Hermida Revillas, C., La Revolución Bolchevique No Fue Un Golpe de Estado (2002)
Hermida Revillas, C., La Revolución Bolchevique No Fue Un Golpe de Estado (2002)
Hermida Revillas, C., La Revolución Bolchevique No Fue Un Golpe de Estado (2002)
La revolución bolchevique
no fue un golpe de estado
RESUMEN
ABSTRACT
Contrary to the views of some historians that the October revolution was a coup d’e-
tat carried out by Lenin, this paper argues that the Bolshevik revolution was, in fact, a
mass upraising. By 1917 the Bolsheviks had the majority in the soviets of Russia and in
other mass organisations. With support of the workers and of a good part of the soldiers
the Bolshevik party had little trouble taking power. The victory in the civil war, fighting
against an army helped by the main capitalistic powers, showed quite clearly that the
Bolsheviks had the support of ordinary people, and Lenin did not need a coup d’etat to
get into power.
109
Carlos Hermida Revillas La revolución bolchevique no fue un golpe de estado
encabezados por el partido bolchevique, fue una gigantesca conmoción para las
clases dominantes. Las fábricas nacionalizadas, la expropiación de los terrate-
nientes, el racionamiento con carácter de clase, todo eso era para la burguesía
mundial una pesadilla, el mundo al revés. Las verdades supuestamente eternas
se habían derrumbado; el empresario no era necesario para el funcionamiento
de las fábricas, ni la propiedad privada constituía necesariamente el fundamento
de la sociedad. No es de extrañar, por tanto, que esa revolución que despertó el
entusiasmo de los trabajadores, concitara también el odio de la burguesía.
Desde 1917, el capitalismo mundial no tuvo otro objetivo que la destrucción del
poder soviético. Por cualquier medio, mediante la intervención armada en la
guerra civil de 1918-1921, el cerco diplomático y el aislamiento económico, la
burguesía mantuvo una lucha implacable contra la Rusia soviética. En esa
agresión continua, sistemática, no podía faltar el combate ideológico. Legiones
de profesores, ensayistas, historiadores y periodistas han dedicado sus vidas y
sus obras a desprestigiar la revolución rusa. Lenin y los bolcheviques han sido
objeto de las peores injurias y el orden que implantaron ha recibido frecuente-
mente el calificativo de dictadura sangrienta.
En el arsenal ideológico de los intelectuales orgánicos de la burguesía hay
un argumento recurrente. La revolución de octubre no fue tal, no hubo ningún
movimiento revolucionario, sino simplemente un putsch, un golpe de estado. La
insistencia en este planteamiento tiene su explicación: si los bolcheviques to-
maron el poder mediante una acción golpista, lo que vino después, la cons-
trucción del orden soviético, no tendría legitimidad alguna. Los obreros, sol-
dados y campesinos no se habrían rebelado contra el gobierno de Kerenski, sino
que todo fue obra de unos aventureros sedientos de sangre y poder, dirigidos
por el fanático Lenin. No hubo revolución y las masas no estaban contra el ca-
pitalismo. La dictadura y el terror explicarían los setenta y cuatro años de vida
de la Rusia soviética. Con la disolución de la URSS se acabó el mal sueño. Fin
de la Historia. El capitalismo es el único sistema posible.
Antes de desmontar esta patraña y demostrar al lector que los hechos de Oc-
tubre de 1917 constituyeron una revolución de masas, repasaremos, sin ánimo
de exhaustividad, algunos ejemplos recientes de la historiografía occidental.
Orlando Figes, en su libro La revolución rusa (1891-1924). La tragedia de
un pueblo, escribe: «Pocos acontecimientos históricos han sido más profunda-
mente distorsionados por el mito que los que sucedieron el 25 de octubre de
1917... La Gran Revolución Socialista de Octubre, como vino a ser denomina-
da en la mitología soviética, en realidad fue un acontecimiento a pequeña es-
cala, que de hecho no pasó de ser un golpe militar, que resultó inadvertido para
la vasta mayoría de los habitantes de Petrogrado» 1.
En La revolución del siglo xx, Capitalismo, Comunismo y Democracia, de
Gabriel Tortella, leemos: «A principios de noviembre (octubre para los rusos)
1
O. Figes: La revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo. Barcelona, Edhasa, 2000, p.
538.
ejército y el conjunto del aparato estatal? ¿Acaso los bolcheviques eran una es-
pecie de superhombres dotados de poderes sobrenaturales? No, no lo eran evi-
dentemente. Sencillamente, la realidad histórica es otra.
La intervención de Rusia en la Primera Guerra Mundial fue catastrófica.
Además de las enormes pérdidas en vidas humanas, fruto de la incompeten-
cia de los mandos y el pésimo equipamiento de los soldados, la contienda
puso al descubierto la debilidad de la economía rusa. Muy pronto la inflación
y el desabastecimiento se hicieron sentir en el país. Las derrotas militares, el
caos económico y la corrupción aumentaron el descontento de los solda-
dos, los campesinos y los obreros. A comienzos de 1917 la situación era in-
sostenible.
A finales de febrero (según el calendario vigente en Rusia) un movimiento
revolucionario obligó a abdicar al zar Nicolás II. Se formó un gobierno provi-
sional, los partidos y sindicatos fueron legalizados y reconocidas las libertades
y derechos civiles. Pero el gobierno, representante de los intereses de la bur-
guesía, no era el único poder en Rusia. Inmediatamente los obreros y soldados
formaron soviets (consejos). En los regimientos y en las fábricas los soldados y
los trabajadores elegían de forma democrática a sus representantes. De esta for-
ma, se configuró en Rusia un doble poder; de un lado, el gobierno burgués y, de
otro, un poder obrero encarnado en los soviets. El período comprendido entre
febrero y octubre viene marcado por esa dualidad de poderes. Esta situación
sólo podía terminar con el triunfo de una de esas dos clases. O la clase obrera
derrocaba a la burguesía o ésta se impondría al proletariado.
En los primeros momentos de la revolución, los bolcheviques eran clara-
mente minoritarios en los soviets, dominados por los mencheviques y los so-
cialistas-revolucionarios (conocidos corrientemente como eseritas). Un buen
ejemplo es el soviet de Petrogrado, en el que de 3.000 delegados, solamente ha-
bía cuarenta bolcheviques. En el I Congreso de los Soviets de toda Rusia, ce-
lebrado entre el 3 y el 24 de junio, había 822 delegados con derecho a voto, de
los que 105 eran bolcheviques, frente a 285 socialistas-revolucionarios y 248
mencheviques. El comite Ejecutivo que eligió el Congreso al finalizar sus se-
siones estaba compuesto por 104 mencheviques, 100 socialistas-revoluciona-
rios, 35 bolcheviques y 18 miembros de otras tendencias.
Sin embargo, esta situación de inferioridad respecto a las otras fuerzas so-
cialistas cambió rápidamente. Los soldados querían la paz y los campesinos la
tierra, pero el gobierno, dirigido desde julio por Kerenski, mantenía a Rusia en
la contienda y se negaba a plantear el tema de la tierra. Por su parte, los men-
cheviques y los socialistas-revolucionarios con sus vacilaciones y su partici-
pación en el gobierno, se desprestigiaban ante las masas. Los bolcheviques, por
contra, mantenían una posición clara y coherente: inmediata salida de la gue-
rra y entrega de la tierra a los campesinos. Su consigna de «paz, pan y tierra»
caló profundamente entre los obreros, soldados y la mayor parte del campesi-
nado.
El prestigio de los bolcheviques aumentaba mientras menguaba el del go-
Historia y Comunicación Social
Vol. 7 (2002) 109-119 112
Carlos Hermida Revillas La revolución bolchevique no fue un golpe de estado
5
L. Kochan: Rusia en revolución (1890-1918). Madrid, Alianza, 1968, pp. 494-495.
6
O. Anweiler: Los soviets en Rusia, 1905-1921. Bilbao, Zero, 1975, p. 190.
7
O. Anweiler: Op. Cit., p. 194.
LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
12
R. Service: Historia de Rusia en el siglo xx. Barcelona, Crítica, 2000, pp. 77-78.
13
Sobre el culto a Kerensky y su posterior caída, hay un interesante análisis en O. Figes y B. Ko-
lonitskii: Interpretar la revolución rusa. El lenguaje y los símbolos de 1917. Madrid, Editorial Biblioteca
Nueva, 2001, pp. 106-129.
DISTRIBUCIÓN DE ESCAÑOS
EN LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE
«Los eseritas habían ido a las urnas como un partido único, presen-
tando una lista de candidatos; su manifiesto electoral estaba lleno de ele-
vados principios y miras y, aunque publicado al día siguiente de la Revo-
lución de Octubre, había sido compuesto antes de este acontecimiento y no
definía la actitud del partido con respecto a él. Ahora bien, tres días des-
pués de la elección, la sección más amplia del partido había formado una
coalición con los bolcheviques y se había separado formalmente de la
otra sección que mantenía su amarga enemistad contra éstos. La propor-
ción entre la derecha y la izquierda eserita en la Asamblea Constituyente
—310 frente a 40— era una cosa fortuita, enteramente diferente de la
proporción correspondiente entre los miembros del Congreso de los cam-
pesinos, y no representaba necesariamente las opiniones de los electores en
un punto vital que no habían tenido ante sus ojos de antemano..... Las elec-
ciones para la Asamblea Constituyente, si bien no registraron la victoria de
los bolcheviques señalaron claramente el camino que a ella había de con-
ducir para los ojos de todos los que supieran mirar» 15.
14
O. Figes: Op. Cit., p. 575.
15
E. H. Carr: La revolución bolchevique, 1917-1923. 1. La conquista y organización del poder.
Madrid, Alianza, 1972. p. 128 (se ha utilizado la 4.o edición en «Alianza Universidad», 1979).
16
G. Boffa: La revolución rusa. México, Era, 1976. Tomo II, pp. 171-172
LA GUERRA CIVIL
19
Sólo en Finlandia, los guardias blancos mataron a 20.000 personas en abril de 1918. V.
20
Serge: el Año I de la revolución rusa. Madrid, Siglo XXI, 1972, pp. 213-218.