Diamante prohibido
Por Susan Stephens
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El soldado y heredero de una mina de diamantes, Tyr Skavanga por fin ha vuelto al frío norte. Atormentado por las terribles escenas de la guerra, se ha hecho más duro y solitario, pero hay una persona que desafía sus defensas, la última persona a la que espera ver.
¡Y la única mujer a la que desea!
La princesa Jasmina de Kareshi, con su belleza exótica y su inocencia, está completamente fuera de su alcance. Al igual que Tyr, tiene una reputación que proteger, pero tal vez el mayor reto para ambos sea luchar contra la atracción que hay entre ellos…
Susan Stephens
Susan Stephens é uma autora best-seller do USA Today, escritora de mais de cinquenta livros e que já vendeu mais de 8 milhões de exemplares pelo mundo todo. Suas obras foram traduzidas para 26 idiomas em 109 países. Como uma típica romântica, ela conheceu o marido na segunda-feira e noivou na sexta da mesma semana. Casados há anos, eles têm três filhos, alguns cachorros, gatos, um porquinho-da-índia e um burro.
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Diamante prohibido - Susan Stephens
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2014 Susan Stephens
© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Diamante prohibido, n.º 2432 - diciembre 2015
Título original: His Forbidden Diamond
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-7256-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
¡Tyr Skavanga ha vuelto!
El titular lo sorprendió. Su hermana Britt había dejado el periódico encima del escritorio, para que lo viese. Y para que se diese cuenta de lo mucho que sus tres hermanas lo habían echado de menos y de lo contentas que estaban de que hubiese vuelto. En la fotografía que había debajo del titular aparecían Britt, Eva y Leila abrazándose y sonriendo de felicidad.
Por él.
Tyr se giró y fue a mirar por la ventana del despacho de Britt, la nieve contrastaba con la oscuridad del cielo. En el exterior todo era de un blanco inmaculado mientras que en el interior, en el reflejo de la ventana, lo que había era el rostro de un asesino, su rostro. Y aquello era algo de lo que no se podía esconder.
Ni quería hacerlo. Había vuelto a Skavanga, la pequeña ciudad minera que llevaba el nombre de su familia, para volver a vivir con las personas a las que quería. Tras dejar el ejército, se había quedado lejos demasiado tiempo para proteger a sus hermanas y amigos de un hombre que había cambiado mucho. Britt, su hermana mayor, nunca había cesado en su intento de encontrarlo, respondiese a sus mensajes o no. Lo habitual había sido no hacerlo. Britt era una de las pocas personas que habían podido ponerse en contacto con él a través de su marido, el jeque Sharif, que a su vez era uno de los mejores amigos de Tyr y siempre le había sido leal; no había desvelado su paradero a nadie, ni siquiera a su esposa, Britt.
Al final, había sido una niña la que había hecho que le remordiera la conciencia y volviera. Había sacado a la pequeña de la zona de guerra para llevarla con su familia a un campo de refugiados, y cuando esta había dejado de llorar de la alegría de ver a los suyos, le había preguntado con la preocupación de una niña de siete años que había visto demasiadas miserias si él tenía una familia.
La pregunta le había hecho sentir vergüenza, lo había destrozado. Había roto su coraza y le había obligado a pensar en aquellas personas a las que había dejado atrás. Le había explicado a la niña que sí, que tenía una familia a la que quería mucho. Nadie había hecho ningún comentario al ver lágrimas en sus ojos. Estaban juntos y vivos, no podían pedir más. Él se había marchado del campo para volver al desierto, donde había trabajado hasta el agotamiento, sin poder olvidar la pregunta de la niña acerca de su familia, que le había hecho darse cuenta de lo afortunado que era por tener personas que lo querían. Y entonces había sabido que tenía que volver a casa, a pesar del miedo a encontrarse con sus hermanas, que se darían cuenta de lo mucho que había cambiado.
Había sido de un valor inestimable para las Fuerzas Especiales, se lo habían dicho al ponerle una medalla en el pecho, pero Tyr no había querido que grabasen aquello en su tumba. Quería que lo recordasen por lo que había construido, no por lo que había destruido. En la batalla, se había encontrado con tres tipos de soldados: los que disfrutaban de su trabajo, los que iban a cumplir con su obligación con valentía y lealtad hacia sus camaradas y su país, y los que jamás se recuperarían de lo que habían visto, ya fuese física, mentalmente, o ambas. Él no tenía excusas. Era fuerte. Tenía el amor de una buena familia y no solo había conseguido mantenerse vivo, sino prácticamente indemne, al menos, por fuera. Y en esos momentos dependía de él terminar con el proceso de curación y ser de utilidad para otras personas menos afortunadas que él.
–¡Tyr!
–Hola, Britt.
Se giró justo en el momento en el que su bella hermana le daba un abrazo. Era evidente que estaba feliz de verlo, pero su mirada estaba llena de preguntas.
–Estás estupendo, Tyr.
–Mentirosa.
Su hermana mayor retrocedió para mirarlo de arriba abajo.
–Está bien, en ese caso te diré que llevas una ropa estupenda.
–Eso está mejor – respondió él mientras ambos reían al unísono–. Hice escala en Milán, ya que sabía que mis glamurosas hermanas organizarían una fiesta. Tenía que estar a la altura.
Britt lo miró con preocupación.
–No tienes por qué hacer nada que no quieras hacer, Tyr.
–Pero quiero estar aquí. Quería venir a casa y veros.
–Entonces, ¿estás preparado? – le preguntó Britt, mirando hacia el otro lado de la calle, donde estaba el hotel más lujoso de la ciudad, en el que habían organizado una fiesta para darle la bienvenida.
–Cuando quieras.
–Ojalá tuviésemos más tiempo para hablar, pero sé que nunca te ha gustado hacer las cosas poco a poco, ¿verdad, Tyr?
–Inmersión total – le confirmó él, decidido a mantener el tono de voz alegre–. No sé hacerlo de otra manera.
–Si tú lo dices.
–Por supuesto – dijo Tyr, señalando el hotel, al que estaban llegando coches–. Y muchas gracias por organizarlo.
Britt se echó a reír.
–Me alegro de haber tenido la oportunidad. Había que darle la bienvenida al héroe de la ciudad…
–Solo tienes que darle la bienvenida a tu hermano. No quiero más.
–Iría hasta el fin del mundo por ti, Tyr… Y casi he tenido que hacerlo – le recordó su hermana.
–No dejaste de enviarme correos electrónicos.
–Y tú no me respondiste.
–Pero al final te he ahorrado el viaje.
–No vas a cambiar nunca – dijo ella en tono de broma, pero su mirada era triste porque ambos sabían que había cambiado.
Había cambiado mucho.
–Este rato en mi despacho, tranquilo, te habrá venido bien, ¿no?
–Ha sido perfecto, gracias, Britt.
Salvo en los momentos en los que había ido de compras para poder deshacerse de las botas y las camisas de safari y ponerse ropa de ciudad, Tyr no había tenido ningún contacto con otras personas desde que se había marchado del desierto. Después de tanto silencio, incluso los ruidos de la calle le resultaban ensordecedores, pero su hermana se merecía aquello y mucho más. Tyr la habría puesto en un pedestal.
–Bueno, pues ya has disfrutado bastante de la paz y la tranquilidad. Necesito hablar contigo y, luego, nos iremos.
–Parece serio.
–Tengo muchas cosas que contarte, Tyr. Has estado fuera mucho tiempo. Leila ha tenido gemelos…
–Eso lo sé, ya me lo habías contado.
–Te avisé cuando nacieron, pero ya casi tienen edad para ir al colegio y todavía no los conoces.
Él asintió.
–Y ahora está otra vez embarazada.
–Veo que Rafa no pierde el tiempo.
–Hablas como un dinosaurio. Leila y Rafa se adoran y, según tu hermana, quieren un equipo de fútbol. Y quiero que sepas que el mundo ha seguido girando aunque tú hayas desconectado de todo.
Donde Tyr había estado no había habido comunicación con el mundo exterior, hasta que él había llegado y la había instalado para que los demás pudiesen comunicarse con sus seres queridos. Durante mucho tiempo, él se había sentido demasiado mal para poder hablar con sus hermanas.
–No vas a contarme dónde has estado, ¿verdad, Tyr?
–No necesitas saberlo – respondió él en tono de broma, encogiéndose de hombros.
No quería hablar con nadie de su trabajo, ni siquiera con Britt. No quería que lo alabasen por las cosas malas que había hecho. Solo quería seguir adelante.
Su hermana sacudió la cabeza.
–De acuerdo, desisto. Ya verás cuando veas a Leila, está…
–¿Enorme? – sugirió él.
Su hermana intentó golpearlo.
Y así volvieron atrás, a los días felices.
–¿Y qué más ha pasado?
–Jazz está aquí.
Tyr sintió un escalofrío.
–Jazz. Hace muchos años que no la veo.
Solo con oír el nombre de la hermana pequeña de Sharif recordó las vacaciones escolares, cuando lo único que le había importado había sido divertirse con sus dos amigos de Kareshi, pero, a juzgar por el tono tenso de su hermana, había algo más.
–¿Y? – le preguntó–. ¿Qué pasa con Jazz?
Estaba seguro de que Sharif se lo habría contado si le hubiese ocurrido algo a Jazz, que en realidad era la princesa Jasmina de Kareshi.
–Jazz está bien, ¿verdad?
–Por supuesto.
–¿Pero?
Fingió indiferencia, pero el corazón se le había detenido al pensar que le había podido ocurrir algo a Jazz. Se conocían desde que Sharif lo había invitado a pasar sus primeras vacaciones en Kareshi y, desde entonces, siempre se había alegrado de verla. Por eso, la idea de que pudiese estar enferma, o herida… Se le encogió el estómago. Estaba cansado de calamidades.
–Pero nada, Tyr – insistió su hermana–. Si le hubiese ocurrido algo malo, te lo contaría.
Él la miró fijamente a los ojos, sabiendo que había algo más.
–Va a venir esta noche.
–Estupendo.
Tyr se alegraba de poder volver a ver a Jazz a pesar de que era una persona capaz de ver siempre en el interior de las personas y él no sabía qué le parecía