Resumen - 4 - Cap. 2 (1917) - Fitzpatrick
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Resumen - 4 - Cap. 2 (1917) - Fitzpatrick
El paso directo del febrero democrá tico al octubre rojo asombró por igual a vencedores y
vencidos. Para los liberales rusos, fue un choque traumá tico. Los mencheviques y otros
marxistas no bolcheviques se sintieron igualmente ultrajados: el momento aú n no estaba
madura para una revolució n socialista proletaria y era inexcusable que un partido
marxista rompiera las reglas y se adueñ ase del poder.
Para los emigrados, la revolució n bolchevique no fue tanto una tragedia en el sentido
griego como desastre inesperado, inmerecido y esencialmente injusto. Teorías
conspirativas que explicaban la victoria bolchevique ganaron amplia aceptació n: la má s
popular era la de la conspiració n judía internacional, ya que Trotsky, Zinoviev y muchos
otros líderes bolcheviques eran judíos; otra teoría presentaba a los bolcheviques como
títeres de los alemanes para sacar a Rusia de la guerra.
[¿Por qué triunfaron los Bolcheviques?] Pero siempre ha habido problemas para
aplicar este concepto general sobre los orígenes del totalitarismo soviético. En primer
lugar, el viejo Partido Bolchevique clandestino recibió un enorme aporte de nuevos
integrantes. Para mediados de 1817, se había convertido en un partido de masas abierto y
se parecía poco a la elite disciplinada descripta en ¿Qué hacer?. En segundo lugar, en 1917,
ni el partido en conjunto ni su dirigencia estaban unidos en las má s bá sicas cuestiones de
política. La mayor fuerza de los bolcheviques en 1917 era su posició n partidaria de
radicalismo intransigente, al a extrema izquierda del espectro político. Mientras otros
políticos convocaban a la mesura y a ejercer el liderazgo en forma responsable, los
bolcheviques se mantuvieron en las calles con la irresponsable y belicosa muchedumbre
revolucionaria. A medida que se desintegraba la estructura de “poder dual”,
desacreditando a la conducció n de los partidos de la coalició n. Só lo los bolcheviques
quedaron en posició n de beneficiarse.
El “poder dual” fue concebido como un acuerdo interino que funcionaría hasta la
convocatoria a una asamblea constituyente. Las alternativas que se percibían al consenso
y al compromiso eran la dictadura y la guerra civil. Así y todo, parecería que estas
alternativas posiblemente fueran elegidas por una sociedad turbulenta y violentamente
polarizada que se había quitado los frenos gubernativos.
Los bolcheviques.
Antes del regreso de Lenin a Petrogrado a comienzos de abril, los ex exiliados en Siberia
habían comenzado a reconstruir la organizació n bolchevique y publicar un perió dico.
Lenin no había perdido sus viejos há bitos sectarios. No demostró señ al alguna de las
gozosas emociones en honor de la victoria revolucionaria.
La evaluació n que hizo Lenin de la situació n política, conocida en la historia como las tesis
de abril era belicosa, intransigente y decididamente desconcertante para los bolcheviques
de Petrogrado. Apenas deteniéndose en los logros de febrero, Lenin ya apuntaba a la
segunda etapa de la revolució n, el derrocamiento de la burguesía por parte del
proletariado. No se debía respaldar al gobierno provisional, afirmaba Lenin.
Lenin predijo que los soviets serían las instituciones claves en la transferencia de
autoridad de la burguesía al proletariado. “¡Todo el poder a los soviets!”, uno de los lemas
de las tesis de abril de Lenin era, en efecto, un llamado a la guerra de clases. “Paz, pan y
tierra”, otro de los lemas de abril de Lenin, tenía implicaciones igualmente revolucionarias.
No es sorprendente que un crítico haya acusado a Lenin de “plantar la bandera de la
guerra civil en medio de la democracia revolucionaria.
La revolución popular.
En toda la Rusia campesina parece haberse dado por sentado que esta nueva revolució n
significaba que la antigua pretensió n de posesió n de las tierras por parte de los nobles
quedaba revocada. La tierra debería pertenecer a quien la trabaja, lo que esto significaba
para los campesinos en términos concretos que la tierra que habían trabajado para los
nobles cuando eran siervos, y que habían sido conservada por éstos tras el acuerdo
emancipador, ahora debía pertenecerles.
A pesar de la seriedad del problema de la tierra y delos informes sobre tomas de tierra que
comenzaron con el verano de 1917, el gobierno provisional le dio largas al problema de la
reforma agraria. La conclusió n del gobierno provisional fue que sería mejor dejar de lado
los problemas hasta que éstos pudieran ser satisfactoriamente resueltos por la asamblea
constituyente.
En cierto sentido, las jornadas de julio fueron una vindicació n de la posició n intransigente
que Lenin había tomado a partir de abril, pues indicaban la fuerte oposició n popular al
gobierno provisional y al “poder dual”.
Pero en otro sentido las jornadas de julio fueron un desastre para los bolcheviques. Estaba
claro que Lenin y el comité central bolchevique habían sido tomados por sorpresa. Ellos
hablaban de insurrecció n en un sentido general, pero no tenían nada planeado. Todo el
episodio dañ o la moral bolchevique y la credibilidad de Lenin como líder revolucionario.
El dañ o era aun mayor porque los bolcheviques, a pesar de la vacilante e incierta
respuesta de su líder, fueron culpados por las jornadas de julio por el gobierno provisional
y los socialistas moderados del soviet. El comité central bolchevique temía por la vida de
Lenin. Pasó a la clandestinidad y, comienzos de agosto, disfrazado de obrero, cruzó la
frontera y se refugió en Finlandia.
Si bien es cierto que los bolcheviques estaban en problemas, lo mismo puede decirse del
gobierno provisional, que a partir de julio encabezó Kerensky. La coalició n liberal-
socialista estaba en constante agitació n.
Cada vez parecía má s posible que el gobierno provisional cayera en una u otra direcció n.
La pregunta era: ¿en cuá l? La amenaza del a izquierda era una insurrecció n popular en
Petrogrado o un golpe bolchevique. La otra amenaza al gobierno provisional era la
posibilidad de un golpe desde la derecha para que se estableciese una dictadura empeñ ada
en la restauració n de la ley y el orden.
El intento de golpe falló en buena parte debido a lo poco confiables que eran las tropas y al
enérgico accionar de los obreros de Petrogrado. Los ferroviarios desviaron y obstruyeron
los trenes de tropas; los impresores detuvieron la edició n de los diarios.
La izquierda fue la que má s ganó con el episodio Kornilov, ya que éste dio sustancia a la
hasta entonces abstracta noció n de un golpe contrarrevolucionario derechista, demostró
la fuerza del sector obrero y, al mismo tiempo, convenció a muchos trabajadores de que
só lo la vigilancia armada salvaría a la revolució n de sus enemigos. La fuerza de los
bolcheviques radicaba en que era el ú nico partido que no estaba comprometido por su
asociació n con la burguesía y el régimen de febrero, ademá s de ser el má s firmemente
identificado con las ideas de poder obrero e insurrecció n armada.
La revolución de octubre.
El lema de los bolcheviques “todo el poder a los soviets” tuvo una intenció n esencialmente
provocadora; era un desafío dirigido a los moderados que controlaban el soviet de
Petrogrado y se resistían a tomar la totalidad del poder. Los bolcheviques ganaron la
mayoría en el soviet de Petrogrado el 31 de Agosto y la mayoría en el soviet de Moscú el 5
de Septiembre. Si el segundo congreso nacional de soviets, que debía reunirse seguía esta
tendencia, ¿Cuá les serían las consecuencias?
El llamado de Lenin a la inmediata insurrecció n armada fue apasionada, pero no del todo
convincente para quienes compartían con él el liderazgo. ¿Para qué los bolcheviques
habían de jugarse en una apuesta desesperada cuando los acontecimientos claramente
evolucionaban como a ellos les convenía?
Trotsky, recientemente salido de prisió n y ahora afiliado al Partido Bolchevique, era ahora
el jefe de la mayoría bolchevique del soviet de Petrogrado. Parece probable que también él
albergara dudas acerca de la insurrecció n, y que opinara que el soviet podía y debía
ocuparse del problema de derrocar al gobierno provisional.
Dos del os viejos camaradas bolcheviques de Lenin, Grigorii Zinoviev y Lev Kamenev
presentaron fuertes objeciones a la idea de una insurrecció n bolchevique. Opinaban que
era irresponsable que los bolcheviques se adueñ aran del poder mediante un golpe y poco
realista de creer que podían retener el poder por su cuenta.
Bajo tales circunstancias, puede parecer notable que el golpe bolchevique de octubre haya
sido exitoso. Pero, de hecho, la publicidad anticipada probablemente haya má s bien
ayudada a la causa de Lenin que lo contrario. Puso a los bolcheviques en una posició n en la
que habría sido difícil no actuar.
Para la tarde del 25, el golpe prá cticamente había triunfado, con la irritante salvedad de
que el Palacio de Invierno, que albergaba a los integrantes del gobierno provisional, no
había sido tomado. El palacio cayó tarde por la noche. El hecho de base era indiscutible: el
régimen de febrero había sido derrocado y el poder había pasado a los triunfadores de
octubre.
Claro que esto dejaba una pregunta sin respuesta. ¿Quiénes eran los triunfadores de
octubre? Al instar a los bolcheviques a la insurrecció n ante el congreso de los soviets,
Lenin claramente había querido que ese título les correspondería a los bolcheviques. Pero
el hecho es que los bolcheviques habían organizado el alzamiento por medio del comité
militar-revolucionario del soviet de Petrogrado; e, intencionalmente o no, el congreso le
había dado largas al asunto hasta la víspera del encuentro del congreso nacional de los
soviets. Cuando la novedad se difundida por las provincias, la versió n má s difundida
afirmaba que los soviets habían tomado el poder.
En el congreso, los bolcheviques llamaron a una transferencia del poder a los soviets de
obreros soldados y campesinos en todo el país. Se anunció que las funciones del gobierno
central serían asumidas por un nuevo consejo de comisarios del pueblo, cuyo padró n
eternamente bolchevique fue leído al congreso el 26 de octubre por un portavoz del
Partido Bolchevique. La cabeza del nuevo gobierno era Lenin y Trotsky era comisario del
pueblo (ministro) de Asuntos Exteriores.
Algunos historiadores han sugerido que el gobierno unipartidista de los bolcheviques fue
el resultado de un accidente histó rico má s bien que de una intenció n, es decir, que los
bolcheviques no tenían el propó sito de tomar el poder para ellos solos. Pero si la intenció n
que está en cuestió n es la de Lenin, el argumento parece dudoso; y Lenin aplastó las
objeciones de otros dirigentes de su partido. Parece claro que en septiembre y octubre
Lenin quería que el poder lo tomaran los bolcheviques, no los soviets multipartidarios.
Hubiera prefiero hacer un golpe abiertamente bolchevique. Tal vez sea justo decir que el
principio no tenía objeció n a que los soviets ejercerían el poder a nivel local, siempre y
cuando fuesen confiablemente bolcheviques. Pero este requisito difícilmente fuera
compatible con las elecciones democrá ticas en las que participaran otros partidos
políticos.
[Only Bolcheviques] Ciertamente Lenin tenía una postura muy firme en lo que respecta a
coaliciones en el nuevo gobierno, el concejo de comisarios del pueblo. En noviembre de
1917, cuando el comité central bolchevique discutió la posibilidad de pasar de un gobierno
totalmente bolchevique a una coalició n socialista amplia, Lenin se opuso férreamente. Los
bolcheviques no hicieron ningú n otro esfuerzo por formar una coalició n con otros
partidos.
Los bolcheviques ¿tenían, o creían tener, mandato popular para gobernar solos? En las
elecciones para designar la asamblea constituyente los bolcheviques obtuvieron el 25 por
ciento del voto popular. Esto los ubicó detrá s de los SR quienes obtuvieron el 40 por ciento
de los votos. La victoria general de los SR se debió al voto campesino de las aldeas. Pero
había cierta ambigü edad en esto. Es probable que al votar, los campesinos só lo tomaran en
cuenta un tema, y los programas agrarios de los SR y los bolcheviques eran casi idénticos.
Pero los SR eran muchos má s conocidos para los campesinos, quienes eran sus votantes
tradicionales.
Como sea, en la política democrá tica, una derrota es una derrota. Pero los bolcheviques no
adoptaron ese punto de vista en las elecciones a la asamblea constituyente: no abdicaron
al no triunfar, argumentaron que no pretendían representar al total de la població n.
Habían tomado el poder en nombre de la clase obrera. En octubre y noviembre de 1917,
obtenían má s votos obreros que ningú n otro partido.
¿Pero qué ocurriría si en algú n momento los obreros les retiraran su apoyo? La pretensió n
bolchevique de representar la voluntad del proletariado estaba tan basada en la fe como
en la observació n.
Engels había advertido que un partido socialista que tomara prematuramente el poder
podía quedar aislado y verse obligado a convertirse en una dictadura represiva. Estaba
claro que los líderes bolcheviques, en particular Lenin, estaba dispuestos a correr ese
riesgo.