La Ética
La Ética
La Ética
En su sentido más originario ética significa morada, residencia, lugar; para los griegos
ethos sería conjunto de costumbres, hábitos y normas de un individuo o de una sociedad.
Inicialmente, estás costumbres pertenecen a la cultura, como una adquisición lograda
tras años de evolución y, luego, se transmitirían a cada nuevo miembro mediante un
proceso formativo conocido como paideia 1.
La paideia lleva una reflexión sobre las buenas costumbres que habrán de ser
transmitidas, dando paso a una diferenciación entre ética y moral; la moral sería ese
conjunto de costumbres, hábitos y normas de un individuo o de una sociedad, mientras
que la ética sería la reflexión sobre la moral2.
Esta reflexión ha de llevarse a cabo, para Aristóteles, cuando existe una inquietud sobre
el propio actuar, puesto que a partir de allí se podrá tomar la decisión correcta, la más
oportuna. Las virtudes serán entonces hábitos (incorporación de una actitud) producto
de la reflexión, la decisión y el actuar: se es justo, no cuando se habla de la justicia, sino
cuando se obra justamente y se torna este obrar en un hábito3 o cualidad.
Desde esa perspectiva la ética puede entenderse como una filosofía o estilo de vida, un
modo de enfrentar la existencia que consiste en una reflexión sobre el propio hacer
existencial4 y en una responsabilización por las consecuencias de los propios actos.
1 JAEGER, Werner. Paideia. Los ideales de la cultura griega. Santafé de Bogotá: Fondo de
Cultura Económica. Primera reimpresión.1992
2 RAMÍREZ, Carlos. El psicoanálisis: una ética. En: revista Psiqué. N° 5, L. Vieco e hijas.
Dentro de los sistemas éticos contemporáneos, tenemos la ética discursiva. Esta ética es
resultado de una reflexión sobre la moral. Busca una fundamentación racional del
ámbito práctico-moral5. Establece las condiciones universales, derivadas de los
presupuestos de la comunicación humana, para la consecución de un acuerdo racional
entre los hombres. Acuerdo que será posible alcanzar mediante la puesta en marcha de
una acción comunicativa en la que estén en juego diferentes pretensiones de validez
susceptibles de enjuiciamiento objetivo. Sin embargo, su única posibilidad de eficacia
5HABERMAS, Jürgen. Del uso pragmático, ético y moral de la razón práctica. En: Ideas y
valores. Bogotá, N° 83-84.
reside, más que en la sistemática reflexión teórica sobre el asunto, en su puesta en
práctica, especialmente por quienes la pregonan. La reflexión sobre la moral ha de llevar
entonces, esencialmente, a que el pensar y el decir sean congruentes con el hacer. La
parrhesia griega de la que habla Foucault6, consiste en que la propia vida sea ejemplo
de lo que se predica.
Ambos dan muestra de que su pensar coincide muy frecuentemente con su hacer. Se
requiere entonces que exista una dialéctica entre el decir y el hacer, entre la teoría
personal y la práctica cotidiana, en la que tanto el decir como el hacer se transformen
mutuamente. Es esta transformación de la que carecen el delirante y el psicópata, así
como todos aquellos que se refugian en sus propias concepciones y son incapaces de
escuchar a los otros.
La dialéctica entre el decir (la teoría) y el hacer (la práctica), como principio dialógico
mediante el cual ambos elementos se transforman, fundamenta un proceso de ascesis
subjetiva8, en la que el sujeto se aproxima poco a poco a su propia verdad y en la que
comprende que su existencia y su propio bien, están indisolublemente ligados a la
existencia de los otros con quienes interactúa. Así, su propia reflexión sobre sus actos
6 FOUCAULT, Michel. Hermenéutica del sujeto. Madrid: La Piqueta, 1994, págs. 100-101.
7 RAMÍREZ, Carlos. El psicoanálisis: una ética. Op. Cit. P. 57-58.
8 RAMÍREZ, Carlos. Ibid. P. 56.
morales, tendrá en consideración no sólo las inclinaciones que se agitan en su interior,
sino también la relación con los otros y, por ende, la búsqueda de un bien común. La
relación con la verdad le llevará entonces a ese conocimiento de que su propio bien es
interdependiente del bien de los demás.
El psicópata o, sin ir muy lejos, el egocéntrico, que sólo piensa en su bien subjetivo sin
que importen los medios que haya de utilizar para conseguirlos, y sin tener en cuenta
el bien común, es en el fondo un hombre engañado sobre sí, o como diría Sócrates: un
ignorante, que ha decidido renunciar a su propia verdad9. Sabemos que esta decisión de
renunciar a la propia verdad, no exime al sujeto de responder por las consecuencias de
sus actos; necesidad de responsabilización que, si no asume, debe ser exigida por los
demás.
La ética, como reflexión sobre la moral, ha de conducir entonces a una dialéctica entre
el decir, el pensar y el hacer, en el que el sujeto se transforme mediante un ascesis o
purificación de sí, asuma las consecuencias de sus actos y contribuir al bien común.