Apuntes Capitulo I Hobsbawm
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- En segundo lugar, era sin duda el único gobierno que podía y quería
mantener a rusia unida como estado y para ello contaba con un
considerable apoyo de otros grupos de patriotas rusos políticamente
hostiles en otros sentidos, como la oficialidad, sin la cual habría sido
imposible organizar el nuevo ejercito rojo.
19) Hasta el 1914 el anarquismo había sido una ideología mucho más
atractiva que el marxismo para los activistas revolucionarios en una
gran parte del mundo. Fuera de Europa oriental, Marx era considerado
como un gurú de los partidos de masas cuyo avance inevitable, aunque
no arrollador, hacia la victoria había demostrado. Pero en los años 30, el
anarquismo ya no era una fuerza política importante, ni ni siquiera en
america latina, donde los colores blanco y negro habían inspirado
tradicionalmente a muchos mas militantes que la bandera roja.
13) A su juicio, para hacer frente a corto plazo a las crisis inmediatas,
se veían obligados a socavar la base a largo plazo de una economía
mundial floreciente. En un momento en que el comercio mundial
disminuyo, los estados comenzaron a levantar barreras cada vez
mayores para proteger sus mercados nacionales y sus monedas frente a
los ciclones económicos mundiales, aun sabedores de que eso
significaba desmantelar el sistema mundial del comercio multilateral en
el que, según creían, debían sustentaras la prosperidad del mundo. “”””
“””” pagina 101.
20) Incluso los mimos nazis plagiaron la idea cuando Hitler inicio un
plan cuatrienal. Hobsbawm capitulo III pagina 104.
29) Mas pronto o mas tarde hasta la peor de las crisis cíclicas llega a
su fin y a partir de 1932 habian claros indicios de que lo peor ya había
pasado. De hecho, algunas economías se hallaban en situación
floreciente. Japon y, en una escala mas modesta, Suecia habían
duplicado, al terminar los años treinta, la producción de los años
anteriores a la depresión, y en 1938 la economia alemana( no asi la
italiana) había crecido un 25 por 100 con respecto a 1929. Hobsbawm
capitulo III pagina 108.
CAPITULO III
1. El siglo xix fue el hundimiento de los valores e instituciones de la
civilización liberal cuyo progreso se daba por sentado en aquel siglo, al
menos en las zonas del mundo avanzadas y en las que estaban
avanzando. Estos valores implicaban el rechazo de la dictadura y la del
gobierno autoritario, el respeto del sistema constitucional con gobiernos
libremente elegidos y asambleas representativas que garantizaban con
gobiernos libremente elegidos y asambleas representativas que
garantizaban el imperio de la ley, y un conjunto aceptado de derechos y
libertades de los ciudadanos, como las libertades de expresión, de
opinión y de reunión.
10.Una segunda corriente de la derecha dio lugar a los que se han llamado
estados organicos, o sea, regímenes conservadores que, más que
defender el orden tradicional, recreaban sus principios como una forma
de resistencia al individualismo liberal y al desafio que planteaban el
movimiento obrero y el socialismo. 120
11. Pero aunque los orígenes y las inspriraciones de este tipo de regímenes
reaccionarios fuesen mas antiguos que los del fascismo y, a veces, muy
distintos de los de este, no había una línea de separación entre ellos,
porque compartían los mismos enemigos, si no los mismos objetivos.
121
12. El nexo de unión entre la iglesia, los reaccionarios de viejo cuño y los
fascistas era el odio común a la ilustración del siglo xv, a la revolución
francesa y a cuanto creían fruto de esta ultima: la democracia, el
liberalismo y, especialmente, el “consumismo. 121
14. Hay que referirse ahora a los movimientos a los que puede con
propiedad el nombre de fascistas. El primero de ellos es el italiano, que
dio nombre al fenómeno, y que fue la creación de una periodista
socialista renegado, benito Mussolini, cuyo nombre de pila, homenaje al
presidente mexicano anticlerical benito juarez, simbolizaba el
apasionado antipapismo de su romana nativa. El propio Adolf Hitler
reconoció su deduda para con Mussolini y le manisfesto su respeto,
incluso cuando tanto el como la iltalia fascista demostraron su debilidad
e incopentencia en la segunda guerra mundial. A cambio Mussolini
tomo de Hitler, aunque en fecha tardía, el antisemitismo que había
estado ausente de su movimiento hasta 1938, y de la historia de iltalia
desde su unificación. Sin embargo, el fascismo italiano no tuvo un gran
éxito internacuona, a pesar de que intento inspirar y financiar
movimientos similares en otras partes y de que ejercio una cierta
influencia en lugares inesperados. Por ejemplo en Vladimir jabotinsky,
fundador del revisionismo sionista, que en los años setenta ejercicio el
poder en Israel con menahem begin. 123
16.No es fácil decir que era lo que desde 1933 tenian en común las
diferentes corrientes del fascismo, aparte de la aceptación de la
hegemonía alemana. La teoría no era el punto fuerte de unos
movimientos que predicaban la insuficiencia de la razón y del
racionalismo y la superioridad del instinto y de la voluntad. Atrajeron a
todo tipo de teóricos reacionarios en países con una activa vida
intelectual conservadora, pero estos eran mas bien elementos
decorativos que estructurales del fascismo, Mussolini podía haber
prescinddio perfectamente de su filosofo Giovanni Gentile y Hitler
probablemente ignoraba que contaba con el apoyo del filoso Heidegger.
No es posible tampoco identificar el fascimo con una forma concreta de
organización del estado, el estado corporativo: la Alemania nazi perdió
rápidamente interés por esas ideas, tanto mas en uanto entraban en
conflicto con el principio de una única e indivisible comunidad del
pueblo. Incluso un elemento aparentemente tan crucial como el racismo
estaba ausente, al principio, del fascismo italiano. Por otra parte, como
hemos visto, el fascismo compartia el nacionalismo, el anticomunismo,
el antilberalismo, etc. Con otros elementos no fascistas de la derecha.
Algunos de ellos, en especial los gripos reaccionarios franceses no
fascistas, compartían también con el la concepción de la política como
violencia callejera. 124
19. El propio racismo de Hitler no era ese sentimiento de orgullo por una
ascendencia común, pura y no interrumpida que provee a los
genealogistas de encargos de norteamericanos que aspiran a demostrar
que descienden de un yeoman de Suffolk del siglo xvi. Era, más bien,
una elucubración posdarwiniana formulada a finales del siglo xix, que
reclamaba el apoyo (y, por desgracia, lo obtuvo frecuentemente en
Alemania) de la nueva ciencia de la genética o, más exactamente, de la
rama de la genética aplicada («eugenesia») que soñaba con crear una
superraza humana mediante la reproducción selectiva y la eliminación
de los menos aptos. La raza destinada a dominar el mundo con Hitler ni
siquiera tuvo un nombre hasta 1898, cuando un antropólogo acuñó el
término «nórdico». 125
22. Casi quince de cada cien polacos abandonaron su país para siempre,
además del medio millón anual de emigrantes estacionales, para
integrarse en la clase obrera de los países receptores. Los años finales
del siglo xix anticiparon lo que ocurriría en las postrimerías del siglo xx
e iniciaron la xenofobia masiva, de la que el racismo —la protección de
la raza pura nativa frente a la contaminación, o incluso el predominio,
de las hordas subhumanas invasoras— pasó a ser la expresión habitual
125
27. una vez que los gobiernos fascistas habían adquirido legitimidad
pública, como en Italia y Alemania, muchos más trabajadores
comunistas y socialistas de los que la tradición izquierdista está
dispuesta a admitir entraron en sintonía con los nuevos regímenes. No
obstante, dado que el fascismo tenía dificultades para atraer a los
elementos tradicionales de la sociedad rural (salvo donde, como en
Croacia, contaban con el refuerzo de organizaciones como la Iglesia
católica) y que era el enemigo jurado de las ideologías y partidos
identificados con la clase obrera organizada, su principal apoyo natural
residía en las capas medias de la sociedad. 128
29. Entre 1930 y 1932, los votantes de los partidos burgueses del centro y
de la derecha se inclinaron en masa por el partido nazi. Sin embargo, no
fueron ellos los constructores del fascismo. Por la forma en que se
dibujaron las líneas de la lucha política en el período de entreguerras,
esas capas medias conservadoras eran susceptibles de apoyar, e incluso
de abrazar, el fascismo. La amenaza para la sociedad liberal y para sus
valores parecía encarnada en la derecha, y la amenaza para el orden
social, en la izquierda. Fueron sus temores los que determinaron la
inclinación política de la clase media. Los conservadores tradicionales
se sentían atraídos por los demagogos del fascismo y se mostraron
dispuestos a aliarse con ellos contra el gran enemigo. 129
37. La novedad del fascismo consistió en que, una vez en el poder, se negó
a respetar las viejas normas del juego político y, cuando le fue posible,
impuso una autoridad absoluta. La transferencia total del poder, o la
eliminación de todos los adversarios, llevó mucho más tiempo en Italia
(1922-1928) que en Alemania (1933-1934), pero una vez conseguida,
no hubo ya límites políticos internos para lo que pasó a ser la dictadura
ilimitada de un «líder» populista supremo (duce o Führer) 133
40. Hay que reconocer, sin embargo, que el fascismo presentaba algunas
importantes ventajas para el capital que no tenían otros regímenes. En
primer lugar, eliminó o venció a la revolución social izquierdista y
pareció convertirse en el principal bastión contra ella. En segundo lugar,
suprimió los sindicatos obreros y otros elementos que limitaban los
derechos de la patronal en su relación con la fuerza de trabajo. El
«principio de liderazgo» fascista correspondía al que ya aplicaban la
mayor parte de los empresarios en la relación con sus subordinados y el
fascismo lo legitimó. En tercer lugar, la destrucción de los movimientos
obreros contribuyó a garantizar a los capitalistas una respuesta muy
favorable a la Gran Depresión 135
44. Era natural, por tanto, que una serie de países o de movimientos se
sintieran atraídos e influidos por el fascjsmo, que buscaran el apoyo de
Alemania y de Italia y —dado el expansionismo de esos dos países—
que frecuentemente lo obtuvieran. 137
45. Pero aunque en los años treinta la influencia del fascismo se dejase
sentir a escala mundial, entre otras cosas porque era un movimiento
impulsado por dos potencias dinámicas y activas, fuera de Europa no
existían condiciones favorables para la aparición de grupos fascistas.
Por consiguiente, cuando surgieron movimientos fascistas, o de
influencia fascista, su definición y su función políticas resultaron
mucho más problemáticas. 137
47. Desde la óptica del otro lado del Atlántico, el fascismo parecía el gran
acontecimiento de la década. Si había en el mundo un modelo al que
debían imitar los nuevos políticos de un continente que siempre se había
inspirado en las regiones culturales hegemónicas, esos líderes
potenciales de países siempre en busca de la receta que les hiciera
modernos, ricos y grandes, habían de encontrarlo sin duda en Berlín y
en Roma, porque Londres y París ya no ofrecían inspiración política y
Washington se había retirado de la escena. (Moscú se veía aún como un
modelo de revolución social, lo cual limitaba su atractivo político. 140
49. Por otra parte, es evidente también que no todos los nacionalismos
simpatizaban con el fascismo, y no sólo porque las ambiciones de
Hitler, y en menor medida las de Mussolini, suponían una amenaza para
algunos de ellos, como los polacos o los checos. Como veremos
(capítulo V), la movilización contra el fascismo impulsó en algunos
países un patriotismo de izquierda, sobre todo durante la guerra, en la
que la resistencia al Eje se encarnó en «frentes nacionales», en
gobiernos que abarcaban a todo el espectro político, con la única
exclusión de los fascistas y de quienes colaboraban con los
ocupantes.141
51. Pero, como demostró la Gran Depresión, esto es sólo una parte de la
respuesta. Una situación muy similar —la negativa de los trabajadores
organizados a aceptar los recortes impuestos por la Depresión— llevó al
hundimiento del sistema parlamentario y, finalmente, a la candidatura
de Hitler para la jefatura del gobierno en Alemania, mientras que en
Gran Bretaña sólo entrañó el cambio de un gobierno laborista a un
«gobierno nacional» (conservador), pero siempre dentro de un sistema
parlamentario estable y sólido. 143
52. Fue sólo en América Latina, en que la economía dependía básicamente
de las exportaciones de uno o dos productos primarios, cuyo precio
experimentó un súbito y profundo hundimiento (véase el capítulo III),
donde la Gran Depresión se tradujo en la caída casi inmediata y
automática de los gobiernos que estaban en el poder, principalmente
como consecuencia de golpes militares. Es necesario añadir, por lo
demás, que en Chile y en Colombia la transformación política se
produjo en la dirección opuesta. 143
56. La tercera condición que hacía posible la democracia era que los
gobiernos democráticos no tuvieran que desempeñar una labor intensa
de gobierno. Los parlamentos se habían constituido no tanto para
gobernar como para controlar el poder de los que lo hacían, función que
todavía es evidente en las relaciones entre el Congreso y la presidencia
de los Estados Unidos. Eran mecanismos concebidos como frenos y
que, sin embargo, tuvieron que actuar como motores. Las asambleas
soberanas elegidas por sufragio restringido —aunque de extensión
creciente— eran cada vez más frecuentes desde la era de las
revoluciones, pero la sociedad burguesa decimonónica asumía que la
mayor parte de la vida de sus ciudadanos se desarrollaría no en la esfera
del gobierno sino en la de la economía autorregulada y en el mundo de
las asociaciones privadas e informales («la sociedad civil»).5 La
sociedad burguesa esquivó las dificultades de gobernar por medio de
asambleas elegidas en dos formas: no esperando de los parlamentos una
acción de gobierno o incluso legislativa muy intensa, y velando por que
la labor de gobierno —o, mejor, de administración— pudiera
desarrollarse a pesar de las extravagancias de los parlamentos. Como
hemos visto (véase el capítulo I), la existencia de un cuerpo de
funcionarios públicos independientes y permanentes se había convertido
en una característica esencial de los estados modernos. Que hubiese una
mayoría parlamentaria sólo era fundamental donde había que adoptar o
aprobar decisiones ejecutivas trascendentes y controvertidas, y donde la
tarea de organizar o mantener un núcleo suficiente de seguidores era la
labor principal de los dirigentes de los gobiernos, pues (excepto en
Norteamérica) en los regímenes parlamentarios el ejecutivo no era, por
regla general, elegido directamente. 145