Sección temática
Amor de la patria (chica)
y pasión nacional
Asentamientos caxcanes en el Cañón de
Juchipila y el primer intento del Camino
Real de Guadalajara a Zacatecas
M. Nicolás Caretta*
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ
En este trabajo se presentarán algunos elementos para identificar la primera
ruta o camino que se quiso establecer como Camino Real que llevó a las minas
de plata de Zacatecas, basado en la identificación arqueológica de sitios en el
Cañón de Juchipila y la información que proporcionan las primeras fuentes
que dan cuenta de las rutas usadas por los colonos conquistadores. A su vez, en
este documento, se busca explorar los conflictos provocados entre los caxcanes
y los españoles y sus aliados que, finalmente, culminaron con la guerra del
Mixtón y lo que pasó a ser la ruta definitiva del Camino Real de Guadalajara a
Zacatecas.1
(Caxcanes, Camino Real, Cañón de Juchipila, Guadalajara, Zacatecas)
Introducción
U
na vez realizada la conquista del Señorío Mexica, la destrucción de México-Tenochtitlan fue inevitable y de ella surgiría
la capital de la Nueva España. Así, inmediatamente después
de la caída del Imperio mexica los conquistadores continuaron con
las exploraciones en búsqueda de tesoros, la extensión de sus territorios, el inventario de sus nuevas propiedades y con la cacería de almas
para salvarlas de la perdición (si es que los nativos tenían, en absoluto, alma). De esta forma, las exploraciones en todas las direcciones y
* mictlan@rocketmail.com
1
Quisiera agradecer al arqueólogo Sergio Ulloa por permitirme dar uso de la información de sus investigaciones del Camino Real de Guadalajara a Zacatecas.
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la conquista de estos aspectos y de sus habitantes no demoraron su
inicio. Era necesario poblar nuevos territorios y ciudades para poder
salvaguardar sus nuevas propiedades y organizar expediciones hacia
el norte donde las míticas ciudades de Cíbola se encontraban.
Guadalajara estaba entre esas nuevas ciudades y se convirtió en
un punto importante una vez que se localizaron las minas de plata
de Zacatecas, las cuales fueron abiertas en 1546. A partir de ese momento, la avaricia de la Corona española, y del virrey, puso toda su
atención en la industria de la minería, por tanto, la construcción de
caminos entre las minas y la capital de la Nueva España fue un elemento prioritario porque de éste dependía la explotación y entrega
efectiva de productos.
A mediados del siglo xvi, Guadalajara se había convertido en la
capital de la Nueva Galicia (de la cual también Zacatecas formaba
parte) y necesitaba un camino que habilitara al gobierno local para
comunicar y controlar a las ciudades bajo su jurisdicción. Pero la
existencia de estas dos ciudades (Guadalajara y Zacatecas) ubicadas
tan lejos de la capital de la Nueva España creó huecos territoriales
donde ninguna población española vivía, permitiendo el desarrollo
de grupos de resistencia entre las poblaciones indígenas locales. Esta
situación fue la que se enfrentó en la región del Cañón de Juchipila,
la ruta más directa entre Guadalajara y Zacatecas y su primer intento de Camino Real.
Los caminos
Hasta cierto grado, todos los caminos usados por los españoles en su
paso al norte, no únicamente el Camino Real, siguieron rutas ya
establecidas por los nativos, las cuales cruzaban en todas las direcciones del territorio. De hecho, tampoco hubo una ruta única que siguiera en dirección al hoy suroeste de los Estados Unidos y que lo
uniera con el resto de Mesoamérica. Se puede asegurar que, previo a
la conformación de estos “caminos formales” que establecieron los
conquistadores, estuvieron las rutas que las culturas locales ya tenían
bien establecidas, de las cuales algunas fueron reutilizadas (Nicolás
Caretta 2003).
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Desde la perspectiva general, Medina (2000) señala que los arqueólogos que han trabajado en este tema han dividido las antiguas
rutas de comunicación prehispánicas como un sistema de veredas (o
vías de acceso) y caminos, haciendo distinción entre ellos basándose
en su anchura y en su grado de construcción. Las “veredas” son los
caminos informales y los formales son los “caminos”.2 En este sentido, los estudios arqueológicos han señalado que los caminos formales, en tiempos precolombinos, combinaron funciones de tipo
económico, sociopolítico, integrativo, militar y religioso. No entraré en detalle sobre este punto ya que ha sido tratado por otros investigadores (idem), así que pasaré al siguiente punto.
Lo que sí es importante recordar es que los caminos no fueron
únicamente el resultado del interés por la minería por parte de la
Corona. Estos también fueron hechos con el fin de:
•
•
•
•
•
Conocer al máximo la extensión de su nuevo territorio.
La posibilidad de hacer un inventario de sus nuevas posesiones.
La conquista religiosa.
Facilitar la guerra contra los “salvajes” pueblos del norte.
Extender los dominios de la jurisdicción de la Nueva España y la
Nueva Galicia.
Medina González aclara que “Las veredas (path) o caminos informales, se definen
como aquellos senderos estrechos que sirven como canales de circulación peatonal entre
puntos que se hayan geográficamente separados. Entre sus principales características se
encuentran que son el producto del tránsito constante de animales y de personas, su ancho, aunque no muy amplio depende usualmente de las facilidades que otorgue a la circulación peatonal; en general, tienden a ser muy irregulares en la medida que evitan los
obstáculos naturales que se encuentran durante su recorrido y muestran varias rutas alternativas para dirigirse a un mismo lugar. La redundancia en sus conexiones se debe a las
necesidades inmediatas, usos, costumbres en el nivel grupal o de unos cuantos individuos
y a la falta de planeación para su establecimiento. La poca inversión de fuerza de trabajo
que se requirió para su creación estuvo dirigida a la limpieza de los materiales que se localizaban a todo su largo, a la estabilización o nivelación menor de las superficies de transporte que, en la mayoría de los casos, coinciden con la topografía natural del terreno. Los
caminos formales se definen, por toda la evidencia arqueológica relacionada con aquellas
rutas de transporte que fueron sometidas a la construcción deliberada, para servir como
canales de comunicación, entre asentamientos arqueológicos, áreas de actividad, producción, distribución y consumo. En la mayoría de los casos, su formalización hizo necesaria
la intervención de la construcción y el manejo de la ingeniería” (Medina 2000, 9-10).
2
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• Servir como referentes geográficos para el reparto de tierras en una
escala menor, para el otorgamiento de tierras por gracia de la Corona a sus nuevos colonos y se convirtieron en la columna vertebral de los primeros asentamientos españoles en los nuevos
territorios.
• Al interior de los asentamientos, los caminos se convirtieron en el
eje desde el cual las calles eran planeadas, se estableció la traza urbana y se dividieron los lotes que serían otorgados a los conquistadores más prominentes.
• En algunos casos, los caminos marcaban las divisiones entre los
barrios de indios y el barrio de españoles, estableciendo en su camino la división jerárquica en el uso de los espacios. Es importante señalar que aun cuando los caminos fueron fronteras físicas
entre la propiedad privada y la pública, éstas no lo eran siempre
para la relación social.
Pero, en una mayor escala, los caminos funcionaron como fronteras, al igual que como axis de la estrategia colonial para conectar
puntos geográficos entre el centro (capital) y el resto del territorio,
dividiéndolo en fracciones más pequeñas que supuestamente permitirían mejor control sobre ellas (el cual falló como se mostró a
la postre).
Otros caminos, como fueron los casos de Pánuco-México y
Compostela-México, son claros ejemplos de esta relación, ya que
ellos no solamente conectaban a la capital de la Nueva España, sino
también aseguraban el territorio. Estos caminos fueron utilizados
para establecer los límites del continente tanto al interior como al
exterior al demarcar la línea costera del Golfo de México y del océano Pacífico. Otro caso similar fue el del camino que conectaba a
Guadalajara con Tlaltenango y Nochistlán, el cual demarcaba el
avance de los conquistadores en el territorio que pertenecía a los
caxcanes (Baus 1982).
Hubo otros, como el Camino Real de México-Zacatecas y el Camino de Guadalajara a Zacatecas, que dividieron el territorio para
minimizar las áreas inexploradas que quedaron entre la capital de la
Nueva España y Zacatecas durante el auge de la explotación minera.
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Durante el siglo xvi, la Nueva Galicia y el norte de la Nueva España
se fueron llenando de caminos que sirvieron para mejorar e incrementar el flujo de soldados, colonos, trabajadores, productos e impuestos. Ellos tuvieron un papel importante en la economía local y
extraterritorial estableciendo lugares, rutas e itinerarios fijos para el
transporte (Calvo 1997). Estas razones, entre otras tantas, impulsaron
a los conquistadores a buscar y crear más y nuevas rutas hacia el norte.
Para mediados y finales del siglo xvi existían ya tres rutas para
comunicar a Guadalajara con Zacatecas, y era el camino que iba a
través de la región de los Altos de Jalisco y los llanos de Aguascalientes el que se consideraba la última opción ya que era el más largo,
aunque, al mismo tiempo, ofrecía las mejores condiciones; era el
más fácil de resguardar y con él se evitaba ir a través de las sierras. Sin
embargo, es importante notar que, a pesar de estas condiciones, esta
ruta no fue duradera y algunos factores históricos a fines del siglo
xvi crearon nuevas condiciones que hicieron necesario su uso parcial y la creación de nuevas rutas.
El trazo del Camino Real de Guadalajara a Zacatecas
De Guadalajara a Zacatecas.
[...] la ciudad de Guadalax[ar]a, que es la principal deste reino y donde reside la real Audi[enci]a y hay iglesia catedral, dista deste pu[ebl]o veintiuna
leguas y, las mi[n]as de los Zacatecas, q[ue e]stán pobladas de españoles,
veintiséis leguas. Y este pu[ebl]o está en medio de la d[ic]ha ciudad y minas, porque [e]stá [en] el camino real que, de la una p[ar]te, va a la otra.
[...] el camino que hay deste pu[ebl]o a la ciudad de Guadalaxara, es llano
más que montuoso, excepto que, dos leguas cerca de la d[ic]ha ciudad,
está una barranca grande, q[ue] tendrá una legua de bajada y otra de subida, y, por medio della, pasa un río caudaloso q[ue] llaman el Río Grande.
Y, deste pueblo a las d[ic]as mi[n]as de los Zacatecas, es toda tierra muy
llana, que se camina de ordinario en carretas y harrias; aunq[ue], toda ella,
peligrosa, de guerra de chichimecas; y, cuando se camina, es con escolta de
soldados españoles q[ue e]stán en presidios por man[da]do de su Maj[esta]
d. Y [en] el d[ic]ho camino, [a] ocho leguas deste pu[ebl]o, está poblada
una villa q[ue] llaman N[uest]tra S[eñor]a de la As[u]nción, donde está un
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fuerte q[ue] llaman Aguascalientes (Hernando Gallegos, Relación del pueblo de Teucaltiche, 1584, en Relaciones geográficas del siglo xvi, René Acuña, 1988, 302-3).
No está de más señalar que el camino que ha sido mencionado,
tenía como objetivo unir la población de Guadalajara con las minas
de Zacatecas. La descripción hecha del camino de Teocaltiche a
Guadalajara fue lo que permitió a Ulloa (2002) inferir que se había
hecho referencia a los caminos que iban a través de la región de Los
Altos y no su predecesor en la Sierra de Nochistlán, al igual que la
barranca mencionada es la que se forma por el Río Grande o Santiago, el cual al mismo tiempo rodea la ciudad de Guadalajara. El camino de Teocaltiche a Zacatecas era apto para el transito de carretas
y recuas y llevaba al Presidio de Aguascalientes evadiendo la Sierra
del Laurel y desde allá seguía las planicies que van de Aguascalientes
a Guadalajara.
Ahora bien, el hecho de que la ruta a Zacatecas pasara a través de
Teocaltiche suena lógico si consideramos que el asentamiento tuvo
un papel importante en la colonización de Los Altos. Después de
que los españoles pasaron penosas experiencias en territorio Caxcán
y enfrentaron muchos problemas para establecer asentamientos en la
región de los cañones, en particular el Cañón de Juchipila como lo
veremos más adelante, Teocaltiche se convirtió en la opción más viable, ante todo porque los conflictos y las epidemias estaban causando
estragos en toda la región y se volvió imposible para los nativos resistir la ocupación española en sus tierras. Posteriormente, porque la
situación geográfica de Teocaltiche permitió a los españoles un desarrollo productivo y, por tanto, el asentamiento ganó importancia en
el extremo de la Nueva Galicia. Desde este lugar, nuevos asentamientos empujaron las rutas hacia el norte. Algunos de los lugares que
permanecieron son: Santa María de Los Lagos y Nuestra Señora de
San Juan. La extensión del territorio que permaneció dentro de la
jurisdicción de Teocaltiche durante el siglo xvi señala esta importancia. Teocaltiche al igual que Aguascalientes y Lagos fueron parte de
una estrategia de defensa colonial en contra de los grupos chichimecas (fuesen los caxcanes, guachichiles u otros).
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¿Durante cuánto tiempo estuvo esta ruta resguardada? Es difícil
de tener una respuesta clara para esta pregunta, se asume que un
factor importante yace en la culminación de la Guerra Chichimeca
en 1600, razón por la cual la ruta de México-Zacatecas vía León,
Lagos y Aguascalientes tomó más importancia y, por tanto, la conexión Guadalajara-Lagos que iba a través de Los Altos de Jalisco se
sobrepuso a la de Teocaltiche. En el siglo xvii, la villa de Santa María
de los Lagos se convirtió en un centro religioso debido a su locación
como unión entre estos dos caminos, entonces Teocaltiche tomó un
rol secundario, esta situación prevaleció al menos hasta el siglo xviii
cuando la industria de la minería decayó en Zacatecas.
Después de que el apogeo de la minería de Zacatecas decayera
hasta su punto más bajo, el tráfico comercial disminuyó y la ruta a
Guadalajara tomó otro camino, sin embargo, el camino anterior no
fue nunca abandonado del todo pues asumió un uso interregional,
aunque éste nunca más fue usado de la forma que fue concebido
originalmente.3
Los asentamientos prehispánicos en el Cañón
de Juchipila
No debería sorprendernos que un gran número de sitios estuvieran
situados en esta área y que el paso de los nuevos colonos hacía las
minas de Zacatecas causara conflicto con los habitantes originales
de la región. Estas circunstancias, como se ha señalado, son las que
Para los propósitos de identificación de estos puntos en un mapa, Ulloa (2002)
consideró necesario hacer una primera aproximación al origen y antigüedad de los asentamientos actuales para su mapa enfatizando la posibilidad de que todas las poblaciones
hubieran cambiado sus nombres originales y, por tanto, se dificultara la tarea de aclarar el
origen prehispánico de sitios, los asentamientos refundados por los españoles y los asentamientos españoles originales. Este mismo investigador menciona al menos tres tipos de
denominaciones que fueron detectados: a) Aquellos que provienen del náhuatl o alguna
otra lengua local y el tiempo que han estado expuestos a modificaciones y adaptaciones
al castellano (Mitic, Tepantitlan, Acatic, Teocaltiche, etcétera); b) Aquellos que tienen el
nombre de las funciones que solían tener (El Refugio, El Paso, La Estancia, La Labor, El
Molino, El Sitio, La Ciénega, La Hacienda, El Astillero, etcétera); c) Aquellos que son
resultados de eventos históricos (Villa Hidalgo, Arteaga, José Ma. Morelos, 20 de noviembre, etcétera).
3
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forzarían que posteriormente se cambiara la ruta de abastecimiento
y distribución de recursos entre Guadalajara y Zacatecas por la vía
Teocaltiche-Aguascalientes y con ello la aparición de nuevos asentamientos coloniales.
En los últimos años, los trabajos de investigación en el noroeste
de la Mesoamérica mayor han cambiado mucho la visión de la Mesoamérica marginal, la de los grupos puramente salvajes que vivían en
perpetuo estado de precariedad, que no tenían ningún grado de integración y que su presencia no se podía rastrear más allá del Posclásico. Grupos alejados de todo y de todos, a los que siempre se les
manejó en paquete con el nombre genérico de chichimecas (Nicolás
Caretta y A. Motilla 2008).
Ahora que estas ideas empiezan a disiparse y a tomar nuevos
rumbos, podemos revalorar en su justa dimensión lo que fue esta
región de Mesoamérica y verla como una macrorregión integrada a
esferas de interacción más dinámicas y menos rígidas, sitios de mayor tamaño, frecuencia y complejidad. De esta forma, cuando buscamos tratar de entender los procesos que se dieron en esta región,
debemos considerar estas variables y con ellas intentar dar nuevas
alternativas de explicación (idem).
Una de las tareas colaterales de investigación del Proyecto Arqueológico Las Ventanas (palv4), municipio de Juchipila, Zacatecas,
fue ubicar todos los sitios arqueológicos registrados en la región,5
tratando de diferenciarlos por medio de su cronología y tamaño a
partir de los informes registro con los que cuenta el inah. De igual
forma, el palv busca recrear las condiciones biogeográficas e históricas que se pudieron haber tenido en épocas pretéritas. Así, parte del
trabajo ha sido la realización de una base de datos en sig con un número de variables consideradas como importantes que permitiera
hacer una mejor interpretación de los posibles escenarios presentados en los niveles de región y macrorregionales. Entre estas variables
4
El palv estuvo bajo responsabilidad directa de quien suscribe este texto hasta concluir la temporada 2004, posteriormente estaría bajo la responsabilidad del arqueólogo
Armando Nicolau, quien ha mantenido su continuidad hasta la fecha.
5
Lo que concentraría principalmente los sitios que ahora se encuentran dentro del
actual estado de Zacatecas, Jalisco, Aguascalientes y San Luis Potosí.
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estuvo la identificación y la reconstrucción a través de datos históricos, etnohistóricos y arqueológicos de los posibles puntos donde
estuvieron emplazados tanto las rutas naturales que se siguieron en
el primer intento de Camino Real Guadalajara-Zacatecas, así como el
segundo, además de sus asentamientos.
En el caso hipotético de la ruta prehispánica, se ha utilizado
como base la información de sitios arqueológicos distribuidos por
esta zona y registrados por el inah en Jalisco y Zacatecas. Se consideró y revisó un número considerable de información bibliográfica,
mapas, registros arqueológicos, fotos aéreas, imágenes de satélite,
habitantes de la región y trabajo en campo. En mi caso, no era necesario encontrar información exacta del número preciso de jornadas
que se hubieran podido emplazar a lo largo del Cañón de Juchipila
y la relación con las poblaciones precolombinas. Así que sólo me
dediqué a buscar los sitios que se encontraban dentro del cañón y
del valle desde la parte sur que va del ahora estado de Jalisco al de
Zacatecas con dirección a la zona minera. Muchos, si no es que todos estos asentamientos precolombinos, ahora se encuentran cercanos a las poblaciones novohispanas establecidas una vez que se
realizó la conquista de la región.
Es importante señalar que no se tiene información precisa acerca
de todos estos sitios y sus fechamientos tampoco son claros, aunque si
consideramos los materiales que fueron observados en superficie por
los diversos proyectos que describen esos sitios podemos considerar
cierta afinidad cultural con otros identificados y trabajados en diversos puntos, particularmente aquellos pocos que sí cuentan con fechas
radiocarbónicas. Muchos elementos corresponden por lo menos al
Epiclásico y Posclásico, lo que para fines de este estudio es suficiente.
Por lo que se puede apreciar en los restos arqueológicos presentes
y por los datos históricos que se cuentan para esa zona se puede considerar una extensión temporal y espacial bastante extensa. Juchipila
o Xuchupila aparece también como Taltan en las fuentes (Tello
1984, iv, 47 [1542]), población que fue conquistada por los caxcanes en el siglo xii (¿?) (Baus 1985, 97) y estuvo bajo su control hasta
la entrada de los españoles en el siglo xvi (Weigand 1985). El Cerro
de Las Ventanas es identificado por Weigand (1985, 169-170)
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como el “Peñol de Juchipila” y cercano al “Peñol del Mixton” de las
Crónicas de la conquista del Reino de Nueva Galicia (1963, 343
[1542]), otro centro ceremonial y político de los caxcanes. Al parecer la lengua de los caxcanes era una variante del náhuatl similar al
de los mexicas, el cual por la forma brusca de ser de los caxcanes y su
manera de hablar se les refería como “mexicanos rústicos”, “tochos”
o “villanos” (Baus 1985, 98; Tello 1984, iv, 40). Inclusive Tello
(1984, ii, 19, 382), hace referencias muy claras de la relación existente entre los mexicas y los caxcanes no sólo como parte de un
grupo lingüístico sino también como adoradores de, al menos, una
deidad en común, Huitzilopochtli.
De la misma información que podemos encontrar en las fuentes
y de los restos arqueológicos observados en superficie y análisis de
materiales cerámicos se puede asumir una larga ocupación y desarrollo social en este sitio.6
Durante el diseño del North-Central Frontier of Mesoamerica,7
tanto el valle de Juchipila como el valle de Malpaso fueron definidos
6
El Dr. Phil Weigand, afirma que cuando menos existen cuatro tipos cerámicos del
Cerro de Las Ventanas y el valle de Juchipila (Weigand 1985, 173-175). El primero de
estos tipos cerámicos, el llamado Policromo Negativo de Las Ventanas, según Weigand es
una variación local (valle Juchipila) de los estilos que aparecen en la zona de Chupícuaro
durante el Preclásico. Entre éstos se distinguen las figurillas, las vasijas trípodes, copas y
escudillas. De igual forma, menciona que este tipo de material también se ha descubierto
hacia el norte de esta región en el Valle de Mal Paso, usualmente asociado a entierros. El
segundo tipo, Bicromo Negativo de Las Ventanas, se encuentra distribuido tanto en áreas
de habitación como entierros. Entre los materiales característicos de este tipo se encuentran platos, jarros, escudillas, así como vasijas trípodes. Este tipo de material es identificado como el mismo que se ha recuperado en la región de Chalchihuites (llamado Negativo
a), en el valle de Malpaso, en el Cañón de Bolaños y otras áreas de Jalisco. Weigand afirma que el tercer tipo de material (Policromo de Las Ventanas), también aparece en sitios
preclásicos de Jalisco. Las formas usuales en que aparece este material cerámico son: jarros, platos, figurillas, escudillas y vasijas trípodes. Finalmente, el cuarto tipo cerámico,
bautizado como Negro en Rojo de Las Ventanas, se encuentra frecuentemente en vasijas y
figurillas. Este material se encuentra durante los periodos Clásico y Postclásico en la zona
y por sus semejanzas podría estar asociado a materiales del Suroeste Estadounidense y los
llamados Policromos de St. Johns y Wingate de acuerdo a Weigand.
7
C. Kelley, W. Taylor y Pedro Armillas, Studies of the North-Central Frontier of Mesoamerica. Archaeological and Ecological Investigation of the Northe Central Frontier of Mesoamerica and the Relationships of the Cultures of Central Mesoamerica, the Gran Chichimeca,
and the American Southwest, September 1, 1961-August 31, 1963 (2 years), ms., Submitted by the Southern Illinois University Carbondale, Illinois, pp. 1-37.
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como Área 4. La definición o, mejor dicho, la percepción que Kelley hizo de esta “área arqueológica” se basaba en correlaciones observadas en análisis detallados que hizo de la colección de materiales
del Sr. Sescosse provenientes de la región de Apozol-La Purísima-La
Tirisia en Juchipila y su comparación con otras colecciones.
De igual forma, Schöndube (1980, 173) había señalado que la
tradición de tumbas de tiro del occidente mexicano y la tradición
Chupícuaro se mostraban muy poco traslape, a excepción de la zona
de Los Altos de Jalisco y Juchipila. Esta confluencia de Preclásico
Tardío y Clásico Temprano se manifiesta en el complejo cerámico
del valle de Juchipila. A la fecha, los materiales cerámicos identificados en este valle fueron vasijas del grupo Colorines descrita para el
complejo Tabachines del valle de Atemajac, una región considerada
dentro de la tradición de tumbas de tiro del occidente mexicano
(Galván 1991, 48-50). En éstos se presentan cuencos trípodes y
platos negativos polícromos de Apozol y Juchipila que son análogos
a los que fueron encontrados en Cerro Encantado en la región vecina de Los Altos de Jalisco (Bell 1974). Éstos están directamente relacionados con los tipos identificados como componentes del
complejo Morales del noroeste de Guanajuato (Braniff 1972, 1998;
Jiménez 1988). Éstas son las cerámicas tempranas que Kelley definió como tipos de “filiación Chupícuaro”. En el Cerro Encantado,
estas cerámicas negativas diagnósticas se encontraron asociadas con
las figurillas huecas conocidas como “cornudos”, asociación que
también se da en la zona de Apozol. De hecho, reciente trabajo de
rescate hecho en Juchipila proporcionó materiales negativos pintados, ollas como las que fueron encontradas por Bell (1974, fig. 7) en
Cerro Encantado.
Los nexos existentes con Colorines-Tabachines/Morales también han sido definidos en Los Altos de Jalisco como fase I (200 a.
C. - 300 d. C.) y parece indicar la integración del valle de Juchipila
dentro de la región de Los Altos desde fechas muy tempranas. Pero
sobre todo, esta convergencia se muestra por la presencia de trompetas de caracolas, espejos de pirita, figuras (huecas) de “cornudos”,
y diseños geométricos policromos sobre negativos, algo que puede
ser considerado como del complejo Morales de Guanajuato.
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Un tercer componente debe ser considerado para la región para
todo esto, una vez que Kelley analizó la colección de Sescosse y artefactos provenientes de Totoate en el valle de Bolaños. Los cuencos
trípodes (garras o bulbos huecos) negativos pintados del valle de
Juchipila tienen analogías directas con elementos recientemente encontrados en una tumba de tiro sellada en el valle de Bolaños, y la
cual dio fecha radiocarbónica de entre los ii y iv siglos d. C. (Cabrero y López 1988, figs. 19, 105, 108). Estos elementos culturales
de Bolaños sugieren una confluencia dentro del valle de Juchipila
de tres de los mayores sistemas culturales regionales del occidente de
México. Es de suponerse que las dinámicas culturales resultantes de
estas confluencias de tradiciones del occidente mexicano estuvieron
relacionadas de alguna manera a los procesos que produjeron la
oleada inicial de la expansión mesoamericana hacia el valle de Malpaso y la región de Chachihuites, que dieron como resultado le horizonte Canutillo-Malpaso.
Desde al menos la parte temprana del periodo Clásico Medio,
las vasijas Negra Esgrafiada con Rojo son las cerámicas diagnósticas
para el valle. Una variedad especial ha sido previamente identificada
como una variante regional del Atoyac inciso de la cuenca de Sayula
(Noyola 1994, fig. 5). De la misma manera, las excavaciones hechas
en el Cerro de Tepisuazco, Jalpa, produjeron gran cantidad de este
material. También las colecciones de Sesosse y Muro provenientes
de Apozol incluían este tipo cerámico. La distribución de este material es continua desde el valle de Juchipila al valle de Atemajac (Galván 1976, láms. 11 y 13; Schöndube comunicación personal 1994),
a la cuenca de Sayula y hasta la costa de Colima, en lo que Ramírez
Urrea (1997) ha propuesto como un marcador cerámico de una esfera de interacción mayor que se dio del 500 al 750 d. C. El elemento diagnóstico que se dio a través de esta extensa esfera es la figurilla
Clase F de Cerrito de García (Gómez Gastélum y de la Torre 1996,
142), esfera a la cual Jiménez y Darling (2000, 169) han llamado
Jalisco-Colima. Estas figurillas de Cerrito de García están presentes
en el valle de Juchipila, en las zonas de Apozol y Jalpa, y en el valle de
Bolaños (Kelley y Hrdlicka encontraron este tipo de figurillas en su
excavación en Totoate). Cabrero ha detectado este tipo de figurillas
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en sitio llamado en Piñón en el valle de Bolaños. La cronología para
el sitio las figurillas F de Cerrito de García es de aproximadamente
600-900 d. C. (Ramírez Urrea 1997).
De la misma forma, por que se refiere a la cerámica negativa pintada de base anular del periodo Epiclásico constituye un importante
marcador de este horizonte cultural. La distribución de este tipo de
material cerámico diagnóstico se extiende desde el valle de Juchipila
(Cerro de Tepisuazco, Jalpa y Apozol) hasta la región de Los Altos
(López et al. 1994), hacia el este a León, Guanajuato (López y Ramos 1992), al norte a través de la región de Encarnación de Díaz
(Jalisco y Aguascalientes) hasta la región de Villa García en la parte
este de Zacatecas y el sur del valle de Atemajac (Schöndube y Galván
1978). Este tipo cerámico también ha sido encontrado como material intrusivo en la cuenca de Sayula (Noyola 1994, 79, fig. 4). La
vasija negativa de base anular de Juchipila es una cerámica de elite,
contemporánea a la cerámica negativa de Tepozan del complejo de
La Quemada hacia el norte. Los dos tipos comparten los mismos
diseños iconográficos, aunque este tipo de cerámica de base anular
no ha sido identificada en el valle de Malpaso todavía. La distribución de la cerámica negativa pintada de base anular (cuencos) puede
ser considerada como evidencia importante de la esfera de interacción que une a estas dos regiones contiguas, que tentativamente
pueden ser identificadas como la subesfera Altos-Juchipila.
Fragmentos de secciones de moldes faciales de cerámica tipo efigie constituyen otro elemento diagnóstico del valle de Juchipila.
Éstos han sido encontrados en San Aparicio en la región de Los Altos (Jiménez 1989, 14, fig. 2; 1995, fig. IB), en el valle de Atemajac
(Schöndube y Galván 1978; Schöndube 1983), y en los sitios de
Cerritos Colorados y Atoyac en la cuenca de Sayula (Noyola 1994,
62-3, figs. 2 y 3; Ramírez Urrea 1997).
Entre los componentes arquitectónicos del Epiclásico de Tepisuazco se han recuperado una amplia variedad de vasijas pseudocloisonné, al igual que ornamentos manufacturados en concha, piedras
verdes y turquesa. Ya mencionamos anteriormente, una variedad es
pecífica de una vasija pseudocloisonné decorada y hallada en Tepisuaz
co, la cual es del mismo tipo encontrado en La Quemada y Totoate.
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Jiménez Betts detectó en 1991 un complejo circular Guachimonton en el sitio del Cerro de Tepisuazco, donde el patrón de la
arquitectura predominante es de un complejo pirámide-plaza de
tipo rectangular. Desde entonces éste ha sido verificado en varias
ocasiones por Weigand (Weigand et al. 1999). La presencia de arquitectura de plazas rectangulares con arquitectura circular también ocurre en Totoate (Kelley 1971). A la fecha, la cronología de
las estructuras principales sólo es tentativa. La presencia de cerámica Gavilán Policromo y Amapa (Meighan 1976), en Tepisuazco,
podría relacionarse con los fechamiento de los complejos arquitectónicos circulares.
Ahora, si bien la ocupación del cañón Juchipila se nos presenta
como una cronología larga, durante el Posclásico aparentemente no
es igual a la que se da en épocas previas. De hecho, sabemos algo
más de ella por la información que dan las fuentes históricas (aunque en muchos casos sea contradictoria en cuanto al modo de vida
de los grupos), es así como sabemos que durante la época de la conquista y la guerra del Mixtón esta región estuvo habitada por los
caxcanes (Ruiz Medrano 1994).
De igual forma, si observamos la distribución de sitios en la región veremos que su distribución corresponde de forma obvia al
acceso a áreas de captación producidas por el Río Juchipila y los valles fértiles que se formaron entre ellas. De esta manera, las condiciones biogeográficas estuvieron entre los factores claves para el
asentamiento de grupos humanos en la zona.
Las condiciones dadas en este corredor natural fueron de vital
importancia para funcionar como ruta de interacción entre las sociedades que habitaron la región, ya que les permitía una ruta con
acceso a recursos y poblaciones, aunque esto no implique en algún
momento que hubiese también cierto grado de rechazo a algún grupo o individuos en particular, como le aconteció a los nuevos colonos. Esta ruta era poco agreste biogeográficamente a diferencia de
las que rodean la zona y la presencia de asentamientos nos hace suponer que ésta fue la condición en esta parte de Mesoamérica.
No creo necesario hacer mayor énfasis en que las rutas prehispánicas no eran las más indicadas para el paso de caballos, recuas y ca82
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rretas, ¿por qué habrían de estarlo? Este hecho fue considerado
como un problema por los nuevos colonos en su primer intento de
Camino Real. En el mejor de los casos, los caminos pudieron haber
tenido una función simbólica y ritual, además de la funcional, pero
definitivamente jamás se pensaron para el paso de animales de
transportación y/o tiro. Los medios de transporte eran diferentes así
como la cantidad de objetos trasportados por las rutas. Es bien sabido que estas rutas, caminos y veredas fueron lo suficientemente buenas para satisfacer los requerimientos de transporte de los nativos,
así que no tenían porque estar invirtiendo tiempo y esfuerzo en la
construcción y mantenimiento de caminos como se hicieron en sociedades occidentales y como lo hicieron los españoles en los caminos reales. Muchas fueron utilizadas y transformadas más tarde en
caminos, muchas otras semiabandonadas y otras tantas olvidadas
(Calvo 1997).
La tecnología para la construcción de caminos para carretas y
vagones respondía a nuevos requerimientos de transportación. En
el caso de aquellos que pasaban por los valles que se forman en el
Cañón de Juchipila, la forma de transporte a pie ofrecía una ruta de
tráfico multidireccional y la posibilidad de crear alternativas cuando
una de las establecidas no permitía su libre tránsito. Sin embargo,
las condiciones del terreno no fueron las más indicadas para el paso
de la caballería y carretas (sin importar que tan rápidas pudieran ser
y que tanto más pudieran cargar). Por otra parte, la existencia de
Guadalajara y Zacatecas fue lo que permitió la consolidación de
grupos de resistencia entre las poblaciones indígenas locales que dieron como resultado las muchas escaramuzas que eventualmente
llevaron a la Guerra del Mixtón y la Guerra Chichimeca. Considero
innecesario recalcar que las principales revueltas indígenas se produjeron como respuesta a las políticas de expansión y, por tanto, fue
necesario considerar la creación de caminos más seguros. Los ataques, los saqueos y los asesinatos a las caravanas que usaban los caminos obligaron al virreinato a crear fuerzas militares para proteger
estos caminos, sin embargo, la incapacidad de las guardias para detener los embates de los chichimecas fue lo que llevó a las autoridades a tomar otras rutas más seguras, como sucedió con las de
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Camino Real
Palmillas-Zacatecas
Cuicillos-Palmillas
Tepezalá-Cuicillos
Aguascalientes-Tepezalá
Ciénega de PortugalAguascalientes
Paso de carretas-Ciénega
de Portugal
Teocaltiche-Paso de Carretas
Paso del Sabino-Teocaltiche
Mitic-Paso de Sabino
Paso de La Laja-Mitic:
Opción 1) La Venta-Paso
de La Laja = 17 km
Paso de la Laja = 22 km
Opción 2) La VentaJalostotitlan = 25 km
Jalostotitlan-Mitic = 14 km
La Venta-Paso de La Laja
Tepatitlán-La Venta
Puente Grande-Tepatitlán
Guadalajara-Puente Grande
Asentamientos prehispánicos
Tabasco
Huanusco
Jalpa
Apozol
Juchipila
Moyahua
Yahualica
Ixtlahuacan del Río
Elaborado por M. Nicolás Caretta con el apoyo de Marco Antonio Hernández de la Unidad de
Cómputo de Colmich.
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Michoacán a Guadalajara en lugar de tomar la ruta del Camino
Real de México a Guadalajara para llegar a Zacatecas. Esta situación
de resistencia fue la que se enfrentó en la región del Cañón de Juchipila, la ruta más directa entre Guadalajara y Zacatecas y su primer
intento de Camino Real.
Presento aquí, pues, un mapa donde podemos ver la distribución
de los asentamientos prehispánicos presumiblemente del Posclásico
que se encuentra en esa área del Cañón y que conecta a la región con
el resto de centro-norte del país y, a su vez, es la ruta natural hacia la
parte de Zacatecas y Durango. Esta ruta interior eventualmente
continuaría hacía el norte hasta alcanzar Casas Grandes y otros sitios ubicados en latitudes más norteñas.
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Fecha de recepción del artículo: 27 de enero de 2010
Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 14 de
marzo de 2011
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