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Vasco de Quiroga repensar su tiempo y obras Oriel Gómez Mendoza e Igor Cerda Farias (Coordinadores) C Editorial Morevalladolid Ricardo Carvajal Medina René Becerril Patlán Igor Cerda Farías Ricardo León Alanís Oriel Gómez Mendoza Ramón Alonso Pérez Escutia ISBN: 978-607-424-819-7 Primera edición: enero de 2024 Todos los derechos reservados Editorial Morevalladolid Este libro conto con el apoyo de las siguiente institución: ICTI: Instituto de Ciencia, Tecnología del Estado de Michoacán, México. Todos los derechos de este libro han sido sometidos al sistema de evaluación anónima por pares especialistas en la materia. Diagramación y armado de interior; diseño de portada: Karen Alba Editado en México Índice 9 Introducción 15 Los tarascos, un pueblo en la historia Ricardo Carvajal Medina 53 La policía cristiana y su aplicación por los frailes franciscanos en la provincia de Michoacán René Becerril Patlán 127 Pátzcuaro: la ciudad episcopal de Vasco de Quiroga Igor Cerda Farías 163 Vasco de Quiroga y su Colegio de San Nicolás (1538-1565) Ricardo León Alanís 185 Vasco de Quiroga. Conceptos para comprender su vida y obra Oriel Gómez Mendoza 207 La figura de don Vasco de Quiroga en la historiografía y los imaginarios sociales de Michoacán Ramón Alonso Pérez Escutia “Árbol Genealógico”, imagen extraída del libro La relación de Michoacán. 14 Los tarascos, un pueblo en la historia Ricardo Carvajal Medina Instituto de Investigaciones Filosoficas Universidad Michoacana de San Nicolás dee Hidalgo Antes de que los españoles llegaran al territorio del actual México, éste se encontraba habitado por una gran variedad de pueblos, que conformaban diversas entidades políticas multiétnicas de diferentes tamaños y poderío, que guerrearon entre sí principalmente para apropiarse del territorio, mano de obra y tributos de sus enemigos. Estas entidades políticas surgieron a partir de la caída del mundo teotihuacano y la decadencia de los centros de poder del Epiclásico (600/650 al 1000 de n. e.), tales como Monte Albán, Tula Chico, Teotenango, Xochicalco, Cholula, Cacaxtla, El Tajín, Chichén Itzá, las grandes ciudades mayas como Calakmul o Palenque, y las culturas del Occidente, como la tradición Aztatlán y la cultura Chalchihuites, dando paso a un período de inestabilidad política, migraciones, guerras, cambios económicos y culturales. Durante el siguiente período conocido como Posclásico (900-1521 de n. e.), se perfilarían las sociedades militaristas que se desarrollaron hasta la conquista. Así, al momento de la llegada de las huestes de Hernán Cortés a las costas veracruzanas en 1519, en el mundo mesoamericano había dos potencias que estaban en confrontación total por lo menos desde hacía cuarenta años atrás: una fue el Tzintzuntzan Irechecua o “Reino de Tzintzuntzan” de los tarascos en el Occidente de Mesoamérica, cuyo centro de poder se encontró en la cuenca de Pátzcuaro; la otra fue la Excan Tlatoloyan o Triple Alianza mexica en el Centro de México, cuya ciudad capital Echero (“tierra echada a mano”, nombre tarasco de México-Tenochtitlan) estuvo en el lago de Texcoco. Los mexicas han sido prolijamente investigados gracias a la cantidad de fuentes sobre ellos, pero también en gran medida por la historiografía, arqueología y antropología centralistas posrevolucionarias, que ha preponderado el estudio de las culturas indígenas “nacionales” del centro de México y área maya, ignorando sistemáticamente las historias de otras regiones culturales indígenas del país; una de estas regiones es precisamente Michoacán, en el Occidente mesoamericano. Los pueblos indígenas que habitan Michoacán tienen una milenaria historia, que se remonta a su llegada a las tierras del continente americano; pero el período mejor conocido y del que tenemos más información corresponde al último par de centurias antes de la Conquista. En el presente texto se presenta una síntesis histórica del pueblo tarasco prehispánico, conocida gracias a las fuentes históricas, arqueológicas, y lingüísticas, con las cuales podemos tener una idea del pasado de este pueblo, que permiten 15 estudiar su devenir histórico dentro de su unicidad temporal y espacial. Se ha procurando sintetizar la información sobre las fuentes históricas y documentos pictográficos indígenas michoacanos conocidos, los diferentes gentilicios que han recibido en distintas lenguas, sobre los señoríos anteriores a la formación del Estado tarasco, la historia de cómo los Uacúsecha conquistaron Michoacán, las guerras tarasco-mexicas, la cosmovisión tarasco-uacúsecha, y la sociedad tarasca con la que se toparon los conquistadores españoles. 16 Fuentes históricas sobre los tarascos prehispánicos La mayor parte de la información que conocemos sobre los tarascos prehispánicos, proviene de las fuentes históricas escritas por los europeos después de la Conquista. Entre éstas se encuentra la documentación producida por los conquistadores, funcionarios de la Corona y el clero secular a lo largo del siglo XVI; actualmente ésta documentación se encuentra dispersa en diferentes repositorios alrededor del mundo, e inédita en su mayor parte, con una naturaleza fragmentaria, siendo una tarea laboriosa encontrar las breves referencias al pasado prehispánico.1 Otro gran caudal de información se encuentra en la documentación y en las crónicas elaboradas por los frailes de las órdenes religiosas durante la época virreinal, tales como franciscanos, agustinos, y jesuitas, que rescataron la memoria de sus hermanos de fe, quienes evangelizaron a los pueblos indígenas de Michoacán y registraron algunos datos etnohistóricos.2 Además de las crónicas, los frailes también redactaron artes, diccionarios y tratados en lengua tarasca, que se usaron en la labor evangelizadora, y dónde quedó valiosa información sobre el mundo indígena. Entre las obras más importantes de este tipo se encuentran las elaboradas por Maturino Gilberti, Juan Baptista de Lagunas, Juan de Medina Plaza, Diego de Basalenque y el anónimo el Diccionario Grande de la Lengua de Michoacán, testimonios indispensables para la investigación lingüística del idioma purépecha.3 1 Para un panorama general de esta documentación, véanse los siguientes trabajos: Escobar Olmedo, Armando Mauricio. Catálogo de documentos michoacanos en archivos españoles. Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de HidalgoSecretaría de Difusión Cultural, II tomos, 1989; Paredes Martínez, Carlos (editor); Cárdenas Morares, Víctor; Piñón Flores, Iraís; Pulido Solís, Trinidad. Y por mi visto…Mandamientos, ordenanzas, licencias y otras disposiciones virreinales sobre Michoacán en el siglo XVI. México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social- Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1994; Martínez Baracs, Rodrigo; Espinosa Morales, Lydia. La vida michoacana en el siglo XVI. Catálogo de documentos del siglo XVI del Archivo Histórico de la Ciudad de Pátzcuaro. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, (Colección fuentes, Serie Catálogos), 1999. 2 Gonzáles y Gonzáles, Luis. “Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán en busca de los purépechas”, en: Miranda, Francisco (editor). La cultura purhé. II Coloquio de antropología e historia regionales. Fuentes e historia. México, Colegio de Michoacán-Fondo para Actividades Sociales y Culturales de Michoacán (FONAPAS Michoacán), 1981, Pp. 49-70; León Alanís, Ricardo. “Crónicas y cronistas religiosos de las Provincia de Michoacán”, en: Sánchez Díaz, Gerardo; León Alanís, Ricardo (coordinadores). Historiografía Michoacana: acercamientos y balances. México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Instituto de Investigaciones Históricas, 2000, Pp. 105-124. 3 Warren Benedict J., “Fuentes de la lengua de Michoacán de los siglos XVI a XVIII”, en: Warren Benedict J. Estudios sobre el Michoacán colonial. Los lingüistas y la lengua. Presentación de Gerardo Sánchez Díaz. México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Instituto de Investigaciones Históricas-Fimax Publicistas, (Colección “Nuestra Historia” núm. 24), 2007, Pp. 1-17. 17 La principal fuente de todas las mencionadas sin duda es la Relación de Michoacán, compilada por el franciscano fray Jerónimo de Alcalá en 1541, primera crónica de su tipo a nivel continental que permaneció inédita por más de trescientos años, y que actualmente se resguarda en el monasterio de El Escorial, España. Originalmente este documento se componía de tres partes: la primera explicaba el origen de los dioses y las fiestas que les hacían, pero se encuentra perdida y solo se conserva una foja que describe la fiesta de Sicuindiro; la segunda parte trata sobre la historia del linaje “chichimeca” Uacúsecha (“águilas”) y cómo inició la conquista de Michoacán a inicios del siglo XIII; y la tercera parte sobre cómo era la sociedad, gobierno y costumbres prehispánicas tarascas, así como la conquista española y los primeros años del dominio colonial, finalizando con la muerte del último cazonci Tangáxoan Tzintzincha en 1530. Fray Jerónimo de Alcalá compiló y tradujo parte de las historias que los sacerdotes tarascos resguardaron de forma oral, especialmente la narración que se relataba en la fiesta de Equata cónsquaro, aunque también registró testimonios de otros personajes, especialmente de don Pedro Cuiniarángari, que quedó como gobernador de los indios de Michoacán después de la muerte del cazonci. El manuscrito cuenta con cuarenta y cuatro láminas que ilustran el texto, y proporcionan muchísima información sobre el tiempo prehispánico y momento en que se redactó la Relación de Michoacán.4 Un segundo corpus de fuentes históricas que describen el mundo indígena michoacano del siglo XVI, se encuentra en los documentos que la Corona Española bajo el reinado de Felipe II, mandó realizar en 1577 para conocer mejor los territorios ultramarinos y poder administrarlos mejor. Se les conocen como “Relaciones Geográficas”, y fueron elaboradas a partir de una instrucción compuesta por cincuenta preguntas, cuyos tópicos giraban en torno a poblaciones, clima, relieve, número de habitantes, topónimos, información etnográfica de los indígenas, los ríos, lagos, volcanes, flora, fauna, minas, jurisdicciones religiosas, costas y puertos; para contestar estas preguntas, los funcionarios españoles interrogaron por medio de intérpretes a los indígenas de mayor edad, gracias a lo cual se registró información referente al pasado prehispánico. Las “Relaciones Geográficas” sobrevivientes que corresponden a la antigua provincia de Michoacán han sido publicadas.5 Sí bien se menciona de forma indirecta el uso de códices en Michoacán para la época prehispánica, lo cierto es que todos los documentos pictográficos de origen indígena conocidos hasta ahora, son coloniales. Los pueblos indígenas de Michoacán adaptaron sus discursos dentro del nuevo orden virreinal, elaborando sus propios documentos que fueron usados como instrumentos jurídicos para reivindicar reclamos, por lo que la información contenida debe contrastarse con otras fuentes.6 En estos documentos pictográficos los indígenas registraron parte de su memoria sobre el pasado prehispánico. Para los siglos XVII-XVIII aparecieron otro género de textos con caracteres escritos, que hoy son conocidos como “títulos primordiales”, algunos acompañados con pinturas. Estos documentos contenían la historia fundacional o refundacional 4 Alcalá, Jerónimo de. Relación de Michoacán. Estudio introductorio del Premio Nobel de Literatura, Jean Marie G. Le Clézio. Zamora, El Colegio de Michoacán, 2008. En adelante citada como RM. 5 Acuña, René (editor). Relaciones geográficas del siglo XVI: Michoacán. México, Universidad Nacional Autónoma de México, núm. 9, 1987. 6 Roskamp, Hans. La historiografía indígena de Michoacán. El lienzo de Jucutácato y los títulos de Carapan. Leiden, Países Bajos, Research School CNWS-Leiden University, (CNWS Publications vol. 72), 1998. 18 del pueblo, pero dado el carácter no occidental de la memoria indígena, estos documentos no tienen coherencia cronológica y suelen mezclarse acontecimientos de distintas épocas. También se mencionan las genealogías de caciques, anales históricos y la demarcación de límites territoriales, que servían para reivindicar los derechos políticos de los caciques o sobre la tierra ante la Corona.7 Se conocen más de una veintena de documentos pictográficos de tradición indígena, elaborados en Michoacán durante los siglos XVI, XVII y XVIII, y han recibido distinta nomenclatura por parte de los estudiosos. Varios se encuentran resguardados en archivos y museos, otros más han terminado en el extranjero o colecciones privadas, muchos se han perdido con el paso del tiempo, y algunos aún permanecen inéditos en varias comunidades indígenas. Fueron elaborados con diferentes materiales, como amate, maguey, papel europeo o tela, con una compleja iconografía y la mayoría glosados con caracteres latinos.8 Entre los documentos del siglo XVI se pueden mencionar la Relación de Michoacán (también conocida como Códice Escurialense), 1541 (Tzintzuntzan-Pátzcuaro); el texto con caracteres latinos escrito en lengua tarasca conocido como la Memoria de don Melchor Caltzin, 1543 (Tzintzuntzan), el Códice de Huetamo y Códice de Cutzio, 1539-1542; Lienzo de Jicalán (anteriormente Lienzo de Jucucataco), 1566; los Códices del grupo “Hueapan” elaborados en 1567, entre los que se encuentran el Códice de Valladolid, el Códice de Axacuario, el Códice de Zinapecuaro, el Códice de Querendaro, el Mapa pictográfico de Querendaro, el Códice de Irapeo I, el Códice de Irapeo II y el Códice de Irapeo III; y el escudo de Armas de la Ciudad de Zintzuntzan Vitzitzilan de la provincia de Michoacán, 1595. Del siglo XVII se conocen el Códice de Jarácuaro, los Títulos de Tócuaro, y el Lienzo de Aranza (anteriormente Lienzo de Sevina). Un documento muy importante de la misma centuria, pero solo de caracteres latinos, es el conocido como Anales de Tarecuato, que registró varios acontecimientos muy importantes desde 1519 hasta el año de 1666. Entre los siglos XVII-XVIII se elaboraron varios documentos indígenas que rescataron parte de la memoria prehispánica, entre los que se encuentran el Códice de Chilchota, el Lienzo de Puacuaro, o el Lienzo de Nahuatzen. De esta época los documentos más ricos en información son los conocidos como el “Corpus de los títulos de Carapan”, conformado por el Códice de Carapan, Códice Plancarte, Genealogía de los caciques de Carapan, Lienzo de Carapan, Lienzo de Pátzcuaro y el Documento de Tulane. Del siglo XVIII se conocen el Códice de Tzintzuntzan, Lienzo de Comachuén y el Códice Cuara (Pátzcuaro). 7 Florescano, Enrique. Memoria mexicana. 2ª reimpresión, México, Fondo de Cultura Económica, (Selección de Obras de Historia), 2010, Pp. 321-395. 8 La siguiente relación de documentos indígenas pictográficos michoacanos, su nomenclatura y fecha, se ha tomado de las investigaciones de Hans Roskamp, aunque hay muchos otros documentos que no se han investigado. Se coloca entre paréntesis el nombre anterior con el que era conocido para evitar confusiones, el año de su elaboración, y el lugar de elaboración corresponde con su nombre, a menos que se indique lo contrario. 19 El gentilicio de los habitantes del Michoacán Antiguo Ríos de tinta han corrido sobre uno de los enigmas más concurridos del pasado prehispánico michoacano: el gentilicio del grupo étnico mayoritario en Michoacán al momento de la llegada de los españoles. A esto hay que agregar que el Michoacán antiguo fue un territorio de una gran diversidad étnica y cultural, donde coexistieron pueblos de diferente parcialidad y lengua, por lo que en cada pueblo, etnia, e incluso linajes de la misma filiación lingüística, fueron nombrados y nombraron con diferentes vocablos a otros grupos humanos. Aquí no entraremos en la discusión bizantina sobre cuál es el gentilicio “correcto”, ya que la nomenclatura de cada grupo humano o territorio, está determinado por quien y a quien o que se nombra, en otras palabras, los gentilicios son históricos, estos cambian con el tiempo, y dependen de varios factores propios de las sociedades que los usan. Aquí mencionaremos algunos vocablos en lengua nahua, mazahua, matlatzinca, otomí y tarasca, que se registraron en las fuentes coloniales referentes a los antiguos habitantes de Michoacán, y cuando nuestro conocimiento lo permita, realizar algunas inferencias sobre su significado. El principal nombre con el que se conoció el país de los tarascos y sus pobladores en lengua nahua, fue Michhuacan, “Lugar de los dueños de pescado”, nombre con el que se le conoce en la actualidad. Bernandino de Sahagún registró que los nahuas “a las provincias donde están los tarascos llámanla Michoacatlalli”;9 y dos gentilicios con los que los habitantes del centro de México se referían a sus enemigos del Poniente, en un apartado de su gran obra titulado “de los de Michoacan, y por otro nombre quaochpanme”: “Michoacaque cuando son muchos, y cuando uno, michoa, y quiere decir, hombre, u hombres abundantes de peces, porque en la provincia de ellos allí es la madre de los pescados, que es Michoacan; llámanse también quaochpanme, que quiere decir hombres de cabeza rapada, o raída, porque antiguamente estos tales no traían cabellos largos, antes se rapaban todos la cabeza, así los hombres como las mujeres, aunque fuesen ya viejas, sino eran tal y cual que traían cabellos largos.”10 El gentilicio michoacaque puede comprenderse gracias a la riqueza hidrológica que existió en el antiguo país de los tarascos, con cuencas lacustres como Pátzcuaro, Zacapu, Cuitzeo, Chapala, y Sayula, y 9 Sahagún, Bernardino de. Historia general de las cosas de Nueva España. Edición de Ángel María Garibay K. 6ª edición, México, Editorial Porrúa, (Sepan cuántos…núm. 300), 1985, Lib. XI, Cap. XII, 31, P. 702. 10 Ibíd., Lib. X, Cap. XXIX, 11, P. 609. 20 ríos como el Lerma-Santiago, Balsas y Tepalcatepec, entre muchos otros, donde los pobladores obtenían abundante pesca gracias a la diversidad de ictiofauna en estos cuerpos de agua. El otro mote de quaochpanme, “hombres de cabeza rapada, o raída”, genera un poco más de dificultad para su análisis. Casi todos los investigadores han tomado como una verdad inamovible lo dicho por Sahagún, de que los tarascos tanto hombres como mujeres se rapaban los cabellos de la cabeza. Este dato es inexacto, ya que todas las fuentes históricas michoacanas, mencionan que los tarascos prehispánicos acostumbraban a traer el cabello largo; solo algunos sacerdotes tarascos se rapaban parte de la cabeza, aunque tenían trenza en la nuca, y en la fiesta de Sicuíndiro estos cortaban el cabello a las personas para una ceremonia a la diosa Cueráuaperi.11 Es probable que el mote quaochpanme esté relacionado más bien con cierto rango militar mexica. Nos referimos a los valerosos guerreros cuachic o rapados, rango que se adquiría después de haber capturado dos o tres enemigos, estos guerreros tenían prohibido retirarse del campo de batalla, razón por la cual murieron como moscas al enfrentarse al ejército tarasco en 1466/1477. Alvarado Tezozómoc mencionó que los guerreros más valientes: “…eran señalados cuachic tanto como qualquiera de los otros, que por su alto balor y balentía traían trençada [en] la cabeça con un cuero colorado un manoxo de cauello detrás del colodrillo y a los lados de la cabeça tresquilado, con un caxcabel de oro en un pie, señal que como loco atreuido y baliente era de los primeros al [en]trar [en] las batallas con los enemigos.”12 Quizás entonces los informantes de Sahagún se refirieron a los tarascos como quaochpanme no por traer la cabeza rapada, sino por ser valientes guerreros, cuya insignia de los señores Uacúsecha era precisamente traer el cabello largo y trenzado. 11 Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío. Economía política, Estado y sociedad tarasca. Tesis para obtener el grado de Licenciado en Historia. Asesor: Igor Cerda Farías, Morelia, Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2019, P. 474-476; RM, Primera Parte, ff. 10-10v, Pp. 11-12 12 Alvarado Tezozómoc, Hernando de. Crónica mexicana [Manuscrito núm. 117 de la H. P. Kraus Collection]. Edición de Gonzalo Díaz Migoyo y Germán Vázquez Chamorro. México, (Cronistas de América, México en tres tiempos: Prehispánico, núm. 13), s/f., Cap. XXXVIII, P. 171. 21 Representación del Capitán general de las guerras tarasco, inspirado en la lámina XXXII de la Relación de Michoacán. Ilustración de Luis Armando de la Luz Alarcón. Cortesía del autor. Para el caso de la lengua mazahua, sólo hemos encontrado el nombre con que este grupo étnico denominaba al país de los tarascos. Este topónimo quedó registrado por el párroco secular de Jocotitlán, Diego de Nájera Yanguas (¿1570?-1635), quien redactó la Doctrina y enseñanza en la lengua mazahua, publicado póstumamente en 1637, constituyendo el registro escrito más antiguo de este idioma hasta donde se sabe. En un apartado titulado “nombres de pveblos qve ordinariamente se nombran” quedaron registrados muchos topónimos; uno de ellos es “Mechuacan”, que en mazahua antiguo se registró como Animaxe. Michael H. Knapp analizó este vocablo, y con duda debido a los cambios de la lengua mazahua, propuso que Animaxe podría entenderse como “lugar de águila”.13 Este nombre sin duda estaría relacionado con el linaje gobernante de los señores Uacúsecha. En 1642 el agustino fray Diego Basalenque, escribió un arte y vocabulario de la lengua pirindamatlatzinca en Charo, dónde registró dos gentilicios en dicha lengua para referirse a los tarascos: “ho hohuí. El tarasco de nación también se llama hueninche” (otras grafías son “tarasco, huehohuí” y “hue ninche, es tarasco 13 Knapp, Michael H. Doctrina y enseñanza en la lengua mazahua. Estudio filológico y edición interlineal del texto bilingüe de Nájera Yanguas. México, Instituto Nacional de Lenguas Indígenas-Secretaría de Educación Pública, 2013, P. 237. 22 de nación”).14 Estos vocablos ya fueron comentados por Hans Roskamp, y parecen estar relacionados con el significado de otros gentilicios de los tarascos en otras lenguas.15 El gentilicio ho hohuí o huehohuí estaría relacionado con la entrada “guerreador, huebehohui”, mientras que hueninche o hue ninche está relacionado con “águila, ninchiní” o “ninchiní, el águila”;16 Basalenque mencionó que “hue, es una partícula que se pone a los racionales […] vale como él…”.17 Los pirinda-matlatzinca nombraron al tarasco entonces como “el guerrero”, dado que fue uno de pueblos conquistadores más poderosos, y también como “el águila”, gentilicio que podría estar relacionado con los Uacúsecha.18 Sobre las fuentes etnolingüísticas del idioma otomí, solo hemos encontrado un par de referencias que se relacionan con el gentilicio de los tarascos. En el Códice de Huichapan de origen otomí, elaborado en Jilotepec en la primera mitad del siglo XVII, se mencionaron las pugnas y migraciones de varios pueblos otopames con los tarascos durante la época prehispánica. En dicho documento se usa la voz otomí amanthâhi o amandâhŷ para referirse a los tarascos.19 En una fuente posterior, en las Reglas de orthographia, diccionario, y arte del idioma othomi, breve instruccion para los principiantes, publicadas por el franciscano Luis de Neve y Molina en 1767, se registraron los nombres de los idiomas otomí, castellano, mexicano, mazahua, meco, así como el “Idioma Tarasco – Na nhiâmândáhi”.20 Nuestro desconocimiento de la lengua otomí nos impide analizar el significado del gentilicio amandhâhi; aunque podemos anotar que podría estar relacionado con “Ayre – Na ndâhi”.21 En el Códice de Huichapan registró que en el año “1480 (2 pedernal) “Aquí murió el Rapado [de la] tierra tarasca, señor del gran enemigo”;22 este misterioso personaje se ha tratado de identificar con el cazonci Tzitzíspandácuare. Es probable que el nombre de “el Rapado de la tierra tarasca” se relacione más bien al reconocimiento al prestigio militar tarasco, como se infiere del gentilicio nahua de quaochpanme o el gentilicio pirinda-matlatzinca de huehohuí. 14 Basalenque, Diego. Arte y vocabulario de la lengua matlaltzinga vuelto a la castellana. Versión paleográfica de María Elena Bribiesca S., con estudio preliminar de Leonardo Manrique C. México, (Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, vol. XXXIII), 1975, P. 200 y 228; Basalenque, Diego. Vocabulario de la lengua castellana vuelto a la matlaltzinga. Revisión paleográfica, nota introductoria y apéndice por Leonardo Manrique C. México, (Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, vol. XXXIV), 1975., P. 265. 15 Roskamp, Hans. Los Códices de Cutzio y Huetamo: encomienda y tributo en la tierra caliente de Michoacán, siglo XVI. Zamora, Colegio de Michoacán-El Colegio Mexiquense, 2003., nota núm. 56, P. 74. 16 Basalenque, Diego. Vocabulario de la lengua castellana vuelto a la matlaltzinga, Óp. Cit., Pp. 154 y 17; Basalenque, Diego. Arte y vocabulario de la lengua matlaltzinga vuelto a la castellana, Óp. Cit., P. 228. 17 Ibíd., P. 203. 18 Roskamp, Hans. Los Códices de Cutzio y Huetamo, Óp. Cit., nota núm. 56, P. 74. 19 El Códice de Huichapan. Comentado por Alfonso Caso. Introducción de Óscar Reyes Retana M. México, Telecomunicaciones de México, 1992; láms. 30 y 50. 20 Neve y Molina, Luis de. Reglas de orthographia, diccionario, y arte del idioma othomi, breve instruccion para los principiantes. México, Imprenta de la Biblioteca Mexicana en el Puente del Espíritu Santo, 1767, P. 56. 21 Ibíd., P. 16. 22 Lastra, Yolanda; Bartholomew, Doris (editoras). Códice de Huichapan. Paleografía y edición de Lawrence Ecker. 1ª reimpresión, México, Universidad Nacional Autónoma de México- Instituto de Investigaciones Antropológicas, 2003, P. 77. 23 En la lengua tarasca se mencionan por lo menos dos gentilicios registrados en la época colonial, sin que haya certeza del significado, uso y connotación para la época anterior a la conquista. El primero fue tarasco, cuya explicación más antigua sobre su origen fue registrada por fray Jerónimo de Alcalá, al mencionar la expedición de Antonio Caicedo a Tzintzuntzan en otoño de 1521. El cazonci casó a sus parientas con los españoles y en “el camino juntábanse con ellas y llamaban los indios que iban con ellos a los españoles, tarascue, que quiere decir en su lengua yernos. Y de allí ellos después empezáronles a poner este nombre a los indios y en lugar de llamarles tarascue, llamáronlos tarascos, el cual nombre tienen agora y las mujeres tarascas.”23 A partir de este testimonio el gentilicio se asoció con la palabra “tarascue. yerno, o suegro, o suegra”.24 El otro gentilicio en lengua tarasca que se menciona en las fuentes, es purépecha, vocablo que fue traducido como “macegual”, “plebeyo” y “gente común”, “vasallo”,25 por lo que la palabra estaría designando más a un estamento social que a un grupo étnico. Así, en la sociedad prehispánica estaba el irecha, los angámencha, los acháecha, los caracha capacha, los cúritiecha, los quangáriecha, los ocámbecha, etcétera, y el estamento más bajo los conformaron entonces los purépecha. En la “Relación de Cuiseo de la laguna” de 1579 se mencionó que: “La lengua questos naturales hablan dicen que, en su gentilidad, la nombraban PUREPECHA, que es como si dijésemos “lengua de hombres trabajadores”. Y este nombre se les daba, a causa de q[ue] su rey, ordinariam[en]te, los llevaba cargados a las guerras, y los hallaba más fuertes, ansí p[ar]a esto como p[ar]a sus sementeras.”26 La palabra purépecha también puede traducirse como “gente” o “persona”, en el sentido amplio de la palabra, y es la raíz de muchas palabras relacionadas con la idea de muchas personas.27 También se desconoce la forma en que los antiguos tarascos se referían a su territorio. El termino de Tzintzuntzan Irechecua (literalmente “Reino del Lugar de Colibríes”), es un término moderno, acuñado por arqueólogos e historiadores a finales del siglo XX, para referirse a la entidad política del Estado tarasco y su territorio. Consideramos que existe información suficiente para poder sugerir que el nombre de la capital tarasca, se relacionaba con el topónimo e idioma que usaron los tarascos para referirse a su territorio y así mismos, al menos para la etapa imperial. 23 RM, Tercera Parte, Cap. XXIII, f.44, P. 249. 24 Gilberti, Maturino. Vocabulario en lengua de Mechuacan. Transcripción paleográfica de Agustín Jacinto Zavala, revisión paleográfica de Clotilde Martínez y J. Benedict Warren. Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán-Fideicomiso Teixidor, (Colección Cultura Purépecha), 1997, P. 152. En adelante citado como VLM. 25 Ibíd., Pp. 137 y 439. 26 Gutiérrez De Cuevas, Pero. “Relación de Cuiseo de la laguna” [28 de agosto de 1579], en: Acuña, René (editor). Relaciones geográficas del siglo XVI: Michoacán, Óp. Cit., P. 81. 27 Para ahondar en el debate sobre los gentilicios que han recibido los p’urhépecha a lo largo de la hisotira, recomendamos encarecidamente revisar los trabajos incluidos en: Márquez Joaquín, Pedro (editor). ¿Tarascos o P’urhépecha? Voces sobre antiguas y nuevas discusiones en torno al gentilicio michoacano. México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Instituto de Investigaciones Históricas, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, Universidad Intercultural Indígena de Michoacán, Grupo Kw’anískuyarhani de Estudiosos del Pueblo Purépecha, Fondo Editorial Morevallado, (Colección Kw’anískuyarhani, núm. 2), 2007. 24 Durante la fiesta de Equata cónsquaro, el sacerdote mayor o petámuti pronunciaba un sermón a los señores y caciques, donde les recriminaba que ya se sentían señores, a pesar de haber sido conquistados y sus vidas perdonadas para servir a Curícaueri, y que ellos decían que eran de “Michuacan”, nombre que recibió Tzintzuntzan por parte de los españoles durante la época colonial temprana.28 Si tomamos en cuenta esto, los señores se identificaban con el centro por el prestigio que proporcionaba pertenecer al poder Uacúsecha: “Vosotros chichimecas que estáis aquí, del apellido de Enéani y Çacapu hi[re]ti y de los señores Vanácaze, que no en una parte sola están ayuntados los chichimecas, mas de en todo en todo, son chichimecas los que están en los caminos desta Provincia, para las necesidades de Curícaueri. Oid, esto os digo: vosotros qué decís que sois de Michuacan [Tzintzuntzan], ¿cómo, no sois advenedizos? ¿Dónde han de venir más chichimecas? Todos fueron a conquistar las fronteras y así sois advenedizos. De una parte, eres de Tangáchuran un dios de los isleños, vosotros que decís que sois de Michuacan [Tzintzuntzan] y sois de los pueblos conquistados, que no dejaron de conquistar ningud pueblo, y sois en encensados, que así hacían a los cativos, y os dejamos por rellevo de nuestra boca, que no os sacrificamos ni comimos. [..] Así ya eres ingrato, eres ya hecho rey, tú, gente baja [purépecha] de Michuacan [Tzintzuntzan], todos sois señores y os traen vuestros asientos y sillas detrás de vosotros, todos os parece que sois rey[e]s, aun hasta los que tienen cargo de contar la gente, llamados ocánbecha: todos sois señores. Mirá que Curícaueri os ha hecho rey[e]s y señores.”29 Igor Cerda menciona que “al parecer, entre los tarascos prehispánicos existía un fuerte sentido de centralidad hacia donde se localizaba el poder, ya sea el Real o el local, indicando su pertenencia a ese sitio”, actitud que reconocieron los españoles. Así, para 1540, Juan de Alvarado, uno de los conquistadores y primeros encomenderos de Michoacán, mencionó que “…las poblaciones de la provincia de mechuacan estan muy derramadas por dichas partes e no ostante que esten ansi siempre nonbran un pueblo e si es preguntado de donde son dizen que son de la cabecera principal…”.30 Existen varios testimonios del siglo XVI que mencionan que Tzintzuntzan daba nombre al idioma y al territorio. En 1574 Juan Baptista Lagunas, al escribir sobre el origen del gentilicio “tarasco” dijo “Y de aquí se vino a llamar Tarasca la Prouincia de Michuacan [de la palabra tarhascue, “suegro”] Empero no se llama sino Michuacan, Porquanto tiene mucho pescado. El qual en lo Mexicano, se llama michin. Mas Cintzuntza, a quien los naturales tienen y llaman, Corte y cabeça de la Prouincia: quiere dezir, lugar de vnos paxarillos pequeños de cuya pluma hazen las ricas ymagenes. Y estos se llaman en Mexicano, Vitzitzilin. Y assi todos los naturales no llaman a la prouincia ni a la lengua: sino Prouincia y lengua de Cintzuntza.”31 28 Nótese como el topónimo que sobrevivió fue, sin embargo, el tarasco. 29 RM, Segunda Parte, Cap., XXXII, ff. 133-133v, Pp. 157-158. Cursivas nuestras. 30 Cerda Farías, Igor (editor). Relación geográfica de Tiripetío 1580. Prólogo de Xavier Tavera Alfaro. Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Secretaría de Difusión Cultural, Exconvento de Tiripetío, 2002, P. 17, nota a pie núm. 16. Apud. “Testimonio de Juan de Alvarado en 1540, encomendero de Tiripetío”. Archivo General de Indias, Justicia, legajo 130, f. 286. 31 Baptista de Lagunas, Juan. Arte y dictionario con otras obras en lengua Michuacana. [Edición facsimilar de 1574]. Edición de J. Benedict Warren. Morelia, Fimax Publicistas, (Colección “Fuentes de la Lengua Tarasca o Purépecha” vol. I), 1983, P. 146. 25 Sobre el nombre del idioma, Baptista de Lagunas se refirió con esta nomenclatura a la lengua tarasca: “Cintzuntzanapu vandaqua hymbo”.32 En este mismo tenor escribió Pedro Montes de Oca, corregidor de Tiripetío en 1580, sobre el nombre el idioma tarasco: “la lengua que hablan estos naturales se llama en su vulgar tzintuntzanabu uandaua; nosotros le llamamos lengua tarasca. Llamábanle los naturales tzintuntza nauo uandaua porque su Rey de Michoacán tenía su asiento y cabecera en un pueblo de esta provincia que se dice Tzintzuntzan.” Una grafía más adecuada sería tzintzuntzan anapu uandacua, que puede traducirse como “la lengua o idioma de Tzintzuntzan”. 33 A finales del siglo XVI, cuando Antonio de Ciudad Real escribió sobre la provincia de Michoacán, mencionó que los indígenas de Michoacán se referían a su idioma y tierra haciendo referencia al topónimo de Tzintzuntzan: “Pero entre los indios de Michoacán no se llama aquella provincia y lengua, sino provincia y lengua de Zintzuntza, de un pueblo grande que hay en ella, llamado Zintzuntza, a quien los naturales llaman corte y cabeza de toda la provincia; y quiere decir Zintzuntza lugar de unos pajarillos pequeños, de cuya pluma hacen las ricas imágenes como atrás queda dicho, porque en su comarca hay muchos dellos; pero por cualquiera casusa que ello sea, aquella provincia se llama de Michoacán el día de hoy, y los naturales y su lengua que llaman indios y lengua de Michoacán, y así mismo indios tarascos y lengua tarasca.”34 Un documento de origen indígena del siglo XVII, que consideramos que registró el topónimo usado por los tarascos para referirse a su territorio, es el Códex Plancarte, donde el topónimo Tzintzuntzan se registró veinte veces con algunas variantes, tales como “Tzintzuntzan”, “Tzintzontzan”, “Tzintzontza”, aunque la forma más abundante es “Tzintzuntziquaro”, “Tzíntzunantziquaro”, “Tzintzuntzanantzicuaro”.35 Al hablar sobre la capital tarasca, los autores del Códex Plancarte siempre la reconocen como un lugar de gran importancia, pues era donde estaban los ídolos para ofrendar y donde estaba el palacio. También mencionaron que después de que los señores Uacúsecha impusieron su ley en Carapan en la época prehispánica, “…empezaron los naturales del lugar que ya pueden llamar al pueblo de Calapan otro Tzintzontzan porque impuso nueva ley el Rey Uacus thicatame…”.36 32 Ibíd., P. 512. 33 Cerda Farías, Igor (editor). Relación geográfica de Tiripetío 1580, Óp. Cit., P. 17, nota a pie núm. 16. 34 Ciudad Real, Antonio de. Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España. Edición de Josefina García Quintana y Víctor M. Castillo Farreras. 3ª edición, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, (Serie Historiadores y Cronistas de Indias, núm. 6), T. II, 1993, P. 66. 35 Este documento editado por Nicolás León, fue publicado de acuerdo a la grafía del siglo XVIII, aunque una lectura atenta muestra que quizás hubo errores paleográficos y tipográficos; lamentablemente el manuscrito original se encuentra perdido, y solo existe la edición de 1888. Esto ha dificultado el estudio de las voces indígenas en el texto. León, Nicolás (Editor). “Códex Plancarte”, en: Macías Goytia, Angelina (Compiladora); Mirambell Silva, Lorena (Coordinadora). La arqueología en los Anales del Museo Michoacano (Épocas I y II). México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, (Antologías, Serie Arqueología), 1993, Pp. 235-249. 36 Ibíd., P. 240. 26 Aunque un pasaje sumamente importante del Códex Plancarte, es cuando se mencionan los agüeros de la conquista, y la llegada animales como perros, caballos, vacas y burros, que causaron temor y maltratamiento a los indígenas, por lo que tuvieron que ausentarse del lugar de “sus tierras y patria de Tzintzunantziquaro donde era primero cabecera y ciudad de ellos…”.37 De las tres grafías de este último topónimo, “Tzintzuntziquaro”, se puede intentar analizar de la siguiente forma: Tzintzuntzi (“colibrí”), qua (sufijo sustantivizador), y ro (locativo); una traducción aproximada sería “En el lugar o tiempo del colibrí”. Quizás este era el nombre que los antiguos tarascos dieron a su “patria”, sí esto fue así, podemos imaginar que el gentilicio de sus habitantes pudo haber sido el de “pueblo de Tzintzuntzan”, “gente de Tzintzuntzan”, o “tzintzuntzanecha”. 37 Ibíd., P. 238. 27 Representación de un guerrero tarasco de la orden militar de los kuangáriecha (“valientes hombres”), luchando contra un guerrero chichimeca en la conquista española del norte de la Nueva España; basado en un grafito del siglo XVI del convento de Santa Ana de Tzintzuntzan. Vladimir Gómez Gutiérrez. Cortesía del autor 28 Los señoríos prototarascos A pesar de que las noticias históricas no son tan abundantes, las fuentes mencionan que el territorio del Michoacán antiguo estuvo habitado por distintos pueblos organizados en pequeños señoríos, conformados por un pueblo cabecera con otros asentamientos sujetos de menor tamaño, llamados “barrios” en las fuentes españolas. Uno de los comentarios más importantes que realizó fray Jerónimo de Alcalá sobre la historia que contaba el petámuti (sacerdote mayor), y al que se le ha prestado poca atención, hace referencia a la situación política antes de la expansión iniciada por los antepasados del cazonci: “También es de [borrado] saber que los que van aquí contando en todo su razonamiento este papa, todas las guerras y hechos, atribuía a su dios Curícaueri que lo hacía y no va contando mas de los señores, y casi las más veces nombra los señores qué decían o hacían, y no nombra la gente ni los lugares dónde hacían su asiento y vivienda; y lo que se colige desta historia es que los antecesores del caçonçi vinieron a la postre a conquistar esta tierra y fueron señores della. Extendieron su señorío y conquistaron esta Provincia que estaba primero poblada de gente mexicana, naguatatos, y de su misma lengua; que parece que otros señores vinieron primero y había en cada pueblo su cacique con su gente y sus dioses por sí. Y como la conquistaron hicieron un reino de todo, desde el bisagüelo del caçonzi pasado que fué señor en Michuacan, como se dirá en otra parte.”38 Para la época protohistórica, antes del surgimiento del Estado tarasco, la Relación de Michoacán menciona más de ciento cuarenta pueblos que fueron conquistados por los antepasados del cazonci, y por otras fuentes se enumeran veinticinco señoríos donde habitaban distintos grupos culturales y lingüísticos, autónomos políticamente, con cabecera, linaje gobernante, caciques, símbolos y rituales específicos, así como dioses propios, aunque la información es incompleta y sesgada. Entre los pueblos que habitaron este territorio se encontraban tarascos, pinomes, xilotlatzincas, tecos, sayultecos, escomaecha, nahuas, chichimecas, guachichiles, guamares, pames, otomíes, ocúmecha, mazahuas, pirinda-matlatzincas, huetamaecha, chontales, cuitlatecos, chumbias, tolimecas y pantecas. Sobre la “gente mexicana” que pobló el Michoacán antiguo, se pueden recordar las distintas historias de la migración mexica desde Aztlán hasta México-Tenochtitlán, en las cuales se menciona que pasaron por Tzintzuntzan o Pátzcuaro, y después siguieron viajando hasta que encontraron el águila devorando una serpiente sobre un nopal. Quizás algunos grupos nahuas contaban diversas versiones de 38 RM, Tercera Parte, Cap. II, f. 63, P. 17. Cursivas nuestras. 29 esta historia como mito fundacional.39 Otros pueblos de los “naguatatos”, es decir, nahuahablantes, fueron Uacapu (en o cerca de San Ángel Surumucapio), Chonengo, Acahuato, Santa Ana Tetlaman y Zizupan ( Jicalán el Viejo), en este último lugar el dios patrono fue Tezcatlipoca y el linaje gobernante se reivindicó como tolteca, registrando su historia fundacional en el Lienzo de Jicalán.40 Se mencionan por lo menos dos señoríos otomíes, uno en Hetuquaro (actual Tarímbaro, al norte de Morelia) y otro en Taximaroa (actual Ciudad Hidalgo); en los siglos siguientes migrarían más pueblos otopames al territorio tarasco. En Ajuchitlán, en el actual Estado de Guerrero, se menciona que era un señorío cuitlateco de nombre Tlitichu Umo (“agua florida”). En el Poniente desde la Cuenca de Chapala hasta Colima, y de ahí por la costa hasta Zacatula (hoy Lázaro Cárdenas), los tarascos se enfrentaron y conquistaron algunos señoríos de diferentes lenguas, aunque mayoritariamente de filiación yutonahua, tales como cuires, cuahucomecas, colotecas, epatlecos, serames, impilcingas y zacatultecas.41 Entre los señoríos que se mencionan que fueron los que “vinieron primero” y “de su misma lengua”, es decir, la lengua tarasca o purépecha, se encontraban varios de diverso poderío. Uno de ellos fue Zacapu tacanendan, dónde tenían por dioses patronos a Querénda Angápeti (“Peña enhiesta”), y su esposa la diosa Péuame (“Parturienta”), donde probablemente gobernaba el linaje Zacapu ireti (“Habitante de la piedra”); hacía el sur se encontraba otro pueblo, Naranjan o Zizanban, cuyo dios patrono era Uazóricuare y el linaje gobernante fue el Zizánuanachan o Zizánbanecha; Comachuén (actual Comanja) donde fue patrono el “gran dios” Taresupeme o Tares Upeme; en Mechuacan (es decir Tzintzuntzan), se adoraba a la diosa Xarátanga y los sacerdotes del lugar eran del linaje Uatarecha. Otros pueblos que al parecer fueron poblaciones de los que “vinieron primero” estaban Urecho, Cacángueo, Huacana y Cuiripan, así como Araró, Huaniqueo, y otros pueblos de la cuenca de Cuitzeo.42 Pero fueron los “isleños” de la cuenca de Pátzcuaro, los que al parecer tuvieron mayor influencia y prestigio en la región, logrando establecer distintas alianzas. El más importante fue el señorío de la isla de Jarácuaro, que también recibió los nombres de Uarúcaten hazícurin o Uárutaten házicurin, donde estaba el templo llamado Purúaten, cuyo dios principal fue Acuitze Catapeme y su hermana Pauíripe Cuxáreti, junto con otros dioses llamados Caróen o Caro onchaga, Nurite o Uriti, Xareni o Xarenaue, Uarichu Uquare, Tangáchurani, y otros muchos dioses que no se nombran, donde gobernaron los señores Hurendetiecha (“Los sabios”), quienes estaban emparentados con los linajes Hapáricha y Uinturopatin. Otro señorío isleño 39 Roskamp, Hans. “Los nahuas de Tzintzuntzan-Huitzitzilan, Michoacán. Historia, mito y legitimación de un señorío prehispánico”, en: Journal de la Société des Américanistes, 2010, vol. 96, núm., 1, p. 75-106. 40 RM Segunda Parte, Cap. XXXI, f. 131, P. 153; Roskamp, Hans. La historiografía indígena de Michoacán…., Óp. Cit., Pp. 81-195. 41 Sobre los otomíes véase RM, Segunda Parte, ff. 110 y 132v, Pp. 111 y 156. Sobre los cuitlatecas y los nahuahablantes de la costa véase las “Relaciones Geográficas” de esos lugares editadas por René Acuña. 42 RM, Segunda Parte, ff. 111v, 62v, 63v, 65v, 67, 67v, Pp. 114, 16, 18, 22, 25, 26. 30 muy importante fue Pacandan, que también se nombraba Tirípiti Honto y Uanguipen Házicurin, dónde adoraban a los dioses Chupi Tiripeme, Unazi Irecha y su hermana Camáuaperi, y otros muchos dioses que no son nombrados.43 Por lo menos para inicios del Posclásico Tardío (1200), diferentes pueblos que son descritos en las fuentes como de ascendencia “chichimeca”, procedentes o influenciados por los pueblos norteños, empezaron a establecerse en lugares cada vez más cercanos a la cuenca de Pátzcuaro, y por medio de alianzas, traiciones y guerras, fundaron sus propios señoríos en sus alrededores. Entre los que son referidos como “chichimecas” se encontraban los pueblos de Pungácuran, Sevina, Aranza y Capácuero, y varios lugares de la Meseta dónde la cultura tarasca serrana estuvo muy arraigada, como Pichátaro, Cherán y Carapan. Otros pueblos relacionados con los “chichimecas” pero que no quedó claro sí lo eran o el emparentamiento era político, fueron Comachuén San Ángel Zurumucapio, Erongarícuaro, Uricho, Zirahuén, Condembaro (al Sureste de Pátzcuaro), Zipiajo, Matugeo, Chahueto, Timban, y Hucáriquaro (lugares cerca del Noroeste de Morelia). Pero del linaje chichimeca del que más tenemos información es el de los señores Uacúsecha, cuyo dios patrono fue Tirípeme Curícaueri, y al que pertenecía el cazonci y sus antepasados, ya que su epopeya quedó registrada en la Relación de Michoacán y otras fuentes.44 En la primera parte de la Relación de Michoacán, hoy perdida, se narraba la “historia del dios Curícaueri” y sus hermanos los dioses Tiripemencha o Tiripimencha (“los dorados” o “los hermosos”). Por referencias a otras partes del texto, se sabe que se mencionaba como Curícaueri fue altamente engendrado, que sus padres del cielo le dijeron que había de ser rey y conquistar toda la tierra, y que debía estar uno en su lugar, el cazonci, para mandar traer leña a los templos. También se menciona que sus padres del Cielo le dieron una argolla de oro y una soga para atar a los prisioneros de la guerra, le mandaron que el no empezara las guerras, sino que se anticipara a defenderse, y que le quitase las piedras preciosas, mantas y plumas a sus enemigos, para que las tuviera él solo.45 La segunda parte de la Relación de Michoacán, inicia precisamente con la migración del linaje Uacúsecha guiados por Ireti Ticáteme o Uacústicateme, cuyo dios tutelar era Curícaueri. Lo único que se sabe son las palabras que pronunciaba el petámuti en la fiesta de Equata Cónsquaro, con que iniciaba la historia de cómo el linaje Uacúsecha y los antepasados del cazonci, habían iniciado la conquista de la Provincia: “…ya nos habemos juntado aquí en uno, donde nuestro dios Tirépenie Curícaueri se quiere quejar de vosotros y ha lástima de sí. El empenzó su señorío donde llegó al monte llamado Virúguarapexo, monte cerca del pueblo de Çacapo tacánendan.”46 43 RM, Segunda Parte, Cap., V. 44 RM, Segunda Parte, ff. 113, 113v, 129v, 101v, 80, 87v, 102, Pp. 117, 118, 150, 94, 51, 65, 96. 45 RM, ff. 63, 67, 72, 82v y 131v, Pp. 17, 25, 35, 56, 154. 46 RM, f. 62v, P. 16. 31 No se mencionan los detalles sobre lo que ocurrió entre que Curícaueri fue altamente engendrado y los mandamientos que le dieron sus padres, los Dioses del Cielo; es probable que los tarascos también tuvieran entre sus historias fundacionales, la creencia similar a las Siete Cuevas o Chicomóztoc, cómo se desprende de uno de los cuadrantes del escudo de Armas de la Ciudad de Zintzuntzan Vitzitzilan de la provincia de Michoacán, 1595, donde se aprecia una cueva de siete piedras, de la que sale un camino cortado por río;47 justamente Zacapu quiere decir “piedra” en lengua tarasca. La narración menciona que al llegar al monte Uirúnguarapexo, el señor de Naranjan llamado Ziránziráncamaro, casó a una de sus hijas con Ireti Ticáteme con la intención de quitarle al dios Curícaueri; de esta unión nacería Sicuírancha. Debido a un pleito por un venado muerto, Ireti Ticáteme flechó a sus cuñados, y se movió a un lugar llamado Zichaxuquaro (cerca de Comanja), donde finalmente fue asesinado por sus cuñados pasados los años. Su hijo Sicuírancha llevó a los Uacúsecha a Uayameo (actual Santa Fe de la Laguna), donde gobernaron sus descendientes Pauácume I, Uápeani I y Curátame I, este último engendró a Pauácume II y Uápeani II. Durante este tiempo los Uacúsecha aprovecharon para explorar los alrededores de la cuenca de Pátzcuaro, y entablar relaciones con los pobladores de la región. Uno de los señoríos con los que entraron en contacto fue Mechuacan (en el actual Tzintzuntzan), donde era señor Tariyaran. Los sacerdotes y sus hermanas se burlaron de la diosa Xarátanga, así que los castigó convirtiéndolos es serpientes negras que entraron en el lago de Pátzcuaro en dirección a Uayameo, pero los chichimecas del linaje Hiyocan les gritaron, dieron la vuelta y entraron en tierra en el cerro Taríaqueri.48 Esto fue tomado como agüero, y los Uacúsecha asentados en Uayameo decidieron separarse y fundar cada uno su señorío a parte, lo que modificaría el equilibrio de poder. Se menciona que los dioses Tiripemencha son separados por los señores chichimecas para ocupar la parte Sur de la Cuenca de Pátzcuaro; así el señor Tarépecha Chánshori tomó al dios Urendecuauécara y con su gente se fueron a Curínguaro Áchurin (cerca del actual San Simón Quirínguaro); Ypínchuani se fue con su dios Tiripeme Xungápeti y su gente a vivir a Pichátaro; Tarépupanguaran tomó al dios Tiripeme Turupten y lo llevó a Irámuco, mientras que Máhicuri agarró a su dios Tiripeme Caheri y se fue a vivir a Paréo.49 Los hermanos Pauácume II y Uápeani II tomaron a Tiripeme Curícaueri y fueron a vivir a varios lugares, hasta que encontraron el lugar designado por sus dioses para su morada en Pátzcuaro, desde dónde sus descendientes conquistarían gran parte del antiguo Michoacán. Los Uacúsecha establecerían una alianza matrimonial con los isleños de Jarácuaro del linaje Hurendetiecha, con lo cual los sucesores reivindicaron su origen chichimeca y el derecho a las tierras de la cuenca de Pátzcuaro. Entre los personajes más importantes resalta la figura de Tarícuri, hijo de Pauácume II y una isleña; la segunda parte de la Relación de Michoacán narra en gran parte sus hazañas y de sus sucesores, sus sobrinos Hirepan, Tangáxoan y su hijo Hiquíngaje. Estos serían señores del Triunvirato Ihuatzio-Pátzcuaro-Tzintzuntzan, entidad política que se transformaría en el Tzintzuntzan Irechecua hacía 47 Roskamp, Hans. “La heráldica novohispana del siglo XVI: un escudo de de armas de Tzintzuntzan, Michoacán”, en: Pérez Martínez, Herón; Skinfill Nogal, Bárbara (editores). Esplendor y ocaso de una cultura simbólica. Zamora, El Colegio de Michoacán-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, (Colección Emblemática, Estudios de literatura emblemática, 2002, P. 245. 48 RM, Segunda Parte, Caps. II-IV. 49 RM, Segunda Parte, Cap. IV, ff. 68-68v, Pp. 27-28. 32 1450, cuando por causas que no se aclaran en las fuentes, el hijo de Tangáxoan llamado Tzitzíspandácuare (“Guirnalda de Flores”), centralizó el poder en Tzintzunan, relegando a segundo plano los asentamientos de Pátzcuaro e Ihuatzio. Representación del zoológico del cazonci, de acuerdo a la descripción de la Relación de Michoacán. Ilustración de Daniel Parada “Zotz”. Cortesía del autor. 33 El esplendor del Tzintzuntzan Irechecua y las guerras tarasco-mexicas El Tzintzuntzan Irechequa fue gobernado por los cazoncis o irechaecha, iniciando con el reinado de Tzitzíspandácuare (aproximadamente 1450-1486), luego su hijo Zuangua (1486-1520), y al final su nieto Tangáxoan Tzintzincha o Tangáxoan II (1520-1530); ochenta años en que la rama del linaje Uacúsecha asentada en Tzintzuntzan, impuso su hegemonía sobre los señores que vinieron primero, los de su misma lengua, los isleños, los chichimecas, los nahuatlatos e incluso sus parientes más inmediatos de Pátzcuaro e Ihuatzio. Durante este período los tarascos pasaron a convertirse en una potencia militar, que logró movilizar a miles de guerreros para emprender campañas de conquista y defensa del territorio. Durante el reinado del cazonci Tzitzíspandácuare se inició una nueva fase de expansión territorial tarasca, que llevaría a los tarascos conquistar Zacatula, Colima y parte de Jalisco. Además se hace alusión brevemente a los movimientos de tropas tarascas hacía el Este: “Zizíspandáquare hizo algunas entradas hacia Tuluca y Xocotitlan y le mataron en dos veces, diez e seis mil hombres. Otras veces traía cativos”, y en 1462 “tuvieron una batalla los de Mechuacan y Xiquipilco, que es en el valle de Matalcingo”,50 incluso se mencionan expediciones a lugares lejanos como Xichú en Guanajuato. Esto manifiesta los intentos que tuvieron los tarascos de conquistar los territorios localizados al Oriente. Sin embargo, otra potencia mesoamericana estaba naciendo en la cuenca del lago de Texcoco con capital en México-Tenochtitlan, desde donde los mexicas empezaron a realizar las conquistas de los señoríos vecinos en nombre de su dios Zinzúvquixo (tzintzuni es “colibrí”, y uquixo es “izquierda, zurdo”, “Colibrí Zurdo”), nombre tarasco de Huitzilopochtli.51 Precisamente los pueblos otomíes, matlatzincas y mazahuas que habitaban los valles intermontanos entre las cuencas de Pátzcuaro y Texcoco, se verían afectados durante las décadas siguientes debido a la expansión tarasca y mexica. Estás guerras provocaron movimientos de población importantes, que repercutieron profundamente en la historia, pues pueblos otomíes, matlatzincas y mazahuas empezaron a refugiarse en Michoacán, huyendo de las guerras. A inicios de la década de 1470, los mexicas reunieron la fuerza suficiente para conquistar el Valle de Toluca, ya que por temor de entrar en guerra con los tarascos, no lo habían intentado en tiempos de Moctezuma I (que reinó entre 1440-1469). Estos pueblos se encontraban 50 RM, Segunda Parte, Cap. XXV, f. 138v, P. 168; Codex Telleriano-Remensis. 1562. Bibliothèque nationale de France, Département des Manuscrits, Mexicain 385, f. 33v. 51 RM, Tercera Parte, Cap. XXVI, f. 50, P. 261. 34 debilitados tras haber guerreado contra los tarascos, por lo que su conquista fue fácil para los tenochcas; esta tarea recayó en Axayácatl, quien realizó varias incursiones que culminaron con la conquista de los matlatzincas. En 1475 los matlatzincas se rebelaron contra los mexicas por los maltratos y pesados tributos, por lo que se enviaron guerreros para terminar la insurrección; después de que se sofocó la rebelión a sangre y fuego, los matlatzincas de Zinacantepec se fueron a refugiar con los tarascos. Para este punto, la confrontación entre las dos potencias mesoamericanas era inevitable. “Como moscas que caen en el agua”. Ilustración de la victoria tarasca sobre los ejércitos mexicas en 1476/1477; nótese al cazonci Tzitzíspandácuare cargado en andas y con un gran penacho de plumas de quetzal. Vladimir Gómez Gutiérrez. Cortesía del autor. 35 El primer enfrentamiento militar que dio inicio a las guerras tarasco-mexicas, fue una gran campaña donde participaron miles de guerreros de ambas potencias. En 1476 o 1477, Axayácatl reunió un ejército de entre 24000 o 32000 guerreros e intentó conquistar el Tzintzuntzan Irechecua; durante la campaña destruyó Taximaroa, avanzó por Zinapécuaro hasta Charo, pero fue derrotado arrolladoramente por el ejército de 40000 u 80000 guerreros de Tzitzíspandácuare, sufriendo más de 20000 bajas durante su humillante huida. La derrota de Axayácatl hizo tambalear el mito de la invencibilidad mexica, mientras que el prestigio tarasco y de Tzitzíspandácuare aumentó notablemente. Ante el menoscabo mexica, varios pueblos del Valle de Toluca migraron en masa al Tzintzuntzan Irechecua, (migraciones que ya existían desde décadas anteriores pero que ahora se intensificaron tras la victoria tarasca), huyendo del yugo mexica y volviéndose vasallos del cazonci Tzitzíspandácuare, quien les dio tierras en distintas partes. Los matlatzincas poblaron lugares como Guayangareo, Charo y Huetamo; un grupo de otomíes cuyo señor se llamaba Timax recibió tierras en Taimeo, mientras que otro grupo de otomíes señoreados por Ucelo Apanze se asentaron en Santiago Undameo; otros pueblos como los mazahuas poblaron el Oriente de Michoacán.52 Otra de las consecuencias de esta gran batalla, fue el inicio del establecimiento de una frontera de guerra entre tarascos y mexicas en las décadas siguientes, aprovechando el terreno montañoso entre las cuencas de Pátzcuaro y Texcoco, para la erección de una cadena de baluartes y fortalezas que se extendió más de 270 km en ambos lados de la frontera. Del lado tarasco, los asentamientos principales con guarniciones o fortificaciones fueron, de Norte a Sur: Yuririapúndaro, Acámbaro, Maravatío, Taximaroa (que Tzitzíspandácuare mandó repoblar y fortificar), Zitácuaro, Jungapeo, Susupuato, Tuzantla, Tiquicheo, Huetamo, Cutzamala, Pungarabato, Tlalchapa, y Ajuchitlán. Del lado mexica y de Norte a Sur, las guarniciones y fortificaciones más importantes se establecieron en Jilotepec, Timilpan, Jocotitlán, Ixtlahuaca, Villa Victoria, Valle de Bravo, Santo Tomás, Zacazonapan, Temascaltepec, Tejupilco, Amatepepec, Tlatlaya, Alahuixtlán, Ixcateopan, Teloloapan, Oztuma y Tetela del Río.53 Tanto tarascos y mexicas reforzaron las fronteras con pueblos vasallos de distinto origen étnico, como los guamares, pames, otomís, mazahuas, pirinda-matlatzincas, chontales, cuitlatecos, chumbias, tolimecas y pantecas, para que las resguardaran y tuvieran la función de señoríos colchón. En 1481 murió Axayácatl, y subió al trono de México-Tenochtitlan su hermano Tízoc, quien evitó enfrentarse a gran escala con los tarascos, y emprendió guerras hacía otras direcciones, además fue considerado como un gobernante débil. En 1484 se volvieron a rebelar los matlatzincas, algunos se refugiaron en el Tzintzuntzan Irechecua, lo cual fue un golpe más a los intereses mexicas en la región de Toluca, y significó el reforzamiento de la frontera tarasca. En los siguientes años hay menciones de batallas y escaramuzas entre los tarascos y los pueblos otopames sujetos a los mexicas, algunos de ellos optaron por migrar a Michoacán. Para 1486 murió Tizoc, y subió al trono su hermano Ahuízotl. Para 52 Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., Pp. 538-567. 53 Herrejón Peredo, Carlos. “La pugna entre mexicas y tarascos”, en: Paredes Martínez, Carlos; Martínez Ayala, Jorge Amós (coordinadores). …Alzaban banderas de papel. Los pueblos originarios del Oriente y la Tierra Caliente de Michoacán. México, Comisión nacional para el Desarrollo de los pueblos Indígenas, 2012. Pp. 120-151; Hernández Rivero, José. “La arqueología de la frontera tarasco mexica: arquitectura bélica”, en: Contribuciones a la arqueología y etnohistoria del Occidente de México. Zamora, El Colegio de Michoacán, (Colección Memorias), 2004, Pp. 115-155. 36 su coronación, se prepararon grandes festejos, y se enviaron embajadores a los señores de los señoríos enemigos más importantes, pero Tzitzíspandácuare se mofó de los mensajeros y se negó a ir. Esta es la referencia cronológica más tardía sobre este cazonci, por lo que probablemente también fue el año de su muerte; le sucedió en el trono su hijo Zuangua, quien se encargó de mantener las fortalezas y guarniciones en la frontera tarasco-mexica, y continuó con la expansión tarasca hacía Jalisco.54 En 1490 los mexicas prosiguieron sus campañas en la costa, logrando conquistar el señorío de Zacatula, en un intento cercar la frontera tarasca. Los tarascos por su parte intensificaron los ataques a la fortaleza de Oztuma, que estuvo constantemente sitiada. Para 1502 murió Ahuízotl y subió al trono Moctezuma II, quien también preparo grandes festejos para su coronación, he hizo llamar embajadores de los señoríos enemigos más importantes, en esta ocasión, el cazonci Zuangua sí envió embajadores tarascos con presentes a México-Tenochtitlan a la ceremonia. Más de una década más tarde, Moctezuma II emprendió en 1517 la última gran campaña en contra del Tzintzuntzan Irechecua que duró seis meses, cuyo objetivo era conquistar a los tarascos y obtener plata y cobre, al mando del tlaxcalteca Tlahuicole, atacando las poblaciones de Taximaroa, Maravatío, Acámbaro, Ucareo y Zinapécuaro, pero no pudieron derrotar a los tarascos. De nueva cuenta los tarascos tomaron la iniciativa, colocaron una guarnición cerca de Toluca e intensificaron el asedio a la fortaleza mexica de Oztuma, en Tierra Caliente, logrando capturarla 1520, con la Conquista española ya en ciernes.55 54 Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., Pp. 538-557. 55 Ibíd., Pp. 538-567. 37 La cosmovisión tarasco-uacúsecha La religión de los tarascos es uno de los grandes huecos en la historiografía de Mesoamérica. Su estudio nos enfrenta a varios problemas al intentar analizarla, tales como la falta de fuentes sobre la misma, la existencia de los cultos locales existentes en los diversos señoríos antes de la aparición del Estado tarasco, y que quedaron ocultos con la religión y discurso oficial de los Uacúsecha. Haciendo una analogía con ejemplos mejor conocidos, intentar explicar los cultos locales prototarascos con la religión tarasco-uacúsecha, es como intentar explicar el judaísmo desde el catolicismo. Además entran en juego la visión occidental con que fueron redactadas las pocas fuentes escritas, y finalmente, los castillos en el aire establecidos a lo largo de las décadas por los diversos investigadores que han tratado el tema. En los documentos coloniales se encuentran fragmentos que versan sobre la antigua religión de los tarascos-uacúsecha; estos permiten esbozar algunos de sus componentes y tratar de coadyuvar a entender -aunque sea hipotéticamente- los huecos de información. Los tarascos al parecer creían en el principio creador dual masculino-femenino, los Dioses Celestes Engendradores. Sabemos que los tarascos debieron tener la idea de un dios engendrador masculino, hemos propuesto que probablemente haya sido Tucúpacha,56 mientras que la madre de los dioses fue Cueráuaperi; ambos vivían en el cielo, daban la vida y la muerte, mandaban los temporales de lluvia a la tierra, y eran temidos por los castigos que mandaban. Por designio de esta pareja primigenia, los Dioses Engendradores del Cielo, nacería del caos el orden divino en el universo. El cosmos tarasco estaba dividido en tres niveles, el Auandaro (“Cielo”), el Paraquahpeni o superficie el mundo, y el Uarichao (“Lugar de los muertos”), llamado por los europeos como “infierno”, así como cuatro direcciones correspondientes a los puntos cardinales, asociados a los colores negro, blanco, amarillo y rojo.57 El único documento donde se esbozó el origen de la cosmogonía tarasca, considerado como la parte perdida de la Relación de Michoacán, lo escribió el jesuita Francisco Ramírez (1552-1630) en 1585, y es conocido como Relación sobre la residencia de Michoacán [Pátzcuaro],58 ahí tenemos noticias sobre el origen del universo y la creación del mundo, los dioses y los hombres. 56 Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., Pp. 330-331. 57 Gilberti, Maturino. VLM, Pp. 52, 509 y 468; Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., Pp. 572. 58 Ramírez, Francisco. “Relación sobre la residencia de Michoacán (Pátzcuaro) hecha por el padre Francisco Ramírez [4 de abril de 1585]”, en: Zubillaga, Félix (compilador). Monumenta Mexicana, Óp. Cit., vol. II, documento 173, Pp. 474-538. La sección del documento que contiene la información mitológica se encuentra entre Pp. 492-496. Una versión actualizada y 38 Nuestra interpretación del mito propone que los Dioses del Cielo Tucúpacha y Cueráuaperi fueron la génesis del cosmos, dieron traza y orden al universo, y engendraron a todos los demás dioses y entes en diferentes intentos de creación, que culminaron con la existencia del mundo como lo percibieron los indígenas antes de la conquista, regido por una gran familia divina. El Auandaro correspondería a la bóveda celeste, donde vivían los Dioses Celestes Engendradores Tucúpacha y Cueráuaperi, el Sol, la Luna, las Estrellas, el Dios del Lucero (el Planeta Venus), la Nube Negra, la Nube Roja, la Nube Amarilla, la Nube Blanca, Curita Caheri y su hermano Tiripamecuarencha, y la diosa Auicamine, una de las tías de los dioses del cielo. Se menciona que entre los dioses del cielo se encontraban las águilas reales eran los dioses mayores, y que las águilas menores, gavilanes, halcones y unas aves ligeras de rapiña llamadas tíntiuápeme, de la que Matutino Gilberto escribió “Tindi vapame. vna aue que corta la cabaça de las otras aues con las alas.” En una ocasión se menciona a los “Dioses del quinto cielo”, lo que probablemente indicaría que el cielo estuviera dividido en varios niveles.59 Entre el Auandaro y el Uarichao se encontraba una Diosa recostada boca abajo, en cuya espalda estaba la superficie de la Tierra; para que esta Diosa recostada no se cayese, era sostenida de los pies por la diosa Cueráuaperi en el Oriente, de la cabeza por el Dios del Mar (probablemente sea el mismo Tucúpacha) en el Poniente, y dos diosas de las cuales no se mencionan sus nombres, la sujetaban de la mano derecha en el Septentrión, y de la mano izquierda en el Meridión, indicando los puntos cardinales y las cuatro partes del mundo, cuyo centro sería la cuenca de Pátzcuaro.60 Este nivel correspondería a la superficie de la tierra o Paraquahpeni, donde habitaban muchos dioses, las plantas, animales, entes sobrenaturales y los humanos. Entre los dioses importantes de la tierra se encontraban el Dios del Fuego, los Angamucuranchan o dioses de los montes, los dioses de las cuatro partes del mundo, entre los que debieron encontrarse los dioses de la mano derecha o “dioses primogénitos”, que correspondería al Norte, y los dioses de la mano izquierda o Uiranbanecha, en el Sur. Como ya mencionamos, había muchos dioses de los pueblos que estaban jerarquizados en dioses mayores y dioses menores; entre los primeros se encontraba el dios principal del pueblo, que era el dios patrono del linaje del gobernante, mientras que el resto de las familias tenía dioses comunes. Francisco Ramírez mencionó que los tarascos “Tenían muchos dioses, que se entiende eran hombres principales entre ellos, que se habían señalado mucho; a los cuales les hacía el demonio adorar, después de muertos, apareciéndoseles en muchas figuras. Y de cada oficio tenían su dios, y su lugar señalado en los montes, donde le sacrificaban; de lo cual hay el día de hoy grandes rastros.”61 comentada de este fragmento, que podríamos considerar como la teogonía de los tarascos, se puede encontrar en: Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., Apéndice J, Pp. 782-786. 59 Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., Pp. 323-331; RM, Segunda Parte, ff. 14v y 17, P. 190 y 195; Gilberti, Maturino. VLM, P. 164. 60 Ramírez, Francisco. “Relación sobre la residencia de Michoacán (Pátzcuaro)…”, Óp. Cit., Pp. 494; Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., Pp. 568-573. 61 Ramírez, Francisco. “Relación sobre la residencia de Michoacán (Pátzcuaro)…”, Óp. Cit., Pp. 495. 39 Debajo de la superficie del mundo se encontraba el Uarichao, un lugar telúrico, oscuro, húmedo y acuático, al que se podía acceder por las oquedades de la superficie como cuevas, grutas, o cuerpos de agua, de los cuales se tenía la creencia que se conectaban entre sí por debajo de la tierra, como lagos, ríos y ojos de agua. En el Uarichao habitaban varios dioses, los muertos descarnados y otros entes sobrenaturales. Es probable que el Uarichao también estuviera dividido en diferentes niveles, pues Gilberti mencionó que el Cumiehchuquaro era “lo hondo del infierno”, pero la palabra significa “Lugar sombrío”.62 Al parecer entre los dioses más antiguos después de Tucupacha y Cueráuaperi, se encontraban el Dios del Infierno y su mujer, la Diosa del Infierno, quienes criaron las cosas de abajo por mandato de los Dioses Engendradores del Cielo. Del Dios del Infierno se menciona que era él que mandaba las peñas llamadas petazequa para que construyeran los templos a los dioses más principales, y su mensajero era una tuza; mientras que la Diosa del Infierno parió las sierras, plantas y animales. Los tarascos creían que el Auandaro y el Uarichao se conectaban más allá del horizonte, donde el cielo se junta con el mar, una región incógnita que solo conocían los dioses.63 Fue en este universo donde los antiguos tarascos también explicaron el mito de creación de la humanidad. Los Dioses Celestes Engendradores enviaron a Curiti Caheri que hiciera a la humanidad, así se sacrificó las orejas y con su sangre roció ocho pelotillas de ceniza que guardó en un bacín, y después de varios días salieron cuatro hombres y cuatro mujeres, pero sin articulaciones, por lo que no se podían mover, y fueron destruidos por los Dioses del Cielo. Un segundo intento de creación también fracasó, y fueron destruidos. Un tercer intento de creación de la humanidad se efectuó, pero los humanos no tenían como engendrar, por lo que los Dioses del Cielo mandaron un diluvio que duró cinco días en que se abrieron las fuentes y ríos, consumiendo todas las cosas de la tierra. En esta ocasión se escaparon un hombre y una mujer al subirse a un monte muy alto, y esperaron a que bajara el nivel del agua. Algunos días después bajaron a un llano y encontraron muchos venados muertos, hicieron fuego con el instrumento paratacuqua para asarlos, y el humo fue visto por la diosa Cueráuaperi, quien mandó a Curiti Caheri a destruirlos, pero finalmente les pegó con una calabaza en la cabeza y se transformaron en perros. Los dioses del cielo enviaron por cuarta ocasión al dios Curiti Caheri, quien volvió a rociar ocho pelotillas de ceniza con la sangre de sus orejas, y la humanidad finalmente fue creada, adoptando oficios y deidades tutelarles y “tornó otra vez a salir el sol, por mandado de los dioses del cielo”.64 Los tarascos creían en la vida después de la muerte, Francisco Ramírez mencionó 62 Rea, Alonso de la. Crónica de la orden de N. Seráfico P. S. Francisco, Provincia de S. Pedro y S. Pablo de Mechoacan en la Nueva España. Edición y estudio introductorio de Patricia Escandón. Zamora, El Colegio de Michoacán-Fideicomiso Teixidor, (Colección Clásicos), 1996, Lib. I, Lib. II, P. 67; Gilberti, Maturino. VLM, Pp. 71 y 594. 63 RM, Segunda Parte, ff. 72v, 79v y 41, Pp. 36 y 50; Ramírez, Francisco. “Relación sobre la residencia de Michoacán (Pátzcuaro)…”, Óp. Cit., Pp. 493-494. 64 bíd., Pp. 494. 40 “Cuanto a la inmortalidad del ánima, y los lugares donde iban, tenían también grandes desatinos; aunque conocían haber cielo, donde iban los dioses y los demás que lo merecían haber sido; y infierno, donde iban la demás gente. Y tenían que vivían allá como acá. Y así, procuraban llevar muchas cosas para poder trabajar y vivir; y los hombres principales, matar muchos que les acompañasen allá; aunque el ver que se quedaban acá los huesos, les hacía reparar mucho, y andar alucinando, como lo andaban en todo.”65 Otra narración prehispánica tarasca que debió formar parte de los mitos de creación mitológica, es mencionada en la ocasión en que se juntaron los señores tarascos antes de la conquista, para tratar de discernir quiénes eran los españoles y el origen de los caballos. El relato está emparentado con otros mitos mesoamericanos, por ejemplo, la historia de Hunahpú e Ixbalanqué del Popol Vuh. Se puede leer en la Relación de Michoacán lo siguiente: “dijéronle los navatlatos [al cazonci]: “señor, aquellos venados deben ser, según lo que sabemos nosotros por una historia, y es que el dios llamado Cúpanzieeri jugó con otro dios a la pelota, llamado Achuri hirepe, y ganóle y sacrificóle en un pueblo llamado Xacona y dejó su mujer preñada de Sirátatápezi, su hijo, y nació y tomáronle a criar en un pueblo, como que se le habían hallado. Y después de mancebo fuese a tirar aves con un arco y topó con una ivana [iguana] y díjole: ‘no me fleches y direte una cosa: el padre que tienes agora no es tu padre, porque tu padre fué a la casa del dios llamado Achu hirepe, a conquistar, y allí le sacrificaron’. Como oyó aquéllo, fuése allá para probarse con el que había muerto a su padre, y vencióle y sacrificó al que había muerto a su padre y cavó donde estaba enterrado y sacóle y echósele a cuestas y veníase con él. En el camino estaba en un herbazal una manada de codornices, y levantáronse todas en vuelo, y dejó allí su padre por tirar a las codornices, y tornóse venado el padre y tenía crines en la cerviz, como dicen que tienen esos que traen esas gentes, y su cola larga. Y fuese hacia laman[o] derecha, quizá con los que vienen a estas tierras”.”66 Entre las acciones litúrgicas más importantes de los tarascos en los templos (llamados en lengua tarasca como yácatas), fueron el mantenimiento de fuego encendido con la leña de los montes, el sacrificio humano, el desollamiento, danzas, música, y cantos, borracheras, convites, baños en temazcales, combates gladiatorios o el ritual del palo del volador. Tanto por las fuentes coloniales que describen los rituales, como por las entradas en los diccionarios tarascos, se encontraban entre las prácticas mágicas la medicina, adivinación, hechizos, conjuros, brujería, interpretación de sueños y nahualismo. 65 Ramírez, Francisco. “Relación sobre la residencia de Michoacán (Pátzcuaro)…”, Óp. Cit., Pp. 495. 66 RM, Tercera Parte, Cap. XXI, f. 41, P. 243. 41 El Estado y sociedad tarascas antes de la Conquista Durante la época en que reinaron los tres cazoncis, los cambios profundos que se produjeron en el centro de Michoacán y los territorios circundantes, formaron al Estado tarasco, cuya caracterización en su unicidad, temporal y cultural, son haber dominado un territorio de más de 75000 km2 (abarcado territorios en los actuales Michoacán, Colima, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Estado de México y Guerrero); su legitimidad divina fue reconocida tanto interiormente por la población tarasca y otras etnias, así como su poderío exteriormente por otras entidades políticas vecinas hostiles; reguló la producción, distribución y circulación de bienes a través de una economía política; retuvo el monopolio sobre la violencia al interior a través del aparato represivo del Estado (gobierno, justicia, burocracia), y al exterior por medio del ejército; e impuso su hegemonía con la implantación de los Aparatos ideológicos del Estado, sobre una enorme población heterogénea cultural y étnicamente que oscilaba, según las diferentes formas de calcular las fuentes, entre 700,000 y 1,300,000 habitantes.67 El Estado tarasco estuvo conformado por una compleja sociedad hierocrática, preindustrial y tradicional, dividida en dos grandes clases sociales: la nobleza gobernante de los angámencha (“los que tenían bezote”), que ejerció el poder político, impuso su sistema de creencias y mantuvo el control del sistema tributario; y una inmensa clase gobernada de los purépecha (“gente común”), encargada de realizar el trabajo, producir los bienes materiales y pagar tributo. Dentro de estas clases existían diversos grupos étnicos, lingüísticos y familiares, que ocuparon un determinado cargo y posición en la compleja jerarquía social, con poca movilidad social entre las clases sociales. Desde la economía política se ha caracterizado que el Tzintzuntzan Irechecua tenía un Modo de Producción Tributario.68 El gobernante supremo del Tzintzuntzan Irechecua era el cazonci o irecha, miembro del linaje noble de los Uacúsecha. El cazonci era el representante de los dioses, estaba en lugar de Curícaueri, y como este dios era el dueño de toda la tierra, el cazonci tenía autoridad para repartirla para su cultivo y usufructo. El cargo tenía una fuerte investidura guerrera y militar, pues era el comandante de los ejércitos de Curícaueri 67 Aguilar González, José Ricardo. Tzintzuntzan Irechequa. Política y sociedad en el Estado tarasco. Tesis para obtener el grado de Licenciado en Historia. Asesores: Gerardo Sánchez Díaz; Igor Cerda Farías, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2005, Pp. 260-289; Carvajal Medina, Ricardo. La guerra en el Michoacán prehispánico en el Posclásico Tardío, Óp. Cit., P. 190. 68 Ibíd., Pp. 190-195. 42 y juez supremo impartidor de justicia, además de comerciante. La Relación de Michoacán menciona que “todo su ejercicio era entender en las fiestas de los dioses y de mandar traer leña para los qúes y de inviar a las guerras”, por lo que tenía el control del calendario (llamado Huriyata Miuuqua que quiere decir “Cuenta del tiempo o de los días”, compuesto de 18 meses de 20 días, más 5 días adicionales), con lo que se regulaban y fijaban las fechas de las fiestas, ceremonias y ritos. Dentro de la casa del cazonci había un sequito de sólo mujeres que le servían resguardadas por un viejo. La principal era la ireri, esposa principal que mandaba a las demás mujeres, por lo menos dieciséis que estaban a cargo de otras mujeres, ocupadas en preparar alimentos, servir la comida, guardar y cuidar la ropa y joyas del cazonci. También dentro del sequito del cazonci había gente para su entretenimiento, como bufones y cuenta historias.69 En la corte del cazonci, había nobles principales y “cuatro eran los más importantes y que usaban la máxima prudencia.” 70 Estos cuatro eran los funcionarios que menciona la Relación de Michoacán que estaban por debajo del cazonci y que conformaban un consejo supremo: se menciona que el cazonci tenía un gobernador o angátacuri, aunque el cargo no es explicado ni se mencionan sus obligaciones. También estaba el capitán general de las guerras, quien “componíase [se vestía] como el mismo caçonçi”,71 e incluso, a veces el cargo de angátecuri y capitán general eran ocupados por la misma persona. La principal tarea del capitán general era la de organizar los ejércitos del cazonci en las guerras.72 Otro cargo que debió haber tenido una gran importancia jerárquica en la corte fue la del sacerdote mayor o petámuti al cual le tenían mucha reverencia. Un último cargo muy importante era el diputado sobre los ocanbecha, que “era después del cazonçi”,73 y se encargaba de dirigir a los principales ocanbecha, que eran los cobradores de tributo. Otros cargos eran ocupados por cuatro funcionarios muy importantes, ya que “tenía puestos [el cazonci] cuatro señores muy principales en cuatro fronteras de la Provincia y estaba dividido su reino en cuatro partes.” 74 Vemos pues, como esta burocracia se ocupaba de las distintas ramas que necesitaba el Estado tarasco para su funcionamiento: el gobierno, la milicia, la religión, recaudación de tributos y la defensa del territorio. Los nobles de los linajes gobernantes eran los “señores”, achá en singular y achaéecha en plural; la estructura social mencionada para el caso del cazonci en Tzintzuntzan, se reproducía en menor escala a nivel local. Muchos de estos eran caciques de los pueblos llamados carácha capacha, de los cuales había alrededor de treinta en las unidades administrativas del Tzintzuntzan irechecua, que el cazonci los “tenía puestos por todos los pueblos caciques que ponía él de su mano y entendían en hacer traer leña para los qúes, con la gente que tenía cada uno en su pueblo, y de ir con su gente de guerra a las conquistas.” 75 Es probable que 69 RM, Tercera Parte, Cap. III. 70 Veracruz, Alonso de la. Sobre la conquista y los derechos de los indígenas. Traducción de Rubén Azuela; prólogo de Prometeo Cerezo de Diego, introducción y edición de Roberto Jaramillo Escutia. México, Organización de Agustinos de Latinoamérica, (Colección “Cronistas y escritores agustinos de América Latina”, núm. 1), 1994, P. 77. 71 RM, Segunda Parte, Cap. I, f. 62, P. 15 y Tercera Parte, Cap. I, f. 6, P. 175. 72 RM, Tercera Parte, Caps., IV-VI. 73 RM, Tercera Parte, Cap. I, f. 6v, P. 176. 74 RM, Tercera Parte, Cap. I, f. 6, P. 175. 75 Ídem. 43 casi todos estos nobles tuvieran el rango de kuangáriecha, “valientes hombres”, que eran los “caballeros” del cazonci, los guerreros del ejército semi-profesional, y cuando éste era herido en combate, ellos lo traían a cuestas, además capitaneaban a los escuadrones en la guerra.76 Los miembros de ésta orden militar tarasca constituían un consejo, que se reunía para ocasiones importantes como las fiestas o para parlamentar. En la fiesta de Equata cónscuaro se reunían para que el cazonci hiciera justicia y el petámuti los sermoneara; cuando un cazonci se encontraba agonizante, iban a visitarlo, y cuando fallecía, parlamentaban sobre quién iba a tomar el cargo; cuando el cazonci los convocaba para la guerra, iban a la cuenca de Pátzcuaro con su gente de guerra y sus dioses; y antes de la llegada de los españoles, se reunieron para echar juicios de quien era la gente que venía.77 Los intermediarios entre los dioses y los seres humanos fueron los sacerdotes, que realizaron una serie de ceremonias y ritos que permitieron explicar el mundo y dar cohesión social. Estos estuvieron divididos en clases sociales: existió un alto clero profesional al servicio del Estado, conformado por el petámuti y los cúritiecha, encargado de reafirmar la legitimidad divina de sus gobernantes, preservar la memoria histórica de los señores Uacúsecha, contar los días y reproducir la ideología de la clase gobernante; y un clero bajo, elegido de entre la nobleza para las distintas acciones litúrgicas realizadas en los templos y en las fiestas. Entre estos últimos se encontraban los sacerdotes curíçitacha o curípecha, que estaban encargados de poner incienso en los braseros de los templos; los thiuímecha que llevaban a los dioses a cuestas, los paçáriecha que eran los sacristanes y guardas de sus dioses, los púngacucha que tocaban instrumentos musicales, los hirípacha que hacían oraciones y conjuros, los hatápatiecha que eran pregoneros y cantores, los sacerdotes sacrificadores eran los axámencha (este cargo sacerdotal lo ejercían los señores incluido el cazonci), los opítiecha sujetaban a los sacrificados de las extremidades, y los quíquiecha que arrastraban a los sacrificados.78 Por debajo de la alta nobleza, se encontraba la burocracia intermedia y los funcionarios especializados con diversas tareas, mencionados como “diputados” o “mayordomos mayores”. Entre los más importantes se encontraban los ocánbecha, que tenían la función de contar a la gente, de organizarlos para las obras públicas y recoger los tributos. Se mencionan más de treinta “diputados” o “mayordomos mayores” que desempeñaban varias actividades de la transformación de los objetos de trabajo o materia prima, o que recolectaban la producción, tales como maíz, chile, frijol, miel, vino de maguey, mantas, pescadería y caza, y oficios como carpinteros, pintores, curtidores, escultores, artesanos, ceramistas, plumajeros, canteros, zapateros, plateros, navajeros; armeros que hacían arcos, flechas, jubones, rodelas y banderas; barqueros y otros que hacían guirnaldas, guardamontes, etcétera. Incluso había encargados que mantenían en cautiverio 76 Para más información véase Carvajal Medina, Ricardo. “Los quangáriecha. Órdenes militares, guerra y religión entre los antiguos tarascos”, en: Callicanto. Estudios históricos y patrimonio cultural. Guadalajara, Jalisco, editada por Xalixco. Estudios históricos y Patrimonio Cultural, edición especial núm. I, [El antiguo Occidente mexicano. Investigaciones recientes sobre arqueología y etnohistoria de Jalisco y Michoacán], año 3, vol. III, Octubre 2017-Febrero 2018, Pp. 78-92. Sobre este rango dedicamos un apartado en el capítulo III. 77 RM, Segunda Parte, Caps. I, XXXII; Tercera Parte, Caps. IV-VI, VIII, XVI-XXI. 78 RM, Tercera Parte, Cap. II. 44 águilas, pájaros, felinos silvestres, coyotes, y lobos del cazonci. La Relación de Michoacán menciona que “todos estos oficios tenían por subcesión y herencia los que los tenían, que muerto uno quedaba en su lugar algún hijo suyo o hermano puestos por mano del caçonçi.” 79 Los encargados de la producción y reproducción material de la sociedad tarasca eran miembros de la clase dominada, los purépecha o “gente común”, conformada por campesinos, esclavos, trabajadores, artesanos y mercaderes; sobre sus hombros recaía la producción de bienes y servicios, que eran apropiados por los angámencha mediante el cobro de tributo; además estaban obligados a participar en el ejército o huestes en el tiempo que se requiriera, pero no de forma permanente. Dentro de la producción agrícola hubo diferentes formas de organizar el trabajo, las fuentes mencionan de forma general a los terrazgueros, es decir, campesinos que sembraban tierras que no eran de ellos a cambio de pagar tributo. El cazonci y la nobleza tenían mayordomos llamados mimiecha que estaban a cargo de los açípecha, campesinos adscritos personalmente a los señores o achaéecha, vasallos que sembraban las tierras patrimoniales de los linajes gobernantes. La clase dominante también era dueña de esclavos llamados terúparaquaebaecha o hapingata, que podían trabajar en el campo o servicio doméstico; cuando eran desobedientes, los mandaban sacrificar. Otro tipo trabajadores agrícolas fueron los “campesinos libres”, purépecha que estuvieron adscritos territorialmente a sus lugares de origen donde tenían derechos de posesión de sus tierras, pero que sembraban las tierras realengas para pagar el tributo al cazonci, además de pagar tributo en mano de obra. 79 La información citada en estos párrafos se encuentra en RM, Tercera Parte, Cap. I. 45 Representación de un sacrificio humano realizado por sacerdotes tarascos, de acuerdo a las descripciones históricas. Ilustración de Luis Armando de la Luz Alarcón. Cortesía del autor 46 A manera de conclusión Los tarascos conformaron una de las entidades políticas más complejas y poderosas de Mesoamérica en el Posclásico Tardío (1200-1522). La oscuridad historiográfica en la que habían permanecido, empieza a ser iluminada gracias a las investigaciones de los últimos años sobre el mundo prehispánico michoacano, que nos muestran un panorama más rico y fascinante del que tradicionalmente se había tenido, y que ha dejado claro que el pasado de los antiguos habitantes de Michoacán debe entenderse dentro de su unicidad histórica. Los tarascos son más que el reino inconquistable que destacó por el uso de la metalurgia para la elaboración de herramientas, objetos suntuarios y armas; fueron uno más de los pueblos que ha vivido sobre la faz de la tierra y que ha dejado una profunda huella en la historia humana, su cultura tuvo una cosmovisión profunda sobre el mundo y la forma de vivir en el, la cual sus herederos los p’urhepecha, ha tratado de reivindicar y reinventar frente a la posmodernidad y el capitalismo. Los antepasados de los p’urhepecha actuales han recibido distintos nombres por parte de los diferentes pueblos con los que han interactuado. Los nahuas llamaron al Purepecherio como Michhuacan, “Lugar de los dueños de pescado” o Michoacatlalli, “Tierra de los pescadores”, y a sus pobladores como michoa en singular y michoacaque en plural, que significan “hombre, u hombres abundantes de peces”, así como quaochpanme, “hombres de cabeza rapada, o raída”, probablemente por el rango militar de los valerosos cuachic, reconociendo el valor guerrero. Los mazahuas llamaron a “Mechuacan como Animaxe, que puede interpretarse como “lugar de águila”, justo el nombre del linaje gobernante de los Uacúsecha (“águilas”). Los pirindas-matlatzincas los llamaron ho hohuí o huehohuí, “el guerrero”, y hueninche o hue ninche, “el águila”. Los otomíes los llamaron amanthâhi o amandâhŷ, palabra relacionada con “viento”. En el idioma p’urhepecha se registró el gentilicio tarasco, relacionado con “suegro”, “yerno”, una deidad y los ídolos; el gentilicio actual parece provenir de la palabra purépecha, que fue traducida como “macegual”, “plebeyo”, “gente común”, o “persona”. A pesar de que no hay información clara al respecto, es probable que el topónimo con el que los tarascos hayan nombrado a su territorio, haya sido Tzintzuntziquaro (“en el lugar o tiempo del colibrí”) y que el gentilicio haya sido tzintzuntzanecha (“gente de Tzintzuntzan”), debido al sentido de pertenencia de la población hacia la cabecera del reino. Antes de la formación del Triunvirato Ihuatzio-Pátzcuaro-Tzintzuntzan y del Tzintzuntzan Irechecua (“Reino de Tzintzuntzan”), existió una gran diversidad cultural y lingüística, donde se mencionan más de ciento cuarenta pueblos y alrededor de veinticinco señoríos independientes, con su linaje y dios patrono propios. Se menciona que entre estos pueblos se encontraban los “mexicanos”, nahuahablantes, así como prototarascos conformados por los que “vinieron primero”, los isleños y chichimecas. A esos últimos pertenecieron los Uacúsecha, quienes lograron convertirse en el linaje más poderoso del antiguo Michoacán, 47 fundado su principal ciudad en Pátzcuaro, lugar designado por dios Curícaueri. Los tarascos lograron mantener una organización estatal, con la cual lograron defenderse del ataque de entidades políticas rivales, y con la que también lograrían extender su influencia sobre bastos territorios, sustentados por la ideología surgida a partir de una compleja cosmovisión reproducida por la casta sacerdotal, para dotar de cohesión a la sociedad multiétnica. En 1522 empezaría el pesado dominio hispano sobre los antiguos habitantes del Tzintzuntzan Irechecua, lo cual dotó de particularidades específicas el desarrollo histórico michoacano en las primeras décadas del dominio español, y que marcaría para siempre su devenir histórico, con consecuencias hasta nuestros días. 48 Fuentes Acuña, René (editor). Relaciones geográficas del siglo XVI: Michoacán. México, Universidad Nacional Autónoma de México, núm. 9, 1987. Alcalá, Jerónimo de. Relación de Michoacán. Estudio introductorio del Premio Nobel de Literatura, Jean Marie G. Le Clézio. Zamora, El Colegio de Michoacán, 2008. Alvarado Tezozómoc, Hernando de. Crónica mexicana [Manuscrito núm. 117 de la H. P. Kraus Collection]. Edición de Gonzalo Díaz Migoyo y Germán Vázquez Chamorro. México, (Cronistas de América, México en tres tiempos: Prehispánico, núm. 13), s/f.. Baptista de Lagunas, Juan. Arte y dictionario con otras obras en lengua Michuacana. [Edición facsimilar de 1574]. Edición de J. 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