Pesadillas Del Ayer
Pesadillas Del Ayer
Pesadillas Del Ayer
Esto, cuándo aún pudiese ser incluso más doloroso para mí. Leí alguna
vez que, sí no cierras debidamente tus heridas, quedarán allí abiertas y en
algún momento, la repercusión existirá. Entonces dolerá más.
Es una suerte que nada de eso se note en el exterior. Es una suerte que
haya podido controlarlo todo; o mínimamente, lo haya estado intentando
con todo lo que podía. Así nadie se fijaría en mí.
Siempre lo recuerdo con claridad. Todo inicia en esa sala oscura, fría y
vacía, donde puedo sentir a duras penas una brisa helada que acaricia con
suavidad mi piel blanquecina, provocando en ella un incómodo escalofrío.
Y si doy un paso, o retrocedo, puedo sentir mis pies mojados que además
de estar descalzos, duelen como si estuviera pisando algo muy rugoso a
sensación. No puedo hacer más que sólo soportarlo.
—Madre…
Pero este tipo de sueños no son más que ilusiones. No son más que vistas
crueles, injustas. Ella y yo no podíamos volver a ese antes que tanto
deseaba olvidar. Ya no.
—Katherine.
Agotada, ahora nuevamente sólo me queda caminar por esa calle ante la
escasez de otras alternativas. Arrastrando los pies, estaba en busca de
alguna señal que esta vez sí significase un tipo de señal verdadera, una
guía, un escape… o incluso, algo de salvación a modo de luz.
Pero esperar algo así en un sitio como este, seguramente era mucho
pedir. Y yo me había acostumbrado a no desear demasiado.
Poco después diviso frente a mí una gran pared oscura que parece cortar
el paso como un muro que atravesaba la calle, justo como si se tratase del
límite del mapa de cualquier videojuego. Y sí intentaba tocarlo, parecía
querer tragar mi brazo para hundirme con él… por lo que, con miedo, me
aparto totalmente. Ahora, ¿a dónde más podía ir…?
¿Estás perdida…?
¿Tienes miedo?
Y ellos también…
Oh, ellos.
Antes de que pudieran decir algo más, llevo mis manos hacia mis oídos
instintivamente, aplicando toda la fuerza que podía con el afán de no
querer escuchar más. Pero…
Sus promesas...
—Cállense.
—Sólo cállense.
Esta es siempre una de las partes más crueles de lo que llego a vivir en
estas pesadillas.
—Basta.
¿Y que hay de aquel? ¿Es normal que se preocupe tanto y cuide con mucho
amor a una niña con la que siquiera creció?
Dice demasiado.
Oh, y su padre…
¿A esa traidora?
—¡Basta ya!
—¿Realmente lo crees?
Abro con fuerza mis ojos al distinguir una voz más clara que las anteriores.
Y cuando levanto mi vista, el miedo se intensifica al darme cuenta de la
cantidad de sombras que me rodean, que me sonríen, que están allí
mirándome. Y entre todas, una de ellas toma una forma más clara, más
humana… ganando un papel más importante en esta historia. Así es como
percibo curvas, un gran cabello, y una boca más clara; pero, de todos
modos, sigue siendo sólo una oscura sombra.
Entonces se acerca.
Un segundo.
Es idéntica a mí.
—¿Crees que serán fieles a ti? ¿Qué son diferentes al resto? ¿Qué te aman
tanto como a nadie…?
Cuando estaba lista para finalmente decir algo en defensa propia, esa
sombra rápidamente corta la distancia para tomar mi cara con una de sus
manos, apretando con sus dedos mis mejillas sintiendo así su brusquedad,
y probablemente, su desprecio. Ahora sólo puedo mirar el increíble vacío
negro que tiene por ojos.
Una masa negra apareció justo debajo de mí, y sólo pude entender una
cosa con ello: había llegado mi final. No tenía escapatoria de ninguna de las
maneras… acaso, ¿es que nunca la tengo?
—¡No, espera!
Comenzaba a tragarme cuál arena movediza. Y sin saber por qué, o de
dónde sacaba las fuerzas, del propio suelo intentaba sostenerme para
sacar mis pies que empezaban a ser engullidos. Y cuando parecía tener
éxito, otras manos comenzaron a tirar de mi.
Mis súplicas de nada servían, pero aún así, las hacía. No entendía por qué.
No iba a conseguirlo; no podía escapar de eso.
Lo último que veía de ese lugar era esa vista en el cielo; esa tormenta, que
ahora por algún motivo, era más brillante y caótica que antes. La lluvia que
golpeaba mi rostro, disimulaba las lágrimas que ahora mis ojos soltaban.
Sólo ese cielo fue testigo de lo que pasaba conmigo… antes de finalmente,
ser engullida por las sombras.
—¡…!
—Joder…
Luego atiné a ver la hora actual, lo que acostumbraba hacer cada vez que
despertaba de esta forma en medio de la madrugada.
Yo jamás pedía mucho. Mi vida ha sido la que es por propia causa mía;
jamás he responsabilizado de eso a nadie, yo era la culpable.
Nunca pedía de más, porque creí que lo que tenía, ya era suficiente.
Pero ahora sólo quería y rogaba por una cosa: no quería seguir mirando
hacia atrás, hacia ese pasado que sólo recordaba oscuro, vacío, solitario…
para vivir así sin las cicatrices que el ayer provocó. Las heridas que el hoy
aún no sanó.
De todos modos, sólo algo era cierto. Sólo estaba segura de una cosa. Y
era que esto es apenas una noche más. Una noche de tantas que tenía que
enfrentar, antes de encontrar mi verdad… o la solución a todo. Antes de
encontrar mi completa salvación; una que debía de buscar yo sola.