Revista Estudios Publicos 42
Revista Estudios Publicos 42
Revista Estudios Publicos 42
CONSIDERACIONES SOBRE
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y
PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO*
**
Enrique Barros:
Giovanni Sartori:*
1
"Presidencialismo, semipresidencialismo y parlamentarismo",
Estudios Públicos, 36 (primavera 1989).
*
Profesor titular de la cátedra Albert Schweitzer in the Humanities en la
Universidad de Columbia (Nueva York, EE. UU.). Autor de numerosos libros y
artículos en las áreas de política comparada y teoría política. Entre ellos cabe
destacar Parties and Party Systems: a Framework for Analysis, vol. 1, (Londres:
Cambridge University Press, 1976) [Versión en español de Alianza Editorial,
1980]; Democratic Theory (Nueva York: Praeger, 1967). Su trabajo "La
influencia de los sistemas electorales" fue publicado en Estudios Públicos, 17
(verano 1985).
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 9
(aquí cuento con el apoyo del presidente de la mesa, de modo que me siento
seguro en este punto). Y diría que la cultura política de Francia, constreñida
por la ingeniería constitucional y, por tanto, por el sistema electoral, ha
cambiado enormemente. Pese a que las culturas políticas son muy resis-
tentes, en el caso francés las presiones y, si ustedes quieren, las distorsiones
impuestas por el molde constitucional de la Quinta República han afectado
a la cultura política. Las "familias políticas" actuales son muy diferentes de
lo que eran, y el estilo entero de la política francesa se ha modificado.
De manera que las culturas políticas no son inmutables, y tengo la
impresión de que los eventos de 1989, es decir, la caída del marxismo como
ideología (aún puede discutirse a Marx como pensador, como filósofo, pero
la caída de la ideología es bastante definitiva), modificará —de hecho ya lo
está haciendo— la cultura política del mundo occidental en su totalidad.
Porque el marxismo ha sido por cerca de medio siglo un importante in-
grediente de la cultura política occidental. El marxismo todavía existe por
cierto en las mentes de los marxistas sobrevivientes; pero una ideología que
pierde la fe en sí deja de ser una fuerza histórica.
Luego, sí tenemos faunas; las hay en Italia, Chile y en otros países,
pero los vientos de la historia las están sacudiendo. Por tanto, aún en Chile
la fauna puede cambiar, y en consecuencia tenemos derecho a buscar
estructuras que también promuevan cambios en la cultura política. Dejaré el
punto así.
En relación a los comentarios de Arturo Valenzuela, creo que sé cuál
es su postura y la de Juan Linz, y él tiene, admito, un buen punto. Si yo lo
suscribiera enteramente, mi presencia aquí sería superflua. Para justificar mi
diferencia, por consiguiente, debo discrepar levemente.
Quisiera plantear dos puntos. Arturo Valenzuela, en especial en sus
escritos, enfatiza mucho el problema de la mediación, la negociación y los
intercambios. Cuando reconstruye los sucesos chilenos dice así: el desastre
se produjo, en parte, porque había un sistema cuyas capacidades de me-
diación se derrumbaron y por la rigidez programática que fue adquiriendo la
Democracia Cristiana, y, en parte, porque la elección de Allende forzó todo
el sistema hacia la izquierda. En estas dos circunstancias, lo que había
mantenido al sistema funcionando, a saber, la capacidad de intercambios y
de mediación, dejó de existir. El estima que éste constituyó uno de los
elementos del derrumbe.
Ahora bien, quisiera manifestar la precaución, la advertencia, de que
la mediación es un alero demasiado amplio. A veces la mediación es
realmente mediación, lo cual quiere decir que hacemos transacciones: tú me
das el gato, yo te doy el perro; aquí hay un millón, lo dividimos por la
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 15
Humberto Nogueira: *
Giovanni Sartori:
Arturo Valenzuela:*
Giovanni Sartori:
Bernardino Bravo:*
*
Abogado. Profesor de Historia del Derecho en la Universidad de Chile.
Autor de numerosos ensayos y libros; entre estos últimos cabe destacar Régimen
de gobierno y partidos políticos; Chile 1925-1932: de la nueva Constitución al
nuevo régimen de gobierno (1977).
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 29
Arend Lijphart:*
que Chile es una sociedad dividida que no puede ser fácilmente presionada en
forma artificial hacia un esquema bipartidista. Lo normal y saludable para
Chile sería tener un sistema multipartidista. También diría que sería más
saludable tener un sistema multipartidista moderado que un sistema
multipartidista extremo.
Dado un sistema multipartidista moderado, considero que un sistema
parlamentario es más conducente a la cooperación entre los partidos y a la
formación de coaliciones que un sistema presidencial, el cual, en virtud de
su propia naturaleza, tiende a ser un sistema en que "el ganador lo obtiene
todo". (Incidentalmente, ese es un aspecto en el que Juan Linz ha hecho
mucho hincapié y con el cual estoy plenamente de acuerdo.) En conse-
cuencia, en respuesta a otro comentario del profesor Sartori, pienso que
Juan Linz y yo estamos de acuerdo en los méritos y desventajas del
presidencialismo. En nuestros escritos hemos enfatizado aspectos levemente
distintos, pero estoy de acuerdo con los puntos que Linz ha planteado, y
aunque él no esté aquí, creo que deberíamos decir que Juan Linz concuerda
con los puntos que yo he señalado.
Ahora bien, entre el semipresidencialismo y el presidencialismo,
convengo con muchas personas que participaron en el seminario organizado
por la Universidad Católica de Chile y también aquí presentes, en que el
primero de ellos tiene varias ventajas. Mencionaré dos en particular. La
primera es que resuelve el problema de un completo desacuerdo [deadlock]
entre el presidente y el poder legislativo, de manera que cuando se produce
ese desacuerdo, éste se puede solucionar yendo básicamente a un sistema
parlamentario. En vista de que el problema del desacuerdo es una de las
grandes dificultades del presidencialismo, pienso que es en este aspecto
donde tenemos una de las principales ventajas del semipresidencialismo.
La otra razón por la cual estoy a favor del sistema semipresiden-
cialista, como segunda opción, es porque puede servir como fase de transi-
ción para acostumbrar a las personas, que aún no están habituadas a los
procedimientos parlamentarios y a los juegos parlamentarios, a comenzar a
pensar en términos parlamentarios; por consiguiente, puede ser útil en el
caso de una transición hacia un sistema parlamentario.
Y finalmente, en favor del semipresidencialismo, pienso que debe
señalarse expresamente que no tiene por qué ser exactamente igual al sis-
tema francés. Este es un punto de gran utilidad que Arturo Valenzuela
mencionó también. A mi parecer hay problemas específicos con el
semipresidencialismo francés que no son inherentes al modelo del semipre-
sidencialismo: el poder excesivo del presidente es una debilidad del sistema
francés; no es una debilidad del semipresidencialismo. Del mismo modo,
32 ESTUDIOS PÚBLICOS
Giovanni Sartori:
largo del camino pueden descubrir una mina tras otra y en algún momento
el proceso explotará; en tanto que otros sistemas tropiezan con sólo tres o
cuatro minas a lo largo de su camino. De manera que hay que examinar los
gráficos que representan los procesos de toma de decisiones. Permítanme
señalarles cómo sería ese gráfico en el caso de Italia. Durante veinte años he
sido un tenaz y obstinado impulsor de reformas en Italia y, sin embargo,
ninguna de mis proposiciones ha sido jamás aceptada. Resulta interesante
que siempre se me haya respondido con el argumento siguiente: "Usted
tiene toda la razón, pero sencillamente no lo puedo hacer".
Hay un caso real que vale la pena mencionar. Cuando a fines de los
años sesenta estallaron los desórdenes en Italia, los políticos, preocupados,
no entendían qué pasaba: de pronto, en algún lugar extraño, la gente se
sublevaba. De modo que el Ministro del Interior decidió crear una comisión,
de la cual yo formé parte, para estudiar estos problemas. Trabajamos dos
años y propusimos numerosas recomendaciones, entre las cuales había
algunas que mejoraban las capacidades de la policía. ¿Qué ocurrió con ese
proyecto? El Primer Ministro, que en ese entonces era Aldo Moro,
inmediatamente lo "liquidó". ¿Por qué? Porque a los socialistas no les
gustaba y Moro quería, principalmente, el respaldo de los comunistas. Si
Moro hubiese seguido las recomendaciones tal vez habrían encontrado a sus
secuestradores, y él no habría sido asesinado.
Raúl Bertelsen:*
*
Abogado. Doctor en Derecho, Universidad de Navarra. Profesor de la
Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la
Universidad de los Andes.
40 ESTUDIOS PÚBLICOS
Enrique Barros:
Arturo Valenzuela:
Sobre este tema creo fundamental tener en claro por qué fracasó el
sistema institucional. Es un hecho que el gobierno militar dio una respuesta
clara a esa pregunta. Su fundamentación fue que el sistema anterior había
experimentado una crisis de fondo, y que no se podía seguir con lo mismo,
y que era preciso erigir una institucionalidad mejor. Pero, irónicamente, el
diagnóstico que hizo el gobierno militar fue errado. Al no entender qué parte
de la crisis del sistema político tradicional se debía a la inoperancia del
ALTERNATIVAS SEMIPRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIAS DE GOBIERNO 43
Giovanni Sartori:
**
Pablo Baraona Urzúa
El cambio en la tendencia
Bien, pero estamos haciendo historia. ¿Por qué Chile? ¿Pasó algo
similar en otros países? Evidentemente sí. Chile no es una isla ni lo fue
nunca. Los movimientos ideológicos y las circunstancias económicas
siempre repercutieron en Chile. Lo sucedido en nuestro país sucedió en
otros países antes y después.
La Alemania posnazi y de posguerra se organiza sobre la base de una
economía abierta de mercado. Con Adenauer y Erhard logra salir con rapidez
y sin conflictos de las ruinas de la guerra. Cuarenta años más tarde prác-
ticamente absorbe a otra Alemania organizada bajo el sistema socialista. Es
Ludwig Erhard, Ministro de Finanzas y más tarde Canciller de la Alemania
Federal, quien bautiza la economía libre aplicada en su país como economía
social de mercado. De mercado, porque es libre y abierta; social, por su
atención a los pobres.
Italia en sus primeras elecciones generales de posguerra se juega su
destino. Triunfa la corriente no comunista, y de Gasperi, Einaudi y otros
operan sobre la base de una economía libre que tiene la fuerza suficiente
para entregar a ese país un progreso sostenido por muchos años. Sus líderes
conocen las materias económicas y son liberales en su forma de ver las
cosas. El progreso italiano sorprende mucho, porque se da en medio de
graves inestabilidades políticas. Incluso el país está largos períodos prácti-
camente sin gobierno. Se crea allí un modelo digno de ser estudiado y, tal
vez, imitado, donde la economía y la política se independizan en alto grado.
De Gaulle, en Francia, ya en los años ciencuenta, pone fin a una
crisis de proporciones: zanja el problema de las colonias e inicia la
modernización económica sobre las mismas bases de sus vecinos más
fuertes: Alemania e Italia.
En el Oriente, Japón, con la decisiva influencia del General Mac
Arthur, se pone en marcha inmediatamente después de la guerra. Con los
mismos principios de organización se hará potencia en el transcurso del
siglo.
En España, Alemania, Francia y otros países europeos se advierte ya
en los setenta cómo los partidos socialistas van abandonando el estatismo
50 ESTUDIOS PÚBLICOS
1
Francis Fukuyama, "¿El fin de la historia?", Estudios Públicos 37
(verano 1990).
52 ESTUDIOS PÚBLICOS
El futuro es lo importante
Tal vez convenga hacer una digresión sobre el Estado, para el caso de
Chile, hacia fines de siglo. Desde el punto de vista de su acción, Estado y
gobierno fueron en Chile la misma cosa. Considérense los presidentes
Allende o Pinochet con los respectivos congresos o juntas o sus
equivalentes. ¿Pueden actuar bien ambos? No. ¿Puede haber una mayoría
dispuesta a aumentar el poder que ambos tuvieron en su tiempo? No. La
respuesta a estas simples preguntas nos llevaría a concluir que el manejo del
Estado puede ser a lo más mediocre. Pero el tema es más complejo.
Lo que aparecía como una entidad adornada de ciertos atributos —co-
mo la sabiduría, la justicia, la información total, el desinterés, etc.—
resultó en realidad no ser más, sino menos, que los hombres que la
manejaban. Porque esa entidad está sujeta a las más terribles presiones de
los grupos de interés, a la desinformación, a la tentación de la corrupción y
al atractivo de la inacción para no equivocarse. Todos defectos y situaciones
que fueron subestimados por los propugnadores de la utopía del Estado
"arréglalo todo".
Con la vasta acción del Estado no se terminó con los problemas
serios que se pretendía resolver; por el contrario, comenzó uno nuevo,
probablemente de mayor envergadura.
El colapso de los socialismos reales en los últimos diez años del
siglo no fue sino el gran síntoma de que el Estado falló.
CHILE EN EL ULTIMO CUARTO DE SIGLO 57
La nueva industria
POLÍTICA MONETARIA
*
Criterios para su diseño y evaluación
**
Francisco Rosende R.
*
Agradezco los valiosos comentarios de Salvador Valdés y Rodrigo
Vergara; sin embargo, cualquier error u omisión es de mi responsabilidad.
**
Ingeniero Comercial, Universidad de Chile; Master en Economía,
Universidad de Chicago. Ex Gerente de Estudios del Banco Central de Chile.
Investigador del Centro de Estudios Públicos y del Instituto de Economía de la
Pontificia Universidad Católica de Chile. Autor de numerosas publicaciones.
Entre ellas cabe mencionar "Elementos para el diseño de un marco analítico en el
estudio de la pobreza y distribución del ingreso en Chile" en Estudios Públicos
34 (otoño 1989).
60 ESTUDIOS PÚBLICOS
1
La fijación del nivel del tipo de cambio nominal o de su trayectoria,
puede considerarse como una adecuada solución teórica para el caso de una
economía que enfrenta frecuentes shocks reales y cuyo mercado financiero no es
lo suficientemente sofisticado como para producir un sistema descentralizado de
seguros de cambio.
2
Este efecto puede resultar particularmente atractivo para las autoridades
en ciertos casos, dado que el proceso político lleva a que la tasa de descuento de
las mismas sea elevada, lo que promueve una concentración de los beneficios de
una determinada estrategia en el corto plazo. Sobre el tema del ciclo político
véase Alesina (1988).
62 ESTUDIOS PÚBLICOS
2. Aspectos teóricos
pasado y los ingresos que obtenga a través del crecimiento de la demanda del
público por dinero, y también por deuda no monetaria.
5
Dentro de esta línea, véanse los trabajos de Friedman (1956) y Friedman
y Schwartz (1963).
64 ESTUDIOS PÚBLICOS
6
Respecto a este enfoque, véase por ejemplo Tobin (1963).
7
Al respecto véase, por ejemplo, Meltzer (1963) y Laidler (1969).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 65
FIGURA Nº 1
(Tasa de
Interés)
y* (Ingreso real) y
FIGURA Nº 2
LM
(Tasa de
Interés)
y* (Ingreso real) y
66 ESTUDIOS PÚBLICOS
FIGURA Nº 3
Desviación
Estándar
del Producto
(%)
1 2 3 4 Desviación estándar de
la inflación (%)
12
Taylor (1979).
68 ESTUDIOS PÚBLICOS
14
En un estudio reciente, Lucas (1988) entrega evidencia a favor de la
hipótesis de estabilidad de la demanda de dinero en el largo plazo. Sin embargo,
este estudio deja abierta la posibilidad de un comportamiento inestable de esta
función en el corto plazo.
15
La mantención de ciertas señales a tasas de interés o tipo de cambio en
el corto plazo puede constituir una regla de acción de la política monetaria. Lo
importante, en términos del logro de un clima de estabilidad monetaria, es que
dichas señales sean coherentes con alguna regla disciplinaria de mediano plazo,
como sería la misma meta cuantitativa para algún agregado que sea controlable
por el Banco Central.
16
En Estados Unidos se ha planteado que éste sería M2, en tanto que para
Chile este agregado sería Al respecto véanse Friedman y Schwartz, op.
cit. y Matte y Rojas (1988).
70 ESTUDIOS PÚBLICOS
17
Sobre este punto véanse Fischer y Dornbusch (1989) y Lindsey
(1990).
18
Sobre la estrategia seguida por la Reserva Federal en el manejo de
política monetaria véase Lindsey (1990).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 71
CUADRO Nº 1
Estados Unidos: Indicadores económicos 1977 -1984
Tasa de interés
Crecimiento Crecimiento Tasa de Crecimiento de las letras
base monetaria del dinero (M1) inflación del PNB real del Tesoro
1977 12,7
1978 8,4
1979 7,1
1980 6,0
1981 6,0
1982 6,6
1983 16,2
1984 9,4
observar que los períodos de fuerte expansión de la liquidez real que se han
observado en economías como la chilena y en la propia norteamericana, han
sido seguidos por la implementación de políticas monetarias más
restrictivas con el propósito de moderar el ritmo de crecimiento del gasto.
CUADRO Nº 2
Chile: Indicadores económicos 1984-1989
25
Sobre la política monetaria que siguen las principales economías
industrializadas véase Batten et al. (1990)
26
Una descripción abstracta de este tipo de esquema se encuentra en Lucas
(1987) caps. I y II.
27
Sobre este punto véanse Kydland y Prescott (1977) y Barro y Gordon
(1983), entre otros.
28
Al respecto, véase Goodhart (1990).
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 77
29
Sobre el particular véanse, entre otros, Havrilesky (1990) y Goodhart
(1990). Con respecto a la discusión desarrollada en Chile acerca de esta
iniciativa, véase Cuadernos de Economía, Universidad Católica de Chile (1988).
30
La presencia de shocks exógenos esencialmente aleatorios, al ser
"mantenidos" dentro de la economía durante un cierto período por las reglas de
78 • ESTUDIOS PÚBLICOS
Por otra parte, tal como ha sido señalado por Goodhart (1990), no
parece razonable centrar la evaluación del desempeño del Banco Central en
un conjunto acotado de variables como la tasa de inflación, por cuanto
siempre cabe la posibilidad de dar cumplimiento a los objetivos propuestos
a "algún precio", en términos del resultado en otras variables estado. Por
ejemplo, en determinadas circunstancias de mayor presión de gasto interno
el Banco Central podría apuntar a una tasa de interés de 50% real, lo que
naturalmente evitaría que se produjera un rebrote inflacionario, pero al costo
de una gran recesión.
En la práctica es difícil establecer un conjunto sencillo de criterios de
evaluación del desempeño del instituto emisor, siendo la mezcla del com-
portamiento de variables como: la inflación y el nivel de reservas interna-
cionales, conjuntamente con el crecimiento observado por un conjunto am-
plio de agregados monetarios, un buen punto de partida al respecto. Sin
embargo, el reconocimiento del hecho que la autoridad monetaria no puede
lograr efectos sistemáticos en la trayectoria de variables reales como el
producto o la tasa de interés real, sin que ello se traduzca en efectos negati-
vos sobre la economía en algún plazo, hace conveniente agregar los
resultados operacionales del Banco Central como un importante criterio de
evaluación de su desempeño.
En particular, dada la tendencia que existe actualmente en los bancos
centrales en desempeñar una labor de estabilización de las tasas de interés
y/o el tipo de cambio —la que se sustenta en la hipótesis de que los
mercados producirían movimientos de dichos precios incompatibles con una
eficiente aseguración de recursos—,31 entonces resulta necesario evaluar de
un modo explícito la efectividad con la que el Banco Central desempeña esta
"función estabilizadora". Ello, dada la estructura estocástica de la economía,
la que se manifiesta en una cierta tendencia a observar algún grado de
inestabilidad inherente a la estructura económica vigente (por ejemplo, de-
bido a la concentración de las exportaciones o importaciones, factores
climáticos, etc.). Esto significa que las acciones que pudiera adoptar el ins-
tituto emisor no solamente deben ser evaluadas en términos de sus resul-
tados inmediatos y directos, sino también de sus consecuencias futuras.
32
Un análisis de esta política de ajuste se encuentra en Rosende (1991).
33
Estrategia que sólo puede justificarse en la medida en que existan
restricciones para el desarrollo de esquemas privados de estabilización, por
ejemplo, restricciones a la apertura de la cuenta de capitales de la balanza de
pagos.
80 ESTUDIOS PÚBLICOS
CUADRO Nº 3
1990
enero 21,1 23,1 9,8 12,9 73,3 8,7 8,37
febrero 13,1 23,3 9.4 213,7 81,3 8,7 8,42
marzo 16,3 23,9 1,0 274,0 85,6 8,7 8,64
abril 21,1 24,8 0.8 326,2 85,0 8,7 8,74
mayo 19,0 24,3 2,5 593,1 75,9 8,7 8,64
junio 17,8 24,8 -3,0 848,7 67.3 8,7 8,43
julio 13,6 24,6 -7,4 1.204,8 64,6 8,7 8,26
agosto 8,4* 25,8 -7,0 1.427,5 72,5 8,6 8,14
sept. 14,2* 29,3 -8,7 1.347,8 71,8 8,2 8,21
octubre 9,1* 30,4 -9,1 2.043,6 79,9 8,2 8,16
*
Cifras Provisorias
(1) Variación porcentual con respecto a igual período del año anterior.
(2) Variación acumulada en el año.
O) Se refiere a la variación porcentual con respecto a igual período del año
anterior, en el stock de documentos de manejo monetario del Banco Central.
Fuente: Elaborado a base de información del Banco Central
35
Sobre este punto véase Rosende y Herrera (1990).
82 ESTUDIOS PÚBLICOS
5. Conclusiones
Anexo
(2)
(3)
(4)
(5)
(6)
(7)
36
Sobre este tema véanse Kyland y Presscott (1977) y Barro y Gordon
(1983).
86 ESTUDIOS PÚBLICOS
(8a)
(8b)
donde:
37
En un ejercicio más "realista" también cabría considerar la influencia
que tiene sobre el manejo de la política económica que realizan las autoridades
aspectos tales como la tasa de descuento de las mismas y, en consecuencia, la
rapidez con que actúan las diferentes herramientas disponibles sobre cada uno de
los objetivos. También es importante incorporar en un análisis más realista
elementos tales como la amplitud de las coaliciones que apoyan al gobierno, lo
que otorgará mayor o menor estabilidad a la función objetivo del gobierno.
POLÍTICA MONETARIA: CRITERIOS PARA SU DISEÑO Y EVALUACIÓN 87
Referencias bibliográficas
Batten, Douglas et al. "The Conduct of Monetary Policy in the Major Industrial
Countries: Instruments and Operating Procedures". Ocassional Paper Nº
70. Fondo Monetario Internacional (julio 1990).
Friedman, Milton y Schwartz, Anna. Monetary Trends in the United States and
the United Kingdom. University of Chicago Press, 1982.
Friedman, Milton. "The Demand for Money: Some Theoretical and Empirical
Results". The Journal of Political Economy (agosto 1959).
Friedman, Milton. "The Monetary Theory and Policy of Henry Simons". The
Journal of Law and Economics (octubre 1967).
88 ESTUDIOS PÚBLICOS
Laidler, David. "Some Evidence on the Demand for Money". Journal of Political
Economy (febrero 1966).
Laidler, David. The Demand for Money: Theories and Evidence (segunda
edición). Harper and Row, Publishers Inc., 1977.
Meltzer, Allan H. "The Demand for Money: the Evidence from the Time Series".
Journal of Political Economy (junio 1963).
Patinkin, Don. Essays On and In the Chicago Tradition. Duke University Press,
1951.
EXPECTATIVAS, CREDIBILIDAD E
INCONSISTENCIA
Lecciones de la política antiinflacionaria
chilena de 1990
posible en crecimiento, requiere de algo más que mantener una baja tasa de
expansión en los medios de pago.7
Difícilmente podía esperarse que la acentuación del ajuste en enero de
1990, pese a su severidad, constituyese una estrategia antiinflacionaria
creíble para los agentes económicos. En primer lugar, poca gente en ese
momento, y no demasiada ahora, acepta el argumento de la independencia
del Banco Central,8 principalmente porque fue muy criticada y cuestionada
en el período de su gestación. En segundo lugar, el cambio de gobierno, en
el mes de marzo,9 generó expectativas que, independientemente de que
fuesen correctas o incorrectas, llevaban a pensar que se producirían fuertes
presiones sociales, un aumento deficitario en el gasto público e intentos de
modificar la política monetaria si es que ésta comenzaba a afectar el nivel de
actividad y el empleo.
Lo anterior simplemente refleja que las expectativas que los agentes
económicos tenían respecto de la mantención de la política monetaria por el
tiempo suficiente para que fuese exitosa (o sea la credibilidad de la política
monetaria) eran negativas. La política del Banco Central no era, en
consecuencia, creíble para el público.
Esta falta de credibilidad se sustentó, además de lo planteado antes,
en declaraciones poco afortunadas de las autoridades económicas, ya sea en
un sentido que menoscababa la independencia del Banco Central, ya sea en
uno que daba a entender que no se estaba dispuesto a asumir un costo
importante en actividad para frenar la inflación (el ajuste será breve, la
economía se recuperará en el último trimestre, etc.) y en la carencia de una
reputación de seriedad en el control antiinflacionario, producto de la
tradición de Chile en esta materia.
La falta de una reputación adecuada incrementa los costos de frenar la
inflación mientras ésta se construye, lo cual ha sido logrado, al menos en
alguna medida, por el Banco Central en el curso del año pasado, gracias a
7
Naturalmente, si una baja tasa de crecimiento en los medios de pago se
mantiene por tiempo suficiente, logrará el objetivo antiinflacionario, pero el
costo en actividad asociado puede ser políticamente insostenible.
8
La nueva legislación que regula el funcionamiento del Banco Central y
consagra su independencia de la autoridad política entró en vigencia el 9 de
diciembre de 1989.
9
Después de 16 años de gobierno militar, se realizaron elecciones en
diciembre de 1989 y un nuevo gobierno democrático asumió el 11 de marzo de
1990.
EXPECTATIVAS, CREDIBILIDAD E INCONSISTENCIA 95
10
Esta incompatibilidad reside en que la autoridad monetaria se propuso
controlar simultáneamente las tasas de interés y el tipo de cambio. Esto tuvo
como consecuencia la mantención de tasas de interés muy superiores a las
internacionales, lo que, acentuado por la política de reajustabilidad del dólar
acuerdo, produjo un importante flujo de capitales desde el exterior, un aumento
en las reservas internacionales del Banco Central y una fuerte expansión en la
emisión por este concepto.
11
Thomas J. Sargent, "The Ends of Four Big Inflations", en R. E. Hall,
ed. Inflation (Chicago: NBER, University of Chicago Press, 1983).
ESTUDIOS PÚBLICOS
Tal vez con la excepción del último punto, los otros son bastante
obvios y conocidos. El restablecimiento de la convertibilidad de la moneda
es un factor fundamental de confianza en que las autoridades cumplirán los
compromisos asumidos.
Una razón básica para establecer controles de cambios es incrementar
los costos de un ataque especulativo contra la moneda doméstica, man-
teniendo así la capacidad de extraer el señoreaje que permite el monopolio de
la creación de dinero. Si se eliminan los controles de cambios, cualquiera
tentación de restablecer políticas irresponsables genera una sustitución
masiva de la moneda doméstica por oro o divisas, por lo que constituye una
cierta garantía de conducta responsable por parte de la autoridad.
3. Conclusiones
Referencias bibliográficas
LA REDEMOCRATIZACION
POLÍTICA EN CHILE
*
Transición, inauguración y evolución
inglés, The Chilean Political Process. Unwin and Hyman, 1989]) y Reconstruir
la política: transición y consolidación democráticas en Chile (Santiago,
Editorial Andante, 1987).
3
Para definiciones clásicas de democracia, véanse J. Dahl, Polyarchy:
Participation and Opposition (Yale University Press, 1971); A. Lijphart,
Democracies (Yale University Press, 1984).
4
Clásicos sobre fundaciones democráticas son: B. Moore Social Origins
of Democracy and Dictatorship (Yale University Press, 1966); D. Rustow,
"Transitions to Democracy" en Comparative Politics, 2 (April 1970) pp. 337-
363. Véase también, J. Stephens, "Democratic Transition and Breakdown in
Europe, 1870-1939. A test of Moore Thesis", Documento de Trabajo, 1987
(Kellogg Institute, University of Notre Dame).
104 ESTUDIOS PÚBLICOS
5
Para una explicación mayor de los "enclaves autoritarios", véase mi
trabajo "La Posibilidad Democrática en Chile" (Santiago: FLACSO, Cuadernos
de Difusión, 1989).
LA REDEMOCRATTZACION POLÍTICA EN CHILE 105
Sin entrar en los detalles del régimen militar chileno que se instaló
en 1973, después de derrocar al gobierno democrático y socialista de
Salvador Allende, cabe recordar tres características cruciales de ese régimen.
En primer lugar, su personalización que le entregaba al general
Pinochet la doble legitimidad interna: jerárquico-institucional y político-
estatal. En segundo lugar, su capacidad transformadora que lo llevaba a
dislocar la vieja relación entre política y sociedad, dejando a ésta desar-
ticulada en el marco del esquema económico neoliberal.6 En tercer lugar, su
proyecto de institucionalización política, expresado en la Constitución de
1980 que consagraba el paso de un régimen militar a un régimen
autoritario7 a partir de 1989, sobre la base de un mecanismo que proyectaba
los rasgos personalistas e institucionales del régimen, cual era el plebiscito
de 1989. En él debía decidirse la mantención de Pinochet por un nuevo
período de ocho años. Estos tres rasgos permitieron superar la crisis
económica de 1981/19828 y explican el retardo de la transición chilena en
relación a otros países del Cono Sur.
En relación a esta transición retardada, cabe analizar la trayectoria de
la oposición política, con partidos heredados del régimen democrático, como
una de triple aprendizaje. Por un lado, respecto del carácter de las
6
A. Foxley, Latin American Experiments in Neo Conservative Econo-
mics (University of California Press, 1983); P. Vergara, Auge y caída del neo-
liberalismo en Chile (Santiago: FLACSO, 1985); E. Tironi, El liberalismo real
(Santiago SUR, 1986). Para una visión optimista, véase J. Lavín, Chile: La
revolución silenciosa (Santiago: Zig-Zag, 1987).
7
Un régimen militar es uno en que los titulares del poder son directamente
las Fuerzas Armadas. Régimen autoritario es un término más genérico, que
abarca el militar, pero que puede ser también civil. Véase la definición clásica en
J. Linz, "Totalitarian and Authoritarian Regimes" en F. Greenstein y N. Polsby,
Handbook of Political Science (Reading, M. A. Addison-Wesley 1975), pp.
175-411.
8
Recordemos que en 1981/1982 hubo una profunda crisis económico-
financiera y desarticulación del modelo llamado "Chicago" (véase P. Vergara,
op. cit.). En 1983 esta crisis se expresó en términos más sociopolíticos, con
movilizaciones populares y aperturas políticas (véase M. A. Garretón, "Popular
Mobilization and Military Regime in Chile. The complexities of invisible
transition" en S. Eckstein, ed. Power and Popular Protest. Latin American Social
Movements), pero el régimen militar logró recuperarse algunos años después.
106 ESTUDIOS PÚBLICOS
12
Sobre el itinerario, contenido y significado de las reformas constitu-
cionales, véanse Francisco Cumplido, "Democracia consensual en Chile",
Santiago, CERC, mimeo, agosto de 1989 y José Antonio Viera-Gallo, "El
acuerdo constitucional", revista Mensaje, Nº 380 julio de 1989. Recordemos que
la coalición de partidos opositores a la dictadura, con la excepción del Partido
Comunista y grupos menores, que se denominó Concertación de Partidos por el
No, para derrotar a Augusto Pinochet en el plebiscito de 1988, luego se
transformó en Concertación de Partidos por la Democracia, llevando como
candidato presidencial a Patricio Aylwin. Estaba formada por 17 partidos
políticos, pero los realmente importantes eran los demócrata cristianos, los
socialistas, divididos en dos grandes partidos y otros grupos unificados después
de las elecciones de diciembre 1989. Otros partidos importantes son los radica-
les y social demócratas, en el centro del espectro. También participaban grupos
menores de centro-derecha. En realidad el segundo partido en importancia, luego
de la Democracia Cristiana, era el Partido por la Democracia (PPD), creado
principalmente por uno de los partidos socialistas para legalizarse. Sobre los
partidos, véase mi artículo "Partidos, transición y democracia en Chile" en
(Política) El Nacional, Nº 38, enero 1990, México.
LA REDEMOCRATEACION POLJTICA EN CHILE 109
13
Véanse las referencias a este tema y al significado técnico del concepto
"blando" o "duro" en los procesos de transición en M. A. Garretón, "La
oposición política partidaria en el régimen militar chileno. Un proceso de
aprendizaje para la transición" en M. Cavarozzi y M. A. Garretón, eds. Muerte y
resurrección. Los partidos políticos en el autoritarismo y las transiciones del
Cono Sur (Santiago: FLACSO, 1989).
14
En las elecciones parlamentarias, el bloque formado por UDI y Reno-
vación Nacional obtuvo un 33,35% para diputados y 35% para senadores, pero
debido a la ley electoral eligieron 40% de los diputados y 42% de los senadores.
110 ESTUDIOS PÚBLICOS
17
El Acuerdo firmado por la Concertación el 30 de octubre de 1989 en
torno a participar en el Gobierno, pero dejando al Presidente la plena libertad de
escoger sus colaboradores, renunciando a las "cuotas" de cargos o al mecanismo
de "pase partidario", al igual que las afirmaciones compartidas de un "gobierno
suprapartidario", resuelven el problema más a nivel simbólico que práctico, en
la medida que no queda claro en qué consiste un gobierno "suprapartidario"
formado íntegramente por partidos.
18
Hasta diciembre de 1989, los dos grandes partidos socialistas (Almeyda
y Arrate, por los nombres de sus Secretarios Generales) y otros grupos como el
MAPU estaban divididos y participaban independientemente en la Concertación
de Partidos por la Democracia. El PS-Arrate usó como instrumento de legali-
zación un partido de corte nuevo, el Partido por la Democracia (PPD), en tanto el
PS-Almeyda lo hizo a través de un partido-federación, junto a comunistas y otros
grupos, PAIS (Partido Amplio de Izquierda Socialista). Después de las elecciones
de diciembre de 1989, ambos partidos se reunificaron, abarcando otros grupos.
El PAIS fue disuelto y el PPD se mantiene como partido legal, ya más allá de su
aspecto inicialmente "instrumental" y con proyección electoral muy amplia.
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 113
La inauguración de la democracia y
sus problemas
19
En 1980 el Partido Comunista adoptó un giro hacia estrategias in-
surreccionales y apoyó grupos armados como el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez. Después de una derrota política y militar y durante la campaña del
Plebiscito, el PC hizo un nuevo giro, esta vez hacia su posición política más
tradicional, pero todos estos cambios generaron confusión interna. A ello debe
agregarse el impacto de los acontecimientos de la Unión Soviética y de Europa
del Este, en un partido tradicionalmente dependiente de la línea del PC soviético
y de tipo ortodoxo. La situación actual es de abierta deriva y descomposición.
114 ESTUDIOS PÚBLICOS
20
Repitamos que esto no es una cuestión referida a que los llamados
"factores estructurales" determinen la estabilidad de la democracia, sino que
estos factores se activan a través de las mediaciones de actores históricos y
sociales, los cuales vinculan el problema del régimen al tema del cambio social.
21
Las razones para este supuesto se han explicado en otros trabajos y, en
síntesis, no son muy distintas a las que nos llevaron a predecir la ausencia de una
regresión autoritaria antes y después del plebiscito de octubre de 1988. Véase
"El Plebiscito de 1988 y la Transición a la Democracia", op. cit.
22
En la elección parlamentaria, la Concertación y otros partidos de opo-
sición (algunos socialistas, radicales, comunistas) obtuvieron 72 diputados
(60%) con 56% de los votos. En el Senado, obtuvo 22 senadores (48%) con
56,3% de los votos. La Democracia Cistiana obtuvo 26,14% en la elección de
diputados, eligiendo 38 diputados (31,66%), y 32% en la elección de senadores,
LA REDEMOCRATEACION POLÍTICA EN CHILE 115
inaugura la democracia en Chile han sido sin duda más favorables que las
que se presentaron en otros casos nacionales recientes, especialmente en lo
que se refiere a la naturaleza del primer gobierno democrático, como es la
existencia de una coalición entre todos los sectores opuestos a la
dictadura.26 Las condiciones negativas estaban dadas por los enclaves
autoritarios y, especialmente, por la tendencia de ciertos sectores a la
"bunkerización" del Ejército en torno a Augusto Pinochet, quien buscaría
mantener su liderazgo institucional y superar su aislamiento.
En lo que se refiere a las condiciones heredadas del proceso de
transición, ya hemos dicho que se trata de una transición incompleta, dada la
permanencia de enclaves autoritarios. En otras partes hemos indicado que
estos enclaves autoritarios son de tres tipos: institucionales, "adórales" y
ético-simbólicos.27 Se podría argumentar la existencia de un cuarto enclave
autoritario, de tipo sociocultural, que tendría que ver con los rasgos clásicos
de una sociedad que ha vivido más de una década de dictadura que ha buscado
implementar un nuevo modelo de relaciones entre Estado y sociedad,
erradicar la política, someter las interacciones societales al modelo de
mercado, restringir las libertades y reducir el espacio público, e imponer un
esquema económico que dio por resultado la fragmentación, elitización y
atomización sociales. En fin, una dictadura que a través de cambios
estructurales, institucionales y uso de la represión desarticuló el modo
tradicional de constitución de los sujetos y actores sociales y restringió las
bases materiales de generación de movimientos sociales, sin constituir
polos nuevos de surgimiento de éstos (con la excepción, probablemente, de
los específicamente antidictatoriales como las organizaciones de derechos
humanos).28 Si bien todo ello es cierto, tanto los procesos de movilización
iniciados en 1983,29 como la reconstitución de organizaciones sociales, la
mayor politización de la sociedad provocada por el mismo proceso de
transición (plebiscitos, inscripción de partidos, proceso electoral, etc.) y
26
En Brasil el caso no fue el mismo, por cuanto se trató de una primera
coalición con sectores significativos provenientes del régimen militar y no
sólo de un gobierno de sectores de oposición a la dictadura.
27
Véase "La posibilidad democrática en Chile" op. cit. (supra nota 5).
28
Véase E. Tironi, Los silencios de la revolución (Santiago, Editorial La
Puerta Abierta, 1988).
29
"Popular Mobilizations and Military Regime in Chile" op. cit. (supra
nota 8).
118 ESTUDIOS PUBLICOS
30
Véanse, sobre todo, las encuestas de FLACSO y CERC al respecto.
31
Véase A. Varas, "La legitimidad social de las Fuerzas Armadas en
política" FLACSO, Documento de Trabajo Nº 424 (agosto, 1989), donde a partir
de un exhaustivo análisis de encuestas se muestra el desequilibrio entre la
tendencia del núcleo duro del pinochetismo a "bunkerizar" las Fuerzas Armadas y
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 119
32
Así lo muestra el análisis de las encuestas, como lo señalaran quienes
condujeron las del Centro de Estudios Públicos, después del plebiscito de 1988.
Un análisis detallado de la opinión de la población en relación al tema de los
derechos humanos, en el tomo IV de M. A. Garretón, ed. Propuestas políticas y
demandas sociales (FLACSO, en prensa).
LA REDEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA EN CHILE 121
33
Véanse las encuestas, sobre todo del CIS y FLACSO, en esta materia.
122 ESTUDIOS PÚBLICOS
37
Un ejemplo de ello era la remoción, a través de la negociación o
petición de renuncia, de altos cargos en diversas esferas donde el núcleo duro del
pinochetismo, incluido el general Pinochet mismo, se ha parapetado, sin
cambiar el principio de inamovilidad consagrado en la Constitución o diversas
normas jurídicas.
LA REDEMOCRATIZACION POLÍTICA EN CHILE 125
38
He desarrollado lo que sigue en "Por una nueva cultura política",
revista Mensaje, mayo 1991.
126 ESTUDIOS PÚBLICOS
Evolución y perspectivas de
la democratización política
LA PARADOJA DE LA
MAYORÍA ELECTORAL
¿Dónde está el Centro?
Mark Klugmann*
GRÁFICO Nº1
El modelo falso
Izquierda Derecha
Centro
LA PARADOJA DE LA MAYORIA ELECTORAL 137
Un experimento fallido en
Gran Bretaña y en EE. UU.
1
En realidad, las dimensiones políticas suelen no seguir una distribución
estándar, y puede que ni siquiera adquieran individualmente la forma de una curva
acampanada. La distribución de los votantes en cualquier asunto dimensional
puede presentar la forma de una curva bimodal o trimodal, o bien una curva que es
alta en un extremo y baja en el otro.
138 ESTUDIOS PÚBLICOS
La paradoja de la mayoría
El verdadero Centro
CUADRO Nºl
Adhesión a partidos políticos
(% que "no se identifica o simpatiza con ningún partido político")
2
Anteriores encuestas CEP/Adimark, tanto la de marzo de 1991 como la
de diciembre de 1990, arrojaron resultados similares. De manera semejante,
según la encuesta Bestland de marzo de 1991, el 33,1 por ciento del electorado
se autodefine como de Izquierda o Centroizquierda o Derecha o Centroderecha. Es
decir, los resultados son prácticamente los mismos.
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 141
3
Una de las razones de la diferencia en la cantidad de "Independientes"
entre la encuesta CEP-Adimark y la encuesta Bestland es que en la primera hay
muchos más encuestados que se autodescriben como de "Centro". Dos tipos de
personas se autodefinen de "Centro". Así como hay quienes aceptan el eje
Izquierda-Derecha y se sitúan en el medio, también hay otros que rechazan la
terminología Izquierda-Derecha y dicen estar en el "Centro", como una forma
elegante de eludir ubicarse a sí mismos sobre ese eje. La suma de los dos grupos,
Centro e Independientes —que a grandes rasgos representan la opción de no
entrar en la definición Izquierda-Derecha— es aproximadamente igual en ambas
encuestas (67,2 por ciento en la encuesta CEP-Adimark y 64,9 por ciento en la
encuesta Bestland), y equivale a dos tercios del electorado.
LA PARADOJA DE LA MAYORÍA ELECTORAL 143
CUADRO N° 3
Predicción de la votación
(Elecciones parlamentarias de 1989)
Izquierda + Centroizquierda 32 26
Derecha + Centroderecha 19 42
La alternativa multidimensional
GRÁFICO Nº 2
Acercamientos y distanciamientos en distintos ejes
(Campañas electorales de 1989)
ECONOMÍA
DEMOCRACIA
MARXISMO
El Centro no es el medio
plantear temas y estructurar el debate. Una mala idea del gobierno no tiene
más validez que una buena idea de la oposición.
La oposición, por su parte, tiene la obligación de hacer que valga la
pena escucharla. Debería gastar menos tiempo en calcular y sopesar el grado
en que desea apoyar u oponerse al gobierno respecto de cada materia y
dedicar más tiempo en comunicar su propia visión de las cosas. Además,
debe identificar los temas y los grupos de votantes que le permitirán tener la
oportunidad de gobernar. ¿Tiene el electorado chileno un panorama claro de
lo que haría la actual oposición si fuera gobierno? Parece que no.
LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL
PERUANA DE 1990
Enrique Ghersi
Derrota inesperada
La revolución informal
Cristo en campaña
1
Por una curiosidad cultural, pese a su origen japonés, Fujimori es conocido popular-
mente en el Perú como el “Chino”.
8 ESTUDIOS PÚBLICOS
De hecho, Guatemala y Perú son los que exhiben los avances más espec-
taculares, al extremo de que muchos antropólogos hablan ya de un proceso
masivo de conversión religiosa.
No es propósito de este artículo elucidar las causas del crecimiento
del protestantismo, pero no se puede dejar de señalar la vinculación de este
fenómeno con la informalidad. Coinciden en el tiempo la expansión de las
denominaciones evangélicas y el crecimiento de las actividades informales,
sugiriendo poderosamente que una gran proporción de los migrantes hacia
las ciudades habría comenzado a cambiar su credo religioso, a la par que
sufría una discriminación económica que la obligaba a trabajar en la ile-
galidad. Muy probablemente una identificación de la Iglesia Católica con el
statu quo que llevó a muchos informales a recurrir a otras formas de reli-
giosidad para expresar su rechazo a la sociedad mercantilista de privilegio.
La “conexión evangélica” de Fujimori creó una gran angustia en la
jerarquía católica, tradicionalmente preferida por el Estado peruano y con
una influencia mayoritaria en la población. Reaccionaron, en principio, los
principales obispos con voces de rechazo bastante duras contra lo que
entendían como una agresión injustificada por parte de las “sectas”.
Lentamente esas voces de protesta se convirtieron en una indigna-
ción que desconcertó a los feligreses. La Iglesia Católica en el Perú desde
fines de la década del sesenta ha estado claramente dividida en dos sectores
antagónicos. De un lado, “los reformistas”, partidarios de la Teología de la
Liberación y de las llamadas reformas estructurales; de otro, los “conser-
vadores”, enemigos de la Teología de la Liberación y partidarios de una
Iglesia más espiritual y menos comprometida con las luchas sociales.
Esta división separó muy acremente a la Iglesia en casi todas las
materias, al extremo de que el episcopado peruano se negó a condenar la
Teología de la Liberación antes de la Instrucción Ratzinger. Los obispos
reunidos empataron la votación. El anciano cardenal Juan Landázuri Ric-
ketts se negó a dirimir esta disputa, manteniendo su tradicional indecisión.
Sin embargo, durante la campaña electoral asumió como nuevo Ar-
zobispo de Lima y primado de la Iglesia Católica, monseñor Augusto Var-
gas Alzamora, un jesuita de enorme experiencia pastoral y docente.
Acostumbrados al viejo estilo de Landázuri, los católicos muy pron-
to descubrieron que Vargas Alzamora era mucho más dinámico y moderno,
expresando el espíritu renovador que Juan Pablo II le ha impuesto a la
Iglesia.
Desde que asumió el cargo, Vargas Alzamora se mostró resuelto a
emprender la nueva evangelización del Perú y devolverle a la Iglesia la
influencia y la cohesión que sus conflictos internos la habían hecho perder.
ENRIQUE GHERSI 9
Colofón
ACERCA DE UN ENSAYO DE
SUSAN SONTAG
LA ESTÉTICA DEL SILENCIO
Gonzalo Contreras
pese a toda la retórica de época que se deja sentir por aquí y por allá en sus
escritos, no han perdido vigencia o son, al menos, una referencia ineludible
para apreciar los fenómenos culturales de esta parte del siglo.
Los dos libros de ensayos críticos traducidos al español, Contra la
interpretación (1965) (Seix Barral, 1984) y Estilos radicales (1967) (Mu-
chnik, 1988) reúnen el grueso de la producción de la Sontag en el período
aludido. De este último, nos interesa el ensayo titulado “La estética del
silencio”, uno de los más personales, originales y sintomáticos trabajos
acerca del espíritu del arte contemporáneo. Si bien con él la Sontag no
pretende realizar un diagnóstico, sino apenas un esbozo impresionista y a
veces arbitrario de los estímulos que ella advertía a su alrededor, se puede
leer hoy como una inquietante síntesis, una especie de estado de cosas
acerca de la labor del artista, del fenómeno de la creación en un momento
dado de la historia, pero que no ha perdido ninguna de sus resonancias si es
que no se proyectan hasta nuestros días. La misma Sontag advierte en el
posfacio a la edición española de 1988: “Considero que hoy es más necesa-
rio que nunca hacer proselitismo en favor de aquella concepción de lo
‘radical’ —del idealismo moral radical y de la estética ‘radical’ “—. Así
como constata con gozo en su relectura, “La euforia ante el descubrimiento
de que mi exaltada lealtad a los cánones de la alta cultura no chocaba con
mi creencia en la seriedad moral de las estrategias de transgresión en el arte
y el pensamiento utópico, sino que hallaba apoyo en ella”.
Porque resulta tentador leer estos escritos por el solo placer de co-
rroborar cómo la historia los ha desacreditado, y es justamente esa satisfac-
ción precipitada de aquellos que han sepultado sin más el pensamiento
crítico lo que lleva de algún modo a añorar los aspectos saludables de dicha
postura para salirle al paso al conformismo no menos maniqueo según el
cual no vale la pena siquiera plantearse ciertas cuestiones. El conjunto de la
obra de la Sontag comprueba, por un lado, que muchos de los problemas
planteados en esa época continúan vigentes, o más aún, se han agudizado, y
que el pensamiento crítico continúa siendo una manera válida de enfrentar
la realidad. Las formulaciones de “La estética del silencio” en este caso
constituyen un valioso instrumento para desentrañar cuestiones del presente
que la Sontag tuvo el talento de vislumbrar.
Afirma Susan Sontag que “en la época moderna, una de las metáfo-
ras más trajinadas para el proyecto espiritual es el arte”. Para despejar de
entrada el concepto de espiritualidad, atengámonos al que maneja la misma
Sontag: “Espiritualidad=planes; terminologías; normas de conducta enca-
minadas a resolver las dolorosas contradicciones estructurales inherentes a
la situación humana, a la consumación de la conciencia humana, a la tras-
4 ESTUDIOS PÚBLICOS
MARK FALCOFF:
MODERN CHILE 1970-1989. A CRITICAL HISTORY*
**
Joaquín Fermandois H.
Friedrich A. Hayek
1
The American Economic Review, septiembre de 1969.
2
The Works of Ludwig von Mises (The Foundation for Economic
Education, 1969).
3
Véase Toward Liberty: Essays in Honor of Ludwig von Mises (Institute
for Humane Studies, 1971) Vol. I, pp. 9-10.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVON MISES 185
Mises actuaba como si tuviera la certeza que algún día sus teorías
serían aceptadas. Dictaba sus clases como si estuviera hablando para el
futuro. No se doblegaba en lo más mínimo ante la impopularidad de sus
ideas. Habitualmente reflejaba un gesto de cordialidad y de firmeza que lo
hacían parecer inmune al vacío que muchos le hacían y a la ridiculización
que otros pretendían hacer de sus teorías. E. Butler dice:
6
Method, Process and Austrian Economics: Essays in Honor of Ludwig
von Mises (Lexington Books, 1982) p. 2, introducción.
7
"The Domain of Subjective Economics: Between Predictive Science and
Moral Philosophy", en ibídem p. 8.
8
Respectivamente en "Mises' Private Seminar" en L. von Mises,
Planning for Freedom (Libertarian Press, 1974), p. 190 y ss., y "His Work
Lives" en Tribute to Mises, Mont Pelerin Society's 1974, sesión de Bruselas
(Quadrangle Pub., 1974), p. 12 y ss.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 187
I. EPISTEMOLOGÍA
Ámbito de la Economía
resulta difícil precisar, dentro el amplio campo de tal general teoría, los
límites concretos de aquella más estrecha disciplina, que se ocupa sólo de
las cuestiones estrictamente económicas [...]. El ámbito de la praxeología,
teoría general de la acción humana, puede ser delimitado y definido con la
máxima precisión. Los problemas típicamente económicos, los temas
referentes a la acción económica, en su sentido más estricto, por el
contrario, sólo de un modo axproximado pueden ser desgajados del cuerpo de
la teoría praxeológica general [...] no son razones de índole rigurosamente
lógica o epistemológica, sino usos tradicionales y el deseo de simplificar
las cosas, lo que nos hace proclamar que el ámbito cataláctico, es decir, el
de la economía en sentido restringido, es aquel que atañe al análisis de los
fenómenos del mercado. Ello equivale a afirmar que la cataláctica se ocupa
de aquellas actuaciones practicadas sobre la base del cálculo monetario."25
26
Epistemological Problems of Economics (Van Nostrand, 1960) pp.
12-14.
27
Ibídem, pp. 27-29.
28
Ibídem, p. 130.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 193
29
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., p. 76.
30
Ibídem, p. 115.
31
Teoría e historia (Ediciones Colofón, 1964), pp. 319-320.
194 ESTUDIOS PÚBLICOS
Fenómenos complejos
36
Ibídem, pp. 4-5.
37
La acción humana. Tratado de Economía, op. cit., p. 63.
196 ESTUDIOS PÚBLICOS
38
Ibídem, pp. 86-87.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 197
Praxeología
Positivismo e
hipóstasis
44
Teoría e historia, op. cit., pp. 265-269.
200 ESTUDIOS PÚBLICOS
47
Teoría del dinero y el crédito (Zeus, 1961), pp. 91-93.
48
Ibídem, p. 97.
202 ESTUDIOS PÚBLICOS
49
Ibídem, pp. 111-112
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 203
El patrón oro
50
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., pp. 611-615.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVON MISES 205
51
Teoría del dinero y el crédito, op. cit., pp. 458-459.
52
Ibídem, p. 461.
53
Ibídem, pp. 483-484.
54
Ibídem, p. 485.
206 ESTUDIOS PÚBLICOS
55
Ibídem, p. 487. Ciclos económicos
"[...] Los bancos, por más esfuerzos que hagan para aumentar la
circulación de crédito, no pueden detener el alza del tipo de interés. Aun si
quisieran y pudieran seguir aumentando la cantidad de medios fiduciarios
hasta llegar al punto en que ya no fuese posible el aumento, tampoco
podrían lograr el resultado apetecido [...]. Un torrente como este de medios
fiduciarios, si no se puede prever cuándo y dónde se detendrá o ha de ser
detenido va a descender con rapidez y creará pánico hasta que caiga en
insondable abismo el valor del cambio objetivo de la unidad moneda y
crédito. Entonces el tipo de interés para préstamos ha de subir en parecido
grado y forma. Los bancos, pues, se verán obligados al fin a cesar de hacer
ofertas a un tipo de interés más bajo que el natural. Aquella ratio entre los
precios de los bienes del primer orden y los de órdenes superiores que está
determinado por la situación del mercado de capitales y ha sido alterada
solamente por la intervención de los bancos será reestablecida aproxi-
madamente y la sola señal que quede de la alteración será el aumento general
del valor en cambio objetivo de dinero debido a factores provenientes del
lado monetario. [...] la intervención de los bancos ha traído consigo una
redistribución de los bienes o riqueza y, por otra parte, porque la recu-
peración automática del mercado de préstamos comprende algunos de los
fenómenos de una crisis que son señales de la pérdida de alguna parte del
capital empleado en procesos de producción desviados y excesivamente
prolongados. No es factible la traslación de todos los bienes de producción
retirándolos de los empleos que no han resultado provechosos para llevarlos
a otros lugares de empleo, pues una parte de ellos no puede ser retirada, y,
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MEES 207
56
Ibídem, pp. 399-400.
57
Ibídem, p. 401. La cursiva es nuestra.
208 ESTUDIOS PÚBLICOS
Cálculo y moneda
59
Ibídem, pp. 181-183.
60
'"Economic Calculation in the Socialist Commonwealth" en
Colectivist Economic Planning (Augustus M. Kelley, 1965), p. 92.
61
Ibídem, p. 98.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 211
62
Ibídem, pp. 100-101.
212 ESTUDIOS PÚBLICOS
Asignación de recursos
63
Ibídem, pp. 104-105.
64
Ibídem, pp. 108-109.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 213
bien, siempre que las relaciones del mercado den a todos los bienes un valor
de sustitución. En la economía monetaria se ha escogido el dinero para
llenar esta función."
"El cálculo en moneda tiene sus límites. La moneda no es patrón del
valor y no es tampoco patrón de los precios. El valor no se mide en dinero.
Los precios tampoco se miden en dinero, aunque se expresan en dinero. En
cuanto la moneda es un bien económico, no tiene 'valor estable', como hay
costumbre de admitirlo ingenuamente cuando se la emplea como patrón de
pagos diferidos. La relación de cambios que existe entre los bienes y la
moneda sufre fluctuaciones constantes, aunque poco considerables por lo
general, que no provienen simplemente de los otros bienes económicos,
sino también de la moneda misma. Tal estado de cosas no perturba en lo
más mínimo, a decir verdad, el cálculo de los valores [...]."
"Una economía sin moneda sólo es posible en el estado rudi-
mentario. En el marco estrecho de la economía doméstica cerrada, en donde
el padre de familia puede abarcar de una sola ojeada toda la explotación, es
posible apreciar con más o menos exactitud, sin ayuda de la moneda, la
importancia de las modificaciones que se aplican al proceso de producción.
Este último se desarrolla con el concurso de un capital relativamente
modesto. Ignora los rodeos complicados de la producción capitalista; se
limita a producir en general bienes de consumo o, al menos, bienes de orden
superior que no se alejan mucho de los anteriores. La división del trabajo se
halla todavía en sus principios; un solo trabajador basta para llevar a su fin,
desde el comienzo hasta la terminación, el proceso de la fabricación de un
bien maduro para el uso o el consumo. Sucede en forma diferente en el seno
de una sociedad evolucionada. No se tiene derecho para ir a buscar en las
experiencias de una época de producción simple, de tiempo atrás evolu-
cionada, un argumento favorable a la posibilidad de realizar una economía
sin cálculo monetario."
"Porque en las relaciones sencillas de la economía doméstica cerrada
puede advertirse en todo su conjunto el camino que va del comienzo del
proceso de la producción hasta su fin, y porque siempre es posible juzgar si
tal o cual procedimiento puede producir más o menos bienes listos para el
uso o el consumo. Esto ya no es factible en nuestra economía infinitamente
más complicada. Siempre será evidente, aun dentro de la sociedad socialista,
que 1.000 litros de vino valen más que 800 y ella podrá decidir sin
dificultad, igualmente, si prefiere 1.000 litros de vino a 500 de aceite. Para
esto no es necesario cálculo alguno, pues basta que decida la voluntad de los
directores de la economía. Pero la tarea propiamente dicha de la dirección
racional de la economía comienza cuando se ha tomado esta decisión, tarea
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 215
Otros métodos
66
Ibídem, pp. 148-149
218 ESTUDIOS PÚBLICOS
Laissez-faire
67
Ibídem.pp. 150-153.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 221
lo que se quería decir con la famosa máxima de 'dejar hacer'. En nuestra edad
de apasionado dirigismo, la fórmula, sin embargo, ha caído en desgracia. La
opinión pública la considera, hoy, máxima representación de depravación
moral y de supina ignorancia. El intervencionista plantea la disyuntiva entre
que la economía sea operada por 'fuerzas ciegas y automáticas' o por una
'planificación consciente'. Es obvio, se deja entender, que confiar en
procesos irreflexivos resulta pura estupidez. Nadie en su sano juicio puede
propugnar la inhibición; que todo siga su curso sin que intervenga pensante
voluntad alguna. Cualquier ordenamiento racional de la vida económica
siempre habrá de resultar superior a la ausencia de todo plan. Laissez-faire
por eso, para nuestros contemporáneos, meramente significa: 'dejad que
perduren las desgracias; no interfiráis, no hagáis nada para mejorar la suerte
de la humanidad doliente'. El planteamiento, sin embargo, resulta falaz. Tal
dialéctica favorable a la planificación deriva exclusivamente de una
inadmisible expresión metafórica [...]. La alternativa no se plantea entre el
inerte mecanismo, de un lado, y la sabia organización, del otro; entre la
presencia o ausencia de un plan. El problema, en verdad, en lo que consiste
es en determinar quién va finalmente a planear y dirigir. Si será cada
individuo de acuerdo con sus juicios de valor, o paternal gobernante en
nombre de todos. El dilema, desde luego, no estriba en adoptar entre mero
automatismo, de un lado, y lógico ordenamiento de otro, sino entre el
actuar libre e independiente de la persona o la sumisión de la misma a
decisiones inapelables del jerarca. Se trata, en definitiva, de elegir entre
libertad y autocracia. El laissez-faire no pretende desencadenar unas
suspuestas 'fuerzas ciegas e incontrolables'. Lo que quiere decir es dejar a
todos en libertad para que cada uno decida cómo concretamente va a cooperar
en la social división del trabajo y que sean, en definitiva, los consumidores
quienes determinen lo que los empresarios han de producir. La planificación,
en cambio, supone autorizar al gobernante para que, por sí y ante sí,
amparado en los resortes de la represión, resuelva e imponga."68
Empresarios e intervencionismo
68
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., pp. 1057-1058.
222 ESTUDIOS PÚBLICOS
El estatismo y la nación
72
Bureaucracy (Yale University Press, 1944), pp. 74-76.
226 ESTUDIOS PÚBLICOS
75
Liberalismo (Unión editorial, 1975), pp. 131-134.
76
Ibídem, pp. 56-57. La cursiva es nuestra.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIGVON MISES 229
"Lo que separa a estos verdaderos liberales de los que creen ciega-
mente en la mayoría ilimitada era que aquéllos basaban su optimismo
respecto al futuro de la humanidad no en una confianza mística en la
77
Ibídem, pp. 233-234.
230 ESTUDIOS PÚBLICOS
78
The Historical Setting of the Austrian School of Economics
(Arlington House, 1969), p. 36.
79
"The Political Chances of Genuine Liberalism" en Planning for
Freedom, op. cit., pp. 181 y 184.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 231
80
La acción humana. Tratado de economía, op. cit., pp. 534-536.
232 ESTUDIOS PÚBLICOS
Positivismo y materialismo
contribuido, sino por lo que quieren prohibir. Sus propagandistas son los
campeones de la intolerancia y un estrecho dogmatismo."
"Los historiadores tendrán que entender las condiciones políticas,
económicas e intelectuales que permitieron que aparezca el positivismo,
tanto el viejo como el nuevo. Pero la comprensión histórica que describe la
aparición de las ideas no rechaza las enseñanzas de ninguna escuela de pen-
samiento. Es, precisamente, la función de la epistemología el desenmascarar
las falacias del positivismo y refutarlas."83
"La manera en la cual la filosofía del positivismo lógico describe el
universo es defectuosa. Comprende solamente lo que puede ser reconocido
por métodos experimentales de las ciencias naturales. Ignora por completo
la mente humana, así como también la acción humana."
"[...] todas las derivaciones del positivismo sostienen que el rol del
ser humano sobre la Tierra es una consecuencia de su conocimiento sobre
los fenómenos naturales —esto es, no específicamente mentales y
volitivos— [...] en el contexto de esta filosofía la sociedad aparece como
una fábrica gigante donde todos los problemas sociales y tecnológicos que
deben ser resueltos por la 'ingeniería social' [...] no es posible interpretar
peor la historia de la humanidad. [...] las actividades de investigación que
promueven las ciencias naturales y la experimentación son en sí mismas
neutrales en relación a temas filosóficos y políticos. Sólo pueden ser
benéficos para la humanidad si prevalece la filosofía social del
individualismo y la libertad. Cuando el positivismo subraya el hecho que
las ciencias naturales deben sus logros a la experiencia, están repitiendo una
verdad evidente que nadie discute. Sin embargo, no dejan de lado los
métodos de la ciencia de la acción humana que están preparando el camino
para demoler los fundamentos de la civilización occidental."84
"Si la aparición de todas las ideas debe ser tratada como uno trata la
aparición de cualquier evento natural ya no sería posible distinguir entre
proposiciones verdaderas o falsas. En ese caso los teoremas de Descartes ya
no serían mejores ni peores que el balbuceo de un mal estudiante en un
examen. Los factores materiales no pueden errar. Han producido en la
persona de Descartes geometría de coordenadas, y en la persona de aquel
estudiante, cuyo profesor no ha sido iluminado por el materialismo, algo
que considera una estupidez. Pero qué es lo que hace que ese profesor pueda
juzgar. [...] no tendría sentido que los materialistas buscaran una distinción
83
The Ultimate Foundation of Economic Science, op. cit., pp. 123-124.
84
Ibídem, pp. 125-126 y 128-130.
234 ESTUDIOS PÚBLICOS
85
Ibídem, pp. 31-32.
ACERCA DEL PENSAMIENTO DE LUDWIG VON MISES 235
86
"On Equality and Unequality", en Money, Method and the Market
Process: Essay by Ludwig von Mises (Ed. R. M. Ebeling, Kluwer Academic Pub,
1990), pp. 190 y 195-196.
87
Liberalismo, op. cit. p. 142.
DOCUMENTO
1. Objetivos de la Comisión
2. La Corte Suprema y el
enjuiciamiento de los tribunales
atribuciones del Poder Judicial, aun cuando advirtió que ello sólo ocurriría
en la medida que la situación lo permitiera.
La cita que se hace de uno de los primeros discursos inaugurales del
año judicial no es afortunada, muy por el contrario, resulta maliciosa,
porque dado el contenido de las palabras del Presidente de la Corte Suprema
de entonces, es de toda evidencia que tanto él como el resto de los jueces,
cuya pirámide jerárquica aquél encabezaba, carecían de información acerca de
los atropellos que no habían sido denunciados a la justicia.
5. Facultades jurisdiccionales y su
ejercicio exclusivo y excluyente
11. Conclusión
Dése a la publicidad.
l
.c
h ile
Jaime Guzmán no era un intelectual: era un político. Sin
embargo, su inteligencia superior y su sensibilidad profundamente humana
pc
por la vía del contacto directo con ciertos maestros y profesores, que a
través de la lectura, de los libros. En cierto modo, buscó tutores y guías.
Así, en materias políticas, se dejó orientar por Jorge Alessandri, por Hugo
Rosende, por Eduardo Boetsh. Su oratoria fue influida por su profesor
Florencio Infante. En asuntos constitucionales, sus maestros fueron Enrique
Evans y Jorge Alessandri.
Estoy convencido de que en los orígenes de su pensamiento estuvie-
ron las clases de religión del R. P. Florencio Infante, SS. CC. y el am-
biente cultural del Colegio de los Padres Franceses. Después, el
l
Widow. En verdad, la enseñanza de la filosofía del derecho en la Universidad
.c
Católica ha mantenido desde sus inicios una orientación fundamentalmente
ile
tomista. Seguramente la fuente principal de ese enfoque ha sido el conocido
tratado Filosofía del derecho o derecho natural que Rafael Fernández Concha
h
publicó en 1881. Profesores como Julio Philippi, para mencionar quizás al
pc
segunda parte. Mientras lo escribía, decía que sólo Tomás P. Mac Hale
w
este trabajo aparece, por primera vez en él, la influencia del pensamiento
económico liberal. Los conceptos provienen de Milton Friedman, pero
filtrados a través de Emilio Sanfuentes, de Hernán Cubillos, de Carlos
Urenda, con quienes se encontraba en el instituto CESOC, patrocinado por
las empresas del grupo Edwards. Desde hacía algunos años el diario El
Mercurio acogía en sus líneas editoriales las teorías y planteamientos de la
"escuela de Chicago".
Con el correr de los años, sus principales interlocutores en temas
económicos incluirían a Ernesto Illanes, Miguel Kast, Ernesto Silva, Juan
Carlos Méndez, Sergio de Castro, Sergio de la Cuadra y José Pinera, y en
cuestiones políticas a Sergio Fernández, entre otros. Posteriormente, el
círculo incluiría, por cierto, a los dirigentes de su partido.
Tal como lo atestiguan sus artículos para la revista Realidad (1979-
1983), dirigida por Ernesto Illanes y Hernán Larraín, publicación que
l
Jaime Guzmán organizó y dirigió con éxito un movimiento estudiantil que
.c
se propuso recoger estos ideales. El gremialismo fue además una escuela de
ile
dirigentes. La mayoría de sus líderes lo acompañaría después en las
iniciativas políticas en que se empeñó. Sin embargo, casi no escribió con
h
su firma sobre el tema, salvo la larga y enjundiosa Memoria "Teoría sobre
pc
l
requiere, sin duda, un análisis de estos textos.
.c
Jaime Guzmán fue un gran conversador y un observador perspicaz de
ile
las personas. Era tan agudo en su captación de los defectos como de las
virtudes. Le inquietaba más que ningún otro el tema del mal. Para él esto se
h
ligaba a la cuestión del Demonio. He incluido su conversación con Julio
pc
Philippi sobre los ángeles caídos por dar una impresión, aunque sea somera,
de sus convicciones religiosas.
e
En ese estilo tan suyo se reconoce a un hombre que fue leal a sí mismo
hasta el último instante de su vida, su muerte. De allí el hondo afecto de
sus incontables amigos, la fidelidad de sus partidarios y el respeto de sus
enemigos. Creo que la amistad no confunde mi juicio: vivió y murió como
se propuso, como un cruzado. Estas páginas dan fe de su temple de ánimo.
A. F. T.
EL MIEDO:
SÍNTOMA DE LA REALIDAD POLÍTICO-SOCIAL CHILENA*
l
responsable. Teme, cada vez con mayor intensidad, a la persecución y a la
.c
represalia.
ile
Podría argüirse, y con cierta razón, que esto no es enteramente
nuevo. Las ventajas provenientes de ser grato ante quienes gobiernan han
h
movido siempre a los oportunistas a silenciar o atenuar todo aquello que
pc
l
germen de las doctrinas estatistas con que, algunos siglos más tarde, habrían
.c
de prevalecer las diferentes corrientes socialistas. Fracasadas experimen-
ile
talmente las tesis del individualismo, el simple rigor lógico de sus
postulados exigió el paso hacia el estatismo, como la mera necesidad de
h
avanzar otra etapa por el mismo camino. La búsqueda de una simple
eficiencia económica, al margen de toda consideración superior de orden
pc
l
que el hombre actual cree ver entre la "teoría" y la "práctica".
.c
"Basta ya de teorías; vamos ahora a la práctica", es una frase típica a
ile
este respecto. En ella hay subyacente una oculta impresión de que la
"teoría" es fundamentalmente inútil o, a lo más, un "trámite" que hay que
h
cumplir, para salvar las apariencias, para dejar satisfechos a quienes se
pc
preocupan por ella o, simplemente, porque sí. Cumplido éste, urge pasar a
lo que realmente importa: la "práctica".
Esta errónea dicotomía tiene su explicación, entre otros muchos
e
l
a causa de un mayor estatismo. En términos relativos no está en el
.c
estatismo la gran diferencia, sino en el modo de emplearlo y ejercerlo.
ile
La Democracia Cristiana jamás se ha autoconsiderado una simple
corriente ideológica o de opinión. Teniendo como trasfondo la concepción
h
marxista sobre el "curso fatal de la historia", se ha considerado siempre la
intérprete contemporánea del "carro de la historia" y, por ende, la repre-
pc
Pero como ella estaba mal fundada, no pudo serles ajeno el fanatismo
w
l
envilecido por una complicidad que sabe indigna.
.c
Alguien podría pensar que gran parte de la solución reside en el
ile
cambio del actual Gobierno. Pero ello no es sino una parte muy limitada de
la solución. No sólo porque entre tanto, y para conseguirlo, sea im-
h
prescindible romper con valentía el círculo vicioso en que nos encontramos
pc
LA "UNIVERSIDAD COMPROMETIDA":
DE LA CONSIGNA AL DILEMA*
l
"remoras del pasado"? Y así, con desaprensivo entusiasmo en su poder, y
.c
compasivo desprecio —cuando no animadversión persecutoria— por todos
ile
sus oponentes, las huestes "reformistas" se pusieron en marcha. Quienes no
quisieron desfilar militarmente bajo sus sones de revolución juvenil,
h
quedarían marcados para siempre con el estigma de "antirreformistas". El
"carro de la Historia" los dejaría definitivamente atrás.
pc
que ello no envolvía una sumisión irrestricta respecto del actual gobierno de
la Unidad Popular.
La verdad es que, detrás de las palabras transformadas en slogans, es
fácil quedarse en la cascara de las apariencias. Se impone, por tanto, penetrar
un poco más a fondo en los conceptos, a fin de perfilar la propia posición
con la mayor nitidez posible.
A nuestro juicio, toda institución debe comprometerse integralmente
con la lucha por obtener su propia perfección, que es lo mismo que decir la
plena realización de su finalidad específica. Y a ninguna institución le es
lícito adoptar otro "compromiso" que no sea ése.
De ahí que no resulte difícil percibir que toda la diferencia reside en
cuál sea el fin que cada cual reconozca a la institución universitaria, para
determinar enseguida cuál ha de ser el marco exacto de su compromiso.
l
Para el marxismo, no existe otra realidad importante en el mundo
.c
que el éxito y progreso de la revolución. Tributarios de concepciones filo-
ile
sóficas que sacrifican el ser por el movimiento, y la verdad por la acción,
para los marxistas todo está subordinado al triunfo de la revolución que ha-
h
brá de implantar la "dictadura del proletariado" y, a través de ésta, el paraíso
de la sociedad sin clases, sin Estado y sin tensiones dialécticas. Consi-
pc
dicho afán, e incluso no tiene otro padrón de medida para juzgar hasta la
.c
l
partir de un análisis que se adentre en las causas, y que las demuestre como
.c
tales. Pero como la realidad tiene una unidad que le viene de su Creador o
ile
Causa primera, es menester relacionar a las distintas disciplinas, que no son
más que vehículos para conocer aspectos parciales de su realidad unitaria,
h
pero que a la vez son indispensables por la limitación de la inteligencia
discursiva del ser humano.
pc
Universidad.
Si se intenta aplicar enseguida tales conceptos al problema del
w
l
dependen de una conclusión científica, sino de la opinión personal y
.c
prudencial de quien decida. En ese punto exacto hemos salido del campo de
ile
la ciencia, para entrar en el de la política; hemos abandonado el marco de la
Universidad para incursionar ya por el terreno de los partidos o grupos
h
políticos.
Las ideologías políticas, que en el fondo no son más que alternativas
pc
éstos.
w
l
.c
ile
Lecciones de una experiencia
h
Uno de los mayores riesgos que afrontan las universidades en este
aspecto, es la tentación que —de vez en cuando— sobreviene a ciertos
pc
estructura mental. Pero que los imiten sectores no marxistas resulta tan
w
Democracia Cristiana.
w
nada de lo que sostuvo por varios años la Democracia Cristiana, cada cual
para su propia ideología. Lo que postuló el señor Boeninger, por su parte,
no se diferencia fundamentalmente tampoco en nada de lo que siempre
defendió el gremialismo universitario.
Por eso la Democracia Cristiana ha debido adorar lo que antes había
quemado, y recibir los mismos denuestos que —por razones análogas— ella
nos dedicó a los gremialistas, por un largo tiempo.
Si todo esto sirviera para demostrar la importancia de actuar por
principios y no por conveniencias, creo que todos acogeríamos de buen
grado esta evolución tan sorpresiva como aparentemente alentadora. Por
algo "de los arrepentidos es el reino de los cielos". A condición, claro está,
de que el arrepentimiento vaya acompañado de un sincero propósito de
enmienda. Porque sólo éste podrá disipar el riesgo de que a la Universidad se
l
le sigan endosando "compromisos" que no le corresponden, y que amenazan
.c
gravemente su propia subsistencia. h ile
pc
INTRODUCCIÓN
e
.c
l
.c
ile
L LA IGLESIA Y EL CUADRO POLÍTICO CHILENO
un nuevo Jefe del Estado? ¿Qué conducta había observado la Iglesia chilena
al respecto, en anteriores contiendas presidenciales o políticas en general?
w
Subido éste al Mando Supremo de la nación, ¿cuáles han sido las actitudes
más relevantes de la Iglesia frente al nuevo Gobierno, durante los primeros
15 meses de su gestión?
Estas son las principales interrogantes que las líneas que siguen
procuran responder, en la seguridad de que ellas corresponden a las inquie-
tudes más candentes sobre la materia.
1
Por razones prácticas y de costumbre, el término "Iglesia" se emplea en
este trabajo en el sentido restrictivo e impropio, abarcando con él sólo a quienes
ejercen en aquellas funciones jerárquicas o ministeriales: Obispos y sacerdotes.
No comprende, pues, a los laicos o seglares bautizados, no obstante que éstos
deben entenderse plenamente englobados dentro de una acepción más rigurosa y
exacta de la expresión "Iglesia".
l
la Iglesia en el plano temporal, y cuáles son los límites que no le es
.c
legítimo sobrepasar.
ile
La Iglesia es una realidad de origen divino, cuya finalidad es servir de
instrumento eficaz y necesario para la perfección de los hombres y la
h
salvación de las almas. Encierra el carácter de un misterio de amor que,
cimentado en la fe y vitalizado por la esperanza, hace peregrinar al pueblo
pc
vida, seguro de que con ello estará avanzando de paso hacia su propia
plenitud personal. De ahí que la moral, conjunto de normas que el hombre
debe observar para acercarse siempre hacia su perfección, debe mirarse como
un fruto infaltable del amor. Pretender que existe caridad fuera de la moral,
es algo intelectualmente contradictorio, que no pasa de representar una vana
ilusión. Quien ama a Dios, forzosamente ha de cumplir su voluntad del
modo más fiel posible. "No todo el que dice ¡Señor!, ¡Señor! entrará en el
Reino de los cielos, sino aquel que cumple la voluntad de mi Padre" (Mt.
7,21), si quieres alcanzar la vida eterna "guarda los mandamientos" (Mt.
19,17), son algunas de las numerosas sentencias con que Cristo fija el
carácter objetivo y exigible de la moral verdadera. No es la propia voluntad,
o en términos más elegantes "la propia conciencia", el supremo padrón de
la moral; lo es la voluntad del Padre, la voluntad de Dios, por mucho que
l
ello moleste hoy en día a más de alguno.
.c
Resulta oportuno agregar que la moral no dice relación únicamente
ile
con la conducta individual de un ser humano determinado, sino que se
extiende a las relaciones sociales en que aquél desenvuelve su existencia.
h
Así como hay conductas individuales que acercan o alejan al hombre de su
perfección, existen también instituciones políticas, económicas y sociales,
pc
27) y con los derechos que de ello emana. El carácter eminentemente social
w
l
cialismo y del comunismo, como doctrinas o sistemas globales, y de la
.c
retribución del trabajo según las simples leyes del mercado, como insti-
ile
tución específica, florecida en la época del capitalismo liberal clásico. En
igual virtud, la Iglesia puede prohibir a los católicos su militancia en
h
determinadas organizaciones de acción cívica. Pero escapa en cambio a sus
posibilidades el adscribirse a un determinada ideología política, ya que
pc
libertad del católico para optar requerirá ya sea de juicios técnicos que
.c
tico. A veces tal ligazón será de hecho casi inevitable (por ejemplo, el caso
w
de una lucha "a dos bandos", en que uno de ellos mereciere estar afecto a
una condenación expresa) pero, por lo general, ella debe procurar obviarse.
Finalmente, es útil establecer una aclaración en lo tocante a la
participación de Obispos y sacerdotes, en cuanto personas y miembros que
son de la sociedad civil, en la vida política de su país. Obviamente, las
limitaciones que afectan al Magisterio oficial de la Iglesia no alcanzan
personalmente en igual expresión a quienes desarrollan tareas ministeriales
o funciones jerárquicas en ella. Obispos y sacerdotes tienen el mismo
derecho de los seglares para escoger dentro del marco de lo opinable; frente
a una elección, el deber de emitir su voto incluso les exigirá tal opción.
Pero por razón de imagen ante sus fieles, frente a quienes su vocación ha de
emerger en toda su pureza y eficacia, dicha decisión deberá estar revestida de
la mayor discreción y prudencia. Es difícil pedir al común de los católicos
que sepa reconocer una distinción necesariamente sutil, y es comprensible
l
.c
Durante la segunda mitad del siglo pasado y hasta bastante entrado el
ile
actual, la Iglesia chilena estuvo estrechamente ligada al Partido
Conservador, conglomerado confesional católico de tendencia ultramontana,
h
que combatió arduamente en defensa de los derechos y prerrogativas de la
Iglesia en el campo jurídico y político. Fue la época de las luchas
pc
l
realidad. Podían concebirse variantes de uno y otro sistema, pero no uno
.c
que se apartara fundamentalmente de ambos por igual. Inspirados a su vez
ile
en Maritain, y más tarde además en Mounier y otros pensadores "huma-
nistas y personalistas", los jóvenes insistían en la viabilidad del
h
comunitarismo, como una "tercera posición" válida y necesaria.
pc
l
famosa frase pronunciada por Frei en junio de 1948, "hay algo peor que el
.c
comunismo: el anti-comunismo", revela el trasfondo —entre doctrinario y
ile
emocional— que animaba la postura falangista en la materia.
Un nuevo ingrediente vino a modificar bastante el cuadro en la
h
década del 50. Las corrientes católicas europeas llamadas "progresistas", y
pc
admisión del humanismo cristiano como algo que bastaba para expresar
cabalmente en política los postulados social-cristianos, sin que fuera
necesario que ese humanismo dimanara de una fe cristiana previamente
aceptada y de una moral cristiana simultáneamente seguida, la elaboración
de una "tercera posición" destinada a configurar un sistema económico-
social basado en el comunitarismo, y distante por igual del capitalismo y
del socialismo, representaron algunas de las inspiraciones doctrinarias de la
Democracia Cristiana, que vieron en las tesis del "progresismo" una suerte
de complemento o extensión de sus ideas políticas al plano de lo religioso,
habida consideración que la inmensa mayoría de los fundadores de la
Falange eran católicos practicantes. Justo es precisar también que colaboró
a ese maridaje una cierta timidez y cautela inicial del "progresismo" en el
planteamiento de sus puntos de vista. Es así, por ejemplo, como, en fecha
l
más reciente, el inspirador ideológico de la Democracia Cristiana chilena,
.c
Jacques Maritain, ha roto abiertamente con el "progresismo" religioso,
campesino de la Garonne3
h ile
resultando particularmente significativo a este respecto su libro El
3
París, 1965.
l
—tan justo en teoría como inevitable en los hechos— de sustituir rápida y
.c
profundamente las estructuras políticas, económicas y sociales vigentes,
ile
por ser éstas causantes de la miseria económica, de la marginalidad política
y de las injusticias sociales que afectaban a las grandes mayorías populares.
h
Frente a ello, no era lícito resistirse ni era admisible marginarse de la
revolución que avanzaba. La única actitud compatible con el Evangelio era
pc
expresión.
w
l
mismo criterio, y como contrapartida, los sectores políticos católicos que
.c
apoyaban al gobierno del Presidente Alessandri esgrimieron en su favor la
ile
enérgica reiteración que el documento realizaba más adelante, en orden a
condenar al comunismo como "diametralmente opuesto al cristianismo" y
h
como "un sistema que no trae el remedio de los males que deseamos
extirpar".5 "El comunismo jamás se ha impuesto por la convicción, por el
pc
comenzando por aquellos mismos que han hecho posible su ascensión. Del
w
4
Pastoral colectiva del Episcopado Chileno, "El deber social y político
en la hora presente". Nº 15.
5
Idem, Nº 19 y 20.
6
Idem, Nº 21, letra e).
l
.c
En el marco de lo señalado en los acápites anteriores, resulta más
ile
fácil situar y analizar la actitud de la Iglesia en la campaña presidencial de
1970.
La identificación entre la Iglesia y el gobierno de Frei fue algo evi-
h
dente para todo el país. Distanciándose de la postura crítica en que frente a
pc
aval para los cambios más importantes emprendidos por Frei, en especial,
la reforma a la garantía constitucional que resguardaba el derecho de pro-
w
l
tacristiana, desnudada en su verdadero y reducido potencial, sería finalmente
.c
absorbida en gran parte por aquél. Por eso, la propaganda alessandrista se
ile
orientó a convencer al electorado democrático de que Tomic era tercero y
que, de estar amagada la postulación independiente por alguien, había que
h
buscar el peligro en Allende y su "Unidad Popular".7
pc
rios que en 1962 había expresado acerca del comunismo y que, como vere-
w
7
La portada de la revista alessandrista PEC señalaba ya en su Nº 353, de
22 de mayo de 1970, con grandes titulares "¡Allende es el peligro!".
l
rado y confeso, obtuvo una ajustada victoria: Salvador Allende llegó así a
.c
la Presidencia de la República.
ile
¿Habría variado el resultado si la Iglesia hubiese considerado que su
deber era orientar a los católicos en el plano de la doctrina, y no mantener
h
una actitud silenciosa?
pc
que se mira la palabra de la Jerarquía, a cuyo Magisterio son muy pocos los
.c
Pero, por otra parte, la estrechez del triunfo de Allende permite presumir
que la influencia que todavía conserva la Iglesia, habría sido suficiente
w
l
torno al sentido con que en él se emplea la palabra "capitalismo", ya que en
.c
algunos pasajes se da la impresión de estar aludiendo al sistema económico
ile
liberal clásico, fundado en el individualismo filosófico, mientras que en
otros parece referirse al régimen imperante actualmente en los países
h
desarrollados de Occidente, que no puede asimilarse en caso alguno al
primero. El texto acusa al "capitalismo" de engendrar una mentalidad
pc
8
"Evangelio, política y socialismos", documento de trabajo del
Episcopado chileno (1971) Nº 61.
l
Enseguida, el documento aborda el marxismo "como método de
.c
análisis y de acción en la historia". Ello reviste particular importancia, ya
ile
que últimamente se ha difundido mucho la idea de que se puede aceptar el
marxismo como "método de interpretación del fenómeno social y econó-
h
mico", sin adherir necesariamente a la doctrina marxista en cuanto filosofía
del hombre, de la sociedad y de la historia, ni apartarse por otro lado de la
pc
catión que pretende ser global o, por lo menos, una interpretación que
querría ser totalizante desde un punto de vista puramente cuantitativo o
fenomenológico. Esta reducción 'científica' lleva consigo una pretensión
peligrosa. Dar así privilegio a un determinado aspecto del análisis es
mutilar al hombre y, bajo las apariencias de un proceso científico, hacerse
incapaz de comprenderlo en su totalidad".11
Pero donde la crítica al "método" marxista alcanza su mayor
contundencia, es cuando el Episcopado nacional apunta a la indisolubilidad
entre aquél y los principios doctrinarios básicos del marxismo. Es a partir
de éstos de donde surge su metodología para interpretar la realidad y la
acción y, con ello, su moral pragmática y su filosofía de la historia
enfocada hacia un paraíso en la tierra, como fruto de una "redención"
puramente económica. Esa relación de causa-efecto es precisamente lo que
l
impide el "desglose" del "método" respecto de la doctrina. Dice el
.c
documento de trabajo del Episcopado:
ile
"El marxismo se define, a la vez e indisolublemente, como materia-
lismo y como método de análisis y acción. Para el marxismo, el desarrollo
h
de 'las fuerzas materiales de producción' —es decir, de la tecnología— y la
situación de los hombres en las relaciones de producción y de propiedad
pc
—es decir, las clases sociales— no sólo condicionan sino que determinan la
conciencia (Marx, en el Prefacio de su 'Crítica de la economía política').
e
l
en cuanto cosmovisión se supone y anhela una "apertura" futura del
.c
marxismo hacia Dios, abandonando así el ateísmo que lo caracteriza.
ile
Plantear siquiera tal hipótesis, sugiere la duda acerca de si los redactores del
texto están o no suficientemente compenetrados de cuán esencial es el
h
ateísmo dentro de la doctrina marxista, y hasta qué punto es imposible
pc
concebir una separación entre ambas cosas. A menos que lo que se pretenda
con tan singular llamado es que los marxistas... dejen de serlo.
Pero, en cualquier caso, es incuestionable que los conceptos críticos
e
13
Idem, Nº 9.
l
sociedad en clases antagónicas". Con esas palabras, "los 80" (como ha dado
.c
en denominarse a este grupo de sacerdotes) definen con claridad su pen-
ile
samiento político. Detrás de él, sin lugar a dudas, se esboza una aceptación
del marxismo, especialmente como "método", tema suficientemente
h
abordado en el epígrafe anterior. Ello se deja traslucir explícitamente, por lo
pc
l
Posteriores declaraciones de algunos de "los 80" han pretendido
.c
atenuar la rigurosidad de los últimos conceptos transcritos, pero la verdad es
ile
que ellos ya habían sido preparados por la revista Mensaje, convertida con
el correr de los años en vocero de las tesis más extremas del "progresismo"
h
religioso y más cercanas al marxismo en el plano político, en términos de
pc
cabe atribuirles una adhesión muy minoritaria dentro del clero chileno que,
en líneas generales, prefiere identificarse con la postura más "moderada"
(por utilizar una expresión convencional), en que se ha ubicado el cuerpo
episcopal del país. Más allá de la probable buena intención de muchos de
"los 80", impactados sin duda por la realidad de la pobreza material de los
sectores con los cuales conviven, su confusión doctrinaria, debida a una
pobre preparación teológica y a una nula competencia en materias
económico-sociales, causa un daño que puede adquirir intensidad creciente.
El Episcopado chileno sigue la tendencia de la Iglesia universal de no
sancionar canónicamente a nadie. Cuando en una entrevista de prensa,
formulamos hace algunos meses una alusión crítica a este aspecto,15 el
15
"Revista del Domingo", del diario El Mercurio, de 6 de junio de 1971,
p. 9.
l
.c
c) El Cardenal Arzobispo de Santiago y sus relaciones
ile
personales con el Gobierno y otras instituciones de la sociedad
h
Si alguien pregunta a un chileno cualquiera acerca de cuál es la
posición actual de la Iglesia en materia política, será muy raro que la
pc
l
asesinato del General Rene Schneider, Comandante en Jefe del Ejército de
.c
Chile, que acababa de producirse una semana antes. No se trató de que
ile
condenara el crimen, ni de que urgiera a su esclarecimiento y sanción, como
habría sido natural y lógico. Opinando sobre los móviles políticos de un
h
atentado que permanecía en esos momentos bastante oscuro en algunas de
pc
chos, pero impropia para ser expuesta públicamente por el Cardenal Arzo-
.c
l
frase, aunque concebida en términos generales, forma parte de un escueto
.c
comunicado explicativo de la entrevista que comentamos. Si la referencia a
ile
"proyectos encaminados a promover una convivencia más justa y una paz
fraterna" no está aplicada al castro-comunismo dominante en Cuba, es
h
difícil de imaginar un lugar más inoportuno para intercalarla. Y si cons-
pc
por sí sola.
w
al respecto.
w
l
Ministros de Estado y el Cardenal Silva Henríquez, junto a dirigentes de la
.c
producción y el agro en cuanto organizadores del evento, y próximo ya a la
ile
iniciación del acto inaugural, el Presidente Allende —que había com-
prometido su asistencia— hizo llegar una dura comunicación, anunciando
h
que se abstendría de concurrir. El Jefe del Estado fundó su determinación en
su rechazo al contenido del discurso que debía pronunciar en esa oportunidad
pc
críticas a la política agraria impulsada o tolerada por éste. Junto con leerse
.c
l
acelerado desarrollo económico que el país necesita, plasmando simultánea-
.c
mente una mayor justicia social, y sin destruir el régimen de democracia
ile
política y de libertades ciudadanas que han caracterizado nuestra convivencia
colectiva. Tan singular modelo socialista sería incluso capaz de fomentar
h
ciertos valores morales cercanos a los evangélicos, hoy ausentes de la
pc
mentalidad dominante.
Nos cuesta aceptar en un hombre inteligente e ilustrado una inge-
nuidad tan pasmosa como suicida. Los padres y maestros del marxismo-
e
pósitos, como para que alguien que los conozca pueda confundirse al
w
l
hasta imperceptible con que el totalitarismo se va implantando en un país.
.c
El control absoluto por parte del Estado de toda la vida económica nacional,
ile
y con ello tanto de todas las remuneraciones como de la totalidad del avisaje
comercial, puede acarrear el derrumbe repentino del pluralismo informativo,
h
de las libertades públicas y, finalmente, de la democracia política, todo ello
sin necesidad de asestar a éstas ningún golpe directo o espectacular, sino a
pc
l
entonces.
.c
Desde el artículo editorial a que pertenecen los párrafos extractados,
ile
y que corresponde al Nº 194, de noviembre de 1970, Mensaje decidió
reconocer filas en abierta y estrecha unión con la coalición predomi-
h
nantemente marxista que nos gobierna y, audacia no le falta, agregó, con
pc
l
comunismo como doctrina y como movimiento es un mal en la sociedad.
.c
El problema moral de la cooperación con el comunismo, no es sino un
ile
caso particular del problema más general de la cooperación con el Mal".16
Tales eran las expresiones textuales de Mensaje que, tenemos derecho a
h
suponerlo, producirán un vivo escozor a quienes hoy redactan esa revista
pc
que, para mal de males, son en muchos casos los mismos de ayer.
Ahora bien, nuestra opinión es que tal evolución no es el fruto de
una falta de lógica, ni del advenimiento de una mutación ideológica
e
ingenuos, y con ellos los idiotas de todo género y nivel, han sido bur-
w
damente engañados, y son los únicos que tienen explicación plausible para
encontrarse sorprendidos. Las cosas fueron más lejos de lo que ellos habrían
pensado y deseado, pero la culpa de eso —más que en la impenetrabilidad de
los acontecimientos y de sus proyecciones hacia el futuro— es menester
buscarla en la acentuada limitación de ciertas mentes, a quienes hoy sólo
queda, como último recurso, la sonrisa bobalicona del desconcierto. Los
otros, los inteligentes, los que sabían desde el inicio hacia dónde marchaban
las cosas, simplemente se encogen de hombros, tranquilizan a los inquietos
comentando la necesaria "maduración" que acompaña a todo pensamiento, y
continúan, alegre o cínicamente según los casos, su propio camino.
Simplemente, se han "sacado la careta". Persisten también en acompañarlos
en su nueva expresión, aquéllos del grupo de los ingenuos, que lo son
l
tributaria la miseria o la pobreza material que afecta a millones de seres
.c
humanos. Esto fluye como consecuencia de un "orden" que no es tal,
ile
porque es injusto, y que corresponde al sistema capitalista. Además, este
sistema da origen al desarrollo de un espíritu de lucro individual y favorece
al egoísmo de las personas, especialmente de los más poderosos.
h
Para cambiar tal estado de injusticias, es necesario destruir el
pc
l
.c
a) Es falsa la identificación entre el
ile
"sistema que nos rige" y el "capitalismo"
h
Desde luego, consideramos que los términos "capitalismo" y
"socialismo" no pueden ser empleados sin una descripción de lo que por
pc
l
.c
sistema" que rige a un país, implica el olvido de un factor tan importante
como el descrito, en términos tales que distorsiona la realidad en uno de los
ile
aspectos básicos de la argumentación que refutamos.
h
pc
posibilidades.
w
En primer término, bien puede ser que el retraso económico del país,
y las injusticias sociales que simultáneamente se generan, no obedezcan
w
l
grado de desarrollo y bienestar a través de sistemas de economía libre y
.c
competitiva. Las naciones de la Europa occidental, primero, y Japón,
ile
Australia y Nueva Zelandia, en los últimos años, son los exponentes más
caracterizados a este respecto. En nuestra propia Iberoamérica el caso de
Brasil, independientemente de los reparos que nos merezca su falta de
h
libertad política, representa un interesante experimento en una orientación
pc
parecida.
Finalmente, hay buenas razones para pensar que ciertas injusticias
e
sin que por ello deba impugnarse dicho régimen en sí mismo. La estructura
de la empresa capitalista tradicional, que niega al trabajador todo acceso a la
w
l
intermedios en que se agrupan los hombres según su vecindad, su trabajo o
.c
su función dentro de la sociedad, terminando así con el injustificado
ile
monopolio que hoy detentan, por obra del sistema jurídico vigente, los
partidos políticos; en fin, de poner atajo a la progresiva disolución moral y
h
colectiva que provocan los abusos que a diario se cometen en la
administración pública, en los medios de comunicación social, en las
pc
remuneraciones.
Creemos, por otro lado, que nuestro régimen económico debe
w
l
Esto, a primera vista perogrullesco, es no obstante, uno de los pun-
.c
tos cuya tergiversación más interesa a los llamados católicos "progresistas"
ile
o "cristianos de izquierda". En su desfiguración, aparte de haber tenido
bastante éxito, fundan sutilmente la aparente lógica del nervio de su
h
argumentación.
pc
claro, de este modo, que la madeja de "un orden injusto producido por el
w
l
concreción práctica del mismo.
.c
Lo anterior reviste una trascendencia muy especial en la tarea de
ile
detectar las falacias de la argumentación "izquierdista". No por sabido y
repetido, comentamos el error de no prestarle suficiente atención. Porque
h
ocurre que los partidarios del socialismo reclutan a sus adeptos, especial-
pc
A ello hay que agregar que, sin solucionar los males actuales (Cuba
y el fracaso de Castro constituyen la comprobación más reciente), el socia-
lismo produce nuevas injusticias, derivadas de la imposición de un sistema
carente de libertad política y personal, porque es un axioma que sin libertad
de trabajo, aquéllas no pueden subsistir. Si toda la producción y la vida
económica de una nación están en poder del Estado, brota como corolario
ineludible el que el sustento de casi todos los ciudadanos queda directamente
entregado al arbitrio de la autoridad política. Pretender que en tales
condiciones pueda mantenerse un régimen de libertad individual, política y
de expresión y acción cívica, entraña una incongruencia que la experiencia
histórica demuestra como tal a cada paso. Y esto también es algo inherente
y necesario a la esencia y raíz misma del sistema socialista o estatista,
cualquiera que sea su versión práctica. De allí que constituya también una
característica común a todos los países en los cuales aquél prevalece.
l
omnipotencia están abandonadas la suerte y la existencia de todos los seres
.c
humanos que sobreviven bajo su férula.
ile
El egoísmo "desaparece" a través del cómodo expediente de concluir
con la proyección que cada ser humano hace de su propia vocación, y de
h
reservar al Estado la decisión absoluta sobre el destino temporal de cada
hombre. Es semejante a suprimir los excesos sexuales de un individuo...
pc
terialismo no se corrige con tal o cual régimen económico: para ello, son
imprescindibles la vida interior, la penitencia y la caridad. Esto, que debe-
w
l
.c
O ile
Es falso que se pueda destruir en conjunto
para después construir por separado
h
pc
l
Si el catolicismo y el marxismo tienen una idea fundamentalmente
.c
opuesta sobre el mundo, el hombre y su destino, la sociedad hacia la cual
ile
debe tender un católico ha de ser radicalmente distinta y contradictoria de la
que aspira a configurar un marxista. Proclamar lo contrario, importa
h
admitir que la idea que se tiene del hombre, del mundo y del origen y fin de
pc
l
como principio fundamental e invariable el de la subsidiariedad.
.c
La propia revista Mensaje de septiembre de 1964 (N° 131) afirmaba,
ile
comentando la entonces reciente elección presidencial de ese año, que "el
principio de subsidiariedad no es un lujo teórico, sino fundamento esen-
h
cial de toda sociedad verdaderamente democrática y humana" y que "el
estatismo es a la larga ineficaz y, en todo caso, despersonalizante" (págs.
pc
412 y 413).
Ahora bien, todo socialismo verdaderamente tal —y el que nos
e
17
Encíclica citada, parte II.
l
Ahora, creemos que el trasfondo del cual esta formulación surge está
.c
constituido básicamente por tres errores ejes, a saber:
a)
ile
Una distinción mal concebida y peor proyectada entre la dimensión
h
sobrenatural del cristianismo y su dimensión temporal, humanista o
pc
l
der la felicidad eterna sin pasar por grandes tribulaciones, al paso que el
.c
propio Cristo resume la ruta de la perfección cristiana, diciendo: "Si algu-
no quiere venir en pos de Mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y
ile
sígame". (Mt. 16,24). La Redención no suprimió ni el dolor ni la
muerte, sino que les dio fuerza santificadora. Tampoco puede entender-
h
se el fruto redentor como algo que, en algún instante de su existencia
pc
naturaleza.
w
del Reino de Dios en plenitud, para lo cual, y recién entonces, "el trigo será
separado de la cizaña" (Mt. 13,30).
Como una simétrica falsificación de la verdad cristiana, se yergue en
frente de ella la concepción del marxismo-leninismo. Dentro de la moral
pragmática de éste, la noción misma de pecado no tiene cabida. El pecado
original no existe, pero en su reemplazo se busca un sustituto. Así, se
denuncia a la "sociedad de clases" como la fuente de todos los males que
aquejan a la humanidad. Las injusticias, las tensiones y hasta las guerras,
sólo serán superadas el día en que las clases hayan sido abolidas, reem-
plazando así la "sociedad de clases" del capitalismo, por la "sociedad sin
clases" del comunismo. Pero para ello, es preciso atravesar por una etapa
intermedia, llamada "dictadura del proletariado". Su necesidad deriva de la
exigencia de destruir a la antigua "clase explotadora" de la sociedad capita-
l
lista, hasta asegurar su completa aniquilación. En tal empresa, el pro-
.c
letariado o antigua "clase explotada" debe servirse del Estado —instrumento
ile
eminente de dominación— con fines exactamente opuestos a los que fue
utilizado antes, pero aun ampliado en su poder hasta el límite en que fuere
h
menester. Cumplida esta fase de "redención", vencido el "pecado original"
de la "sociedad de clases" por la "dictadura del proletariado", estarán ya
pc
abiertas las puertas del Paraíso, representado por "la sociedad sin clases" o
etapa comunista. Para entonces, habrán terminado las tensiones, las
e
l
.c
una falsificación de la verdad cristiana. El adagio de que "lo pésimo es la
corrupción de lo óptimo", encuentra aquí una nueva aplicación.
ile
Los tres aspectos mencionados en este apartado final invitan a un
desarrollo más profundo, tanto de cada uno de ellos por separado como de la
h
relación que los enlaza. No obstante, convenía dejarlos siquiera enunciados
pc
Comisión Constituyente
Sesión Nº 45 (jueves 13 de junio de 1974)
l
En seguida, los incisos segundo y tercero de la indicación de la Mesa
.c
decían:
ile
Su misión es servir a la comunidad nacional y promover el
h
bien común; dar protección eficaz a los derechos inalienables
de la persona humana y procurar su pleno desarrollo a través
pc
"El señor Guzmán cree que hay dos problemas diferentes: uno, el de
si la misión o finalidad del Estado desde el punto de vista conceptual se debe
incluir en el texto normativo de la Constitución o si se reserva para el
preámbulo y, otro, respecto de los términos en que debería hacerse tal
inclusión. Acepta incorporar en la Constitución una norma en tal sentido,
pero condicionando la forma en que ello se haga. Es decir, si se incluye en
términos de precisar exactamente el contenido, la jerarquía y la relación de
los conceptos en la forma en que ha procurado hacerlo en su indicación u
otra que respete esa orientación es partidario de consagrar la norma. Cree que
su indicación contiene un conjunto de conceptos lo suficientemente amplios
y ricos como para orientar lo que es el texto constitucional, que bien vale la
pena que estén considerados en el artículo 1º.
Estima que es sujetarse demasiado a la estructura tradicional de las
l
Constituciones el hecho de sostener que no se puede llevar al texto cons-
.c
titucional mismo algunas definiciones en materias capitales y claves, nada
ile
menos como la misión del Estado, que es lo que se procura estructurar.
No encuentra ningún inconveniente en abstraerse de lo que pueda ser
h
la tradición o el hábito en esta materia y consagrar en el texto cons-
titucional una definición más precisa y exacta de estos conceptos básicos.
pc
del Estado.
Quiere, sin embargo, dar una breve explicación y fundamentación de
w
lo propuesto porque tal vez sea útil y conveniente para los señores miem-
w
bros de la Comisión.
En primer lugar, estima que la finalidad del Estado es una, y no
puede ser más que una: promover el bien común. Esa es la finalidad única
que tiene el Estado.
Ahora, el concepto de bien común tiene, por desgracia, interpre-
taciones distintas, que lo hacen contradictorio y que admite las más variadas
aplicaciones prácticas, de acuerdo con los cambios históricos que se vayan
presentando, sin que sea una concepción según la cual haya que mantener
una legislación o forma de Gobierno rígida. Pero cuando se emplea la
expresión 'bien común' hay que decir qué se entiende por él. Hay palabras,
agregó, que tienen un sentido unívoco en el lenguaje, en las que todo el
mundo entiende lo mismo, pero hay otras en que la gente entiende cosas
distintas. Entonces, si se usan sin precisarlas, resulta que no se está
diciendo nada.
l
tiempo no desconoce y deja a salvo el bien personal de cada uno de sus
.c
integrantes, lo cual en el concepto totalitario del bien común desaparece por
ile
entero. De manera que existiendo dos concepciones de bien común entera-
mente antagónicos bajo el mismo nombre, el bien común del colectivismo
h
y el bien común del liberalismo, en una, desaparece por entero el bien de la
persona como algo que hay que preservar y, en la otra, el bien común se
pc
que definir en qué sentido se está incorporando este concepto, porque tiene
varios. Haciendo la salvedad de que esta concepción, como cualesquiera de
w
las otras, admite la más variada y cambiante aplicación histórica según las
w
l
las posibilidades existentes imponen a su plenitud, ni pierde por ello su
.c
validez. No se puede sostener en un momento dado que porque no se estén
desarrollando plenamente todos los seres humanos de una comunidad, ese
ile
Estado no está cumpliendo con su finalidad y que el Gobierno que lo
encarna es ilegítimo. El problema de las posibilidades existentes cree que ha
h
estado de tal manera olvidado en las críticas que se le hacen al Derecho, que
pc
a la vez, son requisitos para que se llegue a él; son derivados, porque el fin
es uno: promover el bien común. Para promover el bien común es indis-
pensable el respeto a los derechos fundamentales que arrancan de la natura-
leza humana. Le parece que el concepto de naturaleza humana es importante
como orientador de cuáles son estos derechos que subyacen bajo los térmi-
nos de libertad y dignidad. Sabe que el señor Diez entiende lo mismo que él,
pero teme que la precisión de que existen derechos inalienables que arrancan
de la naturaleza humana es importante, porque también define toda una
concepción del hombre que va más allá de todos los cambios históricos que
puedan producirse. Va justamente a lo que no cambia, a que el ser humano
tiene derechos inalienables que arrancan de su naturaleza humana y que estos
derechos son inmutables, idea que, por lo demás, está expresada de alguna
manera en la proposición del señor Evans, la que considera fundamental
como requisito para llegar al bien común o como derivado del bien común.
l
debe reconocer su existencia como algo necesario y consubstancial a la
.c
naturaleza humana. En cambio, el Estado simplemente ampara la formación
ile
y el desarrollo de todas aquellas sociedades intermedias que la realidad com-
pleja social va requiriendo. Referirse a 'las sociedades intermedias legítimas'
h
le parece también una precisión útil, así como adicionar esa idea estable-
ciendo la relación 'entre el hombre y el Estado' a fin de que se entienda que
pc
la indicación de la Mesa.
w
l
jerarquiza con exactitud desde el punto de vista conceptual, o prefiere no
.c
recurrir lisa y llanamente a ello. En este caso, se inclinaría por una tesis
ile
semejante a la que participa el señor Ovalle." (Pp. 6-9)
"El señor Guzmán cree que el concepto de bien común es unívoco en
h
el sentido de que no hay más que uno aceptable, pero no lo es en cuanto a
que exista sólo uno. Es decir, en la realidad, en el hecho, no es unívoco.
pc
para un liberal clásico. Eso es precisamente lo que quiere: que a ellos no les
w
l
en esta proposición, no obstante que él entiende, al igual que el señor Diez,
.c
que están implícitos en el concepto del bien común y en el de derecho
ile
inalienable que arranca de la naturaleza humana. Pero no tiene ningún
inconveniente, si se estima adecuado, en reforzar esta realidad y explicitarla,
para hacerla todavía más clara. Se podría hacer perfectamente bien, de
h
manera que resulte armonioso explicitar los conceptos de "libertad" y
pc
vecinales, habrá que encontrar disposiciones más largas. Cree que incluso se
w
Sesión Nº 46
(martes 18 de junio de 1974)
junto con definirse la acción del Estado, se defina, también, qué debe
entenderse por bien común y, al mismo tiempo, hubo acuerdo para que el
señor Guzmán propusiera una nueva redacción que consignara algunos
aspectos de la indicación del señor Diez, especialmente en lo que dice
relación con las garantías de libertad y dignidad humanas que debe consagrar
la Constitución.
La nueva redacción del señor Guzmán es del siguiente tenor:
l
la dignidad del ser humano.
.c
Para ello, el Estado asegura respeto y protección eficaz a los
ile
derechos inalienables que arrancan de la naturaleza humana;
reconoce la existencia y ampara la formación y el desarrollo
h
de sociedades intermedias legítimas entre el hombre y el
Estado, garantizándoles una adecuada autonomía, y favorece
pc
nuevo.
En primer lugar, se reemplaza la expresión 'la misión del Estado es'
por 'la acción del Estado se encamina', a fin de darles, a dichos conceptos,
un carácter más dinámico, y, al mismo tiempo, más concreto.
En segundo término, se suprime la oración que considera al bien
común 'entendido como el conjunto de condiciones que permitan a todos y
cada uno de los integrantes de la comunidad nacional...' y se sustituye por la
expresión 'el bien común o conjunto de condiciones...', que tiene la ventaja
de evitar el inconveniente que señalaba el señor Ortúzar en el sentido de que
en la forma propuesta primitivamente se estaría reconociendo
explícitamente, en el texto constitucional, que había otros conceptos de
bien común diferentes a éste. La nueva fórmula le da al concepto que aquí se
define una fuerza más intensa, como el único concepto válido de bien
común.
l
además, un concepto que figuraba en la proposición del señor Evans, en
.c
orden a que es misión del Estado servir a toda la comunidad nacional, pero
ile
dicho concepto fluye como una definición o parte del bien común, exclu-
yendo, por tanto, la idea de que el bien común pudiera significar el servicio
h
del Estado a un sector de la comunidad nacional, sea éste mayoritario o
minoritario, dejándolo como el concepto que verdaderamente debe aplicarse.
pc
de bien común; pero en caso de que, por alguna razón, hubiera insistencia de
w
l
.c
material que se formula en su indicación es, asimismo, señalar la
concepción que se tiene del hombre, expresado en breves palabras. Afirma
ile
que es importante exteriorizar, en el texto constitucional, estas nociones,
sobre todo si se advierte la ventaja de que están expuestas en términos muy
h
precisos.
pc
l
envuelven doctrina, y, desde su punto de vista, la primera obligación
.c
preceptiva para el Estado es genérica y de ella se derivan todas las demás
obligaciones específicas. En su opinión, es una norma esencialmente
ile
preceptiva aquella que le impone al Estado la obligación de crear 'el
conjunto de condiciones sociales que permitan a todos y cada uno de los
h
integrantes de la comunidad nacional alcanzar su más plena realización
pc
menor jerarquía.
.c
l
.c
naturaleza del hombre' etcétera. Del mismo modo, existen otros, de gran
riqueza conceptual que han nacido, por ejemplo, de la Revolución Francesa.
ile
Agrega que si no se puede emplear el término 'bien común' porque se
vincula, por su posición, a una escuela determinada, tampoco se puede usar
h
la expresión 'soberanía', ya que ésta, también, se vincula con otra escuela,
pc
EL SUFRAGIO UNIVERSAL Y LA
NUEVA INSTITUCIONALIDAD*
l
problema de la generación del poder político. ¿Quién manda dentro de una
.c
comunidad o, si se prefiere, quién y cómo se designa a los que mandan? La
ile
respuesta de la democracia liberal clásica es simple: el pueblo, en cuanto
titular en el ejercicio de la soberanía. La solución tiene en sí misma algunas
h
complejidades ulteriores cuando se trata de determinar exactamente quiénes
pc
las mujeres. Siempre será necesario fijar un mínimo de edad para integrarlo,
.c
25 años. En fin, se han añadido sin reparos otras exclusiones, entre las que
sobresale la de los extranjeros, aunque sean residentes por largo tiempo y
w
l
Las principales objeciones al sufragio universal pueden sintetizarse
.c
en las siguientes: h ile
1. Establece una igualdad irreal entre todos los ciudadanos
pc
Resulta evidente que para la tarea de resolver los destinos del país, no
todos los ciudadanos se encuentran igualmente calificados. Tratándose de
e
una función específica como cualquiera otra, es indudable que habrá siempre
.c
algunos más aptos que otros para adoptar una decisión política o escoger a
los que deben adoptarla, derivado del mayor o menor grado de inteligencia,
w
l
.c
3. Está sujeto a las distorsiones propias de lo masivo
ile
Son muchos los estudios que demuestran la psicología especial de
h
las multitudes. Una misma persona sufre fuertes cambios en sus impulsos,
que se traducen en conductas muy diferentes, según si actúa o no como
pc
l
visible de pequeños grupos de presión o de poder (caso de las llamadas
.c
"minorías" en algunos países, o de los centros sindicales o empresariales
ile
más influyentes), aunque sea a costa del perjuicio del interés general, menos
tangible, pero no menos real y dañino para cada integrante de la comunidad.
h
Por su parte, el pueblo tiende a esperar la solución de sus problemas
más bien de las panaceas que se le ofrecen para la elección siguiente, que de
pc
terreno abonado.
w
l
doctrinariamente legítimo, pero para que resulte operante en la finalidad de
.c
promover el bien común, exige la aceptación del pueblo como condición
indispensable. ile
Las alternativas al sufragio universal que a continuación se reseñan
h
tienen inconvenientes o dificultades aún mayores que éste, los que
enunciaremos enseguida, y, además, no contarían a nuestro juicio con ese
pc
1. El sufragio calificado
w
l
universidades, en las cuales su carácter estamentario y jerárquico, e incluso
.c
la existencia de diversas categorías de académicos, ofrece un elemento válido
ile
para establecer una ponderación distinta al voto de quienes se acepten como
integrantes del cuerpo elector de sus autoridades internas.
h
pc
2. El sistema corporativo
e
l
contrarias a las bases del régimen institucional es otro instrumento útil y
.c
que, sumado a los anteriores, lograría cambiar sustancialmente la realidad
ile
partidista que últimamente experimentó el país con justificada desilusión.
Pero lo que aparece como irreal e injustificado es la pretensión de abolir
h
jurídicamente las agrupaciones políticas, ya que, aun dentro de un sistema
corporativo, ellas existirían de hecho y actuarían inevitablemente en el
pc
de legislar, sería creer que el bien común fluye de la mera suma de todos los
.c
l
fórmula de gobierno zanjaba la generación del poder a través de la sucesión
.c
monárquica, plenamente aceptada en esa época. Al plantearse en cambio el
ile
corporativismo como un régimen de gobierno en que los intereses locales o
parciales deciden, los escollos antes esbozados sólo pueden obviarse
h
convirtiendo el sistema en la pantalla de un régimen totalitario, como el
caso del fascismo italiano y de las tendencias emparentadas con éste que lo
pc
3. El Estado militar
w
determinado de la comunidad, sobre la base de que ello sea aceptado por ésta.
Eso es lo que permitió la existencia viable de las monarquías
hereditarias fundadas en dinastías; de los regímenes aristocráticos que reco-
nocían en un determinado grupo social la calificación adecuada para
asignarles excluyentemente la función de gobernar, o de los Estados teocrá-
ticos que sitúan la fuente última del poder en autoridades de índole religiosa.
Semejante fenómeno se registra hoy frecuentemente en los países que recién
acceden a la independencia política, donde quienes la han forjado suelen ser
los únicos que poseen —y se les reconoce— la aptitud para generar y ejercer
el gobierno, agrupados en un partido también único en el hecho o en el
derecho. En cierto modo, constituyen "aristocracias de partido único",
aunque refrendadas a veces por un sufragio popular casi unánime.
No siendo ninguna de tales realidades aplicables al Chile de hoy,
sólo cabe considerar la hipótesis de radicar definitivamente el poder político
l
administrativa adquieren muchas veces caracteres alarmantes, y el impera-
.c
tivo de superarlas ha traído consigo el surgimiento en América Latina de
ile
diversos regímenes militares de naturaleza institucional, que nada tienen que
ver con los antiguos cuartelazos de grupos o caudillos militaristas, a que
algunas naciones del continente estuvieron largamente acostumbradas.
h
Lo de hoy es diferente. Se trata de gobiernos encabezados por los
pc
particular.
w
l
restablecido éste en cualquier forma, el país vuelva a deslizarse por la
.c
pendiente que lo condujo al borde del abismo. No obstante, un análisis
ile
realista del problema indica que la función política, ejercida por las Fuerzas
Armadas durante un tiempo demasiado prolongado o supuestamente
h
indefinido, terminaría por destruir el carácter profesional y disciplinado de
aquéllas, al paso que lesionaría seriamente su prestigio ante la ciudadanía.
pc
l
margen del sufragio universal, habida consideración de que el pueblo chileno
.c
no reconoce título semejante a ningún grupo determinado o determinable de
ile
personalidades, en términos tales como para entregarle la decisión
preponderante —y mucho menos excluyente— de generar el poder político.
El comprensible entusiasmo que despierta el éxito del actual
h
Gobierno chileno, no debe llevarnos al frecuente error de pretender erigir en
pc
l
exactamente lo contrario de ser un mandatario, quien debe seguir las
.c
instrucciones de su mandante. Que el pueblo elija al que manda constituye
ile
algo muy diferente de nombrar un mandatario. Mientras éste debe cumplir la
voluntad de su mandante, razón por la cual el mandato es esencialmente
h
revocable, las autoridades públicas han de obrar en cambio de acuerdo a su
libre y recta conciencia orientada al bien común, y si actúan dentro del
pc
a través de las boletas que expedía el Gobierno. A partir de 1891, son los
partidos políticos quienes manipulan a su amaño el sufragio popular, lo
cual se mantiene bajo el imperio de la Constitución de 1925 por medio del
cohecho o compra del voto, práctica ejercida por todos los sectores políticos
sin distinción. Y cuando ésta es abolida en víspera de la elección
presidencial de 1958, el control monopólico de las elecciones por los
partidos se asegura legalmente, al menos respecto de los comicios para
generar el Parlamento, en términos que los candidatos son determinados por
pequeñas directivas políticas carentes de toda representatividad. ¿Hará falta
para demostrarlo, de algún otro antecedente que el de recordar que en el
Congreso disuelto en 1973 no había ni un solo parlamentario
independiente?
Sólo mentes de frágil memoria, o muy ignorantes, pueden reme-
morar con una nostalgia conmovedora un sufragio popular supuestamente
l
realidades. La forma democrática de gobierno no necesariamente conduce a la
.c
libertad como forma de vida. Mucho menos aún, a la seguridad y al
ile
progreso. La dramática tragedia vivida por Chile en la etapa precedente a la
Liberación Nacional resulta demasiado concluyeme al respecto como para
h
abundar en otros ejemplos tendientes a comprobarlo.
Esa fe mística en "la voluntad del pueblo" con que algunos quieren
pc
distinta manera, según cual sea el ambiente y los estímulos dentro de los
cuales se expresa. Esta realidad que cada cual palpa respecto de su propia
w
voluntad individual se extiende con mucho mayor fuerza a la del pueblo que
w
l
tintos grados y forma, hoy se yerguen como las amenazas más serias para la
.c
libertad; contra la subversión y el terrorismo que hoy ponen en peligro la
ile
seguridad personal y de las naciones a lo largo y a lo ancho del mundo
entero; y, finalmente, contra la demagogia, verdadero cáncer que corroe
internamente a muchas democracias, haciéndolas ineficaces en la tarea de
h
lograr el progreso.
pc
l
propuesta por el anteproyecto constitucional. Lo que se persigue con ésta es
.c
incorporar al Senado a personalidades de alto e indiscutido relieve ciudadano,
que lleven la moderación y la experiencia a un cuerpo que debe caracterizarse
ile
por dichos rasgos.
Considerar que el título para ser senador que emanaría de haber
h
servido los más altos cargos republicanos, y de ser elegido además como tal
pc
por quienes ejerzan las funciones más relevantes de la vida nacional cuando
corresponda designar o renovar a tales senadores, podría estimarse como de
e
para generar el poder político, pensamos que sólo muy pocos dogmáticos
objetarán un complemento de aquél como el descrito, tendiente a colocarle
un prudente contrapeso que atenúe sus riesgos.
En última instancia, no debemos olvidar que el sufragio universal no
agota la voluntad más profunda y permanente de la nación. Salvaguardar a
ésta de posibles avalanchas electorales efímeras fue precisamente lo que
movió al constituyente de 1925 a contemplar la renovación parcial del
Senado, a fin de que siempre quedara en él un remanente de una voluntad
popular anterior. Los saludables efectos de este dique de contención no
merecen reparos a la vista de la experiencia vivida. La integración futura de
dicho organismo por un tercio de altas personalidades cuya generación sea
diversa del sufragio universal directo e inmediato, contribuirá a acentuar ese
conveniente equilibrio. Aparte de que es absurdo desconocer el carácter de
exponentes de la voluntad nacional a quienes hayan ejercido las más altas
l
.c
permite su utilización por quienes quieren destruirlo, y abolir además la
libertad como forma de vida, su mantenimiento exige regularlo en este
ile
aspecto capital.
Por una parte, ningún sistema puede sensatamente admitir su propia
h
destrucción conforme a sus mismas leyes. Eso repugna al más elemental de
pc
mínimo, sobre el cual sea posible ejercer la discrepancia cívica sin destruir
.c
l
sociedad; la autonomía de los cuerpos intermedios entre el hombre y el
.c
Estado, respecto de sus fines específicos; la juridicidad como instrumento
regulador de la convivencia, y la integración armónica de todos los sectores
ile
sociales como un imperativo de la justicia y de la nacionalidad, no es otra
cosa que detallar los pilares de una sociedad libre, contra la cual atentan
h
todos los totalitarismos, sin distinciones de signo o de color.
pc
realidad contemporánea nos enseña que una excesiva intervención del Estado
.c
personal.
w
l
determinación de la voluntad humana. Una votación popular, en que las
.c
mismas personas opten entre una gama similar de alternativas, puede arrojar
ile
un resultado diametralmente opuesto, según cual sea el clima social en que
se lleve a efecto.
Mientras más envilecido esté el ambiente público por la demagogia
h
y el desorden, mayor será el caldo de cultivo para quienes procuran el favor
pc
popular a través del odio, la envidia, las promesas utópicas o los beneficios
irreales y transitorios, que luego generan amargas frustraciones y creciente
e
l
nalidades del Gobierno se previene por su parte con diversas instancias de
.c
tecnificación de las decisiones, sobresaliendo desde este ángulo los
ile
lineamientos centrales del anteproyecto en lo que se refiere al Tribunal
Constitucional, al Consejo del Banco Central y al Consejo de Seguridad
Nacional.
h
Este camino difiere radicalmente del antiguo concepto de ver en la
pc
l
inflación que se utilice como señuelo electoral, hipotecando el futuro en
.c
aras de voraces apetitos hacia efímeros beneficios inmediatistas, está
ile
irremediablemente condenado a un fracaso que no sólo destruiría la demo-
cracia como forma de gobierno, sino la libertad, la seguridad y el progreso
h
como aspiración de vida. Analícense los riesgos e inconvenientes del
sufragio universal reseñados al iniciar estas consideraciones, y se compren-
pc
derá lo crucial que resultan los tres aspectos recién enunciados para favorecer
que la expresión electoral trasunte lo mejor o lo peor de un pueblo según se
e
sufragio universal, una vez que se afiancen las bases renovadas del
nuevo régimen político, económico y social.
l
soporte, en un clima no perturbado por la efervescencia propia de las luchas
.c
electorales por el poder; y, finalmente, facilitar el surgimiento de una nueva
ile
generación que encarne los principios inspiradores de la nueva
institucionalidad, a fin de que ésta perdure con solidez y continuidad.
h
A estos fundamentos estimamos oportuno añadir, desde el ángulo de
las consideraciones antes expuestas en torno al sufragio universal, que la
pc
gobierno.
w
l
.c
fundamental, o en la ausencia del coraje necesario para señalarlo pública-
mente, está la raíz del error de quienes propician la pronta o inmediata
ile
vigencia de elecciones populares para generar el poder político.
Mirando la realidad de las democracias contemporáneas, y meditando
h
en la crisis sufrida por la nuestra, se advierte que el sufragio universal, para
pc
construcción de la nueva democracia. Sólo así ésta podrá operar sobre bases
w
CONCLUSIÓN
l
.c
paso que su misión de garantizar el orden institucional de la República, y
ser el supremo baluarte contra la agresión totalitaria del marxismo o
ile
cualquiera otra que atente contra la integridad material o moral de la Patria,
encontrará en su intacto profesionalismo y ascendiente cívico la más sólida
h
reserva moral de la Nación.
e pc
.c
de esta naturaleza, y el marco preciso que dentro del vasto tema cons-
titucional se me ha solicitado, he creído que el aporte más útil que puedo
prestar a estas jornadas es el de remitirme a los aspectos que, a mi modesto
juicio, constituyen el nervio del problema en la elaboración de una nueva
Carta Fundamental para nuestro país, sacrificando así toda pretensión de un
análisis exhaustivo sobre los múltiples aspectos envueltos en una
Constitución Política.
l
eventuales divergencias, elemento necesario para ilustrar mejor la posición
.c
que en definitiva cada cual adopte frente a los distintos problemas.
ile
Realizadas estas aclaraciones previas, estimo necesario señalar que
una Constitución Política y una institucionalidad jurídica en general no
h
pueden ser consideradas ni como un fin en sí mismas ni como una especie
de vara mágica capaz de asegurar los objetivos que ellas se proponen.
pc
l
superiores.
.c
Anclarse, por tanto, en una afirmación dogmática y casi fetichista de
ile
la soberanía popular, circunscribiendo la inquietud político-institucional de
hoy al simple restablecimiento del sufragio universal para elegir todas las
h
autoridades políticas, importa simplemente situarse fuera de la realidad. Es
olvidarse además de que la voluntad popular es voluntad humana, y que las
pc
l
prosperidad económica y la justicia social. Ahí radica la médula del proble-
.c
ma constitucional, y todo enfoque que pretenda desconocerlo, a mi entender,
adolece de una superficialidad o de un teoricismo destinados al más
ile
estrepitoso de los fracasos.
No deseo extenderme en el ya largo debate acerca de la disyuntiva
h
entre la soberanía nacional y la soberanía popular. Pienso que en gran
pc
voto las mujeres, sin que ello lleve a nadie a sostener que no imperaba por
tal razón un régimen democrático. Generalmente se excluye del cuerpo
elector a los extranjeros residentes, sin que pudiera pretender derivarse de
ello que estén al margen de los derechos y obligaciones que a su respecto
entraña la prosecución del bien común por parte del Estado. En fin, siempre
habrá que establecer una edad mínima de votación, que suponga la madurez
necesaria para intervenir en la decisión del destino nacional. Realizo estos
recuerdos sólo para subrayar lo inapropiado que resulta rodear al sufragio
universal de ese mito dogmático de que algunos pretenden revestir a lo que
en realidad es una fórmula esencialmente variable y evolutiva.
Finalmente, estimo que lo fundamental es admitir que el sufragio
universal no agota la expresión de la soberanía. El pueblo no es la simple
suma de voluntades aisladas que pretendía la Revolución Francesa, sino
l
que representa una articulación incomparablemente más rica y variada,
.c
expresada en una organicidad natural que manifiesta esa ordenación
ile
trascendental de los seres humanos entre sí para su complementación,
llamada sociabilidad, y cuya expresión política superior se da en el Estado.
h
Y si ello es así, no se ve lógica alguna para rechazar la consideración de esta
realidad en la generación de las autoridades políticas, en los casos y en la
pc
ciudadanía como un status que tiene todo chileno mayor de 21 años, que no
w
haya sido condenado a pena aflictiva o por delito que la ley califique como
conducta terrorista. Habitualmente dicho status debe conferir el derecho a
w
l
significativo, hay que optar por una de dos alternativas: o permitir que la
.c
comunidad se destruya, o limitar jurídicamente el marco admisible de la
ile
discrepancia cívica. Tratándose de una Nación, y más específicamente de
nuestra Nación, pienso que no cabe duda alguna que hay que inclinarse por
h
la segunda alternativa.
Sancionar la propagación de una determinada idea es algo que a
pc
nacional trae el riesgo inminente de los dolores mucho más graves de una
guerra civil, aparte de que si tales ideas se impusieran, todo el régimen
w
definitivamente.
No estamos, por consiguiente, frente a un problema emocional o
subjetivo, sino racional y objetivo. En una comunidad no pueden coexistir
ni legal ni pacíficamente dos concepciones que sean radical e integralmente
antagónicas, es decir, que carezcan de ese margen mínimo de consenso o
acuerdo necesario para convivir. La exclusión recíproca es tan indiscutible,
que por algo todo totalitarismo, para citar el ejemplo más significativo,
plantea siempre en forma abierta un objetivo que supone la negación de la
democracia como sistema de gobierno/de la libertad social como forma de
vida.
Y que no se diga que la reacción en un sentido inverso que debe
asumir la nueva institucionalidad chilena implica colocarse en el mismo
predicamento que los totalitarismos, porque mientras ellos niegan lugar a
toda discrepancia cívica para establecer un régimen que avasalla con los
derechos más fundamentales del ser humano, lo que se propicia para una
democracia moderna es que se limite la discrepancia cívica respecto de cier-
tas doctrinas extremas que atentan contra las bases de nuestra convivencia
social, privando a sus propagadores de determinados derechos políticos, y
todo ello para afianzar una sociedad que respete la dignidad del hombre y los
derechos que arrancan de su propia naturaleza. Equiparar ambas conductas,
equivaldría, pues, a poner en parangón la violencia del delincuente con la
coerción de la ley que lo sanciona con la cárcel. Por ese camino no sólo se
diluye toda diferencia entre el bien y el mal, sino que se cae en la
conclusión antinatural de admitir que una democracia sería menos perfecta si
se defiende para subsistir, que si facilita su propia destrucción por sus
adversarios.
Hay quienes postulan que sólo se puede sancionar y excluir del
l
sistema político a la violencia. Algunos restringen su rechazo a los actos
.c
positivos de violencia. Aparte de que en tal caso creo que estamos en la
simple órbita del Derecho Penal, pregunto a quienes eso sostienen: ¿es
ile
justo, e incluso concebible, castigar al que emplea la violencia ilegítima, y
dejar impune al que la propaga ideológicamente? Otros, ante la evidencia de
h
este absurdo reconocen que esto último también debe penarse, pero sólo
pc
Por lo demás, no olvidemos que la erosión que sufren hoy los países
libres frente a la agresión totalitaria no sólo produce sus efectos cuando ésta
conquista el poder político. Mucho antes de eso, su acción legalizada le
facilita ir minando todas las instituciones, arrastrando a los propios sectores
democráticos hacia la pendiente demagógica, en un vano intento de éstas
para contrarrestar el atractivo de la demagogia ilimitada que en cambio
pueden ejercer quienes saben que una vez alcanzado el poder total no tendrán
que rendir cuentas a nadie, ya que ahogarán toda oposición o protesta bajo
una acción represiva brutal permanente. Por ello, aun cuando el pueblo no
se incline mayoritariamente por los adversarios de la libertad y de la
democracia, la acción política de éstos, tolerada oficialmente, les brinda un
poderoso instrumento para su tarea destructora.
La defensa actual de la libertad no puede cerrar los ojos ante la
l
evidencia del avance del totalitarismo marxista, así como hace cuarenta años
.c
no pudo ignorar la amenaza de la expansión del totalitarismo fascista o del
ile
nacionalsocialista. Lo crucial es reparar en que ese combate le corresponde
hoy a cada Nación respecto de su propia realidad y destino, y debe oponerse
h
a todo totalitarismo, cualquiera que sea su signo doctrinario.
Para quienes, por último, alegan la ineficacia de toda restricción
pc
jurídica en el desarrollo de las ideas, creo útil señalar que coincido en que
tales diques jamás suplen la tarea intelectual de conquistar libremente el
e
atentan contra las bases más fundamentales del ser nacional. Decir que esto
último no basta, es una cosa, y personalmente lo comparto ampliamente.
w
l
se contrapone con restricciones jurídicas a la labor de aquél, sino que se
.c
complementa con éstas como elementos copulativos en el afianzamiento de
ile
una sociedad libre y de un régimen democrático de gobierno.
Sirva esta digresión para considerar de paso cómo una sociedad
h
desarrollada económica, social y culturalmente, emerge actualmente como
requisito para una democracia estable, y su ausencia o debilidad es la causa
pc
principal de que tan pocos países disfruten hoy del sistema democrático.
Dejo planteado como tema de reflexión la paradoja de que lo que debe ser
e
l
circunscribir el precepto sólo a aquella difusión de carácter proselitista.
.c
En segundo término, tampoco es efectivo, como se ha sostenido, de
ile
que se trate de sancionar a quienes atentan contra la familia o a quienes
propician la lucha de clases, ya que es innegable que ello daría lugar a
vaguedades o excesos del todo ajenos a la disposición que se sugiere. El
h
precepto se refiere a quienes propagan doctrinas que atentan contra la
pc
nalidad, que se han seleccionado por ser las que mayor resguardo exigen
actualmente, y por permitir la configuración de la conducta castigada en los
w
l
años. El anteproyecto prefirió un plazo reducido sin posibilidad de rehabi-
.c
litación, que uno más largo contemplando dicha eventualidad, por variadas
ile
razones prácticas que constan en las actas correspondientes de la Comisión
Constitucional, y en las cuales no procedería entrar en esta oportunidad.
h
En cuanto a la composición del Tribunal llamado a juzgar estas
pc
l
con eficacia a dichas situaciones, estableciendo siempre, eso sí, la exigencia
.c
de que la declaración de un determinado estado de excepción requiera el
ile
acuerdo de un órgano distinto al Gobierno, y que su duración tenga un plazo
determinado, sin perjuicio de su renovación si se mantuvieren las circuns-
tancias que lo originaron.
h
Tocante al terrorismo, pienso que habrá coincidencia en entregar
pc
l
los hechos, aunque quizás para alguno pueda serlo en su formulación. Y
.c
digo que no es ninguna innovación práctica, en cuanto a que aun bajo el
ile
nombre imposible más inadecuado de Ejecutivo, el Presidente de la
República ya tenía bajo la vigencia de la Constitución de 1925 grandes
h
facultades legislativas, incrementadas por sucesivas reformas en 1943 y
1970, que a través del crecimiento del ámbito de leyes de su iniciativa
pc
que copaba la gran mayoría del año; de participar en el debate de las leyes a
.c
voluntad por los dos tercios de ambas Cámaras y siempre que las limita-
w
l
.c
En primer lugar, reemplazar el dominio mínimo legal por el dominio
máximo legal, siguiendo en ello la inspiración de la Constitución de la
ile
Quinta República Francesa. Al circunscribirse al legislador sólo a las
materias para las cuales la Constitución exige ley, se restablece la majestad
h
que ésta debe tener en su carácter general, terminando con la viciosa práctica
pc
exigencia normal de que toda ley deba contar con la aprobación mayoritaria
w
acuerdo y no del desacuerdo entre las Cámaras, hay que reconocer que
muchas veces el gobierno necesita de la aprobación de ciertas leyes para la
conducción eficaz del país, de la cual es y se le considera supremo
responsable. Mantener la posibilidad de que una ley pueda ser aprobada
mediante un sistema adecuado de insistencias, sólo cuando el Presidente
exprese interés en la aprobación de un proyecto de ley, es un predicamento
que combina el ideal teórico con las exigencias prácticas.
En tercer lugar, dar facultad al Presidente de la República para
disolver por una sola vez en su período la Cámara de Diputados, atribución
que fue propuesta para el Congreso Nacional completo por el Presidente
Jorge Alessandri en 1964 y por el Presidente Eduardo Frei en 1969, faltán-
dole en esta última ocasión sólo un voto para ser aprobada en el Senado.
Dicha facultad, tradicionalmente reservada a los regímenes parlamentarios,
l
.c
este último en el cual la duración del reemplazante debiera ser sólo hasta la
elección general de parlamentarios inmediatamente siguiente.
ile
Tocante a la elección del Presidente de la República, reconozco todos
los peligros de la elección popular directa, entre los cuales el mayor es el
h
que la demagogia, las distorsiones propagandísticas y la irracionalidad
pc
l
Desde luego, y aparte de que el Gobierno es en la realidad moderna un
.c
aparato crecientemente más complejo y técnico que la mera voluntad de
ile
quien lo encabeza, no debe olvidarse que el esquema expuesto opera sobre la
base de mantener las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados, las
h
que no podrían entenderse lesionadas a raíz del atributo presidencial de
disolverla por una sola vez en su período, en razón de las consideraciones
pc
por la Cámara de Diputados respecto del Jefe del Estado o de sus ministros,
.c
l
enunciados en la Constitución.
.c
Parecida importancia tiene consagrar normas que profesionalicen la
ile
Administración Pública, la cual debe ser una escuela de calificado servicio al
país, y no una hijuela pagadora de servicios políticos o una parcela para las
h
prebendas de los partidos.
El establecimiento de un Tribunal Constitucional que resuelva los
pc
la Carta Fundamental.
La insatisfactoria experiencia del Tribunal Constitucional anterior
hace evidente la necesidad de conformarlo sobre la base de un origen
eminentemente judicial y no político, como ya lo expresara en la primera
parte de esta intervención. Entiendo fuera del marco de la presente
exposición el análisis completo de las facultades que debe tener el Tribunal
Constitucional, y por eso no abundaré en el comentario de la valiosa idea de
permitirle declarar la inconstitucionalidad de un precepto legal con efectos
generales, cuando la Corte Suprema lo hubiere declarado inaplicable en tres
fallos uniformes y consecutivos.
Equilibrio fundamental del poder gubernativo debe ser asimismo la
tecnificación del manejo monetario y cambiario del país, radicando su
regulación en un organismo autónomo del Gobierno, especialmente en
cuanto dice relación con el campo monetario, tema que corresponderá
l
.c
en éste deben tener las Fuerzas Armadas y de Orden, materia que luego
quiero retomar brevemente para cerrar mis palabras.
ile
Del conjunto enunciado se desprende que son muchos los medios
idóneos para limitar adecuadamente el poder presidencial, sin debilitar su
h
eficacia gubernativa, y tendiendo más bien a construir la democracia tecni-
pc
ficada y participativa que nuestra época reclama. Por esa senda ha enca-
minado sus esfuerzos la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución,
e
l
.c
tico, y del Senado un cuerpo, en cambio, moderador y de carácter más
despolitizado. Es imprescindible, al efecto, prohibir expresamente que el
ile
Senado ejerza funciones fiscalizadoras, ya que si bien constitucionalmente
ellas estaban reservadas a la Cámara de Diputados, en el hecho el Senado las
h
invadió en forma sostenida, distorsión que comenzó al incluirse en su
pc
Ahora bien, estimo que la totalidad de la Cámara y los dos tercios del
w
Senado deben ser elegidos por sufragio universal y directo, siendo perso-
nalmente contrario a toda sustitución total o parcial de éste por la elección
w
l
politización de éstos, ya que sería lógico que si a partir de ellos se generara
.c
la designación de quienes deberían resolver sobre las materias de más amplia
ile
repercusión política, la vida interna y la elección de las directivas gremiales
no podría jamás depurarse de una politización que, en dicha hipótesis, fluiría
h
como un fenómeno natural y justificado.
Cosa muy diferente, como lo propone el anteproyecto constitucional,
pc
por ser ésta la rama que se propone como necesaria Cámara de origen en
.c
l
.c
chilena, que aportarían la experiencia y la moderación a un cuerpo que,
como el Senado, debe caracterizarse precisamente por esos rasgos. Tampoco
ile
es efectivo que este tercio daría un control de la Corporación al Presidente de
la República, ya que la influencia de éste en la designación de dichos
h
senadores, según la proposición del anteproyecto, es mínima.
pc
l
alguna Institución Armada?
.c
¿O el que emana de haber sido Presidente de la Corte Suprema,
ile
Rector de una Universidad, o Canciller de Chile, por el lapso que se indica
para cada caso, y además ser elegido de entre quienes cumplen con esas
h
condiciones, por el Pleno de la Corte Suprema, por todos los Rectores de
Universidades, o por todos los ex Cancilleres que hayan desempeñado el
pc
cargo por el tiempo mínimo que se señala, respectivamente? Pensar que ese
título será de menor valor que el de la elección popular es conceder a éste un
e
l
Resulta comprensible que se mantenga el fuero parlamentario,
.c
beneficio procesal que debe impedir que un parlamentario sea privado de
ile
libertad o procesado, si la Corte de Apelaciones respectiva no declara
previamente haber lugar a la formación de causa. Con ello se garantiza la
h
independencia de la función parlamentaria, y se evita que posibles preci-
pitaciones, o incluso abusos intencionados, presionen la conducta de un
pc
efectos políticos fáciles de prever, aun cuando ella se dejara sin efecto
.c
l
poder que ese mismo resorte les brindaba la actuación del congresal en el
.c
desempeño de su cargo, a través de las órdenes del partido. Este vicio llegó a
ile
tal extremo, que era aceptada como una práctica corriente la inmoralidad de
que respecto de votaciones en que la Constitución llamaba a los senadores a
h
resolver como jurado, se informara a través de la prensa de las órdenes de
partido que se impartían al respecto.
pc
Un análisis más detenido del tema hizo ver de inmediato los graves
peligros que podrían derivarse de una fórmula semejante, tanto porque se
rompería la armonía de un esquema constitucional al consagrarse un poder
que estaría por encima del Jefe del Estado y demás autoridades establecidas
por la Constitución, cuanto porque ello arrastraría a las Fuerzas Armadas y
de Orden al campo de la política contingente de un modo incompatible con
su naturaleza castrense, a la vez que las haría corresponsables, por omisión,
de toda medida que resultara negativa y que no hubiese sido vetada en su
oportunidad, con el riesgo consiguiente de afectar el prestigio de institucio-
nes llamadas a ser la reserva última o suprema de la nacionalidad.
Todo esto llevó al anteproyecto constitucional a descartar dicha idea,
fortaleciendo en cambio el carácter autónomo y profesional de las Fuerzas
Armadas, respecto de las cuales se declara expresamente que existen para la
l
defensa de la Patria, que son esenciales para la seguridad nacional y que
.c
garantizan el orden institucional de la República, como asimismo de las
Fuerzas de Orden y Seguridad Públicas, las cuales conforman la Fuerza
ile
Pública, y que existen para dar eficacia al Derecho, garantizar el orden
público interno y la seguridad de las personas.
h
El anteproyecto considera fundamental explicitar su carácter profesio-
pc
guardia pretoriana del Jefe del Estado, originando una de las situaciones más
w
l
otorgarle cinco votos al gobierno dentro de él.
.c
Las atribuciones del Consejo de Seguridad Nacional, aparte de
asesorar al Jefe del Estado en las materias pertinentes, y de prestarle su
ile
acuerdo para la declaración de algunos de los estados de excepción, serían la
de aprobar cada diez años el Objetivo Nacional preparado por los organis-
h
mos técnicos pertinentes, y la de representar su punto de vista, pública o
pc
nacional.
.c
norma jurídica, caso en el que tendrá el valor de ésta. A través del Objetivo
Nacional no se pretende, pues, la creación de un nuevo rango de norma
jurídica, sino que se busca la finalidad recién mencionada.
En lo que atarle a la facultad de representación antes enunciada, ella
contempla una forma prudente pero eficaz de hacer posible que las Fuerzas
Armadas y de Orden cumplan con las misiones propias que les
corresponden, y participen activamente en la vida nacional, pero sin com-
prometerse en forma inconveniente en los avatares cotidianos de la política
contingente, sino haciendo oír su voz, a través de sus jefes máximos y
dentro de la composición del Consejo ya explicada, cuando estimaren
afectada la seguridad nacional. Pienso que se logra así un adecuado equilibrio
entre un inconveniente derecho constitucional de las Fuerzas Armadas a
l
entre los oficiales que ostenten el grado inmediatamente siguiente, es decir,
.c
Generales de División, Vicealmirantes, Generales de Aviación y Generales
Inspectores, según las actuales denominaciones de los grados dentro de las
ile
distintas instituciones castrenses, y durarán un plazo fijo de cuatro años,
dentro del cual serán inamovibles, sin perjuicio de la acusación consti-
h
tucional por notable abandono de sus deberes o por haber comprometido
pc
Nacional.
En caso de prosperar esta idea, estimo, a título enteramente personal,
que podría considerarse la conveniencia de hacer extensiva esta posibilidad
también al caso de un Comandante en Jefe o General Director, ya que aun
cuando esta sugerencia no fue planteada en el seno de la Comisión
Constitucional, creo que quizás vendría a complementar el propósito de no
dejar eventuales conflictos sin salida institucional, en materia tan grave y
delicada como ésta. Creo que la composición del Consejo de Seguridad
Nacional garantizaría su idoneidad para resolver una dificultad extrema que
pudiera excepcionalmente llegar a plantearse en el nivel señalado, y que la
existencia de esta instancia para zanjar el posible diferendo operaría con un
carácter disuasivo respecto del surgimiento o agravamiento de éste.
Ruego excusas a los señores profesores por la extensión de mis
palabras, pero la íntima relación de los temas constitucionales exige un
l
venientes, es la tarea que hoy congrega el esfuerzo de quienes deseamos que
.c
la futura Carta Fundamental de nuestra Patria favorezca una sociedad en que
ile
prevalezcan, en el mayor grado posible, esa libertad, seguridad, prosperidad
y justicia, que todos anhelamos tan ardientemente para Chile, Nación que ha
h
sido y seguirá siendo señera en el continente por su fe en el Derecho y su
vocación creadora para darle vida adecuada, estable y eficaz.
e pc
.c
EL CAMINO POLÍTICO*
w
l
.c
es realmente legítima en cuanto sirva a la libertad, la seguridad, el progreso
y la justicia, al paso que pierde toda validez si debido a un erróneo diseño o
ile
aplicación práctica termina favoreciendo los antivalores inversos del totali-
tarismo, el estatismo, el terrorismo, la subversión y la demagogia, como
h
tuvimos dramática oportunidad de comprobarlo en los años que precedieron
pc
para servir realmente los valores propios de una forma de vida libertaria,
segura, progresista y justa, ha sido motivo de otros análisis realizados sobre
w
l
.c
El verdadero problema es otro, y consiste en definir cuáles son los
requisitos para disfrutar de una democracia estable. Lógicamente, en dicha
ile
discusión no tienen cabida, ni sincero interés, aquellos grupos "ultras"
recién aludidos, como tampoco el marxismo totalitario, porque ni uno ni
h
otro extremo cree en la democracia.
pc
1. Consenso básico
l
.c
sirven para que la sociedad defienda el aludido consenso mínimo frente a los
embates de una pequeña minoría. Pero el respaldo de la abrumadora mayoría
ile
a las bases de su convivencia institucional debe apoyarse en la convicción
espontánea de aquélla en torno a su validez. No en vano se trata de un
h
consenso.
e pc
ésta jamás para quienes sólo les brinda miseria, atraso e ignorancia.
Por ello, un grado suficientemente alto de desarrollo económico,
social y cultural como para suscitar dicho compromiso, emerge como uno
de los factores esenciales de una democracia seria y estable.
Si en Chile la tuvimos durante más de un siglo fue, entre otras
razones, porque sólo votaban quienes de hecho se sentían solidarios con un
sistema a cuyos beneficios tenían real acceso. El progresivo aumento del
cuerpo electoral durante las últimas décadas, en porcentajes muy superiores
al crecimiento vegetativo de la población, incorporó a la decisión política a
grandes masas que ninguna ligazón sentían en cambio hacia un régimen que
veían como ajeno e injusto, lo cual los convertía en fácil presa de cualquier
prédica demagógica o extremista. La perniciosa práctica del cohecho
escondió durante un buen tiempo esta realidad, pero suprimido éste por la
l
con el de don Jorge Alessandri, fue el fundamento del pacto secreto entre el
.c
candidato democratacristiano y el abanderado marxista, descubierto y
ile
confesado pocos días después de la elección popular. Signo éste dramático
de la confusión en que en tales condiciones habría tenido lugar la "segunda
vuelta", cabe concluir que en una democracia profundamente inestable como
h
la que el país vivía en 1970, tal mecanismo no habría constituido garantía
pc
suficiente alguna.
Si por otra parte observamos la realidad mundial, llegamos a la
e
l
3. Reducción del poder estatal y arraigo en el
.c
ejercicio de la libertad económica y social
ile
Estrechamente relacionado con lo anterior surge un tercer elemento
h
para una democracia estable, cual es la reducción del poder estatal a las
dimensiones que le corresponde conforme al principio de subsidiariedad,
pc
l
rebrotes socialistas.
.c
ile
El traspaso del poder, ¿cuándo y a quién?
h
Si bien el último de los tres factores enunciados resulta obvio en su
pc
problema.
Una democracia sólo puede ser estable cuando en las elecciones
w
l
se aguardan con la angustia de saber que en ellos se está jugando dramá-
.c
ticamente la esencia de tal destino, el quiebre de esa democracia se encuentra
ya sentenciado. ile
Ahora bien, para lograr la antedicha estabilidad es menester que las
alternativas que compiten por el poder no sean sustancialmente diferentes, o
h
en el peor de los casos —como actualmente sucede por ejemplo en
pc
de una sociedad libre, sea de tal modo extendido y vigoroso que todo intento
.c
l
predominara dentro de los partidos democráticos tradicionales.
.c
Por lo general, para éstos el gobernar constituía virtualmente un fin
ile
en sí. Tanto que fueron ellos los que idearon —y peor aún practicaron— la
funesta estrategia de "arrebatar las banderas" al adversario, en este caso al
h
marxismo. Y tras esa fórmula aparentemente habilidosa, terminaron reali-
zando parte importante de lo que éste quería. Entretanto, el marxismo
pc
flamear, sin que el adversario requiriese siquiera llegar para ello al poder.
.c
se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo
anhelaría, porque —valga la metáfora— el margen de alternativas que la
cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente
reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario.
Este predicamento es, a nuestro juicio, lo que más diferencia el
enfoque político que denota el nuevo régimen, respecto del que fuera
tradicional en nuestro país. Conforme a la nueva mentalidad, la importancia
de quién gobierne en el futuro no desaparece, pero se atenúa considera-
blemente, porque las posibilidades de triunfo se circunscribirían a tendencias
moderadas y relativamente similares entre sí. Respecto de cuándo debiera
producirse el traspaso del poder a la civilidad, a través de lo que el Plan de
Chacarillas designa como la etapa final de normalidad o consolidación, esto
es, de la plena vigencia de la nueva institucionalidad, un análisis objetivo de
l
los requisitos antes enunciados para una democracia estable avala la
.c
previsión de dicho plan, en el sentido de que ésta sólo aparece viable para la
segunda mitad de la década entrante. A quienes encuentren dicho lapso
ile
demasiado extenso, respondámoles con toda crudeza, Chile nunca ha tenido
las condiciones para una democracia de masas realmente estable. Nuestra
h
estabilidad política fue real sólo para una democracia de élite, pero como ya
pc
militar consiste, por tanto, en colocar los cimientos para que —por primera
.c
l
los opositores impugnarían el sistema descalificándolo como "democracia
.c
directa" o como "bonapartismo".
ile
Tampoco está de más señalar que una obra como ésta sólo puede ser
adecuadamente juzgada o evaluada al concluirse, y no en medio de su de-
h
sarrollo. Reconocer a las Fuerzas Armadas y de Orden el tiempo que requie-
ren para ello, bastante menor en todo caso que los 35 años de predominio de
pc
l
aún de un lapso relativamente extenso como el antes enunciado, surge el
.c
dilema de cómo afrontar política y jurídicamente este período, que el
ile
Presidente Pinochet ha denominado de transición, caracterizando su
fisonomía por el papel de la civilidad, que pasa de la colaboración a la
participación.
h
A este respecto, no podría perderse de vista que, en cierto modo, de
pc
sana como inevitable. Pero ella pone de relieve cada vez en forma más
intensa el desajuste que se observa entre la realidad vigente y la juridicidad
w
proceso institucional.
Basta limitarse a considerar la inconveniencia y hasta la
imposibilidad de ligar el Gobierno militar al imperativo forzoso de
mantener durante toda su duración el actual estado de emergencia jurídica de
la Ley 12.927 sobre Seguridad del Estado, para comprender que la realidad
ha comenzado a desbordar el marco del derecho imperante. Permitir que esa
brecha se acentúe excesiva o desordenadamente podría generar serios peligros
de conducción política. Las explosivas presiones que incubaría una actitud
inmovilista han sido reiteradamente advertidas por el Jefe del Estado, lo cual
obliga especialmente a no terminar siendo presa de ella. La excesiva
confianza en los momentos de aparente bonanza o quietud puede conducir a
la inercia de la rutina, o a la que Portales llamara "el peso de la noche", que,
para este efecto, podría resultar muy contraproducente.
l
.c
del último Mensaje Presidencial, cuando señala que el plebiscito
constitucional comprenderá el pronunciamiento ciudadano sobre "las
ile
modalidades" de la transición.
La única disyuntiva real parece ser la de si el plebiscito debiera versar
h
sobre un Estatuto Constitucional provisorio o de transición, que se limite a
pc
l
a) La primera de ellas es que la flexibilidad que otorga la im-
.c
plantación gradual de la nueva Constitución que se apruebe permite mante-
ile
ner al Gobierno militar todas las atribuciones que requiere para completar su
misión, pero al mismo tiempo orienta con mayor solidez a la transición,
fijando claramente la meta hacia la cual ésta apunta.
h
Las nuevas instituciones propias de la conducción del Estado podrían
pc
l
oportunamente, sino que forzó a que ahora ésta debe renegar de quien obje-
.c
tivamente es su padre. Porque todos los elementos favorables para una esta-
ile
bilidad democrática actual en España, impensable en 1936, son, quiérase o
no, el fruto de la transformación progresista de Franco. El mayor desafío
h
histórico para el Presidente Pinochet consiste en no limitarse a sentar las
pc
democracia.
.c
w
LA DEFINICIÓN CONSTITUCIONAL*
w
w
cuándo Chile haya de alcanzar la plena vigencia del nuevo régimen consti-
tucional, parece prioritario un estudio en torno al contenido mismo de éste.
Desde luego, cabe constatar que el pensamiento gubernativo sobre la
materia data de los inicios mismos del actual gobierno. No es extraño
entonces que tanto el anteproyecto elaborado por la Comisión Constitucio-
nal que presidiera don Enrique Ortúzar, como el informe o anteproyecto
preparado por el Consejo de Estado, tuviesen entre sí una coincidencia
sustancial en casi todas sus líneas gruesas, sin perjuicio de las naturales —y
en algunos casos significativas— divergencias propias de un estudio de esta
naturaleza, y de la absoluta independencia de juicio con que trabajaron
ambos organismos.
Ello habrá debido sin duda facilitar el análisis y resolución final de la
Junta de Gobierno sobre la materia, ya que si bien el proyecto aprobado por
l
ella representa una construcción jurídica singular y orgánica, y contiene
.c
modificaciones de importancia respecto de ambos anteproyectos, se inserta
ile
en la común inspiración conceptual que liga a éstos entre sí y con el texto
que será sometido a plebiscito. Ello permite afirmar que el proyecto defi-
nitivo y oficial responde a las inquietudes y al marco de un debate público
h
sobre el tema surgido hace ya dos años, cuando se publicó el anteproyecto
pc
Es evidente que las fórmulas concretas que en cada etapa se han pro-
puesto arrojan diversidades, todas las cuales en materia constitucional revis-
w
l
.c
rizara al régimen institucional chileno hasta septiembre de 1973. Fue
precisamente esa neutralidad la que permitió que nuestra democracia sirvi-
ile
era como instrumento útil a sus enemigos, que se valieron de ella para
favorecer los antivalores inversos: el totalitarismo y el estatismo, que
h
conculcan o cercenan la libertad; el terrorismo y la violencia subversi-
pc
ha sido la tónica que caracteriza todo el proyecto hacia una nueva Carta
.c
Fundamental.
w
w
A. La opción democrática
w
l
predominante para generar el poder político, han demostrado concluyen-
.c
temente en este debate constitucional su ausencia de formulaciones
ile
concretas que sean viables, y que brinden razonables garantías de ofrecer
menores inconvenientes doctrinarios o prácticos.
El proyecto constitucional establece la elección por sufragio
h
universal y directo del Presidente de la República (con "segunda vuelta" si
pc
l
equilibrarse con el reconocimiento del conflicto ideológico y social, como
.c
expresión propia de la discrepancia política. Sólo la imposición de un
que obliguen a los ciudadanos a escoger sólo entre ellos, aun cuando en el
w
l
.c
B. Criterios descartados por la opción democrática
ile
La opción democrática antes descrita desestima varias alternativas
h
planteadas durante el debate constitucional:
pc
gremiales y regionales.
.c
l
.c
de lo que se trata es de imponer una ideología única y oficial del Estado,
rechazando así toda discrepancia orgánica en nombre de la "unidad de todos
ile
los buenos patriotas". El equilibrio entre la unidad nacional y la
discrepancia ideológica se resolvería así unilateralmente suprimiendo esta
h
última.
pc
l
.c
Presidencia de la República? ¿Podría un "Colegio Electoral" cualquiera
desentenderse después de la expresión de voluntad ciudadana que implicaría
ile
el triunfo de alguno de esos partidos o comentes en la elección de diputados,
y elegir a otra persona que la propiciada por ellos como Jefe del Estado?
h
La completa abolición del sufragio universal propugnada por el
pc
otro camino que llevarlo como sistema predominante hasta la cúpula del
w
absoluta nebulosa. Si bien sus autores ofrecieron precisarla para el caso que
se acogiera su tesis central, cualquier intento en tal sentido se estrellaría
siempre con el escollo insalvable de discurrir un método objetivo que
seleccione esos pocos hombres más inteligentes, capaces y virtuosos, y que
además suscite la imprescindible aceptación popular que todo sistema de
gobierno requiere para su viabilidad.
l
.c
Ello arranca, sin embargo, de la explicable desconfiaza que generó la
experiencia de ver cómo una democracia fue utilizada no para servir —sino
ile
para destruir o perjudicar— la libertad, la seguridad, el progreso y la
justicia.
h
Compartimos plenamente que el nuevo modelo constitucional se
pc
l
.c
propia de la civilización occidental y cristiana en la cual se ha forjado
nuestro ser nacional. ile
El carácter libre que acompaña al ser humano desde su nacimiento, y
la igualdad de todos los hombres en dignidad y derechos, constituye la
h
portada del texto constitucional. De ahí se desprenderá explícitamente la
pc
propios. Por clara deducción, la órbita del Estado se sitúa en aquello que los
particulares, en forma individual o agrupados en sociedades intermedias
libremente generadas, no están en condiciones de realizar en forma adecuada.
l
.c
lo requiriere; se estipula el derecho a la protección y respeto de la vida pri-
vada y pública y de la honra de la persona y de su familia; se prohiben las
ile
"leyes penales en blanco", al exigirse que la conducta sancionada quede
expresa y completamente descrita en la ley, se prohibe aplicar como sanción
h
la pérdida de los derechos previsionales; se configura una norma suficiente
pc
l
.c
decisión de un tribunal, enumerándose taxativamente para ello los derechos
susceptibles de este recurso. ile
La sola enunciación precedente da una idea del notable reforzamiento
que el proyecto constitucional realiza de las libertades personales, como
h
igualmente de eficaces normas y recursos procesales para hacerlos valer.
pc
todos los derechos, y en el cual se consagra que los preceptos legales que
.c
contempla.
Resulta inevitable que la Constitución no se baste habitualmente a
sí misma en la garantía de los derechos que consagra. Su reglamentación y
la facultad de limitarlos debe muchas veces remitirse a la ley. Es evidente
que si en tal cometido el legislador, a pretexto de regular o limitar un
derecho, en realidad vulnera su esencia, la ley en cuestión debe reputarse
inconstitucional.
Explicitar para este efecto lo que es un principio general de derecho,
podría ser estimado superfluo por más de alguien. Con todo, nuestra
experiencia histórica nos indica que fue frecuente que el legislador incurriera
en dicha conducta, sin que la Corte Suprema estimase siempre que tenía
fundamento preciso y explícito suficiente para declarar la inaplicabilidad de
la ley referida, por ser ésta contraria a la Constitución.
l
.c
de los grandes vacíos del sistema constitucional chileno, ya que la Cons-
titución de 1925 entregó dicha jurisdicción a Tribunales Administrativos
ile
que deberían crearse por ley, la cual por diversas razones no fue dictada
jamás.
h
Suponemos que parecidos motivos de dificultades técnicas y prácticas
pc
través del medio que se estime más expedito para ello. Abona la esperanza
w
materia.
l
.c
cripción cívica, con el reconocimiento del derecho de toda comunidad a
defender su subsistencia como tal, es decir, su propia identidad.
ile
La norma constitucional propuesta sugiere excluir de la vida cívica a
aquellas doctrinas que atenten contra la familia, que propugnen la violencia,
h
o que sustenten una concepción de la sociedad, del Estado o del orden jurídi-
pc
l
las doctrinas cuya propagación se sanciona. Ya en este terreno, el texto del
.c
proyecto resulta difícil de objetar en su preciso pero moderado contenido.
ile
En cuanto a aquellos que pretendan comparar en esta materia a la
nueva institucionalidad chilena con un régimen totalitario como el
h
marxista, baste con señalarles las siguientes diferencias claves: mientras los
totalitarismos erigen sólo una doctrina oficial en la única admitida, y
pc
los principales derechos cívicos o políticos, pero sin afectar los derechos
más esenciales del ser humano.
En otras palabras, y siguiendo en ello a la Constitución de la
República Federal Alemana, lo que no se admite es que los derechos cívicos
o políticos más importantes sean ejercidos con el declarado propósito final
de abolirlos, pero la persona sancionada por el Tribunal Constitucional en
los términos descritos, sigue disfrutando de todos los derechos propios de la
vida privada de un miembro cualquiera de la comunidad.
No está de más agregar que quienes estiman que las proscripciones
legales son estériles, debieran convencerse de lo contrario observando la sola
furia con que reaccionan los totalitarios cuando son reducidos a los escollos
de la clandestinidad, como igualmente constatando su invariable lucha por
ser nuevamente legalizados y, una vez que lo logran, su activo ejercicio de
todos los instrumentos propios de la legalidad.
l
(iv) Adopción de un sistema económico libre
.c
ile
Se ha afirmado por algunos que el proyecto comprometería a la Carta
Fundamental con una determinada política económica. Estando ésta siempre
h
sujeta a múltiples y cambiantes condiciones, parece indiscutible que una
Constitución no podría jamás atarse a ninguna opción específica en la
pc
l
legislación común que rija para los particulares, salvo que, por
.c
motivos justificados, la ley —también por quorum calificado—
exigencia.
h ile
exceptúa a una actividad empresarial del Estado de esta última
l
Tras señalarse que el terrorismo, en cualquiera de sus formas, es por
.c
esencia contrario a los derechos humanos, se establece que respecto de tales
ile
delitos no procederán la libertad provisional, la amnistía ni el indulto, y que
serán considerados delitos comunes y no políticos para todo efecto legal.
Además, y sin perjuicio de las sanciones que procedan conforme a la ley
h
penal, a los condenados por tales delitos se les aplica la pérdida de los
pc
l
.c
caso de grave alteración del orden público, daño o peligro para la seguridad
nacional, y termina en estado de catástrofe, para el caso de calamidad
ile
pública.
Lo fundamental, a nuestro juicio, reside en que a diferencia de lo que
h
ha regido en la materia desde 1958, ningún estado de excepción podría jamás
pc
los demás casos, como requisito necesario tanto para su declaración (por un
máximo de 90 días en el estado de sitio o en el de emergencia), como para
w
l
.c
autoridad requerida deberá cumplir sin más trámite el mandato judicial y no
podrá calificar su fundamento y oportunidad, ni la justicia o legalidad de la
ile
resolución pertinente.
h
pc
l
Antes de reseñar los principales preceptos tendientes a estructurar un
.c
régimen de gobierno que favorezca igual propósito, interesa detenerse en una
breve descripción del origen o naturaleza que más habitualmente tuvo la
ile
acción demagógica en Chile, durante las últimas décadas.
h
pc
importantes:
w
l
que su causa está en la medida demagógica.
.c
Así por ejemplo, los empresarios beneficiados con una franquicia
ile
tributaria, o los trabajadores favorecidos por un alza de remuneraciones que
excedía su mayor aporte de productividad y que respondía sólo al poder de
h
presión de su sindicato, válido por una legislación laboral como la que
nuestro país tuvo hasta 1973, palpaban en forma clara su beneficio. Y lo
pc
l
.c
duración de los diputados— haciendo coincidir la elección presidencial
—cuyo período sería de 8 años— con la de parlamentarios que entonces
ile
corresponda. Para ello mismo, confía al Senado la elección del Presidente de
la República, en caso de vacancia prematura de éste, durando el reemplazante
h
en sus funciones hasta la elección siguiente de parlamentarios (máximo tres
pc
l
dad gremial. Se contempla incluso la cesación en el cargo de todo parla-
.c
mentario que de cualquier modo ejercite su influencia en un conflicto laboral
(lo cual se extiende en idénticos términos a los conflictos estudiantiles).
ile
Sin menoscabo de la validez de tales criterios, es menester subrayar,
sin embargo, que el afianzamiento de un sindicalismo libre y despolitizado
h
depende aún en mayor medida de la plena libertad de afiliación gremial
pc
Se propone consagrar que sólo por ley que se apruebe por quorum
calificado, y siempre que no implique una discriminación arbitraria, podrán
l
el analizarlo en sus variadas implicancias políticas, jurídicas y técnicas.
.c
Sólo nos remitiremos, pues, a algunas breves consideraciones insertas en el
marco del problema que nos ocupa.
h ile
III. ESTRUCTURA BÁSICA DEL NUEVO RÉGIMEN DE GOBIERNO
pc
l
El proyecto constitucional rompe resueltamente con dicho atavismo,
.c
y radica en el Gobierno la responsabilidad superior de la conducción del
país, constituyéndolo para ello un colegislador claramente preeminente,
ile
desde el momento en que la facultad de legislar es una de las más
importantes para guiar al Estado.
h
No ahondaremos aquí en los profundos cambios que para la relación
pc
popular.
Nos circunscribiremos sólo a consignar el efecto limitante que para
w
l
.c
(i) La ampliación de las leyes de iniciativa exclusiva del Presidente de la
ile
República a casi toda materia importante para la conducción económico-
social del país, y en particular a las que pudieren representar habitualmente
h
fuente de mayores gastos o menores ingresos para el erario nacional.
La facultad del Congreso para doblegar el veto presidencial,
pc
(iii) La facultad del Presidente de la República para disolver, por una vez
en su período, la Cámara de Diputados, procediéndose a la renovación
integral de ésta.
Ya hemos señalado que en los rubros principales para la conducción
del país, el Congreso no podría imponer una ley contra la voluntad
presidencial, pero sí estaría en condiciones de negarle al gobierno la
aprobación de leyes estimadas importantes por éste. Si bien ello es menos
grave que lo anterior, ya que generalmente en Chile ha sido mucho rnás
perjudicial la mala legislación que la falta de ella, parece conveniente abrir
una salida a un eventual impasse derivado del rechazo sistemático del
Parlamento a proyectos de ley considerados necesarios por el gobierno. En
tal caso, en la práctica es el pueblo quien dirime la pugna.
No se contempló la facultad de disolver el Congreso completo, ya
l
que ello haría estéril la renovación del Senado por parcialidades cada cuatro
.c
años, práctica cuyos sanos frutos para morigerar los peligros de las avalan-
ile
chas electorales y sus bruscos cambios ya consignamos antes. Pero es
indudable que la fuerza política del pronunciamiento popular que implicaría
h
la renovación de la Cámara de Diputados disuelta sería tan grande, que sus
efectos de hecho sobre el Senado no resultarían fáciles de resistir
pc
para éste. Igual consideración pesaría sobre el Jefe del Estado antes de resol-
verse a decretar la referida disolución, ya que tampoco podría él desenten-
e
facultad por una vez en su período se sumaría para obligarlo a meditar muy
w
l
Pero mientras los referidos escollos no parecen insalvables, las
.c
notorias ventajas generales del "dominio máximo legal" como concepción
ile
jurídico-constitucional, nos inducen a pensar que su adopción es un paso
trascendental y muy acertado. En todo caso, y a fin de evitar toda realidad o
sensación de inseguridad jurídica, las materias sobre las cuales ya se hubiere
h
legislado al entrar en vigencia la nueva Carta Fundamental sólo podrán ser
pc
to, pero no confiere al Jefe del Estado ninguna omnipotencia que permita
hablar de "cesarismo". Todo lo contrario. Lo que el nuevo esquema consti-
tucional asegura es la posibilidad de una conducción eficiente del Estado, la
que, dada la complejidad de los problemas contemporáneos, exige una
homogeneidad que sólo puede lograrse al interior de un órgano como el Go-
bierno, y jamás en la heterogénea estructura de una asamblea parlamentaria.
Pero, tratándose de la comisión de eventuales abusos o irracionalidades, el
proyecto contempla contrapesos jurisdiccionales y técnicos más eficaces que
los que jamás hayan existido para dificultar al gobierno el incurrir en ellos.
B. Los contrapesos
Destacan al efecto:
l
.c
(i) El ya mencionado fortalecimiento de los instrumentos de defensa de
los derechos personales, sobresaliendo el recurso de protección.
ile
(ii) La elevación del Banco Central a la calidad de organismo cons-
h
titucional y autónomo. Lamentamos que la autonomía del Banco Central no
pc
se haya afianzado en los términos que —en forma más tajante la Comisión
Constitucional y más atenuada el Consejo de Estado— lo proponían los dos
e
l
Corte Suprema no es suficiente para evitar la vigencia y aplicación de leyes
.c
inconstitucionales que dañen al país en general, sin perjudicar a ningún
particular determinado que pueda o tenga interés o posibilidad de alegarlo en
ile
juicio.
Especial mención merece la nueva disposición que se propone para
h
garantizar el principio de la supremacía constitucional, en cuya virtud toda
pc
l
.c
seguridad nacional incumbe a todos los chilenos, y su supremo responsable
es el Presidente de la República, quien por eso mismo preside el organismo
ile
en cuestión.
Para cumplir con su objetivo básico, éste se configura con una
h
mayoría castrense: los Comandantes en Jefe de cada una de las tres ramas de
pc
l
.c
contrario. El resultado práctico de la disposición será hacer posible —y a la
vez imperativo— que la opinión de los más altos mandos de nuestros
ile
Institutos Armados y Carabineros se exponga de modo oficial y respon-
sable, en vez de quedar forzada a expresar sus puntos de vista por medio de
h
canales extrajurídicos e inorgánicos.
pc
político que procede contra todos los generales o almirantes, por haber
comprometido gravemente el honor o la seguridad de la nación.
Sólo a través de la inamovilidad descrita se logra la suficiente
independencia del Consejo de Seguridad Nacional frente al Jefe del Estado.
Además, tanto esto como la despolitización de los ascensos y retiros de los
oficiales, se aviene más a nuestro juicio con la naturaleza profesional que se
proclama en forma unánime respecto de dichas instituciones, ya que la
remoción discrecional de una persona de su cargo no resulta congruente con
tal carácter.
La excepción antes señalada nos parece eso sí muy atinada, porque la
existencia de salidas constitucionales a los conflictos entre autoridades
siempre opera como disuasivo, o al menos como atenuador del mismo, y
porque una inamovilidad absoluta podría ser inconveniente.
l
.c
mismo tiempo, esa voluntad política conductora opera con variados
contrapesos jurisdiccionales y técnicos, concebidos para evitar abusos o
ile
irracionalidades.
Aparece por esta vía de análisis uno de los aportes más novedosos e
h
importantes del nuevo esquema constitucional: la introducción del concepto
pc
IV. CONCLUSIÓN
l
.c
la coherencia y la unidad conceptual y orgánica del proyecto constitucional
que se someterá a plebiscito, así como su sólida armonía con la nueva
ile
institucionalidad que está promoviendo la transformación más profunda y
creadora que Chile haya emprendido en este siglo.
h
e pc
Jaime Guzmán:
w
observa en torno al tema de los ángeles y los demonios, incluso dentro del
seno de la propia Iglesia Católica.
Julio Philippi:
l
Sin embargo, esa falta de desarrollo inicial me parece muy diversa
.c
del silencio que se ha producido en la época actual. En los primeros
ile
tiempos, la generalidad de los cristianos sabía perfectamente bien cuál era la
realidad fundamental en orden a los ángeles y a los demonios. Su existencia
resultaba obvia para ellos, ya que las Sagradas Escrituras están llenas de
h
actuaciones de ángeles y demonios de modo que no se ponía en duda su
pc
Jaime Guzmán:
la urgencia de reponer los estudios sobre esta materia a fin de preparar mejor
a los cristianos para hacer frente al poder diabólico.
Julio Philippi:
l
hombre no sólo no conoce, sino que no logrará conocer jamás en plenitud
.c
porque desbordan su capacidad natural. Temas como éste requieren de una
ile
gran humildad para ser abordados, ya que nos exigen reconocer que hay seres
inteligentes diversos de Dios y de los hombres, que existen y actúan en el
Universo, a veces de formas no del todo comprensibles para nosotros. A
h
quien se ha autodenominado el rey de la creación le incomoda aceptar estas
pc
realidades.
Además, no se puede desconocer que el tema no es grato. Asumiendo
e
También hay que admitir que en ciertas épocas el tema del demonio
se abordó en forma inadecuada, lo que infundió miedo desproporcionado en
la gente sencilla y, por otra parte, se intentó convertir al demonio en objeto
de supercherías, vinculándolo a cultos mágicos, con el horror de caza de
brujas en el Renacimiento. Todo eso ha oscurecido y hasta desprestigiado la
verdad del tema, que es lo que hay que reponer.
Por otro lado, en la actualidad ha proliferado un interés morboso al
respecto, que suscita una atracción grande pero muy dañina. Una cierta
curiosidad malsana por las sectas satánicas, el ocultismo, el espiritismo y
otras formas de magia, son muy frecuentes hoy en día. Pero esa aproxi-
mación al tema ayuda muy poco a entenderlo y puede más bien producir
desconcierto y daño.
Aun frente a todo esto, no deja de sorprenderme que mientras la
gente está tan dispuesta a creer en la existencia de otros seres inteligentes
l
.c
través de sus efectos. Por ejemplo, conocemos la energía eléctrica en la luz
y el calor de una ampolleta, pero la energía misma no la vemos. El
ile
Universo está lleno de realidades cuya naturaleza escapa a la percepción de
los sentidos, y entre ellas hay seres inteligentes como los ángeles y
h
demonios.
e pc
Jaime Guzmán:
.c
lo siguiente:
w
Julio Philippi:
l
poder autónomo o equivalente al de Dios. Esa percepción del demonio, que
.c
tuvo su origen en el Asia Menor (principalmente en Persia) y que se
ile
expresó en una visión maniquea del tema, ha sido categóricamente
condenada por la Iglesia. Para la doctrina católica es inaceptable suponer que
h
haya algo que exista en el Universo y que no haya sido creado por Dios. Ya
he señalado que los demonios son ángeles, es decir, seres reales aunque
pc
invisibles, seres con todas las características de tales, que no pueden con-
fundirse con símbolos, ni con principios abstractos. En consecuencia, son
e
creaturas de Dios.
.c
punto. Casi todos los Padres de la Iglesia tocan en los primeros siglos el
tema en la misma orientación. Más tarde, en el siglo XIII, el Concilio
w
Lateranense IV precisó esto con más detalle, frente a las herejías cataras y
w
Jaime Guzmán:
l
.c
Julio Philippi:
ile
Exacto. Así es. Los seres tienen dos perfecciones. La primera de esas
perfecciones es el ser, que constituye una perfección frente al no ser. Pero la
h
segunda perfección es el fin del propio ser, que está condicionado por la
pc
naturaleza de éste.
Ahora bien, si una creatura ha sido dotada de libertad, va a depender
e
Ese resultado es el fruto de la libertad de las creaturas que, como los ángeles
o los hombres, fuimos creados libres.
Jaime Guzmán:
Julio Philippi:
Divino lleva a Dios llamar a las creaturas del no ser al ser, y a darles
libertad a algunas de ellas, en ese mismo acto de amor está incluida la
posibilidad de que esa creatura libre —sea un ángel o un hombre— se aparte
de su fin último, que es su segunda perfección. Pero estamos frente a un
misterio al cual nuestra razón sólo puede aproximarse en forma parcial.
Únicamente el amor a Dios y a su Voluntad —más que nuestros razo-
namientos— nos permitirá comprenderlo algo mejor, como manifestación
de Su amor infinito y misterioso. La condenación irrevocable de los
demonios y la posibilidad de que ello le ocurra también a cada ser humano
es expresión de un profundo misterio de amor que, por insondable, nunca
entenderemos del todo con nuestra limitada razón humana. Sólo podemos
abordarlo desde la perspectiva que ello es una consecuencia de la existencia
de seres libres, y no podríamos pretender los beneficios de que existan
creaturas libres y racionales, y al mismo tiempo, se rechacen las
l
.c
consecuencias posibles del mal uso de esa libertad.
ile
Jaime Guzmán:
h
pc
Usted ha señalado, don Julio, que tanto los ángeles como los
hombres son seres libres, que pueden encaminarse a su fin último, o
e
Entiendo que la propia naturaleza de los ángeles les impide cualquier posible
arrepentimiento. ¿Podría usted explicar a qué se debe esto, es decir, penetrar
w
Julio Philippi:
l
.c
conocimiento humano. El hombre conoce la verdad —que es la adecuación
de la inteligencia a la realidad de las cosas— a través de la experiencia de los
ile
sentidos. Por eso los niños recién nacidos, por ejemplo, tienen muy pocos
conocimientos. El hombre va adquiriendo sus conocimientos en forma
h
parcial, por medio de un proceso abstractivo. Y también capta toda la
pc
pudiésemos ver a un ángel de las jerarquías más altas (porque hay distintas
categorías de ángeles, de diversa jerarquía, categorías que la enseñanza
w
Jairne Guzmán:
¿Por qué dice usted que los ángeles confirmados en la Gracia fueron
elevados a un orden sobrenatural? ¿No les hubiese bastado permanecer en su
naturaleza de ángeles?
Julio Philippi:
l
No. Porque en ese caso no habrían participado en su plenitud de la
.c
Gloria eterna. Habrían quedado en definitiva en una posición inferior a la del
ile
hombre, el cual por la Gracia de la Redención de Cristo fue llamado al orden
sobrenatural de la eterna bienaventuranza. Habrían quedado sólo en la
h
perfección natural propia del ser creado.
pc
Jaime Guzmán:
e
.c
Julio Philippi:
Jaime Guzmán:
Julio Philippi:
l
que lo rodean, alarma al demonio. Por eso tienta a Herodes, impulsándolo a
.c
matar en Belén a todos los niños pequeños. Pero luego debe haber quedado
ile
muy desconcertado observando a Cristo, porque su vida en Nazaret
transcurre en forma oculta hasta los 30 años, sin que pueda despejar sus
dudas.
h
Al iniciar Jesús su vida pública, el demonio lo tienta en el desierto.
pc
Jaime Guzmán:
l
Julio Philippi:
.c
ile
Esa antinomia aparece muy clara en los estudios sobre el demonio.
A los demonios les resulta insoportable —en su soberbia— aceptar que una
h
creatura humana esté llamada a un grado más alto que los ángeles en la
participación de la Gloria de Dios, como ocurre con María.
e pc
Jaime Guzmán:
.c
w
Julio Philippi:
suponen que serían un tercio de los ángeles, pero te insisto que no hay al
respecto nada que sea seguro o de fe.
Jaime Guzmán:
l
Julio Philippi:
.c
ile
Recordemos, Jaime, que el título de príncipe de este mundo se lo da
el propio Cristo. En la víspera de su Pasión dice que es inminente la venida
h
del príncipe de este mundo, y cuando lo detienen el Jueves Santo en
Getsemaní, pronuncia esa impresionante sentencia de que ha llegado "la
pc
en todas sus formas. El demonio tiene poder real sobre esos "reinos de este
mundo" que ofrece a Cristo y a cada hombre en sus tentaciones. Sólo la
w
bierto de las seducciones del mundo y sus concupiscencias, del poder del
w
Jaime Guzmán:
Julio Philippi:
l
.c
Es lógico que sujeto a la muerte, al error y al desequilibrio de las
pasiones, el hombre quedó como fácil presa de estos seres mucho más
ile
inteligentes que son los demonios. Porque no hay que olvidar que los
demonios al rebelarse no perdieron su naturaleza de ángeles ni, por tanto, la
h
forma de conocer el orden natural propia de ellos. Por el contrario, son
pc
desde la Creación y saben emplearla tanto sobre los individuos como sobre
w
las masas. Hay algo de verdad en el dicho popular de que "más sabe el
diablo por viejo que por diablo".
w
Jaime Guzmán:
Julio Philippi:
los cuales el demonio puede actuar con especial facilidad y poder seductor,
sin que el hombre lo perciba, y en un terreno en el cual está en notoria
inferioridad y hasta en indefensión.
El demonio se puede introducir con gran facilidad ahí a través del
"médium" que busca comunicarse con los espíritus, no porque el "médium"
pase a estar endemoniado, sino por el estado psicológico especial en que se
encuentra. El demonio puede fácilmente dominar esas sesiones de espi-
ritismo, aprovechándolas para sembrar cizaña, calumnias, divisiones,
temores u odios.
Jaime Guzmán:
Creo que sería interesante aclarar cómo se explica que pueda haber
una inteligencia —la angélica o demoníaca— actuando sobre otra —la
l
.c
humana— sin que ésta se dé cuenta que ello sucede.
Julio Philippi:
h ile
No percibimos sensiblemente su actuar, pero sí tenemos conciencia
pc
conocen los ángeles, por la riqueza que les da el conocimiento del orden
sobrenatural), ni unos ni otros pueden conocer el interior de nuestros pen-
w
samientos. Sólo Dios sabe lo que pensamos. Los ángeles y los demonios
w
Jaime Guzmán:
Julio Philippi:
poseídos sufren tanto. Su voluntad queda inhibida, sin que eso deba in-
terpretarse en caso alguno como un castigo de Dios. Puede ser una prueba, a
la cual incluso santos se han visto expuestos. Por eso, en los intervalos en
que el demonio deja tranquilo al poseído, éste pide que se le libre del sufri-
miento que su estado le ocasiona. El demonio hace las cosas más espeluz-
nantes con los poseídos. Los hace levitar, blasfemar, hablar idiomas extra-
ños y sembrar odio y desesperación entre quienes oyen al enfermo.
Jaime Guzmán:
l
.c
Julio Philippi:
ile
A que antes de la Redención de Cristo, el poder del príncipe de este
mundo era muy superior en todas estas materias, y era más frecuente que
h
actuara en posesión directa de los cuerpos humanos. Pienso, además, que si
pc
almas, que es lo que verdaderamente le importa. Para ello, prefiere, tal vez,
.c
Jaime Guzmán:
w
Julio Philippi:
l
.c
Cristo para anunciarles la Resurrección del Señor, el que durante la Pasión
lo conforta en el Huerto de los Olivos, y así podríamos alargar indefini-
ile
damente la enumeración. Te diría que no hay pasaje de las Sagradas
Escrituras en que no figuren los ángeles actuando.
h
Hay ángeles de la naciones, ángeles de los ejércitos, ángeles de las
pc
los niños!
w
invisible para nosostros, pero los efectos de sus acciones los podemos
percibir, si tenemos el sentido dispuesto para ello.
Jaime Guzmán:
Julio Philippi:
Santo Tomás enseña que ningún inconveniente hay para que un ángel se
traslade sin sucesión de tiempo de un punto a otro y sin pasar por los pun-
tos intermedios, porque está allí donde su voluntad quiere actuar, libre de las
leyes del espacio. La misma potestad la tienen los demonios. Pueden estar
casi simultáneamente en dos puntos, pero no en forma absolutamente si-
multánea, porque tanto los ángeles como los demonios carecen del don de
ubicuidad.
Algo semejante ocurriría con los cuerpos gloriosos, es decir, con los
cuerpos que tendrán los justos una vez resucitados. Si tú te recuerdas, Cristo
entra al cenáculo de sus apóstoles después de la Resurrección cruzando las
paredes, y el ángel que saca a Pedro de la cárcel lo hace sin abrir la puerta.
l
Jaime Guzmán:
.c
ile
Me interesaría preguntarle, don Julio, acerca de la razón más
profunda que mueve al demonio a tratar de que el hombre peque, que se
h
aparte de Dios y, en definitiva, que se condene eternamente.
pc
Julio Philippi:
e
Jaime Guzmán:
Julio Philippi:
l
tendrán que ser abreviados aquellos días, por amor de los escogidos, porque
.c
si no, hasta los escogidos se perderían. La acción diabólica, siempre
ile
presente, habrá alcanzado ahí un dominio que parecerá avasallarlo todo, pero
que será derrotado sorpresiva y definitivamente por la segunda venida de
h
Cristo.
pc
EL SENTIDO DE LA TRANSICIÓN*
El país atraviesa hoy por una seria recesión económica. Sus efectos
tienden a generar un estado de ánimo deprimido o pesimista en amplios e
importantes sectores ciudadanos que, hasta ahora, han apoyado la gestión del
actual Gobierno. Además, el estilo que ha predominado en el análisis y
l
aquel otro 11 de Septiembre de 1973.
.c
No se trata, por cierto, de eludir la gravedad o urgencia de los
ile
problemas económicos que afrontamos. Se trata de intentar situarlos en una
perspectiva más amplia que además de ser el único medio que permitiría su
h
solución profunda y efectiva, nos proyecte hacia adelante con el vigor y la
confianza que Chile requiere en esta nueva etapa de su vida cívica.
e pc
I. LA META CONSTITUCIONAL
.c
w
aprobada por una abrumadora mayoría ciudadana, representa mucho más que
w
un simple cuerpo jurídico. Toda Constitución que nace de una real exigencia
histórica, y cuyo contenido acierta en interpretar la idiosincrasia y los
anhelos del pueblo llamado a vivirla, encierra un proyecto histórico
integral. Superando con mucho un simple conjunto de normas legales o de
instituciones políticas, ella representa la voluntad de encauzar un
determinado modo de convivencia política, económica y social, expresivo de
los más hondos valores morales que dan sentido y forma a una determinada
comunidad nacional.
Al definir nuestra meta como alcanzar la plena vigencia de la
Constitución de 1980, en el plazo establecido por ella al efecto, estamos
afirmando pues un objetivo que desborda lo meramente jurídico o político,
y sintetiza todo un proyecto histórico para el Chile de hoy.
Al describir esa meta como la de encaminamos gradualmente —den-
tro del lapso constitucionalmente previsto— a la vigencia de la democracia
l
factores que reclaman un período de transición semejante al que se ha
.c
determinado constitucionalmente.
ile
A mi juicio, entre dichos elementos sobresalen los siguientes:
h
a) Desarrollo integral suficiente
pc
generalidad de los chilenos con el sistema democrático que eso les brinde.
La obtención de dicho nivel de desarrollo, no sólo económico, sino
w
l
.c
beneficios que el sistema le reporte en medida significativa. Lo que surge,
en primera instancia, como una exigencia ética contemporánea, que es
ile
derrotar la pobreza aguda o extrema, adquiere así también los rasgos de un
requisito político actual indiscutible.
h
Si, por cualquier causa, el país fuese precipitado a una plena
pc
podría funcionar bien durante una fase inicial, por una probable mayor
.c
recordadas.
Ahora bien, el actual Gobierno se ha fijado un plazo preciso para
w
l
.c
persona.
ile
c) El consenso social mínimo
h
pc
las muy variadas discrepancias propias de una sociedad libre, sin derivar ni
en una anarquía ni una guerra civil que la destruyan.
w
l
.c
venientes. Uno, el de eventuales Institutos Armados que, por haber sufrido
un desgaste que pudiera haber debilitado su ascendiente cívico, en términos
ile
similares a lo sucedido en Chile con posterioridad inmediata a 1931, se
vieren impedidas de o renuentes a cumplir con la importante misión futura
h
que la Carta Fundamental les asigna. El otro, el de unas hipotéticas Fuerzas
pc
A. Sentido inspirador
l
.c
como algo propio de meras superestructuras jurídicas o decisiones macroe-
conómicas del Gobierno, y transformando en partícipe y actor vital de ella a
ile
la ciudadanía entera.
Se requiere, en fin, que se levante una nueva mística nacional en
h
torno a esta gran tarea que todos los chilenos sientan como propia, y de la
pc
l
.c
Resulta básico sortear los escollos de la actual recesión económica,
con toda la flexibilidad adecuada para atenuar —en lo posible— los rigores
ile
de la presente crisis, cuya profundidad nada se ganaría con desconocer, pero
cuya solución requerirá de convicciones y voluntad férreas para no ceder a
h
presiones sectoriales o inmediatistas que podrían llevarnos al colapso, ni
pc
el rigor que ella reclama para evitar que ella se traduzca en una agudización
w
de la crisis.
El hecho de que ello pudiera acarrear, a su vez, consecuencias polí-
w
l
de la más ilustrada, han confundido últimamente lo que son las bases de una
.c
economía libre o de mercado, con las políticas o los instrumentos
ile
específicos que se han utilizado en Chile para aplicarla, y cuya naturaleza o
conveniencia resulte eminentemente variable, según las circunstancias. Ello
se ha traducido en que fenómenos como una recesión de origen externo, o
h
bien la insuficiencia o falta de ciertas políticas o instrumentos im-
pc
peligro que debe superarse por sus graves implicancias para la obra de
.c
l
y fiscalizador de la economía y de sus agentes, que incuestionablemente
.c
resulta inherente a su misión de promover el bien común general, y en nada
se contrapone a la subsidiariedad estatal.ile
Por otro lado, resulta igualmente efectivo que el tamaño del Estado
en nuestra economía, sigue siendo gigantesco, y que su reducción —por
h
medio de la venta de empresas y activos estatales— subsiste como un
pc
l
constituyen el mejor antecedente para proseguir en dicha tarea.
.c
(v) Completar las modernizaciones sociales
h ile
Por último, resalta la trascendencia de completar el proceso de las
pc
él aparecen como algo cada día más urgente, por su progresivo anacronismo
y desfase con el progreso de Chile en tantos otros terrenos.
w
más posible a las personas afectadas por ellas, ya que ello entraña vital
importancia en la consolidación de una sociedad libre, eficiente y
participativa.
C. Aspectos políticos
l
Se advierte fácilmente que una semejante apertura política colocaría
.c
al régimen militar en la imposible disyuntiva de o bien permanecer como
ile
espectador de un proceso del cual estaría al margen, y en que los diversos
partidos proclamarían interpretar —en su conjunto— a todos los sectores
ciudadanos, o bien de comprometer al Gobierno con un movimiento
h
político orgánicamente estructurado que aglutinara a sus partidarios. Lo
pc
quedaría fuera del control de los Institutos Armados, a menos que se aceptara
w
l
.c
a) Por un lado, estimo indispensable robustecer canales participativos
más que compensado por el arraigo que alcanza toda obra entre quienes la
.c
l
serio, porque nadie podría desconocer que ellos existen en medida nada
.c
despreciable, incluso a través de abundantes espacios de prensa. Pero
ile
señalo la necesidad de estimularlos, en lugar de mirarlos con un eventual
recelo apriorístico, porque resulta indudable que las restricciones a la
h
actividad política —si bien arrojan efectos muy positivos y necesarios
para una etapa como ésta — encierran, como contrapartida, el riesgo de que
pc
Requerimos crear un estilo político, donde más atrayente que vencer, sea
.c
convencer.
Pienso que un receso político-partidista como el actual, lejos de
w
l
ilimitado o irrestricto que conocimos en la etapa inmediatamente previa a
.c
1973, y que llegó a legitimar la propagación de toda doctrina política, aun
ile
de aquellas cuyo objetivo declarado fuese destruir la libertad, implantando el
totalitarismo o desatando la violencia.
De ahí la trascendencia de que el nuevo concepto del pluralismo se
h
viva y se consolide durante la transición. Ello entraña un doble desafío. Para
pc
garantías de que tales límites serán mantenidos por ella, en el supuesto caso
que llegase a ser mayoría legislativa en el futuro, estará colocando un
escollo —quizás insalvable— para el avance sostenido hacia la plenitud
democrática.
Dicho crudamente, si las Fuerzas Armadas y la mayoría ciudadana
que votó favorablemente la Constitución vigente llegaren —en definitiva—
a abrigar el temor fundado de que el eventual acceso al poder de alguna de las
tendencias opositoras no marxistas, significara que el marxismo sea
nuevamente legalizado, se dificultaría en forma decisiva la confianza del
actual Gobierno y de sus partidarios en el progresivo avance hacia la plena
democracia, y se favorecería la labor de zapa de quienes, diciéndose
gobiernistas, no son demócratas ni comparten el contenido esencial de la
Carta vigente. Al reexaminar su postura en la materia, la oposición no
marxista debiera, pues, hacerlo considerando debidamente el factor señalado,
l
.c
con todo el realismo propio de la auténtica política.
El adecuado enfoque del pluralismo ideológico emerge así como uno
ile
de los temas claves del período de transición.
h
pc
que el Gobierno militar impere dentro de algún marco jurídico, por amplio
w
o fluido que éste sea. Su justificación conceptual va, pues, unida a la que se
admita o no respecto del imperativo de prolongar un Gobierno militar por
w
l
.c
(ix) ile
Intensificar la promulgación de las leyes
complementarias de la Constitución
h
Como se sabe, la Carta Fundamental contempla diversos géneros de
pc
rico y orgánico que abarque los más variados tópicos, y configurar así, de
modo más integral y vigoroso, toda la nueva institucionalidad.
w
l
.c
(x) ile
Renovarse para interpretar a las nuevas generaciones juveniles
siguiente.
Durante el período 1981-1989, cada año irán incorporándose a la vida
w
edad, atravesaron ese período entre los 7 y los 10 años. Ni siquiera la co-
nocieron con las percepciones simples, pero emotivas, de la adolescencia.
Simplemente eran niños, y no guardan de esa época sino los borrosos
recuerdos de la infancia. Menos aún saben acerca de los acontecimientos y
realidades que la precedieron. Si nos proyectamos a 1989, esas nuevas
generaciones juveniles constituirán un porcentaje importante del electorado,
potenciado por la gravitación específica y adicional que siempre ha tenido la
juventud en nuestro devenir político.
Sería un grave error creer que el vacío que representa para las nuevas
generaciones el no haber vivido la experiencia marxista, y los años que la
antecedieron inmediatamente, podría suplirse a través de narraciones, pe-
lículas u otras formas de reproducir sus orígenes, males y desenlace.
Ciertamente, ello resulta útil y valioso. Hay que hacerlo, pero sin cifrar ahí
esperanzas excesivas o imposibles.
l
Estos jóvenes miran al comunismo como algo más bien fracasado y
.c
sin mayor atractivo y, por lo mismo, no aprecian toda su peligrosidad,
ile
apareciéndoles las advertencias al respecto cada vez más lejanas y ajenas a
sus percepciones. En todo caso, si de mostrarles el marxismo se trata,
h
aparte de la enseñanza crítica de su doctrina, resultará incomparablemente
más eficaz el referirse a sucesos como los recientes de Polonia o
pc
l
.c
la guerra civil fueron sintiendo respecto de aquel régimen. Y aun cuando 40
años sean en tal sentido sustancialmente distintos a 16, lapso de duración
ile
total determinado para sí por el Gobierno militar chileno, el desafío sugiere
cierto parecido, y el caso español debiera servirnos para no repetir sus
h
errores en el ámbito específico en cuestión.
pc
generacionales, sino actor de una obra que lo incorpora como partícipe real
w
l
.c
de singular envergadura.
Fruto natural de esta realidad fue una creciente integración de
ile
elementos civiles a diversas tareas gubernativas, incluyendo hasta las más
elevadas funciones ministeriales. Ello ha persistido hasta ahora, en diversos
h
grados y medidas, dentro de una combinación flexible de civiles y oficiales
pc
mayoría de los casos, luego retornan a tareas militares, sin que se confunda
ni mezcle por ello a las Instituciones de la Defensa Nacional, como tales,
en la conducción política del país. Sus miembros son informados de ésta
por sus Comandantes en Jefe, pero sin dar pie a que se abra deliberación
política dentro de dichas Instituciones. Este rasgo, claramente distintivo de
la generalidad de los regímenes militares conocidos en el continente, merece
ponderarse en todo su mérito y positivo resultado.
Sin embargo, la proyección de este tema hacia adelante no podría
pensarse sin nuevas y constantes evoluciones.
En efecto, por un lado, resulta evidente que la misión que la Carta
Fundamental vigente encomienda a las Fuerzas Armadas y de Orden —tras-
cendental por su contenido para la estabilidad de la nueva democracia allí
plasmada— es diversa del ejercicio de responsabilidades políticas ejecutivas
l
.c
precedentes de líderes personales que han conservado su popularidad política
por varias décadas, no existe tal vez ningún caso —en cambio— de que un
ile
grupo humano, trátese de un movimiento político o una Institución
Armada, ejerza el poder político o sea mirado como depositario colectivo del
h
mismo por semejante lapso, sin experimentar deterioro o desgaste en su
pc
importancia.
De más está señalar que el sólo planteamiento del tema, ya se ha
aprovechado —y se intentará aprovechar aún en mayor medida— para
desvirtuarlo como un supuesto deseo de "ciertos civiles" de "desplazar a los
militares del Gobierno", de "hacerlos retornar a sus cuarteles", o de "acortar
los plazos del itinerario constitucional". Y tampoco cabe descartar que esas
maniobras pudieran encontrar eco en algunos ambientes uniformados.
Sin embargo, el deber patriótico obliga a enfocar esta materia deses-
timando tales intrigas o ruindades, y confiando en que nuestros hombres de
armas sabrán distinguir entre el halago engañoso y la auténtica lealtad, entre
la adulación servil y la adhesión a ellos como integrantes de Instituciones
cuyo destino, respetabilidad y prestigio, resultan inseparables del futuro
desarrollo y seguridad de Chile.
l
.c
para Chile, todo lo cual requiere la especialísima e indelegable conducción
directa y personal de esta materia por parte de S. E. el Jefe del Estado.
ile
h
D. Aspectos morales e intelectuales
pc
l
No obstante, el panorama que ofrecen hoy nuestras universidades,
.c
sedes de la mayor parte de nuestra actividad intelectual, científica y
ile
tecnológica, sigue presentándose disparejo e insatisfactorio. Precisamente la
falta de convicción —o de voluntad para asumir sus consecuencias— en el
h
sentido de que el destino académico de toda verdadera Universidad debe
resolverse de modo que en él graviten preponderantemente sus mejores
pc
l
nacional, si se aspira a echar raíces sólidas y fecundas hacia el porvenir.
.c
Forjado entre guerras, catástrofes naturales, y luchas frente a una
ile
geografía difícil y de riquezas abundantes pero esquivas, nuestro tempe-
ramento nacional parece templado más bien por la fortaleza para enfrentar el
infortunio, que por la sabiduría para disfrutar de la bonanza. Las constantes
h
adversidades que jalonan nuestro devenir histórico nos han convertido en un
pc
l
Los conceptos anteriores ofrecen un esbozo somero, pero ilustrativo
.c
y sugerente, de los arduos desafíos que la transición conlleva en el ámbito
de los valores morales. ile
Desde luego, se advierte la importancia de que la Constitución
vigente sea captada —en su aplicación— como un instrumento efectiva-
h
mente destinado a robustecer la libertad, la autoridad fuerte y justa, el
pc
l
realidad, y no obedeciendo un simple esquema teórico que pudiera pretender
.c
implantarse indistintamente a cualquier país o circunstancia.
ile
En otras palabras, el sistema económico libre debe estar y proyec-
tarse fundado sobre valores idóneos para configurar una forma chilena de
h
vida, tan fiel a sus orígenes como volcada hacia horizontes más altos de
futuro. Y al mismo tiempo, los intentos añorantes de volver a cerrar
pc
l
estatismo centralizador, burocrático y socialista.
.c
A su vez, y en otro terreno, la relevante influencia que incumbe a la
ile
autoridad estatal en la preservación y el fomento de la escala de valores
morales propios de la chilenidad, exige que el ascendiente ético de aquella se
h
afiance en la más estricta observancia de la austeridad, en todos los niveles
del aparato gubernativo.
pc
han observado desde 1973. Aún así, la prolongación del régimen en los
.c
l
ejerzamos nuestra soberanía en su mayor plenitud dentro del concierto de las
.c
naciones.
ile
Se trata de que la transición, lejos de entenderse o apreciarse como
mera continuidad —ni mucho menos como el acercamiento a un final—, se
h
convierta realmente en un proyecto histórico lleno de la vitalidad creadora
pc
ANÁLISIS CRITICO DE LA
w
l
La primera, la Doctrina Social de la Iglesia, expresada en las
.c
encíclicas pontificias de carácter social.
ile
La segunda vertiente es el aporte doctrinario hecho por Jacques
Maritain, filósofo francés fallecido hace algunos años. No es el único ins-
h
pirador. También están Emmanuel Mounier, Nicolás Berdiaief y otros
pensadores que han nutrido el acervo democratacristiano en forma bastante
pc
Bases ideológicas de la
Democracia Cristiana Chilena
l
sociedad".
.c
El tercer elemento que menciona Claudio Orrego es la vocación
ile
popular y revolucionaria, que queda más explicado en el punto siguiente
—o cuarto— que es el anticapitalismo. Aquí hace una explicación y un
h
desarrollo que es preciso leer. Dice así: "El capitalismo, para ser compren-
dido, exige una definición a dos niveles: uno macroeconómico y otro
pc
propietarias del capital, de los frutos del esfuerzo colectivo, por una parte, y
.c
mercado, por la otra. Estos últimos suelen estar falseados por razones
sociales y económicas y, en consecuencia, dificultan la fijación de un orden
w
1
Esta cita y las suyas que siguen a continuación corresponden al libro de
Claudio Orrego El humanismo comunitario frente al totalitarismo, publicado en
julio de 1971.
l
deben constituir una comunidad humana y social, la cual se dará las
.c
estructuras necesarias para poder encarnar sus valores. La reforma de la
ile
propiedad de la empresa se convierte, entonces, en un proceso de demo-
cratización interna —como veíamos con anterioridad— resultante de un
h
previo proceso de humanización social. La propiedad comunitaria supone la
existencia previa de comunitarios; ello no impide que se deba avanzar
pc
democratacristiano.
w
w
l
civilización. Para un cristiano no se trata sólo de oponer meros remiendos
.c
al hecho de la opresión; de ahí que un partido democratacristiano sea
ile
internacional y hable de una nueva cristiandad". El designio histórico para
un partido democratacristiano es, por tanto, dar paso a una nueva civiliza-
h
ción, que es la nueva cristiandad que enuncia y desarrolla, precisamente con
ese nombre, Jacques Maritain.
pc
l
Castillo, en forma muy nítida, como una posición anticapitalista. Lo dice
.c
específicamente así: "Debemos marchar hacia formas sociales comunitarias
ile
y evitar tanto la permanencia en el esquema tradicional capitalista como el
desenvolvimiento hacia el colectivismo y la estructura totalitaria del
Estado".
h
Por lo tanto, el pensamiento democratacristiano está apuntando
pc
l
economía colectivista estatal".
.c
"Un segundo factor en contra del Partido Comunista, es de orden
ile
moral y proviene de lo anterior —nos dice—, ya que esto da lugar a una
actitud moral que engendra represiones semejantes a lo que fue el
h
estalinismo".
El tercer factor es que "mientras persigue el poder, el partido se
pc
zaciones obreras"; esto mientras está aspirando al poder. "Tan pronto llega
w
l
d) En cuarto lugar, "encontramos perspectivas comunes a diversas
.c
tendencias sociales en el desarrollo de nuestros países: planificación,
ile
nacionalización, elevación del nivel de las clases bajas, reformas
sustanciales de estructuras, etcétera".
h
e) En quinto lugar, "tenemos la proyección de estas luchas al campo
pc
Democracia Cristiana:
partido de vanguardia y no de centro
l
internas irreductibles. La disciplina pasa a ser una delgada capa de con-
.c
veniencias generales". El mismo menciona como ejemplo de ello al Partido
ile
Demócrata Cristiano de Italia o de Francia. "Un partido de centro —dice
más adelante— tiene también su propio concepto de las formas de tomar el
h
poder y de conservarlo. Dado que en él impera la necesidad de disponer de un
instrumento eficaz, su camino hacia el poder se verificará buscando el modo
pc
para cumplir su programa. Pero, sin duda, en ese instante parecerán más
w
y la realidad exterior. Una tal labor podrá tener dificultades y, en este caso,
w
l
.c
transformación de la sociedad capitalista burguesa o socialista totalitaria, en
una sociedad en que los ideales comunitarios, vale decir, lo más hondo a que
ile
aspira el hombre, sean cumplidos. Digamos, pues, que si el partido
centrista se transforma, una vez en el poder, en el conservador del orden
h
existente, el partido vanguardia, por su parte, comienza de inmediato y con
pc
mamente ligada a los principios". De manera que creo que esta lectura un
poco extensa que he hecho, agrega un elemento de juicio muy importante,
que no es de orden puramente filosófico sino que ya apunta a algo más
específico y sumamente importante, como es la distinción práctica de cómo
actúa un partido de centro y un partido de vanguardia y la definición
categórica que el Partido Demócrata Cristiano chileno hace de ser un partido
vanguardia y no un partido de centro.
Análisis Crítico
l
camos algo extraordinariamente curioso. En el léxico democratacristiano la
.c
palabra "anticomunista" está virtualmente excluida, lo que no ocurre,
ile
significativa y sintomáticamente, con la palabra "anticapitalista". La
Democracia Cristiana postula una tercera posición ni capitalista ni
socialista; pero mientras no tiene ninguna vacilación en emplear el término
h
"anticapitalista", con todo el vigor que eso tiene (como lo constatamos en
pc
las citas que leí recién), no usa jamás el término "anticomunista", del cual
siempre recela.
e
textualmente lo siguiente:
"Rechazamos la doctrina y la táctica comunista, pero ante el comu-
w
nismo vemos que hay algo peor: el anticomunismo". Esta frase, a mi modo
w
l
si así no fuera y se excluyera a algunos, dejaría de haber democracia y
.c
estaría la democracia negando su esencia?
ile
A esa pregunta, tradicionalmente la Democracia Cristiana ha
contestado que no es posible excluir de la vida cívica a ninguna ideología y,
por ende, no es posible excluir al comunismo. Por eso estuvo contra la Ley
h
de Defensa Permanente de la Democracia, auspiciada y promulgada por don
pc
fines del segundo gobierno del general Ibáñez, en las vísperas de las
.c
l
ellos no puede entrar al sistema, queda excluido. No es admitido. ¿Y no
.c
implica eso acaso excluir por razones ideológicas? Si alguien ideoló-
ile
gicamente no comparte estos principios y estima que no debe existir el
pluralismo ideológico o estima que la violencia armada es un método válido
h
de acción política, y lo estima convencidamente en doctrina, como ocurre
con numerosas agrupaciones políticas o corrientes ideológicas, ¿no es acaso
pc
Democracia Cristiana?
.c
basta leer y conocer su pensamiento para saber que no pueden adherir a eso
w
de buena fe. Doy por descontado que los marxistas fingirían y dirían: "creo
en todo esto", para entrar en el juego y luego traicionar ese compromiso en
el momento oportuno, como el propio señor Castillo lo señala. Esperarán
para esto último que la correlación de fuerzas para alcanzar el poder les esté
dada.
Yo me estoy poniendo en otro problema, distinto y, a mi juicio,
conceptualmente mucho más decisivo, que es el problema de un partido de
un grupo de ciudadanos que diga: "nosotros no aceptamos estos plantea-
mientos porque ideológicamente no los compartimos". De acuerdo al texto
del Grupo de los 24 y al planteamiento que sostiene la Democracia
Cristiana hoy día, habría derecho a excluirlos porque no estarían adhiriendo
a los elementos fundamentales de la democracia, sin esperar que se
"comporten" como antidemócratas. No entran al juego porque no adhieren a
los principios. ¿Están o no excluidos por razones ideológicas? Es evidente
que sí. Luego, hay una contradicción entre eso y la frase de que "ningún
partido podrá ser excluido por razones ideológicas, sino sólo por conductas
antidemocráticas".
En el fondo, detrás de todo esto hay otro problema, que es el de que
toda expresión de una idea es un acto, es una conducta. Las ideas sólo son
meras ideas mientras permanecen en el fuero interno de la conciencia, pero
cuando se expresan dejan de ser una simple idea y pasan a configurar
—además— un acto y este acto puede tener fuertes repercusiones sociales.
Expresar ideas es actuar, es adoptar conductas, de manera que esta distinción
entre expresar ideas y adoptar conductas antidemocráticas es una dicotomía
falsa. Expresar ideas es una conducta y si las ideas expresadas son
antidemocráticas, es una conducta antidemocrática el sólo hecho de expresar
la adhesión a esas ideas.
l
¿Cómo aborda la Constitución actual el problema? Muy claramente.
.c
No pretende negarle a nadie el derecho a pensar como quiera, porque el fuero
ile
interno de la conciencia es sagrado e inviolable. Sólo Dios puede juzgarlo.
Tampoco se inmiscuye en lo que las personas puedan expresar en el ámbito
h
de su vida como particular, porque eso nos llevaría a una ilícita e invivible
"caza de brujas". Pero se margina a esas doctrinas totalitarias de la vida
pc
propague esas doctrinas, es decir, a quien las difunda con carácter proselitis-
.c
chos humanos más fundamentales que toda persona tiene como ser humano
o miembro particular de una comunidad. Lo que hace es decirle: "usted no
puede entrar al juego político democrático, a la vida pública, si no acepta
las reglas básicas del juego".
En el fondo, yo no veo ninguna diferencia conceptual profunda entre
lo que plantea el "Grupo de los 24" y lo que preceptúa la Constitución
vigente, pero diviso una suerte de complejo (y uso esa palabra con todo
respeto, sin un carácter peyorativo), diviso una especie de complejo de los
democratacristianos para admitir el principio en cuya virtud fluye la
consecuencia y conclusión lógica (que ahora ellos terminan por aceptar) de
que se puede excluir de la vida democrática a quienes no acepten las bases de
la democracia, sino que pretenden valerse de ella simplemente para
destruirla. Lo grave es que pretendan darle al marxismo una nueva posibili-
dad de fingir y mentir mientras le convenga. Es cierto que no por proscribir
l
marxismo en el campo de las ideas, pero no proscribamos jamás de la vida
.c
política al comunismo o a las ideas totalitarias en general". Con esa trampa
ile
se abren brechas que luego se transforman en forados. Cualquiera de los
cuatro frentes que se desatienda brinda al comunismo la posibilidad de
h
entrar. Yo creo que es dejarse coger en una trampa el hecho de pretender
contraponer lo que son frentes complementarios que deben sumarse.
e pc
poder en 1964 dijo que gobernaría 30 años, que era como decir
w
l
.c
programa. Eso gráfica el carácter mesiánico. Prefería volver a perder por
segunda vez (ya había perdido en 1958, cuando triunfó don Jorge Alessandri)
ile
y que pudiese llegar el marxismo al poder, antes que cambiar una coma. Si
se tratara de una cuestión moral o de una tarea académica, eso es
h
perfectamente legítimo y, más que eso, noble; la sana intransigencia en los
pc
cada cual desea, dentro de lo posible. Pero cuando cada uno quiere obtener el
w
l
.c
No es que en política no se pueda cambiar o rectificar. Pero para
rectificar con autoridad moral, es indispensble reconocer explícitamente que
ile
uno se ha equivocado previamente.
h
pc
Hay una tercera crítica, una de las más delicadas y profundas de todas,
.c
utopía.
Es interesante anotar lo siguiente: el comunitarismo, o forma de
w
l
.c
Dios) ella haya que extenderla a todo el cuerpo social. Es fácil comprender
la monstruosidad y la aberración en que se caería en este ejemplo. Algo
ile
análogo ocurre también en el caso de la propiedad, porque lo normal es que
los seres humanos no tengan ese grado de elevación, de desprendimiento y
h
de afinidad moral con los demás, como para poder vivir esta plena
pc
desembocar en el colectivismo.
w
Claudio Orrego en uno de sus textos. Dice él: "Esto se traduce en que el
comunitarismo no se puede crear por decreto, tiene que ser el fruto de la
libre aceptación de sus responsabilidades sociales y de plena maduración
moral por parte de todos, o al menos de una significativa mayoría de los
miembros de una sociedad. Al igual que la democracia, no se puede crear por
un decreto, ya que exige un paciente y largo entrenamiento y la plena
asimilación de los nuevos valores; así como no se puede crear una
democracia, dictándole la Constitución de los Estados Unidos a una tribu de
trogloditas, tampoco se puede hacer una comunidad imponiéndole un
reglamento comunitario a un grupo de individualistas convencidos. El valor
de una comunidad religiosa como ejemplo de vida superior consiste en que
todos los que ahí están, lo están libremente y con absoluta conciencia de
que su experiencia es más plena al ser compartida con otros hombres. Si
l
se reformará la actual empresa, para que haya una justa participación de las
.c
utilidades a todos los que colaboran en ella; se propenderá, también, a que
ile
progresivamente el sector trabajo participe en la dirección y copropiedad de
las empresas".
No habría una estricta contradicción si esto apareciera complemen-
h
tado por la idea de que se pretende ir avanzando en esa línea en la medida en
pc
que tiene el ser humano, para que alcance los más nobles objetivos
posibles, es la batalla que todos tenemos que librar día a día por nuestra
w
ser válido para una minoría de las personas. Ese es el error garrafal de
convertir un ideal moral al que están llamados algunos pocos, en un
programa político válido para aplicarse —y hasta para imponerse— a todos.
Ahí pasamos del ideal a la utopía.
Un ejemplo característico que tiende a confirmar mi apreciación es
Israel. Fíjense ustedes que Israel es un país construido por un pueblo que
tras haber estado perseguido y disperso casi dos mil años sin desaparecer,
llegó a ocupar ese territorio suyo pequeño y pobre, con todo el sentido
comunitario que se fortalece cuando uno está en la más absoluta adversidad
y pobreza. Tenía que hacer todo de la nada. Ahí nacieron los kibuts, que son
especies de granjas colectivas, de propiedad de todos en común. Ello es muy
encomiable, porque las personas están libremente en los kibuts. Pero
¿cuántas personas lo practican en Israel? Menos del 3 por ciento. Menos del
3 por ciento de la población israelí vive en los kibuts y más del 97 por
l
.c
ciento prefiere vivir de modo más individual y conforme a los parámetros de
una sociedad occidental capitalista. Los que prefieran vivir en plena
ile
comunidad son y van a ser siempre muy pocos, desde que hayan conocido la
alternativa de una mayor individualidad personal y familiar.
h
No se puede estructurar un sistema político violentando esta realidad
pc
cauce posible para hacer rendir esta cualidad en forma adecuada. Si uno
analiza el concepto de la empresa comunitaria o de la empresa autoges-
w
l
aspiraciones se satisfagan, no va a florecer esta vocación, porque la persona
.c
dotada para ella no se va a sentir estimulada.
ile
Es lo mismo que al artista le dijéramos que su producción no va a
ser nunca conocida; en el artista hay normalmente dos motivaciones
h
indudables: una, expresar algo que estima necesario hacer brotar de su
espíritu, y otra, que eso sea conocido por otros. Si al artista le dijésemos,
pc
móvil del lucro individual. Esto lo digo en forma muy tajante y cruda,
w
chilena gana con otro, es el otro el que gana, porque el otro tiene viabilidad
y el planteamiento democratacristiano no la tiene.
No hay más que dos alternativas básicas de sistema económico. O
uno (llamado capitalista) que se funda en la propiedad privada de los medios
de producción, en la iniciativa particular como motor básico del desarrollo y
en la coexistencia de empresas libremente estructuradas por sus impulsores
y que actúen en un marco de igualdad jurídica y competitiva donde
ciertamente no prevalecerán las empresas comunitarias, o bien el otro sis-
tema básico que es el colectivismo, con propiedad estatal de los medios de
producción y una economía centralmente planificada. Podrá haber —y
ciertamente las hay— muchas variantes de cada uno de esos dos sistemas
básicos. Pero lo que no existe ni es viable es la tercera posición de una
sociedad comunitaria. Que no existe en ninguna parte del mundo, es un
l
hecho objetivo. Que no es viable, estimo que se desprende de las consi-
.c
deraciones anteriores. Eso es lo trágico de la Democracia Cristiana.
ile
Porque está claro que el propio señor Castillo menciona a las
democracias cristianas europeas como partidos de centro; son partidos que se
han amoldado al régimen capitalista y lo han modificado, modernizado y en
h
muchas materias son distintos unos y otros. Pero ninguno pretende que va a
pc
Termino con una última objeción que está muy ligada a la anterior y
que yo denomino "el complejo antiderechista de la Democracia Cristiana".
Está claro que dentro de su perspectiva ella es filosófica, doctrinaria y
l
políticamente distinta de capitalismo y de socialismo, pero ya hemos visto
.c
que mientras no trepida en hablar de anticapitalismo, rehusa hablar de
ile
anticomunismo. Y hay un factor perfectamente explicable en este complejo.
Ustedes saben la historia del surgimiento del Partido Demócrata Cristiano
como una escisión primero del Partido Conservador, bajo el nombre de
h
Falange Nacional, la que después se une a otras facciones nuevamente
pc
vida política como tal el año 1957 y que con la candidatura presidencial de
.c
Frei el año 1958 se afianza definitivamente como una gran fuerza política.
Tanto su origen derechista como el hecho de que tiene que luchar
w
l
presidencial.
.c
"En consecuencia —sigue don Jaime Castillo— la única posibilidad
que existía de hacer alianza era la llamada Unidad Popular. ¿Aceptaríamos la
ile
tesis comunista-socialista? Tal era el debate planteado entre nosotros". La
cuestión era ésa, lo otro no estaba en discusión. Lo que se discutía era si
h
había o no alianza con socialistas y comunistas. Con la derecha, por ningún
pc
recorrido en nuestras filas todos los honores y cargos, que ha sido presidente
.c
Chile, volvió de Washington (donde era embajador de don Eduardo Frei) con
w
la certeza de que era necesario aunar todas las fuerzas capaces de sustituir
completamente el régimen capitalista. En ese objetivo, y atendiendo, por lo
w
l
.c
poder ingresar a la ciudad, y esto le sucedía a un ex Presidente de la Repú-
blica) siempre tomicistas y allendistas actuaban coligados.
ile
La noche de la victoria de don Salvador Allende se abrazaron juntos,
frente a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, la FECh,
h
desde cuyos balcones habló don Salvador Allende al país el 4 de septiembre
pc
Radomiro Tomic con don Salvador Allende durante la campaña, para haber
.c
haber librado juntos la batalla contra la Unidad Popular; estimo que talvez
su duración no tan extensa y circunstancias anteriores y posteriores a ella
han contribuido mucho a que este fenómeno siga perdurando hasta hoy.
Conclusión
PLURALISMO Y PROSCRIPCIÓN DE
PARTIDOS ANTIDEMOCRÁTICOS*
"Yo deseo agradecer al CEP esta cordial invitación que nos ha hecho.
l
.c
Enseguida quiero manifestar que desearía abordar el problema en el
orden inverso en que lo ha hecho el profesor Cumplido, comenzando pri-
ile
mero por el tema de la eficacia de las proscripciones de ciertas ideologías o
partidos de la vida política, para terminar en el más arduo, de la licitud de
h
dichas proscripciones.
pc
este tipo de proscripciones (entre los cuales me cuento) piense que con ellas
.c
l
para obtener el fin perseguido y creo que debe complementarse el combate al
.c
totalitarismo en el plano de la proscripción jurídica, con el del debate
ideológico, el de la lucha antisubversiva y el del desarrollo económico-
ile
social. Esos cuatro frentes los veo simultáneos y creo que sería realmente
muy grave que creyéramos que son excluyentes u opuestos entre sí, en
h
circunstancias que deben sumarse y que cualquiera de ellos que se desatienda
pc
creo que podemos profundizar con mucho fruto. Me refiero a que toda
sociedad —y mucho más una democracia— funda su estabilidad en la
existencia de un consenso básico que sea como el cimiento sobre el cual
resulte posible y viable la discrepancia. Sobre ese cimiento pueden
levantarse muchos edificios discrepantes sin que se destruya su coexistencia
armónica. Este cimiento o consenso básico, como la palabra lo indica, debe
normalmente fluir en forma espontánea. La palabra consenso está de suyo
indicando una cierta espontaneidad, de manera de que siguiendo esa lógica no
sería normalmente requerible la existencia de preceptos prohibitivos para
que el consenso se vea afianzado y fortalecido. Tal es el caso de la inmensa
mayoría de las democracias sólidas del mundo, que no requieren este tipo de
proscripciones. Pero puede haber circunstancias excepcionales en la vida de
los países en que se produzca un quiebre social que las haga necesarias, y
l
exigir que se explicite y se defienda ese cimiento o consenso mínimo cuan-
.c
do éste se ve seriamente amenazado o se ha destruido temporalmente, con-
ile
templándose, además, la proscripción jurídica de lo que atente en su contra.
No hay duda que cuanto se pueda avanzar para que estas normas se
tornen innecesarias será un buen síntoma, pero puede ser que en una etapa
h
de la vida de los países ellas sean necesarias.
pc
l
pensamiento, porque estoy realizando un acto.
.c
Ahora, si pasamos al terreno político, veremos que la lógica también
ile
indica que el llamado a ejercitar actividades terroristas debe estimarse
punible por el derecho. No creo que alguien pudiera sostener que solamente
se debe penar al que coloca la bomba y no al que incita a colocar muchas
h
bombas, porque la responsabilidad de este último puede ser mucho mayor y
pc
propagar esa idea que íntimamente cree válida o la admitimos porque se trata
.c
de una idea política. No hay otra salida al dilema. Yo creo que necesa-
riamente hay que sancionarlo y, entonces, si podemos sancionar al que
w
idea política y todo queda reducido a determinar cuáles ideas políticas son
aquellas cuya propagación debe sancionarse, cómo se les sanciona y quién
las sanciona. Pero el fondo del problema queda ya dilucidado. Se puede
sancionar legítimamente a quien propaga una idea política en determinados
casos, en razón del contenido de esa idea.
En esa línea, el precepto constitucional aprobado no es ciertamente
el único posible y podrían formularse muchos otros alternativos que se
estimaran iguales o mejores en su texto. Nadie puede tener la pretensión de
haber logrado en un artículo la formulación más perfecta posible imaginable
para un determinado propósito, aunque la aprobada me parece básicamente
satisfactoria en su propósito de excluir las doctrinas totalitarias o
violentistas de la vida cívica. Además, y en todo caso, estimo que se trata de
una opción lícita, legítima y que —insisto— conceptualmente no diverge
en el fondo de lo que ha planteado el 'Grupo de los 24' y de lo que más
l
—según el contradictorio enunciado doctrinario del mismo 'Grupo de los
.c
24'— a decir 'nosotros no estamos de acuerdo con eso y no tenemos por qué
ile
suscribirlo, ya que sostenemos una idea contraria a uno o varios de esos
principios'. De manera que yo creo que el problema está reducido a ver
h
cómo se formula la proscripción correspondiente, porque de acuerdo al
punto de vista 'del Grupo de los 24' y del profesor Cumplido, al que no
pc
que no sea procurado a través del uso de la violencia, pero cuyo contenido
w
l
¿Qué fluye de esta proposición? La evidencia que han tenido sus
.c
redactores de que ninguna tipificación podría ser suficientemente exhaustiva
ile
y que debe dejarse un margen razonable a la labor jurisprudencial. Por eso es
inevitable dejarle un margen a la jurisprudencia para que interprete la norma,
h
y el que la jurisprudencia lo haga bien o mal es naturalmente el riesgo al
pc
SEGURIDAD NACIONAL EN
LA CONSTITUCIÓN DE 1980*
Formulo esta afirmación del modo más directo y enfático, por cuanto
son nutridos y constantes los ataques que se dirigen a la supuesta doctrina de
seguridad nacional que inspiraría la Carta Fundamental vigente y las demás
normas jurídicas que se han dictado o deberán dictarse conforme a ella.
Según tales críticos, la denominada doctrina de seguridad nacional no sólo
encerraría conceptos incompatibles con la esencia del sistema de gobierno
que caracteriza a las democracias occidentales, sino que además resultaría
opuesta a los derechos naturales inherentes a la persona humana.
Tales apreciaciones podrán quizás ser válidas respecto de ciertos
enfoques que por alguno se ha dado al tema en otros países de América
Latina, pero no es en absoluto procedente para entender y juzgar adecuada-
mente la actual Constitución Política de Chile y la institucionalidad que de
ella emane.
l
.c
ile
2. Un elemento del bien común
que preside toda su línea gruesa, sintetiza la real doctrina filosófica que lo
w
guía, cual es la de reconocer que el ser humano está dotado de una dignidad
espiritual y trascendente, de la cual dimanan derechos inherentes a una
naturaleza —anteriores y superiores al Estado— que éste puede y debe
regular en su ejercicio, pero jamás desconocer o calcular.
Tan inequívoco resulta lo expuesto, que el artículo quinto de la
misma Constitución establece, por vez primera en nuestra historia jurídica,
que el ejercicio de la soberanía reconoce como límite el respeto a los
derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana.
La virtual definición del bien común que asume el artículo primero
de la Carta Fundamental está inserta en la mejor tradición del pensamiento
occidental y de los valores humanistas que defienden y enaltecen la dignidad
de todo ser humano.
Cierto es que no resulta frecuente que los documentos constitucio-
nales sean tan explícitos para incluir conceptos doctrinarios. Normalmente,
éstos permanecen más bien como el trasfondo que inspira e ilumina los
preceptos jurídicos, en cuanto parte del acervo cultural del pueblo llamado a
darles vida. Sin embargo, la experiencia sufrida por Chile entre 1970 y
1973 resaltó con crudeza la dramática amenaza que acecha a un ordenamiento
jurídico cuando él es utilizado por una doctrina totalitaria que, como el
marxismo, tergiversa e invierte el sentido de todos los conceptos y expre-
siones. De allí desprendió el constituyente de 1980 la conveniencia de
explicitar la finalidad del Estado en la forma señalada, entregando así no
sólo un sólido norte conceptual orientador, sino también un valioso
elemento jurídico interpretativo para todos quienes, en cualquier carácter,
deban aplicar el resto de los preceptos constitucionales, legales o
administrativos.
Ningún sistema niega jamás que la finalidad del Estado sea el bien
l
común, pero los totalitarismos lo postulan con un contenido radicalmente
.c
antagónico respecto de la concepción que adopta y explicita la Carta
Fundamental chilena. ile
Para las doctrinas totalitarias, el Estado es erigido en una especie de
super-persona, frente a la cual los seres humanos particulares carecen de toda
h
trascendencia y pasan a convertirse en simples piezas o engranajes del
pc
aparato estatal y de sus objetivos, para cuya obtención les parece lícito
atropellar todo derecho de las personas. Más aún, lo que ocurre al endiosarse
e
estatales.
De ahí que diste de ser un azar que los totalitarismos suelan identifi-
w
l
De lo expuesto queda meridianamente claro que cuando el inciso final
.c
de la citada norma jurídica señala que, entre otros, es deber del Estado
ile
resguardar la seguridad nacional, está aludiendo a uno de los diversos
elementos del bien común, sujeto a éste en su concepción y en sus apli-
caciones prácticas. No se trata, por tanto, de una finalidad distinta y so-
h
breañadida del Estado, porque el bien común general representa el único
pc
fin supremo del Estado. La seguridad nacional es, por ende, un com-
ponente o medio para lograr el bien común general y jamás podría pro-
e
Constitución Política.
w
l
bien entendido ya consignado de que dichos objetivos deben ordenarse al
.c
bien común general, conciliándose así con el resto de los elementos que lo
componen. ile
Todavía más. De ello brota otra consecuencia que nos va indicando
cómo las apreciaciones antedichas, inevitablemente abstractas en sus
h
formulaciones, se encuentran —sin embargo— preñadas de conclusiones de
pc
la mayor trascendencia práctica. Lo que hay es que sólo desde firmes raíces
filosóficas puede abordarse y ejercerse la política con caracteres profundos,
e
serios y consistentes.
.c
w
alumbra la evidencia de que estamos ante un fin que acota los medios
admisibles desde una perspectiva ética. La clásica sentencia moral de que el
fin no justifica los medios, emerge aquí con particular claridad y
trascendencia. Y es que, al fin de cuentas, nunca hay que olvidar que los
medios condicionan el fin. Un objetivo originalmente lícito deviene en
ilícito, si para procurarlo ha de recurrirse a medios intrínsecamente
ilegítimos. Si para conseguir un supuesto orden de relación adecuado para la
perfección de las personas —que en eso consiste el bien común— se
acudiere a medios inmorales, el resultado no sería tal orden adecuado, sino
un desorden inadecuado, que lejos de facilitar el perfeccionamiento de las
personas, contribuiría a dificultarlo.
Por eso, la verdadera seguridad nacional debe cuidar muy
especialmente el rigor ético de los medios que se emplean para resguardarla.
l
.c
República, quien, en cuanto Jefe de Estado, es el supremo responsable de su
resguardo. Pero también incumbe a cada hijo de esta tierra.
ile
La trilogía entre las autoridades constitucionales encabezadas por el
Jefe del Estado, las Fuerzas Armadas y cada uno de los chilenos sobresale
h
así en la diversa —pero armoniosa e ineludible— responsabilidad de que la
pc
l
.c
establecer discriminaciones arbitrarias, haciendo así más inequívoca la
procedencia de los recursos de inaplicabilidad y de protección, respecti-
ile
vamente, cuando el legislador o cualquier autoridad administrativa incurra en
semejantes discriminaciones. Se consagra la igual protección en el ejercicio
h
de los derechos, incluido el derecho de toda persona a asesoramiento
pc
familia. Se consagra una norma que se basta a sí misma para hacer efectiva,
.c
l
asociación, auspiciando reeditar las sindicalizaciones forzosas, las agremia-
.c
ciones coercitivas o las colegiaturas profesionales obligatorias, para no
ile
mencionar sino uno de los muchos ejemplos de la embestida estatista que
nuevamente arrecia contra las libertades personales, desconociendo que la
h
Carta Fundamental vigente —al afianzarlas— ha dado un paso decisivo para
hacer de Chile una futura sociedad integralmente libre?
pc
cendencia que las de naturaleza política, criterio que conllevan las posiciones
w
estatistas o socializantes.
En la misma línea de fortalecer la libertad y los derechos de las
personas, la Constitución vigente incluye el recurso de protección, que
permite a cualquier persona una defensa expedita ante los tribunales de
justicia respecto de cualquier acto u omisión arbitrario o ilegal, sea que éste
provenga de la autoridad o de otro particular, y que prive, perturbe o
amenace un derecho cuya naturaleza permita su restablecimiento por un
órgano judicial, enumerándose taxativamente cuáles son esos derechos.
En cuanto la libertad constituye un elemento clave para una mayor
seguridad nacional, no cabe duda que el régimen permanente consagrado en
la Carta Política de 1980 representa uno de los mejores avances de toda
nuestra historia jurídica.
Se ha argüido que ese progreso se vería enturbiado y hasta anulado
por los preceptos constitucionales relativos a los estados jurídicos de
l
conceptos antagónicos, sino al contrario, de estrecha interdependencia e
.c
indispensable armonía.
ile
La seguridad nacional es indisoluble de la seguridad de las personas.
Olvidarlo conduce a las falsas doctrinas de seguridad nacional de signo
h
totalitario, que en caso alguno resultan aceptables para la institucionalidad
chilena.
pc
l
.c
gobierno siendo blanco de ataques e investigaciones de presuntos atentados a
los derechos humanos, pareciera pretenderse que el terrorismo hubiese que
ile
enfrentarlo sin que sus agentes de violencia sean tocados "ni con el pétalo de
una rosa".
h
Considero indispensable que la ciudadanía no se deje atrapar por los
pc
situación que suele suceder, pero que jamás he visto denunciada en ningún
w
l
Otro aspecto de gran trascendencia en esta dimensión del tema, como
.c
lo esbocé recién, está representado por los estados jurídicos excepcionales.
Desbordaría el ámbito de esta exposición ahondar en sus
ile
interesantísimos problemas y pormenores jurídicos.
Sólo juzgo del caso hacer presente que el constituyente de 1980,
h
siguiendo una clara tradición jurisprudencial chilena muy anterior a 1973,
pc
l
Congreso Nacional, y para los demás, el Consejo de Seguridad Nacional.
.c
Más aún, respecto de los estados excepcionales políticamente más conflic-
ile
tivos, que son los de sitio y de emergencia, ellos se declaran por un plazo
fijo de noventa días, para cuya prórroga se requiere nuevamente del acuerdo
h
del mismo órgano independiente del gobierno, el que así puede evaluar no
sólo si se justifica mantener el correspondiente estado de excepción, sino
pc
tución vigente no se haya ajustado del todo a ese mismo criterio de su arti-
w
l
que Alemania Federal, en la Constitución de Bonn de 1949, se precaviese de
.c
reeditar una fórmula democrática que, como la República de Weimar, se
ile
prestara de trampolín para el acceso del totalitarismo al poder, la dura
experiencia marxista vivida por Chile bajo la llamada Unidad Popular llevó
h
a nuestro país a una conclusión análoga, hoy traducida en el artículo octavo
de nuestra Carta Fundamental.
pc
revés. Quienes así argumentan olvidan tres diferencias básicas entre uno y
w
otro predicamento.
Primera, que mientras los totalitarismos aceptan una sola ideología
que proclaman oficial del Estado, la institucionalidad chilena vigente
permite un amplio pluralismo, limitándose sólo a proscribir el activismo
proselitista de ciertas doctrinas extremas, particularmente las totalitarias y
violentistas. Segunda, que mientras los totalitarismos condenan a los
disidentes de la ideología oficial y única a través de tribunales dependientes
del gobierno, nuestra institucionalidad vigente encomienda las sanciones por
el activismo proselitista en favor de doctrinas totalitarias o violentistas al
Tribunal Constitucional, plenamente independiente del gobierno. Y tercera,
que mientras los totalitarismos privan a los disidentes de todos sus derechos
humanos básicos, enviándolos a campos de concentración u hospitales
psiquiátricos —cuando no quitándoles la vida—, el mencionado precepto
constitucional chileno castiga a sus infractores sólo con la suspensión
l
misma de nuestra nacionalidad y la posibilidad de continuar discrepando
.c
democráticamente sin que se destruya el cimiento que hace posible sustan-
ciar civilizadamente dichas discrepancias. ile
Lejos estamos los defensores del criterio señalado de pensar que las
proscripciones jurídicas sean suficientes para derrotar hoy la amenaza
h
marxista. La victoria duradera en su combate depende aún en mayor medida
pc
l
.c
d) Gobierno eficiente y seguridad nacional
h ile
Finalmente, creo oportuno formular algunas apreciaciones acerca del
pc
l
.c
— Vigorización presidencialista en nuestra evolución constitucional
ile
Y tampoco es casualidad ni arbitrio que las tres grandes reformas
h
constitucionales pertinentes aprobadas en nuestro siglo, bajo el impulso de
pc
l
.c
presidencial. Y ello por algo muy simple. Al enfrentarse dos voluntades
políticas en situación de presunto equilibrio, se abren dos hipótesis posi-
ile
bles. O el gobierno cuenta con una sólida mayoría parlamentaria, caso en el
cual el Congreso pierde en gran medida su carácter de contrapeso —en espe-
h
cial en países de partidos disciplinados como han existido en Chile— o bien
pc
l
.c
Estado sólo tiene la opción de recurrir al veredicto inapelable del Tribunal
Constitucional. ile
Por otra parte, y para dificultar la demagogia en el manejo de la
política monetaria y cambiaria, particularmente a través de emisiones
h
irresponsablemente inflacionarias, se eleva el Banco Central a rango consti-
pc
tucional, con el carácter de órgano autónomo, que deberá ser regulado por la
ley orgánica constitucional permanente. Asimismo, se prohibe que el
e
que éste les otorgue a ellos su aval, y se prohibe que cualquier gasto públi-
co o préstamo se financie con créditos directos o indirectos del Banco
w
ridad nacional compete a todos los chilenos, pero cuya función más peculiar
reside en ser la instancia por medio de la cual las Fuerzas Armadas y Cara-
bineros, a través de sus jefes máximos, participan en el quehacer nacional de
un modo eficaz para desempeñar su rol de garantes de las bases de la insti-
tucionalidad, pero a la vez prudente para cuidar que la naturaleza profesional
castrense de tales instituciones, lo mismo que su carácter jerárquico, disci-
plinado y obediente al orden jurídico sean celosamente preservados.
Casi todos los políticos democráticos reconocen que no habrá demo-
cracia estable en el futuro próximo y previsible de Chile, sin gobiernos que
cuenten con el activo concurso de las Fuerzas Armadas. Pero es hora ya más
que sobrada de que comprendan que éstas no se dejarán utilizar al modo y
gusto de las mayorías políticas de turno, sino que reclaman con razón una
fórmula jurídica acorde con su relevancia práctica y con su respetabilidad
l
Dicho del modo más claro posible, la Carta Fundamental de 1980
.c
dota al gobierno de las facultades necesarias para conducir el Estado con
ile
eficiencia y sentido homogéneo entre sus diversos ámbitos, sin que el Con-
greso pueda interferirlo indebidamente en tal tarea. Pero al mismo tiempo,
ella establece contrapesos mucho mayores que los existentes en la anterior
h
Constitución para la eventualidad de gobernantes que pudieren tender al
pc
abuso o a la demagogia.
No vacilo así en sostener, contra lo que algunos afirman, que si du-
e
EL "ACUERDO NACIONAL" Y LA
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA*
Jaime Guzmán:
l
conducta observada por los sectores opositores en la apertura de 1983 y
.c
1984. Añadimos que, cualquiera fuera el móvil de ese cambio o giro, ello
ile
debía ser valorado como un elemento altamente positivo.
Pienso que en la perspectiva de lo que ha expuesto esta tarde don
José Zabala, no cabe la menor duda de que cualquier impugnación que se
h
haga al texto del 'Acuerdo' o a la forma en que él ha pretendido llevarse
pc
todas las críticas que formulo no van dirigidas a la intención del Acuerdo, ni
mucho menos a la de quienes participaron en el, sino a lo que éste
w
variadas maneras.
Ciertamente que la primera y más fundamental crítica que observa-
mos respecto de este documento es la extrema vaguedad genérica de casi
todos sus postulados. Esa extrema vaguedad genérica permitía presumir,
desde un inicio, que se podría darle a su texto interpretaciones muy distintas
y contrapuestas, dada la profunda heterogeneidad de los firmantes.
*
Texto de las intervenciones de Jaime Guzmán E. en seminario
organizado por el Centro de Estudios Públicos, los días 26 y 27 de noviembre de
1985, con motivo de la firma y divulgación del documento "Acuerdo Nacional
para la transición a la plena democracia".
La versión reproducida aquí no incluye las ponencias y comentarios de
los demás participantes, y corresponde a un extracto de la sesión del día 26 de
noviembre, publicada en la sección documentos de revista Estudios Públicos, 21
(verano 1986).
Aquí quiero ser muy claro para señalar que el hecho de que personas
que siempre han discrepado en política se pongan de acuerdo y firmen un
texto en conjunto, no me parece en sí mismo algo negativo. Más aún, lleva
en principio un germen de algo positivo. Lo que sucede es que si se analiza
qué es lo que esas personas firmaron, se llega a la conclusión de que la
vaguedad genérica no constituye precisamente un consenso mínimo, sino
que es algo que se le opone, o al menos se le diferencia notablemente. Se
aproxima más bien a un paraguas que se extiende para aparecer concordando
en materias en las cuales en realidad pueden seguir divergendo, como se ha
comprobado en las últimas semanas, que realmente es lo que ocurre en este
caso.
Cuando dos personas que están en desacuerdo ceden, cada una en una
parte determinada, para ponerse de acuerdo en algo preciso, ese acuerdo pude
no ser muy extenso ni muy amplio en lo que abarque, pero tiene que ser
l
.c
nítido. Eso sólo existe en este 'Acuerdo' respecto de algunas de las 'medidas
inmediatas' que se incluyen al final de él, pero no se puede sostener lo
ile
mismo respecto del grueso del documento en los acápites que lo anteceden,
denominados 'acuerdo constitucional', y 'acuerdo económico-social'.
h
Esta extrema vaguedad genérica, suscrita por personeros que han dis-
pc
esto se agravaba por el anuncio que hacían los partícipes de esta iniciativa,
de que saldrían a recolectar —masivamente— firmas de adhesión en respaldo
w
l
Judicial en la conformación del Tribunal Constitucional, lo que no dice ni
.c
define nada medianamente nítido y consistente.)
ile
Otra de mis preguntas apuntó al derecho a la propiedad.
Interrogué si acaso la coexistencia de la propiedad privada, mixta y
estatal de los medios de producción se postula, por ejemplo, conforme al
h
criterio del 'área de propiedad social dominante', de la Unidad Popular, o
pc
l
dieron que era inequívoco que el documento debía acarrear esa proscripción y
.c
otros situaron el punto en un terreno condicional, como aquí también se ha
ile
escuchado, mientras no faltaron quienes señalaron además que el 'Acuerdo'
no lo excluía, como fue el caso de don Carlos Briones.
Sobre el tema de las Fuerzas Armadas, no ha habido absolutamente
h
ningún pronunciamiento.
pc
que para los sectores derechistas del 'Acuerdo', naturalmente que el signi-
w
obtener firmas de respaldo para un documento que aún requiere ser precisado
por sus actores para darle una envergadura y una consistencia real, nítida y
enjundiosa.
Naturalmente, no hay por qué pedirle a un grupo de personas que se
reúne a buscar un consenso que lo logre de inmediato. Puede obtenerlo, en
una primera fase, sólo de modo embrionario, a modo de esbozo y de
borrador. Pero en ese caso, debe informarle al país que sólo ha conseguido
un esbozo o un borrador. Y añadir que seguirá profundizando el análisis del
tema hasta perfilar lo que proclaman como sus objetivos, es decir, un
consenso mínimo para dar a Chile un marco de gobernabilidad futura, sobre
la base de alcanzar también un acuerdo básico para la transición hacia esa
plena democracia.
Ninguna de esas cosas se ha logrado. La realidad del curso posterior
l
de los hechos no nos ha informado de ningún avance entre los partícipes del
.c
documento, más allá de lo que su texto inicial dice. Y sí nos vamos
ile
informando diariamente, en cambio, de dificultades o tropiezos que ellos
encuentran cada vez en mayor medida, como aquí mismo se ha reconocido
h
esta tarde.
Resulta evidente que la interpretación que se acaba de hacer en el
pc
don Carlos Briones y por don Luis Maira, y como un acuerdo político no
tiene más valor que el que quieran darle sus partícipes, tal interpretación
w
habría sido necesario mucho más de lo dicho. Por eso, en razón de exceso o
en razón de defecto, el denominado 'Acuerdo' no cumplió ni cumple hasta
ahora con fines claros que permitan estimarlo una iniciativa confiable."
Jaime Guzmán:
l
y que don José Zabala tenga la absoluta seguridad de que ella es constructiva
.c
para los nobles propósitos que él persigue.
ile
Primero, se puede llegar a un consenso mínimo, pero la expresión de
ese consenso mínimo debe ser lo más precisa posible. Y justamente durante
h
largos años, deben ser pacientes y prudentes para ir avanzando de modo
pc
gradual hasta obtenerlo, en lugar de tratar de precipitar hechos que más allá
de sus intenciones, pueden llevar a resultados muy distintos, peligrosos o
dañinos.
e
Por la propia forma en que nos ha contado don José Zabala que se
.c
l
.c
Chile, en el eje —y tal vez en la trabazón— de cualquier avance hacia la
plena democracia. ile
Si, en cambio, se procura enfatizar lo que se anhela que sea nuestra
futura convivencia democrática, se va a advertir de inmediato que quizás hay
h
mucho, como han dicho Oscar Godoy y Angel Flisfisch, que puede haberse
pc
quisiera monopolizar. Pero puede ser que se compruebe, también, que hay
.c
constatar entre quiénes están situadas, para acortarlas bien y para no alentar
w
De ahí que ser riguroso a veces quizá puede no ser simpático, pero
pienso que generalmente resulta extraordinariamente constructivo y útil. Es
lo que la UDI ha tratado de aportar al enfoque del denominado 'Acuerdo',
albergando la certeza de haberle prestado con ello al país un muy señalado
servicio."
ANEXO*
l
.c
2ª Si admiten el imperio de la Constitución de 1980, ¿reconocen el
ile
fallo del Tribunal Constitucional, de 31 de enero pasado que, aplicando la
Carta Fundamental, declaró la mconstitucionalidad del MDP, del Partido
h
Comunista, del MIR y el Partido Socialista 'fracción almeydista'?
pc
1989?
w
l
.c
No dudo que si los firmantes del documento del Círculo Español
ile
concuerdan en las respuestas a las preguntas anteriores, estaríamos ante un
hecho político nuevo del mayor interés. En caso contrario, pienso que la
h
ciudadanía compartirá las inquietudes de la UDI de que invocar el embriona-
pc
l
.c
ya la elección a la presidencia de la FEUC, la Federación de Estudiantes de
la Universidad Católica. Su actuación pública, a través del programa de
ile
televisión "A esta hora se improvisa", alcanzó una proyección nacional,
siendo aún un dirigente político independiente. Su figura se hizo muy
h
conocida a lo largo de todo el país durante el gobierno de la Unidad Popular.
pc
Jaime Guzmán:
l
.c
Juan Pablo luanes:
h ile
Fue un clima respetuoso y serio, dices tú, pero recuerdo que en esa
pc
Jaime Guzmán:
Yo creo que ese hecho no tuvo nada que ver con el proceso de
elaboración del anteproyecto de nueva Constitución que se estaba estudian-
do. Efectivamente, en la comisión original participaban dos destacados
miembros del Partido Demócrata Cristiano, ambos profesores de derecho
constitucional, don Enrique Evans y don Alejandro Silva Bascuñán; el
primero de ellos había sido mi profesor y yo había sido después su
ayudante. Junto a ellos estaban además Jorge Ovalle, de la Democracia
Radical; Sergio Diez y Gustavo Lorca, que habían sido parlamentarios por
el Partido Nacional, y el presidente de la comisión, don Enrique Ortúzar y
l
.c
ya se encontraba en una posición de apoyo político al actual régimen, de
modo que no significaba, desde un punto de vista de pluralidad política, lo
ile
mismo que don Enrique Evans o don Alejandro Silva. Y se incorporaron
también algunos profesores de derecho constitucional, sin afiliación política
h
determinada, como Raúl Bertelsen y Luz Bulnes.
pc
Esa segunda etapa del trabajo tuvo menos pluralidad desde el punto
de vista ideológico, pero, sin embargo, ofreció también una gran riqueza en
e
gentes. Excluyo, claro está, el caso en que la diferencia sea tan pro-
w
Jaime Guzmán:
l
.c
Juan Pablo Illanes:
h ile
Tú colaboraste con el Gobierno desde su comienzo. Hoy día los
pc
tenía una tradición más que centenaria. En ese sentido, ¿cómo ves tú las
.c
que quieren crear un nuevo estilo de hacer política; para algunos críticos ese
w
Jaime Guzmán:
l
.c
función de que estimaba que la demagogia corroía todo el régimen
institucional y amenazaba su supervivencia. ile
Alessandri predijo el colapso institucional que se produjo entre 1970
y 1973 con mucha antelación —incluso siendo Presidente de la
h
República—, señalando que se abriría fatalmente el camino hacia un quiebre
pc
esconde la otra, de modo que proyecta una media verdad, que es siempre una
forma de mentira. Y la tercera forma de la demagogia, que es una variante de
la segunda, consiste en acentuar la preocupación por el momento inmediato,
cediendo a una tendencia natural en el ser humano, que esconde los efectos
mediatos o ulteriores que una determinada medida puede tener. Esto último
se ve en todos los ámbitos de la vida y cualquiera lo vive como padre de
familia o como hijo de familia, cuando un niño desea obtener un permiso.
Cualquier estudiante universitario lo vive también cuando desea que el
profesor le ponga muy buenas notas a cambio de no exigirle nada, y el
profesor puede concederlo en una actitud demagógica, que, naturalmente, le
granjea la simpatía inmediata del alumno. Pero a la larga el estudiante
termina no respetándolo, porque se da cuenta perfectamente que no han sido
esas las actitudes que han contribuido a perfeccionarlo como ser humano.
l
siempre cuáles son los efectos que produce una determinada medida, no
.c
solamente de inmediato, sino hacia el futuro.
ile
Yo creo que si se observaran estos estilos de conducta en la vida
política, toda nuestra realidad cambiaría. Todo el análisis político sería
h
mucho más razonado y mucho más serio; pero además de eso se abrirían las
puertas efectivas para un diálogo útil entre los distintos sectores ciudadanos.
pc
Jaime Guzmán:
l
Lo que sí creo es que se da la situación inversa. La demagogia
.c
destruye la democracia. De esa afirmación estoy absolutamente convencido
ile
y creo que en Chile la democracia fue destruida principalmente por la
confluencia de dos factores: la demagogia como actitud generalizada de los
h
grupos políticos, con muy honrosas excepciones, y la embestida marxista
pc
que la democracia haya sido destruida en Chile por las Fuerzas Armadas. La
democracia fue destruida en Chile por el Gobierno de la Unidad Popular;
w
ello fue facilitado por un cuadro erosionado del régimen democrático, por
w
obra de la demagogia que había prevalecido durante las décadas previas. Pero
quien destruyó consciente y deliberadamente nuestro régimen democrático,
porque aspiraba a reemplazarlo por uno radical y esencialmente distinto,
como es el sistema marxista leninista, fue el régimen de la Unidad Popular
encabezado por Salvador Allende.
Más aún, el gobierno militar no empezó en Chile el 11 de
septiembre de 1973, sino el 29 de junio de 1973, cuando, producido el
"tanquetazo", el Presidente Allende llamó a su gabinete a los cuatro más
altos jefes de las Fuerzas Armadas y Carabineros. En ese momento, él
conformó un gobierno de características militares en Chile.
Hasta entonces había sido corriente que los gobiernos, en momentos
de dificultades, formaran lo que se denominaban "gabinetes militares", en
que se llamaba a ocupar ciertos ministerios a determinados uniformados,
fueran ellos activos o en retiro. El único Gobierno que en la vigencia de la
l
Presidente Allende le pide la renuncia al general Ruiz Danyau a su cargo de
.c
Comandante en Jefe de la FACh, invocando como causa que el general le ha
ile
manifestado su voluntad de alejarse del Gabinete. En ese momento, el señor
Allende condiciona la calidad de Comandante en Jefe de una institución
h
armada a la calidad de Ministro de Estado de un gobierno político civil, con
lo cual deja nítido e inequívoco cuál es el plan final que se propone. Eso
pc
l
.c
Pasemos ahora a hablar de los contenidos de la Constitución. Se ha
ile
dicho que esta Constitución en realidad es dos constituciones. Una, para
regular el período de la transición, y otra, de filosofía muy distinta, para
h
actuar en forma permanente. Veamos la parte de la transición. ¿Crees tú que
esta Constitución permite una transición gradual y progresiva hacia la
pc
democracia?
e
.c
Jaime Guzmán:
w
l
.c
prolongar o prorrogar estos estados de excepción. Ese contrapeso natural y
fundamental que los estados de excepción tienen en el articulado permanente
ile
de la Constitución, no existe en el articulado transitorio para los estados de
emergencia, de catástrofe y de peligro de perturbación para la paz interior,
h
más conocido como artículo 24 transitorio. Creo que si en esta materia se
pc
neutralizado.
w
Jaime Guzmán:
l
de una plena democracia dentro de un lapso prudencial, que el Consejo de
.c
Estado estimó en 5 años y que debía terminar por tanto en 1986.
ile
Desgraciadamente, esa proposición no fue acogida por la Junta de
Gobierno, que prefirió continuar como órgano legislativo y no dar paso al
Congreso designado. Pienso que si ese Congreso se hubiera generado, se
h
habría avanzado enormemente en varios aspectos. Primero, habría habido un
pc
menos. En todo caso, quiero dejar muy en claro que el régimen militar
termina el 10 de marzo de 1990. Ese día concluye el régimen militar por
completo, y el 11 de marzo de ese año se entra al funcionamiento de la
plena democracia consagrada en el articulado permanente de la Constitución
El proceso empieza a adquirir vuelo a partir de fines del año 88,
donde los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y el general director
de Carabineros deben hacer la proposición del ciudadano que ejercería la
Presidencia de la República en el período 89-97, sometiéndolo a veredicto
plebiscitario. Pero culmina el 10 de marzo de 1990, porque el 11 de marzo
de 1990, de todas maneras, hay un Presidente de la República que ha sido
ratificado por la mayoría popular en el acto plebiscitario, o bien elegido en
una elección competitiva posterior si el candidato plebiscitado pierde. Y en
cualquier hipótesis, ese día se instala también el Congreso Nacional,
elegido por la ciudadanía para la totalidad de la Cámara de Diputados y para
l
.c
las tres cuartas partes del Senado, como consagra la Constitución Política
de 1980. De manera que no hay prolongación del régimen militar hasta
ile
1997, ni hasta ninguna otra fecha que no sea el 10 de marzo de 1990.
h
pc
Constitución. Por ejemplo, hemos oído en estos días fuertes críticas, aquí
en este seminario, al sistema de elección de alcaldes, a la participación de
w
Jaime Guzmán:
l
de esas disposiciones un avance extraordinario en la configuración de una
.c
futura sociedad integralmente libre. A veces me inquieta que los sectores
ile
más vinculados al quehacer económico social del Gobierno no adviertan con
suficiente profundidad el vínculo directo que existe entre la perdurabilidad de
h
las modernizaciones económico-sociales que se han impulsado en este
régimen, y de las cuales la UDI es un fervoroso partidario, con lo precep-
pc
esfera política, en el sentido más restrictivo del término, y ajena, por ende,
w
l
.c
Se ha establecido el derecho de los particulares para emprender
cualquier actividad económica, y se consagra el rol subsidiario del Estado en
ile
materia empresarial al establecerse que su ejercicio debe ser autorizado por
ley de quorum calificado y que, cuando se autoriza, el Estado debe ejercerlo
h
en las mismas condiciones que los particulares, salvo que una ley también
pc
salvo los que la naturaleza ha hecho comunes a todos los hombres o los que
deben pertenecer a la nación, y una ley lo declare así, elemento que por sí
w
l
.c
Jaime Guzmán: ile
Yo creo que eso nos lleva a un tema extraordinariamente delicado e
h
importante, que debe ser tratado de la manera más seria y franca posible.
pc
derechos humanos son actos que desbordan la legalidad y que por cualquier
.c
Creo que cualquier enfoque serio del tema de los derechos humanos
durante este régimen debe partir de una realidad que enmarca el análisis. Esa
w
l
.c
Por un lado, la que acabo de señalar. Por el otro, la dinámica peligrosísima
que tienden a adquirir los organismos de seguridad en los gobiernos
ile
autoritarios. Es allí donde pasamos a un área distinta de realidades, en que de
excesos inevitables se pasa a abusos evitables, y por ende condenables
h
respecto de la autoridad que los llevaba a cabo. Quiero subrayar cómo estas
pc
l
apoyaban al Gobierno y que miraban todas las inquietudes que yo planteaba
.c
como algo muy secundario o como un mero costo inevitable que había que
ile
asumir sin más. Yo pensaba que había una parte de costo inevitable que
había que asumir, pero también había un costo evitable que había que tratar
h
de eliminar o superar cuanto antes, y en la mejor forma posible. Además,
creo que siempre se puede mitigar el dolor de los que sufren una realidad
pc
contribuir a mitigar los dolores que acarree cualquier situación para cualquier
w
l
.c
después de esa fecha, y por cierto que también la ley apuntaba a blanquear
jurídicamente, que eso es la amnistía, los delitos que se hubieran cometido
ile
por los órganos de seguridad en la lucha contra las secuelas de la guerra
civil, producidas entre los años 73 y 78.
h
Pero todo lo ocurrido con posterioridad al 11 de marzo de 1978 en
pc
solución ya está dada. No hay sanción para los hechos ocurridos antes del
11 de marzo de 1978. Hay plena aplicación del derecho común entre los
w
Jaime Guzmán:
l
.c
Yo creo que está lejos de haber sido superado. Justamente allí reside
el problema. Creo que lo que está superado es la solución jurídico-política
ile
al problema, que en otros países fue necesario resolver en el momento del
traspaso del gobierno militar al gobierno civil o después de instalado éste.
h
Hay una solución jurídica. Pero ¿cuál es el gran problema?
pc
policiales para que estos casos sean esclarecidos por el Poder Judicial. El
w
caso de los tres dirigentes comunistas degollados es uno de los más agudos
en la materia. Porque allí hay constancia fehaciente de participación de
w
l
lucha antisubversiva y antiterrorista en defensa de los derechos humanos
.c
afectados por el terrorismo y por la subversión. Y también en defensa de
ile
todos los chilenos en cuanto si lograra tener éxito una revolución que
llevase al poder a un gobierno marxista, nuestros derechos humanos se
verían conculcados en medida incomparablemente más grave que todo lo
h
peor que haya sucedido en Chile desde 1973.
pc
Por esa razón, lo que hay que propiciar tiene que ser realista y
equilibrado. Hay que fortalecer la lucha antisubversiva y antiterrorista en
e
términos que ella resulte eficaz, evitando caer en las consignas descali-
.c
actos delictuales que van mucho más allá de la rudeza inevitable o inherente
a la lucha antiterrorista, y que son actos que deben ser esclarecidos y
w
l
fórmula sería negociar con las Fuerzas Armadas para llegar a un acuerdo
.c
entre ellas y los grupos políticos; y la cuarta forma es no hacer nada, dejar
ile
que impere la letra de la Constitución que ya fue aprobada. Yo quiero
preguntarle a Jaime, dentro de este esquema algo simple, cuál es la opción
h
que propicia la Unión Demócrata Independiente.
pc
Jaime Guzmán:
e
.c
Jaime Guzmán:
l
Armadas y Carabineros no pueden correr el riesgo de ser derrotados en ese
.c
plebiscito sin un grave daño para el futuro institucional del país y para su
ile
propio prestigio. Por esa razón es que además de los sondeos de opinión
pública propios de las encuestas y de los métodos modernos que existen al
efecto, será indispensable también que quienes deben hacer la proposición al
h
país conversen y ausculten oportunamente la opinión de los grupos polí-
pc
Jaime Guzmán:
¿Estimula la confrontación?
Jaime Guzmán:
l
Pero cualquier observador estaría de acuerdo en que se aprecia hoy día
.c
un país bastante dividido, y en que hay una proporción importante de los
ile
dirigentes políticos que se niega a aceptar la legalidad vigente, o, al menos,
la Constitución actual. De modo que mantener la situación tal como está,
sin ninguna modificación, puede llevar a que se mantenga el
h
cuestionamiento de la legitimidad sobre el régimen aún más allá del 89.
pc
Jaime Guzmán:
w
Jaime Guzmán:
l
libre, que compartan principios, valores, proyectos o programas políticos
.c
fundamentales y estilos comunes de hacer política. En la medida en que eso
sea el elemento aglutinante que permita que se mancomunen fuerzas que
ile
hoy día están fragmentadas, creo que el país tendría un elemento muy
favorable para la futura estabilidad y eficiencia de su régimen institucional
h
democrático. Específicamente, la UDI tratará mañana, en un consultivo
pc
Jaime Guzmán:
l
política.
.c
Tengo el convencimiento de que para generar una nueva fuerza
ile
política que realmente sea potente, creativa y vigorosa, en la perspectiva de
los partidarios de una sociedad libre, y contraria por tanto a toda forma de
socialismo, es imperioso que ella sea capaz de entusiasmar y de atraer a
h
quienes hasta ahora han sido reacios a la militancia partidista. Y eso
pc
requiere que esas personas no sientan en la vida del partido una permanente
pérdida de tiempo, por intrigas, rencillas o mezquindades, que las lleven a
e
Jaime Guzmán:
l
ejercer las facultades de excepción a través de las Fuerzas Armadas y cómo
.c
se formaron gabinetes militares en gobiernos civiles cada vez que éstos lo
juzgaron necesario. ile
Creo que pretender ignorar o desentenderse de estos hechos es actuar
de espaldas a la realidad. En Chile hay un Partido Comunista que constituye
h
una realidad peligrosa y singularmente delicada dentro del Occidente. No es
pc
un hecho secundario que Chile tenga uno de los partidos comunistas mejor
organizados y más sumisos a Moscú de todo el mundo no comunista, y
e
creo que ese elemento tiene mucho que ver con la fuerte participación que
.c
han tenido y deberán seguir teniendo las Fuerzas Armadas, más aún cuando
la amenaza comunista afecta a la soberanía de Chile. Naturalmente que
w
l
funcionamiento en el país? Si se toma en cuenta el resultado de las
.c
elecciones en las universidades y el avance objetivo que ha tenido el
ile
marxismo en la juventud chilena, cabe preguntarse si las medidas que se han
adoptado, que son medidas constitucionales y legales simplemente —pero
que obviamente no son hechos por sí mismos—, han fracasado ante este
h
avance del comunismo.
e pc
Jaime Guzmán:
.c
w
presión personal de que las votaciones que hoy obtiene la izquierda marxista
en las universidades obedece en mucho mayor medida a un deseo de muchos
universitarios de votar en favor de lo que sea lo más antagónico posible al
actual Gobierno, y no de votar por una tendencia de ideología marxista.
Creo que la mayoría de los estudiantes que votan por el MDP no son
marxistas, ni mucho menos marxistas-leninistas. Y precisamente ese
elemento de juicio me lleva a ser muy partidario de la proscripción del
Partido Comunista de la vida civil.
Ahora bien, lo grave que ha ocurrido al respecto desde 1981 hasta la
fecha, reside en que el Gobierno no ha aplicado el artículo octavo de la
Constitución. Y precisamente por no aplicarlo, ha favorecido el resur-
gimiento del marxismo a las formas de vida cívico-políticas que han tenido
lugar en estos años, todavía incipientes o germinales, pero no por eso
menos importantes. Advirtiendo la gravedad que representaba este hecho, un
l
.c
mí permanecen como insondable misterio político.
El Gobierno ha actuado en la materia exactamente al revés de lo que
ile
debiera haberlo hecho. Ha renovado permanente y automáticamente los
estados de excepción (particularmente del artículo 24 transitorio de la
h
Constitución), utilizando sus atribuciones discrecionales contra algunos
pc
l
.c
Yo voy incluso más lejos. Creo que en Chile el Partido Comunista
ejerce de tal manera una atracción atávica sobre toda la izquierda chilena y
ile
un factor de acomplejamiento sobre el Partido Demócrata Cristiano, que
termina condicionando toda la vida política nacional. En la medida que se le
h
permita actuar libre, legal y públicamente, el Partido Comunista aprovecha
pc
esa facilidad para ponerle las reglas del juego a la izquierda, y todos se
someten a lo que él dicta. Y cuando el comunismo corre el riesgo de quedar
e
l
.c
candidato a Presidente de la República?
ile
Jaime Guzmán:
h
pc
Constitución del 80. Segundo, creo que tiene que ser una persona de mucho
carácter, porque esa es condición esencial de un gobernante. Y tercero, ser
w
l
.c
él, pero hemos cubierto una amplia zona. En segundo lugar, quiero
agradecerles a todos ustedes su presencia en este seminario. Muchas gracias.
ile
h
pc
reconocido, incluso por sus adversarios, como uno de los políticos más
determinantes del período que vive el país.
Capaz de arremeter junto a las mayorías o en contra de ellas cuando
tiene el convencimiento de que está en lo cierto, lo hace una vez más para
enfrentar con "su" verdad, la verdad del Informe Rettig.
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
.c
ciertos hechos cuya línea gruesa el país conocía perfectamente desde hacía
muchos años y que incluso fueron objeto de amplios debates en las últimas
ile
campañas electorales.
h
Blanca Arthur:
pc
Jaime Guzmán:
w
humana no tiene precio, hay una diferencia cualitativa entre la cantidad real
y las exageraciones que se cometieron durante años.
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Creo que fue una actitud muy sincera de su parte, que demuestra una
l
voluntad íntima suya de asumir este problema como algo de responsabilidad
.c
muy personal.
ile
Blanca Arthur:
h
pc
Jaime Guzmán:
w
w
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
los que ni siquiera tenían acceso las Fuerzas Armadas ni Carabineros. Todo
.c
esto lo dice Frei en una verdad que todos conocimos en su tiempo, que
ile
curiosamente el Informe Rettig, tan minucioso para buscar la verdad en
otros planos, atenúa de manera incomprensible y distorsionadora.
h
pc
Blanca Arthur:
e
Jaime Guzmán:
w
w
Blanca Arthur:
¿Lo que usted quiere decir es que esa situación justifica las
violaciones a los derechos humanos que ocurrieron después?
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
l
¿A su juicio, entonces, los responsables no son los que hicieron
.c
desaparecer gente, torturaron o ejecutaron como lo indica el resultado de lo
que investigó la Comisión?
h ile
Jaime Guzmán:
pc
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
.c
en climas bélicos no se respetan integralmente ni siquiera las normas
establecidas para humanizar la guerra. Eso ocurre aún más agudamente en
ile
los enfrentamientos fratricidas. Por eso el "nunca más" a la violaciones a
los derechos humanos debe tener como principal destinatario a quienes por
h
una deliberada opción política nos arrastraron al cuadro de guerra civil. De
pc
ahí lo esencial que "nunca más" haya Unidad Popular ni nada semejante.
e
.c
Blanca Arthur:
w
es que los resultados del Informe indican que la mayoría de los casos no
ocurrieron al calor de ningún enfrentamiento. ¿Ello no desmiente su
w
interpretación histórica?
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
.c
Blanca Arthur:
h ile
¿Considera que la desarticulación del extremismo había que hacerla
pc
Jaime Guzmán:
w
w
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
Blanca Arthur:
.c
ile
El informe sindica a la DINA, que fue el organismo que combatió la
subversión, como la principal responsable de los hechos que investigó,
acusándola prácticamente de realizar una política de exterminio en contra de
h
dirigentes y militantes de izquierda. ¿Comparte ese juicio?
e pc
Jaime Guzmán:
.c
Con la misma claridad con que afirmo que las trasgresiones a los
w
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
Me es difícil saber hasta qué grado de detalle conocía el general
.c
Pinochet respecto de las actividades de la DINA. Pero estoy cierto, porque
ile
conozco su valía moral, de que no puede haber aprobado ni respaldado
ninguna conducta inhumana, como algunas de las cuales se recogen en el
h
Informe. Desde un punto de vista político, creo que fue un error no haber
disuelto la DINA a principios de 1975, en vez de hacerlo a mediados de
pc
1977.
e
.c
Blanca Arthur:
w
¿A qué lo atribuye?
w
w
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
l
¿No asume, entonces, ninguna responsabilidad en los hechos que se
.c
le imputan?
ile
Jaime Guzmán:
h
pc
por omisión. Incluso puedo afirmar que procuré mitigar o aliviar los dolores
de aquellas personas que recurrieron a mí y que abarcaban la mayor variedad
w
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
.c
Blanca Arthur:
h ile
Del Informe se desprende que usted intentó influir en el Gobierno en
esta materia, pero que no habría obtenido resultados positivos importantes.
pc
Jaime Guzmán:
w
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
.c
lización que culminó exitosamente el 11 de marzo pasado.
ile
Blanca Arthur:
h
pc
Jaime Guzmán:
w
w
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
l
Jaime Guzmán:
.c
ile
Claro. Pero hay que tener presente hechos como el ocurrido esta
semana en que el joven Danilo Pinto, acusado de violación y asesinato de
una menor en San Miguel, ha denunciado haber sido torturado por
h
Investigaciones en términos muy parecidos a los que se relatan en el
pc
Informe Rettig. Con la teoría de que un caso es igual que mil, que dos mil,
o que treinta mil, habría entonces que decir que el actual gobierno también
e
Blanca Arthur:
w
w
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
¿Fue independiente?
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
l
.c
Jaime Guzmán: ile
No comparto la posición del Presidente Aylwin en esta materia.
h
Respetando su esfuerzo por abordar constructivamente el conjunto del tema
pc
Blanca Arthur:
w
amnistía?
w
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
.c
Blanca Arthur:
h ile
¿No le parece justo que las familias quieran, por lo menos, intentar
saber qué pasó con sus deudos o con sus restos?
pc
Jaime Guzmán:
e
.c
que se agoten los esfuerzos para encontrar los restos de sus deudos con el
objeto de poder honrarlos y darles cristiana sepultura es algo que nada tiene
w
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
l
.c
Considerando los efectos que ha producido el resultado del Informe
ile
Rettig, ¿cree que finalmente se va a llegar a la reconciliación?
h
pc
Jaime Guzmán: .
e
se produce habitualmente sobre la base de superar las causas que las han
separado, y no hurgando en ellas.
w
w
Blanca Arthur:
w
Jaime Guzmán:
Blanca Arthur:
Jaime Guzmán:
l
.c
gesto resulte apropiado. No cabe extrapolar necesariamente lo que hemos
hecho los partidos a cuerpos como las Fuerzas Armadas, aunque no dudo de
ile
que ellas sabrán también encontrar las formas y oportunidad para reflejar
estos sentimientos que sin duda albergan, pero teniendo el indispensable
h
cuidado de que ello no se confunda con debilidad, frente a una campaña que
pc
Blanca Arthur:
w
w
Jaime Guzmán:
l
.c
Como entonces lo manifestamos, el proyecto en cuestión contiene
algunos aspectos que nos parecen plausibles, con las salvedades y reservas
ile
que en esa ocasión señalamos.
Sin embargo, la médula de esta iniciativa radica en la atribución que
h
se concede al Presidente de la República para indultar terroristas, por delitos
pc
excluye del indulto presidencial a quienes sean condenados por delitos terro-
.c
l
absoluto de esta modificación de la Carta Fundamental.
.c
Juzgamos que lo anterior es profundamente grave e inconveniente
para el país. Por eso, rechazamos esta reforma.ile
Se pretende tranquilizar a la opinión pública invocando la prudencia
h
con que cabría presumir el ejercicio de esta atribución por parte del actual
Presidente de la República. La ciudadanía no debe dejarse confundir con este
pc
está confiriendo aquí sólo al actual Jefe del Estado, sino, también, a quienes
.c
l
.c
los terroristas de sus desquiciados afanes, se ha visto crudamente
contradicha por los hechos. Más aún, muchas de las personas que podrían
ile
ser beneficiadas por esta enmienda constitucional están vinculadas a las
mismas agrupaciones que hoy continúan ejecutando y reivindicando
h
crímenes o atentados terroristas, como el Frente Lautaro o el Frente Manuel
pc
Rodríguez.
El desafiante recrudecimiento del terrorismo se ve actualmente
e
l
.c
Voto que no. h ile
e pc
.c
w
w
w