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Resumen - 4 - Cap. 2 (1917) - Fitzpatrick

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1917: Las revoluciones de febrero y octubre – Fitzpatrick

En febrero de 1917, la autocracia se derrumbó ante las manifestaciones populares y el


retiro del respaldo del a elite al régimen. Las soluciones políticas parecían fáciles. La futura
forma de gobierno de Rusia sería democrá tica. Las revoluciones de elite y popular
coexistirían tal como en 1905.

[El poder dual] En términos institucionales, el nuevo gobierno provisional representaría


la revolució n de elite, mientras que el recientemente revivido soviet de Petrogrado sería el
portavoz de la revolució n del pueblo. Su relació n sería complementaria má s que
competitiva y el “poder dual”, los liberales rusos habían tendido a considerar aliados a los
socialistas. En forma similar, la mayor parte de los socialistas rusos estaban dispuestos a
ver a los liberales como aliados, ya que aceptaban la noció n marxista de que la revolució n
liberal burguesa tenía el primer lugar en la agenda.

Pero ocho meses má s tarde las esperanzas y expectativas de febrero se habían


derrumbado. El “poder dual” resultó ser una ilusió n. La revolució n popular se hizo cada
vez má s radical, mientras que la revolució n de elite se desplazó hacia una ansiosa posició n
conservadora en defensa de la propiedad, la ley y el orden. En la periferia de Rusia,
oficiales del antiguo ejército zarista convocaban a sus fuerzas para combatir a los
bolcheviques. La revolució n no llevó la democracia liberal a Rusia. En cambio, trajo la
anarquía y la guerra civil.

El paso directo del febrero democrá tico al octubre rojo asombró por igual a vencedores y
vencidos. Para los liberales rusos, fue un choque traumá tico. Los mencheviques y otros
marxistas no bolcheviques se sintieron igualmente ultrajados: el momento aú n no estaba
madura para una revolució n socialista proletaria y era inexcusable que un partido
marxista rompiera las reglas y se adueñ ase del poder.

Para los emigrados, la revolució n bolchevique no fue tanto una tragedia en el sentido
griego como desastre inesperado, inmerecido y esencialmente injusto. Teorías
conspirativas que explicaban la victoria bolchevique ganaron amplia aceptació n: la má s
popular era la de la conspiració n judía internacional, ya que Trotsky, Zinoviev y muchos
otros líderes bolcheviques eran judíos; otra teoría presentaba a los bolcheviques como
títeres de los alemanes para sacar a Rusia de la guerra.

[Visión clásica de la victoria bolchevique] En la clá sica interpretació n occidental de la


victoria bolchevique y la subsiguiente evolució n del poder soviético, el deus ex machina
era el arma secreta bolchevique: organizació n y disciplina partidaria. El panfleto de Lenin
¿Qué hacer? Se solía citar como texto bá sico. La política abierta, democrá tica y pluralista
que imperó en Rusia en los meses que siguieron a febrero fue así subvertida, lo que
culminó con la toma ilegal del poder por parte de los bolcheviques en octubre mediante un
golpe organizado. La tradició n bolchevique de organizació n centralizada y estricta
disciplina partidaria llevó al nuevo régimen soviético al autoritarismo represivo y echó los
cimientos para la ulterior dictadura totalitaria de Stalin.

[¿Por qué triunfaron los Bolcheviques?] Pero siempre ha habido problemas para
aplicar este concepto general sobre los orígenes del totalitarismo soviético. En primer
lugar, el viejo Partido Bolchevique clandestino recibió un enorme aporte de nuevos
integrantes. Para mediados de 1817, se había convertido en un partido de masas abierto y
se parecía poco a la elite disciplinada descripta en ¿Qué hacer?. En segundo lugar, en 1917,
ni el partido en conjunto ni su dirigencia estaban unidos en las má s bá sicas cuestiones de
política. La mayor fuerza de los bolcheviques en 1917 era su posició n partidaria de
radicalismo intransigente, al a extrema izquierda del espectro político. Mientras otros
políticos convocaban a la mesura y a ejercer el liderazgo en forma responsable, los
bolcheviques se mantuvieron en las calles con la irresponsable y belicosa muchedumbre
revolucionaria. A medida que se desintegraba la estructura de “poder dual”,
desacreditando a la conducció n de los partidos de la coalició n. Só lo los bolcheviques
quedaron en posició n de beneficiarse.

La relació n de “poder dual” entre el gobierno provisional y el soviet de Petrogrado solía


interpretarse en término de clase como una alianza entre burguesía y proletariado. Su
supervivencia dependía de que continuase la cooperació n entre estas clases. A medida que
la sociedad urbana se polarizaba crecientemente entre la derecha comprometida con la ley
y el orden, y la izquierda revolucionaria, el campo intermedio de la coalició n democrá tica
comenzó a agitarse.

El “poder dual” fue concebido como un acuerdo interino que funcionaría hasta la
convocatoria a una asamblea constituyente. Las alternativas que se percibían al consenso
y al compromiso eran la dictadura y la guerra civil. Así y todo, parecería que estas
alternativas posiblemente fueran elegidas por una sociedad turbulenta y violentamente
polarizada que se había quitado los frenos gubernativos.

Los bolcheviques.

Para el momento de la revolució n de octubre, virtualmente todos los principales


bolcheviques habían emigrado al extranjero o estaban exiliados en regiones remotas del
imperio ruso, a donde habían ido a dar tras ser arrestados en masa después del estallido
de la guerra.

Antes del regreso de Lenin a Petrogrado a comienzos de abril, los ex exiliados en Siberia
habían comenzado a reconstruir la organizació n bolchevique y publicar un perió dico.
Lenin no había perdido sus viejos há bitos sectarios. No demostró señ al alguna de las
gozosas emociones en honor de la victoria revolucionaria.

La evaluació n que hizo Lenin de la situació n política, conocida en la historia como las tesis
de abril era belicosa, intransigente y decididamente desconcertante para los bolcheviques
de Petrogrado. Apenas deteniéndose en los logros de febrero, Lenin ya apuntaba a la
segunda etapa de la revolució n, el derrocamiento de la burguesía por parte del
proletariado. No se debía respaldar al gobierno provisional, afirmaba Lenin.

Lenin predijo que los soviets serían las instituciones claves en la transferencia de
autoridad de la burguesía al proletariado. “¡Todo el poder a los soviets!”, uno de los lemas
de las tesis de abril de Lenin era, en efecto, un llamado a la guerra de clases. “Paz, pan y
tierra”, otro de los lemas de abril de Lenin, tenía implicaciones igualmente revolucionarias.
No es sorprendente que un crítico haya acusado a Lenin de “plantar la bandera de la
guerra civil en medio de la democracia revolucionaria.

Los bolcheviques, bajo las exhortaciones y reproches de Lenin, efectivamente adoptaron


una postura má s intransigente que los aisló de la coalició n socialista. Si la estrategia de
Lenin era la de un maestro de la política o la de un desequilibrado extremista era una
cuestió n abierta.

La necesidad de unidad socialista parecía evidente a la mayor parte de los políticos


asociados al soviet, quienes se enorgullecían de dejar de lado sus viejos desacuerdos
sectarios. En junio, durante el primer congreso nacional de los soviets.

Los bolcheviques aú n estaban en minoría en el congreso de junio de los soviets y aú n


debían ganar en alguna elecció n en las principales ciudades. Pero su creciente fuerza era
evidente a nivel de las ases: en comités de los obreros de fá bricas, en los comités de
soldados y marineros de las fuerzas armadas y en los soviets locales de los distritos. La
afiliació n al Partido Bolchevique también crecía en forma espectacular.

La revolución popular.

A comienzos de 1917, el hastío con la guerra se evidenciaba en la creciente tasa de


deserció n y en la respuesta de los soldados a la confraternizació n impulsada por los
alemanes en el frente. Para los soldados, la revolució n de febrero era una promesa
implícita de que la guerra no tardaría en concluir y esperaban impacientes a que el
gobierno provisional se encargase de que esto ocurriera.

[Las autopercepciones del Ejército] Tradicionalmente se ha calificado como


“proletariados” a los soldados y marineros de 1917, sea cual haya sido su ocupació n en la
vida civil. De hecho, la mayor parte de los reclutas eran campesinos, aunque había una
cantidad desproporcionada de obreros. En términos marxistas, puede argumentarse que
los integrantes de las fuerzas armadas eran proletarios en virtud de su presente empleo,
pero lo má s importante es que así se veían a sí mismos. El “antagonismo de clase” entre
oficiales y tropas había socavado hondamente el espíritu de solidaridad patrió tica del
ejército.

En los primeros meses después de la revolució n de febrero, los principales reclamos


formulados por los obreros de Petrogrado y oros lugares eran de índole econó mica, y se
centraban en temas tan inmediatos como la jornada de ocho horas (rechazada por el
gobierno provisional, alegando la situació n de emergencia que creaba la guerra), salarios,
horas extra y seguro de desempleo.

La revolució n de febrero había dado nacimiento a un formidable surtido de organizaciones


obreras en todos los centros industriales de Rusia, especialmente en Petrogrado y Moscú .
Los soviets de obreros se creaban no só lo a nivel metropolitano, sino en el nivel inferior
del distrito urbano, y allí la dirigencia solía surgir de los propios obreros má s bien que de
la inteliguentsia socialista, con el resultado que allí el á nimo solía ser má s radical. Se
establecieron nuevos sindicatos; y a nivel de plantas, los trabajadores comenzaron a
organizar comités de fá brica para tratar con los administradores. Para fin de mayo de
1917, los bolcheviques tenían una posició n dominante en los comités de fá brica de
Petrogrado.

[Sobre el “control obrero” y los bolcheviques] La funció n original de los comités de


fá brica era actuar como vigilantes de los intereses de los obreros en los tratos de éstos con
los administradores capitalistas de las fá bricas. En otras instancias, los comités de fá brica
tomaban las riendas para salvar a los obreros del desempleo cuando el propietario o el
administrador abandonaban la planta o amenazaban con cerrarla. Este cambio tuvo lugar
mientras los á nimos políticos de los obreros se volvían cada vez má s militantes y los
bolcheviques ganaban influencia en los comités de fá brica. Militancia significaba hostilidad
a la burguesía y afirmació n de la primacía de los obreros en la revolució n. Como teoría
política, esto se aproximaba má s al anarquismo o al anarcosindicalismo que al
bolchevismo, y de hecho los líderes bolcheviques no compartían la idea de que la
democracia obrera directa encarnada en los comités de fá brica y los soviets fuesen una
alternativa viable ni deseable a su concepto de una “dictadura del proletariado” conducida
desde el partido. Los bolcheviques eran realistas y la realidad política de Petrogrado en el
verano de 1917 era que el partido tenía un fuerte apoyo en los comités de fá brica y no
quería perderlo. Por lo tanto, los bolcheviques estaban a favor del “control obrero”, sin
definir con demasiada precisió n qué entendían por este término.

La creciente militancia obrera alarmó a los empleadores: una cantidad de plantas


cerraron, y un destacado industrial opinó cautamente que “la huesuda mano del hambre”
podía ser en ú ltima instancia el medio que regresara al orden a los trabajadores urbanos.
Pero en el campo, la alarma y el miedo de los terratenientes ante los campesinos era
mucho mayor. Durante el verano y con el aumento de los disturbios, muchos
terratenientes abandonaron sus fincas y huyeron del campo.

En toda la Rusia campesina parece haberse dado por sentado que esta nueva revolució n
significaba que la antigua pretensió n de posesió n de las tierras por parte de los nobles
quedaba revocada. La tierra debería pertenecer a quien la trabaja, lo que esto significaba
para los campesinos en términos concretos que la tierra que habían trabajado para los
nobles cuando eran siervos, y que habían sido conservada por éstos tras el acuerdo
emancipador, ahora debía pertenecerles.

En sus petitorios, los campesinos solicitaban una redistribució n igualitaria de la tierra en


poder de la nobleza, el estado, la iglesia; es decir, el mismo tipo de reparto equitativo entre
hogares aldeanos que el mir había organizado tradicionalmente con los campos de la
aldea.

A pesar de la seriedad del problema de la tierra y delos informes sobre tomas de tierra que
comenzaron con el verano de 1917, el gobierno provisional le dio largas al problema de la
reforma agraria. La conclusió n del gobierno provisional fue que sería mejor dejar de lado
los problemas hasta que éstos pudieran ser satisfactoriamente resueltos por la asamblea
constituyente.

Las crisis políticas del verano.

A mediados de junio, Keresnky, en esos momentos ministro de Guerra del gobierno


provisional, alentó al ejército ruso a lanzar una importante ofensiva en el frente de Galitzia
(Polonia). La ofensiva rusa en Galitzia fracasó . Fue un desastre en todo sentido. La moral
de las fuerzas armadas se desintegró aú n má s y los alemanes comenzaron un exitoso
contrataque que continuó durante el verano y el otoñ ó . La credibilidad del gobierno
provisional resultó gravemente dañ ada y la tensió n entre gobierno y jefes militares
aumentó .

En medio de esta crisis, Petrogrado volvió a entrar en una erupció n de manifestaciones de


masas, violencia callejera y desorden popular entre el 3 y el 5 de julio, fase que fue
conocida como “las jornadas de julio”. Su destino inicial fue el cuartel general del Partido
Bolchevique en el palacio Kseshinskaya. Pero cuando los manifestantes llegaron al palacio,
la recepció n de Lenin fue moderada, incluso abrupta. No los alentó a que realizaran actos
de violencia contra el gobierno provisional ni la dirigencia del soviet.

En cierto sentido, las jornadas de julio fueron una vindicació n de la posició n intransigente
que Lenin había tomado a partir de abril, pues indicaban la fuerte oposició n popular al
gobierno provisional y al “poder dual”.

Pero en otro sentido las jornadas de julio fueron un desastre para los bolcheviques. Estaba
claro que Lenin y el comité central bolchevique habían sido tomados por sorpresa. Ellos
hablaban de insurrecció n en un sentido general, pero no tenían nada planeado. Todo el
episodio dañ o la moral bolchevique y la credibilidad de Lenin como líder revolucionario.

El dañ o era aun mayor porque los bolcheviques, a pesar de la vacilante e incierta
respuesta de su líder, fueron culpados por las jornadas de julio por el gobierno provisional
y los socialistas moderados del soviet. El comité central bolchevique temía por la vida de
Lenin. Pasó a la clandestinidad y, comienzos de agosto, disfrazado de obrero, cruzó la
frontera y se refugió en Finlandia.

Si bien es cierto que los bolcheviques estaban en problemas, lo mismo puede decirse del
gobierno provisional, que a partir de julio encabezó Kerensky. La coalició n liberal-
socialista estaba en constante agitació n.

Cada vez parecía má s posible que el gobierno provisional cayera en una u otra direcció n.
La pregunta era: ¿en cuá l? La amenaza del a izquierda era una insurrecció n popular en
Petrogrado o un golpe bolchevique. La otra amenaza al gobierno provisional era la
posibilidad de un golpe desde la derecha para que se estableciese una dictadura empeñ ada
en la restauració n de la ley y el orden.

El intento de golpe falló en buena parte debido a lo poco confiables que eran las tropas y al
enérgico accionar de los obreros de Petrogrado. Los ferroviarios desviaron y obstruyeron
los trenes de tropas; los impresores detuvieron la edició n de los diarios.

La izquierda fue la que má s ganó con el episodio Kornilov, ya que éste dio sustancia a la
hasta entonces abstracta noció n de un golpe contrarrevolucionario derechista, demostró
la fuerza del sector obrero y, al mismo tiempo, convenció a muchos trabajadores de que
só lo la vigilancia armada salvaría a la revolució n de sus enemigos. La fuerza de los
bolcheviques radicaba en que era el ú nico partido que no estaba comprometido por su
asociació n con la burguesía y el régimen de febrero, ademá s de ser el má s firmemente
identificado con las ideas de poder obrero e insurrecció n armada.

La revolución de octubre.

El lema de los bolcheviques “todo el poder a los soviets” tuvo una intenció n esencialmente
provocadora; era un desafío dirigido a los moderados que controlaban el soviet de
Petrogrado y se resistían a tomar la totalidad del poder. Los bolcheviques ganaron la
mayoría en el soviet de Petrogrado el 31 de Agosto y la mayoría en el soviet de Moscú el 5
de Septiembre. Si el segundo congreso nacional de soviets, que debía reunirse seguía esta
tendencia, ¿Cuá les serían las consecuencias?

En septiembre, Lenin escribió desde su escondite en Finlandia urgiendo al Partido


Bolchevique a prepararse para la insurrecció n armada. El momento revolucionario había
llegado. La demora resultaría fatal. Los bolcheviques debían actuar antes de la reunió n del
segundo congreso de los soviets.

El llamado de Lenin a la inmediata insurrecció n armada fue apasionada, pero no del todo
convincente para quienes compartían con él el liderazgo. ¿Para qué los bolcheviques
habían de jugarse en una apuesta desesperada cuando los acontecimientos claramente
evolucionaban como a ellos les convenía?

El 10 de octubre, el comité central bolchevique acordó que, en principio, un alzamiento era


deseable. Pero estaba claro que muchos bolcheviques se sentían inclinados a usar su
posició n en el soviet para lograr una transferencia de poder cuasi legal y no violenta.

Trotsky, recientemente salido de prisió n y ahora afiliado al Partido Bolchevique, era ahora
el jefe de la mayoría bolchevique del soviet de Petrogrado. Parece probable que también él
albergara dudas acerca de la insurrecció n, y que opinara que el soviet podía y debía
ocuparse del problema de derrocar al gobierno provisional.

Dos del os viejos camaradas bolcheviques de Lenin, Grigorii Zinoviev y Lev Kamenev
presentaron fuertes objeciones a la idea de una insurrecció n bolchevique. Opinaban que
era irresponsable que los bolcheviques se adueñ aran del poder mediante un golpe y poco
realista de creer que podían retener el poder por su cuenta.

Bajo tales circunstancias, puede parecer notable que el golpe bolchevique de octubre haya
sido exitoso. Pero, de hecho, la publicidad anticipada probablemente haya má s bien
ayudada a la causa de Lenin que lo contrario. Puso a los bolcheviques en una posició n en la
que habría sido difícil no actuar.

La insurrecció n comenzó el 24 de Octubre, víspera del comienzo del segundo congreso de


los soviets, cuando la fuerzas del comité militar-revolucionario de los soviets comenzaron
a ocupar instalaciones gubernamentales clave, tomando las oficinas de telégrafo y
estaciones de ferrocarril, bloqueando los puentes de la ciudad y rodeando el Palacio de
Invierno, donde sesionaba el gobierno provisional. Casi no encontraron resistencia
violenta. Durante la noche del 24-25 de octubre, Lenin salió de la clandestinidad y se unió
a sus camaradas en el instituto Smolny.

Para la tarde del 25, el golpe prá cticamente había triunfado, con la irritante salvedad de
que el Palacio de Invierno, que albergaba a los integrantes del gobierno provisional, no
había sido tomado. El palacio cayó tarde por la noche. El hecho de base era indiscutible: el
régimen de febrero había sido derrocado y el poder había pasado a los triunfadores de
octubre.

Claro que esto dejaba una pregunta sin respuesta. ¿Quiénes eran los triunfadores de
octubre? Al instar a los bolcheviques a la insurrecció n ante el congreso de los soviets,
Lenin claramente había querido que ese título les correspondería a los bolcheviques. Pero
el hecho es que los bolcheviques habían organizado el alzamiento por medio del comité
militar-revolucionario del soviet de Petrogrado; e, intencionalmente o no, el congreso le
había dado largas al asunto hasta la víspera del encuentro del congreso nacional de los
soviets. Cuando la novedad se difundida por las provincias, la versió n má s difundida
afirmaba que los soviets habían tomado el poder.

En el congreso, los bolcheviques llamaron a una transferencia del poder a los soviets de
obreros soldados y campesinos en todo el país. Se anunció que las funciones del gobierno
central serían asumidas por un nuevo consejo de comisarios del pueblo, cuyo padró n
eternamente bolchevique fue leído al congreso el 26 de octubre por un portavoz del
Partido Bolchevique. La cabeza del nuevo gobierno era Lenin y Trotsky era comisario del
pueblo (ministro) de Asuntos Exteriores.

Algunos historiadores han sugerido que el gobierno unipartidista de los bolcheviques fue
el resultado de un accidente histó rico má s bien que de una intenció n, es decir, que los
bolcheviques no tenían el propó sito de tomar el poder para ellos solos. Pero si la intenció n
que está en cuestió n es la de Lenin, el argumento parece dudoso; y Lenin aplastó las
objeciones de otros dirigentes de su partido. Parece claro que en septiembre y octubre
Lenin quería que el poder lo tomaran los bolcheviques, no los soviets multipartidarios.
Hubiera prefiero hacer un golpe abiertamente bolchevique. Tal vez sea justo decir que el
principio no tenía objeció n a que los soviets ejercerían el poder a nivel local, siempre y
cuando fuesen confiablemente bolcheviques. Pero este requisito difícilmente fuera
compatible con las elecciones democrá ticas en las que participaran otros partidos
políticos.

[Only Bolcheviques] Ciertamente Lenin tenía una postura muy firme en lo que respecta a
coaliciones en el nuevo gobierno, el concejo de comisarios del pueblo. En noviembre de
1917, cuando el comité central bolchevique discutió la posibilidad de pasar de un gobierno
totalmente bolchevique a una coalició n socialista amplia, Lenin se opuso férreamente. Los
bolcheviques no hicieron ningú n otro esfuerzo por formar una coalició n con otros
partidos.

Los bolcheviques ¿tenían, o creían tener, mandato popular para gobernar solos? En las
elecciones para designar la asamblea constituyente los bolcheviques obtuvieron el 25 por
ciento del voto popular. Esto los ubicó detrá s de los SR quienes obtuvieron el 40 por ciento
de los votos. La victoria general de los SR se debió al voto campesino de las aldeas. Pero
había cierta ambigü edad en esto. Es probable que al votar, los campesinos só lo tomaran en
cuenta un tema, y los programas agrarios de los SR y los bolcheviques eran casi idénticos.
Pero los SR eran muchos má s conocidos para los campesinos, quienes eran sus votantes
tradicionales.

Como sea, en la política democrá tica, una derrota es una derrota. Pero los bolcheviques no
adoptaron ese punto de vista en las elecciones a la asamblea constituyente: no abdicaron
al no triunfar, argumentaron que no pretendían representar al total de la població n.
Habían tomado el poder en nombre de la clase obrera. En octubre y noviembre de 1917,
obtenían má s votos obreros que ningú n otro partido.

¿Pero qué ocurriría si en algú n momento los obreros les retiraran su apoyo? La pretensió n
bolchevique de representar la voluntad del proletariado estaba tan basada en la fe como
en la observació n.

Engels había advertido que un partido socialista que tomara prematuramente el poder
podía quedar aislado y verse obligado a convertirse en una dictadura represiva. Estaba
claro que los líderes bolcheviques, en particular Lenin, estaba dispuestos a correr ese
riesgo.

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