo, el posicionamiento del PPD
constituye, bajo cualquier estándar razonable, un logro político que todavía
deberán igualar los partidos de la así llamada Centroderecha.
Obviamente Francisco Javier Errázuriz tiene escasas similitudes con
el PPD, pero también él se ha salido de la política lineal. Su pretensión de
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 149

estar en el Centro-Centro no significa una declaración de hallarse a medio


camino entre la Izquierda y la Derecha. Es más bien una declaración de
independencia respecto de los constreñimientos de los bloques e ideologías
ortodoxas, cosas que él ha supeditado a un llamado directo a los sectores
populares. Además de desplazarse a lo largo de la dimensión de clases,
alejándose de las élites políticas tradicionales, representa también un
mensaje cultural nacionalista.
En la encuesta CEP-Adimark más reciente, Francisco Javier Errázuriz
obtiene el mayor número de menciones como alternativa presidencial. Sin
embargo, si se presta atención no solamente a la cantidad de partidarios con
que cuenta, sino también a su procedencia, resulta muy claro que los
seguidores de Francisco Javier Errázuriz incluyen también al grupo
indudablemente más numeroso de votantes oscilantes (swing voters) que
haya tenido cualquier aspirante a la presidencia. Aquellos que mencionan a
Francisco Javier Errázuriz como opción presidencial preferente se
distribuyen de la siguiente manera: el 17 por ciento se autodefine de
Derecha, el 23 por ciento de Izquierda y el 60 por ciento de Centro o
Independiente. Errázuriz es el único candidato potencial cuyo respaldo no
muestra una distribución ideológica. Al apelar a los votantes desde fuera de
la división Izquierda-Derecha, ha logrado crearse una base de apoyo
importante entre el electorado de Patricio Aylwin, sin subordinar su propio
programa al del gobierno y sin posicionarse, a la vez, como parte de la
oposición dura.
Es obvio que Ricardo Lagos y Francisco Javier Errázuriz son polí-
ticos carismáticos. Pero, además, han sabido posicionarse bien. Gran parte
del éxito del PPD y de Errázuriz se debe a que se definieron a sí mismos
principalmente en torno a sus propios temas y a sus propios electores. Los
partidos opositores de Centroderecha, en cambio, han tendido a definirse
principalmente en relación al gobierno.

El desafío de la oposición: descubrir dimensiones

Para una oposición que aspira al poder, el desafío consiste en resolver


la paradoja de la mayoría electoral. No es éste un ejercicio de marketing
político ni un problema de álgebra. La respuesta debe brotar de ideas
verdaderas y valores. La democracia no funciona bien si los partidos
simplemente compiten por el poder, sin ofrecer a los votantes visiones bien
concebidas entre las que pueden optar.
Por esta razón, un partido de oposición necesita precisar aquello en lo
que cree y cómo desea cambiar el país. Esto no lo puede hacer definiéndose
150 ESTUDIOS PÚBLICOS

en términos de su posición frente al gobierno existente. Una oposición


conducida eficazmente exige: la presentación de un proyecto por el cual
competir (temas), la formación de una mayoría alternativa (electorados),
trabajar en el proyecto legislativo del gobierno (participación morigeradora).
Tanto Ronald Reagan como Margaret Thatcher, cuando estaban en la
oposición, se dedicaron a los dos primeros puntos, como lo hizo en Chile,
por cierto, la oposición durante el gobierno de Pinochet.
Obviamente los partidos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher,
cuando eran oposición, también se empeñaron en participar en el programa
del gobierno y procuraron, conforme a su propia visión, de morigerar sus
consecuencias nefastas. Pero se sirvieron de ello para demostrar cuán
diferentes eran sus ideas y sus principios, no para insistir ante los electores
que su programa era en realidad igual al del gobierno.
Ronald Reagan y Margaret Thatcher tenían sus propios programas,
que no solamente diferían de los del gobierno, sino que iban más allá,
introduciendo ideas, temas y problemas que no figuraban en el proyecto del
gobierno. Por ejemplo, la propuesta de Reagan de reducir los impuestos
—vale decir, disminuir las tasas marginales para aumentar los ingresos
totales— estructuró una discusión enteramente nueva acerca de los
impuestos, debate en el que los demócratas no estaban ansiosos de entrar y
en el que serían sistemáticamente derrotados durante más de una década. (En
los últimos años, todas las grandes economías industriales del mundo han
reducido las tasas marginales sobre los ingresos personales y, en la mayoría
de los casos, los gobiernos que lo han hecho, incluidos los socialistas de
Francia y España, han sido reelegidos.)
Pero la Derecha chilena no necesita pensar (como tiende a hacerlo)
exclusivamente en términos de la dimensión económica. Un nuevo proble-
ma o un nuevo debate puede estructurarse sin que para ello sea necesario
concentrarse en cuestiones técnicas o en políticas sectoriales. En 1976
Jimmy Cárter hizo una campaña centrada en la pérdida de confianza en el
gobierno. En tanto Gerald Ford hablaba de controlar la inflación, Cárter
planteó el problema ético y en su campaña criticó el perdón que Nixon le
otorgara a Ford, prometiendo que "de ser elegido, jamás les mentiré" y
diciendo que "Estados Unidos merece un gobierno tan bueno como su
pueblo". También llegó a los votantes culturalmente tradicionalistas
hablándoles del pequeño pueblo donde están sus raíces y de sus sólidos
valores religiosos.
Insistiendo en la dimensión moral y cultural de la política estadouni-
dense, Jimmy Cárter logró ser el primer demócrata elegido Presidente desde
1964. Una vez instalado en la Casa Blanca, sin embargo, los grupos
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 151

dominantes dentro del Partido Demócrata tomaron el control de su gobierno,


haciéndole perder esa coalición particular que le había permitido ser elegido.
Cumplió un solo período, ya que luego fue derrotado por Ronald Reagan.
Desde entonces los republicanos han estado en el poder, apoyados en parte
por algunos de los mismos grupos culturales que habían elegido a Cárter en
1976.
La tarea de la oposición consiste habitualmente en desviar el debate
hacia otra dimensión. Pero ello no es fácil de realizar. Hacerlo bien es el
principal desafío del arte de la política. Cuando se hace mal o no se hace, la
gente dirá que fue difícil poner en marcha la campaña. Tal vez sea más
exacto decir que la campaña marchó muy bien, pero descuidó la tarea de
hallar un camino.
Por ejemplo, en 1984 Walter Móndale hizo hincapié en el tema de la
"equidad". Pero éste no representaba realmente una nueva dimensión. Era la
misma vieja dimensión económica en que los republicanos subrayaban
"oportunidad y crecimiento", en tanto que los demócratas hablaban de
"seguridad y equidad". Al tomar Móndale este tema, sólo consiguió apoyar
el punto fuerte de Reagan, que era el manejo de la economía y el rechazo al
intervencionismo estatal. En 1988 el candidato demócrata a la presidencia de
los Estados Unidos, Michael Dukakis, incapaz de hallar nuevos tópicos para
competir, intentó desviar al electorado de la clásica estrategia de demócratas
versus republicanos, que había usado Móndale, hacia el tema de la
capacidad, subrayando su pragmatismo. Pero el eje idealismo versus
pragmatismo es una dimensión subordinada, vale decir, es una dimensión
que cada problema puede en sí presentar. Fue Bush quien definió esos
problemas. Y Dukakis perdió estrepitosamente.
El otro punto crítico es que al "posicionarse", un partido debe
mantener sus principios. De otro modo su búsqueda del poder no será más
que ciega ambición. (Puede observarse, por ejemplo, que el Partido Popular
de España, de Centro-derecha, deseando desplazarse hacia el medio y
neutralizar la dimensión cultural, acaba de declarar que está ahora a favor de
la legalización del aborto, no porque apruebe el aborto —explican sus
dirigentes—, sino porque piensa que esta posición ayudará a que sus
candidatos sean elegidos.)

El tercer camino de la oposición

Para la oposición existe un tercer camino abierto, que pasa por un


punto intermedio entre la capitulación ante el gobierno y la oposición
152 ESTUDIOS PÚBLICOS

obstruccionista, y que consiste en establecer su propio programa, en


introducir sus propios temas y abrir nuevas dimensiones políticas. Por esta
senda, un partido puede participar en forma morigeradora y al mismo
tiempo definir una oposición independiente y fuerte. Al introducir en el
debate nuevas ideas, una oposición constructiva rompe el esquema blanco o
negro, sí o no, mostrando nuevas formas de pensamiento y abordando a
nuevos grupos de votantes.
La política tributaria de Reagan es un ejemplo de este enfoque
constructivo. En lugar de aceptar la polarización entre los partidarios de un
mayor gasto fiscal y los partidarios de la reducción de los impuestos, ofrecía
una tercera opción: ingresos más altos mediante tasas más bajas y
crecimiento económico más rápido.
Pero un ejemplo más interesante de hallazgo de un tercer camino fue
la campaña del "No". A partir de una base política cuyo objetivo primordial
era destituir a Augusto Pinochet, la campaña de "La alegría ya viene"
estructuró una mayoría ganadora no simplemente sobre la base de su
desacuerdo con el gobierno en el tema del plebiscito, sino trascendiendo ese
tema. De esta manera consiguió el apoyo de votantes que no estaban contra
Augusto Pinochet. En lugar de una campaña que se librara entre partidarios
y opositores al general Pinochet, que era la campaña para la que se había
preparado el gobierno, la Concertación, a través de su brillante y animada
campaña, planteó al electorado una pregunta nueva. La campaña del "No"
afirmaba que la democracia era la senda de la felicidad: la felicidad humana
en su sentido más amplio y fundamental. Ni siquiera los más firmes
partidarios del gobierno militar podían argumentar que ocho años más de
gobierno de Pinochet sería divertido. La pregunta implícita era: "¿es usted
feliz?" y "¿quiere usted ser feliz?" Esa pregunta no podía interpretarse, ni
mucho menos contestarse, en términos de las definiciones políticas en que
el gobierno se había enmarcado. Al no ofrecer ni conflicto ni sumisión, la
Concertación había elegido un tercer camino y había encontrado el Centro.
Hoy, el contexto político en Chile es especial. Probablemente se le
puede describir mejor como un proceso de consolidación democrática. Por
consiguiente, es fundamental que ningún grupo emprenda una oposición
destructiva que pudiera quebrar el proceso democrático, cosa que tampoco
los votantes aceptarían. Sin embargo, el sector perdedor en una elección
democrática no pierde su derecho a proponer ideas y a ser escuchado. El
sector ganador en tal elección, por su parte, no ha ganado automáticamente
el debate en cada uno de los temas ni en cada una de las políticas sectoriales.
Esto dado, no hay razones para que el gobierno, con su 55 por ciento de los
votos detente, en nombre de la democracia, un derecho monopólico para
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 153

plantear temas y estructurar el debate. Una mala idea del gobierno no tiene
más validez que una buena idea de la oposición.
La oposición, por su parte, tiene la obligación de hacer que valga la
pena escucharla. Debería gastar menos tiempo en calcular y sopesar el grado
en que desea apoyar u oponerse al gobierno respecto de cada materia y
dedicar más tiempo en comunicar su propia visión de las cosas. Además,
debe identificar los temas y los grupos de votantes que le permitirán tener la
oportunidad de gobernar. ¿Tiene el electorado chileno un panorama claro de
lo que haría la actual oposición si fuera gobierno? Parece que no.

El secreto: nuevas ideas

Finalmente, la oposición debe cumplir aquel papel que sólo ella


puede desempeñar: ser la fuente de ideas nuevas e innovadoras. Del gobierno
emana siempre escasa creatividad. Los partidos de gobierno deben
preocuparse de mantener y conservar en paz su coalición victoriosa, se
enfrentan a tortuosos procesos burocráticos, sus horizontes temporales son
más inmediatos y deben pagar un precio muy alto por la puesta en práctica
de una idea (testimonio de ello es el poll tax de Margaret Thatcher, que puso
término a su carrera como Primer Ministro). De modo que si la creatividad
no proviene de la oposición, entonces probablemente no la habrá. Y si un
movimiento político no logra ser intelectualmente fértil cuando está en la
oposición, con seguridad sufrirá de muerte cerebral si llega al poder.
En Chile, los votantes no elegirán al próximo gobierno ateniéndose
principalmente al eje Izquierda-Derecha. En lugar de ello, decidirán sobre la
base de quién los comprende mejor y quién puede resolver mejor sus
problemas, o quién al menos no creará nuevos problemas. A menos que la
oposición se acerque más al pueblo y use su creatividad en la solución de
problemas reales, será incapaz de resolver la paradoja de la política electoral,
y seguirá siendo oposición, esperando a ver si la economía fracasa o si el
gobierno se inflige a sí mismo una derrota.
OPINIÓN

LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL
PERUANA DE 1990

Enrique Ghersi

En el siguiente artículo, Enrique Ghersi, dirigente de la campaña


presidencial de Mario Vargas Llosa, intenta explicar las causas de la
derrota de Vargas Llosa en la elección presidencial peruana de 1990,
así como esclarecer el porqué del vertiginoso ascenso de Alberto
Fujimori Fujimori.
El análisis de Ghersi se centra en lo que él denomina el error estraté-
gico de la campaña electoral, a saber, el abandono de la “informali-
dad” —el fenómeno cultural, político y económico más importante
del Perú— como recurso ideológico y espacio político. Ninguna
fuerza política que aspire a representar una alternativa auténtica de
gobierno, se sostiene, puede ignorar dicho fenómeno, y “mucho
menos abandonarlo después de haber logrado su reivindicación”.
El autor describe cómo Fujimori pasa a ocupar el espacio político
que dejara Vargas Llosa, al conseguir el respaldo de una singular
coalición de Iglesias evangélicas que utilizó sus misioneros con
fines político-proselitistas. Junto con advertir los posibles vínculos
entre la expansión del protestantismo y el aumento de las actividades

ENRIQUE GHERSI. Abogado y periodista peruano. Diputado por la ciudad de Lima.


Coautor de El otro sendero con Hernando de Soto y Mario Ghibellini, y autor, entre otras
publicaciones, de “El costo de la legalidad”, Estudios Públicos, 30 (otoño 1988). Profesor de
la Universidad del Pacífico y de la Universidad de Lima. Fue miembro del equipo de campaña
de Mario Vargas Llosa durante las últimas elecciones presidenciales en el Perú.

Estudios Públicos, 42 (otoño 1991).


2 ESTUDIOS PÚBLICOS

informales, se señala que la reacción de la Iglesia Católica ante la


“conexión evangélica” de Fujimori habría producido, en último tér-
mino, desconcierto y confusión entre los feligreses, todo lo cual no
hizo sino contribuir a la victoria de Alberto Fujimori.

E l resultado de las recientes elecciones presidenciales en el Perú


ha llamado la atención en todo el mundo. No sólo porque el candidato
ganador fue un completo desconocido como Alberto Fujimori Fujimori,
sino porque el derrotado fue un hombre como Mario Vargas Llosa.
A la cabeza del Frente Democrático (FREDEMO), coalición de Ac-
ción Popular del ex presidente Fernando Belaúnde, el Partido Popular Cris-
tiano de Luis Bedoya y el Movimiento Libertad fundado por él mismo,
Vargas Llosa lideró las encuestas desde un año antes de las elecciones
hasta estar veinte puntos por encima de su más cercano opositor.
No obstante, su campaña sufrió numerosos traspiés, al extremo de
desmoronarse en los últimos meses. Pese a ganar la primera vuelta, no
pudo superar la barrera del cincuenta por ciento que la Constitución perua-
na establece para la elección presidencial y debió ir al ballotage con Fuji-
mori, un desconocido agrónomo socialista de origen japonés.
Por ello estas líneas están dirigidas, en primer lugar, a esclarecer por
qué se derrumbó la preferencia electoral por Vargas Llosa y, en segundo, a
explicar el vertiginoso e increíble ascenso de Fujimori hasta su victoria
electoral.

La trayectoria del líder

Mario Vargas Llosa es un hombre admirado en el Perú y el mundo.


Novelista, ensayista y dramaturgo, es integrante de esa generación de lite-
ratos latinoamericanos que la crítica especializada calificó como el boom
latinoamericano.
Ligado en su juventud a la izquierda marxista, rompe con ella muy
rápidamente a raíz del caso Padilla, en el que Fidel Castro desarrolló la
“autocrítica” como forma suprema de represión institucional, al mejor esti-
lo estalinista. Ateo o agnóstico, como él prefiere llamarse, sus opiniones
personales ejercen ya desde entonces una influencia importante.
A partir de ese momento Vargas Llosa empieza una evolución inte-
lectual que lo llevará hacia el liberalismo, sobre todo a la luz de la revo-
lución intelectual ocurrida en Gran Bretaña en los años previos al gobierno
de Margaret Thatcher.
ENRIQUE GHERSI 3

De regreso al Perú hacia principios de los ochenta, Vargas Llosa


hace que su evolución intelectual eclosione de forma bastante clara. Ade-
más de su profusa actividad periodística que no deja duda alguna de sus
opiniones, funda con Hernando de Soto el Instituto Libertad y Democracia
(ILD), primera institución dedicada a defender y promover profesional-
mente las ideas liberales en el país.
En 1986 este trabajo da sus frutos más importantes con la publica-
ción de El otro sendero, que Vargas Llosa prologa, y constituye un éxito de
librería.
Al año siguiente, el entonces Presidente Alan García solicita al Con-
greso peruano la estatización de la banca y de los seguros, convirtiendo, sin
quererlo, al intelectual dedicado a difundir el liberalismo en un líder políti-
co de multitudes.
En efecto, contrariamente a lo que podría esperarse, la reacción
popular contra la estatización de la banca y los seguros fue bastante extraña
en un país de presunta tradición socialista como el Perú. Concitó multitudes
como desde muchos años no sucedía, pero lo hizo para protestar contra el
Estado y defender la propiedad privada. Originalmente fue un vasto movi-
miento espontáneo hasta que Vargas Llosa escribió un artículo en El Co-
mercio de Lima manifestándose en contra de la estatización y, como
consecuencia, terminó encabezando a los pocos días un movimiento popu-
lar de enormes magnitudes que cristalizó el 21 de agosto de 1987 en una de
las más grandes manifestaciones políticas de la historia peruana en la cén-
trica Plaza San Martín de Lima.
De novelista a candidato, la trayectoria de Mario Vargas Llosa es la
de un liderazgo cívico de importancia medular en nuestra historia contem-
poránea. Para muchos, si bien se convirtió en liberal, nunca dejó de ser
marxista por su radicalidad ideológica y espíritu combativo. Para otros, fue
un auténtico caudillo. Sin embargo, sus peores enemigos siempre estuvie-
ron entre sus antiguos camaradas marxistas quienes nunca pudieron perdo-
narse haber perdido al héroe de su panteón literario y quedar condenados a
no tener un García Márquez peruano.

Derrota inesperada

El resultado electoral ha sido atribuido por los comentaristas políti-


cos a diferentes razones: altivez y hasta soberbia en la candidatura de
Vargas Llosa; programa liberal rechazado por el pueblo; falta de experien-
cia política que planteó una estrategia “demasiado” transparente; alianza
4 ESTUDIOS PÚBLICOS

electoral con partidos tradicionales que puso en duda su independencia y


una campaña parlamentaria por el “voto preferencial” que saturó al público
y produjo lo que los expertos en publicidad conocen como “efecto paradó-
jico”.
No valoro igualmente estas distintas explicaciones. La presunta alti-
vez o soberbia me parece un argumento contra la persona, destinado a
descalificar moralmente al candidato perdedor, sin discutir siquiera las
razones de su derrota. El liberalismo no es el causante del resultado
electoral, puesto que la ideología ha tenido muy poca importancia en esta
campaña. La estrategia “demasiado” transparente no la veo como una
desventaja, sino como justificación inaceptable de la maniobra y la treta
políticas.
Donde sí encuentro notables problemas es en la pérdida de credi-
bilidad que supuso la alianza con los partidos tradicionales y en el “efecto
paradójico” de las campañas parlamentarias que mediatizó el carácter inde-
pendiente de Vargas Llosa y diluyó su mensaje en un conjunto inconexo y
contradictorio, respectivamente.
Después de diez años de democracia ininterrumpida, los partidos
políticos democráticos sufren un profundo descrédito en el Perú. El ciuda-
dano común y corriente los culpa de incapacidad, insensibilidad y aun de
corrupción. Este descrédito llegó a extremos inusitados durante el gobierno
del Presidente Alan García, a tal punto que las candidaturas independientes
se presentaron como las únicas alternativas aceptables para la población.
Esto quedó claramente acreditado con las elecciones municipales de
noviembre de 1989, en donde lograron triunfos resonantes candidaturas
apolíticas en Lima y Arequipa, las dos principales ciudades del Perú, y en
un sinnúmero de ciudades menores.
En este contexto de extrema susceptibilidad se desarrollaron alian-
zas electorales para la campaña presidencial, estimuladas por el diseño
electoral de la Constitución de 1979 que establece una elección directa con
el requisito mínimo de superar el cincuenta por ciento de los votos y la
segunda vuelta electoral en caso de que ningún candidato alcance este
requisito en la primera elección.
En ese momento tal vez fue muy difícil prever los acontecimientos,
porque ante todo ocupaba la atención del cálculo político la meta de supe-
rar más de la mitad de los votos en la primera vuelta electoral.
Sin embargo, es sumamente claro que desde que un candidato inde-
pendiente como Vargas Llosa se alió con los partidos conservadores tra-
dicionales, perdió buena parte del capital político que podría haberle repor-
tado la victoria.
ENRIQUE GHERSI 5

De hecho, el triunfo de Fujimori, cuya candidatura no tenía vínculo


formal alguno con ningún partido tradicional, vino a corroborar el aserto.
En política hay, lamentablemente, sumas que restan.
Las características institucionales de la elección parlamentaria tam-
bién contribuyeron negativamente a la campaña de Vargas Llosa. El Perú
tiene un sistema bicameral parlamentario con elección directa por listas
completas y voto preferencial.
El voto preferencial es un sistema en el cual los electores, si bien
votan por las listas completas presentadas por los partidos u organizaciones
políticas, tienen el derecho de preferir dentro de ellas hasta a dos candida-
tos, en cuyo caso se les computa sólo a ellos el voto. Esta facultad hace que
los electores puedan alterar el orden de las listas presentadas por los parti-
dos y elegir a las personas de su preferencia. Independientemente del juicio
que pueda merecernos el sistema mismo, es sumamente claro que crea
estímulos muy poderosos para desplazar la competencia política entre los
partidos al interior de las listas, provocando así un gran enfrentamiento
interno. Como consecuencia, cada candidato debe realizar su propia cam-
paña para disputarse las preferencias de quienes sufragarán por su lista
compitiendo con sus propios compañeros.
En el caso de la reciente campaña presidencial, esta competencia
llegó a extremos asombrosos porque los candidatos estaban respaldados
por coaliciones. Consiguientemente, en un mismo listado, diferentes grupos
políticos y candidatos debían competir arduamente por los escaños par-
lamentarios. Esta competencia dio al electorado una impresión muy negati-
va y produjo, a no dudarlo, una pérdida de poder de convencimiento de los
mensajes por saturación publicitaria.
No obstante, todas estas explicaciones se me presentan más como
efectos que como causas del resultado electoral. Creo que la causa principal
de la derrota es otra y distinta, inclusive concomitante con el propio inicio
de la campaña presidencial. Desde mi punto de vista no fueron princi-
palmente errores tácticos los que provocaron la debacle, sino más bien un
grave error estratégico: haber abandonado la informalidad como recurso
ideológico y espacio político.

La revolución informal

La publicación de El otro sendero dejó claro en el Perú lo que era


un secreto a voces: seis de cada diez peruanos viven y trabajan al margen
de la ley en la llamada economía informal.
6 ESTUDIOS PÚBLICOS

Desde ese momento empezó a dominar el debate nacional el tema de


la informalidad, pero sin tener necesariamente un expresión política cabal.
Originalmente, Vargas Llosa surge en la política como una voz de
protesta dirigida a reivindicar los derechos económicos, además de los
derechos políticos, para todos los peruanos. Su victoriosa lucha contra la
estatización de la banca logró capacidad de convocatoria porque obtuvo el
respaldo entusiasta de las clases populares y, entre ellas, de los informales,
que son, precisamente, los que carecen de derechos económicos de forma
más evidente.
Así, su discurso político inicial tuvo un fuerte acento en el capita-
lismo popular y, como se dice en mercadeo, lo “posicionó” correctamente:
talleres de solidaridad empresarial entre artesanos y pequeños empresarios;
acción solidaria en los barrios pobres; profusos contactos en el agro con el
movimiento parcelero abrieron un nuevo espacio político para los informa-
les que, siendo la inmensa mayoría del país, no habían tenido hasta enton-
ces más alternativas que la violencia o la discriminación. Ello se reflejó en
las primeras encuestas de opinión, revelando un inesperado respaldo para
un candidato presidencial presuntamente ubicado en la derecha del espacio
electoral. Con sorpresa, los enemigos de Vargas Llosa descubrieron que
éste era popular aun entre los humildes de las ciudades y los agricultores
olvidados del campo.
Sin embargo, en el momento en que la campaña electoral empieza,
el “posicionamiento” inicial de Vargas Llosa no se cristaliza políticamente.
En vez de dirigentes barriales, ambulantes o transportistas, varios ex-presi-
dentes de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Priva-
das del Perú (CONFIEP) pueblan sus listas parlamentarias. Lentamente el
capitalismo popular y la informalidad se van convirtiendo en un tópico y
dejando de ser una realidad política. Lentamente los representantes de la
gran empresa formal fueron copando el terreno en desmedro de los infor-
males. El espacio se fue cerrando paulatinamente.
Si ya era un costo la alianza con los partidos tradicionales, el aban-
dono de la informalidad como espacio político fue el más grave error de la
campaña de Vargas Llosa. No obstante, ese error solamente se hizo palpa-
ble cuando hubo alguien dispuesto a ocupar el espacio abandonado entre
los informales. Alberto Fujimori Fujimori logró conseguir admirablemente
este propósito.
Mario Vargas Llosa empezó a perder votos y Alberto Fujimori em-
pezó a ganarlos en el momento en que quedó en claro que el espacio
político original de aquél había sido abandonado y que tenía ya un nuevo
ocupante.
ENRIQUE GHERSI 7

De repente fue también muy importante la campaña de satanización


que con admirable tesón para la infamia desató el propio ex Presidente
Alan García. De repente, no se explicaron oportunamente los beneficios de
un programa de gobierno que pretendía liberar mercados y mentes. De
repente se cometieron múltiples errores derivados de la inexperiencia o el
entusiasmo. Pero nada de ello hubiese provocado tanto daño de no haberse
abandonado un espacio político tan fundamental.
La única manera de explicar a Fujimori y su meteórico ascenso es
entendiendo que la informalidad es el más importante fenómeno cultural,
político y económico de nuestro país y que ninguna fuerza política que
pretenda auténticamente representar una opción de gobierno puede ignorar-
lo o, mucho menos, abandonarlo después de haberlo reivindicado exito-
samente.

Cristo en campaña

Entre la primera y segunda vuelta se descubrió el singular modus


operandi utilizado por Fujimori para ocupar el espacio político abandonado
por Vargas Llosa. Su base original de respaldo fue una curiosa coalición de
Iglesias evangélicas que utilizó sus misioneros para fines político-proseli-
tistas.
De esa forma, Fujimori pudo llegar casi artesanalmente a los infor-
males y transmitirles un mensaje político muy elemental dirigido a destacar
más las insatisfacciones ajenas que las propias virtudes. Así al grito de “el
chino es la voz”1 empezó un movimiento político que habría de llevarlo a
la presidencia.
La prensa difundió extensamente la “conexión evangélica” de Fuji-
mori, al extremo de revelar presuntas cartas de dirigentes de esas deno-
minaciones a sus creyentes e inclusive propaganda donde se destacaba que
el “hermano Fujimori” iba a darles a los evangélicos los mismos privilegios
que a la Iglesia Católica. Los folletos propagandísticos de algunos grupos
evangélicos fueron un poco más allá, repitiendo conocidas acusaciones
contra la Iglesia Católica, particularmente en el caso de los Testigos de
Jehová y otros grupos menores.
El crecimiento del protestantismo en el Perú merece un análisis
aparte, aunque debemos reconocer que durante la última década es un
fenómeno ampliamente difundido en diferentes países latinoamericanos.

1
Por una curiosidad cultural, pese a su origen japonés, Fujimori es conocido popular-
mente en el Perú como el “Chino”.
8 ESTUDIOS PÚBLICOS

De hecho, Guatemala y Perú son los que exhiben los avances más espec-
taculares, al extremo de que muchos antropólogos hablan ya de un proceso
masivo de conversión religiosa.
No es propósito de este artículo elucidar las causas del crecimiento
del protestantismo, pero no se puede dejar de señalar la vinculación de este
fenómeno con la informalidad. Coinciden en el tiempo la expansión de las
denominaciones evangélicas y el crecimiento de las actividades informales,
sugiriendo poderosamente que una gran proporción de los migrantes hacia
las ciudades habría comenzado a cambiar su credo religioso, a la par que
sufría una discriminación económica que la obligaba a trabajar en la ile-
galidad. Muy probablemente una identificación de la Iglesia Católica con el
statu quo que llevó a muchos informales a recurrir a otras formas de reli-
giosidad para expresar su rechazo a la sociedad mercantilista de privilegio.
La “conexión evangélica” de Fujimori creó una gran angustia en la
jerarquía católica, tradicionalmente preferida por el Estado peruano y con
una influencia mayoritaria en la población. Reaccionaron, en principio, los
principales obispos con voces de rechazo bastante duras contra lo que
entendían como una agresión injustificada por parte de las “sectas”.
Lentamente esas voces de protesta se convirtieron en una indigna-
ción que desconcertó a los feligreses. La Iglesia Católica en el Perú desde
fines de la década del sesenta ha estado claramente dividida en dos sectores
antagónicos. De un lado, “los reformistas”, partidarios de la Teología de la
Liberación y de las llamadas reformas estructurales; de otro, los “conser-
vadores”, enemigos de la Teología de la Liberación y partidarios de una
Iglesia más espiritual y menos comprometida con las luchas sociales.
Esta división separó muy acremente a la Iglesia en casi todas las
materias, al extremo de que el episcopado peruano se negó a condenar la
Teología de la Liberación antes de la Instrucción Ratzinger. Los obispos
reunidos empataron la votación. El anciano cardenal Juan Landázuri Ric-
ketts se negó a dirimir esta disputa, manteniendo su tradicional indecisión.
Sin embargo, durante la campaña electoral asumió como nuevo Ar-
zobispo de Lima y primado de la Iglesia Católica, monseñor Augusto Var-
gas Alzamora, un jesuita de enorme experiencia pastoral y docente.
Acostumbrados al viejo estilo de Landázuri, los católicos muy pron-
to descubrieron que Vargas Alzamora era mucho más dinámico y moderno,
expresando el espíritu renovador que Juan Pablo II le ha impuesto a la
Iglesia.
Desde que asumió el cargo, Vargas Alzamora se mostró resuelto a
emprender la nueva evangelización del Perú y devolverle a la Iglesia la
influencia y la cohesión que sus conflictos internos la habían hecho perder.
ENRIQUE GHERSI 9

Dejó muy en claro que era un hombre de carácter. No obstante, nada de


ellos iba a ser equiparable a los tormentosos días que transcurrirían entre la
primera y segunda vueltas electorales.
Descubierta la conexión evangélica y difundidos algunos documen-
tos que la acreditaban, la reacción católica fue realmente espectacular.
El nuevo arzobispo Vargas Alzamora pasó muy rápidamente a la
ofensiva y, frente a la sorpresa de una grey acostumbrada a ver dividida a
la jerarquía, los obispos “conservadores” y “progresistas”salieron a recha-
zar enérgicamente la infiltración de las “sectas” tras de la candidatura fuji-
morista.
Es verdad que cada cual usó su propio argumento. Unos rechazaban
a las sectas por ser protestantes, herejes y blasfemas. Otros, por ser agentes
del “imperialismo yanqui”, defensoras del control de la natalidad o corrup-
tores de la juventud. Pero en todos los casos, la agresividad verbal contra
las denominaciones evangélicas alcanzó niveles completamente desconoci-
dos en un país en el cual existe libertad de credos desde principios de la
república.
El colmo del paroxismo católico llegó cuando se descubrió que
aparentemente algunos evangélicos habían insultado a la Virgen María en
unos panfletos publicitarios distribuidos subrepticiamente.
La poca seriedad de este descubrimiento nunca fue aceptada, aunque
debemos reconocer que hay una enorme posibilidad de que el panfleto en
cuestión haya sido una falsificación.
En cualquier caso, la facilidad con que la jerarquía reputó válido el
descubrimiento sugiere poderosamente que en esa situación se andaba más
bien en búsqueda de un pretexto y que casi cualquier cosa podría haber
sido tomada como tal.
Así la Iglesia Católica dio el paso supremo. El nuevo Arzobispo de
Lima ordenó la salida en procesión extraordinaria de “El Señor de los
Milagros”, la más venerada efigie católica de América latina.
Tradicionalmente esta procesión es un evento de gran recogimiento
religioso que se lleva a cabo durante el mes de octubre de cada año, mez-
clando el fervor cristiano con manifestaciones de folclor y cultura popu-
lares realmente extraordinarias. Esta vez, “El Señor de los Milagros” salió
en procesión no en octubre sino en mayo y no para curar enfermos o hacer
maravillas, sino para conjurar el demonio protestante y cambiar un resul-
tado electoral.
Lo más curioso de todo fue que, con esta actitud, la jerarquía católi-
ca terminó recurriendo a “El Señor de los Milagros” para respaldar al
candidato agnóstico y liberal Vargas Llosa, contra el católico y socialista
10 ESTUDIOS PÚBLICOS

Fujimori, apoyado, a su vez, por los evangélicos, tenaces defensores del


capitalismo.

El reino de la gran confusión

Contrariamente a lo que la jerarquía esperaba, ninguna de sus in-


vocaciones al Cristo milagroso sirvieron para exorcizar a Fujimori del dia-
blo evangélico.
Por el contrario, lo único que causaron fue una gran confusión. Las
clases medias y altas, muy poco representativas de la mayoría de la pobla-
ción, entendieron el mensaje político nada sutil que la “guerra santa” quería
trasmitir. Pero las clases bajas, inmensa mayoría de la población, quedaron
completamente confundidas.
Nunca se entendió por qué el nuevo Arzobispo sacó las andas de “El
Señor de los Milagros” fuera de temporada y, contrariamente a lo que la
jerarquía esperaba, quienes encontraron algún argumento creyeron que era
en contra del “ateísmo” de Vargas Llosa.
Paradójicamente se produjo, así, una de las confusiones más patéti-
cas de la historia peruana. La Iglesia Católica quería cerrarles el paso a los
evangélicos, pero terminó desorientando a tal extremo a la gente que mu-
chos pensaron que había que votar contra Vargas Llosa, pues grandes cala-
midades podrían llegar al Perú si una persona que públicamente había
manifestado su impiedad llegaba a ocupar la primera magistratura.
El beneficiado resultó ser Alberto Fujimori, aunque a la postre la
Iglesia Católica pudo también lograr su objetivo de distanciar al nuevo
Presidente de las denominaciones evangélicas.
En efecto, electo ya Fujimori, su vinculación con sus otrora aliados
protestantes ha tendido a enfriarse crecientemente, al extremo de haberse
roto las relaciones personales entre el Presidente y el segundo Vice-
presidente, Carlos García y García, Jefe del Consejo Evangélico Peruano.
No obstante haber conseguido alejar a Fujimori de los evangélicos,
la Iglesia Católica tiene con él en la actualidad las relaciones más frías y
tensas que jamás hayan tenido con un Presidente en toda la historia de
nuestro país. Los ecos de la “guerra santa” aún están por “escucharse”.

Colofón

Vargas Llosa perdió, ciertamente, la batalla política, pero cada vez


va quedando más en evidencia que ganó la batalla ideológica. Un Fujimori
socialista se ve obligado ahora a gobernar imitando, con bastante impreci-
ENRIQUE GHERSI 11

sión, la propuesta de Vargas Llosa. Ya nadie habla en el Perú de estatizar,


ni de controlar, ni de expropiar. Ya nadie defiende a la burocracia ni a la
empresa pública. Todos, incluida la propia izquierda marxista, son ahora
“liberales” y se esfuerzan por hablar de mercado y competencia.
Sólo se yerguen contra estas nuevas ideas victoriosas el fanatismo y
el terrorismo de Sendero Luminoso, dispuesto todavía a enarbolar los pen-
dones del comunismo fundamentalista, una religión secular cuyo destino
final está ya sellado por la historia de los hombres.
ENSAYO

ACERCA DE UN ENSAYO DE
SUSAN SONTAG
LA ESTÉTICA DEL SILENCIO

Gonzalo Contreras

En “La estética del silencio”, ensayo publicado en 1967, Susan


Sontag define los objetivos éticos y estéticos del arte moderno,
según los cuales la tarea del artista, considerada como “actividad
absoluta”, en su búsqueda por expandir los límites de la conciencia
humana debe forzosamente concluir en el silencio, la abstracción
total, la total autonomía del mensaje y, finalmente, la ruptura del
propio instrumento. Este texto, muy “de época”, es sin embargo un
buen punto de partida, argumenta Gonzalo Contreras, para hacer un
análisis del estado actual del arte y del quiebre dramático con los
motores vitales que movilizaron la creación artística durante toda la
llamada modernidad.

S usan Sontag es una de las intelectuales americanas más leídas y


comentadas hoy en día. Sus dos últimos libros ensayísticos, La enfermedad
y sus metáforas y El Sida y sus metáforas, lúcidas y originales aproxi-
maciones al tema de la patología y su consecuencia social, han puesto otra
vez de actualidad a esta escritora que parecía haber hecho su cosecha en las
décadas del sesenta y setenta. Porque resulta por lo menos curioso que un

GONZALO C ONTRERAS. Escritor y periodista. Autor de La Danza Ejecutada (Ediciones


Paralelo, 1986) y La Ciudad Anterior (próxima a aparecer). Colaborador literario de diversas
publicaciones.

Estudios Públicos, 42 (otoño 1991).


2 ESTUDIOS PÚBLICOS

pensamiento que gastó su artillería en las batallas de aquella época, haya


logrado penetrar indemne a la contemporaneidad. Este es sin duda el caso
de Susan Sontag. Por cuestiones de estilo, la Sontag suele ser catalogada
como una figura paradigmática del intelectual americano de la época beat.
Este espécimen, hoy en franca retaguardia, que subsiste acaso como dato
de época a través de algún melancólico personaje de una película del cine
cult americano, fue una de las producciones más arquetípicas de la voluble
cultura del país del norte. El intelectual “radical”, contestario, el desvelado
de la justicia en el mundo, ese objeto impuro, americano y dotado a la vez
de un palpitante corazón de izquierda, en fin, ese intelectual que Paul
Johnson delezna, un artículo suntuario de la cultura occidental, pero no por
ello menos vicioso y corruptor.
Susan Sontag enarboló todas las banderas de lucha de su genera-
ción: pacifismo a ultranza, antiamericanismo visceral como prueba de su
genuina mala conciencia, proselitismo sexual, sentimentalismo tercermun-
dista, vanguardismo en materia de arte, iluminismo en materia política y
una ofuscación terminal ante cualquier forma de poder. A la luz de los
hechos y las ideas que hoy se transan en el mercado, muchas de estas
proposiciones pueden parecer voluntaristas, frívolas, ingenuas y hasta men-
daces. Sin embargo, ¡qué nostalgia de aquella época! (Un mundo inteligible
y básicamente bien compartimentado.) Los intelectuales del mundo cerran-
do filas, al parecer, junto a los más débiles, y los poderosos del mundo
arrinconados en su lóbrega soledad.
Esas tensiones, al menos expresadas de ese modo, hoy no existen y
ha sido necesario un gran valor intelectual para escapar a los maniqueísmos
de la hora. En el caso de Susan Sontag, fue su genuina y esencial “radicali-
dad” lo que le permitió salir airosa de esa enrarecida atmósfera. Se trata sin
duda de una de las voces más resueltas, independientes y vitales que ha
producido Estados Unidos en las últimas décadas. Muy tempranamente
mostraba sus reservas acerca del “nihilismo civilizado” de Camus y osaba
calificarlo como escritor mediocre, y como pensador, “un epígono extraor-
dinariamente talentoso y culto”. Escribe en contra de la “tosquedad” de
Lukács, cuando éste era la referencia obligada de la crítica literaria, y
dispara contra “las obviedades superfluas y la suntuosa vanidad” de Iones-
co. Si de Brecht dice que es “didáctico”, Arthur Miller “escribe como una
caricatura de publicación de izquierdas”. De la hipertrofia de la obra sar-
treana Susan Sontag tiene la lucidez suficiente para discernir lo mejor de lo
peor. Su constante crispamiento intelectual la deja a salvo de las modas y
los sentimentalismos obligados de la época, y si hoy resulta tan fácil carica-
turizar y sepultar las discusiones de esos años, las opciones de la Sontag,
GONZALO CONTRERAS 3

pese a toda la retórica de época que se deja sentir por aquí y por allá en sus
escritos, no han perdido vigencia o son, al menos, una referencia ineludible
para apreciar los fenómenos culturales de esta parte del siglo.
Los dos libros de ensayos críticos traducidos al español, Contra la
interpretación (1965) (Seix Barral, 1984) y Estilos radicales (1967) (Mu-
chnik, 1988) reúnen el grueso de la producción de la Sontag en el período
aludido. De este último, nos interesa el ensayo titulado “La estética del
silencio”, uno de los más personales, originales y sintomáticos trabajos
acerca del espíritu del arte contemporáneo. Si bien con él la Sontag no
pretende realizar un diagnóstico, sino apenas un esbozo impresionista y a
veces arbitrario de los estímulos que ella advertía a su alrededor, se puede
leer hoy como una inquietante síntesis, una especie de estado de cosas
acerca de la labor del artista, del fenómeno de la creación en un momento
dado de la historia, pero que no ha perdido ninguna de sus resonancias si es
que no se proyectan hasta nuestros días. La misma Sontag advierte en el
posfacio a la edición española de 1988: “Considero que hoy es más necesa-
rio que nunca hacer proselitismo en favor de aquella concepción de lo
‘radical’ —del idealismo moral radical y de la estética ‘radical’ “—. Así
como constata con gozo en su relectura, “La euforia ante el descubrimiento
de que mi exaltada lealtad a los cánones de la alta cultura no chocaba con
mi creencia en la seriedad moral de las estrategias de transgresión en el arte
y el pensamiento utópico, sino que hallaba apoyo en ella”.
Porque resulta tentador leer estos escritos por el solo placer de co-
rroborar cómo la historia los ha desacreditado, y es justamente esa satisfac-
ción precipitada de aquellos que han sepultado sin más el pensamiento
crítico lo que lleva de algún modo a añorar los aspectos saludables de dicha
postura para salirle al paso al conformismo no menos maniqueo según el
cual no vale la pena siquiera plantearse ciertas cuestiones. El conjunto de la
obra de la Sontag comprueba, por un lado, que muchos de los problemas
planteados en esa época continúan vigentes, o más aún, se han agudizado, y
que el pensamiento crítico continúa siendo una manera válida de enfrentar
la realidad. Las formulaciones de “La estética del silencio” en este caso
constituyen un valioso instrumento para desentrañar cuestiones del presente
que la Sontag tuvo el talento de vislumbrar.
Afirma Susan Sontag que “en la época moderna, una de las metáfo-
ras más trajinadas para el proyecto espiritual es el arte”. Para despejar de
entrada el concepto de espiritualidad, atengámonos al que maneja la misma
Sontag: “Espiritualidad=planes; terminologías; normas de conducta enca-
minadas a resolver las dolorosas contradicciones estructurales inherentes a
la situación humana, a la consumación de la conciencia humana, a la tras-
4 ESTUDIOS PÚBLICOS

cendencia”. Respecto de la primera afirmación, es válido plantearse cuándo


y cómo el arte, por un proceso de sustitución, reemplaza a otras formas
unificadoras de espiritualidad como pueden ser la religión. ¿Desde el Rena-
cimiento en adelante, de la Ilustración, del Romanticismo, desde el fin de
éste? Unas épocas y otras han situado sus planos ideales, determinado sus
conflictos y los medios de resolverlos según una determinada ética, si bien
en la modernidad todos ellos han encontrado la respuesta en una creciente
emancipación de la conciencia humana. Desde la óptica de la Sontag, la
aventura poética de los simbolistas, de los surrealistas más tarde, ¿no cons-
tituyen verdaderas conquistas del hombre en cuanto a ensanchar su mundo
cognitivo y a plantear misterios hasta entonces innombrados para el alma
humana? Con diferentes intensidades, en distintos períodos, el arte, particu-
larmente la poesía, ha gozado del espejeante atributo de ser un extremo de
la experiencia humana, la ladera más empinada por donde el hombre trepa
hacia la cima de sí mismo. El artista como visionario, como mártir, como
dolorosa conciencia social, ha ido dando si no una espiritualidad con todo
lo que la palabra podría significar, al menos una modulación a sus ideales y
una respuesta radical a sus conflictos. Hoy día ya es un lugar común acuña-
do en dicha tradición decir que el arte es un reflejo de la conciencia huma-
na. Para la Sontag, “la elevación de las artes a la categoría de ‘arte’ genera
el mito principal sobre el arte, a saber, el que concierne a la naturaleza
absoluta de la actividad del artista”.
Esta descripción responde a una idea sin duda un poco romántica
del arte y del artista, y ambos han sufrido, por supuesto, una pareja desacra-
lización propia de los tiempos modernos. Pero es imposible pensar en el
fenómeno sin considerar esa tradición. Sólo que en el supuesto que maneja-
mos —que el arte modula el proyecto espiritual— esa desacralización
arrastra en su caída más material que el que debiera y el escalofrío que
provoca alcanza una mayor onda expansiva. Es ahí donde sitúa la Sontag el
otro momento del problema. Porque en esta dimensión de la tarea artística,
ésta se convierte en “una actividad profundamente problemática”, en la
medida que “la meta que se adjudica al arte, cualquiera sea, termina por
surtir un efecto restrictivo cuando se la coteja con las metas más vastas de
la conciencia”. Porque en la versión contemporánea, el arte no es una mera
expresión de la conciencia, la conciencia en busca de su propio conoci-
miento, sino “[d]icha versión del mito tiende a asociar el arte con la necesi-
dad o capacidad de autoalienarse ínsita en la mente. Ya no se interpreta el
arte como la conciencia que se expresa y se afirma, por tanto, implícita-
mente. El arte ya no es la conciencia per se, sino más bien su antídoto,
emanado del seno de la conciencia misma”. Esta noción trágica del arte es
GONZALO CONTRERAS 5

natural a su propio objetivo. La conciencia no es un bien en sí mismo cuya


exploración y posesión tiendan al ennoblecimiento de la vida del hombre,
muy por el contrario, es la generadora de los aspectos más sombríos, con-
tradictorios y destructivos del ser humano. Tal vez de Baudelaire en ade-
lante, el artista encuentra con estupor una conciencia culpable, fragmenta-
ria y emboscada, contra la que él se rebela vengativamente, en un intento
por anularla con sus propias armas. La exploración de ella no conduce sino
al abismo.
Dada esta naturaleza esencialmente problemática del arte, en esta
pugna por alcanzar a través del arte la plenitud de la experiencia de la
conciencia, el “espíritu que busca corporizarse en el arte, choca con la
naturaleza ‘material’ del arte mismo”. Porque lo natural a esa indagación es
la exploración de nuevas posibilidades expresivas que van aboliendo las ya
conseguidas, pues éstas se han fosilizado en un mero objeto artístico, cosa
que a la conciencia repugna, ya que no es su objetivo ornamentar el paisaje
espiritual del hombre. El artista tiene entonces con su instrumento una
relación conflictiva, que lo empuja y lo inhibe a la vez: el arte, sus pro-
cedimientos y toda su retórica se interponen a la consecución de este estado
superior de la conciencia. De ahí a romper el propio instrumento, sólo hay
un paso. “Por consiguiente, se termina por interpretar el arte como algo que
es necesario destronar. En la obra de arte individual ingresa un nuevo
elemento que se convierte en parte integrante de ella: la exhortación (tácita
o implícita) a abolirla y en última instancia a abolir el arte mismo”. Según
esta visión del fenómeno, se da la paradoja que el arte es el objetivo y, a la
vez, el obstáculo “material”, y la tradición artística, el gran lastre que
impide emprender el verdadero vuelo. “El arte se convierte en el enemigo
del artista, porque le niega la realización —la trascendencia— que desea”.
Continúa la Sontag: “Así como la actividad debe concluir en una vía nega-
tiva, en una teología de la ausencia de Dios, en un anhelo de alcanzar el
limbo del desconocimiento que se encuentra más allá del conocimiento y el
silencio que se encuentra más allá de las palabras, así también el arte debe
orientarse hacia el antiarte, hacia la eliminación del sujeto (el ‘objeto’, la
‘imagen’) hacia la sustitución de la intención por el azar, y hacia la búsque-
da del silencio”.
En esta línea, Susan Sontag invoca los nombres más obvios, Rim-
baud comerciando con esclavos en Abisinia después de haber vislumbrado
los límites de la conciencia-infierno; Wittgenstein abandonando su carrera
de profesor para perderse en un oscuro anonimato de enfermero de hospi-
tal; Duchamp renunciando a las glorias de la mundanidad artística para
enfrascarse en otra matemática superior, el ajedrez. Existiría la constata-
6 ESTUDIOS PÚBLICOS

ción, luego de una intensa experiencia intelectual, que la sola honestidad


que le cabe al artista es la renuncia, el silencio, luego del cual se aprecian la
verdad, futilidad y frivolidad del arte tal como lo concebimos. En otras
palabras, el arte como un amaneramiento del espíritu, un camino inter-
medio y una pista equivocada, condenada al fracaso para ese estadio
superior, que en términos de ajedrez también sería hacer tablas con la
conciencia.
Sin duda, esta manera de ver las cosas se asemeja, particularmente,
a la visión hindostánica, en la cual el arte no existe, o no es más que un
oficio aplicado sin mayor valor que otras actividades, y donde la conquista
suprema del hombre consiste en alcanzar un estado extático en el que se
equilibran todas las fuerzas del cosmos y todos los conflictos se anulan. Sin
embargo, en la práctica del arte moderno de Occidente, las cosas no ocu-
rren así, y eso no lo ignora Susan Sontag.
Este estado de “silencio” al que ha tendido el arte moderno asume
diversas formas. Beckett habla de “mi sueño de un arte desprovisto de
rencor por su indigencia insuperable y demasiado orgulloso para prestarse a
la farsa del toma y daca”. “En la medida que es serio —dice la Sontag—, el
artista experimenta continuamente la tentación de cortar el diálogo que
sostiene con el público”. En efecto, una de las formas que ha asumido este
“silencio” es la ininteligibilidad. “Mediante el silencio [el artista] se eman-
cipa de la sujeción servil al mundo, que se presenta como mecenas, cliente,
consumidor, antagonista, árbitro y deformador de su obra”. Dado que esta
opción del “silencio” nunca es total y siempre es parcial, ya que los artistas
continúan haciendo arte, una forma de transacción con ese espíritu es el
cripticismo del lenguaje artístico. El arte, entonces, ya no pretende comu-
nicarse con un público receptivo, sino que es una cuestión que el artista
resuelve consigo mismo en un duelo ensimismado del que no participan el
gusto, la tradición u otras formas de aceptación que posee la comunidad.
Esta ruptura tal vez sea uno de los más preciados trofeos del arte moderno,
y para la Sontag, una prueba sintomática que el “silencio” existe. Ese
“silencio” no es otro que la actitud ofuscada, vehemente, taciturna que
adoptaron muchas formas de arte en las décadas del sesenta y setenta. El
arte conceptual es un hijo predilecto de este espíritu. Con él y a partir de los
ready made el arte comienza a retorcerle el pescuezo al sentido original de
la comunicación. Caben aquí las palabras de Beckett: “La expresión de que
no hay nada que expresar, nada que sirva de punto de partida para expresar,
ni poder para expresar, ni deseo de expresar, a lo cual se suma la obligación
de expresar”. Buena parte de la vitalidad del arte moderno proviene de esta
frustración. “Dado que no hay nada que decir, buscamos la forma de decir
GONZALO CONTRERAS 7

precisamente eso”. La ruptura con los formatos tradicionales, que puede


semejar en una primera lectura el derrumbe de fastidiosas fronteras, apunta
a esta crisis de elocuencia. El happening es una de esas formas, si bien la
Sontag la considera espuria. “La costumbre inveterada del arte moderno,
que consiste en disgustar, provocar o frustrar a su público se puede inter-
pretar como una participación limitada, vicaria, en el ideal de silencio que
ha sido entronizado como una norma capital de seriedad en la estética
contemporánea”. Este “arte de fines sacerdotales” se vuelve entonces histe-
ria pura, voluntarismo y sin sentido. La pista comienza a diluirse, y el
mismo discurso de la Sontag pierde rotundidad. Afirma: “Ninguna de las
agresiones cometidas premeditada o involuntariamente por los artistas mo-
dernos ha logrado abolir el público o transformarlo en algo distinto, en una
comunidad ocupada en una actividad común”. Continúa: “Discutir la idea
del silencio en el arte implica discutir las diversas alternativas que encierra
esta situación esencialmente inalterable”.
Este ecuánime balance obedece a dos constataciones. La primera es
que todas las transgresiones terminan por legitimarse y encontrar acepta-
ción en públicos no iniciados. La segunda es que no se puede abolir el arte
sin abolir con ello el espíritu, y si volviendo atrás el arte es una suerte de
punta de lanza del proyecto espiritual, ¿de qué proyecto entonces estamos
hablando ahora?
“La degradación en la historia del lenguaje lo convierte en un mi-
crocosmo de la situación desdichada en que se encuentran actualmente las
artes. El arte ha avanzado tanto por los caminos laberínticos del proyecto
de trascendencia, que es difícil imaginar una vuelta atrás...” apunta la Son-
tag, y aquí parece haber llegado a un problema insoluble que dice relación
con dos aspectos enunciados por la autora: la pretensión del arte de liderar
el proyecto espiritual, y lo que se podría llamar, su historicismo.
El lenguaje de las artes cayó en la trampa de su propia historicidad,
esa compulsión de estar en la historia y marchar con ella. Como si ésta, la
historia, fuera coherente y su desarrollo necesario, el lenguaje de las artes
evolucionó tributando a un nebuloso progreso. Esta idea de la progresión
que anima al arte, involucrado en el proyecto espiritual, es la que comienza
a mostrar síntomas de fatiga en los momentos que Susan Sontag escribió su
ensayo. Sin embargo, la Sontag despacha el asunto definiendo la historici-
dad simplemente como una “carga insoportable de artificialidad”. “Al artis-
ta le resulta casi imposible escribir una palabra que no le traiga el recuerdo
de algo ya logrado”. Desde esa postura, el pasado es enervante, una fasti-
diosa y constante verificación, un cable a tierra en sus imperativos de
trascendencia. Lo obvio es romper con él. Ahora bien, la ruptura con el
8 ESTUDIOS PÚBLICOS

pasado, ya lo sabemos, es el aspecto más propio de la historicidad del


lenguaje de las artes.
Sin embargo, alega la autora, para salvarse de esta “degradación del
lenguaje en la historia”, para librarse de la alienación, el arte debe huir de
cualquier interpelación al tiempo refugiándose en ese silencio que no le
concede nada a nadie porque semeja la eternidad. Un arte que estuviera
fuera de las injurias del tiempo, de esa triste vulnerablidad de un tiempo
que se devora constantemente a sí mismo.
Ahora bien, este imperativo de deshacerse de la historicidad obede-
ce sólo a la constatación tardía del mecanismo de la trampa que le cierra el
camino. Si el camino se revela impracticable, entonces salgámonos de él.
La Sontag cree que de alguna manera esta alternativa todavía es posible.
Deshacerse de la historia cuando no se sabe qué hacer con ella porque se ha
vuelto ininteligible, es una desesperada opción de última hora. Sin embar-
go, y ahí está la cuestión, todos los planteamientos de la Sontag están
hechos de la postura historicista más clásica, de la cual por supuesto ella no
es la inventora, sino acaso, en su discurso, una víctima. En síntesis, el
grueso de su discurrir dice relación con los problemas y el género de
respuesta del proyecto de la modernidad. La elaboración especiosa de esta
“estética del silencio”, algo así como erigir en sistema las facultades de un
ciego, no es más que la forma terminal que asume este proceso. Porque esta
especie de punto muerto, este “espacio blanco”, este fin de ruta sin bifurca-
ciones siquiera, no deja de ser, aunque fuera el último, un tramo de la
misma vía.
En suma, en lugar de una negación positiva, como lo quiere la
Sontag, este silencio, esta afacia, no es más que la frustración expresiva del
arte ante nuevos problemas que plantea su propia definición de las cosas.
El arte como camino de trascendencia, el arte como proyecto espiritual, el
arte como actividad absoluta, comienzan a sonar sospechosos, como si no
fuera éste un problema de agotamiento de medios, sino simplemente que es
el blanco el equivocado. Las interrogantes son obvias: ¿puede el arte cons-
tituirse en el proyecto espiritual de una sociedad? Si el arte ha sido un
vehículo de emancipación para las facultades de la conciencia, ¿cuáles son
estas nuevas emancipaciones que se le plantean al hombre contemporá-
neo?, ¿dónde reside en la actualidad el ejercicio de una verdadera libertad?
Hoy en día hablar de proyecto espiritual parece ambicioso, o ingenuo, o las
dos cosas a la vez; muchos ni siquiera esperan que exista tal cosa, nos
hemos conformado a que no lo haya. En una sociedad de desencantados
consensos, pareciera que la pregunta pertinente es qué rol le cabe al arte, en
lugar de pedirle que lidere proyecte ninguno. Sin el viento entusiasta del
GONZALO CONTRERAS 9

proyecto espiritual del que participa y la coherencia histórica en que se ve


envuelto, ¿estaría el arte relegado a las leyes de su oficio, a una mera
aventura individual de consecuencias formales? ¿Se ha despojado el arte
contemporáneo de uno de los principales motores vitales, que fue el de la
constante superación de sus propios límites? La “estética del silencio” de
Susan Sontag aparece hoy como un elaborado “canto de cisne”, como la
sublimación de una derrota y la constatación visionaria de un fenómeno
que, transcurridos veinticinco años, ha tomado una consistencia que su
autora por supuesto no podía prever. Este es, en el espíritu del arte, la
pérdida de su conciencia de destino y la duda esencial de su legitimidad.
Vaciado de la abrumadora carga valórica que sustentó su quehacer, ¿dónde
encuentra hoy su élan vital? La cuestión no parece quedar sino en estado de
pregunta. En la actualidad, particularmente en la literatura y de modo espe-
cífico en la narrativa europea, vemos toda una novelística que exhibe una
desembozada indiferencia ante las viejas tensiones de las conquistas expre-
sivas, y retoma ciertas virtudes como la inteligiblidad o la factura normal.
¿Se trata de una señal valedera? Según ese dato, pareciera que del naufra-
gio, ¿valía la pena, al menos, salvar el casco?
LIBRO

MARK FALCOFF:
MODERN CHILE 1970-1989. A CRITICAL HISTORY*
**
Joaquín Fermandois H.

UNA HISTORIA SEPULTADA

L a crisis del sistema político chileno a comienzos de los años


setenta, que desembocó en el gobierno militar y en el gobierno personal
más largo de la historia del país, ha dejado de ser una protagonista de la
escena analítica. Y como punto de referencia de la vida pública, sólo se la
trata de soslayo. Esto sucede no sólo en el exterior, donde ya hace tiempo
Chile se sumergió en el olvido, probablemente para nuestro bien, sino que
también en la conciencia nacional, lo que puede tener consecuencias más
resbaladizas.
La decadencia en el interés intelectual que ha provocado en estos
últimos años el período de la Unidad Popular tiene también otra expli-
cación: la notoria inflación en el número de trabajos sobre este tema desde
comienzos de los años 1970. Tampoco era una situación normal; los recur-
sos y el apetito para esta cuestión tenían que menguar. En la historia del
tratamiento de los temas, estas idas y venidas de los intereses, tan indistin-
guibles de las simples modas, son por lo demás comunes. Existe, natural-
mente, el hecho de una saturación que requiere de una pausa de parte del
intelecto. Por ello resulta interesante, tanto en Chile como en Estados
Unidos, la aparición de este libro de Mark Falcoff. Además es un hecho

*Reseña del libro de Mark Falcoff, Modern Chile 1970-1989. A Critical


History (New Brunswick, Londres: Transaction Publishers, 1989).
**
Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Católica de
Valparaíso y de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
178 ESTUDIOS PÚBLICOS

refrescante debido a la aproximación relativamente novedosa con que el


autor desarrolla el tema.
Por una parte, el libro de Falcoff, a diferencia de los trabajos de
tantos chilenólogos norteamericanos, sustrae al escenario chileno de un
análisis centrado en la "dependencia" con EE. UU. Lo coloca, en cambio, en
relación a su propia historia y a las alternativas y circunstancias que exis-
tían hacia 1970. De esta manera el desenlace chileno no es visto como sub-
producto de la proyección norteamericana, sino como resultado de constre-
ñimientos y elecciones efectuados por los actores chilenos en Chile, aun
manteniendo como un tema importante la política de Washington y su
influencia en los acontecimientos del país austral. Por otro lado, el autor
pertenece a la escuela, más bien minoritaria, de latinoamericanistas nortea-
mericanos que poseen una vasta formación cultural que les permite pensar
más profundamente los argumentos y hallar las paradojas en afirmaciones
aparentemente lógicas. No en último término, esto se revela en una prosa
rica y fluida que ayuda a traslucir la complejidad de los hechos sin perder
claridad expositiva y analítica.
El "Chile moderno" del que habla Falcoff no está referido por cierto a
la modernización reciente (un título más estricto hubiera constreñido las
fechas a 1970-1973), sino que a las alternativas que posibilitaron el sur-
gimiento del gobierno de Allende y que favorecieron su catastrófico
derrumbe. Los actores políticos y sociales chilenos y el rol de EE. UU. son
los principales elementos que analiza. Su estudio está basado en una
impresionante masa documental que aparece ampliamente en las notas,
aunque destaca —salvo cuando requiere datos estadísticos— la literatura
producida en EE. UU. antes que la publicada en Chile o en el resto del
mundo. Sobre todo, el autor se preocupa de reducir las interpretaciones
existentes a tesis que luego procura demoler, generalmente con éxito. Si
existe un interés de debate en Chile, quienes defienden las interpretaciones
favorables al gobierno de la Unidad Popular deberían estar llamados a
efectuar una crítica de este texto, la que para ser fecunda debe fijarse en la
línea argumental del autor y no limitarse a una proclamación de fidelidades
carentes de sentido para la búsqueda intelectual.
Frente a las interpretaciones más corrientes acerca del triunfo de la
Unidad Popular, y que destacan un presunto movimiento irresistible de
radicalización en los años 1960 —y de frustración con el medio social—,
Falcoff en cambio se detiene en su potencial conservador. El Chile que
aparece es más bien una sociedad "corporativa" que ha aumentado sus de-
mandas, pero que no quiere romper con sus instituciones sociales. Si el país
algo no deseaba, era lograr una redistribución por medio de una economía de
MARK FALCOFF: MODERN CHILE 1970-1989. A CRITICAL HISTORY 179

mercado, a la vez que ni remotamente existía la situación que permitiera


hablar de que las condiciones estaban "maduras para la revolución". Tanto la
clase media como los sindicatos marxistas tenían sus intereses profun-
damente atados al sistema existente. "Hasta 1970 preferían posponer lo más
posible —y por cualquier medio mantener— cualquiera decisión para alterar
radicalmente las estructuras sociales y económicas que habían heredado"
(p. 21). La misma elección presidencial, lejos de confirmar la supuesta
tendencia hacia la izquierda, había entregado menos votos al candidato
marxista que en 1964.
Más allá de la ahora tan desprestigiada teoría del "bloqueo invisible",
el programa económico de la Unidad Popular, diseñado para obtener un
abrumador apoyo electoral en el corto plazo, debía necesariamente fracasar
en el mediano plazo. Las dificultades del gobierno eran producto "de la
búsqueda de objetivos mutuamente excluyentes: inversión y consumo, ple-
no empleo y presupuesto equilibrado, desaliento de precios y mayor pro-
ductividad, inflación y redistribución, independencia económica y un
aumento importante de la deuda externa" (p. 72). Para Falcoff no hubo
verdaderamente un camino chileno hacia el socialismo. Lo que realizó la
Unidad Popular fue hacer la vida insoportable para el capitalismo chileno,
ejecutando un populismo que estrujara "a los ricos", pero que econó-
micamente era inviable y tenía que conducir forzosamente a una alternativa
socialista.
Falcoff sigue la ruta del desastre en dos aspectos, la reforma agraria y
la creación del "área de propiedad social". En la primera se produjo la mayor
distancia entre los deseos y la realidad, y la reforma agraria, con la abolición
del latifundio —que desde diversas persuasiones se aseguraba que era la
fuente de la baja productividad agrícola—, no provocó un incremento de la
producción. Por el contrario, lo que se tuvo fue una catástrofe alimentaria
(unida a un crecimiento ultrakeynesiano del consumo) que obligó al
gobierno a gastar las escasas divisas en aumentar la importación de
alimentos. Aquí, añadimos, se debe ubicar una causa esencial de la falencia
de medios de pago, antes que en esc mítico "bloqueo invisible", leyenda
repetida, aunque varias veces demolida en otra parte. Por cierto, el raciocinio
que existía tras esta política era esencialmente político, obtener la mo-
vilización del campesinado para convertirlo en un factor en la aguda
competencia interna por el poder total. En cierta medida esta fue la realidad
que se reveló también tras la creación del área de propiedad social. Se
suponía que la plusvalía capitalista iba a financiar ese nuevo sector que
representaba al naciente socialismo, pero finalmente no hizo más que
aumentar sideralmente los tradicionales déficit del sector público. Sin
180 ESTUDIOS PÚBLICOS

embargo, este fin se convirtió en "intransable" por parte del gobierno de


Allende (o, lo que para el caso es lo mismo, de su coalición partidaria). Esta
deficiencia, para el autor, constituyó "quizás la causa principal" de la caída
de la Unidad Popular y el fracaso del "segundo modelo" de camino hacia el
socialismo proclamado por Allende en 1971, ya que le llevó a privarse de su
propia base de centro y centro izquierda, sin la cual no podía construir una
mayoría requerida para los cambios radicales que propugnaba. Algo similar
habría ocurrido en el caso del cobre, aunque en él existía un consenso —so-
bre cuya justicia tanto el autor del libro como el de la reseña abrigan
dudas— que tendió un manto de legitimidad sobre la virtual nacionalización
sin compensaciones de 1971. Ello no obstó para que también en este campo
fallara la decisiva y requerida contención de los costos de producción. La
agitación sindical, que había sido una fuente de poder de los partidos mar-
xistas, pasó a manos de sus rivales que actuaban sobre terreno abonado.
Finalmente, el autor no escamotea el problema de las relaciones con
Estados Unidos y de la intervención norteamericana. Nadie en Estados
Unidos ha estudiado con tanta minuciosidad las fuentes en las que se basa la
controversia. Falcoff demuestra persuasivamente cómo la política nortea-
mericana más que determinante de los acontecimientos fue impotente para
influir en los sucesos chilenos. No pudo en un primer momento tener éxito
en su apoyo al gobierno "reformista" de Frei; y después, al contribuir al
financiamiento de la oposición contra Allende, no logró la finalidad de
posibilitar la prolongación de su vida hasta las elecciones de 1976. Cuales-
quiera "hayan sido sus intenciones, Estados Unidos fue completamente
incapaz de ocasionar las debilidades fundamentales del régimen de Allende.
Estas consistieron en el fracaso por obtener un mandato decisivo en las
urnas, una coalición gobernante internamente inconsistente y frecuen-
temente en guerra con sus elementos constituyentes, una política econó-
mica desuñada a polarizar a sus partidarios y a sus enemigos, y, finalmente,
la necesidad de recurrir a los militares para (mantener) la estabilidad que
sólo podría haber sido provista por un consenso genuino. Aquí estaban —y
no en las maquinaciones más imaginarias que reales de la CIA— plantadas
las semillas del desastre" (p. 240). Por último, el autor esboza dos capítulos
más sobre la caída de la Unidad Popular y sobre algunos rasgos del gobierno
militar que le sucedió. Pero lo esencial del libro de Falcoff radica en colocar
la intervención norteamericana en la política chilena en el contexto del
desarrollo de la sociedad chilena durante el gobierno de Allende, y en esta
empresa su autor nos parece exitoso.
Dos reservas se deben efectuar respecto de este libro. Una menor, y
se refiere al papel de EE.UU. en la caída de la Unidad Popular. Falcoff
MARK FALCOFF: MODERN CHILE 1970-1989. A CRITICAL HISTORY 181

enuncia con vigor y credibilidad la relativa impotencia y sorpresa nortea-


mericanas ante los acontecimientos de Chile. También el programa funda-
mentalmente "institucional" (esto es, democrático, legal) por medio del cual
quería llevarlo a cabo: que el país escogiera un candidato no marxista en una
pretendida segunda vuelta electoral (Track II), y que la oposición cons-
tituyera una alternativa vigorosa en 1976. Esto no es del todo falso, pero
por muy alejados de la realidad chilena que hayan estado los responsables en
Washington, no podían ignorar el potencial subversivo de sus empresas. El
grueso de las fuentes indica que la posibilidad de un golpe era el deseo
profundo —como solución inmediata— en 1970. También el apoyo a la
oposición jugaba como idea alternativa a la posibilidad de un derrumbe
anticipado del régimen de Allende, y por ello se enviaron poderosas señales
a las FF. AA. ¿Se puede entonces "demonologizar" a Washington? Parece
difícil, ya que esa ayuda, la de 1971-73, fue aceptada gustosa por los actores
chilenos, quienes en diversas fases llegaron también a la conclusión de que
la salida institucional se perdía en la polarización de 1972-73. Esta
conclusión era compartida —en todo lo que no significaba instrumentalizar
la institucionalidad para los fines de la coalición marxista— también por la
mayoría de las fuerzas de la Unidad Popular. La concepción que del país
tenía cada uno de los actores divergía tanto, que pensar en una sociedad a la
cual se le debería fidelidad era imposible. Con todo, es difícil pensar que en
Washington no se haya recibido con alegría el 11 de septiembre, como en
su momento lo hizo la mayoría relativamente apreciable de los chilenos.
En segundo lugar, como vimos, todo el libro está cruzado de
referencias a los objetivos políticos intransables del gobierno de la Unidad
Popular, y con ello el autor se hace cargo de la polarización política. Pero
no desarrolla el tema fundamental de la violencia política que esa polari-
zación llevó consigo. Las "tomas", los "cordones", las "áreas de propiedad
socialista" y toda la política de hechos que desarrolló la coalición marxista
estuvo acompañada —como complemento insustituible— de una progresiva
paramilitarización de la práctica política que diseñó un campo de acción y
un método de sociabilidad política que condenaría al sistema democrático.
Por cierto, estas tácticas condujeron a un proceso de mimesis en donde las
fuerzas de la oposición de entonces llegaron a usar con considerable éxito
las técnicas subversivas y violentas, especialmente hacia 1973. Natural-
mente que en esa atmósfera no podía permanecer la fe en el sistema de
negociación y transacción que le es inherente a la política democrática. Los
tribunales, criticados no sin razón por su conducta posterior, quedaron
impotentes para ayudar a mantener los márgenes del Estado de derecho. Es
difícil desconocer que esta política fue promovida desde el aparato de
182 ESTUDIOS PÚBLICOS

gobierno, y que en La Moneda se pensaba en ella como una "disuasión"


para cuando fuese necesario.
Pero esta "disuasión" apuntaba hacia un código regulador que no se
encontraba en los anales del desarrollo chileno, sino que estaba en los
modelos paradigmáticos para la casi totalidad de la izquierda de entonces, las
dictaduras totalitarias como la soviética o la cubana (paradigma leído por
estos actores chilenos como "profundizar la democracia", "romper con la
dependencia", "construir el socialismo"). Y en Chile, sin negar cierta exa-
geración retórica de la entonces oposición, la que se resistía al modelo que
se pretendía imponer (sólo el medio para acceder a él era diferente, se
insistía), no podía encontrar en la institucionalidad vigente, erosionada por
los múltiples resquicios legales, la roca que fuera un sostén inconmovible
del edificio político. De ahí a su demolición entusiasta e ingenua sólo había
un paso. Es en este aspecto donde, miradas las cosas en 1970, parece haber
habido una factibilidad, ya que aunque no mayoritarias, las persuasiones
ideológicas radicales parecen haber dominado el aire intelectual de la época.
Esto incluye la atmósfera ideológica que tendía a favorecer una legitimación
transformadora de la sociedad chilena hacia metas que no podían diferenciarse
mucho de las mostradas por los sistemas totalitarios o "socialistas reales".
También aquí se encuentra la fatalidad de muchos líderes de izquierda, quizás
la del mismo Allende: por un lado, el de haberse movido generalmente en
un ambiente político democrático, y el cual sabían manejar, pero por otro
lado su punto de orientación ideal estaba más allá de él. Al verse con el
poder sólo supieron poner en marcha la política que tendía a esa dirección,
sin hacerse cargo de las consecuencias probables. La ética de la respon-
sabilidad no era el fuerte de la clase política chilena.
¿Por qué recordar estos episodios ahora, muchas veces repetidos, y
con una interpretación brillante aunque ya anunciada en diversas obras de
otros autores? Parece incluso de mal gusto, en el Chile del juste milieu y
del Informe Rettig, romper el consenso que ha tendido un denso velo de
silencio sobre estos años. Y esta actitud no necesariamente carece de
motivos valederos. No siempre es cierto el lugar común que asevera que el
olvido condena a la repetición. Pero si nuestra sociedad pretende obtener una
madurez intelectual —lo que no se puede divorciar mucho de una madurez
política, aunque no sean idénticas—, una mirada serena y desengañada a
nuestro pasado inmediato se hace imprescindible. Es en esta ruta donde se
inscribe la obra de Mark Falcoff, y debe ser leída atentamente, más allá de
que se trata de una "perspectiva norteamericana", (des) calificación sumaria
en la que caen chilenos y norteamericanos por igual. La empresa intelectual
tiene también su propio universo, el que incluye a su propia justificación.
DOCUMENTO

ACERCA DEL PENSAMIENTO DE


LUDWIG VON MISES
Introducción y una antología

Alberto Benegas Lynch (h)*

Since political opinión is, in the long


run, determined by the intellectuals, our
task is to influence intellectuals towards
líberty. Ludwig von Mises, my great teacher
and friend, did exactly this.

Friedrich A. Hayek

Ludwig von Mises es uno de los pensadores más destacados del


siglo XX. Sus trabajos filosóficos, sus investigaciones históricas y, sobre
todo, sus notables aportes a la ciencia económica lo ubican a la altura de los
intelectuales más influyentes y de mayor renombre del mundo contem-
poráneo. En la comunicación oficial de la American Economic Association

*Economista. Director del Departamento de Doctorado en la Facultad de


Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de la Plata y profesor titular de
la cátedra Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Director
General de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas
(ESEADE), Buenos Aires. Es autor de numerosos ensayos y del libro
Fundamentos de Análisis Económico, octava edición (Buenos Aires: Abeledo-
Perrot, 1985), prologado por Friedrich A. Hayek.
184 ESTUDIOS PÚBLICOS

de los Estados Unidos, con motivo de declararlo distinguished fellow,1 se


lee que "Una biblioteca que posea todos los libros de Ludwig von Mises
contará con diecinueve volúmenes y cuarenta y seis si se incluyen las
ediciones revisadas y las traducciones, y aún más si se agregan los
Festschriften y otros volúmenes que contienen sus contribuciones". Betuna
Bien menciona doscientos trece ensayos publicados por Von Mises2 desde
1902 hasta 1969.
Ludwig von Mises nació el 29 de septiembre de 1881, en Lemberg
(Austria). De 1892 a 1900 asistió al Academische Gymnasium para
prepararse para la universidad. Se doctoró en derecho y en ciencias sociales
en la Universidad de Viena en 1906. Fue asesor económico de la Cámara
Austríaca de Comercio de 1909 a 1934, período en el que fundó el Instituto
Austríaco de Investigaciones sobre el Ciclo Económico y su célebre
Privatseminar al que asistieron muchos de los más destacados estudiosos de
la época. Fue profesor de economía en la Universidad de Viena desde 1913
hasta 1930. De 1934 a 1940 fue profesor de relaciones económicas
internacionales en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, y de
1945 hasta 1969 fue profesor de economía en la Universidad de New York.
Fue profesor visitante en diversas universidades y, asimismo, recibió
doctorados honoris causa de algunas de las más prestigiosas casas de
estudio.
Después que Mises explicara en 1920 la imposibilidad del cálculo
económico en el sistema socialista, Oskar Lange —economista del
Politburó del Partido Comunista polaco— dijo irónicamente que debería
erigirse un monumento a Mises, porque le permitió estudiar el problema y
"refutarlo definitivamente".3 Seguramente Lange nunca se imaginó que sus
palabras serían proféticas. Setenta años después (agosto de 1990) se erige un
busto de Ludwig von Mises en el recinto de la Universidad de Varsovia.
Talvez la característica más sobresaliente de Mises era su integridad y
su intransigencia para defender los principios en los cuales creía. J. Rueff
señala:

1
The American Economic Review, septiembre de 1969.
2
The Works of Ludwig von Mises (The Foundation for Economic
Education, 1969).
3
Véase Toward Liberty: Essays in Honor of Ludwig von Mises (Institute
for Humane Studies, 1971) Vol. I, pp. 9-10.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVON MISES 185

La imperturbable intransigencia del pensamiento lúcido de


Ludwig von Mises frente a la irracionalidad de las ideas
económicas ha permitido que se provean los fundamentos de
una ciencia económica racional cuyo valor y efectividad han
sido demostrados en sus trabajos. Debido a sus enseñanzas se
han visto las semillas de la regeneración, lo cual dará frutos
ni bien los hombres prefieran una vez más las teorías
verdaderas a las que placen a la gente. Cuando ese día llegue
todos los economistas reconocerán los méritos de Ludwig
von Mises con admiración y gratitud.4

Mises actuaba como si tuviera la certeza que algún día sus teorías
serían aceptadas. Dictaba sus clases como si estuviera hablando para el
futuro. No se doblegaba en lo más mínimo ante la impopularidad de sus
ideas. Habitualmente reflejaba un gesto de cordialidad y de firmeza que lo
hacían parecer inmune al vacío que muchos le hacían y a la ridiculización
que otros pretendían hacer de sus teorías. E. Butler dice:

La razón primordial por la que Mises era impopular con los


economistas profesionales del momento reside en que
enseñaba puntos de vista impopulares: sus escritos ponían en
evidencia en cada línea una visión revolucionaria de la
economía y del estudio de la sociedad que era desconocida para
una generación entera de profesores que nacieron en la era de
Keynes, entrenados en la teoría macroeconómica y enseñados
a desconfiar de la economía de mercado.5

La visión misiana del proceso de mercado se contrapone al


esquema neoclásico del equilibrio y la competencia perfecta
predominante en la mayor parte de los centros académicos. En este
sentido, I. M. Kirzner dice:

[...] la verdad es que el pensamiento que se desarrolló en


Viena desde Menger a Mises contenía aportes que nunca
4
'The Intransigence of Ludwig von Mises", en On Freedom and Free
Enterprise: Essays in Honor of Ludwig von Mises (Van Nostrand, 1956) p. 16.
5
Ludwig von Mises: Fountainhead of the Modern Macroeconomic
Revolution (Gower, 1988) p. 2.
186 ESTUDIOS PÚBLICOS

fueron absorbidos en la tradición neoclásica que surgió debido


a la confluencia de las doctrinas marshallianas y las
walrasianas [...]• No es un accidente, por tanto, que en este
tiempo que se ve el dilema de la economía se redescubran las
ideas de la Escuela Austríaca y de Mises en particular. La
perspectiva que Mises explicaba durante los inhospitalarios
años cuarenta y cincuenta está firmemente siendo comprendida
en los ochenta, lo cual presenta una clara opción de los
sistemas económicos modernos.6

Mises explicó extensamente la metodología que consideraba adecuada


para abordar la ciencia económica y su diferencia con el método de las cien-
cias naturales. Asimismo, condenaba la posición "cientificista" de muchos
economistas que sostenían —y que sostienen— que lo que no es empí-
ricamente verificable no es ciencia. En este sentido, J. Buchanan dice:

En este punto, creo que mi profesor Frank Knight y Ludwig


von Mises estarían completamente de acuerdo. Los dos hu-
bieran criticado severamente a los economistas modernos que
dejan de lado toda la economía no empírica como si fuera
acientífica.7

G. Haberler y F. Machlup relatan las características y el rigor


intelectual de las clases de Mises en la Universidad de Viena y, sobre todo,
se detienen en su ya mencionado Privatseminar8 Este tenía lugar todos los
viernes de por medio, aproximadamente de siete a diez de la noche, en el
despacho de Mises en la Cámara de Comercio. Los asistentes permanentes
eran entre veinte y veinticinco, quienes se sentaban en torno a la mesa de
trabajo de Mises. Todos debían tener su grado doctoral para participar.
Alguno de los presentes exponía un trabajo el cual era discutido en la

6
Method, Process and Austrian Economics: Essays in Honor of Ludwig
von Mises (Lexington Books, 1982) p. 2, introducción.
7
"The Domain of Subjective Economics: Between Predictive Science and
Moral Philosophy", en ibídem p. 8.
8
Respectivamente en "Mises' Private Seminar" en L. von Mises,
Planning for Freedom (Libertarian Press, 1974), p. 190 y ss., y "His Work
Lives" en Tribute to Mises, Mont Pelerin Society's 1974, sesión de Bruselas
(Quadrangle Pub., 1974), p. 12 y ss.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 187

sesión. Generalmente los temas versaban sobre filosofía de las ciencias o


teoría monetaria. Mises proporciona la lista de los asistentes;9 los que
luego fueron las personalidades más descollantes eran: Gottfried Haberler,
Friedrich A. Hayek, Fritz Machlup, Felix Kauffman, Oskar Morgentern,
Paul N. Rosensten-Rodan, Rudolf von Strigl, Alfred Schültz, Erich
Voegelin y Emanuel Winternitz. Después del seminario el grupo se iba a
comer al restaurante italiano "Ancora Verde" donde continuaban las
discusiones, luego de lo cual algunos de los participantes solía proseguir
con la tertulia en el "Café Kunstler" que quedaba frente a la universidad.
Cuando la amenaza nazi se hizo más evidente, Mises bromeaba con sus
discípulos y decía que había que ir pensando en que trabajarían en el exilio.
Sugería que Machlup hiciera de bailarín en un club nocturno, en tanto que
él haría de portero uniformado en el mismo local y al resto de los colegas
les asignaba diversas funciones como cantantes, meseros, etc. Machlup, que
era asistente de Mises en la universidad, cuenta acerca de la organización de
sus clases y lo estricto que era para aceptar alumnos. Narra algunas de las
conversaciones que mantenía con Mises los miércoles, al salir de la
universidad camino a su casa. Destaca la capacidad que tenía Mises para
adelantarse a los sucesos del futuro, su notable versación y su extraordinaria
capacidad analítica. Por su parte, Haberler describe el ambiente cultural que
imperaba en la Viena de la época. Señala que además del seminario misiano,
eran coetáneos el psicoanálisis de Freud, la teoría pura del derecho de Kelsen
y los positivistas lógicos del Círculo de Viena de Rudolph Carnap y Karl
Menge (hijo del fundador de la Escuela Austríaca). Estas tres últimas
escuelas, según Hayek constituyen —junto con el marxismo— los
detractores más encarnizados de la sociedad libre.10
Durante la permanencia de Mises en la Universidad de New York
estableció otro seminario. Los relatos de este seminario americano los
tenemos principalmente por H. Sennholz.11 Con distintas personalidades, a
grandes rasgos puede decirse que las características de este seminario eran
similares al que se llevaba a cabo en Viena. Los participantes más
destacados fueron Robert G. Anderson, Percy L. Greaves, Henry Hazlitt,
Israel M. Kirzner, George Koether, Joseph Kecheissen, Robert H. Miller,
9
L. von Mises, Notes and Recollections (Libertarian Press, 1978), p.
100. 10
Law, Legislalion and Liberty (University of Chicago Press, 1979) vol.
III, p. 174.
11
Hans F. Sennholz, "Postcript" en L. von Mises, Notes and
Recollections, op. cit. p. 156 y ss.
188 ESTUDIOS PÚBLICOS

Toshio Murato, Sylvester Petro, George Reisman, Murray N. Rothbard,


Hans F. Sennholz, Louis Spadaro y Betuna Bien. Las comidas que
congregaban a la mayor parte de los asistentes a este seminario se
denominaron "The Mises Circle".
Personalmente lo conocí a Mises en 1959, cuando fue invitado por
mi padre a dictar una serie de conferencias en la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad de Buenos Aires.12 Las conferencias fueron
en general un éxito entre el estudiantado, pero fueron severamente criticadas
por muchos de los integrantes del cuerpo de profesores, quienes le
endilgaron las etiquetas de "reaccionario, doctrinario y extremista". Nueve
años después, en 1968, estudié con él en New York. Tengo muy presentes
su paciencia con los alumnos, su entusiasmo para que se encararan trabajos
de investigación y, sobre todo, su generosidad en responder extensamente
las preguntas que se le formulaban. L. Moss recuerda que, muchas veces,
"para romper el hielo", al comenzar las sesiones de preguntas decía que no
se debía temer el incurrir en errores en las preguntas, puesto que "los peores
errores ya fueron cometidos" por otros economistas.13 Ludwig von Mises
murió el 10 de octubre de 1973. Su biblioteca personal de seis mil
volúmenes se conserva en Hillsdalc College, en Michigan, donde se le han
rendido numerosos homenajes.14
De joven Mises simpatizaba con la perspectiva fabiana. En este
sentido pone de manifiesto que "Cuando entré a la universidad yo también
era estatista".15 La lectura de Principios de Economía (1871) de C. Menger
transformó su visión de la economía y los asuntos sociales en general.16
Sus detenidas meditaciones sobre los trabajos de E. Böm-Bawerk también
12
Estas conferencias fueron publicadas en L. von Mises, Economic
Policy: Thoughts for Today and Tomorrow (Rcgencry, 1979). La presentación
del libro la hace Margit von Mises que inadvertidamente consigna que las
conferencias tuvieron lugar en 1958.
13
L. S. Moss comp., The Economics of Ludwig von Mises. Towards a
Critical Reapprisal (Shecd and Ward, 1976) p. 7.
14
Véase la serie Champions of Freedom (Hillsdale College Press) y,
especialmente, J. K. Andrews ed. Homage lo Mises, the First Hundred Years
(Hillsdale College Press, 1981).
15
L. von Mises Notes and Recollections, op. cit. p. 16.
16
Ibídem p. 33. También ejerció influencia en Mises la obra Método de
las ciencias sociales con especial referencia a la economía, de Menger
(publicada en 1883).
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 189

contribuyeron a abrirle un horizonte más amplio.17 Mises fue uno de los


fundadores de la Mont Pelerin Society en 1947, pero, a partir de 1960, dejó
de asistir puesto que consideró que la cantidad y calidad de nuevos miembros
había hecho declinar el nivel de excelencia de la organización.18 Ludwig von
Mises recién ahora empieza a ser reconocido. Durante su vida estuvo
rodeado de una gran soledad fruto de mucha incomprensión, pero como ha
dicho Schopenhauer: "La soledad es el destino de todas las grandes mentes,
un destino que a veces se deplora, pero de todos modos se elige como lo
menos penoso de dos males".
Las contribuciones de Mises se centran principalmente en cuatro
áreas.19 Sus aportes a la epistemología, su aplicación de la teoría subjetiva
del valor a la moneda, sus consideraciones sobre el cálculo económico en la
sociedad socialista y otras contribuciones como su análisis sobre el
materialismo, el rol de las matemáticas en la economía, el laissez-faire, la
educación, los empresarios y el nacionalismo. Por tanto, la antología que
sigue estará dividida en cuatro capítulos: Epistemología,20 Moneda y
crédito,21 Cálculo económico22 y el capítulo más largo que he encabezado
17
Especialmente su "magnum opus": Capital e Interés (la primera parte
se publicó en 1884) y "The Historical vs the Deductive Method in Political
Economy", Annals of the American Academy of Political and Social Science,
Vol. I, julio de 1890.
18
H. F. Sennholz, "Poscript" en L. von Mises Notes and Recollections,
op. cit. p. 170.
19
Para un buen resumen de algunos de los aspectos centrales de la obra de
Mises véase M. N. Rothbard, The Essential von Mises (Oakler R. Braule Pub.,
1973) y para una mejor comprensión de la terminología misiana véase P. L.
Greaves, Mises Made Easier (Free Market Books, 1974).
20
Algunas de las traducciones y selecciones de textos sobre metodología
están tomados de mi "Algunos aspectos de la epistemología de Ludwig von
Mises", Moneda y Crédito, Revista de Economía (Madrid), 166 (septiembre de
1983).
21
A nuestro juicio el análisis monetario de Mises fue desarrollado hasta
sus últimas consecuencias por sus discípulos F. A. Hayek y M. N. Rothbard,
especialmente en Denationalization of Money (Institute of Economic Affairs,
1976) y The Mistery of Banking (Richardson & Sinder, 1983),
respectivamente.
22
Para una elaboración de este tema véase T. J. B. Hoff, Economic
Calculation in the Socialist Society (Liberty Press, 1981 [publicado
orginalmente en Oslo, 1938]), véanse especialmente pp. 202-223.
190 ESTUDIOS PÚBLICOS

con el título de Otras Contribuciones.23 A su vez, cada uno de los capítulos


estarán subdivididos según los diversos temas que trata el autor.

I. EPISTEMOLOGÍA

Ámbito de la Economía

"Mientras el estudio de la producción y distribución de la riqueza fue


considerado [por los economistas clásicos] como el objeto del análisis
económico, se tenía que distinguir entre las acciones humanas económicas y
las no económicas. Por tanto, la economía aparecía como una rama del
conocimiento que se ocupaba sólo de un segmento de la acción humana.
Fuera de este campo existían acciones sobre las que el economista nada
tenía que decir. Precisamente el hecho de que los precursores de la nueva
ciencia no se ocuparan de lo que, a su modo de ver, constituían actividades
extraeconómicas hizo que los no economistas subestimaran esta ciencia
considerándola como una insolente parcialidad sustentada en el puro
materialismo. Las cosas son diferentes para el economista moderno con su
teoría subjetiva del valor. En este contexto, la distinción entre fines
económicos y los alegados fines no económicos carece completamente de
sentido. Los juicios de valor de los individuos en modo alguno se
circunscriben a expresar sus deseos por obtener bienes materiales, sino que
expresan sus deseos respecto de toda acción humana."24
"Desde que los hombres comenzaron a interesarse por el examen
sistemático de la economía todo el mundo convino en que constituía el
objeto de esta rama del saber el investigar los fenómenos del mercado, es
decir, inquirir la naturaleza de los tipos de intercambio que entre los diversos
bienes y servicios registrábanse [...] el análisis oblígale al investigador a
salirse de la órbita propiamente dicha del mercado y de las transacciones
mercantiles [...] la economía fue, poco a poco, ampliando sus primitivos
horizontes hasta convertirse en una teoría general que abarca ya cualesquiera
actuaciones de índole humana. Se ha transformado en praxeología. Por eso
23
Algunas de las citas seleccionadas en este último capítulo las he
tomado de las traducciones que realicé para mi Fundamentos de Análisis
Económico, décima edición (Abeledo-Perrot, 1990).
24
"Epistemological Rclativism in the Social Sciences" en Relativism
and the Study of'Man, comp. M. Schocek y J. W. Wiggins (Ed. Van Nostrand,
1961) pp. 122-123. La cursiva es nuestra.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 191

resulta difícil precisar, dentro el amplio campo de tal general teoría, los
límites concretos de aquella más estrecha disciplina, que se ocupa sólo de
las cuestiones estrictamente económicas [...]. El ámbito de la praxeología,
teoría general de la acción humana, puede ser delimitado y definido con la
máxima precisión. Los problemas típicamente económicos, los temas
referentes a la acción económica, en su sentido más estricto, por el
contrario, sólo de un modo axproximado pueden ser desgajados del cuerpo de
la teoría praxeológica general [...] no son razones de índole rigurosamente
lógica o epistemológica, sino usos tradicionales y el deseo de simplificar
las cosas, lo que nos hace proclamar que el ámbito cataláctico, es decir, el
de la economía en sentido restringido, es aquel que atañe al análisis de los
fenómenos del mercado. Ello equivale a afirmar que la cataláctica se ocupa
de aquellas actuaciones practicadas sobre la base del cálculo monetario."25

La experimentación en las ciencias sociales

"Un experimento mental considerado lógicamente tiene un


significado diferente del de un experimento real. El primero implica el
pensar sobre las implicancias de una proposición a la luz de su
compatibilidad con otras proposiciones que aceptamos como verdaderas. Si
estas otras proposiciones no son derivadas de la experiencia, entonces el
experimento mental no hace referencia alguna a la experiencia [...] so-
lamente la experiencia nos permite conocer las condiciones particulares de la
acción en sus formas concretas. Solamente la experiencia nos enseña que
existen leones y microbios y que su existencia puede presentar específicos
problemas a la acción del hombre. Sería absurdo, sin contar con la expe-
riencia, entrar a especular sobre la existencia o la no existencia de algún
animal legendario. La existencia del mundo externo nos está dada a través de
la experiencia [...] sin embargo, lo que sabemos de la acción no deriva de la
experiencia, sino de la razón. Todo lo que sabemos de las categorías funda-
mentales de la acción (acción, economización, preferencia, la relación entre
medios y fines y todo lo demás que constituye el sistema de la acción
humana) no se deriva de la experiencia. Concebimos todo esto 'desde den-
tro', de la misma manera que concebimos la lógica y la matemática a priori,
sin referencia alguna a la experiencia. La experiencia nunca puede conducir
al conocimiento de estas cosas si no se comprende 'desde adentro' [...]
25
La cursiva es nuestra. La acción humana. Tratado de economía (Unión
Editorial, 1980), pp. 361-364.
192 ESTUDIOS PÚBLICOS

solamente la experiencia puede enseñarnos si estos conceptos son aplicables


o no a las condiciones bajo las cuales nos desenvolvemos. Solamente la
experiencia nos dice que no todas las cosas en el mundo externo son bienes
libres. Sin embargo, no es la experiencia, sino la razón, la que previamente
a la experiencia nos dice qué es un bien libre y qué es un bien
económico."26
"Ningún tipo de experiencia puede hacernos descartar o modificar los
teoremas a priori. No se derivan de la experiencia; son, lógicamente, ante-
riores a ella y, por ende, no pueden probarse o refutarse por la experiencia.
Solamente podemos comprender la acción por medio de los teoremas a
priori. Nada puede estar más lejos de la verdad que la tesis del empirismo
que sostiene que se llega a las proposiciones teóricas a través de la
inducción sobre la base de la observación de 'hechos'. Parece no percibirse
que es sólo con la ayuda de una teoría como podemos determinar qué son
los hechos. Incluso una persona no acostumbrada al pensamiento científico,
que ingenuamente piensa que es un 'práctico' tiene una concepción teórica
definida respecto de lo que está haciendo [...]. Consecuentemente, una
proposición de una teoría apriorística no puede ser refutada por la
experiencia. La acción humana siempre se enfrenta a la experiencia como un
fenómeno complejo [...] la afirmación de que la estadística puede probar
algo en ciencias sociales es un error muy difundido. Ningún programa
político o económico, no importa lo absurdo que sea, puede ser refutado por
la experiencia a los ojos de sus sostenedores."27
"Abordamos el objeto de las ciencias naturales 'desde afuera'. El
resultado de nuestras observaciones nos permite establecer relaciones fun-
cionales de dependencia [...]. En las ciencias de la acción humana, por otra
parte, comprendemos el fenómeno 'desde adentro'. Debido a que somos seres
humanos, estamos en posición de entender el significado de la acción
humana, esto es, el significado que el sujeto actuante atribuye a su
acción."28
"Es de notar que cualquier percepción referente a la acción humana
viene condicionada por las categorías praxeológicas, siendo posible
apreciarla únicamente sirviéndose de esas mismas categorías. Si nuestra

26
Epistemological Problems of Economics (Van Nostrand, 1960) pp.
12-14.
27
Ibídem, pp. 27-29.
28
Ibídem, p. 130.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 193

mente no dispusiera de los esquemas lógicos que el razonamiento


praxeológico formula, jamás podríamos distinguir ni apreciar la acción.
Advertiríamos gestos diversos, pero no percibiríamos compras ni ventas,
precios, salarios, tipos de interés, etc. Sólo mediante los aludidos esquemas
praxeológicos resúltanos posible percatarnos de una compraventa, inde-
pendientemente de que nuestros sentidos adviertan o no determinados
movimientos de hombres y cosas. Sin el auxilio de la percepción praxeo-
lógica nada sabríamos acerca de los medios de intercambio. Si, carentes de
dicha ilustración, contemplamos un conjunto de monedas, sólo veremos
unos cuantos discos metálicos. Para comprender qué es el dinero, es preciso
tener conocimiento de la categoría praxeológica del medio de in-
tercambio."29
"Ante estas aludidas conclusiones, sólo dos actitudes caben: o la de
evidenciar los vicios lógicos en que pueden incidir las formuladas cadenas
deductivas o la de proclamar la certeza y la exactitud de los asertos en
cuestión."30
"Para las ciencias de la acción humana el hecho definitivo es el
juicio de valor de los actores y las ideas que engendran tales juicios [...] lo
que distingue a las ciencias de la acción humana es el hecho de que no hay
conocimiento previo de los juicios de valor de los individuos, o de los fines
a que tienden bajo la influencia de tales juicios, de los medios que
emplearán para alcanzar los fines buscados y de los efectos de sus actos."31
"La acción humana es una categoría que las ciencias naturales no
toman en cuenta. El científico actúa sobre la base de su investigación, pero
es la órbita de los acontecimientos naturales del mundo extemo que está
explorando donde no hay tal cosa como acción. Hay agitación, hay estí-
mulos, respuestas, y, a pesar de algunas objeciones de algunos filósofos,
hay causas y efectos. Aparece una regularidad inexorable en la concatenación
y secuencia de los fenómenos. Aparecen relaciones constantes entre enti-
dades que permiten al científico establecer aquel proceso llamado medición.
Pero no hay tal cosa que sugiera el propósito y la búsqueda de metas. Las

29
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., p. 76.
30
Ibídem, p. 115.
31
Teoría e historia (Ediciones Colofón, 1964), pp. 319-320.
194 ESTUDIOS PÚBLICOS

ciencias naturales investigan relaciones causales; las ciencias de la acción


humana son teleológicas."32

Fenómenos complejos

"El historiador no puede derivar teoremas acerca de las relaciones


causales del análisis del material disponible. La experiencia histórica no es
la experiencia de laboratorio. Es experiencia de un fenómeno complejo
resultado de la operación conjunta de muchos factores. Esto muestra por qué
es equivocado afirmar que incluso la economía deductiva obtiene sus
premisas de la observación. Lo único que podemos 'observar' son
fenómenos complejos."33
"El hecho básico acerca de la acción humana es que, en relación con
ella, no hay tal regularidad en la conjunción de los fenómenos. No es un
defecto de la ciencia y de la acción humana el que no hayan logrado
descubrir normas determinadas de respuesta a los estímulos. Lo que no
existe no puede ser descubierto."34
"Las entidades no-humanas reaccionan de acuerdo con normas
regulares; el hombre escoge. El hombre escoge primero sus fines últimos,
y luego los medios para alcanzarlos. Estos actos de selección son
determinados por pensamientos e ideas [...] en economía no hay relaciones
constantes entre distintas magnitudes, por consecuencia, todos los datos
susceptibles de ser averiguados son variables, o, lo que resulta igual, son
datos históricos. Los economistas matemáticos reiteran que el apuro a que
se enfrentan es que hay variables muy numerosas. La verdad es que hay sólo
variables, y no constantes. Resulta innecesario hablar de variables, cuando
no hay constantes."35
"Desde el punto de vista epistemológico, la prueba distintiva de lo
que podemos llamar naturaleza se tiene que hallar en la regularidad com-
probada e inevitable de la concatenación y secuencia de los fenómenos. Por
otra parte, la prueba distintiva de lo que llamamos la esfera humana
32
The Ultimate Foundation of Economic Science (ed. Van Nostand,
1962), pp. 6-7.
33
Ibídem, p. 74.
34
Teoría e historia, op. cit., p. 10.
35
Ibídem, p. 12.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVON MISES 195

histórica o, mejor dicho, el dominio de la acción humana, es la carencia de


tal regularidad universal. Bajo condiciones idénticas, las piedras siempre
reaccionan igual a los mismos estímulos; podemos aprender algo de esas
maneras regulares de reaccionar [...] una piedra es algo que reacciona de
manera definida. Los hombres reaccionan a los mismo estímulos de manera
distinta, y un mismo hombre, en momentos diferentes, puede reaccionar de
manera diferente también a su conducta anterior o posterior. Es imposible
agrupar a los hombres en clases, cuyos miembros siempre reaccionan de la
misma manera. Esto no quiere decir que las acciones humanas futuras sean
totalmente impredecibles. Pueden, en cierta manera, anticiparse hasta cierto
punto. Pero los métodos aplicados en tales anticipaciones, y su alcance, son
lógica y epistemológicamente totalmente distintos de los aplicados para
anticipar sucesos naturales."36
"No es posible conformar las ciencias de la acción humana con la
metodología de la física y las demás ciencias naturales. Las teorías
referentes a la conducta del hombre y a las realidades sociales no cabe sean
deducidas a posteriori. La historia no puede ni probar ni refutar ninguna
afirmación de valor general como lo hacen las ciencias naturales, las cuales
aceptan o rechazan las hipótesis según coincidan o no con la experi-
mentación. No es posible, en aquel terreno, comprobar experimentalmente
la veracidad o la falsedad de ningún aserto de índole general."37
"El historiador jamás puede hacer que los hechos hablen por sí
mismos. Ha de ordenarlos según el ideario que informe su exposición.
Nunca podrá reflejar todos los acontecimientos concurrentes; limítase, por
eso, simplemente a destacar aquellos que estime pertinentes. Jamás, desde
luego, aborda las fuentes históricas sin suposiciones previas. Bien
pertrechado con el arsenal de conocimientos científicos de su tiempo, o sea,
con el conjunto de ilustración que le proporcionan la lógica, las mate-
máticas, la praxeología y las ciencias naturales, sólo entonces hállase
capacitado para transcribir e interpretar el hecho de que se trate. El
historiador, desde luego, no debe dejarse influir por prejuicios ni dogmas
partidistas. Quienes manejan los sucesos históricos como armas dialécticas
en sus controversias no son historiadores, sino propagandistas y
apologistas. Tales expositores no buscan la verdad; sólo aspiran a propagar
el ideario de su partido [...] a cada paso tropieza el historiador con juicios

36
Ibídem, pp. 4-5.
37
La acción humana. Tratado de Economía, op. cit., p. 63.
196 ESTUDIOS PÚBLICOS

valorativos. Sus investigaciones giran en torno a las valoraciones formu-


ladas por aquellas gentes cuyas acciones narra."38
"El método utilizado por las ciencias naturales para descubrir las
leyes de los fenómenos analizados comienza con la observación. Sin
embargo, el paso decisivo se toma cuando se construye una hipótesis: una
proposición que no aparece simplemente como consecuencia de la obser-
vación y la experiencia puesto que esto sólo se presenta ante nosotros como
un fenómeno complejo donde actúan varios factores tan vinculados entre sí
que somos incapaces de determinar el papel que juega cada uno. La hipótesis
es una elaboración intelectual de la experiencia; ante todo pretende validez
universal que es, precisamente, su característica distintiva. La experiencia
que condujo a la construcción de la aludida proposición está siempre
limitada al pasado; siempre se refiere a experiencias de fenómenos que ocur-
rieron en un específico lugar y momento. Sin embargo, la validez universal
que pretendemos para la proposición en cuestión implica también que se
pueda aplicar a todos los otros acontecimientos pasados y futuros. Está
basada en la inducción imperfecta (ningún teorema universal surge de
inducción perfecta, sólo de descripciones de un acontecimiento que ocurrió
en el pasado)."
"Las hipótesis tienen que estar continuamente verificadas por nueva
experiencia [...]. Dos supuestos son necesarios para que el método
experimental sirva para la verificación: la posibilidad de controlar las
condiciones del experimento y la existencia de relaciones constantes que
puedan descubrirse a través de la experimentación susceptible de referirse a
magnitudes numéricas [...]. En lo que se refiere a la experiencia histórica,
sin embargo, nos encontramos en una situación completamente distinta.
Aquí no sólo nos encontramos ante la imposibilidad de controlar el
experimento a los efectos de observar los determinantes individuales del
cambio, sino que tampoco encontramos constantes numéricas. Podemos
observar y experimentar cambios históricos solamente como resultado de la
acción conjunta de un número indefinido de factores individuales, los cuales
no podemos individualizar según sus magnitudes. En este caso, nunca
encontraremos relaciones fijas susceptibles de cálculo numérico [...] todo lo
que la observación nos enseña (en ciencias sociales) es que la misma
situación produce efectos diferentes en diferentes personas. El intento de
clasificar a los hombres en clases cuyos miembros reaccionan de la misma

38
Ibídem, pp. 86-87.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 197

manera no ha tenido éxito debido a que, precisamente, incluso los mismos


hombres actúan en forma diferente en diferentes momentos."39

Praxeología

"El punto de partida de nuestro razonamiento no es el simple


comportamiento, sino la acción o, para usar un concepto redundante, acción
racional. La acción humana es comportamiento consciente de parte del ser
humano. Conceptualmente puede distinguirse en forma definida de la
actividad inconsciente, a pesar de que en algunos casos tal vez no sea fácil
determinar si específica actitud puede asignarse a una u otra categoría.
Como sujeto pensante y actuante, el hombre capta el concepto de acción.
Al captar este concepto, simultáneamente capta los conceptos estrechamente
vinculados de valor, riqueza, intercambio, precios y costos. Todos están
necesariamente implícitos en el concepto de acción y, junto con ellos, el
concepto de escala valorativa, importancia relativa, escasez, abundancia,
ventaja, desventaja, éxito, ganancia y pérdida. La derivación lógica de todos
estos conceptos y categorías en forma sistemática constituye categoría
fundamental de la acción y la demostración de las relaciones necesarias entre
ellas constituye el primer paso de nuestra ciencia [...]. El prerrequisito
general de la acción es el estado de insatisfacción por un lado y, por otro, la
posibilidad de remover o aliviar esta situación a través de la acción
(satisfacción perfecta significa la ausencia de todo estímulo al cambio y a la
acción; éstos son atributos del ser perfecto. Esto, sin embargo, está más
allá de la capacidad del ser humano. El ser perfecto no actúa)."40
"La praxeología, en definitiva, tiene por objeto investigar las
categorías de la acción humana. Para aprehender mentalmente cuántos
teoremas praxeológicos existen, el pensador no necesita sino percatarse de la
esencia misma de la acción del hombre. Por cuanto somos personas, tal
conocimiento hállase implícito en nosotros; ningún ser humano carece de
dicha ilustración, salvo que influencias patológicas lo hayan reducido a una
existencia meramente vegetativa. Para comprender cabalmente los aludidos
teoremas no se requiere acudir a experimentación alguna."41
39
Epistemological Problems of Economics, op. cit., pp. 9-11.
40
Ibídem, pp. 23-24.
41
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., p. 110.
198 ESTUDIOS PÚBLICOS

"Lo que conocemos es lo que la naturaleza y la estructura de nuestros


sentidos y de nuestra mente nos permiten conocer. Vemos la realidad no
como puede aparecer a un ser perfecto, sino solamente como lo permite la
calidad de nuestra mente y nuestros sentidos [...]. Cuando nos referimos a
las categorías a priori hacemos referencia a los instrumentos mentales que
nos permiten conocer y actuar. Estamos frente al poder de la mente y esto
implica que estamos frente a las limitaciones de ese poder [...]. Tenemos
que tener presente las características y las limitaciones de nuestra mente a
los efectos de no caer en la ilusión de la omnisciencia."42

Positivismo e
hipóstasis

"El punto de partida del pensamiento praxeológico no consiste en


axiomas arbitrariamente elegidos; consiste en proposiciones evidentes,
necesariamente presentes y claras en toda mente humana [...]. El
positivimos lógico no reconoce valor cognoscitivo a los a priori, puesto
que señala que son proposiciones meramente analíticas; sostiene que los a
priori no proveen de nueva información, simplemente se trata de
afirmaciones verbales o tautológicas que ya estaban implícitas en las
definiciones y premisas. Sostiene que sólo la experiencia puede conducir a
proposiciones sintéticas. Hay una objeción obvia contra esta doctrina,
ésta consiste en que la proposición que mantiene que no hay proposiciones
sintéticas a priori es en sí misma [...] una proposición sintética a priori
puesto que no puede establecerse por medio de la experiencia."43
"La confusión de los conceptos de sociedad y de Estado se originó
con Hegel y Schelling. Se ha acostumbrado a distinguir dos escuelas de
hegelianos: el ala derecha y la izquierda. La diferencia se refiere sólo a la
postura de estos autores hacia el reino de Prusia y las doctrinas de la Iglesia
unitaria prusiana. La doctrina política de ambas alas era esencialmente la
misma. Ambas sotenían la omnipotencia gubernamental. Fue un miembro
de esa ala izquierda, Ferdinand Lasalle, quien expresó más claramente la
tesis fundamental del hegelianismo: "El Estado es Dios' [...]. La filosofía
colectivista niega que haya cosas como individuos y acciones de éstos. El
individuo es simplemente un fantasma que no tiene realidad, una imagen
42
The Ultímate Foundation of Economic Science, op. cit., pp. 18-19.
43
Ibídem, pp. 4-5.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 199

ilusoria inventada por la seudofilosofía de los que elogian al capitalismo.


Por consiguiente, el colectivismo rechaza el concepto de una ciencia de
la acción humana. Según él, la única manera correcta de considerar
estos problemas no examinados por las ciencias naturales tradicionales
es por medio de lo que se llama ciencias sociales. Estas, se supone, tienen
que ver con las actividades de grupo. En su contexto, el individuo cuenta
sólo en cuanto es miembro de un grupo [...]. Un grupo es un producto de
deseos humanos, y de las ideas acerca de los medios para realizar dichos
deseos. Sus raíces están en los juicios de valor de los individuos, y en las
opiniones de éstos acerca de los efectos que deban esperarse de medios
definidos."44
"El mayor obstáculo para pensar claramente es la tendencia a las
hipóstasis, es decir, el atribuir sustancia real o existencia a las cons-
trucciones mentales o conceptos. En las ciencias de la acción humana, el
ejemplo característico de lo anterior es la falacia de cómo se trata el término
'sociedad' por varias escuelas de seudociencia. No hay inconveniente en
emplear el término para significar la cooperación entre individuos reunidos a
los efectos de lograr definidas metas. Constituye así un aspecto de la muy
variada acción individual lo que llamamos sociedad o 'la gran sociedad', pero
la sociedad en sí misma no es una sustancia, ni un poder, ni un ente
actuante. Solamente los individuos actúan. Algunas de las acciones indi-
viduales están dirigidas con la intención de cooperar con otros [...]. La
sociedad no existe, independientemente de los pensamientos y de las
acciones de la gente. No tiene 'intereses' y no apunta a nada. Lo mismo es
aplicable a cualquier otra coletividad. La hipóstasis no es meramente una
falacia epistomológica y obstaculiza la búsqueda del conocimiento cierto.
Las así llamadas ciencias sociales sirven frecuentemente para específicas
acciones políticas, adscribiendo a la colectividad una dignidad mayor que la
del individuo, incluso otorgándole existencia real, negando existencia al
individuo, llamándolo una mera abstracción, Los colectivistas discuten
acerca de la apreciación de las diversas construcciones colectivas. Asignan
mayor realidad y dignidad moral a una colectividad frente a otra y, más aún,
de un modo más radical, niegan existencia y dignidad a las construcciones
colectivas de otra gente. Por tanto, los nacionalistas consideran la Nación
como la única entidad colectiva verdadera [...]. Al no reconocer la existencia
independiente a las abstracciones colectivas, en lo más mínimo se desco-
noce la realidad de los efectos producidos por la cooperación entre indivi-

44
Teoría e historia, op. cit., pp. 265-269.
200 ESTUDIOS PÚBLICOS

duos. Simplemente se señala el hecho de que las colectividades existen


debido al pensamiento y a la acción de individuos y desaparecen cuando los
individuos adoptan una manera distinta de pensar y de actuar."45

II. MONEDA Y CRÉDITO

Origen del dinero

"Carl Menger no sólo concibió una irrefutable teoría praxeológica


acerca del origen del dinero; comprendió además la trascendencia que su
ideario tenía como sistema de investigación típicamente praxeológica en
orden a elucidar los principios básicos en que nuestra ciencia se ampara."
"Hay quienes ven el origen del dinero o en una imposición estatal o
en una convención concertada libremente. Así, el dinero habría surgido de
una decisión del gobernante o un acuerdo entre los ciudadanos. El error de
esta apreciación no estriba tan sólo en suponer que aquellos hombres de
épocas pasadas, que desconocían el cambio indirecto y el dinero, pudieran
llegar a proyectar un nuevo orden económico totalmente distinto del que a la
sazón reinaba [...]. Hay razones de mayor peso que militan en contra de la
idea."
"Si admitimos que los interesados mejoran sus respectivas posicio-
nes a medida que van sustituyendo el cambio directo por el indirecto em-
pleando preferentemente como medios de intercambio bienes de colocación
más fácil, no hay por qué recurrir para explicar el origen del cambio
indirecto, a una imposición autoritaria o a un pacto expreso y deliberado
entre ciudadanos [...]. Resulta mucho más plausible suponer que aquellas
ventajas que derivan del cambio indirecto fueron percibidas por los propios
interesados, que suponer que hubo un ser genial capaz de estructurar
mentalmente toda una sociedad traficando con dinero[.. ]."46

Valor del dinero

"El elemento central en el dinero es el valor en cambio objetivo del


mismo, llamado popularmente su poder adquisitivo. Este es el necesario
45
The Ultimate Foundation of Economic Science, op. cit., pp. 78-79.
46
La acción humana, op. cit., pp. 607-608.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 201

punto de partida de toda discusión, porque solamente en relación con su


valor en cambio objetivo son visibles esas propiedades peculiares del dinero
que le diferencian de otros bienes."
"No se ha de entender que esto signfica que el valor subjetivo tiene
menos importancia en la teoría del dinero que en otras teorías. Las esti-
maciones subjetivas de los individuos son la base de la valuación econó-
mica tanto del dinero como de los otros bienes. Y estas estimaciones
subjetivas derivan —lo mismo en el caso del dinero que en el de otros
bienes económicos— de la importancia que adquiere un bien o conjunto de
bienes cuando se reconoce que es la condición necesaria para la existencia de
una utilidad [...]."
"A diferencia de las mercancías, jamás se haría uso del dinero si éste
no tuviera un valor en cambio objetivo o poder adquisitivo. El valor
subjetivo del dinero siempre depende del valor subjetivo de los otros bienes
económicos que pueden obtenerse a cambio de él [.. .]."47
"La teoría del dinero ha de tener en cuenta la diferencia fundamental
entre los principios que rigen el valor del dinero y los que rigen el valor de
los otros bienes. En la teoría del valor de las mercancías no es necesario al
principio prestar atención al valor en cambio objetivo. En esta teoría todos
los fenómenos de la determinación del valor y el precio pueden ser
explicados mediante el valor de uso subjetivo como punto de partida. No
sucede así en la teoría del valor del dinero, porque, como el dinero, a
diferencia de otros bienes, sólo puede cumplir su función económica si tiene
valor en cambio objetivo, para hacer una investigación en su valor sub-
jetivo hay que hacer otra primero en su valor en cambio objetivo. Dicho de
otro modo: la teoría del valor del dinero vuelve a llevarnos desde el valor en
cambio subjetivo al valor en cambio objetivo."48
"La demostración del hecho de que la investigación para conocer las
causas determinantes del valor en cambio objetivo del dinero siempre nos
vuelve a llevar a un punto donde el valor del dinero no está determinado en
modo alguno por su uso como medio de cambio, sino solamente por sus
otras funciones, prepara el terreno para crear una teoría completa del valor
del dinero sobre la base de la teoría subjetiva del valor y de su peculiar
doctrina de la utilidad marginal."

47
Teoría del dinero y el crédito (Zeus, 1961), pp. 91-93.
48
Ibídem, p. 97.
202 ESTUDIOS PÚBLICOS

"Hasta ahora la escuela subjetiva no ha logrado hacer esto. En efecto,


entre los pocos de sus miembros que han dedicado alguna atención al
problema ha habido algunos que han intentado realmente demostrar su
insolubilidad. La teoría subjetiva del valor se ha encontrado sin fuerzas para
emprender la obra que tiene el deber de realizar."49

Teorema de la regresión monetaria

"La magnitud de esa demanda del medio de intercambio que aparece


en razón a los servicios que como tal medio de intercambio pueda pro-
porcionar depende, a su vez, del valor en cambio que el propio dinero tenga
en el mercado. Esta realidad suscita un problema que muchos economistas
consideraron hasta tal punto insoluble que ni siquiera se atrevieron a
investigarlo seriamente. Resulta ilógico, decían, explicar el poder adqui-
sitivo del dinero aludiendo a la demanda de numerario y, al mismo tiempo,
basar esta última en el propio poder adquisitivo de la moneda."
"El problema, sin embargo, no es más que aparente. Ese poder
adquisitivo que decimos depende de la específica demanda monetaria no es el
mismo poder adquisitivo que engendra tal específica demanda de dinero. Lo
que pretendemos averiguar es qué determina el poder adquisitivo que el
dinero tendrá en el futuro inmediato, en el más próximo venidero instante.
Tal poder adquisitivo depende del que el dinero tuvo en el pasado inmediato,
en el instante que acaba de transcurrir. Estamos manejando dos magnitudes
distintas y vano es impugnar este nuevo teorema que denominamos teorema
regresivo, sobre la base que implica caer en evidente círculo vicioso."
"El teorema, aseguran sus oponentes, aplaza, retrotrae el problema
que interesa resolver, pues de inmediato suscita nueva incógnita: la de
aclarar cómo se determina ese poder adquisitivo de ayer. Porque si, en
efecto, pretendemos del mismo modo explicar este último acudiendo al
poder adquisitivo de anteayer y así sucesivamente, no hacemos más que
incidir en evidente regressus in infinitum. Tal modo de razonar en modo
alguno resuelve el problema. Pasan, sin embargo, por alto esos críticos que
dicho proceso regresivo no prosigue sin fin. Llega, en definitiva, a un
punto en el que el razonamiento queda completo y resueltas todas las
incógnitas. Si, en efecto, hacia atrás, paso a paso, recorremos ese repetido
proceso seguido por el poder adquisitivo, llegamos, finalmente, a aquel

49
Ibídem, pp. 111-112
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 203

instante en que el bien de referencia comenzó a ser utilizado como medio de


intercambio. Alcanzado tal punto, el poder adquisitivo del bien en cuestión
es exclusivamente función de aquella demanda de índole no monetaria
—industrial— desatada por quienes pretenden utilizar la mercancía de
referencia en función distinta a la propia de medio de intercambio."
"Pero, prosigue el oponente, con lo expuesto pretendes explicar
aquella porción de poder adquisitivo del dinero engendrada por los servicios
que éste, como medio de intercambio, proporciona, acudiendo a los
servicios que el mismo reporta en cometidos industriales. El problema que
de verdad interesa, es decir, el aclarar el origen del específico componente
monetario del valor en cambio del dinero, queda sin resolver. También ahora
se equivoca el contradictor. Aquella parte del total valor del dinero que
procede de los servicios que el mismo, como medio de intercambio, presta,
queda plenamente justificada teniendo en cuenta esos repetidos servicios
monetarios y la consecuente demanda que en razón a ellos aparece. Dos
hechos no pueden ser negados y nadie jamás los ha puesto en duda. En
primer lugar, que la demanda de todo medio de intercambio depende de
consideraciones relativas a su valor en cambio, el cual es función tanto de
los servicios monetarios como industriales que aquél puede prestar; en
segundo lugar, que el valor en cambio de un bien, que todavía no ha sido
demandado a título de medio de intercambio, depende exclusivamente de la
demanda del mismo por gentes que desean emplearlo con fines industriales,
es decir, para el consumo o para la producción. Pues bien, el teorema
regresivo aspira a explicar la primera aparición de una demanda monetaria
para un bien que previamente ha sido buscado con fines industriales,
demanda que aparece influida por el valor en cambio asignado a la sazón a
dicho bien por esos servicios de índole no monetaria que el mismo
proporciona [...]."
"Se ha objetado, por último, al teorema regresivo el abordar el
asunto desde un punto de vista más histórico que teórico. Tal crítica carece
igualmente de fundamento. Explicar un acontecimiento de modo histórico
implica evidenciar cómo fue provocado por las fuerzas y factores que en
específico lugar y fecha concurrían. Dichas específicas fuerzas y factores
constituyen pie forzado de la correspondiente interpretación. Son datos
últimos y, como tales, no admiten ulterior análisis ni disección. Explicar el
fenómeno de modo teórico, en cambio, implica retrotraer su aparición a la
operación de normas generales, implícitas de antemano en el corres-
pondiente sistema teórico. El teorema regresivo cumple con esta condición.
Hace depender el específico valor en cambio de un medio de intercambio de
su función como tal medio, amparándose en los mismos teoremas con que
204 ESTUDIOS PÚBLICOS

la teoría general cataláctica explica el proceso valorativo y la formación de


los precios. Deduce un caso especial de la ilustración proporcionada por otra
teoría más universal [...]."
"El poder adquisitivo del dinero, al igual que los precios de todos los
demás bienes y servicios económicos, depende de la oferta y la demanda.
Por cuanto la acción aspira siempre a ordenar más satisfactoriamente las
futuras circunstancias quien pondere la conveniencia de adquirir o despren-
derse de cierta suma dineraria, evidentemente, ante todo, habrá de interesarse
por el futuro poder adquisitivo de la moneda y la futura estructura de los
precios. Sólo, sin embargo, partiendo del poder adquisitivo correspondiente
al pasado inmediato, cábele al interesado formarse una idea del que mañana
tendrá la moneda. Lo anterior da lugar a que se diferencie radicalmente la
determinación del poder adquisitivo del dinero de la determinación de las
mutuas razones de intercambio que entre los demás bienes y servicios
económicos puedan darse."50

El patrón oro

"Es imposible comprender el sentido de dinero sano si se ignora que


fue adoptado para proteger las libertades del pueblo contra los atropellos que
comenten los gobiernos. Ideológicamente, tiene la misma categoría que las
Constituciones y demás leyes fundamentales del Estado. La demanda de
garantías constitucionales fue una reacción contra las arbitrariedades de los
gobernantes, contra la inobservancia de las costumbres tradicionales por
parte de los reyes. El postulado de dinero sano fue establecido primeramente
como respuesta a la costumbre de los príncipes de envilecer la moneda.
Algún tiempo después fue perfeccionado, en la época en que la experiencia
enseñó lo que un gobierno podía hacer con el sistema monetario de una
nación: la experiencia de la moneda continental americana, el dinero-papel
de la revolución francesa y el pedido de restricción en Inglaterra [...]."
"Dinero sano significaba patrón metálico. Las monedas tenían que
ser, en realidad, una determinada cantidad de metal de ley fijada por la ley de
la Nación. Sólo esas monedas tendrían fuerza liberatoria ilimitada. Las
monedas divisionarias de todas clases y el dinero-papel habrían de ser

50
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., pp. 611-615.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVON MISES 205

pagados a la vista de dicha moneda. Hasta entonces hubo unanimidad entre


los partidarios del dinero sano."51
"La excelencia del patrón oro ha de verse en el hecho de que hace
independiente la determinación del poder adquisitivo de la unidad monetaria
de las políticas seguidas por los gobiernos y los partidos políticos [.. .]."52
"La gente de todas las naciones conviene en que no es satisfactorio
el actual estado de los asuntos monetarios y que es muy de desear un
cambio en la situación. Sin embargo, son muchas y muy diferentes entre sí
las opiniones acerca de la clase de reforma que sería conveniente hacer y
acerca de la finalidad que se habría de perseguir. Se habla vagamente de
estabilidad y de un sistema que no sea ni inflacionista ni deflacionista. La
vaguedad de las palabras empleadas nubla el hecho de que la gente sigue
creyendo en doctrinas falsas que, al ser aplicadas, han creado el actual caos
monetario."
"La destrucción del orden monetario fue el efecto producido por las
acciones deliberadas de diversos gobiernos. Los bancos centrales controlados
por el gobierno y, en Estados Unidos, el sistema de la reserva federal
controlado por el gobierno, fueron los instrumentos empleados en ese
proceso de desorganización y demolición. Sin embargo, todos los pla-
nes —sin excepción— para perfeccionar los sistemas monetarios atribuyen
a los gobiernos supremacía ilimitada en materia de dinero y pintan
fantásticas imágenes de superbancos superprivilegiados. Ni siquiera la
manifiesta futilidad del Fondo Monetario Internacional disuade a los autores
de entregarse a soñar con un banco mundial que fecunde a la humani-
dad con inundaciones de crédito barato. La futilidad de todos esos pla-
nes no es cosa accidental. Es la obra lógica de la filosofía social de esos
autores."53
"[...] en este gran conflicto los defensores del control público no
pueden prescindir de la inflación. La necesitan a fin de financiar su política
de temerario derroche y para comprar a los votantes. El efecto poco deseable
e inevitable que produce la inflación —el alza de los precios— les da buen
pretexto para implantar el control de los precios y para ir realizando poquito
a poco su sistema de planificación completa."54

51
Teoría del dinero y el crédito, op. cit., pp. 458-459.
52
Ibídem, p. 461.
53
Ibídem, pp. 483-484.
54
Ibídem, p. 485.
206 ESTUDIOS PÚBLICOS

"[...] la expresión dinero sano significa hoy día lo que significaba en


el siglo XIX: patrón oro. La superioridad del patrón oro consiste en el
hecho de hacer a la determinación del poder adquisitivo de la unidad
monetaria independiente de las disposiciones de los gobiernos. Quita de las
manos de los 'zares económicos' el más terrible instrumento que éstos
tienen y hace imposible que produzcan inflación. Por eso combaten
sañudamente el patrón oro todos aquellos que esperan poder enriquecerse con
las liberalidades de la al parecer inagotable bolsa del Estado."55

55
Ibídem, p. 487. Ciclos económicos

"[...] Los bancos, por más esfuerzos que hagan para aumentar la
circulación de crédito, no pueden detener el alza del tipo de interés. Aun si
quisieran y pudieran seguir aumentando la cantidad de medios fiduciarios
hasta llegar al punto en que ya no fuese posible el aumento, tampoco
podrían lograr el resultado apetecido [...]. Un torrente como este de medios
fiduciarios, si no se puede prever cuándo y dónde se detendrá o ha de ser
detenido va a descender con rapidez y creará pánico hasta que caiga en
insondable abismo el valor del cambio objetivo de la unidad moneda y
crédito. Entonces el tipo de interés para préstamos ha de subir en parecido
grado y forma. Los bancos, pues, se verán obligados al fin a cesar de hacer
ofertas a un tipo de interés más bajo que el natural. Aquella ratio entre los
precios de los bienes del primer orden y los de órdenes superiores que está
determinado por la situación del mercado de capitales y ha sido alterada
solamente por la intervención de los bancos será reestablecida aproxi-
madamente y la sola señal que quede de la alteración será el aumento general
del valor en cambio objetivo de dinero debido a factores provenientes del
lado monetario. [...] la intervención de los bancos ha traído consigo una
redistribución de los bienes o riqueza y, por otra parte, porque la recu-
peración automática del mercado de préstamos comprende algunos de los
fenómenos de una crisis que son señales de la pérdida de alguna parte del
capital empleado en procesos de producción desviados y excesivamente
prolongados. No es factible la traslación de todos los bienes de producción
retirándolos de los empleos que no han resultado provechosos para llevarlos
a otros lugares de empleo, pues una parte de ellos no puede ser retirada, y,
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MEES 207

por tanto, se ha de dejar enteramente sin utilizar o, al menos, ha de ser


utilizada más económicamente. En ambos casos hay pérdida de valor."56
"La teoría de la banca, como la del principio monetario, lleva al fin a
una teoría de los ciclos económicos. Es cierto que la escuela monetaria no
estudió a fondo ni siquiera este problema. No inquirió para conocer las
consecuencias que puede traer la expansión ilimitada del crédito por parte de
los bancos de emisión de créditos, ni tampoco sobre si era posible para
estas entidades reducir de una manera permanente el tipo natural de interés.
Se impuso objetivos más modestos y se contentó con preguntar qué pasaría
si los bancos de un país aumentasen más que los de otro país la emisión de
medios fiduciarios [...]."57
"La crítica marxista al orden social del capitalismo sostiene que el
método de producción de este sistema es anárquico. Dicen que cada
empresario produce ciegamente guiado solamente por su deseo de ganancia
sin prestar atención si su acción satisface o no necesidades. Por tanto,
continúan los marxistas, no debe sorprender que de tanto en tanto aparezcan
crisis económicas debido a severos desajustes. Sostienen que es inútil
combatir esta situación con el capitalismo. Sostienen que solamente el
socialismo puede proveer los remedios necesarios reemplazando la economía
anarquista de la ganancia por una economía planificada que apunte a
satisfacer necesidades [...]."
"Lo que en verdad se quiere decir con estas manifestaciones es que la
economía capitalista que llaman anarquista significa: la producción
capitalista no depende de instituciones gubernamentales."
"La expresión 'anarquía' tiene todavía otra connotación. Usualmente
usamos esa expresión para referirnos a la condición social donde aparece el
caos debido a la inexistencia de un aparato gubernamental que proteja la paz
y el respeto por la ley. Por tanto, la expresión 'anarquista' está asociada a la
idea de condiciones intolerables. [...] La teoría marxista necesita de esas
expresiones para producir simpatías emocionales y antipatías que ocultan el
análisis crítico. El slogan de la 'anarquía de la producción' ha servido a este
propósito. Generaciones enteras han permitido que se las confunda por esta
vía. Ha influido sobre las ideas políticas y económicas de muchos partidos
políticos, incluso en alguna medida a aquellos que abiertamente se
proclaman como antimarxistas [...]."

56
Ibídem, pp. 399-400.
57
Ibídem, p. 401. La cursiva es nuestra.
208 ESTUDIOS PÚBLICOS

"Es inherente a la naturaleza de la economía capitalista que, en


último término, el empleo de los factores de la producción apunta
exclusivamente a servir los deseos del consumidor. Asignando los recursos
del trabajo y el capital los empresarios y los capitalistas están forzados a
satisfacer las necesidades de los consumidores lo mejor posible dada la
escasez de recursos disponibles y la tecnología del momento. Por tanto, el
contraste que se hace entre el método capitalista de producción como una
producción para obtener ganancias y el método socialista como una
producción para satisfacer necesidades es completamente inconducente. En la
economía capitalista la demanda del consumidor determina las características
y la dirección de la producción, precisamente, porque el empresario y los
capitalistas deben considerar la rentabilidad de sus empresas."
"Una economía basada en la propiedad privada de los factores de
producción tiene sentido a través del mercado. El mercado opera a través del
sistema de precios para hacer que oferta y demanda coincidan [...]."
"En la sociedad feudal los hombres se hacían ricos por medio de la
guerra y la conquista y a través de decisiones del soberano. Los hombres se
hacían pobres si eran derrotados en la batalla o si ya no contaban con la
gracia del monarca. En la sociedad capitalista los hombres se hacen ricos
—directamente como productores de bienes de consumo o indirectamente
como productores de materias primas y productos semielaborados—
sirviendo al mayor número de consumidores posibles. Esto quiere decir que
los hombres que se hacen ricos en la sociedad capitalista están sirviendo al
pueblo. El mercado en la economía capitalista es una democracia en donde
cada centavo constituye un voto. La riqueza de un empresario exitoso es el
resultado del plebiscito del consumidor. La riqueza, una vez adquirida, puede
preservarse únicamente si continúa satisfaciendo los deseos de los
consumidores [...]."
"Debido a que el mercado obliga a los empresarios a conducir su ne-
gocio para que obtenga el mayor retorno posible es que los consumidores
resultan cubiertos de mejor manera y de la manera más barata [...]
cualquiera que obstaculice este proceso para dar preferencia a consi-
deraciones que no sean las de las ganancias empresariales actúa contra los
intereses de la sociedad, obstaculiza la satisfacción de las necesidad de los
consumidores [...]. Si la operación de este proceso complejo es interferida
se producen desajustes que no permiten que la oferta sea igual a la demanda,
con lo que se perjudica la estructura productiva en dirección a que se
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 209

obtengan los fines propuestos, esto es, la satisfacción de las necesidades.


Estos desajustes constituyen la crisis económica."58

Tasas de interés y crisis económica

"[...] los cambios cíclicos en los negocios se deben a reducciones


artificiales en las tasas de interés para los créditos, lo cual se hace a través
de la política bancaria [...]. Si estas tasas de interés [...] las de mercado [...]
se respetaran, el progreso económico quedaría sin interrupción —salvo la
influencia de catástrofes naturales o actos políticos, como la guerra,
revolución y situaciones por el estilo—. El desarrollo cíclico de la
economía es consecuencia de la intervención política de las tasas de interés a
través de los bancos. El punto de vista predominante entre políticos,
empresarios, periodistas y la opinión pública en general consiste en que el
reducir tasas de interés a niveles inferiores a los de mercado constituye una
medida atractiva de economía política, porque esto permite expandir el
crédito bancario. [...] En un primer momento los resultados de esa
expansión crediticia aparecen a la altura de las expectativas [...] tarde o
temprano, sin embargo, esa euforia en los negocios crea el camino hacia el
colapso [...] cuando las tasas de interés se reducen a través de la expansión
del crédito algunos negocios que anteriormente no resultaban rentables
aparecen como buenos negocios. Este es el motivo por el cual aparece en
primer momento el boom. La realidad, sin embargo, es que la economía no
permite esos negocios. Los recursos que necesitan no están disponibles.
Los recursos que necesitan tienen que ser detraídos de otros negocios. [...]
es que la expansión crediticia no puede incrementar la oferta real de bienes.
Esto simplemente implica una reasignación. Saca inversiones de capital de
aquellos sectores marcados como prioritarios por el mercado y los recursos
disponibles. Hace que la producción se desvíe hacia caminos que la eco-
nomía no permite a menos que exista mayor cantidad de bienes materiales.
Por tanto, ese boom carece de una base sólida. No constituye prosperidad
real. Constituye una prosperidad ilusoria. No apareció como consecuencia
de un incremento en la riqueza económica. Apareció debido a que la
expansión crediticia creó la ilusión de un incremento en la producción.
Tarde o temprano se hará evidente que esta situación económica estaba
58
"The causes of the economic crisis" en L. von Mises, On ihe
Manipulation of Money and Credit (Ed. B. L. Greaves, Free Market Books,
1978), pp. 175-183 y 202-203.
210 ESTUDIOS PÚBLICOS

construida sobre arena [...] el incremento continuo en la creación de medios


fiduciarios conducirá a un continuo incremento de precios [...] así la gente
abandonará el uso de la moneda que está comprometida en un incremento
permanente de medios fiduciarios. La huida será a moneda extranjera, a
barras de metal al trueque. En otros términos, la unidad monetaria se
desplomará."59

III. CALCULO ECONÓMICO

Cálculo y moneda

"[...] el significado de la moneda en una sociedad cuyos medios de


producción pertenecen al Estado será completamente diferente de aquella
sociedad donde los medios de producción son privados. En la sociedad
socialista el rol de la moneda será incomparablemente más limitado puesto
que sus posibilidades de intercambio serán también limitadas [...] la moneda
nunca tendrá el mismo significado en una sociedad socialista que en una
sociedad competitiva puesto que es imposible la determinación del valor de
los bienes de producción. El cálculo en términos monetarios es por tanto
imposible."60
"El cálculo monetario tiene sus límites. La moneda no es una
medición del valor ni del precio. El valor no está medido en términos
monetarios, tampoco están los precios. La moneda como un bien
económico no posee un valor estable. Ingenua y equivocadamente han
asumido algunos que se trata de un 'estándar de pagos diferido'. La relación
de intercambio que resulta entre la moneda y los bienes está sujeta a
fluctuaciones que, aunque no son violentas, se originan no solamente del
lado de los bienes económicos, sino también del lado de la moneda. Sin
embargo, estas fluctuaciones turban el cálculo económico sólo de una
manera muy leve y por períodos cortos en los cuales la 'buena' moneda
sufre muy pequeñas fluctuaciones en lo que se refiere a las relaciones de
intercambio."61

59
Ibídem, pp. 181-183.
60
'"Economic Calculation in the Socialist Commonwealth" en
Colectivist Economic Planning (Augustus M. Kelley, 1965), p. 92.
61
Ibídem, p. 98.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 211

"El cálculo monetario sólo tiene sentido si hay organización econó-


mica. Solamente tiene sentido si funcionan las reglas económicas respecto a
la disposición de los bienes económicos. Los bienes económicos juegan un
rol en el sistema en la medida en que pueden ser intercambiados por
moneda. Cualquier extensión de la esfera del cálculo monetario conduce a
malos entendidos. No puede considerarse como unidad de medida para la
valoración de los bienes [...]; no puede ser usado como un criterio para
medir la riqueza nacional ni el ingreso nacional ni tampoco como un medio
para apreciar el valor de los bienes que están fuera de la esfera del
intercambio. Nadie puede estimar las pérdidas humanas como consecuencia
de migraciones y guerras en términos monetarios [...]. Sin embargo, dentro
de estos límites, el cálculo monetario llena los requisitos necesarios para el
cálculo económico. Implica una guía para apreciar las potencialidades
económicas. Nos permite extender juicios de valor a todos los bienes de
orden más alto y no solamente a los bienes de consumo o a los bienes de
producción de orden más bajo. Nos permite computar valores y por lo tanto
nos da las bases para las operaciones económicas [...] sin este
procedimiento, toda la producción implica procesos de larga duración y en
general todo el proceso de producción capitalista operaría en la más
completa oscuridad."62

El rol de los precios

"Ni bien uno elimina la concepción de precios establecidos


libremente para bienes de orden superior, la producción racional se hace
totalmente imposible. Por este camino, cada paso que adoptemos nos aleja
de la propiedad privada de los medios de producción [...]."
"No resulta del todo difícil perder la perspectiva de este punto en la
medida que el socialismo se constituya como una especie de oasis en medio
de un sistema monetario de intercambio que se mantiene hasta cierto punto
libre. En un sentido podemos estar de acuerdo con los socialistas respecto de
que la nacionalización y la municipalización de algunas empresas no es
realmente socialista puesto que esas aventuras son dependientes del entorno,
esto es, del sistema económico que opera libremente [...]."
"Sin embargo, esta situación no se puede obtener en el caso de que
se opere en un entorno totalmente socialista. Sin cálculo económico no

62
Ibídem, pp. 100-101.
212 ESTUDIOS PÚBLICOS

puede haber economía. Por tanto, en un Estado socialista donde no se puede


calcular econónicamente, no tiene sentido la economía desde ningún punto
de vista."63
"Imaginémonos la construcción de un ferrocarril. Hay que saber en
primer lugar si hay que construirlo y, en ese caso, las líneas férreas y de qué
características. En un sistema competitivo y en una economía monetaria,
estas cuestiones son resueltas, precisamente, a través del cálculo monetario.
[...] todos estos interrogantes pueden ser solamente calculados en precios
monetarios y no es posible lograr los mismos objetivos balanceando los
esfuerzos físicos y los ahorros físicos. Si no podemos reducir las horas de
trabajo, el carbón, el hierro y todo el resto de los materiales y máquinas a
una unidad común, si esto no es posible, no podemos realizar cálculo
alguno y solamente operar sobre una base económica si todos los bienes
involucrados pueden referirse en términos monetarios."64

Asignación de recursos

"Los juicios de valor se aplican primero y directamente a la satisfac-


ción de las necesidades mismas. La satisfacción de las necesidades se refleja
inmediatamente sobre los juicios relativos a los bienes de primer orden y a
los bienes de grado superior. Como regla general, el hombre en posesión de
sus sentidos es naturalmente capaz de estimar de inmediato el valor de los
bienes de primer orden. En casos sencillos llega sin dificultad a formarse
una opinión sobre la importancia que para él tienen los bienes de grado
superior. Pero cuando las cosas se vuelven más complejas y las conexiones
más difíciles de desenlazar, se hace necesario recurrir a consideraciones más
sutiles para apreciar exactamente el valor de los medios de producción —se
entiende que desde un punto de vista de la persona que juzga y no en la
forma de un juicio objetivo que tenga valor universal—. Puede no ser difícil
para el agricultor independiente escoger entre desarrollar la cría de ganado o
consagrar una parte de su actividad a la caza. Los procedimientos de
producción que debe emplear en esta etapa son todavía de duración relati-
vamente corta y es fácil evaluar el esfuerzo que se debe hacer y el
rendimiento que se puede obtener."

63
Ibídem, pp. 104-105.
64
Ibídem, pp. 108-109.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 213

"Pero sucede por completo de otro modo cuando se trata de escoger,


por ejemplo, entre la utilización de un curso de agua para generar
electricidad, por una parte, y el desarrollo de una explotación minera y la
construcción de instalaciones destinadas a sacar mejor partido de la energía
obtenida por el carbón, por la otra parte. En este caso los procesos de
producción son de tal manera numerosos, que cada uno de ellos exige
mucho tiempo; las condiciones de éxito son tan diversas que es absolu-
tamente imposible decidirse mediante el auxilio de evaluaciones vagas, y es
necesario recurrir a cálculos más precisos para formarse una opinión sobre
la economía de la empresa."
"Sólo se pueden contar por medio de unidades, pero no puede existir
unidad para medir el valor subjetivo de uso de los bienes. La utilidad mar-
ginal no constituye una unidad de valor, supuesto que el valor de dos
unidades que se toman de una provisión de mercancías no es dos veces
mayor que el de una sola, pero necesariamente debe ser o más grande o más
pequeño. El juicio de valor no mide, diferencia, establece una gradación.
Aun al tratarse de una empresa aislada no es posible, cuando el juicio de
valor no se impone con una evidencia inmediata, y que se hace necesario
apoyar su juicio en un cálculo más o menos preciso, contentarse con operar
sólo con el valor subjetivo de uso. Se hace necesario establecer relaciones
de sustitución entre los bienes que puedan servir de base al cálculo [...]."
"En la economía de cambios el valor de cambio objetivo de los
bienes hace su aparición como unidad de cálculo económico y de ello resulta
una ventaja triple: por una parte se hace posible basar el cálculo sobre la
apreciación de todos los participantes en los cambios. El valor subjetivo de
uso de tal o cual objeto para un hombre determinado es un fenómeno
puramente individual y no es, en cuanto tal valor, inmediatamente compa-
rable al valor subjetivo de uso que este mismo objeto presenta para otros
hombres. No se convierte en él sino bajo la forma de valor de cambio, que
resulta de la confrontación de las apreciaciones subjetivas de todos los
hombres que participan en la economía comercial. Un control sobre la
utilización adecuada de los bienes no se hace posible sino por el cálculo que
se basa en el valor de cambio. Quien desea apreciar un procedimiento
complejo de producción, inmediatamente observa si es más económico o no
que los otros; en efecto, si dadas las condiciones de cambio que reinan en el
mercado no puede aplicarlo en forma de hacer lucrativa la producción,
prueba ello que existen otros procesos que permiten sacar mejor partido de
los medios de producción que se han tomado en cuenta. Finalmente, el
cálculo que se basa en el valor de cambio permite reducir todos los valores a
una sola unidad. Se puede, para desempeñar este papel, escoger cualquier
214 ESTUDIOS PÚBLICOS

bien, siempre que las relaciones del mercado den a todos los bienes un valor
de sustitución. En la economía monetaria se ha escogido el dinero para
llenar esta función."
"El cálculo en moneda tiene sus límites. La moneda no es patrón del
valor y no es tampoco patrón de los precios. El valor no se mide en dinero.
Los precios tampoco se miden en dinero, aunque se expresan en dinero. En
cuanto la moneda es un bien económico, no tiene 'valor estable', como hay
costumbre de admitirlo ingenuamente cuando se la emplea como patrón de
pagos diferidos. La relación de cambios que existe entre los bienes y la
moneda sufre fluctuaciones constantes, aunque poco considerables por lo
general, que no provienen simplemente de los otros bienes económicos,
sino también de la moneda misma. Tal estado de cosas no perturba en lo
más mínimo, a decir verdad, el cálculo de los valores [...]."
"Una economía sin moneda sólo es posible en el estado rudi-
mentario. En el marco estrecho de la economía doméstica cerrada, en donde
el padre de familia puede abarcar de una sola ojeada toda la explotación, es
posible apreciar con más o menos exactitud, sin ayuda de la moneda, la
importancia de las modificaciones que se aplican al proceso de producción.
Este último se desarrolla con el concurso de un capital relativamente
modesto. Ignora los rodeos complicados de la producción capitalista; se
limita a producir en general bienes de consumo o, al menos, bienes de orden
superior que no se alejan mucho de los anteriores. La división del trabajo se
halla todavía en sus principios; un solo trabajador basta para llevar a su fin,
desde el comienzo hasta la terminación, el proceso de la fabricación de un
bien maduro para el uso o el consumo. Sucede en forma diferente en el seno
de una sociedad evolucionada. No se tiene derecho para ir a buscar en las
experiencias de una época de producción simple, de tiempo atrás evolu-
cionada, un argumento favorable a la posibilidad de realizar una economía
sin cálculo monetario."
"Porque en las relaciones sencillas de la economía doméstica cerrada
puede advertirse en todo su conjunto el camino que va del comienzo del
proceso de la producción hasta su fin, y porque siempre es posible juzgar si
tal o cual procedimiento puede producir más o menos bienes listos para el
uso o el consumo. Esto ya no es factible en nuestra economía infinitamente
más complicada. Siempre será evidente, aun dentro de la sociedad socialista,
que 1.000 litros de vino valen más que 800 y ella podrá decidir sin
dificultad, igualmente, si prefiere 1.000 litros de vino a 500 de aceite. Para
esto no es necesario cálculo alguno, pues basta que decida la voluntad de los
directores de la economía. Pero la tarea propiamente dicha de la dirección
racional de la economía comienza cuando se ha tomado esta decisión, tarea
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 215

que consiste en poner económicamente los medios al servicio de los fines.


Y esto no es posible sin el concurso del cálculo económico. Si le falta este
sostén, el espíritu humano se vería desorientado en la multitud compleja de
los productos intermedios y los procedimientos de producción; porque sin él
se hallaría a la deriva frente a problemas que plantean dichos procedimientos
y las condiciones geográficas."
"Es una ilusión suponer que en la economía socialista pudiese
reemplazarse el cálculo monetario por el cálculo en especie. Este último no
se puede aplicar, ni aun en la sociedad sin cambio, más que a los bienes
prestos a consumirse. Es totalmente impotente cuando se trata de bienes de
orden superior: desde el momento en que se abandona la libre formación de
precios de estos bienes en dinero, se vuelve absolutamente imposible una
producción racional. Cualquier paso que nos aleje de la propiedad privada de
los medios de producción y del uso de la moneda, nos aleja al mismo
tiempo de la economía racional [...]."
"Sin cálculo económico no puede haber economía. El hecho de que
el cálculo económico es irrealizable en la sociedad socialista, tiene por
consecuencia que no sea ahí posible actividad económica alguna, en el
sentido en que entendemos esta palabra. En el detalle y en lo accesorio se
puede continuar procediendo racionalmente, pero en el conjunto no podría
seguirse hablando de producción racional. No se dispondría ya, en el caso,
de ningún medio para reconocer lo que es racional, de manera que la
producción no podría organizarse eficazmente en función del principio de
economía. Quizás durante cierto tiempo se podría, gracias al recuerdo de las
experiencias de la economía libre, acumuladas en el curso de los siglos,
evitar la ruina completa de la ciencia de la economía. Los viejos
procedimientos se conservarán, no porque se les considere racionales, sino
por estar consagrados por la tradición. Podrá suceder que entre tanto se
vuelvan irracionales, como si no correspondieran ya a las nuevas
condiciones. La regresión general del pensamiento económico las obligará a
sufrir modificaciones que las harán antieconómicas. Es exacto, la
producción ya no será anárquica. Todos los actos que tengan por fin cubrir
las demandas se regularán mediante las órdenes de una instancia superior.
Pero en lugar de la producción anárquica de la economía actual, se asistirá al
funcionamiento inútil de un aparato que no responde a los fines que se
persiguen. Las ruedas girarán, pero girarán en el vacío."
"Tratemos de imaginarnos la comunidad socialista. En ella existen
centenares y millares de establecimientos en donde se trabaja. La menor
parte de ellos estarán dedicados a la fabricación de productos acabados, la
gran mayoría a la fabricación de medios de producción y de productos
216 ESTUDIOS PÚBLICOS

semielaborados. Todos estos trabajos están en relación unos con otros.


Antes de madurar para el consumo cada bien debe seguir toda la serie de
establecimientos, aunque en la actividad incesante de este proceso la
dirección de la economía no posee medio alguno para orientarse. No se
puede dar cuenta de si tal pieza que se encuentra en el momento de recorrer
dicha serie no se ha detenido inútilmente en tal o cual lugar o de si su
terminación no acarreará un gasto superfluo de trabajo o de material. ¿Cómo
podría saber si tal o cual método de producción es verdaderamente el más
ventajoso? Es cuando mucho capaz de comparar la calidad y la cantidad del
resultado final de la producción lista para su consumo, pero no estará en
posibilidad, sino en casos excepcionales, de comparar los gastos que se
necesiten para la producción. Conoce exactamente los fines que se propone
o cree al menos conocerlos y debe obrar consecuentemente, es decir, que
debe esforzarse por alcanzar los fines que se ha propuesto con el mínimo de
gastos. Para hallar la vía más económica necesita hacer cuentas. Su cálculo
no puede ser, naturalmente, más que un cálculo de valor. Es evidente, y no
son necesarias explicaciones detalladas para comprenderlo, que este cálculo
no puede ser 'técnico', que no puede basarse en el valor objetivo de uso
(valor de utilización) de los bienes y de los índices. En la organización
económica que se funda en la propiedad privada de los medios de producción,
todos los miembros independientes de la sociedad efectúan el cálculo
económico. En ello está interesado cada individuo, por la doble razón de que
es consumidor y productor. Como consumidor establece la jerarquía de los
bienes de uso y de los bienes maduros para el consumo; como productor
regula el empleo de los bienes de orden superior, de manera de sacarles el
rendimiento máximo. Por esto mismo los bienes de orden superior reciben
también el lugar que les corresponde, dado el estado momentáneo de las
condiciones y de las necesidades sociales. Por el juego simultáneo de los
dos procesos de evaluación de los valores, el principio de la economía llega
a triunfar lo mismo en el consumo que en la producción. Se forma una
escala de los precios exactamente regulada, que le permite a cada uno poner
de acuerdo su propia demanda con el cálculo económico."
"Todo esto falla necesariamente en la comunidad socialista [...] la
moneda no puede ya desempeñar papel alguno en el cálculo económico."65
"El problema del cálculo económico es el problema fundamental en
la doctrina socialista. El hecho de que se haya podido hablar y escribir del
socialismo durante años, sin tratar esta cuestión, prueba los estragos
65
El Socialismo (Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales,
1968), pp. 126-134.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 217

producidos por la prohibición marxista de estudiar científicamente el carácter


y las consecuencias de la economía socialista."
"Probar que en la comunidad socialista no sería posible el cálculo
económico es demostrar de un solo golpe que el socialismo es irrealizable.
Todo lo que se ha adelantado en favor del socialismo desde hace cien años,
en millares de escritos y de discursos, los éxitos electorales y las victorias
de los partidos socialistas, la sangre derramada por los partidarios del
socialismo, no lograrán hacer viable el socialismo. Las masas pueden desear
su advenimiento con el mayor fervor y se pueden desatar en su honor tantas
revoluciones y guerras como se quiera, pero jamás se realizará. Cualquier
intento de realización lo conducirá al sindicalismo o traerá un caos, que
pronto disolverá la sociedad fundada en la división del trabajo en ínfimos
grupos autárquicos."
"La comprobación de este estado de cosas no deja de causar mucho
disgusto a los partidos socialistas. En una masa de escritos de autores
socialistas de todo color, se ha tratado de refutar mi demostración y de
inventar un sistema de cálculo económico socialista. No se ha logrado. No
se ha conseguido producir un solo argumento nuevo que no hubiese yo
indicado antes y discutido cuidadosamente. La prueba de que es imposible el
cálculo económico socialista no puede sufrir detrimento."66

Otros métodos

"Algunos socialistas jóvenes opinan que una comunidad socialista


podría resolver el problema de la contabilidad económica mediante la
creación de un mercado artificial de los medios de producción. Los viejos
socialistas, creen aquéllos, se equivocaron al tratar de realizar el socialismo
por medio de la supresión del mercado y de la formación de los precios para
los bienes de orden superior, supresión que constituye para ellos el
socialismo. Si la comunidad socialista no debe degenerar en caos estúpido,
que devore la civilización, tiene que crear un mercado en donde se
establezcan los precios para todos los bienes y trabajos como sucede en la
capitalista. Gracias a estos precios la comunidad podrá contar y calcular tal
como lo hacen los jefes de empresa de dicho régimen."
"Los partidarios de esta proposición no ven o no quieren ver que el
mercado y el establecimiento de los precios en el mercado son inseparables

66
Ibídem, pp. 148-149
218 ESTUDIOS PÚBLICOS

de una organización de la producción y del consumo, que se funda en la


propiedad privada de los medios de producción, y en donde terratenientes,
capitalistas y empresarios disponen del suelo y del capital a su manera. Lo
que da nacimiento a la formación de los precios y a los salarios es el
propósito de los empresarios capitalistas de ganar las mayores sumas de
dinero al satisfacer los deseos de los consumidores. No se puede concebir la
actividad del mecanismo que constituye el mercado sin el afán de lucro por
parte de los jefes de empresa (comprendidos ahí los accionistas), sin el deseo
de rentas, intereses, salarios, según se trate de terratenientes, capitalistas,
obreros. Lo único que guía la producción sobre estos cambios es la
perspectiva de lucro, en donde ésta busca responder de la mejor manera y
con los menores gastos a las necesidades de los consumidores. Si falta esta
perspectiva de ganancia, el mecanismo del mercado se frena y se detiene. Y
es que el mercado es el verdadero elemento central, el alma de la
organización capitalista. Sólo es posible en este sistema y no puede ser
imitado 'artificialmente' en la colectividad socialista."
"Para crear este mercado artificial nada parece más simple, dicen sus
partidarios, que ordenar a los directores de las diferentes empresas del Estado
conducirse como si fueran directores de los varios negocios de la sociedad
capitalista. En la economía capitalista el director de una sociedad por
acciones no trabaja tampoco por su cuenta, sino por la de los accionistas.
En la comunidad socialista continuaría conduciéndose de igual manera, con
idéntica cordura y con la misma conciencia. Lo único diferente es que el
resultado de su esfuerzo y trabajo aprovecharía a la comunidad y no a los
accionistas. Se tendría así un socialismo descentralizado, y ya no un
socialismo centralista, único en el cual han pensado los viejos socialistas,
particularmente los marxistas."
"Para juzgar esta proposición de los neosocialistas es preciso, ante
todo, hacer notar que los directores de las diferentes explotaciones deberán
primero ser nombrados para el desempeño de sus cargos. En las sociedades
por acciones de la comunidad capitalista, los directores quedan designados
directa o indirectamente por los accionistas. Al encargar a ciertos individuos
la tarea de producir en su lugar, con los medios de producción que se les
confían, los accionistas arriesgan su fortuna o cuando menos una parte de
ella. El riesgo —porque forzosamente hay alguno— puede resultar nulo, y
entonces es una ganancia. Puede resultar malo, y es entonces la pérdida de
todo o parte del capital invertido. Confiar de este modo su propio capital
para negocios, cuyo resultado es incierto, a hombres de quienes no puede
conocerse el éxito o fracaso futuros, aun cuando se conozcan muy bien sus
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 219

antecedentes, es un hecho esencial en las empresas de las sociedades por


acciones [...]".
"El cálculo económico es tarea que se presenta en una economía
perpetuamente sujeta a cambios y colocada todos los días ante problemas
nuevos. Para resolver los problemas de un mundo que se transforma es
preciso, ante todo, hacer afluir capital a ciertas ramas de la producción, a
ciertas empresas y actividades. No son los directores de las sociedades por
acciones quienes se encargan de ello, sino los capitalistas que venden o
compran acciones, conceden préstamos o los cancelan, depositan o retiran
dinero de los bancos, se entregan a toda clase de especulaciones con las
mercancías. Estos actos del capitalismo especulativo crean la base y las
condiciones del mercado del dinero, de las bolsas de valores y de los grandes
mercados comerciales. El director de una sociedad por acciones, que sólo es
un administrador fiel y celoso, tal como se lo imaginan nuestros escritores
socialistas, no tiene así más que basarse en la situación reinante en el
mercado para adaptar a él sus negocios y darles la dirección requerida."
"La idea socialista de un mercado 'artificial' y de una competencia
también 'artificial' no es viable, pues en el mercado de los medios de
producción hay otros factores, además de los productores que compran y
venden mercancías. Hay la acción de la oferta de capital de los capitalistas,
de su demanda por parte de los empresarios, que no puede suprimirse sin
destruir ese mercado. Ahora bien, esto es lo que no quieren ver los
socialistas."
"Sin duda estos últimos podrían proponer que el Estado socialista,
propietario de todo el capital y de todos los medios de producción, conceda
los capitales a las empresas de las que hay derecho a esperar las mayores
utilidades. El capital disponible iría a estas empresas, que prometen producir
los intereses más altos. Pero ¿cuál sería la consecuencia de un estado de
cosas semejante? Los directores más atrevidos, que miran con optimismo la
evolución de los acontecimientos futuros, recibirían los capitales que les
permitiesen dar una gran amplitud a su empresa, en tanto que los directores
prudentes, por juzgar con cierto escepticismo el porvenir, quedarían con las
manos vacías. En la sociedad capitalista el dueño de capital decide a quién
desea confiarlo. La opinión de los directores de sociedades por acciones
sobre las oportunidades futuras de las empresas que dirigen y la de aquellos
que formulan toda clase de proyectos sobre posibilidades de ganancia en los
negocios que proponen, no desempeñan de ninguna manera papel alguno.
Por encima de ellos existe el mercado de dinero y de capitales que los juzga
y que decide. La tarea de estos mercados es precisamente la de abarcar el
conjunto de datos económicos y no seguir a ciegas las proposiciones de los
220 ESTUDIOS PÚBLICOS

directores de las diferentes negociaciones, quienes ven las cosas desde su


estrecho punto de vista de especialistas. El capitalista no invierte de rondón
su capital en una empresa que promete fuertes utilidades o altos intereses.
Antes establece el balance entre sus deseos de ganar y los riesgos de perder.
Debe ser prudente, y si no lo es sufre quebrantos cuyo efecto es transferir la
facultad para disponer de los medios de producción a manos de otras
personas que saben prever, mejor que él, las oportunidades de la
especulación en sus negocios."
"Si el Estado socialista quiere ser socialista, no puede abandonar la
facultad de disponer del capital, facultad que decide del crecimiento o de la
reducción de las empresas existentes, o de la creación de otras nuevas. Es
poco verosímil que los socialistas, cualquiera que sea su color, propongan
seriamente que el Estado socialista confíe esta función a un grupo de
personas, que tendrían que hacer, ni más ni menos, lo que hacen capitalistas
y especuladores en la sociedad capitalista, con la única diferencia de que el
rendimiento resultante de su acción no les aprovecharía a ellos, sino a la
colectividad. Si se hacen proposiciones de este género es debido a que se
piensa en los directores celosos y concienzudos de las sociedades por
acciones, pero nunca en los capitalistas y en los especuladores. Porque
ningún socialista refutará los siguientes puntos: capitalistas y especuladores
llenan una función en la sociedad capitalista, que consiste en emplear los
bienes capitales de manera de satisfacer en el más alto grado los deseos de
los consumidores. Esta función la desempeñan impulsados por el deseo de
conservar su propia fortuna y de obtener utilidades, que o bien aumentan esa
fortuna o les permiten vivir sin disipar su capital."67

IV. OTRAS CONTRIBUCIONES

Laissez-faire

"Los pensadores liberales de la Francia del siglo XVIII condensaron


su filosofía en la conocida frase laissez-faire, laissez-passer. Aspiraban a
implementar un mercado libre de trabas, abogaban por la abolición de
cuantos obstáculos impedían al hombre eficaz e industrioso prevalecer sobre
sus más ineficientes competidores y de cuanto perturbaba el desplazamiento
de las personas y la circulación de las cosas. Esto es, pura y simplemente,

67
Ibídem.pp. 150-153.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 221

lo que se quería decir con la famosa máxima de 'dejar hacer'. En nuestra edad
de apasionado dirigismo, la fórmula, sin embargo, ha caído en desgracia. La
opinión pública la considera, hoy, máxima representación de depravación
moral y de supina ignorancia. El intervencionista plantea la disyuntiva entre
que la economía sea operada por 'fuerzas ciegas y automáticas' o por una
'planificación consciente'. Es obvio, se deja entender, que confiar en
procesos irreflexivos resulta pura estupidez. Nadie en su sano juicio puede
propugnar la inhibición; que todo siga su curso sin que intervenga pensante
voluntad alguna. Cualquier ordenamiento racional de la vida económica
siempre habrá de resultar superior a la ausencia de todo plan. Laissez-faire
por eso, para nuestros contemporáneos, meramente significa: 'dejad que
perduren las desgracias; no interfiráis, no hagáis nada para mejorar la suerte
de la humanidad doliente'. El planteamiento, sin embargo, resulta falaz. Tal
dialéctica favorable a la planificación deriva exclusivamente de una
inadmisible expresión metafórica [...]. La alternativa no se plantea entre el
inerte mecanismo, de un lado, y la sabia organización, del otro; entre la
presencia o ausencia de un plan. El problema, en verdad, en lo que consiste
es en determinar quién va finalmente a planear y dirigir. Si será cada
individuo de acuerdo con sus juicios de valor, o paternal gobernante en
nombre de todos. El dilema, desde luego, no estriba en adoptar entre mero
automatismo, de un lado, y lógico ordenamiento de otro, sino entre el
actuar libre e independiente de la persona o la sumisión de la misma a
decisiones inapelables del jerarca. Se trata, en definitiva, de elegir entre
libertad y autocracia. El laissez-faire no pretende desencadenar unas
suspuestas 'fuerzas ciegas e incontrolables'. Lo que quiere decir es dejar a
todos en libertad para que cada uno decida cómo concretamente va a cooperar
en la social división del trabajo y que sean, en definitiva, los consumidores
quienes determinen lo que los empresarios han de producir. La planificación,
en cambio, supone autorizar al gobernante para que, por sí y ante sí,
amparado en los resortes de la represión, resuelva e imponga."68

Empresarios e intervencionismo

"Lo que indudablemente puede perjudicar los intereses del productor


de cierto bien es su fracaso en anticipar correctamente el estado del mercado.
Quiere decir que ha sobreestimado la demanda del público por este bien y ha

68
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., pp. 1057-1058.
222 ESTUDIOS PÚBLICOS

subestimado dicha demanda respecto de otros bienes. Los consumidores no


se interesan por este tipo de empresarios; comprarán sus productos sólo a
precios que lo hacen incurrir en pérdida y, por ende, lo fuerzan —si no
introduce las correcciones necesarias a tiempo— a salirse del negocio. Por
otro lado, aquellos empresarios que han tenido éxito en anticipar la demanda
del público obtienen ganancia y están en posición de expandir sus
negocios."69
"Con algunas pocas excepciones la mayor parte de los comentaristas
contemporáneos de problemas económicos promueven el intervencionismo
[...]. Es realmente curioso que obstinadamente el intervencionismo se
defiende a pesar de sus fallas tras sus fracasos reiterados con una
inconsistencia lógica. Para la mayor parte de los observadores la propuesta
de retornar a las políticas del liberalismo clásico parece como absurda, pero
ni siquiera se molestan en pensar sobre su significado. Los defensores del
intervencionismo alegan que la noción del liberalismo clásico pertenece a
una era pasada. Hoy, nos dicen, vivimos en una era 'de política económica
constructiva', esto es, intervencionismo. Dicen que las ruedas de la historia
no pueden retroceder. Que aquello que ha pasado no puede reestablecerse.
Aquel que demanda la reimplantación del liberalismo clásico y proclama que
la solución es 'retornar a Adam Smith' está demandando lo imposible. Es
cierto que el liberalismo contemporáneo no es idéntico al liberalismo
británico de los siglo XVIII y XIX. Pero el liberalismo moderno está
construido sobre las ideas desarrolladas por Hume, Adam Smith, Ricardo,
Bentham y Wilhelm von Humboldt. Pero el liberalismo no es una doctrina
cerrada ni un dogma rígido. Existe en una aplicación de los principios
científicos vía del hombre. La economía y las ciencias sociales han
realizado grandes progresos desde que comenzó la doctrina liberal, por tanto,
el liberalismo también ha cambiado, pero la base de su pensamiento se
mantiene inalterada. [...] se dice que el espíritu del capitalismo ha sido
substituido por el espíritu de la intervención económica. Se dice que el
capitalismo se ha vuelto viejo y por lo tanto debe ser cambiado por un
concepto nuevo. Y esto nuevo se dice que es la economía intervenida por el
gobierno. Difícilmente puedan ser ayudados cualquiera que seriamente crea
que esas afirmaciones puedan refutar las conclusiones de la economía que
explican, por ejemplo, los efectos de las tarifas aduaneras y el control de
precios."70
69
"Lord Keynes and Say's Law" en Planning for Freedom, op. cit., p. 66.
70
"El mercado intervenido" en L. von Mises. A Critique of
Interventionism (Arlington House, 1977), pp. 57-59.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 223

"La principal característica del capitalismo moderno consiste en


producir bienes en masa para el consumo de la masa. Provocar de esta suerte
una tendencia a la continua mejora del nivel medio de vida y un progresivo
enriquecimiento de la mayoría. El capitalismo 'desproletariza' a los
trabajadores y los eleva a la categoría 'burguesa' [...] el hombre de la calle
es así el soberano consumidor, que comprando o absteniéndose de comprar
decide, en última instancia, lo que debe producirse y en qué cantidad y
calidad. Los comercios y establecimientos que suministran exclusiva o
predominantemente a las clases acomodadas los artículos suntuarios y
lujosos que apetecen, desempeñan un papel secundario en la economía de
mercado. Nunca alcanzan el volumen de los grandes negocios. La gran
empresa se halla siempre al servicio —directa o indirectamente— de las
masas. El cambio radical en el campo social operado por la 'revolución
industrial' consiste en la mejora constante de la multitud. Aquellos
desgraciados que siempre en la historia habían formado los rebaños de
esclavos y siervos, de pobres y mendigos, se transformaron en los
compradores, cuyo favor corteja el hombre de negocios. Estos compradores
se han convertido en los 'clientes que siempre tienen razón' y han adquirido
tal preeminencia que pueden hacer ricos a los proveedores pobres y pobres a
los proveedores ricos."
"La economía de mercado no saboteada por los arbitrismos de
gobernantes y políticos es incompatible con la existencia de señores feuda-
les y poderosos caballeros que mantenían sometido al pueblo imponiéndole
tributos y gabelas y celebraban alegres banquetes mientras los villanos
habían de conformarse con las migajas. La economía basada en el lucro hace
prosperar a quienes supieron satisfacer las necesidades de la gente de la
manera mejor y más barata. Sólo complaciendo a los consumidores es
posible enriquecerse. Los capitalistas pierden su dinero en cuanto dejan de
invertirlo en aquellas empresas que mejor atienden la demanda del público.
En un plebiscito donde cada céntimo confiere derecho a votar, los consu-
midores a diario deciden quiénes deben poseer y dirigir las factorías, los
comercios y las explotaciones agrícolas. El control de los factores de
producción constituye una función social sujeta a confirmación o revo-
cación por los consumidores soberanos."
"Esto es lo que el moderno concepto de libertad significa. Todo
adulto es libre para moldear su vida de acuerdo con sus propios planes. No
está obligado a someterse a los planes trazados por una autoridad suprema
224 ESTUDIOS PÚBLICOS

que impone sus normas mediante la policía, es decir, a través de un


mecanismo coercitivo [...]."71

El estatismo y la nación

"El antagonismo que la gente presenciaba antes en sus luchas por la


libertad, era simple y era evidente para todos. De un lado estaban los tiranos
y los que apoyaban la tiranía; del otro, los partidarios del gobierno para el
pueblo. Los conflictos políticos eran luchas de varios grupos por la
supremacía. La cuestión era quién debía gobernar, nosotros o ellos: para una
minoría o para todos. El déspota o la gente. Hoy, en cambio, las cosas son
distintas. La filosofía del estatismo ha ofuscado el tema. Ahora el asunto no
consiste más en conflictos entre grupos de gente. Se considera que lo que
está en juego son dos principios: el bueno y el malo. El bueno está
representado por el gran dios, el Estado, la materialización de la eterna idea
de la moralidad y lo malo consiste en el 'individualismo desvergonzado" de
los hombres egoístas. En este antagonismo el Estado siempre está en lo
correcto y el individuo siempre en lo incorrecto. El Estado representa el
bien común, la justicia, la civilización y la sabiduría superior. El individuo
es siempre un hombre vicioso, tonto [...]."
"A los ojos de los agentes gubernamentales las leyes escritas son
sólo para la protección de gente mezquina contra los intereses justos de la
sociedad. [...] no es posible que los agentes gubernamentales hagan a la
gente feliz si existen leyes escritas que establecen límites al poder guber-
namental. Esta mentalidad desea que no haya Constituciones, declaración de
derechos, leyes, Parlamentos y Cortes. Eventualmente tampoco periodistas
y abogados. Sería, según esta mentalidad, mucho mejor para el Estado si se
viera libre de estas limitaciones. Esta es precisamente la mentalidad que
conduce al totalitarismo de Stalin y Hitler. La respuesta a estos radicales de
la burocracia es obvia. Los ciudadanos pueden contestar: ustedes podrán ser
excelentes personas, incluso mejor que nosotros. No cuestionamos su
competencia y su inteligencia. Pero ustedes no son los vicarios de un dios
llamado Estado. Ustedes son sirvientes del derecho. No es algo que les
compete a ustedes la crítica al derecho y la violación de las leyes. Violando
esos principios ustedes son peores que los delincuentes, independientemente
de las intenciones que puedan tener. A ustedes se les designa y ustedes juran
71
La mentalidad anticapitalista (Buenos Aires: Fundación Bolsa de
Comercio de Buenos Aires, 1979), pp. 67-69.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 225

y se les paga para respetar el derecho no para lesionarlo. [...] la diferencia


esencial entre un policía y un delincuente y entre un recolector de impuestos
y un ladrón es que el policía y el recolector de impuestos obedecen y hacen
cumplir la ley mientras que el delincuente, el ladrón, la viola. Si se
remueve el derecho la sociedad será destruida por la anarquía. El Estado es la
única institución que tiene el monopolio de la compulsión y la coerción.
Este poder tremendo no puede basarse en la discreción de algunos hombres,
no importa lo competentes y lo inteligentes que sean. Es indispensable
restringir su aplicación y ésa es la función de la ley."72
"La concepción política del reino es de gran interés para el gober-
nante. La famosa máxima de Luis XIV Tétat c'est moi', expresa brevemente
aquella concepción [...] una concepción contraria a la del reino aparece en
los siglos XVIII y XIX con la idea de la libertad. Esta idea reaviva el
pensamiento político de las repúblicas de la antigüedad y de las ciudades
libres de la Edad Media [...] la monarquía absoluta sucumbe frente al ataque
del movimiento en pro de la libertad. En su lugar aparecen la monarquía
parlamentaria y la república. El concepto del reino no incluye fronteras. Lo
ideal para el príncipe consiste en incrementar las posesiones de la familia y,
por ende, desea transmitir a sus sucesores mayor cantidad de tierra que la
que, a su vez, recibió de su padre. El objetivo del rey era continuar aumen-
tando sus posesiones hasta que se encontrara con un adversario igualmente
fuerte o más fuerte que él [...] Este principio, desde luego, amenazaba la
existencia de los estados más débiles. Los que sobrevivían lo hacían debido
a los celos existentes entre los estados mayores [...] así los príncipes
concebían y utilizaban las tierras del mismo modo que un propietario lo
puede hacer respecto de sus campos y bosques. [...] A la gente que vive en
'su' tierra el príncipe le demandaba obediencia y lealtad y la trataba
prácticamente como de su propiedad [...]. El gobernante absolutista
consideraba que las asociaciones entre sus subditos constituían un peligro
potencial, de modo que trataba de disolver este tipo de relaciones [...]. Claro
que con el tiempo, al producir las referidas separaciones el príncipe
atomizaba el cuerpo social y, por ende, creaba las precondiciones para un
nuevo sentimiento político. Así el subdito, actuando en círculos reducidos,
comenzaba a sentirse más como una persona, como un miembro de su
nación, como un ciudadano del Estado y del mundo, lo cual abrió las
puertas para una nueva perspectiva [...] En los individuos que cultivaron el
espíritu de la libertad apareció la idea política de nación: patrie, vaterland,

72
Bureaucracy (Yale University Press, 1944), pp. 74-76.
226 ESTUDIOS PÚBLICOS

comienza a ser la denominación del lugar donde habitan, y patriota es


sinónimo de mentalidad libre [...] Este nacionalismo no se dirigía contra
extranjeros sino contra el déspota que los subyugaba y también subyugaba a
los extranjeros [...]. El principio de la nacionalidad, sobre todas las cosas,
no esgrimía la espada contra otras naciones. Estaba dirigida in tyrannos. Por
tanto, debe destacarse que no había oposición alguna entre los sentimientos
y las actitudes nacionales y la de sentirse ciudadano del mundo. La idea de la
libertad es simultáneamente nacional y cosmopolita. Es también
revolucionaria, porque pretende abolir todas las normas incompatibles con
los principios de la libertad y es, también por ese motivo, pacifista. ¿Qué
motivos habría para la guerra cuando todos los pueblos son libres? [...].
Más adelante el nacionalismo pacífico, que era solamente hostil al príncipe,
pero no a los pueblos, se convierte en un nacionalismo militarista [... o en
el] nacionalismo del imperialismo militante."73 "El estatismo —sea inter-
vencionismo, sea socialismo— debe llevar a conflictos, la guerra, y a la
opresión totalitaria de grandes masas de la población. Bajo el estatismo, el
Estado verdadero y justo es aquel en que yo o mis amigos, que hablan mi
lengua y comparten mis opiniones, son supremos. Los demás estados son
espurios. No se puede negar que también existen en este mundo imperfecto,
pero son enemigos de mi Estado, del único Estado justo, aunque no exista
todavía más que en mis sueños y deseos. Nuestro Estado nazi alemán es el
Reich, dice Steding; los demás estados no son más que desviaciones de él.
La política, dice el jurista nazi más eminente, Karl Schmitt, consiste en
distinguir entre el amigo y el adversario [...]."
"El Estado estatista debe necesariamente extender todo lo posible su
territorio. Los beneficios que puede brindar a sus ciudadanos aumentan en
relación con su territorio. Todo lo que un Estado intervencionista puede
proporcionar, lo puede proporcionar con más abundancia un Estado grande
que un Estado pequeño. La esencia del estatismo consiste en quitar a un
grupo para dar a otro, y cuanto más pueda quitar más podrá dar. A todos
aquellos a quienes el gobierno puede favorecer les interesa que su Estado
llegue a ser lo más grande posible. La política de la expansión territorial
adquiere popularidad. El pueblo, así como los gobiernos, ansian conquistas.
Todos los pretextos para la agresión parecen buenos. Los hombres llegan a
no aceptar más que un argumento en favor de la paz: que el presunto
adversario es lo bastante fuerte para derrotarle si lo atacan. La política
doméstica de los estados nacionalistas se inspira en su propósito de mejorar
73
Nation, State and Economy (New York University Press, 1983), pp.
31-32 y 34-36.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 227

la situación de algunos grupos de ciudadanos dañando a los extranjeros y a


los ciudadanos que hablan un idioma extranjero. En política extranjera el
nacionalismo significa discriminación contra extranjeros. En política
doméstica significa discriminación contra los ciudadanos que hablan un
idioma que no es del grupo dominante [.. .]."74
"No existe diferencia alguna, para el liberal, entre política interior y
política exterior; considera, por tanto, ociosa esa cuestión tantas veces
suscitada y tan ampliamente debatida acerca de si la política exterior debe
prevalecer sobre la interior o viceversa. No podía ser de otra manera, ya que
el liberalismo tiene ámbito mundial: los mismos principios que la doctrina
recomienda para una cierta zona, de idéntica aplicación entiende gozan para
todo el resto del globo. Es sólo en aras a la convivencia expositiva, por
subdividir en sectores más asequibles la vasta materia de la ciencia política,
que el liberal distingue lo nacional de lo extranjero, bien entendido, como
decíamos, que los teoremas manejados estímanse igualmente aplicables en
el interior del país que en el exterior del mismo."
"La paz es, invariablemente, el objetivo que el liberalismo persigue,
tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales. Propugna la coope-
ración pacífica en el interior y luego aspira a la colaboración internacional
de todos los países entre sí. El pensamiento liberal parte de la idea de que tal
cooperación humana tiene enorme trascendencia y extraordinario valor
social; de ahí que la política y el programa del liberalismo oriéntanse
siempre en el sentido de mantener la existente cooperación humana,
procurando ampliarla todo lo posible [...]."
"[Los] chauvinistas nacionalistas que predican la existencia de irre-
conciliables conflictos de intereses entre las naciones y que recomien-
dan medidas tendentes a asegurar la supremacía del propio país, recu-
rriendo a la fuerza, insisten, sin embargo, del modo más enfático, en la
necesidad de mantener la máxima unidad interna de la nación. Cuanto con
mayor ardor pregonan la guerra exterior, más paz y concordia piden entre los
nacionales [...]."
"Ampárase el liberalismo en la internacional división del trabajo para
montar su decisivo e irrefutable argumento antibelicista. La división del
trabajo, desde hace ya tiempo, desbordó las fronteras nacionales. No hay
país civilizado que autúrquicamente provea las necesidades de sus habitantes.
Todas estas naciones compran del extranjero productos que pagan con sus
propias exportaciones. Si se restringiera y, más aún, si se suprimiera este
74
Omnipotencia gubernamental (Editorial Hermes, 1962), pp. 156 y
158.
228 ESTUDIOS PÚBLICOS

mundial intercambio de mercancías, irrogaríase daño enorme al bienestar de


millones de personas, poniendo en entredicho la propia supervivencia de las
mismas. Cuando las naciones todas dependen las unas de las otras, no cabe
ya apelar al recurso bélico".75

"El vigilante nocturno" y la Liga de Manchester

"Tal es la precisa misión que el liberalismo asigna al Estado:


salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia pacífica. Fernando F.
Lassalle, el célebre socialista gemano, pretendió ridiculizar al Estado liberal,
calificándolo de mero 'vigilante nocturno'. Lo que no comprendemos es por
qué tal administración Vigilancia nocturna' deba estimarse más grotesca o de
peor presentación que el Estado dirigista que fabrica salchichas y botones y
edita periódicos. Lasalle, con su ironía, quería burlarse del liberalismo,
buscando amparo en la filosofía hegeliana, a la sazón imperante en
Alemania, que había convertido a la monarquía prusiana y a todos sus
funcionarios en entes cuasidivinos. Donde, a pie juntillas, se admitía, con
Hegel, que el Estado era 'sustancia moral y autoconsciente', 'universal en sí
mismo', 'voluntad racionalizadora', no cabía peor acusación contra el
liberalismo que el decir pretendía reducir la excelsa administración pública a
mera 'vigilancia nocturna'."
"De ahí surgió el asegurar que los liberales eran hostiles al Estado.
Pero no es uno enemigo del gobierno simplemente por demostrar que,
desde un punto de vista social, parece inconveniente que controle los
ferrocarriles, los hoteles o las minas, por lo mismo que no es uno hostil
para con el ácido sulfúrico al asegurar que ni conviene beberlo ni lavarse las
manos con él"
"Inexacto, desde luego, resulta decir que el liberalismo, por
principio, es contrario a la actividad del Estado, oponiéndose a toda decisión
económica que éste puede adoptar. La posición liberal no puede ser más
clara. Reclama la propiedad privada de los medios de producción; jamás,
desde luego, recomienda la colectivización de los mismos. He ahí el límite,
la frontera, que el liberal traza a la actuación estatal: el respeto al derecho
dominical privado."76

75
Liberalismo (Unión editorial, 1975), pp. 131-134.
76
Ibídem, pp. 56-57. La cursiva es nuestra.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVON MISES 229

"Arguyen que el liberalismo no debe seguir siempre obsesionado con


el respeto del derecho dominical, pues hay otras cosas a tener en cuenta.
"Esas otras cosas' aconsejan remodelar el liberalismo, que no puede morir
encasillado en el viejo dogma de la propiedad privada de los medios de
producción; hay que contemporizar y abrirse, por lo menos un poco, a las
prevalentes ideas socializantes e intervencionistas. Nada, sin embargo,
concretamente se nos dice acerca de qué sean 'esas otras cosas'. Oímos, desde
luego, hablar mucho de humanismo, de magnanimidad, de auténtica
libertad, etcétera, sentimientos éstos indudablemente nobles y admirables
que suscribimos todos. No hay grupo alguno —salvo algunas escuelas
cínicas— que tales principios desprecie. Estamos siempre en lo mismo; el
fin último, o sea, el conseguir la máxima felicidad universal posible, nadie
lo pone en tela de juicio; lo que separa y distingue a las diferentes
asociaciones políticas es, pura y simplemente, de determinar cuál sea la
precisa vía que mejor permita alcanzar esa tan comúnmente ambicionada
meta. El liberalismo, aduciendo las correspondientes justificaciones, afirma
que la propiedad privada es, en tal sentido, la institución social de mayor
eficacia y fecundidad."
"Pero la verdad es que los problemas terminológicos tienen sólo se-
cundaria trascendencia. Lo de menos es el nombre; importa más saber qué se
oculta tras la correspondiente etiqueta, cualquiera sea ésta. La oposición a la
dominical institución siempre habrá de reconocer que algunos seguimos
confiando en ella y qué específica designación, una u otra, para presen-
tarnos, habremos de utilizar. En vano preguntamos a los 'modernos' libe-
rales cuál podemos los 'viejos' utilizar. Tal vez digan que nos acojamos al
término manchesterianismo. Pero lo que pasa es que el vocablo, indepen-
dientemente de haber encerrado siempre peyorativa connotación (lo que
carecería, al final, de excesiva trascendencia), ha sido exclusivamente
empleado, hasta ahora, para presentar los aspectos económicos del ideario
liberal, con olvido de las demás facetas de la acción humana, que a nuestra
filosofía igualmente interesan."77

Los intelectuales y la democracia

"Lo que separa a estos verdaderos liberales de los que creen ciega-
mente en la mayoría ilimitada era que aquéllos basaban su optimismo
respecto al futuro de la humanidad no en una confianza mística en la

77
Ibídem, pp. 233-234.
230 ESTUDIOS PÚBLICOS

infalibilidad de las mayorías, sino en la creencia del poder irresistible de la


argumentación lógica. No dejaban de ver que la inmensa mayoría de los
hombres comunes son indolentes y perezosos como para absorber una larga
cadena de razonamientos. Tenían sus esperanzas puestas en que las masas,
precisamente debido a su indolencia y a su pereza, basarían sus opiniones en
las ideas de los intelectuales. Los grandes liberales del siglo XIX confiaban
en que los asuntos humanos mejorarían como consecuencia del juicio de
una minoría culta y de su habilidad para persuadir a las mayorías."78
"[...] las masas siguen a sus líderes precisamente porque no son
creativas y no desarrollan filosofía propia. Las ideologías que han producido
todas las desgracias y las catástrofes de nuestro siglo no son producidas por
las masas. Son consecuencia de lo que han producido pseudoacadémicos y
pseudointelectuales. Estas ideas son propagadas desde las cátedras
universitarias y desde el pulpito y son diseminadas por la prensa por medio
de novelas, piezas de teatro, el cine y la radio. Son los intelectuales los que
han convertido a las masas al socialismo y al intervencionismo. [...] lo que
se necesita para revertir la corriente es cambiar la mentalidad de los
intelectuales. Entonces las masas seguirán las nuevas ideas [...]."
"En el Manifiesto Comunista Karl Marx y Frederick Engels decían
que 'los precios bajos de los bienes constituyen la artillería pesada que el
capitalismo tiene en todas las murallas chinas'. Tenemos la esperanza de que
estos precios más baratos contribuyan efectivamente a lograr más altas
murallas chinas, esto es, si aquéllas han sido erigidas a los horrores de una
mala política económica. Poner de manifiesto esta esperanza no es
simplemente una expresión de deseos."79

Las matemáticas en la economía

"La matemática descripción de diversos estados de equilibrio


constituye simple juego; lo que interesa es el examen y la comprensión del
proceso de mercado [...] en lo referente a la economía matemática, la cosa
es distinta. Las ecuaciones y fórmulas que ésta maneja limítanse a describir
estados de equilibrio e inacción. Mientras no abandonan el terreno

78
The Historical Setting of the Austrian School of Economics
(Arlington House, 1969), p. 36.
79
"The Political Chances of Genuine Liberalism" en Planning for
Freedom, op. cit., pp. 181 y 184.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 231

matemático, dichos investigadores nada pueden decirnos acerca de la génesis


de tales situaciones y de cómo las mismas pueden evolucionar y dar lugar a
distintos planteamientos. Por lo que atañe a la economía matemática, el
reclamar una teoría dinámica está, pues, plenamente justificado. La eco-
nomía matemática, sin embargo, carece de medios para satisfacer tal
exigencia. Los problemas que el análisis del proceso de mercado suscita, es
decir, los únicos problemas económicos que de verdad importan, resultan
imposibles de abordar por medios matemáticos. La introducción de pará-
metros temporales en las correspondientes ecuaciones de nada sirve. Ni
siquiera se rozan con ellos las deficiencias fundamentales del método
matemático. El proclamar que todo cambio requiere siempre cierto lapso y
que la mutación implica secuencia temporal no es más que otro modo de
decir que, donde hay rigidez e inmutabilidad absoluta, el factor tiempo
desaparece. El defecto principal de la economía matemática no estriba en
ignorar la sucesión temporal, sino en que vuelve la espalda al funciona-
miento del proceso de mercado."
"El método matemático es incapaz de explicar cómo en un Estado
sin equilibrio surge aquel actuar que tiende a engendrar el equilibrio. Cabe,
desde luego, indicar la serie de operaciones matemáticas precisas para
transformar la matemática descripción de cierto estado de desequilibrio en la
descripción matemática del estado de equilibrio. Ahora bien, dichas opera-
ciones en modo alguno reflejan el proceso de mercado que las discrepancias
existentes en la estructura de los precios ponen en marcha. En el mundo de
la mecánica, las ecuaciones diferenciales retratan con toda precisión las
diversas situaciones sucesivamente registradas durante el tiempo de que se
trate. Las ecuaciones económicas, sin embargo, no reflejan las diferentes
circunstancias propias de cada instante comprendido en el intervalo temporal
que separa el estado de desequilibrio del de equilibrio. Sólo quienes se hallen
enteramente cegados por la obsesión de que la economía constituye pálida
imagen de la ciencia mecánica pueden dejar de advertir la fuerza del
argumento [...]."
"La economía no se interesa, directamente, por bienes y servicios,
sino por la acción humana. No lucubra en torno a imaginarias
construcciones, tales como las del equilibrio. Dichos modelos son meras
herramientas del razonar. El único cometido de la ciencia económica
consiste en analizar el actuar de los hombres, o sea en analizar procesos."80

80
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., pp. 534-536.
232 ESTUDIOS PÚBLICOS

"Toda la economía matemática con sus bellas ecuaciones y curvas no


es más que un garabateo inútil. Las ecuaciones y las curvas pueden ser
precedidas por consideraciones no matemáticas; las ecuaciones no amplían
nuestro conocimiento. Debido a que no hay relaciones constantes en el
campo de la acción humana las ecuaciones de la cataláctica matemática no
responden a problemas prácticos de la misma manera que las ecuaciones de
la mecánica resuelven efectivamente problemas prácticos a través del uso de
las constantes que han sido detectadas empíricamente."81
"El objeto de estudio de la economía no son papas, camisas ni hojas
de afeitar, sino la acción humana que está dirigida a través de juicios de
valor. Un juicio de valor no mide sino que ordena. No dice que A es igual a
B. Dice: prefiero A a B. Solamente a través de estos juicios es que aparece
la acción. Cuando el juicio de valor hace que A sea igual a B no hay acción.
La producción y el intercambio no resultan de igualdad de valor sino de
diferencias de valor."
"Por lo tanto en el campo de la acción humana no hay unidad de
medida y no hay posibilidad de medición. Los precios no están medidos en
moneda; están expresados en moneda."
"Ni bien introducimos data concreta en nuestras deliberaciones sobre
la acción humana como, por ejemplo, el precio de un bien expresado en
términos monetarios, hemos dejado el campo de la economía y entramos en
el campo de la historia económica, aunque se trate de una historia del
último minuto."82

Positivismo y materialismo

"Los herederos intelectuales de Comte son los positivistas contem-


poráneos. Como el mismo Comte, los que patrocinan ciencia unificada,
pacifismo, positivismo lógico, positivismo empírico y la filosofía
'científica' no han contribuido al progreso de las ciencias naturales. Los
futuros historiadores de la física, la química, la biología y la sicología no
los mencionarán en sus trabajos. Sólo lo que la llamada ciencia unificada
produjo es la recomendación de eliminar los métodos propios de las ciencias
de la acción humana y reemplazarlos por los métodos de las ciencias
naturales experimentales. En otros términos, no se destacan por lo que han
81L. von Mises, Notes and Recollections, op. cit., p. 58.

82 "Journal of Libertarían Studies", Vol. I, Nº 2, 1977.


ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVONMISES 233

contribuido, sino por lo que quieren prohibir. Sus propagandistas son los
campeones de la intolerancia y un estrecho dogmatismo."
"Los historiadores tendrán que entender las condiciones políticas,
económicas e intelectuales que permitieron que aparezca el positivismo,
tanto el viejo como el nuevo. Pero la comprensión histórica que describe la
aparición de las ideas no rechaza las enseñanzas de ninguna escuela de pen-
samiento. Es, precisamente, la función de la epistemología el desenmascarar
las falacias del positivismo y refutarlas."83
"La manera en la cual la filosofía del positivismo lógico describe el
universo es defectuosa. Comprende solamente lo que puede ser reconocido
por métodos experimentales de las ciencias naturales. Ignora por completo
la mente humana, así como también la acción humana."
"[...] todas las derivaciones del positivismo sostienen que el rol del
ser humano sobre la Tierra es una consecuencia de su conocimiento sobre
los fenómenos naturales —esto es, no específicamente mentales y
volitivos— [...] en el contexto de esta filosofía la sociedad aparece como
una fábrica gigante donde todos los problemas sociales y tecnológicos que
deben ser resueltos por la 'ingeniería social' [...] no es posible interpretar
peor la historia de la humanidad. [...] las actividades de investigación que
promueven las ciencias naturales y la experimentación son en sí mismas
neutrales en relación a temas filosóficos y políticos. Sólo pueden ser
benéficos para la humanidad si prevalece la filosofía social del
individualismo y la libertad. Cuando el positivismo subraya el hecho que
las ciencias naturales deben sus logros a la experiencia, están repitiendo una
verdad evidente que nadie discute. Sin embargo, no dejan de lado los
métodos de la ciencia de la acción humana que están preparando el camino
para demoler los fundamentos de la civilización occidental."84
"Si la aparición de todas las ideas debe ser tratada como uno trata la
aparición de cualquier evento natural ya no sería posible distinguir entre
proposiciones verdaderas o falsas. En ese caso los teoremas de Descartes ya
no serían mejores ni peores que el balbuceo de un mal estudiante en un
examen. Los factores materiales no pueden errar. Han producido en la
persona de Descartes geometría de coordenadas, y en la persona de aquel
estudiante, cuyo profesor no ha sido iluminado por el materialismo, algo
que considera una estupidez. Pero qué es lo que hace que ese profesor pueda
juzgar. [...] no tendría sentido que los materialistas buscaran una distinción
83
The Ultimate Foundation of Economic Science, op. cit., pp. 123-124.
84
Ibídem, pp. 125-126 y 128-130.
234 ESTUDIOS PÚBLICOS

pragmática entre lo que sirve y lo que no sirve. Esta distinción introduce


algo en la cadena de razonamiento que es completamente desconocido en las
ciencias naturales, esto es, la finalidad. Una doctrina o una proposición
sirve si conduce a los fines a que se apunta. Pero la elección del fin se
establece por medio de ideas, en sí mismo un factor mental. También es el
juicio que se hace para elegir aquello que se quiere obtener. Para un
materialista consistente no se podría distinguir entre acción con propósito y
una vida meramente vegetativa."
"Los materialistas piensan que su doctrina simplemente elimina la
distinción entre lo que es moralmente bueno y moralmente malo. Pero no
ven que también elimina la diferencia entre lo que es verdadero y lo que es
falso y, por tanto, le resta todo significado a los actos mentales. [...] una
doctrina que sostiene que los pensamientos son al cerebro lo que la bilis es
al hígado, concluye que no hay distinción entre ideas verdaderas y falsas; lo
mismo que no hay distinción entre bilis verdadera y falsa."
"Marx sostiene que las fuerzas de la producción material —inde-
pendientemente del deseo de los hombres— conducen a las relaciones de
producción, esto es, a sistemas sociales junto con su 'superestructura
ideológica', esto es, lo judicial, político, religioso, artístico o filosófico.
[...] los hombres están equivocados cuando creen que ellos están pensando.
Los efectos necesarios de las fuerzas productivas materiales están deter-
minando sus ideas, voliciones y sus acciones. Los cambios en la historia
están producidos por cambios en las fuerzas materiales de producción, y
Marx asume implícitamente que son completamente independientes de las
influencias humanas [...]."
"El absurdo de atribuir tales pensamientos y acciones a las fuerzas
productivas materiales fue tan grande que el propio Marx le prestó
poca atención a su famosa doctrina cuando más tarde escribió El capital
[...]. Habla de las masas proletarias quienes insatisfechas por su progresivo
empobrecimiento debido al capitalismo buscan el socialismo y esto es así
evidentemente porque alegan que este último sería un sistema más
satisfactorio. Todas las variantes metafísicas de materialismo o
cuasimaterialismo implican tratar a factores inanimados como si fueran casi
humanos asignándoles el poder de pensar, de juzgar, de elegir fines, de elegir
medios para lograr aquellos fines."85

85
Ibídem, pp. 31-32.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 235

Igualdad de derechos y educación

"La doctrina del derecho natural que inspiró las declaraciones de


derecho del hombre del siglo XVIII no implicaba la falacia obvia de que
todos los hombres son biológicamente iguales. Proclamaba que todos los
hombres nacen iguales en derecho y que esa igualdad no puede ser abrogada
por ninguna ley humana, puesto que esos derechos son inalienables o más
precisamente, imprescriptibles. Solamente los detractores de la libertad
individual y la autodeterminación, los campeones del totalitarismo, inter-
pretaron el principio de igualdad ante la ley como derivado de una supuesta
igualdad sicológica y fisiológica. La declaración francesa de los derechos del
hombre de noviembre 3 de 1789, reconoció que todos los hombres son
iguales en derecho. Sin embargo, cuando se inauguró el régimen del terror,
la nueva declaración que antecedió a la Constitución de junio 24 de 1793,
proclamó que todos los hombres son iguales par la nature. Desde ese
momento, aunque contradiciendo toda la experiencia biológica, esta forma
de ver las cosas se mantuvo como un dogma de las izquierdas [...]."
"La doctrina de las diferencias mentales y sicológicas innatas explica
las diferencias entre los seres humanos y las influencias posnatales. Enfatiza
muy especialmente el rol de la educación. Se dice que en la sociedad capi-
talista la educación superior es un privilegio al cual acceden solamente los
'burgueses'. Se dice que lo que se necesita es que cada persona tenga acceso
al colegio y, por tanto, educar a todo el mundo. En base a este principio los
Estados Unidos se embarcó en un noble experimento para tratar de hacer de
cada chico y chica una persona educada. Todos los hombres y mujeres
jóvenes deberían estar en el colegio entre los seis y los dieciocho años y la
mayor cantidad posible debería entrar a la universidad. Así se pensaba que
las divisiones intelectuales y sociales entre una minoría educada y la mayo-
ría cuya educación era insuficiente desaparecerían. ASÍ la educación no sería
más un privilegio sino algo a lo cual accederían todos los ciudadanos. Las
estadísticas muestran que este programa se puso en práctica. El número de
los colegios de los profesores y de los estudiantes se multiplicó. [...] esto
se tradujo en que mientras se retuvo el nombre de 'educación superior' el
sistema fue totalmente destruido en cuanto a su significación académica y
científica. [...] si uno baja los estándares académicos en los colegios y en
las universidades para hacer posible que la mayoría no preparada pueda
236 ESTUDIOS PÚBLICOS

obtener diplomas, el resultado es que se daña a la minoría que tiene la ca-


pacidad de hacer buen uso de la enseñanza."86
"Una sola solución existe: que ni el Estado, ni el gobierno, ni la
legislatura se ocupen para nada de la educación. Los fondos del erario no
deben dedicarse a tales cometidos. La preparación y la enseñanza han de
dejarse enteramente en manos de los padres y de las asociaciones e
instituciones privadas que al respecto surjan."87

86
"On Equality and Unequality", en Money, Method and the Market
Process: Essay by Ludwig von Mises (Ed. R. M. Ebeling, Kluwer Academic Pub,
1990), pp. 190 y 195-196.
87
Liberalismo, op. cit. p. 142.
DOCUMENTO

RESPUESTA DE LA CORTE SUPREMA AL


INFORME DE LA COMISIÓN NACIONAL DE
VERDAD Y RECONCILIACIÓN*

E n Santiago, trece de mayo de mil novecientos noventa y uno, se


reunió el Tribunal Pleno presidido por el subrogante, don Enrique Correa
Labra, y con la asistencia de los Ministros, señores: Ulloa, Aburto,
Cereceda, Jordán, Zurita, Faúndez, Dávila, Beraud, Toro, Araya, Perales,
Valenzuela, Alvarez y Bañados y después de haber tomado conocimiento y
concluido el estudio del Informe dado a conocer a la opinión pública —que
fue puesto en conocimiento de esta Corte Suprema por S. E. el Presidente
de la República, por oficio Nº 917/719 de fecha 4 de marzo último— que
fue ampliamente difundido, incluso en el extranjero, esta Corte se hace un
deber en manifestar:

1. Objetivos de la Comisión

Por Decreto Supremo Nº 355, de 23 de abril de 1990, se creó la


Comisión de Verdad y Reconciliación, la que según su artículo 1º "tendrá
como objeto contribuir al esclarecimiento global de la verdad sobre las más
graves violaciones a los derechos humanos cometidas en los últimos años,

*Texto completo del acuerdo que la Corte Suprema dirigió a S. E. el


Presidente de la República, don Patricio Aylwin Azócar, en relación al Informe
de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (conocido como Informe
Rettig). Dicho acuerdo fue redactado el 13 de mayo de 1991 y publicado por el
diario El Mercurio el 16 de mayo de 1991.
Así como en la sección documentos de Estudios Públicos 41 se reprodu-
jeron capítulos y párrafos centrales del Informe de la Comisión Nacional de Ver-
dad y Reconciliación y las respuestas a dicho informe emitidas por las cuatro
instituciones armadas en el mes de marzo de 1991, se incluye entonces, en esta
edición, la réplica formulada por la Corte Suprema en el mes de mayo de 1991.
238 ESTUDIOS PÚBLICOS

sea en el país o en el extranjero, si estas últimas tienen relación con el


Estado de Chile o con la vida política nacional, con el fin de colaborar a la
reconciliación de todos los chilenos y sin perjuicio de los procedimientos
judiciales a que puedan dar lugar tales hechos".
En diversos artículos señala normas para el desempeño de la Comi-
sión, que es innecesario detallar; pero el artículo 2º dispone textualmente:
"En caso alguno la Comisión podrá asumir funciones jurisdiccionales
propias de los Tribunales de Justicia ni interferir procesos pendientes ante
ellos. No podrá, en consecuencia, pronunciarse sobre la responsabilidad que
con arreglo a la Ley pudiera caber a personas individuales por los hechos de
que haya tomado conocimiento. Si en el ejercicio de sus funciones la
Comisión recibe antecedentes sobre hechos que revistan caracteres de delito,
los pondrá sin más trámite a disposición del Tribunal que corresponda".
Destaca este precepto el reconocimiento expreso de la absoluta
autonomía jurisdiccional de los Tribunales de Justicia y la prohibición de
ser invadida por la Comisión; pero, si existen hechos que revistan caracteres
de delito, le impone la obligación de recabar la intervención del Tribunal
que corresponda, reafirmando así su ninguna ingerencia ni potestad sobre el
Poder Judicial.
A pesar de tan preciso mandato administrativo y de la doctrina del
Decreto Supremo Nº 355, la Comisión ha destinado el Capítulo IV a
enjuiciar, también, al Poder Judicial, y lo ha titulado: "Actuación de los
Tribunales de Justicia ante las graves violaciones de los derechos humanos
ocurridas entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990", en el
cual critica o repara la actuación jurisdiccional de los Tribunales, para
inculparlos de incumplimiento de sus obligaciones.

2. La Corte Suprema y el
enjuiciamiento de los tribunales

La Corte Suprema de Justicia no puede aceptar como válido el


enjuiciamiento de los Tribunales por una entidad que carece totalmente de la
más insignificante facultad para hacerlo, pero que en su afán de divulgar una
absurda crítica no trepida en violentar el ámbito de sus atribuciones.
Si la Comisión cumple la obligación que le impone el inciso 2º del
artículo 2º del Decreto Supremo Nº 355, en orden a denunciar a la Justicia
las infracciones que ella advierta y que presentan caracteres de delito, la
Corte dispondrá que los jueces, como siempre, pongan toda dedicación a los
procesos de que puedan conocer.
RESPUESTA DE LA CORTE SUPREMA 239

Sin perjuicio de lo expresado en cuanto a que la Comisión rebasó


abusivamente las facultades que se le habían conferido, juzgando y censu-
rando el desempeño de los Tribunales en general y de la Corte Suprema en
particular, ésta considera conveniente llamar la atención acerca de varios
aspectos en que se ha tratado injustificadamente de menguar la tarea que le
cupo a la justicia en el régimen de gobierno militar, con afirmaciones
teñidas de pasión política y que se sustentan mayoritariamente en aprecia-
ciones subjetivas —al extremo de suponer intenciones e imaginarse un
consenso tácito entre los jueces y autoridades administrativas, en una
especie de complicidad dolosa dirigida a proteger los excesos contra la
libertad e integridad de las personas—.
Se ha perdido de vista, así, la necesaria ecuanimidad para apreciar en
sus reales dimensiones la compleja, dilatada y ardua labor de los jueces, a
quienes ni siquiera se les ha oído, ni como ciudadanos ni como magistrados.
Desde luego, se omitió consultar los antecedentes que obran en poder de esta
Corte Suprema en torno a las situaciones conflictivas que se plantean en el
informe referido, el que ha buscado la fuente primordial de sus conclusiones
en una sola vertiente de opinión: lo que han podido decir los acusadores y
los testigos que éstos han aportado a dicha original investigación. En esta
forma, se ha desnaturalizado en su esencia la seriedad que ha de atribuirse a
su veredicto que deja de ser desapasionado y fiable.
Al responsabilizar a los Tribunales como agentes favorables a la
perpetración de delitos cometidos contra los Derechos Humanos, el Informe
incurre inmediatamente en una contradicción al admitir, en el Capítulo IV,
que en el período en cuestión conspiraron negativamente en mengua de la
labor judicial "las condiciones del momento, las restricciones que se fueron
creando a través de una legislación especial y copiosa, y la falta de medios
en general y de colaboración policial en particular, impidió que este Poder
ejerciera una labor efectiva de protección de los derechos esenciales de las
personas cuando éstos fueron amenazados, perturbados o conculcados por
autoridades o particulares, con la complicidad o tolerancia de aquéllas".
Estos obstáculos no son inconvenientes baladíes, sino que apuntan
directamente a enervar el desempeño efectivo de la magistratura.
"Las condiciones del momento" entrañan un conjunto de factores de
toda índole que conforman una verdadera universalidad que gravitó en todos
los planos y esferas de la vida nacional en un grado superlativo, de modo
que no es posible desconocer históricamente la magnitud de su influencia
como lo recuerda el mismo Informe en los términos expuestos. Por lo
demás, el Decreto Ley Nº 1, del 11 de septiembre de 1973, declaró sin ir
más lejos que la Junta de Gobierno garantizaría la plena eficacia de las
240 ESTUDIOS PÚBLICOS

atribuciones del Poder Judicial, aun cuando advirtió que ello sólo ocurriría
en la medida que la situación lo permitiera.
La cita que se hace de uno de los primeros discursos inaugurales del
año judicial no es afortunada, muy por el contrario, resulta maliciosa,
porque dado el contenido de las palabras del Presidente de la Corte Suprema
de entonces, es de toda evidencia que tanto él como el resto de los jueces,
cuya pirámide jerárquica aquél encabezaba, carecían de información acerca de
los atropellos que no habían sido denunciados a la justicia.

3. Anomalías que entorpecían la administración de


justicia. Actitud de esta Corte

A medida que los Magistrados fueron advirtiendo anomalías que


entorpecían su labor, empezaron a hacer llegar sus requerimientos y recla-
maciones, interpelaciones y exigencias a las diversas jefaturas gubernamen-
tales y organismos investigadores, a fin de que se dieran las garantías que
eran menester para el debido cumplimiento de las normas procesales y de
fondo que protegían los derechos humanos.
Fue así como desde 1974, por lo menos, y cada vez con más vehe-
mencia y energía, esta Corte adoptó disposiciones que estimó a su alcance
para poner coto a las irregularidades que se iban presentando.
Sin el propósito de ser exhaustivo, he aquí una muestra de ejemplos
espigados de los archivos del Palacio de los Tribunales, que reflejan la
política seguida por esta Corte, así como la Corte de Apelaciones de
Santiago, a través de un copioso intercambio de comunicaciones y oficios
entre la judicatura y las autoridades que tenían en sus manos el control del
aparato represivo contra la delincuencia y subversión.
El 10 de marzo de 1975 el Pleno de la Corte Suprema adoptó diver-
sas disposiciones para evitar dilaciones en la tramitación de los recursos de
amparo.
El 10 de junio de 1976, la Corte Suprema deja constancia en el Acta
respectiva de que el Presidente de ella, don José María Eyzaguirre
Echeverría, "se ha constituido, sin aviso previo, en diversas oportunidades y
por varios horas, aun durante la noche, en los establecimientos para
detenidos por el Estado de Sitio, en esta capital y por una vez en
Puchuncaví... ".
El 6 de diciembre de 1978 se hace la designación de un Ministro en
Visita a petición del Obispo Monseñor Enrique Alvear, en un caso de
hallazgo de osamentas.
RESPUESTA DE LA CORTE SUPREMA 241

En el discurso inaugural del año 1979, el Presidente de la Corte


Suprema representa la inconveniencia de las modificaciones introducidas al
Código de Procedimiento Penal por el Decreto Ley Nº 1775, con relación a
recintos militares.
El 21 de marzo de 1979, la Corte Suprema imparte instrucciones a
las Cortes de Apelaciones de la República a fin de que se preste a los
sumarios por desaparecimiento de personas, una personal y preferente
atención de parte de los jueces instructores, sin perjuicio de la designación
de Ministro en Visita cuando ello sea procedente. En particular se ordena
específicamente a algunas de esas Cortes que designen Ministros en Visita
para los casos que allí se indican.
Respecto a la Corte de Santiago, se dice: "oficiar a dicho Tribunal a
fin de que proceda a designar un Ministro en Visita Extraordinaria en los
Juzgados del Crimen del Departamento de Santiago para que se avoque al
conocimiento y fallo de todos los procesos que se encuentran en tramitación
en dichos tribunales, incoados por presunta desaparición de personas...".
El 22 de agosto de 1980, la Corte Suprema dispone la designación de
un Ministro en Visita para una situación de apremios ilegítimos y muerte.
En el discurso inaugural del año 1982, el Presidente de la Corte
Suprema deslinda responsabilidades al señalar que no cabe "imputar todos
los retardos y dilaciones al personal judicial. Lo que acabo de representar
con relación a los servicios colaboradores en la administración de justicia,
no necesita otro comentario".
El 4 de mayo de 1982, la señorita Ministro de Justicia por instruc-
ciones del Presidente de la República da cuenta ante el Pleno de la Corte
Suprema de la disposición del Supremo Gobierno en el sentido de impedir
la repetición de los hechos que dieron motivo a la queja del Tribunal cuando
la CNI se niega a hacer comparecer ante la Corte de Apelaciones de
Santiago a dos detenidos en sus cuarteles.
El 17 de agosto de 1983, el Pleno de la Corte Suprema pide a la
Segunda Fiscalía Militar de Santiago informe sobre el estado de tramitación
de varios procesos, iniciados por denuncias de delitos de apremios ilegíti-
mos y violencias innecesarias de parte de funcionarios de la CNI.
El 24 de octubre de 1984, ante una comunicación de la Corte de
Apelaciones de Santiago, la Corte Suprema ordena, entre otras medidas
conducentes al mismo objetivo, que "los Ministros que sean comisionados
para constituirse en ese lugar en que se encuentre el detenido o preso, lo
harán de inmediato, asistidos por el Secretario o por el Ministro de Fe que
designe. Procederán a oírlo, sin perjuicio de hacerlo conducir a la Corte
242 ESTUDIOS PÚBLICOS

respectiva para ese efecto si lo estima pertinente, y de exigir la exhibición


de los documentos que justifican la detención".
El 24 de octubre de 1986, la Corte Suprema se dirige nuevamente al
Presidente de la República exigiendo el cumplimiento de las normas que
regulan la tramitación de los recursos de amparo, a raíz de que la CNI se
resiste a poner los detenidos a disposición de los Tribunales. A través de
repetidos oficios a las Cortes de Apelaciones este Tribunal había reafirmado
su posición frente a la necesidad de emplear el mayor celo y acuciosidad en
la tramitación de los recursos de amparo. Así aparece de las notas de 27 de
marzo de 1975, 29 de julio de 1978, de 30 de junio de 1980, etc. De
especial interés tiene la de fecha 2 de octubre de 1984 en que encomienda el
uso de todas las facultades legales tratándose de detenciones y arrestos
ilegales, disponiéndose además que el Ministerio Público deba deducir
querella contra los responsables.
A su turno, la Corte de Apelaciones de Santiago adoptó, asimismo,
tempranamente numerosos acuerdos, refrendados por la Corte Suprema, en
el mismo sentido anterior, como por ejemplo los fechados el 10 de enero, el
lº de febrero, el de mayo, el 4 de junio, el 21 de octubre y el 25 de
noviembre, todos de 1974. Situación que se repitió con más o menos
regularidad en los años posteriores.
Los antecedentes que se han precisado parecen suficientes para dejar
claramente establecido que el Poder Judicial, durante el período a que se
refiere la Comisión, adoptó las medidas que eran necesarias para que los
recursos de amparo fueran oportunamente tramitados y fallados. Los retardos
que han podido comprobarse escaparon al control de la Corte Suprema, no
obstante sus propósitos y no obstante las disposiciones que se tomaron y
pusieron en ejecución. Este proceder es bastante para levantar la gratuita
afirmación de haber contribuido al agravamiento de las violaciones de los
derechos humanos y haber otorgado una creciente certeza de impunidad a los
agentes represivos, si bien, acto seguido se agrega, contradiciendo algunas
insinuaciones precedentes, que tal situación fue "involuntaria".

4. Apego de los tribunales a la ley

El más rotundo repudio merece la observación de que los tribunales


se ciñeron, con demasiado apego, a la Ley. Los jueces llamados por su
ministerio a aplicarla, no a crearla, tienen un solo camino para hacerla
cumplir, el que le ordena el Artículo 19 del Código Civil, esto es, carecen
de toda potestad para darle un sentido distinto del que ofrece su texto literal,
RESPUESTA DE LA CORTE SUPREMA 243

cuando éste es claro, para manifestar la idea del legislador. Si dejaran de


hacerlo traicionarían lo medular de su misión, como instrumentos de esa
misma ley.
Los jueces son y deben ser los más fieles cumplidores de la ley, para
ellos sigue siendo la razón escrita, nacida como fruto de las contingencias de
la vida de un país, en un tiempo dado, a ella deben someterse y conforme a
ella resolver los asuntos entregados a su competencia.
De este modo, si ahora se reprocha la orientación que se dio a la
actividad legislativa en detrimento de las atribuciones de los Tribunales
Ordinarios, no puede recaer en los hombros de los jueces ninguna
responsabilidad al respecto.
La Corte Suprema en más de una ocasión hizo saber su disconfor-
midad acerca de lo anómalo de algunas modificaciones legales de último
momento. En el recordado discurso inaugural del año 1979, dijo el
Presidente, señor Israel Bórquez Montero.
"...debo también señalar, con la lealtad y serenidad que debe observar
un juez, que la modificación introducida a los artículos 6 y 158 del Código
de Procedimiento Penal, ha ocasionado y sigue ocasionando entorpeci-
miento en las investigaciones que debe llevar a cabo la Justicia Ordinaria del
Crimen y ha motivado suspicaces comentarios que las autoridades de
Gobierno deben evitar por su propio prestigio. De esta reforma procesal
nada supo esta Corte..."
En cambio, cuando el sentido de la Ley no es claro, cuando resulta
ambiguo o ininteligible en todo o parte, corresponde al Juez interpretarlo y
darle el significado genuino, de acuerdo con el espíritu general de la
legislación y de acuerdo con el leal saber y entender del exégeta. Esta
función pertenece por entero en forma exclusiva y excluyente, dentro del
marco de cualquier litigio o investigación sumarial, a los Magistrados, en el
ejercicio de sus atribuciones y facultades jurisdiccionales que les son propias
e indelegables.
Aplicando así el texto de las disposiciones legales, los Tribunales,
mediante los razonamientos que les parecieron apropiados y pertinentes,
resolvieron las materias que les fueron planteadas, incluyendo no sólo los
recursos de amparo sino que la totalidad de las cuestiones propuestas durante
el período de que se ocupa el Informe.
Por lo tanto, se aparta de la verdad el aserto de que se habrían dejado
en la indefensión a las personas, sin base legal alguna, contrariando la
normativa jurídica. Lo que ha querido decir el Informe es que se habría
contrariado la interpretación que eventualmente le habrían dado a esas
mismas normas, los firmantes del Informe, lo que es bien diferente.
244 ESTUDIOS PÚBLICOS

No se oculta para nadie el hecho de que, en la práctica, las reformas


legales separaron a los Tribunales del conocimiento más directo y oportuno
en lo concerniente a la libertad de las personas. Las razones de gobierno que
hayan existido con mayor o menor urgencia para ello, no es tema de este
comentario. Sin embargo, esta realidad no puede servir de fundamento para
un reproche al Poder Judicial, que nunca fue oído sobre estos tópicos, como
se deja dicho más arriba.

5. Facultades jurisdiccionales y su
ejercicio exclusivo y excluyente

La facultad de conocer de las causas civiles y criminales, de resolver-


las y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece a los tribunales establecidos por
la Ley. Ni el Presidente de la República, ni el Congreso Nacional pueden,
en caso alguno, ejercer funciones judiciales, avocarse causas pendientes,
revisar los fundamentos o contenidos de sus resoluciones o hacer revivir
procesos fenecidos. Así lo señala en términos categóricos y rotundos el
artículo 73 de la Carta Fundamental de 1980 y así lo disponían el artículo
80 de la Constitución de 1925 y el artículo 99 de la de 1833.
Las pretensiones de otro Poder del Estado o de esta Comisión, como
su indisimulado vehículo, en el sentido de avocarse al conocimiento de
causas criminales, de revisar los fundamentos o el contenido de las decisio-
nes de los Tribunales, debida y apropiadamente sustentadas en fundamentos
de hecho y de derecho, de revivir procesos fenecidos, como acontece en la
actualidad, constituye un flagrante atentado a las normas que regulan las
instituciones claves del Estado y del sabio equilibrio que el constituyente se
preocupó de implantar entre ellas.
Así, corresponde descalificar, de plano, por absolutamente improce-
dentes, los cargos que se cifran en interpretaciones que la Corte Suprema
habría dado a ciertas leyes o en la ponderación que se habría hecho al
analizar determinadas pruebas dentro de ciertos expedientes. Entre aquellas
leyes se hallarían, entre otras, las referentes a la amnistía, a las disposicio-
nes transitorias de la Constitución Política de 1980, o al control sobre los
Tribunales Militares en tiempo de guerra.
A través de los recursos pertinentes, los amparos fueron tramitados
por la Corte Suprema con sujeción a las normas que regían la actuación y
las decisiones que recayeron en ellos se ajustaron al mérito de autos. A
ningún tribunal le es lícito fallar ateniéndose a cargos o descargos o pro-
banzas que no tengan existencia dentro de los lindes de cada causa. Cuando
RESPUESTA DE LA CORTE SUPREMA 245

se tomó conocimiento de irregularidades, este Tribunal nunca estuvo remiso


a enmendar los errores que se habían cometido, de esto dan fe los
expedientes respectivos.

6. La privación de libertad y su normativa

Dice el Informe que "los Tribunales no exigieron que se diera cum-


plimiento al precepto constitucional según el cual nadie puede ser arrestado,
sujeto a prisión preventiva o preso sino en su casa o en lugares públicos
destinados a este objeto".
Lo cierto es que durante los estados de excepción, los arrestos
dispuestos en esa época no podían ser cumplidos en cárceles u otros lugares
destinados a la reclusión de reos comunes.
En esos estados de excepción quedaron limitadas en extremo las
facultades de los jueces frente a los derechos individuales que ahora se recla-
man, situación que se agudizó a partir de la vigencia del artículo 23
transitorio de la Constitución Política de 1980.
Por años existieron recintos secretos de detención, a los que los
funcionarios judiciales no tuvieron acceso o lo tuvieron muy restringido.
Sin embargo, en la medida en que tomaron conocimiento y les fue posible,
los jueces se hicieron presentes en esos recintos velando por la seguridad de
los reclusos. Este rol lo asumieron, entre otros, el Presidente de la Corte
Suprema y el Ministro don Servando Jordán, por vía de ejemplo.
En cuanto a las incomunicaciones decretadas en los procesos judicia-
les tramitados ante la Justicia Militar, no se tiene constancia de los casos
que se mencionan. Si ellos no llegaron a conocimiento de los Tribunales
Superiores, ello no se debe a irresponsabilidad de los jueces sino de otras
personas.
Por lo que atañe a la incomunicación administrativa hay que atenerse
al Acuerdo de esta Corte Suprema de 10 de junio de 1976, pronunciado
después de un dilatado estudio.
La página 133 se refiere a la ponderación de la prueba de cargos
contra funcionarios que habrían estado comprometidos en delitos contra los
derecho humanos, aun cuando no se señalan casos concretos de irregula-
ridades procesales en las que, según se supone, se habría incurrido con el
dañado propósito de absolver de todo cargo a los inculpados. Procede aquí,
nuevamente, insistir en que este Tribunal no tiene conocimiento de conduc-
tas de esa jaez —rayanas en el campo penal y por lo tanto imperdonables—.
Esta Corte tiene plena conciencia, por el contrario, que las causas se
246 ESTUDIOS PÚBLICOS

fallaron acordes con la realidad de autos y hasta donde se extendió su


vigilancia y tutela, dicho principio se mantuvo incólume.

7. Revisión de procesos e interpretaciones de la


Constitución y determinadas leyes

No es posible admitir ahora la revisión de procesos fenecidos y


menos aún, la reconsideración de los elementos de prueba que en su
oportunidad fueron aquilatados por los sentenciadores. Ello resulta
legalmente impracticable no sólo por las razones que ya se han dado sobre
la independencia y autonomía de los Poderes Públicos, sino porque en la
especie se trata de pretensiones que emanan de terceros extraños, que no dan
demostraciones de imparcialidad y que no se han valido para arribar a sus
conclusiones de métodos científicos o técnicos.
Lo propio puede afirmarse por lo que toca a la interpretación de los
preceptos constitucionales y legales que esta Corte Suprema ha hecho en
cuanto a la amnistía, a los recursos de amparo frente a los estados de
excepción y a los artículos transitorios de la Constitución Política y al
control sobre los Tribunales Militares en tiempo de guerra. Decisiones
sobradamente fundamentadas en su oportunidad y cuyo desiderátum y
obligatoriedad caen de lleno en la competencia de este Tribunal para el trato
de que se trata.
Lo más grave a juicio de esta Corte radica en que las invectivas que
se han descargado en contra del Poder Judicial se orientan inequívocamente a
torcer de modo artificial y por caminos extraviados y fuera del ordenamiento
jurídico aquellas interpretaciones que los tribunales han dado a las
mencionadas leyes, así como otras que dicen relación con los derechos
humanos.
En último término se busca que las sentencias se adapten o readapten
a nuevas interpretaciones, fruto de una hermenéutica original, más del sabor
de las corrientes políticas de los autores del Informe.

8. Falta de objetividad del Informe.


Sanciones a los jueces

Como una muestra típica de la falta de objetividad de los firmantes


del Informe, para apreciar las circunstancias de hechos que fueron objeto de
su preocupación, puede exhibirse el acápite en que se asegura que los jueces
RESPUESTA DE LA CORTE SUPREMA 247

que adoptaron una actitud decidida en la investigación de las violaciones de


los Derechos Humanos sufrieron medidas disciplinarias así como malas
calificaciones. Es decir, se da a entender que la Corte Suprema habría casti-
gado a funcionarios porque, precisamente, se distinguieron en el recto
cumplimiento de su deber. Esto jamás ha acontecido, es una falacia y el
más temerario cargo.
Las sanciones, más o menos graves, que han afectado a algunos
Jueces o Ministros que tuvieron ingerencia en la tramitación de sumarios
vinculados a violaciones de derechos humanos, se originaron en faltas o
transgresiones a normas del Código Orgánico de Tribunales o del Código de
Procedimiento Penal, en un grado que guarda relación y proporción con la
gravedad de las sanciones que respectivamente les fueron impuestas. Por lo
tanto, éstas no estaban determinadas por la índole de las investigaciones que
llevaban a cabo, sino que obedecieron a la conducta ministerial de esos
magistrados, frente a disposiciones que les eran obligatorias y que ellos
dejaron de cumplir. El máximo Tribunal, obrando como superior jerárquico
y en acatamiento a sus deberes en tal sentido, no podía dejar impunes tales
irregularidades.

9. Las leyes secretas. Hechos violatorios de los


derechos humanos y su investigación

Con relación a las leyes secretas, cuando ello se supo y se hizo


necesario conocer su contenido, fue esta Corte Suprema la que requirió y
obtuvo que esos textos le fueran revelados por el Ministerio respectivo,
como aconteció, por ejemplo, con el Estatuto Orgánico de la DINA.
Resulta igualmente inexacto el muy grave cargo de que "los hechos
constitutivos a violaciones de los derechos humanos no fueron investigados
por los Tribunales". No es concebible y tampoco se conoce el hecho de que
alguna denuncia de esa índole y especie haya sido simplemente archivada,
sin tramitar por los juzgados. Si a la larga las pesquisas quedaron frustradas
en muchos casos no hay otra explicación que la de que los jueces no
lograron contar con los antecedentes que requerían para individualizar y
encarcelar a los culpables, una vez establecido el hecho delictuoso. Toda
otra hipótesis resulta antojadiza y malintencionada. Nadie puede aducir
ningún ejemplo de que, llegado a conocimiento de esta Corte un tipo de
defección semejante por parte de algún magistrado, quedara sin corregirse tal
anomalía o irregularidad.
248 ESTUDIOS PÚBLICOS

10. Los informes del Ministerio del Interior y el


arresto de las personas. Fallo de los recursos de amparo

En realidad la tacha de que los tribunales se atuvieron a los informes


del Ministerio del Interior o de otras autoridades de alto rango, en
cuanto éstas debían proporcionar los datos que se requerían para los efec-
tos de fallar los recursos de amparo, no es tal, si se considera que las
Cortes, en la práctica, estaban impedidas de valerse de otros conductos
eficaces en la búsqueda de los antecedentes que los servicios de investigación
silenciaban.
Es igualmente falsa la imputación de que la Corte Suprema permi-
tió, a ciencia y paciencia, el arresto de personas sin orden de ninguna
especie, aguardando deliberadamente a que el Ministerio del Interior dictase
más adelante el decreto respectivo. Esa especie de complicidad no ha
existido y es un reproche que deslinda con la calumnia.
Hasta donde se tiene conocimiento, toda denuncia en torno a lugares
de detención fue atendida conforme a la Ley y cuando la intervención de la
judicatura fue impedida u obstaculizada, se dieron los pasos necesarios, den-
tro de sus posibilidades, para remediar el hecho.
Se objeta la circunstancia de que los recursos de amparo no se hayan
resuelto dentro de 24 horas, pero se olvida que los jueces, en la mayoría de
los casos, se veían en la necesidad de aguardar el resultado de diligencias o
actuaciones imprescindibles para llegar a establecer los aspectos esenciales
que el fallo requería como fundamentos de hecho y que tales medidas
resultaban postergadas, a veces de manera excesiva, por razones insuperables
y no imputables a los magistrados.
Es cierto que el artículo 308 del Código de Procedimiento Penal
dispone que el Tribunal fallará el recurso dentro de 24 horas, pero en su
propio inciso 2° nos indica que ese plazo puede ampliarse a 6 días en los
casos que señala, lo que permite colegir que el plazo de 24 horas sólo rige
para el tribunal desde que los autos quedan en estado de fallo, como
oportunamente lo puntualizó esta misma Corte.
Cuando se advirtieron conductas reticentes y deliberadamente remisas
por parte de autoridades administrativas o concretamente autoridades
políticas, los Tribunales, en multitud de veces, hicieron uso de las herra-
mientas que tenían en sus manos para tratar de remover esos obstáculos,
como ya se ha visto. Pero aún más, con frecuencia, también, las Cortes
pasaron los antecedentes a los Jueces del Crimen, a fin de que investigaran
dentro de un sumario criminal, los eventuales delitos contra los derechos
humanos que pudieran haberse cometido, cuando existían indicios de
RESPUESTA DE LA CORTE SUPREMA 249

atropellos a la libertad o integridad física de las personas. Esto es fácil de


comprobar con el examen de los recursos de amparo tramitados en los
diferentes Tribunales de Alzada.
Por otra parte, esta Corte Suprema, en múltiples recursos de amparo
conocidos por la vía de la apelación, decretó para mejor resolver las medidas
que le parecieron apropiadas, renovando la petición de nuevos informes o
adoptando otro tipo de arbitrios en el afán de localizar el paradero de
personas cuya detención se había negado.

11. Conclusión

En resumen, esta Corte estima que la Comisión, extralimitándose en


sus facultades, formula un juicio en contra de los Tribunales de Justicia,
apasionado, temerario y tendencioso producto de una investigación irregular
y de probables prejuicios políticos, que termina por colocar a los jueces en
un plano de responsabilidad casi a la par con los propios autores de los
abusos contra los derechos humanos.
Los hechos y reflexiones que se dejan expuestos en el presente
documento tienden a ubicar los hechos y sus proyecciones en su verdadero
sitio y demensión, a hacer luz sobre algunos aspectos de la labor de los
Tribunales en los años transcurridos bajo un régimen de gobierno
excepcional, surgido precisamente como una reacción a los excesos del
gobierno inmediatamente anterior.
Se trata aquí, también, de llamar la atención acerca de los inten-
tos aventurados de algunas facciones teorizantes en el sentido de
desnaturalizar la función de los Tribunales pasando por alto los intereses
permanentes del país, dirigidos hacia el bien común consagrados en las
leyes fundamentales que aseguran, por sobre todo, la independencia de las
decisiones de la Justicia, liberada de la tutela de corrientes transitorias de
opinión.
Se puede concluir, entonces, que el Informe Verdad y Reconciliación
no es trasunto precisamente de la total verdad como pretende, por lo que
concierne al Poder Judicial, lo que no significa, bajo ningún punto de vista
de que el Poder Judicial se resista o niegue su más decidida cooperación y
concurso al mejoramiento de las normas que lo regulan con miras a hacerlo
más eficaz y más al alcance de todos.
Transcríbase el presente acuerdo a S. E. el Presidente de la
República, según lo que se expresara en el Oficio Nº 1093, de 5 de marzo
último en que se le acusó recibo del referido informe.
250 ESTUDIOS PÚBLICOS

Dése a la publicidad.

Para constancia se extiende la presente acta.

Don Enrique Correa Labra, presidente subrogante; don Emilio Ulloa


Muñoz, ministro; don Marcos Aburto Ochoa, ministro; don Hernán
Cereceda B., ministro; don Servando Jordán López, ministro; don Enrique
Zurita C., ministro; don J. Osvaldo Faúndez V., ministro; don Roberto
Dávila D., ministro; don Lionel Beraud Poblete, ministro; don Efrén Araya
V., ministro; don Marco A. Perales M., ministro; don Germán Valenzuela
E., ministro; don Hernán Alvarez García, ministro; don Adolfo Bañados C.,
ministro; don Carlos A. Meneses Pizarro, secretario.
DOCUMENTO

EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS:


El pensamiento de Jaime Guzmán E.

Arturo Fontaine Talavera*

l
.c
h ile
Jaime Guzmán no era un intelectual: era un político. Sin
embargo, su inteligencia superior y su sensibilidad profundamente humana
pc

le exigían fundar su acción en valores y conceptos de raigambre intelectual.


Los escritos que siguen deben ser leídos en ese espíritu. Su originalidad
e

estriba en la lucidez con que su autor "vio" principios y argumentos, y en la


.c

forma en que los conectó con el mundo de la praxis. Intuición intelectual y


w

raciocinio, sentido de la oportunidad y capacidad de resolución se dieron en


él en grado superlativo.
w

La formación de Jaime Guzmán se fue produciendo más por vía oral,


w

por la vía del contacto directo con ciertos maestros y profesores, que a
través de la lectura, de los libros. En cierto modo, buscó tutores y guías.
Así, en materias políticas, se dejó orientar por Jorge Alessandri, por Hugo
Rosende, por Eduardo Boetsh. Su oratoria fue influida por su profesor
Florencio Infante. En asuntos constitucionales, sus maestros fueron Enrique
Evans y Jorge Alessandri.
Estoy convencido de que en los orígenes de su pensamiento estuvie-
ron las clases de religión del R. P. Florencio Infante, SS. CC. y el am-
biente cultural del Colegio de los Padres Franceses. Después, el

*Licenciado en Filosofía, Universidad de Chile y M. A. y M. Phil.,


Universidad de Columbia (EE. UU.). Profesor del Instituto de Ciencia Política de
la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director del Centro de Estudios
Públicos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


252 ESTUDIOS PÚBLICOS

escolasticismo y la filosofía política del R. P. Osvaldo Lira, SS. CC.


(conocía bien su libro Nostalgia de Vásquez de Mella), la visión histórica y
religiosa de Jaime Eyzaguirre (en especial, Hispanoamérica del dolor y
Fisonomía histórica de Chile), la teoría de la contrarrevolución de Plinio
Correa de Oliveira y, por cierto, los textos clásicos de la doctrina social de
la Iglesia. Ese es el punto de partida y desde allí comienza, también, su
evolución.
Jaime Guzmán pertenecería, con el tiempo, a una generación de
distinguidos profesores tomistas vinculados principalmente a las facultades
de Derecho de las universidades Católica de Santiago y Católica de
Valparaíso, en quienes es patente el influjo del tomismo de Osvaldo Lira.
Mencionaría entre ellos, por ejemplo, a José Joaquín Ugarte, Gonzalo
Ibáñez y Mario Manríquez. También a Héctor Riesle y a Juan Antonio

l
Widow. En verdad, la enseñanza de la filosofía del derecho en la Universidad

.c
Católica ha mantenido desde sus inicios una orientación fundamentalmente
ile
tomista. Seguramente la fuente principal de ese enfoque ha sido el conocido
tratado Filosofía del derecho o derecho natural que Rafael Fernández Concha
h
publicó en 1881. Profesores como Julio Philippi, para mencionar quizás al
pc

más destacado de ellos, vivificaron la tradición.


De los artículos que he seleccionado (considerando sólo los que su
e

autor decidió publicar bajo su nombre) tal vez el de mayor elaboración


académica sea "La Iglesia chilena y el debate político", en particular su
.c

segunda parte. Mientras lo escribía, decía que sólo Tomás P. Mac Hale
w

pudo "sacarle" un artículo así porque él vivía demasiado ocupado para


escribir y había además "tantos, demasiados libros en el mundo". Un
w

artículo suyo publicado en la revista Portada en 1971 le sirvió de base. En


w

este trabajo aparece, por primera vez en él, la influencia del pensamiento
económico liberal. Los conceptos provienen de Milton Friedman, pero
filtrados a través de Emilio Sanfuentes, de Hernán Cubillos, de Carlos
Urenda, con quienes se encontraba en el instituto CESOC, patrocinado por
las empresas del grupo Edwards. Desde hacía algunos años el diario El
Mercurio acogía en sus líneas editoriales las teorías y planteamientos de la
"escuela de Chicago".
Con el correr de los años, sus principales interlocutores en temas
económicos incluirían a Ernesto Illanes, Miguel Kast, Ernesto Silva, Juan
Carlos Méndez, Sergio de Castro, Sergio de la Cuadra y José Pinera, y en
cuestiones políticas a Sergio Fernández, entre otros. Posteriormente, el
círculo incluiría, por cierto, a los dirigentes de su partido.
Tal como lo atestiguan sus artículos para la revista Realidad (1979-
1983), dirigida por Ernesto Illanes y Hernán Larraín, publicación que

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 253

desempeñó un importante papel en la discusión de la transición chilena,


Jaime Guzmán se hizo muy crítico de las formulaciones corporativistas,
neocorporativistas y tradicionalistas. En el momento decisivo, su realismo
político lo llevó a apartarse de diversas doctrinas que le habían interesado y
a reencontrarse con la tradición democrática chilena basada en el sufragio
universal. Y se jugó por ella con la sagacidad y el tesón que lo carac-
terizaban.
Respecto del gremialismo universitario no encontré más que un
artículo con su firma. Durante los años sesenta, las ideas de autonomía e
independencia universitaria vis-à-vis el poder político y los partidos eran
representadas en las universidades Católica de Santiago y Católica de
Valparaíso por académicos como Juan de Dios Vial Correa, Godofredo
Iommi, Rafael Gandolfo y Oscar Godoy. Como se sabe, en su juventud

l
Jaime Guzmán organizó y dirigió con éxito un movimiento estudiantil que

.c
se propuso recoger estos ideales. El gremialismo fue además una escuela de
ile
dirigentes. La mayoría de sus líderes lo acompañaría después en las
iniciativas políticas en que se empeñó. Sin embargo, casi no escribió con
h
su firma sobre el tema, salvo la larga y enjundiosa Memoria "Teoría sobre
pc

la Universidad" (no publicada) que trabajó con Jovino Novoa, en la cual se


hace uso de una epistemología escolástica-tomista para examinar la
e

naturaleza de la universidad. Obtuvo la máxima distinción. (Facultad de


Derecho, Universidad Católica, 1970.)
.c

No me fue posible hallar artículos que den cuenta de su


w

alessandrismo en la campaña presidencial de 1970, movimiento en el cual


Jaime Guzmán fue un importante líder juvenil.
w

Al momento de cerrar esta selección, Miguel González encontró un


w

informe de seminario acerca de la primera ley de accidentes del trabajo, no


publicado, que Jaime Guzmán realizara como estudiante. Dicho trabajo, de
singular interés, será publicado próximamente en esta revista.
Quienes lean estos escritos encontrarán en ellos una y otra vez los
grandes temas públicos que preocupaban a Jaime Guzmán: las implicancias
de la doctrina social de la Iglesia; su oposición al aprovechamiento político
de la influencia eclesiástica; sus ideas sobre el gremialismo universitario; su
antimarxismo; su confianza en los métodos represivos para combatir el
comunismo y el terrorismo; sus críticas a la Democracia Cristiana; su
visión de la estructura de la Constitución de 1980 de la cual sería su
principal arquitecto; la noción de "bien común", incluida una referencia a
Vásquez de Mella en la discusión del Anteproyecto de la Constitución de
1980 (según consta en las Actas); la noción de "seguridad nacional" en la
misma Constitución; su interés en la reglamentación de la libertad de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


254 ESTUDIOS PÚBLICOS

opinión; su defensa de la economía libre, del sufragio universal como


procedimiento de generación de las autoridades políticas y del sistema
fuertemente presidencialista que favoreció; su crítica al corporativismo; su
justificación del camino de transición a la democracia escogido por el
régimen militar, campo en el cual sus opiniones fueron determinantes; su
argumentación en pro de la idea de un plebiscito para elegir Presidente de la
República en 1988; su rechazo del "Acuerdo Nacional" de 1985, el que
habría significado un camino de transición diferente; su postura respecto de
los derechos humanos bajo el régimen autoritario; en fin, su manera de
entender el sentido del gobierno militar en el cual fue, posiblemente, el
civil que más influencia política tuvo. Las entrevistas con Juan Pablo
Illanes y Blanca Arthur son sumamente valiosas para comprender a fondo su
línea política. Un estudio serio de la transición chilena hacia la democracia

l
requiere, sin duda, un análisis de estos textos.

.c
Jaime Guzmán fue un gran conversador y un observador perspicaz de
ile
las personas. Era tan agudo en su captación de los defectos como de las
virtudes. Le inquietaba más que ningún otro el tema del mal. Para él esto se
h
ligaba a la cuestión del Demonio. He incluido su conversación con Julio
pc

Philippi sobre los ángeles caídos por dar una impresión, aunque sea somera,
de sus convicciones religiosas.
e

El texto final recoge su última intervención en el Senado de la


República, en la cual fundamenta la postura de su partido —la Unión
.c

Demócrata Independiente— respecto del terrorismo.


w

Más allá de los temas mismos y de las posiciones que adoptó, se


reconoce aquí el estilo mordaz, brillante, polémico, acucioso, provocador,
w

inteligente, irónico, intrépido, escolástico y apasionado de Jaime Guzmán.


w

En ese estilo tan suyo se reconoce a un hombre que fue leal a sí mismo
hasta el último instante de su vida, su muerte. De allí el hondo afecto de
sus incontables amigos, la fidelidad de sus partidarios y el respeto de sus
enemigos. Creo que la amistad no confunde mi juicio: vivió y murió como
se propuso, como un cruzado. Estas páginas dan fe de su temple de ánimo.

A. F. T.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 255

EL MIEDO:
SÍNTOMA DE LA REALIDAD POLÍTICO-SOCIAL CHILENA*

Quien observe la realidad político-social por la cual atraviesa Chile


en la actualidad no puede dejar de reparar en la acentuación de un elemento
inquietante dentro de ella: el temor, el miedo —cada vez crecientes— que
siente el ciudadano común para discrepar en forma pública, abierta y
personal, frente al poder estatal y a quienes lo ejercen: el Gobierno y el
Partido único que lo integra.
El hombre medio teme —hoy en día— que su nombre figure en una
organización o bajo una opinión que pueda despertar recelos graves en las
esferas gubernativas. Teme atacar, con vehemencia y decisión, bajo su firma

l
responsable. Teme, cada vez con mayor intensidad, a la persecución y a la

.c
represalia.
ile
Podría argüirse, y con cierta razón, que esto no es enteramente
nuevo. Las ventajas provenientes de ser grato ante quienes gobiernan han
h
movido siempre a los oportunistas a silenciar o atenuar todo aquello que
pc

pudiera distanciarlos de las prerrogativas que dispensa el favor estatal. Por


otra parte, podría esgrimirse que tampoco es tan absoluto el temor que hoy
e

existe para discrepar, desde el momento en que hay partidos, órganos


periodísticos y personas individuales que hacen oposición, dentro del marco
.c

legal de nuestra democracia.


w

Sin embargo, la verdad aislada y parcial de dichas constataciones no


es suficiente para pretender eludir la realidad planteada, disfrazándola bajo
w

asimilaciones inexactas con situaciones anteriores. En efecto, el temor se


w

extiende, hoy en día, no sólo a los oportunistas, sino a hombres y personas


honradas consigo mismas y leales con su modo de pensar. Diríamos —ge-
neralizando— que sólo excluye a las contadas organizaciones provistas de
un gran poder económico o jurídico, que las convierte en autosuficientes, o
a las personas dotadas de un desapego casi heroico por los bienes materiales
y demás beneficios temporales, tales como el éxito, la tranquilidad, etc.
Pero el "hombre común", el hombre de trabajo, del cual depende una
empresa —grande, mediana o pequeña—, teme a disentir categóricamente,
siente miedo a estampar su firma bajo algo "comprometiente", intuye
imprudente el combatir "demasiado".

*Jaime Guzmán E., "El miedo: Síntoma de la realidad político-social


chilena". Portada, N° 2, febrero 1969, pp. 5 - 7 y 14.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


256 ESTUDIOS PÚBLICOS

La razón de este fenómeno, sobre cuya realidad existe una evidencia


casi general, nos lleva a incursionar por el campo de las doctrinas e ideas
políticas. ¿Por qué crece, en Chile, el miedo colectivo?
Durante años se ha debatido, en el terreno doctrinario, acerca del
papel que le corresponde al Estado dentro de la sociedad y —conse-
cuencialmente— acerca de la relación Estado-individuo.
Frente a dicho problema se han configurado tres posiciones fun-
damentales: la liberal o individualista, la socialista o estatista y la católica o
del "subsidiarismo estatal". Posiciones que, bien miradas las cosas, pueden
reducirse sólo a dos, siguiendo aquella máxima según la cual "el socialismo
es hijo del liberalismo".
En efecto, en la fundamentación amoral y puramente económica que
el liberalismo ofreció para su célebre "Estado-Policía" se encontraba ya el

l
germen de las doctrinas estatistas con que, algunos siglos más tarde, habrían

.c
de prevalecer las diferentes corrientes socialistas. Fracasadas experimen-
ile
talmente las tesis del individualismo, el simple rigor lógico de sus
postulados exigió el paso hacia el estatismo, como la mera necesidad de
h
avanzar otra etapa por el mismo camino. La búsqueda de una simple
eficiencia económica, al margen de toda consideración superior de orden
pc

espiritual, sirve, pues, de fuente común a dos posiciones que sólo en


apariencia son contradictorias.
e

La postura católica, en cambio, consciente del fin trascendente del


.c

hombre y de la dignidad que le es inherente como ser creado a imagen y


w

semejanza de Dios, difiere sustancialmente de aquéllas. El hombre goza de


una prioridad ontológica y de finalidad respecto de la sociedad. De ello se
w

deriva que el Estado es un instrumento que debe estar al servicio del


w

hombre, y no al revés. Ya que, mientras el hombre —ser substancial—


tiene un destino eterno, el Estado —ser relacional— agota su existencia
perecedera dentro del tiempo.
De esta honda raíz filosófica recoge su savia la teoría del
"subsidiarismo estatal". Si el hombre es el centro y fin de toda la sociedad,
las asociaciones en que se agrupe sólo tienen por campo específico de
acción aquél que el hombre no puede desarrollar por sí solo. Esta ley rige,
por analogía, entre las mismas sociedades o asociaciones. Así, el Estado es
subsidiario no sólo respecto del hombre en cuanto tal, sino también
respecto de la familia, de los municipios, de los gremios y de todas las
llamadas "sociedades intermedias".
En el respeto y la adhesión a este principio reside la única posibi-
lidad de conformar una sociedad realmente orgánica. De él se derivan, como
lógica consecuencia, el derecho de propiedad privada y la libre iniciativa en

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 257

el campo económico (generalmente conocida como "libre empresa") que,


rectamente entendidas, son, más que fórmulas económicamente eficaces,
fieles expresiones de la naturaleza humana y salvaguardia de su propia
libertad.
Frecuentemente la antedicha contienda doctrinaria ha sido menos-
preciada, por "teórica", entre quienes prefieren ocuparse sólo y directamente
de lo "práctico". Lo que no advierten quienes así han procedido es que el
desenlace que ella tenga habrá de traducirse —como ya lo hemos empezado a
comprobar— en fórmulas político-sociales concretas, a cuyo influjo ningu-
na actividad "práctica" podrá sustraerse.
Y es que una de las consecuencias más funestas que nos han legado
los varios siglos de "filosofía moderna" en que llevamos inmersos —car-
tesianismo, idealismo y todos sus derivados posteriores— es la dicotomía

l
que el hombre actual cree ver entre la "teoría" y la "práctica".

.c
"Basta ya de teorías; vamos ahora a la práctica", es una frase típica a
ile
este respecto. En ella hay subyacente una oculta impresión de que la
"teoría" es fundamentalmente inútil o, a lo más, un "trámite" que hay que
h
cumplir, para salvar las apariencias, para dejar satisfechos a quienes se
pc

preocupan por ella o, simplemente, porque sí. Cumplido éste, urge pasar a
lo que realmente importa: la "práctica".
Esta errónea dicotomía tiene su explicación, entre otros muchos
e

fenómenos, en los dos siguientes: por una parte, en el pragmatismo en que


.c

el materialismo contemporáneo tiene sumida a la mayor parte del mundo


w

occidental y, por la otra, en la desconfianza que los "teorizantes" —que


creen que una teoría puede ser correcta aunque no se ajuste a la realidad—
w

han despertado muy justificadamente en las personas más serias, realistas y


w

experimentadas de nuestra sociedad actual.


Sin embargo, supuesta la superación de ambos fenómenos, subsiste
la vigencia de la íntima conexión entre la verdadera "teoría", que abstrae
principios generales de la fiel observancia de la naturaleza de todos los seres
creados, y la "práctica", entendida como aquel contexto social en que los
principios teóricos pueden y deben aplicarse. Y que, al hacerlo, condicionan
no sólo la vida institucional, sino la propia vida familiar e individual de los
seres humanos que la integran.
Desde hace un buen tiempo, Chile ha escogido el camino del
estatismo. Con matices diferentes según el Gobierno imperante, el Estado
ha ido invadiendo y controlando progresivamente los más variados campos
de la actividad nacional. Subrepticia o desembozadamente, su función de
coordinación y subsidio de la vida social ha cedido paso a una función
rectora cada vez más extendida; dotado para ella de un poder sin contrapeso,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


258 ESTUDIOS PÚBLICOS

se ha convertido potencialmente en una especie de arbitro supremo del


destino de cada ciudadano y de cada agrupación humana. Baste con aquilatar,
por mera vía de ejemplo, las numerosas implicancias que se derivan de que
el Estado controle, en la actualidad, más del 70% de las inversiones
nacionales.
De ahí al miedo colectivo no hay sino una mínima distancia. Para
anularla, basta que ese omnímodo poder estatal caiga en manos de un
Gobierno que esté dispuesto a emplearlo en forma inflexible e inescru-
pulosa. Ocurrido lo cual, la amenaza latiente del temor se transforma en
realidad. Y, a nuestro juicio, eso es exactamente lo que ha sucedido en Chile
con el advenimiento al poder del Partido Demócrata Cristiano.
Si el temor colectivo que hoy existe es incomparablemente mayor al
que reinaba en los gobiernos inmediatamente anteriores, no es básicamente

l
a causa de un mayor estatismo. En términos relativos no está en el

.c
estatismo la gran diferencia, sino en el modo de emplearlo y ejercerlo.
ile
La Democracia Cristiana jamás se ha autoconsiderado una simple
corriente ideológica o de opinión. Teniendo como trasfondo la concepción
h
marxista sobre el "curso fatal de la historia", se ha considerado siempre la
intérprete contemporánea del "carro de la historia" y, por ende, la repre-
pc

sentante y ejecutora de un "proceso irreversible".


Es comprensible que, a la sombra de estas ideas, los democratacris-
e

tianos se hayan forjado una mentalidad pseudomesiánica. Si el curso de la


.c

historia los transformaba en "elegidos", se trataba simplemente de esperar,


w

en paciente lucha, la "hora escogida" para su mesiánico advenimiento. De


allí se nutrieron con la mística indomable que siempre se les ha elogiado.
w

Pero como ella estaba mal fundada, no pudo serles ajeno el fanatismo
w

delirante del que, sin serlo, se siente "mesías", "llamado" o "elegido".


Llegados al poder, "cumplida la hora", pretendieron identificarse con
el Estado y con la nación en cuanto tales. Si el devenir histórico irreversible
los colocaba a la cabeza de los destinos de la patria, ¿qué diferencia podía
existir, entonces, entre la Democracia Cristiana y el Estado chileno con su
proceso histórico actual y futuro? ¿Por qué hacer distinciones, si la
Democracia Cristiana venía a inaugurar una nueva era histórica, que habría
de prolongarse por espacio de 30, 60 o 100 años?
En lógica consecuencia, todo el que osara oponérseles con energía
debía ser "aplastado" —en cuanto la fachada democrática, que convenía
mantener, se los permitiera— como un ser antihistórico. Como una suerte
de insano mental que se negaba a incorporarse a la nueva etapa de un
"proceso irreversible". Como una remora social, que pretendía revivir la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 259

época, ya superada, de nuestros "100 años de retraso", ciclo de gobernantes


corrompidos, de nación descompuesta y de delincuencia social generalizada.
"Aplastar" más que convencer fue la consigna predilecta. Prepo-
tencia, más que diálogo fue el estilo preferido. "Sedición", el calificativo
infaltable para cualquier ataque medular.
Así surgió y creció el temor a combatir sin treguas ni componendas.
La represalia solapada obró de mordaza en las conciencias y la amenaza de
una persecución revanchista hizo escoger a muchos el camino más seguro
del silencio. Entonces se generó el comienzo del círculo vicioso. Con la
opinión pública en sordina, el poder estatal continuó y continúa afianzán-
dose. Y al hacerlo, el temor a enfrentarlo aumenta. Pero el hombre que así
calla va perdiendo, poco a poco, su propia dignidad. Va sintiéndose, por
muchos que sean los subterfugios de frivolidad que procure inventar,

l
envilecido por una complicidad que sabe indigna.

.c
Alguien podría pensar que gran parte de la solución reside en el
ile
cambio del actual Gobierno. Pero ello no es sino una parte muy limitada de
la solución. No sólo porque entre tanto, y para conseguirlo, sea im-
h
prescindible romper con valentía el círculo vicioso en que nos encontramos
pc

envueltos. Más que eso, aun cambiando el Gobierno, la amenaza de una


nueva aventura de miedo colectivo —acaso todavía peor— seguirá latiente.
Sólo el abandono del camino estatista puede solucionar el problema
e

por su misma base. El gran desafío del desarrollo es el de no buscarlo a


.c

costa de la libertad. Y el "subsidiarismo estatal" parece ser la expresión


w

contemporánea de esa libertad. Por eso, el éxito en dicho desafío depende de


la alternativa que se escoja para el futuro, en cuanto a la relación Estado-
w

individuo. Disyuntiva ésta que, remontándose a los principios más


w

insondables de la metafísica, revierte finalmente sobre cada ser humano, en


su vida cotidiana y hasta en su propia dignidad.

LA "UNIVERSIDAD COMPROMETIDA":
DE LA CONSIGNA AL DILEMA*

Bajo la "idea-fuerza" de luchar "por una Universidad comprometida",


se movilizaron, hace algunos años, importantes contingentes estudiantiles.
Eran los tiempos en que en torno a la bandera de promover "la Reforma

*Jaime Guzmán E., "La 'universidad comprometida': de la consigna al


dilema", Portada N° 3, julio 1971, pp. 27-30. Las itálicas corresponden al texto
original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


260 ESTUDIOS PÚBLICOS

Universitaria", se reclamaba simultáneamente una Universidad "crítica" y


"comprometida".
Como en todas las "ideas-fuerzas", la de la "Universidad comprome-
tida" tuvo más de fuerza que de idea, de consigna que de raciocinio. Más que
precisar su contenido, interesaba a sus adalides reforzar su eficacia movili-
zadora. Y con ese optimismo, tan ciego como contagioso, que caracteriza el
inicio de todas las revoluciones, fueron acalladas las voces de quienes
osaban pedir aclaraciones o plantear interrogantes. Los "reaccionarios" que
así procedían, o eran insensibles para entender la intuición vital de los
tiempos nuevos, o eran argumentadores que tras sus silogismos ocultaban
la defensa de toda suerte de intereses inconfesables.
Por lo demás, si los partidarios de la "Universidad comprometida"
estaban en mayoría, ¿a qué detenerse ante objeciones que provenían de

l
"remoras del pasado"? Y así, con desaprensivo entusiasmo en su poder, y

.c
compasivo desprecio —cuando no animadversión persecutoria— por todos
ile
sus oponentes, las huestes "reformistas" se pusieron en marcha. Quienes no
quisieron desfilar militarmente bajo sus sones de revolución juvenil,
h
quedarían marcados para siempre con el estigma de "antirreformistas". El
"carro de la Historia" los dejaría definitivamente atrás.
pc

Desde entonces, han pasado algunos años. A la euforia del triunfo


inicial ha seguido la áspera etapa de plasmar realizaciones. A la utopía de la
e

tierra prometida, el juicio sobre el camino ya recorrido. Los cuadros


.c

revolucionarios se han roto, y muchos de los antiguos amigos combaten


w

hoy en trincheras contrapuestas. Han surgido nuevas amistades y, en


cualquier caso, ya no reina un ambiente febril. Hoy vuelve entonces a ser
w

más posible confrontar ideas. Y recién ahora muchos admiten la pregunta:


w

Universidad comprometida. Bueno, pero ¿comprometida con qué ?


Tres años de avances y retrocesos, de vicisitudes y tensiones han
sido necesarios para que encontrara audiencia una pregunta tan fundamental
como decisiva: ¿Con qué puede y debe comprometerse la Universidad, y con
qué no puede ni debe hacerlo?

Ensayando una respuesta

La reciente elección de la Universidad de Chile puso frente a frente


dos planteamientos divergentes sobre la materia. Boeninger postuló un
"compromiso social", como opuesto a un "compromiso político". Novoa
propició un "compromiso con la construcción del socialismo", precisando

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 261

que ello no envolvía una sumisión irrestricta respecto del actual gobierno de
la Unidad Popular.
La verdad es que, detrás de las palabras transformadas en slogans, es
fácil quedarse en la cascara de las apariencias. Se impone, por tanto, penetrar
un poco más a fondo en los conceptos, a fin de perfilar la propia posición
con la mayor nitidez posible.
A nuestro juicio, toda institución debe comprometerse integralmente
con la lucha por obtener su propia perfección, que es lo mismo que decir la
plena realización de su finalidad específica. Y a ninguna institución le es
lícito adoptar otro "compromiso" que no sea ése.
De ahí que no resulte difícil percibir que toda la diferencia reside en
cuál sea el fin que cada cual reconozca a la institución universitaria, para
determinar enseguida cuál ha de ser el marco exacto de su compromiso.

l
Para el marxismo, no existe otra realidad importante en el mundo

.c
que el éxito y progreso de la revolución. Tributarios de concepciones filo-
ile
sóficas que sacrifican el ser por el movimiento, y la verdad por la acción,
para los marxistas todo está subordinado al triunfo de la revolución que ha-
h
brá de implantar la "dictadura del proletariado" y, a través de ésta, el paraíso
de la sociedad sin clases, sin Estado y sin tensiones dialécticas. Consi-
pc

guientemente, el marxismo sólo concibe entidades militantes en el servicio


de la revolución, no teme uniformar todas las organizaciones sociales en
e

dicho afán, e incluso no tiene otro padrón de medida para juzgar hasta la
.c

moralidad misma de los actos humanos y de su proyección histórica, que su


w

utilidad o eficacia para la causa revolucionaria. El mismo acto es bueno si


favorece a la revolución marxista-leninista, y malo si la perjudica.
w

No es éste propiamente el tema de las presentes líneas. Pero acaso


w

convenga enunciar que es cabalmente por la razón anotada, por la cual el


marxismo rechaza la autonomía de las entidades intermedias, lo que lleva
rigurosamente a la práctica allí donde alcanza el poder en plenitud. Si la
bondad de una institución se mide por su fidelidad en el servicio revolucio-
nario, ¿no es enteramente lógico que el destino de aquélla sea decidido en el
Comité Central del Partido Comunista, y no en un grupo humano
notoriamente menos calificado que éste, para apreciar lo que conviene o no
conviene a la revolución marxista-leninista?
En todo caso, y remitiéndonos al tema de la "Universidad compro-
metida", ¿qué puede extrañar a la luz de lo ya dicho en la pretensión
marxista de "comprometer" a la Universidad, lo mismo que a los gremios, a
los medios de comunicación social y hasta a la propia Iglesia, en la tarea de
"hacer la revolución", y por ende, en la adhesión a la ideología que la
inspira y sustenta?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


262 ESTUDIOS PÚBLICOS

Desde una perspectiva diferente

Otra conclusión fundamentalmente contraria se deriva, en cambio, si


uno entiende la sociedad como una armonía que respeta íntegramente la
diversidad, la variedad, reconociendo que ésta arranca precisamente de la
distinta finalidad que orienta la acción de los entes sociales.
Toda la concepción social del cristianismo está basada en la afir-
mación de una naturaleza humana inmutable y espiritual, creada por Dios a
su imagen y semejanza, y de la cual dimanan derechos, inclinaciones y de-
beres, que son susceptibles de ser averiguados y gobernados objetivamente.
Una de esas inclinaciones infaltables en el ser humano es la de
conocer la realidad, en toda su dimensión universal. Muchos son los
hombres, sin embargo, que aspiran a hacerlo de modo científico, es decir, a

l
partir de un análisis que se adentre en las causas, y que las demuestre como

.c
tales. Pero como la realidad tiene una unidad que le viene de su Creador o
ile
Causa primera, es menester relacionar a las distintas disciplinas, que no son
más que vehículos para conocer aspectos parciales de su realidad unitaria,
h
pero que a la vez son indispensables por la limitación de la inteligencia
discursiva del ser humano.
pc

Ahora bien, la entidad llamada a institucionalizar el cultivo e


interrelación de las distintas disciplinas científicas (en el sentido más
e

amplio de esta última expresión), de facilitar la síntesis cultural que permita


.c

la "unidad de la diversidad" es lo que se conoce con el nombre de


w

Universidad.
Si se intenta aplicar enseguida tales conceptos al problema del
w

compromiso de la Universidad con la sociedad en la cual está inserta,


w

aparecen de inmediato dos expresiones diferentes del mismo:

a) Por una parte, conviene afirmar —y hoy en día subrayar— que al


desarrollarse cualquier disciplina universitaria en un nivel superior, se está
realizando un aporte social de valor inestimable. Imbuidos inconsciente-
mente de la instrumentalización marxista del saber, a veces tendemos a
pensar que sólo aquello que tiene al fenómeno social como objeto directo e
inmediato de estudio y aplicación es capaz de interesar y gravitar sobre éste.
La historia, sin embargo, está repleta de ejemplos, y hoy más que nunca, de
que hallazgos realizados en los campos de ciencias aparentemente muy
alejados del "problema social", han ejercido sobre éste influencias de vastos
alcances.
Una verdad descubierta en la astronomía valdrá siempre más —in-
cluso desde el punto de vista histórico-social— que miles de asambleas

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 263

vociferantes y "concientizadas", que sólo gritan su mediocridad y su igno-


rancia.

b) Por otro lado, si nos referimos directamente a las ciencias sociales,


es forzoso reparar en algunos puntos principales.
Si la Universidad responde a una inquietud humana que se da en la
esfera del conocimiento, es en ella también donde debe resolver su destino y
su conducta. No es papel de las ciencias sociales el decidir entre las distintas
alternativas que su estudio arroje en torno a una realidad concreta e histórica
determinada. La ciencia sólo puede limitarse a ofrecer alternativas de acción
social, proyectando cada una en sus resultados demostrables más directos.
Pero para escoger entre las distintas alternativas es menester sopesar
muchos elementos relacionados con el ejercicio del poder, que ya no

l
dependen de una conclusión científica, sino de la opinión personal y

.c
prudencial de quien decida. En ese punto exacto hemos salido del campo de
ile
la ciencia, para entrar en el de la política; hemos abandonado el marco de la
Universidad para incursionar ya por el terreno de los partidos o grupos
h
políticos.
Las ideologías políticas, que en el fondo no son más que alternativas
pc

de acción cívica, que aspiran de algún modo a ser coherentes, permanentes y


totales, siguen en esto las mismas consideraciones que se aplican a los
e

partidos. No en vano, generalmente aquéllas se encuentran encarnadas por


.c

éstos.
w

En consecuencia, y a modo de síntesis, digamos que el verdadero


compromiso de la Universidad exige dos cosas, a lo menos:
w
w

1) Una decisión positiva de estimular y satisfacer constantemente la


inquietud por conocer la realidad universal de un modo cada vez más pro-
fundo, incluyendo en un lugar preferente al "fenómeno social" —a través
principalmente de las ciencias sociales—, pero valorando las repercusiones
que sobre aquél, en mayor o menor medida, está llamado a tener siempre el
conocimiento humano, cualquiera que sea su campo inmediato de acción.

2) Un respeto por la naturaleza científica, y por ende analítica o crítica,


del conocimiento que es propio a la Universidad. La ciencia supone volver a
colocar siempre en tela de juicio las verdades que se afirman, con el objeto
de consolidar su verdadero carácter de conclusiones científicas, correctamente
demostradas. En el plano de las ciencias sociales, ello comporta un estudio
analítico de la realidad social, incluyendo las consecuencias demostrables
que se derivarían de las distintas alternativas de acción económica, política o

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


264 ESTUDIOS PÚBLICOS

social. La ponderación de lo primero, y la decisión de lo segundo, ya es


propio de un compromiso político que, por salir de la esfera de la finalidad
universitaria, no puede ser asumido legítimamente por la Universidad.
Por esa razón, y no por otra, es que la Universidad no debe adscri-
birse a ningún diagnóstico de la realidad social, ni a ninguna ideología o
partido político. Su papel consiste, pues, en suministrar los elementos
científicos, para que los universitarios como individuos, los partidos o mo-
vimientos políticos, y los ciudadanos en general, adopten la línea de acción
político-social que en conciencia les parezca más adecuada. Si la Universidad
también pretende abarcar este otro plano, no sólo invade una zona que no le
pertenece, sino que al desviarse de su propio fin, instrumentaliza su trabajo
e inicia la ruta de autodestrucción que afecta a toda entidad que violenta
gravemente la naturaleza que le es propia y específica.

l
.c
ile
Lecciones de una experiencia
h
Uno de los mayores riesgos que afrontan las universidades en este
aspecto, es la tentación que —de vez en cuando— sobreviene a ciertos
pc

grupos no marxistas, en orden a intentar la instrumentalización servil de la


Universidad a una determinada corriente ideológico-partidista. Que lo
e

procuren los marxistas es cosa que está dentro de su línea ideológica y su


.c

estructura mental. Pero que los imiten sectores no marxistas resulta tan
w

grave como irresponsable.


No costará advertir que al señalar lo anterior estamos pensando en la
w

Democracia Cristiana.
w

Fue ésta la que primero politizó las federaciones de estudiantes. Más


tarde, al sentirse fuerte, y con "30 años de poder político por delante", se
lanzó decididamente al control político de las universidades como tales. Con
los mismos lemas que ahora le impugna a la Unidad Popular —"incorporar
la Universidad al proceso de cambios que vive el país"— la Democracia
Cristiana quiso convertir a la institución universitaria en un engranaje más
de la famosa "Revolución en libertad". Quienes como los gremialistas de la
Universidad Católica nos atrevimos a replicar exactamente lo mismo que
ellos aplauden hoy en la boca de Edgardo Boeninger, éramos entonces
motejados de "politiqueros disfrazados", de "antirreformistas" o de
"reaccionarios".
Y si se medita bien la cuestión, lo único que ha cambiado es que el
poder político se trasladó de manos, y la revolución de turno modificó su
signo. Lo que ha dicho el señor Novoa en su campaña electoral no difiere en

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 265

nada de lo que sostuvo por varios años la Democracia Cristiana, cada cual
para su propia ideología. Lo que postuló el señor Boeninger, por su parte,
no se diferencia fundamentalmente tampoco en nada de lo que siempre
defendió el gremialismo universitario.
Por eso la Democracia Cristiana ha debido adorar lo que antes había
quemado, y recibir los mismos denuestos que —por razones análogas— ella
nos dedicó a los gremialistas, por un largo tiempo.
Si todo esto sirviera para demostrar la importancia de actuar por
principios y no por conveniencias, creo que todos acogeríamos de buen
grado esta evolución tan sorpresiva como aparentemente alentadora. Por
algo "de los arrepentidos es el reino de los cielos". A condición, claro está,
de que el arrepentimiento vaya acompañado de un sincero propósito de
enmienda. Porque sólo éste podrá disipar el riesgo de que a la Universidad se

l
le sigan endosando "compromisos" que no le corresponden, y que amenazan

.c
gravemente su propia subsistencia. h ile
pc

LA IGLESIA CHILENA Y EL DEBATE POLÍTICO*

INTRODUCCIÓN
e
.c

Una mirada panorámica a Chile no puede prescindir de la Iglesia


w

Católica. Los tres siglos en que estuvimos políticamente sujetos al Rey de


España nos dejaron como legado espiritual, entre otras cosas, el de una fe
w

católica fuertemente enraizada en la nación. Hasta el día de hoy una gran


w

mayoría del país se declara católico, y la Iglesia Católica sigue teniendo


una influencia social muy superior a la de cualquier otro credo religioso.
Sin perjuicio de la separación jurídica entre la Iglesia y el Estado,
convenida en 1925, y de la vigencia de la más absoluta libertad de culto, la
Iglesia Católica guarda en Chile una preeminencia de hecho en toda la vida
social y política de la nación, que nadie podría objetivamente desconocer.
Gran parte de su importancia deriva de su tarea educadora, que desde los
inicios de la República ha ido extendiéndose al punto de haber alcanzado a
un gran número de establecimientos propios de enseñanza básica y media, e
incluso a dos Universidades.

*Jaime Guzmán E., "La Iglesia chilena y el debate político", Visión


crítica de Chile, Tomás Mac Hale, editor (Santiago: Ediciones Portada, 1972),
pp. 295-329. Las itálicas corresponden al texto original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


266 ESTUDIOS PÚBLICOS

El presente trabajo se divide en dos partes. La primera es de carácter


descriptivo, y analiza la actitud de la Iglesia en el cuadro político chileno,
explicando el porqué de la gravitación que ésta ha revestido. La segunda
encierra al catolicismo autodenominado "progresista", o el llamado
"cristianismo de izquierda". En dicha parte hemos tomado como base un
artículo que escribimos para la revista mensual Portada, y que ésta publicó
en su Nº 18, de febrero de 1971, introduciendo a ese texto, eso sí, algunas
adiciones y variantes que nos parecieron oportunas.
La reducción del enfoque de la Iglesia prácticamente sólo a su
vinculación con la doctrina o la vida política, con deliberada prescindencia
de otros de los muchos aspectos eclesiales que sería de alto interés abordar,
constituye una limitación inherente a la naturaleza del libro en que este
trabajo se inserta.

l
.c
ile
L LA IGLESIA Y EL CUADRO POLÍTICO CHILENO

Durante la última campaña presidencial, la Iglesia1 guardó en Chile


h
un silencio casi absoluto. No existió ningún pronunciamiento de parte de
pc

la Jerarquía Eclesiástica que, directa o indirectamente, pudiera gravitar de


modo importante sobre el proceso eleccionario. ¿Cabía a la Iglesia una
e

actitud diferente? ¿Le era permitido —o exigido— orientar de alguna


.c

manera a los católicos que estaban llamados a participar en la elección de


w

un nuevo Jefe del Estado? ¿Qué conducta había observado la Iglesia chilena
al respecto, en anteriores contiendas presidenciales o políticas en general?
w

¿Qué influencia tuvo el silencio eclesial en la victoria de Salvador Allende?


w

Subido éste al Mando Supremo de la nación, ¿cuáles han sido las actitudes
más relevantes de la Iglesia frente al nuevo Gobierno, durante los primeros
15 meses de su gestión?
Estas son las principales interrogantes que las líneas que siguen
procuran responder, en la seguridad de que ellas corresponden a las inquie-
tudes más candentes sobre la materia.

1
Por razones prácticas y de costumbre, el término "Iglesia" se emplea en
este trabajo en el sentido restrictivo e impropio, abarcando con él sólo a quienes
ejercen en aquellas funciones jerárquicas o ministeriales: Obispos y sacerdotes.
No comprende, pues, a los laicos o seglares bautizados, no obstante que éstos
deben entenderse plenamente englobados dentro de una acepción más rigurosa y
exacta de la expresión "Iglesia".

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 267

1. La actitud de la iglesia durante la campaña presidencial de 1970

Para poder comentar y apreciar debidamente la actitud observada por


la Iglesia a lo largo de la última campaña presidencial, es menester
detenerse —aun cuando sea muy someramente— en ciertos aspectos
doctrinarios básicos, y en los antecedentes históricos más recientes que
ilustran lo ocurrido en 1970.

a) Competencia de la iglesia en el plano político social

Ante todo, conviene plantearse, desde un punto de vista conceptual,


el problema de cuál es la órbita a la que se extiende la potestad y misión de

l
la Iglesia en el plano temporal, y cuáles son los límites que no le es

.c
legítimo sobrepasar.
ile
La Iglesia es una realidad de origen divino, cuya finalidad es servir de
instrumento eficaz y necesario para la perfección de los hombres y la
h
salvación de las almas. Encierra el carácter de un misterio de amor que,
cimentado en la fe y vitalizado por la esperanza, hace peregrinar al pueblo
pc

de Dios hacia la implantación del Reino futuro, que en la consumación de


los tiempos traerá consigo la segunda venida del Mesías, entonces en gloria
e

y majestad. Pero es al mismo tiempo una institución jurídicamente


.c

organizada, con una forma visible instituida por su propio Fundador —y


w

por ende inmutable en lo fundamental de la cual arranca una estructura


jerárquica claramente perfilada—. Ambos aspectos, indisolublemente liga-
w

dos, constituyen el ser histórico de la Iglesia, "Cuerpo místico de Cristo"


w

en palabras de San Pablo, o "Cuerpo de Cristo difundido y comunicado"


según la célebre expresión de Bossuet.
Ello explica que la misión sobrenatural que directamente incumbe a
la Iglesia, haga de la fe —aquello en lo cual es necesario creer— el primer
elemento propio de su Magisterio. "El que creyere y se bautizare, se
salvará" (Mc. 16,16), "bienaventurados los que sin ver, creyeron" (Jn.
20,29), "el que es hijo de la Verdad oye mi voz" (Jn. 18,37) son algunas de
las frases con que Cristo coloca la fe en su palabra, como la clave de su
doctrina de salvación, y como el requisito más indispensable para poder
considerarse discípulo suyo.
Sin embargo, la sola fe no es suficiente para un cristiano. Junto a
ella debe concurrir la caridad, entendida como el amor a Dios por sobre
todas las cosas, y al prójimo por amor de Dios. En virtud de ese amor, el
hombre debe sujetarse a la voluntad de Dios en cada uno de los actos de su

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


268 ESTUDIOS PÚBLICOS

vida, seguro de que con ello estará avanzando de paso hacia su propia
plenitud personal. De ahí que la moral, conjunto de normas que el hombre
debe observar para acercarse siempre hacia su perfección, debe mirarse como
un fruto infaltable del amor. Pretender que existe caridad fuera de la moral,
es algo intelectualmente contradictorio, que no pasa de representar una vana
ilusión. Quien ama a Dios, forzosamente ha de cumplir su voluntad del
modo más fiel posible. "No todo el que dice ¡Señor!, ¡Señor! entrará en el
Reino de los cielos, sino aquel que cumple la voluntad de mi Padre" (Mt.
7,21), si quieres alcanzar la vida eterna "guarda los mandamientos" (Mt.
19,17), son algunas de las numerosas sentencias con que Cristo fija el
carácter objetivo y exigible de la moral verdadera. No es la propia voluntad,
o en términos más elegantes "la propia conciencia", el supremo padrón de
la moral; lo es la voluntad del Padre, la voluntad de Dios, por mucho que

l
ello moleste hoy en día a más de alguno.

.c
Resulta oportuno agregar que la moral no dice relación únicamente
ile
con la conducta individual de un ser humano determinado, sino que se
extiende a las relaciones sociales en que aquél desenvuelve su existencia.
h
Así como hay conductas individuales que acercan o alejan al hombre de su
perfección, existen también instituciones políticas, económicas y sociales,
pc

sistemas de convivencia y doctrinas frente a las relaciones humanas, que


favorecen el pleno desarrollo de la persona, mientras las hay que lo
e

perjudican gravemente, cuando no lo hacen del todo imposible en muchos


.c

aspectos. Determinadas instituciones sociales son inseparables del bien de


w

la naturaleza humana, al paso que otras parecen como incompatibles con su


dignidad de haber sido creadas "a imagen y semejanza de Dios" (Gén. 1,26-
w

27) y con los derechos que de ello emana. El carácter eminentemente social
w

de la naturaleza humana trae consigo, pues, la imposibilidad de restringir la


moral o al mero plano de lo individual.
Ahora bien, el Magisterio de la Iglesia se extiende a todo cuanto dice
relación con la fe y la moral, y es obligatorio para los católicos, aun
cuando por revestir un carácter meramente ordinario, no goce de la
infalibilidad. "A ti te daré las llaves del Reino" (Mt. 16,19) fueron las
palabras con que Cristo instituyó a Pedro como cabeza de la Iglesia, y
primer sucesor suyo en la tierra. "Id pues, y enseñad a todas las gentes"
(Mt. 28,19) fue el mandato postrero con que el Salvador se despidió de sus
Apóstoles, los primeros Obispos cristianos. "El que a vosotros oye a Mí
me oye; el que a vosotros rechaza, a Mí me rechaza" (Lc. 10,16) constituyó
la advertencia complementaria que el Maestro quiso dejar al pueblo fiel de
todas las épocas; palabras estas últimas que Pío XII precisó expresamente

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 269

en "Humani Generis", que valen también para las enseñanzas del


Magisterio simplemente ordinario.
Consecuencialmente, la Iglesia ha derivado siempre su competencia
para pronunciarse con fuerza magisterial en cuestiones político-sociales, y
de ahí ha nacido la doctrina pontificia tanto política como social. Pero ha
cuidado invariablemente de establecer simultáneamente que sólo entra en
tales materias en cuanto ellas afectan claramente a la moral, careciendo en
cambio de atribuciones para juzgar oficialmente las diversas opciones
técnicas o prudenciales que al hombre se le presentan en la acción
contingente.
En nombre de la fe o la moral cristiana, la Iglesia puede condenar
una doctrina, un sistema o una institución de convivencia social, que esti-
me reñida con aquéllas. Tales, por ejemplo, son los casos del nacional-so-

l
cialismo y del comunismo, como doctrinas o sistemas globales, y de la

.c
retribución del trabajo según las simples leyes del mercado, como insti-
ile
tución específica, florecida en la época del capitalismo liberal clásico. En
igual virtud, la Iglesia puede prohibir a los católicos su militancia en
h
determinadas organizaciones de acción cívica. Pero escapa en cambio a sus
posibilidades el adscribirse a un determinada ideología política, ya que
pc

dentro del respeto y la concordancia con la fe y la moral cristiana, siempre


quedará un amplio campo para una fuerte variedad, en la cual la legítima
e

libertad del católico para optar requerirá ya sea de juicios técnicos que
.c

escapan a la moral o bien de apreciaciones prudenciales que no admiten


w

demostración en cuanto a su verdad o error. Afortiori, tampoco puede la


Iglesia ligarse oficialmente a un determinado partido o movimiento polí-
w

tico. A veces tal ligazón será de hecho casi inevitable (por ejemplo, el caso
w

de una lucha "a dos bandos", en que uno de ellos mereciere estar afecto a
una condenación expresa) pero, por lo general, ella debe procurar obviarse.
Finalmente, es útil establecer una aclaración en lo tocante a la
participación de Obispos y sacerdotes, en cuanto personas y miembros que
son de la sociedad civil, en la vida política de su país. Obviamente, las
limitaciones que afectan al Magisterio oficial de la Iglesia no alcanzan
personalmente en igual expresión a quienes desarrollan tareas ministeriales
o funciones jerárquicas en ella. Obispos y sacerdotes tienen el mismo
derecho de los seglares para escoger dentro del marco de lo opinable; frente
a una elección, el deber de emitir su voto incluso les exigirá tal opción.
Pero por razón de imagen ante sus fieles, frente a quienes su vocación ha de
emerger en toda su pureza y eficacia, dicha decisión deberá estar revestida de
la mayor discreción y prudencia. Es difícil pedir al común de los católicos
que sepa reconocer una distinción necesariamente sutil, y es comprensible

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


270 ESTUDIOS PÚBLICOS

que —al contrario— aquél crea ver en las opiniones contingentes de su


obispo o sus sacerdotes una prolongación de su tarea pastoral. Semejante
confusión debe ser preservada en vehemencia, hasta el límite de lo posible.
Por otro lado, el apasionamiento que alcanzan las contiendas por el poder
temporal, junto con dificultar la altura y elevación que reclama el sacer-
docio ministerial, es particularmente apto para distanciar a los fieles de sus
guías y pastores. La prescindencia de Obispos y sacerdotes en la política
militante y activa es, por tanto, la sana e invariable doctrina oficial de la
Iglesia. Así quedó reafirmado en el Concilio Vaticano II,2 e incluso en el
reciente Sínodo consultivo de Obispos, realizado en Roma durante 1971.
2
Constitución sobre la Iglesia y el mundo de hoy, Nº 76, y decreto sobre

b) Algunos antecedentes importantes del caso chileno

l
.c
Durante la segunda mitad del siglo pasado y hasta bastante entrado el
ile
actual, la Iglesia chilena estuvo estrechamente ligada al Partido
Conservador, conglomerado confesional católico de tendencia ultramontana,
h
que combatió arduamente en defensa de los derechos y prerrogativas de la
Iglesia en el campo jurídico y político. Fue la época de las luchas
pc

ideológicas en torno a problemas relacionados con el matrimonio, las


sepulturas, la educación y otras instituciones o actividades de la sociedad
e

chilena. El conservantismo alzó las banderas de la ortodoxia católica frente


.c

a las corrientes liberales y laicistas, proclamando que el servicio a la causa


w

católica constituía su verdadera razón de ser. Sus adversarios le enrostraron


querer más bien servirse de la Iglesia para sus fines políticos, pero lo cierto
w

es que la Iglesia consideró al Partido Conservador única colectividad


w

política que se basaba en la doctrina católica, como su brazo derecho en la


vida cívica chilena a lo largo de varios decenios.
Promediando la primera mitad del siglo XX, la situación empezó,
sin embargo, a cambiar paulatinamente. En 1925, el Presidente Arturo
Alessandri y el Arzobispo de Santiago, Monseñor Crescente Errázuriz,
convinieron un armonioso acuerdo para separar jurídicamente a la Iglesia
del Estado. Simultáneamente, junto con eclipsarse poco a poco la preemi-
nencia de las luchas ideológicas en la política chilena, cobró vigor creciente
la llamada "cuestión social". En torno de ella, empezó a dibujarse la
primera gran división de los católicos que actuaban en política.

la vida de los presbíteros, Nº 9.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 271

Importantes sectores de la Juventud Conservadora le criticaban a su


partido cierta renuencia para aplicar la doctrina social-cristiana o doctrina
social de la Iglesia, incorporada al programa del conservantismo chileno
desde su Convención de 1901. Los cuadros oficiales del partido contestaban
esas críticas, aludiendo a las numerosas e importantes leyes sociales de
beneficio obrero y popular que, desde comienzos de siglo, habían impul-
sado parlamentarios conservadores. Pero entonces la discrepancia se
centraba en una disyuntiva más radical: mientras los jóvenes rebeldes
postulaban la necesidad de "sustituir el régimen capitalista vigente" y
reemplazarlo por uno que no fuese ni capitalista ni socialista, el partido
replicaba que lo condenado por la Iglesia eran los abusos del capitalismo y
no las bases mismas del sistema, y que la existencia de una "tercera
posición" entre capitalismo y socialismo era una teorización reñida con la

l
realidad. Podían concebirse variantes de uno y otro sistema, pero no uno

.c
que se apartara fundamentalmente de ambos por igual. Inspirados a su vez
ile
en Maritain, y más tarde además en Mounier y otros pensadores "huma-
nistas y personalistas", los jóvenes insistían en la viabilidad del
h
comunitarismo, como una "tercera posición" válida y necesaria.
pc

La pugna estalló definitivamente en 1938, cuando la Juventud


Conservadora, agrupada en una institución propia llamada Falange, se negó
e

a trabajar por el candidato liberal Gustavo Ross, al cual apoyaba


oficialmente el Partido Conservador. Dicha circunstancia fue estimada
.c

como decisiva en la estrecha derrota de Ross, que permitió el ascenso del


w

Frente Popular (radicales, socialistas y comunistas) a La Moneda, con un


hombre de centro-izquierda a la cabeza, el radical Pedro Aguirre Cerda.
w

La Falange quedó definitivamente separada del conservantismo y se


w

constituyó entonces en un partido independiente de éste. Sus mentores más


destacados eran los jóvenes Manuel Garretón, Eduardo Frei, Radomiro
Tomic, Bernardo Leighton, Ignacio Palma, Jorge Rogers y otros. Dotados
de una excepcional tenacidad y de una firme convicción de que el futuro les
pertenecía, dichos dirigentes se convirtieron en una especie de generación de
líderes, que lucharon en condición de reducida minoría electoral por espacio
de 20 años.
La polémica con los conservadores, que siguieron aventajando
ampliamente a los falangistas como fuerza política por mucho tiempo, se
hizo cada vez más intensa, salvo un breve interregno en 1946, cuando
ambos se encontraron en la postulación presidencial de Eduardo Cruz-Coke,
cuya plataforma electoral acentuó la orientación social-cristiana del Partido
Conservador, al cual el candidato pertenecía. El debate, en líneas generales,
se mantuvo en los términos esquemáticamente descritos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


272 ESTUDIOS PÚBLICOS

La larga tradición de la Iglesia chilena de intervenir en forma bas-


tante directa en la política contingente, y el hecho de que ello se hubiera
realizado a través de su respaldo al conservantismo, por las razones
históricas que para lo uno y para lo otro hemos explicado, generaron una
activa participación del clero, e incluso de la Jerarquía, en la dura contienda.
Contribuyeron además a ello, ciertas veleidades falangistas que se tradujeron
en deslices pro-marxistas, manifestados en equívocas declaraciones de
"apertura" hacia la colaboración con quienes sustentan esta doctrina y, más
concretamente, en diversos pactos electorales públicos y declarados con los
partidos marxistas, incluido el comunista. Ello fue considerado por el
grueso de la Iglesia chilena como opuesto a las enseñanzas oficiales de la
Santa Sede (en especial la Encíclica "Divini Redemptoris" de Pío XI), y
tuvo a la Falange a punto de ser formalmente condenada por la Jerarquía. La

l
famosa frase pronunciada por Frei en junio de 1948, "hay algo peor que el

.c
comunismo: el anti-comunismo", revela el trasfondo —entre doctrinario y
ile
emocional— que animaba la postura falangista en la materia.
Un nuevo ingrediente vino a modificar bastante el cuadro en la
h
década del 50. Las corrientes católicas europeas llamadas "progresistas", y
pc

que en sus expresiones más extremas se separaban claramente en lo


religioso de la ortodoxia tradicional, iniciaron una triunfal penetración en
los sectores más influyentes del clero chileno. Dejando cada vez más de
e

lado al tomismo, con su arquitectura y sus categorías filosóficas, la


.c

formación e ilustración de los nuevos sacerdotes chilenos quedó prác-


w

ticamente reducida a la literatura "progresista" publicada en Francia,


Alemania, Holanda y Bélgica. Entre otras cosas, el "progresismo católico"
w

cuestionaba y cuestiona el valor absoluto e inmutable de las verdades


w

dogmáticas, postulaba y postula un relativismo moral muy emparentado


con el liberalismo y complemento necesario del irenismo doctrinario,
impulsaba e impulsa prácticas litúrgicas extrañas y no autorizadas, y en
fin, denotaba y denota un claro menosprecio por la vida interior y una
relegación a segundo plano de las inquietudes por la vida eterna. Médula
esencial de estos y otros puntos de vista, constituía y constituye su
objeción al valor moralmente obligatorio del Magisterio y del principio de
autoridad jurídica dentro de la Iglesia.
Por razones fáciles de comprender, el "progresismo" religioso
entroncó rápidamente con las tesis políticas de la Falange, convertida ya en
Partido Demócrata Cristiano para 1957. El rechazo de éste a la idea de que
un Estado, como prolongación lógica de la "sociedad vitalmente cristiana"
preconizada por Maritain, se declarara oficialmente confesional; el con-
siguiente favorecimiento de secularización de toda la vida ciudadana; la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 273

admisión del humanismo cristiano como algo que bastaba para expresar
cabalmente en política los postulados social-cristianos, sin que fuera
necesario que ese humanismo dimanara de una fe cristiana previamente
aceptada y de una moral cristiana simultáneamente seguida, la elaboración
de una "tercera posición" destinada a configurar un sistema económico-
social basado en el comunitarismo, y distante por igual del capitalismo y
del socialismo, representaron algunas de las inspiraciones doctrinarias de la
Democracia Cristiana, que vieron en las tesis del "progresismo" una suerte
de complemento o extensión de sus ideas políticas al plano de lo religioso,
habida consideración que la inmensa mayoría de los fundadores de la
Falange eran católicos practicantes. Justo es precisar también que colaboró
a ese maridaje una cierta timidez y cautela inicial del "progresismo" en el
planteamiento de sus puntos de vista. Es así, por ejemplo, como, en fecha

l
más reciente, el inspirador ideológico de la Democracia Cristiana chilena,

.c
Jacques Maritain, ha roto abiertamente con el "progresismo" religioso,

campesino de la Garonne3
h ile
resultando particularmente significativo a este respecto su libro El

En la segunda parte de este trabajo nos extenderemos en ciertas


pc

consideraciones sobre algunos de los aspectos doctrinarios recién


enunciados. Por ahora, sólo nos interesa consignar que, como fruto a
nuestro juicio de la identificación práctica entre el "progresismo" religioso
e

y la Democracia Cristiana política, de la vertiginosa inclinación al


.c

"progresismo" de la mayoría del clero chileno (incluidos por acción o


w

inacción fuertes sectores dentro del Episcopado), y de la venida al país de


numerosos sacerdotes extranjeros adictos a estas tendencias, la corriente
w

democratacristiana concitó en pocos años el favor de la mayoría de la


w

Iglesia, que hasta entonces había permanecido dispensándose al Partido


Conservador. Es así como ya en las elecciones presidenciales de 1958,
pese a que Jorge Alessandri, candidato independiente al cual apoyaban los
conservadores, triunfó aventajando estrechamente al marxista Salvador
Allende, pero ampliamente al democratacristiano Eduardo Frei, fue
perceptible detrás de las polémicas eclesiásticas al respecto —las cuales en
algunos casos extremos conocieron incluso la luz pública— que este
último contaba con una adhesión mayoritaria dentro del clero.
La referida situación se hizo aún mucho más notoria durante el
gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964). Un instituto jesuita de estudios,
llamado Centro Belarmino, que tuvo al sacerdote belga Roger Vekemans

3
París, 1965.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


274 ESTUDIOS PÚBLICOS

como su cabeza intelectual indiscutida, se transformó entonces en el


principal instrumento para robustecer ideológicamente al Partido Demócrata
Cristiano. El Centro Belarmino fue además el puente adecuado para con-
cretar la amalgama "progresismo" religioso-Democracia Cristiana política.
La revista Mensaje, que los jesuitas mantenían desde mucho antes, pasó a
ser el vehículo de expresión del Belarmino y, como tal, adquirió una
influencia y notoriedad muy superior a la que hasta entonces había tenido.
Fue justamente en 1962, cuando Mensaje publicó una edición
especial titulada "Revolución en América Latina", en la cual auspiciaba
abiertamente la "tercera posición" democratacristiana. La orientación
general de la revista fue condensada por el artículo editorial, escrito por el
jesuita Hernán Larraín Acuña: la revolución debía considerarse en nuestro
continente como un movimiento "en marcha", y que obedecía al imperativo

l
—tan justo en teoría como inevitable en los hechos— de sustituir rápida y

.c
profundamente las estructuras políticas, económicas y sociales vigentes,
ile
por ser éstas causantes de la miseria económica, de la marginalidad política
y de las injusticias sociales que afectaban a las grandes mayorías populares.
h
Frente a ello, no era lícito resistirse ni era admisible marginarse de la
revolución que avanzaba. La única actitud compatible con el Evangelio era
pc

impulsarla y "cristianizarla". Para graficar lo tajante de la revolución


necesaria, se hablaba del imperativo de "partir de cero", aunque con
e

posterioridad el propio autor ha admitido lo impropio y equivocado de la


.c

expresión.
w

"La revolución está en marcha. No oponerse a ella, más aún pro-


piciarla, involucra evidentemente un riesgo (nadie puede saber exactamente
w

dónde termina la revolución), pero la vida es riesgo y el cristianismo no es


w

una religión de seguridades muelles sino de generosas locuras... No


olvidemos que sólo unidos a Cristo podemos 'cristianizar' la revolución en
marcha", eran las palabra finales del mencionado artículo editorial.
La "cristianización" aludida se perfila en el resto de la edición, con
un claro sentido democratacristiano o comunitarista. Estaba así abierto el
camino de la "revolución en libertad" que propiciaría la candidatura de Frei
al año siguiente, lema que se dice fue acuñado en el propio Centro
Belarmino.
Ese mismo año, el Episcopado chileno publicó una Pastoral colec-
tiva que produjo un fuerte impacto, aun afuera de los sectores católicos.
Bajo el título de "El deber social y político en la hora presente", los
Obispos fijaron su postura frente a un tema candente. El texto de la
Pastoral coincidió en buena parte con el diagnóstico de Mensaje frente a la
realidad imperante, utilizando para ello ciertas cifras más que discutibles.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 275

En cualquier caso, la conclusión de miseria e injusticias que se denunciaba,


era un hecho imposible de ser negado, aunque se difiriera sobre las causas o
los grados con que aquéllas se presentaban. En cuanto a las soluciones, la
Pastoral, como documento magisterial que era, dejaba un campo bastante
más amplio que el de Mensaje, llegando sólo a afirmar que "el cristiano
debe favorecer las instituciones de reivindicación social y, si le corresponde,
participar de ellas. También tendrá que apoyar cambios institucionales,
tales como una auténtica reforma agraria, la reforma de la empresa, la
reforma tributaria, la reforma administrativa y otras similares".4 El tono y
el contexto de ésta y otras afirmaciones similares fueron interpretados por
muchos como un patrocinio de las posturas demócratas-cristianas, dentro de
la tradicional tendencia chilena a sacar de las enseñanzas sociales de la
Iglesia dividendos para los propios "colores" políticos. Pero dentro del

l
mismo criterio, y como contrapartida, los sectores políticos católicos que

.c
apoyaban al gobierno del Presidente Alessandri esgrimieron en su favor la
ile
enérgica reiteración que el documento realizaba más adelante, en orden a
condenar al comunismo como "diametralmente opuesto al cristianismo" y
h
como "un sistema que no trae el remedio de los males que deseamos
extirpar".5 "El comunismo jamás se ha impuesto por la convicción, por el
pc

valor de su doctrina; siempre se ha valido de las debilidades de los Estados y


partidos llamados democráticos, y ha escalado el poder para constituirse
e

después en el amo implacable de todos los que no piensen como él,


.c

comenzando por aquellos mismos que han hecho posible su ascensión. Del
w

triunfo del comunismo en Chile, la Iglesia y todos sus hijos no pueden


esperar sino persecución, lágrimas y sangre".6
w

Las tajantes y categóricas palabras transcritas, fueron invocadas en


w

su beneficio por las entonces fuerzas gobiernistas que, unidas en el "Frente


Democrático", habían levantado la candidatura presidencial del senador
radical de centro-derecha, Julio Duran, con el objetivo básico de vencer al
marxismo y preservar en Chile la democracia y la libertad.
Sin embargo, cuando a principios de 1964, a raíz del triunfo
marxista en una elección complementaria por Curicó, Duran renunció a su
postulación y las fuerzas anticomunistas y de derecha se sumaron a la

4
Pastoral colectiva del Episcopado Chileno, "El deber social y político
en la hora presente". Nº 15.
5
Idem, Nº 19 y 20.
6
Idem, Nº 21, letra e).

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


276 ESTUDIOS PÚBLICOS

candidatura democratacristiana de Frei, ésta pudo asumir como favorable a


sí la totalidad del contenido de la Pastoral de los Obispos. Los sectores
marxistas han afirmado que la Iglesia, en esa elección, se embarcó mani-
fiestamente con Frei. Creemos que el aserto no está lejos de la realidad. El
concurso de la Iglesia en favor de la postulación freísta, unido al de Estados
Unidos y al de las grandes empresas privadas chilenas, tuvo una fuerte
importancia en su amplia victoria frente a Allende. La penetración
democratacristiana en vastos sectores sindicales y poblacionales, y el
anticomunismo de la mayoría del pueblo chileno, representaron los otros
elementos claves del resultado electoral de 1964.

c) La iglesia frente a la campaña misma de 1970

l
.c
En el marco de lo señalado en los acápites anteriores, resulta más
ile
fácil situar y analizar la actitud de la Iglesia en la campaña presidencial de
1970.
La identificación entre la Iglesia y el gobierno de Frei fue algo evi-
h
dente para todo el país. Distanciándose de la postura crítica en que frente a
pc

ciertos aspectos de la gestión gubernativa se colocaba Mensaje, que evolu-


cionaba así más a la izquierda que el oficialismo democratacristiano, el
e

grueso de la Iglesia no acompañó tales reparos. En cambio, sí prestó su


.c

aval para los cambios más importantes emprendidos por Frei, en especial,
la reforma a la garantía constitucional que resguardaba el derecho de pro-
w

piedad, y la reforma agraria. Las únicas oposiciones a la modalidad que


w

dichas reformas revistieron fueron las de los partidos Conservador y Liberal


w

y, más enérgicamente, de un grupo de jóvenes tradicionalistas agrupados en


torno a la revista católica Fiducia, y que posteriormente constituyeron la
"Sociedad chilena para la defensa de la Tradición, la Familia y la Pro-
piedad" (TFP): la argumentación de estos últimos se centró en denunciar
esas reformas como contrarias a la doctrina católica, por su carácter socia-
lista y confiscatorio. Sólo un Arzobispo chileno —Monseñor Alfredo
Cifuentes— respaldó tales críticas, mientras la gran mayoría del
Episcopado, destacándose al efecto el Cardenal Arzobispo de Santiago,
apoyaba directa o indirectamente las reformas del gobierno.
Por razones cuyo análisis no compete a estas líneas, la Democracia
Cristiana vio llegar el final de la administración freísta con su prestigio
popular seriamente deteriorado. En 1964, Frei había obtenido el 55 por
ciento del electorado. Un año más tarde, debido al regreso de la votación
derechista a sus cauces partidarios propios, el Partido Demócrata Cristiano

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 277

había logrado el 42 por ciento en los comicios parlamentarios. Las elec-


ciones generales siguientes, verificadas en 1967 y 1969, significaron
nuevos y bruscos descensos de la votación del PDC a un 36 y a un 30 por
ciento, respectivamente.
Fundándose en tales antecedentes, y en el arrastre personal que nadie
podía desconocer en el candidato independiente Jorge Alessandri, al cual la
citada DC tenía nuevamente como adversario en 1970, era fácil presumir
que su postulación de Radomiro Tomic estaba irremisiblemente condenada
al fracaso. Aunque sobre esto había conciencia general en los círculos
políticos, la candidatura de Tomic pudo subsistir, aparentando hasta el final
una fuerza que no tenía, gracias al desmedido poder económico y propa-
gandístico que le brindaba su condición oficialista. Entre el alessandrismo
reinaba un optimismo que partía de la base de que la candidatura democra-

l
tacristiana, desnudada en su verdadero y reducido potencial, sería finalmente

.c
absorbida en gran parte por aquél. Por eso, la propaganda alessandrista se
ile
orientó a convencer al electorado democrático de que Tomic era tercero y
que, de estar amagada la postulación independiente por alguien, había que
h
buscar el peligro en Allende y su "Unidad Popular".7
pc

La Iglesia simpatizaba mayoritariamente con Tomic, pero no parecía


prudente ponerlo de relieve en forma demasiado abierta, debido a lo proble-
mático de su éxito. Por otro lado, cualquier pronunciamiento serio de la
e

Jerarquía Eclesiástica tendría que haber reiterado los conceptos condenato-


.c

rios que en 1962 había expresado acerca del comunismo y que, como vere-
w

mos luego, se renovarían ampliados al marxismo en general, con posterio-


ridad al inicio del gobierno de Allende. Ese hecho habría molestado a
w

Tomic y reportado en la práctica un beneficio para Alessandri, ya que la


w

candidatura democratacristiana obraba en notorio concierto con la de la


"Unidad Popular", a la vez que condenaba una campaña publicitaria antico-
munista realizada por una entidad independiente y creada ad hoc ("Chile
Joven"), a la cual se acusaba de pertenecer disfrazadamente al alessandrismo.
Los afiches de "Chile Joven", destinados a mostrar lo que había ocurrido en
las naciones en que se había impuesto el comunismo, y a advertir a los
chilenos, a veces con cierta truculencia, de que lo mismo ocurriría si esa
ideología triunfaba en este país, fue desacreditado al unísono por voceros
tomicistas y allendistas, como una inaceptable e inadecuada "campaña del
terror". Es seguro que la repetición de frases semejantes a las que la Pas-

7
La portada de la revista alessandrista PEC señalaba ya en su Nº 353, de
22 de mayo de 1970, con grandes titulares "¡Allende es el peligro!".

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


278 ESTUDIOS PÚBLICOS

toral colectiva del Episcopado de 1962 dedicaba al comunismo, habría aca-


rreado el intento de ligar a la Iglesia con la referida campaña anticomunista.
No es tarea fácil saber hasta qué punto el silencio de la Iglesia se
debió a tales aprensiones o a sus deseos de no favorecer a Alessandri, aun a
costa de observar una actitud tan distinta a la que había asumido en
anteriores comicios presidenciales. Lo único cierto fue que la Iglesia calló.
No dijo en esa oportunidad ni lo que había enseñado antes, ni lo que
reiteraría poco tiempo después. Guardó un silencio para el cual no
encontramos ni explicación razonable ni justificación admisible. Impru-
dente en otras ocasiones para invadir el campo contingente de la política
partidista, que no le pertenece, la Iglesia se abstuvo en 1970 de impartir
directrices en el terreno doctrinal y moral, que sí le compete. Y la coalición
predominantemente marxista, encabezada por un marxista-leninista decla-

l
rado y confeso, obtuvo una ajustada victoria: Salvador Allende llegó así a

.c
la Presidencia de la República.
ile
¿Habría variado el resultado si la Iglesia hubiese considerado que su
deber era orientar a los católicos en el plano de la doctrina, y no mantener
h
una actitud silenciosa?
pc

La verdad es que la respuesta exige obrar sobre hipótesis inciertas.


Por un lado, la misma preeminencia del "progresismo" religioso en los
medios católicos chilenos ha mellado en gran medida el acatamiento con
e

que se mira la palabra de la Jerarquía, a cuyo Magisterio son muy pocos los
.c

que aún le reconocen la fuerza moralmente obligatoria que le es inherente.


w

Pero, por otra parte, la estrechez del triunfo de Allende permite presumir
que la influencia que todavía conserva la Iglesia, habría sido suficiente
w

como para volcar el resultado electoral. Máxime, si se repara en que uno de


w

los aspectos más socorridos por el allendismo en su defensa contra los


ataques de totalitarismo que se le dirigían, residió en invocar reiteradamente
el carácter pluripartidista de la "Unidad Popular", en la cual convergían
marxistas, laicos y cristianos.

2. La actitud de la Iglesia en el primer año de gobierno marxista

Enfocaremos este tema desde tres ángulos separados.

a) El Episcopado y su "documento de trabajo"

Como fruto de una reunión plenaria de los Obispos chilenos llevada


a cabo en abril de 1972, se encomendó a la Comisión Pastoral del
Episcopado la redacción de un "documento de trabajo" sobre "Evangelio,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 279

política y socialismos". Este texto ha sido publicado con la expresa salve-


dad de que no corresponde a un pronunciamiento oficial del Magisterio,
sino que su redacción debe considerarse como provisoria. Su contenido
fundamental, empero, refleja el pensamiento del Episcopado nacional,
según también se hace constar explícitamente.
Excedería del ámbito del presente trabajo el intentar un análisis
integral del documento mencionado, que su contenido invita a realizar en
variados e importantes aspectos. Sólo pretendemos reseñar la línea
fundamental que lo inspira, ya que se trata de la expresión más ambiciosa
intentada por la Iglesia en materia política, en lo que va corrido del actual
Gobierno.
Pensamos que el documento adolece de importantes debilidades en
algunos aspectos. Así, por ejemplo, sería deseable una mayor precisión en

l
torno al sentido con que en él se emplea la palabra "capitalismo", ya que en

.c
algunos pasajes se da la impresión de estar aludiendo al sistema económico
ile
liberal clásico, fundado en el individualismo filosófico, mientras que en
otros parece referirse al régimen imperante actualmente en los países
h
desarrollados de Occidente, que no puede asimilarse en caso alguno al
primero. El texto acusa al "capitalismo" de engendrar una mentalidad
pc

"economicista". Referida como está la afirmación a las actuales democracias


occidentales, cabría preguntarse si es el sistema económico el culpable del
e

materialismo o "economicismo" reinante, o si lo es más bien su éxito en


.c

producir comodidades y confort, en medio de un mundo en el cual muy


w

poco se llama a la disciplina personal, a la penitencia y al desprendimiento.


En otros órdenes de materias, la exposición de la doctrina sobre la pobreza
w

evangélica nos parece confusa y contradictoriamente planteada. Tampoco


w

encontramos que se justifique el plural "socialismos" usado en el título, ya


que en el desarrollo del documento sólo se analiza en verdad el socialismo
de tipo marxista.
Es posible que las fallas anotadas se deban en parte a la vaguedad que
encierran hoy por hoy términos como "capitalismo" o "socialismo". Talvez
al pretender atenerse todavía a ellos sin preocuparse mayormente por
definirlos, como si en sí mismos fueran expresiones suficientes y adecuadas
para las disyuntivas contemporáneas, insensiblemente el documento se deja
arrastrar por el ideologismo trasnochado que impera en América Latina,
mientras la mayoría del mundo "parece ir hacia sistemas más prag-
máticos",8 según aquél mismo constata.

8
"Evangelio, política y socialismos", documento de trabajo del
Episcopado chileno (1971) Nº 61.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


280 ESTUDIOS PÚBLICOS

Donde el documento que comentamos tiene en cambio sus mejores


logros es en el análisis crítico del marxismo.
En primer término, se refiere a él "como filosofía total de la realidad
o cosmovisión", en la que junto con reconocer algunos aspectos positivos,
el Episcopado advierte un carácter materialista que conduce al ateísmo, por
una parte, y a la negación de la trascendencia espiritual del hombre y su
consiguiente ordenación a Dios, por la otra. De resultas de lo anterior, el
texto concluye en que "un cristiano que desea vivir su fe, no puede, en su
anhelo de la colaboración política, llegar a adherir a la visión marxista del
universo y del hombre o, como dice Paulo VI, "a su materialismo ateo, a
su dialéctica de la violencia y a la manera como ella entiende la libertad
individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda
trascendencia al hombre y su historia personal y colectiva".9

l
Enseguida, el documento aborda el marxismo "como método de

.c
análisis y de acción en la historia". Ello reviste particular importancia, ya
ile
que últimamente se ha difundido mucho la idea de que se puede aceptar el
marxismo como "método de interpretación del fenómeno social y econó-
h
mico", sin adherir necesariamente a la doctrina marxista en cuanto filosofía
del hombre, de la sociedad y de la historia, ni apartarse por otro lado de la
pc

doctrina cristiana, pretensiones ambas que son absolutamente equivocadas.


El texto episcopal recuerda al efecto, iniciando sus objeciones al
e

"método" marxista, "que la misma historia ha demostrado como falsas


.c

muchas de las 'leyes' que Marx señaló como científicas, necesarias e


w

inevitables. En efecto, las revoluciones socialistas no se produjeron en


ninguno de los países respecto de los cuales él las predijo sino, preci-
w

samente, en los que no cumplían con las condiciones 'científicas' señaladas


por él como necesarias para la crisis del capitalismo".10
w

De inmediato, el texto dirige un segundo reparo al "método"


marxista, abordando vigorosamente un aspecto de gran trascendencia:
"Además de lo anterior, es necesario señalar los peligros deshu-
manizantes a que se expone cualquier humanismo que pretende fundarse en
un 'método científico', es decir, que se apoye exclusivamente en las con-
clusiones de las llamadas ciencias humanas o ciencias sociales. Como lo
dice Paulo VI, "la necesidad metodológica y el a priori ideológico las
conduce frecuentemente (a estas ciencias) a aislar, a través de las diversas
actuaciones, ciertos aspectos del hombre y a darles, por tanto, una expli-
9
Idem, Nºs. 34, 35 y 36. La cita de Paulo VI corresponde a su Carta
Apostólica "Octogésimo Aniversario" (1971), Nº 26.
10
Idem Nº 39.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 281

catión que pretende ser global o, por lo menos, una interpretación que
querría ser totalizante desde un punto de vista puramente cuantitativo o
fenomenológico. Esta reducción 'científica' lleva consigo una pretensión
peligrosa. Dar así privilegio a un determinado aspecto del análisis es
mutilar al hombre y, bajo las apariencias de un proceso científico, hacerse
incapaz de comprenderlo en su totalidad".11
Pero donde la crítica al "método" marxista alcanza su mayor
contundencia, es cuando el Episcopado nacional apunta a la indisolubilidad
entre aquél y los principios doctrinarios básicos del marxismo. Es a partir
de éstos de donde surge su metodología para interpretar la realidad y la
acción y, con ello, su moral pragmática y su filosofía de la historia
enfocada hacia un paraíso en la tierra, como fruto de una "redención"
puramente económica. Esa relación de causa-efecto es precisamente lo que

l
impide el "desglose" del "método" respecto de la doctrina. Dice el

.c
documento de trabajo del Episcopado:
ile
"El marxismo se define, a la vez e indisolublemente, como materia-
lismo y como método de análisis y acción. Para el marxismo, el desarrollo
h
de 'las fuerzas materiales de producción' —es decir, de la tecnología— y la
situación de los hombres en las relaciones de producción y de propiedad
pc

—es decir, las clases sociales— no sólo condicionan sino que determinan la
conciencia (Marx, en el Prefacio de su 'Crítica de la economía política').
e

'Nuestra moralidad —escribe Lenin, consecuente con esta lógica— está


.c

enteramente subordinada al interés del proletariado y las exigencias de la


w

lucha de clases'. Aquí, en la definición misma de su método, está el punto


fundamental de discrepancia entre el marxismo y el cristianismo (...) Todo
w

método supone necesariamente ciertos principios doctrinales o intuiciones-


w

clave que le sirven de fundamento. Pues bien, la forma en que el marxismo


interpreta la historia, parte de un principio que se erige en una especie de
dogma básico; la causa última de todas las alienaciones, esclavitudes y
desdichas del hombre y de la sociedad es de tipo económico. Por lo mismo,
si a este nivel se sitúa el 'pecado original' de los marxistas, necesariamente
a ese mismo nivel tiene que enfocar el marxismo la 'redención' ",12
En su parte final, el documento en cuestión admite una amplia gama
de libertad para el católico que actúa en política, en orden a servir al país
11
Idem, Nº 40. Cita de Paulo VI: Carta Apostólica "Octogésimo
Aniversario" (1971), N° 38.
12
Idem, Nºs 43 y 44. La cita de Lenin corresponde a "Tareas de las
Uniones Juveniles".

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


282 ESTUDIOS PÚBLICOS

realizando al Gobierno de Allende una "oposición constructiva" o asumien-


do una colaboración directa con éste, a fin de orientar el proceso "desde
dentro". Insiste en que no es misión suya propiciar uno u otro camino,
sino sólo aclarar conceptualmente los riesgos objetivos que cada postura
comporta. Pero puntualiza que sólo quienes se sientan con el poder nece-
sario para evitar o morigerar con su colaboración el carácter marxista del
proceso chileno, están moralmente habilitados para prestarle su concurso
expreso y directo. En cuanto a los encargados de dirigir la Pastoral,
especialmente el clero, el Episcopado es terminante en cambio para asumir
la tesis de la Iglesia universal, condenando cualquier "abanderizamiento
público con un grupo o partido determinado".13
Aun en su crítica al marxismo, el documento adolece —a nuestro
entender— de vacilaciones que inducen al equívoco. Incluso al referirse a él

l
en cuanto cosmovisión se supone y anhela una "apertura" futura del

.c
marxismo hacia Dios, abandonando así el ateísmo que lo caracteriza.
ile
Plantear siquiera tal hipótesis, sugiere la duda acerca de si los redactores del
texto están o no suficientemente compenetrados de cuán esencial es el
h
ateísmo dentro de la doctrina marxista, y hasta qué punto es imposible
pc

concebir una separación entre ambas cosas. A menos que lo que se pretenda
con tan singular llamado es que los marxistas... dejen de serlo.
Pero, en cualquier caso, es incuestionable que los conceptos críticos
e

del marxismo antes transcritos implican una desautorización concluyeme


.c

para las posiciones ideológicas que postula la mayor parte de aquellos


w

católicos que, en terreno práctico o contingente, colaboraron primero con la


candidatura y ahora con el Gobierno de la "Unidad Popular". Se
w

comprenderá más fácilmente frente a ello nuestra perplejidad ante el silencio


w

mantenido por el mismo Episcopado durante la campaña presidencial de


1970. ¿Era necesario esperar que el marxismo alcanzara el Gobierno del
país, para recordar o desarrollar un análisis crítico de él, a la luz de la
doctrina cristiana?

b) La posición de los llamados "80 sacerdotes"

En flagrante contradicción con los puntos de vista del "documento de


trabajo" del Episcopado, se sitúa la postura adoptada por un grupo de
alrededor de 80 sacerdotes, y que se hiciera pública en abril de 1971.

13
Idem, Nº 9.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 283

Fundamentalmente, su planteamiento parte de la base de que la


postergación económica y social en que vive parte importante de la clase
trabajadora chilena, "tiene una causa clara y precisa: el sistema capitalista
producto de la dominación del imperialismo extranjero y mantenido por las
clases dominantes del país".14 Este sistema está caracterizado, para ellos,
"por la propiedad privada de los medios de producción y por la creciente
desigualdad en la distribución de los ingresos".
"Constatamos la esperanza que significa para las masas trabajadoras
la llegada al poder del Gobierno Popular y su acción decidida en favor de la
construcción del socialismo. Esta intuición del pueblo no es errada. En
efecto, el socialismo, caracterizado por la apropiación social de los medios
de producción, abre camino a una nueva economía que posibilita un
desarrollo autónomo y más acelerado así como superar la división de la

l
sociedad en clases antagónicas". Con esas palabras, "los 80" (como ha dado

.c
en denominarse a este grupo de sacerdotes) definen con claridad su pen-
ile
samiento político. Detrás de él, sin lugar a dudas, se esboza una aceptación
del marxismo, especialmente como "método", tema suficientemente
h
abordado en el epígrafe anterior. Ello se deja traslucir explícitamente, por lo
pc

demás, cuando la declaración de "los 80" manifiesta que la colaboración


entre cristianos y marxistas en la construcción del socialismo "será faci-
e

litada, por un lado, en la medida en que el marxismo se presente cada vez


más como un instrumento de análisis y transformación de la sociedad y,
.c

por el otro, en la medida en que los cristianos vayamos depurando nuestra


w

fe de todo aquello que nos impida asumir un compromiso real y eficaz".


(El énfasis es mío.)
w

Tocante a la participación o prescindencia de los sacerdotes en la


w

política contingente, "los 80" se resuelven por una participación militante


y pública, con lo cual nuevamente contradicen la doctrina tanto pontificia
como del Episcopado chileno, antes expuesta. Invocando para ello su fe en
Jesucristo, "los 80" declaran que "nos sentimos comprometidos con este
proceso en marcha (la construcción del socialismo por el Gobierno de la
"Unidad Popular"), y queremos contribuir a su éxito". Corroborando seme-
jante "compromiso", en diversas oportunidades en que se han rumoreado
cambios ministeriales en el Gabinete del Presidente Allende, ha circulado
como posible Ministro de Agricultura —en calidad de militante del MAPU,
uno de los partidos de gobierno— el nombre del jesuita Gonzalo Arroyo,
uno de "los 80". Frente a ello, nadie ha demostrado mayor extrañeza.
14
Esta y las demás citas del pensamiento de "los 80 sacerdotes"
corresponden a su primera declaración oficial, publicada íntegramente en el
diario El Mercurio de Santiago, de 17 de abril de 1971, p. 25.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


284 ESTUDIOS PÚBLICOS

Tampoco sorprendió la adhesión pública que "los 80" prestaron, en enero de


1972, a las candidaturas que la "Unidad Popular" levantó para las elecciones
complementarias de un senador y un diputado verificadas en dicho mes, y
en ambas el Gobierno sufrió duras derrotas a manos de la oposición.
No contentos con asumir ellos la posición antedicha, "los 80" han
deslizado algunas frases que dan a entender que confieren a aquélla un
carácter que se acerca a la obligatoriedad moral para todo auténtico cristiano.
Es así como, tras admitir que no todo lo que hace la "Unidad Popular" es
"positivo y eficaz", puntualizan que "la crítica debe realizarse desde dentro
del proceso revolucionario y no desde fuera de él". (El énfasis es mío.) Y en
forma aún más categórica, expresan "Ser cristiano es ser solidario. Ser
solidario en estos momentos en Chile, es participar en el proyecto histó-
rico que su pueblo se ha trazado".

l
Posteriores declaraciones de algunos de "los 80" han pretendido

.c
atenuar la rigurosidad de los últimos conceptos transcritos, pero la verdad es
ile
que ellos ya habían sido preparados por la revista Mensaje, convertida con
el correr de los años en vocero de las tesis más extremas del "progresismo"
h
religioso y más cercanas al marxismo en el plano político, en términos de
pc

haberse colocado —según insinuamos ya al referirnos al gobierno de Frei—


bastante más "a la izquierda" que el grueso del Episcopado chileno. El
artículo editorial del N° 194 de Mensaje, de noviembre de 1970, debe
e

estimarse como un preludio de la declaración de "los 80". La segunda parte


.c

del presente trabajo, destinada a refutar conceptualmente la argumentación


w

que sirve de trasfondo a Mensaje, permite su aplicación, sin mayores


variantes, a los planteamientos de "los 80".
w

Finalicemos la referencia a éstos diciendo que —por ahora— sólo


w

cabe atribuirles una adhesión muy minoritaria dentro del clero chileno que,
en líneas generales, prefiere identificarse con la postura más "moderada"
(por utilizar una expresión convencional), en que se ha ubicado el cuerpo
episcopal del país. Más allá de la probable buena intención de muchos de
"los 80", impactados sin duda por la realidad de la pobreza material de los
sectores con los cuales conviven, su confusión doctrinaria, debida a una
pobre preparación teológica y a una nula competencia en materias
económico-sociales, causa un daño que puede adquirir intensidad creciente.
El Episcopado chileno sigue la tendencia de la Iglesia universal de no
sancionar canónicamente a nadie. Cuando en una entrevista de prensa,
formulamos hace algunos meses una alusión crítica a este aspecto,15 el

15
"Revista del Domingo", del diario El Mercurio, de 6 de junio de 1971,
p. 9.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 285

Cardenal Arzobispo de Santiago nos refutó —en la misma edición—


sosteniendo que nuestra queja parecía tener "resabios de monarquismo, o, en
todo caso, de una forma de autoritarismo que se compadece poco con la
concepción actual de un gobierno pastoral". No nos parece justo ni acertado
este juicio de nuestro Pastor. Cuando en una institución formada por
hombres, el principio de autoridad no se ejerce en absoluto y la disciplina
se relaja sin sanciones para nadie, el perjuicio respecto de la vitalidad,
confianza y cohesión del cuerpo social se produce en forma inevitable. En
el caso de "los 80", éstos siguen predicando y actuando, con el ascendiente
que su calidad de sacerdotes les otorga ante los fieles, particularmente frente
a los más sencillos, que generalmente no están en condiciones de salvar los
obstáculos que conllevan los errores y divergencias doctrinales mantenidos
en el seno mismo de la Iglesia.

l
.c
c) El Cardenal Arzobispo de Santiago y sus relaciones
ile
personales con el Gobierno y otras instituciones de la sociedad
h
Si alguien pregunta a un chileno cualquiera acerca de cuál es la
posición actual de la Iglesia en materia política, será muy raro que la
pc

respuesta se oriente a buscar el contenido doctrinal de los documentos del


Episcopado, o aun, de este o aquel grupo de sacerdotes. El hombre medio
e

escasamente conoce tales textos. Su contestación se basará más bien en las


.c

actitudes observadas por el Cardenal Arzobispo de Santiago, Monseñor


w

Raúl Silva Henríquez, en sus relaciones personales de protocolo con el


Gobierno de la "Unidad Popular" o con otros personeros o instituciones que
w

tengan connotación política.


w

Aparte de la mayor publicidad que alcanza este tipo de hechos, en


comparación con la difusión necesariamente limitada de documentos a veces
extensos o difíciles de asimilar, confluyen para ello variados elementos
característicos de nuestro país. Aunque desde el punto de vista canónico el
Arzobispo de Santiago no tiene mayor rango ni autoridad alguna con
respecto a los demás Obispos, el chileno medio cree lo contrario. Aun en
esto, se pone de relieve el centralismo que ha llevado a que se diga que
"Santiago es Chile". Contribuye también al efecto, el título cardenalicio
que en este país ostenta únicamente Monseñor Silva Henríquez, y que
pocos saben que no tiene efecto jurídico alguno en el gobierno de la Iglesia,
salvo el de habilitar a quienes lo poseen para votar en la elección de cada
nuevo Papa. El mismo título de Primado de la Iglesia chilena, que tuviera
el Cardenal Caro como Arzobispo de Santiago, también es una distinción
meramente honorífica, y además Monseñor Silva Henríquez no goza de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


286 ESTUDIOS PÚBLICOS

ella. Ni siquiera es el Presidente de la Conferencia Episcopal chilena, cargo


que inviste Monseñor José Manuel Santos. Pero mientras el nombre de
éste persiste como casi desconocido para la mayoría de los chilenos, ésta ve
en el Cardenal Arzobispo de Santiago al virtual "jefe de la Iglesia chilena".
Tal convencimiento es el que exige este acápite en nuestro análisis.
Desde el inicio mismo del actual Gobierno, el Cardenal Silva
Henríquez ha puesto singular esmero en ser y aparecer siendo cordial con el
nuevo régimen.
Pocos días antes de asumir el Mando Supremo, Salvador Allende
visitó al Cardenal en su calidad de Presidente electo. En lugar de limitar el
contenido de su palabras al tradicional carácter protocolar y de buenos
deseos que siempre ha presidido este tipo de entrevistas, el Cardenal estimó
del caso aventurarse públicamente en una interpretación personal del

l
asesinato del General Rene Schneider, Comandante en Jefe del Ejército de

.c
Chile, que acababa de producirse una semana antes. No se trató de que
ile
condenara el crimen, ni de que urgiera a su esclarecimiento y sanción, como
habría sido natural y lógico. Opinando sobre los móviles políticos de un
h
atentado que permanecía en esos momentos bastante oscuro en algunas de
pc

sus facetas, el Cardenal le dijo textualmente a Allende: "Schneider murió


para que Ud. pudiera llegar felizmente a ocupar su cargo". La frase, difun-
dida por toda la prensa, envuelve una interpretación admisible de los he-
e

chos, pero impropia para ser expuesta públicamente por el Cardenal Arzo-
.c

bispo de Santiago, en forma prematura y sin que nada ni nadie le exigiera


w

realizarla. La finalidad presumible: congraciarse con el nuevo régimen.


Otra actitud que parece responder al mismo objetivo, ha sido la
w

presencia cardenalicia en importantes actos de la CUT (Central Unica de


w

Trabajadores, organismo sindical controlado por el marxismo), hecho


desacostumbrado en nuestras prácticas ciudadanas. La circunstancia de que el
Cardenal haya concurrido a la Plaza Bulnes el 1 de mayo de 1971 y al
Teatro Caupolicán en diciembre del mismo año, para el VI Congreso de la
CUT, actos a los cuales jamás había asistido antes ni él ni otros Obispos
chilenos, sólo puede obedecer a que la "Unidad Popular" ha atribuido a la
mencionada agrupación laboral la condición de pilar básico de su Gobierno.
El acontecimiento que, en este rubro, provocó sin embargo mayor
revuelo, fue la entrevista concedida por el Cardenal Silva Henríquez al
Primer Ministro cubano, Fidel Castro, en la prolongada visita que éste
efectuó a Chile en noviembre de 1971. Muchos criticaron la publicidad dada
a la reunión, la explotación política que el marxismo hizo de la entrevista
y, en ciertos casos, la aceptación misma del Cardenal para conferenciar con
un gobernante tiránico que ha perseguido a la religión y oprimido bru-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 287

talmente a su pueblo. Otros, defendiendo la actitud del Cardenal, recordaron


que la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con Cuba, que el Papa
Juan XXIII recibió al yerno de Kruschev cuando éste era Primer Ministro de
la Unión Soviética, y que una entrevista solicitada por quien era huésped
oficial del Gobierno chileno, aparte de no poder negarse, no involucraba
juicio personal alguno del Arzobispo de Santiago sobre la persona y la
gestión del gobernante cubano. Al margen de lo anterior, lo que sí nos
parece personalmente equivocado e incomprensible es la declaración pública
con que el Arzobispo de Santiago dio cuenta oficial de la reunión. En
efecto, tras esclarecer que la entrevista fue pedida por Castro, el Arzobis-
pado expresó textualmente que "la Iglesia reafirma su voluntad de diálogo,
respetuoso y sincero, y su acogida abierta a toda sugerencia o proyecto
encaminado a promover una convivencia más justa y una paz fraterna". La

l
frase, aunque concebida en términos generales, forma parte de un escueto

.c
comunicado explicativo de la entrevista que comentamos. Si la referencia a
ile
"proyectos encaminados a promover una convivencia más justa y una paz
fraterna" no está aplicada al castro-comunismo dominante en Cuba, es
h
difícil de imaginar un lugar más inoportuno para intercalarla. Y si cons-
pc

tituye un juicio que efectivamente dice relación con el régimen cubano,


creemos que huelga al respecto todo comentario: la uniforme pobreza de
todo un pueblo, después de trece años de paredón, dictadura y supresión de
e

todo vestigio de libertad, conforman una realidad que habla elocuentemente


.c

por sí sola.
w

La obsequiosa conducta del Cardenal para con el Gobierno de la


"Unidad Popular" exige dos aclaraciones útiles para formarse una idea cabal
w

al respecto.
w

Primeramente, es preciso destacar que aquélla ha tenido una estricta


reciprocidad de parte del Gobierno, que ha sido hasta puntilloso para no
herir ni rozar a la Iglesia, en lo que es específicamente propio de ésta.
Ejemplo de ello, es el "archivo" —al menos temporal— en que ha caído la
parte del programa de la "Unidad Popular" que postulaba la estatización de
la enseñanza particular, tanto básica como media y universitaria; en ello ha
tenido influencia indudable el control que la Iglesia ejerce en la mayor parte
de la enseñanza privada. Incluso, las subvenciones estatales a la educación
particular, en los casos en que legalmente proceden, han sido canceladas en
forma más satisfactoria que en regímenes anteriores. Hasta se dio el caso
extremo de que cuando algunas congregaciones religiosas quisieron entregar
voluntariamente sus colegios al Estado —lo cual finalmente no prosperó
debido a la reacción contraria que se despertó en profesores, padres de
familia y alumnos afectados por la medida— el Ministro de Educación no

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


288 ESTUDIOS PÚBLICOS

avanzó ni el más leve paso para favorecer la consumación de la iniciativa.


Aun cuando hay quienes consideran que este respeto de un Gobierno
marxista para con la Iglesia corresponde sólo a la "primera etapa" en que
aquél se encuentra en Chile, constituye un dato real del cuadro que hoy se
presenta en la materia.
En segundo lugar, tampoco debe entenderse lo expuesto como una
actitud unilateral de parte del Cardenal hacia el solo gobierno, que supondría
una relación poco grata con las corrientes de oposición. Hubo un episodio
que sirvió para revelar que el Arzobispo de Santiago quiere dejar muy en
claro que su predicamento es de una apertura cordial hacia todos los
sectores. A fines de 1971, con motivo de la inauguración de la FISA que
anualmente tiene lugar en el Parque Cerrillos de Santiago, se suscitó un
desagradable incidente. Estando presentes en la tribuna de honor varios

l
Ministros de Estado y el Cardenal Silva Henríquez, junto a dirigentes de la

.c
producción y el agro en cuanto organizadores del evento, y próximo ya a la
ile
iniciación del acto inaugural, el Presidente Allende —que había com-
prometido su asistencia— hizo llegar una dura comunicación, anunciando
h
que se abstendría de concurrir. El Jefe del Estado fundó su determinación en
su rechazo al contenido del discurso que debía pronunciar en esa oportunidad
pc

el Presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura, Benjamín Matte, cuyo


texto, enviado pocas horas antes al Presidente Allende, contenía graves
e

críticas a la política agraria impulsada o tolerada por éste. Junto con leerse
.c

la comunicación presidencial, los ministros de Estado que se encontraban


w

presentes, obviamente, se retiraron del recinto. El Cardenal, en cambio,


permaneció en la tribuna durante todo el discurso de Matte, que fue reite-
w

radamente interrumpido por protestas de elementos favorables a la "Unidad


w

Popular", al parecer organizados de antemano para provocar contrama-


nifestaciones.
Analizando la conducta del Cardenal hacia los sectores gobernantes,
son pocos los que opinan que hubiera sido oportuna y justificada una
hostilidad asumida desde el inicio del régimen de la "Unidad Popular". Lo
que genera más controversias es la conveniencia o inconveniencia de la
marcada cordialidad de la actitud cardenalicia, que para algunos resulta
excesiva o exagerada. Interpretar los eventuales móviles más íntimos que
guían los desplazamientos de Monseñor Silva Henríquez en este aspecto,
no es empresa sencilla.
Desde luego, parece descartable la hipótesis de que el Arzobispo de
Santiago esté colocado en una posición "pro-marxista", semejante a la de
"los 80 sacerdotes". Aparte de que lo lógico es presumirle más bien un
pensamiento coincidente con el que prevalece dentro del Episcopado, hay

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 289

ciertos hechos que permiten extraer positivamente la conclusión de que así


es. Aparte de diversas declaraciones en que el Cardenal ha dejado entender su
discrepancia con "los 80", procede hacer constar, por ejemplo, el caso de la
clase magistral dictada por él en la Universidad Católica de Chile
(Santiago), al inaugurar las sesiones del Claustro de dicho plantel, abiertas
el 3 de mayo de 1971. En su intervención, realizada en su calidad de Gran
Canciller de la mencionada Universidad, el Cardenal formuló claras críticas
doctrinarias al marxismo, al punto que los sectores adictos a la "Unidad
Popular" dentro y fuera de esa Casa de Estudios no ocultaron su desencanto.
Hay quienes creen que la especial cordialidad de Monseñor Silva
Henríquez hacia el Gobierno de la "Unidad Popular" responde a una
convicción personal suya en cuanto a que la "vía chilena hacia el socia-
lismo" puede realmente traducirse en una experiencia capaz de obtener el

l
acelerado desarrollo económico que el país necesita, plasmando simultánea-

.c
mente una mayor justicia social, y sin destruir el régimen de democracia
ile
política y de libertades ciudadanas que han caracterizado nuestra convivencia
colectiva. Tan singular modelo socialista sería incluso capaz de fomentar
h
ciertos valores morales cercanos a los evangélicos, hoy ausentes de la
pc

mentalidad dominante.
Nos cuesta aceptar en un hombre inteligente e ilustrado una inge-
nuidad tan pasmosa como suicida. Los padres y maestros del marxismo-
e

leninismo han sido demasiado explícitos en la enunciación de sus pro-


.c

pósitos, como para que alguien que los conozca pueda confundirse al
w

respecto. Experiencias históricas consumadas en épocas y países muy


diferentes entre sí han sido invariables para enseñar que —por una u otra
w

"vía"— cuando el marxismo controla verdaderamente el poder, impone sin


w

contemplaciones la "dictadura del proletariado" delineada por sus teóricos.


De ahí que nos parezca más razonable atribuir la conducta cardenalicia que
comentamos a una especie de estrategia dirigida a "acumular méritos" frente
al Gobierno, a los partidarios de la "Unidad Popular" y a la opinión pública
en general, para que, llegado "el momento", su eventual voz condenatoria
pueda resonar con mayor autoridad e independencia. Constatando que se
trata de una hipótesis que ofrece perspectivas interesantes, cumple no
obstante anotar algunos de los principales riesgos que entraña la estrategia.
Ante todo, ella exige pagar un alto "costo": el de la confusión a que
son inducidos muchos chilenos por la propaganda de la "Unidad Popular"
que, en forma hábil y a menudo inescrupulosa, trata de lograr ventajas
políticas de las actuaciones del Cardenal, presentándolo como simpatizante
de la coalición que nos gobierna. Las "óptimas relaciones" entre la Iglesia y
el Gobierno son frecuentemente utilizadas por los marxistas para intentar

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


290 ESTUDIOS PÚBLICOS

demostrar cómo su doctrina en acción no envuelve amenaza alguna para los


creyentes en el ámbito de su fe y de sus prácticas religiosas. De ahí se pasa,
con aparente facilidad, a relegar la oposición doctrinal entre marxismo y
cristianismo a un pasado histórico ya superado, o a una controversia propia
de academias filosóficas, pero carente de repercusiones en la acción político-
social práctica y cotidiana. Pero además, la factibilidad de un cambio de
postura, llegado "el momento" del cual hablamos, ofrece algunas
dificultades. Talvez resultaría fácil convenir en que tal "momento" habría
advenido cuando el socialismo "a la chilena" se hubiera revelado —clara y
definitivamente— como una versión más de las uniformes experiencias de
gobiernos totalitarios marxistas que el mundo conoce, o cuando su oposi-
ción a la Iglesia se hubiera hecho directa y explícita. La gran dificultad
práctica reside, sin embargo, en el carácter gradual, y a veces para muchos

l
hasta imperceptible con que el totalitarismo se va implantando en un país.

.c
El control absoluto por parte del Estado de toda la vida económica nacional,
ile
y con ello tanto de todas las remuneraciones como de la totalidad del avisaje
comercial, puede acarrear el derrumbe repentino del pluralismo informativo,
h
de las libertades públicas y, finalmente, de la democracia política, todo ello
sin necesidad de asestar a éstas ningún golpe directo o espectacular, sino a
pc

través de la simple generación mecánica de consecuencias forzosamente


encadenadas. Y en cuanto a la Iglesia, bien pudiera concebirse la configu-
e

ración de un régimen totalitario que, hoy por hoy, no precisara para su


.c

éxito del impulso de persecuciones religiosas, sobre todo si la propia


w

Iglesia se resignara a limitarse a sus manifestaciones de culto sacramental,


desproveyéndolas de toda aquella significación doctrinal capaz de representar
w

una incompatibilidad respecto del marxismo.


w

Se advierte, pues, que el camino escogido por el Cardenal está pla-


gado de escollos, aunque es susceptible de ofrecer algunas eventuales
ventajas para el futuro. Ponderando lo uno en comparación con lo otro, ¿es
acertada la actitud del Arzobispo de Santiago hacia el actual Gobierno, o
cabría estimar preferible otra más cauta, fría y expectante? Sólo el tiempo
podrá disipar en definitiva tan importante incógnita.

II ESQUEMA PARA UNA REFUTACIÓN IDEOLÓGICA DEL CATOLICISMO


"PROGRESISTA" O "CRISTIANISMO DE IZQUIERDA"

"Cuando Chile y el mundo juzguen a Salvador Allende, lo juzgarán


como revolucionario. Su labor en La Moneda, ¿habrá significado un paso
decisivo hacia la aparición de ese hombre nuevo, consciente, libre,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 291

solidario, responsable y creador? Los anti-valores fomentados por el


sistema capitalista ¿habrán huido ante el desplome de las estructuras que
hoy los cobijan?".
"Allende sabe lo que se espera de él y tratará de cumplir, aunque el
costo tenga que ser más alto de lo que él deseara. En la medida en que el
Gobierno de la Unidad Popular avance hacia ese hombre nuevo, un
cristiano no puede sino marchar a su lado, ya que ese hombre nuevo es el
mismo que Cristo vino a instaurar a esta tierra".
Con el texto anteriormente citado, en el cual sólo hemos intervenido
para subrayar su frase más relevante, la revista jesuita Mensaje confirmó
públicamente lo que ya venía insinuando desde hacía tiempo, es decir que
decidió derribar los últimos vestigios de frontera ideológica con el
marxismo que, aunque en forma cada vez más tenue, mantenía hasta

l
entonces.

.c
Desde el artículo editorial a que pertenecen los párrafos extractados,
ile
y que corresponde al Nº 194, de noviembre de 1970, Mensaje decidió
reconocer filas en abierta y estrecha unión con la coalición predomi-
h
nantemente marxista que nos gobierna y, audacia no le falta, agregó, con
pc

aire indisimuladamente inquisitorial, que tal posición es la única legítima


para un cristiano. "Un cristiano no puede sino marchar al lado de la Unidad
Popular" en la construcción del común hombre nuevo, son las palabras
e

textuales con que la revista jesuita perfila el carácter moralmente


.c

obligatorio que atribuye a su postura.


w

No creemos necesario ni es ése por tanto el objetivo de este artículo,


el refutar semejante insensatez. Resulta suficientemente claro y evidente,
w

que la postura de Mensaje en esta materia no sólo no es la "única"


w

legítima, sino que —por constituir un atentado contra el buen sentido y


una desfiguración infantil de las doctrinas cristiana y marxista— no es ni
siquiera "legítima". Un conocimiento elemental de ambas doctrinas lleva a
la conclusión ineludible que el término "hombre nuevo" con que una y otra
designan al hombre al cual aspiran, tiene de común poco más que la
materialidad de las palabras, ya que apunta hacia un contenido no sólo
diferente, sino radicalmente contrapuesto. Al respecto, nos remitimos a los
estudios de cristianismo y de marxismo propios de la enseñanza media.
Nuestra intención es ofrecer un punto de vista que contribuya a hacer
luz sobre la evolución que ha sufrido el sector autodenominado "progre-
sista" de la Iglesia Católica, cuya identificación final con la acción y con
gran parte de la doctrina marxista es algo que todavía sorprende a más de
alguno. No cuesta advertir que tal evolución ha corrido a parejas con aquélla
experimentada por ciertos sectores de la Democracia Cristiana que, final-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


292 ESTUDIOS PÚBLICOS

mente, se marginaron de su partido para formar el MAPU, primero, y la


Izquierda Cristiana, después, e integrar desde ellos la "Unidad Popular".
Dentro del ejemplo que hemos escogido al efecto, tanto por su
representatividad como por su significación consiguiente —la revista
Mensaje— resulta imposible no recordar cómo en la etapa previa a la
elección presidencial de 1964 —que arrojó el triunfo del señor Frei— el
órgano jesuita propiciaba una "revolución cristiana" que entendía como
alternativa a una de corte marxista, toda vez que para el marxismo
reservaba, al igual que para el liberalismo, el calificativo de "herejía
cristiana". (Ver, entre otros, los Nºs 115 y 132 de la citada publicación.)
Punto de vista que sustentaba en forma aún más terminante el entonces
director de la revista, el jesuita José Aldunate, en vísperas de la contienda
electoral de 1958, que llevara a la Presidencia a Jorge Alessandri. "El

l
comunismo como doctrina y como movimiento es un mal en la sociedad.

.c
El problema moral de la cooperación con el comunismo, no es sino un
ile
caso particular del problema más general de la cooperación con el Mal".16
Tales eran las expresiones textuales de Mensaje que, tenemos derecho a
h
suponerlo, producirán un vivo escozor a quienes hoy redactan esa revista
pc

que, para mal de males, son en muchos casos los mismos de ayer.
Ahora bien, nuestra opinión es que tal evolución no es el fruto de
una falta de lógica, ni del advenimiento de una mutación ideológica
e

sustancial, sino precisamente lo contrario. Nuestra tesis es que la posición


.c

actualmente pro-marxista del catolicismo llamado "progresista" o de los


w

"cristianos de izquierda", es la simple deducción lógica de sus postulados,


llevada por la mecánica de los hechos hasta sus últimas consecuencias. Los
w

ingenuos, y con ellos los idiotas de todo género y nivel, han sido bur-
w

damente engañados, y son los únicos que tienen explicación plausible para
encontrarse sorprendidos. Las cosas fueron más lejos de lo que ellos habrían
pensado y deseado, pero la culpa de eso —más que en la impenetrabilidad de
los acontecimientos y de sus proyecciones hacia el futuro— es menester
buscarla en la acentuada limitación de ciertas mentes, a quienes hoy sólo
queda, como último recurso, la sonrisa bobalicona del desconcierto. Los
otros, los inteligentes, los que sabían desde el inicio hacia dónde marchaban
las cosas, simplemente se encogen de hombros, tranquilizan a los inquietos
comentando la necesaria "maduración" que acompaña a todo pensamiento, y
continúan, alegre o cínicamente según los casos, su propio camino.
Simplemente, se han "sacado la careta". Persisten también en acompañarlos
en su nueva expresión, aquéllos del grupo de los ingenuos, que lo son

16 Revista Mensaje Nº 63, junio de 1954, p. 145.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 293

suficientemente como para no advertir ni siquiera que las cosas han


cambiado o que, en el camino, han sufrido ellos mismos un "transbordo
ideológico inadvertido" en su propio interior.

1. El planteamiento católico "progresista" o


"cristiano de izquierda", en su forma actual

Si uno revisa las distintas formulaciones del catolicismo "progre-


sista" o "cristianismo de izquierda" frente al marxismo y a su relación con
éste, tropezará invariablemente con ciertos elementos comunes, que
permiten resumirlas en los términos siguientes: vivimos en una sociedad
que genera y permite la existencia de grandes injusticias, de las cuales es

l
tributaria la miseria o la pobreza material que afecta a millones de seres

.c
humanos. Esto fluye como consecuencia de un "orden" que no es tal,
ile
porque es injusto, y que corresponde al sistema capitalista. Además, este
sistema da origen al desarrollo de un espíritu de lucro individual y favorece
al egoísmo de las personas, especialmente de los más poderosos.
h
Para cambiar tal estado de injusticias, es necesario destruir el
pc

sistema capitalista y reemplazarlo por otro, de corte socialista, que permita


que —al amparo de una mayor justicia de carácter igualitario— surja un
e

"hombre nuevo", libre, solidario y responsablemente comprometido, en


.c

una "nueva sociedad", más justa y más humana. El marxismo también


aspira a echar por tierra el andamiaje del capitalismo, y a colocar las bases
w

de una nueva construcción socialista. En tal situación, es lícito y


w

aconsejable a los cristianos (para Mensaje es incluso moralmente


w

obligatorio) el marchar como aliado y amigo del marxismo, sin perjuicio


del derecho y deber que le asiste a cada cual para sustentar sus propios
puntos de vista, en cuanto a las particularidades del socialismo que se
procure implantar. Entretanto, se habrá destruido en conjunto el injusto
sistema capitalista, se habrá superado la situación de pobreza o miseria de
tantos hombres, y estarán abiertas las puertas para que emerja el anhelado
"hombre nuevo".
Se trata pues de hacer "el cambio", y de hacerlo en forma deliberada,
rápida y profunda: en forma de una revolución. Oponerse a una tal revo-
lución es defender el sistema capitalista, adherir al statu quo y transformarse
en cómplice de las injusticias actualmente vigentes. Implica, en otras
palabras, asumir una posición fundamentalmente anti-cristiana, además de
quedar situado al margen de la historia. Combatir al marxismo, o rechazar
su convergencia con cristianos en la tarea del "cambio", es debilitar la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


294 ESTUDIOS PÚBLICOS

revolución, eludir con bizantinismos un imperativo urgente y frustrar parte


de sus mejores expectativas reales.

2. Las falacias y los errores del punto de vista expuesto

Bajo un manto aparente de verdad, y revestido del poder seductor de


lo que se presenta como un impulso de generoso idealismo, el plan-
teamiento reseñado que, matices más o menos, es el de casi todos los cató-
licos apodados "progresistas" o de los "cristianos de izquierda", adolece de
muchos y muy profundos errores. Pongamos en descubierto los
principales:

l
.c
a) Es falsa la identificación entre el
ile
"sistema que nos rige" y el "capitalismo"
h
Desde luego, consideramos que los términos "capitalismo" y
"socialismo" no pueden ser empleados sin una descripción de lo que por
pc

ellos se entiende, ya que, a lo largo de la historia contemporánea, dichos


conceptos han ido variando en su sentido, al punto de invalidar su simple
e

utilización genérica como si tuviesen un significado unívoco, y por tanto


.c

suficiente para plantear los términos del dilema actual.


Básicamente, entendemos por capitalismo aquel sistema económico
w

fundado en la propiedad privada de la generalidad de los medios de pro-


w

ducción, en la existencia de empresas privadas capaces de representar un


w

porcentaje significativo de la actividad económica nacional, como asimis-


mo en la regulación de ésta —al menos en la medida de lo posible— por
las reglas de la competencia y las leyes del mercado. El Estado interviene sí
activamente, pero justamente para estimular y garantizar la competencia, y
no para impedirla o distorsionarla.
Ahora bien, si observamos la vida económica chilena a partir de
1938, concluiremos en que ella no puede englobarse sin más en las carac-
terísticas antes descritas. Aun antes de la llegada del actual Gobierno, el
Estado ya controlaba en Chile más del 70% de la inversión total del país.
Además, nunca ha imperado desde la fecha señalada un sistema que se
aproxime al de la llamada "economía social de mercado". Lejos de regirse
por reglas competitivas de uniforme y general aplicación, la economía
chilena —tanto en la agricultura, como en la industria y el comercio— ha
sido dañada por una legislación cada vez más estatista, que reemplaza el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 295

veredicto automático de la eficiencia, por la discrecionalidad del funcionario


burocratizado. Nada es pues más inexacto que asimilar el régimen econó-
mico que nos rige con el capitalismo competitivo. Analícense nuestras
tradicionales políticas de fijación de precios, de comercio exterior o de
cualquier otro aspecto básico de la economía, y se comprobará la exactitud
de lo que afirmamos. Durante los últimos treinta años, cada Gobierno ha
intensificado la estatización de la economía nacional, entregando a la
decisión prudencial de sus funcionarios, el destino mismo de cada una de las
empresas de la actividad nacional. Al parecer, en el subconsciente de todos
ellos ha estado la falsa creencia en su propia eternidad...
Pero, por otra parte, el sistema que impera en una nación no puede
caracterizarse sólo por su aspecto económico. Igualmente o más importante
que él, es por ejemplo su estructura política o institucional. El identificar
pues a un régimen económico, el capitalismo o cualquier otro, con "el

l
.c
sistema" que rige a un país, implica el olvido de un factor tan importante
como el descrito, en términos tales que distorsiona la realidad en uno de los
ile
aspectos básicos de la argumentación que refutamos.
h
pc

b) Es falsa, o a lo menos gratuita, la relación de causalidad entre


el sistema capitalista y la pobreza o las injusticias sociales
e
.c

Al establecer la mencionada relación de causalidad, la postura del


"progresismo católico" o "cristianismo de izquierda" ignora diversas otras
w

posibilidades.
w

En primer término, bien puede ser que el retraso económico del país,
y las injusticias sociales que simultáneamente se generan, no obedezcan
w

preponderantemente a las deficiencias de nuestro sistema económico, sino


más bien a los defectos de nuestro régimen institucional y político. No es
del caso extenderse en las graves fallas que éste presenta, pero son sin duda
sus deficiencias las que estimulan los pésimos hábitos políticos que
caracterizan nuestra vida cívica, dominada hasta sus raíces por la poli-
tiquería y la demagogia. Ello resulta especialmente grave en un país en que
el poder discrecional del funcionario prima por sobre las leyes competitivas
del mercado, porque a la inestabilidad e ineficiencia inherentes al sistema
mismo se agregan los perjuicios de la politización, del sectarismo
partidista, del favoritismo y de las influencias. Al amparo de todo ello, han
florecido y subsisten en Chile cientos y hasta miles de regímenes de
excepción, de privilegios para algunos sectores productores o asalariados
con la postergación consiguiente para muchos otros y, en fin, de preemi-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


296 ESTUDIOS PÚBLICOS

nencia de la presión de ciertos grupos por encima de cualquier razón de


auténtica justicia. En nuestro deficiente régimen político, agravado por una
legislación laboral demagógica y anacrónica, puede encontrarse pues la
causa de gran parte de nuestros males económicos y sociales, aunque ciertos
"revolucionarios" persistan en ignorarlo.
En segundo término, y ya entrando al terreno directamente econó-
mico, puede suceder también que nuestra falta de desarrollo no se deba a la
parte que nuestro sistema tiene de "capitalista" (la existencia del derecho de
propiedad privada sobre los bienes productivos y cierta libre iniciativa en el
campo económico), sino precisamente a lo que le falta para constituirse en
un régimen verdaderamente competitivo y regulado en lo fundamental por
el mercado. Abona este punto de vista, el hecho de que países muy dis-
tintos y en épocas diversas, aunque todas recientes, han alcanzado un alto

l
grado de desarrollo y bienestar a través de sistemas de economía libre y

.c
competitiva. Las naciones de la Europa occidental, primero, y Japón,
ile
Australia y Nueva Zelandia, en los últimos años, son los exponentes más
caracterizados a este respecto. En nuestra propia Iberoamérica el caso de
Brasil, independientemente de los reparos que nos merezca su falta de
h
libertad política, representa un interesante experimento en una orientación
pc

parecida.
Finalmente, hay buenas razones para pensar que ciertas injusticias
e

pueden provenir de una errónea aplicación del sistema de empresa privada,


.c

sin que por ello deba impugnarse dicho régimen en sí mismo. La estructura
de la empresa capitalista tradicional, que niega al trabajador todo acceso a la
w

propiedad, a la gestión y a las utilidades de la empresa, tiende a constituirse


w

en fuente de reprochables desigualdades en la distribución del ingreso


w

nacional, pero la superación de tal circunstancia es perfectamente posible


sin tener para ello que caminar hacia el estatismo.
En síntesis, postulamos que la relación de causalidad implícita al
decir "en Chile hay injusticias, luego el capitalismo es injusto", involucra
un raciocinio que es a triple título equivocado o, a lo menos, gratuito,
arbitrario y superficial.

c) Es falsa la identificación entre "partidarios de una


economía libre" y "defensores del statu quo"

De lo señalado anteriormente, fluye que la equivalencia entre


propiciar un sistema económico libre y competitivo, básicamente con-
trapuesto al socialismo, y ser supuesto defensor del statu quo, es uno de los

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 297

fraudes dialécticos más importantes de los católicos "progresistas" o


"cristianos de izquierda". Con él, éstos procuran estigmatizar a todos sus
adversarios, lanzándoles encima el baldón de ser sostenedores directos de las
injusticias vigentes, conseguido lo cual, la lucha ideológica en su contra se
facilita considerablemente. Sin embargo, salta a simple vista que la
identificación mencionada es inexacta y, con frecuencia, mal intencionada.
Nuestra posición, para citar un caso concreto, es la de que Chile
requiere profundas transformaciones, llamadas a alterar en gran medida el
status actual.
Según lo insinuamos en el apartado anterior, pensamos que deben
introducirse importantes reformas a nuestro régimen institucional, a fin de
completar el fortalecimiento del presidencialismo emprendido desde hace
algún tiempo; de incorporar a las decisiones nacionales a los organismos

l
intermedios en que se agrupan los hombres según su vecindad, su trabajo o

.c
su función dentro de la sociedad, terminando así con el injustificado
ile
monopolio que hoy detentan, por obra del sistema jurídico vigente, los
partidos políticos; en fin, de poner atajo a la progresiva disolución moral y
h
colectiva que provocan los abusos que a diario se cometen en la
administración pública, en los medios de comunicación social, en las
pc

relaciones laborales, etc. Reviste particular urgencia la modificación de los


mecanismos vigentes para resolver los conflictos laborales, cuya
e

inadecuación a los tiempos actuales es talvez uno de los gérmenes más


.c

importantes de inflación en los precios y de injusta anarquía en materia de


w

remuneraciones.
Creemos, por otro lado, que nuestro régimen económico debe
w

abandonar el desorden estatizante que lo ha inspirado en el último tiempo,


w

terminando con el poder discrecional del funcionario erigido en regla


general, y consagrando las bases de un sistema competitivo, respetuoso del
mercado y, por ende, de los consumidores. Dicha transformación, que como
se ve nos significaría caminar en un sentido exactamente inverso al del
socialismo, representaría por lo demás un paso bastante más revolucionario
—con respecto a lo que hoy tenemos— que el de convertir a Chile en un
país definitivamente socialista, con una economía totalmente estatizada y
rígidamente planificada hasta los más mínimos detalles.
Estimamos asimismo que la estructura tradicional de la empresa
debe ceder su paso a otra más justa y más humana. Con fórmulas dife-
rentes según la importancia que en cada empresa tengan el capital, el
trabajo y la organización, y reconociendo siempre al capital privado un
margen mínimo de utilidad que lo atraiga a arriesgarse para crear nuevas
riquezas, deben establecerse los mecanismos adecuados para que quienes

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


298 ESTUDIOS PÚBLICOS

trabajan en una unidad productiva, tengan efectiva participación en la


gestión, propiedad y utilidades de ella. Semejante estructura de empresa
integrada en nada se opone, como se ve, con su carácter privado, pero nada
autoriza tampoco para sostener que significaría la mantención del status
actualmente vigente en la materia. Como igualmente admitimos la
necesidad de reformar el sistema bancario o de sociedades anónimas que
tuvimos hasta 1970, y que en ciertos aspectos se mantiene hasta hoy, sin
que por ello tengamos que apoyar la estatización de la banca o el fin de las
sociedades anónimas.
Todo lo anterior demuestra que se puede perfectamente postular el
cambio del status actual, debido a las injusticias que origina o contiene,
defendiendo al mismo tiempo la esencia de su sistema económico libre,
competitivo y no socialista.

l
Esto, a primera vista perogrullesco, es no obstante, uno de los pun-

.c
tos cuya tergiversación más interesa a los llamados católicos "progresistas"
ile
o "cristianos de izquierda". En su desfiguración, aparte de haber tenido
bastante éxito, fundan sutilmente la aparente lógica del nervio de su
h
argumentación.
pc

d) El socialismo no soluciona el problema de la


e

pobreza y genera muchas otras injusticias nuevas


.c
w

Hasta aquí hemos analizado sumariamente las falacias con que el


pensamiento "izquierdista" aspira a descalificar a sus contrincantes. Queda
w

claro, de este modo, que la madeja de "un orden injusto producido por el
w

sistema capitalista que debe ser modificado desde la raíz, so pena de


convertirse quien eso no propicie en defensor del statu quo y en cómplice de
las injusticias que éste presenta", es un solo gran equívoco, hábilmente
montado sobre falacias que, machaconamente repetidas, han logrado
penetrar en muchos espíritus, no obstante su burdo contenido.
Conviene reparar ahora en los obstáculos que sufre el raciocinio que
refutamos, cuando se trata de plantear las fórmulas de solución o esquemas
de reemplazo que han de sustituir al orden económico actual.
El primero es el de postular el socialismo como la alternativa
deseada, entendiendo por tal, la estatización de todos o la generalidad de los
medios de producción y el control absoluto del Estado sobre toda la vida
económica. El mercado es entonces completamente reemplazado por una
estricta planificación central, y el deseo de los consumidores nada vale ante
las decisiones de los burócratas.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 299

Dondequiera que dicho sistema se ha implantado, el resultado desde


el prisma del mejoramiento del nivel de vida de los habitantes sujetos a él
ha sido profundamente desalentador. La comparación entre naciones
asimilables para medir con justicia los resultados de uno y otro sistema
arroja invariablemente una ganancia para el régimen de economía libre,
fundado sobre la existencia del derecho de propiedad privada de los bienes
productivos, al paso que pone al desnudo la incapacidad del sistema
socialista para conseguir el desarrollo económico vertiginoso, y el consi-
guiente progreso del nivel medio de vida, que aquel otro régimen ha
generado. Y a este respecto, no está de más anotar la circunstancia de que
por ser ésta una realidad común a todos los experimentos socialistas o
estatistas que se han intentado, cabe atribuírsela al sistema como una
deficiencia inherente a su misma esencia, y no como una simple mala

l
concreción práctica del mismo.

.c
Lo anterior reviste una trascendencia muy especial en la tarea de
ile
detectar las falacias de la argumentación "izquierdista". No por sabido y
repetido, comentamos el error de no prestarle suficiente atención. Porque
h
ocurre que los partidarios del socialismo reclutan a sus adeptos, especial-
pc

mente dentro de la juventud y de las clases más modestas, a base


justamente de poner la lupa en el problema de la pobreza, que aflige como
propia o que golpea como ajena. "La pobreza es una injusticia que genera el
e

sistema capitalista; implantemos el socialismo y no habrá más injusticias;


.c

la pobreza será derrotada", podría ser la idea-fuerza que ha movido y mueve


w

a muchos hombres, mujeres y jóvenes detrás del régimen socialista.


Demostrar e insistir en la falsedad que ella comporta es pues algo indis-
w

pensable y cuyas repercusiones políticas pueden resultar decisivas.


w

A ello hay que agregar que, sin solucionar los males actuales (Cuba
y el fracaso de Castro constituyen la comprobación más reciente), el socia-
lismo produce nuevas injusticias, derivadas de la imposición de un sistema
carente de libertad política y personal, porque es un axioma que sin libertad
de trabajo, aquéllas no pueden subsistir. Si toda la producción y la vida
económica de una nación están en poder del Estado, brota como corolario
ineludible el que el sustento de casi todos los ciudadanos queda directamente
entregado al arbitrio de la autoridad política. Pretender que en tales
condiciones pueda mantenerse un régimen de libertad individual, política y
de expresión y acción cívica, entraña una incongruencia que la experiencia
histórica demuestra como tal a cada paso. Y esto también es algo inherente
y necesario a la esencia y raíz misma del sistema socialista o estatista,
cualquiera que sea su versión práctica. De allí que constituya también una
característica común a todos los países en los cuales aquél prevalece.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


300 ESTUDIOS PÚBLICOS

e) Los antivalores que favorece el régimen capitalista no son


superados de verdad por el socialismo, que los reemplaza
por otros aun más deleznables

Es efectivo que el sistema capitalista, por hacer intervenir el lucro


individual como un elemento connatural al funcionamiento de la economía,
favorece una escala de valores tergiversada, en la cual el dinero ocupa un
papel demasiado relevante, y el egoísmo tiene muchas posibilidades de
prosperar.
¿Cómo corrige esto el socialismo?
De una manera muy sencilla. Junto con eliminar el lucro como
motor de la actividad económica, somete al Estado el destino de todos los
ciudadanos. Aquél es el único empleador, el único planificador, y a su

l
omnipotencia están abandonadas la suerte y la existencia de todos los seres

.c
humanos que sobreviven bajo su férula.
ile
El egoísmo "desaparece" a través del cómodo expediente de concluir
con la proyección que cada ser humano hace de su propia vocación, y de
h
reservar al Estado la decisión absoluta sobre el destino temporal de cada
hombre. Es semejante a suprimir los excesos sexuales de un individuo...
pc

privándolo de sus órganos genitales.


Por otro lado, pensamos que si bien es cierto que el capitalismo
e

favorece el surgimiento de anti-valores como los descritos, no es aquél su


.c

causa eficiente. Propiamente dicha, la causa es el materialismo. Y el ma-


w

terialismo no se corrige con tal o cual régimen económico: para ello, son
imprescindibles la vida interior, la penitencia y la caridad. Esto, que debe-
w

rían saberlo los sacerdotes "progresistas", y no el reemplazo del capitalismo


w

por el socialismo, es lo único que podría permitir que la concepción


materialista que hoy ahoga a la humanidad fuera radicalmente modificada.
Menos podrá conseguirlo todavía el socialismo, si adopta un signo decla-
radamente materialista, como sucede en el caso del marxismo y de otras de
las principales expresiones socialistas del mundo contemporáneo.
A todo lo cual permítasenos añadir una reflexión sobre un anti-valor
que pareciera ser inseparable de la prédica y del éxito de la posición
socialista "revolucionaria": el de la envidia. A sabiendas de que el socia-
lismo no traerá el bienestar de los pobres, sus voceros se esmeran en situar
la injusticia en la desigualdad, representada por la existencia de
privilegiados o ricos, más que en la realidad misma de la pobreza. La
destrucción de tales ricos o privilegiados tiene lugar a poco de iniciado el
régimen socialista, orquestada por toda una propaganda que exacerba la
envidia y anuncia triunfalmente el término de "las injusticias". Mientras

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 301

tanto, los pobres, que siguen y seguirán siendo pobres, experimentan el


agrado de ver caer a los antiguos poderosos, por obra de la envidia
sistemáticamente explotada, y alientan la esperanza de que ello se traduzca
pronto en un mejoramiento de su propio estándar de vida. Tal ilusión, claro
está, no se materializa jamás, pero cuando sobreviene el desencanto, ya el
régimen es lo suficientemente fuerte desde el punto de vista policial,
político y publicitario, como para acallar eficientemente cualquier germen
de protesta. Y la igualdad de todos en la pobreza, "premio de consuelo" de
la primera hora, ha cedido, entretanto, su paso a una nueva casta de
privilegiados, los de la camarilla gobernante, donde ni la capacidad ni el
talento son patrimonios comparables con la servil sumisión al régimen, y
donde se forma un círculo más cerrado e impenetrable de lo que jamás se
haya visto en un sistema capitalista.

l
.c
O ile
Es falso que se pueda destruir en conjunto
para después construir por separado
h
pc

Otro de los mitos que, consciente o inconscientemente, subyace en


la posición de los católicos denominados "progresistas" o "cristianos de
izquierda", es el de que resulta posible aliarse con el marxismo en la
e

destrucción del sistema capitalista, sin menoscabo de la libertad posterior


.c

para los cristianos de diverger en la construcción misma del nuevo régimen.


w

Tal hipótesis, presentada por algunos elementos que no se atreven a


manifestarse en favor de una coalición integral entre católicos y marxistas,
w

está viciada en su misma base.


w

Es absolutamente irreal el suponer que "primero" se destruye un


sistema, y "después" se construye el que lo reemplaza. Esto ni siquiera es
válido para una acción político-social concreta, específica y particularizada,
porque una institución social —en razón del carácter dinámico de la misma
sociedad— no puede ser suprimida sin procederse, generalmente en forma
simultánea, a su sustitución por otra distinta. Incluso, todo mecanismo
jurídico supone que lo nuevo se conozca y apruebe antes que lo viejo deje
de regir. Realidad que surge con una fuerza todavía mucho mayor, si se trata
de una tarea global, tendiente a cambiar todo un sistema.
Si, por ejemplo, la "Unidad Popular" sigue gobernando en Chile el
tiempo necesario, cuando termine de liquidar el sistema que nos rige, estará
ya a punto de concluirse la implantación del régimen socialista. Si alguien
pretende pues destruir con ella, para construir independientemente después,
tendrá que resignarse —al terminar la labor destructora— a contemplar

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


302 ESTUDIOS PÚBLICOS

cómo la construcción de reemplazo ya está levantada casi por entero, sin


que su opinión o postura divergente con la combinación gobernante tenga o
alcance el menor interés para nadie.

g) La colaboración con el marxismo, tal cual la postula el


catolicismo llamado "progresista", es abiertamente inaceptable

No es del caso abundar aquí en todas las precisiones que distinguidos


moralistas han formulado, para fijar las condiciones en las cuales una
cooperación o acción convergente entre católicos y marxistas puede
estimarse como legítima.
Bástenos una simple consideración.

l
Si el catolicismo y el marxismo tienen una idea fundamentalmente

.c
opuesta sobre el mundo, el hombre y su destino, la sociedad hacia la cual
ile
debe tender un católico ha de ser radicalmente distinta y contradictoria de la
que aspira a configurar un marxista. Proclamar lo contrario, importa
h
admitir que la idea que se tiene del hombre, del mundo y del origen y fin de
pc

uno y otro, no incide en la conformación de una sociedad, o no tiene en ella


mayor relevancia, proposiciones ambas manifiestamente absurdas. Y si la
postura que se adopte frente a esas realidades revierte en cambio signifi-
e

cativamente sobre la sociedad que cada cual busca construir, es igualmente


.c

claro que un cristiano y un marxista jamás podrán emprender en conjunto la


w

creación de un nuevo modelo social, máxime si éste tiene la pretensión de


dar origen a nueva escala de valores morales, a un "hombre nuevo".
w

Es frecuente que se replique a esta objeción, que tratándose de un


w

imperativo urgente, como es la superación de la miseria y de la pobreza, no


cabe plantear divisiones entre quienes sienten el común deseo de ponerle
término. Tal argumentación es falsa.
De suyo, parece harto difícil, por no decir imposible, el gobernar en
función de vencer la pobreza, sin modelar para ello un determinado tipo de
sociedad. Ahora, en el caso de los marxistas, eso es imposible por propia
confesión de parte. El marxismo gobierna para transformar desde la base
misma nuestro cuerpo social, para adecuarlo lo más posible a su doctrina;
más aún, anuncia la germinación de un "hombre nuevo", enmarcado en la
cosmovisión y en la antropología marxistas. Los católicos denominados
"progresistas" hacen otro tanto. Una convergencia entre ambos indica que,
necesariamente, o se piensa que se puede construir en común, difiriendo
frontalmente en cuanto a la naturaleza y a las características que han de
rodear a lo construido, o sencillamente tal discrepancia no existe, caso en el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 303

cual uno de los dos ha de haber abandonado su propia doctrina. Y todo


parece indicar que siendo esta última la alternativa real, son los católicos
autotitulados de "progresistas" los que han echado por la borda la doctrina
de la Iglesia, para matricularse definitivamente con el marxismo.
Esa es la única explicación razonable para su modo de proceder, y a
ello habrá que atribuir entonces la frase de Mensaje con que encabezamos el
presente comentario.

h) El socialismo estatista es incompatible con la


doctrina social-cristiana de la Iglesia

Consignemos, finalmente, que la doctrina social de la Iglesia tiene

l
como principio fundamental e invariable el de la subsidiariedad.

.c
La propia revista Mensaje de septiembre de 1964 (N° 131) afirmaba,
ile
comentando la entonces reciente elección presidencial de ese año, que "el
principio de subsidiariedad no es un lujo teórico, sino fundamento esen-
h
cial de toda sociedad verdaderamente democrática y humana" y que "el
estatismo es a la larga ineficaz y, en todo caso, despersonalizante" (págs.
pc

412 y 413).
Ahora bien, todo socialismo verdaderamente tal —y el que nos
e

anuncia la "Unidad Popular" constituye un buen ejemplo al respecto— es


.c

estatista y, por lo tanto, contrario al principio de subsidiariedad y a la


doctrina social de la Iglesia. No en vano la estatización de la generalidad o
w

de todos los medios de producción, y el control casi total de la economía


w

por el Estado, son postulados invariables de toda agrupación auténticamente


w

socialista. Y no en vano tampoco, la doctrina social-cristiana, a través de la


Encíclica "Mater et Magistra" de Juan XXIII, reitera que el derecho de
propiedad privada de los bienes, incluidos los medios de producción, al
igual que el derecho a la libre iniciativa en el campo económico, son
derechos naturales "fundados como están en la prioridad ontológica y de
finalidad de los seres humanos particulares respecto de la sociedad"17
La decisión de los católicos "progresistas" de marchar junto a la
"Unidad Popular" y el marxismo, que tan tajantemente preconiza Mensaje,
no puede entenderse pues sino como un desahucio formal, o a lo
menos práctico, de la doctrina social-cristiana del Magisterio oficial de la
Iglesia.

17
Encíclica citada, parte II.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


304 ESTUDIOS PÚBLICOS

3. Hurgando en las causas

Talvez lo más interesante del problema resida en determinar cuáles


han sido los errores doctrinales que, desde el punto de vista católico, han
originado el nacimiento de esta nueva especie de cristiano-marxistas, o
mejor, de marxistas que todavía se sienten católicos, o de católicos que ya
empiezan a ser definitivamente marxistas.
En estas líneas hemos realizado una tarea más árida, pero sin la cual
no sería posible abordar este otro aspecto de la cuestión. Para com-
prenderlo, era necesario examinar —aunque fuera en la forma esquemática
en que lo hemos intentado— cuáles son las falacias conceptuales y
doctrinarias que emanan en forma directa e inmediata del planteamiento
actual de los católicos "progresistas", tan bien representados por Mensaje.

l
Ahora, creemos que el trasfondo del cual esta formulación surge está

.c
constituido básicamente por tres errores ejes, a saber:

a)
ile
Una distinción mal concebida y peor proyectada entre la dimensión
h
sobrenatural del cristianismo y su dimensión temporal, humanista o
pc

antropológica. En este punto, el catolicismo "progresista" refleja su


indiscutible filiación respecto del liberalismo, ya que procura reservar la
dimensión sobrenatural a una simple cuestión íntima de "adhesión
e

personal", al paso que concede proyección social sólo para la dimensión


.c

"humanista" o puramente temporal.


w

b) El abandono de la filosofía aristotélico-tomista, descrita por todos


w

los Papas sin excepción, como la más apropiada para desarrollar y


w

comprender la Revelación Divina, y la más congruente con el contenido de


ésa. El catolicismo "progresista" ha preferido la filosofía moderna raciona-
lista e idealista, a partir de la cual ha caído en el existencialismo, en el
bergsonianismo y la filosofía del "cambio por el cambio" y, en última
instancia, en el marxismo. De éste, primero se recogieron simplemente sus
categorías de análisis. Hoy se acepta ya buena parte de su contenido
doctrinal; lo indispensable como para impulsar una acción histórica
conjunta, convergente y solidaria.

c) La pérdida de la concepción de la historia y del hombre que surge a


partir de la creencia en el pecado original, clave de la doctrina cristiana.
Como consecuencia de la falta cometida por nuestros primeros padres, los
católicos sabemos que la naturaleza humana quedó caída para siempre. La
inteligencia del hombre se nubló, su voluntad se debilitó, y su cuerpo pasó

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 305

a estar sujeto al dolor y a la muerte. Para permitirle al ser humano el


vencimiento de sus malas inclinaciones, y reabrirle las puertas del cielo que
le habían quedado cerradas, la misericordia infinita de Dios decidió
soberanamente redimir a la naturaleza humana. El Verbo de Dios se
encarnó; la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre en el
seno de la Virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo. Con la
Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, la anhelada Redención se hizo
realidad. Sin embargo, sus efectos salvadores no le fueron ni le serán
impuestos a nadie, sino que su aprovechamiento ha quedado y quedará
siempre entregado a la libre determinación de cada hombre.
Por otro lado, la obtención de las gracias redentoras exige seguir el
mismo arduo camino a través del cual ellas llegaron a la humanidad:
el camino de la cruz. San Pablo nos advierte que es insensato preten-

l
der la felicidad eterna sin pasar por grandes tribulaciones, al paso que el

.c
propio Cristo resume la ruta de la perfección cristiana, diciendo: "Si algu-
no quiere venir en pos de Mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y
ile
sígame". (Mt. 16,24). La Redención no suprimió ni el dolor ni la
muerte, sino que les dio fuerza santificadora. Tampoco puede entender-
h
se el fruto redentor como algo que, en algún instante de su existencia
pc

temporal, el hombre pueda conquistar en forma definitiva e irreversible.


Mientras un ser humano esté sujeto a las contingencias de su peregrinaje
e

por la tierra, siempre deberá combatir en contra de la tentación y del pecado,


.c

por medio de la oración, la penitencia y la vida sacramental. Sucesivas


caídas y otros tantos arrepentimientos constituirán la inevitable herencia del
w

pecado original, que nos recordará a cada paso la debilidad de nuestra


w

naturaleza.
w

Dicho fenómeno se extiende lógicamente al campo de las relaciones


sociales. Constituye un deber urgente e ineludible, el trabajar para que
aquellas sean lo más conformes con la justicia que sea posible, y lo más
aptas para el desarrollo integral de quienes bajo ellas conviven. Pero tal
imperativo no puede desconocer que si los hombres estarán siempre
afectados a la imperfección y al pecado, sus creaciones sociales no podrán
correr una suerte diferente. A los males derivados del pecado original, se
sumarán en toda época histórica aquellos que provienen de las faltas
morales específicas de cada ser humano. El dolor, la muerte, el egoísmo, la
soberbia y la sensualidad no nos permitirán nunca alcanzar el paraíso en la
tierra, por muchos que sean los progresos que podamos y debamos realizar.
Así como sólo después del tiempo podremos tener nuestra plena felicidad
personal, sólo al término de la historia, al fin de los tiempos, la Parusía o
segunda venida del Señor traerá —junto al juicio final— la implantación

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


306 ESTUDIOS PÚBLICOS

del Reino de Dios en plenitud, para lo cual, y recién entonces, "el trigo será
separado de la cizaña" (Mt. 13,30).
Como una simétrica falsificación de la verdad cristiana, se yergue en
frente de ella la concepción del marxismo-leninismo. Dentro de la moral
pragmática de éste, la noción misma de pecado no tiene cabida. El pecado
original no existe, pero en su reemplazo se busca un sustituto. Así, se
denuncia a la "sociedad de clases" como la fuente de todos los males que
aquejan a la humanidad. Las injusticias, las tensiones y hasta las guerras,
sólo serán superadas el día en que las clases hayan sido abolidas, reem-
plazando así la "sociedad de clases" del capitalismo, por la "sociedad sin
clases" del comunismo. Pero para ello, es preciso atravesar por una etapa
intermedia, llamada "dictadura del proletariado". Su necesidad deriva de la
exigencia de destruir a la antigua "clase explotadora" de la sociedad capita-

l
lista, hasta asegurar su completa aniquilación. En tal empresa, el pro-

.c
letariado o antigua "clase explotada" debe servirse del Estado —instrumento
ile
eminente de dominación— con fines exactamente opuestos a los que fue
utilizado antes, pero aun ampliado en su poder hasta el límite en que fuere
h
menester. Cumplida esta fase de "redención", vencido el "pecado original"
de la "sociedad de clases" por la "dictadura del proletariado", estarán ya
pc

abiertas las puertas del Paraíso, representado por "la sociedad sin clases" o
etapa comunista. Para entonces, habrán terminado las tensiones, las
e

injusticias y toda especie de dominación, y siendo el Estado un simple


.c

instrumento para oprimir, su existencia misma desaparecerá, superada ya


por la evolución histórica.
w

La utopía del paraíso en la tierra ha estado en el trasfondo de mu-


w

chas revoluciones a lo largo de la historia. Una y otra vez ha querido


w

atribuirse a las estructuras políticas, económicas o sociales la causa de


todos los males del mundo. Una y mil veces se ha asegurado que a la vuelta
de esta o aquella revolución o reforma de estructuras, sobrevendrá la
felicidad del hombre. Invariablemente, empero, el resultado han sido la
frustración y el desencanto. La mentira de la utopía ha quedado siempre de
manifiesto. En el fondo, la falsa promesa del demonio a Eva, el "seréis
como dioses" (Gen. 3,5), se repite en forma idéntica en todos los mitos
revolucionarios de la historia. Bajo la seducción de dicho engaño, se cae
inexorablemente en los peores abismos. Díganlo si no los millones de
hombres a quienes el marxismo-leninismo, suprema expresión de la utopía
paradisíaca, a cambio de la promesa de una sociedad que nunca llegará, los
ha sumido en el viaje hasta ahora sin retorno de la "dictadura del
proletariado", que en verdad no es otra cosa que la más brutal tiranía tota-
litaria que se haya conocido en nuestro planeta, ejercida por el Partido

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 307

Comunista a través de un Estado omnipotente y en nombre de un pueblo al


que no se consulta jamás.
Para eludir la irreductible oposición que existe entre la filosofía de la
historia del cristianismo y la del marxismo, los católicos "progresistas"
minimizan la importancia de la vida eterna, o construyen concepciones
filosóficas de la evolución y de la historia, en que la noción del pecado
original aparece notoriamente desdibujada. Se comprende pues el porqué
para estas comentes sólo interesa el problema de las estructuras sociales,
careciendo en cambio de significación cuanto se refiera directamente al
perfeccionamiento interior y sobrenatural de las personas, y a las vías para
alcanzarlo. La tendencia innata del hombre hacia la eternidad se desvía
fácilmente, de este modo, a la búsqueda del paraíso en la tierra, como ideal
que justifique la entrega generosa de la vida. Muchos seres humanos, y en
especial jóvenes, son empujados así a traición, hacia lo que no pasa de ser

l
.c
una falsificación de la verdad cristiana. El adagio de que "lo pésimo es la
corrupción de lo óptimo", encuentra aquí una nueva aplicación.
ile
Los tres aspectos mencionados en este apartado final invitan a un
desarrollo más profundo, tanto de cada uno de ellos por separado como de la
h
relación que los enlaza. No obstante, convenía dejarlos siquiera enunciados
pc

en estas líneas, para ofrecer algunos elementos de reflexión que permitan


comprender mejor esa aberración que surge y crece dentro de la Iglesia, bajo
e

el nombre de catolicismo "progresista" o "cristianismo marxista". Aberra-


.c

ción ésta que el marxismo-leninismo fomenta y estimula, en la lúcida


convicción de que constituye su mejor y más eficaz aliado.
w
w
w

EL CONCEPTO DE "BIEN COMÚN" Y


LA CONSTITUCIÓN DE 1980*

Comisión Constituyente
Sesión Nº 45 (jueves 13 de junio de 1974)

"El señor Ortúzar (Presidente) manifiesta que corresponde, en


seguida, seguir ocupándose del Capítulo lº de la Carta Fundamental.

* Intervenciones de Jaime Guzmán E. en la Comisión de Estudio de la


Constitución de 1980, en relación al concepto del bien común. La versión
reproducida aquí no incluye las respuestas y alcances de los demás integrantes de
dicha comisión, y corresponde a un extracto de las Actas Oficiales de la
Comisión Constituyente, sesiones 45 y 49 (mayo y junio del año 1974).

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


308 ESTUDIOS PÚBLICOS

La Comisión había acordado tomar como base de discusión una


indicación formulada por la Mesa, que en cierto modo resumía los puntos de
vista de las diferentes indicaciones que presentaron los señores Diez, Evans
y Silva Bascuñán y que se transcriben en las actas N°s 37 y 38.
A su vez, el señor Guzmán había quedado de formular una pro-
posición respecto de dicho artículo, la que ya hizo llegar a la Mesa.
El inciso primero del artículo 1º, en los términos en que ha sido
aprobado, dice textualmente:

El Estado de Chile es unitario. Su territorio se divide en


regiones, y su administración será funcional y territorial-
mente descentralizada.

l
En seguida, los incisos segundo y tercero de la indicación de la Mesa

.c
decían:
ile
Su misión es servir a la comunidad nacional y promover el
h
bien común; dar protección eficaz a los derechos inalienables
de la persona humana y procurar su pleno desarrollo a través
pc

de su activa participación en la vida social, cultural, cívica y


económica del país.
e

El Estado reconoce y ampara a los grupos intermedios de la


.c

comunidad y les garantiza una adecuada autonomía.


w

El señor Guzmán propone sustituir esos incisos por los siguientes:


w
w

La misión del Estado es promover el bien común, entendido


como el conjunto de condiciones sociales que permita a todos
y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional,
lograr su plena realización espiritual y material, dentro de las
posibilidades existentes.

Para alcanzar lo anterior, el Estado asegura respeto y protec-


ción eficaz a los derechos inalienables que arrancan de la natu-
raleza humana; reconoce la existencia y ampara la formación y
el desarrollo de las sociedades intermedias legítimas entre el
hombre y el Estado, garantizándoles una adecuada autonomía;
y favorece la participación individual y social en los diversos
campos de la vida del país."

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 309

"El señor Guzmán cree que hay dos problemas diferentes: uno, el de
si la misión o finalidad del Estado desde el punto de vista conceptual se debe
incluir en el texto normativo de la Constitución o si se reserva para el
preámbulo y, otro, respecto de los términos en que debería hacerse tal
inclusión. Acepta incorporar en la Constitución una norma en tal sentido,
pero condicionando la forma en que ello se haga. Es decir, si se incluye en
términos de precisar exactamente el contenido, la jerarquía y la relación de
los conceptos en la forma en que ha procurado hacerlo en su indicación u
otra que respete esa orientación es partidario de consagrar la norma. Cree que
su indicación contiene un conjunto de conceptos lo suficientemente amplios
y ricos como para orientar lo que es el texto constitucional, que bien vale la
pena que estén considerados en el artículo 1º.
Estima que es sujetarse demasiado a la estructura tradicional de las

l
Constituciones el hecho de sostener que no se puede llevar al texto cons-

.c
titucional mismo algunas definiciones en materias capitales y claves, nada
ile
menos como la misión del Estado, que es lo que se procura estructurar.
No encuentra ningún inconveniente en abstraerse de lo que pueda ser
h
la tradición o el hábito en esta materia y consagrar en el texto cons-
titucional una definición más precisa y exacta de estos conceptos básicos.
pc

De no proceder así, es partidario de no hacer referencia alguna al bien común


ni a los demás conceptos que se han señalado, y ahí sí que se inclina por la
e

posición del señor Ovalle de reservarlos al preámbulo del nuevo texto


.c

constitucional e incorporar en su articulado sólo lo relativo a la estructura


w

del Estado.
Quiere, sin embargo, dar una breve explicación y fundamentación de
w

lo propuesto porque tal vez sea útil y conveniente para los señores miem-
w

bros de la Comisión.
En primer lugar, estima que la finalidad del Estado es una, y no
puede ser más que una: promover el bien común. Esa es la finalidad única
que tiene el Estado.
Ahora, el concepto de bien común tiene, por desgracia, interpre-
taciones distintas, que lo hacen contradictorio y que admite las más variadas
aplicaciones prácticas, de acuerdo con los cambios históricos que se vayan
presentando, sin que sea una concepción según la cual haya que mantener
una legislación o forma de Gobierno rígida. Pero cuando se emplea la
expresión 'bien común' hay que decir qué se entiende por él. Hay palabras,
agregó, que tienen un sentido unívoco en el lenguaje, en las que todo el
mundo entiende lo mismo, pero hay otras en que la gente entiende cosas
distintas. Entonces, si se usan sin precisarlas, resulta que no se está
diciendo nada.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


310 ESTUDIOS PÚBLICOS

El concepto de bien común, entendido como el conjunto de condi-


ciones sociales que permita a todos y a cada uno de los integrantes de la
comunidad lograr su plena realización espiritual y material, define toda una
concepción de la sociedad en muy pocas palabras y precisa en qué sentido se
entiende el bien común: como fin del Estado.
Agrega que procuró recoger en su indicación todas las ideas envueltas
en los otros proyectos, de manera que más que una proposición alternativa,
la entendió como un proyecto que refunde esas ideas y conceptos. En la idea
de 'permitir a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad lograr
su plena realización personal' está implícita la noción de que el Estado se
debe a toda la comunidad nacional y no a una parte de ella, pero esto
expresado en términos más precisos a propósito del concepto del bien
común. El bien común se orienta a la comunidad entera, pero al mismo

l
tiempo no desconoce y deja a salvo el bien personal de cada uno de sus

.c
integrantes, lo cual en el concepto totalitario del bien común desaparece por
ile
entero. De manera que existiendo dos concepciones de bien común entera-
mente antagónicos bajo el mismo nombre, el bien común del colectivismo
h
y el bien común del liberalismo, en una, desaparece por entero el bien de la
persona como algo que hay que preservar y, en la otra, el bien común se
pc

entiende como la simple suma de los bienes individuales y no como la


generación de un conjunto de condiciones sociales que va a requerir, por lo
e

tanto, de la acción mancomunada de todos los integrantes de una comunidad.


.c

Existiendo, entonces, concepciones absolutamente diferentes, cree que hay


w

que definir en qué sentido se está incorporando este concepto, porque tiene
varios. Haciendo la salvedad de que esta concepción, como cualesquiera de
w

las otras, admite la más variada y cambiante aplicación histórica según las
w

necesidades lo vayan exigiendo, expresa que lo que no admitiría es la


suposición de que el bien común es una simple suma de bienes individuales
que cada cual persigue con independencia del de los demás, y tampoco que se
trata de un bien de la colectividad que va a excluir el respeto que hay que
tener por el bien de cada una de las personas que la integran, como un ser
que tiene una dimensión espiritual que hay que respetar, porque ella
trasciende lo meramente histórico o temporal.
De manera que, en esta primera noción del concepto de bien común,
cree que se excluye de ella precisamente lo que se quiere que quede fuera,
cuando se dice que la misión del Estado es promover el bien común. Queda
fuera, desde luego, la idea de que el Estado pudiera estar al servicio de una
parte de la comunidad nacional.
La experiencia política de los últimos años arroja la conclusión de
que el derecho tiende a ser desprestigiado por sus adversarios por la idea de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 311

que no logra plasmar en la realidad práctica lo que declara en su letra y se


pretende que esto sea una fuente de desprestigio para el derecho. Así, por
ejemplo, la idea o la noción de la igualdad ante la ley era desacreditada
porque era evidente que había desigualdad de oportunidades o de realidad ante
la vida. Entonces, se pretende presentar al derecho como letra muerta.
Y si se entiende el bien común como una especie de concepto
utópico o ideal en que todos se van a desarrollar en plenitud, sería muy fácil
decir 'que en una sociedad no se está logrando el bien común'. Por eso, le
parece que el concepto 'dentro de las posibilidades existentes', contenido en
su indicación, aunque es enteramente novedoso, audaz y hasta insólito
dentro de un texto constitucional, tiene mucha importancia para destacar en
qué sentido deben entenderse estos conceptos: como caminos hacia un
objetivo que se señala. El Derecho no puede desconocer las limitaciones que

l
las posibilidades existentes imponen a su plenitud, ni pierde por ello su

.c
validez. No se puede sostener en un momento dado que porque no se estén
desarrollando plenamente todos los seres humanos de una comunidad, ese
ile
Estado no está cumpliendo con su finalidad y que el Gobierno que lo
encarna es ilegítimo. El problema de las posibilidades existentes cree que ha
h
estado de tal manera olvidado en las críticas que se le hacen al Derecho, que
pc

le parece oportuno destacarlo e incorporarlo al texto constitucional, para que


quede muy en claro, desde el comienzo, que este concepto no pierde validez
e

por la circunstancia de que en un momento dado las posibilidades existentes


.c

no permitan su plenitud ya que nunca la van a permitir por la condición


imperfecta de la naturaleza humana.
w

Ahora bien, lo que procura el inciso siguiente, agrega el señor


w

Guzmán, es desentrañar conclusiones que se derivan de este concepto y que,


w

a la vez, son requisitos para que se llegue a él; son derivados, porque el fin
es uno: promover el bien común. Para promover el bien común es indis-
pensable el respeto a los derechos fundamentales que arrancan de la natura-
leza humana. Le parece que el concepto de naturaleza humana es importante
como orientador de cuáles son estos derechos que subyacen bajo los térmi-
nos de libertad y dignidad. Sabe que el señor Diez entiende lo mismo que él,
pero teme que la precisión de que existen derechos inalienables que arrancan
de la naturaleza humana es importante, porque también define toda una
concepción del hombre que va más allá de todos los cambios históricos que
puedan producirse. Va justamente a lo que no cambia, a que el ser humano
tiene derechos inalienables que arrancan de su naturaleza humana y que estos
derechos son inmutables, idea que, por lo demás, está expresada de alguna
manera en la proposición del señor Evans, la que considera fundamental
como requisito para llegar al bien común o como derivado del bien común.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


312 ESTUDIOS PÚBLICOS

La segunda derivación pretende refundir o recoger el concepto


contenido en el inciso tercero del proyecto de la Mesa, que se refiere a las
sociedades intermedias. Señala, justamente, que 'reconoce la existencia y
ampara la formación y el desarrollo de las sociedades intermedias legítimas
entre el hombre y el Estado, garantizándoles una adecuada autonomía'.
Con esta redacción ha querido, en primer lugar, distinguir, sin nece-
sidad de recurrir a conceptos filosóficos, la realidad de dos tipos de socie-
dades intermedias. Las que son necesarias y naturales, en que el Estado sólo
reconoce su existencia, como es el caso de la familia, y todas aquellas otras
que la filosofía política llama voluntarias, pero que, en el fondo, son las que
se van manifestando, dada la complejidad creciente de la sociedad, como
necesarias u oportunas, para ser más preciso, en cada momento histórico.
En cuanto a la familia, el Estado, antes que ampararla o desarrollarla,

l
debe reconocer su existencia como algo necesario y consubstancial a la

.c
naturaleza humana. En cambio, el Estado simplemente ampara la formación
ile
y el desarrollo de todas aquellas sociedades intermedias que la realidad com-
pleja social va requiriendo. Referirse a 'las sociedades intermedias legítimas'
h
le parece también una precisión útil, así como adicionar esa idea estable-
ciendo la relación 'entre el hombre y el Estado' a fin de que se entienda que
pc

se está refiriendo, precisamente, a las sociedades intermedias. Sabe que todos


entienden el concepto, pero con esta frase —'sociedades intermedias
e

legítimas entre el hombre y el Estado'— también, con muy pocas palabras,


.c

se sitúa perfectamente el concepto. A continuación se agrega la frase


'garantizándoles una adecuada autonomía', idea que figura también dentro de
w

la indicación de la Mesa.
w

Respecto de esta segunda derivación se reconoce el concepto de lo


w

que tradicionalmente se ha llamado el principio de subsidiariedad. Sin


recurrir a este término, queda también su contenido incorporado a la
Constitución, como clave de una sociedad libertaria y orgánica desde el
punto de vista social y no de una sociedad atomizada por el Estado.
Finalmente, se hace una tercera derivación del bien común al decir
que el Estado 'favorece la participación individual y social en los diversos
campos de la vida del país', lo que sin duda nuestra época exige, situación
que está contemplada en las demás indicaciones. Ha distinguido también la
naturaleza de esta participación, como individual y social, porque cree que
son dos manifestaciones distintas que debe contemplar y desarrollar el
concepto de bien común. Son dos formas diferentes de participar. Se ha
dicho muchas veces que el sufragio viene a ser como el mínimo de la
participación individual. La participación social viene a ser, precisamente,
la de todas las sociedades intermedias cuya existencia o cuya formación se

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 313

ha reconocido o amparado inmediatamente antes. Y para estos dos tipos de


participación se dejan abiertos los diversos campos de la vida del país que
son muy amplios y pueden cambiar enormemente.
Reconoce que en esta redacción faltaría un concepto que no está
englobado y que bien se pudiera discutir y comprender como parte del él: la
misión del Estado respecto de la distribución equitativa de los bienes del
país.
Ha querido dar una explicación porque cree que siempre es necesario
fundamentar los proyectos que se presentan para que más o menos se
entienda por qué se ha concebido en esa forma.
Como tampoco tiene ningún orgullo de autor, también se inclinaría
por una proposición semejante, porque la de él es susceptible de mejora-
miento. Pero reitera: o se definen los conceptos con precisión y se

l
jerarquiza con exactitud desde el punto de vista conceptual, o prefiere no

.c
recurrir lisa y llanamente a ello. En este caso, se inclinaría por una tesis
ile
semejante a la que participa el señor Ovalle." (Pp. 6-9)
"El señor Guzmán cree que el concepto de bien común es unívoco en
h
el sentido de que no hay más que uno aceptable, pero no lo es en cuanto a
que exista sólo uno. Es decir, en la realidad, en el hecho, no es unívoco.
pc

Naturalmente, en el terreno de los conceptos sí lo es, porque no hay más


que uno verdadero y los demás son falsos, pero existen, como ocurre, entre
e

otros, con la noción colectivista y la individualista. No le cabe la menor


.c

duda de que, dentro de la concepción y el desarrollo del pensamiento


w

cristiano, la definición que aquí se propone goza de aceptación general, pero


no para un marxista, colectivista o totalitario de cualquier género o signo, o
w

para un liberal clásico. Eso es precisamente lo que quiere: que a ellos no les
w

parezca aceptable, a fin de que su noción quede explícitamente descartada


como admisible inspiración del Estado chileno.
En segundo término, hay que precisar y jerarquizar las ideas en
términos de que ellas sean conceptualmente exactas —que es lo que aquí
preocupa— y precisas. No se puede decir que la misión del Estado 'es servir
a la comunidad nacional, promover el bien común y dar protección eficaz a
los derechos' colocando en un plano de equivalencia nociones que están,
entre ellas, en una relación de fin a medio o de propósito a una consecuencia
ulterior. Su validez le parece indiscutible y las ha recogido. Por eso ha
dicho que es una tarea más bien de refundir, pero hay que ser muy exactos,
pues en una Constitución existe el deber de serlo.
En seguida, el texto refundido de los incisos segundo y tercero del
artículo 1º que presentó no es discursivo en absoluto. Es lo más breve que
puede concebirse para contener un conjunto tan grande de conceptos. Cada

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


314 ESTUDIOS PÚBLICOS

palabra se ha pensado en términos de que su supresión eliminaría una idea


importante que se desea recalcar. A su juicio, no puede considerarse discur-
siva una disposición por tener dos incisos y ocho líneas. Sí tendría ese
carácter si se dijera muy poco usando un lenguaje vulgar, 'pura literatura'.
Allí sí que se puede hablar de ser discursivo. Cree que comparar este texto
con lo que son, por ejemplo, varias de las garantías constitucionales, le
parece que es infinitamente menos discursivo, porque en mayor síntesis se
contienen un tal número de conceptos —y procurando darles a ellos la
adecuada jerarquía y entrelazamiento que conceptualmente tienen— que,
honestamente, no ve nada de discursivo. Cree que ha sido lo más preciso
que se puede ser para redactar una disposición que contiene tanto concepto.
El señor Diez, agrega el señor Guzmán, le observa que, en realidad,
los conceptos de "libertad" y "dignidad" no están explícitamente contenidos

l
en esta proposición, no obstante que él entiende, al igual que el señor Diez,

.c
que están implícitos en el concepto del bien común y en el de derecho
ile
inalienable que arranca de la naturaleza humana. Pero no tiene ningún
inconveniente, si se estima adecuado, en reforzar esta realidad y explicitarla,
para hacerla todavía más clara. Se podría hacer perfectamente bien, de
h
manera que resulte armonioso explicitar los conceptos de "libertad" y
pc

"dignidad" como manifestación de los conceptos que ya se han establecido,


sin alargar, por lo demás, más de una línea el texto. Cree que ocho líneas en
e

el artículo 1º para tanto concepto, bien se justifica. No ve por qué esta


.c

reticencia o especie de que todo el resto de la Constitución fuera a ser


extraordinariamente escueta. Teme que cuando se llegue a estudiar el derecho
w

de propiedad y tal vez derechos menores, como el de organizar agrupaciones


w

vecinales, habrá que encontrar disposiciones más largas. Cree que incluso se
w

ha sido más discursivo a veces en el proyecto de la regionalización en


circunstancias que en el artículo primero que se estudia está la clave y la
esencia del Estado. Por eso, le parece que es bastante breve." (Pp. 14-15)

Sesión Nº 46
(martes 18 de junio de 1974)

"El señor Ortúzar (Presidente) manifiesta que en esta sesión


corresponde proseguir el análisis del Capítulo Primero de la Constitución,
específicamente el artículo 1°..."
"Con respecto a los incisos segundo y tercero, agrega [el señor
Ortúzar], se produjo un profundo debate en la sesión anterior, y en definitiva
prevaleció la opinión del señor Guzmán en orden a que en estos incisos,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 315

junto con definirse la acción del Estado, se defina, también, qué debe
entenderse por bien común y, al mismo tiempo, hubo acuerdo para que el
señor Guzmán propusiera una nueva redacción que consignara algunos
aspectos de la indicación del señor Diez, especialmente en lo que dice
relación con las garantías de libertad y dignidad humanas que debe consagrar
la Constitución.
La nueva redacción del señor Guzmán es del siguiente tenor:

La acción del Estado se encamina a promover el bien común


o conjunto de condiciones sociales que permitan a todos y a
cada uno de los integrantes de la comunidad nacional,
alcanzar su más plena realización personal posible, tanto
espiritual como material, asegurando la libertad y respetando

l
la dignidad del ser humano.

.c
Para ello, el Estado asegura respeto y protección eficaz a los
ile
derechos inalienables que arrancan de la naturaleza humana;
reconoce la existencia y ampara la formación y el desarrollo
h
de sociedades intermedias legítimas entre el hombre y el
Estado, garantizándoles una adecuada autonomía, y favorece
pc

la participación individual y social en los diversos campos de


la vida del país". (P. 3)
e
.c

"El señor Guzmán desea fundamentar brevemente los cambios que


w

introdujo a la redacción que había presentado en la sesión anterior reiterando


la observación de que su redacción aspira a ser una refundición de los
w

conceptos que estaban en las distintas indicaciones y no algo enteramente


w

nuevo.
En primer lugar, se reemplaza la expresión 'la misión del Estado es'
por 'la acción del Estado se encamina', a fin de darles, a dichos conceptos,
un carácter más dinámico, y, al mismo tiempo, más concreto.
En segundo término, se suprime la oración que considera al bien
común 'entendido como el conjunto de condiciones que permitan a todos y
cada uno de los integrantes de la comunidad nacional...' y se sustituye por la
expresión 'el bien común o conjunto de condiciones...', que tiene la ventaja
de evitar el inconveniente que señalaba el señor Ortúzar en el sentido de que
en la forma propuesta primitivamente se estaría reconociendo
explícitamente, en el texto constitucional, que había otros conceptos de
bien común diferentes a éste. La nueva fórmula le da al concepto que aquí se
define una fuerza más intensa, como el único concepto válido de bien
común.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


316 ESTUDIOS PÚBLICOS

A continuación se suprime la frase 'dentro de las posibilidades


existentes', por estimarla poco apta para el texto constitucional, dejando, en
cambio, la expresión 'su más plena realización personal posible'.
En seguida expresa que se contienen los términos 'asegurando la
libertad y respetando la dignidad del ser humano', a indicación del señor
Diez. Finalmente, manifiesta que el inciso segundo de su indicación no fue
objeto de modificaciones, en atención a que a su respecto no se formularon
observaciones.
A continuación, reitera la conveniencia de que se defina el concepto
de bien común en el texto constitucional y no en el preámbulo, ya que
adquiere un valor jurídico distinto en el texto constitucional que aquel que
tendría si solamente dicha materia fuera establecida en el preámbulo. Si se
observa con atención, continúa, se advertirá que su definición contiene,

l
además, un concepto que figuraba en la proposición del señor Evans, en

.c
orden a que es misión del Estado servir a toda la comunidad nacional, pero
ile
dicho concepto fluye como una definición o parte del bien común, exclu-
yendo, por tanto, la idea de que el bien común pudiera significar el servicio
h
del Estado a un sector de la comunidad nacional, sea éste mayoritario o
minoritario, dejándolo como el concepto que verdaderamente debe aplicarse.
pc

De allí que la definición encierra otro elemento consignado en otra


indicación y que queda comprendido en la suya al definir el bien común.
e

En seguida, declara que le parece indispensable mantener la definición


.c

de bien común; pero en caso de que, por alguna razón, hubiera insistencia de
w

la Comisión para excluirla del texto constitucional, sugeriría expresar


alguna noción de su contenido, todo ello, redactado en los siguientes
w

términos: 'la acción del Estado se encamina a crear el conjunto de


w

condiciones sociales que permitan a todos y cada uno de los integrantes de la


comunidad nacional alcanzar su más plena realización personal posible...';
es decir, describir el bien común en lugar de enunciarlo.
En su opinión, este concepto debe enunciarse y definirse, pero
si se trata de optar por una de las dos cosas, debe preferirse aquella que
llegue más al contenido y no a la que sólo traduzca una mera cuestión de
formalidad." (Pp. 4-5)
"El señor Guzmán declara que tanto en la primitiva redacción de su
indicación como en la segunda —la cual está siendo considerada en la
presente sesión— ha meditado escrupulosamente cada una de las palabras
que la componen, en atención a que estima que los términos empleados
tienen, todos, una connotación especial. Así por ejemplo, la frase 'a todos y
cada uno de los integrantes de la comunidad nacional' es, precisamente, lo
que impide concebir las ideas relativas al bien común en otra forma distinta

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 317

de aquella que se ha evidenciado en el curso del debate por todos los


miembros de la Comisión. En seguida, afirma que el conjunto de
condiciones sociales que se crean debe beneficiar, en definitiva, a todos los
integrantes de la comunidad, porque no puede ser que el bien de uno se
oponga al bien de otro y, si ello ocurriere, debe concluirse que uno de ellos
no es tal bien, ya que en la armonía del Creador no pueden coexistir bienes
contradictorios entre sí. No es que haya que preferir el bien de las
mayorías frente al de las minorías cuando se oponen, sino que uno de ellos
es un falso bien. Al efecto expresa que, por ejemplo, el sector afectado por
una pobreza extrema es, en Chile, ampliamente minoritario, y el Estado
tiene la obligación de arbitrar todos los medios necesarios para elevar su
nivel de vida; obligación ante la cual cede, no el resto de la comunidad, sino
el falso bien; es decir, los sentimientos egoístas de los más afortunados.
En otro orden expresa que la referencia al carácter espiritual y

l
.c
material que se formula en su indicación es, asimismo, señalar la
concepción que se tiene del hombre, expresado en breves palabras. Afirma
ile
que es importante exteriorizar, en el texto constitucional, estas nociones,
sobre todo si se advierte la ventaja de que están expuestas en términos muy
h
precisos.
pc

A continuación, expresa que la frase 'los derechos inalienables' fue


tomada de la indicación del señor Evans y, en su opinión, los términos
e

empleados tienen gran riqueza conceptual.


.c

Por lo anterior, estima que si se suprimen algunas de las palabras


que forman la redacción de su indicación, se corre el riesgo de omitir más de
w

un concepto que la Constitución deba afirmar.


w

Hace presente, en seguida, que el único problema que puede surgir es


el relativo a consignar la expresión 'bien común'. Manifiesta no oponerse a
w

su exclusión, dejando en todo caso la frase: 'El Estado debe promover el


conjunto de condiciones sociales que permitan a todos y cada uno de los
integrantes de la comunidad nacional, alcanzar su más plena realización
personal posible, tanto espiritual como material, asegurando la libertad y
respetando la dignidad del ser humano'.
Con todo, estima que es aconsejable mantener la expresión 'bien
común' ya que siempre, en el articulado del texto, habrá que recurrir a
conceptos doctrinarios como éste. Así por ejemplo, el artículo segundo
seguramente contendrá el concepto de 'soberanía' tal cual lo entienden los
constitucionalistas modernos influenciados por la doctrina liberal sobre esta
materia, y, si lo que se pretende es eliminar estas expresiones de la
Constitución, será necesario, junto con suprimir la expresión 'bien común'
del artículo primero, eliminar, también, la voz 'soberanía' del artículo

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


318 ESTUDIOS PÚBLICOS

segundo, ya que mucho más precisa y de mayor riqueza conceptual es la


primera de las nociones nombradas que la segunda.
Por lo anterior, y en la convicción de que la Constitución debe
contener ideas jerarquizadas y conceptualmente precisadas, sugiere mantener
su indicación íntegramente y se le faculte para afinar, él mismo, los detalles
de redacción." (Pp. 9-10)
"En seguida, el señor Guzmán manifiesta que antes que la Comisión
se pronuncie acerca de la inclusión de las palabras 'bien común' en el
preámbulo o en el texto mismo de la Constitución, desea puntualizar que,
si no se consigna la expresión 'bien común' en la Carta Política, deberían
eliminarse, también, los conceptos de soberanía, de dignidad del hombre, e
incluso, los que dicen relación con los derechos que arrancan de la naturaleza
humana. Formula esta indicación, en atención a que los referidos conceptos

l
envuelven doctrina, y, desde su punto de vista, la primera obligación

.c
preceptiva para el Estado es genérica y de ella se derivan todas las demás
obligaciones específicas. En su opinión, es una norma esencialmente
ile
preceptiva aquella que le impone al Estado la obligación de crear 'el
conjunto de condiciones sociales que permitan a todos y cada uno de los
h
integrantes de la comunidad nacional alcanzar su más plena realización
pc

posible'. Es ésa la gran obligación que tiene el Estado, y para cumplirla, es


que se le encargan otras misiones específicas que son, en todo caso, de
e

menor jerarquía.
.c

En consecuencia, estima que el problema de incluir o no un


preámbulo no puede servir para omitir, en el texto de la Carta Fundamental,
w

lo que constituye una norma preceptiva por excelencia.


w

En el mismo orden, cree que la humanidad va decayendo porque


pierde el norte de los preceptos genéricos de los cuales derivan todos los
w

específicos. Y, al carecer de ese norte, estos últimos pierden muchas veces


su fuente, en el sentido profundo de esta palabra; es decir, lo que les da vida,
que son siempre preceptos genéricos.
Estima que incluir estas ideas en torno al bien común es tan
preceptivo como decirle al Estado que debe favorecer la participación, o que
debe configurar un orden que permita el desarrollo de los grupos intermedios
entre el hombre y la sociedad política; y lo único que se hace es considerar,
además, algo que nunca cambiará: el hecho de que el hombre es espíritu y
materia.
A continuación, manifiesta que al redactar esta indicación ha tenido
el gran cuidado de no incluir nada que signifique atar la Constitución a una
situación histórica determinada, sino vincularla a aquello que es permanente;
a lo que es perenne respecto de la naturaleza del hombre, esto es, el que el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 319

hombre es espíritu y materia; y que la sociedad, por estar compuesta de


seres con espíritu y materia, que tienen una dignidad determinada, debe
considerar el interés de todos y de cada uno y nunca el de un grupo
determinado. Dicho en otras palabras, su indicación tiene por objeto
establecer que el Estado tiene un papel activo, un mandato, cual es el de
crear el conjunto de condiciones sociales que posibiliten cumplir dicha
finalidad. Ese es el gran mandato que se impone al Estado.
En cuanto a la expresión 'bien común', admitiendo que es lo más
secundario de su sugerencia, es partidario de incluirla por estimar que tiene,
como lo señaló el señor Diez, una aceptación que trasciende de toda fe
religiosa. No hay que olvidar que el cristianismo —y esto no puede
desconocerse— ha incorporado a la humanidad un determinado concepto de
la persona humana, el cual ha inspirado muchos otros, tales como el de la
dignidad de la persona humana, o el de aquellos 'derechos que arrancan de la

l
.c
naturaleza del hombre' etcétera. Del mismo modo, existen otros, de gran
riqueza conceptual que han nacido, por ejemplo, de la Revolución Francesa.
ile
Agrega que si no se puede emplear el término 'bien común' porque se
vincula, por su posición, a una escuela determinada, tampoco se puede usar
h
la expresión 'soberanía', ya que ésta, también, se vincula con otra escuela,
pc

con una diferencia: la escuela a la cual pertenecería el bien común es


compartida explícitamente por casi todos los integrantes de la Comisión y,
e

en forma implícita y en gran sentido, por todos; en cambio, la filosofía de


.c

la cual arranca el concepto de soberanía no es compartida, desde luego, por


la mayoría, o tal vez por ninguno, ya que en esta Comisión nadie pertenece
w

a la doctrina o a la escuela de pensamiento liberal que inspiró la Revolución


w

Francesa, o bien al liberalismo filosófico. De manera, entonces, que, en


w

cuanto al concepto de soberanía que ya Maritain objeta y que pensadores


españoles como Vásquez de Mella y otros rechazan por entero, es aún
mucho más difícil aceptar incorporarlo en la Constitución.
Con todo, cree que la expresión 'soberanía' se incluirá en el texto
constitucional, porque dentro de la concepción predominante en el mundo
jurídico chileno estos conceptos forman parte del acervo cultural de la
nación, y se va a reglamentar de manera que los inconvenientes que haya
podido tener en sus orígenes o en sus formulaciones doctrinarias sean
salvados.
Finalmente expresa que, por todo lo anterior, es partidario de incluir
el concepto del bien común dentro de nuestro ordenamiento fundamental.
En seguida, el señor Ortúzar (Presidente) somete a votación la
inclusión, en el texto de la Constitución, de una referencia al bien común,
empleando, específicamente, el término 'bien común'. Manifiesta que, en

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


320 ESTUDIOS PÚBLICOS

todo caso, la referida inclusión deberá hacerse en el texto mismo del


articulado, ya que la sugerencia de incorporarla en el preámbulo, expresada
por el señor Lorca y él mismo, es minoritaria.
— A continuación, la Comisión aprueba incluir en el texto de la
Constitución la referencia tanto al contenido del concepto de bien común
como también la incorporación expresa de ese término, con los votos en
contra de los señores Evans y Ovalle." (Pp. 13-15)

EL SUFRAGIO UNIVERSAL Y LA
NUEVA INSTITUCIONALIDAD*

En la raíz de toda opción político-institucional para un país está el

l
problema de la generación del poder político. ¿Quién manda dentro de una

.c
comunidad o, si se prefiere, quién y cómo se designa a los que mandan? La
ile
respuesta de la democracia liberal clásica es simple: el pueblo, en cuanto
titular en el ejercicio de la soberanía. La solución tiene en sí misma algunas
h
complejidades ulteriores cuando se trata de determinar exactamente quiénes
pc

conforman el pueblo para tal efecto. Durante mucho tiempo se exigió en


Chile, al igual que en otros países, cierto capital o renta para formar parte
del cuerpo elector. Hasta hace poco más de 30 años no se incluía en éste a
e

las mujeres. Siempre será necesario fijar un mínimo de edad para integrarlo,
.c

que últimamente fue de 18 años, antes de 21, e incluso, en ciertos casos, de


w

25 años. En fin, se han añadido sin reparos otras exclusiones, entre las que
sobresale la de los extranjeros, aunque sean residentes por largo tiempo y
w

resulte innegable su incorporación a la comunidad nacional.


w

No obstante lo fluido y discrecional que es la determinación de


quiénes integran el pueblo elector como titular reconocido de la soberanía en
las democracias clásicas, éstas no parecen complicarse para mantener su
afirmación al respecto, con una dogmática seguridad que pasa por alto la
diferencia sustancial de interpretaciones que se ha dado a través del tiempo a
la extensión de un mismo concepto.
Con igual simplicidad, el sufragio universal es postulado como la
única forma legítima o válida para generar las autoridades políticas. Aparte
de lo relativo de ese "universo" que vota, como acabamos de constatar, lo
característico del sistema reside en el carácter igualitario de todos los sufra-

*Jaime Guzmán E., "El sufragio universal y la nueva institucionalidad",


Realidad, año 1, Nº 1, junio 1979, pp. 33-34. Las itálicas corresponden al texto
original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 321

gios. El valor de la preferencia de todos los componentes del cuerpo elector


es el mismo. Un hombre, un voto, es la síntesis medular del sufragio
universal.

LAS OBJECIONES AL SUFRAGIO UNIVERSAL

El sistema ha sido duramente criticado desde su origen con fuertes


argumentos. Las restricciones que inicialmente establecieron las demo-
cracias del siglo pasado para acceder a su ejercicio revelan una cierta
aceptación tácita de sus variados inconvenientes. Pero la moderna sociedad
de masas ha desbordado toda posibilidad de limitar el derecho a integrar el
cuerpo elector, más allá de excepciones mínimas y cada vez menores.

l
Las principales objeciones al sufragio universal pueden sintetizarse

.c
en las siguientes: h ile
1. Establece una igualdad irreal entre todos los ciudadanos
pc

Resulta evidente que para la tarea de resolver los destinos del país, no
todos los ciudadanos se encuentran igualmente calificados. Tratándose de
e

una función específica como cualquiera otra, es indudable que habrá siempre
.c

algunos más aptos que otros para adoptar una decisión política o escoger a
los que deben adoptarla, derivado del mayor o menor grado de inteligencia,
w

virtud, cultura, buen criterio, intuición o madurez, para no mencionar sino


w

algunos de los factores que influyen en la determinación de cada cual.


w

El hecho de que la acción política afecte a toda la comunidad no


invalida lo anterior, ya que, desde luego, no lo hace en igual medida
respecto de todos, y, además, son muchas las comunidades que —como la
familia, la Universidad o el Ejército— por su carácter jerárquico, general-
mente no conceden autoridad para resolver al destinatario de la resolución,
sin que nadie objete por tal motivo la legitimidad de ésta.

2. No permite medir la intensidad ni los matices de las preferencias

La opinión de un ciudadano tiene matices e intensidades multifa-


céticas. Así, por ejemplo, habrá quienes más que adherir a un determinado
candidato o partido, rechazan tajantemente a alguno. Una votación "por
exclusiones" podría arrojar un resultado muy diferente, y no necesariamente

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


322 ESTUDIOS PÚBLICOS

menos real, que el sufragio por preferencias que se emplea habitualmente, y


que ha llegado a identificarse con el sistema del sufragio universal. Cosa
parecida ocurriría si cada persona pudiera graduar sus preferencias. El
sistema de la "segunda vuelta" o "ballotage" se orienta a obviar la deficien-
cia anotada, pero con alcances muy circunscritos.
Por otra parte, la opción electoral obliga a simplificar en extremo
posiciones que son complejas. El voto por un candidato o tendencia no
implica necesariamente un respaldo efectivo a todo lo que ésta propugna.
No obstante, la elección de autoridades no permite recoger tales matices y,
por otro lado, la alternativa del plebiscito generalizado para toda clase de
resoluciones tampoco es factible, tanto por sus inconvenientes prácticos
como porque los problemas públicos suelen revestir un carácter técnico que
no permite un juicio específico claro de parte de la gran mayoría ciudadana.

l
.c
3. Está sujeto a las distorsiones propias de lo masivo
ile
Son muchos los estudios que demuestran la psicología especial de
h
las multitudes. Una misma persona sufre fuertes cambios en sus impulsos,
que se traducen en conductas muy diferentes, según si actúa o no como
pc

"hombre masa". Las votaciones populares tienen la mayor parte de los


ingredientes de lo multitudinario, y todas las características de lo masivo.
e

La emoción se exacerba hasta la irracionalidad. La simpatía, el atractivo


.c

físico, la habilidad dialéctica o la facilidad para desenvolverse en los medios


w

de comunicación contemporáneos juegan un papel más relevante que las


cualidades que verdaderamente inciden en hacer de alguien un buen
w

gobernante o legislador. Lo momentáneo se proyecta con una fuerza des-


w

proporcionada, determinando caminos que marcan a un pueblo por años, y a


veces en cierta medida para siempre. El poder del dinero, requisito
indispensable para una propaganda millonaria, y el talento creativo y
sugestionador del contenido de ésta, cobran caracteres más decisivos que la
mayor parte de las realidades que están en juego. ¿Cuántos resultados
electorales cambian por un buen afiche, una ironía oportuna de último
momento, o un contagio colectivo que a los pocos días de los comicios ha
desaparecido por completo?

4. Desata una lucha permanente y a nivel masivo por el poder, con la


consiguiente tendencia a las promesas demagógicas

Al someterse periódicamente el destino del poder al veredicto de la


masa, el país vive en una efervescencia electoral que acentúa sus divisiones

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 323

a todo nivel, y dificulta el progreso. Quienes ejercen el poder o aspiran a


conquistarlo deben halagar al pueblo, más que servirlo. La tentación de la
demagogia inmediatista hipoteca el futuro en beneficio de soluciones falsas
o efímeras. Cuesta encontrar tiempo para las obras de largo aliento, y
acogida para las tareas de proyecciones realmente históricas. Las quimeras y
promesas imposibles de cumplir ejercen en cambio todo su poder seductor,
hasta que la amarga experiencia del desengaño obliga a los pueblos a asumir
la dura realidad. Pero muchas veces ello ocurre después de recorrerse una
larga espiral de sucesivas utopías, que ha desquiciado moral y materialmente
a la Nación.
La exigencia de "ganar la próxima elección" lleva a la gran mayoría
de quienes actúan en la vida pública a proceder habitualmente contra su
propia conciencia de lo que es el bien común, y a preferir el favorecimiento

l
visible de pequeños grupos de presión o de poder (caso de las llamadas

.c
"minorías" en algunos países, o de los centros sindicales o empresariales
ile
más influyentes), aunque sea a costa del perjuicio del interés general, menos
tangible, pero no menos real y dañino para cada integrante de la comunidad.
h
Por su parte, el pueblo tiende a esperar la solución de sus problemas
más bien de las panaceas que se le ofrecen para la elección siguiente, que de
pc

su propio esfuerzo. El mito de los cambios de estructuras o de los caudillos


providenciales como remedio suficiente de todo sus males, fomentado por el
e

esquema de las luchas electorales masivas y periódicas, germina así en


.c

terreno abonado.
w

5. Permite que a través de la demagogia penetren ideas


w

totalitarias que pueden conculcar la libertad


w

La erosión demagógica se advierte en toda su gravedad potencial, si


se tiene presente que sirve como instrumento a doctrinas totalitarias que
pueden conquistar la voluntad popular, bajo el embrujo de mitos globales
extremos como el marxismo o el nacional-socialismo, o la ventaja que
brinda la carencia de límites morales y políticos para quienes pueden
prometerlo todo porque, una vez alcanzado el poder total, no darán revancha
a sus adversarios.
Paradojalmente, postulado el sufragio universal como la expresión
suprema, ilimitada y virtualmente exclusiva de la soberanía popular, aquél
no sólo se transforma en una herramienta capaz de concluir con la vigencia
de la libertad en una nación, sino incluso con el propio sistema. Así
concebido, el sufragio universal admite como válida la posibilidad de
asesinarse a sí mismo, es decir, de suicidarse.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


324 ESTUDIOS PÚBLICOS

LAS ALTERNATIVAS DEL SUFRAGIO UNIVERSAL Y SUS


INCONVENIENTES AUN MAYORES

Los reparos antedichos al sufragio universal, a los cuales ciertamente


podrían agregarse muchos otros, han llevado a la constante búsqueda de
sistemas alternativos que lo reemplacen. Con todo, y antes de consignar los
principales, cabe subrayar que todo sistema de generación del poder que se
adopte en un país requiere ser aceptado por la comunidad nacional corres-
pondiente. Los regímenes totalitarios han obviado esta exigencia,
manteniendo incluso una ficción de sufragio universal carente de toda
libertad, pero ello ha debido realizarse al precio de sistemas que desconocen
la dignidad del hombre y vulneran sus derechos más fundamentales.
Cualquier régimen de gobierno respetuoso de la naturaleza humana es

l
doctrinariamente legítimo, pero para que resulte operante en la finalidad de

.c
promover el bien común, exige la aceptación del pueblo como condición
indispensable. ile
Las alternativas al sufragio universal que a continuación se reseñan
h
tienen inconvenientes o dificultades aún mayores que éste, los que
enunciaremos enseguida, y, además, no contarían a nuestro juicio con ese
pc

respaldo popular básico de la nación chilena, sin el cual ninguna fórmula de


gobierno resulta viable.
e
.c
w

1. El sufragio calificado
w

Ante la evidencia de que la sociedad de masas contemporánea no


w

permite restringir el cuerpo elector en forma genérica o demasiado amplia,


como lo hacía el sufragio censitario que rigió a Chile durante casi todo el
siglo pasado, renace periódicamente el deseo de considerar la calificación del
voto. En síntesis, se trataría de romper la igualdad irreal del sufragio
igualitario, adjudicando un mayor número de votos a los ciudadanos, según
los diversos niveles educacionales que hayan alcanzado.
De apariencia razonable, dicha tesis adolece sin embargo de notorias
dificultades y fallas. Desde luego, su formulación suscita la legítima duda
en cuanto a la justicia de semejante sistema, en países donde el
subdesarrollo o la pobreza no permiten a muchos sectores el acceso efectivo
a la educación en sus distintos grados. Pero aun cuando ello no se estimara
un obstáculo conceptual a la idea, ésta presenta un inconveniente de fondo,
en el sentido de que la mayor o menor educación no es sino una de las
condiciones que favorece un sufragio más acertado, y ni siquiera quizás la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 325

más importante. El sentido común, el equilibrio de juicio o la intuición que


nace de la sensibilidad o de la experiencia, constituyen factores tal vez más
importantes que la educación, para escoger bien a los gobernantes.
En otras palabras, el voto calificado resultaría factible si se pudieran
medir objetivamente las cualidades intelectuales y morales que habilitan
mejor a los ciudadanos para decidir los destinos nacionales. Pero como tal
ponderación es del todo imposible, la fórmula no pasa de ser una aspiración
ilusoria. Conclusión parecida se aplica a la idea de otorgar más votos según
el mayor número de hijos, y otras sugerencias análogas, ya que todas ellas
están marcadas por el signo de la arbitrariedad unilateral para apreciar los
factores que inciden en la mayor o menor aptitud y derechos de una persona
para la tarea en cuestión.
Muy diferente es en cambio, por ejemplo, la situación de las

l
universidades, en las cuales su carácter estamentario y jerárquico, e incluso

.c
la existencia de diversas categorías de académicos, ofrece un elemento válido
ile
para establecer una ponderación distinta al voto de quienes se acepten como
integrantes del cuerpo elector de sus autoridades internas.
h
pc

2. El sistema corporativo
e

Otra alternativa siempre en boga es el corporativismo, que postula la


.c

expresión del pueblo a través de sus organizaciones naturales (familia,


w

municipio y gremios o sindicatos), pretendiendo reforzar los lazos de unidad


social que estas entidades engendran, en reemplazo de la lucha entre partidos
w

políticos, tildados como agrupaciones artificiales que estimulan y ahondan


w

la división de la comunidad nacional.


Las referidas "organizaciones naturales" generarían el Parlamento,
donde los ciudadanos estarían representados a través de sus intereses más
propios y reales. Las personas votarían como cabezas de una familia,
miembros de un municipio, o integrantes de un gremio o sindicato, y serían
estas entidades las que conformarían el órgano legislativo y eventualmente
elegirían al órgano de gobierno administrativo.
Atrayente inicialmente en su formulación teórica, el corporativismo
presenta obstáculos graves e insuperables.
Desde luego, nada autoriza a negar la legitimidad de que los
ciudadanos se agrupen en partidos políticos, cualquiera que sea el nombre
que se les asigne, para influir en el destino de la vida cívica.
No es ésta la oportunidad para profundizar en el tema de los partidos
políticos. Incuestionablemente, el carácter virtualmente monopólico y

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


326 ESTUDIOS PÚBLICOS

excluyeme que respecto de la participación política de los ciudadanos le


confirieron las leyes electorales chilenas más recientes, así como la con-
ducción de aquéllos por las camarillas cerradas y oligárquicas que cono-
cimos, son realidades tan poco sanas como democráticas, cuyo restable-
cimiento debe evitarse. La "partidocracia" que emana de la hipertrofia
partidista, llega a ser incluso una burla del sistema mismo de sufragio
universal, al constreñir a los ciudadanos a escoger sólo entre las muy
limitadas opciones o candidaturas que les ofrecen esos minúsculos grupos de
las dirigencias partidarias. Un favorecimiento de partidos menos rígidos en
sus estructuras, menos ideologizados y más circunstanciales en el tiempo,
son metas deseables y a las cuales pueden contribuir en importante medida
las normas jurídicas y los hábitos políticos que inspiren la nueva
institucionalidad. En fin, la proscripción constitucional de las agrupaciones

l
contrarias a las bases del régimen institucional es otro instrumento útil y

.c
que, sumado a los anteriores, lograría cambiar sustancialmente la realidad
ile
partidista que últimamente experimentó el país con justificada desilusión.
Pero lo que aparece como irreal e injustificado es la pretensión de abolir
h
jurídicamente las agrupaciones políticas, ya que, aun dentro de un sistema
corporativo, ellas existirían de hecho y actuarían inevitablemente en el
pc

interior de los organismos generadores del poder político.


Por otro lado, entregar a los intereses gremiales y vecinales la tarea
e

de legislar, sería creer que el bien común fluye de la mera suma de todos los
.c

intereses parciales, apreciación conceptualmente errónea. De ahí que la


w

visión general que procede exigir del legislador o gobernante no se


reemplaza en modo alguno reuniendo como tales al conjunto total de las
w

diversas visiones parciales e interesadas. Además, la contraposición de las


w

conveniencias egoístas de los diferentes sectores resulta inevitable, por lo


cual un Parlamento corporativo o gremial se traduciría en leyes que
fatalmente serían el fruto de componendas o compadrazgos entre los grupos
más poderosos, en desmedro de los más desprotegidos y, consiguiente-
mente, del bien común. Lo que en un Parlamento elegido por sufragio
universal puede ocurrir por distorsión, en este caso sucedería por definición,
ya que cada congresal estaría representando oficialmente a un interés
determinado.
Finalmente, la politización de los gremios, sindicatos y municipios,
que tanto dañó al país, se incentivaría acentuadamente, ya que sería incluso
explicable que si el representante de esas entidades en el Parlamento va a
resolver sobre los destinos políticos del país, se introduzca en ellas el factor
político-ideológico como uno de los elementos fundamentales de su funcio-
namiento y vida. Pretender que éste simplemente desaparezca, además de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 327

ilusorio, revela el intento de reducir al ser humano a una simple dimensión


materialista, negando que él también se mueve y se agrupa por ideas, que no
necesariamente coinciden con determinados "intereses" sectoriales.
De este modo, y sin considerar las dificultades prácticas para confi-
gurar una representatividad adecuada de la ciudadanía en un cuadro tan
complejo y variado como el de las organizaciones gremiales o vecinales, en
el cual una misma persona pertenece a varias de dichas entidades, el sistema
corporativo ha de ser descartado. A menos, claro está, que a ese Parlamento
se le conceda una finalidad de mera representación de puntos de vista, sin
facultad resolutiva, pero en tal caso, subsistiría el problema de cómo se
genera el poder político que decide y manda.
Es por ello que el corporativismo —de carácter consultivo— fue
válido para la monarquía orgánica tradicional de la Edad Media, ya que dicha

l
fórmula de gobierno zanjaba la generación del poder a través de la sucesión

.c
monárquica, plenamente aceptada en esa época. Al plantearse en cambio el
ile
corporativismo como un régimen de gobierno en que los intereses locales o
parciales deciden, los escollos antes esbozados sólo pueden obviarse
h
convirtiendo el sistema en la pantalla de un régimen totalitario, como el
caso del fascismo italiano y de las tendencias emparentadas con éste que lo
pc

preconizan en nuestros días.


e
.c

3. El Estado militar
w

Si se quiere prescindir realistamente del sufragio universal, no existe


w

en definitiva otro camino que radicar la generación del poder en un grupo


w

determinado de la comunidad, sobre la base de que ello sea aceptado por ésta.
Eso es lo que permitió la existencia viable de las monarquías
hereditarias fundadas en dinastías; de los regímenes aristocráticos que reco-
nocían en un determinado grupo social la calificación adecuada para
asignarles excluyentemente la función de gobernar, o de los Estados teocrá-
ticos que sitúan la fuente última del poder en autoridades de índole religiosa.
Semejante fenómeno se registra hoy frecuentemente en los países que recién
acceden a la independencia política, donde quienes la han forjado suelen ser
los únicos que poseen —y se les reconoce— la aptitud para generar y ejercer
el gobierno, agrupados en un partido también único en el hecho o en el
derecho. En cierto modo, constituyen "aristocracias de partido único",
aunque refrendadas a veces por un sufragio popular casi unánime.
No siendo ninguna de tales realidades aplicables al Chile de hoy,
sólo cabe considerar la hipótesis de radicar definitivamente el poder político

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


328 ESTUDIOS PÚBLICOS

en las Fuerzas Armadas, encomendado a éstas las grandes decisiones nacio-


nales y la determinación de las personas, generalmente civiles, que
ejercerían el gobierno. Régimen militar y gobierno civil generado por aquél
—o al menos ratificado por medio del no ejercicio de una suerte de veto que
se reconocería a las Fuerzas Armadas— sería la síntesis del sistema
permanente que podría teóricamente considerarse como sustituto posible del
sufragio universal.
La idea arranca de la inquietud frente a la agresión que el totalita-
rismo marxista-leninista representa hoy para los pueblos libres del mundo,
unida a la evidencia de que las democracias tradicionales basadas en el
sufragio universal no se revelan como diques eficaces y suficiente frente a
ella, al menos en la generalidad de los países latinos. El desorden econó-
mico y social, la violencia terrorista, la demagogia política y la corrupción

l
administrativa adquieren muchas veces caracteres alarmantes, y el impera-

.c
tivo de superarlas ha traído consigo el surgimiento en América Latina de
ile
diversos regímenes militares de naturaleza institucional, que nada tienen que
ver con los antiguos cuartelazos de grupos o caudillos militaristas, a que
algunas naciones del continente estuvieron largamente acostumbradas.
h
Lo de hoy es diferente. Se trata de gobiernos encabezados por los
pc

mandos institucionales de las Fuerzas Armadas que, con variable orientación


y éxito, se han propuesto emprender hondas transformaciones tendientes a
e

un progreso estable para sus países. Las dos democracias tradicionalmente


.c

más sólidas de Iberoamérica, Chile y Uruguay, han experimentado la reali-


dad descrita, lo cual exige un análisis respetuoso y detenido sobre el
w

particular.
w

El caso de nuestro país resulta especialmente elocuente, porque aquí


w

la agresión roja alcanzó el Gobierno de la República, arrastrando a ésta al


borde mismo de un Estado marxista-leninista a través de lo que hubiese sido
una cruenta guerra civil, sistemáticamente preparada por el régimen de la
Unidad Popular. Un extremo semejante, gestado en medio del mayor caos
moral y material de nuestra historia, sólo pudo producirse merced al
debilitamiento de nuestro régimen democrático por un sostenido predominio
de la demagogia durante largo tiempo. Sería injusto desconocer que el
sistema había permitido que una clara mayoría nacional mantuviera vivos
los resortes morales que inspiraron la heroica resistencia civil frente al
Gobierno marxista, inicio y fuente de la Liberación Nacional. Pero
producido el 11 de Septiembre de 1973, la realidad objetiva y la conciencia
ciudadana reclamaron de las Fuerzas Armadas y de Orden una acción
profunda, y necesariamente prolongada en el tiempo, para corregir males de
hondas y antiguas raíces, a la vez que para colocar los cimientos sólidos de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 329

un nuevo régimen político-institucional, congruentes con un desarrollo


económico-social alto y sostenido. El desafío adquiere toda su dimensión, si
se considera que el triunfo comunista no sólo significaría la destrucción de
los valores fundamentales del humanismo nacionalista y cristiano que dan
forma al alma de la chilenidad, sino que además enajenaría nuestra propia
soberanía, sometiéndonos al yugo del imperialismo soviético, a cuya órbita
hegemónica estuvimos a punto de ser arrastrados definitivamente.
Ante tal encrucijada, brota la inclinación a pensar que por ser las
Fuerzas Armadas el único grupo organizado que ha podido encabezar la tarea
liberadora y de reconstrucción nacional, y por constituir además el sector
más difícilmente penetrable para la doctrina marxista, correspondería radicar
en ellas el poder político, como fórmula institucional permanente. Los
riesgos del sufragio universal refuerzan en muchos el temor de que,

l
restablecido éste en cualquier forma, el país vuelva a deslizarse por la

.c
pendiente que lo condujo al borde del abismo. No obstante, un análisis
ile
realista del problema indica que la función política, ejercida por las Fuerzas
Armadas durante un tiempo demasiado prolongado o supuestamente
h
indefinido, terminaría por destruir el carácter profesional y disciplinado de
aquéllas, al paso que lesionaría seriamente su prestigio ante la ciudadanía.
pc

En efecto, la experiencia histórica es invariable para enseñar que el


ejercicio del Gobierno desgasta y divide. A veces hay líderes carismáticos
e

que escapan a tal fenómeno. Pero respecto de los grupos gobernantes, a la


.c

larga ello ocurre de modo inexorable. Si nuestros Institutos Armados fueron


w

llamados para salvar el país, como reserva suprema y última de la


nacionalidad, ello se debió precisamente al ascendiente indiscutido que les
w

confería su carácter no contaminado con los avatares de la política


w

contingente. En la medida en que tal realidad se debilitara, Chile perdería su


más sólido baluarte en su decisión de permanecer fiel a su ser nacional
Por otro lado, resultaría imposible mantener la jerarquía y disciplina
de las Fuerzas Armadas si se les asignara la tarea de gobernar en forma
permanente e institucionalizada. Cada oficial recibiría en tal caso la presión
constante de los distintos sectores políticos, y al cabo de menos de una
generación, el espíritu castrense se desvirtuaría a todo nivel. Los ascensos y
los retiros verían enteramente diluida su naturaleza profesional. La deli-
beración político-contingente se extendería en creciente medida. El
contenido mismo de la vocación militar se confundiría parcialmente con el
de la política. La triste experiencia vivida por Chile entre 1931 y 1932 es
un breve pero aleccionador atisbo en tal sentido.
El intento de obviar dichos inconvenientes por medio de la
designación que las Fuerzas Armadas podrían realizar de determinados civiles

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


330 ESTUDIOS PÚBLICOS

que ejercerían el Gobierno, no pasa de ser una lucubración híbrida, ya que la


responsabilidad final de la gestión de éstos recaería en definitiva en los
institutos castrenses. Quienes han querido buscar una analogía entre el papel
de la Corona en ciertas monarquías actuales, en cuanto factor unificador de
la nacionalidad, y el papel que en un esquema como el descrito jugarían en
Chile las Fuerzas Armadas, olvidan que los referidos sistemas monárquicos
operan hoy sobre la base de elecciones populares con sufragio universal,
generalmente dentro de los moldes clásicos del régimen parlamentario. No
procede, por tanto, paralelo válido alguno a este respecto.
Igualmente impracticable sería radicar la generación de las autoridades
en un cuerpo elector restringido que operaría bajo la directa o indirecta
supervigilancia de las Fuerzas Armadas. En este evento, al inconveniente
anterior se sumaría el de la imposibilidad de conformar dicho cuerpo al

l
margen del sufragio universal, habida consideración de que el pueblo chileno

.c
no reconoce título semejante a ningún grupo determinado o determinable de
ile
personalidades, en términos tales como para entregarle la decisión
preponderante —y mucho menos excluyente— de generar el poder político.
El comprensible entusiasmo que despierta el éxito del actual
h
Gobierno chileno, no debe llevarnos al frecuente error de pretender erigir en
pc

sistema permanente lo que constituye una buena solución de hecho, tanto


más si la raíz de su acierto descansa justamente en elementos que se
e

perderían de configurarse en Chile un régimen que radicara definitivamente


.c

el poder político en las Fuerzas Armadas. Finalmente, el actual proceso


chileno no puede desconocer la gravitación decisiva que en sus logros han
w

tenido las condiciones personales de gobernante acreditadas por el Presidente


w

Pinochet, que ciertamente deben apreciarse como excepcionales.


w

HACIA UNA SOLUCIÓN PRAGMÁTICA

Cuando Churchill decía que la democracia es la peor forma de


gobierno exceptuadas todas las demás, formulaba un juicio que comprendía
al sufragio universal. Prescindir de él como la fuente principal en la
generación de las autoridades políticas no parece ni factible ni aconsejable.
Pero si el sistema conlleva todos los inconvenientes o peligros antes
reseñados, un elemental buen juicio exige atenuarlos en la mayor medida
posible.
Para ello, es menester desprenderse de ese absurdo prejuicio dogmá-
tico que ve en el sufragio universal la única fuente legítima de ejercicio de
la soberanía. Dicho dogma exige, por ejemplo, los más artificiosos racioci-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 331

nios para explicar el fundamento de la soberanía que ejercen los tribunales


de justicia, cuya relación en su génesis con el voto popular no puede ser
más limitada e indirecta.
La realidad es otra muy diferente. La soberanía no puede reducirse al
mero sufragio universal, porque la vida del pueblo se expresa en forma
incomparablemente más rica, variada y orgánica. Reconocer estas múltiples
expresiones permite actuar frente al tema del sufragio con toda la flexibi-
lidad con que se determina el modo más conveniente de emplear un simple
mecanismo, y no con la rigidez que impone algo supuestamente sagrado o
inmutable.
La concepción dogmática que algunos teóricos persisten en propiciar,
se basa en la pertinaz repetición del contrasentido de considerar que los
gobernantes son "mandatarios" del pueblo, como si gobernar no fuera

l
exactamente lo contrario de ser un mandatario, quien debe seguir las

.c
instrucciones de su mandante. Que el pueblo elija al que manda constituye
ile
algo muy diferente de nombrar un mandatario. Mientras éste debe cumplir la
voluntad de su mandante, razón por la cual el mandato es esencialmente
h
revocable, las autoridades públicas han de obrar en cambio de acuerdo a su
libre y recta conciencia orientada al bien común, y si actúan dentro del
pc

marco de sus atribuciones, obligan a la obediencia, aun cuando pudiera


establecerse que la voluntad popular es divergente al respecto.
e

Por lo demás, y más allá de todo debate doctrinario, nuestra historia


.c

republicana tampoco se aviene en absoluto con esa concepción idílica del


w

sufragio universal que algunos postulan actualmente. Hasta 1891, la in-


tervención electoral del Jefe de Estado era incontrarrestable, y el voto fue
w

controlado durante la mayor parte de la vigencia de la Constitución de 1833,


w

a través de las boletas que expedía el Gobierno. A partir de 1891, son los
partidos políticos quienes manipulan a su amaño el sufragio popular, lo
cual se mantiene bajo el imperio de la Constitución de 1925 por medio del
cohecho o compra del voto, práctica ejercida por todos los sectores políticos
sin distinción. Y cuando ésta es abolida en víspera de la elección
presidencial de 1958, el control monopólico de las elecciones por los
partidos se asegura legalmente, al menos respecto de los comicios para
generar el Parlamento, en términos que los candidatos son determinados por
pequeñas directivas políticas carentes de toda representatividad. ¿Hará falta
para demostrarlo, de algún otro antecedente que el de recordar que en el
Congreso disuelto en 1973 no había ni un solo parlamentario
independiente?
Sólo mentes de frágil memoria, o muy ignorantes, pueden reme-
morar con una nostalgia conmovedora un sufragio popular supuestamente

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


332 ESTUDIOS PÚBLICOS

cristalino que en Chile jamás existió, postulando su mero restablecimiento


cual vara mágica capaz de asegurarnos casi por sí sola la solución del
futuro. Pero para ello se ven forzados a mistificar por completo la auténtica
realidad histórica de nuestra democracia, en vez de buscar sus méritos y sus
defectos donde ellos verdaderamente se presentan a lo largo de su evolución.
La raíz del error de tal postura consiste, a nuestro juicio, en olvidarse
de que la democracia como forma de gobierno no es un fin en sí misma. Es
sólo un medio para alcanzar la libertad, la seguridad y el progreso, de modo
armonioso y simultáneo. La forma de gobierno es siempre sólo un
instrumento para lograr una deseable forma de vida. Si el nombre de
democracia se reservara para esta última, su vigencia podría plantearse como
objetivo o finalidad. Pero asociado el concepto como está a un sistema de
gobierno, se impone la necesidad de no confundir o identificar ambas

l
realidades. La forma democrática de gobierno no necesariamente conduce a la

.c
libertad como forma de vida. Mucho menos aún, a la seguridad y al
ile
progreso. La dramática tragedia vivida por Chile en la etapa precedente a la
Liberación Nacional resulta demasiado concluyeme al respecto como para
h
abundar en otros ejemplos tendientes a comprobarlo.
Esa fe mística en "la voluntad del pueblo" con que algunos quieren
pc

ahorrarse la tarea de diseñar una institucionalidad adecuada a las exigencias


contemporáneas, olvida que aquélla se forma de voluntades humanas. Y nada
e

es más evidente que el hecho de que la voluntad humana procede de muy


.c

distinta manera, según cual sea el ambiente y los estímulos dentro de los
cuales se expresa. Esta realidad que cada cual palpa respecto de su propia
w

voluntad individual se extiende con mucho mayor fuerza a la del pueblo que
w

no es otra cosa que la suma de muchas voluntades manifestadas con toda la


w

distorsión potencial de lo colectivo, según ya lo señalamos anteriormente.


Si nadie puede honestamente confiar de modo ilimitado en su propia
voluntad y debe reconocer la importancia que reviste el marco en que ella se
desenvuelve, resulta imperioso poner entonces el acento en el cuadro
institucional y cívico en que la democracia y el sufragio universal habrán de
desarrollarse, en lugar de proponer simplemente su "restablecimiento".
Esta es precisamente la perspectiva y el desafío que asume el
anteproyecto de la nueva Carta Fundamental preparado por la Comisión
Constitucional, y que actualmente estudia el Consejo de Estado.
Exactamente al revés del enfoque de los grupos opositores, que sólo aspiran
al retorno de la misma institucionalidad anterior al 11 de Septiembre de
1973, sin advertir ni remotamente las causas de que esa democracia nos
condujera al borde del totalitarismo, al más completo caos e inseguridad
social y personal, y a un retroceso económico-social sin precedentes en

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 333

nuestra historia, en vez de a la libertad, la seguridad y el progreso que todos


anhelamos. Y quien no diagnostica el origen real de una enfermedad, mal
puede estar habilitado para remediarla.
Es indudable que las fórmulas jurídicas son siempre discutibles.
Además, jamás son de suyo suficientes. A ellas deben agregarse como
complemento indispensable, hábitos cívicos sanos que les otorguen recta
aplicación y que suplan el margen inevitable con que la vida desborda el
ámbito cubierto por la ley. Pero lo importante es que ambos elementos se
construyan de cara a la realidad y de espaldas a toda simplificación utópica.
Y el dogma, allí donde no debe existir, deriva siempre en mitos
perturbadores.
En la línea de un realismo pragmático, la nueva institucionalidad
diseña una lucha a fondo contra el totalitarismo y el estatismo que, en dis-

l
tintos grados y forma, hoy se yerguen como las amenazas más serias para la

.c
libertad; contra la subversión y el terrorismo que hoy ponen en peligro la
ile
seguridad personal y de las naciones a lo largo y a lo ancho del mundo
entero; y, finalmente, contra la demagogia, verdadero cáncer que corroe
internamente a muchas democracias, haciéndolas ineficaces en la tarea de
h
lograr el progreso.
pc

A la luz de dicho criterio inspirador se comprende el sentido global y


coherente que guía todo el anteproyecto constitucional, en cuanto aporte que
e

le compete a una Carta Fundamental en tan esencial tarea.


.c

Sin embargo, y desde el ángulo del sufragio universal, que es el tema


de estas reflexiones, el enfoque medular de la nueva institucionalidad podría
w

sintetizarse en los siguientes aspectos.


w
w

1) Se escoge el sufragio universal como método


ampliamente predominante pero no excluyeme
para generar las autoridades políticas

Dicho sistema se propone para elegir al Presidente de la República, a


la totalidad de la Cámara de Diputados y a las dos terceras partes del Senado.
Sin embargo, el tercio restante de éste se sugiere integrarlo con
personalidades que hayan investido las más altas calidades de la vida repu-
blicana, y siguiendo variados métodos para su generación. Así, por ejem-
plo, se propone que integren el Senado los ex Presidentes de la República
por derecho propio; el Comandante en Jefe de cada rama de las Fuerzas
Armadas y el ex General Director de Carabineros que más recientemente se
haya acogido a retiro al momento que corresponda la designación; un ex

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


334 ESTUDIOS PÚBLICOS

Presidente de la Corte Suprema, elegido por ésta; un ex Rector de la


Universidad, elegido por todos los Rectores de Universidades que se encuen-
tren en ejercicio cuando corresponda el nombramiento; un ex contralor
General de la República, nombrado por el Jefe del Estado con acuerdo de la
Cámara de Diputados, etc.
Como se observa, no se trata de darle una influencia excesiva al
Presidente de la República dentro del Senado, ya que su intervención en el
origen del tercio propuesto es mínima. Tampoco se trata de incluir en él a
representantes gremiales o regionales, ya que ello sería caer en los vicios
conceptuales y prácticos del corporativismo, antes impugnados. Por ello es
que nos parecen inaceptables y confusas ciertas sugerencias que propician
combinar una Cámara de Diputados elegida por sufragio universal y un
Senado corporativo de generación regional-gremial. Muy diferente es la idea

l
propuesta por el anteproyecto constitucional. Lo que se persigue con ésta es

.c
incorporar al Senado a personalidades de alto e indiscutido relieve ciudadano,
que lleven la moderación y la experiencia a un cuerpo que debe caracterizarse
ile
por dichos rasgos.
Considerar que el título para ser senador que emanaría de haber
h
servido los más altos cargos republicanos, y de ser elegido además como tal
pc

por quienes ejerzan las funciones más relevantes de la vida nacional cuando
corresponda designar o renovar a tales senadores, podría estimarse como de
e

"segunda clase" en comparación con el título que provendrá de la elección


.c

popular directa para el resto del Senado, implicaría atribuir al pueblo


chileno una visión estrecha y prejuiciada ajena a su buen sentido.
w

Así como creemos que para la opinión pública nacional resultaría


w

inaceptable la sustitución del sufragio universal como fuente predominante


w

para generar el poder político, pensamos que sólo muy pocos dogmáticos
objetarán un complemento de aquél como el descrito, tendiente a colocarle
un prudente contrapeso que atenúe sus riesgos.
En última instancia, no debemos olvidar que el sufragio universal no
agota la voluntad más profunda y permanente de la nación. Salvaguardar a
ésta de posibles avalanchas electorales efímeras fue precisamente lo que
movió al constituyente de 1925 a contemplar la renovación parcial del
Senado, a fin de que siempre quedara en él un remanente de una voluntad
popular anterior. Los saludables efectos de este dique de contención no
merecen reparos a la vista de la experiencia vivida. La integración futura de
dicho organismo por un tercio de altas personalidades cuya generación sea
diversa del sufragio universal directo e inmediato, contribuirá a acentuar ese
conveniente equilibrio. Aparte de que es absurdo desconocer el carácter de
exponentes de la voluntad nacional a quienes hayan ejercido las más altas

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 335

responsabilidades ciudadanas, la aprobación popular de la futura Cons-


titución será la llamada a refrendar la validez conceptual de lo expuesto.
Obviamente, la fórmula sugerida es una de las muchas que podrían
idearse al efecto. Pero si se analizan las funciones del Senado, no sólo en el
campo legislativo, sino en el de fallar las acusaciones constitucionales y
ejercer otras atribuciones cuasijurisdiccionales o de alto significado jurídico-
político para el país, se advierte la trascendencia de una conformación
semejante de la futura Cámara Alta.

2) Se sitúa el sufragio universal dentro de ciertos límites


en cuanto a la esfera de las opciones legítimas

Si uno de los mayores inconvenientes del sistema reside en que

l
.c
permite su utilización por quienes quieren destruirlo, y abolir además la
libertad como forma de vida, su mantenimiento exige regularlo en este
ile
aspecto capital.
Por una parte, ningún sistema puede sensatamente admitir su propia
h
destrucción conforme a sus mismas leyes. Eso repugna al más elemental de
pc

los instintos de todo ser vivo, que es el de conservación o supervivencia.


Por otro lado, ninguna sociedad humana puede subsistir sin un consenso
e

mínimo, sobre el cual sea posible ejercer la discrepancia cívica sin destruir
.c

la comunidad o "común unidad'. Normalmente aquél fluye implícitamente y


goza de un respeto generalizado. Pero cuando ese consenso básico tiende a
w

romperse, por obra del auge de doctrinas radical e integralmente incom-


w

patibles con su contenido, se hace imperioso explicitar los valores


esenciales que constituyen el ser nacional y sancionar jurídicamente con la
w

exclusión de la vida cívica a quienes propagan, con objetivos proselitistas,


concepciones que atentan contra tales valores.
A diferencia de los totalitarismos, que erigen una doctrina
determinada en la única admisible y oficial, y privan a todos los "disidentes"
de todos sus derechos humanos más fundamentales, la nueva
institucionalidad chilena deja un amplio campo al pluralismo ideológico,
estableciendo límites sólo respecto de ciertas doctrinas extremas, y privando
a sus propagadores únicamente de los derechos políticos de mayor
significación. Todo supuesto paralelo entre uno y otro predicamento no
pasa por tanto de ser una falacia. Muy lejos estamos pues de propugnar "lo
mismo que el marxismo, pero al revés", como más de alguien ha sostenido
con pasmosa superficialidad o abierta mala fe. Sólo se trata de excluir del
juego político a quienes no están dispuestos a aceptar sus reglas, y que

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


336 ESTUDIOS PÚBLICOS

entran a él con la finalidad última de destruirlo. En la era de la conciencia


sobre los derechos humanos, es muy oportuno recordar, además, que
ninguna mayoría electoral puede avasallarlos lícitamente. No todo se puede
someter a votación en forma legítima. La soberanía está limitada por los
derechos que emanan de la naturaleza humana. Y el sufragio universal tam-
bién debe reconocer como límite los valores esenciales de la chilenidad. No
es cuestión de "inventar" o "decretar" el contenido de estos conceptos. Tan
sólo basta extraerlos de la conciencia nacional para darles una formulación
jurídica que la propia ciudadanía reconozca como expresión objetiva de
aquélla.
La libertad como forma de vida es inherente al concepto del hombre
forjado por la civilización que ha dado origen a la chilenidad. Defender los
derechos naturales del ser humano; la familia como núcleo básico de la

l
sociedad; la autonomía de los cuerpos intermedios entre el hombre y el

.c
Estado, respecto de sus fines específicos; la juridicidad como instrumento
regulador de la convivencia, y la integración armónica de todos los sectores
ile
sociales como un imperativo de la justicia y de la nacionalidad, no es otra
cosa que detallar los pilares de una sociedad libre, contra la cual atentan
h
todos los totalitarismos, sin distinciones de signo o de color.
pc

Además, el mundo actual indica que la libertad personal no sólo se


encuentra amenazada por los sistemas declaradamente totalitarios. La
e

realidad contemporánea nos enseña que una excesiva intervención del Estado
.c

en la economía, que desconozca el principio de subsidiariedad, constituye


una amenaza más sutil, pero no menos grave y peligrosa para la libertad
w

personal.
w

Por ello, y porque el estatismo exagerado perturba el crecimiento


sano y acelerado de la economía, una institucionalidad concebida al servicio
w

de la libertad y el progreso debe robustecer una economía libre, sin la cual


la democracia política puede terminar reduciéndose a una fórmula hueca,
carente de contenido real o al menos de contenido libertario. No olvidemos
que el camino que la Unidad Popular escogió en Chile para terminar con la
libertad política fue el de asfixiar primero la libertad económica. Bien sabía
que el control estatal del estómago de los ciudadanos, al cabo de poco
tiempo, trae consigo el dominio sobre su voluntad.
Afianzar jurídica y prácticamente una economía en que el Estado
intervenga para establecer y garantizar reglas impersonales del juego que
aseguren la eficiencia en un sistema competitivo, pero que no invada el
campo de acción que puede ser asumido por la iniciativa de los particulares,
sino que incentive a ésta en toda su capacidad creadora, no implica "cons-
titucionalizar una política económica", como más de alguno ha insinuado.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 337

Es simplemente fortalecer constitucionalmente las bases de un sistema


económico indisolublemente ligado a una sociedad libre. De más está
subrayar que el respeto al derecho de propiedad privada sobre los medios de
producción, distribución y comercialización, es una piedra angular de una
economía para la libertad. Sólo sobre tales bases la acción del Estado para
promover la justicia social se traducirá además en un apoyo efectivo a los
sectores más desvalidos, redistribuyendo riqueza y no pobreza.

3) Se configura un marco institucional que favorece un ejercicio


responsable y constructivo del sufragio universal

Ya hemos consignado la importancia que el ambiente tiene en la

l
determinación de la voluntad humana. Una votación popular, en que las

.c
mismas personas opten entre una gama similar de alternativas, puede arrojar
ile
un resultado diametralmente opuesto, según cual sea el clima social en que
se lleve a efecto.
Mientras más envilecido esté el ambiente público por la demagogia
h
y el desorden, mayor será el caldo de cultivo para quienes procuran el favor
pc

popular a través del odio, la envidia, las promesas utópicas o los beneficios
irreales y transitorios, que luego generan amargas frustraciones y creciente
e

desquiciamiento. En otras palabras, los inconvenientes del sufragio


.c

universal emergen allí en sus más agudas expresiones.


Conviene insistir en que ninguna norma jurídica es capaz de asegurar
w

que no prevalezca la demagogia. Pero lo que sí puede hacer es dificultar la


w

acción de ésta, en lugar de estimularla, como ocurría en el régimen


institucional que hizo crisis definitiva en 1973. Colocar las mayores trabas
w

a la demagogia, y formar una conciencia cívica que las refuerce, es el único


camino posible para favorecer el progreso espiritual y material de un pueblo.
Esa es la perspectiva en que se sitúa la nueva institucionalidad, y
más específicamente el anteproyecto constitucional, cuando propende a la
vigorización de un régimen presidencialista, que dote al Gobierno de las
herramientas necesarias para ser eficaz. La tarea de gobernar en el mundo
contemporáneo, donde los problemas son crecientemente más técnicos,
complejos e interdependientes, reclama una visión homogénea, que sólo
puede gestarse al interior de un Gobierno. Las asambleas parlamentarias,
aptas para los debates doctrinarios que prevalecieron antaño en la vida
política, hoy se revelan cada vez menos operantes en la conducción de los
países. La actual situación de los Estados Unidos, al respecto, no puede ser
más elocuente.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


338 ESTUDIOS PÚBLICOS

Por otra parte, la capacidad práctica del Gobierno para derrotar la


subversión y el terrorismo aparece tanto más indispensable cuanto que, de
lo contrario, una ínfima minoría extremista puede poner en jaque a todo el
sistema. Drásticas legislaciones antiterroristas y eficaces regímenes de
emergencia, debidamente garantizados en cuanto a la procedencia de su
declaración, son esenciales a este propósito.
El anteproyecto constitucional busca el resguardo frente a posibles
abusos gubernativos, desarrollando los cauces jurisdiccionales que permitan
a las personas ejercer recursos expeditos —incluyendo el nuevo recurso de
protección— ante tribunales de justicia fortalecidos en su independencia e
imperio, y cuyo ámbito debe hacer efectiva la jurisdicción contencioso-
administrativa, todo ello para garantizar los derechos de los particulares
frente a la Administración. El contrapeso a eventuales desbordes o irracio-

l
nalidades del Gobierno se previene por su parte con diversas instancias de

.c
tecnificación de las decisiones, sobresaliendo desde este ángulo los
ile
lineamientos centrales del anteproyecto en lo que se refiere al Tribunal
Constitucional, al Consejo del Banco Central y al Consejo de Seguridad
Nacional.
h
Este camino difiere radicalmente del antiguo concepto de ver en la
pc

extensión de las facultades del Parlamento el medio idóneo para limitar el


poder gubernativo. Con ello, se postulaba entregar a una voluntad política
e

diferente a la del Gobierno, una misión que en la práctica estaba destinada a


.c

conspirar contra la indispensable eficacia de la gestión gubernativa, salvo si


la mayoría parlamentaria era adicta al poder presidencial, caso en el cual no
w

representaba entonces poder de contención alguno frente a éste.


w

Resulta sintomático observar que los planteamientos constitucio-


w

nales que la oposición formula actualmente, se caracterizan por una marcada


inclinación parlamentarista que contradice toda nuestra evolución político-
institucional, impuesta por la realidad más allá de todas las teorizaciones.
No en vano fueron un Gobierno radical y otro democratacristiano los que en
1943 y 1970 impulsaron y obtuvieron sendas reformas a la Carta de 1925,
para fortalecer el poder presidencial frente al Congreso, abdicando así ante la
fuerza de la verdad todo cuanto sostuvieron antes de verse abocados a la
difícil responsabilidad de gobernar. Sorprende constatar entonces que, en
algunos casos, hoy se llega al extremo de pretender retrotraernos incluso a
esquemas parlamentaristas anteriores a 1925, y que la Constitución pro-
mulgada en ese año ya logró superar con notorio beneficio para Chile.
En todo caso, y si bien la eficacia del Gobierno representa el mejor
antídoto frente a la demagogia, tratándose de las condiciones en que haya de
ejercerse el sufragio popular, es imperioso destacar la importancia que

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 339

revisten una realidad laboral que propenda a un sindicalismo sano y respon-


sable, y a una solución pacífica y equitativa de los conflictos del trabajo; un
funcionamiento de los medios de comunicación social que, garantizando
plenamente la legítima libertad de información y opinión, tienda a evitar los
daños del sensacionalismo y evite los excesos del libertinaje periodístico; y,
en fin, una estabilidad monetaria que desaliente los ofrecimientos fundados
en medidas inflacionarias.
Un régimen de sufragio universal desarrollado en cambio dentro de
un cuadro social de huelgas generalizadas y permanentes; de sindicatos
politizados, o lo que es peor, erigidos en grupos de presión más fuertes que
el propio Estado y capaces de obtener injustos privilegios que además
perjudican gravemente la economía; de un periodismo que exacerbe las bajas
pasiones, denigre la honra de las personas o mienta impunemente; o de una

l
inflación que se utilice como señuelo electoral, hipotecando el futuro en

.c
aras de voraces apetitos hacia efímeros beneficios inmediatistas, está
ile
irremediablemente condenado a un fracaso que no sólo destruiría la demo-
cracia como forma de gobierno, sino la libertad, la seguridad y el progreso
h
como aspiración de vida. Analícense los riesgos e inconvenientes del
sufragio universal reseñados al iniciar estas consideraciones, y se compren-
pc

derá lo crucial que resultan los tres aspectos recién enunciados para favorecer
que la expresión electoral trasunte lo mejor o lo peor de un pueblo según se
e

resuelvan o no acertadamente tales materias.


.c
w

4) Se plantea un proceso de aplicación gradual de la nueva


w

institucionalidad, que debe culminar con el restablecimiento del


w

sufragio universal, una vez que se afiancen las bases renovadas del
nuevo régimen político, económico y social.

Tal como el Presidente Pinochet lo ha expuesto reiteradamente, la


nueva institucionalidad tiene en su carácter gradual una de sus principales
notas distintivas. Para comprobarlo, basta con observar el curso de la
evolución político-institucional que el país ha seguido desde el 11 de
Septiembre de 1973, y apreciar el sostenido avance hacia el nuevo esquema
que en esta materia ha ido experimentando el país. La aprobación de la
futura Carta Fundamental es uno de sus hitos más fundamentales, pero la
nueva institucionalidad constituye un proceso que se inició con el
advenimiento mismo del actual régimen, y que abarca una concepción
armoniosa y global no sólo en el campo político, sino también en el
económico y el social.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


340 ESTUDIOS PÚBLICOS

Conforme a dicho predicamento, se ha previsto un período de


transición que habrá de seguir a la entrada en vigencia de la nueva
Constitución, por un lapso estimado en seis años a partir de ese momento.
Durante la transición, deberán aplicarse las normas y ponerse en vigencia
las instituciones que contemple la nueva Carta Fundamental, en la forma
más integral posible y sin otras excepciones que las estrictamente requeridas
por la subsistencia de un Gobierno Militar, entre las cuales sobresale la no
realización de elecciones políticas.
Las tres razones enunciadas para ello por el Jefe del Estado son
categóricas: evitar el quiebre brusco que derivaría de un paso abrupto de un
régimen militar a otro civil, cualquiera que fuese al momento de la
transferencia del poder; acostumbrar al país a las nuevas instituciones,
permitiendo que éstas forjen los sanos hábitos cívicos que han de servirle de

l
soporte, en un clima no perturbado por la efervescencia propia de las luchas

.c
electorales por el poder; y, finalmente, facilitar el surgimiento de una nueva
ile
generación que encarne los principios inspiradores de la nueva
institucionalidad, a fin de que ésta perdure con solidez y continuidad.
h
A estos fundamentos estimamos oportuno añadir, desde el ángulo de
las consideraciones antes expuestas en torno al sufragio universal, que la
pc

referida fase de transición permitirá además que los frutos de la estrategia


económico-social en marcha alcancen plenamente a todos los chilenos,
e

condición esencial para el buen funcionamiento del régimen democrático de


.c

gobierno.
w

En efecto, no es una casualidad que la democracia no exista hoy sino


en una reducida minoría de las naciones del mundo, y en muchas de éstas
w

demuestre incluso un alto grado de fragilidad. El sistema democrático basado


w

en la generación de las autoridades por un sufragio popular realmente libre,


constituye un ideal que sólo funciona adecuadamente en países de alto
desarrollo económico, social y cultural. Implantado en otras condiciones, su
estabilidad será siempre precaria y su ejercicio puede entrañar un grave
peligro para la subsistencia de la libertad y la seguridad, como asimismo
para el avance hacia el progreso.
Más de alguien podría sostener que Chile ya demostró en el siglo
pasado una elevada madurez cívica que dio origen a una democracia
ejemplar. Y no le faltaría razón. Sin embargo, si esa democracia entró en
crisis fue, en importante medida, porque el carácter elitista que ella tuvo
hasta 1920, pasó a adquirir progresivamente una extensión masiva,
expresada en un aumento sustancial del electorado, sin que se cimentaran las
bases para este cambio. En otros términos, mientras hasta 1920, e inclusive
hasta 1938, el cuerpo electoral estaba restringido a una minoría del país que

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 341

sentía un compromiso efectivo con el sistema político y económico-social


vigente, a partir de entonces se incorporaron al sufragio las grandes
mayorías nacionales, dentro de las cuales existían vastos sectores que, por
su pobreza material o su atraso sociocultural estaban y se consideraban
marginados del sistema imperante. Su explicable predisposición a ser fácil
presa de la demagogia y los extremismos, corroyó nuestra vida política
hasta sus bases más esenciales. Descartada la hipótesis de retornar a un
cuerpo electoral restringido, no hay otro camino realista que alcanzar un
nivel de desarrollo económico, social y cultural, que permita a todos los
chilenos una participación responsable en el ejercicio de un régimen
democrático de gobierno, concitando un compromiso ciudadano masivo con
el sistema que impere. Restablecer el sufragio universal antes de ello, sí que
sería exponerse a la repetición de la dramática experiencia vivida por nuestro
país en el período anterior a 1973. En la falta de percepción de este aspecto

l
.c
fundamental, o en la ausencia del coraje necesario para señalarlo pública-
mente, está la raíz del error de quienes propician la pronta o inmediata
ile
vigencia de elecciones populares para generar el poder político.
Mirando la realidad de las democracias contemporáneas, y meditando
h
en la crisis sufrida por la nuestra, se advierte que el sufragio universal, para
pc

elegir las autoridades políticas, debe representar la culminación de la nueva


institucionalidad, y no su punto de partida, como en cambio han venido
e

postulando ciertos sectores desde el momento mismo —o muy poco


.c

después— del pronunciamiento militar. Las elecciones políticas deben


concebirse, pues, como el último peldaño, y no el primero, en la
w

construcción de la nueva democracia. Sólo así ésta podrá operar sobre bases
w

estables hacia el porvenir.


Lo expuesto no se contradice con una pronta resolución plebiscitaria
w

acerca del proyecto final de nueva Constitución Política que el Gobierno


habrá de proponer al pueblo, según lo ha anunciado reiteradamente el
Presidente Pinochet. Y decimos que no existe tal contradicción porque para
lo que realmente se requiere esa realidad cívica recién descrita que supo-
ne un elevado desarrollo económico, social y cultural, es para la aper-
tura de la periódica lucha por el poder político a través del sufragio
universal. Es la dinámica que este proceso encierra lo que reclama imperio-
samente la condición señalada, a fin de que el sistema no quede expuesto a
un grave peligro de erosión. Un acto plebiscitario único y destinado a
resolver el futuro constitucional reviste caracteres muy distintos, en
términos de no advertirse los mismos inconvenientes para recurrir a la
votación popular por sufragio universal, en las actuales circunstancias que
registra el país.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


342 ESTUDIOS PÚBLICOS

CONCLUSIÓN

La trascendental tarea que la historia ha encomendado a las Fuerzas


Armadas y de Orden es, por tanto, la de generar durante el actual Gobierno
que éstas encabezan las condiciones de progreso espiritual y material que
favorezcan un futuro funcionamiento eficaz de la democracia y del sufragio
universal, en las condiciones más adecuadas posibles. Para ello, el nuevo
cuadro político-institucional y el grado de desarrollo económico-social y
cultural en que tales realidades hayan de desenvolverse oportunamente,
ocupan un lugar prioritario.
Si tales objetivos se logran en medida sustancial, nuestros Institutos
Armados podrán asumir las funciones que por su naturaleza específica les
corresponden en un Estado moderno, que requiere de su aporte orgánico y
permanente en cuanto elementos esenciales para la seguridad nacional, al

l
.c
paso que su misión de garantizar el orden institucional de la República, y
ser el supremo baluarte contra la agresión totalitaria del marxismo o
ile
cualquiera otra que atente contra la integridad material o moral de la Patria,
encontrará en su intacto profesionalismo y ascendiente cívico la más sólida
h
reserva moral de la Nación.
e pc
.c

ASPECTOS FUNDAMENTALES DEL


ANTEPROYECTO DE CONSTITUCIÓN POLÍTICA*
w
w

Considerando la limitación de tiempo impuesta por una exposición


w

de esta naturaleza, y el marco preciso que dentro del vasto tema cons-
titucional se me ha solicitado, he creído que el aporte más útil que puedo
prestar a estas jornadas es el de remitirme a los aspectos que, a mi modesto
juicio, constituyen el nervio del problema en la elaboración de una nueva
Carta Fundamental para nuestro país, sacrificando así toda pretensión de un
análisis exhaustivo sobre los múltiples aspectos envueltos en una
Constitución Política.

* Texto de la conferencia pronunciada por Jaime Guzmán E., el 19 de


octubre de 1978, con ocasión de las IX Jornadas de Derecho Público organizadas
por la Universidad Católica de Chile, y publicada en Revista Universitaria, 5
(junio 1979) pp. 89-107. Las itálicas corresponden al texto original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 343

Por otro lado, y si bien esta intervención aspira a situarse en el


terreno académico y general que le es propio, no podría ella desentenderse de
la realidad de que Chile está hoy en pleno proceso de creación de una nueva
institucionalidad, como tampoco prescindir del hecho de que recientemente
se ha entregado a S.E. el Presidente de la República el anteproyecto com-
pleto de nueva Constitución, preparado por la Comisión que el Supremo
Gobierno designara con tal propósito, y que tengo el honor de integrar.
Compréndase, pues, que en algunas materias no puedo dejar de referirme
directamente a su contenido.
Finalmente, debo consignar que deliberadamente he querido dar
preferencia al tratamiento de aquellos rubros que pudiesen estimarse más
conflictivos, ya que pienso que la crudeza polémica en el campo intelectual
tiene siempre la ventaja de contribuir a precisar el perfil real de las

l
eventuales divergencias, elemento necesario para ilustrar mejor la posición

.c
que en definitiva cada cual adopte frente a los distintos problemas.
ile
Realizadas estas aclaraciones previas, estimo necesario señalar que
una Constitución Política y una institucionalidad jurídica en general no
h
pueden ser consideradas ni como un fin en sí mismas ni como una especie
de vara mágica capaz de asegurar los objetivos que ellas se proponen.
pc

No son un fin en sí mismas, en cuanto toda forma de organizar la


convivencia social responde al deseo de que ésta se rija por ciertos valores, a
e

cuya validez y vigencia se ordena la norma jurídica, en carácter de medio.


.c

No son tampoco una garantía cierta de alcanzar tal propósito, en cuanto si


w

bien una Constitución y una institucionalidad acertadas lo favorecen en


medida sustancial, ellas requieren además de hábitos políticos sanos y de
w

personas que los encarnen con auténtico espíritu de servicio público,


w

requisitos sin los cuales el mejor de los regímenes político-institucionales


puede frustrarse en su aplicación práctica. Favorecer, y no asegurar, es por
tanto el verbo adecuado para calificar la relación entre un texto jurídico y las
finalidades de justicia o de bien común que él se propone.
Ahora bien, la meta que una nueva Constitución debe trazarse
actualmente es, a mi modo de ver, la de favorecer que Chile conforme una
sociedad en que prevalezcan simultáneamente, y en la mayor plenitud
posible, la libertad, la seguridad, la prosperidad y la justicia. Atendiendo a
nuestra tradición e idiosincrasia, ese objetivo ha de buscarse a través de la
democracia como forma de gobierno.
A primera vista, tal enunciación puede parecer obvia e indiscutida.
Sin embargo, diversos puntos de vista que se han expresado en el debate
institucional existente en nuestra patria revelan que no siempre hay una
suficiente claridad al respecto.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


344 ESTUDIOS PÚBLICOS

Es así como permanentemente escuchamos variadas formulaciones


que dejan la impresión de que la democracia se proclama como una finalidad,
más que como un medio, confusión que genera un efecto de la mayor
inconveniencia, cual es el de no conferir la debida importancia al análisis de
las características que requiere el régimen democrático que haya de confi-
gurarse en estos años, para que éste pueda perdurar y proyectarse exitosa-
mente hacia el porvenir.
No se trata de distinción bizantina ni meramente conceptual, sino
además de fuertes repercusiones prácticas. Lo que el pueblo chileno anhela
verdaderamente es esa conjunción de libertad, seguridad, prosperidad y
justicia recién aludida, y tiene razón para sentirse tanto más o menos
identificado con la forma democrática de gobierno, según la mayor o menor
eficacia que en cada instante advierta en ella para lograr esas aspiraciones

l
superiores.

.c
Anclarse, por tanto, en una afirmación dogmática y casi fetichista de
ile
la soberanía popular, circunscribiendo la inquietud político-institucional de
hoy al simple restablecimiento del sufragio universal para elegir todas las
h
autoridades políticas, importa simplemente situarse fuera de la realidad. Es
olvidarse además de que la voluntad popular es voluntad humana, y que las
pc

condiciones, el ambiente y el contexto general en que ésta se expresa


inciden fundamentalmente en su orientación. Basta considerar la influencia
e

de la propaganda o de los medios de comunicación social para desprender que


.c

la expresión de la voluntad popular no es esa realidad cristalina e


w

incontaminada que algunos cantan como un idilio casi poético.


Creer que el mero sufragio universal favorece por sí solo la obtención
w

de los valores antes enunciados es algo probadamente falso. Poco significará


w

siempre la democracia para quienes se debaten en la miseria y la ignorancia,


y nada para quien vea que bajo su vigencia se erosionan hasta los cimientos
mismos de la libertad y la seguridad de los seres humanos. Esta evidencia,
lejos de ser una simple hipótesis teórica, tiene además para nuestra patria la
fuerza de una dramática experiencia reciente, que sólo una ilimitada ceguera
podría ignorar o minimizar.
De ahí que precisamente por ser un resuelto partidario de la
democracia como forma de gobierno normal para Chile, y del sufragio
universal como el sistema estable que menos inconvenientes presenta para
generar la mayor parte de las autoridades políticas, creo que debemos
preocuparnos muy atentamente de los caracteres de la democracia y de los
marcos en que se desenvuelva el sufragio popular, ya que de lo contrario,
ambas realidades pueden resultar ineficaces o hasta contraproducentes para
las finalidades últimas que están destinadas a servir, caso en el cual la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 345

ciudadanía buscará justificadamente otros cauces que se presenten como más


idóneos para satisfacer sus profundas aspiraciones.
Ninguna declaración lírica de fe mágica en la voluntad del pueblo
como solución suficiente para todo el desafío político-institucional puede
eximir a alguien de la obligación de comprender que éste es bastante más
complejo. Y si se quiere enfrentarlo con actualidad y eficacia, hay que
hacerlo de cara a la realidad contemporánea, y reconocer que es impres-
cindible dotar a la democracia de las herramientas necesarias que le permitan
vencer al totalitarismo y al estatismo que, en diferente grado y forma, hoy
amenazan a la libertad del hombre; al terrorismo y a la subversión, que hoy
ponen en serio riesgo a la seguridad personal en la mayor parte del mundo;
y a la demagogia, que hemos conocido y sufrido como el virus que
hipócritamente corroe la vida democrática, impidiendo o retardando la

l
prosperidad económica y la justicia social. Ahí radica la médula del proble-

.c
ma constitucional, y todo enfoque que pretenda desconocerlo, a mi entender,
adolece de una superficialidad o de un teoricismo destinados al más
ile
estrepitoso de los fracasos.
No deseo extenderme en el ya largo debate acerca de la disyuntiva
h
entre la soberanía nacional y la soberanía popular. Pienso que en gran
pc

medida ella queda obviada si se admite que la soberanía es inherente al


Estado mismo, sea que se la identifique con el poder de éste, o se la
e

considere como una cualidad propia de dicho poder.


.c

Con todo, pienso que sostener que la soberanía reside en la nación,


perfila una idea más nítida de la limitación que aquélla debe reconocer en la
w

fidelidad a la tradición o esencia del alma nacional, sin la cual lesionaría


w

gravemente el bien común. Radicar la soberanía exclusivamente en el


pueblo elector debilita ese vínculo espiritual y facilita la tendencia antihis-
w

tórica de quienes creen que el sufragio universal de un día puede ignorar


impunemente el legado obligatorio que a una nación le impone lo que un
autor español llamara con singular acierto "el sufragio universal de los
siglos".
Es importante, en cualquier caso, tener presente que la soberanía está
limitada además por los derechos que emanan de la naturaleza humana, ya
que éstos son anteriores y superiores al Estado, el que sólo los reconoce y
reglamenta en su ejercicio, pero que no los otorga, y por eso mismo no
podría jamás conculcarlos legítimamente.
Por otra parte, el sufragio universal también es una realidad sujeta a
limitaciones o variantes impuestas por la naturaleza de las cosas o por las
circunstancias. Durante la mayor parte del siglo pasado rigió en Chile el
sufragio censitario, y hasta hace poco más de 30 años no tenían derecho a

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


346 ESTUDIOS PÚBLICOS

voto las mujeres, sin que ello lleve a nadie a sostener que no imperaba por
tal razón un régimen democrático. Generalmente se excluye del cuerpo
elector a los extranjeros residentes, sin que pudiera pretender derivarse de
ello que estén al margen de los derechos y obligaciones que a su respecto
entraña la prosecución del bien común por parte del Estado. En fin, siempre
habrá que establecer una edad mínima de votación, que suponga la madurez
necesaria para intervenir en la decisión del destino nacional. Realizo estos
recuerdos sólo para subrayar lo inapropiado que resulta rodear al sufragio
universal de ese mito dogmático de que algunos pretenden revestir a lo que
en realidad es una fórmula esencialmente variable y evolutiva.
Finalmente, estimo que lo fundamental es admitir que el sufragio
universal no agota la expresión de la soberanía. El pueblo no es la simple
suma de voluntades aisladas que pretendía la Revolución Francesa, sino

l
que representa una articulación incomparablemente más rica y variada,

.c
expresada en una organicidad natural que manifiesta esa ordenación
ile
trascendental de los seres humanos entre sí para su complementación,
llamada sociabilidad, y cuya expresión política superior se da en el Estado.
h
Y si ello es así, no se ve lógica alguna para rechazar la consideración de esta
realidad en la generación de las autoridades políticas, en los casos y en la
pc

forma en que ello resulte procedente y aconsejable, sin prejuicios en ningún


sentido.
e

En esta perspectiva pragmática, me inclino por la idea de entender la


.c

ciudadanía como un status que tiene todo chileno mayor de 21 años, que no
w

haya sido condenado a pena aflictiva o por delito que la ley califique como
conducta terrorista. Habitualmente dicho status debe conferir el derecho a
w

participar en las votaciones populares y a ser elegido en ellas, salvo que la


w

Constitución expresamente disponga lo contrario, como el anteproyecto lo


propone respecto del personal militar en servicio activo de las Fuerzas de la
Defensa Nacional, a quienes no podría negarse por ello la calidad de
ciudadanos. A la inversa, parece aconsejable que la ley consagre el derecho a
voto de los extranjeros que hayan residido por un tiempo prolongado en
nuestro país, suficiente para estimarlos arraigados a nuestra idiosincrasia,
sin que ello implique reconocerles la ciudadanía.
No obstante, a la luz de las observaciones anteriores, lo esencial
reside en advertir que una comunidad funda siempre su existencia, y con
mayor razón su progreso, en la "común unidad" en torno a ciertos valores y
objetivos básicos, que justifican y hacen posible su vida misma.
Simultáneamente, la vida social no está nunca exenta de discrepancia, cuya
admisión en el sistema político sólo puede intentar excluirse —y en forma
más aparente que efectiva— a través del terror de oprobiosas tiranías.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 347

Combinar la coexistencia de las dos realidades antedichas, unidad y


discrepancia, es precisamente la exigencia de una sociedad políticamente
libre. Sin derecho a discrepar, desaparece la libertad en el plano cívico, y sin
una unidad básica de ideas y objetivos, se destruye la comunidad y, con ello,
además, el ámbito propio de la discrepancia.
Normalmente esa conjunción debe fluir como algo espontáneo y
natural. Eso es lo que ocurrió en Chile hasta el advenimiento y auge del
marxismo-leninismo, y es lo que sucede todavía en diversas naciones del
mundo. En tales casos, el ordenamiento constitucional opera sobre la base
implícita de la aceptación general de los valores y objetivos esenciales, y no
aparece la necesidad de establecer normas jurídicas coercitivas en el terreno
político, que prohiban la propagación de las ideas contrarias a aquéllos.
Pero cuando ese consenso mínimo de hecho se quiebra en un grado

l
significativo, hay que optar por una de dos alternativas: o permitir que la

.c
comunidad se destruya, o limitar jurídicamente el marco admisible de la
ile
discrepancia cívica. Tratándose de una Nación, y más específicamente de
nuestra Nación, pienso que no cabe duda alguna que hay que inclinarse por
h
la segunda alternativa.
Sancionar la propagación de una determinada idea es algo que a
pc

primera vista choca con el sentimiento de tolerancia que distingue y honra


nuestros hábitos cívicos. Sin embargo, la tragedia vivida por el país entre
e

1970 y 1973 nos indica en forma inequívoca que la legitimación política de


.c

las doctrinas que atentan en contra de la esencia misma de nuestro ser


w

nacional trae el riesgo inminente de los dolores mucho más graves de una
guerra civil, aparte de que si tales ideas se impusieran, todo el régimen
w

democrático, incluido obviamente el derecho a discrepar, se destruiría


w

definitivamente.
No estamos, por consiguiente, frente a un problema emocional o
subjetivo, sino racional y objetivo. En una comunidad no pueden coexistir
ni legal ni pacíficamente dos concepciones que sean radical e integralmente
antagónicas, es decir, que carezcan de ese margen mínimo de consenso o
acuerdo necesario para convivir. La exclusión recíproca es tan indiscutible,
que por algo todo totalitarismo, para citar el ejemplo más significativo,
plantea siempre en forma abierta un objetivo que supone la negación de la
democracia como sistema de gobierno/de la libertad social como forma de
vida.
Y que no se diga que la reacción en un sentido inverso que debe
asumir la nueva institucionalidad chilena implica colocarse en el mismo
predicamento que los totalitarismos, porque mientras ellos niegan lugar a
toda discrepancia cívica para establecer un régimen que avasalla con los

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


348 ESTUDIOS PÚBLICOS

derechos más fundamentales del ser humano, lo que se propicia para una
democracia moderna es que se limite la discrepancia cívica respecto de cier-
tas doctrinas extremas que atentan contra las bases de nuestra convivencia
social, privando a sus propagadores de determinados derechos políticos, y
todo ello para afianzar una sociedad que respete la dignidad del hombre y los
derechos que arrancan de su propia naturaleza. Equiparar ambas conductas,
equivaldría, pues, a poner en parangón la violencia del delincuente con la
coerción de la ley que lo sanciona con la cárcel. Por ese camino no sólo se
diluye toda diferencia entre el bien y el mal, sino que se cae en la
conclusión antinatural de admitir que una democracia sería menos perfecta si
se defiende para subsistir, que si facilita su propia destrucción por sus
adversarios.
Hay quienes postulan que sólo se puede sancionar y excluir del

l
sistema político a la violencia. Algunos restringen su rechazo a los actos

.c
positivos de violencia. Aparte de que en tal caso creo que estamos en la
simple órbita del Derecho Penal, pregunto a quienes eso sostienen: ¿es
ile
justo, e incluso concebible, castigar al que emplea la violencia ilegítima, y
dejar impune al que la propaga ideológicamente? Otros, ante la evidencia de
h
este absurdo reconocen que esto último también debe penarse, pero sólo
pc

tratándose de la violencia. En tal caso, la incongruencia es aún mayor. Si se


admite la legitimidad de sancionar la propagación de una idea, en este caso
e

de la propagación de la violencia, ninguna razón de principios puede haber


.c

para impugnar que tal medida se extienda a otras conductas, ya que


reconocida la validez de sancionar la propagación de una idea, en cuanto acto
w

que es de fuertes repercusiones sociales, todo queda sujeto a la determinación


w

de cuáles han de ser esas doctrinas proscritas de la vida cívica.


w

No faltará quien, como último argumento, sostenga que hay que


hacer fe en que el pueblo no seguirá a quienes propicien esas ideas destruc-
toras de la comunidad nacional. Anhelo de todo corazón que ello llegue a ser
así algún día, y entonces quizás las normas que ahora se sugieren puedan
entenderse superadas e innecesarias. Pero una Constitución debe responder a
los desafíos que le plantea la realidad concreta que está llamada a regir, y
resulta incuestionable que después de la experiencia vivida por Chile durante
el Gobierno marxista, no adoptar las providencias necesarias que dificulten
su repetición constituiría una irresponsabilidad suicida. Así lo entendió
Alemania Federal después de la trágica aventura del nacionalsocialismo, y
por eso es que los artículos 18 y 21 de la Constitución de Bonn, hoy
vigente, contienen preceptos que sancionan con pérdida de derechos políticos
no sólo a los partidos y movimientos, sino también a las personas que con
su conducta atentan contra las bases del sistema democrático.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 349

Por lo demás, no olvidemos que la erosión que sufren hoy los países
libres frente a la agresión totalitaria no sólo produce sus efectos cuando ésta
conquista el poder político. Mucho antes de eso, su acción legalizada le
facilita ir minando todas las instituciones, arrastrando a los propios sectores
democráticos hacia la pendiente demagógica, en un vano intento de éstas
para contrarrestar el atractivo de la demagogia ilimitada que en cambio
pueden ejercer quienes saben que una vez alcanzado el poder total no tendrán
que rendir cuentas a nadie, ya que ahogarán toda oposición o protesta bajo
una acción represiva brutal permanente. Por ello, aun cuando el pueblo no
se incline mayoritariamente por los adversarios de la libertad y de la
democracia, la acción política de éstos, tolerada oficialmente, les brinda un
poderoso instrumento para su tarea destructora.
La defensa actual de la libertad no puede cerrar los ojos ante la

l
evidencia del avance del totalitarismo marxista, así como hace cuarenta años

.c
no pudo ignorar la amenaza de la expansión del totalitarismo fascista o del
ile
nacionalsocialista. Lo crucial es reparar en que ese combate le corresponde
hoy a cada Nación respecto de su propia realidad y destino, y debe oponerse
h
a todo totalitarismo, cualquiera que sea su signo doctrinario.
Para quienes, por último, alegan la ineficacia de toda restricción
pc

jurídica en el desarrollo de las ideas, creo útil señalar que coincido en que
tales diques jamás suplen la tarea intelectual de conquistar libremente el
e

interior de las conciencias, pero dicho aserto no se opone a una comple-


.c

mentación jurídica que dificulte la acción proselitista de las doctrinas que


w

atentan contra las bases más fundamentales del ser nacional. Decir que esto
último no basta, es una cosa, y personalmente lo comparto ampliamente.
w

Sostener en cambio que es superfluo, es algo muy distimo, y discrepo por


w

completo de ello. Basta ver la indignación con que reacciona el comunismo,


para remitirnos al sistema totalitario más peligroso de nuestros días, cuando
se le proscribe legalmente. ¿No lucha acaso en forma denodada por retornar
a la legalidad? Y cuando lo hace ¿no emplea todos los medios que ésta le
otorga, incluyendo el Parlamento, los medios de comunicación social, las
secretarías de organización y propaganda, y tantos otros vehículos, para
fortalecer su acción? Todo ello es una prueba terminante de que les conviene
más la legalidad que la clandestinidad, por lo cual reducirlos a los escollos
inherentes a ésta constituye el camino que las propias protestas comunistas
nos señalan como el más adecuado para contribuir a derrotarlos.
El caso actual de España, que se suele utilizar en abono de la
supuesta esterilidad de las proscripciones legales en la propagación de ciertas
doctrinas, demuestra a mi juicio exactamente lo contrario. Hoy, para
obtener respaldo electoral, el socialismo debe asumir una posición

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


350 ESTUDIOS PÚBLICOS

moderada, virtualmente socialdemócrata, aunque lo disimule a regañadientes.


¿Qué tiene que ver, por ejemplo, el socialismo de Felipe González con el
que Largo Caballero enarbolaba en 1936? Y en relación con los comunistas,
ni siquiera sus disfraces de euro-comunismo le han impedido un fuerte revés
electoral. Es completamente falso, por tanto, afirmar que después de 40
años de proscripción legal, el marxismo se ha mantenido intacto o se ha
fortalecido en España.
No discuto que lo anterior se ha debido además al cambio sustancial
introducido al nivel económico-social y cultural de dicho país durante el
régimen franquista, progreso que —pese a sus inconvenientes actuales desde
otros ángulos— colabora a dificultar la aceptación de tesis extremas o de
desenfrenada demagogia. Pero este factor, lo mismo que la exigencia de
triunfar ideológicamente sobre el totalitarismo en las mentes del pueblo, no

l
se contrapone con restricciones jurídicas a la labor de aquél, sino que se

.c
complementa con éstas como elementos copulativos en el afianzamiento de
ile
una sociedad libre y de un régimen democrático de gobierno.
Sirva esta digresión para considerar de paso cómo una sociedad
h
desarrollada económica, social y culturalmente, emerge actualmente como
requisito para una democracia estable, y su ausencia o debilidad es la causa
pc

principal de que tan pocos países disfruten hoy del sistema democrático.
Dejo planteado como tema de reflexión la paradoja de que lo que debe ser
e

uno de los objetivos de toda democracia, constituye a la vez un supuesto de


.c

su existencia duradera y fecunda.


w

Retornando a nuestra realidad presente, considero indispensable que la


Constitución contemple en forma expresa los valores básicos de la
w

institucionalidad, y que encuentren sus principales manifestaciones en la


w

dignidad e igualdad esencial de los seres humanos, en la familia como


núcleo básico de la sociedad, en la autonomía de los cuerpos sociales
intermedios entre el hombre y el Estado respecto de sus fines propios, y en
el deber del Estado de promover el bien común, con especial énfasis en la
integración armónica de todos los sectores sociales y el respeto a los
derechos de las personas y a la juridicidad en cuanto camino de convivencia
civilizada.
Como consecuencia de lo anterior, permítaseme detenerme un ins-
tante en el análisis del artículo pertinente del anteproyecto constitucional,
en cuanto propone prescribir que "todo acto de persona o grupo destinado a
propagar doctrinas que atenten contra la familia, propugnen la violencia, o
una concepción de la sociedad, del Estado o del orden jurídico de carácter
totalitario o fundada en lucha de clases, es ilícito y contrario al ordena-
miento institucional de la República. Las organizaciones que por sus fines

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 351

o por la actividad de sus adherentes tiendan a esos objetivos, son incons-


titucionales".
Desde luego, no se propone sancionar ideas, como más de alguien ha
dicho erróneamente. El fuero del pensamiento es inviolable. Ni siquiera se
pretende entrar a la esfera de las llamadas relaciones interindividuales, es
decir, aquellas manifestaciones del pensamiento que no alcanzan una
repercusión social que justifique su regulación jurídica. Se trata, por tanto,
de sancionar siempre y sólo actos —ya que la difusión de una idea deja de
ser un simple pensamiento y pasa a ser un acto— y ni siquiera cualquier
género de difusión, ya que quedan excluidas de la norma todas aquellas
formas que, por su naturaleza académica o científica, o su alcance reducido a
la vida privada, no procede entender incluidas en el concepto de "pro-
pagación" que escogió la Comisión Constitucional en su inspiración de

l
circunscribir el precepto sólo a aquella difusión de carácter proselitista.

.c
En segundo término, tampoco es efectivo, como se ha sostenido, de
ile
que se trate de sancionar a quienes atentan contra la familia o a quienes
propician la lucha de clases, ya que es innegable que ello daría lugar a
vaguedades o excesos del todo ajenos a la disposición que se sugiere. El
h
precepto se refiere a quienes propagan doctrinas que atentan contra la
pc

familia, o doctrinas que propugnen una concepción de la sociedad, del


Estado o del orden jurídico fundadas en la lucha de clases. Apunta así a una
e

idea globalmente destructora de ciertas bases esenciales de la institucio-


.c

nalidad, que se han seleccionado por ser las que mayor resguardo exigen
actualmente, y por permitir la configuración de la conducta castigada en los
w

términos más precisos e inequívocos.


w

En este sentido, no me parecen justas derlas críticas que ven en esta


norma una referencia a conducías demasiado genéricas como para ser
w

sancionadas por un tribunal de origen eminentemente judicial. Los términos


de familia, violencia, totalitarismo y concepción de la sociedad fundada en la
lucha de clases, poseen una claridad conceptual común para lodo chileno no
imbuido del pensamiento marxista. Negarle a la jurisprudencia la validez
para resolver en cada caso concreto al respecto, descalificaría innumerables
preceptos jurídicos que exigen a nuestros tribunales apreciar valores como la
moral, el orden público, la seguridad nacional y tamos otros, que ninguna
norma jurídica puede precisar hasta el detalle.
Esa necesaria ponderación, siempre algo discrecional, que reclama la
aplicación de un precepto jurídico a una situación específica, es por lo
demás lo que diferencia a un juez de una máquina automática. Sorprende
especialmente que encuentren vaga, peligrosa o imprecisa la norma aludida,
personas que se han pronunciado favorablemente respecto de la proposición

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


352 ESTUDIOS PÚBLICOS

de consagrar en el nuevo texto constitucional la facultad de la Corte


Suprema para declarar inaplicable una ley que, por vía de regulación o
complementación de un derecho que la Constitución contemple, en el hecho
viole la esencia de ese derecho. Bastante más amplio es el margen
prudencial de esta última apreciación, y aún así ella surge y se acepta como
necesaria y válida.
Mucho menos cabría hablar de una ley penal en blanco, cuando no
estamos frente a una ley penal, sino a una disposición constitucional que
sólo generaría efectos políticos, a saber, la pérdida del derecho a votar y ser
elegido, a optar a cargos públicos o de carácter gremial o vecinal, y a desa-
rrollar ciertas funciones relacionadas con el derecho de informar y opinar a
través de medios de comunicación social, y ejercer la libertad de enseñanza
en los establecimientos destinados al efecto, todo ello por un plazo de cinco

l
años. El anteproyecto prefirió un plazo reducido sin posibilidad de rehabi-

.c
litación, que uno más largo contemplando dicha eventualidad, por variadas
ile
razones prácticas que constan en las actas correspondientes de la Comisión
Constitucional, y en las cuales no procedería entrar en esta oportunidad.
h
En cuanto a la composición del Tribunal llamado a juzgar estas
pc

conductas, estimo que él no debe ser la propia Corte Suprema, a fin de no


comprometerla como institución en materias de suyo políticamente
conflictivas, como asimismo para permitir una integración más variada del
e

referido Tribunal. Soy, eso sí, ardiente partidario de que en su composición


.c

prime resueltamente un criterio judicial, es decir, de personas acostumbradas


w

a fallar en derecho, y en ningún caso de darle un origen político, que


fatalmente le haría perder la condición fundamental que debe proyectar ante
w

la ciudadanía, cual es su imparcialidad e independencia política.


w

En ese predicamento, y para evitar además la multiplicación excesiva


de órganos, considero acertado entregar la resolución sobre infracciones al
precepto analizado, al mismo Tribunal Constitucional que habrá de velar
por la constitucionalidad de las leyes y resolver otros asuntos jurídico-
políticos de la más alta trascendencia.
Sin embargo, la libertad no se encuentra sólo amenazada hoy por el
totalitarismo. Como una tenaza que la cercena día a día en sistemas demo-
cráticos y no democráticos, se presenta también el estatismo, y una Cons-
titución, si bien no puede atarse a una determinada política económica, ha
de contener las normas básicas que plasmen un sistema económico y social
respetuoso e incentivador de la libertad individual y del principio de
subsidiariedad que le es inherente. Entiendo, sin embargo, que esta materia
desborda el campo cuyo análisis me ha sido solicitado. Quede, por tanto,
sólo enunciado el problema.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 353

Junto a la libertad, hoy resulta particularmente imperioso robustecer


la misión del Estado de proteger la seguridad de las personas. Permanecer
inertes o vacilantes ante la subversión organizada que internacionalmente se
promueve contra los Estados libres, o frente al terrorismo, que con su cruel
irracionalidad sume en la angustia de la incertidumbre a pueblos enteros, es
violar gravemente —por omisión— los derechos humanos.
La experiencia jurídica chilena indica que la respuesta constitucional
frente a las situaciones de excepción o emergencia jurídica fue de tal modo
insuficiente, que el legislador e incluso las autoridades se vieron general-
mente en el deber de desbordar el marco estrictamente constitucional o legal,
a base de interpretaciones forzadas de las normas vigentes, todo lo cual
reclama una solución clara al respecto en esta nueva Carta Fundamental.
Ellas deben conferir a la autoridad las facultades suficientes para hacer frente

l
con eficacia a dichas situaciones, estableciendo siempre, eso sí, la exigencia

.c
de que la declaración de un determinado estado de excepción requiera el
ile
acuerdo de un órgano distinto al Gobierno, y que su duración tenga un plazo
determinado, sin perjuicio de su renovación si se mantuvieren las circuns-
tancias que lo originaron.
h
Tocante al terrorismo, pienso que habrá coincidencia en entregar
pc

siempre a tribunales militares el juzgamiento de los delitos que la ley


califique como conductas terroristas, además de negar en estos casos la
e

procedencia de la amnistía, el indulto, el asilo y la libertad provisional,


.c

como asimismo de hacerles aplicables las sanciones de carácter político


previstas para quienes sean declarados responsables de atentar contra las
w

bases de la institucionalidad, en los términos analizados precedentemente.


w

Decíamos al comenzar estas palabras, que la nueva democracia que


w

Chile forje debe ser capaz de favorecer simultáneamente la libertad, la


seguridad, la prosperidad y la justicia. Creo que la exigencia de estos dos
últimos objetivos, y el consiguiente imperativo de dificultar la demagogia
que los retarda o imposibilita, es un apropiado marco de referencia para
entrar en algunas consideraciones acerca de los órganos políticos del Estado,
su generación, estructura y atribuciones.
Reiterando mi deseo de limitarme a lo que estimo más medular, me
atrevo a sugerir la sustitución de los términos de poderes del Estado, y
específicamente en esta materia de Poder Ejecutivo y Legislativo, al
considerar la estructura del Estado, porque inducen a un enfoque que se
aparta completamente de la realidad actual.
Más que de poderes del Estado, y como lo señalan importantes tra-
tadistas modernos de Derecho Político, conviene atenerse a la fórmula
menos engorrosa y más realista de constatar que el Estado tiene distintas

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


354 ESTUDIOS PÚBLICOS

funciones que debe llevar a cabo a través de diversos órganos. Siguiendo el


criterio predominante en torno al Estado de Derecho, tales órganos deben ser
independientes entre sí, en cuanto no han de provenir todos de un órgano
único del cual sean delegatarios, sin perjuicio de la estrecha vinculación que
la trama constitucional establezca entre todos ellos para interrelacionarlos en
el ejercicio de las distintas funciones estatales, por razones de equilibrio
entre aquéllos o de conveniencia práctica para el ejercicio de éstas.
Desde tal perspectiva resulta preferible hablar de Gobierno y de
Parlamento, en lugar de Poder Ejecutivo y Poder Legislativo.
Ello facilita la comprensión de que quien conduce a un Estado es su
Gobierno, y siendo la función legislativa la expresión eminente de la
conducción política de un Estado, su radicación predominante ha de fijarse
en el Gobierno y no en el Parlamento. Esto no constituye una novedad en

l
los hechos, aunque quizás para alguno pueda serlo en su formulación. Y

.c
digo que no es ninguna innovación práctica, en cuanto a que aun bajo el
ile
nombre imposible más inadecuado de Ejecutivo, el Presidente de la
República ya tenía bajo la vigencia de la Constitución de 1925 grandes
h
facultades legislativas, incrementadas por sucesivas reformas en 1943 y
1970, que a través del crecimiento del ámbito de leyes de su iniciativa
pc

exclusiva; de la facultad de solicitar urgencias en el despacho de las leyes;


del control de la tabla legislativa durante toda la legislatura extraordinaria,
e

que copaba la gran mayoría del año; de participar en el debate de las leyes a
.c

través de sus ministros con preferencia en el uso de la palabra, y de vetar los


proyectos aprobados por el Congreso, el que sólo podía imponerle su
w

voluntad por los dos tercios de ambas Cámaras y siempre que las limita-
w

ciones anteriores se lo hicieran posible respecto de una materia determinada,


w

era ya un colegislador privilegiado frente al Congreso.


Este proceso se fue acentuando a pesar de las protestas doctrinarias de
quienes veían en el Parlamento el órgano legislativo por excelencia, y
miraban la creciente intervención del Presidente de la República como una
intromisión extraña, y a despecho también de los bruscos cambios de
opinión a que los más ardorosos partidarios de las prerrogativas del
Parlamento se vieron forzados, cuando las circunstancias los abocaron a la
difícil misión de gobernar.
Superando el misterioso atavismo de ver en el Parlamento, más que
en el Presidente de la República y el gobierno, la encarnación del ejercicio
de la soberanía, el predominio de éste siguió una línea persistente que debe
ser mantenida y reforzada hacia el futuro.
Cada día la función de gobernar es más técnica y compleja y requiere
de una coherencia y responsabilidad que sólo puede lograrse en el seno de un

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 355

gobierno, pero no en la heterogeneidad de una asamblea parlamentaria. La


profunda transformación del mundo contemporáneo, y de los problemas
dominantes hoy en día, cuyo cariz económico-social resulta palpable, ha ido
imponiendo un cambio de criterio a este respecto, más allá de todo presunto
dogma del constitucionalismo, materia en la cual la experiencia demuestra
que tales supuestos dogmas inmutables no existen ni tienen por qué existir.
Así como en otro tiempo el énfasis del constitucionalismo pudo
tener que centrarse en la limitación de excesivas facultades gubernativas que
subsistían como prolongación de la influencia del absolutismo monárquico,
hoy urge colocarlo en cambio en el imperativo de hacer eficaz la acción de
gobierno.
Cuatro son las líneas principales que el anteproyecto constitucional
considera para fortalecer el presidencialismo chileno, y con cuya importan-
cia y conveniencia concuerdo plenamente.

l
.c
En primer lugar, reemplazar el dominio mínimo legal por el dominio
máximo legal, siguiendo en ello la inspiración de la Constitución de la
ile
Quinta República Francesa. Al circunscribirse al legislador sólo a las
materias para las cuales la Constitución exige ley, se restablece la majestad
h
que ésta debe tener en su carácter general, terminando con la viciosa práctica
pc

chilena de las leyes de alcance particular, a la vez que se resguarda el campo


propio de la potestad reglamentaria del Presidente de la República respecto
e

de toda indebida invasión legislativa.


.c

En segundo término, otorgar preeminencia al Jefe del Estado en la


tramitación de las leyes, en el sentido de que sólo él puede quebrar la
w

exigencia normal de que toda ley deba contar con la aprobación mayoritaria
w

en ambas Cámaras. Si bien el régimen de las insistencias no debe ser válido


habitualmente para el despacho de las leyes, ya que éstas deben surgir del
w

acuerdo y no del desacuerdo entre las Cámaras, hay que reconocer que
muchas veces el gobierno necesita de la aprobación de ciertas leyes para la
conducción eficaz del país, de la cual es y se le considera supremo
responsable. Mantener la posibilidad de que una ley pueda ser aprobada
mediante un sistema adecuado de insistencias, sólo cuando el Presidente
exprese interés en la aprobación de un proyecto de ley, es un predicamento
que combina el ideal teórico con las exigencias prácticas.
En tercer lugar, dar facultad al Presidente de la República para
disolver por una sola vez en su período la Cámara de Diputados, atribución
que fue propuesta para el Congreso Nacional completo por el Presidente
Jorge Alessandri en 1964 y por el Presidente Eduardo Frei en 1969, faltán-
dole en esta última ocasión sólo un voto para ser aprobada en el Senado.
Dicha facultad, tradicionalmente reservada a los regímenes parlamentarios,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


356 ESTUDIOS PÚBLICOS

debe incorporarse al presidencialismo como un medio de zanjar posibles


crisis políticas graves, teniendo presente que el hecho de que su ejercicio
derive de inmediato en una elección general en todo el país, y que sólo
pueda emplearse una vez en todo su período por un determinado Jefe del
Estado, hará que su aplicación sea cauta y moderada, junto con servir de
freno a posibles caprichos de la Cámara.
Finalmente, aumentar el período presidencial a ocho años y hacer
coincidir su elección con la de parlamentarios, ya que la duración prolongada
de un Gobierno le permite enfocar su gestión con mayor eficacia, mientras
que el no verse abocado a constantes elecciones da más libertad a su acción
y evita una permanente efervescencia política en el país. En este mismo
marco se inscribe la idea de suprimir toda elección extraordinaria, entregando
la provisión de las vacantes de la propia Cámara, tratándose de un
parlamentario, y el Senado tratándose del Presidente de la República, caso

l
.c
este último en el cual la duración del reemplazante debiera ser sólo hasta la
elección general de parlamentarios inmediatamente siguiente.
ile
Tocante a la elección del Presidente de la República, reconozco todos
los peligros de la elección popular directa, entre los cuales el mayor es el
h
que la demagogia, las distorsiones propagandísticas y la irracionalidad
pc

emocional encuentran en una elección de este género un campo espe-


cialmente propicio.
e

No obstante, si se atiende a las amplias facultades del Jefe del Estado,


.c

a la necesidad de que el pueblo se identifique con la elección presidencial a


fin de que no haga recaer sobre el sistema constitucional los desencantos que
w

muchas veces provocan las gestiones gubernativas, y, sobre todo, a la


w

experiencia de que sólo a través de la elección presidencial el pueblo rompe


periódicamente las camarillas políticas cerradas que se distancian del sentir
w

nacional, creo preferible inclinarse por mantener la elección popular directa.


Además, temo que cualquier cuerpo reducido en que se radique su generación
posiblemente se inclinaría siempre por la moderación; pero esa misma
tendencia, sumada al espíritu de fronda de los sectores dirigentes chilenos, se
traduciría en la elección de hombres débiles y manejables, y jamás de
personalidades de verdadero carácter, a la cual las asambleas son por esencia
reacias, al menos en nuestro país.
En todo caso, creo que existe consenso unánime para el caso de man-
tenerse la elección popular directa, de que debe adoptarse el sistema llamado
"de la segunda vuelta", a fin de impedir que un candidato sea elegido con una
votación minoritaria, y ante la evidencia de que la decisión que la Cons-
titución de 1925 entregaba al Congreso Pleno para resolver en caso de no
haber mayoría absoluta en la votación popular, no resultó operante.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 357

En torno al debate sobre si debe o no permitirse la reelección presi-


dencial para el período inmediatamente siguiente, mi opinión es vehemente
y convencida de la necesidad de mantener la prohibición existente en la
Constitución de 1925. Adoptar el criterio contrario importaría destruir todo
el fundamento del robustecimiento de las facultades presidenciales destinado
a atenuar los efectos de la demagogia, a la cual fácilmente se inclinaría un
Presidente de la República que actuara como candidato a su reelección,
máxime en un período presidencial más breve como el que habría que
establecer en esta hipótesis.
Es comprensible que frente al predicamento tradicional de ver en el
otorgamiento de mayores facultades al Parlamento, el contrapeso natural de
la autoridad se teme como un poder demasiado amplio concentrado en una
sola persona. Dicha preocupación carece, sin embargo, de verdadera base.

l
Desde luego, y aparte de que el Gobierno es en la realidad moderna un

.c
aparato crecientemente más complejo y técnico que la mera voluntad de
ile
quien lo encabeza, no debe olvidarse que el esquema expuesto opera sobre la
base de mantener las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados, las
h
que no podrían entenderse lesionadas a raíz del atributo presidencial de
disolverla por una sola vez en su período, en razón de las consideraciones
pc

recién formuladas a este propósito. Igualmente, subsistirían las facultades


del Senado para resolver sobre las acusaciones constitucionales aprobadas
e

por la Cámara de Diputados respecto del Jefe del Estado o de sus ministros,
.c

siendo conveniente precisar mejor en relación con estos últimos el carácter


w

de infracción jurídica, no necesariamente constitutiva de delito penal, que la


hace procedente. Del mismo modo, huelga dejar constancia de que toda ley
w

requerirá siempre de aprobación por el Congreso, a través de la mayoría de


w

ambas ramas, o del sistema de insistencias para el caso en que el Presidente


lo plantee, hipótesis esta última que en todo evento reclamaría de la
aprobación con un quorum calificado en una de las Cámaras y de que el
rechazo no sea demasiado amplio en la otra. La voluntad concurrente del
Congreso para la aprobación de las leyes debe seguir obviamente teniendo
plena vigencia.
Con todo, es forzoso reconocer que la limitación de las facultades del
Parlamento aconseja el desarrollo de otros elementos de equilibrio de la
facultad presidencial, que conviene diseñar en instancias más bien técnicas,
y no en una voluntad política cuyo único contrapeso efectivo se logra al
precio de arriesgar la eficacia de la gestión gubernativa.
Es así como debe fortalecerse la independencia de los Tribunales de
Justicia, elevándose a rango constitucional su facultad de imperio respecto

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


358 ESTUDIOS PÚBLICOS

de sus resoluciones, estableciéndose disposiciones destinadas a asegurar que


su ejercicio no sea entrabado por la autoridad administrativa.
Trascendental importancia reviste la inclusión del recurso de
protección en la nueva Carta Fundamental, siguiendo la línea trazada al
respecto por el Acta Constitucional Nº 3, actualmente vigente, ya que dicho
recurso permite garantizar el imperio del derecho en forma expedita, respecto
de los casos en que la acción de los tribunales sea procedente como método
correctivo de las violaciones o perturbaciones ilegales o arbitrarias que una
persona sufra en menoscabo de ciertos derechos, sea por acto de autoridad o
terceros. Estimo que este recurso también defiende a las máximas autori-
dades del país frente al desprestigio que a menudo les ocasionan los abusos
en que incurren autoridades subalternas. Su naturaleza misma requiere por
cierto que los derechos amparados por este recurso estén taxativamente

l
enunciados en la Constitución.

.c
Parecida importancia tiene consagrar normas que profesionalicen la
ile
Administración Pública, la cual debe ser una escuela de calificado servicio al
país, y no una hijuela pagadora de servicios políticos o una parcela para las
h
prebendas de los partidos.
El establecimiento de un Tribunal Constitucional que resuelva los
pc

conflictos jurídicos que se susciten entre el Presidente de la República, por


un lado, y el Congreso o la Contraloría, por el otro, está llamada a dar vida
e

a un instrumento de la máxima importancia para evitar eventuales desbordes


.c

gubernativos, tanto más si su competencia se extiende en términos que


w

permitan eliminar el decreto de insistencia, cuando la Contraloría represente


un decreto por ser inconstitucional, o un decreto promulgatorio de una ley o
w

reforma constitucional, por no ajustarse al texto aprobado en conformidad a


w

la Carta Fundamental.
La insatisfactoria experiencia del Tribunal Constitucional anterior
hace evidente la necesidad de conformarlo sobre la base de un origen
eminentemente judicial y no político, como ya lo expresara en la primera
parte de esta intervención. Entiendo fuera del marco de la presente
exposición el análisis completo de las facultades que debe tener el Tribunal
Constitucional, y por eso no abundaré en el comentario de la valiosa idea de
permitirle declarar la inconstitucionalidad de un precepto legal con efectos
generales, cuando la Corte Suprema lo hubiere declarado inaplicable en tres
fallos uniformes y consecutivos.
Equilibrio fundamental del poder gubernativo debe ser asimismo la
tecnificación del manejo monetario y cambiario del país, radicando su
regulación en un organismo autónomo del Gobierno, especialmente en
cuanto dice relación con el campo monetario, tema que corresponderá

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 359

analizar a otros expositores de estas jornadas, en cuanto a sus implicancias


económico-sociales. Pero es incuestionable que ésta y otras medidas que
contribuyan a poner término al impuesto-inflación, que es el más dañino y
socialmente regresivo de todos los impuestos existentes en nuestro país,
colaborará a morigerar las tentaciones demagógicas a que puede sentirse
arrastrado un Gobierno.
La permanencia de la administración local autónoma, a través de un
municipio que, corrigiendo sus antiguos vicios de politización e ineficien-
cia, conserve su característica de expresión de la comunidad organizada e
independiente del poder presidencial, cabe estimarse como otro contrapeso
social de gran alcance frente al peligro del estatismo o de las demasías de un
futuro Gobierno.
Finalmente, la creación de un Consejo de Seguridad Nacional ha de
introducir orgánicamente en el esquema constitucional el papel activo que

l
.c
en éste deben tener las Fuerzas Armadas y de Orden, materia que luego
quiero retomar brevemente para cerrar mis palabras.
ile
Del conjunto enunciado se desprende que son muchos los medios
idóneos para limitar adecuadamente el poder presidencial, sin debilitar su
h
eficacia gubernativa, y tendiendo más bien a construir la democracia tecni-
pc

ficada y participativa que nuestra época reclama. Por esa senda ha enca-
minado sus esfuerzos la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución,
e

en el anteproyecto al cual ya he hecho referencia.


.c

En cuanto al Parlamento, por encima de respetables consideraciones


doctrinarias, prevalece en el ambiente público, y más que ello en la
w

tradición nacional, la opción en favor del bicameralismo.


w

Sobre tal presupuesto, parece de toda conveniencia perfilar en forma


más clara la diferente naturaleza de la Cámara de Diputados y del Senado,
w

tanto en su generación y composición como en sus atribuciones.


En este sentido, estimo que la Cámara de Diputados debe ser una
expresión fundamentalmente territorial, a base de circunscripciones electo-
rales que se estructuren con énfasis en el factor geográfico, sin perjuicio de
considerar también el factor poblacional. Esta preeminencia territorial de la
Cámara permite que el Senado se estructure en cambio a través de miembros
elegidos en colegio electoral único para toda la República, complementado
por alrededor de un tercio de senadores cuya generación no emane del
sufragio popular directo e inmediato.
El predominio que en la elección de los senadores nacionales tendría
el electorado de las grandes ciudades, especialmente Santiago y Valparaíso,
se vería paliado así por la estructura de representación territorial de la
Cámara de Diputados.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


360 ESTUDIOS PÚBLICOS

Por otro lado, si bien la idea de senadores nacionales presenta el


inconveniente de campañas políticas más costosas, tiende a elevar la calidad
de los elegidos, conformando un Senado de alto relieve ciudadano, ajeno a la
limitación que las elecciones regionales imponen en cuanto a la influencia
que siempre juegan en ellas los intereses locales y los servicios a los elec-
tores. Un verdadero Senado de la República, de carácter consiguientemente
nacional, hace más provechoso el bicameralismo y justifica sus funciones
de índole jurisdiccional cuasi-jurisdiccional, por un lado, y de prestar su
acuerdo o evacuar su opinión ante actos o consultas del Jefe del Estado, por
el otro, cometidos que ya le asignó la Constitución de 1925, y que parece
conveniente mantener y reforzar.
Al respecto, pienso que la acentuación en el diferente modo de generar
las dos Cámaras favorece la idea original del constituyente de 1925, en lo
tocante a hacer de la Cámara de Diputados un órgano eminentemente polí-

l
.c
tico, y del Senado un cuerpo, en cambio, moderador y de carácter más
despolitizado. Es imprescindible, al efecto, prohibir expresamente que el
ile
Senado ejerza funciones fiscalizadoras, ya que si bien constitucionalmente
ellas estaban reservadas a la Cámara de Diputados, en el hecho el Senado las
h
invadió en forma sostenida, distorsión que comenzó al incluirse en su
pc

Reglamento interno la hora de incidentes. Me parece que éste es un muy


buen y gráfico ejemplo de cómo los malos hábitos políticos pueden frustrar
e

la sana inspiración de un texto jurídico. Al menos ante la desviación


.c

comprobada en esta materia, la nueva Constitución tiene el deber de ponerle


remedio en forma directa.
w

Ahora bien, estimo que la totalidad de la Cámara y los dos tercios del
w

Senado deben ser elegidos por sufragio universal y directo, siendo perso-
nalmente contrario a toda sustitución total o parcial de éste por la elección
w

de representantes gremiales, según lo postulan las corrientes de tendencia


corporativa.
Atrayente en su formulación teórica, especialmente frente a los vicios
que genera un partidismo exagerado, el sistema corporativo, en cuanto
pretende entregar a los gremios un poder decisorio en la elaboración de las
leyes, presenta insalvables inconvenientes del más variado género.
Desde luego, entregar decisiones que dicen relación con la conducción
general de la comunidad, a entes que por definición representan intereses
parciales, por respetables que sean, constituiría el más grave error, ya que el
bien común fluye de una visión de conjunto que no debe confundirse con la
mera suma de los intereses particulares de grupos. Es efectivo que la
elección de los parlamentarios a través del sufragio universal no ha
impedido que éstos se coloquen muchas veces al servicio de determinados

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 361

intereses parciales, en contradicción con el bien común general, pero


mientras ello ha ocurrido por una distorsión del sistema, en el caso de un
Parlamento corporativo o gremial, dicho fenómeno sucedería siempre y por
definición, ya que los parlamentarios serían oficialmente representantes de
un sector o gremio.
En la práctica, las leyes resultarían inevitablemente así el fruto de
componendas y compadrazgos, donde predominarían siempre las convenien-
cias de los grupos con mayor poder de influencia, dañándose seriamente la
justicia.
Por otro lado, y además de las dificultades para establecer una repre-
sentación justa y adecuada, debido a la multiplicidad de los cuerpos inter-
medios, el intento corporativo de sustituir los partidos políticos reempla-
zándolos por los gremios sólo traería consigo una aguda y creciente

l
politización de éstos, ya que sería lógico que si a partir de ellos se generara

.c
la designación de quienes deberían resolver sobre las materias de más amplia
ile
repercusión política, la vida interna y la elección de las directivas gremiales
no podría jamás depurarse de una politización que, en dicha hipótesis, fluiría
h
como un fenómeno natural y justificado.
Cosa muy diferente, como lo propone el anteproyecto constitucional,
pc

es incorporar a representantes de los gremios y del saber especializado,


con carácter permanente, a las comisiones de la Cámara de Diputados,
e

por ser ésta la rama que se propone como necesaria Cámara de origen en
.c

la tramitación de las leyes, para un mejor ordenamiento en la tarea de


legislar.
w

La naturaleza consultiva y no obligatoria que los acuerdos de dichas


w

comisiones tienen para la Cámara evita todos los inconvenientes concep-


w

tuales y prácticos que ofrece el esquema corporativista, al paso que la


presencia estable de miembros no parlamentarios en las referidas comisiones
puede contribuir a que en su seno se expresen orgánica y públicamente los
puntos de vista de la técnica y de los intereses de grupos, forzándose así a
éstos y a los parlamentarios a una confrontación responsable y abierta de
sus puntos de vista. Considero que ello ayudaría a elevar el nivel técnico del
trabajo legislativo, en el bien entendido de que esos miembros no
parlamentarios de las comisiones de la Cámara fueran acertadamente
determinados por la ley correspondiente. En todo caso, es evidente que este
aporte no se suple con el antiguo sistema de que las comisiones legislativas
inviten libremente a quienes deseen para escuchar su opinión, ya que una
cosa es dar una opinión general y esporádica sobre un determinado proyecto,
y otra bastante distinta es tener pleno derecho a participar en el debate de
éste hasta su total despacho por la Comisión.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


362 ESTUDIOS PÚBLICOS

Se ha pensado que dichos representantes de los intereses y del saber


especializado tengan derecho a voz y voto en las comisiones correspon-
dientes, a fin de comprometer más su participación por la vía del pronun-
ciamiento que implica el voto, y asimismo para facilitar la posibilidad de
que su punto de vista pueda llegar a la Sala de la Cámara con mayor
formalidad, a través de un eventual informe de minoría, cuando procediere.
Pero lo fundamental de la idea no es el derecho a voto de dichas personas en
las comisiones, sino su participación estable en éstas.
En cuanto al tercio del Senado que no se generaría por elección
popular, permítaseme hacer una breve defensa del anteproyecto frente a
algunas críticas injustas que ha recibido en esta materia.
Desde luego, basta leer su composición para advertir que no se trata
de representantes gremiales, ya que ello contradiría los reparos antes formu-
lados al corporativismo, sino de altos exponentes de la vida republicana

l
.c
chilena, que aportarían la experiencia y la moderación a un cuerpo que,
como el Senado, debe caracterizarse precisamente por esos rasgos. Tampoco
ile
es efectivo que este tercio daría un control de la Corporación al Presidente de
la República, ya que la influencia de éste en la designación de dichos
h
senadores, según la proposición del anteproyecto, es mínima.
pc

Frente a las evidentes ventajas que entraña un aporte de esta natu-


raleza, sólo ha subsistido como objeción el que, de acuerdo a cierto con-
e

cepto estrecho y dogmático en que se pretende encerrar la soberanía popular,


.c

no sería admisible que hubiera autoridades políticas que no emanaran


directamente del sufragio universal.
w

A ello respondo retomando las consideraciones formuladas al co-


w

menzar estas palabras en el sentido de que la soberanía se expresa dentro de


una comunidad en forma variada y orgánica, y que resulta absurdo
w

circunscribirla a una sola y determinada manifestación de ésta, por impor-


tante que sea, como el sufragio universal.
Desde luego, y si se quisiera defender una integración del Senado
como la que se propone, sin salirse de dichos moldes clásicos y estrechos,
bastaría con decir que la presencia de tales personalidades en el Senado
tendría la validez que emanaría de la aprobación plebiscitaria de la nueva
Constitución, expresión suprema del poder constituyente originario.
Podríamos argüir igualmente que, en general, esas personas deberán haber
desempeñado los cargos que los habilitan para ser senadores, por decisión de
autoridades elegidas por sufragio popular directo. Pero todo ello sería
conceder valor a un argumento de artificio.
El sufragio universal, a mi juicio, debe seleccionarse como el método
predominante para la generación de las autoridades políticas, por las razones

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 363

expuestas en la primera parte de esta intervención. Pero no olvidemos que la


voluntad del pueblo expresada un día en las urnas no agota la voluntad per-
manente y completa de la Nación. Tan evidente es esto, que para disminuir
los peligros de las avalanchas electorales, la Constitución de 1925 previo la
renovación del Senado por parcialidades, con resultados moderadores cuyos
beneficios nadie podría desconocer. Parecido fruto cabe esperar de la inte-
gración del Senado por personalidades cuya jerarquía republicana, por otro
lado, no podría entenderse desmejorada frente al título que proviene del
sufragio popular, salvo para mentes perturbadas por lamentables prejuicios
dogmáticos.
¿Puede alguien que proceda con criterio amplio negar el título que
tiene un ex Presidente de la República para integrar el Senado por derecho
propio? ¿O el título que para ello implica haber sido Comandante en Jefe de

l
alguna Institución Armada?

.c
¿O el que emana de haber sido Presidente de la Corte Suprema,
ile
Rector de una Universidad, o Canciller de Chile, por el lapso que se indica
para cada caso, y además ser elegido de entre quienes cumplen con esas
h
condiciones, por el Pleno de la Corte Suprema, por todos los Rectores de
Universidades, o por todos los ex Cancilleres que hayan desempeñado el
pc

cargo por el tiempo mínimo que se señala, respectivamente? Pensar que ese
título será de menor valor que el de la elección popular es conceder a éste un
e

carácter excluyeme como expresión de la soberanía, que ninguna consi-


.c

deración doctrinaria válida logrará avalar jamás, y en el terreno práctico


w

implica situarse en una posición extraña al buen sentido y al pragmatismo


del espíritu nacional.
w

A quienes consideran que este tercio del Senado sería "anti-demo-


w

crático", como una destacada figura política lo señalara recientemente, me


atrevo a emplazarlos a que expliquen por qué no le hicieron jamás ese cargo
al ex Presidente don Jorge Alessandri, que ya en 1964 propuso la
estructuración del Senado con un tercio que no fuera de generación popular,
en circunstancias de que él postuló como candidato presidencial en 1970,
oportunidad en la cual no se omitió elemento alguno, legítimo o ilegítimo,
que pudiera servir para atacarlo. Esta tardía reacción de algunos sectores ante
la idea en cuestión revela que no es su contenido mismo, sino un móvil
muy distinto lo que inspira sus actuales objeciones.
Gran importancia para el prestigio del futuro Congreso reviste la
dignificación de los cargos parlamentarios, que en el último tiempo se vio
seriamente disminuida. Para ello es menester consagrar inhabilidades,
incompatibilidades e incapacidades, que afiancen la independencia de la fun-
ción parlamentaria, impidiendo que su influencia sea indebidamente utilizada

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


364 ESTUDIOS PÚBLICOS

en el mundo de los negocios, ante la Administración Pública, o en las


variadas expresiones de la esfera gremial.
A este último respecto, la experiencia vivida por el país reclama
drásticas medidas para independizar el campo político-partidista o par-
lamentario, por una parte, y el terreno gremial, sea éste empresarial, labo-
ral, profesional o estudiantil, por el otro. En este sentido, las inhabilidades
parlamentarias y las causales de cesación en el cargo deben ser tajantes, y su
determinación, tanto para éste como para todos los demás casos, debe
entregarse al Tribunal Constitucional, y no a la respectiva Cámara como lo
preceptuaba la Constitución de 1925.
Asimismo, es necesario terminar con el irritante privilegio de la
inviolabilidad parlamentaria, y establecer en su reemplazo la responsabilidad
de los congresales por sus actos.

l
Resulta comprensible que se mantenga el fuero parlamentario,

.c
beneficio procesal que debe impedir que un parlamentario sea privado de
ile
libertad o procesado, si la Corte de Apelaciones respectiva no declara
previamente haber lugar a la formación de causa. Con ello se garantiza la
h
independencia de la función parlamentaria, y se evita que posibles preci-
pitaciones, o incluso abusos intencionados, presionen la conducta de un
pc

diputado o senador, o bien alteren el resultado de una votación por la vía de


una breve e injustificada detención de uno o varios parlamentarios, con los
e

efectos políticos fáciles de prever, aun cuando ella se dejara sin efecto
.c

rápidamente. El fuero parlamentario es, pues, indispensable.


w

Lo que en cambio carece, a mi modo de ver, de todo fundamento


plausible es la inviolabilidad parlamentaria, ya que ella significa la
w

impunidad de los diputados y senadores frente a cualquier opinión mani-


w

festada en el desempeño de sus funciones. Resabio de otros tiempos, esta


norma pudo tener explicación razonable cuando se trataba de fortalecer la
independencia de los nacientes Parlamentos, como reacción a los antiguos
absolutismos, pero hoy día no sólo resulta anacrónica, sino gravemente
perturbadora para el recto funcionamiento de una democracia. Ni para
legislar ni para fiscalizar es necesario delinquir ni estar amparado por la
impunidad frente al delito. No sólo ninguna otra autoridad de la nación goza
de este privilegio, sino que bajo su manto protector, el país vio muchas
veces decaer el nivel de la función parlamentaria a límites que rebajaban su
propia dignidad. ¿Por qué un parlamentario ha de tener derecho a injuriar o
calumniar a otra persona en el ejercicio de sus funciones? Nada hay que lo
justifique, salvo el aferrarse a realidades superadas, y en cambio su supre-
sión contribuiría a la mayor responsabilidad ética de los parlamentarios,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 365

cuya plena independencia quedaría suficientemente garantizada por el fuero,


como ya se ha expuesto.
En lo referente a los partidos políticos, es mi opinión que ellos deben
reconocerse como cauces válidos e insustituibles para canalizar la participa-
ción política de los ciudadanos, con exclusión obviamente de aquellos que
sean contrarios a las bases de la institucionalidad. Sin embargo, los
desbordes en que incurrieron los partidos en nuestro país, y que se tradujeron
en un fuerte divorcio entre ellos y la ciudadanía, deben remediarse funda-
mentalmente estableciendo sistemas electorales que les priven del carácter
monopólico que las leyes de elecciones les fueron atribuyendo progresi-
vamente, lo cual derivó en que pequeñas oligarquías cerradas, que dirigían
los partidos políticos, imponían sus candidatos al pueblo en forma
excluyeme, al menos para el Parlamento, y luego controlaban a través del

l
poder que ese mismo resorte les brindaba la actuación del congresal en el

.c
desempeño de su cargo, a través de las órdenes del partido. Este vicio llegó a
ile
tal extremo, que era aceptada como una práctica corriente la inmoralidad de
que respecto de votaciones en que la Constitución llamaba a los senadores a
h
resolver como jurado, se informara a través de la prensa de las órdenes de
partido que se impartían al respecto.
pc

Reducir a los partidos al cauce válido pero no monopólico de


participación política que ellos han de constituir aconseja precisar en la
e

Constitución, lo más claramente posible, los sistemas electorales para


.c

generar los parlamentarios, garantizando así, desde la Carta Fundamental, la


igualdad en que dichas colectividades deben concurrir a los comicios en
w

relación con los candidatos y sectores independientes.


w

La democracia interna en la vida de los partidos, y la publicidad de


w

sus registros y de sus fuentes de financiamiento, son otros elementos que la


Constitución debe consagrar para su ulterior desarrollo en el estatuto legal
correspondiente.
Deseo cerrar mis palabras con algunas referencias al papel de las
Fuerzas de la Defensa Nacional en la nueva institucionalidad, debiendo
referirme expresamente en este punto a las ideas del anteproyecto cons-
titucional.
En un principio, hubo opiniones dentro del debate constitucional
ciudadano que insinuaron la conveniencia de entregar a las Fuerzas de la
Defensa Nacional una suerte de veto frente a decisiones de reforma constitu-
cional, legales o administrativas, cuando ellas lesionaran la seguridad
nacional. Se procuraba tender así a buscar un camino directo para asegurar a
dichas instituciones la misión de resguardar la seguridad nacional, que les
compete en un grado relevante.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


366 ESTUDIOS PÚBLICOS

Un análisis más detenido del tema hizo ver de inmediato los graves
peligros que podrían derivarse de una fórmula semejante, tanto porque se
rompería la armonía de un esquema constitucional al consagrarse un poder
que estaría por encima del Jefe del Estado y demás autoridades establecidas
por la Constitución, cuanto porque ello arrastraría a las Fuerzas Armadas y
de Orden al campo de la política contingente de un modo incompatible con
su naturaleza castrense, a la vez que las haría corresponsables, por omisión,
de toda medida que resultara negativa y que no hubiese sido vetada en su
oportunidad, con el riesgo consiguiente de afectar el prestigio de institucio-
nes llamadas a ser la reserva última o suprema de la nacionalidad.
Todo esto llevó al anteproyecto constitucional a descartar dicha idea,
fortaleciendo en cambio el carácter autónomo y profesional de las Fuerzas
Armadas, respecto de las cuales se declara expresamente que existen para la

l
defensa de la Patria, que son esenciales para la seguridad nacional y que

.c
garantizan el orden institucional de la República, como asimismo de las
Fuerzas de Orden y Seguridad Públicas, las cuales conforman la Fuerza
ile
Pública, y que existen para dar eficacia al Derecho, garantizar el orden
público interno y la seguridad de las personas.
h
El anteproyecto considera fundamental explicitar su carácter profesio-
pc

nal, jerárquico, disciplinado y obediente, pero precisando esta última calidad


referida a sus mandos y, por cierto, al ordenamiento constitucional, y
e

desautorizando así toda interpretación futura de obediencia personalísima al


.c

Presidente de la República, semejante a la que don Salvador Allende intentó


para convertir a nuestras Fuerzas Armadas y de Orden en una especie de
w

guardia pretoriana del Jefe del Estado, originando una de las situaciones más
w

graves que requirió el pronunciamiento militar del 11 de Septiembre.


De igual manera, el carácter no deliberante de las instituciones
w

castrenses ha de entenderse en cuanto no puede haber en ellas ninguna


deliberación en materias ajenas a sus funciones específicas, o que no se
realice en conformidad a sus reglamentos internos. Pero, proclamado dicho
rasgo en forma absoluta era y sería siempre irreal, desde el momento en que
obviamente, para no citar sino el ejemplo más claro, los Estados Mayores
deliberan en todas las materias propias de su competencia, sin perjuicio de
someterse a lo que en definitiva resuelva el mando correspondiente.
El anteproyecto postula la creación del Consejo de Seguridad
Nacional, a nivel constitucional, y siendo la preservación de la seguridad
nacional un deber que incumbe a todos los chilenos y, por tanto, a toda la
institucionalidad, la integración que se propone es mixta, con participación
militar y civil. Así, bajo la presidencia del Jefe del Estado, lo compondrían
los Comandantes en Jefe de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 367

General Director de Carabineros, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa


Nacional, el Presidente del Senado, el Presidente de la Corte Suprema y el
Presidente del Consejo del Banco Central. La inclusión de este último ha
provocado algunos comentarios de sorpresa, lo que resulta comprensible si
se tiene en vista al actual Banco Central, pero su participación se explica
plenamente en cambio a la luz de las facultades que se propone otorgarle al
Consejo de dicho banco en el mismo anteproyecto.
Asimismo, no se justifican las objeciones de que no lo integrarían
los Ministros de Estado que tradicionalmente han formado parte del actual
Consejo Superior de Seguridad Nacional, a saber, los de Interior, Relaciones
Exteriores, Defensa Nacional y Economía. De acuerdo al anteproyecto,
dichos ministros pertenecerían al Consejo, pero no tendrían voto en él, ya
que ello significaría en la práctica frustrar los objetivos del organismo, al

l
otorgarle cinco votos al gobierno dentro de él.

.c
Las atribuciones del Consejo de Seguridad Nacional, aparte de
asesorar al Jefe del Estado en las materias pertinentes, y de prestarle su
ile
acuerdo para la declaración de algunos de los estados de excepción, serían la
de aprobar cada diez años el Objetivo Nacional preparado por los organis-
h
mos técnicos pertinentes, y la de representar su punto de vista, pública o
pc

privadamente, a cualquier autoridad establecida en la Constitución, frente a


un acto, hecho o materia que a su juicio pueda comprometer la seguridad
e

nacional.
.c

Respecto del Objetivo Nacional, se trata de un documento orientador


que debe favorecer la continuidad de los gobiernos en ciertas materias
w

fundamentales y permanentes, por encima de las legítimas divergencias


w

ideológicas que caractericen la evolución política del país. Su contenido no


tiene en sí mismo fuerza preceptiva, salvo en cuanto lo contenga alguna
w

norma jurídica, caso en el que tendrá el valor de ésta. A través del Objetivo
Nacional no se pretende, pues, la creación de un nuevo rango de norma
jurídica, sino que se busca la finalidad recién mencionada.
En lo que atarle a la facultad de representación antes enunciada, ella
contempla una forma prudente pero eficaz de hacer posible que las Fuerzas
Armadas y de Orden cumplan con las misiones propias que les
corresponden, y participen activamente en la vida nacional, pero sin com-
prometerse en forma inconveniente en los avatares cotidianos de la política
contingente, sino haciendo oír su voz, a través de sus jefes máximos y
dentro de la composición del Consejo ya explicada, cuando estimaren
afectada la seguridad nacional. Pienso que se logra así un adecuado equilibrio
entre un inconveniente derecho constitucional de las Fuerzas Armadas a

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


368 ESTUDIOS PÚBLICOS

veto, y el otro extremo también negativo de la absoluta prescindencia de la


vida nacional a que éstas fueron reducidas en las últimas décadas.
Requisito indispensable para la eficacia de este Consejo es que él
pueda ser convocado no sólo por el Presidente de la República sino por
cualesquiera dos de sus miembros.
Correlato lógico de las ideas expuestas es la supresión de toda
interferencia política en los ascensos y retiros de los miembros de las
Instituciones Armadas y de Orden, los que deberán ser realizados por el
Presidente de la República, pero siempre a proposición del Comandante en
Jefe de la respectiva rama de las Fuerzas Armadas o del General Director de
Carabineros, según el caso, quienes procederán conforme a sus reglamentos
internos. A su vez, los Comandantes en Jefe y el General Director de
Carabineros deberán ser nombrados por el Presidente de la República de

l
entre los oficiales que ostenten el grado inmediatamente siguiente, es decir,

.c
Generales de División, Vicealmirantes, Generales de Aviación y Generales
Inspectores, según las actuales denominaciones de los grados dentro de las
ile
distintas instituciones castrenses, y durarán un plazo fijo de cuatro años,
dentro del cual serán inamovibles, sin perjuicio de la acusación consti-
h
tucional por notable abandono de sus deberes o por haber comprometido
pc

gravemente el honor o la seguridad de la Nación.


A fin de evitar conflictos insolubles entre el Presidente de la
e

República y las más altas autoridades de las Fuerzas Armadas y de Orden, el


.c

an-teproyecto estimó conveniente abrir una salida de excepción, que le


permita a aquél llamar a retiro a un oficial contra la voluntad de su
w

Comandante en Jefe o General Director, según el caso, en eventos califi-


w

cados, pero requiriendo para ello el acuerdo del Consejo de Seguridad


w

Nacional.
En caso de prosperar esta idea, estimo, a título enteramente personal,
que podría considerarse la conveniencia de hacer extensiva esta posibilidad
también al caso de un Comandante en Jefe o General Director, ya que aun
cuando esta sugerencia no fue planteada en el seno de la Comisión
Constitucional, creo que quizás vendría a complementar el propósito de no
dejar eventuales conflictos sin salida institucional, en materia tan grave y
delicada como ésta. Creo que la composición del Consejo de Seguridad
Nacional garantizaría su idoneidad para resolver una dificultad extrema que
pudiera excepcionalmente llegar a plantearse en el nivel señalado, y que la
existencia de esta instancia para zanjar el posible diferendo operaría con un
carácter disuasivo respecto del surgimiento o agravamiento de éste.
Ruego excusas a los señores profesores por la extensión de mis
palabras, pero la íntima relación de los temas constitucionales exige un

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 369

tratamiento de conjunto, aun cuando él se haga en la forma somera que


impone una intervención de esta naturaleza.
Al agradecerles muy sinceramente su atención a las ideas que he
expuesto, reitero que ellas no aspiran a ser más que un modesto aporte que
pueda contribuir en algo a enriquecer el intercambio de ideas que habrá de
desarrollarse en estas jornadas, en torno a un tema cuya gravitación para el
destino de Chile exige de todos nosotros un esfuerzo constructivo, realista y
generoso, para plasmar soluciones adecuadas y coherentes, teniendo siempre
presente que, al igual que en la mayor parte de los problemas de la vida
humana, en materia constitucional toda fórmula presenta ventajas e
inconvenientes.
Ponderar las alternativas a la luz de la experiencia de nuestro país y
del mundo, y escoger las que ofrezcan mayores ventajas y menores incon-

l
venientes, es la tarea que hoy congrega el esfuerzo de quienes deseamos que

.c
la futura Carta Fundamental de nuestra Patria favorezca una sociedad en que
ile
prevalezcan, en el mayor grado posible, esa libertad, seguridad, prosperidad
y justicia, que todos anhelamos tan ardientemente para Chile, Nación que ha
h
sido y seguirá siendo señera en el continente por su fe en el Derecho y su
vocación creadora para darle vida adecuada, estable y eficaz.
e pc
.c

EL CAMINO POLÍTICO*
w

El transcurso del tiempo acrecienta siempre el interés por el


w

desenlace y legado político de todo régimen de facto. La circunstancia de que


w

el Presidente Pinochet haya asumido una definición fundamental a este


respecto en el Plan de Chacarillas, añade un valioso elemento adicional para
el análisis del tema. Abordar sucintamente las principales inquietudes que a
este propósito se plantean, es el objetivo de las líneas que siguen.

La democracia frente a la nueva institucionalidad

Esta revista [Realidad] ha analizado en diversos artículos anteriores la


importancia que reviste la concepción gubernativa en cuanto a que la nueva

*Jaime Guzmán E., "El camino político", Realidad, año 1, N° 7,


diciembre 1979, pp. 13-23. Las itálicas corresponden al texto original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


370 ESTUDIOS PÚBLICOS

institucionalidad política forma un todo coherente e indisoluble con la


nueva institucionalidad económica y la nueva institucionalidad social, desde
que las tres reconocen una común inspiración doctrinaria en la Declaración
de Principios del actual Régimen, y además son recíprocamente interde-
pendientes en sus objetivos.
La precisión de que los fines de esa nueva institucionalidad global
son los de favorecer una forma de vida en que imperen armoniosamente la
libertad, la seguridad, el progreso y la justicia, permite asimismo perfilar
con mayor claridad el carácter de medio que para tal propósito constituye la
forma democrática de gobierno.
Si la democracia es una forma de gobierno, no puede ser un fin en sí
misma, porque ninguna forma de gobierno puede jamás serlo. Y en cuanto
medio, su validez dice en cambio directa relación con su eficacia para
promover la forma de vida que se anhela. Por eso es que la democracia sólo

l
.c
es realmente legítima en cuanto sirva a la libertad, la seguridad, el progreso
y la justicia, al paso que pierde toda validez si debido a un erróneo diseño o
ile
aplicación práctica termina favoreciendo los antivalores inversos del totali-
tarismo, el estatismo, el terrorismo, la subversión y la demagogia, como
h
tuvimos dramática oportunidad de comprobarlo en los años que precedieron
pc

al pronunciamiento militar de 1973.


La sola circunstancia de que la democracia pueda derivar en un
e

sistema antilibertario comprueba que ella no puede erigirse en fin último, ni


.c

mucho menos identificarse con la libertad como conceptos sinónimos o


supuestamente inseparables.
w

Analizar los rasgos que la nueva democracia chilena haya de tener


w

para servir realmente los valores propios de una forma de vida libertaria,
segura, progresista y justa, ha sido motivo de otros análisis realizados sobre
w

la materia —varios de ellos en esta misma publicación—, pero no es la


finalidad del presente artículo.
Nos interesa aludir más bien ahora a las exigencias y disyuntivas
que, a nuestro juicio, plantea el camino político para tender a tal propósito.
En esta perspectiva, interesa subrayar que si bien la definición de la
democracia como un medio impide toda falsa o cómoda idealización a su
respecto, el hecho de que la nueva institucionalidad, en razón de nuestra
tradición e idiosincrasia, escoja ese medio y no otro como la forma normal
de gobierno válida para el futuro de nuestra Patria, lleva anexo el imperativo
de no minimizar su importancia.
Sólo se llega al fin deseado a través del buen uso de medios idóneos
para ello. Chile sólo alcanzará los propósitos que el actual Régimen se ha
propuesto en la medida en que avance, en forma gradual pero resuelta, hacia

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 371

la democracia. Debilitar esta convicción sería poner en peligro la per-


durabilidad de las metas propuestas o ya logradas por el Gobierno militar.
La clara definición del último Mensaje Presidencial al respecto
representa un estimulante auspicio en el sentido descrito, a la vez que
desautoriza explícitamente todo devaneo proclive a la implantación de una
suerte de "Estado militar" que perpetuara en las Fuerzas Armadas la radi-
cación del poder político o todo esquema fascista, al cual fatalmente están
destinadas, entre otras, las añejas fórmulas corporativistas, posiciones
ambas que algunos partidarios del Gobierno insinúan majaderamente, con
grave daño y confusión para la opinión pública.

Condiciones para una democracia seria y estable

l
.c
El verdadero problema es otro, y consiste en definir cuáles son los
requisitos para disfrutar de una democracia estable. Lógicamente, en dicha
ile
discusión no tienen cabida, ni sincero interés, aquellos grupos "ultras"
recién aludidos, como tampoco el marxismo totalitario, porque ni uno ni
h
otro extremo cree en la democracia.
pc

Pero, en cambio, el tema es acuciante para todo demócrata. De ahí


que resulte incomprensible la falta de realismo y la superficialidad con que
e

los sectores democráticos adversos a la nueva institucionalidad abordan el


.c

problema. Pareciera que para ellos la democracia tiene las cualidades


intrínsecas y automáticas para ser estable, por lo cual sólo se trataría de
w

"restablecerla pronto", como tanto insisten, haciendo de la sola "fe en el


w

pueblo" un elemento tan absoluto como vago, irreal y confuso. Ese es el


origen de las discrepancias más profundas entre los partidarios y los
w

adversarios de la nueva institucionalidad en torno al actual proceso político.


A nuestro juicio, y aparte de su necesario arraigo en la mentalidad
nacional, que en el caso de Chile nadie discute, una democracia sólo puede
funcionar en forma seria y estable sobre la base de ciertos supuestos
fundamentales.

1. Consenso básico

El primero de ellos es un consenso mínimo o básico de la comu-


nidad nacional en torno a los valores esenciales de su organización social.
Así como sin derecho a discrepar no hay democracia, ni tampoco libertad,
sin ese consenso mínimo desaparece por otro lado la unidad en que se funda

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


372 ESTUDIOS PÚBLICOS

toda convivencia y, entonces, la discrepancia deriva en guerra civil, y la


democracia en anarquía. Esa fue precisamente la experiencia reciente de
Chile, que culminara en el gobierno marxista.
La defensa de ese consenso básico, identificado con el alma misma
del ser nacional, obliga a excluir de la vida cívica a las doctrinas totalitarias
o violentistas que atenten en su contra. Sobre la legitimidad y eficacia de
tales restricciones jurídicas hemos abundado en otras ocasiones, y no es
nuestro propósito volver en esta oportunidad.
Más bien interesa destacar que si bien ellas son de indudable utilidad,
no se puede pensar en que sean suficientes. Mirado el problema a largo
plazo, quizás ni siquiera cabe juzgarlas como el dique más importante, ya
que toda norma excluyeme de una doctrina sería a la postre ineficaz, si una
cuota sustancial de la ciudadanía mantuviera o sumara su adhesión a dicha
doctrina. Las disposiciones prohibitivas en materia ideológico-política sólo

l
.c
sirven para que la sociedad defienda el aludido consenso mínimo frente a los
embates de una pequeña minoría. Pero el respaldo de la abrumadora mayoría
ile
a las bases de su convivencia institucional debe apoyarse en la convicción
espontánea de aquélla en torno a su validez. No en vano se trata de un
h
consenso.
e pc

2. Compromiso ciudadano con el sistema político


.c

En tal sentido, juega un papel irreemplazable el compromiso


w

efectivo que la ciudadanía sienta hacia el sistema político que impere. Y


w

sólo pueden experimentar dicho compromiso con la democracia quienes


reciben algún beneficio sustantivo de su vigencia, ya que nada significará
w

ésta jamás para quienes sólo les brinda miseria, atraso e ignorancia.
Por ello, un grado suficientemente alto de desarrollo económico,
social y cultural como para suscitar dicho compromiso, emerge como uno
de los factores esenciales de una democracia seria y estable.
Si en Chile la tuvimos durante más de un siglo fue, entre otras
razones, porque sólo votaban quienes de hecho se sentían solidarios con un
sistema a cuyos beneficios tenían real acceso. El progresivo aumento del
cuerpo electoral durante las últimas décadas, en porcentajes muy superiores
al crecimiento vegetativo de la población, incorporó a la decisión política a
grandes masas que ninguna ligazón sentían en cambio hacia un régimen que
veían como ajeno e injusto, lo cual los convertía en fácil presa de cualquier
prédica demagógica o extremista. La perniciosa práctica del cohecho
escondió durante un buen tiempo esta realidad, pero suprimido éste por la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 373

saludable implantación de la cédula única que garantizaba el secreto del


sufragio, y derogada simultánea e irresponsablemente la ley de defensa de la
democracia, la votación marxista ascendió a un tercio del electorado
nacional, ya en las elecciones presidenciales de 1958.
A partir de ese instante, la democracia chilena se hizo inestable. El
resto fue sólo cuestión de tiempo. La llegada del marxismo al gobierno en
1970 no fue el fruto de un simple azar o de una falla del sistema electoral.
La única incógnita estaba en la fecha. Ocurrió en 1970, como pudo haber
sucedido en 1958, en 1964 o en 1976. Pero el desenlace era inevitable. Nada
garantizaba tampoco que de haber existido una "segunda vuelta" electoral, el
señor Allende hubiese sido derrotado. Además del 36 por ciento que éste
había logrado en una elección a tres bandas, la mayor afinidad que el señor
Tomic reconocía entre su programa y el de la Unidad Popular, por contraste

l
con el de don Jorge Alessandri, fue el fundamento del pacto secreto entre el

.c
candidato democratacristiano y el abanderado marxista, descubierto y
ile
confesado pocos días después de la elección popular. Signo éste dramático
de la confusión en que en tales condiciones habría tenido lugar la "segunda
vuelta", cabe concluir que en una democracia profundamente inestable como
h
la que el país vivía en 1970, tal mecanismo no habría constituido garantía
pc

suficiente alguna.
Si por otra parte observamos la realidad mundial, llegamos a la
e

inequívoca conclusión de que la democracia sólo funciona en forma seria y


.c

estable en los países que han alcanzado un grado significativo y generalizado


w

de bienestar material y progreso cultural. No nos referimos aquí por cierto a


los regímenes en que una minoría plutocrática o corrupta se sirve de una
w

fachada democrática para sus propios intereses, a través del enfrentamiento


w

entre partidos sin arraigo popular alguno. Tampoco aludimos a democracias


cuyo deterioro es hoy tan ostensible como el que llevara a que hace pocos
años en Chile y Uruguay, los dos regímenes democráticos de mayor tradi-
ción y respetabilidad de Sudamérica, se erosionaran hasta su destrucción. La
ceguera para no advertir o no reconocer la inestabilidad de muchas demo-
cracias que hoy se deslizan por la misma pendiente, no quita que ello sea
evidente.
Cuando sostenemos que las democracias serias y estables son muy
pocas en el mundo, hablamos de aquéllas cuyo funcionamiento compromete
realmente a las grandes mayorías nacionales. Y eso sólo se da en países con
un sólido nivel de desarrollo económico, social y cultural. Que esto no
basta es efectivo. Que sin embargo constituye un requisito indispensable,
nos parece igualmente categórico.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


374 ESTUDIOS PÚBLICOS

Es por ello que habiendo accedido el mundo a una sociedad de masas


nadie podría postular sensatamente el retorno a un sufragio restringido como
el que nuestra democracia tuviera en su época de mayor solidez. Menos
procedería propiciar el restablecimiento de fórmulas hipócritas que
permitieran el cohecho. Sólo cabe avanzar hacia la conquista de ese nivel
generalizado de desarrollo cultural y estable, pero ahora de masas y no de
élite como fuera la nuestra hasta las primeras décadas de este siglo. Alcanzar
esa meta es condición previa para que en-nuestra Patria pueda implantarse
nuevamente el régimen democrático de gobierno. Lo contrario implicaría
colocar otra vez al país en el mismo volcán, cuya erupción hasta ahora
sufrimos en sus efectos.

l
3. Reducción del poder estatal y arraigo en el

.c
ejercicio de la libertad económica y social
ile
Estrechamente relacionado con lo anterior surge un tercer elemento
h
para una democracia estable, cual es la reducción del poder estatal a las
dimensiones que le corresponde conforme al principio de subsidiariedad,
pc

garantizándose así un amplio campo para la libertad personal.


Si se hace hoy necesario reducir el poder del Estado para colocarlo en
e

sus justos límites, es porque en este último tiempo su acción los ha


.c

desbordado. El fenómeno resulta palpable en la mayoría de los países, y en


w

todo caso cada vez más agudo en la tendencia predominante dentro de la


evolución experimentada por Chile entre 1938 y 1973.
w

Aparte de perjudicar el desarrollo económico, ese estatismo exagerado


w

menoscabó fuertemente la libertad de los chilenos para decidir en aquellas


materias que dicen más directa relación con su destino personal o familiar,
como la libertad de trabajo, de sindicación, de escoger la educación de los
hijos, de elegir entre diversas prestaciones de salud, de resolver sobre la
administración de los propios fondos previsionales y, en fin, de emprender
una actividad económica sujeta en su éxito sólo a reglas objetivas e
impersonales. Liberar a los chilenos de las trabas paralizantes de la
burocracia estatista y discrecional, o de indebidos monopolios gremiales y
profesionales amparados por ley, entraña una tarea que el actual gobierno ha
asumido con visible decisión, pero respecto de la cual el trecho recorrido
parece claramente insuficiente frente al que urge completar lo más rápido
posible.
Porque no se trata sólo de que se restituyan a las personas aquellas
libertades económicas y sociales que a éstas corresponden, y que les han

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 375

sido gradualmente usurpadas. Circunscribir el Estado a su debida dimensión,


se impone ciertamente como esencial. Pero además es menester que el
ejercicio de dichas libertades personales por un período suficientemente
dilatado se haga carne entre los chilenos, a fin de que la vivencia de sus
frutos encuentre en cada ciudadano su más ardiente defensor. No olvidemos
que la libertad sólo se aprecia por quien la ha conocido, y las generaciones
más recientes de nuestra patria no han experimentado la libertad económica
y social, ni por ende tampoco su gravitación para ampliar y robustecer la
libertad política.
Poco se obtendría con limitar el poder estatal, si inmediatamente
después éste cayese en manos de quienes pretendieran volver a extenderlo
indebidamente. Sólo un período suficiente para ejercer la libertad
económico-social y palpar sus beneficios será un dique eficaz contra futuros

l
rebrotes socialistas.

.c
ile
El traspaso del poder, ¿cuándo y a quién?
h
Si bien el último de los tres factores enunciados resulta obvio en su
pc

implicancia para el contenido libertario de una democracia, acaso no parezca


tan nítido su vínculo con la estabilidad de ésta.
e

Pero es exactamente aquí donde llegamos a un punto medular del


.c

problema.
Una democracia sólo puede ser estable cuando en las elecciones
w

populares se escoge entre diversas opciones políticas o tendencias de


w

gobierno, pero en que no se juegue lo esencial de la forma de vida de un


pueblo. Independientemente de todo juicio de valor al respecto, la
w

experiencia histórica demuestra que la forma esencial de vida de una


comunidad sólo se modifica ya sea por la lenta y aceptada evolución del
cuerpo social, o bien por la intervención impositiva de la fuerza, pero nadie
admitirá jamás que su sistema básico de convivencia y los valores que la
inspiran sean bruscamente trastrocados como consecuencia de un resultado
electoral. En tal evento, el veredicto de las urnas no podrá nunca suscitar la
aceptación interior de los que aparezcan vencidos. Y en ese mismo instante,
la democracia habrá terminado su existencia estable. La experiencia chilena
entre 1970 y 1973 es un buen ejemplo para reflexionar sobre la materia.
En las grandes democracias del mundo, los elevados procentajes de
abstención electoral no indican, como muchos erróneamente lo interpretan,
un supuesto distanciamiento del pueblo con el sistema imperante. Al
contrario. Los ciudadanos saben que cualquiera que sea el resultado electoral,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


376 ESTUDIOS PÚBLICOS

ni la democracia, ni mucho menos su forma de vida, serán alteradas. Por


ello sólo se interesan vitalmente en las elecciones quienes tienen una
marcada vocación política, que siempre representarán una minoría en todas
las comunidades. Y sólo votan aquellos que sienten por el tema al menos
una inquietud especial. Pero bastaría que la forma de vida fuese amenazada
en cualquiera de esos países (limitémonos a pensar en Estados Unidos, que
sobresale por su alto abstencionismo electoral), para que toda la ciudadanía
no sólo concurriese a votar, sino que se levantara activamente en defensa de
los valores o hábitos que rigen su convivencia.
Llevado el análisis a un terreno más gráfico, la estabilidad de una
democracia puede medirse por la tranquilidad con que el ciudadano medio
espera los desenlaces electorales, seguro de que su destino personal y fami-
liar no se verá sustancialmente afectado. Cuando en cambio los cómputos

l
se aguardan con la angustia de saber que en ellos se está jugando dramá-

.c
ticamente la esencia de tal destino, el quiebre de esa democracia se encuentra
ya sentenciado. ile
Ahora bien, para lograr la antedicha estabilidad es menester que las
alternativas que compiten por el poder no sean sustancialmente diferentes, o
h
en el peor de los casos —como actualmente sucede por ejemplo en
pc

Francia— que el enraizamiento social de los beneficios de la propiedad


privada y la iniciativa económica particular, en cuanto piezas claves que son
e

de una sociedad libre, sea de tal modo extendido y vigoroso que todo intento
.c

efectivo por atentar en su contra esté destinado a estrellarse contra un muro


muy difícil de franquear.
w

A la luz de lo expuesto, se comprende por qué el consenso mínimo


w

en torno a los valores esenciales de la convivencia social, y el compromiso


w

democrático masivo derivado del aprovechamiento de los frutos del progreso


en forma justa y generalizada, son las mejores garantías para el espontáneo
rechazo del cuerpo social hacia todo extremismo. Y, además, por qué la
reducción del poder estatal a su justa dimensión, y el fortalecimiento de la
libertad personal y de su aprecio en todos los ámbitos, le añaden la
seguridad de que si lo anterior llegase a resultar insuficiente, una realidad
libertaria impedirá en definitiva que se consume toda aventura socialista o
totalitaria.

Dos enfoques políticos diferentes

Ciertamente que nunca será indiferente quién gobierne, y el actual


régimen chileno no podría excluir de sus preocupaciones el impulso
oportuno de un movimiento cívico capaz de darle continuidad a su obra para

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 377

cuando culmine el gobierno militar. Pero lo esencial no reside en quién


gobierne, sino más bien en cuánto poder tenga el que acceda a la conducción
del Estado. Y quede en claro que nada tiene esto que ver con la forma en que
el poder del Estado se distribuya entre sus diversos órganos (Gobierno,
Parlamento, órganos jurisdiccionales y técnicos, etc.), siendo por tanto
perfectamente congruente un Estado subsidiario con un régimen presidencial
fortalecido. La definición apunta al poder que detente el Estado en su
conjunto, frente al campo de libertad que se reconozca a las personas y a los
cuerpos intermedios que éstas libremente generen. Plasmar las condiciones
para que ese poder estatal no se exceda es la clave de una sociedad libre y de
una democracia estable, y constituye al mismo tiempo la base de la tarea del
actual régimen.
Radicalmente distinto es este enfoque comparado con el que en Chile

l
predominara dentro de los partidos democráticos tradicionales.

.c
Por lo general, para éstos el gobernar constituía virtualmente un fin
ile
en sí. Tanto que fueron ellos los que idearon —y peor aún practicaron— la
funesta estrategia de "arrebatar las banderas" al adversario, en este caso al
h
marxismo. Y tras esa fórmula aparentemente habilidosa, terminaron reali-
zando parte importante de lo que éste quería. Entretanto, el marxismo
pc

desplegaba otra bandera más extrema, y allá salían a "arrebatársela" nueva-


mente los demócratas. ¿"Arrebatársela"? Claro está. Pero al precio de hacerla
e

flamear, sin que el adversario requiriese siquiera llegar para ello al poder.
.c

La experiencia democratacristiana fue la más acentuada expresión de


w

lo anterior. Y la ya anotada similitud entre el programa de la Unidad


Popular y el del señor Tomic, autotitulado este último como "la vía no
w

capitalista hacia el desarrollo", reflejó la marcada acentuación socializante


w

del planteamiento democratacristiano de 1970, respecto de la plataforma


electoral e incluso hasta el gobierno mismo de don Eduardo Frei,
comprobando así la secuencia lógica, tan funesta como implacable, de la
referida estrategia.
Sirva ello, al margen de toda pasión política, como una advertencia
de que sólo el erguir con gran vigor moral las propias banderas, aun a riesgo
hipotético de no alcanzar o de perder eventualmente el poder, y nunca en
cambio la seducción de intentar retenerlo a trueque de "arrebatar las
banderas" al adversario, es el camino adecuado para hacer imperar una reali-
dad más afín a los propios ideales.
En otras palabras, en vez de gobernar para hacer, en mayor o menor
medida, lo que los adversarios quieren, resulta preferible contribuir a crear
una realidad que reclame de todo el que gobierne una sujeción a las
exigencias propias de ésta. Es decir, que si llegan a gobernar los adversarios,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


378 ESTUDIOS PÚBLICOS

se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo
anhelaría, porque —valga la metáfora— el margen de alternativas que la
cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente
reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario.
Este predicamento es, a nuestro juicio, lo que más diferencia el
enfoque político que denota el nuevo régimen, respecto del que fuera
tradicional en nuestro país. Conforme a la nueva mentalidad, la importancia
de quién gobierne en el futuro no desaparece, pero se atenúa considera-
blemente, porque las posibilidades de triunfo se circunscribirían a tendencias
moderadas y relativamente similares entre sí. Respecto de cuándo debiera
producirse el traspaso del poder a la civilidad, a través de lo que el Plan de
Chacarillas designa como la etapa final de normalidad o consolidación, esto
es, de la plena vigencia de la nueva institucionalidad, un análisis objetivo de

l
los requisitos antes enunciados para una democracia estable avala la

.c
previsión de dicho plan, en el sentido de que ésta sólo aparece viable para la
segunda mitad de la década entrante. A quienes encuentren dicho lapso
ile
demasiado extenso, respondámoles con toda crudeza, Chile nunca ha tenido
las condiciones para una democracia de masas realmente estable. Nuestra
h
estabilidad política fue real sólo para una democracia de élite, pero como ya
pc

lo consignamos antes, cuando el imperativo histórico la transformó en


masiva, su inestabilidad no tardó en hacerse patente. La obra del Gobierno
e

militar consiste, por tanto, en colocar los cimientos para que —por primera
.c

vez en su historia— nuestra Patria pueda disfrutar de una democracia de


masas estable. De ahí la falacia de quienes piden un "restablecimiento",
w

cuando lo que se requiere es una creación.


w
w

Despejando una duda

Aun cuando la nueva Constitución se someta a la aprobación


plebiscitaria, resulta innegable que la nueva institucionalidad ha dado y
seguirá dando importantes pasos hacia su integral concreción, sin que ellos
sean consultados democráticamente.
La objeción surge de inmediato. ¿Es legítimo que una democracia se
implante por métodos no democráticos? La movilización ciudadana para
reclamar el pronunciamiento militar, el concluyeme resultado de la
Consulta el 4 de enero de 1978 y el anunciado plebiscito constitucional
podrían servir de argumentos bastante sólidos para refutar la afirmación en
que se basa la antedicha pregunta. Pero, al respecto, nos parece necesario
también abordar la cuestión en su nudo gordiano.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 379

Es cierto que diversos hitos decisivos de la nueva institucionalidad


política, económica y social no han contado con una expresa ratificación
popular. Pero aparte de que ellos contienen en sí mismos nuevas instancias
de mayor participación social, como sucede en los planos laboral, univer-
sitario, regional, comunal y tantos otros, resultaría absurdo pretender que si
una democracia se ha quebrado por la falta de los requisitos indispensables
para su estabilidad, la construcción de éstos pueda realizarse a través del
ejercicio de la democracia. Postularlo es o un abierto contrasentido o la
prueba evidente de que no se han advertido por algunos las causas más
hondas del colapso político, económico y social a que Chile llegara en
septiembre de 1973.
Parece ocioso consignar que, por lo demás, aun cuando cada paso
significativo de la nueva institucionalidad se consultara plebiscitariamente,

l
los opositores impugnarían el sistema descalificándolo como "democracia

.c
directa" o como "bonapartismo".
ile
Tampoco está de más señalar que una obra como ésta sólo puede ser
adecuadamente juzgada o evaluada al concluirse, y no en medio de su de-
h
sarrollo. Reconocer a las Fuerzas Armadas y de Orden el tiempo que requie-
ren para ello, bastante menor en todo caso que los 35 años de predominio de
pc

políticas híbridas o socializantes que antecedieron a 1973, se impone como


una mínima exigencia de justicia y generosidad cívicas.
e

Pero lo fundamental reside en que siendo imposible construir las


.c

bases de una democracia estable a través de un camino plenamente


w

democrático, no hay otro medio que hacerlo a través de un gobierno militar


"predemocrático", para seguir la terminología de un agudo analista argentino
w

cuyo enfoque al respecto se registra en la presente edición de esta revista.


w

La legitimidad moral de semejante camino se afianza por una cir-


cunstancia capital, cual es la de que por su contenido libertario, la nueva
institucionalidad es esencialmente reversible, a diferencia de los totalita-
rismos, cuyo sello distintivo es siempre la aspiración a una irreversibilidad
apoyada en la opresión.
Ya señalábamos antes que nos parece improbable que en una demo-
cracia dotada de estabilidad prospere alguna tendencia contraria a un sistema
con el cual la ciudadanía se sentirá identificada. Pero dicha realidad, que en
los hechos llevará a quienes aspiren a gobernar a circunscribirse dentro de
parámetros limitados por el sistema mismo, no provendrá de una coacción
impositiva, sino de un convencimiento libre. De ahí que no exista contra-
dicción alguna entre la solidez práctica y el carácter reversible de una
democracia estable. Su reversibilidad esencial será difícil por la adhesión
libre que ella será capaz de generar. Pero si en definitiva la nueva insti-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


380 ESTUDIOS PÚBLICOS

tucionalidad, o alguno de sus aspectos, no interpretaran a la mayoría de los


chilenos, siempre quedará abierta la posibilidad de su enmienda. Por eso es
que mientras en el caso del gobierno marxista se justificaba la rebelión para
derribarlo antes de que lograra sus metas últimas, puesto que ellas eran
totalitarias e irreversibles, el actual régimen tiene en cambio el pleno
derecho de contemplar el veredicto popular sobre la nueva institucionalidad
para el momento de la plena vigencia de ésta, ya que ella ofrecerá toda la
gama de ulteriores variaciones inherentes a una sociedad libre.

La transición y sus opciones constitucionales

Esclarecidas ya las razones por las cuales el gobierno militar requiere

l
aún de un lapso relativamente extenso como el antes enunciado, surge el

.c
dilema de cómo afrontar política y jurídicamente este período, que el
ile
Presidente Pinochet ha denominado de transición, caracterizando su
fisonomía por el papel de la civilidad, que pasa de la colaboración a la
participación.
h
A este respecto, no podría perderse de vista que, en cierto modo, de
pc

hecho esta fase ya ha comenzado. La creciente participación social que el


propio Gobierno impulsa, y el gradual incremento del debate político-
e

institucional que estamos presenciando, son el fruto de una evolución tan


.c

sana como inevitable. Pero ella pone de relieve cada vez en forma más
intensa el desajuste que se observa entre la realidad vigente y la juridicidad
w

con que se sigue pretendiendo regirla. Una regulación jurídico-política


w

global para la transición parece indispensable para encauzar sólidamente el


w

proceso institucional.
Basta limitarse a considerar la inconveniencia y hasta la
imposibilidad de ligar el Gobierno militar al imperativo forzoso de
mantener durante toda su duración el actual estado de emergencia jurídica de
la Ley 12.927 sobre Seguridad del Estado, para comprender que la realidad
ha comenzado a desbordar el marco del derecho imperante. Permitir que esa
brecha se acentúe excesiva o desordenadamente podría generar serios peligros
de conducción política. Las explosivas presiones que incubaría una actitud
inmovilista han sido reiteradamente advertidas por el Jefe del Estado, lo cual
obliga especialmente a no terminar siendo presa de ella. La excesiva
confianza en los momentos de aparente bonanza o quietud puede conducir a
la inercia de la rutina, o a la que Portales llamara "el peso de la noche", que,
para este efecto, podría resultar muy contraproducente.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 381

Por otro lado, pensamos que el Gobierno no podrá evitar la próxima


fijación de plazos precisos para sus diversas etapas. Estos pueden, y a
nuestro juicio deben, tener toda la extensión necesaria. Pero su ausencia,
habiendo sido válida y eficaz para la primera época del régimen, no parece
sostenible indefinidamente. No en vano todo gobernante del mundo o es
jurídicamente vitalicio, o tiene un plazo para su período, sin perjuicio
obviamente de su reelección según proceda. Pero la inexistencia indefinida
de todo plazo para un gobierno conlleva la constante presión sobre su
permanencia o su término, lo que a esta altura del proceso chileno perjudica
su estabilidad, especialmente en los instantes de crisis. No se trata pues de
abreviar la duración del actual Régimen, sino de fortalecer los requisitos
para su prolongación estable por el lapso que sus objetivos requieren.
Reforzar la legitimidad de estos plazos con su aprobación popular
sería de toda conveniencia. Ello lo entendemos congruente con la afirmación

l
.c
del último Mensaje Presidencial, cuando señala que el plebiscito
constitucional comprenderá el pronunciamiento ciudadano sobre "las
ile
modalidades" de la transición.
La única disyuntiva real parece ser la de si el plebiscito debiera versar
h
sobre un Estatuto Constitucional provisorio o de transición, que se limite a
pc

consolidar, con los perfeccionamientos indispensables, el actual esquema de


las Actas Constitucionales, incluyendo como tal el Estatuto Jurídico de la
e

Junta de Gobierno (D.L. 527) y otros decretos leyes de rango constitucio-


.c

nal, o si en cambio debe votarse una Constitución completa y definitiva,


sin perjuicio de que su aplicación se realice en forma gradual, según lo
w

determinen sus propios artículos transitorios.


w

En esta materia resulta incuestionable que no cabe reclamar la verdad


abstracta o dogmática para una determinada tesis, porque no está com-
w

prometida ninguna cuestión de principios. Se trata de una mera opción


política, prudencial y táctica.
Desde luego, conviene no olvidar que el Plan de Chacarillas, en su
versión original, contemplaba la fórmula de completar todas las Actas
Constitucionales, hasta configurar con su conjunto lo que hoy algunos
llaman "Estatuto Constitucional Provisorio". El período de transición,
destinado a iniciarse no después de 1980, se regiría por ellas, sin plebiscito
alguno, el cual sólo tendría lugar para aprobar la nueva Constitución, al
momento de pasar a la fase final de normalidad o consolidación democrática.
Pero en un discurso al país pronunciado el 5 de abril de 1978 el
Presidente Pinochet señaló que diversos factores, entre los que destacaban el
éxito de la Consulta Nacional y el decantamiento y avance en el estudio de
las ideas constitucionales válidas para nuestro futuro, aconsejaban ir a la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


382 ESTUDIOS PÚBLICOS

más pronta aprobación plebiscitaria de la nueva Carta Fundamental com-


pleta y definitiva, aplicándose durante la transición todo aquello que fuera
compatible con la subsistencia de un Gobierno militar, y excluyéndose por
tanto expresamente para tal período la celebración de elecciones políticas.
Siguiendo las instrucciones del Jefe del Estado, la Comisión
Constitucional dio término a la elaboración completa del anteproyecto
pertinente, que el Presidente de la República sometió en consulta al
Consejo de Estado. Después de poco más de un año de trabajo, se anuncia
que ésta evacuará próximamente su informe al respecto.
Producida así la realidad de los hechos, ¿sería conveniente volver al
esquema original de Chacarillas, o resulta preferible mantener dicho Plan en
la nueva alternativa elegida, y que sigue siendo la tesis oficial del Gobierno?
Dos razones fundamentales nos llevan a inclinarnos por esta última.

l
a) La primera de ellas es que la flexibilidad que otorga la im-

.c
plantación gradual de la nueva Constitución que se apruebe permite mante-
ile
ner al Gobierno militar todas las atribuciones que requiere para completar su
misión, pero al mismo tiempo orienta con mayor solidez a la transición,
fijando claramente la meta hacia la cual ésta apunta.
h
Las nuevas instituciones propias de la conducción del Estado podrían
pc

así nacer y consolidar su prestigio y arraigo bajo la inspiración del actual


Régimen, y con el aval que para su vigor y estabilidad representaría su
e

previa aprobación popular.


.c

Coincidimos así con lo señalado por el Presidente Pinochet en su


Mensaje del pasado 11 de Septiembre, cuando planteó que la nueva Carta
w

Fundamental y las normas propias de la transición deberían plebiscitarse


w

simultáneamente, al expresar: "Será también el pueblo quien en ese mismo


w

acto (el plebiscito constitucional) habrá de pronunciarse sobre las


modalidades propias del período de transición, tan necesario para que la
oportuna transferencia del poder a la civilidad se realice sin rupturas ni
quebrantos, sino como una fecunda continuidad. Separar la transición de la
institucionalidad definitiva sería privar a aquélla de su mayor fruto y
sentido".
b) La otra razón, aún más importante, es que la fórmula en marcha
afianzaría el compromiso del actual gobierno en orden a avanzar gradual
pero efectivamente hacia la nueva democracia.
Con ello se eliminaría el mayor de los riesgos políticos que afronta
el régimen para su estabilidad, cual es la eventual pérdida de credibilidad que
pudiera derivarse de una explotación intencionada que sin duda se haría del
hecho de modificar la fórmula prevista, una vez que el proyecto consti-
tucional ha sido integralmente despachado por la Comisión Constitucional

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 383

y luego por el Consejo de Estado. La afirmación opositora de que supues-


tamente "no hay voluntad real para ir hacia la democracia", encontraría en
semejante dilación el más fértil abono. Y así como la gran mayoría del país
no desea un indebido apresuramiento del proceso, sí anhela, en cambio, un
liderazgo que le garantice, como hasta ahora, el paulatino avance hacia un
futuro estable, que para Chile es inseparable del régimen democrático como
sistema normal de gobierno.
Por otro lado, no progresar hacia la nueva democracia, en definitiva,
sólo beneficia a quienes anhelan retornar a los esquemas de la vieja
institucionalidad, previa a 1973.
Quizás el gran error de Franco fue que por negarse a reconocer que en
España se implantaría una democracia que su propia obra estaba engen-
drando, no sólo renunció a la posibilidad de haberla conducido e inspirado

l
oportunamente, sino que forzó a que ahora ésta debe renegar de quien obje-

.c
tivamente es su padre. Porque todos los elementos favorables para una esta-
ile
bilidad democrática actual en España, impensable en 1936, son, quiérase o
no, el fruto de la transformación progresista de Franco. El mayor desafío
h
histórico para el Presidente Pinochet consiste en no limitarse a sentar las
pc

bases de una democracia estable para Chile, tarea ya en plena realización,


sino además en asumir realista y oportunamente la responsabilidad de
impulsar y guiar al país hacia el pleno funcionamiento de la nueva
e

democracia.
.c
w

LA DEFINICIÓN CONSTITUCIONAL*
w
w

La aprobación por parte de la Junta de Gobierno del proyecto


definitivo de nueva Constitución Política de la República que será sometido
a plebiscito, hace útil intentar un análisis de la inspiración fundamental que
se desprende de su contenido, reseñando las principales disposiciones en que
dicha concepción queda reflejada.
No es éste, pues, un artículo que pretenda ser exhaustivo ni estar
dirigido a especialistas. Aspira sólo a clarificar para un público no espe-
cializado, lo que a nuestro juicio constituye la médula del texto aprobado
por la Junta de Gobierno. Deliberadamente tampoco se extiende este artículo
al tema de la transición, ya que sin desconocer la importancia del cómo y el

*Jaime Guzmán E., "La definición constitucional", Realidad, año 2, Nº


3, agosto 1980, pp. 17-39. Las itálicas corresponden al texto original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


384 ESTUDIOS PÚBLICOS

cuándo Chile haya de alcanzar la plena vigencia del nuevo régimen consti-
tucional, parece prioritario un estudio en torno al contenido mismo de éste.
Desde luego, cabe constatar que el pensamiento gubernativo sobre la
materia data de los inicios mismos del actual gobierno. No es extraño
entonces que tanto el anteproyecto elaborado por la Comisión Constitucio-
nal que presidiera don Enrique Ortúzar, como el informe o anteproyecto
preparado por el Consejo de Estado, tuviesen entre sí una coincidencia
sustancial en casi todas sus líneas gruesas, sin perjuicio de las naturales —y
en algunos casos significativas— divergencias propias de un estudio de esta
naturaleza, y de la absoluta independencia de juicio con que trabajaron
ambos organismos.
Ello habrá debido sin duda facilitar el análisis y resolución final de la
Junta de Gobierno sobre la materia, ya que si bien el proyecto aprobado por

l
ella representa una construcción jurídica singular y orgánica, y contiene

.c
modificaciones de importancia respecto de ambos anteproyectos, se inserta
ile
en la común inspiración conceptual que liga a éstos entre sí y con el texto
que será sometido a plebiscito. Ello permite afirmar que el proyecto defi-
nitivo y oficial responde a las inquietudes y al marco de un debate público
h
sobre el tema surgido hace ya dos años, cuando se publicó el anteproyecto
pc

de la Comisión Constitucional, y que se ha visto intensificado desde la


evacuación y simultánea publicidad del informe que emanara del Consejo de
e

Estado, a principios de julio último.


.c

Es evidente que las fórmulas concretas que en cada etapa se han pro-
puesto arrojan diversidades, todas las cuales en materia constitucional revis-
w

ten innegable trascendencia. Pero, casi sin excepción, se trata de aproxima-


w

ciones distintas hacia un mismo y común objetivo, siendo además muchas


w

y muy importantes las normas que se han mantenido idénticas desde la


Comisión Constitucional hasta la Junta de Gobierno, pasando por el
Consejo de Estado.

L UNA NUEVA DEMOCRACIA

De estas observaciones preliminares fluye que la vertiente doctrinaria


más importante del proyecto definitivo de nueva Constitución aparece
representada por el pensamiento expuesto por el Presidente Pinochet en sus
principales intervenciones públicas, y particularmente en sus Mensajes
Presidenciales de cada 11 de Septiembre y en su documento de Orientaciones
Generales sobre el tema, que dirigiera a la Comisión Constitucional a fines
de 1977, desarrollos todos de la Declaración de Principios suscrita por la
Junta de Gobierno en marzo de 1974.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 385

Se advierte asimismo que en cuanto al fortalecimiento del presi-


dencialismo y a las relaciones entre el Jefe del Estado y el Congreso, han
gravitado decisivamente las ideas sustentadas por don Jorge Alessandri desde
la época de su Gobierno. Similar juicio se desprende del tratamiento del
proyecto hacia la ecuación entre libertad y responsabilidad que el proyecto
final busca para el ejercicio periodístico.
Se entronca así la mejor tradición republicana chilena, con una tal
resolución creativa para responder a los desafíos que la realidad mundial y la
experiencia chilena nos plantean, que cabe hablar con propiedad de una
nueva Constitución para una nueva democracia.
No significa esto la absurda pretensión de inventar un sistema
político inédito, sino la voluntad de comprometer eficazmente a nuestra
futura democracia con los valores de la libertad, la seguridad, el progreso
y la justicia, abandonando la básica neutralidad que al respecto caracte-

l
.c
rizara al régimen institucional chileno hasta septiembre de 1973. Fue
precisamente esa neutralidad la que permitió que nuestra democracia sirvi-
ile
era como instrumento útil a sus enemigos, que se valieron de ella para
favorecer los antivalores inversos: el totalitarismo y el estatismo, que
h
conculcan o cercenan la libertad; el terrorismo y la violencia subversi-
pc

va, que atentan contra la seguridad; y la demagogia que conspira contra el


progreso económico y la justicia social. Colocar ahí el acento y el bisturí
e

ha sido la tónica que caracteriza todo el proyecto hacia una nueva Carta
.c

Fundamental.
w
w

A. La opción democrática
w

Desde luego, cabe insistir en que la configuración de una nueva


democracia, por profunda que sea su originalidad, supone algo esencial, que
es la opción de la democracia como forma normal de gobierno para el futuro
de Chile. Ello constituye un imperativo de nuestra tradición e idiosincrasia,
al margen de las cuales todo proyecto institucional resulta ilusorio o
efímero.
Aunque casi nadie renuncia hoy al apelativo de demócrata, ha quedado
progresivamente en claro que hay quienes en Chile propician esquemas
contrapuestos a la médula democrática, en cuanto sistema de gobierno.
Sin procurar una descripción completa de todos sus elementos, la
democracia se distingue, a nuestro juicio, de las demás formas de gobierno
por dos rasgos fundamentales:

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


386 ESTUDIOS PÚBLICOS

(i) La generación de las autoridades políticas por el pueblo, admitiendo


como sistema preferente para ello el sufragio universal, ya que con todos
los inconvenientes y vacíos que éste presenta, no se ha descubierto otra
forma menos imperfecta para recoger periódicamente la voluntad política
popular.
Como lo señalamos en un trabajo dedicado específicamente al tema
(publicado en el primer número de esta revista [Realidad]), la realidad socio-
cultural juega un papel decisivo para agravar o atenuar los defectos e
insuficiencias del sufragio universal. Asimismo, su combinación con otros
medios para generar ciertas autoridades políticas, siempre que sean
complementarios y no predominantes, parece conveniente para el sistema
institucional y factible en cuanto a su aceptación ciudadana. Pero las tesis
que en cambio propician sustituir el sufragio universal como mecanismo

l
predominante para generar el poder político, han demostrado concluyen-

.c
temente en este debate constitucional su ausencia de formulaciones
ile
concretas que sean viables, y que brinden razonables garantías de ofrecer
menores inconvenientes doctrinarios o prácticos.
El proyecto constitucional establece la elección por sufragio
h
universal y directo del Presidente de la República (con "segunda vuelta" si
pc

ningún candidato obtiene la mayoría absoluta), de alrededor del 70 por


ciento del Senado y de la totalidad de la Cámara de Diputados.
e

Se reserva sólo una minoría del Senado, fluctuante entre la


.c

cuarta parte y un tercio, para una generación diferente al sufragio uni-


versal, y en virtud de la cual accederían a la Cámara Alta personalidades que
w

hayan desempeñado las más relevantes funciones de nuestra vida repu-


w

blicana. La generación variada y múltiple ideada por el proyecto para ellos


w

asegura que sean representantes de la tradición cívica chilena, y no una cuota


de "senadores del Presidente", ni de ningún otro origen exclusivo.
Confluyen en su designación la Corte Suprema, el Consejo de Seguridad
Nacional y el Jefe del Estado, en acertado equilibrio, y requiriéndose
calidades y exigencias muy precisas y elevadas para ser nominados. Ninguna
autoridad ni órgano adquiere una influencia excesiva en el Senado a través de
esta designación.
La legitimidad de tales senadores como exponentes del ser y de la
voluntad nacional resulta indiscutible, y su carácter moderador y experi-
mentado representará un valioso paliativo frente a las inevitables deficien-
cias de los pronunciamientos ciudadanos masivos. Además, su condición
minoritaria dentro del conjunto deja suficientemente nítida la opción
democrática, a la que es inherente el sufragio universal, al mismo tiempo

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 387

que lo hace aceptable para nuestra opinión pública, que difícilmente


compartiría ir más lejos en la materia.

(ii) El otro factor esencial al régimen democrático de gobierno es admitir


la existencia de un pluralismo ideológico en la generación del poder.
Veremos más adelante la exigencia objetiva de aceptar que dicho
pluralismo requiere de ciertos límites mínimos. Pero el hecho de que la
discrepancia propia de toda convivencia humana tiende a articularse en
diferentes ideologías —más o menos estables según los casos—, constituye
una realidad ineludible para sociedades donde no impera ya la unidad de fe,
propia por ejemplo de la cristiandad medioeval.
Es efectivo que el sentido nacional requiere fortalecer los objetivos
comunes que fluyen de pertenecer a una misma comunidad, pero ello debe

l
equilibrarse con el reconocimiento del conflicto ideológico y social, como

.c
expresión propia de la discrepancia política. Sólo la imposición de un

generación del poder.


h ile
régimen totalitario podría pretender obviar el pluralismo ideológico en la

Consecuencia natural de dicho pluralismo ideológico es la aceptación


pc

de los partidos políticos como conductos válidos para la participación


política ciudadana. El nuevo modelo constitucional los contempla expre-
samente como expresiones del derecho de asociación. Pero aparte de
e

contener normas que circunscriben su acción sólo al ámbito que les


.c

pertenece y de otras que exigen la publicidad de sus militantes y prohiben su


w

financiamiento de origen foráneo, agrega disposiciones taxativas para evitar


que la ley pueda volver a convertirlos en el futuro en canales monopólicos
w

que obliguen a los ciudadanos a escoger sólo entre ellos, aun cuando en el
w

hecho pudieren carecer de efectiva representatividad. Para lograrlo, se


consagra constitucionalmente la plena igualdad entre los partidos y los
independientes en todas las elecciones, incluidas en forma especial las de
parlamentarios. El ideal para reforzar este objetivo habría sido definir en el
propio texto constitucional el sistema preciso para elegir a los congresales,
sea optando por la fórmula sugerida al respecto por el Consejo de Estado o
por otra. Pero el que ello deba determinarlo una ley orgánica constitucional,
de rango superior a la ley común y más exigente en los quorum para
modificarla, unido a la explícita exigencia de igualdad recién enunciada entre
las candidaturas independientes y ¡as de partidos, parecen suficientes para
evitar cualquiera forma de monopolio o privilegio que el legislador pudiera
intentar establecer en el futuro en favor de estas últimas, hipótesis que
además se prohibe genéricamente en forma expresa en el artículo que se
refiere a los partidos políticos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


388 ESTUDIOS PÚBLICOS

Si bien dicho criterio arriesga una excesiva atomización de las


posiciones representadas en el Parlamento, él responde al innegable
distanciamiento que la opinión nacional ha sentido hacia los partidos en las
últimas décadas, y otorga la posibilidad de que elementos independientes
afines se agrupen sólo para las elecciones, con reales expectativas de triun-
fo. La verdadera representatividad de los parlamentarios se obtiene poniendo
así en jaque al poder de las directivas partidistas, las cuales no tendrán otro
medio de éxito que conseguir una efectiva interpretación de los anhelos
ciudadanos. Se avanza así hacia la flexibilización de los partidos políticos,
tantas veces graficada por el Presidente Pinochet al propiciar que ellos sean
corrientes fluidas de opinión, y no maquinarias monopólicas y oligárquicas
de poder.

l
.c
B. Criterios descartados por la opción democrática
ile
La opción democrática antes descrita desestima varias alternativas
h
planteadas durante el debate constitucional:
pc

(i) En primer término quedan descartadas las fórmulas corporativistas,


que propugnan radicar la generación del poder político en los organismos
e

gremiales y regionales.
.c

Como lo hemos señalado en oportunidades anteriores, el error básico


w

de dicho sistema consiste en creer que el bien común se identifica con la


suma de los intereses particulares. Aparte de su no superada dificultad
w

práctica para proponer una estructura concreta de representación nacional


w

medianamente objetiva, resulta innegable que un Parlamento corporativo o


"funcional", elegido por las agrupaciones gremiales y regionales, dejaría sin
voz ni influencia alguna a los vastos sectores ciudadanos carentes de
capacidad organizativa. Las leyes serían entonces el fruto del compadrazgo
entre los intereses más fuertes, y el verdadero bien común quedaría
necesariamente preterido —siempre y por definición— en beneficio de
intereses parciales. Se aplicaría la vieja sentencia de que el corporativismo
da representación a todos los intereses, menos a uno: el interés general o
bien común.
Es efectivo que hay autoridades generadas por sufragio universal, que
terminan corrompiéndose al servicio de intereses de grupo contrarios al bien
común. Pero ello ocurre por distorsión, al paso que en el corporativismo
sucedería por definición. Y mientras lo que ocurre por distorsión es
remediable, lo que acontece por definición no lo es.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 389

El corporativismo encierra además el inevitable fomento de la


politización de los órganos intermedios de la comunidad, cuya autonomía y
vitalidad para constituir un efectivo poder social están directamente
condicionadas a evitar toda confusión suya con el poder político. La
politización de los entes regionales y gremiales se vería necesariamente
incentivada si se radicara en ellos la fuente del poder político. Las ideologías
políticas centrarían explicablemente en esos organismos todo su peso, y la
elección de las directivas gremiales o regionales se politizarían —entonces
con razón— en mayor medida aún de lo que conociéramos en el pasado.
Con todo, el fondo de la verdad que el corporativismo sólo confiesa
en vacilante murmullo, es que su objeción al sufragio universal, al cual
desprecia como "inorgánico", envuelve la exclusión del pluralismo
ideológico en la generación del poder político. Y como nadie puede suponer
que las ideologías van a estar ausentes del actuar político, fluye evidente que

l
.c
de lo que se trata es de imponer una ideología única y oficial del Estado,
rechazando así toda discrepancia orgánica en nombre de la "unidad de todos
ile
los buenos patriotas". El equilibrio entre la unidad nacional y la
discrepancia ideológica se resolvería así unilateralmente suprimiendo esta
h
última.
pc

De la ideología única al partido único no hay sino un paso, que una


versión totalitaria del nacionalismo como ésta no tardaría en dar. Que ante
e

tales conclusiones los voceros del corporativismo se incomoden porque se


.c

tilde su pensamiento de fascista, revela a lo menos una susceptibilidad cu-


riosa. La verdad es que el corporativismo —reedición de consignas ensa-
w

yadas y fracasadas hace ya más de 30 años— o es la máscara de un Estado


w

fascista, o es una mera fantasía irrealizable y gravemente inconveniente.


w

(ii) En segundo lugar, la opción democrática descarta las diversas


fórmulas elitistas o cerradas de generación del poder político que también se
han planteado en el debate constitucional.
Por un lado, se prescinde de la hipotética perpetuación del régimen
castrense a través de un "Estado militar", que radicaría definitivamente en las
Fuerzas Armadas, ya sea el ejercicio directo del poder político, o la
designación de los civiles que debieran desempeñarlo, al estilo de la "tesis
Bordaberry" sustentada por el ex gobernante uruguayo.
Los perjuicios que se derivarían para el país y sus Fuerzas Armadas
de someter a éstas al desgaste propio de los avatares del ejercicio indefinido
o permanente de la conducción política contingente son demasiado notorios
como para abundar en ellos. La variante de que los institutos armados

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


390 ESTUDIOS PÚBLICOS

designaran a los civiles que gobernarían no alteraría la responsabilidad


castrense última sobre el desenlace de la gestión gubernativa.
Por otra parte, se desestima asimismo la generación de las autorida-
des políticas a partir de cuerpos restringidos, cuya base de conformación
fuese ajena al sufragio universal, como lo propuso el voto de minoría de
dos miembros del Consejo de Estado, señores Pedro Ibáñez y Carlos
Cáceres, para generar tanto el Senado como el Presidente de la República.
A nuestro juicio, dicho voto presentaba una contradicción seria al
proponer que la Cámara de Diputados se eligiera por sufragio universal,
pero que el Senado y el Presidente de la República se escogieran a través de
Colegios Electorales regionales, integrados por un número de personas
fluctuante entre 200 y 1.500 por cada Colegio. ¿Cómo se evitaría en tal
caso que una o varias corrientes o partidos postularan a la Cámara de
Diputados levantando un determinado nombre como candidato de hecho a la

l
.c
Presidencia de la República? ¿Podría un "Colegio Electoral" cualquiera
desentenderse después de la expresión de voluntad ciudadana que implicaría
ile
el triunfo de alguno de esos partidos o comentes en la elección de diputados,
y elegir a otra persona que la propiciada por ellos como Jefe del Estado?
h
La completa abolición del sufragio universal propugnada por el
pc

corporativismo, siendo conceptualmente errónea en la raíz de su funda-


mentación, ofrece, sin embargo, mayor coherencia lógica para su funcio-
e

namiento, que la admisión de dicho sistema a nivel de los diputados, y su


.c

brusca prescindencia a nivel del Senado y de la Presidencia de la República.


Admitido el sufragio universal en cualquiera esfera de orden político, no hay
w

otro camino que llevarlo como sistema predominante hasta la cúpula del
w

mismo poder político, sea por mecanismos directos o indirectos, pero


siempre basados en el propio sufragio universal.
w

El fundamento del referido voto de minoría contiene valiosas


consideraciones, propias del talento de sus autores. Su inspiración de buscar
un sistema tendiente a asegurar en la mayor medida posible que gobiernen
los ciudadanos más capaces y virtuosos, no puede, sino ser compartida por
todos. Ahora bien, cuando la comunidad reconoce en un grupo determinado
o estamentario de ella esa superioridad intelectual y moral, se hace posible
entregarle a éste la decisión del destino colectivo. Pero cuando ello no
ocurre, como es el actual caso de Chile y de la gran mayoría de las socie-
dades contemporáneas de masas, la pretensión se convierte en impracticable.
Lo demuestra así el propio voto de los señores Ibáñez y Cáceres,
cuyo interesante diagnóstico se desvanece al aterrizar en la alternativa
concreta que propone, donde la forma de seleccionar los "200 o 1.500
integrantes" de los diversos Colegios Electorales regionales queda en la más

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 391

absoluta nebulosa. Si bien sus autores ofrecieron precisarla para el caso que
se acogiera su tesis central, cualquier intento en tal sentido se estrellaría
siempre con el escollo insalvable de discurrir un método objetivo que
seleccione esos pocos hombres más inteligentes, capaces y virtuosos, y que
además suscite la imprescindible aceptación popular que todo sistema de
gobierno requiere para su viabilidad.

II. EL COMPROMISO DE LA NUEVA CONSTITUCIÓN

Puede parecer extraño que en un debate constitucional chileno haya


habido que prodigar tanta atención a fórmulas no democráticas, esgrimidas
por algunos como sistemas normales supuestamente válidos para nuestro
futuro.

l
.c
Ello arranca, sin embargo, de la explicable desconfiaza que generó la
experiencia de ver cómo una democracia fue utilizada no para servir —sino
ile
para destruir o perjudicar— la libertad, la seguridad, el progreso y la
justicia.
h
Compartimos plenamente que el nuevo modelo constitucional se
pc

aparte de quienes como consecuencia de lo ocurrido, o bien de las amenazas


que la actual realidad mundial de hoy presenta, niegan toda validez a la
e

democracia para favorecer los valores antedichos. Por el contrario, creemos


.c

que una democracia bien concebida, y aplicada adecuada y oportunamente, es


idónea para servir a dichos valores.
w

Sin embargo, no hay que olvidar que ninguna forma de gobierno es


w

un fin en sí misma. La democracia es sólo un medio, cuya legitimidad y


validez dice directa relación con su eficacia para promover las finalidades o
w

forma de vida que se desean. Sólo así evitaremos repetir la experiencia


vivida, que nos condujo a una democracia antilibertaria, por su fragilidad
frente a la amenaza totalitaria o estatista; a una democracia insegura, por su
insuficiencia para definirse contra el violentismo y toda otra forma de
subversión; en fin, a una democracia demagógica, por su ineficacia para
favorecer una conducción política, económica y social, que permitiera
generar creciente progreso y efectiva justicia.
Así como con su opción democrática, el nuevo esquema cons-
titucional se aparta del corporativismo y de las ensoñaciones elitistas y
cerradas, el claro compromiso valoneo que asume la nueva democracia aleja
a ésta en forma equidistante del mero "restablecimiento" que postula la
actual oposición política, para la cual su meta es el retorno al régimen
institucional previo a 1973, como si lo ocurrido en Chile durante el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


392 ESTUDIOS PÚBLICOS

gobierno marxista hubiese respondido a un desafortunado azar, y no al


quiebre definitivo de un sistema cuyo colapso se insinuaba gradual e
inexorable desde mucho antes.
Enunciaremos las principales formas en que el nuevo modelo
democrático se compromete con los objetivos que le dan su razón de ser.

A. La nueva Constitución y la libertad

(i) Concepción del hombre y la sociedad

Sin adoptar un esquema filosófico determinado, contrapuesto con la


amplitud doctrinaria que debe caracterizar a una Constitución, el proyecto
comienza, sin embargo, enunciando la concepción del hombre y la sociedad,

l
.c
propia de la civilización occidental y cristiana en la cual se ha forjado
nuestro ser nacional. ile
El carácter libre que acompaña al ser humano desde su nacimiento, y
la igualdad de todos los hombres en dignidad y derechos, constituye la
h
portada del texto constitucional. De ahí se desprenderá explícitamente la
pc

afirmación de que la finalidad última del Estado es promover el bien común,


entendido como el conjunto de condiciones sociales que permitan a todas y
e

cada una de las personas su mayor realización espiritual y material posible.


.c

En ese primer artículo, queda afianzada la noción de que, en defi-


nitiva, el Estado está al servicio de la persona y no al revés, y en el hecho
w

se consagra además el principio de subsidiariedad como clave de una


w

sociedad libre, al proclamarse a la familia como núcleo básico de la sociedad


y al reconocerse la autonomía de los cuerpos intermedios para sus fines
w

propios. Por clara deducción, la órbita del Estado se sitúa en aquello que los
particulares, en forma individual o agrupados en sociedades intermedias
libremente generadas, no están en condiciones de realizar en forma adecuada.

(ii) Fortalecimiento de los derechos de las personas

Especial importancia conceptual reviste que, por primera vez en un


texto constitucional chileno, se proponga decir expresamente que la
soberanía reconoce como límite los derechos esenciales que emanan de la
naturaleza humana. Con ello se admite que existen derechos anteriores y
superiores al Estado, que éste debe reconocer y reglamentar en su ejercicio,
pero que jamás podría conculcar, desde el momento en que no es él quien
los otorga, sino que arrancan del Creador.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 393

No es extraño que, sobre este predicamento, todo el Capítulo III


sobre Derechos y Deberes constitucionales sobresalga por su afirmación o
reforzamiento de todas las principales libertades, a través de las cuales el
hombre busca decidir su destino personal y familiar, conforme al pleno
desarrollo de su vocación propia.
Junto al afianzamiento de los derechos clásicos ya consagrados en la
Constitución de 1925, se explicitan otros como el derecho a la vida y a la
integridad física y psíquica de la persona; se otorga rango constitucional a la
protección de la vida del que está por nacer; se precisa que la igualdad ante la
ley prohibe tanto al legislador como a cualquier otra autoridad establecer
discriminaciones arbitrarias, haciendo así más nítida la procedencia del
recurso de inaplicabilidad contra las leyes que incurran en tales discri-
minaciones; se consagra la igual protección en el ejercicio de los derechos,
incluido el derecho de toda persona a asesoramiento jurídico, aún gratuito si

l
.c
lo requiriere; se estipula el derecho a la protección y respeto de la vida pri-
vada y pública y de la honra de la persona y de su familia; se prohiben las
ile
"leyes penales en blanco", al exigirse que la conducta sancionada quede
expresa y completamente descrita en la ley, se prohibe aplicar como sanción
h
la pérdida de los derechos previsionales; se configura una norma suficiente
pc

para que toda persona que sea absuelta o sobreseída definitivamente,


habiendo sido procesada o condenada por sentencia que la Corte Suprema
e

declara injustificadamente errónea o arbitraria, sea indemnizada por los


.c

perjuicios patrimoniales y morales que hubiere sufrido, contemplándose


para determinar esto último el procedimiento sumario, con lo cual la
w

disposición deja de ser una mera aspiración constitucional como lo fuera la


w

vigencia de la Carta de 1925.


Especial relieve merecen en materia de libertades personales, el
w

robustecimento del derecho de los padres a educar a los hijos y de la libertad


de enseñanza; del derecho a elegir entre las diversas prestaciones de salud
públicas y privadas; del derecho a elegir el trabajo y a sindicarse libremente,
y de la prohibición de toda exigencia de afiliación a un organismo gremial,
colegio profesional u otro cualquiera, para desempeñar un trabajo
determinado; del derecho a asociarse en partidos políticos, sujetos a leyes
que garanticen su correcto funcionamiento y la publicidad de sus registros y
fuentes de financiamiento, y en fin, del derecho de propiedad, al disponerse
que en caso de expropiación legal, el monto de la indemnización por los
daños patrimoniales efectivamente causados, de no haber acuerdo entre el
Estado y el expropiado, se determine por los tribunales ordinarios de
justicia, y que su pago será siempre al contado. Lo expuesto no es sino una
apretada referencia a los más significativos aportes novedosos que se

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


394 ESTUDIOS PÚBLICOS

realizan en este campo a la evolución constitucional chilena, anticipados en


general por el Acta Constitucional Nº 3 de septiembre de 1976; pero
proyectados ahora a nuestro ordenamiento constitucional definitivo. A ello
deben añadirse las consideraciones que haremos más adelante tocante al
sistema económico que el proyecto constitucional asume.
Destaca asimismo el hecho de que junto a la extensión del recurso de
amparo, para remediar por su intermedio toda forma de privación, pertur-
bación o amenaza arbitraria respecto de la libertad personal y la seguridad
individual, se agrega además el recurso de protección (también vigente desde
las Actas Constitucionales de 1976). Este permite a cualquiera persona una
expedita defensa ante la Corte de Apelaciones respectiva, frente a cualquier
privación, perturbación o amenaza por causa de un acto u omisión arbitrario
o ilegal, sea que éste provenga de la autoridad o de otro particular, y que
afecte algún derecho cuya naturaleza permita su restablecimiento por

l
.c
decisión de un tribunal, enumerándose taxativamente para ello los derechos
susceptibles de este recurso. ile
La sola enunciación precedente da una idea del notable reforzamiento
que el proyecto constitucional realiza de las libertades personales, como
h
igualmente de eficaces normas y recursos procesales para hacerlos valer.
pc

Especial relevancia tiene, a nuestro juicio, el último de los derechos


consagrados en el proyecto, que es una verdadera disposición general para
e

todos los derechos, y en el cual se consagra que los preceptos legales que
.c

por mandato de la Constitución regulen o complementen las garantías que


ésta asegura, o que las limiten en los casos en que ella lo autoriza, no
w

podrán afectar los derechos en su esencia, ni imponer condiciones, requisitos


w

o tributos que impidan su libre ejercicio. Se agrega que se exceptúan de ello


las normas relativas a los estados de emergencia que la propia Constitución
w

contempla.
Resulta inevitable que la Constitución no se baste habitualmente a
sí misma en la garantía de los derechos que consagra. Su reglamentación y
la facultad de limitarlos debe muchas veces remitirse a la ley. Es evidente
que si en tal cometido el legislador, a pretexto de regular o limitar un
derecho, en realidad vulnera su esencia, la ley en cuestión debe reputarse
inconstitucional.
Explicitar para este efecto lo que es un principio general de derecho,
podría ser estimado superfluo por más de alguien. Con todo, nuestra
experiencia histórica nos indica que fue frecuente que el legislador incurriera
en dicha conducta, sin que la Corte Suprema estimase siempre que tenía
fundamento preciso y explícito suficiente para declarar la inaplicabilidad de
la ley referida, por ser ésta contraria a la Constitución.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 395

La tradicional prudencia de nuestros tribunales hace impensable que


jamás pudiesen pretender invadir la órbita propia del legislador o del
Gobierno. En cambio, parece útil, y más que eso trascendente, reforzar todo
cuanto les permita en cambio evitar que dicha órbita sea desbordada jurídi-
camente en su ejercicio, precisamente por la autoridad legislativa o
administrativa. De ahí el valor práctico de la norma a la cual hacemos
referencia, aunque sea referida al ámbito preciso, pero muy importante, de la
función legislativa.
En el campo del fortalecimiento de los derechos personales, sólo es
de lamentar que la Junta de Gobierno no haya incluido una creación directa
de la jurisdicción contenciosa administrativa, que ambos anteproyectos
encomendaban expresamente a los tribunales ordinarios de justicia. Como
se sabe, la ausencia de la posibilidad efectiva para los particulares de
defenderse frente a los abusos de la Administración ha subsistido como uno

l
.c
de los grandes vacíos del sistema constitucional chileno, ya que la Cons-
titución de 1925 entregó dicha jurisdicción a Tribunales Administrativos
ile
que deberían crearse por ley, la cual por diversas razones no fue dictada
jamás.
h
Suponemos que parecidos motivos de dificultades técnicas y prácticas
pc

habrán retraído a la Junta de Gobierno de acoger directamente la sugerencia


de los anteproyectos, pero es importante que el nuevo esquema constitucio-
e

nal, junto con establecer que la jurisdicción contenciosa-administrativa


.c

quedará bajo la superintendencia de la Corte Suprema, entregue su


concreción en forma flexible a la ley, facilitando así que ésta se alcance a
w

través del medio que se estime más expedito para ello. Abona la esperanza
w

de que ahora ello sí habrá de materializarse, el hecho de que exista en el seno


del gobierno un estudio bastante avanzado de un proyecto de ley sobre la
w

materia.

(iii) Límites al pluralismo ideológico

Ya señalamos antes que el pluralismo ideológico es inherente a la


discrepancia propia de una sociedad libre como la nuestra. Pero así como sin
discrepancia no hay libertad, sin un consenso mínimo respetado por todos
desaparece la comunidad. No en vano comunidad quiere decir "común
unidad". Quebrada ésta, la convivencia deriva en anarquía, y la discrepancia
en guerra civil. De paso, al desaparecer la comunidad, obviamente termina
la posibilidad de discrepar en forma civilizada. Un carácter irrestricto del
pluralismo se transforma paradojalmente en la peor amenaza para éste.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


396 ESTUDIOS PÚBLICOS

Si bien dicho consenso mínimo debiera fluir espontáneo dentro de


toda comunidad, no puede desconocerse la realidad de que ello no siempre
ocurre. Impedir entonces que una minoría que atenta contra él crezca hasta
hacer derivar la ruptura en una guerra civil, constituye un imperativo que en
tal caso se impone a la sociedad que sufre ese quebranto. Es cierto que no
resulta grato el carácter tolerante propio del chileno, el establecer prohibi-
ciones para la propagación de determinadas ideas, a las cuales muchas per-
sonas pueden adherir de buena fe. Pero los dolores incomparablemente
mayores que nuestro país experimentó en época aún reciente, al llegar a una
situación objetiva de guerra civil, no dejan dudas en cuanto al deber de
excluir ciertas doctrinas de la vida cívica, al menos cuando —como ocurre
en el caso de Chile— ellas representen una amenaza potencial significativa
para la subsistencia de ese consenso mínimo que da forma al ser nacional.
Basta para concordar, pues, en la legitimidad de la mencionada pros-

l
.c
cripción cívica, con el reconocimiento del derecho de toda comunidad a
defender su subsistencia como tal, es decir, su propia identidad.
ile
La norma constitucional propuesta sugiere excluir de la vida cívica a
aquellas doctrinas que atenten contra la familia, que propugnen la violencia,
h
o que sustenten una concepción de la sociedad, del Estado o del orden jurídi-
pc

co de carácter totalitario o fundado en la lucha de clases. Interesa subrayar


que el precepto no se refiere a cualquier acto que pudiera estimarse atentato-
e

rio contra la familia o favorable a la lucha de clases, porque ello podría,


.c

indudablemente, conducir a excesos que nadie desea. La norma apunta sólo a


doctrinas, es decir, a concepciones globales que —por ejemplo— atenten
w

contra la familia o postulen toda una concepción social fundada en la lucha


w

de clases. Sobre qué doctrinas caen bajo estas reprobaciones, como


igualmente la de ser totalitarias o violentistas, existe y existirá habitual-
w

mente fácil acuerdo en un órgano como el Tribunal Constitucional, llamado


a conocer y sentar jurisprudencia, ya que sin perjuicio del carácter prudencial
inevitable de la aplicación de todo valor jurídico a un caso concreto, se trata
de conceptos acerca de los cuales todos los chilenos no marxistas tienen
ideas muy claras y comunes.
Resulta útil refutar la falacia que algunos repiten, en el sentido de
que esto implicaría "castigar ideas y no actos", o que sería proceder con el
mismo criterio totalitario del marxismo, sólo que desde un prisma
ideológico contrapuesto.
Desde luego, es inexacto que se tienda a sancionar ideas, porque el
fuero interno de la conciencia es inviolable y sagrado. Ni siquiera se trata de
inmiscuirse en la vida privada de las personas, lo cual daría lugar a una
intolerable "caza de brujas". Menos aún podría procurar impedirse el análisis

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 397

intelectual o académico de una doctrina cualquiera. Lo que el precepto


propuesto sanciona específicamente es la "propagación" de las aludidas doc-
trinas, esto es, su difusión con carácter proselitista. Se castiga así no una
idea, sino un acto, y de fuertes repercusiones sociales, como es la difusión
proselitista de una doctrina.
Quienes impugnen este criterio estarían forzados a admitir que el que
propaga una ideología terrorista o de lucha armada, si no la lleva personal-
mente a la práctica, debiera quedar impune. La sanción recaería así sólo
sobre el desequilibrado o inmaduro que sigue al ideólogo de la violencia,
pero jamás sobre éste. La injusticia aberrante de dicho criterio hace difícil su
sustentación seria. Y si, por el contrario, se acepta que quien propaga la
violencia merece castigo, de hecho se ha aceptado la tesis fundamental que
inspira al nuevo esquema constitucional, restando sólo discutir cuáles son

l
las doctrinas cuya propagación se sanciona. Ya en este terreno, el texto del

.c
proyecto resulta difícil de objetar en su preciso pero moderado contenido.
ile
En cuanto a aquellos que pretendan comparar en esta materia a la
nueva institucionalidad chilena con un régimen totalitario como el
h
marxista, baste con señalarles las siguientes diferencias claves: mientras los
totalitarismos erigen sólo una doctrina oficial en la única admitida, y
pc

sancionan a quien el gobierno o tribunales dependientes de éste declaran


"disidente" de aquélla, privándolo de sus derechos humanos más funda-
e

mentales, incluida su libertad personal, la nueva institucionalidad chilena


.c

deja en cambio una amplia gama de opciones dentro del pluralismo


w

ideológico admisible, excluyendo sólo a ciertas doctrinas extremas, y luego


castiga a quienes el Tribunal Constitucional —absolutamente indepen-
w

diente— declara responsables de propagarlas, con la suspensión temporal de


w

los principales derechos cívicos o políticos, pero sin afectar los derechos
más esenciales del ser humano.
En otras palabras, y siguiendo en ello a la Constitución de la
República Federal Alemana, lo que no se admite es que los derechos cívicos
o políticos más importantes sean ejercidos con el declarado propósito final
de abolirlos, pero la persona sancionada por el Tribunal Constitucional en
los términos descritos, sigue disfrutando de todos los derechos propios de la
vida privada de un miembro cualquiera de la comunidad.
No está de más agregar que quienes estiman que las proscripciones
legales son estériles, debieran convencerse de lo contrario observando la sola
furia con que reaccionan los totalitarios cuando son reducidos a los escollos
de la clandestinidad, como igualmente constatando su invariable lucha por
ser nuevamente legalizados y, una vez que lo logran, su activo ejercicio de
todos los instrumentos propios de la legalidad.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


398 ESTUDIOS PÚBLICOS

La derrota definitiva de los totalitarismos, y en especial del marxis-


mo, requiere sin duda además de una permanente lucha antisubversiva, de un
desarrollo económico y social que le sustraiga la extrema pobreza como
fácil caldo de cultivo, y de un combate ideológico que lo venza en el interior
de las conciencias.
Todos esos frentes, a los que debe agregarse el de su proscripción
jurídico-política, son copulativamente indispensables. Cualquiera que falta-
ra, podría abrir la brecha a la avalancha totalitaria. La Constitución
cumpliría su parte por la proscripción jurídica señalada. Que ello no basta,
es evidente. Que sea estéril, constituye en cambio un sofisma, una y mil
veces refutado por la experiencia.

l
(iv) Adopción de un sistema económico libre

.c
ile
Se ha afirmado por algunos que el proyecto comprometería a la Carta
Fundamental con una determinada política económica. Estando ésta siempre
h
sujeta a múltiples y cambiantes condiciones, parece indiscutible que una
Constitución no podría jamás atarse a ninguna opción específica en la
pc

materia. Pero en verdad, no hay precepto alguno en el proyecto cons-


titucional que justifique tan infundado temor.
e

Lo que en cambio éste realiza es algo muy diferente. No se liga a


.c

política económica alguna, pero sí define el sistema básico de organización


w

económica llamado a regir establemente al país.


Una Constitución, como su nombre lo indica, debe apuntar a lo
w

"constitutivo", a lo esencial. Y parece difícil estimar hoy en día que las


w

bases de la estructura económica de una nación, no pertenezcan a lo


constitutivo de su ser social. Sostener que una Constitución contemporánea
debería definir el régimen político, hasta optar incluso, por ejemplo, entre
presidencialismo y parlamentarismo, y que en cambio, habría de abstenerse
de todo pronunciamiento entre el colectivismo y una economía libre, nos
parece una tesis tan antojadiza como equivocada. Una misma Constitución
no puede servir igualmente para vivir en colectivismo o en libertad, porque
en tal caso carecería de sentido llamarla "ley fundamental". Algo demasiado
fundamental permanecería indefinido. El hecho de que se pudiera pasar de un
país, aun como el que teníamos en 1970, a otro de economía abiertamente
colectivista y marxista, sin necesidad de reforma constitucional ninguna,
acusa de modo elocuente la vulnerabilidad de nuestra antigua democracia
para ser convertida en antilibertaria.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 399

El nuevo esquema constitucional se define resueltamente por un


sistema económico libre, fundado en la propiedad privada de los medios de
producción y en la iniciativa particular como motor básico de la economía.
Las principales disposiciones en tal sentido son:

a) La consagración del derecho de toda persona a desarrollar libremente


cualquier actividad económica, que no sea contraria al orden público,
a la moral o a la seguridad nacional, y sujetándose a la legislación
que la regula.
El carácter subsidiario de la actividad empresarial del Estado queda
además expresamente de manifiesto, al agregarse que éste y sus
organismos sólo podrán desarrollarla si una ley con quorum cali-
ficado así lo autoriza, y en todo caso, deberá someterse a la misma

l
legislación común que rija para los particulares, salvo que, por

.c
motivos justificados, la ley —también por quorum calificado—

exigencia.
h ile
exceptúa a una actividad empresarial del Estado de esta última

b) El establecimiento del derecho a la propiedad privada de toda clase de


pc

bienes, excepto los que la naturaleza ha hecho comunes a todos los


hombres o que deban pertenecer a la nación toda, y una ley así lo
e

declare. El mismo precepto exige una ley aprobada con quorum


.c

calificado y por razones de interés nacional, para reservar al Estado


w

bienes que carecen de dueño, y establecer limitaciones o requisitos


para la adquisición del dominio de algunos bienes.
w

La trascendencia doctrinaria y práctica de esta disposición es enorme,


w

ya que define explícitamente una base esencial de todo sistema


económico libre, descartando la imposición aun por ley de un
régimen colectivista.

c) La no discriminación arbitraria en el trato que deben dispensar el


Estado y sus organismos, explicitación del principio general de la
igualdad ante la ley, que se estima necesaria por su importancia para
poner coto a la discrecionalidad propia de las economías estatistas.

d) La prohibición de que se impongan tributos manifiestamente in-


justos o desproporcionados, circunstancia que habrá de ser ponderada
por la Corte Suprema o por el Tribunal Constitucional, frente a una
ley cuya inaplicabilidad o inconstitucionalidad se reclame por tal
razón.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


400 ESTUDIOS PÚBLICOS

Estos preceptos, unidos al reforzamiento del derecho de propiedad, no


dejan duda en cuanto al compromiso libertario de la nueva demo-
cracia en materia económica.

B. La nueva Constitución y la seguridad

(i) Seguridad personal y combate al terrorismo

Aparte de las diversas formas de robustecer la seguridad de las perso-


nas, representadas por el fortalecimiento de los derechos constitucionales ya
enunciados y que atañan a ésta, el proyecto declara —desde la propia
Constitución Política— una guerra jurídica total al terrorismo.

l
Tras señalarse que el terrorismo, en cualquiera de sus formas, es por

.c
esencia contrario a los derechos humanos, se establece que respecto de tales
ile
delitos no procederán la libertad provisional, la amnistía ni el indulto, y que
serán considerados delitos comunes y no políticos para todo efecto legal.
Además, y sin perjuicio de las sanciones que procedan conforme a la ley
h
penal, a los condenados por tales delitos se les aplica la pérdida de los
pc

principales derechos cívicos o políticos por 15 años, sin perjuicio de los


demás o que por mayor tiempo establezca la ley.
e
.c
w

(ii) Derechos personales y regímenes de emergencia


w

Uno de los temas más insuficientemente abordados por nuestro


w

anterior ordenamiento constitucional fue el de los regímenes de emergencia.


Este vacío acarreó que la Ley 12.927 sobre Seguridad del Estado, que se
dictara en 1958, a fines del segundo gobierno de don Carlos Ibáñez, en
reemplazo de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia que entonces
se derogó, suscitara tantos reparos constitucionales como los que había
despertado esta última. Y como si esto fuera poco, la sostenida inter-
pretación aplicada desde la Administración de don Eduardo Frei respecto de
las normas que facultan la declaración del estado de emergencia, ha des-
bordado, incluso, el marco estricto de la referida Ley de Seguridad del
Estado.
Se hace pues imperioso que el nuevo orden constitucional aborde el
tema de manera a la vez clara, realista y adecuada.
No podemos prescindir de la evidencia de que el mundo actual está
amenazado por múltiples formas de violencia y subversión, hoy más sutiles

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 401

y potentes de lo que nunca lo fueran en nuestra historia. Dicha realidad se


presenta particularmente peligrosa porque, como antes lo consignamos, a
través de ella no sólo se atenta contra el derecho humano primario y básico
a la seguridad personal, sino que se procura sojuzgar la soberanía de los
pueblos libres bajo el yugo hegemónico del imperialismo rojo.
Es por ello que el proyecto consagra cuatro estados de excepción,
graduados en cuanto a la gravedad de la situación que los motiva, y que
faculta directamente al Presidente de la República para suspender o restringir
los derechos que explícitamente se consignan en cada caso, y que son más
importantes y numerosos mientras más grave es el estado de excepción
declarado.
La escala descendente empieza por el estado de asamblea, para la
situación de guerra externa; sigue por el estado de sitio, para la situación de
guerra interna o conmoción interior; continúa al estado de emergencia, en

l
.c
caso de grave alteración del orden público, daño o peligro para la seguridad
nacional, y termina en estado de catástrofe, para el caso de calamidad
ile
pública.
Lo fundamental, a nuestro juicio, reside en que a diferencia de lo que
h
ha regido en la materia desde 1958, ningún estado de excepción podría jamás
pc

declararse por la sola decisión del Gobierno. El nuevo ordenamiento


constitucional es categórico para exigir además el acuerdo, ya sea del
e

Congreso para el estado de sitio, o del Consejo de Seguridad Nacional para


.c

los demás casos, como requisito necesario tanto para su declaración (por un
máximo de 90 días en el estado de sitio o en el de emergencia), como para
w

su prórroga o nueva declaración, si al expirar dicho lapso se mantuvieren las


w

circunstancias que lo motivaron.


Este requisito parece básico y esencial para evitar eventuales abusos
w

al declararse o prorrogarse estados de excepción que pudieren no ser justifi-


cados, tanto más si se considera que es al propio Presidente de la República
a quien dichos estados facultan para suspender o restringir los derechos
personales que en cada caso se señalan en el proyecto constitucional. No
podría quedar entregada a la misma autoridad llamada a aplicar las restric-
ciones, y cuyo carácter es eminentemente político como todo Gobierno, la
declaración de procedencia del estado de excepción correspondiente.
Se tiende así a la fórmula más equilibrada para satisfacer la doble
exigencia, de otorgar a los gobiernos herramientas suficientes para enfrentar
situaciones de excepción —que por desgracia cada vez son más peligrosas y
frecuentes— y de compatibilizar debidamente los derechos de las personas
con la seguridad nacional, a la cual apuntan asimismo otras disposiciones
específicas que al efecto se proponen.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


402 ESTUDIOS PÚBLICOS

(iii) Imperio de los tribunales de justicia

Cumple destacar en esta vital materia para la vida jurídica, que la


triste experiencia del incumplimiento de los fallos judiciales, que hizo crisis
durante el Gobierno marxista, al negar o retardar el Gobierno el auxilio de la
fuerza pública necesario para ello, obliga a precaver que tal anomalía no
vuelva a repetirse. Un país donde el imperio de los tribunales, es decir, su
facultad para hacer cumplir sus resoluciones, se desconoce en forma reiterada
e impune, no merece el nombre de Estado de Derecho.
Para ello, el anteproyecto sugiere consagrar constitucionalmente y
sin distinción de materias, que para hacer ejecutar sus resoluciones, tanto
los tribunales ordinarios de justicia como los tribunales especiales que
integran el Poder Judicial podrán impartir órdenes directas a la fuerza pública
o ejercer los medios de acción conducentes de que dispusieren. Añade que la

l
.c
autoridad requerida deberá cumplir sin más trámite el mandato judicial y no
podrá calificar su fundamento y oportunidad, ni la justicia o legalidad de la
ile
resolución pertinente.
h
pc

C. La nueva Constitución: el progreso y la justicia


e

Al analizar este problema, debemos entrecruzar dos variables


.c

indisolubles en la materia: por una parte, la afirmación de un régimen


económico libre que, aparte de su significado respecto de la libertad personal
w

antes mencionado, constituye un instrumento fundamental para lograr un


w

desarrollo alto y sostenido de la economía, y por otro lado, la configuración


de un régimen de gobierno cuya estructura y funcionamiento sean los más
w

adecuados en vistas a dicho crecimiento económico, agregando el requisito


de ser idóneos para favorecer la justicia social, que hoy exige una acción
estatal redistributiva en beneficio de los más pobres.
Así planteadas las cosas, queda claro que los dos grandes obstáculos
que durante las últimas décadas impidieron a nuestra democracia ser
instrumento de progreso y justicia en medida razonablemente suficiente,
fueron el estatismo y la demagogia que prevalecieron en la conducción de
nuestra vida económica y social. Fue eso lo que limitó nuestro crecimiento
económico a la pobrísima tasa promedio del 4,5 por ciento anual (1,5 por
ciento real), y que sumió a uno de cada cinco chilenos en la extrema
pobreza, sin contar la pobreza aguda —si bien no "extrema"— de otro
segmento importante de nuestra población.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 403

Fue eso mismo lo que acarreó que en nombre de la justicia social se


estimulara un populismo que jamás favoreció realmente a los estratos más
desposeídos, sino a los grupos mejor organizados.
Este fenómeno reviste la mayor gravedad para una democracia, por-
que la experiencia contemporánea demuestra que cuando ella se revela inefi-
ciente para proporcionar bienestar a las grandes masas, éstas pierden expli-
cablemente todo compromiso o identificación con el sistema democrático, y
son fáciles de arrastrar hacia otras fórmulas, incluida cualquier aventura de-
magógica o extremista, para buscar la satisfacción a sus frustrados anhelos.
Todo cuanto ya señalamos que contiene el proyecto constitucional
para asegurar las bases de un sistema económico libre, y colocar efectivos
diques al estatismo colectivizante, son pues también aplicables al
favorecimiento del progreso y la justicia.

l
Antes de reseñar los principales preceptos tendientes a estructurar un

.c
régimen de gobierno que favorezca igual propósito, interesa detenerse en una
breve descripción del origen o naturaleza que más habitualmente tuvo la
ile
acción demagógica en Chile, durante las últimas décadas.
h
pc

Los caminos de la demagogia


e

Cuatro fueron, a nuestro juicio, sus móviles o manifestaciones más


.c

importantes:
w

(i) La tentación de brindar beneficios efímeros, a cambio del consi-


w

guiente apoyo político inmediato, que resulta necesario o atractivo para un


w

comicio electoral que se avecina, dejando para después de éste el modo de


enfrentar las inevitables consecuencias perturbadoras del acto demagógico.

(ii) La existencia de una legislación laboral que amparaba una nego-


ciación colectiva injusta y demagógica, al situarla por área de actividad y no
en el interior de cada empresa, y al legitimar una huelga indefinida y casi
sin limitaciones, todo lo cual inmiscuía al Gobierno en cualquier conflicto
relativamente importante, realidad que acentuaba la tendencia a "solucio-
narlo" deslizándose por la pendiente recién descrita.

(iii) La confusión entre la vida política y la actividad gremial, que


transformó a los sindicatos —e incluso a las organizaciones estudiantiles—
en instrumentos al servicio de los partidos políticos, y convirtió el cargo de
dirigente gremial en un trampolín para una futura carrera política. Fácil es

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


404 ESTUDIOS PÚBLICOS

desprender las repercusiones de este fenómeno en orden al incentivo de la


demagogia tanto política como gremial.

iv) El deseo de servir intereses ilegítimos de grupos reducidos, pero cuyo


poder electoral era considerable. Al respecto, existen diversos análisis que
demuestran cómo el beneficio electoral no coincide con el favorecimiento de
los sectores más numerosos de la población, según a primera vista pudiera
creerse. Por el contrario, mientras una medida demagógica favorece a pocos,
pero en forma significativa y tangible, el criterio opuesto sano, justo y
antidemagógico beneficia a muchos, pero de manera menos espectacular y
más intangible.
Correlativamente, el daño que la demagogia produce a las grandes
mayorías es diluido, y además resulta difícil que el ciudadano medio perciba

l
que su causa está en la medida demagógica.

.c
Así por ejemplo, los empresarios beneficiados con una franquicia
ile
tributaria, o los trabajadores favorecidos por un alza de remuneraciones que
excedía su mayor aporte de productividad y que respondía sólo al poder de
h
presión de su sindicato, válido por una legislación laboral como la que
nuestro país tuvo hasta 1973, palpaban en forma clara su beneficio. Y lo
pc

retribuían electoralmente a quienes se lo habían proporcionado. Al resto de


la ciudadanía le era y le será siempre difícil comprender en cambio, que con
e

ese injusto beneficio a dichos grupos de poder, se le infería un directo


.c

perjuicio, al conspirar contra un mayor crecimiento económico y al atentar


w

contra la justicia social. La dimensión pequeña de cada daño específico hace


aún más ardua la reacción popular contra cualquier medida específica, ya que
w

es sólo su reiteración y su conjunto lo que permite apreciar la magnitud del


w

perjuicio social de la demagogia.

Los caminos hacia el progreso y la justicia

Los criterios fundamentales del proyecto constitucional para


dificultar la acción demagógica, y más allá de eso facilitar una acertada
conducción nacional, pueden resumirse en los siguientes:

(i) Reducción de la periodicidad de las elecciones populares

El primero de los cuatro principales vehículos de la demagogia que


antes enumeramos, consistente en la búsqueda de beneficios engañosos y
efímeros, encontró en la excesiva frecuencia de elecciones populares que
conocimos en Chile uno de sus mayores estímulos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 405

Aunque a más de alguien este punto pueda parecer desproporcionado


en su envergadura respecto de los otros contenidos en la enumeración
anterior, en realidad no lo es. Cualquier diseño democrático que someta al
país a la efervescencia de los procesos electorales en forma demasiado fre-
cuente, y lo que es más grave, en un virtual plebiscito constante de la ges-
tión gubernativa, terminará siempre por frustrar todo plan de largo aliento.
Que en ciertos países las permanentes encuestas de opinión pública produz-
can de hecho un efecto similar, sólo prueba la falta de un concepto efectivo
del liderazgo político de que actualmente padecen. Pero mientras las encues-
tas carecen de significado político imperativo o jurídico, las elecciones en
cambio sí lo tienen. De ahí la necesidad de espaciarlas en el tiempo.
El proyecto aprobado por la Junta de Gobierno se inclina en esta
materia por la sugerencia de la Comisión Constitucional, y establece que
sólo habrá elecciones políticas en Chile cada cuatro años —período de

l
.c
duración de los diputados— haciendo coincidir la elección presidencial
—cuyo período sería de 8 años— con la de parlamentarios que entonces
ile
corresponda. Para ello mismo, confía al Senado la elección del Presidente de
la República, en caso de vacancia prematura de éste, durando el reemplazante
h
en sus funciones hasta la elección siguiente de parlamentarios (máximo tres
pc

años y fracción). Se suprime además toda elección extraordinaria o


complementaria de parlamentarios, entregándole a la propia Cámara la
e

provisión de las futuras eventuales vacantes.


.c

La crítica de que la confluencia de elecciones presidenciales y


parlamentarias podría acarrear cambios bruscos derivados de avalanchas
w

electorales efímeras, no nos parece convincente, dada la tradicional reno-


w

vación por parcialidades que se mantiene para el Senado. En efecto, si bien


los senadores durarán 8 años en sus funciones, los de elección popular se
w

renovarán en virtual mitad cada 4 años, tal como lo conocimos en el


pasado, con saludables efectos prácticos. A ello se añade la cuota de
senadores de origen diverso al sufragio universal ya analizada. Además, la
experiencia es inversa en cuanto a que son las elecciones de congresales
muy próximas a la presidencial, y no coetáneas con ésta, las que han
producido las más emocionales avalanchas parlamentarias, como el caso del
"Parlamento para Ibáñez", en 1953, y el "Parlamento para Frei", en 1965.
Por otro lado, en un país acostumbrado a que las campañas electo-
rales comiencen prematuramente, se hace aconsejable un período presiden-
cial más extenso, a fin de que los gobiernos puedan trazar sus planes con
mayor perspectiva. Estamos convencidos de que todos los gobernantes an-
teriores habrían realizado una gestión más eficaz, seria e independiente si
hubiesen dispuesto de un plazo mayor, ya que la brevedad del que existía

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


406 ESTUDIOS PÚBLICOS

incentivaba su necesidad de ceder en mayor o menor medida a la presión


demagógica. La única excepción sería el caso de un Gobierno que, como el
marxista, se propuso deliberadamente destruir al país con finalidades
dogmáticas y totalitarias. Pero aparte de que el nuevo régimen cons-
titucional apunta a excluir la repetición de un caso semejante, la experiencia
demostró que ante su realidad eran igualmente intolerables seis años... e
incluso tres.

(ii) Afianzamiento de un esquema laboral libre y despolitizado

Respondiendo a los perturbadores efectos de la politización gremial,


el proyecto dispone una nutrida nómina de inhabilidades e incompatibilida-
des que procuran la más tajante separación entre la vida política y la activi-

l
dad gremial. Se contempla incluso la cesación en el cargo de todo parla-

.c
mentario que de cualquier modo ejercite su influencia en un conflicto laboral
(lo cual se extiende en idénticos términos a los conflictos estudiantiles).
ile
Sin menoscabo de la validez de tales criterios, es menester subrayar,
sin embargo, que el afianzamiento de un sindicalismo libre y despolitizado
h
depende aún en mayor medida de la plena libertad de afiliación gremial
pc

—que el proyecto robustece sólidamente— y en la existencia de un régimen


de negociación colectiva lo más justo y tecnificado posible, a la vez que
e

orientado a evitar, en lo posible, que los conflictos involucren al gobierno y


.c

sus intereses políticos.


No podrían, ciertamente, constitucionalizarse todos los mecanismos
w

que para ello contempla el Plan Laboral vigente, ya que su índole


w

minuciosa y sujeta a cambiantes circunstancias sitúa esta materia en el


ámbito propio de la ley. Lo fundamental, eso sí, es la perfecta congruencia
w

entre el proyecto constitucional y dicho Plan Laboral.


Por su importancia, sin embargo, se dispone que en ningún caso
podrán declararse en huelga los funcionarios del Estado o de las Muni-
cipalidades, como tampoco quienes trabajan en empresas o corporaciones
que atiendan servicios de utilidad pública, o cuya paralización cause grave
daño a la salud, la economía, el abastecimiento del país o la seguridad
nacional. La forma de determinar cuáles son esas empresas o corporaciones
cuya paralización provoca el "grave daño" descrito, queda entregada a la ley.

(iii) Límites a las franquicias económicas

Se propone consagrar que sólo por ley que se apruebe por quorum
calificado, y siempre que no implique una discriminación arbitraria, podrán

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 407

autorizarse determinados beneficios directos o indirectos en favor de algún


sector, actividad o zona geográfica, o establecer gravámenes especiales que
afecten a uno u otras. Se requiere, además, que la estimación del costo de las
franquicias o beneficios indirectos se acompañe anualmente en la ley de
presupuesto, a fin de que la ciudadanía sepa exactamente cuánto le irrogan
ellos al país.

(iv) Un régimen moderno y eficaz de gobierno

Uno de los aspectos más interesantes y peor comprendidos del


proyecto constitucional es el que dice relación con el enfoque del sistema de
gobierno que él plantea.
Desbordaría con mucho la posibilidad y el propósito de este trabajo

l
el analizarlo en sus variadas implicancias políticas, jurídicas y técnicas.

.c
Sólo nos remitiremos, pues, a algunas breves consideraciones insertas en el
marco del problema que nos ocupa.
h ile
III. ESTRUCTURA BÁSICA DEL NUEVO RÉGIMEN DE GOBIERNO
pc

La concepción clásica de la Revolución Francesa, de buscar un


"equilibrio de poderes" entre el Ejecutivo o Gobierno y el Legislativo o
e

Parlamento, tajantemente separados, fue superada incluso dentro del propio


.c

constitucionalismo clásico. En efecto, al reconocerse facultades legislativas


w

al gobierno, y específicamente en Chile al Presidente de la República, la


"separación de los poderes del Estado" fue progresivamente derivando más
w

bien en una interrelación de diversos órganos en el ejercicio de las distintas


w

funciones estatales, sin perjuicio de que se procurara siempre —y se deba


seguir procurando— que éstas se distribuyan entre órganos diversos e
independientes entre sí. Incluso, la potestad colegisladora del gobierno hace
impropio que se le designe como "Poder Ejecutivo", expresión claramente
insuficiente para denotar su significado.
La experiencia chilena de este siglo comprobó, además, en forma
reiterada, que el carácter de "equilibrio" que se atribuía al Parlamento frente
al gobierno, tropezaba con un obstáculo insuperable: tratándose de dos
voluntades igualmente políticas, si éstas eran coincidentes, el Congreso no
operaba como factor del equilibrio ni contrapeso alguno, y si ellas eran
divergentes, la acción gubernativa se veía esterilizada o neutralizada por obra
de transacciones habitualmente paralizantes.
Lo anterior llevó a que desde 1925 en adelante se robustecieran
sucesiva y sostenidamente las atribuciones gubernativas para conducir el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


408 ESTUDIOS PÚBLICOS

Estado, especialmente en lo económico-social. Tanto la Carta Fundamental


promulgada ese año, como las reformas que en la materia se le hicieron en
1943 y 1970, se orientaron en la dirección señada, siendo remarcable el
hecho de que en todos esos casos, los Presidentes de la República que las
impulsaron habían sido antes ardientes parlamentaristas u opositores a
ampliar las facultades legislativas del gobierno. Fue la dura experiencia del
mando lo que los hizo cambiar.
Sin embargo, en el subconsciente de los constitucionalistas y de la
clase política chilena quedó un fuerte resabio parlamentarista, signo de un
atavismo misterioso que ve en el Parlamento —más que en el Jefe del
Estado— la expresión de la soberanía nacional o popular, y que les ha
hecho siempre mirar las facultades colegisladoras de éste como una cierta
invasión en una esfera que sería típica del Congreso.

l
El proyecto constitucional rompe resueltamente con dicho atavismo,

.c
y radica en el Gobierno la responsabilidad superior de la conducción del
país, constituyéndolo para ello un colegislador claramente preeminente,
ile
desde el momento en que la facultad de legislar es una de las más
importantes para guiar al Estado.
h
No ahondaremos aquí en los profundos cambios que para la relación
pc

entre Presidente y Parlamento implica la igualdad electoral entre los partidos


políticos y los sectores independientes antes enunciada, como asimismo la
e

inclusión en el Senado de una fracción minoritaria no elegida por sufragio


.c

popular.
Nos circunscribiremos sólo a consignar el efecto limitante que para
w

la demagogia tiene la opción escogida por el nuevo esquema constitucional.


w

Es cierto que los gobiernos pueden sentirse inclinados también a actuacio-


nes demagógicas, para lo cual se contemplan contrapesos o correctivos
w

como el analizado en el número anterior, respecto de las franquicias


económicas, o el que veremos enseguida en relación con las normas que se
establecen tocante al Banco Central. Pero está fuera de toda discusión que
una asamblea parlamentaria, donde la responsabilidad se diluye entre la
masificación y el anonimato, tenderá siempre a ser más irresponsable que
un Gobierno, particularmente en la conducción económico-social del país.
El Gobierno, en cambio, es quien tiene que afrontar el pago del costo
real de las leyes demagógicas, y quien sufre sus efectos tanto durante su
gestión como más tarde de parte del juicio de la historia, ante la cual el
destino nacional de un período pasa bajo el nombre y la responsabilidad del
Presidente de la República que rigió al país en ese lapso, y no del de los
muchos parlamentarios cuya acción se pierde en un recuerdo confuso,
cuando no el más absoluto olvido.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 409

Debe tenerse presente, además, que la historia y el alma nacional


identifican al Jefe del Estado y a la autoridad fuerte que en su figura siempre
ha buscado nuestro pueblo, con el verdadero escudo para proteger a los más
débiles frente a los grupos más organizados y poderosos. La capacidad del
Gobierno para sobreponerse a las presiones ilegítimas de los centros de
poder está íntimamente ligada a su vigor jurídico y moral para ser "la voz de
quienes carecen de fuerza para hacerse oír", y, por ende, pilar de la justicia
social, como con razón ha reiterado el Presidente Pinochet.

A. El reforzamiento de las facultades gubernativas

Las principales disposiciones contempladas en el proyecto en esta


materia son las siguientes:

l
.c
(i) La ampliación de las leyes de iniciativa exclusiva del Presidente de la
ile
República a casi toda materia importante para la conducción económico-
social del país, y en particular a las que pudieren representar habitualmente
h
fuente de mayores gastos o menores ingresos para el erario nacional.
La facultad del Congreso para doblegar el veto presidencial,
pc

insistiendo por los dos tercios de ambas Cámaras en un proyecto que el


gobierno rechace, se hace inoperante en aquellos preceptos legales cuya
e

iniciativa exclusiva se reserva al Jefe del Estado. Respecto de éstos,


.c

obviamente se necesita de la aprobación parlamentaria para que haya ley,


w

pero nunca podría haberla contra la voluntad presidencial.


w

(ii) La radicación en el Presidente de la República, previo informe de los


w

organismos técnicos respectivos, de la facultad de estimar el rendimiento de


los recursos que consulta la Ley de Presupuesto y de los nuevos que
establezca cualquier otra iniciativa de ley, no pudiendo el Congreso aprobar
además ningún nuevo gasto con cargo a los fondos de la nación, sin que se
indiquen, al mismo tiempo, las fuentes de recursos necesarios para atender a
dicho gasto.
A fin de que esta última exigencia no se burle con referencias a re-
cursos inexistentes o abultados artificialmente, se añade que si la fuente
de recursos otorgada por el Congreso fuese insuficiente para cualquier
nuevo gasto que se apruebe, el Presidente de la República, al promul-
gar la ley, previo informe favorable del servicio a través del cual se recaude
el nuevo ingreso, refrendado por la Contraloría General de la República,
deberá reducir proporcionalmente todos los gastos, cualquiera que sea su
naturaleza.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


410 ESTUDIOS PÚBLICOS

(iii) La facultad del Presidente de la República para disolver, por una vez
en su período, la Cámara de Diputados, procediéndose a la renovación
integral de ésta.
Ya hemos señalado que en los rubros principales para la conducción
del país, el Congreso no podría imponer una ley contra la voluntad
presidencial, pero sí estaría en condiciones de negarle al gobierno la
aprobación de leyes estimadas importantes por éste. Si bien ello es menos
grave que lo anterior, ya que generalmente en Chile ha sido mucho rnás
perjudicial la mala legislación que la falta de ella, parece conveniente abrir
una salida a un eventual impasse derivado del rechazo sistemático del
Parlamento a proyectos de ley considerados necesarios por el gobierno. En
tal caso, en la práctica es el pueblo quien dirime la pugna.
No se contempló la facultad de disolver el Congreso completo, ya

l
que ello haría estéril la renovación del Senado por parcialidades cada cuatro

.c
años, práctica cuyos sanos frutos para morigerar los peligros de las avalan-
ile
chas electorales y sus bruscos cambios ya consignamos antes. Pero es
indudable que la fuerza política del pronunciamiento popular que implicaría
h
la renovación de la Cámara de Diputados disuelta sería tan grande, que sus
efectos de hecho sobre el Senado no resultarían fáciles de resistir
pc

para éste. Igual consideración pesaría sobre el Jefe del Estado antes de resol-
verse a decretar la referida disolución, ya que tampoco podría él desenten-
e

derse del resultado que implicaría el verdadero arbitraje político que se le


.c

entregaría al pueblo entre el criterio presidencial y el de la Cámara. La


circunstancia adicional de que el Jefe del Estado sólo pueda ejercer esta
w

facultad por una vez en su período se sumaría para obligarlo a meditar muy
w

cuidadosamente el paso, y recurrir a él únicamente en caso extremo.


Lo expuesto hace obvia la excepción contemplada en el anteproyecto
w

de que esta facultad no rija en el último año de funcionamiento de una


Cámara de Diputados. En tal caso, resulta preferible esperar la próxima
elección ordinaria.

(iv) El establecimiento del llamado "dominio máximo legal"

El se refiere a prohibir que se dicten leyes sobre materias que la


Constitución no contemple expresamente como "propias de ley". Esto
exige que la enumeración que la Carta Fundamental haga de dichas materias
sea taxativa ("sólo son materias de ley"), y que se entienda que todo lo
demás queda reservado a la potestad reglamentaria exclusiva del Presidente de
la República. El objetivo de este sistema, adoptado por la actual Consti-
tución de la Quinta República francesa, impulsada por el general De Gaulle,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 411

tiende a evitar que el legislador invada lo que se estime que corresponde a la


esfera gubernativa, impidiendo además de paso que se promulguen leyes que
se aparten del carácter general que caracteriza el concepto de ley.
Dicho sistema se contrapone al que ha regido tradicionalmente en
Chile. Conforme a éste, llamado "dominio mínimo legal", la Constitución
establece las materias que "sólo en virtud de una ley" se pueden regular,
pero no impide al legislador entrar en la órbita reglamentaria propia del
Gobierno, lo que se ha traducido en la proliferación de leyes particulares
hasta límites inverosímiles, las cuales una vez promulgadas, ya no pueden
modificarse, sino a través de otra ley.
Resulta indudable que el cambio señalado puede entrañar dificultades,
porque exigirá acertar en forma suficiente respecto de las materias que se
establecen como propias de ley.

l
Pero mientras los referidos escollos no parecen insalvables, las

.c
notorias ventajas generales del "dominio máximo legal" como concepción
ile
jurídico-constitucional, nos inducen a pensar que su adopción es un paso
trascendental y muy acertado. En todo caso, y a fin de evitar toda realidad o
sensación de inseguridad jurídica, las materias sobre las cuales ya se hubiere
h
legislado al entrar en vigencia la nueva Carta Fundamental sólo podrán ser
pc

modificadas a través de otra ley.


El reforzamiento de las atribuciones gubernativas que someramente
e

hemos descrito, lleva a muchos a temer en los riesgos de una presunta


.c

omnipotencia presidencial. No faltan quienes hablan incluso de un presunto


"cesarismo", para calificar al respecto el proyecto constitucional. Otros se
w

preguntan qué habría sucedido si un gobernante como don Salvador Allende


w

hubiese dispuesto de facultades semejantes.


w

Comenzando por esto último, cabe consignar que todo el conjunto


del nuevo modelo constitucional hace virtualmente imposible el adveni-
miento de una persona como el señor Allende al poder, y para su hipotética
ocurrencia, contempla la facultad de destituirlo a través de un pronun-
ciamiento del Tribunal Constitucional por infringir las bases fundamentales
de la institucionalidad, en los términos antes analizados en este trabajo, sólo
que con la exigencia de que tratándose del Jefe del Estado, el veredicto del
Tribunal deba ser ratificado por la mayoría absoluta del Senado en ejercicio.
Además, basta analizar la forma antijurídica en que el señor Allende
atentó contra el régimen institucional chileno para advertir que ninguna de
las nuevas atribuciones que se propone entregar al gobierno le habría per-
mitido tener mayor éxito en su tentativa.
Y es que, en el fondo, el fortalecimiento del régimen presidencial que
se propicia apunta a evitar la esterilización gubernativa frente al Parlamen-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


412 ESTUDIOS PÚBLICOS

to, pero no confiere al Jefe del Estado ninguna omnipotencia que permita
hablar de "cesarismo". Todo lo contrario. Lo que el nuevo esquema consti-
tucional asegura es la posibilidad de una conducción eficiente del Estado, la
que, dada la complejidad de los problemas contemporáneos, exige una
homogeneidad que sólo puede lograrse al interior de un órgano como el Go-
bierno, y jamás en la heterogénea estructura de una asamblea parlamentaria.
Pero, tratándose de la comisión de eventuales abusos o irracionalidades, el
proyecto contempla contrapesos jurisdiccionales y técnicos más eficaces que
los que jamás hayan existido para dificultar al gobierno el incurrir en ellos.

B. Los contrapesos

Destacan al efecto:

l
.c
(i) El ya mencionado fortalecimiento de los instrumentos de defensa de
los derechos personales, sobresaliendo el recurso de protección.
ile
(ii) La elevación del Banco Central a la calidad de organismo cons-
h
titucional y autónomo. Lamentamos que la autonomía del Banco Central no
pc

se haya afianzado en los términos que —en forma más tajante la Comisión
Constitucional y más atenuada el Consejo de Estado— lo proponían los dos
e

anteproyectos. Garantizar, como se sugería, la inmovilidad de sus directores


.c

(salvo acusación constitucional en juicio político), y entregarle el manejo


de la política monetaria, cambiaria y crediticia no habría representado privar
w

al Gobierno de su facultad para dirigir la economía nacional, sino exigir que


w

cualquiera política económica se ajuste al contenido técnico y ortodoxo que


w

deben caracterizar tales variables. Es de esperar que la ley orgánica cons-


titucional que complementará la materia se encamine en la dirección
señalada.

(iii) La prohibición de que el Estado, sus organismos o empresas se


endeuden con el Banco Central, o que éste les otorgue a aquéllos su aval,
como asimismo el impedimento de que cualquier gasto público o préstamo
se financie con créditos directos o indirectos del Banco Central, todo ello
salvo el caso de guerra exterior.
Tal norma, tanto o más importante que la autonomía del Banco
Central, configura con ésta un conjunto para impedir, en la medida de lo
posible, las emisiones inflacionarias, y sustraer así del gobierno una de sus
fuentes predilectas y más funestas para deslices demagógicos. La consti-
tucionaüzación de los preceptos señalados colocarán a Chile como uno de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 413

los países pioneros en la preservación constitucional de un sano manejo


económico del país.

(iv) La creación del Tribunal Constitucional que, además de sus atri-


buciones respecto de la suspensión de los derechos políticos a quienes pro-
paguen doctrinas totalitarias y violentistas, tendría trascendentales atribu-
ciones para velar por la constitucionalidad de las leyes y decretos con fuerza
de ley, durante su tramitación y en el tiempo inmediatamente siguiente a su
promulgación.
Con ello tanto el Presidente de la República como un quorum mi-
noritario de cualquiera de las Cámaras puede impedir que llegue a promul-
garse o regir un proyecto de ley inconstitucional, facultad de enorme im-
portancia práctica, si se considera que el recurso de inaplicabilidad ante la

l
Corte Suprema no es suficiente para evitar la vigencia y aplicación de leyes

.c
inconstitucionales que dañen al país en general, sin perjudicar a ningún
particular determinado que pueda o tenga interés o posibilidad de alegarlo en
ile
juicio.
Especial mención merece la nueva disposición que se propone para
h
garantizar el principio de la supremacía constitucional, en cuya virtud toda
pc

norma jurídica debe ajustarse a la Carta Fundamental, no pudiendo jamás


contravenirla. Recogiendo la negativa experiencia de ciertas tentativas de
e

gobiernos pasados, y muy especialmente del régimen marxista, en cuanto a


.c

pretender legislar e incluso reformar la Constitución por medio de simples


decretos, se introduce un límite de gran trascendencia a la facultad presi-
w

dencial de insistir —con la firma de todos sus ministros— ante el rechazo o


w

representación que el Contralor General de la República le formule a un


decreto que éste considere antijurídico.
w

Dicha facultad de insistencia presidencial seguiría existiendo, si el


decreto es impugnado por el Contralor en razón de simple ilegalidad, sin
perjuicio del tradicional envío de los antecedentes a la Cámara de Diputados,
a fin de que ésta juzgue si ejerce sus facultades fiscalizadoras o, incluso, de
acusación constitucional a la autoridad gubernativa. Pero si en cambio el
rechazo del decreto o resolución se fundara en que el Contralor lo estima
violatorio de la Constitución, o bien en que tratándose de un DFL excede o
vulnera la ley delegatoria, o que en el caso del decreto que promulga una ley
o una reforma constitucional se aparta del texto aprobado, no procedería el
decreto de insistencia, y si el Presidente de la República no se conforma con
el criterio del Contralor, sólo tiene como camino para hacer prevalecer su
criterio la remisión de los antecedentes al Tribunal Constitucional, el que
zanjaría la controversia como instancia suprema.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


414 ESTUDIOS PÚBLICOS

Sin pormenorizar las demás atribuciones que el anteproyecto


encomienda al Tribunal Constitucional, las facultades descritas son
suficientes para estimarlo una verdadera creación, comparativamente con el
organismo que bajo el mismo nombre funcionó entre 1970 y 1973. Más
resalta aún la diferencia entre ambos, si se recuerda que mientras la
composición de aquél era de origen mayoritariamente político, el nuevo que
se propone se caracteriza por su conformación de origen básicamente
judicial y técnico, de personas acostumbradas a fallar en derecho.

(v) La creación del Consejo de Seguridad Nacional, organismo que se


crea en el nuevo esquema constitucional, como un vehículo para integrar
responsable y orgánicamente a las Fuerzas Armadas y Carabineros a la vida
cívica del país.
Su composición, sin embargo, es mixta, ya que la preservación de la

l
.c
seguridad nacional incumbe a todos los chilenos, y su supremo responsable
es el Presidente de la República, quien por eso mismo preside el organismo
ile
en cuestión.
Para cumplir con su objetivo básico, éste se configura con una
h
mayoría castrense: los Comandantes en Jefe de cada una de las tres ramas de
pc

las Fuerzas Armadas y el General Director de Carabineros. Los demás


integrantes, aparte del Jefe del Estado, son el presidente del Senado y el
e

presidente de la Corte Suprema, es decir, hay cuatro uniformados y tres


.c

civiles. De este modo, en caso de estar los cuatro uniformados de acuerdo


constituyen mayoría, realidad perfectamente lógica si se piensa que dicho
w

Consejo tiene por función básica recoger el punto de vista de dichas


w

instituciones de la Defensa Nacional, a través de sus más altos mandos. De


ahí que los ministros de Estado que se incorporan al Consejo lo hacen sólo
w

con derecho a voz.


Lo fundamental en esta materia consiste en puntualizar que las
facultades de dicho organismo no tienen, en general, un carácter político
resolutivo, ni de veto ni codecisorio. Haberle entregado atribuciones
semejantes, se hubiese traducido a la larga en una inevitable politización de
nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros, con el consiguiente deterioro de su
prestigio ciudadano y, lo que es aún más grave, las habría transformado en
corresponsables —por omisión— de toda medida que en definitiva fuese
estimada negativa por el pueblo, en razón de no haber ejercido opor-
tunamente ese eventual derecho a veto. Por otro lado, no se concibe un
Estado de Derecho en que por encima del Jefe del Estado y del Gobierno
haya otra autoridad superior a él, erigida en especie de "super-Presidente" o
"super-poder".

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 415

Las únicas atribuciones de índole resolutiva o codecisoria de este or-


ganismo son las de prestar su aprobación al Presidente de la República para
declarar ciertos estados de emergencia, según ya lo analizamos antes; la de
designar dos de los siete abogados que componen el Tribunal Constitu-
cional, y la de nominar al ex Comandante en Jefe de cada rama de las Fuer-
zas Armadas y al ex General Director de Carabineros que integran el Senado.
Con todo, su facultad más importante, si bien carece de mérito reso-
lutivo en el plano jurídico, encierra una enorme fuerza moral: representar a
cualquier autoridad establecida en la Constitución su punto de vista frente a
cualquier acto, hecho o materia, que a su juicio comprometa la seguridad
nacional o las bases fundamentales de la institucionalidad. Dicha represen-
tación puede ser pública o privada, según lo determine el propio Consejo.
Lejos de ser esto una "institucionalización del golpe de Estado",
como algunos han afirmado con ligereza, se trata exactamente de lo

l
.c
contrario. El resultado práctico de la disposición será hacer posible —y a la
vez imperativo— que la opinión de los más altos mandos de nuestros
ile
Institutos Armados y Carabineros se exponga de modo oficial y respon-
sable, en vez de quedar forzada a expresar sus puntos de vista por medio de
h
canales extrajurídicos e inorgánicos.
pc

De toda lógica es que en tal esquema no pueda mantenerse la facultad


presidencial para llamar discrecionalmente a retiro a cualquier oficial, con-
e

sagrándose en cambio un período fijo de cuatro años para los Comandantes


.c

en Jefe y el General Director de Carabineros, aunque abriendo la posibilidad


de que durante dicho lapso puedan ser removidos por el Presidente de la
w

República, pero con acuerdo del Consejo de Seguridad Nacional. Gozan,


w

pues, de una inamovilidad bastante sólida, aunque con la excepción


señalada, y sin perjuicio por cierto de la acusación constitucional en juicio
w

político que procede contra todos los generales o almirantes, por haber
comprometido gravemente el honor o la seguridad de la nación.
Sólo a través de la inamovilidad descrita se logra la suficiente
independencia del Consejo de Seguridad Nacional frente al Jefe del Estado.
Además, tanto esto como la despolitización de los ascensos y retiros de los
oficiales, se aviene más a nuestro juicio con la naturaleza profesional que se
proclama en forma unánime respecto de dichas instituciones, ya que la
remoción discrecional de una persona de su cargo no resulta congruente con
tal carácter.
La excepción antes señalada nos parece eso sí muy atinada, porque la
existencia de salidas constitucionales a los conflictos entre autoridades
siempre opera como disuasivo, o al menos como atenuador del mismo, y
porque una inamovilidad absoluta podría ser inconveniente.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


416 ESTUDIOS PÚBLICOS

Ahora bien, si a todos los nuevos contrapesos enunciados agregamos


la mantención robustecida de la fiscalización jurídica de la Contraloría
General de la República, y de la fiscalización política de la Cámara de
Diputados, en los términos de nuestra tradición jurídica, queda en evidencia
que, lejos de todo "cesarismo", lo que se busca es un Gobierno con
atribuciones suficientes para conducir el país, pero sujeto a sólidas instan-
cias fiscalizadoras y, más que eso, a un marco jurídico y técnico en el cual
desempeñar sus funciones.
Se llega así a lo que a nuestro juicio es uno de los conceptos esen-
ciales del nuevo régimen político que inspira al proyecto constitucional: en
lugar de oponer dos voluntades políticas diferentes —Gobierno y Parla-
mento— en presunto equilibrio para la conducción del país, ésta se radica
básicamente en el Gobierno, contemplándose al Parlamento como elemento
complementario, y no preeminente, en la función legislativa. Pero, al

l
.c
mismo tiempo, esa voluntad política conductora opera con variados
contrapesos jurisdiccionales y técnicos, concebidos para evitar abusos o
ile
irracionalidades.
Aparece por esta vía de análisis uno de los aportes más novedosos e
h
importantes del nuevo esquema constitucional: la introducción del concepto
pc

de que la órbita de la decisión política debe ceñirse al campo valoneo que le


es propio, respetando el ámbito de los conocimientos científicos y técnicos,
e

e incorporándolos como dato indiscutido de todo análisis político serio.


.c

Cuando, en cambio, la divergencia política se usa como manto encubridor


de la ignorancia, y se deja al "olfato" político problemas para los cuales el
w

avance científico y tecnológico posee respuestas claras y comprobadas en


w

sus efectos, la política degenera en politiquería, situándose al margen de las


exigencias y expectativas del mundo contemporáneo.
w

En muy diversos ámbitos, el nuevo concepto del Banco Central y la


creación del Consejo de Seguridad Nacional representan avances tras-
cendentales en tal orientación. Sin embargo, forzoso es enfatizar que la tarea
principal en la materia no compete al sistema constitucional, sino a la
calidad y formas de trabajo que se adopten en la vida pública y en la
generación de sus decisiones.
Las instancias consultivas juegan a este respecto un papel básico.
Pero éste no exige, y generalmente ni siquiera aconseja, una excesiva
consagración constitucional. Habiendo conciencia y voluntad de los órganos
decisorios por recoger el aporte técnico, no será difícil darle a éste la
organicidad jurídica y práctica adecuada. Faltando, en cambio, aquella
conciencia o voluntad, una reglamentación demasiado ambiciosa en la
materia fácilmente quedaría en letra muerta.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 417

IV. CONCLUSIÓN

Al concluir estas líneas debemos reiterar, como se habrá comprobado


de su lectura, que ellas distan de toda pretensión exhaustiva, en un tema que
haría difícil cualquier intento en tal sentido, y cuya limitación se ve
acentuada por la naturaleza de este trabajo. Su contenido sólo busca ilustrar
una muy determinada línea de análisis, que aspira únicamente a exponer y
fundamentar las principales bases conceptuales y políticas del nuevo modelo
constitucional.
Dicha línea apunta a subrayar tanto la inequívoca opción democrática
que el nuevo esquema asume, como el resuelto compromiso de esa nueva
democracia con el favorecimiento de una sociedad libre, segura, progresista
y justa. Ciertamente, el tema podría ser objeto de muchas aproximaciones
diversas. Pero pensamos que a través de cualquiera de ellas quedarán nítidas

l
.c
la coherencia y la unidad conceptual y orgánica del proyecto constitucional
que se someterá a plebiscito, así como su sólida armonía con la nueva
ile
institucionalidad que está promoviendo la transformación más profunda y
creadora que Chile haya emprendido en este siglo.
h
e pc

HABLA JULIO PHILIPPI:


.c

LOS DEMONIOS EXISTEN


¿QUE SON? ¿COMO ACTÚAN?*
w
w

Jaime Guzmán:
w

Nuestra revista [Realidad] no es confesional. Sin embargo, la idea de


conversar con usted sobre el tema del demonio —o de los demonios—
despertó una gran acogida en el Comité Editorial, y se me encomendó
solicitarle esta entrevista. Quedó en claro que necesariamente el enfoque
sería realizado desde una perspectiva católica, sin perjuicio de que el interés
del análisis se proyecte también hacia quienes no sean católicos. En esta
línea, desearía preguntarle, don Julio, a qué atribuye usted el silencio que se

*Entrevista de Jaime Guzmán E. al abogado, profesor universitario y ex


ministro de Estado, Julio Philippi, publicada en revista Realidad, año 3, Nº 29,
octubre 1981, pp. 31-38.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


418 ESTUDIOS PÚBLICOS

observa en torno al tema de los ángeles y los demonios, incluso dentro del
seno de la propia Iglesia Católica.

Julio Philippi:

La pregunta no es de fácil respuesta. En general las declaraciones


dogmáticas de la Iglesia sobre ángeles y demonios son numéricamente
pocas pero muy claras. Desde los primeros tiempos la Iglesia perfiló
nítidamente la doctrina fundamental en la materia, pero no pareció tan
urgente desarrollar demasiado este tema en comparación con otros. Fue el
surgimiento de desviaciones heréticas lo que obligó a explicitar más
detalladamente la doctrina católica sobre el tema.

l
Sin embargo, esa falta de desarrollo inicial me parece muy diversa

.c
del silencio que se ha producido en la época actual. En los primeros
ile
tiempos, la generalidad de los cristianos sabía perfectamente bien cuál era la
realidad fundamental en orden a los ángeles y a los demonios. Su existencia
resultaba obvia para ellos, ya que las Sagradas Escrituras están llenas de
h
actuaciones de ángeles y demonios de modo que no se ponía en duda su
pc

existencia. Insisto que fue el surgimiento de herejías y errores en la materia,


lo que obligó a una mayor precisión.
e

Lo que sucede hoy es diferente. Yo diría que presenciamos un


.c

silencio de muy distinta índole. Se trata de un tema efectivamente olvidado,


aún en sus líneas fundamentales. Se ha dejado de enseñar sobre él hasta tal
w

punto que hay muchos cristianos —e incluso sacerdotes— para quienes


w

resulta irrisorio que alguien crea en la realidad de los ángeles y, en


consecuencia, de los demonios, que son ángeles caídos. De ahí la impor-
w

tancia de despertar de nuevo en los hombres en general, y especialmente en


los cristianos, la atención acerca del problema del mal, de los demonios y
para ello, ante todo, de los ángeles.

Jaime Guzmán:

Precisamente en cuanto al interés e importancia del tema, tengo a


mano un discurso de S. S. Paulo VI, pronunciado en la audiencia del 15 de
noviembre de 1972 en que él comienza preguntándose: "¿Cuáles son hoy día
las mayores necesidades de la Iglesia?". Y a continuación S. S. se responde:
"La defensa ante aquél que llamamos demonio". Y dedica toda su
intervención al tema, a la trascendencia que tiene en la vida del hombre, y a

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 419

la urgencia de reponer los estudios sobre esta materia a fin de preparar mejor
a los cristianos para hacer frente al poder diabólico.

Julio Philippi:

Ese es un discurso notable, que forma parte de una serie de interven-


ciones sucesivas que S. S. Paulo VI dedicó al tema. Inexplicablemente, no
ha tenido la difusión suficiente, e incluso cuesta encontrar su texto. Quizás
lo que ayuda a este silencio, Jaime, es que el tema no resulta agradable para
el hombre. Al ser humano no le gusta que le recuerden que siendo un ser
dotado de inteligencia y voluntad vive en un mundo en el cual sólo entiende
algunas cosas y muchas no. Hay un gran campo de acontecimientos que el

l
hombre no sólo no conoce, sino que no logrará conocer jamás en plenitud

.c
porque desbordan su capacidad natural. Temas como éste requieren de una
ile
gran humildad para ser abordados, ya que nos exigen reconocer que hay seres
inteligentes diversos de Dios y de los hombres, que existen y actúan en el
Universo, a veces de formas no del todo comprensibles para nosotros. A
h
quien se ha autodenominado el rey de la creación le incomoda aceptar estas
pc

realidades.
Además, no se puede desconocer que el tema no es grato. Asumiendo
e

una frase de San Juan Crisóstomo, puedo asegurarte que no es para mí


.c

ningún placer hablar del demonio, pero lo estimo de gran utilidad. No es


grato, porque, aparte de ser difícil de abordar, nunca lo vamos a entender
w

plenamente. Jamás lograremos penetrar en la raíz última del problema del


w

mal, y eso nos llena de inquietud.


w

También hay que admitir que en ciertas épocas el tema del demonio
se abordó en forma inadecuada, lo que infundió miedo desproporcionado en
la gente sencilla y, por otra parte, se intentó convertir al demonio en objeto
de supercherías, vinculándolo a cultos mágicos, con el horror de caza de
brujas en el Renacimiento. Todo eso ha oscurecido y hasta desprestigiado la
verdad del tema, que es lo que hay que reponer.
Por otro lado, en la actualidad ha proliferado un interés morboso al
respecto, que suscita una atracción grande pero muy dañina. Una cierta
curiosidad malsana por las sectas satánicas, el ocultismo, el espiritismo y
otras formas de magia, son muy frecuentes hoy en día. Pero esa aproxi-
mación al tema ayuda muy poco a entenderlo y puede más bien producir
desconcierto y daño.
Aun frente a todo esto, no deja de sorprenderme que mientras la
gente está tan dispuesta a creer en la existencia de otros seres inteligentes

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


420 ESTUDIOS PÚBLICOS

distintos del hombre en el Universo creado, lo que en sí mismo resulta


bastante lógico suponer probable, haya en cambio tanta reticencia para
aceptar que existen seres como los ángeles y, por consiguiente, como los
demonios.
Por otro lado, hay algo curioso. Casi todos los pueblos, aun los
más primitivos, han creído en la inmortalidad del alma, lo cual de algún
modo está demostrado por la razón natural. En el caso del cristianismo ello
es, además, un dogma de fe, unido al de la resurrección de los cuerpos para
reunirse con sus respectivas almas. Pero mientras la resurrección no se
produzca, es evidente que las almas de los muertos existen y están en el
Universo, aunque sean seres intangibles e inmateriales. En consecuencia,
llama mucho la atención esta dificultad que se observa para creer en la
existencia de otros seres intangibles como son los ángeles y demonios.
En fin, hay tantas realidades que nuestra mente humana sólo palpa a

l
.c
través de sus efectos. Por ejemplo, conocemos la energía eléctrica en la luz
y el calor de una ampolleta, pero la energía misma no la vemos. El
ile
Universo está lleno de realidades cuya naturaleza escapa a la percepción de
los sentidos, y entre ellas hay seres inteligentes como los ángeles y
h
demonios.
e pc

Jaime Guzmán:
.c

Buscando precisar lo que son los demonios, desearía volver al dis-


w

curso de S.S. Paulo VI que recién le mencionaba. El Papa dice textualmente


w

lo siguiente:
w

Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica o eclesiástica, quien


se niega a reconocer la existencia del demonio, o bien, que
hace de ella un principio que existe por sí, y que no tiene
—como cualquier otra creatura— su origen en Dios, o bien
quien la explica como una pseudorrealidad, una personi-
ficación conceptual y fantástica, o la causa desconocida de
nuestras desgracias.

He querido citarle este texto, don Julio, porque tengo la impresión de


que muchos cristianos, y específicamente muchos católicos, no creen en los
demonios como seres reales, sino que tienden a identificarlos con el mal en
términos abstractos. Ven al demonio como un principio negativo ajeno a la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 421

creación de Dios, o bien lo identifican meramente con la debilidad humana


que nos hace a veces tender hacia el mal.

Julio Philippi:

El texto que has citado me parece muy pertinente y es extraordi-


nariamente claro. El Papa Paulo VI resume en él la médula de la doctrina
cristiana sobre el tema.
La Iglesia tiene declaraciones dogmáticas muy precisas al respecto.
En primer lugar, está condenado como erróneo el suponer que hay
dos principios en el Universo, uno del Bien y otro del Mal y que frente al
Dios creador habría una especie de "dios del mal", un principio negativo con

l
poder autónomo o equivalente al de Dios. Esa percepción del demonio, que

.c
tuvo su origen en el Asia Menor (principalmente en Persia) y que se
ile
expresó en una visión maniquea del tema, ha sido categóricamente
condenada por la Iglesia. Para la doctrina católica es inaceptable suponer que
h
haya algo que exista en el Universo y que no haya sido creado por Dios. Ya
he señalado que los demonios son ángeles, es decir, seres reales aunque
pc

invisibles, seres con todas las características de tales, que no pueden con-
fundirse con símbolos, ni con principios abstractos. En consecuencia, son
e

creaturas de Dios.
.c

Las declaraciones de la Iglesia son muy categóricas acerca de este


w

punto. Casi todos los Padres de la Iglesia tocan en los primeros siglos el
tema en la misma orientación. Más tarde, en el siglo XIII, el Concilio
w

Lateranense IV precisó esto con más detalle, frente a las herejías cataras y
w

albigenses, que eran herejías maniqueas, es decir, fundadas en suponer la


existencia de un Dios del Bien y un "dios del mal".
Creo útil citar textualmente este Concilio, cuya parte pertinente
quise tener a mano para esta entrevista, por su importancia y claridad:

Firmemente creemos y simplemente confesamos un solo


principio de todas las cosas, de las visibles e invisibles, las
espirituales y las corporales, que por su Omnipotente virtud
desde el principio del tiempo, Dios creó a la vez de la nada a
una y otra creatura, la espiritual y la corporal, la angélica y la
mundana y después la humana, como un compuesto de
espíritu y cuerpo. Porque el diablo y demás demonios
ciertamente fueron creados por Dios buenos por naturaleza,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


422 ESTUDIOS PÚBLICOS

pero ellos mismos se hicieron malos. El hombre, empero,


pecó por sugestión del diablo.

Jaime Guzmán:

Pienso que lo que inquieta a mucha gente es que justamente Dios no


puede crear el mal, o algo malo. Se produce, a mi juicio, una confusión
frecuente entre el plano metafísico o del ser en cuanto ser, y el plano moral
o de la acción de los seres. ¿Sería correcto afirmar que los demonios son
metafísicamente buenos, en cuanto creaturas de Dios, pero moralmente
malos en cuanto se apartaron de El por un torcido ejercicio de su libertad?

l
.c
Julio Philippi:
ile
Exacto. Así es. Los seres tienen dos perfecciones. La primera de esas
perfecciones es el ser, que constituye una perfección frente al no ser. Pero la
h
segunda perfección es el fin del propio ser, que está condicionado por la
pc

naturaleza de éste.
Ahora bien, si una creatura ha sido dotada de libertad, va a depender
e

de ella alcanzar su segunda perfección. Dios ha creado su primera perfección


.c

que es su ser, el cual siempre es bueno. Al darle libertad, será la creatura la


que decida si se encamina hacia la obtención de su fin (su segunda
w

perfección), siguiendo las exigencias que para ello Dios ha colocado en su


w

naturaleza, o si se subleva contra ella y rechaza su propia perfección última.


w

Ese resultado es el fruto de la libertad de las creaturas que, como los ángeles
o los hombres, fuimos creados libres.

Jaime Guzmán:

Pero Dios permite esa posibilidad de que las creaturas libres se


aparten de El y de su propio fin, y eso llena de interrogantes a muchos
creyentes.

Julio Philippi:

No es extraña esa inquietud, porque a mi modo de ver, el mal es un


misterio tan insondable como el amor Divino. Si el misterio del amor

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 423

Divino lleva a Dios llamar a las creaturas del no ser al ser, y a darles
libertad a algunas de ellas, en ese mismo acto de amor está incluida la
posibilidad de que esa creatura libre —sea un ángel o un hombre— se aparte
de su fin último, que es su segunda perfección. Pero estamos frente a un
misterio al cual nuestra razón sólo puede aproximarse en forma parcial.
Únicamente el amor a Dios y a su Voluntad —más que nuestros razo-
namientos— nos permitirá comprenderlo algo mejor, como manifestación
de Su amor infinito y misterioso. La condenación irrevocable de los
demonios y la posibilidad de que ello le ocurra también a cada ser humano
es expresión de un profundo misterio de amor que, por insondable, nunca
entenderemos del todo con nuestra limitada razón humana. Sólo podemos
abordarlo desde la perspectiva que ello es una consecuencia de la existencia
de seres libres, y no podríamos pretender los beneficios de que existan
creaturas libres y racionales, y al mismo tiempo, se rechacen las

l
.c
consecuencias posibles del mal uso de esa libertad.
ile
Jaime Guzmán:
h
pc

Usted ha señalado, don Julio, que tanto los ángeles como los
hombres son seres libres, que pueden encaminarse a su fin último, o
e

apartarse de él. Esto último equivale a la condenación eterna. Pero en el


.c

caso de los hombres, nos podemos arrepentir de nuestras faltas hasta el


momento de la muerte. Los ángeles, en cambio, al rebelarse contra Dios se
w

separaron irrevocablemente de Dios, sin posibilidad de arrepentimiento.


w

Entiendo que la propia naturaleza de los ángeles les impide cualquier posible
arrepentimiento. ¿Podría usted explicar a qué se debe esto, es decir, penetrar
w

algo más en la naturaleza de los ángeles?

Julio Philippi:

Me parece indispensable, y creo que quizás por ahí debiéramos haber


empezado. Los ángeles son seres creados por Dios.
Los ángeles son seres libres, cuyo efecto también ya analizamos.
Son, en síntesis, sustancias creadas, intelectuales, superiores por naturaleza
al hombre, de suyo invisibles, y dotadas de especial virtud y poder.
En teología se ha debatido sobre si los ángeles tienen o no cierta
corporeidad, pero ello es de secundaria importancia, particularmente frente a
lo relativo y variable que es el concepto de corporeidad, a la luz de los

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


424 ESTUDIOS PÚBLICOS

conocimientos actuales. Lo único claro es que los ángeles no tienen la


corporeidad propia del hombre, ni de los demás seres que llamamos
materiales.
Y de aquí nace la principal diferencia entre los ángeles y los
hombres, que incide en la distinta naturaleza del conocimiento que unos y
otros tienen de la realidad.
Como los ángeles no están sometidos a la corporeidad del hombre,
no conocen ni operan con la limitación que el tiempo impone a éste. Es
cierto que el hombre tiene un alma espiritual e inmortal, la cual
necesariamente volverá a unirse al cuerpo después de la muerte, en el día de
la resurrección de éste. Pero la materia prima corpórea en que el alma
humana está inserta, sufre un proceso de destrucción en su fase de existencia
temporal, proceso que no sucede con el ángel, que en ese sentido opera al
margen del tiempo, entendido al modo humano. Lo anterior condiciona el

l
.c
conocimiento humano. El hombre conoce la verdad —que es la adecuación
de la inteligencia a la realidad de las cosas— a través de la experiencia de los
ile
sentidos. Por eso los niños recién nacidos, por ejemplo, tienen muy pocos
conocimientos. El hombre va adquiriendo sus conocimientos en forma
h
parcial, por medio de un proceso abstractivo. Y también capta toda la
pc

esencia de las cosas, dadas las limitaciones de su facultad intelectiva.


Incluso a menudo puede equivocarse al tratar de captar la realidad.
e

El conocimiento angélico es muy diferente. Se realiza por intuición


.c

y no por abstracción. El ángel capta la esencia de las cosas, y en muy pocas


esencias capta toda la realidad. Mientras más elevada es la jerarquía del
w

ángel, capta toda la realidad en menos esencias, al punto de que si


w

pudiésemos ver a un ángel de las jerarquías más altas (porque hay distintas
categorías de ángeles, de diversa jerarquía, categorías que la enseñanza
w

tradicional agrupa en nueve coros o grupos distintos), si pudiésemos ver a


uno de los superiores, lo podríamos confundir con el mismo Dios, dadas su
hermosura y su perfección.
Ahora, volviendo al conocimiento angélico, éste es de tal naturaleza
que adopta sus decisiones con conocimiento claro y presente de todo,
asumiendo voluntaria e irrevocablemente todas sus consecuencias. En cierto
sentido, esas decisiones las sigue tomando siempre, porque están fuera del
tiempo humano. No podría modificar su decisión o arrepentirse, porque
ningún elemento de la realidad que es capaz de conocer, ha quedado fuera de
su acto. No es por falta de misericordia Divina, sino por la naturaleza de su
propio pecado de soberbia, que los demonios no podrían arrepentirse. Así
como tampoco podrían cambiar su decisión los ángeles que fueron

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 425

confirmados en la Gracia de Dios, y elevados mediante su aceptación al


orden sobrenatural.

Jairne Guzmán:

¿Por qué dice usted que los ángeles confirmados en la Gracia fueron
elevados a un orden sobrenatural? ¿No les hubiese bastado permanecer en su
naturaleza de ángeles?

Julio Philippi:

l
No. Porque en ese caso no habrían participado en su plenitud de la

.c
Gloria eterna. Habrían quedado en definitiva en una posición inferior a la del
ile
hombre, el cual por la Gracia de la Redención de Cristo fue llamado al orden
sobrenatural de la eterna bienaventuranza. Habrían quedado sólo en la
h
perfección natural propia del ser creado.
pc

Jaime Guzmán:
e
.c

Ahondando en esta disyuntiva dramática e irrevocable a la cual


fueron sometidos los ángeles, en cuanto a confirmarse en la Gracia
w

(accediendo según usted me acaba de decir al orden sobrenatural), o bien


w

rebelarse contra Dios, convirtiéndose en demonios, ¿cuál fue el contenido de


w

esa disyuntiva a la luz de la enseñanza cristiana?

Julio Philippi:

El pensamiento más común entre los teólogos es que los ángeles


que se rebelaron incurrieron en un movimiento de soberbia frente a Dios,
por negarse a aceptar la revelación que Este les hizo de que el Verbo —la
segunda Persona de la Trinidad Divina— se encarnaría en un hombre, que
sería Cristo. La idea de que tal Encarnación sería en un hombre y no en un
ángel, es decir, que habría un hombre superior a ellos, resultó inaceptable
para su soberbia. Ahí se expresó el famoso "non serviam" o "no serviré" de
los ángeles rebeldes, transformándose así, voluntariamente, en reprobos,
volcados a hacer el mal.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


426 ESTUDIOS PÚBLICOS

Jaime Guzmán:

¿Eso tal vez explica que el demonio tentara a Cristo en el desierto,


demostrando no creer que era Dios, no creer que era el Mesías?

Julio Philippi:

No hay duda ninguna. ¡Si el demonio se demoró mucho en darse


cuenta que Cristo era Dios, que era el Mesías!
El demonio conocía bien las Sagradas Escrituras, y estaba atento a
todas las discusiones de los sabios de Israel sobre cuándo vendría el Mesías.
El suceso del nacimiento de Jesús en Belén, con la serie de acontecimientos

l
que lo rodean, alarma al demonio. Por eso tienta a Herodes, impulsándolo a

.c
matar en Belén a todos los niños pequeños. Pero luego debe haber quedado
ile
muy desconcertado observando a Cristo, porque su vida en Nazaret
transcurre en forma oculta hasta los 30 años, sin que pueda despejar sus
dudas.
h
Al iniciar Jesús su vida pública, el demonio lo tienta en el desierto.
pc

El demonio quiere confirmar si es o no el Mesías. Pero las tres respuestas


de Cristo son desconcertantes, y muy hábiles, para no revelarle su verdadera
e

identidad. A la primera tentación, le contesta: "No sólo de pan vive el


.c

hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". A la segunda le


responde: "No tentarás al Señor tu Dios", pero no referido a su Persona,
w

sino al desafío a Dios que le proponía el demonio en cuanto a lanzarse de la


w

cumbre del Templo, porque los ángeles lo recogerían. Y a la última, cuando


el demonio le ofrece los reinos de este mundo (con lo cual no actúa con
w

fanfarronería, porque el demonio es el príncipe de este mundo) Cristo le


contesta:

Apártate de mí, Satanás, porque sólo a Dios adorarás y a El


sólo servirás.

El demonio no debe haberse convencido que Cristo era Dios, y que


era el Mesías, sino hasta el bautizo del Jordán, en el cual la Trinidad
manifiesta la Divinidad de Jesús.
Lo probable es que el demonio haya ligado ese Mesías que le iba a
doblar la cerviz, anunciado por las Escrituras, con un líder que liberaría
políticamente a Israel del dominio romano, y eso le dificultó aún más
comprender y aceptar la Divinidad de Cristo. Pero cuando la captó, se lanzó

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 427

furibundo a procurar su eliminación, ciego ante el significado que la muerte


de Cristo iba a tener en el orden sobrenatural, a través de su Resurrección.

Jaime Guzmán:

Querría acotarle que esa explicación de que la soberbia de los ángeles


caídos o demonios consistió en rechazar la Encarnación del Verbo, explica
también la especial antinomia entre el demonio y María, ya que ésta fue la
única creatura que por participación anticipada de los méritos de la
Redención de Cristo no estuvo sujeta al poder del demonio.

l
Julio Philippi:

.c
ile
Esa antinomia aparece muy clara en los estudios sobre el demonio.
A los demonios les resulta insoportable —en su soberbia— aceptar que una
h
creatura humana esté llamada a un grado más alto que los ángeles en la
participación de la Gloria de Dios, como ocurre con María.
e pc

Jaime Guzmán:
.c
w

Antes de continuar adelante, don Julio, quisiera hacer un breve


paréntesis para preguntarle qué alcance tiene el singular —el demonio—
w

respecto de los demonios en plural, que hemos empleado indistintamente a


w

lo largo de esta conversación.

Julio Philippi:

El singular está referido al jefe de los demonios, al que encabezó la


rebelión. Las escrituras le dan varios nombres, pero aluden al mismo ángel
que encabezó la acción de soberbia contra Dios, y la negativa a servir a
Dios. Se le llama Lucifer (portador de luz), Satán o Satanás (el enemigo), la
Gran Serpiente, Belial (impío) y hay muchos otros nombres para el jefe de
los ángeles caídos. Junto a él se rebelaron muchos, sin que exista ninguna
verdad segura o de fe en cuanto a la proporción de ellos dentro del total de
los ángeles. Lo único que la tradición de la Iglesia siempre ha enseñado es
que fueron numerosos. Algunos autores, fundándose en el Apocalipsis,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


428 ESTUDIOS PÚBLICOS

suponen que serían un tercio de los ángeles, pero te insisto que no hay al
respecto nada que sea seguro o de fe.

Jaime Guzmán:

Hace un momento usted aludió al demonio como "príncipe de este


mundo". Creo interesante profundizar algo en cuál es el "mundo" del que el
demonio es príncipe. En qué tiene que ver con la triple concupiscencia de
que habla San Juan, es decir, la concupiscencia de los ojos, la con-
cupiscencia de la carne y la soberbia de la vida, como expresiones del amor
desordenado a las riquezas materiales, a los placeres sensuales y al poder
temporal.

l
Julio Philippi:

.c
ile
Recordemos, Jaime, que el título de príncipe de este mundo se lo da
el propio Cristo. En la víspera de su Pasión dice que es inminente la venida
h
del príncipe de este mundo, y cuando lo detienen el Jueves Santo en
Getsemaní, pronuncia esa impresionante sentencia de que ha llegado "la
pc

hora del reino de las tinieblas".


El mundo —en este sentido— es toda la Creación marcada por el
e

pecado y sin la Gracia. Efectivamente tiene relación con las concupiscencias


.c

en todas sus formas. El demonio tiene poder real sobre esos "reinos de este
mundo" que ofrece a Cristo y a cada hombre en sus tentaciones. Sólo la
w

Gracia de Dios puede restablecer el equilibrio del hombre, y ponerlo a cu-


w

bierto de las seducciones del mundo y sus concupiscencias, del poder del
w

príncipe de este mundo.

Jaime Guzmán:

¿Y cómo actúan los demonios sobre el hombre? ¿Qué poder tienen


sobre nosotros estos seres a quienes León XIII —en esa oración que antes se
decía al final de todas las misas— llamó los "espíritus malignos que andan
errantes por el mundo para perder las almas"?

Julio Philippi:

Creo que para responder esta pregunta, hay que detenerse un


momento en cómo fue creado el hombre, y qué le ocurrió con el pecado
original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 429

Según lo enseñan los Padres de la Iglesia, el hombre fue creado


perfecto en el orden natural, o en estado de justicia original, agregándose a
su ser tres condiciones. La primera era la inmortalidad, sin que ello
implicara una elevación del hombre al orden sobrenatural. La segunda era el
don de ciencia, que le permitía conocer lo creado, al modo de la inteligencia
humana, pero sin riesgos de error. Y la tercera, era el equilibrio de las
pasiones, donde lo inferior estaba siempre subordinado a lo superior. De ahí
que el pecado original no haya podido ser un pecado de pasiones carnales
como suele suponerse, sino un pecado de soberbia.
Ahora bien, por el pecado original el hombre perdió estos tres dones,
que los teólogos llaman preternaturales. Quedó sujeto a la muerte. El
conocimiento y el trabajo empezaron a serle difíciles y a estar marcados por
el sudor y la fatiga. Y por último, las pasiones se desequilibraron en su
interior, quedando expuesto al desorden moral en su actuar.

l
.c
Es lógico que sujeto a la muerte, al error y al desequilibrio de las
pasiones, el hombre quedó como fácil presa de estos seres mucho más
ile
inteligentes que son los demonios. Porque no hay que olvidar que los
demonios al rebelarse no perdieron su naturaleza de ángeles ni, por tanto, la
h
forma de conocer el orden natural propia de ellos. Por el contrario, son
pc

ciegos y torpes frente a lo sobrenatural, porque rechazaron la Gracia Divina.


De allí que el hombre, más débil que ellos en el conocimiento de lo natural,
e

es mucho más poderoso cuando actúa en el orden de la Gracia.


.c

Es evidente que los demonios conocen el orden natural y al hombre


mejor que nosotros. Han observado el mundo creado y la psicología humana
w

desde la Creación y saben emplearla tanto sobre los individuos como sobre
w

las masas. Hay algo de verdad en el dicho popular de que "más sabe el
diablo por viejo que por diablo".
w

El conocimiento que los demonios tienen sobre el hombre y sobre el


orden creado en lo natural es lo que les permite seducirnos en variadas
formas.

Jaime Guzmán:

¿Tiene esto algo que ver con las prevenciones y el rechazo de la


Iglesia hacia el espiritismo?

Julio Philippi:

Hay una relación, porque esas prevenciones emanan de la prudencia.


En el fondo, se trata de evitar que el ser humano se coloque en campos en

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


430 ESTUDIOS PÚBLICOS

los cuales el demonio puede actuar con especial facilidad y poder seductor,
sin que el hombre lo perciba, y en un terreno en el cual está en notoria
inferioridad y hasta en indefensión.
El demonio se puede introducir con gran facilidad ahí a través del
"médium" que busca comunicarse con los espíritus, no porque el "médium"
pase a estar endemoniado, sino por el estado psicológico especial en que se
encuentra. El demonio puede fácilmente dominar esas sesiones de espi-
ritismo, aprovechándolas para sembrar cizaña, calumnias, divisiones,
temores u odios.

Jaime Guzmán:

Creo que sería interesante aclarar cómo se explica que pueda haber
una inteligencia —la angélica o demoníaca— actuando sobre otra —la

l
.c
humana— sin que ésta se dé cuenta que ello sucede.

Julio Philippi:
h ile
No percibimos sensiblemente su actuar, pero sí tenemos conciencia
pc

de sus efectos en la tentación o en la buena acción que se nos insinúa.


Creo importante recalcar que, por grande que sea el conocimiento por
e

los demonios de la naturaleza y la psicología humanas (y mejor aún la


.c

conocen los ángeles, por la riqueza que les da el conocimiento del orden
sobrenatural), ni unos ni otros pueden conocer el interior de nuestros pen-
w

samientos. Sólo Dios sabe lo que pensamos. Los ángeles y los demonios
w

lo pueden deducir, igual como un buen psicólogo, o como alguien que


conozca bien a otra persona puede presumir su conducta a partir de gestos,
w

actitudes, circunstancias, etc., pero no pueden jamás conocer con certeza el


interior de las conciencias, ni tampoco forzar la voluntad humana, que
siempre es y será libre.

Jaime Guzmán:

¿Incluso en el caso de las posesiones diabólicas comprobadas, de las


cuales el Evangelio nos narra muchas?

Julio Philippi:

Incluso en las posesiones diabólicas, el demonio no mueve


propiamente la voluntad del poseído, sino que la paraliza. Por eso los

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 431

poseídos sufren tanto. Su voluntad queda inhibida, sin que eso deba in-
terpretarse en caso alguno como un castigo de Dios. Puede ser una prueba, a
la cual incluso santos se han visto expuestos. Por eso, en los intervalos en
que el demonio deja tranquilo al poseído, éste pide que se le libre del sufri-
miento que su estado le ocasiona. El demonio hace las cosas más espeluz-
nantes con los poseídos. Los hace levitar, blasfemar, hablar idiomas extra-
ños y sembrar odio y desesperación entre quienes oyen al enfermo.

Jaime Guzmán:

¿A qué atribuye usted que los casos de posesiones diabólicas sean


hoy aparentemente menos frecuentes que en la época de Cristo?

l
.c
Julio Philippi:
ile
A que antes de la Redención de Cristo, el poder del príncipe de este
mundo era muy superior en todas estas materias, y era más frecuente que
h
actuara en posesión directa de los cuerpos humanos. Pienso, además, que si
pc

bien suelen presentarse casos de auténtica posesión, hoy al demonio quizás


le interesa pasar más bien inadvertido para actuar más eficazmente sobre las
e

almas, que es lo que verdaderamente le importa. Para ello, prefiere, tal vez,
.c

que nadie se acuerde de él y que no crean en su existencia ni en su acción.


Es posible que esto se encuentre ligado al silencio que hoy se observa frente
w

al tema, pero no podemos saberlo con seguridad.


w

Jaime Guzmán:
w

Estábamos hablando antes de las formas de acción de ángeles y


demonios sobre los hombres, en general. Dejando fuera los casos
excepcionales de posesiones diabólicas, hay también en la Biblia numerosos
casos de ángeles que toman formas visibles para el hombre. ¿Sigue
ocurriendo este fenómeno y se aplica él a los demonios?

Julio Philippi:

Puede ocurrir con ángeles y demonios, en el bien entendido que el


hecho que adopten una forma sensible no implica que puedan asumir la
corporeidad humana propiamente tal, ni ejercer las operaciones vitales
propias de ella. Esto último es incompatible con su naturaleza, pero para

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


432 ESTUDIOS PÚBLICOS

nosotros pueden tener apariencia humana. Incluso, a veces el hombre no


descubre que es un ángel, como el que lucha con Jacob. Un ángel puede
tomar forma humana y sentarse a nuestro lado, sin que nos demos cuenta
que es un ángel, sino que creamos que es un hombre. Puede ocurrir.
Y lo mismo se aplica a los demonios, con la diferencia de que éstos
lo hacen al margen del plan de Dios, para engañar o consolidar poder, mie-
ntras que los ángeles sólo lo hacen para cumplir el plan de Dios. Además,
en el caso de los demonios, lo probable cuando asumen una forma sensible,
es que ésta sea terrible o repelente, porque son seres llenos de odio.
En cuanto a los ángeles, la Sagrada Escritura está llena de ángeles
que toman figuras sensibles, y habitualmente parecidas o semejantes a la
humana. Los ángeles que van a Sodoma y Gomorra, el ángel de Tobías, el
que anuncia a María la Encarnación del Verbo, el que dice en sueños a José
el rumbo que debe tomar, el que se aparece a las mujeres en el sepulcro de

l
.c
Cristo para anunciarles la Resurrección del Señor, el que durante la Pasión
lo conforta en el Huerto de los Olivos, y así podríamos alargar indefini-
ile
damente la enumeración. Te diría que no hay pasaje de las Sagradas
Escrituras en que no figuren los ángeles actuando.
h
Hay ángeles de la naciones, ángeles de los ejércitos, ángeles de las
pc

personas. Cada persona tiene un ángel custodio, el ángel de la guarda, del


cual tan hermosamente nos habla —por ejemplo— S.S. Juan XXIII.
e

Desgraciadamente, el común de las personas se acuerda muy poco de ellos,


.c

en circunstancias que pueden cumplir misiones de gran utilidad temporal y


espiritual para cada uno de nosostros. ¡Qué claro se ve eso especialmente en
w

los niños!
w

Los ángeles actúan siempre y mucho, aunque sólo por excepción


asuman formas visibles. Por lo general, actúan sin perder su carácter
w

invisible para nosostros, pero los efectos de sus acciones los podemos
percibir, si tenemos el sentido dispuesto para ello.

Jaime Guzmán:

¿Cuál es la relación entre la operación de los ángeles o demonios y


el espacio?

Julio Philippi:

Los ángeles no están en un lugar en el sentido de los cuerpos, no


ocupan espacio. Pero están en un punto, que es aquél en el cual operan.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 433

Santo Tomás enseña que ningún inconveniente hay para que un ángel se
traslade sin sucesión de tiempo de un punto a otro y sin pasar por los pun-
tos intermedios, porque está allí donde su voluntad quiere actuar, libre de las
leyes del espacio. La misma potestad la tienen los demonios. Pueden estar
casi simultáneamente en dos puntos, pero no en forma absolutamente si-
multánea, porque tanto los ángeles como los demonios carecen del don de
ubicuidad.
Algo semejante ocurriría con los cuerpos gloriosos, es decir, con los
cuerpos que tendrán los justos una vez resucitados. Si tú te recuerdas, Cristo
entra al cenáculo de sus apóstoles después de la Resurrección cruzando las
paredes, y el ángel que saca a Pedro de la cárcel lo hace sin abrir la puerta.

l
Jaime Guzmán:

.c
ile
Me interesaría preguntarle, don Julio, acerca de la razón más
profunda que mueve al demonio a tratar de que el hombre peque, que se
h
aparte de Dios y, en definitiva, que se condene eternamente.
pc

Julio Philippi:
e

Como el pecado del demonio fue de soberbia, e incluyó un rechazo


.c

de la Encarnación del Verbo y de la divinidad de Cristo, toda la acción


w

diabólica se orienta a tratar de hacer inútil la Redención de Cristo. Y para


ello busca la condenación de cada uno de los hombres, a fin de que los
w

méritos de la Redención de Cristo no fructifiquen para la mayor cantidad


w

posible de seres humanos.


Hay al respecto en la teología diabólica cosas impresionantes. Por
citar sólo una, la inscripción colocada en la cruz de Cristo que dice INRI, y
que significa Jesús Nazareno, Rey de los Judíos, ha sido interpretada como
"Jesús Nazareno resucitó inútilmente".

Jaime Guzmán:

Don Julio, para terminar, quisiera saber su opinión sobre si usted


estima que pueden haber personas conscientes y directamente colocadas, por
su libre voluntad, al servicio del demonio y su acción. Quisiera saber cuál
es su punto de vista frente a las fuerzas del mal, y al poder que tendrán en
los últimos tiempos que antecedan inmediatamente a la segunda venida de
Cristo.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


434 ESTUDIOS PÚBLICOS

Julio Philippi:

Sobre lo primero, no se puede afirmar específicamente respecto de


nadie en particular, porque sólo Dios lo sabe. Pero no hay ninguna razón
para descartarlo. Puede suceder, y hay cosas terribles que sólo parecieran
explicarse sobre la hipótesis de que así sea. Acciones en que las fuerzas del
mal, el poder satánico, aparece organizado y en toda su potencia destructora.
En torno a lo segundo, ese "reino de las tinieblas" que Cristo señala
momentánea y aparentemente triunfante en el momento de su Pasión y
Muerte, de algún modo ha vuelto y volverá a expresarse en momentos de
gran confusión, de los cuales el peor de todos será, sin duda, el que preceda
en forma inmediata a la segunda venida del Señor, en gloria y majestad, al
fin de los tiempos. De esa etapa nos habla el propio Cristo, diciendo que

l
tendrán que ser abreviados aquellos días, por amor de los escogidos, porque

.c
si no, hasta los escogidos se perderían. La acción diabólica, siempre
ile
presente, habrá alcanzado ahí un dominio que parecerá avasallarlo todo, pero
que será derrotado sorpresiva y definitivamente por la segunda venida de
h
Cristo.
pc

Quisiera agregar —a modo de resumen— que así como es muy


necesario tener presentes la existencia y peligrosidad del demonio (o de los
e

demonios, en general), es igualmente importante recordar que son ciegos


frente a lo sobrenatural, porque están impregnados de odio a Dios. Por eso,
.c

si uno se deja llevar al terreno en que el demonio es fuerte, que es de las


w

pasiones desordenadas del mundo, la acción diabólica resulta devastadora.


Pero en cambio si uno se preocupa de acercarse cada vez más a lo
w

sobrenatural, y vivir en la vida de la Gracia de Dios, el demonio se hace


w

inofensivo, y se le aleja, haciéndolo huir desconcertado.

EL SENTIDO DE LA TRANSICIÓN*

El país atraviesa hoy por una seria recesión económica. Sus efectos
tienden a generar un estado de ánimo deprimido o pesimista en amplios e
importantes sectores ciudadanos que, hasta ahora, han apoyado la gestión del
actual Gobierno. Además, el estilo que ha predominado en el análisis y

*Jaime Guzmán E., "El sentido de la transición", Realidad, año 3, Nº 38


julio 1982, pp. 9-28. Las itálicas corresponden al texto original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 435

debate del problema económico se ha visto afectado por un cuadro de


recíprocas y extendidas desconfianzas de los partidarios del Gobierno entre
sí, y de éste para con ellos. Por otro lado, el impulso que caracterizó
globalmente toda la acción gubernativa durante ocho años se ha visto
últimamente resentido al punto de que el sentido mismo de la transición se
ha ido desdibujando para muchos, al menos en muchas de sus líneas
matrices. Todo ello insinúa caracteres que encierran potenciales consecuen-
cias políticas difíciles de prever en su exacto curso y magnitudes.
Por eso mismo, hoy más que nunca, parece necesario y oportuno
levantar nuestra mirada hacia la reafirmación o el esclarecimiento de las
metas y los caminos globales que Chile se trazó al aprobar la Carta
Fundamental vigente, el 11 de Septiembre de 1980, concretando y pro-
yectando así los altos ideales que inspiraron al pronunciamiento militar de

l
aquel otro 11 de Septiembre de 1973.

.c
No se trata, por cierto, de eludir la gravedad o urgencia de los
ile
problemas económicos que afrontamos. Se trata de intentar situarlos en una
perspectiva más amplia que además de ser el único medio que permitiría su
h
solución profunda y efectiva, nos proyecte hacia adelante con el vigor y la
confianza que Chile requiere en esta nueva etapa de su vida cívica.
e pc

I. LA META CONSTITUCIONAL
.c
w

El 11 de Septiembre de 1980 Chile definió claramente una meta. La


nueva Constitución sometida por el Gobierno a ratificación plebiscitaria, y
w

aprobada por una abrumadora mayoría ciudadana, representa mucho más que
w

un simple cuerpo jurídico. Toda Constitución que nace de una real exigencia
histórica, y cuyo contenido acierta en interpretar la idiosincrasia y los
anhelos del pueblo llamado a vivirla, encierra un proyecto histórico
integral. Superando con mucho un simple conjunto de normas legales o de
instituciones políticas, ella representa la voluntad de encauzar un
determinado modo de convivencia política, económica y social, expresivo de
los más hondos valores morales que dan sentido y forma a una determinada
comunidad nacional.
Al definir nuestra meta como alcanzar la plena vigencia de la
Constitución de 1980, en el plazo establecido por ella al efecto, estamos
afirmando pues un objetivo que desborda lo meramente jurídico o político,
y sintetiza todo un proyecto histórico para el Chile de hoy.
Al describir esa meta como la de encaminamos gradualmente —den-
tro del lapso constitucionalmente previsto— a la vigencia de la democracia

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


436 ESTUDIOS PÚBLICOS

plena que nuestra Carta Fundamental contempla, estamos enunciando —ni


más ni menos— el camino que nuestra Patria se ha trazado para favorecer
una sociedad armónicamente libre, segura, progresista y justa, en los
variados planos políticos, económicos y sociales en que ello se manifiesta.
Recogiendo algunas ideas que planteara en esta misma revista
[Realidad] hace dos años y medio, en un artículo titulado "El camino
político",* y añadiéndole otras que han adquirido especial relevancia después
o con motivo de haberse aprobado la Carta Fundamental vigente, estimo del
caso insistir en que para afianzar esa plena democracia futura en términos
que ella sea seria, eficiente y estable, se hace necesario consolidar algunos
objetivos básicos que, de algún modo, constituyen prerrequisitos
indispensables para un régimen democrático que reúna los caracteres
señalados. Ellos emergen así como los fundamentos que legitiman y los

l
factores que reclaman un período de transición semejante al que se ha

.c
determinado constitucionalmente.
ile
A mi juicio, entre dichos elementos sobresalen los siguientes:
h
a) Desarrollo integral suficiente
pc

Una democracia seria, eficiente y estable exige lograr previamente un


e

grado suficiente de desarrollo integral del país, cuyos beneficios espirituales


.c

y materiales alcancen a toda la ciudadanía, comprometiendo así a la


w

generalidad de los chilenos con el sistema democrático que eso les brinde.
La obtención de dicho nivel de desarrollo, no sólo económico, sino
w

preponderantemente social y educacional, resulta indispensable para dotar de


w

estabilidad a una democracia contemporánea, propia de una sociedad de


masas.
En efecto, mantengo mi opinión de que nuestra democracia fue
históricamente fecunda y estable, sólo mientras en ella participaban los
mismos sectores que sentían a su respecto el compromiso derivado de
apreciarla como un sistema que les posibilitaba beneficios económicos-
sociales y culturales significativos. Era la democracia restringida o
censitaria de la época. Caducada ésta por el advenimiento de la moderna
sociedad de masas, y producida la incorporación a la vida cívica —y
consiguientemente al cuerpo elector— de vastos sectores sociales sumidos
en el atraso de una pobreza extrema o aguda, los cuales se sentían

*Véase "El camino político", infra, en esta edición.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 437

explicablemente ajenos a un sistema del cual muy poco o casi nada


recibían, la democracia chilena se hizo cada vez más inestable, hasta derivar
en el colapso de 1973.
La existencia de amplios sectores sociales que nada tenían que perder
—y todo que esperar— de cualquier aventura o cambio político, por
demagógico que fuese, constituía una bomba de tiempo colocada en el
corazón mismo de nuestra democracia, durante las últimas décadas previas a
ese año.
Siendo absurda y antihistórica toda pretensión de retornar a formas de
democracia restringida, por lo demás ya constitucionalmente descartadas, el
camino político hacia una futura democracia plena y estable en Chile pasa
por el imperativo de alcanzar previamente ese grado suficiente de desarrollo
integral, que aleje a la generalidad de los chilenos de toda aventura
extremista o de acentuada demagogia, por ver en ella la amenaza de perder

l
.c
beneficios que el sistema le reporte en medida significativa. Lo que surge,
en primera instancia, como una exigencia ética contemporánea, que es
ile
derrotar la pobreza aguda o extrema, adquiere así también los rasgos de un
requisito político actual indiscutible.
h
Si, por cualquier causa, el país fuese precipitado a una plena
pc

democracia antes de conseguir tal objetivo, el ejercicio de aquella sería


necesariamente precario, y su desenlace siempre inestable. Dicha democracia
e

podría funcionar bien durante una fase inicial, por una probable mayor
.c

prudencia y madurez de su clase política, fruto de la dura experiencia vivida.


Pero las debilidades intrínsecas al cuadro social, a muy poco andar,
w

comenzarían a erosionarla, por las mismas razones de fondo recién


w

recordadas.
Ahora bien, el actual Gobierno se ha fijado un plazo preciso para
w

alcanzar esa y las demás metas propias de la transición. Con ello, ha


desautorizado todo intento de achacarle a los argumentos precedentes el
carácter de pretextos para un presunto deseo de autoperpetuación del régimen
militar, que las propias Fuerzas Armadas y de Orden invariablemente han
rechazado.
Está claro, por tanto, que si el actual Gobierno no tuviera éxito en
su propósito de promover ese grado suficiente de desarrollo integral
del país durante esta década, la democracia sobreviniente estaría afecta
a una inestabilidad tanto más aguda cuanto mayor fuese la distancia
entre lo requerido y lo logrado al respecto. De ahí la importancia polí-
tica de que, superada la actual crisis recesiva, el país pueda recuperar los
niveles de crecimiento económico y desarrollo social registrados entre 1976
y 1981.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


438 ESTUDIOS PÚBLICOS

b) El arraigo de las libertades cotidianas

Si queremos una democracia auténticamente libertaria, y no estatista


o socializante, es menester arraigar en los chilenos el ejercicio de las
libertades económico-sociales, identificadas con los derechos cotidianos que
más gravitan en la efectiva decisión de cada persona respecto de su destino
personal y familiar.
El ejercicio por varios años de aquellos espacios de creciente libertad
que el actual Gobierno ha generado en el ámbito educacional, de la salud, de
la libertad de trabajo y sindicación, de la previsión social y, en general, de
todas las actividades económicas o empresariales, resulta imprescindible
para que ellas se hagan carne en todos los chilenos, de modo que resulte
muy difícil revertimos hacia esquemas estatistas que supongan cercenar
libertades que ya se habrán apreciado e incorporado a su vida por cada

l
.c
persona.
ile
c) El consenso social mínimo
h
pc

Asimismo, toda democracia seria, eficiente y estable requiere


fundarse en un consenso social mínimo. Sobre él descansa la esencia de toda
e

comunidad, o común unidad. Representa el cimiento que permite coexistir a


.c

las muy variadas discrepancias propias de una sociedad libre, sin derivar ni
en una anarquía ni una guerra civil que la destruyan.
w

La experiencia demuestra que las democracias sólidas del mundo


w

forjan tal consenso —en importante medida— a través de la participación


ciudadana de una común forma de vida, ligada a ese grado de desarrollo
w

integral del cual todos se benefician y a ese arraigo en el ejercicio de los


derechos cotidianos, al cual acabamos de referirnos.
Sin embargo, pienso que el aludido consenso mínimo debe reforzarse
además por otras dos vías adicionales.
Por una parte, preservando y promoviendo una escala de valores
espirituales y morales que exprese las raíces del ser nacional. Sobre ello
volveremos más adelante.
Por otro lado, manteniendo una actitud vigilante hacia las formas
más graves de amenazas a dicho consenso que, para una democracia al
servicio de la libertad, la seguridad, el progreso y la justicia, son —prin-
cipalmente— los totalitarismos, el terrorismo, la demagogia y estatismo
socializante. La Constitución vigente exhibe uno de sus mayores logros y
aportes históricos en el diseño de fórmulas jurídicas que contribuyan a

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 439

dificultar el influjo desquiciador de esos males, pero el éxito definitivo en


tal batalla nunca fluirá de meros textos legales, sino de la firme conciencia
ciudadana en la materia, acompañada de una conducta idónea al efecto.

d) Fuerzas Armadas profesionales y prestigiadas

La estabilidad de nuestra democracia futura también dependerá, en


gran medida, de que el oportuno traspaso del poder de las Fuerzas Armadas y
de Orden a la civilidad se lleve a cabo en condiciones que aquéllas
mantengan incólumes todo su prestigio ciudadano y su cohesión jerárquica
y profesional.
Cualquier menoscabo en tal sentido podría situarnos —alternativa o
sucesivamente— en alguno de dos extremos opuestos igualmente incon-

l
.c
venientes. Uno, el de eventuales Institutos Armados que, por haber sufrido
un desgaste que pudiera haber debilitado su ascendiente cívico, en términos
ile
similares a lo sucedido en Chile con posterioridad inmediata a 1931, se
vieren impedidas de o renuentes a cumplir con la importante misión futura
h
que la Carta Fundamental les asigna. El otro, el de unas hipotéticas Fuerzas
pc

Armadas politizadas o deliberantes, propensas a intervenir indebidamente en


la política nacional, de un modo que desnaturalizase su vocación castrense y
e

su respetabilidad popular histórica.


.c

En la segunda parte de este artículo, abundaremos algo más sobre el


particular.
w
w

II. LOS RUMBOS DE LA TRANSICIÓN


w

A. Sentido inspirador

El enunciado de los factores más fundamentales para nuestra meta


constitucional ilustra las razones que justifican una transición prolongada
como la establecida por la propia Carta Fundamental, y cuyo lapso suele
sorprender a muchos analistas foráneos, incluso bien predispuestos hacia el
actual Gobierno.
Sin embargo, su mismo contenido indica que la transición no puede
mirarse como una simple espera hasta que se cumplan los plazos jurídicos
determinados para consolidar nuestra plenitud democrática. Ni siquiera
podría entendérsela como el rutinario quehacer cotidiano destinado a
solucionar problemas específicos, al modo de un tradicional Gobierno de
administración.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


440 ESTUDIOS PÚBLICOS

La transición no es espera ni rutina. Es uno de los desafíos más


arduos, pero a la vez atrayentes, que Chile haya afrontado en su historia.
Encierra una gran tarea nacional, llena de exigencias creadoras.
Asumirla así, y hacerlo con éxito, supone —claro está— ciertas
decisiones gubernativas y ciudadanas nada fáciles, pero al mismo tiempo
ineludibles, si no se quiere frustrar progresivamente un proceso histórico de
una envergadura que pocas generaciones y Gobiernos han tenido el
privilegio —y la responsabilidad— de gestar en nuestra ya larga vida
republicana.
Se requiere proyectar la meta constitucional en toda su riqueza, y
avanzar hacia su integral y oportuna culminación, con paso resuelto y
vigoroso, ajeno a vacilaciones o estancamientos de cualquier naturaleza.
Se requiere mostrar los variados y apasionados desafíos que esta gran
tarea nacional implica para todos lo chilenos, evitando que ella se mire

l
.c
como algo propio de meras superestructuras jurídicas o decisiones macroe-
conómicas del Gobierno, y transformando en partícipe y actor vital de ella a
ile
la ciudadanía entera.
Se requiere, en fin, que se levante una nueva mística nacional en
h
torno a esta gran tarea que todos los chilenos sientan como propia, y de la
pc

cual el Gobierno sea su fiel intérprete y conductor. En otras palabras, una


mística que se acerque a la que vivimos en la etapa inmediatamente
e

siguiente a 1973, pero adaptada en sus formas, motivaciones y contenido a


.c

la nueva y muy distinta etapa que hemos empezado a recorrer.


Todo ello exige renovar prioridades, estilos y lenguaje. Cohesionar
w

la amplia base cívica mayoritaria que ha sustentado al actual Gobierno, en


w

torno a una obra en que ella vuelva a jugar un papel protagónico,


últimamente diluido por la falta de un desafío que la civilidad sienta como
w

propio y con sentido de futuro, lo cual ha favorecido un progresivo


alejamiento de los partidarios del Gobierno respecto de éste, y una
simultánea atomización de ellos cada vez mayor.
Creo que por acuciante que sea la crisis económica que afrontamos,
ella no arriesgaría producir los estragos políticos con que hoy amenaza, si
no fuese por una clara insuficiencia en el imperativo de comprometer a los
chilenos con la gran tarea nacional de la transición, debidamente asumida y
proyectada. La recesión económica ha sido un detonante muy poderoso de lo
que estamos viviendo. Pero si surge la capacidad para llenar el vacío más
global que anotamos, estoy cierto de que Chile no sólo podrá superarla,
sino que obtendrá de tal esfuerzo, el vigor y las lecciones que le permitan
avanzar con bríos renovados hacia la alta meta trazada.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 441

Las líneas que siguen procuran adjuntar algunos elementos que


precisen lo expuesto, con el carácter necesariamente sucinto de un artículo
como éste. Para efectos de análisis, ellos se agrupan en aspectos morales e
intelectuales, aspectos políticos y aspectos económico-sociales. Y aunque
una adecuada jerarquía temática aconsejaría tratarlos en ese orden, por
razones de más fácil exposición he preferido hacerlo a la inversa.

B. Aspectos económico sociales

Entre ellos, deseo destacar la importancia de los siguientes:

(i) Sortear la recesión sin abandonar el sistema económico libre

l
.c
Resulta básico sortear los escollos de la actual recesión económica,
con toda la flexibilidad adecuada para atenuar —en lo posible— los rigores
ile
de la presente crisis, cuya profundidad nada se ganaría con desconocer, pero
cuya solución requerirá de convicciones y voluntad férreas para no ceder a
h
presiones sectoriales o inmediatistas que podrían llevarnos al colapso, ni
pc

tampoco abandonar las bases del sistema económico libre implantado en el


país a partir de 1973.
e

Considero que tan indispensable como acentuar un pragmatismo


.c

imaginativo y flexible para afrontar esta crisis económica, es implementar


la alternativa de la devaluación monetaria recientemente escogida, con todo
w

el rigor que ella reclama para evitar que ella se traduzca en una agudización
w

de la crisis.
El hecho de que ello pudiera acarrear, a su vez, consecuencias polí-
w

ticas capaces de afectar la propia estabilidad gubernativa, obliga a enfatizar


este aspecto, por coyuntural que sea, ya que un fracaso al respecto amena-
zaría la viabilidad del resto de la tarea cuyo conjunto analizaremos.
Innecesario parece subrayar que la superación acertada de esta crisis
requiere, además, de una conducción económica que inspire la máxima
confianza a los agentes de dicho proceso, tanto por su calidad técnica, como
por su conocimiento experimentado de la economía chilena, y su sólido
respaldo político.
Asimismo, parecida importancia reviste que la recesión se aborde sin
claudicar en las bases del sistema de economía libre, competitiva y abierta
al comercio exterior vigente desde 1973, ya que la experiencia mundial ha
demostrado que éste es el medio más eficaz para generar un desarrollo
económico alto y sostenido en el tiempo.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


442 ESTUDIOS PÚBLICOS

La defensa de la libertad de precios, de la mayor apertura económica


exterior posible en cada realidad y, en general, de todos los elementos que
transforman al mercado en el instrumento preferente para asignar los
recursos productivos, no tiene por origen ningún supuesto apego dogmático
a doctrinas o teorías económicas, sino que arranca su validez de ser ellos
elementos fundamentales para permitir el más pronto y generalizado acceso
de los chilenos a niveles estables de mayor bienestar, propósito indisoluble
de los más altos objetivos nacionales. Por esto, y porque el sistema de
economía social de mercado es el único compatible con la sociedad
integralmente libre a que Chile aspira como objetivo político, es que aquél
debe entenderse parte intransable y esencial de la nueva institucionalidad en
progresivo desarrollo desde 1973.
Cierto es que importantes sectores de nuestra opinión pública, y aun

l
de la más ilustrada, han confundido últimamente lo que son las bases de una

.c
economía libre o de mercado, con las políticas o los instrumentos
ile
específicos que se han utilizado en Chile para aplicarla, y cuya naturaleza o
conveniencia resulte eminentemente variable, según las circunstancias. Ello
se ha traducido en que fenómenos como una recesión de origen externo, o
h
bien la insuficiencia o falta de ciertas políticas o instrumentos im-
pc

plementados en nuestro país durante los últimos años, conduzcan a algunos


hacia infundadas dudas sobre las ventajas de un sistema económico libre,
e

peligro que debe superarse por sus graves implicancias para la obra de
.c

conjunto que Chile se ha trazado como Nación.


Una adecuada clarificación pertinente evitará que materias semejantes
w

a la política cambiaria puedan volver a percibirse erróneamente por ciertos


w

sectores, como supuesto elemento esencial de un sistema económico


determinado. Pero, a la vez ello evitará también que se pase al otro extremo,
w

de reducir al contenido de una economía libre a la mera propiedad privada de


los medios productivos y la iniciativa particular como motor principal de la
actividad productiva, desestimando el carácter efectivamente básico que para
el sistema tiene —además— una real apertura a la competencia interna y
externa, que valide al mercado como herramienta asignadora más eficiente de
los recursos productivos.

(ii) Precisar el papel del Estado en la economía

Es menester aclarar, igualmente, el alcance del rol subsidiario del


Estado en la economía.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 443

El debate público registra hoy un cierto diálogo de sordos, cuando


algunos objetan que —en los últimos años— el papel regulador y fisca-
lizador del Estado en la economía se redujo o desatendió en exceso, mientras
otros replican que uno de los problemas de nuestra estructura económica es
el excesivo tamaño del Estado, inconciliable con el papel subsidiario que
debe corresponderle.
Tales afirmaciones, lejos de contradecirse, son perfectamente con-
gruentes entre sí y, a mi modo de ver, responden a dos verdades diferentes.
Por una parte, es cierto que la falta de experiencia de ciertas
autoridades económicas y de muchos empresarios en la implantación de un
incipiente sistema de economía libre en Chile, en determinados casos llevó
a prescindir de —o a subutilizar— valiosos e indispensables instrumentos
jurídicos y administrativos para que el Estado cumpliese su papel regulador

l
y fiscalizador de la economía y de sus agentes, que incuestionablemente

.c
resulta inherente a su misión de promover el bien común general, y en nada
se contrapone a la subsidiariedad estatal.ile
Por otro lado, resulta igualmente efectivo que el tamaño del Estado
en nuestra economía, sigue siendo gigantesco, y que su reducción —por
h
medio de la venta de empresas y activos estatales— subsiste como un
pc

imperativo cada vez más impostergable, no sólo por los perjudiciales


efectos económicos de la actual situación sobre el gasto público, sino
e

porque la realidad vigente al respecto sí que se opone al principio de


.c

subsidiariedad y, más ampliamente, a las estructuras fundamentales de una


sociedad libre.
w

Reforzar a 1 Estado como regulador y fiscalizador de la economía


w

—siempre que ello se haga a través de normas jurídicas objetivas, parejas e


w

impersonales— y reducir el tamaño del mismo Estado como empresario,


conforman así dos objetivos no sólo armoniosos, sino igualmente válidos
como tarea del presente y del futuro próximo.

(iii) Incentivar el ahorro interno

Por otro lado, es imperioso diseñar estímulos que incentiven al


chileno hacia el ahorro, ya que existe consenso en que sin un crecimiento
sustantivo de éste en el ámbito interno, difícilmente podrían asegurarse
hacia el futuro los altos niveles de crecimiento que conocimos entre 1976 y
1981.
Las limitaciones y contingencias inciertas propias del ahorro externo
subrayan la importancia de no dilatar el urgente requerimiento señalado, para

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


444 ESTUDIOS PÚBLICOS

contar así con magnitudes de inversión capaces de sustentar hacia adelante


un crecimiento como el aludido.

(iv) Mantener prioridad de erradicar la extrema pobreza

Asimismo, se hace indispensable mantener el acento de la estrategia


económica-social gubernativa, en cuanto a destinar una atención preferente a
erradicar la extrema pobreza, y como un imperativo ético irrenunciable, y
como uno de los objetivos nacionales prioritarios, cuyo cumplimiento por
parte del Estado —en su tarea redistributiva— constituye una de sus
actuales misiones más propias e indelegables. Los logros gubernativos al
respecto se yerguen como uno de sus éxitos más macizos e indiscutibles, y

l
constituyen el mejor antecedente para proseguir en dicha tarea.

.c
(v) Completar las modernizaciones sociales
h ile
Por último, resalta la trascendencia de completar el proceso de las
pc

llamadas modernizaciones sociales, colocando un énfasis inmediato en el


sector justicia, según lo ha anunciado el propio Gobierno, campo en el cual
e

las reformas a los añejos procedimientos y sistemas que aún prevalecen en


.c

él aparecen como algo cada día más urgente, por su progresivo anacronismo
y desfase con el progreso de Chile en tantos otros terrenos.
w

Asimismo, lo enunciado incluye profundizar en todos los ámbitos el


w

proceso de descentralizar efectivamente las decisiones, aproximándolas lo


w

más posible a las personas afectadas por ellas, ya que ello entraña vital
importancia en la consolidación de una sociedad libre, eficiente y
participativa.

C. Aspectos políticos

En este campo, estimo prioritario:

(vi) Intensificar la participación cívica de la ciudadanía

Junto a la dimensión participativa que debe valorarse en el


ensanchamiento de los derechos cotidianos, para decidir el desuno personal y
familiar, considero que la transición debe contemplar un gradual incremento

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 445

de la intervención de la ciudadanía en el curso más global de los destinos


nacionales.
El grueso de la oposición identifica este aspecto con la más pronta
apertura a la actividad político-partidista, levantando para ello el receso que
afecta a dicho campo. Personalmente, difiero de ese enfoque.
Creo que los partidos políticos tienen su función natural más
relevante en la canalización de las opiniones y tendencias dentro de los
procesos electorales. Reactivar en plenitud la vida político-partidista con
demasiada antelación a la fecha que el cronograma constitucional prevé para
reiniciar las elecciones políticas periódicas, incentivaría una efervescencia
prematura al respecto, que estimo incompatible con el adecuado
funcionamiento de un Gobierno militar, y, por ende, perjudicial para el
desarrollo de la tarea que el país requiere de él, y que éste se ha propuesto.

l
Se advierte fácilmente que una semejante apertura política colocaría

.c
al régimen militar en la imposible disyuntiva de o bien permanecer como
ile
espectador de un proceso del cual estaría al margen, y en que los diversos
partidos proclamarían interpretar —en su conjunto— a todos los sectores
ciudadanos, o bien de comprometer al Gobierno con un movimiento
h
político orgánicamente estructurado que aglutinara a sus partidarios. Lo
pc

primero significaría el total aislamiento político gubernativo, y lo segundo


traería consigo desnaturalizar gravemente al Gobierno militar, arrastrándolo
e

a un terreno que no es propio de las Fuerzas Armadas y de Orden. En la


.c

primera opción, el Gobierno aparecería sin representación en la vida política


que se desarrollaría a su lado. En la segunda, la conducción de sus adherentes
w

quedaría fuera del control de los Institutos Armados, a menos que se aceptara
w

la hipótesis de involucrar derechamente a éstos en un quehacer proselitista y


w

dialéctico que les es ajeno.


Por la actual lejanía de futuras elecciones políticas, la pronta
legalización de los partidos me parecería innecesaria. Por su imposibilidad
de coexisür con el buen funcionamiento de un Gobierno militar durante un
período prolongado como el previsto constitucionalmente hasta que éste
culmine, ello me parecería, además, inconveniente.
También creo oportuno añadir, como factor de inconveniencia, el
hecho inevitable de que la falta de desafíos electorales próximos en el
tiempo fomentaría una fragmentación de los partidos en múltiples corrientes
y grupos, ya que ello carecería de costo político claro. El deseo adicional de
diferencias sería consustancial a los grupos más afines entre sí, todo lo cual
se traduciría en efectos altamente perturbadores para la ulterior formación de
pocos y grandes conglomerados políticos, que la estabilidad democrática
aconseja. De allí que, aparte de los demás antecedentes de juicio enunciados,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


446 ESTUDIOS PÚBLICOS

estimo que la legalización de la actividad político-partidista no debiera


distanciarse demasiado del momento de las primeras elecciones políticas
futuras, para que el desafío propio de éstas fuerce a buscar afinidades, en
lugar de enfatizar diferencias, y desincentive así el fraccionalismo exagerado,
a base del alto precio que éste siempre tiene para el éxito en un proceso
electoral.
Lo anterior lleva, a mi juicio, a hacer recomendable mantener el
receso político-partidista hasta la etapa final de la transición, en los
términos de prudente tolerancia de hecho con que el actual Gobierno ha
sabido manejarlo.
Con todo, ello no quita —sino que acentúa— la importancia de dos
aspectos claves que equilibren el vacío que dicho receso podría generar
progresivamente hacia adelante.

l
.c
a) Por un lado, estimo indispensable robustecer canales participativos

el de la elaboración de las leyes.


h ile
reales y eficaces en la vida cívica, desde el ámbito regional y comunal, hasta

Dinamizar y hacer más representativos a los Consejos de Desarrollo


Regionales y Comunales tropezará siempre con la evidencia de que toda
pc

expresión participativa conlleva ciertas dosis de riesgo político y, sobre


todo, algún sacrificio de la eficiencia ejecutiva. Sin embargo, ello resulta
e

más que compensado por el arraigo que alcanza toda obra entre quienes la
.c

sienten como propia, lo cual constituye un factor no sólo de desarrollo


w

social, sino de solidez y perdurabilidad política de las tareas que se


emprenden.
w

En cuanto al proceso legislativo, su mayor publicidad —junto con


w

enriquecer su gestación y contenido— tendría el gran fruto práctico de hacer


partícipe de tan importante aspecto de la vida política a los sectores de
mayor influencia cívica, intelectual y técnica del país, reaproximando así a
sus exponentes a la obra gubernativa, que aquellos sienten últimamente cada
vez más distante.
En ambos casos, deseo subrayar la importancia de que se trate de una
participación cívica que sea y se perciba como real, y no meramente formal
o declaratoria, peligro siempre latente en el tema participativo y que, de
caerse en él, produce un rápido desaliento en los afectados, con la
consiguiente marginación de los elementos más valiosos.

b) Por otra parte, creo esencial estimular y valorar el progresivo


incremento de instancias aptas para un debate político serio y constructivo.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 447

Los fundamentos antes señalados para estimar aconsejable la man-


tención de un receso político-partidista como el que rige actualmente, no se
aplican a un tipo de debate político —tanto ideológico como contingente—
que suponga el respeto a la autoridad constituida, al orden jurídico vigente y
al itinerario constitucional ya trazado, y para lo cual no se requiere la
existencia de una vida político-partidista estructurada orgánicamente.
Aparte de que ello puede realizarse a través del aporte que las perso-
nas individualmente realicen, su contenido es susceptible también de
enriquecerse de modo adecuado por medio de grupos sin estructura orgánica
y legal, como —por lo demás— ya existen y han intervenido públicamente
durante estos años, tanto entre los partidarios cuanto entre los opositores al
actual Gobierno.
Hablo de incrementar los canales de ese análisis y debate político

l
serio, porque nadie podría desconocer que ellos existen en medida nada

.c
despreciable, incluso a través de abundantes espacios de prensa. Pero
ile
señalo la necesidad de estimularlos, en lugar de mirarlos con un eventual
recelo apriorístico, porque resulta indudable que las restricciones a la
h
actividad política —si bien arrojan efectos muy positivos y necesarios
para una etapa como ésta — encierran, como contrapartida, el riesgo de que
pc

no se ejercite suficientemente el hábito del debate razonado, donde la razón


prime sobre los prejuicios, y los argumentos sobre las consignas.
e

Requerimos crear un estilo político, donde más atrayente que vencer, sea
.c

convencer.
Pienso que un receso político-partidista como el actual, lejos de
w

oponerse al estímulo de semejante actividad, puede hasta resultar especial-


w

mente útil y favorable para restablecer un debate político de esas caracte-


w

rísticas, sirviendo en tal sentido de verdadera pedagogía democrática para


todos los que en él participen y, por natural irradiación, hacia el resto de la
comunidad.
Capital importancia reviste este punto, enfocado hacia las
generaciones más jóvenes, que no vivieron en plenitud la vida política
previa a 1973. Así como ellas son particularmente aptas para superar el
nivel y renovar los estilos que prevalecieron en nuestra política durante el
último tiempo, también afrontan el riesgo inverso de una mayor inmadurez
política, que podría inducirlos en el futuro a vicios cuyos efectos no cono-
cieron, o bien a ser fácil presa de futuros elementos adiestrados técnicamente
en este campo por corrientes totalitarias o desquiciadoras. La madurez
política de las nuevas generaciones, en buena medida, dependerá del acierto
con que se aborde este tema en nuestra convivencia cívica de los años
próximos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


448 ESTUDIOS PÚBLICOS

(vii) Afianzar el nuevo concepto del pluralismo ideológico

Intimamente ligado a lo anterior, considero la conveniencia de afian-


zar en este período, el nuevo concepto de pluralismo ideológico que
consagra la Constitución vigente, y que incluye en la vida cívica a una
amplia gama de variadas ideologías, excluyendo sólo a las doctrinas
totalitarias, violentistas o anárquicas, predicamento de sólidas bases éticas y
prácticas, ya que ninguna invocación pluralista válida puede dar libre curso a
quienes procuran utilizarla para destruir toda libertad, y, de paso, terminar
con el mismo derecho a discrepar que emplean al efecto.
Este nuevo concepto del pluralismo ideológico difiere por igual
tanto de las fórmulas fascistoides tendientes a una ideología oficial y única,
supuesta expresión excluyeme de ser buen chileno, como del pluralismo

l
ilimitado o irrestricto que conocimos en la etapa inmediatamente previa a

.c
1973, y que llegó a legitimar la propagación de toda doctrina política, aun
ile
de aquellas cuyo objetivo declarado fuese destruir la libertad, implantando el
totalitarismo o desatando la violencia.
De ahí la trascendencia de que el nuevo concepto del pluralismo se
h
viva y se consolide durante la transición. Ello entraña un doble desafío. Para
pc

el Gobierno, el de aceptar la participación en la vida cívica de personas,


opiniones y tendencias opositoras a él, pero lícitas de acuerdo al marco
e

constitucional vigente. Y para dichas corrientes de oposición, el demostrar


.c

la madurez suficiente para no pretender incluir al marxismo —u otras


doctrinas totalitarias o violentistas— en el espacio político que la Carta
w

Fundamental vigente reconoce a las corrientes libertarias y democráticas.


w

Durante el período del debate constitucional previo al plebiscito de


w

1980, el Gobierno demostró que sabía distinguir entre los diversos


opositores, y no los asimilaba dentro de un trato uniforme o generalizado.
La transición exige que dicho criterio se perfile con caracteres más
permanentes y objetivos, aunque éstos puedan contemplar una gradualidad
en sus márgenes o amplitud. Justo es reconocer que lo anterior no resulta
fácil para un Gobierno autoritario, pero sin ello no habría posibilidad de
experimentar y arraigar oportunamente este nuevo concepto del pluralismo
ideológico, con el peligro anexo de volver al de carácter irrestricto —y
suicida— que rigió en los años previos a 1973.
La oposición no marxista también requiere la suficiente generosidad
intelectual para comprender que, aunque ella no comparta las restricciones
constitucionales vigentes para las doctrinas totalitarias, violentistas o
anárquicas, debe acatarlas como norma jurídica vigente. Y más que eso,
dicha oposición precisa de un mayor realismo para entender que si no ofrece

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 449

garantías de que tales límites serán mantenidos por ella, en el supuesto caso
que llegase a ser mayoría legislativa en el futuro, estará colocando un
escollo —quizás insalvable— para el avance sostenido hacia la plenitud
democrática.
Dicho crudamente, si las Fuerzas Armadas y la mayoría ciudadana
que votó favorablemente la Constitución vigente llegaren —en definitiva—
a abrigar el temor fundado de que el eventual acceso al poder de alguna de las
tendencias opositoras no marxistas, significara que el marxismo sea
nuevamente legalizado, se dificultaría en forma decisiva la confianza del
actual Gobierno y de sus partidarios en el progresivo avance hacia la plena
democracia, y se favorecería la labor de zapa de quienes, diciéndose
gobiernistas, no son demócratas ni comparten el contenido esencial de la
Carta vigente. Al reexaminar su postura en la materia, la oposición no
marxista debiera, pues, hacerlo considerando debidamente el factor señalado,

l
.c
con todo el realismo propio de la auténtica política.
El adecuado enfoque del pluralismo ideológico emerge así como uno
ile
de los temas claves del período de transición.
h
pc

(viii) Persistir en una aplicación moderada del Artículo 24 transitorio


e

El artículo 24 transitorio de la Constitución, sin perjuicio de ciertas


.c

deficiencias importantes de su preceptiva, a las cuales me he referido


públicamente otras veces, aparece como una norma necesaria para permitir
w

que el Gobierno militar impere dentro de algún marco jurídico, por amplio
w

o fluido que éste sea. Su justificación conceptual va, pues, unida a la que se
admita o no respecto del imperativo de prolongar un Gobierno militar por
w

un lapso como el aprobado constitucionalmente. Lo que me parece claro es


que favorecer una continuidad semejante del actual Gobierno, pretendiendo
negarle las herramientas jurídicas para que él haga imperar su autoridad, del
modo en que un régimen castrense lo requiere, encerraría una contradicción
manifiesta.
No obstante, si el país aprobó mayoritariamente el esquema jurídico-
político vigente fue en el entendido de que él se aplicaría con acierto y
justicia, confiando así en las cualidades morales del Presidente de la
República.
Hasta ahora, y salvo ciertas excepciones discutibles, estimo que al
respecto ha predominado una adecuada ecuación de energía y mesura, sin que
pueda sostenerse con objetividad que las atribuciones del artículo transitorio
en referencia se hayan ejercido de forma generalizadamente abusiva.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


450 ESTUDIOS PÚBLICOS

Mantener esa ponderación en una materia tan delicada y sensible al


sentido de justicia propio del chileno, resalta como esencial para que el
Gobierno conserve la respetabilidad ciudadana y popular de que ha gozado,
desoyendo en la materia cualquier canto de sirena proclive a posturas
extremas, tan innecesarias como ajenas al espíritu nacional.
Además, cuanto menos necesite el Gobierno aplicar estas facultades
excepcionales, y más prefiera el camino de los tribunales de justicia para
sancionar las actividades políticas ilegales o subversivas, mayor será la
sensación de solidez que proyectará, como se ha comprobado durante los
últimos años. Acudir a atribuciones tan extremas como las del Artículo 24
transitorio de la Constitución, sólo será percibido justo por la opinión
pública, frente a desafíos subversivos igualmente extremos para la autoridad
gubernativa.

l
.c
(ix) ile
Intensificar la promulgación de las leyes
complementarias de la Constitución
h
Como se sabe, la Carta Fundamental contempla diversos géneros de
pc

leyes complementarias de su texto, distintas en jerarquía normativa, pero


todas de gran significado jurídico-político. Nos referimos a las leyes
e

orgánicas constitucionales, a algunas de "quorum calificado", y a otras


.c

simples leyes comunes.


Su conjunto está llamado a dar vida completa a gran parte de los
w

preceptos e instituciones constitucionales, conformando un tejido jurídico


w

rico y orgánico que abarque los más variados tópicos, y configurar así, de
modo más integral y vigoroso, toda la nueva institucionalidad.
w

Se comprende pues que un decidido avance al respecto tendría una


enorme y doble trascendencia. Por una parte, se haría mucho más difícil-
mente reversible la médula de la nueva institucionalidad, al crearse o darse a
realidades jurídicas y sociales que empezarían a funcionar con todos sus
efectos políticos, patrimoniales, etc. De otro lado, la Carta Fundamental se
apreciaría como algo incomparablemente más vivo y real por el ciudadano
común, quien vería sus efectos en forma más tangible.
Reflexionar en la importancia de los dos factores enunciados, y en el
vacío que dejaría un eventual retardo o estancamiento inverso, indica la
urgencia de otorgar prioridad a este punto.
Concordante con lo expuesto en los puntos anteriores, no parece
oportuno promulgar todavía aquellas leyes que constitucionalmente deban
regir sólo una vez terminada la transición, como las relativas a los procesos

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 451

electorales, al Congreso Nacional y otras similares, ya que ellas entrañan


resoluciones que conviene adoptar a la luz de un cuadro real más próximo a
su aplicación. Algo parecido cabe afirmar tocante a la ley de partidos
políticos, según el punto de vista personal antes fundamentado en este
artículo, todo ello sin perjuicio —obviamente— de la conveniencia de que
el Gobierno inicie estudios internos en torno a estos temas.
Pero hay, en cambio, variados terrenos como el económico (incluido
el nuevo Banco Central Autónomo), el administrativo, el de la Contraloría,
el educacional, el regional y comunal, el de los estados de excepción y otros
que serían largo enunciar, donde todo aconseja avanzar pronto, y ninguna
razón válida existe para demorar el estudio y aprobación de las leyes
constitucionales pertinentes. Cronogramas recientemente trascendidos al
respecto parecen un buen auspicio en tal sentido.

l
.c
(x) ile
Renovarse para interpretar a las nuevas generaciones juveniles

La transición está marcada por dos desafíos de los cuales se habla y


h
escribe poco y que, no obstante, políticamente son quizás los más capitales
pc

y difíciles para que la obra del actual Gobierno culmine exitosamente. Me


refiero al tratamiento de éste hacia la juventud y hacia las Fuerzas Armadas.
e

Deseo glosar el primero de ellos en este apartado, y esbozar el otro en el


.c

siguiente.
Durante el período 1981-1989, cada año irán incorporándose a la vida
w

cívica y a la calidad de ciudadanos, nuevas promociones de jóvenes que ya


w

no vivieron la etapa de la Unidad Popular. Quienes hoy tienen 18 años de


w

edad, atravesaron ese período entre los 7 y los 10 años. Ni siquiera la co-
nocieron con las percepciones simples, pero emotivas, de la adolescencia.
Simplemente eran niños, y no guardan de esa época sino los borrosos
recuerdos de la infancia. Menos aún saben acerca de los acontecimientos y
realidades que la precedieron. Si nos proyectamos a 1989, esas nuevas
generaciones juveniles constituirán un porcentaje importante del electorado,
potenciado por la gravitación específica y adicional que siempre ha tenido la
juventud en nuestro devenir político.
Sería un grave error creer que el vacío que representa para las nuevas
generaciones el no haber vivido la experiencia marxista, y los años que la
antecedieron inmediatamente, podría suplirse a través de narraciones, pe-
lículas u otras formas de reproducir sus orígenes, males y desenlace.
Ciertamente, ello resulta útil y valioso. Hay que hacerlo, pero sin cifrar ahí
esperanzas excesivas o imposibles.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


452 ESTUDIOS PÚBLICOS

En efecto, la juventud se aproximará a esos "racontos" con la


curiosidad e interés de los relatos históricos, y desprenderá de su contenido
las lecciones propias de la historia. Pero jamás podremos transmitirle ese
período con la fuerza de una experiencia, por la simple razón de que las
experiencias no se transmiten en cuanto tales. O se viven por uno mismo o
son ajenas. Y la experiencia ajena deja forzosamente una huella bastante
limitada en quienes no han participado de sus vibraciones gratas o amargas.
Nos enfrentamos y nos enfrentaremos, así, a jóvenes que consideran
repudiable que Chile haya llegado a los extremos que sufrimos, pero que no
creen verosímil que ellos pudieran repetirse. Los valores positivos del actual
régimen, como la paz, el orden, y el respeto a las jerarquías, les parecen
algo natural y dado. Les cuesta admitir, por ende, la necesidad de restric-
ciones políticas para mantenerlos.

l
Estos jóvenes miran al comunismo como algo más bien fracasado y

.c
sin mayor atractivo y, por lo mismo, no aprecian toda su peligrosidad,
ile
apareciéndoles las advertencias al respecto cada vez más lejanas y ajenas a
sus percepciones. En todo caso, si de mostrarles el marxismo se trata,
h
aparte de la enseñanza crítica de su doctrina, resultará incomparablemente
más eficaz el referirse a sucesos como los recientes de Polonia o
pc

Afganistán, que a los de nuestra distante Unidad Popular.


Se dirá que las mutaciones generacionales son inherentes a toda
e

época. Sin embargo, en este caso, nos encontramos ante un cambio


.c

particularmente abrupto entre quienes sólo han conocido este régimen, y


aquellos que vivieron la o las etapas que lo antecedieron. Los marcos de
w

referencia de unos y otros son y serán radicalmente diversos.


w

Fruto de lo anterior, las nuevas generaciones juveniles rechazan


w

visceralmente todo cuanto intuyan como un intento de imponerles enfoques


de la realidad digeridos y envasados por otras generaciones, fruto de viven-
cias y conclusiones que sospechan o sienten ajenas. Desean ejercer la
posibilidad de crear nuevas y propias actitudes o posturas, a la luz de sus
experiencias diferentes y originales. Y al mismo tiempo que, por ejemplo,
buscan y poseen una información económica muy superior a los jóvenes de
otras épocas, los actuales son particularmente receptivos a los valores
religiosos y del espíritu, y contrarios a dejarse invadir por cualquier concep-
ción materialista, al menos en los sectores más inquietos e influyentes de
los diversos segmentos juveniles. La música y otras manifestaciones artís-
ticas encuentran también en ellos una peculiar creatividad, y las proyec-
ciones científicas o técnicas del futuro, una notable acogida.
El cuadro sucintamente reseñado y ejemplificado ilustra la magnitud
del desafío que él representa, no sólo para el Gobierno, sino para todos

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 453

quienes aspiren a influir como formadores de juventudes en los años que


vienen.
Estamos, pues, ante el imperioso deber de sensibilizarnos hacia las
nuevas percepciones juveniles, y sintonizar con ellas, ya que sólo desde ese
prisma podremos interpretar y canalizar las inquietudes de la juventud,
recibir su aporte y entregarle el nuestro.
Señalar todas las exigencias que ello implica excedería los marcos de
este artículo. Con todo, creo que fácilmente se infiere de lo dicho que se
requiere una renovación profunda y constante de los temas, las actitudes y
hasta el lenguaje gubernativo y ciudadano, so riesgo —de lo contrario— de
que el proceso institucional sea crecientemente ajeno para las nuevas
generaciones, con las negativas consecuencias fáciles de prever.
Gran parte del divorcio emocional entre el franquismo y su sucesión
hay que buscarlo en el distanciamiento progresivo que quienes no vivieron

l
.c
la guerra civil fueron sintiendo respecto de aquel régimen. Y aun cuando 40
años sean en tal sentido sustancialmente distintos a 16, lapso de duración
ile
total determinado para sí por el Gobierno militar chileno, el desafío sugiere
cierto parecido, y el caso español debiera servirnos para no repetir sus
h
errores en el ámbito específico en cuestión.
pc

Expresado en pocas palabras, es necesario demostrarle a la juventud


que lo que Chile está hoy haciendo no sólo arranca su justificación del
e

pasado, sino que la revalida en su proyección de futuro.


.c

Es necesario que el joven no se sienta un mero destinatario de un


proceso que pretende desarrollarse al margen de sus propias visiones
w

generacionales, sino actor de una obra que lo incorpora como partícipe real
w

de la continua evolución de ese destino.


Es necesario, en fin, evitar todo peligro de que el régimen y el pro-
w

ceso institucional aparezcan gastados, rutinarios o aburridos, y que cansen


como la continuidad de algo pretérito, logrando plasmar siempre —por el
contrario— horizontes que demuestren que sus conductores, sus ideas y sus
proyectos son sensibles a una renovación que vincule a las diversas
generaciones en una experiencia común y atrayente para todas.

(xi) Preservar nuestras Fuerzas Armadas profesionales y no deliberantes

El otro desafío particularmente delicado que afronta el actual


Gobierno está referido a la preservación del profesionalismo y la apoliticidad
de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden, tema al cual ya aludimos antes de
paso en este mismo artículo.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


454 ESTUDIOS PÚBLICOS

Está claro que el pronunciamiento militar del 11 de Septiembre de


1973 exigió que el Gobierno emergente recurriera a los propios integrantes
de los Institutos Armados y Carabineros para asumir las múltiples y
dificilísimas responsabilidades gubernativas de aquella hora.
De ahí surgió, empero, la evidencia de que la misión que la historia
había asignado al régimen militar no podía entenderse como un simple
paréntesis entre dos gobiernos civiles de similares caracteres, sino que
reclamaba una profunda transformación de nuestras instituciones y hábitos
cívicos, a la vez que de nuestra realidad económico-social.
A través de la Declaración de Principios del Gobierno, de sucesivos
y enjundiosos documentos o mensajes presidenciales, y finalmente de la
Carta Fundamental de 1980, se plasmó el contenido de la nueva institucio-
nalidad requerida, y se emprendió su concreción, al mismo tiempo que ella
se afianzaba en una obra de progreso económico y modernizaciones sociales

l
.c
de singular envergadura.
Fruto natural de esta realidad fue una creciente integración de
ile
elementos civiles a diversas tareas gubernativas, incluyendo hasta las más
elevadas funciones ministeriales. Ello ha persistido hasta ahora, en diversos
h
grados y medidas, dentro de una combinación flexible de civiles y oficiales
pc

de nuestros Institutos Armados y de Orden, donde S. E. recurre indistin-


tamente a unos y otros para los diversos cargos.
e

Esta fórmula sui generis del actual Gobierno chileno, en líneas


.c

generales, se ha demostrado hasta ahora acertada y eficaz. También cabe


destacar que a su éxito ha contribuido mucho la clara distinción que el
w

Presidente Pinochet y los miembros de la Junta de Gobierno han perfilado


w

entre sus funciones políticas y castrenses. Los uniformados que desempeñan


labores gubernativas concurren a su ejercicio de modo personal, y, en la
w

mayoría de los casos, luego retornan a tareas militares, sin que se confunda
ni mezcle por ello a las Instituciones de la Defensa Nacional, como tales,
en la conducción política del país. Sus miembros son informados de ésta
por sus Comandantes en Jefe, pero sin dar pie a que se abra deliberación
política dentro de dichas Instituciones. Este rasgo, claramente distintivo de
la generalidad de los regímenes militares conocidos en el continente, merece
ponderarse en todo su mérito y positivo resultado.
Sin embargo, la proyección de este tema hacia adelante no podría
pensarse sin nuevas y constantes evoluciones.
En efecto, por un lado, resulta evidente que la misión que la Carta
Fundamental vigente encomienda a las Fuerzas Armadas y de Orden —tras-
cendental por su contenido para la estabilidad de la nueva democracia allí
plasmada— es diversa del ejercicio de responsabilidades políticas ejecutivas

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 455

por parte de numerosos uniformados en servicio activo y de diversos grados,


tal cual se registra en la actualidad. Ello necesariamente marca a la
transición como un período en que el cuadro hoy existente al respecto
debiera gradualmente evolucionar en el sentido que indica la meta
constitucional.
Por otra parte, parece igualmente inequívoco que el actual nivel de
participación castrense en funciones de gobierno hace que el rostro visible y
caracterizador de éste hacia la opinión pública sean las Fuerzas Armadas y
Carabineros, en cuanto Instituciones.
Pienso que la indefinida prolongación de este fenómeno entrañaría un
indudable riesgo para la futura mantención intacta de su prestigio, que
nuestros Institutos Armados y de Orden requieren para cumplir a cabalidad
con sus altas e insustituibles funciones propias, que la Carta Constitucional
vigente además les reconoce en forma expresa. Porque si bien existen

l
.c
precedentes de líderes personales que han conservado su popularidad política
por varias décadas, no existe tal vez ningún caso —en cambio— de que un
ile
grupo humano, trátese de un movimiento político o una Institución
Armada, ejerza el poder político o sea mirado como depositario colectivo del
h
mismo por semejante lapso, sin experimentar deterioro o desgaste en su
pc

efectivo respaldo popular o su real ascendiente cívico, o incluso sin sufrir


una indebida politización, tratándose de cuerpos castrenses.
e

Tanto el progreso hacia la meta constitucional, como la preservación


.c

del prestigio y la apoliticidad de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden,


exigirán, pues, necesariamente una gradual reducción de las tareas políticas
w

ejecutivas que el Presidente de la República requiera de elementos uni-


w

formados, la que sólo él está en condiciones de determinar en su forma y


oportunidad, pero que sería irreal desconocer en todas sus dificultades o su
w

importancia.
De más está señalar que el sólo planteamiento del tema, ya se ha
aprovechado —y se intentará aprovechar aún en mayor medida— para
desvirtuarlo como un supuesto deseo de "ciertos civiles" de "desplazar a los
militares del Gobierno", de "hacerlos retornar a sus cuarteles", o de "acortar
los plazos del itinerario constitucional". Y tampoco cabe descartar que esas
maniobras pudieran encontrar eco en algunos ambientes uniformados.
Sin embargo, el deber patriótico obliga a enfocar esta materia deses-
timando tales intrigas o ruindades, y confiando en que nuestros hombres de
armas sabrán distinguir entre el halago engañoso y la auténtica lealtad, entre
la adulación servil y la adhesión a ellos como integrantes de Instituciones
cuyo destino, respetabilidad y prestigio, resultan inseparables del futuro
desarrollo y seguridad de Chile.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


456 ESTUDIOS PÚBLICOS

La Constitución vigente es categórica para asignar a nuestras


Fuerzas Armadas y Carabineros misiones de las más altas trascendencias en
nuestra vida cívica. Nadie puede afirmar, por tanto, que el avance hacia la
plena vigencia constitucional implique un retorno a la desmedrada situación
en que aquéllas fueron muchas veces colocadas, durante las últimas décadas
previas a 1973.
Pero la nueva Carta Fundamental es igualmente clara para marginar
a los Institutos Armados y de Orden de los avatares propios de la política
contingente, ajenos a su naturaleza y vocación, y siempre erosionantes de
respaldo popular, daño que en este caso adquiriría signos irreparables por
largo tiempo. Avanzar hacia la meta constitucional supone así también una
necesaria y progresiva evolución del actual cuadro respectivo, en términos
que dichas Instituciones aseguren la futura respetabilidad que merecen, y
sientan el legítimo orgullo de haber legado una democracia fecunda y estable

l
.c
para Chile, todo lo cual requiere la especialísima e indelegable conducción
directa y personal de esta materia por parte de S. E. el Jefe del Estado.
ile
h
D. Aspectos morales e intelectuales
pc

(xii) Impulsar el desarrollo científico y tecnológico en Chile


e
.c

Entre las tareas más indispensables para fortalecer con solidez y


perspectiva el desarrollo integral de Chile deseo subrayar, como una de las
w

más importantes, el impulso de nuestro progreso científico y tecnológico.


w

La distancia que tradicionalmente ha separado al mundo político del


w

de los científicos e intelectuales en general ha tenido una de sus más


nocivas repercusiones en la postergación que el quehacer de éstos ha sufrido
de parte de la generalidad de los Gobiernos habidos en nuestra Patria.
Incluso, no faltan quienes creen que los avances científicos deberían
simplemente importarse del exterior, en parte por ignorancia de los elevados
logros que nuestros investigadores científicos han acreditado ya a nivel
mundial, y en parte por desconocimiento de los múltiples frutos de todo
orden que para un país y su progreso revisten la existencia y el incremento
constante de centros de actividad científica, como palanca de estímulo a las
mejores capacidades que surgen en cada nueva generación, como exigencia
de rigor para la formación actual de profesionales y para el resto de la
actividad intelectual del país, y como vehículo de comunicación viva y
operante con los progresos que el mundo va logrando en esta fuente de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 457

asombrosa transformación que los conocimientos —y la vida entera—


experimenta hoy a diario.
Paso alentador a este propósito ha sido la reciente creación y puesta
en marcha del Fondo Nacional de Ciencias y Tecnología, en cuanto canal de
aporte directo del Estado en este campo. Especialmente auspicioso resulta
que la asignación de los recursos de este fondo haya sido encomendada a
comisiones compuestas por científicos e intelectuales de primera categoría,
capaces de asegurar que la insustituible impronta del buen investigador para
determinar lo que debe ser investigado tendrá la valorización prioritaria
pertinente. Jamás este factor podría ceder paso a criterios "prácticos" o de
presuntas prioridades nacionales, definidos por planificadores —estatales o
privados— ajenos a los impulsos vocacionales de quienes han demostrado
calidad para investigar, sin resentir gravemente los resultados de ésta.

l
No obstante, el panorama que ofrecen hoy nuestras universidades,

.c
sedes de la mayor parte de nuestra actividad intelectual, científica y
ile
tecnológica, sigue presentándose disparejo e insatisfactorio. Precisamente la
falta de convicción —o de voluntad para asumir sus consecuencias— en el
h
sentido de que el destino académico de toda verdadera Universidad debe
resolverse de modo que en él graviten preponderantemente sus mejores
pc

profesores e investigadores, mantiene a la gran mayoría de los planteles


universitarios del país sumidos en una lánguida mediocridad, que contrasta
e

con el nivel de excelencia logrado por aquellas universidades o centros


.c

universitarios que lo han comprendido y aplicado, con el apoyo de sus


w

propias autoridades a la cabeza.


Superar tal realidad, emerge como otra de las tareas más impos-
w

tergables para este período, máxime cuando el Gobierno ha promulgado


w

recientemente una legislación universitaria cuyo balance es ampliamente


positivo, pero cuyos frutos dependerán —en definitiva— de la acogida que
encuentre en aquel sello inspirador e insustituible de toda verdadera
Universidad, en quienes las dirigen o disponen de los medios adecuados para
encauzar su rumbo.

(xiii) Reforzar una escala de valores morales


para una forma chilena de vida

Consignamos ya, en la primera parte de este artículo, que toda


convivencia estable y civilizada se apoya en un consenso básico en torno a
ciertos principios y valores que la sustentan y le dan sentido. Ellos
conforman lo que suele denominarse el alma o ser nacional.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


458 ESTUDIOS PÚBLICOS

Desbordaría el propósito y las posibilidades de estas líneas intentar


una semblanza del alma de la chilenidad. Además, sobre ello se han escrito
abundantes y certeras páginas por nuestros más calificados historiadores y
analistas sociales. El sentido de libertad incompatible con toda tiranía, y de
altivez patria inconciliable con cualquier vasallaje; la búsqueda de una
autoridad fuerte y severa, pero a la vez justa y humanizada; el respeto
tolerante y la discrepancia pacífica y no totalitaria y, en fin, el hondo
sentido jurídico a todo nivel, son algunos de los valores y caracteres que han
sido constatados como tipificadores de nuestro ser nacional.
Sin embargo, me interesa destacar también otros rasgos, de par-
ticular incidencia en el tema que nos ocupa. Y es apreciable la meta
constitucional en todas sus dimensiones de un auténtico proyecto histórico,
el desarrollo de éste no podría desentenderse de lo que constituye el alma

l
nacional, si se aspira a echar raíces sólidas y fecundas hacia el porvenir.

.c
Forjado entre guerras, catástrofes naturales, y luchas frente a una
ile
geografía difícil y de riquezas abundantes pero esquivas, nuestro tempe-
ramento nacional parece templado más bien por la fortaleza para enfrentar el
infortunio, que por la sabiduría para disfrutar de la bonanza. Las constantes
h
adversidades que jalonan nuestro devenir histórico nos han convertido en un
pc

pueblo apto siempre para resistir o reconstruir, e indomable para no


rendirse.
e

Pienso que en esa misma línea se inscribe la valía que el ser


.c

nacional reconoce a la solidaridad, al sentido hospitalario y al espíritu cívico


o de servicio público, diferentes en apariencia de sus expresiones concretas,
w

pero comunes en la importancia que confieren al destino del prójimo y del


w

país, a los cuales los chilenos nos sentimos hondamente ligados.


w

Quizás también de ahí derive que, en Chile, la sencillez y la


autenticidad hayan tendido a prevalecer por sobre el boato y las apariencias,
y que el aprecio que se dispensa a las personas esté mucho más ligado a lo
que ellas son que a lo que tienen.
La extraordinaria permeabilidad social de una nación cuya historia
exhibe, desde sus albores, a hombres de cuna modesta que alcanzaron las
más elevadas posiciones políticas, económicas y sociales, aparece como el
reflejo de lo mismo, elemento favorecido por las limitaciones materiales en
que nuestro país se ha desenvuelto durante la mayor parte de su existencia.
El predominio de mérito y el esfuerzo personal por sobre cualquier
antecedente de linaje se ha visto abonado, además, por el carácter siempre
advenedizo de éste, ya que las arduas condiciones de nuestra vida colonial
trajo hasta acá a poquísimas familias de viejos abolengos españoles.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 459

Lo cierto es que el ser nacional se identifica más con el servicio


sobrio y severo a nobles ideales del espíritu, que con mero éxito material,
llegando incluso a ser resueltamente crítico de éste, si él amenazare
conducimos a criterios materialistas. La mayor vibración de las fibras de la
nacionalidad ante los héroes que inmolaron sus vidas en aparentes derrotas
bélicas, que frente a los conductores que nos guiaron a ganar todas las
guerras que hemos afrontado, testimonia de modo elocuente el signo
aludido.
Proyección de la misma escala de valores, me parece la prepon-
derante valoración que el chileno siempre ha otorgado a la austeridad de
quienes gobiernan, al punto de erigirla —junto a la honradez— en la virtud
que más respeto concita hacia las autoridades que la practican, y cuyo
quebrantamiento más perjudica a quienes en él incurren.

l
Los conceptos anteriores ofrecen un esbozo somero, pero ilustrativo

.c
y sugerente, de los arduos desafíos que la transición conlleva en el ámbito
de los valores morales. ile
Desde luego, se advierte la importancia de que la Constitución
vigente sea captada —en su aplicación— como un instrumento efectiva-
h
mente destinado a robustecer la libertad, la autoridad fuerte y justa, el
pc

pluralismo ideológico adecuado, y el pleno Estado de Derecho, valores todos


que su texto plasma con acierto y sentido contemporáneo.
e

Asimismo, los demás valores recién reseñados como integrantes de


.c

nuestro ser nacional exigen un especial esfuerzo para mostrar su compa-


tibilidad, y más que eso su armonía, con el sistema económico libre que la
w

nueva institucionalidad consagra e impulsa.


w

Ello exige que las formulaciones conceptuales y las expresiones


w

prácticas de nuestra incipiente economía social de mercado se lleven a cabo


buscando conseguir y demostrar su congruencia con la idiosincrasia y la
mejor tradición nacional, en lugar de escoger el camino inverso —por
desgracia frecuente en los últimos años— de presentar las ideas y medidas
económicas en cuestión del modo más chocante imaginable para la
mentalidad chilena, lo cual incluso pareciera buscarse por algunos como
método didáctico, tan errado como contraproducente.
Debemos comprobar que, a diferencia de lo que plantean vastos
sectores eclesiásticos, la competencia y la solidaridad no son conceptos
opuestos, sino armonizables y recíprocamente enriquecedores. Que las
mayores opciones de consumo abren nuevas y saludables perspectivas de
bienestar material y progreso cultural para todos los habitantes, pero que
ellas requieren de un acento en la formación moral de las personas, que les
permita utilizarlas entendiendo siempre que las cosas deben servir y no

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


460 ESTUDIOS PÚBLICOS

esclavizar al ser humano. Que el "consumismo" no está en la abundancia de


las vitrinas, sino en las carencias de los espíritus. Que el aumento de la
riqueza de las personas, en cuanto derive de un aporte correlativo suyo al
enriquecimiento económico y social del país, no sólo no se hace a expensas
de los más pobres, sino que los beneficia directamente y, más aún,
representa el camino necesario para derrotar la extrema pobreza con mayor
rapidez. Que la reducción del tamaño empresarial del Estado, y su
intervencionismo dirigista en lo económico, no supone marginarlo de su
irrenunciable papel regulador y fiscalizador de la economía, a través de
normas parejas e impersonales, ni tampoco excluirlo de aquello que el
propio principio de subsidiariedad le asigna como tarea suya, según las
circunstancias. Que, en fin, la aplicación específica de la economía social de
mercado al Chile de hoy se diseña y adecúa considerando nuestra peculiar

l
realidad, y no obedeciendo un simple esquema teórico que pudiera pretender

.c
implantarse indistintamente a cualquier país o circunstancia.
ile
En otras palabras, el sistema económico libre debe estar y proyec-
tarse fundado sobre valores idóneos para configurar una forma chilena de
h
vida, tan fiel a sus orígenes como volcada hacia horizontes más altos de
futuro. Y al mismo tiempo, los intentos añorantes de volver a cerrar
pc

nuevamente nuestra economía respecto del exterior deben aparecer en todo


su carácter retardatario, y denunciarse como causantes directos de la pobreza
e

que sus impulsores reprochan y dicen combatir.


.c

Los beneficios de un país no sometido desde 1973 al cotidiano


w

veneno de la lucha de clases sistemáticamente predicada, deben aprovecharse


en su inusitado valor dentro del Occidente actual, acertando para ello con un
w

mensaje inverso atrayente, didáctico y enraizado en nuestra idiosincrasia.


w

La actual crisis recesiva, aparte de los dolorosos males que genera,


acaso brinde una oportunidad privilegiada para repensar estos temas de tanto
significado ético y práctico, evitando así que ella se traduzca en un
menoscabo de la confianza pública hacia el sistema económico libre y, por
el contrario, contribuyendo a que éste surja robustecido hacia su renovada
aplicación futura.
No podría dejar de insistir en que, aparte del papel que compete al
efecto a los formadores de opinión pública en general, también resalta la
importancia básica del rol que corresponde a los empresarios, en cuanto
actores relevantes de una economía libre o de mercado. En este último
carácter, del cual un empresario participa en tanta mayor medida cuanto más
significativa sea su importancia como tal, sus decisiones deben sujetarse a
sólidos criterios morales —e incluso a juicios maduros de prudencia política
y delicadeza ética—, ya que lo contrario termina por dañar seriamente al

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 461

sistema mismo, en especial en su etapa de inicio y afianzamiento, según lo


hemos comprobado con desaliento en estos últimos años.
Como contrapunto, este mismo carácter incipiente del sistema
obliga a la autoridad a remozar el ordenamiento jurídico, para adecuarlo con
eficacia al nuevo esquema, incluido el aparato judicial y administrativo que
debe velar por su aplicación, a fin de que el uso torcido que algunos hagan
de la libertad económica derive en que sus responsables sean debida y
ejemplarmente sancionados, dificultándose así la reincidencia de otros en las
mismas irregularidades. Con todo, estimo vital que ello jamás se confunda
con una posible pérdida de la fe en la libertad económica misma, ni de la
conciencia de lo inevitable que resulta el tránsito por situaciones semejantes
en el proceso de su establecimiento y consolidación, después de décadas de
empresarios mal acostumbrados a tratar de eludir las trabas asfixiantes de un

l
estatismo centralizador, burocrático y socialista.

.c
A su vez, y en otro terreno, la relevante influencia que incumbe a la
ile
autoridad estatal en la preservación y el fomento de la escala de valores
morales propios de la chilenidad, exige que el ascendiente ético de aquella se
h
afiance en la más estricta observancia de la austeridad, en todos los niveles
del aparato gubernativo.
pc

Timbre de orgullo y fuente clave de respaldo popular hacia el actual


Gobierno, la austeridad ha sido la tónica predominante que sus integrantes
e

han observado desde 1973. Aún así, la prolongación del régimen en los
.c

términos constitucionales consagrados reclamará una redoblada autovi-


w

gilancia en la materia, ya que el acostumbramiento al poder por períodos


largos acarrea siempre anexo el riesgo de un eventual resblandecimiento en
w

la materia, cuyos primeros brotes recientes han causado justificadas y


w

saludables reacciones. Particular alcance reviste este punto, cuando de por


medio está el prestigio de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden.

III. A MODO DE CONCLUSIÓN

La meta constitucional y los rumbos de la transición hacia ella


afloran así en toda su riqueza y amplitud temática, en todo su arduo desafío,
y en todas sus anchas y apasionantes perspectivas.
Los ángulos para analizarlos podrían ser muchos. He querido aquí,
simplemente, aproximarme a su enfoque a través de uno de los muy diver-
sos prismas que podrían escogerse para ello. Los puntos esquematizados en
este artículo admitirían múltiples tratamientos diferentes y, desde luego,
indefinidas posibilidades de profundización.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


462 ESTUDIOS PÚBLICOS

Las líneas que anteceden buscan únicamente colaborar a que la


transición se nutra de creciente contenido, y que éste sea asumido en pleni-
tud no sólo por el Gobierno, sino por todos los chilenos.
Estoy cierto que una amplia mayoría ciudadana mantiene su voluntad
de entregar a esa tarea un apoyo resuelto, y que el Presidente de la República
contará con el concurso de las mejores capacidades del país, en la medida en
que recabe cabalmente para ello, a partir de un equipo de Gobierno que
vuelva a percibirse homogéneo, dinámico y propenso a los aportes de
mayor calidad que nuestra ciudadanía está en condiciones de prestarle.
Se trata de proyectar a Chile cara al futuro y abierto al mundo, con
una sólida fe en sus propias raíces culturales y éticas, junto a una perspec-
tiva que nos aparte de todo complejo o enclaustramiento isleño.
Se trata de robustecer nuestro Poder Nacional, de modo que

l
ejerzamos nuestra soberanía en su mayor plenitud dentro del concierto de las

.c
naciones.
ile
Se trata de que la transición, lejos de entenderse o apreciarse como
mera continuidad —ni mucho menos como el acercamiento a un final—, se
h
convierta realmente en un proyecto histórico lleno de la vitalidad creadora
pc

propia de todo gran inicio.


e
.c

ANÁLISIS CRITICO DE LA
w

DEMOCRACIA CRISTIANA CHILENA*


w

Yo deseo, en primer lugar, hacer una observación introductoria. El


w

Instituto para una Sociedad Libre, cuyo directorio integro, no es neutral


ideológicamente. Por eso es que la exposición sobre el tema de la
Democracia Cristiana la asume una persona que no es democratacristiana,
como yo, y que tengo, como el Instituto, una postura crítica hacia la
ideología y el pensamiento democratacristianos. Pero no ser neutral no
significa no ser objetivo. La objetividad consiste en tratar de apreciar del
modo más serio y ecuánime posible una realidad determinada, sin perjuicio
de adoptar una postura frente a esa realidad. El neutral, en cambio, es el que
se abstiene de optar.

*Conferencia pronunciada por Jaime Guzmán E. en el Instituto para una


Sociedad Libre, en junio de 1983, publicada por revista Realidad, año 5, Nº 53,
octubre 1983, pp. 29-45. Las itálicas corresponden al texto original.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 463

Aun así, yo no desconozco el hecho de que siempre existe el riesgo,


o al menos la sospecha, de que cuando uno está exponiendo un pensamiento
que no comparte pudiera, aun sin quererlo, de algún modo adulterarlo o
malinterpretarlo. Y es por eso que, no obstante estimar que siempre las lec-
turas son relativamente aburridoras en una charla, en la parte expositiva
quiero remitirme a las palabras textuales de los principales exponentes del
pensamiento democratacristiano en Chile, que voy a citar al efecto. Les doy
esto como explicación, porque es distinto que yo dijera que tales y cuales
son los puntos de vista y los elementos fundamentales del pensamiento
democratacristiano, a que lo digan sus máximos ideólogos y que ustedes lo
escuchen realmente de boca de ellos, leído por mí.
Las vertientes fundamentales del pensamiento democratacristiano
chileno, pueden resumirse en tres.

l
La primera, la Doctrina Social de la Iglesia, expresada en las

.c
encíclicas pontificias de carácter social.
ile
La segunda vertiente es el aporte doctrinario hecho por Jacques
Maritain, filósofo francés fallecido hace algunos años. No es el único ins-
h
pirador. También están Emmanuel Mounier, Nicolás Berdiaief y otros
pensadores que han nutrido el acervo democratacristiano en forma bastante
pc

importante. Pero para la Democracia Cristiana chilena, en particular, y para


otras también en el mundo, no hay duda que Jacques Maritain ocupa el lugar
e

predominante como ideólogo o inspirador conceptual.


.c

La tercera vertiente que podemos mencionar es el aporte ideológico


w

chileno. Y es a éste al cual me quiero remitir, fundamentalmente, sin


perjuicio de puntualizar que este aporte chileno recoge los dos anteriores.
w

Pero quiero referirme fundamentalmente a él, porque pienso que dentro de la


w

brevedad del tiempo de que disponemos, es conveniente apuntar el tema de


la Democracia Cristiana a lo que ella es en Chile, y no a una formulación
demasiado genérica a nivel de otros países del mundo.

Bases ideológicas de la
Democracia Cristiana Chilena

Para enunciar en qué consiste y cuáles son los puntos fundamentales


del pensamiento democratacristiano, voy a recoger a los que talvez sean sus
dos ideólogos principales. En primer lugar, mi querido amigo,
desgraciadamente fallecido, Claudio Orrego; y en segundo lugar, don Jaime
Castillo Velasco.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


464 ESTUDIOS PÚBLICOS

En primer lugar, Claudio Orrego. Al señalar él cuáles son los


elementos fundamentales de la doctrina democratacristiana, dice que el
primero es el humanismo cristiano; y en uno de los párrafos en que lo
explica, señala: "En resumen, la piedra angular de toda la concepción
humanista, que está en la base del pensamiento de la Democracia Cristiana,
reside en el hecho de que la vida social sólo tiene sentido en la medida en
que permite la plena realización como ser humano de cada uno y de todos
los individuos que forman parte de la sociedad".1
El segundo, es el pluralismo democrático. En su párrafo más rele-
vante señala: "El pluralismo ideológico y la democracia política saltan, en
esta etapa de evolución de la humanidad, como consecuencia lógica de la
ideología humanista; son los corolarios sociales de una dignidad que se les
reconoce individualmente a todas las personas que forman parte de la

l
sociedad".

.c
El tercer elemento que menciona Claudio Orrego es la vocación
ile
popular y revolucionaria, que queda más explicado en el punto siguiente
—o cuarto— que es el anticapitalismo. Aquí hace una explicación y un
h
desarrollo que es preciso leer. Dice así: "El capitalismo, para ser compren-
dido, exige una definición a dos niveles: uno macroeconómico y otro
pc

microeconómico. A nivel macroeconómico, lo que lo caracteriza funda-


mentalmente es el atesoramiento desproporcionado en manos privadas,
e

propietarias del capital, de los frutos del esfuerzo colectivo, por una parte, y
.c

la orientación de la economía en base a los solos estímulos financieros del


w

mercado, por la otra. Estos últimos suelen estar falseados por razones
sociales y económicas y, en consecuencia, dificultan la fijación de un orden
w

de prioridades compatible con una concepción humanista de la satisfacción


w

de las necesidades sociales. A nivel microeconómico, se caracteriza porque


son los poseedores del capital los que adoptan las decisiones relativas a la
marcha de la unidad productiva —o sea, de la empresa— sin ninguna consi-
deración por la racionalidad y los intereses de los demás sectores que
aportan, decisivamente, al progreso de la empresa".
Y más adelante agrega: "A nivel de la macroeconomía, el capitalis-
mo resulta inaceptable a la ideología democratacristiana por la simple
aplicación del principio de justicia conmutativa, que exige que cada uno
reciba lo que le corresponde, en relación proporcional a su esfuerzo; es, por
lo tanto, inaceptable que sólo un sector de los que participan en la creación

1
Esta cita y las suyas que siguen a continuación corresponden al libro de
Claudio Orrego El humanismo comunitario frente al totalitarismo, publicado en
julio de 1971.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 465

de la riqueza colectiva acapare para sí más de lo que le corresponde, dejando


a sectores importantes con menos de lo que necesitan". Luego agrega:
"Desde un punto de vista democrático, constituye una grave incongruencia
la forma en que se genera la autoridad en el seno de la empresa y el carácter
autoritario que ésta siempre reviste".
El quinto punto que él reseña es la solidaridad humana y social que
también se explica, fundamentalmente, en el punto siguiente —o sexto—
que es el comunitarismo.
El comunitarismo es propiciado como una sociedad de hombres
libres que tienen espíritu comunitario y que adoptan formas comunitarias de
vida y de trabajo: "Una sociedad comunitaria —vuelvo a citar aquí a Claudio
Orrego— no nace de uno, ni de mil, ni de cien mil problemas comu-
nitarios. Nace del convencimiento de los hombres que en ella viven de que

l
deben constituir una comunidad humana y social, la cual se dará las

.c
estructuras necesarias para poder encarnar sus valores. La reforma de la
ile
propiedad de la empresa se convierte, entonces, en un proceso de demo-
cratización interna —como veíamos con anterioridad— resultante de un
h
previo proceso de humanización social. La propiedad comunitaria supone la
existencia previa de comunitarios; ello no impide que se deba avanzar
pc

creando experiencia, realizando pruebas en la forma más extendida posible,


pero sin olvidarse de que la masificación del proceso depende de factores
e

previos y ajenos a la propiedad". Esta es la versión fundamental que da


.c

Claudio Orrego de cuáles son los elementos fundamentales del pensamiento


w

democratacristiano.
w
w

Rasgos del Partido Demócrata Cristiano

Algo muy parecido, aunque con una enunciación parcialmente


distinta, es lo que se obtiene de la descripción que don Jaime Castillo
Velasco hace de qué es un Partido Demócrata Cristiano. Los puntos que él
señala como básicos son los siguientes. Primero, la inspiración cristiana,
que mucho se parece con el humanismo cristiano que mencionaba Claudio
Orrego en el primero de sus puntos. Sin ser confesional, porque serlo
—según él— "importa asumir algo así como una representación política de
la Iglesia", la Democracia Cristiana tiene una inspiración cristiana, pero
—insisto— sin ser un partido confesional, es decir, oficialmente católico.
"Al señalar su inspiración cristiana —dice don Jaime Castillo— insiste
sobre el hecho de que reposa sobre los valores de la filosofía cristiana, mas

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


466 ESTUDIOS PÚBLICOS

no pretende realizar una política clerical, ni menos imponer la creencia


religiosa como vestidura formal exterior meramente ritual del Estado".2
El segundo punto de un partido democratacristiano es —a su
juicio— el designio histórico. Esto tiene, a mi modo de ver, mucha
importancia. Dice: "Un partido democratacristiano se propone pasar a una
nueva etapa de civilización, surge de la crisis del mundo moderno, o sea, de
esa etapa en que ha dominado el sentido individualista de la vida y que ha
producido por reacción los intentos de colectivismo, inspirados por una
concepción antiespiritualista del hombre. Un partido democratacristiano se
coloca, por tanto, fuera de esta civilización moderna, no pretende justificar o
atenuar sus estructuras, no usa la religión como un velo que ocultará las
tragedias de la economía liberal. Un democratacristiano es aquel que ha
comprendido, en su punto exacto, la necesidad de pasar a otra etapa de

l
civilización. Para un cristiano no se trata sólo de oponer meros remiendos

.c
al hecho de la opresión; de ahí que un partido democratacristiano sea
ile
internacional y hable de una nueva cristiandad". El designio histórico para
un partido democratacristiano es, por tanto, dar paso a una nueva civiliza-
h
ción, que es la nueva cristiandad que enuncia y desarrolla, precisamente con
ese nombre, Jacques Maritain.
pc

El tercer elemento es una estructura política democrática: "Un partido


democratacristiano es demócrata sin fallas. Ni histórica, ni teórica, ni
e

prácticamente, está ligado a formas de dictadura o siquiera de autoritarismo


.c

oficialista; en consecuencia, le es imposible justificar dictaduras, aun


cuando ellas se basen en la necesidad de defender los valores cristianos. Tal
w

defensa es una pura irrisión, ya que los procedimientos mismos que se


w

oponen en obra importan ya actuar contra dichos valores".


w

El cuarto punto de un partido democratacristiano es mencionado por


don Jaime Castillo como la estructura económica de tender hacia comu-
nidades de trabajo. Aquí entronca con el comunitarismo, que es el último de
los puntos que mencionaba Claudio Orrego en su enumeración: "Un partido
democratacristiano —afirma el señor Castillo— pretende facilitar el regreso
a las formas comunitarias de vida social (...) En consecuencia, el partido
Demócrata Cristiano tiene que rechazar categóricamente una economía
basada en el individualismo, o sea, una escuela que hace del egoísmo la
2
Esta cita y las suyas que siguen a continuación corresponden al libro de
Jaime Castillo Teoría y práctica de la Democracia Cristiana chilena, publicado
en diciembre de 1973. Cuando se transcribe una cita que reseña una intervención
anterior (aunque consignada en el mismo libro) se hace expresa referencia a su
época en el texto de esta conferencia.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 467

norma de vida en comunidad. Esto significa, automáticamente, que las


comunidades de trabajo —dice más adelante— pasan a ser la esencia de la
vida económica, así como ahora lo es el capitalista particular". Y, final-
mente, se refiere a la misión histórica de la Democracia Cristiana, a la cual
llama una empresa de liberación del hombre".
Es importante desprender de estas citas que he hecho, a modo de
síntesis, el carácter claramente vinculado a una concepción humanista y
cristiana del hombre, que está en la raíz del pensamiento democratacristiano;
un sólido —o rígido— compromiso con la democracia como forma de go-
bierno, y la búsqueda de una tercera posición, esencialmente distinta al
capitalismo y al socialismo, como su objetivo en materia económico-
social.
Esta tercera posición es enunciada, más adelante, por don Jaime

l
Castillo, en forma muy nítida, como una posición anticapitalista. Lo dice

.c
específicamente así: "Debemos marchar hacia formas sociales comunitarias
ile
y evitar tanto la permanencia en el esquema tradicional capitalista como el
desenvolvimiento hacia el colectivismo y la estructura totalitaria del
Estado".
h
Por lo tanto, el pensamiento democratacristiano está apuntando
pc

fundamentalmente a lograr descubrir y llevar a la práctica una tercera


posición, una forma nueva de civilización y de convivencia. Una tercera
e

posición radical y esencialmente distinta al capitalismo y al socialismo. Ve


.c

en el capitalismo el conjunto de elementos o de antivalores que se despren-


dían del texto que cité de Claudio Orrego, y en el socialismo, el conjunto de
w

antivalores propio de todo colectivismo o esquema totalitario incompatible


w

con la dignidad humana propia del humanismo cristiano.


w

Más precisamente todavía, dice en otra parte don Jaime Castillo:


"Además, la Democracia Cristiana está convencida de que el Partido
Demócrata Cristiano es anticapitalista y debe impulsar, por tanto, en estos
años, un desarrollo no capitalista. Creemos, además, que la 'revolución en
libertad' parte de un programa elaborado en 1964, de acuerdo a las
circunstancias y posibilidades de entonces". (Esta frase corresponde a un
texto difundido durante el transcurso del gobierno de don Eduardo Frei. Se
trata de su cuenta como presidente del PDC a la Junta Nacional del Partido,
agosto 1968.)
Creo que tenemos aquí un panorama más o menos ordenado y
coherente de cuál es el pensamiento básico de la Democracia Cristiana. Hay,
sin embargo, dos puntos que me parecen importantes de subrayar para
entender bien y en forma suficientemente profunda, dónde está la raíz y los
caracteres más fundamentales de la Democracia Cristiana.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


468 ESTUDIOS PÚBLICOS

Democracia Cristiana y Comunismo

Uno de ellos es su posición ante el comunismo, tema que ha sido


frecuentemente malentendido y creo que sigue siéndolo en la actualidad, por
no haberse penetrado en profundidad la verdadera raíz de la postura
democratacristiana frente al comunismo. Desde luego, tomando el mismo
texto de don Jaime Castillo, en los problemas de doctrina política, él aborda
este tema y dice que hay una serie de factores en contra de algunos factores a
favor, dentro del comunismo. Más precisamente entre "valores positivos y
negativos cuya separación (...) parece imposible".
Entre los factores en contra alude a que "la fisonomía social de los
países comunistas es la de una minoría que retiene la suma del poder
político y del económico; ésa se expresa en la dictadura política y en la

l
economía colectivista estatal".

.c
"Un segundo factor en contra del Partido Comunista, es de orden
ile
moral y proviene de lo anterior —nos dice—, ya que esto da lugar a una
actitud moral que engendra represiones semejantes a lo que fue el
h
estalinismo".
El tercer factor es que "mientras persigue el poder, el partido se
pc

comporta dentro de la actual fase estratégica, como un partido de izquierda


democrático; ofrece un programa social avanzado, pero no más exigente que
e

cualquiera otro. Toda su propaganda se dirige a respetar las tradiciones y


.c

métodos democráticos; los valores patrióticos y nacionalistas. Las libertades


w

generales son aprobadas y defendidas con fiereza, en especial, el partido


(comunista) defiende los derechos sindicales y la autonomía de las organi-
w

zaciones obreras"; esto mientras está aspirando al poder. "Tan pronto llega
w

al poder, el panorama cambia por completo. La dictadura política, el partido


único, la pérdida de autonomía para toda organización, incluso las obreras,
la progresiva expulsión de las ideologías, el acaparamiento de la propaganda
en los métodos de calumnia y agresiones físicas o morales a los ciudadanos
(...) eso viene a ser la inocente, democrática y pacificadora actitud de la
víspera". Menciona algunos otros elementos negativos, pero no me quiero
alargar en exceso en la cita, porque los factores en contra se desprenden casi
lógicamente de los elementos filosóficos propios de la Democracia
Cristiana que hemos reseñado. No puede, quien adhiere a esos elementos
filosóficos, sino pensar que el comunismo o el marxismo son enteramente
contrapuestos en sus objetivos a los valores que proclama cualquier
humanismo cristiano. Por eso, es más interesante detenerse en los "factores
a favor" que don Jaime Castillo ve en el comunismo. ¿Cuáles son estos
factores a favor? Citémolos:

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 469

a) "La presencia de hechos económicos y sociales propios de economías


subdesarrolladas, como efecto del sistema capitalista o consecuencia
de un atraso social que el mundo capitalista no alcanza a poner en
marcha".

b) "La lucha comunista por reivindicaciones mundiales contra el Estado


y el orden capitalista, con todas sus derivaciones".

c) Un tercer factor "favorable al comunismo es el hecho de la Unión


Soviética como ejemplo de un poderoso desarrollo económico a la
sombra de una organización estatal no liberal, y como un poder
político gigantesco anticapitalista y antiimperialista".

l
d) En cuarto lugar, "encontramos perspectivas comunes a diversas

.c
tendencias sociales en el desarrollo de nuestros países: planificación,
ile
nacionalización, elevación del nivel de las clases bajas, reformas
sustanciales de estructuras, etcétera".
h
e) En quinto lugar, "tenemos la proyección de estas luchas al campo
pc

sindical y político. El Partido Comunista aparece ahí como una


fuerza popular, diferente a otras, pero sin duda una de ellas".
e
.c

Y de este cuadro, de factores a favor y factores en contra, desprende


w

una conclusión de la mayor importancia, que es la siguiente: "Estos factores


a favor indican que en determinado momento no es posible una lucha frontal
w

contra el comunismo; hacerlo, es servir a la reacción".


w

Hay momentos, por lo tanto, en que se puede luchar frontalmente


contra el comunismo y de ello se encontrará suficiente fundamento en los
elementos negativos que hay en el comunismo. Pero como hay estos
elementos que están a favor de él, hay momentos en que, a su juicio, la
Democracia Cristiana no puede combatir en una lucha frontal contra el
comunismo, porque hacerlo es servir a la reacción.
Esta postura frente al comunismo tiene, a mi juicio, una impor-
tancia capital para entender bien el problema de la Democracia Cristiana.

Democracia Cristiana:
partido de vanguardia y no de centro

Un cuarto y último aspecto que deseo mencionar en esta parte


expositiva, es uno que trata el propio señor Castillo y que se refiere a si el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


470 ESTUDIOS PÚBLICOS

Partido Demócrata Cristiano debe ser un partido de centro o un partido de


vanguardia, según su propia terminología. Este punto tiene, a mi juicio,
una trascendencia muy grande, porque quien analice lo que son los partidos
democratacristianos de Europa llegará a la evidente conclusión de que son
partidos de centro. En cambio, el Partido Demócrata Cristiano chileno es un
partido de vanguardia que rechaza la hipótesis de ser partido de centro. Y,
nuevamente, prefiero remitirme a leer lo que al respecto dice textualmente
don Jaime Castillo, para evitar cualquier supuesto de una interpretación
errónea.
Dice lo siguiente: "En un partido de centro (...) en cuanto a la
composición política (se está refiriendo a que hay hombres de todos los
sectores y de todas las extracciones sociales en un partido de centro), la
heterogeneidad ideológica y social conduce a la formación de fracciones

l
internas irreductibles. La disciplina pasa a ser una delgada capa de con-

.c
veniencias generales". El mismo menciona como ejemplo de ello al Partido
ile
Demócrata Cristiano de Italia o de Francia. "Un partido de centro —dice
más adelante— tiene también su propio concepto de las formas de tomar el
h
poder y de conservarlo. Dado que en él impera la necesidad de disponer de un
instrumento eficaz, su camino hacia el poder se verificará buscando el modo
pc

de aumentar en número e influencias".


Luego añade: "Una vez estructurada una gran masa de votantes, capaz
e

de lograr la victoria, el partido de centro podrá llegar al gobierno. Lo hará


.c

para cumplir su programa. Pero, sin duda, en ese instante parecerán más
w

urgentes las presiones de los intereses contradictorios". La labor del


gobierno será, pues, un difícil y hábil compromiso entre las alas del partido
w

y la realidad exterior. Una tal labor podrá tener dificultades y, en este caso,
w

el partido tenderá a asegurar, por sobre todo, su administración". Y con-


cluye: "En suma, un partido centrista, convertido en partido de adminis-
tración, se propone simplemente administrar el orden establecido. No
procede revolucionariamente ante éste".
Descrito el partido de centro, pasa enseguida a contraponerlo al
partido de vanguardia. Al efecto señala: "Todo ocurre muy distinto si
concebimos al Partido Demócrata Cristiano como una vanguardia. En este
caso (...) la disciplina será férrea y el sentido de unidad profundo. Ahora
habrá no sólo un mero ganar batallas electorales, sino una misión concreta:
realizar en plenitud, desde el poder, las concepciones del partido. Esto da a la
táctica un valor fundamental; se llega al poder para no abandonarlo,
mientras la misión histórica no esté realizada. Esto puede demorar, no
importa". O sea, se trata de llegar al poder para no abandonarlo hasta realizar

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 471

en plenitud la doctrina del partido. Repito esto por lo fundamental que me


parece para entender bien la Democracia Cristiana chilena.
Finalmente, el señor Castillo concluye: "Mientras el partido de
centro cree en el poder de los factores materiales, el partido vanguardia
incluso los desafía. Mientras el partido de centro estima indispensable
hallarse presente, el partido vanguardia se aleja gustoso de lo que es.
Mientras el primero finca todo en utilizar lo existente y compartir sus
valores, el segundo lo niega y se da como razón de existir esa misma actitud
negativa. Aquél, el de centro, es indudablemente conservador; éste, el de
vanguardia, revolucionario (...)"
"En consecuencia, cuando el partido vanguardia llega al poder, no lo
hace para salir en la próxima crisis de gabinete. Entra sólo cuando el
camino está preparado para cumplir su gran tarea. Ya no podrá volver atrás.
La vía tiene una sola dirección: va hacia adelante. Y este adelante es la

l
.c
transformación de la sociedad capitalista burguesa o socialista totalitaria, en
una sociedad en que los ideales comunitarios, vale decir, lo más hondo a que
ile
aspira el hombre, sean cumplidos. Digamos, pues, que si el partido
centrista se transforma, una vez en el poder, en el conservador del orden
h
existente, el partido vanguardia, por su parte, comienza de inmediato y con
pc

extraordinario empuje la tarea de crear la sociedad nueva".


Esto empalma directamente con la nueva cristiandad, la civilización
e

nueva, que la Democracia Cristiana chilena se propone crear y que aludían,


.c

tomada de Maritain, tanto Claudio Orrego como el propio Jaime Castillo.


Entre esta tajante disyuntiva, no cuesta suponer cuál es la opción
w

que, según palabras de su ideólogo, adopta la Democracia Cristiana en


w

nuestro país: "Un partido democratacristiano de vanguardia es el único, a


nuestro juicio, que puede realizar la doctrina, porque la táctica está ínti-
w

mamente ligada a los principios". De manera que creo que esta lectura un
poco extensa que he hecho, agrega un elemento de juicio muy importante,
que no es de orden puramente filosófico sino que ya apunta a algo más
específico y sumamente importante, como es la distinción práctica de cómo
actúa un partido de centro y un partido de vanguardia y la definición
categórica que el Partido Demócrata Cristiano chileno hace de ser un partido
vanguardia y no un partido de centro.

Análisis Crítico

Deseo ahora referirme a las objeciones o al análisis crítico que me


merecen estos planteamientos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


472 ESTUDIOS PÚBLICOS

a) Debilidad democratacristiana ante


el comunismo y el marxismo

En primer lugar, creo que la postura de la Democracia Cristiana


frente al comunismo es esencialmente equívoca. Sería profundamente
injusto sostener que el Partido Demócrata Cristiano no es contrario al
marxismo en su ideología y en su pensamiento. Está muy claro de que el
proyecto de sociedad al cual tiende es radicalmente contrapuesto al proyecto
de la sociedad al cual apunta el colectivismo marxista. Sin embargo, si
observamos en la práctica las conclusiones de esta ambivalencia de "factores
a favor y en contra" que presentaría el Partido Comunista, según la
descripción de don Jaime Castillo, y la consecuencia que extrae de que hay
veces que no se puede combatir frontalmente al comunismo, nos expli-

l
camos algo extraordinariamente curioso. En el léxico democratacristiano la

.c
palabra "anticomunista" está virtualmente excluida, lo que no ocurre,
ile
significativa y sintomáticamente, con la palabra "anticapitalista". La
Democracia Cristiana postula una tercera posición ni capitalista ni
socialista; pero mientras no tiene ninguna vacilación en emplear el término
h
"anticapitalista", con todo el vigor que eso tiene (como lo constatamos en
pc

las citas que leí recién), no usa jamás el término "anticomunista", del cual
siempre recela.
e

La más conocida, y a mi juicio importante, de estas deficiones, es la


.c

adoptada por don Eduardo Frei el 27 de junio de 1947, donde él señaló


w

textualmente lo siguiente:
"Rechazamos la doctrina y la táctica comunista, pero ante el comu-
w

nismo vemos que hay algo peor: el anticomunismo". Esta frase, a mi modo
w

de ver, gráfica gran parte de lo que ha sido la actitud democratacristiana


frente al comunismo. No es extraño que el diario comunista El Siglo lo
recogiera a toda extensión de su página el día siguiente, el 28 de junio de
1947. O sea, la Democracia Cristiana rechaza claramente la doctrina y la
táctica comunistas. No hay duda. Pero frente al comunismo ve algo peor: el
anticomunismo.
Este esquema, que los lleva a nunca asumir una definición explí-
citamente anticomunista, no es una mera cuestión de léxico. Yo la aprecio
como un problema, en buena medida, de incomprensión de la profundidad
del mal moral que encierra el comunismo. Y cuando digo "incomprensión",
estoy usando la palabra con mucha meditación. No le achaco ignorancia al
respecto. Son muchos los democratacristianos cultos, como el señor
Castillo y otros, que abordan el problema del mal moral del comunismo
con claridad expositiva; pero, a mi juicio, hay una actitud vital frente al

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 473

problema, que no es congruente con la hondura de ese mal moral que


representa el comunismo y sólo así se explica de que se pueda llegar a la
afirmación de que habría instantes en que "no se puede combatir frontal-
mente al comunismo porque eso es hacerle el juego a la reacción", como
afirma don Jaime Castillo. Sólo así se explica que la Democracia Cristiana
no use el término anticomunista y recele siempre de él como algo que
podría equivaler a "negativismo" o a reaccionario, lo que no ocurre —en
cambio— con el término anticapitalista.
Hay también aquí en esta postura equívoca un punto que me gustaría
subrayar, que es el de que los democratacristianos chilenos no se han
resuelto frente a un problema crucial: ¿Debe la democracia admitir en su
seno siempre y necesariamente a todas las ideologías?, ¿es una exigencia de
la democracia que participen del juego político todas las ideologías, porque

l
si así no fuera y se excluyera a algunos, dejaría de haber democracia y

.c
estaría la democracia negando su esencia?
ile
A esa pregunta, tradicionalmente la Democracia Cristiana ha
contestado que no es posible excluir de la vida cívica a ninguna ideología y,
por ende, no es posible excluir al comunismo. Por eso estuvo contra la Ley
h
de Defensa Permanente de la Democracia, auspiciada y promulgada por don
pc

Gabriel González Videla en su presidencia, que proscribió legalmente al


Partido Comunista. Más tarde estuvo a favor de la derogación de esa ley a
e

fines del segundo gobierno del general Ibáñez, en las vísperas de las
.c

elecciones presidenciales de 1958, en que esa ley fue derogada y fueron


restablecidos los comunistas a la legalidad.
w

Producidos los acontecimientos de la Unidad Popular (70-73) el tema


w

revierte con dramatismo a la escena política. Debemos configurar un


w

sistema democrático hacia el futuro: ¿Deben o no admitirse a todas las


ideologías a la vida cívica o puede la democracia, en una autodefensa,
excluir a aquellas que atenten contra la esencia misma del régimen
democrático? Y aquí ocurre un fenómeno, a mi juicio, extraordinario. La
Democracia Cristiana sostiene que no se puede excluir a nadie por razones
ideológicas, sino que sólo deben sancionarse las conductas antidemocráticas.
Este planteamiento la lleva a reafirmar lo que, por lo demás, está ya
explícita y detenidamente expuesto en un documento de enero del año 1980,
por el "Grupo de los 24", en el cual están integrados varios de los máximos
exponentes del Partido Demócrata Cristiano. ¿Y qué señalan ellos en este
documento? Señalan que ningún partido podrá ser excluido por razones
ideológicas sino sólo por conductas antidemocráticas. Pero inmediatamente
antes, han dicho lo siguiente: "En primer lugar, se debe tener presente que,
de acuerdo a lo ya expresado, todo partido político, para ser reconocido

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


474 ESTUDIOS PÚBLICOS

como tal, deberá consignar explícitamente en su declaración de principios su


adhesión a los principios y normas fundamentales del sistema democrático".
Y menciona estos principios y normas: "Respeto y promoción de los
derechos humanos, generación y renovación periódica de las autoridades por
voluntad popular, aceptación de las decisiones de la mayoría, resguardo de
los derechos de la minoría, pluralismo ideológico y rechazo de la violencia
armada como método de acción política, contrario a los principios
democráticos".
En consecuencia, de acuerdo a esta tesis, un partido político que
desee inscribirse necesita decir que adhiere a estos postulados. Ahora bien,
yo me pregunto y les pregunto: ¿qué ocurre con un grupo de personas que
ideológicamente no comparte estos principios, que se mencionan como
obligatorios para todos los partidos políticos? Como el que no adhiere a

l
ellos no puede entrar al sistema, queda excluido. No es admitido. ¿Y no

.c
implica eso acaso excluir por razones ideológicas? Si alguien ideoló-
ile
gicamente no comparte estos principios y estima que no debe existir el
pluralismo ideológico o estima que la violencia armada es un método válido
h
de acción política, y lo estima convencidamente en doctrina, como ocurre
con numerosas agrupaciones políticas o corrientes ideológicas, ¿no es acaso
pc

una razón mera y típicamente ideológica aquella en virtud de la cual se le


excluiría? ¿No es eso contradictorio con el principio que sustenta la
e

Democracia Cristiana?
.c

Más aún, un marxista-leninista no puede admitir ninguno de estos


w

principios democráticos, salvo, como el mismo señor Castillo lo decía en


el texto que leí, por razones tácticas y sólo mientras alcanza el poder. Pero
w

basta leer y conocer su pensamiento para saber que no pueden adherir a eso
w

de buena fe. Doy por descontado que los marxistas fingirían y dirían: "creo
en todo esto", para entrar en el juego y luego traicionar ese compromiso en
el momento oportuno, como el propio señor Castillo lo señala. Esperarán
para esto último que la correlación de fuerzas para alcanzar el poder les esté
dada.
Yo me estoy poniendo en otro problema, distinto y, a mi juicio,
conceptualmente mucho más decisivo, que es el problema de un partido de
un grupo de ciudadanos que diga: "nosotros no aceptamos estos plantea-
mientos porque ideológicamente no los compartimos". De acuerdo al texto
del Grupo de los 24 y al planteamiento que sostiene la Democracia
Cristiana hoy día, habría derecho a excluirlos porque no estarían adhiriendo
a los elementos fundamentales de la democracia, sin esperar que se
"comporten" como antidemócratas. No entran al juego porque no adhieren a
los principios. ¿Están o no excluidos por razones ideológicas? Es evidente

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 475

que sí. Luego, hay una contradicción entre eso y la frase de que "ningún
partido podrá ser excluido por razones ideológicas, sino sólo por conductas
antidemocráticas".
En el fondo, detrás de todo esto hay otro problema, que es el de que
toda expresión de una idea es un acto, es una conducta. Las ideas sólo son
meras ideas mientras permanecen en el fuero interno de la conciencia, pero
cuando se expresan dejan de ser una simple idea y pasan a configurar
—además— un acto y este acto puede tener fuertes repercusiones sociales.
Expresar ideas es actuar, es adoptar conductas, de manera que esta distinción
entre expresar ideas y adoptar conductas antidemocráticas es una dicotomía
falsa. Expresar ideas es una conducta y si las ideas expresadas son
antidemocráticas, es una conducta antidemocrática el sólo hecho de expresar
la adhesión a esas ideas.

l
¿Cómo aborda la Constitución actual el problema? Muy claramente.

.c
No pretende negarle a nadie el derecho a pensar como quiera, porque el fuero
ile
interno de la conciencia es sagrado e inviolable. Sólo Dios puede juzgarlo.
Tampoco se inmiscuye en lo que las personas puedan expresar en el ámbito
h
de su vida como particular, porque eso nos llevaría a una ilícita e invivible
"caza de brujas". Pero se margina a esas doctrinas totalitarias de la vida
pc

pública o política, privándoles a las personas que propaguen esas ideas, de


los principales derechos políticos. Subrayo que la sanción es sólo al que
e

propague esas doctrinas, es decir, a quien las difunda con carácter proselitis-
.c

ta. No está prohibido, por cierto, su difusión con fines académicos o


w

analíticos. Y a quien propaga esas doctrinas con carácter proselitista se le


priva temporalmente —por el Tribunal Constitucional que es independiente
w

del Gobierno— sólo de los principales derechos políticos, no de los dere-


w

chos humanos más fundamentales que toda persona tiene como ser humano
o miembro particular de una comunidad. Lo que hace es decirle: "usted no
puede entrar al juego político democrático, a la vida pública, si no acepta
las reglas básicas del juego".
En el fondo, yo no veo ninguna diferencia conceptual profunda entre
lo que plantea el "Grupo de los 24" y lo que preceptúa la Constitución
vigente, pero diviso una suerte de complejo (y uso esa palabra con todo
respeto, sin un carácter peyorativo), diviso una especie de complejo de los
democratacristianos para admitir el principio en cuya virtud fluye la
consecuencia y conclusión lógica (que ahora ellos terminan por aceptar) de
que se puede excluir de la vida democrática a quienes no acepten las bases de
la democracia, sino que pretenden valerse de ella simplemente para
destruirla. Lo grave es que pretendan darle al marxismo una nueva posibili-
dad de fingir y mentir mientras le convenga. Es cierto que no por proscribir

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


476 ESTUDIOS PÚBLICOS

jurídicamente al comunismo lo vamos a derrotar, eso está muy claro.


Además de ello, hay que combatirlo en otros tres frentes: hay que elevar el
nivel económico y social de los países para que el comunismo no sea
tentador como caldo de cultivo; hay que dar una lucha antisubversiva porque
el comunismo es hoy día una subversión mundial básicamente movida por
un imperialismo hegemónico, que es la Unión Soviética, y que amenaza la
soberanía de los pueblos libres; y por cierto, hay que dar una lucha
ideológica, porque el comunismo es una doctrina y, al final, se gana o se
pierde la batalla en la mente de las personas.
A mi juicio, la trampa en la cual no hay que dejarse nunca encerrar
es la de que se pretenda contraponer estos cuatro frentes que son comple-
mentarios y no excluyentes; y que se pretenda decir: "levantemos el nivel de
vida, pero no validemos la lucha antisubversiva"; o "combatamos al

l
marxismo en el campo de las ideas, pero no proscribamos jamás de la vida

.c
política al comunismo o a las ideas totalitarias en general". Con esa trampa
ile
se abren brechas que luego se transforman en forados. Cualquiera de los
cuatro frentes que se desatienda brinda al comunismo la posibilidad de
h
entrar. Yo creo que es dejarse coger en una trampa el hecho de pretender
contraponer lo que son frentes complementarios que deben sumarse.
e pc

b) Carácter mesiánico del PDC chileno


.c
w

El segundo elemento que estimo seriamente reprochable en la


Democracia Cristiana chilena es su carácter mesiánico. Cuande llegó al
w

poder en 1964 dijo que gobernaría 30 años, que era como decir
w

indefinidamente, símbolo gráfico de ese mesianismo. Tuvieron que


abandonarlo a los 6 años. Por lo demás, ese espíritu mesiánico está nítido
en el texto que les leí al comienzo de don Jaime Castillo. Recordémoslo. Se
madura para llegar al poder cuando el partido está en condiciones de cambiar
la civilización por otra nueva. Cuando está en condiciones de crear una
nueva cristiandad. Hay algo de irreversibilidad, aspiración que considero
reñida con un verdadero espíritu democrático. Nos dice el citado ideólogo:
"Se llega al poder para no abandonarlo mientras la misión histórica no esté
realizada". Se va hacia la plenitud del poder, no hay lugar a transacciones.
En otra parte, el mismo cita una famosa frase de don Eduardo Frei en que
dice: "Hay que saber estar solos", frase que galvanizaba a las juventudes aun
en los tiempos en que yo estaba en la Universidad, porque era una postura
heroica, era una postura muy valiente y muy atractiva. Estar solos contra
unos y contra otros. No transar nada.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 477

Cuando se produce la elección complementaria de un diputado por


Curicó, que precede a la elección presidencial de 1964, en que el frente
democrático integrado por radicales, liberales y conservadores es derrotado
por lo que se llamo el "naranjazo" (la victoria de un candidato socialista de
apellido Naranjo), llegando tercero y último el abanderado democratacris-
tiano, se producen dos actitudes completamente distintas: al día siguiente
don Julio Duran, candidato presidencial del Frente Democrático, renuncia a
su candidatura y las fuerzas de derecha, conservadoras y liberales se muestran
abiertas a buscar un acuerdo con la Democracia Cristiana para evitar un
posible triunfo de don Salvador Allende en los comicios presidenciales, que
se advirtió muy posible después del "naranjazo". Por su parte, y simul-
táneamente, don Eduardo Frei dice: "No cambiaré ni una línea de mi
programa, ni por un millón de votos". No sólo no ofrece ninguna posibilidad
de transar su candidatura. Ni siquiera acepta cambiar un línea de su

l
.c
programa. Eso gráfica el carácter mesiánico. Prefería volver a perder por
segunda vez (ya había perdido en 1958, cuando triunfó don Jorge Alessandri)
ile
y que pudiese llegar el marxismo al poder, antes que cambiar una coma. Si
se tratara de una cuestión moral o de una tarea académica, eso es
h
perfectamente legítimo y, más que eso, noble; la sana intransigencia en los
pc

principios o convicciones intelectuales es algo muy noble, pero cuando se


trata de conducir a los pueblos resulta, en cambio, muy negativa y grave,
e

porque lleva al mesianismo que linda en el fanatismo.


.c

La vida política democrática está hecha de la necesidad de buscar


transacciones que hagan que el resultado sea el que más se aproxima a lo que
w

cada cual desea, dentro de lo posible. Pero cuando cada uno quiere obtener el
w

ciento por ciento y juega al maximalismo, a la plenitud, al mesianismo, se


rompe la posibilidad de una convivencia democrática. Algo de esto ha
w

desarrollado más a fondo, aunque no lo comparto íntegramente, pero sí en


buena medida, el profesor Mario Góngora en un reciente libro que sostiene,
precisamente, que desde el Gobierno de don Eduardo Frei en adelante se
desarrollan en Chile experiencias ideológicas globalizantes que tratan de
implantar un cambio absoluto y total en las formas preexistentes, una
revolución en la cual se cae, de alguna forma, en esta aspiración que yo
llamo mesiánica.
La derecha se vio así encajonada a apoyar a Frei en 1964, lo que le
permitió a éste ser elegido Presidente de la República. Pero la intransigencia
democratacristiana, convertida como Gobierno en un fuerte sectarismo, le
costó muy caro. Más tarde, en la campaña parlamentaria de 1969, la
Democracia Cristiana publica un afiche de propaganda para todos sus
candidatos a parlamentarios dentro del país, en la cual dice: "100 años de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


478 ESTUDIOS PÚBLICOS

retraso, 4 años de progreso. Vote por el Partido Demócrata Cristiano". O


sea, describe la historia republicana de Chile como "100 años de retraso" y
dice que recién con ella —en 1964— comienza el progreso. "Partir de cero",
la frase célebre con que la revista Mensaje acuñó este pensamiento de la
"revolución en libertad". Yo no pretendo con esto molestar ni incomodar a
las personas de pensamiento democratacristiano, pero sí hacerles ver que no
es coincidente con su actual postura de pretender erigirse en herederos de esta
"gran democracia chilena de 150 años1", que aparecería quebrantada el año
1973. Ahora dicen que Chile tiene una historia democrática ejemplar, que
fuimos un modelo de democracia avanzada y progresista, como afirma don
Eduardo Frei en su libro El Mandato de la Historia y las Exigencias del
Porvenir, publicado durante el actual Gobierno. Y, sin embargo, ellos
hablaron, siendo Gobierno en 1969, de 100 años de retraso y 4 años de
progreso.

l
.c
No es que en política no se pueda cambiar o rectificar. Pero para
rectificar con autoridad moral, es indispensble reconocer explícitamente que
ile
uno se ha equivocado previamente.
h
pc

c) La utopía de la "tercera posición"


e

Hay una tercera crítica, una de las más delicadas y profundas de todas,
.c

que a mí me merece el pensamiento democratacristiano chileno y que es su


doctrina comunitaria en lo económico-social. Pienso que la aspiración a la
w

sociedad comunitaria es una irrealidad. Más que un ideal, me parece una


w

utopía.
Es interesante anotar lo siguiente: el comunitarismo, o forma de
w

propiedad comunitaria, está perfectamente contemplado como una


posibilidad dentro del capitalismo.
La propiedad en común está consagrada en todos los países occi-
dentales del mundo como una opción, siempre que las personas que partici-
pan de esa propiedad en común la pacten y la mantengan libremente. Pero si
se quiere transformar eso en un sistema general de funcionamiento
obligatorio para las empresas y en un sistema general de funcionamiento de
yo creo que se cae en una irrealidad, en algo imposible, que va
contra la libertad y la naturaleza humanas. Aquí hay una explicación muy
importante pero poco profundizada de por qué ciertos sectores eclesiásticos
se confunden frente al marxismo y creen encontrar en él algunos rasgos
parecidos al cristianismo, en circunstancias que son dos doctrinas radical e
integralmente incompatibles. No es el tema de hoy, pero quiero tan sólo

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 479

enunciarlo. Se arguye que en el Libro de los Hechos de los Apóstoles del


Nuevo Testamento, se dice que los apóstoles vivían en comunidad y todos
los bienes de ellos eran comunes a todos y esto aparece como la forma más
perfecta de vida cristiana.
Resulta muy plausible considerar que efectivamente lo es y así
subsiste en los monasterios, pero siempre libremente aceptada. Ahora bien,
es una ley puesta por Dios en la naturaleza de lo creado, que las más altas
vocaciones en lo personal y en lo social son escasas y no generalizables.
Yo considero muy adecuado, por ejemplo, que la Iglesia exija el celibato
para el sacerdocio y es evidente que ello constituye un notable renun-
ciamiento que acerca a Dios. Pero es menos evidente que la inmensa ma-
yoría de los seres humanos están llamados al matrimonio y a la pro-
creación; de manera que no se sigue que por estimarse una vocación como la
más alta y elevada (como es para el cristianismo la consagración célibe a

l
.c
Dios) ella haya que extenderla a todo el cuerpo social. Es fácil comprender
la monstruosidad y la aberración en que se caería en este ejemplo. Algo
ile
análogo ocurre también en el caso de la propiedad, porque lo normal es que
los seres humanos no tengan ese grado de elevación, de desprendimiento y
h
de afinidad moral con los demás, como para poder vivir esta plena
pc

comunidad de bienes. La propiedad comunitaria, por lo tanto, o es una


forma más que cabe dentro de las distintas formas de propiedad que pueden
e

competir, en igualdad de condiciones, dentro de una sociedad o dentro de una


.c

economía social de mercado, o bien se impone o privilegia, en forma


deliberada, con lo cual se cae, a mi juicio, en una utopía que sólo puede
w

desembocar en el colectivismo.
w

Me agradó enormemente encontrar una cierta coincidencia de puntos de


vista entre esta apreciación mía y el enfoque que sobre el tema desarrolla
w

Claudio Orrego en uno de sus textos. Dice él: "Esto se traduce en que el
comunitarismo no se puede crear por decreto, tiene que ser el fruto de la
libre aceptación de sus responsabilidades sociales y de plena maduración
moral por parte de todos, o al menos de una significativa mayoría de los
miembros de una sociedad. Al igual que la democracia, no se puede crear por
un decreto, ya que exige un paciente y largo entrenamiento y la plena
asimilación de los nuevos valores; así como no se puede crear una
democracia, dictándole la Constitución de los Estados Unidos a una tribu de
trogloditas, tampoco se puede hacer una comunidad imponiéndole un
reglamento comunitario a un grupo de individualistas convencidos. El valor
de una comunidad religiosa como ejemplo de vida superior consiste en que
todos los que ahí están, lo están libremente y con absoluta conciencia de
que su experiencia es más plena al ser compartida con otros hombres. Si

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


480 ESTUDIOS PÚBLICOS

allí estuvieran los religiosos encerrados en contra de su voluntad, eso dejaría


automáticamente de ser una comunidad y se convertiría en una prisión".
Hasta aquí la cita de Claudio Orrego.
Como lo acabamos de desprender de la lectura del texto de Claudio
Orrego, él ha penetrado con mucha lucidez en el punto que estábamos
analizando: que no es posible establecer una sociedad comunitaria por
decreto. ¿Cuál es la objeción que a mí me merece? Que veo una contradic-
ción entre ese planteamiento, que comparto, y el convertirlo en programa de
gobierno para un sexenio. En el programa de don Eduardo Frei, en 1964, en
el párrafo pertinente de la "Reformas de la empresa", se dice:
"En el Gobierno de Frei habrá un nuevo tipo de empresa, que debe
propender a confundir en unas mismas manos el capital y el trabajo, de
modo que los trabajadores sean dueños de su trabajo. En el Gobierno de Frei

l
se reformará la actual empresa, para que haya una justa participación de las

.c
utilidades a todos los que colaboran en ella; se propenderá, también, a que
ile
progresivamente el sector trabajo participe en la dirección y copropiedad de
las empresas".
No habría una estricta contradicción si esto apareciera complemen-
h
tado por la idea de que se pretende ir avanzando en esa línea en la medida en
pc

que las personas concernidas libremente lo deseen. Más aún, si bien se


habla de propender, se insinúa claramente que ello se impondrá, en alguna
e

medida, por ley. Mucho más radical resulta el planteamiento de la


.c

candidatura de don Radomiro Tomic en 1970, de la vía no capitalista hacia


el desarrollo. Con todo, yo voy más lejos. Creo que la sociedad comunitaria
w

no es un ideal sino una utopía. Los ideales consisten en potenciar lo mejor


w

que tiene el ser humano, para que alcance los más nobles objetivos
posibles, es la batalla que todos tenemos que librar día a día por nuestra
w

perfección personal y social. La utopía, en cambio, es pretender algo que


resulta imposible para la naturaleza humana, por ser superior a lo que la
naturaleza humana es susceptible de brindar y asimilar, o bien por pretender
con carácter generalizado y social lo que resulta válido sólo para ciertas
vocaciones excepcionales.
Y siguiendo la célebre sentencia del pensador francés Blaise Pascal,
"el que quiera hacer de ángel, termina haciendo de bestia". Cuando el ser
humano se lanza a las utopías termina degradado, porque se envuelve en una
aventura antinatural. Yo pienso que jamás la mayoría de los seres humanos
van a participar de ese espíritu comunitario al cual aspira la Democracia
Cristiana como programa político. Eso puede ser algo que se inculque, que
se estimule, y me parece que es muy noble hacerlo (como me parece muy
noble impulsar las vocaciones sacerdotales o religiosas), pero siempre va a

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 481

ser válido para una minoría de las personas. Ese es el error garrafal de
convertir un ideal moral al que están llamados algunos pocos, en un
programa político válido para aplicarse —y hasta para imponerse— a todos.
Ahí pasamos del ideal a la utopía.
Un ejemplo característico que tiende a confirmar mi apreciación es
Israel. Fíjense ustedes que Israel es un país construido por un pueblo que
tras haber estado perseguido y disperso casi dos mil años sin desaparecer,
llegó a ocupar ese territorio suyo pequeño y pobre, con todo el sentido
comunitario que se fortalece cuando uno está en la más absoluta adversidad
y pobreza. Tenía que hacer todo de la nada. Ahí nacieron los kibuts, que son
especies de granjas colectivas, de propiedad de todos en común. Ello es muy
encomiable, porque las personas están libremente en los kibuts. Pero
¿cuántas personas lo practican en Israel? Menos del 3 por ciento. Menos del
3 por ciento de la población israelí vive en los kibuts y más del 97 por

l
.c
ciento prefiere vivir de modo más individual y conforme a los parámetros de
una sociedad occidental capitalista. Los que prefieran vivir en plena
ile
comunidad son y van a ser siempre muy pocos, desde que hayan conocido la
alternativa de una mayor individualidad personal y familiar.
h
No se puede estructurar un sistema político violentando esta realidad
pc

porque ello sería, a mi juicio, ir contra la naturaleza humana.


Creo que, además, en todo planteamiento de la empresa integrada,
e

que algunos denominan empresa comunitaria o empresa autogestionada, se


.c

desconoce un hecho fundamental, y es que en la generación de riqueza resul-


ta clave brindar la posibilidad de que las personas que vienen mejor dotadas
w

por Dios para la tarea productiva y para la tarea económica, encuentren


w

cauce posible para hacer rendir esta cualidad en forma adecuada. Si uno
analiza el concepto de la empresa comunitaria o de la empresa autoges-
w

tionada, da la impresión que todos pueden —por igual— ser empresarios.


Por eso Claudio Orrego estima que no es democrático que la empresa se
genere en la forma en que lo hace la empresa capitalista. Los demócrata-
cristianos tratan de ligar forzadamente a las personas a la empresa en la cual
trabajan, en carácter de copropietarios y cogestores de ella. A mi juicio, hay
ahí una mala percepción de lo que es la vocación empresarial. En efecto, así
como hay seres humanos que vienen dotados por Dios en forma superior a
otros para la tarea de filosofar, otros para la de pintar, otros para la de
escribir, otros para las matemáticas, otros para el deporte, otros para la
conducción de seres humanos, hay algunos que vienen mejor dotados que
otros para la tarea de generar riqueza o ser empresario. Y, justamente, es la
libertad para que florezcan los que quieren desarrollar todas sus posibilidades
en cada campo respectivo, lo que da el mejor resultado en cada uno de ellos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


482 ESTUDIOS PÚBLICOS

Pero hay un hecho que no podemos perder de vista, cual es la moti-


vación del empresario, es decir, de la persona dotada por Dios del talento y
la vocación para producir riqueza.
Ese talento o vocación está hecho de dos realidades indisolubles:
querer hacer cosas y querer ganar dinero. Estas dos aspiraciones son indiso-
lubles en la vocación empresarial. Quien quiere hacer cosas sin ganar dinero
es un filántropo, lo que es muy hermoso, pero son muy pocos; no sirven
para hacer crecer un país.
Quien quiere ganar dinero sin crear cosas es un especulador y en
ciertos rangos muy limitados y circunscritos eso puede ser legítimo, pero
tampoco es lo que hace crecer a los países. El empresario es el que simul-
táneamente quiere hacer cosas y ganar dinero. Potenciando esas vocaciones
es como mejor se produce más riqueza. Pero si no dejamos que estas dos

l
aspiraciones se satisfagan, no va a florecer esta vocación, porque la persona

.c
dotada para ella no se va a sentir estimulada.
ile
Es lo mismo que al artista le dijéramos que su producción no va a
ser nunca conocida; en el artista hay normalmente dos motivaciones
h
indudables: una, expresar algo que estima necesario hacer brotar de su
espíritu, y otra, que eso sea conocido por otros. Si al artista le dijésemos,
pc

por ejemplo, que no le va a ser posible la comunicación de su obra, inme-


diatamente produciría menos o simplemente no produciría, porque en él es
e

un móvil esencial llegar con su producción a otros. Del mismo modo, es de


.c

la esencia del empresario el querer ganar dinero y no se puede pretender una


economía que crezca en forma rápida y sostenida si no es incentivando el
w

móvil del lucro individual. Esto lo digo en forma muy tajante y cruda,
w

porque es, a mi juicio, el punto de vista que no sólo no ha comprendido la


doctrina democratacristiana, sino que no ha recogido adecuadamente la
w

Doctrina Social de la Iglesia. Yo creo que va a ser indispensable que la


Doctrina Social de la Iglesia profundice este tema, a la luz de la ciencia
económica y de la experiencia contemporánea, porque es indudable que este
afán de lucro no puede estar ausente, realistamente, de la vocación
empresarial ni el crecimiento económico; o se acepta el lucro en los
individuos o se radica sólo en el Estado exigiendo que las empresas estatales
del colectivismo sean rentables. Pero esta forma comunitaria como sistema
general, en que se pretende excluir el lucro como motivación importante de
la actividad económica, es una irrealidad.
Tomic dijo una vez que "cuando se gana con la derecha, es la derecha
la que gana".
En consecuencia, él desprendía que no había que aliarse con la
derecha. Mi impresión personal es otra: cuando la Democracia Cristiana

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 483

chilena gana con otro, es el otro el que gana, porque el otro tiene viabilidad
y el planteamiento democratacristiano no la tiene.
No hay más que dos alternativas básicas de sistema económico. O
uno (llamado capitalista) que se funda en la propiedad privada de los medios
de producción, en la iniciativa particular como motor básico del desarrollo y
en la coexistencia de empresas libremente estructuradas por sus impulsores
y que actúen en un marco de igualdad jurídica y competitiva donde
ciertamente no prevalecerán las empresas comunitarias, o bien el otro sis-
tema básico que es el colectivismo, con propiedad estatal de los medios de
producción y una economía centralmente planificada. Podrá haber —y
ciertamente las hay— muchas variantes de cada uno de esos dos sistemas
básicos. Pero lo que no existe ni es viable es la tercera posición de una
sociedad comunitaria. Que no existe en ninguna parte del mundo, es un

l
hecho objetivo. Que no es viable, estimo que se desprende de las consi-

.c
deraciones anteriores. Eso es lo trágico de la Democracia Cristiana.
ile
Porque está claro que el propio señor Castillo menciona a las
democracias cristianas europeas como partidos de centro; son partidos que se
han amoldado al régimen capitalista y lo han modificado, modernizado y en
h
muchas materias son distintos unos y otros. Pero ninguno pretende que va a
pc

crear una tercera posición radicalmente distinta. ¿Y qué es entonces lo que


ocurre con el planteamiento democratacristiano chileno? Don Jaime Castillo
e

lo señala con mucha claridad: "En el régimen capitalista y en el socialista


.c

totalitario, los democratacristianos luchamos por crear la nueva civilización,


la nueva cristiandad hacia formas comunitarias de vida". Pero sucede que en
w

el régimen socialista totalitario no se les permite dar esa lucha; entonces, en


w

la práctica ésta se transforma en una posibilidad que sólo les brinda el


w

régimen capitalista y por esa razón, y no por otra, es que la Democracia


Cristiana termina siendo, sin quererlo, sin desearlo y sin darse cuenta, un
puente para abrirle el paso al comunismo. Por eso es que el comunismo la
utilizó en Chile y la va a seguir utilizando. Porque al destruirse las bases
económicas de la sociedad occidental capitalista, se le abre paso a la única
otra posibilidad real que existe, que es el socialismo colectivista. De ahí la
tragedia de esa fórmula inédita que la Democracia Cristiana chilena persiste
en buscar con un idealismo desgraciadamente afecto al mal de la utopía, que
hace degenerar lo virtuoso que ella pueda tener en ese idealismo. A mi
juicio, las críticas que se le hacen a la Democracia Cristiana chilena de
favorecer al comunismo son ciertas, pero frecuentemente superficiales y mal
fundadas, porque no van a la médula del problema. Lo fundamental al
respecto está en denunciar que la Democracia Cristiana erosiona un sistema
que existe y funciona para reemplazarlo por una utopía impracticable, con el

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


484 ESTUDIOS PÚBLICOS

necesario efecto práctico de abrir las compuertas a la única otra alternativa


real que es el colectivismo socialista y totalitario.
Por eso, también, ciertos democratacristianos, desencantados de la
tercera posición que nunca llega y embebidos ya de toda una carga emotiva
contra el capitalismo, dan el paso siguiente, y se deslizan hacia el
marxismo. Eso es lo que le pasó con la Izquierda Cristiana y el MAPU.

d) Complejo antiderechista del PDC

Termino con una última objeción que está muy ligada a la anterior y
que yo denomino "el complejo antiderechista de la Democracia Cristiana".
Está claro que dentro de su perspectiva ella es filosófica, doctrinaria y

l
políticamente distinta de capitalismo y de socialismo, pero ya hemos visto

.c
que mientras no trepida en hablar de anticapitalismo, rehusa hablar de
ile
anticomunismo. Y hay un factor perfectamente explicable en este complejo.
Ustedes saben la historia del surgimiento del Partido Demócrata Cristiano
como una escisión primero del Partido Conservador, bajo el nombre de
h
Falange Nacional, la que después se une a otras facciones nuevamente
pc

desgajadas del mismo Partido Conservador y con algunos sectores agrario-


laborislas para formar el Partido Demócrata Cristiano, que ya emerge a la
e

vida política como tal el año 1957 y que con la candidatura presidencial de
.c

Frei el año 1958 se afianza definitivamente como una gran fuerza política.
Tanto su origen derechista como el hecho de que tiene que luchar
w

para substituir estructuras capitalistas por las estructuras comunitarias y no


w

estructuras socialistas por las estructuras comunitarias, va generando dentro


w

de ella un cierto complejo antiderechista.


Es interesante refutar el error de que lo ocurrido el año 1970 con el
advenimiento de don Salvador Allende al poder, fue porque se dividieron los
demócratas y porque no hubo segunda vuelta electoral entre las dos primeras
mayorías. La realidad es completamente diferente. Entre el Partido Demó-
crata Cristiano de esa época y la Unidad Popular había mucho más afinidad
que entre el Partido Demócrata Cristiano y lo que pudiera denominarse la
derecha o, más específicamente, la candidatura Alessandri. Es posible que en
una segunda vuelta los votantes independientes de Tomic no hubiesen
apoyado en gran cantidad a don Salvador Allende. Pero es indudable, y así lo
reconoció el señor Tomic en su campaña, que su programa tenía mucho
más afinidades con el de don Salvador Allende que con el de don Jorge
Alessandri. De modo que estamos en un esquema equívoco si pensamos con
los parámetros de la lucha que se dio después, ya instalado el gobierno

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 485

marxista. La dinámica del proceso democratacristiano llevaba a lo contrario


y la mejor prueba es lo que ocurre antes de la elección.
Dice don Jaime Castillo, a quien cito nuevamente, en pleno proceso
electoral: "Pues bien, entre nosotros no habrá, ni hay nadie, que sea
partidario de una candidatura de derecha. Absolutamente ningún militante, ni
menos un grupo de ellos, ha propuesto nunca la idea de hacer llamados al
Partido Nacional o incorporarse a la candidatura que éste propuso o de tratar
de buscar un mecanismo de alianza entre nuestro partido y el Partido Nacio-
nal. Tampoco en la opinión pública se ha traslucido de manera alguna la
posibilidad de que el gobierno del Presidente Frei pudiera hacer surgir de su
propio seno, y con visto bueno suyo, un candidato común a demócrata-
cristianos y derechistas". Esto lo dice don Jaime Castillo y era una eviden-
cia absoluta para todos los que participábamos entonces en la campaña

l
presidencial.

.c
"En consecuencia —sigue don Jaime Castillo— la única posibilidad
que existía de hacer alianza era la llamada Unidad Popular. ¿Aceptaríamos la
ile
tesis comunista-socialista? Tal era el debate planteado entre nosotros". La
cuestión era ésa, lo otro no estaba en discusión. Lo que se discutía era si
h
había o no alianza con socialistas y comunistas. Con la derecha, por ningún
pc

motivo. Y continúa don Jaime Castillo: "Ahora bien, nuestro camarada


Radomiro Tomic, uno de los más queridos y destacados del partido, que ha
e

recorrido en nuestras filas todos los honores y cargos, que ha sido presidente
.c

de la Falange Nacional, presidente del partido, diputado, senador, embajador,


cuya capacidad y seriedad son ampliamente reconocidas en Chile y fuera de
w

Chile, volvió de Washington (donde era embajador de don Eduardo Frei) con
w

la certeza de que era necesario aunar todas las fuerzas capaces de sustituir
completamente el régimen capitalista. En ese objetivo, y atendiendo, por lo
w

demás, a un planteamiento suyo muy anterior, comenzó a manifestar sus


ideas en diferentes ambientes. Su perspectiva programática era aguda, audaz,
seria. Su posición política excluía a la derecha, pero no a la izquierda. Muy
por el contrario, en una demostración inusitada de sinceridad, declaró
abiertamente que no habría candidatura Tomic sin apoyo de la izquierda.
Esto significaba lisa y llanamente descubrir todas sus cartas, arriesgar todas
sus posibilidades en el deseo de despertar la confianza y promover los
contactos necesarios para que se hiciera posible la unidad entre las fuerzas de
izquierda y la Democracia Cristiana".
Y más adelante dice don Jaime Castillo, en la misma intervención en
plena campaña presidencial, que el propio señor Tomic se vio obligado a
reconocer que la izquierda le dio con la puerta en las narices. Hasta el día de
hoy él no se explica por qué. Muchos tampoco nos explicamos por qué.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


486 ESTUDIOS PÚBLICOS

Pero la respuesta comunista y socialista fue inmediatamente: "con Tomic ni


a misa". Tomic renunció a la candidatura y más tarde no hubo apoyo de la
izquierda y Tomic fue candidato; más aún, hubo Unidad Popular, sólo que
sin Tomic, sino que con don Salvador Allende.
Este complejo antiderechista se vio en toda la campaña presidencial.
La afinidad tomicista-allendista se percibía en ella. A mí me tocó recorrer
gran parte del país con don Jorge Alessandri y, en la mayoría de los lugares,
los partidarios de Tomic y de Allende estaban aliados. En todas partes
actuaban en conjunto contra el que sentían adversario común, que era
Alessandri.
En la tristemente célebre gira a Concepción, en que don Jorge fue
agredido en forma muy violenta varias veces, con el objetivo declarado de
impedirle que siguiera su campaña presidencial (de hecho hubo partes donde
hubo que cancelar la proclamación porque no había garantías mínimas para

l
.c
poder ingresar a la ciudad, y esto le sucedía a un ex Presidente de la Repú-
blica) siempre tomicistas y allendistas actuaban coligados.
ile
La noche de la victoria de don Salvador Allende se abrazaron juntos,
frente a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, la FECh,
h
desde cuyos balcones habló don Salvador Allende al país el 4 de septiembre
pc

de 1970, las juventudes democratacristianas y las juventudes comunistas.


Ya esa misma noche. Y conocen todos ustedes los vínculos que tenía don
e

Radomiro Tomic con don Salvador Allende durante la campaña, para haber
.c

llegado a lo que aquél llama una "aclaración de intenciones" negando que


haya sido un pacto secreto. Pero en realidad no lo conocía la opinión públi-
w

ca y fue un acuerdo. O sea, exactamente lo que se llama un pacto secreto.


w

Todo esto forma, a mi juicio, parte del complejo antiderechista que,


desgraciadamente, yo temo que cueste mucho que desaparezca, no obstante
w

haber librado juntos la batalla contra la Unidad Popular; estimo que talvez
su duración no tan extensa y circunstancias anteriores y posteriores a ella
han contribuido mucho a que este fenómeno siga perdurando hasta hoy.

Conclusión

Pienso que la Democracia Cristiana sólo podría ser hacia adelante


una fuerza constructiva en la política chilena, y que contribuyera a la
estabilidad democrática, si corrigiera esos cuatro caracteres básicos que he
pretendido mostrar y refutar en esta charla: su actitud equívoca frente al
comunismo, su mesianismo sectario y excluyeme, su insistencia en la
búsqueda utópica e irreal de una tercera posición económico-social radical-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 487

mente distinta de las existentes en el mundo, llamada comunitarismo y,


finalmente, su complejo antiderechista. Abrigo algunas esperanzas de que
ello tienda a superarse por las generaciones más jóvenes de la Democracia
Cristiana chilena. Pero soy escéptico de que, en definitiva, tal superación
pudiera consolidarse dentro de las estructuras de dicho partido, porque hay
demasiada carga histórica y atávica al respecto que me temo lo hará siempre
imposible.

PLURALISMO Y PROSCRIPCIÓN DE
PARTIDOS ANTIDEMOCRÁTICOS*

"Yo deseo agradecer al CEP esta cordial invitación que nos ha hecho.

l
.c
Enseguida quiero manifestar que desearía abordar el problema en el
orden inverso en que lo ha hecho el profesor Cumplido, comenzando pri-
ile
mero por el tema de la eficacia de las proscripciones de ciertas ideologías o
partidos de la vida política, para terminar en el más arduo, de la licitud de
h
dichas proscripciones.
pc

Entrando al tema de la eficacia, coincido con el profesor Cumplido


en que ella es limitada y circunscrita y no pienso que nadie que favorezca
e

este tipo de proscripciones (entre los cuales me cuento) piense que con ellas
.c

va a derrotarse a las doctrinas totalitarias.


Estimo importante subrayar que la lucha contra el totalitarismo
w

exige ser dada, a mi juicio, en varios frentes simultáneos y no me parece


w

conveniente contraponer estos distintos frentes como si fuesen opuestos o


excluyentes. Creo que es necesario sumarlos y complementarlos debida-
w

mente para obtener el resultado que se desea. Es evidente que la democracia


será tanto más sólida cuanto mayor sea el desarrollo socioeconómico y
sociocultural del país y, por lo tanto, mayor sea la identificación de todos
los ciudadanos con el régimen democrático. El desarrollo económico y la
justicia social son, por lo tanto, metas que la democracia debe buscar para
fortalecerse. A ese frente agrego un segundo igualmente importante, que es
el de la acción ideológica o doctrinaria, porque siendo el totalitarismo una
expresión que adopta distintas formas doctrinarias, es necesario ganar el
corazón y más precisamente la mente de las personas en favor de las ideas de

*Texto de la intervención de Jaime Guzmán E. en mesa redonda efectuada


en el Centro de Estudios Públicos el 10 de mayo de 1983, y publicada en
Estudios Públicos, 13 (verano 1984). La versión de la mesa redonda reproducida
aquí no incluye las intervenciones de los demás participantes.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


488 ESTUDIOS PÚBLICOS

la democracia y esto requiere una lucha ideológica en el campo de las ideas.


Solamente ellas son capaces de derrotar a las ideas contrarias, pero ocurre
que los totalitarismos suelen no ser simples ideas y este es el caso concreto
del totalitarismo más importante de nuestro tiempo, como es el marxismo.
Se trata de una doctrina política impulsada por un imperialismo hege-
mónico que utiliza la subversión como instrumento de penetración en los
países, no sólo para imponer esa doctrina, sino para sojuzgar la soberanía de
los pueblos libres. De manera de que hay un tercer frente, que me parece
igualmente indispensable que los anteriores, cual es la lucha antisubversiva.
Hecha esta aclaración me parece que un cuarto frente necesario, útil, pero
evidentemente menos importante que los tres anteriores, es el de la pros-
cripción jurídica que consagra la Constitución.
En síntesis, este es un instrumento necesario aunque no suficiente

l
para obtener el fin perseguido y creo que debe complementarse el combate al

.c
totalitarismo en el plano de la proscripción jurídica, con el del debate
ideológico, el de la lucha antisubversiva y el del desarrollo económico-
ile
social. Esos cuatro frentes los veo simultáneos y creo que sería realmente
muy grave que creyéramos que son excluyentes u opuestos entre sí, en
h
circunstancias que deben sumarse y que cualquiera de ellos que se desatienda
pc

ofrece una posibilidad importante de penetración y de triunfo a las ideas


totalitarias.
e

En cuanto a la eficacia específica del cuarto frente que he señalado,


.c

que es el de la proscripción jurídica, creo que quienes más claro tienen la


eficacia de esa norma son quienes resultan afectados por esa exclusión.
w

Quienes se ven excluidos de la legalidad pugnan por volver a ser incluidos


w

en ella y si ellos quieren la legalidad es porque les conviene. Ahora bien, si


w

a ellos les conviene su legalización, ésta no nos conviene a los adversarios


de los totalitarios. Eso me parece más fuerte que cualquier otra conside-
ración táctica. De ahí que si de eficacia se trata, estimo útil proscribir de la
vida política a los totalitarismos, aunque sin atribuirle a eso el carácter de
una vara mágica que no puede tener ni podría jamás alcanzar en la lucha
contra éstos.
Entramos, por tanto, al segundo aspecto que es más arduo: el de la
licitud o legitimidad moral de hacer algo semejante. Pienso que dicha licitud
arranca de dos fuentes básicas.
Primero, el derecho que tiene todo ser a sobrevivir. El derecho a la
sobrevivencia que es casi un instinto, el derecho de toda organización social
a defenderse de quienes quieren destruirla me parece connatural a ella.
Yendo más a fondo, no es tampoco un simple problema de sobre-
vivencia. Hay una segunda vertiente que es todavía más profunda y que yo

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 489

creo que podemos profundizar con mucho fruto. Me refiero a que toda
sociedad —y mucho más una democracia— funda su estabilidad en la
existencia de un consenso básico que sea como el cimiento sobre el cual
resulte posible y viable la discrepancia. Sobre ese cimiento pueden
levantarse muchos edificios discrepantes sin que se destruya su coexistencia
armónica. Este cimiento o consenso básico, como la palabra lo indica, debe
normalmente fluir en forma espontánea. La palabra consenso está de suyo
indicando una cierta espontaneidad, de manera de que siguiendo esa lógica no
sería normalmente requerible la existencia de preceptos prohibitivos para
que el consenso se vea afianzado y fortalecido. Tal es el caso de la inmensa
mayoría de las democracias sólidas del mundo, que no requieren este tipo de
proscripciones. Pero puede haber circunstancias excepcionales en la vida de
los países en que se produzca un quiebre social que las haga necesarias, y

l
exigir que se explicite y se defienda ese cimiento o consenso mínimo cuan-

.c
do éste se ve seriamente amenazado o se ha destruido temporalmente, con-
ile
templándose, además, la proscripción jurídica de lo que atente en su contra.
No hay duda que cuanto se pueda avanzar para que estas normas se
tornen innecesarias será un buen síntoma, pero puede ser que en una etapa
h
de la vida de los países ellas sean necesarias.
pc

Yo identifico el período que estamos viviendo en Chile con el que


vivió la República Federal Alemana después de la trágica experiencia del
e

nacionalsocialismo. Creo que hay una similitud en cómo la República de


.c

Weimar fue aprovechada por el nacionalsocialismo para alcanzar el poder y


cómo nuestro régimen constitucional del año 25, con sus modificaciones
w

posteriores, fue utilizado por el gobierno de la Unidad Popular para intentar


w

establecer un régimen marxista-leninista.


w

Escuchando al profesor Cumplido, yo tengo la impresión de que las


divergencias que hay en esta materia entre quienes favorecemos una norma
como la que contempla el texto constitucional y quienes la impugnan, es
más bien una diferencia de presentación en el enfoque que una diferencia
conceptual profunda. Me parece desprenderlo de las palabras del profesor
Cumplido, pero me resulta todavía mucho más claro del documento que
publicó el Grupo Estudios Constitucionales conocido como el 'Grupo de
los 24' en enero de 1980, en pleno debate constitucional. Debo consignar,
eso sí, y lo quiero decir con el mayor respeto y no en términos peyorativos,
que veo un cierto complejo de sus autores para reconocer la legitimidad de
excluir determinadas doctrinas de la vida política, y esto los lleva a tener que
dar unos rodeos muy largos para llegar a un punto que es mucho más
sencillo y que se puede abordar directamente. Incluso, ello arriesga llevarlos
a ciertas contradicciones.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


490 ESTUDIOS PÚBLICOS

En efecto, el documento que señalo menciona textualmente que


'ningún partido podrá ser excluido por razones ideológicas, sino sólo por
conductas antidemocráticas'. Pero aquí tenemos que hacernos la pregunta
clave. Propagar una idea, ¿es o no una conducta? A mi juicio, eviden-
temente sí. Mientras la idea está en el fuero interno de la conciencia es sólo
un pensamiento, pero cuando la idea es expresada ello pasa a constituir un
acto. Ahora bien, este acto puede quedar en el ámbito de la vida privada de
las personas o puede tener repercusiones sociales importantes y, en el
segundo evento, el derecho puede regularlo. En todos los países del mundo
existen opiniones que están sancionadas como delitos, a lo menos bajo la
figura del delito de injuria. Mi opinión muy íntima sobre alguien, puede
ser que él es un idiota, pero si yo se lo digo cometo el delito de injuria,
según todas las legislaciones, no obstante estar expresando mi íntimo

l
pensamiento, porque estoy realizando un acto.

.c
Ahora, si pasamos al terreno político, veremos que la lógica también
ile
indica que el llamado a ejercitar actividades terroristas debe estimarse
punible por el derecho. No creo que alguien pudiera sostener que solamente
se debe penar al que coloca la bomba y no al que incita a colocar muchas
h
bombas, porque la responsabilidad de este último puede ser mucho mayor y
pc

más grave. Entonces, si una persona declara que el terrorismo es su doctrina


política, estamos frente a un dilema insalvable; o lo sancionamos por
e

propagar esa idea que íntimamente cree válida o la admitimos porque se trata
.c

de una idea política. No hay otra salida al dilema. Yo creo que necesa-
riamente hay que sancionarlo y, entonces, si podemos sancionar al que
w

propaga el terrorismo, aunque no lo lleve a la práctica, ya estamos coloca-


w

dos frente a la aceptación de que se puede sancionar la propagación de una


w

idea política y todo queda reducido a determinar cuáles ideas políticas son
aquellas cuya propagación debe sancionarse, cómo se les sanciona y quién
las sanciona. Pero el fondo del problema queda ya dilucidado. Se puede
sancionar legítimamente a quien propaga una idea política en determinados
casos, en razón del contenido de esa idea.
En esa línea, el precepto constitucional aprobado no es ciertamente
el único posible y podrían formularse muchos otros alternativos que se
estimaran iguales o mejores en su texto. Nadie puede tener la pretensión de
haber logrado en un artículo la formulación más perfecta posible imaginable
para un determinado propósito, aunque la aprobada me parece básicamente
satisfactoria en su propósito de excluir las doctrinas totalitarias o
violentistas de la vida cívica. Además, y en todo caso, estimo que se trata de
una opción lícita, legítima y que —insisto— conceptualmente no diverge
en el fondo de lo que ha planteado el 'Grupo de los 24' y de lo que más

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 491

sucintamente planteó recién el profesor Cumplido. El 'Grupo de los 24', en


el mismo documento, señala que los partidos políticos, para ser reconocidos
como tales, deben expresar en su declaración de principios su adhesión a una
serie de conceptos. Su adhesión a los principios y normas que se estiman
fundamentales para el sistema democrático, explicitando entre otros, el
respeto y promoción de los derechos humanos; la generación y renovación
periódica de las autoridades por voluntad popular; la aceptación de las
decisiones de la mayoría y el resguardo de los derechos de la minoría; el
pluralismo ideológico y el rechazo de la violencia armada como método de
acción política contrario a los principios democráticos, o sea, se les exige a
los partidos que adhieran a todas estas ideas para existir legalmente y puede
suceder (y es evidente que sucede) que hay un grupo grande de personas que
no adhieren a estas ideas y que podría reclamar el supuesto legítimo derecho

l
—según el contradictorio enunciado doctrinario del mismo 'Grupo de los

.c
24'— a decir 'nosotros no estamos de acuerdo con eso y no tenemos por qué
ile
suscribirlo, ya que sostenemos una idea contraria a uno o varios de esos
principios'. De manera que yo creo que el problema está reducido a ver
h
cómo se formula la proscripción correspondiente, porque de acuerdo al
punto de vista 'del Grupo de los 24' y del profesor Cumplido, al que no
pc

adhiere a esas ideas no debería admitírsele a la participación política. Hay


una diferencia muy grande —y creo que es importante subrayarla— entre
e

proscribir solamente el uso de la violencia o proscribir también un objetivo


.c

que no sea procurado a través del uso de la violencia, pero cuyo contenido
w

sea antidemocrático y en esto el 'Grupo de los 24' de hecho admite lo


segundo, aunque lo haga a regañadientes y contradiciendo su enunciado de
w

que no puede excluirse ninguna ideología política.


w

Quiero hacerme cargo de una observación final para terminar por


razones de tiempo. Creo que la declaración de los derechos humanos de las
Naciones Unidas es una buena referencia, pero no suficiente, en la materia.
Por ejemplo, me parece que el derecho de propiedad no está garantizado de
manera satisfactoria. Se puede perfectamente establecer o propiciar la
colectivización de todos los medios de producción sin violar la letra de la
declaración de los derechos humanos de las Naciones Unidas y yo creo que
no hay democracia —ni mucho menos libertad— en un régimen donde
exista colectivización de todos o de la generalidad de los medios de produc-
ción. Allí estamos, por ejemplo, en presencia de un punto en que dicha
declaración de derechos humanos no parece satisfactoria, de manera que con
la mera adhesión a la declaración de los derechos humanos de las Naciones
Unidas no tenemos una suficiente garantía de respeto a los derechos que son
requisito de un régimen democrático. Señalaba también el profesor

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


492 ESTUDIOS PÚBLICOS

Cumplido la necesidad de especificar las conductas antidemocráticas y se


quejaba de que el artículo 8º de la Constitución lo ve demasiado amplio e
interpretable en términos diversos. Es claro que puede serlo, como toda
jurisprudencia sobre un precepto jurídico. Pero eso es inevitable y, más
aún, en materias como ésta me parece indispensable darle esta fluidez
interpretativa. El propio documento del 'Grupo de los 24' al que he aludido,
dice que el estatuto constitucional de los partidos políticos debiera establecer
qué conductas deben considerarse atentatorias a los principios de lealtad
democrática y al orden democrático. Sin embargo, agrega el documento
inmediatamente después que el Tribunal Constitucional, mediante una
interpretación actualizadora del estatuto en los casos de que conozca, podrá
estimar que contravienen esos principios de lealtad democrática, conductas
no tipificadas que constituyan una infracción grave de esos principios'.

l
¿Qué fluye de esta proposición? La evidencia que han tenido sus

.c
redactores de que ninguna tipificación podría ser suficientemente exhaustiva
ile
y que debe dejarse un margen razonable a la labor jurisprudencial. Por eso es
inevitable dejarle un margen a la jurisprudencia para que interprete la norma,
h
y el que la jurisprudencia lo haga bien o mal es naturalmente el riesgo al
pc

que siempre estará expuesta la aplicación del derecho, entregada a tribunales


formados por seres humanos. Darles a dichos tribunales la composición y
las normas procesales más adecuadas minimiza ese riesgo, pero jamás podrá
e

eliminarlo y mucho mayores pueden ser los riesgos de pretender normas


.c

jurídicas de tal detallismo descriptivo, que pudieren derivar en 'camisas de


w

fuerza' o, por el contrario, en preceptos estériles para los propósitos ético-


sociales que el derecho persigue."
w
w

SEGURIDAD NACIONAL EN
LA CONSTITUCIÓN DE 1980*

1. Un concepto y no una doctrina

Ante todo, debe entenderse que para la institucionalidad vigente en


Chile, la seguridad nacional es un concepto. No es una doctrina, ni mucho
menos una ideología.

*Jaime Guzmán E., "Seguridad nacional en la Constitución de 1980",


Revista de Derecho Público, 37 y 38 (1985).

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 493

Formulo esta afirmación del modo más directo y enfático, por cuanto
son nutridos y constantes los ataques que se dirigen a la supuesta doctrina de
seguridad nacional que inspiraría la Carta Fundamental vigente y las demás
normas jurídicas que se han dictado o deberán dictarse conforme a ella.
Según tales críticos, la denominada doctrina de seguridad nacional no sólo
encerraría conceptos incompatibles con la esencia del sistema de gobierno
que caracteriza a las democracias occidentales, sino que además resultaría
opuesta a los derechos naturales inherentes a la persona humana.
Tales apreciaciones podrán quizás ser válidas respecto de ciertos
enfoques que por alguno se ha dado al tema en otros países de América
Latina, pero no es en absoluto procedente para entender y juzgar adecuada-
mente la actual Constitución Política de Chile y la institucionalidad que de
ella emane.

l
.c
ile
2. Un elemento del bien común

En efecto, el artículo de la Carta Fundamental vigente señala expre-


h
samente que "el Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad
pc

es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las


condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de
e

la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible,


.c

con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución


establece".
w

Este precepto, que sirve de portada al texto constitucional, a la vez


w

que preside toda su línea gruesa, sintetiza la real doctrina filosófica que lo
w

guía, cual es la de reconocer que el ser humano está dotado de una dignidad
espiritual y trascendente, de la cual dimanan derechos inherentes a una
naturaleza —anteriores y superiores al Estado— que éste puede y debe
regular en su ejercicio, pero jamás desconocer o calcular.
Tan inequívoco resulta lo expuesto, que el artículo quinto de la
misma Constitución establece, por vez primera en nuestra historia jurídica,
que el ejercicio de la soberanía reconoce como límite el respeto a los
derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana.
La virtual definición del bien común que asume el artículo primero
de la Carta Fundamental está inserta en la mejor tradición del pensamiento
occidental y de los valores humanistas que defienden y enaltecen la dignidad
de todo ser humano.
Cierto es que no resulta frecuente que los documentos constitucio-
nales sean tan explícitos para incluir conceptos doctrinarios. Normalmente,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


494 ESTUDIOS PÚBLICOS

éstos permanecen más bien como el trasfondo que inspira e ilumina los
preceptos jurídicos, en cuanto parte del acervo cultural del pueblo llamado a
darles vida. Sin embargo, la experiencia sufrida por Chile entre 1970 y
1973 resaltó con crudeza la dramática amenaza que acecha a un ordenamiento
jurídico cuando él es utilizado por una doctrina totalitaria que, como el
marxismo, tergiversa e invierte el sentido de todos los conceptos y expre-
siones. De allí desprendió el constituyente de 1980 la conveniencia de
explicitar la finalidad del Estado en la forma señalada, entregando así no
sólo un sólido norte conceptual orientador, sino también un valioso
elemento jurídico interpretativo para todos quienes, en cualquier carácter,
deban aplicar el resto de los preceptos constitucionales, legales o
administrativos.
Ningún sistema niega jamás que la finalidad del Estado sea el bien

l
común, pero los totalitarismos lo postulan con un contenido radicalmente

.c
antagónico respecto de la concepción que adopta y explicita la Carta
Fundamental chilena. ile
Para las doctrinas totalitarias, el Estado es erigido en una especie de
super-persona, frente a la cual los seres humanos particulares carecen de toda
h
trascendencia y pasan a convertirse en simples piezas o engranajes del
pc

aparato estatal y de sus objetivos, para cuya obtención les parece lícito
atropellar todo derecho de las personas. Más aún, lo que ocurre al endiosarse
e

el Estado, es que cualquier derecho personal se entiende sólo circunscrito a


.c

la esfera en que su ejercicio sea compatible con los omnipotentes objetivos


w

estatales.
De ahí que diste de ser un azar que los totalitarismos suelan identifi-
w

car el bien común con el de un determinado sector de la población, como


w

ocurre en el marxismo respecto de la llamada clase proletaria, o tiendan a


asimilarlo con una mal entendida exaltación de una determinada nación,
confundida con la de su todo colectivo estatal, como sucede en el fascismo.
Tales reduccionismos o desviaciones brindan a quienes detentan el
poder totalitario la posibilidad de administrarlo, de modo de aniquilar como
presuntos enemigos o remoras para la seguridad o el progreso del Estado
a todos cuantos se opongan a sus designios, con la ventaja de ha-
cerlo bajo una formulación doctrinaria, que a veces es creída con el fana-
tismo propio de los mitos y otras veces sólo utilizada en cuanto pretexto de
afanes de poder. Pero sea por auténtica convicción utópica o bien por cínica
fachada, he ahí el origen de los monstruosos genocidios que nuestro siglo
ha conocido como fruto de diversos sistemas totalitarios, algunos de los
cuales aún configuran en el mapa mundial la extendida geografía de la
opresión.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 495

Entendido, en cambio, el bien común como lo asume nuestra Cons-


titución Política, es decir, como el conjunto de condiciones sociales que les
permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional
su mayor realización espiritual y material posible, cualquier enfoque
totalitario se estrella de modo irremediable e insalvable
Por el contrario, el referido concepto del bien común exige, en una
lógica proyección de considerar a cada ser humano como el eje y destinatario
de la convivencia organizada, el reconocer también a la familia como núcleo
fundamental de la sociedad, y a los cuerpos intermedios a través de los
cuales las personas buscan satisfacer diversos fines parciales de su exis-
tencia, como entes dotados de autonomía para perseguir sus propios objeti-
vos específicos. Ambos principios se encuentran consagrados expresamente
por el mismo artículo primero de la Carta Fundamental.

l
De lo expuesto queda meridianamente claro que cuando el inciso final

.c
de la citada norma jurídica señala que, entre otros, es deber del Estado
ile
resguardar la seguridad nacional, está aludiendo a uno de los diversos
elementos del bien común, sujeto a éste en su concepción y en sus apli-
caciones prácticas. No se trata, por tanto, de una finalidad distinta y so-
h
breañadida del Estado, porque el bien común general representa el único
pc

fin supremo del Estado. La seguridad nacional es, por ende, un com-
ponente o medio para lograr el bien común general y jamás podría pro-
e

piciarse como un fin equivalente —ni menos superpuesto— a éste. Allí


.c

radica la clave de su plena concordancia con los valores inherentes a la


dignidad humana, y con las bases esenciales de un régimen democrático
w

occidental como el que diseña el resto del articulado permanente de la misma


w

Constitución Política.
w

Así se explica que el constituyente destaque como deberes del Estado,


junto con el de resguardar la seguridad nacional, los de dar protección a la
población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la
integración armónica de todos los sectores de la nación y asegurar el derecho
de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida
nacional.
Nadie podría pretender que ello aspira a ser un enunciado exhaustivo
de la misión del Estado. El bien común general reviste múltiples otras
dimensiones tan o más importantes que ésas que el texto constitucional
enuncia por vía ejemplar. Fluye así de manifiesto que dicha enumeración no
tiene otro alcance que el de resaltar algunas expresiones del bien común a
las cuales contemporáneamente se les atribuye particular relevancia práctica.
Pero no temo ser reiterativo para insistir en que todas ellas, lo mismo que
el respeto al principio de las autonomías sociales y al principio de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


496 ESTUDIOS PÚBLICOS

subsidiariedad que de él se deriva, conforman elementos o manifestaciones


del bien común general y están sometidas al contenido de éste.

3. Contenido de la seguridad nacional

No es mi propósito ofrecer aquí ninguna definición acabada de la


seguridad nacional como concepto. Pienso, incluso, que intentarlo en tal
carácter arriesga empequeñecer sus alcances, peligro común a muchas
definiciones de los valores más ricos de la convivencia social.
Sólo deseo subrayar que la seguridad nacional reclama emprender
aquellas acciones y dar forma o afianzar aquellas realidades que permitan o
faciliten al Estado alcanzar sus objetivos en mejor forma y medida, en el

l
bien entendido ya consignado de que dichos objetivos deben ordenarse al

.c
bien común general, conciliándose así con el resto de los elementos que lo
componen. ile
Todavía más. De ello brota otra consecuencia que nos va indicando
cómo las apreciaciones antedichas, inevitablemente abstractas en sus
h
formulaciones, se encuentran —sin embargo— preñadas de conclusiones de
pc

la mayor trascendencia práctica. Lo que hay es que sólo desde firmes raíces
filosóficas puede abordarse y ejercerse la política con caracteres profundos,
e

serios y consistentes.
.c
w

4. Exigencias éticas de los medios que se empleen


w

Me refiero específicamente a que el contenido mismo del bien común


w

alumbra la evidencia de que estamos ante un fin que acota los medios
admisibles desde una perspectiva ética. La clásica sentencia moral de que el
fin no justifica los medios, emerge aquí con particular claridad y
trascendencia. Y es que, al fin de cuentas, nunca hay que olvidar que los
medios condicionan el fin. Un objetivo originalmente lícito deviene en
ilícito, si para procurarlo ha de recurrirse a medios intrínsecamente
ilegítimos. Si para conseguir un supuesto orden de relación adecuado para la
perfección de las personas —que en eso consiste el bien común— se
acudiere a medios inmorales, el resultado no sería tal orden adecuado, sino
un desorden inadecuado, que lejos de facilitar el perfeccionamiento de las
personas, contribuiría a dificultarlo.
Por eso, la verdadera seguridad nacional debe cuidar muy
especialmente el rigor ético de los medios que se emplean para resguardarla.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 497

5. La seguridad nacional y sus responsables

De otra parte, conviene refutar la errónea —aunque frecuente—


creencia de que la seguridad nacional sería un concepto propio tan sólo del
ámbito castrense y cuya responsabilidad correspondería —prioritaria o
exclusivamente— a las Fuerzas Armadas. Nada más inexacto.
Como acertadamente lo señala el artículo 90 de nuestra Constitución
Política, las Fuerzas Armadas "son esenciales para la seguridad nacional". Y
lo son, porque es obvio que sin ellas ésta no podría garantizar ni afianzarse.
Pero la propia Carta Fundamental, en su artículo 22, señala que es deber de
todo chileno "contribuir a preservar la seguridad nacional". La responsa-
bilidad en tal sentido recae, pues, en cada chileno y ninguno puede legíti-
mamente sustraerse a su aporte respectivo. Ciertamente que ella compete de
modo preferente a las autoridades y, en especial, al Presidente de la

l
.c
República, quien, en cuanto Jefe de Estado, es el supremo responsable de su
resguardo. Pero también incumbe a cada hijo de esta tierra.
ile
La trilogía entre las autoridades constitucionales encabezadas por el
Jefe del Estado, las Fuerzas Armadas y cada uno de los chilenos sobresale
h
así en la diversa —pero armoniosa e ineludible— responsabilidad de que la
pc

seguridad nacional se vea efectivamente preservada y fortalecida.


e
.c

6. Seguridad nacional y Constitución de 1980


w

Ahora bien, para aproximarse a las implicancias más específicas del


w

concepto de seguridad nacional que asume las institucionalidad vigente,


habría muchas opciones posibles, similarmente interesantes. Permítaseme
w

que, dentro de los límites de una exposición de esta naturaleza, sólo me


remita a cuatro de ellas: la libertad de las personas, su seguridad, la identidad
histórico-cultural de la nación y el imperativo del gobierno eficiente.

a) Libertades personales y seguridad nacional

En primer término, la seguridad nacional exige respetar y potenciar


la libertad de las personas, porque sólo una comunidad de hombres libres
posee la vitalidad suficiente para tender con éxito hacia los objetivos que el
Estado se proponga. La libertad es el fundamento de la responsabilidad
moral y el motor del espíritu creativo y emprendedor en las más variadas
manifestaciones de la cultura y del desarrollo económico-social. Es el alma

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


498 ESTUDIOS PÚBLICOS

y la impronta de las más nobles aventuras y de las más señeras realizaciones


que registra la historia humana.
En ese sentido, la Constitución vigente, en su capítulo tercero,
robustece en forma sustantiva los derechos y libertades de las personas,
comparativamente con nuestro ordenamiento constitucional precedente.
Es así como junto a la consolidación de los derechos clásicos
consagrados en la Carta de 1925, el nuevo texto constitucional incorpora
algunos nuevos y amplía significativamente otros preexistentes. Se
explicita el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica de la persona.
Se confiere rango constitucional a la protección de la vida del que está por
nacer, mientras en tantos países de civilizaciones milenarias, y cuyos
gobiernos se erigen en paladines de los derechos humanos, hoy se legaliza
esa licencia para asesinar que implica el aborto. Se precisa que la igualdad
ante la ley prohibe tanto al legislador como a cualquiera otra autoridad

l
.c
establecer discriminaciones arbitrarias, haciendo así más inequívoca la
procedencia de los recursos de inaplicabilidad y de protección, respecti-
ile
vamente, cuando el legislador o cualquier autoridad administrativa incurra en
semejantes discriminaciones. Se consagra la igual protección en el ejercicio
h
de los derechos, incluido el derecho de toda persona a asesoramiento
pc

jurídico, aun gratuito si lo necesita. Se incorpora el derecho a la protección


y respeto a la vida privada y pública y a la honra de su persona y de su
e

familia. Se consagra una norma que se basta a sí misma para hacer efectiva,
.c

cuando procediere, la indemnización por error judicial.


Especial relieve alcanza en la Constitución vigente el ensan-
w

chamiento de los derechos cotidianos, esto es, de aquellos derechos que la


w

generalidad de los hombres ejerce diariamente para decidir su destino


personal y familiar.
w

Se robustece así el derecho de los padres a educar a sus hijos y de la


libertad de enseñanza; el derecho a la libertad de trabajo y a agremiarse o no
agremiarse, prohibiendo toda exigencia de afiliación a un sindicato, colegio
profesional o asociación gremial cualquiera para desempeñar un trabajo
determinado; el derecho a elegir entre las diversas prestaciones de salud
públicas o privadas; el derecho a desarrollar cualquier actividad económica
lícita, dentro del marco de un Estado subsidiario y no absorbente de la
iniciativa particular; el derecho a la propiedad privada sobre toda clase de
bienes, salvo los que la naturaleza ha hecho comunes a todos los hombres o
que deban pertenecer a la nación toda y una ley lo declare así, y, en fin, el
derecho de propiedad, prohibiendo que se impongan tributos manifies-
tamente injustos o desproporcionados y, sobre todo, estableciendo que en
caso de expropiación legal, el monto de la indemnización será equivalente al

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 499

daño patrimonial efectivamente causado, se fijará por los tribunales


ordinarios de justicia —y no por tribunales especiales como ocurrió, por
ejemplo, con la reforma agraria— y deberá pagarse al contado.
Nunca será suficiente insistir en la sorprendente paradoja de que
muchos de los más ardientes defensores de los derechos políticos propios de
una democracia hayan negado o persistan en minimizar el valor de estos
otros derechos cotidianos, de corte preferentemente social y económico, y
acaso aun más esenciales para el grueso de los ciudadanos que los de índole
política. ¿Cómo explicarse que se considere a alguien maduro para contri-
buir a resolver el destino global del país y se le repute inmaduro para decidir
su destino más propio y personal, contradicción flagrante en que caen los
demócratas estatistas? ¿Cómo justificar que, en nombre de la democracia, se
insista en pretender atentar contra derechos tan básicos como la libertad de

l
asociación, auspiciando reeditar las sindicalizaciones forzosas, las agremia-

.c
ciones coercitivas o las colegiaturas profesionales obligatorias, para no
ile
mencionar sino uno de los muchos ejemplos de la embestida estatista que
nuevamente arrecia contra las libertades personales, desconociendo que la
h
Carta Fundamental vigente —al afianzarlas— ha dado un paso decisivo para
hacer de Chile una futura sociedad integralmente libre?
pc

No quisiera dejar sombra de duda en cuanto al enorme valor que


atribuyo a los derechos políticos como expresiones esenciales de un
e

régimen de gobierno plenamente democrático, y que la Constitución de


.c

1980 también consagra en su debida amplitud. Lo que deseo es denunciar la


w

incongruencia de que, a pretexto de ello, se pretenda reincidir en el cerce-


namiento permanente de otras libertades personales de tanta o mayor tras-
w

cendencia que las de naturaleza política, criterio que conllevan las posiciones
w

estatistas o socializantes.
En la misma línea de fortalecer la libertad y los derechos de las
personas, la Constitución vigente incluye el recurso de protección, que
permite a cualquier persona una defensa expedita ante los tribunales de
justicia respecto de cualquier acto u omisión arbitrario o ilegal, sea que éste
provenga de la autoridad o de otro particular, y que prive, perturbe o
amenace un derecho cuya naturaleza permita su restablecimiento por un
órgano judicial, enumerándose taxativamente cuáles son esos derechos.
En cuanto la libertad constituye un elemento clave para una mayor
seguridad nacional, no cabe duda que el régimen permanente consagrado en
la Carta Política de 1980 representa uno de los mejores avances de toda
nuestra historia jurídica.
Se ha argüido que ese progreso se vería enturbiado y hasta anulado
por los preceptos constitucionales relativos a los estados jurídicos de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


500 ESTUDIOS PÚBLICOS

excepción. Considerar este reparo nos conduce a adentrarnos en el segundo


aspecto con que deseo vincular el tema de la seguridad nacional, vale decir,
el de la seguridad de las personas.

b) Seguridad de las personas y seguridad nacional

Libertad y seguridad personales se presentan, a veces, con una


dinámica tensión de contrapuntos. Si la libertad se exagera hasta amenazar
la legítima seguridad de terceros, aquélla deriva en libertinaje o anarquía. Y
si la seguridad se excede hasta límites que constriñan la libertad creadora y
las diversidades sociales inherentes a ella, se cae en la opresión o en la
tiranía. Sin embargo, ello no quiere decir que libertad y seguridad sean

l
conceptos antagónicos, sino al contrario, de estrecha interdependencia e

.c
indispensable armonía.
ile
La seguridad nacional es indisoluble de la seguridad de las personas.
Olvidarlo conduce a las falsas doctrinas de seguridad nacional de signo
h
totalitario, que en caso alguno resultan aceptables para la institucionalidad
chilena.
pc

— Amenazas principales a la seguridad personal


e
.c

Ahora bien, la seguridad de las personas se ve hoy agredida por dos


w

realidades íntimamente ligadas. Una, la subversión que impulsa el


imperialismo soviético a través del marxismo-leninismo, bajo múltiples
w

manifestaciones —algunas incluso muy sutiles— en todos los países que


w

aún no han sido satelizados bajo su égida. La otra, el terrorismo. No


resultaría serio sostener que toda actividad terrorista organizada del mundo
tenga su origen en el comunismo internacional, porque es notorio que la
hay de signos diversos. Pero nadie puede tampoco, con mediana objetividad,
ignorar que la abrumadora mayoría de la vasta red terrorista internacional que
hoy asuela a casi todo el orbe es efectivamente el rostro más cruel, brutal y
cobarde de los afanes subversivos del hegemonismo soviético, según lo
acreditan informes internacionales especializados de insospechable rigor
técnico.
La Constitución vigente, en su artículo noveno, declara que el
terrorismo, en cualquiera de sus formas, es esencialmente contrario a los
derechos humanos. Acto seguido, establece normas del máximo rigor para
los delitos que la ley califique como conductas terroristas.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 501

Con todo, sería ingenuo situar el combate antiterrorista y antisub-


versivo en el solo campo de la normativa jurídica. La experiencia indica que
su desenlace se dilucida en la acción práctica para descubrir sus nidos y
desarticular sus engranajes. Y es en este punto donde creo menester plan-
tearse del modo más claro y categórico posible.
La lucha contra la subversión y el terrorismo enfrenta hoy un doble
peligro para su recta eficacia.
Por una parte, asistimos a una vasta y sistemática campaña inter-
nacional orquestada por el imperialismo soviético, cuyo propósito apunta a
inhibir o retraer de ese combate a los gobiernos de todos los países libres
del mundo, so pretexto de acusar como violatoria de los derechos humanos
cualquier acción destinada a reprimir el flagelo terrorista o la amenaza
subversiva. Como bien dijo el Presidente del Perú Fernando Belaúnde, quien
por combatir a la sanguinaria guerrilla de "Sendero Luminoso" termina su

l
.c
gobierno siendo blanco de ataques e investigaciones de presuntos atentados a
los derechos humanos, pareciera pretenderse que el terrorismo hubiese que
ile
enfrentarlo sin que sus agentes de violencia sean tocados "ni con el pétalo de
una rosa".
h
Considero indispensable que la ciudadanía no se deje atrapar por los
pc

enfoques parcializados, unilaterales y meramente emocionales con que la


aludida campaña internacional busca perturbar los criterios. Si los gobiernos
e

de los países que el comunismo aún no domina se debilitan o claudican en


.c

su lucha antiterrorista y antisubversiva, estarían —entonces sí— violando


por omisión los derechos humanos, al no protegerlos como es su deber,
w

situación que suele suceder, pero que jamás he visto denunciada en ningún
w

foro internacional ni en ningún comité de defensa de los derechos del


hombre.
w

Más aún, semejante atentado por omisión a los derechos humanos


podría convertirse en el puente de plata para que, en definitiva, se impusiera
un régimen totalitario que conculcaría todo derecho humano, con caracteres
irreversibles, como hoy lo sufre dramáticamente media humanidad.
No obstante, y por otro lado, aflora también el peligro de que en ese
difícil combate se incurra en excesos o abusos que desborden manifies-
tamente la mera rudeza que le es intrínseca, cayendo también de lleno en
terrenos de clara inmoralidad.
Este otro extremo entraña tanta gravedad como el anterior, porque el
éxito en el combate antiterrorista y antisubversivo requiere del activo apoyo
de la ciudadanía, la que sólo estará dispuesta a prestarlo en cuanto advierta
un marco ético sólido que lo valide.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


502 ESTUDIOS PÚBLICOS

La justa ecuación entre eficacia antiterrorista o antisubversiva y


respeto a los derechos de las personas ha sido y será siempre difícil, pero
ella constituye el gran desafío para quienes creemos en la necesidad de actuar
dentro de rectos parámetros éticos y legales.
Por eso, considero imperioso y urgente que el aparato judicial y
administrativo del Estado tenga éxito en aclarar sucesos recientes de todos
conocidos, que afectan seriamente la seguridad de las personas.
Declaraciones y actitudes gubernativas y judiciales ofrecen signos
auspiciosos de que tal esclarecimiento se logrará en plenitud y con rigor,
para el bien del país y del prestigio de sus autoridades.

— Referencia a los estados jurídicos de excepción

l
Otro aspecto de gran trascendencia en esta dimensión del tema, como

.c
lo esbocé recién, está representado por los estados jurídicos excepcionales.
Desbordaría el ámbito de esta exposición ahondar en sus
ile
interesantísimos problemas y pormenores jurídicos.
Sólo juzgo del caso hacer presente que el constituyente de 1980,
h
siguiendo una clara tradición jurisprudencial chilena muy anterior a 1973,
pc

excluyó la posibilidad de que los tribunales de justicia entren a calificar los


fundamentos de hecho que la autoridad administrativa competente tenga para
e

aplicar a determinadas personas ciertas restricciones a algunos de sus


.c

derechos, dentro de las atribuciones jurídicas propias del estado de excepción


vigente de que se trate.
w

No desconozco las complejidades y aristas polémicas del tema. A


w

pesar de ellas, el criterio seguido se ve abonado por sólidas razones.


No parece apropiado que tribunales de justicia entren a formular
w

ponderaciones eminentemente políticas y ajenas a la órbita judicial, como


determinar si una persona es o no presuntamente peligrosa para la seguridad
del Estado, y, de serlo, en qué grado. No se está allí frente al juicio de si
una conducta ya producida es o no delictual, sino ante apreciaciones
preventivas sobre si presumibles actuaciones futuras de alguien acarrean o
no un peligro para la seguridad del Estado, rasgo que es precisamente lo que
más tipifica a los estados jurídicos excepcionales, diferenciándolos de la
regulación jurídica propia para la normalidad social. Subrayo este punto
porque me ha sorprendido últimamente constatar su ignorancia, incom-
prensión u olvido por muy destacados juristas.
Asimismo, no cabe perder de vista que sólo la autoridad político-
administrativa tiene los medios —y consiguientemente la responsabilidad—
de procurar que se supere la anormalidad cívica que justifica implantar un

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 503

determinado estado de excepción. ¿Cómo entregar entonces a los tribunales


de justicia facultades que los investirían en virtuales administradores o
conductores políticos de los estados jurídicos excepcionales, si ellos carecen
de la posibilidad —y consecuentemente de la responsabilidad— de garantizar
el éxito normalizador que permita levantar oportuna y adecuadamente esas
restricciones?
Con todo, el predicamento optado por el constituyente no fue ciego
ante el riesgo de que la autoridad político-administrativa emplee abusiva-
mente sus atribuciones extraordinarias en tan delicada materia como restrin-
gir los derechos de las personas. Y es por ello que en los artículos 40 y 41,
la Carta Fundamental de 1980 diseñó un contrapeso básico, en virtud del
cual ningún estado de excepción puede declararse sin previo acuerdo de un
órgano independiente del gobierno, que para el estado de sitio es el

l
Congreso Nacional, y para los demás, el Consejo de Seguridad Nacional.

.c
Más aún, respecto de los estados excepcionales políticamente más conflic-
ile
tivos, que son los de sitio y de emergencia, ellos se declaran por un plazo
fijo de noventa días, para cuya prórroga se requiere nuevamente del acuerdo
h
del mismo órgano independiente del gobierno, el que así puede evaluar no
sólo si se justifica mantener el correspondiente estado de excepción, sino
pc

también si el uso que de él haya hecho la autoridad administrativa aconseja


o no prolongarle las facultades extraordinarias del caso.
e

De ahí que cabe lamentar que el articulado transitorio de la Consti-


.c

tución vigente no se haya ajustado del todo a ese mismo criterio de su arti-
w

culado permanente, porque de haberlo hecho, muchas de las críticas que se


formulan al texto constitucional se habrían visto obviadas o neutralizadas.
w
w

c) Identidad histórico-cultural de Chile y


seguridad nacional

En tercer lugar, formularé algunas breves reflexiones en torno al


vínculo entre seguridad nacional y la identidad histórico-cultural de la
nación.
Uno de los rasgos distintivos de nuestra idiosincrasia ha sido el
tradicional respeto tolerante hacia las discrepancias. Porque la libertad
humana lleva consigo el disenso. Chile ha sabido encauzarlo, no sin
períodos en que su equilibrio con el orden se viera seriamente dificultado.
Allí surgió la búsqueda de una autoridad fuerte, pero jamás despótica, en la
que la intuición popular ha visto la garantía para que la discrepancia cívica
no derive en un caos social.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


504 ESTUDIOS PÚBLICOS

Sin embargo, la lógica indica —y la experiencia entre 1970 y 1973


así lo reafirmó— que toda convivencia civilizada requiere de ciertos valores
mínimos que se respeten como cimiento para que las legítimas y naturales
discrepancias no desborden hacia la anarquía o la guerra civil.
Normalmente, la adhesión a esos valores que perfilan el ser nacional
brota como fruto de un consenso espontáneo que ningún sector relevante del
país discute o amenaza. Pero cuando ese consenso se destruye, resulta
forzoso explicitarlo en términos que fijen el marco aceptable del pluralismo
político, más allá del cual éste pierde las raíces de su legitimidad.
Por otra parte, nadie puede invocar con fundamento los derechos
políticos para alguien que pretende utilizarlos con el declarado propósito de
abolirlos una vez que alcanzara la plenitud del poder político.
Así como la trágica aventura del nacionalsocialismo hitleriano hizo

l
que Alemania Federal, en la Constitución de Bonn de 1949, se precaviese de

.c
reeditar una fórmula democrática que, como la República de Weimar, se
ile
prestara de trampolín para el acceso del totalitarismo al poder, la dura
experiencia marxista vivida por Chile bajo la llamada Unidad Popular llevó
h
a nuestro país a una conclusión análoga, hoy traducida en el artículo octavo
de nuestra Carta Fundamental.
pc

— Diferencias radicales entre totalitarismo y pluralismo limitado


e
.c

No es ésta la ocasión para abundar en la defensa de la esencia de esta


w

norma que algunos demócratas persisten en atacar. Sólo quiero refutar la


falacia de que ello supondría hacer lo mismo que los totalitarios, sólo que al
w

revés. Quienes así argumentan olvidan tres diferencias básicas entre uno y
w

otro predicamento.
Primera, que mientras los totalitarismos aceptan una sola ideología
que proclaman oficial del Estado, la institucionalidad chilena vigente
permite un amplio pluralismo, limitándose sólo a proscribir el activismo
proselitista de ciertas doctrinas extremas, particularmente las totalitarias y
violentistas. Segunda, que mientras los totalitarismos condenan a los
disidentes de la ideología oficial y única a través de tribunales dependientes
del gobierno, nuestra institucionalidad vigente encomienda las sanciones por
el activismo proselitista en favor de doctrinas totalitarias o violentistas al
Tribunal Constitucional, plenamente independiente del gobierno. Y tercera,
que mientras los totalitarismos privan a los disidentes de todos sus derechos
humanos básicos, enviándolos a campos de concentración u hospitales
psiquiátricos —cuando no quitándoles la vida—, el mencionado precepto
constitucional chileno castiga a sus infractores sólo con la suspensión

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 505

temporal de los principales derechos cívico-políticos, pero no afecta sus


derechos humanos más fundamentales, como la vida o la libertad, ni tam-
poco aquellos que se mueven en la esfera de la vida particular y no política
de las personas.
En esas radicales diferencias, se prueba el abismo que separa a una
institucionalidad democrática autoprotegida de un totalitarismo, del cual
justamente aspira a defenderse.

— Lucha antimarxista y proscripciones jurídicas

Lo importante, además, es que se comprenda que este precepto no


está guiado por ninguna intolerancia fanática, sino por el supremo e
ineludible deber de preservar la identidad histórico-cultural de Chile, el alma

l
misma de nuestra nacionalidad y la posibilidad de continuar discrepando

.c
democráticamente sin que se destruya el cimiento que hace posible sustan-
ciar civilizadamente dichas discrepancias. ile
Lejos estamos los defensores del criterio señalado de pensar que las
proscripciones jurídicas sean suficientes para derrotar hoy la amenaza
h
marxista. La victoria duradera en su combate depende aún en mayor medida
pc

de otros frentes de acción, como son el mejoramiento de las condiciones


económico-sociales que le reste el fértil caldo de cultivo que la miseria y la
e

ignorancia le brindan a su prédica demagógica del odio; la ya comentada


.c

eficacia en la lucha antisubversiva y antiterrorista y, sobre todo, una sólida


y razonada refutación en el plano de las ideas que sobresalga por su carácter
w

reflexivo, alejado de todo espíritu consignista, porque éste invita al rechazo


w

en el temperamento chileno y, especialmente, en las actuales generaciones


más jóvenes.
w

Insisto también hoy aquí en el error de presentar estos cuatro frentes


de lucha contra el marxismo como si fuesen disyuntivos o contrapuestos,
en circunstancias de que ellos deben entenderse sumatorios y comple-
mentarios. Cualquiera que se desatendiese podría abrir una brecha capaz de
convertirse en un forado para la penetración marxista-leninista.
Y que no se esgrima tampoco esa otra falacia de que al comunismo
le convendría la clandestinidad y no la legalidad, porque si así fuese, él
permanecería siempre sólo en el primero de los planos, desechando el
segundo. La circunstancia de que, por el contrario, utilice a fondo los ins-
trumentos de la legalidad cuando ésta se le reconoce, sin por ello renunciar a
la clandestinidad en la cual persiste bajo rótulos paralelos y fórmulas
disfrazadas, comprueba palmariamente cuánto valor asigna el marxismo-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


506 ESTUDIOS PÚBLICOS

leninismo a que se le permita hacer uso de los instrumentos legales propios


de una democracia.
Al evitar que el comunismo se valga de la democracia para destruirla,
no sólo estamos defendiendo la estabilidad de nuestro futuro democrático.
Por encima de eso, estamos preservando la libertad de los chilenos. Y más
aún, estamos cautelando la soberanía misma de Chile, habida cuenta de la
ya señalada consideración de que el marxismo-leninismo se extiende hoy
como la herramienta ideológica del hegemonismo soviético.
Por ello, el fallo del Tribunal Constitucional del 31 de enero recién
pasado, que declaró la inconstitucionalidad del Movimiento Democrático
Popular (MDP) y de sus entidades componentes, entre los cuales destaca el
Partido Comunista, marca un hito histórico en el desarrollo de la nueva
institucionalidad chilena, que debe ser afianzado en todas sus decisivas
proyecciones.

l
.c
d) Gobierno eficiente y seguridad nacional
h ile
Finalmente, creo oportuno formular algunas apreciaciones acerca del
pc

vínculo entre la seguridad nacional y el imperativo de un gobierno eficiente.


Su íntima trabazón arranca de que mal podría el Estado alcanzar las
e

realizaciones y despejar los obstáculos que le permitan satisfacer sus


.c

objetivos si no contara con un gobierno eficiente que lo haga posible.


Desde esta perspectiva, la Constitución Política de 1980 recoge la
w

esencia de la tradición chilena, al consagrar la democracia como forma de


w

gobierno, a cuya plena vigencia habremos de llegar entre 1989 y 1990.


Con todo, quizás lo más valioso y saliente del nuevo texto
w

constitucional consiste en su formulación de nuestra democracia hacia el


porvenir, tan incisiva para contemplar las rectificaciones que el colapso de
nuestra vieja democracia demostró necesarias, como creadora para introducir
nuevos esquemas e instituciones capaces de proyectarla con eficiencia,
estabilidad y sentido de futuro.

— Constitución de 1980: una democracia realista para Chile

Sobre pilares esenciales comunes, la democracia admite y registra en


el mundo muy diversas formulaciones. El gran mérito de la Constitución de
1980, semejante al que para su época tuvo la Carta de 1833, radica en que
ella plasma una democracia posible para la realidad chilena, en vez de ceder a
utopismos dogmáticos y teorizantes de quienes se creen forzados a tras-

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 507

plantar a Chile modelos políticos ajenos a nuestra idiosincrasia y a nuestras


limitaciones, tal como ocurrió entonces con ciertos políticos e ideólogos
que combatieron tenazmente al régimen portaliano.
Ahí está, a mi modo de ver, la fuente última de los ataques que la
mayoría de la clase política y de los académicos de laboratorio dirige el
fortalecimiento de la autoridad presidencial que la Constitución vigente
consagra resueltamente.
No en vano, en permanente contradicción con esas dirigencias, el
instinto más puro del pueblo chleno le ha hecho siempre buscar en la
autoridad presidencial vigorosa el arbitro supremo del devenir político
nacional y la única defensa institucional eficaz de quienes no tienen voz,
frente a los intereses de los grupos de presión que fácilmente se transforman
en los privilegiados de un Parlamento que no comparte funciones ni
responsabilidades gubernativas.

l
.c
— Vigorización presidencialista en nuestra evolución constitucional
ile
Y tampoco es casualidad ni arbitrio que las tres grandes reformas
h
constitucionales pertinentes aprobadas en nuestro siglo, bajo el impulso de
pc

don Arturo Alessandri en 1925, de don Juan Antonio Ríos en 1943, y de


don Eduardo Frei en 1970, hayan seguido una línea de continuidad en el
e

robustecimiento del poder presidencial frente al Congreso Nacional, a pesar


.c

de la muy diversa actitud que ellos mismos habían asumido frecuentemente


como parlamentarios, antes que se vieran abocados a la muy ardua
w

responsabilidad de gobernar. Fue ésta la que los condujo a una saludable


w

rectificación de muchos de sus criterios previos en la materia.


Si a ello se agrega que lo establecido en este tema por la Cons-
w

titución de 1980 se atiene casi literalmente a lo propuesto por el proyecto


del Consejo de Estado, que encabezaran los ex Presidentes de la República
don Jorge Alessandri y don Gabriel González Videla, se advierte que nuestra
actual Carta Fundamental se inserta al respecto en nuestra más fiel tradición
republicana, y que motejarla por este concepto de antidemocrática linda en el
ridículo, ya que tal juicio habría de hacerse extensivo a hombres de tan
larga, probada y profunda vocación democrática como los gobernantes
mencionados.
Conviene precisar que tal camino en nada pugna con el concepto de
un Estado subsidiario. Lo que éste circunscribe es el ámbito propio del
Estado en relación con los particulares. El problema en cuestión es otro.
Consiste en determinar cómo se ejerce aquel poder estatal debidamente
dimensionado según el principio de subsidiariedad.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


508 ESTUDIOS PÚBLICOS

Ahora bien, descartada la opción del parlamentarismo por extraña a


nuestra mejor tradición histórica y por inaplicable a nuestra realidad
práctica, se torna imperioso resolver el nudo gordiano de la estructura del
poder, consistente en quién ejerce la conducción política con la indispen-
sable coherencia para hacerla eficaz.
La idea de un Parlamento que legisle y un Gobierno que sólo
administre y ejecute, no pasa de ser una lucubración teórica trasnochada,
inexistente en la experiencia de los sistemas de gobierno presidenciales. La
tarea de legislar resulta de tal modo gravitante en la función de conducir al
país, que ella no puede ser ajena al gobierno, fenómeno que en Chile ha
conducido a dotar al Presidente de la República de crecientes facultades
colegisladoras a través del tiempo.
Igualmente anacrónica y errada se ha demostrado en nuestro país la
pretensión de que el Congreso sea el único principal contrapeso del poder

l
.c
presidencial. Y ello por algo muy simple. Al enfrentarse dos voluntades
políticas en situación de presunto equilibrio, se abren dos hipótesis posi-
ile
bles. O el gobierno cuenta con una sólida mayoría parlamentaria, caso en el
cual el Congreso pierde en gran medida su carácter de contrapeso —en espe-
h
cial en países de partidos disciplinados como han existido en Chile— o bien
pc

tal mayoría no se produce, evento en el que el contrapeso parlamentario


efectivamente se logra, pero al inaceptable precio de la esterilidad guber-
e

nativa. La sostenida queja sucesiva de Presidentes de la República de muy


.c

distintas tendencias denunciando que el Congreso no les permitía gobernar


fue el elocuente resultado de esta segunda hipótesis, como drama constante
w

en nuestra historia política reciente previa a 1973.


w

— Presidencialismo y sus contrapesos en la Constitución de 1980


w

La Constitución de 1980 no vacila en seguir la evolución jurídica


emprendida a partir de 1925 para robustecer el poder presidencial,
manteniendo obviamente el necesario concurso parlamentario para aprobar
las leyes, la atribución del Congreso de acusar y juzgar constitucionalmente
a las más altas autoridades del país y la facultad fiscalizadora de la Cámara
de Diputados respecto de los actos del Gobierno que, contrariamente a lo que
algunos afirman, no ha sido atenuada en nada respecto de la que regía bajo el
imperio de la Carta de 1925.
Pero junto a ello, la Carta Política de 1980 añade otros contrapesos
de índole no política, sino jurisdiccional y técnica, que antes no existían o
estaban contemplados de modo considerablemente más tenue.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 509

Aparte del ya mencionado fortalecimiento de los derechos personales


y del establecimiento del recurso de protección, se afianza el imperio de los
tribunales de justicia, al facultarlos para recabar directamente la fuerza
pública a fin de hacer efectivas sus resoluciones, sin tener que recurrir para
ello a la autoridad política, como sucedía hasta 1973. Se configura un
Tribunal Constitucional de composición eminentemente técnica y jurídica,
dotado de la más alta imparcialidad política e independencia respecto del
gobierno, y de todas las atribuciones necesarias para resguardar la su-
premacía constitucional y el respeto a los límites ya reseñados para el
pluralismo ideológico-político. Se suprime el decreto de insistencia cuando
el Contralor General de la República objete un decreto por ser incons-
titucional o un decreto promulgatorio de una ley o de una reforma consti-
tucional por apartarse del texto aprobado, o un decreto con fuerza de ley por
exceder los marcos de la ley delegatoria, casos todos en los cuales el Jefe de

l
.c
Estado sólo tiene la opción de recurrir al veredicto inapelable del Tribunal
Constitucional. ile
Por otra parte, y para dificultar la demagogia en el manejo de la
política monetaria y cambiaria, particularmente a través de emisiones
h
irresponsablemente inflacionarias, se eleva el Banco Central a rango consti-
pc

tucional, con el carácter de órgano autónomo, que deberá ser regulado por la
ley orgánica constitucional permanente. Asimismo, se prohibe que el
e

Estado, sus organismos o sus empresas se endeuden con el Banco Central, o


.c

que éste les otorgue a ellos su aval, y se prohibe que cualquier gasto públi-
co o préstamo se financie con créditos directos o indirectos del Banco
w

Central, salvo caso de guerra exterior.


w

Finalmente, la Constitución de 1980 establece el Consejo de Segu-


ridad Nacional, de integración mixta cívico-militar en signo de que la segu-
w

ridad nacional compete a todos los chilenos, pero cuya función más peculiar
reside en ser la instancia por medio de la cual las Fuerzas Armadas y Cara-
bineros, a través de sus jefes máximos, participan en el quehacer nacional de
un modo eficaz para desempeñar su rol de garantes de las bases de la insti-
tucionalidad, pero a la vez prudente para cuidar que la naturaleza profesional
castrense de tales instituciones, lo mismo que su carácter jerárquico, disci-
plinado y obediente al orden jurídico sean celosamente preservados.
Casi todos los políticos democráticos reconocen que no habrá demo-
cracia estable en el futuro próximo y previsible de Chile, sin gobiernos que
cuenten con el activo concurso de las Fuerzas Armadas. Pero es hora ya más
que sobrada de que comprendan que éstas no se dejarán utilizar al modo y
gusto de las mayorías políticas de turno, sino que reclaman con razón una
fórmula jurídica acorde con su relevancia práctica y con su respetabilidad

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


510 ESTUDIOS PÚBLICOS

institucional, que el grueso de esos políticos vocean en las palabras pero


rehusan concretar en los hechos, execrando el Consejo de Seguridad
Nacional consagrado en la Carta de 1980 y sin siquiera esbozar la alternativa
que propician.
A los contrapesos frente al gobierno ya reseñados, se agrega el
denominado poder social, que fluye del reconocimiento a la autonomía de
los cuerpos intermedios y del estímulo participativo a las agrupaciones
gremiales y vecinales, en diversas e importantes expresiones de la nueva
institucionalidad.
Del conjunto de contrapesos jurisdiccionales, técnicos y sociales
antes esbozados, queda de manifiesto que quienes acusan a la Constitución
de 1980 de un presunto cesarismo presidencialista, demuestran la superfi-
cialidad de sus análisis o la ceguera de sus prejuicios.

l
Dicho del modo más claro posible, la Carta Fundamental de 1980

.c
dota al gobierno de las facultades necesarias para conducir el Estado con
ile
eficiencia y sentido homogéneo entre sus diversos ámbitos, sin que el Con-
greso pueda interferirlo indebidamente en tal tarea. Pero al mismo tiempo,
ella establece contrapesos mucho mayores que los existentes en la anterior
h
Constitución para la eventualidad de gobernantes que pudieren tender al
pc

abuso o a la demagogia.
No vacilo así en sostener, contra lo que algunos afirman, que si du-
e

rante el régimen marxista de la Unidad Popular hubiese regido la estructura


.c

de poder diseñada en la Carta Fundamental de 1980, ninguno de los pro-


pósitos abusivos o demagógicos que evidenció ese gobierno se hubiese vis-
w

to favorecido y sí muchos de ellos habrían tropezado, en cambio, con serios


w

escollos que entonces no encontraron.


Nadie debe temer, por tanto, que si las facultades presidenciales per-
w

manentes de la actual Constitución cayesen en algún futuro en manos de un


gobernante inepto o desviado, puedan acarrear mayores peligros que los del
cuadro jurídico existente en la materia antes de 1973. Todo lo contrario. La
Carta de 1980, en su articulado permanente, está cuidadosamente elaborada,
por un lado, para facilitar el buen gobierno pero, por el otro, para entrabar
los riesgos de un gobierno abusivo o demagógico. Eso representa el nervio
de su estructura de poder, y es por tal motivo que ella constituye un todo
orgánico y coherente que no podría modificarse en ninguno de sus aspectos
básicos, sin velar atentamente para que esa congruencia no se pierda.
Pienso que es ese hondo convencimiento el que debe guiarnos en una
valiente y resuelta defensa, difusión e impulso de las líneas centrales de la
Constitución de 1980, como el camino válido para una democracia viable,
eficiente y estable hacia el futuro de Chile.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 511

EL "ACUERDO NACIONAL" Y LA
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA*

Jaime Guzmán:

"Cuando fue publicado el documento que se denomina 'Acuerdo


Nacional para la Transición a la Plena Democracia', la Unión Demócrata
Independiente (UDI), movimiento al cual pertenezco, creyó su deber
plantearse de modo inmediato frente al significado que ese documento tenía
o podía llegar a tener en la vida del país. Lo hicimos señalando, en primer
lugar, y quisiera subrayarlo hoy día, que el tono moderado que exhibe su
texto es indudablemente un elemento de avance positivo respecto de la

l
conducta observada por los sectores opositores en la apertura de 1983 y

.c
1984. Añadimos que, cualquiera fuera el móvil de ese cambio o giro, ello
ile
debía ser valorado como un elemento altamente positivo.
Pienso que en la perspectiva de lo que ha expuesto esta tarde don
José Zabala, no cabe la menor duda de que cualquier impugnación que se
h
haga al texto del 'Acuerdo' o a la forma en que él ha pretendido llevarse
pc

adelante debe partir por el reconocimiento de la recta intención que ha


movido o ha debido mover a todos quienes han participado en esta
e

iniciativa. Creo que de este primer reconocimiento debiera entenderse que


.c

todas las críticas que formulo no van dirigidas a la intención del Acuerdo, ni
mucho menos a la de quienes participaron en el, sino a lo que éste
w

representa como documento político, y más que eso, como un hecho o


w

realidad política que puede irse desenvolviendo hacia adelante de muy


w

variadas maneras.
Ciertamente que la primera y más fundamental crítica que observa-
mos respecto de este documento es la extrema vaguedad genérica de casi
todos sus postulados. Esa extrema vaguedad genérica permitía presumir,
desde un inicio, que se podría darle a su texto interpretaciones muy distintas
y contrapuestas, dada la profunda heterogeneidad de los firmantes.
*
Texto de las intervenciones de Jaime Guzmán E. en seminario
organizado por el Centro de Estudios Públicos, los días 26 y 27 de noviembre de
1985, con motivo de la firma y divulgación del documento "Acuerdo Nacional
para la transición a la plena democracia".
La versión reproducida aquí no incluye las ponencias y comentarios de
los demás participantes, y corresponde a un extracto de la sesión del día 26 de
noviembre, publicada en la sección documentos de revista Estudios Públicos, 21
(verano 1986).

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


512 ESTUDIOS PÚBLICOS

Aquí quiero ser muy claro para señalar que el hecho de que personas
que siempre han discrepado en política se pongan de acuerdo y firmen un
texto en conjunto, no me parece en sí mismo algo negativo. Más aún, lleva
en principio un germen de algo positivo. Lo que sucede es que si se analiza
qué es lo que esas personas firmaron, se llega a la conclusión de que la
vaguedad genérica no constituye precisamente un consenso mínimo, sino
que es algo que se le opone, o al menos se le diferencia notablemente. Se
aproxima más bien a un paraguas que se extiende para aparecer concordando
en materias en las cuales en realidad pueden seguir divergendo, como se ha
comprobado en las últimas semanas, que realmente es lo que ocurre en este
caso.
Cuando dos personas que están en desacuerdo ceden, cada una en una
parte determinada, para ponerse de acuerdo en algo preciso, ese acuerdo pude
no ser muy extenso ni muy amplio en lo que abarque, pero tiene que ser

l
.c
nítido. Eso sólo existe en este 'Acuerdo' respecto de algunas de las 'medidas
inmediatas' que se incluyen al final de él, pero no se puede sostener lo
ile
mismo respecto del grueso del documento en los acápites que lo anteceden,
denominados 'acuerdo constitucional', y 'acuerdo económico-social'.
h
Esta extrema vaguedad genérica, suscrita por personeros que han dis-
pc

crepado profundamente y por décadas hasta el día antes de firmarla, permitía


predecir que a muchos aspectos del texto se les iba a dar, por los propios
e

firmantes, interpretaciones muy divergentes y contrapuestas. Ahora bien,


.c

esto se agravaba por el anuncio que hacían los partícipes de esta iniciativa,
de que saldrían a recolectar —masivamente— firmas de adhesión en respaldo
w

a esta iniciativa, configurando un nuevo hecho político que podría derivar en


w

un alud de desenlaces imprevisibles.


Con el objeto de colaborar de la manera más constructiva posible
w

para que si las aprensiones de la UDI eran equivocadas o excesivas, ellas


fueran satisfactoriamente aclaradas, formulé nueve preguntas a los firmantes
del 'Acuerdo' (véase Anexo), en un seminario organizado por la revista Qué
Pasa. Todas esas preguntas apuntaban a temas que, por su contenido, eran y
son vitales en el tema que nos ocupa. No quise referirme a nada que el
Acuerdo no tocara. Solamente me referí a materias que abordaba en forma
directa o en forma inplícita o indirecta.
Las nueve preguntas se orientaron a saber si el documento reconoce
o no la Constitución vigente; si reconoce o no el plazo establecido para el
actual período presidencial, y si implica o no la proscripción del Partido
Comunista, tal cual lo conocemos en Chile, independientemente de que
quien reconozca la vigencia de la Constitución debe admitir que él ya ha
sido declarado inconstitucional por el Tribunal Constitucional.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 513

También solicitaban dichas preguntas una definición de si los fir-


mantes auspician o no un régimen presidencial de gobierno, señalando
como punto de referencia al respecto el proyecto aprobado por el Consejo de
Estado, que presidiera don Jorge Alessandri y que, en esa materia, fue
sustancialmente recogido por la Constitución vigente.
Otra de mis preguntas buscaba averiguar cuál es el papel que se les
asignaba por el 'Acuerdo' a las Fuerzas Armadas en el futuro democrático de
Chile, lo cual está solamente referido en el documento por la frase de que
ellos deberán abocarse a sus 'indispensables funciones permanentes', frase
que admite la más amplia gama de interpretaciones posibles. (Es eso a lo
cual aludo como 'gelatina' cuando he usado ese término respecto del
'Acuerdo'. Otro ejemplo igualmente típico de 'gelatina' es cuando se habla
de 'una adecuada participación de los poderes Ejecutivo, Legislativo y

l
Judicial en la conformación del Tribunal Constitucional, lo que no dice ni

.c
define nada medianamente nítido y consistente.)
ile
Otra de mis preguntas apuntó al derecho a la propiedad.
Interrogué si acaso la coexistencia de la propiedad privada, mixta y
estatal de los medios de producción se postula, por ejemplo, conforme al
h
criterio del 'área de propiedad social dominante', de la Unidad Popular, o
pc

conforme al principio de subsidiariedad, o a otro criterio distinto.


Formulé también una pregunta referida al derecho de propiedad, para
e

saber si acaso las garantías que la actual Constitución establece, en forma


.c

muy precisa, en el número 24 del artículo 19 de la Constitución, son com-


partidas o no por los firmantes de este documento, y, si no son comparti-
w

das, qué enmiendas proponen.


w

Pregunté, en fin, si el 'Acuerdo' es o no compatible con que sus


w

partícipes continúen auspiciando jornadas de 'movilizaciones sociales' se-


mejantes a las 'protestas' de todos conocidas, o si el rechazo del documento
a la violencia excluye tal hipótesis.
Todas estas preguntas fueron formuladas con el mayor respeto,
teniendo especial cuidado de que no hubiera ninguna referencia a la actuación
personal de alguien en el pasado, que pudiera entenderse como el intento de
una descalificación personal o de grupo. Tampoco contenía ningún adjetivo
o calificativo que pudiese sugerir la idea de que yo pretendía erigirme como
un fiscal respecto de los firmantes de este documento, para lo cual carezco
de todo título y lo cual habría sido una pretensión absurda y nada construc-
tiva de mi parte.
Las preguntas fueron formuladas por mí —y asumidas luego oficial-
mente por la UDI— de manera objetiva y precisa, para que se esclareciera lo
que los firmantes pensaban. Creo que, mirada ya con la perspectiva de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


514 ESTUDIOS PÚBLICOS

algunos meses, toda la actuación de la UDI prestó un servicio inapreciable


al país, porque acarreó como consecuencia que los firmantes empezaran a
responder esas preguntas. Y entonces se comprobó que ellos divergían pro-
fundamente de las interpretaciones que le daban al contenido del documento
en la generalidad de los puntos sobre los cuales versaban las interrogantes.
Es así como para muchos de los firmantes el 'Acuerdo' representa la
aceptación o el reconocimiento implícito de la Constitución de 1980,
mientras que otros se adelantaron a decir que no es así, en términos que
hemos escuchado aquí reiterados. Unos dijeron que estaba implícita, por
tanto, la aceptación del período presidencial hasta 1989, y otros ma-
nifestaron que no había referencia ninguna en el documento al respecto y
que él no envolvía ningún compromiso en este punto.
Respecto de la proscripción del Partido Comunista, unos respon-

l
dieron que era inequívoco que el documento debía acarrear esa proscripción y

.c
otros situaron el punto en un terreno condicional, como aquí también se ha
ile
escuchado, mientras no faltaron quienes señalaron además que el 'Acuerdo'
no lo excluía, como fue el caso de don Carlos Briones.
Sobre el tema de las Fuerzas Armadas, no ha habido absolutamente
h
ningún pronunciamiento.
pc

Acerca del tema del régimen presidencial tampoco.


Y sobre el tema del derecho de propiedad, han surgido justamente las
e

contradicciones que preveíamos, en el sentido de que para don Carlos


.c

Briones el sistema de propiedad que él auspicia es el que configuró el


'régimen popular' (refiriéndose al gobierno de Salvador Allende), mientras
w

que para los sectores derechistas del 'Acuerdo', naturalmente que el signi-
w

ficado de las referencias al derecho de propiedad que hay en el texto revisten


caracteres muy diferentes y contrapuestos a eso.
w

Quedó en evidencia que existían profundos desacuerdos al interior de


los partícipes del denominado 'Acuerdo', en puntos que eran capitales y que
de alguna manera ésta tocaba o insinuaba tocar. Si no hubiera sido así, es
evidente que la respuesta inmediata y uniforme de ellos hubiera sido de que
estos temas no eran atinentes a la iniciativa que los congregaba. Pero como
todas eran materias muy pertinentes al 'Acuerdo', las respuestas surgieron.
Y surgieron contradictorias entre sus firmantes o partícipes.
Para procurar obviar el bochorno, se insinuó entonces la tesis de que
esto era nada más que un primer paso. Que había que entender que podían
subsistir importantes desacuerdos, incluso respecto de lo que estaban
comunicando estar de acuerdo a la opinión pública, porque se trataba sólo de
un primer paso. La pregunta que hay que hacerse, entonces, si se trataba de
un primer paso, es por qué se pretendió y se ha seguido pretendiendo

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 515

obtener firmas de respaldo para un documento que aún requiere ser precisado
por sus actores para darle una envergadura y una consistencia real, nítida y
enjundiosa.
Naturalmente, no hay por qué pedirle a un grupo de personas que se
reúne a buscar un consenso que lo logre de inmediato. Puede obtenerlo, en
una primera fase, sólo de modo embrionario, a modo de esbozo y de
borrador. Pero en ese caso, debe informarle al país que sólo ha conseguido
un esbozo o un borrador. Y añadir que seguirá profundizando el análisis del
tema hasta perfilar lo que proclaman como sus objetivos, es decir, un
consenso mínimo para dar a Chile un marco de gobernabilidad futura, sobre
la base de alcanzar también un acuerdo básico para la transición hacia esa
plena democracia.
Ninguna de esas cosas se ha logrado. La realidad del curso posterior

l
de los hechos no nos ha informado de ningún avance entre los partícipes del

.c
documento, más allá de lo que su texto inicial dice. Y sí nos vamos
ile
informando diariamente, en cambio, de dificultades o tropiezos que ellos
encuentran cada vez en mayor medida, como aquí mismo se ha reconocido
h
esta tarde.
Resulta evidente que la interpretación que se acaba de hacer en el
pc

sentido de que, en materia económico-social, este documento sentaría las


bases suficientes y razonables de una sociedad satisfactoria para el pensa-
e

miento liberal o para el pensamiento conservador (en el sentido que estas


.c

expresiones son usualmente empleadas en Chile), no puede ser aceptado por


w

don Carlos Briones y por don Luis Maira, y como un acuerdo político no
tiene más valor que el que quieran darle sus partícipes, tal interpretación
w

carece de toda validez práctica.


w

De manera que, en definitiva, estamos frente a un documento que no


es más que un esbozo, un primer borrador que, si se hubiese presentado así,
o si aun hoy se trabajara y se profundizara en la medida en que ello lo
reclama, podría haber prestado o prestar un servicio útil al país. Pero en la
medida en que se siga presentándolo como un documento acabado respecto
del cual, por una parte, se recaban adhesiones y, por otro lado, se pretende
convertirlo en un actor de la vida política, creo que sólo se induce a
confusiones muy perturbadoras.
Por tanto, termino señalando que si lo que se buscaba era favorecer
una negociación de los sectores civiles o políticos con el Gobierno, bastaba
mucho menos de lo dicho. Pero lo que ocurre es que se quiso también dar la
sensación de que la coalición representada en el 'Acuerdo' garantiza un marco
de gobernabilidad futura y que ha surgido una alternativa viable de gobierno
para Chile, aunque se diga que no se trata de un pacto político. Y entonces

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


516 ESTUDIOS PÚBLICOS

habría sido necesario mucho más de lo dicho. Por eso, en razón de exceso o
en razón de defecto, el denominado 'Acuerdo' no cumplió ni cumple hasta
ahora con fines claros que permitan estimarlo una iniciativa confiable."

Jaime Guzmán:

"En realidad no es ni fácil ni grato mi papel en esta reunión, porque


hacer de aguafiestas no es una cosa mayormente simpática para nadie. Pero
supongo que me han invitado con esa función, de modo que si no la
asumiera faltaría, creo yo, a las expectativas de los anfitriones.
Quiero fundamentalmente subrayar algunas ideas muy básicas para
dejar fijada mi posición al respecto, de manera que no haya lugar a equívoco

l
y que don José Zabala tenga la absoluta seguridad de que ella es constructiva

.c
para los nobles propósitos que él persigue.
ile
Primero, se puede llegar a un consenso mínimo, pero la expresión de
ese consenso mínimo debe ser lo más precisa posible. Y justamente durante
h
largos años, deben ser pacientes y prudentes para ir avanzando de modo
pc

gradual hasta obtenerlo, en lugar de tratar de precipitar hechos que más allá
de sus intenciones, pueden llevar a resultados muy distintos, peligrosos o
dañinos.
e

Por la propia forma en que nos ha contado don José Zabala que se
.c

desarrolló este documento, es imposible que entre todos los que


w

concurrieron a firmarlo haya habido ni el tiempo ni la posibilidad para que


su texto se decantara y que se alcanzara un verdadero acuerdo o consenso
w

mínimo en los puntos que allí se tocan, o al menos en muchos de ellos. Y


w

como no podía haber tiempo para alcanzarlo, se obvió el inconveniente a


través de una formulación genérica que permitiera interpretaciones variadas o
equívocas. Que permitiera que el documento tuviera, como ahora se usa
decir, varias 'lecturas' posibles. Es eso precisamente lo que impugno,
porque creo que no contribuye a los propósitos que se persiguen.
Si fuerzas políticas dispares profundizan un principio de acuerdo y lo
van desarrollando en el tiempo con paciencia y con realismo, poco a poco
van a ir advirtiendo, y vamos a ir advirtiendo todos, si se van forjando
mayores acuerdos, que realmente tengan vigor, raíz y solidez, o si en
realidad estamos llevados aún por una ilusión y un anhelo muy noble, pero
que no logra todavía plasmarse en la realidad del modo en que él aparece
proyectado en un documento como éste.
Es esa manera de aproximarse al problema la que creo fundamen-
talmente distinta a la que el 'Acuerdo' ha empleado, aunque la intención que

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 517

nos pudiera mover fuera la misma. Si lo que se persigue es procurar una


negociación con el Gobierno, es evidente que el camino buscado no ha
podido ser objetivamente menos acertado, no obstante la buena intención,
insisto, que pueda inspirar a sus actores.
Pero pienso que más que ese objetivo, que ciertamente tiene valor o
importancia, Angel Flisfisch ha dicho aquí una cosa que, a mi modo de ver,
es tal vez de lo más importante que he escuchado hoy en torno al tema. Ha
señalado que debiera darse más importancia en los análisis que se hagan en
el campo político chileno a las características y formas que debe tener
nuestra futura convivencia democrática, que a la transición o camino para
alcanzarla.
Esa afirmación tan lúcida formulada por él quisiera subrayarla y
hacerla mía, porque creo que priorizar el problema de la transición es colocar
el tema del poder, que bien sabemos cuán neurálgico y conflictivo es hoy en

l
.c
Chile, en el eje —y tal vez en la trabazón— de cualquier avance hacia la
plena democracia. ile
Si, en cambio, se procura enfatizar lo que se anhela que sea nuestra
futura convivencia democrática, se va a advertir de inmediato que quizás hay
h
mucho, como han dicho Oscar Godoy y Angel Flisfisch, que puede haberse
pc

avanzado durante estos años hacia un consenso mínimo al respecto, y en


ello los merecimientos están repartidos mucho más allá de lo que cada cual
e

quisiera monopolizar. Pero puede ser que se compruebe, también, que hay
.c

importantes diferencias no salvadas y quizá no susceptibles de ser salvadas


por ahora. Y en ese caso, es mejor reconocer cuáles son esas diferencias y
w

constatar entre quiénes están situadas, para acortarlas bien y para no alentar
w

esperanzas que más tarde se vean defraudadas.


Si hay algo de la experiencia política chilena de las últimas décadas
w

que no debemos repetir jamás, es nuestra tendencia como pueblo a alentar


esperanzas desaprensivas y eufóricas. A no escuchar ninguna voz que, en el
momento de la euforia en que esa esperanza crece y en que la fiesta se inicia,
haga alguna advertencia de los riesgos que ella entraña. A considerar que
quien formula cualquier prevención es alguien que no quiere subirse al carro
de la historia, expresado en la nueva iniciativa mágica o cuasimágica que
cada cierto tiempo se le presenta al país como la panacea.
Por eso, para evitar la repetición de dicho problema, se debe ser muy
riguroso, porque es cierto que sería mucho más grato volvernos a ilusionar
todos de que estamos de acuerdo más allá de nuestro real grado de acuerdo,
pero ello podría verse frustrado muy pronto, con consecuencias talvez
trágicas.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


518 ESTUDIOS PÚBLICOS

De ahí que ser riguroso a veces quizá puede no ser simpático, pero
pienso que generalmente resulta extraordinariamente constructivo y útil. Es
lo que la UDI ha tratado de aportar al enfoque del denominado 'Acuerdo',
albergando la certeza de haberle prestado con ello al país un muy señalado
servicio."

ANEXO*

Nueve preguntas al Acuerdo Nacional

"1ª ¿Reconocen y acatan ellos la vigencia y el imperio de la Cons-


titución de 1980, sin perjuicio del legítimo derecho de cada cual a propiciar
las modificaciones que estime del caso?

l
.c
2ª Si admiten el imperio de la Constitución de 1980, ¿reconocen el
ile
fallo del Tribunal Constitucional, de 31 de enero pasado que, aplicando la
Carta Fundamental, declaró la mconstitucionalidad del MDP, del Partido
h
Comunista, del MIR y el Partido Socialista 'fracción almeydista'?
pc

3ª Independiente de lo anterior, la aplicación del llamado 'Acuerdo


e

Nacional', ¿implicaría o no que el Partido Comunista, conforme a sus ob-


.c

jetivos por él proclamados, debiera en todo caso ser inconstitucional?


w

4ª ¿Reconocen o no la vigencia del actual período presidencial hasta


w

1989?
w

5ª ¿"Qué formulación constitucional concreta propician para regular el


papel de nuestras Fuerzas Armadas en la futura democracia plena, si es que
no comparten la normativa pertinente de la Constitución de 1980?

6ª ¿Aceptan o no el régimen presidencial de gobierno para nuestra


futura democracia, en los términos generales en que lo sugirió el proyecto
del Consejo de Estado en 1980, presidido por don Jorge Alessandri? En caso

*Extracto de la intervención de Jaime Guzmán E. en seminario


organizado por la revista Qué Pasa, en el mes de septiembre de 1985, publicada
en Informativo N° 9 de la Unión Demócrata Independiente, septiembre 1985, y
reproducida en el anexo 3 del documento "Acuerdo Nacional y transición a la
plena democracia", Estudios Públicos, 21 (verano 1986).

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 519

7ª ¿Conforme a qué criterios propician que coexistan la propiedad


privada, mixta y estatal de los medios de producción? ¿Conforme al con-
cepto de 'área de propiedad social dominante' de la Unidad Popular, o del
principio de subsidiariedad de la Constitución de 1980, o de algún otro
criterio distinto?

8ª ¿Comparten los resguardos del derecho de propiedad que consagra la


Constitución vigente para el caso de expropiaciones ilegales? En caso
contrario, ¿qué modificaciones proponen al respecto?

9ª ¿Es compatible el rechazo a la violencia que sustenta el documento


con el respaldo de adherentes de las entidades que lo suscriben a 'movili-
zaciones sociales' de desobediencia civil, tales como las jornadas de
'protesta'?

l
.c
No dudo que si los firmantes del documento del Círculo Español
ile
concuerdan en las respuestas a las preguntas anteriores, estaríamos ante un
hecho político nuevo del mayor interés. En caso contrario, pienso que la
h
ciudadanía compartirá las inquietudes de la UDI de que invocar el embriona-
pc

rio documento del Círculo Español como si él ya fuera un 'Acuerdo Nacio-


nal para la transición hacia la plena democracia', además de peligroso, no es
e

serio. Y sólo sobre actuaciones políticas serias, ajenas a la politiquería y a


.c

las maniobras tácticas engañosas, podrá construirse una futura democracia


eficiente y estable, tarea a la que siempre continuaremos contribuyendo."
w
w
w

LÍDERES POLÍTICOS DE CARA AL


FUTURO: JAIME GUZMAN*

Juan Pablo Illanes:

Continuamos con el seminario "Líderes Políticos de Cara al


Futuro". Hoy día está con nosotros Jaime Guzmán, Secretario General de la
Unión Demócrata Independiente. En el mismo espíritu de ayer y de

*Texto de la entrevista que Juan Pablo Illanes le hiciera a Jaime Guzmán


E. el 22 de enero de 1987, publicada en Documento de Trabajo, 82, Centro de
Estudios Públicos, abril 1987. La entrevista se efectuó en el marco del seminario
"Líderes políticos de cara al futuro", organizado por el Centro de Estudios
Públicos en el mes de enero de 1987.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


520 ESTUDIOS PÚBLICOS

anteayer, escucharemos sus opiniones, permitiéndole que desarrolle su


pensamiento.
Jaime Guzmán es abogado, profesor de Derecho Constitucional de la
Universidad Católica. Su actuación pública comenzó siendo estudiante
universitario en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica, al
organizar un movimiento llamado gremialista, que tuvo una destacada
participación en el proceso estudiantil de esa época de agitación; fue el
período de la toma de la universidad, en 1967, en que había un predominio
de los estudiantes de izquierda y de la Democracia Cristiana. En esa época
aún no existían el Mapu, la Izquierda Cristiana, y los dirigentes que después
formaron esas colectividades eran miembros del Partido Demócrata
Cristiano.
Antes de que Jaime terminara sus estudios, el movimiento gremia-
lista había prendido firmemente en la Universidad Católica y había ganado

l
.c
ya la elección a la presidencia de la FEUC, la Federación de Estudiantes de
la Universidad Católica. Su actuación pública, a través del programa de
ile
televisión "A esta hora se improvisa", alcanzó una proyección nacional,
siendo aún un dirigente político independiente. Su figura se hizo muy
h
conocida a lo largo de todo el país durante el gobierno de la Unidad Popular.
pc

Con posterioridad, una vez producido el cambio de régimen, integró


la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, y ha tenido
e

participación en las tareas de este Gobierno. El año 1983, junto a un grupo


.c

de personas, funda la Unión Demócrata Independiente, de la cual es su


Secretario General. Comenzaremos a conversar sobre ese período en que
w

Jaime está participando en la Comisión de Estudios de la Nueva


w

Constitución, la llamada Comisión Ortúzar. Me gustaría preguntarte,


Jaime, ¿qué te pareció ese trabajo?, ¿qué grado de satisfacción tuviste con la
w

forma en que se elaboró la Constitución? Y dejemos para más adelante la


discusión sobre su contenido.

Jaime Guzmán:

En primer lugar, Juan Pablo, quisiera agradecerte a ti, al Centro de


Estudios Públicos y a todos los presentes esta cordial invitación.
Respondiendo a la pregunta tuya, creo que todo el trabajo de la Comisión
Ortúzar fue extraordinariamente apasionante. Por una parte, se daba la
posibilidad de elaborar un anteproyecto de nueva Constitución Política de la
República, lo que implicaba plantearse todo el esquema de organización
institucional del país como una realidad susceptible de ser rectificada,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 521

modificada o construida en términos distintos a los que habían prevalecido


hasta entonces. Y, justamente, desde esa perspectiva es que nos abocamos al
trabajo entre 1973 y 1978, fecha en que la Comisión Ortúzar evacuó el
anteproyecto correspondiente. Hicimos un análisis decantado, sereno, a
veces incluso minucioso, de cada una de las ideas que se proponían o
planteaban, y de las que habían sido propuestas o sugeridas durante la
vigencia de la Constitución de 1925, principalmente en el Congreso
Nacional y también por los partidos políticos fuera del Congreso. Todo esto
permitía tener un acopio de muchos antecedentes y una disponibilidad de
tiempo que no son frecuentes para quienes tienen como responsabilidad la de
legislar o contribuir a legislar, que era más precisamente este caso.
El clima que reinó en la Comisión fue siempre extraordinariamente
respetuoso, serio, grato y forma para mí una experiencia que recuerdo con
real agrado e interés intelectual.

l
.c
Juan Pablo luanes:
h ile
Fue un clima respetuoso y serio, dices tú, pero recuerdo que en esa
pc

época, al comenzar el estudio, participaba un grupo que representaba una


gama muy amplia del espectro político nacional. Había algunas personas
e

cercanas al Partido Demócrata Cristiano, y a otras tendencias. Con el correr


.c

del tiempo, sin embargo, el Grupo de Estudios Constitucionales se fue


reduciendo a uno más pequeño, en el que participaba una parte menor del
w

espectro político. ¿Crees tú que eso se debió a la misma discusión de la


w

Constitución o a otro fenómeno?


w

Jaime Guzmán:

Yo creo que ese hecho no tuvo nada que ver con el proceso de
elaboración del anteproyecto de nueva Constitución que se estaba estudian-
do. Efectivamente, en la comisión original participaban dos destacados
miembros del Partido Demócrata Cristiano, ambos profesores de derecho
constitucional, don Enrique Evans y don Alejandro Silva Bascuñán; el
primero de ellos había sido mi profesor y yo había sido después su
ayudante. Junto a ellos estaban además Jorge Ovalle, de la Democracia
Radical; Sergio Diez y Gustavo Lorca, que habían sido parlamentarios por
el Partido Nacional, y el presidente de la comisión, don Enrique Ortúzar y

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


522 ESTUDIOS PÚBLICOS

yo, que éramos independientes alessandristas. Después se incorporó Alicia


Romo.
El problema a que tú aludes ocurrió en el año 1977, en que, con una
diferencia muy breve de tiempo, renunciaron a la comisión don Enrique
Evans y don Alejandro Silva Bascuñán. Ese hecho no tuvo por origen
ningún fenómeno ocurrido al interior de la Comisión, sino ciertas señales
del Gobierno, que ellos interpretaron como equívocas, o al menos pertur-
badoras, para la claridad en cuanto al rumbo institucional que se iba a seguir
y que comprometía de alguna manera la utilidad o la eficacia de la tarea que
se estaba realizando. Pero esas renuncias jamás dijeron relación con ningún
hecho que hubiese ocurrido en el trabajo mismo que estábamos haciendo al
interior de la Comisión.
Entonces se produjo lo que tú señalas. La Comisión se recompuso
con don Juan de Dios Carmona, que había sido democratacristiano, pero que

l
.c
ya se encontraba en una posición de apoyo político al actual régimen, de
modo que no significaba, desde un punto de vista de pluralidad política, lo
ile
mismo que don Enrique Evans o don Alejandro Silva. Y se incorporaron
también algunos profesores de derecho constitucional, sin afiliación política
h
determinada, como Raúl Bertelsen y Luz Bulnes.
pc

Esa segunda etapa del trabajo tuvo menos pluralidad desde el punto
de vista ideológico, pero, sin embargo, ofreció también una gran riqueza en
e

cuanto al intercambio de ideas. Porque la experiencia del análisis


.c

constitucional me indicó que las grandes opciones al respecto no son


equivalentes a las distintas posiciones ideológicas o político-contin-
w

gentes. Excluyo, claro está, el caso en que la diferencia sea tan pro-
w

funda que el tipo de sociedad al cual se aspire sea radicalmente diferente,


como ocurriría, por ejemplo, con alguien que adhiriera a la doctrina
w

marxista. Pero dentro del espectro que en Chile se conoce como


democrático, creo que los temas constitucionales, en general, no responden
a alineamientos de tipo ideológico, sino que a percepciones o concepciones
de tipo político o jurídico que desbordan los marcos ideológicos o político-
contingentes.

Juan Pablo Illanes:

Remontándonos siempre a esos cinco primeros años del Gobierno,


existe la percepción generalizada de que tu participación en él no se
limitaba al estudio constitucional, ¿qué hacías tú en esos años en el
Gobierno?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 523

Jaime Guzmán:

Hacía una cantidad de cosas bien variadas y no muy precisas. Era


asesor del Gobierno en materias jurídico-políticas. Ustedes comprenden que
la sola enunciación de la función resulta bastante indeterminada, y el
carácter de ese trabajo consistía en colaborar con los miembros de la Junta
de Gobierno inicialmente, y después con el Presidente de la República y con
los miembros de la Junta, en distintas tareas en las cuales ellos pedían
apoyo. Igualmente tuve un trabajo bastante estrecho con diversos ministros
de Estado hasta 1982, en las áreas más variadas del Gobierno. Algunas de
estas materias, naturalmente, revisten un carácter que por su naturaleza de
asesoría es discreta y debe mantenerse en ese plano. Otras, en cambio,
fueron y son de dominio público y no tendría ningún inconveniente en
profundizar en ellas.

l
.c
Juan Pablo Illanes:
h ile
Tú colaboraste con el Gobierno desde su comienzo. Hoy día los
pc

dirigentes políticos tradicionales formulan una acusación en contra del


régimen militar de haber quebrado la democracia en Chile, democracia que
e

tenía una tradición más que centenaria. En ese sentido, ¿cómo ves tú las
.c

responsabilidades que te puedan cargar a ti por haber participado durante ese


período en el Gobierno? Más aún, al formar la UDI, ustedes han señalado
w

que quieren crear un nuevo estilo de hacer política; para algunos críticos ese
w

nuevo estilo consiste en ser poco democrático o en no ser democrático.


¿Cuál es tu respuesta a estas acusaciones?
w

Jaime Guzmán:

Empecemos por lo último. Creo necesario hacer una diferencia entre


el contenido y el estilo de lo que ha representado la UDI. El estilo se refiere
fundamentalmente a una renovación de los hábitos políticos. Abandonar
toda una forma retórica, ampulosa y hueca, que caracterizó muchas de las
expresiones políticas tradicionales, para ir a un lenguaje directo y claro, con
proposiciones precisas, vinculadas a la necesidad de ofrecer soluciones
creadoras frente a los problemas nacionales. Esa no es precisamente la
característica que predominó en la vida política chilena. El otro rasgo que
estimo fundamental en el estilo político renovado al cual aspiramos es la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


524 ESTUDIOS PÚBLICOS

antidemagogia, al punto que uno de los principios que ha enarbolado la UDI


es la antidemagogia.
En este punto específico, creo que cualquier persona puede advertir
que la demagogia es un elemento negativo de la vida política. Pero no se ha
profundizado suficientemente sobre lo que es la demagogia. Recuerdo que en
1972, don Jorge Alessandri concedió una entrevista a la revista Qué Pasa, y
preguntado allí sobre cuál estimaba él que era la solución frente al grave
problema que el país estaba viviendo, respondió: "la antidemagogia". Yo he
de confesarles que la respuesta me sorprendió. Pensaba que el tema del
marxismo y su amenaza para el presente y el futuro del país eran algo
prioritario respecto del tema de la demagogia, y lo sigo pensando. Pero, sin
embargo, profundizando en este concepto, he llegado al convencimiento de
que don Jorge tenía una percepción extraordinariamente original y valiosa en
ese punto específico. Y atacaba los hábitos políticos predominantes, en

l
.c
función de que estimaba que la demagogia corroía todo el régimen
institucional y amenazaba su supervivencia. ile
Alessandri predijo el colapso institucional que se produjo entre 1970
y 1973 con mucha antelación —incluso siendo Presidente de la
h
República—, señalando que se abriría fatalmente el camino hacia un quiebre
pc

institucional, de no rectificarse los hábitos políticos en forma sustantiva. Y


criticaba también el régimen institucional que favorecía esos malos hábitos
e

políticos, señalando que contribuía a incentivarlos.


.c

Si yo tuviera que describir en qué consiste la demagogia, creo que


ella tiene tres versiones fundamentales. La primera es ofrecer lo imposible,
w

a sabiendas de que no se puede cumplir. La segunda, consiste en mostrar


w

una sola cara de la moneda frente a los diversos problemas nacionales. La


demagogia escoge siempre la cara que resulta más grata al interlocutor, y
w

esconde la otra, de modo que proyecta una media verdad, que es siempre una
forma de mentira. Y la tercera forma de la demagogia, que es una variante de
la segunda, consiste en acentuar la preocupación por el momento inmediato,
cediendo a una tendencia natural en el ser humano, que esconde los efectos
mediatos o ulteriores que una determinada medida puede tener. Esto último
se ve en todos los ámbitos de la vida y cualquiera lo vive como padre de
familia o como hijo de familia, cuando un niño desea obtener un permiso.
Cualquier estudiante universitario lo vive también cuando desea que el
profesor le ponga muy buenas notas a cambio de no exigirle nada, y el
profesor puede concederlo en una actitud demagógica, que, naturalmente, le
granjea la simpatía inmediata del alumno. Pero a la larga el estudiante
termina no respetándolo, porque se da cuenta perfectamente que no han sido
esas las actitudes que han contribuido a perfeccionarlo como ser humano.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 525

La antidemagogia, por lo tanto, tiene que romper en forma valiente y


resuelta con estos tres vicios. El primero, debe hacerlo absteniéndose de
prometer lo imposible. El segundo mostrando siempre las dos caras de la
moneda y adelantándose, incluso, a señalar los elementos o argumentos
negativos que tiene la tesis que uno sustenta. No hay ninguna medida que
no tenga algún grado de costo o de elemento negativo que uno desearía
eliminar, pero que no resulta compatible con los beneficios que se desea
obtener. Y lo mismo ocurre cuando se apunta al planteamiento de cualquier
problema, en que las diversas opciones en juego tienen ventajas y
desventajas, y el análisis lúcido sobre las materias consiste en tratar de
discernir, con la mayor objetividad posible, cuáles son esas ventajas y
cuáles son esas desventajas, para que luego venga el juicio de valor propio.
Y la tercera forma de la demagogia hay que superarla por la vía de señalar

l
siempre cuáles son los efectos que produce una determinada medida, no

.c
solamente de inmediato, sino hacia el futuro.
ile
Yo creo que si se observaran estos estilos de conducta en la vida
política, toda nuestra realidad cambiaría. Todo el análisis político sería
h
mucho más razonado y mucho más serio; pero además de eso se abrirían las
puertas efectivas para un diálogo útil entre los distintos sectores ciudadanos.
pc

Ese diálogo no sería movido por impulsos meramente emocionales, sino


por la convicción moral e intelectual de que los problemas deben ser dis-
e

cernidos y abordados en la forma en que señalo. Cuando un sector o grupo


.c

de interés determinado pide una demanda que le conviene, es indispensable


w

que la autoridad, o que quienes aspiran a serlo como grupos políticos de


cualquier género le señalen claramente que el atender esa demanda implica
w

necesariamente postergar o dejar de atender otras demandas que deben ser


w

también levantadas al tapete de la luz pública, para que se puedan confrontar


con lo que se está pidiendo. Así se sabrá hasta dónde es justo y equitativo
conceder a ese sector de la vida nacional lo que él está demandando.
Me he permitido hacer esta digresión sobre el tema del estilo, porque
me tocaste un punto con el cual vibro muy profundamente y que veo muy
escasamente desarrollado en nuestra vida política, no sólo actual, sino tam-
bién previa a 1973. Y por eso es que quería destacarlo, porque me parece
algo realmente crucial; pero tu pregunta iba a algo más polémico y no
quisiera eludirla.

Juan Pablo Illanes:

Una cosa es la demagogia y otra es la democracia. La acusación que


hay en contra de ustedes es que han florecido en un período no democrático,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


526 ESTUDIOS PÚBLICOS

y posiblemente existe alguna relación con lo que tú señalabas de Jorge


Alessandri, en el sentido de que la democracia tiende a permitir la dema-
gogia. Dadas nuestras tradiciones y el nivel cultural de nuestro país, ¿crees
tú que la democracia en cierta forma favorece o estimula la demagogia?

Jaime Guzmán:

No me parece. Creo que la democracia puede ser ejercida con una


conducta o actitud antidemagógica, siempre que exista un gran coraje moral.
Pienso que la claridad intelectual es necesaria, pero más importante es el
coraje moral para combatir lo que sean las inquietudes o demandas de los
grupos de presión más poderosos, que no se avengan con el bien común.

l
Lo que sí creo es que se da la situación inversa. La demagogia

.c
destruye la democracia. De esa afirmación estoy absolutamente convencido
ile
y creo que en Chile la democracia fue destruida principalmente por la
confluencia de dos factores: la demagogia como actitud generalizada de los
h
grupos políticos, con muy honrosas excepciones, y la embestida marxista
pc

que se fue dando sistemáticamente a lo largo de varias décadas, hasta


culminar con el advenimiento del gobierno de Salvador Allende.
Fue la concurrencia de esos dos factores lo que quebró la democracia
e

en Chile, erosionándola primero en las décadas previas a 1970 y


.c

destruyéndola entre 1970 y 1973. Rechazo categóricamente la afirmación de


w

que la democracia haya sido destruida en Chile por las Fuerzas Armadas. La
democracia fue destruida en Chile por el Gobierno de la Unidad Popular;
w

ello fue facilitado por un cuadro erosionado del régimen democrático, por
w

obra de la demagogia que había prevalecido durante las décadas previas. Pero
quien destruyó consciente y deliberadamente nuestro régimen democrático,
porque aspiraba a reemplazarlo por uno radical y esencialmente distinto,
como es el sistema marxista leninista, fue el régimen de la Unidad Popular
encabezado por Salvador Allende.
Más aún, el gobierno militar no empezó en Chile el 11 de
septiembre de 1973, sino el 29 de junio de 1973, cuando, producido el
"tanquetazo", el Presidente Allende llamó a su gabinete a los cuatro más
altos jefes de las Fuerzas Armadas y Carabineros. En ese momento, él
conformó un gobierno de características militares en Chile.
Hasta entonces había sido corriente que los gobiernos, en momentos
de dificultades, formaran lo que se denominaban "gabinetes militares", en
que se llamaba a ocupar ciertos ministerios a determinados uniformados,
fueran ellos activos o en retiro. El único Gobierno que en la vigencia de la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 527

Constitución de 1925 no recurrió a ningún gabinete militar de ese género,


ni declaró estados de excepción, fue el de don Jorge Alessandri.
Cuando el Presidente Allende se presenta el 29 de junio de 1973 en
el balcón de La Moneda, que da a la Plaza de la Constitución, rodeado de los
comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada y la Fuerza Aérea y del
General Director de Carabineros, nombrados ministros de Estado, la única
disyuntiva que cabía plantearse era si habíamos llegado a la imposición de
un Estado marxista respaldado por las Fuerzas Armadas chilenas, o si quien
allí emergía al balcón como Presidente de la República era alguien que sólo
podría durar unas pocas semanas o meses más, porque el gobierno militar
ya había sido constituido en una realidad clara e indispensable, pero que
pronto impediría que Chile fuera transformado en un Estado marxista.
Este hecho se agudiza si se piensa que a fines de agosto de 1973 el

l
Presidente Allende le pide la renuncia al general Ruiz Danyau a su cargo de

.c
Comandante en Jefe de la FACh, invocando como causa que el general le ha
ile
manifestado su voluntad de alejarse del Gabinete. En ese momento, el señor
Allende condiciona la calidad de Comandante en Jefe de una institución
h
armada a la calidad de Ministro de Estado de un gobierno político civil, con
lo cual deja nítido e inequívoco cuál es el plan final que se propone. Eso
pc

ocurre el 18 de agosto de 1973, y no es una casualidad que en esa sola


semana, que va del 19 de agosto hasta el 23, en apenas cuatro días, el gene-
e

ral Leigh asume en la Fuerza Aérea después de un tenso acuartelamiento; al


.c

día subsiguiente un grupo de mujeres, esposas de generales de ejército, van


w

a la casa del Comandante en Jefe del Ejército, el general Carlos Prats, y le


exigen a viva voz su renuncia, la cual se produce el día siguiente, y el día
w

23 de agosto, el jueves de esa misma semana, Salvador Allende nombra


w

Comandante en Jefe al general Pinochet.


Eso revela que el proceso fue extraordinariamente rápido, porque nos
acercábamos ya a la hora crucial, en que el punto que había que dirimir era
quién iba a asumir la realidad de que nuestra democracia había sido destruida.
Dicho de otra forma, llegaba el momento de optar si destruida ya la
democracia por la Unidad Popular, íbamos a un totalitarismo marxista-leni-
nista o a un régimen militar autoritario. Lógicamente, en esas condiciones,
me parecía racional, y en eso concordaba una clara mayoría del país, en
preferir la instalación de un régimen militar autoritario.
Estimo de igual lógica que si uno propicia el advenimiento de un
gobierno militar, debe prestarle su concurso y su colaboración a las tareas
que ese gobierno emprende, máxime cuando la realidad de lo ocurrido y las
circunstancias que habían motivado su acceso al poder demostraban que era
necesaria una transformación muy profunda de nuestra realidad institucional

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


528 ESTUDIOS PÚBLICOS

y de nuestro esquema económico-social, para evitar que se repitiera el


fenómeno sucedido, que fue ciertamente cruento y doloroso, como todos los
cuadros objetivos de guerra civil.
Por esa misma razón es que derivo como algo absolutamente
inseparable el haber propiciado la intervención militar del 11 de septiembre
y el haber colaborado posteriormente al gobierno militar que se estableció.
Transcurrido ya un lapso largo de este Gobierno, puedo manifestar que esa
colaboración que le he prestado me llena de orgullo y que la considero no
sólo compatible con la actitud que debía adoptar un demócrata, sino además
una actitud que estaba exigida por el concepto que tengo del patriotismo.

Juan Pablo Illanes:

l
.c
Pasemos ahora a hablar de los contenidos de la Constitución. Se ha
ile
dicho que esta Constitución en realidad es dos constituciones. Una, para
regular el período de la transición, y otra, de filosofía muy distinta, para
h
actuar en forma permanente. Veamos la parte de la transición. ¿Crees tú que
esta Constitución permite una transición gradual y progresiva hacia la
pc

democracia?
e
.c

Jaime Guzmán:
w

Creo que la permite, aunque no la incentiva del modo que hubiese


w

sido deseable. La permite porque no hay ningún elemento que obstaculice,


w

dentro del articulado transitorio de la Constitución, el avance en la


transición hacia la plena democracia, si bien hay algunos artículos que
indebidamente aplicados pueden transformarse, o han podido transformarse,
en elementos perturbadores del avance sistemático y consistente hacia una
plena democracia.
Es el caso, por ejemplo, de la facultad que el articulado transitorio de
la Constitución confiere al Presidente de la República para declarar por su
sola voluntad ciertos estados de excepción. Esto rompe la filosofía central
de dichos estados excepcionales que consagra el articulado permanente. Toda
la vertebración de los estados de excepción está plasmada sobre la base de
que siempre, tanto para la declaración como para la prórroga de un estado de
excepción, se requiera, junto a la voluntad del Presidente de la República, el
acuerdo de un órgano independiente del gobierno que respalde la declaración
o prórroga de dicho estado de excepción. Este elemento es muy importante,

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 529

porque no sólo le permite a un órgano independiente del gobierno verificar


si subsiste la situación de anormalidad que justifica declarar o prorrogar un
estado de excepción. Es además un elemento fundamental, porque constituye
el contrapeso para que las facultades discrecionales que los estados de
excepción confieren al Presidente de la República en materia tan delicada
como la restricción de los derechos de las personas, sea evaluada por un
órgano independiente en cuanto a la forma en que han sido ejercidas
mientras dure el estado de excepción.
Lógicamente, un órgano al cual se le pide la prórroga de un estado de
excepción no sólo va analizar si las circunstancias objetivas la justifican o
no, sino que va a analizar también cómo ha aplicado el uso prudencial o
discrecional que tiene la autoridad gubernativa en esos casos, respecto de las
atribuciones que los estados de excepción le confieren. Y si verifica que la
autoridad ha incurrido en graves o sistemáticos abusos, va a ser reacia a

l
.c
prolongar o prorrogar estos estados de excepción. Ese contrapeso natural y
fundamental que los estados de excepción tienen en el articulado permanente
ile
de la Constitución, no existe en el articulado transitorio para los estados de
emergencia, de catástrofe y de peligro de perturbación para la paz interior,
h
más conocido como artículo 24 transitorio. Creo que si en esta materia se
pc

hubiera seguido para el articulado transitorio de la Constitución el mismo


criterio que inspiró el articulado permanente, muchas de las más duras y
e

justificadas críticas que ha recibido la Constitución se habrían evitado o


.c

neutralizado.
w

Juan Pablo Illanes:


w

Hay quienes dicen que la Constitución trasluce en cierta forma las


w

intenciones del Presidente de la República y de las Fuerzas Armadas de


permanecer en el poder por el máximo tiempo posible. Así, por ejemplo,
hay artículos que prorrogan el mandato de los comandantes en jefe por un
período muy largo; hay un sistema de plebiscito para la elección del
próximo Presidente, todo lo cual, en cierto modo, estaría tratando de
prorrogar el régimen militar hasta el año 97. A ti, como participante en la
comisión que redactó la Constitución, ¿qué te parecen estas opiniones?

Jaime Guzmán:

Desearía primero aclarar que la Comisión Ortúzar y yo en particular


no tuvimos ninguna intervención en el articulado transitorio de la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


530 ESTUDIOS PÚBLICOS

Constitución. Solamente nos fue encomendado preparar un anteproyecto de


articulado permanente. El articulado transitorio viene recién a ser analizado
por primera vez por el Consejo de Estado. Este propuso una fórmula de
transición, cuyo inspirador fundamental fue don Jorge Alessandri, quien
presidía el Consejo en esa época. Esa fórmula de transición era algo más
breve que la consagrada en definitiva, pero su diferencia fundamental no
estaba tanto en el tiempo, cuanto, a mi juicio, en que establecía el fun-
cionamiento de un Congreso Nacional designado para el período de transi-
ción. Este Congreso Nacional debía ser nominado por el Presidente de la
República. Se trataba de un Congreso que no podía ser elegido, por cuanto
el país no estaba maduro todavía, en opinión generalizada de quienes cola-
boraban en la tarea constitucional, como para ir a elecciones políticas, y era
necesario hacer un rodaje de la Constitución que culminara con la aplicación

l
de una plena democracia dentro de un lapso prudencial, que el Consejo de

.c
Estado estimó en 5 años y que debía terminar por tanto en 1986.
ile
Desgraciadamente, esa proposición no fue acogida por la Junta de
Gobierno, que prefirió continuar como órgano legislativo y no dar paso al
Congreso designado. Pienso que si ese Congreso se hubiera generado, se
h
habría avanzado enormemente en varios aspectos. Primero, habría habido un
pc

rodaje de toda la relación entre el Presidente de la República y el Congreso


Nacional que la Constitución configura en su articulado permanente, en
e

términos de favorecer que ella se arraigara en los hábitos políticos chilenos.


.c

En segundo lugar, creo que habría contribuido a la transparencia y publi-


cidad del debate legislativo, con gran ventaja no solamente para el producto
w

de la tarea legislativa, sino también para el proceso de avance hacia un


w

régimen plenamente democrático. Y en tercer lugar, creo que habría servido


como un elemento de percepción de todo lo que significa la Constitución de
w

1980 en su inspiración esencial, que lamentablemente no ha podido ser


captada o percibida por la ciudadanía, e incluso por los sectores dirigentes
del país, en debida forma, por la sencilla razón de que como no ha sido
aplicada en su integridad, se le atribuyen características o peligros que no
corresponden a la realidad y a lo que en ella está consagrado. Por eso es que
pienso que desgraciadamente el proyecto de transición que fue aprobado no
incentiva una transición fluida hacia la plena democracia como sí lo hacía,
en cambio, el proyecto de don Jorge, principalmente por el establecimiento
inmediato del Congreso Nacional.
Ahora, en cuanto a la duración del régimen, creo que se trata de un
problema bastante secundario, si pensamos que se está debatiendo entre el
año 86 o el año 89 ó 90. Creo que no es un aspecto que históricamente
vaya a ser crucial, si un régimen militar duró tres años más o tres años

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 531

menos. En todo caso, quiero dejar muy en claro que el régimen militar
termina el 10 de marzo de 1990. Ese día concluye el régimen militar por
completo, y el 11 de marzo de ese año se entra al funcionamiento de la
plena democracia consagrada en el articulado permanente de la Constitución
El proceso empieza a adquirir vuelo a partir de fines del año 88,
donde los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y el general director
de Carabineros deben hacer la proposición del ciudadano que ejercería la
Presidencia de la República en el período 89-97, sometiéndolo a veredicto
plebiscitario. Pero culmina el 10 de marzo de 1990, porque el 11 de marzo
de 1990, de todas maneras, hay un Presidente de la República que ha sido
ratificado por la mayoría popular en el acto plebiscitario, o bien elegido en
una elección competitiva posterior si el candidato plebiscitado pierde. Y en
cualquier hipótesis, ese día se instala también el Congreso Nacional,
elegido por la ciudadanía para la totalidad de la Cámara de Diputados y para

l
.c
las tres cuartas partes del Senado, como consagra la Constitución Política
de 1980. De manera que no hay prolongación del régimen militar hasta
ile
1997, ni hasta ninguna otra fecha que no sea el 10 de marzo de 1990.
h
pc

Juan Pablo Illanes:


e

Hay también importantes críticas al articulado permanente de la


.c

Constitución. Por ejemplo, hemos oído en estos días fuertes críticas, aquí
en este seminario, al sistema de elección de alcaldes, a la participación de
w

las Fuerzas Armadas a través del Consejo de Seguridad Nacional; a un


w

presidencialismo exagerado, que habría sido temible, se dice, si esta


Constitución hubiera estado vigente durante la Unidad Popular; algunas
w

dificultades para el funcionamiento libre de la televisión, y muchos otros


aspectos que son bastante centrales en la forma como se va a desarrollar la
vida en esta sociedad. ¿Qué respondes tú a las críticas de estos puntos que
hemos mencionado?

Jaime Guzmán:

Tú has tocado varios puntos. Empecemos por el último que


mencionaste. Creo que el tema de la televisión debiera enfocarse en el marco
de todo lo que constituye los derechos de las personas, que está desarrollado
en el capítulo III de la Constitución. En esa línea, estimo que siendo
efectivo que podría haberse ido más lejos en materia de favorecer la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


532 ESTUDIOS PÚBLICOS

televisión privada desde el propio texto constitucional, no cabe duda


ninguna que para la época en que fue elaborado él representa un avance
extraordinario, al establecer que no sólo el Estado y las universidades pueden
instalar, mantener y explotar canales de televisión, sino también las demás
personas o entidades que la ley determine. La Constitución abre paso por
esa vía a la televisión privada, y justamente ayer despachábamos en la
Comisión Fernández el anteproyecto de Ley del Consejo Nacional de Radio
y Televisión, en que proponemos que, a través del propio Consejo, se
puedan conceder las frecuencias en UHF, que permitirían tener televisión
privada en Chile tan pronto esta ley fuera aprobada y el Consejo se
estableciera y empezara a funcionar.
Si pudiese hacer un paréntesis en la materia, ya que estamos tocando
la parte de los derechos constitucionales, creo que hay en todo el conjunto

l
de esas disposiciones un avance extraordinario en la configuración de una

.c
futura sociedad integralmente libre. A veces me inquieta que los sectores
ile
más vinculados al quehacer económico social del Gobierno no adviertan con
suficiente profundidad el vínculo directo que existe entre la perdurabilidad de
h
las modernizaciones económico-sociales que se han impulsado en este
régimen, y de las cuales la UDI es un fervoroso partidario, con lo precep-
pc

tuado en el articulado permanente de la Constitución de 1980. Mucha gente,


incluso de sectores que han participado en la gestión de este Gobierno, se
e

aproximan al tema constitucional como si fuera algo sólo propio de la


.c

esfera política, en el sentido más restrictivo del término, y ajena, por ende,
w

a lo económico-social. La realidad es que un régimen económico-social libre


tiene necesariamente que estar afianzado en una institucionalidad que alcance
w

la forma de ley en la generalidad de las materias, pero que suba al nivel


w

constitucional en aquellos aspectos que se estiman claves.


En este sentido, basta solamente enunciar lo que significa que la
nueva Constitución haya robustecido la libertad de asociación, prohibiendo
que se establezca como requisito para desarrollar cualquier actividad, el
afiliarse o desafiliarse a una entidad determinada. Asimismo, se ha
consagrado en la propia Constitución que, como consecuencia de esto, la
afiliación sindical debe ser siempre libre y voluntaria. Está establecido que
la negociación colectiva es un derecho de los trabajadores en la empresa en
que laboran, única forma válida para determinar la remuneración justa, que
debe ser aquella que corresponde al aporte que los trabajadores realicen a la
productividad de la empresa en que laboran.
También creo que es fundamental que la Constitución haya
establecido que ciertas actividades no pueden ir a huelga. Es decir, se haya
consagrado una fórmula de huelga que concilia los intereses no sólo de los

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 533

empresarios y trabajadores comprometidos directamente por el conflicto


laboral, sino también del resto de la comunidad, que se puede ver
fuertemente afectada por ese conflicto. De modo tal que si en un futuro el
sistema de huelga que hoy día existe se estimase poco viable desde el punto
de vista político, existe la posibilidad de constreñir las huelgas a través del
arbitraje obligatorio. El ideal, a mi juicio, es que el arbitraje obligatorio rija
para muy pocas empresas, que sean justamente aquellas que no puedan ir a
huelga por las razones de comprometer seriamente a la comunidad en los
términos en que lo consagra la Constitución. Pero en la medida en que
eventualmente se modificara la legislación laboral hoy día existente al
respecto, sería indispensable aumentar el número de empresas que no pueden
ir a huelga para evitar que los efectos de los conflictos laborales dañen al
conjunto de la comunidad. La Constitución tiene ese resguardo muy bien
configurado en defensa del bien común.

l
.c
Se ha establecido el derecho de los particulares para emprender
cualquier actividad económica, y se consagra el rol subsidiario del Estado en
ile
materia empresarial al establecerse que su ejercicio debe ser autorizado por
ley de quorum calificado y que, cuando se autoriza, el Estado debe ejercerlo
h
en las mismas condiciones que los particulares, salvo que una ley también
pc

de quorum calificado establezca reglas de excepción para una determinada


actividad empresarial del Estado, por motivos calificados.
e

Se consagra el derecho a la propiedad sobre toda clase de bienes,


.c

salvo los que la naturaleza ha hecho comunes a todos los hombres o los que
deben pertenecer a la nación, y una ley lo declare así, elemento que por sí
w

solo habría hecho inconstitucional el proyecto de Salvador Allende y de la


w

Unidad Popular del área de propiedad social dominante de la economía. Para


no alargarnos más en esta materia, deseo destacar que la Constitución
w

consagra un fortalecimiento al derecho de propiedad ya constituido, al


establecerse que cualquier expropiación legal por causa de utilidad pública o
interés social debe realizarse pagando al expropiado el daño patrimonial que
efectivamente se le causa. Este daño debe estimarse en su monto por los
tribunales ordinarios de justicia, con lo cual se impide que se dicte en el
futuro cualquier ley que establezca, como ocurrió con la reforma agraria,
tribunales especiales para que fijen los montos de las indemnizaciones a
cancelar. Además, la indemnización debe ser pagada al contado.
Creo que todo este conjunto de elementos constituye un armonioso y
sólido pedestal para una sociedad libre, desde el punto de vista de sus
estructuras económico-sociales, que tiene enorme gravitación y que, a mi
juicio, no ha sido destacado en todo el mérito que ella reviste desde ese
punto de vista. Esto e§ en lo que se refiere a los derechos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


534 ESTUDIOS PÚBLICOS

Juan Pablo Illanes:

En este punto de los derechos me interesaría que tocáramos otro


punto. El texto de la Constitución, no cabe duda, protege bien los derechos
de las personas. No obstante, llama la atención que a este Gobierno se le
formulan graves acusaciones en relación con el respeto a los derechos
humanos, fundamentalmente por su trato a los partidarios de la Unidad
Popular. Se le acusa de desapariciones, se indica que ha habido ejecuciones
sumarias, aparentemente irregulares. Hay una serie de acusaciones de esa
naturaleza, que pueden traer secuelas sociales muy graves y que, a juicio de
muchos, constituyen un germen de inestabilidad futura. Me gustaría
preguntarte a ti, que estuviste participando en el Gobierno desde el
comienzo, tu opinión sobre estas acusaciones.

l
.c
Jaime Guzmán: ile
Yo creo que eso nos lleva a un tema extraordinariamente delicado e
h
importante, que debe ser tratado de la manera más seria y franca posible.
pc

Creo, desde luego, que no se refiere básicamente a la consagración


constitucional de los derechos, porque en general las transgresiones a los
e

derechos humanos son actos que desbordan la legalidad y que por cualquier
.c

causa no son aclarados debidamente para su sanción correspondiente. Por


eso no se trata principalmente de un problema de orden jurídico, sino de un
w

problema de orden práctico.


w

Creo que cualquier enfoque serio del tema de los derechos humanos
durante este régimen debe partir de una realidad que enmarca el análisis. Esa
w

realidad es que el régimen actual accedió al poder en medio de un cuadro


objetivo de guerra civil, al cual el país había sido arrastrado deliberadamente
por el gobierno anterior. Este hecho reviste la máxima importancia, porque
la realidad histórica enseña que no hay situaciones objetivas de guerra civil
que no acarreen muy dolorosos y graves hechos de violencia, de muertes y
de transgresiones a los derechos de las personas. El primer problema que,
por tanto, hay que dilucidar, es cuánta responsabilidad y cuán grave
responsabilidad tiene el Gobierno de la Unidad Popular en muchos de los
hechos que debieron sufrir sus propios jerarcas, como consecuencia del
cuadro de guerra civil que ellos provocaron. Por esta razón, no puedo
aceptar, en conciencia y después de haberlo reflexionado durante trece años,
que los dirigentes y partidarios del régimen de la Unidad Popular pretendan
enfocar este problema unilateralmente, colocándose en la calidad de víctimas

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 535

y acusando al Gobierno militar de victimario. Me parece que eso es una


falsedad histórica absoluta y una osadía moral inaceptable, quizá sólo expli-
cable —en ciertos casos— por la falta de objetividad que pueden producir en
el ser humano las situaciones de muy grave dolor.
Producido el 11 de septiembre de 1973, se desencadenan una serie de
hechos que son consecuencia inevitable del cuadro de guerra civil generado
por la Unidad Popular. Esto no quiere decir que sean hechos justificables,
pero sí indica que la responsabilidad de su ocurrencia recae en mucho mayor
medida en quienes hicieron necesaria la intervención militar con esa guerra
civil que incentivaron que en quienes se vieron en la obligación,
completamente ajena a su voluntad, de conjurarla. Porque está claro que el
advenimiento del Gobierno militar no fue algo que las Fuerzas Armadas y
Carabineros buscaran.
Con el correr del tiempo, empiezan a yuxtaponerse dos realidades.

l
.c
Por un lado, la que acabo de señalar. Por el otro, la dinámica peligrosísima
que tienden a adquirir los organismos de seguridad en los gobiernos
ile
autoritarios. Es allí donde pasamos a un área distinta de realidades, en que de
excesos inevitables se pasa a abusos evitables, y por ende condenables
h
respecto de la autoridad que los llevaba a cabo. Quiero subrayar cómo estas
pc

dos realidades se yuxtaponen, para hacerles vislumbrar lo difícil que era


superar adecuadamente este problema. Naturalmente que el tema habría sido
e

muy simple de abordar si uno parte de la base que no se requería un


.c

Gobierno militar, o que el Gobierno militar llegó en condiciones diversas a


una guerra civil. Pero si llegó en condiciones propias de una guerra civil y
w

él fue indispensable para conjurarla, necesariamente estas dos realidades


w

deben ser analizadas como elementos que confluyen en un cuadro muy


complejo. ¿Dónde estaba, a mi juicio, la solución al problema?
w

Precisamente en ir desmontando gradualmente la dinámica peligrosa que


habían adquirido los servicios de seguridad, al excederse abusivamente en
forma que era evitable, pero realizar eso sin restarle potencia a la esencial
lucha antiterrorista.
Me parece indispensable, incluso, señalar, en forma bastante
categórica, que hay dos maneras en que el Estado puede violar los derechos
humanos; una por acción y otra por omisión. Cuando la autoridad no
combate a la subversión o al terrorismo de una manera eficaz, no es acusada
en ningún foro internacional de violar los derechos humanos, pero los está
violando por omisión, porque a ella le corresponde evitar los atropellos a
los derechos humanos que implica toda la acción terrorista y subversiva.
El problema, entonces, nace en que hay que armonizar la eficacia en
la lucha antisubversiva y antiterrorista, que es una lucha exigida por los

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


536 ESTUDIOS PÚBLICOS

derechos humanos, con el respeto a parámetros éticos y legales que


enmarquen esa lucha dentro de criterios aceptables desde la dignidad del
hombre que nos inspiran. Ese elemento permite apreciar el problema desde
una dimensión seria, no simplificada ni panfletaria como desgraciadamente
ha tendido a abordarse en Chile. Estoy perfectamente consciente que decir
estas cosas no es fácil ni grato, porque se ha producido en amplios sectores
del país una simplificación unilateral, emocional y superficial del tema.
Digo esto, además, porque personalmente desde los inicios de este
Gobierno, el tema de los derechos humanos me preocupó muy
intensamente. Me preocupó por una motivación ética y por una cuestión de
sensibilidad. Hay personas que son más o menos sensibles a estos temas, y
yo lo soy mucho. En esa época, dicha preocupación era estimada algo
excéntrico y curioso por la enorme mayoría de los sectores civiles que

l
apoyaban al Gobierno y que miraban todas las inquietudes que yo planteaba

.c
como algo muy secundario o como un mero costo inevitable que había que
ile
asumir sin más. Yo pensaba que había una parte de costo inevitable que
había que asumir, pero también había un costo evitable que había que tratar
h
de eliminar o superar cuanto antes, y en la mejor forma posible. Además,
creo que siempre se puede mitigar el dolor de los que sufren una realidad
pc

determinada, aunque incluso la sufran en principal medida por su propia


culpa. Y esa creo que es una dimensión de los derechos humanos, que no es
e

naturalmente publicitaria, pero que quizás es éticamente más importante.


.c

Porque a veces uno no puede evitar situaciones de conjunto o generales que


w

se producen por causas que desbordan la posibilidad de acción de una persona


o grupo determinado, o de uno mismo en particular, pero siempre puede
w

contribuir a mitigar los dolores que acarree cualquier situación para cualquier
w

persona, independientemente de donde estén las responsabilidades de que ese


dolor se haya producido.
Además, hay un aspecto de mi injerencia dentro del gobierno durante
esa época, en el cual no me parece oportuno abundar públicamente. Pero no
cabe duda de que la disolución de la DINA, y el subsecuente reemplazo del
general Manuel Contreras en la dirección del organismo que la sustituyó,
fue un paso decisivo en una tendencia o evolución favorable del problema.
También siento el deber moral de decir que algún día se reconocerá el papel
decisivo que en igual línea tuvo Sergio Fernández como Ministro del
Interior, etapa en que se puso fin al gravísimo hecho de los detenidos-
desaparecidos y en que se mejoró notoriamente la situación general de
derechos humanos, aun cuando en el arduo desafío de combinar lo anterior
con la eficacia de la lucha antiterrorista y antisubversiva, el ex ministro
Fernández no lograse en plenitud todo lo que se propuso en favor de los

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 537

derechos humanos y por lo cual luchó silenciosa pero incansablemente, y


con frutos que sólo la extrema pasión política actual es capaz de pretender
desconocer.
Me interesa también subrayar en este tema que el caso chileno
presenta una original y atinada solución jurídica y que fue una idea
impulsada por Sergio Fernández, en 1978. Esa solución fue fijar una fecha
determinada por ley, como término de las secuelas de la guerra civil. Esa
fecha es el 10 de marzo de 1978. La norma o fórmula jurídica que se buscó
para eso fue la ley de amnistía, que borró los delitos cometidos en el
período 73-78, por ambos bandos. Cuando la ley de amnistía fue
promulgada, la jerarquía de la Iglesia Católica la celebró como una medida
de conciliación, porque, de hecho, como producto de esa ley, salieron en
libertad dirigentes o activistas de la Unidad Popular que estaban condenados
o procesados por delitos cometidos antes del 11 de septiembre del 73, o

l
.c
después de esa fecha, y por cierto que también la ley apuntaba a blanquear
jurídicamente, que eso es la amnistía, los delitos que se hubieran cometido
ile
por los órganos de seguridad en la lucha contra las secuelas de la guerra
civil, producidas entre los años 73 y 78.
h
Pero todo lo ocurrido con posterioridad al 11 de marzo de 1978 en
pc

Chile está sujeto a la jurisdicción común, de manera que la discusión de si


debe haber o no juicios para los actos cometidos que impliquen transgresión
e

de los derechos humanos no tiene ningún sentido en la realidad chilena. La


.c

solución ya está dada. No hay sanción para los hechos ocurridos antes del
11 de marzo de 1978. Hay plena aplicación del derecho común entre los
w

tribunales ordinarios de justicia competentes, para todo acto ocurrido con


w

posterioridad. La UDI ha señalado, y yo quisiera subrayar esta tarde, que


donde recae la principal responsabilidad del actual Gobierno al respecto es en
w

el esclarecimiento de los hechos que impliquen violación de los derechos


humanos —y especialmente de los crímenes de connotaciones políticas—
acaecidos con posterioridad al 11 de marzo del año 78, y que desgra-
ciadamente no han sido esclarecidos de la manera en que es indispensable
que lo sean para que se juzguen y sancionen conforme a la legislación
vigente, y se despeje así un elemento que puede ser extraordinariamente
traumático en el paso del Gobierno militar hacia la plena democracia. Creo
que allí hay una responsabilidad pendiente del actual Gobierno. Con igual
franqueza con que trato de acotar cuál es la responsabilidad que compete a
este régimen, incluyendo también la muy grave que tiene el régimen
anterior, y la posterior acción subversiva y terrorista de origen marxista,
planteo también las responsabilidades muy serias que cabe exigir del actual
Gobierno.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


538 ESTUDIOS PÚBLICOS

Juan Pablo Illanes:

Sobre la base de los mismos argumentos que tú diste, el problema de


omisión se aprecia como muy grave. Hay una serie de asesinatos
importantes, ninguno de los cuales está aclarado. A raíz de uno de ellos
incluso se produce la renuncia de uno de los miembros de la Junta de
Gobierno. Recordemos que Nixon no cayó por lo que ocurrió en Watergate,
sino por su encubrimiento posterior. Las omisiones y la continuación hasta
hoy de los conflictos, ¿no crees tú que indican que el problema de los
derechos humanos está muy lejos de haber sido superado en marzo del 78?

Jaime Guzmán:

l
.c
Yo creo que está lejos de haber sido superado. Justamente allí reside
el problema. Creo que lo que está superado es la solución jurídico-política
ile
al problema, que en otros países fue necesario resolver en el momento del
traspaso del gobierno militar al gobierno civil o después de instalado éste.
h
Hay una solución jurídica. Pero ¿cuál es el gran problema?
pc

Precisamente lo que tú señalas. El problema reside en que hay una serie de


hechos posteriores al 11 de marzo de 1978 que no han sido esclarecidos y
e

cuyas víctimas son opositores al Gobierno. Esto no autoriza a culpar al


.c

Gobierno de los hechos, pero sí hace válida la exigencia de que él los


esclarezca, o preste la colaboración eficaz e indispensable de los organismos
w

policiales para que estos casos sean esclarecidos por el Poder Judicial. El
w

caso de los tres dirigentes comunistas degollados es uno de los más agudos
en la materia. Porque allí hay constancia fehaciente de participación de
w

personal uniformado en el inicio de los hechos que condujeron a que estas


personas fueran finalmente asesinadas y degolladas. Por esa razón es que
estimo fundamental insistir en este punto como una exigencia que nace de
un imperativo ético. Esto es lo que considero un enfoque serio y equilibrado
del tema de los derechos humanos.
Rechazo que se simplifique el problema, poniendo en un pie de
igualdad, por ejemplo, el caso de Lonquén o de los comunistas degollados.
Quien pone en igualdad de condiciones los dos casos, por una vía o por
otra, está revelando una falta de seriedad absoluta en el análisis del
problema. Si las pone en igualdad de condiciones en forma acusatoria, está
desconociendo la situación de guerra civil en la cual se dio el caso de
Lonquén. Y si las pone en igualdad de condiciones para pretender una
supuesta absolución u olvido del problema, yerra gravemente porque

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 539

desconoce el hecho de que el caso de los degollados no puede quedar impune


sin que para el Gobierno recaiga una grave responsabilidad por no contribuir
eficazmente a esclarecer el caso.
Creo que estos hechos tienen tal gravitación que, efectivamente,
pueden opacar realizaciones extraordinarias de un gobierno en lo jurídico, en
lo institucional, lo mismo que en lo económico o social. Son aspectos
vitales que conmueven los valores éticos más profundos de las personas y
sus reacciones más sensibles. Por eso es que yo disto de pensar que el
problema está superado. Lo que sí me interesa reiterar es que eso no debe
llevamos, tampoco, a estimar que estas acciones injustificables y que deben
ser sancionadas, son unilaterales. O sea, tampoco hoy hay una víctima y un
victimario, porque existe una permanente y sistemática acción de terrorismo
y de subversión impulsada y ejecutada por el comunismo, que exige una

l
lucha antisubversiva y antiterrorista en defensa de los derechos humanos

.c
afectados por el terrorismo y por la subversión. Y también en defensa de
ile
todos los chilenos en cuanto si lograra tener éxito una revolución que
llevase al poder a un gobierno marxista, nuestros derechos humanos se
verían conculcados en medida incomparablemente más grave que todo lo
h
peor que haya sucedido en Chile desde 1973.
pc

Por esa razón, lo que hay que propiciar tiene que ser realista y
equilibrado. Hay que fortalecer la lucha antisubversiva y antiterrorista en
e

términos que ella resulte eficaz, evitando caer en las consignas descali-
.c

ficatorias contra los organismos encargados de un combate que, hablando


con sinceridad, tiene una rudeza que le es inherente e inseparable. Lo que
w

ocurre es que, a mi juicio, eso no puede confundirse con lo que constituyen


w

actos delictuales que van mucho más allá de la rudeza inevitable o inherente
a la lucha antiterrorista, y que son actos que deben ser esclarecidos y
w

sancionados de manera ejemplar, precisamente para que la lucha antisub-


versiva, sin perder eficacia, se enmarque en parámetros éticos. Porque si ello
no se enmarca dentro de parámetros éticos, termina siendo también ineficaz,
porque pierde el respaldo de la ciudadanía. Cuando la ciudadanía siente que la
lucha antisubversiva o antiterrorista da lugar a la comisión de abusos
graves, aunque no sean demasiado numerosos, pero sí graves y evitables, se
produce una reticencia de la opinión pública a prestar el apoyo indispensable
que requiere el éxito de la lucha antiterrorista y antisubversiva.
De allí que incluso hasta para su propia eficacia, aparte de las
prioritarias exigencias éticas, es indispensable que se logre la ecuación
señalada; pero insisto que es un problema de ecuación, y olvidar cualquiera
de las dos líneas que tienen que confluir para lograr dicha ecuación es
igualmente fatal para los derechos humanos. Si la lucha antisubversiva y

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


540 ESTUDIOS PÚBLICOS

antiterrorista se torna ineficaz, ello resulta gravísimo para los derechos


humanos. Y si ella desborda los parámetros éticos o legales en que debe
enmarcarse, se hace igualmente lesiva y grave para los derechos humanos.

Juan Pablo Illanes:

Bien, me gustaría preguntarle a Jaime Guzmán sobre el futuro de la


transición, sobre la unidad de la derecha y sobre el futuro más remoto.
En un esquema, podemos distinguir cuatro formas diferentes de
avanzar en la transición, según lo que hemos conversado en los días
anteriores. Una es la rebelión popular; otra la movilización y la ruptura,
como ha sido propiciada por buena parte de la oposición; una tercera

l
fórmula sería negociar con las Fuerzas Armadas para llegar a un acuerdo

.c
entre ellas y los grupos políticos; y la cuarta forma es no hacer nada, dejar
ile
que impere la letra de la Constitución que ya fue aprobada. Yo quiero
preguntarle a Jaime, dentro de este esquema algo simple, cuál es la opción
h
que propicia la Unión Demócrata Independiente.
pc

Jaime Guzmán:
e
.c

No somos partidarios de modificar la Constitución en lo que se


w

refiere a la fórmula de sucesión presidencial, al menos por ahora.


Creemos que toda la dinamización del proceso de transición hacia la
w

plena democracia que la UDI ha propuesto en el documento programático


w

"Chile, Ahora", contiene una cantidad de medidas que es indispensable ir


impulsando, algunas de las cuales felizmente se han anunciado hace algunas
semanas, pero que deben ser complementadas todavía por muchas otras que
esbozamos en ese documento y que permitirían el avance hacia una plena
democracia de modo pacífico y, al mismo tiempo, facilitarían que esa futura
democracia sea sólida y estable.
No sé si con motivo de ser la UDI virtuálmente el único movi-
miento que no es partidario de modificar la Constitución en el tema de la
sucesión presidencial, sería pertinente dar las razones o si son suficien-
temente conocidas.

Juan Pablo luanes:

Yo creo que Sería pertinente.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 541

Jaime Guzmán:

Pensamos que se trata de un tema instrumental. No hay ningún


elemento de principio comprometido. Por esa razón, bien podríamos
modificar nuestra opinión si llegáramos a apreciar la realidad de una manera
distinta a como la apreciamos hoy día. Pero tal como la realidad se presenta
hoy, nos parece que la fórmula del plebiscito puede ser precisamente la
instancia y el tema que hagan factible un proceso formal o informal de
negociación de las Fuerzas Armadas con los sectores civiles democráticos.
Lo que necesariamente las Fuerzas Armadas y Carabineros deberán negociar,
formal o informalmente, es el nombre que sometan a plebiscito, porque
requieren tener la razonable certeza de que la persona propuesta obtenga
éxito en el plebiscito y sea ratificada por la mayoría ciudadana. Las Fuerzas

l
Armadas y Carabineros no pueden correr el riesgo de ser derrotados en ese

.c
plebiscito sin un grave daño para el futuro institucional del país y para su
ile
propio prestigio. Por esa razón es que además de los sondeos de opinión
pública propios de las encuestas y de los métodos modernos que existen al
efecto, será indispensable también que quienes deben hacer la proposición al
h
país conversen y ausculten oportunamente la opinión de los grupos polí-
pc

ticos más representativos del espectro democrático, como uno de los


elementos importantes de la decisión, si bien no los únicos. Porque los
e

movimientos y partidos políticos no expresan siempre cabalmente el


.c

pensamiento de la ciudadanía como conjunto.


w

Juan Pablo Illanes:


w
w

O sea, tú crees que no es necesario la reforma constitucional, justa-


mente porque la fórmula que se escogió, en la práctica, fuerza a la negocia-
ción. Es decir, estimula muy fuertemente la negociación.

Jaime Guzmán:

Exacto. Y creo, por el contrario, que una reforma de la Constitución


que consagre la elección competitiva desincentiva cualquier negociación
posible.

Juan Pablo Illanes:

¿Estimula la confrontación?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


542 ESTUDIOS PÚBLICOS

Jaime Guzmán:

Estimula la confrontación y la polarización. Bastaría que esa reforma


constitucional fuera aprobada para que cada sector político levantara a su
líder como candidato, o cada coalición designara como candidato a su
exponente más idóneo para una lucha de confrontación electoral. En ese
contexto, pienso que la efervescencia propia de una elección presidencial
sería el ambiente más contraindicado imaginable para ingresar al pleno
ejercicio de la vida democrática.

Juan Pablo Illanes:

l
Pero cualquier observador estaría de acuerdo en que se aprecia hoy día

.c
un país bastante dividido, y en que hay una proporción importante de los
ile
dirigentes políticos que se niega a aceptar la legalidad vigente, o, al menos,
la Constitución actual. De modo que mantener la situación tal como está,
sin ninguna modificación, puede llevar a que se mantenga el
h
cuestionamiento de la legitimidad sobre el régimen aún más allá del 89.
pc

¿No lo crees tú?


e
.c

Jaime Guzmán:
w

Pienso que eso dependerá fundamentalmente de la persona que sea


w

propuesta a plebiscito y de las características reales que rodeen a la


definición plebiscitaria. Pienso que si los comandantes en jefe de las
w

Fuerzas Armadas y el general director de Carabineros logran proponer a una


persona que obtenga una abierta y clara mayoría, que debiera ser del orden
del 60 por ciento, y si ese plebiscito se verifica con todas las reglas propias
de las normas sobre procedimientos electorales para un régimen democrático
constituido, querría decir que se ha actuado en los términos más favorables e
idóneos para solucionar el problema de que haya un importante sector de la
ciudadanía que no acepte el sistema.
Creo que la fórmula plebiscitaria favorece mucho más el
advenimiento a la Presidencia de la República de una persona de consenso o
de acuerdo sustancialmente mayoritario, que la fórmula de elección
presidencial competitiva y confrontacional, que creo que es contraindicada
para el objetivo al cual se aspira.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 543

Juan Pablo Illanes:

Uno de los aspectos que llaman la atención de la política chilena es


la fragmentación, y hay una acusación de parte de la opinión pública a la
dirigencia política en general, por su dificultad para llegar a acuerdos.
¿Cómo ves tú en esta perspectiva la unidad de la derecha?

Jaime Guzmán:

A mí no me gusta hablar de la unidad de la derecha porque creo que el


término "derecha" es un término sobrepasado, hueco e irrelevante, lo mismo
que los términos "centro" e "izquierda". Pienso que lo que resulta
fundamental es unir a todos los partidarios de una sociedad integralmente

l
libre, que compartan principios, valores, proyectos o programas políticos

.c
fundamentales y estilos comunes de hacer política. En la medida en que eso
sea el elemento aglutinante que permita que se mancomunen fuerzas que
ile
hoy día están fragmentadas, creo que el país tendría un elemento muy
favorable para la futura estabilidad y eficiencia de su régimen institucional
h
democrático. Específicamente, la UDI tratará mañana, en un consultivo
pc

nacional de dirigentes, la proposición formulada por Unión Nacional sobre


esta materia, y esperamos tener una respuesta al término de esa reunión,
e

como decisión de nuestra Comisión Política. No puedo adelantarme a


.c

ninguna decisión, pero sí puedo señalar, porque eso ha sido lo que he


recogido en todas las reuniones internas de la UDI que he tenido desde que la
w

propuesta de Unión Nacional se publicó, que existe la mejor disposición


w

para recogerla en la perspectiva en que lo acabo de insinuar.


w

Juan Pablo Illanes:

Me gustaría que ampliaras el tema de la unidad en cuanto al estilo de


hacer política, porque me parece que sería la más difícil de conseguir y
puede dar lugar a una fragmentación excesiva. Cuando hay acuerdos en los
principios fundamentales, y esto vale igualmente para el socialismo, ¿por
qué no conformar un solo movimiento? Si se pone el acento en el estilo de
hacer política, ¿no crees que podemos caer en una fragmentación exagerada?

Jaime Guzmán:

Efectivamente, creo que es una moneda de dos caras; pero el otro


riesgo grave que se corre es que si no se pusiera el énfasis debido en una

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


544 ESTUDIOS PÚBLICOS

coincidencia básica en el estilo de hacer política, puede ocurrir que la unidad


que se gestase sin ese ingrediente fuese muy frágil o efímera. En definitiva,
le atribuyo tanta importancia al estilo de hacer política como a los
principios, valores y proyectos políticos, porque precisamente creo que el
ambiente que reine en un partido es el que atrae o retrae a las personas.
Uno de los problemas más serios que ha tenido la política chilena, y
especialmente el sector de los partidarios de una sociedad integralmente
libre, es que gran parte de los mejores exponentes que esa corriente de
pensamiento tiene en el país, en las últimas décadas, fue siendo crecien-
temente reacia a incorporarse a los partidos políticos. Así como en la
formación de la república y en el siglo pasado estuvo significativamente
gravitando en la vida política, ese sector fue desentendiéndose de ésta poco a
poco, desilusionándose de los políticos y, como consecuencia, de la

l
política.

.c
Tengo el convencimiento de que para generar una nueva fuerza
ile
política que realmente sea potente, creativa y vigorosa, en la perspectiva de
los partidarios de una sociedad libre, y contraria por tanto a toda forma de
socialismo, es imperioso que ella sea capaz de entusiasmar y de atraer a
h
quienes hasta ahora han sido reacios a la militancia partidista. Y eso
pc

requiere que esas personas no sientan en la vida del partido una permanente
pérdida de tiempo, por intrigas, rencillas o mezquindades, que las lleven a
e

preferir dedicar su tiempo a otras actividades, o a pensar que no tienen


.c

cabida ni paciencia para todo lo que significa soportar esa realidad


w

institucionalizada como forma normal de actuar del conglomerado polí-


tico. Dicho quizá de manera más cruda, creo que más grave que la
w

fragmentación de hoy sería una unidad artificial o efímera que se quebrara a


w

muy poco andar, porque entonces sí que el factor de desilusión y de


desconcierto que se generaría en la opinión pública podría ser mucho más
grave en sus consecuencias que el que acarrea la fragmentación hoy día
existente. Por eso hay que construir la unidad sobre bases que sean sólidas,
que pueden ir siendo cada vez más extensas, pero que nunca arriesguen con
derrumbar lo que se haya avanzado. Eso, como criterio de acción, me parece
el más razonable.

Juan Pablo Illanes:

Pensemos que en Chile se ha constituido una sociedad integralmente


libre en el futuro. ¿Qué papel les asignas a las Fuerzas Armadas en esa
sociedad?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 545

Jaime Guzmán:

Crucial. Creo que las Fuerzas Armadas son en Chile instituciones


que conforman la columna vertebral de la sociedad chilena. No es una
casualidad que los grandes cambios político-institucionales a lo largo de
toda nuestra historia hayan tenido una presencia decisiva de las Fuerzas
Armadas. Ello se dio en la Independencia; más tarde en el surgimiento del
régimen portaliano o la república en forma, a partir de 1831. Se dio
también en 1891, en la revolución y la guerra civil de ese año, y emergió de
nuevo en 1924 con otra intervención militar, muy ligada al surgimiento de
la Constitución de 1925. Entre el 25 y el 73 hubo múltiples formas de
intervención militar. También está el fenómeno que te he señalado en una
respuesta anterior, de cómo se institucionalizó por gobiernos civiles el

l
ejercer las facultades de excepción a través de las Fuerzas Armadas y cómo

.c
se formaron gabinetes militares en gobiernos civiles cada vez que éstos lo
juzgaron necesario. ile
Creo que pretender ignorar o desentenderse de estos hechos es actuar
de espaldas a la realidad. En Chile hay un Partido Comunista que constituye
h
una realidad peligrosa y singularmente delicada dentro del Occidente. No es
pc

un hecho secundario que Chile tenga uno de los partidos comunistas mejor
organizados y más sumisos a Moscú de todo el mundo no comunista, y
e

creo que ese elemento tiene mucho que ver con la fuerte participación que
.c

han tenido y deberán seguir teniendo las Fuerzas Armadas, más aún cuando
la amenaza comunista afecta a la soberanía de Chile. Naturalmente que
w

pienso que esa participación tiene que ser subordinada al ordenamiento


w

constitucional y jurídico vigente. No puede ser una participación que lo


desborde o que sitúe a las Fuerzas Armadas en una condición de excepción al
w

acatamiento de todas las instituciones y personas frente al ordenamiento


jurídico. Pero precisamente por esa misma razón es que pienso que la
conformación de un Consejo de Seguridad Nacional, sobre cuya com-
posición o atribuciones siempre se podrá discutir en términos de sus for-
mulaciones más convenientes, resulta sin embargo indispensable para que
esa participación sea oficial, responsable, responsabilizable y jerarquizada,
es decir, ejercida por las máximas cabezas de las Fuerzas Armadas y
Carabineros. Pretender que el Consejo de Seguridad Nacional institucio-
naliza el golpe de Estado, como han dicho algunos, es no entender nada del
problema. Precisamente pensar que las Fuerzas Armadas no van a tener una
gravitación importante por el hecho que en la Constitución no se las
contemple, es vivir en un mundo completamente ajeno a la realidad chilena.
Han tenido, tienen y van a tener una gravitación muy decisiva e importante.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


546 ESTUDIOS PÚBLICOS

Ante esa evidencia, la disyuntiva está entre canalizar esa partici-


pación de un modo jurídico, que revista las características que he señalado, o
dejarla entregada simplemente a la vía de los hechos, de las presiones que se
generan al margen de todo canal jurídico o institucional regulado.

Juan Pablo Illanes:

Me parece que tú considerarías que eso es reconocer la realidad tal


como es. Frente a esa misma actitud, hay inquietudes respecto de la
proscripción del Partido Comunista. ¿Tú crees que eso es realizable? Tú
estuviste hablando de lo demagógico que resultaba proponer lo irrealizable.
¿Crees que es realizable proscribir al Partido Comunista e impedir su

l
funcionamiento en el país? Si se toma en cuenta el resultado de las

.c
elecciones en las universidades y el avance objetivo que ha tenido el
ile
marxismo en la juventud chilena, cabe preguntarse si las medidas que se han
adoptado, que son medidas constitucionales y legales simplemente —pero
que obviamente no son hechos por sí mismos—, han fracasado ante este
h
avance del comunismo.
e pc

Jaime Guzmán:
.c
w

Yo cuestiono que el comunismo haya avanzado dentro de la juventud


chilena en estos años. Me alegro enormemente que se haya traído a colación
w

la materia, porque la estimo extraordinariamente interesante. Tengo la im-


w

presión personal de que las votaciones que hoy obtiene la izquierda marxista
en las universidades obedece en mucho mayor medida a un deseo de muchos
universitarios de votar en favor de lo que sea lo más antagónico posible al
actual Gobierno, y no de votar por una tendencia de ideología marxista.
Creo que la mayoría de los estudiantes que votan por el MDP no son
marxistas, ni mucho menos marxistas-leninistas. Y precisamente ese
elemento de juicio me lleva a ser muy partidario de la proscripción del
Partido Comunista de la vida civil.
Ahora bien, lo grave que ha ocurrido al respecto desde 1981 hasta la
fecha, reside en que el Gobierno no ha aplicado el artículo octavo de la
Constitución. Y precisamente por no aplicarlo, ha favorecido el resur-
gimiento del marxismo a las formas de vida cívico-políticas que han tenido
lugar en estos años, todavía incipientes o germinales, pero no por eso
menos importantes. Advirtiendo la gravedad que representaba este hecho, un

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 547

grupo de personas, a iniciativa de la UDI, presentamos un requerimiento al


Tribunal Constitucional para que declarara la inconstitucionalidad del MDP
y de los movimientos que lo componen, vale decir, el Partido Comunista,
el MIR y el Partido Socialista, "fracción Almeyda". Yo alegué perso-
nalmente ese requerimiento ante el Tribunal Constitucional. Obtuvimos un
fallo favorable del Tribunal, de 31 de enero de 1985, declarando la incons-
titucionalidad del MDP y de los tres movimientos o agrupaciones que lo
integran. Pero lo cierto.es que obtenido el fallo, él ha quedado desgra-
ciadamente sin aplicación práctica y eso se debe, ante todo, a que el
Gobierno no ha promulgado la legislación necesaria para hacer plenamente
eficaz esa proscripción, que está constitucionalmente declarada por el
Tribunal. De manera que, desde luego, la realidad que estamos viviendo hoy
día no es el fruto de la aplicación del artículo octavo, sino el fruto de la no
aplicación del artículo octavo por parte del Gobierno, por razones que para

l
.c
mí permanecen como insondable misterio político.
El Gobierno ha actuado en la materia exactamente al revés de lo que
ile
debiera haberlo hecho. Ha renovado permanente y automáticamente los
estados de excepción (particularmente del artículo 24 transitorio de la
h
Constitución), utilizando sus atribuciones discrecionales contra algunos
pc

comunistas, con todo el perjuicio cívico y político que implica renovar


automática y permanentemente los estados de excepción. Pero el Gobierno
e

no ha aplicado un precepto que integra las bases de la institucionalidad


.c

normal y permanente de la Constitución de 1980, como es la proscripción


cívica de la propagación de doctrinas totalitarias y violentistas, no afectando
w

así la acción más orgánica y pública del Partido Comunista y desacreditando


w

—o sembrando dudas sobre la eficacia— de una norma básica de la Carta


Fundamental que este mismo régimen militar impulsó.
w

Incluso, pienso que el exilio hasta de los más connotados comu-


nistas debió haber terminado hace varios años, sobre la base de aplicar
simultáneamente el artículo octavo de la Constitución, que suspende los
principales derechos cívico-políticos a quienes el Tribunal Constitucional
declare responsables de hacer proselitismo en favor de doctrinas totalitarias y
violentistas. Ello habría significado avanzar en la más plena aplicación
inmediata posible de la Carta Fundamental. Habría permitido fortalecer el
pluralismo político entre los sectores políticos no proscritos, es decir, de
todas las tendencias democráticas, cualquiera sea su posición frente al
Gobierno. Habría proyectado con claridad el sistema que consagra la
institucionalidad de la Constitución. Pero se ha actuado del modo exacta-
mente inverso, en una conducta gubernativa que me parece no sólo errada,
sino francamente incomprensible.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


548 ESTUDIOS PÚBLICOS

Actualmente, hay un Partido Comunista fuerte y bien organizado,


pero que no es numeroso desde el punto de vista electoral, en el sentido de
que gran parte de quienes adhieren al comunismo no lo hacen por la ideo-
logía marxista-leninista que sustenta, sino por otras razones que en el pasa-
do fueron, por ejemplo, la creencia de que el comunismo representaba una
forma de redención para los sectores más modestos de la población, o en la
actualidad, de que es el medio más vigoroso de oponerse al actual Gobierno.
Pero precisamente esas adhesiones que tienen una inspiración completa-
mente diferente al ideario marxista-leninista, pasan a engrosar ese ideario,
cuando al marxismo-leninismo se le permite tener personería en la vida
cívica. De alguna forma, ese es el fenómeno que produce que esa votación
universitaria o sindical sea hoy llevada donde no quiere ir, y donde no
desearía ir, pero donde es arrastrada por ese fenómeno. Lo mismo vale para
la votación popular política, una vez funcionando una democracia plena.

l
.c
Yo voy incluso más lejos. Creo que en Chile el Partido Comunista
ejerce de tal manera una atracción atávica sobre toda la izquierda chilena y
ile
un factor de acomplejamiento sobre el Partido Demócrata Cristiano, que
termina condicionando toda la vida política nacional. En la medida que se le
h
permita actuar libre, legal y públicamente, el Partido Comunista aprovecha
pc

esa facilidad para ponerle las reglas del juego a la izquierda, y todos se
someten a lo que él dicta. Y cuando el comunismo corre el riesgo de quedar
e

aislado, como sucedió después de los sucesos de septiembre de 1986, toca


.c

las campanas para que acudan en su protección todos los sectores de


izquierda, y la experiencia demuestra que no hay virtualmente ninguno que
w

no se preste para hacerlo solícitamente.


w

Por esa razón, y no es raro que así haya ocurrido, cuando el


comunismo estuvo efectivamente proscrito en Chile entre el año 73 y el
w

83, el país empezó a ver una evolución importante y alentadora de sectores


socialistas y de segmentos proclives a la Democracia Cristiana. Justamente
dejó de estar en acción pública, visible y oficial el señuelo del Partido
Comunista y entonces el espectro se corrió hacia posiciones más próximas
a una sociedad libre y antimarxista o contraria a los predicamentos del
marxismo. Bastó que la apertura iniciada en el año. 83 se realizara —y aún
persista— en un cuadro de no aplicación del artículo octavo de la Consti-
tución, sino de plena actividad del comunismo en todas las realidades que
hoy día están abiertas al quehacer político, para que se empezara a resque-
brajar esa evolución positiva que se veía y que no estaba todavía
suficientemente decantada. Entonces, de nuevo el cuadro político se movió
hacia la izquierda marxista en sus planteamientos y en sus formulaciones de
manera muy importante.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 549

La proscripción del Partido Comunista desde luego excluye de la vida


cívica a un segmento muy reducido del país, que son los dirigentes y
militantes del Partido Comunista. No se trata de excluir de la vida cívica a
centenares de miles de chilenos, como algunos dicen, sino a un porcentaje
ínfimo del electorado nacional. Pero eso sería, a mi juicio, un elemento
muy favorable para estabilizar la vida democrática y correrla hacia
posiciones más moderadas y más susceptibles de la alternancia en el poder,
como es lo propio de una democracia.

Juan Pablo Illanes:

Tú eres partidario de la fórmula plebiscitaria, ¿qué características y


condiciones crees que debería reunir la persona que se designe como

l
.c
candidato a Presidente de la República?
ile
Jaime Guzmán:
h
pc

Primero, ser una persona que coincida en lo fundamental con la obra


del actual régimen, o al menos que no sea antagonista u opositor a ella,
e

para evitar que se revierta un proceso extraordinariamente constructivo que


.c

el país ha experimentado desde 1973, con la profunda transformación


modernizadora emprendida en lo económico-social y la sólida y acertada
w

institucionalización política contenida en el articulado permanente de la


w

Constitución del 80. Segundo, creo que tiene que ser una persona de mucho
carácter, porque esa es condición esencial de un gobernante. Y tercero, ser
w

una persona que teniendo mucho carácter, no sea alguien demasiado


polémico frente a la opinión pública. Porque se trata de acertar en alguien
que aglutine el consenso de un amplio sector ciudadano y que sea el punto
de encuentro de muchos que tienen que confluir en el avance hacia una plena
democracia.
Si se propusiera a cualquier líder político como próximo candidato a
la Presidencia, me parecería el más garrafal de los errores. No puede ser una
persona que tenga muchos fervorosos partidarios, pero también muchos
enconados antagonistas. Tiene que ser una persona que poseyendo carácter,
no siendo un títere ni un flan, sea, sin embargo, un hombre que no
provoque grandes resistencias, para que la gente vote por él, porque en un
plebiscito, a diferencia de una elección competitiva, la gente vota mucho
más pensando en si el candidato no le molesta que si le entusiasma. En las

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


550 ESTUDIOS PÚBLICOS

elecciones competitivas hay que despertar entusiasmo para conseguir el


voto. En un plebiscito lo que hay que hacer es no despertar grandes
anticuerpos. De manera que sugeriría un candidato que cuando fuera
presentado, probablemente no hubiera un sector muy amplio de la
ciudadanía que saliera a gritar a la calle con fervor por ese candidato, pero
que una mayoría clara dijera, en jerga chilena: "Bueno, ya... conforme. ¿Es
este el medio de avanzar hacia la democracia? No será el que más me
guste..., pero si éste es el medio, votemos por él".

Juan Pablo Illanes:

Bueno, quiero primero que nada agradecerle a Jaime Guzmán su


asistencia aquí. No hemos agotado los temas que nos gustaría conversar con

l
.c
él, pero hemos cubierto una amplia zona. En segundo lugar, quiero
agradecerles a todos ustedes su presencia en este seminario. Muchas gracias.
ile
h
pc

JAIME GUZMÁN: LA OTRA VISION*


e
.c

La figura de Jaime Guzmán aparece vinculada al régimen militar


desde sus inicios. Combativo en su lucha en contra de la Unidad Popular, la
w

derrota de ésta fue su triunfo. Y así el joven gestor del gremialismo


w

universitario se convierte en el ideólogo y en uno de los personajes clave


que influyeron y colaboraron en el nuevo Gobierno.
w

Era 1973. Ya entonces inspira la declaración de Principios de la


Junta Militar y es también uno de los autores de la nueva Constitución
Política. No ocupó nunca un cargo público, sino que trató de ejercer su
influencia con esa capacidad de persuasión que inevitablemente logra con
sus argumentos.
Polémico y polemista, el líder de la UDI llegó al Senado, donde ha
seguido trabajando incansablemente por las ideas que cree, llegando a ser

*Texto de la entrevista que la periodista Blanca Arthur le hiciera a Jaime


Guzmán E. en relación al Informe de la Comisión Nacional de Verdad y
Reconciliación, publicada en el diario El Mercurio, domingo 10 de marzo de
1991.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 551

reconocido, incluso por sus adversarios, como uno de los políticos más
determinantes del período que vive el país.
Capaz de arremeter junto a las mayorías o en contra de ellas cuando
tiene el convencimiento de que está en lo cierto, lo hace una vez más para
enfrentar con "su" verdad, la verdad del Informe Rettig.

Blanca Arthur:

¿Cuál fue su sentimiento íntimo frente a lo que relata la Comisión?


¿De horror? ¿De vergüenza?

Jaime Guzmán:

De interés, al conocer en forma más detallada y pormenorizada

l
.c
ciertos hechos cuya línea gruesa el país conocía perfectamente desde hacía
muchos años y que incluso fueron objeto de amplios debates en las últimas
ile
campañas electorales.
h
Blanca Arthur:
pc

¿Imaginó que tenía la magnitud que concluye el Informe Rettig?


e
.c

Jaime Guzmán:
w

Pensaba que tenía la magnitud que hoy se ha conocido y que dista


w

mucho de las cifras estratosféricas difundidas por la ex Unidad Popular en el


exterior que hablaban de 20 ó 30 mil muertos. Si bien una sola vida
w

humana no tiene precio, hay una diferencia cualitativa entre la cantidad real
y las exageraciones que se cometieron durante años.

Blanca Arthur:

¿No le impactó la descripción de las vejaciones que sufrieron las


víctimas?

Jaime Guzmán:

Naturalmente que el detalle de ciertas actitudes de especial crueldad


siempre impacta. Pero aun suponiendo que no haya exageración en ello,
creo que lo central hay que buscarlo en los factores que permitan formarse

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


552 ESTUDIOS PÚBLICOS

un juicio ético y político. Pienso que el análisis racional debe prevalecer


por sobre la explotación emocional de hechos semejantes.

Blanca Arthur:

¿Qué sentimiento le provocó el perdón que pidió el Presidente con la


voz quebrada?

Jaime Guzmán:

Creo que fue una actitud muy sincera de su parte, que demuestra una

l
voluntad íntima suya de asumir este problema como algo de responsabilidad

.c
muy personal.
ile
Blanca Arthur:
h
pc

¿Acoge o no su llamado a que lo que señala el Informe sea una


verdad compartida por todos?
e
.c

Jaime Guzmán:
w
w

En lo que se refiere a la materialidad de los hechos investigados por


la Comisión, acepto presumir que son los que corresponden a la verdad,
w

mientras no haya otros antecedentes que los refuten. En lo que se refiere al


marco histórico interpretativo de esos hechos, el Informe no me parece
válido, sino por el contrario creo que esa interpretación histórica es
pretenciosa y superficial. Además procura atenuar las responsabilidad del
Gobierno de la Unidad Popular como principalísimo causante de la
situación de guerra civil a la cual fuimos arrastrados.

Blanca Arthur:

Un cosa es la responsabilidad en el clima de violencia y


enfrentamiento que han asumido incluso los ex dirigentes de la Unidad

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 553

Popular, pero otra es la de las violaciones a los derechos humanos, donde la


responsabilidad es de quienes las cometieron.

Jaime Guzmán:

Es exactamente el error de enfoque que yo no puedo compartir ni


aceptar. Lo que hubo en Chile no fue meramente la destrucción de un
régimen democrático. En Chile hubo una planificación deliberada de una
guerra civil con un verdadero ejército irregular —como lo llamó textual-
mente el ex Presidente Frei—, formado por miles de extremistas extranjeros
ingresados ilegalmente con abundante armamento introducido en forma
clandestina que era utilizado para el adiestramiento guerrillero, en lugares a

l
los que ni siquiera tenían acceso las Fuerzas Armadas ni Carabineros. Todo

.c
esto lo dice Frei en una verdad que todos conocimos en su tiempo, que
ile
curiosamente el Informe Rettig, tan minucioso para buscar la verdad en
otros planos, atenúa de manera incomprensible y distorsionadora.
h
pc

Blanca Arthur:
e

¿Dónde estima que distorsiona la verdad?


.c
w

Jaime Guzmán:
w
w

En que trata de presentar la violencia política como algo similar en


sectores que denomina de izquierda y de derecha, lo cual es simplemente
ridículo. Además soslaya que el objetivo de la Unidad Popular era implantar
en Chile un régimen totalitario marxista-leninista, con todo el drama que
ello implicaba en esa época, donde dicho sistema se postulaba y aparecía
irreversible. Ese era el objetivo último de la Unidad Popular, y los partidos
que la componían sólo diferían en la láctica para lograrlo, como también lo
precisa Frei.

Blanca Arthur:

¿Lo que usted quiere decir es que esa situación justifica las
violaciones a los derechos humanos que ocurrieron después?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


554 ESTUDIOS PÚBLICOS

Jaime Guzmán:

De ninguna manera. No hay ninguna violación a los derechos


humanos que sea justificable. Lo que afirmo es que la responsabilidad
principal del grueso de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en
la etapa posterior al 11 de septiembre del 73 corresponde a quienes
desataron la situación de guerra civil, más que a aquellos militares que
cometieron esos actos como parte de la difícil tarea de conjurar la guerra
civil.

Blanca Arthur:

l
¿A su juicio, entonces, los responsables no son los que hicieron

.c
desaparecer gente, torturaron o ejecutaron como lo indica el resultado de lo
que investigó la Comisión?
h ile
Jaime Guzmán:
pc

No estoy señalando que esos uniformados que hayan trasgredido los


e

derechos humanos no tengan responsabilidad en los hechos. Lo que estoy


.c

señalando es que los máximos dirigentes de la Unidad Popular tienen una


w

responsabilidad todavía mucho mayor en los dolores que sufrieron sus


seguidores, como resultado del cuadro de guerra civil al cual los arrastraron.
w
w

Blanca Arthur:

Con esa afirmación ¿quiere decir que el clima que se vivió en la


Unidad Popular hacía inevitable la situación posterior de violaciones a los
derechos humanos?

Jaime Guzmán:

Lo ocurrido entre 1973 y 1974 fue en gran medida inevitable, lo que


no implica que sea justificable. El pueblo de Chile llamó a instituciones
entrenadas para la guerra a fin de que asumieran el gobierno en un cuadro de
guerra interna. Nadie podía dejar de prever lo que eso implicaba. De ahí la

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 555

responsabilidad gravísima de quienes nos arrastraron a que el pueblo no


tuviera otra alternativa que exigir esa intervención militar, aun a sabiendas
de que ella iba a ser cruenta.

Blanca Arthur:

¿Usted cree que podrían volver a ocurrir situaciones semejantes?

Jaime Guzmán:

Eso es precisamente lo que quiero prevenir. Si Chile volviera a ser


arrastrado a un cuadro de guerra civil, lo probable es que se registrarían
hechos parecidos, porque la historia demuestra que en ambientes de guerra o

l
.c
en climas bélicos no se respetan integralmente ni siquiera las normas
establecidas para humanizar la guerra. Eso ocurre aún más agudamente en
ile
los enfrentamientos fratricidas. Por eso el "nunca más" a la violaciones a
los derechos humanos debe tener como principal destinatario a quienes por
h
una deliberada opción política nos arrastraron al cuadro de guerra civil. De
pc

ahí lo esencial que "nunca más" haya Unidad Popular ni nada semejante.
e
.c

Blanca Arthur:
w

Usted insiste en que hubo una situación de guerra, pero lo concreto


w

es que los resultados del Informe indican que la mayoría de los casos no
ocurrieron al calor de ningún enfrentamiento. ¿Ello no desmiente su
w

interpretación histórica?

Jaime Guzmán:

No hay peor calor de guerra que el odio sembrado en los corazones de


un pueblo al que se le divide con fines fratricidas. Cuando un país siente
estar en guerra, ello no sólo se expresa en los enfrentamientos propiamente
tales, sino en toda la acción que se desarrolla para procurar destruir la
capacidad ulterior de reacción del otro bando. Eso es lo que explica que el
clima de guerra se haya extendido durante el período que va entre fines del
año 1973 y el año 1974, época en que se registran más de dos tercios del
total de las víctimas.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


556 ESTUDIOS PÚBLICOS

Blanca Arthur:

Pero las Fuerzas Armadas tomaron el control del país en los


primeros días, ¿cómo puede invocar, entonces, que la guerra seguía?

Jaime Guzmán:

Lo que ocurre es que como en toda guerra, las Fuerzas Armadas no


sólo tenían que asegurar el control del país, sino también tener la certeza de
que la fuerza paramilitar con que la Unidad Popular había amenazado y
planificado la guerra civil estaba definitivamente desarticulada. No
desconozco que en esta tarea se cometieron excesos que moralmente
condeno, pero las Fuerzas Armadas actuaron en respuesta a una agresión.
No fueron ellas las agresoras.

l
.c
Blanca Arthur:
h ile
¿Considera que la desarticulación del extremismo había que hacerla
pc

aun cuando el precio fuera la trasgresión a los más básicos derechos


humanos?
e
.c

Jaime Guzmán:
w
w

No a cualquier precio. Sin embargo, quisiera hacer una reflexión que


creo que cada chileno debiera meditar. El surgimiento de Sendero Luminoso
w

ha cobrado ya 20 mil víctimas en Perú, lo cual implica violaciones a los


derechos humanos acontecidas en plena democracia, que resultan muy
superiores a las registradas en Chile durante el Gobierno militar. ¿No es
acaso evidente que aquellos gobiernos peruanos, que con su actitud débil e
ineficaz han permitido esa realidad, son responsables de violar por omisión
los derechos humanos en una medida muy superior a la que se le imputa en
Chile al Gobierno anterior?

Blanca Arthur:

Lo que se le imputa al Gobierno anterior es que las violaciones las


cometieron sus propios agentes. ¿Para usted esa responsabilidad es igual a
la que le cabe en evitar la acción terrorista que realizan particulares?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 557

Jaime Guzmán:

Son dos responsabilidades de similar importancia. El Estado tiene un


deber simultáneo de evitar que sus agentes violen los derechos humanos y
de evitar que los terroristas violen los derechos humanos. Ese desafío doble
e indisoluble exige caminar por un estrecho desfiladero que es la eficacia en
la lucha antiterrorista, pero dentro de parámetros éticos y legales. Lo que se
suele silenciar es que, si a pretexto de evitar que los agentes del Estado vio-
len los derechos humanos, se permite que crezca la violencia terrorista
—que implica una violación también gravísima de los derechos humanos—
el Estado se hace cómplice de esas violaciones por omisión. Este ángulo no
lo veo suficientemente desarrollado en el estudio de la Comisión Rettig.

l
Blanca Arthur:

.c
ile
El informe sindica a la DINA, que fue el organismo que combatió la
subversión, como la principal responsable de los hechos que investigó,
acusándola prácticamente de realizar una política de exterminio en contra de
h
dirigentes y militantes de izquierda. ¿Comparte ese juicio?
e pc

Jaime Guzmán:
.c

Con la misma claridad con que afirmo que las trasgresiones a los
w

derechos humanos ocurridas entre 1973 y 1974 son de responsabilidad


w

principal de la Unidad Popular, creo que las sucedidas en el período que va


w

entre 1975 y 1977 son de responsabilidad principal de la DINA. Adquirí esa


convicción moral en esa misma época, porque a diferencia de muchos que
hoy vociferan en este tema, yo me inquieté prioritariamente por los
derechos humanos desde el mismo 11 de septiembre de 1973.

Blanca Arthur:

¿Cuál es su juicio del general Contreras? ¿Qué piensa cuando lo


acusan de asesino?

Jaime Guzmán:

No acepto ese tipo de calificaciones respecto de nadie cuando no me


constan los antecedentes fidedignos que permitan atribuírselas. Lo que he

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


558 ESTUDIOS PÚBLICOS

dicho, y reafirmo, es que tengo una negativa opinión de Manuel Contreras y


creo que hizo un gran daño al Gobierno anterior, a muchos chilenos y al
país en general.

Blanca Arthur:

La DINA dependía directamente del Presidente Pinochet. ¿Diría que


conocía sus acciones, las ignoraba o la dejaba actuar? ¿Qué responsabilidad
tiene, a su juicio, en los hechos que protagonizó la DINA?

Jaime Guzmán:

l
Me es difícil saber hasta qué grado de detalle conocía el general

.c
Pinochet respecto de las actividades de la DINA. Pero estoy cierto, porque
ile
conozco su valía moral, de que no puede haber aprobado ni respaldado
ninguna conducta inhumana, como algunas de las cuales se recogen en el
h
Informe. Desde un punto de vista político, creo que fue un error no haber
disuelto la DINA a principios de 1975, en vez de hacerlo a mediados de
pc

1977.
e
.c

Blanca Arthur:
w

¿A qué lo atribuye?
w
w

Jaime Guzmán:

Admito que no era fácil saber qué elementos debía desmontar el


Presidente para lograr que la disolución de la DINA se diera en condiciones
que no implicaran que grupos de ex DINA empezasen a actuar al margen del
aparato institucional. Por eso, si cupiera adjudicarle al general Pinochet la
responsabilidad por haberse demorado en disolver la DINA, también hay que
atribuirle el mérito de haberla disuelto en forma adecuada.

Blanca Arthur:

Si usted sabía de la actuación de la DINA ¿no pensó en algún


momento que moralmente no debía colaborar con el régimen?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 559

Jaime Guzmán:

Lo reflexioné mucho, en conciencia y delante de Dios, pero siempre


mi conclusión fue que mi deber moral era permanecer en el Gobierno para
colaborar al proceso de normalización y de institucionalización que
permitiera superar los excesos en materia de derechos humanos y contribuir
a que el régimen culminara en una plena democracia, como en 1973 se lo
propusieron las Fuerzas Armadas. Creo que el desenlace demuestra que no
estuve equivocado.

Blanca Arthur:

l
¿No asume, entonces, ninguna responsabilidad en los hechos que se

.c
le imputan?
ile
Jaime Guzmán:
h
pc

Nunca he eludido reconocer aquellas fallas que por acción u omisión


haya cometido. Sin embargo, felizmente en el tema de los derechos
e

humanos no encuentro en mi conducta nada reprochable, ni por acción ni


.c

por omisión. Incluso puedo afirmar que procuré mitigar o aliviar los dolores
de aquellas personas que recurrieron a mí y que abarcaban la mayor variedad
w

del espectro político de la Unidad Popular.


w
w

Blanca Arthur:

¿Qué hizo por ellos?

Jaime Guzmán:

Fueron muchos los que recurrieron a mí y en todos los casos me


esmeré por solucionar o aliviar su situación dentro del marco de lo posible.
Lo logré en numerosas oportunidades, gracias a lo cual conservo
testimonios de cartas y de regalos realmente emocionantes. Tengo, entre
otros recuerdos conmovedores, diversas cruces que los detenidos hicieron en
las cárceles como fruto de un proceso de depuración, de conversión y de
ofrecimiento de los dolores que estaban viviendo.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


560 ESTUDIOS PÚBLICOS

Blanca Arthur:

¿Compartía su dolor, aunque estimara que eran los responsables de lo


que estaba ocurriendo en Chile?

Jaime Guzmán:

Lo compartía profundamente y lo sigo compartiendo. El dolor de


cualquier persona ha sido motivo de un requerimiento ineludible a mi
conciencia moral y a mi sensibilidad, separándolo por entero del análisis
político que uno haga sobre los orígenes o responsabilidades en el
sufrimiento.

l
.c
Blanca Arthur:
h ile
Del Informe se desprende que usted intentó influir en el Gobierno en
esta materia, pero que no habría obtenido resultados positivos importantes.
pc

¿Qué hizo concretamente?


e
.c

Jaime Guzmán:
w

Es otro de los juicios que me parece injusto. Quienes nos preocu-


w

pamos de la situación de los derechos humanos logramos evitar dolores o


w

desgracias personales específicas, a lo cual atribuyo una valor marginal. Sin


embargo, creo que fuimos determinantes para lograr que la DINA fuera
progresivamente frenada por el Presidente Pinochet hasta disolverla.

Blanca Arthur:

¿Esa preocupación era sólo de colaboradores civiles?

Jaime Guzmán:

No. Era de elementos civiles y militares que colaborábamos en el


Gobierno, sin que hubiese una vinculación orgánica o institucional entre
todos.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 561

Blanca Arthur:

¿Afirmaría que tuvieron éxito?

Jaime Guzmán:

Creo que lo tuvimos en gran medida, a diferencia de lo que sugiere la


Comisión. Si nos remitimos a lo más estadístico, creo que es elocuente que
con posterioridad a la disolución de la DINA, el número de víctimas global
es cuantitativamente diferente al que hubo en años anteriores. Sobresale en
tal sentido el gabinete de Sergio Fernández en 1978, donde se llegó en esta
materia a un nivel de normalización que se aproxima bastante a cualquier
régimen democrático anterior en Chile o a gobiernos actuales de otros
países del continente. Además, ahí diseñamos el proceso de instituciona-

l
.c
lización que culminó exitosamente el 11 de marzo pasado.
ile
Blanca Arthur:
h
pc

Los datos del Informe indican que la represión volvió en la década de


los 80 con la acción de la CNI, lo que hace que se afirme, incluso, que la
e

violación a los derechos humanos fue una política de Estado.


.c
w

Jaime Guzmán:
w
w

Si las violaciones a los derechos humanos hubieran sido una política


de Estado, el proceso se habría ido agudizando sistemática y crecientemente
en el tiempo, lo cual ocurrió exactamente en forma contraria. Asimismo,
las víctimas habrían sido decenas de miles y no las dos mil que registra el
Informe. Y, por último, es evidente que el Gobierno anterior no habría
enfilado al país hacia una culminación democrática como efectivamente lo
hizo. De ahí que me parece absurdo hablar de una política de Estado respecto
de lo que fueron excesos en determinadas etapas y no progresivos, ni durante
toda su gestión.

Blanca Arthur:

¿No hay una responsabilidad institucional en la conducta de los


agentes del Estado?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


562 ESTUDIOS PÚBLICOS

Jaime Guzmán:

Que haya faltado suficiente control en algunas etapas, particu-


larmente en el período de la DINA, no implica que hubo una política
deliberada del Estado que comprometa institucionalmente al gobierno de las
Fuerzas Armadas.

Blanca Arthur:

Pero ellas ejercían el poder...

l
Jaime Guzmán:

.c
ile
Claro. Pero hay que tener presente hechos como el ocurrido esta
semana en que el joven Danilo Pinto, acusado de violación y asesinato de
una menor en San Miguel, ha denunciado haber sido torturado por
h
Investigaciones en términos muy parecidos a los que se relatan en el
pc

Informe Rettig. Con la teoría de que un caso es igual que mil, que dos mil,
o que treinta mil, habría entonces que decir que el actual gobierno también
e

ha empezado a ser responsable de la violación de los derechos humanos.


.c
w

Blanca Arthur:
w
w

¿Y cuál es su juicio sobre las críticas que se le hacen al Poder


Judicial en esta materia?

Jaime Guzmán:

No debe olvidarse que en situaciones de excepción, el Poder Judicial


actúa con facultades muy limitadas.

Blanca Arthur:

¿Fue independiente?

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 563

Jaime Guzmán:

Sí. Normalmente en los regímenes militares no existe un Poder


Judicial independiente y los jueces son removidos en forma indiscriminada
por las autoridades que asumen el poder, lo que en Chile no ocurrió en ni un
solo caso. Aquí se hace gran caudal de que la judicatura no actuó en los
términos propios de un régimen democrático, crítica que me parece
enteramente absurda e irreal.

Blanca Arthur:

¿Comparte la posición del Presidente de que lo que corresponde es


que se investiguen aquellos casos que caen en la amnistía de 1978?

l
.c
Jaime Guzmán: ile
No comparto la posición del Presidente Aylwin en esta materia.
h
Respetando su esfuerzo por abordar constructivamente el conjunto del tema
pc

de los derechos humanos, creo que su oficio a la Corte Suprema es una


presión indebida sobre el Poder Judicial, lindante en lo inconstitucional.
e
.c

Blanca Arthur:
w

¿Rechaza que deberían investigarse los casos y luego aplicarse la


w

amnistía?
w

Jaime Guzmán:

En mi opinión, la amnistía borra el delito y, en consecuencia,


acreditado que el hecho punible se cometió en el período cubierto por la
amnistía, no cabe investigación del culpable. No tiene sentido llevar
adelante procesos penales que no pueden conducir a la sanción de los
responsables. Ello no sólo tiene una fundamentación estrictamente jurídica,
sino además hay una razón moral muy profunda, por cuanto el objetivo
central de la amnistía es propender a la paz social. Si bien la justicia legal o
conmutativa es un elemento habitualmente inherente al bien común, hay
situaciones de gran convulsión social en que se hace necesario prescindir de
la aplicación integral de esa justicia, para garantizar el bien común a través
de la pacificación de los espíritus.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


564 ESTUDIOS PÚBLICOS

Blanca Arthur:

Hay algunos que sostienen que la paz se puede lograr si se sabe a


quién perdonar.

Jaime Guzmán:

Eso me parece absurdo. La persona que quiere perdonar no necesita


conocer el nombre del ofensor para realizar el acto del perdón. Quien
después de muchos años sigue buscando el nombre de quien lo ofendió,
obviamente no es para perdonarlo, sino que es para tener un destinatario
preciso de su rencor o de su venganza. No sigamos con hipocresías.

l
.c
Blanca Arthur:
h ile
¿No le parece justo que las familias quieran, por lo menos, intentar
saber qué pasó con sus deudos o con sus restos?
pc

Jaime Guzmán:
e
.c

Ello es algo completamente distinto. El derecho de toda persona a


w

que se agoten los esfuerzos para encontrar los restos de sus deudos con el
objeto de poder honrarlos y darles cristiana sepultura es algo que nada tiene
w

que ver con la identificación de los culpables. Ese anhelo corresponde a un


w

sentimiento humanitario respetabilísimo y creo que hay fórmulas de pro-


pender a ese objetivo que no requieren en absoluto de la investigación
propia de un proceso penal.

Blanca Arthur:

¿Comparte, entonces, la propuesta del Presidente en cuanto a crear


un organismo destinado a colaborar para establecer el paradero de los
desaparecidos?

Jaime Guzmán:

Comparto plenamente esa iniciativa, porque me parece que se inserta


en una perspectiva humanitaria muy válida.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 565

Blanca Arthur:

¿No piensa, como algunos, de que lo que se logrará con ello es no


cerrar el capítulo de los derechos humanos?

Jaime Guzmán:

Depende de la forma en que se desenvuelva ese organismo. Si


realmente lo que busca es el encuentro de aquellos restos que sea factible
encontrar, pienso que se puede llegar a conseguirlo.

Blanca Arthur:

l
.c
Considerando los efectos que ha producido el resultado del Informe
ile
Rettig, ¿cree que finalmente se va a llegar a la reconciliación?
h
pc

Jaime Guzmán: .
e

Tengo profundas dudas. Creo que la reconciliación entre las personas


.c

se produce habitualmente sobre la base de superar las causas que las han
separado, y no hurgando en ellas.
w
w

Blanca Arthur:
w

¿Le parece legítimo esperar esa disposición al olvido, de gente que ha


sufrido tanto dolor estos años, que ya ha pagado el precio por sus
responsabilidades y que no ven gestos de quienes ellos estiman que son
responsables?

Jaime Guzmán:

Todos los partidos políticos hemos hecho un claro gesto, sumando


nuestra voluntad para afianzar los caminos de la paz y para acoger los
proyectos de reparación moral y material a las víctimas o a sus deudos. No
tengo ninguna duda de que todo cuanto se haga para mitigar el dolor de

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


566 ESTUDIOS PÚBLICOS

quienes han sufrido es un deber de conciencia respecto de toda persona o


institución del país.

Blanca Arthur:

¿Cree usted que, concretamente, las Fuerzas Armadas deben hacer un


gesto, como pidió el Presidente?

Jaime Guzmán:

No me gusta dar recados a las Fuerzas Armadas. También creo que


cada persona o institución debe medir el momento y la forma en que su

l
.c
gesto resulte apropiado. No cabe extrapolar necesariamente lo que hemos
hecho los partidos a cuerpos como las Fuerzas Armadas, aunque no dudo de
ile
que ellas sabrán también encontrar las formas y oportunidad para reflejar
estos sentimientos que sin duda albergan, pero teniendo el indispensable
h
cuidado de que ello no se confunda con debilidad, frente a una campaña que
pc

busca claramente su aniquilamiento moral y el desprestigio de todo lo que


significó el Gobierno militar.
e
.c

Blanca Arthur:
w
w

¿Hoy día diría que fue un error o un acierto la creación de la


Comisión Rettig?
w

Jaime Guzmán:

Yo valoro el trabajo que han desarrollado los miembros de la


Comisión y el esfuerzo que han desplegado. Sin embargo, mantengo
mis grandes dudas sobre si este esfuerzo va a traducirse en un ins-
trumento de reconciliación o en eventual obstáculo para dicho objetivo. Eso
queda abierto a la actitud con que los chilenos nos aproximemos a su
contenido, respetando las legítimas diferencias de interpretación y de
evaluación que subsisten, incluso respecto de materias que el propio
Informe incluye.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 567

REFORMA CONSTITUCIONAL SOBRE INDULTO EN


EL CASO DE DELITOS TERRORISTAS
FUNDAMENTACION DEL VOTO*

Señor Presidente, Honorables colegas.

Los Parlamentarios de Unión Demócrata Independiente asumimos el


imperativo de conciencia de rechazar el proyecto de reforma constitucional
sobre el cual hoy se pronuncia el Congreso Pleno.
Durante el debate de esta iniciativa en ambas ramas del Parlamento,
la posición de nuestro Partido fue expuesta en forma detenida y fundada.
Reafirmamos aquí esas intervenciones y nos remitimos a ellas para un
conocimiento más completo de nuestro punto de vista.

l
.c
Como entonces lo manifestamos, el proyecto en cuestión contiene
algunos aspectos que nos parecen plausibles, con las salvedades y reservas
ile
que en esa ocasión señalamos.
Sin embargo, la médula de esta iniciativa radica en la atribución que
h
se concede al Presidente de la República para indultar terroristas, por delitos
pc

de ese carácter cometidos antes del 11 de marzo de 1990. Se mantiene, así,


en general y hacia el futuro, la sabia norma de la Constitución de 1980 que
e

excluye del indulto presidencial a quienes sean condenados por delitos terro-
.c

ristas. Pero se le introduce una excepción: se permite dicho indulto cuando


se trate de delitos terroristas cometidos antes del 11 de marzo de 1990.
w

Señor Presidente, en estos días han entrado en vigencia diversas


w

normas destinadas a agilizar los procesos de personas enjuiciadas por leyes


especiales, a quienes algunos —equivocadamente— denominan "presos po-
w

líticos". Tales disposiciones incluyen importantes cambios de competencia.


Nuestro Partido concurrió a aprobar esas modificaciones en ambas
Cámaras, porque aun cuando los mal llamados "presos políticos" están
inculpados de graves delitos, pensamos que merecen, como toda persona, un
juzgamiento adecuado y justo. Por consiguiente, una vez dictadas las
sentencias respectivas, el Presidente de la República, sin necesidad de la
reforma que hoy vota este Congreso Pleno, podría indultarlos a todos ellos,
con excepción, exclusivamente, de quienes sean o resulten condenados por
delitos terroristas.

*Texto de la intervención de Jaime Guzmán E. en sesión del Congreso


Pleno, sábado 23 de marzo de 1991, reproducida en el Diario de Sesiones del
Senado, pp. 12-14.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


568 ESTUDIOS PÚBLICOS

La ciudadanía debe saber, así, que esta enmienda constitucional tiene


por objeto preciso que el Jefe del Estado pueda indultar también terroristas.
Cuando aludimos a "terroristas", no formulamos ninguna apreciación
subjetiva o controvertible. Nos referimos a personas que estén o sean
condenadas judicialmente por delitos que la ley define como "conductas
terroristas", según el texto legal revisado y aprobado por este mismo
Parlamento. Son ésas las únicas personas que sin esta reforma no podrían
beneficiarse con el indulto presidencial. Para permitir el indulto de esas
personas, que, objetiva e incuestionablemente, son terroristas, se ha
impulsado la enmienda constitucional que hoy vota el Congreso Pleno.
En consecuencia, esta reforma tiene como potenciales beneficiarios a
los integrantes del grupo más peligroso de los mal llamados "presos
políticos", porque el eventual indulto de todos los demás no requeriría en

l
absoluto de esta modificación de la Carta Fundamental.

.c
Juzgamos que lo anterior es profundamente grave e inconveniente
para el país. Por eso, rechazamos esta reforma.ile
Se pretende tranquilizar a la opinión pública invocando la prudencia
h
con que cabría presumir el ejercicio de esta atribución por parte del actual
Presidente de la República. La ciudadanía no debe dejarse confundir con este
pc

argumento, ya que él arranca de un supuesto equivocado.


Por una parte, la facultad de indultar a los referidos terroristas no se
e

está confiriendo aquí sólo al actual Jefe del Estado, sino, también, a quienes
.c

le sucedan en el cargo hacia el futuro. De modo que aquellos terroristas


w

que conforme al criterio del Presidente Aylwin no sean acreedores a


dicho beneficio, podrán ser indultados por futuros gobernantes, cuyos
w

criterios —obviamente— nadie puede adivinar.


w

Por lo tanto, no es admisible aprobar esta reforma ponderando sólo


los enfoques o cualidades personales del actual Primer Mandatario. Pero hay
más, señor Presidente.
Consideramos que esta iniciativa representa un gigantesco error, del
cual tal vez muy pronto deberán arrepentirse los propios sectores que hoy la
están aprobando.
En efecto, si el actual Presidente de la República ejerce esta
atribución en forma más restrictiva que lo comprometido en el programa de
la Concertación y no libera a terroristas que, de acuerdo a dicho documento,
deberían ser indultados, se generará una explicable presión de los grupos
más extremos que apoyaron la candidatura presidencial de don Patricio
Aylwin. Y los efectos de esas presiones —que pueden ser sangrientas—,
aparte de dañar a los afectados por ellas, perjudicarán no sólo al Gobierno,
sino al país entero.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


EL MIEDO Y OTROS ESCRITOS 569

Por el contrario, si el Jefe del Estado se atiene al programa de la


Concertación y otorga el indulto con la amplitud establecida en su texto,
quienes desde la Oposición hayan contribuido a posibilitar la aprobación de
esta reforma no podrán eximirse de su responsabilidad respecto de tales
indultos.
Cualquier intento por desligarse de esa responsabilidad, pretendiendo
circunscribirla únicamente en el Jefe del Estado, les sería replicado con la
evidencia de que nadie podía dejar de prever que la facultad que hoy se
otorgue al Presidente de la República se ejercería ciñéndose al programa que
lo llevó a la Primera Magistratura de la Nación.
Desde otra perspectiva, el año transcurrido desde marzo de 1990,
fecha en que asumió el nuevo Gobierno, nos demuestra, en forma tan
elocuente como dramática, que la amenaza terrorista sigue vigente. La
creencia de que el advenimiento de la plenitud democrática haría desistir a

l
.c
los terroristas de sus desquiciados afanes, se ha visto crudamente
contradicha por los hechos. Más aún, muchas de las personas que podrían
ile
ser beneficiadas por esta enmienda constitucional están vinculadas a las
mismas agrupaciones que hoy continúan ejecutando y reivindicando
h
crímenes o atentados terroristas, como el Frente Lautaro o el Frente Manuel
pc

Rodríguez.
El desafiante recrudecimiento del terrorismo se ve actualmente
e

agudizado por el incremento de la delincuencia común, que también


.c

inquieta, con creciente angustia, a los chilenos. Los vasos comunicantes


entre el terrorismo y la delincuencia común son bastante conocidos como
w

para perfilar las reales dimensiones de tan delicado problema.


w

Estamos convencidos de que la ciudadanía observa, con desconcierto


y estupor, que en este preciso momento el Congreso Pleno se reúna para
w

ratificar —como la primera reforma constitucional que aprueba— una


enmienda que permite el indulto presidencial de terroristas.
Nuestro Partido ha contribuido a aprobar en este Parlamento muchas
iniciativas tendientes a alcanzar la reconciliación entre los chilenos. El país
puede estar cierto de que continuaremos haciéndolo, teniendo siempre
presente que tan noble objetivo requiere de una apropiada ecuación entre la
generosidad y el realismo.
La reconciliación nacional exige especial acierto, tino y equilibrio en
los instrumentos que se diseñen para lograrla. Consideramos que esta
enmienda de la Carta Fundamental no cumple con esos requisitos, porque
ningún paso tenderá efectivamente a dicha reconciliación, si él pone en
peligro la seguridad de las personas o la paz social.

Estudios Públicos, N° 42, 1991.


570 ESTUDIOS PÚBLICOS

Señor Presidente, votamos en contra de esta reforma constitucional


porque somos contrarios a que personas condenadas por delitos terroristas
puedan ser indultadas por la sola voluntad del Presidente de la República,
quienquiera que éste sea.
Votamos en contra de esta reforma constitucional porque, tanto en la
campaña electoral de 1989 como hoy, discrepamos del programa de la
Concertación en materia de indultos. No podríamos sentirnos actuando de
modo consecuente con ello si concurriéramos, ahora, a ampliar el ámbito
del indulto presidencial.
Votamos en contra de esta reforma constitucional porque nos parece
que ella envuelve una pésima e incomprensible señal para el país, en
momentos en que el recrudecimiento terrorista y de la delincuencia común
reclama una actitud particularmente firme, y sin equívocos, de todas las
autoridades públicas ante tan seria amenaza.

l
.c
Voto que no. h ile
e pc
.c
w
w
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Estudios Públicos, N° 42, 1991.

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