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Ensayo Discapacidad Auditiva y Motora

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR


UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO DE MEJORAMIENTO PROFESIONAL DEL MAGISTERIO
NÚCLEO ANZOÁTEGUI-BARCELONA

Unidad curricular:
Facilitador: MSc. Marilín Hernández
Realizado por: Daribel Castañeda C.I. V.-14.498.855
Fecha: 12 de noviembre de 2022

Ensayo: Discapacidad Auditiva y Motora


Puesto que la experiencia de la discapacidad es única para cada individuo,
no sólo porque la manifestación concreta de la enfermedad, desorden, alteración
o lesión es única, sino porque esa condición de salud estará influida por una
compleja combinación de factores (desde las diferencias personales de
experiencias, antecedentes y bases emocionales, construcciones psicológicas e
intelectuales, hasta el contexto físico, social y cultural en el que la persona vive),
ello da pie para sugerir la imposibilidad de crear un lenguaje transcultural común
para las tres dimensiones de la discapacidad. Y ello también porque no sólo las
experiencias individuales de discapacidad son únicas, sino porque las
percepciones y actitudes hacia la discapacidad son muy relativas, ya que están
sujetas a interpretaciones culturales que dependen de valores, contexto, lugar y
tiempo socio histórico, así como de la perspectiva del estatus social del
observador. La discapacidad y su construcción social varían de una sociedad a
otra y de una a otra época, y van evolucionando con el tiempo.
En este sentido, las Clasificaciones de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), se basan en el principio de que la discapacidad es un rango de aplicación
universal de los seres humanos y no un identificador único de un grupo social.
El principio del universalismo implica que los seres humanos tienen de hecho o
en potencia alguna limitación en su funcionamiento corporal, personal o social
asociado a una condición de salud. De hecho, hay un continuo de niveles y
grados de funcionalidad. La discapacidad, en todas sus dimensiones, es siempre
relativa a las expectativas colocadas sobre el funcionamiento de las personas
(qué se espera o no que hagan). Una clara consecuencia del universalismo es
que, subyaciendo a la diversidad de manifestaciones de la discapacidad, tiene
que haber un conjunto de estados funcionales que son susceptibles de identificar
científicamente. Este grupo conjunto, subyacente, es el que trata de mostrar la
OMS en estas Clasificaciones.
De acuerdo, a la última Clasificación Internacional del Funcionamiento, la
Discapacidad y la Salud, (OMS, 2002), define a las personas con discapacidad
como aquellas que presentan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o
sensoriales a largo plazo que, al interactuar con el entorno, encuentran diversas
barreras, que pueden impedir su participación plena y efectiva en la sociedad,
en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos.
Esta definición ha representado un cambio de paradigma en los modelos de
atención y en la detección de las necesidades de apoyo de las personas con
discapacidad, e incluso ha permitido que el concepto se transforme hacia el de
diversidad funcional, que ha sido recogido de forma oficial por la Organización
Mundial de la Salud desde el año 2005.
Aunque el cambio ha generado polémica, la intención de entender la
discapacidad como diversidad funcional es utilizar un lenguaje que sea
respetuoso hacia las necesidades de todas las personas. Asimismo, busca
reconocer que los seres humanos tienen capacidades diferentes, por lo que hay
muchas formas distintas de funcionar en sociedad.
En términos generales, ha sido complicado clasificar la discapacidad
precisamente porque tiene muchas variables y muchas posibles causas. No
obstante, para facilitar su comprensión e intervención, la discapacidad se ha
dividido en algunas categorías reconocidas actualmente como: intelectual,
sensorial (visual, auditiva) y motora. En este apartado solo se hará mención a la
discapacidad sensorial auditiva y motora.
En este mismo orden, la discapacidad sensorial alude a la disminución de la
capacidad perceptiva de alguno de los sentidos, generalmente, el oído y la visión,
dando lugar a la discapacidad visual y auditiva. Esta última hace referencia a la
disminución de la capacidad de percepción de uno o ambos oídos, en la que se
requiere de una evaluación en función del grado de pérdida de sonido. Las
personas con diversidad auditiva pueden tener sordera, cuando se ven afectadas
por una imposibilidad total, o ser hipoacústicas, cuando la diferencia se da de
forma parcial.
En atención a este tipo de discapacidad, sus causas pueden darse de forma
congénita o adquirida, algo de vital importancia con incidencia directa en las
competencias lingüísticas. Es por ello que, si una persona comienza a dar signos
de sordera a partir de los tres años, es muy posible que recuerde la lengua oral,
experiencia que le ayudará a la hora de comunicarse, algo de lo que carece una
persona con una sordera congénita.
Cabe considerar, por otra parte, que los sistemas de comunicación de las
personas con discapacidad auditiva van más allá de la adquisición de la Lengua
de Señas (LS), es preciso abarcar un cumulo de aspectos que intervienen en el
desarrollo de los sentidos restantes de los cuales podrán facilitar la comunicación
no solo entre personas que presentan la misma condición, sino también para
hacerlo con cualquier otra persona que tenga adquirido la lengua de señas e
incluso la adquisición de signos naturales creados entre amigos y familiares.
Contextualizando la discapacidad auditiva, se hace evidente que cuando
estas personas hablan sobre ser sordos y sus necesidades, tienen en mente algo
más que el estatus audiológico y consideran sus necesidades próximas a las de
los grupos de minorías lingüísticas. Son conscientes de su limitación sensorial,
pero enfatizan el hecho de que cuentan con una lengua que les es propia y
natural y reclaman, como ciudadanos, igualdad de derechos para acceder a la
información a través de esta lengua (en la escuela y en la sociedad). Cualquier
actuación con estas personas debería tener presente esta doble pertenencia o
vinculación (personas con discapacidad auditiva y personas que configuran una
minoría lingüística y cultural), y considerar no sólo el punto de vista de las
personas oyentes, sino también el de las personas con discapacidad auditiva.
Es por esto, que los profesionales, sea cual sea su ámbito de actuación con
las personas en situación de discapacidad auditiva, deben conocer las distintas
concepciones existentes en la actualidad y reflexionar sobre qué modelo o
modelos subyacen a cada uno de ellos.
Por otro lado, la respuesta educativa, familiar y social a las personas con
discapacidad auditiva, no debería realizarse únicamente desde una u otra
perspectiva, dado que la realidad de estas personas, como la de cualquier otra,
es multidimensional. Sería más adecuado adoptar un concepto multidimensional,
según el cual las personas sordas tienen una pérdida auditiva de la que se
derivan una serie de consecuencias o dificultades en distintas áreas (ej, lenguaje
oral y escrito) pero disponen de unas capacidades que les permiten adquirir
tempranamente una lengua, la LS, y lograr un desarrollo armónico, siempre que
el contexto lo posibilite. En este sentido, se entiende la discapacidad desde un
plano social, y no sólo individual, como resultado de la interacción de cada
persona con su contexto.
Esta perspectiva reconoce que hay niños, jóvenes y adultos sordos que, por
distintas razones y circunstancias, se identifican a sí mismos como depositarios
de una identidad positiva y para quienes la respuesta social que demandan
(educativa, laboral, asistencial) debe construirse desde el respeto y el
reconocimiento de esta realidad, lo cual implica resituar la LS en el lugar que le
corresponde y reconocer su papel preponderante en el mantenimiento de dicha
identidad. Nada de esto pasa, en ningún momento, por olvidar ni minimizar las
limitaciones derivadas de su déficit auditivo ni por dejar de aprovecharse de los
avances tecnológicos y científicos que han permitido acceder a toda una serie
de dispositivos que han aumentado enormemente la capacidad de comunicación
de las personas sordas (teléfonos móviles, videoconferencias, subtitulados, etc.),
así como, a las indudables mejoras que se han producido en la rehabilitación de
la capacidad funcional auditiva gracias a los audífonos digitales o los implantes
cocleares.
Con respecto al término de discapacidad motora suele emplearse como una
denominación global que reúne trastornos muy diversos, entre los que se
encuentran aquellos relacionados con alguna alteración motriz, debida a un mal
funcionamiento del sistema óseo articular, muscular y/o nervioso y que en cierta
forma supone limitaciones a la hora de enfrentar ciertas actividades de la vida
cotidiana.
En este orden, las alteraciones que se producen en el sistema óseo articular
incluyen malformaciones que afectan a los huesos y a las articulaciones, tanto
de origen congénito, artrogriposis y agenesias, o pueden ser adquiridas como
reumatismos infantiles y traumatismos. Cuando la alteración es a nivel del
sistema muscular, se habla de miopatías. Son alteraciones de la musculatura
esquelética, de origen congénito y caracterizadas por un debilitamiento y
degeneración progresiva de los músculos voluntarios.
Así mismo, otras alteraciones pueden ser producidas por un mal
funcionamiento en el sistema nervioso. Puede estar lesionada la médula espinal
debido a traumatismos, tumores o malformaciones congénitas que provocan
parálisis más o menos severas según el nivel de médula afectada. Otras son
debidas a procesos infecciosos por virus (poliomielitis anterior aguda) o a
malformaciones congénitas producidas en el embrión en el período formativo de
la columna vertebral y médula.
Por otro lado, se presentan lesiones a nivel cerebral. Si estas lesiones se han
producido antes de los tres años de edad, se denominan parálisis cerebral infantil
(PCI). Es la causa más frecuente de discapacidad motora. También pueden ser
producidas por lesiones cerebrales debido a traumatismos craneoencefálicos y
tumores que se dan en edades posteriores.
Una de las mayores dificultades con las que tiene que lidiar una persona con
diversidad funcional de tipo motriz es la de superar las barreras que presenta el
diseño arquitectónico del ambiente que lo rodea. Escaleras imposibles, puertas
estrechas, aceras angostas u ocupadas por elementos del mobiliario urbano,
baches, ausencia de baños públicos adaptados, ausencia de ascensores o
rampas para acceder al transporte público, etc. Los diseños arquitectónicos de
las ciudades en Venezuela presentan barreras para las personas con
discapacidad motora, lo que implica un importante peso a la hora de favorecer la
inclusión de las personas afectadas en todos los ámbitos sociales, culturales y
educativos.
En conclusión, las actuales circunstancias derivadas de la sociedad de la
información y del conocimiento involucran a las personas en una red de
relaciones dinámicas, complejas y tecnificadas que aparentemente ofrecen
nuevas y mayores oportunidades de desarrollo personal, de bienestar social y
calidad de vida. Sin embargo, para las personas con discapacidad motora y
auditiva, los avances pueden convertirse en nuevas barreras y factores de
exclusión que van en contra de su plena participación e integración a la
comunidad. Por tal razón, la accesibilidad, en toda su expresión, se ha convertido
en uno de los mayores retos con los que se enfrenta la sociedad y es indicador
claro del progreso y del desarrollo social alcanzados.
En pocas palabras, se debe intervenir en el entorno donde el sujeto dentro de
estas dos categorías, despliega su vida cotidiana, es decir, no se trata de evaluar
en qué medida un individuo está integrado en una comunidad, sino en qué
medida la comunidad es accesible para la persona, facilitando su autonomía
personal y asegurando el ejercicio de sus derechos como ciudadano.
En fin, la autora, encuentra imprescindible insistir en que los factores sociales
son el origen de las barreras que limitan el aprendizaje y la participación de las
personas con discapacidad, por lo que las soluciones y decisiones políticas,
sociales, laborales y educativas no se dirigen hacia las personas sino hacia los
contextos donde éstas desarrollan sus proyectos de vida, lo que da lugar a las
normas jurídicas tanto a nivel internacional como nacional en la que se enfatiza
el respeto a los derechos de las personas con discapacidad para lograr su
participación e inclusión plena y efectiva en la sociedad y en la educación, así
como también se hace énfasis en el respeto por la diferencia y en la aceptación
de la discapacidad como parte de la diversidad y la condición humana, en la
accesibilidad, en la no discriminación, así como en la igualdad entre mujeres y
hombres con o sin discapacidad.

“Conóceme por mis habilidades,


no por mis discapacidades.”
Robert M. Hensel

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